La región oriente de El Salvador ha sido escasamente estudiada a nivel arqueológico.
Los pocos estudios profundos realizados en la zona datan de los años 40 a 70 y los recientes han sido mayormente reconocimientos y estudios relacionados a la protección del patrimonio cultural. Esto quiere decir que sabemos poco acerca de los grupos culturales que vivieron en esta área en la época prehispánica.
No obstante, es posible sentar las bases para una aproximación a la reconstrucción de la prehistoria de la ocupación de la región oriental, a través de la compilación y análisis de toda la información al respecto.
Es por ello que el objetivo de esta presentación es examinar las principales investigaciones arqueológicas que aportan elementos para la construcción de identidades culturales en la región oriente de El Salvador, con el fin de establecer las características específicas que determinan a la región oriental como un área cultural diferenciada.
Esto significa que no solo expondremos las interpretaciones escritas por los autores acerca de la identidad de oriente, sino también haremos referencia a la evidencia arqueológica en la cual se basa su razonamiento.
Planteamiento
¿Qué sabemos sobre la población prehispánica de la región oriental de El Salvador? Lo primero a lo que se hace referenciapara dar respuesta a esta pregunta es a las poblaciones lencas, ulúa y cacaopera principalmente, de las cuales nos hablan los cronistasy los estudios de lingüística[1].
En tiempos de la conquista, la zona lenca comprendía las partes sur, central y oeste de Honduras y toda la parte oriental de El Salvador hasta el río Lempa, frontera tradicional entre los pipiles y los lencas. Se supone que los actuales departamentos hondureños de Olancho y El Paraíso fueron poblados por grupos lencas que huían de los españoles. Los documentos coloniales mencionan cuatro grupos hablantes de lenca: (1) potón en la parte oriental de El Salvador; (2) Care, en Honduras, específicamente en los actuales departamentos de Intibucá y La Paz, norte de Lempira y sur de Santa Bárbara, (3) Cerquen, en la parte sur del departamento Intibucá, centro y sur del de Lempira; (4) Lenca, en los departamentos de Comayagua y Valle, en la parte oriental del departamento de Choluteca, y en El Salvador en la parte oriental de La Paz y en el centro y sur de Morazán. Pero ¿cuál es la identidad cultural arraigada a cada uno de estos pueblos?
En la actualidad se conoce muy poco sobre los lencas, ulúas y cacaoperas prehispánicos, pero según relatos y escritos de los cronistas, sacerdotes, gobernadores e historiadores, se sabe que por lo menos los lencas, antes de la llegada de los españoles, eran el pueblo más extendido que habitaba las partes sur, central y oeste de Honduras y toda la parte oriental de El Salvador hasta el río Lempa, frontera tradicional entre los pipiles y los lencas (Fabre 2005).
Si bien es cierto que los cronistas y los estudios mayormente de lingüística hacen referencia a poblaciones lencas, eso no quiere decir que toda la ocupación prehispánica desde el Preclásico haya tenido esta adscripción. Es entonces cuando el estudio de esta región cobra mayor interés, ya que al ahondar en los datos arqueológicos y las interpretaciones hasta ahora descritas, el panorama empieza a tener mayor heterogeneidad.
Ya no se trata de la profundización del estudio de unos pocos grupos étnicos, sino de cuál fue la historia de la ocupación prehispánica en el oriente de El Salvador.
Para este cometido, la necesidad de la investigación arqueológica para dar respuestas más concluyentes a estas interrogantes, se hace evidente. La arqueología tiene algunos aspectos en común con la historia.
Como la historia, la arqueología está interesada en documentar y entender el pasado humano, pero los arqueólogos operan en un margen de tiempo más amplio que los periodos estudiados por los historiadores (Renfrew y Bahn 2007:9).
Es así como nuestro recorrido se basará en evidencia arqueológica que cubrirá principalmente estudios cerámicos.
