Benedicto XVI, el Concilio de Trento y la Biblia

Benedicto XVI, el Concilio de Trento y la Biblia

El papa Benedicto XVI es congruente con sus creencias. Aunque la congruencia en sí misma no es sinónimo de estar en lo correcto. Él, congruentemente con sus premisas, anhela regresar a un estado de cosas anterior al resquebrajamiento religioso, político y cultural del siglo XVI. Pero eso ya no es posible por infinidad de razones. Joseph Ratzinger no lo acepta, porque no lo entiende. Es un hombre medieval.

A pocos días de cumplirse un año más de que Martín Lutero fijó sus 95 Tesis (acto realizado el 31 de octubre de 1517), Benedicto XVI tuvo el tino ¿sería mera coincidencia? de asegurar que la Iglesia católica es la única que puede interpretar correctamente la Biblia.

En una reunión que sostuvo el 26 de octubre con el Pontificio Instituto Bíblico, el Papa fue tajante al sentenciar que solamente la Iglesia católica tiene la palabra decisiva en la interpretación de la Escritura. ¿De dónde saca tan absolutista conclusión? Pues de un largo entendimiento histórico sostenido por múltiples antecesores suyos, ya que en la tradición católica es a esa iglesia a la que le ha sido confiada la tarea de interpretar auténticamente la palabra de dios, escrita y transmitida, ejerciendo su autoridad en nombre de Jesucristo.
El monopolio de la hermenéutica lo ejerce la Iglesia católica mucho antes de la eclosión del siglo XVI, porque logra exitosamente contener o desaparecer los movimientos que la cuestionan y retan.
Hubo diversas disidencias entre los siglos IV y XV que sostuvieron principios semejantes a las reformas religiosas que logran consolidarse en el siglo XVI. Aquellas quedaron en la historia casi como pequeños actos testimoniales de resistencia y heroicidad; las últimas se anidan y trascienden por distintos factores y pasan a ser un polo del cristianismo opuesto al modelo romano.
A las reformas protestantes/evangélicas del siglo XVI la Iglesia católica responde con el Concilio de Trento (1545-1563). Allí se toman varias decisiones, y una es prohibir la traducción de la Biblia a los idiomas vulgares, permitir su lectura e interpretación a los clérigos nada más en la versión conocida como Vulgata Latina.
La Vulgata Latina es prohijada por San Jerónimo (345-419) en el lapso que va de fines del siglo IV a principios del V. Se trata de una traducción del Antiguo y Nuevo Testamento de sus lenguas originales (hebreo y griego) al latín.
En buena medida, el Concilio de Trento reafirma y hace más estrictas las medidas que ya se habían tomado en contra de los herejes cautivados por la disidencia luterana.
En 1522, en Sevilla, el Santo Oficio decomisa alrededor de 450 biblias impresas en el extranjero. Queda para el récord persecutorio de Roma que ferozmente decomisa, ya fuese por sus propios medios o por el brazo secular (los gobiernos que le son incondicionales), las traducciones de la Biblia realizadas en el siglo XVI a lenguas como el alemán, francés, inglés y español.
La estupenda traducción de Casiodoro de Reina, conocida como Biblia del Oso (1569), es realizada por su autor en el exilio. Debe huir de Sevilla, España, para evadir las garras de la Inquisición, misma que al no poder atraparlo le quema en efigie en el Auto de Fe que tiene lugar el 26 de abril de 1562, en la misma ciudad de la que huye Casiodoro.
En el multimencionado siglo XVI el monje agustino fray Luis de León comete la osadía de ir en contra de lo establecido por el Concilio de Trento: no nada más hace traducciones de porciones bíblicas al castellano, sino que también realiza interpretaciones contrarias a la tradición católica. La Inquisición lo encarcela en 1572 durante cinco años por el delito de afirmar que la sección del Antiguo Testamento, el Cantar de los cantares, debe entenderse como un poema amatorio, erótico, entre un hombre y una mujer.
La ortodoxia católica que hoy encabeza Benedicto XVI sigue, en lo que respecta al Cantar de los cantares, con la idea de que el poema es una alegoría del amor de Cristo por la Iglesia y hace malabares para despojar al texto de sus obvias implicaciones eróticas y de amor carnal.
La verdad es que se requiere mucha imaginación para no dar a las palabras su sentido natural. En el Cantar… se habla de caricias y besos a los muslos y las tetas de la mujer que anhela recibir placer de su amado, pero también de darlo. En la introducción al mencionado poema José Emilio Pacheco escribe certeramente que es una celebración del deseo mutuo y la legitimidad y la dignidad del placer (El cantar de los cantares, una aproximación, Ediciones Era).

Benedicto XVI añora tiempos idos para Roma. Hace siglos que se democratizó la lectura de la Biblia y en sus páginas se han nutrido autores que pudiendo estar de acuerdo, o en desacuerdo, con lo allí narrado denotan la influencia del libro en su propias obras.
Grandes novelistas (William Faulkner, Herman Melville, Nathaniel Hawthorne, entre muchos otros), como agudamente ha dicho Carlos Monsiváis, están profundamente marcados por la Biblia: son una derivación no religiosa del Lenguaje Revelado. Incluso la obra magna de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, puede leerse como la añoranza del paraíso perdido. Porque sigue una estructura bíblica: tiene su Génesis, su Éxodo y hasta su Apocalipsis. (Texto de Carlos Martínez García, La Jornada, 4/XI/09).

¿Cambio de paradigma en la Teología de la Liberación?

¿Cambio de paradigma en la Teología de la Liberación?
José María VIGIL

Resumen:

Partiendo del reconocimiento de la crisis de la TL, el autor pasa revista a las mediaciones y elementos que la constituyen (mediación socioanalítica, imaginario, tipo de razón utilizada, sujetos, mediación práxica…) para ver lo que puede significar ahí un “cambio de paradigma”. En la segunda parte aborda el problema desde la teología sistemática, conduciendo el concepto de “paradigma” al de “lecturas del cristianismo” (doctrinal-teórica, moral, ontológico-metafísica…). El autor sostiene que los elementos esenciales del “paradigma central” de la TL son: una lectura histórico-escatológica del cristianismo, el reinocentrismo y la opción por la justicia, y afirma que son elmentos válidos y que los cambios deben situarse sólo en “paradigmas menores”.

Abstract:

“Starting from the acknowledgement of the ‘crisis’ of the Theology of Liberation, the author focuses first in the mediations and elements of the Theology of Liberation (socio-analytical, type of reasoning, ‘imaginario’, subjects, ‘praxical’ mediation) and points out what a “change of paradigm’ could mean. On the second part the problem is dealt from the perspective of systematic theology, interpreting the concept of ‘paradigm’ as ‘reading of Christianity’ (doctrinal-theoretical, moralist, ontological-metaphysical readings…). The author asserts that the essential elements of the ‘central paradigm’ of the Theology of Liberation are: a historical-eschatological reading of Christianity, the reign-focus and the option for justice; he says these are valid elements and changes should only focus in ‘smaller paradigms’.”

Publicado en papel en:

REB, “Revista Eclesiástica Brasileira”, 58/230(junho 1998)311-328, Petrópolis, em português (Mudança de paradigma na Teologia de la liberação?);

-“Alternativas”, 8(junio 97)27-46, Managua, Nicaragua, en castellano (¿Cambio de paradigma en la Teología de la liberación?);

-“Christus”, 701(agosto 1997)7-15, México, en castellano, (¿Cambio de paradigma en la Teología de la liberación?);

-“LADOC” XXVIII1-13, Lima, in english (Is there a Change of Paradigm in Liberation Theology?)

Disponible en la red en:

http://www.sedos.org (>>articles in English…)

http://serviciosKoinonia.org/relat/193.htm

En un primer momento aludiré a la descripción externa de la crisis de la TL (1), para entrar luego en su interior y ver cuáles son los cambios concretos en los que “se mueve el suelo” de la TL (2), con especial énfasis en las dimensiones de teología dogmática implicadas (3).

1. La crisis de la Teología de la liberación, por fuera

En primer lugar, está la caída de la producción de la teología de la liberación (TL). Los teólogos escriben poco, se reúnen poco y se reúnen pocos, y cuando lo hacen nada dicen públicamente: se escucha su silencio. El neoliberalismo y la “globalization”, siendo como son enemigos de los pobres y estando como están en pleno auge, no encuentran ahora en los teólogos el eco que encontraron en la década pasada los enemigos de turno de los pobres (las dictaduras militares, el capitalismo de entonces…).

Junto al silencio de los teólogos está el silencio al que se han visto reducidos aquellos innumerables cursos, cursillos, talleres, seminarios de formación, de actualización, de análisis de la realidad, de “renovación teológica“… que se llevaron a cabo por todo el Continente hace unos años y que ahora han desaparecido. También observan algunos una suavización de los contenidos teológicos, que parecieran ser presentados ahora como expurgados de los aspectos que suscitaron mayores críticas.

Otros se fijan, más que en los teólogos, en la base popular de la TL, las comunidades eclesiales de base, de las que dicen que están en recesión, que quizá son un tanto elitistas y que no han logrado embeber todo el tejido social…

Otros señalan que es también el lenguaje de la TL lo que ha pasado de moda: que ya no se puede hablar de imperialismo, ni de revolución, ni de los pobres como sujetos históricos… Que la TL se apoyaba en un imaginario social revolucionario que quedó superado…

Otros, finalmente, señalan que el silencio actual de la TL no sólo es comprensible, sino que es la actitud más coherente, porque no estamos ya en un tiempo apto para denuncias y proclamaciones proféticas, sino para un silencio “sapiencial”, que hable con la vida sencilla y diaria, no con palabras sino con hechos, con el testimonio: “No es tiempo de profecía sino de sabiduría”, dicen.

Si trascendiendo los mencionados síntomas externos nos adentramos en la situación interna actual de la TL, se podría hacer un elenco pormenorizado de los cambios que la nueva hora del mundo nos hace sentir.

2. Los cambios en el nivel de las mediaciones

2.1. En la mediación socioanalítica: la utopía de sociedad.

La TL, en sí misma, no tuvo nunca un modelo propio de sociedad, una receta sociopolítico-ideológica que proponer como única y necesaria a la sociedad; lo que sí tenía y tiene es una utopía cristiana que sirve de orientación a la hora de hacer avanzar la historia. Sin embargo, muchos de los que se sintieron inspirados por la TL o simpatizaron con ella militaron políticamente en estrategias liberadoras de la izquierda que interpretaron en aquel momento como concreción práctica del espíritu de la TL, sin reconocer a veces las no siempre nítidas fronteras(1) entre las mediaciones ideológicas (necesariamente cambiantes según las coyunturas sociopolíticas) y los postulados teológicos (permanentes). Ello llevó a algunos a la conclusión precipitada de que la crisis de algunas ideologías llevaba aparejada consigo la crisis de los postulados teológicos con los que ellos las emparentaban. En todo caso, la crisis del modelo de sociedad de inspiración socialista se verá inevitablemente reflejada en la TL, pero lo será en más bien en las referencias prácticas, no en sus principios(2).

A medida que avancemos en el tiempo y sigamos paso a paso el pulso del mundo actual, iremos creando, imperceptiblemente, las referencias a las nuevas mediaciones de la utopía que se nos presentan en el horizonte, que hoy habrán de caminar según lo que parece por una “mundialización otra”(3) , por la resistencia y la lucha contra el signo mayor de nuestro tiempo, el neoliberalismo…

2.2. En la mediación socioanalítica: la valoración analítica de la sociedad actual.

Se decía desde tiempo atrás que “las ciencias sociales están en crisis”. La “teoría de la dependencia” fue abandonada, pero no se logró sustituirla cabalmente por otro instrumental. Y el vacío que ello produjo continúa ahí de alguna manera. Por otro lado, los instrumentos analíticos neoliberales ganan terreno y hegemonía.

Desprovistos de un instrumental seguro, nos vemos como obligados a mirar la realidad desde los análisis contrarios. Es fácil que empecemos a dudar y que acabemos pensando, con los economistas neoliberales, que quizá la pobreza de los países pobres no se deba ya a la explotación(4). Nuestros tiempos son medio escépticos sobre las posibilidades de acabar con la pobreza(5): desde la simple mecánica económica, la pobreza quizá ya no sea evitable se piensa, y si no es evitable tampoco será ya moralmente perversa, ni cabrá ante ella la denuncia profética, sino un asistencialismo resignadamente silencioso… Y todo ello puede aparecer ante nosotros como una “evidencia” de los análisis sociales, como algo simplemente “científico”, pretendidamente anterior a toda “ideología”…

Pero la cuestión del instrumental de análisis social no es algo estrictamente científico, ni realmente sólo preteológico. Hoy ya resulta ridículo por innecesario insistir en que no existen “ciencias neutras”. Toda elección de un instrumental de análisis depende de una opción ética y política fundamental previa, y en ese sentido conlleva una opción teológica o teologal.

Desde la opción por los pobres (que nos guía también a la hora de elegir el instrumental científico de análisis socioeconómico de la realidad), no podemos aceptar que la situación de terrible desigualdad del mundo de hoy ya no sea éticamente perversa, por muchas que sean las mutaciones que la tecnología haya introducido en el proceso mundial de producción, o por deslumbrante que resulte el crecimiento económico de los “dragones del Sudeste asiático”, o por compleja que pueda parecernos la realidad actual. Reconocemos que hay cambios sustanciales en algunos aspectos, pero nuestra percepción es que la estructura de fondo de la problemática ética del mundo permanece (cualitativamente es la misma), e incluso se ha agravado (cuantitativamente) en sus índices más preocupantes.

Tenemos razones “mayores” por una evidencia mayor que se nos imponen por encima de las supuestas “certezas científicas”. No podemos aceptar la idolatría del “criterio científico” económico neoliberal, como no aceptamos en su momento la idolatría de las “certezas científicas” del marxismo. Frente a “razones científicas” de este tipo, nosotros tenemos “razones utópicas” más poderosas (Dios, la justicia, la compasión, el destino universal de los bienes de la tierra, la centralidad de la persona, el carácter no absoluto de la propiedad privada…)(6).

Nos negamos a una “teología de la inevitabilidad”, a una “cultura de la desesperanza”, a aceptar que no hay salida(7) y que hemos llegado al “final de la historia”(8).

Nosotros no estamos contra el desarrollo, pero queremos “otro” desarrollo, otro modelo, supeditado a los valores humanos y éticos, no un modelo de desarrollo diseñado a partir de la rentabilidad del capital como valor supremo (como “dios”). Preferimos, por ejemplo, un modelo de desarrollo que dé más trabajo aunque ofrezca menos rentabilidad al capital. Y sabemos que lo que se nos dice que es imposible, no lo es en sí mismo, sino solamente bajo las actuales exigencias de ambiente de “confianza” que el capital exige para invertir.

Cuando acabamos pensando que ese nivel de rentabilidad del capital es “natural”, o que la gran desigualdad de nuestro mundo actual ya no es impugnable éticamente… podemos sospechar que hemos introyectado el análisis de la realidad “científico” neoliberal elaborado desde los intereses del capital, que “no se aflige por del desastre de mi pueblo” (Am 6,6), insensible a la suerte de las mayorías. La adopción de ese análisis, de esa mediación, no es una opción sólo científica o socioanalítica, sino ética, y por extensión, moral y teologal(9).

Es cierto que algunos procesos de transformación de la economía, sobre todo por efecto de la tecnología, pueden dar como resultado una aparente independización de los procesos productivos respecto a la explotación de las materias primas y de la mano de obra, principal antigua oferta de los países del tercer mundo en la economía mundial. Pero esta transformación nunca podrá olvidar las raíces históricas que la han posibilitado, multiseculares, que no se eliminan por la simple adquisición de una tecnología que supuestamente emancipe el proceso productivo de las obligaciones sociolaborales.

Una distribución de la riqueza tan desigual (y tan crecientemente desigual) como la que existe actualmente en el mundo es injusta siempre, incluso en ese hipotético caso de que no existieran mecanismos “causales” entre las partes. Como en el caso de la parábola de Lázaro; o según insinúa Mt 25, 31ss; o como declaran los Santos Padres: junto a un pobre no puede haber un rico justo.

2.3. En el nivel de la lógica utilizada: la razón simbólica.

Hace tiempo se está insistiendo en la necesidad de pasar del predominio de la mediación racional (moderna, crítica, hija de la Ilustración primera y segunda) que ha utilizado la TL, a un uso predominante de la lógica simbólica(10). Quizá por su propia idiosincrasia, y por el contexto histórico con el que ha tenido que estar en diálogo constante, la TL ha dado una especial relevancia a los aspectos socio-económico-políticos, apoyada en su pasión por la justicia(11), lo cual ha reforzado el uso de este tipo de lógica. Y quizá por todo ello sin que esto hubiera podido ser históricamente evitable del todo y hasta por falta de tiempo, no se pudo establecer un diálogo fecundo con la cultura popular, que tiene otra racionalidad.

La moderna sensibilidad hacia los temas de la cultura, que está irrumpiendo con fuerza en la Iglesia y en la teología, nos hace descubrir que es necesario ampliar esta mediación y dar cabida a la razón simbólica en la teología, en este nivel epistemológico, y mucho más en la pastoral y en la pedagogía.

Aunque esta intuición, germinal pero creciente, es formulada a veces como si fuese una ruptura, confundiendo los niveles de la teología con los de la pastoral y la pedagogía, no se trata realmente de una alternativa disyuntiva, sino de una alternativa de adición, de suma, de ampliación, de profundización en definitiva. Lo negativo no ha sido la mediación lógica utilizada hasta ahora en la TL, sino lo unilateral de esa utilización. Por lo demás, sería no sólo absurdo, sino imposible, hacer tabla rasa de lo construido y de la misma “razón occidental” para comenzar de cero de una supuesta “razón simbólica” tomada de otro universo cultural. En todo caso, esta intuición prometedora no deja de ser un riesgo, en la medida en que consciente o inconscientemente pueda fungir como reorientación de la TL hacia temas más culturalistas y menos liberadores.

2.4. En el nivel del imaginario nuevo.

El mundo del “imaginario” no es privativo de la teología sino de toda la existencia humana. Cada cultura, cada sociedad, cada época, cada hora histórica… tienen su propio imaginario. Y los imaginarios pasan y se suceden unos a otros, como pasan las épocas, las sociedades, las horas históricas. Es evidente que la TL, precisamente por ser una teología que se hace desde la vida, desde la sociedad y desde la historia, y encarnada en el aquí y el ahora (en la hora histórica), es muy pródiga en referencias continuas a la realidad y al imaginario social; estas referencias ponen “fecha” a sus textos, que no están escritos al margen de la historia y “para la eternidad”. Son las teologías abstractas tanto las clásicas como las actuales las que se hacen sin referencia ninguna, al margen de los signos de los tiempos y de los lugares, en el fanal de un laboratorio especulativo ajeno a la vida y a la historia, instalado más allá de la realidad.

