Los 25 años de la Unes

Lunes, 09 de Julio de 2012 / 08:47 h

Los 25 años de la Unes

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Dagoberto Gutiérrez

En el año 1987 y en plena guerra civil, justamente cuando en las faldas del cerro de Guazapa, al final de la tarde, derribábamos un helicóptero, en uno de los pequeños radios y en uno de los noticieros, se coló una noticia referida a la creación de una especie de movimiento u organización llamada Unidad Ecológica Salvadoreña. Su presidente era el Doctor Ricardo Navarro, y la información referente a sus objetivos, su naturaleza y propósitos fue superada por la euforia guerrillera que celebró el resto de la tarde el golpe dado a las fuerzas militares.

Lentamente, empezaron a llegar al cerro de Guazapa nuevas informaciones, hasta tener una visión más o menos completa del significado de la UNES. En realidad, para la guerrilla de las FAL, que controlábamos el lado sur del cerro de Guazapa, las normas ambientales estaban establecidas desde hacía varios años, de modo que estaba prohibido derribar arboles sin permiso previo, contaminar la aguas, contaminar los suelos, adoptar medidas que afectaran a la fauna, y en fin, cuando algún terrateniente violaba estas normas y derribaba algún árbol protegido, la población informaba al mando y rápidamente se reaccionaba.

La Unidad Ecológica Salvadoreña, y sus condiciones particulares, permitieron y determinaron la creación del Centro de Tecnología Apropiado (CESTA) y Ricardo Navarro fue su presidente; en tanto que un joven ingeniero llamado Mauricio Sermeño apareció como el nuevo presidente de la UNES. Posteriormente, el Doctor Ángel Ibarra seria el presidente y el Ingeniero Sermeño el director ejecutivo.

Han pasado 25 años y estos comprenden el fin de la guerra, todo el periodo de la paz y finalmente el derrumbe neoliberal en el planeta. Se trata de 3 momentos conectados entre sí. Veamos esa relación:

La UNES nace en el filo de la guerra, cuando faltaban dos años para la poderosa ofensiva militar y las operaciones militares eran todas cruentas y buscaban el aniquilamiento del enemigo. Todo giraba alrededor de la guerra y era razonable que fuera así. El aparecimiento de una organización ambiental en ese ambiente bélico era en cierto modo, pero solo en cierto modo, una especie de desencuentro. En realidad, la temática ambiental ya tenía en su génesis todo el sentido anti sistémico, político y popular que ha de tener para expresar la nueva manera de vivir y convivir entre los seres humanos que exprese esa lucha. Vistas así las cosas, la creación de la UNES era una especie de expresión de la necesidad de construir, a partir de una nueva relación con la naturaleza, una nueva relación entre los seres humanos, una nueva convivencia y una nueva sociedad, un mundo nuevo.

El segundo momento, el periodo de la paz, corresponde a lo que en circunstancias normales y dentro de una visión popular, sería la post guerra, pero como sabemos, cuando la guerra termina, la insurgencia de aquellos años y la contra insurgencia, comparten la renuncia a la post guerra y se inaugura un momento en el que nuestro país se convierte en laboratorio neoliberal, que consistió en hacer en 20 mil kilómetros cuadrados, el reino de las transnacionales del mercado, de los tratados de libre comercio, de la contaminación de las aguas, la atmósfera y los suelos, de la deshumanización de los seres humanos y su conversión en consumidores, y en definitiva, en la transformación de la naturaleza del país más pequeño del continente en una verdadera alacena. El imperio estadounidense hizo de El Salvador un mundo en el que la economía degollaba a la ecología. Pues bien, a todo esto se le llamo paz, y sobre este universo se compartió el poder político de alcaldías y parlamentos.

Este es el momento en el que la UNES aprende la importancia de nadar contra corriente, porque en semejante paz, un discurso y una acción que llame y luche para defender la vida, chocaba con toda la orgía neoliberal victoriosa. Pero este es el momento en el que aparecen las organizaciones ambientales populares, se organizan escuelas y las calles se llenan de la voz y las pancartas de los ambientalistas, la denuncia y la proclama ambiental confrontan con el orden establecido y anuncian la necesidad de un mundo nuevo. La UNES pasa a funcionar como una escuela política y un movimiento independiente de cualquier partido y perteneciente a la gente de las comunidades. Este es el momento de mayor aprendizaje y de elaboración de un pensamiento político ambiental muy necesario para pensar el mundo actual y el mundo alternativo.

Internacionalmente, la UNES trabaja en el ámbito regional y Centroamérica es recorrida y entendida como el escenario de un medio ambiente igualmente amenazado que no reconoce fronteras estatales. Para un país como El Salvador, cuyo único río estratégico, el Río Lempa, nace fuera de sus fronteras, la visión y el trabajo centroamericano es nervio vital de una estrategia ambiental y por eso la UNES dedica a este trabajo tiempo y talento.

En este tercer momento, la UNES se mueve en un mundo de derrumbes, porque toda aquella parafernalia triunfalista del mercado se quiebra en todo el planeta, y ahora se trata de salvar y de absolver a los responsables y culpables del desastre. Y así, cuando el cambio climático hunde sus garras en la vida de millones de personas, cuando los poderosos buscan ser salvados por los más débiles y cuando los Estados y gobiernos salvan a sus bancos a costa de los pobres y de la naturaleza, y cuando El Salvador es considerado el país más vulnerable del mundo, o el número 10 en otras listas, cuando todo esto ocurre, la Unidad Ecológica Salvadoreña se encuentra con los mayores retos que pudo imaginarse, es decir, con los mayores obstáculos y problemas.

Este es el momento del mayor desafío para la UNES, pues ante estos retos, aparentemente insalvables, la UNES sabe que todo ese mundo que se derrumba tiene que ver con su pensamiento y su trabajo, con su actitud, su filosofía y su experiencia en la lucha ambiental, y la UNES también sabe que es el momento de la alternativa, de reafirmar y reafirmarse en la vocación y la escuela de aprender a nadar contra corriente, y esto supone una recapitulación de todo lo hecho y lo aprendido para aprender de nuevo a luchar en un mundo que se derrumba, sin ser parte de ese derrumbe. La UNES tiene ante sus ojos, ante su vida y su filosofía, el desafío mayor de contribuir y luchar en una ecología política por construir un poderoso y tenaz movimiento ambiental que si ha de ser, tendrá que ser suficientemente político, suficientemente ambiental, suficientemente anti sistémico.
En sus 25 años de lucha, la UNES sabe muy bien cómo hacer este trabajo adentro de los huracanes actuales

TESIS SOBRE LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA EN EL SIGLO XXI

TESIS SOBRE LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA EN EL SIGLO XXI

“Es más probable que un intelectual de izquierda se pregunte sobre la condición de izquierda y su identidad ideológica y política, a que un pensador conservador deje de razonar en términos de rentabilidad y de ganancia.”

¿Qué es ser de izquierda en los inicios del siglo XXI? ¿Cuáles podrían ser los fundamentos de una nueva definición de la condición de izquierda en el futuro? ¿Cuál es el sentido profundo que identifica actualmente y que podría identificar en el futuro al ser de izquierda?

Este ensayo desarrollado a través de un enfoque multidisciplinario y prospectivo propone a la reflexión intelectual un conjunto de elementos teóricos y conceptuales para contribuir a identificar los rasgos distintivos de la condición de izquierda en los inicios del siglo XXI.

INTRODUCCION

Una sola frase y todas las intocables adquisiciones de la civilización occidental fueron puestas en cuestionamiento: “Proletarios del mundo entero, uníos”. Así termina el Manifiesto Comunista de 1848 y así se comienza la era de las grandes transformaciones sociales y políticas, resultado de la primera Revolución Industrial, una época que parece haber concluido su prolongado ciclo en 1989 y 1990, con el derrumbe de los sistemas socialistas reales, de la Unión Soviética principalmente.

Pero…mirado objetivamente el mundo con un mayor detenimiento, mirado el planeta en los inicios del siglo XXI, no puede menos de sobrecogernos el espectáculo gigantesco de que las mismas miserias, injusticias, desigualdades y anomalías, que ocasionaron desde 1848 en adelante, la explosión de la conciencia obrera contra el capitalismo, esas mismas miserias y desigualdades estructurales se nos aparecen reproducidas, profundizadas y aumentadas a escala mundial con el peso agravante de un hecho insoslayable: parecemos no disponer de un modelo de sociedad que oponer a este capitalismo globalizado, desigual y con aspecto triunfante, que hoy pretende sustentarse y justificarse en un pensamiento único, y que se presenta a sí mismo como el “modelo a seguir”.

Frente a este espectáculo y a esta realidad entonces, tiene un profundo sentido ético e intelectual preguntarse ¿qué es ser de izquierda revolucionaria en los inicios del siglo XXI?.

La pregunta no tiene porqué parecer anacrónica, si convenimos que las mismas causas estructurales que hace más de un siglo ocasionaban en todo el mundo un malestar social creciente, creciendo hasta convertirse en descontento, descontento que se transformaba en rechazo, en protesta, en revuelta y hasta en revoluciones, hoy continúan surgiendo en muchos lugares del planeta, y los mismos descontentos y desigualdades conducen por el camino de las mismas protestas.

Para responder a la pregunta que nos convoca, tenemos varios momentos históricos a los cuales apelar para una mejor comprensión. Se puede fijar el punto de partida en el mismo 1848 y tratar de analizar cómo el siglo XIX estuvo plagado de revoluciones nacionalistas que tenían un trasfondo social y político anti-capitalista innegable. La actualidad del diagnóstico realizado en el Manifiesto Comunista no debería sorprender a nadie.

O podría uno fijarse como hito desencadenante los sucesos de Chicago en 1868 que dieron comienzo a la demanda por la jornada de trabajo de 8 horas en todos los continentes y para todas las clases obreras conscientes de aquella época, y esa exigencia cada vez más masiva resultaba de una toma de conciencia que se traducía en organización de lucha social sociedades obreras de resistencia, sociedades mutuales, gremios y sindicatos para después darle contenido a expresiones políticas orgánicas los partidos socialistas, las corrientes socialdemócratas, los partidos comunistas y los movimientos anarquistas y del sindicato y el partido a la calle, a la barricada, a la revuelta y a la revolución.

La condición de izquierda en particular como condición política e intelectual entonces, arranca sus raíces desde el fondo social profundo de la historia del capitalismo y de una toma de conciencia de la sociedad presente de la que se nutren las Ciencias Sociales modernas, en especial la Sociología, la Historia, la Economía y la Ciencia Política.
¿Porque esta eterna pregunta sobre la identidad de izquierda?
¿Porque nos desangramos casi hasta la inanición, por encontrar el sentido de nuestras ideas y de nuestro posicionamiento en la realidad social y política?

Probablemente una respuesta a estas interrogantes se encuentra en el hecho de que no es fácil ser de izquierda, porque es más probable que se encuentre usted en la oposición casi toda su vida y no es cómodo oponerse siempre a todo, y por eso surge la necesidad de pensar y la posibilidad de repensar la identidad de la izquierda desde una óptica propositiva.

Este ensayo tiene por objeto reflexionar acerca de la identidad de izquierda, en las condiciones históricas propias del inicio del siglo XXI y en términos que permitan comprender tanto las dimensiones de la crisis teórica vivida desde fines del siglo XX como de las perspectivas, dilemas y horizontes que se le presentan para el futuro.

LOS ORIGENES Y FUNDAMENTOS HISTORICOS DE LA IZQUIERDA

Podría parecer ocioso tener que ir a buscar los fundamentos intelectuales de la izquierda en épocas remotas, pero aparte de aquellas corrientes que han querido llegar hasta las épocas bíblicas en busca de sus raíces, parece existir un consenso general en cuanto a que las bases conceptuales del pensamiento de izquierda, a lo menos en la tradición de Occidente se encuentran en los pensadores utópicos de los siglos XVII y XVIII y en determinados pensadores políticos del período de la Revolución Francesa, ideas que a su vez, vinieron a ser sistematizadas por algunos pensadores del siglo XIX.

Las diversas escuelas utópicas inauguradas en el siglo XVI por Tomás Moro, fueron prolongadas a través de distintas trayectorias intelectuales por los utopistas de los siglos XVII y XVIII, dando forma a una corriente de pensamiento que buscó al mismo tiempo señalar los vicios de la época feudal y del naciente capitalismo y diseñar un estado ideal de la sociedad, siempre de algún modo relacionado con las carencias antes descritas. Del utopismo de la época renacentista y moderna, a los fundamentos del socialismo científico y hasta las formas y realizaciones de los socialismos históricos del siglo XX, la historia del pensamiento de izquierda constituye uno de las vertientes fundacionales de la modernidad.

No obstante la crítica que los autores del socialismo científico, en especial Marx y Engels hicieron de los utopismos anteriores, no cabe duda que se alimentaron de su poderoso contenido crítico.

9 TESIS SOBRE LA IDENTIDAD DE IZQUIERDA

En el marco de la tradición histórica e intelectual de Occidente pero no solamente en ella, las izquierdas constituyen a la vez un universo teórico-intelectual y socio-político que asienta sus raíces en las condiciones de vida y de trabajo generadas por la implantación, consolidación e institucionalización del sistema capitalista de producción y dominación en la sociedad hy su expansión a escala mundial durante los siglos XIX y XX.

El rasgo principal de la actual izquierda en el mundo, es su crisis. A partir de la evidencia de sus crisis de saber, de programación y organización, la gran tarea histórica de las izquierdas debería pasar por reaprehender el mundo y recuperar un discurso transformador posible en directa conexión con los movimientos populares nacidos extramuros de la izquierda convencional y de la crisis generalizada, a manera de respuesta de una izquierda necesaria convocada por los quiebres de la realidad social y política de fines del siglo XX.

La crisis política e intelectual de la izquierda se corresponde con el fin de la sociedad basada en la industria y la tecnología del siglo XIX y el paso gradual hacia una sociedad de la información y del conocimiento en que el componente de trabajo intelectual pasa progresivamente a predominar sobre el componente de trabajo físico.

TESIS I: UN ORIGEN HISTORICO E INTELECTUAL ANTICAPITALISTA.
La definición ideológica y teórica básica de la condición de izquierda, y que proviene de sus raíces históricas en el siglo XVIII y XIX, consiste en un claro posicionamiento crítico político y teórico frente al sistema capitalista de dominación, de manera que ser de izquierda y definirse como de izquierda en el presente significa adoptar una postura esencial y radicalmente crítica frente al conjunto del sistema de dominación socio-político y económico capitalista, sus modalidades históricas de aplicación y sus consecuencias, postura cuya gradación de intensidad crítica y de transformación estructural pueden ir en un continuum desde la tesis de la introducción de reformas parciales y graduales al sistema hasta la tesis de la ruptura más o menos violenta de éste. Por lo tanto, la esencia de la identidad de la izquierda como universo político y teórico reside en su crítica y su radicalidad frente al sistema capitalista. Ser de izquierda significa oponerse al capitalismo, como forma de organización económica, como modo de dominación política y como mentalidad ideológica y cultural.

El pensamiento de izquierda continúa constituyendo en el presente, al igual que desde principios del siglo XIX, el aporte intelectual y teórico crítico más coherente frente al sistema de dominación capitalista y burgués.

