El marxismo latinoamericano y la dependencia. Jaime Osorio

ESTE CAPÍTULO interpreta el desarrollo de la teoría de la dependencia, al tiempo que postula una evaluación del desenvolvimiento de dicha temática, de sus etapas, aportes y contradicciones. Se da prioridad al estudio de cómo desde el marxismo se abordó el problema, citando aquellos autores que han concentrado la atención de la crítica, que son más polémicos o que más han aportado a los temas en discusión.

El inicio y sus razones históricas

En la segunda mitad de los años sesenta y los inicios de los setenta, los puntos más altos del desarrollo de la teoría social en América Latina estuvieron directamente relacionados con la problemática de la dependencia. La incorporación de esta noción al campo del marxismo fue uno de los elementos que potenciaron el avance de las ciencias sociales en esos años.

La  apropiación  por  el marxismo  de  la  categoría  “dependencia”  no  fue un proceso fácil ni exento de contradicciones. Por el contrario, sólo después de una década de discusiones, avances y retrocesos, se logra romper con el cordón  umbilical  heterodoxo que  caracteriza  su  nacimiento  en  América Latina.

Dos grandes procesos marcan la historia y el curso de las ciencias sociales latinoamericanas en los años sesenta. Ambos, con raíces totalmente contradictorias, están en la base de los fenómenos que generaron los estudios de la dependencia y el curso  de estos  análisis. El primero  de ellos es la  Revolución cubana, que se constituyó en uno de los principales parámetros en las definiciones teóricas y políticas del continente en la época.

El proceso cubano, en lo que aquí nos preocupa, tuvo como efecto profundizar la crisis política y teórica del  marxismo ortodoxo prevaleciente en América Latina. Éste poco había aportado, en las décadas previas a la gesta cubana, a la interpretación de los problemas fundamentales del capitalismo latinoamericano.[1]

La Revolución cubana, más que 1,000 documentos, puso en evidencia lo anquilosado y estéril de dichas reflexiones, abriendo las puertas para una nueva reflexión sobre la realidad latinoamericana a partir del marxismo. Es en este marco que los estudios marxistas de la dependencia hacen su entrada en las ciencias sociales de América Latina.

Otro factor que incide en el surgimiento de la dependencia, como temática de análisis en las ciencias sociales latinoamericanas, es la creciente integración del proceso productivo de las economías de América Latina con el capital extranjero, en los años cincuenta y sesenta, fenómeno que agudiza las contradicciones sociales en la región.

Este proceso pone fin a las ilusiones de un capitalismo autónomo y al carácter democrático y progresista de la burguesía industrial, lo que hizo entrar en crisis la reflexión de los intelectuales que dieron vida a la llamada “teoría del desarrollo[2], y provocó fisuras teóricas en el seno de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)[3], proceso que radicalizará la noción de dependencia.

Exogenistas y endogenistas: una falsa disyuntiva

En su versión latinoamericana, la dependencia es asumida en las concepciones iniciales como un fenómeno externo: se entiende que las economías de la periferia están subordinadas y dependen de las decisiones y vaivenes que suceden en el centro desarrollado.

Así, se señalará, por ejemplo, que por la crisis de 1929, América Latina sufre el agotamiento de su modelo primario-exportador, o que por razones de la Segunda Guerra Mundial, la zona se ve en la necesidad de iniciar la sustitución de importaciones, lo que provocará nuevas formas de subordinación frente a las metrópolis. El entorno termina por alterar el funcionamiento de la economía latinoamericana. Pero la noción de dependencia no permite analizar el comportamiento de estas economías y los factores que desde dentro reproducen el subdesarrollo.

Estos análisis, entre los que se ubican los trabajos de la  CEPAL[4] los podemos caracterizar como “exogenistas”, en tanto no establecen la relación de los factores externos con los internos al analizar el “atraso” de América Latina. No aparecen los elementos que “internalizan” la dependencia.

Como contrapartida a estos análisis, y en particular a los análisis marxistas sobre el tema, surgirán corrientes teóricas que, definidas como antidependentistas, llamarán particularmente la atención sobre los elementos internos para explicar el subdesarrollo, inclinando la balanza al lado contrario.

Estas corrientes “endogenistas” intentarán explicar las especificidades del desarrollo capitalista latinoamericano a partir del análisis de las relaciones de producción vigentes, de la articulación que éstas establecen con las fuerzas productivas, en las modalidades de la explotación, etcétera, sin comprender que estos aspectos, una vez inscrita América Latina en los circuitos del comercio internacional, sólo se pueden explicar a la luz de las vinculaciones de la zona con el mercado mundial.

En pocas palabras, el capitalismo en América Latina no fue el simple resultado  de  la  maduración  de  las  fuerzas  productivas  y  de  las  relaciones  de producción, sino que la inserción de  la región en la expansión del mercado mundial capitalista jugó un papel clave en su gestación.

El sistema mundial y América Latina

Uno de los problemas presentes en los debates si América Latina era feudal o capitalista entre los siglos XVI y XIX estaba relacionado con la unidad de análisis considerada. ¿Cuál debía ser esa unidad? ¿América Latina aislada, y sus relaciones sociales internas? ¿El sistema mundial, desconociendo las relaciones sociales internas?

Al mantenerse el debate en esta polaridad, las corrientes en disputa “veían” procesos distintos.

Las necesidades de incrementar la masa de metales preciosos, materias primas y alimentos llevaron a los colonizadores españoles y portugueses y a la oligarquía local, una vez realizados los procesos de independencia, a implantar modalidades serviles de explotación, así como a importar mano de obra esclava.

Para quienes miran el problema desde las necesidades del sistema mundial capitalista en ascenso, como André Gunder Frank e Inmanuel Wallerstein, quien se inserta en estos debates en años posteriores, América Latina es capitalista porque su producción está incidiendo en favorecer el avance de ese sistema a nivel planetario.

En rigor, la CEPAL, en sus trabajos iniciales, de la mano de Raúl Prebisch, no habla de “dependencia”, sino de economías periféricas.

Pero para quienes miran el problema desde las relaciones de producción internas, como Laclau, Sempat Assodourian y otros[5], América Latina es feudal o a lo menos precapitalista, por el peso de las relaciones serviles y esclavistas en su interior.

El problema de este diálogo de sordos derivaba de mirar separadamente uno u otro aspecto: el todo llamado sistema mundial o la parte llamada América Latina. Una vía de solución es analizar el fenómeno conjuntamente y allí aparece un problema paradójico: mientras América Latina pasa a jugar un papel clave para el avance y consolidación de una nueva organización reproductiva mundial, el capitalismo como sistema, lo hace reproduciendo en su seno no relaciones capitalistas, sino modalidades atrasadas de explotación. Es allí donde se conjugan de manera simultánea lo “arcaico” y lo “moderno”.

