Los disparos del 5 de julio que cambiaron el país

Los disparos del 5 de julio que cambiaron el país

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Un atentado perpetrado por un militante del FMLN desencadenó un proceso que, irónicamente, abrió el camino para que este partido llegara al poder.

El atentado

El 5 de julio de 2006, un militante del FMLN abatió a balazos a dos policías. El grave incidente se produjo luego que una unidad antimotines trató de disolver una manifestación antigubernamental, convocada por organizaciones de choque cercanas al FMLN, en las cercanías de la Universidad de El Salvador. Cuando el pelotón policial orilló a los manifestantes contra las instalaciones de la Universidad, un sujeto de nombre Mario Belloso, antiguo concejal de una alcaldía del FMLN, sacó de una caja un fusil de guerra M-16, se apostó y comenzó a disparar contra los policías, secundado por dos de sus compañeros. Dos policías murieron de inmediato y cinco más fueron heridos. Belloso, tras entregar el fusil a uno de sus compañeros, huyó hacia el interior de la Universidad. Mario Belloso era líder de la “Brigada El Limón”, presuntamente financiada por el FMLN y usada por la alcaldía de Mejicanos, gobernada por este partido, para golpear e intimidar a trabajadores municipales en huelga o protestas.

En minutos el lugar se convirtió en un polvorín. Varios jefes policiales indignados querían penetrar por su propia cuenta al campus de la UES, mientras helicópteros de guerra sobrevolaban rasantes las aulas universitarias, que a esas horas estaban llenas de aterrorizados estudiantes. Tal escena no se había repetido desde los años Setenta y Ochenta durante la guerra que terminó el 16 de enero de 1992.

La reunión en Capres

El mismo día tuvo lugar una reunión en Casa Presidencial, convocada de urgencia por el entonces presidente Elías Antonio Saca. El invitado especial: José Luis Merino (Comandante “Ramiro”, de las “Fuerzas Armadas de Liberación (FAL)”, del Partido Comunista Salvadoreño), el hombre fuerte del FMLN tras la muerte del líder histórico de los comunistas salvadoreños, Schafik Handal, en enero de ese mismo año.

De acuerdo con un alto miembro del gabinete de Saca, que declinó identificarse pero que estuvo presente en la reunión, ambas partes el FMLN representado por Merino y otros antiguos comandantes, y el gobierno, representado por el presidente Saca, su ministro de Seguridad, René Figueroa, y su secretario privado, Élmer Charlaix llegaron a un acuerdo: El gobierno no iba a intervenir policialmente dentro de la Universidad y manejaría con prudencia la crisis, y el FMLN se comprometió a disolver la “Brigada El Limón” y deslegitimar en público el ataque contra la Policía. Ambos compromisos se cumplieron. La Policía no incursionó la Universidad, no hubo más muertos, y el FMLN se abstuvo de proteger a Mario Belloso, quien luego fue capturado y condenado a 35 años de prisión, que luego fueron aumentados por la Corte Suprema a 56 años. Belloso está cumpliendo su condena en el Penal de Máxima Seguridad de Zacatecoluca.

Al final esta reunión, por iniciativa de Merino, derivó a otros temas y se tomaron acuerdos que nunca fueron revelados. Nadie sabe a ciencia cierta qué se habló y acordó en esta reunión privada. Pero los resultados se hicieron palpables en el transcurso de los siguientes meses y años: a partir de esta reunión, José Luis Merino y Tony Saca se cubrieron mutuamente las espaldas. Merino se encargó de que el FMLN dejara de acusar a Saca, quien ya para ese entonces era acusado de corrupto por poderosos empresarios que lo habían patrocinado durante su campaña electoral. Y Saca protegió a Merino, cuando el presidente Uribe lo acusó de cómplice y proveedor de armas de las FARC.

Además, colaboradores de Saca indican que el FMLN pidió al presidente dos favores: otorgar vía exprés todos los permisos que se requerían para montar las plantas refinadoras de la nueva empresa petrolera Alba Petróleos, una empresa mixta formada entre las alcaldías gobernadas por el FMLN y la venezolana PDVSA. Los permisos normalmente implican un proceso bastante engorroso en El Salvador. El segundo acuerdo que nació a partir de esta reunión entre Merino y Saca, según las mismas fuentes, era que el presidente no obstaculizara la victoria del FMLN en las elecciones presidenciales de 2009.

Esta misma tarde nacieron las bases de un entendimiento que tres años después llevaría al FMLN al poder y que durante años le ha garantizado impunidad a Saca –hasta que, en 2015, la Corte Suprema de Justicia decidiera reactivar su Sección de Probidad y abrir una investigación de enriquecimiento ilícito contra el expresidente.

Regresando a la reunión histórica del 5 de julio 2006 en Casa Presidencial: No se sabe si la respuesta de Saca se produjo de inmediato, porque todos los asistentes a la reunión, excepto Saca, Charlaix y Merino, fueron invitados a salir por unos momentos del “Salón Diálogo” de la Casa Presidencial. Lo cierto es que los permisos de los ministerios de Economía y Medio Ambiente fueron expedidos en pocas semanas a Alba Petróleos.

Es como en el caso de un amorío: Nadie fue testigo del acto amoroso, pero el embarazo se hizo visible.

El legado de Saca

La relación entre Elías Antonio Saca y un grupo de poderosas familias, que tradicionalmente han apoyado financieramente al partido ARENA, se había venido deteriorando de manera acelerada, desde que Saca rompió con el proyecto original del partido ARENA de establecer una economía completamente abierta, al estilo de los llamados Tigres del Pacífico.

Saca se inclinó por priorizar de manera populista “políticas sociales”, con el argumento de arrebatar banderas a la izquierda. Mientras tanto, los escándalos de corrupción, concretamente en el Ministerio de Obras Públicas y la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), eran un secreto a voces.

El escándalo más comentado giraba en torno a la construcción del llamado bulevar Diego de Holguín. De las irregularidades en torno al millonario proyecto se comenzaba a hablar en círculos empresariales y todas las miradas apuntaban al entonces ministro David Gutiérrez, hombre de confianza y amigo personal de Saca. Unos años después otro ministro de Saca, Hugo Barrera, aseguró frente a las cámaras de televisión que Gutiérrez le había confesado que él había transferido $40 millones del MOP a Casa Presidencial, por órdenes directas de Saca.

Entre tanto CEL se convirtió en caja chica de Casa Presidencial. La autónoma era manejada por Nicolás Salume, hijo del empresario que jugaría un importantísimo papel en la estrategia para que el FMLN accediera al poder en 2009. Otra práctica de Saca, revelada años después por El Diario de Hoy, fueron las sistemáticas transferencias de todos los ministerios al fondo discrecional de Casa Presidencial. Al final se contabilizaron $219 millones, de los cuales Saca nunca rindió cuentas.

El surgimiento de Alba Petróleos

El acuerdo de constitución de Alba Petróleos se había suscrito, en marzo de 2006, en el Palacio de Miraflores en presencia del entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien pronunció un discurso antiestadounidense y se comprometió a enviar 100 mil barriles de diésel iniciales, con un periodo de crédito de 90 días para pagar el 60 por ciento de ese valor y el resto podría ser un plazo de 23 años al uno por ciento anual en forma variable”.

De acuerdo con el periódico digital El Faro de enero 2014, Alba Petróleos de El Salvador ya había movido unos 800 millones de dólares, contaba con la cadena de estaciones de gasolina más grande del país y es propietaria además de otras 64 compañías en El Salvador, que incluyen negocios de granos básicos, financieras, fertilizantes e incluso una línea área. Este consorcio lo controla José Luis Merino.

La elección de Mauricio Funes

Para garantizar la victoria del FMLN en las elecciones de 2009, el FMLN escogió a Mauricio Funes. Saca, quien además de Presidente de la República era presidente de ARENA, usó su control del partido para imponer, ya en 2008, como candidato presidencial al director de la PNC, Rodrigo Ávila, cuya popularidad estaba muy por debajo de otros líderes de ARENA, como la entonces vicepresidenta de la República y actual diputada Ana Vilma de Escobar.

De hecho de Escobar y otros dirigentes del partido denunciaron que el proceso interno para escoger al candidato presidencial estuvo viciado y manejado por el operador político del presidente, su primo Herbert Saca. Muchos miembros de ARENA y empresarios cercanos al partido temían que con Ávila de candidato y con Saca controlando al partido y la campaña podían perder las elecciones.

El pacto de transición

Y de hecho ARENA las perdió. Una vez que Mauricio Funes ganó las elecciones presidenciales, Merino y Saca inmediatamente negociaron un nuevo pacto: la redistribución de las instituciones. Saca necesitaba control de la Fiscalía General, para evitar investigaciones sobre el manejo de las finanzas públicas. El FMLN quería tomar control de la Corte Suprema de Justicia. Y así fue acordado: Saca comprometió los votos de ARENA para los magistrados propuestos por el FMLN; y el FMLN sus votos para un fiscal que protegía a Saca. Todo negociado en Casa Presidencial, ya con participación del presidente electo Mauricio Funes.

La ruptura de ARENA con SACA

En ARENA se encendieron sirenas de alarma. Un grupo de dirigentes decidió que la única manera de evitar este atropello a la institucionalidad era expulsar a Tony Saca del partido y romper el pacto ya negociado con el FMLN y Funes. En consecuencia de esto, Tony Saca dio luz verde al plan B: dividir a ARENA, crear GANA y construir una nueva mayoría entre el nuevo partido y el FMLN.

La casa del empresario Nicolás Salume padre, fallecido en 2014, fue uno de los lugares en donde se coordinó la derrota de ARENA y el traspaso del poder de Saca a Funes, sin mayores sobresaltos para el presidente saliente. El mismo Nicolás Salume prestó una de sus lujosas mansiones a Mauricio Funes para que residiera allí durante la campaña y los primeros meses de su presidencia. Además financió la campaña de Funes con 3 millones de dólares, declarados como préstamo personal, pero nunca cancelados, ni por el FMLN ni por Funes.

En retribución, Mauricio Funes nombró a Nicolás Salume padre como Primer Designado a la Presidencia, y a su hijo Nicolás, presidente de la CEL nombrado por Saca, lo mantuvo contra todas las críticas en este cargo clave. Mauricio Funes, quien antes de ser presidente tenía fuertes deudas no canceladas, en la actualidad vive como millonario, sin tener ingresos identificables por negocios y empleo.

Para continuar el proyecto político-empresarial de Alba El Salvador, más allá de lo que ocurra en Venezuela, cuya economía se hunde a raíz de los bajos precios del petróleo y el mal gobierno de Nicolás Maduro, es vital para el FMLN que ARENA no regrese al poder. Y ambos expresidentes Saca y Funes para evitar posibles acciones judiciales por corrupción, coincidieron con este objetivo.

La elección de Salvador Sánchez Cerén

También en la siguiente elección presidencial, en febrero y marzo de 2014, el expresidente Saca y el grupo Alba fueron instrumentales para asegurar un segundo período presidencial del FMLN. Saca fundó una coalición llamada UNIDAD, para correr como tercer candidato y así dividir el voto de la derecha. Luego de ser derrotado en primera vuelta, su partido GANA apoyó al candidato del FMLN.

Por su parte, la empresa Alba Petróleos financió la campaña del FMLN e hizo su propia campaña paralela, igual que la Casa Presidencial de Funes, que pautó miles de anuncios televisivos hasta el mismo día de la elección. En medio de serias dudas sobre el escrutinio final, Salvador Sánchez Cerén fue declarado presidente electo en segunda vuelta, con solo 6 mil votos de diferencia sobre Norman Quijano.

Los disparos de un activista del FMLN, que mataron a dos policías, cambiaron el rumbo del país. Mario Belloso, el protagonista de esta tragedia, sigue pagando su condena en Zacatraz, tratando de entender esta historia…

Antonio Negri o la evaporación de la dialéctica

Antonio Negri o la evaporación de la dialéctica
26 de junio del 2002

Rubén Dri
Retruco
“Al haber alcanzado el nivel global, el desarrollo capitalista se encontró directamente enfrentado cara a cara con la multitud, sin ninguna mediación. De ahí que se evaporara la dialéctica, la ciencia del límite y su organización”.
(Antonio Negri, Imp p. 222).
El arco iris global imperial
Antonio Negri, o Toni Negri, es el nuevo intelectual de moda que nos llega de Europa con sus nuevas categorías o jergas y que en estas tierras, ávidas siempre de recibir en forma acrítica lo que nos viene desde esas riberas, causa furor. No es la primera vez que eso sucede ni será la última. Antes lo precedió Althusser. ¿Quién podía hablar de la situación nacional, de la revolución, de la ideología, si no había leído a Althusser y no usaba categorías como las de Aparato Ideológico del Estado y lo escribía así, AIE, y no sabía qué era el “corte epistemológico?”.
Althusser pasó, no sin dejar hondas secuelas en la militancia, que es el aspecto que me interesa en estas reflexiones. Después de Althusser llegaron otros como Foucault , Nietzsche y una caterva de pensadores, todos con algo que aportar, pero que transformados muchas veces en fetiches, más que ayudarnos a conocernos a nosotros mismos, a nuestra sociedad y sus problemas, sólo servían como pantallas para no vernos.
Para nuestra desgracia ahora toma la posta Antonio Negri con categorías como “imperio”, “multitud”, “contrapoder” (palabra sagrada si la hay). No me interesa mayormente el pensamiento de Toni Negri, pero me preocupa el efecto que causa en la práctica política militante, como en otro tiempo me preocupó por la misma causa el pensamiento de Althusser.
La tesis central de Negri es que la etapa del imperialismo, ésa que Lenin caracterizó como “etapa superior del capitalismo”, ha terminado, y, en su lugar, tomó el relevo “el imperio”. En la etapa del imperialismo había estados nacionales fuertes que constituían verdaderos centros de poder. Había un interior y un exterior. El capitalismo no había logrado todavía incorporar a toda la humanidad en su interior. Éste es el paso que da el imperio.
Desde ahora ya no hay más centros, menos aún, centro. “Estados Unidos no constituye –y en realidad, ningún Estado-nación puede hoy constituir- el centro de un proyecto imperialista. El imperialismo ha terminado. Ninguna nación será líder mundial como lo fueron las naciones europeas modernas” (Imp p. 15).
Ésta es una media verdad y, como tal, un error. Es cierto que ya el liderazgo que ejercían determinadas naciones como lo hizo primero Holanda y luego Inglaterra en la modernidad reciente ya no podrá ser ejercido de la misma manera, porque el poder de los grupos económicos, los gigantescos monopolios y oligopolios, ha crecido desmesuradamente. Pero de ahí a concluir que Estados Unidos no constituye el centro del poder imperial, es falso.
Es cierto que los poderes económicos manifiestan una cierta independencia del poder político, pero da la casualidad que los inmensos poderes económicos actuales se concentran en las naciones más poderosas, es decir, en USA, Unión Europea (especialmente Alemania) y Japón. “El Estado-nación y las empresas que funcionan con estas naciones-Estados son ahora más fuertes que nunca. Estados y multinacionales funcionan así en una relación sinérgica” (PG p. 27).
Para Negri todo centro de poder se ha difuminado, se ha desterritorializado, de manera que no se lo puede ubicar en ninguna parte, salta de un lado a otro. Derrida, el gran desconstructor nos invita a saltar del centro a la periferia y de ésta al centro. Todo es difuso arriba, todos son flujos que van y vienen, no hay dónde aferrarlos, no hay dónde atacar. Dispersión absoluta, a la cual le responderá otra dispersión, la “multitud”.
El imperio ha hecho prácticamente desaparecer lo que antes, en la etapa del imperialismo se denominaba primer mundo, segundo mundo y tercer mundo, porque “se han mezclado en un revoltijo tal que continuamente hallamos el Primer Mundo en el Tercero, el Tercero en el Primero y ya casi no encontramos el Segundo en ninguna parte. El capital parece habérselas con un mundo uniforme o, en realidad, con un mundo definido por nuevos y complejos regímenes de diferenciación y homogeneización, desterritorialización y reterritorialización” (Imp. pp. 14-15).
Esa desaparición de los mundos, dicha de esa manera, configura también un error. En primer lugar porque siempre en el primer mundo hubo tercer mundo y viceversa. Lo nuevo, en este sentido es la fisura que se hizo de esos mundos o submundos en el seno de cualquiera de los mundos. En segundo lugar, afirmar que Haití, Bolivia, Argentina, el Congo pertenecen al mismo primer mundo que Estados Unidos es, por lo menos, una cargada.
Esto es de perogrullo, algo sobre lo que no cabría discutir. El asunto es que teorías como éstas producen efectos a veces terribles, como lo sucedido en Argentina, donde un gobierno como el de Menem “compró” esa teoría del mundo único que, por supuesto, era el que antes se denominaba “primer mundo” y se vivió una década en esa ficción que, al desbarrancarse, nos dejó en los bordes inferiores del tercer mundo.
La dialéctica, ideología burguesa, se ha evaporado
Uno de los ejes del pensamiento de Negri es su negación de la dialéctica, a pesar de considerarse marxista y de sumar a Marx para su bando pues afirma pensar “con Marx y más allá de Marx” (Kam p. 11), con lo cual logra el intento en el que fracasaron otros dignos precursores como Althusser, Della Volpe y Colletti. Negri combina negaciones tajantes de la dialéctica con otras en las que le concede algún ámbito que definitivamente ha terminado con el advenimiento del imperio.
Éste es un tema central, la raíz de los desvaríos de la concepción de Negri, por lo cual me detendré un poco, pasando revista primero a los antecedentes citados. La discusión sobre el tema de la dialéctica en el pensamiento de Marx gira alrededor del concepto de ciencia y de materialismo.
Efectivamente, si lo “científico” es aquello que corresponde al concepto de ciencia natural, es lógico que no pueda haber una “dialéctica científica”. No puede haberla porque la dialéctica no pertenece a los objetos o cosas como entes separados de su relación intrínseca con los seres humanos. Una piedra o una mesa, si la considero en sí, haciendo abstracción de su inserción en las relaciones sociales, no pueden ser dialécticas. Simplemente “son”.
Ello nos lleva, a su vez, al materialismo. Si lo que se entiende por tal es la materia en sí, es la piedra, la mesa, los átomos, aquí no puede haber dialéctica. Simplemente son. Un físico que estudia la composición del agua, descubre leyes, composición y descomposición de elementos, nada más. Allí no interviene la dialéctica.
Intelectuales marxistas como Althusser y Poulantzas en Francia y Della Volpe, Colletti y Cerroni en Italia reflexionaron, debatieron y discutieron largamente sobre el estatuto “científico” del marxismo, entendido éste como pensamiento de Marx (1), y se toparon con la dialéctica y la relación de Marx con Hegel. Pero para todos ellos la ciencia era la ciencia natural, la que surgió en los albores de la modernidad, con fundamento matemático, que tantos logros había cosechado.
Para Althusser el marxismo es la ciencia de la historia que ha roto con toda ideología. Como ciencia de la historia se denomina “materialismo histórico”. Se distingue del marxismo como filosofía, reducida ésta a una epistemología que traza el límite que separa a la ciencia de la ideología, y recibe el nombre de “materialismo dialéctico”.
Como el concepto de ciencia de Althusser es el que fue elaborado con la base epistemológica matemática, el mismo que aceptaba plenamente Kant y desde el cual partía para examinar las bases de todo conocimiento verdadero, se encuentra con el problema de la dialéctica que, de ninguna manera admiten tanto las matemáticas, como la ciencia física, las dos ciencias que Kant nombraba como conocimientos fundamentales.
Comienza por lo tanto a realizar una tarea depuradora de los textos de Marx, para descubrir y eliminar los “restos” –así suponía- feuerbachianos y, sobre todo, hegelianos, que obstaculizaban el acceso al conocimiento científico. En un momento determinado se produce en la elaboración del pensamiento de Marx la célebre “ruptura epistemológica”, después de la cual Hegel y la dialéctica son dejadas de lado, y funda la ciencia de la historia.
En Italia se intenta una empresa parecida, es decir, descubrir el Marx científico, no dialéctico. El libro más importante de Della Volpe lo dice claramente: “Lógica como ciencia histórica” donde comienza afirmando que “con la presente investigación el autor arriba a aquella filosofía-ciencia cuyos primeros fundamentos metodológicos fueron establecidos por Marx en su crítica a los procesos viciosos del idealismo hegeliano, así como a los de la ´metafísica´ de la economía política” (Log p. 15) (2).
La empresa, como afirma Colletti, consiste en la “relación entre dialéctica y materialismo. Se trata, naturalmente, del materialismo en gnoseología, es decir, de aquel tanto de realismo que se encuentra, de hecho, implicado en la ciencia”. La conclusión a la que llega Della Volpe es que “aplicar la dialéctica a la realidad es idealismo. La dialéctica, en efecto, es “negación de la negación”. Pretender dialectizar los hechos, las cosas, es reproducir una concepción “negativa”o platónica de la materia (la materia como no ser)´´ . Pero entonces es absurdo reclamarse del materialismo” (TraM p. 84).
Según Della Volpe el método de Marx es plenamente científico en la medida en trasladó a la sociedad la lógica de las ciencias empíricas. Las contradicciones de la sociedad que analiza Marx en El Capital no serían contradicciones sino contrariedades, oposiciones sin contradicción, por lo cual Della Volpe denomina a Marx el Galileo del mundo histórico-social.
Colletti en una primera etapa siguió tras las huellas dellavolpianas, hasta confesar: “Mis males comenzaron cuando me di cuenta que (y, a decir verdad no se requería mucho; pero el hecho es que para mí se ha requerido) que la dialéctica está también en el Capital” TraM p. 149), de lo cual evidentemente Negri parece no haberse dado cuenta.
Es evidente que si nos referimos a las cosas, a los hechos como si hubiera hechos desnudos que no se encuentran insertos en relaciones sociales, como si fueran algo estático y no movimientos, allí no encontraremos dialéctica. Ésta sólo se encuentra, y no puede no encontrarse, en el ámbito subjetual, es decir, de los sujetos o, en otras palabras, en el ámbito social. El capital es dialéctico en la medida en que se mueve con la subjetualidad que le concede el sujeto creador del mismo.
Las categorías clasificatorias en filosofía son relativas. Sirven pedagógicamente para ordenar a los pensadores y a las corrientes de pensamiento según determinadas categorías hegemónicas, pero de ninguna manera nos da una idea cabal de dichos pensadores y corrientes de pensamiento. A Marx se lo ubica siempre en el rubro “materialismo”, pero él nunca dijo que lo fuera. Puede ser colocado en ese rubro sólo si “materialista” allí quiere decir “praxis”, práctica transformadora, como oposición a idea pura.
Si materialismo significa cosas, hechos allí no puede haber dialéctica. Más aún si quien mantiene tal concepción se profesa “nominalista” como lo hace Negri. En esa tarea había sido precedido por Hobbes, a quien Negri odia, pero tal vez se trate del materialista más consecuente. Sólo que como todo materialista nominalista cae en la contradicción de que termina elaborando un sistema, lo cual es imposible si lo que existe es sólo materia.
Los materialistas nominalistas, y Negri afirma taxativamente ser nominalista y rechazar absolutamente el concepto, “están forzados a derivar todo lo que hay de un principio determinado, de un principio material como generalidad suprema, pero al mismo tiempo la materia debe caracterizar aquello que precisamente no es un principio, que no es la figura más general del pensamiento, sino lo que no es reducible puramente a pensamiento” (TF p. 179).
Sin embargo, el materialismo de Negri, según propias afirmaciones, es el de la praxis, no el de los hechos desnudos o cosas: “mi propósito es, en estas lecciones, desarrollar la filosofía de la praxis, el materialismo de la praxis, insistiendo sobre: la dimensión de la temporalidad como entretejido ontológico del materialismo” (Kam p. 32). De esa manera se colocaría en la vertiente transitada por el joven Lukács, Korsch, Gramsci, Mariátegui, el Che Guevara.
¿Cómo es posible, entonces, que niegue la dialéctica? Porque pretender praxis, o sea, práctica- conciencia, sin dialéctica es como pretender fuego sin calor. La clave, o una clave, tal vez, nos la entregue Negri al interpretar la praxis como fuerza –vis- tras las huellas spinozista: “decir praxis es decir fuerza (vis) que construye (o transforma) la cosa en nombre y el nombre en cosa” (Kamp. 38).
¿Qué es esa “fuerza” capaz de transformar la cosa en nombre? ¿tiene ello sentido? Toda fuerza se ejerce sobre una contrafuerza, de manera que se forma un “juego de fuerzas”. Lo que no se ve cómo la mera fuerza pueda transformar la cosa en nombre y viceversa. Esto es un galimatías. La praxis no es mera fuerza, sino práctica-conciencia, transformación consciente.
En el estudio que le dedica a Spinoza, traza Negri la maldita senda dialéctica que va de Kant a Hegel, a través de Rousseau, mientras queda incontaminada de tal maldición la vía Maquiavelo, Spinoza, Marx. Cómo logra recuperar un Marx sin dialéctica es un verdadero misterio, como lo es sostener la creación ex nihilo. Precisamente uno de los motivos, o el motivo de la negación de la dialéctica es que ésta no consciente tal creación: “La dialéctica, en cuanto forma del pensamiento trascendental, refuta a la decisión la potencia de generar ex nihilo (de producir, plena, plenísima de ser, en el vacío, contra el vacío)” (Kamp. 159).
Negri refuta el axioma de la filosofía y la teología clásicas que sostienen que ex nihilo, nihil fit. No sólo la dialéctica, sino todo sentido común y todo pensamiento sensato sostiene que de la nada, nada se crea. Para hacerlo se necesitaría un poder omnipotente como ha sostenido siempre la teología. Sostener que se puede producir desde la nada, desde el vacío es mala teología.
Para Negri la dialéctica es una especie de saco que se pusieron los filósofos idealistas de la burguesía como Kant, Rousseau y sobre todo Hegel, que les sirvió para legitimar mentirosamente su dominio, pero que desaparece, se evapora, cuando la multitud se enfrenta directamente al imperio. Evidentemente Marx no se habría dado cuenta de semejante trampa burguesa.
De manera que la dialéctica sería un verdadero obstáculo para ver la realidad, una capucha que nos impediría mirar, porque “ser y no ser se afirman y se niegan simplemente, discretamente, inmediatamente. No hay dialéctica. El ser es el ser, el no ser es la nada” (AS p. 361). Ya lo decía el viejo Parménides: el ser es, el no ser no es. Pero Parménides sacaba la lógica consecuencia de que si ello es así, del ser nada se puede pensar ni decir. No es lo que piensa Negri, quien no cesa hablar del ser.
El pueblo se ha disgregado en la multitud

