(Intervención de Schafik Jorge Handal, secretario general del Partido Comunista de El Salvador,en la Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina, reunida en La Habana, Cuba, en la primera quincena de junio de 1975.)
Queridos compañeros:
Saludo a todos en nombre del Comité Central del Partido Comunista de El Salvador. Quiero expresar la alegría de los comunistas salvadoreños por la realización de esta Conferencia, nuestra satisfacción porque en ella participan todos los partidos hermanos, sin ninguna exclusión, y tener por sede a La Habana, capital de la gloriosa Cuba Socialista.
Apreciamos y saludamos la presencia de las delegaciones de los hermanos partidos comunistas de los Estados Unidos y Canadá.
El solo hecho que esta Conferencia se haya reunido, es un decisivo paso hacia la cohesión del movimiento comunista latinoamericano y una nueva contribución de nuestros partidos a la unidad del movimiento comunista internacional.
En este espíritu, el Comité Central de nuestro Partido, dio expresas instrucciones a nuestra delegación para apoyar aquí la idea de promover la pronta celebración de una nueva Conferencia Mundial de los partidos comunistas y obreros.
La cohesión del Movimiento Comunista Latinoamericano
La cohesión del movimiento comunista latinoamericano tiene una gran significación revolucionaria; es una de las premisas más importantes para impulsar la elevación del papel de la clase obrera en el proceso revolucionario, lo mismo que la unidad y la solidaridad de todas las fuerzas anti-imperialistas y democráticas en cada país y a escala continental es una condición necesaria para hacer una justa valoración colectiva y dar adecuado apoyo, estímulo y profundización a todos los variados procesos progresistas que tienen lugar ahora en nuestro Continente, algunos de los cuales transcurren bajo formas y liderazgos imprevistos.
El documento que está sometido a la aprobación de esta última fase de la Conferencia es fruto de intensas y minuciosas jornadas preparatorias y contiene el consenso de nuestros partidos.
Yo creo que es justo expresar nuestro reconocimiento a los compañeros integrantes del Comité de Redacción por el fecundo y esforzado trabajo que realizaron. Durante los muchos días que laboraron juntos, surgieron nuevos lazos de camaradería entre nuestros cuadros y eso, que es un fruto no escrito de este encuentro, hará un aporte perdurable a nuestra mutua comprensión y al constante robustecimiento de la unidad y solidaridad de nuestro movimiento.
Comprendemos que hay formulaciones que podrían ser mejoradas y áreas no suficientemente exploradas y analizadas, sobre las que seguirán pendientes las interrogantes y continuaran procesándose las reflexiones. Sin embargo, este documento posee atributos sobresalientes para ser aprobado como la plataforma común del movimiento comunista latinoamericano. Nos unimos al entusiasmo que otros camaradas mostraron y compartimos sus elogios de este documento. El partido Comunista de El Salvador los suscribirá sin reservas y apoya las modificaciones que presentó el compañero Fideo castro en su diáfana, profunda e impresionante intervención.
Creemos que la elaboración de esta plataforma común del movimiento comunista latinoamericano, ha puesto punto final a la viva polémica suscitad a afines de los años sesenta, entre la “continentalización” y la “particularización” de la estrategia de la revolución en la América Latina.
La vida vino a enseñarnos que, en fin de cuentas, si hay un fondo común de problemas, un fondo continental, al que se enfrenta el proceso revolucionario y si existe la posibilidad y, en definitiva, la necesidad de elaborar una orientación general y común.
Al mismo tiempo la vida nos demostró que existen, reales e insoslayables, las particularidades del proceso concreto de cada país, la enorme riqueza –aún no totalmente descubierta ni desenvuelta- de las peculiaridades nacionales, la variedad de las vías de desarrollo de la revolución y de su acceso al poder, los perfiles diversos de los sujetos vivos que encabezan el proceso revolucionario.
No se trata ne modo alguno de una solución ecléctica o de compromiso para aquella polémica, sino d que nuestro movimiento ha arribado a grados de madurez que le permiten comprender mejor la marcha de la vida en nuestro continente. Dicho de otro modo, se trata de que los comunistas fuimos colocados ante la perentoria obligación de aprender en la escuela de los hechos consumados, la sabia lección marxista-leninista de la dialéctica de lo general y lo particular, de lo nacional e internacional en la revolución.
Habla muy alto de la capacidad de los comunistas, el que hayamos podido descubrir lo que hay de común, de universal, en el proceso latinoamericano, precisamente cuando este multiplicó las vías de su avance. Esta es una conquista que aumentará nuestra iniciativa revolucionaria y elevará aún más nuestra solidaridad; constituye un enriquecimiento general de los recursos subjetivos para la lucha contra el imperialismo, por la democracia y el socialismo en el Continente.
América Latina en periodo histórico de revolución
Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, quedo abierto el periodo histórico de revolución en que se encuentra la América Latina. Los anteriores logros revolucionarios fueron importantes; sin embargo eran solo las alboradas precursoras de este, que es un proceso de largo alcance, definitivo e irreversible.
La marcha de la revolución ha estado sujeta a fases de auge victorioso y a fases de reveses que la han estancado temporalmente, pero no ha podido ser atajada ni por el reformismo, ni por la contra-revolución fascista.
