Injusticia epistémica y activismo epistémico en las protestas sociales feministas. José Medina. 2021

El  foco  de  mi  contribución  será  el  análisis  de  lo  que llamo el activismo epistémico de los movimientos feministas, es decir, las prácticas activistas que ejercen fricciones epistémicas contra las sensibilidades heterosexistas y patriarcales que son cómplices de la invisibilidad social de la violencia sexual contra las mujeres y  del  silenciamiento  o  desacreditación  de  las  protestas  feministas  contra la violencia sexual.

Palabra  clave:  injusticia  epistémica,  activismo  epistémico,  protesta  social feminista.

En este ensayo ampliaré las discusiones recientes sobre la injusticia epistémica a través de las ideas de filósofas feministas  que  han  escrito  sobre  la  violencia  sexual  y  las  protestas  feministas, especialmente Linda Martin Alcoff en su innovadora  monografía  Rape  and  Resistance  (2018). 

El  foco  de  mi  contribución será el análisis de lo que llamo el activismo epistémico  de  los  movimientos  feministas,  es  decir,  las  prácticas  activistas que ejercen fricciones epistémicas contra las sensibilidades heterosexistas y patriarcales que son cómplices de la invisibilidad social de la violencia sexual contra las mujeres y del silenciamiento o desacreditación de las protestas feministas contra la violencia sexual.

En Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing(2007), Miranda Fricker definió la injusticia epistémica como el tipo de injusticia que ocurre cuando un sujeto (o grupo de sujetos) es agraviado como conocedor, es decir, como sujeto de conocimiento y comprensión, y como participante en prácticas de intercambio de conocimiento y creación de sentido.

Fricker distingue dos tipos de injusticia epistémica: la injusticia hermenéutica y la injusticia testimonial. La injusticia hermenéutica compromete injustamente la inteligibilidad de los actores sociales  y  ocurre  cuando  un  grupo  de  hablantes  es  injustamente  privado  de  recursos  expresivos  para  comunicar  sus experiencias o cuando sus intentos de hacerlo se consideran carentes  de  sentido. 

La  injusticia  testimonial  compromete  injustamente la credibilidad de los testigos y ocurre cuando los  oradores  se  ven  injustamente  privados  de  credibilidad  o  cuando  sus  intentos  de  testificar  se  consideran  menos  creíbles de lo que merecen.

La invisibilidad social de la violencia sexual contra las mujeres y el silencio social que reprime las protestas feministas contra la violencia sexual pueden explicarse  en  términos  de  las  injusticias  hermenéuticas  y  testimoniales  basadas  en  ideologías  patriarcas  y  heterosexistas. 

Desarrollo el ensayo en dos secciones en las que analizo estos dos  tipos  de  injusticia  epistémica  en  relación  con  la  violencia  sexual  contra  las  mujeres  y  examino  cómo  las  protestas  feministas  contra  la  violencia  sexual  ofrecen  una  resistencia  epistémica  contra  esas  formas  de  injusticia

La  sección  1  se  centrará  en  la  injusticia  hermenéutica  y  los  obstáculos  comunicativos que encuentran las protestas contra la violencia  sexual  en  contextos  hermenéuticamente  empobrecidos.  En  esta  sección  aclararé  lo  que  llamo  el  testimonio  radical de las víctimas de violencia sexual, discutiendo las intervenciones  de  los  activistas  epistémicos  para  romper  la  invisibilidad social y romper los silencios sociales sobre la violencia sexual. 

La  sección  2  se  centrará  en  la  injusticia  testimonial  y los problemas de credibilidad y falta de agencia epistémica que enfrentan los grupos feministas para protestar contra la violencia sexual. En esta sección ofreceré un análisis de cómo cultivar  la  solidaridad  comunicativa  y  formar  comunidades  de  resistencia  a  través  de  lo  que  llamo  el  eco  de  las  voces  de  las  víctimas  de  abuso  sexual.  El  objetivo  general  de  mis  análisis y argumentos en estas dos secciones es la defensa de un enfoque del activismo centrado en las víctimas y de base, ejemplificado  por  el  movimiento  feminista  Ni  Una  Menos,  fundado en Argentina en 2015.

  1. Silencio social y testimonio radical: mi cuerpo como testigo

Fricker (2007) conceptualizó la injusticia hermenéutica como un fenómeno grupal: la falta de inteligibilidad experimentada por un grupo en sus intentos de comunicar ciertas experiencias.

El ejemplo central de Fricker de injusticia hermenéutica fue un fenómeno  grupal  que  involucra  un  movimiento  social  de  protesta y sus actos comunicativos: el ejemplo se refería a los obstáculos  que  encontró  el  Movimiento  de  Mujeres  para  abordar  experiencias  de  intimidación  sexual  cuando  no  se  disponía  de  etiquetas como “acoso sexual”.

Como observa Fricker, las mujeres activistas se encontraron en la peculiar situación de organizar locuciones públicas (“speak-outs”) en las que “El ‘esto’ sobre el que iban a romper el silencio no tenía nombre” (2007: 150). Estas  locuciones  públicas  (“speak-outs”)  en  sí  mismas  fueron  intervenciones de activistas hermenéuticas (actos grupales de activismo epistémico) en las que las mujeres trabajaron juntas para mejorar su agencia de creación de significado y desarrollar una voz grupal.

En la siguiente sección veremos otros ejemplos de activismo epistémico dentro del Movimiento de Mujeres que se  utilizaron  para  luchar  contra  la  injusticia  hermenéutica  y  los problemas de inteligibilidad que obstaculizan la capacidad de  las  mujeres  para  protestar  por  las  injusticias  que  sufren.  En  sus  discusiones  sobre  las  dificultades  de  protestar  contra  la violencia contra las mujeres, Rita Laura Segato (2013, 2016) ha llamado la atención sobre la apariencia de sinsentido que a menudo toma la violencia de género y lo difícil que es dar sentido a los patrones de violencia contra las mujeres.