El problema pasaba por encontrar una perspectiva que integrara ambas perspectivas y las categorías que dieran cuenta de la novedad, pero no como “deformación”, al compararla con las características económicas o políticas de algún modelo (el llamado mundo desarrollado), sino como una forma original y particular de organización capitalista, distinta a otras formas posibles.

En definitiva, el problema no se lograba resolver si se tiene en la mira simplemente el sistema global: pero tampoco se entiende si se tiene enfrente sólo a América Latina, separada de los movimientos del sistema mundial en ascenso. Junto a una teoría del sistema mundial capitalista era indispensable entonces una teoría del capitalismo dependiente.

Las primeras reflexiones de la CEPAL constituyen una ruptura con las visiones teóricas del comercio internacional, que daban por supuesto que cualquiera que fuese la especialización en donde se contara con ventajas comparativas de una economía, el comercio internacional propiciaría el desarrollo, con lo que se daba por supuesto que para América Latina no era problema proseguir con la producción de materias primas y alimentos.

Frente a ello la CEPAL plantea la necesidad de industrializar la región, como forma de revertir el deterioro en los términos de intercambio que provocan las disparidades de productividad, y retener así, los frutos del progreso técnico.

En estas primeras formulaciones de la CEPAL la economía internacional es vista como una organización heterogénea, articulada entre centros y periferias.

Los primeros alcanzan ventajas de sus adelantos en materia de productividad, en tanto los segundos sufren transferencias de valor hacia las economías centrales. Estas formulaciones constituyeron en su momento verdaderas rupturas con los planteamientos predominantes en la época.

A comienzos de los años sesenta, cuando el proceso de industrialización latinoamericano ha recorrido un camino significativo, y no se logran los resultados esperados, sino que, por el contrario aparecen nuevos problemas, la  CEPAL comienza a poner atención en el tema de las reformas.

La rápida constitución de grupos monopólicos, resultado de la asociación de capitales locales con extranjeros, y la incapacidad de la industria local de crear empleos, con lo que crece la masa de pobres que se concentran en las grandes ciudades, dando vida a los estudios de la llamada “marginalidad”, ponen de manifiesto la necesidad de pensar los problemas en otros términos.

Esto propicia que al interior de  CEPAL se dé inicio a un proceso de revisión de sus visiones primigenias, lo que llevará a una segunda ruptura, pero ahora al interior mismo de la CEPAL. El tema de las particularidades del capitalismo periférico o dependiente tiende a convertirse en un tema central de reflexión.

El espacio principal de estos nuevos enfoques toma asiento en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), organismo dependiente de CEPAL, creado en 1962, y que logra reunir –a diferencia de CEPAL, en donde predominan los economistas– a científicos sociales provenientes de diversas disciplinas sociales, como resultado de la percepción de que los problemas del (sub)desarrollo requerían de visiones multidisciplinarias.

Es en este contexto que Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto escriben Dependencia y desarrollo en América Latina,[6] publicado en México en 1969, pero que circuló como material interno del ILPES desde 1966. La vinculación de lo externo y lo interno en los análisis de la dependencia, que abrirá fructíferas perspectivas, adquiere en el trabajo de Cardoso y Faletto una de sus primeras expresiones.

Allí se plantea que “el concepto de dependencia […] pretende otorgar significado a una serie de hechos y situaciones que aparecen conjuntamente en un momento dado y se busca establecer por su intermedio las relaciones que hacen inteligibles las situaciones empíricas en función del modo de conexión entre los componentes estructurales internos y externos” (pp. 19-20).

Visto en perspectiva, el libro de Cardoso y Faletto expresa la  confluencia entre una reflexión que apunta a romper con la visión teórica y metodológica desarrollada por  la CEPAL, y el pensamiento  marxista  que  hace de  los  estudios  de la dependencia su objeto sustancial de análisis. Esta situación permite a los autores superar diversas limitaciones y abrir horizontes a la discusión de significativa importancia.

Sin embargo, no se logran abandonar  totalmente los lastres del  campo  intelectual  que  se  buscan  superar.  En  los  trabajos  de  la CEPAL a esa fecha, uno de los rasgos más  notorios lo constituía el énfasis en los elementos económicos como aspectos explicativos del subdesarrollo.

Pero hablamos  de un énfasis  económico,  no de un enfoque de economía política, por lo que dichos análisis, al desligarse de las clases y su gestión, se limitaban a  la consideración de  las variables  “técnicas”  del atraso  y los  desequilibrios.

Cardoso y Faletto enfrentan esta situación otorgando al análisis de las clases y sus alianzas una significativa importancia. Sin embargo, en palabras de Vania Bambirra, “lo económico está presente en este estudio sólo como un marco muy general, a partir del cual se desarrolla un análisis esencialmente sociológico”; esto es, que lo económico importa sólo en cuanto define los patrones estructurales, mientras el estudio se centra en “la acción de los distintos grupos” tomados desde el punto de vista sociológico […] [lo que] no permite revelar en toda su complejidad la gama intrincada de la acción de los diversos grupos y clases sociales que actúan en función de intereses económicos objetivos, cuya imposición exige la lucha por la hegemonía política[7].

La importancia de Fernando H. Cardoso en el desarrollo de la teoría de la dependencia supera con mucho el trabajo que comentamos. Más allá de la amplia difusión que el libro citado ha tenido, creemos que su ensayo “Comentarios sobre  los conceptos de sobrepoblación relativa y marginalidad,”[8] en polémica con José Nun[9], constituye su más valioso aporte a los problemas que aquí nos ocupan.

Apoyado en una rigurosa conceptualización y en la comprensión de la dinámica de la acumulación y sus repercusiones sobre la población obrera, Cardoso critica agudamente los supuestos althusserianos y funcionalistas presentes en la obra de Nun. Cabe hacer notar que los estudios de la llamada “marginalidad” ganaron creciente atención en los años sesenta, siendo fuertemente influidos por visiones eclécticas.

Dependencia y marxismo

En el marxismo, la reflexión desarrollada en torno a la dependencia no partió de cero; se apoyó en diversos trabajos que se habían realizado en años previos y que tenían como denominador común negar el carácter feudal de la formación social latinoamericana.