Una de las categorías fundamentales de toda filosofía de la praxis y de toda sociología creada desde América Latina es la de “pueblo”. Cuando nos referimos al pueblo estamos significando que no se trata de la masa, de una simple multitud de átomos, de simples grupos fragmentados, sino de un sujeto, de una totalidad que no implica la anulación de individuos y grupos, sino su articulación en un proyecto común.

No es fácil para un pueblo constituirse como tal, crearse como pueblo. El dominador siempre hará todos los esfuerzos posibles para fragmentarlo, dividirlo, atomizarlo, en una palabra, reducirlo a una multitud. De la multitud al pueblo debe ser el camino y no al revés como nos lo propone Negri. Su visión europea le hace ver al pueblo como una construcción del “racismo colonial”, de tal manera que “los conceptos de nación, pueblo y raza nunca están muy apartados entre sí” (Imp p. 105).
Es probable que la visión de los centros de poder desde donde surge la visión de Negri las cosas se vean de esa manera. El pueblo francés o italiano puede verse como superior a los pueblos del Tercer Mundo, a los latinoamericanos, digamos, pero ello no corresponde esencialmente al concepto de pueblo. No lo vemos así desde la periferia. Afirmarse como pueblo desde la periferia significa afirmarse como sujeto, significa no aceptar ser tratado como un objeto.
Para Negri el pueblo es una “síntesis constituida”, mientras que la multitud es “constituyente”. Toda síntesis simplemente constituida es objetual, es objeto. El dominador colonialista entró con violencia asesina y genocida en comunidades y pueblos, disgregándolos, esclavizándolos, imponiéndoles nuevos límites territoriales, nuevas leyes, nueva constitución política. De esa manera, los pueblos son “síntesis constituidas”, como dice Negri. Ésta no es otra que la acción y la visión del dominador.
Para nosotros, habitantes del Tercer Mundo, que sigue existiendo a pesar de lo que Negri diga, el pueblo ha sido muchas veces objetualizado, pero en sus luchas se constituye como sujeto. Lo que ha hecho el Terrorismo de Estado es precisamente destruir los sujetos políticos y sociales cuya articulación nos constituía como pueblo capaz de resistir los embates neoliberales y de avanzar en proyectos liberadores y pulverizar al pueblo en multitud.
El pueblo nunca es sino que es un hacerse pueblo, o sea, sujeto. Ser pueblo significa tener una voluntad común como articulación de miles de millones de voluntades expresadas, no meramente por individuos, por particulares, sino por colectividades, por grupos que se construyen como sujetos.
Cuando se instaló la dictadura de Onganía en 1966 la resistencia que le impidió imponerse no fue obra de la multitud, sino del sujeto colectivo en que se articulaban los diversos sujetos colectivos como los sindicatos clasistas, la CGTA, los sindicatos combativos, la juventud peronista, las organizaciones armadas, el movimiento villero. Cuando, mediante el Terrorismo primero, la impunidad luego y la hiperinflación al final quebraron al sujeto popular y lo redujeron a multitud, el neoliberalismo globalizador menemista pasó como un huracán no dejando nada a su paso.
La trampa de la democracia directa
La insurrección popular que estalló el 19-20 de diciembre de 2001 se hizo al grito “¡Que se vayan todos!”, es decir, todos los responsables de una política que nos ha sumido en la desocupación, el hambre, el analfabetismo, en una palabra, la miseria. Planteó la exigencia de una “democracia directa” puesta en práctica en las Asambleas, que habría sobrecogido de asombro al mismo Rousseau.
Con ello, habrían caído en una insidiosa trampa, pues “en la teleología materialista del común, la filosofía política no tiene nada que hacer con la teoría de la ´democracia directa´. La democracia directa no se libra de, al contrario, exalta, a través de una ilusión trascendental de comunidad (de las singularidades), la figura de la soberanía moderna” (Kamp. 128). Es tan insidiosa esta teoría de la democracia directa que “la única forma que realmente ha existido de democracia directa es la forma corporativa”, una de cuyas demostraciones ha sido “la fascista” (Kamp. 128).
Para Negri todo lo que tiene que ver con el concepto de “soberanía” debe ser rechazado porque expresa la dominación burguesa: “Lo que parece revolucionario y liberador en esta noción de soberanía nacional, popular, no es en realidad más que otra vuelta de tuerca, una extensión adicional del sometimiento y la dominación que implicó desde el comienzo el concepto de soberanía” (Imp p. 104).
El concepto de soberanía va unido al de nación. Como la soberanía significa dominación, la nación que es su derivado, va por el mismo camino, de manera que el rechazo de la soberanía implica el de la nación, por lo cual hay que convencer a los palestinos que se equivocan completamente al luchar para ser una nación soberana.
Como decía Jean Genet: “´El día en que los palestinos lleguen a institucionalizarse, yo ya no estaré de su lado. El día en que los palestinos constituyan una nación como las demás naciones, yo ya no estaré allí´. Con la ´liberación´ nacional y la construcción del Estado-nación, todas las funciones opresoras de la soberanía moderna inevitablemente estallan con toda su fuerza” (Imp p. 110).
Todavía tenemos frescas las escenas vistas por televisión y reproducidas en los diarios, de los tanques del estado de Israel transitando por sobre los escombros de Jenin. Es por lo menos frívolo aconsejarles que no luchen por un estado soberano. Equivale a aceptar la dominación del estado opresor.
Es que las propuestas de Negri dejan a los pueblos desarmados. Hace una fenomenología de la dominación imperial que, en muchos aspectos, ayuda a comprender fenómenos nuevos, pero deriva de ellos conclusiones disparatadas. El “nomadismo, la deserción y el éxodo” son realidades penosas de nuestro tiempo. Expresan cierta resistencia, pero afirmar que “las batallas contra el imperio podrían ganarse a través de la renuncia y la defección” (Imp p. 201), pues “son una potente forma de lucha de clases que se da en el seno de la posmodernidad imperial y contra ella” (Imp p. 202) es un grave error.
Significado y poder del pobre
El pobre en los mensajes de los grandes profetas hebreos, en el de Jesús de Nazaret, en el de las primeras comunidades cristianas, en el franciscanismo y en la teología de la liberación siempre fue considerado como el lugar teológico por excelencia. Es decir, el pobre siempre fue el lugar por excelencia de la revelación de Dios. Éste se manifiesta de manera especial en el pobre.
En Jesús de Nazaret éste es el eje de todo su mensaje. Él no habla de Dios, sino del Reino de Dios, o sea, de la nueva sociedad de hermanos en la cual el único rey es Dios, por oposición a todo tipo de dominación monárquica. Dios está en el pobre, por lo cual en Juicio Final el juicio versará sobre si se atendió a o no a las necesidades del pobre, porque atendiéndolo a él es a Dios mismo a quien se atiende (Cfr. Mateo 25, 31-46).
Negri se coloca en esta línea teológica de la pobreza: “No la riqueza, siempre quantitate signata, sino la pobreza ha significado el nombre común de lo humano. De Cristo a San Francisco, de los anabaptistas a los sansculotes, de los comunistas a los militantes del Tercer Mundo, los necesitados, los idiotas, los infelices (o a la verdad, los expoliados, los excluidos, los oprimidos) han sido signos de lo eterno” (Imp. 85).
No puedo menos de adherir a esta hermenéutica del pobre. Es un eje central de la teología de la liberación. Negri dice que todo esto sigue siendo materialismo. No tengo problemas especiales con la adopción de vocablos, siempre que sepa a qué se refiere. Mi disidencia comienza cuando Negri afirma que el pobre de por sí es “una naturaleza potente” cuya experiencia nos aleja “de toda concepción dialéctica” (Imp. 87).
Los pobres son signos de lo eterno. La voz de los pobres, es decir sus reclamos, sus exigencias de justicia, sus amenazas a los dominadores, es la voz de Dios. En este sentido, los pobres son poderosos, porque en ellos está el mismo poder de Dios, pero ello es así cuando los pobres se construyen como sujetos, cuando se organizan, cuando pueden expresar una voluntad colectiva. El pobre como tal, como pobre, no sólo no es poderoso, sino que es impotente.
Los desocupados, empobrecidos, como multitud son impotentes de toda impotencia. Al organizarse como MTDs comienzan a ser fuertes. Jesús de Nazaret lo sabía, por lo cual, según lo narra el evangelio de Marcos, no se limitó a decirles a sus colaboradores que repartieran el pan a la multitud, sino que los hicieran sentar en grupos de cincuenta y de cien, es decir, organizadamente, como lo hacían las antiguas milicias campesinas de la confederación hebrea.
El franciscanismo en su nacimiento con Francisco de Asís expresa uno de los momentos más puros del espíritu que animaba a las primeras comunidades cristianas. Francisco no quería que el movimiento fuese incorporado a las estructuras eclesiásticas. Lamentablemente fue vencido en esa batalla y quedó como testimonio de los valores más sublimes del cristianismo, es decir, de lo humano.
Pero todo ese movimiento fue fagocitado por los poderes políticos y eclesiásticos. Toda lucha por la liberación que se alimenta de la memoria, recupera naturalmente lo aportado por ese y los otros movimientos y grupos que cita Negri. Pero si no se logran verdaderas organizaciones capaces de elaborar y llevar adelante proyectos colectivos, la derrota está asegurada de antemano.
Esto, en contra de las interpretaciones de todo tipo que desde los sectores de la dominación se han tejido sobre su figura, no se le escapó a Jesús de Nazaret. No se limitó a anunciar el “Reino de Dios” y ensalzar la figura del pobre, sino que organizó un movimiento para llevar a cabo el anuncio. Negri ahora nos dice que eso no sólo no es necesario, sino que es contrapoducente, y, en lugar de proponer alternativas políticas se pone a hacer teología.
Ser “signo de lo eterno” es importante. Captar dónde se encuentran esos signos es importante. Los símbolos –pues a eso se refiere Negri al hablar de signo- son fundamentales en toda construcción humana. Los símbolos de lo eterno son los símbolos de la grandeza humana, pero con ello no basta. Si no son llevados a la práctica transformadora, revolucionaria, quedan en eso, en puros símbolos. En el pobre vemos la presencia de Dios o de lo eterno, pero la vemos mejor en una sociedad en la que los pobres dejan de serlo para ser seres humanos “satisfechos” en la realización de todos los valores que los constituyen como tales. La satisfacción total es uno de los momentos fundamentales de la realización del Reino de Dios.
La resistencia es éxodo y deserción
Uno de los aspectos más nefastos de la concepción de Negri, si la leemos desde nuestras luchas por la liberación, es el de la manera de resistir que nos propone. Vale la pena reproducir una larga cita en la que sintetiza esta concepción:
“En la modernidad la resistencia es acumulación de fuerza contra el despojo, que se subjetiviza a través de la ´toma de conciencia´. En la posmodernidad, nada de esto. La resistencia se da como difusión de comportamientos resistentes singulares. Si se acumula, lo hace extensivamente, en la circulación, en la movilidad, en la fuga, en el éxodo, en la deserción – multitudes que resisten difusamente, escapan de los grilletes cada vez más estrechos de la miseria y del comando. No hay necesidad de toma de conciencia colectiva: el sentido de la rebelión es endémico, atraviesa toda conciencia y la hace rebelde. En eso consiste en el efecto del común que se ha pegado a cada singularidad como cualidad antropológica. Así la rebelión no se puntualiza ni se uniforma, pero corres en el espacio del común y se difunde como omnilateralidad incontenible de los comportamientos de las singularidades. Así se define la resistencia de la multitud” (Kampp. 91-92).
Compara Negri la forma resistir a los poderes de opresión en la modernidad y en la posmodernidad, que, según su concepción, es la época en que nos encontramos y cuyos rasgos de resistencia apunta en forma laudatoria. La forma de resistir en la posmodernidad es la que para él es la adecuada.
En la modernidad la resistencia o lucha contra el poder implica un proceso de acumulación de fuerzas que no es posible lograr sin una toma de conciencia. Para Marx esto se expresa como el paso de la conciencia frente al capital, o conciencia en-sí, a la conciencia para-sí. Éste paso no es meramente individual sino colectivo como clase. Lenin y Rosa Luxemburgo, aunque difieran de la manera como se adquiere la conciencia para-sí, están de acuerdo en que es necesaria para la revolución.
En la posmodernidad las cosas han cambiado. La resistencia o lucha no es acumulación sino difusión de los singulares que resisten. Miríadas de voluntades singulares resistiendo. Es lo que a menudo se escucha en conversaciones de entrecasa Si todos dejásemos de pagar los impuestos, siendo ese es “todos” no un verdadero todo –no hablemos de clase- sino voluntades dispersas, átomos.
Hablar de acumulación en este tipo de resistencia es algo impropio. En todo caso, acumulación “extensiva”, es decir, aumento de singularidades que resisten huyendo, cambiando de lugar, traspasando las fronteras, desertando, “multitudes que resisten difusamente”. Por ejemplo, los hambrientos chaqueños que emigran hacia el sur, los desocupados tucumanos que se avalanzan hacia Córdoba, los deheredados jujeños que pasan a Bolivia, o los bolivianos que pasan a Salta, sin documentos.
Todas estas individualidades que forman multitud o multitudes, con su movilidad, con su ir y venir, con su éxodo constante formarían la más temible resistencia a los poderes opresores. Para ello no necesitan una “toma de conciencia colectiva”, porque el sentido de la rebelión es ontológico, es una “cualidad antropológica”. De manera que es necesario olvidarse de la necesidad del paso de la conciencia “frente al capital” o “en-sí” a la conciencia “para-sí” que señalábamos, como lo creyó Marx.
Cree Negri que de esa manera la rebelión “se difunde como omnilateralidad incontenible de los comportamientos de las singularidades”. Nada más erróneo. Esta afirmación debe hacer sonreír de complacencia a los intelectuales orgánicos de los grandes centros del poder, ésos que Negri crea que se han disuelto en los flujos que atraviesan todo el espacio humano. Es, directamente, la concepción que, aplicada, lleva sin más a la derrota sin remedio de los pueblos sometidos por el gran capital.
Buenos Aires, 10 de junio de 2002
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Notas
(1) Digo “el marxismo como pensamiento de Marx”, porque distingo entre el marxismo como ideología o interpretación que realizan distintos movimientos y partidos que reportan a Marx, del pensamiento propio de Marx. Para no crear confusiones empleo el término “marxiano” cuando me refiero al pensamiento de Marx y “marxismo” cuando aludo a una interpretación o desarrollo. Como los autores citados no hacen diferencia en la terminología y siempre hablan de marxismo, debo indicar cuando se refieren al pensamiento de Marx o a alguna interpretación.
(2) Traduzco directamente del texto italiano. Kairós, Alma Venus, Multitudo es la exposición de la visión filosófica de Negri, su versión del materialismo. Entiendo que no existe traducción al español.
Siglas
AS La anomalía salvaje
Log Logica come scienza storica
PG Globaloney
Imp Imperio
Kam Kairós, Alma Venus, Multitudo
TF Terminología filosófica
TraM Tra marxismo e no
Bibliografía citada
Adorno, Theodor, W.: Terminología filosófica. Taurus Ediciones, Madrid, 1977.
Colletti, Lucio: Tra marxismo e no. Laterza, Torino, 1999.
Della Volpe, Galvano: Logica come scienza storica. Editori Riuniti, Roma, 1969.
Hegel, G.W.F.: Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica, México, 1973.
Negri, Antonio: La anomalía salvaje. (Ensayo sobre poder y potencia en B. Spinoza). Ed. Anthropos, Barcelona, 1993.
Negri, Antonio: Imperio. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2002.
Negri, Antonio: Kairós, Alma Venus, Multitudo. Manifesto Libri, Roma, 2000.
Petras, James: Globaloney (El lenguaje imperial, los intelectuales y la izquierda). Editorial Antídoto, Buenos Aires, 2000.

