Introducción.
El presente trabajo es parte de la investigación, del Grupo de trabajo Clacso de pedagogías Críticas y Educación popular, equipo de investigación El Salvador. En este trabajo se presenta el avance de la investigación. Se pretende responder a la siguiente pregunta: ¿cuál es la relación entre la educación popular y las pedagogías críticas en la experiencia de El Salvador?
Con este estudio, se pretende desvelar el papel de la educación popular y las pedagogías críticas en la configuración de las dinámicas que dieron origen a un movimiento de resistencia sólido y fuerte, que fue capaz de hacer tambalear al ejército nacional. Para esclarecer este objetivo se han planteado las siguientes interrogantes: ¿cómo, cuándo, dónde y por qué se origina la relación entre educación popular y las pedagogías críticas?, ¿Cómo la educación popular se vincula con los movimientos sociales que alimentaron la lucha revolucionaria en el país? se quiere identificar estas dinámicas para valorar, ¿qué queda de la educación popular y las pedagogías críticas en El Salvador? ¿Cómo se vincula la educación popular con la educación pública?
Primeramente, se contextualiza la realidad Latinoamericana con relación al tema, luego se exponen la realidad sociopolítica que dio origen a la educación popular en El Salvador, sus características y las dinámicas particulares que fundamentaron sus principios y valores hasta llegar a consolidar un amplio y fuerte movimiento revolucionario de resistencia nacional al Estado. El resultado de esta lucha dio origen a un proceso de transformación social en la realidad salvadoreña.
Finalmente se expone como la educación popular se llega a vincular con la educación pública nacional.
La educación popular en Latinoamerica
La historia de América Latina está llena de sucesos coincidentes, compartimos una misma historia de opresión, explotación, miseria y exclusión. En El Salvador al igual que la mayoría de países latinoamericanos hemos sufrido las llamadas conquistas, que marcaron la ruptura con prácticas ancestrales de vida social, económica y política, para adoptar formas de vida extrañas; además de romper con los propios sentidos de vida, para asumir formas de vida sin sentido. Desde estos acontecimientos se debe leer la historia de nuestros países, desde un antes y un después.
La Educación popular en Latinoamérica surge en 1960, con Paulo Freire. En El Salvador, se va a situar la Educación Popular desde la época de 1970. Como ya se mencionó anteriormente la educación popular y las pedagogías críticas han jugado un papel importante en la conformación de los movimientos populares de resistencia, tenían como finalidad cambiar la realidad de opresión del pueblo salvadoreño.
La educación popular entra en conflicto con el sistema educativo tradicional, porque este ha asumido el rol de sistema reproductor del modelo neoliberal imperante.
Según Carrillo: “Como práctica histórica y corriente pedagógica latinoamericana, la Educación Popular ha estado ligada a procesos sociales y culturales progresistas desde su emergencia hace ya medio siglo” (2011:10). Además, el mismo autor agrega: La recepción entusiasta de los planteamientos de la educación liberadora a fines de la década de 1960 y comienzos de la década de 1970, se debió en buena medida al ambiente revolucionario que se vivía en Latinoamérica y el resto del mundo, acicateado por la Revolución Cubana, las luchas de liberación nacional en África, la Revolución Cultural China, las revueltas estudiantiles de 1968 y la renovación de la Iglesia Católica promovida por el Concilio Vaticano II (Carrillo, 2011: 10).
Los movimientos populares en el siglo pasado tuvieron gran auge, parecía una fiebre que se iba contagiando y retroalimentando en diferentes momentos y circunstancias bastante similares. Camacho (1989: 530), al referirse a los movimientos populares en Centroamérica expresa: “es el proceso de constitución de un gran movimiento popular en varios de los países centroamericanos, un régimen nacional-popular en Nicaragua, en 1979, la constitución a partir de 1980 de un gran frente unitario político militar en El Salvador”. El autor, justifica dicha resistencia en varios países de Centroamérica debido a la implantación del modelo capitalista en la región, la acumulación de riqueza en pocas manos, las formas de explotación y humillación de los pueblos en manos de dictaduras político-militares; esto es lo que ha mantenido a Centroamérica permanentemente en movimiento de rebeldía.
