#El15Marchamos: La chispa del 15S. Michelle Recinos, Glenda Girón. LPG.15 de Octubre de 2021

El Bloque de Resistencia y Rebeldía Popular (BRRP), hace un año, no existía. Nació en respuesta al Gobierno de Nayib Bukele, y en meses ha logrado unificar bajo una sola causa, las banderas de 36 organizaciones, entre las que destacan sindicatos, asociaciones de jueces, estudiantiles, feministas y campesinas. Desde que fue fundado, el 22 de enero de 2021, sus luchas, según sus miembros, han sido las sociales, como el acceso a educación y salud, pero también las económicas, como el rechazo al bitcóin de Bukele. Su margen de acción es, sobre todo territorial; su ruta, pese a todo lo que la pandemia cambió, están en la protesta de calle. Y fue aquí, en este seno de discursos que hacen constante referencia a la clase obrera, que surgió la primera chispa de lo que se convirtió en la marcha del 15 de septiembre de 2021.

La meta, de hecho, no era que el 15S fuera lo que fue. Difícilmente pudieron haberlo imaginado aquella tarde a finales de julio de 2021, cuando 25 miembros de la organización decidieron armar el calendario de movilizaciones que se harían en septiembre, en torno al Bicentenario de la Independencia. En esa ocasión discutieron cuál era el mejor adjetivo para caracterizar a ese mes y así darle una cohesión a las concentraciones. Las opciones eran ‘negro’ y ‘amargo’. «Amargo es algo que deja un mal sabor de boca», explicó alguien y gustó. Hubo acuerdo, cuenta un miembro del BRRP.

«El bloque nace ante la pérdida de derechos humanos durante la gestión del gobierno Bukele», cuenta Sonia Urrutia, sindicalista formada en la zona franca del municipio de San Marcos hace 27 años. Ella cuenta que los unió la indignación por el manejo de la pandemia, la violación a los derechos de los trabajadores y, también, para «hacer frente a todos los sindicatos afines al Gobierno que no van a dar la cara ante los abusos de sus afiliados».

El BRRP, aseguran, no responde a ningún partido político, pero tiene claro su origen. «Nuestro camino único es la defensa de la clase trabajadora, somos un movimiento de izquierda popular», dice Urrutia.

Para septiembre, la organización ya tenía un calendario de protestas: el 1, el 7 y el 15. Aquellas no serían las primeras. A finales de mayo, en una de sus primeras apariciones, convocó a poco más de una veintena de personas a la plaza Barrios del Centro Histórico. «No es fácil lograr movilización», dice Urrutia. A prueba y error, cuatro meses después, subieron la cuota para la marcha del primero de septiembre en la que cuestionaron la Ley Bitcóin. Pidieron su derogación. La del 7 iba a ser una continuación, pero todo cambió cuando a esta se sumaron los «jueces de la Constitución», decenas de jueces de la República indignados por el decreto 144 que jubiló, de un plumazo, a todos los jueces mayores de 60 años de edad o con más de 30 de experiencia, es decir un tercio de los jueces del país, un golpe sin precedentes al sistema judicial. Esta fue su primera marcha exitosa.

Antonio Durán, entonces juez del Tribunal Tercero de Sentencia de San Salvador, fue quien tomó la vocería de los jueces. Como lo hizo días después del 1 de mayo, cuando la Asamblea destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional, Durán otra vez fue de los primeros en dar un paso hacia el pronunciamiento público. Y ese camino lo acercó al BRRP y veteranos de guerra.

Ese martes 7 hubo más gente en la calle y más movimiento de protesta en las redes sociales en comparación con las actividades previas del BRRP. La chispa, para entonces, parecía haberse esparcido. La conjunción de los jueces con organizaciones de «izquierda popular» y de veteranos fue el colofón del ciclo de manifestaciones realizadas en el redondel Constitución entre el 2 de mayo y el 5 de septiembre. Estas, aunque no lograron amplias convocatorias, demostraron la existencia real de un descontento.

Ahí, en seis ocasiones, abogados, academia, feministas, y hasta la derecha más conservadora, ocuparon ese espacio para protestar. En una de las más recientes, y la más comentada, representantes de la colectiva Amorales vestidas como brujas maldijeron «al presidente y a todo su gabinete». Pero en afluencia, ninguna pasó de colmar el redondel, ninguna detuvo el tráfico.