Lecturas cartesianas: de Freud a Lacan

Lecturas cartesianas: de Freud a Lacan
21/05/2011- Por Mariano Acuña

Se suele reconocer en René Descartes, al fundador de la filosofía moderna occidental. Como resultante principal de este rol, aparecen; el estatuto de sujeto, una metodología científica apropiada para la investigación y la posibilidad de cuestionar, con la misma, los saberes esgrimidos con anterioridad. Abundan las lecturas cartesianas, la filosofía da marcadas muestras de ello, mientras que distintas disciplinas vinculadas a las ciencias sociales, lo hacen también.
En tanto el psicoanálisis, al decir de Lacan, distingue a Descartes como uno de los pensadores indispensables para la gestación de la teoría freudiana. Al respecto, ¿qué valor le otorgó Freud a la obra cartesiana? La respuesta debe sostenerse, desde el inicio, en el establecimiento de una paradoja. Dicha paradoja, consiste en la negación (extrema) del maestro vienés a citar cualquier frase, texto, párrafo del filósofo en cuestión.
Negación, que no impide encontrar en el modo de plantear los esquemas conceptuales freudianos, una similitud con la estructuración ideacional cartesiana. Por otra parte, en la obra de Lacan, que aparece poblada de menciones a Descartes, se distingue una radical ruptura con núcleos conceptuales del filósofo francés. Paradojas, que en el presente texto intentamos desarrollar.
René Descartes brilla en la historia de occidente. Brilla con luz propia, irradiada con la fuerza del mérito (también propio) de raigambre creacionista. Brilla, a partir de una decisión subjetiva, con o sin vacilaciones, pero suya. Decisiones que se convirtieron en acto cuando supo (o quiso, en definitiva) plasmar sus dudas en conceptos, sus conceptos en escritos, y con valentía, a estos, firmarlos con su nombre.

Durante un prolongado tiempo, quince siglos (si nos remitimos a la temporalidad cronológica) las ideas se gestaron en evidentes conciliación con las anteriores. Enumeremos, pues, algunos casos que corroboran el argumento expuesto. Comencemos por Sócrates y su intervención en el banquete (los lacanianos, siguiendo a nuestro maestro, abordamos la lectura de esta obra con cierta recurrencia. Leemos el texto, por ejemplo, para entender, incorporar, y en el mejor de los casos, exponer conclusiones sobre el amor, o sobre la transferencia) quién formulará su intervención principal, explayándose sobre un relato que pertenece a una anciana llamada Diotima, oriunda de Mantinea.

Al respecto, recordemos que en la Grecia antigua, el saber provenía de un espacio, una cultura, una ciudad. Por ende, la pertenencia a un sitio se convertía en el mejor de los reconocimientos, mientras que el destierro, la peor de las injurias.

De aquí en adelante, aunque con disidencias particulares, encontramos alumnos (en algunos casos predilectos) continuando con las proclamas de sus maestros. De esta manera, ubicamos al joven Platón, poseedor de una calificada pluma, en la tarea de escribir, en tono de novela, sobre la vida de su inspirador. Así, al otorgar a Sócrates el lugar de vocero (situación que dificulta el establecimiento de límites precisos al momento de adjudicar la autoría de los conceptos) de su basamento doctrinal, se proclamó la teoría de la reminiscencia y la puntualización del dualismo (mundo sensible y mundo inteligible).

En tanto, Aristóteles, reformista e ideólogo, más tarde sistematizó la filosofía nutriéndose de los conceptos platónicos (la Metafísica, del Fedón; Política, de República y Las Leyes). Que decir de lo sucedido ya, en era cristiana, en la que encallan, a modo de primeros monumentos conceptuales, los platónicos; Plotino y San Agustín, o los aristotélicos; San Anselmo y Santo Tomás. Así, hasta arribar a Descartes, momento de radical ruptura con la anterioridad.

Descartes agotó sus días de estudiante sumiéndose en la profunda lectura de la filosofía aristotélica. Filosofía, que le era presentada por jesuitas impregnados de la perspectiva escolástica. Tarea, que le demandó años de dedicación, años de investigación, de lectura minuciosa, hasta los últimos detalles. Lo guió sus ganas de aprender, lo alentó su interés por encontrar verdades. Precisamente, este mismo interés por encontrar verdades, lo encaminó a instalar un manto de duda sobre la teoría en cuestión. El afán por encontrar verdades, lo llevó a dudar, en modo radical, de los conocimientos estudiados. Esta duda, posteriormente, lo condujo hasta el primer punto de certidumbre.
Certidumbre que se establece con la postulación de su res cogito: pienso, luego existo. De aquí que el sujeto (como tal, naciente con Descartes), es una cosa que piensa. (DESCARTES 1958,98) En este punto, recordemos que Immanuel Kant, sugiere a la humanidad (libre y bien pensante) el deber de independizarse de cualquier tipo de tutores, poderosos(o no), sabios (o no).

Precisamente, entendía Kant que al superar la minoría de edad, se ensancharía el espíritu racional, conducente hacia el pensamiento propio. (KANT 2004,34) Con énfasis, Descartes, lo logró un siglo antes de los postulados kantianos.

Logro, que promulgó una dimensión original al pensamiento, y un principio metodológico para su postulación. Según Jacques Lacan, “Una vez que la escena prevalece, lo que ocurre es que el mundo entero se sube a ella, y que con Descartes se puede decir sobre la escena del mundo, yo avanzo, como él hace, larvatus, enmascarado” (LACAN 2006,44).

La resultante inicial de este principio metodológico es la primera concepción del sujeto (en correlación con el objeto. Dimensión de objeto, dicho sea de paso, que se establece como el elemento constitutivo de la teoría del conocimiento) A partir de aquí, el pensamiento (tal como lo concebían los griegos) se sustancializa: yo (sujeto) soy(es) una cosa que piensa. Resultante, a la vez; la filosofía de la ciencia, con una metodología propia. Resultante, finalmente; un edificio doctrinal sustentado en los criterios de racionalidad y autonomía subjetiva, aunque sin obviar el afectuoso mundo de las pasiones. (1)

Legado conceptual, el cartesiano, que generó influencias en la filosofía, la ciencia moderna y el psicoanálisis. Hasta allí iremos en este caso.
Los intentos por establecer una posible articulación entre Descartes y Sigmund Freud, suelen abandonarse a poco de iniciados. La pretensión de ambos en gestar solventes postulados amparándose en criterios de cientificidad, sucumben ante una lectura más elemental, más inmediata, más encandilante, que considera irreductible la supuesta bifurcación epistémica entre los mencionados.

Se dice (o dirá, llegada la oportunidad) con cierta inteligibilidad, Freud establece una diáspora radical con la concepción (cartesiana) de sujeto racional, autónomo, reflexivo. Se dice, también, que la dispersión freudiana constituye el último eslabón del tridente (con Galileo y Darwin) que se encarga de herir narcisísticamente a la cultura occidental.

Dispersión histórica conceptual, que postula un aparato psíquico movilizado bajo las leyes del inconciente (condensación y desplazamiento). Aparato psíquico, asimismo, que demuestra a la vez, los efectos de la escisión, y la confluencia dinámica en sus componentes. En esta dirección, la aludida lectura rupturista entre la filosofía cartesiana y el psicoanálisis, se consolida al momento de abordar la concepción de temporalidad subjetiva.

En efecto, la temporalidad cartesiana (la del instante reflexivo, allí junto al fuego de su estufa, en el que comienza a cuestionar los conocimientos adquiridos) sistematizada con énfasis por Kant, en su Estética Trascendental (2), queda severamente confrontada por la temporalidad del inconciente instituida por Freud. (3)

Los pensadores modernos, heredaron con gusto la tesis cartesiana de la implementación de un sujeto, como centro del mundo que habita. Mundo racional para Kant y Hegel, para interpretarlo hasta el límite del entendimiento según el primero, hasta la idea absoluta (ya sin lo nouménico mediante) para Hegel. Mundo racional, que al decir de Marx, debe ser subvertido en su dimensión material, dimensión que constituye, en tanto estructura económica, el campo de la religión, la justicia, la filosofía y las ideas en general (MARX 1946, 44,45).

Posiciones atacadas por Freud, desde la génesis de sus postulados. Al respecto, vale destacar la conocida mención, en esferas de la segunda tópica: el yo (cuya composición es centralmente inconciente) no es el dueño de su hogar, ya que sin atenuantes, apenas puede con el ello, el superyó y la realidad externa. (4)

Ahora bien, llegados a este punto, proponemos introducir ciertas paradojas que revisarán la lectura lineal, directa, ortodoxa, que describimos hasta aquí. Paradojas, que proponemos como parte de una relación más compleja entre Descartes, Freud y Lacan. Relación, que mantenga las diferencias de cuadros (teóricos), pero que, asimismo, permitan visualizar las articulaciones más ricas que se puedan alcanzar. Por consiguiente, comencemos por la estructura del cogito cartesiano, es decir, su lógica constitutiva.
Dice Lacan, el campo freudiano solo pudo constituirse a partir de la emergencia del sujeto cartesiano. Por ende, la comprensión de la invención freudiana, se sitúa sobre las bases de la creación cartesiana, sin rodeos, ni vacilaciones, así lo lee Lacan (LACAN 1987,55). En esta línea, afirma Lacan, las maneras de proceder de Descartes y Freud se asemejan, convergen; por ejemplo, en la importancia de la duda.

Para Lacan, la delimitación cartesiana de un sujeto detrás de la duda, resulta similar a la que postula Freud en la Interpretación de los sueños (LACAN 1987,44) Podríamos señalar, que en este punto estamos frente a una escena de confluencias apreciables. Aquí la duda, ergo, resulta un elemento trascendental de la metodología a aplicar.

La duda cartesiana, se presenta como más apreciable, la freudiana, en cambio, se plasma sobre atajos más dificultosos. Atajos que aborda Lacan, y por el hecho de hacerlo, los clarifica, al menos en parte. Mencionamos, al respecto, que Lacan se detiene específicamente en la interpretación de sueños.

Recordemos, en efecto, que Lacan elogia la actitud ética de Freud, cuando insiste en continuar con su propio sueño (conocido como “el Sueño de la inyección de Irma”) para intentar encontrar el deseo que causa al mismo.

Ubicamos un segundo punto de articulación entre los pensadores en cuestión, en la pretensión de alcanzar rigor científico (flamante ciencia en Descartes, al extremo de que él contribuye a su creación. Ciencia consolidada y en auge durante la invención freudiana.) en sus respectivos postulados. En este caso, abordamos la consideración de ambos, sobre los principios de la metodología de la investigación. Por caso, en la Segunda Regla, de la Segunda Parte del discurso del Método, Descartes sugiere dividir cada una de las dificultades a examinarse, en la mayor cantidad de partes posibles, para encontrar una mejor solución de la cuestión que se trate (DESCARTES 1958,38)

Aquí, ¿no estaríamos acaso ante el mismo criterio utilizado por Freud, para abordar la interpretación de los sueños? Al respecto, consideremos que el primer paso en el trabajo de interpretación, destaca que no debe tomarse como objeto de investigación el sueño completo, sino los fragmentos singulares de su contenido. Y, una vez establecido esto, acomete la interpretación del sueño, en presentarles estos fragmentos al soñante para que pueda (el soñante) desplegar las ocurrencias pertinentes. Por lo tanto, según Freud, su método de interpretación se aparta de los llamados métodos populares (la superación radical de los métodos anteriores, resulta otro punto de coincidencias entre ambos) generando un nuevo método: “método de descifrado”. Finalmente, la interpretación en detalle, refleja que el sueño es un conglomerado de formaciones psíquicas. (FREUD 1979,125. A)

El tercer elemento de encuentro conceptual entre Descartes y Freud, remite a la dualidad cartesiana, y al modo en que Freud postula su propio dualismo. Descartes plantea su res-cogitas (pensamiento) y su res-extensa (materia). De aquí que su esquema: S-O. En tanto Freud, desde sus textos iniciales, trabaja sobre un esquema similar, estableciendo una relación entre adentro-afuera. Por ejemplo, cuando establece las Neuropsicosis de defensas, señala que la defensa extrema frente a la realidad (externa), genera un yo agujereado, no apto para la práctica analítica (FREUD 1981,60)

Tres décadas posteriores (Neurosis y psicosis, y La pérdida de realidad en neurosis y psicosis), con énfasis, postula que la realidad constituye la cuarta instancia, es decir: yo-ello-superyó-realidad. (FREUD 1979.B)

Argumentación que retoma la lógica de interior-exterior. Por lo tanto, se mantiene aquí un sesgo cartesiano en el planteo. Al respecto, postula Alfredo Eldelsztein “En la obra de Freud reina una concepción espacial del cuerpo en la que se lo considera res extensa regida por el partes extra partes cartesiano, lo que quiere decir que las partes son todas exteriores las unas respectos de las otras” Freud, entonces, sostiene un plano exterior( realidad, decimos nosotros) y otro interior “intensidad del cuerpo biológico, allí donde Freud consideró que se localizaban el manantial de las pulsiones y el aparato psíquico” (ELDELSZTEIN 2008)

En este punto, afrontamos la paradoja sugerida. Freud, lector acérrimo del pensamiento de las diferentes épocas. Lector profundo de científicos, literatos, antropólogos, sociólogos y filósofos, puebla su obra con infinidad de menciones a autores validados. Sin embargo, no sin curiosidad, comprobamos que las Obras Completas de Amorrortu editores, solo presenta una referencia a Descartes (FREUD 1979, 198.C). Ahora bien, lo paradójico surge cuando ubicamos las coincidencias en los esquemas de constitución de la subjetividad, ya que a Freud, no le interesó crear un matema superador del cartesiano: S-O.

Es decir, aunque Freud plantee un aparato psíquico con cualidades radicalmente disímiles a la concepción de sujeto cartesiano, continua tomando a este (esquema) como una referencia conceptual insustituible. Referencia, que evidencia un marco de coincidencias de estructura. Coincidencias, que tal como puntuamos, posibilitan a Freud establecer su creación bajo un evidente prisma cartesiano. Prisma cartesiano, que según Lacan, como destacamos, se constituye en elemento del edificio doctrinal del propio psicoanálisis.

A diferencia de la obra freudiana, la lacaniana, está poblada de citas y referencias al filósofo francés. Ubiquemos algunas de estas referencias.
En El tiempo lógico… Lacan ubica la duda cartesiana como referencia de juicio de certidumbre (LACAN 1971. A), y en Acerca de la causalidad psíquica, establece que este juicio de certidumbre (cartesiano), vía el pensamiento, se convierte en juicio de existencia: cogito ergo sum (LACAN 1971. 149. B). Esto demuestra que Lacan, desde el inicio de sus planteos conceptuales, fija una posición con respecto a Descartes. Posición, que le resulta relevante a Lacan para ir construyendo su propio concepto de sujeto (con su respectivo matema). Recordemos que al final de Acerca de la causalidad…, Lacan dirá que Descartes (como Sócrates, Marx, Freud) pertenece a los pensadores insuperables, que valorizan sus postulados aferrándose al mismo objeto: la verdad. (LACAN 1971.B)

En tiempos del seminario sobre Los cuatro conceptos… el clima de cierta ruptura conceptual con Freud, se establece, en distintos pasajes, vía el propio Descartes. Aquí pareciera que el filósofo es presentado por Lacan, como una raíz ineludible del psicoanálisis. Como si fuese un mensaje elíptico hacia Freud, Lacan, en este seminario afirma que el pensamiento cartesiano aparece como un antecedente directo del psicoanálisis. Para Lacan, el campo freudiano, es posible cierto tiempo después de la emergencia del sujeto cartesiano (LACAN 1987,55).

En efecto, el deseo freudiano puede ser localizado en el nivel del cógito (LACAN 1987,147). En esta línea, Lacan afirma que el yo pienso cartesiano introduce en la historia el velo de la alienación “Con el proceder cartesiano, por primera vez, se toma el velo como constitutivo de la dialéctica del sujeto, y de allí en adelante se hace imposible eliminarlo de su fundamento radical” (LACAN 1987,230). Al cierre de este seminario, Lacan sentencia con énfasis: Descartes inaugura las bases iníciales de una ciencia en la que dios nada tiene que ver.
En el seminario El reverso del psicoanálisis Lacan continua con la valoración de los postulados cartesianos “La ciencia solo nació el día que alguien, en un miramiento de renuencia a este saber, mal adquirido, si puedo decirlo así, extrajo por primera vez la función de la relación estricta entre S1 con S2, me refiero a Descartes” (LACAN 1992,21)

El cogito cartesiano, resultó (tal como lo demostramos) un foco de interés para Lacan. Aun con disímil interés, Lacan abordo el planteo cartesiano a lo largo de toda su obra. Por ejemplo, tres décadas después de Acerca de la causalidad psíquica, afirma que “Descartes nunca pretendió decir a propósito de su yo gosoy que gozaba de la vida. De ninguna manera. ¿Qué sentido tiene su yo gosoy? Es exactamente el de mi sujeto, el yo je del psicoanálisis” (LACAN 1988,75))

Al igual de lo que hicimos con Freud, ubicamos en Lacan, dos instancias en las que se centra la relación con el filósofo. En primer lugar, se destaca la posición de ambos para establecer el concepto de subjetividad. Al respecto, insistimos con nuestra observación señalando que Descartes y Lacan, son los pensadores que han constituido una propia intelección sobre la idea de sujeto, y su notación a modo de matemas.

El hallazgo cartesiano se constituye cuando establece: yo, soy una cosa que piensa. De aquí que, el enlace ente res cogitans y res extensa, permite graficar la relación S (sujeto)- O (objeto). Notación que es continuada por la filosofía, la sociología, y hasta el mismo Freud (la radical crítica a las caracterizaciones del sujeto cartesiano-kantiano-hegeliano, establecida con la formulación del aparato psíquico- en sus dos tópicas- no lo llevo a superar la notación mencionada)

Fue Lacan quién se encargó de postular un nuevo concepto de sujeto, superador del anterior. La resultante de tal cambio es el matema S (barrado). Matema que cuestiona la notación gestada por Descartes. Matema que se constituye con las cualidades del aparato psíquico freudiano. Desde este punto, Lacan manifiesta las diferencias de criterio con la filosofía. Por caso, en Los cuatros conceptos…, leemos que, Descartes era sujeto de una certeza… “pero nosotros sabemos, gracias a Freud, que el sujeto del inconciente se manifiesta, que piensa, ates de entrar a la certeza” (LACAN 1987,44)

En consecuencia, la instancia relevante de esta diferencia conceptual, se marca cuando Lacan da cuenta del “error” cartesiano. Pues “Su error es decir que algo sabe sobre esta certeza y no hacer del yo pienso un simple punto de desvanecimiento” (LACAN 1987, 233).

Este punto, tal vez el más significativo al momento de acentuar las disimetrías en cuestión, refleja una bifurcación irreductible entre el filósofo en cuestión y el psicoanálisis.

Diana Rabinovich, sostiene que, en el seminario “El acto analítico”, Lacan presenta el esquema del grupo de Klein, desde el cual aborda en profundidad la condición falaz que sostiene al cogito cartesiano. Según Lacan, el planteo: pienso, luego existo (por lo tanto, unión de pensamiento y ser) es lisa y llanamente un pasaje al acto. Aquí mismo, Lacan puntualiza que existe una elección alienante: yo no pienso, o yo no soy. Mientras que el yo no pienso, se relaciona con el ello, el yo no soy, se vincula con el inconciente. Por ende, si un conjunto es verdadero (pensar), el otro será falso (ser) (RABINOVICH 1999, 61,66)

En efecto, dice Lacan que al pensar en la música del ser, Descartes equivoca el camino. “Sería más trigo limpio, sin duda, si se diera cuenta de que su saber va mucho más allá de lo que cree, de acuerdo con la escuela, que hay gato encerrado, digamos, y por el solo hecho de que habla, pues por hablar la lengua tiene un inconsciente, y está despistado, como cualquiera que se respete” (LACAN 1988,75))

Ahora bien, el matema lacaniano del sujeto, contrastante radicalmente con el anterior, refleja una toma de posición, no solo en relación al algoritmo de S (sustituido por: S barrado), sino también al del objeto(O). Recordemos que Lacan sostiene que su único invento es el objeto a, lo demás, dice Lacan, fue extraído de su re-lectura de Freud. Este objeto a, en tanto trascendental invención, se distingue del objeto de la filosofía(es decir, del objeto de conocimiento).