En su análisis de  los  horrendos  casos  de  tortura  y  asesinato  de  trabajadoras  fabriles en Ciudad Juárez,[1] [2]Segato enfatiza que el primer problema que enfrenta la audiencia al abordar estos casos de violencia de género es “un problema de inteligibilidad”. (2013: 13; mi énfasis).

Como veremos en la siguiente sección, un aspecto clave del activismo epistémico de los movimientos contra la violencia es la articulación de nuevos conceptos, como el concepto de feminicidio (es decir, el asesinato de una mujer por su identidad de género o expresión de género).

De hecho, la creación y uso de vocabularios y otros recursos expresivos adecuados para comprender el fenómeno en cuestión son cruciales para que un público  supere  la  injusticia  hermenéutica  y  pueda  protestar  contra la injusticia en sus propios términos. Más allá del relato de Fricker y su foco en la falta de palabras o lagunas hermenéuticas, como ella lo expresa, es importante  señalar  que  un  grupo  puede  experimentar  injusticia  hermenéutica de otras formas: no solo cuando faltan palabras y recursos interpretativos, pero también cuando están disponibles pero su uso se bloquea o no recibe aceptación; y también cuando el grupo es capaz de hablar en sus propios términos y recibe captación, pero la inteligibilidad de sus expresiones es distorsionada  o  subvertida.  Analicemos  estos  dos  escenarios. 

El primer escenario en el que un grupo marginado encuentra resistencia por el uso o la adecuada asimilación de los términos  preferidos  que  ha  desarrollado  para  hablar  de  sus  experiencias  ocurre  en  el  fenómeno  que  Gayle  Pohlhaus  (2012)  ha  denominado  “ignorancia  hermenéutica  deliberada”. 

Las  audiencias y las instituciones exhiben una ignorancia hermenéutica deliberada cuando se niegan a aprender a comprender y  utilizar  términos  nuevos  o  no  convencionales  que  los  grupos minoritarios o marginados han desarrollado para hablar sobre  sí  mismos  y  sus  experiencias.  Por  lo  general,  no  es  el  caso que los nuevos términos que se introducen para protestar contra la injusticia por parte de un público oprimido, como “acoso  sexual”,  “feminicidio”,  “homofobia”,  “transfobia”,  etc.,  son automáticamente aceptados sin resistencia por todas las comunidades, por el público en general y por las instituciones públicas. En particular, la ley y el sistema de justicia tienden a  ser  particularmente  lentos  en  aceptar  y  poner  en  uso  los  nuevos conceptos que provienen del activismo de base de los movimientos de protesta, como veremos más adelante cuando analicemos las leyes de delitos de odio y las leyes de violencia de género y feminicidios.

El activismo epistémico que promueve el uso y el eco de nuevos términos a menudo es necesario para garantizar que los públicos que protestan puedan hablar y expresar sus actos testimoniales de protesta en sus propios términos. Pero incluso cuando se acepta el uso de nuevos términos y se  permite  a  los  manifestantes  hablar  en  sus  propios  términos, todavía es posible que experimenten la injusticia hermenéutica  en  el  segundo  escenario  mencionado  anteriormente,  es decir, en los casos en los que la inteligibilidad de sus expresiones  es  distorsionada  o  subvertida  a  través  de  una  captación  defectuosa. 

No  se  trata  de  casos  de  silenciamiento,  sino  de  degradaciones  epistémicas  de  los  actos  comunicativos  al  comprometer su inteligibilidad. Un tipo de ejemplo de injusticia hermenéutica producida por el mal uso conceptual ocurre cuando  una  audiencia  o  una  institución  reduce  arbitraria  o  injustamente el significado aceptable de un término tal como lo  usa  el  grupo  o  público  en  protesta  en  cuestión. 

Pensemos,  por  ejemplo,  en  públicos  e  instituciones  que  han  aplicado  el  término “feminicidio” solo para cubrir los asesinatos de mujeres cisgénero, negándose a aplicar el término para cubrir los asesinatos  de  mujeres  transgénero. 

Discutiré  este  caso  con  más detalle a continuación, pero basta con señalar aquí que, cuando se produce el estrechamiento injusto de un nuevo concepto o recurso expresivo como “feminicidio”, parte del público que  protesta  permanece  hermenéuticamente  desfavorecido  y  marginado  en  su  intento  de  hacer  sentir  y  protestar  por  los  daños e injusticias que sufren.

Los movimientos sociales de protesta a menudo se encuentran con entornos hermenéuticos empobrecidos, defectuosos y poco comprensivos y, como resultado, a menudo sufren injusticias  hermenéuticas  grupales.  Las  injusticias  hermenéuticas  grupales  tienen  un  impacto  profundo  en  la  eficacia  con  la  que  el  grupo  en  cuestión  puede  comunicarse. 

Como  ya  se  señaló, para resistir este tipo de injusticia epistémica, los grupos deben participar en el activismo epistémico para superar el silenciamiento y la degradación epistémica que resulta de las  desventajas  hermenéuticas  y  la  marginación  a  nivel  de  grupo que sufren. Convertirse en un activista epistémico con respecto  a  la  injusticia  hermenéutica  grupal  implica  promover activamente la agencia hermenéutica de los movimientos sociales  para  articular  nuevos  conceptos  y  promover  activamente  el  uso  de  estos  conceptos  mientras  se  lucha  contra  la  “ignorancia  hermenéutica  deliberada”  (Pohlhaus  2012)  que  bloquea  o  inhabilita  su  circulación. 

Los  movimientos  de  protesta contra la violencia han elaborado nuevos conceptos que identifican patrones distintivos de violencia y vulnerabilidad que no fueron reconocidos antes: p. ej. violencia intrafamiliar, acoso sexual, feminicidios, violencia homofóbica y transfóbica, etc.

Luchar por el uso e interpretación correcta de estos conceptos  en  el  discurso  público  ha  requerido  mucho  activismo  epistémico, mucha resistencia al silenciamiento y a las distorsiones  hermenéuticas.  Como  activistas  epistémicos,  debemos  denunciar y luchar no solo contra las lagunas hermenéuticas o la falta de recursos expresivos, sino también los obstáculos e insensibilidades hermenéuticas que dificultan el florecimiento de la agencia expresiva e interpretativa de los grupos marginados.