Cuando el imaginario evoluciona, crece, cambia, se connota con otros sentimientos, se quiebra… los textos de la TL van a acusar ese desfase de fecha. Sus referencias, desactualizadas para la nueva hora, quedarán como “actas” fehacientes del compromiso que esta teología tuvo con su realidad y con su hora. Cuando el tiempo pasa, sólo las miradas superficiales confundirán el contenido teológico permanente de un texto con sus referencias a la realidad del momento en que fue escrito. Sólo se libran de este problema las teologías que no hacen referencia a la realidad(12).

Si el imaginario actual ha cambiado ya(13) profundamente a raíz de los sucesos de los pasados años, es lógico que ese desfase se haga notar en los textos de la década pasada. Es el precio que la TL ha de pagar gustosamente por el privilegio de ser una teología encarnada y para la vida. Evidentemente, las nuevas creaciones de TL, fieles al permanente carisma de encarnación de esta teología, deberán enmarcar sus referencias en el nuevo imaginario que va surgiendo, y deberán colaborar a crearlo, pero no deberán dejar de ser una teología viva llena de referencias teóricas y prácticas a la realidad.

2.5. En el nivel de la ampliación de sujetos, perspectivas y campos nuevos.

Desde hace años, aun antes de los cambios históricos a los que nos hemos referido, se viene hablando de los “sujetos emergentes”: el indígena, el negro y la mujer, principalmente.

En los primeros años de la TL y conviene no olvidar que se trata de una teología todavía muy joven(14) todos esos sujetos quedaron visualizados bajo la perspectiva entonces dominante de la pobreza socioeconómica. Con acierto se subrayaba que la mujer era “doblemente oprimida”(15), en cuanto mujer y en cuanto pobre, y que los indígenas y afroamericanos eran “los más pobres entre los pobres”(16). Y eso era cierto, pero no era toda la verdad. Porque no se trata sólo de que el indígena, el negro y la mujer están oprimidos y hasta múltiplemente “oprimidos”, sino que además son “otros”, son sujetos “diferentes”, y “como tales” tienen algo propio que aportar(17).

Aquí convergen dos ampliaciones de perspectiva. En primer lugar se trata de ampliar la perspectiva de la opresión, que no sólo es socioeconómica, sino también étnica, cultural, sexual… Y en segundo lugar se trata de enriquecer la elaboración teológica incorporando otras perspectivas: la antropológica, cultural, de género… (lo cual no podrá hacerse plenamente sino con la participación de estos sujetos). Nuevos campos se hacen presentes pues, y con fuerza, en la TL: las culturas, la inculturación, la mujer, el feminismo, la teología del cuerpo, la teología india, el diálogo con las religiones precolombinas y africanas, la ecología… Esta ampliación de perspectivas redimensionará inevitablemente a la TL en sus diferentes ramas en un futuro inmediato.

Ahora bien, aquí también hemos de decir lo que dijimos antes respecto al tema de la “razón simbólica”: no se trata realmente de una “alternativa disyuntiva”, sino de una “alternativa de adición”, de suma, de profundización: no sólo lo de antes, sino también esto nuevo. Se trata de una ampliación en la consideración de los sujetos y de una profundización en el concepto mismo opresión-liberación, que no será considerado ya sólo o predominantemente desde el punto de vista económico y que producirá nuevas explicitaciones. No se debe pues confundir esta ampliación y profundización, con una “disolución” de la TL en una teología simplemente feminista o india o negra o ecológica (aunque fueran liberadoras). Las nuevas explicitaciones no pueden excusarnos de prestar toda la atención necesaria a la perspectiva clásica (la de la pobreza económica), que, lamentablemente, no sólo no ha perdido actualidad, sino que se ha agravado cuantitativa y cualitativamente.

2.6. En el nivel de la mediación práxica: la estrategia de liberación.

Decían los viejos militantes de la década pasada (por tanto en el nivel práxico y fuera de la TL en sí misma) que la estrategia de liberación era la “emancipación individual de un país tras otro respecto al sistema capitalista por la toma del poder”. Era la “teoría del dominó”: “Si Nicaragua venció, El Salvador vencerá, Guatemala le seguirá…” Hace unos años, el dominó funcionó, pero en sentido contrario(!). En el mundo actual, tan diferente, aquella estrategia global es inviable.

Es evidente que una nueva estrategia de liberación no podría perseguir ahora la emancipación de un país, ni la toma del poder por las armas, sino la creación de un nuevo poder por parte de la sociedad civil(18), desde dentro. Para ir a la misma meta de liberación se debe ir por caminos y estrategias diversos a los de hace sólo unos años. Algunas acciones que antes resultaban revolucionarias hoy serían reformistas, y viceversa. Objetivos que eran prioritarios en décadas pasadas, pasan ahora a segundo plano, o incluso desaparecen. El “paradigma” (si por él entendemos en este momento “estrategia histórica de liberación”) ha cambiado(19), ciertamente. Pero si una estrategia de liberación desapareció habrá que encontrar otra, y si no es posible encontrarla, habrá que inventarla. Porque lo que ha quebrado es un modelo de estrategia de liberación, no la Liberación misma.

Sólo los ingenuos “arrojan el bebé recién bañado junto con el agua sucia”. Y sólo por ingenuidad se puede confundir el quiebre de una estrategia con el quiebre de la utopía de la Liberación, ¡del Reino!, para el que aquella estrategia era una simple mediación. Hay quienes al no ver la salida, acaban por no ver (o por no querer ver) tampoco la necesidad de salir. Hay quienes al no ver clara qué estrategia de liberación sería hoy posible, no ven tampoco ya la necesidad de una praxis de transformación histórica, a pesar de que le asistan hoy más motivos que antaño.

3. ¿Cambios en el nivel de teología sistemática?

Desde hace unos pocos años se viene hablando, también en TL, de “cambio de paradigma”. Al decir “cambio de paradigma” se está tomando una imagen del mundo de la ciencia(20). Se dice que en la ciencia hay dos tipos de tiempos; unos son tiempos de estabilidad, de crecimiento homogéneo: se investiga, se descubre, se elabora aspectos y temas nuevos, y el resultado simplemente se añade al acervo de ciencia acumulado anteriormente, sin cuestionar la concepción general, el marco global en el que todo ello se inscribe. Pero hay otros tiempos en los que los científicos perciben un malestar de fondo, una sensación de que no se puede avanzar por simple desarrollo lineal, sino que es el ordenamiento del conjunto el que necesita ser replanteado globalmente: son tiempos de cambio de “paradigma”.

Fuera del terreno concreto de la epistemología, el uso que se hace del concepto de “paradigma” es poco preciso, y bastante flexible, metafórico o analógico. Así, se habla de “cambio de paradigma” casi para todo(21), tanto para referirse al cambio de modelo de sociedad, como al cambio de imaginario, de lógica utilizada, de estrategia de liberación…

Ahora queremos preguntarnos si desde el nivel propiamente de la teología sistemática se puede hablar de que la crisis de la TL obedece a un cambio de “paradigma teológico”. Para ello necesitamos preguntarnos previamente a qué podemos llamar paradigma en este campo de la teología sistemática.

Los paradigmas están más allá de la diversidad de corrientes espirituales, más al fondo de las peculiaridades de cada escuela teológica, por encima de los cambios meramente coyunturales, a los que una corriente o escuela teológica pueden acomodarse. Escuelas diferentes pueden moverse dentro de un mismo paradigma. Un paradigma teológico, en el sentido fuerte de la palabra, se ubica, para nosotros, en el nivel de las grandes interpretaciones del cristianismo, y vendría a ser como lo que se ha llamado “lecturas del cristianismo”. No negamos que pueda hablarse de paradigma en otros niveles más superficiales, pero nosotros concretamente queremos referirnos a ese nivel más profundo de la teología sistemática(22).

Las “lecturas del cristianismo” como paradigmas teológicos

Vamos a limitarnos a evocar las más conocidas.

-Hay una lectura o interpretación doctrinal-teórica del cristianismo. En ella Dios es percibido como la Verdad que ha venido a revelársenos, y nuestra respuesta de fe hacia El implica sobre todo la aceptación intelectual de las verdades por El reveladas y depositadas en la Iglesia: se trata ahí de vivir “en la fe de la Iglesia”, de la que nos separamos por la herejía o la heterodoxia. Esta lectura es la que en la práctica ha prevalecido en la Iglesia no sólo en los tiempos de la Inquisición, sino en muchos otros en los que el ser o no ser cristiano se ha puesto más o menos conscientemente en la aceptación de unas verdades intelectuales tenidas como el “deposito” de la fe (ortodoxia).

-Hay una lectura moralista, que concibe la historia de la salvación como una prueba moral que Dios nos ha puesto a los humanos, que se juega entre el pecado y la gracia, y que nos lleva a un final de premio o castigo en función de los méritos o deméritos acumulados. La vida cristiana es ante todo una prueba moral, de la que no se desprende una “misión” real en la historia, una tarea o quehacer esencial. Este mundo es simplemente una “ocasión para merecer”, concluida la cual, será destinado al fuego, y nosotros pasaremos a la vida eterna, la única verdaderamente decisiva, que apenas tendrá continuidad con lo que aquí hayamos vivido en nuestra propia identidad personal (heterosalvación).

-Hay una lectura ontológico-metafísica que pone la salvación en un plano superior separado (meta-físico), mediado sacramentalmente. La salvación es sobre-natural y se juega en la “vida de la gracia”; participamos de ella mediante el culto y la “vida espiritual” (sacramentos, oración), que se tornan así lo central de la vivencia cristiana. La realidad verdadera es la sobre-natural, y la salvación nos viene de la participación en ese “otro mundo verdadero” del cual el nuestro es sombra y trasunto. En este “otro mundo” fuera de la historia es donde la misión cristiana encuentra su polo de referencia en esta lectura del cristianismo.

-Hay una lectura histórica: la realidad es concebida como historia de salvación y, simultáneamente, como salvación de la historia, una historia, que va linealmente aunque con altibajos y retrocesos de un principio hacia una meta. “Dios tiene un sueño”, y lo ha propuesto a los humanos como Utopía, encomendándosela como su tarea en la Historia. La misión cristiana no nos separa de la historia; al contrario, nos remite a ella. La escatología y la encarnación ya no son direcciones opuestas, sino convergentes: al mundo futuro llegamos futurizando este mundo presente. No es más escatológico quien más huye de este mundo, sino quien más lo hace avanzar hacia adelante (hacia el “ésjaton”). La tierra de esta historia es el único camino que tenemos para llegar al cielo del futuro. En la Historia se hace la Salvación.

Estas lecturas, no lo son solamente del cristianismo, sino, más ampliamente, de las religiones en general; más aún, dentro de cada religión también del cristianismo, cabe realizar, como decimos, las diferentes lecturas. No hace falta que señalemos aquí que, si bien ninguna lectura es enteramente falsa, tampoco se puede decir que son todas arbitrariamente intercambiables; hoy es claro que, de todas las lecturas, la lectura histórico escatológica es la que menos es “lectura” (interpretación), la que más se acerca a lo que Jesús vivió.

En cada una de estas lecturas se experimenta a Dios de un modo diferente y se concibe la realidad de la salvación y la misión encomendada al ser humano de una forma también diversa. Dentro de cada lectura cabe un desarrollo lineal, homogéneo, adicional. El paso de una lectura a otra, sin embargo, implica una ruptura, un replanteamiento global, un “cambio de paradigma”: las diferentes lecturas del cristianismo son verdaderos “paradigmas” en el sentido más fuerte de la palabra.

Al preguntarnos sobre la crisis de la TL debemos referirnos al paradigma subyacente a la misma. ¿Cuál es su lectura, su paradigma?

Evidentemente, la TL corresponde a una “lectura histórica” del cristianismo. Y la mayor oposición la ha recibido y recibe de aquellas otras lecturas que son más profundamente a-históricas. La crisis o el conflicto de paradigmas no se da realmente sólo ahora; la conflictividad que la TL suscitó ya desde el principio obedecía al choque de su paradigma con los paradigmas de otras teologías. No se trata de una diferencia de matices o de escuela, sino a una diversidad global, de paradigma(23). Y es bien posible que algunos de los que dicen que hay que dar un paso adelante cambiando de paradigma no estén haciendo otra cosa que retroceder a otro ya viejo.

Hacia el paradigma central de la TL

Dejando este punto ahí, podemos adentrarnos un poco más en el paradigma mismo de la TL, para ver si efectivamente se vislumbra para él la necesidad del mentado cambio de paradigma.

En los años 50 de nuestro siglo hubo una famosa polémica suscitada en las páginas de la revista “Dieu Vivant”. Eran los años críticos de la posguerra mundial, y lo que se debatía era cuál debía ser la actitud de los cristianos en el mundo moderno. La polémica dividió a los participantes en dos bandos: los escatologistas y los encarnacionistas. Los primeros entre los que se encontraban Daniélou y Urs von Balthasar eran partidarios de una Iglesia que para dar testimonio de la trascendencia se concentrara en lo espiritual y en el abandono de “las cosas de este mundo”. Los segundos entre los que se encontraban Chenu, Teilhard de Chardin y el movimiento de los sacerdotes obreros insistían en la necesidad de una Iglesia encarnada en la realidad que diera testimonio de compromiso histórico. Los dos polos, percibidos como opuestos en medio de la polémica, eran la escatología y la encarnación.

Los escatologistas acentuaban la primacía exclusiva de lo espiritual, el abandono de todo compromiso histórico que pueda restar atención a lo espiritual y lo trascendente. En su opinión, la acción humana es nada más una “ocasión” para “merecer” el premio de la vida eterna, pero no tiene valor salvífico en sí misma, ya que la vida eterna es estrictamente un don de Dios, y nuestro mundo y nuestras acciones serán destinadas al fuego cuando llegue la parusía; la salvación será un puro don de Dios en ruptura total (heterosalvación) con lo que hayamos vivido en este mundo.

Los encarnacionistas, por el contrario, ponían el acento en el compromiso histórico, en la encarnación, en el estar presentes en nuestro mundo. En su opinión, la acción humana tiene un valor salvífico en sí misma, por lo que nuestras acciones históricas son ya salvación (homosalvación).

La polémica no era enteramente nueva. Los términos habían sido planteados teológicamente otras veces ya en la historia; ahora, simplemente, nuestro siglo hacía suya también esta problemática que suele calificarse como de “relaciones entre escatología e historia”. Una solución más definitiva a la polémica no llegaría hasta el Concilio Vaticano II. Este dirimió el dilema con la solución que quizá haya sido la más genial que a la cuestión se le había dado a lo largo de la historia: la solución de la síntesis.

Si escatología e historia siempre habían sido captadas como dimensiones opuestas, el Concilio las encontró no sólo compatibles sino subsumidas una en la otra. La polémica se planteaba hasta entonces como un dilema: apuntar a la transcendencia que se aparta del mundo u optar por la inmanencia que olvida la transcendencia transhistórica (escatología o encarnación). El concilio descubrió la síntesis. Ello fue posible gracias a las transformaciones que se habían operado en los últimos tiempos en los planteamientos escatológicos(24). Si antes, para ser “signo escatológico”, había que alejarse del mundo y desinteresarse de la historia, ahora, con la reformulación de la escatología, se redescubría que la encarnación en la historia es el mejor camino para acceder a la escatología: “cuanto más escatológicos, más históricos”; no es más signo escatológico quien más se desentiende del mundo, sino quien con más fervor trata de llevarlo hacia su “ésjaton”, el Reino. El mayor compromiso histórico venía a ser el mayor signo escatológico. Los nuevos planteamientos de las relaciones entre escatología e historia que refleja el Concilio abrían la puerta a la posibilidad de una recuperación decidida de la “lectura histórica” del cristianismo.

¿Cómo nació en este contexto la TL? ¿Con qué paradigma?

En el fondo, estaba operando el redescubrimiento del carácter histórico escatológico del mensaje de Jesús operado a principios de este siglo(25) y que había permanecido como recluido en los recintos universitarios principalmente europeos. La “vuelta al Jesús histórico” puso en primer plano este replanteamiento de relacionamiento directo entre escatología e historia. En este contexto, el redescubrimiento del Reino como ipsissima verba Iesu y como centro absoluto de la predicación de Jesús (ipsissima intentio Iesu) propició a su vez el redescubrimiento del “reinocentrismo”, como fundamento cristológico de la lectura histórica del cristianismo. La percepción inevitable de la parcialidad teologal incluso hacia los pobres, hizo el resto. Surgió así la TL con un paradigma cuyos elementos esenciales, enumerados en síntesis cuasitelegráfica, serían:

– lectura histórico-escatológica del cristianismo, lo cual incluye la primacía de la praxis de transformación histórica, la integralidad (no dualismo) y unicidad de la historia, de la transcendencia en la inmanencia.

– el “reinocentrismo”: la recuperación teórica y práctica del carácter absoluto que Jesús dio al Reino, dentro del seguimiento de Jesús y del creer con la fe misma de Jesús;

– la opción por la justicia, por los injusticiados, con la consiguiente ubicación en el lugar social de las víctimas de la injusticia.

Este es fundamentalmente el “paradigma mayor” de la TL, su esqueleto teológico-sistemático. Dentro de ese marco puede haber escuelas, corrientes, acentuaciones diversas… pero siempre que entren dentro de este modelo, son esencialmente TL. Puede haber unos acentos más comprometidos y otros más contemplativos; unos pueden realizar la transformación histórica más por la acción sociopolítica y otros por medios más simbólicos; unos pueden adoptar un lenguaje o un imaginario más militante-utópico y otros lo pueden tomar del “realismo desencantado” de nuestros días; pero si cuentan en su haber con los elementos esenciales citados de aquel paradigma, siguen siendo esencialmente TL. Y si se apean de cualquiera de estos elementos, ya no son verdadera TL, aunque así se siguieran llamando.

Si quisiéramos expresar el paradigma en una palabra, escogeríamos ésta: ¡el Reino! Ese sería el paradigma de la TL, porque es, en realidad, ¡el paradigma de Jesús! Mientras tengamos una lectura histórica de la realidad, con el Reino de Dios como utopía omnicentralizante y con la ubicación en el lugar social de los pobres, estaremos dentro de la TL, con ése o con otro nombre.

