El nuevo espíritu del capitalismo

El nuevo espíritu del capitalismo*
Luc Boltanski y Ève Chiapello

INTRODUCCIÓN GENERAL:
Del espíritu del capitalismo y del papel de la crítica

Este libro tiene por objeto los cambios ideológicos que han acompañado a las recientes transformaciones del capitalismo. Propone una interpretación del movimiento que va de los años que siguieron a los acontecimientos de mayo de 1968, durante los cuales la crítica del capitalismo se expresó con fuerza, pasando por la década de 1980, donde, con el silencio de la crítica, las formas de organización sobre las que reposaba el funcionamiento del capitalismo se modificaron profundamente, hasta la vacilante búsqueda de nuevas bases críticas en la segunda mitad de la década de 1990.
No se trata de un libro meramente descriptivo, sino que pretende también, mediante este ejemplo histórico, proponer un marco teórico más amplio para la comprensión del modo en que se modifican las ideologías asociadas a las actividades económicas, siempre y cuando no demos al término de ideología el sentido reductor al que lo ha reducido frecuentemente la vulgata marxista de un discurso moralizador que trataría de ocultar intereses materiales que quedarían, no obstante, continuamente puestos en evidencia por las prácticas. Preferimos acercarnos al sentido de ideología desarrollado, por ejemplo, en la obra de Louis Dumont, para quien la ideología constituye un conjunto de creencias compartidas, inscritas en instituciones, comprometidas en acciones y, de esta forma, ancladas en lo real.
Tal vez se nos reprochará el haber abordado un cambio global a partir de un ejemplo local: el de Francia en los últimos treinta años. No creemos, ciertamente, que el caso de Francia pueda, por sí solo, resumir todas las transformaciones del capitalismo. Sin embargo, no satisfechos con las aproximaciones y descripciones esbozadas a grandes rasgos que suelen acompañar, generalmente, a los discursos sobre la globalización, deseábamos elaborar un modelo del cambio que fuese presentado aquí a partir de un conjunto de análisis de orden pragmático, es decir, capaces de tomar en consideración las distintas maneras en las que las personas se comprometen en la acción, sus justificaciones y el sentido que dan a sus actos.
Ahora bien, semejante empresa es, por cuestiones de tiempo y sobre todo de medios, prácticamente irrealizable a escala mundial o inclusive a escala de un continente, habida cuenta del peso que las tradiciones y las coyunturas políticas nacionales continúan teniendo sobre la orientación de las prácticas económicas y de las formas de expresión ideológica que las acompañan. Ésta es sin lugar a dudas la razón por la cual los enfoques globales terminan a menudo dando una importancia preponderante a factores explicativos con frecuencia de orden tecnológico, macroeconómico o demográfico que son considerados como fuerzas ajenas a los seres humanos y a las naciones, que se verían de esta forma obligadas a padecerlos del mismo modo que se soporta una tormenta. Para este neodarwinismo histórico, las «mutaciones» se nos impondrían como se imponen a las especies: depende de nosotros adaptarnos o morir. Sin embargo, los seres humanos no sólo padecen la historia, también la hacen y nosotros queríamos verles manos a la obra.
No pretendemos afirmar que lo que ha pasado en Francia sea un ejemplo para el resto del mundo, ni que los modelos que hemos elaborado a partir de la situación francesa tengan, tal cuales, una validez universal. Tenemos, sin embargo, buenas razones para pensar que procesos bastante similares al francés han marcado la evolución de las ideologías que han acompañado a la reorganización del capitalismo en otros países desarrollados, según modalidades sujetas, en cada caso, a las especificidades de la historia política y social que sólo análisis regionales detallados permitirán iluminar con la precisión suficiente.
Hemos tratado de aclarar las relaciones que se establecen entre el capitalismo y sus críticas, de forma que podamos interpretar algunos de los fenómenos que han afectado a la esfera ideológica a lo largo de los últimos decenios: el debilitamiento de la crítica mientras que el capitalismo conocía una fuerte reestructuración cuya incidencia social no podía pasar desapercibida; el nuevo entusiasmo por la empresa orquestado por los gobiernos socialistas a lo largo de la década de 1980 y la recaída depresiva de la década de 1990; las dificultades encontradas en la actualidad por las iniciativas que tratan de reconstruir la crítica sobre nuevas bases y su escasa, por ahora, capacidad movilizadora aún cuando no faltan motivos para la indignación; la profunda transformación del discurso de gestión empresarial y de las justificaciones de la evolución del capitalismo desde mediados de la década de 1970; el surgimiento de nuevas representaciones de la sociedad, de formas inéditas de poner a prueba a las personas y a las cosas y, en consecuencia, de nuevas formas de triunfar o fracasar.
Para realizar este trabajo, la noción de espíritu del capitalismo se nos ha impuesto rápidamente. Esta noción nos permite articular, como veremos, los dos conceptos centrales sobre los que reposan nuestros análisis el de capitalismo y el de crítica en una relación dinámica. Presentamos a continuación los diferentes conceptos en los que se basa nuestra construcción, así como los resortes del modelo que hemos elaborado para dar cuenta de las transformaciones ideológicas relacionadas con el capitalismo a lo largo de los treinta últimos años, que parecen, no obstante, tener un alcance mayor que el simple estudio de la reciente situación francesa.

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• 1. El espíritu del capitalismo
o Una definición mínima del capitalismo
o La necesidad de un espíritu para el capitalismo
o De qué está hecho el espíritu del capitalismo
o Las diferentes etapas históricas del espíritu del capitalismo
o Las ciudades como puntos de apoyo normativos en la construcción de justificaciones
o El espíritu del capitalismo legitima y limita el proceso de acumulación

• 2. El capitalismo y sus críticas
o Los efectos de la crítica sobre el espíritu del capitalismo
o Pruebas de fuerza y pruebas legítimas
o El papel de la crítica en la dinámica de las pruebas
o Las formas históricas de la crítica del capitalismo
o El carácter incompleto de la crítica
o Las modificaciones del espíritu del capitalismo independientes de la crítica

The Joshua and Genesis discourses

The Joshua and Genesis discourses
page 33 knowing capitalism, thrift

Discourses are metalanguages that instruct people how to live as people.
They are best represented as great rivers of communication, performances
propelled into movement by talk and text, enflamed by technologies like books, visual images, and other ‘media’, guided by procedures like rules and styles, and crowned by significant effects like particular subject positions or emotional states which establish the cultural importance of a discourse at gut level, and allow it to kick in (Gumbrecht and Pfeiffer, 1994; Thrift, 1996b).

One of the prevalent discourses in western intellectual cultures of the
last two thousand years, a discourse which has waxed and waned and which has adjusted to historical custom but which still holds to a series of central tenets, has been what Jowitt (1992) calls the ‘Joshua discourse’.

This is a discourse that is founded on the idea of transcendental rationality, on the notion of a single, correct, God’s-eye view of reason which transcends (goes beyond) the way human beings (or indeed any other kinds of things) think, and which imparts the idea of a world that is ‘centrally organized, rigidly bounded, and hysterically concerned with impenetrable boundaries’ (1992, p. 306). This discourse usually involves a series of linked and self-supporting tenets (Lakoff, 1987), such as that:
• The mind is independent of the body; reason is a disembodied phenomenon.
• Emotion has no conceptual content but is a pure force.
• Meaning is based on truth and reference; it concerns the relationship between symbols which represent things in the real world. Symbols are meaningless in themselves and only get their meaning by virtue of their correspondence to things in the world.
• The categories we use are independent of the world, defined only
by the internal characteristics of their members and not by the nature of the people doing the categorizing.