Origen de la educación popular en El Salvador
¿Cómo, cuándo, dónde y por qué surge la educación popular en El Salvador? Edwars (2015), en el libro Santa Marta y el programa EDUCO, relata que “La explotación, la inconformidad y la represión social en estos años, en el campo, generó los movimientos populares de resistencia”. Dicho autor, manifiesta que el campesinado tenía como única fuente de trabajo el cultivo de la tierra, por no contar con tierra propia, cultivaban la tierra del patrono, y éste a cambio retribuía con una porción de lo cultivado.
En su relato sostiene, que dicha situación de la familia salvadoreña generó altos niveles de pobreza, desnutrición y enfermedades. El Estado no garantizaba los servicios básicos de agua potable, energía eléctrica, y la mayoría de la población de adultos no sabía leer y escribir, lo que agudizaba la sobrevivencia de las familias en el campo. El Estado brindaba educación a través de la escuela pública, donde se impartían las cuatro materias básicas, con un método de reproducción y fuerte disciplina por parte de la planta docente.
Eran un grupo reducido de las familias con mayores recursos el que podía asistir a la escuela, debido a que los hijos e hijas de los campesinos desde los 8 años se dedicaban al trabajo de la tierra.
Continúa manifestando en su libro, que a mediados de años setenta la crisis económica, la brecha abismal entre ricos y pobres y la represión por parte del Estado, hizo que diferentes grupos, comunidades eclesiales de base, estudiantes universitarios, organizaciones campesinas y sindicatos iniciaran protestas contra el gobierno; la respuesta de la dictadura militar fue mayor represión contra toda organización que se manifestara para exigir mejores condiciones de vida en el campo y la ciudad. Esta crisis social y política desencadena en 1980 la guerra civil en el país hasta 1992, cuando se firman los Acuerdos de Paz.
Con relación al origen de la educación popular, Cruz (2003), expresa que fue en el año 1980, como producto de la guerra civil se cierran las pocas escuelas públicas que existían en las zonas rurales de El Salvador; poblaciones enteras desaparecieron, muchos hombres y jóvenes murieron producto de bombardeos, desapariciones forzosas o fusilamientos por parte del ejército.
Entre los años de 1985 y 1986 dicha situación de inseguridad provocó que las familias ya desintegradas por las pérdidas de sus familiares buscaran refugio dentro o fuera del país, así es como se crean los famosos refugios de reploblaciones, estos funcionaron dentro y fuera del país durante el período de la guerra y tiempo después de finalizada.
En estos refugios, las familias sintieron la necesidad de que sus hijos e hijas recibieran educación, es así que las personas que ya tenían alguna práctica de educación popular en sus comunidades deciden asumir la educación de sus niños y niñas en las repoblaciones.
En los relatos anteriores se puede apreciar que la EP en El Salvador ha surgido de la expresión del pueblo, de esas mayorías populares que se ven en la necesidad de reivindicar su realidad, para lo cual asumen el liderazgo a favor de hacer educación con un claro planteamiento ideológico-político. Marco Raúl Jiménez citado en Vélez (2011: 135), opina al respecto lo siguiente:
(…) la educación popular se desarrolla como una práctica de pedagogía, fundada en prácticas sociales que pretenden ser liberadoras y transformadoras, mostrando una pedagogía diferente y que pueda ser propiamente latinoamericana. Esta pedagogía tiene como propósito un proyecto político que busca emancipar en el continente latinoamericano, como una región libre.
Por su parte, Aldana (1997: 50), al referirse a los rasgos de la educación popular expresa: “son procesos de construcción de conocimientos que son capaces de provocar influencias, que son capaces de transformar”.
Agrega el autor, que dichos procesos sólo son posible si se realizan con otras personas, en discusión se descubre y construye nuevos conocimientos, nos vamos haciendo, expresa. Es un proceso dinámico e interactivo que parte de las experiencias personales trascendiendo a otras entidades, haciéndose así más fuertes y presentes en los espacios de debate social, así se han logrado las más cruentas luchas populares.
Por otra parte, Vigil (1989: 101), opina que: “la educación popular es una experiencia intencionalmente educativa que facilita a los sujetos una toma de conciencia que permanece más allá de la experiencia que les dio origen”. Estos elementos se evidencian en el caso de El Salvador.
Ello nos lleva justamente a descubrir cuándo, cómo y por qué surgió el pensamiento crítico en nuestra sociedad y se convirtió en alternativa pedagógica para la transformación social, donde la iglesia católica, docentes, sindicatos y la sociedad civil, constituyendo un sólido bloque se organizan para construir juntos una pedagogía social crítica como resistencia al modelo social y económico imperante.
