El análisis político de coyuntura En tomo a El dieciocho brumario de Luis Bonaparte
Miguel González Madrid
Presentación
En la primavera de 1992, la primera edición de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte de Karl Marx habrá cumplido su CXL aniversario. Marx se había interesado por estudiar la coyuntura política francesa de 1848 a 1851, que tuvo como resultado el golpe de Estado de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte. Al aplicar en forma magistral su concepción materialista de la historia, que había esbozado en escritos como La ideología alemana, demuestra “cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”.
Sobre esa misma coyuntura, pero de 1848 a 1850, Marx había escrito una serie de artículos bajo el título común de De 1848 a 1849, para su publicación en la revista por él editada, La Nueva Gaceta Renana, en sus números 1,2 y 3. Un artículo más, que extendía el análisis a los acontecimientos de 1850, se publicó posteriormente en la revista. F. Engels se encargará, en 1895, de publicar en un solo folleto esa serie de artículos bajo el título de Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850.
Los artículos publicados en La Nueva Gaceta Renana seguramente sirvieron como borrador a Marx para escribir El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, agregando otros materiales por él producidos en 1851.
El interés de Marx por estudiar esa coyuntura estaba asociado al curso que por entonces estaban tomando las revoluciones burguesas en Europa. Aunque entre 1843 y 1848 Marx había insistido en su propuesta de colocar al proletariado como la única clase verdaderamente “revolucionaria”, capaz de romper las cadenas de la dominación burguesa, en realidad las condiciones materiales de existencia del proletariado no habían madurado, solamente en Francia esta clase mostraba un grado más elevado de desarrollo político.
En condiciones materiales, políticas, históricas y nacionales, Marx encontraría poco a poco limitaciones a su concepción filosófica sobre la revolución proletaria. Por ello, Marx comprendió que este proyecto no podía erigirse sobre un acto de voluntarismo político, y que entonces hacía falta explicar y entender los fundamentos materiales de la dominación burguesa (cfr. El Capital).
Por muchos motivos El dieciocho brumario de Luis Bonaparte puede ser releído (o leído, por quienes no lo conocen) hoy en día, a la luz de acontecimientos mundiales que han hecho estremecer y derrumbarse estructuras de poder, formatos de representación, movimientos políticos, etc., tanto del lado del capitalismo como del socialismo “real”. No es nuestro objetivo presentar enseguida un estudio sobre estas cuestiones, sino abordar un aspecto de esa obra que, en cierto modo hasta ahora, no ha sido reconocido suficientemente en las ciencias sociales: el análisis político de coyuntura. Muy lejos está esa obra de pasar como un escrito más del marxismo. Y precisamente en esta etapa crucial, y no sólo por el CXL aniversario, es que El dieciocho brumario de Luis Bonaparte debe ser revalorado como una obra con una aportación específica a las ciencias sociales de nuestro tiempo.
Además de constituir una aportación teórica sobre la explicación de algunos de los elementos específicos del Estado capitalista, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (DB, en adelante), que Marx escribiera en 1852 siguiendo previamente los acontecimientos histórico-políticos de Francia, en la coyuntura de 1848 a 1851,(1) también es considerada como una obra que contribuye de manera implícita a la configuración del esquema de análisis político de coyuntura. Más particularmente, se encontraría ahí esbozado, a grandes rasgos, el método marxista de análisis político de coyuntura.
Marxistas como Lenin, Gramsci, Mao Tsetung y Poulantzas, posteriormente hicieron aportaciones relevantes en la definición de un método de análisis político, sin circunscribirse al solo ámbito de la explicación de coyuntura. Lenin, por ejemplo, en varios de sus escritos busca explicar el contexto histórico y político de la Rusia de su tiempo, apuntando por otra parte, hacia la búsqueda de las condiciones necesarias para efectuar la revolución proletaria.(2)
Gramsci, a su vez, llega a proponer algunos elementos para el “análisis de las situaciones, correlaciones de fuerza”, proporcionando además análisis políticos de coyuntura sobre el fascismo, de gran valor sobre todo por la percepción de la relación compleja y desigual del Estado con los intereses de las diversas fracciones de la burguesía fascista. y por la determinación de pautas en la lucha contra el fascismo.(3)
De Mao Tse tung se cuenta con algunos escritos que simplifican la idea de la multiplicidad de aspectos de la que él llama “ley de la contradicción”, como “ley fundamental de la dialéctica materialista”, aplicándola en su comprensión de los problemas del pueblo chino (los problemas de la cooperación agrícola, de los intelectuales, de la industrialización, de las minorías nacionales, etc.),(4) y admitiendo la particularidad nacional e histórica de éste.
Finalmente, Poulantzas elabora, en 1968, una serie de propuestas teóricas sobre el Estado capitalista, cuyo círculo lógico cierra con la diferenciación y relación “de las estructuras con el campo de las prácticas de clase, […y] la relación particular del Estado y de la coyuntura, que a su vez constituye el lugar donde se descifra [aquélla]”.(5) En 1975, Poulantzas publica una muestra de análisis coyuntural en torno de las dictaduras militares en España, Portugal y Grecia, concentrándose en el balance de la correlación de fuerzas que, en un primer momento, sustentaron esas dictaduras y, en un segundo momento, provocaron su crisis.(6)
El análisis de coyuntura y la construcción de la historia
Enrique de la Garza (7) sostiene que en el DB Marx presenta “el estudio de una coyuntura específica”, la de 1848-1851 en Francia, cuyo punto de partida lo constituye un acontecimiento histórico relevante (la caída de la monarquía de Luis Felipe, en febrero de 1848) y cuyo objetivo es la explicación del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851, efectuado por Luis Bonaparte de acuerdo con la lógica de los acontecimientos políticos significativos ocurridos y de la correlación de fuerzas manifestada en lo que Marx llama la “escena política”.
