Soy muy consciente que de ninguna manera se otorga igual renombre al narrador que al autor de los hechos SALUSTIO, La conjuración de Catilina
NOTA INTRODUCTORIA
POR QUÉ PUBLICAR SILENCIANDO EL PASADO
Puede parecer algo relativamente insólito que, desde España, se publique un libro como el de Michel-Rolph Trouillot. Un libro de un antropólogo haitiano que lleva en su portada un paisaje histórico de Haití, un lugar distante geográficamente de Europa, un espacio en teoría alejado de nuestro curso histórico.
Pero la obra de Trouillot no es, en ningún sentido, algo ajeno a nosotros ni a la escritura de la Historia desde Occidente.
Michel-Rolph Trouillot ( 1949-2012) nació en el seno de una familia de intelectuales de Puerto Príncipe (Haití). Su padre era abogado y su tío dirigía los Archivos Nacionales del país, si bien ambos estaban apasionados por la Historia. Quizá, como le sucedería a Michel-Rolph Trouillot, porque en el presente no cesaban de sonar los ecos del pasado.
Su preocupación por los tiempos que le precedieron se enlazó con lo que sucedía en su tiempo: cantautor y activista político, se implicó en la oposición al régimen de los Duvalier. En 1968 se vio obligado a abandonar Haití junto con toda una generación de jóvenes por la dictadura de Francois Duvalier ( 1951- 1971) y, posteriormente, de su hijo y heredero Jean Claude Duvalier ( 1971- 1986).
Fueron regímenes marcados por una represión brutal e indiscriminada pero también, especialmente el de Francois Duvalier, por una apelación a la Historia, a la negritud y a la cultura africana como fuente de legitimación del poder.
Quizá todo ello provocó que, cuando Michel-Rolph Trouillot llegase a Estados Unidos, se matriculase en Historia y cultura del Caribe en la City University of New York, graduándose en 1978. En 1977 había publicado la primera obra de no ficción en criollo haitiano, Ti difé boulé sou /stoua Ayiti («Cuestiones polémicas de la Historia haitiana»), preocupado por trasladar a la mayoría de la población de su país otra visión de la revolución esclavista de Haití.
En 1978 se trasladó a la Johns Hopkins University de Baltimore, donde comenzó a cursar estudios de Antropología y donde se doctoraría en 1985. Tras trabajar en la Universidad de Duke (1983-1987), regresaría a la Universidad Johns Hopkins ( 1987-1998), para terminar siendo catedrático de la University of Chicago a partir de 1998.
En 2011 recibió el premio Frantz Fanon Lifetime Achievement como reconocimiento a su carrera académica y a sus originales aportaciones.
Trouillot fue siempre un académico original. Sus análisis incluían, además de visiones antropológicas, una perspectiva histórica, filosófica y económica. Su estilo, en el que no renunciaba a lo literario, sumergía al lector en miradas al pasado innovadoras, sorprendentes e incluso inesperadas. Sus obras se preocuparon de cuestiones tan variadas como la economía caribeña, el campesinado durante el siglo xix, el nacionalismo o, por supuesto, la escritura de la Historia.
Abordó desde cuestiones propias del Caribe aspectos epistemológicos sobre la Antropología o la Historia. Entre los libros de los que fue autor o coautor destacan: Peasants and Capital: Dominica in the World Economy ( 1988), Haiti: State against Nation: The Origins and Legacy of Duvalierism (1990), Open the Social Sciences (1996), Global Transformations: Anthropology and the Modern World (2003); salvo esta última, hasta ahora ninguna obra había sido traducida al castellano (Transformaciones globales: la antropología y el mundo moderno, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011).
Silencing the Past: Power and the Production of History, publicada originalmente en 1995, es sin duda la obra más conocida e influyente de Trouillot. Es un libro que se coloca en las intersecciones de la Historia y la Antropología, donde siempre desarrolló su trabajo Trouillot. Nace también de la encrucijada de varios mundos: Haití, Estados Unidos, Europa . . . y África, al igual que el propio autor: un intelectual negro de uno de los países más pobres de América Latina, cuyas lenguas madre eran el criollo y el francés, y que emigró a Estados Unidos.
