Pensamiento y praxis del marxismo en El Salvador

Pensamiento y praxis del marxismo en El Salvador
Por Roberto Pineda 11 de abril de 2014

A continuación presentamos el inicio de la tercera parte de este breve esfuerzo por explorar el mundo de las ideas políticas en El Salvador. Abordaremos la génesis y el desarrollo de siete organizaciones que han aglutinado a los y a las marxistas desde 1930 hasta la actualidad: el PCS, las FPL, el ERP, la RN, el PRTC, el FMLN y la TR. La primera y segunda parte correspondieron al pensamiento conservador y liberal del siglo XIX, XX y XXI.

3. El marxismo.

El marxismo es una interpretación del mundo que se origina en el pensamiento filosófico europeo mas avanzado del siglo XIX, de los alemanes Hegel y Feuerbach, en las concepciones del socialismo utópico francés y en las teorías de la economía política inglesa de Ricardo y Smith. Esta doctrina y sus principales planteamientos, entre los que se encuentra el de la lucha de clases como motor de la historia y del papel protagónico de la clase obrera en la destrucción del sistema capitalista, fueron sistematizados por Carlos Marx y Federico Engels, por lo que se les considera fundadores de esta corriente filosófica.

Y es el marxismo a la vez una ideología política que orienta la acción de movimientos revolucionarios desde mediados del siglo XIX y que en 1917 con el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia, se convierte en el paradigma político del Estado soviético, hasta el derrumbamiento de este modelo de socialismo real en noviembre de 1989. Fueron sesenta y dos años de construcción de la utopía proletaria encarnada en el proyecto socialista, repletos de errores así como de aciertos y fundamentalmente de enseñanzas, para los pueblos que aspiran a vivir libres del yugo del imperialismo, del capitalismo y de las elites explotadoras.

A partir de 1917 surgen diversas experiencias nacionales y diversas interpretaciones del marxismo, entre las que sobresale la praxis del partido bolchevique dirigido por Vladimir Lenin, la experiencia de Mao en China, la IV Internacional de Trotski, la lucha por la hegemonía cultural de Gramsci, las tesis de Browder, la resistencia antiimperialista de los vietnamitas, Fidel y la revolución cubana, el foco guerrillero del Che, las Panteras Negras, los Tupamaros, la teoría del Juche norcoreana, el modelo yugoslavo autogestionario de Tito, Enver Hoxha y el modelo albanés, el eurocomunismo de Carrillo, el Chile de Allende, los Sandinistas, la intifada palestina de Arafat, la lucha del ANC en Sudáfrica, etc.

Y como parte de este esfuerzo desde una visión marxista, incluso con apellido, por liberarse del imperialismo, por destruir el capitalismo y establecer el socialismo, se enmarcan las luchas de liberación nacional, entre la que destaca a finales del siglo XX, la realizada por el pueblo salvadoreño, que construye un poderoso movimiento popular que luego se transforma en un ejercito insurgente y se enfrenta heroicamente durante casi doce años, a una dictadura militar apoyada por el imperialismo estadounidense.

Las ideas enarboladas por el FMLN durante esa guerra de los años ochenta del siglo pasado, y los combates en los cerros de Chalatenango, Guazapa y Morazán tenían su cuna lejana en las ideas que en 1848 llevaron a Carlos Marx y Federico Engels a escribir el Manifiesto Comunista y a formar luego la Asociación Internacional. De los Trabajadores, conocida como I Internacional.

3.1 El marxismo en El Salvador

La difusión de las ideas del marxismo en El Salvador inicia en la segunda década del siglo XX y comprende una fase inicial exclusivamente de conocimiento académico, que rápidamente se transforma en práctica política y presencia en el movimiento obrero y popular.

La defensa de tesis para graduarse de abogado en la UES, realizada por el vicentino Sarbelio Navarrete en 1913, se constituye en el primer documento que asume abiertamente el análisis marxista en El Salvador, se trata de la obra El estado centroamericano. Ya antes el estudiante universitario Navarrete ha participado en Buenos Aires en 1910 en el II Congreso Universitario Americano.

3.2 Agustín Farabundo Martí

En junio de 1920 se encuentran en la ciudad de Guatemala jóvenes salvadoreños que estudian derecho en la Universidad de San Carlos. En noviembre de 1925 son expulsados a El Salvador y regresan con conocimientos de marxismo e incluso militancia política en lo que fue el efímero Partido Comunista Centro Americano, entre éstos el santaneco Moisés Castro y Morales, Miguel Ángel Vásquez, y Agustín Farabundo Martí.

Moisés Castro y Morales nace en Santa Ana a finales del siglo XIX, participa en la fundación del Partido Comunista Centroamericano en 1925, en la dirección del PCS, en los preparativos de la insurrección del 22 de enero de 1932, en las jornadas de lucha de abril, mayo y diciembre de 1944, en las acciones contra las dictaduras de Osorio, Lemus, Rivera, Sánchez Hernández, Molina, Romero, etc. Muere exilado en Costa Rica en 1984.

Miguel Ángel Vásquez, nace en San Salvador en 1901, participa en el colectivo juvenil que edita el fogoso periódico Verbo Estudiantil así como en 1918 en la campaña a favor de Tomas Guillermo Palomo, y por la persecución política decide autoexiliarse. En Guatemala concluye el bachillerato, estudia derecho y participa junto con otro joven salvadoreño, Ricardo Chamorro, desde las filas del Partido Unionista, en las jornadas armadas de lucha, realizadas en abril de 1920 contra el dictador Manuel Estrada Cabrera, y que logran su derrocamiento (Bao, 2003).

En 1921 contribuye a la creación de la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU y es miembro de su primera directiva, que incluía al entonces estudiante guatemalteco, Miguel Ángel Asturias. En 1925 Vásquez participa en la fundación del Partido Comunita Centroamericano. Muere en Puebla, México en 1982, luego de ser por muchos años director de Ediciones de Cultura Popular, casa editorial del PCM.

“El Negro” Agustín Farabundo Martí, nace en Teotepeque, La Libertad, el 5 de mayo de 1893, estudia bachillerato en el Colegio Santa Cecilia de Santa Tecla, luego ingresa a la UES a estudiar Derecho. Es expulsado a Guatemala en 1920 por el presidente Jorge Meléndez, junto con el líder estudiantil José Luís Barrientos. Este fue el primer exilio de Martí.

Por esa misma época el joven profesor Francisco Moran, en el Centro Cultural Joaquín Rodezno hablaba sobre los avances de la Revolución Rusa. Martí, antes de ser expulsado del país, frecuenta las tertulias de un círculo literario dirigido por Joaquín Castro Canizales, Quino Caso, en el que participaba Salarrué, escritor que a su vez pertenece a la red intelectual de Alberto Masferrer.

El 1 de mayo de 1925 los jóvenes salvadoreños Agustín Farabundo Martí y Moisés Castro y Morales participan en la fundación en la capital de Guatemala del Partido Comunista Centroamericano, PCCA. Otros fundadores son el hondureño Manuel Cáliz Herrera y los guatemaltecos Julio Alberto del Piñal y Antonio Obando Sánchez. Miguel Ángel Vásquez no participa (Gómez Arias 2005) debido a que se hallaba exilado en Tegucigalpa, donde se gradúa ese año de abogado.

Martí asume el cargo de Secretario del Exterior del PCCA. El PCCA es disuelto en 1927. En la fundación del PCCA juega papel destacado el comunista estadounidense Blackwell, del Comintern, que toma como base al antiguo PCG para constituir el PCCA. (Taracena 2002)

Estos jóvenes salvadoreños son expulsados en 1925 por el dictador Jorge Ubico y al regresar a El Salvador rápidamente establecen relaciones con los sectores más avanzados del movimiento obrero, organizado en la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños, FRTS. Es fundamentalmente de este cruce entre las ideas del marxismo y el movimiento obrero, que nace cinco años después, la vanguardia política de la clase obrera y de los sectores populares salvadoreños, el PCS.

Asimismo es importante mencionar la cooperación que brinda el movimiento comunista internacional, por medio del Buró del Caribe de la Internacional Comunista que envió a El Salvador al joven mexicano Jorge Fernández Anaya y al venezolano Ricardo “Rolitos” Martínez para asesorar a los comunistas salvadoreños. Asimismo debe rescatarse la colaboración de los apristas peruanos Jacobo Horwitz y Esteban Pavletich.

Al siguiente año después de su regreso, en 1926, el gobierno de Alfonso Quiñónez Molina expulsa a Martí hacia Nicaragua donde es encarcelado. Martí fungía como secretario fundador de la sección salvadoreña de la Liga Anti-imperialista. Al ser liberado viaja hacia México y luego hacia la ciudad de Nueva York. (El Libertador, 1926). Mientras tanto, Moisés Castro y Morales se encuentra en San José, Costa Rica, impulsando junto con el costarricense Manuel Chavarría, la organización de un Congreso Internacional Antiimperialista y Revolucionario, para fundar una Liga Internacional Antiimperialista.

En 1927 la sección salvadoreña de la Liga Antiimperialista funda la revista El Grito de la Raza, dirigida por el nicaragüense exilado en El Salvador, José Constantino González, amigo de Martí, desde la cual se desarrolla una intensa campaña de solidaridad con la gesta del General Augusto Cesar Sandino.

En julio de 1927 inicia el movimiento sindical en Santa Ana en el local de la Caridad de Obreros, en el que tenían sus locales las sociedades mutualistas José Matías Delgado, Unión de Zapateros y Liga de Albañiles y Carpinteros. En 1928 se crea clandestinamente en San Salvador la Escuela de Orientación Comunista, su primer instructor fue el estudiante Alfredo Díaz Nuila. Luego asume esta rsponsabilidad el profesor Juan Campos Bolaínez. Y le siguió Francisco Luarca y sus fábulas. Esto impacta en la FRTS.

El 18 de marzo de 1928 el Socorro Rojo Internacional crea en México el Comité Manos fuera de Nicaragua, dirigido por el abogado venezolano Gustavo Machado. En la primavera de 1928 Martí “viaja inesperadamente a Nueva York para tomar contacto con la dirección central de la Liga Antiimperialista de las Américas” (Arias Gómez 2005).

En septiembre de este año 1928, Martí junto con los salvadoreños José Adán González, Luís Mariona y Guillermo Ajuria, se incorporan al Ejercito Defensor de la Soberanía de Nicaragua, conducido por Augusto Cesar Sandino, en el que gana el grado de Coronel y es nombrado Secretario Privado del General de Hombres Libres. En 1929 Miguel Ángel Vásquez es deportado a Guatemala, donde pasa a hacerse cargo de la sección guatemalteca del Socorro Rojo Internacional. La sección salvadoreño es creada ese mismo año. Ambas dependían de la oficina central que estaba en Nueva York, dirigida por el cubano Jorge A. Vivó Escoto, secretario general del Secretariado del Caribe del Socorro Rojo Internacional.

En mayo de 1929 Martí forma parte de la delegación que acompaña a Sandino a México y que incluía también al peruano Esteban Pavletich, al mexicano José de Paredes y al dominicano Gregorio Gilbert. Al pasar por El Salvador, al llegar al Agua Caliente, son saludados personalmente a nombre del presidente Pío Romero Bosque, por el Ministro de Guerra Dr. Alberto Gómez Zarate. Posteriormente en México en septiembre de 1929 y seguramente por diferencias ideológicas, se produce una ruptura entre Martí y Sandino.

En 1929 el sector políticamente más avanzado de la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños, FRTS, que había sido creada el 17 de noviembre de 1924, y que se consideraba a asimismo como comunista, logra tomar el control de la dirección de esta central sindical, durante el VI Congreso en agosto, arrebatándosela a sectores reformistas y anarco-sindicalistas. Asume como secretario general de la FRTS el ebanista Carlos Castillo. El 26 de junio de 1929 la FRTS logra que se decrete la jornada laboral de ocho horas, la cual necesitó de una oleada de huelgas para que la patronal la acatara.

Ese mismo año 1929, tres dirigentes de la FRTS; el mecánico Serafín G. Mártínez, que muriera fusilado el 32, el zapatero José León Flores y el carpintero Luís Díaz, viajan a Montevideo, Uruguay a una reunión en mayo de la Confederación Sindical Latino Americana, CSLA, y asisten posteriormente en junio en Buenos Aires, Argentina, junto con delegados guatemaltecos, a la Primera Conferencia de Partidos Comunistas Latinoamericana en calidad de “grupo comunista salvadoreño” en la que estuvieron representados quince países.

Por otra parte, de acuerdo a Anderson (Anderson 1982) en 1929 surge el acuerdo en el VI Congreso de la FRTS de constituir la Liga de Luchadores Perseguidos, la cual es presidida por el profesor Víctor Manuel Angulo, acompañado de Tomás Coto González (Organización) Juan Antonio Guardado (Propaganda) Rafael Bondanza (Finanzas) . Según Anderson Bondanza era “el brazo derecho de Martí,”junto con Ismael Hernández y Miguel Mármol.

El 6 de febrero de 1930 Martí estuvo a punto de ser capturado por la policía mexicana, junto con los comunistas italianos Tina Modotti y Vittorio Vidali, que eran también del Socorro Rojo Internacional. En marzo es al fin capturado junto con el peruano Esteban Pavletich, y los comunistas mexicanos Valentín Campa, José Gallardo y Saturnino Ortega y puestos en prisión. Cuando se crea el PCS en El Salvador Martí guarda prisión en México.

En junio de 1930 Martí (que usaba identidad nicaragüense) es expulsado por el gobierno mexicano. Viaja a Guatemala y se reúne con su camarada Miguel Ángel Vásquez así como con el mexicano Jorge Fernández Anaya, para actualizarse sobre la situación de El Salvador. Luego ingresa clandestinamente al país para asumir la dirección del SRI.

En julio de 1930 Martí se encuentra ya en El Salvador como representante del Socorro Rojo Internacional (el MOPR por sus siglas en ruso) el cual ya existía en el país, dirigido por el zapatero Ismael Hernández y que con la llegada de Martí incrementa su actividad.

En corto tiempo Martí asume de hecho la conducción del movimiento revolucionario salvadoreño, de la FRTS y del mismo PCS e incluso logra atraer a dirigentes estudiantiles a la lucha revolucionaria. El 20 de diciembre Martí es capturado y expulsado del país en un buque con destino a San Pedro, California. Llega a puerto estadounidense en enero de 1931 y es recibido por camaradas estadounidenses del International Labor Defense, entre estos George Mauren, Emma Butler y el español Juan Vilariño.

El 20 de febrero de 1931 se encuentra de regreso en la patria rebelde, un mes después de las elecciones presidenciales en las que había salido triunfador el candidato laborista Arturo Araujo. El PCS no había participado en las elecciones ni tampoco apoyado a Araujo. El 20 de marzo el gobierno impide la realización de una concentración en el Parque Dueñas (hoy Libertad).

A principios de abril de 1931 Martí es capturado de nuevo y se le encarcela en la Penitenciaría Central acusándolo de ser el promotor de las movilizaciones populares que se realizaban contra Araujo. Su captura provoca un fuerte movimiento de solidaridad a nivel nacional que logra su libertad tres días después. Pero unos días después es de nuevo capturado acusándolo de “injurias al Presidente de la República.”

Esta vez la protesta contra su detención incluye incluso al diputado José Mejía. Martí se declara en huelga de hambre. El 17 de mayo en Sonsonate se realiza una manifestación organizada por Manuel Mojica, para exigir la libertad de Martí que es fuertemente reprimida, asesinando a tres participantes e hiriendo a más de 65 personas. Esto crea un ánimo explosivo en las organizaciones populares locales. Después de dos semanas de huelga de hambre, Martí es trasladado el 18 de mayo al Hospital Rosales, donde se forman grandes colas de simpatizantes del revolucionario, que llegaron a mostrar su solidaridad.

El 31 de mayo de 1931 El Negro Martí es puesto en libertad luego de mantener una huelga de hambre por 36 días. Al salir de la cárcel es recibido como héroe por una muchedumbre de partidarios que le carga en hombres por las principales calles de la capital en un abierto desafío al régimen de Araujo. Anderson califica este desfile triunfal como “el punto culminante de su carrera de agitador.”Luego Martí se sumerge en la clandestinidad.

A partir del 30 de marzo de 1930 las ideas del marxismo pasan a ser asumidas oficialmente por el Partido Comunista de El Salvador, hasta su disolución el 5 de agosto de 1995. Durante 65 años el PCS fue el intérprete y difusor principal de esta corriente de pensamiento, que orientaba su práctica política, la cual fue acompañada desde los años setenta por nuevas organizaciones revolucionarias, que también se definieron como marxistas y que a la vez fueron disueltas en 1995 para fortalecer al partido FMLN, que no se define como tal pero es donde se aglutinan desde el 10 de octubre de 1980, la mayoría de revolucionarios marxistas salvadoreños.

En marzo de 1975, en el 45 aniversario del PCS, Shafik Handal, el más destacado teórico y revolucionario marxista salvadoreño del siglo XX, expresó lo siguiente refiriéndose al Partido Comunista de El Salvador:

“La historia del PCS es la historia del desarrollo de la lucha política y reivindicativa de los trabajadores; es la historia del inicio de la organización y lucha revolucionaria de los campesinos; la historia de la lucha de nuestro pueblo por la democracia y por la emancipación de la dependencia del imperialismo; es la historia de la lucha por el socialismo; la historia del señalamiento y búsqueda del poder político para las masas trabajadoras y para el pueblo salvadoreño en general; del entrelazamiento consciente de la lucha de nuestro pueblo con la de otros pueblos de diversas razas y continentes; la historia de la conquista de derechos sindicales, de prestaciones sociales y económicas; la historia de la organización del movimiento obrero, del crecimiento de la influencia de las ideas del socialismo, de la divulgación y defensa del marxismo-leninismo en las peores condiciones de terror y persecución.”

En marzo de 1980, en un Manifiesto del PCS en Ocasión del 50 Aniversario de su fundación, se indica que:

“Durante 40 años de su vida, el PCS fue un abanderado solitario de las ideas marxistas leninistas, de la cusa obrera, del anti-imperialismo, de la democracia popular y el socialismo. El trabajo del PCS abrió espacios a nuevos sectores democráticos y revolucionarios con la difusión de las ideas de vanguardia, con la formación de incontables cuadros, con la educación política de grandes masas y con su ejemplo de luchador inclaudicable…La aparición de nuevas organizaciones revolucionarias vino ligada por años a un proceso de división de la izquierda. El PCS reconoce que no estuvo en aquel momento a la altura que las exigencias revolucionarias demandaban y no pudo encauzar adecuadamente tales inquietudes…El esfuerzo por cohesionar a la vanguardia dispersa, se convirtió para el PCS poco tiempo después…en una tarea primordial de orden estratégico… ¡ El enemigo jamás debe volver a encontrarnos divididos!”

En el 50 Aniversario del PCS, su ex secretario general Daniel Castaneda, en referencia a la participación en la insurrección de 1932 opina que:

“El Partido Comunista de El Salvador cumplió con su deber. Nadie puede acusarlo d e aventurero, ni de incapaz. Los errores cometidos fueron el fruto de su inexperiencia. La insurrección de enero de 1932 fue su bautizo de sangre y fuego. Sangrando ha estado siempre, al través de su historia de medio siglo. Cuadros valiosos han muerto en la lucha ejemplar tras la meta de arribar un día al triunfo del socialismo en El Salvador.”

Por otra parte, el recientemente fallecido historiador marxista Juan Mario Castellanos, en relación a la insurrección de enero de 1932 opina que:

“El CC del PCS se vio atrapado en el trágico dilema histórico de renunciar a la insurrección y dejar que la población campesina e indígena marchara sola, sublevándose de manera espontánea, indecisa y sin ninguna coordinación, o abanderar el proceso sin contar con las estructuras político-militares necesarias, o mejor dicho, a pesar de haber sido estas previamente desbaratadas y sin tener tampoco el más mínimo respaldo logístico o internacional.”

3.3 El Partido Comunista de El Salvador, PCS

El primer periodo. Del 30 de marzo de 1930 al 22 de enero de 1932.

El primer periodo va del Congreso de Fundación del PCS, el 30 de marzo de 1930 hasta su pasaje a la clandestinidad luego de la insurrección popular del 22 de enero de 1932. El I Congreso del PCS se realiza a orillas del Lago de Ilopango, cerca de Asino, el 30 de marzo de 1930. Fue una reunión “entre amates y almendros” de un grupo de obreros que no pasaba de las 35 personas.

Según Mármol (Fundamentos y Perspectivas 1980) en la elaboración de las tesis sobre propaganda, agitación, organización y línea política, que fueron presentadas en este primer congreso participaron Luís Díaz, Víctor Manuel Angulo, Gregorio Cortés Cordero y Narciso Ruiz, bajo la asesoría de Jorge Fernández Anaya, de la Juventud Comunista Mexicana.

El primer secretario general del PCS fue el carpintero Luís Díaz y lo sustituye unos meses después el panadero Narciso Ruiz. Y entre los integrantes de este primer comité central del PCS se encontraban Luís López, albañil; profesor Víctor Manuel Angulo, secretario de organización; el profesor migueleño Juan Campos Bolaños, secretario de propaganda, Miguel mármol, secretario de organización de la Juventud Comunista; José Ismael Hernández y Balbino Marroquín, del Socorro Rojo Internacional. No había en esa época organización celular sino comités locales.

El local del PCS con su respectiva bandera roja con la hoz y el martillo se encontraba al costado oriente de Parque Centenario. En junio de 1930 Modesto Ramírez y Miguel Mármol viajan a la Unión Soviética para asistir a un congreso de la Internacional Sindical Roja.

Luís Díaz fue fundador en 1924 de la FRTS, asiste al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latino Americana en Montevideo en mayo de 1929, y luego a la Primera Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina en junio en Buenos Aires, Argentina, por participar en una marcha fue capturado y encarcelado en Santa Tecla. Víctor Manuel Angulo se incorpora en 1928 y se destacaba por su esfuerzo en manejar la teoría marxista.

Luís López era originario de Zacapa, Guatemala. Gregorio Cortés Codero, campesino acomodado y profesor rural. Rafael Bondanza, secretario general de la FRTS, asesinado el 24 de enero de 1932 y que muere vivando al partido comunista, lo mismo que Manuel Bonilla. Segundo Ramírez participa en 1919 en la huelga de ferrocarrileros en Sonsonate, el 22 de enero de 1932 penetra con los pelotones rojos al Octavo Regimiento para pelear al lado de los soldados camaradas. Repite esta hazaña el 2 da abril de 1944 en el Quinto regimiento de santa Ana.

Modesto Ramírez fue fundador de la FRTS, en representación de una organización de trabajadores agrícolas, de la finca Alicia, de Changallo, Ilopango; asiste junto con Miguel Mármol en 1930 al V Congreso de la Internacional Sindical Roja en Moscú, participa en los preparativos de la insurrección de 1932, es capturado pero logra escaparse. Sin abandonar jamás la lucha, muere a los 83 años de edad. Ismael Hernández se incorpora en 1927, fue secretario general del Socorro Rojo Internacional, Secretario de Organización Campesina de la FRTS, y participa en 1932, en la organización de la insurrección en San Miguel, muere en 1964.

Miguel Mármol

Miguel Mármol nace el 4 de julio de 1905 en Ilopango. En 1921 participa en la huelga de zapateros; en 1922 apoya la candidatura del Dr. Miguel Tomás Molina; en 1924 es actvista de als campañas anti-alcohólicas de Alberto Masferrer; luego organiza en Ilopango la Sociedad Fraternidad de Obreros, Campesinos y Pescadores; fundador de la Escuela de Orientación Comunista, secretario de Finanzas de la FRTS, fundador del PCS en marzo e 1930 y elegido Secretario General de la Juventud Comunista, asistente en agosto de 1932 al V Congreso de la Internacional Sindical Roja.

Participa en los preparativos de la insurrección de enero de 1932, capturado, encarcelado y fusilado, logra sobrevivir y huye hacia Usulutan, donde reorganiza las golpeadas fuerzas partidarias del PCS, en 1934 es capturado, participan en la reorganización del movimiento sindical en 1943, en las jornadas de abril y mayo de 1944, en la construcción de la UNT, en el exilio en Guatemala luego del golpe d estado del 21 de octubre de 1944.

En 1947 es capturado en Guatemala y deportado hacia México, en 1951 regresa a Guatemala, en 1954 regresa a El Salvador, en 1964 es capturado por la Guardia Nacional, en 1966 asiste al XXIII Congreso del PCUS. En 1972 se publica Miguel Mármol y los suceso políticos d 1932, escrito por Roque Dalton. En 1992 participa en la fundación del FMLN como partido político. Muere el 23 de junio de 1993. (Mármol 1980)

En este corto periodo el PCS se convierte en la vanguardia de la clase obrera y sectores populares salvadoreños, en particular de los sectores indígenas que se integran colectivamente a la lucha a través de su cacique Feliciano Ama. Asimismo el PCS despliega una intensa actividad política que incluye la conducción del movimiento obrero y popular; del esfuerzo electoral abierto que incluye candidaturas a alcaldías y de la preparación y dirección del esfuerzo insurreccional iniciado el 22 de enero de 1932, que logra tomar algunas poblaciones y luego fracasa y es salvajemente reprimido.

Elecciones e insurrección en enero de 1932

Señala Mármol ( Dalton, 1972) que en octubre de 1931 se realiza un pleno ampliado del comité central en el que se discute la participación del PCS en las elecciones legislativas y municipales en el que “después de una prolongada y violenta discusión” se decide participar en estos comicios a realizarse en diciembre. Indica que los representantes d e la JCS y d e la FRTS estuvieron en contra de participar debido principalmente al poco tiempo que quedaba para realizar los preparativos así como el trabajo de agitación y propaganda, además que “si ganábamos iba a haber fraude.”

Pero los partidarios de la “nueva tesis de la participación electoral”, entre estos los intelectuales Moisés Castro y Morales y Max Ricardo Cuenca ganaron la discusión y la votación, sosteniendo que la campaña electoral nos iba a servir para acercarnos más a los sectores populares. Incluso Farabundo Martí apoya esta posición. Y finalmente cuenta Mármol, “todos aceptamos ir a elecciones.”

“Pero con la condición que hice a nombre de la JC que simultáneamente había que trabajar en la preparación de una gran huelga nacional de los peones cafetaleros. De inmediato se nombre la comisión electoral, adjunta al CC, se me encarga de San Salvador.”

En esos días sale de la cárcel Carlos Castillo, y cuando se entera del acuerdo de ir a elecciones reacciona, se moviliza y logra una reunión para reconsiderar el acuerdo, pero no logra su propósito. En esa segunda reunión Castillo argumenta que el fraude electoral sería fatal y ante esto el pueblo recurriría a la violencia y que no íbamos a poder conducirlo. Max Cuenca lo escucha y le refuta citando a Lenin para defender sus tesis.

El Partido se encontraba ocupado en los preparativos electorales cuando se produce el golpe de estado del 2 de diciembre de 1931. El PCS reacciona cauteloso pero dándole el beneficio de la duda., no obstante el regocijo de la mayoría de sectores sociales por este golpe. El 12 de diciembre el periódico La Estrella Roja del Grupo Marxista de la Universidad de El Salvador, dirigido por Alfonso Luna y Mario Zapata, felicitaba a los golpistas: “los desatinos de Araujo impusieron a los militares la obligación de derrocarlo.” Según Luna (Luna 1969) únicamente “los estudiantes Inocente Rivas Hidalgo, que era el director de La Verdad, y Rafael Angulo Alvarenga denunciaron el golpe de Martínez como amenaza fascista.”

El gobierno de Araujo se había debilitado fuertemente por su pasividad y principalmente, al recurrir a la represión contra los sectores populares. Por otra parte, los Estados Unidos no reconoce inicialmente a Martínez. A mediados de diciembre se reanuda la represión en particular en la zona occidental del país. La base social del PCS del occidente del país esta a punto de lanzarse a responder con las armas a la represión gubernamental.

En la hacienda La Montañita de Ahuachapan, la Guardia Nacional asesina a balazos frente a todo el mundo al joven Alberto Gualan, carismático líder campesino de la Juventud Comunista. En respuesta, los sectores campesinos ajustician a 14 agentes de la GN. Y luego llegan tropas del ejército a reprimir a ese lugar.

El PCS decide ponerse a la cabeza de este movimiento de campesinos e indígenas. Se celebran las elecciones municipales y el gobierno de Martínez recurre al fraude y la represión para evitar la victoria de los candidatos comunistas. El PCS hace un último esfuerzo mediante una delegación para dialogar con Martínez, pero este no los recibe. La delegación estaba integrada por Clemente Abel “El Cenizo” Estrada, de origen nicaragüense y responsable del trabajo del PCS en Ahuachapan, el ahuachapaneco Alfonso Luna, Mario Zapata, Rubén Darío Fernández y Joaquín Rivas.

Por otra parte, el 4 de enero de 1932 inicia una brutal ola represiva en Guatemala, y Miguel Ángel Vásquez es capturado y puesto en prisión por la dictadura de Ubico, junto con los comunistas guatemaltecos Juan Luís Chigûichon, Julio del Pinal y Antonio Cumes. El 12 de enero capturan al comunista hondureño Juan Pablo Wainwright al que luego fusilen el 18 de ese mes. El 17 de enero a Luís Villagran. Y a finales de ese mes a Antonio Obando Sanchez. A principios de febrero les inician el procedimiento judicial y son condenados a muerte. Luego los liberan y Vásquez huye a México.

Regresando a la situación en El Salvador, Farabundo Martí asume la secretaría general del PCS en los días previos a la insurrección, ya que fungía entonces como representante del Socorro Rojo Internacional. El 9 de enero el comité central del PCS ordena la formación del Comité Militar Revolucionario, presidido por El Negro Martí, como era conocido. Se nombra también a Inocente Rivas Hidalgo como Comandante Rojo, responsable de San Salvador y a Modesto Ramírez, como Comandante Rojo de Sonsonate.

Martí junto con los jóvenes dirigentes comunistas Alfonso Luna y Mario Zapata, es capturado el 19 de enero, encarcelado y fusilado el 1 de febrero de 1932. El 20 de enero se realiza una reunión del comité central en la que se evalúa la captura de Martí, Luna y Zapata. Un sector propone que se suspenda el levantamiento, mientras otro explica que esto ya no es posible y que hay que acompañar aun a riesgo de perder la vida. Se decide por continuar el plan aunque agregándole algunas variaciones tácticas, tales como no atacar los cuarteles, reconcentrarse, bloquear las carreteras y otras, las cuales no pudieron ser trasladas a las bases. La hora cero sería las doce de la noche del 22 de enero.
Schafik Handal sostiene que “El PCS, antes de la insurrección, trató de impedir el sangriento desenlace, incluso buscando una negociación con el propio General Hernández Martínez, tendiente a que cesara la represión sangrienta que estaba cobrando vidas en varios lugares del occidente del país ( especialmente en el Departamento de Ahuachapán) , pero el tirano eludió y de hecho rechazó, la negociación. El plan del gobierno estaba trazado: llevar adelante la represión, hasta desesperar a las masas, y justificar así, la matanza que luego realizaría, como el medio elegido para conservar el predominio y el poder de la Oligarquía, históricamente caducado ya.”
Y enfatiza que “los comunistas fueron entonces a la insurrección para no dejar solas a las masas, a merced de la criminal re presión que las sangraba en casi toda la zona occidental del país y para no abandonarlas a su suerte cuando el gobierno militar derechista había decidido ya avanzar de todas formas hacia la masacre; y, por otra parte, cuando las mismas masas, llevadas a la desesperación, se encontraban lanzadas por el camino de la insurgencia, como su única esperanza.”
Fracasada la insurrección sobreviene un ataque sanguinario contra los sectores populares, en particular contra los comunistas, los araujistas y los sectores indígenas del occidente del país. Fue aniquilada casi toda la dirección del PCS. La oligarquía y el ejército se unieron para realizar una gigantesca masacre y poder así conjurar la acción revolucionaria de mayor dimensión durante la década de los años treinta en Centroamérica.
Entre algunos de los candidatos comunistas a alcaldes de 1932 estuvieron el obrero Marcial Contreras en Ahuachapan, Concepción Molina en Juayúa, Isabel Zalade, de 78 años, en Sacacoyo; el chofer Joaquín Rivas para San Salvador que luego muere fusilado; y como diputado por San Salvador iba Ismael Hernández. En Colon, La Libertad se presenta planilla pero se suspenden las lecciones. Como candidato a alcalde iba José María Iraheta, y lo acompañaban Ramón Pacheco, Joaquín Valencia y Alfredo Godoy.

El estudiante de 20 años, Abel Cuenca fue el candidato a alcalde en Tacuba pero en este poblado suspendieron las elecciones, después del 22 de enero le correspondió conducir el gobierno rebelde, hasta que sus tropas fueron derrotadas y huye hacia Honduras, luego se establece en México hasta su muerte. Su padre es asesinado por las tropas que recuperan el poblado. Junto a Abel combaten sus hermanos Efraín, Alfonso en Ahuachapan y Leopoldo, el menor acompañándolo en Tacuba. Fueron desalojados hasta el 25 de enero.

Entre algunos de los dirigentes en el terreno de la insurrección del 22 de enero se encuentran los siguientes: en Juayúa Chico Sánchez y sus hijos, Felipe y Napoleón, Lucas Zavaleta, Benjamín Herrera, Concepción Molina. Francisco Sánchez se toma la población pero es luego derrotado, huye, es capturado y ahorcado en la plaza del pueblo. Zalcoatitan es tomado pero no contamos con nombres de los responsables.

En Nahuizalco dirige la toma del poblado el cacique Felipe Nerio y su hermano Rogelio. LO apoyan el responsable del PCS, Tomás González, José Domingo Mate, Rafael Borjas, Nicolás Sánchez, y Juan Isidro Pérez. En Izalco dirige la toma del poblado el cacique José Feliciano Ama acompañado por el carpintero Eusebio Chávez y su hijo Leopoldo. El 23 de enero son bombardeados. En Sonzacate dirigen el levantamiento Manuel Mojica y su hermana Julia. Juayúa, Zalcoatitan, Nahuizalco, Sonzacate e Izalco fueron tomados.

En Colón, La Libertad dirige Antonio Avelar Sosa, acompañado de Simón Cerbellón, Brigido Monzón, Andrés Torres y la planificación se realiza en el cantón Las Moras. Hay una toma inicial que es abandonada y al regresar no se logra retomar. El PCS toma las poblaciones de Los Amates, Finca Florida, Teotepeque y Tepecoyo. No se logra la toma aunque se intenta, de Jayaque, Santa Tecla, Colón, Sonsonate y Ahuachapan. NI de Ilopango, Soyapango y Panchimalco

Entre algunos de los fusilados se estaban Manuel Bonilla, líder del Sindicato de Trabajadores de Hotel; Rafael Bondanza, maquinista del ferrocariil de Sonsonate, Marcelino Hernandez, panificador, Santiago Granillo, de Ilopango, Serafin G Martinez, líder sindical y trabajador de la Singer, Alfonso Navas, sastre comunista.

Sostiene Luna que “gran parte de los cuadros dirigentes que escaparon a la matanza se refugiaron en Honduras: Carlos Castillo, los hermanos Cuenca, los hermanos Angulo, y el estudiante Rafael Angulo Alvarenga, otros como Inocente Rivas emigraron a Inglaterra de donde no volvieron más, otros para México y Sur América.” A Moisés Castro y Morales se le dio el pueblo de Berlin como cárcel por los 13 años de Martínez, mientras Rivas se gradúa de abogado y muere en Inglaterra en 1968. Max Ricardo Cuenca se gradúa de químico y se suicida en 1965 en Santiago de Chile, donde vivía.