En el DB, Marx elabora una explicación “reconstructiva” de la realidad histórico-política francesa en una coyuntura determinada y “a partir del análisis de las correlaciones de fuerzas de la lucha de clases”,(8) que, si bien se manifiestan en el nivel propiamente político, constituyen en realidad una síntesis entre lo político y lo económico, entre la superestructura y la base económica.(9)
Al registrar la secuencia de los acontecimientos y determinar las transformaciones políticas, Marx establece una periodización histórica que le permite distinguir, para explicar estas transformaciones, los cambios en la correlación de fuerzas, la especificidad orgánica y los intereses de cada una de éstas, hasta arribar al cambio culminante: el golpe de Estado.
Aparte de la apreciación subjetiva que tenía acerca de Luis Bonaparte (“un personaje mediocre y grotesco”), Marx demuestra, en contraste con los puntos de vista de Víctor Hugo y de J. Proudhon sobre el mismo acontecimiento, “cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias” para que el sobrino de Napoleón procediera a efectuar ese golpe de Estado.(10)
En el mismo sentido, Engels, en el prólogo a la tercera edición del DB, reconoce que Marx fue “el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia”, “según la cual todas las luchas históricas [políticas, religiosas, filosóficas] no son, en realidad, más que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales”, condicionados, “a su vez, por el grado de desarrollo de su situación económica”.
Como muestra de esta concepción de la historia, el propio Marx, en el segundo párrafo de su obra, adelanta la tesis que en 1845 había esgrimido contra Feuerbach y Hegel, acerca de que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmiten el pasado”: “He aquí -dice Engels en su prólogo-por qué Marx no sólo estudiaba con especial predilección la historia pasada de Francia, sino que seguía también en todos sus detalles la historia contemporánea”.
No obstante que Marx parece ocuparse fundamentalmente de un acontecimiento político, siguiendo los cambios en la correlación de fuerzas y la diversa y desigual presencia de éstas en la escena política y, en consecuencia, en la esfera del Estado, algunos estudiosos del DB coinciden en afirmar que en realidad la categoría de totalidad llega a constituirse en un concepto-guía, en un concepto-ordenador de la unidad de la multiplicidad histórica.
Aunque Nicos Poulantzas sustituye este concepto por el de “Todo social”,(12) proporciona una idea precisa del tipo de análisis político presente en el DB, al sostener que la coyuntura no sería sino la condensación de las contradicciones del todo social en un momento determinado de la historia con predominio de lo político.
La totalidad o el “todo social”, entonces, no sería el todo caótico, el concreto real a simple vista, sino más bien la condensación de las contradicciones del todo en un momento histórico determinado, pero cuya percepción sólo puede efectuarse como concreto de pensamiento en un proceso simultáneo al de la distinción de los sujetos-actores y de las circunstancias que, necesariamente, resulta de una concepción teórica y epistemológica de la realidad y, en consecuencia, de un cierto modo de devenir de los acontecimientos.
En este orden, el análisis político de coyuntura, como el que encontramos en el DB, constituiría un esfuerzo por explicar la realidad, al reconstruir su particularidad espacio-temporal, percibiéndola a partir de una determinada construcción teórica y epistemológica y descubriendo su lógica de funcionamiento y de transformación. Llevado hasta este punto, el análisis de coyuntura abre un abanico de posibilidades sucesivas de tránsito de la explicación fundada en la identificación de fuerzas relevantes, de contradicciones principales, de resultantes de un conjunto de fuerzas, etc., a la presentación de escenarios de la realidad ulterior inmediata, derivados del manejo de esquemas hipotéticos construidos con numerosas variables; lo mismo a la preferencia por un posible curso ulterior del presente, pero cuya configuración ideal no se asimilan a la imaginación utópica, aun considerando al extremo el papel de las clases subalternas como subversivo.
Desde ese punto de vista, por ejemplo, una vez efectuado el análisis del golpe de Estado, Marx se plantea (capítulo VII) algunas interrogantes: “¿por qué el proletariado de París no se levantó después del 2 de diciembre?”; y también algunas respuestas de tipo hipotético: “cualquier alzamiento serio del proletariado habría dado a [la burguesía] nuevos bríos”; o de tipo propositivo-mesiánico: el “proletariado urbano” “tiene por misión derrocar el orden burgués”.(13)
En consecuencia, Marx no parece culminar ese análisis en la indicación y explicación de “lo dado” (qué, cómo y por qué sucedió), sino que además propone el curso necesario de la correlación general histórica de la lucha de clases,”(14) lo que en otros enfoques teóricos y metodológicos aparece como la “posibilidad fundamental” del cambio de la realidad histórica.
Está implícita en la obra de Marx, incluyendo El Capital, una intencionalidad histórica de cambio, de transformación, un cierto proyecto de “trabajar por la humanidad”, como habría sugerido en su declaración de “fe de profesión”, o de hacer la revolución tal como llega a planteárselo con convicción desde la introducción (en 1844) a su Crítica de la filosofía del Estado de Hegel.
No obstante el nexo lógico en el análisis de coyuntura de Marx, entre la explicación reconstructiva y la explicación propositiva, entre la comprensión de una coyuntura específica y las posibilidades del curso ulterior de la historia, el primer aspecto no queda subordinado necesariamente al segundo. Es decir, que aun aceptando las premisas teóricas y epistemológicas, que sirven de soporte a ese tipo de análisis marxista, las conclusiones pueden variar de un investigador a otro dependiendo no sólo de la especificidad de su propia intencionalidad ético-política y del contexto histórico-político en que discurra, sino también de su propia individualidad teórica, situación que le orillará a elegir entre el arribar al terreno de los simples supuestos de comportamiento de la realidad (cómo pudo ser, en un extremo, o cómo podría ser, en otro extremo, esta realidad) o proseguir hacia el terreno del deber ser (lo deseable, lo utópico, etc.), pasando por escalonamientos intermedios representados, por un lado, en la delimitación de escenarios posibles tipificados, por igual, por la identificación de una tendencia histórico general ya en curso, y por el otro, en la ilustración de un cierto curso lógico de los acontecimientos históricos como expresión única de la necesidad de su propio devenir en un sentido típico (por ejemplo: al feudalismo sucede el capitalismo; y al capitalismo, el comunismo, con sus correspondientes etapas de transición).
