Era un día jueves de febrero de 2013. Luego de décadas de engaño y “retraso” por parte del poder tradicional, el Presidente Funes sancionaba el decreto que permite a nuestros hermanos en el extranjero votar para las elecciones presidenciales (un principio básico en las democracias del mundo). Una gran victoria.
Luego, en la plenaria legislativa, se votaba para convertir el programa “vaso de leche” en ley de la República, para evitar que posibles futuras administraciones, de esas que detestan el “despilfarro”, desaparecieran el programa. El diputado Orestes Ortez, del FMLN, exigía que se reformara el decreto, en el que las fuerzas de siempre habían incluido un párrafo que permitiría sustituir el vaso de leche fresca, producida por nuestros ganaderos, por leche en polvo, en un obvio intento de la derecha de favorecer a las grandes empresas importadoras. Ante la presión, el decreto fue reformado. En altas horas de la noche, la izquierda había ganado otra batalla, junto al pueblo.
Luego, otra victoria. Después de la resistencia y el clamor de “los defensores de los inversionistas extranjeros”, la Asamblea Legislativa nombraba una comisión especial para investigar la corrupción con la que se le entregó, en una privatización debajo de la mesa, el monopolio de la Geotermia a la empresa italiana Enel. Iba a ser un gran día para la izquierda.
ARENA estaba acorralada y sus intenciones descubiertas; mientras, ALBA le daba clases de libre mercado a la ANEP.
Pero en horas de la madrugada, el FMLN introduce otra pieza de correspondencia; el tema: “Reformas a la Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP)”. De la forma en la que está redactado el texto, es un golpe a la transparencia que tanto predicamos como oposición, y que como recién partido de gobierno aprobamos. ¿Por qué ahora nos echamos para atrás? ¿Acaso ya no creemos en la transparencia? ¿Por qué le damos armas a ARENA?
El problema inmediato para el pueblo salvadoreño es que se le quitaron los dientes a una ley que había sido el resultado de una lucha que el FMLN impulsó por años y que garantizaba que los funcionarios debíamos de rendir cuentas sobre la utilización de fondos públicos, un elemento vital en las democracias desarrolladas.
Pero el problema más de fondo, al menos para mi, es que entonces ¿por qué luchamos? ¿luchamos para liberar al pueblo de sus opresores de siempre o solo queremos convertirnos en ellos? El pretexto de que ARENA nunca apoyó la reforma cuando fue gobierno y ahora se rasgan las vestiduras para apoyarla es válido para descalificarlos, pero el pueblo ya los descalificó. La pregunta es: ¿Queremos que nos descalifiquen a nosotros también? ¿Por qué no resistimos la tentación de caer en lo mismo que criticamos? ¿Acaso el ser humano no tiene salida?
Conozco muchos diputados del Frente y se que no es su naturaleza estar de acuerdo con esta reforma. Conozco a nuestro candidato, y se que a él la transparencia no le molesta en lo más mínimo, de hecho, si con algo no lo han podido atacar, es de no ser un hombre que siempre ha vivido su vida con honestidad. ¿Por qué no a la transparencia entonces? ¿Qué es lo que queremos cubrir? ¿Hay algo que cubrir?
Posiblemente, más de alguien se molestará conmigo por escribir estas líneas, pero los reto a que busquen en su interior y me digan si lo que digo no es verdad. Y si es verdad, ¿por qué no decirlo? Recuerden: “La verdad es siempre revolucionaria”.
Estamos a tiempo de echarnos para atrás. El FMLN tiene la oportunidad de reivindicarse con su pueblo. Errar es de humanos, corregir es de sabios. Corrijamos.