El segundo periodo. Del 22 de enero de 1932 al 9 de mayo de 1944.

En este largo periodo el PCS logra evitar su desaparición a pesar de la feroz represión; crea una estructura básica de funcionamiento, y finalmente contribuye aunque modestamente en el derrocamiento del General Martínez. Sobresalen en este periodo los obreros Miguel Mármol, Modesto Ramírez, Segundo Ramírez, los obreros santanecos Daniel Castaneda y Virgilio Guerra, y los entonces jóvenes intelectuales marxistas Julio Fausto Fernández, José Antonio Díaz, Amparo Casamalhuapa y Alejandro Dagoberto Marroquín, así como otros pocos militantes comunistas que pudieron sobrevivir a la masacre.

En el caso de Santa Ana, la casi totalidad de la militancia del PCS deserta a consecuencia de la oleada represiva desatada por la dictadura luego del 22 de la insurrección de enero de 1932. Pero en 1933, dos sindicalistas, Daniel Castaneda (León Ponce) y Virgilio Guerra (Francisco Roca) deciden en 1933 reorganizar el PCS y crean un Comité Local, y empezaron a reclutar, es así que contactan a Antonio Rojas, a Raúl Moreno Arévalo que era un seguidor de Farabundo Martí y militante comunista que no había desertado, y este contacta a un motorista de apellido Contreras. El Comité Local lo componían ahora cinco camaradas.

El Partido seguía vivo. Posteriormente buscaron a a activistas sindicales para incorporarlos y fortalecer el trabajo. Moreno Arévalo juega papel clave en este proceso inicial, por su experiencia previa en el PCS. Un día recibieron la visita de de un delegado del comité central que había sido creado en San Salvador y reestablecieron el contacto partidario.

Schafik Handal indica que “en 1934, el PCS, que había quedado prácticamente aniquilado, daba muestras de haber reiniciado su vida orgánica y se reponía lentamente. En 1936, se cumplió la etapa de la reestructuración del Partido al fusionarse los grupos de camaradas sobrevivientes que se encontraban dispersos en varios Departamentos del país, con el núcleo principal del Partido que funcionaba en San Salvador.”

Y agrega que “es hasta principios de 1940 que se logra unificar a tres agrupaciones de comunistas y se forma un comité central unificado de 9 miembros. La participación durante la jornada del 2 de abril es marginal, pero se incrementa a partir del llamado a la huelga general de mayo del 44.”

En este periodo surgen dos corrientes de pensamiento al interior de PCS que le causaron daño: el obrerismo que despreciaba los aporte de los sectores intelectuales recién incorporados a sus filas y el intelectualismo, que calificaba de ignorantes a los miembros de origen obrero y poca formación cultural. Ambos negaban el principio que al interior del Partido todos son militantes, independientemente de su origen de clase.

En este periodo se desarrollan también en algunos sectores del PCS las tesis erradas que no había que luchar porque se estaba “provocando” al enemigo así como que no había que divulgar la existencia del Partido, porque iban de nuevo a destruirlo. Esta era la tesis del encerramiento, ocultarse para sobrevivir. La propaganda partidaria solo circulaba dentro de sus filas, cuando circulaba.

Esto lleva a su aislamiento o al hecho que se participaba activamente en las luchas populares, pero no se estaba en condiciones de dirigirlas, como había sido la regla en el periodo anterior. El peso de este planteamiento ideológico era reforzado por las frecuentes oleadas represivas de la dictadura militar. Por ejemplo, el militante Toni Vassiliu es capturado y encarcelado en 1937 por ser del PCS. En 1938 se desata una persecución contra el estudiante Miguel Ángel Flores, perteneciente a AGEUS.

La línea táctica de este periodo era la de “primero fortalezcamos al Partido y una vez que este sea fuerte, impulsemos la lucha de masas.” El problema era que el Partido no se fortalecía al no vincularse a las luchas populares y otra tesis táctica predominante para el movimiento obrero era que “primero organización y después huelgas.”Esto explica que a partir del auge huelguístico de 1945-1946 la siguiente huelga fue en abril de 1967, veintidós años después.

No obstante esto, en un pleno del comité central en 1943 se decide a partir del análisis de la situación internacional y los avances de las fuerzas democráticas y la certeza de la derrota segura de la Alemania fascista por la Unión Soviética, impulsar la consigna de “organizar a los obreros a como de lugar” por lo que se procede a aprovechar la existencia de cualquier forma de asociación u organización viable en aquel momento, para denunciar al tirano.

El 2 de abril de 1944 los comunistas se lanzaron entusiastas a los combates contra el dictador Martínez. Considera Daniel Castaneda que “en ese año se manifestó, con toda fuerza y decisión, el espíritu rebelde de nuestro pueblo frente a todos los riesgos, peligros y hasta la propia muerte, en su patriótico ardor de conquista su libertad y dignidad humana.”

El 2 de abril estuvo precedido por un amplio esfuerzo conspirativo en el que juega un papel destacado el médico ahuachapaneco Arturo Romero. Su personalidad carismática le permite relacionarse con muchos jefes militares, con la dirección del PCS, del movimiento estudiantil, ye incluso con sectores de la oligarquía opuestos a la dictadura. Para no alarmar a los conspiradores les presento a los comunistas como aun grupo de obreros descontentos.

Explica Romero al comité central del PCS, representado por el Dr. Antonio Díaz, que existían cinco grupos conspirando para dar un golpe de estado, incluido el del Banco Hipotecario. El PCS le sugiere unificar los esfuerzos, lo que el acepta y logra. Las posiciones del General Martínez en apoyo a los países del Eje Fascista ayudaron a unificar a la oposición y a escudarse en la lucha de los países Aliados para criticar a la dictadura.

En esa época las victorias del ejército soviético dirigido por el Mariscal Stalin despertaban la simpatía popular. El Partido Comunista en 1941 decide publicar omitiendo su nombre, el semanario Mundo Libre, así como fundar junto con personalidades democráticas la Liga Antifascista. Asimismo se decide que en el caso de victoria de la rebelión militar con participación popular, se crearía un partido de masas, como frente abierto estaría dirigido por el PCS, el cual se conservaría siempre en la clandestinidad.

En marzo de 1944 el PCS por medio de Daniel Castaneda realiza una reunión con el Dr. Romero sobre los preparativos del golpe, la propaganda, y la propuesta de programa del gobierno revolucionario que se establecería. Explica el Dr. Romero que se abrirían los cuarteles rebeldes al pueblo para armarlo y que participara en el derrocamiento del tirano, que el gobierno provisional se mantendría dos años en el poder y luego convocaría a una Asamblea Constituyente, que aprobaría una Constitución Política y luego convocaría a elecciones. Posteriormente Romero informa que la fecha del golpe se ha adelantado fijándola para el 2 de abril de 1944 a las 3 de la tarde.

El 1 de abril Castaneda y Guerra se reunen con los jóvenes cafetaleros Jarquín y Pineda y con los oficiales Muñoz y Moran López para planificar la acción. Se decide tomar los cuarteles de la Policía y Guardia Nacional a la hora fijada de ese Domingo de Ramos. Efectivamente el 2 d abril, las tripas del Qunto regimiento se toman el cuartel de la Policía Nacional pero la Guardia no se rinde y huye hacia Metapan en busca de la frontera.

A medianoche los oficiales rebeldes buscan a Ponce y le piden que envíe gente para reforzar el cuartel que se hallaba debilitado porque se había enviado la artillería a San Salvador. Dicho y hecho, en la madrugada del 3 d abril había centenares de personas pidiendo entrar al cuartel y que les dieran armas. En poco tiempo los fusiles se agotaron. En camiones requisados sale mucha gente armada hacia los combates en San Salvador. Ese mismo día el Regimiento de Ahuachapan se incorpora a la rebelión militar.

En San Salvador los comunistas se sumaron a los cuarteles rebeldes, que eran el Primer Regimiento de Infantería (Hoy Mercado Cuartel), el Sexto regimiento de Ametralladoras, que fue tomado por el Coronel Alfredo Aguilar y que abre sus puertas para entregar armas a la población, y la Fuerza Aérea. El fuego se concentra contra la Policía Nacional y el Cuartel El Zapote, que se mantuvieron leales al tirano.

El PCS hizo un llamado a concentrarse en el Parque centenario desde donde sale una demostración hacia el Primer regimiento de Infantería, bajo el mando del General Marroquín, para solicitar armas, pero estas no son entregadas, argumentando que “esta es cuestión de militares y no de civiles.” El 4 de abril la insurrección había fracasado y Martínez desata una feroz represión, fusilando a civiles y militares rebeldes. Entre los fusilados destaca por su heroicidad ante las torturas el civil Víctor Manuel Marín.

El tercer periodo. Del 9 de mayo de 1944 al 21 de octubre de 1944.

Pero la derrota del 2 de abril se convierte en la victoria del 9 de mayo cuando triunfa la Huelga General de Brazos Caídos, convocada por un Comité secreto de estudiantes universitarios, el cual recibe el apoyo de diversos sectores, incluyendo a la Asociación Cafetalera, y logra la paralización del transporte y la incorporación masiva de la población a la huelga general.

El grito general era: abajo la tiranía. El 1 de mayo fue declarada la huelga entre el gremio de médicos. Al final el dictador tuvo el 9 de mayo que abandonar el país. Uno de los integrantes de ese histórico comité de huelga fue Raúl Castellanos Figueroa, en representación de la Facultad de Ingeniería de la UES. Otro fue Fabio Castillo Figueroa, en representación de la Facultad de Medicina. Ambos valiosos baluartes de la lucha popular.

Esa misma noche que huye el tirano, el 9 de mayo se celebra una reunión del comité central del PCS en la que se elige la directiva provisional del Partido Unión Nacional de los Trabajadores, UNT. Lo mismo se hizo en Santa Ana el 10 de mayo, con todas las personas que participaron en el levantamiento del 2 de abril y en la huelga general, lo único que con el nombre de Partido Demócrata Nacional.

El domingo siguiente se realiza una gigantesca demostración en honor de los estudiantes universitarios por su valiosa aportación a la caída del tirano. El 25 de mayo los partidarios del Dr. Arturo Romero forman el Partido Unión Democrática, PUD. La UTF se separa de los comunistas de la UNT y se integra al partido romerista PUD.

Son cinco meses de apertura democrática que permitieron al PCS salir de la clandestinidad impuesta desde 1932 e incluso realizar en agosto una reunión plenaria del comité central, así como construir un aparato partidario legal, la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, conducido por Alejandro Dagoberto Marroquín y su esposa Amparo Casamalhuapa, Moisés Castro y Morales, José Antonio Díaz, Carlos Alvarado, y Raúl Castellanos Figueroa, entre otros.

En julio a iniciativa de AGEUS se forma el Frente Unido Democrático, FDU, aglutinando a sectores democráticos y revolucionarios, entre estos la misma AGEUS, la UTF, la UNT y el PUD. No obstante esto, existían sectores al interior del PUD, recelosos de la participación de los comunistas en esta alianza y que pugnaban por la ruptura entre la UNT y el PUD.

El 29 de junio se convoca a una manifestación multitudinaria que se toma el recinto del Palacio Nacional y obliga a los diputados de la Asamblea Legislativa a elegir a los doctores Miguel Tomas Molina, presidente de le CSJ y Sarbelio Navarrete, ex R3ctor de la UES, como primero y segundo designados a la presidencia. (Castellanos 2002)

En julio de 1944 la UNT denuncio una conspiración de militares martinistas que se proponían dar un golpe militar derechista. Por otra parte hubo sectores que le hicieron el juego a los golpistas con sus declaraciones radicalizadas como es el caso del semanario El Líder. La conjuración pudo ser neutralizada. Mientras tanto el partido Unión Demócrata proclama como candidato a la presidencia al Dr. Arturo Romero, candidatura que es apoyada abiertamente por la UNT y secretamente por el PCS.

No obstante esto, sectores derechistas al interior del PUD lograron romper la alianza con la UNT. Esta ruptura sucede en San Salvador más no así en Santa Ana donde el principal dirigente romerista, el Dr. Ángel Góchez Castro se niega a romper con los comunistas. Pero los golpistas no cejaron en su empeño y golpearon de nuevo en octubre de ese año. La UNT se preparaba para realizar su primer congreso del 1 al 5 de noviembre, pero el golpe de octubre cancela estos preparativos.

El 20 de octubre en Guatemala triunfa la rebelión cívico-militar contra el dictador Ponce Valdèz, que había sido dejado en el gobierno tras la caída del dictador Jorge Ubico. Unica habia renunciado meses antes quizás influenciado por lo que le había pasado a su colega Martínez en El Salvador. Ante estas noticias los sectores populares reaccionaron con alegría y el PUD hizo un llamado a celebrarlo con una concentración en el Parque Libertad para celebrar el triunfo de la democracia en Guatemala.

Simultáneamente a esta celebración se celebra una reunión conjunta de las direcciones de la UNT y del PCS para evaluar la situación del país, amenazada por un golpe reaccionario planificado para el 24 de octubre. Esa misma noche se escucharon descargas de ametralladoras en los cuarteles así como elementos de los cuerpos de seguridad llegaron a reprimir a los manifestantes que estaban retirándose del Parque Libertad. En la madrugada del 21 de octubre se consolida el golpe del Coronel Osmín Aguirre y Salinas e inicia una oleada de capturas contra militantes del PUD, UNT y movimiento sindical y estudiantil, los cuales fueron deportados hacia Honduras. (Castaneda 1980)

Nicaragua: rescatan historia del periodismo nacional

Rescatan historia del periodismo nacional

La Fundación Periodismo y Cultura William Ramírez rescata la memoria de nuestros periodistas, sus nombres figuran en las placas de la Rotonda del Periodista. En 1930, don Moisés Lefranc fundó la primera radio. Radio Informaciones cumple 50 años con su fundador y director Rodolfo Tapia Molina. Recuerdo de la Radio Mundial y sus populares radionovelas, como El derecho de nacer, Tamakun y Kadir el árabe, con José Dibb McConnel y Martha Cansino

¿Quién fue José Constantino González? Porque su nombre figura en una de las seis placas que serán colocadas, en la Rotonda del Periodista, el 1 de marzo, en homenaje a igual número de periodistas.

La gestión de la Fundación Periodismo y Cultura William Ramírez ha permitido rescatar el recuerdo de periodistas que son parte de nuestra historia, ignorados durante muchos años. También se logró el monumentos a los pioneros del periodismo Enrique Gottel y Fabio Carnevalini Cagliero. Los periodistas cuyos nombres están en las placas son: William Ramírez Solórzano, Alberto Mora Olivares (AMO), Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Gustavo A. Montalván, Ofelia Morales Gutiérrez, José Francisco “Chepe Chico” Borgen Marín.

Enrique Gottel, Fabio Carnevalini, Rigoberto Cabezas Figueroa, Anselmo Hilario Rivas, Juan Ramón Avilés, Gabry Rivas, Salomón (Chilo) Barahona, Leonardo Lacayo Ocampo, Manolo Cuadra Vega, Hernán Robleto Huete, Adán Selva, Celio Humberto Barreto, Pedro Rafael Gutiérrez, Emigdio Suárez Sobalvarro.

JOSE CONSTANTINO GONZÁLEZ

Este año los periodistas homenajeados son: José Constantino González, César Vivas Rojas, Francisco Espinoza Rodríguez, Guillermo E. Arce, Manuel Díaz y Sotelo y Octavio García Quintero.

José Constantino González nació en 1884 y falleció en 1964. Viajó en 1920 a la Unión Soviética en compañía del peruano Juan Carlos Mariategui, estuvieron en Moscú. Fue expulsado de Nicaragua durante el gobierno del general Emiliano Chamorro Vargas, se asiló en El Salvador donde fue amigo de Farabundo Martí. Editó la revista El grito de la raza, haciendo campaña a favor de la lucha del general Augusto C. Sandino.

El 5 de junio de 1929, varios marinos de la fuerza de ocupación norteamericana, en estado de ebriedad, acompañado de prostitutas, profanan el Cementerio San Pedro. José Constantino González se encuentra en Frankfurt, Alemania, como representante del general Sandino, en el Segundo Congreso Mundial Antiimperialista, denuncia el hecho y logra sea condenado. Se desempeñó como secretario del general Sandino y lo acompañó en su viaje a México. Fue profesor de historia de Nicaragua de Rigoberto López Pérez.

SAR VIVAS ROJAS

César Vivas Rojas, nació en Masaya el 12 de julio de 1912 y falleció en Managua el 14 de enero de 1997. En sus años de estudiante fundó una publicación noticiosa y literaria bimensual, El Heraldo, con el dueño de la imprenta del mismo nombre, en Masaya y fue profesor en el Instituto de Varones, y luego en el Colegio Salesiano.

Se trasladó con su familia a Managua en 1942, y ese mismo año empezó a trabajar como reportero, y luego Jefe de Redacción y Subdirector del diario LA NOTICIA, de Managua, del que posteriormente, en 1959 fue director, hasta 1963. Fue uno de los fundadores y varias veces presidente de la Asociación de Reporteros de Managua.

Desde mediados de la década de los años sesenta se dedicó al radioperiodismo, produciendo, dirigiendo y presentando un telenoticiero en los primeros años de la televisión en Nicaragua. Dirigió radionoticieros en varias radiodifusoras de Managua, incluyendo Radio Continental y Radio Católica, con su conocido lema: “Soy Amigo de Platón, pero Más de la Verdad”.

Trabajó como redactor en el diario LA PRENSA de Managua, en la década de 1980. Fue director del diario LA TRIBUNA de Managua, a principios de los años noventa. Sobresaliente y muy escuchado comentarista y analista radial en Radio Corporación durante varios años, funciones a las que se dedicó hasta poco antes de fallecer en 1997.

Autor de Anecdotario Nicaragüense 1 & 2 (1970 y 1971). Es suya la célebre frase con la que cerraba sus comentarios radiales, (que es hoy de todos los católicos nicaragüenses que la repiten, y que también adorna la lápida de su sepultura en el Cementerio General de Managua): “NICARAGUA DE MARÍA; MARÍA DE NICARAGUA”. Don César Vivas Rojas dedicó más de sesenta años de su vida al periodismo escrito, hablado y televisado de Nicaragua. Fue el padre de monseñor Bosco Vivas Robelo actual Obispo de la Diócesis de León.

FRANCISCO ESPINOZA RODRÍGUEZ

Francisco Espinoza Rodríguez inició sus labores periodísticas en el Diario Moderno, fundado el 20 de julio de 1911 por el político y escritor liberal Andrés Largaespada. Era el más joven de los redactores, y fueron sus compañeros una pléyade de periodistas-escritores, entre los que se contaron Carlos A. Montalbán, Apolonio Palazio, Ramiro Bermúdez Alegría, Octavio Rivas Ortiz, Alfonso Narváez López y Gilberto C. Torres.

Un jefe militar norteamericano de Managua, el capitán Bruce, asesinó en la cárcel al periodista Anselmo Fletes Bolaños, y Francisco Espinoza Rodríguez se puso al frente de la condena y denuncia del asesino, por lo que fue encarcelado. Todos sus otros compañeros sufrieron, asimismo, represiones de los regímenes conservadores que habían traído a las tropas interventoras desde 1912, y del régimen somocista después. Del Diario Moderno, Espinoza Rodríguez pasó a trabajar a La Prensa, cuando fue su director Adolfo Ortega Díaz, prominente antiintervencionista.

En 1930, Francisco Rodríguez formó parte de la Liga de Periodistas fundada por el doctor Salvador Buitrago Díaz y por Juan Ramón Avilés, dos de los más conspicuos periodistas de su tiempo. Por iniciativa de Espinoza, la Liga fundó la primera y única Biblioteca que ha tenido el gremio, destruida por el terremoto de 1931 y jamás restituida. En los años cincuenta-sesenta, Francisco Espinoza escribía los editoriales de la emisora Ondas del Xolotlán, que le eran leídos por el colega Rodolfo Tapia Molina.

MANUEL DÍAZ Y SOTELO

Manuel Díaz y Sotelo nació en 1929 en Boaco, se presentó en 1955 a la redacción del diario Flecha, en Managua, portando como tarjeta de presentación un cáustico ensayo condenatorio del Tratado Chamorro-Bryan. La delgadez física de su cuerpo contrastaba diametralmente con la fortaleza de su patriotismo, expresado valientemente con una inclaudicable oposición a la dictadura somocista. A mí me lo presentó Carlos Fonseca Amador en el año 1955, en el Instituto Ramírez Goyena, desde entonces fuimos amigos.

En Flecha le fue acogida una columna diaria que tituló Trinchera, y desde ella volcaba su accionar crítico al régimen que oprimía a la Patria. Consiguió un espacio en la emisora La voz de la América Central, que sería una continuación hablada de sus implacables críticas antigubernamentales. En 1956, se le involucró en el ajusticiamiento de Anastasio Somoza García, por lo que fue capturado y confinado en el Norte del país.

A mediados de 1957 reanudó su columna en Flecha y sus comentarios en La Voz de la América Central denunciando los atropellos de que había sido víctima. Una tarde, un grupo de esbirros uniformados llegó a capturarlo en la emisora, sometiéndolo desde el momento de la captura a una continuada golpiza, rompiéndole a puñetazos el rostro. Luego fue conducido a los cuartos de tortura instalados en la Casa Presidencial, y durante diez días con sus noches padeció inerrables torturas, una de ellas, la extracción de las uñas de las manos y de los pies.

Una intensa campaña periodística que trascendió las fronteras obligó a los Somoza ponerlo en libertad. Al abandonar la cárcel no podía caminar y apenas podía ver. Los verdugos negaron en un comunicado emitido por la Secretaría de Información y Prensa de la Presidencia ser responsables de las torturas denunciadas por el joven periodista. Llevado a Casa Presidencial, Manuel denunció ante Luis Somoza al jefe de las torturas.

Unos meses después, Manuel fue expulsado a Costa Rica. En ese país, Díaz y Sotelo ingresó al Movimiento 26 de Julio, que en Cuba dirigía el comandante Fidel Castro, quien combatía a la dictadura de Fulgencio Batista. Triunfante la Revolución Cubana en 1959, Manuel Díaz y Sotelo fue invitado por el gobierno revolucionario de ese país a trasladarse a la isla. Allí organizó un grupo de combatientes que luego invadieron Nicaragua.

Varios días después de la invasión, Manuel se disponía a auxiliar a varios compañeros heridos y fue a buscar medicinas a un poblado cercano. Allí lo capturaron. Durante tres días lo tuvieron amarrado a un árbol, bajo el sol, sin proporcionarle agua ni alimento alguno. Díaz y Sotelo se negó siempre a declarar lo que los esbirros le exigían, y el 7 de agosto de 1959 lo asesinaron.

OCTAVIO GARCÍA QUINTERO

Octavio García Quintero, hijo de dos distinguidos maestros de educación don Octavio García Valery y doña Mercedes Quintero de García, ambos premiados en distintos años como Mejor Maestro de Nicaragua, nació en La Concepción, departamento de Masaya, el 17 de abril de 1928.

En 1945 viaja a Buenos Aires, República Argentina, donde se gradúa en Seguridad Social y trabaja en el Ministerio del Trabajo y Bienestar Social como cercano colaborador de doña Eva Perón, Primera Dama de la Nación e ídolo de la clase trabajadora.

Después del golpe de Estado al presidente Juan Domingo Perón, regresa a Nicaragua en 1955, y desde entonces trabaja dentro del periodismo nacional como jefe de Redacción del diario La Noticia; reportero de La Nueva Prensa; subdirector de La Prensa Gráfica; corrector de pruebas y redactor del diario La Prensa, jefe de Redacción y encargado de la Dirección de Novedades. Poeta y escritor destacado. Muere en Managua, el 6 de octubre de 1992.

GUILLERMO E. ARCE

Guillermo E. Arce nació en 1912 en la ciudad de Bluefields de nuestra Costa Atlántica. Cumplió su ciclo vital el 11 de diciembre de 1956, a los 44 años, después de haber residido y trabajado más de la mitad de su vida en Managua.

Su existencia fue corta, pero la vivió intensamente y con un magisterio excepcional, en los campos del periodismo y la cultura, fue no sólo un lector inteligente y voraz, sino un hombre hondamente preocupado por el mejor destino de su patria y de su pueblo.

Brillando con luz propia, con un talento que todos le reconocieron como periodista, trabajó en La Nueva Prensa, La Estrella de Nicaragua, El Heraldo, El Mundo, y, además, fundó las publicaciones Ya y Centro, esta última en sociedad con el notable escritor José Román.

Perteneció a la última generación del periodismo literario y bohemio que iluminó las páginas del diarismo nicaragüense de 1930 a 1960, compartiendo amistad y oficio con figuras tan destacadas como Manolo Cuadra, Emilio Quintana, José Francisco Borgen, Toño López, Francisco Espinoza, Alberto Medina, Ariel Luna Brenes, Gonzalo Rivas Novoa y otros.

También escribió el libro Si yo fuera dictador, cuya edición no alcanzó a ver por haber fallecido después de una brutal golpiza que unos matones le propinaron por encargo.

Vittorio Vidali, Tina Modotti, el stalinismo y la revolución

Vittorio Vidali, Tina Modotti, el stalinismo y la revolución
Claudio Albertani
“Hacer el presente implica corregir el pasado”
Raoul Vaneigem

La revolución no está de moda. Todos los días se nos repite el mismo estribillo: los intentos de cambiar el mundo sólo desembocaron en campos de concentración tal y como sucedió en la desaparecida Unión Soviética.

Es verdad que el stalinismo fue una pesadilla. Sin embargo, para saberlo no era necesario esperar la caída del muro de Berlín, ni la publicación del Libro negro del comunismo (1).

La URSS nunca fue socialista. Durante décadas, revolucionarios de diferentes filiaciones no se cansaron de decirlo, denunciando los crímenes contra el socialismo cometidos por los soviéticos y sus epígonos.

La corrupción del proceso revolucionario ruso empezó muy pronto. ¿Arrancó en 1921, año de la rebelión de Cronstadt? ¿O fue, antes, cuando los bolcheviques reprimieron a los campesinos anarquistas de Ucrania? Algunos ubican el comienzo de la contrarrevolución en 1924, año de la muerte de Lenin; otros en 1927, cuando Trotsky fue expulsado del partido y se aceleró el giro hacia el totalitarismo.

Podemos debatir sobre el origen del “mal”; discutir las fechas, aquilatar las responsabilidades, pero es difícil negar que la Unión Soviética se convirtió rápidamente en el país de la gran mentira.

Así lo explicaron Alexander Berkman, Emma Goldman, Otto Rühle, Panaït Istrati, Victor Serge, Ante Ciliga, León Trotsky, Amadeo Bordiga, Karl Korsch, Bruno Rizzi y una nutrida sucesión de revolucionarios olvidados, ultrajados, calumniados y en ocasiones asesinados por haberse atrevido a decir la verdad sobre la URSS. No eran traidores, no eran agentes del imperialismo; sencillamente entendían lo que estaba pasando y lo denunciaban.

Creados a principios de los años veinte con el fin de promover la revolución en sus respectivos países, los partidos comunistas se transformaron rápidamente en dóciles agentes de la política exterior soviética. De manera que el movimiento obrero revolucionario fue aniquilado no sólo por manos del totalitarismo fascista, sino también de la burocracia estaliniana. Con una gran diferencia. Mientras no había dudas sobre el sentido del primero, mucho más difícil era entender la naturaleza de la segunda, pues ésta se presentaba como heredera de un proyecto de liberación noble y humanista. Muchos revolucionarios cayeron bajo su férula; algunos se transformaron en feroces asesinos.

Hoy, en pleno siglo XXI, buena parte de la izquierda sigue sin hacer un balance de ese pasado. Alguien podría preguntar: ¿para qué hacerlo? ¿por qué hurgar en los recodos de la historia cuando hay problemas muchos más urgentes?

Porque la historia es un territorio en disputa en donde se despliegan las pasiones del presente y se afinan las aspiraciones del futuro. Porque, como dice Vaneigem, hacer el presente implica corregir el pasado.

El stalinismo no solamente sobrevivió a Stalin sino también a la extinta Unión Soviética; el debate sobre papel que jugó en los movimientos revolucionarios no pertenece a los historiadores especializados; tiene que ver con la reconstrucción de un movimiento antagonista y con la necesidad de no repetir los horrores del pasado.

En el mundo ibérico hay señales importantes de que este proceso doloroso para muchos, pero necesario está empezando, aunque sea tarde. En España se reeditan las obras de Solzhenitsin sobre el Gulag (2), y se acaba de publicar En busca de Andreu Nin, un libro de José María Zavala sobre el secretario general del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM, quien fue secuestrado y ejecutado por sicarios de la policía secreta soviética en 1937, bajo la acusación infame de ser un espía de Franco (3).

En Tu rostro mañana, Javier Marías cuestiona la figura de Wenceslao Roces, alto funcionario del gobierno republicano, miembro de la dirección del Partido Comunista Español, refinado intelectual, traductor al castellano de Marx, Bloch y Hegel, a quien se atribuye la invención de las pruebas de la supuesta culpabilidad de Nin (4).

Una vida por el “comunismo”

En México, es de señalar una radionovela sobre el asesinato de León Trotsky y la polémica en las páginas del diario La Jornada sobre las gestas del stalinista italiano Vittorio Vidali (alias Enea Sormenti, Comandante Carlos, José Díaz, Carlos Contreras), quien fuera amante de Tina Modotti (alias María Ruíz).

Todo empezó con las declaraciones del escritor Pino Cacucci biógrafo de Modotti (5) acerca de la participación de Vidali en el asesinato del comunista cubano Julio Antonio Mella, acontecido en la Ciudad de México el 10 de enero de 1929, cuando se dirigía a su casa acompañado por la fotógrafa italiana (6).

En una airada respuesta, el periodista José Steinsleger acusó a Cacucci de mentiroso, reiterando la versión oficial de que Mella fue asesinado por agentes del dictador cubano Gerardo Machado y afirmando que Vidali era un honrado revolucionario que tuvo actuación destacada en la guerra de España (7). El 19 de junio, Cacucci volvió a la arena, con más argumentos (8).

El debate está sobre la mesa y rebasa, me parece, a la pareja Vidali-Modotti. La trayectoria de ambos resume de alguna manera las pasiones, las contradicciones y también los crímenes cometidos por una generación de comunistas adictos a Stalin.
Mucho se ha escrito y no siempre de manera atinada sobre Tina Modotti que se volvió icono mediático, pero: ¿quién fue Vidali? ¿un chivo expiatorio, como sugieren sus numerosos admiradores? (9) ¿un asesino despiadado, como sostienen muchos otros? ¿será que el asunto le corresponde exclusivamente a “la izquierda de los países ricos”, como afirma Steinsleger a falta de mejores argumentos? (10)

En una ocasión, Palmiro Togliatti secretario del Partido Comunista Italiano durante casi cuatro décadas expresó esta opinión: “Vidali es muy bueno para disparar, pero no demasiado para pensar” (11).

A diferencia de Togliatti que fue probablemente el más sofisticado político estalinista de Occidente, Vidali destaca como un hombre de acción que puso su talento conspirativo al servicio de la Tercera Internacional (Comintern).

Escritor prolífico, relató su vida venturosa en doce tomos de carácter autobiográfico que, por suerte del lector, se encuentran resumidos en el conciso volumen, Comandante Carlos, publicado en Italia justo antes de su fallecimiento en 1983 (12).

¿Es esta una fuente atendible? No, por supuesto; pero hojear sus páginas ayuda a entender la psicología y los motivos de un personaje que se identificó con el “comunismo” y que volvería a hacer lo que hizo “porque era justo hacerlo” (13).

La vida adulta de Vidali nacido en Muggia, provincia de Trieste, en 1900 coincide, incluso cronológicamente, con la historia de la URSS. Hijo de un obrero metalúrgico y una modista, vivió su adolescencia bajo el imperio austrohúngaro. De temperamento impulsivo, a los 17 años ya era militante socialista y a los 19 participaba activamente en los grupos armados contra las bandas fascistas.

En 1921, acudió al congreso fundacional del Partido Comunista de Italia en Livorno, donde al parecer, simpatizó con las ideas de su secretario, el “izquierdista” Amadeo Bordiga.

Acosado por los fascistas, Vidali tuvo que tomar la vía del exilio. Después de algunas peregrinaciones por Europa, emigró clandestinamente a Estados Unidos, a donde llegó hacia 1923.

En el Socorro Rojo Internacional

En Nueva York Vittorio Vidali se integró a la Federación Italiana del Partido Comunista Norteamericano, a la Liga Antifascista y, sobre todo, al Socorro Rojo Internacional, haciéndose notar de inmediato como un valiente “combatiente proletario”. Empezaba así su larga carrera de “revolucionario profesional”, entregado en alma y cuerpo a la Comintern.

Usaba el seudónimo de Enea Sormenti y participaba activamente en la campaña para la liberación de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, los anarquistas italianos falsamente acusados de asalto y homicidio, quienes a la postre serían ejecutados el 22 de agosto de 1927.

“Logré estrechar con Vanzetti una amistad que conservo como uno de los recuerdos más bellos de mi vida”, escribe Vidali, en un intento de acreditarse como simpatizante libertario (14).

¿Un punto negro en su currículum de “comunista inflexible”? De ninguna manera. La campaña se orquestó en Moscú y el objetivo nunca fue salvar la vida de los dos desdichados anarquistas quienes, dicho sea de paso, nunca vieron un centavo del dinero recolectado en su nombre, sino hacer proselitismo (15).

En Nueva York, Vidali frecuentó también a un viejo inmigrante anarquista, Carlo Tresca, fundador del sindicato Industrial Workers of the World y editor del periódico Il Martello. Aquella amistad duró muy poco ya que Tresca rompió pronto con los comunistas oficiales, volviéndose uno de sus críticos más decididos. Fue integrante del Comité de Defensa de León Trotsky y participó en la Comisión de Encuesta sobre los Procesos de Moscú, presidida por el filósofo John Dewey. Asimismo denunció la represión contra los anarquistas en la España republicana, siendo objeto de amenazas. De su ex-amigo, solía decir: “tiene olor a muerte”(16). Carlo Tresca dicho sea de paso fue asesinado el 11 de enero de 1943, al salir de la redacción de Il Martello en pleno centro de Nueva York. El caso nunca se resolvió. Sin embargo, Vidali sigue figurando como uno de los indiciados en los documentos desclasificados de la FBI que se pueden consultar en internet (17).

Dejemos, por lo pronto, el asunto de la muerte misteriosa de Tresca y regresemos a los años veinte. Por entonces, la identificación de Vidali con el comunismo soviético ya era absoluta. Tan es así que se le dio la oportunidad de viajar a la propia URSS, al ser expulsado de los EE.UU. hacia mediados de 1927. ¿A cuándo se remontan sus lazos con los servicios secretos stalinistas? Es difícil decirlo, y obviamente Vidali los niega con insistencia. En su autobiografía, admite haber acudido, por lo menos en una ocasión, a la IV Sección del Ejército, es decir el servicio secreto militar, en 1933 junto a Tina Modotti, para desarrollar una misión en China que a la postre no se realizó (18).

Sea como fuere, a los 27 años, Vidali entró a Moscú por la puerta grande. Huésped del Soviet Supremo, fue alojado en el célebre Hotel Lux y recibido por Helena Stassova, jefa del Socorro Rojo Internacional (SRI), una organización adscrita a la Comintern, aparentemente consagrada a la causa de la revolución. ¿Cuáles eran sus tareas? El SRI organizaba manifestaciones culturales, recaudaba dinero para militantes en apuros, distribuía ayuda a huelguistas y también encubría las operaciones secretas de la Comintern.