¿Cambio de paradigma en la TL?

Siempre a nivel de teología sistemática, cabe preguntarnos ahora ya sobre el cambio de paradigma en la TL.

Aun respetando la visión que otros tengan del cristianismo, la TL, en su todavía corta vida, se ha desarrollado como poseída por una convicción tal, que se diría que una fuerza de evidencia interna se le ha impuesto por sí misma desde dentro, “tenaz como si viera al Invisible” (Hb 11, 27). La TL no ha puesto su eje en algo lateral: una devoción, en un sacramento concreto, una dimensión, una faceta o elemento particular. Es una teología de lo esencial y universal cristiano, y aun de lo profundamente humano, diríamos. No ha ido desarrollándose dando pasos hacia afuera, sino hacia adentro, hacia adentro del misterio cristiano. Es una teología “centrada en lo central”, en la misión de Jesús, en su mensaje, en su Causa, en su pasión y en su utopía, ¡el Reino!

Cuando una teología ha llegado a tener esa experiencia tan profunda, sellada incluso martirialmente y con tanta profusión ha recorrido un “camino sin retorno”. La pregunta se impone: ¿qué es lo que lleva entremanos, algo facultativo o algo inamisible? ¿Se puede dejar de creer en aquello que a uno le arrebató el alma? ¿Puede alguien emigrar con coherencia hacia lo periférico después de haber tocado lo central?

Hay muchas lecturas del cristianismo, ciertamente. Pero no podemos decir que la lectura “histórica” sea una más entre otras, intercambiable; es la que se nos presenta como la más cercana a la de Jesús. Es decir, la lectura histórica se nos revela como la que menos es “lectura”, la que menos tiene de “interpretación” y la que más cerca está de lo revelado en Jesús. ¿Es facultativo adoptar o no esta lectura? ¿Podemos cambiar este elemento del paradigma?

El “reinocentrismo” ha sido puesto por la TL en la picota de los principios teológicos. Aunque inconscientemente no aceptado en la práctica de muchos, se ha evidenciado como irresistible por su fuerza de convicción incluso ante los enemigos de la TL. Todos aceptan el vocabulario del Reino y de la OP(26), aunque no siempre cambian con ello sus viejos conceptos. ¿Será posible abandonar el reinocentrismo por otros paradigmas?

La “opción por los pobres” ha sido el mayor acontecimiento ocurrido en las Iglesias cristianas desde los tiempos de la Reforma protestante. Marca una separación de aguas. Los que dieron el paso por una profunda convicción de fe, por haber experimentado el fundamento teologal mismo de la opción por los pobres, ¿cómo podrán superar ese paradigma sin traicionar la sangre de los mártires y el rostro sufriente de Cristo(27) que les ha sido dado contemplar en los pobres?

Desde la perspectiva de la teología sistemática, es fácil notar que a estos niveles de profundidad no se mueven los vientos de los cambios del mundo moderno, por “profundos” que aparenten ser, en otro tipo de profundidad. ¿Es que el proclamado “fin de la historia” podría llevarnos a abandonar la lectura histórica de nuestra fe, que es la más cercana a la visión del mismo Hijo de Dios? ¿Es que la mundialización financiera o el supuesto triunfo del neoliberalismo harían ya obsoleto seguir poniendo la pasión de nuestra vida en la utopía del Reino predicado por Jesús? ¿Es que la caída del socialismo del Este haría ya inoportuna o pasada de moda la opción por los pobres? Lo que otros han dicho de la OP lo decimos nosotros de ella misma y del paradigma global de la TL: se trata de “una opción firme e irrevocable”(28), sin marcha atrás. Podremos (y deberemos) adecuar y actualizar todo lo que sea necesario en el campo de las mediaciones de la teología; pero el paradigma mismo nos da la sensación de que permanece imbatido.

Por lo demás, afirmantis est probare: al que afirme la necesidad del cambio de paradigma es a quien corresponde demostrarla. Deberá abogar por un nuevo tipo de relaciones entre escatología e historia, pero con razones teológicas, no con argumentos socioeconómicos o culturales. Habrá de proponer un planteamiento que supere el reinocentrismo, pero con exégesis en la mano, no con vagos discursos sobre el posmodernismo cultural al uso. Deberá mostrar que la OP no tiene fundamento teologal, pero no precisamente desviándola hacia una opción preferencial por los pobres que al final se queda en un simple “amor preferencial”. Mientras esto no suceda, permanecerá, avasalladora, la fuerza contundente de los elementos esenciales del paradigma de la TL. Mantener la pertinencia de cada discurso dentro de su plano y de sus límites, sin mezclarlos ni confundirlos, será una sana regla de higiene teológica. No podemos ignorar que en el contexto psicosocial difícil y tenso que se ha abatido sobre nosotros en los últimos años es una tentación cubrir con razones teológicas las que son simplemente psicológicas: cansancio ajeno y propio, presión social y eclesiástica, moda, huida actual de toda conflictividad, depresión social(29)…

Finalmente, no hay que dejar de acudir a la profilaxis de la sospecha. Todo paradigma, como el conocimiento en general, es “interesado”. Ello obedece a la estructura hermenéutica misma del conocimiento, y no es posible evitarlo. Todo paradigma es “funcional” a un interés social. También el paradigma de la TL, como lo más sustancial de la Biblia misma(30). Quienes tienen otros intereses prefieren otros paradigmas que les sean funcionales. ¿Cambiar de paradigma? ¿A qué “nuevo” paradigma? ¿A un paradigma que sea funcional a qué intereses? ¿Ha cambiado Dios de intereses (o lo que es lo mismo: qué razones teológicas tenemos para cambiar de intereses)?, ¿o somos nosotros quienes estamos cambiando de intereses (es decir, estaríamos cambiando de paradigma por razones no teológicas)?

Concluimos: Nosotros nos quedamos con el paradigma de Jesús, ¡el Reino! Dentro de este paradigma imprescriptible, caben todas los cambios y acomodaciones menores que sean necesarias.

Notas:

1. Cfr “Frontera y contrabando” pastoral, en CASALDALIGA, El vuelo del Quetzal. Espiritualidad en Centroamérica, CORCA, Managua 1988, pág. 78-79. Hay ediciones también en México, Caracas, Cuenca (Ecuador), Bogotá e Italia.

2. Algunos pensaban que la caída del socialismo provocaría una desintegración de la TL. Pero el socialismo no era ningún elemento fundamental. Las tesis de la TL permanencen todas, independientemente del destino de las sociedades socialistas: J. COMBLIN, Cristãos rumo ao ano 2000, Paulus, São Paulo 1996, p.352.

3. Cfr Patria Grande y Patria Mundial, propuesta de reflexión-acción de la Agenda Latinoamericana’96, págs. 19-33.

4. Un ejemplo: La densidad y la complejidad de los acontecimientos descartan cualquier simplificación o la caricatura en que caen a veces los dogmáticos. En efecto, contrariamente a lo que en otra época fue opinión común según la cual el desarrollo de los países del centro es una consecuencia necesaria de la explotación de los países de la periferia, los recientes estudios demuestran que con la tercera Revolución industrial, el desarrollo de los países industrializados se debe mucho más a la transformación tecnológica que al saqueo de los países pobres. Cfr. THAI-HOP, Pablo, Los excluidos, extraña creatura del nuevo paradigma tecno-científico, RELaT nº 120 (http://servicioskoinonia.org/relat/120.htm); Diakonía 76(dic 95)7.

5. Gustavo GUTIERREZ, Xº Seminario de Formación Teológica, Centro Nueva Tierra, Buenos Aires 1995, pág. 159.

6. Aquí necesitaríamos reaplicar el poema Equívocos de Casaldáliga: “Donde tú dices ley, / yo digo Dios. / Donde tú dices paz, justicia, amor, / ¡yo digo Dios! / Donde tú dices Dios, / ¡yo digo libertad, / justicia / amor!”, en Clamor elemental, Sígueme, Salamanca 1971, pág. 71. Modernamente no se nos dice “ley”, sino “economía”.

7. HINKELAMMERT, Sobre la sociedad que dice de sí misma que no hay salida, “Pasos” 37(septiembre 1991)11-24, San José de Costa Rica.

8. Frente a las razones de Fukuyama y los suyos, nosotros tenemos “razones mayores” para no aceptar un “final de la historia” que significaría el fracaso de la sociedad humana y de la utopía que Dios le propuso, y que por tanto significaría el fracaso mismo de Dios. ¿Está claro que la tesis del “final de la historia” no es ni simplemente ideológica ni meramente sociológica, sino simultánea e implicativamente religiosa y teológica?

9. En otros lugares hemos desarrollado el carácter teologal o teológico de mediaciones que clásicamente presentábamos como meramente “socioanalíticas”, científicas, o autónomas respecto a la fe. Cfr. CASALDÁLIGA-VIGIL, Espiritualidad de la liberación, Sal Terrae, Santander 1992, pág. 173-177; VIGIL, “Cuestiones disputadas” del DKC, en El Kairós en Centroamérica, Nicarao, Managua 1990, 137-142.

10. Cfr Víctor CODINA, Creo en el Espíritu Santo. Pneumatología narrativa, Sal Terrae, Santander 1994; Pequeños relatos, grandes verdades, “Cuarto Intermedio” 33(1994)64-79, condensado en “Selecciones de Teología“135(1995); Una teología más simbólica y popular, en Parábolas de la mina y el lago, Sígueme, Salamanca 1990, pp 117-148; y en esta misma obra, Las perplejidades de un teólogo ante las culturas, pág. 102-105.

11. Pero la preocupación por la justicia no nos viene a nosotros de la razón ilustrada (ni de la primera ni de la segunda ilustración), ni de la cultura occidental, como algunos parecieran pensar, sino de la Biblia, y de los orígenes mismos del pueblo de Israel. Quizá pudiera ser al revés de lo que se dice: que lo que la cultura occidental en general y la razón ilustrada en particular tengan de preocupadas por la justicia les viniera en definitiva de la influencia de sus orígenes cristianos.

12. O como dice Hazlitt en otro campo: “Impecables autores son los que nunca escribieron”.

13. V. CODINA habla de un “imaginario alternativo, tanto respecto al imaginario capitalista dominante en América Latina como respecto al imaginario revolucionario marxista, que, si pudo tener vigencia en los años sesenta, hoy se encuentra en evidente regresión”: Creo en el Espíritu Santo, Sal Terrae, Santander 1994, pág. 187. Cfr también CENTRO GUMILLA, Imaginario alternativo al imaginario vigente y al revolucionario, en la obra colectiva Neoliberales y pobres. El debate continental por la justicia, Bogotá 1993, pág. 293-323

14. Clodovis BOFF, Bodas de prata da Igreja com os pobres: teologia da libertação, “Vida Pastoral”, São Paulo (outubro 1996)29-31. También en http://servicioskoinonia.org/relat/180.htm

15. Puebla 1134.

16. Puebla 34.

17. Cfr George KANIANPADY, Lázaro e Cornélio. Para uma missionologia latinoamericana. Tesis de doutorado presentada en la Facultad de Nossa Senhora da Assunção, São Paulo, 1996. Lázaro y Cornelio, ejemplifican al pobre y al otro.

18. Pablo RICHARD, Caos o esperanza. Fundamentos y alternativas para el siglo XXI, RELaT 127 (http://www.uca.ni/koinonia/relat/127.htm); Diakonía 74(junio 95)59-67.

19. Agenda Latinoamericana’96, págs. 19-33.

20. Principalmente de Thomas KUHN (The Structure of Scientific Revolutions, Chicago, The University of Chicago Press, 1962; 2ª ed. rev. de 1970) y Karl POPPER (The Logic of Scientific Discovery, Londres, Hutchinson 1959.

21. É tarefa quase impossível, nos dias atuais, apontar um domínio sequer no qual o termo ‘paradigma’ não esteja presente, muitas vezes de forma elucidativa, outras tantas de maneira indevida, quase sempre em tom pretensamente inovador… (com) a significação implícita de um modelo ou de um padrão que se impõe progresivamente aos indivíduos e grupos. L.B. LEITE ARAUJO, Considerações sobre o termo ‘paradigma’, en FABRI DOS ANJOS (org.), Teologia e novos paradigmas, Loyola, São Paulo 1996, pág. 16.

22. A este mismo nivel se refiere J.B. LIBANIO en Diferentes paradigmas na história da teologia, en FABRI DOS ANJOS, o.c., 35-48

23. Si bien la TL no se reconoció a sí misma en la descripción que de ella hacía la Instrucción (precisamente por captarla desde otro paradigma), no le faltó razón a la Instrucción vaticana Libertatis Nuntius al afirmar que la TL llevaba consigo una hermenéutica diversa con carácter global y totalizante (cf X, 2ss). Hermenéutica es interpretación, relectura, “lectura”; el paradigma de la TL implica, en efecto, una hermenéutica profundamente diversa.

24. De una escatología estática, dualista y ahistórica se había pasado a una escatología dinámica, integrada e historizante. Cfr J. M. VIGIL, ¿Parábola o Hipérbole? Para una reinterpretación teológica e histórica de la vida religiosa, “Claretianum”, XXXIV447-466, Roma; “Vida Religiosa” 79(15 marzo 1995)106-117, Madrid. También en: http://servicioskoinonia.org/relat/49.htm

25. Jon SOBRINO habla con frecuencia de ello: Resurrección de la verdadera Iglesia, Sal Terrae, Santander 1984, págs. 217, 274. Mysterium salutis, UCA Editores, San Salvador 1991, I, p. 467.

26. Hasta el director del FMI hace discursos sobre el Reino de Dios y el amor a los pobres.

27. Puebla 31-39; Santo Domingo 178-179.

28. Juan Pablo II, Discurso a la Curia, 21.12.84; Discurso en la IV CELAM en Santo Domingo, nº 16.

29. J.M. VIGIL, Aunque es de noche. Hipótesis psicosociológicas sobre la hora espiritual de América Latina en los 90, Editorial Envío, Managua 1996, primera y segunda edición. Ediciones también en México (CRT), Bogotá (Verbo Divino), Zaragoza (Comité Romero, de Zaragoza) y São Paulo (Paulinas, en portugués).

30 L. BOFF, Y la Iglesia se hizo pueblo, Sal Terrae 1986, págs. 97, 124. C. MESTERS, Como se faz teologia bíblica hoje no Brasil, “Estudos Bíblicos” 1(1987)7-19.

Managua, Nicaragua

FMLN: la disyuntiva histórica

FMLN: LA DISYUNTIVA HISTÓRICA

Oscar A. Fernández O.

Sobrevivimos en una etapa en la que se ha moldeado como “credo universal”, la conocida máxima de F. Hayek, que afirma que justicia social no es otra cosa que una receta vacía, convencionalmente usada, para que cualquier reivindicación sin ninguna razón que la sostenga, sea aceptada. (The atavism of Social Justice in New Studies in Philosophy, Politics, Economics and The History of Idea, Routledge and Kegan Paul, London, 1978, pp. 57-68)

Sin embargo, más allá de la arrogancia y prepotencia con la que se exhibe el capitalismo global dominante, vemos surgir en su seno, procesos de incertidumbre y caos en lo económico, en lo ideológico y en lo político, generando una poderosa bomba de tiempo cada vez mayor. Pese a los teóricos de este modelo, la realidad nos demuestra que el fin de la historia está muy lejos de producirse. (Dieterich: 1999)

El Banco Mundial, asumiendo un rol de liderazgo frente al derrumbe de la ortodoxia capitalista global y el aumento exponencial de la pobreza y la marginación social en la mayoría de países del mundo, publicó su famoso Informe sobre el Desarrollo Mundial y La Pobreza. En él postula, que la reducción de la pobreza en el orbe es la máxima prioridad. Así, este propósito se catalogó como su objetivo fundamental, para el cual se lanzó un programa asistencialista.

A esta estrategia se le ha dado en llamar “el aggionarmento” (actualización) del modelo neoliberal, cuyos indicadores veinte años después, demuestran que ha sido un total fracaso. Ha quedado en evidencia que el neoliberalismo es una matriz móvil que conserva principios constantes (Ezcurra.:1998)

¿Puede entonces, obtener legitimidad, un nuevo proyecto histórico cómo alternativa al capitalismo, a su crisis sistémica y al empobrecimiento y marginación acelerada de las mayorías en el mundo? La legitimidad de una sociedad política, sostienen las nuevas academias críticas, se deriva de dos componentes fundamentales: los ordenamientos formales que determinan los mecanismos de acceso al poder, que deben ser transparentes y equitativos para todos los ciudadanos y, los preceptos materiales que son la razón de ser de la convivencia social.

La necesidad de un nuevo proyecto histórico revolucionario, se deriva no de un capricho ideológico, sino de la tragedia humana que ha producido el fracaso del capitalismo global, que no logró establecer las condiciones reales de democracia real y justicia social, que fueron las pretensiones originales del liberalismo, hijo de la Ilustración. “Quedan así destrozados los valores fundamentales del Siglo de las Luces y de la Ilustración” y todos somos llamados a legitimar esta “nueva era” incluso para fundamentar legalmente la desigualdad (T. Genro: 2000)

Frente a este desolado escenario, la tarea política más apremiante para la izquierda revolucionaria en El Salvador, consiste, en tanto alista su fuerza electoral para continuar con la transformación de la crítica realidad nacional (y contribuir a la lucha a nivel internacional), en construir respuestas en consulta con los amplios sectores populares de manera permanente, con la celeridad que una respuesta a la crisis demanda.

Contrariamente a la deshumanización capitalista, toda concepción científica dialéctica de la sociedad ha de partir de la naturaleza humana como la condición constitutiva más importante de un sistema social. Marx entendió y explicó al homo sapiens no solo como un ente histórico, sino también biológico, con determinadas estructuras no culturales. Primero es la estructura humana en general y después, la naturaleza humana modificada según cada época, apuntó en el Tomo I de El Capital (1863)
La ejecución de un nuevo proyecto histórico antitético, no sería factible solamente negando al neoliberalismo, pues esto no constituye una estrategia de cambio estructural. Tampoco parecen existir las condiciones para la revolución armada clásica, sobre todo en los centros del régimen dónde se concentra el poder global y en sus cercanías. La creación de las organizaciones obreras y de masas, no está siendo determinante, más allá de un esfuerzo organizativo abstracto, frente a la demanda urgente de resolver el complejo problema sociopolítico real. Sencillamente porque una organización sin contenido programático es simbólica y carece de sustancia política que, dialécticamente, es su razón de ser y le da vida y cohesión.
“La esencia de la sociedad participante es que los pueblos dejen de ser masas gobernadas y conduzcan su vida política y económica, conscientemente auto determinados”, sostiene Rosa Luxemburgo en el manifiesto de La Liga de Espartaco (1918), definiendo así la esencia participativa de los pueblos en el destino del Estado.