Queremos hacer énfasis en cuatro puntos importantes de los cuales se desprende nuestro particular interés en este tema: 1) Es importante tener claro que la historia de la ocupación del oriente de El Salvador no es homogénea, 2) es necesario tomar en cuenta que ningún análisis de las regiones culturales puede limitarse a las fronteras políticas actuales, ya que éstas no existían en la época prehispánica, sino que es necesario recabar datos de la arqueología que se está haciendo en otros países para complementar y enriquecer nuestro razonamiento; 3) sería un gran acontecimiento poder dar una conclusión definitiva en esta ponencia, pero esto es imposible, en primer lugar por la ya mencionada escasa evidencia, y en segundo lugar por la misma naturaleza dinámica de las ciencias sociales, en la que los resultados van retroalimentándose con nuevos hallazgos que perpetúan la discusión; y 4) cuestionarse la identidad cultural del oriente de El Salvador es también hacer una reflexión acerca de la historia de la arqueología de nuestro país y de sus aportes teóricos y metodológicos, discusiones que alentarán la creatividad y el cuestionamiento en el pensamiento arqueológico.
Antecedentes
Uno de los primeros artículos publicado en 1915 sobre arqueología de El Salvador fue del antropólogo Herbert Spinden.
La propuesta del autor se basa mayormente en evidencia sustraída de colecciones privadas, de la cual hace un resumen de la prehistoria del país en general, basándose sobre todo en un estudio comparativo de la zona mesoamericana.
El segundo artículo proviene del arqueólogo norteamericano Samuel K. Lothrop, publicado en 1939. La propuesta de este autor no aborda directamente una cronología para El Salvador, sino que vislumbra el tema a partir de la búsqueda de la frontera suroriente Maya, basándose en referentes históricos y lingüísticos e integrando la información a la evidencia arqueológica hasta ese momento recuperada.
Esto es importante para la arqueología de oriente, pues Lothrop hace uno de los primeros intentos por definir intercambios culturales para esta zona.
El autor establece cuatro áreas ubicadas en el occidente y centro de El Salvador en las que grupos lingüísticos mayas se encontraban asentados a la llegada de los españoles (Lothrop, 1939). En consecuencia, el autor sitúa los límites de la frontera maya en la ribera occidental del río Lempa. Posteriormente se publican los resultados de las exploraciones de John M. Longyear, resultando dos estudios importantes (1944 y 1960) en el que, entre otras cosas, Longyear muestra los datos de la excavación en el sitio oriental Los Llanitos y hace una comparación cerámica entre diferentes sitios de oriente y occidente.
En ambas, el autor, por primera vez, establece con evidencia arqueológica una diferencia clara entre el área cultural occidental y oriental. La evidencia arqueológica que sustenta esta división son las poblaciones aborígenes.
Según el autor, antes de la Conquista el occidente de El Salvador fue poblado principalmente por grupos mayas, los cuales fueron restringidos a Chalchuapa y otras áreas por los pipiles.
En cuanto al oriente, según Longyear y de acuerdo a todas sus fuentes, fue poblado por Lencas, excepto por una isla de hablantes Matagalpa en el extremo noreste. El grupo lingüístico Lenca se extendió hasta el norte de Honduras, por lo menos hasta el Valle de Comayagua.
En 1960 el arqueólogo alemán Wolfgang Haberland, hace una interesante división regional de El Salvador basada en las fases cerámicas de diferentes sitios, que difiere de la de Longyear.
El objetivo de Haberland es establecer una secuencia cerámica para el oriente de El Salvador basada en sus reconocimientos y excavaciones así como en referencias de los estudios de Lothrop, Longyear y Coe que lo precedían. El autor logra identificar tres áreas culturales que dividen El Salvador: 1) occidente, 2) centro y 3) oriente.
Haberland interpreta la zona central como una especie de frontera entre occidente y oriente, donde se pueden encontrar tradiciones cerámicas de ambas zonas.