Bolchevique de la primera hora, estrecha colaboradora de Lenin, Helena Stassova era conocida como la “paloma blanca” por su trayectoria intachable en el partido. Al desatarse en 1923 la pugna entre Trotsky y Stalin, optó de manera decidida por el segundo siendo su secretaria y caracterizándose “por una devoción sin condiciones a la línea oficial”(19).

¿Era también una agente de la GPU? (20). No se ha comprobado y hasta donde pude averiguar, su nombre no aparece en ninguna historia de la policía política.

Dos anécdotas ayudan a entender al personaje. La primera es que en 1934, Stassova se puso en contacto con Zensl Müsham, viuda de Eric Müsham, un conocido anarquista alemán asesinado por los nazis. La invitaba a pasar algunos meses en la URSS y le ofrecía la publicación de las obras completas de su marido. Zensl viajó a Moscú, donde fue recibida con todos los honores ya que los soviéticos pensaban utilizar el caso de Müsham con fines de propaganda, exactamente como antes lo habían hecho con Sacco y Vanzetti. Al poco tiempo, sin embargo, la GPU detuvo a Zensl bajo la acusación de “trotskismo” y la desdichada pasó ocho años en el gulag de Karaganda (21).

Victor Serge, por su parte, relata que cuando se encontraba exiliado en Orenburg, su amigo Fritz Brupbacher -el conocido biógrafo de Bakunin (22) – solicitó ayuda a Stassova para lograr su liberación. Sin pestañear y en tono frío, la anciana bolchevique sentenció: “Serge no saldrá nunca” (23).

Es claro que en cuanto integrante del primer círculo de colaboradores Stalin, Stassova tuvo a su cargo la planeación de operaciones especiales, compartiendo la responsabilidad política de purgas y asesinatos. El Socorro Rojo no era una agencia humanitaria; cumplía funciones de control e infiltración dentro de los partidos comunistas, en ocasiones en concertación con la GPU. Además, las diferentes agencias se espiaban entre sí ya que, como afirma el historiador Giorgio Bocca, en el régimen stalinista “todo era servicio secreto” (24).

En cuanto a Vidali, en adelante actuaría como funcionario del SRI, directamente a las órdenes de Stassova, quien le asignaría misiones cada vez más arriesgadas, pero también le ayudaría a navegar en las aguas turbulentas de la Internacional Comunista de las cuales, a la postre, ambos saldrían con algunos huesos rotos, pero sanos y salvos.

Un asunto no resuelto: el asesinato de Julio Antonio Mella

Es evidente que Vidali poco tenía que hacer en la patria del socialismo, menos aun en un momento tan delicado. El joven y dinámico italiano no se sentía tocado por los debates ideológicos, ni por los ásperos choques entre fracciones. Quería acción, y esto lo convertía en un elemento precioso ya que el aparato necesitaba hombres dispuestos a todo.

Seguía siendo miembro de la federación italiana del PC de los EE.UU. y ante la dificultad de regresar al país del que acababa de ser expulsado, optó por irse a México, cultivando la esperanza de atravesar la frontera apenas fuera posible.

Mientras tanto, tendría que cumplir con unos encargos de Helena Stassova: organizar la actividad del Socorro Rojo en México y Centro América; colaborar con la Liga Antiimperialista de las Américas que tenía su sede precisamente en el D.F. y poner orden en el PCM.

Hacia el verano de 1927, obtenida una visa por el embajador mexicano en Moscú, Ramón Denegri, Vidali emprendió el largo viaje hacia el otro lado del Atlántico, vía París y Cuba. En la isla, se quedó unos cuantos días, justo el tiempo para entrar en contacto con el aparato clandestino del PC local, diezmado por las persecuciones del dictador Gerardo Machado.

Llegó a México a principios de octubre y se quedó un poco más de dos años, los “más románticos y tumultuosos” de su vida (25).

Una foto de Tina lo retrata vestido de negro, con corbata, el rostro parcialmente ocultado por un sombrero también negro de fieltro y alas anchas, la actitud misteriosa y arrogante del conspirador (26).

En calidad de funcionario del Socorro Rojo, frecuentó y trató de cerca a los pintores muralistas, a Augusto César Sandino, a Farabundo Martí, en fin, a los principales integrantes de la izquierda de México y Centroamérica. Y conoció a una mujer, Tina Modotti, con quien pronto compartiría la vida amorosa, además de las tareas políticas.

Es de notar que al momento de la llegada de Vidali, la Comintern apenas empezaba a interesarse en los asuntos latinoamericanos. El primer encuentro formal de los comunistas de la región tendría lugar unos meses después, a finales de 1927, cuando los delegados de los diferentes partidos asistieron a las celebraciones del décimo aniversario de la Revolución de Octubre.

Se decidió entonces crear un secretariado permanente de la Internacional Sindical Roja (Profintern) y es cuando su máximo dirigente, Dridzo Lozosvki, declaró que la Comintern “había descubierto a América Latina”(27).

¿Se puede probar la responsabilidad de Vidali en el asesinato de Mella? No. Quienes la niegan señalan, con algo de razón, que la GPU no empezó el exterminio de los cuadros comunistas hasta bien entrados los años 30.

Es claro, sin embargo, que Mella no era un comunista apegado a la línea oficial, sino un revolucionario que pensaba con su cabeza. Editaba, por ejemplo, una revista con un título que traicionaba sus simpatías por el fundador del Ejército Rojo: Tren blindado. Estaba en contra de la participación de los comunistas en las elecciones y sostenía la necesidad de atacar sin misericordia a los sindicatos reformistas. Organizó, además, una expedición a Cuba con la idea de empezar la lucha armada contra Machado, algo que la Comintern consideraba una locura (28).

Vidali tenía la misión de disciplinarlo, lo cual, por supuesto, no prueba que lo haya matado, pero el asesinato nunca fue aclarado del todo y una reciente investigación que pretende ponerle el punto final, no hace más que aumentar la suspicacia del lector atento (29).

¿Por qué? En primer lugar, porque la de Mella es una figura compleja que no corresponde al militante cuadrado pintado por los autores, Adys Cupull y Froilán González, más preocupados en defender la ortodoxia stalinista que en buscar la verdad. A lo largo de 394 páginas, ellos acallan las notorias relaciones del cubano con la Oposición de Izquierda (trotskista), tanto en ocasión de su viaje de 1928 a la URSS, donde encontró a Andreu Nin (quien todavía era directivo de la Profintern) (30); como en México, donde sus mejores amigos fueron los trotsquistas Alberto Martínez y Sandalio Junco (31). El segundo fue asesinado el 8 de junio de 1942 en Cuba, al parecer aunque tampoco se ha podido comprobar por sicarios stalinistas (32).

Como se sabe, al momento de ser acribillado, Mella caminaba con Tina Modotti quien, interrogada por la policía, cayó en serias contradicciones, además de dar un nombre falso. La escritora Elena Garro (primera esposa de Octavio Paz) cuenta que durante años escuchó decir que Tina se hizo a un lado antes de que empezara el tiroteo (33).

Cupull y González no toman en cuenta esto indicios, aunque sea para refutarlos, y no proporcionan fuentes verificables para sostener su versión del complot machadista (34).

Intrigado, decidí escuchar el punto de vista de quien desde hace más de medio siglo, es el más implacable acusador de Vidali: el viejo militante trotskista Félix Ibarra.

A sus 93 años don Félix posee una lucidez y una memoria envidiables, a pesar de la ceguera que padece desde hace algunos años. He aquí un resumen de lo que nos dijo, a Manuel Aguilar Mora y a mí, el 15 de junio de 2005, confirmando lo que ya había relatado a Gálvez, Cacucci y Gall, y añadiendo algunos detalles más.

«En el año de 1928, los Ibarra y los Martínez vivíamos a orillas de la Ciudad, en la inmediaciones de la actual estación del metro San Antonio Abad. Mi tío, Alberto Martínez –a quien apodábamos el tío güero- era miembro del partido comunista y amigo íntimo de Julio Antonio Mella. Él había hecho varios intentos de ingresarnos, a mis hermanos y a mí, a las juventudes comunistas, pero hasta entonces nosotros nos habíamos rehusado.

Conocimos a Mella unas cuantas semanas antes de que muriera. Llegaba a la casa y mi hermano Ángel lo llevaba a una curtiduría que estaba cerca, donde Mella daba pláticas a los trabajadores. Lo recuerdo muy bien: era alto, atlético, jovial y siempre iba de prisa.

Su asesinato nos impresionó mucho; mi hermano y yo pensamos, como casi todos, que lo había mandado a matar Machado y es así como decidimos ingresar al partido.

Fue cuando el tío güero nos hizo ver que además de la Juventud Comunista había otra cosa: la Oposición de Izquierda. También nos hizo ver que a Mella no lo había matado Machado, sino Vittorio Vidali.”

-¿Y Tina?, pregunté.

“Modotti fue su cómplice”, contestó don Félix, sin dudarlo.

“Esto nos dijo mi tío y los amigos que estaban cerca, aunque temían que la verdad nos alejara del partido. En los años sucesivos me repitieron lo mismo Diego Rivera, Rafael Galván, el líder electricista Manuel Rodríguez, y el propio José Revueltas. ¿Cómo demostrarlo? Es difícil, pues no hay pruebas. Y no se pudo hacer nada porque los stalinistas lo controlaban todo.”

Hay otro dato. El escultor Ignacio Asúnsolo hizo la máscara mortuoria de Mella y se la quedó el trotskista Alberto Martínez.

-¿Por qué?

“Porque nadie más la quiso. Al momento de morir, Mella tenía graves problemas con el partido.”

Cuando falleció el tío güero, don Félix heredó la máscara y en 1998 viajó a Cuba para entregarla personalmente al gobierno cubano.

Es evidente que se pueden expresar reservas sobre el testimonio de Félix Ibarra, pero ninguna investigación seria lo puede ignorar. ¿Por qué Cupull y González no lo tomaron en cuenta?

La pareja Vidali-Modotti en España

Es muy probable que el misterio del asesinato de Mella no se esclarezca nunca. Sin embargo, cabe señalar que la propia Celia Hart, directora en La Habana del museo Abel Santamaría, no descartó recientemente que, en efecto, el crimen haya sido cometido por los stalinistas (35).

Mucho más contundente es la información sobre Vidali y Modotti en España, pero antes de analizarla, se requieren algunas premisas. Los acontecimientos de 1936-39 pasaron a la historia como una guerra civil entre franquistas y republicanos. Según una interpretación defendida, entre otros, por el conocido historiador británico Eric Hobsbawm, la derrota de los republicanos fue responsabilidad de los anarquistas muy numerosos en España cuyo extremismo habría tenido consecuencias “desastrosas”(36).

Es verdad que los anarquistas fueron, junto al POUM, los principales impulsores de medidas revolucionarias ya que no separaban la lucha militar de la lucha social. Pensaban que sólo reconociendo las aspiraciones de las masas se podría vencer a Franco.

Sin embargo, autores independientes como Franz Borkenau, Gerald Brenan y Burnett Bolloten sin olvidar, a un testigo de excepción como George Orwell llegaron a conclusiones muy diferentes, mostrando que la derrota del campo republicano fue el resultado del juego perverso de los intereses geopolíticos de las grandes potencias, tanto democráticas como totalitarias (37).

Además de los nazifascistas, esto incluye a la propia Unión Soviética y a sus operadores en España: el Partido Comunista Español, los delegados de la Comintern y las Brigadas Internacionales.

Cuando los “comunistas” anteponían a todo la necesidad de ganar la guerra, no actuaban como políticos “moderados y responsables”, sino como agentes de una potencia extranjera, la URSS, que no podía permitir la difusión de una revolución ajena a su modelo.

No existe la menor duda de que Vidali y Modotti (aunque la segunda con un papel subordinado) participaron en la ejecución de esta política que incluía el asesinato como uno de sus instrumentos. El Comandante Carlos organizó el “batallón de acero” (Stalin quiere decir acero…), núcleo originario del Vº Regimiento la milicia del PCE y más tarde fue comisario político de una brigada internacional. Modotti, conocida en España con el seudónimo de María Ruíz, actuaba como funcionaria del Socorro Rojo, pero según el historiador Pierre Broué, era también una agente de la GPU (38).

Conocedor de los bajos fondos, Vidali los sabía manipular y utilizar. Trotsky lo definió “uno de los más crueles agentes de la GPU en España” (39). He aquí la opinión de Justo Martínez Amutio, gobernador socialista de Albacete: “una mezcla de espía, agitador comunista y gangster, duro e implacable contra todos aquellos que consideraba como obstáculos a la política de Moscú” (40).

La lista de los crímenes de Stalin en España es muy larga. Podemos citar, entre sus muchas víctimas, a los anarquistas italianos Camillo Berneri y Francesco Barbieri, al socialista Marc Rein, a los trotskistas Kurt Landau y E. Wolf, así como a Bob Smilie, militante del Partido Laborista Independiente (ILP, el mismo partido en que militaba George Orwell) (41).

Uno de los casos más atroces es, como se ha dicho, el de Andreu Nin. Antiguo anarquista, Nin había vivido diez años en la URSS, donde se había adherido al partido bolchevique, llegando a ocupar el cargo de secretario suplente de la Internacional Sindical Roja. Pronto se sumó a la Oposición de Izquierda siendo amigo y colaborador de Trotsky de manera que, poco a poco, se le cerraron todas las puertas. Su salida de Rusia fue muy complicada; la pidió él y no le hicieron caso. Terminaron por expulsar a toda la familia cuando Olga, su esposa de nacionalidad soviética, escribió una carta a Lozovsky amenazando con suicidarse (42).

Es verdad que después de regresar a España, Nin se había distanciado del fundador del Ejército Rojo (sobre todo a raíz de la fundación del POUM), pero estas sutilezas importaban poco. La GPU lo detuvo con el fin de arrancarle la confesión de ser un agente de Franco corroborándose así la farsa de los procesos de Moscú. Convencidos de que iba a ceder pronto, sus verdugos se encontraron ante una resistencia inesperada. El revolucionario catalán murió bajo tortura, sin confesar nada.

La situación del gobierno se hizo difícil ya que Nin había sido detenido en plenas Ramblas de Barcelona por policías de la Brigada Especial de Madrid acompañados por militantes conocidos del PCE. Era urgente encontrar una manera de encubrir el crimen. Según Jesús Hernández entonces dirigente del PCE y ministro de la república Vidali propuso el siguiente plan: simular su rapto por pretendidos agentes de la Gestapo y afirmar luego que los nazis lo habían salvado, con lo que se demostraría sus relaciones con los fascistas (43).

¿Mintió Hernández? (44). Es posible. Cuando salió su libro, los stalinistas hicieron de todo para desmentirlo, acusándolo de traición. Lo cierto es que el plan se llevó a cabo. Mundo Obrero y L’Humanité –órganos respectivamente del PCE y del PCF- publicaron la farsa añadiendo que “el traidor Nin se lo habían llevado a Burgos”. Los muros de Barcelona preguntaban: “Gobierno Negrín, ¿dónde está Nin?” A lo que los stalinistas respondían: “En Salamanca o en Berlín”. Es decir, con Franco o con Hitler (45).

¿Cuál es la explicación de Vidali? Cuestionado por Giorgio Bocca, contestó: “se dijeron tantas cosas de mí, pero esta es una estupidez. ¿Por qué habría organizado yo semejante puesta en escena? En aquellos días si había que fusilar a un anarquista o a un poumista se hacía sin muchos cuentos” (46). Una respuesta que no merece comentario.

Hoy podemos afirmar que el relato de Hernández fue confirmado en lo fundamental por las investigaciones efectuadas en Moscú, Madrid, Roma y Barcelona por el equipo de María Dolors Genovés y Llibert Ferri, autores de Operación Nikolai, un documental de la televisión catalana sobre el asesinato de Nin. La persecución contra el POUM fue ordenada por Stalin mismo y fue realizada por los consejeros soviéticos y los agentes de la GPU destacados en España: Slutzki y Orlov, solícitamente secundados por Vittorio Vidali, Antonov-Ovseenko, Togliatti, Codovilla, Stepanov, Wenceslao Roces y muchos otros (47).

Todos estos nombres y concretamente el de Vidali aparecen además en un libro reciente que documenta la intervención soviética en España (48).

Otro ex directivo del PCE, Fernando Claudín –quien, hasta donde sé, nunca fue acusado de traición- llegó a confesar: “agregamos, por nuestra parte, que la represión contra el POUM y en particular el odioso asesinato de Andreu Nin, es la página más negra en la historia del Partido Comunista de España, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda, alienados, (…) por las mentiras monstruosas fabricadas en Moscú. Pero eso no salva nuestra responsabilidad histórica” (49).

Noam Chomsky expresa la misma opinión cuando escribe que “la revolución española fue aplastada por las fuerzas fascistas y republicanas, dirigidas estas últimas por el Partido Comunista” (50).

Otras fechorías…

El camino de los agentes de Stalin era arduo; continuamente tenían que acreditar su lealtad ante la “casa” (así hablaban de Moscú), so pena de caer ellos mismos víctimas de alguna purga.

Stalinista devoto, el propio Vidali cayó repetidas veces bajo la mira de la GPU, algo que después le serviría para negar haber sido uno de sus agentes (51).

Es sabido que la única manera para salvarse era delatar a otros. En sus memorias, el anarquista Umberto Tommasini triestino como Vidali y también combatiente en la revolución española relata el caso de otro paisano de ambos, Luigi Calligaris, comunista de tendencia bordiguista refugiado en la URSS, quien después de encontrarse con Vidali entonces jefe de los emigrantes italianos en Moscú y criticar la política exterior soviética, fue detenido y desaparecido por la GPU (52). Tommasini pasó el resto de su vida increpando a Vidali por ese crimen.

El de Calligaris no es un caso aislado. Un gran número de refugiados comunistas de varios países fue exterminado durante y después de las purgas. A principio de los años treinta, había unos 250 comunistas italianos, de los cuales por lo menos 100 perecieron en campos de concentración (53).

Regresemos a Vidali. Hacia mediados de 1939, al concluir su misión en España, el Comandante Carlos regresó a México. No permaneció inactivo. Antes de caer víctima del piolet de Ramón Mercader, Trotsky alcanzó a acusarlo de ser uno de los organizadores del primer y fallido atentado en su contra (54).

Al respecto es significativo el relato de Burnett Bolloten, el mencionado historiador de la revolución española. Corresponsal de United Press durante la guerra, Bolloten no tenía al principio una posición política muy definida. Simpatizaba vagamente con los stalinistas y tal vez por esto logró capturar las confidencias de muchos de ellos.

En 1938, se instaló en México con una enorme documentación. Después del primer atentado contra Trotsky, Bolloten tuvo un significativo encuentro con Vidali, quien le exigió esconder a Tina Modotti. Esto le reveló la auténtica naturaleza del stalinismo, lo cual imprimió una nueva orientación a su investigación, que desde entonces se empeñó en desvelar “el gran engaño”(55).

El expediente no termina aquí. Desde las páginas del periódico El Popular, dirigido por Vicente Lombardo Toledano, Carlos Contreras orquestó junto a stalinistas españoles y alemanes la campaña contra los exiliados antitotalitarios, acusándolos de ser la “quinta columna” del fascismo en el país.

Mientras tanto la pareja Vidali-Modotti navegaba en aguas tempestuosas. Tina murió en 1942 de infarto, en un taxi. No faltaron las dudas sobre una posible responsabilidad de Vidali, ya que Modotti sabía muchas cosas y, lo que es peor, empezaba a tener dudas. Es sabido que la GPU empleaba venenos que ocasionan paros cardiacos sin dejar rastro; como siempre, sin embargo, no hubo pruebas (56). Elena Garro, quien a la sazón frecuentaba los medios stalinistas, cuenta que su amiga Angélica Selke le dijo: “yo creo que Carlos se la cargó…”(57).

Adys Cupull y Froilán González escriben en la mejor tradición estalinista que “la camarilla trotsquista la prensa mercenaria y nazifascista se lanzaron sobre el cadáver de la Modotti todavía caliente.” (58)

¿Quiénes eran los integrantes de la tal camarilla trotskista? Precisamente los exiliados antitotalitarios, es decir los poumistas, el revolucionario ruso-belga Víctor Serge (Victor L. Kibalchich), el socialista francés Marceau Pivert, el escritor Gustav Regler y otros refugiados de diferentes nacionalidades que ostentaban una culpa imperdonable: decir la verdad sobre la URSS y la revolución española (59).

El Popular les acusaba de ser agentes de Hitler y pedía con vehemencia expulsarlos de México aplicándoles el artículo 33 de la Constitución que prohíbe la participación de los extranjeros en asuntos de política nacional.

La campaña llegó a tale niveles de histeria como para motivar un llamamiento en su favor, por parte de 160 destacados intelectuales y militantes antifascistas norteamericanos entre los cuales figuran John Dos Passos, John Dewey, Edmund Wilson, Dwight Macdonald, Mary McCarthy, Gaetano Salvemini y el propio Carlo Tresca (60).

En Il Martello, este último expresó repetidas veces la convicción de que Vidali era el asesino de Trotsky y de Tina Modotti, definiéndolo como el “jefe de una banda de asesinos”. En el número correspondiente a mayo de 1942, Tresca añadía una nueva acusación: Vidali pretendía quebrar a la Mazzini Society, una alianza de inmigrantes italianos antifascistas que se oponía también a los stalinistas.

Ya mencioné la muerte misteriosa de Tresca.

El primero de abril de 1943, el Centro Cultural Ibero-Mexicano de la Ciudad de México organizó una velada para protestar contra su asesinato y la ejecución en la Unión Soviética de los socialistas Víctor Alter y Henryk Erlich (61). El acto dio comienzo a las nueve de la noche ante un público de unas 300 personas, compuesto principalmente por militantes e intelectuales. Iban a hablar entre otros Victor Serge, Julián Gorkin y el periodista italiano Paul Chevalier (Leo Valiani) cuando, al grito de “¡muera la quinta columna!”, fueron interrumpidos por una banda compuesta por no menos de un centenar de stalinistas armados con bastones, matracas, puñales y pistolas. El objetivo era, al parecer, asesinar a Victor Serge, pero fracasó ante la vigorosa defensa de los presentes que lograron repeler el ataque (62).

Entrevistado por el diario mexicano Excelsior, Julián Gorkin atribuyó la autoría intelectual del asalto a los stalinistas españoles Juan Comorera y Antonio Mije y al italiano Carlos Contreras (63).

Años después, un militante del POUM, Juan Austrich, le confirmó a Cacucci que el organizador del asalto había sido Vidali (64). Lo mismo me repitió muchas veces el pintor Vlady (Vladimir Kibalchich), hijo de Serge, quien también se encontraba presente aquella noche.

A manera de conclusión

Victor Serge murió el 17 de noviembre de 1947, en un taxi, como Tina Modotti. Ataque cardiaco, según el reporte médico. ¿Envenenamiento? Tal vez no, ya que padecía del corazón, pero subsisten muchas dudas. No hubo autopsia, de modo que nunca se sabrá la verdad. Sea como fuere, a los pocos días, Ramón Denegri, ex embajador en la URSS y en España, y gran amigo de Serge, convocó a Vlady: “usted tiene que saber que a su padre lo mataron…” (65).

Vidali regresó a Trieste en aquel mismo año de 1947, unos meses antes de la muerte de Serge (66). Fue su adiós a las armas. Dirigió el PC local hasta su fusión con el PCI en los años cincuenta; en las décadas siguientes se desempeñó como un respetable senador de la república e integrante del comité central del partido. Se mostró muy activo en la campaña estalinista contra Tito y recibió con amargura las denuncias del nuevo jefe “comunista” Jruschov contra Stalin en el XX Congreso del PCUS en el que estuvo presente a lado de su vieja amiga Helena Stassova. En adelante combatiría contra el stalinismo … ¡en nombre de Stalin!

En 1983, al momento de morir, seguía siendo un icono del comunismo italiano. No falto de encanto, el personaje logró engañar incluso a una periodista afilada como Elena Poniatowska, que lo pinta como un héroe romántico en su novela Tinísima (67).

Hoy sus defensores afirman que con el tiempo la figura de Vidali sale reforzada, que fue un hombre de gran calidad política y humana…

¿Mató a Mella? ¿A Nin? ¿A Modotti? ¿A Tresca? Probablemente, nunca se sabrá. La verdad es que ni siquiera tiene importancia. Independientemente de sus responsabilidades personales, los nombres de Vittorio Vidali y, aunque duela, de Tina Modotti permanecen ligados a las páginas más repugnantes del comunismo stalinista: las purgas, la desaparición de los refugiados en la URSS, y la represión en España.

Tepoztlán, Morelos, 10 de julio de 2005.

Notas

(1) Stéphane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Panné, Andrzej Paczkoski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin, El libro negro del comunismo, Espasa-Planeta, 1998.

(2) Alexandr Solzhenistin, Archipiélago Gulag II, Tusquets, Barcelona, 2005. Véase también: Anne Applebaum, Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos, Editorial Debate, Barcelona, 2005.

(3) José María Zavala, En busca de Andreu Nin, Plaza y Janés, Barcelona, 2005.

(4) Javier Marías Tu rostro mañana, Alfaguara, Madrid, 2002. Para más información sobre Nin y el POUM, véase el sitio www.fundanin.org y la revista Balance. Cuadernos de historia del movimiento obrero internacional y la guerra de España, dirigida por Agustín Guillamón http://es.geocities.com/hbalance2000

(5) Véase: Pino Cacucci, Tina. La vita avventurosa di una donna straordinaria: Tina Modotti, TEA, Longanesi, Milán, 1994. Traducción al español: Tina Modotti, Editorial Planeta, Barcelona, 2001.

(6) Jaime Avilés, entrevista a Pino Cacucci, La Jornada, 30 y 31 de mayo de 2005.

(7) José Steinsleger, “El asesinato de Julio Antonio Mella”, La Jornada, 8 de junio de 2005.

(8) Pino Cacucci, “¿Un complot internacional de mentirosos?”, La Jornada, 19 de junio de 2005.

(9) Entre los defensores de Vidali, además de Elena Poniatowska, autora de Tinísima, Ediciones Era, México, 1991; se encuentra Christiane Barkhausen-Canale, Verdad y leyenda de Tina Modotti, Casa de las Américas, Cuba, 1969.

(10) José Steinsleger, “El barro de la historia”, La Jornada, 22 de junio de 2005.

(11) Giorgio Bocca, Palmiro Togliatti, Editorial Laterza, Roma, 1977, pág. 600.

(12) Hay traducción al español: Vittorio Vidali, Comandante Carlos, Ediciones de Cultura Popular, México, D.F., 1986.

(13) Op. cit., pág. 11.

(14) Op. cit. pág. 45. Jefe de la IV Sección era el general Berzin, alias Petris Kyuzis (1889-1938), uno de los primeros consejeros soviéticos en la España revolucionaria de 1936. Llamado de vuelta a la URSS fue fusilado en 1938. Véase: Pierre Broué, Staline et la révolution. Le cas espagnol, Fayard, París, 1993, pág. 315.

(15) Véase: Stepehen Koch, La fin de l’innocence. Les intellectuels d’Occident et la tentation stalinienne. 30 ans de guerre sécrète, Éditions Grasset, París, 1995, pp. 50-54.

(16) Véase: Pierre Broué, op. cit., pág. 115.

(17) http://foia.fbi.gov/foiaindex/tresca.htm, file 61-1335, sección 11-12.

(18) Comandante Carlos, op. cit., pág. 69.

(19) Georges Haupt, Jean Jacques Marie, Los Bolcheviques, Ediciones Era, México 1972, pág. 230. Helena Stassova (1873-1967) fue presidenta del Socorro Rojo entre 1927 y 1938.

(20) Gosudarstvennoe Politiceskoe Upravienie: servicio secreto soviético, anteriormente Cheka y después NKVD y KGB.

(21) Margarete Buber-Neumann, Déportée en Siberie, Editons du Seuil, París, 1949, pág. 198.

(22) Fritz Brupbacher, Bakounine ou le démon de la révolte, Editions Archives Revolutionnaires, Paris, 1970.

(23) Victor Serge, Memorias de mundos desaparecidos (1901-1941), Siglo XXI Editores, México, 2002, pág. 323.

(24) Bocca, op. cit., 299.

(25) Vidali, op. cit., pág. 57.

(26) Foto incluida en: Pino Cacucci, I fuochi, le ombre, il silenzio, Agalev Edizioni, Boloña, 1988 (trad. Los fuegos, las sombras, el silencio, Joaquín Mortiz, México, 1993; en esta edición la foto no aparece). Este es el primer libro de Cacucci sobre Tina Modotti y me parece me parece mejor documentado que el segundo.

(27) Alexander Lozovsky, seudónimo de Salomón Abramovich Dridzo (1878-1952). Socialdemócrata desde 1901, colaborador de Trotsky en el exilio francés, secretario general de la Profintern entre 1921 y 1937, miembro del presidium de la Comintern, viceministro de relaciones exteriores de 1936 a 1946. Ejecutado en el proceso contra los intelectuales judíos.

(28) Poniatowska señala haber hallado en el Hoover Institute dos cartas de Rafael Carrillo donde “le pone a Mella su buena criticada”. Véase: La Jornada, 18 de agosto de 1996.

(29) Adys Cupull y Froilán González, Julio Antonio Mella en medio del fuego. Un asesinato en México, Ediciones El Caballito, México, D.F., 2002.

(30) Sobre los contactos entre Mella y Nin, véase: Reiner Tosstorff, “Nin y la Internacional Sindical Roja: un esbozo”, http://www.fundanin.org/tosstorff.htm

(31) Véase: Alejandro Gálvez Cancino, “Julio Antonio Mella: Un Marxista Revolucionario. (Debate en Torno a su Vida y Muerte)”, en Críticas de la Economía Política. No. 30, Ediciones El Caballito, México D.F., 1986, pp. 144-147; Olivia Gall, Trotsky en México, Ediciones Era, México, 1991, pp. 47-55.

(32) Sobre Junco, véase: Gary Andrew Tennant, Dissident Cuban comunism. The Case of Trotskyism, 1932-1965, tesis de Doctorado, Universidad de Bradford. http://www.cubantrotskyism.net/PhD/chap6.html

(33) Elena Garro, Memorias de España 1937, Siglo XXI Editores, México, 1992, pág. 86.

(34) El lector tiene que conformarse con una nota a pie de página que dice únicamente: “inédito”.Véase por ejemplo: Adys Cupull y Froilán González, op. cit., pp. 234, 236, 238.

(35) Conferencia dictada el 30 de junio de 2005 en el museo Trotsky de la Ciudad de México.

(36) Véase: Eric Hobsbawm, “The Spanish background”, en: Revolutionaries, Phoenix, Londres, 1994, pp. 7-81.

(37) Gerald Brenan, El Laberinto Español, Plaza & Janés, Barcelona, 1996; Franz Borkenau, El reñidero español, Ruedo Ibérico, París, 1971 (la primera edición es de 1937); Burnett Bolloten, La Guerra Civil Española. Revolución y Contrarrevolución, Alianza Editorial, Madrid, 1989; George Orwell, Homenaje a Cataluña (la primera edición es de 1938), ahora en: Orwell en España, Tusquets Editores, Barcelona, 2003.

(38) Broué, op. cit., pág.115.

(39) León Trotsky, “La Comintern y la GPU”. Véase el sito: http://www.ceip.org.ar/escritos/Libro6/html/T11V231.htm

(40) Justo Martínez Amutio, Chantaje a un Pueblo, Madrid, 1964, pp. 337-343; citado en: Broué, op. cit., pág.115.

(41) Véase el dossier publicado por: Cahiers Leon Trotsky, No. 3 “Les procés de Moscou dans le Monde”, Institut Leon Trotsky, París, Julio-Septiembre de 1979.

(42) Wilebaldo Solano, carta al autor, 23 de julio de 2005.

(43) Jesús Hernández, Yo fui ministro de Stalin, Editorial América, México, 1953, pág. 126.

(44) La versión de Hernández fue reportada también por Hugh Thomas, The spanish civil war, Penguin Books, Londres 1966, pág. 581.

(45) Cahiers Leon Trotsky, No. 3 op. cit., pág. 138. El propio Vidali escribió un folleto contra el POUM: Comandante Carlos, La quinta columna: cómo luchar contra la provocación y el espionaje, Ediciones del Partido Comunista de España, 1937.

(46) Bocca, op. cit., pág. 301.

(47) Véase: Maria Dolors Genovés, “Operación Nikolai o el asesinato de Andreu Nin” y Wilebaldo Solano, “La larga marcha por la verdad sobre Andreu Nin”, en: www.fundanin.org

(48) Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sebastianov (eds.), España traicionada. Stalin y la guerra civil, Editorial Planeta, Barcelona, 2002.

(49) Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista. De la Komintern al Kominform, Editorial Ruedo Ibérico, París, 1970, pág. 616.

(50) Noam Chomsky, La objetividad y el pensamiento liberal. Los intelectuales de izquierda frente a la guerra de Vietnam y a la guerra civil española, Ediciones Península, Barcelona, 2004, pág. 61.

(51) Es el argumento de Cristiane Barckhausen-Canale. Véase: “Vittorio Vidali: ¿asesino o chivo expiatorio?”, último intento de aliviar al comunista italiano de sus responsabilidades. Véase: http://www.piazzaliberazione.it/la%20storia/pagine/storia/vidali-sp.htm

(52) Umberto Tommasini, L’anarchico triestino, Edizioni Antistato, Milán, 1984, pp. 309-310. Tommasini también acusa a Vidali del asesinato de Nin. Véase, op. cit., pág. 350.

(53) Véase: Alfonso Leonetti, Vittime italiane dello stalinismo, La Salamandra, Milán, 1978. Otros autores hablan de hasta 200 víctimas italianas. Véase: Pierre Broué, Histoire de l’Internationale Communiste. 1919-1943, Fayard, Paris, 1997, pág. 726.

(54) Trotsky, “La Comintern y la GPU”, op. cit.; Julián Gorkin, El asesinato de Trotsky, Círculo de Lectores, Barcelona, 1972, pp. 185-190. Esta es una versión ampliada del libro aparecido en 1955 en México, bajo el título, Así asesinaron a Trotsky, firmado por el general Leandro Sánchez Salazar pero escrito en gran parte por el propio Gorkin. En un torpe intento de autodefensa, Vidali cita al texto de 1955 (en donde en efecto no aparece su nombre) ¡como prueba en su favor! Véase Vidali, op. cit., pág. 110.

(55) The great camouflage es el título de la primera versión del libro de Bolloten. Véase: Agustín Guillamón, Balance. Cuadernos del movmiento obrero internacional y la guerra de España, No. 16, marzo-abril de 1999, es.geocities.com/hbalance2000/pagina_n6.htm

(56) Véase: “Modotti, la Magdalena comunista. ¿Quién mató a la antigua amante de Julio Antonio Mella? ¿Muerte natural” ¿O fue una víctima de la GPU?”, Revista Así, No. 62, 17 de enero de 1942. Es un artículo bien informado que hace un recuento de la vida de Tina, insinuando dudas sobre Vidali.

(57) E. Garro, op. cit., pág. 86.

(58) Adys Cupull y Froilán González, op. cit. pág. 362. Las cursivas son mías.

(59) Véase: V. Serge, M. Pivert, G. Regler, Julián Gorkin, La GPU prepara un nuevo crimen, Ediciones Análisis, México, 1942.

(60) Carta al presidente de México, Manuel Ávila Camacho. Véase: La GPU prepara un nuevo crimen, op. cit., pp. 56-67.

(61) Militantes del Bund, organización socialista de obreros judíos. Véase: Henri Minczeles, Historie Générale du Bund. Un mouvement révolutionnaire juif, Denoël, París, 1999.