TESIS II: LA IZQUIERDA FORMA PARTE DE UNA REALIDAD POLITICA INOBJETABLE E INELUDIBLE.

La definición de izquierda en el campo político, así como las definiciones de centro y de derecha existen en la realidad socio-cultural, ideológica, intelectual y política de la sociedad moderna desde la experiencia de la Revolución Francesa y no desaparecen por alguna decisión voluntarista y constituyen formas de representación política asentadas profundamente en los sistemas políticos modernos.

Así como –desde el siglo XIX hasta el presente- las más diversas dictaduras políticas, militares e intelectuales reaccionarias y de derecha han tratado de eliminar a la izquierda del escenario político, así mismo su permanente resurgimiento y reaparición bajo nuevas formas y estilos de acción, reflejan que ellas se encuentran radicadas y profundamente ancladas en el imaginario colectivo de los pueblos y de las naciones.

TESIS III: EL DIFICIL PASO DE LA TEORIA CRITICA A LA PRAXIS POLITICA.
La definición teórica de la izquierda no es unívoca con la definición política que se supone deriva de aquella, en términos tales que la radicalidad teórica de los postulados de la izquierda no resulta necesariamente en la radicalidad política de quienes actúan en la práctica social y política. Esta dificultad se manifiesta en diversas cuestiones tales como el de las vías de la acción para conquistar el poder, el de la forma de conducir el Estado o de la estrategia de alianzas en el curso del proceso hacia los cambios.

TESIS IV: LA IZQUIERDA CONSTITUYE UN IDEARIO CON SU PROPIA RACIONALIDAD Y VALORES.
La identificación teórica y política de izquierda es básica, primaria y esencialmente en relación con el sistema capitalista de dominación y no con las demás corrientes de pensamiento del espectro político de la sociedad. Esto significa que ser de izquierda no constituye solamente una definición política, intelectual y teórica en relación con las demás corrientes del espectro político, sino que contiene una racionalidad que hace referencia a las condiciones estructurales y coyunturales de un sistema capitalistade dominación respecto del cual se define como contrario.

La izquierda se ha definido históricamente como la corriente política, cultural, social e intelectual portadora de los valores de la libertad, de la justicia, de la igualdad y la solidaridad, del cambio social, del racionalismo y la primacía de la inteligencia sobre la fuerza, de la creencia optimista en la perfectibilidad del ser humano y de la sociedad, del perfeccionamiento contínuo de la experiencia democrática, del antiracismo y el antibelicismo y la construcción de una paz justa entre los pueblos y naciones, de las profundas aspiraciones de cambio de las mayorías ciudadanas, del rechazo al clericalismo y al verticalismo autoritario.

TESIS V: LA IZQUIERDA ES UNA POSTURA POLITICA, QUE REPRESENTA ADEMÁS UNA CULTURA Y UNA ETICA

La identidad política y teórica de izquierda no constituye solamente una postura ideológica y política que se materializa en el plano de las estructuras socio-políticas y de los sujetos sociales históricos sino que representa además y sobre todo, una determinada cultura política representativa de determinados segmentos sociales y que además, es característicamente moderna.

Existe una cultura de izquierda en nuestras sociedades actuales, una pertenencia e identidad de izquierda subyacente dentro de la cultura política, que forma parte de las tradiciones de luchas sociales, proletarias y obreras, que recoge en su diversidad la historia de formación y desarrollo de los movimientos urbanos de trabajadores, artesanos y profesionales durante los siglos XIX y XX, así como de los movimientos y demandas de campesinos e indígenas y otras minorías excluidas del sistema.

Los enemigos de la izquierda quieren ver su inexistencia, quieren anunciar su desaparición, quieren explotar sus derrotas para proclamar su obsolescencia definitiva y final. La izquierda, en la rica diversidad de sus proyectos, corrientes y movimientos sigue existiendo en el siglo XXI como expresión de una protesta ética, intelectual, social y política contra un sistema económico-político y una dominación imperial que pretenden condenar a la Humanidad a un solo supuesto destino inevitable: la perpetuación de la dominación capitalista, la hegemonía del lucro sobre el ser humano y su felicidad.

Desde esta perspectiva, la identidad de izquierda no solo constituye un componente esencial de la cultura nacional y de la identidad patriótica de los pueblos y las naciones, sino también contiene una visión del mundo y de la Humanidad y, sobre todo, es portadora de una ética: el ser de izquierda implica una moral cívica en que el valor de la consecuencia, del esfuerzo solidario y consciente por la libertad y bienestar de los más desposeídos, se acompaña con el apego irrestricto a la libertad y la justicia, a la búsqueda honrada de la igualdad, de la dignidad y la profunda aspiración a la primacía del ser humano sobre toda otra consideración.

TESIS VI: NO HAY UNA IZQUIERDA, SIEMPRE HAN HABIDO VARIAS IZQUIERDAS.

Desde la perspectiva de sus formas de expresión y representación no hay una izquierda, nunca ha habido una sola izquierda, sino que en la realidad histórica mundial siempre han coexistido varias corrientes de izquierda con mayores o menores niveles de convergencia o de divergencia. Por lo tanto, la diversidad es el rasgo distintivo de las izquierdas como universo político y como expresión de una pluralidad social y cultural. Así, el problema de la unidad de las izquierdas está relacionado no con la coherencia de los programas y posturas de cada sector, sino con la necesidad histórica de integrar, reunir y coordinar fuerzas para combatir al capitalismo, o para producir socialmente una mayoría política que sustente el poder susceptible de producir los cambios, o para sustentarse en el poder socialista.

La diversidad enriquece la unidad, la representatividad y la democracia interna del movimiento. El proceso hacia la constitución de nuevos sujetos históricos de cambio social se manifiesta, entre otros elementos, en el surgimiento de las siguientes tendencias.
a) la constitución de identidades políticas no partidistas desarrolladas en torno a una condición de género (las mujeres), a un rol privado, grupal o sectorial (los ancianos, los jóvenes, los homosexuales), o a valores universales que apelan al sujeto como miembro del género humano (pacifistas, defensores de la naturaleza o los derechos humanos).
b) la formación de nuevas organizaciones, definidas más por el movimiento que por la estructura, que adoptan la forma de redes y que no se enmarcan en el sistema de partidos políticos ni en estructuras orgánicas y permanentes, sino que mantienen altos grados de flexibilidad y de autonomía.
c) el surgimiento de nuevas pautas de acción política, socio-política y socio-cultural, más cercanas a las formas directas y horizontales de democracia, que se orientan hacia la participación social y ciudadana y hacia la configuración de multitudes inteligentes, para la definición y demanda de prioridades o sectoriales sin pasar por la mediación de los partidos políticos ni por el proceso electoral.
d) el despliegue de nuevas estrategias de acción política, por fuera de los canales institucionales electorales y representativos, esto es, acciones no convencionales que van desde las formas directas como la protesta ciudadana, las manifestaciones, las multitudes inteligentes, las marchas y los paros cívicos, hasta las acciones concertadas y pactadas entre agrupaciones sociales, o bien de estas con los entes gubernamentales. Estos actores o movimientos sociales no tienen en general una propuesta sustantiva de nuevo régimen político, sino más bien un interés por influir sobre las decisiones de las élites políticas y el Estado, en aquellos aspectos que son de interés para esos movimientos.
e) se redefinen también los ámbitos territoriales de práctica política y de ejercicio de poder mediante el establecimiento de formas de gobierno y gestión autónomas que coinciden con localidades, regiones o etnicidades caracterizadas por una fuerte identidad cultural o social, lo que en la práctica socavan, de alguna manera, los Estados centrales y los ámbitos nacionales.

Los nuevos movimientos sociales, cívicos, ciudadanos, de género, étnicos, locales, regionales, ponen en jaque la centralidad política e institucional del Estado, el sistema de partidos, los mecanismos institucionales de la representación y los canales formales de la participación, politizando al mismo tiempo a la sociedad civil. Los centros se multiplican, los actores y sus prácticas se pluralizan y las maneras de hacer política se reinventan; es decir, se instaura un nuevo patrón de politización, que se manifiesta en nuevas concepciones sobre la democracia. Se insiste en las autonomías, en las redes, en los autogobiernos, en la participación ciudadana en todos los ámbitos de la vida social, en la descentralización del poder y en el fortalecimiento de las democracias locales y regionales.

TESIS VII: DEL DIAGNOSTICO AL PROYECTO
La naturaleza propositiva del discurso y de la postura política de las izquierdas, constituye una vertiente complementaria y fundamental de la identidad de izquierda. No basta con el diagnóstico crítico del capitalismo dominante y de la globalización en curso: la mentalidad y la cultura de izquierda requiere siempre de un componente propositivo. Después de un diagnóstico crítico anti-capitalista y anti-imperio, la izquierda debe ser portadora de un modelo de cambio, de una idea de nueva sociedad y de un proyecto alternativo de nación, de Estado y de democracia.

La hegemonía capitalista se organiza en un sistema de dominación y de poder que articula a un sistema económico basado en el lucro, el predominio del capital sobre el trabajo, la explotación multiforme del trabajo, la inteligencia, el conocimiento y la creación, el predominio de las grandes corporaciones globales sobre las economías nacionales y regionales, sobre la desigualdad básica territorial, estructura económica que se enlaza con una estructura de poder político el Estado burgués y sus diversas formas de régimen político y con una superestructura ideológica y cultural que opera como paradigmas articuladores de la dominación en el plano de las conciencias.

Por lo tanto, la crítica anticapitalista de la izquierda moderna en el siglo XXI es una crítica integral al sistema de dominación y contiene un proyecto de transformación de esta forma de sujeción de los seres humanos, de la naturaleza y del conocimiento y la cultura, por una nueva sociedad más humana, más justa, más libre, más igualitaria y más participativa.

La radicalidad de la crítica anti-capitalista de la izquierda reside tanto en su capacidad para construir un diagnóstico crítico de las condiciones objetivas y subjetivas en las que se manifiesta históricamente el modo de producción y de dominación capitalista, a partir del protagonismo y la toma de conciencia de las clases y segmentos sociales y culturales subordinadas, explotadas y excluídas, sino sobre todo en su virtualidad y capacidad orgánica y diversa, para proponer un determinado modelo de tránsito y un horizonte sistémico de cambio, alternativo al sistema de dominación existente.

TESIS VIII: EL SUJETO HISTORICO DEL CAMBIO SOCIAL SON TODOS LOS EXCLUIDOS Y EXPLOTADOS DEL SISTEMA

Una de las cuestiones teóricas cruciales para la izquierda del futuro es la de delimitar el sujeto histórico de cambio que exigiría subjetiva u objetivamente la transformación de la sociedad, habida cuenta de la pluralidad potencial de ese sujeto evolucionado desde aquella histórica clase obrera convertida por la revolución industrial en protagonista ascendente de la Historia. Es evidente en la historia que los potenciales sujetos históricos de cambio dificilmente adquieren conciencia de su rol histórico, lo que explica que el proletariado está pasando a la Historia como pasado sin haber adquirido conciencia de clase en sí y para sí. Más difícil es definir al disperso sujeto histórico crítico formado frente a la globalización y que más que moverse en pos de la utopía, parece hacerlo a partir de un inventario de necesidades y aspiraciones.

Por otra parte, uno de los campos en los que los cambios suscitados por el capitalismo global actualmente imperante es el del trabajo. Desde la segunda mitad del siglo XX, tienden a desaparecer las condiciones laborales que facilitaban la toma de conciencia y permitían la solidaridad y la lucha de clases. La atomización, la alienación y el individualismo de los modernos explotados requiere de una praxis cultural, intelectual e ideológica mucho más extensa, radical y profunda. Hay que partir desde esta nueva realidad compleja, abordar la problemática del protagonismo social, cultural y político no solo desde los conceptos clásicos, donde se resaltaba la explotación salarial de los trabajadores como el gran trasfondo de la denuncia ideológica. En la sociedad de consumo actualmente dominante se manifiestan diferentes formas de alienación social, cultural, económica, moral y política de los explotados y excluídos, todos efectos degradantes que los colectivos deberán combatir y transformar.

Las transformaciones sociales y políticas que conducirán a una nueva sociedad, son el resultado del despliegue multiforme de diversos actores sociales, culturales y políticos que constituyen un sujeto histórico de los cambios, a través de su movilización consciente y multitudinaria, de la construcción desde la sociedad civil de una organización social diversa y plural que vehiculiza y lidera desde una lógica democrática y horizontal el proceso de cambios.

El sujeto histórico de los cambios sociales no es una clase social en particular, ni un segmento social, cultural o político determinado y limitado, sino que se constituye como un vasto y multiforme movimiento de carácter socio-cultural y político en el que caben todos los excluídos, discriminados y explotados por el sistema de dominación imperante, y que es portador en cada momento del proceso histórico de sucesivos proyectos de cambios estructurales de un profundo contenido democrático y democratizador, que lleva a las instituciones democráticas a su tensión más amplia y plural y que constituye formas de poder, de decisión, de gestión y de participación amplias y horizontales.

El nuevo sujeto histórico es una articulación móvil y dinámica de actores sociales populares que desde las injusticias y las estructuras injustas a las que logra identificar en sus propias condiciones de producción y consigue asociar constructivamente con las demás inequidades, asimetrías e injusticias específicas del orden político, de la cultura, de las condiciones de vida y del desarrollo, ganan en identidad histórica al asumir que no son éstas injusticias específicas las que pueden resolverse en sí mismas mientras nos se transforme el conjunto del sistema de dominación en la que tienen lugar.

La construcción del sujeto histórico, portador del cambio en el siglo XXI, está estrechamente vinculada con la formación y el despliegue del tejido social, que es todo el trabajo social, político, intelectual y cultural que facilita el desarrollo y potenciamiento de espacios autónomos, libres y democráticos de encuentro que devengan en espacios de organización. El tejido social no pude desplazar, ni reemplazar por decreto la antigua existencia político—popular (sindicatos tradicionales, partidos, movimientos políticos y político-sociales, profesionales, gremiales etc.).

Los actores del tejido social gestan sus propias formas de organización y expresión social y política (en un nuevo sentido que no excluya al antiguo). El encuentro de estas formas con las organizaciones políticas populares tradicionales debe ser de encuentro constructivo, de conocimiento y aprendizaje mutuo. Son sus propios actores los que deben configurar los caracteres específicos de este tejido. La articulación de las diversas expresiones del tejido social con los movimientos políticos debe permitirles evitar o resistir la represión y el aislamiento, conseguir al mismo tiempo, reconocimiento, legitimidad e identidad. El tejido social constituye la trama de la fuerza ejecutora del movimiento popular, su historización real. Es, por consiguiente, el referente central de toda práctica alternativa y liberadora.

TESIS IX: LA IZQUIERDA HA DE SER PROFUNDA Y RADICALMENTE DEMOCRATICA O NO SERÁ

Si hay un punto de equilibrio que es vital para la existencia del sistema de dominación actual en el mundo, es la cuestión democrática. ¿Hasta qué límites el sistema actual de dominación puede ser democrático sin que el propio sistema no vea amenazadas sus bases fundamentales de sustentación?