La actividad del 7 de septiembre, además de mostrar calles llenas, cerró con la difusión de la fotografía de una miembro del BRRP con su mano alzada por encima de la valla de alambre de púas con la que la Policía Nacional Civil pretendió detener el avance de la masa de gente. La administración de la Asamblea Legislativa, con 56 diputados afines a Bukele, avaló un ingreso parcial y solo para hacer entrega de un pliego de demandas: «Éramos 12 representantes de organizaciones. A la Asamblea solo nos permitieron entrar a dos», relata, por parte del BRRP, Urrutia.

La marcha que juntó a sindicalistas, veteranos y juristas dejó un collage de imágenes que hicieron intuir que algo había cambiado. Ya había voluntad de integración, de juntar gente con inspiraciones diferentes, pero bajo un mismo objetivo. Algo que no terminaron de tener las convocatorias en el redondel Constitución.

A la corona, sin embargo, todavía le faltaba su joya más colorida.

Fuera de red

En Twitter, la red favorita de Bukele para dar a conocer sus órdenes ejecutivas, el BRRP no existe. O, más bien, es como si no existiera. Mientras Nayib y sus cuentas aliadas superan los 3 millones de seguidores, la del BRRP, recién creada en octubre, solo tiene 697. El miembro del Bloque con más seguidores es Samuel Ramírez; un excombatiente que se unió a Twitter en 2011 y ya ronda los 1,700. La fuerza del BRRP está en el plano físico, en el territorio.

El sábado 11 de septiembre, a cuatro días de la marcha, por eso fueron convocados a una reunión en una universidad. A las 10 de la mañana, una pregunta sacó un poco de base a Ramírez: «Mire, y ustedes, como bloque, ¿a dónde están convocando?». El BRRP ni siquiera tenía presencia en redes sociales. El trabajo que habían hecho en actividades anteriores y de cara a la del 15S era entre sus redes de contactos y ante algunos medios de comunicación. La pregunta no era al azar. Los interlocutores del BRRP en aquella reunión sospechaban que necesitaban llegar a más gente, que solo el BRRP no podría hacer una marcha que realmente marcara una diferencia.

En aquella reunión estuvo representado lo que, después, se convirtió en el núcleo operativo del 15S. Ahí, a solo cuatro días de la marcha, estuvieron representantes de jueces, dos organizaciones estudiantes, una de exestudiantes, veteranos, excombatientes, médicos, dos organizaciones feministas y representantes de tres partidos políticos (Nuestro Tiempo, Vamos y FMLN) invitados a título personal. A estos últimos, la mesa les indicó que su presencia respondía a su representatividad; y que estaba prohibido intentar convertir la marcha en una consigna político partidaria. «Éramos varias personas, pero representamos a un abanico bien amplio», confirma Ramírez.

Uno de los primeros acuerdos que se tomaron en esa aula universitaria fue sobre los puntos de partida de la marcha. En afán de facilitar la llegada de personas y la coordinación de las organizaciones, optaron por tres: Parque Cuscatlán, Universidad de El Salvador y Centro Judicial Isidro Menéndez.

El BRRP se adjudica la primera, la que salió desde el parque. Pero, tras la reunión, poco a poco fueron apareciendo más convocatorias. Se llegaron a contar hasta 13 solo en Twitter. «Creo que la convocatoria directa, de boca en boca, funcionó», insiste Ramírez. «Pero lo que vino a hacer el plus, en este caso, fueron las redes sociales», reconoce este excombatiente de 55 años de edad aún sorprendido por el hito de lo que vio el 15S.

Andy Failer, excandidato a diputado por el partido Nuestro Tiempo, estuvo en aquella reunión, que para él significó una especie de catalizador. «Había una separación bien evidente. A quienes convocaban a manifestarse en el redondel Constitución los unía un malestar en contra del gobierno, pero no terminaban de protestar juntos», explica.

Las concentraciones en el Constitución calentaron músculo, pero tampoco estaban pensadas, de acuerdo con Keyla Cáceres, de la Colectiva Amorales, para ser masivas. Esas convocatorias estaban hechas para «gente organizada, para gente cuyo día a día es la exigencia de derechos». Cáceres fue otra de las asistentes a la reunión de coordinación del 15S, aunque matiza que no cree que ahí se haya gestado la magia que atrajo a miles de personas. «Lo que hicimos en esa reunión fue tomar acuerdos básicos entre organizaciones para convocar, pero cada quien con sus propias exigencias». Así como juntos, pero no revueltos.

