A partir de los artículos presentados anteriormente, y en el marco del seminario que nos convoca, voy a intentar realizar una serie de aportes teniendo en cuenta dos premisas fundamentales.
En primer lugar, considero necesario retomar el concepto de construcción del conocimiento a partir de la exigencia de historicidad. Hacerlo no es sencillo, porque el concepto de historicidad, una herencia que podemos tomar del pensamiento de Marx, ha sido apropiado por una serie de otras posturas epistémicas con distintas acepciones, como podría ser el caso de la epistemología genética.
La segunda premisa remite al contexto en que nos movemos, un capitalismo desenfrenado pero además con una clase política que representa a este capitalismo sin escrúpulos y que no está en condiciones de impulsar un contra-discurso.
Es imprescindible, entonces, tener en consideración ambos elementos que muestran cómo es administrado y dirigido el capitalismo, para plantearnos el problema del conflicto y de las alternativas que en este momento surgen para América Latina. Sin duda, esto es fundamental. No basta decir que el capitalismo se mueve en función de una tasa de ganancia: también tenemos que ver quiénes son los que administran esa tasa de ganancia, pues de ello se pueden conformar diferentes opciones.
En este sentido, a partir de estas premisas, podemos hacer ciertas afirmaciones que reflejan las grandes cuestiones que se han planteado en las intervenciones precedentes. Para empezar, creo que estamos en presencia de un tipo de dinámicas que se transforman, pero no tenemos seguridad de lo que puedan llegar a producir en el mediano y largo plazo. En efecto, tenemos una cantidad de síntomas elocuentes pero no hemos profundizado suficientemente para leer lo que hay detrás de ellos y que merezca poder describirse.
Las intervenciones que hemos escuchado son la constatación de un fenómeno complejo, que lleva a plantear en voz alta una advertencia: no volver a inventar sujetos o crear ficciones para, desde ellas, creer que construimos la historia de nuestros países. Porque si algo tenemos que asumir críticamente las generaciones de los ‘50, ‘60 y ‘70 es que, en gran medida, inventamos nuestras sociedades, actores y futuros. No podemos repetir estos errores e incurrir en otros que se tornen irreversibles, más aún en el contexto de un capitalismo sin contrapesos, por lo menos en el corto o mediano plazo.
Lo anterior lleva a plantearnos preguntas como las siguientes. ¿A qué nivel de profundidad están las ciencias sociales de América Latina para apropiarse de la subjetividad social constituyente de los diferentes tipos de sujetos? Pregunta que debemos asumir mucho más claramente de lo que lo estamos haciendo en este momento.
¿Cuántas variedades de colectivos surgen? ¿Qué espacios ocupan? ¿Qué temporalidades tienen? ¿Qué capacidad tienen de elaborar proyectos y de incidir en la orientación de la sociedad? ¿Qué relación hay entre colectivos y proyectos? ¿Qué densidad tienen esos colectivos? ¿Qué formas organizativas asumen? ¿En qué tipo de prácticas se expresan? ¿Las mismas prácticas o distintas prácticas? ¿Los proyectos son proyectos de un sujeto o proyectos de varios sujetos? ¿O hay sujetos con varios proyectos?
En una palabra, más allá de las dinámicas socioculturales, incluso de las políticas, ¿cuánta fuerza realmente está emergiendo de esta convulsión de conflictos o de conflictividades? Son preguntas que no podemos plantearnos en términos especulativos, sino más bien metodológicos, porque son parte de los problemas que en este momento tienen la sociología, la economía, la antropología, relacionados con el problema de los movimientos sociales.
Algunos cientistas sociales indican que “los sujetos no crean el conflicto, es la conflictividad la que crea a los sujetos”. Trataría de colocar el problema precisamente en esa relación ¿Qué genera entonces el conflicto? ¿Cuándo el conflicto se expresa en sujeto? ¿Qué tipo de sujetos expresan al conflicto? ¿Con qué duración? ¿Con qué tiempo? ¿Con qué capacidad de incidencia sobre la sociedad en el contexto actual?
En este momento histórico –que todos deberíamos conocer– nos encontramos en un contexto que estimula la emergencia de múltiples tipos de sujetos, aunque algunos de éstos se agoten en sí mismos, ya que se reducen a su espacio local o a su micro-tiempo y no son capaces de exceder la coyuntura en la que nacen. Para eso hay políticas, incluso estatales, orientadas a fomentar esta emergencia porque es una forma de “practicar” la democracia, el juego político. Aparecen respetándose proyectos, el juego entre ideologías, pero en el fondo se acaba con la posibilidad de construir algo distinto a lo que el discurso dominante pretende con sus lógicas de atomización de los sujetos. He aquí un primer problema que no planteo en el plano teórico ni ideológico, sino metodológico.