Un  trabajo  pionero  en  este  sentido  es  el  libro  de Sergio Bagú, Economía de la sociedad colonial: ensayo de historia comparada de América  Latina,  publicado  en  1949[10]. Los  trabajos  iniciales  de  André  Gunder  Frank, donde criticaba la teoría del desarrollo y las tesis de una América Latina feudal, se ubican de lleno en la nueva corriente en torno a la dependencia, y constituyen un “parteaguas” fundamental para el tratamiento de la temática[11].

Posteriormente aparecerán nuevos estudios que inciden en el mismo problema, en particular “América Latina: ¿feudal o capitalista?”, de Luis Vitale,[12] publicado en 1966, y el ensayo de Rodolfo Stavenhagen, “Siete tesis equivocadas sobre América Latina”,[13] que ganó enorme difusión al sintetizar varios de los principales puntos en discusión.

Algunas de las tesis que levanta la nueva corriente marxista frente al marxismo endogenista y frente a las concepciones desarrollistas pueden sintetizarse así:

• El capitalismo latinoamericano es un capitalismo específico y en su desenvolvimiento sigue una legalidad que no es la del capitalismo llamado industrial o desarrollado.

• El subdesarrollo y los desequilibrios de las sociedades latinoamericanas son una resultante de la expansión mundial del capitalismo y de la reproducción de éste en su interior

• El rezago y los desequilibrios de la formación latinoamericana son, por tanto, el resultado de un capitalismo  sui generis y no simplemente producto de una insuficiencia capitalista.

•  Por ello, más que alcanzar las metas y peldaños de las economías industriales, se recorre un camino diverso de profundización del subdesarrollo, con sus manifestaciones de opulencia y modernizaciones sobre un mar de miseria y atraso.

En manos de intelectuales que reivindican el marxismo como su cuerpo teórico y metodológico de análisis, los estudios sobre la dependencia pusieron en primer plano la reproducción  del atraso y del subdesarrollo en las formaciones sociales latinoamericanas.

Sin embargo, dichos estudios continuaron presentando por un largo periodo diversos lastres de su pasado, el cual se negaba a desaparecer. Si bien se superaban muchas de las limitaciones anteriores, predominó en ellos un sesgo  sociologista  y  descriptivo,  sin  poder  avanzar  en  las  leyes  económicas  que permitieran  explicar  las  particularidades  del capitalismo dependiente. 

Por estas razones, durante algún tiempo tendió a ser más claro el corte en el plano político que en el plano propiamente teórico con el legado pre marxista del estudio.

Pero esta situación no implicó un estancamiento. Por el contrario, los análisis de la dependencia no sólo ganaron en profusión, ampliando enormemente el campo de problemas abordados desde la nueva perspectiva, sino también en rupturas con el pasado.

Uno de los autores que más ayudaron a definir, en el plano teórico y metodológico, el nuevo objeto de estudio, fue el sociólogo brasileño Theotonio Dos Santos.

Sus críticas a la teoría del desarrollo y sus formulaciones sobre las diversas “formas de dependencia”, permitieron mostrar que el estudio de esa problemática era un camino indispensable de análisis. Su libro  Imperialismo y dependencia[14], editado muy posteriormente, recoge buena parte de los mejores trabajos desarrollados en esta época, junto a estudios más recientes sobre el  imperialismo y  la crisis mundial capitalista,  temas hacia los  que  desplazó su atención.

Iguales méritos corresponden a Vania Bambirra, también una de las precursoras de esta nueva corriente marxista. Al criticar la tipología propuesta por Cardoso y Faletto entre economías de enclave y economías con control nacional del proceso productivo, desde aspectos metodológicos hasta aspectos de contenido, en su libro El capitalismo dependiente latinoamericano[15].

Bambirra propone una nueva clasificación de los países latinoamericanos en función del tipo de estructura productiva que presentan en el momento de la integración monopólica que se produce con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Allí establece dos tipos: 1. Estructuras diversificadas, en las cuales aún predomina el sector primario exportador, existiendo, sin embargo, un proceso de industrialización en expansión, y 2. estructuras primario-exportadoras, cuyo sector secundario estaba compuesto casi exclusivamente por industrias artesanales (cfr. p. 23).

El análisis de los diversos tipos propuestos, en particular el de los países “tipo A ” (estructuras diversificadas): Argentina, México, Brasil, Chile y Uruguay, constituye un valioso avance en la caracterización de las formas que asumían las formaciones sociales dependientes.

En este estadio del desarrollo de la teoría de la dependencia, fueron los trabajos de André Gunder Frank los que se constituyeron en el centro de la crítica  de las corrientes antidependentistas, tanto del marxismo endogenista como de la historiografía económica marxista y no marxista, así como de los teóricos desarrollistas.

Esto no fue casual. En Frank se sintetizaron con mucha claridad los elementos que definían la teoría marxista de la dependencia en ese momento.

Sus formulaciones sobre la especificidad del capitalismo latinoamericano se  topaban con las dificultades de encontrar las herramientas teórico-metodológicas y los conceptos que pudieran dar cuenta de la situación, problema que en Frank queda de manifiesto en su más comentado trabajo, “El desarrollo del subdesarrollo capitalista en Chile”[16], en el que formula la relación metrópoli-satélite como base de la expropiación del “excedente económico” a que se asiste en el sistema capitalista.

Por otra parte, la conclusión de que la única vía real de solución para los pueblos del continente se encontraba en el socialismo, constituía piedra de escándalo para los pensadores no marxistas y para los impulsores de la revolución por etapas.

Apoyado más en geniales intuiciones que en un bagaje teórico riguroso, el trabajo de Frank apuntó a problemas claves y a líneas políticas precisas[17].

Así, por ejemplo, su hasta hoy válida fórmula del “desarrollo del subdesarrollo” sintetizaba agudamente la profundización de los desequilibrios y los atrasos de América  Latina  respecto  de  las  economías  industriales,  en  tanto  se  siguiera una vía capitalista de desarrollo, pero al extender históricamente la situación de dependencia de América Latina a los momentos de la conquista, confundía a aquélla con la situación colonial.

Ante las debilidades del análisis y las provocativas tesis políticas, no fue extraño que desde distintos bandos se cuestionaran los planteamientos de Frank.

A pesar de las limitaciones antes indicadas, creemos que Frank es quien mejor sintetiza esta primera asunción del enfoque de la dependencia por parte del marxismo latinoamericano, en un esfuerzo intelectual que no logra resolver de un solo golpe –y tales sucesos no ocurren en el plano teórico– los diversos problemas de su desarrollo.