Las izquierdas tienen que ser capaces de llevar la democracia hasta sus límites más amplios y profundos. En su esencia la demanda ciudadana que las izquierdas deben ser capaces de vehiculizar y de liderar, es la aspiración de introducir toda la democracia posible y necesaria para que el conjunto del sistema de dominación pueda encontrarse de frente con sus propias definiciones teóricas nunca realizadas. Todo en el actual sistema de dominación es a democratizar: el orden político, el espacio público, el sistema de partidos políticos, el poder ejecutivo, el poder legislativo, el poder judicial, la estrcutura económica, todo debe ser impregnado por una corriente profunda de democratización que transforme al conjunto del orden político representativo en un orden político participativo.

Se trata de pasar de una democracia gobernada a una democracia gobernante. La radicalidad del proyecto democrático de la izquierda consiste no solo en su decisión y voluntad de practicar la democracia en el movimiento que la constituye, generando una amplia y profunda cultura democrática, sino en su capacidad para liderar una transformación democrática de las instituciones representativas del Estado moderno, proyecto que supone introducir en la lógica de las instituciones y de los regímenes políticos mecanismos cada vez más amplios, universales y significativos de participación de los ciudadanos en los procesos de toma de decisión que les conciernen.

El carácter participativo que propone la izquierda para la democracia parte del principio de que la ciudadanía es la depositaria primordial de la soberanía y del poder constituyente y que, en virtud de este concepto fundacional de las democracias modernas, son los ciudadanos en quienes deben residir cada vez más las decisiones de los asuntos públicos, de manera que los mecanismos participativos abarquen todos los aspectos fundamentales de la vida política, social y económica de la nación.

TESIS X: LA IZQUIERDA SE AMPLIA EN LA ACCIÓN.

Las referencias a la izquierda, no aluden sólo a los elementos tradicionales, como pueden ser revolucionarios socialistas, comunistas y socialdemócratas, sino a todos los que, en la palestra política, adelantan transformaciones o actitudes progresistas. Tales son los casos del movimiento anticolonialista y de liberación nacional, los luchadores por la paz, los movimientos sociales, los sectores avanzados dentro de la oficialidad militar, los políticos nacionalistas y comprometidos y naturalmente los elementos revolucionarios.

Derecha e Izquierda son contrarias, opuestas, antitéticas lo cual quiere decir que ninguna doctrina, pensamiento o movimiento político puede ser al mismo tiempo de derecha y de izquierda. Todas las disciplinas del saber humano moderno están dominadas por una de ellas. Cuando se quiso explicar la desaparición de la “díada” como la conceptualiza Bobbio, se situó a la base la crisis de las ideologías, o como la llamó pomposamente el entonces teórico de moda Alfredo Fukuyama, “El fin de la historia”.

La historia nos ha demostrado que nunca ha habido tal crisis de ideología y que no hay nada más ideológico que afirmarlo, dice Bobbio (Derecha e izquierda. Razones y significados). Izquierda y Derecha no indican solamente ideología, de tal manera que reducirla a esto es una tontería. Indican programas opuestos, intereses y valoraciones contrarios de hacia dónde conducir a la sociedad, que en El Salvador equivale a decir una democracia del pueblo (revolucionaria) o una “democracia del poder” (tradicional burguesa y autoritaria)

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Caute, D.: THE LEFT IN EUROPE. London, 1977. World University Library.Cole,
G.D.H.: A HISTORY OF SOCIALIST THOUGHT. 1789-1939. (5 vols). London, 1953.
Hobsbawm, E.: LA ERA DEL CAPITAL, 1848-1875. Barcelona, 1998. Grijalbo-Mondadori.

Perú: Adiós Humala

Perú: Adiós Humala

Oscar Ugarteche

ALAI AMLATINA, 04/06/2012.- Tras la “masacre política” de diciembre del 2011, Ollanta Humala ha decidido convencer al mundo de que no solo es un militar sin palabra, sino un político con ideología neoconservadora. Este convencimiento se lo hizo primero a los venezolanos que lo apoyaron en la campaña del 2006 y luego a los brasileños que lo apoyaron en el 2011, y ahora lo viene llevando a la calle. No ha bastado “limpiar” a su gobierno de funcionarios progresistas, ahora es fundamental declarar la lucha de clases a la antigua, a balazo limpio. En distintas partes del Perú, y con el aplauso de la pintoresca y bravucona derecha nacional, Ollanta Humala y su gobierno se enfrentan y desafían al pueblo que ha votado por él. ¿Para qué?

Humala pretendió ser el caudillo progresista esperado en dos décadas. Participante del Foro de Sao Paulo, los partidos políticos de la izquierda latinoamericana lo acogieron y apoyaron en sus campañas diversas desde el 2005. La derecha lo acusó por todo esto de ser primero el candidato de Chávez y la señora Heredia fue perseguida por una parte de la prensa peruana a partir de las elecciones del 2006 por sus vínculos con Venezuela. Por esto tuvo de portavoces de campaña a Mocha García Naranjo y a Nicolás Lynch que venían de las izquierdas.

Luego de su salto a la esfera de influencia de Brasil para la campaña del 2011, creando una mejor imagen de amigo de Lula da Silva y con posiciones más moderadas, la misma prensa lo persiguió por tener un asesor que representaba los intereses empresariales brasileños. El día del triunfo electoral, en junio del 2011, los titulares limeños no lo dieron por ganador sino por empate y anunciaron la necesidad de una concertación política. La derecha decía que éste no podría gobernar sin ella. De allí salió la baraja conservadora dentro del gabinete nombrado el 28 de julio del 2011. Sin embargo ni entonces ni después hubo concertación. La que hizo la derecha fue un asalto al poder. Lo que hay es una vuelta de la tortilla. Una revolución en su sentido cabal. Ganaron los que perdieron y perdieron los que ganaron como ya se dijo hasta la saciedad.

Una cosa es la prensa limeña conservadora y otra la realidad política en el campo. Cuando en Espinar el 76% de la población que ha votado por el candidato ve como ya de presidente los agarra a balazos, la cosa está complicada. Peor si encima mete a la cárcel a la gente de la Vicaría de la Solidaridad de Sicuani por terrorismo que fue a ver qué pasa. Y aún peor, cuando además presiona al presidente de la Corte Suprema a hacer cosas reñidas con la independencia de poderes y lo consigue, permitiendo así el secuestro de autoridades electas para su juicio en otras jurisdicciones. Lo que hay en el Perú, a un año de electo el nuevo gobierno, es un régimen mafioso y matonesco no muy distinto al de Fujimori.

Queda la interrogante de si Ollanta Humala piensa algo. Cualquier cosa. Y si tiene alguna línea. Cualquier línea. Reflejos políticos claramente no tiene. Descartado el verbo “pensar”, ¿Creerá que va a terminar su gobierno? ¿Cómo lo va a hacer? Que Washington piense que esto se arregla a balazos en el nombre del control del terrorismo es un tema relacionado al negocio de la venta de armas. Lo que a los peruanos nos concierne es nuestro país y adónde va. Cada vez hay menos ciudadanos dispuestos a que los atropellen en todo el país. Ese es el único complot. Hay más ciudadanía. Y los jóvenes de ahora son más ciudadanos que lo que han sido en mucho tiempo al margen de la geografía. Medio Oriente nos muestra que la calle pesa en el mundo y el Perú no es una excepción, aunque esa calle sea de tierra en un pueblo con un río contaminado al lado.

Venimos de una dinámica de desintegración nacional que comenzó en la década del 80, cortesía de Sendero y García, a través de las masacres, la hiperinflación y el colapso económico de los años 80. Se intentó recuperar el sentido nacional mediante la estabilización económica de los años 90, las investigaciones sobre corrupción de Fujimori y sus secuaces, y la formación de Comisión de la Verdad en la primera parte del siglo XXI. Tras la elección de Humala en simultáneo tenemos como siempre a la cruz y la espada actuando juntas. El Primer Ministro nombrado en diciembre resulta una expresión del fujimorismo castigado en junio del 2011 por el voto presidencial. Este ha tomado partido en un tema muerto y acabado, como es la sentencia de la Corte Interamericana sobre la Embajada del Japón (1997). Al mismo tiempo, el cardenal echó al padre Gastón Garatea S.S.C.C., ex Comisionado de la Verdad, de la práctica religiosa en Lima. El tema de los militares en los años aciagos ha revivido de la mano de cruz y la espada. Días más tarde se violentaron las protestas sociales anti mineras mientras la policía secuestraba a los alcaldes para enjuiciarlos fuera de su jurisdicción legal. En el Perú, los derechos humanos de los alcaldes son una cojudez total, parafraseando.

El tono de la renuncia de la congresista Verónica Mendoza del Partido Nacionalista la mañana del lunes 4 de junio debería de alertar a Humala y todo su combo, civil, religioso y militar, que pueda que no acabe su periodo. Dice: “La represión como un resorte automático frente a las demandas populares genera más resistencia de la gente, cayendo en un círculo vicioso. No obstante, condenamos tajantemente todo tipo de violencia venga de donde venga. Es necesario que las organizaciones sociales, la sociedad civil y todos los sectores que expresan su malestar por la imposición de las industrias extractivas se manifiesten de forma democrática, organizada y pacífica. Ni un muerto más, ni civiles ni personal policial. ¡Ni un muerto más! Hago un llamado a defender la vida con la vida, no con la muerte.”

Y la Coordinadora de Derechos Humanos el mismo lunes 4 de junio ha pedido la renuncia del Premier Valdés. Si los jóvenes tomaran conciencia de su poder, esto podría devenir en marchas de renuncia del Presidente de parte de organizaciones crecientes de la población afectada no solo por la minería sino por el engaño electoral del 2011. Mientras tanto faltan cuatro años de gobierno.

– Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es presidente de ALAI y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.org

Debate sobre el poder en el movimiento popular

Debate sobre el poder en el movimiento popular

Rubén Dri

Las movilizaciones de los últimos tiempos han puesto en evidencia una fuerte voluntad popular de afirmar su realidad subjetual. Pero ser sujeto significa ponerse como tal, crearse, luchar por el reconocimiento, lo cual implica necesariamente plantearse el problema del poder, en torno al cual, en el ámbito del movimiento popular, podemos vislumbrar tres posiciones típicas:

La concepción clásica del marxismo-leninismo que se expresa como “toma del poder”.
La de pensadores influenciados por el posmodernismo, como Negri y Holloway, cuya concepción es la de “huida del poder”.
La de militantes de los nuevos movimientos sociales y políticos que prefieren hablar de la “construcción del poder”.
Se trata de una tipificación que permite tomar las diversas concepciones como si se tratase de casos puros y resaltar, de esa manera, las diferencias y oposiciones. En la realidad las concepciones se suelen entrecruzar.

1.- Toma el poder o el poder como objeto

En los movimientos sociales y políticos de las décadas del 60 y 70 que marcaron profundamente a nuestra sociedad, el problema del poder fue planteado con fuerza, en contra de concepciones de izquierda tradicionales para la cuales el tema se postergaba de manera indefinida. Partidos considerados siempre de izquierda como el Partido Comunista, los diversos Partidos Socialistas, las variantes maoístas y trotzquistas no se planteaban el problema del poder.
No significa ello que no hablasen sobre el poder. El asunto es que para ellos el problema no se imponía como una exigencia perentoria a realizar. No se cuestionaba en los hechos seriamente el poder del capitalismo. Por una u otra razón, la revolución estaba postergada, de manera que había tiempo de sobra para debatirlo.
El problema, en cambio, adquirió no sólo actualidad, sino exigencia perentoria en las diversas agrupaciones y partidos de una nueva izquierda, por llamarla de esa manera, que se proponían hacer la revolución. Ello significaba, terminar con la sociedad capitalista, sustituirla por una sociedad socialista. Ya no se trataba de una meta lejana, sino de algo que estaba en cierta manera a la mano.
El debate sobre el poder fue intenso, y las concepciones, diversas, pero todas, de una u otra manera se sintetizaban en “la toma del poder”. En realidad la expresión pertenece a la teoría que fundamentó los procesos revolucionarios del siglo veinte. Toma del poder, asalto al poder, asalto al cielo, son expresiones equivalentes. Sin duda que son movilizadoras, encienden en la imaginación figuras utópicas que impulsan a la voluntad para la lucha.
El poder, en primer lugar, es concebido como un objeto. Así como se puede tomar, asir, o, en términos populares, “agarrar” un objeto, también se puede tomar o agarrar el poder. De esta manera, se piensa que no se tiene el poder, no se lo ejerce, hasta que no se lo ha tomado. El poder está en manos de las clases dominantes, de los grandes consorcios, del ejército. En fin, alguien, o algunos lo tienen. Se trata de arrebatárselo.
En segundo lugar, el poder está en un lugar determinado. Ese lugar puede ser la “Casa Rosada”, Campo de Mayo o La Tablada. Quienes están ahí tienen el poder. Para arrebatárselo es necesario trasladarse hasta ese lugar. La columna del Che, desde la sierra Maestra a Santa Clara, y desde allí a la Habana, o la “Larga Marcha” de Mao son símbolos de este ir hasta el lugar donde se encuentra el poder, para tomarlo, arrebatándoselo al enemigo.
El poder, en consecuencia, es como una cosa que está en un determinado lugar al que hay que trasladarse para tomarlo. Algo semejante a la expedición de los Argonautas dirigidos por Jason a la Cólquide para arrebatar el célebre “vellocino de oro”. Pero ya se sabe, semejante tesoro está bien guardado, bien custodiado. La marcha para su conquista no es una fiesta, sino una lucha. Menester es tener la organización y los instrumentos necesarios para dar esa lucha.
El instrumento por excelencia es el partido político. Para la toma del poder se necesita un partido revolucionario y para que éste lo sea, debe estar constituido por el sujeto o los sujetos revolucionarios. Como en la teoría marxista tradicional el sujeto revolucionario es el proletariado, el partido debe ser un partido obrero y, su meta próxima es la conquista del poder y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
El concepto de “dictadura del proletariado” es por demás significativo. Normalmente significó lo contrario a la democracia, en cualquiera de sus formas. Entiendo que no fue ésa la concepción de Marx, en el cual, por otra parte, el concepto es marginal, nunca tematizado. Pero en él el concepto de dictadura no se oponía al de democracia, en el sentido de elecciones, partidos políticos diferentes, en la medida en que consideraba que las democracias burguesas eran dictaduras.
Ello significa que para Marx la dictadura implicaba la dominación de una clase sobre las otras, no necesariamente la de un partido político. Así como la dictadura de la burguesía se ejerce mediante diversos partidos políticos, lo mismo podría hacer el proletariado. Quiero decir que la lógica de la dominación de clase no implica necesariamente el partido único.
El establecimiento de las dictaduras del proletariado ha producido resultados decepcionantes. Los partidos revolucionarios que lograron la toma del poder establecieron efectivamente una dictadura que se llamó “dictadura del proletariado” pero que, en realidad, fue una dictadura del partido, del aparato burocrático y finalmente del líder, depositario de la ciencia.
La revolución se había realizado para construir una sociedad plenamente liberada, con igualdad efectiva de derechos para todos. La realidad fue decepcionante. La dominación no fue quebrada sino sustituida. Los revolucionarios pasaron a ser los nuevos señores. Mentiras, crímenes y corrupción acompañaron a la nueva sociedad, que no resultó nueva, sino antigua. La caída del Muro de Berlín es el símbolo de la derrota de las revoluciones que tomaron el poder.
Hablar de traición, referirse a las condiciones difíciles en que se produjo la revolución soviética, a la temprana muerte de Lenin y a otras circunstancias, de ninguna manera logran explicar un fracaso tan rotundo. Volver al debate entre Lenin y Rosa Luxemburgo puede ser un ejercicio excelente, no para darle ahora la razón a Rosa, sino para bucear en el destino de una revolución realizada por una organización, el partido político, que “toma el poder”.