Para Lacan,… “de lo que nosotros tenemos que hablar haciendo uso del término a es precisamente de un objeto externo a toda definición posible de la objetividad” (LACAN 2006,98). Objeto, sin estatuto de objetividad, objeto constituido con los elementos aportados por Freud: objeto mítico de satisfacción, objeto de raigambre pulsional (aunque la pulsión no tenga objeto). Objeto, que en Lacan encarna, centralmente, una función doble; ser causa de deseo, y ser plus de gozar. Lacan llega a afirmar que este objeto (a) resulta imprescindible para sostener el concepto adecuado de sujeto (la suposición de sujeto), ya que este mismo, es causado por este objeto (LACAN 1989, 56)

El segundo elemento a destacar, en el intento de articular Descartes con Lacan, surge cuando trabajamos con el dualismo conceptual instituido por el filósofo. Resulta oportuno recordar que en este tema, encontramos una acentuada analogía entre Descartes y Freud. Para abordar la postura de Lacan, en este tema, continuaremos con el seguimiento de las reflexiones emitidas por Eldelsztein. Comencemos por enaltecer un sesgo ideológico importante que presentan algunos de los aforismos lacanianos de los años cincuenta.

En estos aforismos, con solvencia, Lacan presenta su propia teoría del inconciente, inherente a una reflexión que ubica el psicoanálisis en un lugar dispar (claramente dispar) a como lo entendían los post-freudianos. Así, por ejemplo, formular que el inconsciente es el discurso del Otro, o que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, es romper radicalmente con una lectura (pos) freudiana que ubicaba al inconciente en las profundidades del alma humana.

Según Eldelsztein, Freud no establece las nuevas concepciones sobre temporalidad y especialidad, en relación al estatuto del inconciente “Fue necesario el paso dado por Lacan” (ELDELSZTEIN 2008). Precisemos las características de este paso; en esta índole sostenemos que la concepción lacaniana de significante y discurso, conllevan a postular, a la vez, una posición distante… “partes extra partes de la sustancia extensa” (ELDELSZTEIN 2008).

Para Eldelsztein, ni el sujeto (S barrado), ni la demanda (D), pueden ser biológicos o internos al cuerpo tridimensional, ya que sus recorridos se realizan en el campo del Otro. Asimismo, para establecer el fundamento de la constitución subjetiva a partir de la injerencia del campo del Otro, es necesario “… una geometría que opere con objetos (superficies) en los que se pueda plantear la inmixión de las mismas, por ejemplo, que lo central de una de ellas (el sujeto) consistiendo en una oquedad, es ocupado por la otra (el Otro) y viceversa como sucede en la interpenetración de dos toros. Sólo así se puede comprender la fórmula: uno recibe su propio mensaje desde el Otro, y operar con el objeto a concebido como equivalente a un hueco en una superficie” (ELDELSZTEIN 2008))
En esta línea, el citado autor afirma que la topología combinatoria, en tanto geometría, puede operar con objetos bidimensionales (superficies) que permiten autopenetrarse como en los casos del cross-cap, situación que es imposible de lograr en la geometría euclidiana utilizada por Freud. “La autopenetración es la contradicción pura del partes extra partes” (ELDELSZTEIN 2008)

El concepto de espacio de Lacan, diferente al cartesiano-freudiano, conlleva a establecer una superación del planteo que sitúa, a un sujeto vinculado a una realidad externa. En esta instancia, también encontraremos un planteo crucial y radical en Lacan. Al respecto, Lacan, afirma que la realidad es, en todos los casos, fantasmática. Este fantasma, recordemos, se establece con la conjunción de lo imaginario y de lo simbólico. Según Osvaldo Umérez, el fantasma tiene dos nombres (deseo y realidad) que conciernen a una sola y misma sustancia. “Obviamente, la sola misma sustancia es la realidad”. Por consiguiente el fantasma es lo que centra el mundo del sujeto, ya que constituye su propio principio de realidad. (UMÉREZ 1999, 41-42)

En efecto, este concepto de realidad subjetiva-fantasmática, rompe con las dimensiones dentro-fuera, creadas por descartes y sostenidas por Freud. En este plano, la postura de Lacan ilumina la concepción de superficie, en la que se establecen las relaciones fundamentales entre el sujeto, sus Otros y también los semejantes y prójimos (equivalentes a otros imaginarios).
Paradojas, decíamos. Paradojas que se vinculan con las posturas de Freud y Lacan, de aquí los vaivenes frente al pensamiento cartesiano, frente a la lógica cartesiana.

Así notamos que Freud, sin citar a Descartes, sin siquiera reconocerlo como referencia aproximada (lo hizo con Schopenhauer y Nietzsche, por mencionar algunos) establece una arquitectura ideológica en la que subyace el modelo cartesiano. Sesgo ideológico en correlación conceptual con el filósofo. Correlación conceptual, que se evidencia toda vez que se considere que, con su radical descubrimiento del aparato psíquico regido por las leyes (de condensación y desplazamiento) propias del inconsciente, aún con semejante hallazgo, no se decidió a graficar una dimensión de subjetividad (diferente a la de S-O) y una de espacio (diferente a la de adentro-afuera).

En tanto Lacan, cuya obra presenta múltiples referencias a Descartes, incluso desde la inicial década del cuarenta, sistematiza una ruptura de tono estructural con la lógica cartesiana. Ruptura que se sintetiza en dos planos teóricos; su subversivo criterio para definir la subjetividad, y la ubicación del inconsciente en la superficie, como eslabón inicial de las figuras topológicas. Topología que utiliza Lacan en su intento de distinguirse de los planteos filosóficos, de la dimensión freudiana y de la posfreudiana del psicoanálisis(al menos en este punto).

Para concluir, paradojas que reflejan un Freud cartesiano, y un Lacan lacaniano, que en los temas tratados, utiliza el pensamiento de estos como fuente de inspiración para su propia creación, insistimos, de clara raigambre subversiva.

Notas
1- Según Elisabeth Goguel, Descartes compuso su Tratado de las pasiones para satisfacer a la princesa Elisabeth, quién pretendía obtener aclaraciones sobre la naturaleza de las pasiones. Para Descartes, las pasiones pertenecen a la estrecha unión entre el alma y el cuerpo. Estas pasiones, lejos de ser condenadas por el filósofo francés, originan la mayor felicidad del hombre. Ergo, para Descartes, el problema no es refrendarlas, sino usar de ellas con sabiduría y moderación, procurando quedar uno (sujeto) como árbitro de las suyas, al conseguir oponerlas unas a otras. (GOGUEL, Elisabeth. Descartes y su tiempo. Editorial Yerba Buena. 1945)
2- Según Kant, existen dos formas puras de la intuición sensible como principios del conocimiento a priori; ellas son: espacio y tiempo. El espacio no es un concepto empírico derivado de experiencias externas, debido a que, para que el sujeto pueda repesentarse las cosas como exteriores a él, debe existir en principio, la representación del espacio. Por ende, considera Kant que el espacio es la condición (a priori) de posibilidad de los fenómenos, y no una determinación dependiente de ellos. Finalmente, Kant sostiene, respecto al espacio, no es ningún concepto general de las relaciones de las cosas, sino una intuición pura. (Sección primera de la Estética Trascendental. Crítica de la Razón Pura)
En relación al concepto de tiempo, este tampoco es un concepto empírico, derivado de la experiencia. Con énfasis propositito, Kant afirma que el tiempo está dado a priori, y que sólo a partir de este, será posible establecer la realidad de los fenómenos. Con una visión más radical que la cartesiana, dice el filósofo alemán “El tiempo no es ningún concepto discursivo o, como se dice, general sino una forma pura de la intuición sensible. Tiempos diferentes no son más que partes del mismo tiempo.”(Sección Segunda de la Estética Trascendental. Crítica de la Razón Pura. Pág., 94).
3- Al establecer los criterios fundamentales sobre la temporalidad del inconciente, Freud delimita una posición argumentativa, que refleja una ruptura con las posturas de los filósofos en cuestión. Así lo refiere, “La tesis de Kant según la cual tiempo y espacio son formas necesarias de nuestro pensar puede hoy someterse a revisión a la luz de ciertos conocimientos psicoanalíticos. Tenemos averiguado que los procesos anímicos inconscientes son en sí atemporales. Esto significa, en primer término, que no se ordenaron temporalmente, que el tiempo no altera nada en ellos, que no puede aportárseles la representación del tiempo. ” (Más allá del principio del placer, pág28)
4- En Neurosis y psicosis, Freud expresa que mientras en la neurosis el conflicto es entre el yo y el ello, en la psicosis, el mismo, se da entre el yo y la realidad externa. El efecto patógeno depende, para Freud, de las respuestas yoicas ante la tensión conflictiva: si permanece fiel hacia el mundo exterior en procura de sujetar al ello, o si se deja arrancar de la realidad. En La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis Freud afirma que perder la realidad es perder la objetividad. Por ende, tanto en neurosis, como en psicosis, se expresa la rebelión del ello contra el mundo exterior, quedando como resultante su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad. En este punto, queda claro la afinidad entre los criterios de realidad que puntúan, tanto Descartes como Freud.

Bibliografía – DESCARTES, R. Discurso del Método. Meditaciones Metafísicas. 1937. Espasa Calpe. Argentina. – EDELSZTEIN, A. “Función y campo de la topología en psicoanálisis”. Imago Agenda N 120. Junio de 2008. p. 17-18 – FREUD, S. Las Neuropsicosis de defensa. Volumen 3. p60.Obras completas. 1981. Amorrortu editores. Buenos Aires. – FREUD, S. La interpretación de los sueños. Volumen 4. p 125. 1979. op. cit. – FREUD, S. -A-Más allá del principio del placer. P 28. Volumen 18.op.cit. – FREUD, S. B Neurosis y psicosis. Volumen 19.op.cit. – FREUD, S. –C- La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis .op.cit. – FREUD, S. –D- Carta a M. LeRoy sobre un sueño de Descartes. Volumen 21. op.cit. – GOGUEL, E. Descartes y su tiempo. 1945. Editorial yerba buena. La plata. P. 72 – KANT, I. Respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración? 2004. La plata. Terramar. Caronte. P33-34 – KANT, I. Crítica de la razón pura. 1940. Editorial Sopena. – LACAN, J. A- El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. 1971. Escritos 1. . Siglo XXI. Buenos Aires. – LACAN, J. B- Acerca de la causalidad psíquica. op. cit. p 149 – LACAN, J. El seminario. Libro 10. 2006. Paidós. Buenos Aires. p. 44 – LACAN, J. El seminario. Libro 11. 1987. op. cit. – LACAN, J. El seminario. Libro 17. 1992. op.cit. – LACAN, J. La tercera. Intervenciones y textos 2. Manantial. 1988. Buenos Aires. p. 75 – LACAN, J. El seminario. Libro 20, en ELDELSZTEIN, A. op.cit. – Marx, C. Crítica de la economía política. 1946. Editorial “El Quijote”. Buenos Aires – RABINOVICH, D. El deseo del psicoanalista. Libertad y determinación en psicoanálisis. 1999. Manantial. Buenos Aires – UMEREZ, O. deseo-Demanda-Pulsión y Síntoma. JVE ediciones. 1999. Buenos Aires
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Intelectualidad y racismo en Guatemala y El Salvador a finales del siglo XIX

Intelectualidad y racismo en Guatemala y El Salvador a finales del siglo XIX
Chester Urbina Gaitán

Introducción

Hacia mediados del siglo XIX, en Europa, surge la moderna teoría racista
articulada sobre obras antropológicas de clasificación del género humano a
partir de los conceptos biológicos de “especie” y “raza”, desarrollados por los científicos desde el siglo XVIII.

También tuvieron gran influencia los estudios que afirmaron la existencia de una supuesta raza aria y la teoría proveniente de los descubrimientos realizados por la lingüística del siglo XIX. En este sentido, destacan las propuestas de Comte, Darwin, Spencer, Gobineau, Le Bon, Mendel, Lombroso y de la eugenesia.

El presente artículo pretende explicar por qué la regeneración física no incidió en el desarrollo de los pueblos indígenas en Guatemala y El Salvador a finales del siglo XIX.

Guatemala

En 1871 ascendió al poder en Guatemala un grupo de gobernantes de filiación liberal, que buscó crear el Estado-nación. Este proyecto político no tuvo una dimensión integradora, pues terminó por ser selectivo. Esta selección se hizo ladino e indígena por la lógica estatal de promover una “ciudadanización diferenciada” entre la población.1

Es palpable el interés estatal en transformar a los trabajadores urbanos y sus redes de poder ladina e indígena rurales en sustento de apoyo a su ideario.
Aunque teóricamente la principal herramienta de construcción de la hegemonía ha sido la política de educación pública.2

La política de educación estatal en Guatemala no tuvo como objetivo trastocar las costumbres de los sectores subalternos. Debido a que el régimen de trabajo forzado imposibilitó a los sectores indígenas el acceso a la educación; y, cuando la tenían, era en escuelas para indígenas, especializándose en una educación campesina. Por el contrario, el trabajo si desempeñó un claro papel como medio de coacción y control social y, por lo tanto, de constructor y reproductor de visiones y realidades hegemónicas.

Es durante el período liberal que se origina un proceso de asimilación cultural al proyecto nacional ladino promovido por el Estado. Al respecto, Taracena y colaboradores aportan que dicho proceso estaba minado por una realidad segregatoria desde el momento en que la producción de la riqueza agrícola del país se basaba en el trabajo forzado de los indígenas.

Además, los indígenas debían lidiar con otro elemento que socavaba su proceso de asimilación, el del discurso ideológico que, aparte de “bárbaros”, los designaban como producto de una “degeneración” histórico-cultural, que se manifestaba en la humillación, la embriaguez, la criminalidad, la idiotez y la suciedad. Esto justificaba su condición de trabajadores forzados y la imposición de su tutela ciudadana por parte del Estado, dando como resultado una ciudadanía diferenciada.3

Sobre el racismo en Guatemala durante el período liberal Marta Casaús señala que es ahí cuando el racismo empieza a operar como racialismo, valorando las diferencias biológicas y raciales en lugar de las diferencias culturales o sociales. El imaginario racista se modifica sustancialmente por la influencia del liberalismo, el positivismo y el darwinismo social, y empieza a operar como un fuerte mecanismo de diferenciación política y social al producirse la transición de una sociedad de casta a una sociedad de clases, de un Estado corporativo estamental a un Estado constitucional basado en la igualdad entre los ciudadanos y ante la ley, donde se hacía necesario crear nuevos mecanismos que permitieran mantener la diferencia como desigualdad, la desigualdad como discriminación y esta como explotación.4

En 1888 aparece publicado, en la ciudad de Guatemala, el libro del salvadoreño Francisco Esteban Galindo Elementos de Pedagogía, donde señala que, de los tres millones de habitantes que pueblan Centroamérica —no contando las tribus errantes— millón y medio son indígenas. El autor también apuntaba que el día en que se civilizaran esos hijos primogénitos de la tierra centroamericana, la nación habrá duplicado sus fuerzas vivas y sería arrebatada por un vértigo de progreso.5

Para Galindo el pueblo indio y el ladino son dos pueblos superpuestos el uno
sobre el otro; los medios civilizadores tienen que ser diferentes, tratándose de
una o de otra masa social, so pena de que los medios generales sean, en uno u
otro sentido, ineficaces.6

El poco impacto de la educación en los indígenas radicaba en que los padres
indígenas querían que sus hijos se les parecieran en todo, amando con entrañable amor sus costumbres, como tradición sagrada de sus mayores. Los
padres indígenas comprendían que en la escuela los niños se aproximaban sin sentir al modo de ser de la otra raza, y se conjuran contra la asistencia de sus hijos a los planteles de enseñanza.7

Así mismo, Galindo acota que la embriaguez —pasión dominante entre la
raza indígena— era una barrera con la que tenía que enfrentarse el maestro. El indio enseñaba a beber a sus hijos; y cuando esto no sucedía, el niño, al crecer, adoptaba el vicio de sus padres y la enseñanza quedaba esterilizada.8

En 1899 el Dr. Darío González, de origen salvadoreño, saca a la luz Nociones de Pedagogía en pequeñas lecciones. El libro estaba destinado a servir de texto en los establecimientos de enseñanza. Fue premiado con diploma y medalla de oro por el Gran Jurado de la Exposición Centroamericana de 1897.

Esta obra había sido publicada por primera vez ese año en el periódico de la
Escuela Normal de Señoritas de Guatemala. Las lecciones fueron redactadas
para las alumnas de aquella institución, en vista de la carencia de un texto propio para la enseñanza elemental de la Pedagogía.

González resaltaba que la necesidad de la educación física era evidente, ya que por su medio se conservaba y mejoraba la salud, haciéndose así el cuerpo fuerte, robusto, ágil y apto para toda clase de trabajos, sin exceptuar los intelectuales.9

Pese a estas ideas, el autor nunca expuso la necesidad de que el mundo indígena guatemalteco se beneficiara de la práctica del deporte y de la educación física.
Dr. Darío González
(1835-1911)

El Salvador

A fines del siglo XIX los intelectuales salvadoreños que trabajaban para el
Estado trataron de promover un proyecto de nación sustentado en el pensamiento europeo de la época, que los llevó a compartir la fe en el progreso, así como al rechazo a la tradición cultural indígena, considerada como muestra de atraso y, en consecuencia, un freno al desarrollo.10

Uno de los más destacados intelectuales de esta época fue Francisco Gavidia,
quien se encargó de realizar una reelaboración literaria del pasado precolombino.11 Pese a la formulación de esta mitología indígena, los liberales salvadoreños prefirieron elaborar otros mitos más acordes con sus ideales. En realidad, el discurso dominante fue aquel que propugnaba por la modernización y el progreso. Los mitos indígenas a lo sumo podrían ser aceptados como accesorios, pero no iban a ser incorporados como parte fundamental de la cultura.

En 1883 el Dr. David Joaquín Guzmán publicó su libro Apuntamientos sobre la topografía física de la República de El Salvador. En este texto el médico señala que la migración es el medio más eficaz, pronto y seguro del mejoramiento de las razas, la rehabilitación del sistema de gobierno, la fuente más vasta de prosperidad material y la más sólida, fácil y fecunda esperanza del acrecentamiento de la riqueza pública.12

También acota que los indios no se mezclan con los blancos y ladinos, resistiéndose a comunicar cualquier cosa sobre su forma de vida.13
Para Guzmán los indígenas salvadoreños eran menos civilizados que sus antecesores, y recelaban aquello que se les presentaba como una innovación.14 Termina Guzmán planteando la inquietud sobre cuál es el porvenir de la raza india en el país y su definitiva metamorfosis, a lo que responde diciendo que su única alternativa era ser parte de la vida social y de la escuela.15

En torno a esto, López señala que, en la medida en que los patrones culturales
tradicionales eran incompatibles con el proyecto modernizante de la elite se
hacía necesaria la imposición. A Guzmán no le interesó preguntarse cuáles
eran los intereses de los indígenas, más creía que al final estos serían beneficiados al ser absorbidos por el mestizaje, borrando de ese modo las antiguas diferencias.16

Según Georgina Hernández las posturas racialistas de intelectuales
como Guzmán, a pesar de no concretarse en un racismo práctico, sí
ejercieron un papel simbólico en el ejercicio del racismo al mantener
la idea de una jerarquía social racialmente diferenciada, en la cual el
blanco detentaba la escala mayor y gozaba de un papel director frente a
las minorías, a las que creía atrasadas, feas, y apáticas. Estos juicios de
valor tenían una carga negativa que permitió la generación de estereotipos,
que fueron instrumentalizados para poner de relieve la dominación y la inferiorización.

Guzmán fue uno de estos intelectuales influidos por el pensamiento racialista, y que se veían a sí mismos como parte del grupo blanco
que debía llevar las riendas del país: su poder lo ejerció desde cargos públicos
y a través de la política, desde donde impulsó proyectos de regeneración
del indígena a partir de la educación.17

Dr. David Joaquín Guzmán Martorell
(1843-1927)

Conclusión

La implantación de una ciudadanía diferenciada y el apego a posturas racistas
hacia lo indígena llevo a los Estados guatemalteco y salvadoreño a no permitirle el acceso a la modernidad y la regeneración física a través de la práctica del deporte y la educación física a finales del siglo XIX. Así mismo, la idea de regenerar a los indígenas a través de la educación no se concretó debido al poco apoyo y a la fragilidad económica de la hacienda pública. En la práctica los indígenas quedaron al margen del proyecto liberal de nación, dejándolos sin fundamento cultural.

Referentes bibliográficos

1 En este sentido es necesario la consulta a: Taracena Arriola.Arturo, et.al. Etnicidad, Estado y nación en Guatemala 1808-1944. Guatemala: Nawal Wuj, 2002. Asimismo véase: Piel, Jean. “¿Fuera el Estado del Estado? ¿Afuera la nación? El Quiché oriental frente al Estado-nación guatemalteco de 1821 a 1970”. En: Taracena A., Arturo y Piel, Jean. Identidades nacionales y Estado moderno en Centroamérica. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1995. p.188. En la misma línea Little-Siebold apunta que, el
Estado guatemalteco por su fragilidad económica no pudo tener un fuerte control social de la población. Little-Siebold, Todd. “Guatemala en el período liberal: patria chica, patria grande. Reflexiones sobre el Estado y la comunidad en transición”. En: ibid. pp.223-236.
También: Taracena Arriola, Arturo. Invención criolla, sueño ladino, pesadilla indígena. Los altos de Guatemala: de región a Estado, 1740-1871. Antigua: Editorial Porvenir S.A.-Cirma, 1997; y, Little-Siebold, Todd. “La centrifugación del Estado: sueños centralistas, realidades locales. Formación, deformación y reformación del Estado guatemalteco, 1871-1945”. En: Piel, Jean y Little-Siebold, Todd. Entre comunidad y nación. La historia de Guatemala revisitada desde lo local y lo regional. Antigua: Cirma, 1999. pp.143-165.

