Desde las marchas del 15 y 7 de septiembre en El Salvador se ha venido discutiendo la cuestión de la unidad del movimiento contra el régimen de Bukele, hay quienes quieren la unidad con todos los grupos políticos que están contra el régimen, no importando qué intereses persiguen y qué ideología defienden, por otro lado, estamos nosotros los marxistas revolucionarios que abogamos por una unidad de los explotados y oprimidos por intereses colectivos para derrocar a Bukele y acabar con las injusticias del régimen capitalista. En el siguiente artículo exponemos nuestros argumentos sobre lo peligroso que es abogar por la unidad con empresarios que actualmente se oponen a Bukele.
Lo primero que hay que dejar claro es que no hay solo un grupo de la empresa privada, realmente hay dos. Uno es al que algunos están apelando como salvadores, porque están en contra de Bukele (Siman, Sola, Poma, Cristiani, Balducci, Salaverria) y el otro, el que está detrás de Bukele (Kriete, Murray Meza, Dueñas, Callejas, Regalado). El gobierno de Bukele aunque no es un clásico gobierno de derecha, sigue siendo un gobierno capitalista que protege y preserva las ganancias de las grandes empresas.
La llegada de este demagogo al Ejecutivo no solo es la responsabilidad del FMLN por no profundizar el proceso revolucionario cuando estuvo en el gobierno, sino también es el producto de las políticas que desde la ANEP como representante de la burguesía se impulsaron, porque la gran empresa privada siguió gobernando a pesar de la derrota de ARENA en las urnas en 2009. El FMLN se mantuvo sumiso a los dictados del gran empresariado nacional y extranjero, no cambiaron ni una sola condición respecto a la explotación, a excepción de un aumento salarial, que fue un intento por salvarse de su desprestigio al final de sus periodos. Las condiciones para la llegada de Bukele al Ejecutivo y su avance en el control del Estado lo crearon la misma burguesía nacional, el capital extranjero, su partido tradicional ARENA y la traición del FMLN a las ilusiones de la clase trabajadora.
Con toda la histórica opresión y condena a la miseria para las masas trabajadoras a través de instituciones injustas, leyes injustas, jueces injustos, funcionarios, partidos, diputados, alcaldes, concejales y presidentes, fiscales y abogados corruptos no le fue difícil a Bukele acabar con la poca autoridad que alguna vez tuvieron estas instituciones ante las masas. Esta es la razón por la que Bukele pudo hacerse fácilmente de todo el aparato del Estado en poco tiempo.
Los intereses empresariales
Después de dos años de gobierno, es claro que debemos librar una lucha contra el régimen de Bukele cada vez más autoritario, en defensa de las conquistas que nos heredaron las generaciones de luchadores y luchadoras anteriores, pero en este objetivo, ¿qué significaría tener a la ANEP como aliado frente a Bukele? Sería un error ideológico revestido de mucha ingenuidad. Las organizaciones de izquierda debemos tener claridad que si la ANEP se opone a Bukele no es porque esté en contra que Bukele no haga los cambios que prometió en favor de las clases trabajadoras. Si la ANEP ha sido ‘crítica’ en algunas ocasiones es porque:
- Empresarios de la Anep han sido desplazados del control del Estado y hoy no están siendo tomados en cuenta en la políticas económicas
- La manera de gobernar de Bukele crea caos comercial y financiero y esto va mal para sus ganancias, pero no porque le ponga límite a su derecho de seguir explotando a la clase trabajadora
- Necesitan regresar a un régimen que les permita explotar y comerciar tranquilamente a costa del pueblo trabajador; por eso una eventual lucha más decidida de estos empresarios, aunque la disfrazarán con consignas abstractas como libertad y democracia, no será más que una lucha encubierta en defensa de sus propios intereses
- Bukele no sólo desestabiliza la economía mientras ajusta las condiciones para posicionar una nueva facción burguesa, sino que también pone en riesgo relaciones comerciales internacionales con las cuales la burguesía tradicional tiene estrechos lazos
Temor a una revolución
Sin embargo, estos 4 puntos no son los fundamentales, al fin y al cabo, la clase dominante es capaz de tolerar a ciertos dictadores siempre y cuando eviten que las masas trabajadoras luchen por su liberación del capital. ¿Qué determina el apoyo o no a un dictador? La relación de fuerzas entre las clases. Si la clase obrera está lo suficiente organizada y es peligrosa para el sistema capitalista, estos grandes empresario estarán dispuestos a permitir que un dictador tome el control del Estado y con ellos el de las fuerzas armadas para acabar con la resistencia del pueblo; pero si las masas están desorganizadas, desconfían o ignoran su fuerza en la sociedad, no hay necesidad de una dictadura abierta.
