Varias veces me han preguntado si creo que Toni Saca se lanza a buscar un segundo período presidencial. Mi respuesta: no creo, estoy seguro de que lo hará. La única decisión que tiene pendiente es cuándo y cómo.
Dejando a un lado cualquier especulación sobre sus motivos, lo cierto es que Toni Saca inhala y exhala política desde que se levanta hasta que se acuesta y muy probablemente también cuando está dormido.
A no ser que uno esté muy prejuiciado, no es difícil entender su razonamiento. Es un hombre joven y lleno de vitalidad, aspectos en los que aventaja sobradamente a los candidatos que ya se han anunciado. Es el único que tiene experiencia específica y comprobada para el cargo de presidente de la república. Puede enarbolar sus logros y mostrar capacidad para aprender de sus errores. Sabe que cuenta, de partida, con mucha simpatía de la gente; también con intensos rechazos, algunos cerebrales y otros viscerales, pero no en cantidad suficiente como para afectarlo significativamente.
Entonces, ¿por qué no?, si como mínimo sería un contendiente igualmente viable que los demás, quienes por apresurarse están experimentando un notorio desgaste y debilitándose mutuamente mientras él descansa a la sombra, sin mojarse, sin enredarse visiblemente en todos los asuntos controversiales de la política cotidiana.
Esos son los argumentos a su favor, pero Toni Saca es suficientemente frío y astuto como para no caer en la cuenta de las dificultades que enfrenta su candidatura aun antes de concretarse. En primer lugar, la gran incógnita de cómo verá el pueblo, a la hora de la verdad, algo de lo que no hay experiencia en nuestra historia, una misma persona ocupando por segunda vez la silla presidencial.
Frente a esa incógnita, sabe que deberá reinventarse y tiene confianza en que puede hacerlo, aunque para hacer creíble esa reencarnación política no le bastará un cambio de discurso o algunas ideas novedosas; también tendría que botar el lastre de algunos de sus anteriores amigos y colaboradores que no gozan de muy buena reputación.
En segundo lugar, su principal problema, quién lo acarrea como candidato, quién le podrá sumar más de lo que le va a restar a su atractivo personal. En este punto sus opciones no son muy buenas.
Lo de articular una gran alianza de organizaciones políticas y civiles suena bonito pero corre el grave peligro de convertirse en un inmenso e inútil cascarón, si no por otra razón, porque en nuestra cultura política ningún partido puede esperar realistamente que sus militantes y simpatizantes sigan la señal de votar por un candidato externo. Además de que mucha gente que le guarda respeto o simpatía, recibiría un balde de agua fría si se les pone en situación de aceptar un combo que incluya partidos que les resultan intragables. Las sumas y las restas podrían arrojar un saldo negativo.
Pero en esto hay un problema más de fondo que, a mi juicio, Toni Saca no ha logrado percibir en su justa dimensión. La estrategia central de su campaña sería la de proponerse como una alternativa pragmática a los posicionamientos ideológicos de ARENA y el FMLN, pero cualquier mensaje de esa naturaleza está en abierta contradicción con el comportamiento político que han tenido en momentos cruciales los partidos que podrían respaldar su candidatura, particularmente GANA y la democracia cristiana, que han hecho una sola melcocha con el FMLN en todas las votaciones importantes en los últimos años en la Asamblea Legislativa.
¿Cuál nueva derecha?, se preguntará la gente, si esos partidos han sido inquebrantables aliados del FMLN y de Mauricio Funes. Podría pensarse que ese tipo de asociaciones políticas e identificaciones ideológicas solo las percibe un pequeño sector de clase media urbana, pero es precisamente ese sector el que decide elecciones cerradas, como son casi siempre las presidenciales en nuestro país.
¿Cómo puede pensar Toni Saca en liderar un movimiento civil de peso si los partidos que podrían adoptarlo como candidato tuvieron un enfrentamiento enconado y sostenido con las principales organizaciones de la sociedad civil en el conflicto por la elección del Fiscal y de los nuevos magistrados de la CSJ?
Y no sólo se enfrentaron a la sociedad civil sino que manifestaron una patente actitud de desprecio hacia ella. Esa era la oportunidad de Toni Saca para prestigiarse como una genuina opción de cambio en la próxima elección presidencial. Ahora lo más que podría reclamar es el beneficio de la duda, puesto que en ningún momento apareció objetando o respaldando públicamente las actuaciones de manoseo institucional que socavan los pilares fundamentales de la democracia.
No comparto las apreciaciones de los que descartan prematuramente la factibilidad de las aspiraciones presidenciales de Toni Saca. A pesar de tener techo de vidrio en algunos temas, creo que será un fuerte contendiente en la próxima campaña presidencial y podrá atraer votos de gente descontenta con ARENA o con el FMLN. Pero si quiere tener posibilidades reales de éxito, deberá tener buenas respuestas a preguntas difíciles que le harán constantemente desde el día que anuncie su candidatura.
Deberá también tomar distancia del FMLN, al menos en algunos temas, y ejercer liderazgo en esa misma dirección al interior de los partidos que respalden su candidatura. Seguramente el FMLN le ofrecerá algún financiamiento para lograr el objetivo común de debilitar a ARENA. Deberá entonces decidir si le apuesta a una publicidad masiva y costosa, sacrificando para ello su independencia, o si rechaza esos interesados apoyos financieros en aras de redefinir su propia identidad política y tener autoridad moral para intentar conseguir el respeto y la confianza de los votantes.
Hoy por hoy, la nuestra sigue siendo una sociedad bipartidista que tiende a la polarización. Abrir una tercera vía requiere mucho más que alianzas formales, discursos bonitos y cambios cosméticos. Ese es el desafío que asumiría Toni Saca cuando anuncie su candidatura.