La iglesia católica consciente de la realidad de las comunidades, también hace su aporte a la consolidación de un proyecto educativo popular de concientización con las personas especialmente en el campo, sobre la situación de injusticia, pobreza y exclusión; así se organizan como Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).
Según Ayala (2014), las CEBs se caracterizan por ser inclusivas, participativas y solidarias.
Aparecida (2007: 45), manifiesta al referirse a las CEBs, que “han sido escuelas para la formación de cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos”.
Efectivamente, las Comunidades Eclesiales de Base sufrieron fuerte represión durante la guerra y muchas personas ofrendaron la vida en nombre de la paz y la justicia social en El Salvador, uno de ellos fue Monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado por denunciar la injusticia social y defender los derechos humanos de las mayorías reprimidas y excluidas.
Con relación a ello, Barreiro (1974: 28), manifiesta: “La educación popular se originó, en parte de la práctica y de los descubrimientos de grupos de cristianos comprometidos con intervenciones sociales liberadoras, cada vez más cercanas a proyectos realistas de participación en las transformaciones sociales”.
La iglesia católica comprometida con procesos de justicia y libertad, impulsaron a través de las Comunidades Eclesiales de Base, una forma de educación con un fuerte sentido liberador, reflexionando y analizando sobre la realidad que vivían las familias; así, poco a poco se fue desarrollando el pensamiento crítico y la conciencia social, hasta que las personas estuvieron convencidas de su derecho a una vida digna; este fue el producto de la concientización, y estas personas empoderadas y con un fuerte pensamiento crítico de liberación, deciden organizarse y luchar por reivindicar sus derechos.
Vinculación entre pedagogías críticas y educación popular en El Salvador
Como ya se manifiesto anteriormente, la educación popular aparece en El Salvador con un fuerte componente ideológico-político concientizador, utiliza estrategias didáctico-pedagógicas alternativas, dichos procesos llevaron a la toma de conciencia social, que se expresó en la toma de las armas, en un conflicto social que duró más de 12 años y que dejó 70.000 muertos aproximadamente.
Tratando de encontrar los puntos de encuentro entre ambas corrientes, en El Salvador, consideramos que inicialmente se habla de educación popular, no se conocía el concepto de pedagogías críticas, esto hace que surja la pregunta: ¿estaba vinculada la educación popular a las pedagogías críticas en la realidad de El Salvador? Streck (2008: 25), en el siguiente texto expresa lo que se considera a una pedagogía, crítica: “En una perspectiva freiriana, las experiencias educativas comprometidas con la humanización revelan el potencial de trabajar con una Pedagogía de la liberación a partir del diálogo crítico-problematizador”.
O como señala Molina (2011: 4): La pedagogía crítica nace en el análisis político y social de las condiciones de vida de los pueblos en América Latina que fueron conquistados, colonizados y marginados, con sus consecuentes resultados de pobreza, injusticia, marginación, opresión, explotación y discriminación y de invasión cultural que han heredado la cultura del silencio. Desde estas definiciones, se puede afirmar que sí, en la experiencia de educación popular en El Salvador se encuentran presentes estas características, la humanización, la liberación a través de un diálogo crítico y el análisis político y social producto de las condiciones propias de su realidad. Todos estos elementos mencionados por Streck y Molina, están presentes, por lo tanto, sí, se puede afirmar que las pedagogías críticas estaban vinculada a la educación popular.
Para ello, se construye una propuesta pedagógica propia que retoma los elementos esenciales de su realidad concreta que vivían en ese momento, especialmente en la zona rural; así, surge la propuesta pedagógica con sentido profundo para sus vidas y significados que llegó a tocar el despertar de la consciencia crítica, para cuestionar, y ya no solo callar y bajar la cabeza; surge así un método, una pedagogía liberadora.
Este proceso fue dando sus frutos expresados en empoderamiento de su realidad para afrontar la lucha por la transformación.
No existe frontera entre educación popular y pedagogías críticas, hablar de educación popular hace referencia a pedagogía crítica y hablar de pedagogía crítica nos lleva a la educación popular, es decir, forman una unidad dialéctica.