Los logros cristalizados por más de tres lustros de proceso revolucionario latinoamericano son muy visibles: se ha producido un extraordinario ensanche de las fuerzas antiimperialistas militantes y han surgido no solo amplios movimientos y organizaciones, sino también Estados y Gobiernos en diversos grado opuestos al imperialismo, a la cabeza de los cuales se encuentra Cuba Socialista.
Al conjugar las fuerzas anti-imperialistas en América Latina de nuestros días, tenemos que prestar una atención especial al papel de esos Estados y Gobiernos, los cuales pueden llevar la lucha al plano diplomático y económico, intervenir en el encauzamiento de las nuevas tendencias del desarrollo internacional de las fuerzas productivas y de su complementación, en la defensa de los recursos naturales, y en la búsqueda de un común camino independiente y soberano de desarrollo económico, social y político.
Celebramos que Cuba este asumiendo como Estado, cada vez más, esta clase de tareas revolucionarias antiimperialistas, en el terreno diplomático y en las nuevas modalidades de la integración económica regional. Estamos seguros de que ellos está contribuyendo a reagrupar a otros Estados y Gobiernos alrededor de una orientación independiente y en definitiva opuesta al imperialismo.
No hablamos de exportar la revolución: hablamos de las nuevas dimensiones del frente antiimperialista, del acceso de las fuerzas motrices de la revolución latinoamericana a la posibilidad de presentar combate a sus enemigos con instrumentos y en arenas que les estaban vedados mientras no alcanzaron el poder, o siquiera los Gobiernos; hablamos de las enormes posibilidades que se abren para una solidaridad más sustancial y eficiente con la lucha de nuestros pueblos. Al hacerlo así, los Gobiernos y estados anti-imperialistas latinoamericanos se encuentran, también en este campo, con el poderoso e invaluable apoyo de la Unión Soviética y demás países socialistas, lo mismo que coinciden con otros Estados y gobiernos creados por la lucha liberadora de los pueblos de Asia y África.
Nos limitamos en este punto a llamar la atención sobre la presencia de este nuevo recurso de la lucha antiimperialista latinoamericana que reclama un puesto en nuestros análisis y cálculos. No se trata de un llamamiento al manejo irresponsable de estos nuevos recursos, sino de señalar en generla sus posibilidades, pero también nuestros deberes nuevos, nuestra obligación de defender y de cuidar estas conquistas.
No escapa a nuestra comprensión la complejidad y delicadeza que ello entraña, especialmente cuando en algunos momentos surgen contradicciones entre los Estados Socialistas que procuran atraer a ciertos gobiernos para realizar acciones o mantener conductas con sentido antiimperialista y los intereses o las orientaciones del movimiento revolucionario interno frente a estos últimos; o cuando ocurre el caso inverso. La historia contemporánea está llena de casos en los que las fuerzas revolucionarias de cada país, siguiendo una línea de principios, una línea clasista e internacionalista consecuente, ponen los intereses del movimiento revolucionario en su conjunto por encima de tales o cuales intereses específicos no coincidentes.
No obstante y para ser fieles a la verdad, es necesario decir que en este asunto hay buenos y malos ejemplos.
Ahora que se han incorporado nuevas fuerzas a la lucha activa contra el imperialismo, es necesario insistir en que el periodo de revolución que vive América Latina y su persistente vigor, tiene sus causas profundas no solo en la crisis estructural de nuestros países , ni se ve promovido únicamente por la lucha de nuestros pueblos, aunque ello es decisivo, sino que también tiene sus raíces –y esto es determinante- en la crisis general del capitalismo, en los radicales cambios ocurrido en la correlación mundial de fuerzas a favor del socialismo, por el extraordinario desarrollo de la Unión Soviética como gran potencia proletaria internacionalista, por los grandes avances logrados en la aplicación de su política de coexistencia pacífica y distensión, por el impetuoso desarrollo de todo el campo de países socialista y por las sucesivas victorias de los pueblos en todos los continentes, entre las cuales se destacan en los últimos tiempos la Revolución Portuguesa, la liberación con el apoyo de esta de las colonias de ese país en África y, sobre todo, la victoria de los pueblos de Indochina, en especial la del heroico y ejemplar pueblo vietnamita, que será recordado por siempre y pasará a la historia de la Humanidad como el símbolo de la decadencia mortal del imperialismo yanqui.
Educar a nuestros partidos y a nuestros pueblos en los principios del internacionalismo proletario, hacerlos tomar conciencia clara del determinante aporte que hace la Unión Soviética a la marcha de la revolución mundial , a la causa de la liberación de todos los pueblos , es una tarea insoslayable de nuestros partidos que se recoge en el documento de diversas maneras, entre ellas al hacer el planteamiento definitorio que no es concebible una izquierda anti-comunista o antisoviética.
Las actuaciones vergonzosas de los actuales dirigentes de la República Popular China, intercambiando conceptuosos saludos con Pinochet, dando la espalda a la solidaridad con el pueblo de Chile, con la clase obrera chilena y su Partido, con los miles de patriotas y revolucionarios presos, torturados o asesinados; o aconsejando a los imperialistas no disolver la OTAN, o no retirar sus flotas del Pacífico, y el Mediterráneo porque es necesario oponerlas a lo que mañosamente llaman “social-imperialismo” y “expansionismo soviético”; o agitando esa misma intriga en África, en Asia y América Latina al oído de los gobiernos antiimperialistas, para hacer la promoción del nacionalismo burgués y oponerlo no solo a la Unión Soviética, sino también a nuestros partidos, al movimiento obrero de nuestros países y, por tanto, a la perspectiva de avance hacia el socialismo, son algunas de las muestras del pantano al que se puede rodar por la pendiente del anti-sovietismo.
