La Alianza (la creación del patriarcado)

9. LA ALIANZA ( la creación del patriarcado)

La respuesta a la pregunta « ¿quién crea la vida?» es la esencia misma de cualquier sistema religioso de creencias. La facultad de engendrar incorpora al mismo tiempo el poder de creación, o la capacidad de crear algo de la nada, como el de procreación, o la capacidad de tener descendencia.

Hemos visto que las explicaciones sobre el poder de engendrar han pasado de la diosa-madre como principio único de fertilidad universal a la diosa-madre a quien dioses o reyes humanos acompañan para que sea fértil; y luego al concepto de un poder de creación simbólico expresado primero en «el nombre» y más tarde en «el espíritu creador».

También hemos presenciado el cambio experimentado en el panteón de dioses, desde la todopoderosa diosa-madre al omnipotente dios de la tormenta, cuya consorte es una versión domesticada de la diosa de la fertilidad. Al panteón de dioses sólo le queda verse reemplazado por un único poderoso dios masculino y que ese dios incorpore el principio del poder de engendramiento en su doble vertiente. Esta transformación, que se da de muchas maneras distintas en culturas diferentes, en el caso de la civilización occidental se produce en el Libro del Génesis.

El relato de la creación en el Génesis se aparta sensiblemente de los relatos de la creación de los otros pueblos en la región. Yahvé es el único creador del universo y de todo lo que en él existe. A diferencia de los principales dioses de los pueblos vecinos, Yahvé no está vinculado a ninguna diosa ni tiene lazos familiares. (1)
La creación del universo y de la vida sobre la tierra ya no tienen un origen maternal, y no hay ningún indicio de que el poder de creación y el de procreación vayan ligados. Todo lo contrario. El acto de creación por parte de Dios no tiene nada que ver con lo que puedan experimentar los humanos.
El gran avance en el pensamiento abstracto que representa la simbolización del poder de creación en «un concepto», un «nombre», el «aliento de vida», tiene su eco en las palabras iniciales: «Dijo Dios “haya luz”; y hubo luz» (Génesis, 1, 3). La palabra de Dios, el aliento de Dios, crean. La metáfora del soplo divino que da la vida está más elaborada en el Génesis, 2, 7: «Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices un aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente». Luego Dios forma a los animales del campo y las aves del cielo «y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera» (Génesis, 2, 19).

De esta manera, el aliento divino crea, pero el significado y el orden provienen del acto humano de dar un nombre. Y Dios otorga ese poder de dar nombre a Adán. Si leemos la palabra hebrea adam como «género humano», entonces podríamos pensar que Dios dio el poder de dar nombre tanto al varón como a la mujer de la especie. Pero en este caso concreto, Dios otorgó ese poder sólo al varón humano. (2)

Ello podría deberse simplemente a que aún no se había creado a la mujer, pero la pauta se repite tras la creación de Eva, cuando Adán le da un nombre del mismo modo que se lo había dado a los animales: «Entonces éste exclamó: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada“» (Génesis, 2, 23).

Aquí dar un nombre no es tan sólo un acto simbólico del poder de creación sino que, de una forma muy especial, define a la Mujer como una parte «natural» del hombre, carne de su carne, en el marco de una relación que resulta ser una peculiar inversión de la única relación entre humanos para la cual podría sostenerse una afirmación de esta índole, es decir, la que existe entre madre e hijo.

El Hombre se define aquí a sí mismo como «la madre» de la Mujer: gracias al milagro del poder creador divino se ha creado a partir de su cuerpo a otro ser humano, de la misma forma que una madre da vida con el suyo. La frase siguiente explica el significado del nexo en términos humanos: «Por eso deja el hombre a su padre y a la madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne» (Génesis, 2, 24).

Aquí se toma la creación de la Mujer a partir del cuerpo del Hombre para dar una interpretación muy especial a este acontecimiento: la mujer fue creada como parte del hombre, por lo tanto el Hombre debe unirse a ella, ponerla por delante de cualquier otra relación de parentesco, y los dos serán una sola carne. Esa carne, como nos dice la fórmula que el Hombre utiliza para dar un nombre, será de Él, pues aquí a través del acto de creación de Dios y por su propio poder de imponer un nombre ha definido la autoridad que tiene sobre ella: absoluta y obligatoria.

Esta autoridad implica también intimidad; conlleva interdependencia y durante siglos de interpretaciones teológicas ha sido usada para dar un mayor valor a la relación matrimonial y con ella a la dignidad de las esposas. La ambigüedad y complejidad del pasaje han sido el motivo de que se interpretara de muchas formas distintas, de las que hablaremos más adelante. Imponer un nombre es un acto de poder, un símbolo de soberanía.

En los tiempos bíblicos, de acuerdo con la antigua tradición oriental, tenía también una cualidad mágica pues daba significado y predecía el futuro. Cuando al hijo de Agar se le da el nombre de Ismael, su destino queda sellado. En la Biblia se da este poder de «dar nombre» tanto a hombres como a mujeres. En los relatos bíblicos, exceptuando circunstancias especiales, el padre o la madre escogen el nombre de sus hijos. Pero hay otra forma de dar nombre, que podríamos llamar «renombrar», y que supone que se ha dado un nuevo y poderoso papel a la persona a quien se le ha impuesto.

Hemos mencionado antes los cincuenta apelativos que recibe el joven dios Marduk con su ascenso al poder. De forma similar, Dios da un nuevo nombre a las personas después de un evento importante. Tras la alianza, Él cambia el nombre de Abram por el de Abraham, «pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido» (Génesis, 17, 5), y el de Saray por Sara. Ello añade significado al hecho de que Adán, quien utiliza el poder de dar nombre en el relato de la creación antes citado, rebautiza a la Mujer con el nombre de Eva después de la caída. Se tiene la fuerte y constante impresión de que el varón comparte el poder divino de nombrar y renombrar. (3)

Las metáforas sobre el género más influyentes presentes en la Biblia han sido las de la Mujer, creada de la costilla del Hombre, y Eva, la tentadora que provoca la pérdida de gracia de la humanidad. Durante dos milenios se las ha citado como prueba del apoyo divino a la subordinación de las mujeres. Como tales, han ejercido gran influencia en la definición de los valores y las prácticas relativas a las relaciones de género. Aunque sea de esperar que las interpretaciones de una composición poética, mítica y localista como el Libro del Génesis varíen según las necesidades de los intérpretes, hemos de señalar que la tradición de traductores ha sido principalmente patriarcal, y que las diferentes interpretaciones feministas que unas mujeres han realizado durante los últimos siete siglos han sido hechas contra una tradición que se ha parapetado y cuenta con una aprobación teológica que viene de antes del cristianismo.
Hay dos versiones, algo contradictorias, del relato de la creación del Génesis. La versión J aparece en el Génesis, 2, 18-25, y fue escrita varios siglos antes de la versión P, que aparece al principio en el Génesis, 1, 27-29. En la versión J, Dios crea a Eva a partir de la costilla de Adán, mientras que en la versión P «él creó al hombre y a la mujer».
La crítica bíblica se ha centrado durante siglos sobre las discrepancias entre ambas versiones y los méritos de la una sobre la otra. (4) La versión P recuerda al Enuma Elish, el relato de la creación mesopotámico, en detalles varios y en el orden de los sucesos. Ello podría explicar la tesis andrógina de la creación Él creó al hombre y la mujer, pues reflejaría la influencia de las ideas religiosas mesopotámicas.
Algunos intérpretes han intentado extender esta resonancia andrógina a la versión J al señalar que la palabra hebrea adam, que significa género humano, equivale al término genérico de humanidad, que incluye a hombres y mujeres, y que escribir en mayúsculas el nombre de Adán es un error posterior fundado en supuestos androcéntricos. (5)
La consecuencia de ese «error», impreso en decenas de millares de copias de la Biblia en cada idioma, iba a añadir otro peso a las interpretaciones tradicionales del Génesis, 2, 18-25. Durante cientos de años se ha interpretado en su sentido más literal la creación de la mujer a partir de la costilla de Adán para indicar que la inferioridad de las mujeres tiene una procedencia divina.
Si la interpretación partía de que la costilla era una de las partes «inferiores» de Adán, lo cual denotaba inferioridad, o del hecho de que Eva fuera creada de la carne y los huesos de Adán mientras que él había sido creado de la tierra, el caso es que el pasaje ha tenido históricamente un profundo significado simbólico patriarcal.
A modo de ejemplo podemos citar la interpretación relativamente benigna que hace Calvino: Puesto que la raza humana ha sido creada en la persona del hombre, la dignidad común de toda nuestra naturaleza no tenía distinción… La mujer… no fue más que un añadido al hombre. Claro que no se puede negar que también la mujer, aunque en menor grado, fue creada a imagen de Dios… Por lo tanto podemos concluir que dentro del orden natural la mujer debe ser la que ayude al hombre. El proverbio vulgar dice que ella es un mal necesario; pero hay que escuchar a la voz de Dios, que dice que ha dado a la mujer como compañera y asociada del hombre, para ayudarle a una vida mejor. (6)
En otro lugar Calvino comenta que: «Se enseñó a Adán a reconocerse en su esposa, como si se viera en un espejo; y a su vez a Eva a someterse gustosamente a él pues era de quien había salido». (7)
Las feministas, intentando rehuir este significado, han utilizado diversas interpretaciones sutiles. Entre éstas se incluyen un ingenioso argumento planteado por Raquel Speght, de diecisiete años, hija de un clérigo inglés, quien en el año 1617 hizo observar que la mujer fue creada a partir de una materia refinada, mientras que Adán fue creado del polvo. «No se la formó del pie de Adán para que fuera inferior a él, ni de su cabeza para ser su superior, sino de su costado, cerca del corazón, para que fuera su igual». (8)
Más de doscientos años más tarde la norteamericana Sara Grimké centró su interpretación en el término «compañera». Se le dio una compañera, su igual en cualquier aspecto; del mismo modo que él, era un ser libre, con intelecto e inmortal, no era una mera pareja de los deseos animales de él sino que era capaz de entender todos sus sentimientos como ser responsable y moral. Si no hubiera sido así, ¿de qué modo, pues, se habría convertido en su compañera? … Era una parte de él, como si Yahvé hubiera planeado que la unicidad e identidad del hombre y la mujer fueran perfectas y completas. (9)
Este argumento, en cierta forma circular aunque se muestre firme en sus supuestos luteranos de libre albedrío y responsabilidad moral del individuo, elude las implicaciones de la imagen de la costilla en la creación de la mujer. En un audaz intento de «releer (no reescribir) la Biblia sin los anteojos» de la tendencia patriarcal, la moderna teóloga feminista Phyllis Trible nos presenta una provocativa reinterpretación del relato de la creación, del que opina que «está imbuido de la imagen de una deidad transexual». (10)
La reinterpretación de Phyllis Trible, del siglo XX, recuerda bastante a la de Grimké aunque parece que desconozca la obra de ésta. Trible encuentra una similitud entre la creación de Adán a partir del polvo y la de Eva a partir de la costilla en que ambos están hechos de una materia frágil que Yahvé ha de trabajar antes de que tengan vida. También considera el hecho de que Eva fuera creada la última como prueba de que fue la obra culminante de la creación. (11)
Otra teóloga feminista subraya la similitud fundamental en la principal afirmación que se hace sobre el hombre y la mujer: «La mujer es junto con el hombre la creación directa e intencionada de Dios y la joya de su creación. El hombre y la mujer están hechos el uno para el otro. Juntos constituyen el género humano, que es bisexual por naturaleza plena y esencial».(12)
En un argumento basado en consideraciones lingüísticas, R. David Freedman sostiene que la expresión «voy a hacerle una ayuda adecuada» podría significar «un poder igual al del hombre». (13) En cualquier caso, casi no hay evidencias en otras partes de la Biblia que secunden estas optimistas interpretaciones feministas.
Pasemos a examinar las diferentes fuentes del relato bíblico de la creación. Entre los elementos sumerios incorporados y transformados en la narración bíblica están el comer de la fruta prohibida, el concepto del árbol de la vida y la historia del diluvio. La descripción del Jardín del Edén tiene su paralelo en el jardín sumerio de la creación, que también se describe como un lugar bordeado por cuatro grandes ríos.

En el mito sumerio de la creación, la diosa-madre Nunhursag permitió que ocho preciosas plantas crecieran en el jardín pero prohibió a los dioses que comieran de ellas. Sin embargo el dios del agua, Enki, las comió y Ninhursag le condenó a morir. A consecuencia de ello, ocho órganos de Enki cayeron enfermos. El Zorro intercedió por él y la diosa accedió a conmutarle la sentencia de muerte. Ella creó una deidad curadora especial para cada uno de los órganos dañados. Cuando llegó a la costilla, dijo: «Para ti he hecho nacer la diosa Ninti». En sumerio «Ninti» tiene un doble significado, o sea, «la que gobierna la costilla» y «la que gobierna la vida».

En hebreo la palabra «Javvah» (Eva) significa «la que crea vida», lo que sugiere que puede haber una fusión de la Ninti sumeria y la Eva bíblica. La elección de la costilla de Adán como el lugar del que se crea a Eva puede que simplemente refleje la incorporación del mito sumerio. Stephen Langdon sugiere otra fascinante posibilidad cuando asocia «Javvh» en hebreo con el significado que esta palabra tiene en arameo, que es «serpiente». (14)

Tanto si se acepta como si se rechaza el origen sumerio del relato de la creación como explicación válida de la metáfora de la costilla de Adán, es significativo que históricamente se la haya ignorado y haya prevalecido en cambio la más sexista. El simbolismo del relato del Génesis sugiere una dicotomía entre Adán, creado del polvo, y Eva, sucesora de la antigua diosa de la fertilidad, creada de una parte del cuerpo humano, ambos imbuidos con sustancia divina gracias a la intervención de Yahvé.

La dicotomía se refuerza en la historia de la caída, cuando Yahvé decreta la división sexual del trabajo, esta vez a modo de castigo. Adán trabajará con el sudor de su frente, Eva parirá con dolor y educará a los hijos. Vale la pena señalar que el castigo impuesto convierte el trabajo del hombre en una carga, pero condena al dolor y al sufrimiento no sólo el trabajo de las mujeres sino su cuerpo con el que dan vida, una consecuencia natural de la sexualidad femenina.

Hay otro aspecto del texto del Génesis que merece nuestra atención. La divinidad creadora de la vida humana, que en el relato sumerio era la diosa Ninhursag, es ahora Yahvé, Dios padre y Señor. Puede que, si damos crédito a la versión P, Él «los» creara varón y mujer, pero hizo al varón a su misma imagen y a la mujer de otro modo. (15)

David Bakan, en una interpretación muy original y sugerente del Libro del Génesis, sostiene que el tema central del libro es que los hombres asumen la paternidad. Cuando los hombres realizan el descubrimiento «científico» de que la concepción proviene de la relación sexual entre ellos y las mujeres, comprenden que tienen el poder de procrear que hasta entonces creían que sólo poseían los dioses.

Los hombres, en su deseo por «legitimar las prerrogativas que parecía que les concedía el gran descubrimiento», aprendieron a distinguir entre «creación» (divina) y «procreación» (masculina). Sustituyeron la filiación matrilineal por la patrilineal y, a fin de garantizar la autoridad paterna, exigieron que las mujeres fueran vírgenes antes del matrimonio y absolutamente fieles durante éste.

Con esta explicación Bakan sigue el argumento de Engels, del que ya hemos hablado antes, pero añade: «Uno de los grandes dispositivos metafóricos… es conceptuar como “simiente” a la exudación sexual del hombre. Esta manera de pensar atribuye toda la carga genética al varón y nada a la mujer». Bakan afirma también que durante esta transición los hombres se adueñaron del papel de cuidadores-protectores de los niños, que hasta entonces había sido el papel femenino.

Lo denomina el «afeminamiento del varón» (16) Aunque la tesis de Bakan me parece convincente y en algunos puntos coincide con mis hallazgos, creo que su razonamiento es excesivamente determinista y que su método es ahistórico y muy subjetivo. Un ejemplo es la lectura que hace del Génesis, 6, 1-4: Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas. Y entonces dijo Yahvé: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años».

Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces, y también después, cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos. Bakan considera este relato de las relaciones de seres divinos con mortales la pieza clave del proceso que describe en su tesis. Observa que el pasaje se ocupa de las cuatro grandes preocupaciones de los humanos: el origen, la muerte, la propiedad y el poder:

Los versos indican el origen de los hombres de valor. Muestran que la vida tiene término, si bien la muerte les sobreviene después de unos generosos ciento veinte años de vida. Indican la prerrogativa de uso, la esencia de la propiedad, que tienen los hijos de Dios con respecto a las hijas de los hombres, que toman para sí las que más prefieren. Demuestran que los hombres que nacieron de esas uniones fueron hombres con poder. (17)
Bakan fundamenta su argumento en una de las partes más complejas y controvertidas del Génesis. Gerhard von Rad interpreta este mismo texto de otro modo. Lee «hijos de Dios» (elohim) como «ángeles» y llama a la unión de éstos con las mortales «las nupcias de los ángeles». Los nefilim que nacen de esta unión son los gigantes de las mitologías. Von Rad, que interpreta la Biblia sólo como documento religioso, considera estas «nupcias de los ángeles» un ejemplo de la depravación de las criaturas de Dios (desde la caída, al pecado de Lot, hasta el diluvio).
La maldad inherente a los hombres queda ilustrada en estos incidentes, que van seguidos del castigo de Dios, y que terminan con la alianza, gracias a la misericordia redentora divina. [18] E. A. Speiser cree que «la naturaleza del fragmento nos impide realizar una interpretación fiable». También considera «seres divinos» a los elohim y para él la unión con las mujeres humanas es una abominación. Menciona la notable similitud que el relato de los gigantes tiene con un mito hurrita en el cual el dios de la tormenta Teshup ha de luchar contra un formidable monstruo de piedra. Speiser no hace ningún comentario acerca de las mujeres del relato. (19)
Creo que Bakan cometió un error al interpretar literalmente el término «hijos de Dios» y creer que se aplicaba a los varones humanos. La alusión a los gigantes de antaño y su parecido no sólo con el mito hurrita sino también con los mitos sumerio y griego del origen, que describen a unos gigantes míticos en lucha con los dioses, me parecen convincentes. (20)

A mi entender lo que importa en este texto es la alusión que se hace de las mujeres humanas como las hijas nacidas de los hombres. «Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas.» No se explica cómo los hombres empezaron a multiplicarse, pero la omisión de las mujeres en el proceso me parece muy significativa. Una habría esperado leer en el pasaje: «cuando las mujeres tuvieron hombres y ellos empezaron a multiplicarse». El texto, escrito por J en el siglo X a.C., evidencia que por aquel entonces ya estaban firmemente establecidas las asunciones patriarcales acerca de la procreación.
El autor no se ve en la obligación de explicar por qué «les nacieron a los hombres» seres humanos. De hecho, este es el presupuesto que prevalece en todo el Génesis. Dios llama a Isaac «el hijo de Abraham» y este es el lenguaje que se utiliza todo el tiempo. En la cronología, la «descendencia de los hijos de Noé» son «los hijos de sus padres». Y por consiguiente: «A Héber le nacieron dos hijos» (Génesis, 10, 25). Por supuesto, es lógico y de esperar que en una sociedad patrilineal la línea familiar se siga a través del padre, pero lo que aquí me interesa señalar es que esta forma metafórica de organizar el parentesco se vio un tanto transformada en una aseveración que no tiene nada que ver con la realidad de los hechos: no tan sólo el linaje, la misma procreación se había convertido en un acto masculino.

No hay ninguna madre implicada en el proceso. En las plegarias a Ishtar, igual que en las dirigidas a otras diosas de la fertilidad, uno de los atributos laudatorios de la diosa era que «ella hacía fecundas a las mujeres». En el Génesis ese lenguaje sólo se emplea con relación a Yahvé: «Vio Yahvé que Lía era aborrecida y la hizo fecunda» (Génesis, 29, 31); «Entonces se acordó Dios de Raquel … y abrió su seno, y ella concibió y dio a luz un hijo. Y dijo: “Ha quitado Dios mi afrenta“» (Génesis, 30, 22-23).

Asimismo, Eva dice después de haber concebido y parido a Caín: «He adquirido un varón con el favor de Yahvé» (Génesis, 4, 1). El poder de procreación está, pues, claramente definido como algo que emana de Dios, quien hace que las mujeres sean fecundas y bendice la simiente de los varones. Aun así, dentro del marco de referencia patriarcal, se honra el papel procreador de la esposa y madre.

En el relato de la caída, la maldición de la mortalidad que ha caído sobre Adán y Eva se suaviza simbólicamente cuando se les concede la inmortalidad que llega con el engendramiento, a través del poder de procrear. A este respecto hombre y mujer mantienen una relación idéntica con Dios. También podría interpretarse este aspecto de la caída como prueba de que la mujer, en el papel de madre, es la portadora del espíritu redentor y misericordioso de Dios.

El cambio decisivo en la relación entre el hombre y Dios se produce en el relato de la alianza y queda definido de tal manera que margina a la mujer. Con la alianza los humanos entran en la historia; en adelante su inmortalidad colectiva se convierte en uno de los aspectos de la alianza pactada con Yahvé.
Su paso por el tiempo y la historia es una prueba del cumplimiento de la promesa de Yahvé; sus acciones y su conducta colectiva son interpretadas y juzgadas bajo el prisma de sus obligaciones para con la alianza. La alianza, de una forma más literal, es también lo que une a las doce tribus distintas para que formen una nación. Antes de la construcción del templo, el altar de la alianza es el centro de la vida religiosa; el rito de la alianza, la circuncisión, simboliza la reconsagración de cada niño varón, de cada familia, a los deberes con la alianza. (21)

No es una casualidad ni carece de importancia el que las mujeres no estén presentes en ninguna de las vertientes de la alianza. Yahvé pacta varias alianzas con Israel: una con Noé (Génesis, 9, 8-17), dos con Abram (Génesis, 15, 7-18, y Génesis, 17, 1-13), y otra con Moisés
(Éxodo, 3; 6, 2-9, y 21-23).

La alianza con Noé preludia las otras: Yahvé promete no enviar jamás otro diluvio para destruir la tierra y las criaturas que habitan en ella, y elige el arco iris como «señal de la alianza». La alianza con Moisés, inclusive el Decálogo, es la elaboración concreta del pacto de alianza con Abraham. Puesto que no altera básicamente los conceptos de género implícitos en las alianzas previas, queda dentro de nuestro ámbito de investigación.

La definición fundamental de la relación entre el pueblo escogido y su Dios y de la comunidad de la alianza aparece en las alianzas con Abraham, que ahora pasaremos a analizar. En el capítulo 15 del Génesis, la promesa previa que Dios había hecho a Abram de tierras y descendencia se formaliza y se hace irrevocable merced al rito de la alianza.

Puesto que a los israelitas se les promete la ocupación efectiva de su tierra tan sólo en generaciones venideras, perciben el transcurso de la historia como cumplimiento de su destino. (22) Lo notable desde nuestro punto de vista es el lenguaje que se emplea para describir el proceso de engendramiento. Dios expresa su propósito con estas palabras que dirige a Abram: «te heredará uno que saldrá de tus entrañas» (Génesis, 15, 4). (23)

Le pide a Abram que cuente las estrellas y le promete: «Así será tu simiente»* (Génesis, 15, 5) y «a tu simiente he dado esta tierra» (Génesis, 15, 18). La «simiente» masculina adquiere así el poder y la bendición del poder procreador que reside en Yahvé. La metáfora de la simiente masculina implantada en el útero femenino, el surco, la tierra, es anterior al período en que se escribió el Antiguo Testamento.

Proviene, lo más seguro, de un contexto agrícola. Aparece, por ejemplo, en el relato del noviazgo de Inanna y Dumuzi, en el llamado «Cántico nupcial de los pastores». (24) Pero hay que señalar que la franca y gráfica descripción del acto sexual en el poema sumerio, en el que Inanna inquiere «¿quién sembrará en mi vulva, quién arará mi campo?», a lo cual el poeta responde «el rey Dumuzi lo arará para ti … », no confunde nunca la metáfora con el verdadero proceso.

Por ejemplo, se refiere a Dumuzi como «el que ha nacido de un vientre fecundo». Lo que sucede en el Génesis es que se ha transformado la antigua metáfora con el propósito de realzar el sentido patriarcal. La bendición de Dios sobre la «simiente» de Abram otorga la aprobación divina al traspaso del poder de creación que tiene la mujer al varón.

La principal alianza de Yahvé con Abram se presenta en el capítulo 17 del Génesis, que forma parte del documento P. Aquí el rito de la alianza es más formal y conlleva la participación activa de Abram. Dios promete a Abram, que se ha postrado ante Él: «Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos» (Génesis, 17, 5). Y añade: «Y estableceré mi alianza entre nosotros dos, y con tu simiente después de ti, de generación en generación: una alianza eterna, de ser yo el Dios tuyo y el de tu posteridad» (Génesis, 17, 7).

Yahvé reitera que Él dará la tierra de Canaán a Abram «en posesión perpetua». Y llegados a este punto Yahvé agrega importancia al ritual dando un nuevo nombre a Abram y Saray. ¿Qué le pide Dios a Abraham? Le pide que acepte que Él será el Dios de Israel, sólo Él y ningún otro. Y le pide que su pueblo, que le adorará sólo a Él, se distinga de las otras naciones por una señal física, una señal que sea fácilmente identificable: Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros también tu posteridad: todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros [Génesis, 17, 10-11].

Hemos de tomar nota del hecho de que Yahvé pacta la alianza sólo con Abraham, sin incluir a Sara, y que cuando lo hace da su aprobación divina al liderazgo que ejerce el patriarca sobre su familia y su tribu. Abraham personifica a la tribu y la familia de una manera que la legislación romana, en un período bastante posterior, institucionalizaría como el pater familias. A Sara se la menciona en el pasaje de la alianza únicamente como la portadora de la «simiente» de Abraham: «Yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo. La bendeciré, y se convertirá en madre de naciones; reyes de pueblos procederán de ella» (Génesis, 17, 16).

Aunque a Abraham y a Sara se les bendice por igual como progenitores de reyes y naciones, el vínculo de alianza se establece sólo con los varones: primero con Abraham, luego explícitamente con el hijo de Abraham y Sara, Isaac, al que sólo se alude como hijo de Abraham. Es más, la comunidad de la alianza es definida por la divinidad como una comunidad masculina, como puede verse en la elección del símbolo que es la «señal de la alianza».

Los comentaristas se han centrado principalmente en la forma de la alianza, que guarda un enorme parecido con los tratados reales hititas. En dichos tratados se obliga al vasallo a atenerse a las órdenes especificadas en el tratado por el rey hitita; se trata, por tanto, de un contrato entre partes desiguales. El vasallo ha de confiar en la benevolencia del soberano, pero se ve obligado a cumplir su parte. Por lo general, el tratado era sellado con un juramento y con algún tipo de ceremonia solemne. Los comentaristas han señalado que existen notables paralelismos de forma entre la alianza con Moisés, tal y como se describe en los libros del Deuteronomio, Éxodo y Josué, y los tratados reales.
Coincidiría con el desarrollo histórico, en el que las doce tribus se constituirían en una confederación gracias a la ley mesiánica, mientras que la aceptación formal del Decálogo, la ceremonia del arca de la alianza y la circuncisión de los varones adultos serían el juramento obligatorio y la ceremonia solemne. Hay una gran probabilidad de que el énfasis que se da a la alianza en el documento P y las reiteraciones acerca de la alianza de Dios con David (Samuel, II, 23, 1-5; II, 7, 1-17) reflejen las necesidades políticas de legitimar el derecho de David al trono en el momento en que se escribió.
Yahvé dio a Abraham las tierras y le prometió que bendeciría su simiente y la de sus descendientes; Moisés unió a su pueblo obligándole a jurar su adhesión a la alianza. David, que afirmaba que descendía por línea directa de Abraham y que gracias a la alianza con Moisés reivindicaba el derecho a la tierra y a un liderazgo, formó una nación con las tribus. Tierra, poder y una nación eran la promesa implícita en la alianza. (25)
A pesar de que los comentaristas han discutido ampliamente las implicaciones políticas y religiosas de la alianza, no se han preocupado de explicar la naturaleza de la «señal» que la sella. Los comentarios acerca de la circuncisión han sido de manera uniforme poco esclarecedores. Se nos dice que la circuncisión era una práctica muy difundida en todo el antiguo Próximo Oriente, por razones de higiene, como preparación a la vida sexual, como sacrificio y una marca de distinción. Los babilonios, los asirios y los fenicios no la practicaban, pero sí lo hacían los egipcios y algunos pueblos mesopotámicos. Que se trata de una práctica antiquísima lo atestiguan testimonios pictóricos que datan del 2300 a.C. y las menciones a las cuchillas de sílex empleadas en las ceremonias, lo que supondría que era anterior a la Edad del Bronce. (26)
Todos los comentaristas coinciden en que el rito experimentó una transformación decisiva en Israel, no sólo por el sentido religioso que se le dio, sino porque pasó de realizarse en la pubertad a practicarla en la infancia. La circuncisión era entre muchísimos pueblos un rito de pubertad, que presumiblemente iniciaba a los hombres en la vida sexual y procreadora. Ese hecho y la manera en que los israelitas transformaron el rito merecen, por consiguiente, una mayor atención.
¿Por qué se decidió que el órgano que tenía que ser la «señal» fuera el pene circunciso? Si Yahvé, como numerosos comentaristas han sugerido, pretendía distinguir con esta marca en el cuerpo a su pueblo de los demás, ¿por qué motivo no la situó sobre la frente, el tórax o el dedo? Si, como otros comentaristas han insinuado, el rito era meramente higiénico, ¿por qué se escogió concretamente ése, que sólo afectaba a los varones, de entre los varios ritos y costumbres relativos a la salud y la nutrición que hubieran servido igual?

Calvino fue, por una vez, consciente de los problemas que planteaba este pasaje bíblico e intentó tratarlo con franqueza en sus Comentarios. Os circuncidaréis la carne del prepucio. A primera vista esta orden resulta bastante extraña e inexplicable. El tema que se discute es la sagrada alianza… ¿y quién puede creer que sea sensato que el signo de un misterio tan grande consista en la circuncisión? Pero del mismo modo que Abraham tuvo que enloquecer para probar su obediencia a Dios, cualquiera que sea sabio recibirá con modestia y reverencia aquello que Dios, a nuestro parecer de forma absurda, nos ha ordenado. Y aun así nos preguntamos si existe alguna analogía clara entre la señal visible y lo que significa. (27)

La pregunta de Calvino acerca del simbolismo sexual de la circuncisión es atinada. Creo que la clave para su interpretación se halla en los diferentes pasajes que hemos citado antes y en los que Yahvé promete bendecir la «simiente» de Abraham. ¿Qué puede haber más lógico y apropiado que utilizar como principal símbolo de la alianza el órgano que produce esa «simiente» y que la «planta» en el útero femenino? Nada convencería más al hombre de la vulnerabilidad de este órgano y de que depende de Dios para ser fértil (inmortal).

La ofrenda de otra parte del cuerpo no hubiera lanzado un mensaje tan vivo y descriptivo al hombre de la conexión entre su capacidad reproductora y la gracia de Dios. Puesto que Abraham y los hombres de su linaje pasaron el rito de la circuncisión cuando ya eran adultos, el acto en sí, que debió ser muy doloroso, evidencia su confianza y su fe en Dios y la sumisión a sus deseos. El simbolismo implícito en la circuncisión está repleto de ecos patriarcales. No solamente significa que ahora el poder de procrear reside en Dios y en los varones humanos, sino que también lo vincula a la tierra y al poder.

Las teorías psicoanalíticas han sugerido que el pene es el símbolo del poder para los hombres y las mujeres de la civilización occidental, y considera a la circuncisión un sustituto simbólico de la castración. Esta explicación nos remite a una referencia histórica interesante: en la época en que se redactó la Biblia y anteriormente, los sacerdotes y las sacerdotisas de la diosa de la fertilidad Ishtar consagraban su sexualidad a la diosa. Algunos aceptaban voluntariamente la virginidad o el celibato, mientras que otros realizaban el acto sexual ritual en honor a la diosa.

En cualquier caso, los humanos sacrificaban su propia sexualidad para celebrar y acrecentar la fertilidad de la diosa. No es inconcebible que el rito de la circuncisión exigido en señal de alianza sea una adaptación del antiguo rito mesopotámico, pero transformado para celebrar la fertilidad del único Dios y las bendiciones que Él derrama sobre el poder de procreación masculino. (28)
Lo más extraordinario es la omisión de un papel simbólico o de un ritual de la madre dentro del proceso de procreación. Dios bendice la simiente de Abraham como si ésta pudiera engendrar por sí sola. La imagen de los pechos de la diosa de la fertilidad que amamanta la tierra y los campos ha sido reemplazada por la imagen del pene circunciso que simboliza el pacto de alianza entre los hombres mortales y Dios. Se les promete la inmortalidad colectiva, en forma de una descendencia numerosa, tierras, poder y victorias sobre los enemigos de los pueblos de la alianza, si cumplen con sus obligaciones, entre las cuales prima la circuncisión: «El incircunciso, el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza» (Génesis, 17, 14).
La aceptación del monoteísmo, la circuncisión y la observancia de las leyes divinas tal y como le han sido dadas a Moisés son las obligaciones del pueblo escogido y le distinguirán de sus vecinos. Pero su cohesión y su pureza ha de garantizarse mediante la circuncisión de los varones y la estricta virginidad de las mujeres antes del matrimonio. El control sexual que asegura la dominación paterna se ve ascendido aquí no meramente a un arreglo social de los hombres, que queda incorporado a una legislación hecha por el hombre, como, por ejemplo, sucedía en los códigos jurídicos mesopotámicos; se presenta aquí como la voluntad de Dios expresada en su alianza con los hombres de Israel.
A la pregunta «¿quién crea la vida?», el Génesis responde: Yahvé y el varón que Él ha creado a su imagen. Nos queda por discutir la tercera de las grandes cuestiones religiosas: «¿Cuál es el origen del mal y de la muerte en el mundo?».Los antiguos mesopotámicos se hacían esta pregunta separándola en dos partes: ¿De qué manera la humanidad disgustó a los dioses? y ¿por qué sufre un hombre bueno?
El concepto mesopotámico de los dioses iguales a gobernantes y de los humanos como sus obedientes servidores implicaba que, cuando se padecían infortunios, enfermedades o derrotas en la tierra, era debido a que los seres humanos habían disgustado de alguna manera a los dioses. En el pensamiento mesopotámico se aceptaba la muerte como algo real; era el destino de la humanidad y no se la podía evitar, y estaba personificada por un dios o una diosa. Asimismo, la vida eterna es fundamental; puede alcanzarse si se come cierto alimento o del «árbol de la vida». (29)
En la Epopeya de Gilgamesh hay dos pasajes que están relacionados con nuestro tema. Uno es la experiencia del hombre salvaje, Enkidu, que vive en armonía con la naturaleza y con quien hablan los animales. Después de que una ramera le conceda sus favores y le «civilice» al mantener relaciones sexuales con él durante siete días, los animales le rehúyen. «Ya no era como antes / pues ahora era sabio, tenía más conocimientos.» Y la ramera le dice: «Eres sabio Enkidu, te has hecho igual a un Dios». (30)

La adquisición del conocimiento sexual separa a Enkidu de la naturaleza. El conocimiento humano se reviste aquí de connotaciones sexuales y con la sugerencia de que ello aproxima a Enkidu más a los dioses que a los animales. El segundo tema es la búsqueda de la inmortalidad por parte del hombre. Gilgamesh, tras la muerte de su bien amado amigo Enkidu, vaga por el mundo en busca del secreto de la inmortalidad. Después de varias aventuras se le ofrece una planta, un secreto de los dioses, «gracias a la cual un hombre puede recuperar su aliento vital», pero una serpiente se la roba.

Aunque Gilgamesh es un semidiós, finalmente se le niega el secreto de la inmortalidad que es un privilegio de los dioses. Hemos de destacar el papel de la serpiente, que generalmente va asociada a la diosa de la fertilidad y le guarda sus conocimientos secretos. La escuela de teología sumeria de Eridu nos ha proporcionado uno de los primeros mitos sobre la caída del hombre. El dios Ea ha creado un hombre, Adapa, que es un hábil navegante. «Él poseía unos conocimientos infinitos que le permitían dar nombre a todas las cosas con el aliento de la vida.» (31)

Adapa, durante una discusión con el dios del viento del sur, le rompe las alas y por dicho crimen el dios Anu requiere su presencia en el cielo. El mentor de Adapa, el astuto dios Ea, le previene que no coma o beba nada de lo que le ofrezcan en el cielo. Obediente a las instrucciones recibidas, Adapa rechaza el pan y el agua de la vida que le ofrece el dios Anu. Se le devuelve a la tierra y se le hace responsable de todos los males que caen sobre la humanidad. «Y cualquier mal que este hombre haya traído sobre los hombres… que caiga sobre él el horror.»` En estos mitos los dioses guardan celosamente el poder que les otorga la inmortalidad.

A los hombres que aspiran a obtener el conocimiento divino se les culpa de traer el mal al mundo. Hemos de advertir, asimismo, que los medios con los cuales los humanos adquieren conocimientos divinos es por comer y beber ciertas sustancias y mantener relaciones sexuales. En el relato bíblico de la caída encontramos todos estos elementos: el árbol del conocimiento, la fruta prohibida, la serpiente, con su asociación a la diosa de la fertilidad y a la sexualidad femenina.

El árbol de la vida y su fruto ya están antes asociados con la diosa de la fertilidad. Desde comienzos del tercer milenio a.C. en adelante la vemos representada sosteniendo una fruta o espigas de trigo o, alternativamente, un cuenco del que mana el agua de la vida (véanse las ilustraciones 4 y 13). Posteriormente, los reyes y gobernantes tomarán algunos de estos símbolos. Una de las representaciones más antiguas en las que se asocia al gobernante con el árbol de la vida es una estatua del dirigente Gudea de Lagash (2275-2260 a.C.), que sostiene una jarra y reparte el agua de la vida con una pose idéntica a la que tiene una escultura de la diosa Ishtar hallada en Mari (véase la ilustración 12).
La Estela de Ur-Nammu de Ur muestra al monarca coronado sentado ante un vaso de libación del cual mana agua y del que crece el árbol de la vida. Una pintura mural del palacio de Mari representa la investidura del rey Zimri-Lim por la diosa Ishtar. Un panel inferior muestra a dos figuras que parecen diosas con la típica corona; cada una sostiene un cuenco del que mana el agua formando cuatro grandes ríos. De cada uno de los cuencos de agua brota un árbol de la vida.(33)
La imagen pervive durante casi dos mil años. La encontramos en muchísimos sellos (véanse las ilustraciones 18 y 20) y la vemos en las monumentales esculturas de los muros del palacio de Asurbanipal de Asiria, construido en el siglo VII a.C. La encontramos en un mural que representa al rey y la reina celebrando un banquete bajo una enramada (véase la ilustración 22). El motivo del rey y su séquito o ciertas figuras míticas de genios regando el árbol de la vida aparece en algunos de los relieves en los muros de aquel palacio (véanse las ilustraciones 18-21).(34)
El símbolo estaba muy difundido en Canaán, donde Aserá, la diosa de la fertilidad, estaba simbolizada por un árbol de forma estilizada. Su culto, popular en Israel durante el período patriarcal, tenía lugar en las arboledas. (35) Dentro de nuestros objetivos merece la pena observar la dirección general que toma la evolución de este símbolo, desarrollo que encaja dentro del modelo de ascenso del patriarcado, que ya hemos dejado al descubierto.
Al principio el árbol de la vida y su fruto la cañafístula, la granada, el dátil, la manzana estaban asociados a la diosa de la fertilidad. En la época de la formación de la monarquía, los soberanos se arrogaron algunos de los servicios a la diosa y con ellos parte de su poder, y se representaban a sí mismos con los símbolos ligados a ella. Llevan el jarro del agua de la vida; riegan el árbol de la vida. Es muy probable que este avance coincidiera con el cambio de concepto de la diosa de la fertilidad: es decir, que ahora tenía que contar con un consorte masculino para iniciar su fertilidad.

El rey de las nupcias sagradas se convierte en el rey «que riega» el árbol de la vida. Este cambio es especialmente llamativo en los paneles del palacio de Asurbanipal en Nínive, que revelan los cambios de definición del género de forma bastante categórica. El rey y sus sirvientes tienen un tamaño enorme; se les representa ataviados de guerreros con la armadura, tienen poderosos músculos y portan armas. Sin embargo, el rey lleva una regadera, con lo que rinde homenaje al principio de fertilidad simbolizado en el árbol de la vida.

El centro de poder ha pasado claramente de la mujer al hombre, pero no se puede ignorar al reino de la diosa; hay que honrarlo y pacificarlo. El simbolismo hebreo estaba fuertemente influido por la herencia mesopotámica y cananea, los vecinos de Israel.

En la historia de la caída encontramos todos los elementos simbólicos de esa herencia transformados de forma intensa y significativa. En el relato bíblico del paraíso hay dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal: «y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal» (Génesis, 2, 9). La segunda alusión que se hace es más ambigua y parece que se hayan fundido ambos significados en un solo símbolo: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio» (Génesis, 2, 16-17). Puesto que aquí no se prohíbe comer del árbol de la vida, cabe presumir que ambos árboles han quedado fundidos en uno. Pero (Génesis, 3, 22) Dios los separa claramente y expulsa a Adán y Eva del jardín: «no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre». (36)

En el relato bíblico la ciencia que se prohíbe a la humanidad tiene una doble naturaleza: es un conocimiento moral, la ciencia del bien y del mal, y un conocimiento sexual. Cuando los seres humanos adquieren el conocimiento del bien y del mal, toman para sí la obligación de adoptar decisiones morales, pues han perdido la inocencia y con ella la facultad de cumplir los deseos de Dios sin consideraciones de carácter moral. La humanidad que ha caído en desgracia con este acto de adquirir un nivel mayor de «conocimientos» asume la carga de distinguir entre el bien y el mal y de optar por un dios a fin de salvarse.
La otra vertiente de la ciencia es el conocimiento sexual; queda patente en la frase que describe una de las consecuencias de la caída: «y se dieron cuenta de que estaban desnudos» (Génesis, 3, 7). Las consecuencias de la transgresión de Adán y Eva caen con distinto peso sobre la mujer. La consecuencia del conocimiento sexual es separar la sexualidad femenina de la procreación. Dios pone enemistad entre la serpiente y la mujer (Génesis, 3, 15).
En el contexto histórico de la época en que se redactó el Génesis, la serpiente estaba claramente asociada a la diosa de la fertilidad y era su representación simbólica. De esta manera, por mandato divino, la sexualidad libre y abierta de la diosa de la fertilidad le iba a ser prohibida a la mujer caída. La maternidad sería la forma en que encontraría expresión su sexualidad.
Por tanto, se definía dicha sexualidad como servicio a su papel de madre y estaba limitada a dos condiciones: ella tenía que estar subordinada al marido y pariría sus hijos con dolor. Pero allí, en el centro del jardín, quedaba el árbol de la vida. En el acto de la pareja humana de probar la fruta prohibida del árbol de la ciencia está implícito que ellos aspiraban a adquirir el misterio del árbol de la vida, el conocimiento de la inmortalidad, que está reservado a Dios.
La implicación se evidencia tanto en la orden antes citada que prohíbe el fruto como en el castigo de Dios, «porque eres polvo y al polvo tornarás» (Génesis, 3, 19). Aspirar al conocimiento de Dios es el supremo acto de insolencia; el castigo por ello es la mortalidad. Pero Dios es misericordioso y redime, y por tanto el castigo sobre Eva tiene también una connotación redentora. De una vez y para siempre se separa el poder de creación (y con ella el secreto de la inmortalidad) del de procreación.
La facultad de crear está reservada a Dios; la procreación de seres humanos es el destino de las mujeres. La maldición que cayó sobre Eva lo convierte en un destino doloroso y de subordinación. Pero hay la otra cara del relato de la caída. La maldición de Dios sobre Adán acaba cuando le adjudica la mortalidad. Y, sin embargo, en la siguiente línea Adán da a su esposa el nombre de Eva «por ser ella la madre de todos los vivientes».
Es el reconocimiento profundo de que en ella reside la única inmortalidad a la que pueden aspirar los humanos: la inmortalidad de la descendencia. He aquí el aspecto redentor de la doctrina bíblica de la división del trabajo según el sexo: no sólo el hombre trabajará con el sudor de su frente y la mujer parirá con dolor, sino que hombres y mujeres mortales dependen de la función redentora, dadora de vida, de la madre para la única inmortalidad que podrán experimentar.
En el primer acto después de la caída, Adán da un nombre a Eva o, más bien, reinterpreta de esta manera el significado de su nombre. Eva, caída en desgracia, ha de tomar esperanza y coraje de su nuevo papel redentor de madre, pero hay dos condiciones que definen y delimitan sus opciones, ambas impuestas por Dios: se le separa de la serpiente y su marido la dominará. Si entendemos que la serpiente era el símbolo de la antigua diosa de la fertilidad, esta condición resulta fundamental en el establecimiento del monoteísmo.