But, beginning in the 1940s and 1950s with the work of philosophers like
Austin, Merleau-Ponty and Wittgenstein, the Joshua discourse began to
retreat. Further, more recent batterings by other intellectual-practical
communities like cognitive scientists, feminists and social theorists have
produced something close to a rout.

So a new discourse has begun to take hold, a discourse which challenges the idea that a God’s-eye view of reason is possible. There are, instead, many rationalities, and these rationalities are all:
• embodied, relying on our bodily natures
• going to engage the emotions, since feeling is conceptualized and
conceptualization always involves feeling
• based on a notion of meaning as concerning symbols which are
constitutive of the world and not just mirrors of it – which are, in fact, imaginative processes that rely on our capacity to produce images, to store knowledge of particular levels of complexity, and to communicate (Putnam, 1981)
• reliant on categories that are not independent of the world but are defined by upgraded processes (like metaphor, metonymy and mental imaging) which mean that there can be no objectively correct description of reality (this does not, of course, mean that there is no objective world, only that we have no privileged access to it from some external viewpoint).

These tenets (Lakoff, 1987) lead to a view of the world that is very different from the purified and purifying Joshua discourse, which we might call, after Jowitt (1992) and Serres (1995a), the ‘Genesis discourse’. It is a view of the world in which ‘borders are no longer of fundamental importance; territorial, ideological and issue boundaries are attenuated, unclear, and confusing’ (Jowitt, 1992, p. 307). It is a view of the world in which knowledge has become an archipelago of islands of epistemic stability in a sea of disorder, fluctuations, noise, randomness and chaos.

Whereas in the Joshua discourse order is the rule and disorder is the exception, in the Genesis discourse disorder is the rule and order the exception and, as a result, ‘what becomes more interesting are the transitions and bifurcations, the long fringes, edges, verges, rims, brims, auras, crenellates, confines … all the shores that lead from one to another, from the sea of disorder to the coral reefs of order’ (Latour, 1987a, pp. 94–5).

Obviously, such a view has a number of consequences, of which two are
particularly significant. First, the favoured epistemological stance is, to use
Wittgenstein’s (1978) feline phrase, ‘not empiricism yet realism’. That may sound like a contradiction in terms but it is, in fact, an argument for a limited but not total form of relativism which holds that individuals understand the same domain of experience in different and inconsistent ways and that this is a necessary condition of knowledge (Diamond, 1991). Since even the most disinterested of analysts is engaged in social projects, any a priori claim to epistemological privilege is impossible.

Second, knowledge is no longer seen as a form of empire-building in which ‘a powerful critique is one that ties, like a bicycle wheel, every point of a periphery to one of the centre through the intermediary of a proxy. At the end holding the centre is tantamount to holding the world’ (Latour, 1987a, p. 90).

At best, knowledge is, in Lakoff’s (1987) phrase, ‘radial’. That is,
central truths are true by virtue of the directness of fit between the preconceptual structure of experience and the conceptual structure in terms of
which the sentence is understood. But most of the sentences we speak and
hear and read and write are not capable of expressing central truths; they are
sentences that contain concepts that are very general or very specific or
abstract or metaphorical or metonymic or display other kinds of ‘indirectness’
relative to the direct structuring of experience. Not that they need to be any
less true, but they aren’t central examples. (1987, p. 297)

Discourses produce power relations. Within them, stories are spun which
legitimate certain kinds of constructs, subject positions, and affective states over others.

The myths and fables of the Joshua discourse were particularly
powerful. Specifically, four of these myths and fables did serious work in
producing a particular kind of world which is now so often called ‘modern’ that we no longer realize the cultural specificity of the description or the strength of the investments we have placed in it.

The first of these myths was an old Enlightenment ‘chestnut’ – the myth of total knowledge.

Somehow – though we don’t have this facility yet – we could get to know
everything that is going on. Every movement of an ant and every rustling of
a leaf could be tracked and explained. Every human culture could be laid
open to inspection and documentation. Every practical skill could be
analysed down to its last detail and then transcended.

This myth was supported by a second, that the world was set up in such a way as to allow this: the world was an ordered, homogeneous, quantitatively different multiplicity. The world was defined by oneness, consistency and integrity which, in turn, acted as an ideal terrain on which purified theoretical orders could operate and permeate.

The third myth was of a material world which could be separated out from the world of the imagination, from the world of symbols and semiotics. There was no sense, therefore, of a world in which materials are interactively constituted, in which ‘objects, entities, actors, processes
– all are semiotic effects’ (Law and Mol, 1995, p. 277).

The fourth myth was one of individuality. This was the idea that knowledge comes from the operation of a god-like gaze which emanates from an individual focal point.

Human capacities, therefore, could be framed as being the result of an
innate endowment that every individual received at the point of conception.

There was, in other words, no grasp of the individual as being a modulated
effect (Thrift, 1991), of human capacities as arising out of:
emergent properties of the total developmental system constituted by virtue
of an individual’s situation, from the start, within a wider field of relations –
including most importantly, relations with other persons. In short, social relations, far from being the mere resultant of the association of discrete individuals, each independently ‘wired up’ for co-operative or enthusiastic
behaviour, constitute the very ground from which human existence unfolds.
(Ingold, 1995b, p. 17)

All these myths were often put together in one final myth of how we are
now: the myth of the ‘modern’. Somehow, human life (in the West at least)
had transited into a distinctive historical space where everything was different and, well, modern. Most of all, ‘modernity’ was characterized by a condition of speed-up and transience which, in its main characteristics,
happened to coincide with the four myths outlined above.

First, supralunar organizations were involved in a whirl of constant information-gathering which fed into systems of control which produced an ‘iron cage’ of surveillance and discipline. Second, these organizations were supported by myths of instrumental rationality which allowed the world to be trussed up like a Christmas turkey, with nothing out of place. Third, and here was the lament, these organizations were able to drain sociality out of the world, leaving behind nothing but a systematized shell. Then, fourth, this world was therefore populated by anomic and hard-bitten individuals who had to develop all kinds of asocial survival skills. And there was, of course, a price to pay for this hubris. Not so slowly, but certainly surely, modernity builds towards a climax, usually involving a runaway apocalypse based upon either technology, or the arms race, or mass communications (Norris, 1995) in which, in one way or another, human subjectivity is annihilated.

Now these myths and fables arising out of the Joshua discourse are
being recast. Thus, the myth of total knowledge is being replaced by a new
one, in which knowledge is both partial and differentiated. The myth of
homogeneity is being replaced by a myth of qualitative commotion: ‘the
best synthesis only takes place on a field of maximal differences’ (Serres,
1995a, p. 91). The third myth is being replaced by one in which learning
by doing binds the metal and material together. And the myth of the given
individual is replaced by the notion of the socially constructed ‘dividual’,
constantly telling stories of their self.

The result is a view of the world as a constantly spooling production taking place on many different time scales and over many different spatial scales (Latour, 1993). In other words, the world has to be constantly brought into being through the hard and sustained work of constructing networks of translation and affinity.

Currently, these different myths and fables coexist. For example, contemporary accounts of the world economy after the demise of the Bretton
Woods system of international economic management have broken to a
greater or lesser degree from the Joshua discourse.