Nosotros estamos seguros de que semejantes aberraciones serán condenadas y corregidas un día por el Partido Comunista de China, por el proletariado y pueblo chinos. El desenmascaramiento y aislamiento de tales patrañas seudo-revolucionarias son una necesidad para defender la unidad del movimiento anti-imperialista y democrático, la unidad del movimiento obrero y de nuestros partidos a escala nacional e internacional, y al mismo tiempo constituyen un aporte a la tarea que los comunistas chinos y su pueblo tendrán que consumar en rescate de su revolución y del lugar que le corresponde en el movimiento comunista y antiimperialista mundial.
Los pueblos están a la ofensiva
Pasando a otras consideraciones, queremos decir que los comunistas salvadoreños concordamos plenamente con quienes caracterizan el actual momento latinoamericano como momento de ofensiva de los pueblos. Son los pueblos y no el imperialismo quienes se encuentran a la ofensiva, a pesar de la dolorosa derrota temporal que logró infligirnos en Chile, la herida en Bolivia y Uruguay, y mucho antes en la República Dominicana y en Brasil. La Junta fascista no ha podido ser convertida, ni mucho menos, en el puntal d la ofensiva contra-revolucionaria a escala continental, en lo cual puso sus esperanzas en la CIA. No vamos a repetir la enumeración que se hace en el documento, o en las intervenciones de varios camaradas, de los nuevos avances del proceso revolucionario en nuestro continente después del derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, hechos que vienen a respaldar esta caracterización del actual momento latinoamericano como ofensiva de los pueblos contra el imperialismo.
Sin embargo, debemos procurar no incurrir en triunfalismo unilateral al apreciar la situación, porque ellos nos podría llevar a subestimar la gravedad del peligro de nuevos reveses para el movimiento popular, al menospreciar al fascismo como una amenaza real en varios países, incluido El Salvador, y los virajes negativos a que podría conducir su eventual zarpazo en Argentina , no solo para ese país, sino también para Perú y otros.
Continúan en rezago la clase obrera y los P.C.
Queremos expresar abiertamente nuestra preocupación por el hecho de que, haciendo una apreciación de conjunto, continúen en rezago la clase obrera y nuestros Partidos para ocupar en la práctica la cabecera del proceso revolucionario en el continente. El gobierno de la Unidad Popular fue la conquista más sobresaliente y meta de clase obrera revolucionaria latinoamericana y el acontecimiento más trascendental después de la Revolución Cubana.
No dudamos de la enorme contribución que la clase obrera y nuestros partidos están aportando a todos los procesos antiimperialistas y en general progresistas de los días actuales en nuestro Continente; nos han alegrado extraordinariamente las noticias acerca del despliegue de las luchas de los trabajadores y los avances de su pensamiento político que nos han traído en sus intervenciones diversos camaradas; pero es un hecho aún cierto que en ninguno de eso proceso estamos desempeñando un papel, no digamos hegemónico, sino al menos paritario.
No vaya a interpretársenos como lanzadores de agua fría, como portadores del escepticismo. Todo lo contrario: nosotros estamos contentos – a veces eufóricos- por el extraordinario ensanche de la base social que el movimiento antiimperialista y revolucionario ha experimentado. En nuestro propio país hemos hecho y continuamos haciendo todo lo que este a nuestro alcance para conseguir tal ensanche.
Dicho en otras palabras, nosotros no sostenemos como guía de nuestra conducta, ni mucho menos pretendemos aconsejar a nadie, la tesis de que mientras no sea la clase obrera y su partido la fuerza más desarrollada y no este, por tanto, en condiciones de hegemonizar el proceso no deban entrar en apoyo, ni en compromisos, ni en alianzas, con los sectores pequeño-burgueses y burgueses, que impulsan actitudes democráticas o anti-imperialistas.
Pensamos que la clase obrera y su Partido pueden llegar a encabezar el proceso revolucionario en nuestros países únicamente a condición de que impulsen resueltamente la lucha por la democracia, la independencia, y las hondas transformaciones económico—sociales, propias de esta etapa de revolución, más avanzada en unos países que en otros, siguiendo las certeras orientaciones de Lenin, según las cuales, cito: “desde el punto de vista de las ideas fundamentales dl marxismo , los intereses del desarrollo social están por encima de los intereses del proletariado…”
Nosotros, pues, estamos resueltamente a favor de una participación audaz de los comunistas y la clase obrera en el apoyo y la profundización de todos los procesos de variado matiz que hoy surgen en nuestro continente y avanzan en dirección opuesta a la dominación del imperialismo y las oligarquías. Creemos que fuera de este contexto no podrían fortalecerse nuestros partidos, ni elevarse el papel de la clase obrera.
Lo que nosotros hemos querido mostrar es nuestra preocupación por el hecho, bien evidente, de que a 16 años del triunfo de la Revolución Cubana y de la irrupción de socialismo en nuestro hemisferio, no estemos en la cabecera de la revolución democrática antiimperialista en escala general, tomando –desde luego- la realidad de conjunto, con la excepciones de aquellos que ya lo están o están muy cerca de conseguirlo.