En la experiencia de El Salvador, creemos que la educación popular sí, tenía presente el enfoque crítico de las pedagogías críticas en sus procesos de formación, tal vez no tenían una teoría de las pedagogías críticas, como se las define ahora, pero en la práctica, la educación popular buscaba el desarrollo de hombres y mujeres capaces de pensar, de criticar, de cuestionar el sistema e incidir en él para transformar la realidad; una realidad de mayorías empobrecidas, siempre invisibilizadas, donde los derechos humanos siempre fueron negados, negada la educación, el desarrollo y la emancipación.
Con relación a este tema, Giroux (2003: 162), sostiene: “la idea clave fundamental de una pedagogía crítica debería girar en torno de la generación de un conocimiento que ofreciera posibilidades concretas de dar poder a la gente”. Al respecto, Cabaluz (2016: 9), manifiesta muy acertadamente que la relación entre pedagogía crítica y la educación popular:
A pesar de la pluralidad y multiplicidad de teorías, metodologías y prácticas asociadas a las Pedagogías Críticas Latinoamericanas, existe concordancia bibliográfica acerca de una serie de elementos estructurales que le otorgan unidad. Al respecto destaca centrales temas tales como: 1) la naturaleza ética, política e ideológica de la educación, y la relevancia de la praxis político-pedagógica para la transformación social radical; 2) la identificación de factores alienantes y deshumanizantes en la cultura, por ende la educación entendida como proceso de concientización; 3) la necesidad de constituir espacios de autoeducación popular, “con” y “desde” los oprimidos y explotados; 4) la praxis dialógica como reconocimiento genuino –no instrumental, ni formal– de los saberes populares subalternizados del Otro en tanto Otro; 5) la convicción de que la praxis pedagógica debe desarrollar y potenciar todas las facultades humanas, reivindicando las categorías de omnilateralidad e integralidad de la educación; 6) el reconocimiento del conflicto Norte-Sur y de los problemas del colonialismo y el eurocentrismo presentes en la pedagogía.
Por su parte McLaren en (Molina, 201: 6), manifiesta al referirse a la pedagogía crítica que:
Una pedagogía alternativa, una pedagogía de la diferencia, donde se trate al sujeto como persona; una estrategia formativa y formadora de conciencias, una visión del mundo real desde la perspectiva pedagógica, un ambiente de compromiso con los marginados, los pobres, los miserables de este mundo globalizado; es una filosofía alternativa de vida social que nos permite tener presente la vida en un tiempo en que el sujeto parece haber perdido el control de su destino, sin proyecto, sin utopía.
Educación popular y los movimientos de resistencia en El Salvador
¿Cómo la educación popular se instaura en los movimientos sociales que alimentaron la lucha revolucionaria en el país? En este relato se quiere dejar claro, que la razón para organizarse de diferentes grupos que se comprometieron con la lucha revolucionaria, tuvo en sus orígenes procesos de concientización, a través de la educación popular. Fue precisamente el desarrollo del pensamiento crítico lo que hizo que las personas se comprometieran con el proceso de liberación del pueblo salvadoreño. Seguramente los movimientos sociales en El Salvador tenían claro la posición ideológica-política que los guió en su lucha.
En El Salvador cuando se vive este momento histórico (1970-1980) se hace desde la educación popular, porque siempre se tuvo claro que era necesario el desarrollo de la conciencia social para lograr la transformación de la realidad opresora. Criticar la realidad para transformarla, saber cómo encauzar su energía y conducirla hacia transformaciones sociales o prácticas más democráticas, espirituales y humanas.
En esa época, la experiencia que consolidó un pueblo en lucha, donde diversos sectores tuvieron participación y cuota de sangre. La necesidad de juntar fuerzas para transformar la realidad vincula las pedagogías críticas y la educación popular en El Salvador, su fuerte base ideológica se va formando para sostener la práctica de vida de organizaciones en el movimiento social y sus diferentes expresiones.
La educación popular fortaleció la organización social de sectores populares, la construcción de un contingente de líderes y lideresas, que se ubicaron al frente de las diferentes expresiones organizativas y guiaron a poblaciones en diversas acciones en la defensa de sus reivindicaciones.
Es de destacar el papel de las mujeres en esta lucha, como líderes comunitarias, mujeres campesinas que lucharon y sufrieron silenciosamente la crueldad de los opresores, defendieron y protegieron a personas ancianas y a niños y niñas; mujeres que se las ingeniaron para sobrevivir con todo el dolor causado por la pérdida de sus seres queridos. Las mujeres son el movimiento social menos reconocido al finalizar la guerra, pero son las que dieron todo y a ellas también debería reconocerse, pero son las menos mencionadas, las invisibles, las olvidadas, y a la hora de repartir méritos ellas no aparecen, por no tener el título de “comandante”.