De acuerdo a Haberland, hay algunos problemas históricos interesantes, como la importancia del alcance costero en el desarrollo, el origen de la técnica Usulután y la interconexión de las culturas de Centroamérica y Mesoamérica que ocuparon la región central.
En 1976 se publica el estudio por Wyllys Andrews V en Quelepa, departamento de San Miguel, que lleva por nombre «Arqueología de Quelepa». Andrews establece algunas generalidades para la región oriental, pero su propuesta es una secuencia de ocupación específicamente para el sitio Quelepa.
La cronología de Andrews es la única y por tanto más importante evidencia arqueológica para el oriente de El Salvador, ya que establece una secuencia de ocupación bien documentada, basada en análisis cerámico, de arquitectura y de carbono 14. También es importante resaltar que los materiales que recuperó son los mejores contextualizados para esta región.
No podemos olvidar los excelentes trabajos del arqueólogo Robert Sharer quien elaboró un completo análisis cerámico producto de 5 temporadas de campo en excavaciones arqueológicas en Chalchuapa. En él se pueden encontrar grupos cerámicos bien descritos que el autor atribuye a intercambios entre oriente y occidente.
Existen otros estudios arqueológicos importantes, el caso del trabajo efectuado en el sitio Loma China, situado en el lado oriental del Río Lempa, cerca de Estanzuelas, realizado en 1982-83 por Manuel Méndez y Manuel Murcia.
Análisis
Uno de los temas que ha sido discutido por algunos autores es el establecimiento de áreas culturales, concepto que se desarrolló en el siglo XIX dentro de la corriente difusionista, la cual concebía la existencia de un centro creador de cultura, que difundía sus rasgos culturales a lo largo de una zona, estableciéndose así áreas culturales.
Esta concepción implicaba que existía un núcleo y su periferia. Con respecto a El Salvador el concepto de áreas culturales en arqueología ha sido ampliamente aplicado, especialmente en el establecimiento de la periferia suroriente maya (Lothrop 1939, Sharer 1974), en donde tradicionalmente el oriente de El Salvador se ha considerado el límite cultural.
Pero de acuerdo a estos autores, ¿cuáles son los componentes que diferencian al oriente del resto del actual territorio salvadoreño? ¿Qué similitudes existen? Para vislumbrar estas relaciones se presenta a continuación un breve análisis comparativo de las evidencias culturales que componen esta área cultural.
1) Período Preclásico
El conocimiento que se tiene sobre el período Preclásico en el oriente de El Salvador es escaso, debido a las pocas excavaciones que se han llevado a cabo (entre ellas la realizada por Haberland y Grebe 1957).
Sin embargo, estas excavaciones han provisto información sobre varios grupos cerámicos presentes durante este período.
Uno de los grupos cerámicos representativo durante este período es la cerámica Usulután, la cual ha sido reportada no sólo en oriente, sino también en el resto del actual territorio salvadoreño.
A menudo se ha sugerido a El Salvador como punto de origen de la cerámica Usulután (Demarest y Sharer 1982:811). De acuerdo a Haberland el origen de este grupo cerámico podría encontrarse en el oriente, en el departamento de Usulután, razón por la que recibiría este nombre.
Sin embargo cuando se compara la cerámica Usulután de Chalchuapa con la de Quelepa, Kaminaljuyú y otros sitios pareciera que la de Chalchuapa es más temprana y variada (Demarest y Sharer 1982:812). De acuerdo a Andrews (1976:239) entre 500 y 400 a.C. la técnica batik de Usulután parece haberse esparcido desde el occidente de El Salvador y la altiplanicie central guatemalteca hasta muchas partes de Honduras, Nicaragua y el oriente de El Salvador.