Como activistas epistémicos, también debemos resistir  las  formas  de  distorsionar,  subvertir  o  cooptar  la  agencia  expresiva e interpretativa de los públicos que protestan, y la degradación epistémica de sus actos de protesta. Hablar y dar testimonio de un daño como la violencia sexual es ya un acto de activismo epistémico que desafía y resiste los silencios  sociales  cultivados  y  las  injusticias  hermenéuticas. 

¿Cómo pueden las sobrevivientes de violencia sexual dar testimonio  público  de  sus  experiencias  en  contextos  sociales  en  los que faltan palabras o se bloquean en sus intentos de describir esas experiencias? En un ensayo del que fui coautor con Tempest Henning, “My Body as a Witness: Bodily Testimony and  Epistemic  Injustice”  (2021),  he  argumentado  que  nuestra  capacidad  expresiva  para  protestar  supera  las  palabras  disponibles. (Medina y Henning 2021: 177).

El testimonio sin palabras es especialmente urgente cuando existen obstáculos comunicativos  para  que  los  sujetos  oprimidos  verbalicen  sus  experiencias, es decir, cuando existen disfunciones testimoniales o limitaciones hermenéuticas que comprometen la credibilidad, inteligibilidad y agencia discursiva de los sujetos oprimidos como testigos.

Es aquí donde la comunicación corporal juega  un  papel  importante  para  la  resistencia  comunicativa  y epistémica bajo condiciones de injusticia. Hay posibilidades comunicativas resistentes y subversivas que ofrecen la expresividad  del  cuerpo  bajo  condiciones  de  injusticia  epistémica.  Como lo expresaron Medina y Henning: Las  injusticias  hermenéuticas  y  testimoniales  socavan  y  restringen fuertemente la agencia comunicativa y epistémica de los sujetos oprimidos, pero no aniquilan por completo dicha agencia: incluso sin palabras disponibles y sin oportunidades para  hablar  o  ser  escuchado  adecuadamente,  el  sujeto  aún  puede expresarse a través de su cuerpo. …el testimonio corporal… es una parte clave para resistir la opresión en condiciones  de  injusticia  epistémica  cuando  la  agencia  comunicativa  (y especialmente verbal) de los testigos se vuelve injustamente restringida. (Medina y Henning 2021: 171)

En contra de Fricker, Medina y Henning argumentan que no  es  cierto  que  en  condiciones  de  injusticia  hermenéutica  las personas no puedan comunicar las experiencias que caen bajo  “lagunas  hermenéuticas”  –o  para  las  que  no  hay  palabras–  y  no  pueden  protestar  por  los  daños  contenidos  en  él  de cualquier manera. En otras palabras, no es el caso de que la falta de palabras (o “lagunas hermenéuticas”) impidan por completo  a  las  personas  expresar  experiencias  que  no  pueden  nombrar  y  alertar  a  otros  sobre  posibles  daños  que  no  pueden  verbalizar.  “Puede  haber  un  ‘esto’  o  un  ‘aquello’  que  no tiene nombre para ser señalado y apuntado a los demás a través de la comunicación corporal” (Medina y Henning 2021: 178).

Incluso en contextos hermenéuticamente empobrecidos y restringidos, las personas pueden recurrir a la comunicación corporal para indicarse a sí mismas y a los demás que están pasando por experiencias de injusticia; pueden usar sus cuerpos para identificar tales experiencias, protestar contra ellas y  advertir  a  otros  acerca  de  ellas

La  comunicación  corporal  crea  posibilidades  para  compartir  experiencias  de  injusticia,  hablar en contra de ella y formar comunidades de resistencia que  el  testimonio  verbal  no  puede  ofrecer.  Como  expresaron  Medina y Henning: “A través de la comunicación corporal, los sujetos  epistémicamente  marginados  pueden  indicarse  entre  sí  que  hay  algo  mal  que  están  experimentando;  y,  de  esta  manera, pueden compartir experiencias de opresión y comenzar a construir una comunidad de resistencia” (Medina y Hen-ning 2021: 171).

Pensemos en el ejemplo paradigmático de la injusticia hermenéutica que ofrece Fricker, se refiere a las experiencias de acoso sexual antes de que tales experiencias tuvieran nombre y  las  dificultades  de  las  mujeres  en  las  primeras  etapas  del  Movimiento  de  Mujeres  para  dar  testimonio  y  protestar  por  tales experiencias. Para Fricker, no fue hasta que las mujeres activistas acuñaron la frase “acoso sexual” que pudieron superar  la  injusticia  hermenéutica  (por  falta  de  palabras)  que  se  interpuso en el camino de su protesta. Pero, de hecho, las mujeres activistas tenían recursos comunicativos que excedían los recursos verbales y la disponibilidad de palabras particulares; tenían otras formas de señalar los tipos de daños que experimentaban al ser objetivadas y sexualmente atacadas; en particular,  tenían  la  expresividad  de  sus  propios  cuerpos

Como  han argumentado Medina y Henning, es un error pensar que durante  ese  tiempo  el  cuerpo  de  una  víctima  después  de  un  incidente  de  acoso  sexual  permaneció  necesariamente  inexpresivo y no pudo comunicar o protestar por el acoso a través de gestos, expresiones faciales, posturas y otros esquemas corporales. Medina y Henning señalan: “Incluso sin las palabras  adecuadas, una víctima puede protestar por lo que está pasando sin nombrarlo.

Puede dar testimonio de al menos algunos aspectos de su experiencia de ser violada a través del lenguaje corporal;  y  también  puede  usar  su  cuerpo  para  expresar  su  situación  de  no  ser  entendida  o  de  no  ser  capaz  de  articular  adecuadamente el mal que está experimentando. A través del comportamiento expresivo del cuerpo, puede transmitir a los demás  que,  como  dice  Fricker,  está  “profundamente  dificultada,  confundida  y  aislada”  y  que  sigue  siendo  vulnerable  al  maltrato” (2021: 177).