La explicación propositiva de Marx se ubica en esos puntos intermedios. En sus escritos políticos y filosóficos se encuentra la idea recurrente del tránsito necesario de una etapa a otra de la historia, del acontecer necesario, etc., pero siempre en asociación con la incidencia de las luchas de un sujeto histórico colectivo: una clase, ya en un modo social de producción, ya en otro, que absorbe, que involucra a las otras a tener que actuar con un cierto sentido e intención política.
Aunque recientemente muchos intelectuales críticos del marxismo han sostenido que las proposiciones de Marx son utópicas, como lo podría “demostrar” el derrumbe de las sociedades que experimentaron el “socialismo real” en Europa del Este, en realidad ellos estarían otorgando poderes de demiurgo a la obra de Marx, como si éste, en una palabra, fuese el autor del curso ulterior de la historia, con un gran poder teleológico.
Marx, ciertamente, sostuvo una serie de proposiciones derivadas de sus análisis del capitalismo, en donde puso al descubierto ciertas leyes del movimiento lógico e histórico del mismo. La necesidad del devenir lógico de la historia se convirtió, sin embargo, en una obsesión atada a la potencialidad del trabajador asalariado como sujeto de rebelión-negación del capital, como supremo factor de subversión admitido por la propia burguesía en su afán por revolucionar sus propias condiciones de dominación. “En los periodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace dice Marx en el Manifiesto del Partido Comunista,”(15) a propósito del carácter “negativo” progresista de la clase asalariada, relevante más en algunas coyunturas que en otras, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan agudo que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir”.
Ya desde la introducción a la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel,(16) Marx concibe al proletariado como el corazón de la emancipación de Alemania (su cabeza: la filosofía)(17) y, en sus escritos posteriores, como la única fuerza capaz de revolucionar las relaciones sociales existentes. Sin embargo, como en el estudio de la coyuntura política francesa de 1848-1851, Marx va descubriendo que el proceso de subversión-revolución, para transformar el capitalismo, no es lineal por el contrario; la contrarrevolución siempre está más o menos presente, desde la exclusión de los representantes políticos del proletariado de las alianzas políticas hasta el golpe de Estado. En consecuencia, las revoluciones proletarias siempre habrían estado frenadas, debilitadas, o modificadas por factores contrarrestantes propios de las circunstancias del momento, por factores de acotamiento, expresados en última instancia en la fuerza de las armas.(18)
El curso necesario de la historia se vería así modificado por dos tipos de factores: uno de carácter subjetivo, por la “acción libre” del proletariado; y otro de carácter objetivo, por la acción de resistencia del Estado y de la burguesía al avance de aquella clase. Para el caso del DB, John F. Maguire, en su libro Marx y su teoría de la política,(19) señala “la duda de que Marx considere fatalmente predeterminado el resultado de los hechos políticos de 1848-1851 o, en caso contrario, en qué sentido lo considera necesario e inevitable”; e indica que en sus análisis Marx sostiene “que las cosas podrían desarrollarse de un modo o de otro de acuerdo con la elección, la determinación y el valor de las diversas partes involucradas”. (20) Este tipo de aseveraciones “implican que los individuos podrían actuar de diversas maneras posibles”, pero además que los individuos “debieran” actuar en una forma y no en otra.
Maguire percibe que Marx siempre tiende a utilizar un “lenguaje exhortador” antes y después del desenlace de los acontecimientos, que más bien lo coloca en el papel del observador frente a la exhibición de una serie de imágenes de celuloide. También sostiene que Marx llega a reconocer la inevitabilidad de los acontecimientos cuyo desenlace, en esta perspectiva, siempre tiene una explicación, pero que no excluye el que los individuos hubieran podido elegir y tomar decisiones diferentes. Más aún, agrega Maguire, se trata de una “inevitabilidad creada”, propiciada por la puesta en juego de intereses diversos de los individuos y de las clases.(21)
La inevitabilidad en cuestión “no es un proceso absolutamente insensible y unilineal”, sino que siempre es resultado del juego de pesos y contrapesos; “no es una necesidad totalmente flexible [sino sujeta a un cierto juego de luchas tendenciales], pero sí exige que demostremos cómo podrían haber actuado los grupos en forma significativamente diferente dada la situación precisa”,(22) concluye Maguire.
El determinismo de Marx estaría, así, atenuado por una serie de posibilidades de elección y de forma de decisiones para arribar a un punto previo. Como en el caso de la proposición engelsiana, en relación con las condiciones de lucha política en la Alemania de finales del siglo XIX,(23) la opción y la decisión de luchar por la vía legal, aprovechando el derecho de sufragio, no estaría fundada, según el propio Engels, sino en el cambio sustancial de las condiciones de lucha, pero sin excluir otras opciones de lucha.
En suma, la historia quedaría así, desde esta problemática, asimilada a una colina cuya cima estaría precedida por múltiples puntos de ascenso, cuya ubicación y pertinencia siempre dependerían de las circunstancias del momento (volveremos sobre esta cuestión precisa de las implicaciones de la relación entre la concepción global de la historia y la explicación de coyuntura).