A nuestro entender, en la elevación de la clase obrera y su partido al rol dirigente de la revolución democrática antiimperialista , está la clave para garantizar, cualquiera que sean los sujetos que se adelanten a iniciar los proceso democráticos o los anti-imperialistas , que ellos se profundicen y marchen en fin de cuentas hacia el socialismo.
Tenemos al impresión de que en ciertos casos no desempeñamos un rol más destacado por timidez y excesiva cautela, por inhibiciones originadas en la idea de que si es pequeño burgués o burgués nacional el proceso de democratización y reformas puesto en marcha en un país, corresponde asumir el papel principal a la burguesía o ala pequeña burguesía reformista y no al proletariado, al cual llegara su turno cuando madure la revolución anti-imperialista radical o el paso al socialismo.
Lenin nos enseñó en “Dos tácticas…” que es otro el papel del proletariado y su partido ante las tareas democrático-burguesas o pequeño-burguesas de la revolución. Exigió la acción más resuelta del partido de la clase obrera, con el fin de resolver esas tareas, preferiblemente por la vía revolucionaria en vez de la vía reformista, evolutiva, porque ese es el camino que acerca más y más pronto al socialismo.
La Revolución Cubana es una escuela viva de confirmación de esta tesis leninista.
En todo caso, Lenin llamó al proletariado y su partido a realizar una activa participación en la revolución democrática aunque no pudiera ganar desde el comienzo la delantera e imprimir su sello revolucionario a los acontecimientos en su inicio.
La tarea de elevar al proletariado a un papel cada vez más delantero corresponde ante todo a su Partido; como ya lo dijeron otros camaradas, esa tarea exige la lucha por la unidad de la clase obrera, la cual tiene una de sus expresiones más importantes en la unidad del movimiento sindical. Pensamos que la forma principal de la unidad del movimiento obrero y en general del proletariado, es aquella que se logra alrededor de la línea política de su partido.
La lucha por la unidad sindical, por tanto, debe subordinarse a la lucha por esta otra unidad, más profunda, concebirse como un medio –uno entre varios por cierto- para alcanzarla y no como un fin en sí mismo, de esta tarea, clave de la revolución.
No estamos abogando por una línea sectaria en el movimiento sindical, sino por un trabajo más complejo y profundo en el que no debe faltar la combinación de la lucha reivindicativa con la lucha por objetivos políticos inmediatos y mediatos de la etapa de la revolución y con una sistemática lucha ideológica contra le economismo, por ganar a las masas proletarias para el socialismo, por ganarlas a la idea de que su misión revolucionaria clasista, y su actuación independiente, no consiste en actuar aislada , únicamente en el marco estrecho de las relaciones obrero-patronales, sino en adelantarse a la lucha política y encabezar el proceso general de la lucha de clases, el movimiento histórico de todas las clases y sectores populares para conducirlo hasta el socialismo, a través de todas las inevitables etapas previas que vienen planteadas por el desarrollo social objetivo y concreto.
Nuestro Partido ha comprobado en la práctica que se puede alcanzar una unidad mucho más amplia y combativa de las filas proletarias en el movimiento político que en el movimiento sindical, aunque luchamos contra la tendencia a contraponer uno al otro. Nos ha guiado en esto el ejemplo de la Revolución Bolchevique, el de la Revolución Cubana y de todas las grandes revoluciones del siglo actual, incluidas la revolución Vietnamita y Portuguesa.
Los sindicatos no deben ser en modo alguno menospreciados como instrumentos poderosos de movilización y combate, como escuela de la lucha de clases del proletariado. Pero tampoco deben ser absolutizados, como los instrumentos “naturales” o “únicos” , porque en una concepción así vienen implícitas, a nuestro entender, las concesiones a ciertos aspectos del economismo.
Los camaradas chilenos saben bien que la CUT dio un aporte decisivo a favor del proceso revolucionario de su país, en la medida en que se guiaba por la justa línea política del Partido Comunista, y saben también como el economismo trabajó en contra del gobierno de la Unidad Popular.
Por todo esto, nuestros partidos tienen que prestar una esmerada atención a sus tareas en el movimiento sindical y, más ampliamente, deben poner todo su empeño en forjar un movimiento obrero revolucionario.
Luchar contra el oportunismo de derecha y de izquierda
Al mismo tiempo que luchamos contra el economismo, la enfermedad a nuestro juicio más hondamente arraigada en el movimiento sindical latinoamericano, nuestros partidos, tienen que realizar una sistemática y permanente lucha ideológica contra los variados matices del ultra-izquierdismo, no solo para ganar a sectores connotados de las capas medias y preservar al movimiento obrero de su influencia, sino también para defender el avance del proceso revolucionario, impedir el aislamiento de sus fuerzas más avanzadas y no permitir al enemigo frustrar ese avance aprovechándose de los pretextos que el ofrece el aventurerismo de los ultraizquierdistas.
Conocemos las perniciosas consecuencias que ha debido soportar el proceso revolucionario en muchos países de este continente por no haber realizado a tiempo el partido comunista una sistemática lucha de ideas contra las tendencias ultra-izquierdistas. En nuestro mismo caso, hubimos de corregir la idea equivocada de que era mejor no entrar en polémica con los ultra-izquierdistas, supuestamente en aras de no distraer o confundir a las masas y de facilitar la concertación de la unidad con esos grupos.