La  comunicación  corporal  ofrece  posibilidades  comunicativas  resistentes  y  subversivas  para  protestar  por  experiencias de injusticia, incluso cuando no hay palabras disponibles. Pero también, cuando hay palabras disponibles, existen contextos en los que la comunicación corporal puede ser preferible  a  la  comunicación  verbal  porque  puede  proporcionar  un  lugar  más  seguro  para  los  actos  testimoniales  de  protesta. 

Piense en el escenario en el que una víctima de acoso sexual en el lugar de trabajo quiere comunicar a sus compañeros de trabajo, pero no al acosador ni a otras personas que pueden apoyar al acosador, que está siendo acosada y protesta por el comportamiento de acoso. La víctima puede hacerlo utilizando un lenguaje corporal dirigido exclusivamente a un público y  no  a  otros  (por  ejemplo,  dejando  fuera  de  la  comunicación  al acosador y/o a aquellos que lo protegen): poner los ojos en blanco ante un comentario de acoso sin que el acosador se dé cuenta, incluso señalarlo con una expresión de disgusto a sus espaldas, etc.

Con el acto de protesta testimonial expresado a través del lenguaje corporal, la víctima puede estar buscando ayuda o apoyo para sí misma, y/o quizás esté buscando alertar a otros sobre los peligros del comportamiento de acoso. Dadas las  ventajas  comunicativas  del  lenguaje  corporal  que  puede  ser simultáneamente accesible a unos y opaco a otros, la víctima puede decidir comunicarse de forma no verbal incluso en un entorno hermenéuticamente rico en el que tiene muchas palabras  para  protestar  por  el  acoso,  incluso  aunque  pueda decir, por ejemplo, “Me están acosando sexualmente y esto es inaceptable.”

Hay contextos en los que las víctimas de la injusticia pueden querer participar en actos de protesta testimoniales, encubiertos  o  semicubiertos,  para  su  propia  protección  o  para  la  protección  de  los  demás,  es  decir,  para  evitar  las  repercusiones  negativas  y  la  mayor  vulnerabilidad  al  daño  que  el  acto  de  protesta  puede  acarrear. 

A  primera  vista,  puede  parecer  misterioso  por  qué  alguien  puede  querer  participar  en  una  protesta testimonial encubierta si el objetivo de dar testimonio y protestar es precisamente compartir abiertamente experiencias  y  protestar  contra  ellas.  Pero  hay  casos  en  los  que  uno  puede  querer  testificar  sobre  una  injusticia  y  protestar  selectivamente, es decir, testificar y protestar ante unos, pero no ante otros.

Las víctimas de acoso sexual que quieren compartir su experiencia y protestar con algunos compañeros de trabajo mientras se esconden del acosador o de posibles acosadores es uno de esos casos. Piense también en los individuos homosexuales  que  experimentan  homofobia  a  su  alrededor,  pero, debido a que serían denunciados y se volverían más vulnerables al maltrato prejuicioso si protestan abiertamente por cómo  les  perjudica  la  homofobia,  deciden  protestar  de  forma  encubierta dirigiendo sus actos testimoniales de protesta solo de forma selectiva a las personas homosexuales y a personas no  homofóbicas. 

Esto  se  puede  hacer  verbalmente  mediante  un “doble discurso” que contiene un “subtexto” crítico y queer que  solo  es  registrado  como  tal  por  aquellos  que  entienden  las sexualidades no dominantes y a los que una sensibilidad heterosexista es insensible, como explica Eve Sedgwick en The Epistemology of the Closet (2008).

Pero, como han reconocido Sedgwick y otros teóricos queer, este tipo de actos de protesta  testimoniales  encubiertos  también  se  pueden  realizar  de  manera no verbal a través de una comunicación corporal (por ejemplo,  mirar  fijamente,  guiñar  un  ojo,  morderse  los  labios,  etc.) con la cual solo los sujetos queer y aquellos familiarizados con la sexualidad queer están en sintonía, mientras pasan desapercibidos  para  los  sujetos  de  la  corriente  principal  que  carecen  de  la  sensibilidad  testimonial  corporal  relevante. 

Antes  de  que  el  Movimiento  de  Liberación  Gay  se  convirtiera  en  un  movimiento  de  protesta  abierto  y  de  confrontación  cuyos miembros declaran en voz alta y con orgullo sus sexualidades alternativas, los sujetos queer (activistas o no) sabían bien cómo denunciar la homofobia de manera encubierta, protestando por los daños que experimentaban entre sí pero sin hacerlo abiertamente con el mundo heterosexista dominante.

Como han argumentado Medina y Henning, “la expresividad del cuerpo puede ofrecer una forma poderosa de dar testimonio para eludir las limitaciones verbales cuando las personas  no  pueden  hablar  abiertamente  y  con  seguridad  sobre  ciertas  cosas”  (2021:  183). 

Medina  y  Henning  enfatizan  que  “la comunicación corporal puede ser una forma más segura y selectiva de dar un testimonio arriesgado que la comunicación verbal, ya que los comunicadores pueden optar por compartir experiencias  e  información  testimonial  con  aquellos  que  tienen un tipo particular de sensibilidad con respecto al lenguaje corporal, mientras que sus actos comunicativos quedan ocultos  para  quienes  no  lo  hacen”  (Ibid.). 

El  hecho  de  que  cierta  audiencia no tenga la sensibilidad testimonial adecuada para reconocer  o  comprender  adecuadamente  la  expresividad  corporal  puede  resultar  en  el  descarrilamiento  (es  decir,  en  la  falta  de  éxito  o  infelicidad)  del  testimonio  corporal  si  dicha  audiencia es el objetivo, es decir, si el comunicador estaba testificando para ellos.

