Ian J. Seda Irizarry Son muchos los análisis que abundan sobre las causas de esta gran crisis que experimenta el sistema capitalista global. Los mismos reflejan un sinfin de posturas ideológicas y teóricas que luchan por capturar la atención de las masas. Por ejemplo, una de estas perspectivas enfatiza la desregulación del sistema macroeconómico financiero que le habría brindado una “estabilidad relativa” a la economía mundial en el periodo post-guerra. Otra perspectiva apunta el dedo al interés propio que supuestamente describe la naturaleza humana. Otra enfatiza las fallas y contradicciones inherentes del capitalismo. Finalmente, y sin completar la extensa lista, tenemos otras perspectivas que señalan diferencias culturales como la causa del desplome. Como es de esperarse, el volumen de la literatura que recoge las distintas posiciones puede ahogar aún a los más dedicados.
Si bien es cierto que cada una de las explicaciones para la crisis puede aparentar algo de verdad, las perspectivas que integran elementos históricos, institucionales y sistémicos de manera crítica están poco a poco abriéndose paso en el terreno ideológico. Esto no debe sorprender a nadie, dado que en momentos de crisis muchas cabezas se abren ante la incapacidad de su razonamiento para explicar lo que sus sentidos captan.
El economista griego Yanis Varoufakis aprovecha este momento, que el identifica como uno de aporia, para brindarnos un interesante libro. El mismo sitúa el desbarajuste económico en relación a los eventos socio-económicos que trazan la trayectoria histórica de Estados Unidos. Para el autor de The Global Minotaur, la nación-estado como categoría de análisis sigue siendo muy relevante a la hora de analizar los movimientos del capital dentro del llamado mundo globalizado.
Con el título que apela a la mitología griega, Varoufakis enfatiza cómo los Estados Unidos, de manera conciente y premeditada, pasó de ser del acreedor al deudor más grande del mundo. Al igual que el Minotauro, la bestia mitad toro mitad hombre que recibía sacrificios para aquietar su apetito dentro del laberinto que lo contenía, esta potencia mundial actualmente recibe excedentes en bienes y capital para poder satisfacer dos importantes necesidades. Éstas son el poder financear el déficit fiscal del gobierno y a su vez el déficit comercial de la economía norteamericana donde se importa más de lo que se exporta.
En su libro, Varoufakis enfatiza cómo países como Alemania, Japón y China inundan a los Estados Unidos con sus productos y luego toman una gran suma de las ganancias que hacen (cerca del 70%) y las reinvierten como flujos de capital en Wall Street. A su vez “Wall Street transformó estos flujos en inversiones directas, acciones, nuevos instrumentos financieros, viejas y nuevas formas de préstamos y, por último pero no menos importante, en bonos para sí mismos”. Para el autor, la financialización de la economía tiene que comprenderse en gran parte como el resultado de estos flujos masivos de capital y bienes hacia Estados Unidos en relación al reordenamiento de la economía en base a la dispersión global de la producción. El colapso del sistema financiero en el 2008 en el seno de Estados Unidos es entonces concebido en relación al deterioro del flujo de esos valores for razones inherentes al arreglo bajo el cual se daban esos flujos; es la herida mortal al Minotauro Global.
Antes de analizar el estado crítico de la economía norteamericana en relación a la economía global, Varoufakis comienza con un recorrido histórico del periodo postguerra y la situación hegemónica de los Estados Unidos en un mundo despedazado por el conflicto bélico. Este periodo, al cual llama el periodo de Plan Global , es uno donde se arma de manera conciente el andamiaje internacional más impresionante concebido desde una perspectiva económica, ideológica y política.
El arreglo Bretton Woods habia surgido en cierta medida del reconocimiento de los portavoces del Nuevo Trato en la decada del 30 de que el capitalismo no puede ser manejado eficientemente sólamente a nivel nacional dado la interdependencia económica entre países. Como es bien sabido, el economista británico John Maynard Keynes participó de manera activa en la confección de ese sistema internacional. Su pensamiento general de que se podían oprimir botones y halar palancas para obtener los resultados deseados obtendría su máxima manifestación en ese sistema de organización internacional que efectivamente y de manera final confirmaba que Inglaterra “le pasaba la batuta” a los Estados Unidos como nuevo imperio a la cabeza del capitalismo global.
Durante ese periodo, si bien el lente económico nos describe un momento de crecimiento sustentable, mejores condiciones de vida y un control de la desigualdad, por otra parte tenemos las intervenciones imperialistas de los Estados Unidos para consolidar sus intervenciones en Europa y Japon a la luz de la alternativa que brindaba la Union Soviética. Como menciona Varoufakis, “el asegurar acceso sin dificultades de suministros de energía para Europa y Japón, al igual que fuentes abundantes de demanda para su producción industrial puso a los Estados Unidos en camino hacia un choque con varios movimientos de liberación que de otra forma se hubiesen visto de forma benigna por Washington (por ejemplo, vietnamitas anticolonialistas)” (P. 79).