Y por supuesto, la obra refleja también un solapamiento entre pasado, presente y futuro: entre el sistema esclavista, la Revolución haitiana, el imperialismo estadounidense en la isla, la dictadura, el silencio y el subdesarrollo.
La obra reflexiona sobre el poder y su papel en la escritura de la Historia. Y frente a los debates propios de comienzos de los años noventa, que todavía llegan hasta nosotros, Trouillot se coloca a medio camino. Por un lado critica el positivismo, que cifra en los hechos la realidad insoslayable de la Historia; por otro, cuestiona también el post-estructuralismo, que prima la Historia como relato y cuestiona la existencia de una realidad primera.
Trouillot, por su propia vida y origen en un Haití colonizado, subdesarrollado y dictatorial, sabía que los hechos importaban; pero también el relato que se hacía de ellos. Se ubica así en un espacio intermedio entre hechos y narración, ofreciendo respuestas para saber cómo funciona la Historia. Porque lo que le interesa, como afirmará en tantas ocasiones, no es qué es esta última, sino cómo funciona, observando para ello el solapamiento entre «lo que sucedió» y lo que «se dice que sucedió».
La anterior afirmación lleva a Trouillot a asumir una visión social de la Historia, no sólo en cuanto a los sujetos y procesos analizados sino también desde el punto de vista del compromiso con el presente y el futuro. Tal y como nos enseña, el poder no ha dejado de intervenir en la narración histórica.
Ya estaba allí antes de que el acontecimiento tuviese lugar, cuando quedó registrado y archivado, cuando fue relatado entonces, cuando fue escrito posteriormente por el historiador (amateur o profesional), pero también cuando es consumido. El poder está aquí con nosotros, mientras que leemos este libro. No podemos escapar a él, ni a la hora de escribir Historia ni a la hora de consumirla.
Por eso Trouillot sugiere abandonar de una vez las aspiraciones teóricas imposibles (¿e interesadas?) de objetividad que, en realidad, siempre esconderán la perpetuación de los silencios en el relato del pasado. En cambio, apuesta por un historiador comprometido, que asuma que es parte del proceso histórico y que, con la metodología propia de la disciplina, aspire a levantar el silencio del pasado y a construir un mundo diferente.
Volvamos al principio de esta nota. ¿ Por qué editar hoy Silenciando el pasado? Y además, ¿por qué hacerlo desde España, desde la Península Ibérica, desde Europa, desde Occidente? A lo largo de las páginas de este libro aparecen acontecimientos, menciones y reflexiones que nos tocan directamente: el fin de la «Reconquista» con la toma de Granada en 1492; Cristóbal Colón y el «Descubrimiento», su invención y conmemoración en 1892 y en 1992; o el relato sobre la Revolución haitiana de los revolucionarios franceses o de la historiografía occidental. Todos estos hechos pasados tienen eco en el presente y en las estrategias del poder para condicionarlo a partir de su narración.
En segundo lugar, la obra nos sorprende por su perspectiva histórica global. Trouillot renuncia a elaborar leyes inmutables sobre los procesos históricos. Pero sí concibe la narración histórica como un todo, mirando a la totalidad del fenómeno histórico para superar así los silencios y la intervención del poder.
Frente a historias nacionales, de tiempo corto o fragmentadas, tan típicas de nuestra historiografía actual, ofrece una visión más completa del pasado y de su relato, desplazándose por varios continentes, países y ciudades, deteniéndose en diversos siglos y momentos históricos, prestando atención a grupos sociales y étnicos diferentes.
En todo ello, desde luego, Occidente no sale bien parado.