Thus, the first account of the world economy that is on offer is an apocalyptic one. A common reaction to change through history (Bull, 1995), this account reads events like the demise of Bretton Woods and the fall of the
Berlin Wall as evidence of a millenarian condition. Laced with phrases like
the ‘end of history’ (Fukuyama, 1992), and fin de siècle, such an account provides a cosy rest home for old intellectual habits like teleology and eschatology, as well as satisfying an alluring sense of the dramatic.

A second account of the world economy interprets events like the
demise of Bretton Woods and the fall of the Berlin Wall as symbols of a new
kind of modernity. Whether posing as ‘hypermodernity’, ‘late modernity’,
‘postmodernity’, ‘supermodernity’ or what have you, such an account usually
retains some of the old features of modernity, most notably a sense of
transience, fragmentation and anomie, but then either exaggerates these elements still further (as in Harvey, 1989) or adds in new defining elements
(Beck, 1992; Giddens, 1991).

This kind of work provides a resting place for social theorists who want to retain grand accounts of the world, but is also home to many social theorists who want to provide more accounts of the contemporary world (Alexander, 1995). However, even the most nuanced of these accounts rarely provide much of an anthropological sense, any sense of the world as a continually practised place in which the human is constantly redefined, and they thereby run the very real risk of exaggerating the differences between this era and previous ones.

That leaves a third, Genesis account of the world economy, one which
acknowledges the importance of events like the demise of Bretton Woods
and the fall of the Berlin Wall but sees them as both the distillation and the
illustration of three of its crucial tenets.

First, there is the difficulty of achieving sustained control of human systems, which bubble with a stubborn and constant creativity, and which therefore have a tendency to sidestep established orders like the nation state.

Second, there is the complexity of what we name in order to escape complexity. Thus systems like ‘capitalism’ and ‘the market’ which have apparently triumphed after the two Bs are now revealed, in the apparent absence of opposition, as made up of institutions which are manifold, multiform and multiple. There is no one capitalism
or market but only a series of different capitalisms and markets which
do not converge on a mean: thus capitalism and the market are seen as powerful – but not all-powerful.

Third, there is the need to understand history as an undetermined unfolding, a fullness of events, a ‘maximum of matter in a minimum of space’ (Perniola, 1995, p. 8). We cannot know history as a clash of giant and opposing, almost natural, forces – tidal waves of economic and social change which sweep across the human shore.

We can only know history as a more modest and complexly determined set of ‘actor networks’ (Latour, 1993; Callon, 1987) – practical orders which allow people and things to be translated into more or less durable entities which can exert force – or alternatively, using another language, as a set of complex systems:
The development of the complex systems model that seems so salient to us in so many contexts, the model that seems to underlie the organization of our
bodies, our groups, our work settings, our world – this model itself repudiates
any notion of a structure built on one foundation, an explanation that rests
on one principle. In turn the complexly interconnected world in which we
now live seems to say that both the model and its implications fit the current
nature of reality. All is in flux, order is transient, nothing is independent,
everything relates to everything else, and no one system is ever necessarily
continuously in charge. (Martin, 1994, p. 250)

Although this latter constructivist account may seem to be the most credible,
in part because of the looseness of its storytelling structure which gives
more points of entry to those who lack communicative resources, it is not
without its own ability to generate relationships of power, and it is important
to realize this.

Nowhere is this point made clearer than in the intensely practical realm of international business where physical and nervous energies have to be constantly expended on the concerns of the moment. In this realm, just as in the intellectual realm, the Genesis discourse has gradually displaced the Joshua discourse; and, just as in that realm, in doing so it has empowered some groups (such as managers with higher educational qualifications,
which increasingly include middle class women) at the expense of others (Van der Pijl, 1994). There is, in other words, as Foucault pointed out so often, no knowledge that is neutral, that is not a part of the power–knowledge
couplet. A cui bono? question always lies waiting to be answered.

