1992 es un año paradigmático en la historia social y política de El Salvador, pero no solo porque marcó el fin de una guerra cruel que dejó como saldo 75 000 muertos, a una diáspora salvadoreña desperdigada por los cuatro puntos cardinales y una ruptura social que, tras 27 años, todavía no logra un proceso efectivo de reconciliación. También lo es porque, en el contexto de la posguerra, aunque oculto en la historia oficial, existió un proceso de organización social y política de personas lesbianas, gay, bisexuales, personas trans, intersexuales y otras identidades sexuales y de género (LGBTI+), que antes y durante el conflicto armado estuvo fuera de los discursos públicos, de la vida social y de la academia.
A partir de 1992, las mujeres lesbianas en particular, invisibilizadas a lo largo de la historia, iniciaron un proceso de organización, el cual desembocó en la creación de la Colectiva lésbica-feminista salvadoreña de la Media Luna. Este breve proyecto lésbico de convivio, reflexión y debate político se convirtió tempranamente en chivo expiatorio del escándalo público promovido por sectores conservadores que buscaban frenar un encuentro continental feminista en el país. A pesar de las amenazas en su contra, la Media Luna logró realizar la primera manifestación pública de una agenda política de la disidencia sexual y de género el 23 de octubre de 1993, por medio de la publicación de la Boletina Luna de Miel.
El feminismo se empezó a debatir como propuesta seria a inicios de la posguerra, fomentada por la necesidad de analizar críticamente el rol marcadamente protagonista de la mujer en la lucha armada y de su nuevo papel en la vida civil. Las mujeres que adoptaron esta propuesta eran, en su mayoría, exguerrilleras, de movimientos sociales y extranjeras que llegaron al país por medio de la solidaridad internacional. Es decir, muchas de las corrientes que condujeron al feminismo provenían de la izquierda y sus debates giraban en torno al aparente abandono del FMLN a las mujeres después de la firma de l0s Acuerdos de paz y la falta de una clara política de género dentro de la incipiente democracia.
Fue en ese momento histórico efervescente del movimiento feminista que se constituyó la Colectiva lésbica-feminista salvadoreña de la Media Luna, una propuesta lésbica entre un movimiento mayoritariamente heterosexual. Jules Falquet, académica feminista y lesbiana francesa, recuerda el inicio de la Colectiva de esta forma: “Después del Primer Encuentro Centroamericano de Mujeres ‘Una nueva mujer, un nuevo poder’ en Nicaragua, y tras haber participado en un taller sobre lesbianismo, Vilma, Dilcia y yo [excombatientes y del movimiento social] regresamos con la inquietud de hacer algo. Así iniciamos a contactar lesbianas de diferentes sindicatos y movimientos sociales” (entrevista personal 2017).
La vida organizativa de la Media Luna se puede ubicar entre finales de 1992 y 1996. Se caracterizó por ser un grupo de discusión feminista y lesbofeminista, con una orientación hacia las artes, el debate y el convivio. Resulta difícil hacer un estimado del número exacto de sus integrantes, pero se habla de un grupo fijo de seis a 15 mujeres, entre ellas, activistas, profesionales, estudiantes y, ocasionalmente, dos mujeres indígenas de occidente. No obstante, al momento de realizar actividades de índole festivas, se lograban reunir hasta 50 mujeres.
Su manera de convocarse fue por medio del boca a boca en una acción en cadena, manteniendo el perfil “clandestino” de la agrupación, por su seguridad. Los puntos de reunión eran apartamentos y casas particulares de las propias integrantes-organizadoras, principalmente la de Jules, ubicada en la Colonia Flor Blanca. En estos encuentros se desarrollaban talleres sobre feminismo, donde se incluían temáticas y talleres de identidad lésbica: la mujer lesbiana como sujeta política necesaria al interior del contexto salvadoreño y formas de discriminación existentes. Se mencionan, además, pequeños eventos públicos donde la identidad de las organizadoras se mantenía en secreto, incluyendo tertulias de poesía en La Luna Casa y Arte, y talleres sobre lesbianismo en la sede de Las Dignas, en el marco de una proto-conmemoración de lo que actualmente conocemoscomoorgullo LGBTI+en el mes de junio.
Lesbianas, feminismo y escándalo público
Para el año 1993, el naciente movimiento feminista salvadoreño de posguerra había asumido, pese a las desconfianzas y temores del movimiento feminista latinoamericano y caribeño, la organización y realización del VI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (VI-EFLAC). Entre las organizadoras había miembros de La Media Luna. Los recelos de las feministas extranjeras se concretizaron con la ejecución de un escándalo público mes y medio antes de la realización del encuentro.