El segundo problema con el que nos encontramos nos remite a lo que está sucediendo con los grupos dominantes. Como si se tratara de un retorno a la gran polémica de la década del cincuenta propiciada por la CEPAL en tiempos de Raúl Prebish. Pareciera que, en muchos lugares de América Latina, los temas se vuelven a repetir en torno a la gran pregunta: ¿realmente ha habido alguna vez en América Latina burguesías dominantes? ¿Ha habido grupos dominantes? Tomemos por caso lo que está ocurriendo con las privatizaciones.
Encontramos de esta manera una segunda afirmación en la respuesta a la pregunta ‘¿qué pasa con los grupos dominantes?’. Los grupos dominantes están en proceso de disolución, en una lógica muy clara de subordinación a las grandes corporaciones trasnacionales. Ello define un parámetro del análisis, porque están cambiando las coordenadas espaciales y temporales.
El conflicto, entonces, no es con actores nacionales, sino con actores invisibles, ni siquiera con las grandes corporaciones, sino con la clase ejecutiva de esas corporaciones trasnacionales, que tienen un discurso propio y con proyección histórica. De esto surge entonces que no es lo mismo hablar de burguesía, ni siquiera de empresarios, que hablar de compradores, de especuladores, de rentistas, o hablar de una capa dominante que lo que hace –por ejemplo en el caso de Chile, como todos sabemos– es comprar a través de la política de privatización activos que han sido patrimonio público y valorizarlos para después venderlos a las empresas trasnacionales, porque no tiene capacidad para salir de la frontera, como la práctica se los está demostrando.
Si no hay capacidad de ocupar mercados, sino solamente de valorizar activos para venderlos al mejor postor, que los transforma en chatarra, o bien los absorbe en sus grandes instalaciones, ¿dónde están esos grupos dominantes? ¿Cómo se relaciona esa declinación de los grupos dominantes con el cómo se ejerce el poder en estos países? ¿Y quién efectivamente lo ejerce?
Lo que nos remite a una tercera cuestión: ¿cuál es la naturaleza real del sistema político? Cuando hablamos de sistema político, ¿hablamos de representaciones? Es decir, ¿qué pasa con el sistema político cuando uno constata que los diputados y los senadores no son ni diputados, ni senadores de tendencias ideológicas distintas, sino en el mejor de los casos socios de señores que no muestran su cara, que simplemente son administradores de un mismo proyecto?
Así es como surge el gran tema de la subalternidad de la clase política como otro parámetro del análisis, el cual afecta directamente al funcionamiento del sistema político. ¿Funciona efectivamente el sistema político? ¿Hay efectivamente espacios públicos? ¿Hay congreso? ¿Hay tribunales de justicia?
Debemos ser cuidadosos con las respuestas porque podríamos estar induciendo un discurso que reconozca, como presupuesto, que sí existe la posibilidad de plantear las cosas en la prensa, en los medios de comunicación, que sí se pueden plantear cuestiones a los parlamentarios, porque representan discursos diferentes, aunque lo que en verdad se impone sea una homogeneización ideológica tosca y sesgada, apareciendo una clase trasversal que en este momento, a nivel de la administración del estado, cubre por igual desde la izquierda –o la llamada a sí misma izquierda– hasta una derecha disfrazada de centro y con un discurso neo-populista con el cual esconde su neo-liberalismo.
Creo que ésa es una cuestión que no podemos evadir. No es un juicio a priori, sino un elemento que hay que tomar en cuenta, porque es un desafío para el conocimiento si queremos entender los conflictos sociales en el contexto en que se están dando. ¿Qué significa hoy el movimiento indígena? ¿Qué significa el movimiento obrero? ¿Y el de las capas medias?
El ejemplo más dramático es lo que está ocurriendo en México con el Plan Puebla-Panamá, donde el movimiento indígena se ha convertido, más que en un problema del sureste de México, en un problema de toda Centroamérica al hacerse parte de las políticas de globalización que, en este momento, están representadas por un sector significativo de la clase política, tanto mexicana como de los otros países de la región.
La última afirmación que propongo se relaciona con el problema de los datos. Este problema nos remite, por ejemplo, en el ámbito de CLACSO y el de sus instituciones afiliadas, a preguntarnos qué están haciendo estos institutos en América Latina, algunos de los cuales tienen subsidios públicos.