2 González Orellana, Carlos. Historia de la educación en Guatemala. Guatemala: Editorial Universitaria, 1987.
3 Taracena Arriola, Arturo, et.al. Etnicidad, Estado y nación en Guatemala 1808-1944. Guatemala: Nawal Wuj, 2002. p.37.
4 Casaús Arzú, Marta Elena. “Prácticas sociales y discurso racista de las elites de poder en Guatemala (Siglos XIX y XX)”. En: Van Dijk, Teun. Racismo y Discurso en América Latina. Barcelona: Gedisa, 2007. p.233.
5 Galindo, Francisco E. Elementos de Pedagogía. Guatemala: Tipografía La Unión, 1888. p.49.
6 Idem.
7 Ibid. p.50.
8 Idem.
9 González, Darío. Nociones de Pedagogía en pequeñas lecciones. Segunda edición. Guatemala: Tipografía Nacional, 1899. p.19.
10 Algunos de los más destacados intelectuales de la época fueron los siguientes: Darío González, Jorge Lardé, Santiago I. Barberena, Alberto Sánchez, David J. Guzmán, Pedro Fonseca, Rafael Reyes, Antonio Cevallos, Vicente Acosta y Francisco Gavidia.
11 Hernández Aguirre, Mario. Gavidia. Poesía, literatura y humanismo. San Salvador: Dirección de Publicaciones, Ministerio de Educación, 1968. p.389.
12 Guzmán, David Joaquín. Apuntamientos sobre la topografía física de la República de El Salvador. San Salvador: Tipografía El Cometa, 1883. p.446.
13 Ibid. p.500.
14 Ibid. p.501.
15 Ibid. p.517.
16 López Bernal, Carlos Gregorio. “La historia cultural en El Salvador: Un campo de estudio en ciernes”. En: Marín Hernández, Juan José; Vega Jiménez, Patricia y Cal Montoya, José Edgardo. La historia cultural en Centroamérica: Balance y perspectivas. Guatemala. Cefol-Usac, 2006. p.53.
17 Hernández Rivas, Georgina. “David J. Guzmán: la institucionalización del discurso racista en las elites simbólicas del poder”. En: Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica. Boletín No.41. http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=2222

El absurdo de enseñar Francés

El absurdo de enseñar Francés
¿Por qué insistir en exigir el aprendizaje del Francés en lugar de aplicar los recursos invertidos en ese idioma a la enseñanza de otros más demandados en el mercado como un mejor Inglés, Portugués, Alemán o Mandarín?
Lunes 13 de Junio de 2016
EDITORIAL

Se supone que el diseño de la currícula escolar y colegial se basa fundamentalmente en los objetivos del proyecto político social impulsado desde el gobierno, dentro de los cuales la preparación de los educandos para su incorporación a la economía nacional debiera ser el más importante, con el complemento de elementos culturales que deben abarcar a TODA la población de un país.

Si aceptamos lo anterior, debe sorprendernos la noticia que reseña Nacion.com, sobre la presentación por parte del Ministerio de Educación Pública (MEP) de Costa Rica, de los nuevos programas de Francés, con los cuales promete elevar la calidad de la enseñanza de ese idioma en los centros educativos del país.

En momentos en que se discute la rigidez de los altos índices de desempleo (10%) e informalidad laboral (47%) que padece Costa Rica, y se menciona como causa principal de esa rigidez la falta de preparación de esos desempleados para incorporarse a las actuales formas de producción de bienes y servicios, las autoridades gubernamentales debieran explicar la razones por las que impulsan la dedicación de recursos del Estado y de tiempo de los educandos, a la enseñanza y aprendizaje del Francés. Es esencial que expliquen por qué no se dedican esos recursos a aprender mejor el Inglés, y en todo caso, otros idiomas mucho más demandados en Costa Rica, como el Portugués, el Alemán, o el Mandarín.

En el Siglo XXI la influencia de Francia en el ámbito de la diplomacia es desmesurado en relación a la relevancia de ese país en la economía mundial. La utilización del Francés como lengua oficial en los organismos internacionales globales persiste, sin ninguna razón práctica demostrable que apunte al beneficio de los habitantes de los países que integran esas instituciones. La única explicación de la persistencia de esa situación es la costumbre, a lo que se agrega esa desproporcionada presencia de Francia en los ámbitos diplomáticos, y especialmente el fuertísimo lobby que ejercen las embajadas francesas en todo el mundo. Y esto no lo decimos en menoscabo de la importancia histórica de Francia en el desarrollo de la civilización occidental, sino que es la simple descripción de la realidad actual.

La corporación diplomática internacional imbricada en los miles de organismos internacionales, como corporación que es, tiene intereses que muchas veces difieren de los nacionales a los que debieran servir exclusivamente. El fortísimo lobby francés en pro de la enseñanza de su idioma se apoya muchas veces en la necesidad de los funcionarios gubernamentales locales de cultivar relaciones interpersonales que les ayuden a continuar sus carreras en organismos internacionales.

Esto que decimos nos alegraría que fuera refutado con la explicitación de las razones por las que los jóvenes costarricenses deben dedicar tiempo y esfuerzos a estudiar el francés, en detrimento de un mejor inglés, del portugués, el alemán, o el Mandarín, que son los idiomas que actualmente más demanda el mercado.

SI ya en los 60’s el declive de Francia como potencia política y económica hacía absurdo el estudio obligatorio del Francés, 50 años más tarde es un grave despropósito que demuestra lo alejados que están algunos gobiernos centroamericanos de la realidad, y de las necesidades de sus ciudadanos y de las economías que deben gestionar.

Las mutaciones de la teoría crítica: Un mapa del pensamiento radical hoy

Las mutaciones de la teoría crítica: Un mapa del pensamiento radical hoy

7 Jun 2016

| Por:

Razmig Keucheyan*

No es sencillo construir un mapa de las denominadas “teorías críticas”; no obstante, es posible analizar algunas tendencias, como su “norteamericanización”, la profesionalización de sus impulsores, el giro hacia la abstracción y el fin de la hegemonía marxista. Paralelamente, las referencias a la religión son un síntoma de las dificultades y falta de certezas, que lleva a preguntarse por la fe y las creencias. Con la actual crisis del capitalismo, parecen más necesarios compromisos intelectuales más conectados con organizaciones políticas y sociales, basados en diagnósticos más precisos de las fuerzas en disputa.

Hoy en día, trazar mapas políticos es una actividad crucial, aunque muy difícil. Como señaló Fredric Jameson, un aspecto de la crisis de la izquierda, o más en general de la crisis de la “historicidad”, radica en nuestra dificultad para “representar” o “totalizar” el presente, para comprender el periodo histórico en que nos encontramos, las escalas cambiantes de la política y las fuerzas sociales existentes. Como es bien sabido entre los estrategas militares, el mapeo es una condición de la estrategia, ya que no es posible un pensamiento estratégico sin buenos mapas. El estancamiento estratégico de la izquierda –por ejemplo en Francia, desde donde escribo– es en parte consecuencia de la dificultad para trazar mapas precisos del campo de batalla y para entender la interacción de las fuerzas que operan en él: las fuerzas de la izquierda y las de la derecha.

El mapeo de ideas críticas es parte de este intento más general de esbozar mapas políticos. Se podría sostener que las ideas siempre han sido más importantes para la izquierda que para la derecha. El objetivo de la izquierda es quebrar el consenso existente, concebir ideas nuevas que sean el cimiento de nuevos mundos posibles. Es por eso que desde las primeras revoluciones modernas la izquierda se ha mantenido en un estado de permanente innovación intelectual. Por supuesto, esto no quiere decir que la derecha carezca de ideas. Obviamente, ha producido ideologías muy poderosas a lo largo de la historia contemporánea, de las cuales la última es el neoliberalismo. Pero cuando la derecha se encuentra en una situación de estancamiento intelectual, la mayoría de las veces puede recurrir al consenso existente y esperar tiempos mejores. La izquierda no puede hacer lo mismo, porque el consenso existente es casi siempre esencialmente conservador.

Entonces la pregunta es: ¿en qué estado se encuentra hoy la izquierda desde el punto de vista intelectual? ¿Cuáles son sus principales ideas y en qué condiciones políticas y sociales se producen? Esa es la cuestión que trataré de abordar. Me ocuparé del contenido de las ideas críticas contemporáneas, así como de las condiciones sociales y políticas de su producción. De hecho, lo que necesitamos entender es la interacción entre ambas.

Tres puntos breves antes de comenzar. Primero, voy a usar las expresiones “teorías críticas” o “radicales” para referirme en general a las ideas de la izquierda. Por supuesto, se requiere una definición más precisa de estos términos, por lo que retornaremos a este problema durante la discusión. El punto principal es que la definición de lo que se considera como teorías críticas es histórica, no una categoría transhistórica o trascendental. Lo que en el presente constituye una teoría crítica no lo era necesariamente en el pasado. Por ejemplo, el liberalismo –o algunas formas de liberalismo– era una teoría crítica en el siglo XVIII, cuando gobernaban regímenes absolutistas. En la actualidad ha dejado de serlo.

En segundo lugar, a lo que me estoy refiriendo aquí es a teorías críticas en plural, y no a la Teoría Crítica en singular y con mayúsculas. La Teoría Crítica en singular hace referencia habitualmente a la Escuela de Fráncfort, a la famosa distinción de Max Horkheimer entre teoría “tradicional” y teoría “crítica”. Teorías críticas en plural es una categoría mucho más amplia, que incluye no solo a miembros actuales y pasados de la Escuela de Fráncfort, sino también muchas otras escuelas críticas de pensamiento.

En tercer lugar, hasta no hace mucho se hubiera hablado de marxismo y no de teorías críticas, porque el marxismo fue muy dominante como teoría crítica durante todo un siglo. Pero ya no lo es, por lo que debemos ampliar las categorías que utilizamos y hacer espacio para teorías críticas no marxistas. Estaremos trabados en esta noción insatisfactoria de “teoría crítica” hasta que nuevos acontecimientos políticos nos permitan clarificar nuestros conceptos.

Globalización

Entonces, ¿cuáles son las principales características de las teorías críticas en el presente? Una primera característica es que están cada vez más globalizadas. La globalización afecta el comercio, las finanzas, la comunicación, la literatura, como lo han demostrado los académicos de la Weltliteratur. También afecta a las teorías críticas. Entonces, la primera pregunta es: ¿de qué naturaleza es esta globalización de las ideas críticas?

Las ideas siempre se han desplazado por el mundo. La globalización del pensamiento en general, y del pensamiento crítico en particular, no es en verdad un fenómeno nuevo. Entre muchos otros, el historiador francés Serge Gruzinski estudió, en su gran libro “El pensamiento mestizo”(1), lo que llama “las dinámicas intelectuales de la colonización y la globalización”, que comenzaron en América Latina en el siglo XV. Estas dinámicas también afectan a las doctrinas críticas.

José Carlos Mariátegui, uno de los fundadores del marxismo latinoamericano, es un caso interesante. En 1928, Mariátegui publicó su clásico titulado “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”. En este libro, adapta una teoría crítica, concretamente el marxismo, nacida en Europa a mediados del siglo XIX, al contexto de América Latina y, en particular, a la realidad social andina. Esta adaptación lo lleva a introducir una innovación teórica en el marxismo, porque en el Perú de esa época la clase trabajadora era débil en términos numéricos y existía un amplio campesinado indígena. Mariátegui es uno de los primeros en unir el marxismo y el indigenismo, una teoría híbrida central para la política latinoamericana progresista contemporánea en lugares como, por ejemplo, la región mexicana de Chiapas, Ecuador o Bolivia. Este es entonces un claro ejemplo de teoría crítica itinerante, y hay otros. Podríamos pensar en Cyril Lionel Robert, Tran Duc Thao, Frantz Fanon, etc.

Sin embargo, a partir del último tercio del siglo XX, digamos desde el final de los años 70, ha habido una clara aceleración de la globalización de las teorías críticas. Desde el siglo XIX hasta ese momento, eran principalmente elaboradas en Europa occidental y oriental. En el presente, por el contrario, se encuentran diseminadas por todo el planeta. Así, entre los pensadores más leídos y debatidos del presente encontramos al peruano Aníbal Quijano, el esloveno Slavoj Žižek, el chino Wang Hui, la india Gayatri Spivak, el japonés Koijin Karatani, el argentino-mexicano Néstor García Canclini, el argentino residente en Gran Bretaña Ernesto Laclau (fallecido en 2014), el camerunés Achille Mbembe, entre otros. Esta diversidad geográfica es sin duda una novedad en la historia de las teorías críticas. Europa sigue siendo un importante centro para su producción. Se puede pensar en autores como Alain Badiou, Antonio Negri, Jacques Rancière, Giorgio Agamben o Axel Honneth. Pero en los últimos casi 30 años, comenzó un movimiento profundo que ha llevado a la deslocalización o descentralización de las teorías críticas hacia nuevos países.

Por supuesto que no estoy diciendo que estos países no hayan producido pensamiento crítico hasta el momento. Lo que sostengo es que, de acuerdo con el modelo de la República de las Letras de Pascale Casanova, en la actualidad se encuentra en proceso de formación una República de las Teorías Críticas, y que las teorías elaboradas en los países que estaban ausentes en la república de Casanova se vuelven cada vez más visibles.

Norteamericanización

Esta globalización de las teorías críticas está íntimamente conectada con su norteamericanización. La globalización y la norteamericanización, en otras palabras, son dos características interconectadas de las teorías críticas. En esta República de las Teorías Críticas de la que hablé, como en la globalización en general, hay poderes hegemónicos y hay uno en particular: Estados Unidos. Históricamente, el centro hegemónico de gravedad de las teorías críticas se ha movido hacia el oeste: primero, Europa central para el marxismo clásico, luego Europa occidental para el llamado marxismo “occidental”, y ahora, la América anglosajona. Si este movimiento hacia el oeste continúa, Asia podría convertirse en el futuro en un nuevo centro de gravedad para las teorías críticas.

Todos los pensadores que acabo de citar, incluyendo los europeos, enseñan de forma habitual en universidades estadounidenses. Algunos han hecho toda su carrera académica allí, otros llegaron más recientemente. Algunos enseñan en forma simultánea en universidades de otros países, por ejemplo en universidades de sus países de origen. Otros solo enseñan en EEUU. Sin embargo, en todos los casos, el mundo académico ha sido un gran atractivo para ellos. Esto, por supuesto, tiene consecuencias importantes en términos del contenido de las teorías críticas que elaboran, y también desde el punto de vista de su relación con la política. Retomaré este punto más adelante.

Dos razones principales explican la atracción de los pensadores críticos contemporáneos por las universidades estadounidenses. La primera es que el mundo académico estadounidense tiene una larga historia de integración de intelectuales exiliados o “académicos refugiados”, según la célebre fórmula de Lewis Coser. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos científicos –de las ciencias naturales o sociales– se establecieron allí. Ese fue el caso de los miembros de la Escuela de Fráncfort o de los positivistas lógicos, por ejemplo. Desde entonces, el mundo académico estadounidense se convirtió en un “nodo” intelectual global. De modo que la globalización de las teorías críticas tiene en realidad dos componentes: primero, una diversificación del origen nacional de los pensadores críticos; en segundo lugar, la norteamericanización de sus carreras.

La norteamericanización de las teorías críticas no significa que estos pensadores hayan perdido la especificidad intelectual o política relacionada con sus países de origen. En esta República de las Teorías Críticas, los orígenes nacionales todavía importan. Dos ejemplos: primero, el caso de Ernesto Laclau. El intelectual argentino se mudó a Gran Bretaña en la década de 1960 y desde entonces participó en debates angloestadounidenses sobre posmarxismo, hegemonía, el “significante vacío”, etc. Sin embargo, sus teorías siempre tuvieron la influencia de sus orígenes nacionales y, en particular, de un fenómeno típicamente argentino: el peronismo, ya sea en su forma clásica, el impulsado por el propio Juan Domingo Perón, o en su forma contemporánea: el kirchnerismo. No se puede entender la teoría de Laclau sobre la “razón populista” sin tener esto en cuenta(2). De hecho, siendo un joven filósofo en Buenos Aires, fue miembro de la “izquierda nacional”, un movimiento conducido por Jorge Abelardo Ramos(3). Y en los años previos a su muerte, se convirtió en un ferviente defensor de las políticas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Segundo ejemplo: Gayatri Spivak. También llegó a EEUU en la década de 1960. Es la traductora de De la gramatología [1967](4), de Jacques Derrida, y ha sido una importante protagonista en debates sobre la teoría poscolonial, principalmente enunciada en el lenguaje teórico del posestructuralismo. Sin embargo, también en su caso los orígenes nacionales importan. Por ejemplo, en su famoso texto “¿Puede hablar el subalterno?”(5), discute la dinámica racial y de género involucrada en la práctica del sati, el ritual religioso indio por el cual las viudas se inmolaban con sus esposos y que fue prohibido por los británicos en el siglo XIX. Así que también en este caso el origen importa.

En resumen, la norteamericanización implica una cierta homogeneidad intelectual, pero esa homogeneidad no es total. Las trayectorias personales de los pensadores críticos todavía importan. Y lo que también importa es el relativo poder de su país de origen en la República de las Teorías Críticas. Es evidente que provenir de un país pequeño sin tradición crítica, con instituciones de educación superior o empresas editoriales débiles y un idioma que no es internacional, no es lo mismo que provenir de EEUU o Europa.

Profesionalización

Una tercera característica de las teorías críticas es la profesionalización, es decir, el hecho de que en la actualidad los pensadores críticos son casi exclusivamente académicos. Los periodistas, los líderes sindicales o partidarios o los guerrilleros como el Subcomandante Marcos también producen teorías críticas. Pero en la mayoría de los casos, estas teorías son elaboradas por profesores, y para ser más precisos, por profesores de humanidades. En el pasado, se podían encontrar pensadores críticos con antecedentes en ciencias naturales como Piotr Kropotkin, Anton Pannekoek o Amadeo Bordiga. Pero esto ya no sucede hoy, por causas que tienen que ver con la evolución de las ciencias naturales. La académica y ensayista Donna Haraway se graduó como bióloga, pero su caso es claramente una excepción.

Esta profesionalización de las teorías críticas tiene varias consecuencias. Primero, en parte explica la norteamericanización de estas teorías –y esta es la segunda causa de la norteamericanización de la que he estado hablando–. El hecho de que los pensadores críticos sean en su mayoría académicos implica que están sujetos a las leyes que gobiernan el campo académico global. Este campo está dominado por las universidades estadounidenses, en términos de medios financieros y de influencia intelectual. Por eso la norteamericanización y la profesionalización están interconectadas, en el sentido de que la profesionalización refuerza la norteamericanización. El hecho de que el idioma inglés sea la lingua franca de nuestro tiempo también contribuye a este predominio de las universidades estadounidenses.

En segundo lugar, la profesionalización no se refiere solo a las teorías críticas. Es un proceso mucho más amplio, que en el presente afecta la producción del conocimiento en las ciencias naturales y sociales en general. Esta profesionalización es una consecuencia de la mayor división del trabajo. De acuerdo con la visión de Karl Marx, la profundización constante de esta división del trabajo es una condición de la acumulación del capital, en el proceso del trabajo en general y en el trabajo intelectual en particular. Las teorías críticas, como cualquier otro tipo de teoría, están atrapadas en este proceso.

Una tercera consecuencia de esta profesionalización es que representa una ruptura mayor con periodos anteriores de la historia de las teorías críticas, y en particular con el marxismo clásico. Marx, Vladimir Lenin, León Trotski, Rosa Luxemburgo o Antonio Gramsci no eran académicos, eran líderes políticos y periodistas. Cuando enseñaban o escribían, lo cual ocurría con frecuencia, lo hacían en escuelas partidarias y periódicos, y no en universidades y publicaciones académicas convencionales. En aquel momento, las universidades eran de hecho instituciones elitistas, que poco tenían que ver con las instituciones masivas en que se han convertido desde entonces. Por supuesto, el hecho de que los pensadores críticos de la actualidad sean en su mayoría académicos tiene consecuencias importantes respecto a la forma en que se moldean sus ideas, al lenguaje conceptual que utilizan y, también, a su relación con la política.

Política

Una cuarta característica de las teorías críticas es su creciente distancia con la política. Este rasgo se conecta con el anterior, dado que la lógica de la profesionalización ha desviado a estos pensadores del campo político. De hecho, este último y el campo intelectual se han separado cada vez más o se han vuelto cada vez más autónomos durante la segunda mitad del siglo XX.