Por lo tanto, en nuestro caso y desde el punto de vista del sector burgués representado en la ANEP, el peligro más grande es que con la inestabilidad que crea Bukele, las clases dominadas puedan buscar su propio camino a la liberación y no bajo líneas capitalistas, se pueden plantear el derrocamiento del régimen de Bukele, pero también acabar con el sistema capitalista: fuente de todos los males de la sociedad.
Estas son preocupaciones claves para EEUU y la burguesía nacional, por eso intentan ponerle frenos al movimiento en descontento, controlarles y a la vez meter más agentes entre los grupos opositores, sindicatos, organizaciones comunitarias, de mujeres y juveniles. Preservar el sistema de explotación capitalista es más importante que cualquier otra cosa y ahí depositarán todos sus esfuerzos y recursos. Inyectarán primero grandes cantidades de dinero para poner sobre la discusión temas poco importantes para la clase trabajadora en las discusiones de la oposición, cómo salvar la patria, la incipiente democracia, las instituciones, etc., confundiendo al movimiento para controlarlo en un futuro con el fin de guiarlo hacia un camino seguro para su sistema.
Algunos se quejan del por qué en otros países los empresarios jugaron un papel más protagónico en determinados momentos. La respuesta de esto es que en esos países, los empresarios han intervenido abiertamente porque el sistema capitalista estaba en peligro, porque había una amenaza real de procesos revolucionarios que buscaban acabar con el sistema de raíz y no solo derrocar a un gobierno.
Con Bukele si hay un riesgo para el sistema y puede que el sector burgués que le respalda lo está considerando, pero no es un riesgo inminente, si hay un riesgo es porque es un tipo al que no se le puede controlar por su inestabilidad y puede generar caos. Pero Bukele no quiere cambiar el sistema de explotación, no ha hecho ningún cambio a estas relaciones capitalistas y mientras eso sea así la ANEP estará más o menos tranquila.
Eso no excluye que disimuladamente la ANEP esté financiando «luchas» o metiendo ideas en las manifestaciones que se plantean contra Bukele. Tal y como lo está haciendo los Estados Unidos con la USAID y ONGs que dicen luchar por la democracia y la libertad, pero en el fondo lo que están haciendo es guiando al movimiento en descontento a caminos seguros que no afecten al sistema capitalista.
Por lo tanto, como explotados no deberíamos de apelar a un paro empresarial, los intereses nuestros no son los mismos que los de los empresarios. Para garantizar la vida, mejores salarios, empleos, pensiones, proteger el medio ambiente y conquistar derechos de las mujeres, LGTB+, etc., debemos luchar por acabar con las relaciones de explotación perpetradas por el gran empresariado quienes son los que realmente han gobernado y oprimido al país en sus diferentes gobiernos.
Las lecciones de la historia
Sin embargo, algunos en la izquierda incluso están intentando poner de ejemplo la caída de Maximiliano Hernandez Martínez en el 44 para justificar que consideremos alianzas con la derecha y los empresarios. Pero un breve análisis nos puede ayudar a mostrar en qué terminó este proceso y por qué ese proceso confirma nuestra postura sobre los empresarios.