Como ya lo ha planteado Cabaluz (2016), las pedagogías críticas tienen en latinoamericanas, un carácter multifacético diverso, debido a la historia de nuestros pueblos y de las influencias de todos los movimientos teórico-políticos regionales especialmente; se puede decir, que la PC , se han contextualizado, sin perder su esencia.
Paulo Freire, le denomina pedagogía de la liberación, también es llamada pedagogía contra-hegemónica, por su claro posicionamiento ideológico-político a favor de los pueblos excluidos y oprimidos. Estos grupos organizados participan de procesos educativos concientizadores desde una práctica social concreta que retoma los saberes populares, en procesos dialógicos conformando movimientos populares de resistencia al modelo capitalista.
Pero las pedagogías críticas latinoamericanas no solo quieren ser de oposición sino, que ofrecen otras formas de hacer educación que lleva a los sujetos a ser entes protagónicos de su propia historia, a romper con visiones fragmentadas y deshumanizantes de vida no digna. Estos planeamientos de las pedagogías críticas de corte contra hegemónico las sitúa en oposición a otros modos tradicionales de hacer educación a favor de claras visiones dominantes.
¿Qué pasó con esos movimientos de resistencia? Actualmente el modelo neoliberal con sus claros objetivos de romper con estas fuerzas sociales de resistencia comprometidas con la transformación social, sutilmente va instaurando modos de vida que fomentan el individualismo, mercantilización, sociedades light, la cultura del desecho. Estas ideas han roto con los ideales de cambio, nos hemos vuelto más vulnerables a las cuestiones del mercado.
La fragmentación de la realidad, la materialización, el consumismo, rompen con los valores de la educación popular y las pedagogías críticas: se ha cambiado los valores adquiridos en un momento de la historia: la solidaridad por individualismo, la vida por la muerte, la paz por la violencia, la justicia por la injusticia, la cultura tradicional por sociedades mercantilizadas.
Estos antivalores rompen con las prácticas de vida social que habían alcanzado muchas comunidades en El Salvador, a través de procesos de educación emancipadores; esta fuerza de los movimientos populares se encuentra en la capacidad de establecer relaciones sociales marcadas por intereses particulares, en el caso en cuestión, es compartir la misma historia
de represión, miseria e injusticia, convencidos de contar con poder, poder que han obtenido del desarrollo de su conciencia ideológica política que les otorga recobrar la dignidad humana dentro de un movimiento popular.
Educación pública y educación popular
¿Cómo se vincula la educación popular con la educación pública? Al preguntarnos por los procesos de subjetivación política que caracteriza a los salvadoreños y en particular a las juventudes, es imprescindible reflexionar sobre la educación pública, en tanto esta juega un papel fundamental en la socialización de los sujetos.
Desde sus orígenes, las sociedades han delegado a la educación la transmisión de las lógicas morales, políticas, religiosas y económicas, que, en su conjunto, reproducirían en las nuevas generaciones los fundamentos y estructuras de funcionamiento particulares de tal sociedad (Durkheim, 1989). La escuela como institución normalizadora y de control responde a las necesidades de un sistema socioeconómico que requiere seres humanos con ciertas características, actitudes, conocimientos y habilidades.
Sin embargo, la escuela o la educación en su papel de agente socializador tiene también la posibilidad de contribuir en la construcción de la democracia de un país, en la formación de ciudadanos comprometidos, respetuosos de la diferencia y defensores del bien común.
La formación de sujetos desde la escuela supone ciertos aspectos como: una visión de mundo y la manera en que los sujetos se inscriben y actúan en él; la forma en que los sujetos conocen desde diferentes modos de representación la asignación de significados y sentidos que dan a esa visión de mundo que van construyendo desde la escuela, y es esta, la que debe ser entendida como aquella que tiene la co-responsabilidad política y ética de constituirse como en escenario de formación y socialización en el que los sujetos producen múltiples aprendizajes, pero, además en escenario en el que se “funda la convivencia como una expresión de la autonomía, la libertad y la dignidad humana” (Echavarría, 2003: XX), de los sujetos que la habitan.