El escándalo inició el 17 de septiembre de 1993 por medio de una publicación que denunciaba la realización de una “convención de homosexuales” que se amparaba bajo el “propósito-disfraz” de ser un congreso feminista. Sin embargo, se asume que su “objetivo verdadero”, según los medios, era la organización de homosexuales y lesbianas de Centroamérica. La realización de dicha “convención”, según los conservadores, pondría en riesgo “las bases de la moral y las buenas costumbres de la familia salvadoreña, además del peligro de propagar el sida”. El estigma se hizo presente al asumir que dicho encuentro promovería la homosexualidad y la propagación de sida en el país, insinuando públicamente que estos males los promovería la Media Luna.
La publicación del nombre de la Media Luna tuvo serias repercusiones. Su revelación hizo revivir entre las integrantes de dicha colectiva, las organizadoras del evento e incluso las mismas participantes del VI-EFLAC, el miedo a que se reactivaran los escuadrones de la muerte en su contra. En este caso, no era infundado; en el contexto de posguerra, el asesinato selectivo era una posibilidad.
Los ataques contra el VI-EFLAC continuaron durante todo el mes de octubre de 1993. Los hoteles y ranchos de playa contratados para alojar a las participantes incumplieron los contratos firmados con las organizaciones locales por miedo a represalias en su contra, las organizadoras recibieron amenazas telefónicas, y circuló en medios televisivos un campo pagado que mostraba una mano negra, que hacía alusión al sida, enfermedad que sería propagada durante el VI-EFLAC. Bajo este contexto, no sorprende que las participantes del encuentro tuvieran impedimentos hasta el último momento, como sucedió con la retención de pasaportes de 105 mujeres por casi 7 horas en el aeropuerto de Comalapa. Como acto de resistencia, las mujeres “recluidas” decidieron iniciar el evento allí mismo entonando canciones y pronunciamientos.
La Media Luna se había utilizado como chivo expiatorio para impedir la realización del VI-EFLAC. No obstante, a pesar de la gravedad de la situación, el 23 de octubre de 1993, la Colectiva efectuó la primera manifestación pública de una agenda política de la disidencia sexual y de género en El Salvador, de donde nació la Boletina Luna de Miel.
Luna de Miel: “¡Somos más que dos lesbianas!”
“Las lesbianas estamos en todos lados y en todas partes: con la formación de nuestro grupo estamos dejando constancia de ello, todas nosotras, salvadoreñas, demostrando que no estamos solo en los países desarrollados, sino que también aquí en el campo y la ciudad, indígenas, profesionales, estudiantes, obreras.”- página 3 de La Boletina Luna de Miel.
Desde sus inicios, la creación de una Boletina se había contemplado como una herramienta dentro de la Media Luna para generar comunidad entre lesbianas y compartir los principales “nudos” de discusión entre el grupo. Impulsada por Jules, se empezaron a recopilar textos, imágenes y artículos que pudieran servir de materia prima para la primera edición. El proceso de maquetar y producir la Boletina se aceleró a medida que se acercaba la fecha del encuentro, ya que las integrantes de la Media Luna vieron allí la posibilidad de compartir sus procesos organizativos con la comunidad latinoamericana a través de la venta de ejemplares, lo que representaba a su vez una fuente de ingresos para esta colectiva.
El formato de la Boletina se asemejaba al de un fanzine: una colección de escritos de diversos géneros impresos, cortados y pegados sobre papel, junto con imágenes ilustradas a mano y recortadas de revistas. Todo esto para ser fotocopiado masivamente, generado así una publicación que hacía uso de la sombra y del alto contraste, fácil de distribuir y transportar—y a la vez doblar y ocultar si hacía falta.
La página introductoria de la Boletina Nº1 alude a la coyuntura tensionada de su publicación, “A pesar de los obstáculos y del temor a arriesgar nuestra integridad física y sicológica, hemos decidido romper el silencio […], recalcando la importancia de empezar a hablar claramente de la sexualidad en general y del lesbianismo en particular”. Entre las amenazas que recibían en esos momentos y el temor a sufrir represalias en sus vidas personales y laborales, se tomó la decisión de no revelar la autoría de ninguno de los escritos. Sin embargo, por el tono y la redacción, se demuestra claramente la participación de varias mujeres con distintas inquietudes y perspectivas dentro del compilado.