Martínez se ganó la simpatía de la oligarquía por tener el valor de aplastar con un baño de sangre la «amenaza comunista». Después de la masacre del 32 la oligarquía depositó en Martínez todo el poder del Estado. La oligarquía estaba temblando ante la insurrección indigena-campesina, y sin la sangrienta respuesta de Martínez el régimen hubiese estado en jaque, incluso los EEUU estaban preparados para intervenir en el pequeño país centroamericano para “salvarnos del comunismo”.
La clase dominante en ese entonces necesitaba de su “hombre fuerte” para imponer el miedo y acabar con la resistencia, y así fue. Martínez concentró todo el poder en sus manos para proteger el sistema, esto es similar a lo que hacían la clase esclavista cuando suprimían el parlamento y le daban todo el poder al emperador para salvar el imperio, conocido como cesarismo históricamente o como Marx lo llamó posteriormente bonapartismo.
Las clases dominantes pueden tolerar a dictadores siempre y cuando exista una amenaza real de que su sistema y privilegios sean tumbados por las clases dominadas. Por el contrario, las clases dominantes no son adoradoras de los dictadores. Por una razón material: la dictadura supone caos económico y comercial, inestabilidad y descontrol, esto va en contra de la necesidad de comerciar y explotar poniendo en riesgo los negocios de los empresarios, banqueros y terratenientes. Si hacen uso de dictadores, es solo por tiempo limitado, mientras se aplasta a la resistencia.
En un tiempo determinado buscan deshacerse de estos y poner gobiernos que disimulan mejor la opresión, donde la gente crea que vive en democracia, pero la opresión y la explotación siguen como algo natural y divino. Eso se da en los regímenes que la derecha pregona mucho, donde dicen que hay «división de poderes» e “institucionalidad”, no es nada más que la democracia burguesa que sirve como envoltorio perfecto para encubrir la dictadura del capital, donde tienes el derecho a decidir cada tres o cinco años que político burgués te va a oprimir.
A Martínez lo toleraron 13 años porque ayudó a acabar con la «amenaza comunista», cuando el peligro pasó, la burguesía y los EEUU le quitaron el apoyo e intentaron quitarle del poder, pero Martínez no dejó el poder fácilmente sin antes luchar. Durante mucho tiempo la burguesía fue incapaz de acabar con Martínez, hubo intentos fallidos, pero era demasiado cobarde para salir victoriosa.
La huelga general de la clase obrera y los estudiantes, que fue mal llamada de “brazos caídos” como si fuese un acto no violento, realmente significó un verdadero combate contra el régimen opresivo. Está huelga general fue la decisiva para acabar con el régimen de 13 años al mando de Martínez, un artículo de Savedra lo narra así:
“Y se inició la huelga de mayo. Y los estudiantes universitarios… y los colegios particulares… y las escuelas oficiales se fueron a la huelga. Y se fue a la huelga el comercio… luego las fábricas, toda la industria se fue a la huelga, después lo hicieron los empleados bancarios, los hospitales y las generosas mujeres de los mercados… Y se paralizó el servicio de ferrocarriles, el servicio de buses urbanos y luego el interurbano… y se fueron a la huelga todos los empleados públicos del país…”
Finalmente, ha sido la huelga de los estudiantes y la clase trabajadora de todos los sectores lo que puso en jaque al régimen. Sin embargo, el movimiento tenía una debilidad, el Partido Comunista que había sido reducido a la nada después de la masacre y luego pasó por años en la clandestinidad no jugó el papel de dirección que le correspondía, sino que sucumbio a la presión, lejos de profundizar el proceso revolucionario para acabar con el sistema capitalista terminaron conciliando con la burguesía y creando un gobierno de «unidad nacional», así lo analiza el Comandante Marcial unos años después:
“Cuando Martínez se tambaleaba y comenzaron las primeras muestras de violencia del pueblo, entonces estos se asustaron y entraron en tratos con Martínez para la «sucesión» constitucional: Una sucesión legal en el poder, lo que equivalía a romper el espinazo del auge revolucionario del pueblo. La última condición que Martínez puso fue que no se rompiera la constitucionalidad, porque entonces el pueblo iba a «desbordarse». La dirección popular pequeño burguesa [del PCS] aceptó, y en vez del tirano Martínez pusieron como Presidente al Vice-Presidente, al Gral. Ignacio Menéndez, y de esa manera lograron bajar los ánimos del pueblo” (Cuaderno de formación Nº 1 de las FPL, Comandante Marcial).