Se repetirá y reafirmará en la alianza: sólo habrá un único Dios y la diosa de la fertilidad será desechada como algo malo y se convertirá en el símbolo del pecado. No tenemos que forzar la interpretación para verlo como la condena de Yahvé a la sexualidad femenina practicada de modo libre y autónomo, incluso sagrada.
La segunda condición es que Eva, para que se la honre de por vida, deberá estar gobernada por su marido. Es la ley del patriarcado, perfectamente definida aquí y a la que se otorga la aprobación divina. Hemos visto un desarrollo anterior, que conduce a una definición parecida, en el código de Hammurabi y en el artículo 40 de las leyes mesoasirias. Ahora la vemos bajo la apariencia de decreto divino totalmente integrada en una poderosa visión religiosa del mundo.
Acabamos de ver cómo se respondió a las preguntas de «¿quién creó la vida?» y «¿quién habla con Dios?» en diferentes culturas, y hemos visto cómo la respuesta a ambas en el Antiguo Testamento reafirmaba el poder de los hombres sobre las mujeres. A la cuestión de «¿quién trajo el mal y la muerte al mundo?», el Génesis responde: «la mujer en su alianza con la serpiente, que representa la libre sexualidad femenina».
Acorde a esta manera de pensar está que se debería excluir a las mujeres de la participación activa en la comunidad de la alianza y que el símbolo de esa comunidad y de ese pacto con Dios deberá ser un símbolo masculino. El desarrollo del monoteísmo en el Libro del Génesis supuso un paso enorme de los seres humanos hacia el pensamiento abstracto y la definición de símbolos con carácter universal.
Es un trágico accidente de la historia que este avance se produjera en una sociedad y bajo unas circunstancias que reforzaron y reafirmaron el patriarcado. Así es que el proceso de creación de símbolos ocurrió de tal modo que marginó a las mujeres. Para éstas, el Libro del Génesis representó su definición como criaturas diferentes en esencia a los hombres; una redefinición de su sexualidad como beneficiosa y redentora sólo dentro de los límites fijados por el dominio patriarcal; y por último el reconocimiento de estar excluidas de representar de forma directa el principio divino. El peso de la narración bíblica parece decretar que por deseo de Dios las mujeres estaban incluidas en la alianza de Él sólo gracias a la mediación de los hombres. Este es el momento histórico en que muere la diosa-madre y se la sustituye por el Dios padre y la madre metafórica bajo el patriarcado.
1. William F. Albright, From the Stone Age to Christianity, Baltimore, 1940, p. 199; E. O. James, Myth and Ritual in the Ancient Near East, Londres, 1958, p. 63.
2. Gerhard von Rad, en su apreciado trabajo Genesis: A Commentary (Filadelfia, 1961; trad. de la ed. alemana, 1956), comenta: «Dar nombre es un acto de copiar y de dar el orden apropiado al mismo tiempo, por el cual el hombre objetiviza intelectualmente por sí mismo a las criaturas … En el antiguo Oriente imponer un nombre era principalmente una muestra de realeza, de poder» (p. 81). Véanse también Roland de Vaux, O.P., Ancient Israel: Its Life and Institutions, Nueva York, 1961; edición de bolsillo, 2 vols. 1965, 1, pp. 43-46; Speiser, The Anchor Bible: Genesis, Garden City, Nueva York, 1966, pp. 126-127; Sarna, Understanding Genesis, Nueva York, 1966, pp. 129-130; Alfred Jeremias, Handbuch der Altorientalischen Geisteskultur, Berlín, 1929, pp. 33-34.
3. Phyllis Trible intenta interpretar el pasaje «Ésta será llamada mujer» (Génesis, 2, 23) no como el acto de imposición de un nombre a Eva por parte de Adán, sino como el reconocimiento de su sexualidad y género, una especie de definición. Cuando discute el contradictorio pasaje del versículo 3, 20, donde «el hombre llamó a su mujer Eva» y que, tal y como ella admite, es la aseveración del poder de él sobre ella, lo explica como «la corrupción de una relación mutua e igual» por parte de él. Trible, «Depatriarchalizing in Biblical Interpretation», Journal of the American Academy of Religion, vol. 41, marzo de 1973, p. 38 y la cita es de la p. 41. Esta explicación me parece poco convincente y forzada, aunque simpatice con el esfuerzo que hace Trible por ofrecer otra lectura distinta a la patriarcal.
4. La interpretación actual y que parece que acepta todo el mundo es que ambas versiones fueron escritas independientemente y que ambas provienen de un corpus de tradiciones anterior. Véase E. A. Speiser, Genesis, pp. 8-11; Nahum M. Sarna, Understanding Genesis, pp. 1-16.
5. La última versión feminista de este argumento está en Maryanne Cline Horowitz, «The Image of God in Man; Is Woman Included?», Harvard Theological Review, vol. 72, n.°’ 3-4 (julio-octubre de 1979), pp. 175-206.
6. Juan Calvino, Commentaries on the First Book of Moses called Genesis, trad. del reverendo John King, Grand Rapids, Michigan, 1948, vol. I, p. 129. 7. Ibid., pp. 132-133.
8. Rachel Speght, A Mouzell for Melastomus, the Cynical Bayter and foulemouthed Barker against Evah’s Sex, Londres, 1617.
9. Sarah M. Grimké, Letters on the Eguality of Sexes and the Condition of Women, Boston, 1838, p. 5.
10. Phyllis Trible, «Depatriarchalizing», pp. 31 y 42.
11. Ibid., pp. 36-37.
12. Phyllis Bird, «Images of Women in the Old Testament», en Rosemary Radford Ruether, ed., Religion and Sexism, Nueva York, 1974, p. 72. 13. R. David Freeman, «Woman, a Power Equal to Man; Translation of Woman as a “Fit Helpmate” for Man Is Questioned», Biblical Archaeologist, vol. 9, n.° 1 (enero-febrero de 1983), pp. 56-58. 14. Stephen Langdon, The Sumerian Epic of Paradise, The Flood and The Fall of Man, Universidad de Pensylvania, publicaciones de la sección sobre Babilonia del Museo de la Universidad, vol. 10, n.° 1 (Filadelfia, 1915), pp. 36-37. I. M. Kikawada presenta un interesante paralelismo entre el nombre de Eva, «madre de todos los vivientes», y el apelativo «señora de todos los dioses» que recibe la diosa creadora Mami en la epopeya babilónica de Atrahasis. Véase 1. M. Kikawada, «Two Notes on Eve», Journal of Biblical Literature, vol. 19 (1972), p. 34. 15. Maryanne Cline Horowitz, coincidiendo con la interpretación de Phyllis Trible, sostiene que el concepto de «hombre y mujer a imagen de Dios» nos invita a «trascender las metáforas masculinas y femeninas de Dios que proliferan en la Biblia y a trascender nuestras personalidades e instituciones sociales históricas ante el reconocimiento del Único». Horowitz, «Image of God», p. 175. Estoy de acuerdo en que el texto es lo bastante ambiguo para «dejar abierta» la posibilidad a una interpretación menos «misógina», pero creo que en la Biblia el peso mayor de los símbolos del género recae en las interpretaciones patriarcales y, como se ha indicado antes, éstas son las que han imperado durante dos mil años. 16. David Bakan, And They Took Themselves Wives: The Emergence of Patriarchy in Western Civilization, Nueva York, 1979, pp. 27-28. Una explicación psicológica similar de la necesidad que tienen los hombres de una autoridad y un dominio simbólicos se encuentra en Mary O’Brien, Politics of Reproduction, Boston, 1981.
17. Bakan, And They Took Themselves Wives, p. 28.
18. Von Rad, Genesis, pp. 113-116.
19. Speiser, Anchor Bible, pp. 44-46.
20. James, Myth and Ritual, pp. 154-174.
21. Delbert R. Hillers, Covenant: The History of a Biblical Idea, Baltimore, 1969, pp. 66, 74-80.
22. Sarna, Understanding Genesis, pp. 122-124.
23. Compárese con el nacimiento partenogenético de Atenea a partir de la cabeza de Zeus. * En la versión inglesa de la Biblia que emplea la autora se habla de seed, «semilla» o «simiente», aunque en la edición castellana de la Biblia de Jerusalén se utiliza el término «descendencia». A pesar de que para la traducción de las citas bíblicas se ha seguido siempre este último texto, en este caso concreto se ha respetado el original inglés para no romper con la argumentación de la autora (N. de la t.).
24. Véase Thorkild Jacobsen, The Treasures of Darkness: A History of Mesopotamian Religion, New Haven, 1976, p. 46.
25. Para una completa y esclarecedora discusión en torno a la alianza, véase Hillers, Covenant, passim; en lo que respecta a las tres distintas alianzas, véase especialmente el capítulo 5. Véase también G. Mendenhall, «Covenant Forms in Israelite Tradition», Biblical Archaeologist, vol. 17 (1954), pp. 50-76.
26. Sarna, Understanding Genesis, pp. 131-133, De Vaux, Ancient Israel, pp. 46-48; Robert Graves y Raphael Pata¡, Hebrew Myths: The Book of Genesis, Nueva York, 1983, p. 240; los artículos «Circumcision» en la Encyclopaedia Judaica, vol. 5, p. 567, y The Interpreter’s Bible, Nueva York, 1962, pp. 629-631; Michael V. Fox, «The Sign of the Covenant: Circumcision in the Light of the Priestly “ôt” Etiologies», La Revue Biblique, vol. 81 (1974), pp. 557-596. Fox considera que la circuncisión es un signo cognitivo «cuya función es la de recordar a Dios que mantenga su promesa de posteridad». A este respecto se trata de un símbolo igual que el arco iris en la alianza con Noé. 27. Calvino, Commentaries, p. 453. 28. Esta interpretación está fundada en el artículo sobre la circuncisión en The Interpreter’s Bible, p. 630. 29. H. y H. A. Frankfurt, «Myth and Reality», en Henri Frankfurt, John A. Wilson, Thorkild Jacobsen y William A. Irwin, The Intellectual Adventure of Ancient Man, Chicago, 1946, pp. 14-17. 30. James B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, Princeton, 1950, p. 75, ambas citas. 31. Citado en Langdon, The Sumerian Epic, pp. 44-46. Adviértase el paralelo con el poder de «dar nombres» que tiene Adán en el Génesis. 32. Ibid. 33. Anton Moortgat, Die Kunst des alten Mesopotamien: Sumer und Akkad, Colonia, 1982, Estela de Urnammu, vol. 1, pp. 117, 127, fotografías 196 y 203; los frescos de Mari están en las pp. 121-122. 34. John Gray, Near Eastern Mythology, Londres, 1969 pp. 62-63. El mismo tema aparece tratado en G. Widengren, The King and the Tree of Life in Ancient Near Eastern Religion, Uppsala Universitets Arsskift, n.’ 4 (Upsala, 1951), y en Ilse Seibert, «Hirt-Herde-König», Deutsche Akademie der Wisenschaften zu Berlin, Schriften der Sektion für Altertumswissenschaft, n.° 53 (Berlín, 1969). 35. André Lemaire, «Who or What Was Yahweh’s Asherah?», Biblical Archaeology Review, vol. 10, n.° 6 (noviembre-diciembre de 1984), pp. 42-51. 36. Existe una amplia literatura para la interpretación de este texto, y no la podemos ofrecer íntegramente aquí. Se presentan dos opiniones distintas sobre el tema de los dos o el único árboles en Speiser, Anchor Bible, p. 20, quien sugiere que el texto original sólo mencionaba al árbol de la ciencia. Llama la atención también sobre los pasajes de Gilgamesh y del relato de Adapa que ya hemos discutido. Su análisis secunda el mío en lo que respecta a las connotaciones sexuales del «conocimiento del bien y del mal». Sarna, Understanding Genesis, pp. 26-28, subraya la importancia de lo que él considera un cambio deliberado desde el árbol de la vida al árbol de la ciencia. Ve en ello la desvinculación intencionada de la Biblia de la preocupación por la búsqueda de la inmortalidad en la literatura mesopotámica. Piensa que el significado de la Biblia es «No lo mágico… sino la acción humana es la clave para una vida con sentido». Arthur Ungnad discute el paralelismo entre los dos árboles del paraíso con los árboles frente a las puertas del palacio del dios del cielo en el mito mesopotámico: uno el árbol de la vida, el otro el de la verdad o la ciencia. Ungnad explica la ambigüedad del pasaje bíblico como una señal de que el camino al árbol del saber pasa a través del árbol de la vida. Cuando los seres humanos empiezan a pensar y a razonar acerca de la vida y de Dios, el siguiente paso es arrogarse el secreto de la inmortalidad, reservado sólo a Dios. Para impedirlo, se expulsa a Adán y Eva del paraíso. Véase Arthur Ungnad, «Die Paradisbäume», Zeitung der deutshen morgenlaendischen Gesellschaft, LXXIX, Neue Folge, vol. 4, pp. 111-118

Avatares del concepto de imperio

AVATARES DEL CONCEPTO DE IMPERIO: DESDE ROMA HASTA WASHINGTON
Anthony PAGDEN

Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos, metáforas, 3 (2014), pp. 79-96 ISSN: 2255-0968 http://www.ehu.es/ojs/index.php/Ariadna/index
University of California, Los Angeles – Department of Political Science (EE.UU.)
pagden@ssc.ucla.edu

Resumen: Este ensayo plantea que en el contexto del continuo debate sobre la naturaleza imperial de los Estados Unidos puede ser útil ofrecer una evaluación histórica de qué es lo que constituye un “imperio”. Después de examinar un cierto número de argumentos sobre imperio y prácticas imperiales desde la antigua Roma hasta la Gran Bretaña del siglo XIX, se afirma que el rasgo definitorio de todo imperio, lo que lo distingue de los Estados-nación, es la interpretación del concepto de soberanía.

Desde 1648, la estatalidad se ha definido sobre la soberanía indivisible e incuestionable. Por otro lado, en los imperios, la soberanía siempre ha sido divisible. En este caso, los Estados Unidos, aunque debido a sus acciones más allá de sus fronteras se ha ganado la etiqueta de “imperialista”, no puede clasificarse como imperio desde el momento en que nunca ha estado dispuesto, excepto por un corto lapso de tiempo, a compartir la soberanía con ninguno de los Estados que ha ocupado.

Palabras clave: Imperio; Estados Unidos; conquista, colonia; Unión Europea

En el momento álgido de la segunda guerra de Irak, hubo un intenso debate en torno a si los Estados Unidos eran o no un “imperio”, y si así era, qué es lo que tal cosa implicaba. La mayoría de los que participaron en este debate tendían a equiparar el concepto de “imperio” con “imperialismo” —entendido éste en su sentido más amplio y con la acepción con la que el término se usaba en el siglo XIX—, equiparándolo con el uso del poder militar en gran medida descontrolado. Los Estados Unidos eran, sin duda alguna, una superpotencia, etiqueta que también se le había adjudicado a la Unión

Soviética, y eso significaba que eran un “imperio”. Como el gran liberal francés Raymond Aron señaló en 1959: imperio, al igual que “imperialismo”, fue un término acuñado por los rivales, o espectadores, para denominar a la diplomacia de una gran potencia”, algo que solo ejercían o poseían los demás1. Sucede además que la mayoría de los debates —por otro lado cada vez menos abundantes— sobre si Estados Unidos es o no es un imperio no abordan, como ha señalado Eric Hobsbawm, “las historias de los imperios como tales” sino que lo que hacen es tratar “de aplicar viejas denominaciones a desarrollos históricos que no necesariamente se adecuan a viejas realidades”2.
1 Citado en TODOROV, Tzvetan: Le nouveau désordre mondial. Réflexions d’un Européen, París, Robert Laffont, 2003, p. 38.
2 HOBSBAWM, Eric: On Empire, America, War and Global Supremacy, Nueva York, Londres, New Press, 2008, p. 61.
A raíz de la debacle en Irak y Afganistán, tal debate fue perdiendo la mayor parte de su carga polémica, pero la cuestión histórica de “qué es un imperio” sigue sin resolverse. Actualmente, los imperios parece que han dejado de existir, pero estos han sido las estructuras humanas más frecuentes y de mayor extensión, si se los compara con lo que han llegado a ser jamás los territorios tribales o las naciones. Por nombrar solo algunos de los ejemplos más evidentes, Roma perduró durante unos seiscientos años en Occidente y durante más de un milenio en Oriente. El Imperio otomano lo hizo durante más de seiscientos años y el Imperio chino, si bien gobernado por dinastías sucesivas, existió durante más dos mil años3.
3 BURBANK, Jan y COOPER, Fredrick: Empires in World History. Power and the Politics of Difference, Princeton, Princeton University Press, 2010, p. 2
En comparación, la mayoría de Estados-nación del mundo apenas tienen un siglo de vida, y la mayor parte de estos han emergido de las ruinas de un tipo u otro de imperio. Lo que el antropólogo Marshall Sahlins describió una vez como el “pintoresco concepto occidental de que la dominación es una expresión espontánea de la naturaleza de la sociedad” es algo relativamente reciente, y exclusivamente de origen europeo4.
4 SAHLINS, Marshall: Islands of History, Chicago, Chicago University Press, 1985, pp. 75-76.
Por esa razón, y atendiendo a la existencia de al menos una forma política emergente en el mundo moderno —la Unión Europea—, que ha sido descrita como un “imperio neo-medieval”, aportar algunas ideas sobre lo que fueron los imperios, o sobre lo que se creía que eran, podría ser de utilidad5.
5 ZIELONKA, Jan: Europe as Empire. The nature of the enlarged European Union, Oxford, Oxford University Press, 2006, pp. 1-20. Véase también WAEVER, Ole: “Imperial metaphors: emerging European analogies to pre-nation-state imperial systems”, en Ola TUNANDER et al. (eds.), Geopolitics in Post-Wall Europe. Security, Territory and Identity, Oslo, International Peace Institute, 1997, pp. 59-73
“Un concepto no definido”, observó en cierta ocasión Giovanni Sartori, “es un concepto que no tiene límites”, y dichos conceptos son inútiles cuando no peligrosos6.
6 SARTORI, Giovanni: The Theory of Democracy Revisited, Chatham, NJ, Chatham House, 1987, p. 182.
El término “imperio” ha sido utilizado para describir sociedades tan diversas como los sistemas de distribución de tributos de la América precolombina —los denominados imperios azteca e inca—, Estados tribales de conquista —los imperios mongol y otomano—, las “monarquías pluriestatales” europeas —los imperios Habsburgo y austro-húngaro— y hasta las redes de clientela económica y política —la actual relación entre el Primer y el Tercer Mundo—. Confrontados ante tal diversidad, es evidente que las definiciones simples no nos sirven prácticamente de nada. Es, por supuesto, posible definir el término “imperio” de forma lo bastante específica y concreta como para excluir todos los Estados, excepto los más obvios mega-estados europeos —y unos pocos asiáticos—. Por otro lado, establecer una definición tan amplia que abarque cualquier tipo de poder internacional extensivo corre el riesgo de sustraerle al concepto todo su carácter esclarecedor. Lo mejor, tal vez, sea intentar una descripción histórica, así que permítanme que empiece por la palabra en sí misma. “Imperio” deriva, por supuesto, del término latino imperium. Dicho concepto describía en principio la esfera de autoridad ejecutiva que poseían los magistrados romanos. Un Imperator era quien ejercía el imperium. Esto quiere decir que el término que pensamos que describe un particular tipo de Estado nació en realidad para describir un particular tipo de poder. Imperium se empleaba con frecuencia, particularmente en los discursos humanistas de finales de los siglos XV y XVI, para denominar casi el mismo concepto que posteriormente sería recogido en la palabra “soberanía”. La primera frase de la obra de Maquiavelo El Príncipe, por ejemplo, rezaba: “Todos los estados y dominios que han impuesto e imponen un imperio sobre los hombres”.
El concepto de imperium, sin embargo, implicaba tanto la capacidad de dominar como, fundamentalmente, el gobierno de la ley. El imperio, para todo lo que se basara en la guerra, era concebido como un instrumento de paz. “Oh, Romanos”, finalizaba Virgilio su famosa exhortación dirigida a la nueva raza, “gobernar las naciones con imperium, en eso debe consistir vuestra arte: coronar la paz con la ley, perdonar la vida a los humillados y domesticar a los orgullosos en la guerra”7. 7 VIRGILIO: Eneida, I, pp. 278-279. Estos eran los ingredientes de la afamada pax romana. Esto también implica que desde una fase muy temprana de la historia del Principado Romano, el término imperium se emplea para designar no meramente una forma de autoridad, sino también un tipo de Estado. También se usaba para describir el territorio sobre el que se ejercía tal autoridad. Asimismo, dicho Estado estaba caracterizado por dos elementos que iban a estar implícitos, si no siempre explícitos, en todos los usos futuros del término; a saber, el tamaño, lo que el historiador Tácito hablando del mundo romano llamó el “inmenso organismo imperial” —immensum imperii corpus— y la diversidad8. 8 Véase BLUNT, P.A.: “Laus imperii”, en P.A. GARNSEY y C.R. WHITTAKER (eds.), Imperialism in the Ancient World, Cambridge, Cambridge University Press, 1978, pp. 159-191. Eso era un imperio tal como se concebía en Roma: una organización política que englobaba más de un grupo étnico o nacional y que implicaba más de un sistema legal, lengua o religión, pero que esencialmente era gobernado —por usar el término en griego y no en latín— desde un centro metropolitano. Como dijo Dante, en su defensa del papel del Sacro Imperio Romano Germánico en la Europa del siglo XIII, en su obra De Monarchia: “Esta monarquía temporal, comúnmente denominada ‘Imperium’, es ese único Principado que está por encima de todos los demás Principados del mundo, en lo referente a todas las cuestiones de ordenamiento temporal”9. 9 DANTE: De Monarchia, I. ii. 3-5 El poeta no dijo, sin embargo, que “imperium” fuera el único gobierno, sino que era el único que estaba por encima de los demás. En otras palabras, como todos los romanos desde la era de la República hasta la del Principado habían reconocido tácitamente, el “imperium”, o como nosotros diríamos, la “soberanía”, nunca podría ser indivisible. Ningún poder podía ser de rango superior, pero se admitía que hubiera muchos de rango inferior. Esto evidentemente implicaba que solo podía existir en realidad un imperio. En el campo de la historiografía tradicional, éste había empezado con Alejandro Magno y alcanzado su cumbre con el Principado Romano. Con el triunfo del Cristianismo, lo que Cicerón llamó “la república de todo el mundo” se había transformado en la respublica Christiana. Según la visión política ofrecida por Dante, el Imperium no se había convertido en una mera marca de soberanía, sino en un instrumento para satisfacer la perdurable necesidad humana de crear una comunidad única de conocimiento y una única civilización unidas por lo que Dante denominó “una religión universal de toda la especie humana”10.
10 Véase ANGELOV, Dimiter y HERRIN, Judith: “The Christian imperial tradition – Greek and Latin”, en Peter Fibiger BANG y Dariusz KOLODZIEJCZYK (eds.), Universal Empire. A comparative approach to imperial culture and representation in Eurasian history, Cambridge, Cambridge University Press, 2012, pp. 149-174. Siglos de debates de este estilo que favorecían la noción de un único y exclusivo dominio mundial hicieron del mundo romano y de sus sucesores naturales parte de un proceso de transformación cuyos orígenes se solía presuponer que eran los de la propia comunidad política humana. De facto quizá existieran otros reinos en el mundo, así como de facto existían otros sistemas de creencias además del Cristianismo, pero de iure solo podía haber un Emperador y una única religión. Esta visión exclusivista es a la que aludía el jurista del siglo XIV Bartolus de Sassoferato, cuando escribió que, considerados individualmente, en efecto existían otros gobernantes en el mundo cuyo derecho a gobernar era innegable; pero al contemplarlos universalmente, el emperador era, como el emperador Antonino Pio se autodenominó en el siglo II, el “Verdadero Señor del Mundo”11. Como Bartolus dijo en otra ocasión, el emperador es de iure “señor y monarca de todo el mundo” y negarlo podría ser calificado de herejía12. 11 Digesto XIV, 2. 9. Para una discusión sobre esta afirmación, ver Anthony PAGDEN, Señores de todo el mundo. Ideologías del imperio en España, Inglaterra y Francia, Barcelona, Ediciones Península, 1997, pp. 23-44. 12 Iuriscon. Coryphaei Bartoli a saxoferoi Opera quae nunc extant omnia excellentiss. I.C. tam veterum quam recentiorum additionibus illustrata, Basle 1588-1589, VI, p. 637, comentario sobre el Digesto XLIX. vol.15, p. 24.

Esta celebrada afirmación fue rechazada por absurda por escritores posteriores, pero cuando bajo el reinado de Carlos V los españoles conquistaron grandes territorios de América, una de las reivindicaciones de legitimidad que usaron fue el argumento de que su rey era también “Señor de Todo el Orbe”. Dicha reivindicación fue rehusada por Francisco de Vitoria en su famosa Relectio de indis de 1539 y acto seguido por la mayoría de las autoridades seculares y religiosas de entonces, quienes, aunque quizá estuvieran preparadas para sostener la soberanía universal del Papa como Vicario de Cristo, no estaban dispuestas a extender tal poder a un emperador secular. Sin embargo, fue incluida en el famoso Requerimiento y seguía siendo citada por los historiadores oficiales como justificación de la conquista hasta finales del siglo XVII. La reivindicación de soberanía universal significaba, obviamente, que solo podía existir un gobernador del mundo, es decir, un emperador. Tras el colapso del Imperio Romano de Occidente, esta pretensión de imperio universal —en particular, entre el Emperador de lo que a posteriori, después de 1254, se vino a llamar “el Sacro Imperio Romano Germánico” y el Basileus bizantino—, devino una disputa sobre nada más que el estatus. Las reivindicaciones de ambos regentes eran, con todo, claramente absurdas, sobre todo después del descubrimiento de América. Como el teólogo Domingo de Soto argumentó en 1556: “Que él [el Emperador] aspirara a ser “Señor de Todo el Orbe” no podía justificarse en ninguna razón ni derecho, dado que la parte sobre la que gobernaba era demasiado pequeña en comparación a la totalidad del mundo”13.

13 DE SOTO, Domingo: De Iustitia et iure, Salamanca, 1556, p. 306. Aun cuando el emperador fuera capaz de reclamar la soberanía universal, no podría ejercerla. “Un príncipe”, escribió Soto, no puede propagar su afecto por entre una sociedad que se extiende por todas las regiones y por todos los pueblos del mundo, de forma que pueda conocer, enmendar, corregir y decidir sobre todos los problemas que surjan en cada una de sus provincias [….]. En consecuencia, dado que el poder existe para ser ejercido, y dicho ejercicio es imposible sobre tan vasto territorio, se deduce que tal institución carece de utilidad14.
14 DE SOTO, Domingo: De Iustitia et iure, Salamanca, 1556, p. 306. O como su coetáneo, el jurista Fernando Vázquez de Menchaca expresó de forma bastante más mordaz, “lo que vulgarmente se dice, eso de que el Emperador de los Romanos es Señor del Mundo […] puede compararse con los cuentos infantiles, con el consejo de los ancianos o con las sombras de un sueño agitado”15. 15 VÁZQUEZ DE MENCHACA, Fernando: Controversiarum illiustrium aliarumque usu frequentium, libri tres, ed. Fidel Rodríguez Alcalde, 3 vols., Valladolid, 1931 [1563], I, p. 17. A finales del siglo XVI, se sabía ya que el mundo era demasiado grande como para que cualquier gobernante imaginara que podía ejercer una verdadera soberanía sobre una parte significativa del mismo. Y si algún príncipe cristiano pasaba por alto ese hecho indiscutible, siempre estaban los otomanos en su flanco oriental para recordárselo. Como el poeta italiano Ludovico Ariosto señaló, siempre había “dos soles” brillando sobre el orbe, y dos gobernantes compitiendo por la supremacía universal: un Emperador cristiano en Occidente y un Sultán musulmán en Oriente. Ambos reclamaban la soberanía universal en igual medida. “Nadie duda de que Vos sois el Emperador de los Romanos”, escribió en cierta ocasión el historiador cretense George Trapezountios a Mehmed II, “el Conquistador”, quien, al tomar Constantinopla en 1453, había asumido el título de kayser-i-Rum “César de Roma” y “Señor de los dos Mares [el Mar Negro y el Mediterráneo] y de dos Continentes [Europa y Asia]”16. 16 Citado en PAGDEN, Anthony: Mundos en guerra. 2500 años de conflicto entre Oriente y Occidente, Barcelona, RBA Libros, 2011 , p. 234. Los sultanes se tomaban sus reivindicaciones de universalismo muy en serio. El nieto de Mehmed, Solimán I, apodado “el Magnífico”, escenificó triunfos para celebrar sus conquistas basadas en modelos romanos. Se autodenominaba y se permitió éstas siendo denominado por su Mufti como “César de Césares”. Se proclamó a sí mismo el heredero de Alejandro Magno —“Iskandar” en árabe—, quien aparece en el Corán como “el bicorne”17, el cual construyó un muro gigante de cobre en el límite del mundo para proteger a toda la “civilización” de las iras de Gog y Magog. 17 Cita 18.83.

Con todo, ni el César ni el Sultán pudieron nunca imaginarse que llegarían a gobernar el mundo entero, pues aún persistía en aquella antigua reclamación que había sostenido el concepto romano de imperio, al igual que hicieron sus respectivos herederos cristianos y musulmanes, la creencia de que, a pesar de que el mundo está compuesto de muchas naciones y pueblos, este constituía una comunidad que Vitoria definía como “una república” con una única ley, una versión de lo que los estoicos denominaban koinos nomos para toda la humanidad. El concepto romano de civitas devino la respublica cristiana, o la Ummah islámica, que con el tiempo se tradujo en conceptos más variados como el de “civilización”, al que volveré más adelante.
Detrás de tales aspiraciones, subyace otro aspecto de los imperios, algo que los distingue de las naciones más modernas: su necesaria apertura. La mayoría de imperios, obviamente, se crearon inicialmente bien para expandirse más allá de las fronteras existentes, pero pocos de ellos, por no decir ninguno, han conseguido sobrevivir durante mucho tiempo sin necesidad de aplastar a sus enemigos.
Pero eso es solo una parte del cuadro. La guerra y la conquista habrían conseguido muy poco si eso fuera todo. Para sobrevivir durante siglos, todos los imperios han tenido que persuadir a sus poblaciones conquistadas. “Un imperio”, declaraba el historiador romano Tito Livio al final del siglo I antes de Cristo, “seguirá siendo poderoso mientras sus súbditos se encuentren a gusto en él”18. 18 LIVIO, Tito: Historia de Roma desde su fundación, 8.13.16. Cuando cayó el Imperio romano de Occidente éste fue destruido por tribus godas recién llegadas de las fronteras septentrionales y orientales. Ninguna de las que vivía en el núcleo del Imperio, ni los galos, ni los dacios ni los iberos, ni siquiera los más distantes británicos, escogieron la rebelión como sí lo harían las tribus asiáticas y africanas bajo el mandato de futuros gobernantes europeos. Y ni siquiera los godos deseaban tanto poner fin al gobierno romano como apropiárselo para su propio beneficio. “Lo que desea un buen godo es ser como un romano”, señaló en cierta ocasión Teodorico, rey de los Ostrogodos: “solo un romano pobre querría ser un godo”19.
19 Citado en BROWN, Peter: The World of Late Antiquity, Nueva York y Londres, W.W. Norton and Company, 1989, p. 123.
Roma tenía mucho que ofrecer a sus poblaciones ocupadas. En última instancia, sin embargo, su mayor atracción había sido la ciudadanía, un concepto que, en su reconocible forma moderna, habían inventado los romanos y que, desde los primeros días de la República, había sido el principal sostén ideológico del mundo romano. No todos los pueblos sometidos al poder de Roma deseaban tales privilegios y comodidades; pero si un número sustancial no lo hubiera deseado, el imperio no habría sobrevivido durante tanto tiempo como lo hizo.
Todos los imperios europeos posteriores hicieron todo lo posible para seguir, al menos en parte, la senda que Roma les había marcado. Tanto el Imperio español como el francés intentaron crear algo parecido a una cultura única, cuando no una sociedad única, a ambos lados de Atlántico —los franceses llegaron al punto de conceder a todos los indígenas (cristianos) el derecho a ser “registrados y contados como vecinos y franceses nativos”20—.

20 “Établissement de la Compagnie des Indes Occidentales”, en Edits, ordonnances royaux, declarations et arrêts du conseil d’état du Roi concernant le Canada, Quebec, 1854-1856 [mayo 1664], vol. I, p. 46.
Similarmente, el Imperio británico de la India nunca habría tenido éxito en el control del antiguo Imperio mogol sin la activa, y a veces entusiasta, ayuda de los antiguos súbditos del Emperador. Sin los burócratas y jueces indios, y sobre todo sin los soldados indios, el Raj británico habría seguido siendo una empresa comercial privada. En la batalla de Plassey, en 1757, que marcó el inicio del ascenso político de la Compañía de la Indias Orientales en detrimento del Imperio mogol, en el bando británico lucharon el doble de indios que de europeos21. 21 COLEY, Linda: Captives. Britain, Empire and the World 1600-1850, Londres, Jonathan Cape, 2002, p. 259. Al llegar el siglo XVIII, los “imperios” eran considerados como instrumentos de liberación y mejoramiento para sus súbditos: “el Imperio de la Libertad”, como denominó Thomas Jefferson a Estados Unidos, que colmaba de lujos a sus ciudadanos merced a los beneficios de lo que a mediados de siglo ya se conocía generalmente como “civilización”. El imperio se concebía entonces como un proceso de absorción, que podía abarcar en una sola comunidad la madre patria y los habitantes indígenas de sus colonias. Esta amalgama constituía lo que el parlamentario anglo-irlandés, Edmund Burke, llamó el “deber sagrado” o “confianza sagrada” (sacred-trust) del imperio, una elocuente expresión que, se empleaba una y otra vez para describir la relación entre el poder dominante y los poderes subordinados22. 22 Véase GONG, Gerrit W.: The Standard of ‘Civilization’ in International Society, Oxford, the Clarendon Press, 1984, pp. 72-73. Pero el motor que debía impulsar este nuevo orden imperial no era la conquista y la guerra sino el incipiente comercio internacional, el “dulce comercio” —doux commerce—, según la famosa expresión de Montaigne. Se esperaba que este nuevo factor uniría a todos los pueblos del mundo por medios pacíficos y recíprocamente beneficiosos. La primera frase de la Historia política y filosófica de las dos Indias (1772), del abate Guillaume Thomas Raynal, uno de los libros más leídos del siglo XVIII, rezaba: “Nunca ha habido un acontecimiento tan interesante para la especie humana en general, y para los pueblos de Europa en particular, como el descubrimiento del Nuevo Mundo y el paso a las Indias por el Cabo de Buena Esperanza”23; pasaje este tomado y repetido —sin reconocer su deuda— por Adam Smith en La riqueza de las naciones, quien significativamente cambió la palabra “interesante” por “mayor y más importante”24. 23 RAYNAL, Guillaume-Thomas: Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes, ed. Anthony Strugnell et al., París, Centre International d’Études du XVIIIe siècle, 2010, vol. I, p. 23. 24 SMITH, Adam: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, ed. W. B. Todd Oxford, The Clarendon Press, 1976, p. 626 (IV. vii). En lugar de la Creación y de la Redención, ahora había dos eventos que se creía que, más que cualesquiera otros, marcaban el inicio del mundo globalizado moderno.
Pero esta visión propia de la Ilustración en torno a una futura transformación estaba condenada al fracaso. El comercio nunca fue tan obviamente benévolo como proclamaban sus entusiastas defensores. Con todo, lo que finalmente lo hizo desaparecer no fueron tanto las prácticas reales de los “imperios de la libertad” como la tentativa de Napoleón de construir un tipo muy diferente de imperio dentro de la propia Europa. Por supuesto, Napoleón también tenía una “misión civilizadora”, pero su visión no se basaba en la confianza ilustrada de las posibilidades benévolas del comercio internacional, sino en los principios de la Revolución francesa. Inicialmente, atendiendo al carácter breve y sanguinolento de la ambición napoleónica de transformar Europa en una serie de reinos satélites, a muchos de los que habían sufrido, todos aquellos proyectos imperiales se les antojaban irrepetibles. Uno de estos individuos era el teórico político y hombre de letras franco-suizo Benjamin Constant. En 1813, con Napoleón aparentemente retirado, Constant se sintió capaz de declarar que, por fin, el “placer y la utilidad” habían “opuesto la ironía al entusiasmo real o fingido” del tipo que siempre había sido la fuerza motriz subyacente a todas las modalidades de imperialismo. Napoleón, y su caída, habían mostrado que las políticas posrevolucionarias no debían ser dirigidas en nombre de la “conquista y la usurpación”, sino de acuerdo con la opinión pública. Y la opinión pública, según predijo Constant, no quería tener nada que ver con el imperio. “La fuerza que la gente necesita para mantener a los demás sometidos”, escribió, “es, hoy más que nunca, un privilegio que no puede perdurar. La nación que pretenda transformarse en un tal imperio se colocará a sí misma en una posición más peligrosa que la más débil de las tribus. Se convertirá en el objeto del horror universal. Cada opinión, cada deseo y cada odio la amenazarán, y antes o después esos odios, esas opiniones, y esos deseos explotarán y la engullirán”25.
25 CONSTANT, Benjamin: The Spirit of Conquest and Usurpation and their Relation to European Civilization, en Political Writings, trad. y ed. Bianca Fontana, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, p. 79. Del mismo modo que Raynal y Smith, Constant, también creía que un día el comercio adquiriría el control de todas las relaciones futuras entre los pueblos, pero la visión del comercio de Constant no se basaba en el potencial civilizador de una mejora del intercambio social e internacional, sino en lo que él denominaba el “cálculo civilizado”. Era un conflicto a través de otros medios; pero un conflicto conducido por medios pacíficos y en última instancia beneficiosos para ambas partes. Casi un siglo más tarde, en 1918, el gran economista austriaco Joseph Schumpeter expresó la misma convicción. Lo que él denominaba “la inclinación puramente instintiva hacia la guerra y la conquista” que había hecho posible todos los imperios del mundo podía, según su visión, verse ahora relegada a un periodo anterior, atávico de la historia humana que,

según creía firmemente, había quedado superado26. Según sus propios términos, Schumpeter había visto que en aquel mundo moderno la conquista —cuando no la guerra— no podía coexistir con la nueva economía global que se proyectaba para el mundo posterior al final de la Primera Guerra Mundial. Y sin conquistas no podía haber imperios. “Puede afirmarse más allá de toda controversia”, declaró, “que allá donde prevalezca el libre comercio ninguna clase social tendrá interés en llevar a cabo una expansión forzosa como tal”27. 26 SCHUMPETER, Joseph: Imperialism and Social Classes [Zur Soziologie der Imperialismen] 1951, trad. Heinz Norden, Nueva York, Augustus M. Kelley, Inc., 1951, pp. 7-8. 27 SCHUMPETER, Joseph: Imperialism and Social Classes, p. 99. Irónicamente, en vista de la similitud de ambas opiniones, lo que separaba a Schumpeter de Constant era precisamente otra fase de la expansión imperial, la cual fue más atávica incluso que la que Constant esperaba haber visto por última vez. En realidad, lo que siguió a la derrota final de Napoleón no fue un retorno al estatus anterior de la Ilustración, sino el surgimiento de la nación moderna y con esta la creación de una nueva ola de expansión imperial. Tras el Congreso de Viena, los antiguos Estados europeos y con posterioridad las nuevas naciones de Europa —Bélgica, fundada en 1831, Italia en 1861, y el Imperio alemán en 1876, empezaron a competir entre sí por el estatus y por las ganancias económicas que se creía que otorgaba el imperio. La “opinión pública”, lejos de dirigir una mirada irónica a las pretensiones imperialistas de las nuevas naciones, y de las no tan nuevas, las acogió con entusiasmo. Hacia 1899, el imperio, en efecto, tal como señaló Lord Curzon, el virrey británico de la India, se había convertido en “la fe de una nación”28. 28 Citado en NICOLSON, Harold: Curzon: The Last Phase 1919-1925, Nueva York, Harcourt Bruce and Company, 1939, p. 13.

Y además era muy efectivo. Se ha calculado que en el año 1800 las mayores potencias europeas, además de Rusia y de los Estados Unidos —en otras palabras, “Occidente”— ocupaban o controlaban alrededor del 35% de la superficie del planeta. Hacia 1878, sus posesiones alcanzaban ya el 67%, y en 1914, superaban el 84%.
El nuevo imperialismo también fue nuevo en otros aspectos. Los primeros intentos, realizados sobre todo por España, Francia y Gran Bretaña en las Américas, habían consistido en crear un Estado único de lo que se denominó “monarquías compuestas”, que abarcaba todo el Atlántico. Las nuevas posesiones de ultramar de la era pos-napoleónica, por contraste, raramente eran asentamientos de colonos como

habían sido las de América. Y a estas difícilmente se las llamaba colonias, sino dependencias, mandatos y más frecuentemente “protectorados”, un término que recoge acertadamente el nuevo concepto de imperio como benefactor. Lo que en inglés se llamaba “gobierno indirecto” y en francés la politique des races —o sea, política de razas— permitía establecer en gran medida un autogobierno, que se hallaba bajo la jurisdicción general de la legislación europea. Mientras que todos los imperios previos desde Roma habían acogido en su seno, tal como la propia Roma había hecho, a los foráneos ajenos a su cultura, los nuevos imperios europeos emprendieron la dirección contraria. Los nuevos súbditos africanos y asiáticos de los Imperios británico, francés, alemán, español e italiano se veían obligados a gobernarse a sí mismos, pero estaban organizados en sociedades europeas, habitualmente descritas en África como “tribus”, en alusión a la división en el seno de la antigua Roma, equipados con jerarquías sociales y políticas, y eventualmente se les habían asignado unos límites territoriales que solían ignorar las divisiones religiosas y étnicas existentes. En África, y en zonas de Oriente Medio, algunas de estas erróneas distribuciones siguen determinando actualmente las distinciones generalmente anómalas entre los Estados-nación modernos que las han sucedido. Todo este reordenamiento vino de la mano de una revisión profunda del significado del término “civilización”. Al amparo de la “misión civilizadora”, el papel de las potencias imperiales consistía en asegurar que los pueblos “incivilizados” se prepararan para asumir su lugar entre lo que la nueva legislación internacional del siglo XIX calificó como “naciones civilizadas”. Aquellas antiguas definiciones de Cicerón y de Vitoria de la ius gentium como una ley universal, se veían ahora reducidas a un pequeño grupo de naciones, generalmente europeas, además de al Imperio Otomano y a China.
En esta nueva visión de imperio, los “nativos” debían ser gobernados en su propio interés —por más que al principio se resistieran— y ser forzados a reconocer que aquel estilo de vida era la meta inevitable de toda la humanidad. No se trataba tanto de imperio como de explotación o incluso de cooperación. Era un imperio del tutelaje. Ahora, la tarea no consistía en convertir a los sujetos conquistados en obedientes súbditos o ni siquiera en devotos cristianos, sino transformar sus territorios en naciones modernas. Irónicamente, y fatalmente para las potencias europeas en último término, esto también implicaba que cierto día todos los súbditos de todos los imperios deberían autogobernarse.

“Mediante un buen gobierno”, declaró el político liberal e historiador inglés Lord Macaulay en 1833, “debemos educar a nuestros súbditos en la capacidad para procurarse un mejor gobierno; al habérseles impartido el conocimiento europeo, estos pueblos, en una fecha futura, exigirán poseer instituciones europeas”. Macaulay no sabía cuándo sucedería tal cosa, pero sí estaba seguro de que cuando llegase ese momento “sería el día de mayor orgullo de la historia de Inglaterra”29. En la práctica, la autodeterminación fue pospuesta hasta un remoto futuro, pero Macaulay se vio obligado a reconocer que, cuando menos en teoría, esta no podía aplazarse indefinidamente. Cuando en la Conferencia de Paz de París de 1919 Woodrow Wilson introdujo su famoso principio de “autodeterminación”, estaba dando forma, a sabiendas o no, a una reclamación de derechos que había estado latente desde mediados del siglo XIX. 29 Citado en METCALF, Thomas R.: Ideologies of the Raj, vol. II, 4, en The New Cambridge History of India, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, p. 34. El “gobierno indirecto” y la “autodeterminación” plantearon de forma aguda una cuestión que iba a suponerle al actor más reciente en el escenario mundial —los Estados Unidos— un dilema particularmente grave. Desde 1648, en el Estado-nación moderno se había considerado la soberanía —imperium— como algo indivisible. Los monarcas de Europa se habían pasado siglos arrebatándole la autoridad a los nobles, obispos, ciudades, gremios, órdenes militares o a cualquier otra corporación semisoberana, cuasi-independiente. La indivisibilidad había sido uno de los dogmas de la Europa prerrevolucionaria, y un precepto que la Francia revolucionaria había colocado en el mismo núcleo de la concepción del Estado moderno. El sujeto moderno es un individuo que posee una serie de derechos, pero —como dejó claro la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789— dicho sujeto los posee en virtud de su ciudadanía en un solo Estado indivisible30. 30 Véase PAGDEN, Anthony: “Human Rights, Natural Rights and Europe’s Imperial Legacy”, en Political Theory 31, 2003, pp. 171-199. Para los Estados Unidos, creados poco antes de la Revolución francesa, pero no consolidado como nación hasta después de 1865, la soberanía indivisible era una característica indispensable de la identidad política. Empero, esta sólida noción de soberanía solo podía aplicarse dentro de los límites de los nuevos Estados-nación, no entre sus metrópolis ni entre sus diversas dependencias coloniales. Como Henry Maine declaró en 1887, “la soberanía siempre ha sido considerada como un concepto divisible en la legislación internacional”31. El hecho de no transigir en este punto había sido, después de todo, la causa principal de la Revolución americana, y, a partir de 1810, de la revuelta de las colonias de Hispanoamérica. En los nuevos imperios no podía pretenderse que existiera un soberano que fuera un “legislador incontestable”. 31 Citado en KEENE, Edward: Beyond the Anarchical Society: Grotius, Colonialism and Order in World Politic, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, p. 63. Por tanto, un gobernante podrá administrar justicia civil y criminal”, escribe el jurista y antropólogo Henry Sumner Maine en 1887, “podrá emitir leyes para todos sus súbditos y su territorio, podrá ejercer poder sobre la vida y la muerte, y podrá recaudar tasas e impuestos, pero, sin embargo, podrá prohibírsele que mantenga relaciones externas con cualquier autoridad fuera de su territorio. Esta es, en efecto, la exacta situación de los príncipes nativos de la India; y Estados de este tipo están surgiendo en el momento presente en las zonas más incivilizadas del mundo. En los protectorados que Alemania, Francia, Italia y España han establecido en los mares de Australasia y en la costa de África no se producen tentativas de anexionar el territorio ni de fundar colonias en el antiguo sentido de la palabra, pero a las tribus locales se les prohíbe cualquier relación externa, excepto las permitidas por el Estado protector32. 32 Maine, Henry: International Law. A series of lectures delivered before the University of Cambridge 1887, Londres, John Murray, 1888, p. 57. Paradójicamente, tal vez esto acercó los nuevos imperios europeos de ultramar al modelo de los primeros imperios territoriales. Conceptualmente, este modelo es similar al tipo de laxa dependencia que Dante tenía en mente cuando hablaba del Sacro Imperio Romano Germánico como el “único principado que está por encima de todos los demás principados en el mundo”. Se asemeja, también, mucho a la relación entre, pongamos, Castilla y los Ducados de Nápoles o Milán en el siglo XVI o entre Estambul y Damasco entre 1516 y 1918, o entre Austria y la actual República Checa a principios del siglo XIX, o entre Rusia y Polonia entre 1945 y 1989.
A lo que desde luego no se parece —con la posible excepción de un breve periodo de construcción imperial en 1898— es a la posición de los Estados Unidos. ¿Tiene sentido entonces hablar de los Estados Unidos como un imperio? Creo que si echamos otro vistazo a la historia de los imperios europeos la respuesta a esta pregunta debe ser no. Si debemos usar forzosamente el término, seguramente deberá existir algún tipo de continuidad tanto de propósito como de estructura con los imperios del pasado. Obviamente, tal continuidad existe hasta cierto punto, pero en mi opinión las similitudes son escasas y a menudo ilusorias comparadas con las diferencias.