2.- Huir del poder o fugar al anti-poder.

Las posiciones de Holloway, de Negri y de Hardt pertenecen al amplio espacio abierto por autores que, desencantados de las revoluciones que se habían producido bajo la égida del marxismo ortodoxo, reniegan de todo lo que suene a estructura o institución. Se fundan en interpretaciones de las nuevas prácticas que se generaron luego de la caída del Muro de Berlín, como las de Chiapas, las de los Sin Tierra de Brasil, las de los diversos Movimientos Sociales, de las Asambleas en Argentina y, en general, de los movimientos anti-globalización.
El planteo de Holloway guarda semejanzas con el de Negri y Hardt, pero también diferencias, cuya base fundamental se encuentra en la diferente posición frente a la dialéctica. Mientras éstos la rechazan como un elemento burgués inserto en el pensamiento revolucionario, Holloway, por el contrario, la incorpora como clave de su pensamiento.
En este sentido, recupera a Hegel y fundamentalmente a Marx. Sus análisis de la alienación en Marx, especialmente como se expresa en los Manuscritos de 1844 son excelentes. Pero su dialéctica no es tanto la de Marx, sino la dialéctica negativa de Adorno. Esto lo lleva directamente a la conclusión de que toda institución constituye una alienación. La única formulación posible de una revolución que se pretenda liberadora será la del anti-poder.
Las coincidencias fundamentales contemplan dos rubros, “la centralidad de la lucha oposicional (ya sea que la llamemos poder de la multitud o anti-poder) como la fuerza que da forma al desarrollo social” y el concentrarse en la revolución, que “no puede concebirse en términos de tomar el poder del Estado”. (Holloway; 2002; 244). Mientras los autores de “Imperio” a la fuerza de oposición la denominan “multitud”, Holloway, le da el nombre de “anti-poder”.
La diferente denominación no es una simple cuestión de nombres. Significan dos posiciones diferentes en cuanto al contenido mismo de la oposición. La “multitud”, aunque sea algo indeterminado, volátil, pulverizado, es “algo”, mientras que el anti-poder es nada, o mejor, es “no”. Ninguna posibilidad de darle un contenido, una forma, una estructura.
La segunda coincidencia es, en realidad, la verdadera coincidencia. La alergia al Estado, a cualquier Estado es total, porque el Estado no es otra cosa que “una forma rigidizada o fetichizada de las relaciones sociales. Es una relación entre personas que no parece ser una relación entre personas, una relación social que existe en la forma de algo externo a las relaciones sociales” (Id.; 142). Es necesario escapar del Estado. La fuga, en todos los autores citados es la clave de toda la lucha por una nueva sociedad.
Holloway, al igual que Negri, se considera heredero del pensamiento de Marx. Se plantea entonces aquí un problema, pues para Marx, el Estado es mucho más que la simple fetichización de las relaciones sociales. Es la forma “en la que se condensa toda la sociedad civil de una época” (Marx; 1977; 72), por lo cual en el primer proyecto de su obra, esto es, de El Capital, figura como el tercer momento de la primera dialéctica, formada de la siguiente manera: 1) “Las determinaciones abstractas que corresponden en mayor, o menor medida a todas las formas de sociedad”. 2) “Las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa”. 3) “Síntesis de la sociedad burguesa bajo la forma de Estado”. (Marx; 1980; 29-30).
En la concepción tradicional, ortodoxa del marxismo se sostiene la desaparición del Estado, pero al final, luego del acto revolucionario de toma del mismo por parte del proletariado dirigido por el partido. Menester es tener en cuenta que el concepto “destrucción” o “eliminación” es antidialéctico. Engels lo utiliza sin problemas y de allí provienen las confusiones posteriores. Marx es mucho más cauto al respecto y suele referirse al problema mediante el concepto de Auf-hebung, que traducimos por “superación”.
Se lograría ello no mediante una destrucción, sino mediante la universalización de la satisfacción de necesidades. La característica cautela de Marx para no incursionar en realidades futuras que sólo podían ser barruntadas es, en cierta manera compartida por Holloway, si bien tanto él como Negri exageran nuestra ignorancia con respecto a todo futuro.
Las disidencias, por su parte, están centradas “en el tema del paradigma”. Para Hardt y Negri, en efecto, la revolución consiste en un cambio de paradigma, semejante a los que ya hubo, como ser, “del imperialismo al Imperio” o “ de la modernidad a la posmodernidad, de la disciplina al control, del fordismo al posfordismo, de una economía industrial a una informacional” (Idem; 245). Ello significa que la sociedad es algo estable, lo cual es totalmente contradictorio con una dialéctica negativa como la de Holloway.
El enfoque paradigmático lleva al funcionalismo, según Holloway, a una concepción de la sociedad en la que todo encaja. Su origen se encuentra en la posición anti-dialéctica y anti-humanista de ambos autores, lo que, por otra parte, los lleva a sostener la continuidad entre animales, seres humanos y máquinas, siendo éstas últimas, prótesis de nuestros cuerpos y mentes. Con ello entramos en una antropología del ciberespacio, pero “el problema con esta visión, dice Holloway, seguramente, es que ni las hormigas ni las máquinas se rebelan. Una teoría que está basada en la rebelión tiene poca opción: tiene que reconocer el carácter distintivo de la humanidad” (Idem; 249).
La revolución no es otra cosa que “el desarrollo del anti-poder”, del no-poder, de la negación del poder, la cual “toma millones de formas diferentes: desde arrojar el despertador contra la pared, hasta llegar tarde al “trabajo”, realizar tareas sin esforzarse, ausentismo, sabotaje, luchas por descansos, por el acortamiento de la jornada laboral, por vacaciones más largas, por mejores pensiones, huelgas de todo tipo, etc.” (Idem; 270).
Dos observaciones se imponen al respecto. En primer lugar, es imposible pensar todas estas prácticas como simple no-poder. De hecho constituyen construcción de poder. Son prácticas constitutivas del poder popular. Es que el concepto mismo de anti-poder como no-poder que se debe lograr, es contradictorio, pues para lograrlo hay que luchar, lo cual significa siempre construir poder.
La pesadilla de la que Holloway quiere escapar mediante su concepción del anti-poder es el círculo diabólico de la circularidad del poder, sobre el cual se había explayado Foucault. El poder como siempre se lo ha considerado y practicado es el poder-sobre, la dominación sobre otros. Cuando se lucha en contra de ese poder, de hecho lo que se hace es cambiar de quien ejerce el poder-sobre.
Así ha pasado con las revoluciones socialistas, especialmente con aquéllas que fueron denominadas del “socialismo real”. No se modificaron sustancialmente las relaciones sociales. Cambiaron los dominadores, pero no se eliminó la dominación. Holloway quiere salir del círculo con la pretensión de separar taxativamente el poder-hacer del poder-sobre, como si el sujeto pudiese ejercer un poder sin encontrarse con la relación de poder del otro. En otras palabras, pretende saltar afuera de la diale´ctica del señor y del siervo.
En segundo lugar, todas esas prácticas han sido realizadas por los obreros, maestros, empleados, profesores universitarios, y trabajadores distintos desde la implantación del capitalismo. Nunca se consideró que ello se hacía por el no-poder. Todo lo contrario, lo que se quería es un poder de abajo, de los dominados, un poder alternativo.
Entre las formas de lucha Holloway destaca la migración, pues mediante ella “millones de personas huyen del capital, buscando esperanza” (Idem; 270). Esta apreciación de la migración es compartida con entusiasmo por Hardt y Negri. Dos observaciones se imponen también aquí. En primer lugar, la migración puede interpretarse, más allá de la conciencia de los migrantes como una fuga del capital, pero de hecho éstos buscan un lugar donde el capital les permita tener un trabajo que en su lugar de origen no consiguen. El mexicano que pasa a Estados Unidos lo hace bajo esa condición, lo mismo que el boliviano que migra a la Argentina.
En segundo lugar, es curiosa esta manera de privilegiar la migración como forma de lucha por el anti-poder. Es cierto que constituye una forma de lucha, como todas las enumeradas, pero está lejos de ser privilegiada. Es una lucha penosa, amarga y que al capital no le ocasiona demasiados trastornos. En todo caso los soluciona con medidas cada vez más represivas.
Otro aspecto de la concepción de Holloway con respecto a la revolución es el heroísmo. En su concepción “el movimiento del comunismo es anti-heroico”, pues “el objetivo de la revolución es la transformación de la vida común, cotidiana y es ciertamente de esa vida común y ordinaria que la revolución debe surgir” (Idem; 302; 303). Esto lo lleva, a su vez, a criticar la concepción revolucionaria que se basa en la conducción de los líderes y los héroes.
Toda revolución que se realiza a partir de un liderazgo, reproduce desde el principio las relaciones que quiere subvertir e hipoteca las realizaciones a la voluntad del líder. Éste, por otra parte, tenderá a ahogar todo avance que suponga una mengua de su propio poder-sobre. En este sentido, Holloway tiene razón. Además, el liderazgo siempre tenderá a perpetuarse y tendrá fuertes tentaciones de manera el poder como si proviniese de él y no del pueblo.
Es importante la observación de Holloway en lo referente a los héroes. Efectivamente, la revolución no es una tarea de héroes, sino del pueblo. La revolución no la hacen los héroes, ni se hace para vivir una vida heroica. Se hace para vivir mejor, para “vivir bien” como quería Aristóteles, donde “bien” no significa sólo realidades materiales, las que deben ser suficientes, sino la posibilidad del sujeto de realizarse plenamente.
Pero las afirmaciones de Holloway no parecen admitir espacio alguno para el heroísmo, virtud excelsa que expresa realizaciones humanas superiores, en el sentido cualitativo, sin que ello dé ninguna razón para ejercer un poder sobre los demás. La construcción de esa futura sociedad en la que podamos fraternizar entre todos, puede exigir, y de hecho así es, actos de heroísmo. Un piquetero que, entre las balas de la policía, se detiene a auxiliar al compañero caído es un acto heroico. La lucha siempre estará llena de ellos.
Los 30.000 mil compañeros detenidos-desaparecidos eran jóvenes, la mayoría de ellos, como cualesquiera de los jóvenes de hoy, con una vida común, con sus afectos, virtudes y defectos. En un momento determinado fueron puestos en la situación-límite del heroísmo. Pero ello le sucede también a la más común de las madres cuando debe enfrentar situaciones-límites en la defensa de su hijo.
Por otra parte, el heroísmo es un momento fundamental en los proyectos que se formulan en la juventud. Nada más aplastante y descorazonador que encontrarse con jóvenes que quieren vivir una vida tranquila. Pasión, ansias de transformar la realidad, son constitutivas de una juventud no contaminada por el cansancio de la vida, propio de sociedades decadentes. No por nada muchas veces se siente tentada por la aventura fascista. No se hace una revolución para vivir una vida heroica, pero su realización suele exigir momentos de heroísmo.

3.- La construcción del poder, o el poder como relación social.

El poder, veíamos, no es un objeto o una cosa que se encuentra en algún lugar al que es necesario ir para tomarlo. Es una tendencia difícil de vencer, como anotaba Hegel, poner en movimiento las representaciones propias del entendimiento. El poder concebido como objeto no es otra cosa que una representación del entendimiento. Menester es fluidificarlo, ponerlo en movimiento.
El poder es una realidad propia del ámbito de las relaciones humanas que, de una u otra manera, siempre son sociales y políticas. No existe, no es, igual que los sujetos. Se hace, se construye de la misma manera en que se construyen los sujetos. Éstos, para crearse, empeñan una lucha a muerte por el reconocimiento. Esta lucha genera poder. Generarse como sujeto es generar poder.
Todo cambio, toda transformación, toda revolución que se proponga siempre tiene en su centro el tema del poder que significa quién y como será reconocido. La frase que figura como acápite es el corte que le da Jesús a la discusión que se había entablado entre los componentes más cercanos de su movimiento, cuando, al dirigirse a Jerusalén pensaban en el triunfo de la propuesta liberadora.
Los dirigentes del movimiento de Jesús discuten sobre cómo se van a repartir el poder en la nueva sociedad, y Jesús les replica que no habrá nada que repartir, porque habrá que pensar el poder de una manera totalmente distinta, contraria a la que ellos pensaban. No como poder de dominación, no en la relación señor-siervo, sino como diakonía, como servicio, como mutuo reconocimiento de sujetos plenamente libres.
Ese poder no puede empezar a construirse una vez que “se lo ha tomado”, porque en realidad entonces lo que se ha hecho es ocupar el lugar que antes tenían “los otros”. No se rompe la relación señor-siervo, aunque se sostenga que ello constituye una fase para romper la dominación anterior. La célebre “dictadura del proletariado” que es, siempre, la dictadura del partido, de determinados aparatos del Estado o de una persona, el “líder”, no se instala para desinstalarse en función de la diakonía, sino que llega para quedarse a perpetuidad si ello es posible.
El poder es esencialmente relación social, relación de reconocimiento. En ese sentido es fluido, circula, cambia. Pero necesita momentos de reposo, de instalación. Es el momento de las célebres estructuras, sin las cuales todo poder se evapora. La mínima relación, la que se produce entre dos sujetos, sean éstos madre e hijo, amigo con amigo, novios, es lucha por el reconocimiento y, en consecuencia genera un ámbito de poder. En ese sentido todos ejercemos y se ejerce poder sobre nosotros.
Crear nuevo poder, crear poder popular significa crear nuevas relaciones humanas, nuevas relaciones sociales, nuevas relaciones políticas (1). Éstas no pueden comenzar cuando, por ejemplo, se tome el aparato del Estado. Se realizan en el camino, en el proceso. Si el otro es un objeto para mí, o un súbdito, mero soldado del partido o de la organización, se está reproduciendo el poder de dominación.
Microfísica del poder, en consecuencia, y redes del poder sobre las cuales nos informa abundantemente Foucault. Pero su planteo no logra romper, traspasar las paredes que encierran a los micropoderes en los cuales nos enredamos. No habría otra salida que un juego de poderes y contrapoderes, o en todo caso un pequeño espacio de liberación, ese espacio en el que se ejerce mi poder, que sería la “línea de fuga” de Deleuze o, en todo caso el ser “militante de la acción restringida, limitada” de Badiou.
Ello significa lisa y llanamente renunciar a construir poder popular en sentido fuerte, es decir a construir una sociedad del mutuo reconocimiento, una sociedad plenamente democrática, en la que el poder se ejerza tendencialmente en forma horizontal. En otras palabras, los micropoderes se encuentran englobados en megapoderes, y así como hay que construir los primeros, también hay que construir los segundos. De la microfísica es necesario pasar a la macrofísica, no en forma línea sino dialéctica. Los pequeños poderes se encuentran englobados en los megapoderes. No hay paso lineal de unos a los otros.
Esto significa que toda lucha, ya sea barrial, villera, campesina, en las cárceles, en la escuela, en la familia debe conectarse dialécticamente con una lucha más amplia, que tenga como horizonte la totalidad. Si ello se pierde de vista, estamos condenados a movernos en un círculo sin salida. Es un magro consuelo o una burla decirles a desocupados que ellos también ejercen poder. Es cierto que ejercen poder, y lo hacen cuando, por ejemplo cortan rutas y obligan al poder político a ceder a determinados reclamos. Pero ese poder es totalmente asimétrico con el poder del gran capital, de las grandes corporaciones.
Los trabajadores desocupados, los villeros, los campesinos construyen poder con su trabajo, con sus debates, con sus asambleas, con sus medidas de lucha. Ese poder comienza siendo micropoder, o mejor, micropoderes que se gestan en las diversas asambleas que se conectan entre sí en forma de redes. Éstas interactúan con los megapoderes, confrontan con ellos, negocian, se retiran y vuelven.
Micropoderes, redes de poder, circulación de poderes, fluidez de relaciones. Todo ello es cierto, pero toda fluidez tiene momentos de condensación. Dicho de otra manera, el movimiento necesita estructurarse. Con la estructuración aparecen nuevos desafíos, expresados sobre todo en el fenómeno de la burocratización. Un verdadera construcción del poder, o sea de relaciones sociales, luchará siempre contra la tendencia, siempre renaciente a la burocratización.