De acuerdo a Andrews (1976: 237) durante la Fase Uapala (500-400 a.C al 150 d.C.) en Quelepa, la alfarería decorada pertenecía casi enteramente a un grupo de engobe rojo y un grupo batik usuluteca. La alfarería para comercio eran Café-negros y Rojos Finos, ambos comunes en el centro y occidente de El Salvador y tierras altas de Guatemala. Estos grupos junto con el Usulután indican fuertes relaciones con las zonas anteriormente mencionadas.
El factor unificante de la cerámica es la decoración batik del tipo usuluteco, pero otros rasgos, incluyendo soportes de botón, modelos en pestaña, bordes con ranuras y vueltos hacia fuera y ciertas formas de vasijas, unen a El Salvador, muchas partes de Honduras, partes de tierras altas de Guatemala y Chiapas y áreas vecinas de las tierras bajas Mayas.
Otros artefactos, tal es el caso de figurillas y el altar de Jaguar confirman esta relación.
2) Período Clásico
Uno de los sitios más representativos del período Clásico Tardío en el oriente es Los Llanitos, ubicado en el departamento de San Miguel. La colección documentada por Longyear (1944:42) está dividida en dos grupos: cerámica local, la cual define la tradición cerámica del sitio y cerámica importada, la cual define las relaciones del sitio con otros sitios o áreas culturales. De acuerdo a Longyear (1944:43) el contacto entre Los Llanitos y el área maya fue limitado, debido probablemente a que la distancia y el río Lempa formaron barreras que limitaron la interrelación entre estas áreas.
Sin embargo, hace notar que algunos tiestos de intercambio encontrados en Los Llanitos son similares a especímenes del occidente de El Salvador, como el grupo policromo de Línea Fina, similar a un grupo de Tazumal.
Longyear establece que este último punto sustenta su hipótesis de que los contactos de Los Llanitos se dieron en gran medida con el occidente y centro de El Salvador.
Lingüísticamente, el sitio Los Llanitos se encuentra localizado en lo que fue el territorio lenca (Lothrop y Johnson en Longyear 1944:43). Sin embargo, Longyear (1944:43) considera que la afinidad del sitio con los lencas en un sentido arqueológico no es fácil de definir, debido a la poca excavación que se ha realizado en el centro de Honduras y el oriente de El Salvador. El autor considera que poca es la evidencia cerámica que pueda ser adscrita a lo “lenca”.
Por otro lado, Haberland (1960: 27) presenta una breve caracterización de una secuencia cerámica que abarcó parte del Clásico Tardío hasta el Posclásico Temprano, es decir la cultura del Bajo Lempa, la que es considerada por este autor como el complejo más importante de oriente; no obstante, ha sido reconocida además en ambas riberas del Río Lempa (1960:22).
Es importante hacer notar las semejanzas que este autor establece entre la cultura del Bajo Lempa y el sitio Los Llanitos, entre ellas: la presencia de policromos, especialmente policromo Línea Fina.
Haberland (1960:27) establece la existencia de una fuerte conexión, aunque al parecer el sitio Los Llanitos es ligeramente más tardío que la cultura del Bajo Lempa (Longyear en Haberland 1960:27).
En el sitio Quelepa, la Fase Shila (150-625 d.C.) y la Fase Lepa (625-1000 d.C.) corresponden al Clásico Temprano yClásico Tardío respectivamente. Andrews (1976:241) establece que las características de la cerámica Clásica Temprana o Shila son similares a las que aparecieron en este tiempo en Chalchuapa (Boggs en Andrews 1976:241) y también varios rasgos característicos de ella son encontradas en el Protoclásico y Clásico Temprano de las Tierras Altas de Guatemala.
Las influencias centroamericanas son más fuertes en esta fase que anteriormente.
Pequeñas cuentas de jade grabadas, metates tallados con soportes y bolas de piedra picoteadas encontradas en pares de tres, son en Quelepa, todas características del Clásico Temprano que aparentemente derivó de áreas al sur, posiblemente Costa Rica.
Sin embargo, la cerámica Shila parecería indicar una continua ocupación por los grupos que habitaron el sitio desde el período más temprano.