Una de las 13 convocatorias a la marcha del 15S fue un afiche de color verde que instó a unirse a la movilización desde el Parque Cuscatlán. «Todos unidos como gremio y sociedad civil», se leía en la esquina inferior izquierda de esa invitación firmada por el Colegio Médico. Milton Brizuela es el actual presidente de este ente que, en el pasado, organizó la protesta más significativa del nuevo siglo, cuando lideró las ‘marchas blancas’ contra el gobierno de Francisco Flores y la privatización del sistema de salud. Durante la pandemia, el Colegio Médico ha protagonizado las críticas hacia la mala gestión de la pandemia y ha llevado el conteo más institucional del personal sanitario que ha perdido la vida por la covid-19. «El Colegio Médico es un referente en temas de salud. Pero, además de médicos, somos ciudadanos», recalca Brizuela.

Aquel sábado 11, en el aula universitaria, Brizuela escuchó, propuso y debatió ideas con los demás asistentes. «Me permito decir que, en ese momento, no dimensionamos», reflexiona durante una entrevista telefónica. «Pensamos que sí iba a llegar bastante gente, pero no la cantidad que llegó».

El Colegio Médico no asistió, como organización, a ninguna convocatoria anterior. No hubo presencia de los médicos ni en redondel Constitución ni en las primeras dos marchas de septiembre en las que participó el BRRP. A ellos, como médicos y ciudadanos, los movió la falta de independencia judicial, asegura Brizuela. Y agrega: «Yo sé de muchos colegas médicos que, cuando vieron que nosotros convocamos, decidieron llegar. Si no, no hubieran ido».

Andy Failer, director ejecutivo de Nuestro Tiempo, tiene claro qué fue lo que hizo diferente la convocatoria del 15, tiene claro el catalizador: «La captura de Mario Gómez».

Gómez, informático y activista, fue detenido el 1 de septiembre mientras se conducía en auto junto a su madre. Hasta ese momento, había jugado un papel muy activo como crítico de la entrada en vigencia de la ley que dio al bitcóin carácter de moneda de circulación nacional. Su plataforma para trasladar conocimientos relativos a esto fue Twitter. Cuando fue detenido por la policía sin una orden de captura y sin informarle nada acerca de la acusación, Gómez recién había empezado a hacer apariciones en espacios de medios televisivos y escritos. «Creo que mucha gente reaccionó y fue a la marcha, porque sintió que le podía pasar lo mismo que le pasó a Mario», reflexiona Failer.

Un ave al vuelo

Tras la reunión del 11 de septiembre, Fátima Anaya, diseñadora gráfica, fue contactada por alguien a través de un mensaje directo en Twitter. Por seguridad, ella prefiere no revelar su nombre. Sí forma parte, dice, de una organización social. Esa persona le dio una sola instrucción: «Necesitamos algo que mueva a la gente», decía el mensaje. Y ofrecieron pagarle. Y la ilustradora, que publica parte de sus dibujos en libros infantiles de una editorial inglesa, declinó la oferta: trabajaría en una propuesta, pero no iba a aceptar ningún pago. «Como artista, es necesario involucrarnos por los Derechos Humanos», dice la dibujante.

Fátima empezó a gestar ideas para el boceto. Decidió, al final, ilustrar al torogoz con el detalle de la bandera de El Salvador en el cuello. «Nunca me imaginé que llegara a tener ese alcance», reflexiona un mes después de la marcha.

«En esa reunión en la universidad buscamos, también, identificarnos con un símbolo», explica una persona que participó, pero que prefiere mantenerse anónima. El argumento para pensar, tan en prisas, en un elemento gráfico fue deponer banderas, y para hacerlo, había que contar con un sustituto. «El gobierno maneja la golondrina, pongámosle como contrapeso el torogoz, que es más simbólico», propuso uno de los asistentes. La idea fue bien recibida y el acuerdo, unánime. Si Bukele convirtió a la golondrinas en un símbolo político partidario, el torogoz, el ave nacional de El Salvador, busca unificar a diferentes corrientes que ahora se unen con un mismo fin: detener la intentona autoritaria de Bukele.

Otro de los acuerdos tomados en la reunión del 11 de septiembre fue el de activar las redes de las organizaciones presentes para difundir una etiqueta creada para aglutinar, en Twitter, los mensajes en torno al hashtag «#El15Marchamos».