La periodización histórica
Desde el punto de vista de la intencionalidad política, el análisis político de Marx arriba a una serie de conclusiones cuyo núcleo es la proposición de revolucionar las relaciones y las instituciones capitalistas. Desde el punto de vista teórico y metodológico, sin embargo, Marx no llega a esta proposición central de un modo genérico o idealista, sino según un fundamento histórico que él mismo se encarga de explicar, a partir de la percepción de las contradicciones y de las relaciones dominantes en la sociedad burguesa. Traza así un sentido lógico del despliegue de esta sociedad que, habiendo tenido como punto de partida un proceso de descomposición, de ruptura y de transformaciones del orden social preexistente, culminaría en la manifestación de bruscas luchas sociales, de cambios cíclicos o de rupturas revolucionarias.(24)
El cambio drástico ilustrado por el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851,(25) por ejemplo, no constituye sino la culminación de un despliegue histórico específico de la sociedad burguesa francesa entre 1848 y 1851. Pero se trata ahí de un despliegue de fuerzas caracterizado, en un primer momento, por la alianza de las clases significativas de esa sociedad o, mejor dicho, de sus representaciones políticas (”la oposición dinástica, la burguesía republicana, la pequeña burguesía democrático-republicana, el proletariado socialdemocrático”),(26) en contra de la monarquía de Luis Felipe, de la “dominación exclusiva de la aristocracia financiera”, de una “parte reducida de la burguesía”, es decir, en contra de una forma de Estado y de un régimen político monárquico de carácter excluyente, que no expresa ni las aspiraciones del proletariado ni las de la “totalidad” de la burguesía.
En un segundo momento, caracterizado por el desplazamiento de unas fuerzas por otras, del proletariado y de la pequeña burguesía por la burguesía dinástica (27) y por la burguesía republicana.(28) En un tercer momento, por la derrota política de la burguesía republicana y de la pequeña burguesía democrático-republicano.(29) Finalmente, en un cuarto momento, por la escisión interna del Partido del Orden de (la burguesía dinástica) y por el ascenso golpista de Luis Bonaparte.
Marx elabora una periodización singular de ese despliegue de fuerzas en la escena política y en el Estado. De la Garza dice correctamente que en el DB los periodos que Marx distingue en el proceso de correlación de fuerzas corresponden “a un cambio” en ésta y “a virajes en la dirección de los procesos”.(30) Aunque Marx no explica ahí su método de análisis, de la lectura se comprende que los criterios de periodización parten de esa distinción de cambios y virajes en la correlación de fuerzas. Así, en los tres grandes periodos, en las fases y en las subfases que se establecen en el DB, se hace referencia a esos cambios.
En el primer periodo (24 febrero-4 mayo 1848), el derrocamiento de la monarquía trae aparejado un “espejismo de confraternización general” y “la fundación fugaz de la República Social“, con la consecuente formación de un gobierno provisional en el que, con excepción del proletariado, se encuentran representadas todas las clases sociales. Aquí el criterio de la periodización está dado por ese cambio drástico, por el derrocamiento de la monarquía, que a su vez crea las condiciones de un formato de compromisos políticos entre las fuerzas prorrepublicanas.
En el segundo periodo (4 mayo 1848-28 mayo 1849), aquella confraternización se disuelve, y cada una de las fuerzas políticas luchan entre sí por imponer sus propios intereses, por imprimir su propio sello a la revolución de febrero, dejando fuera de la escena política -es decir, siendo derrotados en las luchas político-públicas a los republicanos puros y a los socialistas proletarios.
En el tercer periodo, desaparece de la escena política la representación pequeñoburguesa (La Montaña), debilitada en el periodo anterior, y la que Marx considera la única defensora de la República “frente a [la] conspiración monárquica”, mientras el Partido del Orden (PO) se descompone y sucumbe con el Parlamento ante las aspiraciones imperiales de Luis Bonaparte.
En los cortes por periodos Marx parece distinguir el curso que adquiere la escisión de la burguesía parlamentaria en grandes fracciones, y la transformación que sufre la República en relación con el predominio parlamentario, que alternativamente imponen cada una de esas fracciones. De ese modo, entonces, se observa que en el primer periodo se coaliga toda la burguesía parlamentaria, con la consecuente unidad política de la clase, y se funda la República Social, en tanto que el partido “del socialismo, del comunismo”, con Augusto Blanqui a la cabeza, es “alejado de la escena pública”.
El segundo periodo es la “historia de la Asamblea Nacional Constituyente“, “es la historia de la dominación y de la disgregación de la fracción burguesa republicana” (32). Bonaparte entra en escena como protagonista central y en alianza con el PO retira de la escena política a la fracción republicana que dominó la ANC, después de haber provocado la derrota pública y parlamentaria de los socialdemócratas.(33)
Finalmente, el tercer periodo es el de la República Constitucional bajo el predominio y la pérdida de cohesión del PO. Este partido y Bonaparte se enfrentan sin más mediaciones, en una situación en la que las otras fuerzas políticas están debilitadas, incluso literalmente disueltas, perdiendo el PO posiciones ministeriales y en los altos mandos militares.
Se observa, entonces, que el criterio básico para determinar los cortes y la unidad de cada uno de los periodos se funda en los procesos de escisión y de restablecimiento de las alianzas entre las fuerzas políticas, de tal modo que en cada uno alguna fracción (para el caso de la representación parlamentaria de la burguesía) aparece como predominante en la escena política.
Al recurrir a la expresión “fuera de la escena política”, Marx se está refiriendo no a simples desplazamientos del foco de atención pública de la lucha política, ni a una simple retirada táctica voluntaria de las representaciones parlamentarias,(34) sino a verdaderas derrotas políticas traducidas ya en la pérdida de peso político en el proceso de toma de decisiones parlamentarias o incluso en la persecución política y judicial de los principales dirigentes (como en el caso de Blanqui) y de sus medios de expresión literaria (como lo ejemplifica la nueva ley de prensa que suprimió la publicación de varios periódicos considerados “revolucionarios”) o bien en la desintegración del grupo parlamentario.