Neoliberalismo: una guerra iniciada por los ricos

Neoliberalismo: una guerra iniciada por los ricos. Entrevista
David Harvey
12/02/2006
“Si esto parece una lucha de clases y lo vemos como una lucha de clases, entonces deberíamos llamarlo lucha de clases. Y deberíamos volver a poner en pie la lucha de clases”
El celebrado geógrafo marxista David Harvey habla con Joseph Choonara sobre el ascenso del neoliberalismo. Harvey cuenta por qué este proceso debe verse esencialmente como un proyecto de la clase dominante.
El pasado mes de enero el académico afincado en Nueva York David Harvey intervino ante un nutrido público en la London School of Economics para presentar su último libro, Breve historia del neoliberalismo. Con el estilo preciso que le caracteriza hizo un repaso de las tres décadas de ataques consumados por la clase dominante mundial. Estas acometidas, realizadas en nombre del neoliberalismo, han alentado la polarización social, el surgimiento de nuevas elites y el empobrecimiento de la mayoría de los grupos sociales más desfavorecidos.
Terminó diciendo: “Si esto parece una lucha de clases y lo vemos como una lucha de clases, entonces deberíamos llamarlo lucha de clases. Y deberíamos volver a poner en pie la lucha de clases”. Esta concepción del neoliberalismo y la necesidad de combatirlo constituye la base del nuevo libro de Harvey. Cuando nos reunimos la mañana siguiente a su charla le pregunté por qué lo había escrito.
“Este trabajo tiene dos rasgos distintivos”, me dijo. “En primer lugar está la dimensión histórico-geográfica que atribuyo al ascenso del neoliberalismo: esto es, su desarrollo desigual en el escenario global. Creo que hay que entender que el neoliberalismo actúa de forma distinta según el lugar y el momento histórico. No se trata de un cambio histórico unidimensional.”
“El segundo aspecto tiene que ver la formulación teórica del fenómeno, que fundamento básicamente en la noción de clase y en los mecanismos de apropiación de la plusvalía generada por los trabajadores, todo lo cual hoy se desarrolla dentro de un sistema capitalista global”. Siguiendo a Karl Marx, Harvey entiende que la explotación de los trabajadores constituye el elemento definitorio de una sociedad capitalista. Marx sostuvo que, a pesar de que los trabajadores trabajan durante todo el día, sólo reciben en forma de salario el valor generado durante una parte de ese tiempo. Durante el resto del tiempo los trabajadores generan “valor excedente”, que pasa a manos de los capitalistas y es la fuente del beneficio.
Parte de este beneficio puede reinvertirse en la producción, permitiendo a los capitalistas concentraciones cada vez mayores de maquinaria, materias primas y trabajadores. Marx lo llamó proceso de acumulación. La fuerza motriz del capitalismo consistiría, pues, en exprimir a los trabajadores para que generaran beneficios, los cuales permitirían reinvertir recursos y aumentar los beneficios futuros en un ciclo aparentemente sin fin.
Para Harvey, el neoliberalismo es una respuesta a la crisis dual que sufrió la clase dominante a mediados de los años setenta. Por un lado los capitalistas se encontraron con una “crisis de acumulación”: el sistema capitalista estaba en situación de estancamiento y los beneficios habían caído a tasas parecidas a las del período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra mundial. En segundo lugar, la tremenda oleada de luchas obreras de los años sesenta y setenta puso en evidencia que el poder político de la elite gobernante estaba seriamente amenazado.
Las ideas del neoliberalismo, que Harvey describe como basadas en “la desregulación, la privatización y la retirada del Estado de áreas dedicadas a servicios sociales”, habían tenido acomodo en muchos nichos de la vida intelectual desde hacía varias décadas. En la década de 1970 se vieron forzadas a salir a escena como respuesta a la crisis dual.
Harvey sostiene con vehemencia que el neoliberalismo ha fracasado en la resolución de la crisis de acumulación. Pero, añade, en ese periodo pudo verse un cambio en la capacidad de influencia de las clases del que sacó provecho una elite reducida. “Muchas otras teorías sobre el neoliberalismo hablan también de su vinculación con la acumulación, pero muy pocas lo conciben con claridad como un proyecto de clase”, dijo Harvey.
Uno de los momentos clave en el ascenso del neoliberalismo, al que se refiere Harvey de forma recurrente, tuvo lugar en la ciudad de Nueva York. Me cuenta que “la municipalidad se endeudó mucho por distintos motivos. Uno de estos motivos fue la respuesta a la crisis urbana de la década de 1960 en Estados Unidos. El gobierno federal había dedicado recursos a los barrios para hacer frente a los problemas de racismo, desempleo y demás. Esto favoreció el fortalecimiento de los sindicatos y coadyuvó a aumentar el empleo en el sector público.”
Pero cuando estalló la crisis de la década de 1970 el flujo de financiación federal se secó: “En ese momento la ciudad tuvo que optar entre deshacerse de un montón de trabajadores o recurrir al endeudamiento. Optó por endeudarse a corto plazo, con la aquiescencia de los bancos”. Este endeudamiento estuvo en parte basado en el boom de la propiedad inmobiliaria de principios de la década de los setenta, en el que el gobierno municipal tuvo mucho que ver.
“Cuando en 1973 el mercado inmobiliario se hundió el municipio se vio en una situación de extrema vulnerabilidad frente a los banqueros. Los banqueros vieron una gran oportunidad para asestar un golpe certero a la ciudad, reconduciéndola hacia un modelo enteramente nuevo. Se parece bastante a la guerra de Irak. Hubieran querido ir a la guerra de Irak a principios de los noventa, pero no pudieron. Luego, el 11-S les sirvió en bandeja de plata la oportunidad que necesitaban.”
“Los banqueros habían querido disciplinar el municipio de Nueva York en la década de 1960 y a principios de la de 1970. La crisis de 1973-1975 les brindó su oportunidad. Aplicaron un pionero ‘programa de ajuste estructural’ consistente en un recorte de muchos servicios públicos y una renegociación de contratos. Fue un ataque frontal en toda regla contra los habitantes de Nueva York. Naturalmente, luego tuvieron que reconstruir la ciudad puesto que tenían intereses muy importantes en valores inmobiliarios, especialmente en Manhattan. Fue entonces cuando empezaron a utilizar generosas cantidades de recursos públicos para reconstruir la ciudad de acuerdo con su proyecto.”
Esta táctica consistente en sacar provecho de las oportunidades que ofrecen las crisis económicas para impulsar políticas de libre mercado ha sido un patrón recurrente desde entonces. “La misma gente –los banqueros neoyorquinos– estuvo seriamente involucrada en la crisis de la deuda que azotó América Latina en la década de 1980. La diferencia fue que en esta ocasión necesitaban que quien les sacara las castañas del fuego fuera el gobierno federal”. El gobierno de Estados Unidos, encabezado por Ronald Reagan, encontró un uso perfecto para el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución que muchos neoliberales solían mirar con resquemor. Junto con el Banco Mundial, el FMI forzó la aplicación de programas de ajuste estructural en toda América Latina a cambio de reducción de la deuda.
Sin embargo, señala Harvey, la clase dominante de Estados Unidos no es el único beneficiario o el agente del neoliberalismo. “Es poco común que los Estados Unidos intervengan sin apoyos internos. Piénsese en el golpe de Augusto Pinochet en Chile en 1973. Quien realmente dio el golpe fueron las clases altas chilenas, con apoyo de la CIA, las grandes empresas estadounidenses y Henry Kissinger. Cuando Pinochet tomó el poder, fue la clase dominante chilena la que en realidad impulsó el programa neoliberal.”
“No son sólo los Estados Unidos quienes sorben las riquezas del resto del mundo: son las elites dominantes quienes establecen alianzas flexibles entre sí y quienes amasan plusvalías para su único provecho. Algunas de las personas más ricas del mundo viven en México o en el Este asiático.”
Las ideas del neoliberalismo se han extendido como la pólvora desde la década de 1970. “Resulta verdaderamente difícil de entender que tanta gente haya podido convencerse de que el neoliberalismo es algo bueno, cuando en realidad no funciona demasiado bien”, dijo Harvey. “Creo que la respuesta está en que ha sido muy beneficioso para ciertos grupos de personas, incluidas aquellas que controlan los medios de comunicación y diversos aparatos de producción ideológica. Además, siempre puedes encontrar algún pedazo de mundo en el que parece que el orden neoliberal funciona bien (por ejemplo, la China actual).”
Pero no deja de ser irónico que donde ha habido mayor crecimiento económico es en lugares donde el gobierno no sigue la doctrina neoliberal. “Se llega a una forma perversa de neoliberalismo puesto que el interés propio en la práctica se impone a la teoría”. La teoría neoliberal sostiene que debe minimizarse la interferencia del Estado en la economía, pero en la práctica el Estado sigue jugando un papel central en economías como la china o la estadounidense.

Los Estados Unidos han financiado su crecimiento económico mediante una acumulación gigantesca de deudas basada en “una entrada de capitales de más de 2.000 millones de dólares diarios”. El déficit presupuestario y la deuda de los consumidores se han disparado. Lo que estamos viendo es una economía financiada con deuda. Los acreedores son mayoritariamente bancos del Este y Sureste asiático. Incluso la guerra de Irak está siendo financiada con dinero chino y japonés prestado a Estados Unidos.”

“Me estremece pensar en el posible estallido de una gran crisis financiera en los Estados Unidos. ¿Cuál sería la respuesta si los Estados Unidos se vieran sumidos en una crisis como la que pudimos ver en Argentina en 2001? Si se tienen en cuenta variables económicas agregadas –el déficit presupuestario y el déficit comercial–, hay que decir que estamos ante un caso típico en el que normalmente intervendría el FMI. Pero, naturalmente, Estados Unidos es el FMI, de modo que no intervendrá.”

También el boom chino está financiado con deuda: “Los bancos chinos prestan el dinero. El gobierno tiene una participación mayoritaria en todos los bancos”. Tienen la posibilidad de utilizar parte de las plusvalías para mantenerlos a flote; sin embargo, el boom está financiado con deuda. A diferencia de Estados Unidos, China está inmersa en un proceso de cambio espectacular. Pero incluso allí el crecimiento crea nuevas inestabilidades:

“En China hay una sobreinversión enorme. Por ejemplo, existen cinco aeropuertos internacionales en el delta del río Zhujiang. Compiten entre ellos para convertirse en el centro del comercio del Pacífico. No podrán sobrevivir todos a la vez. En la industria del automóvil tienen un grave problema de excedente de capacidad. Y una crisis en China tendrá un impacto global.”