Se suele asumir que, dado que los Estados Unidos parecen poseer la capacidad militar para convertirse en un imperio, —aunque tal impresión es más una ilusión, o un engaño, que una realidad—, los intereses de ultramar que posee deben ser necesariamente de carácter imperial33. Pero si la fuerza militar fuera todo lo que se requiere para conformar un imperio, ni Roma ni Gran Bretaña —por nombrar solo dos ejemplos— lo habrían conseguido. Contrariamente a la imagen popular de “imperio”, la mayoría de estos eran, de hecho, durante la mayor parte de su historia, frágiles estructuras, siempre dependientes de sus pueblos súbditos para la supervivencia. La ciudadanía universal no surgió de la generosidad, sino de la necesidad. Esto no quiere decir, con todo, que los Estados Unidos no hayan recurrido a las mismas estrategias que fueron un rasgo característico de los imperios del pasado. Es también cierto que los Estados Unidos, como los imperios “liberales” del siglo XIX, Gran Bretaña y Francia, se compromete generalmente con la visión liberal-democrática de que la democracia es la única forma posible de gobierno para la humanidad, y que su deber es exportarla. Con lo que no comulga, salvo unas pocas excepciones, es con la visión de que un imperio —el ejercicio del imperium— es la mejor forma, o incluso una posible forma, de conseguirlo. En muchos sentidos esenciales, los Estados Unidos son, en efecto, muy poco imperialistas. A pesar de las alusiones a la Pax americana, y de la arquitectura de Washington, la América del siglo XXI no guarda el más mínimo parecido con la antigua Roma o el Imperio Británico del siglo XIX. Sí comparte con estos dos precedentes históricos su voluntad de imponer sus valores políticos sobre el resto del mundo. Como Harry Truman expresó en 1947, comparando a los Estados Unidos, en rápida sucesión, con el Imperio persa aqueménida, el reino griego de Macedonia, la Roma antonina y la Inglaterra victoriana: “todo el mundo [debe] adaptarse al sistema americano”, con lo cual estaba queriendo decir, instituciones más o menos democráticas y libre comercio. Pero esto no era nada nuevo. El concepto de “sistema americano” se lo tomó prestado, consciente o inconscientemente, a Alexander Hamilton, quien creía firmemente que la nueva República iba a ser capaz algún día de “lograr erigir un gran sistema americano superior destinado a controlar todas las fuerzas o influencias transatlánticas y que pudiera dictar los términos de las relaciones entre la vieja Europa y el Nuevo Mundo”34. La novedad de la versión de Truman fue lo que dijo a continuación: “Pues el sistema americano”, continuaba, “solo podrá sobrevivir convirtiéndose en un sistema mundial”35. Lo que para Hamilton debía convertirse en un rasgo de las relaciones internacionales, para Truman estaba destinado a ser nada menos que una cultura mundial.
33 Este, por ejemplo, es el argumento subyacente de Robert KAPLAN, Warrior Politics. Why Leadership Demands a Pagan Ethos, Nueva York, Random House, 2001, y en un tono muy diferente, y más comedido también de Chalmers JOHNSON, The Sorrows of Empire. Militarism, Secrecy, and the End of the Republic, Nueva York, Metropolitan Books, 2004, aunque Kaplan lo aprueba y Johnson lo desaprueba.
34 HAMILTON, Alexander: Federalist 11, 1987, en Alexander HAMILTON, James MADISON y John JAY, The Federalist Papers, ed. de Isaac Kramnick, Harmondsworth, Penguin Books, 1987, pp. 133-134.
35 Citado en FERGUSON, Niall: Colossus The Price of America’s Empire, Nueva York, The Penguin Books, 2004, p. 80. Pero, con todo, hacer que el resto del mundo adoptara el “sistema americano”, no significaba, como sí lo había significado para todos los otros imperios que Truman citó, gobernar el resto del mundo. No en vano Truman daba por sentado, como lo han hecho todas las administraciones americanas desde entonces, que los “demás países del mundo” ya no necesitaban ser dirigidos y persuadidos para que algún día acabaran “exigiendo” —como diría Macaulay—, instituciones democráticas. Toda la humanidad es capaz de reconocer que la democracia, o la “libertad”, siempre serán más aconsejables para sus propios intereses. Lo único que ha impedido a algunos pueblos entender esta simple verdad son las acciones de aquellos que por razones particulares se empeñan en impedirlo. No es solo que los valores americanos, tal como lo expresó George Bush en 2002, sean “correctos y verdaderos para todos los individuos de todas las sociedades”, sino que se da por hecho que esto será evidente para todos36. El papel de los Estados Unidos es, pues, eliminar estos obstáculos internos, establecer las condiciones necesarias para la democracia y después retirarse de la escena, que es lo que se hizo en Irak y lo que se está intentando hacer ahora en Afganistán. Pero poseer colonias o “protectorados” nunca ha sido una opción para Estados Unidos, aunque solo sea porque es la única nación moderna en la que no es posible, al menos conceptualmente, la división de la soberanía —es cierto que el gobierno federal comparte la soberanía con cada uno de los Estados de los que se compone la Unión, pero nunca podría contemplarse la posibilidad de compartir dicha soberanía con los miembros de las otras naciones—. Con muy pocas excepciones, la colonización interna de los Estados Unidos siempre siguió un patrón de construcción de nación. A medida que se establecía o conquistaba un nuevo territorio, este se convertía, tarde o temprano, en un nuevo Estado dentro de la Unión Esto implicaba que cualquier territorio que se anexionara en ultramar, como Hawai, debía incorporarse plenamente a la nación o debía ser devuelto a sus gobernantes nativos. La Constitución, como reza el dicho, siempre sigue a la bandera —por mucho que en la práctica a menudo no sea así, como en el caso de la Bahía de Guantánamo—. Ni siquiera un imperialista tan redomado como Teddy Roosevelt podía imaginarse convertir Cuba o las Filipinas en colonias ni en protectorados durante mucho tiempo37. 36 Citado en KHALIDI, Rashid: Resurrecting Empire: Western Footprints and America’s Perilous Path in the Middle East, Beacon PLACE, 2004, p. 3. 37 NINKOVICH, Frank: The United States and Imperialism, Malden, Blackwell Publishers, 2001, p. 75. 38 En este sentido, véase MANN, Michael: Incoherent Empire, Londres, Verso, 2003, p. 11.

Para convertirse en un autentico imperio, los Estados Unidos tendrían que cambiar radicalmente la naturaleza de su cultura política, puesto que, al fin y al cabo, la democracia liberal —tal como la concibe la mayor parte del mundo occidental actualmente— y un imperio liberal —como lo concebían Tocqueville y John Stuart Mill—, e incluso un imperio “benevolente”, son incompatibles38. “Los imperios de la libertad” eran imperios que existían para reforzar las virtudes y ventajas que iban aparejadas a un gobierno libre o liberal en lugares que de otra forma, en términos de Mill, serían “bárbaros”. Y no para conferir un gobierno libre o liberal directamente a esos países, como Estados Unidos proclama estar haciendo hoy en día.
Creo que podemos afirmar que el imperio —como forma política y tal como ha sido concebido en todo el mundo desde la Antigüedad— ya no existe. La única posible excepción, la única estructura moderna pluriestatal y multiétnica que tiene algo de parecido con la concepción de imperio de la Antigüedad es la Unión Europea. En la actualidad, la soberanía dentro de la Unión se distribuye equitativamente —si no igualitariamente— entre los distintos Estados miembros. Por supuesto que, más allá del deseo de los Estados miembros de compartir entre sí un elevado grado de soberanía, de extender algún tipo de ciudadanía a todos sus miembros, y de la existencia tanto de un cuerpo legislativo de alcance europeo cuanto de un tribunal supranacional que la administre, en casi todo lo demás la UE tiene bastante poco de semejante con la antigua Roma. Pero si se produjera una mayor integración —y existe una gran posibilidad de que así sea— la confederación del presente podría dar lugar en el futuro a un “Imperio neomedieval” —tal como se lo denomina ahora—, algo no muy diferente al Sacro Imperio Romano Germánico imaginado por Dante. De ser así, sería el único imperio de la historia humana creado no como fruto de la guerra sino como una tentativa para poner fin a la misma.

Balance político del año 2015

Balance político del año 2015
diciembre 17, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

El balance contiene la idea de figuras en movimiento. Se trata de dos balanzas o dos depósitos que son sostenidos y dirigidos por un fiel. La balanza sirve para pesar las cosas más pequeñas, casi abstractas. Aunque no se sabe todavía del funcionamiento de balanzas para pesar las palabras o las ideas, es posible que algún día funcione. Por ahora, el balance es una presentación de fuerzas y realidades en movimiento, en pleno fuego contradictorio y en proceso de definición. Se trata de un proceso vivo y encarnado emergiendo de la realidad.

2015 es el año político, el que presenta a la sociedad en su conjunto, a los de arriba y a los de abajo, a los que hacen política, al mundo humano moviéndose en el terreno político, es decir, en la lucha por la vida.

Según veremos, este 2015 ha sido una especie de resumen o expresión concentrada de las últimas cuatro décadas. Contiene los últimos acontecimientos del siglo pasado, los que corresponden a la guerra civil y a su desenlace negociado, y al montaje de un régimen con una nueva clase gobernante, que incluyó a la antigua insurgencia y que instauró un modelo económico neoliberal exacerbado, pleno y total. Este nuevo régimen se caracterizó por una parálisis planificada de todo movimiento social y de toda capacidad popular de hacer política, por una conversión de toda la sociedad en un mercado y de la transformación del ser humano en una simple cosa, en un consumidor. Todo esto se acordó, se planifico y se llevó adelante en la última década del siglo pasado.

Esto es lo que ha estallado en las últimas semanas y ha puesto a nuestra sociedad ante el dilema de descifrar lo que está ocurriendo o creer que los acontecimientos son simples hechos misteriosos que ya pasarán. El balance sirve para pesar, usando el fiel de la reflexión, el valor del acontecer y de sus hechos más determinantes:

En el contexto internacional, nos encontramos en los pliegues intensos de una tercera guerra. Se trata de la confrontación entre Occidente (Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Nueva Zelanda) y Eurasia (Rusia, China, India, Indochina). El escenario más encendido es el teatro de operaciones de Siria donde se desarrolla la destrucción del mapa político construido por las potencias coloniales europeas –Francia e Inglaterra- a principios del siglo pasado. En Siria estamos viendo como la confrontación busca establecer un nuevo mundo multipolar y pluri-centrista, que es por el que se lucha, y que sustituya al mundo unipolar y uni-centrista de Washington. En este juego, es evidente que el imperio estadounidense ya no cuenta con todos los recursos y posibilidades que en el pasado le permitieron mover a su arbitrio hechos y aconteceres.
Este contexto internacional también se expresa en los acontecimientos locales porque aquel exitoso modelo económico montado sobre las espaldas de millones de personas en el país y que dividió a la sociedad en dos mundos: el de arriba, floreciente, exitoso, basado en las empresas internacionales, en la banca y los importadores; y el de abajo, que contiene a todos los demás, incluida una pequeña burguesía arruinada y arrinconada, y a sectores marginalizados de la ciudad y del campo, sin acceso al trabajo, a salud o a educación y mucho menos a la dignidad. Pues bien, ese exitoso modelo económico ha estallado y los aparatos estatales aparecen y parecen como una especie de clientes caros e ineficaces a quien nadie quiere darle ningún tipo de ayuda, y que además, no gozan de la confianza de nadie. De la misma manera, los funcionarios de este aparato aparecen y son presentados como ladrones. Las funciones públicas son prácticamente abandonadas y el Estado es como una casa vacía cuyos habitantes están de vacaciones pero cuyas rentas siguen saliendo de las entrañas de la gente marginada. En esta economía de arriba, los aparatos estatales sirven a este mercado, le cobran impuestos a los consumidores para sostener a las grandes empresas, aprueban las leyes necesarias y hacen todo lo conveniente para que esta economía unilateral siga funcionando sin derrumbarse totalmente. Mientras, abajo florece una economía subterránea que sigue formando parte de todo el sistema económico pero que no es sostenido aparentemente por los pilares normales de una economía formal. El poderoso mercado de arriba se nutre, precisamente, de esta economía subterránea, de donde surgen millones de consumidores, sin que aumente la capacidad productiva del país.
El fin de la guerra civil determinó un cambio en la clase gobernante y en lugar de la Fuerza Armada, apareció la antigua insurgencia y otros sectores tecnócratas. Pero, luego de 25 años, esos sectores gobernantes son oligarquías repudiadas y enfrentadas a las oligarquías tradicionales, situadas al borde de las acusaciones jurídicas y poniendo al régimen político en situación de extrema debilidad. Es este el escenario que explica la prisión del expresidente Francisco Flores y la lucha por el control del aparato de Estado. También aquí se encuentra la raíz de la guerra social, extendida y profundizada, en donde las antiguas maras actúan como pandillas y son finalmente fuerzas político militares, dueñas del territorio, de un poder económico y también militar. Esta guerra es el escenario político más encendido y gravitante en el país. La guerra es la demostración de que aquel modelo montado después de la guerra civil no era la solución del conflicto, pero sí era abundante leña seca que encendió las hogueras de la lucha de clase y llevó a la situación actual.
El país necesita la construcción de una propuesta desde abajo que contenga una serie de acuerdos políticos fundamentales: la recuperación del papel del Estado, la reconstrucción de la agricultura, una política ambiental que ponga al agua en el centro de la preocupación, una democratización de la democracia, una nueva política frente a los Estados Unidos, una nueva política de género, un nuevo poder, una nueva política frente a Centro América, una nueva política frente a América Latina, una nueva política económica y una nueva política ante el mundo.
Estos puntos son todos políticos y mínimos, con los que se puede buscar acuerdos con sectores de diferente color ideológico, pero estos deben unificar un pocisiòn popular de tal manera que haya un movimiento de abajo hacia arriba, en donde las organizaciones del pueblo puedan ser sujetos en el marco de un despertar, y una movilización de ideas en las cabezas que muevan las voluntades y los animas. Esto último es el signo determinante de la lucha política, es decir, el pueblo convertido en sujeto político, hacedor de política y dueño de su propio proyecto, con independencia política y fuera del control delos sectores dominantes; de no ser así, la guerra y sus consecuencias podrán dominar la vida de nuestro país y todos los seres humanos pueden ser simples objetos de las empresas transnacionales y de los nuevos dueños territoriales. No hay tiempo que perder.

San Salvador, 05 de diciembre del 2015.

La lucha por la conducción del movimiento sindical en El Salvador de 1930

La lucha por la conducción del movimiento sindical en El Salvador de 1930
Roberto Pineda 9 de diciembre de 2015

En el número 31, de mayo de 1930, de la revista El Trabajador Latino Americano, publicada en Montevideo, Uruguay, por la Confederación Sindical Latino Americana, aparece un artículo firmado por Rufino Vega que informa sobre “la situación sindical en El Salvador”, en particular sobre la “expulsión de los elementos traidores y amarillos de la Federación Regional de Trabajadores” y señala que “el reciente congreso ratifica su adhesión a la CSLA y a sus principios revolucionarios.”El artículo nos revela un significativo cuadro de la situación sindical antes de la derrota sufrida en enero de 1932.

Explica el artículo que “desde hace algunos meses a esta parte la reacción gubernamental ha concentrado su fuego contra la Federación Regional de Trabajadores y sus sindicatos adheridos. Paralela a la reacción violenta y brutal del gobierno, agente del imperialismo, en el propio seno de nuestras filas surgieron una serie de elementos oportunistas y traidores quienes asustados, algunos, frente a la reacción, y otros obrando como agentes directos de la burguesía intentaron quebrar nuestras organizaciones y conducirlas por el sendero del repudiable reformismo y de colaboración con el capitalismo.”

Añade que “visto el gobierno y el imperialismo que no podían detener la marcha siempre creciente de los sindicatos revolucionarios y sobre todo teniendo en cuenta que la C.O.P.A. ha perdido todo su prestigio en nuestro medio, como en general en la América Latina, y no engaña ya a nadie ellos han intentado darnos una puñalada, trapera, con métodos nuevos que a continuación reseñamos, pero que han fracasado ruidosamente.”

Reconoce el artículo que “en realidad, hasta el presente en su gran mayoría, la dirección de F.R. de T. estaba en manos de oportunistas que enmascaraba su tendencia colaboracionistas y derrotistas con el pretexto del atraso de la clase obrera y negándose a reconocer la crisis en aumento y la consiguiente radicalización de las masas. Estos elementos en el Congreso Nacional del año pasado tuvieron algunos gestos revolucionarios en apariencia (rechazaron las ofertas del gobierno de un subvención y se declararon adversarios abiertos de la C.O.P.A. “

No obstante esto, analiza que “esto fue simplemente porque eran píldoras muy difíciles de tragar por los obreros y que claramente los hubiera liquidado ante los trabajadores. En el fondo eran elementos reformistas, que se desenmascararon con el advenimiento de la reacción y con la radicalización de los trabajadores. Así por ejemplo, mientras (Luís Felipe) Recinos *(miembro del Comité Central) apoyaba la Resolución contra la C.O.P.A. mantenía estrechas relaciones con la “Liga de Conciliación” (The Fellowship of Reconciliation)1 enviada por los gringos yanquis capitalistas a Sandino para tratar de sobornarlo y renunciar a la lucha. Esta organización está llamado a desempeñar un papel tan pernicioso o más que la C.O.P.AS. por el carácter que tomaran las luchas en este sector.”

Por otra parte “mientras se rechazaba la oferta de Pío Romero (el Presidente) se aceptaba su apreciación de la incapacidad de los trabajadores agrícolas de poder ser organizados por su atraso general! Otro miembro del Comité Central, Serafín Martínez** no tenía ninguna confianza en la masa y consideraba imposible los trabajos de organización entre los peones por falta de medios. Para él no existía línea política revolucionaria y orientación hacia el proletariado de la campaña sino que “Organizar por organizar.”

Indica que “estos tres*** son los elementos más caracterizados y representativos del oportunismo, contra los cuales hemos tenido que conducir por largo tiempo una lucha a fondo por la orientación revolucionaria y clasista de la Federación Regional de Trabajadores.”

Explica que “el triunfo que han obtenido posteriormente los principios de la lucha revolucionaria de clases sobre el oportunismo, en el propio seno del Comité Central y sobre todo en el reciente Congreso Nacional de la F.R. T. se debe al vigor con que han reaccionado los trabajadores, quienes han logrado expulsar de su seno a los elementos amarillos y fortalecer aún más la organización.”

Subraya que “al principio intentamos poder convencer a esos compañeros de su error gravísimo de incomprensión de la actual situación revolucionaria internacional y sobre todo de la profunda crisis del café en el país que afecta a toda la población laboriosa, y por consiguiente la exacerbación de la combatividad de los trabajadores que se manifiesta en la ciudad y en las haciendas feudales. Pero en vista y como era de esperarse, de que la persuasión no daba resultado los miembros que estaban de acuerdo con las directivas de la C.S.L.A. ayudados por los jóvenes trabajadores iniciaron la lucha franca y abierta contra el oportunismo en todos sus aspectos llevando la polémica la seno de las grandes masas.”

Añade que “con este objeto se iniciaron cursos elementales entre los trabajadores creando entre ellos Comisiones de Propaganda para ir hacia el campo. Con esto el prestigio de los líderes oportunistas desvaneció ante la verdadera lucha revolucionaria. Esta fue la preparación que se hizo para el Congreso Nacional. Veamos los resultados de la política revolucionaria y en que quedaron los argumentos del “proletariado atrasado de la campaña”

Informa que “antes del Congreso el numero de sindicatos existentes ascendía a 33; en la actualidad existen 40, con 10 a 12 mil obreros organizados. La composición de la Federación ha mejorado en el sentido que las pérdidas son de los sectores de la ciudad más influidos por el artesanaje; zapateros, vendedores ambulantes, peluqueros, vendedores de diarios, etc. Algunos de estos sindicatos han sido reorganizados.”

Y apunta como destacado logro que “la Federación ha aumentado su influencia entre los trabajadores agrícolas. Esto no es de extrañar cuando se tiene en cuenta que los camaradas de las Comisiones de Propaganda a que hemos hecho referencia salían diariamente en giras continuas al campo a pie durante dos o tres días, por falta de recursos y muchas veces por no existir transporte en las aldeas.”

Señala que “para el futuro y en base a este brevísimo informe, se pueden sacar claras e innegables conclusiones. Los trabajadores de la ciudad y del campo se dan cuenta que la línea revolucionaria trazada en el último Congreso nuestro es justa y estrecharan filas cada vez más en derredor de la Sección Salvadoreña de la Confederación Sindical Latino Americana. Las masas comprenden hoy que la política de colaboración no ha servido para otra cosa que la de permitir a las empresas imperialistas y al Gobierno de concentrar sus fuerzas e iniciar el ataque contra los obreros.”

Asimismo que “la crisis general y particularmente la baja de los precios del café crea una situación revolucionaria que aumentará entre los campesinos pobres y trabajadores de la campaña y de la ciudad, planteando como cuestión de vida o muerte el problema de la conquista de la tierra para quienes la trabajan.”

Y concluye afirmando que “los trabajadores y campesinos pobres saben bien, y se los haremos comprender mejor que par la conquista de la tierra, se hace indispensable una alianza estrecha entre los trabajadores de la ciudad y del campo a base de una labor revolucionaria abnegada, tal cual lo ha fijado el último Congreso de la F.R.T.”

*Luís Felipe Recinos, periodista, luego de ser expulsado de la dirección de la FRTS, a la cual se había integrado en 1928, crea el Partido del Proletariado y se vincula con el líder reformista y luego presidente Arturo Araujo, ocupando puestos en su gobierno y luego del golpe de estado de diciembre de 1931, lo acompaña en el exilio en Guatemala.
**Serafín Martínez, mecánico, había asistido en mayo y junio de 1929 tanto a la creación de la CSLA en Montevideo, Uruguay como a la Primera reunión de Partidos Comunistas Latinoamericanos en Buenos Aires, Argentina. Fue asesinado por la dictadura militar en enero de 1932.
***Aunque no lo menciona en el texto, seguramente el tercer expulsado de la FRT en febrero de 1930 durante el VI Congreso de la FRT es Gumersindo Ramírez, maestro zapatero, por cierto padre de Carlos Lenin Ramírez, destacado militante del PCS en la UES.
1. Los pacifistas estadounidenses Elbert Rusell y John Nevin de la Hermandad para la Reconciliación, FOR, visitaron los países centroamericanos incluyendo a El Salvador a finales de 1927, en rumbo hacia Nicaragua donde aspiraban reunirse con el General Sandino y convencerlo de renunciar a la lucha armada y adherirse a la resistencia no violenta. La reunión no pudo realizarse aunque se reunieron con Somoza así como con la esposa de Sandino.

Democracia y socialismo: una relación difícil

Democracia y socialismo: una relación difícil*

Juan Carlos Portantiero

[1980]

Parece evidente que en el marxismo clásico (el marxismo de Marx), poder y transición forman un solo haz analítico. Esta es una de las razones por las cuales se hace tan dificultoso encontrar allí una teoría positiva del estado (capitalista o “de transición”): fuertemente societalista, el pensamiento marxiano desde su ruptura política juvenil con Hegel lleva a sus extremos una tradición que tiende a subsumir lo político en lo social y a fundar las bases para una progresiva extinción del estado, entendida como una recuperación de los poderes de la sociedad alienados en aquél.

Esa tradición es, sin dudas, la tradición política liberal y Marx supone dentro de ella una dimensión de radicalización democrática. La “emancipación humana” que Marx anunciaba en La cuestión judía no anulaba la “emancipación política” sino que la completaba, dándole sentido. No debe olvidarse, sin embargo, que durante todo el “ciclo cuarentiochesco” (y hasta la Comuna de París), liberalismo y democracia aparecían como alternativas enfrentadas; Marx se colocaba, en el segundo polo de agregación, pero entendiendo al proceso revolucionario como una secuencia de “conservación-superación”, que el comunismo era una ruptura con la democracia y está lo era con respecto al liberalismo.

En todos los casos el elemento antiestatista era central: en ese sentido Marx era un hombre del siglo XIX y su visión de la emancipación social tenía serias dificultades para hacerse cargo de realidades como la nación y el estado. No es necesario, para comprobar ese aserto, detenerse en la sugerente hipótesis de Luporini (1981) acerca de la imposibilidad lógica de derivar una teoría del estado desde el interior de las deliberadas restricciones que Marx se colocó a sí mismo para construir el modelo de El Capital; basta simplemente con advertir que él coexiste (y comparte en líneas esenciales) con una visión ideológica societalista (que, en una escala obviamente diferenciada, abarca desde Saint Simón y Proudhon hasta Stuart Mill y Spencer) para la cual cuanto más débil sea el estado más libre será la sociedad.

La propuesta marxiana lleva a sus extremos esta tradición según la cual el estado debe subordinarse completamente a la sociedad. En este sentido su polémica con los anarquistas en cuanto al tema estatal alude mucho más a los medios y a los tiempos que a los fines. Aun en las agrias notas sobre Bakunin aparece claro que, para Marx, la problemática del estado futuro (como violencia separada de la sociedad) se liga exclusivamente con un proceso de transición que culminará con la extinción del estado como esfera autónoma.

La presencia de la coacción estatal es transitoria (en el doble sentido de ser pasajera y de anunciar una transición ideológicamente definida en la que los elementos de la disolución anunciada para el futuro están ya colocados en el presente); todo parto de una nueva civilización requiere su presencia.

La génesis histórica de la producción capitalista requirió según Marx (1966; I: 627) “la intervención constante del estado”, utilizando “la coacción, la fuerza brutal, extraeconómica”, pero como excepción, hasta que la maduración del capitalismo (y éste es el momento en que coloca Marx su análisis) permita que el trabajador quede abandonado a la acción de las “leyes naturales de la producción” o sea, dice, “a la dependencia del capital, engendrada, garantizada y perpetuada por el propio mecanismo de la producción”.

El paralelo con la etapa de transición del capitalismo al comunismo, tal como el marxismo clásico lo pensó, es notorio. En su famoso texto De la autoridad, Engels recuerda que el estado político está condenado a desaparecer como resultado de la revolución social.

Pero advierte esa desaparición no puede ser resuelta de un plumazo, sin antes abolir las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Entretanto, agrega, no puede imaginarse algo más autoritario que una revolución, en la medida en que ella pone en marcha un proceso de transición en el que las bases de una nueva sociedad deben ser creadas.

En esta línea, Gramsci (1975; II: 1021) justificaba también una etapa de “estadolatría” en los inicios de los procesos revolucionarios, sobre todo en aquellas sociedades en que las masas no habían tenido “un largo período de desarrollo cultural y moral, propio e independiente”, pero añadiendo que ella no deberá transformarse en “fanatismo teórico” o concebirla como “perpetua”: la “estadolatría” debe ser criticada para contribuir, por el contrario, a la expansión de la sociedad y de su capacidad de autorregulación, hasta llegar a una fase de “libertad orgánica”.

Por cierto que éste es también el tema de Lenin en El estado y la revolución: en todos los casos, la diferenciación entre marxismo y anarquismo a propósito de la desaparición del estado alude siempre más a “tiempos” que a fines. En rigor, el enemigo irreconciliable sobre el tema estatal en el interior del movimiento socialista era, para Marx y para Engels, Lassalle.

Esto es, en efecto, quien, recogiendo como inspiración de su praxis política otro modelo de construcción estatal bajo el capitalismo (el alemán, ejemplo típico de “revolución desde arriba”) coloca en el socialismo, como dimensiones problemáticas y no sólo críticas, al estado y a la Nación.

Su tentativa, a contramano de toda la tradición liberal, democrática y socialista, fue furiosamente enfrentada por Marx y por Engels en nombre de la subordinación de las luchas nacionales al objetivo internacionalista del
proletariado y de una concepción de la libertad según la cual, como señala Marx en la Crítica al programa de Gotha ratificando así sus temas juveniles, ésta “consiste en convertir al estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella” (1979: 29).

En este texto Marx se ve obligado a discutir una propuesta concreta sobre organización estatal y, retornando una expresión que ya había utilizado y que era común en el lenguaje político de la época, señala que entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista debe mediar un “período político de transición” cuya forma estatal no puede ser otra que la “dictadura revolucionaria del proletariado”.

La expresión marxiana con la que busca combatir “la fe servil de la secta lassalleana en el estado” implica nada más que una orientación estratégica tendiente a formular las características de transición de un período que debe concluir con la extinción del estado. Pero esa visión societalista lleva implícita una imagen simple de las relaciones entre economía (clases) y política, condensada en su definición de 1848 sobre el estado como “comité administrativo” de los intereses de la burguesía.

Con ella Marx aludía no sólo al problema de la “naturaleza de clase” del estado sino también a su materialidad organizativa: hasta el último tercio
del siglo XIX, en efecto, cuando se obtiene el sufragio universal, los mecanismos políticos participativos se limitaban a propiciar una selección de personal político puramente interna a la burguesía, por lo que la afirmación de Marx contenía también una descripción empírica de la realidad estatal bajo el liberalismo restringido.

Para una situación en la cual naturaleza de clase y forma de organización del estado coincidían totalmente (esto es, para una fase del desarrollo político en la que el estado está articulado unilinealmente como función de la clase dominante) la especificidad de lo estatal frente a lo social perdía totalmente significación: podía ser legítimo, por lo tanto, referirse a una etapa de transición (genérica) con una expresión también tan genérica como la de “dictadura revolucionaria del proletariado”.

No es difícil advertir que en la combinación conceptual de transición con dictadura (como recurso supremo para aplastar la resistencia de los partidarios del antiguo orden) aparece la percepción de Marx sobre el carácter de la revolución socialista, inspirada en el modelo jacobino de lo que se consideraba como la revolución burguesa por antonomasia: la francesa de 1789.

Toda discusión sobre este problema de la dictadura del proletariado que
prescinda de ese contexto que marca la manera en que Marx y luego Lenin y los bolcheviques pensaron el proceso de transformación socialista, pierde sentido, se transforma en un juego bizantino.

La cuestión consiste en que ese tipo de revolución burguesa fue una excepción histórica y de ningún modo una regla: los procesos de transformación capitalista fueron en su mayoría revoluciones “desde arriba” (“revoluciones pasivas”, en los términos de Gramsci) y lo mismo aconteció, luego de 1917, con las revoluciones socialistas.

Más allá de lo correcto o incorrecto, en términos de valores, de la propuesta lassalleana de un proceso de cambios basados en la alianza entre trabajadores y estado, es un hecho que su planteo recogía la realidad de la revolución burguesa en Alemania – transformándola en estrategia del proletariado- que desmentía todas las predicciones formuladas en 1848 por Marx y, en general, por el democratismo radical de su tiempo.

Será Engels, en momentos de ascenso legal del movimiento de masas, quien en 1895 tendrá que hacerse cargo del nuevo problema, a través del primer texto político moderno del socialismo marxista: su Introducción a la reedición de La lucha de clases en Francia de Marx.

Por algo la historia de ese escrito resultó tan accidentada en su momento y aún hoy su lectura aparece llena de problemas: Engels coloca allí una verdadera divisoria de aguas en la historia del marxismo (ya no como crítica de la realidad sino como ordenador doctrinario de un movimiento de masas), planteando las primeras y provisorias respuestas políticas del socialismo para una situación en la que las características del fenómeno estatal han variado, haciendo que la idea simple del “comité administrativo” evolucione hacia una percepción más compleja por la cual –en inversión absoluta de la situación anterior- la legalidad (burguesa) favorece al proletariado y “mata a la burguesía”.

Y califico de parteaguas a ese texto engelsiano, porque él es el que funda la madurez del socialismo como doctrina política, al menos para las situaciones de desarrollo estatal complejo del capitalismo.

El texto de Engels intentaba hacerse cargo de dos situaciones (que al cabo no resolvería y cuya irresolución estaría en la base de los problemas del marxismo de la II Internacional, sea en su vertiente “revisionista” u “ortodoxa”: en primer lugar, la ampliación del estado, interiorizando a través de las representaciones surgidas del sufragio universal a la lucha de clases; y en segundo lugar, la presencia de las naciones como espacios particulares de la lucha de clases.

La Introducción de 1895 se enfrentaba así a las dos realidades más poderosas del siglo XX: El estado y la Nación. En ese marco, en el que los temas de la democracia no eran ya los de la “revolución permanente” de 1848 (porque la burguesía en parte los había asumido en su discurso hegemónico) y tampoco los del internacionalismo tal como se había planteado hasta entonces, porque las desigualdades nacional-estatales introducían quiebres en una visión lineal de cosmopolitización burguesa del mundo, las propuestas para el estado y la sociedad cambiaban de signo: para la burguesía, el siglo XX fue mucho más hegeliano que lockeano y para la “transición” mucho más lassalleano que marxista.

Un vacío teórico

En este universo político en el que los derechos democráticos se ampliaban (ya no más “un burgués un voto” sino “un hombre un voto”) ocurrían otras transformaciones en el estado burgués por las cuales la explosión de participación (lo que Weber llamó “crecimiento de la socialización”) podía ser neutralizada. El locus en donde se expresaba el sufragio universal, el parlamento, pasó a un segundo plano como instancia gubernamental y el poder real se trasladó hacia un centro oligopólico de decisiones, en clave tecnoburocrática.

En la medida en que la única herencia teórica disponible, sobre el tema del estado (más allá de su crítica), eran las referencias generales a la dictadura del proletariado (que por añadidura Lenin consideraría como piedra de toque para diferenciar al verdadero marxismo), no es aventurado suponer que el enorme vacío que el marxismo del siglo XX propone sobre la cuestión se deriva de esa precaria contraposición entre un enunciado abstracto y una realidad estatal y social enormemente más compleja.

En efecto, descendida a la arena de las propuestas institucionales ¿qué se quiere decir con la fórmula de la dictadura del proletariado? Para Engels -en 1 la forma específica de esa dictadura era la de la Comuna de París; esto es, la de un suceso social ya en 1875 (carta a Bebel), había considerado como una forma política “que no era ya un estado en el sentido verdadero de la palabra”. Lenin, en 1917, recogería esa asimilación y el movimiento conciliar europeo de la posguerra continuará con esa línea cuyo sentido es el de pensar formas políticas de transición, responsables de reprimir a la contrarrevolución, pero sobre todo comprometidas con la progresiva absorción en el seno de la sociedad de las funciones separadas en el estado.

El antiparlamentarismo no tenía otro sentido que éste: ¿para qué fomentar la presencia de una institución como ésa cuyo sentido era el de la enajenación política, cuando nuevas instituciones como los soviets (consejos) eran capaces de encarnar mejor el proceso de transición hacia la disolución del estado?

Cualquiera sabe ya que el resultado histórico de esa profecía fue absolutamente contrario a la utopía de “la extinción”. Las formas reales de la política en la URSS y, a partir de allí, en todas las sociedades que siguieron su modelo de “dictadura del proletariado”, fueron constituyendo otro modo particular de soberanía: la del partido dirigente-vanguardia-del proletariado.

Aunque Marx no lo dijera expresamente quedaba claro dado el mismo nivel de generalidad que la envolvía que la fórmula de la dictadura del proletariado no podía calificar formas de gobiernos puntuales sino en todo caso un tipo de estado, la naturaleza política de un orden económico-social de transición que podía expresarse de diversas maneras.

En Lenin, por ejemplo, el razonamiento adquiere la siguiente forma: todo estado es una dictadura de clase; el absolutismo y la república son, ambos, expresiones de la dictadura de la burguesía. Luego, la expresión “dictadura” alude a la naturaleza de la dominación y no a sus formas, que son variadas.

Pero en los hechos esta caracterización tan amplia de lo que debe entenderse por dictadura que transgredía todo lo que la teoría política clásica había dicho sobre la cuestión terminó, para el caso de las dictaduras del proletariado, por recuperar parte de su sentido tradicional, hasta transformarse en lo que finalmente fue (y es): una forma autocrática de crear un ordenamiento jurídico, por la cual la ley y el poder descienden de arriba hacia abajo, pero no como procedimiento de excepción sino como modo permanente de gobierno.

Esta realidad empírica, que cubre con su concepción de la soberanía todas las
experiencias socialistas conocidas, muestra el carácter vacío de ciertas discusiones actuales que se colocan en el plano de las definiciones y no en el de la historia: no importa tanto saber qué quisieron decir Marx, Engels o Lenin sobre la cuestión de la dictadura del proletariado, sino cuál ha sido el resultado práctico de esa experiencia.

El problema es que con una fórmula tan genérica, cuyo sentido estaba dado por la idea teleológica de una transición hacia el fin del estado, es imposible establecer un orden político democráticamente compensado: si no consideramos al poder como una potencia autónoma, y lo vemos simplemente como una emanación de la sociedad, es difícil apreciar la necesidad de equilibrar ese poder a través de otras instituciones.

¿Cómo ejerce el poder esa dictadura del proletariado? He aquí una pregunta tan importante como aquella otra que hace referencia al quién detenta desde el estado el poder soberano. La importancia deriva de que el cómo y el quién no pueden ser disociados. ¿A través de qué instituciones puede decirse que el proletariado ejerce su dictadura?.

Cuando Kautsky (1976) planteó esa pregunta, Lenin (1976) le contestó, en un violento folleto, que esas instituciones eran los soviets, cuyo contenido democrático era superior al más democrático de los parlamentos. La realidad, sin embargo, fue colocando a los soviets en un segundo plano, menos significativo todavía que el que tiene el parlamento en los modernos sistemas estatales burgueses.

La verdad de la soberanía en los procesos de transición está en el partido único, garantizador del monolitismo ideológico. En esas condiciones, como diría Gramsci (1975, ///: 1691), el partido no tiene “funciones auténticamente políticas, sino sólo técnicas, de propaganda, de policía, de influencia moral y cultural”. La consecuencia de esa centralización política absoluta (porque el partido se fusiona con el estado) es la fragmentación social: ninguna iniciativa individual o grupal, en lo político, en lo económico o cultural puede ser tolerada si busca alcanzar formas organizativas fuera de la mediación del partido o del estado, constituidos en únicos espacios legítimos de
recomposición.

La dictadura del proletariado al negar toda forma del pluralismo, se expresa así hacia las propias masas populares, como un medio de enajenación política poco diferente en ese plano a la que prima en las sociedades capitalistas. Para los llamados países socialistas desarrollados el indicador de esa enajenación es la apatía política generalizada; para los subdesarrollados, que emergen recientemente de situaciones de atraso económico, social y político, la participación a través de asambleas
plebiscitarias en las que se aclama lo que ya decidió la cúpula, o a nivel de
organismos de base (que cumplen también funciones importantes de control estatal) en los que, centralmente, se ventilan sólo problemas administrativos zonales o estamentales.

Así, la forma política real de la dictadura del proletariado en la transición es la de un despotismo ilustrado que, a través del control estatal del excedente económico, resuelve los problemas de la extrema pobreza pero que una vez conseguidos esos satisfactores mínimos (y de ninguna manera quisiera subestimar lo que esos logros materiales implican) enfrenta enormes dificultades para encarar incrementos reales de participación social y política.

El recurrente “caso” polaco (como lo fue el estallido húngaro de 1956 y la “primavera” de 1968 en Praga) parece demostrar que la insatisfacción política de esas sociedades “en transición”, al chocar contra esa impenetrable fusión de partido y estado que cierra totalmente sobre el individuo la “jaula
de hierro” del control burocrático, sólo puede ser resuelta mediante una explosión de masas.

Los riesgos del consejismo

La enceguecedora evidencia de esta situación, difícilmente controvertible, ha generado dos intentos de reformulación en el interior del pensamiento socialista: Uno está constituido por la respuesta “consejista”, habitualmente esgrimida hoy por lo que llamaríamos, por comodidad expresiva, corriente trotskista. La otra, en un plano de abstracción más alto, es la que busca en el concepto de hegemonía una alternativa frente a la dictadura del proletariado, tal cual es en la realidad.

El Consejismo esgrime como teoría política de la transición la democracia directa o de base y enfoca la realidad hoy vigente como una desviación burocrática. Recupera al Marx de los textos sobre la Comuna de París y de la Crítica al programa de Gotha; al Lenin de 1917 y, en general, a todo el discurso “sovietista” de la primera posguerra, el joven Gramsci de L’ Ordine Nuovo incluido.

Sin duda que su punto fuerte es el colocar, como eje de la indagación, a la problemática de la transición como un momento de socialización del estado, y el plantear la estrategia de fundación democrática del socialismo sobre la base de la necesidad de recomponer las relaciones disociadas entre economía y política. Pero no advierte (o subestima) las limitaciones internas al propio esquema consejista, que no pueden ser ligeramente atribuidas a una desnaturalización del modelo, sino a ciertas premisas propias de él y que sólo pueden ser compensadas por su combinación con otras redes institucionales.

La democracia directa contiene, en primer término, dificultades de realización práctica ya conocidas por el propio Rousseau y relativas al tamaño de las comunidades en las que sus principios pueden ser puestos en práctica, Pero no quisiera detenerme en ese aspecto que, aunque de ningún modo secundario, podría ser refutado en el futuro mediante el desarrollo técnico de una sociedad que introduzca la computarización en la vida cotidiana.

Hay otros aspectos sustantivos a la misma definición de la democracia directa o de base que merecen, en cambio, ser discutidos.
El punto de partida del consejismo es una definición unilateral de la soberanía en el período de transición. En efecto, supone que en la medida en que el principio de soberanía encarnado en la figura del ciudadano nace, en el mundo burgués, de la igualdad de los propietarios de mercancías en la esfera del mercado (“verdadero Edén de los derechos humanos”, en la expresión de Marx), en el estado de transición -cuyo
eje económico es la propiedad común y la cooperación libre- el depositario de la soberanía no debe ser ya el ciudadano sino el productor.

Su forma institucional de representación serían los consejos, nueva trama del estado que arrasaría con la función del parlamento en la misma medida en que el protagonista de éste, el ciudadano, perdería vigencia. No se duda que, desde un punto de vista lógico, las formas políticas de un proceso de
transición post-capitalista, cuya orientación de futuro es la eliminación de la distinción entre gobernantes y gobernados y la rearticulación entre economía y política disociada en el capitalismo, deben tener como institución central a los consejos y a otras formas nuevas de organización-constitución de los sujetos políticos.

Pero la pregunta es si esa centralidad de los consejos (que, por otro lado y éste es un punto neurálgico, acepta como un dogma la necesidad de que el proletariado absorba todas las demandas sociales, lo que en la actualidad es un problema abierto) debe transformarse en principio único de representación o si acepta a otros -como el parlamento y el sistema plural de partidos-para completar un esquema de funcionamiento político realmente
democrático.

¿Es posible una forma de “democracia mixta”, o la presencia de los
consejos es excluyente de la del parlamento y los partidos? El consejismo ortodoxo plantea la segunda de las hipótesis, porque abstractamente considera que se trata de dos principios antagónicos de articulación política que no podrían ser mezclados, ni aun en “la transición”.

Creo que, así planteado, el razonamiento esconde una falacia que estalla en el
momento en que intenta explicar la realidad autoritaria de los socialismos, aludiendo a una desnaturalización de la dinámica natural de los consejos. En sí los consejos alojan potencialidades democráticas pero también potencialidades corporativas,.

La realidad de los procesos de transición no es sólo la desaparición del modelo consejista sino el desarrollo de sus virtualidades corporativas. La fragmentación social resultante de ese proceso de corporativización de los intereses llevó al resultado obvio de que la recomposición política el momento de lo universal fuera capturada por el partido y por
el estado.

Pero esa limitación enajenante -sociedad corporativizada, estado como
Razón- no es externa a una de las posibilidades que el consejismo, como alternativa excluyente del poder bajo “la transición”, contiene en su interior. Ella se manifiesta de manera inevitable cuando se postula a la figura del productor como única forma de agregación política: la secuencia corporativismo-recomposición autoritaria parece ser una condición del exclusivismo consejista.

La necesidad de reflexionar seriamente sobre la permanencia de la figura del ciudadano, de los partidos y del parlamento, se impone en el socialismo con la fuerza de una premisa inevitable de toda teoría y práctica democráticas.

Hegemonía y dictadura

¿Todos estos problemas se conjugarán a través de un cambio de palabras? Ese parece ser el peligro que subyace a cierta crítica de las realidades derivadas del ejercicio de la “dictadura del proletariado” que cifran la solución en la utilización -a partir de Gramsci del concepto de hegemonía como una alternativa frente al de dictadura. Por cierto que, en esa línea de indagación, puede avanzarse con mayor profundidad para la construcción de una teoría (y práctica) política que haga menos difícil la relación entre socialismo y democracia, pero sólo en la medida en que el cambio no se limite a reemplazar un término por otro.

“Hegemonía “ tiene tantas (o más) potencialidades totalitarias que “dictadura”, Y habría que decir que esas potencialidades no son de ningún modo ajenas a algunas ambigüedades que aparecen en el propio Gramsci, quien a veces define al socialismo como sociedad autorregulada y otras parece exaltar la constitución de un bloque histórico en el que “estructuras” e “ideologías” se recompongan de manera orgánica “en un 100%”.

El problema es realmente complejo porque recorre la alternativa de concebir una hegemonía organicista o una hegemonía pluralista. Por la primera, el ideal del consenso se transforma en pura instrumentación, y hegemonía equivale a homogeneidad y semejanza: en última instancia a unanimidad.

Así, la “sociedad” hecha “estado” (la producción política del consenso) premia a los valores de la integración personal y sociocultural y construye una politicidad total encarnada en el estadopartido que finalmente disuelve la vida activa de la sociedad civil y absolutiza a una estructura que interpreta y responde a todas las demandas, recomponiéndolas en su seno.

Es claro que el rechazo a esta concepción totalitaria de la hegemonía no resuelve la dificultad que subyace al hecho de que un plano de recomposición de las particularidades es imprescindible; el problema se coloca en la forma de producción de esa recomposición. Aquí entra la idea de la hegemonía pluralista, que ve en el consenso una realización que no disuelve las diferencias, que reconoce la legitimidad de los disensos y que articula la posibilidad de procesarlos. Todo esto implica —es obvio- un diseño institucional complejo, absolutamente alejado de una concepción ontológica de la autoridad que busca resumir este campo amplio de conflictualidad en una centralidad burocrático-mística.

Este planteo del pluralismo como constitutivo de la hegemonía no totalitaria, nos lleva de nuevo a las preguntas ya formuladas sobre la democracia (como trama institucional) y sobre la transición.

Es conocida y no insistiré sobre ello la vieja discusión acerca de la diferencia entre “democracia formal” (liberal-capitalista) y “democracia sustantiva o real” (socialista): esquemáticamente la primera enfatizaría el cómo del ejercicio de la soberanía; la segunda el quién. Creo que a esta altura, un acercamiento correcto a la cuestión debería articular ambas preocupaciones. Porque la pregunta central sobre esta cuestión de la hegemonía, para que sea realmente alternativa de la dictadura, es la
siguiente: ¿cómo se elabora el consenso?

Parece evidente que una tensión social hacia la igualdad de base y, por lo tanto, el desarrollo de procesos de transformación de las relaciones de producción favorece a una perspectiva democrática. Pero esa igualdad social es condición necesaria más no suficiente de la democracia. Hay una autonomía de la problemática de la construcción de la democracia, que desborda la determinación mecánica por los modos de producción o de propiedad.

La democracia es también necesariamente “formal” y no podría ser de otra manera, pues remite a la construcción de un orden político. Quisiera ser lo más simple posible: más allá de una determinación económica, democracia significa: participación de todos en la formación de las decisiones, lo que no puede resolverse por agregación corporativa sino a través de instituciones de tipo parlamentario, esto es surgidas del sufragio universal.

En segundo lugar, democracia quiere decir posibilidad de control institucional (es decir, no asambleístico ni por aclamación) por parte de la sociedad sobre el estado. Y, por fin, libertad para disentir, porque se sabe “la libertad es siempre libertad para quien piensa de modo distinto” (Luxemburgo: 1975: 64).

Quisiera que se entendiera que esta concepción de la democracia como orden político (y de la hegemonía como producción articulada institucional de una base social para el consenso) no implica la ilusoria esperanza en una forma estatal que descarte toda función de coacción. Lo único que busca señalar es si se acepta la inevitable experiencia de que en “la transición” el estado no parece tener visos de extinguirse que la sociedad, redefinida por el proceso de transformaciones en curso, pueda estructurar instancias de control efectivo sobre el poder.

Ni el stalinismo ni Pol Pot pueden ser explicados por la demonología: son productos altamente probables en situaciones en donde el poder no está sometido a ninguna limitación, en donde no existen reglas para la formación de la voluntad colectiva.

El “consejismo”, como única posibilidad representativa, no tiene respuestas para estos dilemas, pues la democracia “directa” que propugna se instala en el plano de la diferenciación antagónica entre democracia “formal” y “real”, descartando a la primera, en función de una visión teleológica de “la transición”, que es definida como un punto necesario de llegada ideal, previamente constituido como modelo, y no como un proceso histórico de desarrollo, por lo tanto pluralista, que debe alojar una confrontación dinámica entre diversas opciones.

Si la “transición” (no en clave finalista sino conflictual) se caracteriza, según Marx, por una tensión entre plan (centralización) y cooperación libre (autogestión de la sociedad) ¿qué ordenamiento político puede resolver la contradicción inevitable entre el centro estatal (a través de la capa que ocupa esas posiciones) y la sociedad?

Dudo que esa tarea la puedan cumplir los consejos, sobre todo en un plano que supera las tendencias a la cooperativización que ellos encierran: el plano de las libertades civiles. En rigor, todos los problemas de una institucionalidad democrática que vincule poder y transición hacia un nuevo orden social, no hacen sino replantear un viejo problema de la teoría política: si el estado ha de existir: ¿Cómo se legitima en la sociedad?

El marxismo clásico resolvió esto a través de la utopía de “la extinción”, por lo que el control del estado por la sociedad ya no era un problema sino un dato; función de la igualdad social en clave roussoneana: El liberalismo clásico en cambio pensó estas cuestiones con mayor realismo. ¿Existe
todavía el ciudadano de la ciudad liberal? Cierto es que sólo existió plenamente cuando la participación en ella era restringida, pero es lícito preguntarse si los principios de constitución del ciudadano no son también aplicables cuando la ciudadanía se amplía y, más todavía, cuando la sociedad tiende a resolver el problema de la desigualdad económica.

Es obvio que la democracia no es identificable con el estado liberal, pero ya
parece también evidente que el socialismo no podría prescindir de la acumulación cultural y política que implican ciertas adquisiciones del liberalismo. A la teoría política del socialismo le ha sobrado Rousseau y le ha faltado Locke. Por ese exceso y por ese defecto le ha nacido la tentación por Hobbes.
Nota

  • Artículo extraído de la revista Punto de Vista, Año VII, nº 20, Mayo 1984.

Referencias bibliográficas – Gramsci, Antonio, Quaderni del carcere, Turín, 1975. – Kautsky, Karl, La dictadura del proletariado, Madrid, 1976. – Lenin, Y. I., La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Madrid, 1976. – Luporini, Cesare, “Crítica de la política y crítica de la economía política en Marx”, en VVAA, Teoría marxista de la política, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1981. – Luxemburg, Rosa. La Revolución Rusa y otros escritos, Madrid, 1975.