Hegemonía y poder

Como es sabido el triunfo de la revolución en la Rusia zarista y las derrotas de los intentos revolucionarios de la segunda década del siglo XIX en Alemania, Hungría e Italia, llevaron a Antonio Gramsci a una profunda reflexión sobre las causas de tan dispar destino de los intentos revolucionarios. La contribución más importante de estas reflexiones gira alrededor del concepto de hegemonía que desde entonces figura en todas las elucubraciones que tienen que ver con la realidad política.
Me interesa, en este apartado, trabajar sobre la relación entre dicho concepto y la construcción del poder popular, reinterpretando el concepto de hegemonía, o, incluso, corrigiéndolo. Para empezar, hay una observación importante que hace Gramsci al referirse a las diferencias existentes entre las tareas que le esperan a la revolución de octubre y las que es perentorio realizar en las revoluciones del los países centroeuropeos.

Siendo la sociedad zarista una sociedad en la que prácticamente no había sociedad civil, tomado el Estado, o la fortaleza, como lo denomina Gramsci, la tarea a realizar era nada menos que la de crear la sociedad civil, lo que significa, crear la hegemonía, entendida ésta como consenso de los ciudadanos. Ese consenso es poder. Construir la hegemonía es construir poder, poder horizontal, democrático, lo cual significa, a la vez, construirse como sujetos.

Esta tarea no puede ser creada desde arriba, pero es el único lugar en que esa revolución la podía realizar. Una contradicción prácticamente insoluble, como se mostró ulteriormente. Como se ve, nos estamos sirviendo del concepto gramsciano de hegemonía, pero transformado o reinterpretado, como se quiera. Es muy difícil, por no decir imposible, que la revolución soviética no terminase en el estalinismo.

De hecho, esto ya había sido expuesto por Hegel en la célebre dialéctica del señor y el siervo. El camino del señor es un callejón sin salida. Desde el poder de dominación, aunque éste se denomine “dictadura del proletariado” es imposible pasar a una sociedad del mutuo reconocimiento. Los sujetos no se realizan por una concesión que se les hace desde arriba. Se conquista en una lucha en la que los siervos, dejan de serlo, no se reconocen como siervos, sino como sujetos.

Gramsci plantea correctamente, para las sociedades avanzadas, con sociedad civil ampliamente desarrollada, que la hegemonía debía preceder a la toma del poder o del Estado. En realidad, ese principio vale para toda revolución y no sólo para las sociedades avanzadas, porque si la hegemonía no se construye en el camino, no se la construirá posteriormente. Se repetirán las prácticas anteriores.
A menudo se me pregunta en los seminarios si los amos o señores no pueden también lograr el reconocimiento y, por lo tanto ser sujetos en sentido pleno. La respuesta es absolutamente negativa. Ni los señores, ni los siervos pueden logra el reconocimiento como autoconciencias o sujetos sin dejar de ser señores o siervos. Tanto el ser siervo como el ser señor es la negativa del sujeto.
La hegemonía como consenso democrático no puede ser construida desde arriba, porque ello implica subordinación. Quien detenta el poder del Estado o el poder político y económico puede obtener legitimación, que implica aceptación de la dominación, pero no hegemonía en el sentido de consenso democrático. Éste sólo puede lograrse desde el seno de las sociedad civil. Es una construcción que se realiza entre iguales, entre sujetos que se reconocen mutuamente como tales.

4.- Criterios fundamentales.

En la construcción del poder popular habría que tener en cuenta algunos criterios fundamentales:
No se debe partir de organizaciones o partidos políticos ya estructurados, con línea que se pretende clara para bajarla a los sectores populares que se están movilizando. Esta práctica expresa todo lo contrario de la construcción de una nueva sociedad en la que sus miembros sean sujetos reconocidos. Esa estructura partidaria es la representación de la sociedad en la que unos saben y los otros son ignorantes, unos son esclarecidos y otros andan en tinieblas, unos mandan y otro obedecen.
Por lo tanto, es necesario dejar de lado la concepción leninista de que al proletariado o, en nuestro caso, a los sectores populares, se les inyectará conciencia “desde afuera”. Sería conveniente, al respecto, como he dicho más arriba, revisar las polémicas entre Lenin y Rosa Luxemburgo sobre el partido, no para darle ahora la razón a Rosa en contra de Lenin, sino para incorporar críticamente algunas intuiciones y aciertos de Rosa en cuanto al protagonismo popular en el proceso revolucionario.
Decía Rosa, en contra de Kautsky: “Piensan que educar a las masas proletarias en el espíritu socialista significa darles conferencias, distribuir panfletos. ¡No! La escuela proletaria socialista no necesita de eso. La actividad misma educa a las masas” (Cliff 1971; 64). Descontextualizada esta afirmación es errónea. Rosa aquí exagera, porque está polemizando con la dirección burocrática de la socialdemocracia alemana que pretendía dar conciencia desde afuera, mediante conferencias y panfletos. La conciencia crece en la práctica, en la acción, en la lucha.
En ese proceso de práctica-conciencia, de lucha-reflexión se cometen errores, pero “los errores cometidos por un movimiento obrero auténticamente revolucionario, dice Rosa, son mucho más fructíferos y tienen más importancia histórica que la infalibilidad del mejor Comité Central” (Ibidem). Ya sabemos a dónde han conducido la infalibilidad de los diversos comités centrales. Los pueblos en su lucha aciertan y se equivocan, logran victorias y sufren derrotas. Aprenden continuamente. Una dirigencia infalible nunca aprende, ya lo sabe todo. Eso no tiene remedio.
En contra de la concepción de una determinada élite revolucionaria que desde arriba, desde afuera pretende dar conciencia a los trabajadores, o a los sectores populares, es conveniente hacer efectiva la concepción gramsciana de que se debe partir del “buen sentido” que radica en el desagregado y caótico “sentido común” que se encuentra en dichos sectores. O, en palabras del Che, ayudar a desarrollar “los gérmenes de socialismo” que se encuentran el pueblo. Toda pretensión de construcción que tenga que ver con una elaboración teórica separada de las aspiraciones, expectativas, valores presentes en los sectores populares, contribuirá a instalar una nueva dominación. El socialismo tendrá sentido y será una verdadera solución si es el despliegue de valores profundamente arraigados en los seres humanos.
En contra de que el socialismo es primeramente una teoría que habría nacido recién en el siglo XIX, menester es tener en cuenta que, en cuanto expresa, por una parte, valores, aspiraciones, ideales y utopías y, por otra, luchas para conseguirlos, es tan antiguo como el mismo ser humano. Luchas en contra de la opresión, luchas de liberación han existido siempre. Realizaciones socialistas, en el sentido de agrupaciones o sociedades humanas liberadas, con relaciones relativamente horizontales, siempre se han dado en la historia.
El socialismo es fundamentalmente la realización de una sociedad fundada en los mejores valores del ser humano. Éste es tanto egoísta como altruista, tanto tacaño como generoso, tanto se ama a sí mismo como se odia, tanto ama a su vecino como lo aborrece. Es un ser dialéctico. El buen sentido del que habla Gramsci está constituido, precisamente, por los valores de amor a sí mismo, de generosidad, de bondad. De esos valores socialistas es necesario partir.
Ello no significa renegar de la teoría. El problema es no confundir teoría o ciencia o filosofía con conciencia. La conciencia nunca puede venir de fuera. La conciencia es autoconciencia desde el primer momento, pero sólo lo es implícitamente. Avanza de desde los primeros balbuceos en el plano de lo sensible. Toda teoría al entrar en relaciones dialécticas con la conciencia será motivo de crecimiento de ésta, tanto de la conciencia del teórico como de aquél a quien se comunica la teoría, la cual a su vez sufre transformaciones en el proceso. Se avanza de la conciencia a la autoconciencia, o de la conciencia en-sí a la conciencia para-sí, como dice Marx en la Miseria de la filosofía.
El para-sí o nivel superior de la conciencia no es un agregado que viene de fuera. Es el en-sí que se supera en el para-sí. Este segundo momento, que en realidad es tercero,, es decir, en-sí-para-sí, es una superación –Aufhebung- que sólo puede darse en el sujeto. Es éste que se supera en su totalidad. Si el tercer momento no estuviese ya en el primero, nunca llegaría a ser, por más adoctrinamiento externo que se practicase.
La conciencia socialista no se inventa, no se crea desde arriba, no se introduce desde afuera. O ya está en la conciencia humana o nunca estará. Está, pero no está “puesta” para decirlo hegelianamente. O no está “en acto”, para emplear la categoría aristotélica. No está puesta, y puede no estarlo nunca. Ello dependerá de la práctica o, para decirlo con una categorización marxiana, dependerá de la revolución. Ésta es el proceso de mediatizar lo inmediato o llevar al acto lo que está en potencia.
Por lo tanto no se avanza con la “unión de la izquierda”, si ello significa hacer unidos lo mismo que se está haciendo en forma separada, es decir, actuar como estructuras piramidales que poseen “la ciencia”. La verdadera unión hay que encontrarla atreviéndose a criticar las formas tradicionales de concepción de los partidos de izquierda e ir confluyendo con inserción verdadera en los sectores populares.
Un proyecto alternativo que ya se encuentra en germen en agrupaciones, comunidades, organismos de derechos humanos, movimientos de trabajadores desocupados, asambleas barriales, luchas de diverso tipo, asume una forma movimientista que se está descubriendo y construyendo. El peligro del movimientismo es su posible transformación en un “gigante invertebrado y míope”, según la expresión de John W. Cook El movimiento, verdadero torrente de los sectores populares, debe estructurarse, con todo lo que ello implica de peligro de burocratización y obstaculización de la marcha dialéctica.
Para la construcción de la identidad, sin la cual no hay sujeto, por una parte, es necesario recuperar auténticos símbolos populares como Agustín Tosco, John W. Cook, Enrique Angelelli, Evita. El Che por su parte, es un poderoso símbolo convocante para las nuevas generaciones. Por otra parte, es necesario dar la lucha hermenéutica en torno a los símbolos arraigados en los sectores populares.
No hay identificación posible o, de otra manera, no hay construcción posible de un sujeto sin los símbolos. Los sujetos son esencialmente simbólicos y, entre los símbolos, los que asumen características religiosas –tal vez sea la realidad de todos- tienen especial importancia, por cuanto los sectores populares son particularmente religiosos. La posición “cientificista” que el marxismo “ortodoxo” heredó de la Ilustración es ciego frente a esta realidad.
Si el símbolo con el cual construye su identidad determinado sujeto es considerado sólo únicamente como “fetiche”, ya se ha puesto un telón de acero para comprender qué construye dicho sujeto en la relación con el símbolo. No se tiene en cuenta que borrar el símbolo es borrar al sujeto que con él se relaciona y, fundamentalmente, que la relación símbolo –fetiche es una relación dialéctica. Todo símbolo tiene algo de fetiche.
Desde las diversas prácticas sociales y políticas es necesario ir confluyendo en un proyecto político común que sea la unión en la diversidad. Como todo proyecto político debe darse su instrumento que tradicionalmente es el partido. Pero, de acuerdo a lo que venimos reflexionando, el partido tradicional de izquierda no nos sirve. Reproduce las relaciones de dominación. Se necesita un nuevo tipo de partido que sea una verdadera articulación del poder popular gestado en la base.

5.- El socialismo de cada día.

Con la caída del denominado “socialismo real” y la imposición de la globalización neoliberal conservadora entró en crisis también una determinada concepción de lo que significa hacer la revolución. Ésta era pensada como una lucha en la que siempre se jugaba el todo social. Se trataba de derribar el capitalismo para instaurar el socialismo. La consecuencia era que, salvo en los países que esto se habría logrado, en todas las demás sociedad la revolución o había fracasado o estaba retrasada.
La visión que en general se tenía era que una sociedad era capitalista o socialista. El socialismo como modo de vida no podía realizarse en una sociedad capitalista, de manera que el sujeto socialista sólo surgiría cuando esa nueva sociedad pudiese implantarse. La visión totalizadora, el bosque, no permitía ver las partes, los árboles.
La globalización, verdadera imposición del universal abstracto, como hemos visto, produce un resquebrajamiento del todo social en fragmentos aislados. Contradictoriamente esta nueva realidad ha permitido repensar todo el problema de la revolución y, en consecuencia, del socialismo. Por una parte hay un impulso posmoderno de quedarse en la sola parcialidad, pero, por otra, permitió repensar la totalidad no sólo sin sacrificar la parcialidad, sino tomándola como punto de partida.
En esta visión, no se trata de pretender inmediatamente la gran meta, lo que históricamente se conoce como la toma del poder. En primer lugar, porque el poder no es ninguna cosa u objeto que se tome; en segundo lugar, porque es necesario plantearse metas reales, a las que sea posible acceder y finalmente porque si las relaciones sociales no se cambian en el camino, cuando se llegue a la meta y se pretenda realizar el socialismo, lo que se hará será reproducir las relaciones anteriores. Esto ya no necesita demostración alguna. La historia del “socialismo real” lo ha puesto en claro.
El poder no es una cosa u objeto, sino “relación social”. Se trata, por lo tanto, de ir creando nuevas relaciones sociales, acordes con lo que pensamos que deba ser una realización del poder que sea efectivamente liberadora. En consecuencia, relaciones lo más horizontales posibles, con la vista puesta en el horizonte utópico de un poder horizontal, profundamente democrático.
No es que no queramos transformar toda la sociedad, derrotar definitivamente al capitalismo. Claro que queremos hacer eso, pero debemos tratar de clarificarnos sobre lo que nos corresponde hacer hoy, en un hoy en el que debemos hacer presentes los valores socialistas.
La objeción que surge de toda la concepción anterior es que no se puede vivir con los valores socialistas, es decir, humanos, en una sociedad capitalista, porque ésta impone sus leyes. Esta objeción es verdadera sólo en parte y, en consecuencia, si se la afirma de esa manera, es falsa. Es cierta en el sentido de que ninguna parte, llámese un grupo, una organización o un individuo pueda sustraerse de las leyes que impone la sociedad en la que se encuentran enclavadas.
Esto puede incluso generalizarse, como lo hizo Marx, al mundo entero. Ninguna nación, y aquí es necesario colocar a Cuba, puede realizar el socialismo hasta que éste se realice de manera hegemónica en el mundo entero, porque finalmente el sistema hegemónico termina imponiendo sus leyes. Eso es cierto cum grano salis, porque allí se viven auténticos valores socialistas, humanistas, como el haber sacado del “negocio” a la salud, la educación y la alimentación.
Ello también puede y debe realizarse, con todas las limitaciones y contradicciones del caso, en el seno de la sociedad capitalista. Si un sujeto quiere vivir de acuerdo con valores socialistas, ¿quién se lo puede impedir? ¿No es posible ser generoso? ¿Debemos necesariamente verlo todo como un negocio?
El socialismo no se ha de construir a partir de las ideas “científicas” que tengamos en nuestra cabeza o en nuestros libros, ni por la acción de un grupo esclarecido. Ya ha comenzado su construcción. Está en camino en los diversos movimientos a los que he hecho alusión.
Como decía el Che, el socialismo está en germen en el pueblo. No es el socialismo ninguna construcción teórica o “científica” pensada desde fuera, sino el desarrollo contradictorio, creativo, que se realiza todos los días en nuestras luchas, proyectos, encuentros, debates. La solidaridad, la ayuda, el diálogo, la fiesta, el compartir constituyen valores esenciales del socialismo de cada día.