En el caso de los subperiodos (correspondientes a los periodos segundo y tercero), el criterio para establecerlos se funda en el modo específico del predominio de cada fuerza política. Así, en el primer subperiodo (periodo II.1) los republicanos promueven la represión contra el proletariado.(35) En el segundo subperiodo (periodo II.2), los republicanos determinan el contenido del proyecto de Constitución.
Y en el tercer subperiodo (II.3), desde la ANC los republicanos se enfrascan en una lucha abierta contra Bonaparte y el PO, que, finalmente, pierde en las elecciones del 10 de diciembre de 1848 y de las que Bonaparte resulta presidente de la República. Los otros subperiodos (periodo III.1, III.2 y III.3) se establecen con el mismo criterio, pero teniendo como protagonista al PO, que finalmente se enfrasca en una lucha a muerte con Bonaparte.
La determinación de las fases para el caso único del subperiodo III.3 se fundamenta en la forma singular como el PO se ve disminuido, progresivamente debilitado en su lucha frente a Bonaparte. De ese modo, en la fase a (III.3.a) el PO aparece como la fuerza política predominante en el parlamento, pero pierde el alto mando sobre el ejército; en la fase b, pierde su mayoría parlamentaria; en la fase c, pierde representatividad ante la burguesía financiera y, en general, ante la totalidad de la burguesía que progresivamente se inclinaba, en consecuencia, por el gobierno de Bonaparte; y en la fase d, ocurre “el ocaso del régimen parlamentario y de la dominación burguesa”, coronado por la disolución del parlamento mediante el golpe de Estado.
Los criterios generales de la periodización, en una palabra, están definidos por las variaciones en la correlación de fuerzas. Pero hemos visto que esas variaciones se registran con diferentes ritmos bajo la égida de una fuerza política específica, por lo demás en circunstancias concretas. Es precisamente esta variación específica y singular de la correlación de fuerzas en una coyuntura histórica de un país determinado, la que va marcando la pauta para establecer cortes más finos en el proceso explicativo-reconstructivo de los acontecimientos políticos.
Los puntos de partida y de llegada (dimensión político-temporal) y la identificación de las fuerzas y de los acontecimientos políticos significativos (dimensión político-espacial), son importantes en el análisis de coyuntura, en tanto que se traducen en los acotamientos de la unicidad de la coyuntura como una totalidad histórica, que condensa las principales contradicciones y que en sí tiene un sentido específico de progresión.
Así, entonces, volviendo al DB, la caída de la monarquía de Luis Felipe y el golpe de Estado de Bonaparte, son acotamientos de la unicidad de la coyuntura en un orden principalmente horizontal, pero que indican en sí, de un lado, el sentido de progresión de los acontecimientos y el tipo de juego político de las principales fuerzas en la escena política, y de otro lado, los límites histórico-políticos de esa progresión y de ese juego.
La identificación de fuerzas y de acontecimientos significativos son también acotamientos pero de orden vertical, en la medida en que políticamente permiten percibir la relevancia y la magnitud histórica de la coyuntura. Por lo tanto, los acotamientos aquí señalados no se refieren a una simple determinación de hechos (cuándo empieza y termina la coyuntura) aunque ciertamente no se pueda prescindir de esta circunstancia ni a una pura catalogación (causal, ideal, a priori, etc.) de los sujetos-actores y de los acontecimientos.
Basta decir, después de todo, dos cosas:
a) Con De la Garza, que el derrocamiento de la monarquía de Luis Felipe se constituye en el punto de partida porque “contenía gérmenes de las contradicciones que se desarrollarían”(36) durante la coyuntura, así como el golpe de Estado se constituye en punto de llegada porque, a fin de cuentas, resuelve no propiamente la aspiración imperial de Luis Bonaparte, sino el problema de la búsqueda de condiciones para propiciar la dominación política conjunta de la burguesía; y
b) que aun con la idea de un Luis Bonaparte “mediocre y grotesco”, Marx nunca lo elimina de su percepción de los sujetos-actores, puesto que finalmente personifica la resolución de las aspiraciones burguesas de dominación conjunta.
El Estado y la clase dominante
Por lo demás, queda claro que la intensidad de las luchas de clases y el sentido inmediato y mediato que éstas previenen, siempre bajo un esquema de variaciones y desplazamientos en la escena política, van dibujando los intersticios de una coyuntura que, por ello, se hace relevante y única. No obstante, por lo menos en la perspectiva del análisis marxiano, esas luchas y las transformaciones que de ellas van derivando llegan a trascender la temporalidad y el espacio coyuntural, al indicar tendencias históricas de largo plazo del tipo siguiente: la instauración de proyectos hegemónicos asociados a cierta fracción de clase dominante, el predominio del poder ejecutivo, la capacidad de ejercicio de la autonomía relativa estatal, etc., cuya racionalidad se explica en la necesidad lógica e histórica de ejercer la dominación burguesa y de representar a esta clase, haciendo aparecer su interés particular como el interés general de la nación.
Desde luego, la relación entre el Estado y la burguesía, sobre todo en la actualidad, no se reduce en una especie de realización instrumental, funcional de aquella necesidad. La aportación teórica implícita de Marx en el DB va más allá de una idea simplificada y unilateral sobre el Estado.