Nuevo estatuto teórico de la dependencia

Uno de los principales problemas del nuevo marxismo en los años sesenta fue su incapacidad para avanzar en una economía política de la dependencia, cuestión que en parte se explica porque la mayoría de los teóricos de esta corriente eran sociólogos o provenían de escuelas ajenas a la economía política.

Tal era el caso de Dos Santos, Frank, Bambirra, Vasconi, etcétera. Igual situación prevaleció en los análisis de Cardoso y Faletto. El débil desarrollo de esta disciplina provenía de décadas anteriores en el marxismo latinoamericano, en el que la historiografía económica predominó por sobre los análisis propiamente económicos. Ellos fueron patrimonio de corrientes no marxistas, como en el caso de los trabajos de la CEPAL.

Esto no constituía un problema menor en el tema que nos ocupa, ya que marcó los límites a los cuales podía arribar el marxismo latinoamericano en la exploración de las raíces de la forma dependiente de desarrollo. El problema tenía su nudo en el campo económico, y es allí donde había que encontrar los fundamentos del subdesarrollo. La explicación necesariamente debía realizarse en el plano de la economía política, como base para posteriores estudios que dieran  cuenta  de  los  fenómenos  del  Estado,  las  clases,  la  política,  etcétera.

Sólo una economía política de la dependencia podía gestar la comprensión de la legalidad vigente en la producción y reproducción del capitalismo latinoamericano.

Los autores anteriores incursionan en el campo de la economía, pero tales avances sólo sirven para acompañar tangencialmente el análisis sociológico, o se realizan con base en categorías que dificultan la cabal comprensión del problema.[18]

Curiosamente, y como una prueba más de las debilidades de la economía marxista  latinoamericana,  va  a  ser  un  sociólogo,  Ruy  Mauro  Mariniel  que formulará las bases de la economía política de la dependencia, marcando con su libro,  Dialéctica  de la dependencia[19], el corte en el proceso de transición de una categoría que, surgida en un campo teórico ajeno al marxismo, asume un estatuto teórico marxista.

En  Dialéctica de la dependencia, el marxismo latinoamericano alcanza su punto más alto en tanto formulación de las leyes y tendencias que engendran y mueven al capitalismo  sui generis llamado dependiente.

Esto se alcanzaba luego de una década de arduos estudios y discusiones sobre el tema.

A pesar de la necesidad de caminar en esa línea, ya que el trabajo de Marini, por su nivel general, no incursiona en el examen de situaciones particulares que permitirían introducir cierto grado de relativización en muchas de las afirmaciones, llama la atención la esterilidad presente en la economía política producida con posterioridad a dicho libro.

En este sentido, el trabajo de Marini es pionero y sólo ha tenido alguna continuidad en otros ensayos que también la pertenecen “Plusvalía extraordinaria y acumulación de capital” y Las razones del neodesarrollismo.”[20]

Como ocurre en el trabajo de Frank, en donde el concepto de “excedente económico”, elaborado por Paul Baran, juega un papel clave.

En trabajos posteriores, Marini introduce nuevos elementos en el desarrollo de la teoría de la dependencia, en particular en lo que se refiere al peso que asume la producción de plusvalía extraordinaria en la economía latinoamericana.[21]  

Luego de su publicación, las tesis de Dialéctica de la dependencia concentraron en el corto plazo la atención de los científicos sociales de la región, y las posiciones críticas desde diversos ángulos no se hicieron esperar. Así, Cardoso y Serra, y Castañeda y Hett[22], plantearon un juicio común: el análisis de Marini es marcadamente economicista, desconociendo los críticos una de las deficiencias más notables del marxismo latinoamericano: su débil desarrollo en la economía política.

En este tipo de crítica se hace palpable el sociologismo reinante en las ciencias sociales latinoamericanas, en donde las esferas social y política adquieren tanta autonomía que se explican a sí mismas, dejando de lado la incidencia de la economía en la definición de los procesos sociales. Se fundamentan, sin embargo, en un problema real: el grosero estructuralismo económico prevaleciente en el marxismo vulgar, en donde la infra lo explica todo.

Arrancando de las visiones sociologistas, se plantea que en los análisis económicos de Marini no aparecen las clases sociales ni la lucha de clases. Son lasmismas confusiones de quienes creen que el análisis de las clases en El capital de Marx sólo se inicia en el capítulo LII del tercer tomo y no ven que está presente a lo largo de toda la obra, en tanto el análisis de las clases a nivel económico se realiza bajo las categorías de plusvalía, valor de la fuerza de trabajo, salario y ganancia.

Otra crítica muy generalizada, desde un espectro de posiciones muy amplio, es la que plantea que en Dialéctica de la dependencia prevalece un análisis circulacionista, por sobre el análisis de la esfera productiva. He aquí cómo un problema de método, esto es, la necesidad de partir de la circulación de capitales y mercancías para comprender la vinculación de América Latina al mercado mundial, se confunde con un problema de objeto, cual es analizar el ciclo del capital que a partir de dicha vinculación se crea en la región, y las leyes que asume en su reproducción.

Suponen los críticos erróneamente, por la confusión anterior, que Marini postularía la supremacía de la circulación por sobre la producción en el funcionamiento del capitalismo.

Digamos,  por  último,  que  la  categoría  superexplotación  se  convirtió  en uno  de  los  puntos  más  polémicos  de  las  ciencias  sociales  latinoamericanas.

Entendida como el proceso mediante el cual “(la fuerza de) trabajo se remunera por debajo de su valor” (D d, p. 42) y no como “una supervivencia de modos  primitivos  de  acumulación  de  capital,  sino  […]  inherente a ésta y [que] crece correlativamente al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo” ( D d, p. 98), la categoría superexplotación ha sufrido todo tipo de equívocos, y es uno de los puntos clave de las disputas respecto al carácter del capitalismo latinoamericano.

Para algunos constituye una categoría que da cuenta de procesos pretéritos, anteriores al capitalismo. Otros, aceptando que es un fenómeno que puede darse en el capitalismo, la restringen a las formas de producción de plusvalía absoluta y, en tanto dan por supuesto que el capital industrial se rige por la producción de plusvalía relativa, la entienden como un mecanismo extraordinario y accidental. Terceros la confunden con el proceso de pauperización absoluta y, como el capital no puede “liquidar” la fuerza de trabajo, suponen incorrecta la tesis de la superexplotación.

No es difícil constatar que en esta diversidad de opiniones lo que se hace manifiesto es la incomprensión del término y de los procesos de los que da cuenta. No repetiremos aquí ideas ya desarrolladas que refutan los planteamientos anteriores.[23]

Digamos tan sólo que la superexplotación es la piedra angular para comprender la especificidad del capitalismo latinoamericano, en tanto da cuenta de las formas particulares en que se asienta la producción de plusvalía, cómo es explotada la fuerza de trabajo y las tendencias que de ello se derivan hacia la circulación y la distribución.