(62) Excelsior 2, 3 y 4 de abril de 1943. Encontré mucha documentación al respecto en el Archivo General de la Nación, Galería 3, Ávila Camacho, Expedientes: Extranjeros Perniciosos y Encuentros sangrientos nazifascistas, 541.1/56.

(63) Excelsior, 4 de abril de 1943.

(64) Cacucci, I fuochi…, op. cit., pág. 146.

(65) Entrevista personal con Vlady. Cuernavaca, Morelos, 17 de febrero de 2005.

(66) Después de haberlo acusado de quintacolumnista, Vidali recurre cínicamente a Serge para probar su inocencia en el asesinato de Trotsky. Escribe: “no se habla ni siquiera de pasada de mi en el libro de Victor Serge, La vida y la muerte de León Trotsky” (Juan Pablos Editores, México, 1971). Véase: Comandante Carlos pág. 110.

(67) La novela de Poniatowska está repleta de fantasías. Imagina, por ejemplo, a la filósofa Simone Weil alistándose en las Brigadas Internacionales. Militante libertaria, antiestalinista convencida, Weil llegó a España en agosto de 1936, se sumó a la columna Durruti y regresó a Francia en septiembre del mismo año, es decir antes de la creación de las Brigadas Internacionales. En otra parte, Poniatowska describe un improbable encuentro entre Traven y Tina. Traven era un antiestalinista furibundo y se mantenía en la más estricta clandestinidad; es irreal que haya abordado a Tina Modotti en la calle Correo Mayor de la Ciudad de México, en 1939. Véase Tinísima, op. cit., pp. 449 y 592; “Weil, Simone”, Dictionnaire biographique du mouvement ouvrier français, Éditions de l’Atelier, París, 1997.

La cultura enclaustrada

La cultura enclaustrada
Rafael Argullol

06/04/14

La universidad se ha replegado sobre sí misma como consecuencia de un nuevo antiintelectualismo favorecido por una sacralización del ‘paper’, cuya confección obliga a renunciar a toda creatividad y riesgo.

A finales de la Edad Media el caudal más fecundo de la cultura europea pasó de los monasterios a las universidades. Con este trasvase lo que había permanecido depositado en los recintos monásticos bajo la tutela de los monjes, preservado casi en secreto, se abrió al debate urbano que proponían los espacios universitarios. La cultura europea entró en una nueva dinámica que implicó el fin de dogmas y tabúes, pero que sobre todo supuso la superación del temor en la búsqueda del conocimiento. Los escritores y los filósofos aspiraron a romper el hermetismo de la época anterior, con la aspiración de someter sus concepciones a públicos cada vez más amplios. El uso, junto al latín, de las lenguas populares contribuyó a la consolidación de esta tendencia, como lo demuestra el caso de Dante que, si bien escribió muchas de sus obras en lengua latina, reservó para su joya literaria, la Divina Comedia, el uso del toscano. La culminación de todo ese proceso fue el Renacimiento. La invención de la imprenta y la consolidación de las universidades en las grandes ciudades forjaron un primer gran escenario de convergencia entre la cultura y la sociedad. Aumentó extraordinariamente el número de lectores al tiempo que las obras literarias influían en públicos cada vez más amplios. Shakespeare, Montaigne, Bruno o Cervantes simbolizan bien esta confluencia.

Las universidades occidentales se consolidaron definitivamente en los siglos xix y xx (sumando las americanas a las europeas) y, aunque nunca se despojaron por completo de su origen, por así decirlo, monástico, participaron activamente en la vida cultural moderna. Siempre mantuvieron una tendencia centrípeta y endógena pero, paralelamente, muchos de sus miembros se incorporaron a los debates públicos de su época y fueron grandes creadores de la literatura y del pensamiento. En estos dos últimos siglos es imposible tratar de comprender la historia cultural, o simplemente la Historia, sin atender a la función de las universidades en la dinámica pública y sin subrayar la importancia de numerosos profesores en la esfera creativa.

Pero no estoy seguro de que esto continúe siendo cierto. En los últimos lustros, y de un modo increíblemente acelerado, se ha producido una suerte de inversión de tendencias, a partir de la cual la universidad ha tendido a replegarse sobre sí misma, como si añorara, en un modelo laico, su antiguo origen monástico. Paradójicamente este repliegue se produce en el momento en que las tecnologías de la comunicación, como en el Renacimiento la imprenta, podrían facilitar la expansión de las ideas mucho más allá de los circuitos universitarios.

Desde una cierta perspectiva este retraimiento es la consecuencia de un nuevo antiintelectualismo que se ha asentado poderosamente en la vida social y política de principios del siglo xxi. En un reciente artículo escrito en el New York Times y titulado ¡Profesores, os necesitamos! Nicholas Kristof ha recordado el uso común de la expresión “That’s academic” para descalificar la aportación de un adversario, poniendo, además, el ejemplo de su utilización por el conservador Rick Santorum para criticar los discursos de Obama. Que algo sea “demasiado académico”, o sencillamente “demasiado intelectual”, es una piedra de toque común en nuestra sociedad. El antiintelectualismo es una de las formas más toscas del populismo, pero parece proporcionar fáciles réditos en una población ávida por ese consumo inmediato de las cosas que la complejidad intelectual casi nunca otorga.

El problema es que la universidad actual se ha convertido, por inseguridad, cobardía u oportunismo, en cómplice pasivo de la actitud antiintelectual que debería combatir. En lugar de responder al desafío arrogante de la ignorancia ofreciendo a la luz pública propuestas creativas, la universidad del presente ha tendido a encerrarse entre sus muros. Es llamativo, a este respecto, la escasa aportación universitaria a los conflictos civiles actuales, incluidas las crisis sociales o las guerras. En dirección contraria, el universitario ha asumido obedientemente su pertenencia a un microcosmos que debe ser preservado, aún a costa de dar la espalda a la creación cultural.

Cada vez más alejado de lo que había significado la gran cultura, ese microcosmos ha elaborado complicadas normas de autopreservación en las que apenas se reconoce el talante intelectual, abierto y crítico, que se halla en la raíz renacentista de la universidad. Dicho de manera brutal: el humanista ha sido arrinconado por el burócrata (o si se quiere, por un monje sin fe pero con gran perspicacia en la tarea de la propia conservación). Naturalmente, esto no es atribuible a numerosos profesores, pero sí es el dibujo simbólico de una tendencia general que, en sí misma, supone la destrucción de la universidad tal como históricamente la habíamos concebido.

Es importante detenerse en las leyes que rigen en el microcosmos. Hasta hace poco lo que se valoraba en un profesor, además de su capacidad para la investigación, era su magisterio docente y la publicación de libros relevantes en su área de conocimiento. Precisamente esta última tarea era decisiva para facilitar una ósmosis entre la universidad y la sociedad. El libro —y, a poder ser, el gran libro— era el instrumento básico en la vertebración de la cultura y, simultáneamente, el desafío que debía afrontar el profesor que aspiraba a la madurez intelectual. La cultura occidental moderna está jalonada por libros que son fruto de aquel reto. Como complemento de esta tarea muchos profesores trataban de comunicarse con el público más amplio posible mediante la intervención en revistas y periódicos.

No obstante, de un tiempo a esta parte, se ha producido un estrechamiento paulatino del anterior horizonte al mismo ritmo en que la universidad, como institución, ha sacralizado el paper como medio de promoción profesional. En la actualidad una gran mayoría de profesores ha descartado la escritura de libros como labor primordial para concentrarse en la producción de papers. En muchos casos esta renuncia es dolorosa pues frustra una determinada vocación creativa, a la par que investigadora, pero es la consecuencia de la propia presión institucional, puesto que el profesor deber ser evaluado, casi exclusivamente, por sus artículos supuestamente especializados. Como quiera que sea, el nuevo microcosmos en el que se encierra a la universidad traza una kafkiana red de relaciones y hegemonías notablemente opaca para una visión externa a la institución. Además de atender a sus labores docentes, los profesores universitarios emplean buena parte de su tiempo en la elaboración de papers, textos con frecuencia herméticos, destinados a denominadas “revistas de impacto”, publicaciones que tienen, por lo común, escasos lectores —siempre del propio ámbito de la especialización— aunque con un gran poder ya que son las únicas “que cuentan” en el momento de evaluar al universitario. En consecuencia, los profesores, sobre todo los jóvenes y en situación inestable, hacen cola para que sus artículos sean admitidos en publicaciones de valor desigual pero insoslayables. Se conforma así una suerte de mandarinato que rige el microcosmos. Los profesores son calificados, mediante las evaluaciones oficiales, de acuerdo con el acatamiento a aquellas normas. La ilusión o vocación de escribir obras de largo alcance —algo que requiere un ritmo lento, que a menudo abarca varios años— debe aplazarse, quizá para siempre.

Este ensimismamiento de la universidad, si merece críticas crecientes en el ámbito de las ciencias, y a las que alude Nicholas Kristof en el artículo antes citado, es directamente desastroso en el de las humanidades, puesto que erradica la figura creativa e intelectualmente abierta para imponer un perfil del profesor sometido a las servidumbres de un pequeño mundo que se presenta como “especializado” pero que, en realidad, es puramente endogámico. Lo peor es que este pequeño mundo, que alardea de rigor académico, se hace implícitamente cómplice del antiintelectualismo populista, al refugiarse en un lenguaje oscurantista y críptico. Podría confeccionarse una auténtica antología del disparate si juntáramos las exigencias burocráticas que, en el presente, rigen la vida universitaria. Entender las normas del microcosmos requiere tantas horas de estudio que apenas queda tiempo para estudiar lo demás. Comprender cómo hacer el paper servilmente correcto obliga, por lo general, a renunciar a toda creatividad y a todo riesgo.

La cultura humanista, nacida de la libertad y de la crítica, corre el peligro, en la actual universidad, de ser enclaustrada, como si volviera al recinto monástico: no a la grandeza de aquellos monasterios que conservaron el saber antiguo sino al inmovilismo dogmático de los que pretendían preservar los conocimientos mediante su reclusión. Por admirable que sea originariamente un conocimiento aprisionado es un conocimiento muerto.

Rafael Argullol es escritor.

LA LIGA ANTIIMPERIALISTA DE COSTA RICA: UNA ESCUELA DE CUADROS PARA EL PARTIDO COMUNISTA DE COSTA RICA

LA LIGA ANTIIMPERIALISTA DE COSTA RICA: UNA ESCUELA DE CUADROS PARA EL PARTIDO COMUNISTA DE COSTA RICA

Recibido el 8 de setiembre de 2009
Aceptado el 8 de octubre de 2009

Por: Dr. Daniel Kersffeld
dakersffeld@hotmail.com

Resumen
La Liga Antiimperialista de Costa Rica fue una organización revolucionaria vinculada a la Internacional Comunista, con actuación entre 1926 y mediados de la década de los ’30. Sus principales acciones estuvieron dirigidas en contra de la penetración económica estadounidense en el país y de la oligarquía local vinculada a la exportación de café y platanos. Pese a su inicial cercanía con el APRA, y los conflictos derivados de esta situación, la Liga Antiimperialista de Costa Rica se convirtió en una escuela de formación para futuros líderes del Partido Comunista como los estudiantes universitarios Manuel Mora Valverde, Ricardo Coto Conde y Jaime Cerdas Mora.
Palabras clave: Comunismo, antiimperialismo, nacionalismo, universidad, revolución.

Abstract
The Anti-Imperialist League of Costa Rica was a revolutionary organization linked to the Communist International, with political proceedings between 1926 and mid of the 30s. Their main activities were directed against U.S. economic penetration in the country and the local oligarchy linked to the export of coffee and bananas. Despite their initial proximity with APRA, and the conflicts arising from this situation, the Anti-Imperialist League of Costa Rica became a training school for future leaders of the Communist Party as college students Manuel Mora Valverde, Ricardo Coto Conde y Jaime Cerdas Mora.
Kewords: Communism, Anti-Imperialism, Nationalism, University, Revolution

En torno a los orígenes de la tradición comunista y antiimperialista costarricense

La Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) fue uno de los primeros intentos exitosos por parte de la Comintern en su intensión de crear una organización capaz de denunciar la presencia colonial o directamente el injerencismo de las potencias europeas y de los Estados Unidos, marcando al mismo tiempo un creciente sentido de filiación y de respaldo hacia la todavía joven Unión Soviética. Bajo una estrategia frentista, rubricada en el mundo de la Internacional Comunista sobre todo a partir de su V° Congreso en 1924, es que pronto la Liga Antiimperialista, como entidad periférica u organización de apoyo a los partidos comunistas, se dio a la tarea de nuclear, principalmente, a aquellos representantes de las burguesías progresistas que veían con preocupación el expansionismo colonial sobre la región y que al mismo tiempo brindaban su apoyo al proceso revolucionario ruso. Así, y en una organización que, por lo menos hasta fines de la década de 1920 evitó aparecer públicamente como demasiado roja, se agrupaban en torno a ella artistas e intelectuales y, junto a ellos, estudiantes universitarios, trabajadores urbanos y dirigentes campesinos y agraristas los que, más allá de las diferencias, mantenían en cambio un fuerte sentido de identidad y de pertenencia en común: en este sentido, su órgano continental, El Libertador, editado en México, servía en gran medida a esta finalidad.
Desde la fundación a principios de 1925 de su primer filial en la Ciudad de México, fueron varios los países en los que se instaló esta entidad, en algunos casos, favoreciendo la consolidación de un incipiente partido comunista, mientras que en otros, incidiendo directamente en su futuro establecimiento. Además de México, e incluso con relación a la importante sección estadounidense, la Liga actuó en países como Argentina, Cuba, Brasil, Uruguay, Chile, Colombia y Puerto Rico, demostrando en gran parte de los casos y sobre todo en sus primeros años de vida, una notable capacidad de iniciativa que, sin embargo, se vería menguada tanto por la complicada situación política regional, como así también por las inevitables diferencias surgidas en todo este proceso ya sea entre las Ligas y los partidos dentro de un mismo contexto local, directamente entre las propias Ligas o bien entre la LADLA y la Comintern. Luego de un declive generalizado ocurrido hacia fines de los años ’20, en los que la perspectiva cercana de una revolución provocaría la radicalización de los partidos comunistas y, de manera consecuente, la desactivación de aquellas organizaciones que justamente tenían como última misión la de recabar apoyos entre grupos burgueses y de las clases medias, la Liga Antiimperialista reaparecía bien entrada la década de los ’30, de nuevo, como una fórmula estratégica de acercamiento para la definitiva constitución de los frentes antifascistas pero con aquellos mismos sectores a los que hasta muy poco tiempo antes se había rechazado cualquier tipo de contacto.
De este modo, la historia de la LADLA, desde su fundación en 1925 hasta su desaparición, prácticamente diez años más tarde, no fue otra cosa que la del movimiento comunista en su período fundacional, en el que los primeros comunistas intentaron, con mayor o menor fortuna, la síntesis entre tradiciones e ideologías locales y regionales, con una corriente teórica, la marxista leninista, que en realidad, era comprendida más a través de la propia práctica que por medio de su sustento teórico, llevándose a cabo de este modo un doble proceso de reapropiación e, inevitablemente, también de transfiguración. En este sentido, y en esta combinación de factores tanto internos como externos, la sección costarricense de la LADLA, fundada a inicios de 1927, no dejaría de reconocerse como expresión del movimiento comunista local, revelando con ello todo un conjunto de antecedentes ideológicos y doctrinarios tendiente por igual a la constitución de una identidad políticamente definida tanto como de una estrategia práctica específica. Y este papel no fue menor en el caso particular de esta sección, ya que como se verá a lo largo de este trabajo, nos interesará plantear como ella ofició, a partir de esta articulación de saberes y prácticas, en una verdadera escuela de formación política para la primera generación de comunistas costarricenses
La filial local de la LADLA, en este sentido, surgiría como resultado de la progresiva confluencia de dos vertientes distintas aunque con inocultables puentes y articulaciones: por un lado, a partir del crecimiento progresivo aunque todavía disperso de un amplio conjunto de organizaciones vinculadas al mundo sindical y en un sentido más amplio, al de la izquierda política y partidaria, en tanto que por otro costado, a través de la conformación de diversos núcleos y círculos de intelectuales y sectores profesionales en permanente denuncia ante los abusos económicos y políticos sufridos por el país a causa del expansionismo neocolonial. Por ello, y desde una perspectiva de progresiva conformación de un ideario marxista de raigambre nacional así como también desde una estructuración institucional cada vez más representativa de los intereses de los trabajadores, campesinos y sectores nacionalistas ilustrados, es que podemos datar la historia moderna de la izquierda y del movimiento obrero costarricense a partir de un doble antecedente de suma importancia: la fundación en 1912 del Centro Germinal, un círculo de estudios propiciado por el intelectual y político Omar Dengo a partir de la prédica latinoamericanista desarrollada en toda la región por el argentino Manuel Ugarte (1), y la creación al siguiente año de la primera Confederación General de Trabajadores (2).
Sería sin embargo a partir de las repercusiones de la Revolución Rusa que las ideas marxistas comenzaron a difundirse en el país con cada vez mayor amplitud acompañando, sobre todo después de 1919, al ascenso del movimiento obrero en el contexto de la crisis por la finalización de la Primera Guerra Mundial. Su traducción en una sucesión de efímeras asociaciones daba cuenta de una inicial vocación por la organización aunque también de una cultura política todavía inestable y con evidentes fallas en su propia consolidación.

Puede considerarse como uno de los primeros efectos de este nuevo clima de ideas la creación del Partido Socialista, en 1920, por el dirigente Aniceto Montero. Por otra parte, la huelga general desarrollada en 1921 también se constituiría en un verdadero hito determinante en este proceso de lucha social, generadora a su vez de una huella histórica notable con la conquista del alza salarial. En 1923 el campo progresista y las amplias aunque todavía indefinidas fuerzas de izquierda se ensancharon con el surgimiento del Partido Reformista bajo el liderazgo del general y ex sacerdote católico Jorge Volio, encargado de promover la agitación social mediante una combinación de consignas socialistas y cristianas y cuyo declive comenzaría a producirse hacia 1926. Paralelamente, sería también hacia 1923 cuando un grupo de artesanos que había militando en el Reformismo comenzó a recibir distinto tipo de material escrito sobre marxismo y comunismo, junto con distintas publicaciones socialistas y anarquistas de España, Argentina y otros países. Este proceso de creciente activación intelectual se vería por último reforzado en el mes de abril de ese mismo año con la creación de la Federación Obrera Costarricense, en relaciones con el Partido Socialista y con el Partido Reformista, y vinculada con su par gremial de El Salvador (si bien hubo que esperar casi un lustro para que esta central obrera tuviese un papel mucho más activo en la vida política costarricense). Sería entonces sobre esta base que en 1928 se fundaría la Unión General de Trabajadores, central obrera que propiciaría más tarde la vinculación con la Liga Feminista, la formación en 1926 de la Universidad Popular y, tres años más tarde, de la Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera, en el mismo momento en que también se establecía la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales, encabezada por Joaquín García Monge y que pese a su vinculación con el APRA, guardaba también con la Liga Antiimperialista una muy cercana relación (Abarca, 2005, Calvo y Zúñiga Díaz, 6: 1980).
Prácticamente al mismo tiempo en que se conformaban estar primeras experiencias políticas y organizativas en el campo sindical y en el espectro de la izquierda, y a la par en que se profundizaba la presencia neocolonial en el país por medio de empresas y monopolios extranjeros, también se creaban los primeros agrupamientos de tendencia nacionalista y, mayormente, de carácter antiimperialista, de los que la Liga heredaría parte de su pensamiento a la vez que de su comprensión de la realidad social y política del país y de la región. Teniendo en cuenta como un primer precedente al ya citado Centro Germinal, en 1925 un grupo de profesionales y docentes de tendencia liberal y anticolonial se terminó de constituir para la creación de la Liga Cívica Juan Rafael Mora: presidida por Ricardo Moreno Cañas, formaban parte de ella, entre otros, el propio Dengo, José Victory, Alejandro Alvarado Quirós, Ricardo Fournier, Alfredo y Luis Felipe González Torre. En una tónica similar a la que luego sostendría la Liga Antiimperialista, su predecesora se ubicó en contra de la penetración del capital extranjero y de la formación de monopolios foráneos en recursos estratégicos como la tierra, la electricidad y el sector automotor, principalmente, en los tranvías como servicio público. Su principal lucha fue en realidad en contra de la United Fruit Company, especializada en el cultivo y comercialización del banano, y que actuaba en el país desde el siglo pasado con amplia libertad de movimientos y una marcada impunidad ante las leyes del país (3).
Mientras tanto, la ideología marxista viviría un proceso de creciente desenvolvimiento durante los últimos años de la década del ’20, sobre todo cuando hacia octubre de 1927 arribara a Costa Rica el comunista cubano Jorge A. Vivó, perseguido por el gobierno de Gerardo Machado y luego de una corta residencia en Nicaragua. Pese a su juventud (tenía para ese entonces apenas 23 años), Vivó contaba con una amplia experiencia militante en organizaciones estudiantiles, partidarias y sindicales de La Habana: asimismo, cabe destacar que también se había desempeñado como secretario de la Liga Antiimperialista cubana durante 1926 y como corresponsal para El Libertador, el boletín de la LADLA cuya difusión en el país también era posible gracias a los intercambios comerciales que mantenía con otra prestigiosa publicación, Repertorio Americano, dirigida desde San José por Joaquín García Monge (4).
Una vez radicado en Costa Rica, Vivó procedió a naturalizarse para evitar cualquier posibilidad de deportación. Mientras se ganaba la vida primero como corresponsal del diario La Prensa y luego como empleado en una oficina del gobierno, se dedicó también a enseñar economía política marxista en la Universidad Popular de San José y a conformar grupos de militantes comunistas en Cartago, Limón, San José y Heredia. En tanto que su presencia en el país incentivaría también el desarrollo de varias iniciativas, siendo la más trascendente aquella ocurrida en el mes de diciembre de 1927 cuando tuvo lugar la publicación de un manifiesto del autodenominado Partido Comunista limonense, dirigido al pueblo de Costa Rica, como expresión en realidad de la voluntad política de algunos cuadros latinoamericanos momentáneamente exiliados en el país (como eran los casos del español José Lavín y del guatemalteco José Portilla) y articulados a una incipiente vanguardia local (integrada a su vez por algunos activistas de creciente renombre como Gonzalo Montero Berry y Carlos Marín Obando). Asimismo, Vivó contribuyó a impulsar al movimiento revolucionario en Costa Rica gracias a su colaboración en la organización del Partido Popular, precedente directo del Partido Comunista “oficial” que, hacia fines de los años ’20, lograría un escaño en el Consejo Municipal de San José. Finalmente, su estancia en el país hasta su partida rumbo a Panamá en enero de 1928 también sería decisiva para la progresiva articulación de varias entidades sindicales y gremiales al universo de la Internacional Sindical Roja.

La presencia de Jorge A. Vivó en Costa Rica resultó, al parecer, de gran importancia ya que además de aportar su propia experiencia política en los siempre difíciles tiempos fundacionales del movimiento comunista latinoamericano, se encargó también de afianzar la estructura de la izquierda costarricense por medio de su inserción en aquellas redes política y de la izquierda ya establecidas, como eran los casos de México y Estados Unidos, o en franco proceso de constitución, fundamentalmente, en el caso cubano. En este sentido, la actividad de este cuadro cominternista fue altamente provechosa para Costa Rica, en el que la ausencia de una aguda conflictividad social, sumada a la posibilidad de que las organizaciones de izquierda, sindicales y políticas pudieran actuar con cierto margen de libertad (a diferencia de lo que palpablemente ocurría en los vecinos países centroamericanos), y a la situación de relativo aislamiento geográfico en el que se encontraba el país, había contribuido a cierto estado de orfandad por parte de la Comintern. De acuerdo con lo anterior, también es entendible que, como en su momento lo planteó Rodolfo Cerdas Cruz (1986: 352-5), haya sido el Partido Comunista Cubano (incluso más que el mexicano), el que de algún modo asumió cierto carácter “tutor” sobre las organizaciones revolucionarias que se irían creando en Costa Rica a partir de este entonces. Y no resulta casual entonces que el primer ensayo de un Partido Comunista en el país haya sido aquella agrupación efímera fundada por Vivó a fines de 1927, casi cuatro años antes de la creación del “oficial” Partido Comunista de Costa Rica, y casi ocho antes de su pleno reconocimiento como sección local por parte de la Comintern. Por último, y aunque no tenemos constancia de la participación de Vivó en la LADLA de Costa Rica, su experiencia en esta misma organización en Cuba, así como su trabajo en otras entidades periféricas y, en general, en la estrategia del PCC así lo hacen suponer.

Aciertos y errores en los primeros tiempos de la Liga local
Aparentemente, y según lo informó El Libertador (5), los primeros intentos por crear una sección de la Liga Antiimperialista en Costa Rica tuvieron lugar a mediados de 1926, cuando desde México se quiso aprovechar la presencia en el país de dos cuadros cominternistas de origen centroamericano, el abogado salvadoreño Moisés Castro y Morales, y el maestro guatemalteco Manuel Chavarría Flores. Sin embargo, y ya sin la presencia de estos dos militantes, sería recién en enero de 1927 cuando se estableciera en San José la filial local de la LADLA: como no podía ser de otra manera, su original intensión expresa era la de apoyar el combate de Augusto Sandino en contra de la presencia estadounidense en Nicaragua (Botey Sobrado, 2005: 87; Fischel Volio, 1992: 225). En este sentido, su instauración era resultado de la nueva perspectiva de la lucha antiimperialista motorizada de manera cada vez más evidente desde Centroamérica, por lo que el contexto regional para la fundación de una filial costarricense de la Liga era, por ende, altamente propicio.
Con el crecimiento de la protesta sandinista, la mirada de la sección mexicana de la LADLA y, fundamentalmente de su dirección, encarnada en el Comité Continental de Organización, comenzó a fijarse, con cada vez mayor atención, en la realidad social, económica y política centroamericana. En apoyo a este nuevo intento de construcción, la sección mexicana celebraría el 8 de diciembre de 1926 una importante concentración, el “Gran Mitin contra el Imperialismo”, organizado principalmente en solidaridad con la lucha del pueblo nicaragüense, y en el que participó una amplia y variada gama de organizaciones sociales, sindicales y políticas, junto con un conjunto de dirigentes mexicanos, venezolanos y peruanos. Por lo demás, ésta terminó convirtiéndose en la primera actividad de la Liga Antiimperialista en apoyo a Centroamérica frente el intervencionismo estadounidense, y en un punto de apoyo fundamental para el establecimiento de varias filiales en distintos estados de México, así como también para la creación al siguiente año, del Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC) de respaldo al ejército insurgente de Sandino (6). Por otra parte, también ejerció una importante influencia en todo este proceso constitutivo el Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, celebrado en Bruselas entre el 10 y el 15 de febrero de 1927 por un comité de apoyo a la Comintern, y en el que se dieron cita un total de ciento sesenta y cuatro delegados, mayormente provenientes de países coloniales y semicoloniales, en un encuentro que, indirectamente, serviría para reforzar la presencia comunista en América Latina, Asia y África, regiones crecientemente conmovidas por movimientos de liberación nacional y por un ascenso de la corriente trabajadora y socialista. Si bien en dicho congreso no hubo representación de Costa Rica, sí la hubo por parte de Cuba, Puerto Rico, Nicaragua, El Salvador y Panamá, a cargo de los cubanos Julio A. Mella y Leonardo Fernández Sánchez, el venezolano Gustavo Machado, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre y el mexicano José Vasconcelos.
Las repercusiones combinadas del “Gran Mitin contra el Imperialismo” y del Congreso Antiimperialista mundial resultaron altamente exitosas para Centroamérica y El Caribe: no resultó casual entonces la fundación de secciones en países del área como Puerto Rico, Santo Domingo (República Dominicana), Panamá y Costa Rica en los primeros meses de 1927. Por otra parte, las resoluciones anticoloniales alcanzadas en el encuentro de Bruselas sirvieron asimismo como guía ideológica para un marxismo todavía en ciernes y para el más amplio movimiento antiimperialista que comenzaba a cuajar organizacionalmente en dicha región.
Una vez instituida esta filial de la LADLA en 1927, ella fue conducida por Manuel Mora Valverde, dirigente del Partido Reformista, a quien acompañaban otros referentes estudiantiles como Jaime Cerdas, Luis Carballo y Ricardo Coto Conde. No es difícil suponer, por lo tanto, que esta sección estuvo en sus inicios integrada mayormente por clases medias e intelectuales, teniendo como principal línea de acción la solidaridad con el combate desarrollado por Sandino en Nicaragua y, consecuentemente, el rechazo a la intervención estadounidense en toda la región (Botey Sobrado, 2005: 87). Fue en este contexto, a fines de marzo de 1927, que la Liga organizó un multitudinario acto estudiantil contra la política norteamericana en Centroamérica y contra la dictadura de Juan V. Gómez en Venezuela, tomado éste como un verdadero símbolo de la dominación imperialista en la región, que contó con la participación, como oradores, de Servando Reina, Jaime C. Quesada, Jesús Vega, el maestro Marcelino Canales y Enrique Guillén.
El ascendente clamor en rechazo a la presencia norteamericana en Centroamérica sirvió también para expandir el reclamo anticolonial, nacionalista y latinoamericanista por Costa Rica, impactando éste ya no sólo entre las capas ilustradas y estudiantiles de la población sino, directamente, entre los sectores obreros y trabajadores del país. En este sentido, y bajo el auspicio de la sección local, no tardaría en formarse un “Núcleo Obrero” de la Liga Antiimperialista, dispuesto a contrarrestar aquellas críticas que únicamente la veían como una entidad pequeñoburguesa. El “Núcleo Obrero” fue finalmente comandado por Fernando C. García como Secretario General, Carlos Monge Sáenz como Secretario de Correspondencia, Alberto Cortés como Secretario de Propaganda, Luis F. Ibarra como Tesorero, José A. Zeledón como Secretario de Prensa, y Manuel Marín Obando, Enrique Guillén, Isaac Vargas Coto y Servando Reina como vocales. Por otra parte, participaron también de esta agrupación otros militantes, en mayor o menor medida vinculados al movimiento comunista en formación, como Gonzalo Montero Berry, Candelario Granados, Fernando Hernández A., Enrique Rodríguez G., José Alcázar Durán, Juan R. Pérez, Lido Bonilla P., Carlos Marín Obando, Paulino Tapia F., Juan R. Loría, Eliseo Castillo Z., Francisco Peraza E., Otoniel Fonseca G., Carlos Alfaro Durán, David Castrillo, Gilberto Bonilla P., Mercedes Duarte Alvarado, H. V. Herrera, Víctor S. Salazar, Julio R. Mendioraz, Pedro Lamicq y Alberto Quesada Q.
Pronto, sin embargo, la Liga Antiimperialista de Costa Rica iría a compartir con otras agrupaciones el escenario de la política izquierdista anticolonial que hasta ese momento la había tenido por una protagonista prácticamente excluyente. Puntualmente, y con Víctor R. Haya de la Torre presente en el país entre agosto y diciembre de 1928, fue fundada la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), la que en realidad recién se oficializaría como sección local al siguiente año (7). Es innegable la seducción generada por Haya en gran parte de la intelectualidad costarricense: en este sentido, y habiendo sido la mayor parte de sus miembros originarios de la anterior Liga Cívica, la filial aprista estuvo presidida por el periodista y ensayista Joaquín García Monge en tanto contó con una activa participación de la escritora Carmen Lyra y de otras figuras como Luisa González (ambas, antes de su llegada al comunismo en 1931), y de Gonzalo González. Como la organización mayor de la que formaba parte, esta sección local del APRA se caracterizó también por la lucha contra el imperialismo, focalizando su accionar en contra de las compañías extranjeras de origen estadounidense que operaban sobre suelo costarricense (8). Posteriormente, cumpliría también un papel destacado el militante de origen peruano Esteban Pavletich como ocasional redactor y como contacto internacional de la revista Repertorio Americano, del ya mencionado García Monge.
Pese a que luego del Congreso de Bruselas y, más aún, de la firma bajo reserva de los dos delegados apristas (el propio Haya de la Torre y su compatriota Eudocio Ravines) contra la resolución latinoamericana impulsada por sus pares comunistas, las relaciones entre la Liga y el APRA prácticamente llegaron a quebrarse, en Costa Rica todavía pudieron subsistir ciertas prácticas de colaboración entre ambas organizaciones antiimperialistas (en contra, incluso, de las directivas emanadas de la propia Comintern, exigiendo la ruptura total de relaciones entre las dos entidades). De ahí que en 1928 la LADLA constituyera en el país una filial local del Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC) con la popular escritora Carmen Lyra, todavía en las filas apristas, al frente (9). Por otra parte, Haya de la Torre encontraría aún suficiente espacio como para continuar desenvolviendo su actividad política en ámbitos ya constituidos como la Universidad Popular o en otros directamente fundados por él como el Centro de Estudios e Investigaciones Económicas (Pakkasvirta, 2000). Es probable entonces que la recepción altamente favorable brindada al joven dirigente peruano por las capas ilustradas de este país, haya refrenado a los comunistas en sus críticas y, por el contrario, los obligara a compartir espacios de lucha y de militancia con él.
La agitación pro sandinista en la región, y particularmente en Centroamérica, se fue intensificando con el tiempo. Las protestas, las manifestaciones, los mítines políticos y los encuentros culturales en apoyo a la guerrilla insurgente en Nicaragua se constituyeron en un punto de encuentro entre agrupaciones que se veían obligadas a interactuar en el mismo escenario izquierdista y latinoamericanista y, aunque por momentos tensa, la camaradería imperante entre comunistas, apristas, liberales, socialistas, nacionalistas, etc. se constituyó en un fenómeno que, con sus propios matices, fue prácticamente inédito en la historia de los países de la región y, particularmente, en Costa Rica. De este modo, fue importante en este país, sobre todo, la participación de intelectuales en apoyo a Nicaragua, principalmente, de Joaquín García Monge, quien incluso llegó a asumir la defensa internacional de la causa sandinista (10)
En todo caso, fue hacia fines de 1928 y sobre todo, en 1929, cuando en el clima social del país comenzó a percibirse de manera cada vez más elocuente el crecimiento de aquellas fuerzas de izquierda que, apenas un par de años más tarde, darían vida al Partido Comunista local. Sin duda, la visita del presidente electo Herbert Hoover a Costa Rica a fines de noviembre de 1928, mientras se encontraba en una gira de propaganda por diversos países latinoamericanos, avivó las manifestaciones y las protestas en contra de la presencia estadounidense en la región, contribuyendo con ello a la difusión del ideario latinoamericanista y anticolonialista, y propiciando al mismo tiempo el progresivo aglutinamiento de militantes y círculos de índole marxista o prosoviético. De hecho, para 1929, parte de la juventud más radicalizada y nacionalista intentó postular para las elecciones legislativas al intelectual Joaquín García Monge, director de Repertorio Americano, como cabeza de lista de la Alianza de Obreros y Campesinos en tanto que en el interior del país, en ciudades como Alajuela, se fortalecía un movimiento estudiantil de un carácter cada más firmemente antiimperialista. Pronto, a este nuevo partido se le sumaron desde grupos liberales a otros de marcada tendencia izquierdista y anticolonial, como lo eran algunos estudiantes de la Escuela de Derecho. Pero si bien la Alianza de Obreros y Campesinos no logró el mínimo de votos necesario como para asegurar la entrada de García Monge al Parlamento, por otro lado, su formación fue un hito de importancia para la posterior creación del Partido Comunista, tanto en cuanto a práctica militante como a formación intelectual y doctrinaria para la incipiente juventud rebelde y tica. Y en este sentido, y más allá de su constante prédica obrerista, su estructura multiclasista, que agrupaba por igual a trabajadores urbanos, a campesinos y a intelectuales, resultaría un modelo de construcción política en cierto modo inspirador durante los primeros pasos de la Liga Antiimperialista.
Mientras tanto, el proceso de difusión del marxismo y de organización de nuevas entidades continuaba su camino, favoreciendo el afianzamiento y la consolidación de agrupamientos y círculos entre obreros y sindicales, como así también entre estudiantes, profesionales y docentes universitarios. De particular importancia fue la actuación de aquel grupo de alumnos de la Escuela de Derecho que un par de años antes había creado la sección local de la LADLA y que ahora, en febrero de 1929, se integraba a la Asociación de Resistencia Cultural Obrera (ARCO), constituida por un círculo de obreros de tendencia más antiimperialista que marxista y que a través de ella pretendían redituar a la Universidad Popular (Molina Jiménez, 2002). Por tanto, no resultó extraño que ambas organizaciones compartieran parte del mismo núcleo dirigente, conformado por Manuel Mora Valverde, Ricardo Coto Conde, Luis Carballo y Jaime Cerdas, entre otros. Por otra parte, también el grupo ARCO iniciaría su acercamiento con el Partido Popular (anteriormente fundado por Vivó en Limón y pronto constituido en el principal centro marxista del país) además de establecer puentes con otros círculos y partidos de la región (11).
Los cambios suscitados en el escenario comunista internacional entre fines de la década de 1920 e inicios de la de 1930, en los que las iniciales fórmulas frentistas terminaron siendo abruptamente reemplazadas por los esquemas mucho más radicales y sectarios del Tercer Período, no tardaron en hacerse sentir también en la región y, particularmente, en Centroamérica. De acuerdo con esto, en ARCO resultó claramente perceptible un espíritu izquierdizante y extremista (12). A través del flamante vocero de la Asociación, el boletín Revolución, este grupo no dudaba en definirse como “bolchevique” e interesado, además, en difundir al marxismo leninismo (sin que por lo demás esta orientación les resultara del todo clara) en la sociedad costarricense, puntualmente, entre obreros, artesanos y estudiantes. Sin embargo, y prefigurando lo que en cierto modo sería constitutivo del posterior comunismo costarricense, no podían ocultar una tendencia marcada entre el deseo revolucionario y el apego a la legalidad: en este sentido, y si bien se preocupaban por difundir diversos artículos en los que se relataban los logros de la Unión Soviética, al mismo tiempo se señalaba la necesidad contradictoria de “un partido socialdemócrata, que instaurara una democracia verdadera en el país” (Cerdas Cruz, 1986: 319). Sus contactos gremiales fueron cada vez más fluidos, sobre todo con la Unión General de Trabajadores, al mismo tiempo que perseverantes en su propósito de organización entre inquilinos y trabajadores desocupados, grupos particularmente afectados por la crisis económica, y que les generaría persecuciones policiales y encontronazos con el gobierno.
Por otro lado, y a causa de la difusión errática y en parte tardía que la teoría marxista y la práctica leninista estaban desarrollando en Costa Rica (traducidas en una multiplicidad de organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles pero con la notoria ausencia de un partido comunista), las críticas de la Comintern, puntualmente las de los dirigentes de algunas estructuras de la región, no se hicieron esperar, en tanto que tampoco la Liga Antiimperialista iba a poder sustraerse a ellas. Precisamente, fue éste el caso del cubano Sandalio Junco quien, a fines de 1929 había sido elegido como el último secretario de la dirección continental de la LADLA, justo en un momento en el que sin embargo esta organización tendía a desestructurarse y fragmentarse en sus unidades nacionales como producto de las políticas represivas y disolventes llevadas adelante por los gobiernos autoritarios de la región. Con las claras excepciones de Cuba y Haití, para Junco, la Liga costarricense debía ser “forzosamente reformulada”, lo mismo que las filiales existentes en el resto de los países centroamericanos, en Santo Domingo, Colombia, Venezuela y México, debido a una clara preponderancia de los sectores pequeño burgueses y liberales en su dirección. El mandato tendiente a la proletarización de sus cuadros dirigentes no era otra cosa que un reacomodamiento de la estrategia de esta organización ahora directamente bajo el esquema del así llamado Tercer Período y de los lineamientos de Clase contra Clase, aconsejándose por lo tanto la reestructuración de esta entidad sobre una base de claros preceptos obreristas.
Pero no solamente Sandalio Junco, y la propia dirección continental de la Liga Antiimperialista de las Américas reflexionaron en torno a las fallas organizativas de la sección costarricense. También lo hizo el Buró Sudamericano de la Comintern en 1930, recomendando, no tan sólo para esta filial, sino también para aquellas otras situadas en Guatemala, El Salvador y Honduras, la participación directa de la Juventud Comunista con secciones juveniles de los sindicatos para la creación de subsecciones de la Juventud de la Liga Antiimperialista. Para ello, estos grupos debían apoyarse principalmente sobre los sectores campesino, intelectual y de la clase media, asegurándose de ese modo la dirección de aquellas federaciones juveniles que pudieran crear bajo este impulso movilizador (13). Resultaba claro de este modo, en tiempos de masacres, deportaciones, exilios y traiciones de algunos liderazgos ya tradicionales y fundacionales, la influencia creciente de los sectores juveniles tanto dentro de la estructura de los partidos comunistas de la región como así también hacia el interior de la propia Comintern (14). Por lo tanto, los cambios que finalmente se recomendaron para la filial costarricense no resultaron ajenos a este espíritu de renovación ideológica, en tanto que sus efectos pronto se hicieron sentir cuando la Liga Antiimperialista se metió de lleno en la discusión de los contratos de exportación de bananas, principal recurso económico del país, impulsando luego, junto con otros grupos, la fundación de un Partido Comunista local.

