Introducción
Vivimos en un mundo material que acarrea incesantes
y variadas interacciones entre la gente y las cosas.
Tradicionalmente, los arqueólogos han usado estas interacciones
para estudiar y entender el cambio cultural. Recientemente,
nuevas y atractivas teorías/filosofías posthumanistas han atraído
a muchos arqueólogos, que han abrazado distintas formas de
neomaterialismo.
Estas filosofías pregonan el poder de las cosas (Bennett 2010), ontologías orientadas a los objetos (Morton, 2017, p. 12), teoría de conjuntos o ensambles (assemblages) (DeLanda, 2016) y teoría de las cosas (Brown, 2003).
Para dar lugar al neomaterialismo, estos filósofos posthumanistas rechazan al viejo marxismo materialista histórico. Para estos filósofos, Marx ist tot (está muerto). La presente crítica considera las aplicaciones arqueológicas del neomaterialismo, especialmente la arqueología simétrica.
Mi crítica se dirige a la filosofía, pero se aplica a la arqueología aunque no a los filósofos que estos arqueólogos interpretan. El rechazo que la arqueología simétrica hace del marxismo se origina en una sobre-simplificación de las teorías marxistas, así como en una lectura errónea de la dialéctica relacional o hegeliana.
Marxismo relacional
El marxismo, como otras grandes teorías de la sociedad,
incluye diversos puntos de vista, toma conceptos de otras teorías
e inspira a investigadores no marxistas. Como ocurre con otras
grandes teorías, algunas personas han tergiversado el marxismo
convirtiéndolo en un instrumento pernicioso.
El marxismo occidental que empleo aquí se desarrolló luego de la Segunda Guerra Mundial como una crítica tanto del capitalismo como del marxismo soviético. El marxismo relacional (o dialéctico) se desarrolló en este contexto y emplea una dialéctica hegeliana (Ollman, 2003).
Interpretaciones de Marx
Karl Marx consideró las cuestiones básicas de la vida
social para formular una teoría crítica del capitalismo basada
en un concepto radical de la historia.
Para Marx, la historia creaba el contexto para la acción social, pero la gente creaba la historia. La creación de la historia implica cultura, identidad e interpretación, y que la gente puede alcanzar una conciencia crítica de sus propias acciones sociales. Los marxistas adoptan un enfoque holístico dialectico para estudiar la historia humana.
Este holismo evita que los investigadores reduzcan la vida real a alguna de sus partes (cultura, economía, política o sociedad),
con teorías específicas para cada una de esas partes. La dialéctica
conduce a los investigadores a estudiar la sociedad como un todo
interconectado.
Por más de un siglo, el marxismo occidental se ha
desarrollado y diversificado. En la actualidad no es una teoría de
la sociedad doctrinaria, única y unificada que pueda ser amarrada
simplemente a nuestro carro empírico o que los críticos puedan
descartar en unas pocas frases breves. Por el contrario, es una
tradición de pensamiento, una filosofía, y un modo de producción teórica que ha producido y producirá muchas teorías acerca de la sociedad.
En los estados comunistas, el marxismo se convirtió en
un comunismo totalitario de partido que empleaba a la arqueología
para legitimar al estado (Klejn, 1991, p. 70; 1993; Trigger, 1995,
p. 326). El marxismo occidental rechaza el comunismo de
partido.
Muchos arqueólogos marxistas occidentales adoptaron
un marxismo tradicional o clásico basado en la dialéctica de la
naturaleza de Engels (1927) (Woods & Grant 2015). Esto incluye
tanto a académicos anglófonos (Childe, 1989; Gilman, 1998;
Patterson, 2003; Trigger, 1995; 2003) como a la Arqueología
Social hispánica (Bate 1998; Lull & Micó 2011; Lull et al.,
1990; Lumbreras, 1974; Tantaleán, 2016; Vargas & Sanoja,
1999).
Otros desarrollaron una arqueología crítica derivada
del marxismo estructural francés, de la Escuela de Frankfurt y
de la obra de Antonio Gramsci (Leone, 2005; Shackel, 2000).