Es pertinente agregar aquí, entonces, algunas afirmaciones en torno a esta cuestión:
a) El Estado constituye la condensación de la correlación de fuerzas, cuyo desciframiento puede efectuarse a través del análisis coyuntural. No se trata, por lo tanto, de una condensación “en general”, de carácter abstracto, sino de una “específica”, en un país y en un momento histórico determinados, que sin embargo presupone necesariamente las transformaciones históricas del pasado.
b) El Estado no constituye un espacio homogéneo ni monolítico, sino que está atravesado por las contradicciones de las luchas de clases, y su unidad interna es siempre heterogénea y fluctuante. Esta particularidad lo hace aparecer ya por encima de las luchas de clases o ya en función de los intereses de una sola clase o fracción de clase.
c) La unidad del Estado depende, así, de la variación de la correlación de fuerzas y de su propia capacidad para “organizar” de acuerdo con una expresión poulantziana los intereses de las diversas clases y fracciones de clases.
d) La “dominación conjunta” de la burguesía, que señala Marx, no significaría otra cosa que la configuración de la dominación contradictoria de las diversas fracciones de esa clase, en un proceso inclusivo pero desigual: inclusivo porque la dominación presupone la subordinación de otras clases y fracciones de clase, bajo premisas que la reproducen, que la hacen “soportable”; y desigual porque los intereses de las fracciones de la burguesía son heterogéneos. En relación con el Estado, el proceso de dominación es inclusivo porque aquél busca representar la diversidad de intereses, y desigual en la medida en que la mediación estatal presupone la diferenciación de intereses.
Conclusiones
Aunque en nuestro país se han publicado numerosos estudios con pretensiones de análisis de coyuntura (del “momento actual”, del “presente”), muchos de ellos de inspiración marxista, en realidad la mayoría de ellos hacen una referencia fragmentada, selectiva o incluso anecdótica de la realidad histórica significativa en cuestión, con características del análisis temático, periodístico o del ensayo.
De acuerdo con los investigadores del Programa de Seguimiento de la Realidad Mexicana ( PSRMA) (37), el análisis de coyuntura estaría integrado por tres aspectos básicos: el “seguimiento de proceso” (en el que a veces se queda el trabajo de análisis periodístico), el “estudio de coyuntura”, propiamente dicho y el “análisis de periodo”.
En este formato de análisis de coyuntura “se ‘sigue’ un proceso histórico, pero no en general, sino durante un periodo determinado, y se concibe la coyuntura no como cualquier ‘momento actual’, ni como ‘un mero detalle en el tiempo’, sino como ‘un punto privilegiado de la historia’, en que el ‘desarrollo político y económico’ muestra claramente la naturaleza de la lucha de clases y presenta vías de ‘solución’ para sus contradicciones internas”.(38)
Nicos Poulantzas había definido ya, en 1968, la coyuntura como “el lugar donde se descifra la relación de las estructuras con el campo de las prácticas”, es decir, de la imbricación de la economía, de las ideologías y del Estado con la sociedad (las luchas de clases), y cuyo estudio permite “descifrar la individualidad histórica del conjunto de una formación (social-nacional)”.(39)
De acuerdo con este autor, y según el tipo de análisis de coyuntura elaborado por el marxismo en general, la idea del Estado capitalista como “resultado”, “expresión” o “condensación” de la lucha de clases, tiende a ser el núcleo del análisis. La comprensión de las luchas de clases, o para decirlo mis elegantemente, de la correlación de fuerzas necesariamente conduce a entender la especificidad nacional e histórica del Estado; este acto de pensamiento culmina en su explicación considerándolo en dos vertientes: como Estado en sí (como estructura) y como Estado en relación con la correlación de fuerzas, según una diferenciación utilizada por Marx al final de su famosa Introducción General de 1857.
Sobre todo cuando se trata de coyunturas “contemporáneas”, respecto a las que se logra hacer un seguimiento inédito, y que reflejan además zonas de conflicto, de ruptura”(40) o de crisis, que tengan que ver con el Estado, el estudio o la interpretación histórica del periodo histórico en el que aparecen circunscritas puede llevar a sostener afirmaciones más amplias sobre las posibilidades del “cambio”, sobre factores que lo impulsan o, por el contrario, que lo restringen, que le imprimen cierto sentido, etc. Desde este punto de vista, que parece ser el caso de Marx, en el DB, el análisis de coyuntura propiciaría avanzar hacia otro tipo de estudios de la realidad histórica, por ejemplo las reinterpretaciones del pasado (tan frecuentes, aunque no exclusivas, entre los historiadores), el diseño de escenarios o la elaboración de modelos de simulación.
En la medida en que el análisis de coyuntura tiene eminentemente un carácter explicativo-reconstructivo (el caso típico es el de Marx), queda deslindado de ese otro tipo de estudios, cuya utilidad por lo general llega a coincidir con diversos círculos de poder político en su interés por la toma de decisiones.(41) Esto significa que por sí solo el análisis de coyuntura es insuficiente en esos niveles para proporcionar alternativas para la definición de modelos de elección política, de estrategias políticas. No obstante, no por ello la calidad o la excelencia de los resultados del análisis de coyuntura podrían catalogarse como muestra de “neutralidad ideológica”, tampoco tomarse como garantía de acertadas decisiones políticas, e inversamente, cuando se trata de resultados de escasa calidad explicativa-reconstructiva, éstos no necesariamente podrían ser asociados con una “excesiva” carga ideológica, ni con decisiones erráticas.
Lo inadmisible, sin embargo, desde la posición que privilegia ese carácter explicativo-reconstructivo, precisamente porque éste propicia una concepción más amplia y diversa de la realidad histórica, sigue siendo el falso “análisis de coyuntura” que, promovido y difundido desde algunos círculos de poder político, busca justificar el curso de los acontecimientos o la toma de decisiones para el futuro inmediato.
Debe subrayarse que, al contrario de la particularidad explicativa-reconstructiva del análisis de coyuntura, y aun del tipo de proposiciones complementarias de cómo pudo ser o de cómo podrá ser la realidad histórica, según la definición delimitada de una matriz “x” de supuesto,(42) los modelos de simulación, como caso extremo, se encuentran más vinculados a los procesos de toma de decisiones, y por lo tanto, a esquemas de definición “abierta” de matrices de supuestos y a un uso instrumental-operativo de la información previamente conseguida y clasificada. No obstante, no hay un abismo entre el análisis de coyuntura y los instrumentos de toma de decisiones para “influir” en el curso de la historia, sino solamente umbrales más o menos prolongados por los que el analista político puede ser inducido a transitar.(43)
A final de cuentas, resulta bastante difícil objetar la capacidad que se logra con el análisis de coyuntura para vincular, en el presente, la comprensión del pasado inmediato con la necesidad de hacer menos azaroso, previsible el futuro inmediato. Sin embargo, la realidad histórica no ha podido ser, hasta ahora, contenida en una especie de recipiente ordenador.