Después de más de dos años, de una intensa propaganda difamatoria de los ultra-izquierdistas contra nuestro Partido, alentada en cierto modo por nuestro silencio, comprobamos que esto es lo que confunde a las masas, y en primer lugar, a los sectores políticamente activos y más avanzados de las mismas; comprobamos que estaban aislándonos de ellas, mientras se esfumaban nuestras esperanzas de dialogar con esos grupos para concertar la unidad.
Decidimos entonces iniciar y sostener una campaña ideológica sistemática, cuidándonos de combinar al profundidad con un análisis limpio de adjetivos hirientes y la lucha de principios con los constantes llamamientos a la unidad en torno a la línea orientada a construir un amplio frente de fuerzas democráticas, anti-imperialistas y anti-oligárquicas, para conquistar el poder e instaurar un gobierno representativo de las mismas.
Paralelamente decidimos iniciar una campaña de lucha ideológica, también sistemática, contra el economismo, buscando unir al movimiento obrero en derredor de aquella misma línea y abrir en el pensamiento proletario y de las capas medias la perspectiva socialista.
Esta corrección en cuanto a la lucha ideológica dio prontamente sus frutos a favor del prestigio y la autoridad de nuestro Partido, promoviendo su crecimiento y, asimismo, el de la Juventud Comunista; imprimiendo combatividad y mayor amplitud a la movilización en las filas sindicales, promoviendo su marcha más firme y acelerada hacia las metas unitarias que habían sido trazadas hace largo tiempo, pero que permanecían aún distantes.
Igual que otros camaradas que han hecho uso de la palabra sostenemos que la tarea principal y decisiva para elevar el papel del proletariado en el proceso revolucionario es la construcción de su Partido; el desarrollo de este en cantidad y calidad. Todos los partidos comunistas latinoamericanos están empeñados en las tareas de su propia construcción y desarrollo; todos aspiramos a que nuestros partidos hundan potentes raíces en la clase obrera, en el proletariado en general y, en segundo término, en las masas campesinas y las capas medias.
Si logramos realizar bien la tareas por la unidad del proletariado, por la construcción y desarrollo de nuestros partidos y las tareas de la lucha ideológica y política, estaremos cada vez en mejores condiciones para fortalecer el frente único de las fuerzas democráticas anti-imperialistas y anti-oligárquicas, y construir el frente anti-fascista, aún más amplio, si lo situación lo demandara en cada uno de nuestros países.
Solo así podremos conseguir que el proletariados se adelante a la cabecera de todo el movimiento histórico hacia la independencia plena, la democracia uy le bienestar popular, la paz y el socialismo.
De ello depende que otras fuerzas actuantes en el proceso revolucionario contemporáneo de nuestro continente no lo pongan en peligro con sus vacilaciones, ni inconsecuencias, con su falta de firmeza o sus traiciones.
En el periodo histórico que está abierto en América Latina desde enero de 1959, es posible la revolución y es, por tanto, muy grande y decisivo lo que pueda hacer la iniciativa revolucionaria. De ella depende mucho el lugar que ocupa el proletariado y su partido en la historia de nuestros países en el último cuarto de siglo XX.
Nosotros valoramos el esfuerzo complejo y serio del Partido Comunista de Cuba, y en particular el compañero Fidel Castro, por desarrollar el Partido y elevar su papel y el de la clase obrera en la conducción del país por la ruta de la construcción del socialismo. El Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba está llamado a consolidar los robustos cimientos de esa obra político-ideológica y a trazar las orientaciones que permitirán llevarla a su plena y feliz realización.
Todo lo que encuba se está haciendo por elevar el papel del proletariado y su partido, nos ayuda y nos ayudará poderosamente a conquistar esa meta decisiva en cada uno de nuestros países.
El Partido Comunista de El Salvador felicita y saluda al Partido Comunista de Cuba, a su Comité Central, al compañero Fidel, por su laboriosa y fecunda preparación del Primer Congreso.
Un panorama rico y desafiante
La temática que el panorama latinoamericano y caribeño arroja sobre la mesa de análisis es muy rica y desafiante.
¿Qué hay en el fondo del fenómeno configurado por los gobiernos der Carlos Andrés Pérez de Venezuela y Luis Echeverría de México, Oduber de Costa Rica y Balaguer de la República Dominicana? Se trata o no del surgimiento de la burguesía o d algunos de sus sectores, al primer plano del reformismo, al nacionalismo y/o al antiimperialismo?
Si fuera afirmativa la respuesta ¿Cuál o cuáles son esos sectores de la burguesía y cuales las causas que los promueven a jugar ese rol? Definitivamente no compartimos las respuestas simplistas.
Algunos camaradas han adelantado esquemas de análisis para estos fenómenos. Son opiniones verdaderamente interesantes que obligan a reflexionar, y sobre todo, nos indican la necesidad de que nuestros partidos profundicen el conocimiento del complejo y sorprendente acontecer latinoamericano de lso días actuales.
Concordamos en principio en algunos puntos que permitan formular ciertas hipótesis:
- Son fenómenos únicamente posibles dentro del marco mundial de agravamiento de la crisis general de capitalismo, de honda crisis económica coyuntural del mundo capitalista, de cambios radicales en la correlación de fuerzas a favor del socialismo y de los pueblos que luchan por su liberación nacional y social; de avances sucesivos en el camino de la distensión, de franco quebrantamiento de la estrategia global, pérdida de prestigio y de autoridad del imperialismo yanqui.