En América del Norte, muchos investigadores han abrazado el
marxismo hegeliano o relacional (McGuire, 1992; 2008; Wurst,
2002). Estas arqueologías marxistas occidentales forman un
continuo que abarca desde el marxismo clásico científico hasta el
más humanista marxismo relacional.
Las críticas hacia la arqueología marxista raramente se
toman el duro trabajo de entender la gama y profundidad de los
diferentes enfoques corporizados en el marxismo occidental.
Algunos arqueólogos simétricos rechazan al marxismo lisa y
llanamente. Para ello eligen arbitrariamente a los estudios de
representación de Mark Leone y presentan a su arqueología
crítica como si representara al conjunto de los enfoques marxistas
(Harris & Cipolla, 2017, p. 24).
Dialética hegeliana relacional
El pensamiento dialéctico comienza con las relaciones
sociales más que con la definición de entidades concretas (tales
como clases, economía, modos de producción). Estas entidades
son solo las manifestaciones superficiales de una red de relaciones
sociales dialécticamente vinculadas. Una red de interconexiones
complejas define a cualquier entidad por su relación con otras
entidades.
No existen los amos sin los esclavos, ni los esclavos
sin los amos. Una relación social subyacente, la esclavitud,
define tanto al amo como al esclavo. Cada entidad social requiere
de la presencia de su opuesto y de la relación social que los crea a
ambos. Esta es la unidad de los opuestos. La dialéctica relacional
no asume que las entidades que conforman el todo social se
ajustarán cómodamente entre sí.
Pueden encajar bien, pero el cambio no resulta de estas relaciones funcionales. En vez de ello, el cambio se origina de las contradicciones relacionales que son inherentes a la unidad de los opuestos. Así, la esclavitud define tanto al amo como al esclavo.
Para que exista uno debe existir el otro, aunque son opuestos y, como tales, están inherentemente en conflicto. Tienen intereses contrarios y una diferente experiencia de vida en el contexto de una historia compartida. El cambio en las relaciones nunca es simplemente cuantitativo o cualitativo.
Los cambios cuantitativos pueden conducir a cambios
cualitativos, mientras que el cambio cualitativo necesariamente
implica cambio cuantitativo. Los conflictos que resultan de
las contradicciones relacionales pueden producir cambios
cuantitativos en esas relaciones que luego escalen a un cambio
cualitativo. Las relaciones sociales que se originan en un cambio
cualitativo como este rehacen lo antiguo con el agregado de lo
nuevo.
La dialéctica relacional es tanto una manera de ver el
mundo como un método de investigación. No predice ni explica
el cambio social (Ollman, 2003, p. 12). Las explicaciones del
cambio social residen en las contradicciones y en relaciones
sociales históricamente específicas. Una visión dialéctica del
mundo exitosa ayuda a los arqueólogos a elegir los problemas
importantes y los conduce a las observaciones empíricas
necesarias para evaluar dichos problemas. Provee un marco para
realizar observaciones empíricas que ayuden a los investigadores
a construir conocimiento, a hacer una crítica del mundo y a
actuar en él.
El marxismo relacional construye praxis (McGuire, 2008).
La praxis se origina en la comprensión de que la gente hace
el mundo social en sus vidas diarias, y que también puede
transformar ese mundo. Una praxis efectiva requiere que la gente
conozca el mundo, critique el mundo y actúe en el mundo. La
acción sin conocimiento basado en hechos fracasará, pero un
simple empirismo no producirá conocimiento útil tampoco.
Los arqueólogos producen conocimiento en una dialéctica compleja
entre la realidad que observan, los métodos que emplean y la
conciencia que aplican a esa observación. Tienen que ser auto-
reflexivos y críticos acerca de cómo esos factores afectan sus
preguntas y la producción de conocimiento. Si los arqueólogos
no cuestionan la ética, la política, la epistemología y la realidad
detrás de su conocimiento, entonces sus acciones en el mundo no
serán confiables y estarán llenas de consecuencias no anticipadas
dañinas y/o contraproducentes.
La crítica sin un conocimiento certero que la respalde provoca auto-engaño, mientras que la crítica que no va acompañada de acción produce nihilismo.