El crecimiento inestable de Estados Unidos y China no ha hecho crecer los niveles de riqueza del capitalismo mundial. Un gráfico del libro de Harvey muestra que la tasa de crecimiento per cápita ha ido cayendo una década tras otra desde la de 1960 (desde tasas anuales del 3% anuales a tasas del 1% en la actualidad). “La crisis de la década de los setenta fue una crisis de sobreacumulación”, dijo Harvey. “La clase dominante tuvo serías dificultades para encontrar salidas provechosas para su capital. En realidad este es un problema que aún hoy no han conseguido resolver.”

Por eso, de todas las formas tradicionales de acumulación, la que hoy juega un papel principal es la que Harvey denomina “acumulación por desposesión”. La acumulación por desposesión da pie a la colonización de nuevos yacimientos de recursos para los capitalistas: por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud, los institutos municipales de vivienda o la privatización de las pensiones. “Pero todo esto no significa aumentar las reservas de activos de la sociedad. Cuando se privatiza la vivienda, en realidad no se aumenta el número de viviendas. El liberalismo no funciona demasiado bien a la hora de ampliar los bienes y servicios disponibles.”
Los fracasos del neoliberalismo no sólo tienen consecuencias económicas. Para Harvey también conllevan inestabilidad política y militar. Su libro anterior, El nuevo imperialismo, trazaba la trayectoria del declive a largo plazo del poder de Estados Unidos. La pujanza de los neoconservadores –el ala derecha de cerebros que rodean a Bush, que quiere utilizar la capacidad militar estadounidense para mantener el poder frente a potenciales rivales– tiene mucho que ver con eso.
Su nuevo libro también hace un repaso de los neoconservadores, con especial atención a su proyecto de política interior estadounidense. Harvey lo ve como una respuesta al vaciado de la solidaridad social que ha conllevado el neoliberalismo. Los neoconservadores han tratado de restablecer la cohesión social mediante el moralismo religioso, las medidas autoritarias y el miedo: “Pienso que algo parecido está ocurriendo en muchos sitios. Si miramos a Francia nos encontramos con un Nicolás Sarkozy, que está muy cerca de los planteamientos de los neoconservadores. O piénsese en alguna de las cosas que hace Tony Blair, su forma presidencialista de ejercer el gobierno y su permanente exhorto a la moralidad. El neoconservadurismo es un fenómeno global.”
Mientras que el neoconservadurismo es la respuesta de las clases dominantes a la inestabilidad social del neoliberalismo, el ascenso del movimiento anticapitalista ha sido la réplica de las clases más desfavorecidas. Harvey observa con agudeza que las organizaciones no gubernamentales (ONG), que a menudo han jugado un papel principal en reuniones como el Foro Social Mundial, no son vistas como la “oposición oficial” al neoliberalismo: “Se ha producido un crecimiento asombroso del fenómeno de las ONG durante el periodo neoliberal. Hay una clara conexión entre ambos aspectos. Las ONG son variadísimas, y siento la mayor admiración por algunas de ellas. Pero a menudo son caballos de Troya de la privatización”. Las ONG pueden ocupar el vacío dejado por la retirada del Estado en la prestación de servicios sociales. Harvey sostiene que es necesario tener una perspectiva crítica, y que las distintas ONG pueden jugar un papel que puede ser positivo o negativo. Pero la clave para plantar cara al neoliberalismo está en una renovación de la lucha de clases.
Las nuevas luchas de clases no tienen que ser una mera réplica de las sucedidas en las décadas de 1960 y 1970, puesto que en este tiempo ha cambiado la estructura de la sociedad. Harvey sostiene que la noción de clase tiene que ser tratada como un concepto fluido. “Debemos revisar de nuevo los conceptos de formación y reformación de clase. Cuando en mi libro hablo de la reconquista del poder de clase por parte de la clase dominante no estoy hablando necesariamente de un retorno al poder del mismo grupo de gente. Se trata de una configuración nueva, mucho más centrada que antes en las finanzas y los servicios.”
“La reducción de la brecha entre propietarios y gestores constituyó uno de los grandes cambios ocurridos en la década de 1970. Siempre habían sido dos categorías completamente distintas, pero cuando se empezó a retribuir a los gestores empresariales con participaciones accionariales cambió por completo la forma de éstos de entender el poder. La formación de clase es un proceso indefinido, dinámico.”
Harvey cree que hay signos positivos en el aumento observado de actividad sindical entre los trabajadores de los Estados Unidos, y para muestra cita los ejemplos de los trabajadores sanitarios de Los Ángeles y los trabajadores del transporte de Nueva York, que recientemente han realizado acciones de huelga. Estas luchas pueden dar forma a la nueva clase trabajadora creada por el neoliberalismo. Harvey está especialmente interesado en cómo “las luchas en torno de la acumulación por desposesión pueden converger con las luchas de un izquierdismo más tradicional”. Observa el movimiento en pro de la nacionalización del gas en Bolivia como un caso esperanzador.
¿No habrá aquí un peligro de nostalgia por formas anteriores de capitalismo? “Creo que debemos recordar dónde estábamos en la década de 1970”, dijo Harvey. “Había fuertes críticas al Estado de bienestar (por sus sesgos de clase y de género, entre otros). Si vamos a construir un nuevo sistema de bienestar debemos tomar conciencia de las limitaciones.”
“El otro asunto que debemos afrontar es la reconstrucción completa de las nociones de solidaridad social. Margaret Thatcher sostuvo que ella se proponía realizar un cambio en profundidad. Debemos enfrentarnos con el hecho de que hoy las solidaridades sociales son más superficiales. Hemos podido verlo recientemente en Estados Unidos. Un derechista implacable como Thomas Friedman, que siempre está exaltando las virtudes del neoliberalismo, cuando ocurrió el desastre del Katrina se preguntó: ‘Qué ha ocurrido con la solidaridad social?’. La respuesta es que se ha desvanecido porque gilipollas como él siguen predicando esta bazofia. Debemos plantar cara a esto, lo cual significa edificar un proyecto a largo plazo.”
Harvey cree que la clase trabajadora necesita un proyecto político propio para empezar a recuperar su fuerza. Le pregunté cómo tendría que ser un proyecto de este tipo. “No puedo hacer una derivación teórica de cómo debería ser el proyecto político de la clase trabajadora”, dijo. “Puede que tenga algunas ideas sobre el particular, pero para mí el asunto fundamental es empezar a hablarlo y aprender a ver qué posibilidades hay. Pretendo dirigirme a los movimientos sociales para hacerles llegar mis ideas y escuchar qué tienen que decir al respecto”. Su nuevo libro es una brillante aportación a este diálogo.
David Harvey es un geógrafo, sociólogo urbano e historiador social de reputación académica internacional. Entre sus libros traducidos al castellano en los últimos años: Espacios de esperanza (Akal, Madrid, 2000) y El nuevo imperialismo (Akal, Madrid, 2004)
Traducción para www.sinpermiso.info: Jordi Mundó
Fuente:
Socialist Review, febrero 2006

ONGs, el mercado de la compasión

ONGs, el mercado de la compasión
7/2/08
Bob Geldof, músico

“La idea de dar a aquellos que tienen hambre es una idea excitante, se la puede vender como un buen disco de rock”

Adam Smith: Teoría de los Sentimientos Morales.