Una “nueva” Liga Antiimperialista entre el legalismo y la revolución

Ante el avance de los círculos de ultraderecha, principalmente, del Comité Fascio de Costa Rica, constituido a su vez en el centro del Comité Fascio de Centroamérica, en abril de 1931 se fundó el Comité Seccional de la Liga Antiimperialista de la Escuela de Derecho. Luego de la constitución del primer grupo, a principios de 1927, y del posterior “Núcleo Obrero”, constituía éste el tercer intento en la recreación de esta organización cominternista. Con un importante trabajo de agitación desarrollado sobre todo durante los meses de abril y mayo de dicho año, esta filial se nutriría de varios de los integrantes de la Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera, como así también de varias figuras fundacionales del posterior Partido Comunista. En este sentido, el grupo sería nuevamente conducido por Manuel Mora Valverde, al que se le sumarían otros estudiantes como Claudio Alvarado Oreamuno, Celio Remo Porras, Luis Carballo Corrales, Jaime Cerdas Mora, Manuel Zamora, Ricardo Coto Conde, Fernando Mora y el estudiante venezolano exiliado Rómulo Betancourt, quien había llegado a Costa Rica en 1929. El principal blanco de los ataques de esta sección de la Liga estuvo centrado en la figura de Raúl Gurdián Rojas, Secretario de Gobernación y Policía en 1931, quien se había ocupado de cerrar una radioemisora de la ciudad de Heredia que estaba combatiendo a las compañías eléctricas (de las que el mismo funcionario había sido su abogado), estableciendo además una política de censura contra aquellos libros de tendencias radicales que entraban al país. La denuncia terminaría por conmover a la sociedad costarricense de la época al no circunscribirse únicamente a los militantes comunistas, sino también a los intelectuales críticos al gobierno, como era el caso de García Monge. Así, los efectos de la llamada Ley Gurdián terminaron por afectar no tan sólo al universo militante de las todavía incipientes filas marxistas del país, sino más aún, a todos aquellos intelectuales progresistas y, por ende, opositores al represivo régimen de Cleto González Víquez (De la Cruz, 1983: 241-2) (15).
Fue en este difícil contexto, bajo vigilancia y detenciones policiales y en un grave cuadro social de agudización de la pobreza y del desempleo, que un grupo de militantes mayormente enrolados en ARCO contribuyeron el 6 de junio de 1931 a fundar el Partido Comunista de Costa Rica (PCCR), bajo influencia directa del Buró del Caribe, creado un año antes y con sede en Nueva York (16). Con Manuel Mora Valverde al frente como Secretario General, el flamante partido tuvo en su comisión directiva original a otros tres fundadores y responsables del funcionamiento de la Liga Antiimperialista: los estudiantes Luis Carballo Morales, Ricardo Coto Conde y Jaime Cerdas Mora, con lo cual si por un lado se quería favorecer la coordinación entre ambas organizaciones, en realidad no se hacía más que revelar la escasez de militantes capaces de asumir eficazmente puestos dirigenciales, con la complicación añadida de la falta de funcionamiento de las dos entidades si, por alguna razón y de improviso, este grupo no podía continuar desempeñando sus funciones directivas. Por otra parte, y más allá de esta fuerte presencia estudiantil en los principales lugares del partido, sus vocalías terminarían siendo mayormente ocupadas por aquellos militantes provenientes del campo obrero y artesanal, revelándose en este sentido, y a contrapelo de las directivas de la Comintern, la primacía que seguían teniendo los cuadros provenientes de las clases medias por sobre aquellos otros de extracción proletaria (17). Con un credo revolucionario y antiimperialista manifestado desde la misma introducción del Programa Mínimo (18), pronto el Partido Comunista tendría una gravitación cada vez mayor al encabezar varias manifestaciones en contra de la situación social en el país: por supuesto, esto no ocurrió sin que el gobierno comenzara a reprimir al flamante partido y a sus principales representantes obreros, incluso expulsando del país a algunos de sus dirigentes de origen extranjero. En tanto que hacia el siguiente mes de julio de 1931 dejaría de salir el periódico Revolución, de ARCO, para ahora ser reemplazado por Trabajo, editado como boletín del Partido Comunista de Costa Rica.

Junto con una labor estrictamente organizativa, el Partido Comunista de Costa Rica orientó sus primeros pasos en un sentido de reforzamiento de su base sindical original, principalmente entre los ebanistas, al tiempo que se orientaba también hacia aquellos sectores de la pequeña burguesía proletarizados a partir de la profunda crisis económica. Por otro lado, la prohibición existente para denominar a la naciente organización como “Partido Comunista de Costa Rica” frente a la próxima contienda electoral de 1931, obligó a su re nombramiento como “Bloque de Obreros y Campesinos”, fórmula impuesta por estos años por la Comintern como estrategia excluyente de toda organización partidaria afiliada a los preceptos de Moscú. Esta primera participación fue exitosa en las elecciones locales de San José, posibilitando la entrada a la legislatura de esa ciudad a dos representantes del nuevo partido, Adolfo Braña y Guillermo Fernández. Las contradicciones, sin embargo, volvían a revelarse cuando en el seno legislativo, estos dirigentes se pronunciaban por la violencia revolucionaria, por la necesidad de un gobierno puramente obrero y, consecuentemente, por su rechazo a colaborar con los gobiernos burgueses.
Por otra parte, una de las primeras iniciativas encaradas por el PCCR fue la refundación de la Universidad Popular, una de cuyas materias, “Historia de la Penetración Imperialista en América Latina”, contó también con el apoyo de la Liga Antiimperialista. Asimismo, a principios de octubre de 1931, el Partido colaboró con la fundación de la Biblioteca Lenin, radicada en la Universidad Popular, donando medio millar de libros y revistas recolectados en su mayor parte por medio de la Liga. Sin embargo, y pese a la utilización ocasional de la Liga por parte del Partido, sobre todo, en aquellas iniciativas en las que la denuncia anticolonial ocupaba un lugar de primacía, lo cierto es que la entidad antiimperialista se encontraba debilitada a causa de la adopción de la estrategia de “clase contra clase” recomendada por la Comintern, la que la hacía ver, sobre todo, como una organización con intereses primeramente pequeñoburgueses y a la que, por tanto, convenía desactivar en su actividad política concreta. Sería recién desde fines de 1932 y sobre todo, a partir de 1933, cuando la estrategia radical y sectaria comenzaba a dar las primeras muestras de agotamiento y en momentos en que el fascismo iba a convertirse en la peor amenaza para la supervivencia de la Unión Soviética y del comunismo en general, que la Liga Antiimperialista volvería a tener cierta actividad, propiciada ahora por una renovada política frentista insuflada directamente desde Moscú y mediada en este caso por el Buró del Caribe. Aunque ya no pudo volver a plantear iniciativas políticas concretas, la Liga volvió a ocupar un lugar en la escena pública a partir de la publicación de manifiestos y convocatorias.
Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el posicionamiento público frente a Augusto Sandino. En este sentido, la Liga Antiimperialista local, como instrumento de apoyo del Comintern, no dudó en plegarse al mandato originado desde Moscú y por el cual el comunismo latinoamericano justificaba la ruptura de relaciones con la guerrilla comandada por Sandino desde Nicaragua. El otrora aliado, convertido ahora en un enemigo bajo la estrategia del Tercer Período, resultó acusado por los comunistas de traición a los intereses del proletariado internacional, ya que según esta percepción, su lucha en realidad se había reducido a la expulsión de los marines norteamericanos de Nicaragua, sin que se hicieran efectivas aquellas reformas sociales y revolucionarias exigidas en su momento por las entidades de filiación marxista. Sumándose entonces al rechazo generado por la figura de Sandino, la sección costarricense de la Liga Antiimperialista emitió un documento en enero de 1933, poco antes de que se firmara el acuerdo de paz en Nicaragua, en el que se afirmaba que “los centenares de sus compañeros serían hoy millares de millares si a su consigna justa, pero limitada de ‘Fuera los yanquis’, hubiera agregado otras: ‘La tierra para el que la trabaja’, ‘El gobierno para los obreros y campesinos’, ‘No más argollas de los explotadores en alianza con el imperialismo de afuera’” (citado en Cerdás, s/a: 123).
Tiempo después, en mayo de 1933, la realización en San José del II° Congreso de la Confederación Centroamericana de Estudiantes (CIADE) se presentó como un espacio idóneo para que los jóvenes dirigentes del PCCR pudieran dar a conocer varios de sus planteos en torno a cuestiones como el imperialismo, la toma del Estado, la defensa de la Unión Soviética frente a la amenaza fascista, etc. Sin embargo, y pese a que desde la propia Comintern se comenzaba a dejar atrás las posiciones sectarias para dar lugar a futuros frentes y alianzas, también se convirtió a éste en un espacio de denuncia frente a aquellas posturas señaladas como oportunistas, pro burguesas o indulgentes frente a la hegemonía estadounidense en la región. Seguramente con la idea de reforzar su influencia en el área centroamericana y aprovechando que el Partido Comunista Mexicano se encontraba en pleno proceso de reconstrucción, la sección norteamericana de la LADLA envió a una de sus dirigentes, Dora Zucker, especialista además en el trabajo de organización de los trabajadores negros. Luego de celebrado el congreso, el cuadro norteamericano fue aprovechado para revitalizar a la Liga local por medio de su participación en mítines antiimperialistas y antifascistas desarrollados en distintos puntos de Costa Rica. Sin embargo, su expulsión del país, sumada a la detención policial y al posterior destierro de algunos dirigentes comunistas a la vuelta de una misión sindical en Limón, impidió el fortalecimiento de estos vínculos entre las organizaciones antiimperialistas costarricense y estadounidense.
Ciertamente, se trató de un duro golpe para el PCCR, el que a partir de entonces debió desarrollar sus actividades bajo una estrecha mirada policial. Pero si bien estos obstáculos no impidieron que para las siguientes elecciones de 1934 el partido obtuviera dos escaños parlamentarios, en cambio parecieron hundir todavía más la labor ya en declive de la filial de la LADLA. No resulta extraño, entonces, que la principal iniciativa anticolonial de esta época, la huelga bananera de 1934 en contra de la United Fruit Company, la haya encarado directamente el Partido Comunista y no la Liga Antiimperialista, al parecer más concentrada en la difusión de propaganda y en la solidaridad con el movimiento popular nicaragüense y salvadoreño (19). Con todo, sería ésta una de las últimas apariciones de la Liga, ya que el siguiente congreso internacional de la Comintern, el séptimo, celebrado en 1935, a la vez que reconocería el status oficial del Partido Comunista de Costa Rica como miembro pleno de la organización, certificaría la disolución de entidades como la LADLA o, eventualmente, su reconfiguración como frentes antifascistas, más a tono con los nuevos tiempos que habían comenzado a correr y teniendo en cuenta las nuevas hipótesis de conflicto que podían afectar la supervivencia de la Unión Soviética. Fue ese, entonces, el fin de esta sección local, una organización que más allá de la potencialidad que tuvo en otros países de la región, no alcanzó en este caso un nivel de actividad y participación similar, menos aún, ya durante la primera mitad de los años ’30, con el Partido Comunista en plena actividad.

Algunas consideraciones finales

En el caso costarricense, la Liga Antiimperialista pareció haber cumplido un destacado papel más allá de la propia actividad con la que fue originalmente ideada, es decir, como una entidad de denuncia y movilización frente a los atropellos del expansionismo foráneo. Particularmente, ella fue exitosa como una de las primeras organizaciones cominternistas del país, que incluso antecedió a la formación del Partido Comunista local en más de cuatro años. Por ello, no es de extrañar que la Liga se constituyera también como una especie de escuela de formación de los futuros cuadros del particular marxismo tico, tan diferente por su propia idiosincrasia política a aquellos otros surgidos en conflictivos países vecinos como Nicaragua y El Salvador. En este sentido, la Liga tuvo un papel definido en cuanto a la transmisión de conocimientos, valores y rituales propios de una cultura cominternista que apenas comenzaba a hacer pie en Costa Rica en la segunda mitad de los años ’20. Por lo mismo, parecería que en realidad el papel de esta organización se redujo más bien a esa funcionalidad, cayendo en una especie de letargo una vez que estos cuadros en formación finalmente pudieron “profesionalizarse” en 1931 con la creación del Partido Comunista local. En todo caso, la recreación de la Liga bajo tres formas distintas, ya sea con un perfil más universitario, más obrero o más partidario, nos da también la pauta de la debilidad en su estructura organizativa a punto tal de dificultar sus labores a lo largo del tiempo.
Por otra parte, y como contraparte, es llamativo que en cuanto a su labor en el campo de la lucha anticolonial, la Liga haya cumplido más bien una actividad de tipo marginal o bien de tipo limitada. Esto puede responder a varias causas, entre las que se encuentran algunas ya mencionadas a lo largo de este trabajo: una situación de relativo aislamiento geográfico; un bajo nivel de conflictividad social y política, lo que probablemente generó que a Costa Rica se le restara importancia frente a la mirada de algunos centros comunistas de la región en la intención de contribuir a la expansión de esta ideología en el área centroamericana; y, con relación a esto último, las dificultades encontradas por la Comintern para terminar de instalarse en este país, frente a la existencia de otras opciones políticas tanto o más atractivas como podían serlo las distintas expresiones del nacionalismo, el reformismo, el aprismo, etc. Finalmente, también resulta probable que la situación de cierta tolerancia encontrada por el PCCR y la relativa liberalidad de los gobiernos sucedidos durante la década del ’30, sumado esto a la temprana vocación legalista de los comunistas costarricenses (más allá de un radicalismo inicial que hoy luce, más que nada, como un dato excepcional), haya hecho innecesaria su actuación a través de entidades satélites y de apoyo, como lo era la Liga, que podían fácilmente encubrir su naturaleza roja, tal como ocurría en otros lugares de América Latina.
Por todos estos motivos mencionados, y tal como usualmente se considera al movimiento comunista local, podemos ver que también en este caso la Liga Antiimperialista de Costa Rica puede ser interpretada como un factor de excepción en medio del contexto regional en el que actuó. De este modo, y en vez de ser soporte de partidos marxistas ya establecidos, o bien un sector de apoyo para la pronta constitución de estos, tenemos en esta nación un ejemplo prácticamente inédito de una organización que, directamente, se convirtió en un ámbito de aprendizaje teórico a la que vez práctico para una buena parte de la primera generación de comunistas costarricenses.

Notas

1. Como el propio Omar Dengo lo expresaría, “el Centro Germinal fue fundado de acuerdo con un importante movimiento internacional de propaganda por la cultura del proletariado que responde, a su vez, a la inconmovible convicción filosófica que consagra la cultura en su más amplia forma, como base indispensable de toda labor emancipadora, ya sea individual o colectiva” (Gamboa, 1990: 16).
2. Si bien esta fundación reconoce algunos antecedentes de organización política de los sectores populares costarricenses desde fines del siglo XIX, cuando fueron constituidos sindicatos y entidades gremiales de panaderos y tipógrafos, de mayor influencia anarquista durante las siguientes décadas (Cerdas Cruz, 1986: 314-315).
3. La United Fruit Company se convirtió en un verdadero símbolo de la penetración neocolonial en Centroamérica y, particularmente, en Costa Rica. En este sentido, la exportación del banano, junto con la del café, para el mercado británico, terminó de situar a este país como dependiente de una economía central y en el que todos los productos de primera necesidad debían ser importados (Cerdas Cruz, 1986: 313).
4. El entramado de redes políticas e intelectuales tejidas desde México por una publicación como El Libertador fue realmente importante para su época. Basta ver para ello el listado de revistas partidarias, académicas y culturales que, junto con la mencionada Repertorio Americano, fueron puestas en contacto entre sí o afianzadas en vinculaciones previamente establecidas gracias a la publicación del boletín de la Liga Antiimperialista continental: El Boletín del Torcedor (La Habana), Justicia (Montevideo), La Internacional (Buenos Aires), Crítica (Buenos Aires), Man Set Yat Po (órgano del Kuo Min Tang de Cuba), La Chispa (Buenos Aires), Imprekor (Viena), La Protesta (Buenos Aires), Claridad (Bogotá), Renovación (Buenos Aires), Repertorio Americano (San José de Costa Rica), Revista de Oriente (Buenos Aires) y The Workers Monthly (Chicago).
5. En sus números 9-10 correspondientes a los meses de septiembre y octubre de 1926.
6. Participaron de este mitin la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras, la Liga Nacional Campesina, la Unión de Carpinteros y Similares, la Sociedad de Alumnos de la Preparatoria, la Liga de Comunidades Agrarias del Estado, etc., la sección mexicana del Kuo Min Tang y de la Acción Iberoamericana, entre muchas otras entidades, al mismo tiempo que fungieron como oradores José Allen, fundador del Partido Comunista Mexicano; el profesor José Romano Muñoz, por aquel tiempo, jefe de la sección Preparatoria de la Universidad Nacional de México y autor del Proyecto de Ley sobre la Reforma Universitaria; y, Julio A. Mella, fundador de la sección cubana de la Liga Antiimperialista de las Américas, y secretario general de su Comité Continental de Organización. Por otra parte, el comité MAFUNIC fue fundado inicialmente en la Ciudad de México, con el peruano Jacobo Hurwitz, ex dirigente aprista devenido comunista, al frente. Bajo la impronta de la LADLA y, a través suyo, de la Comintern, pronto el MAFUENIC generó otras bases de apoyo dentro de la república mexicana y, fuera de ella, en los Estados Unidos y Guatemala, además de la que aquí se menciona en Costa Rica.
7. Haya de la Torre se encontraba para ese entonces en medio de una gira política centroamericana cuyo propósito era llegar a Nicaragua, para acercarse a la lucha de Sandino y “combatir al imperialismo en sus propios dominios”. Este periplo lo llevó de Yucatán primero a Guatemala, de dónde salió deportado, y luego a El Salvador, país en el que debió pedir asilo en la embajada mexicana. Al negarse a desembarcar en Nicaragua, entonces siguió viaje a Costa Rica (Pakkasvirta: 2000).
8. Para esta época, existían filiales apristas (sobredimensionadas en la historia de la propia agrupación) en Buenos Aires y Ciudad de México, así como también en países como Bolivia, Chile, Perú, El Salvador, Guatemala, Puerto Rico, República Dominicana y Cuba. Asimismo, se habían constituido filiales en las ciudades europeas de París y Londres.
9. Como bien se ocupó de denunciar el propio Augusto Sandino en una misiva al Congreso Antiimperialista reunido en la ciudad de Frankfurt en 1929, el apoyo a su guerrilla no resultaba menor si tenemos en cuenta que, en el marco de la Unión Panamericana, el gobierno de Costa Rica, junto con los de Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua operaban como garantes del orden y del respecto a la Constitución en Centroamérica (pese, por cierto, a la constante y disruptiva influencia de la potencia del norte en esta región) (Kersffeld, 2008).
10. Se sumaron además a los distintos frentes de esta lucha otros hombres de la cultura y de las letras costarricenses como Abelardo Bonilla, Ramiro Aguilar Villenave, Ricardo Rojas Vicenzi, Carlos Salazar Gagini, Noé Solano Vargas, J. Francisco Villalobos, Justo A. Facio, Moisés Vicenzi y José Ángel Zeledón.
11. Ambos agrupamientos, ARCO y el Partido Popular, recibieron en 1929 una invitación por parte de la Internacional Sindical Roja para asistir a Montevideo, al congreso formativo de la Confederación Sindical Latinoamericana. Ante la falta de recursos, se delegó en el grupo salvadoreño la representación para dicho cónclave. Por otra parte, cabe también mencionar que ARCO no sería el único agrupamiento que se conformaría por esta época, en una línea de acción izquierdista y anticolonial, y en profunda vinculación con la Liga Antiimperialista. En este sentido, también participaron, desde un lugar más modesto, colectivos como la Asociación Acción Proletaria, con un perfil obrerista mucho más marcado y en vinculación a su vez con la Asociación de Estudiantes de Cuestiones Eléctricas, entidad fundada por Carmen Lyra (en un proceso de mayor acercamiento a la ideología comunista) y con la intención de denunciar las condiciones abusivas impuestas en el país por el trust eléctrico.
12. Este extremismo, no exento de ingenuidad, resultó palpable en el intento de secuestro en 1930 del presidente Cleto González Víquez, en una acción que en principio iba a ser coordinada con un grupo de militares y civiles de la oposición (Melgar Bao, 2007: 394).
13. Relación de documentos sobre México en el Centro Ruso (Biblioteca Manuel Orozco y Berra-Instituto Nacional de Antropología, México) Rollo N° 13/533-4-163 y 164.
14. Por lo tanto, era ésta una definitiva prueba de la capacidad de influencia ejercida por la Internacional de la Juventud Comunista, influencia que incluso ya se había expresado cuando, en 1929, al celebrarse el segundo congreso antiimperialista mundial (esta vez en la ciudad alemana de Frankfurt), se llevó a cabo paralelamente un encuentro de las juventudes revolucionarias y anticolonialistas con la intención declarada de auspiciar la conformación de estos círculos de lucha dentro de la estructura operativa de las Ligas esparcidas por todo el mundo.
15. El ministro Gurdián justificaría su controvertida propuesta al afirmar que “A causa de la tolerancia de los gobiernos que han tenido en estos asuntos, el país está invadido de literatura comunista, venenosa, perjudicial en todo sentido a la salud espiritual del pueblo y cuya importancia precisa a todo trance impedir”. Finalmente, el 6 de mayo de 1931, el Presidente y su Ministro de Gobernación acordaron el Decreto N° 394 por el cual quedó “terminantemente prohibido circular por medio del correo toda clase de publicaciones comunistas o que tengan tendencias disociadoras; o que vayan contra la seguridad del Estado y del orden público” (citado en De La Cruz, 1983: 242).
16. Si bien fue a partir de un manifiesto de 1934 que este partido se denominó como Sección de la Internacional Comunista, ésta dilató su tratamiento e incorporación hasta 1935. Hasta entonces sólo pudo desempeñarse, apenas, como una “organización simpatizante” (Cerdas Cruz: 1986: 340). De todos modos, y según la opinión de Manuel Caballero, se trató del “más grande partido de América Central y uno de los más exitosos del continente entero” (1988: 91).
17. Su Comité Ejecutivo Provisional se conformó con los siguientes nombres: Secretario General, Manuel Mora Valverde; Secretario de Actas, Luis Carballo Morales; Secretario de Correspondencia, Ricardo Coto Conde; Secretario de Finanzas, Jaime Cerdas Mora; Vocales, Efraín Jiménez Guerrero, Carlos Martín Obando, Gonzalo Montero Berry, Alfredo Valerín, José Barquero y Anselmo Soto (De la Cruz, 1983: 247-8).
18. Los párrafos introductorios del Programa Mínimo planteaban que “Costa Rica es un país de economía dependiente o semicolonial, por cuanto su industria, economía y agricultura están mediatizados por el imperialismo de los grandes países capitalistas (Estados Unidos, Inglaterra, etc.). Debido a este hecho fundamental, la implantación del programa comunista integral (abolición de la propiedad privada, socialización de los medios de producción, etc.) no se pondrá a la orden del día en el país sin haberse ya realizado la revolución social en las metrópolis de que dependemos económicamente o sin la concurrencia de factores especialísimos, que permitieran organizar la economía y la vida social del país, sobre bases totalmente comunitarias sin provocar intervenciones imperialistas” (De la Cruz, 1983: 249).
19. Rodolfo Cerdas Cruz, en La hoz y el machete, menciona incluso la indiferencia de la sección estadounidense de la Liga con respecto a la filial costarricense, cuando el venezolano Ricardo Martínez, uno de los cuadros dirigentes del Buró del Caribe, directamente dejó sin respuesta un pedido concreto efectuado por Manuel Mora (1986: 325).

Bibliografía:

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CERDAS CRUZ, Rodolfo (1986) La hoz y el machete. La Internacional Comunista, América Latina y la revolución en Centroamérica (San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia/EUNED).

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PAKKAVISTA, Jussi (2000) Víctor Raúl Haya de la Torre en Centroamérica ¿La primera y última fase del aprismo internacional? (San Salvador, El Salvador) Ponencia presentada en el V° Congreso Centroamericano de Historia.

El Salvador: el conflicto de ideas entre liberales y conservadores

El Salvador: el conflicto de ideas entre liberales y conservadores Por Roberto Pineda 28 de marzo de 2014

La memoria de la resistencia

A lo largo de nuestra historia el enfrentamiento social entre las ideas de los opresores y de los oprimidos es una vigorosa llama que se ha mantenido siempre encendida. Pero rastrear este proceso no es fácil ya que por lo general los oprimidos carecen de las condiciones y recursos para grabar sus pensamientos, visiones y experiencias.

La memoria de la resistencia es un silencio poderoso porque fluye desde las canciones de nuestras abuelas y se nutre del misterio subversivo de los ríos de la palabra y del viento rebelde de los recuerdos. Los opresores por su parte poseen esclavos que graban y dibujan la autoridad de sus miradas y de sus órdenes.

No es casual que las estelas de Copan y de Tikal nos trasmitan exclusivamente los linajes de los emperadores o de la nobleza, de los comerciantes pochtecas, pero enmudezcan sobre la vida de los labriegos y sus familias, de los macehuales. Así fue en el pasado y así es en el presente. La ideología dominante es la ideología de la clase dominante.

En el caso del Copan milenario sabemos sobre la dinastía Yax Kuk Mo (Primer Quetzal Guacamaya) que gobernó mediante 16 reyes mayas por un período de cuatro siglos. Del año 426 hasta el 822 d.n.e. Su primer gobernante y fundador fue Kinich Yax Kuk Mo (426-437). Sabemos que su último gobernante fue Yax Pasah (763-822) pero ignoramos los seguros cantos de rebelión, las danzas de guerra y los gritos de protesta de sus esclavos y siervos, porque siempre donde hay lagunas de opresión hay ríos de resistencia.

Introducción

En Cihuatan (Aguilares) Tazumal (Chalchuapa) San Andrés (Zapotitan) y Quelepa (San Miguel) existen sitios arqueológicos que nos permiten deducir la existencia de estos sectores poderosos, de la antigua oligarquía indígena, aunque desconocemos sus nombres, pero también tenemos a Joyas de Ceren (Opico) que nos descubre la vivienda de los sectores populares. La lucha de clases cruzaba por los tejados de estos lejanos senderos, penetraba en sus mercados y templos, en sus canchas de juegos de pelota, en sus humildes viviendas y lujosos palacios.

Sabemos muy poco de la resistencia indígena pipil, chorti y lenca (1524-1539) ante la invasión y conquista española. Únicamente contamos con el relato de los opresores, de los mismos conquistadores. Y es desde estos relatos sesgados, en particular del Adelantado Pedro de Alvarado y sus Cartas de Relación, que hemos tenido que intuir, adivinar, descubrir, descifrar señales de resistencia. En la palabra del amo se esconde muchas veces la voz del sirviente, sus sueños y anhelos.

También desconocemos los discursos de “evangelización” de los primeros misioneros católicos, adornados seguramente de demonios e infiernos, así como de sus sordos conflictos con los encomenderos, de los diferentes estilos del primer ejército ideológico, y sus cuatro osados regimientos, los franciscanos, dominicos, mercedarios y juaninos.

Sabemos que estos religiosos luego de terminado el periodo del enfrentamiento militar, se establecieron en las dos únicas ciudades españolas de la época: San Salvador y La Trinidad (Sonsonate) y desde allí incursionaron como misioneros “doctrineros” a los pueblos circunvecinos. Sus espadas relucientes herían con más fuerza que la de los soldados porque buscaban arrebatarnos el corazón rebelde y en alguna medida lo lograron, luego de muchos inviernos nos despojaron del idioma y lograron arrinconar a nuestros dioses en cuevas lejanas, y domesticaron a muchos de nuestros caciques, pero no pudieron destruir la semilla de la resistencia, nuestra fe en la lucha por la justicia y nuestro grito de dignidad.

Los primeros misioneros católicos en establecerse en San Salvador fueron los dominicos, que fundaron un convento en 1551, en 1574 llegaron los franciscanos y en 1594 los mercedarios. Los primeros en La Trinidad fueron los dominicos en 1570, los franciscanos en 1574 y los mercedarios en 1599.

Seguramente estos frailes españoles se dividían en partidarios de los tradicionales y crueles castigos infernales y terrenales, congruentes con el pensamiento hispánico, defensor abierto de la ideología imperial y por el otro lado, algunos simpatizantes del dulce paternalismo benefactor, expresión edulcorada de la misma ideología imperial de la Corona española.

Posteriormente, ya durante la colonia, fueron manifestándose diferencias con respecto a las relaciones con el imperio español. Ya para entonces los llamados criollos y algunos mestizos claramente se separaron de la visión dominante y asumieron los ideales progresistas de la ilustración europea. Y a partir de estas ideas encabezaron la lucha por la independencia del yugo español. Otro sector y en particular la jerarquía eclesiástica y los grandes comerciantes, representaron el pensamiento colonial conservador, reaccionario. Y fueron estas dos visiones las que se enfrentaron por definir el rumbo de nuestra historia.

Logran estos sectores de criollos y mestizos en 1821 una salida negociada al conflicto luego de diversos intentos insurreccionales por apoderarse del poder colonial. Se firma el Acta de Independencia el 15 de septiembre y se establece la patria del criollo, iluminada por las ideas de los enciclopedistas pero afincada en una sociedad de carácter feudal. El liberalismo se convierte en la ideología dominante en pugna con el pensamiento conservador clerical. Surgen en el siglo XIX dos personalidades que encarnan esta doctrina liberal y que le imprimen su propio sello.

En la primera mitad del siglo XIX el General Francisco Morazán y en la segunda el General Gerardo Barrios. El primero representa e inicia el liberalismo unionista, anticlerical, combativo. El segundo el liberalismo económico, ya más vinculado a lo que algunos llaman “El paisito.” Ambos enfrentaron la oposición encarnizada de sectores conservadores y ambos murieron fusilados. Pero sus seguidores logran imponerse en el manejo del aparato de estado poscolonial.

