Nuevamente Haití ocupa los titulares de los principales periódicos de América. No es para menos. Las noticias son alarmantes. Está ocurriendo un fenómeno sin precedentes. Las pandillas o grupos criminales en Haití, se han fortalecido tanto, reclutando adeptos en los barrios marginales, en donde vive la mayoría de la población, desplegando semejante poderío militar, que disputa a balazos
el control de muchos territorios, desplazando a la Policía y el Ejercito, obligándolos a replegarse.
El fortalecimiento de los grupos criminales es tal, que son, en los hechos, una especie de doble poder. En Haití está ocurriendo un colapso del Estado, y son las pandillas las que se presentan como alternativa real de poder.
Las pandillas se han agrupado en una coordinadora, encabezada por Jimmy Chérizier, un ex policía, alias “Barbecue”, uno de los líderes pandilleros más temido y respetado. Desde el 2020, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos ha sancionado a Chérizier, por considerarlo líder de los ataques militares contra las debilitadas Fuerzas Armadas de Haití, pero extrañamente no lo ha acusado de narcotráfico.
Hasta el asesinato de Jovenel Moise, en julio del 2021, Barbecue mantenía una estrecha alianza con el Partido Haitiano Tèt Kale (Parti Haïtien Tèt Kale – PHTK). Las buenas relaciones se rompieron y las pandillas lanzaron una ofensiva para consolidar su poder. La crisis económica y el caos social se profundizaron en Haití, al grado que el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a petición del nuevo primer ministro, Ariel Henry, aprobó una resolución, con la abstención de Rusia y China, para desplegar una fuerza multinacional, liderada por Kenia, para combatir a las bandas criminales en Haití.
El pasado 1 de marzo, Ariel Henry, y el presidente de Kenia, William Ruto, firmaron en Nairobi, un acuerdo de seguridad que permitiría aplicar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, para desplegar una fuerza policial internacional de 1000 efectivos, para contener el poderío militar
de las pandillas.
La repuesta de las pandillas no se hizo esperar. Chérizier llamo a la lucha frontal contra el gobierno de Ariel Henry, exigiendo su renuncia, y amenazando con la guerra civil. Las fuerzas Armadas decretando el toque de queda y el ambiente en Haití era de una efectiva guerra civil. El poder las pandillas es tal, que Henry ya no pudo regresar a Haití, y desde Puerto Rico, envió un discurso grabado renunciando como primer ministro.
En Haití está ocurriendo algo inédito. Las masas hambrientas y oprimidas se sienten más identificadas con la actuación de este tipo de pandillas, y no con las instituciones del Estado en crisis, convirtiéndose en real doble poder. Ante la ausencia de una conducción revolucionaria, los lumpenes terminan ocupando el vacío.
La descomposición capitalista es tan grave, que últimamente hay fenómenos parecidos en otros países de América Latina. Los carteles de narcotráfico en México, tienen base social en algunas zonas importantes. En El Salvador, la descomposición social, causada por la crisis y la guerra civil, hizo surgir el fenómeno de las maras, las que fueron creciendo en influencia y reclutamiento, al grado de controlar municipios enteros. Esto fenómeno fue cortado abruptamente por la represión de Bukele, que creo un campo de concentración de pandilleros en las cárceles recién construidas. A partir de este triunfo de Bukele, y de la restauración de la autoridad del Estado, algunos gobiernos con
problemas similares, como Ecuador, y ahora Milei en Argentina, intentan aplicar medidas similares a las de Bukele.
Incluso, Bukele ha ofrecido enviar tropas a combatir las pandillas, siempre y cuando paguen el costo que significa. Pero hay una gran diferencia, en Haití las pandillas no solo han reclutado amplios sectores populares, sino que, además, tiene una capacidad militar que no tenían las maras salvadoreñas. No es un simple paseo.
Nuevamente se cierne el peligro de una intervención militar imperialista con el pretexto de restaurar el orden, en realidad el desorden ha sido causado por la intervención extranjera. No defendemos a las pandillas de Haití, ni de ningún otro país, pero estamos en la obligación de analizar este tipo de fenómenos sociales, para luchar políticamente para que sean las propias masas haitianas
quienes combatan la criminalidad, y decidan democráticamente como reorganizar un país que ha sido destruido por el saqueo imperialista.
Nos oponemos a cualquier envío de tropas, bajo cualquier figura, que sean las masas haitianas las que decidan su futuro e impongan su propio orden.