La izquierda salvadoreña debemos, a partir de ya, redoblar el impulso del programa de un nuevo proyecto histórico alternativo, más de allá de simples y puntuales estrategias electorales. Hay que delinear el Programa de la Nueva Sociedad Democrática Popular (participativa), que tendría dos funciones reales: la ideológica y la de poder, sostiene Dieterich (2001)
La base de su concepción, contenido y desarrollo no puede ser otra que el profundo arraigo a las masas, que constituyen la fuente de legitimidad y efectividad del poder.
La función ideológica y política del proyecto permitirá dar a conocer al pueblo y demás actores sociales, la nueva concepción de la realidad y del país y, a través de procesos de concienciación, lograr que el pueblo comprenda que es el nuevo sujeto de cambio.

La función de poder será la del cambio de correlación de fuerzas, entre los potentados capitalista y las fuerzas de la democratización real. Los cambios estructurales de fondo, que son necesarios para instaurar la democracia plena e incluyente, sólo pueden alcanzarse mediante un amplio y largo proceso de concienciación política y cultural entre las mayorías, que les permitirá transformarse de objetos de la historia en sujetos políticos, sabiendo que son capaces de cambiar la historia.

Yo, confesé a Julio Adalberto Rivera Presidente de la República (1962-1967)

Yo, confesé a Julio Adalberto Rivera Presidente de la República (1962-1967)

Share on facebook Share on twitter Share on email Versión para Imprimir

Doctor Víctor Pinaud 

Corría el penúltimo fin de semana del mes de noviembre de mil novecientos sesentitrés, específicamente el día sábado veintitrés y se encontraba en su mayor apogeo y máximo esplendor el mejor Carnaval de Centroamérica el de mi querida, añeja, calurosa y acogedora ciudad de San Miguel; con un grupo de amigos un día antes me había desplazado para allá en un microbús el cual iba repleto de ricas y exquisitas viandas, abundantes y variadas bebidas con que le haríamos los honores correspondientes al dios BACO, con anticipación habíamos reservado un par de habitaciones en un reconocido hotel de la localidad. Llegó el día “D” y ataviado completamente con mi disfraz de cura: tonsura, biblia, sandalias, cíngalo y anillo de vidriantes que había conseguido con mentiras blancas gracias al coadjutor del Seminario de San José de la Montaña, empecé la fanfarria; las horas pasaban y este sacerdote amañado atendiendo veloz y felizmente a mi heroico, sufrido, estoico y generoso hígado, iba acompañado de mis compinches de viaje y un nutrido séquito principalmente de niños (as) y adolescentes de ambos sexos que gozaban de mis diabluras.

A eso de las once de la noche en una esquina me encontré a Julión, ataviado de mosquetero junto al alma, corazón y vida de ese gran carnaval a mi bien recordado Miguelito Charliax, Salvador Jauregui, Chano Avelar los hermanos Paz y Canales mi buen amigo y recordado el “Patío” Roberto Escobar García compañero de estudios en la Facultad de Derecho de mi inolvidable U.E.S., Cañón Cañas, el Comandante Departamental y otras autoridades del lugar, su minúscula seguridad y algunos miembros de su plana mayor presidencial y los de siempre: los gorrones. Alguien sacó una botella de whisky presidencial de lujo, un par de vasos, los insumos correspondientes y el Mandamás me dijo: “tomémonos un trago” “sí le dije” que al final no fue solo uno si no que varios; “¿bueno me preguntó y vos sos cura?” “¡sí le dije y te voy a confesar!”, se medio hincó, agachó la cabeza, me dijo un par de pecaditos que no los menciono por el secreto de confesión, hice que me besara para variar la mano izquierda, lo persigné, le hice la señal de la cruz en la frente y le dije: “andá con Dios hijo mío y tu séquito”, todos bien seriecitos. Como a las dos de la madrugada ya más etílico en la Jungla de los Leones, donde bailé en algunas ocasiones hasta de cabeza, al compás de la Billo’s Caracas Boy’s, Orquesta de Mujeres de México, y con la exuberante, bella y sensual Reina del Carnaval de Río de Janeiro a quien confesé y también a algunos integrantes de esos grupos musicales y de otras orquestas; en el cenit de la alegría se me acercaron dos jóvenes que a la distancia se notaba que eran oficiales del ejército y me dijeron: “señor cura lo manda a llamar el señor Presidente, quiere hablar con usted” y les contesté “no jodan déjenme seguir disfrutando con mis cheros y cheras” que por cierto estaban bien lindas, guapas y hermosas, pero al notar que no estaban bromeando les dije que sí, cuando llegué donde él se encontraba ya “más alegre” en una gran mesa llena de todo, acompañado de casi las mismas personas ya mencionadas y otras me dijo: “me jodiste, me domaste vos no sos cura” y le contesté “ni vos sos presidente” provocándole una gran carcajada y risotadas de toda su comitiva, diciéndome acto seguido “brindemos, sí le respondí pero con mis amigos también” al momento ya todos estábamos instalados. Al día siguiente departimos en el Pacífico.
Por esos años empezaba a estudiar leyes y un buen samaritano el Doctor Francisco Roque Serrano, amigo solidario y generoso me extendió su mano protectora para que en su bufete, situado al costado sur del Palacio Nacional, me instalara sin costo alguno. Ese gesto desinteresado se lo agradeceré siempre. Dicho despacho estaba ubicado a pocos metros de la farmacia Vestal y de la cafetería Atyocoyo; días después de la famosa confesión una tarde entre cinco y media y seis por pura casualidad me encontré en esa misma esquina a Julión, conduciendo su moto Harley Davidson, platicamos un momento y según acuerdo tácito quedamos de vernos de vez en cuando en ese mismo lugar; otras veces casi a la misma hora por ese mismo sitio pasaba manejando su escarabajo Volkswagen color azul ,si no me equivoco, sin ningún acompañante no como ahora. Después nos seguimos viendo con cierta regularidad cosechando auténticamente cierta amistad hasta su muerte, que lamenté mucho y siempre me comentó “me domaste cura jodido y pícaro”, tenía todos mis números telefónicos y yo sus personales y privados, jamás le pedí un favor, prebendas ni ganguerías. Muchas veces nos encontramos en el original Drive-in Don Pedro a altas horas de la noche y de la madrugada, solito como siempre, me llamaba a su mesa cuando degustaba su predilecta sopa Pavesa acompañándonos un par de heladas o buen licor, un trío o el inolvidable “El Solitario” y así llegamos a vosearnos, él me decía cura o Tito y yo Julio o Julión. Tenía fama de enamorado, compartíamos nuestras cuitas y hasta cierto punto llegamos a sincerarnos, pero jamás hablamos de política, creo nos convenía. Un día de tantos me dijo: “llegá a la Casona y pídeme lo que quieras” pero yo ya pertenecía a organizaciones de izquierda universitaria y de otra índole como la Asociación Juventud 5 de Noviembre, controlada por el P.C. y el Instituto Celestino Castro. En nuestra casa se reunían clandestinamente la cúpula del Partido Revolucionario Abril y Mayo (P.R.A.M.) que según mi parecer pertenecía al Partido Comunista y consideré que no era ético y sí muy peligroso involucrarme hasta esos límites; además ni papá Alfredo Pinaud había regresado del frente de guerra de luchar contra el fascismo en la segunda guerra mundial, ingresando triunfalmente en Paris con los franceses libres al lado del General Charles de Gaull y en nuestro hogar se respiraban las veinticinco horas del día: igualdad, libertad y fraternidad.
Supe que Julión y ya lo habíamos platicado, había sido condenado a muerte por el masacrador, torturador y asesino del pueblo, el orate y dictador de las aguas azules Maximiliano Hernández Martínez, a raíz de la insurrección de abril de 1944 que fracasó, pero por la huelga de mayo de brazos caídos de todo el pueblo que lo derrocó, Julión se salvó del paredón; estuvo exiliado en México y según me comentaron allá tuvo simpatías y acercamientos con el partido comunista que lideraba Vicente Lombardo Toledano.
Fui jefe de barra del equipo de fútbol de primera división de la U.E.S., la cual jamás invadió, algo que siempre admiré y se lo dije; él me había dicho que era su seguidor y me lo demostraba ya que siempre que jugaba mi equipo lo iba a ver a platea o tribuna y yo en sombra derecha, casi siempre me mandaba a traer para que departiéramos e incluso supe que por medio de una tercera persona le ayudaba económicamente a los escarlata. Cuando Rivera murió lo sentí mucho, consideré que siempre supo y nunca lo dudé en qué pasos andaba, pero jamás hubo la menor insinuación de parte de él de que cambiara mi ideología o pensamiento. Un día antes de ese carnaval de 1963, habían mandado a asesinar a Jhon F. Kennedy presidente de U.S.A., la mafia, la gusanera de Miami, la ultra derecha reaccionaria de esa gran país y la CIA y no como la “gran prensa seria, televisión y radio”, infructuosamente quisieron convencer al mundo entero que había sido Lee Harvey Oswald chivo expiatorio de ese magnicidio.
Sobre esta anécdota que marcó mi vida para siempre, que por cierto ha sido demasiado feliz han escrito en libros Carlos Veliz dramaturgo radicado en los Estados Unidos, Narciso de la Cruz (Chicho), Fito Castro y mis bien recordados y estimados Guayo Molina y Neto Buitrago y por allí hay un par de panfletos sobre este acontecimiento; también mi amigo Don Cristóbal Iglesias (Hilarión Juárez) de grata recordación me dedicó un par de artículos en el Diario El Mundo. Deseo aclarar que ha pasado medio siglo después de aquel hecho histórico para mi existencia y eso debe tomarse muy en cuenta, si acaso me he equivocado en fechas, nombres y lugares no ha sido mi intención, mis disculpas del caso apelando al beneficio de que ya estoy jurásico (74 primaveras); he contado esta historia a mi modo y estilo, no soy escritor y he querido darle cierto toque de realismo mágico, pero hay una realidad indiscutible e irrefutable y sin el menor asomo de duda, soberbia o vanidad digo: que soy el UNICO que no siendo cura sino amañado ha confesado a un Presidente de la República de nuestro querido, heroico, solidario, revolucionario y estoico país. Fui quince años seguidos a esa fiesta Centroamericana con ese disfraz y embauqué perdón confesé, a muchísimas personas de todos los estratos sociales desde millonarios a indigentes, hombres, mujeres y niños (as) de todas las edades y me hice chero de verdaderos curas y monjas que creyeron en mí, sin nunca decirles que nada más era una forma de sentirle el verdadero gusto a la vida que es tan bella.

Me propuse como punto de honor escribir sobre este hecho tan significativo para mi vida, hasta cuando cumpliera cinco decanas después de haber sucedido, siempre y cuando mi SER SUPERIOR me diera esta bendita oportunidad.

Unicornio azul

Unicornio azul
More Sharing ServicesCompartir: | Share on facebook Share on myspace Share on twitter Share on delicious Share on yahoomail
Por Marvin Galeas * Miércoles, 27 de Noviembre de 2013

Una de las más hermosas canciones de Silvio Rodríguez y quizá de las mejores escritas en lengua hispana en las últimas décadas es “Unicornio azul”. La primera vez que yo la escuché no fue precisamente en voz del cantautor cubano, sino cantada por Claudio Armijo, que fusil terciado y guitarra en mano la cantaba con un sentimiento que bordeaba las lágrimas. Era el año de 1982, año duro de la guerra. Un copioso invierno anegaba los montes y las almas.

Chico, seudónimo del primer hijo del poeta Roberto Armijo, era uno de los principales comandantes de campo de la guerrilla. Se había destacado en los difíciles frentes de guerra de San Vicente y Guazapa. Pero en los primeros meses de 1982 fue llamado a Morazán para junto a Jorge Meléndez, y Juan Ramón Medrano conducir la campaña militar “Comandante Gonzalo”, la que terminó siendo una de las más complejas y exitosas operaciones de las fuerzas guerrilleras.

Pero ese mediodía, para mí la hora más melancólica del día, no sé por qué, Claudio Armijo, no parecía un guerrero, sino un trovador con el corazón roto. Y no era para menos, hacía sólo unas semanas, en hechos separados, su mamá había sido secuestrada y su entrañable hermano Manlio, de seudónimo Juan, había muerto combatiendo a las fuerzas élites del batallón Cobra en Tegucigalpa.

“Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé y desapareció/ cualquier información/ bien la voy a pagar/ las flores que dejó, no me han querido hablar…” Cantaba el espigado y miope comandante rasgando la guitarra y desgarrando la voz. Su único público era yo, que lo escuchaba asombrado por el sentimiento que ponía en cada sílaba y sabiendo, claramente, que se refería a la pérdida de un ser amado, en este caso dos.

Manlio, el segundo hijo del poeta, Armijo, era el más irreverente de todos los guerrilleros. Pero uno de los más osados. Es famoso a nivel mundial el afiche donde se eternizó apostado en una esquina de San Salvador, disparando a la Guardia Nacional con una subametralladora UZI. Tenía 21 cuando perdió la vida. Y ese mediodía Claudio, su hermano, lo recordaba: “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ no sé si se me fue/ no sé si se extravió/ y yo no tengo más que un unicornio azul”.

Y luego quizá pensando en su madre desaparecida en ese momento decía “si alguien sabe de él/ le ruego información/ cien mil o un millón yo pagaré/ mi unicornio azul, se me ha perdido ayer, se fue…” Pero en las guerras nadie puede permitirse el lujo del dolor por la pérdida de un ser querido por mucho tiempo. Porque eso ocurre a cada momento y porque el espíritu no puede ni debe flaquear o por lo menos hay que luchar contra ese sentimiento.

Después de terminar la canción cantando con especial énfasis la parte que dice: Mi unicornio y yo hicimos amistad/ un poco con amor/ un poco con verdad/ con su cuerno de añil pescaba una canción/ saberla compartir era su vocación”, Claudio me miró con profunda tristeza.

Puso la guitarra a un lado y, fusil en mano, se fue a estudiar junto a otros comandantes los mapas que dibujaban los escenarios donde se librarían las próximas sangrientas batallas. He escuchado decenas de explicaciones sobre la canción “Unicornio azul”. Desde una, creo que es la más certera, que habla sobre la amistad entre Silvio y Roque Dalton, hasta algunas que se refieren a la pérdida de un bolígrafo o un capotasto azules.

Para mí que se refiere al dolor que provoca una pérdida más profunda: Una muerte, marcharse de la patria, una casa que se deja, un hijo que se va, un amor de pareja que se rompe. Los últimos versos de la canción son un escándalo de imágenes en ese sentido: “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ y puede parecer acaso una obsesión/ pero no tengo más que un unicornio azul/ y aunque tuviera dos/ yo sólo quiero aquel/ cualquier información la pagaré/ mi unicornio azul se me ha perdido ayer/ se fue…

Samir Amin: «Por su lógica interna, la acumulación capitalista a escala mundial es polarizante»

20 de septiembre de 2010
Samir Amin: “Por su lógica interna, la acumulación capitalista a escala mundial es polarizante”
Durante el pasado mes de marzo, el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México organizó el Seminario Internacional “Las alternativas democráticas y el mundo actual”, entre cuyos asistentes se destacó la presencia del economista Samir Amin (1931). De origen egipcio, Amin a dedicado gran parte de su obra al estudio de las relaciones entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Crítico implacable del comunismo estalinista, lo es también de la globalización capitalista. Al primero lo acusa de no haber llegado nunca a ser un sistema socialista y de establecer a un nuevo tipo de burguesía burocrática en el poder. A la segunda le achaca la generación de la mayor desigualdad entre países ricos y pobres que registra la historia de la humanidad. Amin sostiene que la contradicción centro/periferia es inmanente al desarrollo del sistema capitalista mundial y que, así como el capitalismo nació en la periferia de las grandes civilizaciones, el socialismo será posible a escala mundial sólo a condición de una revolución en la periferia del capitalismo. Graduado en París en Ciencias Políticas, Estadística y Economía, es autor de una extensa obra que comprende, entre muchos otros ensayos, a “L’accumulation à l’échelle mondiale” (La acumulación a escala mundial), “L’échange inégal et la loi de la valeur” (El intercambio desigual y la ley del valor), “L’impérialisme et le développement inégal” (El imperialismo y el desarrollo desigual), “La loi de la valeur et le matérialisme historique” (La ley del valor y el materialismo histórico), “La gestion capitaliste de la crise” (La gestión capitalista de la crisis) y “Les défis de la mondialisation” (Los desafíos de la mundialización). Estando en la Ciudad de México, el autor concedió la siguiente entrevista al economista mexicano José Gandarilla Salgado, a la politóloga argentina Karina Moreno y al politólogo italiano Massimo Modonesi:

En su interpretación ¿Cómo estudiar hoy el capitalismo, qué se mantiene vigente de la crítica de la Economía Política y del materialismo histórico, y qué habría necesidad de repensar?