Pero la insensibilidad testimonial de una audiencia  y  la  sensibilidad  testimonial  de  otra  pueden  permitir  el  éxito  y  la  seguridad  de  un  testimonio  arriesgado  a  través del lenguaje corporal entre las víctimas de la injusticia sin  exponerse  comunicativamente  a  los  perpetradores  de  tal  injusticia  o  a  audiencias  cómplices  e  insensibles.  Es  importante señalar que una sensibilidad testimonial es una sensibilidad encarnada que opera tanto en la comunicación verbal como  en  la  no  verbal:  incluye  no  solo  competencia  en  el  uso  de palabras, sino también atención a la expresividad corporal  y  competencia  para  captar  señales  comunicativas  corporales  y  para  la  comprensión  del  lenguaje  corporal. 

No  estar  atento  y  ser  competente  en  las  expresiones  corporales  de  daño  a  menudo resulta no solo en una falla epistémica (una falta de comprensión  y  conocimiento),  sino  también,  y  lo  que  es  más  importante, en una falla ética de la responsabilidad comunicativa: debido a la ignorancia de uno, uno se vuelve un interlocutor irresponsable que descuida a los demás y su sufrimiento por la desatención comunicativa y la captación defectuosa de sus  actos  testimoniales  corporales. 

Debido  a  que  las  personas perjudicadas y las víctimas de injusticia tienden a estar en una posición precaria para expresarse, ya sea verbal o no verbalmente, existe una mayor responsabilidad entre quienes los rodean para brindarles apoyo comunicativo y expresar su solidaridad comunicativa en sus intentos de expresar su sufrimiento. Medina  y  Henning  (2021)  argumentan  que  el  testimonio  grupal corporal es muy adecuado para cultivar la solidaridad comunicativa dentro del grupo y para dar protagonismo a los miembros  del  grupo  en  la  dinámica  testimonial.  Como  enfatizan,  al  aprovechar  los  aspectos  encarnados  de  la  identidad  grupal y la expresividad corporal de los miembros del grupo, la  comunicación  corporal  puede  jugar  un  papel  importante  en  el  testimonio  de  resistencia  del  grupo,  es  decir,  en  el  testimonio grupal que es resistente al silenciamiento y la injusticia epistémica.

Quiero llamar la atención sobre los actos de protesta  testimoniales  de  resistencia  que  son  radicales  por  su  poder  de  romper  el  silencio  y  su  potencial  transformador  para regenerar las sensibilidades testimoniales. El testimonio radical es un tipo particular de testimonio de resistencia: un testimonio  que  resiste  y  supera  los  obstáculos  testimoniales  y  las  injusticias  epistémicas  rompiendo  los  silencios  sociales  e  institucionales  y  mejorando  las  sensibilidades  testimonia-les.  El  testimonio  radical  está  bien  ilustrado  por  el  ejemplo  de  las  protestas  “die-in”  realizadas  como  actos  testimoniales  de  protesta  por  diferentes  movimientos  de  protesta:  por  las  protestas de ACT UP contra el silencio y la inacción sobre la epidemia del SIDA en la década de 1980, por las protestas de Black  Lives  Matter  contra  la  violencia  racista  desde  2014,  y  por Ni Una Menos desde 2015.

Me centraré aquí en las actuaciones callejeras y especialmente en las protestas “die-in” del movimiento  feminista  Ni  Una  Menos,  que  comenzó  como  un  hashtag popular y rápidamente se convirtió en un movimiento de protesta, impulsando los derechos de las mujeres a la cima de la agenda en Argentina y extendiéndose por todo América del Sur mientras millones de mujeres se opusieron a la violencia de género.

Ni Una Menos es un movimiento feminista de base de cuarta ola que se ha convertido en el movimiento antifemicidio y contra la violencia de género más importante de América Latina. Las activistas de Ni Una Menos participan en el activismo online,  así  como  en  actuaciones  de  protestas  callejeras,  que  incluyen protestas “die-in” como las de las imágenes 1 y 2. Mi análisis y argumento quieren reivindicar estas protestas “die-in” como testimonio de grupo radical.

Puede parecer exagerado afirmar que una protesta “die-in” pueda ser considerada como un testimonio grupal no verbal. ¿En qué sentido exactamente se puede pensar en una protesta “die-in” como el acto testimonial de un grupo? Ciertamente no es el testimonio de los moribundos o de los muertos; pero es el testimonio de quienes se exponen sistemáticamente a la muerte por la injusticia estructural de la violencia de género. Las protestas “die-in” de Ni Una Menos se utilizan para dar testimonio grupal de la experiencia de pérdida y vulnerabilidad a la muerte prematura por una epidemia de violencia de género.

Estas protestas “die-in” sacan a las calles, de manera performativa,  utilizando  los  propios  cuerpos  de  las  manifestantes,  la muerte de mujeres por violencia de género, testificando las experiencias de pérdida, de abandono social del grupo, de presenciar un número creciente de víctimas de violencia de género  ante  la  apatía  social  y  la  insensibilidad  institucional

Las  activistas  depositaron  sus  propios  cuerpos  en  la  acera  para  que los habitantes de la ciudad tuvieran que detenerse para ver lo que parecía un mar de cadáveres en el suelo, que el público en general y las instituciones ignoran rutinariamente. Las protestas “die-in” pueden describirse como teatro político y acrobacias para sorprender a la gente, pero son más que  eso

También  son  una  forma  de  compartir  experiencias  hasta  ahora  descuidadas  en  la  esfera  pública.  Las  activistas  que participan en protestas “die-in” dan testimonio público de su dolor, así como de su indignación e ira de una manera que ya no pueden ser ignorados por el público y las instituciones.

Las  protestas  “die-in”  exhiben  los  dos  rasgos  centrales  característicos del testimonio grupal corporal: (a) tienen una cualidad supraindividual  irreductible,  es  decir,  los  manifestantes  dan  testimonio  de  una  experiencia  colectiva;  y  (b)  el  testimonio grupal expresado en protestas “die-in” está anclado e  indexado  a  la  especificidad  de  las  identidades  encarnadas  y las experiencias encarnadas de los miembros del grupo.

Es interesante cómo la técnica comunicativa de las protestas “die-in” ha viajado a través de los movimientos de protesta y, sin embargo, ha permanecido expresamente ligada a la corporeidad específica de los públicos que protestan y sus miembros: cuerpos queer en las protestas “die-in” de ACT UP; cuerpos de personas de color en las protestas “die-in” de BLM; y cuerpos de mujeres en las protestas “die-in” de Ni Una Menos.