Los textos eran una mezcla de poesía, crónica, reflexiones, entrevistas y análisis sobre la sexualidad y el lesbianismo. Muchas de las crónicas y poemas hablan desde lo personal sobre el amor imposible y del deseo, pero las entrevistas anónimas y reflexiones internas recopilan los esfuerzos por buscar puntos en común en cuanto al deseo femenino fuera de la heterosexualidad. Uno de los textos que destaca es la síntesis de las conversaciones desarrolladas en la Colectiva sobre lo que implicaba ser lesbiana en la posguerra, incluyendo cuestiones muy complejas, como la distribución del poder en relaciones llevadas en la clandestinidad y el temor a reducirse la identidad netamente a lo lésbico en caso de que llegaran a salir del clóset. Aun en lo que se autoreconoce como los inicios un movimiento diverso, el texto comparte la aspiración de vivir en un mundo donde la sexualidad no tendría por qué ser clasificada.
Entre los debates teóricos de la Boletina está un artículo sobre la “libre opción sexual”, el cual explora la plasticidad del deseo. Esto es un cuestionamiento al concepto de la sexualidad en sí, haciendo un llamado a todas las feministas y no sólo a las lesbianas de no tomar por sentadas las relaciones íntimas, reconociendo que existe una gama de atracciones y necesidades sexuales entre todas las preferencias. La interpelación a un público heterosexual a trabajar por un mundo más tolerante también ocurre en un sorprendente artículo sobre la circular 2358 del nuevo catecismo de la Iglesia Católica, el cual apela a la jerarquía eclesiástica a no caer en el “reduccionismo religioso” y a respetar la dignidad de los seres humanos. En este sentido, La Boletina revela los fundamentos intelectuales del movimiento lésbico salvadoreño y permite un acercamiento local a ciertos impases teóricos que aún perturban el pensamiento feminista a nivel mundial.
Reflexiones finales
El
escándalo público desatado en 1993 no cumplió su objetivo de detener el
VI-EFLAC, pero sí tuvo como resultado colateral la satanización de la
Media Luna. Las reiteradas veces que aparecieron referencias a la Media
Luna en los medios de comunicación del país, atemorizaron a las
organizadoras de la colectiva y amedrentó a posibles nuevas integrantes
que se esperaba se incorporaran en la realización del VI-EFLAC. La
Colectiva de la Media Luna continuó operando en el país por un par de
años más, pero su disolución fue inminente cuando las integrantes
extranjeras se fueron del país y no se había logrado establecer
mecanismos de continuidad al interior de la colectiva, sumado a los
pleitos internos y las exigencias en la vida laboral de sus impulsoras
nacionales.
A pesar de su brevedad, la Colectiva de la Media Luna tuvo una intensa vida que abrió brechas sociales y políticas. A nivel social, al mostrar la existencia de mujeres salvadoreñas lesbianas, abrieron la discusión a temas que no se hablaban, como el deseo, el poder, la sexualidad femenina, la heterosexualidad obligatoria, la orientación sexual, etc. Mientras que, a nivel político, por medio de la Boletina Luna de Miel, construyeron la primera agenda política de la disidencia sexual y de género en el país que se tiene registro.
En noviembre 2020, El Salvador será sede del XV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Feministas de todas las Américas se están convocando para discutir temáticas sobre ciudadanía sexual, subjetividades, sexualidad, aborto, arte, racismo, discriminación, educación integral de la sexualidad, neoconservadurismos, fundamentalismos, espiritualidad, entre otros. Después de 27 años de ausencia del país, se espera que este evento sirva nuevamente para profundizar los debates teóricos dentro del feminismo, tanto salvadoreño como a nivel regional, sin dejar a un lado el protagonismo lésbico, que tanto ha aportado al movimiento.
Desde el año 2007, las mujeres lesbianas feministas de América Latina y el Caribe instituyeron el día 13 de octubre para conmemorar el Día Latinoamericano de las Rebeldías Lésbicas, ya que en esa fecha se celebró en México, en el año 1987, el Primer Encuentro Lésbico Feminista. Desde el año 2008, mujeres lesbianas y feministas salvadoreñas han conmemoraron esa fecha al interior del país. Sin embargo, con el afán de rescatar las luchas y los pensares de los inicios del lesbofeminismo en El Salvador, sin dejar la perspectiva continental, hacemos un llamado como investigadores sociales a reapropiarnos de nuestra historia y recordar que, en medio de amenazas y el temor de ser asesinadas, un colectivo de mujeres lesbianas tuvo la audacia de publicar una Boletina como acto político para manifestar su existencia histórica, social y sexual. En tal sentido, para abrir un debate, proponemos considerar el 23 de octubre como Día de la Rebeldía Lésbica Salvadoreña.
*Amaral Arévalo es vicepresidente de la Fundación Igualitxs y estudiante de postdoctorado del Instituto de Medicina Social/Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
*Nicola Chávez Courtright es Cofundadora de AMATE El Salvador y estudiante de doctorado en la University of Southern California, EEUU.