En cuanto a la cerámica del Clásico Tardío en Quelepa, Andrews considera que ésta muestra una salida radical del complejo Shila: la cerámica Batik Usuluteca desapareció, para ser reemplazada por el grupo Policromo Quelepa de engobe blanco.
Este grupo de cerámica no tenía predecesores locales, y sus afinidades más cercanas parecen estar con la fina pasta del Período Clásico y tradiciones cerámicas policromas de la Costa del Golfo de Veracruz. Artículos de alfarería para comercio enlazan a Quelepa con Los Llanitos y con el sur de Honduras, pero el policromo Copador, característico del Clásico Tardío del occidente de El Salvador y Copán está ausente.
Algunas otras características de la fase Lepa conectan Quelepa y la costa del Golfo de México durante el período Clásico, entre ellas el complejo yugo-hacha-palma y flautas (Martí y Franco en Andrews 1976:244).
Esta influencia se puede explicar por la presencia de un grupo del Golfo de México que emigró al oriente de El Salvador cerca del 700 d.C. y que al parecer evadió las tierras altas, lo que se enfatiza por la ausencia durante la Fase Lepa en Quelepa, de artículos de comercio del occidente de El Salvador y Guatemala.
3) Período Posclásico Temprano(950-1150 d.C.)
Pocas son las evidencias de ocupación posclásica en el Oriente de El Salvador. Sin embargo, estudiosos interesados en la zona oriental han hecho referencia primordialmente a la presencia de dos grupos cerámicos durante el período Posclásico Temprano: cerámica Nicoya y cerámica plomiza Tohil, ambos fuertemente relacionados, ya que han sido recuperados juntos a lo largo del actual territorio salvadoreño.
En oriente la cerámica plomiza ha sido documentada en Usulután (Shepard en Longyear 1966:151), así como en San Miguel, en el sitio de Quelepa (opus cit.). De acuerdo a Shepard (1948) la cerámica plomiza tendría su origen entre Chiapas y Guatemala (Neff 1988:506).
Con respecto a la cerámica Nicoya, de acuerdo a Amaroli (1988:28) el término Nicoya Polícromo abarca una amplia variedad de cerámica polícroma, que fue manufacturada en el límite sur de Mesoamérica, entre los períodos Clásico y Posclásico (Healy en Amaroli 1988: 28). La variedad específica asociada a la cerámica plomiza Tohil ha sido identificada por Healy como Papagayo, recuperada en la región de Rivas, Nicaragua. Sin embargo las vasijas completas documentadas en El Salvador no corresponden a la descripción de este grupo, lo cual se ha interpretado como manufactura local (Amaroli 1988:29).
Ambos grupos cerámicos, Plomizo y Nicoya representan la transición entre el período Clásico Tardío y el Posclásico, mejor evidenciado en el sitio Loma China, en el que se encontró una gran cantidad de esta cerámica en la estructura B, junto con otros hallazgos.
4) Período Histórico
Uno de los cronistas que hace referencia a los pobladores del oriente de El Salvador durante esa época fue García de Palacio (2000:36), quien refiriéndose a las lenguas usadas en las provincias de Guatemala durante el tercer cuarto del siglo XVI, menciona que en la de San Miguel se hablaba ulúa además de ytaulepa, potón, cholulteca, mangue y chontal. Especifíca, igualmente, que aquella también se hablaba en la provincia de “Onduras” (Honduras).
En sus notas, Ciudad Real (2000:118-119) describe el viaje de regreso con el comisario desde el occidente de Nicaragua por el Golfo de Fonseca, pasando por Conchagua y Amapala, llegando hasta Tzirama, mencionando que ahí había muy pocos vecinos, de los cuales al menos tres hablaban ulúa; los demás lengua “potona” (potón).