En este punto, es útil retomar el concepto de Perry Anderson acerca de la transición del marxismo clásico al marxismo occidental. De acuerdo con Anderson, el fracaso de la revolución alemana de 1923 produjo una ruptura en la historia del marxismo que dio origen a la distinción entre marxismo clásico y marxismo occidental. Los marxistas clásicos (Karl Kautsky, Lenin, Trotski, Luxemburgo, etc.) tenían dos características distintivas. Primero, eran historiadores, economistas y sociólogos, es decir que sus escritos eran en su mayoría empíricos. Casi todos estos escritos se vinculaban, de hecho, con la coyuntura política inmediata.

Segundo, los marxistas clásicos eran líderes de organizaciones, eran estrategas políticos que enfrentaban problemas políticos reales. Estas dos características distintivas del marxismo clásico estaban interconectadas. Dado que eran líderes políticos, necesitaban conocimiento empírico del ambiente social en que operaban. Por otro lado, sus posiciones de liderazgo en el movimiento obrero les brindaban conocimiento de primera mano sobre el mundo social.

El marxismo occidental surge cuando estas dos características del marxismo clásico se diluyen. A mediados de la década de 1920, las organizaciones de la clase obrera son vencidas en la mayoría de los países europeos. Esta derrota histórica dio origen a una nueva relación entre los intelectuales marxistas y las organizaciones obreras. Aunque diferentes en muchos aspectos, los marxistas destacados del siguiente periodo histórico (de 1923 a 1968, digamos) –es decir, Theodor Adorno, Jean-Paul Sartre, Louis Althusser, Galvano Della Volpe, Herbert Marcuse, etc.– tienen características que son exactamente opuestas a las de los marxistas tradicionales. En primer lugar, ya no tienen vínculos orgánicos con las organizaciones obreras y, en particular, con los partidos comunistas, y por cierto, ya no ocupan posiciones de liderazgo. En los casos en que son miembros de partidos comunistas –como Althusser, Georg Lukács o Della Volpe–, mantienen relaciones conflictivas con los líderes de esos partidos.

Más aún, las ideas que elaboran los marxistas occidentales son abstractas. La abstracción es una característica central del marxismo occidental. Mientras que los marxistas tradicionales hacían una aproximación al mundo social de tipo empírico, los marxistas occidentales son en su mayor parte filósofos, con frecuencia especializados en epistemología y estética. Y como en el caso del marxismo clásico, las dos características de los marxistas occidentales están conectadas: el lenguaje abstracto con que escriben tiene su origen en el hecho de que cada vez están más alejados de las organizaciones de la clase obrera. Así, es típica del marxismo occidental una especie de “fuga hacia la abstracción”. Si se compara El capital financiero de Rudolf Hilferding (1910)(6) con Minima moralia. Reflexiones desde la vida dañada de Adorno(7), o El Estado y la revolución de Lenin(8) con La revolución teórica de Marx de Althusser(9), se puede tener una idea de esta distinción entre marxismo clásico y occidental.

Por supuesto, no estoy diciendo que la abstracción sea necesariamente mala o sinónimo de derrota política. Existe lo que se podría llamar una “política (revolucionaria) de la abstracción”. Pero la abstracción es a veces un síntoma de la derrota. En resumen, una creciente separación entre la teoría y la práctica es algo característico del marxismo occidental.

La transición del marxismo clásico al occidental puede explicarse por diferentes causas. Con el ascenso del estalinismo en la segunda mitad de la década de 1920, surge un marxismo dogmático ortodoxo, que se convierte en la doctrina oficial de la Unión Soviética y de sus partidos satélites en Occidente. Esto pone a los intelectuales marxistas en una posición difícil: o se resignan a abrazar esta nueva ortodoxia, o bien deben distanciarse de las organizaciones de la clase obrera. Permanecer intelectualmente creativos la mayor parte del tiempo lleva a los marxistas a distanciarse de esas organizaciones. Entonces, ¿cómo podemos situar las teorías críticas contemporáneas en relación con la distinción entre el marxismo clásico y el occidental? Es claro que esta separación entre teoría y práctica, que se inició con el marxismo occidental, se ha ampliado hoy en las teorías críticas. En la actualidad, es altamente improbable que los pensadores críticos integren organizaciones de la clase obrera, y más improbable aún que ocupen posiciones de liderazgo. Žižek, por ejemplo, fue disidente en Eslovenia en las décadas de 1970 y 1980. Incluso fue candidato en la elección presidencial de 1990. Pero hoy no tiene lazos orgánicos con organizaciones, y se puede decir lo mismo de la mayoría de los pensadores críticos. Hay unas pocas excepciones: el filósofo francés Daniel Bensaïd, que fue líder de la Liga Comunista Revolucionaria y luego del Nuevo Partido Anticapitalista en Francia, es uno de ellos. Pero esta organización (pos)trotskista es muy pequeña si la comparamos, por ejemplo, con la socialdemocracia alemana de los comienzos del siglo XX o con el Partido Comunista italiano de la década de 1960, ambas organizaciones integradas por millones de miembros.

Hay una excepción interesante a esta regla: Álvaro García Linera, el vicepresidente de Bolivia. García Linera es autor de textos influyentes sobre la cuestión indígena o los movimientos sociales en Bolivia y de escritos más teóricos sobre Lenin, Nicos Poulantzas o Pierre Bourdieu. Y, al mismo tiempo, está muy comprometido con la política de masas, a punto tal de haberse convertido en vicepresidente de su país. Entonces se podría decir que García Linera es una especie de marxista clásico (aunque ideológicamente ecléctico), en un periodo histórico en el que ya quedan muy pocos.

¿Y qué pasa con la abstracción típica del marxismo occidental? Las teorías críticas contemporáneas ¿son abstractas en el mismo sentido? Por cierto que sí. Se podría sostener que hay un retorno a los temas “metafísicos” –incluso a los temas religiosos, como veremos luego– en las teorías críticas actuales, como en la obra de Alain Badiou, por ejemplo. La crítica del “sujeto” que se puede encontrar en la teoría feminista o poscolonial, o en la Escuela de Liubliana (Žižek, Mladen Dolar, Alenka Zupancic), es otro ejemplo de las cuestiones “metafísicas” que se debaten hoy en muchos ámbitos. Por otro lado, un objeto tan central para el marxismo clásico como el Estado capitalista no ha recibido ningún tratamiento original desde el debate clásico entre Poulantzas y Ralph Miliband de los años 70, con excepción del gran libro La construcción del capitalismo global. La economía política del imperio estadounidense, escrito por Leo Panitch y Sam Gindin(10), que es un importante aporte a la comprensión del funcionamiento de EEUU como un Estado global.

Al mismo tiempo, ha habido en algunos casos un retorno al análisis empírico que se inició en las décadas de 1960 y 1970. El análisis de clase de Erik Olin Wright, el estudio de las oleadas de desarrollo capitalista realizado por Giovanni Arrighi o el de la crisis capitalista por Robert Brenner son ejemplos de esta tendencia. Es decir que la “fuga hacia la abstracción” continúa dentro de las teorías críticas contemporáneas, aunque con algunas contratendencias. Se podría sostener –o más bien esperar– que la gran crisis del capitalismo que comenzó en 2008 cambiará el paisaje intelectual y reforzará estas contratendencias.

Religión

Una característica interesante de las teorías críticas es que contienen muchas referencias a la religión, principalmente al cristianismo y al judaísmo, y en mucha menor medida al islam. He aquí algunos ejemplos. Badiou dedicó un libro importante a San Pablo, titulado “San Pablo. La fundación del universalismo”(11). Allí, sostiene que San Pablo es un típico ejemplo de un “sujeto” que se constituye en “fidelidad” a un “acontecimiento”, un acontecimiento religioso, en este caso, pero un acontecimiento que puede ser político, científico o artístico. Esta relación entre sujeto y acontecimiento se desarrolla con mayor profundidad en sus libros “El ser y el acontecimiento”(12) y “Lógicas de los mundos”(13), donde también hay referencias a doctrinas religiosas, como por ejemplo a Blaise Pascal.

Giorgio Agamben también escribió un libro sobre San Pablo titulado “El tiempo que resta: comentario a la carta de los romanos”(14), que es un comentario a la “Epístola a los Romanos”. En la obra de Agamben son frecuentes las referencias a la ley sagrada romana (por ejemplo, en “Homo sacer”), a la escatología cristiana o a la tradición hebrea. En su libro “Imperio”, Michael Hardt y Antonio Negri(15) se refieren a San Francisco de Asís, el llamado “Poverello”. Negri también ha escrito un libro sobre Job, titulado “Job: la fuerza del esclavo”(16). Muchos de los libros de Žižek hacen referencia a cuestiones religiosas, como por ejemplo “El frágil absoluto”, cuyo subtítulo es “¿Por qué merece la pena luchar por el legado cristiano?”(17)

Además de Badiou, hay otra veta pascaliana en las teorías críticas contemporáneas, la que ejemplifica Bensaïd. Este antiguo militante trotskista es el autor del libro “Le pari mélancolique” [La apuesta melancólica](18), en el que se establece una analogía entre el compromiso revolucionario y la famosa apuesta de Pascal. Bensaïd es también autor de un libro sobre Juana de Arco(19) y de otro sobre los marranos –los judíos que fueron obligados a convertirse en España y Portugal a partir del siglo XV, pero que continuaron practicando su religión en secreto–(20). En estos tiempos oscuros, de acuerdo con Bensaïd, los revolucionarios son un poco como los marranos: tienen que seguir creyendo en secreto.

¿Cómo podemos explicar esta presencia de referencias religiosas en las teorías críticas? Me detendré en dos puntos breves antes de responder esta pregunta: en primer lugar, esta relación entre las teorías críticas y las doctrinas religiosas es de una importancia estratégica crucial. La manera en que las teorías críticas conciben la religión tendrá un impacto en la forma en que los movimientos progresistas y revolucionarios interactúen con los movimientos religiosos en el futuro, tanto en el mundo occidental como en otros lugares (y me estoy refiriendo a la mayor revolución de nuestros tiempos, la “primavera árabe”). Por lo tanto, no se trata de una cuestión menor.

En segundo lugar, las teorías críticas pasadas ya han hecho referencia a doctrinas religiosas. Roland Boer escribió un gran libro sobre este tema llamado “Criticism of Heaven. On Marxism and Theology” [Crítica del cielo. Sobre marxismo y teología](21). Se puede pensar en el estudio de Ernst Bloch sobre Thomas Münzer, publicado en 1921, “Münzer, teólogo de la revolución”(22), o en el de Lucien Goldmann “El hombre y lo absoluto. El dios oculto”(23), un estudio de la “visión trágica” en Jean Racine y Pascal. De hecho, Goldmann comparó la creencia en el socialismo con una forma de fe religiosa. Mariátegui escribió sobre Juana de Arco(24). Asimismo, es bien conocido el proyecto de Walter Benjamin que conectaba el materialismo histórico y algunos aspectos del mesianismo judío.

Sin embargo, estas referencias al pensamiento religioso eran relativamente marginales en las teorías críticas pasadas. En el “canon” marxista, es decir, en los principales pensadores marxistas hasta la década de 1970, la religión era sin duda un objeto de análisis. Pero una cosa es estudiar la función de la religión en una sociedad capitalista, como lo hicieron Marx o Lenin, y otra totalmente diferente inspirarse en doctrinas religiosas como lo hicieron Goldmann y Benjamin, o como lo hacen en la actualidad Badiou, Negri, Žižek y hasta hace poco Bensaïd. Entonces, ¿cómo podemos explicar esta presencia de la religión en las teorías críticas contemporáneas? La respuesta tiene tres componentes. En primer lugar, es el resultado lógico de la “fuga hacia la abstracción” típica del marxismo occidental. En otras palabras, después de la epistemología y la estética, viene la teología. En segundo lugar, estas referencias religiosas no se refieren a la religión en general, sino a un problema teológico en particular: el problema de la creencia o la fe. De eso se trata en el caso de Pascal, San Pablo, los marranos y Job. La pregunta que plantean estas figuras es la siguiente: ¿cómo es posible seguir creyendo, cómo mantener la fe en Dios, cuando las circunstancias son hostiles a la creencia? ¿Por qué se debería creer en Dios cuando el mundo parece tan injusto o irracional?

Los pensadores críticos contemporáneos han sentido la necesidad de responder una pregunta similar, porque en el siglo XX todos los intentos de construir una sociedad socialista fracasaron o terminaron en desastre. A fines del siglo pasado, el registro histórico no resultaba, obviamente, muy bueno para la creencia en el socialismo. Esa es la razón por la cual esta creencia, como la creencia en Dios, necesita justificación, contra toda evidencia. Y entonces es cuando entran en escena Pascal o San Pablo. La justificación de la creencia contra toda evidencia es lo que mejor hace la teología, y por esa razón los pensadores críticos están hoy tan interesados en tales argumentos. Así, puede observarse en las teorías críticas de la actualidad una suerte de fideísmo, un fideísmo político (una teoría de la fe no racional).

Un segundo aspecto de esta cuestión es más sociológico. El así llamado “retorno de la religión” de fines del siglo XX no es solo observable en las teorías críticas. Es un fenómeno mucho más general. Si hoy persiste el “desencanto del mundo” o se está produciendo un retorno de la religión, es de hecho una cuestión que se puede debatir. Pero lo que parece cierto es que la religión ha hecho un estruendoso reingreso en el campo político, con corrientes como el islamismo o el fundamentalismo evangélico. Esta nueva alianza entre religión y política es una característica importante de la política contemporánea.

Por ese motivo, algunos pensadores políticos –como por ejemplo Terry Eagleton o Michael Löwy– han aceptado el desafío y tratan de mostrar que hay un aspecto progresista o hasta revolucionario en las religiones. Básicamente, esto es lo que Eagleton ha dicho en sus controversias con Christopher Hitchens y Richard Dawkins(25), o en la introducción a una nueva edición de “Jesucristo. Los evangelios”(26). Esto es también lo que Löwy trata de mostrar en sus varios escritos sobre la Teología de la Liberación en América Latina.

El fin de la hegemonía marxista

La última característica de las teorías críticas contemporáneas que mencionaré es quizás la más importante. Es un hecho que el marxismo ya no es hegemónico entre las teorías críticas. Como teoría, hoy el marxismo goza de buena salud. Se podría incluso sostener que nunca en su historia ha sido tan rico e interesante desde un punto de vista analítico, en particular en el mundo anglosajón, aunque no solo allí. Autores como Robert Brenner, Giovanni Arrighi, Immanuel Wallerstein, David Harvey, Mike Davis, Leo Panitch, entre otros, han desarrollado perspectivas marxistas innovadoras en sus campos respectivos. En los últimos tiempos, el marxismo también pudo adoptar nuevos objetos, como la ecología. Así, el marxismo ecológico, con autores como John Bellamy Foster, Daniel Tanuro, Paul Burkett, Ted Benton o James O’Connor, es una de las áreas más creativas del marxismo. Esta capacidad de adaptarse a los desafíos intelectuales de una nueva época es quizás el principal criterio por el que se puede juzgar la vitalidad de una tradición intelectual, y creo que es evidente que el marxismo ha pasado el examen.

Sin embargo, aun si el marxismo está en su punto más interesante desde el punto de vista analítico, perdió su hegemonía sobre las teorías críticas, la clase obrera y los movimientos sociales más en general. Desde fines del siglo XIX la década de 1980, el marxismo fue el idioma principal en que se formuló la experiencia de la injusticia, no solo en Occidente, sino en muchas otras áreas del mundo. El marxismo no era solo una teoría elaborada por y para intelectuales, era una ideología transmitida por organizaciones y regímenes que incluían a millones de personas. Casi todas estas organizaciones han desaparecido. Hoy, por primera vez en su historia, los marxistas se han convertido en una minoría dentro de un conjunto amplio de teorías críticas en el que dominan las teorías críticas no marxistas. El idioma teórico dominante en este conjunto amplio es el posestructuralismo, que se puede encontrar, por ejemplo, en los estudios poscoloniales y culturales.

Entonces, una hipótesis que se puede formular es que la actual crisis económica, que es una crisis orgánica del sistema en su totalidad, va a cambiar las relaciones intelectuales de fuerza dentro del campo de las teorías críticas. El marxismo es una teoría de la crisis par excellence, mientras que las teorías críticas no marxistas, como el posestructuralismo, la filosofía de Jacques Rancière o la teoría del reconocimiento de Axel Honneth, tuvieron poco que decir sobre la crisis. Por lo tanto, luego de un paréntesis posmarxista, es posible –y deseable, en mi opinión– que regrese el marxismo en formas más clásicas.

Conclusión

Para concluir, me gustaría comparar dos formas de compromiso intelectual que están separadas por más de 40 años. Durante la ocupación del Zucotti Park en Nueva York en el otoño de 2011, intelectuales críticos aclamados –entre los que se encontraban Žižek, Judith Butler y Cornel West– se acercaron para dar su apoyo a los ocupantes y hablar frente a ellos. Sus discursos eran transmitidos a través de los llamados “micrófonos humanos”. Una extraña ley neoyorquina prohíbe el uso de micrófonos eléctricos en espacios públicos, por lo que la única forma de que las voces de los oradores se trasmitieran era que los que estaban en las primeras filas le repitieran a la multitud en voz alta cada una de sus afirmaciones. Estos discursos fueron rápidamente publicados en YouTube.

Por supuesto que esta no fue la primera vez que intelectuales políticamente comprometidos hablaron en apoyo de un movimiento de protesta. La escena del Zucotti Park evoca un célebre discurso que dio el filósofo francés Jean-Paul Sartre en la planta automotriz de Renault en Boulogne-Billancourt, cerca de París, en 1970. Una famosa fotografía muestra a Sartre parado sobre un barril, dirigiéndose a los huelguistas y diciéndoles que la alianza entre los intelectuales y la clase obrera que existió alguna vez debía ser reconstruida. Eran tiempos de agitación revolucionaria, tanto en Francia como en otros lugares, y los intelectuales eran forzados a tomar partido. Se puede encontrar la fotografía en internet.

A pesar de las similitudes visuales, estas dos escenas, separadas por más de 40 años, son de hecho muy diferentes. En primer lugar, Sartre hablaba frente a trabajadores de la industria automotriz, mientras que Žižek, Butler y West se dirigieron a una audiencia mucho más indefinida. La sociología exacta del movimiento Occupy y de las recientes movilizaciones globales aún está en debate. Pero parece indiscutible que sus miembros se han reclutado más entre las clases medias que en el movimiento obrero al estilo del de los siglos XIX y XX, grupos con un “capital cultural” más alto, aunque también se involucren importantes sectores de las clases trabajadoras.

En segundo lugar, Žižek, Butler y West no hablaron frente a una fábrica ocupada, como lo hizo Sartre, sino en un espacio público. La ocupación de espacios públicos es el sello de estos nuevos movimientos, no solo del movimiento Occupy sino también de la “primavera árabe”, por ejemplo. La diferencia con los movimientos pasados es importante. La ocupación de los espacios públicos es, de hecho, una cuestión de “reclamar la calle” o de demandar el “derecho a la ciudad”, como diría Harvey. Pero también es un síntoma de que estos movimientos no saben qué más ocupar. Se ocupan fábricas cuando se desea hablar y organizar a la clase obrera, cuando se piensa que la clase trabajadora es una clase revolucionaria. Pero ¿a quién desean organizar los movimientos actuales cuando ocupan lugares públicos? Al “99%”, pero sin dudas esta es una categoría muy vaga…

Hay una tercera diferencia crucial entre las dos escenas. Sartre nunca fue en realidad un miembro de una organización de la clase obrera. Pero su universo político e intelectual estaba construido alrededor de la existencia de estas organizaciones, y ellas estructuraron el campo político en que Sartre habló cuando se dirigió a los trabajadores. Sartre fue compañero de ruta, primero del Partido Comunista francés (PCF), y luego de las organizaciones maoístas. Y ¿qué se puede decir sobre Žižek, Butler y West? Como ya mencioné, los intelectuales críticos de la actualidad, sin importar cuán políticamente comprometidos y radicales puedan ser, “flotan libremente” y no están orgánicamente conectados a ningún tipo de organización.

Creo que cuando tratamos de entender qué son las teorías críticas contemporáneas, necesitamos entender las diferencias entre estas dos escenas: Sartre en 1970, por un lado, y Žižek, Butler y West en 2011, por el otro. Es evidente que no se puede volver al tiempo de Sartre, no es posible ni deseable. Pero es indudable que con la actual crisis del capitalismo se necesitan compromisos intelectuales que estén más conectados con organizaciones políticas y sociales existentes y que, a la vez, estén basados en mapas más precisos de las fuerzas sociales efectivas

(1) Paidós, Barcelona, 2000.

(2) E. Laclau: La razón populista, FCE, Buenos Aires, 2005.

(3) Abelardo Ramos (1921-1994) animó la llamada «izquierda nacional» –con un fuerte contenido antiimperialista y latinoamericanista– y una interpretación revisionista de la historia argentina. Estas visiones lo acercarían al peronismo. Es autor, entre otros libros, de Revolución y contrarrevolución en la Argentina (cinco tomos) e Historia de la nación latinoamericana (dos tomos) [N. del E.].

(4) Hay edición en español: Siglo XXI, México, DF, 2000.