“Por egoísta que pueda suponerse al hombre, evidentemente hay algunos principios en su naturaleza que lo interesan en la fortuna de los demás y hace su felicidad necesaria para él, aunque no saque nada de ella salvo el placer de verla. De este tipo de lástima o compasión es la emoción que sentimos hacia la miseria de otros cuando la vemos o imaginamos muy vivamente… ….“El hombre perfectamente virtuoso, no sólo quiere ser amado sino digno de amor… no sólo quiere elogio sino ser digno de elogio… Sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos… restringir nuestro egoísmo y complacer nuestras afecciones benévolas, constituye la perfección de la naturaleza humana”.

Robert Kuttner: Todo está a la venta:

“Si asumimos que casi cualquier relación puede entenderse como un mercado y que los mercados optimizan siempre los resultados, entonces la conclusión es siempre ¡marquetizar!. Si, en la práctica el mercado no está produciendo óptimos sólo cabe una posibilidad: el asunto en cuestión no ha sido suficientemente marquetizado.”

Arundhati Roy: “Las ONG tienen fondos que pueden darle empleo a personas locales que en otra situación pueden ser activistas en movimientos de resistencia, pero que ahora pueden sentir que están haciendo algo bueno inmediato, creativo (y que se ganan la vida mientras lo hacen). “… “mientras más grande la catástrofe causada por el neo-liberalismo, más grande el florecimiento de las ONG. Nada ilustra esto de forma más vívida que el fenómeno de los Estados Unidos que prepara la invasión de un país y que simultáneamente prepara a las ONG para ir y limpiar el desastre.”

William Blum (Funcionario del Dep. de Estado norteamericano):

“Las ONGs forman parte de la imagen y del mito, (…) contribuyen a conservar en el extranjero un nivel de credibilidad que una agencia oficial no podría alcanzar”

Lo que aquí abajo se expone no es una crítica generalizada a las ONGs, sino a una deriva que han abrazado buena parte de ellas. Por supuesto que existen ONGs que intentan desarrollar una estrategia alternativa en la lucha contra el sistema esforzándose en ligar su actuación local y sus proyectos a los movimiento socio-políticos contra los intereses del neoliberalismo, y como es natural ninguna de ellas recibe fondos del BM, o de agencias gubernamentales.
Origen de las ONGs
Las organizaciones no gubernamentales de ayuda empezaron a surgir en los años sesenta como una alternativa a la ayuda, a menudo interesada y o/condicionada, de carácter público. Este tipo de organizaciones han experimentado un verdadero boom durante los años ochenta. Hoy en día las ONGs son tan numerosas como las diferentes variedades de queso. Se las cuento por millares: pequeñas, grandes, nacionales, locales, confesionales, laicas, independientes, ligadas a un sindicato, un municipio, una empresa, un partido político, una Iglesia, con o sin voluntarios, de corto o largo plazo, especializadas o no respeto a una aldea, un país, o un continente del Sur, concentrando o no su esfuerzo sobre un determinado tema particular (educación, salud, agricultura, infancia, alimentación).

Las razones de este boom son diversas:

– El desenmascaramiento de la doble intención de la ayuda organizada por los gobiernos (ayuda pública). – El desvío de los fondos en beneficio propio por parte de los funcionarios, políticos y demás corruptelas de los países destinatarios. – La desestructuración ecónomica de muchos países endeudados gracias a las políticas neoliberales impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. – La crisis de las ideologías de izquierda ha suministrado un fondo importante de energía en la dedicación de numerosos cooperantes y voluntarios. – Camuflar y canalizar la financiación de causas relacionadas con los intereses de las multinacionales.
ONGs y neoliberalismo.
James Petras: “ la punta y lanza de la globalización neoliberal capitalista. Las ONG son en su mayoría brazos de los poderes internacionales que buscan despolitizar el conflicto de clase y estrangular el germen de la organización social de las bases, a fuerza de apoyar políticas asistencialistas y la filosofía de la microempresa. Es bajo la filosofía de la microempresa que aparecen los microcréditos, los cuales se han convertido en uno de los programas de moda en las políticas de la cooperación internacional.”

Ahora bien, por respetuosos que sean los objetivos declarados por este tipo de organizaciones, es preocupante ver que bien encajan dentro de los planteamientos de la derecha neoliberal. Los gobiernos neoliberales ven en ellas la mejor manera de librarse de sus responsabilidades sociales con respecto al 3r mundo.

Para los defensores de la desvinculación del Estado respeto la cuestión social, la existencia de las ONGs es la demostración de la bondad del funcionamiento automático del sistema de mercado capitalista. La privatización de los servicios públicos, impulsada por el Banco Mundial en favor de las multinacionales del sector, significa siempre que dejan de ser “públicos” para quien no puede pagarlos. Las ONGs entran en acción para suavizar el impacto de quedar desconectados de la red de transportes, del suministro de agua y luz, de la asistencia sanitaria, de la educación escolar …

Las ONG están llenando el vacío creado por un Estado ausente. Para obedecer los dictados de los ajustes estructurales, el Estado del país pobre privatiza las empresas y los servicios públicos, anula la legislación laboral y retira los fondos del desarrollo rural, la agricultura, la energía, el transporte, la educación y la salud pública para dedicar todos los recursos públicos disponibles a subsidios para las multinacionales que copan el sector exportador y a engrosar los beneficios del negocio financiero mundial.

Como el Estado renunció a su rol tradicional, las ONG entran en estas áreas y distribuyen como ayuda o benevolencia lo que la gente debería tener por derecho. Promueven proyectos de “auto-ayuda”, “micro empresas”, “educación popular”, y programas de formación laboral para minimizar el impacto y al mismo tiempo cooptar líderes locales que podrían haber organizado la protesta, para los pequeños proyectos y minar así las resistencias antisistema.

De hecho la instrumentación de las políticas neoliberales actúa en forma de pinza: Propuestas bien documentadas desde arriba (FMI, BM, etc.) y propuestas implementadas desde abajo (micro proyectos, micro créditos, micro empresas, … de las ONGs) .

La ayuda que puedan suministrar las ONGs sólo alcanza para pequeños sectores de la población afectada creando desigualdades y rivalidades entre comunidades, minando el sentido de solidaridad de clase, creando falsas expectativas y aumentando la desorientación y la capacidad de respuesta conjunta de la población frente al sistema impuesto.

Cuanto más grande la catástrofe causada por el neo-liberalismo, más grande es el florecimiento de las ONGs. Como ha estudiado Naomi Klein, la crisis es el medio ideal para que la acumulación capitalista avance. Y cuando hay crisis es cuando mejor trabaja el tándem neoliberal, BM y FMI dictando medidas neoliberales y la ONGs medidas de auto-ayuda. Es casualmente en épocas de crisis cuando las ONGs reciben los mayores paquetes de ayuda gubernamental.

De hecho la mayoría de las ONGs tienen muy poco de no-gubernamentales pues en la mayoría de los casos, aparte de recibir ingentes fondos gubernamentales, trabajan en régimen de subcontratación para los gobiernos locales colaborando a menudo abiertamente con agencias gubernamentales del país de origen o del país pobre.

El Banco Mundial bajo la presidencia de James Wolfensohn (1995) , promovió la incorporación de las ONGs en su estrategia incorporando sus puntos de vista directamente en el diseño de los PRSP (Poverty Reduction Strategy Papers). En la actualidad una organización como el Banco Mundial, la Fundación Ford o la Fundación Friederich Ebert, trabajan a través de ONGs de primera fila que subcontratan a ONGs sobre el terreno.