De acuerdo a Spinden (1915:447) existen buenas razones para creer que parte de El Salvador se encontraba en manos de los lencas antes de la llegada de los pipiles. Lehman (Lehman en Spinden 1915:447) compara vocabularios, con el objetivo de probar que muchas áreas culturales supuestamente independientes estuvieron unificadas. El observa similitudes entre el Lenca, el Xinca del sur de Guatemala y el Jicaque y Payan del norte de Honduras.
Estudios recientes como el de Lara Pinto en el valle de Comayagua, como el resto de la zona central de Honduras, ha sido considerado explícitamente lenca desde que Squier y más tarde Stone postularon su bien conocida delimitación de una-así entendida por ellos-unidad geográfica de afiliación cultural homogénea, fundamentada lingüísticamente.
Conclusiones
Después de hacer una revisión de las propuestas que presentan los autores, se puede concluir que la escasez de evidencia arqueológica no permite explicar con mayor precisión la identidad cultural en el oriente de El Salvador, a excepción de Quelepa, en donde Andrews establece una ocupación ancestral lenca para el sitio desde el Preclásico hasta el Clásico Tardío.
¿Pero se podría hacer una generalización de esta ocupación para todo el oriente?
Como vimos en el Preclásico, la discusión del origen de la cerámica Usulután nos lleva a varias preguntas. ¿Qué significa la aparición de este grupo cerámico a lo largo de todo el territorio? ¿Es simplemente un grupo surgido en la región occidental y que fue imitado por distintas poblaciones? ¿Es un grupo que surgió localmente en el oriente? Las respuestas a estas preguntas podrían darnos un poco de luz acerca de las relaciones culturales en este temprano período y por consiguiente a la sociedad que generó este importante grupo cerámico.
De lo que no hay duda es que existió una fuerte relación entre el occidente y el oriente de El Salvador, según la evidencia en Quelepa. ¿Significa que las poblaciones que ocupaban el territorio nacional para el Preclásico tenían una identidad común?
En cuanto al Clásico, Longyear es claro al decir que en Los Llanitos la cerámica y la arquitectura no arrojaron una conclusión acerca de una identidad lenca, debido a que con la evidencia arqueológica no se pudo definir que es ser lenca y que no. Sin embargo, al igual que en Quelepa, la relación entre occidente, centro y oriente de El Salvador es evidente.
A diferencia de Los Llanitos, Andrews si establece una identidad lenca para Quelepa. No obstante, para el Clásico Tardío esta población se vio influenciada por grupos mexicanos que introdujeron nuevas formas de construcción, nuevos estilos cerámicos y probablemente una nueva ideología. Esta ruptura es importante ya que señala un cambio cultural muy marcado para el oriente y por consiguiente la redefinición de identidades culturales.
La transición entre el Clásico Tardío hacia el Posclásico Temprano está marcado por una influencia de los grupos cerámicos Tohil y Nicoya que no son evidentes en Quelepa por la falta de continuidad de ocupación. Sin embargo, hasta la fecha la única evidencia de esta influencia, luego de la caída de Quelepa llega espacial y temporalmente con el sitio Loma China, en donde estos grupos cerámicos fueron documentados ampliamente.
Durante el Posclásico existe una continuidad de la influencia mexicana evidenciada por materiales culturales ideológicos tal como un culto a Ehecatl-Quetzalcoatl. ¿Significa que el cambio cultural dio paso a una sociedad mexicanizada o que simplemente grupos locales emularon esta influencia ideológica conservando su propia identidad?
Finalmente en el período histórico no existe ninguna duda de que el oriente de El Salvador estaba ocupado por lencas en su mayoría. Sin embargo, ¿qué sucedió con la influencia mexicana que se venía desarrollando desde el Clásico Tardío?
El desarrollo de esta ponencia plantea más preguntas que respuestas para definir la identidad del oriente de El Salvador.
Preguntas que apuntan no solamente a la escasez de evidencia arqueológica, sino a la necesidad de reflexionar acerca de la interpretación y las bases teóricas del pensamiento arqueológico en El Salvador para el establecimiento científico de identidades culturales en la época prehispánica.