El  efecto  comunicativo  de  las  protestas  “die-in”  como  protestas  grupales  testimoniales  es  que  son  una  forma  de  obligar a las audiencias a ser co-testigos indirectos de la muerte y el sufrimiento tolerado por la sociedad en general y por sus instituciones. Los testigos de un incidente pueden convertir a otros en co-testigos de ese incidente a través de su testimonio por  medio  de  palabras,  pero  de  manera  más  vívida  mediante recreaciones o representaciones visuales de lo que presenciaron.

El co-testimonio indirecto puede ser tanto productivo como  contraproducente  para  combatir  la  insensibilidad  ante  una injusticia y para crear una sensibilidad adecuada que se preocupe y atienda los daños experimentados por las víctimas de  la  injusticia.  Convertirse  en  un  co-testigo  indirecto  tiene  el  peligro  de  dar  al  sujeto  la  falsa  impresión  de  haber  presenciado  verdaderamente  la  perpetración  de  la  injusticia  en  cuestión y tener acceso a la experiencia de la víctima o alguna idea de lo que se siente al ser impactado negativamente por la injusticia sin sufrir como la víctima.

Pero, cuando se restringe y se despliega correctamente, el co-testigo indirecto puede tener un impacto positivo en la sensibilidad de las audiencias: en particular, puede tener el poder de obligar a las personas a reconocer experiencias y fenómenos dañinos que preferirían ignorar  y  confrontar  su  tolerancia  a  la  continuación  de  esas  experiencias y fenómenos y su complicidad con las injusticias que los producen.[3]

Haciendo eco y superando los límites conceptuales

Bajo la influencia de ideologías patriarcales y heterosexistas,  los  filtros  ideológicos  de  las  audiencias  y  la  insensibilidad  testimonial  conforman  ambientes  comunicativos  que  se  protegen  de  los  testimonios  de  víctimas  de  la  injusticia. 

En  el ejemplo del abuso sexual y la violencia contra las mujeres, por ejemplo, al comprometer la credibilidad e inteligibilidad de  las  víctimas,  sus  testimonios  se  acallan  o  sofocan  con  climas  testimoniales  disfuncionales.  Las  mujeres  a  menudo  se  han callado cuando intentan protestar contra el acoso o abuso sexual, especialmente cuando los agresores han sido hombres poderosos.

Incluso cuando las mujeres testifican sobre la violencia sexual, en climas desfavorables a menudo encuentran desconfianza  y  falta  de  credibilidad  injustamente  colocadas;  es  decir,  sufren  una  injusticia  testimonial  y  se  convierten  así  en  dobles víctimas:  las  víctimas  del  sexismo  y  las  víctimas  epistémicas  de  ambientes  comunicativos  y  epistémicos  defectuosos  que  sofocan  o  desacreditan  sus  voces. 

Piense  en  cuántas mujeres tuvieron que presentar acusaciones de abuso sexual contra Harvey Weinstein antes de que estas acusaciones fueran consideradas creíbles y la opinión pública creyera ampliamente en las mujeres. Piense en la estrategia del movimiento MeToo  para  luchar  contra  el  déficit  de  credibilidad  injusto que reciben los testimonios de las víctimas de acoso y abuso sexual: empezaron a hacerse eco de los testimonios de los demás, a conectar sus experiencias y a amplificar las voces de las demás, y a poner en común sus recursos comunicativos para dar a conocer las denuncias de delitos sexuales y exigir ser  tratadas  con  respeto  comunicativo. 

La  misma  frase  “Me  Too” que se convirtió en el lema del movimiento se usa en este sentido, y fue acuñada por la sobreviviente de acoso sexual y activista  Tarana  Burke  en  las  redes  sociales  en  2006.  Burke  comenzó a usar la frase “Me Too” para ayudar a otras mujeres con experiencias similares a defenderse y crear conciencia sobre  la  omnipresencia  del  abuso  y  la  agresión  sexual  en  la  sociedad.

En 2017, el #MeToo se convirtió en un hashtag viral cuando las mujeres comenzaron a usarlo para twittear sobre las acusaciones de abuso sexual de Harvey Weinstein y para conectarlas  con  otras  experiencias  de  abuso  sexual.  La  frase  y el hashtag se han convertido en un poderoso movimiento de protesta nacional e internacional.

El uso de #MeToo es un ejemplo perfecto de activismo epistémico  que  intenta  resistir  el  acallamiento  y  sofocación  testimonial en un clima testimonial viciado que socava y desinfla la credibilidad de las víctimas de abuso sexual. Al usar el #MeToo, las víctimas expresan apoyo comunicativo entre sí y se hacen eco de los testimonios de los demás, presionando a la opinión  pública  y  a  las  instituciones  para  que  otorguen  una  aceptación  adecuada  y  una  evaluación  justa  de  la  credibilidad de sus testimonios.

Del mismo modo, #BlackLivesMatter también ha sido utilizado por activistas y víctimas de la brutalidad  policial  como  una  forma  distintivamente  epistémica de  activismo  para  hacer  eco  y  expresar  apoyo  comunicativo  a los testimonios de víctimas de violencia racial. También en este  caso,  los  activistas  utilizan  una  estrategia  comunicativa  y  epistémica  que  intenta  compensar  la  falta  de  atención  y credibilidad que tradicionalmente han recibido los testimonios  de  violencia  racial.  No  ha  sido  hasta  el  levantamiento   de 2020 que #BlakLivesMatter tuvo un éxito considerable en movilizar  ampliamente  al  público  estadounidense  y  obtener  su apoyo generalizado, y en asegurar el respeto comunicativo y la aceptación adecuada de los medios de comunicación, las instituciones públicas e incluso las corporaciones.