Se trata de una cuestión compleja, que cubre muchas dimensiones del problema. En primer lugar, y no soy el único en pensarlo, el capitalismo es un sistema mundial. El análisis del capitalismo como sistema mundial no se puede reducir al análisis del modo de producción capitalista como modo de producción abstracto, del cual se puede suponer simplemente la extensión geográfica a todo el mundo. El concepto de modo de producción sigue siendo fundamental pero el concepto de capitalismo como sistema mundial es distinto. Este es un punto de partida metodológico muy importante porque en el análisis o en las pretensiones analíticas de la economía dominante, y también desgraciadamente en muchos análisis del capitalismo que se reivindican del marxismo, está presente una confusión entre estos dos niveles, o por lo menos la separación de ambos conceptos no está hecha en términos suficientemente claros. En segundo lugar, si analizamos el capitalismo como sistema mundial, creo que podemos estar de acuerdo en la existencia de un modo de producción capitalista y que, a este nivel de abstracción, el análisis de Marx en “El Capital” es, no solamente primordial, sino que el mismo no ha sido superado. Cabe enfatizar que este análisis sigue siendo fundamental y válido para el capitalismo en todas las etapas de su desarrollo, prescindiendo de las novedades surgidas entre una etapa y la otra. Sin embargo, al observar al capitalismo como sistema mundial constataremos que es un sistema mundial polarizado, en el sentido que ha generado una desigualdad sin precedentes en la historia de la humanidad. En tiempos de la Revolución Industrial la relación de la productividad media anual por familias (las cuales eran en un 80 a un 90% rurales), mostraba una diferencia muy reducida, según varias estadísticas era una relación de 1 a 1.3, una distancia sin importancia, con un 30% de diferencia máxima. Esta distancia creció con el transcurrir de los siglos hasta llegar actualmente a una relación de 1 a 60. Un fenómeno gigantesco, probablemente el hecho social e histórico más impresionante de la historia de la humanidad. A pesar de esto, la economía dominante no se interesa por este hecho y desgraciadamente la economía marxista no le ha reconocido la centralidad que merece. Un hecho de tal amplitud es inmanente a la expansión mundial del capitalismo, no es un producto de la coyuntura, de especificidades concretas locales que de por sí existen. Por su lógica interna, la acumulación capitalista a escala mundial es polarizante. Creo que la razón por la cual es polarizante es muy sencilla de entender. Si observamos el capitalismo como modo de producción, el concepto implica en una zona geográfica cualquiera, que podemos llamar Estado, una integración del mercado en sus tres dimensiones: mercado de las producciones, del trabajo y del capital. Por otro lado, un análisis del capitalismo como sistema mundial nos mostrará que la tendencia a la integración es creciente. Como mercado de los productos, comenzó con las materias primas y después se extendió a los productos terminados, mientras que hoy es evidente una tendencia a la integración de los mercados de capitales. Pero esto no vale para el trabajo, las fronteras continúan existiendo, y los mexicanos lo saben bien, el Río Grande existe. Pienso que un mercado integrado del capital sin un mercado integrado del trabajo produce la polarización. Podríamos demostrarlo en forma muy sencilla. Dicho esto, es necesario analizar el capitalismo como sistema mundial más en detalle. Examinar las distintas fases sucesivas de esta polarización centro/periferia (que se puede nombrar norte/sur, desarrollo/subdesarrollo, primer mundo/tercer mundo, es simplemente una cuestión de vocabulario). Hay que observar el capitalismo fase por fase, cada una con sus características, las cuales dependen principalmente de las relaciones sociales, en los países del centro como en los países de la periferia, con las variantes existentes en cada uno de ellos. Debemos partir de estas relaciones sociales y ver como se articulan con la ley de la expansión mundial del capital y cómo ésta entra en contradicción con las especificidades de las formaciones sociales de los centros y de las periferias en cada una de esas fases. Finalmente, definir cada una de esas fases en función de las características dominantes de esas relaciones sociales. No estoy hablando del desarrollo tecnológico, aunque no niego su relevancia, pero la mayor parte de los análisis de la historia del capitalismo arrancan del desarrollo de la tecnología como si se desarrollara en forma autónoma, como producto de la ciencia, y determinase un tipo de desarrollo de las relaciones sociales. Por el contrario, parto de las relaciones sociales y después observo cómo el desarrollo tecnológico se inserta en ellas, las modela y se ajusta al desarrollo de las mismas. De esta historia del capitalismo, sobre la cual podríamos discutir mucho, tomaré solamente la anteúltima etapa, la que comienza en la segunda posguerra, la etapa abierta por la doble derrota del fascismo y del colonialismo, del viejo colonialismo que negaba la independencia a los pueblos de Africa y de Asia, sin negar la importancia de las rupturas revolucionarias en Rusia, en China y en otros países. Desde ese momento se abre una fase que durará alrededor de medio siglo, de 1945 a 1990, si queremos poner fechas precisas. Esta fase se caracterizó, en los países del centro capitalista desarrollado, por una relación capital-trabajo relativamente menos desfavorable al trabajo como nunca en la historia del capitalismo. Si queremos utilizar una terminología italiana, por un “compromiso histórico” entre capital y trabajo que fue la base objetiva del “estado de bienestar” en occidente. Tenemos después una segunda familia de compromisos históricos en los países del socialismo realmente existente, y un tercer grupo resultado de los movimientos de liberación nacional en Africa y en Asia, mientras en América Latina, que era formalmente independiente, el desarrollismo y el populismo. Se trataba de formas sociales seguramente contradictorias y conflictivas, pero también fundadas sobre ciertos equilibrios. Esta página ya ha sido dada vuelta, aunque no por la caída del Muro de Berlín o por el fin de la Guerra Fría, sino por la erosión gradual de los tres modelos: el modelo soviético, el estado de bienestar y los modelos nacional-populistas de las periferias africanas, asiáticas y latinoamericanas. Esta erosión ha conducido a un desequilibrio en la correlación de fuerzas sociales a favor del capital en todas las regiones del mundo y ha permitido crear las condiciones de la ola neoliberal en la cual nos encontramos.

Volviendo a la última parte de la primera pregunta, que de suyo abre todo un panorama. Pensando en la necesidad (en términos metodológicos y epistemológicos) de reafirmar un pensamiento crítico (incluso de pensar a la economía muy ligada a la ética), en su opinión, ¿cuáles serían las exigencias que debiera cubrir este tipo de pensamiento?

Esta pregunta es todavía más compleja que la primera y plantea varias cuestiones simultáneamente. No voy a poder responder a todos los puntos, voy a escoger solamente algunos. Es necesario distinguir desde el punto de vista epistemológico las Ciencias Naturales de las Ciencias Sociales, del pensamiento social para decirlo en forma más correcta. Para simplificar, en las Ciencias Naturales la naturaleza es el objeto de observación, en las Ciencias Sociales el objeto, la sociedad humana, es al mismo tiempo el sujeto de su propia historia, es un nivel social totalmente distinto. De cualquier manera, sostengo que es necesaria una actitud científica en relación a ese objeto que es también sujeto; no un discurso ético o ideológico sin relación con la realidad, sino un análisis lo más científico posible. En este análisis, creo que estamos frente a una realidad y creo que podemos llamarla capitalista sin equivocarnos, con un determinado número de características fundamentales, que el modo de producción sea el eje central, así como fue analizado históricamente por Marx, o sea el capitalismo como sistema mundial, como he intentado describirlo rápidamente antes. ¿Cómo analizar esta realidad? ¿Cuáles son los instrumentos y por qué escogerlos entre otros? Observamos cómo el pensamiento burgués analiza esa realidad, no sólo la economía, sino el conjunto constituido por la visión filosófica, social, ideológica, política y económica. Para hacerlo hay que remitirse a Adam Smith, que es el fundador del pensamiento burgués moderno, o mejor dicho, el que reunió en forma coherente los fragmentos que circulaban en la época. Adam Smith avanza en la hipótesis, que no es formulada en términos de hipótesis sino de convicción, que existe una convergencia natural, y la palabra natural es suya no mía, entre el mercado y la democracia. El mercado no es visto como autorregulado, como pretende el liberalismo vulgar, sino mediante una regulación estatal que cree las condiciones para una respuesta socialmente aceptada a la expresión de las necesidades. La democracia sería un conjunto de derechos, procedimientos e instituciones a disposición del ciudadano y en la época de Adam Smith, sólo los propietarios eran ciudadanos. La expresión libre de esos ciudadanos tenía que refrendar los resultados del mercado, no había contradicción entre los dos, sino una convergencia paralela. Esta concepción lleva a vaciar de todo contenido el concepto de democracia, porque no hay más capacidad de innovar, que es mi definición de democracia, sino una democracia de baja intensidad que no sirve para nada. Esta visión tiene la pretensión de explicar la nueva realidad del capitalismo y al mismo tiempo la presenta como el fin de la historia; las Luces y la Revolución Francesa establecieron el reino de la razón y si se ha llegado al reino de la razón, la historia no es más que un desarrollo lineal en un cuadro definido. El producto de esto es una teoría económica que es una teoría de la no realidad, del capitalismo imaginario, o sea, del mercado funcionando según esta lógica, esta racionalidad. Por otra parte, los gerentes del sistema, sean los capitalistas, los empresarios o el Estado que toma las decisiones en interés colectivo de esa clase, están sumergidos en la realidad, no en un mundo imaginario. Existe entonces una práctica y la teoría está destinada a legitimarla. Creo que lo que llamamos economía pura es el ejemplo extremo de esa situación. La economía pura es la teoría de una realidad no existente, muy útil porque siendo una teoría de la no realidad permite legitimar cualquier elección pragmática de la gestión del capitalismo realmente existente. En ese sentido y lo digo en “Critique de l’air du temps” (Crítica de nuestro tiempo) digo que el economista puro es al sistema y al poder capitalista lo que es el brujo para el rey. ¿Cuál era su papel? El brujo tenía que adivinar lo que el rey quería hacer, después tenía que hacer cosas raras para decirle al rey lo que tenía que hacer, en realidad, lo que quería hacer, para dar así a la acción del rey legitimidad a los ojos del pueblo. En realidad, no es el brujo quien dicta al rey, sino el rey quien dicta al brujo, y el brujo legitima. El economista hace la misma cosa: es eficaz para el sistema si adivina qué es lo que el sistema necesita y lo legitima. Usa por otra parte, métodos similares como por ejemplo el lenguaje incomprensible, etcétera. Creo que es importante hacer una crítica del pensamiento burgués. En muchos casos, también la izquierda se deja impresionar por la economía liberal que proporciona, por cierto, algunos elementos de la realidad, pero no hacer otra cosa que legitimar los intereses dominantes y sus políticas. Este fenómeno estaba presente también en el socialismo realmente existente, en donde teníamos un discurso sobre la realidad imaginaria, el socialismo, y una práctica de la gestión de la sociedad. El discurso ideológico era usado como discurso de legitimación de la práctica. Espero que se tome conciencia de esto y se intente superarlo, de hacer un análisis del mundo realmente existente. En esta tarea sigo considerándome marxista; pienso que los instrumentos del materialismo histórico siguen siendo muy útiles, pero no necesariamente los del marxismo “histórico”, o sea, el marxismo como fue entendido o puesto en práctica por todas las fuerzas que se han inspirado en él.

En su momento, usted avanzó en la crítica del eurocentrismo, del desarrollismo. Ahora pareciera necesario avanzar en la crítica de los conceptos ordenadores del discurso occidental, su concepto de modernidad, de progreso, de desarrollo, incluso de una recuperación de la dimensión histórica. ¿Cómo observa esta dimensión del pensamiento crítico, necesaria más que nunca en esta época y pensando desde el tercer mundo?

A mi parecer, la modernidad es el momento en donde se proclama que la humanidad hace su propia historia; entonces se atribuye el derecho de innovar, de inventar, se da el derecho a una imaginación creadora en todos los ámbitos. Esta es una idea nueva, una idea moderna. Todas las sociedades, entre el 1500 y el 1800 y en la sociedad medieval europea, la islámica, la de la China confusiana, los aztecas, etcétera, tenían diferencias pero una cosa en común: la creencia, la proclamación de que el orden social formaba parte del orden natural, de un orden cósmico generalmente asociado a una forma religiosa o a una creencia metafísica, y que el ser humano o la sociedad no tenía que inventar sino obedecer a las leyes dictadas por ese orden cósmico. Bien entendido, en realidad la tradición en cuestión tenía que ser constantemente reinterpretada porque la sociedad, a pesar de todo, cambiaba. La modernidad es el momento de ruptura con todo esto, ruptura que, por razones históricas, se desarrolló en una región del mundo en un momento de la historia: en la Europa Occidental. Se expresó claramente en las Luces europeas, con las raíces mediterráneas precedentes, en tres países, Inglaterra, Países Bajos y Francia, entre 1600 y 1800. No es un caso que sea concomitante con el nacimiento del capitalismo. Cuando el capitalismo se vuelve un sistema mundial, esta nueva cultura que llamamos modernidad se vuelve mundial. Sostengo entonces que esta cultura mundial, este nuevo universalismo, no es occidental sino capitalista. Sus características fundamentales no se entienden con relación a las especificidades europeas sino con relación a las especificidades del capitalismo; no tiene nada que ver con los europeos. Habría que usar la expresión dominación de la cultura capitalista en lugar de la cultura occidental. A causa de la polarización que produce la expansión mundial del capitalismo, la expansión de esta cultura está en crisis permanente, promete a todos pero distribuye siempre en forma cada vez más desigual, creando fenómenos de rechazo, de insatisfacción. Este rechazo se expresa contra el Occidente cuando debería hacerlo contra el capitalismo. Por otra parte, los mismos europeos reconstruyen su propia historia como una historia imaginaria que borra la especificidad capitalista de esta modernidad, inventando una historia lineal a partir del antepasado mítico griego y de la especificidad del cristianismo, asegurando que esta modernidad podía solamente ser creada en Europa. La afirmación eurocentrista provoca un rechazo hacia el Occidente, cayendo en el culturalismo: también los otros construyen sus líneas imaginarias, empezando en la prehistoria china, en la prehistoria de los pueblos semitas, los árabes y los indios de América podrían hacer lo mismo. Nos encontraríamos en el culturalismo, o sea, la afirmación de culturas con elementos transhistóricos y específicos que suprimirían completamente el universalismo. Una forma vulgar son las comunidades en los Estados Unidos: vivan la comunidades… pero respetando las jerarquías; vivan las especificidades… pero cada quien a su lugar. Tendríamos que cambiar y desplazar el debate hacia el capitalismo mundial y el socialismo mundial, el pasaje a una sociedad mundial sin clases en el nombre de la modernidad, del derecho de inventar, de imaginar, en el nombre de la utopía creadora, de una nueva fase de desarrollo de la modernidad, de superación de la modernidad trunca del capitalismo, de la cultura universal del capitalismo a la cultura universal del comunismo, para llamarlo por su nombre.

En su libro “Los desafíos de la mundialización”, usted afirma que hace veinte años proponía una alianza del Sur con la Socialdemocracia europea, pero esto no funcionó. En el debate del seminario se vuelve a plantear esta hipótesis, ¿piensa que este tipo de alianza sea viable en la actualidad?

En primer lugar, creo que la erosión de los tres sistemas (el modelo soviético, el estado de bienestar y los modelos nacional-populistas) se manifiesta en la crisis real de las ideologías, de las formas de organización de los partidos, de las tradiciones, de la izquierda o de las izquierdas en las tres partes del mundo. Asistimos a la crisis de la socialdemocracia occidental, del comunismo de la Tercera Internacional y del nacional-populismo radical, nacionalista con contenido social, no socialista, aunque algunos se hayan calificado como tales. La socialdemocracia está entonces en crisis y no veo alianzas posibles en la hora actual porque no hay, ni de un lado ni del otro, nuevas fuerzas de izquierda alternativas cristalizadas. No lo digo desde un punto de vista nacionalista del tercer mundo soy un internacionalista pero hasta que alternativas sociales de izquierda no se cristalicen en el Sur como en el Norte, ¿alianzas de quién con quién? Se pueden tener intercambios de opinión, posiblemente acciones comunes sobre puntos comunes, nada más en este momento. Esto quiere decir, en términos prioritarios, construir nuevos sujetos históricos antisistémicos en cada región del mundo.

¿Cuál es su caracterización de la crisis en curso del sistema? Y en este contexto, ¿cómo pensar e iniciar la construcción de una alternativa?

La fase neoliberal, que haríamos mejor en llamar paleoliberal, es la consecuencia de un desequilibrio de las relaciones sociales a favor del capital. En todas partes, a escala mundial, con la caída del socialismo realmente existente, no importa si no era socialista, con la erosión de los proyectos nacional-populistas de desarrollo, con la erosión del estado de bienestar en Occidente, se genera un desequilibrio brutal en un período histórico muy breve, una decena de años (si queremos poner fechas: de 1980 a 1991 para los países del Sur, desde 1975 cuando es rechazado el reclamo de un Nuevo Orden Económico Internacional). Este desequilibrio produce la crisis porque produce un desfase entre la capacidad de producción y la capacidad de consumo de la sociedad y una nueva repartición de la riqueza, tanto a escala mundial como a escala nacional, tan desigual que se crea un excedente de capital que no puede encontrar colocación en la extensión del sistema productivo. Entonces el sistema está amenazado por una crisis profunda que tiene sus manifestaciones permanentes de estancamiento relativo, de desempleo creciente, de pauperización, etcétera. El sistema está entonces obligado a recurrir a la “gestión capitalista de la crisis”, que es el título de uno de mis libros. El capital dominante, el de las trasnacionales el G7, como su expresión política, y sus empleados: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (que no son instituciones importantes sino empleados del G7 y del capital dominante) buscan y fabrican salidas alternativas a la ausencia y achicamiento de las colocaciones productivas en la extensión de los mercados especulativos, en los mercados financieros. Pero, para retomar fórmulas de Marx, sin pasar por la esfera de la producción, lo que quiere decir sobre la base de un estancamiento relativo y, entonces, mediante una desigualdad creciente. Creo que los hechos están ahí: asistimos a un estancamiento relativo, a tasas de crecimiento más débiles que durante el período anterior y a una creciente desigualdad en la repartición de la riqueza. Se trata de una espiral que se agrava y que profundiza la crisis en el sentido que crece el plusvalor para el cual debe ser encontrada una salida en el mercado financiero. Entonces el sistema, que es presentado como la victoria definitiva del capitalismo y de la paz, como el fin de la historia, es una gestión de la crisis que profundiza la crisis misma, retardando la solución natural que sería una desvalorización del capital. Pienso que este paréntesis neoliberal se está cerrando; nos acercamos al final de una fase corta, de veinte a veinticinco años como máximo. El final se anuncia por el costado financiero de la mundialización. La crisis del sureste asiático es más que una crisis regional. La reacción de los gobiernos, de las clases dirigentes, de los estados, pone en discusión, en distintos grados, la mundialización financiera, no la mundialización en general, ni el modelo de producción, ni el modelo de consumo. Pero poniendo en discusión la mundialización financiera, empuja al sistema a enfrentarse con aquella desvalorización masiva del capital que vendrá, aunque no podamos saber en qué forma. Este período se está cerrando y, si queremos pensar en términos de alternativas, hay que comenzar por lo que está pasando, no por los desafíos de ayer, ni de anteayer, ni de hoy, sino de las contradicciones que ya se desarrollan y que se agudizarán mañana. Una estrategia de la formulación de las alternativas tiene que partir de estas contradicciones. Mi tesis, o hipótesis, o intuición es que, con el fin de este periodo llamado neoliberal, entramos en una fase doble caracterizada por el crecimiento de los conflictos y de las luchas. Por conflictos me refiero a conflictos entre las clases dirigentes, en su interior, y potencialmente conflictos entre estados. Veo crecer los conflictos entre Estados Unidos y Asia Oriental y del Sur China, India y Corea, etcétera, y otros conflictos. Crecerán también las luchas porque este desastre social generado por la gestión capitalista de la crisis no puede dejar de provocar movimientos, luchas sociales, políticas e ideológicas de todo tipo, con mucha ambigüedad. Luchas de rechazo, algunas positivas, porque siempre es positivo que los trabajadores defiendan su salario y no acepten el argumento por el cual, en nombre de la rentabilidad del capital, habría que aceptar sacrificios. Estos rechazos podrían derivar en ilusiones culturalistas, fundamentalismos religiosos, repliegues etnicistas o de otra naturaleza. Sin embargo, tomando las luchas con potencial progresista, universales o potencialmente universales, aunque no lo sean de hecho -tomo algunos ejemplos que estuvieron presentes en el Anti-Davos: grandes movimientos reales, pero también simbólicos y distintos de los cinco continentes como el MST brasileño, los sindicatos coreanos, las asociaciones campesinas del Burkina Faso, los desempleados franceses y las mujeres canadienses-, ¿cómo se articularán con el crecimiento de los conflictos?, ¿cuáles predominarán?, ¿serán los conflictos de las clases dominantes los que domesticarán las luchas?, ¿las instrumentalizarán para sus estrategias o el crecimiento de las luchas sociales logrará sobreponerse a esos conflictos? No tengo recetas sino algunos principios para pensar algunas alternativas: por ejemplo, debemos aclarar lo que queremos, cuál es nuestro objetivo estratégico. Un mundo policéntrico, con grados de autonomía para los países, las naciones, las regiones, etcétera, que permitan a los pueblos inventar, no solamente sus propias utopías creadoras, sino también sus estrategias y sus etapas, sus contratos sociales, sus compromisos históricos locales, así como las negociaciones para la articulación y la organización de la mundialización coherentemente con estas estrategias. De este proceso nacerá la alternativa, o mejor dicho, las alternativas en plural, así como hemos creado el Foro Mundial de las Alternativas, considerando que las demandas y las situaciones específicas no pueden ser tratadas con una única receta, así como el Banco Mundial ofrece la misma medicina a todos los pacientes por cualquier enfermedad. Este proyecto implica acciones a todos los niveles: local, nacional e internacional; el nivel nacional sigue siendo fundamental porque, se quiera o no, seguirán existiendo Estados por un buen rato, pero no hay que descuidar el nivel mundial, donde se tiene que reconstruir el internacionalismo de los pueblos.