Es entonces necesario que la escuela ayude a promover otras formas de subjetividad, genere nuevas resistencias, se reinvente a sí misma desde sus lenguajes, sus prácticas y modos de construir saberes, que se resista a la construcción de sujetos dóciles y la formación de hombres-máquina. La formación de subjetividad política pasa por procesos de autonomía, reflexividad y conciencia histórica que permiten una vinculación del pasado desde una postura crítica y al mismo tiempo comprometida con el presente y el futuro, esta debería ser la tarea principal de una educación liberadora. ¿Se cumple este objetivo en la educación pública en El Salvador?
El tiempo actual requiere de una escuela de la re-existencia para la resistencia, en la que sea posible volver a tejer para permitir el habitar, el encuentro de múltiples saberes, que incluya la diferencia y la tolerancia, que cree ciudadanía, de cara a la realidad, atenta a las voces de otros y otras, dispuesta a construir y a transformar.
En la actualidad, se observa todavía que el sistema educativo y el cuerpo docente, en sus prácticas continúan concibiendo que la educación es un acto de “dar”, por eso la metodología y la didáctica siguen girando en torno al docente y el sistema que lo propone y no pone en el centro al estudiante con sus necesidades e intereses.
Eso vuelve al estudiante en relación al docente, al docente en relación a su dirección, a la escuela en relación al sistema educativo. Si deseamos sujetos críticos, con metodologías conductistas sólo tendremos sujetos pasivos, con una identidad que debe ser moldeada según convenga a los intereses político-ideológicos del modelo de desarrollo de turno.
Para revolucionar esta realidad que es opresora, contamos con la opción de la pedagogía crítica y la educación popular, las que proponen que las personas dentro del proceso educativo son seres también individuales, particulares y únicos; quienes tienen su propia manera de ver la realidad y desde ella proponer transformarla. Por lo que es importante acompañar el desarrollo de la identidad política de todos y todas las personas participando en el proceso pedagógico, desde una visión de seres en libertad para pensar y crear una realidad diferente, donde todos, todas contemos con espacios para el pleno desarrollo personal y social. Personas capaces de reconocer su individualidad, saberse dentro de esos espacios colectivos y comunitarios y desde ambas dimensiones aportar a la transformación social donde pertenecen y conviven.
En este breve recorrido por el origen de la educación popular, pedagogías críticas y movimientos populares se puede ver claramente la vinculación política ideológica en los tres ejes. La EP siempre fue crítica, puesto que sirvió para abrir los ojos ante la realidad de injusticia y opresión que vivía el pueblo salvadoreño. Para llegar a consolidar un movimiento popular de resistencia contrahegemónico, fue fundamental un proceso de diálogo reflexivo y social con total claridad del posicionamiento ideológico-político y organizativo; estos fueron los elementos clave que llevaron a la consolidación del Movimiento popular salvadoreño.
Llama la atención, cómo diversas fuerzas creadas con diversos ideales llegan a un punto de encuentro común convirtiéndose en un gran movimiento de resistencia capaz de vencer la represión de parte del Estado. Todo este logro ha sido sustentado en el aporte de las pedagogías críticas y la educación popular. Las pedagogías críticas y la educación popular demostraron en la historia de El Salvador ser una apuesta pedagógica transformadora, generadora de sujetos políticos comprometidos con la transformación de la realidad.
Esta capacidad emancipadora de la educación y su poder de transformación también se convirtió en un riesgo para aquellos que sostienen un sistema socioeconómico a beneficio de unos pocos. Por tanto, se vuelve relevante, recuperar lo aprendido, identificar esos saberes, prácticas y discursos pedagógicos que ya una vez fueron capaces de enfrentar al sistema y hacerlo temblar.
Acercarnos a esta mirada de los saberes del pasado permitiría la construcción de una nueva ruta en el presente, una ruta enriquecida con los nuevos conocimientos y tecnologías, pero al mismo tiempo que retoma toda la experiencia que el país ya una vez construyó. La Educación popular en el país ha dejado huella en su accionar como un movimiento popular a través de descubrir en prácticas de concientización, y acciones organizativas como grupos de resistencia con alto nivel de consciencia, compromiso y toma de decisiones en beneficio de sí mismos y de su entorno social.
Todas estas acciones marcaron el inicio de una nueva etapa en el desarrollo de la sociedad salvadoreña, cambios que tenían como propósito construir otra sociedad, más justa y equitativa.
La experiencia de la educación popular en el país desarrolló la conciencia de un pueblo, devolviendo la dignidad y el poder para decidir su futuro en organizaciones comprometidas con la transformación social. Todas estas acciones marcaron el inicio de una nueva etapa en el desarrollo de la sociedad salvadoreña, cambios que tenían como propósito construir otra sociedad, más justa y equitativa.