Es  la  insistente  e  implacable  protesta  contra  el  sexismo,  incluida la constante divulgación testimonial de experiencias de  violencia  sexual,  lo  que  merece  crédito  por  hacer  que  el  público reconozca las realidades sociales del patriarcado y la opresión sexual y por asegurar la inteligibilidad pública de las formas de nombrar formas de violencia sexual como “feminicidio”.

En otras palabras, es el activismo de base centrado en las víctimas lo que efectivamente cambia los discursos públicos y transforma  las  sensibilidades  públicas.  Es  importante  apreciar  la  importancia  crucial  del  nuevo  lenguaje  que  surge  de  los  movimientos  feministas  para  garantizar  la  protección  en  algunas áreas de la vida social y política, como la ley y el sistema de justicia penal.

Expresiones recientemente acuñadas como “delitos de odio” y “feminicidios” han sido absolutamente cruciales  para  lograr  el  reconocimiento  de  delitos  específicos  y  para  asegurar  protecciones  específicas  para  grupos  vulnerables.  Pero  no  son  solo  las  etiquetas  las  que  abren  el  espacio  conceptual  para  nombrar  y  describir  los  fenómenos  de  la  injusticia en cuestión; es la protesta continua la que traspasa los límites de los conceptos inaugurados por esas nuevas etiquetas a través de los actos de habla testimoniales, críticos y evaluativos del público manifestante.

Como  ejemplo  de  cómo  la  protesta  continua  en  las  luchas  feministas  y  queer  conduce  al  refinamiento  conceptual  y  la  expansión en el uso de un término, considere cómo el activismo transgénero implacable hizo posible que algunos (¡todavía solo unos pocos!) sistemas de justicia penal en todo el mundo aplicaran  el  término  “feminicidio”  al  asesinato  de  mujeres  trans.

Inicialmente, la legislación introducida para tipificar el “feminicidio” como un tipo específico de asesinato (es decir, el asesinato  de  mujeres  por  su  identidad  de  género)  se  utilizó

exclusivamente para mujeres cis-género, dejando la violencia de género letal contra las mujeres trans fuera del alcance del término y desprotegida por la legislación que utiliza esa categoría.

Según  lo  informado  por  Women  in  the  World[4][5],  en  un  fallo  histórico, Colombia fue el primer país que procesó el asesinato de una mujer trans como feminicidio en 2018, luego de haber aprobado  una  ley  de  feminicidio  en  2015

Colombia  aprobó  esta ley para combatir los altos niveles de violencia contra las mujeres  en  el  país  imponiendo  sentencias  más  duras  a  sus  asesinos[6]. La ley definió el “feminicidio” como “el asesinato de una  mujer  por  el  simple  hecho  de  ser  mujer  o  por  expresar  su  identidad  de  género  u  orientación  sexual”.[7] 

Pero  fue  solo  bajo  la  presión  del  activismo  transgénero  que  los  medios  de  comunicación  informaron  como  feminicidios  el  asesinato  de  mujeres transgénero por su expresión de género y, finalmente, el sistema de justicia penal colombiano los trató como tales. El asesinato de Anyela Ramos Claros, mujer trans asesinada por su  expresión  de  género,  fue  procesado  por  primera  vez  como  feminicidio bajo la ley colombiana. La Sra. Ramos Claros era una de las al menos 35 mujeres trans que habían sido asesinadas en Colombia en 2017, según Colombia Diversa, un grupo de derechos LGBTQ.

Y, sin embargo, la ley de feminicidio no se había aplicado al asesinato de ningún otro asesinato de una mujer trans ese año o en años anteriores. Las protestas contra la  violencia transgénero de la comunidad LGBTQ en Colombia y alrededor del mundo son responsables de asegurar que la violencia de género letal contra las mujeres trans sea incluida en la aplicación y extensión del concepto de feminicidio en el  discurso  público,  en  los  medios  y  en  el  sistema  de  justicia  criminal.

La elaboración y refinamiento de conceptos –como el feminicidio– que surgen de los movimientos de protesta se dan en los  actos  de  habla  testimoniales,  evaluativos  y  prescriptivos  contenidos en las protestas del activismo de base –por ejemplo,  en  los  testimonios,  críticas  y  demandas  que  abordan  la  violencia de género que sufren las mujeres trans que se expresan  en  los  actos  de  protesta  de  la  comunidad  LGBTQ. 

De  la  misma  manera  que  hay  testimonios  radicales  que  pueden  romper los silencios sociales y empujar los límites conceptuales, como hemos visto en la sección anterior, también hay críticas radicales y demandas radicales con poder para romper el silencio y con un tremendo potencial de innovación conceptual.

No son solo las palabras, sino el uso de palabras en actos de  habla  radicales  testimoniales,  evaluativos  y  prescriptivos  los que son responsables de las expansiones conceptuales y la regeneración de sensibilidades comunicativas de las que son capaces los movimientos de protesta. La elaboración y el refinamiento conceptual no comienzan ni terminan con la invención de nuevas palabras. Un concepto emerge y se elabora en la  agencia  expresiva  de  los  múltiples  públicos  que  utilizan  el concepto para dar sentido a sus experiencias y realidades.

En  los  movimientos  de  protesta,  esta  elaboración  conceptual  típicamente tiene lugar mediante el uso de una palabra o un grupo de palabras en actos de protesta testimoniales, evaluativos y prescriptivos. Incluso después de que se dispone de una nueva  etiqueta  para  nombrar  una  experiencia  de  injusticia,  la elaboración conceptual del término continúa a través de su uso  en  actos  de  protesta  innovadores:  se  le  da  profundidad  experiencial a través de actos testimoniales, profundidad crítica  y  argumentativa  a  través  de  actos  evaluativos,  y  efectividad regulatoria a través de actos prescriptivos.

Es a través de  actos  comunicativos  de  protesta  (en  particular,  actos  de  habla testimoniales, evaluativos y prescriptivos de tipo radical) que un público que protesta sigue empujando los límites conceptuales y participando en la innovación conceptual que permite  a  las  personas  ver  el  mundo  social  con  ojos  nuevos,  con una nueva sensibilidad, y con una imaginación expandida que puede conceptualizar las cosas de manera diferente.