El desafío de la Educación en Derechos Humanos en las universidades salvadoreñas

El desafío de la Educación en Derechos Humanos en las universidades salvadoreñas
Por Roberto Pineda San Miguel 30 de octubre de 2013

Introducción

Muy buenos días, es un honor y una alegría compartir algunas ideas sobre la Educación en Derecho Humanos y el papel de las universidades salvadoreñas, y hacerlo en San Miguel, en el oriente de nuestro territorio, sintiendo el calor humano que caracteriza a esa región.

Una realidad nacional lacerante

Cada día nos desayunamos con noticias alarmantes que influyen poderosamente en nuestras actividades cotidianas. El pasado lunes y ayer las maderas de los periódicos nos informaban que se esta extorsionando desde nuestro país a salvadoreños que viven en Estados Unidos. Estas noticias y lo que vemos en nuestro entorno diariamente nos genera stress y ansiedad, afecta nuestra salud mental.

Fíjense que hoy que veníamos hacia acá nos disponíamos a incorporarnos a una avenida transitada y un vehículo en vez de cedernos el paso se nos abalanzo, era una joven la que manejaba, se veía contrariada, tensa, quizás iba tarde hacia su trabajo Vivimos bajo una gran tensión, irritables al menor problema o dificultad, reaccionamos con violencia física o verbal. Nos encontramos bajo tensión.

En este marco, la Educación en Derechos Humanos ofrece un camino, una alternativa, una herramienta que nos permite actuar y abandonar el papel de espectadores, frente a una situación de violencia generalizada –familiar, delincuencia, política-que se va apoderando de todos los espacios, comenzando por nuestros estados de ánimo. No es ni pretende ser la solución, pero puede contribuir a ser parte de la solución. Es un aporte.

En nuestro país y ya por algún tiempo el temor a la violencia ha desplazado a la seguridad, a la confianza, a la tranquilidad en nuestra cotidianidad universitaria. Nos afecta fuertemente. No hay universidad que este al margen de esta situación. Y la violencia tiene una tendencia expansiva: muertes, atentados, extorsiones, abusos familiares, atropellos sociales, disputas judiciales, polarización política, ni las tortugas se escapan a la elevada concentración de microalgas tóxicas en las playas salvadoreñas…y la violencia construye círculos perversos de acción y reacción.

Y esta violencia generalizada predominante entra en conflicto con los avances democráticos. La gente se pregunta si no es mejor vivir bajo la seguridad que ofrece una dictadura, una mano fuerte que imponga respeto frente a la debilidad del actual proceso democrático, con sus conflictos, con sus retrocesos, con sus vacíos. Esta tomando fuerza una peligrosa visión autoritaria, de regreso a la dictadura, de retroceso, lo que obliga a fortalecer una visión democrática, de pensar un nuevo país.

Es evidente que el avance en lo político institucional a partir de 1992, y en particular con la alternancia presidencial de 2009 no corresponde al avance en lo cultural, en la cultura política. Hay un desfase, un rezago en el que continúan predominando los antiguos patrones culturales autoritarios, heredados de la dictadura militar y quizás de la colonia, ya que el poder autoritario se ejerce desde el miedo, desde el temor a ser diferente, desde el temor a la disidencia, desde el temor a la protesta ciudadana.

En esta situación, la Educación en Derechos Humanos se convierte en una importante herramienta vital, necesaria y urgente para enfrentar la crisis que vivimos y ofrecer una salida que priorice la justicia sobre la violencia, la democracia sobre el autoritarismo, la verdad sobre la mentira, la vida sobre la muerte.

La Educación en Derechos Humanos nos permite comprender que la paz social es el resultado de la paz individual. La tolerancia social es el producto de la tolerancia individual y que para trasformar la sociedad necesitamos transformarnos simultáneamente a nosotros mismos. El educador necesita ser educado.

Una realidad universitaria rodeada de violencia

Las universidades son afectadas fuertemente por esta crisis nacional y se ven obligadas a duplicar sus niveles de seguridad y sus estudiantes, docentes y autoridades viven bajo el temor del asalto, de la extorsión, de la amenaza. Y las universidades se ven obligadas a construir muros, a incrementar sus presupuestos para seguridad. Hace algunos meses en el campus central de la UES se instalaron nuevos mecanismos de ingreso, nuevos controles, que no existieron ni durante la etapa del conflicto armado. Es el miedo apoderándose de nuestras vidas y de nuestras instituciones.

Y las universidades tienen el desafío de contribuir desde la ciencia, la técnica, el arte y la cultura a reflexionar sobre esta realidad, y coadyuvar a su superación. Y una de las formas de hacerlo es mediante la Educación en Derechos Humanos.

Las universidades necesitan para enfrentar esta realidad, y para garantizar la pertinencia de la educación superior, en primer lugar, formar y capacitar a docentes en Educación en Derechos Humanos y a la vez revisar la currícula desde una perspectiva de derechos humanos, los cuales han pasado a formar parte de nuestro imaginario social desde hace ya algún tiempo.

Antecedentes históricos

Los derechos humanos y su enseñanza acompañan el imaginario social de nuestro país desde hace más de medio siglo. Voy a referirme a tres momentos claves en la historia de los derechos humanos en El Salvador.

En diciembre de 1948 se firma en el Palacio Chaillot de un París liberado, la Declaración Universal de Derechos Humanos, luego de largos debates en el marco del enfrentamiento ideológico entre la Unión Soviética y Estados Unidos y esta declaración es quizás el principal documento del siglo XX y plantea en su artículo primero que “todos los seres humanos nacen libes e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Estamos en 1948 luego de una guerra que destruyó a Europa, a Japón, que estableció en algunos países como políticas de estado visiones racistas, de aniquilamiento de grupos étnicos como en la Alemania nazi, estamos hablando de un momento en que África es una colección de colonias de los imperios inglés, francés, holandés, belga, portugués.

Y en ese mismo diciembre de 1948, cuatro días después, el 14 de diciembre, surge en nuestro país vía golpe de estado, el llamado Gobierno de los Mayores, conducido por el teniente coronel Oscar Osorio, que inicia un proceso de reforma política, que tiene entre sus méritos la aprobación en 1950 de una Constitución que reconoce los derechos económicos, sociales y culturales, entre estos la autonomía universitaria. Hay ahí lazos, puentes entre esto dos acontecimientos. Lo nacional y lo internacional se vinculan.

Otro momento se abre en los años setenta. En 1975 el padre jesuita Segundo Montes crea el Socorro Jurídico Cristiano, que tenía su sede en el Externado San José, y proporcionaba asistencia legal a víctimas de la represión política y sus familiares. Cuando le desaparecían a un familiar iba uno a buscar a los abogados del Socorro Jurídico Cristiano, por cierto entre estos el actual presidente interino de la Corte Suprema de Justicia Florentín Meléndez. Esta fue la semilla que después se expresaría en diversos organismos como la Comisión de Derechos Humanos, y finalmente en la predica evangélica del Obispo Mártir, Monseñor Oscar Arnulfo Romero y su histórica prédica en Catedral, que se volvió en un símbolo de la verdad. La verdad se escuchaba cada domingo en las homilías de Monseñor Romero en Catedral.

A nivel internacional, en aquellos momentos, en 1976 gana en Estados Unidos la presidencia el bautista sureño del Partido Demócrata, James Earl Carter quien coloca en el centro de su programa político la defensa de los derechos humanos. Y esto lo hace entrar en conflicto con los gobiernos militares latinoamericanos. Y para los sectores populares se abre una ventana, una puerta y la denuncia de violaciones a los derechos humanos es escuchada incluso en los salones del Senado y la Cámara de Representantes en Washington.

Y el tercer momento, que deseo compartirles es el del fin de la guerra. En 1992 se firman los Acuerdos de Paz, que incluían la institucionalización de la defensa de los derechos humanos por medio de la creación ese mismo año de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, un gran avance histórico. El estado asumía la creación de un ente que lo supervisara. Un año después en 1993 se realiza en Viena, Austria, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de donde surge la Declaración y el Programa de Acción de Viena, que da un nuevo impulso a la internacionalización de los derechos humanos. Estos antecedentes históricos fortalecen nuestra visión y nuestro entendimiento actual de la Educación en Derechos Humanos. Pero ¿qué es la Educación en Derechos Humanos?

Concepto, bases y procesos de EDH

Entendemos como Educación en Derechos Humanos el proceso mediante el cual se facilita a personas y comunidades, habilidades y herramientas para que comprendan y trabajen, comprendan y trabajen a favor de los derechos humanos contribuyendo a crear una cultura universal de respeto a los derechos humanos y libertades democráticas. Y existe una base normativa para este proceso. Existe una acumulación histórica.

La base normativa

Existen documentos fundamentales que sustentan el derecho internacional de los derechos humanos y la EDH entre los que se encuentran la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, los Pactos Internacionales de 1966, uno de Derechos Civiles y Políticos y otro de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1978.

Recientemente, en el 20ll la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre Educación y Formación en Materia de Derechos Humanos, en las que en su artículo 1, numeral 2, expresa que “la educación y formación en derechos humanos son esenciales para la promoción del respeto universal y efectivo de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas las personas…”

¿Cómo luego de este marco general definimos cuales son los contenidos actuales y para nuestro país, el hic et nunc*, de la Educación en Derechos Humanos?

Los desafíos actuales

La Educación en Derechos Humanos en nuestro contexto nacional tiene dos grandes componentes que responden a dos grandes necesidades y retos: el curativo y el preventivo, el restaurativo y el prospectivo. Nuestra sociedad necesita sanarse, curarse y necesita precaverse, protegerse hacia futuro.

Educar para la Reparación Social y la Prevención

El componente curativo pretende sanar heridas viejas y heridas nuevas que no han cicatrizado. Hay una deuda de la memoria no saldada, incluso de antes de la guerra, durante la guerra y después de la guerra. De ayer y de hoy. Y las consecuencias de no curar estas heridas son gravísimas, hay mucho dolor, sufrimiento internalizado, individual, familiar, comunitario, como grupos sociales, como país. Y esto es agravado por la pobreza y la exclusión social.

Educar para la Reparación Social tiene cuatro componentes:

Conocer la verdad. Hay que poner fin a la negación, al silencio obligado, enfrentar el dolor, el sufrimiento y las perdidas, los vacíos, los conflictos…Saber que fue lo que pasó, quienes se lo llevaron, porque, quien dio la orden, quien ejecutó la orden, donde estuvo prisionero, donde fue enterrado… reivindicar el derecho a la verdad.

Hacer justicia. La necesidad de esclarecer los hechos y determinar responsabilidades de acuerdo al sistema legal. O sea derrotar a la impunidad. Y para esto es crucial la derogatoria de la Ley de Amnistía.

Permitir el perdón. Este es un proceso que involucra a dos actores: la víctima y el victimario. A la víctima que ha sufrido el daño, la ofensa a su dignidad y a su vida, se le educa para poder perdonar y de esta forma liberarse, curarse del odio que enferma, que hiere, que desangra. Al victimario, al ofensor, al responsable por acción u omisión, se le educa para el arrepentimiento y el reconocimiento del daño causado y la búsqueda de medios para repararlo y de esta forma curarse, liberarse de la culpa que también enferma, daña, golpea.

La reconciliación. Es un proceso mediante el cual se recuperar la dignidad de ciudadanos y nos reconocemos con intereses comunes y con la disposición a transformar los conflictos en oportunidades.

A su vez Educar para Prevenir tiene cuatro componentes:

Detectar la violencia. Es un proceso que permite identificar amenazas y construir mapas y hojas de ruta para superarla.

Participación conjunta. Es crucial la participación activa de todos los actores en cada campo de acción.

Resolución de Conflictos. Deben conocerse técnicas de resolución y transformación de conflictos.

Convivencia Pacífica Deben elaborarse modelos de convivencia pacífica en cada aula, en cada facultad, en cada universidad y centro de trabajo y estudio.

Llamado final

Estos son los desafíos que nos coloca la historia en este momento de nuestra nación. Concluyo citando a un especialista chileno en derechos humanos, el Dr. Abraham Magendza, que se pregunta frente a la crisis actual y como encararla: ¿si no los educadores quien y si no es ahora cuando? Gracias.-

  • Aquí y ahora

Ni judicializar la política ni partidizar la justicia

Ni judicializar la política ni partidizar la justicia

Última actualización: 04 DE NOVIEMBRE DE 2013 16:54 | por Félix Ulloa

En una sociedad democrática que se precie de vivir en un estado de derecho, tanto la justicia como la política transitan en sus propias vías. Por lo tanto, no existe la preocupación de que la administración de la justicia sea influenciada por intereses partidarios, ni tampoco que los grandes temas que ocupan a la política, sobre todo en el campo electoral, se tenga que dirimir en los tribunales.

No obstante que ambas aspiraciones, se materializan como regla general en sociedades con democracias consolidadas, existen excepciones que confirman la regla.

a) La partidización de la justicia.

En México se habla con mucha frecuencia del uso faccioso de la ley. Múltiples denuncias contra su aplicación sesgada por parte de los tribunales y agentes auxiliares como el Ministerio Publico y cuerpos policiales, demuestran que cuando se utiliza la ley como mecanismo de premio o castigo político, se genera inmediatamente una perversión en la administración de justicia.

La famosa frase: ”Para mis amigos justicia y gracia y para mis enemigos la ley” se le adjudica tanto a Benito Juárez como a Plutarco Elías Calles, y Miguel Ángel Asturias, también se la endilga al tirano Estrada Cabrera. En todo caso, la moraleja es que no se puede ni se debe usar a los tribunales como instrumentos del poder político, para favorecer a unos o perjudicar a otros. Y los partidos políticos principalmente, deberán de alejarse de la tentación de manipularla, con fines que legítimamente pueden alcanzar en las arenas políticas y electorales.

Distinta es la noción del papel político que juegan y deben desempeñar, sobre todo los altos tribunales de justicia, en la formulación de políticas públicas. En algunos casos, las decisiones de esos magnos órganos confrontan a otros poderes del estado, como es natural en el sistema republicano basado en la independencia entre órganos fundamentales, que garantiza el balance de poder, mediante el sistema de los pesos y contrapesos (check and balance)., De esa manera, la Suprema Corte de los Estados Unidos, modificó mediante sendas sentencias varias de las políticas que el presidente Roosvelt había aprobado para implementar su gran programa socio económico conocido como el New Deal.

En nuestro país, la Asamblea Constituyente que en 1983 creo la Sala de lo Constitucional lo hizo con la clara responsabilidad de que estaba dando a luz una instancia a la cual se le concedían poderes amplios y suficientes, capaces de modificar situaciones de gran interés nacional y que por lo tanto no debería estar atada a ningún tipo de interés particular, especialmente de los partidos políticos, quienes por medio de sus diputados en el Órgano Legislativo, tendrían la posibilidad de incidir en su integración. Así en la Exposición de Motivos de la Constitución dejaron consignado:

“Estimó además la Comisión que debiese ser la propia Asamblea Legislativa la que designara a los miembros de la Sala de lo Constitucional, en atención a que ellos ejercitan una función y administran una justicia que reúne caracteres de orden políticos, no de política partidista, sino de aquella que se refiere a la interpretación de las normas constitucionales que son normas políticas”.

De tal suerte que, a casi treinta años de su vigencia, hemos podido observar a una Sala de lo Constitucional que ha dada pleno cumplimiento a ese espíritu del legislador constituyente; y, a partir del 28 de julio de 2010 inaugurar una serie de sentencias que con toda propiedad podemos calificar de altamente políticas, las cuales han cambiado el rostro de nuestra institucionalidad política-electoral, para beneficio de nuestra salud democrática, sin caer hasta hoy, en ese tentador riesgo del uso faccioso del poder de aplicar la ley..

b) La judicialización de la política.

En el caso de que por la vía judicial se hayan definido resultados electorales, lo vimos de la manera más dramática cuando en los Estados Unidos de América, las cuestionadas elecciones presidenciales del año 2000 y los fraudulentos resultados en el estado de Florida, terminaron colocando a esa gran nación, al nivel de cualquier república bananera.