Para llenar estos vacíos el Proyecto Atlas arqueológico de Oriente aportará nueva información sobre la identidad no solamente de Quelepa, sino de otros sitios excavados este año y cuyos resultados están siendo analizados. A diferencia de Los Llanitos, Andrews si establece una identidad lenca para Quelepa.
No obstante, para el Clásico Tardío esta población se vio influenciada por grupos mexicanos que introdujeron nuevas formas de construcción, nuevos estilos cerámicos y probablemente una nueva ideología. Esta ruptura es importante ya que señala un cambio cultural muy marcado para el oriente y por consiguiente la redefinición de identidades culturales.
Cuadros cronológicos
A continuación se presentan cuatro cuadros que resumen las líneas cronológicas que fueron creadas por los distintos autores aquí mencionados:
Cuadro 1. Cronología de Herbert Spinden para El Salvador
Cuadro 2. , Longyear, Haberland y Andrews IV.
Se incluyó la cronología de Longyear y Haberland tanto para el oriente como para el centro y occidente de El Salvador, con fines comparativos.
BIBLIOGRAFÍA
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ÍNDICE DE FIGURAS
Figura 1. Máxima expansión de los Mayas hacia el sur y el este, sin reconocer un período, como indica la evidencia arqueológica y lingüística.
Figura 2. Mapa de El Salvador mostrando sitios mencionados en el artículo de Haberland. Las líneas punteadas son las fronteras entre las tres regiones arqueológicas.
Figura 3. Estructura 9 de Quelepa vista desde el occidente.
Figura 4. Distribución de centros culturales durante el período Preclásico y Clásico en la periferia suroriental mesoamericana
Figura 5. Distribución de lenguas durante el siglo XVI.
ÌNDICE DE ILUSTRACIONES
1. Figurillas arcaicas de Cara Sucia, colección del Dr. Alberto Luna (Spinden, 1915: 454).
2. Cerámica arcaica de la colección del Sr. Andrés Bang (Spinden 1915: 456).
3. Vasijas arcaicas con marcas de «peine», colección del Sr. Andrés Bang (Spinden 1915: 458).
4. Escultura de piedra con características arcaicas, colección del Sr. Alberto Imery (Spinden 1915: 460).
5. Detalle de una vasija polícroma, colección del Sr. Justo Armas (Spinden 1915: 461).
6. Diseño de una vasija cilíndrica, período Maya. Colección del Sr. Andrés Bang (Spinden 1915: 466).
7 y 8. Cabezas del período Maya, en el Museo Americano de Historia Natural (Spinden 1915: 466 b).
9. Vasijas con rasgos transicionales, colección del Sr. Alberto Imery (Spinden 1915: 467).
10, 11 y 12. Cerámica vidriada, colección del Sr. Andrés Bang
(Spinden 1915: 469).
13. Disco de piedra de Cara Sucia, ahora en San Salvador,
período de Santa Lucía Cozumalhuapa (Spinden 1915: 471).
14. Cerámica vidriada, colección del Sr. Andrés Bang (Spinden
1915: 470).
15. Vasijas Tlaloc del período Azteca, departamento de
Chalatenango. Colección del Sr. Justo Armas (Spinden 1915: 475).
16. Incensario, colección del Sr. Justo Armas (Spinden 1915: 477).
17. Figuras huecas de ranas, Quezaltepeque, departamento de San
Salvador. Colección del Sr. Justo Armas (Spinden 1915: 478).
18 y 19. Diseño de pelícano y diseño de serpiente emplumada de
la Bermuda, colección del Sr. Alberto Imery (Spinden 1915: 480).
20. Diseño de la base de un cajete poco profundo, colección del
Sr. Alberto Imery (Spinden 1915: 482).
21. Cajete con decoración batik usuluteca, procedencia desconocida. colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995: 69).