Voies démocratiques vers le socialisme

Voies démocratiques vers le socialisme. Le retour de la question stratégique. Peter Thomas

Après la longue éclipse durant laquelle l’orthodoxie néolibérale proclama la mise à la retraite de l’Etat en tant qu’acteur historique, et avec lui, la mise au rencart de toute théorie de la nature et de la spécificité du pouvoir d’Etat, la question de l’Etat est réapparue ces dernières années au cœur des débats théoriques et pratiques à gauche et dans la gauche marxiste révolutionnaire en particulier.

Au Brésil, au Venezuela et en Bolivie, mais aussi, sous des formes plus compliquées et plus variées, en Europe occidentale, la gauche a dû répondre à la nécessité de clarifier la question de son rapport à l’Etat en termes institutionnels concrets.
Dans certains cas, les partis et organisations révolutionnaires ont déjà choisi d’assumer les responsabilités et les risques d’une participation gouvernementale, avec des succès contrastés ; dans d’autres, la question constituera encore l’horizon de la conjoncture actuelle, en particulier au regard de la crise économique mondiale et des prises de position en faveur de diverses formes d’intervention étatique pour y faire face.

Les appels à « changer le monde sans prendre le pouvoir » ont sans doute trouvé un certain écho dans divers secteurs du mouvement altermondialiste au tournant de ce siècle ; il demeure, cependant, que la réalité, pour une orientation révolutionnaire responsable aujourd’hui, est celle d’un retour de la question politico-stratégique, pour reprendre la formule stimulante de Daniel Bensaïd (2).

Dans ce contexte, il est utile d’en revenir à l’un des débats centraux de la dernière grande floraison de la théorie marxiste de l’Etat dans les années 1970, à savoir, à la critique que proposa Poulantzas de la notion de « guerre de position » chez Gramsci et de la thèse de la « dualité de pouvoir » chez Lénine.
Bien qu’un tel débat puisse donner l’impression de parler dans la langue d’une culture politique oubliée depuis longtemps, je voudrais défendre la thèse selon laquelle peu de débats issus de la tradition marxiste sont aussi pertinents que celui-ci aujourd’hui parce qu’il touche au cœur du statut non-résolu de la tradition marxiste en tant que, fondamentalement et avant toute chose, critique théorique et pratique de l’Etat capitaliste.
Dans une certaine optique, les caractérisations de la nature de l’Etat et du pouvoir social et politique que l’on trouve chez Poulantzas et Gramsci, se présentent l’une et l’autre comme deux modèles pour la compréhension des mouvements contemporains, comme ensemble des pré-conditions théoriques possibles de l’engagement pratique.
La critique de Poulantzas : guerre de position = dualité de pouvoir
La confrontation avec Gramsci accompagna, de manière productive, toutes les phases de la trajectoire intellectuelle de Poulantzas, souvent énoncée dans les termes d’une critique poussée inspirée de la lecture de Gramsci par Althusser (3). Mais c’est seulement dans le chapitre final de son dernier livre, L’Etat, le Pouvoir, le Socialisme, qu’il proposa une interprétation véritablement personnelle. De cette lecture ressort une image de Gramsci très différente de deux autres alors beaucoup plus familières dans la gauche des années 1960 et 1970 et dont l’influence s’exerce encore de nos jours.
Pour la première de ces interprétations (issue de l’eurocommunisme de droite), la « guerre de position » gramscienne correspond à une proposition de « longue marche à travers les institutions » de l’Etat bourgeois, l’Etat étant lui-même conçu comme simple somme de ses parties, divisible, permettant une stratégie de conquête progressive de postes individuels (d’institutions) alors soustraits à la domination politique bourgeoise au cours d’une simple progression arithmétique, jusqu’à ce que la seule force du nombre investisse le cœur de l’appareil et que la classe ouvrière prenne possession de l’Etat (conçu comme instrument de gouvernement).
A la différence de la « guerre de manœuvre » (dans l’une de ses interprétations, du moins), elle ne cherche pas à prendre d’assaut la citadelle au cours d’une bataille rangée, mais passe par une « lente subversion » s’attaquant à l’Etat bourgeois de l’intérieur. Les socio-démocrates de gauche étaient de bonne foi lorsqu’ils proposèrent cette interprétation dans les années 1970. Sa logique depuis, a été cyniquement pervertie et redéployée dans certains aspects de la troisième voie néolibérale qui a maintenu des liens résiduels, d’ordre rhétorique, avec la tradition social-démocrate.
Dans la seconde interprétation (social-démocrate de gauche), le terrain privilégié de la « guerre de position » gramscienne en Occident est la société civile. Elle passe par une stratégie de « construction de tranchées » lente et laborieuse, à une distance suffisamment grande de l’Etat pour que le règlement de compte décisif avec lui soit, en pratique, indéfiniment remis à plus tard, sans effet immédiat sur les luttes contemporaines.
Elle se définit en opposition à la « guerre de manœuvre », autrement dit, à l’affrontement direct avec l’Etat que seuls les bolcheviks ont su mettre en œuvre à l’Est, compte tenu du sous-développement de leur société civile alors incapable d’offrir un dispositif de tranchée à même de protéger l’Etat de tout assaut direct, contrairement à ce que l’on pense être le cas à l’Ouest.
L’héritage de ces interprétations se fait encore ressentir aujourd’hui dans ces versions du concept d’hégémonie qui en font une « logique du social » sans avoir grand-chose à dire de la spécificité du pouvoir d’Etat dès lors que celui-ci a été dissous dans une « discursivité » envahissante et indéterminée (4). Dans les deux cas, la guerre de position gramscienne est présentée comme rupture définitive avec la théorie de l’Etat chez Lénine.
Poulantzas, quant à lui, voyait dans Gramsci un théoricien qui s’était pleinement imprégné de la stratégie léniniste et, dans une version différente, troisième internationaliste de la « dualité de pouvoir » – trop, d’ailleurs, dans le cas de Gramsci, selon Poulantzas, et ce, malgré toute la sophistication de sa conception de l’Etat, conception qui était restée finalement prisonnière des métaphores topographiques propres à cette tradition.
Poulantzas considérait qu’« [U]ne ligne principale traverse les analyses et la pratique de Lénine : l’Etat doit être détruit en bloc par une lutte frontale dans une situation de double pouvoir, et remplacé-substitué par le deuxième pouvoir, les soviets, pouvoir qui ne serait plus un Etat au sens propre car il serait déjà un Etat en dépérissement ». Poulantzas a su vite reconnaître la différence entre cette thèse analytique et perspective stratégique d’une part et d’autre part, sa dégénérescence stalinienne ultérieure en « refus du politique ».
Il fut néanmoins tout aussi prompt à développer l’idée d’une continuité entre les perspectives qui avaient informé la pratique bolchevique en 1917 et la théorie de l’Etat canonisée par la IIIe Internationale. Elles avaient plus particulièrement en commun leurs perspectives quant à la localisation de « la lutte des masses populaires pour le pouvoir d’Etat » (hors de l’Etat, dans ce domaine mal défini et flou que représente la société civile alors conçue comme reste), quant à ses moyens (« création d’une situation de dualité de pouvoir »), son concept du pouvoir politique et social (« une substance quantifiable » aujourd’hui séquestrée par la bourgeoisie au sein d’un Etat-instrument pouvant être approprié par les forces prolétariennes au moyen d’une stratégie de dualité de pouvoir progressant vers la captation de l’appareil d’Etat existant), et son objectif (la prise et la destruction de l’Etat forteresse auquel doit se substituer « le deuxième pouvoir (soviets) constitué en Etat de type nouveau » (5).
Ces perspectives se rencontraient aussi, selon Poulantzas, dans les Cahiers de prison de Gramsci. Dans L’Etat, le Pouvoir, le Socialisme, « Certes, écrit-il, on ne saurait mettre en doute les apports théorico-politiques considérables de Gramsci, et on connaît les distances qu’il a prises avec l’expérience stalinienne. Il n’empêche que lui non plus (bien qu’on le tire actuellement à hue et à dia) n’a pu poser le problème dans toute son ampleur. Ses fameuses analyses concernant les différences entre la guerre de mouvement (celle des bolcheviks en Russie) et la guerre de positions sont saisies pour l’essentiel comme application de la stratégie-modèle léniniste à des « situations concrètes différentes », celles de l’Occident (6). »
Ces reliquats léninistes furent déterminants pour la manière dont Gramsci théorisa l’Etat. Gramsci n’avait pas compris que « [P]rendre ou conquérir le pouvoir d’Etat ne saurait signifier une simple mainmise sur des pièces de la machinerie étatique, en vue de sa substitution au profit du deuxième pouvoir. » Il était resté fasciné par une idée de l’Etat comme « forteresse où l’on pénètre par des chevaux de bois » ou comparable à « un coffre-fort que l’on perce par effraction ».
Fidèle à l’esprit de la formulation léniniste, Gramsci envisagea la société civile comme s’il s’agissait d’une basse-terre extérieure à l’Etat, locus d’une construction d’un contre-pouvoir possible. Le mouvement ouvrier pouvait, de là, mener une « guerre de position » qui devait lui permettre, à terme, de mener une attaque contre la citadelle de l’Etat bourgeois dans le but de le détruire et d’y substituer une forme plus satisfaisante d’organisation sociale. Ainsi, et au bout du compte, bien que d’une sophistication plus grande et moins susceptible d’instrumentalisme vulgaire que ses variantes staliniennes ou social-démocrates, la perspective proposée par Gramsci au mouvement ouvrier occidental en était restée à la problématique de la stratégie de « dualité de pouvoir », dans la mesure où « la modification décisive du rapport de forces ne se joue pas au sein de l’Etat mais entre l’Etat […] et les masses supposées extérieures à l’Etat » (7).
L’alternative de Poulantzas : l’Etat comme condensation d’un rapport de forces et la voie démocratique vers le socialisme
Dans ses œuvres antérieures, et en particulier dans Pouvoir politique et classes sociales, Poulantzas avait déjà tenté d’élaborer une analyse plus nuancée de la nature de l’Etat capitaliste et ses modalités distinctes de pouvoir. Poulantzas jugeait crucial de saisir dans quelle mesure l’Etat capitaliste était déjà traversé, de l’intérieur, par les antagonismes et des luttes de classes.
Autrement dit, la politique ne se situe pas « hors » de la forteresse de l’Etat mais constitue sa matérialité même : l’Etat comme condensation d’un rapport de forces. Plus particulièrement, Poulantzas rejetait la métaphore topographique selon laquelle se trouverait un lieu « au-delà de l’Etat » dans lequel les forces d’un Etat à venir, d’un genre différent, pourraient être rassemblées (8).
Dès lors que tous les rapports sociaux sont toujours déjà des rapports de forces internes à un Etat donné, ils sont interpellés par cet Etat tout en en étant constitutifs. « C’est en ce sens précis que l’on ne peut penser, une fois l’Etat posé, un réel social quelconque (un savoir, un pouvoir, une langue, une écriture) figurant un état premier par rapport à l’Etat, mais un réel social toujours en relation avec l’Etat et avec la division en classes (9). »
Dans le fond, pour Poulantzas (et pour proposer une variation sur une célèbre formule derridéenne), « Il n’y a pas de hors-Etat » (10), parce que l’Etat se définit d’emblée comme lui-même coextensif à la formation sociale. Le débouché stratégique de cette analyse fut l’idée d’une « voie démocratique vers le socialisme » à l’intérieur de l’Etat existant.
C’était là la contribution finale du Poulantzas de la maturité au débat sur la « crise du marxisme », formulée explicitement comme dépassement de la « guerre de position » gramscienne, représentante la plus sophistiquée de la tradition de « dualité de pouvoir ». Profondément ancré dans les débats de l’époque (celui, par exemple, concernant la dictature du prolétariat dans le PCF) et indubitablement influencé par l’expérience chilienne et par l’échec de la révolution portugaise, Poulantzas se préoccupa plus particulièrement de l’absence, au sein de la stratégie de la dualité de pouvoir, d’une théorie de la « transformation de l’appareil d’Etat ».
Selon lui, « ce processus long de prise du pouvoir » consistait à « déployer, renforcer, coordonner et diriger les centres de résistance diffus dont les masses disposent toujours au sein des réseaux étatiques […] de telle sorte que ces centres deviennent, sur le terrain stratégique qu’est l’Etat, les centres effectifs du pouvoir réel (11). »
La voie démocratique vers le socialisme proposait une « guerre de position » conduite à l’intérieur même de l’Etat existant qui, une fois redéfini en termes relationnels et stratégiques, comprenait le terrain que Gramsci, aux yeux de Poulantzas, avait continué d’identifier à la « société civile ». Cette stratégie était à mener dans des luttes d’intensité et de profondeur variables, les unes, proches du cœur de l’appareil d’Etat, les autres, à une certaine « distance » de cet appareil.
«[L]es formes d’articulation […] des transformations de l’Etat et de la démocratie représentative […] de la démocratie directe et du mouvement autogestionnaire » (12) étaient un enjeu central de stratégie de pouvoir « bifurqué » (plutôt que duale).
Par le renforcement de la démocratie représentative – en tant que garantie d’équité juridique – Poulantzas proposait de surmonter le risque de dégénérescence vers une autarcie stalinienne ; en renforçant le pouvoir de la démocratie directe –comme garantie d’une participation active des masses – il proposait de surmonter le risque du « réformisme traditionnel » qui, de son propre aveu, était implicite dans cette stratégie. Quant à savoir précisément ce qu’impliquerait une telle transformation de l’appareil d’Etat, et si elle pourrait aboutir à l’Absterben [au dépérissement] de l’Etat comme l’avait anticipé au moins une tradition marxiste antérieure, ce sont des énigmes que Poulantzas ne fut jamais en mesure de résoudre.
Ces énigmes restent les mêmes pour nous aujourd’hui, et ce, dans des formes immédiatement pratiques. Nombre de discussions à l’ordre du jour des mouvements sociaux et politiques contemporains peuvent se caractériser comme relevant de cette problématique de la voie démocratique vers le socialisme, avec toutes ses ouvertures et tous ses dangers, qu’il s’agisse des problèmes du rapport entre société civile et Etat, entre mouvements sociaux et leurs « expressions » politiques, et entre la démocratie directe de la base et sa « représentation » dans l’appareil d’Etat existant.
Un regain d’intérêt international pour la pensée de Poulantzas témoigne de sa pertinence théorique et, au bout du compte, politique dans la conjoncture actuelle (13). Dans la mesure où la proposition de voie démocratique vers le socialisme visait à dépasser ce que l’on a pu voir comme une persistance de résidus léninistes compromettant les tentatives de Gramsci pour rompre avec une théorie instrumentaliste de l’Etat, la légitimité de cette proposition, et son utilité contemporaine, peut être jugée, au moins en partie, sur la base de la justesse de sa caractérisation de la théorie qui lui servait de point de départ.
Deux questions, en apparence d’ordre purement théorique ou philologique, devraient nous aider à poser le problème de manière plus concrète. Tout d’abord, trouve-t-on chez Poulantzas une compréhension adéquate des présupposés théoriques de la conception gramscienne du rapport entre Etat et société civile ? En d’autres termes, on se demande si Gramsci postule bien un terrain hors de l’Etat, terrain sur lequel pourrait émerger un pouvoir politique nouveau, à même de s’emparer de l’(appareil) Etat et de s’y substituer.
Ensuite, trouve-t-on chez Gramsci un conception du pouvoir sociale et politique entendue comme « substance quantifiable » aux mains d’une classe particulière et par conséquent, pouvant être confrontée à une autre « quantité » de pouvoir détenue par une autre classe ?
Autrement dit, la guerre de position chez Gramsci n’est-elle vraiment rien d’autre qu’une variante sophistiquée de la stratégie de dualité de pouvoir, dans ses présupposés fondamentaux, continuant de prêter le flanc aux mêmes critiques que Poulantzas avait adressées à ses versions léninistes, troisième-internationalistes et social-démocrates ? Ou est-ce qu’au contraire, Gramsci élabora une théorie qui combine les forces et la sophistication des recherches de Poulantzas tout en évitant ses conséquences potentiellement désarmantes sur le terrain politique ?
Gramsci et l’Etat intégral
La caractéristique la plus frappante et la plus ironique de la critique que propose Poulantzas de la théorie de l’Etat de Gramsci est que, comme bien d’autres interprétations de la fin des années 1960 et du début des années 1970, cette critique ne prend pas en compte ce qui fut la contribution la plus importante de Gramsci à la théorie de l’Etat : le concept d’Etat intégral comme identité-distinction dialectique de la société civile et politique.
Il est doublement ironique que Poulantzas ait pris le relais de ces interprétations qui considéraient que pour Gramsci, les termes renvoyaient à deux terrains distincts d’une formation sociale : premièrement, parce que l’une de ses proches collaboratrices, Christine Buci-Glucksmann, fut l’une des première à attirer l’attention sur l’importance du « concept général de l’Etat » ou, de « l’Etat intégral » chez Gramsci, pour comprendre l’articulation inédite de ces concepts dans les Cahiers de prison (14) ; deuxièmement, parce que, de tous les théoriciens marxistes antérieurs, Gramsci est peut-être celui qui va le plus loin dans la recherche d’une rupture définitive avec une théorie exclusivement instrumentaliste de l’Etat. Plus précisément : avec le concept « d’Etat intégral », Gramsci décrit la formation des Etats modernes en Occident comme – pour reprendre les termes mêmes de Poulantzas – condensation des rapports de forces entre et à l’intérieur des classes.
Chez Gramsci, la proposition du concept d’« Etat intégral » était précédée d’analyses historiques approfondies de l’émergence de l’Etat capitaliste moderne, de son élaboration comme projet éthique investissant l’ensemble de la société après la Révolution française puis de sa dégénérescence en une phase de révolution passive face aux révoltes ouvrières. Compte tenu de la vaste bibliographie qui est apparue sur ce thème au cours de la récente et riche période d’engouement pour la philologie gramscienne, il n’est pas nécessaire de revenir sur le détail de ces découvertes (15).
On s’intéressera plus directement ici à ce nouveau concept que Gramsci élabora au terme de ces recherches. Avec le concept d’Etat intégral, Gramsci visait à analyser les interpénétrations et les renforcements mutuels de la « société politique » et de la « société civile » (à distinguer l’un de l’autre analytiquement plutôt qu’organiquement) au sein d’une forme d’Etat unifiée (et indivisible). Selon ce concept, l’Etat dans sa forme intégrale ne doit pas être limité à la machinerie du gouvernement et des institutions légales (à l’Etat entendu au sens instrumental, en opposition à la « société civile »).
Le concept d’Etat intégral, au contraire, avait vocation à constituer une unité dialectique des moments de la société civile et de la société politique. L’hégémonie civile fournit la base sociale du pouvoir politique de la classe dirigeante dans l’appareil d’Etat, qui à son tour renforce ses initiatives dans la société civile. Pour Gramsci, la société civile est le terrain sur lequel se joue la concurrence entre classes sociales pour la direction politique, ou l’hégémonie, sur les autres classes sociales.
Le maintien de cette hégémonie dépend entièrement, toutefois, « en dernière instance », de la mainmise sur le monopole légal de la violence incarné dans les institutions de la société politique, ou l’Etat au sens restreint d’appareil d’Etat. Cependant, compris dans son sens intégral, d’après Gramsci, « l’Etat est l’ensemble des activités pratiques et théoriques grâce auxquelles la classe dirigeante non seulement justifie et maintient sa domination mais réussit à obtenir le consensus actif des gouvernés » (16). Ou, dans une formule célèbre : « Il entre dans la notion générale d’Etat des éléments qu’il faut rattacher à la notion de société civile (en ce sens, pourrait-on dire, Etat = société politique + société civile, c’est-à-dire une hégémonie cuirassée de coercition) (17). »
Par conséquent, pour Gramsci, la société civile ne doit pas être conçue de manière topographique, comme terrain hors de l’Etat. Bien plus qu’un domaine intact au-delà de l’Etat, la société civile, dans cette vision, consiste en une série de pratiques et des rapports dialectiquement interpellés au sein même de l’Etat (intégral), formant sa « base sociale » (18). En même temps, refusait d’abolir la distinction entre l’Etat (au sens restreint d’« appareil d’Etat ») et la société civile (comme c’est par ailleurs le cas avec Gentile et sa compréhension actualiste spéculative de la tentative d’Etat totalitaire fasciste dans laquelle l’Etat est tout) (19).
Au contraire, il garda les deux termes, à la fois dans leur unité et leur distinction, en tant que rapport dialectique entre différents niveaux de formation de classe et d’efficace politique, même après son élaboration du nouveau concept d’Etat intégral en octobre 1930.
Chez Gramsci, plutôt que des lieux géographiques ou des terrains, la « société politique » et de la « société civile » sont comprises comme rapports sociaux et politiques différentiels au sein de l’ « Etat intégral » ; les uns comprennent l’Etat en fonction de la consolidation du pouvoir politique d’une classe dans des institutions (étatiques), ou si l’on préfère, en fonction du degré de coercition ; les autres, en fonction de la constitution de ce pouvoir politique (possible) parmi les forces présentes sur le terrain social (critère de consentement).
Gramsci était donc en mesure de faire apparaître, à la fois, l’unité de l’Etat capitaliste tout en analysant les différentes combinaisons et articulations de la coercition et du consentement qui en sont constitutifs, permettant alors une détermination plus précise des axes de développement à même d’aboutir à sa transformation.
Poulantzas faisait donc fausse route en expliquant que Gramsci présupposait un terrain extérieur à l’Etat sur lequel un nouveau pouvoir politique pouvait apparaître. Comme Poulantzas, les Cahiers de prison essayèrent de saisir la spécificité de l’Etat capitaliste comme condensation des rapports de forces entre classes, condensation accomplie sous la domination de la bourgeoisie. De la même manière, Poulantzas se trompait en expliquant que pour Gramsci, la rupture décisive intervient « entre l’Etat […] et son supposé extérieur absolu, le deuxième pouvoir » (20).
Pour Gramsci, un tel moment de rupture à lieu au sein même du mouvement ouvrier, en tant que rupture avec sa constitution économique-corporative, lorsque les masses peuvent rompre avec leur intégration paralysante de la révolution passive et construire leur propre projet hégémonique en tant que classe, réduisant la capacité à agir (ou plutôt, la capacité à dominer) de la bourgeoisie par l’accroissement de leur propre capacité à agir.
La route vers le pouvoir politique pour le prolétariat impliquerait, en premier lieu, la modification du rapport de forces au sein de l’Etat intégral, la dislocation du renforcement mutuel de la coercition et du consentement exploité par la bourgeoisie afin d’entretenir sa propre domination de classe.
L’appareil d’Etat de la bourgeoisie ne pourrait être neutralisé qu’à condition que le prolétariat le prive de sa « base sociale » à travers l’élaboration d’un projet hégémonique alternatif. Gramsci concevait ce projet en termes concrets, en termes « d’appareils hégémoniques » : le large éventail d’ « institutions » et de pratiques – de la presse jusqu’aux organisations éducatives, aux initiatives culturelles et aux partis politiques – au moyen desquels une classe et ses alliés peuvent se confronter à leur adversaire dans une lutte pour le pouvoir social, puis politique, ou pour la direction de la société dans son ensemble (21).
Le pouvoir politique est ici conçu non pas comme instrument ou « substance quantifiable », mais en termes rationnels : en tant que capacité, ou incapacité, d’agir d’une classe en rapport à une autre, mais aussi en tant que disposition des initiatives d’une classe dans la société politique à être en phase avec sa « base sociale » dans la société civile. Autrement dit, chez Gramsci, le pouvoir politique est immanent, non pas simplement à l’Etat en tant que condensation des rapports de forces (des rapports entre les classes) ; il est immanent aux projets hégémoniques à travers lesquels les classes se constituent elles-mêmes en classes (rapports internes aux classes) capables d’exercer le pouvoir politique (par opposition à une masse incohérente d’intérêts « corporatifs »).
Le potentiel d’une classe pour exercer le pouvoir politique dépend, par conséquent, de sa capacité à trouver les formes institutionnelles appropriées à la differentia specifica de son propre projet hégémonique particulier, à savoir, les formes qui lui permettent non seulement de faire la transition de l’ordre l’économique-corporatif vers l’ordre proprement politique, de la société civile à la société politique, mais également, et de manière décisive, une fois le pouvoir d’Etat acquis, de rester pleinement en phase avec sa base sociale.
Dans la forme assimilatrice d’un Etat intégral renforcé par la révolution passive, la bourgeoisie avait trouvé un moyen de promouvoir sa propre forme contradictoire de modernisation. Il restait au prolétariat à trouver ce que la tradition marxiste avait appelé un « nouveau type d’Etat », ou, contre l’Herrschaft de la bourgeoisie, de trouver ce que Lénine appelait son propre « pouvoir d’un genre complètement différent », qui permettrait la réabsorption de la dyade société politique-société civile dans ce que Gramsci décrivait en termes de société « régulée » (22).
Le retour de la dualité de pouvoir
Poulantzas avait donc raison de dire que la notion gramscienne de guerre de position présupposait une variante plus sophistiquée de la stratégie de la dualité de pouvoir, mais pas pour les raisons qu’il avait imaginées. Tel qu’initialement conçu par Lénine, le concept de « dualité de pouvoir » n’était pas affaire de choix d’une proposition stratégique contre une autre, et n’impliquait pas non plus un simple rejet de la confrontation avec l’appareil d’Etat existant avec ses mécanismes de démocratie parlementaire (à propos desquels Lénine ne cessa d’expliquer qu’ils pouvaient être tactiquement utiles pour le mouvement révolutionnaire, dans certaines conjonctures), au nom d’une forme de pouvoir politique plus « authentique ».
Ce concept renvoyait, au contraire, à la réalité de « l’état d’exception négatif » entre les deux révolutions de 1917. En fait, la thèse de la dualité de pouvoir n’apparut explicitement dans la pensée de Lénine qu’au moment très spécifique d’ « interregnum ». Présente « à l’état pratique » dans les Thèses d’avril, explicitement formulée dans un article paru dans la Pravda le 9/22 avril 1917, et recevant son exposé le plus célèbre dans Les Tâches du prolétariat dans notre révolution (écrit le 10/23 avril, mais qui ne fut publié qu’en décembre), la thèse de la dualité de pouvoir [dvoelastie] fut conçue pour penser ensemble la situation « extrêmement originale » d’« enchevêtrement » ou d’« amalgame de deux dictatures », les soviets à côté du gouvernement provisoire.
Les bases sociales de ces « dictatures » étaient tout à fait différentes : l’une était « un Etat au sens propre du terme », à savoir, un appareil d’Etat fondé sur le droit et au bout du compte, sur les droits de propriété privée ; l’autre était « le nouveau type d’Etat » de la Commune de Paris, fondé et fonctionnant sur la base d’initiatives populaires.
Ces dictatures étaient, au sens le plus strict, des formes incompatibles de pouvoir politique dont l’antagonisme devait aboutir à la disparition de l’une ou de l’autre. Lénine insista sur la nature exceptionnelle de cette bifurcation : « Il ne fait aucun doute que cet « enchevêtrement » ne peut durer longtemps. Il ne saurait exister deux pouvoirs dans un Etat. […] La dualité du pouvoir ne reflète qu’une période transitoire du développement de la révolution (23). »
La notion gramscienne de guerre prolétarienne de position contre la logique de révolution passive vient des mêmes présupposés que ceux de Lénine dans son analyse de 1917 quant à la nature de classe des différentes formes d’Etat. Son analyse historique de la consolidation du projet hégémonique bourgeois dans le cadre d’un Etat intégral qualitativement nouveau et son opposition inscrite dans une hégémonie prolétarienne étendue et progressiste tournée contre les formes révolutionnaires passives, sclérosantes, prises par un projet hégémonique bourgeois en crise, lui permit de bien saisir la nature spécifiquement bourgeoise et capitaliste de l’Etat existant, « en dernière instance », au-delà des divers éléments et contradictions qu’il peut contenir.
Cependant, si la thèse de Lénine décrivait une conjoncture déjà advenue (et non prédite), la théorie de Gramsci, élaborée dans un moment de défaite au fond d’une geôle fasciste, cherchait à regrouper les forces qui rendraient possible le retour d’une telle situation de dualité de pouvoir. A la différence de l’ultra-gauchiste intransigeant des années de la fondation du PCI, le Gramsci des Cahiers de prison reconnut qu’un tel processus peut avoir effectivement besoin de passer par une phase de transformation de l’intérieur de l’Etat existant – son ralliement tardif à la stratégie de front unique et son ultime conseil au mouvement ouvrier italien quant à la nécessité de voir un large front antifasciste reconstituer des institutions représentatives (contre la folie du dogme de la troisième période de l’Internationale communiste) défendait explicitement de telles transformations dans la conjoncture donnée.
Cela restait, toutefois, une manœuvre tactique, subordonnée à l’objectif stratégique ultime visant à doter les classes subalternes des formes institutionnelles nécessaires à leur transition entre groupe dirigeant et groupe dominant, fondateur d’un « nouveau type d’Etat » qui consisterait en pas d’Etat. Il ne s’agit donc pas, pour modifier une des formulations de Poulantzas à la fin de L’Etat, le Pouvoir, le Socialisme, « d’une simple alternative entre » voie démocratique vers le socialisme « et guerre de positions car cette dernière, au sens de Gramsci, consiste toujours en un » déploiement tactique de la première (24).
Avec Gramsci, la voie démocratique vers le socialisme prend acte de la réalité de l’Etat intégral existant (comme seul lieu du pouvoir politique et par conséquent, comme horizon sur lequel le mouvement ouvrier doit opérer), et en même temps, de la réalité du mode d’existence de cet Etat particulier en tant qu’Etat bourgeois et capitaliste fondé sur une condensation spécifique de rapports sociaux bourgeois, et dans la société civile et dans la société politique.
C’est sur la base de cette reconnaissance que Gramsci put formuler en termes concrets la possibilité d’un tout autre type de condensation, à savoir, l’intensification des forces sociales au sein du mouvement ouvrier qui seraient en mesure de remettre à l’ordre du jour « le type d’Etat complètement nouveau » qui détermina les contours de l’expérience politique d’octobre 1917.
Dans cette perspective, l’enjeu pour la gauche contemporaine qu’il y a à apporter une réponse satisfaisante au retour de la question politico-stratégique (25) ne se limite pas simplement à une confrontation responsable avec la réalité de l’Etat existant et le terrain politique qu’il définit. De manière bien plus cruciale, cette question renvoie à l’enjeu de l’actualisation de l’analyse initiale, chez Lénine, de la réalité de la dualité de pouvoir, à savoir, que le mouvement ouvrier doit développer sa propre forme de pouvoir politique et tenter avec assurance d’aller jusqu’au bout de ses conséquences institutionnelles.
Cette voie démocratique vers le socialisme a vocation à dépasser l’Etat capitaliste, et en ce sens, un déploiement tactique des analyses de Poulantzas dans la perspective stratégique de la guerre de position gramscienne pour un « nouveau type d’Etat » pourrait bien s’avérer être la forme la plus viable et effective de l’héritage de Poulantzas aujourd’hui.
Peter Thomas
Traduction de Thierry Labica

cet article est paru dans la revue Contretemps n° 8

Notes
1 En français dans le texte (N. d. T.) 2 Le présent texte a été initialement rédigé en réponse aux contributions de Daniel Bensaïd dans le cadre du séminaire Projet K de l’été 2006. Il est, par conséquent, dédié à sa mémoire. 3 Voir, par exemple, N. Poulantzas, Pouvoir politique et classes sociales [1967], Paris, Maspero, 1982, p. 37, 147-149, 210, 216, 221. Pour une analyse des premières lectures althussériennes de Gramsci, voir mon livre, The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism, Historical Materialism Book Series, Brill Academic Press, Leiden, 2009 4 Ernesto Laclau et Chantal Mouffe, dans leur Hégémonie et stratégie socialiste, Les Solitaires Intempestifs, 2009, ont été les principaux promoteurs de ce type de lecture. 5 N. Poulantzas, L’Etat, le Pouvoir, le Socialisme, PUF, 1978, p. 278. 6 Ibid., p. 283-284. Voir également « Une révolution copernicienne dans la politique » in La Gauche, le Pouvoir, le Socialisme. Hommage à Nicos Poulantzas, dir. C. Buci-Gluckslmann, PUF, 1983, p. 37-41. 7 N. Poulantzas, L’Etat…, op. cit., p. 285. 8 Cf. Bob Jessop, State Theory. Putting the Capitalist State in its Place, Cambridge, Polity, 1990, p. 230. 9 N. Poulantzas, L’Etat…, op. cit., p. 44. 10 En français dans le texte. Allusion à Jacques Derrida : « Il n’y a pas de hors-texte. » (N. d. T.) 11 N. Poulantzas, L’Etat…, op. cit., p .285.
12 Ibid., p. 293. 13 Cf. le recueil intitulé Poulantzas lesen: Zur Aktualität marxistischer Staatstheorie, dir. L. Bretthauer, A. Gallas, J. Kannankulam et I. Stützle, VSA, Hambourg, 2006 et The Poulantzas Reader, Verso, Londres, 2008. 14 Christine Buci-Glucksmann, Gramsci et l’Etat : pour une théorie matérialiste de la philosophie, Paris, Fayard, 1975. 15 Pour l’étude philologique la plus détaillée, cf. Guido Liguori : « Stato-società civile », in Fabio Frosini, Guido Liguori (éd.), Le parole di Gramsci. Per un lessico die Quaderni del carcere, Rome, 2004, p. 208-226. Domenico Losurdo, Antonio Gramsci dal liberalismo al « comunismo critico », Rome, 1997, offre un survol synthétique des développements historiques de Gramsci, en particulier concernant sa notion originale de révolution passive. 16 Antonio Gramsci, Cahiers de prison, vol. IV, trad. F. Bouillot & G. Granel, Gallimard, 1990, cahier 15, § 10, p. 120. 17 Antonio Gramsci, Cahiers de prison, vol. II, trad. M. Aymard & P. Fulchignoni, Gallimard, 1983, cahier 6, § 88, p. 83. 18 Ibid., cahier 6, § 136. 19 Ibid., cahier 6, § 10. 20 N. Poulantzas, L’Etat…, op. cit., p .286. 21 Sur le concept d’ « appareil hégémonique », cf. Antonio Gramsci, Cahiers de prison, vol. I, trad. M. Aymard & F. Bouillot, Gallimard, 1996, cahier 1, § 48 ; et vol. II, op. cit., cahier 6, § 136 et § 137. 22 Sur ce concept de « pouvoir d’un genre complètement différent » de Lénine, cf. « Sur la dualité de pouvoir » [1917], disponible en français sur www.marxists.org. 23 V. I. Lénine, « Les tâches du prolétariat dans notre révolution » [1917], disponible en français sur www.marxists.org. 24 N. Poulantzas, L’Etat…, op. cit., p. 285-286. 25 En français dans le texte (N. d. T.).
date:
17/04/2011 – 15:33

Hemisphere Gauche: una cartographie des nouvelles pensees

Hemisphere Gauche: una cartographie des nouvelles pensees
Pour RAZMIG KEUCHEYAN
Par Patrick Coulon

S’il est un titre qui résume bien ce livre c’est bien celui-ci. Razmig Keucheyan a littéralement cartographié un bon nombre de pensées critiques contemporaines, leurs auteurs, ainsi que leurs trajectoires.

Parce qu’on assiste depuis la seconde moitié des années 1990 au retour de la critique sociale et politique, du mouvement altermondialiste à la campagne contre le traité européen ( le mouvement des Indignés surgissant après l’écriture de l’ouvrage confirmant ce processus) et parce que la critique n’est pas que dans la rue , que la bataille idéologique fait rage aussi il était utile et nécessaire de pointer les thématiques montantes dans la critique du capitalisme. Des théories diverses et – fait nouveau- dépassant les sphères géographiques habituelles: la mondialisation est passée par là.

