12 de abril de 2013 La ausencia de un programa político definido de transformaciones revolucionarias, y su sustitución por programas electorales de naturaleza coyuntural, es una de las expresiones más reveladoras del peso de la visión reformista predominante en el discurso y la práctica del grueso del movimiento revolucionario salvadoreño.
Desprenderse de esta visión reformista y retomar el rumbo revolucionario es uno de los principales desafíos de la izquierda salvadoreña, para poder así aprovechar la extraordinaria acumulación de fuerzas existente e inclinar la balanza social hacia la ruptura del sistema y no hacia su sostenimiento, como sucede en la actualidad.
Para cumplir esta tarea de naturaleza estratégica se requiere poner en tensión la voluntad popular de transformar este sistema capitalita dependiente, por un nuevo tipo de sociedad, la sociedad socialista. Y de esta forma iniciar el esfuerzo histórico por hacer desaparecer las diferencias de clase, la opresión y la explotación.
Sin un programa político, el barco de la revolución navega sin rumbo. Y va dando bandazos hacia la izquierda o hacia la derecha, hacia el oportunismo o hacia el izquierdismo, y puede hasta naufragar. De lo que se trata es de garantizar que el barco llegue al puerto, al puerto del socialismo.
Y una de las más evidentes manifestaciones del peso alcanzado en nuestro pensamiento por la visión reformista, es la ausencia de debate sobre un programa político que defina con claridad los objetivos y las estrategias, tanto a corto como a mediano y largo plazo del movimiento revolucionario salvadoreño. Trabajamos con base a la coyuntura. Afinamos el oído y el olfato de la táctica (programa mínimo) y descuidamos la visión estratégica (programa máximo). No siempre ha sido así.
Y podemos rescatar como valiosa herencia la plataforma de lucha por el poder del Comandante Anastasio Aquino, que construyó un ejército indígena para garantizar el cumplimiento de los famosos Decretos de Tepetitan de 1833 que entre otras cosas, planteaban: “Queden libres de obligación de pagar todos los deudores que se encontraren en el territorio en que hace sentir su fuerza mi gobierno.”
En los últimos noventa años hemos vivido diversas experiencias de construcción de programas y de lucha por el poder. De 1924 a 1928 la lucha por conquistar la jornada laboral de ocho horas fue una bandera reivindicativa prioritaria de la FRTS (programa mínimo) a la vez que se creaban las condiciones para constituir el partido político de la clase obrera y garantizar así la lucha por el socialismo (programa máximo).
En la insurrección de 1932 el objetivo del PCS fue la instauración de soviets. Eran los tiempos de la III Internacional. El socialismo tenía quince años de existir en el mundo en la URSS. El programa no estuvo muy claro pero la decisión de romper con el sistema fue definitiva, categórica. De 1932 a 1944 la bandera fue el derrocamiento del tirano Martínez. De 1944 a 1992 la bandera fue terminar con la dictadura militar. ¿Y ahora?
Durante toda la década del setenta del siglo pasado uno de los puntos más significativos de la lucha ideológica entre las diversas corrientes de izquierda fue precisamente el debate sobre la caracterización del régimen y sobre el programa revolucionario.
Y claro, sobre las formas de lucha y de organización. Y también sobre las corrientes ideológicas internacionales. Se leía y se debatía profusamente, apasionadamente. Discusiones intensas que se daban en las alturas y en la base popular de la izquierda política y social de ese momento, entre los “revis” y los “ñurdos”, entre los “electoreros” y los “ultras.”
Para algunos el régimen era una dictadura militar en escalada fascista, para otros una dictadura militar de derecha, para otros una tiranía militar fascistoide, una dictadura de excepción, etc. Y se hablaba como proyecto de un gobierno democrático antiimperialista y antioligárquico; de un gobierno de obreros y campesinos con hegemonía proletaria, de un gobierno de salvación nacional, etc.
Al final el avance del proceso unitario y la agudización de la crisis nacional impusieron la necesidad de abandonar posiciones dogmáticas y en febrero de 1980 a nivel de CRM se logró coincidir en un planteamiento único: el de la plataforma programática del gobierno democrático revolucionario, que respondía a un nivel concreto de alianzas plasmado en el Frente Democrático Revolucionario. Y posteriormente en la alianza FDR-FMLN.
El corazón de este planteamiento radicaba en lo político en el cese a la represión contra el pueblo y libertad de los presos políticos, así como en lo social la realización de una reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior. Un mes después, el proyecto contrainsurgente de manera audaz asumía este planteamiento social para quitarle las banderas al proyecto revolucionario.
Posteriormente, los desafíos derivados del avance de la Guerra Popular Revolucionaria y de la profundización de la Intervención Regional del gobierno estadounidense, impusieron la necesidad de una nueva iniciativa táctica plasmada en la propuesta del FMLN-FDR de enero de 1984, llamando a la creación de un Gobierno Provisional de Amplia Participación.