Neomaterialismo
¿Por qué elegir el marxismo, cuando podemos jugar con
los nuevos y brillantes materialismos?. Estas cosas brillantes
y resplandecientes atraen actualmente a muchos teóricos de
la arqueología (Harris & Cipolla, 2017). Nos dicen que el
marxismo es antiguo y está cansado. Esas nuevas cosas brillantes
y resplandecientes incluyen una variedad de enfoques que han
sido denominados de diversas maneras, como “posthumanismo”,
“agencia de los objetos”, “teoría de las cosas” y “nuevo
materialismo”.
El neomaterialismo surge de las cenizas del postmodernismo.
Reemplaza al discurso y al giro lingüístico con el giro material.
Bruno Latour (2005) ofrece la teoría del actor-red; Bill Brown
(2003) define la teoría de las cosas para discutir las interacciones
literarias entre los objetos y la cultura. Jane Bennett (2010)
es partidaria del poder de las cosas y de tomar seriamente
lo material.
Timothy Morton (2017) propone una ontología orientada a los objetos que sitúe a todos los seres (incluyendo nuestras percepciones) y sus cualidades esenciales en un mismo
plano.
Muchos arqueólogos posthumanistas se nutren de la teoría
de los conjuntos o ensambles de Manuel DeLanda (2016).
Estas perspectivas comparten puntos en común significativos –el más importante, que deberíamos estudiar a las cosas en su propio derecho y no simplemente como vías para entender a los humanos. Ven a humanos, no humanos y cosas como agentes activos en la variación y el cambio cultural. Este amplio concepto de actante y agencia surge de un rechazo a los dualismos, como cultura/naturaleza, animado/inanimado, pensamiento/ser, sujeto/objeto y humano/animal. Rechazan los enfoques antropocéntricos que instalan a los humanos en el
centro de nuestro análisis. Finalmente, abandonan el foco en la
epistemología (cómo los humanos conocen el mundo) y en vez
de ello enfatizan la ontología (la naturaleza de las cosas en el
mundo)
Puedo concordar con mucho de lo que plantea el neomaterialismo. El argumento que propone tomar en serio a las cosas es atractivo para los arqueólogos. Dar precedencia al estudio del material en su propio derecho prioriza las cosas que los arqueólogos recuperan, observan y estudian. Las cosas se convierten en los objetos de nuestras explicaciones, no ya como medios inferiores para acceder a la agencia humana y al cambio cultural.
Conceptos como “conjunto/ensamble” siguen la lógica
arqueológica. Como Van Dyke (2015a, 2015b, 2021) sostiene,
algunas variantes del posthumanismo nos serían útiles para pensar
más creativamente acerca de las relaciones entre humanos y no
humanos. Por lo general, cuando leo al neomaterialismo pienso,
“si, si”, hasta que alcanzo un punto donde sólo puede decir “no,
no”, o tal vez incluso, “diablos, no”.
El anti-antropocentrismo, la ontología plana y la arqueología simétrica me enojan.
Arqueología simétrica
El principio aboga por una arqueología simétrica –Michael
Shanks (Olsen et al., 2012), Bjørnar Olsen (2010), Christopher
Witmore (2014) y Þóra Pétursdóttir (2017) comienzan con
una crítica de la arqueología postmoderna. La acusan de estar
preocupada por el individuo, el significado y lo sociocultural, así
como de ignorar el “componente material” (thingly component)
del pasado. Argumentan que el postmodernismo creó una relación
asimétrica entre la gente y las cosas, privilegiando lo humano por
sobre lo material.
Los arqueólogos simétricos, por el contrario, equilibran la
relación entre la gente y las cosas. Quieren estudiar las cosas no
simplemente como objetos útiles o como contenedores vacíos que
se llenan con significado humano, sino como actantes. Rechazan
la “estupidez” del excepcionalismo humano y rechazan convertir
a los humanos en el centro de todo. La arqueología simétrica,
por lo menos inicialmente, crea una ontología plana que sitúa a
las cosas, los animales y los humanos en un mismo plano (Olsen
& Witmore, 2015). Dejan abierta la posibilidad de destacar lo
humano, pero comienzan sus análisis quitando la prioridad a las
personas.
Dualismo y dialéctica
Los arqueólogos simétricos rechazan cualquier noción de
dualismo. El dualismo prioriza las ontologías occidentales a
expensas de las no occidentales. Los dualismos son esencialistas.