Pero este tipo de creatividad conceptual que puede transformar la sensibilidad y la imaginación de las personas no está rígidamente ligada a la invención de nuevas herramientas lingüísticas, sino a la labor expresiva del activismo de base (con o sin nuevos términos), como lo ejemplifica Ni Una Menos.

Los movimientos de protesta a menudo crean nuevas palabras,  pero  pueden  hacer  mucho  más  que  eso:  lo  que  es  más  importante, pueden crear nuevas formas de conciencia social y  nuevas  sensibilidades.  Es  solo  cuando  hacen  esto  último  que los movimientos de protesta pueden llamarse movimientos de liberación, es decir, movimientos que liberan al público que protesta y, si tienen éxito, a la sociedad en general de la insensibilidad o entumecimiento ante la injusticia.

Como dice Jane  Mansbridge  (2001),  los  movimientos  de  liberación  son  aquellos  movimientos  de  protesta  que  crean  una  conciencia de  oposición  (“oppositional  consciousness”),  un  público  sensibilizado a la injusticia con una sensibilidad crítica que no tolerará más la injusticia. Mansbridge contrasta los movimientos de liberación con los movimientos de reforma social tanto en términos de su alcance como de su potencial para transformar la esfera pública: mientras que los movimientos de liberación abordan una gama amplia y abierta de problemas de justicia experimentados por un grupo oprimido y tienen como objetivo revolucionar el mundo social mediante el fomento de nuevas formas  de  concebir  y  experimentar  un  área  de  la  vida  social  (es  decir,  nuevos  horizontes  de  comprensión  y  nuevas  sensibilidades), los movimientos de reforma social se restringen a un  aspecto  estrecho  de  la  justicia  social  y  tienen  como  objetivo  reformar  las  instituciones  y  la  vida  pública  en  aspectos  muy específicos.

Piense, por ejemplo, en el contraste entre el movimiento de liberación LGBTQ o queer y el movimiento de Igualdad Matrimonial que se separó de él en la segunda mitad del siglo XX. El movimiento de liberación queer ha abordado una amplia gama de cuestiones de justicia social relacionadas con la diversidad sexual y de género y ha abogado por nuevas formas de concebir y experimentar las identidades de género y sexuales y su aceptación social y florecimiento, mientras que el movimiento de Igualdad Matrimonial se ha centrado exclusivamente en la inclusión de parejas del mismo sexo en la institución del matrimonio.

Ni Una Menos es un movimiento de liberación  de  base  que  debe  resistir  ser  reducido  a  un  movimiento  reformista  (como  la  lucha  por  leyes  anti-feminicidios  solamente) y seguir comprometido con un programa expansivo de liberación feminista en todos los aspectos de la vida social y política, desde la violencia sexual en el lugar de trabajo hasta la  violencia  doméstica,  desde  las  microagresiones  hasta  los  feminicidios, desde el trabajo doméstico no remunerado hasta las disparidades económicas globales de género, desde la privación  política  de  las  mujeres  en  la  vida  institucional  hasta  las injusticias epistémicas que sufren las mujeres en todos los ámbitos de la vida cívica.

BIBLIOGRAFÍA

Alcoff,  Linda  Martin.  1995.  “The  Problem  of  Speaking  for  Others”. En Who Can Speak? Authority and Critical Identity, editado por Judith Roof y Robyn Wiegman, 97-119. Urbana-Champaign: University of Illinois Press.

Alcoff, Linda Martin. 2018. Rape and Resistance. Cambridge (UK): Polity Books.Fricker,  Miranda.  2007.  Epistemic  Injustice:  Power  and  the  Ethics of Knowing. Oxford y New York: Oxford University Press.

Mansbridge,  Jane,  y  Aldon  Morris.  2001.  “The  making  of  oppositional consciousness”. En Oppositional consciousness: The  subjective  roots  of  social  protest,  editado  por  Jane  Mansbridge y Aldon Morris, 1-19. Chicago: The University of Chicago Press.

Medina,  José.  2013.  The  Epistemology  of  Resistance:  Gender  and Racial Oppression, Epistemic Injustice, and Resistant Imaginations. Oxford y New York: Oxford University Press.

Medina, José, y Tempest Henning. 2021. “My Body as a Witness,” En Applied Epistemology, editado por Jennifer Lackey, 171-190. New York: Oxford University Press.

Pohlhaus, Gaile, Jr. 2012. “Relational Knowing and Epistemic Injustice: Toward a Theory of ‘Willful Hermeneutical Igno-rance’.” Hypatia 27, no. 4: 715-35.

Sedgwick, Eve Kosofsky. 2008. The Epistemology of the Closet, 2nd  edition.  Los  Ángeles  (CA):  University  of  California  Press.

Segato,  Rita  Laura.  2013.  La  Escritura  en  el  Cuerpo  de  las  Mujeres Asesinadas en Ciudad Juárez. Buenos Aires: Tinta Limón.

Segato, Rita Laura. 2016. La Guerra contra las Mujeres.  Ma-drid: Traficantes de Sueños.


[1]

[2] Se  estima  que  más  de  370  mujeres  fueron  asesinadas  entre  1993  y  2005 en Ciudad Juárez, la mayoría de ellas mujeres jóvenes que trabajaban en grandes fábricas por bajos salarios en las maquiladoras de la ciudad

[3]

[4]

[5] <https://womenintheworld.com/2018/12/21/in-historic-ruling-colombia-prosecutes-transgender-womans-murder-as-femicide/>.

[6] Antes  de  la  ley  de  feminicidio,  8.020  mujeres  fueron  asesinadas  en  Colombia entre 2009 y 2014, un promedio de cuatro mujeres por día, según Medicina  Legal,  el  principal  centro  de  ciencias  forenses  de  Colombia.  Ver  <https://www.nbcnews.com/news/latino/first-time-colombia-prosecutes-transgender-woman-s-murder-femicide-n950021>.

[7] <https://www.nbcnews.com/news/latino/first-time-colombia-prosecutes-transgender-woman-s-murder-femicide-n950021>.

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