- Son fenómenos relacionados con el creciente peso específico de los Estados latinoamericanos en el conjunto de la actividad económica y la relativa autonomía de los mismos, que de ese fenómeno se deriva;
- Con la consiguiente formación de una sector burocrático, en el que se mezclan tecnócratas procedentes de las capas medias y de grupos burgueses que aspiran a crear condiciones propias para la expansión de sus negocios, hasta ahora limitados por una política exterior sectaria y estrecha y por las supervivencias pre-capitalistas, la pobreza del mercado interno y el ahogamiento de los monopolios.
- Todo ello fomenta la tendencia estatal a intervenir en la actividad económica, lesionando el principio “sagrado” de la “libre empresa” y da origen a peculiares y a veces curiosos conflictos intestinos en los gobiernos, en las clases dominantes en general; a contradicciones con tales o cuales aspectos de la política del imperialismo y/o con los intereses de las compañías transnacionales.
Nosotros pensamos que será necesario organizar con cierta frecuencia simposios o seminarios de los comunistas, para analizar de manera especializada estos y otros temas específicos, como el de la integración económica regional y la posición o la conducta a asumir frente a ese movimiento , en el que también cada vez se expresan más las contradicciones entre nuestros pueblos y el imperialismo, entre las posibilidades y las necesidades del desarrollo, por un lado, y la dependencia por el otro, etc.
Nexo entre la lucha por la democracia, la lucha antiimperialista y la lucha por el socialismo
Uno de los méritos sobresalientes del documento consiste en que muestra los nexos que hay entre la lucha por la democracia, la lucha anti-imperialista y la lucha por el socialismo en la América Latina de nuestros días. Se recoge así, bajo el enfoque del análisis leninista de este problema, una larga y rica experiencia latinoamericana.
La incidencia de un marco internacional cada vez más favorable al socialismo, particularmente después de la segunda guerra mundial, y la creciente participación de la clase obrera y sus partidos en la escena histórica de nuestro continente, ha llevado estas tres facetas de la lucha de los pueblos a un entrelazamiento casi indisoluble.
La Revolución Cubana reveló por primera vez en toda su magnitud y sus alcances trascendentales esta nueva y más profunda dialéctica de los nexos entre las tareas democráticas, anti-imperialistas y socialistas.
El gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala y la Revolución Boliviana de 1952, el gobierno del Frente Popular de Chile, con Pedro Aguirre Cerda como presidente, el desempeño del gobierno del general Lázaro Cárdenas en México e incluso la primera irrupción del peronismo, habían comenzado a revelar que estas tres tareas marchaban hacia un encuentro y un entrelazamiento muy profundo y prometedor.
Cada vez más ha quedado al descubierto que el enemigo principal que se alza en el camino del avance trasformador de esta dialéctica es el imperialismo yanqui, y señalarlo así es otro de los méritos de este documento.
Nosotros queremos hacer presentes algunas reflexiones sobre este tema:
La primera reflexión consiste en subrayar, a la luz de la experiencia latinoamericana, el amplio poder movilizador que en nuestros países ha revelado poseer la causa de la lucha por la democracia. Fue precisamente en la arena de la lucha por la democracia donde primero se registraron las mancomunaciones del movimiento popular con la acción de sectores militares.
La lucha por la democracia ha tenido amplia resonancia en las capas medias en general, incluso en estratos de la burguesía. No es casual que las Universidades fueran durante década las abanderadas de esta lucha en numerosos países nuestros.
Toda la experiencia de los últimos años demuestra que la causa de la democracia no ha perdido en absoluto este amplio poder movilizador, sino todo lo contrario; y también demuestra que tampoco ha perdido la capacidad de convertirse en el punto de encuentro de la lucha popular con los pronunciamientos militares, sino todo lo contrario.
La segunda reflexión consiste en recordar que, después del triunfo de la Revolución Cubana, el imperialismo yanqui intentó romper esta trenza de lo democrático, lo anti-imperialista y lo socialista, en el proceso latinoamericano, por medio de “Alianza para el Progreso.”
La ALPRO no so fue un plan demagógico, fue principalmente una plataforma para sellar la alianza del imperialismo con los sectores reformistas y demócratas pequeño-burgueses y burgueses, alianza de la que el imperialismo esperaba obtener el pleno aseguramiento de la fidelidad de los militares.
No es casual que en el centro de la plataforma política de la ALPRO se situara la bandera de la llamada “democracia representativa” y seríamos miopes incorregibles si acaso no fuéramos capaces de ver que efectivamente logró el imperialismo concertar alrededor suyo, aunque muy transitoriamente, aquel bloque de fuerzas que se propuso.
Sabemos muy bien que la ALPRO desató contradicciones tales en el seno de las clases dominantes latinoamericanas, en particular una resistencia enconada de la oligarquía y conocemos las demás causas que llevaron este plan, el más audaz de todos los concebidos por el imperialismo para la América Latina, el más rotundo fracaso. Entre otras cosas sabemos también que con el asesinato de Kennedy, inspirador de la ALPRO, retomaron la hegemonía en los EE.UU. los sectores de la gran burguesía imperialista más rabiosos, más vinculados al fantástico negocio industrial militar y abanderados de la política de la guerra fría y del chantaje nuclear.