Asumen que cada entidad posee atributos (esencias) que definen
su identidad, como opuesta a las esencias de otras entidades.
Finalmente, los dualismos imponen categorías que pueden o no
existir y que pueden o no ser útiles para el análisis. El planteo
crítico que impulsan los arqueólogos simétricos, sin embargo,
depende paradójicamente de la existencia de un dualismo entre
el pensamiento cartesiano (dualista) y el pensamiento relacional
(no dualista).
Este desprecio por los dualismos encabeza la condena que
hace la arqueología simétrica del marxismo (Harris & Cipolla,
2017, p. 90–94). Descartan a la dialéctica, ya sea por considerarla relacionalmente inadecuada, o por constituir también una forma de dualismo.
Atacan el trabajo dialéctico sobre la materialidad de Daniel Miller (2012) por ser insuficientemente relacional. Se equivocan profundamente acerca de la unidad entre opuestos
marxista, al considerarla como una forma de dualismo (Webmoor
& Witmore, 2008, p. 56–61). No siquiera consideran a la
dialéctica relacional hegeliana, la cual es una herramienta más
poderosa que el empirismo relacional que ellos defienden.
Llamar dualismo a la dialéctica hegeliana malinterpreta el
concepto central de la unidad de los opuestos. Los opuestos en
una dialéctica no son categorías esencialistas. Por el contrario,
es una relación social subyacente la que crea los opuestos y son
los cambios en esa relación los que transforman a las entidades.
Las explicaciones de la dialéctica presentan dos opuestos para
simplificar el concepto. Pero en los casos históricos reales, las
relaciones subyacentes son complejas, multifacéticas e implican a múltiples entidades.
En el sur de los Estados Unidos en el período anterior a la guerra civil, la relación subyacente de esclavitud producía al amo y al esclavo en Alabama, pero también producía al supervisor en la plantación, al comerciante de algodón en Charleston y a los trabajadores textiles de Manchester, Inglaterra. Una rebelión de esclavos que alterara la producción de algodón o una huelga que detuviese las fábricas textiles podrían haber transformado toda la compleja red de relaciones que conformaban el modo de producción.
Los críticos suelen referirse a una dialéctica tripartita de tesis,
antítesis y síntesis para refutar el carácter activo y relacional de
la dialéctica (Harris & Cipolla, 2017, p. 91). Esta comúnmente
invocada tríada no es relacional, porque es mecánica y porque
sugiere cierre o conclusión (síntesis). Este concepto triádico no
tiene nada que ver con la dialéctica relacional hegeliana, ni con
la dialéctica de Marx (Mueller, 1958). Hegel no usó la tríada de
tesis, antítesis, síntesis.
Fue Emanuel Kant quien definió tesis y antítesis; luego, su discípulo Johann Gottlieb Fichte agregó la síntesis para crear la dialéctica tripartita (McFarland, 2002).
En un único pasaje, Hegel se refiere al uso que hace Kant de
tesis y antítesis, pero no acepta su definición de la dialéctica ni
tampoco emplea el término “síntesis” (Kaufmann, 1966). Marx
empleó una dialéctica relacional hegeliana, no la mencionada
tríada (Ollman, 2003).
La frecuente atribución que se hace de esta dialéctica tripartita a Hegel o Marx resulta de lecturas incorrectas de Hegel y Marx. En arqueología, los críticos invocan esta tríada para caracterizar erróneamente a todos los conceptos de dialéctica como formas de dualismo (Harris & Cipolla, 2017, p. 91). También ignoran el hecho de que la dialéctica relacional resuelve el dualismo que la arqueología simétrica plantea entre pensamientos cartesiano y relacional.
Historia
La arqueología simétrica considera a la economía política con el mismo desdén que muestra hacia las dualidades. La economía política se encuentra en el núcleo del materialismo
histórico, y existen muchas interpretaciones del materialismo
histórico.
Todas las teorías de la economía política, sin embargo,
se enfocan en las sociedades humanas y en cómo cambian a
través de la historia. El materialismo histórico plantea que los
medios que los humanos emplean colectivamente para satisfacer
las necesidades de la vida guían los cambios en la sociedad
humana. Los arqueólogos marxistas estudian la materialidad para entender los procesos de cambio en las sociedades humanas. Los arqueólogos simétricos estudian la materialidad para entender a las cosas en sí mismas.