Si Frank constituye el punto más alto en el tránsito de la dependencia al marxismo, Marini funda la teoría marxista de la dependencia. Decíamos anteriormente que este autor permaneció prácticamente solo entre su generación en el desarrollo de esta temática y con una producción rica, pero escasa. Esto no deja de ser un proceso curioso. Justo cuando se daban las bases para que en el plano teórico el marxismo latinoamericano pudiera dar un salto general, se produce el abandono de esta tarea por diversos intelectuales ligados anteriormente a estos proyectos.

Esta paradoja tiene parte de su  explicación en el proceso contrarrevolucionario que se  desata  en  el  cono  sur  de  América  Latina,  con  particular fuerza en la primera mitad de los años setenta. Por su incidencia en el tema que nos ocupa, es particularmente significativo el golpe militar en Chile, ya que allí se concentraba parte importante de los intelectuales marxistas que dieron vida a los estudios de la dependencia. Tras el golpe militar en ese país, se produce la  diáspora que desarticula equipos de trabajo y temas de investigación.

El marxismo, en  sus principales vertientes, resintió agudamente el proceso contrarrevolucionario: unas como sostenes ideológicos de la “vía chilena al socialismo”; otras, como resultado del violento cambio en las correlaciones de fuerza y por la liquidación de sus proyectos. Todas, por la represión.

Pero desde antes del golpe militar, algunos de los más importantes teóricos de la dependencia habían iniciado un camino que los apartaba de los temas centrales propuestos a debate. André Gunder Frank, por ejemplo, ya había escrito “La dependencia ha muerto, viva la dependencia y la lucha de clases”,[24] ensayo en donde se hacía evidente su agotamiento en aquella problemática.

Theotonio dos Santos, por otra parte, iniciaba sus estudios sobre el imperialismo, que si bien estaban ligados a los problemas de la dependencia, ponían el acento en las economías desarrolladas y en los avances tecnológicos[25].

De esta forma, Marini no sólo concentró las críticas, sino la tarea de avanzar en el tema.[26]

Más allá de los elementos puntuales de la crítica a la obra de Marini, antes señalados, existen dos grandes corrientes que, en forma más global, plantearon propuestas alternativas a la posición de este autor. Nos referimos a los trabajos provenientes del marxismo endogenista que, luego de un largo periodo de repliegue teórico, buscó nuevos aires tras las tesis de la “articulación de modos de producción”, y a las formulaciones de antiguos dependentistas que, junto con antiguos teóricos liberales, han dado vida a lo que Marini calificó como “neodesarrollismo”.

Luego de su salida de Chile, Dos Santos se establece en México, en donde prosigue sus estudios sobre la crisis económica y el imperialismo. Los resultados de este trabajo se encuentran en la primera y segunda parte de su libro Imperialismo y dependencia, ya citado.

Con posterioridad, Dos Santos se traslada a Brasil donde retoma una activa vida política. Vania Bambirra realiza un periplo geográfico similar, desplazando su atención teórica a problemas políticos, como el aporte de Lenin a una teoría de la revolución y el socialismo.

La articulación de modos de producción

La crisis que vivió el marxismo endogenista en los años sesenta, con la “sorpresa” de la Revolución cubana, el agotamiento de sus tesis políticas y el quiebre de muchas de sus organizaciones, creó dificultades a su elaboración teórica. Sus planteamientos respecto a las formulaciones de la dependencia tendieron a ser más contestatarios, lo que le restó fuerzas en la creación de puntos de vista nuevos en la caracterización del capitalismo latinoamericano.

Sólo a mediados de los setenta, la situación se modifica, cuando ciertas formulaciones gestadas en Europa, particularmente en Francia[27], son retomadas por teóricos latinoamericanos, dando vuelo a la teoría de la “articulación de modos de producción”, en un claro sentido alternativo a las tesis de la dependencia.

Agustín Cueva ha sido sin duda el más lúcido exponente de esta interpretación  en nuestro continente. Su libro, El desarrollo del capitalismo en América Latina[28], es una de las obras más valiosas producidas en la segunda mitad de los años setenta en la zona. En el trabajo de Cueva se repiten viejas tesis teóricas y políticas del  marxismo  endogenista,  aunque  con  significativas  innovaciones,  muchas  de ellas tomadas de las propuestas de los teóricos de la dependencia. Estos cambios,  presentes  en  ideas  como  “las  deformaciones  del  aparato  productivo  capitalista debido a nuestra integración en el orden económico mundial”, “situaciones de dependencia” o sobre explotación, harán más corta la brecha entre este enfoque y las formulaciones marxistas de la dependencia.

En el libro de Cueva hay un esfuerzo evidente por superar las limitaciones endogenistas más recalcitrantes, tratando de integrar en el análisis los condicionantes exteriores con los factores internos para explicar la originalidad del capitalismo latinoamericano.

Es así como se indica que “la plena incorporación de América Latina al sistema capitalista mundial […] no ocurre a partir de un vacío, sino sobre la base de una matriz económico-social pre existente”, por lo que esta situación “nos coloca ante la complejidad de un proceso en el que lo interno y lo externo, lo económico y lo político, van urdiendo una trama histórica hecha de múltiples y recíprocas determinaciones” (pp. 11 y 12).

La idea de “recíprocas determinaciones” de los factores externos e internos, si bien supera los enfoques unilaterales que consideraban sólo uno de los elementos, no nos ayuda a identificar el hilo conductor que debe guiar el análisis. El problema no se aclara con una sumatoria de elementos y conceptos, o con un equilibrio indeterminado de factores internos y externos. ¿Dónde están las raíces de nuestro subdesarrollo?, ¿cuáles son los elementos definitorios en la gestación del capitalismo particular latinoamericano?

Cueva formula una propuesta. Así señala que el subdesarrollo latinoamericano sólo se torna comprensible al conceptualizarlo  como  un  proceso  de  acumulación  muy  particular  de  contradicciones que no derivan únicamente de los elementos históricos en que hemos enfatizado […] (“prusianismo” agrario, “deformaciones” del aparato productivo capitalista debido a nuestra integración en el orden económico mundial, sucesión de excedentes por el capital monopólico), sino también de una heterogeneidad más amplia, explicable en términos de articulación de  modos de producción, sin cuyo análisis resulta imposible entender el propio desarrollo concreto de los elementos estudiados hasta ahora (p. 100).