Recordemos que nuestra salvadoreñidad pasa por reconocer nuestra identidad indígena-occidental con una cosmovisión que privilegia la visión sistémica de la existencia, reconociéndonos en interconexión con todo. Freire (2004: 4), en su libro Pedagogía de la Autonomía, al referirse a lo que el profesional de la educación debería conocer expresa:
(…) lo dialógico parte de la comunicación y relación entre personas, un proceso de investigación de la realidad de los sujetos aprendientes, respeto y ética; el proceso de educar exige riesgo por dejar viejos patrones y asumir procesos nuevos, respeto también por la autonomía, alegría y tolerancia por la diferencia, compromiso y esperanza, creer en el otro, la otra y saber escucharle, todo esto es lo que nos lleva a la transformación de nosotros mismos y de nuestra realidad.
Es urgente retomar la pedagogía crítica y la educación popular, en nuestro sistema educativo nacional, ante modelos educativos con visiones egoístas y negativas donde prevalece el bien individual y la competencia, sobre el bienestar social, donde las personas reaccionamos más, que accionamos. La realidad actual en El Salvador y en el mundo requiere de vernos en el otro y la otra como seres semejantes, volver al vínculo de especie y primario que permitió que desarrolláramos el complejo mundo en que vivimos.
Si incorporáramos como sociedad salvadoreña una mirada más indígena en la educación, escucharíamos más a la naturaleza. Voltear la mirada hacia nuestra madre, la tierra que nos sostiene y sigue alimentando, seriamos capaces de contemplar nuestra inmensidad fuera de nosotros mismos y la inmensidad de seres maravillosos que somos por dentro. Si retomáramos en los procesos educativos los saberes adquiridos desde los pueblos originarios antes de la llegada de los peninsulares, tendríamos identidad y compromiso con los problemas que enfrentamos hoy en día en la sociedad.
No tendríamos hoy a la juventud y la niñez, muriendo día a día en las aulas, pidiendo a gritos que les devolvamos la libertad, que ha sido robada por un modelo educativo que a su vez responde al modelo de desarrollo que exige la globalización; mientras el sistema educativo no vaya a su encuentro difícilmente surgirán propuestas acordes a los intereses de quienes exigen ser vistos y considerados sujetos de cambio.
En el contexto actual de El Salvador se vuelve urgente y necesario retomar la discusión sobre educación popular y pedagogía crítica porque, si entendemos, que educación es un proceso dinámico y que el conocimiento se produce socialmente, nos empobrece el hecho de que solo nos queden los traumas y dolores, y no los valores, propuestas y aportes de una visión de la educación pública emancipadora que produjo e incidió en acciones que generaron grandes cambios en la sociedad salvadoreña.
Obviamente, luego del sacrificio de más de 75.000 personas en una guerra civil, contexto en la cual se desarrollaron las pedagogías críticas y sobre todo la educación popular en El Salvador, también surge la duda, ¿Qué pasó con las experiencias y aprendizajes que fortalecieron el desarrollo de capacidades críticas? ¿Qué ha quedado de esas prácticas populares en las comunidades y en el sistema de educación pública? ¿Cómo incorporar la dinamización de la vida que permitió la producción de conocimiento? Estas inquietudes esperamos se resuelvan en el transcurso de la investigación.
Para cerrar se destaca el pensamiento de monseñor Oscar Arnulfo Romero, sobre la necesidad de un cambio de rumbo en la educación en El Salvador:
“Porque si una reforma educativa solamente es el solemne aparato para seguir creando un instrumento de dominación, de alienación y no un proceso educativo en que se forman artífices de la historia de la patria, sería una de las frustraciones más espantosas que en educación tanto hemos lamentado” (González, 2014:21).
Y en esa misma homilía Romero pide:
Que se capacite a los niños y a los jóvenes a analizar la realidad de su país. Que los prepare para ser agentes de transformaciones, en vez de alienarlos con un amontonamiento de textos y de técnicas que los hacen desconocer la realidad. Lo primero que debe buscar una educación es encarnar al hombre en la realidad, saberla analizar, ser críticos de su realidad. Una educación que sea educación para una participación pública, democrática, consciente. Esto ¡cuánto bien haría! (Gonzáles, 2014: 24).
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