Esta diferencia constituye una ruptura mayor entre la
arqueología marxista y la arqueología simétrica, y lleva a una
diferencia fundamental en cómo cada arqueología emplea la
historia. Ambas arqueologías abordan la historia mediante
el examen empírico de los restos materiales. La arqueología
simétrica, no obstante, no extiende este estudio a la interpretación
del cambio social.
Para los arqueólogos simétricos, debemos entender cuidadosamente la historia de las cosas antes de poder hablar del cambio social. Los arqueólogos simétricos estudian la historia de las cosas (biografías de artefactos), desde las materias primas hasta su manufactura, sus usos y, finalmente, su descarte y descomposición.
Para entender completamente las biografías de los artefactos, los estudios simétricos también consideran las relaciones cambiantes entre estas cosas y otras cosas, humanos y animales. Sus historias se convierten en descripciones exhaustivas e interminables.
El estudio de Andreassen y colaboradores (2010) de la ciudad
minera ártica soviética de Pyramiden proporciona un buen
ejemplo del análisis que promueve la arqueología simétrica. Los
autores mencionan, pero no analizan, los procesos económicos,
políticos y sociales que crearon las minas y que llevaron a su
decadencia. No discuten economía política. En vez de ello,
presentan una historia descriptiva de los edificios y de las cosas, y de su descomposición posthumana. Ilustran el estudio con bellas
fotografías artísticas que esteticizan el abandono y la oxidación.
Ontología simétrica
Las fotos románticas y estéticas de las ruinas cautivan
al espectador, presentando cosas deterioradas y ausencia de
humanos. La ausencia de humanos corporiza el rechazo de la
arqueología simétrica hacia una arqueología antropocéntrica.
La simetría proviene de una ontología plana que asume que los
humanos, los animales y las cosas tienen una misma naturaleza
de ser en el mundo.
En contraste, los arqueólogos marxistas enfatizan que la
gente, los animales y las cosas tienen ontologías distintivas; Marx
(1906, p. 198) hace un contraste entre las abejas y los humanos:
“una araña lleva a cabo operaciones que se asemejan a aquellas
que hace un tejedor y una abeja humillaría a muchos arquitectos
con la construcción de sus panales. Pero lo que distingue al peor
arquitecto de la mejor de las abejas es esto: que el arquitecto erige
su estructura en su imaginación antes de hacerlo en la realidad”.
Los arqueólogos marxistas entienden que las cosas no sufren
como lo hacen los humanos (Bernbeck, 2018). Las cosas no
sienten dolor, agonía, pérdida, fatiga, angustia o terror. Las cosas no sangran si se las punza. No se ríen si se les hace cosquillas.
El antropólogo cultural Tim Ingold (2011, p. 172-188)
compara los árboles y las casas en un ejemplo de ontología
simétrica que rechaza la oposición entre naturaleza y cultura
y entre organismo natural y diseño cultural. El árbol, como
una casa, es habitado. La forma que el árbol va a tener no está
prefigurada exclusivamente en el ADN, sino que la misma
emerge como resultado de ser en el mundo.
De manera similar, una casa no es una cosa fija sino un proceso material construido por la gente y los animales que habitan en ella. Tanto los árboles como las casas emergen de una trama relacional entre personas, plantas, materiales, clima, etc. Ingold concluye que los árboles y las casas difieren no en que unos son organismos naturales y las otras de diseño cultural, sino más bien en su grado de
intervención humana. Concluye que árboles y casas existen en
un mismo ámbito ontológico.
El análisis de Ingold mejora el entendimiento relacional
de árboles y casas, pero las cosas no tienen que existir en el
mismo plano ontológico para ser entendidas relacionalmente.
Las similitudes que Ingold muestra no afectan a la verdad que
hay en la comparación de Marx entre abejas y arquitectos.