El peso de la respuesta de Cueva, en medio de un agregado de factores, se inclina claramente a hacer de la “articulación de modos de producción” un elemento clave en la explicación.

El  subdesarrollo  latinoamericano  se  presenta  a  primera  vista  como  un proceso atrasado e insuficientemente capitalista, frente a las formas y modalidades que asumió el capitalismo en los llamados países centrales. Por esta razón, la idea de la “articulación de modos de producción” (en tanto integración de formas “atrasadas” y “modernas” de producción), no es más que quedarse en  la  descripción  del  problema,  en  cómo  el  capitalismo  latinoamericano  se muestra  y  se  expresa.

Pero poco  se  ha  avanzado  en  explicar  por  qué  asume esas formas.

Señalemos  tres  ideas  centrales  en  relación  con  los  problemas  que  nos ocupan:

1. Lo que determina la imbricación que se produce entre los distintos “modos de producción” en América Latina es el tipo de inserción que establece esta región con el mercado mundial capitalista.

2. La vinculación de América Latina al mercado mundial (que se modifica al avanzar el proceso histórico, de ahí la necesidad de estudiar los fenómenos de la dependencia) genera particularidades en su ciclo del capital, el cual en determinadas situaciones no sólo permite, sino que requiere la reproducción de formas no típicamente capitalistas para consolidarse y desarrollarse.

3. Esta “articulación de modos de producción” no se da a nivel de la producción  inmediata, sino de la circulación. Pero al hacerse presentes las tendencias propias de la producción de plusvalía y capital, los modos de producción  existentes  se  readecuan  y  reestructuran,  sufriendo  variadas  alteraciones,  para hacer frente a los requerimientos que impone el capital a la producción mercantil.  El capital buscar apropiarse no sólo de la periferia de los diversos tipos de producción, sino de sus bases mismas.

Si en América Latina estas readecuaciones en la producción no asumen formas clásicas, no es tanto por una insuficiencia de desarrollo capitalista, porque “aun cuando se trate realmente de un desarrollo insuficiente de las relaciones capitalistas, esa noción se refiere a aspectos de una realidad que, por su estructura global y su funcionamiento, no podrá nunca desarrollarse de la misma forma como se han desarrollado las economías capitalistas llamadas avanzadas. Es por lo que más que un precapitalismo, lo que se tiene es un capitalismo sui generis” (Dd, p. 14).

En esta forma, salvo que aún se sostenga que nos encontramos en estadios inferiores de desarrollo frente al capitalismo clásico, el capitalismo latinoamericano ha madurado de una manera específica, marcada por sus modalidades de integración al mercado mundial, lo que ha definido particularidades en la reproducción del capital.

En otro orden de cosas, Cueva insiste en la dominación de un modo de producción feudal en América Latina, pero a diferencia de los planteamientos anteriores del marxismo endogenista, no lo extiende hasta el siglo  XX, sino hasta las tres cuartas partes del siglo XIX.

Así, indica:

“Al finalizar la forma de implantación del capitalismo en América Latina creemos haber sentado las bases para la comprensión de este problema, que en  estricto rigor no es, en el siglo xx, el de la transformación del feudalismo en capitalismo, puesto que este proceso, en sus líneas generales, se ha operado ya durante la fase oligárquica” (p. 148).

En todo caso, el hacer retroceder en el tiempo el feudalismo tiene implicaciones  políticas importantes. Para Cueva se hace difícil sostener la vigencia para el siglo  XX de revoluciones democrático-burguesas reales y, por ende, de alianzas del movimiento popular con la burguesía industrial. De este modo, en un verdadero mea culpa, plantea algo que el marxismo de la dependencia formuló desde sus inicios:

“Pero esta misma confrontación [entre la fracción agraria e industrial], que en épocas de crisis alcanzó el grado máximo de paroxismo, está teñida siempre de ambigüedades, en la medida en que la tendencia expansiva del capital industrial, que en principio lo impulsa a buscar una ampliación del mercado interno, se ve contrarrestada por el temor de desarticular el motor principal ya establecido de acumulación de capital en general. Por esta razón, la burguesía industrial latinoamericana no ha desempeñado un papel revolucionario, sino que se ha detenido en las fronteras de un tibio reformismo; la revolución democrática-burguesa le ha parecido como un gran “salto al vacío”, como un riesgo de perspectivas inciertas que nunca se decidió a asumir (p. 150).

Esta última parte avanzada por el marxismo endogenista también ayudará a crear condiciones para que en el plano político pueda producirse el acercamiento  entre las vertientes comunistas y la llamada izquierda revolucionaria en América Latina, a finales de los setenta y a comienzos de los ochenta del siglo XX.

La confluencia de fuerzas políticas del marxismo endogenista y dependentistas, proceso inédito en América Latina hasta esa fecha y que alcanza expresiones significativas en El Salvador, Guatemala, Chile y Bolivia, propiciará el reflujo de la discusión mantenida entre el marxismo endogenista y la teoría marxista de la dependencia

Desde  ambos  campos la  polémica  fue reducida, prevaleciendo el criterio de fortalecer la incipiente unidad política. Este es otro factor que explica la paralización de la discusión en torno a los problemas de la dependencia, a partir de los años ochenta en América Latina.

Otro proceso derivado también del movimiento político real contribuyó a minimizar las diferencias en el plano teórico. La multiplicación de golpes militares en la región, particularmente en el cono sur del continente, en la primera mitad de los setenta del siglo XX, puso en el centro del debate la caracterización del nuevo Estado latinoamericano.

El tema pasó a ser abordado desde diversas corrientes teóricas marxistas y no marxistas, multiplicándose los ensayos y trabajos sobre un campo que en fechas anteriores había despertado escasa atención.

En relación con las corrientes que aquí nos ocupan, la discusión asumió cortes en donde la dicotomía casi general, presentada anteriormente, entre endogenistas y dependentistas, se expresó en nuevas modalidades. Muchos de los marxistas de la dependencia se adscribieron a la caracterización que el marxismo endogenista realizó de los nuevos gobiernos militares en tanto regímenes de corte fascista, agregando en algunos casos la connotación de fascismo dependiente. Una buena síntesis de las diversas posiciones encontradas es el material “La cuestión del fascismo en América Latina”,[29] que reúne la participación de teóricos endogenistas (Agustín Cueva), dependentistas que coinciden en la caracterización de fascismo (Theotonio dos Santos, Pío García) y dependentistas que postulan una posición distinta (Ruy Mauro Marini), que caracterizan el fenómeno como “Estado de cuarto poder”, por el peso de las fuerzas armadas en el cuadro estatal.[30]

La discusión de estos temas, que permitió un sustancial avance de la teoría política marxista latinoamericana, también entró en una suerte de reflujo, como resultado en primer lugar de los acercamientos políticos entre las corrientes marxistas antes señaladas, pero también como producto de los cambios  operados en los regímenes militares que, al institucionalizarse, dieron paso a fórmulas civiles de gobierno, con lo cual la idea de fascismo perdió no sólo fuerza teórica, sino también el carácter agitativo y  de denuncia  que en algún  momento pudo ser útil[31].

