La filósofa estadounidense Susan Neiman ha escrito sobre la Ilustración, filosofía moral, metafísica y política. Fue profesora en Yale y en la Universidad de Tel Aviv, y desde 2000 dirige el Foro Einstein de Postdam. Entre sus obras están El mal en el pensamiento moderno, Moral clarity y Learning from the Germans.
Su libro Izquierda no es woke (Debate) interrumpió otro proyecto. “Estaba escribiendo otro libro, que trata de cómo la víctima se ha convertido en la única fuente de autoridad de nuestro tiempo”, cuenta en la sede madrileña del Instituto Aspen.
“Y de pronto, lo que veo es que el fascismo surge y la izquierda se fragmenta, como hace siempre frente al fascismo. Se enreda en debates que en buena medida son simbólicos. La derecha logra unirse. El tribalismo y el nacionalismo se basan en la idea de que ‘mi país es el mejor y los demás son inferiores’, y pensarías que eso les va a llevar a enfrentarse pero no es así. Los indios dirán que son superiores a los judíos, pero luego el gobierno israelí y el de Modi se entienden. Comparten el principio organizativo del tribalismo. Se llevan bien, comparten estrategia.”
El libro ha generado reacciones distintas en varios países. “Algunos dicen que digo lo que llevaban tiempo pensando. Intento inyectar razón y claridad en una conversación global. Veía a muchos amigos –y a mí misma– que se consideran de izquierda pero se sienten asqueados por lo woke, hasta el punto de que se preguntan si siguen siendo de izquierda. Se sienten alienados de todo tipo de acción política, porque ahora todo parece woke, todo parece basarse en ideas de poder y no de justicia. Todo eso parte de presupuestos filosóficos que la gente ni siquiera ve. Se repiten todo el tiempo y asumimos que son verdades sobre el mundo cuando no lo son.”
Lo woke, según Neiman, traiciona las ideas centrales de la izquierda. Escoge el tribalismo frente a la vocación de universalismo; no cree en la aspiración a la justicia porque interpreta el mundo solo en términos de poder; su obsesión por el pasado y los agravios lo apartan del presente y del progreso (tanto del ideal como de los avances logrados).
“Lo confuso del movimiento woke es que nació de emociones tradicionalmente de izquierdas”, escribe en la introducción: “la empatía con los marginados, la indignación ante la difícil situación de los oprimidos, la determinación de que los errores históricos deben ser corregidos. Estas emociones, sin embargo, se malogran debido a una serie de supuestos teóricos que acaban por socavarlas”.
Se trata de lo que en inglés se llama “teoría”, un conjunto amorfo que engloba elementos muy distintos, pero que se define por “un rechazo a los marcos epistemológicos y supuestos políticos heredados de la Ilustración”:
“Rara vez nos percatamos de los supuestos que se hallan incrustados en la cultura porque normalmente se expresan como verdades evidentes. Dado que se ofrecen como meras descripciones de la realidad en lugar de ideas que podríamos cuestionar, resulta difícil desafiarlos directamente. Aquellos que han aprendido en la universidad a desconfiar de cualquier afirmación de verdad vacilarían a la hora de reconocer la falsedad”, escribe.
Izquierda no es woke es una defensa de la Ilustración. “Figuras como Diderot, Kant o Voltaire se han convertido en el enemigo. Esto obedece a una tremenda ignorancia. Es un signo de la teoría poscolonial: la Ilustración es responsable de la mayor parte del mal del mundo. Recuerdo cuando oí eso por primera vez, en 2006, en el Institute for Advanced Studies de Princeton. Yo estaba escribiendo un libro que era una apología de la Ilustración, pero no pensé en defenderla de la acusación de ser eurocéntrica, porque me parecía un argumento demasiado estúpido como para perdurar. Y ahora si tratas de la Ilustración no se habla de otra cosa. Se cumplen trescientos años del nacimiento de Kant. Y en Alemania soy la única, en mi institución, que hago una celebración de verdad. Todo lo demás es: era un racista, qué pasa con el colonialismo. El colonialismo es problemático. Pero ¿sabes de dónde viene la crítica? De la Ilustración. La mejor crítica del colonialismo –dejar de mirar el mundo con ojos europeos– viene de Montesquieu, de Diderot, de Voltaire. Es un legado de la Ilustración.” Sus sociedades no se ajustaban a sus ideales, pero ellos habrían sido los primeros en reconocer eso. “Por supuesto, no eran cosmopolitas. En sus textos hay tópicos. Pero no era fácil viajar en el siglo XVIII.”