Si la postura del PCS en ese momento no hubiese sido «unámonos todos sin importar nuestras diferencias ideológicas e intereses» para construir un gobierno de «unidad nacional», y en cambio se hubiese avanzado a construir un régimen democrático y socialista no hubiéramos tenido 50 años de dictaduras militares y una cruenta guerra civil con miles de muertos. Así se perdió una gran oportunidad para un futuro distinto. Y ahora creen algunos, que las acciones del PCS son un ejemplo para derrocar a Bukele, están completamente equivocados.
Lucha de clases contra el régimen y el capitalismo
A diferencia del 44 la clase obrera actual es más numerosa, la burguesía está dividida y tenemos un cúmulo de experiencia que no nos debe permitir fracasar una vez más. La lucha contra Bukele es la lucha contra el capitalismo desde todos los sectores oprimidos y explotados.
Solo las clases oprimidas y explotadas pueden construir una sociedad democrática, justa y diferente, cualquier intento de hacer alianza con sectores explotadores terminará en muerte y en regímenes opresivos conducidos por el capital nacional y extranjero.
En todo el mundo, la lucha por el socialismo tiene aliados y muchos/as llevamos años preparándonos para esto. La lucha revolucionaria vendrá, tarde o temprano la gente despertará e intentará cambiar todo de raíz, las luchas de las décadas pasadas se repetirán, pero esta vez más poderosas que en el pasado.
Vivimos en un mundo convulsivo, a veces hay levantamientos que no conducen a nada y debemos preguntarnos por qué. Nuestra tarea como clases oprimidas y explotadas es aprender y conducir esos procesos a la victoria.
La historia es rica en lecciones, debemos estudiarla y ponerla en práctica. Una alianza con la burguesía desplazada del aparato del Estado, no conduce más que a un baño de sangre para la juventud y la clase obrera en general. Los empresarios y las clases trabajadores y oprimidas tienen distintos intereses, los intereses de las clases oprimidas y explotadas son irreconciliables con sus explotadores. Intentar conciliar estos intereses haciendo que el empresario sea tu aliado, es como querer hacer que un león se haga vegetariano. Cuando intentes darle lechuga, terminarás siendo su almuerzo.
Los empresarios son una clase parásita que viven del trabajo y explotación de la clase trabajadora. Su liderazgo no puede conducir más que a la extrema explotación de unos cuantos sobre muchos. En cambio el liderazgo de la clase obrera, que tiene intereses colectivos por razones objetivas, sí puede conducir a una sociedad más justa y equitativa. Ya que su trabajo es social, depende de la colectividad, de cadenas de producción donde cada individuo es importante y también viven las mismas condiciones, son asalariados de un burgués y viven en términos generales los mismos problemas de exclusión, explotación, opresión y miseria, por tanto tienen también intereses en común y no individuales.
La clase obrera es poderosa, si analizamos detenidamente, nada en la sociedad se mueve sin su permiso. No se enciende un foco, no gira una rueda, ni suena un teléfono si no es por su amable permiso. Es un gigante dormido que puede transformar el mundo y lo hará cuando se levante.
Si queremos que la sociedad cambie en vez de apelar a los empresarios ricos, responsables de todo nuestro sufrimiento, debemos apelar a la lucha revolucionaria de la clase trabajadora y demás sectores oprimidos del sistema capitalista. Agitar, organizar y luchar. Explicar pacientemente la necesidad de una sociedad distinta. Esa sociedad se llama socialista, únete a nuestra lucha.