Dependentistas y neodesarrollistas

Las  diferencias y contradicciones entre  los  teóricos  de  la  dependencia  sólo asumieron un carácter significativo luego de la publicación de Dialéctica de la dependencia.  Ello  obedeció  al  claro  corte  de  aguas  que  estableció  el  análisisde Marini en el plano teórico. A partir de ese punto, ya no todos los dependentistas asumieron esta condición, porque el calificativo comenzó a significar muchas más cosas que en sus inicios. El marxismo se había apropiado de dicha categoría, dándole connotaciones específicas al enfoque de los problemas  que afronta el capitalismo latinoamericano, lo que obligó a formular definiciones.

El primer signo de este decantamiento fue el trabajo de Cardoso “Notas sobre el estado actual de los estudios sobre la dependencia[32], escrito en 1972.

Allí Cardoso inicia moderadamente sus objeciones a la categoría superexplotación en tanto factor clave del capitalismo dependiente, al considerarla una forma antediluviana de explotación y no resultado del desarrollo del capitalismo como tal[33].

Posteriormente, bajo un nuevo cuadro político en Brasil, con pasos significativos de la dictadura militar por institucionalizarse en medio de aperturas políticas, y una creciente recomposición y reactivación del movimiento popular, Cardoso lanza un violento ataque a la obra de Marini, rechazando las tesis de la superexplotación  y del subimperialismo.

Su ensayo “Las desventuras de la dialéctica de la dependencia”,[34]en colaboración con José Serra, es una verdadera defensa del capitalismo brasileño.[35]

Marini responde a las “desventuras” con su ensayo “Las razones del neodesarrollismo”[36] en donde precisa una serie de elementos en torno a la superexplotación , que en sus trabajos anteriores no fueron considerados, al igual que sobre el subimperialismo.

Conclusiones

Difícilmente puede hablarse de una teoría de la dependencia englobando en tal afirmación una temática que ha debido sufrir variadas mutaciones teóricas y políticas desde su surgimiento hasta nuestros días y que, en la diversidad de corrientes y autores que hemos reseñado, apunta a problemas distintos  y  con  desiguales  niveles  de  concreción. 

En rigor, sólo se ha  constituido una teoría de la dependencia cuando ésta ha sido apropiada por el marxismo. Es desde esta escuela que sólo ha sido posible definir con precisión una perspectiva  de  análisis,  la  integración  de  América  Latina  al  mercado  mundial capitalista, y un objeto específico de estudio: el capitalismo dependiente, sus leyes de gestación y de reproducción.

Muchos de los problemas aquí esbozados, y que ganaron la atención de los intelectuales en los años sesenta y setenta del siglo  XX, fueron abandonados en el periodo posterior por razones diversas, entre las cuales se incluyen el avance del pensamiento conservador, las derrotas del mundo del trabajo y también la crisis y derrumbe del llamado mundo socialista, todo lo cual repercutió en la reflexión de los pensadores marxistas.

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[1] Sería absurdo negar que, a pesar de dichas limitaciones, se produjeron por parte de intelectuales

del marxismo “ortodoxo” valiosos trabajos. Entre sus autores podemos citar a Blas Roca, Rodney Arismendi, Caio Prado Junior, Hernán Ramírez Necochea, etcétera. Dado el periodo que analizamos, autores como Mella y Mariátegui quedan excluidos de estas consideraciones. Para una visión del marxismo latinoamericano desde comienzos de este siglo, véase de Michael Lowy, El marxismo en América Latina, Ed. Era, México, 1982.

[2] Véase en particular, W.W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico, FCE , México, 1961

[3] Para una visión sobre este tema, véase el ensayo “Las fuentes de la teoría de la dependencia”, en J.

Osorio,  Las dos caras del espejo. Ruptura y continuidad en la sociología latinoamericana , Triana Editores, México, 1995

[4] En rigor, la  CEPAL , en sus trabajos iniciales, de la mano de Raúl Prebisch, no habla de “dependencia”, sino de economías periféricas.

[5] Véase  Modos de producción en América Latina, Cuadernos de Pasado y  Presente, núm. 40, Córdoba,

1973, que reúne ensayos de los autores antes citados.

[6] Ed. Siglo XXI, México, 1969. Es en ILPES también en donde Osvaldo Sunkel y Pedro Paz señalarán que el desarrollo y el subdesarrollo sólo pueden ser entendidos como dos caras de un único proceso, la conformación de la economía capitalista como economía mundial. Véase su libro El subdesarollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Siglo XXI, México, 1970. La primera impresión del primer capítulo de esta obra fue realizada por el ILPES en 1967

[7] El capitalismo dependiente latinoamericano, Siglo XXI, México, 1974, p. 17.

[8] Publicado en  Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, núm. 1-2, Santiago, 1971.

[9] “Superpoblación relativa, ejército industrial de reserva y masa marginal”, publicado inicialmente en  Revista Latinoamericana de Sociología, vol. V, núm. 2, Santiago. Este ensayo, así como el de Cardoso antes mencionados fueron reeditados en el libro de J. Nun,  Marginalidad y exclusión social, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001.

[10] Los  trabajos  iniciales  de  André  Gunder  Frank , donde criticaba la teoría del desarrollo y las tesis de una América Latina feudal, se ubican de lleno en la nueva corriente en torno a la dependencia, y constituyen un “parteaguas” fundamental para el tratamiento de la temática.

[11] Véanse sus trabajos “Sociología del desarrollo…”, op. cit., y “El capitalismo y el mito del feudalismo en la agricultura brasileña”, ambos en  Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Ed. Siglo XXI,Buenos Aires, 1970.

[12] Publicado en la revista  Estrategia, núm. 3, Santiago, 1966

[13] Publicado en junio de 1965 en el diario mexicano El Día. Una versión corregida se encuentra en el libro Sociología y subdesarrollo, Ed. Nuestro Tiempo, México, 1972.

[14] Ed. Era, México, 1978.

[15] Bambirra,  op. cit. También consúltese de esta autora  Teoría de la dependencia: una anticrítica, Ed. Era, México, 1978, en donde polemiza con diversas corrientes antidependentistas.