Notas
(1) Prefiero hablar siempre de “construcción del poder popular” y no de “contrapoder” o “doble poder”. La expresión “contrapoder” expresa una voluntad de permanecer siempre allí, en la contra, por lo cual va acompañado de “contracultura”. Ello implica considerar que sólo es política el contraponerse. Será siempre una política marginal. La expresión de “doble poder”, es la concepción leninista que supone dos poderes como dos entidades ubicadas una arriba y la otra abajo. Se trata de derribar la que está arriba para poner la que está abajo.

Bibliografía citada
Cliff, Tony: Rosa Luxemburg- (Introducción a su lectura). Galerna, Buenos Aires, 1971.
Holloway, John: Cambiar el mundo sin tomar el poder. (El significado de la revolución hoy). Herramienta y Universidad Autónoma de Puebla. Buenos Aires, 2002.
Marx, Karl: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858) 1. Siglo XXI, México, 1980.
Marx, Karl: La ideología alemana. Ediciones Pueblos Unidos, México, 1977.

Rubén Dri
Buenos Aires, 15 de noviembre de 2002
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Fabio Castillo Figueroa: una vida por la dignidad de El Salvador

Lunes, 07 de Marzo de 2011 / 10:24 h
Fabio Castillo Figueroa: una vida por la dignidad de El Salvador

Por Dr. Víctor M. Valle

El 10 de marzo de 2011 un compatriota destacado y excepcional, Fabio Castillo Figueroa, cumple 90 años. Sean estas letras un tributo a su vida dedicada a construir la dignidad de El Salvador.

En 1942, Fabio, como estudiante de Medicina con apenas 21 años de edad, en la Universidad de El Salvador, fue parte de un comité estudiantil para conmemorar el centenario del fusilamiento de Francisco Morazán y los 150 años de su nacimiento. Sin duda, Fabio era un admirador de Morazán por sus ideales progresistas y unionistas.

En 1944, llegaba a su fin la dictadura del General Hernández Martínez, quien comenzó la dictadura militar, hizo la célebre masacre de 1932 y se mantuvo hasta el 9 de mayo de 1944, cuando un contexto internacional y un pueblo harto de sus abusos de poder lo obligaron a renunciar. En medio de la rebelión popular que precedió a su caída, los estudiantes universitarios organizaron un Comité de Huelga, que fue un ariete contra el dictador, integrado, entre otros, por Fabio Castillo Figueroa, Jorge Bustamante y Raúl Castellanos Figueroa, quien años más tarde llegó a ser Secretario General del Partido Comunista de El Salvador y murió en Moscú en 1970. Desde joven, pues, Fabio fue un valiente luchador contra las dictaduras.

En 1947, Fabio se graduó en la Universidad de El Salvador como Doctor en Medicina. La UES era la única universidad en El Salvador. La tesis doctoral de Fabio fue sobre los problemas de desnutrición en los barrios obreros de San Salvador. Fabio era, pues, un joven interesado en una ciencia al servicio de los problemas sociales que afectan a las mayorías desvalidas.
Se dice que todo lo que emprendía Fabio lo hacía con tesón, perseverancia, lucidez y valentía; pero sobre todo con dignidad. Además de sus logros políticos y académicos, antes de sus 25 años fue un destacado jugador de baloncesto. Uno de sus contemporáneos, Alfredo Martínez Moreno, muy conocida figura intelectual y política, me ha dicho con vehemencia que Fabio ha sido quizá el mejor basquetbolista de la historia salvadoreña.

El juicio es muy absoluto pero en algo refleja la calidad de Fabio como deportista. Sin duda el deporte le dio a Fabio muchos instrumentos para sus otros logros y por eso el es un educador partidario del deporte como parte integral de la educación y no como circo de masas para beneficio de unos cuantos aprovechados. Entre 1950 y 1956, Fabio se dedicó a afirmar su formación como científico. Estudió y trabajó en laboratorios científicos de Estados Unidos y Europa. Se comprometió con una ciencia al servicio de la humanidad que debería ser fundamento para una educación sólida, sobre todo en el área de la medicina y disciplinas afines. A su regreso, Fabio Castillo y su contemporánea María Isabel Rodríguez emprendieron una reforma académica en la Facultad de Medicina que trajo muchos beneficios a la calidad académica y a la productividad intelectual de esa Facultad universitaria. Fue en ese período que Fabio sembró las semillas para la otra reforma universitaria, de mayor alcance, que vendría después.

Desde su retorno a El Salvador, después de hacer estudios científicos avanzados, hasta casi todo 1960, Fabio se dedicó de lleno a la docencia universitaria y al estudio de la ciencia. El 19 de agosto de 1960, en un hecho de represión política del gobernante de turno, Teniente Coronel Lemus, los cuerpos de seguridad sitiaron la Facultad de Medicina por toda la noche. Nos quedamos encerrados y salimos después de negociaciones improvisadas con la Cruz Roja como mediadora.
Esa noche, se ha de haber despertado otra vez el espíritu rebelde, revolucionario y de luchador social que Fabio lleva consigo. Cuando el 26 de octubre de 1960 cayó Lemus por una conjura cívico-militar apoyada por los sectores populares, Fabio Castillo Figueroa fue nombrado miembro de la Junta de Gobierno Cívico-Militar junto a René Fortín Magaña, Ricardo Falla Cáceres (abogados) y los militares Rubén Alonso Rosales, Miguel Ángel Castillo y César Yánez Urías.

Además de ser miembro de la Junta, que se cayó a los tres meses por el embate de las derechas políticas, Fabio tuvo el recargo de Ministro de Educación y desde ahí se proponía hacer reformas educativas para una sociedad educada y un pueblo pensante, productivo, de criterio propio y defensor de su dignidad nacional.

Cuando un contragolpe conservador derribo al breve gobierno, Fabio salió al exilio en México y llevó a cabo un trabajo académico en universidades de Estados Unidos.

Durante el exilio en México, otros universitarios salvadoreños exiliados como Jorge Arias Gómez y Tomás Guerra Rivas comenzaron a hablar de una posible candidatura de Fabio para Rector de la Universidad de El Salvador que, hasta entonces, era aún la única universidad del país. En julio de 1962 llegó Julio Rivera a la Presidencia. Fue candidato único. Había sido compañero de Fabio en el Liceo Salvadoreño pero desde que se alzó, siendo subteniente, contra el dictador Martínez en 1944, lo que le valió una condena a muerte, Rivera había tenido sus temblores progresistas. Y comenzó una apertura política que permitió el retorno de algunos exiliados.

Fabio regresó en agosto de 1962 y, desde ese momento, nos dedicamos a trabajar por su candidatura para Rector, candidatura que tenía el decidido apoyo del Partido Comunista y otros sectores que, en torno a Fabio como aglutinador y conductor, diseñamos y pusimos en marcha una reforma universitaria llamada a tener grandes alcances.

En marzo de 1963, Fabio comenzó su cuatrienio como Rector de la UES. Lo acompañamos en la Comisión de Reforma Albino Tinetti, el científico costarricense Alfonso Trejos Willis, Alejandro Dagoberto Marroquín, (destacado intelectual que no se debe confundir con el diputado del PCN), Mario Flores Macal, José María Méndez, Guillermo Manuel Ungo y yo.

En 1966 Fabio Castillo era una figura nacional conocida. Había pasado por una Rectoría académicamente eficaz y políticamente vistosa. Julio Rivera había abierto espacios políticos y sentó las bases para la representación proporcional en la Asamblea Legislativa, el respeto a la autonomía universitaria y algunos cambios tecnocráticos en la institucionalidad del gobierno: telecomunicaciones, acueductos y alcantarillados, para citar algunos; pero lo más importante es que se le vio inclinado a una ampliación de la libertad política. Por supuesto que aún había represión política de baja intensidad, con algunas muertes de opositores. Se abrían los espacios; pero no para tanto.

En agosto de 1966 se comenzó a hablar de inscribir una candidatura de izquierda. Obviamente la fuerza impulsora más importante de esta idea era el Partido Comunista y hubo reuniones con Fabio y varios izquierdistas entre los que recuerdo a Raúl Castellanos Figueroa, Mario Salazar Valiente, José Domingo Mira, Gustavo Loyola, Jorge Arturo Reina, exiliado hondureño, y otros.

De nuevo Fabio, como aglutinador, hacía posible que otros sectores progresistas no comunistas se adhirieran a esta lucha que fue pionera. Fabio renunció a la Rectoría para dedicarse a la campaña política. A fines de 1966 se le proclamó candidato presidencial de la izquierda. Fabio, una esperanza para el pueblo salvadoreño, según decía un pequeño afiche de propaganda, se dedicó a proclamar la necesidad de las grandes soluciones para los grandes problemas del país.
El instrumento era un pequeño partido –el Partido Acción Renovadora (PAR) – fundado a fines de los 1940 por el Coronel Asencio Menéndez, hijo del Presidente Francisco Menéndez. El partido fue tomado por sectores de izquierda y sirvió para legitimar la candidatura de Fabio.

Los otros candidatos eran Abraham Rodríguez, abogado, por el Partido Demócrata Cristiano, Alvaro Martínez, militar, por el derechista Partido Popular Salvadoreño, y Fidel Sánchez Hernández, militar, por el Partido de Conciliación Nacional, comprometido con la continuidad de los gobiernos militares instaurados en 1931. Ganó Sánchez y la dictadura militar retomó su rumbo.

Fabio quiso volver a la carga política y cuando la dictadura ilegalizó al Partido Acción Renovadora y comenzó con eso a cerrar espacios, intentó organizar, con algún grado de autonomía del Partido Comunista, el Partido Acción Revolucionaria que después tornó a ser el Partido Revolucionario. Por supuesto, la dictadura no estaba para tanta apertura y esos ensayos no prosperaron y la izquierda parlamentaria comenzó a moverse hacia otros instrumentos.

(A la postre el puesto del PAR lo ocupó la Unión Democrática Nacionalista (UDN) partido fundado por el político derechista, recientemente fallecido, Francisco Roberto Lima, quien había sido Vice-Presidente del Coronel Rivera y quien en un movimiento paralelo a la fundación, por el General José Alberto Medrano, de la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) había fundado un partido que conservara, como denominador común, las palabras Democrática y Nacionalista, como nacionalista fue después la otra organización republicana y nacionalista fundada por un discípulo de Medrano, Roberto d’Aubuisson).

El Gobierno de Sánchez Hernández recrudeció la represión y, con Medrano, reprimió en 1968 la primera huelga de educadores en ANDES. Por ese tiempo, Fabio comenzó a tener reuniones para explorar otras vías de lucha política, es decir la lucha armada. El esfuerzo era incipiente y silencioso; pero ya se sembraban las semillas. Cuando en 1969 el país se embarcó en la guerra contra Honduras, Fabio se dedicó a esclarecer el carácter de la guerra que solo servía los intereses conservadores de ambos países.

En 1972 hubo fraude y represión en las elecciones. El Coronel Molina fue impuesto como Presidente. Benjamín Mejía, un coronel progresista, quiso restaurar la legalidad y dio un golpe que fracasó. El país se agitó. El nuevo gobierno fraudulento insaturado el primero de julio de 1972 ocupó militarmente, el 19 de julio, la Universidad de El Salvador. Fabio fue desterrado a Costa Rica junto a muchos otros ciudadanos, incluido el Rector de la UES de entonces Rafael Menjívar.

En Costa Rica, Fabio Castillo hizo trabajo académico y continuó con su trabajo político. Mantenía comunicaciones permanentes con políticos izquierdistas. Lo recuerdo, cuando compartíamos casa, sobre su máquina escribiendo cartas hasta altas horas de la noche. En el decenio de los 1970s en Costa Rica, Fabio ha de haber tenido tiempo de contribuir en organizar, junto a otros, una organización político militar que después se supo era el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos, el PRTC, una de las fuerzas del FMLN, un esquema pluralista de la izquierda insurgente salvadoreña.

Vino la guerra civil. Durante gran parte de los 1980s Fabio fue miembro prominente de la Comisión Político-Diplomática del FMLN y ahí se le vio desplegar su aporte. Se movía por varios países y era recibido por personalidades que lo veían como un político honrado, progresista y creíble. Tuvo participación destacada en la causa de los derechos humanos en Centroamérica, cuando estos aún eran violados masivamente en las repúblicas centroamericanas. Asimismo, estuvo activo en la promoción de conceptos relacionados con la construcción de zonas de paz en Centroamérica.

En 1990 llegó el impulso final de la negociación para ponerle fin a la guerra interna en El Salvador. Los espacios comenzaron a abrirse y llegó ONUSAL a verificar el estado de los derechos humanos. A mediados de 1991, Fabio Castillo fue elegido, por segunda vez, como Rector de la Universidad de El Salvador, cargo que tuvo hasta 1995. De nuevo la UES tuvo el beneficio de una conducción lúcida y visionaria. Al concluir su período de Rector, Fabio trabajó en la organización de programas de educación sobre derechos humanos de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.

Recuerdo cuando el 16 de enero de 1992, en la Residencia Presidencial de México, Fabio Castillo, Schafik Handal y yo nos fundimos en un abrazo fraterno porque creímos alegremente que “una larga noche había llegado a su fin” y era posible “hacer una revolución por medio de la negociación”, como dijo con entusiasmo y optimismo el Secretario General de Naciones Unidas Boutros-Boutros Ghali.