Observa adecuadamente que árboles y casas difieren en su grado
de intervención humana, pero no demuestra una ausencia de
diferencia ontológica. Los árboles pueden variar en su grado de
implicación humana –piénsese en la diferencia entre los árboles
de jardinería y los pinos en un bosque. Pero para entender la
diferencia entre un árbol de jardinería y un pino salvaje debemos evocar la conciencia humana, conceptos de estética y tal vez relaciones de clase.
Tales relaciones son esenciales para ser humanos en el mundo pero no son parte de ser cosa en el mundo. Þóra Pétursdóttir (2017) estudia el “material de arrastre” (drift matter) (basura marina) que es arrojada a las playas del norte de Noruega e Islandia. Este material flota y se acumula en zonas situadas entre corrientes marinas. Puede constituir tanto un recurso para los humanos que caminan por la playa, como un problema ambiental global.
Pétursdóttir argumenta perceptivamente que el material de arrastre expone tanto las oportunidades como los impedimentos que enfrenta una arqueología del Antropoceno. La autora se pregunta cómo los
cambios físicos e ideológicos del Antropoceno afectarán el oficio
de la arqueología, y cómo la arqueología puede enfrentar de
forma significativa estos desafíos. Se toma al material de arrastre
muy seriamente, considerándolo un agente activo que existe en
un espacio posthumano.
De manera trágica, los agentes materiales posthumanos
no son las únicas cosas que el mar arrastra hacia las costas
del mundo. Recientemente, miles de refugiados han perecido
ahogados en el mar Mediterráneo y en el río Grande en Texas.
No podemos olvidar la desgarradora foto del niño de 27 meses
de edad Alan Kurdi, arrojado a una playa turca (Kurdi, 2018).
Si aceptamos una ontología plana, una arqueología simétrica
que rechaza el abordaje antropocéntrico, deberíamos entonces
tratar inicialmente al material de arrastre y al cuerpo del niño
como equivalentes. Olsen y Witmore (2015) sostienen que la
ontología debería ser plana solamente en el primer momento. En
un segundo momento, ¿podemos reconocer la humanidad y la
angustia de un niño muerto en la playa?
Aun así, por lo menos algunos arqueólogos simétricos
efectivamente igualan la ontología de las cosas con el sufrimiento.
Estos arqueólogos argumentan que las cosas explotadas merecen
más atención que los humanos. Olsen (2003, p. 100) sostiene:
“Los arqueólogos deberían unirse en defensa de las cosas, una
defensa de esos miembros subalternos del colectivo que han sido
silenciadas y “otrizadas” (othered) por los discursos sociales y
humanistas imperialistas”.
Esta igualación de la explotación y el sufrimiento humano con el ser de las cosas preocupa a muchos arqueólogos. En una bien argumentada crítica de la arqueología simétrica, Severin Fowles (2016) destaca que en las últimas décadas de siglo XX los pueblos no occidentales se han resistido a ser sujetos de la investigación occidental.
Su resistencia interrumpió así la producción de conocimiento occidental, lo que condujo a algunos antropólogos y académicos relacionados a tratar a los objetos no humanos como sujetos cuasi-humanos. Resulta más fácil estudiar cosas que gente, sostiene Fowles, porque las cosas no responden (y he aquí otra diferencia
ontológica).
Praxis
La diferencia más fundamental entre una arqueología
marxista relacional y la arqueología simétrica reside en el
compromiso marxista con la praxis. Para comprometerse con la
praxis, necesitamos entender las relaciones y entrelazamientos
en los que la gente se vincula con otros humanos, animales,
cosas, plantas. La dialéctica relacional proporciona un método
para reconocer y analizar el rol activo de las cosas no humanas.
Pero si queremos diseñar, facilitar o participar en un cambio
transformador, debemos examinar la relación entre estos actantes
no humanos y la agencia humana consciente e intencionada.
Retornando a la muerte de Alan Kurdi, los arqueólogos
simétricos y marxistas relacionales harían preguntas muy
distintas acerca de esta tragedia. Los arqueólogos simétricos
verían al mar y a las cosas como actantes. Un mar agitado arroja
a la gente por la borda de barcos precarios y sobrecargados. Los
chalecos salvavidas en mal estado absorben agua, hundiendo a
quienes los usan bajo el agua y ahogándolos. Como marxista, yo
preguntaría cómo estas cosas objetivizan las relaciones sociales
que llevan a las madres a arriesgarse a llevar a sus hijos con ellas
en embarcaciones precarias y sobrecargadas en mares agitados.