En tercer lugar, en el siglo XXI las aportaciones de Trouillot siguen conservando plena actualidad. O incluso mayor. En la era de las nuevas tecnologías y de internet, sus reflexiones sobre la creación del documento histórico, del archivo, de la generación de relatos y del consumo de la narración histórica resultan esenciales. El monopolio de la producción histórica ha saltado por los aires: cualquiera puede generar contenidos (escritos o audiovisuales) sobre el pasado.
Además, especialmente en el mundo desarrollado, el acceso a la Historia se ha potenciado exponencialmente: es fácil acceder a cualquier dato, nombre o explicación de «lo que se dice que sucedió». Todo ello no supone, en cambio, que las intervenciones del poder en la producción histórica hayan desaparecido o se hayan atenuado. Más bien implica una mayor importancia de las narraciones históricas por la multiplicación de quienes las producen y consumen, a la hora de condicionar cómo las sociedades entienden el pasado y lo que debe ser su futuro.
Aunque hoy la Historia se produzca y se consuma en más lugares, el poder no ha dejado de intervenir en ella, ni tampoco han dejado de existir los silencios que en ella duermen.
Finalmente, hay un motivo todavía más determinante para editar este libro. Nosotros también somos presa de esos silencios de los que habla Trouillot. También somos parte (y víctimas) de ese poder que construye la Historia. Como todas las historias, la de España está repleta de silencios.
Como poco podemos mirar a los producidos en torno a la «Reconquista», el fin del Reino musulmán de Granada en 1492 o la consiguiente unidad religiosa forjada bajo el catolicismo. También, ya en el XIX, la Historia de España se escribió teniendo al catolicismo y a la unidad como epicentros, silenciando cualquier pluralidad o heterodoxia en ese relato.
Pero además, España también tuvo una dictadura brutal, la franquista ( 1939-1975), nacida de una guerra civil ( 1936-1939). Durante casi cuarenta años, el régimen de Franco impuso una narrativa de la Historia imperial de España, del pasado y de en qué consistía la nación española. Tras la muerte del dictador surgió un régimen democrático consagrado en la Constitución de 1978. Durante esa Transición a la democracia y después, el poder continuó (y continúa) interviniendo en la Historia, desde el momento en que se produjo cualquier acontecimiento hasta que éste es consumido hoy por el gran público. No obstante, el mito de la Transición, el relato único y exitoso de la misma, comienza hoy a resquebrajarse.
El cuestionamiento de las narraciones del pasado esconde, pues, un presente en continuo cambio, como siempre sucede en la Historia. El fin de los silencios se hace palpable en la aparición de nuevas evidencias, nuevas interpretaciones y nuevos hechos relatados. Y en todo ello, el historiador profesional no puede permanecer encerrado en su gremio o apelar a una imposible objetividad. Porque, mientras que esto sucede, el poder interviene en la Historia, haciéndolo igualmente en nuestro presente y en nuestro futuro.
MIGUEL ÁNGEL DEL ARCO BLANCO
Universidad de Granada
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
El carácter reflexivo y a veces literario de la obra de Trouillot ha dificultado en ocasiones la traducción. A ello se ha unido que originalmente fue redactada en inglés por un autor cuyas lenguas madre eran el francés y el criollo haitiano, como él mismo reconoce al comienzo del libro.
Durante toda su obra, Trouillot utiliza la palabra «story» (historia, cuento, relato) y «history» (historia). Para diferenciar este matiz, en nuestra traducción emplearemos la palabra «historia» para la primera opción e «Historia» para la segunda.
En todo momento hemos tratado de respetar la edición original respecto a la multitud de cursivas y los énfasis puestos por el autor, con el fin de mantener el espíritu de su discurso.
Dada la temática de la obra, centrada en la producción de la Historia y no tanto en un tema histórico concreto, sólo señalamos la existencia de traducciones de las obras originales al castellano cuando el autor las cita en el texto (y no a pie de página).
La alusión a diversos acontecimientos o a nombres relacionados con multitud de periodos históricos y lugares ha propiciado que, cuando ha sido necesario, insertemos breves notas aclaratorias para facilitar la comprensión lectora.