NOTAS
1. El lector podrá encontrar referencias recientes acerca de la preparación y publicación de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, en la sección de notas proporcionadas sobre todo en las Ediciones en Lenguas Extranjeras o en la edición de Progreso. En el prólogo a la segunda edición Marx dice que su amigo José Weydemeyer “proponíase editar en Nueva York, a partir del 1 de enero de 1852, un semanario político [y] me invitó a mandarle para dicho semanario la historia del coup d’etat”. Marx escribió, en efecto, un artículo cada semana, ‘hasta mediados de febrero”, bajo el título ‘El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”, pero que no fueron publicados en ese semanario, pues nunca apareció, sino en la revista Die Revolution cuyo primer número estuvo formado por ese trabajo.
2. En el ¿Qué hacer?, Lenin explora la necesidad de establecer la organización y dirección de las masas a partir de la fundación de un partido político, para hacer la revolución proletaria en condiciones adversas de restricción política impuestas por el régimen político. Luego, en El desarrollo del capitalismo en Rusia analiza más a fondo las condiciones de formación económica del proletariado que, de acuerdo con su interpretación teórica de la obra de Marx, debía construir el sustrato social de la revolución y de la actividad de partido. En cierto modo, Lenin limitaba su análisis político por una concepción determinista de la historia, que le impedía, por ende, ponderar el verdadero grado de maduración social y política de la clase obrera rusa. Es de suponer que, por el impulso político de las luchas de clases, Lenin estaba convencido de hacer avanzar el proyecto de revolución proletaria, dando por cumplida la etapa de pleno desarrollo capitalista y de revolución burguesa.
3. De Gramsci pueden ser citados diferentes ediciones de sus escritos (principalmente de la cárcel); pero en especial citamos aquí la edición que ERA (México) hizo de sus notas sobre el fascismo en 1979 (traducción a su vez de la edición italiana en 1974).
4. Mao TseTung, Cinco tesis filosóficas, Beijing. Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975
5. Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, México, Siglo XXI, pp. 44-45
6. Cfr. La crisis de las dictaduras, México, Siglo XXI
7. El método del concreto-abstracto-concreto, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 1983. pp. 61-79.
8. Op. cit., en la misma línea de interpretación puede verse también el trabajo de Leonardo Valdés Zurita, publicado en la revista Iztapalapa, núm. 2,1980 (UAM- Iztapalapa), sobre ‘La explicación en el análisis de Karl Marx”, pp. 280-295.
9. La dicotomía base-superestructura no es lo importante en este artículo; pero en la medida en que no se reduce a una simple diferenciación y separación de niveles de una formación social, sino que remite a la concepción de totalidad contradictoria sobre ésta, en sí. si tiene relevancia en el enfoque de análisis de coyuntura marxista.
10. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (DB), prólogo de Marx a la segunda edición (1869), p.2
11. Remitirnos, por ejemplo, a los ya citados en las notas 7 y 8
12. En Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, Poulantzas afirma que “sólo existe, de hecho, una formación social históricamente determinada, es decir, un todo social –en el sentido más amplio- en un momento de su existencia histórica: la Francia de Luis Bonaparte [por ejemplo…]”. Véase además las pág. 39-40
13. DB, pp. 125 y 135.
14. Véase la carta de Marx a Joseph Weydemeyer (Londres, 5 de marzo de 1852). en donde dice que entre lo que él ha aportado de nuevo acerca de las clases y luchas de clases ha sido demostrar, entre otras cosas, “que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado”.
15. C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, t. I, México, Ediciones Quinto Sol, 1985, p. 119
16. La introducción a la CFEH fue publicada posteriormente a esta crítica, en los Anales Franco-Alemanes, febrero de 1884, único número editado por Arnold Ruge y Carlos Marx.
17. Lenin también llegó a considerar, en su escrito sobre la vida de Marx (Carlos C. Marx) incluido en el Diccionario enciclopédico Granat (séptima edición, tomo XXVIII, 1915), que en la CFEH y en su introducción “vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de una [crítica implacable contra todo lo existente] y, en particular, de una [critica de las armas] que apele a las masas y al proletariado” (cfr. p. 3 de la edición en Lenguas Extranjeras).
18. En El Capital, tercer tomo, en la sección sobre la crisis, Marx dedica un buen espacio a la explicación de los “factores contrarrestantes” de la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia. Desde 1852, consideró en sus análisis ese tipo de factores en los procesos económicos y políticos del capitalismo. También Engels, en su introducción a Las luchas de clases en Francia de 1848 a1 850, concentra la repercusión del derecho de sufragio en la Alemania de finales del siglo XIX, al cambiar las formas de organización y de lucha de la clase obren.
“Y así se dio el caso dice Engels de que la burguesía y el gobierno llegasen a temer mucho más la actuación legal que la actuación ilegal del partido obrero [Alemán], más los éxitos electorales que los éxitos insurreccionales […] Pues también en ese terreno habían cambiado sustancialmente las condiciones de la lucha. Desde 1849 han cambiado muchísimas cosas y todas a favor de las tropas […] En cambio, del lado de los insurrectos todas las condiciones han empeorado […] También en los países latinos [europeos] se va viendo cada vez más que hay que revisar la vieja táctica. En todas partes se ha imitado el ejemplo alemán del empleo del sufragio”. Pero Engels, a fin de cuentas, no descarta, aun en esas condiciones, “el derecho a la revolución”.