Y todo esto culminó en el proceso de dialogo y negociación que dio origen a los Acuerdos de Paz de enero de 1992. Surgió una nueva institucionalidad, que incluyó la transformación del FMLN de fuerza político-militar a fuerza político-electoral. Y a la búsqueda de conquistar el gobierno mediante la vía electoral, y de esta manera ir acumulando poder político.
El 2009 el FMLN logra conquistar el ejecutivo a través de una amplia alianza de fuerzas democráticas y revolucionarias. En la actualidad esta planteada la renovación de ese mandato popular en el 2014. Han sido veinte años ya de enfrentamiento político con la derecha, durante cinco elecciones presidenciales.
Además de participar en elecciones legislativas y municipales. En el caso de las presidenciales se ha optado por 2 candidatos de fuera del FMLN
(Rubén Zamora en 1994 y Mauricio Funes en 2009)y por tres candidatos de dentro del FMLN (Facundo Guardado en 1999, Schafik Handal en 2004 y Salvador Sánchez Ceren en 2014).
Hay una relación estrecha en lo electoral entre candidato y programa. Un programa excelente puede ser opacado por un candidato débil, mientras que un candidato excelente puede ganar incluso con un programa débil. Influye fuertemente en este campo la magia de la imagen. La percepción se convierte en la realidad. La misma lección se extrae de las experiencias del PAR en 1967 con Fabio Castillo, de la UNO en 1972 con José Napoleón Duarte y en 1977 con el Cnel. Ernesto Claramount.
En conclusión, como movimiento popular tenemos el desafío de construir una propuesta política de largo plazo, que rebase los límites de las competencias electorales. Y no estamos hablando de socialismo como meta a corto plazo pero tampoco estamos hablando de acomodarnos a este sistema capitalista como el mejor de los mundos posibles. Y pensar exclusivamente en la siguiente elección y en el próximo cargo.
Esto no significa abandonar la tarea de seguir derrotando a la derecha en cada elección y de garantizar la continuidad del actual proceso iniciado en el 2009. Esto significa construir desde nuestros lugares de trabajo y territorios organización popular que es poder popular; además una propuesta de Nación desde nuestra visión y necesidades a mediano plazo, digamos veinte años.
Y educar a nuestro pueblo en la necesidad de una ruptura, de un cambio de sistema, en la necesidad de un futuro socialista (programa máximo). Debemos aprender a caminar simultáneamente en estos tres carriles. Es posible y urgente hacerlo.
Movimiento social y popular
La implementación de la Ley de Medicamentos es una de las últimas medidas mediante las cuales el gobierno del presidente Funes expresa su naturaleza popular. Lamentablemente como movimiento popular no hemos tenido la claridad de visión y capacidad de acompañar activamente y solo ha activado el movimiento social vinculado a problemáticas de salud.
Cuando se trata de una gran batalla por la profundización de la democracia social. Pero a diferencia de 2002, en la batalla contra la privatización de la salud, esta vez la movilización popular ha estado bloqueada en parte por la existencia de un gobierno de izquierda.
Es un enfrentamiento social en el cual el Gobierno defiende los intereses populares contra la elite empresarial que se ha beneficiado por décadas de este lucrativo negocio. Pero el gobierno aparece dando la batalla solamente con un débil apoyo. Una excepción fue la masiva movilización del 4 de abril, del Hospital Rosales a la Corte Suprema de Justicia, convocada por el Foro Nacional de Salud.
El presidente Funes si ha comprendido que la batalla por la salud es la que le permitirá quizás cerrar con broche de oro su presidencia y se ha lanzado al ruedo denunciando las maniobras de la derecha para tratar de boicotear la ley de Medicamentos. Son estas actitudes las que mantienen su figura en alto en las preferencias populares.
Lo mismo sucede con otras tres grandes batallas: la del agua, la del transporte y la de las minas. Incluso con la batalla por el aumento salarial anunciado por el Gobierno, en la cual brilla por su ausencia el movimiento sindical. No hay interés en organizar esta lucha en las direcciones sindicales pero tampoco en las bases. Es lamentable, pero es una realidad.
Y mucho menos interés en la población. Prevalece el espíritu de “aceptar lo que nos den” sobre el espíritu de “luchar por lo que es justo.” Es un problema de conducción política y es un problema de estado de ánimo de los sectores populares.
En la batalla del transporte, el esfuerzo gubernamental por garantizar cambios en el sector orientados a beneficiar a la población se ven bloqueados por la actitud cerrada de transportistas que se lucran del caos existente. No hemos tenido la capacidad como movimiento popular de crear un Sindicato de Pasajeros que asuma la defensa de los derechos a un transporte barato y de calidad. Y la población es víctima y espectadora de este duelo entre Viceministerio de Transporte y Transportistas. Esperamos que sea el gobierno el que nos resuelva el problema.
Lo mismo sucede con la batalla del agua, hay un debate en la Asamblea para una Ley del Agua que es acompañado básicamente por ONGs que trabajan en el tema, pero con escasa presencia de las organizaciones comunales, de los sindicatos, de las mujeres.