La demanda a tener en cuenta es pues la del donante deseoso de dar, y no la del receptor del Sur. Los programas que diseñan y su eficacia no son responsables frente a los ayudados sino frente a los filántropos del Norte con lo que minan la democracia arrancando de las manos de los locales el control y la implementación de los programas sociales y usurpan la auténtica voz de los pobres. Los altos cargos de las ONGs actúan como verdaderos virreyes evaluando y supervisando la conformidad de los resultados con respecto a los objetivos, los valores y las ideologías de los “donantes”. Poner un sello de “éxito” o de “fracaso” en el programa puede significar la continuación o no de la ayuda a la población afectada.

Los gobiernos de derecha están encantados de demostrar su espaldarazo y hacer públicas sus subvenciones a determinadas ONGs de tal manera que hoy en día más del 60 % de los ingresos de las principales ONGs provienen de las subvenciones “gubernamentales”. sic!

La CIA y las ONGs

William Blum: “Lo que se ha hecho ha sido transferir las numerosas actividades detestables de la CIA a una nueva organización con un nombre que suena bien. La creación de la NED es una obra maestra de política, de relaciones públicas y de cinismo.”
Origen de las fundaciones

Desde hacía años frente a las luchas democráticas contra las dictaduras militares bananeras habían ido apareciendo en escena una serie de extrañas “fundaciones” y ONGs con rimbombantes nombres y apellidos como Open Society Institute (G. Soros), National Endowment for Democracy, USAID, Ford Fundation, …, cuyo objetivo bananero era el mismo que el de las dictaduras, pero utilizando medios más sutiles.

A principios de los 1980s los sectores más perceptivos de las clases dirigentes neoliberales advirtieron que sus políticas estaban polarizando la sociedad y provocando descontento social a gran escala. Estos dirigentes empezaron a financiar una estrategia paralela “desde abajo” promoviendo organizaciones de base con una ideología antiestatista, “no gubernamental”, como si se tratara de ONGs, para intervenir entre las clases y ambientes potencialmente conflictivos y convertirse en una especie de “amortiguador social”.

El 23 de nov. de 1983 se creó la NED (National Endowment for Democracy), una ONG supervisada desde su nacimiento por Walter Raymond, alto responsable de la CIA y financiada por el Departamento de Estado norteamericano. ¿A que se dedica esta ONG? Pues su primera prueba de fuego fue la financiación de la Contra antisandinista y luego a Violeta Chamorro. En 1984 La NED distribuyó ayuda directa para crear sindicatos, periódicos y grupos de defensa de los derechos humanos en Polonia, facilitando 2,5 millones de $ a Solidarnosc de Lech Walesa.
A partir de entonces interviene en todo proceso político en que tengan intereses los norteamericanos. Entre 2001 y 2006 más de 20 millones de $ fueron remitidos por USAID y la NED a los grupos y los rotativos de oposición venezolanos. Las organizaciones anticastristas son asiduos beneficiarios de sus fondos de ayuda. Tras la invasión de Afganistán proporciona “ayuda a toda una serie de ONGs nacientes” para “ayudar a construir la democracia y la economía de mercado”. El mismo esquema en Irak. Toda una serie de organizaciones locales se convertirán en dependientes de la NED y se pondrán a trabajar para los americanos.

Según M. Carl Gershman, presidente de la NED desde 1984, la NED ha de proporcionar financiación a las ONGs que hacen frente a gobiernos “semi-autoritarios que se oponen a la libre empresa, a la entrada de inversiones extranjeras, a la economía de mercado, …”

A la NED le han salido muchos imitadores: Rights & Democracy (canadiense), Westminster Fundation for Democracy (inglesa)… y la española FAES del PP. Es en este contexto que se ha creado el Democracy Projects Database, que coordina unos 6.000 proyectos de ONGs en el mundo controlado por la NED.

Este tipo de organizaciones no gubernamentales, financiadas por grupos de intereses neoliberales, estaban diseñadas también para competir por el reclutamiento de líderes o activistas locales que de otra forma podrían encabezar movimientos sociopolíticos opuestos a sus intereses. En los 1990s, este tipo de ONGs se contaban ya por millares y recibían en conjunto fondos cercanos a los 4.000 millones de dólares del bolsillo de sus patrocinadores.

Una ONG francesa al servicio de la CIA es Reporteros sin Fronteras (Jean Guy Allard y Marie-Dominique Bertuccioli: Le dossier Robert Ménard: Pourquoi Reporters sans frontières s’acharne sur Cuba, Lanctôt Éditeur, Québec, 2004) . En contra de lo que parece sugerir su nombre, esta ONG no se compone de periodistas ni ayuda a la prensa que padece dificultades de censura. Actúa más como una agencia de publicidad centrada en denunciar a Cuba y Venezuela. Recibe financiación del gobierno francés, FNAC, Vivendi, CFAO, Hewlett Packard, Fundación Hachette, Fundación EDF y Fundación Soros entre otros.
El “mercado” de la compasión
El capitalismo tiene la habilidad de mercantilizarlo todo. Dónde hay una necesidad que cubrir cabe la posibilidad de traficar, montar negocios y sacar pingues beneficios. La enfermedad, la educación, el sexo, la paternidad, el deporte, el reposo, respirar aire libre, el arte … ¿ Por qué no traficar con la compasión?

Así pues, los pobres que genera el sistema, los “perdedores”, los marginados, también pueden participar del sistema, y participan por la vía del mercado de la compasión.

La mercantilización de las ONGs significa que el centro de atención de los traficantes de ayuda deja de ser los damnificados. Todo mercado capitalista genera en sus operadores una ineludible necesidad de crecer y ganar cota en un medio cada vez más competitivo. El centro de atención pasa a ser los donantes. Se trata de ofrecer “un producto humanitario” cada vez más perfeccionado y “venderlo” utilizando sofisticadas técnicas de marketing. Para ello es preciso contar con técnicos y directivos experimentados.

Durante los últimos años, muchas ONGs han crecido y se han “modernizado”. Han adoptado métodos de gestión empresariales, se han convertido en multinacionales de la compasión. Se han dado cuenta que la compasión puede considerarse como una necesidad de consumo. Han asumido que existe un mercado de la compasión como existe un mercado de automóviles. El mercado de la compasión ha crecido los últimos años a medida que se amplifica la polarización social y esto ha permitido la entrada de numerosas ONGs, algunas de ellas con planteamientos puramente fraudulentos, pero el crecimiento no es extensible hasta el infinito.
Los agentes del mercado de la compasión

Los productores

Podría atribuirse a los “desastres naturales” la responsabilidad de generar situaciones que despierten estados de compasión masiva. En realidad es el mismo sistema capitalista el que proporciona la mayor parte del combustible para que los fenómenos naturales se conviertan en “desastres humanitarios”
Los clientes

La demanda proviene de los solidarios con motivaciones éticas o religiosas, pero también de los interesados en cultivarse una determinada imagen para triunfar en otros mercados (relaciones públicas) o de los gobiernos que quieren camuflar o encubrir operaciones poco éticas.
Los damnificados

En el mercado de la compasión una perversa lógica se impone. Aunque el objetivo del negocio es “la solidaridad”, el funcionamiento del mercado exige que haya muchos damnificados, cuantos más mejor.