El 11 de septiembre, la primera cuenta en utilizarlo fue @JuandeLaCruzCMI, desde donde a las 6 de la tarde con 50 minutos, publicó: «Me alegra ese sentimiento de la unidad que se está dando en la opinión pública, sepan que los que estamos en las coordinaciones de las acciones del 15S estamos haciendo todo lo posible por procurar la unidad. No es algo sencillo, paciencia. Se vendrán más acciones. #El15marchamos». Desde ese momento hasta las 11:59 de ese primer día, la etiqueta tuvo 41 interacciones, de acuerdo con los datos de la red social recolectados por Mario Gómez, el experto informático detenido de manera arbitraria.

«El hashtag fue importante, porque la comunicación es importante. Pero lo principal es lo que se siente, lo que se vive: los desaparecidos, las pensiones, las reformas a la Constitución… Hay incertidumbre entre la gente», dice Juan De La Cruz, el activista revolucionario de 31 años.

En la reunión del 11 de septiembre, el BRRP, que plantó la semilla con una convocatoria con corte de «izquierda popular», pasó la estafeta. Lo territorial se apartó para dar paso al bloque digital, al de los banners, los logos, las etiquetas; ese que le habla más en confianza a una clase media que, por lo general, prefiere ver todo de lejos o por medio de una pantalla. Esa que se ha visto profundamente golpeada por las acciones de Bukele durante la pandemia. La convocatoria encontró, por esa ruta, otros hitos de popularidad, incluso en páramos huraños a la política.

«Lo que me parece curioso es que toda la articulación ha sido más de izquierdas. Lo más derechoso ahí fue Nuestro Tiempo, no ha habido participación de ARENA como partido político en esto, como quiso hacer ver el oficialismo al decir que se juntaba este partido con el FMLN», cuenta Failer, excandidato a diputado. «Las organizaciones de derecha se sumaron al ver que la convocatoria estaba siendo exitosa, eso los arrastró al parque Cuscatlán», agrega.

«Hacía falta que se sintiera multicultural y diverso», resume desde el anonimato quien participó en las reuniones. Por eso no hubo una bandera, hubo un logo. Por eso no hubo un punto de partida único, hubo tres. Los jueces querían hacer punto de honor en el Centro Judicial «Isidro Menéndez». Los estudiantes no iban a perder la oportunidad de salir de la UES, sede a la que se plegaron las organizaciones feministas porque les ofrecía, de acuerdo con Cáceres, de las Amorales, más seguridad. Los que quedaron en el Cuscatlán fueron los que eran menos expertos en manifestaciones, los recién iniciados, los ciudadanos que acudieron de manera espontánea, y el BRRP.

Crecimiento exponencial

A las 12:01 de la madrugada del 15 de septiembre de 2021, la etiqueta #El15Marchamos ya tenía 123,868 interacciones. Los tres puntos de reunión y el recorrido convocaron a, según cálculos conservadores, más de 10,000 personas. No hubo policías, agentes metropolitanos y tampoco gestores de tráfico. Entre los incidentes, se reportaron los incendios de una moto y de un cajero de Chivo, la empresa dirigida por miembros de Nuevas Ideas y que maneja dinero público para la introducción del bitcóin. Hechos de los que, un mes después de ocurridos, las autoridades no han brindado mayor información.

De aquel día de marcha, pancartas de todos los colores, cánticos y consignas gritadas a todo pulmón, Fátima Anaya, creadora del logo, guarda una anécdota. Entre los carteles destacaba un torogoz: el que ella había creado. Así, cuando recién llegaba al Cuscatlán, se acercó a una persona que regalaba calcomanías de lo que se había convertido en un símbolo tan poderoso como la etiqueta. «¿Me regala uno?», pidió. Ahí, en el mar de gente, nadie supo que ella había ideado el emblema. «Fue surrealista. Ya había hecho otros dibujos, pero ninguno había llegado a esos niveles. Algo mío nos representaba a todos», dice.

Morena Herrera, de la Colectiva Feminista, para quien la organización de la marcha «ha sido una serie de coincidencias que se construyeron en el camino», señala que lo más importante del 15S no fue la cantidad de gente, sino que la variedad de consignas que llevaron esas personas. «Algunas organizaciones que nos hicimos presentes tenemos posturas específicas y contrarias, sin embargo, el mensaje claro que enviamos es que queremos vivir en democracia y no queremos profundizar autoritarismo; queremos otra manera de gobierno».