Para Neiman, “te debes tomar la razón en serio, no es solo un instrumento de dominación. Pero esa forma de interpretar las cosas está por todo el mundo. El New York Times ofrece ejemplos gloriosos. Pero no es un caso aislado en absoluto”.
Entre los autores que aparecen en Izquierda no es woke están Richard Rorty, con su crítica a la izquierda académica foucaultiana, y Todd Gitlin. Neiman también menciona a pensadores críticos con el paradigma decolonial, como Olúfẹ́mi Táíwó, que defiende la relevancia del proyecto de la Ilustración para el África contemporánea y argumenta que se debe entender la colonización como un capítulo de la historia del continente y no el centro de su pasado, “a menos que concedamos que los blancos tienen razón y que nosotros somos eternos niños cuya voluntad estará para siempre a merced de nuestros colonizadores blancos de antaño”.
“He estado leyendo a Franz Fanon, para reseñar la biografía que le acaba de dedicar Adam Shatz”, dice Neiman. “Es extraordinario hasta qué punto Fanon –referente de la crítica al colonialismo– era un heredero de la Ilustración.”
“En Estados Unidos los estadounidenses negros que no quieren definirse por la esclavitud de sus antepasados son considerados conservadores. Citas a John McWhorter, un lingüista negro, profesor en Columbia, autor de ensayos que son bestsellers y columnista del New York Times, y hay una especie de sobresalto. Me dicen: ‘Culpa a las víctimas.’
No: señala un comportamiento centrado en las víctimas. Pero el caso es que uno no lo señala como autoridad en círculos de izquierda. Yo no vendo tanto como él, pero en Alemania a veces me encuentro en una posición similar. Por supuesto que hay antisemitismo, lo noto en gente de toda clase de ideologías, pero no es el asunto determinante de mi vida. Y si el gobierno israelí comete crímenes de guerra lo señalo”, dice la autora, que señala la dificultad para criticar a Israel en Alemania.
Lamenta que se considere que el único representante de la voz de los judíos en ese país sea la del Consejo Central de Judíos de Alemania, que recibe financiación estatal y tiene posiciones conservadoras, y que a ella y a otros judíos se les niegue legitimidad e incluso se les acuse de antisemitismo.
Neiman señala la influencia de dos pensadores en la ideología woke: Carl Schmitt y Michel Foucault. Son nombres habituales en la genealogía: José Luis Villacañas ha definido el populismo como “Carl Schmitt con estudios culturales”, y Rorty hablaba de la influencia de Foucault en la “izquierda cultural” en Forjar nuestro país.
Es más novedosa su crítica a la psicología evolutiva. “Si crees que eso es una ciencia, y que cuestionarlo es ir contra Darwin, dejas de hacerlo. Cuando escribía mis críticas, hablé con historiadores de la ciencia, con gente que había hecho trabajo crítico, para ver que los datos estaban bien. Se presenta como ciencia pero es una ideología que hemos aceptado. Lo interesante es que la psicología evolutiva empezó como sociobiología. Fue muy polémica en los años setenta del siglo pasado. Sus críticos, que consideraban que era sexista y racista, ganaron el debate. Luego llega el cambio de siglo y gente como Steven Pinker y otros empiezan a hablar de psicología evolutiva. Creo que lo hicieron por la mala reputación de la sociobiología; esta versión era un poco más sutil.”
“En la izquierda heredera de Foucault y Schmitt el poder lo es todo: esa idea también funciona bien con la psicología evolutiva. Si crees que todas nuestras acciones están guiadas por ancestros cazadores-recolectores y por su deseo de encontrar a la mejor pareja para extender el poder de sus genes –estoy siendo simplista pero en el fondo se reduce a eso–, si eso te parece ciencia, claro que te pueden convencer Schmitt y Foucault. Y también puedes aceptar que el neoliberalismo global es el único sistema posible.”