Pero es en la década del veinte del siglo XX cuando llegan al país nuevos paradigmas que iban a chocar espadas y dejar su huella en la historia nacional. Llegan desde la lejana Rusia las ideas del marxismo revolucionario, que se convierte rápidamente en la doctrina hegemónica del movimiento obrero y popular hasta nuestros días. Llegan incluso antes las ideas del anarquismo que se disputan al sector artesanal de la incipiente clase obrera. Llegan las ideas reformistas del movimiento obrero vinculado a la II Internacional de Ámsterdam.

Nacen las ideas también reformistas de la última fase del liberalismo encarnadas en la doctrina del Mínimum Vital y del laborismo criollo. Surge el feminismo militante con Prudencia Ayala, así como el antiimperialismo nacido de la solidaridad con Nicaragua y principalmente con Sandino. Y también florecen las ideas del autoritarismo militar que posteriormente marcarían buena parte del siglo XX.

A principios de la década del cuarenta toman fuerza las ideas del fascismo alemán e italiano en algunos sectores de las comunidades locales, originarias de estos países. A principios de los años sesenta surgen en el marco de los sectores democráticos los pensamientos democratacristiano y socialdemócrata. A mediados de los setenta en el seno de la izquierda surge el pensamiento trotskista así como en sectores rurales del occidente del país, el pensamiento indigenista. En los años ochenta nace el ecologismo. Y ya en el siglo XXI renace el pensamiento anarquista.

Identificamos catorce corrientes ideológicas en la historia de las ideas políticas en El Salvador a lo largo de dos siglos: conservatismo, liberalismo, antiimperialismo, marxismo, militarismo, anarquismo, reformismo, feminismo, fascismo, democracia cristiana, social democracia, trotskismo, indigenismo y ecologismo. A continuación hacemos un breve recorrido por estas catorce vertientes ideológicas, por sus orígenes, ideas principales, personajes representativos y su impacto en la vida nacional.

1. El conservatismo

Orígenes

La génesis del pensamiento conservador se identifica con la reacción a la Revolución Francesa y la Ilustración ( Aufklarung) por los partidarios del ancien regime. El término conservador, viene del latín conservare que significa preservar y se refiere a la corriente política que defiende el estatus quo y lucha por la preservación de las tradiciones e instituciones establecidas. En esa época defendieron la monarquía absoluta como forma insuperable de gobierno.

Se considera al anglo-irlandés Edmundo Burke como el más destacado ideólogo del pensamiento conservador por su crítica al significado universal de la Revolución Francesa. El conservadurismo es, en esencia, contrarrevolucionario, nace como reacción a la Revolución Francesa y desde esta óptica desencadena movimientos contrarrevolucionarios.

Ideas principales

Los conservadores son enemigos de los cambios políticos; en lo social defienden los valores de la familia tradicional, de la Iglesia Católica y del Nacionalismo; en lo económico se manifiestan por la implantación de políticas proteccionistas en oposición a las doctrinas del librecambismo. Son defensores de la ley y el orden y del principio de autoridad.

Tienen como fundamento filosófico la teología medieval basada en la escolástica, derivada de Tomas de Aquino, que plantea el principio que la realidad está sujeta a un plan divino y que los acontecimientos sociales y políticos forman parte de los planes de la Providencia. Para el conservador monárquico la soberanía o derecho de gobernar reside en el monarca, mientras que para los liberales en el pueblo. Entre las propuestas conservadoras estaba la de proteger al comercio, a la iglesia y a las instituciones coloniales. Eran conocidos popularmente inicialmente como los bacos y luego como los serviles e incluso ser viles.

El investigador mexicano Alfonso Noriega distingue seis rasgos básicos del pensamiento conservador:
a. El providencialismo histórico (un designio divino dirige la sociedad)
b. El prejuicio (la creencia arraigada y añeja) y la tradición sobre fórmulas utópicas
c. la convicción que toda civilización requiere de un orden jerárquico y desigual de la sociedad.
d. La condición de la libertad es el respeto a la propiedad privada que conlleva necesariamente una desigualdad material.
e. Se gobierna desde la tradición y el prejuicio de una tierra, no mediante grandes teorías universales
f. El cambio (gradual, consensuado) sobre la reforma (repentina, unilateral).

Personajes

En el marco de la lucha por la independencia surge la primera generación de partidarios del pensamiento conservador. En los debates para definir el rumbo político de la región centroamericana sobresalía el ideólogo independentista José Cecilio del Valle, director del periódico El Amigo de la Patria, que luego fue acompañado por Manuel José Arce. A nivel eclesial sobresale el arzobispo de Guatemala, Ramón Casaus y Torres.

Este último enfrentó por medio de su labor conspirativa y homilías los movimientos independentistas de 1811 y 1814 así como el esfuerzo de José Matías Delgado de erigirse en obispo de El Salvador. Casaus fue un fiel aliado del Capitán General José de Bustamante y Guerra. En 1829 fue expulsado por el General Morazán del territorio centroamericano.

Durante mediados del siglo XIX el personaje más representativo de esta tendencia política fue el guatemalteco Rafael Carrera que gobernó ese país de 1842 a 1865. Carrera inicia en 1837 la lucha armada contra el régimen unionista de Francisco Morazán, y logra en 1838 separar a Guatemala de la Federación, ese mismo año invade El Salvador pero es derrotado por las tropas morazanistas y en 1839 declara a Guatemala como nación independiente. En 1859 cede ingenuamente el territorio de Belice al Imperio Británico. En 1863 invade de nuevo a El Salvador y logra el derrocamiento del liberal General Gerardo Barrios.

Entre las principales acciones de Carrera se encuentra la de instalar ese año de 1863 en El Salvador al primer presidente conservador, el cafetalero Francisco Dueñas, que gobierna hasta 1871 y se convierte en fiel defensor de las tradiciones e instituciones religiosas y opositor de los ideales liberales unionistas, por lo que enjuicia y ejecuta al General Gerardo Barrios el 29 de agosto de 1865; además Dueñas es iniciador de una ya centenaria familia oligárquica cafetalera, hoy dedicada al negocio de bienes raíces.

El programa político de Dueñas tenía tres pilares: la defensa de los intereses y el rol dirigente de la Iglesia Católica; el mantenimiento de las instituciones y legislación colonial; y la férrea oposición a los ideales y movimientos a favor de la unión centroamericana. Indudablemente, la cultura política de las sociedades centroamericanas y en particular la salvadoreña ha estado influenciada fuertemente por este pensamiento desde las luchas por la independencia hasta el presente. En la actualidad existen algunos sectores al interior de ARENA que comparten esta visión ideológica.

2. El liberalismo

Orígenes

El liberalismo político es hijo de la Ilustración europea y sostiene la subordinación del poder religioso al civil; se plantea la búsqueda de la felicidad y esto queda plasmado en la Constitución de Estados Unidos y posteriormente en las ideas, personajes, documentos y jornadas de la Revolución Francesa de 1789. Cuestiona la sociedad estamental del aristocrático ancien regime y se posiciona como la ideología predilecta de la clase capitalista, de la naciente burguesía que proclama ante el régimen feudal: libertad, igualdad y fraternidad. En particular, la libertad de explotar a la clase obrera y oprimir a los sectores populares.

Ideas principales

El liberalismo es el predominio de la razón del mercado contra las tinieblas de las haciendas feudales. En términos estéticos surge el neoclasicismo, símbolo del renacimiento italiano. En el campo religioso, las 95 tesis de Martín Lucero desafían y quiebran a la iglesia católica institucional con sede en Roma y dan origen a las iglesias protestantes. En el terreno de la filosofía, las obras de los enciclopedistas franceses dirigidos por Voltaire, junto con las corrientes racionalistas (la razón debe prevalecer sobe el dogma) y empiristas (la experiencia debe privar sobre la creencia) inglesas.

El liberalismo proclama la libertad individual como principio y surge en el marco de la revolución industrial. Se fundamenta en la defensa de las libertades y los derechos individuales de pensamiento, conciencia y asociación. Establece la igualdad jurídica de los ciudadanos ante la ley así como la división de poderes y el predominio de la ley fundamental o constitución. Origina los derechos civiles y políticos. Es el marco filosófico en que descansa nuestro sistema jurídico y político.

La esencia del pensamiento económico liberal esta plasmado en la célebre frase de los fisiócratas franceses: laissez faire, laissez passer: la monde va de lui meme. O como lo planteaba el inglés Adam Smith, la sociedad y la economía se conducen y equilibran mediante la mano invisible del mercado. Dentro de la visión liberal los sectores indígenas eran considerados como salvajes a los cuales había que “civilizar” para integrarlos a la civilización.

Esto explica que fuera un gobierno liberal, el del morazanista Mariano Prado, el que enfrenta y derrota la heroica rebelión indígena de Anastasio Aquino en 1833. Así como que fuera otro gobierno liberal, el de Rafael Zaldívar, el que disuelve las comunidades indígenas y los ejidos municipales, para fortalecer la producción de café.

Personajes

La lucha por la independencia centroamericana originó el surgimiento de los primeros movimientos ciudadanos y sus portavoces. Entre estos sobresalen en un primer momento las figuras de José Matías Delgado, Manuel José Arce, los hermanos Nicolas, Vicente y Manuel Aguilar, Pedro Pablo Castillo y José Santiago Celis, entre otros. También estaba el Dr. Pedro Molina, director del periódico El Editor Constitucionalista, que respaldaba a la poderosa familia guatemalteca Aycinena, que pugnaba por sus propios intereses por una mayor apertura comercial. Eran conocidos popularmente al inicio como los cacos y luego como los fiebres. Muchos de ellos abrazaron las creencias de la masonería.

Esta primera generación de luchadores independentistas, partidarios de las ideas del liberalismo europeo, comprendía desde sectores de criollos moderados hasta sectores de mestizos y mulatos radicales. Los unos aspiraban a cierto nivel de autonomía en el marco de una monarquía constitucional mientras los otros a una independencia total. En la entonces Intendencia de San Salvador las notas de La Marsellesa como himno subversivo precedieron a los acordes futuros de La Internacional.

Esta primera generación liberal, en el caso salvadoreño, refleja los intereses de los añileros exportadores, apoya la liberación del comercio que estaba bajo el poder de comerciantes guatemaltecos aliados con las casas comerciales españolas; la separación entre iglesia y estado para quitarle los privilegios a los jerarcas eclesiásticos; la abolición de privilegios para los llamados peninsulares, españoles nacidos en Europa; y lucha por un régimen federal, que garantizara la autonomía de cada provincia.

Una segunda generación de luchadores liberales está encabezada por el General Francisco Morazán y su ejército unionista. Se enfrentó al líder conservador guatemalteco Rafael Carrera, que propugnaba por un estado centralizado, con Guatemala como capital y que gozaba del respaldo del Imperio Británico. El principal objetivo de Morazán, fue lograr la unidad regional, lo cual cristalizó en la República Federal de Centro América en 1823 y en la Constitución Federal en 1824.

En 1829 expulsó de Guatemala a las órdenes religiosas, en particular a los dominicos. Morazán logro mantener unida a la región durante casi diez años (1829-1839) mediante su poderoso ejército, hasta ser vencido por las intrigas e intereses de la oligarquía conservadora aliada a la jerarquía eclesiástica.

En esa época y durante todo el siglo XIX en el imaginario social predominaba el concepto de Centroamérica sobre el de países en particular, el nacionalismo no existía. Y fueron los sectores conservadores, los que en su afán de derrotar a los liberales y su idea de unión, los que iniciaron el ensamblaje de una idea de nación. Este cambio inicia en El Salvador en 1841 al constituirse como estado.

Una tercera generación de combatientes liberales esta dirigida por el General Gerardo Barrios, que gobierna el país entre 1959 y 1963. Se caracteriza por su enfrentamiento encarnizado con la iglesia (Obispo Miguel Tomas Pineda y Saldaña) no obstante que firma un Concordato con el Vaticano, y su combate contra sectores de la aristocracia conservadora. Impulsa el cultivo del café y la educación pública, y se opone a que la Universidad Nacional sea entregada a los jesuitas. Barrios y su esposa Adela tuvo como fiel base social los trabajadores artesanos capitalinos y en particular los sectores populares de los alrededores del Calvario.

Una cuarta generación inicia con el Mariscal Santiago Gonzáles en 1871 vinculado al líder guatemalteco liberal Justo Rufino Barrios y que llega al gobierno mediante el derrocamiento del líder conservador Francisco Dueñas. El presidente González expulsa tanto a los jesuitas como a los capuchinos y mantiene con firmeza la separación ente el estado y la iglesia, llegando a aprobar la secularización de los cementerios y el cese de los efectos del Concordato de 1862.

En otro momento, entre 1881 y 1882, bajo el gobierno de Rafael Zaldívar, se da la confiscación tanto de tierras comunales como ejidales con lo cual se modifica sustancialmente el paisaje económico del país, en las que se conocen como las reformas liberales. Esta generación de gobernantes liberales, se extiende hasta principios del siglo XX, pero hay una ruptura en 1932. Y es hasta principios de los años ochenta, sesenta años después, que la oligarquía decide construir su propio partido para de nuevo administrar el aparato de Estado, función que por décadas, se había delegado en las fuerzas armadas. Esta tarea le corresponde al partido ARENA. Y se enfrenta esta vez a los herederos del pensamiento marxista, al FMLN.

El partido ARENA

Y vamos a examinar el funcionamiento del partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, desde esta óptica liberal, no obstante que también comprende en su estructura ideológica, características del pensamiento conservador. Dividiremos la historia de ARENA en varios periodos.

Primer periodo que va del 30 de septiembre de 1981 al 1 de junio de 1989. La fundación de ARENA es el resultado de la unidad de diversos esfuerzos civiles y militares de la derecha política y la derecha económica encabezados por el Mayor Roberto DAubuisson. El golpe de estado del 15 de octubre de 1979 provocó la agilización de procesos de unidad tanto entre fuerzas de izquierda como de derecha.

En diciembre de 1979 la derecha se unifica y se crea el Frente Amplio Nacional, FAN. DAubuisson es capturado en Santa Tecla el 7 de mayo de 1980, junto con “El Gringo” Ricardo Valdivieso y son liberados una semana después por sus aliados al interior de la Junta de Gobierno. Se van al exilio a Guatemala y entran en contacto con el derechista MLN de Mario Sandoval Alarcón y con la Universidad Francisco Marroquín, de donde reciben instrucción y apoyo.

En marzo de 1981 a orillas del lago Atitlan comienzan a construir la idea de formar un partido político. El 2 de mayo en Guatemala, en el Hotel Cortijo Reforma ante 34 personas de 300 invitadas, se expone el programa de ARENA. El 30 de septiembre se constituye en El Salvador y el 4 de diciembre se inscribe legalmente. En febrero de 1982 ARENA participa en las elecciones legislativas y queda en segundo lugar, abajo del PDC, pero logra mediante alianzas que DAubuisson asuma la presidencia de la Asamblea Legislativa que es Constituyente y él entonces coordina las labores para la nueva Constitución de la Republica, que es aprobada en 1983. El 8 de agosto ARENA firma lo que se conoce como el Pacto de Apaneca. El Mayor como era conocido, luego compite por la presidencia en 1984 con el demócrata cristiano José Napoleón Duarte y pierde, alegando fraude. DAubuisson fallece el 20 de febrero de 1992.

Segundo periodo. La presidencia de Alfredo Cristiani (1989-1994). Cristiani, originalmente de AD, asume desde la presidencia el desafío de aceptar y promover una solución política al conflicto armado por medio de los Acuerdos de Paz de enero de 1992. A la vez impulsa un proceso de contrarreformas que permiten la reprivatización del sistema bancario, y del comercio exterior.

Tercer Periodo. La presidencia de Armando Calderón Sol (1994-1999) Calderón Sol, nieto del famoso militar genocida de 1932, General Tomás Calderón, continua el proceso de privatización iniciado por Cristiani. Cuarto periodo. La presidencia de Francisco Flores (1999-2004) Durante la presidencia de Flores ocurre la dolarización así como el TLC con Estados Unidos.

Quinto periodo. La presidencia de Antonio Saca (2004-2009). Saca lograr derrotar al líder histórico del FMLN, Schafik Handal, y en su gobierno inicia programas sociales de corte populista. Sexto periodo. La oposición a Mauricio Funes. El candidato de ARENA, Rodrigo Avila compite contra el candidato del FMLN, Mauricio Funes y es derrotado. En octubre de 2009 doce diputados abandonan la fracción de ARENA y crean el partido GANA. En diciembre de 2009 el expresidente Antonio Saca es expulsado de ARENA.

Séptimo periodo. La oposición a Salvador Sánchez Ceren. Norman Quijano compite contra el candidato del FMLN, Salvador Sánchez Ceren y es derrotado. No aceptan la derrota y salen a la calle en marchas y se preparan para las elecciones municipales y legislativas de marzo de 2015. La decisión del segundo gobierno de Obama de reconocer la victoria del FMLN los obliga a también reconocer la victoria de Sánchez Ceren y presentarse como una “oposición seria” y prepararse para la revancha en las elecciones legislativas y municipales de 2015.

Un 8 de diciembre de 1941: La locura bestial (2)

Un 8 de diciembre de 1941: La locura bestial

Carlos Cañas Dinarte / Segunda parte

Diario El Mundo

Hace 70 años, el imperio japonés lanzó un contundente ataque aeronaval contra la base estadounidense de Pearl Harbor, en Hawaii. Más de 2,400 norteamericanos murieron en el ataque. Al día siguiente, El Salvador entraría en la II Guerra Mundial del lado de Estados Unidos y el resto de aliados contra las potencias del Eje.

Para cuando las primeras bombas y metrallas de la Lutwaffe (fuerza aérea alemana) hicieron blanco en las fábricas portuarias de Polonia, en aquella madrugada funesta del primer día de septiembre de 1939, El Salvador ya había empezado a avizorar la inminencia de un nuevo conflicto bélico mundial.

A fines de agosto de 1939, Hitler ordenó la reconcentración inmediata de todas las naves civiles y militares de bandera alemana. Un barco de pasajeros que se encontraba atracado en el puerto de La Libertad abandonó allí a su carga humana: más de 40 personas tuvieron que ser alojadas, protegidas y repatriadas por el régimen martinista.

Algo grande se avecinaba en el mundo y, después de ello, el planeta jamás volvería a ser el de antes. Mientras tanto, el presidente Martínez se apuntaba un tanto más a favor de su política expectante cuando, el 25 de junio de 1940, emitía el acuerdo ejecutivo que prohibía la permanencia en puertos y aguas territoriales de El Salvador de cualquier nave o tripulación de las “naciones beligerantes”.

La nueva gran guerra, esa “locura bestial” como la denominara el sabio renacentista Leonardo Da Vinci, estaba en marcha y las páginas de los principales periódicos salvadoreños le daban amplia cobertura, de datos locales, sometidos a la severa censura policial de los esbirros del general Hernández Martínez. De vez en cuando, alguna nota relacionaba al país con los sucesos mundiales, como cuando se alertaba a los residentes en la zona costera acerca de la posible presencia de submarinos alemanes “U”, manifiestos luego en el hundimiento de varios barcos mercantes en Puerto Limón (Costa Rica), Mar Caribe y Océano Atlántico, hechos en los que perdería la vida una decena de marinos salvadoreños.

Entre junio y julio de 1940, las notas periodísticas llamaban la atención sobre la suerte del doctor José Gustavo Guerrero, abogado nacional de proyección mundial que entonces fungía como magistrado presidente del Tribunal Internacional de La Haya (Holanda). Pero aquel soñador del fin de todas las guerras, aquel creyente en el arbitraje y en el Derecho Internacional estaba a salvo en Suiza, adonde llegó el 16 de julio de 1940, a bordo de un tren especial cedido por los nazis y en compañía de todo el personal del tribunal a su cargo.

Pocos meses más tarde, en noviembre de 1940, Richard von Heynitz, encargado de negocios de Alemania en el país, es encontrado muerto por su propia mano en su despacho. El crimen, cometido en un país con una alta tasa de población de origen germánico e italiano, nunca fue aclarado. Para ese momento, la Alemania nazi, con su aviación, sus divisiones Panzer (artillería motorizada), su marina y su infantería habían doblegado militarmente a muchos pueblos europeos y africanos, por lo que ya amenazaban la seguridad de los expectantes Gran Bretaña y Estados Unidos.

Entre sus garras de águila vencedora, los miembros de la Gestapo (policía judicial alemana) también habían tenido ocasión de detener e interrogar a algunos salvadoreños, como fue el caso de los hermanos Salvador y Paulino Cañas, intérpretes de la marimba “Azul y Blanco”, que se encontraban de gira europea. A otros, como a los hermanos Michel Martínez, Armando Torres, los hermanos Aguilar Trigueros, José Rodríguez, Rafael, Odette y Rubén Calderón h., Andrés Cañas y al resto de marimbistas de la “Atlacatl” los habían remitido a campos de concentración.

Para darle una mayor atención mediática a la guerra desde el ámbito nacional, el poeta y periodista Serafín Quiteño fundó el semanario capitalino El mundo libre, aparecido en marzo de 1941, en cuya plana de redacción incorporó al poeta y periodista sonsonateco Alfonso Morales Morales (1919-2004) y a los intelectuales hondureños Julio Connor y Medardo Mejía. En mayo de 1941, con la salida de Quiteño de la jefatura editorial, Morales Morales asumió el cargo y, a partir de ese momento, mantuvo a Connor y Mejía en sus empleos, contrató como corredactor al salvadoreño Alirio García Flamenco. Bajo su estímulo directo, el 20 de mayo de 1942, en el local de ese periódico surgiría el capítulo salvadoreño del Congreso Centroamericano de Intelectuales Antitotalitarios, en el que militaron Matilde Elena López, Claudia Lars, Pilar Bolaños, Alberto Quinteros h., Luis “Tito” Mejía Vides, el Dr. Salvador Ricardo Merlos, José Anastasio Miranda, Jacinto Castellanos Rivas, Alirio García Flamenco, Julio Connor, Víctor Manuel Alemán, Juan Francisco Ulloa, José Quetglas y otros hombres y mujeres más.

La guerra comenzaba a tener entonces un matiz de horror más cercano. Y fue entonces cuando se comenzó a escuchar en varios puntos de América Latina acerca de la “humanización del conflicto”. Mientras esto no llegara, las legaciones o representaciones diplomáticas centroamericanas y el Comité Internacional de la Cruz Roja abogaban por los prisioneros de guerra y procuraban su liberación y repatriación, vía Lisboa y Nueva York.

De Polonia a París, de Dunkerque a Moscú, de Normandía a Tokio, las noticias y fotografías de todos sucesos bélicos estremecían a la población salvadoreña y hacían ver que, pese a todo, la guerra tenía entonces un lado ganador. Al menos, así aparecía en las lecturas personales del péndulo martinista.

¡Extra, extra, estamos en guerra!

Pero aquel 8 de diciembre de 1941 todo cambió. El péndulo osciló de forma violenta. A las 12: 55 de la tarde, Hernández Martínez dio su discurso ante la Asamblea Nacional Legislativa, en el Palacio Nacional. Con sus palabras, el mandatario instó a los diputados a que le declararan la guerra al imperio japonés, lo cual quedó consignado en el decreto legislativo número 90, a la vez que decretaban el estado de sitio en todo el territorio nacional, con las consecuentes alteraciones a las garantías ciudadanas consignadas en la Carta Magna vigente desde 1886 y con reformas hechas durante ese gobierno.

Esas declaratorias las solicitó el presidente salvadoreño en concordancia con los designios de la Carta del Atlántico y la Declaración de las Naciones Aliadas, encabezadas por el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill, documentos de intenciones globales emitidos el 14 de agosto de 1941y el 1 de enero de 1942.

La guerra ya no era un asunto del Eje contra Inglaterra y Estados Unidos. Ahora era una verdadera contienda mundial. Por ello, la población de San Salvador salió a marchar a las calles el día 10, en solidaridad con el pueblo de los Estados Unidos. Roosevelt comenzaba a ser mostrado y visto como un héroe de la Libertad global, cuyo nombre quedaría perpetuado en una calzada principal de la capital salvadoreña.

Quizá sin adivinar los alcances de su adhesión a los principios libertarios de la Carta del Atlántico, Hernández Martínez aceptaba el principio de que “todos los pueblos han de tener el derecho de elegir al régimen de gobierno bajo el cual han de vivir; y que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados de ellos por la fuerza.”

Ante dichos principios, las personas y grupos que constituían la oposición antimartinista, acallados a fuerza de sangre, fuego y exilio, vieron llegar hasta ellos una bocanada de aire nuevo, un aliento político que recorría el mundo. Había que reorganizarse y comenzar a luchar de nuevo, porque las tiranías y dictaduras latinoamericanas debían caer y desaparecer.

Mientras tanto, el péndulo permanecía inmóvil, ajeno a estas acciones de la sociedad salvadoreña, dentro y fuera del país.

Sobre la historia del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos

Sobre la historia del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos

Nidia Díaz: La creación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos debe contextualizarse en un período dictatorial de represión, de violación de las libertades y los derechos políticos, y de surgimiento del movimiento guerrillero salvadoreño, que abarca desde 1969 hasta 1975. Fue un período de construcción de las fuerzas revolucionarias político‑militares, que también se caracterizó por la dispersión ideológica, política y organizativa, luego que en 1969 se produce la ruptura del Partido Comunista de El Salvador que da origen a las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí y, casi simultáneamente, aparece que se conoció como «El Grupo», que fue prácticamente el germen del Ejército Revolucionario del Pueblo‑Resistencia Nacional, formado por jóvenes que venían de las filas comunistas, en particular, por jóvenes que habíamos trabajado en sectores cristianos y estudiantiles.

Somos producto del legado histórico de nuestros libertadores, de la influencia de la conciencia revolucionaria de otros pueblos y también de nuestro propio proceso de lucha. Recordemos que Francisco Morazán crea la República Federal de Centroamérica en 1824 y que Farabundo Martí funda el Partido Comunista Centroamericano en 1925. Recordemos, además, que en 1930 surgen las primeras células revolucionarias en el país, al fundarse el Partido Comunista de El Salvador, también liderado por Farabundo Martí, nuestro conductor ideológico, cuyos valores y principios nos llevaron adoptar su nombre para nuestro partido, Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el desarrollo el centroamericanismo. Esos años de lucha del PCS fueron la antesala de nuestra conciencia revolucionaria. Es preciso reconocer su papel en la historia

La vertiente de la que surge El Grupo es expresión de los primeros esfuerzos unitarios del movimiento político‑militar salvadoreño, aunque en el momento inicial la relación entre ellos fuese federativa, es decir, que estaba formada por varios núcleos y sus respectivas redes de células. Entre los fundadores de esta vertiente se encontraban Cáceres Prendes, Leonel Lemus Arévalo, Eduardo Sancho, Francisco Jovel, Adán Díaz Salazar, Eduardo Rico y Chino Cibrián. El Grupo se descoordinada a raíz de acciones fallidas y de un accidente explosivo. Una vez superados esos problemas, esta articulación entre núcleos guerrilleros se transforma en el Ejército Revolucionario del Pueblo y la Resistencia Nacional (ERP‑RN). En este momento, a los núcleos iniciales se suman otros dirigentes como Rafael Arce Zablah, Virginia Peña, Francisco Montes, Alfonso Hernández, Humberto Mendoza y Joaquín Morales Chávez. La mayoría de los compañeros que dirigían este esfuerzo opinaban que el fusil era lo determinante para el desarrollo de la lucha en El Salvador, es decir que la lucha armada estaba por encima de la lucha política, lo cual generó una polémica porque la Resistencia Nacional era el conducto de la lucha política con el pueblo, era un destacamento de cuadros políticos que discrepan del enfoque militarista.

El ERP se da a conocer mediante una acción de propaganda armada realizada el 2 de marzo de 1972, consistente en la recuperación de fusiles. Esa operación se iba a realizar en dos lugares: uno iba a ser en el Hospital Rosales y el otro en el de Maternidad. La operación exitosa fue la del Hospital Rosales, donde se dejaron escritas las siglas ERP. Ese día se conmemora la aparición pública de esa organización pero en realidad el proceso de formación de los primeros grupos guerrilleros ocurre entre 1969 y 1972. Por ejemplo, estaba el grupo de Francisco Jovel, integrado también por Alfonso Hernández y Francisco Montes. Este último fue quien me reclutó a mí en el año 1971, con el planteamiento de que la estrategia era político-militar y que los tipos de lucha debían de ser político, militar e ideológico, todos articulados entre sí, con una visión de acumulación de las fuerzas del pueblo, en un gran ejército político de masas que iba a ser el agua donde iba a nadar el pez, que era nuestro ejército, dentro del cual había que construir un partido.

Como el ERP, en su estrategia y su táctica revolucionarias, combinaba todos los tipos y formas de luchas, cuidamos urnas de la Unión Nacional Opositora en las elecciones de febrero de 1972, en representación de la Unión Democrática Nacional. Yo fui secretaria de una Junta Electoral y sufrí en carne propia que la dictadura militar me golpeara y que me quitaran la urna. En esas elecciones hubo un gran fraude electoral, que impuso en la presidencia al coronel Arturo Armando Molina, quien un mes después intervino la Universidad Nacional de El Salvador y eso provocó que otra oleada de revolucionarios ingresara a la guerrilla. En esos momentos yo estaba dedicada a las actividades político-ideológicas, a la formación militar de los compañeros que ingresaban a la organización y a los vínculos con sectores sociales, pero nuestros colectivos eran aun dirigidos por la estructura militar.

En el ERP se desata una lucha ideológica y política en contra de la línea militarista que culminó en 1973 con el fraccionamiento de esa organización. Esta lucha fue principalmente sobre dos puntos: primero, nuestra insistencia en que se debía construir un Partido de la Revolución, marxista‑leninista; segundo, que nosotros defendíamos que había que combinar todas las formas de lucha, pero que la lucha política es la que rige el resto de luchas, es decir, que el fusil se somete a la política y no al revés, porque para nosotros la lucha armada era la continuidad de la lucha política.

La ruptura la desencadena la evaluación de los resultados de una acción militar contrala Guardia Nacionalrealizada en Cuscatancingo en una zona en la cual se estaba construyendo una organización social. Aquella acción, decidida por la dirección del ERP, desató una represión que afectó a los habitantes del lugar, quienes estaban trabajando en la formación del frente de masas de la propia organización. El rechazo de la dirección del ERP a aceptar que la lucha político‑social también contara con un espacio propio dentro de la organización es lo que provoca nuestra separación y la de otros tres núcleos con sus respectivas redes de células. En mi célula participaban Luis Adalberto Díaz, Mercedes Turcios y Carlos Asencio. Entre los liderazgos de esos otros núcleos resaltaban Fabio Castillo, Manuel Federico Castillo, Roberto Galeano y Alicia de Galeano.

Después de ese esfuerzo unitario fallido, entre 1973 y 1974, nos dedicamos a construir la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT). Ese último año hicimos actividades de recuperación de fondos, reestructuramos nuestros colectivos y emprendimos, junto a la Resistencia Nacional, el proyecto de crear un frente revolucionario de las masas, en este caso el Frente de Acción Popular Unificado (FAPU), con dirigentes de los sectores magisterial, campesino y religioso, entre los se destacaban Mario López, José Acosta, Margarita Villafranco y los padres Alas. La influencia de la Educación Popular de Paulo Freire y de la Teología de la Liberación es lo que explica, entre otros aspectos, el surgimiento de muchos núcleos guerrilleros en Suchitoto y San Vicente, donde sectores de la población, en particular, los campesinos, adquieren conciencia y adoptan la decisión de organizarse, no solo para luchar por su sector, sino también por la liberación nacional. Este es un momento en el que se dan las condiciones sociales, políticas y sicológicas para el encuentro de un amplio sector campesino con las organizaciones guerrilleras marxistas-leninistas.

En los años 1974-1975 se da otra lucha ideológica en el seno de la ORT, sobre si, desde el inicio, el carácter de nuestra lucha seria regional, es decir centroamericanista, o si seria nacional. La mayoría estábamos convencidos de que debía ser regional, de que no podría crearse una situación revolucionaria en un solo país, aisladamente. Pensábamos que era necesario tener en cuenta, por un lado, el apoyo solidario de los países vecinos y, por el otro lado, trabajar en la construcción de una retaguardia en ellos una retaguardia de la lucha revolucionaria. Partíamos que los pueblos centroamericanos teníamos un enemigo común, el imperialismo norteamericano, y de que el desarrollo económico y social, se lograría si nos uníamos. Ese era el sueño de Francisco Morazán y de Farabundo Martí, quien fue a pelear a Nicaragua con Augusto C. Sandino. Todo eso es válido, pero, además, nosotros teníamos la visión de que la formación económico‑social también era casi igual en toda la región, lo cual la vida nos demostró que era un error, pues el origen y desarrollo del capitalismo es desigual. Con ello se relaciona otro error en que incurrimos: no tener en cuenta el desarrollo desigual de la lucha de clases. No obstante, en aquel momento prevaleció ese enfoque y la mayoría de nosotros dijimos: Bueno, vamos a consolidar desde un principio una organización centroamericana que, aunque tenga diferencias en cuanto a profundización de la lucha, vamos a tener que impulsar todos estos factores, de propaganda, de organización regional, para que sea exitosa la lucha en donde esté el eslabón más débil, y decidimos crear un partido centroamericano. Hubo otro sector de la ORT, que, por cierto, se quedó con el nombre, que se alió con la Resistencia Nacional y se fundió con ella. Eso fue a principios de 1975.

La ruptura entre el sector de la ORT que se fundiría con la RN y el que funda el PRTC se expresa, durante todo 1975, en la construcción de las fuerzas sociales, de las fuerzas populares. En una asamblea celebrada en abril de 1975, se da una discusión sobre si el FAPU iba a ser un frente de una tendencia o de varias tendencias, es decir, si iba a ser un frente de solo de la RN o si también iba a participar el núcleo que iba a formar el PRTC, pero como el sector de la ORT que rompió con nosotros se fundió con la RN, ya nosotros no cabíamos ahí. Entonces, quienes estábamos en proceso de fundar el PRTC tomamos la decisión de no participar en el FAPU y nos fuimos, con todos los vínculos que teníamos en el movimiento popular, a construir la Liga para la Liberación, que se funda en mayo de 1975 como una organización multisectorial de obreros, campesinos, estudiantes y maestros.

El planteamiento estratégico y político de la Liga era muy interesante porque era una organización que combinaba todas las formas de lucha, que se estaba construyendo en esa etapa de la dictadura y que también formaba parte de la lucha por la liberación, a tal punto fue que entramos en contacto con un grupo de sacerdotes jesuitas que luego ingresaron a las FPL. Se incorporaron a las FPL porque en el seno de nosotros se dio una discusión sobre la relación entre marxismo y cristianismo, en la cual prevaleció la idea de que no eran compatibles. Esa no era la posición de quienes veníamos del sector cristiano, de las filas de la Teología de la Liberación, y que habíamos asumido también el marxismo, pero predominó otro criterio. Así es como los compañeros jesuitas entran en las FPL y forman una organización revolucionaria de estudiantes en la Universidad Centroamericana.

Durante 1975 nos desplazamos por todo Centroamérica para organizar el congreso de fundación del PRTC. Primero hubo plenarias locales por zona. La zona 0 era México; la zona 1, Belice; la zona 2, Guatemala; la zona 3, El Salvador; la zona 4, Honduras; la zona 5, Nicaragua; la zona 6, Costa Rica; la zona 7, Panamá; y la zona 0.1, los Estados Unidos. Esa fue nuestra estructura. Cada zona tenía una pequeña dirección. Donde más desarrollo organizativo había era en El Salvador, Honduras y Costa Rica. En Nicaragua no logramos formar un colectivo de dirección. Eso es lógico porque el Frente Sandinista de Liberación Nacional tenía un gran desarrollo y no veíamos forma alguna de hacer un planteamiento alternativo. En El Salvador, formamos la dirección de la zona en 1975. El encargado era Mario López, quien llamábamos comandante Venancio Salvatierra. En esa zona estaba también Francisco Jovel, pero él se movía más en toda la región y estaba más ligado a Costa Rica.