(5) Cuenco de Plata, Buenos Aires, apostilla de Marcelo Topuzian.

(6) Tecnos, Madrid, 1985.

(7) Taurus, Madrid, 1998.

(8) Alianza, Madrid, 2006.

(9) Siglo XXI, México, DF, 1967.

(10) Akal, Madrid, 2015.

(11) Anthropos, Barcelona, 1999.

(12) Manantial, Buenos Aires, 1999.

(13) Manantial, Buenos Aires, 2008.

(14) Trotta, Madrid, 2006.

(15) Paidós, Madrid, 2002.

(16) Paidós, Buenos Aires, 2004.

(17) Pre-Textos, Valencia, 2002.

(18) Fayard, París, 1997.

(19) Jeanne de guerre lasse, Gallimard, París, 1991.

(20) D. Bensaïd: Une lente impatience, Stock, París, 2004.

(21) Brill, Leiden-Boston, 2007.

(22) Antonio Machado, Madrid, 2002.

(23) Península, Barcelona, 1995.

(24) «La santificación de Juana de Arco y la mujer francesa» en El Tiempo, 23/8/1920, disponible en www.marxists.org.
(25) T. Eagleton: Razón, fe y revolución, Paidós, Barcelona, 2012.

(26) Akal, Madrid, 2012

Tomado por acuerdo con la Revista Nueva Sociedad (http://nuso.org/) del número 261, Enero-Febrero 2016, y publicado con autorización de su autor.

  • Profesor titular de Sociología en la Universidad de París-Sorbonne (París IV). Es autor de Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos (Siglo XXI, Madrid, 2013) y de La nature est un champ de bataille. Essai d’écologie politique (La Découverte, París, 2014).

Entrevista con Raewyn Connell:Masculinidades, colonialidad y neoliberalismo

Entrevista con Raewyn Connell:Masculinidades, colonialidad y neoliberalismo

Mélanie Gourarier, Gianfranco Rebucini, Florian Voros

Viernes 20 de septiembre de 2013
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Raewyn Connell, profesora de sociología en la Universidad de Sydney, estuvo en París el pasado junio en el marco de las jornadas de estudios “Les masculinités au prisme de l´hégémonie” en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Ocasión para hablarde su trayectoria de investigadora así como sobre la historia y la actualidad de los planteamientos críticos de las masculinidades.

Tras haber consagrado sus investigaciones a las dinámicas de clase (Ruling Class, Ruling Culture 1977) y a las relaciones entre relaciones de clase y de género en el medio escolar (Making the Difference, 1982), Raewyn Connell desarrolla una teoría del género como estructura social (Gender and Power, 1987). Publica en 1995 la obra Masculinities, rápidamente traducida a varias lenguas europeas, así como al japonés, chino y hebreo entre otras. Esta obra constituye una referencia mayor para las ciencias sociales y para el desarrollo de los estudios sobre las masculinidades [masculinity studies].

Los masculinity studies se han constituido en particular alrededor del concepto de “masculinidad hegemónica”, que aparece en Australia en trabajos de sociología de la educación al comienzo de los años 1980, antes de conocer su primera formalización teórica en un artículo de 1985 (Carrigan, Connell, Lee “Towards a new sociology of masculinity”). Raewyn Connell plantea luego una conceptualización renovada de este concepto (Masculinities, 1995/2005; “Hegemonic Masculinity : Rethinking the concept”, 2005) que despliega sobre nuevos terrenos: la salud, la sexualidad, la colonialidad (Southern Theory, 2007) y la globalización (Gender: in world perspective, 2009). Este concepto intenta analizar los procesos de jerarquización, de normalización y de marginación de las masculinidades, mediante las cuales ciertas categorías de hombres imponen, a través de un trabajo sobre ellos mismos y los demás, su dominación a las mujeres, pero también a otras categorías de hombres.

Para empezar, nos gustaría que nos hablaras sobre el contexto de emergencia del concepto de masculinidad hegemónica. ¿Como explicas que el proyecto de los masculinity studies haya sido formulado por primera vez en la Australia de los años 1980?

¡Lo primero que tenéis que saber es que en Australia no solo hay cocodrilos y canguros! Más en serio, es importante recordar que Australia es un país mayoritariamente urbano, dependiente económicamente de la exportación de minerales y productos agrícolas. En la primera mitad de los años 1980, el país conocía una profunda transformación cultural y se disponía a atravesar una importante transición económica. Un rodeo histórico se impone para comprender ese singular contexto.

La Australia moderna es el resultado de la invasión europea de un territorio ocupado desde hace al menos cuarenta mil años por pueblos indígenas que habían construido en él una cultura y una relación con la tierra complejas. Los colonos aplastaron a las sociedades aborígenes en la casi totalidad del continente (solo un tercio de la población aborigen ha sobrevivido), para establecer en él un puesto de vanguardia masculinizado del capitalismo europeo, especializado en el comercio de materias primas (lana, minerales, trigo, carne) con la metrópoli.

Las olas migratorias europeas, asociadas a políticas estatales de desarrollo, han generado ciudades e infraestructuras orientadas hacia la industria de la exportación. La población colonial blanca ha desarrollado una ideología racista (cuya prolongación contemporánea es la política de “Australia blanca”), una identidad nacional masculinizada y una cultura dependiente, bastante leal hacia el Imperio británico. El siglo XX ha visto la emergencia de una economía industrial y de un estado providencia asociados a un sindicalismo poderoso, aunque una vez más dominado por los hombres, así como la aparición de una burguesía industrial. Estas transformaciones han tenido por efecto acelerar el desarrollo y la modernización del sistema educativo.

Los años 1960 y 1970 vieron la emergencia de protestas contra este orden social. Primero con el renacimiento político y cultural aborigen, que desembocó en el movimiento por el derecho a la tierra [Lands Rights movement]. Un movimiento estudiantil iconoclasta fue luego el laboratorio de una contracultura, de la que surgió en particular un movimiento ecologista. Un movimiento por la paz se oponía entonces a la implicación de Australia en las guerras imperialistas. Lo que nos interesa más directamente en esta historia, es la emergencia de una impugnación feminista del patriarcado australiano que se formuló en ese momento, rápidamente seguida por los combates gay y lesbiano contra la represión y la discriminación sexual.

El movimiento de liberación de las mujeres fue particularmente influyente durante los años 1970. Algunas feministas se acercaron a los grupos modernizadores en el interior del Partido Laborista, desplegando así su influencia en el corazón del estado. Otros crearon programas de women´s studies en la universidad, trasformando las formas de estudiar la historia, la literatura y la sociología. Más en general, el impacto cultural del feminismo permitió la emergencia de cuestionamientos sobre el sexismo y la subordinación de las mujeres en los terrenos de la educación, los medios, la sexualidad, la vida familiar, el trabajo y el sindicalismo.

Varios factores han convergido así en el alba de los años 1980 y permitido una puesta en cuestión de los hombres y de la masculinidad. El militarismo y el heroísmo guerrero habían sido vivamente criticados por el movimiento por la paz. La masculinidad heterosexual era cuestionada por el movimiento de liberación gay; y, a medida que se desarrollaba la epidemia de VIH/sida, era también la masculinidad gay la que se veía cuestionada. Las ciencias sociales feministas ponían en cuestión al “naturalidad” de las formas dominantes de masculinidad. Habiendo sido obtenidos un cierto número de avances feministas a través de las alianzas con hombres en el seno del Partido Laborista y de las burocracias del estado, la cuestión de la participación de los hombres en cambios positivos en las relaciones de género ganaba también en visibilidad.

Por otra parte, los dos mayores novelistas australianos de la era moderna son una mujer, Christina Sead, y un hombre homosexual, Patrick White; no se puede por tanto hablar de un establishment cultural patriarcal poderoso en Australia. La New Left y la contra cultura han dado a los y las jóvenes intelectuales de mi generación el sentimiento de que toda institución podía y debía ser puesta en cuestión. La expansión del sistema universitario (en el marco de la política modernizadora del estado australiano de los años 1940 a 1970) dio a muchos y muchas de nosotras una base institucional y recursos para la investigación.

Esos años constituyen por tanto un momento histórico en el que los muros que protegían la masculinidad convencional se agrietaban repentinamente, mientras nuevas coaliciones emergían y desarrollaban nuevas perspectivas.

¿Porqué has utilizado el concepto de hegemonía, en lugar de otra conceptualización de la dominación, para estudiar las masculinidades?

El concepto de hegemonía circulaba ya en el seno de la izquierda australiana en los años 1970 para pensar las relaciones de clase. Utilizábamos este concepto para analizar el poder de los hombres de negocios y de los hombres políticos conservadores en un país que tenía un movimiento sindical muy poderoso y un Partido Laborista capaz de ganar elecciones. Este concepto es por otra parte un elemento central del marco teórico de Ruling Class, Ruling Culture /1.

El término venía de Antonio Gramsci. Una parte de su trabajo estaba entonces disponible, en traducción inglesa o bajo al forma de comentarios. Su nombre era conocido. Había una emigración italiana hacia Australia, y la izquierda australiana seguía de cerca la actualidad del Partido Comunista italiano (que tenía culto por Gramsci), de la “vía italiana” y del eurocomunismo. Había estudiado también ese concepto en un contexto muy diferente, en el marco de enseñanzas de licenciatura en la Universidad de Melbourne. Estudiaba entonces la política griega de los siglos cuarto y quinto antes de JC, de donde viene la idea del eghemon en una alianza de fuerzas políticas /2.

El empleo del término de hegemonía se ha aceptado luego como evidente cuando se trata de analizar una configuración particular de las relaciones de género, una situación en la que la centralidad, el leadership y el poder de una minoría se habían estabilizado; y donde esta predominancia era menos impuesta por la fuerza que orgánicamente integrada en la cultura y las rutinas de la vida cotidiana.

Siempre he sido muy reticente respecto a las teorías funcionalistas y las teorías de la reproducción social, tanto si emanan de la derecha como si lo hacen de la izquierda, refiriéndose a la clase o el género. Cuando esas teorías son producto de intelectuales conservadores (como Parsons o Easton), se convierten en parte del orden hegemónico. E incluso cuando emanan de pensadores más progresistas (como Althusser, Bourdieu o Poulantzas), esas teorías tienden a inhibir, más que a aumentar, la capacidad del actuar militante. Mi reticencia hacia esas teorías se desarrolló en particular cuando realicé mi trabajo sobre enseñantes en la escuela pública, a quienes no es de ninguna ayuda explicar que están destinados y destinadas a la reproducción de las jerarquías sociales. De lo que tienen necesidad, es de teorías que trabajen prácticas pedagógicas de transformación social.

En el artículo “Rethinking the concept” /3, vuelves sobre los usos, las críticas y las traducciones culturales de que ha sido objeto el concepto de masculinidad hegemónica. ¿Cuál ha sido, como consecuencia, el efecto de esta circulación globalizada del concepto sobre tu propio trabajo?

Es paradójico. La proliferación globalizada de las investigaciones sobre las masculinidades es tal que no soy capaz de seguirlas todas. Me esfuerzo por leer lo más posible y muchas personas tienen el detalle de hacerme llegar sus trabajos –a veces en lenguas que no puedo leer, ¡pero me siguen interesando!

Este giro global de los estudios sobre la masculinidad debe alertarnos sobre la dimensión colectiva de la producción de conocimientos, así como sobre el carácter internacional de la fuerza de trabajo implicada en este proceso. Las ciencias sociales anglofonas mainstream son muy autorreferenciales y no se confrontan suficientemente con los demás contextos geográficos y culturales. Por contraste con algunos de mis colegas anglófonos, creo que mi visión más sombría y más compleja de los temas ligados a la masculinidad, proviene de mi localización en las orillas del Pacífico Sur y de mi colaboración con investigadores e investigadoras más allá de la metrópoli.

Esta circulación globalizada de las ideas me ha obligado también, con el tiempo, a cuestionar algunos de los presupuestos constitutivos de la primera versión de mi modelo de la hegemonía en las relaciones de género. La ironía está en que me doy cuenta ahora de que ¡ese modelo inicial en realidad tiene mucho en común con los sistemas teóricos cerrados que, por otra parte, me esforzaba por superar! Un mejor conocimiento de la historia del colonialismo, de las sociedades postcoloniales, así como de sus dinámicas de género, me ha obligado a reconocer que no se puede tomar como presupuesto de partida la existencia de un orden de género estable. Primero porque los órdenes de género precoloniales no son ellos mismos estáticos. Pero sobre todo porque la colonización destruye las estructuras sociales locales y las dinámicas que les son propias. Luego, el colonialismo reconstruye –o se esfuerza por reconstruir– un orden del género que se basa en nuevas bases; pero lo que resulta de ello es una sociedad de tensiones exacerbadas y violencia endémica. Las relaciones de poder postcoloniales globalizadas repiten estas dinámicas y esos conflictos en nuevos términos. En relación al modelo inicial, hoy concibo la hegemonía como una tentativa de realización del poder [achievement of power] más repleta de contradicciones, históricamente transitoria y más directamente ligada a la violencia.

¿Como pueden los estudios sobre las masculinidades contribuir a la lucha contra el masculinismo y a la resistencia frente al backlash antifeminista?

Hay dos aspectos en esta cuestión. Los masculinity studies son ante todo un proyecto de producción de conocimientos: investigar, teorizar, publicar, difundir. Creo (¡pero se trata de una creencia ciega por la herencia de la Ilustración y por las tradiciones protestante y socialista de las que he salido!) que la producción del saber y la enseñanza pública son capaces de hacer retroceder los prejuicios y el obscurantismo. Un corpus de conocimientos sólidos y accesibles sobre los temas relativos a las masculinidades es en sí un recurso social.

La otra vertiente de esta cuestión, más política, se refiere a las formas en que las ideas producto de este corpus de conocimientos pueden ser desplegadas en combates por la igualdad de género. Una contribución importante de los masculinity studies puede aquí sencillamente consistir en el aporte de la prueba –ya muy bien documentada– de que las masculinidades son diversas e históricamente cambiantes. El dogma de la fijeza de los caracteres masculinos (o femeninos) es en efecto una pieza esencial de la caja de herramientas de los reaccionarios de género, ya sea su lenguaje pseudo científico o pseudo religioso. Podemos demostrar ya, con pruebas, lo absurdo de ese dogma.

Puede también ser importante mostrar que los hombres no se benefician en bloque /4 de los dividendos masculinos generados por un orden de género patriarcal. Hay niveles de beneficio muy diferentes y ciertos grupos de hombres pagan en realidad un precio muy caro (en pobreza, en violencia, en depresión) por el mantenimiento del orden de género en vigor. Lo que quiere decir que ciertos hombres (y su número no hace más que aumentar) sacarán beneficios de la transformación progresista del orden de género y que pueden por tanto constituir aliados en el combate por el cambio. Tales coaliciones han emergido en el seno de la generación precedente /5 y continuarán emergiendo. Actualmente en marcha –un ejemplo entre otros es la implicación de hombres en investigaciones y programas de acción contra la violencia de género con los que colaboro en Asia del Sudeste.

En Francia eres conocida esencialmente como una socióloga especialista de las masculinidades. Sin embargo, tus primeros trabajos versan sobre las relaciones de clase y tus trabajos más recientes sobre la globalización y la colonialidad del poder. ¿Cómo se articulan estas tres dimensiones?

Mis publicaciones iniciales trataban de hecho sobre la concienciación social y política de los niños (retomaba algunas ideas de Piaget) y sobre las políticas electorales de derechas en Australia. Desde hace más de cuarenta años estoy en el mundo de la investigación y he trabajado en un amplio abanico de cuestiones que van desde la educación escolar a la teoría social crítica, pasando por el análisis de género, la sexualidad y la prevención del VIH, el trabajo de los y las intelectuales, o la reforma estatal –y muchas otras cosas, disponibles en mi página web www.raewynconnell.net.

Estos diferentes proyectos no están necesariamente unidos por una coherencia. Me he dedicado a responder a los problemas públicos, a las crisis y a los nuevos marcos de pensamiento según se planteaban. He trabajado en el seno de una decena de equipos de investigación, que utilizaban cada uno estilos y métodos de investigación diferentes. Sería falso decir que cada uno de esos proyectos formaba parte de un gran proyecto crítico coherente.

Pero pienso que existen conexiones entre esos proyectos. Es en cualquier caso la tesis convincente de Demetris Z. Demetriou, que ha estudiado atentamente las relaciones entre mis investigaciones sobre las relaciones de clase y las realizadas sobre las relaciones de género /6… ¡y debo confesar que es un poco aterrador ver tu propio trabajo sometido a una lectura tan rigurosa!

Creo que mis investigaciones sobre las masculinidades, las relaciones de clase y la colonialidad del saber comparten un mismo compromiso crítico hacia el poder, las desigualdades sociales, la institucionalización de los privilegios y la justicia social en su sentido más amplio.

Comparten también una conciencia histórica (una de mis obras más conocidas en Australia se titula por otra parte Class Structure in Australian History /7) y, así, una atención a los cambios estructurales y a las luchas sociales. Es un método que me parece esencial para toda investigación –incluso muy localizada– movida por una preocupación por la justicia social.

Esas agendas de investigación tienen además en común el dedicarse a dar cuenta de la textura de lo real, de la materia rugosa de los procesos sociales y de la irreductibilidad de las gentes, de la experiencia y de las instituciones. Durante estos años, la entrevista biográfica y el análisis por estudio de casos son las herramientas que he utilizado más. Se trata de un método lento, laborioso, reacio a la automatización. No tiene igual para dar cuenta de la complejidad de las situaciones locales a la vez que toma el pulso de las dinámicas globales. Este método fuerza igualmente a los y las investigadoras a interactuar con personas de carne y hueso, que las rutinas científicas tienden a abstraer a través de su léxico: “sujeto”, “actor”, “agente”. Ellos y ellas están entonces obligados a tratarles con respeto, incluso cuando sus prácticas sociales les resultan detestables. Me he encontrado por ejemplo en esa situación durante mis entrevistas con hombres de negocios.

En Southern Theory, propones un relato alternativo de la producción del saber en ciencias sociales. ¿Cuáles son las implicaciones de este planteamiento crítico para los estudios de género y, más en particular, para el estudio de las masculinidades?

La tesis de Southern Theory tiene numerosas implicaciones para los estudios de género. Consagro justamente una parte importante de mi trabajo más reciente al estudio de estas implicaciones.

En una palabra, lo que entendemos por gender theory es de hecho una teorización de las relaciones de género salida de la metrópoli global, es decir de Europa y de América del Norte. Entonces no es sorprendente que esta teorización tenga sentido en relación a las experiencias sociales propias de esas regiones. Por evidente como pueda parecer desde el punto de vista de la sociología del conocimiento, esto es raramente tomado en cuenta en los estudios de género tal como son practicados.

Sin embargo esos países no se han desarrollado de forma aislada: hablamos de metrópolis coloniales de antaño y de los centros del capitalismo globalizado de hoy. Esos países han construido una economía global del saber en la que la metrópoli es el lugar de la teoría y la periferia (donde vive la gran mayoría de la población mundial) es el lugar de la recogida de datos. La producción del saber en la periferia está entonces fuertemente subordinada a los conceptos, teorías, metodologías y paradigmas de la metrópoli. Se trata de un modelo general, que se aplica a los estudios de género.

Sin embargo, las sociedades colonizadas se han dedicado a pensar la colonización independientemente de los colonos. Las sociedades de la periferia continúan produciendo un trabajo intelectual a contracorriente de esta economía dominante del saber. Es lo que llamo “la teoría del Sur” [southern theory], que no es un “saber indígena” estático, sino una respuesta intelectual a la experiencia social de la colonización y a las sociedades postcoloniales de hoy. Southern Theory cuenta la historia de un amplio conjunto de proyectos intelectuales llevados a cabo en diferentes continentes. La obra se inscribe en un movimiento teórico más amplio y en pleno auge que muestra la riqueza del pensamiento social salido de las diferentes regiones del sur, entre ellos Alternative Discourses in Asian Social Science /8 de Farid Alatas, Provincializing Europe /9 de Dipesh Chakrabarty, o también Theory from the South /10 de Jean and John Comaroff.

Re-Orienting Western Feminisms /11 de Chilla Bulbeck es un libro que muestra la proliferación del pensamiento feminista por las diferentes regiones del Sur. Hay igualmente excelentes revistas feministas como Cadernos PAGU y Estudos Feministas en Brasil, Feminist Africa en Africa del Sur, l’Indian Journal of Gender Studies en India, Debate Feminista en México, al-Raida en Líbano o también Australian Feminist Studies en Australia, de las que los y las investigadoras de la metrópoli pueden aprender mucho. Investigadoras feministas importantes como Bina Agarwal, Fatima Mernissi, Amina Mama, Heleith Saffioti o Teresa Valdés, deberían formar parte de todas las listas de lectura propuestas a los y las estudiantes de las universidades del Norte.