En los debates sobre la libertad de expresión que ha habido estos años en Estados Unidos se veía la influencia de esa visión foucaultiana. Los partidarios de limitar la libertad de expresión decían que las discusiones no dependen de la razón y de la confrontación de argumentos sino del poder. La clave para ellos no es la razón o la persuasión, sino la posición jerárquica.
“La razón, desde su punto de vista, es una forma de dominación. Si alguien es mejor razonando, si no sabes cómo contraargumentar, eso es una forma de dominación, aunque no sea física. Como decía Bernard Williams, es un tropo que se vuelve aburrido, y además no explica la diferencia entre que te convenzan y te peguen para que cambies de opinión”, dice Neiman.
En Tierra y mar Carl Schmitt restringía la humanidad a aquellos que están enraizados en la tierra. Los pueblos isleños serían “hombres pez”. Los judíos, sin marina ni patria, “no son ni carne ni pescado”, pero “según su texto de 1942, ciertamente no son humanos”. Para el filósofo, explica Neiman en el libro, “conceptos universalistas como la ‘humanidad’ son invenciones judías tras las que se ocultan intereses judíos deseosos de obtener poder dentro de una sociedad no judía”. Algo parecido sostenía Eichmann. Ese argumento, dice Neiman, se parece al argumento contemporáneo que dice que el universalismo de la Ilustración es un mero camuflaje de los intereses europeos.
Adolph L. Reed, Jr. ha escrito que el verdadero proyecto de lo woke es incrementar la diversidad en la clase dominante, y poco más. “Sí, es cierto. Además, es mucho más sencillo hacer que tu junta directiva sea más diversa que cambiar la estructura del capitalismo neoliberal. Y también resulta menos costoso”, apunta Neiman.
Izquierda no es woke defiende la capacidad que tiene el arte para conectar gente que viene de contextos muy distintos. Aunque su tesis doctoral la dirigió John Rawls, Neiman también trabajó con Stanley Cavell en Harvard. “Fue revolucionario. La cultura popular no se estudiaba en el mundo anglo. Él quería montar un programa de cine en Harvard y la universidad dijo que no. Seguro que ahora hay un programa excelente, pero entonces se reían de él. ¿Qué es eso de ir y poner películas a los alumnos? Su análisis sobre las comedias románticas de Hollywood y las comedias de Shakespeare es muy interesante, y es muy curioso que no las compare con Otelo, Hamlet o El rey Lear, sino con las comedias. Escribió trabajos importantes sobre las tragedias, y le ofrecieron una cátedra dedicada a los estudios de Shakespeare. La comparación que traza es totalmente pertinente.”
El autor de La búsqueda de la felicidad quería hacer una filosofía estadounidense. De ahí sus estudios sobre Emerson y Thoreau, y también su interés por el cine. Me pregunto qué habría hecho con el blues, en una época fue músico de jazz, pero dejó muy poco escrito sobre música.”
“Dicho esto”, dice Neiman, “como exalumna recibo la Harvard Gazette, que es horrible. Alguien del departamento de literatura inglesa da una asignatura dedicada a las letras de Taylor Swift. No sé si estás enterado del rumor de que Taylor Swift y su novio futbolista van a salvar el mundo saliendo a apoyar públicamente a Biden. Pensé: si va a salvar el mundo, voy a escucharla un poco. Las letras son totalmente banales, son la nada. Yo he escrito sobre Bob Dylan y Leonard Cohen, me tomo muy en serio la música popular. No me he obligado a escuchar toda su música pero no creo que merezca la pena estudiarla en la universidad. Imagino que alguna gente podría decir: primero pones los cursos de cine y acabas dedicando una asignatura a las letras de Taylor Swift”.
Pero eso también sería una trampa. “Creo que necesitamos menos reglas y más juicio. Stanley tenía buen juicio y su obra permanece. Quiero organizar un congreso sobre el juicio porque hay mucha gente que es muy inteligente y tiene mal juicio. No me refiero a un juicio personal, a las propias decisiones, sino a que no sabe si una obra es buena o mala.”