Tout au long de ces 310 pages on se familiarisera avec des auteurs tels que Alain Badiou, Slavoj Zizec, Judith Butler, Fredric Jameson, Toni Negri, Axel Honnet, Jacques Rancière, Paolo Virno, Perry Anderson ou Gayatri Spivak…et bien d’autres que la lecture que je vous recommande vivement vous fera découvrir. Quant aux théories développées elles se veulent résolument innovantes. Elles sont selon l’auteur le produit d’ une part de l’hybridation, qui voit d’anciennes références du corpus critique se combiner de manières inédites, ou être associées à de nouveaux auteurs ou courants qui n’étaient pas présents dans ce corpus précédemment. L’innovation résultant aussi de l’introduction de nouveaux objets d’analyses, comme les médias, l’écologie. Ce livre rend compte au final d’une grande diversité de nouvelles pensées : théorie queer, marxisme et postmarxisme, théorie post-coloniale, théorie de la reconnaissance, poststructuralisme, néo spinozisme, etc.
Elles s’ajoutent à celle plus classiques concernant l’exploitation, et illustrent le fait que de nouvelles idées surgissent là où se posent les nouveaux problèmes. Or c’est aussi dans des pays comme la Chine, l’Inde, ou le Brésil que ces problèmes surgissent déjà, ou surgiront à l’avenir.
On retiendra les quatres hypothèses fortes que soumet le maître de conférences en sociologie à l’université Paris IV-Sorbonne
Une première hypothèse est que les nouvelles théories critiques se développent dans le cadre de coordonnées politiques héritées des années 1960 et 1970. Ceci signifie d’abord que certains des principaux débats existant au sein de ces théories sont apparus à cette époque. C’est notamment le cas du débat portant sur la nature des sujets de l’émancipation, et de celui qui concerne la question du pouvoir.
Dans ces deux cas, les problèmes surgis de la crise des modèles et des théories classiques du mouvement ouvrier à la fin des années 1950 sont encore en vigueur aujourd’hui. De ceci, l’auteur déduit que, d’un certain point de vue, nous évoluons toujours à l’heure actuelle dans la séquence historique ouverte alors. Par ailleurs, les nouvelles théories critiques doivent être pensées en rapport avec le cycle politique des années 1960, car elles sont le produit de la défaite des mouvements de l’époque. On ne comprend rien à la situation politique et théorique actuelle si on ne voit pas qu’elle regorge de ce pessimisme dont seules témoignent les périodes marquées par la défaite.
Une deuxième hypothèse est que rares sont les théoriciens critiques actuels en prise avec des processus politiques réels. Dans la plupart des cas, les penseurs dont il est question dans cet ouvrage n’ont pas ou peu de rapports avec des organisations politiques, syndicales ou associatives. Ceci vaut d’ailleurs aussi bien pour les plus radicaux d’entre eux que pour les modérés. Il s’agit en somme d’un problème structurel. Les nouvelles théories critiques ont accentué une tendance inaugurée au milieu des années 1920 par le marxisme occidental, décrite par Perry Anderson, conduisant à la dissociation de la théorie et de la pratique.
Une troisième hypothèse avancée est l’internationalisation des pensées critiques. De plus en plus, celles-ci proviendront à l’avenir de régions situées dans les périphéries du système-monde, comme l’Asie, l’Amérique latine et l’Afrique. L’Europe et le monde occidental ont perdu le (quasi-) monopole dont ils disposaient jusqu’ici sur la production des théories critiques. Ceci n’empêche pas le caractère central des États-Unis et de leurs universités dans la « république mondiale des théories critiques ». Les universités états-uniennes constituent pour les théoriciens critiques actuels un lieu de consécration comparable à celui que fut Paris pour les écrivains de la première moitié du XXe siècle.
La quatrième hypothèse est que l’innovation au sein des théories critiques actuelles est pour l’essentiel le produit de deux mécanismes. Le premier est l’hybridation, qui voit d’anciennes références du corpus critique être combinées de manière inédite, ou être associées à de nouveaux auteurs ou courants qui n’étaient pas présents dans ce corpus précédemment. En outre, l’innovation résulte de l’introduction de nouveaux objets d’analyse, comme les médias ou l’écologie. Ceci implique un renouvellement de l’appareillage conceptuel sur lequel s’appuient les pensées critiques concernées.
Enfin précisons pour finir que la présentation de tous les auteurs et de leurs pensées , des hypothèses formulées par Razmig Keucheyan s’avère toujours claire et éminemment lisible.
Introduction
I / Contextes
1. La défaite de la pensée critique (1977-1993)
Périodiser
Vers une géographie des pensées critiques
D’une glaciation à l’autre
La mondialisation de la pensée critique
Un foisonnement de références
2. Brève histoire de la « nouvelle gauche » (1956-1977)
Aliénation et crise du sujet de l’émancipation
La question du pouvoir
Résonances du structuralisme
La « pensée 68 » revisitée
Vers les nouvelles théories critiques
3. Les intellectuels critiques contemporains : une typologie
Les convertis Les pessimistes
Les résistants
Les novateurs
Les experts
Les dirigeants
II / Théories
4. Système
Michael Hardt et Toni Negri, ou la « joie d’être communiste »
L’opéraïsme – Empire et Multitude – Vers un capitalisme cognitif ?
Le renouveau des théories de l’impérialisme
Marxisme et impérialisme – Leo Panitch : chronique de la superpuissance états-unienne – Robert Cox : la théorie néo-gramscienne des relations internationales – David Harvey : spatial fix et accumulation par dépossession
L’État-nation : persistance ou dépassement ?
Benedict Anderson, Tom Nairn : les États-nations face à la mondialisation – Jürgen Habermas, Étienne Balibar : la question de l’Europe – Giorgio Agamben : l’État d’exception permanent
Capitalismes, anciens et nouveaux
Critique du capitalisme cognitif – Robert Brenner : le long retournement – Giovanni Arrighi : un dernier « cycle systémique d’accumulation » ? – Elmar Altvater : le capitalisme fossile
5. Sujets
L’événement démocratique
Jacques Rancière : la « part des sans-parts » – Alain Badiou : événement, fidélité, sujet – Slavoj Zizek : quand Lénine rencontre Lacan
Post-féminités
Donna Haraway : cyborgs de tous les pays ? – Judith Butler : la fin des identités sexuelles – Gayatri Spivak : le silence des subalternes
Classes contre classes
E.P. Thompson : la théorie constructiviste des classes sociales – David Harvey : la communauté de la classe et la classe de la communauté – Erik Olin Wright : le marxisme analysé – Alvaro Garcia Linera : classe, multitude et indigénisme
Les identités conflictuelles
Nancy Fraser, Axel Honneth, Seyla Benhabib : la théorie de la reconnaissance – Ernesto Laclau : construire les antagonismes – Fredric Jameson : capitalisme tardif et schizophrénie
Conclusion. Chantiers
Index.
Nouvelles pensées critiques ? Entretien avec Razmig Keucheyan et François Cusset
Razmig Keucheyan et François Cusset ont publié deux ouvrages importants consacrés aux « pensées critiques » et à leurs migrations planétaires (1)[1]. Croisant leurs approches, ContreTemps s’est entretenu avec les deux auteurs.
ContreTemps : Le sous-titre du livre de Razmig soulève d’emblée trois interrogations importantes en termes de méthode (la cartographie), de contenu (les pensées critiques) et de caractérisation historique (leur nouveauté). Je commence par le choix du registre cartographique. On peut être tenté d’y voir une référence à l’idée de Franco Moretti d’un atlas du roman européen au XIXe siècle, ou plus encore au projet de Fedric Jameson de « cartographie cognitive » [cognitive mapping] d’une totalité irreprésentable. Bref, pourquoi une cartographie, plutôt qu’une généalogie, une histoire, ou un simple panorama, par exemple ?
Razmig Keucheyan : L’idée qu’à l’époque « postmoderne » l’espace domine le temps, alors que la modernité se caractérisait au contraire par une domination du temps sur l’espace, est très répandue aujourd’hui. Des auteurs tels Jameson ou Laclau avancent l’hypothèse d’une spatialisation du social, et soutiennent que, lorsque le sens de la temporalité est perdu comme à l’heure actuelle, les formes de la pensée et les mouvements sociaux tendent à devenir spatiaux. D’où la prolifération de concepts géographiques, comme la « cartographie » que j’emploie dans mon sous-titre.
Je ne nie pas que quelque chose de cet ordre soit vrai. En même temps, mon usage du mot « cartographie » est plus concret et terre-à-terre, si j’ose dire. Une carte, c’est ce dont on a besoin quand on s’avance en territoire inconnu, pour s’orienter dans un espace non familier qu’on commence à explorer. C’est ce qu’on essaie d’élaborer – même à très grands traits – lorsque des cartes ne sont pas encore disponibles.
Les « nouvelles pensées critiques » sont un continent inconnu, en voie de formation, puisque la défaite historique du marxisme comme pensée et comme mouvement nous a fait entrer dans une ère nouvelle – dans laquelle le marxisme est présent, mais sur un mode différent que précédemment – dont les coordonnées nous sont encore inconnues. De là l’importance de multiplier et de confronter les cartes.
Par ailleurs, si le mot « cartographie » figure bien dans le titre, je passe mon temps dans le livre à faire de la généalogie et de l’histoire, à essayer de comprendre ce que tel penseur contemporain doit à tel courant passé, ou à périodiser et référer les traditions intellectuelles à des cycles plus ou moins longs. Cartographie et généalogie ne s’opposent donc pas à mes yeux. Mais elles ne s’opposent pas non plus aux yeux de Jameson, qui est le grand penseur des temporalités et de la périodisation, et dont l’un des mots d’ordre est « We cannot not periodize »…
François Cusset : J’ajouterais, au crédit de cette approche cartographique, ses vertus didactiques, au sens de l’exposition sélective mais raisonnée (comme les catalogues du même nom), et au sens d’une modestie nouvelle : l’horizontalité fait le pari d’une analyse qui ne procéderait pas d’un jugement historique, elle produit une certaine égalité entre les traditions et les courants décrits, ne les soumet pas à l’ordre historique du visible et de l’invisible, ou de la filiation et de la promesse. Bien sûr il n’est pas question de choisir entre ces formes à priori de la sociologie intellectuelle que sont le temps et l’espace, la cartographie plurielle et l’évolution historique – elles sont indissociables –, mais il n’en reste pas moins que cette spatialisation spontanée redonne de l’oxygène.
Elle évite le grand lyrisme ou le grand désarroi des téléologies historiques, elle déjoue même les apories de l’obsession historique, les chantages verticaux au sens et au non-sens de l’histoire, en échappant à l’alternative obligatoire entre déterminismes historiques nouvelle manière d’un côté, et de l’autre messianismes du kairos ou de l’événement comme seul dépassement de l’histoire.
A condition, comme y invitent la pensée postcoloniale ou le postmarxisme (Jameson et d’autres), d’associer à une telle cartographie la pluralité historique, de substituer au singulier de la grande H(ache) la lutte des récits, la relativité de leur élaboration, histoire dominante vs contre-histoire, histoire par en haut contre histoires par le bas, etc.
En même temps il est vrai que cette approche spatiale est le résultat d’une certaine accélération des rythmes et des rites du penser, d’un rétrécissement du cadre historique, d’une inflation des discours critiques incitant leurs commentateurs à tenter d’en saisir la simultanéité et la diversité.
Ce qui risque toujours d’être à courte vue : ici, l’approche par les institutions et les logiques de champ (par les conditions sociales de la production des savoirs), telle que la pratique Razmig, a du bon, elle compense les effets dépolitisants ou trop « photographiques » d’une cartographie au présent, elle rappelle la puissance souterraine des évolutions institutionnelles, les règles du marché des concepts, les réflexes d’adaptation du travail intellectuel… Un feuilleté d’approches et une modestie d’ensemble, qui ne prémunissent pas contre les risques de la visée exhaustive, assumée ou non.
Toute cartographie postule une totalisation, une échelle commune, la prétention de pouvoir faire le tour d’une affaire, en l’occurrence le travail intellectuel en rupture, qu’aucun livre ne saurait épuiser : les lacunes sont toujours plus nombreuses que les occurrences.
CT : La catégorie de « pensées critiques » couvre un très large éventail d’auteurs. Ne risque-t-on pas de faire un peu violence à leur diversité extrême en les rassemblant dans une même rubrique ? Ou doit-on présumer qu’ils et elles ont en commun une critique de la mondialisation capitaliste et de la multiplicité des formes de dominations dont elle se nourrit, critique qui appellerait alors une forme de totalisation ? Autrement dit, quels sont les critères centraux de cette unité ou convergence présumées par le titre du livre, et peut-on le lire comme proposition de totalisation là où nombre d’auteurs que tu abordes seraient probablement hostiles à cette perspective ?
R. K. : Ce serait comme une totalisation provisoire et partielle, qui n’exclurait pas et même encouragerait activement l’apparition de totalisations rivales… L’idée de « pensées critiques » est certes hautement problématique, mais me semble inévitable dans le présent contexte. C’est en quelque sorte la dernière tranchée qui sépare les penseurs qui, d’une manière ou d’une autre, considèrent que le capitalisme n’est pas un horizon indépassable, et les autres. Mais bien entendu, Axel Honneth et Alain Badiou correspondent tous deux à cette caractérisation, or ce qui les sépare est – presque – aussi important que ce qui les réunit…
Je ne suis bien entendu pas le seul à utiliser la notion de « pensées critiques ». Il existe aujourd’hui dans le monde anglo-saxon nombre de readers ou d’introductions à la critical theory. Mais la mise en circulation de cette expression est récente. La notion de « pensées critiques » et d’expressions voisines comme « théories critiques » n’apparaissent pas dans le lexique de la gauche des années 1960 et 1970, et sans doute moins encore précédemment (la « Théorie critique » de l’Ecole de Francfort, au singulier et avec une majuscule, c’est évidemment autre chose).
Le flou sémantique qui entoure la notion de « pensées critiques » renvoie en dernière instance au caractère incertain de la période que nous traversons, au plan des idées, mais aussi politiquement. Il renvoie aussi au fait que le marxisme, qui constituait autrefois la colonne vertébrale de ce que l’on n’appelait pas encore les pensées critiques, est devenu aujourd’hui un secteur très dynamique, mais minoritaire, de ces dernières. « Pensées critiques » est donc un concept invertébré, mais l’objet qu’il cherche à saisir l’est également…
Il serait d’ailleurs intéressant de se demander ce qui distingue la notion de « pensées critiques » de celle de French Theory qui donne son titre au livre de François. Ces expressions ne sont pas substituables à l’identique, même si elles se recoupent largement, notamment parce que quand on parle de « pensées critiques », on ne peut pas ne pas se poser la question de l’héritage du marxisme, alors que la notion de French Theory permet peut-être de contourner ce problème…
F. C. : Cette notion fourre-tout de « pensées critiques » est ambivalente, sinon embarrassante, du moins dès qu’on dépasse sa définition minimale : car du féminisme lesbien au néo-tiers-mondisme elles relèvent bien, toutes, d’une communauté en négatif, d’une opposition commune à l’eschatologie dominante ou d’un ennemi commun (moins le capitalisme en tant que tel que l’historiographie libérale supposée incontournable, avec son individualisme méthodologique, son européocentrisme, sa chronologie scolaire).
Elles relèvent peut-être encore des simples taxinomies en vogue dans l’université anglo-américaine, pour rendre plus désirables les vieilles humanités ou plus attirants les rayons « subversifs » des librairies spécialisées. Reste que le mot de « critique » est doublement piégé. D’un côté par la tentation textualiste, dans la mesure où tout l’enjeu serait le pont à jeter entre les deux sens du mot, entre opposition et exégèse, refus de l’ordre existant et interprétation des textes (même si une telle tentative peut être beaucoup mieux que textualiste, par exemple chez Edward Said).
Et, de l’autre, par ses connotations paradoxales en termes d’histoire des idées: il y a un problème quand ce terme kantien puis hégélien, venu en droite ligne de la métaphysique logocentriste (comme dirait Derrida), se trouve appliqué à Foucault, Deleuze ou Judith Butler, autrement dit à ceux-là mêmes qui firent carrière sur un dépassement annoncé du rationalisme kantien et de la totalisation historique hégélienne.
De même qu’il y a un problème à appeler « théorie critique » – bien que je pense qu’elles en relèvent en un sens nouveau –, des pensées en rupture avec la tradition dialectique et moderniste marxo-freudienne, cette tradition qui aboutit précisément à la Kritishe Theorie de l’Ecole de Francfort et de ses succédanés.
Bref, l’épithète critique risque d’avoir un sens faible. A moins de désacraliser le contenu des textes en question et de mettre l’accent sur leurs usages, leurs mises en œuvre, leurs champs de pratique, sur les modalités de réappropriation des textes pour confronter des situations d’oppression toujours singulières ou des stratégies subjectives au croisement de circonstances complexes. Dès lors toutes ces théories sont « critiques », du textualisme postcolonial jusqu’à sa critique néo-marxienne : à la mesure de leur potentiel de remise en circulation socio-politique et de son actualisation effective dans des univers variés, de l’université au militantisme, ou même aux mondes de l’art.
En outre la catégorie de French Theory est tout sauf une solution à l’ambigüité du terme de théories critiques : elle renvoie à un packaging américain, à une étiquette culturelle stéréotypée (au sens où serait nécessairement transgressive une pensée French), bref à une citation dans l’ordre des déplacements intellectuels plus qu’à une catégorie objectivement valide… Enfin c’est ce qui me semble, pour avoir tenté de faire le tour des usages de l’expression dans le contexte nord-américain.
CT : Comment proposes-tu de situer la nouveauté des « nouvelles » pensées critiques ? Nombre d’intellectuels universitaires de gauche, voire marxistes, dans les pays anglophones, se sont inscrits dans la vaste mouvance du postmodernisme à partir des années 1980. Cette nouveauté intègre-t-elle ce tournant, avec son inventivité et ses pièges, ou est-elle, au contraire, rupture avec ce moment des années 1980-1990 ?
R. K. : L’usage de l’adjectif « nouveau » pour qualifier les pensées critiques actuelles nous plonge au cœur du problème de périodisation que nous évoquions en commençant. Dire que ces pensées sont « nouvelles » implique de les considérer comme étant, au moins dans une certaine mesure, en rupture avec celles qui précédaient.
De nombreux éléments corroborent la nouveauté des nouvelles pensées critiques : comme on l’a dit, le marxisme n’est plus hégémonique, de nouveaux thèmes sont venus au devant de la scène critique, comme l’écologie, les médias ou la question postcoloniale, l’académisation-professionnalisation des penseurs critiques s’est approfondie, le rapport à la politique concrète s’est encore distendu, la chute de l’URSS a changé la donne géopolitique, etc…
En même temps, l’histoire est faite de cycles qui se superposent. Que l’un de ces cycles s’achève n’implique pas que les autres se terminent également. Comme aimait le dire Daniel Bensaïd, les temps sont « discordants ». Si bien que, parallèlement aux éléments de nouveauté que j’ai suggérés, les pensées critiques se caractérisent aussi par des éléments de continuité, qui sont peut-être constitutifs d’un cycle politico-intellectuel de plus longue durée : des thématiques comme l’Etat ou l’analyse du capitalisme persistent, la question des opérateurs (pour ne pas dire « sujets ») de l’émancipation reste omniprésente, le (non) rapport entre la théorie et la pratique demeure tout aussi anxiogène pour les intellectuels critiques contemporains… L’histoire dont nous parlons est en réalité en train de se faire, elle vient même à peine de commencer. Il y a donc peu de certitudes…
Concernant ta question sur le postmodernisme, si l’on prend ce terme au sens que lui confère Jean-François Lyotard de fin des « grands récits », il est clair que les penseurs critiques dont je parle s’opposent en principe au postmodernisme ainsi entendu, puisque tous cherchent à leur manière à réactiver des projets d’émancipation à grande échelle (pas nécessairement sous la forme de « récits », mais c’est une autre affaire).
Il arrive donc que j’aborde des auteurs communément classés dans la catégorie des « postmodernes », comme Donna Haraway par exemple, mais lorsque je le fais, c’est avec l’intention de montrer que leurs idées peuvent être lues comme participant de l’histoire des théories de l’émancipation, c’est-à-dire comme « modernes » (au sens là encore de Lyotard). Dans le cas de Haraway, ce n’est d’ailleurs pas difficile à montrer, puisque son fameux Manifeste cyborg a pour sous-titre « La science, la technologie et le féminisme-socialiste à la fin du XXe siècle », ce qui montre qu’elle même considère le cyborg comme une figure socialiste !
F. C. : A lire le livre de Razmig on entend « nouvelles » comme s’appliquant davantage aux modalités de la critique qu’aux pensées elles-mêmes, la nouveauté moins comme affaire de contenu conceptuel ou argumentaire que comme affaire de focale, et d’orientation : pluralisation des voies de la critique (qui s’attaque non seulement au terrain social « classiste », mais aussi au contrôle social, à l’encadrement normatif, à l’oppression sexuelle ou identitaire, aux nouvelles bien-pensances, etc.), déplacements des enjeux qui font une place plus grande aux enjeux culturels ou de reconnaissance, mais renouvellement aussi des objets à mesure que le capitalisme néolibéral entrait dans une phase nouvelle : fin de sa rivalité structurante avec son autre supposé (le capitalisme d’Etat soviétique), essor des nouvelles technologies et du profit « cognitif », production directe de la subjectivité et des normes de vie au sens de Foucault.
Voilà en quoi les auteurs variés que passe en revue cette cartographie, et qui forment effectivement à eux tous un rempart intellectuel contre l’ordre dominant, peuvent être qualifiés de « critiques » en un sens neuf : non pas en termes de paradigmes ou d’organisation du discours, mais en termes d’objet, d’énonciation, de « genre » aussi ou de type de discours.
Et ce moyennant un déclin relatif de l’énonciation philosophique classique et des sciences sociales, au profit d’un discours théorique plus prescriptif et plus fragmentaire mais aussi d’énonciations de type littéraire ou de contre-récits historiques. Bref : il serait un peu rapide d’en conclure qu’il n’y a rien de neuf sous le soleil intellectuel critique (ou qu’à l’Ouest rien de nouveau, compte tenu de l’émergence de penseurs venus d’Asie ou de l’hémisphère sud), mais disons que le recours si courant à Deleuze, Foucault ou Negri, et les déclarations de guerre un peu rhétoriques aux « maîtres » d’il y a cent ans, n’ont pas invalidé pour autant, chez beaucoup de ceux qui les prolongent aujourd’hui, les perspectives générales de la dialectique historique (Marx) et de l’analyse critique de la subjectivité (Freud).
Quant au mot « postmoderne » pour coiffer la plupart des nouveaux courants critiques en question, je m’en méfie beaucoup : il est plus normatif qu’explicatif, il révèle davantage un jugement axiologique chez qui l’emploie qu’il ne désigne quoi que ce soit de cohérent. Même son sens en théorie littéraire comme « déstructuration » ou sa définition lyotardienne comme « incrédulité à l’égard des grands récits » sont aujourd’hui trop galvaudés pour éclairer quoi que ce soit. La seule chose intéressante avec ce mot un peu insultant de « postmoderne » (disons pour faire vite que quiconque l’utilise ne l’aime pas, car qui s’en revendiquerait ?) est la vague polarisation sentimentale qu’il produit : moderne vs postmoderne c’est plus que Marx vs les Queer Studies (car pourquoi seraient-elles incompatibles ?), la mélancolie vs l’ironie, la nostalgie vs la mémoire sélective, le temps de la rupture vs le temps composite, la libido totalisante vs le désir circulatoire, etc. En fin de compte, différence d’attitude, ou de style, plus que de contenu.
CT : On peut être aussi tenté de voir dans cette diversification des problèmes et enjeux un effet de l’université concurrentielle qui doit « innover », trouver des niches pédagogiques et éditoriales, entrer dans ou entretenir des logiques de prestige (à l’image d’un marché des « groupes » sociaux et des reconnaissances dans lequel l’Etat lui-même joue un rôle central de fragmentation et de codification). Que penser de cette ambiguïté ? Sur ce terrain, pourrait-on d’ailleurs imaginer que, paradoxalement, la loi LRU de mise en concurrence (et d’appauvrissement pur et simple) des universités françaises, favorise une réception plus active et l’aménagement d’un espace contradictoire des pensées critiques ?
R. K. : Les mécanismes qui sous-tendent la réception des pensées critiques en France depuis quelques années sont très intéressants. Cette réception repose, semble-t-il, sur cinq principaux acteurs. D’abord, une nouvelle génération d’éditeurs radicaux, sortes de rejetons tardifs de Maspero, qui importent avec une belle ténacité les penseurs critiques internationaux : Prairies ordinaires, Amsterdam, Agone, Lignes, la Fabrique, etc. Il faut saluer le travail de ces éditeurs, qui ne ménagent pas leur peine dans une conjoncture économique difficile.
Deuxième acteur : une série de figures tutélaires, qui appartiennent à la génération 68 (pour faire bref), qui ont « tenu » pendant les années 1980 et 1990, et dont les travaux retrouvent aujourd’hui une seconde (ou même une première…) jeunesse en étant lus par un nouveau lectorat. Je pense notamment – dans des styles certes très différents – à Alain Badiou, Jacques Rancière, Etienne Balibar, Daniel Bensaïd…
Ces penseurs produisent eux-mêmes des pensées critiques, mais du fait de leur forte internationalisation, ils exercent aussi une fonction d’« interface » entre la France et des penseurs étrangers. Voir par exemple le duo philosophique formé par Badiou et Slavoj Zizek : copublication de L’Idée du communisme (chez Lignes), échange de lettres à propos des écrits de Mao (à La Fabrique), etc.
Le troisième acteur de cette réception, ce sont les mouvements sociaux, qui ont repris quelques couleurs après les « cauchemardesques » années 1980 et 1990. L’intérêt actuel pour les nouvelles pensées critiques n’est pas abstrait, il intervient dans un contexte de crise du capitalisme et d’affaiblissement de l’hégémonie néolibérale, où le besoin de penser les alternatives au système est grandissant.
Le quatrième acteur, ce sont les générations d’« intellos précaires » que l’université produit désormais en quantité industrielle. Ces intellectuels ont réalisé leurs thèses dans des conditions souvent difficiles, et se trouvent ensuite en galère de postes, ou lorsqu’ils ont la chance d’en avoir un, ils s’aperçoivent que les tâches administratives qui pèsent sur un maître de conférences, du fait des réductions drastiques d’effectifs chez les Biatoss, font de la recherche un luxe de plus en plus inatteignable. Une part significative du lectorat des pensées critiques est composée de ces intellos précaires.
Le cinquième acteur de la réception des pensées critiques est le plus problématique. L’institution la plus à l’avant-garde de cette réception est incontestablement Sciences Po, modèle de l’université française du futur… Le CNAM, m’a-t-on dit, est lui aussi en pointe sur certains de ces thèmes. On trouve à Sciences Po depuis plusieurs années des cours où il est question de Spivak, Jameson, Rancière, Stuart Hall, Haraway, etc.
Si ce que la LRU nous prépare est la généralisation du modèle économique et pédagogique de l’IEP (ou une version amoindrie de celui-ci), la réception des pensées critiques se fera dans les meilleures conditions… Deux questions se posent à partir de ce constat : d’abord, quelles sont les motivations des directions de ces institutions (semi-)privées lorsqu’elles mettent des penseurs radicaux à leur programme ? Ensuite, que faire pour que les pensées critiques ne deviennent pas le dernier courant de pensée inoffensif à la mode ?
Concernant la première question, les pensées critiques ont pour elles l’attrait de la nouveauté, une nouveauté qui, de plus, est en provenance des Etats-Unis. Il est possible aussi, comme tu le dis, qu’une logique de « niche » pédagogique dans un contexte de concurrence accrue entre universités se mettent en place. Une prime à l’innovation pédagogique (superficielle) sera l’une des conséquences de cette concurrence. Que le pouvoir joue la fragmentation des intérêts des classes populaires, et que ceci trouve une traduction dans les disciplines et traditions des sciences humaines est possible aussi, même si une analyse plus approfondie serait nécessaire pour établir ce fait.
Concernant la seconde question, la réponse est assez simple : le seul moyen d’éviter que les pensées critiques ne soient aseptisées par leur circulation dans ce genre d’institutions est de les arrimer solidement à des mouvements sociaux antisystémiques…
F. C. : Je n’ai rien à redire aux cinq facteurs avancés par Razmig de l’émergence, ou de la ré-émergence, en France des pensées critiques en question, sinon qu’il s’agit autant d’effets que de causes, de symptômes que de facteurs au sens strict. Car j’insisterais davantage ici sur deux lames de fond, deux conditions plus globales, l’une historique et l’autre relevant d’une nouvelle géopolitique des concepts : il y a l’essor, à partir de la seconde moitié des années 1990 (dans la foulée du mouvement social de la fin 1995 et des mouvementismes de 1996-1997), de formes de lutte et de problématisation nouvelles, sur les ruines de l’unitarisme social à l’ancienne (celui du PCF et des grands bastions syndicaux), autour d’un nouage inédit entre luttes spécifiques liées aux formes de vie et de survie, logiques minoritaires et identitaires, et réappropriation de l’initiative intellectuelle par des collectifs de lutte, un tournant majeur dont on connaît les combats les plus acharnés (pour le droit au logement, les sans-papiers, les minorités sexuelles ou la mondialisation des luttes) et qui a dessiné, au-delà de la seule cause « altermondialiste » la mal-nommée, le cadre de réception de ces pensées critiques ; et puis il y a la mondialisation des instances de production des savoirs critiques, à partir de l’université anglo-américaine et de son marché des pensées subversives, mais pas seulement, toute une géopolitique nouvelle des concepts où l’on trouve de tout (le meilleur comme le pire des discours postcoloniaux, postféministes ou techno-anarchistes) et dont la France repliée sur elle-même des années 1980 était restée coupée, pour cause de chantage antitotalitaire et de désillusion de la gauche au pouvoir.
Or cette France-là rejoint bon gré mal gré depuis quelques années l’arène critique mondialisée, parce que les conditions politiques aussi bien que les générations changent, si bien que sous couvert d’objets théoriques exotiques comme le postcolonialisme ou la critique queer, nous reviennent depuis peu, à la faveur de cette entrouverture tardive et encore difficile, les corpus intellectuels critiques élaborés en Europe occidentale, notamment en France (de Foucault et Deleuze jusqu’à l’Ecole de Francfort), ces référents théoriques qu’avaient cru pouvoir invalider pour toujours les penseurs réactionnaires du tournant des années 1980.
Dans cette logique, j’ajouterai, sur la question de la « diversité » des causes défendues et du « marché de la reconnaissance », qu’il faut se méfier de la polarisation trop symétrique, terme à terme, entre le preux combat social unitaire et la balkanisation égoïste des petites différences, l’affaire étant à la fois plus complexe et, sur le terrain, beaucoup plus mélangée.
Enfin, sur la loi LRU, comme d’ailleurs sur ce rôle étrange de passeur que joueraient ici des institutions dominantes telles que Sciences Po ou le CNAM (pour reprendre le « cinquième facteur » de Razmig), je ne pousserais pas trop loin le paradoxe, ou cette ruse de la raison marchande favorisant soudain les pensées critiques pour attirer étudiants et capitaux : imaginer qu’une université néolibérale, fragmentée (ou reféodalisée) sinon privatisée, suffirait à ouvrir un boulevard à tous les discours critiques du moment, c’est croire que les obstacles français à cette pensée critique, si flagrants pendant si longtemps, seraient imputables uniquement aux logiques institutionnelles, au centralisme à la papa de l’université d’hier.
Alors que la résistance est plus profonde en France, ou plus ancienne, elle renvoie à tout un rapport à la science et à l’objectivité, à une idéologie sous-jacente de l’Etat rationnel et de l’universalisme abstrait, à une vulgate « anticommunautariste » qu’entonnent aussi bien les gaullistes historiques que les socialistes d’appareil, ou même Jean-Luc Mélenchon qu’Alain Finkielkraut. En bref, la circulation et le succès des pensées critiques est certes fonction d’un marché intellectuel et universitaire, mais pas seulement, et Valérie Pécresse n’est pas avant tout une contrebandière de discours en vogue contre le pouvoir du mâle blanc hétérosexuel…

CT : Pour finir, si le domaine des pensées critiques dans ses dimensions académiques, culturalo-centrées (pour une large part) et nord-américaines, avec ses logiques de prestige, tend à être dominant en général (à l’exclusion relative de la France), peut-on encore lui trouver un extérieur, des intellectuels qui ne seraient pas encore médiés par lui et qui, bien que moins ou pas visibles, doivent être nombreux ? Ou le champ intellectuel critique contemporain tient-il sa condition d’existence – avec toutes ses nuances et contradictions – à ce seul horizon, sans déconnexion possible ? Razmig, je retiens de ta conclusion que tu répondrais par l’affirmative à cette dernière question. Peux-tu en dire un peu plus ici et suggérer ce qui pourrait constituer une alternative à cette dominante ? François, au-delà des migrations de la « théorie française » aux Etats-Unis, tu t’intéresses à quelque chose comme une géopolitique des cultural studies et d’un champ intellectuel qui est aussi celui des pensées critiques. Penses-tu que puissent exister une pertinence et une capacité d’intervention intellectuelle en deçà de cet écran mondialisé ? Ne pourrions-nous pas être coupables, finalement, d’un effet de disproportion de milieux intellectuels cooptés par l’impérialisme et la communauté de l’argent, et ce, aux dépens d’un monde qui resterait, en vérité, autrement plus vaste et méconnu ?
R. K. : Perry Anderson a montré qu’à l’époque du marxisme classique, celui de Lénine, Trotsky, Rosa Luxemburg ou Otto Bauer, les principaux producteurs de marxisme étaient aussi les principaux dirigeants des organisations ouvrières de leur temps. A partir du milieu des années 1920, une rupture s’opère entre la théorie et la pratique, du fait de la glaciation stalinienne notamment, si bien que la distance se creuse entre les producteurs de marxisme et ces organisations.
Anderson ne dit pas qu’à l’époque du marxisme classique, le mouvement ouvrier était dirigé par des « intellectuels », fussent-ils des intellectuels marxistes. Il dit que la théorie et la pratique étaient à cette époque indistinctes, ce qui est très différent. En somme, Lénine ou Trotsky n’étaient pas des « intellectuels » au sens actuel de ce terme. Cette analyse d’Anderson procède en partie d’une idéalisation à posteriori du marxisme classique, mais elle saisit quelque chose d’important le concernant.
Quelle est la situation aujourd’hui sur le front des rapports entre la théorie et la pratique ? L’écrasante majorité des penseurs critiques que j’évoque dans mon livre sont des universitaires, sans affiliation organisationnelle d’aucune sorte.
Zizek, Jameson, Rancière et consorts ont certes pu croiser à un moment ou un autre de leurs parcours le champ politique proprement dit, mais pour l’essentiel ils se cantonnent à un rôle de conférenciers radicaux, le plus souvent dans de prestigieuses universités, au mieux dans des forums sociaux mondiaux ou régionaux. La seule exception notable à ce constat est Alvaro Garcia Linera, le vice-président bolivien, qui est aussi un théoricien subtil, que l’on peut par conséquent considérer comme une sorte de marxiste classique perdu dans un siècle qui n’en produit plus…
La professionnalisation-académisation des pensées critiques est due à plusieurs facteurs. Le principal est l’approfondissement constant de la division du travail, dont se nourrit le capitalisme, et en particulier de la division entre le travail manuel et le travail intellectuel, que Marx considère comme la matrice de toutes les divisions du travail. Ce constat est effectivement pour moi une donnée irréductible de la période, qu’il faut bien entendu combattre activement, mais dont il faut commencer par prendre la mesure.
F. C. : Oui, tout tient encore et toujours aux conditions d’articulation d’une élaboration théorique autonome et de champs de pratique (et de lutte) constitués, ou au vieux rapport entre textes et contextes, entre lectures et usages, ou mises en œuvre, comme c’était déjà le cas sous Blanqui, sous la « République des professeurs », puis sous le règne des marxistes « scientifiques » de la rue d’Ulm.
Sauf qu’il y a aujourd’hui beaucoup à faire, et à reconstruire. Entre la constitution du champ universitaire critique en classe intellectuelle d’élite roulant plus souvent pour ses carrières que pour le « hors-texte », le déclin des sciences sociales qui avaient offert pendant quelques courtes décennies un certain modèle de rapport entre théorie et pratique, la dispersion aussi bien des paradigmes théoriques que des sites et des motifs de la lutte politique, et en arrière-plan la logique autophage d’un capitalisme cognitif (ou d’une « société apprenante ») qui finit souvent par mettre les outils intellectuels critiques au service de ce contre quoi ils furent d’abord élaborés…
On est dans une situation où beaucoup est à faire pour éviter que le travail intellectuel ne soit irrémédiablement déconnecté du combat social. Mais beaucoup se fait, surtout hors de France, cette vigilance-là est partagée par pas mal de monde, et quels qu’en soient les qualificatifs (avec les limites qu’on a dites du mot « critiques »), le travail intellectuel effectif me semble aujourd’hui plus éloigné qu’hier du fantasme de l’omniscience, de la religion de la théorie, du mythe des idées changeant le monde.
Et on avancerait un peu, il me semble, à se représenter l’intellectuel contemporain moins sous les traits du maître-penseur ou du subversif en chaire (tenured radicals, disent les Américains) que sous les aspects du collectif de lutte, du militant détricotant un texte de loi, de l’artiste pratiquant le happening comme une maïeutique, ou du précaire se bricolant un kit de survie entre lectures et séminaires. Un peu comme Deleuze trouvait qu’un mathématicien, un musicien ou un psychothérapeute alternatif sont souvent plus directement des « philosophes » que ceux qui en font profession.

Propos recueillis par Thierry Labica
cet article est paru dans la revue Contretemps n° 8
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[1] Razmig Keucheyan, Hémisphère gauche. Une cartographie des nouvelles pensées critiques, Zones, 2010 ; François Cusset, French Theory, Foucault, Derrida, Deleuze et Cie et les mutations de la vie intellectuelle aux Etats-Unis, La Découverte, 2003.
date:
17/04/2011 – 15:42

La odisea roja. Varias líneas al retrato político de Jorge Vivó d’Escoto

La odisea roja. Varias líneas al retrato político de Jorge Vivó d’Escoto***

Víctor Jeifets*
Universidad Estatal de San Petersburgo (SP, Rusia)
jeifets@gmail.com
Lazar Jeifets**
Universidad Estatal de San Petersburgo (SP, Rusia)
lazarjeifets@gmail.com

  • Ph.D. en Historia, profesor de la Universidad Estatal de San Petersburgo (Facultad de Relaciones Internacionales) y de la Universidad de Instrumentación Aerospacial.
    • Ph.D. en Historia, profesor de la Universidad Estatal de San Petersburgo (Facultad de Relaciones Internacionales), representante del Instituto de América Latina en San Petersburgo.
      • Este artículo es producto del proyecto de investigación: “URSS, Rusia y la formación del sistema de partidos en América Latina” financiado por la Universidad Estatal de San Petersburgo. Este texto, con la excepción de la introducción que fue traducida por Vladimir Rouvinski, fue traducido al español por Yulia Ryzhikh, egresada de la Academia Médica Sechin de Moscú.

CS No. 14, 167–200, julio-diciembre 2014. Cali, Colombia

Resumen

La historia del comunismo internacional y de varios Partidos Comunistas (PC) sigue siendo una gran laguna historiográfica a pesar de la apertura parcial de los archivos de la Interna¬cional Comunista. Sobre todo, tiene que ver con la falta de información acerca de las activi¬dades de varios militantes y dirigentes de la izquierda. El único PC gobernante en América Latina, el de Cuba, tampoco logró evitar este problema. Los autores del artículo pretenden trazar las líneas principales de la vida y actividades políticas del “Secretario General olvida¬do” que dirigía el PCC a inicios de los años 1930s, Jorge A. Vivó d’Escoto.

Era, además, uno de los personajes claves del desarrollo de la izquierda centroamericana, colombiana y mexicana; y estos pormenores de su biografía también se revelan en el texto. El artículo se basa en la enorme cantidad de los materiales de archivos rusos y mexicanos.
Palabras clave: Comintern, Cuba, Colombia, México, Jorge Vivó.
Introducción

La historia de la Tercera Internacional (Komintern) y los vínculos que ha tenido con sus filiales en distintos países, sigue siendo uno de los vacíos de la historio¬grafía internacional. La situación es muy parecida a la historia de la izquierda mundial, especialmente en lo que se refiere a la historia de la izquierda latinoa¬mericana. A pesar de que las relaciones entre la Komintern y los comunistas la¬tinoamericanos han sido tema de investigaciones académicas durante décadas1, son pocos los trabajos que han utilizado fuentes primarias.

Lo anterior no nos debe sorprender puesto que los archivos de la Komintern, la mayoría de los cuales se encuentra en la ciudad de Moscú, y permanecieron inaccesibles para muchos de los investigadores, incluso para miembros destacados de los parti¬dos comunistas. Solo después de la desaparición del sistema soviético en 1991, se pudo levantar un poco esta cortina de hierro que rodeaba a los archivos.

Algunos documentos de la Tercera Internacional, así como otros materiales relacionados con las estructuras del partido comunista mundial, ya han sido publicados. Estos documentos consisten, en buena parte, en las memorias de los congresos de la organización, documentos que ilustran las actividades de liderazgo de la Komintern. A partir de estos documentos se puede especular –aunque de forma parcial– sobre el papel que han jugado los países de América Latina, en su conjunto, en la estrategia de la Komin¬tern, así como sobre algunas de las tendencias del desarrollo y evolución de la izquierda latinoamericana.

Sin embargo, una investigación que solo tiene en cuenta fuentes oficiales es insuficiente debido a varias razones. La primera es que este tipo de documentos rara vez asumen las controversias y discusiones acerca de las estrategias y las tácticas de la Tercera Interna¬cional. Otra preocupación sobre estas investigaciones reside en la falta de información acerca del mecanismo de toma de decisiones en el Partido Comunista Internacional. Adicionalmente, los documentos mencionados no prestan suficiente atención a las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los partidos. Por fuera del record oficial quedaron directivas y ofertas que llegaban de Moscú y eran recibidas por miembros de la izquierda latinoamericana.

En cierta medida, la falta de conocimiento existente podría sopesar¬se con ayuda de memorias de activistas del partido comunista internacional y disidentes que abandonaron el partido. No obstante, no se puede confiar plenamente en dichos testimonios.

1 Véase, por ejemplo: Alexander R. J. Communism in Latin America. New Brunswick, 1957; Goldenberg B. Kommunismus in Lateinamerika. Stuttgart, Koln, Mainz:, 1971; Caballero M. La Internacional Comunista y la Revolución Lati¬noamericana 1919-1943. Caracas, 1987. Sin embargo, como reconoció uno de los autores de estas monografías, todas estas investigaciones poseían una falla: una parte considerable del análisis se basaba “en suposiciones y conjeturas”.

La combinación –de manera casi abierta y durante prácticamente toda la existencia de la organización– de actividades públicas y secretas, es una de las particularidades de la Tercera Internacional que impide la investigación de la historia de la izquierda nacional fuera del contexto de la historia de la Komintern, así como de las prácticas cotidianas de trabajo de su liderazgo y su personal. El partido comunista internacional se constituyó como un actor autoritario cuyas dependencias locales y centrales deberían funcionar como partes de un mismo organismo. Todas las secciones nacionales de la Tercera Internacional, especialmente las de los países latinoamericanos, se vieron su¬jetas a la fuerte presión ejercida por Moscú.

Otra dificultad académica a tener en cuenta frente al estudio de la Tercera Internacional, es que muchos de los documentos relevantes ya no existen. Algunos de estos documentos desaparecieron debido a la ilegalidad de algu¬nos partidos comunistas latinoamericanos, otros, como los archivos policia¬les, continúan inaccesibles. Desde esta perspectiva, el archivo histórico de la Komintern constituye una fuente clave para el estudio de la izquierda.

Hoy en día, el acervo documental del Archivo Ruso de Historia Socio- Política representa la colección más grande del mundo en cuanto a do-cumentos relevantes sobre las actividades de movimientos de izquierda bajo la sombra de la Komintern. Se trata de alrededor de 22.000 folios con varios millones de páginas en casi noventa idiomas. Entre estos folios se encuentran documentos originales de siete congresos, así como documen¬tos del Comité Ejecutivo (CE) de la Internacional Comunista y de más de sesenta organizaciones internacionales comunistas y socialistas.

En general, y contrario a la situación que se presenta con documentos de sindicatos, el archivo de la Komintern contiene pocos documentos internos de parti¬dos comunistas latinoamericanos, mientras que hay un número significativo de correspondencia entre la izquierda local/nacional y Moscú. Un análisis detallado de esta correspondencia puede facilitar la tarea de comprender mejor lo que estaban pensando los militantes comunistas, en particular, en relación al papel y lugar de su organización en el contexto político y socio-económico de su propio país.

A partir de este archivo y a través de las memorias personales de los activistas y militantes de izquierda, se puede estudiar, desde fuentes prima¬rias, el desarrollo y evolución de la izquierda. Lo anterior permite ilustrar de mejor manera la historia “extra oficial” que los documentos oficiales raramente dejan entrever. El contenido de las carpetas personales de varios comunistas permite no solo compendiar los hechos bibliográficos de los miembros de la Tercera Internacional sino también precisar las posibles opciones de desarrollo del movimiento revolucionario en el continente.

Los escritos, cuyos autores no pensaron que algún día serían publicados, contienen detalles que tienen un valor sobresaliente respecto a la historia de los partidos comunistas locales. Se puede considerar una paradoja el he¬cho de que en una organización tan burocrática como lo era la Komintern, no se hizo ningún intento sistemático de crear un archivo de datos biblio¬gráficos de militantes comunistas. La única excepción son los funcionarios del CE de la Komintern que tenían que llenar formularios, presentar hojas de vida, fotografías etc.

El archivo no cuenta con datos biográficos signi¬ficativos en relación con los personajes más sobresalientes de la izquierda latinoamericana, ni siquiera de aquellos que eran miembros del CE; líderes de estructuras regionales de la Tercera Internacional y de partidos y sin¬dicatos comunistas, como: Alejandro Barreiro y Julio Antonio Mella del Partido Comunista (PC) de Cuba, Tomás Uribe y Moisés Prieto (PC de Colombia), Isaías Hiriarte y Luis Emilio Recabarren (PC de Chile), José F. Penelón y Juan Greco (PC de Argentina), José Allen (PC Mexicano, Buró Latinoamericano de la III Internacional).

La información disponible no tiene carácter sistemático, depende en gran parte del carácter y las capacidades de cada militante, así como de sus deseos de contar, en detalle, su historia de vida. Las autobiografías de Jorge Vivó d’Escoto (PC de Cuba), de Georgiy Skalov (Sinani), Jefe del Lender Secretariado de Suramérica y América Central, y de Antonio Maciel Bon¬fim (Miranda, PC de Brasil), son ejemplos sobresalientes de este tipo de documentos. Al contrario, los documentos personales de Blas Roca (PC de Cuba), y de los hermanos Rodolfo y Orestes Ghioldi (PC de Argentina), no constituyen casos de estudio interesantes.

Desde una perspectiva general, el tesoro de los documentos que se en-cuentra en Moscú, facilita enormemente el estudio de la historia de la iz-quierda latinoamericana a través de un mejor entendimiento del papel que jugaron los partidos comunistas en el ambiente político y social de cada país. La pregunta sobre quienes deben ser caracterizados como sujetos históricos que contribuyeron al desarrollo de los movimientos comunistas y de izquierda en Latinoamérica, es una tarea metodológica significativa.

Tradicionalmente, muchos investigadores otorgan importancia al papel que jugó el liderazgo del partido; perspectiva institucional que demanda un estudio detallado del movimiento de izquierda bajo la lógica de su or-ganización, la lucha interna y la incidencia de los líderes del movimiento en eventos locales. Al mismo tiempo, no se debe olvidar que, para los co-munistas, los cambios en la cúpula de liderazgo del partido –y, en cuanto a lo internacional, en la cúpula de la Komintern– son el resultado de una lucha ideológica y política que con frecuencia construye las bases de los cambios posteriores de la estrategia del partido.

La historia completa de la Tercera Internacional muestra que los casos de contradicciones entre la política de los altos mandos del partido comunista mundial y la opinión de sus secciones nacionales, no fue una ocurrencia episódica. No obstante, la construcción de un mecanismo de toma de decisiones de abajo hacia arriba, o sea, desde el nivel local hasta el nivel de liderazgo internacional, solo puede caracterizarse como imposible.

De igual modo, es importante investigar los orígenes de las tendencias políticas y organizativas de la izquierda latinoamericana; puesto que, según Maurice Duverger, “todos los partidos se ven impactados fuertemente por su origen, de la misma manera en que las personas llevan toda su vida el sello de su niñez” (Duverger, 1951). De esto, el archivo de la Komintern contiene una cantidad asombrosa de documentos varios relacionados inter alia con la fundación de partidos comunistas y el papel que han jugado en este proceso las facciones locales y Moscú desde una perspectiva internacional.

El marco de análisis tradicionalista gramsciano2 hace mayor énfasis en la inte¬gración de la historia del partido en la historia de la sociedad3, que en la recons¬trucción de la vida interna de una organización política desde su nacimiento, y los debates ideológicos que resultaron en la formación de la ideología del mo¬vimiento. Desde una perspectiva similar, Perry Anderson propone vincular la evolución de los modelos nacionales del comunismo con la historia del “balance de poder nacional” de clases, partidos e instituciones estatales en cada sociedad particular. En otras palabras, aprender sobre la izquierda solo es posible teniendo en cuenta el contexto socioeconómico y político del hecho en cuestión.

Sin embargo, desde la perspectiva de los autores de este artículo, la propuesta analítica de Gramsci y Anderson, no cuenta con un poder ex-plicativo suficiente, ya que en la mayoría de países no europeos el naci-miento de movimientos de izquierda y comunistas no se debe a la anterior evolución del movimiento obrero.

De igual manera, no tiene mucho sentido buscar relaciones entre la evolución de la sociedad global y la izquierda nacional porque, durante varios años, la lógica de desarrollo del partido comunista y de la Komintern estipulaba una adaptación de las activida¬des de la izquierda a los estándares universales impuestos por la Tercera Internacional.

Debido a estas particularidades de la evolución de los mo¬vimientos de izquierda en América Latina, la investigación respecto a la vida de los actores políticos que implementaban la “línea de Moscú” –o a veces se oponían a ella–, tiene un valor especial para los investigadores. El estudio de la vida de dichos actores puede significar una cierta personali¬zación de los hechos históricos a costa de prestar una menor atención a la lógica de desarrollo de los grupos locales de izquierda. Por esta razón, el análisis de las biografías políticas de los representantes de las fuerzas de izquierda es una de las condiciones necesarias para comprender mejor, y en su totalidad, el movimiento de la izquierda. El reconocido activis¬ta de partidos comunistas de varios países latinoamericanos, Jorge Vivó d’Escoto, es uno de estos actores clave del campo político de la izquierda. Sin embargo, su biografía es prácticamente desconocida.

2 Una variedad del acercamiento formacionalista, con elementos de estructuralismo, sobre los estudios del movimiento de izquierda.
3 “Evidentemente será necesario tener en cuenta el grupo social del cual el partido en cuestión es la expresión y la parte más avanzada. La historia de un partido, en suma, no podrá ser menos que la historia de un determinado grupo social. Pero este grupo no está aislado; tiene amigos afines, adversarios, enemigos. Sólo del complejo cuadro de todo el conjunto social y estatal (y frecuentemente también con interferencias internacionales) resultará la historia de un determinado partido, por lo que se puede decir que escribe la historia general de un país”. A. Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Madrid- Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1972-1980.176

El misterioso “Pablo” y su papel en las actividades de la Komintern en América Latina

Blas Roca, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, hablando de su vida en una entrevista en su aniversario 70, mencionó su elección como secretario general del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el Segundo Congreso del año 1934, luego de que el puesto fuese ocupado por alguien llamado “Pablo”.

Blas Roca no mencionó el verdadero nombre de “Pablo” y no dio una descripción detallada de su personalidad ni de sus actividades. ¿Falló la memoria del veterano? o ¿por alguna razón –personal o política– no consideró adecuado revelar dicha información? Otro aspecto es aún más interesante: ¿por qué R. Martínez Villena, según la opinión de B. Roca, aplicando métodos autoritarios para dirigir el partido clandestino, es considerado una figura de culto en Cuba, pero el verdadero nombre de otro dirigente del PCC, que cometió errores similares, quedó en el olvido?

Blas Roca no pudo haber olvidado al hombre con quien trabajó hombro a hombro durante varios años en el Buró Político, y con el cual asistió al VII Congreso. Por consiguiente, él simplemente no quería hablar en detalle sobre el tema. Además, en la entrevista surgieron otras inexactitudes asociadas con la figura de «Pablo», parece ser que no era trabajador ni tenía procedencia de la clase obrera. Francisco Calderio (que en aquel momento tenía el apodo de «Julio Martínez», y más tarde se conocería como «Blas Roca»), secretario general del partido, miembro del Buró Político y Secretariado, jefe interino del Comité Militar del Comité Central, fue elegido en el Pleno del CC el 14 de noviem¬bre de 1933, sustituyendo al trabajador ferrocarrilero «Sampedro» (Isidro Figueroa)4, el cual por un corto período de tiempo había dirigido el partido.

4 Figueroa Botempo, Isidro («Sampedro»; «Edmundo Sampedro»; «San Pedro»; «Luis Granda»; «Grau»). Estudiante de la UP “José Martí”. Miembro del CC de la Liga de Jóvenes Comunistas y del PCC. Suplente del secretario general del PCC (1930-1933), en la misma época era miembro del Bureau Político del CC del PCC, encargado por los departamentos de organización y sindical del CC, dirigente del Comité del PCC en La Habana. Secretario General Interino del PCC en agosto-diciembre de 1933. Durante la revo¬ lución de agosto dirigía al PCC junto con Vivó y Ordoqui. En el Pleno del CC del PCC en diciembre del mismo año fue electo miembro del Bureau Político y del Bureau Ferrocarrillero del CC, también le eligieron secretario general del Comité del PCC en La Habana. Véanse más detalles en: Jeifets L., Jeifets V., Huber P. La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943. Ginebra: Instituto de Latinoamérica de la Academia de las Ciencias (Moscú), Institut pour l’histoire du communisme (Ginebra). 2004. pp. 110-111.

“Pablo”, uno de los secretarios “olvidados” del PCC, era Jorge Abilio Vivó d’Escoto, cuya biografía tratamos de representar en el presente, en aras de resta¬blecer la justicia histórica con respecto a este personaje pintoresco del movimien¬to revolucionario cubano y latinoamericano de los años 1920-1930. La revisión de su bibliografía también es un caso que permite vislumbrar las tensiones ideológi¬cas dentro de organizaciones comunistas locales, que muestran una historia para¬lela y extra oficial. Esta historia paralela, muestra el desarrollo de la izquierda bajo otros lentes :unos más alejados de las doctrinas de estudio tradicionales, pero que al mismo tiempo permiten apreciar el factor humano de las luchas internas que terminaban definiendo el accionar y las líneas políticas de los partidos comunistas.

Jorge Abilio Vivó d’Escoto nació en La Habana el 22 de febrero de 1906 en una familia semi-burguesa y estudió derecho y antropología. En la época en que Vivó estudiaba, la isla literalmente “hervía” debido a las tensiones políticas de la época. La corrupción y el nepotismo florecidos del Gobierno de Alfredo Zayas condujeron a su rechazo masivo, dando lugar a protestas regulares. Un factor igualmente importante fue el descontento frente a la dependencia de la “seudorepública” del vecino Estados Unidos, que influía activamente en la vida política y económica de Cuba. En la escena política aparecieron grupos de “minoristas”5: la Asociación Nacional de Veteranos y Patriotas, y la Federación Obrera de La Habana (FOH), entre otras. A principios de la década de 1920, en muchos países de América Latina se desarrollaba con rapidez el movimiento es¬tudiantil para la reforma universitaria. La Universidad de La Habana se convir¬tió en el núcleo de este movimiento en Cuba. Pronto fue fundada la Federación de Estudiantes Universitarios, que insistía en el despido de varios profesores y el establecimiento de la autonomía de la educación superior.

5 El núcleo del grupo fue formado por R. Martínez Villena, F. Lizaso, J. A. Fernández de Castro, E. Roig de Leuchsenring y otros. Cairo, Ana. El grupo minorista y su tiempo. La Habana: Ed. de Ciencias Sociales, 1978. p. 22.178

Mientras estudiaba derecho, Vivó también trabajaba como maestro, periodista, y empleado de la Unión Nacionalista, partido político que se opuso a la dictadura. En octubre de 1923, el activista de diecisiete años se convirtió en delegado del Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Cuba, el cual decididamente exigió la reforma del sistema educativo de todo el país, y tomó la decisión de establecer la Universidad Popular José Martí (UP)6.
6 Rivero Caro, A. El Gobierno de Zayas (1921-1925). Cuba 100 Años Después. Recuperado en http:// www.contactomagazine.com/zayas100.htm179

Vivó se unió incondicionalmente al ala izquierda del Congre¬so (junto con A. Bernal, S. Pascual, D. M. Escalona, y L. Fernández Sán¬chez). Desde entonces, formó estrechos vínculos con Julio Antonio Mella. En 1923, Vivó ingresó a la Liga Anticlerical, fundada por este carismático líder del movimiento juvenil, y asumió el cargo de Secretario General y Vi¬ce-presidente, participó en la fundación de la UP, enseñó en ella, y en 1925 sustituyó a Mella en el puesto de Secretario General de la Universidad.

En la nueva UP se impartían cursos totalmente distintos, desde clases para iletrados, hasta conferencias sobre cuestiones generales de política. Entre los profesores se encontraban los líderes representantes de los minoristas, y los co¬nocidos sindicalistas Alfredo López y Antonio Penichet. Las aulas universitarias se ubicaban en las dependencias de uno de los sindicatos. En 1925, después de la llegada a la presidencia del General Gerardo Machado, la UP –al igual que el resto de organizaciones sindicales– enfrentaba nuevos retos. Profesores y estu¬diantes eran encarcelados por sus actividades de oposición.

Tras la detención de Mella en 1925, por cargos de conspiración y plani-ficación de atentados, y la declaración de huelga de hambre del líder estu-diantil y del secretario del CC del recién creado PCC, Vivó entró al Comité para su liberación. La campaña de apoyo al oposicionista tomó un carác¬ter internacional, pero el PCC se aíslo de esta lucha. Además, la dirección del partido reprochó a su carismático líder la “indisciplina y desobediencia frente a las decisiones del Comité Central Ejecutivo”. Los camaradas del partido consideraron la huelga de hambre de Mella un error, a pesar de que le llevó a la fama a él y al PCC, y lo sometieron al ostracismo político.

En el conflicto entre el PCC y Mella, los profesores de la UP, con pocas excepciones, tomaron el lado de su fundador. Las acciones de Vivó y sus otros compañeros fueron firmes e inflexibles. De la Universidad fueron despedidos A. Bernal del Riesgo y A. R. Ruiz Cortés, quienes apoyaron la decisión del tribunal del partido. Una posición similar fue adoptada por la sección cubana de la Organización Panamericana de la Liga Antiimperia-lista de las Américas.

Jorge Vivó también se convirtió en secretario de esta organización en enero de 1926 (Daily Worker, 1927). Es obvio que él fue el iniciador de esta línea de conducta que la primera conferencia del partido en 1926 describió como “mellismo comunista, irresponsable, sospechoso y malicioso, oportunista y amarillo, contra el PCC”.7 Uno de los ideólogos del “mellismo comunista” era Vivó, que en aquel momento no era miembro del PCC8.

7 El PCC a los miembros del CC del PCM, La Habana, 31.05.1926. (El Archivo Estatal Ruso de His¬toria Social y Política, RGASPI, por sus siglas rusas). Fond 495, opis’ 105, delo 2. Fs. 44-46. Más detalles sobre el “caso de Mella” véase: V.L.Jeifets y L.S.Jeifets. Obviniaetsia Julio Antonio Mella // Latinskaia Amerika. 1999. № 7-8. pp. 64-89.
8 J. Vivó formaba parte del Club Socialista de La Habana y desde el año de 1925 era su secretario general. Fundada en agosto de 1925.