19. pp. 135-147, edición del F.C.E., “La acción libre y la necesidad”
20. Op. cit., p. 135
21 Op. cit., pp. 144-145
22. Op. cit., p. 145
23. Remito a la nota 18 y, en el mejor de los casos, a la Introducción de Las luchas de clases en Francia de 1848 a1 850, Beijing. Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1980
24. “Philippe Adair, en “Un concepto precario: la acumulación primitiva” (Les temps modernes, núm. 434, sept., 1982), refiriéndose a la génesis del capitalismo, coincide con Maurice Godelier en que todo sistema social “comprende en sí su propia estructura originaria sobre la cual se funda y se reproduce a cada instante …”
25. Golpe de Estado que “como un rayo en cielo sereno”, según Marx, sorprendió a los franceses e hizo que éstos, por ende, sin ver lar circunstancias históricas objetivas que lo produjeron, magnificaran la figura del sobrino de Napoléon.
26. DB, p. 16 p. 16. Cabe precisar aquí que cuando Marx se refiere a la “escena política” está remitiendo al mismo tiempo a las luchas políticas relevantes de las representaciones políticas de las diferentes clases y fracciones de clase.
27. La burguesía dinástica era el grupo de representantes del conjunto de la clase burguesa, y la formaban, por un lado, los legitimistas, partidarios de la rama mayor de la dinastía monárquica de los Borbones y de los intereses de los grandes propietarios territoriales y, por otro, los orleonistas, partidarios de la rama menor de esta dinastía y de los intereses de la aristocracia Financiera y de la gran burguesía”. (“Los banqueros, los reyes de la bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de minas de carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de los propietarios de tierra aliados a ellos”. p. 32. Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850.)
La burguesía dinástica, orleanistas y legitimistas, forman luego el Partido del Orden. Como se indicará también en la siguiente nota, una parte de la burguesía comercial, “la que se había llevado la parte del león en el gobierno de Luis Felipe”(p. 106. op. cit.), formaba también parte de la aristocracia financiera.
28. La burguesía republicana, o los “republicanos burgueses puros”. estaba formada por los representantes de la burguesía industrial y comercial (aunque no toda la burguesía comercial estaba ahí representada) Y constituyeron lo que Marx denominó la “oposición oficial” minoritaria en el poder legislativo durante la monarquía de Luis Felipe (1830-1848). Le National fue durante 1830-1851 el periódico de la tendencia moderada de los republicanos
29. Los pequeño burgueses democrático-republicanos eran los representantes de la pequeña burguesía; a ellos se aliaron “los socialistas pequeñoburgueses”. Entre ambas corrientes editaron el periódico LaReforme, durante 1843-1850; incluso Engels publicó algunos artículos en este periódico, entre 1847 y 1848. Los representantes políticos de la pequeña burguesía, es decir de una clase que no pretende abolir el capital ni el trabajo asalariado, sino “atenuar su antítesis y convertirla en armonía”, según Marx, formaron el partido de La Montaña.
30. El método del concreto-abstracto-concreto, op. cit., p. 77
31. DB, p. 122
32. Op. cit., p. 22
33. La derrota de los socialdemócratas, es decir, del partido de La Montaña, dice Marx, “era una victoria directa para Bonaparte. […] El partido del orden había conseguido la victoria y Bonaparte no tenía que hacer más que embolsársela”.
34. Representaciones parlamentarias, fundamentalmente pero no en un sentido restrictivo, porque las características históricas de conformación del poder político en Francia entre 1789 y 1851, se reducían en una auténtica presencia de los intereses de las clases representadas en la conformación del poder ejecutivo. Justamente, cuando Marx indica la variación de la correlación de fuerzas en la “escena política”, no hace referencia necesaria o exclusivamente a las alianzas y desplazamientos entre los partidos políticos sino en un sentido más amplio a las relaciones entre las Representaciones políticas parlamentarias de las clases y fracciones de clases sociales y el poder ejecutivo,un predominio de aquéllas sobre éste al que sólo pudo poner fin el golpe de Estado.
35. Dice Marx en el DB, sin embargo, que la represión promovida contra el proletariado, entre mayo y junio de 1848, fue el enfrentamiento de la república burguesa contra esa clase: de “La aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpemproletariado organizado como guardia móvil, los intelectuales. los curas y la población del campo”, en contra de 18 mil insurrectos proletarios, tres mil de los cuales “fueron pasados a cuchillo [y] 15 mil reportados sin juicio” (DB. pp. 18-19).
36. El método del concreto-abstracto-concreto, op. cit., p. 72
37. Grupo de investigadores asociados a la revista El Cotidiano. En el suplemento del nº 42 este grupo explica detalladamente una buena parte de su concepción acerca del análisis de coyuntura.
38. Op. cit., pp. XII y XIV
39. Véase Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, op. cit. pp. 44-45 y 113.
40. El Cotidiano, nº 42, suplemento, p. XIII
41. Según la interpretación que hacen los investigadores del PSRMA del trabajo de Jaime Osorio (El análisis de coyuntura, México, CIDAMO, 1987), éste privilegia el análisis de coyuntura en función de la necesidad de “hacer política” (El Cotidiano, nº 42, suplemento, p. IX).
42. K. Marx lleva a esos límites sus análisis teóricos e históricos, tratando de fundamentar su explicación en torno del curso histórico-tendencial del capitalismo. Al respecto, dos obras ilustran bastante bien, en ese orden, lo anterior: El Capital (cfr. los apartados sobre la determinación de la tasa de ganancia y sobre los esquemas de reproducción del capital) y el Dieciocho brumario…
43. Norberto Bobbio señala (en el Diccionario de política, México. Siglo XXI, 1981, pp. 259-260) que la ciencia política, en la actualidad, se caracteriza por la difusión de nuevas técnicas de análisis (ej. el análisis multivariado) y por fórmulas de explicación-previsión.