Varoufakis luego dá un repaso del periodo que comienza con el año 1971, momento en el cual el gobierno norteamericano decide de manera premeditada no reducir los déficits que iban aumentando desde los 60 (la guerra de Vietnam ocupa un sitial especial en estos costos). Es en ese mismo año que el presidente Nixon anuncia el fin del sistema Bretton Woods que regulaba el comercio y finanzas internacionales. El libro luego traza cómo los flujos de capital socavaban este nuevo arreglo internacional post-1971 y la relacióñ de este proceso con la explosión de la crisis en el mercado inmobiliario de los Estados Unidos.
La contribución de Varoufakis puede colocarse dentro de la literatura que trata los llamados “desbalances globales” entre naciones a base de los excedentes y déficits comerciales definidos en términos de importaciones y exportaciones que muchos usan para definir lo que es el comercio internacional. Para nuestro economista griego, y siguiendo la inspiración de Keynes, lo que se deriva de este análisis es la necesidad de desarrollar un andamiaje supranacional que pueda “reciclar” estos excedentes. En otras palabras, se necesita de un mecanismo que trate de prevenir la acumulación de excedentes sistemáticos en ciertos países y de déficits persistentes en otros.
Este tipo de análisis, si bien puede iluminar ciertas características institucionales a nivel global, también contribuye a oscurecer el día a día de las operaciones del capital. Nos resulta sorprendente que Varoufakis, quien reconoce abiertamente la influencia de Karl Marx en su trabajo, en ningún momento intente hacer conexiones concretas entre ese análisis del flujo de excedentes a nivel internacional y el movimiento de los excedentes que las clases trabajadoras del mundo todos los días producen que sirven de base para la ganancia capitalista.
Por ejemplo, en el análisis de Varoufakis los Estados Unidos importa una cantidad significativa de productos de la China. Lo que no dice es que cerca de la mitad de esos productos chinos son producidos por corporaciones norteamericanas operando en la China. Es decir, son corporaciones norteamericanas las que se apropian de las ganancias. La dispersión global de la producción y quienes se apropian de la ganancia queda escondida detrás del análisis macroeconómico que tiene como punto de partida las naciones como entes anónimos, sin clases.
¿Cuál puede ser una de las razones para dar importancia a este detalle? Pues que los trabajadores norteamericanos le hechan la culpa a los chinos y no a cómo opera el capital. Esta xenofobia es real y está muy presente en uniones industriales muy importantes dentro de los Estados Unidos, como la United AutoWorkers (hace tres años tuve la oportunidad de preguntarle a un representante de la UAW cómo los trabajadores a los que él representaba comprendían la crisis, y él me respondió que “los chinos y japoneses nos quitaron los trabajos”). También la vemos a través del mundo, especialmente en Europa, donde se han fortalecido movimientos hipernacionalistas, xenofóbicos y racistas.y volvi
Por último, y volviendo a la temática económica, Varoufakis podría haberse enfocado algo más en el año 1971 y los grandes déficits norteamericanos para tratar el tema del desarrollo del mercado de Eurodólares. Dado que la gran cantidad de dólares que corrían el mundo era más que las reservas de oro de los Estados Unidos, muchos de sus socios comerciales acumularon dólares que no necesitaban. Es por esto que se desarrolla el mercado de Eurodólares, el cual resultaba muy atractivo para corporaciones multinacionales norteamericanas, las cuales ahora podían obtener dinero en mejores términos que si lo tomasen prestado dentro de los mismos Estados Unidos.
Esta dinámica asociada a los movimientos del dólar es fundamental para comprender todo el proceso de desregulación de los mercados que normalmente se identifica como causa de la presente crisis. Como menciona el politólogo David Mcnally (“Global Slump”, 2011: 91), no es que primero vino la desregulación de los mercados ya establecidos y luego la crisis, sino que primero se desarrollaron estos mercados no regulados de dólares “offshore”. La desregulación gubernamental viene como reacción a los mismos, para poder competir y atraer actividades comerciales y financieras “que se estaban dando fuera de sus jurisdicciones”.
En fin, si bien hay muchos cabos por atar en cualquier historia sobre el desarrollo de la crisis, el libro de Varoufakis presenta una buena introducción, escrita con un estilo muy lúcido, por alguien que vive en un país sacudido por la hecatombe económica. El mismo Varoufakis ha dicho que “antes era conocido por ser un mero economista, ahora soy reconocido por ser un economista griego”.
Autor: Ian J. Seda-Irizarry ( isedairi@gmail.com ). Profesor Visitante en la Universidad de Bucknell en Pennsylvania.