Los universitarios del norte que trabajan en el terreno de los estudios sobre las masculinidades tienen a veces conocimiento de las investigaciones empíricas sobre los países del Sur. Pocos se confrontan en cambio con los saberes sobre los hombres y las masculinidades producidos en los mundos postcoloniales. Esto se debe en parte a que estos últimos no son siempre etiquetados como “investigaciones sobre las masculinidades”. Hay sin embargo mucho que aprender de los escritos de Ashis Nandy /12 sobre las dinámicas interactivas en marcha en la formación de las masculinidades; de los de Octavio Paz /13 sobre los movimientos políticos y culturales conservadores en términos de género; así como de las novelas de Chinua Achebe /14 sobre el impacto del poder exterior sobre el mantenimiento de la autoridad masculina. Y no me refiero aquí más que a antiguas generaciones de intelectuales. Este trabajo de descentramiento es, creo, el desafío más importante a asumir por los estudios sobre las masculinidades de mañana.

Has insistido recientemente sobre la importancia de contemplar a los trabajadores/trabajadoras intelectuales como trabajadores/trabajadoras /15. ¿Cuáles son las implicaciones prácticas de ello?

Las enseñanzas que saco de las investigaciones que he consagrado al trabajo intelectual –ya se trate de historias de vida, de estudios cuantitativos o de teorizaciones, o que esos trabajos traten sobre Australia u otras regiones /16– nos conducen a lo que decía antes sobre la economía global del conocimiento. La producción del saber es un proceso social –un proceso social globalizado. Esta producción moviliza una fuerza de trabajo diferenciada que, contemplada a escala global, representa una formación social importante. Esta producción requiere recursos sociales, tiene consecuencias complejas y es históricamente cambiante.

Esto tiene implicaciones prácticas importantes. Es fundamental primero reconocer las posiciones diferenciadas de los diversos grupos implicados en lo que es aparentemente un campo académico unificado, en este caso los masculinity studies. ¿Qué tipo de trabajo obtiene los recursos? ¿Qué tipo de trabajo carece de recursos?

Contemplar a los y las investigadoras como trabajadores y trabajadoras equivale a colocar el foco sobre las relaciones concretas que ellos y ellas mantienen los unos con los otros, por ejemplo sobre las formas de trabajo cooperativo y prácticas comunicacionales que están implicadas en un campo científico dado. Esto coloca igualmente el foco sobre las formas de gubernamentalidad y de control que acaban rigiendo este campo científico –siguiendo el giro gerencial en la gestión de las universidades, de la parte creciente de los fondos privados en la financiación de la investigación, o de la predominancia de las ONGs y de los programas de ayuda en la financiación de la investigación social en los países pobres.

¿Cuál puede ser la contribución de los estudios sobre las masculinidades a la crítica del neoliberalismo globalizado?

La cultura neoliberal está –y es un punto importante– masculinizada desde el comienzo. El modelo del “actor racional”, alrededor del cual la teoría económica neoliberal se ha construido, es una figura masculina. Las políticas neoliberales, en su rechazo a toda forma de democracia participativa, no dejan de recurrir a la figura política del “hombre fuerte” y dedican un culto a la toma de decisión autoritaria, racional, eficaz y sin piedad. La mercantilización de los deportes de competición masculinos, de la Fórmula 1 a la Copa del Mundo de fútbol, constituye un laboratorio fascinante para el estudio del neoliberalismo y de las dinámicas de masculinidad.

Pero existen conexiones más concretas entre masculinidad y neoliberalismo, en particular vía el sistema de gestión empresarial. La globalización neoliberal produce nuevas instituciones y nuevos espacios sociales que se extienden a escala global –en particular a través de la World Wide Web, el estado de seguridad transnacional, los mercados mundiales y las firmas multinacionales. Cada una de esas instituciones está organizada por un régimen de género complejo y geográficamente extenso.

Son terrenos de formación de la masculinidad –y están hoy entre los terrenos más importantes a estudiar. Tenemos necesidad de más investigaciones en este dominio. Sería preciso que los estudios localizados sobre las masculinidades estén más atentos a las conexiones entre los contextos locales y esos terrenos globales.

En el corazón de las firmas multinacionales –así como más allá de esas firmas, en otros terrenos globales– se despliega la masculinidad de las nuevas élites de directivos y patronales. Siendo esas élites de difícil acceso, incluso para los investigadores del Norte, han sido puestas en pie diferentes estrategias de acercamiento : el estudio de las representaciones mediáticas de los directivos de las empresas, el estudio de sus huellas documentales, o también la entrada por la joven generación (este ha sido mi planteamiento). Algunos investigadores han logrado tener un acceso más directo y estoy segura de que se aprenderá pronto mucho de los resultados de estas investigaciones.

La investigación sobre las masculinidades no es por supuesto la única llave de comprensión del orden neoliberal mundial. Pero ésta ayudará a la comprensión del funcionamiento de las instituciones neoliberales, así como de los contextos en los que las decisiones son tomadas y las estrategias decididas.¿Cómo, por ejemplo, son pensados y puestos en marcha los proyectos de las firmas multinacionales que saquean las tierras, desplazan poblaciones, destruyen ecosistemas, generan violencia social o vierten polución para los próximos miles de años? El análisis de la dimensión de género de la cultura de los directivos empresariales, así como de los proyectos de vida de los hombres que dirigen esas firmas nos permitirá comprender mejor y así luchar mejor contra esos modos de gestión y de explotación.

10/09/2013

http://www.contretemps.eu/print/interviews/masculinit%C3%A9s-colonialit%C3%A9-n%C3%A9olib%C3%A9ralisme-entretien-raewyn-connell

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Notas

1/ R.W. Connell, Ruling Class, Ruling Culture. Studies in conflict, power and hegemony in Australian Life, Cambridge University Press, Cambridge, 1977.

2/ NdT : Sobre este tema, George Hoare et Nathan Sperber escriben : “En griego antiguo, el término [hegemonía] deriva de eghestai que significa “dirigir”, “conducir”. Esta palabra dará más tarde lugar a la palabra eghemon que durante la guerra del Peloponeso, designaba la ciudad más poderosa, en posición dirigente en la alianza de las diferentes ciudades griegas entre si”. Introduction à Antonio Gramsci, La Découverte, Paris, 2013, p. 94.

3/ R.W. Connell, James Messerschmidt, “Hegemonic Masculinity : Rethninking the Concept”, in Gender & Society, vol. 19, n°6, 2005, p. 829-859.

4/ NdT : En francés en el texto.

5/ NdT : Sobre este punto, ver : Pauline Debenest, Vincent Gay et Gabriel Girard, “Les masculinités et les hommes dans les mouvements féministes, entretien avec Raewyn Connell” in Féminisme au pluriel, Syllepse, Paris, 2010, p.59-76.

6/ Demetris Z. Demetriou, “Towards a genealogy of R.W. Connell’s notion of ‘‘structure’’, 1971-1977”, in Nathan Hollier (dir.) , Ruling Australia, Australian Scholarly Publishing, Melbourne, 2004, p. 24-44.

7/ R.W. Connell, Terry Irving, Class Structure in Australian History : Documents, Narrative and Arguments, Longman, Melbourne, 1980.

8/ Syed Farid Alatas, Alternative Discourses in Asian Social Science : Responses to Eurocentrism, Sage Publishers, New Dehli, Thousand Oaks et Londres, 2006.

9/ Dipesh Chakrabarty, Provincialiser l’Europe. La pensée postcoloniale et la difference historique, trad. Nicolas Vieillescazes et Olivier Ruchet, Editions Amsterdam, Paris, 2009 [edición original: 2007].

10/ Jean Comaroff, John L. Comaroff, Theory from the South : Or How Euro-America Is Evolving Towards Africa, Paradigm Publishers, Boulder, Colorado, 2011.

11/ Chilla Bulbeck, Re-Orienting Western Feminisms : Women’s Diversity in a Postcolonial World, Cambridge University, Press, Cambridge, 1998.

12/ Ashis Nandy, The intimate ennemy. Loss and recovery of self under colonialism, Oxford University Press, New Dehli, 1983. NdT: Marc Saint-Upéry ha realizado un retrato intelectual y político Ashis Nandy, “L’expérience impériale et l’esprit indien”, in La Revue des Livres, n°5, mai-juin 2012.

13/ Octavio Paz, Le labyrinthe de la solitude, nouvelle édition augmentée, trad. Jean-Clarence Lambert, Gallimard, Paris, 1990 [edición original: El laberinto de la soledad, 1950]

14/ Chinua Achebe, Le monde s’effondre, trad. Michel Ligny, Editions Présence Africaine, Paris, 1966 [edición original: Things Fall Apart, 1958]

15/ Raewyn Connell, « La vocation de la sociologie : un travail collectif à l’échelle mondiale » in Dialogue global, vol. 3, n°3, mai 2013, p. 4-6.

16/ Una lista de los trabajos de Raewyn Connel sobre el trabajo intelectual es consultable en su página web .

A paso lento en la dirección de siempre

A paso lento en la dirección de siempre
Editorial UCA
06/05/2016

Han pasado ya tres meses desde la captura de cuatro de los 17 exmilitares acusados de la autoría de la masacre en la UCA. Desde entonces, el asunto entró en una etapa de aparente aletargamiento. Otros temas llenaron los espacios de los medios y el acontecer diario ha pasado de largo ante algo tan importante para combatir la impunidad. Sin embargo, el proceso nunca ha dejado de moverse. El grupo de defensores de los acusados (tanto de los ya capturados como de los que están prófugos) no deja de tramar estrategias y presentar recursos para la no extradición de los exmilitares. En los más de 26 años transcurridos desde los asesinatos, el caso ha estado plagado de arbitrariedades y de flagrantes ilegalidades, ha padecido el desinterés de los Gobiernos de turno y ha provocado, cada vez que se pide justicia, el resurgir de amenazas de nuevos derramamientos de sangre.

Lo que ha sucedido en estos primeros meses del año no se distancia de la historia del caso a lo largo de cinco lustros. Primero, inexplicablemente, la Policía tardó un mes en proceder a las capturas. Y cuando las realizó, solo capturó a cuatro de los exmilitares, justo a los que ya fueron procesados en el simulacro de juicio de 1991. Los otros trece, los de más alto rango, los que nunca se han sentado en el banquillo de los acusados, siguen libres. O la Policía adolece de un grado alarmante de incapacidad, o este proceder evidencia, una vez más, la vergonzosa complicidad de los gobernantes de turno. Además, aunque del diente al labio se dice respetar la independencia de poderes, todo el que puede vierte su opinión para intentar influenciar la decisión del pleno de la Corte Suprema de Justicia, que debe decidir si la extradición aplica.

Por su parte, poco después de las capturas, el Presidente de la República convocó a los líderes de los partidos políticos para conversar con ellos sobre el cumplimiento de la notificación roja. Nunca trascendió el contenido de la reunión, solo se constató la complacencia de los dirigentes con la conducta gubernamental. El Vicepresidente de la República fue aún más lejos y se manifestó en los mismos términos que los defensores de los exmilitares. La asombrosa coincidencia de posiciones con los líderes de la derecha más conservadora del país también tiene su correlato en actuaciones que riñen con la ética, la honestidad y la transparencia.

Del lado de la Corte, hay magistrados que se han excusado de participar en el caso y otros que habiendo tomado postura pública antes en contra de la extradición, defienden con terquedad su derecho a conocerlo. También ha trascendido la noticia de la renuncia de algunos magistrados suplentes que, aunque no lo admitan, parece motivada por el deseo de no participar en esta deliberación. Los grandes medios de comunicación siguen jugando el mismo papel desde que se cometió la masacre, aunque ya no mienten con descaro como antes; hoy buscan disimular su parcialidad. La interposición del recurso del amicus curie por parte de cuatro instancias, entre ellas la UCA, no ha merecido ningún titular en los grandes medios, mientras que la opinión de abogados “notables” a favor de los exmilitares se publica con asombrosa extensión.

En realidad, aunque se viertan y repitan argumentos jurídicos, lo que hay en la mayoría de declaraciones son posiciones políticas. Se siguen lanzando razonamientos que han sido triturados por la racionalidad de un Estado democrático de derecho. Los abogados defensores, los juristas que dicen solo dar su opinión legal y, en general, los que defienden a los exmilitares vierten argumentos para oponerse a la extradición, pero ninguno se atreve a decir que los encausados son inocentes. Tácitamente, todos asumen la culpabilidad, porque si afirmaran que sus defendidos no han sido vencidos en juicio, estarían admitiendo que nunca han sido juzgados, como realmente sucedió. Ahora los que dan seguimiento al proceso temen que lo que se decida en torno a los cuatro capturados se extienda a los prófugos, para que puedan salir del escondite donde están protegidos institucionalmente. Ello representaría un ladrillo más en el edificio de la impunidad en el que se ha buscado confinar al caso.

Todo parece indicar que el asunto se está moviendo a paso lento, sin aspavientos, pero en la dirección de siempre: dejar en la impunidad las atrocidades cometidas durante el conflicto armado. Ojalá nos equivoquemos.

La segunda Constitución salvadoreña (1841)

La segunda Constitución salvadoreña (1841)

Uno de los primeros gobernantes que auspició a su favor reelecciones inconstitucionales fue don Doroteo Vasconcelos, sentando, a pesar de su buen gobierno, ese funesto precedente que más tarde habría de repetirse.

Viernes 30, octubre 2015 |

Luego de la desintegración de la Federación centroamericana según decreto del 30 de mayo de 1838 y supuestamente liquidado lo que podría llamarse el estilo unionista de Morazán, se instaló una nueva Asamblea Constituyente en El Salvador, que promulgó la segunda Constitución nacional el 18 de febrero de 1841, teniendo como antecedente el Decreto Ley del 24 de julio de 1840 que fijó las bases de la nueva Constitución. Su mayor importancia radica en ser la primera Constitución unitaria de El Salvador independiente y soberano. Gobernaba don Juan Nepomuceno Lindo, de nacionalidad hondureña, después de aceptarse las renuncias de las jefaturas del Estado de don Antonio José Cañas y don Norberto Ramírez.

En la Constitución de 1841 el gobierno es republicano, popular y representativo (artículo 2º.); la religión católica, apostólica y romana se adopta como única y verdadera a la que el gobierno protegerá con leyes sabias, justas y benéficas (artículo 3º.). El sistema legislativo es bicameral; el Poder Ejecutivo es ejercido por un presidente nombrado directamente por el pueblo salvadoreño (artículo 42) y su duración es de dos años (artículo 44) sin que pueda fungir un día más. El título décimo-sexto establece una pormenorizada “declaración de derechos, deberes y garantías del pueblo y de los salvadoreños en particular”.

Presidió la Asamblea Constituyente que promulgó la segunda Constitución don Juan J. Guzmán; actuó como vicepresidente don Victoriano Nuila, diputado por Suchitoto, siendo ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación don Tomás Muñoz.

El 17 de marzo de 1843 se decretaron enmiendas constitucionales relativas especialmente a la materia de empréstitos. En esos años el general Francisco Malespín proyectaba su fuerte personalidad en la política no sólo del país sino de toda Centroamérica, y el erario necesitaba hacerle frente a las aventuras guerreras que se sucedían. Claramente se perfilaba una autoridad bifronte entre la jefatura del ejército y la presidencia de la República, significativo anticipo de la pugna entre el poder efectivo de la fuerza y el de la investidura institucional, frágil ésta, cuando no dócil, según puede apreciarse de los vivos ejemplos en que es pródiga la crónica política de hechos posteriores.

Uno de los primeros gobernantes que auspició a su favor reelecciones inconstitucionales fue don Doroteo Vasconcelos, sentando, a pesar de su buen gobierno, ese funesto precedente que más tarde habría de repetirse. Pero no deben verse tales actos como una consecuencia directa del ordenamiento constitucional. Recordemos que fue también bajo la vigencia de la Constitución de 1841 que se realizó la administración preclara de don Rafael Campo, impregnada de grandes realizaciones que con toda justicia se valoran en la historia.

Fue también bajo la vigencia de la Constitución de 1841 que irrumpió en el panorama nacional la preclara figura del general Gerardo Barrios, progresista en todos los órdenes y, como ferviente partidario de Morazán, abanderado de las ideas unionistas y liberales, que en el nuevo Estado tuvieron también su época de “iluminismo”. No faltaron en su articulado los resortes protectores de la institucionalidad. Así, dice el artículo 69: “Sólo por los medios constitucionales se asciende al supremo poder: si alguno lo usurpare por medio de la fuerza o de la sedición popular, es reo del crimen de usurpación: todo lo que obrare será nulo, y las cosas volverán al estado que antes tenían, luego que se restablezca el orden constitucional”.

Poco valían, sin embargo, esas disposiciones contra la fuerza que para esos días cobraba el conservadurismo. Apoyado internacionalmente desde Guatemala, éste encontró su mejor representante en don Francisco Dueñas, quien había de servir fielmente sus propósitos. Dígalo si no el fusilamiento del general Barrios un 29 de agosto de 1865, del que fue muda testigo la legendaria Ceiba del Cementerio de los Ilustres en San Salvador.

Las Bases Constitucionales y la Constitución Federal de 1824

Las Bases Constitucionales y la Constitución Federal de 1824

La Constitución Federal rigió 15 años la Patria Grande, desde noviembre de 1824 hasta enero de 1839, al concluir la presidencia de Morazán.

Viernes 9, octubre 2015

Superado el problema de la anexión a México, el nuevo Estado, las “Provincias Unidas del Centro de América”, debió organizar su vida constitucional. Los actos legislativos y de otra índole, ocurridos durante la agregación centroamericana al Imperio mexicano, fueron declarados nulos por decreto federal de la Asamblea Nacional Constituyente el 21 de agosto de 1823, presidida por el prócer José Matías Delgado.

Posteriormente, el 17 de diciembre de 1823, dicha Asamblea decretó las “Bases de la Constitución Federal”, que “debía guiar a los pueblos hacia el sistema de gobierno a regularse conforme a los principios constitucionales que habían precedido la creación del nuevo orden social”. En las Bases se estableció que el gobierno sería republicano, representativo y federal, se acordó el nombre de “Estados Federados de Centroamérica” y se declaró a la religión católica, apostólica y romana, con exclusión del ejercicio público de cualquier otra.

Siguiendo esas “Bases Constitucionales”, la Asamblea federal decretó el 22 de noviembre de 1824 la Constitución de la nueva República, denominándola “Federación de Centro-América”, integrada por los Estados de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. La provincia de Chiapas se tendría por Estado federado cuando libremente se uniera. Según el artículo 7º de esa Constitución “la demarcación de territorio de los estados se hará por una ley constitucional con presencia de los datos necesarios”. El gobierno centroamericano sería popular, representativo y federal; se pactó que cada uno de los cinco Estados sería libre e independiente en su gobierno y administración interior; y que “les corresponderá todo poder que por la constitución no estuviere conferido a las autoridades federales”.

En la Constitución federal de 1824, se incorporó el contenido de decretos anteriores de la misma Asamblea, primicias en el campo constitucional: el derecho de asilo, del 30 de diciembre de 1823; la igualdad civil entre nacionales y extranjeros, del 31 de diciembre de 1823; y otros decretos con normas muy adelantadas para su tiempo, en campos tan diversos como la cultura, la economía y los derechos ciudadanos.

El 17 de abril de 1824, se decretó la liberación de los esclavos, por moción del diputado José Simeón Cañas, formulada antes que el presidente de la Unión Americana, Abraham Lincoln, iniciara su lucha por la misma causa, que desembocó en el país del norte en la Guerra de Secesión (1861-1865). Ocurrió así: “Cuéntase que el 31 de diciembre de 1823, Cañas, el virtuoso anciano, que se hallaba postrado en cama, se hizo conducir al salón de sesiones y, tomando la palabra, dijo con solemne entonación: vengo arrastrándome, y si estuviera agonizando, agonizando viniera, para hacer una proposición benéfica a la humanidad desvalida”… “Con toda la energía con que debe un diputado promover en los asuntos interesantes a la Patria, pido que ante todo y en la sesión del día, se declaren ciudadanos libres nuestros hermanos esclavos, dejando a salvo el derecho de propiedad que legalmente prueben los poseedores que los hayan comprado, y quedando para la inmediata discusión la creación del fondo de la indemnización de los propietarios”… “todos saben que nuestros hermanos han sido violentamente despojados del inestimable don de su libertad, que gimen en la servidumbre suspirando por una mano benéfica que rompa la argolla de su esclavitud”… “La nación toda se ha declarado libre y lo deben ser también los individuos que la componen”.

Por defectos ostensibles, requirióse reformas constitucionales, aprobadas en 1835, para el sistema electoral, pero no se evitó el colapso de la federación, destrozada por guerras civiles. En 1838, el Congreso federal reconoció la libertad de los Estados de separarse y se retiraron Nicaragua, Costa Rica y Honduras. En 1839, los siguió Guatemala y con ello se extinguió la Unión. La Constitución Federal rigió 15 años la Patria Grande, desde noviembre de 1824 hasta enero de 1839, al concluir la presidencia de Morazán. Fue hasta 1841 que se promulgó la primera Constitución salvadoreña como Estado soberano e independiente. La Constitución interna salvadoreña del 12 de junio de 1824, se elaboró de acuerdo a las Bases Constitucionales y se extinguió con la disolución del Estado federal. El ideal unionista sigue en pie.