[16] Incluido en el libro Capitalismo y subdesarrollo…, op. cit. Véase en particular el punto A, “Tesis del subdesarrollo capitalista”, pp. 15-25.   

[17] Véase, por ejemplo, su artículo “¿Quién es el enemigo inmediato?”, en el libro América Latina: sub-desarrollo o revolución, Ed. Era, México, 1973, pp. 327-357.

[18] Como ocurre en el trabajo de Frank, en donde el concepto de “excedente económico”, elaborado

por Paul Baran, juega un papel clave.

[19] Editado por Era, México, 1973. La obra anterior de Marini no es ajena a los límites comentados

para el periodo precedente. Véase en particular  Subdesarrollo y revolución, Ed. Siglo XXI, México, 1969.

[20] El primero publicado en Cuadernos Po l í t i c o s, núm. 20, abril-junio de 1979, Ed. Era, México, y el segundo en la Revista Mexicana de Sociología, número ex t r a o rdinario (E), México, 1978. En esta línea, debe incluirse también su ensayo “El ciclo del capital en la economía dependiente”, publicado en Mercado y dependencia , de Úrsula Oswald  et al., Ed. Nueva Imagen, México, 1979.

[21] “Plusvalía extraordinaria…”,  op. cit.

[22] F.H. Cardoso y J. Serra, “Las desventuras de la dialéctica de la dependencia”,  Revista Mexicana de Sociología, número extraordinario (E), 1978. De Castañeda y Hett,  El economismo dependentista, Ed. Siglo XXI, México, 1978.

[23] Véase al respecto del propio Marini la parte II de  Dialéctica de la dependencia y el punto III de “Las razones…”,  op. cit., pp. 85-99. También de Jaime Osorio, “Superexplotación y clase obrera: el caso mexicano”,  Cuadernos Políticos, núm. 6, octubre-diciembre de 1975, Era, México, en particular las pp. 5 a 10, y el capítulo 3 “Dependencia y superexplotación” de este libro.

[24] En  Capitalismo y subdesarrollo…, op. cit. 25

[25]

[26] 26

Al salir de Chile, y tras una corta  estadía en  Panamá  y  Alemania  Federal, Marini  se  establece en  México  en  1974,  iniciando  un  prolífico  trabajo  de  formación  de  equipos  de  investigación  en  el Centro de Información, Documentación y Análisis del Movimiento Obrero (CIDAMO) que crea y dirige, en donde se producen valiosos materiales sobre análisis de coyuntura internacional, así como investigaciones sobre diversos países latinoamericanos. En México, Marini escribe Las razones del Neodesarrollismo y  Plusvalía extraordinaria y  acumulación  de capital. También algunos ensayos sobre el  Estado y la lucha  por la democracia.  En  general,  su  producción  se  reduce, en  medio  de intensas  tareas docentes  y  de  dirección  de  investigaciones  y  equipos de trabajo,  y  por el  reflujo  general  que  viven  los marxistas  de la dependencia. A mediados de los ochenta, regresa  a Brasil en donde inicia una revisión de  las teorías del desarrollo latinoamericano, así como del socialismo. En 1993, de vuelta en México, dirige el  Centro de Estudios Latinoamericanos (Cela) de la UNAM, en donde encabeza seminarios  de revisión  de la teoría social latinoamericana,  el  cual deja  a  mediados  de 1994  para regresar a Brasil, en donde fallece  en 1997. Sus memorias  así  como  sus  principales trabajos pueden  consultarse  en  la página http://www. m a r i n i – e s c r i t o s . u n a m . m x

[27] Pierre-Philippe Rey, Les alliances de classes, Ed. Maspero, París, 1973. Existe edición en español en Siglo XXI.

[28] Ed. Siglo XXI, México, 1977.

[29] Publicado en  Cuadernos Políticos, núm. 18, octubre-diciembre de 1978, Ed. Era, México.

[30] En un trabajo posterior, “La cuestión del Estado y la lucha de clases en América Latina”, Monthly Review, Barcelona, octubre de 1980, vol. 4-1, Marini retoma el análisis del Estado, articulando la exposición  con las consecuencias que la nueva situación plantea desde el punto de vista de la lucha democrática.

[31] El tema del Estado ha continuado desarrollándose, aunque con visiones más parciales. Una buena selección de trabajos se encuentra en el libro Estado y política en América Latina, de Norbert Lechner et al.,  Siglo XXI, México, 1981. La discusión posterior se trasladó al tema de la democracia y de las transiciones a la democracia, en donde destacan autores como el mismo Lechner y O ́Donnell. Para una crítica de esta corriente véase de Atilio Borón,  Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Ediciones Imago Mundi, Buenos Aires, 1991, y de Jaime Osorio,  El Estado en el centro de la mundialización, Fondo de Cultura Económica, México, 2004.

[32] Publicado inicialmente en  Revista Latinoamericana de Ciencias  Sociales, núm.  4,  Santiago, 1972. Posteriormente se incluyó en Problemas del subdesarrollo latinoamericano, Ed. Nuestro Tiempo, México, 1976

[33] La respuesta de Marini a estas observaciones aparece en la parte II de Dialéctica de la dependencia,  op. cit.

[34] En  Revista Mexicana de Sociología,  número extraordinario (E), 1978.

[35] Tras  cortas  estadías  en Chile  y  en  Francia,  luego del golpe  militar  en  Brasil en 1964,  Cardoso regresa a Brasil, en donde crea el Centro Brasileiro de Analise e Planeamiento (Cebrap), que se transforma  al  poco  tiempo  en uno  de  los  institutos en ciencias sociales más productivos del continente. Se adscribe al Movimiento Democrático Brasileño (MDB), organización política de centro, con actividad destacada en los procesos políticos tendientes a democratizar el país. En 1982 ocupa el cargo de senador por el Estado de Sao Paulo y participa activamente en la Asamblea Constituyente que elabora la nueva Constitución promulgada en 1988, fungiendo también como dirigente del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), organización disidente del  PMDB. En 1992, asume la cartera de relaciones exteriores y al año siguiente la de Hacienda, bajo el gobierno de Itamar Franco, quien sucede a Fernando Collor de Mello alabandonar éste la Presidencia del país, bajo acusaciones de corrupción. Posteriormente llega a la Presidencia de Brasil, siendo reelegido y termina su mandato con fuertes críticas del centro y la izquierda de haber realizado una gestión orientada por políticas neoliberales. Le sucedió Lula en el cargo.

[36] Marini,  op. cit.

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