¿Cuál era la posición de quien refleja¬ba los intereses concretos del movimiento revolucionario antiimperialista? Hoy es evidente: los líderes del PCC seguían la línea sectaria, mientras que los partidarios de Mella, y en primer lugar Vivó, insistieron en la unifica¬ción de diferentes fuerzas anti dictatoriales. Para la realización de este ob¬jetivo, Vivó no se conformó con su labor con los trabajadores en la UP y la liga, y se integró activamente al movimiento sindical: desde 1926 comenzó a trabajar en el FON, y después como Secretario auxiliar de la Confedera¬ción Nacional Obrera de Cuba (CNOC).

A Vivó, un marxista convencido y un seguidor fiel de las ideas de la III Internacional, no le convenía el papel de crítico imparcial de las políticas del PCC. En diciembre de 1926, solicitó afiliarse al PCC, a pesar de que seguía oponiéndose a las posiciones sectarias de sus dirigentes. Este deseo se realizó sólo después del reconocimiento del CC del PCC de su derrota en la confron¬tación con Mella, quien fue apoyado por los partidos comunistas de México, Estados Unidos y el personal del Komintern.

Después de la restauración a Mella de “todos los derechos y obligaciones de un miembro del Partido”9, en junio de 1927, fue admitido en el PCC un grupo de profesores de la UP, incluyendo a Vivó. Sin embargo, su actividad política no agradaba a las autori¬dades cubanas. 9 El CCE del PCC al CCE de la Internacional Comunista, La Habana, 29.05.1927. – RGASPI, fond 495, opis’ 105, delo 8. F. 13.180

En julio de 1927 Vivó d’Escoto fue detenido por el pleito (también Mella fue detenido por el mismo pleito y se le presentaron cargos de rebeldía). En el informe del jefe de la policía de La Habana para el gobierno de México se dijo que Mella y Vivó “no pertenecen a ningún partido políti¬co de Cuba, no son ni obreros ni trabajadores, no están perseguidos por el gobierno de Cuba, sino por la justicia” (Jeifets y Jeifets, 2004:333). Debido al peligro que enfrentaba su neófito, el PCC organizo la salida de Vivó del país.

Así comenzó la odisea de Vivó d’Escoto, diez años de servicio al movi-miento comunista internacional. El 6 de septiembre de 1927 llega a Nicaragua y pronto se muda a Costa Rica, se naturaliza como un nacional tico para evitar una deportación a Cuba. Por un tiempo trabaja como reportero en La Prensa y como funcionario de una oficina gubernamental. Posteriormente ingresó a la Universidad Popular de San José como profesor de economía política. Mientras aprendía marxismo con los artesanos, fundó grupos comunistas en Cartago, Limón, San José y Heredia, que en 1929 sirvieron de base para for¬mar el Partido Popular de orientación comunista.10
10 Pakkassvirta, J. ¿Un continente, una nación? Intelectuales latinoamericanos, comunidad política y las revistas culturales en Costa Rica y en el Perú (1919-1930). Helsinki: Academia Scientiarum Fennica, 1997. p. 137; Cerdas Cruz R. La hoz y el machete. La Internacional Comunista, América Latina y la Revolución en Centroamérica. San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1986. p. 318. El Partido Popular fue un partido antecesor del Par¬tido Comunista fundado en 1931, participó en varias campañas electorales durante la década de los treinta y logró algunos escaños en el parlamento nacional y municipios, asimismo formó una base importante de apoyo entre los trabajadores de la ciudad y de las plantaciones bananeras. Molina, I. y S. Palmer. Historia de Costa Rica. San José: Ed. UCR, 2009. p. 87.181

Las condiciones en Costa Rica diferían sustancialmente de las cubanas; las autoridades realizaban varias reformas sociales y los obreros organizados no eran perseguidos ferozmente. Los trabajadores disponían de clubs y periódi¬cos. Al mismo tiempo, el movimiento obrero nacional estaba alejado de los principales centros revolucionarios y no tenía contactos con la Komintern y la Internacional Sindical Roja.

Vivó asumió el reto de integrar los grupos obreros y sindicales de su nueva patria con el movimiento comunista interna¬cional. No debe de sorprender que fue percibido por el movimiento sindical internacional afiliado con la Komintern como un auténtico representante de los sindicatos costarricences y fue elegido como miembre suplente del Con-sejo Central de la ISR como representante tico en 1928.

Pero ni siquiera entera de su nuevo puesto. En febrero de 1928 se mudó a Panamá, donde estableció contactos con el Partido Laborista; sin embargo
se enfermó y se fue a Colombia, donde trabajó como obrero linotipista y desempeñó funciones en el diario de la Confederación Obrera Nacional, La Humanidad, el órgano no oficial del Partido Socialista Revolucionario en Cali, en los años 20 era uno de los periódicos más significativos del país (Núñez, 2006; Archila, 1985); además fue reportero de El Espectador y del Diario Na¬cional. Fue electo secretario general de la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos en Colombia.11
11 La Asociación fue fundada en México en 1928 por Mella, quien fue el secretario general de su delegación central.

Al ingresar en marzo de 1928 al PSRC, el cubano era parte del comité del partido del Valle de Cauca y el centro de la “corriente antiputchista” (un grupo de comunistas disidentes que no apoyaban a los dirigentes decididos a formar una unión con los liberales para organizar la insurrección armada). La carrera de Vivó en el PSRC fue rápida y exitosa: desempeñaba funciones de secretario de la organización y fue elegido como delegado del PSR al VI Con¬greso de la Komintern.

Sin embargo, fue detenido y no pudo asistir al evento. Esas circunstancias disminuyeron el papel desempeñado por la delegación de los socialistas revolucionarios en el congreso. Los restantes delegados, J. Cárdenas y N. Arce, no eran comunistas convencidos y carecían de alguna base teórica marxista, ambos no participaron activamente en las discusiones.

Siendo presidente del II Congreso del PSR (Diciembre de 1928 a Enero de 1929) y miembro del CE del partido, participó activamente en la conforma¬ción de directivas para la huelga bananera y fue crítico feroz del dirigente de su comité de huelga, Raúl Mahecha, conductor de la “línea putchista”(Meschkat, 2009). Después del congreso, en enero de 1929, el cubano fue detenido y de¬portado a Panamá, de donde se mudó a Guatemala, durante un mes trabajó con los comunistas guatemaltecos.

En abril de 1929 fue a México e ingresó en el PCM; trabajó con la Confederación Sindical Unitaria de México y en el Ejecutivo de la sección mexicana del Socorro Rojo Internacional. Cuando Mella fue asesinado, Vivó lo sustituyó en el puesto de secretario general de la delegación mexicana de la ANERC; hizo contactos entre las secciones mexi¬cana y cubana de la Komintern, desempeñando el cargo de representante del PCC ante el Comité Central del Partido Comunista de México12. En 1929 termina sus estudios y recibe el título de abogado; entra a la Es¬cuela de Economía y se convierte en funcionario profesional del partido13.
12 Informe del representante del P.C. Vivó sobre el partido apócrifo de Cuba. México, D.F., a 28 de 182
13 Jorge Abilio Vivó Escoto. En Moscú – Marin. [Autobiografía]. RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134, f. 41

En México ya no pudo combinar el trabajo en el partido con las ganancias extrapartidarias (como lo hacía en Cuba, Costa Rica y Colombia). En mayo de 1929, el PCC designó a Jorge Vivó y Sandalio Junco sus delegados a la Prime¬ra Conferencia Comunista Latinoamericana. Sin embargo, la CSUM y el SRI se expresaron en contra del viaje de Vivó, considerándo más importante que desempeñe sus labores en México. De tal manera, de nuevo ha sido incapaz de tomar parte en discusiones sobre los problemas del movimiento revolucio¬nario latinoamericano en el foro comunista internacional.

Junto a otros emigrados cubanos, M. A. Cotoño, R. Teurbe Tolón, S. Junco y A. Barreiro, Jorge Vivó participó activamente en la campaña contra el gobierno autoritario de G. Machado y preparó la edición del periódico Mella, en mayo de 1929. Las actividades del exilio revolucionario eran un factor de preocupación para Machado; la embajada cubana solicitó a las autoridades mexicanas no tole¬rar mítines en la tumba de Mella ni otros actos antimachadistas14.
14 Embajada de Cuba [a Secretaría de Gobernación de México?], a 30 de abril de 1929. – Archivo General de la Nación (AGN), Ramo Departamento de Investigaciones políticas y sociales (DIPS), vol. 33, exp. 41, f. 30.

El Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación de Méxi¬co seguía de cerca las actividades de varios emigrados, no tanto por el deseo de ayudar a las autoridades cubanas sino por causas internas; muchos de ellos eran militantes de la izquierda mexicana. Vivó, según la estimación hecha por un agente de policía, era uno de los dirigentes del PCM15.
15 Informe de la agente núm. 20 del Departamento Confidencial de la Segob al Jefe del Departamento sobre las actividades de los elementos comunistas en México. México, D.F., a 29 de agosto de 1929. – Ibid., vol. 61, exp. 15. f. 124. El miembro de la Federación de Jóvenes Comunistas de México, Saturnino Ortega, detenido en 1929 fue interrogado varias veces sobre su participación en la adquisición de armas, los policías se interesaban también en averiguar cuál era el papel desempeñado por J. Vivó en los preparativos militares del PCM. – Declara¬ción de Saturnino Ortega, 20 años de edad, de la ciudad de México, soltero, con domicilio en la calzada Gorostiza No. 31 Interior 61, vive con su madre y sus hermanos, estos últimos con domicilio en Chizalpopeca 144. – Ibid., Ramo P. Ortiz Rubio, Año 1930, exp. 168А, foja s.n. Sin embargo, las autoridades no han logrado obtener alguna información precisa durante los interrogatorios de Ortega. Ya estaban enteradas sobre el exilio del cubano, mien¬tras los datos comunicados por el detenido respecto a la “simple militancia” de Vivó no eran ciertos.

La estalinización del partido comunista mundial, iniciada en otoño de 1928, y las purgas de los partidarios de la llamada corriente “reconciliado-ra”, cambiaron sustancialmente las relaciones entre Moscú y los partidos comunistas en países que se convertían en herramientas de las decisiones de Stalin, indiscutibles aunque no encajaran en las circunstancias internacio¬nales. La III Internacional fomentaba el radicalismo de la izquierda latinoa¬mericana, insistiendo en una ruptura con los socios que no correspondieran a la nueva ideología16. Muchos militantes del PCM, a su vez, estaban listos para enfrentar a las autoridades de su país.
16 Así, la Carta Abierta del Secretariado Latinoamericano del CEIC a los Partidos Comunistas de Améri¬ca Latina “Sobre el peligro de derecha” (publicada el 20 de septiembre de 1929 en La Correspondencia Sudameri¬cana) insistía: “la tolerancia pequeño-burguesa debe ser erradicada con toda la energía”. (Citado en: Kalmykov N. Komintern i kommunisticheskoie dvizheniie v Latinskoi Amerike // Istoriia Kommunisticheskogo Inter-natsionala. 1919-1943. Dokumentalnye ocherki. Moscú: Ed. Nauka, 2002. p.393).

Las pasiones izquierdistas –siempre fuertes en el PCM– se consolidaron tras el inicio de las represiones desatadas por el gobierno de E. Portes Gil en contra de los comunistas. La policía recopilaba información sobre los militantes de la III Internacional y buscaba a los de procedencia extranjera; muchos fueron deportados entre diciembre de 1929 y febrero de 193017. El único diputado comunista en el parlamento nacional, Hernán Laborde, fue desaforado.
17 Informe de la Agente núm. 20 al Jefe del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación sobre domicilios de los comunistas en México, D.F., 30 de septiembre de 1929. // AGN. DIPS. Vol. 61. Exp. 15. F. 128. В Los agentes de la policía secreta lograron averiguar el domicilio del miembro del CE del Secretariado del Caribe del SRI el peruano Jacobo Hurwitz y establecer el hecho de la estancia en México de M. Grollman (emisario de la Komintern); sin embargo, nunca pudieron esclarecer de quién exactamente se trataba, solo se referían a “un roso de nombre Pedro”. En diciembre de 1929 las autoridades encarcelaron al ruso Julio Rosovsky, rumanos Da¬vid Halperin, Faire Soloveichin y Frain Protot, los polacos Abraham Goldfeder y Chana Domovska, los cubanos Manuel Cotoño, Alejandro Barreiro, Fernando (Sandalio) Junco, argentine Luis Hipólito Echevere. – Relación de los Comunistas extranjeros que se ponen a disposición de la Secretaría de Gobernación para que sean expulsados del país. México, 27 de diciembre de 1929. // AGN. Ramo P. Ortiz Rubio. Año 1930. Exp. 168А.

Vivó fue deportado a los Estados Unidos en marzo de 1930 y El PCEU lo envió a trabajar en el Centro de Obreros de Habla Española, y lo promovió al Buró de la sección española del partido hasta ocupar la secretaria general en los últimos meses de estancia en tierra americana. Mientras tanto, en 1930, el PCM fue ilegalizado y renunció a su derecho de coordinar el trabajo de las estructuras regionales de varias organizaciones de filiación comunista. El Buró del Caribe del SRI también fue trasladado de México a Nueva York, y en febrero de 1930 Vivó fue designado su secretario general en reemplazo del italiano Vittorio Vidali; mientras era miembro suplente de la Komintern. El 16 de abril, el PCM lo designa representante ante el CC del PCEU18.
18 Informe sobre las últimas labores del Secretariado del Caribe del SRI, 23 de enero de 1930. RGASPI, fond 539, opis’ 3, delo 218, f. 23; Resolución del Comité Central del Partido Comunista de México sobre el SRI, 184

Trabajando en Nueva York, participa en la resolución de varios asuntos claves para los comunistas mexicanos, como la organización de ayuda a la CSUM (cuya actividad estaba casi paralizada por las represiones gubernamentales) y el “caso de Sandino” (conflicto emergido entre el PCM y el jefe de los rebel¬des nicaragüenses por la aceptación de la ayuda de las autoridades mexicanas).

Mientras vivía en Nueva York, el cubano colaboraba activamente con el periódico Vida Obrera del PCEU, en las líneas de clase contra clase y de lucha contra la oposición de izquierda trotskista. Bajo el seudónimo de R. Gómez atacó enérgicamente a la Oposición Comunista Internacional (como se denominaban los trotskistas) y a su sección mexicana por su actitud en la cuestión china (Vida Obrera, 1930).

Para Vivó, la campaña anti-trotskista tenía un significado adicional: su ex-camarada en el PCC y el PCM, Sandalio Junco, se unió a las filas de la Oposición Internacional. Los conflictos entre los comunistas y trotskistas en la isla del Caribe no tardaron en surgir. Vivó tuvo que encabezar una campaña de purgas en el PCC para expulsar a los trotskistas encabezados por Junco, quien a la sazón había regresado de Moscú19.
19 Sesión ampliada del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (sección de la I.C.) celebrada el 24 de septiembre de 1932. RGASPI, fond 495, opis’ 105, delo 50, fs. 10-21. Junco y M. García Villareal fueron expulsados del PCC por el Pleno Ampliado del CC del PCC (24 de septiembre de 1932) y después han fundado el Bureau de la Oposición Comunista transformado posteriormente en el Partido Bolchevique Leninista (PBL).

Siendo uno de los dirigentes del Buró del Caribe, participó plenamente en la campaña de crítica hacia un grupo de comunistas que encabezaba el Partido Revolucionario Venezolano, fundado en 1927 (Gustavo y Eduardo Machado y Salvador de la Plaza)20.
20 G. Machado a H. Laborde, París, 1 de junio de 1930. RGASPI, fond 495, opis’ 108, delo 134, f. 23.185

La III Internacional no apoyaba la idea de una expedición armada al territorio de Venezuela, propuesta por los co¬munistas venezolanos en el exilio mediada la década de los años 20. Obvia¬mente, una ironía del destino: un plan similar respecto a Cuba fue planteado por el amigo de Vivó, Julio Antonio Mella, dispuesto a colaborar con los representantes de la Unión Nacionalista. Mella era uno de los militantes del PRV y estaba convenciendo a Moscú de contribuir a la organización de la actividad armada en contra del régimen dictatorial de J. V. Gómez. Según Mella, en el caso de triunfar la expedición armada en Venezuela se formaría otro centro, aparte del mexicano, para desplegar la causa nacional antimpe¬rialista. Sin embargo, el joven dirigente cayó víctima de un atentado. La in¬fluencia de los líderes del PRV fue debilitada, sobre todo tras la derrota del “ataque a Curazao” realizado por el grupo de Gustavo Machado en 1929, a pesar de la falta de buen visto de la Komintern.

La III Internacional envió una carta a los militantes comunistas del PRV rechazando el derrocamiento de J. V. Gómez por las fuerzas de la expedi-ción armada desde afuera, y condenando la idea de sustituir la organización de la rebelión de masas por actos de “heroísmo individual”. Esa carta fue discutida en la reunión del CE del PCM con la resolución tomada de concentrarse en formar un Partido Comunista de Venezuela sobre la base de grupos de emigrados y del movimiento obrero dentro del país, y de con¬vertir la fracción comunista del PRV en una estructura consolidada capaz de llevar a cabo la línea de la Komintern.21
21 Resolución del Partido Comunista mexicano sobre la cuestión venezolana (a causa de la carta enviada por el Secretariado Latinoamericano de la I.C. a los comunistas venezolanos). México, 16 de abril de 1929. RGASPI, fond 495, opis’ 108, delo 102, fs. 1-2.

Solo después de esto, según las estimaciones de Moscú, era posible que la revolución social estallara en Venezuela. La Primera Conferencia Comunista Latinoamericana en Buenos Aires, en junio de 1929, confirmó este planteamiento. Vivó había conocido muy bien a los comunistas venezolanos del PRV desde la época de sus actividades en Cuba22, luego trabajó con ellos en el PCM y en LADLA.
22 Los hermanos Gustavo y Eduardo Machado y Salvador de la Plaza estaban en el exilio en Cuba en 1925, los tres formaban parte del Comité Pro Mella, daban clases en la UP y militaban en la Liga Antiimperialista.186

¿Por qué decidió condenar las ideas de sus amigos antiguos y de Mella que participaba activamente en la preparación de ex¬pediciones armadas a Venezuela y Cuba? ¿Traicionaba la memoria de Me¬lla y de sus ex-compañeros de lucha revolucionaria ante el cambio de los cálculos del Komintern? Nos parece que no era así. Obviamente, dejó de seguir de cerca al movimiento cubano durante su estancia en Costa Rica y Colombia, y no necesariamente se enteraba de los planes secretos de Mella y del PRV. Además, su experiencia colombiana le llevaba a rechazar este tipo de actividades.

Los venezolanos estaban molestos, y no tanto con la actitud de Moscú, sino con las actividades de Vivó. Según G. Machado y S. de la Plaza, no solamente eran un “acto poco amistoso” de parte del cubano, sino que podrían ser considerados una “traición”.23 El 29 de mayo de 1930, durante la preparación del II Congreso del PCC, todo el Secretariado de su Comité Central fue detenido por la policía cuba¬na24.

23 Secretario general del Bureau del Caribe del SRI Jorge A. Vivó a Salvador de la Plaza, Nueva York, a 27 de enero de 1931. Ibid., fond 495, opis’ 104, delo 55, f. 2; secretario general del CC del PC de Cuba L. Miranda al Comité Central del PC de América, a 29 de marzo de 1930. Ibid., opis’ 105, delo 33, f. 10
24 Secretario General del PCC J. Valdés (Gregorio Cortina), F. Grobart (Otto Modley), J. Rego, F. Ro¬dríguez Abascal, J. Wong (este último, dirigente del grupo chino del PCC, posteriormente fue asesinado por policías). – Represión fascista del Gobierno (últimos acontecimientos). – Ibid., delo 31, f. 55

El poco numeroso PCC se quedó sin dirigentes influyentes dentro del país: un año antes Mella había sido asesinado; Martínez Villena estaba en la URSS trabajando en la Komintern y recuperando su salud; el otro comunista prominente, Joaquín Ordoqui, estaba trabajando en la Internacional Sindical Roja en Moscú. Sandalio Junco y Ramón Nicolau también se encontraban en la URSS estudiando en la Escuela Leninista Internacional. El miembro suplente del CEIC, A. Barreiro trabajaba en el Subsecretariado del Caribe de la Confederación Sindical Latino Americana y L. Fernández Sánchez dirigía la edición de Vida Obrera en Nueva York.

La actividad del PCC fue efectivamente paralizada y urgía restablecer los enlaces destruidos. De hecho, había que reorganizar todo el trabajo del partido. El Buró del Caribe resolvió que Jorge Vivó era la mejor opción para realizar este plan y solicitó al CEIC liberarlo de sus cargos en el SRI y enviarlo a Cuba para “organizar el trabajo del nuevo CC del Partido Comunista de Cuba”25.
25 Suplente del Encargado por el Lender-Secretariado Latinoamericano del CEIC Sinani a Stasova (SRI). Ibid., delo 38, f. 7.187

Las causas de la elección de Vivó en este cargo son superficiales. En primer lugar, en el país las opciones eran limitadas y buscar a un nue¬vo dirigente del partido entre los emigrantes políticos del extranjero era necesario. En segundo lugar, a pesar de las aptitudes de los potenciales candidatos, ninguno reunía las cualidades de Vivó: experiencia de trabajo internacional y conocimiento de la organización del partido y de los en-laces con los Partidos Comunistas de EEUU y México, y en la oficina ca-ribeña del Komintern. En tercer lugar, desde Nueva York, donde él vivía y trabajaba, trasladarse a Cuba (de manera legal o ilegal) era más fácil que desde cualquier otro lugar.

Aunque la actividad de la sección cubana de la Komintern bajo el lideraz¬go de Vivó todavía requiere investigaciones profundas26, se puede pensar que en aquel período (y con el trabajo emprendido por el nuevo secretario gene¬ral) el PCC logró prepararse para las futuras luchas, la primera de las cuales se desató en 1933 y culminó con la caída de la dictadura de Machado. Vivó realizaba la estrategia propuesta por Mella: fundar numerosas organizaciones antiimperialistas, estudiantiles, intelectuales, sindicales, juveniles, etc., bajo la tutela del PCC; ampliando de esa manera la influencia comunista.
26 Ni siquiera el estudio pormenorizado sobre el “primer partido marxista leninista de Cuba”, escrito por Angelina Rojas Blaquier, nos abastece con detalles del desarrollo del PCC durante aquel período; además no presta atención al papel desempeñado por el secretario general del PCC, a pesar de que el capítulo dedicado a los años 1930-1933 (justo cuando J. Vivó lideraba a los comunistas cubanos) se titula “El PCC durante el alzamiento del movimiento popular”. Rojas Blaquier, A. Primer Partido Comunista de Cuba. La Habana: Ed. Ori¬ente, 2006. Op. cit. p. 117-198. La estudiosa cubana se refiere varias veces a Vivó, pero no lo identifica como “Pedraza”. Tampoco logra identificar a los emisarios de la ISR “Juan” y “Orestes”, aunque estos personajes ya habían sido investigados por historiadores que averiguaron que se trataba del polaco Witold Lovsky (M. Michrovsky) e italiano Ennio Gniudi (Jeifets y Jeifets, 2004:184, 332-334).

Jorge Vivó logró llevar el PCC, de ser un grupo de intelectuales y obreros de La Habana, a convertirse en una estructura nacional, que contaba con locales en diferentes regiones de Cuba. Para 1933, el PCC disponía de 2 mil militantes y al final de ese año logró ampliar sus filas aún más (entre 6 y 10 mil personas). La Liga de los Jóvenes Comunistas de Cuba también creció y contaba con 6 mil mili¬tantes. La CNOC alcanzó a tener 25 mil militantes27. El Ala Izquierda Estudiantil, dirigida por los comunistas, se convirtió en una fuerte organización.
27 El protocolo de la discusión sobre “el error del agosto” en el Lender-Secretariado de América del Sur y del Centro (1934). RGASPI, fond 495, opis’ 79, delo 196, f. 39; Kommunisticheskii Internatsional pered VII vsemirnym kongressom. (Materialy). Moscú: 1935. p. 413.188

Vivó, los dirigentes de la CNOC Joaquín Ordoqui y César Vilar, y el líder de la LJC Severo Aguirre, fueron detenidos por la policía en 1933; la campaña por su liberación fue uno de los motores de la lucha antidictatorial que logró transformarse en una huelga general en agosto de 1933. Las autoridades fue¬ron obligadas a empezar negociaciones con los sindicatos revolucionarios y el PCC. El dirigente informal del Partido Comunista, Rubén Martínez Villena, que a la sazón regresaba desde Moscú, planteó ante los miembros del CC del PCC la necesidad de llegar a un acuerdo con Machado tras el cumplimiento de reivindicaciones económicas de la huelga, la legalización de la CNOC, del PCC y otros grupos opositores, y el restablecimiento de derechos democráti¬cos. El argumento principal de Villena era: “Un Machado debilitado es mejor que la intervención” (Soto, 1979:376-379; Tenant, 2000:21).

Durante el punto culminante de la huelga general, cuando enormes masas de gente estaban en la calle y no querían regresar a las fábricas a pesar del cumpli¬miento de varias demandas, los comunistas cubanos recibieron, según palabras del emisario de la ISR “Juan” (Witold Lovsky), un telegrama de la Komintern que cancelaba “la venta final” (la continuación de la huelga). Todo eso sirvió de base para que Martínez Villena exigiera a los miembros del CC limitar las actividades obreras con las demandas económicas. No quería decir, sin embargo, que los co-munistas evitaban asumir las responsabilidades. Los partidarios de Rubén partían de la posibilidad de tomar el poder donde ya “estaba tirado en la calle”, a causa de la desaparición de gobernadores y presidentes municipales machadistas28.
28 El protócolo de la discusión sobre “el error del agosto” … fs. 45-46, f. 54.

Los acontecimientos cambiaban velozmente, cualquier decisión podría ser errónea. La mayoría del CC siguió los planteamientos de Martínez Villena, con¬siderándolos adecuados a las instrucciones de la Komintern. Paradójicamente, la táctica del partido comunista mundial, propuesta por Moscú en el caso cubano, estaba en absoluto desacuerdo con las posturas de los emisarios del PCEU, de la ISR y del Buró del Caribe que se encontraban en la isla del Caribe, convencidos de seguir presionando a la dictadura y no regresar a los lugares del trabajo.

Tras volver a Moscú, el emisario de la ISR, W. Lovsky, informó a sus su¬periores que Vivó había sido el único de los miembros del CC del PCC que había tenido “una línea correcta”: sin embargo, no la estaba defendiendo (…) Más o menos se orientaba en la situación y exigía continuar la huelga dándole carácter político29. Más tarde, cuando Jorge A. Vivó ya no era militante del PCC, su comportamiento durante la discusión de errores de agosto fue con¬siderado como una actitud indigna, porque “al no estar en contra de la línea del CC, negaba que estaba de acuerdo”.30
.
29 El protócolo de la discusión sobre “el error del agosto” … fs. 46-47.
30 G. Perez [C. Vilar]. Seudónimo Pablo. Nombre [verdadero] Jorge Vivó. – RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134, f. 27 vuelta.189

El conflicto entre Martínez Villena y Vivó era un reflejo de la complicada situación en Cuba y las contradicciones contenidas en las instrucciones de la Komintern. Los emisarios de la III Internacional en Cuba no solamente observaban los acontecimientos revolucionarios, también participaban acti¬vamente en todo el proceso, llegaron a la conclusión de que Rubén era “uno de los mejores camaradas con que contaba la Komintern”; Vivó fue estimado como “un trabajador valioso que mantenía la línea cominternista” y pensaba que la revolución socialista estaba en la agenda cubana.31
31 El protócolo de la discusión sobre “el error del agosto” … fs. 57-58190

Hay que reconocer también que la revolución de agosto de 1933 contribu-yó muchísimo a la transformación del PCC, de ser un grupo sectario a la orga¬nización de masas, a una parte inalienable de la vida nacional política cubana capaz de influir muchos procesos. Al mismo tiempo, el Partido Comunista ya estaba preparado para esas metamorfosis, por su actividad en la fase anterior bajo el liderazgo de su Secretario General ‘camarada Pablo’ (“Pedraza”), y gracias a implementar varias ideas de J. A. Mella.
Originalmente, la Komintern consideraba que el principal culpable del “error de agosto” era R. Martínez Villena. Sin embargo, más tarde Vivó fue culpado de definir erróneamente la estrategia y la táctica del PCC, lo que no permitió aprovechar las posibilidades surgidas de la revolución antimachadista. Martínez Villena falleció en enero de 1934; el PCC necesitaba la experiencia de Vivó. Por eso siguió siendo miembro del Buró Político en el Comité Central reorga¬nizado, y dirigía su trabajo sindical (al tiempo que era secretario de la fracción comunista de la CNOC) y las labores del Buró Portuario del CC del PCC. Fue encargado de preparar el IV Congreso de la CNOC conocido como congreso de la unidad sindical en 1934, y presentó su informe sobre el trabajo sindical en el II Congreso del PCC (donde fue reelegido como miembro del CC).

Más tarde Vivó fue encargado por el Buró del Caribe de visitar Puerto Rico con el objeto de resolver una crisis dentro del recién fundado Partido Comu¬nista. Gracias a sus esfuerzos, la unidad del PCPR fue reestablecida, luego el partido fue admitido en el seno de la III Internacional. Tras cumplir su misión, en agosto de 1934, fue a Moscú para asistir al Séptimo congreso de la Komin¬tern, pero no logró asistir a la III Conferencia de los Partidos Comunistas de América del Sur y del Caribe.

Mientras el Lender-Secretariado de América del Sur y del Centro analizaba el “error de agosto” cometido por el PCC, el ex-líder del Partido Comunista fue objeto de una severa crítica. Sin embargo, esas críticas no excluían buenas estimaciones de otras actividades del suplente del dirigente del lender-secretariado ‘Sinani’ (Georgui Skalov). El cubano asistía a las reuniones del Lender-secretariado y recibió la encomienda de organizar un grupo para capacitación teórica de los delegados latinoamericanos al VII Congreso. Luego, por decisión del Lender-secretariado regresó a Cuba en di¬ciembre de 1935 para seguir trabajando en el Buró Político del PCC.

En 1937 Vivó fue excluido del Buró Político del Comité Central. Explicando a la dirección del CEIC esta decisión, sus antiguos compañeros de partido le atri¬buyeron todos los errores posibles, concebibles e inconcebibles. “Él llevó al par¬tido cierta corriente terrorista. Esta corriente se manifestó en un momento de descenso del movimiento, pero durante el cual se desarrollaban grandes luchas”. A Vivó le incriminaron la “Confianza en las promesas de M. Gómez que con¬ducían al partido en una línea “seguidista”. En la cuestión sindical, lo acusaron de que “concesiones a elementos reformistas y las ilusiones en la Secretaría del Trabajo llevaron prácticamente a la liquidación de la CNOC como organismo de masa”32. Para completar el cuadro de la caída ideológica, le incriminaron que “no estaba de acuerdo con la política de la URSS sobre España”.

32 La dirección del partido estimó en aquel momento la línea comenzada por el congreso “unión sindical” en 1934 y que terminó en 1939 con la creación de la Confederación de Trabajadores de Cuba, CTC, la asociación más poderosa de los trabajadores cubanos. La Komintern calificó los resultados del congreso contradictoriamente. Se consideró un éxito por su composición (2 mil delegados de 426 mil obreros que pertenecían a los sindicatos revolucionarios y reformistas). Además se notaba que “el Partido Comunista cometió un error de no usar el congreso para el establecimiento de una unión sindical eficaz en Cuba. El partido no desplegó suficiente trabajo dentro de los sindicatos existentes reformistas”. kommunisticheskii Internatsional pered VII vsemirnym kongressom (Materialy). Мoscú: 1935. P. 416. Pero esto fue una valoración de la actividad de todo el partido, y no solamente del dirigente sindical.

En el Lender -secretariado de América Central y América del Sur del IKKI, debían recordar bien el informe del mismo C. Vilar (1934) en el que se decía: “Para la dirección de la realización del 4to congreso de la Confederación el Comité Central del partido formó una comisión, en la cual ingresó el secretariado del partido por completo, los secretarios y los dirigentes de las facciones Comunistas de los sindicatos esenciales y las asociaciones. En el congreso de la Confederación fueron creadas las facciones Comunistas por las aso¬ciaciones profesionales provinciales, ya que había una cantidad considerable de miembros del partido en el congreso y no había posibilidad de crear una sola facción. A la cabeza de cada una de estas facciones en las provincias fueron puestos dirigentes. Todos estos dirigentes de las distintas facciones más los dirigentes del Comité Central, se reunían no sólo antes de cada sesión del congreso, sino que discutían cada tarde todas las cuestiones. El protocolo de la discusión sobre “el error del agosto”… f. 30.

Según Lovsky, durante el discurso en el foro sindical, B. Roca cometió un grave error “indicando la necesidad de que por cada obrero muerto caiga un soldado”. Tal posición podía llevar a una fuerte confrontación del movimiento de los trabajadores con las fuerzas armadas. Acta sobre la discusión “del error de agosto”… Ibid., fs. 31-32. 191

Vivó se negó a cumplir la decisión del Buró Político. Esto fue considerado una intensificación de su labor de calumnia y difamación contra la dirección del partido. El paso siguiente fue su expulsión del Comité Central y la deci¬sión de enviarlo a “un trabajo en la base”. Vivó manifestó su desacuerdo con este veredicto y expresó el deseo de salir al extranjero. El Buró Político le prohibió la salida, pero la decisión de “Pablo” era inalterable: “sin someterse a la disciplina salió para México, siendo separado del partido”. El PCC informó a los camaradas mexicanos y americanos sobre la situación.

Los comunistas cubanos advirtieron a los partidarios del extranjero que Vivó, “conserva pequeños remanentes burgueses”, y manifestaron que Vivó “cree que debe ser el Secretario General del partido. Le atormenta que otros tengan más personalidad que él ante el partido y ante las masas. Este es un compañero que puede hacer mucho daño; tiene gran capacidad de acción; por su trabajo en el SRI en México y los Estados Unidos tiene muchos contactos con elementos del Caribe. La permanencia de Trotski en México, la situación del partido Mexicano y Lombardo Toledano pueden contribuir a que pase a la contrarrevolución”33.

33 G. Pérez [C. Vilar]. Seudónimo Pablo… f. 27 vuelta. Se trataba sobre las tensiones surgidas entre los comunistas mexicanos y la Confederación de los Trabajadores de México (CTM), durante la pelea por los puestos directivos en esta central sindical.

Dos acusaciones de la larga lista parecen absurdas, por lo menos a primera vista. La primera, una corriente “terrorista” en la actividad del partido; y la segunda, una posible asociación al trotskismo. ¿Cómo era posible levantar tales acusa¬ciones a la persona que encabezaba “la corriente anti golpista” en el partido colombiano, que criticaba “la vía garibaldista” del PRV, que luchaba continua¬mente contra “los junquistas”, seguidores cubanos de Trotsky? En 1937, ya todo era posible.

Después de la derrota de la insurrección en Brasil, cuyas causas en Moscú atribuían a “una provocación”, y el inicio de los procesos en Moscú, crearon el ambiente para que cualquier acusación, por increíble que fuese, se tomara como verídica. No obstante, cuando se le informaba al Komintern sobre “el asunto de Vivó”, el representante del PCC se vio obligado a reconocer “que durante su estancia en el puesto de secretario general en el período de crecimien¬to del movimiento revolucionario, el partido tuvo un importante desarrollo y se convirtió en un partido arraigado por todo el país”34.
34 G. Pérez [C. Vilar]. Seudónimo Pablo… f. 27.192

Con la posibilidad de asistir al congreso del PCM en enero de 1937, Vivó trató de convencer a sus dirigentes y “al delegado fraternal” del PC de los EE.UU., James Ford, quien conocía muy bien los asuntos cubanos35, de que él tenía la razón, “comentando sobre los pasos en falso del Partido Comunista de Cuba y del camarada Blas Roca”. El americano, sin embargo, tomó la posición del PCC.
35 Ford fue miembro del Bureau Negro del Lender-Secretariado Oriental del CEIC y miembro suplente del CEIC. Participante en el congreso antiimperialista de Francfort. En 1932 y 1936 fue candidato a vicepresi¬dente del PC de los EE.UU. Delegado del PC americano y de los sindicatos revolucionarios de los EE.UU. en los funerales de R. Martínez Villena, y delegado en el Congreso de la unidad sindical (enero de 1934).

El motivo de su decisión es claro: en la disputa entre la dirección del partido, que se encontraba en auge, y su ex secretario general, los colegas del Komintern prefirieron irse con el PCC, sacrificando la extraordinaria persona de Jorge Vivó. Para él, el trato proveniente de sus antiguos camaradas fue una cruel lección que lo alejó para siempre de la participación en política.

El castigo por heterodoxia del ex secretario general del PCC, sometido al ostracismo, se extendió por años. El golpe fue inesperado, donde él menos lo esperaba, donde no había relación directa con la política. En marzo de 1939 Vivó se dirigió con una carta al Comité Ejecutivo del SRI solicitando ayuda en la reunificación con sus hijos Jorge y Aldo, que estudiaban en la ciudad de Ivanovo en el Horfanato Internacional36.

36 Vivó combinaba asombrosamente la actividad política con tempestuosas aventuras románticas. A los 16 años se casó con Silvia Laurent, quien dio a luz a su hijo Jorge antes del matrimonio. Con su primera esposa, la madre de sus tres niños, él tenía divergencias políticas. Al regresar a Cuba en 1931, trató de restablecer la familia; Silvia, que se encontraba bajo la influencia machadista de su padre, le puso una condición irrealizable: “con el comunismo o con ella”. En adelante Jorge Vivó sostendría firmemente sus principios ideológicos en las relaciones con las mujeres. Extremadamente franco, cuenta en su autobiografía escrita para el Departamento de Personal del CEIC que en Colombia tuvo una amiga miembro del PSR, María Pérez; en los EEUU, una miembro del Partido Comunista (no menciona su nombre, sólo que ella lo dejó). En Cuba, entre 1923 y 1934, vivía con una miembro del PCC, Carmen Blanco; en la URSS, con una miembro del komsomol, Vera Orlova. En su emigración a México, Vivó se casó con la ex esposa de I. Figueroa, Lola de la Torriente, posteriormente conocida activista política y es¬critora. Jorge Abilio Vivó Escoto. En Moscú – Marin. [Autobiografía]… ff. 36-47; L. de la Torriente. Testimonio desde dentro. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1985. p. 339-341. A pesar de su vida agitada, no olvidaba a sus hijos. De algún modo Vivó consiguió convencer a Silvia Laurent de dejar ir a sus hijos a estudiar en la URSS. El hijo menor llegó a Moscú con la delegación del Primero de Mayo de Cuba, en la cual se encontraba C. Vilar, secretario general de la CNOC, y Valdez Rodríguez, miembro del CE de la liga Antiimperialista. La prensa soviética escribió: “Con ellos llegó a la URSS el hijo del conocido revolucionario en los países de la América Latina Jorte [así en el texto] Vivó, el muchacho Aldo Vivó de 10 años. El ex secretario general del Partido Comunista de Cuba, camarada Vivó, se esconde de la policía. Su hijo Aldo se educará en el Horfanato Internacional en Ivánovo-Voznesensk”. Pravda de Leningrado, 27 de abril, 1934. El hijo mayor, Jorge, llegó en junio de 1935 en el barco “Reina del Pací¬fico” junto con el delegado del PCC al VII congreso del Komintern B. Roca. García Riveron, R. y J. Alonso Padilla. Ellos sintieron el deber de luchar. Granma, 27 diciembre de 1984. 193

Habiendo recibido “los permisos apropiados” del Comité Central del PCC y PCM, expresó lo siguiente: “Quie¬ro el regreso de mis hijos, ya que considero que los puestos ocupados por ellos [en el Horfanato Internacional] deben ser ocupados por otros niños, y ya que en el presente momento puedo cubrir sus gastos necesarios y, además, quiero que aprendan lo más rápidamente posible el idioma español”37.
37 Jorge A. Vivó al CE del SR de México, México, 29.03.1939. RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134, f. 26.

Por lo visto, la oficina central del SRI nunca le respondió. El reencuentro con uno de sus hijos tuvo lugar años después. Convertidos en ciudadanos soviéticos, en miembros de la Unión Comunista de la Juventud (Komsomol en ruso), los hermanos Vivó ingresaron voluntariamente al ejérci¬to Rojo en los primeros días de la Gran Guerra Patria. El menor, Aldo, fue explorador de los marines en el Hocico de Neva, quien iba a la retaguardia del ejército hitleriano. Según una de las versiones, a finales de 1941 el grupo al cual pertenecía el voluntario cubano fue descubierto y ametrallado por un avión alemán. Aldo Vivó fue enterrado en el cementerio fraternal en Dubro¬vka de Neva (García y Padilla, 1984). Jorge pertenecía a un grupo especial del capitán Borodulin y combatía en las proximidades a Leningrado, fue grave¬mente herido y evacuado de la asediada ciudad.

Encontrándose en Asia Central (1942-1944), Jorge recibió a través del SRI un telegrama con la dirección de su padre, pero no podía comunicarse con él. Solamente hasta 1945, a través de la embajada en Moscú, se enteró de la posibilidad de viajar a México. La empleada del SRI, quien aclaraba preguntas relacionadas con la partida, le formuló una pregunta muy profunda: “¿Por qué quiere ir donde su padre?”, y recibió esta respuesta: Antes de la guerra su padre había solicitado su retorno y le había pedido gestionar el permiso para salir de la URSS, pero por ser menor de edad, no sabía cómo ni a través de quién gestionar dicho permiso. Quería irse entonces y quería irse ahora. Comprendiendo que el SRI no asignaría recursos para el viaje, declaró cate¬góricamente que quería recibir el permiso de salida y la visa, y que el dinero él lo encontraría38.
38 Informe sobre la plática con Jorge Vivó, 19.09.1945. RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134, f. 10.194

En México, Jorge Vivó hijo, se hizo ingeniero y trabajó en la compañía petrolera estatal “Pemex”. En honor al aniversario 40 de la Vic¬toria, los hermanos Vivó y el tercer cubano que había participado en la Gran Guerra Patria, Enrique Vilar, fueron condecorados con órdenes soviéticas: a Jorge la Orden de la Guerra Patria de II grado; a Aldo y Enrique (póstu¬mamente), la Orden de la Guerra Patria de I grado. El Consejo Estatal de la República de Cuba condecoró póstumamente a Aldo Vivó y Enrique Vilar con la orden Ernesto Che Guevara en primer grado.

En México inició la nueva vida de Jorge Vivó d’Escoto. Fuera de la política, se sumergió en la ciencia con mucha pasión. Se hizo profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM (1939), y más tarde director del de¬partamento de geografía de la universidad. Vivó es uno de los fundadores de la Sociedad Mexicana de Antropología, y fue director (1936-1940) de los Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. Desde 1938 trabajó como director de la biblioteca del Instituto Panamericano de Geografía e Histo¬ria de México, coordinando la actividad editorial del instituto. También dirigió la edición del Anuario Geográfico (1961-1979) y Los anales de la geografía (1975-1979). En 1951 el científico sustentó su tesis de maestría en etnología, La Integración de Chiapas en la nación mexicana; al año su tesis en geografía, La Geografía Económica y Demográfica de Chiapas, y en 1956 obtuvo el grado de doctor.

Bajo su pluma salieron a la luz numerosos trabajos, incluyendo: Las razas Indias y las lenguas de México (1941), la monografía La Geografía de México, que por mucho tiempo se consideró un clásico y fue publicada en la URSS39.
39 El Método Conexivo Dialéctico en la Investigación de la Antropogeografía, 1939; Razas y lenguas indígenas de México, 1941; Geomorfología de El Sumidero y la Región Central de Chiapas, 1971; La Depre¬sión Chapala-Acambay, México Oriental, 1972; El Terremoto del 23 de Diciembre de 1972 en la Ciudad de Managua, 1973; Geografía de América Latina, 1975; El Medio Físico y Recursos de Baja California, 1975; Tectónica y Morfología en el Centro y Sur de México, 1976; Currículum Vitae del Ing. Jorge L. Tamayo, 1978; Panorama de la Geografía 1950-1977, 1979. Jorge A. Vivó. Biografías y vidas. http://www.biografiasyvidas. com/biografia/v/vivo.htm; J. A. Vivó. Geografiia Meksiki. Moscú: ed. de literatura extranjera, 1951; Dr. Jorge A. Vivó Escoto. La Geografía en México: Aspectos Generales de su Evolución”, 1964.195

Según el criterio de sus alumnos, la geografía era para el Dr. Jorge A. Vivó “una ciencia mixta, un tipo de ciencia social acerca de la naturaleza; es decir, acerca de la naturaleza en relación con el hombre como ser social”. Para el cubano el alejamiento de la política no significó en lo absoluto el olvido de sus postulados ideológicos, a los cuales dedicó decena y media de sus años de vida, como sabían sus amigos, colegas y alumnos. Esto fue supremamente importante, pues la influencia del doctor Vivó en la geografía mexicana de comienzos de 1950 resultó bastante importante, contribuyendo a un serio aumento en la cantidad de investigaciones sobre cuestiones sociales en los
estudios geográficos.

La metodología de investigación geográfica propuesta por el cubano a la comunidad científica mexicana, fue dominante del IV al VII Congreso Nacional de Geografía, eventos organizados con su partici¬pación y bajo su influencia ideológica (Hernández Iriberri, 1984). Sus ideas fueron patrimonio de la comunidad científica internacional. El doctor Vivó representó a la escuela mexicana en los congresos mundiales de geografía, empezado por el XVII, que se efectúo en Washington (1952). En 1976 viajó a Moscú para participar en el XXIII congreso de geógrafos. Al profesor Vivó le pertenece el mérito de la transformación del Departamento de Geo¬grafía e Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM a Colegio Geográfico, el cual cuenta con un sistema de tres niveles para la preparación de especialistas (licenciatura, maestría y doctorado).

Para el científico, la ruptura con el movimiento comunista fue comple¬ta e irreversible. No aceptó la revolución cubana de 1959. Recuerda su hija Xochitl que Jorge Vivó d’Escoto estaba seguro de que el papel principal en la victoria lo jugó el movimiento estudiantil, no la insurrección de Fidel Castro y menos los comunistas40.
40 Entrevista de Xochitl Vivó de la Torriente (hija de Jorge A. Vivó d’Escoto) a Víctor Jeifets, México, D.F., 15 de noviembre de 1998.196

El conocido investigador mexicano, Profesor Honoris Causa de la UNAM, Doctor en jurisprudencia y geografía, Maestro de antropología, lingüística, et¬nología, antiguo activista de algunos partidos de izquierda de América Latina, y secretario general “del primer partido marxista-leninista de Cuba”, entrega¬do al olvido por su partido, murió el 13 de julio de 1979 en México.
A manera de conclusión

“La mentira es la religión de los esclavos y los amos. La verdad es el Dios de una persona libre”. Esta frase del escritor proletario ruso Maxim Gorky podría ser el leitmotiv de cualquier investigación histórica. Es coherente, por ejemplo, con la historia de los partidos y los movimientos políticos. Los his¬toriadores de los partidos crean a menudo mitos e imágenes de los líderes, caballeros sin miedo ni reproche cuyo carácter recuerda a Don Quijote de La Mancha. Lo que no encaja en el esquema propuesto, es cortado o cambiado. Generalmente esto les sucede a personas que, debido a las circunstancias, están cerca de los jefes o incluso son jefes rechazados por el partido, o también a personas que abandonan la organización. Alrededor de un líder carismático no puede haber nadie que pueda quebrantar su autoridad.

Esto solo permite tener una versión de la historia, la escrita por los “ga-nadores”. Las historias paralelas de importantes líderes de los movimientos políticos, que han sido excluidos, quedan en las sombras. Estas historias pa¬ralelas de personajes fundamentales generalmente quedan en el olvido, así como detalles de suma importancia que permitan construir una historia más robusta sobre los hechos. El caso de la Tercera Internacional y su relación con los movimientos de izquierda latinoamericanos no escapa a esta dinámi¬ca.

El caso de Jorge Vivó d’Escoto es un claro ejemplo. El olvido sobre este ferviente militante comunista y pieza clave en el desarrollo y evolución de la izquierda en América Latina, es solo una muestra de una de las tantas historias ocultas que podrían servir para reconstruir de manera más precisa la historia de la izquierda en el continente, sin limitarse a los enfoques tradicionales o a las fuentes oficiales, que solo cuentan una parte de la historia.