La plenaria del congreso de fundación del PRTC se desarrolla en Costa Rica entre noviembre de 1975 y enero de 1976. Allí definimos la estrategia y la táctica, aprobamos los Estatutos, elegimos los organismos de dirección regional y ratificamos los organismos de dirección local, nacional. Elegimos como secretario general a Fabio Castillo y como comisario organizativo a Francisco Jovel. Ratificamos a Mario López como encargado de la zona de El Salvador y a Manuel Federico Castillo como responsable de la Liga para la Liberación. Yo quede como miembro de la Dirección Nacional de El Salvador y a cargo del sector campesino.

El nombre del partido fue ampliamente debatido. Algunos pensábamos que Partido de los Trabajadores Centroamericanos era suficiente para dejar establecido el carácter de la lucha y la identidad con los trabajadores pero en la votación triunfó la propuesta de llamarlo Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos. Por el carácter centroamericano de nuestra lucha y por el nombre del partido, hubo personas que creyeron que éramos trotskistas. Nosotros éramos marxistas‑leninistas y estábamos pensando en que el nombre del partido se asemejara al de Viet Nam, que era Partido de los Trabajadores de Viet Nam.

En marzo de 1979 celebramos nuestro segundo congreso, en forma muy clandestina, en Tegucigalpa. Ahí se eligió, al hondureño, José María Reyes Mata como secretario general del PRTC. Allí evaluamos autocríticamente que la formación económico-social de Centroamérica no era idéntica y que no podía haber una sola táctica para todos los países. Comprendimos que el desarrollo de la lucha de clases y el desarrollo del proceso revolucionario era diferente en cada país. La pretendida uniformidad regional se había convertido en un obstáculo para nosotros en El Salvador, donde la lucha era más aguda, pero para realizar una acción armada o de propaganda armada en El Salvador, la decisión había que tomarla en Costa Rica. Había compañeros como Reyes Mata, quien fue nombrado Comisario Militar en 1975, que tenían ideas espectaculares. Por ejemplo, montamos varios operativos de recuperación en los que se capturaba a alguien en un país y se liberaba en otro, para que la propaganda armada fuera simultánea. La idea era que el día que aparecieran las letras del PRTC en El Salvador, también tenían aparecer en los demás países. Pero, el desarrollo organizativo era desigual y también lo eran la capacitación y la preparación de la guerrilla. En El Salvador estábamos enfrentados a la lucha diaria y no podíamos esperar por los otros. Eso nos fue creando una situación muy engorrosa porque nos acusaban de irrespetar las líneas, pero tampoco podíamos quedarnos cruzados de brazos. Eso se resolvió dándonos independencia táctica por acuerdo del congreso, sabiendo diferenciar que había elementos comunes en una estrategia para enfrentar el imperio, pero que debíamos construir estrategias locales y tener independencia táctica.

El pensamiento contemporaneo

INTRODUCCIÓN
Podemos decir que el pensamiento contemporáneo, se inicia a partir de 1979 con la publicación de La condition Postmoderne de Jean Francois Lyotard (1984) por la editorial Gallimard, a resultas de una iniciativa de la UNESCO para estudiar las tendencias contemporáneas que ejercerían las nuevas tecnologías y que dominarían el escenario de un modo total a partir de la caída del Muro de Berlín, en 1989. Sin embargo, la heterogeneidad de su composición abrirá paso a la configuración de dos corrientes fuertes dentro del postmodernismo, ya sólo inercial e imprecisamente, por arrastre del paradigma anterior, denominables “izquierda” y “derecha”.

Los posmodernos de “izquierda” o “decontruccionistas” — desde Jacques Derrida (1989) hasta Peter Sloterdijk (2003), pasando por Judith Butler (2001), Toni Negri (2000) y Stuart Hall (2003) — empezaron a ganar prestigio, poder y fortuna en universidades y centros de investigaciones, así como en Organizaciones no Gubernamentales (ONG’s) y movimientos sociales de los países del Norte; y los de “derecha” o neoliberal que, con Francis Fukuyama (1992), Alvin Toffler (1990), Samuel Huntington (1997), John Negroponte (1995) y otros, ganaron la mente y el espíritu de funcionarios públicos en los nuevos Estados triunfantes, que acogieron políticas públicas de mercado abierto, democracia representativa y fascinación por las nuevas tecnologías.

Un subconjunto de estas corrientes, incluso, está enfrascado en un debate entre libertarios con John Rawls (1998) y su teoría distributiva de la justicia, Alasdair Macintyre (1987) desde la visión comunitarista y Amitai Etzioni (1999) con su teoría del bien común aristotélico, que recuerdan las viejas discusiones entre las variedades marxistas (véase por ejemplo, Kolakowski, 1980). El precio de los vencedores, una vez más, lo pagan dividiéndose a sí mismos, como un homenaje irónico a los que vienen de derrotar.

Todas las corrientes de pensamiento contemporáneo se pueden presentar en cuatro grandes conjuntos, cada uno de ellos con fuertes relaciones, de continuidad y ruptura simultánea, con el siguiente y con una serie de variedades y subconjuntos internos que también se cruzan e hipertextualizan. Algunas de estas corrientes alentaron a las otras y estas mismas reactuaron sobre las primeras, a veces confundiéndose y otras amalgamándose. Algunas de ellas, incluso, se consideran cerradas y como el final del camino.

La complejidad y profundidad del tema, reclama la presentación de este trabajo en siete capítulos, con cuatro paradigmas (ver Cuadro No. 1), procurando reflejarse en cada una de ellos, un mapa con sus variedades y subconjuntos del modo más sencillo posible y un listado de bibliografía lo más accesible posible en nuestro idioma..

El recorrido por el pensamiento contemporáneo condensado en este libro, constituye la cita idónea para actualizar a lectores, con un nivel académico superior y medio, sobre las corrientes actuales que, pocos de nuestros académicos e investigadores utilizan y sólo algunos conocen con gran dominio. Las cuatro grandes corrientes teóricas son: postmodernismos, postcolonialismo, teorías dinámicas no lineales y teorías holísticas (ver abajo, Cuadro No. 1).
Cuadro No. 1 MAPA DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO

CAPITULO AUTOR OBRAS
MAS
REPRESENTATIVAS VARIEDADES CONCEPTO HEURISTICO
I.

P
O
S
T
M
O
D
E
R
N
I
S
M
O
S J.Lyotard 

J.Derrida 

F. Fukuyama 

S. Huntington 

R. Putnam 

J. Butler 

T. Negri 

P. Sloterdijk 

N. G. Canclini  “La Condición Postmoderna”

“Escritura y Diferencia”

“El fin de la Historia”

“Choque de civilizaciones”

“Declive del Capital Social”

“Género en Disputa”

“Imperio”

“Crítica de la razón cínica”

“Culturas Híbridas” Clásico

Neoliberalismo

Geo – culturalismo

Neo -institucionalismo

Teorías Queer

Marxismo Abierto

Cinismo ilustrado

Estudios Culturales,
Culturas Híbridas
Metarrelato

Diferencia
Deconstrucción

Mercado

Geocultura

Capital social

Performance

Multitud

Cinismo

Media
Hybris
II.

POS
C
O
L
O
N
I
A
L Edward Said 

Gayatri Spivak 

Homi Bahba 

W. Mignolo 
“Orientalismo”,

“¿Pueden hablar los Subalternos?”

“El lugar de la Cultura”

“Posoccidentalismo: el argumento desde América Latina” Estudios Subalternos

Post -occidentalismo
Poder Narrativo

Construcción del Otro

Imaginarios

Colonialidad

III.

C
A
O
S
Ilya Prigogine 

Benoit Mandel – Broot 

Briggs y Peat 

Edgard Morin  “El Fin de la Certidumbre”

“Geometria Fractal”

“Espejo y Reflejo”

“Introducción a la Teoría de la complejidad” Caos determinista

Caología

Teoria de la Complejidad Disipación

Fractal

Autopoiesis

Holograma
IV.

HOLIS
TICA Ken Wilber 

Jiddu
Krishnamurti  “Breve Historia de las Cosas”.

“Teoría sobre Todo”.

“Usted es el Mundo” Pensamiento de segundo grado

Anti- pensamiento Meme,
Holon, Holoarquías,
Cuadrante
No dual (advaita)

Aclaro, que mi papel en el recorrido de los cuatro episodios teóricos será más indicativo que ejecutivo; consejero más que normativo; orientador más que prescriptivo; comprehensivo más que imperativo. Seré algo así como el sastre que señala servicial, pero no servilmente las líneas de la moda o, como el garcon que brinda el menú y se guarda de anunciar, hasta no ser preguntado, por el plato del día que recomienda el chef.

Al fin y al cabo, ustedes, para asomarse al mundo de hoy, son los que decidirán qué ponerse, qué comer, o qué combinación usar de ellos. Hasta en los tres últimos capítulos arriesgaré algunos juicios sobre cada uno de los paradigmas y aplicaré sus elementos, como un ejercicio, a un tema específico. Empecemos, pues, con el primer capítulo sobre los postmodernismos.

CAPITULO I

I. FUENTES Y CORRIENTES POSTMODERNAS

Aunque Jürgen Habermas en 1980 (¡hace 25 años¡) inició el disparo de salida, hay que decir también que Leszek Kolakowski (1990) lo acompañó, pero en otros terrenos.
Ambos son los teóricos de la decadencia de la modernidad, pero al mismo tiempo de su capacidad de recuperación, por medio de la crítica y de su “otro”, la utopía, bajo la fórmula de “protesta con propuesta”. Los han seguido en esto Slavoj Zizek (1994; 1999) – vivimos, nos dice, en la época del “deber de gozar” con sus nuevas formas de culpabilidad por abstenernos, pudiendo hacerlo – y Zygmunt Bauman (1999) que cree en un nuevo tipo de ética globalizada a lo Che Guevara.

Digamos que se situaron en el dintel de la postmodernidad. En cambio, dos intelectuales de resonancia mundial, que prácticamente se les consideraba como los defensores más intransigentes del postmodernismo, ahora no se reconocen en el desarrollo de este zeitgeist. Uno de ellos, Umberto Eco (2004), quien ahora sólo cree en aquel postmodernismo que regresa a visitar el pasado a condición que lo haga de manera irónica, sin ingenuidades, ni nostalgias. Octavio Paz (1985), el otro, no se tuvo nunca a sí mismo como postmoderno, a pesar que muchas de sus viejas y nuevas concepciones (algunas de ellas prestadas a Emil Cioran (1998), ese Diógenes de nuestro tiempo, a quien dio a conocer en América Latina) fueron asumidas por tal corriente.

Digamos que estos atravesaron el umbral pero se salieron, no sabemos si horrorizados por los resultados de su propia criatura. Artistas, al fin y al cabo, es probable que hayan desertado por el principio de insatisfacción perpetua que anima a todos los grandes escritores literarios.

Entre quienes se quedaron a la entrada y quienes salieron, hay una serie de autores de distintas disciplinas que han logrado contribuir en cuatro tantos del mismo tenor a lo que hoy se conoce como postmodernidad.

1.1 POSTESTRUCTURALISMO FRANCES

Esta corriente es heredera del estructuralismo clásico francés de F. Sasurre, C. Lévi Strauss y R. Barthes. Anuncia el giro linguístico de la filosofía que, por su lado, rematarán los anglosajones J.L. Austin, Charles Pierce y John Searle. Esta corriente esencialmente llamaba la atención sobre cuatro aspectos: la oposición de los significantes, el carácter arbitrario del signo, la dominancia del todo sobre las partes y el descentramiento del sujeto. Foucault (1980), como precursor, Deleuze (1994), Lyotard (1991), Baudrillard (1993), Derrida (1989) y Virilio (2003), constituyen los más lúcidos exponentes de esta corriente, concluyeron que en tres campos se quebraba el racionalismo descartiano, la autoconciencia hegeliana y el etnocentrismo liberal y marxista.

Tales hallazgos derivados esencialmente de la antropología, con James Clifford (1991), Clifford Geertz (1989) y Stephen Tyler (1991), a través del relativismo cultural por medio de la revancha del otro externo con símbolos, ritos y discursos que, al compararlos con la cultura occidental, nada indicaba que fueran inferiores o superiores. En la lingüística (como herederos de los “juegos” y “aires de familia” de L. Wittgenstein) con Lyotard (1984), Baudrillard (1993) y Derrida (1989), el reconocimiento por medio de la differance y la deconstrucción de los grandes relatos emancipatorios (meta récits) de nuestra cultura, entendidos como secularizaciones, ilustradas o dialécticas de la religión cristiana, cuyo pivote clave es la teoría de la reconciliación en un punto del tiempo, manteniendo el origen divino del ayer bajo la lectura conservadora; declarando el fin de la historia, como lo pronosticó F. Fukuyama (1992) bajo la narración neoliberal; o como creían los marxistas, señalando el sitio Omega de la historia, el mañana, donde el hombre se reconciliaría consigo mismo, con la naturaleza y la sociedad, con sus orígenes, redondeándose así toda la mitología. Por último, en el psicoanálisis con Lacan (1977) y Foucault (1980) con la existencia del otro interno (el poder, la locura, la sexualidad, la muerte), el deseo freudiano como motivación de la razón y la velocidad de los nuevos tiempos que decontruyó Paul Virilio (2003).

La cultura, como llave para leer los fenómeno sociales, hasta antes del postmodernismo – ejercido casi exclusivamente por los antropólogos -, empezó a combinarse con los estudios que hacían sobre grupos específicos (obreros, inmigrantes, mujeres, etnias urbanas) escuelas gramscianas como la de Birmingham (Raymond Williams (2000), E. Thompson y R. Hoggart) y combinada con los estudios de los emergentes medios de comunicación en el seno de la cultura occidental como los de la Escuela de Frankfurt – Benjamín (1987), Adorno (1995), Horkheimer (1994) .

Todas estas nuevas corrientes se reencontraron en América Latina con los estudios, incluso avant la lettre, de García Canclini (1990) y Martín Barbero (1997) , quienes aún se resisten a reconocer la influencia directa de estas fuentes. En este escenario, otros autores de origen “oriental”, asumirán posteriormente algunos de estos conceptos para dar paso al postcolonialismo, que veremos en el siguiente capítulo.

Como resumen básico del posmodernismo podemos decir que rompió el imaginario del tiempo lineal por uno plural, el espacio dejó de ser infinito, el ser se desencializó y la diferencia, junto al cinismo y la publicidad, empezaron a reinar.

1.2 NIHILISMO CLASICO ALEMAN

Otra fuente del postmodernismo fueron las lecciones retomadas básicamente de tres autores: Nietzsche (2001), Heidegger (2003) y Schopenhauer . A este último se le rescató su pesimismo y las constantes llamadas de alertas sobre el aspecto destructivo de la razón. Principio que después rescató Teodoro W. Adorno, en su segundo momento como miembro de la Escuela de Frankfurt, para denunciar el carácter opresor de la razón instrumental que consideraba un sujeto con derecho a oprimir a su objeto (la naturaleza, la mujer, entre otros) derivando este modelo como el principio opresor en la sociedad.

Por otro lado, de Nietzsche y Heidegger se integró esencialmente la concepción de la voluntad de poder, el rechazo de los grandes fines y el olvido del cuerpo, del ser, por la primacía de la conciencia racionalista. Decían que había que apartar al hombre del centro hacia la x dando a entender que no somos el centro de las cosas, no somos el sustituto de Dios como lo entendieron los ateos racionalistas y dialécticos. Quizás esta posición es la que coincida con el “descentramiento del sujeto occidental” en la versión estructuralista y comunique ese aire “oriental” a las lecciones de estos dos autores alemanes. Si entendemos bajo esta forma las cosas, no hay tal “eliminación del sujeto subsumido por la estructura”, tal como critican sus detractores sino exactamente al revés: es devolverle el cuerpo al sujeto, hacerlo “pesado” en el sentido heideggeriano. El filósofo alemán dijo una vez que el dasein es lo más cerca que tenemos de nosotros mismos y que el secreto de toda filosofía no metafísica es reconocerlo. Con este modo de mirar las cosas, podemos decir que a la realidad no se le calumnia con utopías, sino saber vivir con ella.

1.3 VANGUARDISMO ESTETICO

Un elemento interesante expresado por Jürgen Habermas (1989) en su célebre opúsculo contra el postmodernismo – que en el fondo otorga la razón a los postmodernos creyendo quitársela -, dice que la modernidad es el aislamiento de las tres esferas básicas kantianas y su completamiento reside en integrarlas: la ciencia (razón teórica), la moral (razón práctica) y la estética. Sin embargo, considera al vanguardismo estético la corriente que realmente desestabilizó más a las otras dos esferas. En efecto, bien mirada las cosas, las cinco grandes escuelas (simbolismo, expresionismo, futurismo, constructivismo y surrealismo) que denunciaron, combatieron y pronosticaron la decadencia de la modernidad, la representación y el formalismo, utilizaron un discurso muy similar al discurso postmodernista.

De hecho, el postmodernismo es una versión avanzada de la crítica del vanguardismo estético a toda la sociedad. El postmodernismo guarda una continuidad sólo en este sentido con la modernidad. Ken Wilber (1997) comparte esta visión, añadiéndole que desde el Renacimiento, se desprende la desestabilización de la división kantiana y la ciencia con el “paradigma de la representación” que investiga, conoce, explota, oprime, controla y habla por su objeto, empieza así la modernidad y la postmodernidad imponiendo el sentido “descendente” de nuestra cultura, echando de la bañera, el agua sucia con el niño, es decir, la espiritualidad junto con la religión, al místico con el teólogo.

Lo anterior, es representativo del paradigma del pensamiento de segundo grado de Wilber, el cual se abordará más adelante.

1.4 LAS OTRAS RAMAS (EL NEOINSTUCIONALISMO, “IMPERIO”, LAS TEORIAS QUEER, LA RAZONNICA)

Fuera de los movimientos sociales (ecologistas, pacifistas, etáreos, étnicos, lingüísticos, sexuales y misceláneos) quienes encontraron soporte teórico en el diferencialismo postmoderno, verdaderas máquinas de inventar sentidos y producir relatos, los cánones más poderosos sin duda fueron, porque dominaron el imaginario internacional, los puestos a circular por Francis Fukuyama (1992) con “El Fin de la Historia” y Samuel Huntington (1997) con “El Choque de Civilizaciones”. Ambos funcionarios y asesores públicos alguna vez de poderosas secretarías de los Estados Unidos, rivalizaron con los más clásicos y deconstruccionistas, de los que hasta aquí se ha venido hablando y quienes coparon las universidades y centros de investigación metropolitanos.

Pero también en las universidades, la cultura, la diferencia y el derecho, así como el mercado y la publicidad, constituyeron los motores claves de las lecturas de nuevos fenómenos sociales, originando otras corrientes como el neoinstitucionalismo (North, 1994), que además de admitir la necesidad de las leyes del mercado, consideraba contar con la confianza y el crédito comunitario en una red de instituciones como “capital social” (Putnam, 2003) siendo el eje fundamental, una legitimidad sólida y fuertes tradiciones legales.

El punto de vista del neoinstitucionalismo, esa corriente de la economía que al parecer está descubriendo hasta ahora la pertinencia de la sociología y el derecho, se está aplicando en las “nuevas ruralidades” (Clemens y Ruben, 2001), un nuevo paradigma europeo para sacar a los países “lentos” de la pobreza rural, cambiar su mentalidad con una ética del trabajo y una nueva cultura emprendedora y de pago, llamando “capital social” a todo lo que se mueve y “desarrollo sostenible”, a una vulgar y clásica reproducción ampliada.

Giorgio Agamben (1996: 41-61) – heredando parcialmente de Hanna Arendt su preocupación por los exiliados y refugiados desde el punto de vista de los Derechos del Hombre y del Ciudadano – , abrirá un nuevo frente de discusión sobre la contradicción que desde entonces encierra el “hombre” (universal) y el “ciudadano” (nacional) en la Declaración de la Revolución Francesa de 1791, integrando incluso, la discusión marxista entre un socialismo universal y la defensa de una patria socialista.

Esa ambigüedad de compartir todas las características como ciudadano del mundo y al mismo tiempo defender las identidades nacionales frente a los imaginarios del poder, develada a partir de diversos estudios sobre los fenómenos de las migraciones, han permitido identificar a esos nuevos sujetos cruzados por todos los temas contemporáneos y además, se les debe mucha de las nuevas corrientes.

Los ejes de análisis de Agamben: a) la localización (territorio), b) el ordenamiento (Estado) y, c) los nacimientos (Nación), desencadenaron sucesivas investigaciones y discusiones profundas sobre la crisis de los Estados Nacionales, las migraciones modernas, a partir de los nacimientos en fuga, para coronar los pilares del derrumbe del mismo. En nuestros tiempos, y en nuestros países, estudios que no tomen en cuenta las migraciones (tanto en países huéspedes como expulsores), deben ser considerados incompletos.

Ya en los últimos años, cuando el postmodernismo perdía fuerza, sobre todo a partir de las críticas mordaces de Sokal y Bricmont (1999) , Judith Butler (2001; 2002) junto a Eve Sedgwick y Teresa de Lauretis, aplicaron el postmodernismo, como un segundo aire, a las teorías de género (como lo había hecho casi al mismo tiempo Toni Negri y Michael Hardt (2000) con el multiculturalismo en las tesis de “Imperio” y desde antes Peter Sloterdijk (2003) deduciendo el cinismo de nuestra era de la propia Ilustración) e hicieron rodar una bomba que echó a correr a las reinas feministas en palacio, diciendo que el género era una “repetición de invocaciones performativas de la ley heterosexual”.

Desde esta perspectiva, los enunciados de género (es niño o niña) aparentemente describen una realidad (constatativa), aunque en verdad, son actos performativos, impositivos y reproductores de una convención social, una verdad política. El marco en el que se basa el uso de performatividad que hace Judith Butler – el proceso de socialización por el que género e identidad sexual (por ejemplo) son producidos a través de prácticas regulatorias y citacionales -, es difícil de identificar porque el proceso de normalización lo ha invisibilizado.

En el mundo de los movimientos sociales se conoce a todo esto como las teorías queer, que recogen definiciones peyorativas y políticamente incorrectas como “maricón”, “negro”, “tortillera”, “indio”, etc., y se las devuelve, y asume, con orgullo y desafío.

Si procediéramos al antiguo modo marxista, diríamos que los movimientos sociales son los que hoy encarnan el postmodernismo del mismo modo como los partidos y las clases sociales encarnaron la modernidad. Hoy quienes interpretan mejor a las “masas” son los grupos musicales, los clubes deportivos y las estrellas de cine. No se tratará de unirlos, sino de diferenciarlos, para bien de la búsqueda de sus identidades que, en adelante, aprovecharán sus enemigos para encerrarlos en esencias, a veces aceptadas por los propios, permitiéndoles en efecto, mantenerlas, separados de los demás. Curiosamente se producen coincidencias entre los más opuestos, entre quienes reclaman respeto a las identidades y quienes precisamente en su nombre, exigirán respuestas xenofóbicas, racistas y sexistas. Sería falso decir, en consecuencia, que hay que llevarles una conciencia y educarlos, integrarlos en una internacional, tomar el poder y cambiar el mundo. Al revés de la famosa cita de Marx sobre Feurbach “Ya no se trata de transformarlo, sino de comprenderlo”.

CAPITULO II

2.1 EL POSTCOLONIALISMO

El postcolonialismo puede resumirse en esta expresión: “Quien tiene el poder, impone el discurso”. El postcolonialismo es un hijo directo del postmodernismo, con la diferencia que sus conceptos más heurísticos como la differance, deconstrucción, microfísica, multiculturalismo, imaginario y la hibridez, se pusieron al servicio de leer de otra manera la relación entre los imperios europeos y sus ex – colonias, donde aún se conservan grandes culturas como la islámica, hindú y confuciana.

Críticos tanto del colonialismo como del anticolonialismo (del tipo de Aimé Cesaire y Franz Fanon,) que desplegaron las ex -colonias europeas de Asia y Äfrica después de la Segunda Guerra Mundial y que compartían las mismas metas de desarrollo y progreso, impuesto por el discurso moderno de los colonizadores, los postcoloniales oponiéndose a ellos, prefirieron superar este dualismo.

Efectivamente, la migración, el exilio, la diáspora es la situación concreta de cantidad de sujetos postcoloniales. La transnacionalidad plantea el problema de la definición misma de una cultura: ¿Se debe seguir relacionando con un territorio nacional?. La discusión es superada como dice Bhabha (2001: 44), “una vez hayamos admitido como lugar de partida paradigmático el hibridismo cultural e histórico del mundo postcolonial”.

Dos autores de origen indio, G. Spivak (1995) y H. Bhabha (2001) y uno árabe E. Said (1990) asimilaron, desde las universidades europeas y norteamericanas donde se educaron, un modo de ver las cosas en la que resaltaron tres aspectos fundamentales, heredado de sus respectivos maestros postmodernos: J. Derrida, M. Foucault y G. Deleuze: a) la representación de los subalternos, si se puede o no hablar en nombre de ellos; b) el poder de imponer una visión de una cultura dominante a otras colonizadas y; c) el significado de los intersticios de la diferencia y sus mixturas. Todos ellos descentrando el eurocentrismo de sus propias maestros y del postmodernismo.

Antes de que estas teorías dominaran el ambiente académico del primer mundo y los círculos de profesionales emigrados de los países del Sur, hay que decir que para el caso de las culturas “orientales”, existía un grupo muy reducido de autores tributarios de las teorías de Antonio Gramsci y algunas variedades inteligentes de marxismo llamado Subaltern Studies (un poco parecidas a los Cultural Studies de la escuela de Birmingham) que encabezaban Ranajit Guha (2001) y Partha Chatterjee (1993) dedicados a estudios historiográficos donde replanteaban el conocimiento de fenómenos y problemas tan importantes como las insurrecciones campesinas, el nacionalismo, la formación de la Nación y su relación con los campesinos, la conformación del Estado nacional, etc. Luego se combinarían, del mismo modo que el postmodernismo lo hizo con los Estudios Culturales, con el postcolonialismo, desplazando el acento marxista y emancipador que aún guardaban en ambos casos.

Los postcoloniales reconocen los derechos de la diferencia, pero también los peligros que encierra de “ghettización” y xenofobia en contextos de poder entre países y culturas, así como la justificación de mantener el aislamiento de grupos sociales diversos en esencias eternas e inmóviles, definidos por el poder cultural de los colonizadores. Así está desarrollándose, en estos momentos, lo que podríamos denominar, a riesgo de parecer ridículos, “la diferencia de la diferencia”.

Edward Said (1990: 33) escandalizó a las buenas conciencias europeas con su monumental obra “Orientalismo”, que es el canon de los postcoloniales, en una de cuyas partes señala “…los filósofos suelen discutir sobre Locke, Hume y el empirismo sin tener nunca en cuenta que hay una conexión explícita entre las doctrinas filosóficas de estos autores clásicos y la teoría racial, la justificación de la esclavitud o los argumentos a favor de la explotación colonial”. John Locke, como se sabe, fue el gran justificador de la esclavitud; John Stuart Mill, el padre de los conceptos más radicales de libertad, oficial de la Compañía Comercial Británica de la India, no concedía esos derechos a los indios por considerarlos inferiores y menores de edad y hasta el propio K. Marx reconoció una vez la necesidad de destruir las castas hindúes por medio del ferrocarril, el vapor y la electricidad, aconsejando a los indios ver su porvenir en el espejo de Inglaterra.

En otra parte, Said (íbid: 63) concluye: “El conocimiento de Oriente, porque nació de la fuerza, crea en cierto sentido a Oriente, al oriental y a su mundo… el oriental es descrito como algo que se juzga (como en un tribunal), se estudia y examina (como en un currículum), se corrige (como en una escuela o en una prisión) y se ilustra (como en un manual de zoología). En cada uno de estos caso, el oriental es contenido y representado por las estructuras dominantes…”.

El poscolonialismo se desarrolla, así, en el marco de las mismas condiciones de posibilidad que la posmodernidad, y en estrecha relación con el profundo “giro cultural” de las ciencias sociales y humanas. De allí la lectura del discurso poscolonial entendido como una modalidad académica del posmodernismo, y también sus estrechas relaciones con otras corrientes de reflexión anti-hegemónica como los “estudios culturales”, los “estudios subalternos” y el “multiculturalismo” — dominante en nuestros días hasta en organismos como el PNUD, donde abundan estudios de un diferencialismo incluyente y una discriminación positiva, como los de A. Sen (1998) y W. Kymlicka (1996) — todos de trayectorias diferenciadas.

Los autores postcoloniales pueden ser vistos como hijos de casa en el seno de los imperios, estudiantes brillantes de las ex – colonias, que tomarían las “diferencias” cargadas de virtud por sus anfitriones y le aplicarían sus propias enseñanzas, encontrándose con un juego más de intelectuales occidentales, desgarrándose entre reconocer el callejón sin salida por la vía de renunciar al sentido que recomienda el postmodernismo más radical o regresar de nuevo al camino trillado de la vieja igualdad, heredada por los imperios, a los emancipadores de sus colonias de origen. Curioso camino de vuelta de estos intelectuales que dieron cabida en sus imaginarios a la diferencia como categoría de poder (no ontológica), pero que jamás se desprendieron de esa promesa por ver a sus países con niveles socioeconómicos dignos y al menos parecidos al de los países metropolitanos donde sufren por no ser completamente ni de aquí ni de allá en un exilio de todos los lados, sin sacar las lecciones sencillas de este destierro por partida doble: que no hay diferencias pero tampoco igualdad.

2.2 LOS POSTOCCIDENTALES

Los postoccidentales como W. Mignolo (2000), N. Richards (2001), E. Lander (2000), F. Coronil (2000), G. Lins Ribeiro (2001) y otros, son latinoamericanos que imparten clases, conferencias o simplemente siguen las discusiones en las universidades del mundo “rápido” y en esa tarea determinaron, siguiendo a los autores que mencionamos arriba, dos cosas: a) que los latinoamericanos sufren las mismas consecuencias que los postcoloniales y b) los postcoloniales le han hecho ver que no somos una cultura independiente de la Occidental y lo que antes era “orgullo a medias” ha pasado a ser hoy para esta nueva ola de autores, vergüenza entera. Los latinoamericanos son rechazados por ambos movimientos. Por los postmodernos porque siempre nos ven como subcultura de ellos y no podemos aportar absolutamente nada nuevo (pese a que la crítica a la modernidad ya está en Carpentier y el postmodernismo en alguno novelistas del “boom” latinoamericano) y los postcoloniales porque nos ven como cómplices despreciables de los europeos en la construcción del “orientalismo” y el “otro”, que no son ni nunca han sido, los árabes, chinos, japoneses e indios reales. De nuevo, los latinoamericanos, esta vez por la vía del postoccidentalismo, vuelven a desgarrarse, con sus viejos problemas de identidad a cuestas.

Con todo, se le debe a los postoccidentales, siguiendo a Edward Said, la deconstrucción del “macondismo” (esa definición que produjo la imaginación de Gabriel García Márquez y se impuso como imaginario a toda América Latina) con el que nos caracterizan los académicos metropolitanos del Norte y la clase media en general, incluyendo autores tan perspicaces como Frederick Jameson (1996) que creen ver en nuestro modo de ver el progreso, fresco pero ingenuo, el propio pasado de ellos mismos.

Se cuenta entre las denuncias de los postoccidentales, término que Walter Mignolo tomó de Roberto Fernández Retamar, el desenmascaramiento de las teorías libertarias europeas (como las de los contractualistas e ilustrados que no se hubiesen dado jamás sin colonias de por medio) aplicadas en Haití en la revuelta de los negros esclavos, con consecuencias desastrosas; la denuncia del tamaño de los mapas con que los europeos se veían a sí mismos y a los demás (Dussel, 2000); la retoma de las concepciones de Angel Rama (1984) y su ciudad letrada desde la que todos nosotros vemos las cosas; los patrones industriales europeos de la primera hora basándose en los esquemas esclavistas de las plantaciones americanas. La explicación del silencio de muchos intelectuales de hoy sobre un marxismo desacreditado que ya no citan para nada, cuando sólo ayer nos saturaban con él, retrocediendo la historia de las ideas de Hegel a Kant en vez de ir hacia delante con Wittgenstein; de Marx a Rousseau en vez de avanzar hacia Derrida; y de Lenin a Locke en vez de evolucionar hacia Said.

Retrocesos dramáticos del socialismo a la democracia, sin profundizar por un lado, en el postcolonialismo y por otro, de la revolución proletaria a la globalización alternativa, ignorando los estudios subalternos; o las angustias de nuestra clase media que con todas sus aspiraciones, siempre ocultaron con sus discursos importados el escenario racial que aún no se ha podido, para bien o para mal, eliminar desde la colonia en muchos países latinoamericanos. Esta última situación se vuelve tan trágica como divertida. Mientras unos llaman a restaurar unos viejos valores europeos que jamás se han puesto en práctica en América Latina, otros llaman a dejarlos correr en estos contextos extraños que no producirán los resultados que se esperan. Entre regresar de donde no hemos venido y equivocarnos al seguir adelante esperando algo que no se puede obtener, emerge la realidad cruda y sin discurso que son nuestras sociedades.

Le debemos también a los postoccidentales la advertencia de imaginar siempre frente al discurso eurocéntrico (como ese que ocupan muchos intelectuales nuestros para justificar y explicar el origen de nuestros problemas presentes) los locus de nuestros países (colonizados y esclavizados) en el momento cumbre del pensamiento europeo como el “contrapunto” que establece Said (1993: 304) en “Cultura e Imperialismo”, con las novelas europeas más célebres en cuyo telón de fondo, usualmente el dominio de las colonias, callan o no dicen, “naturalizando” esos bellos relatos. “…hoy debemos leer las grandes obras canónicas y talvez el archivo completo de la cultura europea y norteamericana premoderna y moderna haciendo el esfuerzo de señalar, extender, y dar énfasis y voz a lo que allí está presente en silencio, o marginalmente, o representado con tintes ideológicos” (íbid: 121).

Es decir, mientras se habla de las fechas claves del pensamiento moderno europeo y se les concede similar importancia al igual que se las dan los colonizadores (1688, 1776, 1789, callando por impolíticas y vencidas otras de ellos mismos como 1848, 1870, 1917, etc.) esas mismas fechas pero en otros locus (muchas veces la América Latina desde la que se envidia el horizonte de los colonizadores) significaron colonización, esclavitud, encomienda, racialización, pobreza y dependencia, pero su conocimiento exacto quedó confinado a historiadores, cronistas y escritores regionales (AA.VV, 2001) quienes las ocuparon también para sus propios fines de identidad, como, a su turno, lo usaron dependentistas, escritores del “boom latinoamericano”, antropólogos y anticolonialistas.

Los postoccidentales, le han sumado a la polémica entre los “post”, el papel que las viejas potencias europeas ibéricas (España y Portugal), y luego EEUU, desempeñaron y desempeñan aún en la construcción de los imaginarios latinoamericanos, siguiendo, al parecer con bajo vuelo crítico, lo expresado por los postcoloniales del papel del Reino Unido y la Commonwealth anglófona.

Todas estas corrientes “post” y la polémica sostenida entre ellas, giran alrededor de paradigmas para comprender sus propias situaciones e imaginarios derivables de los discursos cuestionados dentro de ópticas de poder. Así, por ejemplo, los postmodernos se pueden dar el lujo de olvidar o rechazar sus metarrelatos, porque tienen resueltos sus asuntos socioeconómicos, y lo que es bueno para ellos, no necesariamente es bueno para los que colonizaron, como dice Edgard Lander (2000). Asimismo, el postmodernismo, en efecto, es una enorme crítica a la cultura emancipatoria moderna, pero sigue haciendo, como dice G. Spivak, de Occidente, el sujeto por excelencia, es decir, lo que le pasa a Occidente debe sucederle al mundo entero.