Cuando comenzó el siglo veintiuno, Fabio Castillo estaba muy activo en la promoción de la seguridad democrática y las reformas educativas en la región centroamericana. La democracia y la educación continuaban como sus nortes éticos e intelectuales. La sociedad salvadoreña comenzó a hacerle justicia por medio de reconocimientos importantes. En el 2004 la Asamblea Legislativa lo designó como Educador Meritísimo, en el 2006 la Alcaldía de San Salvador lo declaró Hijo Meritísimo y en el 2008 la Universidad de El Salvador le otorgó un doctorado Honoris Causa.

Habían parado las injusticias y ataques contra su vida, como cuando los dictadores de turno lo encarcelaban, golpeaban y desterraban o como cuando, al no poder encontrarlo, en los 1980s, dinamitaron su casa de Ayutuxtepeque hasta dejarla como tierra arrasada.

Hoy Fabio cumple 90 años. Vida fecunda, luchadora y ejemplar la suya. Gran campeón de la dignidad, de la democracia y del progreso en El Salvador. A la distancia le rindo cariñoso y solidario homenaje en el recuerdo de muchas jornadas compartidas.

El viejo seco: el orden asalta al desorden

Lunes, 09 de Abril de 2012 / 12:48 h
El viejo seco: el orden asalta al desorden

Dagoberto Gutiérrez
1969 fue un año bien cargado. En julio estalla la guerra con Honduras y una larga corriente de migrantes salvadoreños fue expulsada de nuevo, de regreso, hacia El Salvador. La tensión sociopolítica creció y los alambres luminosos de la historia señalaban hacia un horizonte de fuegos. A finales de ese año, organizamos la Unión de Jóvenes Patriotas (UJP), y ahí conocí a Américo Araujo, ya le decían El Rusito, porque recién regresaba de Moscú, graduado de médico en una universidad soviética. Esa mañana, entre una y otra reunión, jugamos fútbol y El Rusito se mostró fuerte, dispuesto, y muy interesado en los goles.

Los años de clandestinidad, que son como aprender a caminar entre rejillas calientes y brasas ardientes, me permitieron conocerlo mejor, y así supe de su tremenda capacidad para la broma, sobre todo aquella construida a partir de informaciones conocidas y desconocidas, y que terminaban haciendo pensar. Supe que era tremendamente reservado y mantenía una relación bastante cercana con el dolor físico, porque una extraña formación de sus vértebras superiores le producían un dolor casi permanente, que se agravaría con el tiempo, y que solo menguaba con medicina constante, pero nunca lo oí quejarse de ningún dolor y casi nunca hacía referencia a su condición médica.

Era un hombre pequeño, blanco, de manos ágiles pero no grandes, de frente despejada y ojos inteligentes, no era corpulento pero tampoco notablemente menudo. Lo de Viejo Seco le vino, sin duda, porque en ningún momento apareció con más libras o con un peso diferente al normal, como si siempre tuviera a mano una dieta milagrosa que lo protegiera de las libras. Lo de Viejo fue porque, en medio de las bromas, era una persona tremendamente seria en su visión del mundo y de la vida, y siempre parecía mayor que los años que en realidad tenía. Se trataba de una persona muy vinculada y muy conocedor del orden, con capacidad de estudio y dueño de una cultura que le permitió mirar la vida, la realidad y el universo, más allá de lo que ordinariamente aparece ante nuestros ojos. Pero, en el caos aparente de lo real, Américo Mauro Araujo siempre encontró un orden al que se aferraba y del que, sin duda, partía, para asaltar al orden capitalista.

Su trabajo político lo llevó a descubrir que ese orden capitalista suponía un desorden económico, político e ideológico, que era y es una apariencia, sobre todo cuando establece que solo desde el orden se puede abordar y relacionarse con el orden capitalista.

El Viejo Seco y todos nosotros llegamos a entender que ese orden enemigo solo podía ser asaltado por un orden construido desde el pueblo y nutrido por una teoría, una ideología, una filosofía y una organización especializada en luchar desde el desorden, y en ese momento supimos dar el paso y el salto hacia la lucha armada, y Mauro Américo se transforma en luchador clandestino y armado. Se trataba de la lucha contra la dictadura militar de derecha, construida a partir de 1932 y aliada de los Estados Unidos, dentro de una guerra popular revolucionaria ya estallada. Mauro cruzó la escuela luminosa de la clandestinidad, la de los encuentros y desencuentros con las organizaciones revolucionarias hermanas, la de la construcción del FMLN como la mayor alianza política de la historia de nuestro país, y entramos de lleno en los días de acero de la guerra.
En una redada fulminante en la capital, San Salvador, El Viejo Seco es capturado por el enemigo junto a decenas de luchadores revolucionarios, el 9 de agosto de 1985. Casi un mes después, el 10 de septiembre, un comando guerrillero captura a Inés Guadalupe Duarte, hija del Presidente de turno, Napoleón Duarte, y a su amiga, Cecilia Villeda. El 24 de octubre de 1985, en un canje negociado afanosamente, las prisioneras son entregadas en Tenancingo a cambio de la libertad de 20 presos políticos, entre ellos Américo Mauro, y 101 lisiados de guerra.

En los frentes de guerra, el Comandante Hugo conducía el frente interno con mano firme, cautelosa y prudente. Toda la guerra, con sus detalles y minucias, le cabía en una libreta de notas y su minuciosa capacidad de manejar el detalle le permitió siempre conocer el pálpito de los acontecimientos. Nunca bajó la guardia, nunca descuidó aspectos importantes, ni detalles aparentemente insignificantes, y siempre aseguró caminos abiertos hacia los combatientes y hacia los jefes. Siempre fue exigente en el control de las tareas y en sus resultados. Su mochila siempre fue un ordenado equipo donde infaltablemente estaban sus medicinas, su equipo fundamental y el control, y dirección de los frentes. Trabajador incansable y sometido a los rigores de la guerra.

El fin de la guerra lo introduce en un mundo sin paz y sin guerra, sin lucha política y con abundante discurso electoral, y una nueva etapa de su vida se abre como el pétalo de una rosa: El Viejo Seco se hace padre de Moniquita y Katia, de 22 y 19 años, actualmente, y ambas estudiantes de Psicología. Esta es una etapa importante en la vida de Américo, la más tierna y de mayor aprendizaje. La muerte de Américo, el Domingo de Ramos, primero de abril del corriente año, nos impactó y conmovió, aunque sabemos que la vida de El Viejo Seco es capaz de vencer al olvido, de asegurar la memoria, refrescar a la historia e imponerse, al final, como una vida eternamente valiosa, útil y de compromiso. Reciban, su esposa Teresita, sus hijas y familiares, el pésame más sentido y el reconocimiento a una vida ejemplar.

¡AMERICO ARAUJO, PRESENTE…AHORA Y SIEMPRE!

SAN SALVADOR, 2 de abril de 2012 (SIEP) “Nos vas a hacer mucha falta Américo, para las batallas que aún están pendientes en el horizonte de la lucha…pero así es la vida y le agradecemos a Dios que nos permitiera conocerte…”expresó el Rev. Roberto Pineda de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador. El Dr. Américo Mauro Araujo falleció ayer en La Habana, Cuba, a los 68 años.

“Américo dedicó su profundo talento, su voluntad de hierro, su vida toda de mucha nobleza, a la lucha por la democracia y el socialismo en nuestra Patria. Fue un líder revolucionario, militante comunista, del cual nos sentíamos orgullosos y una persona muy modesta, pero con una autoridad moral y política inmensa…”

“Se incorporó a la revolución y al Partido Comunista desde muy joven, en secundaria, en las gloriosas jornadas contra el dictador Lemus a finales de los años cincuenta. A principios de los sesenta viaja a la Unión Soviética a estudiar Medicina. Esta en Moscú cuando las crisis de los misiles en Cuba, y muy emocionado se presenta ante la embajada cubana como voluntario ante una posible invasión de Estados Unidos a la isla. Así era Américo.”

“Regresa al país a finales de los sesenta y se incorpora a las labores revolucionarias. Es electo al comité central del PCS en el VI Congreso de agosto de 1970. Trabaja desde la clandestinidad, educando, organizando, preparando condiciones para las luchas que se venían. En marzo de 1979 es electo subsecretario general en el VII Congreso del PCS, que marcó el viraje a la lucha armada.”

“Desarrolla múltiples tareas político-militares en la construcción de lo que luego sería las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL. Asimismo en el fortalecimiento de la unidad revolucionaria que quedo sellada en octubre de 1980 con la creación del FMLN. En 1985 es capturado y desaparecido. Se mantiene firme en sus principios ante la tortura y las amenazas. Es enviado a la cárcel de Mariona y ahí continúa su incansable labor revolucionaria. Ese mismo año es liberado junto con otros compañeros y se incorpora a la conducción de las fuerzas guerrilleras en el cerro de Guazapa.”

Luego de los Acuerdos de Paz de 1992 se incorpora a la conducción de FUNSALPRODESE, institución desde la cual continúa sus labores de organización y educación popular. En el 2010 es nombrado Embajador de nuestro país en Republica Dominicana. Con mucha tristeza por su partida pero a la vez con una gran alegría porque Américo representaba muchas facetas de ese hombre y mujer nuevos que esperamos construir en todos nosotros, le decimos a su familia y a la militancia del FMLN: ¡Américo Araujo, presente…ahora y siempre!

El mundo visto desde el Sur . Entrevista con Samir Amin (I)

Entrevista con Samir Amin (I)

El mundo visto desde el Sur

Irene León

ALAI AMLATINA, 30/03/2012.- Esta entrevista, realizada por Irene León, al pensador egipcio Samir Amin, está compuesta de tres partes: 1) El mundo visto del Sur, 2) La implosión del capitalismo y 3) Estrategias imperiales y luchas políticas. Samir Amin es autor de una voluminosa obra de análisis crítico del capitalismo y de innovadoras tesis, tales como la de la ‘desconexión’ y la de la ‘implosión’ del capitalismo, a las cuales se refiere en esta entrevista.

IL: Quisiéramos enfocar este intercambio en tres problemáticas distintas pero relacionadas: su visión del mundo y las posibilidades de cambiarlo; su propuesta conceptual y política en torno a la implosión del capitalismo y la desconexión del mismo; y el análisis del contexto mundial, visto especialmente desde el Oriente medio y África. ¿Cuál es su visión del mundo visto desde el Sur y desde una perspectiva del sur?

SA: Para responder esta pregunta, que no es nada sencilla, es necesario dividir el tema en 3 partes. Nos interrogaremos primeramente sobre cuáles son las características importantes y decisivas del capitalismo contemporáneo −no del capitalismo en general, sino del contemporáneo−; qué tiene de nuevo realmente; qué es lo que le caracteriza. En segundo lugar enfocaremos la naturaleza de la actual crisis que, más que una crisis, yo la defino como una implosión del sistema capitalista contemporáneo. En tercer lugar, en este mismo marco, analizaremos cuáles son las estrategias y las fuerzas reaccionarias dominantes, es decir, del capital dominante, de la triada imperialista Estados Unidos-Europa-Japón y de sus aliados reaccionarios en el mundo entero. Solamente habiendo comprendido esto, podremos dimensionar el desafío al que se enfrentan los pueblos del Sur, tanto en los países emergentes como en el resto de países.

Mi tesis sobre la naturaleza del sistema capitalista contemporáneo −que de modo más modesto la llamaré «hipótesis» porque está abierta a discusión−, es que hemos entrado en una nueva fase del capitalismo monopólico, se trata de una etapa cualitativamente nueva, pautada por el grado de centralización del capital, cuya condensación llega a tal punto que, hoy en día, el capital monopolico lo controla todo.

Claro que el concepto ‘capital monopólico’ no es nuevo, fue acuñado a fines del siglo XIX y, de hecho, este se desarrolló como tal, a través de distintas fases sucesivas, durante todo el siglo XX; pero es a partir de los años 1970-1980 que despunta una etapa cualitativamente nueva, pues antes existía pero no lo controlaba todo. En la actualidad, ya no existe ninguna actividad económica capitalista que sea autónoma o independiente del capitalismo monopólico, este controla todas y cada una de las actividades, aún aquellas que conservan una apariencia de autonomía. Un ejemplo, de entre muchos, es el de la agricultura en los países capitalistas desarrollados, donde es controlada por los monopolios que proveen los insumos, las semillas seleccionadas, los pesticidas, los créditos y las cadenas de comercialización.

Eso es decisivo, es un cambio cualitativo al que yo llamo de «monopolio generalizado», es decir, que se extiende a todas las esferas. Esta característica provoca consecuencias sustantivas e importantes. En primer lugar, se ha desvirtuado completamente la democracia burguesa, pues si antes se fundamentaba en una oposición izquierda-derecha, que correspondía a alianzas sociales, más o menos populares, más o menos burguesas, pero diferenciadas por sus concepciones de la política económica, en la actualidad, en Estados Unidos, por ejemplo, republicanos y demócratas, o en Francia socialistas de la corriente de Hollande y la derecha de Sarkozy, son lo mismo, o casi lo mismo. Es decir que todos están alineados a un consenso que es el mandato del capital monopólico.

Esa primera consecuencia constituye un cambio en la vida política. La democracia así desvirtuada, se ha convertido en una farsa, como se ve en las elecciones primarias de Estados Unidos. El capital monopolista generalizado ha provocado consecuencias muy graves, ha convertido a los Estados Unidos en una nación de ‘tontos’, es grave porque la democracia ya no se expresa.

La segunda consecuencia es que el ‘capitalismo generalizado’ es la base objetiva de la emergencia de lo que llamo de «imperialismo colectivo» de la triada Estados Unidos-Europa-Japón. Es un punto que afirmo con vehemencia, pues aun siendo una hipótesis estoy en capacidad de defenderla: no hay mayores contradicciones entre Estados Unidos-Europa-Japón, existe una ligera competición en el plano comercial, pero en el plano político, el alineamiento con las políticas definidas por Estados Unidos como política mundial, es inmediato. Lo que llamamos «comunidad internacional» copia el discurso de los Estados Unidos y tres minutos después aparecen los embajadores europeos, con algunas comparsas de grandes demócratas, como el emir de Catar o el rey de Arabia Saudita. La ONU no existe, esa representación de los Estados es una caricatura.

Es ésta la transformación fundamental, la transición del capitalismo monopólico al ‘capitalismo monopólico generalizado’, lo que explica la financiarización, porque estos monopolios generalizados son capaces, debido al control que detentan sobre todas las actividades económicas, de bombear una parte cada vez más grande de la plusvalía en todo el mundo y convertirla en la rampa monopolista, la rampa imperialista, que constituye la base de la desigualdad y del estancamiento del crecimiento de los países del Norte y de la triada Estados Unidos-Europa-Japón.

Eso me lleva al segundo punto: es este sistema que está en crisis y, más aún, no es solamente una crisis: es una implosión, en el sentido de que este sistema no es capaz de reproducirse desde sus propias bases, es decir, es víctima de sus propias contradicciones internas.

