Una “guerra” que fue mal anticipada – Aproximaciones al pensamiento estratégico
Manuel Luis Rodríguez U.
7 marzo, 2010
Una de las grandes falencias (¿o ventajas) de la cultura latinoamericana, es la carencia casi dramática de pensamiento estratégico y de reflexión prospectiva. Podríamos recorrer páginas completas de la literatura científica latinoamericana y encontraríamos contados autores de tópicos de futuro.
PROSPECTIVA Y CORTO PLAZO
Los latinoamericanos y los chilenos entre ellos nos orientamos por el corto plazo, por la mirada inmediata del presente y por una visión miope y nebulosa respecto del futuro. Desde el punto de vista politológico, llamémosle imprevisión estratégica, una forma de ausencia de previsión respecto del mediano y el largo plazo, producto de factores culturales y socio-políticos de larga data.
Ciertamente que la Previsión y la Prospectiva modernas, como disciplinas orientadas a la anticipación de futuros posibles y plausibles, no están sometidas a las veleidades de la magia o de la adivinación esotérica, sino que responden a técnicas y métodos cuya finalidad última es proporcionar a “quienes toman las decisiones” información suficiente y de calidad, respecto de los distintos escenarios susceptibles de manifestarse en determinados horizontes de tiempo.
Sin embargo, algo hay en la cultura chilena y latinoamericana que nos vuelve ciegos, sordos y mudos frente al futuro. Resultamos incapaces de pensar o de proyectarnos el largo plazo: 20 años es demasiado… treinta años es muy lejano …cuarenta años resulta imposible… Pero eso, es tópico de reflexión para antropólogos…
El demasiado reciente sismo ocurrido en Chile, no solo derrumbó las fachadas de la irresponsabilidad del mercado desregulado frente a diseños y estructuras pensadas para algunos años, sino que dejo al descubierto fallas notorias y profundas en la estructura de mando estratégico del Estado.
Lo primero que se pierde en una guerra no son solamente las vidas y las estructuras destruidas, sino la capacidad estratégica de anticipación y de comunicación.
COMO SI HUBIESE SIDO UNA GUERRA
Una Presidencia de la República incomunicada con su propio gabinete de ministros, un alto mando castrense y naval incapaz de anticipar o de dar cuenta de una emergencia de maremoto, una organización de emergencia que fue colapsada en pocas horas por la magnitud del desastre. El Estado Mayor Conjunto resultó una frase en el papel, a la hora de poner en movimiento los recursos del Estado, y dejó en evidencia que la Defensa Civil es incapaz de defender civilmente a la ciudadanía y la ONEMI resultó una oficina que entrega datos (incluso equívocos).
El caso nos trae a la memoria como ejemplo comparativo demasiado flagrante los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono en Estados Unidos, en que el presidente Georges Bush tuvo 15 minutos de vacilación, pero el sistema estatal de emergencia se puso en movimiento automáticamente, se ordenó bajar a los más de 300 aviones comerciales que sobrevolaban el país y se conjuró un desastre mayor.
¿Será por eso que las guerras modernas se ganan por superioridad aérea primero, y que en Chile, la Presidenta no pudo movilizarse a la zona del epicentro sino 5 horas mas tarde…porque el piloto del helicóptero llegó tarde al aeropuerto?
El famoso y conocido C3I (comando, control, comunicaciones e inteligencia) ya ha quedado obsoleto al igual que el C4I. Ahora, en el segundo decenio del siglo xxi, estamos en la etapa del C4ISR (es decir, comando, control, comunicaciones, computación, inteligencia, vigilancia y reconocimiento).
Pues bien, se nos aparece que estas 7 funciones estratégicas del mando (político, militar y/o estratégico) simplemente no funcionaron o fallaron operacionalmente en la emergencia chilena. 1 ¿Comando?: la autoridad política estaba inicialmente incomunicada y sin información adecuada, actualizada y suficiente. 2. ¿Control?: sin comunicaciones ni inteligencia, no hay control posible. 3. ¿Comunicaciones?: fallaron en proporcionar información crítica al “mando”. 4. ¿Computación?: sin información suficiente y actualizada, solo sirve para almacenar datos, pero no para prever. 5. ¿Inteligencia?: se basa en información de calidad y actualizada entregada oportunamente para la toma de decisiones. 6. ¿Vigilancia?: mientras los sensores extranjeros avisaban de alerta de tsunamis, los “observadores visuales” (madrugada y en la penumbra) no veían lo que estaba sucediendo en realidad en la costa. 7. ¿Reconocimiento?: tardío e insuficiente en su despliegue como para dar cuenta e informar de la magnitud de la emergencia sobreviniente.