Pero por otro lado, los postoccidentales cuestionan la mezquindad de los postcoloniales por no incorporar a los latinoamericanos como subalternos del sistema, circunscribiendo el examen a las ex-colonias británicas y las grandes culturas que aún subsisten en ellas, como les reclama Fernando Coronil (1999).

Las humanidades en la época Colonial en Nicaragua

Las humanidades en la época Colonial en Nicaragua

—Pablo Kraudy—
Managua

Foto
Foto de Julio Valle Casillo
Con frecuencia se ha señalado como nota característica de la historiografía nicaragüense, su predominancia narrativa de procesos y sucesos políticos y militares, y por ende, la índole marcadamente citadina, concentrada en determinados grupos hegemónicos y personajes. Una historiografía en la que se ha operado un sesgo histórico-humano, socio-cultural, e incluso regional, puesto que deriva en generalizaciones a título de “nacional”.

Junto a esta imagen, se ha puesto de relieve la emergencia de nuevas maneras de hacer historia, que en nuestro medio comienzan a ganar adeptos, y de lo que resulta la ampliación de aspectos, temas y técnicas de investigación de la Historia de Nicaragua.

En el contexto de este renacer de la historiografía nicaragüense, nos hemos resuelto traer a discusión el tema del discurrir intelectual en nuestra latitud, circunscribiéndonos, de momento, a una dirección (el pensamiento humanista), y las formas en que la misma se presenta durante la colonia.

Valgan para ello las siguientes aclaraciones:

si bien la historia intelectual no es un ámbito reciente del quehacer historiográfico , sin embargo su consolidación es un fenómeno del siglo XX. En América Latina se produce alrededor de 1940. En Centroamérica, aparece creciente el interés sobre ella durante la década de 1960, sin llegar, hasta la fecha, a establecerse con suficiencia; aún cuando no podamos afirmar que la Historia Intelectual en Centroamérica haya alcanzado niveles notables, sí es de reconocerse que ha habido aportes significativos, tanto en el tratamiento de la región , como en el tratamiento de algunos países, en particular de Costa Rica y Guatemala, y de considerarse, también Panamá . En Nicaragua, nos atreveríamos a decir que, como espacio de investigación, continúa inédito, pese a los aportes que ofrecen las diez obras que cataloga por tales Horacio Jorge Becco , y a las contribuciones de estudiosos como Franco Cerutti, Jorge Eduardo Arellano, Francisco Pérez Estrada, y otros cuyos ramos afines los han aproximado; por lo general, estas aproximaciones adolecen de serias limitaciones. Se orientan más a informarnos en términos biográficos, a inventariar obras, y a lo sumo llegan a describirnos el ambiente cultural de un momento dado, por lo regular del siglo XIX o del XX. Son escasos aquellos que profundizan en la esfera del pensamiento o de las creencias ; ha ocurrido en la historiografía nicaragüense que al confrontarse las fuentes textuales, se observa para con ellas un “fervor empírico”, a la caza del dato, y en consecuencia, del texto se purgan los estratos eidéticos, perdiéndose el valor histórico que ellos poseen. Es hasta recientemente que se está teniendo reparo en esta dimensión de las fuentes, en particular en trabajos orientados al estudio de las mentalidades colectivas ; el punto de vista que sustentamos pretende miras ambiciosas: por una parte, observar las estructuras eidéticas en los textos, sin aprisionarnos en la figura del “intelectual”, sino dimensionándolas en lo individual y lo colectivo; por otra, reconocer estructuras eidéticas en fuentes no textuales. Ambos aspectos operándose sobre la misma unidad espacio-temporal. Sin embargo, por la magnitud que ello representa, iniciamos con el tratamiento de fuentes textuales, individualizadas. De ello resulta la presentación que del pensamiento humanista desarrollaremos a lo inmediato.

I

En la historiografía de las ideas en América Latina, se ha prestado atención al estudio del pensamiento escolástico y del humanismo durante la colonización hispánica. En alguna medida se lo ha prestado también en los efectuados a nivel de la región centroamericana, aunque destaca más la atención al pensamiento moderno, en particular de la ilustración. En Nicaragua, su abordaje es prácticamente inexistente.

Podría argumentarse que de un estudio de ésta índole no se esperan nuevas conclusiones a las hoy obtenidas por vía de los estudios generales y regionales. El punto, para nosotros, no es ese. Sin duda, las directrices dominantes, de una forma u otra forma, quizá con someras variantes, serán las mismas. Y en este sentido, cabe la extrapolación. Sin embargo, esto significaría que el conocimiento de su discurrir real, en base a las fuentes disponibles, persistiría vedado, y amputado el eje que vertebra el proceso conducente a la maduración intelectual.

Atribuimos, pues, importancia a la indagación de estas direcciones de pensamiento a través de los textos escritos durante aquella época en Nicaragua. Limitándonos al pensamiento humanista, consideraremos los escritos de cuatro religiosos: los frailes Bartolomé de las Casas (1484-1566) y Antonio de Valdivieso (¿?-1550) , de la Orden de Santo Domingo, y Fernando Espino (fines del siglo XVI-1676) y Blas Hurtado y Plaza (1722-1792) , de la Orden de San Francisco. Estos caracterizan el movimiento que se realiza en el seno de la tendencia. Siguiendo a Burckhardt, el humanismo representa el descubrimiento del hombre en cuanto hombre, y por tanto, la reafirmación de todo lo humano. Este concepto general nos insta a reconocer la forma concreta en que ello se produce en nuestras tierras.

De acuerdo con Arturo Andrés Roig , los rasgos que caracterizaron esta vertiente de pensamiento en Hispanoamérica fueron:

el presentarse como forma de un saber más amplio, el “saber cristiano”; la conciencia lingüística, por cuanto la atribución a la palabra de su valor comunicativo y verdadero; y el problema del reconocimiento, o sea, el de la imagen del hombre de nuestras tierras, en la cual se revelan los puntos de vistas del observador no sólo sobre el ser observado, sino también sobre el lugar en que lo sitúa en su propio mundo.

Este último rasgo, ligado íntimamente a los hechos históricos, a la dinámica suscitada entre “la destrucción de un mundo y la construcción de otro nuevo” , se expresó de dos modos: como “heterorreconocimiento”, primero, y como “autorreconocimiento” después. El uno nucleó el humanismo paternalista, “ejercido por el mismo hombre español” ante la experiencia de la conquista y la dominación, durante los siglos XVI, XVII y primeras décadas del XVIII, representable en nuestro suelo por las figuras de Bartolomé de las Casas y Antonio de Valdivieso; el otro, empezando como un humanismo ambiguo, durante la segunda mitad del siglo XVII, en el que ya se detenta el autorreconocimiento, al que se asocian Fernando Espino y, extendiéndose al siglo XVIII en nuestro caso, Blas Hurtado, siglo en que derivará en un humanismo emergente, en el que el autorreconocimiento es más decidido, y se asume como autoafirmación; en ambas formas, “el sujeto expresivo reconocido y el sujeto que lo reconoce, son uno mismo” . Los textos de Las Casas y Valdivieso se articulan a partir del reconocimiento del indio y de la denuncia de su situación vital, durante las décadas de 1530 y 1540. Es por eso que en ellos la escritura es también un modo de acción. En carta del 19 de octubre de 1545, dirigida al Consejo de Indias, de la cual ambos son firmantes, queda claramente definida la forma de humanismo que representan . En ella se parte de que la postura adoptada en defensa de las “personas miserables, y especialmente cuando son oprimidas y agraviadas”, se halla fundamentada en el Derecho Canónigo, y debe ser ella causa de los obispos y jueces eclesiásticos. En dicha carta se califica de “personas miserables” a aquellas que inspiran compasión y que “por sí mismo no puede(n) defender sus causas, ni pedir justicia para sí”. De ellas forman parte “estas gentes indianas”, que de entre todas las del mundo, son “las más miserables, las más oprimidas, agraviadas, afligidas y desamparadas personas, las que más injusticias padecen, las que más carecen y mayor necesidad tienen de amparo, defensa y protección”. Ambos frailes asumen que todos los hombres, ante las miserias de aquellos, deben mover su amor, no sólo en término afectivo, sino también efectivo, haciendo por ellas todo el bien que “cada uno, si estuviese en el estado triste y abatido en que ellas están, querría que hiciesen por él”. Se infiere de las palabras de ambos frailes, que la situación vital del indio es la expresión del “desconocimiento humano”, ya que en ella se traducen condiciones de vida que para un grupo son inaceptables para sí, pero que el mismo se halla en disposición de imponérselas a otro grupo humano. En los textos de Fernando Espino y Blas Hurtado, las condiciones reflejadas son otras. En primer lugar, no estamos ante autores españoles: ambos son nacidos en suelo nicaragüense; en segundo lugar, los objetivos que privan en sus escritos no son los de denuncia de la situación de vida, como ocurre en Las Casas y Valdivieso. La otrora cuestión de la humanidad del indio que nutría al humanismo paternalista, comenzó a ser desplazada por la afirmación de la humanidad de un nuevo sujeto histórico ; otrora la evangelización sirvió para inculcar “en la población nativa la conciencia de su situación de vasallos” y las “obligaciones” que esto representaba, el nuevo sujeto se sentía a sí mismo vasallo del Imperio . Un rasgo que destaca en los textos de ambos frailes es la riqueza con que la realidad es captada, capturando en sus discursos su profundidad, contrastes y dialéctica. En Fernando Espino se halla un primer momento de esta renovación discursiva, en donde todavía se preservan temas medulares de la forma de humanismo precedente; es en Blas Hurtado en quien esta riqueza se realiza en mayor medida. La estructura propositiva que da lugar a sus respectivos textos, es acorde al proyecto ideológico colonial; la misma la hemos analizado a partir de cuatro aspectos que explícitamente ambos frailes enuncian: personal, en el sentido del ángulo propositivo dado desde la individualidad del autor, y en todo momento ligado a la fe que dispensan. El eje que lo constituye es el agradecimiento, entendido como una virtud; teologal, cuyo núcleo expresivo es la veneración cristiana, a la cual se subordina el discurso; didáctico, el que se fundamenta en la comprensión de la ejemplaridad como vehículo de enseñanza cristiana y del discurso como medio de su irradiación; y histórico, o sea, la finalidad de dar cuenta a fidelidad de los hechos, entendidos éstos como aconteceres reales o espirituales de los que han sido testigos o protagonistas.

Procederemos, pues, a observar brevemente algunos de los tópicos abordados en los escritos de nuestros autores. II

Tanto los textos de Las Casas como los de Valdivieso exponen una serie de ideas y valores predominantemente sociales y políticos, como resultado de una experiencia humana fundamental; revelan la percepción que de la realidad ambos frailes tuvieron, la escala axiológica desde la cual juzgaron y la actitud que ante ella adoptaron. A continuación, algunos de ellos.

II.1.- La triple alteridad de América

Los textos, principalmente los de Las Casas, nos permiten desbrozar la noción de una triple alteridad de América: geográfica, histórica y antropológica. La noción de una alteridad geográfica puede observarse en la correlación de topía-utopía.

En el primer sentido, es el espacio real “descubierto”,cuyo derecho de posesión se basa en el otorgamiento papal , el que puede ser cuestionado. Lo ilustra el drástico señalamiento que hace junto a Valdivieso: “Esas tierras no eran suyas hace cincuenta y tres años” .

En el segundo sentido, destaca las bellezas y riquezas que la caracteriza, lo cual propicia su asimilación idealizada: “Es esta Nicaragua un paraíso del Señor. Es unos deleite y alegría para el linaje humano…” .

La alteridad histórica se halla implícita en el otorgamiento papal, necesario por el hecho de encontrarse las “nuevas tierras” pobladas, y que se otorga atribuyendo a España una misión de evangelización y civilización respecto de aquellos.

Ello lleva implícito la idea de una vida anterior a la presencia europea, que se ha constatado diferente, basada y orientada en valores distintos, pero que, en la realidad, no derivó en el “reconocimiento de la diferencia”.

Las Casas ofrece la visión diferenciada y valorativa de una vivencia indígena de la conquista respecto de la vivencia anterior que aquellos tenían. Mientras la vivencia anterior se describen en términos de “felicísima”, dotada de “sanidad, amenidad y prosperidad”, densamente poblada y sus gentes suaves, “muy mansa y pacífica”; la experiencia de la conquista se califica de “triste hora”, “angustia”, “sufrimiento”, “persecución”, “tiranía y servidumbre”, destrucción, despoblamiento para el indígena. La alteridad antropológica, eje que vertebra la polémica sobre el estatuto axiológico del indiano, se expresa en la postura adoptada, tanto por Las Casas como por Valdivieso, contraria a la teología de la esclavitud que niega o reduce la condición humana del indio, para considerarlo un “prójimo” . Las Casas es enfático en criticar a quienes “tan injusta y malamente infaman estas naciones, diciendo que no quieren las cosas de Dios” .

A la aprehensión del indio como prójimo le es inherente el reconocimiento en aquel de su condición de hombre, argumento que estará presente inclusive en Francisco Vitoria .

II.2. Voluntad de servicio al poder divino y al poder civil Junto a la perspectiva o aspecto político y económico, la empresa de América se presenta con un carácter misionero, atributivo que adquiere en función de constatarse que se había llegado a tierra de “infieles”, y se patentiza en la bula Inter Caetera (1493), asentándose en 1507 mediante la bula Universalis Ecclesiae , siendo incorporado como principio en la legislación indiana.

En virtud de ello, en la mentalidad del religioso durante la colonia, toma asiento la noción de servicio a “ambas majestades”: Dios y el Rey, como dirá tiempo después Fernando Espino . En Las Casas la observamos como una oscilación crítica circunstanciada: el fraile se coloca frente al mal gobierno ejercido por las autoridades locales, realidad a partir de la cual emplaza y apela a la autoridad real (explícitamente reconocida, “el Rey, nuestro señor”) como poder efectivo, cuya fuente reside en la donación papal, y por tanto garante del acrecentamiento de la cristiandad (servicio a Dios, “no buscamos sino su gloria y salvación destas ánimas”) .

El mismo comprende también la labor misionera como un doble servicio: a Dios, por la conversión de indios; y al rey, por la reducción de aquellos a su “imperial servicio”, y “los hacer tributarios” . Podría decirse que en Valdivieso, esta noción es más explícita y directamente abocada a la experiencia cotidiana , por lo que su declaración de servicio se presenta más radical, a diferencia de Las Casas que, sin ser menos radical, la expone en términos de principio. Siguiendo la normativa del Regio Patronato, es nombrado obispo de Nicaragua, cargo que acepta “solamente para servir a Dios y a S. M.”, a sabiendas de que “no se podía sacar de él otra cosa que no fuese aventurar el alma y la vida y la honra” .

Su convicción de servicio, a escaso año y medio de su arribo, se enturbia debido a la falta de respaldo político efectivo, respaldo que demanda al Consejo Real. Si bien es la expresión consciente de la importancia del poder político para el ejercicio de sus funciones eclesiásticas, es también la denuncia del riesgo que representa su carencia en lo espiritual y lo temporal . La realidad se sobrepone a las ideas. Frente a la voluntad de servicio se halla la contención del “deservicio” y los intereses, “las grandes ofensas que en la provincia se han inferido a Dios y a V. M.” . Desde esta perspectiva se estructura la sistemática denuncia de Valdivieso al modo de vida y de gobierno de los españoles, cuyos abusos “son para corromper a todo el mundo, y para infamar y hacer aborrecible el nombre de Jesucristo entre todas las gentes, pues no hay nación que haya sido tan engañada como en este caso, ya que del mayor bien del mundo han sacado el mayor mal del mundo” . Encontrándose el origen del mal en las autoridades y sus acciones, no hay quien pueda servir a Dios y a S. M. “sin poner vida y honra y todo lo demás en peligro” , y no hay en quien pueda confiar sino “sólo en Dios” . II.3. El buen gobierno

De la percepción de la realidad humana, ambos frailes dominicos derivan una crítica ética y política, cuya base es el ideal del buen gobierno , noción que expresaba entonces la necesidad de una buena administración de justicia (función primordial del Rey) como medio para preservar la seguridad, la quietud y el sosiego de los estados, y cuya finalidad era el “bien común”, comprendido en lo espiritual y lo temporal . En las Indias, la persecución de este ideal chocó con la existencia de una colectividad dividida en dos grupos, de intereses no coincidentes: españoles e indios. El núcleo del discurso de Las Casas en la “Carta a un personaje de la corte” es precisamente la discordancia entre el ideal y los hechos . Instar al Rey y al Real Consejo a percatarse de los hechos y remediar los males, es el objetivo tácito de ella. La constatación adopta varios ejes: el despoblamiento ; la desatención y falta de control de funcionarios administrativos (gobernadores) en las Indias, lo que tiene por consecuencia los abusos de las autoridades locales; las muertes injustas y tiránicas e inhumanidades propiciadas a los indígenas; la opresión de guerras injustas; el despojo de tierras y riquezas; los impedimentos a la evangelización; y la encomienda y la esclavitud. La crítica al mal gobierno, la extiende Valdivieso no sólo a las autoridades locales, sino también a los administradores de justicia (Audiencia de los Confines). “….ninguno, o muy poquitos, de los que tienen cargos públicos le son fieles ni a su honra, ni a su fama, ni a su conciencia, ni a su hacienda (de S. M.), sino a su propio y personal interés” . Para poner remedio a los males, Vadivieso pone como condición primaria el cambio de las autoridades, ya que en las existentes radica la causa de aquellos. “Si V. M. lo quiere arreglar, debe nombrar muy fieles y cristianas autoridades; y no de los viejos de aquí” . A lo anterior se suman dos acciones más, enunciadas junto a Las Casas: la primera, “que nos liberten a nuestras ovejas, indios nativos de estas Indias….se debe encomendar y encargar a los prelados (a los que han dado muestras de servicio a Dios y a su Rey) la defensa y protección corporal de los indios (que ya tienen encomendados las almas), y la ejecución de las leyes, ordenanzas y provisiones hechas y por hacer “ ; y la segunda, se ordene el resguardo de la jurisdicción, los privilegios y libertades eclesiásticas, y la obediencia a los obispos . Los ejes lascasianos incluyen dos tópicos que estarán en el centro de la polémica indiana: la crítica de las “guerras justas” y el derecho de los indios a sus posesiones (tierras y riquezas). Ante el primero, las califica de “injustas y aspérima y cruel ordinaria y contra toda ley y derecho” . En realidad, este tema se halla ligado al propósito del acrecentamiento de la cristiandad, por lo que alcanza cabal expresión en De unico vocationis modo.

En relación al segundo, Vitoria lo aborda en su Relectio de Indis, concluyendo que éstos eran “verdaderos dueños pública y privadamente” . Las Casas lo hace en varios de sus textos; en el Tratado de las doce dudas, por ejemplo, asume que, por cuanto “el Derecho natural y divino, y el que llamamos Derecho de gentes, [ que todos los infieles ] justamente tienen y poseen señorío sobre sus cosas, que sin perjuicio de otros adquirieron. Y también con la misma justicia posee sus principados, reinos, estados, dignidades, jurisdicciones y señoríos” . Por tanto, el despojo se produce por “la ley de robar” . II.4. Derecho de posesión (real) y la predicación de la fe En su carta, al cuestionar Las Casas las acciones de la conquista y el mal gobierno, pone en duda el buen entendimiento de la razón por la cual el Rey de España ostenta el derecho de posesión sobre tierra americana. Trae a colación la bula Inter Caetera: “la causa final del título … es predicar la fe” . De ahí la conclusión: “que primero reciban estas gentes a Dios, por la fe, por su Dios, y después al Rey por su señor” . Fe y Gobernación son las dos constantes básicas, y de ellas es ajeno el empleo de métodos violentos . Es de aquí de donde deriva una de las expresiones del utopismo lascasiano. El deber ser del buen gobierno lo enuncia en términos de: “viviendo en algún tiempo, Dios las remediaría, y si la gobernación y regimiento, que les había de hacer, había de ser sabroso, porque no había de exceder sus fuerzas y posibilidad, y todo para su salud y bien común y temporal augmentación” . Siendo de esa manera, la existenia indígena no sería una tragedia humana. Tanto para Las Casas como para Valdivieso, en el indígena hay una disposición natural para recibir la fe, aún mayor que la del europeo (español). El modo de convertirlos a la fe debe ser mediante un trato benigno, blando, “como a niños recien nacidos, a quienes conviene dar leche de suavidad que tiene en sí la religión cristiana” , “como Cristo y los Apóstoles lo hicieron” . Con estos principios es coherente la propuesta de Las Casas en Nicaragua: solicita a la corona que se le permita fundar una reducción en la zona del Desaguadero, donde implementaría el método de evangelización pacífica, contando con la prohibición a todo español a penetrar en ella . El proyecto no se desarrolló, sino hasta la empresa de Vera Paz, en Guatemala. III Consideremos ahora los textos de Fernando Espino y algunos de los tópicos por éstos contenidos.

III.1. Idea de la partición del mundo en cristiandad e infieles

Luego de la conmoción que pudo causar la presencia ante “lo nuevo”, procede, para europeos y nativos, la necesidad de pensarse e interpretarse mutuamente, lo que fue ejercido por cada uno de éstos protagonistas desde sus propios esquemas y paradigmas ideológicos, sin dar cabida al reconocimiento de lo otro. Esta actitud etnocéntrica de pensar al uno por el otro, constituye, sin duda, el primer paso para obligar al uno a vivir como el otro, ocupando el lugar y cumpliendo el rol que dentro de aquella cosmovisión se le confiere.

En este contexto, una noción básica para la comprensión del pensamiento colonial, y de la que derivan muchos de sus problemas, es la de la partición del mundo en cristiandad e infieles. Esta noción resulta orgánica del pensamiento y la acción de Fray Fernando Espino, y explicitada en dos de sus textos, desde el título mismo de éstos: en la Relación Verdadera… y en Razón del estado….

El discurso de Fernando Espino es elaborado desde la óptica de la cristiandad. Si bien debemos considerar que, por una parte, estamos a 150 años de iniciado el mundo colonial en nuestro suelo, de lo que se desprende que la fase más cruda de desestructuración de la cosmovisión indígena ha ocurrido, y que la concepción de la vida hispánica ha venido asentándose, tarea en la que jugaron un papel protagónico los misioneros, también hemos de tener presente que con Fernando Espino estamos frenta a un nuevo sujeto histórico, el criollo .

Al referirse al indio, aún el recién convertido, Espino ocupa los términos infieles, gentiles y bárbaros, en funciones sustantivas o como calificador , términos estos que han servido para designar al conglomerado humano ajeno al de la pertenencia del observador, de acuerdo a criterios religiosos, etnocéntrico y del grado de desarrollo cultural. Son empleados en la Biblia (gentil y bárbaro) y en la literatura cristiana. Desde este punto de vista, designa a aquellos que no forman parte de la cristiandad, entendida ésta último como la totalidad cultural orientada por el cristianismo .

En el mundo colonial, dos ejes cobran vigor a través de éstos términos: el uno, de creencia, al definir a aquellos que no se adscriben dentro de la tradición cristiana, entre los que cuenta el mundo indígena; el otro, de política, puesto que, entre ellos, la convivencia no se realizaba de acuerdo a las normas sociales europeas. Así queda plasmado en la Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias (1681), y en los debates y tratadistas de la época.

Siguiendo el itinerario de Fray Espino, de ambos aspecto brinda observaciones. Mientras a su paso da testimonio de la subsistencia de creencias antiguas, hechicerías, ritos a los que califica de “invenciones y marañas diabólicas” , “superticiones del demonio y embustes” , se muestra empeñado en contribuir en la obra evangelizadora de “sacar de las tinieblas de la idolatría y engaños del demonio” a “aquellas pobres almas” , “catequizándolos y enseñándoles la doctrina cristiana” , labor de la que no oculta su satisfacción: “Oh fuerça de predestinación, y misericordia de Dios, que gentiles bárbaros acaban dándonos tantas muestras de su salvación” .

Queda de relieve en este proceso que la cristiandad progresa en la medida en que se profundiza la desestructuración del mundo indígena. Que el misionero es agente fundamental de la desestructuración del sustrato cultural-simbólico del mundo indígena.

III.2. El problema de los métodos misionales

Del tópico anterior podemos concluir, no sólo la realidad que tuvo la idea de la partición del mundo en cristiandad e infieles, sino también que de tal noción se deriva la necesariedad de que la fe cristiana se propugne entre los infieles para su salvación. El primer problema que ello plantea es el relativo a los métodos misionales.

En el primer párrafo de Razón del estado…, Fernando Espino toca este punto. Dice así: “…aunque se halla en estas partes tan propagada la fe cathólica en la gente de ellas, la mayor actividad parece tuvieron las armas para introducirla, pues tan a sangre y fuego se conquistaron” .

En el texto citado, Espino deja entrever que en la propagación de la fe católica fueron dos los tipos de métodos que se implementaron: uno, de tipo coactivo, entre los que se cuenta el militar o misión armada , que es el que directamente enuncia, del que resulta la mayor actividad misionera; la mayor, no toda. Los casos que caen fuera de la órbita de este tipo de métodos, por lo pronto, podemos asumir que se realizaron por métodos pacíficos . El hecho de que los indios Xicaques solicitan ministro, permite que la actividad misionera no se vea requerida de la fuerza.

Es con el segundo tipo de método misional (el método pacífico), con el que se identifica Fernando Espino, lo cual hace evidente en la composición del grupo misionero que él mismo encabeza para su viaje a tierra de xicaques (2 frailes /el propio Espino y Fray Pedro de Ovalle/, un soldado y tres indios christianos). Su observación es reveladora: “no llevábamos armas, más que el Santo Evangelio, palabra de Dios” .

El método pacífico supone que lo mejor para la propagación de la fe cristiana era enviar religiosos ejemplares sin protección armada a una región donde todavía no se conocieran los crímenes escandalosos de los cristianos.

Si bien, es partidario de la misión pacífica, su actitud respecto de aquella implementada bajo métodos coercitivos no es de una abierta reprobación y protesta como lo fuera en las figuras de Las Casas y Valdivieso, si nos atenemos al tono en que queda enunciado en el texto. Más pareciera (pues su tono preserva cierta ambigüedad e inseguridad, “pareciera”) que a su entender, si bien puede ser lamentable el sufrimiento y muerte producido, en los momentos iniciales aquello fue justificado. Su circunstancias, ante esta, difiere en gran medida, por lo cual su actitud y valoración por igual. El se halla frente a un indígena que hace demanda de la evangelización, “excelencia que en todo tiempo les grangea no pequeña estimación, y a Dios perpetua alabanza” .

Esta postura tiene por trasfondo dos temas básicos del pensamiento colonial, que en lo sucesivo abordaremos: el de la humanización y civilización del indio, y el de los procedimientos de la evangelización, aspecto este último que nos insta a un señalamiento final por cuanto este tópico. Espino evidencia una crítica a cierto tipo de bautismo y catequización, mal realizados debido al método de contacto y entendimiento con que se llevaron a cabo. Fueron ejercidos sin mediar para ello la suficiente comprensión de la doctrina cristiana, pues quien los ejecutó no conocía la lengua del indígena. El contacto debió darse bajo las formas que Hans-Jürgen Prien llama método mudo y método mímico de contacto y entendimiento, o con el empleo de intérpretes . “…a pesar del bautismo sólo raramente fueron cristianos convencidos y en cualquier caso no comprendían suficientemente la doctrina cristiana como para que la pudieran transmitir o incluso la pudieran traducir al mundo espiritual indio” .

Cabe suponer, aunque no podemos en esto ser categóricos, pese a que el mismo Espino parece sugerirlo (“como hizo con otros muchos infieles” ), que este hecho esté relacionado con los bautismos masivos, que en nuestro suelo se produjeron. Son conocidos, por ejemplo, los realizados por Gil González (un total de 21,625), negados en su efectividad por Fray Francisco Bobadilla, quien a su vez realizó otros tantos (52,558).

Este tipo de sucesos desdibujan otro tipo de métodos coactivos de evangelización; Prien habla de él en los términos de “medidas coactivas eclesiásticas”, entre las que señala el “bautismo forzoso, en especial el bautismo masivo infantil” . III.3. Humanización y civilización del indio

No se trata, en nuestro caso, de la inserción polémica (que dicho sea de paso con Espino no se da, ni lo pretende) en la llamada cuestión indiana , tan copiosamente documentada y estudiada. Es del todo más modesta: la opinión acerca del indio, en dos sentidos:

la opinión acerca de la humanización como precondición para ser cristiano; y la visión del indio.

III.3.1. Opinión acerca de la humanización como precondición para ser cristiano

Veamos primero lo que a la letra dice Fernando Espino: “Admirable siempre Dios nuestro Señor en sus obras, ha querido en estos tiempos sacar de las tinieblas de la idolatría y engaños del demonio casi innumerable multitud de almas, á quienes aún haviéndose difundido tanto la luz del Evangelio en estas partes y dilatadas regiones, no havían llegado los rayos de la Fe; aunque los de la razón, aventajándose a las fuerzas naturales, han hecho salir a esta gente en busca de la ley de Dios, solicitanto Ministros evangélicos que se la prediquen, y nuevos Apóstoles que los cathequizen” .

Tratémosle en la sucesión con que su autor lo plantea. Inicia trayendo a colación lo que llamamos propósito teologal, y prosigue en una alusión indirecta a la ya referida distinción entre cristiandad e infieles, en donde la evangelización es el mecanismo mediante el cual se realiza la expansión de la cristiandad a costa de la merma del sustrato cultural-simbólico del indio (condición de infieles).

Llamemos a esta primera parte el encuadre. A él procede una categorización antropológica, en tres tipos, que se definen a lo interno del proceso, y en forma correspondiente:

a) “no habían llegado los rayos de la Fe” (lo que vuelve cristianos); b) “aunque los de la razón…” (en términos de presencia o actualización, que signa la elevación humana, Indio-Hombre o indio civilizado); y c) “aventajándose a las fuerzas naturales” (llamémoslo naturales, no bestia ).

Graficándolo, en su relación correspondiente, podría ser a como sigue:

Cristiandad Cristiano

Indio-Hombre Elevación o indio civilizado humana

Infieles

Naturales

Se deduce del texto de Fray Espino, la idea de que el indio, para poder ser cristiano, tenía primero que ser hombre, idea que se abrigó en las diversas partes de América, a lo largo de los tres siglos de dominación colonial.

La última sección del texto citado es el enunciado de la patentización de la elevación humana, lo que Fernando Espino lo ve en el hecho de salir los indios en busca de la “ley de Dios”, al solicitar misionero que la propague entre ellos.

Hasta este punto no se agota la estructura de opinión que Fernando Espino alcanza a brindarnos. A esta idea del Hombre guiado por los “rayos de la razón”, la complementa la del Hombre como sujeto sociable; ambos, rasgos que acusan cierto aristotelismo en nuestro autor. Son tenues los elementos. Un ejemplo de ello lo refiere en el párrafo 7, con la fundación del pueblo que llama San Buenaventura: 20 personas quieren vivir alejados de la idolatría y la sozobra que siembra entre ellos los del pueblo de Santa María .

Sin duda, ha de haber en ello mucho de lo planteado en las Leyes de Indias y el pensamiento de la época: la idea de vivir “concertadamente” (juntos en pueblos) y en “policía” (orden).

III.3.2. La visión del indio

En la Relación Verdadera… incluye una descripción, física, moral y cultural, del indio. Dice así: “son de muy buen natural, apacibles, de muy buenas estaturas, por la mayor parte de lindos cuerpos y rostros; ellos y las mugeres son blancos, amestizados; recibieron muy bien la fe de Christo Señor nuestro; guardan hasta el tercer grado de afinidad para casarse; no tienen más que vna muger; poco viciosos en la sensualidad; las mugeres guardan virginidad hasta casarse; no se acompañan con varones aunque sean primos, cuando van á sus cacaguatales y platanales, y es de miedo; porque si acaso alguna india cae en el pecado de la sensualidad antes de casarse, hecha la averiguación, es el castigo ponerlos á él y á ella en vn patio, parados, y allí los varean ó flechan á entrambos hasta que los matan, por cuyo temor generalmente son castos” .

III.4. La Conciencia Lingüística

Como una observación incidental, retórica, adscrita al propósito personal de agradecimiento, aparece, en la Relación verdadera…, la cuestión de la lengua, que, a posteriori, cobra relevancia.

En este pasaje , Espino muestra claridad en lo referente a la elaboración lingüística de un mensaje, en su doble aspecto:

contenidista: lo que la persona encierra, que merece ser dicho y quiere decirse: su experiencia, su sensibilidad, voluntad, sinceridad;

estilística (”…esculpidas”): la perfecta expresión literaria de la estructura de contenido.

El instrumento que media entre la emoción y la obra, y a través del cual se transmuta lo uno en lo otro, es la lengua.

Esta interpretación, aparentemente erudita y al margen de lo tratado en el texto, es sin embargo básica, ya que se articula directamente con el método de contacto y entendimiento de la evangelización: el contenido (la fe cristiana) que ha de ser transmitida mediante la evangelización (lo cual exige del más apropiado método de contacto y entendimiento, el método lingüístico) para la salvación de las almas (conversión, obra o frutos).

Así pues, es lógica la censura que Fernando Espino hace del bautismo y el endoctrinamiento cristiano, cuando este no se realiza en la lengua del indio, y la relevancia que le confiere en la narración del “Testimonio…” al destacar la respuesta emotiva que obtiene de “un indio llamado Gonzalo”, al verse solicitado por el cura de la ciudad de Nueva Segovia a que “confesase a aquellos indios y les predicase, porque le parecía (al cura) que nunca se habían confesado en su lengua materna” , y su subsecuente comentario: “y así fue Dios servido” . IV Los anteriores son escasamente algunos de los ejes de opinión de Bartolomé de Las Casas y Antonio de Valdivieso, abordados a partir de sus escritos en Nicaragua, y de Fernando Espino. La riqueza de pensamiento de éstos frailes es, sin duda, aún mayor. En el caso de ellos, estamos considerando el humanismo en su dimensión de contenido o tendencia hacia el bien del hombre (el indio para la ocasión), y no en su dimensión formal. Un contenido que es el producto de la intensidad con que se viven las experiencias cotidianas. José María Vigil hablaría de “indignación ética”, refiriéndose a la postura adoptada por Las Casas y Valdivieso: en sus escritos se expresa un trasfondo marcadamente ético; una visión del mundo fundada en los valores cristianos, pero estructurada críticamente en base a la praxis histórica que ambos desarrollaron. Por cuanto Fernando Espino, es claro que no hace, al respecto de las cuestiones señaladas, teoría, ni siquiera, en sentido estricto y explícito una interpretación. Su texto es de relación, y su forma, en consecuencia, predominantemente narrativa y descriptiva. Lo cierto es que en el mismo se encierra su actitud ante aquellos problemas y en torno a ellos se entrecruzan observaciones y opiniones que nos permiten inferirlos. Con ser nuestra obra primigenia, es también documento clave de nuestra historia intelectual. En ella subyace una estructura mental binaria: cristiandad – infieles; verdad – error; bien – mal; Sagradas Escrituras (palabra de Dios) – embustes y supersticiones del demonio; latría – idolatría; misioneros evangelizadores – hechiceros. Síntesis de una lucha agónica por ganar a su partido “aquellas pobres almas”. Esperamos que éstas anotaciones valgan al cometido propuesto.