Nadie sabe toda la verdad y nadie la sabrá nunca. Pero acercarse a ella es la tarea principal del historiador. Con este artículo sobre uno de los líderes olvi¬dados por el Partido Comunista de Cuba, Jorge Vivó d’Escoto, quien jugó un papel extraordinario en su proceso de formación, hemos tratado de aportar a la búsqueda de esta verdad.

Referencias
Fuentes no publicadas

Entrevista de Xochitl Vivó de la Torriente (hija de Jorge A. Vivó d’Escoto) a Víctor Jeifets, México, D.F., 15 de noviembre de 1998.
Archivo General de la Nación (AGN). México, D.F.
Declaración de Saturnino Ortega, 20 años de edad, de la ciudad de México, soltero, con domicilio en la calzada Gorostiza No. 31 Interior 61, vive con su madre y sus hermanos, estos últimos con domicilio en Chizalpopeca 144. – AGN. Ramo P. Ortiz Rubio, Año 1930, exp. 168A.197
Embajada de Cuba [a Secretaría de Gobernación de México?], a 30 de abril de 1929. – Archivo General de la Nación (AGN) (México, D,F.). Ramo Departamento de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS), vol. 33, exp. 41.
Informe de la agente núm. 20 del Departamento Confidencial de la Segob al Jefe del Departamento sobre las actividades de los elementos comunistas en México. México, D.F., a 29 de agosto de 1929. – AGN. Ramo DIPS. vol. 61, exp. 15.
Informe de la Agente núm. 20 al Jefe del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación sobre domicilios de los comunistas en México, D.F., 30 de septiembre de 1929. – AGN. Ramo DIPS. Vol. 61. Exp. 15.
Relación de los Comunistas extranjeros que se ponen a disposición de la Secretaría de Gobernación para que sean expulsados del país. México, 27 de diciembre de 1929. – AGN. Ramo P. Ortiz Rubio. Año 1930. Exp. 168А.
El Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política (RGASPI, por sus siglas rusas). Moscú.
El CCE del PCC al CCE de la Internacional Comunista, La Habana, 29.05.1927. – RGASPI, fond 495, opis’ 105, delo 8. F. 13.
G. Machado a H. Laborde, París, 1 de junio de 1930. – RGASPI, fond 495, opis’ 108, delo 134.
G. Pérez [C. Vilar]. Seudónimo Pablo. Nombre [verdadero] Jorge Vivó. – RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 13.
Informe del representante del P.C. Vivó sobre el partido apócrifo de Cuba. México, D.F., a 28 de Noviembre de 1929. – Ibid., fond 495, opis’ 105, delo 20.
Informe sobre la plática con Jorge Vivó, 19.09.1945. RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134.
Informe sobre las últimas labores del Secretariado del Caribe del SRI, 23 de enero de 1930. – RGASPI, fond 539, opis’ 3, delo 218.
Hernán Laborde al CC del PC de los EE.UU, 16 de abril de 1930. – RGASPI, fond 495, opis’ 108, delo 133.
Jorge Abilio Vivó Escoto. En Moscú – Marin. [Autobiografía]. – RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134, f. 41.
Jorge A. Vivó al CE del SR de México, México, 29.03.1939. RGASPI, fond 495, opis’ 230, delo 134.198

Situación internacional e influencia global de la Komintern

Situación internacional e influencia global de la Komintern *

Jorge Luis Acanda González
La III Internacional, conocida también como Internacional Comunista o KOMINTERN, fue fundada en marzo de 1919, en Moscú. Se correspondía con una vieja tradición y un principio fundante del movimiento obrero: la tradición y el principio del internacionalismo. Si la burguesía y el capital tienen un carácter internacional, la clase obrera también lo tiene, y necesariamente ha de organizarse por encima de las fronteras nacionales en su lucha.

Frente al nacionalismo, un sentimiento y una ideología agitados en Europa por la burguesía para sus propósitos de poder, el movimiento obrero organizado proclamó el principio del internacionalismo. En la segunda mitad del siglo XIX habían existido la Primera Internacional y la Segunda Internacional. La Primera Internacional había tenido una breve existencia, debido a la fuerte represión que sufrió. La Segunda Internacional tuvo una duración mayor, pero la prevalencia de las tendencias oportunistas y reformistas en su interior, que llevaron a que los partidos social-demócratas europeos, en su mayoría, se aliaran a las burguesías de sus países y apoyaran las políticas belicistas que condujeron a la Primera Guerra Mundial, provocaron lo que Lenin, con razón, calificó como bancarrota.
Tras el cese de la guerra, esa II Internacional pretendió seguir existiendo y continuar desempeñando su papel diversionista. La convicción, fuertemente arraigada en esa época, de la necesidad de que existiera una organización internacional del movimiento obrero revolucionario que coordinara la lucha, y la necesidad de promover la aparición de partidos realmente revolucionarios que superaran las posiciones reformistas de la social-democracia, condujeron a que Lenin promoviera la fundación de la KOMINTERN.
El contexto internacional en aquel momento estaba marcado por la división del movimiento obrero europeo entre la corriente reformista y la revolucionaria, y por el auge de la situación revolucionaria en Europa tras el triunfo de la revolución soviética en noviembre de 1917 y el fin de la Guerra Mundial en noviembre de 1918. La terrible crisis general, que se manifestó en todos los ámbitos sociales, que sacudió ese continente, seguido del fin de la guerra, generó un auge del movimiento revolucionario en Europa, que después se expandió a otras regiones del mundo.
El auge de las huelgas, de las movilizaciones obreras, el descontento generalizado con el viejo orden, llevó justificadamente a que en muchos luchadores surgiera la confianza en el triunfo inmanente de la revolución mundial. Ese estado de ánimo optimista, fundamentado en razones objetivas, dominó al movimiento comunista internacional hasta 1922-1923, cuando la derrota de la revolución húngara de los consejos en 1919, la toma del poder por los fascistas en Italia en 1922 y las sangrientas derrotas sufridas por los comunistas alemanes, condujeron a la comprensión de que la época de situación revolucionaria había concluido, y tanto la joven Unión Soviética como los partidos comunistas de los distintos países debían prepararse para enfrentar un largo invierno.

Un primer desafío, ahora, lo constituyó la urgencia de tener que pensar la relación entre lo nacional y lo internacional, entre el Estado y la revolución, entre el poder y el proyecto, sobre todo porque ahora, por primera vez, el movimiento comunista no era sólo oposición, sino que en un país, la antigua Rusia zarista, era también poder y Estado. ¿Cómo vincular estos elementos, no necesariamente concordantes? La respuesta a este desafío marcó toda la historia de la Internacional Comunista.
Lamentablemente, la necesaria consigna de urgencia de la defensa de la URSS terminó significando la prevalencia de los intereses no de la URSS, sino de la camarilla burocrática monopolizadora del poder en ese país, camarilla la cual lanzó la consigna de la “construcción del socialismo en un país”, haciéndola pasar como expresión del pensamiento de Lenin. Se pasó a la subordinación incondicional de todos los partidos comunistas a los intereses del Estado soviético.
La labor de la KOMINTERN estuvo dirigida inicialmente hacia Europa central y en especial hacia Alemania, pues fue allí donde el movimiento revolucionario alcanzó un mayor auge en el período inmediatamente posterior a noviembre de 1918. La KOMINTERN desarrolló una fuerte estructura organizativa y de dirección: ante todo, la realización casi anual de Congresos, considerados su máxima instancia de dirección; la creación del Comité Ejecutivo; la realización reuniones ampliadas de dicho Comité Ejecutivo; una comisión internacional de control; el departamento de relaciones internacionales.
Junto con esto se desarrolló una red de delegados: por un lado “representantes permanentes” en Moscú de los partidos nacionales; por el otro, “representantes plenipotenciarios” del Comité Ejecutivo ante los partidos. Además, una red de organizaciones de masas: la Internacional Sindical Roja; La Internacional de las Juventudes Comunistas, El Auxilio Rojo, el Secretariado Internacional Femenino, etc.
La intención era clara: se trataba de crear una estructura organizativa perfecta que facilitara la integración de los partidos comunistas que recién se constituían. De hecho, como expresión del predominio del ideal internacionalista, cada partido comunista nacional se consideraba, y de hecho era denominado así, como una sección específica de la Internacional Comunista, y no como una unidad independiente en sí misma, como pasó a ser posteriormente.
Para que funcionara mejor la dirección global del movimiento comunista se creó estructuras regionales. Creo que todos comprenderemos que la concepción de que el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) tenía una mayor experiencia y un mayor prestigio, y por lo tanto debía desempeñar el papel de guía, fue algo que adquirió carácter casi “natural” al seno del movimiento comunista. Lo que si no fue de ninguna manera tan “natural” fue que el modelo del “partido hermano mayor” se aplicara también a nivel regional. Así, en el caso de América Latina, los partidos comunistas de México, Argentina y EE UU desempeñaron esa función con respecto a los demás del área.
Esa centralidad que inicialmente tuvo la situación política en Europa central, constituyó una de las razones por las que América Latina no estuvo al inicio en el centro del interés de los órganos de dirección de la KOMINTERN. En este punto de la exposición, quiero destacar algo: se ha escrito mucho sobre la historia de la KOMINTERN. Reconstruir esa historia nunca ha sido una tarea fácil. Abundan las memorias de participantes, los documentos oficiales, las investigaciones realizadas y publicadas por historiadores. Y mucho de ese material escrito está marcado por el subjetivismo y la tendenciosidad, tanto de un lado como del otro.
Por otra parte, siempre ha sido difícil conocer y escribir esa historia, porque muchos de los documentos de los partidos y de los órganos de dirección de la III Internacional se mantuvieron en el más absoluto secreto durante muchos años, y porque muchos de los protagonistas o actores de los hechos prefirieron guardar silencio o, peor aún, mentir, movidos por un sentido de fidelidad a lo que consideraron “la causa”. Estamos ante una historia sobre la que todavía hay mucho que investigar. Una circunstancia importante lo constituyó la apertura, a comienzos de la década de los 90 del siglo pasado, de los archivos de la KOMINTERN en Moscú, y la apertura, también por aquella época, de archivos policiales, históricos y de organizaciones políticas en los países de Europa del Este.
Pasemos a un estudio más específico de la historia de la KOMINTERN, la cual suele dividirse en tres períodos:
El primer período de la KOMINTERN abarcó de 1919 a 1924/25, del I al IV Congresos. Durante esa etapa –sobre todo hasta la derrota de la revolución alemana de 1923– todavía había esperanzas en el triunfo de la revolución mundial. Así, en el II Congreso Mundial, celebrado en julio de 1920, se le dedicó un espacio importante a los debates sobre los problemas de la revolución en los países coloniales y semicoloniales. En este congreso se adoptaron los famosos “21 puntos” como condiciones para la admisión a la KOMINTERN.
En ellos se les exigía a los partidos miembros la observancia estricta del centralismo, la disciplina y la pureza ideológica. En el III Congreso Mundial, efectuado en el verano de 1921, se creó la Internacional Sindical Roja (ISR) como organismo de dirección mundial de la política sindical comunista. Otras organizaciones internacionales, asociadas a la KOMINTERN, fueron el Socorro Rojo Internacional y la Internacional Campesina. Desde el I Congreso, Zinoviev fue nombrado presidente del Comité Ejecutivo. En el III (1921) y IV (1922) Congresos, debido al cambio de la situación mundial, se combatieron las posiciones “ultraizquierdistas” y se elaboró la táctica del “frente único”.
La segunda etapa estuvo caracterizada por la primera gran reorganización de la KOMINTERN, que comenzó tras la celebración del V Congreso en el verano de 1925. Duró varios años, y tuvo como objetivo la organización fuertemente centralista de las secciones nacionales, siguiendo el modelo del Partido Comunista de la Unión Soviética, alcanzando así la “bolchevización“ de las mismas y subordinando directamente sus órganos de dirección a la estructura de mando de la KOMINTERN, el Comité Ejecutivo.
Los principios de la “bolchevización” fueron: disciplina partidaria como máxima virtud, centralismo democrático, estructuración obligatoria en células y sincronización con las decisiones políticas más importantes del comité ejecutivo (EKKI) de la Internacional. La “stalinización” de la organización comenzó por lo tanto con la “bolchevización”; un síntoma de ello fue el rechazo a cualquier postura de oposición dentro del partido. Mientras que inicialmente el esfuerzo se dirigió a expulsar del partido ruso a la “derecha”, a partir de 1926 se combatió ante todo a la “oposición de izquierda” dirigida por Trotski. En el verano de 1926 Zinoviev perdió la dirección de la KOMINTERN y fue elegido Nikolai Bujarin para sucederle como Secretario General del CEIC.
El VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar entre julio y septiembre de 1928 en Moscú. En el nuevo contexto del comienzo de la grave crisis económica se aprobó la consigna de “clase contra clase”, que oficializó el comienzo del llamado “Tercer Periodo”.
Las secciones ejecutaban estos cambios de dirección política ordenados por la KOMINTERN. Esta etapa terminó para América Latina con la primera conferencia regional, celebrada en Buenos Aires en junio de 1929, que Jürgen Mothes caracterizó como “el punto final convencional de las ofertas teóricas y políticas, vinculadas con la realidad, de los comunistas en y sobre América Latina”.
Se impusieron estructuras y modelos de pensamiento stalinistas, divorciados de la realidad. Fue el momento de ruptura radical en la historia del desarrollo del comunismo latinoamericano, el final de su colaboración con movimientos sociales de modernización, como el movimiento estudiantil y el antiimperialista, ambos expresión del despertar de una conciencia nacional-democrática en el continente. Los partidos se debilitaron mediante la realización de furiosas pugnas internas – siguiendo el modelo ruso – que los condujeron posteriormente a una existencia gris al margen de la movilización política.
El punto de giro decisivo de este desarrollo lo constituyó el VI Congreso mundial de la KOMINTERN en el verano de 1928, que reafirmó las transformaciones políticas y organizativas de la “bolchevización“. Con esto dio comienzo el ultraizquierdista “Tercer Período” de la KOMINTERN, la lucha contra el “peligro de derecha” y la definitiva entronización de la fracción estalinista en los más altos niveles de dirección.
Nicolai Bujarin, entonces presidente de la KOMINTERN, presentó en este congreso su teoría sobre la crisis final del sistema capitalista, el “tercer período”: según la misma, el sistema capitalista y la Unión Soviética habían rebasado el nivel económico de pre-guerra; el esperado desarrollo acelerado produciría nuevas contradicciones en el capitalismo. Stalin subrayó que la anunciada crisis capitalista agudizaría las contradicciones inter-imperialistas y desencadenaría nuevas luchas revolucionarias en los países capitalistas, las que debían llevarse a cabo bajo la consigna de “clase contra clase“, contra las organizaciones socialdemócratas y reformistas.
En abril de 1929 Bujarin se vio obligado a dimitir de su cargo. Para sustituirle al frente del CEIC, fue elegido en 1934 el comunista búlgaro Georgi Dimitrov, quien dirigió la Internacional Comunista hasta su disolución.
El VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió en agosto de 1935 en Moscú. Tras el auge de de los fascismos, y el fracaso de la política ultraizquierdista aprobada en el anterior congreso, se dio paso a la política de Frentes Populares.
La KOMINTERN y el fascismo
Inicialmente muchos consideraron al fascismo sólo como un fenómeno pasajero, que desaparecería para dar paso a la reconstitución del viejo Estado liberal o barrido por la supuesta inminencia de la revolución proletaria. Los partidos y políticos burgueses tradicionales, y también la socialdemocracia, creyeron que después que los fascistas realizaran el “trabajo sucio” de ahogar en sangre a la revolución tendrían que ceder el poder y permitir el retorno del viejo régimen constitucional y parlamentario. Incluso al propio movimiento comunista le costó tiempo entender la esencia y complejidad del fascismo.
La Internacional Comunista comenzó a ocuparse “oficialmente” del fascismo después de la llegada al poder de Mussolini en 1922. Su primera apreciación reflejó su subestimación, así como la incomprensión del carácter preciso y del papel histórico del fascismo. Umberto Terracini, líder comunista italiano, escribió en una revista de la KOMINTERN que el fascismo no era más que una “crisis ministerial” pasajera.[1] Amadeo Bordiga, también figura importante del Partido Comunista italiano, en su ponencia presentada al V Congreso de la KOMINTERN, en 1924, afirmaba que en Italia no había ocurrido otra cosa sino “un cambio del personal gubernamental de la burguesía”.[2] Todavía en 1933, tras once años de gobierno fascista en Italia, e inmediatamente después de la llegada de Hitler al poder en Alemania, el Presidium del Comité Ejecutivo de la KOMINTERN decía:
La Alemania de Hitler corre a una catástrofe económica que cada vez se dibuja de manera más inevitable… La calma momentánea después de la victoria del fascismo no es más que un fenómeno pasajero. La marea revolucionaria subirá ineluctablemente en Alemania a pesar del terror fascista.[3]
Hubo voces aisladas, dentro del movimiento comunista, que advirtieron sobre lo errado de esta visión simplista y sus consecuencias catastróficas. Merece destacarse la figura de Clara Zetkin. El 23 de junio de 1923 ella hizo la siguiente advertencia:
El error… ha consistido principalmente en el hecho de considerar al fascismo solamente como un movimiento militar-terrorista, no como un movimiento de masa presentando bases sociales profundas. Debe ponerse explícitamente el acento sobre el hecho de que, antes de que el fascismo gane militarmente, ha alcanzado ya la victoria ideológica y política sobre la clase obrera”.[4]
Y también la del propio Gramsci, quien en 1926, poco antes de su encarcelamiento, en las tesis que redactó para ser sometidas a discusión en el próximo congreso del PCI a celebrarse en Lyon, Francia, señaló la necesidad de lograr una amplia alianza con los sectores menos reaccionarios de la burguesía para poder enfrentar la dictadura fascista. Pero en líneas generales esas advertencias sobre la necesidad de estudiar la novedad cualitativa del fascismo fueron rechazadas por la dirección de la Internacional Comunista.
Uno de sus principales ideólogos, Manuilsky, afirmó tajantemente que “entre el fascismo y la democracia burguesa no existe más que una diferencia de grado… el fascismo no es un nuevo método de gobierno”, para más adelante establecer lapidariamente que “la misión de los comunistas no es, pues, en modo alguno, buscar con unos lentes extraños una pseudoteoría que les haga encontrar cualesquiera diferencias entre la democracia y el fascismo”.
La definición clásica que asumió el movimiento comunista internacional con respecto al fascismo la proporcionó Georgui Dimitrov en el VII Congreso de la KOMINTERN en 1935, y fue después repetida durante decenios: “El fascismo es la dictadura abierta y terrorista de los elementos más reaccionarios, más chovinistas, más imperialistas del capital financiero”. Debe reconocerse que esta definición capta adecuadamente la relación objetiva del fascismo con los procesos económicos en desarrollo del modo de producción capitalista.
Como ha señalado acertadamente Nicos Poulantzas, no se puede entender al fascismo si no se establece su relación orgánica con la fase imperialista del capitalismo. Pero precisamente por limitarse a una caracterización económica, soslaya muchos aspectos sociológicos y psicológicos. Sólo teniendo en cuenta estos aspectos es que puede explicarse por qué la mayoría de los sectores medios favorecieron al fascismo y un importante sector de la propia clase obrera apoyó al Estado fascista.
Atrapada en su estrategia de “clase contra clase”, la KOMINTERN y los partidos comunistas europeos no pudieron elaborar estrategias políticas adecuadas para enfrentar el auge del fascismo. La estrategia de la formación de alianzas políticas con fuerzas y partidos no comunistas para detener al fascismo, proclamada en 1935, llegó demasiado tarde para Alemania. La toma del poder por Hitler creó las condiciones que prefiguraron el futuro desencadenamiento de lo que sería la Segunda Guerra Mundial.
La firma del pacto Germano-Soviético, en 1939, constituyó uno de los momentos más infamantes de la historia del stalinismo, y de la supeditación de los más elementales principios revolucionarios a los intereses de una camarilla en el poder. No se trató sólo de un pacto de no agresión, sino también de un conjunto de pactos secretos que estipulaban el consentimiento de la URSS a la invasión nazi a Polonia a cambio de su repartición entre ambos países, además de la entrega al gobierno de la Alemania hitleriana de militantes comunistas, lo cual significó una condena a muerte para ellos. La defensa a ultranza que los partidos comunistas nacionales hicieron del mismo, contribuyó a la pérdida de prestigio de los mismos.
La disolución de la KOMINTERN
El 15 de mayo de 1943, después de celebrada la Conferencia de Teherán, el Presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, “teniendo en cuenta la madurez de los partidos comunistas” nacionales, y para evitar los recelos de los países capitalistas aliados decidió disolver la Internacional Comunista.
En 1947 fue creada la Kominform (Oficina de Información Comunista) como sustituta de la KOMINTERN, que reunía a los Partidos Comunistas de Bulgaria, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Italia, Polonia, la Unión Soviética y Yugoslavia. Fue disuelta en 1956.
La KOMINTERN y América Latina
Desde comienzos de los años 20 existían en Moscú departamentos especiales para el subcontinente latinoamericano. En 1926 se crearon secretariados regionales, y América Latina fue colocada bajo el control del secretariado regional “latino” (a partir de 1928, “latinoamericano”), y el número de funcionarios residentes en Moscú que se ocupaban de América Latina (tanto latinoamericanos como europeos) creció.
El secretariado regional estaba subordinado al EKKI y se ocupaba de todas las cuestiones relevantes vinculadas con América Latina. Desde principios de los años 20, el máximo responsable para América Latina lo fue Edgar Woog (seudónimo “Alfred Stirner”), un suizo emigrado a México, y desde mediados de esa década hasta fines de la misma dirigió el secretariado su compatriota Jules Humbert-Droz (seudónimo “Luis”). Ni siquiera los funcionarios de más alto rango estaban a salvo de perder sus posiciones de poder, si caían en desgracia política. Esto le ocurrió a Woog y también a Humbert-Droz, ambos partidarios de Nicolai Bujarin, cuando este fue despojado en 1928 por Stalin de todas sus funciones.
Ya en 1919 se abrió la primera dependencia latinoamericana de la KOMINTERN en México, aunque sólo funcionó algunos pocos meses. En el proceso de la “bolchevización”, por resolución del Presidium del EKKI, se creó en 1925 en Buenos Aires el Secretariado Sudamericano. Debía contribuir a la “intensificación y unificación del trabajo de formación comunista con el objetivo de una más estrecha relación entre los partidos sudamericanos y la Internacional Comunista“. El Secretariado Sudamericano, con sus campañas políticas y la labor de su órgano de prensa, la Correspondencia Sudamericana, realizó una decisiva contribución a la difusión de la política de la KOMINTERN en América Latina. Fue reorganizado en el verano de 1928, y con la ocupación de su dirección por el ítalo-argentino Victorio Codovilla se garantizó el cumplimiento de las directivas stalinistas.[5]
En México actuaban junto con la Liga Antiimperialista de las Américas, fundada en 1924, y diversas sub-secretarías que habían sido instituidas en 1928 para la preparación de la primera conferencia sindical latinoamericana (celebrada en Montevideo en junio de 1929), varias instituciones regionales de dirección controladas por los comunistas. En New York se había creado en 1930 o 1931 el Buró del Caribe, encargado con las mismas tareas que su similar sudamericano, y que existió hasta mediados de los años 30.
La Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) fue fundada a fines de 1924 por los partidos comunistas de México y los Estados Unidos a propuesta de la Internacional Comunista. La idea se basaba en la concepción desarrollada por Lenin sobre el frente unido antiimperialista: obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales del continente americano eran convocados, en consecuencia, a unirse contra el “enemigo principal”, el imperialismo norteamericano.
La política de “bochevización” de los partidos comunistas, desencadenada en la “tercera etapa de la KOMINTERN, condujo a la instauración en los mismos de las peores características de lo que se conoce como “stalinismo”. Aunque muchas veces agruparon militantes abnegados, sinceramente socialistas, esos partidos rápidamente degeneraron al tener que seguir las evoluciones políticas de la línea de Stalin, que los utilizó como peones en el tablero internacional según las necesidades nacionales de la Unión Soviética o, mejor dicho, de la afirmación en ésta del poder de una casta burocrática.
Del mismo modo que la capitulación de la IIa Internacional ante la guerra de 1914-1918 convirtió a los partidos socialistas en socialistas nacionalistas, ligados a la burguesía respectiva, la teoría del socialismo en un solo país, stalinista, redujo a los partidos comunistas a la defensa de la Unión Soviética y, convirtiendo al Partido Comunista de ésta en un partido nacionalista, sembró el nacionalismo en los demás partidos y preparó el camino para su integración en los respectivos Estados capitalistas.[6]
Los derroteros tomados por los partidos comunistas latinoamericanos en el período entre 1919 y 1943 fue poco feliz, por no decir menos.
El caso de Cuba
Un ejemplo demostrativo de las dificultades que enfrentó el movimiento comunista en esa época para comprender las especificidades de la situación y la elaboración de cursos de acción revolucionarios efectivos, lo tenemos en la relación, plagada de conflicto, entre Julio Antonio Mella y los dos partidos comunistas en los que militó (el cubano, primero, y el mexicano).
Mella fue expulsado por un período de dos años del PCC, por decisión tomada en enero de 1926. Había sido liberado de su encarcelamiento el 23 de diciembre. Las acusaciones del partido fueron: resquebrajamiento de la disciplina, rechazo a la obediencia, oportunismo táctico, relaciones con la burguesía y falta de solidaridad con los demás detenidos.
En enero de 1927 el Secretariado de la KOMINTERN evaluó esa medida como sectarista, y exigió una revisión. En mayo de 1927 el PCC revisó su fallo contra Mella, pero se reservó el derecho a tomar las correspondientes medidas en caso de una nueva ruptura de la disciplina.
En sucesivas cartas al PC de México, el PCC desacreditó a Mella (23.03.1926 y 31.05.1926). Fue catalogado de traidor, desertor y oportunista, y de realizar intrigas políticas para debilitar al PCC. El Partido Comunista de México, en el cual había ingresado Mella al llegar a ese país, no se dejó impresionar: llegó a ser miembro de su Comité Central. Mella fue elegido como secretario general del Comité Continental Preparatorio del Primer Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, que tuvo lugar en Bruselas en febrero de 1927. Incluso llegó a ser elegido el 30 de junio de 1928 como secretario general interino del Partido Comunista de México, cargo que desempeñó hasta septiembre de ese año.[7] Durante ese período se ocupó de cuestiones de táctica sindical, y luchó por la organización de una nueva central sindical. Esto provocó serias desavenencias entre Mella y sus compañeros del partido, con el resultado de que Mella fue separado a fines de 1928 del Comité Central y abandonó el partido por un corto período.
En 1927, Mella se opuso a la política sindical del PCM, de participar en la oficialista Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). Stirner, representante de la EKKI, en uno de sus reportes (18 dic 1927), destacó que Mella se contraponía a la posición del partido, y afirmaba que las posiciones de Mella eran idénticas a las Andreu Nin y Lozovski (importantes dirigentes de la Internacional Sindical Roja, que ya en esa época tenían fuertes discrepancias con la dirección de la KOMINTERN).[8] Mella propuso crear una nueva central sindical.
La disolución de la CROM creó las condiciones para reabrir la discusión sobre la cuestión sindical. Como resultado del debate que se produjo, Mella fue separado del CC del PCM.[9]
En el VI Congreso de la KOMINTERN se efectuó un giro. Bujarin (entonces aliado de Stalin) fue colocado al frente. Se dió un giro a la ultraizquierda y se catalogó a los reformistas y socialdemócratas como los principales enemigos.
Mella fundó en la primavera de 1928 la ANERC. Ella existió independientemente de las estructuras comunistas y no fue controlada por ellas. El rumbo de ultraizquierda establecido por el KOMINTERN convertía en algo mal visto a las alianzas políticas con organizaciones reformistas o liberal-burguesas. Por otro lado, los comunistas optaron sobre todo por “acciones proletarias de masa”, como las huelgas (generales) o las sublevaciones. Una acción guerrillera de carácter putchista con aliados dudosos, como la que se proponía la ANERC, olía desde esta perspectiva inevitablemente a “acciones terroristas pequeño-burguesas”. Las concepciones estratégicas de Mella sobre la lucha contra Machado y la revolución en Cuba, diferían de las que se habían implantado en el movimiento comunista latinoamericano y mundial.
Todo esto explica los errores estratégicos que el Partido Comunista de Cuba, al igual que la mayoría de sus similares latinoamericanos, cometió en ese período, y que se concentraron sobre todo en su alianza con la dictadura de Batista a partir de 1938.
En general, y a manera de conclusión, puede afirmarse que los comunistas no estaban preparados para transformar el campo de tensiones existentes entre la revolución social y una amplia alianza nacional, entre la lucha de clases y la unidad nacional, en una estrategia política.
Notas

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  • Taller Científico “Comunismo, Socialismo y Nacionalismo en Cuba (1920-1958)”.

[1] Citado en: Nicos Poulantzas: Fascismo y dictadura, Siglo XXI Editores. México, 1974, p. 45.
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] Ídem, p. 88.
[5] Como que los responsables del secretariado eran muy inclinados a enviar informes, la correspondencia y las actas proporcionan una visión de primera mano de su modo de funcionar. Desde 1925 Codovilla secundaba la labor del Secretariado, bien desde Moscú o desde Buenos Aires. Las Tesis publicadas por el Secretariado con motivo del tercer aniversario de la muerte de Lenin (enero 1927) son un claro ejemplo de que la difusión de la política stalinista se dio en América Latina desde muy temprano. En ellas se le asignaba a Lenin la paternidad de la teoría de la construcción del socialismo en un solo país: ¨ (…) Una de las más geniales previsiones y tesis de Lenin es la de la posibilidad de edificar el socialismo en un sólo país. (…)¨, ver: RGASPI, Fondos 503-1-18, folio 7-19, aquí folio 7. Citado en: Christine Hatzky: Julio Antonio Mella. Una biografía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008.
[6] Guillermo Almeyra: ¨Comunistas revolucionarios y socialistas silvestres en América Latina¨, Ponencia para el Seminario sobre el comunismo en la Universidad Autónoma de Ciudad México, 7-11 de noviembre del 2005.
[7] El entonces secretario general del PCM, Carrillo, había partido hacia Moscú para participar en una reunión de la KOMINTERN.
[8] Citado en: Christine Hatzky. Julio Antonio Mella. Una biografía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008, p. 259.
[9] Ver: Ch. Hatzky, ob. cit., p. 269.

La revista Mundo Obrero (1930-1933) y el Buró del Caribe de la IC

La revista Mundo Obrero (1930-1933) y el Buró del Caribe de la IC

http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/763-la-revista-mundo-obrero-1930-1933-y-el-buro-del-caribe-de-la-ic

Teresa de Jesús Campos Domínguez

Resumen: El proceso de inventariar una revista cominternista como Mundo Obrero, tiene como propósito ofrecer una guía hemerográfica con cuatro entradas, que consideramos útiles para los investigadores: Autor, Título, Número y Temática. El valor de la revista como fuente de consulta se sustenta en su carácter regional y en el arco temporal que cubre los duros años de la crisis económica internacional y que potenciaron radicalizadas huelgas, insurrecciones e intentos de conformación de soviets. Para la Comintern, el Caribe incluía a las Antillas Mayores, América Central, México, Colombia y Venezuela.

Palabras clave: Mundo Obrero, Internacional Comunista, Buró del Caribe, revolución

El Buró del Caribe se constituyó el año 1930 y tenía como sede la ciudad de Nueva York, de significativa concentración de migrantes latinoamericanos y de una cantidad no desdeñable de exiliados. Mundo Obrero, es una revista de filiación ideológica cominternista, así lo refrendan sus autores y las cuestiones abordadas en sus páginas. Destacamos los artículos relacionados con la lucha proletaria en el área del Caribe y en general de toda América Latina.
Para la localización de esta revista, 4 de sus números (1, 2, 3, 18) fueron pedidos al extranjero Inglaterra a través del CISCH-Universidad Nacional Autónoma de México; la otra parte (4, 5, 7, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 22, 26) fue facilitada por el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) de la Ciudad de México, con la ayuda invaluable de su director y fundador Arnoldo Martínez Verdugo. Otra parte (núms. 6, 8, 9, 19, 10, 21, 23, 25, 27), fue localizada en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México (ENAH), cuyos ejemplares en la actualidad han desaparecido. El tráfico ilegal de este tipo de publicaciones continúa a la alza y es motivo de preocupación en todas las instituciones académicas.
El cuerpo editorial de la revista estuvo integrado por Hernán Laborde (México); Leonardo Fernández Sánchez; Rubén Martínez Villena (Cuba); Michael Gold; John Dos Passos (Estados Unidos); Gustavo Machado (Venezuela); Luis Vidales; Inés Martell (Colombia); Agustín Martí (Centroamérica). El editor original, Alberto Sánchez fue relevado por Rubén Martínez Villena a partir del número 25 (agosto-septiembre de 1933), mientras que el administrador, Walt Carmon se mantuvo al frente de sus quehaceres financieros y de distribución a lo largo de su breve existencia.
Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/763-la-revista-mundo-obrero-1930-1933-y-el-buro-del-caribe-de-la-ic – Prohibida su reproducción sin citar el origen.
Walt Carmon (1894-1968), fue un periodista y prestigiado editor comunista vinculado a los medios intelectuales de Chicago y Nueva York. En Chicago tuvo a su cargo Labor Defender a partir de 1925, vinculada al Socorro Rojo Internacional así como la distribución de Daily Worker vocero del Partido Comunista de los EEUU desde 1924. Al trasladarse a Nueva York se abocó a la edición de New Masses entre 1929 y 1932. Al desaparecer Mundo Obrero participó en la edición del periódico Luchador del Caribe (1934), versión renovada al servicio del Buró del Caribe de la IC.
Para poder introducirse a la consulta de este trabajo, se realizó la investigación por orden cronológico de los artículos aparecidos según volumen o año, mes, año y número de la revista. Todos los temas aparecen enumerados y al lado la página. Posteriormente viene ordenado según el tema, anarquismo, proletariado, etc. el año y el número de referencia. La selección se hace explícita remitiéndose al apartado anterior -índice cronológico—. A continuación aparece un índice onomástico de los autores de los artículos, cooperantes de la revista y el artículo en que puedan ser localizados.