Este sistema implosiona, no porque sea atacado por el pueblo, sino a causa de su éxito, el éxito de haber logrado imponerse en el pueblo le lleva a provocar un crecimiento vertiginoso de las desigualdades, que no solamente es escandaloso socialmente sino que es inaceptable, pero termina siendo aceptado, y aceptado sin objeción; pero no es esa la causa de la implosión, sino el hecho de que no pueda reproducirse desde sus propias bases.

Eso me lleva a la tercera dimensión, que tiene que ver con la estrategia de las fuerzas reaccionarias dominantes. Cuando hablo de fuerzas reaccionarias dominantes me refiero al capital monopólico generalizado de la tríada imperialista histórica Estados Unidos-Europa-Japón, a las que se suman todas las fuerzas reaccionarias alrededor del mundo que se agrupan, de una forma u otra, en bloques hegemónicos locales, que sostienen y se inscriben en esta dominación reaccionaria mundial. Estas fuerzas reaccionarias locales son extremadamente numerosas y difieren enormemente de un país al otro.

La estrategia política de las fuerzas dominantes, es decir, del capital monopólico generalizado, financiarizado, de la tríada imperialista colectiva histórica tradicional: Estados Unidos-Europa-Japón, está definida por su identificación del enemigo. Para ellos, el enemigo son los países emergentes, es decir, China, el resto, como India, Brasil y otros, son para ellos semiemergentes.

¿Por qué China? Porque la clase dirigente china tiene un proyecto, no voy a entrar en detalles sobre la naturaleza socialista o capitalista de este proyecto, lo importante es que cuenta con un proyecto, que consiste en no aceptar los mandatos del capital monopolista generalizado financiarizado de la tríada, que se impone mediante sus ventajas: control de la tecnología, control del acceso a los recursos naturales del planeta, de los medios de comunicación, la propaganda, etc., control del sistema monetario y financiero mundial integrado y de las armas de destrucción masiva. China viene a cuestionar este orden, sin hacer ruido.

China no es subcontratista, hay sectores en China que lo son, en su calidad de fabricantes y vendedores de juguetes baratos y de mala calidad, solo porque necesitan echar mano de divisas, eso es fácil, pero no es eso lo que caracteriza a China, sino su desarrollo y la rápida absorción de tecnología de punta, su reproducción y desarrollo propio. China no es el taller del mundo, como opinan algunos. No es «made in China» (hecho en China) sino «made by China» (hecho por China), eso ahora es posible porque ellos hicieron una revolución: el socialismo construyó paradójicamente la vía que hizo posible disputar un cierto capitalismo.

Yo diría que después de China, el resto de países emergentes son secundarios. Si tuviera que calificarlos, calificaría de emergente a China con 100%, Brasil 30% y el resto de países 20%. El resto, en comparación con China, son subcontratistas, porque tienen negocios de subcontratación importantes, porque tienen un margen de negociación, hay un compromiso entre el capital monopolista generalizado financiarizado de la tríada y los países emergentes como India y Brasil y otros. No pasa lo mismo con China.

Por eso la guerra contra China figura como parte de la estrategia de la ‘triada’. Hace 20 años había ya estadounidenses locos que defendían la idea de declararle la guerra, porque después sería muy tarde.

Los chinos tuvieron éxito, es por eso que su política exterior es tan pacífica, y ahora Rusia entra a formar parte, junto a ellos, de la categoría de verdaderos países emergentes. Vemos a Putin, planteando la modernización del ejército ruso, intentando rehacer lo que era la armada soviética, que constituyó un verdadero contrapeso a la potencia militar de los Estados Unidos, esto es importante. No discuto aquí sobre el hecho de que Putin sea o no demócrata, o si su perspectiva es socialista o no; no se trata de eso, sino de la posibilidad de contraponer al poder de la triada.

El resto del mundo, el resto del Sur, todos nosotros, ustedes los ecuatorianos, nosotros los egipcios, y muchos otros, no contamos. Al capitalismo monopólico colectivo, nuestros países apenas le interesan por una sola razón: el acceso a nuevos recursos naturales, porque este capital monopólico no puede reproducirse sin controlar, despilfarrar los recursos naturales de todo el planeta. Es lo único que les interesa.

Para garantizarse un acceso exclusivo a los recursos naturales, los imperialistas necesitan que nuestros países no se desarrollen. El ‘lumpendesarrollo’, como lo definió Andre Gunder Frank, se dio en circunstancias muy distintas, pero tomo prestado el término ahora en condiciones diferentes, para describir cómo el único proyecto del imperialismo para nosotros es el no-desarrollo. Desarrollo de lo anómalo: pauperización más petróleo, crecimiento falso, o gas, madera, o lo que sea, para tener acceso a los recursos naturales y es eso lo que está a punto de implosionar, porque es lo que se ha vuelto intolerable moralmente, el pueblo no lo acepta más.

Es aquí donde se generan las implosiones, las primeras olas de implosión se originaron en América Latina, y no es producto del azar que hayan tenido lugar en países marginales, como Bolivia, Ecuador, Venezuela. No es producto del azar. Luego, la primavera árabe, ya tendremos otras olas en Nepal y otros países, porque no es algo que esté sucediendo solo en una región específica.

Para el pueblo que es protagonista de esto, el desafío es enorme. Es decir, el desafío no se da en el marco de este sistema, en el intento de trascender desde el neoliberalismo hacia un capitalismo con rostro humano, entrar en la lógica de la buena gobernanza, de la reducción de la pobreza, la democratización de la vida política, etc. porque todos esos son modos de gestionar la pauperización, que es el resultado de esta lógica.

Mi conclusión –desde una postura enfocada principalmente en el mundo árabe− es que esta no es apenas una coyuntura sino mas bien un momento histórico, que se presenta formidable para el pueblo. Me refiero a la revolución, pero aun si no quiero abusar de ese término, están dadas las condiciones objetivas para construir amplios bloques sociales alternativos anticapitalistas, hay un contexto para la audacia, para plantear un cambio radical.

82 AÑOS DE LUCHA INCLAUDICABLE DE LOS COMUNISTAS PANAMEÑOS

82 AÑOS DE LUCHA INCLAUDICABLE DE LOS COMUNISTAS PANAMEÑOS

El 4 de abril de 2012 el Partido del Pueblo, el partido de los comunistas panameños, cumple 82 años de su nacimiento. Fue un desafío al modo de pensar y actuar dominante de la sociedad panameña, sometida a la tutela colonialista yanqui y al servilismo y entreguismo de la oligarquía procera panameña.

La experiencia vivida en más de 8 décadas es de vicisitudes ideológicas, políticas, económicas y estructurales, siendo nuestro destacamento el decano de las fuerzas revolucionarias de Panamá.

Nuestro partido se curtió en la lucha de principio contra los oportunismos de izquierda y de derecha desde posiciones marxistas-leninistas, desde la causa comunista. El saldo de esta posición inclaudicable de nuestro partido esta expresada nítidamente en su posición actual de combatir frontalmente la política nefasta del Gobierno de Cambio Democrático, de impedir el retorno de las fuerzas del bipartidismo, engendradas por la invasión criminal yanqui en el 89, buscando una oportunidad a las fuerzas populares para que unidas creen un nuevo orden, un orden democrático, pluralista participativo que renueve nuestra sociedad.

Nuestro Partido con su brillo de juventud imperecedera, contrasta con el destino de todos aquellos que se fueron de sus filas oportunistamente, creyendo escalar por otros caminos o como renegados. Unos han quedado frustrados, sin piso ni techos, otros como mercenarios y lacayos de los enemigos reaccionarios y otros contemplando postradamente la agonía de la muerte del viejo orden. Un sector de ese desecho partidario se ha enrolado en las trincheras extremistas de izquierda, haciéndole la corte al voluntarismo y aventurerismo.

Nuestra época presente esta sacudida por una crisis global en que los pueblos del mundo se levantan para partear un mundo mejor. En la particularidad del Continente Americano, Latino-América, tradicional retaguardia el imperialismo yanqui desploma su poder y su geo-política. En el caso de nuestra Patria, Panamá, el orden social centenario que ha prevalecido en ara del imperialismo yanqui y la oligarquía panameña, tambalea.

Frente a esta situación crítica del sistema imperialista y que se refleja en Panamá por una seria desestabilización de su estructura y su orden político, frente a la desobediencia creciente e insurgencia incipiente de las masas populares, El Partido del Pueblo, cuál ave Fénix, da brillo a su casta comunista, pone de manifiesto su naturaleza materialista dialéctica e histórica, ciencia imperecedera, y su lealtad al marxismo-leninismo, como doctrina y como método para la acción, así como pone en práctica toda su experiencia organizativa, para asumir su papel revolucionario en la actual coyuntura política.

El Partido del Pueblo, al llamar al pueblo a una convergencia para una acción común ante la crisis que sacude y desestabiliza el viejo orden decrépito, es porque se han dado las condiciones objetivas para hacer posible un cambio más justo socialmente y culminar la lucha por nuestro derecho nacional de auto-determinación. Nuestro Partido ha convertido este llamamiento en causa de los comunistas panameños, poniendo en ello, toda nuestra voluntad revolucionaria, y toda la experiencia acumulada en 82 años y nuestros conocimientos teóricos.

“Hemos avanzado, la lucha continua

porque la victoria es segura”

Viva el Partido del Pueblo

y su causa invencible

Rubén Darío Sousa B.

Coordinador General

Presidium del Partido del Pueblo

19 de marzo de 2012

Recordando al maestro Reynaldo Galindo Pohl

Lunes, 06 de Febrero de 2012 / 09:55 h
Recordando al maestro Reynaldo Galindo Pohl

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Dagoberto Gutiérrez

La Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador estallaba en risas, pláticas, saludos, miradas encontradas y desencontradas, de su numerosa población estudiantil. Los códigos de todo pelaje circulaban por sus corredores llenos de luz. En el centro de su pequeño patio engramado, varias palmeras danzaban y platicaban movidas por el viento.

Él siempre llegaba antes de la hora de clase. Se sentaba en la banca más cercana a una de las anchas puertas que deban acceso al aula, como un colegial bien portado. Nunca cruzaba una pierna sobre otra, y sus manos reposaban tranquilamente sobre algún libro o le ayudaban a ajustarse sus anteojos de lentes claros y suaves aros metálicos. Sus zapatos limpiamente brillosos, su corbata perfectamente ajustada en su pulcra camisa blanca. Todo él vestido con un discreto traje gris. Parecía no mirarnos o no escucharnos, pero siempre respondía a nuestros saludos, mientras miraba atentamente su reloj.

El aula, mientras tanto, se iba llenando. Algunos nos sentábamos en las primeras líneas porque la parte de atrás ya estaba asegurada, y expectantes, atentos y curiosos, esperábamos el momento en que el maestro ingresaba al aula a la hora exacta. Toda la ola del murmullo cesaba y el Doctor Reynaldo Galindo Pohl iniciaba su clase con toda su sabiduría, su paciencia y su generoso interés por promover nuestro acercamiento a la reflexión filosófica. En su exposición aparecían los grandes filósofos griegos, pero también los pensadores americanos, y sus palabras suaves siempre mostraban un pensamiento finamente organizado que no siempre estaba al alcance de nuestra comprensión o interés. Él parecía sonreír cuando explicaba temas difíciles y bajaba la voz que siempre resonaba en el silencio expectante del aula. Se paseaba cuidadosamente mientras exponía y nos inundaba con su mirada llena de comprensión y reflexión. Ahí estábamos los estudiantes de Derecho en el año 1962, tomando notas y tratando de seguir el hilo de su exposición. Ahí estaban Pepín Jiménez, el Zompopo Méndez Azahar, oloroso a Chalatenango, Belarmino Jaime, Carlos Armas, los hermanos Mayén, el Chele y el Negro, Rodolfo Chacón Sifontes, Marieta Suárez, Sonia Espínola, Glorita Sánchez Chévez, Consuelito Martínez, Lil Milagro Ramírez, Rhina Escalante, Pedrito Escalante, Enrique Kuny, Rubén Zamora, Eduardo Colindres, y otros que tengo en mi memoria y en mi corazón.

En estos primeros años de la década del sesenta se inició la reforma universitaria que abriría la universidad a amplios sectores de las clases medias que luego se radicalizarían políticamente. La industrialización había producido una numerosa clase obrera y el desarrollo de la sindicalización, recién había triunfado la Revolución Cubana, y en esos mismos meses ardientes, se asesinaría al Presidente Kennedy en los Estados Unidos para abrirle paso, sin restricción, a la guerra de Vietnam. Se preparaban las condiciones para la histórica campaña electoral de 1967.

El maestro Galindo Pohl hacía finos comentarios, casi imperceptibles, sobre la situación del país. Y, en honor a la verdad, esos comentarios me entusiasmaban porque yo estaba estudiando Derecho con el afán de entender la naturaleza del Estado y sus opiniones me conmovían. Nada denunciaba al hombre que había integrado el gobierno surgido de los entretelones del golpe de Estado de 1948, conocido como el Golpe de los Mayores. Sería el exponente más lúcido en los trabajos de redacción de la histórica Constitución de 1950 y Presidente de la Asamblea Constituyente que produjo esta Constitución. Su condición de luchador democrático lo llevó también a integrarse a la lucha contra la dictadura del Gral. Martínez en 1944.

Este episodio de nuestra historia contó con su talento, su inspiración y su condición de hombre bueno. Esta Constitución expresa el rompimiento con aquella de 1886 y establece un papel rector del Estado, incluso por encima del mercado. En realidad, la actual Constitución todavía conserva el sabor, el olor y las letras de esa Constitución del 50.

El maestro Galindo Pohl era un hombre de frente despejada, amplia y serena, de rostro bien proporcionado, de nariz bien construida, y de labios en los que se destacaba el inferior, más extenso que el pequeño labio superior, su mentón era definido y cerrado, su cabello peinado hacia atrás, y todo su rostro era suave y tranquilo. Todo él era cuidadoso en el trato y elegante en sus maneras. No era fácil encontrar a la persona que había estado doce años antes en el huracán de la lucha, la pasión y la confrontación propia del diseño de una nueva Constitución.

El interés por la Filosofía se va construyendo en el camino, en la medida en que el pensar y el actuar pasen a necesitarse mutuamente y sean los novios amorosos imprescindibles para transformar las realidades ofensivas. La Filosofía es una búsqueda permanente e irrenunciable de las verdades ocultas y te permite criticar la realidad sobre la base de la comprensión de la misma. Por supuesto que entre Ciencia y Filosofía han de haber los encuentros necesarios y los desencuentros inesperados. Pero una y otra son antiguas conocidas, y como suele ocurrir, pueden ser amigas entrañables y también enemigas. En todo caso, la reflexión filosófica requiere de disciplina y de importante necesidad de la verdad.

El maestro Galindo Pohl trabajó en un terreno fértil porque su conocimiento se unió a una vida dedicada al estudio y aplicación del Derecho Internacional. Llegó a ser una alta autoridad internacional sobre el Derecho del Mar y su opinión jurídica era respetada y tomada en cuenta en los litigios internacionales que definían los límites marítimos entre Estados.

Su muerte, a los 94 años de edad, ocurrida el 5 de enero del 2012, es una pérdida irreparable, y su herencia recia ha de inspirarnos para mantener eternamente vivo su ejemplo y su calidad humana.