El concepto de identidad nacional es un territorio de arenas movedizas, una zona polémica llena de verdades, de exageraciones y de trampas. Raras veces puede tratarse con serena “objetividad”. No es materia que se preste fácilmente a la apacible exposición teórica de una tesis. El exasperado debate en torno a su significado ha impregnado —como en otras experiencias históricas análogas— la vida política y cultural puertorriqueña.
El concepto, desde luego, dista de ser unívoco; es fluctuante y ambiguo, muchas veces no sabemos en qué consiste ni donde se encuentra su realidad. Sus múltiples significados van produciéndose en el discurso político, en el discurso poético y en el discurso histórico.
En la búsqueda de una definición de la identidad nacional se han ido gestandotextos literarios, programas políticos, apasionadas ortodoxias y heterodoxias, mitologías poderosas, y un repertorio de lugares comunes psicológicos y sociales que han seducido a algunos y suscitado firmes rechazos en otros.
El debate en torno al problema ha proporcionado ideas y creencias arraigadas, indispensables como apoyo para proyectos culturales y políticos. también ha despertado pasiones y recelos, falseamientos de hechos, tentativas de restauración y voluntad de violentas rupturas. Muchas concepciones de identidad que antes se pretendían absolutas hoy han perdido toda vigencia, otras ocupan todavía una posición eminente.
Para estudiar la validez y utilidad del concepto en su dimensión literaria, histórica e ideológica, se celebró en la Universidad de Princeton, patrocinado y organizado por el Departamento de Lenguas Romances y su Programa de Estudios Latinoamericanos, un Coloquio que tuvo lugar del 10 al 12 de abril de 1978. Las reuniones del Coloquio de Princeton giraron en torno a dos casos antillanos, Haití y Puerto Rico.
Bajo el titulo Identidad Caribeña: Puerto Rico y Haití se leyeron trabajos especialmente preparados para el Coloquio, en el cual participaron distinguidos investigadores e intelectuales: los señores Jean-Jacques Flonorat y Maximilien Laroche, haitianos, se ocuparon de la realidad de su país, junto al profesor León-François Hoffmann, especialista en literatura haitiana; Ángel Quintero Rivera, Juan Flores, Ricardo Campos y José Luis González prepararon trabajos sobre Puerto Rico.
Los temas tratados fueron los siguientes: conflictos de clase y política nacional; la emigración a los Estados Unidos y la identidad nacional; literatura e identidad nacional. Después de la exposición del autor, cada trabajo fue largamente discutido y analizado en las sesiones del Coloquio. En la discusión participaron todos los autores, profesores y alumnos interesados, y el público haitiano y puertorriqueño que asistió al Coloquio.
El volumen que el lector tiene en sus manos reúne solo los trabajos puertorriqueños. Debido a limitaciones de espacio no fue posible la publicación de los correspondientes trabajos sobre Haití. Las ponencias puertorriqueñas han sido revisadas por sus autores para este volumen, con referencias bibliográficas más completas y retoques quo han juzgado necesarios, sin alterar en lo fundamental lo leído en el Coloquio.
Los trabajos ofrecen una riquísima gama de vías para un nuevo examen del problema. Ángel Quintero Rivera, sociólogo y uno de los fundadores del Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP), desarrolla su tema en una serie de “notas” quo resumen sus tesis: Clases sociales e identidad nacional: notas sobre el desarrollo nacional puertorriqueño.
Se circunscribió en su reflexión a las primeras tres décadas del siglo XX en Puerto Rico, precisamente con el propósito de explicar la aguda “crisis de identidad” patente a todos los niveles en la década del treinta. Quintero establece claramente que Puerto Rico es una nación latinoamericana que no se ha constituido aún en un Estado nacional, recalcando que la integración nacional —y sus conflictos— están indisolublemente ligados al imperialismo norteamericano, por un lado, y a los antagonismos de clase, por otro.
Por eso estudia, simultanea y sucesivamente, el marco de la dependencia colonial y los conflictos do clase, la lucha “defensiva” de los hacendados frente a la nueva metrópoli y el concepto de patria que desarrolló el proletariado puertorriqueño.
Las profundas transformaciones generadas por el capitalismo en las primeras décadas do dominación norteamericana transformaron radicalmente las clases-eje de la sociedad puertorriqueña según Quintero, y la “crisis do identidad nacional” característica de los treintas es la manifestación ideológica de ese descalabro.
El trabajo de Ricardo Campos y Juan Flores (ambos son investigadores del Centro de Estudios Puertorriqueños de Nueva York) Migración y cultura nacional puertorriqueña: perspectivas proletarias, subraya la incompatibilidad de las aspiraciones de la burguesía y los anhelos de las masas trabajadoras.