Creo que muchas cosas se podrían hacer, pero aquí quiero plantear sólo una cuestión, ya que es imposible desarrollar otras: tenemos que hacer un esfuerzo por modificar los diseños de investigación, cambiar el cómo se construye el conocimiento. No podemos seguir construyendo el conocimiento en la forma en que lo hemos estado haciendo hasta ahora, afirmación que abre un gran debate vinculado con la premisa de la cual parto, que es recuperar la discusión epistémica. Pero no basta, no es suficiente una discusión epistémica abstracta si ésta no se traduce en modos concretos de construcción del conocimiento.
Por esto es que creo que el problema de los datos es fundamental, sobre todo cuando apreciamos que muchos grandes problemas que hoy día se están planteando en América Latina no se pueden desenvolver a nivel de la investigación empírica con el argumento de que no hay datos, o que no hay técnicas, o que no hay instrumentos. ¿Cómo investigar temas originales si no hay datos? ¿Cómo investigar si no se tienen los instrumentos adecuados?
Tenemos que enfrentar estos problemas siendo originales en la construcción de nuevos diseños, y –me permito agregar algo que a lo mejor puede ser demasiado iconoclasta– que sean baratos, que no impliquen grandes inversiones. Se pueden hacer muy buenas investigaciones sobre temas relevantes en América Latina, como el de los movimientos sociales, sin grandes presupuestos.
Más aún, creo que es un dilema fundamental para la academia, porque la academia cada vez más cree que las buenas investigaciones solamente se pueden hacer con grandes presupuestos, lo que es una falacia que nos impide ver los desafíos ineludibles. Al revisar los diseños de investigación se plantea la necesidad de buscar formas de investigación que permitan vincular la construcción del conocimiento con los sujetos.
Lo que decimos no significa hacer ideología de los sujetos, porque sería una contradicción con lo que hemos señalando; pero sí construir el conocimiento de los movimientos sociales no convirtiéndolos a éstos en objetos de la disquisición teórica, sino construir el conocimiento desde las exigencias de constitución de estos sujetos. De ahí la importancia de entender la complejidad de la problemática de los colectivos.
Los colectivos son un tema casi inédito, variable, complejo, que se relacionan entre sí de manera inmediata y mediata, tienen distintos espacios y tiempos, lo que no siempre está presente en la investigación, ni siquiera en la investigación especializada sobre los sujetos sociales, por lo que constituyen un desafío que tenemos que revisar.
En este sentido, lo que planteo es trazarnos estrategias de investigación que partan de la idea de las coyunturas, pero de éstas no como análisis de contingencia sino como el momento histórico que sucede a otro momento histórico y que da lugar a otro momento histórico. Es a través de esa secuencia donde podemos entender las dinámicas complejas y multidireccionales que pueden asumir los fenómenos sociales, entre ellos los procesos de constitución de los sujetos sociales, ya que son los espacios desde donde actúan y reactúan éstos.
De no ser así, corremos el riesgo de caer en formas clasificatorias de los sujetos sociales, siendo las clasificaciones un mecanismo de tipologización (esto no es sujeto, éste es un sujeto de mediano tiempo, éste es un sujeto de larga duración, etc.) que no toma en cuenta ni el espacio ni el tiempo donde los mismos se constituyen, y por lo tanto desconoce qué es lo que se está conociendo. En ese espíritu una estrategia de investigación transcoyuntural puede ser fundamental para conocer los procesos de constitución de los fenómenos y, en consecuencia, la riqueza de direcciones posibles de los procesos históricos.
En el ámbito del Grupo de Trabajo de Teoría y Método de CLACSO estamos tratando de impulsar esta línea mediante el establecimiento de un vínculo, no fácil, entre los intelectuales que están en las academias, que se supone tendrían la responsabilidad de conocer más de lo que conocen, con los científicos sociales que desarrollan su trabajo fuera de la academia, en relación con movimientos sociales o con proyectos sociales. Es lo que hemos procurado impulsar como Grupo de Trabajo de Teoría y Método con algunos sindicatos, por ejemplo con la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). Y ha tenido una gran acogida por parte de los dirigentes sindicales asumir ellos mismos lo que significa el análisis desde la exigencia de la coyuntura.
Pero para ello es necesario cambiar los modos de investigación, salir de la academia para vincularnos con quienes están en los movimientos sociales, esto es, directamente con los actores sociales, aunque no en un marco ideológico sino metodológico, como lo hemos señalado.
1 De otra manera impulsar la construcción del conocimiento desde una estrategia que simplificamos con la expresión: construcción del conocimiento desde las exigencias de la secuencia de coyunturas, por ser éstas los espacios de construcción de los sujetos. Es lo propio de los científicos sociales que han abandonado el cubículo y preferido la intemperie, que han abandonado los senderos prefijados prefiriendo el campo abierto.
Nota
* Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México