A nosotros no nos parece extraño que ahora, en una fase más profunda de la crisis general del capitalismo y en particular, de la crisis del imperialismo yanqui, del poderío cada vez más preeminente de la Unión Soviética y del mundo socialista en general, de alzamiento de los pueblos, en todos los continentes y de radicalización del proceso revolucionario latinoamericano, hayan reaparecido como aliados reales o potenciales de la causa popular, aquellos mismos sectores de la burguesía y la pequeño burguesía reformistas que sellaron aquel pacto frustrado con el imperialismo dentro de la ALPRO en los primeros años sesenta.
La tercera reflexión consiste en subrayar que el imperialismo ya no puede levantar la bandera de la democracia contra el proceso revolucionario en América Latina, ni en ninguna otra aparte. Su respuesta es hoy el fascismo, el terrorismo contra-revolucionario organizado por la CIA, la llamada “desestabilización” de gobiernos que se niegan a ser incondicionales o emprenden las transformaciones nacional-liberadoras. El imperialismo ya no puede tampoco pactar sobre la base de la no “intervención” , por eso han fracasado los cantos de sirena del pretendido “nuevo diálogo” manipulado por Kissinger y de ello surge, a nuestro juicio, la también la inusitada sensibilidad de tantos gobiernos burgueses contra el golpe fascista y la Junta de Pinochet. No nos extraña tampoco su viraje hacia la amistad con Cuba.
Pesamos que no basta, ni mucho menos, para explicar este fenómeno, el interés que pueden tener sectores de las burguesías en sacar provecho comercial de su acercamiento a la Isla del Socialismo; pensamos que hay en esto también resistencia a la actual política del imperialismo.
Los únicos casos en los que el imperialismo levanta hoy la bandera de la llamada “democracia representativa” son aquellos en que han surgido gobiernos militares nacionalistas o revolucionarios opuestos en diversa medida a su política y, son los sectores más derechistas de las clases dominantes latinoamericanas y sus partidos quienes reclaman hoy a esos gobiernos “el retorno a la constitucionalidad” “la convocatoria a elecciones” y otras consignas del arsenal de esa monserga hipócrita.
Dicho sea de paso, nosotros pensamos que en este sentido hay un aspecto débil en el documento en lo relativo a esta cuestión de la lucha por la democracia: no desenmascara al mismo tiempo esa maniobra contra-revolucionaria a que hemos aludido atrás.
La cuarta reflexión consiste más bien en una proclama: el proletariado y su partido, junto las demás fuerzas de izquierda que se destacan entre las capas medias, entre el clero y los militares, junto con el poderoso y vital aliado campesino, no tienen por qué renunciar a todo este rico legado del proceso histórico latinoamericano:; si quieren realmente desempeñar su misión de vanguardia deben recoger estas banderas y empuñarlas con la mayor resolución y firmeza; porque en ello viene implícita la posibilidad real de construir el amplio y poderoso frente anti-imperialista y la luminosa perspectiva del socialismo.
Si estas banderas de la democracia y la independencia, del latinoamericanismo, las levantan ante todo la clase obrera y su partido y saben llevarla a la victoria, nada hay que pueda hacernos temer por el destino de la causa socialista. Nosotros suscribimos totalmente esta tesis que ha sido planteada ante nuestra Conferencia.
Si nos mostramos tímidos o vacilantes para empuñar estas banderas, o peor todavía, si renunciamos a ellas en nombre de un pretendido radicalismo o vanguardismo, las empuñaran los sectores nacionalistas de otras clases o capas y seguiremos obligado a un papel de fuerza de apoyo, o seremos aislados y duramente golpeados por la reacción más rabiosa, allí donde ella tiene el control del poder: la causa del socialismo sufrirá así aplazamiento o seguirá una ruta tortuosa.
Deliberadamente hemos omitido las consideraciones de orden económico al presentar estas reflexiones. Nosotros pensamos que, en cierto modo los comunistas, me refiero a algunos de nosotros, hemos estado incurriendo en un mecanicismo estrecho que consiste en pretender derivar todas nuestras conclusiones políticas de un modo directo y absoluto del análisis económico. Así, n entra en nuestro enfoque la relativa autonomía con que se mueve la política respecto de la economía, sin dejar de depender en último término de ella.
Nosotros creemos que es en este terreno donde se encuentra las raíces de que hemos venido dando muestras los comunista para prever, si se quiere para adivinar, lo que traen bajo el brazo ciertos políticos y sectores pequeño-burgueses o burgueses y no pocas veces nos hemos visto en la necesidad de hacer reajustes apresurados de nuestras caracterizaciones y enfoques acerca de ellos; una vez que se han convertido en gobierno. Damos la impresión algunas veces de que para nosotros únicamente puede explicarse o justificarse tales o cuales actitudes políticas de esos personajes y sectores, si comprobamos que con ello se echan a la bolsa tal o cual cantidad de millones.
No estamos abogando por el menosprecio de los análisis económicos. Al contrario, creemos que una de nuestras debilidades consiste precisamente en nuestras limitaciones en esta área, haciendo desde luego las excepciones de algunos de nuestros partidos, que han alcanzado un extraordinario desarrollo de sus capacidades en este como tantas otras facetas de su actividad.