Después de arduas batallas legales en las instancias judiciales estatales y regionales, se presentó a la Suprema Corte un writ of certiorari, y el máximo tribunal emitió el fallo Per Curiam, es decir la opinión de la corte no de sus jueces, tratando de ocultar su división pues de los nueve Magistrados que la integran 5 votaron a favor de George W. Bush y 4 en contra. Así, el día 12 de diciembre de 2000 por la diferencia de un voto se decidió quien sería el Presidente de la nación más poderosa del planeta.

Más grave aún ha sido la tendencia a criminalizar la política. Las conductas irregulares de los líderes y dirigentes políticos, que en no pocas ocasiones han lindado con hechos delictivos, ha llevado a una pérdida de la confianza social en los políticos y en los partidos políticos. Se generalizó la idea que la política es una cosa sucia, que entrar en ella es sinónimo de corrupción e impunidad, etc. Con esta visión generalizada perdemos todos. Los ciudadanos que nos quedamos sin un referente fundamental en la democracia participativa, como son los partidos con sus funciones de representación e intermediación; el sistema democrático que se debilita al perderse la confianza en estas instituciones que le son consustanciales; y, finalmente los mismos partidos y sus liderazgos que se vuelven constantemente bajo sospecha y objetos de regulaciones cada vez más restrictivas, como las leyes contra el lavado de dinero, el tráfico de influencia y en nuestro país, con sentencias constitucionales limitando sus tradicionales prácticas clientelares dentro del estado.

Por lo anterior, debemos ser muy prudentes en este periodo eleccionario bastante sui generis que se está llevando a cabo. Existen preferencias por partidos y candidatos que son naturales y además necesarias. De que otra manera se podría realizar un torneo electoral si no hubiera legítimos contendientes y sus seguidores o adherentes?. Pero en una competencia democrática como la que pretendemos se realice en nuestro país, existen reglas y una normativa que se debe respetar, una autoridad electoral que pese a sus deficiencias sobre todo en materia de aplicación de la justicia electoral, dada su composición partidista y falta de independencia, goza aun de la confianza social legada por las anteriores administraciones electorales, de la post guerra.

Por tanto, dejemos a las instancias del sistema electoral, que van más allá del TSE, pues están los organismos electorales no permanentes (JED; JEM y JRVs), la Junta de Vigilancia, la Fiscalía Electoral y la Observación Electoral, que jueguen su papel. Recurrir al Órgano Judicial, particularmente a la Sala de lo Constitucional es válido si se tiene la convicción de que se están violentando derechos o principios constitucionales, con la claridad que será la Sala quien determinara tal situación.

Apostar a la descalificación de un adversario político por la vía de la jurisdicción constitucional, no solo es ir por el rumbo equivocado y aumentar innecesariamente el volumen de trabajo de la Sala, que de por si es muy alto, sino que se corre el riesgo de crispar innecesariamente el ambiente político, involucrando instancias cuya activación debe ser objeto de fines superiores.

En periodos eleccionarios hay que dejar que sea el soberano quien se exprese, y para ello hay que brindarle las facilidades para que lo haga de manera clara, segura, transparente y sin que se le manipule su voluntad o peor aún los resultados.

Las falencias del sistema electoral se han señalado amplia y oportunamente, algunas se pudieron corregir satisfactoria o deficientemente, las que quedaron pendientes habrá otro momento para abordarlas.

Hay mucho trabajo por delante en la modernización y democratización de nuestro sistema político y electoral. Desde los vacíos, inconsistencias y contradicciones en la Constitución, hasta una adecuada regulación del financiamiento de los partidos políticos, de las campañas electorales, de la representación proporcional en los Concejos Municipales, el voto en el exterior y dentro de todas ellas, las listas abiertas y desbloqueadas en las elecciones legislativas, quizás la más importante de las reforma pendientes.

Es decir que la lucha democrática continúa. Y estamos listos a seguir en la batalla.

Pero en este momento preciso, nuestro llamado es a no partidizar la administración de la justicia ni tampoco judicializar la trabajo político de los partidos.

Alfredo Aquino, obrero y guerrillero

Alfredo Aquino, obrero y guerrillero
octubre 25, 2013 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Nacionales, Voces Ciudadanas

Era un negrito fino, bastante fino y bastante negrito, medio mecánico y lo suficiente para trabajar en una empresa que se dedicaba a ensamblar autobuses. Cerca de la terminal de occidente estaba la fabrica Superior de donde salían buses relucientes como si hubieran sido fabricados ahí, precisamente ahí trabajaba El Mapache que es de quien estoy hablando.

Dagoberto Gutiérrez

Alfredo Aquino se llamaba, y era de estatura mediana, fuerte, todo él fino, de sonrisa fácil y de pelo lacio, de manos ágiles y de brazos fuertes; pero eso si con cabeza subversiva, lo suficiente para ser miembro, allá por lo años 70 del siglos pasado, de una célula de la juventud comunista. Es posible que para él fuera muy importante que una novia que le apareció una tarde, fuera de color blanco como la nieve de tal modo que la pareja resultaba interesantísima y ella, de nombre Ofelia se veía satisfecha con su mapache y éste se veía mas que alegre con su blancura.

Como todo obrero, hablaba de todo y vivía cerca de la empresa, en la colonia Dina y por supuesto que participaba en las luchas del sindicato de La Superior y a las negociaciones pero también en las actividades clandestinas que abarcaban otras zonas de la capital y otros lugares de el país.

En 1973 viajamos juntos al X festival mundial de la juventud y los estudiantes que se realizó en Berlin República Democrática Alemana, Alfredo tuvo mucho éxito con las muchachas alemanas y su felicidad era enorme a tal grado que cuando, al finalizar el festival, nos preparamos para salir a Rumania, en un bus del gobierno romano, el mapache fue el último en llegar, ante el susto y el malestar de los organizadores que ya lo daban por perdido, sin embargo se trataba de algo que era casi equivalente.

El mapache se embarbascó con una muchacha berlinesa que encantada con él lo cubrió de cariño presentes, buenos deseos y Alfredo, que no tenia mucho que darle, le dio la dirección de su casa en la Colonia Dina para escribirse, aunque ella no hablaba ni entendía el español y Alfredo mucho menos el alemán.

Así pasó todo, fuimos a otros lugares y regresamos a nuestro país, a la clandestinidad, a la ilegalidad y a la conspiración contra el poder capitalista. La lucha siguió, hasta que un día me busca Alfredo y me explica con la alarma expresada en sus ojos: la chica alemana, le había escrito una carta en alemán, le había agregado una foto de ella y, la mujer de Alfredo había recibido la carta y la había abierto y aunque no entendió nada de lo que decía esa carta estaba dando por anulado el matrimonio. Como se puede ver, se trataba de una situación crítica, insospechada pero verdadera.

Ofelia no parecía dispuesta a moverse ni un milímetro porque, según ella, Alfredo tenia otra mujer en Alemania y se trataba de alguien tan a atrevida que era capaz de escribirle a su propia casa y esto era verdaderamente inaguantable.

El ambiente era tenso, las posiciones totalmente alejadas y sobre una mesa una foto de una muchacha sonriente, de ojos azules, de pelo rubio parecía reírse de todo y desafiar la discusión intensa que transcurría, pero esa era la pruebe contundente de una traición imperdonable.

Nada pudo hacerse, ningún argumento fue escuchado incluida el perdón solicitado, la explicación de todo lo que ocurre en todos los festivales. La atmósfera resultó letal para el matrimonio, dos niños jugaban ignorando los acontecimientos, un niño y una niña. Todo terminó esa misma mañana.

La guerra se vino encima con sus caminos de acero y sus luces de sangre y, el moreno fue asignado a la unidad guerrillera que combatía en el área de Jucuarán al sur de Usulután, precisamente en los manglares y ahí en pleno contacto con el mar, en el día y en la noche. El moreno aprendió a comer pescado, camarones y toda clases de peces, a superar el ataque de los jejenes, que llegaba hasta las seis de la tarde y esperar a los zancudos que aparecía de las seis en adelante.

El agua se obtenía en ciertos islotes, unos eran pequeños y otros eran grandes y a uno de ellos se dirigió una pequeña patrulla de tres combatientes entre ellos el moreno. La zona era vigilada por lanchas de la marina que no siempre se introducía, en los canales por temor a emboscadas pero ese día, en horas tempranas de la mañana miraron desde alta mar al pequeño grupo que desembarcaba y decidieron atacar. El ataque fue fugaz, rápido y letal, no hubo tiempo y el moreno fue alcanzado por el fuego de la fusilería enemiga, eran las 9 y media de la mañana, el sol inundaba la playa y vestía de plata todo el manglar, los pelícanos hilvanaban una cuerda de alas que corría sobre la mar.
El moreno no tuvo oportunidad ni tiempo y todo fue rápido, y la luz se fugó, los otros dos respondieron el fuego y los de la lancha no se atrevieron a desembarcar y, así como habían aparecido también desaparecieron.

Recogieron el agua, acomodaron al moreno en la canoa y empezaron a remar hacia el campamento, las raíces del mangle acompañó el viaje fúnebre, la marea empezaba a subir y la guerra cobró su precio y el mapache entregó su vida para que el camino no se deje nunca de caminar, así lo hacemos y así lo haremos.

Arnoldo Martínez Verdugo y el Poder

Arnoldo Martínez Verdugo y el poder/ENRIQUE SEMO R
Arnoldo Martínez Verdugo y el gran viraje/ENRIQUE SEMO
Publicado en la revista Proceso # 1909, 2 de junio de 2013
En los años que siguieron a la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética (1989-1991) casi todos los partidos comunistas del mundo se disolvieron o quedaron reducidos a la marginalidad. En algunos pequeños países siguieron en el poder y el Partido Comunista Chino sigue gobernando al país más poblado de la tierra, en una fuga meteórica hacia el capitalismo y un futuro desconocido.
Pero el Partido Comunista Mexicano fue una excepción. Decidió disolverse en 1981, casi una década antes de los sucesos aquí citados, para constituirse en un nuevo partido junto a otros de izquierda radical: PMT, PPM, PSR y PSM, los cuales hicieron públicos los propósitos de unidad orgánica el 15 de agosto. El PCM, único partido que había conseguido ya su registro, lo puso a disposición de los otros y el XX Congreso del PCM acuerda la fusión en una sesión especial el 5 de noviembre. El 6 de noviembre en la madrugada Valentín Campa firmaba el acta de desaparición del PCM y la creación del Partido Socialista Unificado de México, en el cual finalmente el PMT no participó y la organización política Movimiento de Acción Popular, se sumó.
La disolución del Partido Comunista Mexicano no obedeció a las mismas causas que la desaparición de los otros partidos comunistas. Fue fruto fundamentalmente de procesos mexicanos y por eso podemos decir que su ruptura con 69 años de historia de defensa a contracorriente de su existencia debe ser analizada en forma diferente a la de otros partidos en el mundo y tuvo consecuencias inesperadas para toda la izquierda mexicana. Ganada la legalidad, el PCM comprendió que sólo en la unidad con otras fuerzas podía crear un partido revolucionario de izquierda digno del país.
El viernes 24 de mayo de 2013 murió a los 88 años Arnoldo Martínez Verdugo, quien fue secretario general del PCM desde 1962 hasta su desaparición, y artífice principal de la unidad con otros partidos de izquierda. En muchos sentidos su figura queda identificada inseparablemente con la izquierda actual, fruto de un gran movimiento unitario, venido a menos, que en la actualidad ha cumplido ya su ciclo histórico.
A raíz de un homenaje reciente y de su muerte, mucho se ha escrito sobre él y poco sobre el partido que dirigía. La decisión de la disolución del PCM en 1981 fue unánime desde la dirección hasta el último militante y eso es mucho decir para un partido que en su última etapa estuvo libre de caudillos o caciques. Arnoldo Martínez Verdugo fue el primero entre iguales en el presídium y el Comité Central, que después de largas discusiones habían llegado a esa conclusión. El acto unitario fue una decisión de un partido que conocía la democracia interna como nunca antes en su pasado. En el PCM, en 1981, había discusiones sobre muchos problemas y diría yo incluso una fuerte lucha interna, pero nunca sobre la necesidad de crear un partido de izquierda con la participación de personas de diferentes ideologías, cultura política y grados de militancia.
Pero, ¿cómo era Arnoldo? El personaje debe ser objeto de un libro que haga honor a la complejidad de su personalidad intelectual; a la modestia bordeando en la timidez de su carácter (por ejemplo: en el libro de Historia del Comunismo en México, dirigido por él, es uno de los pocos dirigentes que no aparecen en el índice onomástico); a la honestidad existencial, común a muchos otros comunistas, pero difícil de entender desde el mirador de la clase política de nuestro tiempo, donde la ley que reina es “el que no transa, no avanza”.
La honestidad política de Arnoldo Martínez Verdugo daba por entendido que la causa está por encima del individuo, que las negociaciones con organizaciones de orientación diferente no podían ser materia de intereses personales, sino pura y exclusivamente los intereses del partido. Su honestidad personal y política hoy prácticamente ha desaparecido en nuestro país. Yo pondría a los defectos de simulación, codicia material, afán de poder a toda costa y ambición de notoriedad y fama, como ajenos, extraños, opuestos a la personalidad de Arnoldo Martínez Verdugo. No era un serafín, ni estoy dejando correr mi imaginación, y no acostumbro la adulación de los vivos ni de los muertos. Arnoldo era un hombre complejo, modesto y profundamente honesto. También era ligeramente tartamudo, falto de humor y demasiado sensible a las majaderías.
Lo conocí a principios de 1962 en el local del Partido Comunista, en la calle de Tabasco. Yo tenía 31 años y él entre 37 y 38. Andaba yo gestionando mi ingreso al partido junto con mi amigo Iván García Solís y estaba muy preocupado porque la respuesta tardaba. Después del encuentro con Arnoldo se desvanecieron las dudas y reticencias y entré de lleno a la organización. Muy rápidamente se trabó, a iniciativa suya, una amistad que al principio me honraba y me costaba entender. Pero al poco tiempo la razón de su dedicación al trato conmigo quedó aclarada. En un viaje en mi automóvil a la imprenta de nuestro Partido, a cargo del inefable Prócoro, para revisar pruebas de la revista Nueva Época, a cuya redacción fui integrado en 1962, desde su primer número.
–Lo principal en la reconstrucción del partido –me dijo– es formar un grupo dirigente que sea a la vez fiel (al partido, no al dirigente), capaz, experimentado y sobre todo inteligente –mientras aspiraba profundamente, como lo acostumbraba, su cigarrillo– ¡y a veces pienso que sería más fácil comenzar la tarea totalmente de nuevo, desde cero!
Durante una década o más Arnoldo se abocó a la construcción del grupo dirigente. Y esto exigía el trato personal con un grupo más o menos selecto, a quienes iba formando en la práctica y en la teoría para las tareas de dirección. Las atenciones, la constante preocupación por el individuo, su situación y la de sus familias, especialmente los que estaban presos, retratan al hombre que nunca esperó ni quiso ser un mandarín arbitrario.
El año en que ingresé al partido fue precedido por una serie de sucesos nacionales e internacionales que permitieron a los comunistas mexicanos dar un fuerte giro en su orientación y actividad política. Primero en la esencia del ser comunista, el informe secreto de Nikita Krushev en la sesión cerrada del XX Congreso del PC de la Unión Soviética en 1956, iniciaba el proceso de desestalinización de todos los partidos comunistas, aun cuando cada uno lo fue integrando en forma diferente y a ritmo distinto. Al informe no siguió un debate ni una votación y sólo se difundió lentamente y a través de diferentes canales. Pero la pretensión de los círculos anticomunistas de que sólo estaba dirigido a una élite es totalmente falsa y absurda. Encina, el secretario general del PCM que asistió a la sesión, informó sobre ella pero desconozco su contenido. Pronto se publicó íntegro en varios periódicos estadunidenses así como en Le Monde y L’unitá. Algunos compañeros de la dirección del PCM conocían extractos del documento que comienza así: “Después de la muerte de Stalin, el Comité Central del Partido (PCUS), comenzó a estudiar la forma de explicar… el hecho de que… es ajeno al espíritu del marxismo-leninismo, elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales… de un conocimiento inagotable… de una visión extraordinaria… y también, de un comportamiento infalible”.
Arnoldo conoció muy pronto el documento y me lo comentó en términos claramente positivos, sobre todo en lo que significaba para la organización interna del PCM, en el cual había existido el culto a la personalidad (o como decía él, de la persona) del secretario general anterior Dionisio Encina y en el pasado, el culto a Stalin había causado desastres al partido.
Segundo, el triunfo de la Revolución Cubana en 1958, que entusiasmó a toda América Latina probando que la revolución socialista era posible a 90 kilómetros de la costa estadunidense y que sus formas de lucha y resultados, no coincidían con los manuales marxistas elaborados en Moscú y planteaban en forma totalmente nueva los problemas de la revolución en el continente.
Tercero, las grandes luchas sindicales de maestros, ferrocarrileros, minero-metalúrgicos, petroleros, telegrafistas y otros sindicatos menores que entre 1956 y 1959 sacudieron a todo México, por su carácter simultáneo de demandas económicas y sobre todo políticas. La estructura corporativa del PRI se cimbró en sus profundidades. Sobre todo porque además rápidamente siguieron indicios de movimientos de los campesinos sin tierra, estudiantes y después de profesionistas e intelectuales.
Arnoldo era un hombre sorprendentemente abierto a los cambios, a las nuevas situaciones, sobre todo para el medio dogmático del comunismo latinoamericano. Captó rápidamente el enorme sentido innovador de esos sucesos y la necesidad de reformar el PCM. En las largas pláticas en su casa y los cafés en donde acostumbrábamos reunirnos por lo menos una vez a la semana, comentaba creativamente los nuevos problemas y la relación que debían tener en la teoría marxista, en el programa y la práctica del PCM.
–No podemos quedarnos al margen de los cambios monumentales que se están produciendo –decía–. Se está dando un viraje a nivel continental y nacional y hay que aprovecharlo.
La dirección del PCM, conducida por Dionisio Encina, había mantenido una política muy oportunista hacia los gobiernos del PRI, que desentonaban con la nueva época: “Aprobar los actos positivos de los gobiernos priistas y reprobar los negativos, continuar la Revolución Mexicana y pugnar por que la clase obrera se coloque a su cabeza”. Pero fue en su política sindical en la que cometió las mayores incongruencias de un partido que aspiraba a dirigir a la clase obrera. Además frenaba toda medida democratizadora. Desde 1956 buscó que los nuevos dirigentes de los movimientos sindicales mantuvieran una política conciliadora hacia los líderes charros y el gobierno frenando así a las bases. A eso se opuso el Comité del DF y muchos otros compañeros. Defendieron la tesis de que para luchar por sus reivindicaciones en las condiciones de México, los trabajadores tenían que pasar por encima de los líderes charros y llamaron a todos los miembros del Partido a sumarse activamente a esos movimientos.
Así comenzó una lucha interna que duro tres años y que acabó por corregir drásticamente la orientación y la práctica del Partido y llevar a su cabeza una nueva dirección. Se decidió eliminar el puesto de secretario general para fortalecer el principio de la dirección colectiva. Pese a que el partido, por tomar parte en los movimientos sindicales insurgentes, tenía a muchos de sus dirigentes en la cárcel, se inició una lucha interna cuyo propósito era dar un viraje en toda la concepción de la relación con los gobiernos del PRI y el movimiento sindical, y la democracia interna. Y lo logró parcialmente. Fue en ese proceso que surgió lentamente como figura dirigente principal Arnoldo Martínez Verdugo.
Yo había recibido una formación marxista más amplia desde muy temprano y comenzado a militar activamente en la izquierda, a través del MRM junto a Othón Salazar desde 1956. Al mismo tiempo formé el Círculo de Estudios Ricardo Flores Magón, donde convergieron por un lado varios intelectuales marxistas como José Revueltas, Eli de Gortari, Enrique González Rojo, y por el otro militantes destacados del MRM. El encuentro resultó explosivo. Mientras los intelectuales enseñaban haciendo proselitismo, los maestros jóvenes del MRM leían marxismo y se acercaban al movimiento comunista, del cual sus padres se habían alejado debido a las posiciones oportunistas, subordinadas al nacionalismo revolucionario de la dirección del PCM hacia el movimiento sindical. De ahí Iván García y yo fuimos a dar al Frente Obrero de Juan Ortega Arenas. Enterados de la lucha interna del PCM y esperando que se produjera el cambio, apenas triunfaron las posiciones renovadoras pedimos, hacia el año 1962, nuestro ingreso.
El PCM a principios de los sesenta vivía en un ambiente de represión aguda y constante. Aparte de las tareas políticas en el movimiento y la elaboración de los principios de una nueva orientación, debía tomar medidas constantes de seguridad. Arnoldo era vigilado y hostigado asiduamente. Y aquí podemos hablar de otra de sus cualidades: Una valentía firme, tranquila, casi fría, ajena a toda paranoia o histeria. Más tarde me contó que durante largos periodos se veía obligado a dormir fuera de su casa en diversos hoteles, cambiando de lugar cada noche. Quizá su condición de dirigente principal lo salvó de largas prisiones. El costo internacional de tener a la figura principal de un partido comunista en la cárcel frenó los excesos del gobierno mexicano.
Mi primer encuentro con las medidas de seguridad en un periodo de represión directa fue la asistencia al XIV Congreso al que fui invitado. Esta reunión se realizó a fines de 1963 en una casa especialmente alquilada. Los participantes fueron entrando en un coche privado, uno por uno para no alertar a la policía con una agitación excesiva. A mí me tocó entrar un día antes del comienzo del Congreso. Todas las comidas se realizaban en la casa y estaban a cargo de las hermanas Bórquez. En la noche no se permitía prender luces y dormíamos todos en el piso, en silencio. Las actividades se realizaban cuidando de no alzar la voz. Fue en ese Congreso donde se eligió el nuevo presídium integrado por Arnoldo Martínez Verdugo, J. Encarnación Pérez, Manuel Terrazas, Gerardo Unzueta, Alejo Méndez, J. Encarnación Castro, Fernando C. G. Cortés, Lino Medina, Antonio Morín y Juan de los Reyes. Cuando salió de la cárcel se agregó Valentín Campa.
Han pasado más de 30 años de la desaparición del PCM. El comunismo que llevó a millones de hombres y mujeres a comprometerse activamente con la política y la lucha contra el capitalismo y el fascismo durante más de 80 años en todo el mundo ha dejado de existir para siempre. Pero la cuestión comunista, la utopía de un mundo socialista no ha muerto y sigue siendo tan actual como antes, porque el capitalismo de hoy no ha resuelto nada y propone un mundo peor que el que había en nuestro tiempo. Entonces me pregunto en una conversación imaginaria con Arnoldo, ¿qué es una derrota en la historia de los pueblos y qué tan definitiva es la que sufrimos? Una cosa puedo decir, con gran alegría. He hablado con excomunistas de muchos países y especialmente en México –recuerdo la muy larga conversación que tuve con Volodia Teitelboim antes de su muerte–. La inmensa mayoría considera que sus años de militancia comunista, a pesar de todos los sacrificios, fueron los mejores de su vida.
A todos sus familiares, algunos de los cuales no conozco, a Martha Recasens, a Paloma su hija que conocí desde niña y a Armando, su hermano, mi sentir más hondo. Se fue un hombre digno, vertical, que hizo mucho por los trabajadores de México y –¿por qué no?– de América Latina.
**