Mundo Obrero (1930-1933)
Autor Título Número Temática
“Arrojaremos al imperialismo de la región del Caribe. ¡Hagamos de Mundo Obrero un órgano de masas! No. 1, 01-08-1931 Imperialismo
Propósitos de Mundo Obrero No. 1, 01-08-1931 En torno a Mundo Obrero
Jornada internacional contra la guerra No. 1, 01-08-1931 Guerra
Día de la lucha Anti-imperialista No. 1, 01-08-1931 Imperialismo
La labor de los socialistas en el movimiento obrero de Puerto Rico No. 1, 01-08-1931 Socialismo
La significación de la Huelga Girardot-Colombia No. 1, 01-08-1931 Huelga
Las luchas agrarias en Panamá No. 1, 01-08-1931 Campesinos
Trabajo forzado en la Isla de Trinidad No. 1, 01-08-1931 Lucha Proletaria
La desocupación y las marchas de hambre en Cuba No. 1, 01-08-1931 Lucha Proletaria
La clase obrera en las luchas revolucionarias en Puerto Cabeza No. 1, 01-08-1931 Lucha Proletaria
Cómo poner fin a la Guerra Imperialista No. 1, 01-08-1931 Imperialismo
La ley federal del trabajo y los líderes reformistas en México No. 1, 01-08-1931 Lucha Proletaria
En la Unión Soviética. Las nuevas viviendas obreras No. 1, 01-08-1931 Unión Soviética
Bajo el régimen del terror en Venezuela No. 1, 01-08-1931 Dictadura
Rompamos el terror fascista en el Caribe No. 2, 01-09-1931 Fascismo
¡Abajo el Plan Hoover! No. 2, 01-09-1931 Imperialismo
Los mineros del carbón de los Estados Unidos están señalando el camino No. 2, 01-09-1931 Lucha proletaria
Los renegados trotskistas en la Revolución Española No. 2, 01-09-1931 Trotskismo
Desenmascaremos las maniobras anti-clericales del fascista Tejeda No. 2, 01-09-1931 Realidades de América
Shan-Fei, Comunista No. 2, 01-09-1931 Biografía
La “Moratoria de las deudas” para la América Latina No. 2, 01-09-1931 Economía
El anarcosindicalismo: enemigo de la Revolución Española No. 2, 01-09-1931 Anarquismo
Las próximas elecciones en Costa Rica No. 2, 01-09-1931 Elecciones
El derrocamiento del Dictador Ibáñez No. 2, 01-09-1931 Dictadura
Correspondencia obrera y campesina No. 2, 01-09-1931 Corresponsales Obreros
Salvemos a los obreros de Alabama No. 2, 01-09-1931 Juventud proletaria
En la Unión Soviética. El seguro social para los trabajadores No. 2, 01-09-1931 Unión Soviética
De la vida en la Unión Soviética No. 3, 01-10-1931 Unión Soviética
Saludemos el 14 aniversario del poder Soviético No. 3, 01-10-1931 Lucha revolucionaria
Abajo los aplastadores del levantamiento de los Marinos Chilenos No. 3, 01-10-1931 Realidades de América
La crisis del Imperialismo Británico No. 3, 01-10-1931 Imperialismo
La traición de la oposición burguesa en Cuba No. 3, 01-10-1931 Realidades de América
Biografía de Stalin No. 3, 01-10-1931 Biografía
Los preparativos de guerra Imperialista contra la Unión Soviética No. 3, 01-10-1931 Imperialismo
Las luchas de la clase obrera en Cuba y la Unión Sindical No. 3, 01-10-1931 Lucha proletaria
La Unión Soviética ha entrado en el periodo del Sindicalismo No. 3, 01-10-1931 Socialismo
La revolución rusa y los campesinos No. 3, 01-10-1931 Campesinos
Demostraciones de desocupados en el Congreso Colombiano No. 3, 01-10-1931 Lucha proletaria
Turner se ofrece a la burguesía de Panamá para poner fin a la lucha de clases No. 3, 01-10-1931 Imperialismo
El terror blanco en los campos de Jague y Grande Cuba No. 3, 01-10-1931 Terrorismo
Las leyes soviéticas sobre la libertad de conciencias No. 3, 01-10-1931 Unión Soviética
En la Unión Soviética. 518 factorías serán terminadas este año No. 3, 01-10-1931 Unión Soviética
Lucha Final. Vesubio Rojo No. 4, 01-11-1931 Literatura
[Editorial] El Panamericanismo es el escudo de la dominación yanqui en la América Latina No. 4, 01-11-1931 Panamericanismo
[Editorial] El Gobierno Mexicano y la liga de las Naciones. No. 4, 01-11-1931 Realidades de América
[Editorial] Luchas de desocupados en Puerto Rico. No. 4, 01-11-1931 Lucha proletaria
Algunos aspectos de la vida y obra de Vladimir Ilytach Ulianov -Lenin. No. 4, 01-11-1931 Biografía
Montero, A. El terror en Santo Domingo contra el naciente Movimiento Revolucionario No. 4, 01-11-1931 Terrorismo
Gorki, Máximo El aniversario de una decisión histórica. No. 4, 01-11-1931
Los beneficios adquiridos por la clase obrera en la Revolución Rusa No. 4, 01-11-1931 Lucha proletaria
Diez días que estremecieron al mundo. No. 4, 01-11-1931 Lucha revolucionaria
El rol del Partido Comunista en la Revolución Soviética No. 4, 01-11-1931 Comunismo
Las luchas contra la desocupación en Venezuela No. 4, 01-11-1931 Lucha proletaria
Los Partidos Burgueses y las tareas de la clase obrera en Nicaragua No. 4, 01-11-1931 Imperialismo
Queremos libertad. Vesubio Rojo. No. 5, 01-12- 1931 Literatura
La participación imperialista de China y las preparaciones de Guerra contra la Unión Soviética. No. 5, 01-12- 1931 Imperialismo
El día nacional contra la desocupación en los países del caribe. No. 5, 01-12- 1931 Lucha proletaria
Que es lo que los “amigos de la Reconciliación” están haciendo en la América Latina. No. 5, 01-12- 1931 América Latina
Declaraciones de la liga anti-imperialista de los Estados Unidos y de la ANERC No. 5, 01-12- 1931 Antiimperialismo
Una víctima de la monstruosa “justicia” Capitalista Norteamericana No. 5, 01-12- 1931 Antiimperialismo
Las próximas luchas revolucionarias y las tareas de los comunistas en El Salvador No. 5, 01-12- 1931 Comunismo
Los agentes del imperialismo en Puerto Rico de Turistas en Nueva York No. 5, 01-12- 1931 Imperialismo
El aniversario de la Gran Huelga bananera en Colombia. No. 5, 01-12- 1931 Lucha proletaria
Las luchas revolucionarias en el Perú las elecciones y el papel de “APRA” No. 5, 01-12- 1931 APRA
Organicemos los obreros azucareros en Cuba. No. 5, 01-12- 1931 Lucha proletaria
Sección Educativa. Lecciones de Leninismo. (Curso de auto-educación para los obreros y grupos de Estudiantes obreros. No. 5, 01-12- 1931 Educación
La Bandera Roja. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
El golpe de Estado en el Salvador. No. 6, 01-1932 Imperialismo
La Conmemoración Lenin -Liebknecht-Luxemburgo-Mella. No. 6, 01-1932 Comunismo
La gran Marcha Nacional de Hambre hacia Washington en los Estados Unidos. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
La lucha por la hegemonía del proletariado en la Revolución Cubana No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
La Comuna de Cantón. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
Gente sin zapatos. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
Las masas trabajadoras de América Latina y la Revolución China. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
Las elecciones municipales en Colombia. No. 6, 01-1932 Política
La jornada Lenin-Liebknecht-Luxemburgo en el Caribe y la Conmemoración del Asesinato de J. A. Mella. No. 6, 01-1932 Comunismo
Luís Carlos Prestes rompe con su pasado pequeño burgués. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
De nuestros corresponsales obreros. Las luchas actuales del proletariado de Tampa. No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
DE LA UNION SOVIETICA. El rol de las estaciones de máquinas y tractores en la agricultura soviética. No. 6, 01-1932 Unión Soviética
Carta del Club Internacional de emigrados políticos. No. 6, 01-1932 Comunismo
Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto-Educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros). No. 6, 01-1932 Lucha proletaria
Construyamos para mundo obrero una verdadera y amplia circulación de masas. Organicemos grupos pro-Mundo Obrero en las fábricas, talleres, minas, haciendas, etc. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Hacia la celebración del día Internacional de la Mujer. No. 7, 02-1932 Feminismo
[Editorial] Conferencias en lugar de Revolución. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
[Editorial] Provocaciones Imperialistas de Guerra contra la Unión Soviética. No. 7, 02-1932 Unión Soviética
[Editorial] Las luchas revolucionarias de los obreros en Honduras. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Komeder, J. Un moderno capitán Blood. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Vivaldi, León La lucha contra el Terror en el Caribe. No. 7, 02-1932 Antiimperialismo
Protestemos contra el régimen fascista de Montero en Chile. No. 7, 02-1932 Fascismo
Sánchez, Alberto Las luchas de los obreros mexicanos al Norte del Río Grande. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Montero, A. La liberación de la mujer trabajadora No. 7, 02-1932 Feminismo
Simons, William Hacia la Organización del día Nacional contra la desocupación. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Ibañez Miguelez, F. De la Unión Soviética. La liberación de la Mujer en la URSS No. 7, 02-1932 Unión Soviética
Wong, W. Ch. De Nuestros Corresponsales obreros. Apoyemos la huelga de los obreros Chinos en Curazao. Luchemos contra las deportaciones de masas del imperialismo holandés. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Carta de un obrero cubano No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Castro, José Campesinos mexicanos luchan por la tierra. No. 7, 02-1932 Lucha proletaria
Moreau, A. Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto-educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros. No. 7, 02-1932 Comunismo
El Labriego. La Internacional. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
Defendamos la Revolución China. Defendamos la Unión Soviética. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
Los levantamientos de masas en El Salvador. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
El crecimiento del surgimiento revolucionario en España. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
Protestemos contra el terror en El Salvador, Guatemala y Honduras. No. 8, 03-1932 Imperialismo
La Comuna de París. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
Los Anarquistas, la Revolución Rusa y la Dictadura Proletaria. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
El Senado de los Estados Unidos investiga para los tenedores de bonos. No. 8, 03-1932 Imperialismo
La crisis en Guatemala y la lucha contra las persecuciones del gobierno. No. 8, 03-1932 Antiimperialismo
Guatemala
Contra la olimpiada de los imperialistas. La olimpiada de los obreros. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
DE LA UNIÓN SOVIÉTICA. La XVII Conferencia del Partido comunista de la U.R.S.S. y el Segundo Plan Quinquenal. No. 8, 03-1932 Unión Soviética
El Plan Quinquenal en una fábrica Soviética. No. 8, 03-1932 Unión Soviética
Lecciones de Leninismo (Curso de Auto-educación para los obreros y grupos de estudiantes obreros y grupos de estudiantes obreros). No. 8, 03-1932 Comunismo
Obreros tampeños condenados a 53 años de prisión. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
La masacre de Enero 23 en Nariño Colombia. No. 8, 03-1932 Lucha proletaria
Salvemos de la muerte a los nueve jóvenes negros de Scottsboro. No. 9, 04-1932 Lucha proletaria
Manchuria es ya una base de guerra contra la Unión soviética. No. 9, 04-1932 Imperialismo
Armas Trotskystas para la guerra antisoviética. No. 9, 04-1932 Trotskismo
La dictadura de la United Fruit Company. No. 9, 04-1932 Imperialismo
El militarismo y la juventud en el Caribe. No. 9, 04-1932 Imperialismo
Se acentúa el terror contra el movimiento revolucionario en el Caribe. No. 9, 04-1932 Imperialismo
La VIII reunión del concejo central de la Internacional Sindical Roja. No. 9, 04-1932 Comunismo
Por un Primero de Mayo militante en el Caribe. No. 9, 04-1932 Lucha proletaria
La lucha revolucionaria contra el plan Chadbourne en Cuba. No. 9, 04-1932 Lucha proletaria
Las luchas contra la Desocupación en México y Colombia. No. 9, 04-1932 Lucha proletaria
De la Unión Soviética. El segundo Plan Quinquenal. Abolición de Clases en la Unión Soviética. No. 9, 04-1932 Unión Soviética
Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto Educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros.) No. 9, 04-1932 Comunismo
Aseguremos la continuación de Mundo Obrero N0. 10, 05-1932 En torno a Mundo obrero
La lucha contra la guerra en los países del Caribe N0. 10, 05-1932 Lucha proletaria
[Editorial] Próximas luchas electorales N0. 10, 05-1932 Política electoral
[Editorial] Los P.C. en la lucha contra la ofensiva de los Exploradores. N0. 10, 05-1932 Comunismo
A los lectores y amigos de Mundo Obrero N0. 10, 05-1932 En torno a Mundo obrero
Ibañez Miguelez. F. María Pérez en viaje por la URSS visita la redacción de Mundo Obrero N0. 10, 05-1932 En torno a Mundo obrero
Por la defensa del pueblo Chino y de la Unión Soviética. A los obreros, campesinos, negros, indios, estudiantes e intelectuales revolucionarios y a todos los oprimidos de las Américas N0. 10, 05-1932 Comunismo
Paremos el linchamiento de los jóvenes negros de Scottsboro N0. 10, 05-1932 Antiimperialismo
El Imperialismo yanqui construye el Frente Anti-Soviético en América Latina N0. 10, 05-1932 Antiimperialismo
Apuntes históricos sobre el Primero de Mayo N0. 10, 05-1932 Lucha proletaria
La participación de la clase obrera en las elecciones de Nicaragua N0. 10, 05-1932 Política electoral
Aumentan los armamentos en América Latina N0. 10, 05-1932 Militarismo
El Congreso Mundial del Socorro Rojo Internacional N0. 10, 05-1932 Comunismo
Sección Educativa Lecciones de Leninismo. (Curso de Auto-Educación para los obreros y Grupos de estudiantes obreros N0. 10, 05-1932 Comunismo
Todos a la ayuda de Mundo Obrero. No. 11, 06-1932 En torno a Mundo obrero
Esta es la hora de actuar. No. 11, 06-1932 Lucha proletaria
Luchemos por la libertad de los negros de Scottsboro. No. 11, 06-1932 Antiimperialismo
Más marinos para Nicaragua. No. 11, 06-1932 Militarismo
El motín en la Marina peruana y el rol del APRA No. 11, 06-1932 APRA
La movilización de las masas y el Congreso Mundial del Socorro Rojo Internacional. No. 11, 06-1932 Comunismo
Bajo el régimen del Terror en Venezuela. No. 11, 06-1932 Imperialismo
Los juegos olímpicos son medios de preparación de la Guerra Imperialista. No. 11, 06-1932 Imperialismo
Apoyemos el Mitín Atlético Internacional Obrero de Chicago. No. 11, 06-1932 Lucha proletaria
La Campaña Electoral de Bloque Obrero y Campesinos de México. No. 11, 06-1932 Política electoral
Machado concentra el Terror contra la clase obrera y sus organizaciones. No. 11, 06-1932 Imperialismo
Carta de los prisioneros de Tampa. No. 11, 06-1932 Lucha proletaria
De la Unión Soviética. Impresiones. No. 11, 06-1932 Unión Soviética
El deporte en la Unión Soviética. No. 11, 06-1932 Unión Soviética
La política económica del Poder Soviético en China. No. 11, 06-1932 Unión Soviética
Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto Educación para los grupos de Estudiantes Obreros). No. 11, 06-1932 Comunismo
Nuestro primer aniversario. Hemos completado un año en la brecha No. 12, 07-1932 En torno a Mundo obrero
A través del aumento de la Lucha diaria debemos preparar el Día Internacional Contra la Guerra. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
[Editorial] El surgimiento de Huelgas de los obreros y luchas de los campesinos en los países del Caribe. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Recientes acontecimientos en Chile. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Campo, Juan del Las masas campesinas de México en la lucha. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Montero, A. Levantamientos armados en Cuba y las tareas de la clase obrera y su partido. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Palacios, R. Por la lucha revolucionaria independiente del proletariado de Costa Rica. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Ibañez Migueles, F. Apoyemos la campaña a favor de las víctimas de Shangai. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Rojas, L. Por la conquista de obreros coloniales y semicoloniales en EU No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Pascual, L. F. El Primero de Mayo en el Caribe. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Dávila, Pío Las recientes luchas locales de los indios y campesinos en Colombia. No. 12, 07-1932 Lucha proletaria
Mayen, R. Salvemos a El Martillo No. 12, 07-1932 Comunismo
Castro Hernández Continúa el terror contra los obreros y campesinos de Honduras. No. 12, 07-1932 Imperialismo
Moreau, A. Sección Educativa (Curso de Auto-Educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros). No. 12, 07-1932 Comunismo
A los obreros de Tampa. Corrido histórico por Concha Michell. No. 13, 08-1932 Lucha proletaria
Luchemos contra el hambre, el Terror y la Guerra. No. 13, 08-1932 Antiimperialismo
Líderes de la Segunda Internacional tratan de desorganiza el Congreso contra la Guerra. No. 13, 08-1932 Comunismo
Terror social y Demagogia en México. No. 13, 08-1932 Imperialismo
Construyamos el movimiento de los Pioneros Rojos en el Caribe. No. 13, 08-1932 Lucha proletaria
El 35 Congreso Eucarístico y la lucha anti-religiosa. No. 13, 08-1932 Lucha proletaria
Recordemos el asesinato de Sacco y Vanzetti. No. 13, 08-1932 Lucha proletaria
La preparación del Congreso mundial del S.R.I., en los países del Caribe No. 13, 08-1932 Comunismo
Agosto 23 Día Anti-imperialista en la América del Sur y el Caribe. No. 13, 08-1932 Comunismo
La Campaña Electoral del P:C: de los E:U. No. 13, 08-1932 Comunismo
Luchemos por la libertad de los negros de Scottsboro. No. 13, 08-1932 Antiimperialismo
De la Unión Soviética Entrevista concedida por nuestro camarada Stalin escritor alemán Emil Ludwig. No. 13, 08-1932 Unión Soviética
Sección Educativa. Lecciones de Leninismo. (Curso de auto-Educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros). No. 13, 08-1932 Comunismo
En el corazón del Asia. No. 13, 08-1932 Asia
La Revolución de Octubre. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
El Imperialismo japonés extiende su frontera de guerra. No. 14, 09-1932 Imperialismo
Crece el ascenso revolucionario en Alemania. No. 14, 09-1932 Alemania
Abajo la guerra imperialista entre Bolivia y Paraguay. No. 14, 09-1932 Imperialismo
Preparémonos para la celebración del XV aniversario de la Revolución de Octubre. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
La Unión Soviética Baluarte de Paz. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
La huelga de inquilinos en Panamá. No. 14, 09-1932 Lucha proletaria
El Partido Bolchevique y la Revolución de Octubre. Lecciones para el movimiento revolucionario de los países del Caribe. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
La Revolución de Octubre como la salida de la crisis y de la Guerra. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
Los beneficios adquiridos por los niños con la Revolución de Octubre. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
La Marcha de los veteranos a Washington. No. 14, 09-1932 Antiimperialismo
La Revolución de Octubre y las masas campesinas. No. 14, 09-1932 Unión Soviética
Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto-Educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros. No. 14, 09-1932 Comunismo
Episodios Históricos de la Revolución. No. 14, 09-1932 Lucha proletaria
Hijo del Pueblo No. 15, 10- 1932 Comunismo
Soy comunista No. 15, 10- 1932 Comunismo
Conflictos de guerra imperialista en América Latina. No. 15, 10- 1932 Imperialismo
[Editorial] Octubre 10 Día Internacional Scottsboro-Mooney. No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
[Editorial] Apoyemos la Semana Infantil Internacional de Lucha contra el Hambre y la Miseria. No. 15, 10- 1932 Antiimperialismo
Coloma, Pedro A. El Rol de Lenin y Stalin en la Revolución de Octubre. No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
Ortiz, Luis Los Imperialistas, instigadores de la Guerra entre Bolivia y Paraguay No. 15, 10- 1932 Imperialismo
Montero, A. Quince años de intervenciones y sabotaje de los imperialistas contra la U:R:S:S No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
Flores, Ana La Revolución de Octubre Libertó las Naciones oprimidas por la Rusia zarista No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
Palacios, R. Hacia una sociedad sin clase en la Unión Soviética. No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
Dávila, Pío La Juventud en la Unión Soviética y la Revolución de Octubre. No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
Ibañez Migueles, F. Las Marchas de Hambre en México. No. 15, 10- 1932 Lucha proletaria
Moreau, A. Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto-Educación para los obreros y grupos de Estudiantes Obreros). No. 15, 10- 1932 Comunismo
Episodios Históricos de la Revolución. No. 15, 10- 1932 Unión Soviética
R.J.L. Versos al taller No. 16, 11-1932 Comunismo
R.J.L. A martillazos No. 16, 11-1932 Comunismo
Lenin El primer discurso de Lenin después de la Revolución No. 16, 11-1932 Unión Soviética
[Editorial] La Comisión Lytton: Un paso más hacia el desmembramiento de China No. 16, 11-1932 Imperialismo
[Editorial] Las crecientes luchas de las masas chilenas No. 16, 11-1932 Lucha proletaria
Sánchez, Alberto E. El Congreso Mundial del Socorro Rojo Internacional. Su importancia para el movimiento Revolucionario de los países del Caribe No. 16, 11-1932 Comunismo
Marcel., J. El Partido Comunista de Cuba y las Elecciones No. 16, 11-1932 Comunismo
Montero, A. Los sindicatos de la Unión Soviética en la Construcción del socialismo No. 16, 11-1932 Unión Soviética
Flores, Ana El Ejército Rojo y la Revolución de Octubre No. 16, 11-1932 Unión Soviética
Dávila, Pío El actual conflicto de guerra Imperialista entre Bolivia y Paraguay. Rivalidades Agudizadas entre el imperialismo yanqui y el Británico en los países de América del Sur y del Caribe No. 16, 11-1932 Imperialismo
La emancipación de una mujer en la URSS No. 16, 11-1932 Unión Soviética
Bolter, Enrique Nuevos arrestos en Guatemala No. 16, 11-1932 Imperialismo
Simons, William El Congreso Mundial contra la guerra No. 16, 11-1932 Comunismo
Gorki, Máximo Días con Lenin No. 16, 11-1932 Unión Soviética
Moreau, A. Sección Educativa. Lecciones de Leninismo (Curso de Auto-Educación para los obreros y grupos de estudiantes obreros) No. 16, 11-1932 Comunismo
Grupo de Deportados Revolucionarios de las Islas Marías Carta del Grupo de Deportados Revolucionarios de las Islas Marías al Congreso Mundial del SRI No. 17, 12-1932 Antiimperialismo
El XII Pleno de la Internacional Comunista No. 17, 12-1932 Comunismo
[Editorial] Continuemos por la libertad de los negros de Scottsboro No. 17, 12-1932 Antiimperialismo
La jornada Lenin-Liebknecht-Luxemburgo No. 17, 12-1932 Unión Soviética
Leiva, Pierre Haití. La situación actual y las luchas de las masas No. 17, 12-1932 Lucha proletaria
Coloma, Pedro A. Las Elecciones en Cuba, Nicaragua y Honduras No. 17, 12-1932 Política electoral
Davila, Pío El aniversario de la Huelga y Matanza de obreros Bananeros en Colombia No. 17, 12-1932 Lucha proletaria
Fernández, E. Movilicemos las Masas para ganar la Huelga de Inquilinos en Panamá No. 17, 12-1932 Lucha proletaria
Castellanos, L. El próximo Congreso Latinoamericano contra la guerra No. 17, 12-1932 Comunismo
Palacios, R. La campaña Lenin-Liebknecht-Luxemburgo en el Caribe No. 17, 12-1932 Comunismo
Ortiz, Luis Jim Nine. Un comunista militante No. 17, 12-1932 Comunismo
Moreau, A. Sección Educativa Lecciones de Leninismo (Curso de auto-Educación para los obreros y grupos de estudiantes obreros) No. 17, 12-1932 Comunismo
Hacia las luchas revolucionarias de masas bajo la Bandera del Leninismo. No. 18, 01-1933 Comunismo
Se intensifican los preparativos de guerra Imperialista. No. 18, 01-1933 Antiimperialismo
La Próxima reunión del Consejo General de la Confederación Sindical Latino Americana. No. 18, 01-1933 Comunismo
¿Qué puede esperar la América Latina de las últimas elecciones en los Estados Unidos? No. 18, 01-1933 Antiimperialismo
El movimiento revolucionario en Colombia. Frente a la Guerra. No. 18, 01-1933 Antiimperialismo
La próxima zafra en Cuba y los obreros azucareros. No. 18, 01-1933 Lucha proletaria
Movilicemos las masas para el Congreso Antiguerrero Latino Americano No. 18, 01-1933 Comunismo
La expulsión de los 4 ex líderes del Partido Comunista español y sus enseñanzas. No. 18, 01-1933 Lucha proletaria
Se prepara otro Chaco- Boreal en la Frontera Colombo- venezolana. No. 18, 01-1933 Lucha proletaria
La lucha revolucionaria en las Islas Filipinas. No. 18, 01-1933 Lucha proletaria
El Aniversario del levantamiento en El Salvador. No. 18, 01-1933 Lucha proletaria
Sección Educativa. La Concepción Leninista de la Nación. No. 18, 01-1933 Comunismo
El Peonaje de los Mexicanos en los Estados Unidos. No. 18, 01-1933 Lucha proletaria
Comité Mundial de la lucha contra la guerra Imperialista ¡A los pueblos de la América Latina! (Llamamiento del Comité Mundial de Lucha contra la Guerra Imperialista) No. 19, 02-1933 Antiimperialismo
Se precipitan hacia la Guerra Imperialista No. 19, 02-1933 Antiimperialismo
[Editorial] ¿Qué se oculta tras las denunciaciones del pacto de los cinco países centroamericanos? No. 19, 02-1933 Imperialismo
Hitler a la Cabeza de la Dictadura Fascista No. 19, 02-1933 Fascismo
Coloma, Pedro A. El Congreso Estudiantil Anti-guerrero de Chicago No. 19, 02-1933 Comunismo
Sánchez, Alberto El Congreso Mundial del SRI y las secciones de los países del Caribe No. 19, 02-1933 Comunismo
Hernández Rodríguez, Guillermo La lucha Inter-Imperialista a través del conflicto Colombo- Peruano No. 19, 02-1933 Imperialismo
Ruiz Valdés La última revuelta en Honduras No. 19, 02-1933 Honduras
Palacios, R. 1871–En Conmemoración del 62° aniversario de la Comuna de París–1933 No. 19, 02-1933 Lucha proletaria
Martell, Inés El Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Su celebración en los países del Caribe No. 19, 02-1933 Feminismo
Ibañez Miguelez, F. Las Masas en Cuba en la lucha contra el Hambre y el Terror No. 19, 02-1933 Lucha proletaria
León, Felipe Luchas huelguísticas en Colombia No. 19, 02-1933 Lucha proletaria
De la Unión Soviética. La Producción Soviética en 1932 ha aumentado en un 334 por 100 sobre la de ante- guerras. La de Estados Unidos ha decaído en un 84 por ciento No. 19, 02-1933 Unión Soviética
De nuestros corresponsales obreros. La policía de Vázquez-Vela Tejeda y las fuerzas federales atropellan los delegados de la marcha de hambre en Orizaba No. 19, 02-1933 Lucha proletaria
¡Obreros de la región del Caribe: Todos a la ayuda de Mundo Obrero! No. 20-21, 03/04-1933 En torno a Mundo obrero
Apoyemos a la clase obrera alemana en la lucha contra la sangrienta dictadura fascista No. 20-21, 03/04-1933 Lucha proletaria
[Editorial] La crisis bancaria en los Estados Unidos No. 20-21, 03/04-1933 Imperialismo
[Editorial] Por una movilización el Primero de Mayo No. 20-21, 03/04-1933 Lucha proletaria
[Editorial] Intensifiquemos la lucha por la libertad de los negros de Scottsboro No. 20-21, 03/04-1933 Antiimperialismo
Un nuevo juicio para Tom Mooney No. 20-21, 03/04-1933 Imperialismo
Engels Discurso de Engels sobre la tumba de Carlos Marx No. 20-21, 03/04-1933 Marxismo
Imar, Elisa Rasgos biográficos de Carlos Marx No. 20-21, 03/04-1933 Marxismo
Sánchez, Alberto E. La política de hambre del imperialismo yanqui en Puerto Rico No. 20-21, 03/04-1933 Imperialismo
Heredia, Gerardo Algunos aspectos de la lucha contra la guerra en los países del Caribe No. 20-21, 03/04-1933 Antiimperialismo
Ramírez, Jorge Hacia la jornada del Primero de Mayo en los países del Caribe. No. 20-21, 03/04-1933 Comunismo
Martínez Villena, R. Qué significa la transformación del ABC y cuál es el propósito de esta maniobra No. 20-21, 03/04-1933 Imperialismo
Pascual, Luis, F. Sección juvenil. Hacia la Espartaquiada Mundial en Moscú, URSS No. 20-21, 03/04-1933 Unión Soviética
Llanes, Armanda El movimiento revolucionario entre los niños de Cuba No. 20-21, 03/04-1933 Antiimperialismo
Dávila, Pío La traición de Sandino a la lucha anti-imperialista. No. 20-21, 03/04-1933 Antiimperialismo
Brandao, Octavio De la Unión Soviética. En la Usina de automóviles de Moscú. No. 20-21, 03/04-1933 Unión Soviética
Huelgas de Masas en las centrales azucareras de Cuba. No. 20-21, 03/04-1933 Lucha proletaria
Solo la ayuda de los obreros puede ayudarnos a perfeccionar nuestra revista. No. 22, 05-1933 En torno a Mundo obrero
La lucha anglo-yanqui en el conflicto Colombo- Peruano. No. 22, 05-1933 Imperialismo
[Editorial] De bombardeador de Veracruz a Embajador en México No. 22, 05-1933 Imperialismo
[Editorial] El Congreso de la Federación Iberoamericana de Estudiantes No. 22, 05-1933 Comunismo
[Editorial] La lucha por la libertad de los negros de Scottsboro No. 22, 05-1933 Antiimperialismo
Martínez Villena, R. Las contradicciones Internas del Imperialismo yanqui en Cuba y el alza del Movimiento Revolucionario No. 22, 05-1933 Imperialismo
Sánchez, Alberto E. Apuntes sobre los proyectos de programa del Partido Comunista de Puerto Rico No. 22, 05-1933 Comunismo
Palacios, R. Por un frente único contra el Fascismo No. 22, 05-1933 Fascismo
León, Felipe La labor del Congreso Anti-guerrero Latino Americano No. 22, 05-1933 Comunismo
Ruiz Valdez Se agudizan la crisis y el terror en Honduras No. 22, 05-1933 Imperialismo
Leyva, Pierre El Primer Proceso Comunista en Haití y la provocación del Servicio Secreto yanqui No. 22, 05-1933 Comunismo
El frente único y los intereses vitales de las masas trabajadoras en México. (Discurso pronunciado por el delegado del Partido Comunista de México ante la Conferencia Nacional del Frente Único convocado por la CSUM) No. 22, 05-1933 Lucha proletaria
Geiser, Karl Sección Juvenil. El Congreso contra la guerra. No. 22, 05-1933 Comunismo
Ortiz, Luis De la Unión Soviética. El juicio de los saboteadores en Moscú, revela las intrigas y preparativos de guerra de los imperialistas. No. 22, 05-1933 Unión Soviética
Los nuevos contratos colectivos para 1933. No. 22, 05-1933 Lucha proletaria
¿Qué estaremos haciendo a favor de la circulación y sostenimiento de Mundo Obrero? No. 23, 06-1933 En torno a Mundo obrero
[Editorial] Summers Welles, emisario de Wall Street Cuba. No. 23, 06-1933 Imperialismo
[Editorial] El cuervo se adorna con las plumas de pavo real , pero no deja de ser cuervo No. 23, 06-1933 Imperialismo
[Editorial] La URSS, una vez más se declara la paz. No. 23, 06-1933 Unión Soviética
Pascual, Luis F. Hitler en la arena política de relaciones internacionales y la lucha contra el fascismo. No. 23, 06-1933 Fascismo
Imar, Elisa El año veinticinco de la dictadura de Juan Vicente Gómez. No. 23, 06-1933 Dictadura
Sánchez, Alberto E. El Partido Socialista de Puerto Rico y el Imperialismo Yanqui. No. 23, 06-1933 Comunismo
Erderberg, Oscar China arde en el fuego inextinguible de la lucha. Introducción Cuentos de la China Moderna No. 23, 06-1933 Comunismo
Coloma, Pedro A. Panamá: Centro de preparativos para la guerra Imperialista No. 23, 06-1933 Imperialismo
Impidamos que Machado y el Imperialismo yanqui. Asesinen los dirigentes comunistas César Villar, Joaquín Ordoqui y Jorge A. Vivó. (Correspondencia de Cuba). No. 23, 06-1933 Antiimperialismo
Deportaciones en masa de trabajadores mexicanos de los Estados Unidos. No. 23, 06-1933 Imperialismo
La lucha contra los impuestos de Guerra en Colombia N.N. No. 23, 06-1933 Imperialismo
Nuevas Victorias del ejército Rojo Chino. No. 23, 06-1933 Comunismo
Sección Juvenil. Los jóvenes obreros en la Conferencia de Frente Único de la CSUM. No. 23, 06-1933 Comunismo
La juventud inquilina de Panamá continúa su lucha. No. 23, 06-1933 Lucha proletaria
De la Unión Soviética. La enseñanza Técnica de los Obreros. No. 23, 06-1933 Unión Soviética
“El Koljos nos ha librado de la opresión y del yugo Kulak”. No. 23, 06-1933 Comunismo
Zetkin, Clara Llamamiento de Clara Zetkin para la semana Internacional del Socorro Rojo Internacional. No. 24, 07-1933 Comunismo
La intensificación del terror en los países del Caribe. No. 24, 07-1933 Imperialismo
[Editorial] La Conferencia Económica Mundial No. 24, 07-1933 Imperialismo
[Editorial] En memoria de la Camarada Clara Zetkin No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
Lenin El socialismo y la guerra No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
Zucker, Dora Apuntes sobre el Congreso de la Confederación Ibero americana de Estudiantes. No. 24, 07-1933 Comunismo
El Duque Plato del día. No. 24, 07-1933
Ibañez Miguelez, F. La jornada del Primero de Mayo en la región del Caribe. No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
Leiva, Pierre Agosto 1º. Jornada contra la Guerra y por la defensa de la URSS No. 24, 07-1933 Unión Soviética
González, Pedro El llamamiento de la IMOP a los obreros proletarios del Caribe No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
Sánchez, Alberto E. El Partido Socialista de Puerto Rico y el Imperialismo Yanqui No. 24, 07-1933 Comunismo
¡Alerta contra los agentes policíacos! No. 24, 07-1933 Imperialismo
López, Octavio El petróleo y las rivalidades imperialistas en Venezuela No. 24, 07-1933 Imperialismo
Diego Rivera y los millonarios yanquis No. 24, 07-1933 Imperialismo
J.M.F. Sección Juvenil. La militarización y la juventud trabajadora de México No. 24, 07-1933 Comunismo
Nevares Pueblos Emancipados No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
Campo, C. del La agravación de la situación en Honduras No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
De nuestros corresponsales obreros. Las condiciones de vida de los obreros en las centrales “Céspedes” y “Estrellas”, en la provincia de Camagüey, Cuba No. 24, 07-1933 Lucha proletaria
[Editorial] Salvemos el segundo aniversario de Mundo Obrero No. 25, 08/09-1933 En torno a Mundo obrero
Comité Central del Partido Comunista de Cuba Manifiesto No. 25, 08/09-1933 Comunismo
¡Adelante!! Hacia el XIX Día Internacional de la Juventud. No. 25, 08/09-1933 Comunismo
El caso de Scottsboro, símbolo contra la lucha, contra la opresión nacional No. 25, 08/09-1933 Imperialismo
Michelena, Alberto El 23 de Agosto, Día de lucha contra el Imperialismo y la Reacción No. 25, 08/09-1933 Antiimperialismo
Serrano, Pedro La lucha por los mercados en América del Sur y el Caribe. No. 25, 08/09-1933 Lucha proletaria
El peligro de Guerra entre Perú y Colombia subsiste. No. 25, 08/09-1933 Imperialismo
Manifiesto del Partido Comunista de Cuba a los soldados marinos. No. 25, 08/09-1933 Comunismo
El empuje revolucionario de las masas termina con la dictadura machadista. No. 25, 08/09-1933 Antiimperialismo
Costa Rica entra en la arena de las luchas revolucionarias. No. 25, 08/09-1933 Lucha proletaria
Lombardo Toledano, Reformista de “Izquierda” y falsificador del marxismo. No. 25, 08/09-1933 Comunismo
Dos años de Guerra Imperialista en el extremo Oriente. No. 25, 08/09-1933 Imperialismo
Cada lector; subscriptor y agente debe cooperar en arraigar el periódico entre las masas y ampliar su circulación. No. 26, 10/11- 1933 En torno a Mundo obrero
[Editorial] Nubarrones en el horizonte de la Conferencia Pan- Americana. No. 26, 10/11- 1933 Comunismo
[Editorial] Ante el octavo aniversario de la huelga inquilinaria de Panamá. No. 26, 10/11- 1933 Lucha proletaria
Saludo del Partido Comunista de Cuba al Congreso Anti-guerrero de E.U. No. 26, 10/11- 1933 Comunismo
Nevares, J. El buitre azul en Puerto Rico y las crecientes luchas huelguísticas. No. 26, 10/11- 1933 Lucha proletaria
Michelena, Alberto 30 años de vida del Partido Bolchevique Ruso. No. 26, 10/11- 1933 Unión Soviética
K., A. El Congreso Mundial de la Juventud Combatiente. No. 26, 10/11- 1933 Comunismo
Las elecciones municipales en Colombia. No. 26, 10/11- 1933 Política electoral
Ortiz, Luis El XVI aniversario de la Revolución de Octubre. No. 26, 10/11- 1933 Unión Soviética
Viamonte, Eduardo La Revolución Cubana en marcha. No. 26, 10/11- 1933 Revolución cubana
Torero A., Eugenia Nuestras vidas (cuento) No. 26, 10/11- 1933 Revolución cubana
¡Aumentemos el apoyo y la solidaridad al movimiento revolucionario de Cuba! No. 26, 10/11- 1933 Revolución cubana
Laborde, Hernán Lombardo Toledano. Reformista de “Izquierda” y falsificador del marxismo No. 26, 10/11- 1933 Comunismo
Campo, Juan del Las luchas campesinas en la región Norte de Veracruz. No. 26, 10/11- 1933 Lucha proletaria
C.C. del P.C.A. ¡Arranquemos de las garras de los asesinos fascistas a nuestros heroicos camaradas! ¡Movilicemos a las masas laboristas del Caribe en su defensa! No. 26, 10/11- 1933 Comunismo
Delegación anti-imperialista de Estados Unidos en Cuba. No. 27, 12-1933 Antiimperialismo
[Editorial] Notas Editoriales. No. 27, 12-1933
Ortiz, Luis 25 años del régimen de Terror y hambre de Gómez en Venezuela. No. 27, 12-1933 Imperialismo
Comité Central del Partido Comunista de Cuba Opongamos el internacionalismo revolucionario al Pan-americanismo No. 27, 12-1933 Antiimperialismo
Asamblea Nacional Constituyente del Uruguay ¡Abajo la Conferencia Pan Americana! No. 27, 12-1933 Antiimperialismo
Medina, Hugo El terror de Grau San Martín- Batista en Cuba. No. 27, 12-1933 Revolución cubana
Vivaldi, León La comuna de Cantón. No. 27, 12-1933 Comunismo
¡En la picota! No. 27, 12-1933 Comunismo
Palacios, R. Hacia dónde va cuba. No. 27, 12-1933 Revolución cubana
Saludo de Henri Barbusse al Congreso Juvenil de México Contra la Guerra. No. 27, 12-1933 Comunismo
Rojas, L. 15 años de vida en loso Komsomolsk. No. 27, 12-1933 Unión Soviética
Lenin Marxismo y alzamiento. No. 27, 12-1933 Marxismo
Gómez encarcela a periodistas venezolanos que publican noticias sobre la revolución cubana. No. 27, 12-1933 Revolución cubana
Bolter, Enrique El reconocimiento de la Unión Soviética por los Estados Unidos. No. 27, 12-1933 Unión Soviética
Bolter, Enrique ¡Los procesados de Scottsboro en inminente peligro de muerte! No. 27, 12-1933 Imperialismo
Katayama, Sen Nuestros muertos. Sen Katayama. No. 27, 12-1933 Obituario
Otero Silva, Miguel La rotonda No. 27, 12-1933 Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/763-la-revista-mundo-obrero-1930-1933-y-el-buro-del-caribe-de-la-ic – Prohibida su reproducción sin citar el origen.

Índice onomástico de Mundo Obrero (año y número)

A.
Adams, Marina. 1932: 8; Adler, Frederick. 1932: 13; Alegría, Manuel. 1932: 7; 8; Aiexandrovna, María. 1931: 4; Alonso, Rafael. 1931: 1; Alonso, Sandalio. 1931: 1; Altamirano, Casimiro. 1933: 23; Altamirano, Juan. 1933: 20-21; Álvarez, del Vallo. 1933: 25; Álvarez, Gabriel E. 1932: 7; Álvarez, Perfecto. 1932: 8; Ameglio, Pedro. 1931: 1; Anderson Nexoe, Martín. 1932: 16; Andino, E. 1931: 4; 1933: 1; Andino Oscar. 1932: 7; Andrade Carlos. 1931: 1; Aragón Domingo. 1932: 6; Araujo, Arturo. 1932: 6; Argucia, José María. 1933: 24; Argüello Bolaños, Horacio. 1932: 10; Arias, Francisco. 1931: 1; Armegnac, Quinidio. 1933: 27; Ascencio, Marcelo. 1932: 12; Axelrod, Paul. 1931: 4; Ayala, Daniel. 1931: 2

B.
Babushkin. 1931: 4; Baccine, Julio. 1933: 27; Bach, Federico. 1933: 25; Bailey Forrest. 1933: 18; Baliño, Carlos. 1932: 6; Ballesta, Esteban. 1931: 3; Banegas, Juan. 1932: 12; Baquero, Rafael. 1933: 27; Barbuse, Henri. 1932: 13; 1933: 26, 27; Barcelo, Antonio. 1931: 5; 1932: 11; Bard, Phil. 1931: 4; Bautista Grageda, Manuel. 1932: 9; Bautista Pérez, Juan. 1931: 1; Becquer, J. 1932: 12; Belt, Catharine. 1933: 22; Benitez, Gregorio. 1932: 12; Berenguer B. Dámaso. 1931: 2; Billings Warren, K. 1931: 5; Blanc, Luis. 1931: 1; Blanco, Bernardo. 1933: 19; Blanco y Contreras, Manuel. 1932: 12; Bolter, Enrique. 1933: 27; Bonaparte, Luis. 1933: 19; 20-21; Brandao, Octavio. 1933: 20-21; Brandshaw, Thomas. 1931: 5; Browder, Earl. Brown, Willie. 1932: 6; 1933: 19; Brown Willie. 1932: 14; Bucovich, Juan. 1932: 15; Buchner, J. 1933: 24; Burdolou, M. 1933: 23.

C.
Cabrera, Ramón. 1931: 3; Cachín, Marcel. 1933: 16; Calderán, Rafael. 1931: 2; Calix Herrera. 1932: 12; Calix Matute, Felipe. 1933: 19; Calles, Plutarco E. 1931: 2; 1932: 10, 11; 1933: 25; Campos Albizu. 1933: 24; Campos, Miguel Angel. 1932: 16; Cano, José de Jesús. 1931: 2; Cañas, Fernando. 1932: 12; Carbonell, Luis J. 1931: 3; Cardoza, Wm. 1932: 16; Carmon, Walt. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; 11; 12;13; 14; 15; 16; 17; 1933: 18; 20-2; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Casauranc Puig. 1933: 25; Castaño, Pedro. 1931: 3; Castellanos, L. 1932: 17; Castellán, Armando. 1932: 7; Castilla, Lizandro. 1932: 12; Castrillón, Alberto. 1931: 5; Castro Hernández. 1932: 12; Castro, José. 1931: 3 (36); 4; 1932: 7; Celis, Máximo. 1931: 3; Chacón, Jacinto. 1932: 14; Chadbourne, Thomas. 1931: 5; Chamlee, George W. 1932: 9; Charsky, Lunat. 1931: 4; Chiang Kai-Shek. 1932: 6; Chinguichon, Juan Luis. 1932: 9; Ching Wei Wang. 1932: 6; Choy Yu Lim. 1932: 7; Choy Ye Sem. 1932: 7; Chua-Gen. 1932: 6; Chuan-Fang Sun. 1932: 6; Close, Upton. 1933: 19; Cohen, Fania M. 1933: 18; Coloma A. Pedro. 1933: 19; 23; Conde, Alfredo. 1933: 19; Cordies, Emilio. 1933: 27; Cortés Vargas. 1931: 5; Costa, Miguel. 1932: 6; Creag, Enrique. 1933: 27; Cruz, Pedro Manuel. 1931: 2; Cumes, Antonio. 1932; 9; Cunha, Ed. 1931: 5;

D.
Daniels, Josephus. 1933: 2; Dávila, José María. 1932: 10; Dávila, Pío. 1932: 9; 11; 1933: 18; 20-21; 23; Delano Roosevelt, Franklin. 1931: 1; 1933: 18; De la Selva, Salomón. 1933: 20-21; Del Campo, Juan. 1932: 12; 1933: 26; Del Final, Alberto. 1932: 9; Del Prado, Félix. 1931: 5; Deprez, Marc. 1933: 20-21; Díaz, Juan. 1931: 1; 1932: 12; Díaz, Raúl. 1932: 7; Díaz Verson, Salvador. 1932: 16: Diéguez Castellanos. 1933: 27; Dos Pasos, John. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 17; 1933: 18; 19; 20-21; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Dunn, Robert. 1932: 8; Dwight, W. Wilson. 1931: 4.

E.
Engels, Federico. 1931: 5; 1933: 19; 20-21; Erderberg, Oscar. 1933: 23; Estrada, Heliodoro. 1932: 9; Estrada, José Manuel. 1931: 3; 1932: 7.

F.
Faerion, Francisco. 1931: 2; Fauriel, Oscanio. 1933: 27; Fernández, Crescencio. 1932: 17; Fernández, E. 1932: 17; Fernández Sánchez, Leonardo. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; Fernández Torrac, Francisco. 1933: 27; Ferragut, J. 1932: 8; Fiz, Epifanio. 1931: 1; Flores, Ana. 1932: 15; Flores Córdova, Raúl. 1931: 5; Ford, James W. 1932: 13; Fors, Alfonso. 1932: 12; Foster, William Z. 1932: 5; Frank, Luis. 1932: 8; Frausto, Juan. 1932: 17.

G.
Gales, Luis. 1933: 23; Gamio, Manuel. 1933: 23; Gannes, Henri. 1933: 27; García, Andrés. 1932: 12; García Lobos, José. 1932: 17; García, Miguel A. 1931: 3; García Monje, Joaquín. 1932: 7; García, Sebastián. 1933: 23; Gebel, Natan. 1932: 17; Geiser, Karl. 1933: 19; Gellert, Hugo. 1933: 23; Girón, Antonio. 1933: 19; Gold. Michael. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; 11; 12; 13; 14; 15; 16; 17; 1933: 18; 19; 20-21; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Gómez, Cándido. 1932: 17; Gómez, Eugenio. 1933: 27; Gómez, Joaquín. 1931: 3; Gómez, Juan Vicente. 1931: 1; 11; 1933: 20-21; 23; 27; Gómez, Rogelio. 1931: 1; Gómez, R. 1931: 2; González, Gonzalo. 1932: 7; González, Manuel. 1932: 12; González, Pedro. 1933: 24; Gordon, Russell. 1933: 25; Gorki, Máximo. 1931: 4; Granados, Arturo. 1932: 12; Granela, Paz. 1931: 1; Grau, San Martín. 1933: 27; Gropper, William. 1931: 5; Grullón, J. D. 1933: 22; Guggenheim, Clarence.1932: 11; Gutiérrez, Antonio. 1932: 17; Gutierrez, Viriato. 1931: 5.

H.
Hamilton, Salvy. 1933: 18; Hauser, Raymond. 1932: 16; Haya de la Torre. 1931: 5; 1932: 11; Henderson, Donald. 1933: 19; Heredia, Gerardo. 1933: 20-21; Herdon, Angelo. 1933: 25; Hernández, Enrique 1932: 6; Hernández Rodríguez, G. 1932: 6; 1933: 19; Hernández William. 1931: 2; Henríquez, Manuel. 1932: 12; Herrera Angeles, Manuel. 1933: 19; Herrera, Silvio. 1932: 8; Hevia, Aurelio. 1932: 12; Hitler, Adolfo. 1933: 19; 23; 25; Hoover Clark, Herbert. 1931: 1; 2; Holton, James E. 1933: 25; Hoyle, James H. 1931: 5; Hsiang-Chung. 1932: 6; Hughes, Langston. 1932 6; Huiza, Porfirio. 1932: 12; Hurley, Pat. 1932: 11.

I.
Ibáñez, Carlos. 1931: 2; Ibáñez Miguelez, F. 1931; 5; 1932: 7; 8; 9; 10; 11; 12; 1933: 18; 19; Ibarra Angel. 1932: 17; Ibarra, Roberto. 1932: 17; Iglesias, Santiago. 1931: 5; Imar Elisa. 1933: 20-21; 23.

J.
Jiménez, Carlos Maria. 1931; 2; Jiménez Oreámuno. 1932: 2; Jiménez, Ricardo. 1931: 2; Jiménez, Rémulo. 1932: 17; Johnhassen, Anton. 1931: 5; Johnes, Orphan. 1932: 13; Junco, Sandalio. 1933: 23.

K.
Kahattawai, José. 1932: 11; Kamanev. 1931: 4; Katayama, Sen. 1933: 27; Kelso, Byrd. 1931: 5; Kerensky. 1931: 4; Kolontai. 1931: 4; Komfeder, J. 1932: 7; Kropotkin, Pedro. 1931: 1; Kunitz, Joshua. 1933: 13.

L.
Laborde, Hernán. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 9; 10; 11; 12; 13; 14; 15; 16; 17; 1933: 18; 19; 20-21; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Lao-Tse Tun. 1933: 23; Lavigne, Angel Luis. 1933: 19; Lay, Julius C. 1933: 19; Lazarraga, José. 1933: 27; Ledesma, Juan. 1932: 17; Lee, Yuel. 1932: 13; Leguía, Augusto. 1931: 5; 1932: 8; 11; Leiva, Pierre. 1932: 17; 1933: 22; 24; Lenin. V. I. 1931: 4; 5; 1932: 6; 8; 1933: 27; León Castillo, José. 1932: 9; León, Felipe. 1933: 18; 19; Levonsky, Charles J. 1932: 10; Liebknecht, Carlos. 1932: 6; Ligoria, Pablo. 1932: 9; Limón, Porfirio. 1932: 17; Linares, José. 1933: 25; Litinov, Máximo M. 1933: 27; Llanes, Armando. 1933: 20-21; Loettke, Augusto. 1933: 25; Lombardo Toledano, Vicente. 1933: 19; 25; 26; López, Octavio. 1932: 11; López, Pedro. 1933: 27; Lorente, Sebastián. 1931: 5; Losovski, A. 1932: 9; Lozano, Fernando H. 1932: 17; Lozano, Salomón. 1933: 19; Ludwig, Emil. 1932: 13; Luna, Alfonso. 1932: 8; 9; 10; Luxemburgo, Rosa. 1931: 2; 1932: 6.

M.
Machado, Eduardo. 1931: 3; Machado, Gerardo. 1931: 1; 3; Machado, Gustavo. 1931: 1; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 1933: 19; Madeiros, Celestino F. 1932: 13; Mann, Gertrudis. 1932: 16; Manrique, Alejandro. 1932: 10; Marcel, J. 1932: 16; Marcus Bernard, K. 1933: 20-21; Marenales, Roberto. 1933: 27; Martell, Inés. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; 11; 12; 13; 14; 15; 16; 17; 1933: 18; 19; 20-21; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Martí, Agustín. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; Martínez, Eulalio. 1933: 19; Martínez, Maximiliano. 1932: 6; 8; 9; Martínez Villena, Rubén. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 9; 10; 11; 12; 13; 14; 15; 16; 17; 1933: 18; 19; 20-21; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Marx, Carlos. 1931: 5; 1932: 8; 1933: 20-21; 25; Matheu, Alfredo. 1931: 1; Mayen, R. 1932: 8; 10; 12; Mayers, Bert. 1932: 16; Mazuera, Alfredo. 1932: 7; McArthur, Douglas. 1932: 11; Medina, Hugo. 1933: 27; Medina, Nicomedes. 1933: 23; Medina Vérez. 1933: 25; Mejía, Heliodoro. 1931: 3; Mejía, Manuel. 1931: 3; Mella, Julio Antonio. 1931: 5; 1932: 6; 1933: 18; 19; 27; Mello, Plinio. 1932: 6; Méndez, Raúl. 1933: 23; Méndez Peñate, Roberto. 1932: 12; Mendieta, Carlos.1932: 12; Michel, Concha. 1932: 13; Michelena, Alberto. 1933: 25; 26; Miles, Nelson A. 1933: 20-21; Milián, Milton. 1933: 19; Minor, Robert. 1931: 2; Mira, Adolfo. 1932: 12; Miranda, Fidel. 1932: 17; Miranda, Polo. 1932: 7; Mitchell, Charlie. 1933: 20-21; Moncada, José M. 1931: 4; Montero, A. 1931: 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; 12; 14; 15; 16; Montero, R. 1931: 3; Mooney, Tom. 1931: 5; 1932: 8; 10; 11; 1933: 20-21; Morán Timoteo. 1931: 1; Morales, Bernardino. 1932: 17; Morales, Carlos A. 1932: 10; Morales, Feliciano. 1931: 2; Morales, René. 1932; 16; 17; Morales, Rosendo. 1932: 17; Moreau, Alberto. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; 11; 12; 13; 14; 15; 16; 17; Morgan, Ed. 1931: 5; Most, Amicus. 1933: 19; Müeller, Walter. 1933: 25; Mújica, Juan V. 1933: 27; Muñoz, Cupertino. 1933: 23; Mussolini, Benito. 1933: 20-21; Muste, A. J. 1931: 5.

N.
Negro, E. 1931: 1; 5; Nine, Jim. 1932: 11; Nevares, J. 1933: 26; Nolan, Edward. 1931: 5.

O.
Ochar, Bolívar. 1931: 1; Oliveras, Blas. 1931: 1; 1933: 23; Olivares, Francisco. 1933: 20-21; Olaya Herrera, Enrique. 1931: 1; 1932: 18; Ordóñez, Oscar. 1933: 18; Ordoqui, Joaquín. 1933: 23; 25; Ortiz, Luis. 1933: 23; 25; 26; 27; Ortiz Rubio, Pascual. 1931: 2; 4; 1932: 10; 12; 14; Otero Silva, Miguel. 1933: 27; Oxman, F. C. 1931: 5.

P.
Pagan, Bolívar. 1933: 23; Palacios Cerro, Horacio. 1933: 20-21; Palacios, Guillermo. 1932: 17; Palacios, Miguel Angel. 1933: 23; Palacios, R. 1931: 5; 1932: 6; 9; 12; 1933: 19; 27; Pascual, L. F. 1932: 12; 1933: 20-21; 23; Patterson, Heywood. 1933: 27; Patterson, W. D. 1931: 5; Pavón Hipólito. 1932: 12; Pedrazas, J. 1933: 27; Pérez, Fausto. 1932: 17; Pérez, María. 1932: 10; Pino, Lucas. 1932:16; Piña, Francisco. 1931: 3; Piña, Teódulo. 1931: 4; Pléjanov, Jorge. 1931: 4; Pollach, Walter. 1932: 9; Portes Gil, Emilio. 1931: 2; 1932: 6; Prado, Pedro. 1931: 3; Prestes, Luis Carlos. 1932: 6.

Q.
Quesada, Javier. 1932: 14; Quezada, Manuel. 1932: 12; Quintana, Valente. 1931: 5; Quispe, Eduardo. 1931: 5.

R.
Rabines, Eduardo. 1933: 20-21; Rabines, Eudocio. 1933: 20-21; 25; Ramírez, Jorge. 1932: 10; 1933: 20-21; Randolph Hearst, William. 1933: 18; Raso, J. 1932: 17; Reamen, Janet. 1932: 16; Reed, John. 1931: 4; Reriverena, Julio. 1933: 27; Revueltas, José. 1932: 17; Rey, Alfonso. 1933: 23; Reynoso, Jesús. 1932: 17; Riera, Pablo. 1933: 23; Rigal, F. E. 1931: 5; Rivera, Diego. 1933: 23; Rivera, Martínez Prudencio. 1931: 5; 1933: 23; Rivera, Pablo. 1931: 1; Rivera, Primo. 1931: 2; Rivera, Vérulo T. 1933: 19; Roble, José A. 1931: 3; Roddy, Steven R. 1931: 2; Rodríguez, Abelardo. 1933: 19; Rodríguez, Damián. 1933: 19; Rodríguez, Germán A. 1932: 17; Rodríguez, Guillermo. 1931: 3; Rodríguez, M. 1932: 17; Rojas, L. 1933: 27; Roland, Romain. 1932: 13; 16; Rolph, Edwin. 1932: 8; 11; Romero, Vespero. 1932: 8; Rojas, C. 1933: 27; Rosas, L. 1932: 12; Rossell, Alberto. 1932: 11; Rossell, Julio. 1933: 19; Ruge, Arnold. 1933: 20-21; Ruiz Valdez. 1931: 4; 1933: 19.

S.
Sacasa, Jorge. 1933: 20-21; Sacco, Nicolás. 1932: 11; 1933: 20-21; 25; Salsedo, Andrés. 1932: 13; Sanabria, Bruno. 1933: 23; Sánchez, Alberto. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 10; 11; 12; 13; 14; 15; 16; 17; 1933: 18; 19; 20-21; 22; 23; 24; 25; 26; 27; Sánchez Cerro, Luis Miguel. 1931: 5; 1933: 18; Sánchez, Mirabel. 1933: 23; Sánchez Obanda, Antonio. 1932: 9; Sandino, Cesar Augusto. 1931: 1; Sandino, José. 1933: 20-21; Santos, Higinio. 1931: 3; Secades, Amelia A. 1932: 8; Serrano, Pedro. 1933: 25; Shan Fei. 1931: 2; Sheppard, Henri. 1933: 27; Sherwood, M. 1931: 3; Show, Bernard. 1932: 13; Silva, Manuel. 1932: 12; Sirnons, William. 1931: 5; 1932: 7; 1933: 18; Singer, Saúl. 1933: 20-21; Skrypnik, N. 1931: 4; Slodovitz, Shimen. 1932: 12; Smedley, Agnes. 1931: 2; Smith Theresa. 1932: 16; Solís, A. 1931: 3; 1932: 9; 10; 11; Stalin, José. 1931: 3; 1932: 10; 1933: 18; 19; Stewart, George. 1931: 5; Stimson, Leticia. 1932: 6; Subin, Ven. 1933: 18; Sun Chuang Fang. 1932: 6; Swanson, Martín. 1931: 5.

T.
Tallentire, Norman. 1931: 5; Tisch, Tino. 1933: 25; Thomas, Norman. 1932: 7; 10; Torero A. Eugenia. 1933: 26; Trotzky, León. 1931: 2; Trujillo, Rafael. 1931: 5.

U.
Ubico, Jorge. 1932: 8; 9; Uribe, Márquez: 1931: 5.

V.
Valdés, Alfredo. 1932: 6; 8; 9; Valencia, Luis. 1932: 12; Vando, Erasmo. 1933: 20-21; Vargas, Antinio C. 1931: 3; Vanzetti, Bartolomé. 1932: 11; 1933: 20-21; 25; Vázquez, Enrique. 1931: 2; Vázquez, Miguel Ángel. 1932: 9; Vázquez Vela, Gonzalo. 1933: 19; Viamonte, Eduardo. 1933: 26; Vidales, Luis. 1931: 1; 2; 3; 4; 5; 1932: 6; 7; 8; 9; 1933: 18; 19; Villalba, Angel María. 1931: 3; Villagrán, Luis. 1932: 9; Villar, César. 1933: 23; 25; 27; Vincent, Stenio. 1933: 19; Vivaldi, León. 1932: 7; 8; 9; 10; 1933: 25; 27; Vivó, Jorge A. 1933: 23; 25; Von Westpalen, Jenny. 1933: 20-21; Volya, Narodnaya. 1931: 4.

W.
W. Ch. Wong. 1932: 7; Wainwright, Juan Pablo. 1932: 9; 10; Walsh, Frank D. 1931: 5; Wang Ching-Wei. 1932: 6; Weinberg, Israel. 1931: 5; Wilson, Walter. 1933: 18; Wilson, Woodrow. 1933: 18; Will, Rafael. 1932: 9; Wood, Laura. 1933: 18; Wolf, Karl. 1933: 25; Woll, Mathew. 1932: 6; Wupei, Fu. 1932: 6.

Y.
Yotan, B. M. 1932: 10.

Z.
Zapata, Mario. 1932: 8; 9; 10; Zaragoza, Julio. 1931: 2; Zasulitch, Vera. 1931: 4; Zender, J. H. 1932: 17; Zepeda, Pedro J. 1933: 20-21; Zholtousky, I. V. 1932: 10; Zinobiev, Boris. 1931: 4; Zucker, Dora. 1933: 25.

Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/763-la-revista-mundo-obrero-1930-1933-y-el-buro-del-caribe-de-la-ic – Prohibida su reproducción sin citar el origen.