Un libro: Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo, de Eva Illouz
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La profesora Eva Illouz, nacida en Marruecos, pertenece al departamento de Sociología de la Universidad de Tel-Aviv. Su campo de trabajo es la descripción de cómo se configuran y da sentido a las emociones en el mundo del capitalismo moderno. La cuestión es de interés en los últimos años y se ha convertido en un campo de estudio de lo que se ha denominado “capitalismo emocional”. El objetivo principal es comprender cómo se articulan las emociones en el seno del capitalismo moderno, cómo se entrelaza con otros discursos y prácticas para convertirse en mercancía.
En la obra con la que se dio a conocer, El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo. (Katz, 2009), ya planteaba cómo la publicidad y los medios de comunicación fueron modelando el discurso y las prácticas en las que se ritualiza el amor, cómo a través de los medios se ofrecen alternativas para qué la emoción amorosa se traduzca en acciones y situaciones (viajes, bailes, cenas románticas, regalos, etc.). La obra que traemos hoy, Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo*, ha sido publicada en nuestro país en 2007, pero es más reciente (2006 en su edición alemana) que la anteriormente señalada, y nos ha parecido más adecuada para dar a conocer a esta autora.
En esta ocasión, la profesora Illouz aborda otros importantes modeladores de las emociones: el discurso de la autoayuda, la terapia psicoanalítica, los “recursos humanos”, la selección de pareja por internet, etc. Todos estos elementos son analizados en la obra como instrumentos desarrollados para establecer una nueva cultura de las emociones dentro del sistema de producción capitalista desarrollado durante el siglo veinte. Son los que definen las emociones del mercado y el mercado de las emociones.
El avance en paralelo del discurso psicoanalítico freudiano y el discurso organizativo empresarial, basado en la buena gestión de la organización, con los “recursos humanos” incluidos, dio lugar a un modelo de individuo y de relaciones en el ámbito familiar y en el empresarial. El objetivo era lograr una mayor eficacia productiva mediante una mayor eficacia emocional. Para ello se busca una nueva estructura de gestión de las emociones. Señala la profesora Illouz:
Mientras la cultura emocional victoriana había dividió a hombres y mujeres según el eje de las esferas pública y privada, la cultura terapéutica del siglo XX lentamente desgastó y reordenó esos límites al dar a la vida emocional un papel central en el ámbito laboral. (43)
La incorporación de la mujer al trabajo a lo largo del siglo XX significó forzosamente una variación en el tipo de emociones puestas en práctica. La visión de la empresa como “una familia” permitió el uso analógico de la terapia psicoanalítica para definir sus patologías y armonías desde el punto de vista del discurso organizativo de la eficacia, esencialmente desarrollado por un terapeuta, Elton Mayo, como forma de superación del discurso anterior.
De la misma forma que en la familia se debía hablar para hacer surgir los problemas de fondo, en el ámbito de la empresa se propone una forma de organización en la que se favorezca el diálogo, con la comunicación interna como eje, y con un modelo de directivo dialogante, etc., para conseguir un modelo empresarial de mayor eficacia.
Illouz va dando cuenta de este tipo de discursos que van modelando las instituciones dentro del sistema capitalista empresarial. Las “narrativas de éxito” empresarial, por ejemplo, se constituyen en modelos para la imitación, desencadenando otro tipo de discursos de la “superación” mediante los que se enseña a los individuos a tener los recursos para superar sus propios fracasos dentro del sistema.
En un sistema que se basa principalmente en la proposición del modelo del éxito, la gestión del fracaso y el sufrimiento que produce pasa a ser una necesidad que se cristaliza, por ejemplo, en esos discursos de autoayuda. La idea de la necesidad de la autorrealización del individuo se convierte en un imperativo personal y social.
Las personas deben extraer lo mejor de sí mismo como una obligación; si no lo hacen la sociedad desarrolla una serie de categorías consideradas como patológicas en las que el individuo es clasificado. Nuestro discurso sobre la “excelencia” tiene este mismo origen. Los individuos están obligados a sacar de sí mismos el máximo posible so pena de caer en el sufrimiento del fracaso, tanto desde el punto de vista personal como el social.
Además de otras competencias necesarias, el capitalismo emocional ha hecho pasar a primer término la gestión de las emociones. El análisis de Eva Illouz va acercándose hasta los momentos actuales para mostrar cómo ha ido modificando desde principios del siglo XX el discurso sobre las emociones.
La conducta emocional pasó a ser tan importante en el comportamiento económico que cuando el concepto de inteligencia emocional surgió, en la década de 1990, entró de lleno en la empresa estadounidense. Fue un periodista con formación psicológica clínica, Daniel Goleman, quien, con un libro titulado La inteligencia emocional, contribuyó a formalizar lo que se había estado gestando en el transcurso del siglo XX: la creación de instrumentos formales de clasificación de la conducta emocional y la elaboración del concepto de competencia emocional. (141-142)
La obra concluye con un último y muy interesante capítulo sobre la transformación cibernética de las emociones a través de las redes informáticas. Illouz analiza el papel de las empresas de selección de pareja, del estilo de match.com, en las que se clasifican las emociones para convertirlas en formularios de selección mediante los cuales se pueda llegar al encuentro compatible, de la misma manera que las empresas realizan formularios para tratar de seleccionar las personas idóneas para ocupar los puestos que es necesario cubrir.
La “selección de pareja” se convierta así en un proceso mediante el cual el “yo” se autorrepresenta en categorías específicas (se describe a través de cuestionarios) y se selecciona al otro mediante un proceso de compatibilidad y adecuación optimizado mediante sistemas de protocolos. Las emociones finalmente han sido reducidas a un sistema descriptivo informatizado, cibernético, en el cual pueden ser evaluadas para establecer la compatibilidad buscada.
Como en cualquier sistema que busca la toma de decisiones, se producen procesos de ordenamiento de las cualidades evaluadas conforme a un tipo de valor. Lo que antes era un proceso intuitivo del yo, ahora se convierte en un proceso externo, realizado mediante unos protocolos con mayor o menor eficacia, cuyo éxito es la obtención de la persona compatible.
Todos los elementos que Eva Illouz analiza a lo largo del siglo tienen como objetivo la “mercatilización del yo”, según su expresión. Escribe en sus conclusiones:
La corriente psicológica, la literatura de autoayuda, la industria del consejo, el Estado, la industria farmacéutica, la tecnología de Internet, todas se entrelazan para formar el sustrato de la personalidad psicológica moderna porque todas tienen al yo como principal objetivo. Es ese progresivo entrelazamiento de los repertorios del mercado y los lenguajes del yo en el transcurso del siglo XX lo que llamé “capitalismo emocional”. En la cultura del capitalismo emocional, las emociones se convirtieron en entidades a ser evaluadas, examinadas, discutidas, negociadas, cuantificadas y mercantilizadas. (227)
Como ya es característico de sus trabajos, la autora maneja el análisis sociológico y la teoría que va construyendo con gran precisión conceptual. Una de las cosas más admirables de sus obras es la construcción interna, la arquitectura de ideas, que sostienen el conjunto del texto. El hecho de que esta obra sea el resultado de la invitación a impartir las Conferencias Adorno, en Frankfurt, hace que tenga una concentración y un dinamismo específico. Es una buena y recomendable forma de entrar en la perspectiva de análisis de Eva Illouz, en su visión de la construcción emocional de nuestro tiempo.
- Eva ILLOUZ (2007): Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Katz, Madrid Buenos Aires, 244 pp. ISBN: 978-84-96859-17-3