22. Vasija miniatura del tipo Olocuilta anaranjado, Chalchuapa, departamento de Santa Ana.
23 y 24. Vasija con decoración Usulután y vasija de cerámica roja, Quelepa (Longyear 1966:144).
25. Vasija Copador procedente de San Antonio Monte Rico, departamento de Sonsonate. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995: 125).
26. Vasija Salúa (Ulúa) procedente de El Dorado, departamento de Chalatenango. Colección particular (Fowler 1995: 129).
27. Vasija Salúa (Ulúa) procedente de Mapilapa. Colección particular (Fowler 1995: 131).
28. Incensario procedente de Tazumal, Chalchuapa, departamento de Santa Ana. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:118).
29. Monumento 12 o Piedra de Las Victorias procedente de Chalchuapa, departamento de Santa Ana. Museo de sitio de Tazumal (Fowler 1995: 61).
30. Plano del sitio Los Llanitos publicado por Longyear en 1944 (Fowler 1995: 13).
31. Los Llanitos polícromo; dibujos de tiestos cerámicos encontrados y clasificados por Longyear en su excavación en Los Llanitos (Longyear, 1944: 37).
32. Vasija Tláloc procedente de Cihuatán, departamento de San Salvador. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:148).
33. Vasija Tohil plomizo representando a Huehuetéotl. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:148).
34. Monumento 21, estela procedente de Tazumal, departamento de Santa Ana. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:8).
35. Figura 8b, escultura en piedra de un sapo procedente de Cihuatán (fotografía inédita proporcionada por Paul Amaroli y Karen Bruhns, 2007).
36. Vasija Nicoya procedente de la Hacienda El Ángel. Colección particular (Fowler 1995:159).
37. Vasija Nicoya procedente de Loma China, departamento de Usulután. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:159).
38. Vasija Tohil plomizo procedente de Loma China, departamento de Usulután. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:159).
39. Vasija Nicoya procedente de Loma China, departamento de Usulután. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Fowler 1995:159).
40. Cajete Ulúa procedente de Quelepa, departamento de San Miguel, recuperada en lasexcavaciones de Andrews. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (fotografía por Fabio E. Amador).
41. Hacha procedente de Quelepa, departamento de San Miguel, recuperada en las excavaciones de Andrews (1986: 229). Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (fotografía por Fabio E. Amador.)
42. Palma que representa a Ehécatl procedente de Quelepa, departamento de San Miguel, recuperada en las excavaciones de Andrews. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Andrews 1976: 170).
43. Cajete Rojo sobre blanco Delirio procedente de Quelepa departamento de San Miguel, recuperada en las excavaciones de Andrews. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (fotografía por Fabio E. Amador).
44. Cajete miniatura Rojo sobre blanco Delirio procedente de Quelepa departamento de San Miguel, recuperada en las excavaciones de Andrews. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (fotografía por Fabio E. Amador).
45. Soporte de pedestal Anaranjado Tongolona procedente de Quelepa, departamento de San Miguel. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (fotografía por Fabio E. Amador).
46. Altar del Jaguar procedente de Quelepa departamento de San Miguel, recuperada en las excavaciones de Andrews. Colección del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Andrews 1986:234).
[1] Varios aspectos de la lengua lenca, cacaopera y ulúa se conocen a través de los siguientes estudios: Amaroli (1992), Amaya (1985), Andrews (1970, 1979), Arguedas (1987), Campbell (1976, 1979), Campbell, Chapman y Dakin (1978), Campbell y Muntzel (1989), Carmack (1994), Chapin (1991), Ciudad Real (2000), Del Río (1985,1999), Doblado y Girard (1951), Escalante (2004), Fabré (2005), Hasemann y Lara (1994), Herranz (1984, 1987), Lardé y Larín (1946, 2000a, 2000b), García de Palacio (2000), Genovéz (2006), Lehmann (1920), Peccorini (1910) y Richards (1998).