¿Quién se beneficia cuando los niños se ahogan? ¿Quién sufre y
por qué?.
Mi propia investigación se enfoca en la frontera entre los
Estados Unidos y México (McAtackney & McGuire, 2020;
McGuire, 2013). Desde mediados de los años 90, los Estados
Unidos han militarizado esta frontera para detener la inmigración de indocumentados y el tráfico de drogas. La militarización ha forzado a los migrantes a aventurarse en los hostiles terrenos del Desierto de Sonora, donde miles de ellos han muerto (De León, 2015). Cientos de millas lineales de muro constituyen el instrumento más visible de la militarización estadounidense, pero el muro no asegura la frontera. Estados Unidos construyó el muro para limitar la agencia de quienes cruzan.
El muro, sin embargo, habilita una agencia que sus constructores nunca imaginaron o desearon, y quienes cruzan continuamente crean nuevas maneras de transgredir la barrera.
El límite material facilita y restringe al mismo tiempo la
agencia de quienes cruzan la frontera, quienes la rematerializan
en formas que contravienen los intereses de las naciones-estado.
Esto a su vez conduce a la nación-estado a rematerializar el límite
para enfrentar esta transgresión.
La arqueología simétrica plantearía que el muro fronterizo es
una cosa que convoca, con un conjunto de otras cosas en torno a él
–guardias, incursores indisciplinados, barras de hierro, empresas
de construcción, perros, drogas, etc. Luego comenzarían desde
la base examinando las relaciones entre todas estas entidades,
con el objetivo de dejar que emerjan las relaciones significativas
a través de este análisis descriptivo detallado (Latour, 2005).
Presumiblemente, los arqueólogos simétricos eventualmente
llegarían al punto de hablar acerca de la relación entre el
sufrimiento humano y las políticas del estado neoliberal.
El marxismo relacional, sin embargo, nos permite cortar
camino y llegar directamente al corazón de lo que es realmente
importante en esta situación. Podemos examinar directamente
la relación dialéctica entre el estado neoliberal, el miedo a las
fronteras abiertas, los inmigrantes indocumentados que cruzan
la frontera y el sufrimiento humano. Como sostiene Van Dyke
(2021), nuestro mundo está en crisis. Lo que necesitamos
son herramientas poderosas que nos ayuden a enfrentar esta
situación, inmediata y rápidamente. La propuesta filosófica de
la arqueología simétrica es buena, pero constituye un desvío que
no podemos darnos el lujo de tomar en este punto. El marxismo
relacional es un instrumento más poderoso, que no podemos
y no debemos descartar. De hecho, rechazar una arqueología
políticamente comprometida sirve a los intereses del estado
neoliberal (Van Dyke, 2015).
A pesar de los esfuerzos de cada brillante teoría nueva
para refutar al marxismo, Marx lebt (vive). Los arqueólogos
simétricos que abogan por un Nuevo Materialismo descartan
al marxismo, caracterizando incorrectamente a la dialéctica
relacional como otra forma de pensamiento oposicional.
Pero ignoran la naturaleza dualista de su propio planteo. Sostienen
que los humanos y las cosas comparten una ontología común.
El marxismo relacional resuelve la naturaleza dualista de su
postura y demuestra que cosas, animales y personas pueden
estudiarse relacionalmente, aunque reconociendo las diferencias
ontológicas entre ellas.
Agradecimientos
Quiero agradecer a Manuel Fernández-Götz, John Robb y a
tres evaluadores anónimos por sus útiles comentario. Más que
todo, debo agradecer a Ruth Van Dyke por su crítica, ayuda y
apoyo.
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Anuario de Arqueología, Rosario (2021), 13:00-00 e-ISSN: 2684-0138 | ISSN: 1852-8554
1 Binghamton University. 4400 Vestal Parkway, Binghamton, NY
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2 Este trabajo fue publicado originalmente en Cambridge Archaeological Journal, pp. 1-7. doi:10.1017/S0959774321000184. Traducido al español por Juan B. Leoni.