En la historia de la literatura y todavía más de la filosofía hay menos mujeres que hombres. Neiman es contraria a la idea de corregir la descompensación a base de “rescatar autoras”: “Hay razones históricas para que haya menos mujeres, y es un enorme error pretender elevar a alguien solo a causa de su género.”
“Tiene algo forzado. En Alemania se ve con claridad porque son muy directos y te dicen: te llamo para este congreso porque necesitamos una mujer. O a un negro. Es como cuando Biden nombró a una jueza del Tribunal Supremo, Kentaji Brown Jones, que seguro que está más que preparada, y era por cumplir un compromiso hecho en Carolina del Sur, donde dijo que nombraría a la primera mujer negra del Tribunal Supremo. Es un movimiento cínico e insultante.”
“Es insultante para el trabajo de las mujeres y la gente de color que les des premios y distinciones por algo en lo que no tuvieron ninguna intervención. Mi obra es buena o no, pero ¿qué tiene que ver que sea mujer o no? Como mucho que la mía es una profesión sexista. Pero siempre me he negado a que me llamen woman philosopher. He leído hace poco que Joseph Conrad detestaba que lo considerasen un escritor del mar. Había pasado tiempo en el mar, algunas de sus obras más famosas transcurren en el mar, pero era otra cosa: un novelista, un modernista, no alguien que se dedicaba solo a escribir sobre lugares exóticos.”
Neiman defiende una alianza de izquierdistas y liberales, “un frente popular”. Rechaza el centrismo y a veces parece que su idea de izquierda puede ser demasiado amplia y demasiado estrecha. Si la adhesión a los principios de la Ilustración, a los derechos humanos o a la aspiración de justicia –como a veces parece defender Neiman– te coloca en el campo de la izquierda, pertenecen a la izquierda muchas personas que normalmente no clasificaríamos en esa categoría (y ellos tampoco se colocarían en ella). Y si decimos que muchas cosas que no nos gustan –como el oscurantismo o la intolerancia woke– simplemente no son de izquierda, expulsamos a una parte considerable de la izquierda realmente existente ( y a muchos que se definen como izquierdistas).
También hay coordenadas distintas a un lado y otro del Atlántico. Neiman cuenta que alguna vez se metió en líos por decir que económicamente Bernie Sanders está a la derecha de Angela Merkel. Pero aunque hay elementos de crítica económica, y de ataques al capitalismo woke, la idea central del libro es la defensa del universalismo, la justicia y el progreso. Defiende la esperanza, que considera un deber.
“Pienso que todos creemos a partir de nuestro caso que la gente quiere algo más que poder y juguetes. Nos gustan más cosas. A mí me gusta ir a un hotel chulo, me gusta la ropa que llevo. Pero me importan otras cosas. Como a todo el mundo, salvo a Donald Trump. Por eso genera tanta fascinación incluso en quienes lo detestan. Pero a la gente le importa la amabilidad, no solo cuando esta les beneficia.”
“Tuve un debate con Steven Pinker en un congreso sobre Darwin y moralidad”, cuenta Neiman. “Era cuando se acababa de producir un caso al que todo el mundo prestó atención. En el metro de Nueva York, un trabajador de la construcción negro llevaba a sus hijas al colegio cuando otro hombre, un estudiante blanco, cayó a la vía y empezó a tener convulsiones. El tren no podía parar. Y ese hombre, Wesley Autrey, dejó a sus hijas al cuidado de alguien y se lanzó a la vía y lo salvó. Esto iría contra la psicología evolutiva. ¿Un hombre negro –que tiene unas hijas que cuidar– se lanza a salvar a un joven blanco? Pinker hacía todo tipo de contorsiones para explicar por qué su comportamiento se podía explicar en términos de psicología evolutiva. Pregunté: ¿por qué todos lo admiramos? Pinker dijo que no es porque esperamos hacer lo que él hizo sino porque nos gustaría que alguien fuera engañado para comportarse así si nos caemos nosotros. No creo que sea así, y de eso trata el libro que estoy escribiendo: Heroísmo para una época de víctimas. La mayoría de nosotros no somos héroes. Pero nos gustaría serlo: nos gustaría ser el tipo de persona que arriesga la vida en una situación así.” ~