EL PROBLEMA ESTRATEGICO DE LA SEGURIDAD TERRITORIAL
¿Dónde está el sistema satelital autónomo del Estado de Chile (¿no tenemos acaso un satélite chileno sobre nuestras cabezas?…) que permitiría activar un sistema de alerta temprana en el mar, en el fondo marino y en el borde costero?
¿Qué compañía privada de comunicaciones es la que garantiza hoy las comunicaciones de la Presidencia de la República: Claro…Movistar…Entel…?
¿En qué servicio público, poder del Estado, mando estratégico o institución de la Defensa existe una unidad de análisis prospectivo, capaz de elaborar escenarios futuros, que vayan más allá de las consabidas hipotesis de conflicto que tanto satisfacen a los uniformados? Eso se llama Planificación Estratégica del Estado y esa frase al parecer es desconocida hasta en los manuales de las escuelas castrenses de oficiales.
En las condiciones conocidas de un país cuya sismicidad atraviesa la casi totalidad del territorio continental, insular y oceánico, la problemática de la seguridad y la capacidad de respuesta a las emergencias, debiera ser un tópico central de la planificación estratégica del Estado y no solo de las fuerzas armadas como aparato militar disuasivo.
Si el corazón territorial de Chile (lo que los estrategas y teóricos llaman el glacis de un pais) hubiese sido bombardeado masivamente por fuerzas aéreas y navales enemigas (¿y acaso no fue ése el terrible resultado del sismo + maremoto?), Chile hubiese perdido la guerra en menos de 24 horas, colapsado por la gigantesca magnitud de los daños, por la gigantesca incomunicación y descoordinación estratégica y por la sensación de vacío de poder que ocasionan ciertos mega desastres.
Para el desarrollo conceptual de esta dimensión de la planificación estratégica del Estado, vamos a acuñar el concepto de la seguridad territorial, definida como el conjunto de condiciones materiales, ambientales, sociales e institucionales que garantizan el normal funcionamiento de la sociedad y la economía en los espacios territoriales de su implantación, de manera que la población involucrada dispone de los recursos y medios suficientes y necesarios que le permiten su desarrollo.
La seguridad territorial es una condición estratégica del Estado, y de la nación, en tanto en cuanto asegura que el resto de las funciones sociales, económicas, políticas, institucionales y tecnológicas operen dentro de rangos y estándares de normalidad suficiente.
Se trata de generar, constituir e instalar dispositivos institucionales que permitan una prevención situacional, es decir, una seguridad de los espacios, las personas, los bienes y las infraestructuras. Y en que las intervenciones apunten a tres modalidades concatenadas: intervención proactiva (prever, diagnosticar, prevenir), intervención reactiva (organizar, salvar, distribuir, socorrer) e intervención reconstructiva (evaluar, contabilizar, reparar, renovar).
En este sentido, la seguridad territorial vendría a ser un sinónimo de sostenibilidad de las relaciones entre dinámica de la naturaleza y dinámica de las comunidades en ese territorio en particular: un atributo de doble vía, que debe beneficiar tanto a la naturaleza como a las comunidades humanas.
En la actualidad, el concepto de “seguridad territorial”, podría describirse también, más que definirse, como la capacidad de un territorio para ofrecerles a sus habitantes determinadas condiciones de “estabilidad”, que impiden que amenazas de distinto origen (naturales, socio-naturales, antrópicas) procedentes del propio territorio o del exterior, puedan convertirse en desastres. Seguridad territorial es la que evita que fenómenos o procesos, como por ejemplo, un terremoto, un huracán, un cambio de gobierno a nivel nacional o internacional, o la suscripción de un tratado de libre comercio, puedan convertirse en desastres para los habitantes presentes y futuros de ese mismo
territorio.
Se trata de un función crítica del Estado, de sus órganos políticos ejecutivos e institucionales superiores y de estructuras de coordinación eficientes y céleres para responder a las coyunturas críticas, mediante un despliegue territorial acorde con la magnitud de la amenaza y la emergencia.
Manuel Luis Rodríguez U.