El mecanismo a que hemos aludido constituye un real freno inhibitorio que impide desplegar una acción más intrépida, una iniciativa revolucionaria a tono con las posibilidades que están madurando en la vida. Tales inhibiciones no solo abarcan el estrechamiento de nuestra política de alianzas con otras fuerzas sino también nuestra actividad en el seno de la clase obrera.
En el caso de nuestro partido, llegó un momento en que nos vimos compelidos a reaccionar ante una larga rutina que había llegado poco a poco, inconscientemente, a sentar en la base de nuestra orientación para el trabajo sindical, la tesis de que los trabajadores únicamente pueden movilizarse a partir de sus intereses económicos inmediatos y nos son capaces de comprender rápidamente las orientaciones y objetivos políticos, los cuales supuestamente llegan o “ascienden” por el canal único de la lucha económica.
Nadie defendía teóricamente estas formulaciones, cuyo contenido economista es evidente y fue hace tanto tiempo desenmascarado por Lenin, pero estaban presentes de modo invariable cada vez que se hacían planes para la acción, cada vez que se programaban nuestras actividades encaminadas a la conquista de la unidad sindical, etc.
Hemos escuchado aquí una exposición sumamente ilustrativa de las poderosas tendencias unitarias que hoy se abren paso, incluso dentro de las organizaciones patrocinadas tradicionalmente por las agencias sindicales del imperialismo. El camarada que hizo esta exposición subrayó que es sorprendente como estas tendencias vienen ligadas a un planteamiento político revolucionario más que a un programa de reivindicaciones económicas y prestaciones sociales. Nosotros queremos expresar nuestro agradecimiento a este brillante y experimentando dirigente sindical comunista latinoamericano, sentimos que en sus palabras venía un apremiante llamamiento, un llamamiento dramático a que comprendamos esa realidad, a que veamos esas extraordinarias posibilidades que maduran en las filas del proletariado organizado de nuestro continente.
Compañeros:
Yo quiero pedir disculpas por el exceso en el uso del tiempo. Es que nosotros veníamos a esta Conferencia muy cargados d preocupaciones. No pretendemos la última ni la mejor palabra; hemos querido solamente tirar sobre esta mesa de los comunistas latinoamericanos nuestras propias reflexiones y preocupaciones, porque estamos convencidos de que esta Conferencia, si por un lado es ya una gran victoria de la consolidación de la unidad del movimiento comunista de nuestro continente, es sobre todo histórica por lo que abrirá para el futuro, y por lo que hará a favor del intercambio de opiniones, abierto y franco, de reflexiones entre los comunistas, para ayudarnos unos a otros en esta hora decisiva de América y el Mundo.
Yo termino haciendo un llamamiento a la solidaridad, especialmente en algunos casos. Ante todo, a la solidaridad con Guatemala, con el pueblo guatemalteco, con el Partido Guatemalteco del Trabajo. Nosotros vivimos esa tragedia, allí estamos junto a ellos, nos enteramos de esa tragedia momento a momento. Nosotros creemos que ha llegado la hora de hacer un esfuerzo realmente sustancial para detener la matanza en Guatemala. ¡Los comunistas podemos hacerlo! No solo desde la plaza pública, ni la trinchera de nuestros periódicos; podemos llevarlo ya a los organismos internacionales. Lo que se ha hecho en el caso de la solidaridad con Chile muestras las enormes fuerzas y las reservas que tenemos los comunistas del mundo ahora, porque si algo hay que resaltar es que el corazón y el motor de ese impresionante movimiento de solidaridad con Chile somos los comunistas, y en primer lugar, los países socialistas, encabezados por la Unión Soviética. Nosotros pretendemos un respaldo tal también para los compañeros guatemaltecos.
Hacemos un llamamiento a poner en el centro de nuestra solidaridad, asimismo, la lucha del pueblo de Nicaragua contra la tiranía de Somoza. Por primera vez, a nuestro entender, se ha puesto en pie en Nicaragua, un movimiento anti-somocista verdaderamente amplio, y verdaderamente serio. Ya en la intervención del Partido Socialista Nicaragüense, se destacaba por ejemplo la formación de UDEL, con su amplia composición.
Nosotros queremos también hacer un llamamiento a la solidaridad con otros procesos que se encuentran en otra fase: con los procesos peruano, panameño y hondureño. Hacer la solidaridad ya, no después de que nos inflinjan allí reveses. Pongamos énfasis no solo en la solidaridad defensiva. ¡Pongámosla también en la solidaridad ofensiva!
Resaltemos en nuestra solidaridad igualmente el caso de Ecuador, ayudemos los camaradas a desarrollar todas las posibilidades que están implícitas en su proceso y que nos explicara Pedro Saad.
Quiero utilizar mis últimas palabras para reafirmar nuestra plena solidaridad con el Partido Comunista, con el pueblo de Chile, con todos los patriotas; nuestro reclamo por la libertad del camarada Luis Corvalán. Nuestra solidaridad con los compañeros del Brasil, de Haití, de Paraguay. Nuestra disposición a contribuir con todo lo que este a nuestro alcance en la lucha por liberar a sus presos.
¡Viva la unidad del movimiento comunista de América Latina!
¡Viva la unidad del movimiento comunista internacional!
¡Viva el internacionalismo proletario y el marxismo-leninismo!
¡Viva esta histórica Conferencia de los Partidos Comunistas de nuestro Continente!
La Habana, 12 de junio de 1975