La cultura —para Campos y Flores— se forja a través de la contienda clasista. Las expresiones artísticas son respuestas teóricas y practicas a las fuerzas sociales en pugna. Dedican buena parte de su trabajo al examen de las concepciones opuestas representadas por José de Diego y Ramon Romero Rosa, con el propósito de establecer las bases que hagan comprensible las perspectivas proletarias. Una amplia discusión de las Memorias de Bernardo Vega-libro do capital importancia- les permitió entrar de lleno en diversos aspectos de la emigración y sus consecuencias.
Para el escritor José Luis González , la identidad nacional como problema surge como consecuencia del colonialismo norteamericano y la crisis que ello desencadena en la burguesía criolla. La literatura puertorriqueña fundada en el siglo XIX por el sector más progresista de la clase dirigente, no ofrece un verdadero concepto de identidad nacional. Los intelectuales de la burguesía criolla, que constituyen el sector más ilustrado de la sociedad puertorriqueña, representaban una clase en ascenso histórico.
La nación para ellos era, según explica González en su ensayo Literatura e identidad nacional, un proyecto. Elproblemase manifiesta después del 98; los intelectuales se hacen conservadores (hispanofilia, jibarismo, nostalgia, anti cosmopolitismo) Pales Matos es la excepción; es el verdadero descubridor de la auténtica identidad nacional.
Debo aclarar que esta brevísima síntesis simplifica y reduce la riqueza y complejidad de los trabajos. Es indiscutible,e inevitable. Confío en que la lectura atenta de los ensayos subsane la deformación quo es siempre un resumen. La lectura revelara convergencia y divergencias de diversa índoleentre unos y otros trabajos.
A juzgar por las interrogantes y las críticas que caracterizaron el dialogo en las sesiones dePrinceton, este volumen despertara el más vivo interés, inconformidad, replicas; dará pie a nuevos planteamientos y a rectificaciones importantes. Es un volumen polémico, vivo, quo abre nuevos accesos hacia la comprensión de la realidadpuertorriqueña. Independientemente de las divergencias y de las discrepancias, y a pesar de las insuficiencias o limitaciones de estos trabajos, emerge con toda claridad de ellos unadisposición yunasconviccionesunificadoras.
En primer lugar, los autores comparten el deseo de rumbos nuevos en la comprensión do la realidad histórica y social puertorriqueña. Ese deseo los lleva a evitar definicionesabstractasde la identidad nacional. Han querido iluminar la peculiaridad de lasituación puertorriqueña, sin escamotear su extraordinaria complejidad.
En segundo lugar los autores comparten una misma convicción: para ellos es indispensable admitir la pluralidad do la sociedad puertorriqueña, como paso previo a la comprensión de una difícil cohesión nacional, cuyas formulaciones son inseparables de la configuración de las clases y sus conflictos, tanto como del marco de dependencia colonial.
La propia imagen histórica y social -la “identidad nacional“— no es, ni puede ser, estática: se ha ido modificando a través de los cambios provocados por el tejido de conflictos internos y externos. Dejar de expresar las contradicciones y los conflictos históricos de nuestra sociedad seria traicionar la inteligencia, e impediría cualquier proyecto de nuevas y posibles integraciones. La historia sería entonces una verdadera pesadilla como para el Stephen de James Joyce de la cual solo se desea escapar.
La hora no puede ser más propicia para un libro como este. Puerto Rico ha sufrido grandes transformaciones en el siglo XX, transformaciones ambiguas, contradictorias, modernizadoras, que se han ido produciendo en el marco da la dependencia colonial. Así se ha ido configurando un país nuevo, escindido en muchos aspectos, pero al mismo tiempo con una firme voluntad nacional.
Ese país nuevo vive en estos años una crisis social y moral que podría —aunque parezca paradójico- fortalecer el deseo de construir una nación moderna. Para enfrentarse a ese futuro se requerirá, desde luego, imaginación y determinación políticas, y un conocimiento pormenorizado de las realidades qué condicionan cualquier cambio. También será necesario reconciliarnos con nuestra historia, descubrirla, con nuevos instrumentos de análisis y reflexión.
En la más reciento producción literaria y artística puertorriqueña hay signos muy visibles de esa libertad critica ante la propia realidad. La tentación de elaborar el mito de la edad de oro perdida en el pasado, o de proponer el paraíso futuro, va siendo cada vez menos frecuente. En cambio, la libertad crítica es una necesidad imperiosa. Este volumen es un buen ejemplo.
El Coloquio fue posible gracias a la hospitalidad de la Universidad de Princeton. Quiero dejar constancia del reconocimiento que merecen los autores, así como los alumnos, Marta Velásquez, Roberto Miranda y Rafael Bernabe, quienes comentaron los trabajos.
El profesor León-François Hoffman coordinó los aspectos organizativos y administrativos, su pasión antillana, no exenta de crítica, animó a todos los colaboradores. Reconocimiento muy especial debemos todos al Profesor Karl. D. Uitti, entonces chairman del Departamento de Lenguas Romances; él puso en marcha el proyecto, e hizo posibles aquellos días de reflexión, encuentros, participación y esencial amistad.
Arcadio Diaz Quiñones