No se logra captar la integralidad e interconexión de los temas. Y es que esto le correspondería hacerlo a la conducción política, como en el pasado. Definir líneas de acción. Quizás hoy con mayores niveles de consulta. Pero la conducción política esta ausente o preocupada por otros temas. Hay un vacío preocupante.
Y en este caso del agua ANDA juega un papel ambiguo, para ser benévolos. Hay que resaltar que el 4 de abril las comunidades Aragón II y Brisas del Mirador bloquearon a la altura del Rancho Navarra la carretera que conduce al Aeropuerto Internacional de Comalapa exigiendo a ANDA que se les restablezca el servicio de agua, suspendido desde hace dos semanas.
No hemos tenido la capacidad de supervisar desde el movimiento popular a este ente estatal. Y es posible hacerlo, pero estamos paralizados y confundidos. Unos temerosos de atacar al gobierno y hacerle el juego a la derecha y otros preocupados exclusivamente por atacar al gobierno al que consideran de derecha. Debemos de buscar puntos de encuentro. Es urgente.
En la batalla contra las minas, o en general en defensa de nuestros recursos naturales, no hemos tenido la capacidad de doblegar la voluntad colonialista de la italiana ENEL. No hemos logrado construir un frente común contra la amenaza de Cerro Blanco en la frontera con Guatemala.
Y la minera canadiense Pacific Rim continúa amenazante con una demanda hoy por 315 millones de dólares en concepto de indemnización por denegarles el permiso para trabajar en el país, tal como lo denunció la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica..
Es evidente que la derecha empresarial y mediática ha logrado que la izquierda social emprenda cada una de estas batallas separadamente, viendo solo los árboles de su sector y descuidando el bosque del horizonte común, de la lucha amplia por la democracia social.
Esta situación se explica a su vez por la ausencia de un ente popular que sistematice y coordine los diversos esfuerzos y los oriente hacia una meta común. Luego de los Acuerdos de Paz de 1992 el FMLN renunció a jugar este papel. Y este vacío influye poderosamente en la determinación de la actual situación.
Crisis en ARENA
La derrota electoral de marzo de 2009 es un hachazo al pecho que todavía sigue desangrando al partido de la oligarquía. Perdieron el ejecutivo. Es una situación de agonía que lleva ya cuatro años y que no pudo ser curada ni por las labores quirúrgicas de Cristiani ni por el bálsamo de la inesperada victoria electoral del año pasado. ARENA está en peligro de muerte. Y lo saben.
Y parece que no les interesa saberlo porque las pugnas continúan y cada una de las fracciones parece empeñada en lograr la anulación política de su adversario, aunque esto les acarree una nueva derrota electoral en el 2014. Quijano observa impotente como su candidatura es triturada en los trapiches de las intrigas y deserciones legislativas y hasta municipales. Y se lamenta del error cometido al no haber aceptado la conducción del partido.
No obstante esto, no puede subestimarse la capacidad de este partido por readecuar su estrategia y fortalecerse. Ya lo ha hecho en el pasado y puede repetirlo. No olvidemos marzo del año pasado. No olvidemos Apopa, Soyapango, Ilopango, etc. No podemos dormirnos…
Pero cada decisión política parece abrir una nueva herida, como ha sido la designación del candidato a la presidencia y luego la del candidato a la vicepresidencia. Y las deserciones de oficiales en plena batalla que conducen a la irrelevancia legislativa. Y las denuncias internacionales por vínculos terroristas. De continuar esta tendencia a la implosión, la segunda vuelta a estas alturas será seguramente entre Sánchez Ceren y Saca.
En el peldaño 107 del IDH 2012
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD en su Informe sobre el Indice de Desarrollo Humano, IDH 2012 ubica a nuestro país en el preocupante puesto 107. En el 2011 ocupó el puesto 105, o sea que hemos bajado dos posiciones.
El Indice de Desarrollo Humano evalúa tres condiciones: esperanza de vida, escolaridad promedio, e ingreso nacional bruto. Es una medición internacional que inició en 1990 y que este año lleva como titulo: “El ascenso del Sur: progreso humano en un mundo diverso.”
En los primeros lugares de este año se encuentran Noruega, Australia, Estados Unidos, Holanda y Alemania. En los últimos lugares se encuentran (186) Níger, República Democrática del Congo, Mozambique, Chad y Burkina Faso. O sea Europa y Africa. Los imperios y las colonias.
Hay cuatro categorías: muy alto, alto, medio y bajo. El Salvador esta en la franja de IDH Medio. Seguimos a Gabón (106) Surinam (105) y Maldivas (104) y somos seguidos por Bolivia (108) Mongolia (también 108) y Palestina (110). Y no es twitter.En nuestra región, Panamá ocupa el lugar 58, Costa Rica el lugar 69. Belice el 93. Honduras el 121. Nicaragua el 129. Guatemala el 133.-