Arnoldo Martínez Verdugo y el poder/ENRIQUE SEMO
Revista Proceso #1910, 9 de junio de 2013;
OBITUARIO
(Segunda y última parte)
¿Cómo era el partido que dirigió Arnoldo Martínez Verdugo de 1962 a 1981? Durante sus largos años de ilegalidad o semilegalidad, el Partido Comunista Mexicano era una organización muy pequeña. Su militancia oscilaba entre mil y 2 mil miembros. Lo que nunca lograron los gobiernos del PRI fue dispersarlo. Quizá no lo pretendieron, pero aun si lo hubieran querido, no hubiera sido fácil. Su organización celular y su vinculación ideológica, más que personal, lo impedía. Barry Carr reporta en su libro La Izquierda Mexicana a Través del Siglo XX que para 1945 el PCM sólo contaba con 3 mil 775 miembros. A principios de los setenta, después de la represión de 1968, se informa de 900 a mil 200.
¿Cuál es la causa de la pequeñez del PCM? Indudablemente, la razón fundamental era la constante represión, que se disparaba en los periodos de ascenso de los movimientos populares. El PCM tenía muchas simpatías, pero sólo un grupo selecto se atrevía a militar en una organización permanentemente perseguida por un Estado que no retrocedía incluso ante la “guerra sucia” y los asesinatos.
Los gobiernos del PRI podaban periódicamente el PCM, sembrando miedo y un sentido de impotencia. Arnoldo Martínez Verdugo condujo fundamentalmente a un partido perseguido y con muchos de sus miembros en la cárcel entre los años 1962-1978. Sólo después de la legalización, el partido creció rápidamente y en las primeras elecciones con registro demostró la amplitud de su influencia. Martínez Verdugo fue –fundamentalmente– líder de un partido de cuadros. Sin embargo, es impresionante el número de dirigentes sociales, de intelectuales distinguidos y de personajes locales que había entre los militantes comunistas.
Pero en periodos de legalidad, durante la presidencia de Cárdenas (36 mil militantes) y después de la legalización definitiva, el 7 de agosto de 1979, las membresías crecían rápidamente. Enrique Condés Lara cuenta, en su estupendo libro Los últimos años del Partido Comunista Mexicano 1969-1981, que en 1976 había en Puebla 156 militantes en 28 células, y en 1980, 3 mil, en 200 células diseminadas en el estado. En el Distrito Federal, después de la legalización, la membresía se duplicó en un año, llegando a contar con 4 mil miembros. Y en el XIX Congreso Nacional se reportó que en cuatro meses de campaña de afiliación se habían logrado 100 mil solicitudes nuevas.
Las primeras elecciones en las que el PCM concurrió con registro obtuvo 5.8% de la votación, 703 mil votos. Aquí es obvio que hay una discrepancia entre militantes, simpatizantes y electores que sólo se explica por la violencia de Estado permanente en la cual vivía el país. ¿A qué clase de poder podía aspirar un partido semilegal como el PCM? No podía acceder a los órganos de elección del Estado. Tampoco podía lograr la dirección legal de movimientos sociales puesto que sus dirigentes serían arrojados a prisión. Sólo quedaba un camino: influir crecientemente en los movimientos y sindicatos rebeldes, hasta que los gobiernos del PRI se vieran obligados a legalizarlos y tolerar su presencia legal, o bien los movimientos rebeldes desembocaran en una revolución.
Con el registro definitivo comenzaba una nueva época para el PCM. Las campañas electorales, la existencia de una representación legislativa, la libertad de reunión, de manifestación y de expresión cambiará para ellos la forma de hacer política y de llegar al poder. Antes sólo podía aspirarse a un partido de cuadros; ahora el partido de masas, un sueño permanente del PCM, podía ser una realidad. En la década de 1956-1969 la violencia desatada por los gobiernos del PRI alimentaba la creencia de que sólo existían dos opciones: la victoria de una oligarquía represiva o una revolución democrática y socialista, violenta o no. Con la legalización, primero del PCM, y luego de otras organizaciones de izquierda, se abrió una tercera opción: la permanencia del grupo gobernante del PRI, pero acompañado de una democracia electoral que incluyera a todas las organizaciones de izquierda.
El entusiasmo en el campo de la izquierda y especialmente de los comunistas que habían conocido décadas de ilegalidad no puede ser hoy imaginada. Terminaba una larga época de catacumbas, del ocultamiento, de estar separados por la fuerza de la vida cotidiana, de la sociedad. ¿Qué papel jugó Martínez Verdugo en ese proceso? La mayoría de las otras organizaciones de izquierda tuvieron al principio mucho recelo hacia la “apertura democrática” del PRI. También en las filas comunistas muchos temían una trampa. Fue Martínez Verdugo quien desde el primer momento emprendió una campaña de convencimiento en favor de la reforma electoral. Polemizó dentro y fuera del partido a su favor. Y el PCM participó antes que cualquier otra organización independiente.
Hay que tomar en cuenta –decía Arnoldo– que las últimas dos elecciones, la de 1970, en que nosotros no participamos y hubo una gran abstención, y la de 1976, en que no hubo candidato legal frente a López Portillo, fueron desastrosas para el PRI pese a sus victorias. Arnoldo se mostró dispuesto a negociar con Reyes Heroles, actor principal por parte del gobierno en la reforma electoral que se iniciaba y pronto se estableció un diálogo fructífero:
“Ninguna consigna corresponde de la manera más exacta a los intereses de la clase obrera –escribía Arnoldo– en la actual situación del país que la de la reforma política democrática… Pero esta consigna no convence aun a los distintos sectores que integran… la izquierda. La propone con insistencia el Partido Comunista Mexicano en sus documentos fundamentales de los últimos dos años bajo el título de La lucha por la libertad política…
“Este documento y otros que el PCM ha dedicado al tema en discusión, persigue claramente el objetivo de probar la necesidad y la posibilidad de una reforma política… La lucha por conquistar los derechos políticos plenos, fue parte esencial de los movimientos…de 1958-59 y de 1968…” (El Partido Comunista Mexicano y la Reforma Política, Arnoldo Martínez Verdugo, México, 1977).
Pero volvamos al partido de cuadros que dirigía Martínez Verdugo antes de la plena legalización. Es sorprendente que un partido tan pequeño hubiera participado en forma destacada en los movimientos obreros que hubo en el periodo de 1956-1959, en el Movimiento de Liberación Nacional en los años 1960-1962 y también en el gran movimiento estudiantil de 1968. La influencia del PCM en la sociedad trascendía con mucho al número de sus militantes, porque no dependía de números, sino de la presencia y el papel dirigente establecido históricamente en las muchas luchas populares.
En realidad, Arnoldo Martínez era un dirigente de dirigentes que habían aceptado su papel rector voluntariamente, diríamos por su capacidad de crear una hegemonía. Pero estos dirigentes siempre tenían su opinión propia y la expresaban sin tapujos, cada vez que lo consideraban necesario. Muchos de ellos tenían liderazgos en sus campos, mayores que los de Arnoldo. Para construir su poder, Martínez Verdugo no contaba con dinero ni plazas administrativas ni puestos políticos representativos ni siquiera con una recomendación ante un funcionario para ofrecer a sus seguidores. Su liderazgo se desprendía de una ideología común, su especial visión y su influencia personal constantemente renovada. Arnoldo debía ser reelegido en cada Congreso. Frecuentemente perdió votaciones importantes y no siempre lograba imponer su punto de vista, pero en la mayoría de las ocasiones, durante periodos prolongados y momentos muy difíciles de su gestión siempre contó con el apoyo personal de la gran mayoría de los dirigentes.
Para probarlo me atrevo a presentar una lista que está lejos de incluir a toda la gente destacada y capaz, todos ellos miembros de la Dirección Política y del Comité Central durante periodos prolongados en los años de su gestión como secretario general (1962-1981). Inmediatamente se verá que los dirigentes del Partido Comunista tenían las cualidades necesarias para enfrentar la represión del Estado e infundir esperanza en un mundo mejor sin ofrecer para el presente, parafraseando a Winston Churchill, más que “sangre, sudor y lágrimas”.
Valentín Campa, miembro del PCM desde 1921, dirigente ferrocarrilero desde 1925, organizador de huelgas ferrocarrileras en 1932, cofundador de la CTM en 1936, secretario de Educación y Organización del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros entre 1943 y 1948. Junto con Demetrio Vallejo fue codirigente del movimiento ferrocarrilero de 1958-1959, preso político en diversas ocasiones durante un total de 16 años. Candidato presidencial en 1976, entre muchas otras cosas. Miembro fundador del PRD.
Ramón Danzós Palomino, profesor normalista. Activo en las luchas agrarias desde 1935. Militante y miembro de la dirección del PCM (1936-1981), secretario general de la CCI entre 1964 y 1975, vicepresidente de la Unión Internacional de Sindicatos de Trabajadores de la Agricultura, candidato a la Presidencia de la República por el FEP (1963-1964). Preso político siete veces en Sonora, una vez en Nueva York, de donde fue deportado a París, así como en Puebla y en el DF. Miembro fundador del PRD.
Othón Salazar Ramírez, profesor de la Escuela Normal. Militante del PCM y de su Comité Central (1958-1981). Desde 1951 dirigente del movimiento magisterial y principal exponente del movimiento magisterial de 1956-1958. Secretario General de la sección 9 del SNTE. Preso político varias veces, especialmente desde 1958 hasta 1970. Diputado federal y presidente municipal de Alcozauca. Defensor de grupos étnicos en todo el país. Miembro fundador del PRD.
Gerardo Unzueta Lorenzana, periodista, miembro de la dirección del Partido Comunista desde 1962. Director durante muchos años de La Voz de México, periódico del Partido. Autor de varias obras políticas. Preso político por apoyar al movimiento estudiantil de 1968. Diputado federal en dos ocasiones.
J. Encarnación Pérez Gaytán, profesor normalista, ingresa al PCM en 1939. Miembro del Comité Central durante 35 años. Encarcelado durante seis años a raíz del movimiento ferrocarrilero. Diputado federal. Miembro fundador del PRD.
De las generaciones más jóvenes se puede citar a Pablo Gómez Álvarez, economista. Miembro de la Juventud Comunista y luego del partido desde 1963 y de sus órganos dirigentes. Integrante del Comité Coordinador del SPAUNAM y de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos. Preso político por el movimiento de 1968. Secretario general del PSUM. Cofundador y presidente interino del PRD. Varias veces diputado y senador.
Arturo Martínez Nateras, ingeniero de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Militante y luego dirigente de la Juventud Comunista y del Partido Comunista. Fundador de la Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos. Preso por el movimiento estudiantil de 1968. Autor de varios libros sobre política, socialismo y el movimiento del 68.
Gilberto Rincón Gallardo, abogado. Miembro del PCM desde 1963, y de la Comisión Ejecutiva. Fue apresado 32 veces y en 1968 por tres años. Dirigente del PMS (1987-1989). Miembro fundador del PRD. Dos veces Diputado federal.
David Alfaro Siqueiros, uno de los grandes pintores del muralismo mexicano. Miembro del PCM desde 1921. Coeditor de El Machete (1923). Fundador de varias organizaciones sindicales. Preso en 1931 y luego expulsado del país. Expulsado también de Estados Unidos apoya abiertamente el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959 y cae otra vez preso entre 1959 y 1964. Miembro del Comité Central varias veces.
Enrique Semo Calev, economista e historiador. Fundador de la División de Estudios Superiores de la Facultad de Economía y diferentes instituciones en otras universidades. Miembro del Partido Comunista desde 1962 y de su Comité Central por 19 años. Responsable de la Comisión de Educación del PCM. Fundador-director de la revista Historia y Sociedad.
A estos ejemplos habría que agregar docenas de personalidades en los diferentes estados y además, muy importante, las células de militantes entre maestros, ferrocarrileros, estudiantes, obreros petroleros y los que dejaron al PCM para participar en las múltiples guerrillas de la época.
Varios de esos cuadros fueron marginados de la dirección del PRD. Otro tipo de gente tomó su lugar. Con la caída del comunismo y del socialismo la ideología se fue desdibujando hasta evaporarse. El PRD se transformó en una gran máquina electoral cuya única tarea es asegurar el mayor número de representantes a todos los niveles. Las figuras del caudillo y del cacique volvieron a aparecer. La burocracia profesional cobró una fuerza y una solidez excepcional. Las tendencias internas que nunca fueron permitidas en el PCM adquirieron permanencia. Pero no como tendencias políticas sino como grupos de intereses; y finalmente, el partido sufrió una gran fractura cuyo desarrollo es imprevisible. Hoy más que nunca la pregunta ¿qué hacer? es de una actualidad candente. Y, sin embargo, en los círculos directivos no parece despertar inquietud. Nos enfrentamos a una política de hechos consumados sin explicación y a dirigentes que están decididos a que siga así. A pesar de todo, la izquierda mexicana ha avanzado mucho desde su legalización en 1978, pero en este momento aparece estancada y falta de iniciativas.
No hay regreso posible al pasado. El pueblo de México ha conseguido cierto nivel de democracia electoral y alternancia en el poder, alternancia de la que no ha gozado la izquierda. Se necesita un esfuerzo gigantesco para salir de la jaula dorada, para dejar de plantear el poder exclusivamente en término de personas, para aprovechar todas las innovaciones en la informática que han cambiado el quehacer político, para reivindicar en la práctica los valores de la honestidad y la dignidad política.