En la marcha, el bloque de las organizaciones feministas fue precedido por carteles que mencionaron Chalchuapa, en alusión al hallazgo de 11 fosas con los restos de al menos 30 personas en la casa de un expolicía, en mayo de este año. Caso que ha sido manejado de manera opaca por las autoridades.

«Cada organización y cada persona llevó sus demandas, lo que quería visibilizar. Nosotras fuimos con nuestro pañuelo verde (que simboliza el derecho a decidir) y con un recordatorio de las víctimas de Chalchuapa, porque creemos que es algo que había que recordar», explica Herrera. Cáceres, desde la Colectiva Amorales sube al siguiente escalón y señala que la unidad de convocatoria y de afluencia es solo un punto de partida. «Falta entrar en la articulación de discurso y de exigencias; nosotras creemos que está bien hablar de decir no al bitcóin, pero a las niñas y a las mujeres las siguen matando y nadie dice nada de eso si no somos las feministas; este no es un problema de gobierno, es un problema de país».

Este, el de la unidad y la diversidad, es el mensaje que más ha calado tras la muestra de poder del 15S. Es en lo que coinciden la mayoría de voces de los entes coordinadores. La pregunta que ahora les ronda, en la víspera de una nueva convocatoria, es si este es el nacimiento de una oposición estructurada. Failer cree que el tema es prematuro. «Por el momento, el tema electoral no se va a tocar, porque si se toca, esto se desbarata. Las causas de todas estas organizaciones representadas en el 15S son distintas, así como las ideologías. El reto principal es no desarticularnos. Y seguir replicando el mensaje de concertación para que haya más esfuerzos más adelante».

La chispa, sin embargo, todos concluyen que ha quedado encendida. Y, desde la perspectiva que le da el ser parte de uno de los gremios más golpeados por la pandemia por covid-19, Brizuela también tiene claro que algo cambió: «Ahí andaban personas con las que, en el pasado, hemos pensado diferente. Pero, para ese momento, nos unimos para manifestarnos». Y, luego, aclara que «esas personas»» son «grupos cercanos al FMLN o con una tendencia de izquierda». El doctor se dice seguro de que en la marcha del 15S, la incidencia partidaria no figuró. «Nosotros, como Colegio Médico, nos hemos reunido con algunos partidos en otras ocasiones. Pero no recibimos ni directrices de ellos ni tenemos interés de tener contacto con partidos. Eso fue lo que sucedió en la marcha».

Ese 15 de septiembre por la tarde, fue transmitido en cadena nacional el acto comandado por Nayib Bukele en conmemoración del Bicentenario. Un mensaje pregrabado, un performance estilizado y con rigor militar. En su intervención, atropellada, Nayib dedicó algunas palabras a la marcha. La llamó política y la redujo al vandalismo.

Pero la marcha fue otra cosa. Un catalizador, si al caso. Si Bukele logró capitalizar el descontento hacia la clase política tradicional, sus acciones han logrado capitalizar otro descontento que convocó a miles hacia el centro de la capital. Ahí dónde Bukele y Nuevas Ideas celebraron el triunfo en las presidenciales, en la noche del 3 de febrero de 2019, el 15S llegó una masa a exigir un alto. Samuel Ramírez, el miembro de BRRP con más seguidores en Twitter, explica que decidieron terminar el recorrido en esa misma plaza, después de evaluar otras opciones.

«Me imaginaba que iba a ser como sentirse en el estadio», dice Ramírez. Hace referencia al efecto de graderíos que da el edificio de parqueos de cuatro niveles que hay frente a la plaza Morazán. Aquel día de la marcha, las personas pudieron ingresar a ese lugar, pero solo hasta el segundo nivel, un vigilante impidió subir a los otros dos porque el edificio «podía colapsar». «Ahí había gente gritando consignas duras al gobierno, gente con banderas de El Salvador, nada de banderas políticas: solo gente demostrando que está harta de un gobierno que miente y que roba», cuenta y se emociona. En esa plaza, el colofón de la marcha fue cantar el Himno Nacional con apenas acompañamiento de una pista. La voz de los presentes se impuso. Y, a la redonda, en las cuadras aledañas a la plaza, el centro histórico rebalsaba de gente que buscaba completar el recorrido.

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