Así pues, el sistema capitalista roza la perfección: los pobres que genera el sistema, los “perdedores”, los marginados, también pueden participar del sistema, y participan por la vía del mercado de la compasión.
Competencia en el mercado de la compasión. Las multinacionales de la compasión.
De hecho en el mercado de la compasión, desde hace unos años, la competencia ha sido feroz. Sólo las ONGs que han tomado la delantera y consigan una talla suficiente podrán sobrevivir. Se han acabado los días para las ONGs que se han quedado en el estadio del amateur. Las modernas multinacionales de la compasión compiten con las más sofisticadas tecnologías del marketing, del tratamiento de la información, de la gestión y de las finanzas. Todo esto exige capitales cada vez más importantes.
No todas las ONGs pueden seguir el ritmo. Solamente sobreviven las más preparadas, las más agresivas, las más competitivas. Algunos bancos emiten tarjetas de crédito que se caracterizan porque un porcentaje de la comisión de emisión y de su utilización se destina a determinadas ONGs con las que están concertadas. Las ONGs figuran (cómo si se tratara marcas de jabón) en las revistas de información al consumidor. El nº 21, de febrero de 1994, de la revista “Dinero y derechos” publicó una lista comparativa de 18 ONGs para que el consumidor esté informado a la hora de consumir.

En los países destinatarios se comportan como expatriados, desplazándose en 4×4s climatizados y residiendo en zonas especiales de alto standing, junto a los expatriados de Shell, Exxon … las agencias de la ONU o las embajadas. En Kinshasa tienen sus cuarteles generales en el selecto barrio de Utex Africa, en Gombe, la antigua villa blanca de la época colonial. La proporción corriente entre expatriados (que detentan todos los puestos de responsabilidad) y personal local subalterno es de 40 a uno.
La transformación de las ONGs “competitivas”
La “modernización” no afecta sólo el ámbito de la recaudación de fondos, sino qué impone su lógica a toda la estructura organizativa. La colecta de fondos se profesionaliza. La propaganda ahoga la información. Los especialistas del marketing enseñan que son la fisonomía y las expectativas del “donante” los que deben dictar la conducta a seguir. Hay que tratar al donante como una empresa trata a un cliente, es decir, le propone un “producto” especialmente concebido para seducirlo. Es necesario promover “el producto” ante el generoso donante anónimo mediante los técnicas más sofisticadas del marketing … y que triunfe el mejor.
Las ONGs y la lucha por las porciones del mercado: La imagen de marca
Además de los anuncios y los campañas postales, los analistas de marketing tienen en cuenta, en primer lugar, la cuestión de la “imagen de marca”. La ONG que más haga hablar de ella a la TV y en los medios de comunicación, sea más conocida y haya sabido construirse una mejor imagen de marca, es la que se quedará con las más grandes porciones del mercado.

Médicos Sin Fronteras de Francia, el 18 de junio de 1985, demandó a Médicos Sin Fronteras de Bélgica con una citación judicial por vía de urgencia, exigiendo que le fuera prohibido, en lo sucesivo, la utilización de las siglas “Médicos Sin Fronteras”. Médicos Sin Fronteras de Francia se hizo representar por la Sra. L. Van Bunnen, especialista en cuestiones referentes a licencias y marcas comerciales. La demanda no prosperó, pero es una muestra clara del que aquí se expone.
Las ONGs competitivas y los medios de comunicación
La ONG competitiva se ha de esforzar en hacer creer al público que ella es la mejor, la más eficaz, la más moderna. La prueba de su superioridad la da el número a veces que sale en la TV o en los periódicos. Para continuar ganándose el interés de un público cada vez más esquivo, estos nuevos misioneros rivalizan con los reporteros para estar “bien situados” en los campos del horror.
Cuando estos nuevos misioneros, estos voluntarios blancos con la marca en la camiseta, se hacen presentes entre los escombros, los cadáveres y los heridos, se dispara el rendimiento financiero del anuncio publicitario. Funciona a la perfección el “proceso de identificación”, tan valorado por los publicistas.

El domingo 29 de enero de 1994, el diario “El País” iniciaba una serie de reportajes con colaboración de la ONG »Médicos Sin Fronteras”, con fotografías de la agencia “Magnum” y los textos de “destacados escritores”. La foto de rigor de un médico sin fronteras luciendo la camiseta de la organización, no podía faltar. Todo un cóctel para el consumidor-donador.
¿Interesan las causas de la pobreza?
No interesan. Se ha de ir rápido, rápido. Se ha de hacer ver al “donante” anónimo que estamos delante de una catástrofe y no es el momento (nunca es el momento) de perder el tiempo discutiendo las causas. Como en el caso de un accidente de automóvil lo más importante es llegar a tiempo y no pararse a discutir quien ha tenido la culpa. En casos de urgencia la motivación tiene la fuerza categórica de la evidencia: es indiscutible.
No nos podemos quedar sin hacer nada. Lo que se debe hacer es algo y rápido. Es esto lo que cuenta. Es la evidencia. Querer poner cuestiones sobre el porqué de la pobreza y sobre qué se puede hacer para combatirla es perder un tiempo precioso para actuar y complicar peligrosamente las cosas simples que por ellas mismas nos llevan a actuar.

Cuando el grito se convierte en un lenguaje articulado, pierdo su fuerza y su impacto; degenera en parloteo insípido o intelectualismo. Si la caridad intenta ser lúcida, si se organiza, si se da los mediados para luchar, pierde espontaneidad y se devalúa. Lo que es importante no es dónde va nuestra ayuda y que consecuencias producirá, sino que lo esencial es que la ayuda parta y que llegue deprisa.

Para muchas ONGs sin catástrofe humanitaria no hay ayuda. La medicina de prevención no liga con la compasión. Liga más la UVI. La ayuda, mientras todavía estamos a tiempo de prevenir la catástrofe no interesa, no es “vendible”, no es noticia. Las ONGs competitivas no pueden malgastar sus fuerzas. Ahora bien, cuando hay una verdadera catástrofe hay codazos para estar presentes y salir a la foto.
¿Cooperación para el desarrollo?
Demasiado complicado. Tratándose del desarrollo las cosas se complican: la política, la cultura, la historia, la economía, la demografía, constituyen unos factores demasiados complejos. La caridad, la compasión, parece que pierde parte de su pureza si se entra en estos temas. No hay cosa peor que mezclar la moral o la religión (la caridad privada) con la política o la economía. Querer ir más allá de la limosna puntual es exponerse a la colaboración, al compromiso de participar en el nacimiento de quien sabe qué nueva monstruosidad política.

Bajo estos presupuestos, la cooperación para el desarrollo se ha convertido en una sucesión de gritos, imágenes de choque u operaciones comando. No se habla del hambre si esta no se convierte en hambruna. La penuria de la miseria no interesa si no es en la forma de una sucesión espectacular de hambres o de accidentes climáticos.
Las ONGs en Bolivia, una línea demasiado habitual de comportamiento
En 1985 el gobierno boliviano se lanzó de lleno a la “globalización” según plan de ajuste dictado por el FMI y el BM. Por decreto se congelaron los salarios y se eliminaban los subsidios a los productos de primera necesidad mientras se desbocaba una inflación del 15.000 % anual. Se privatizaban las empresas públicas y se despedía a buena parte de sus trabajadores. Drásticos recortes en educación y sanidad ponían a dieta al ya esquelético sector público. Resultado: la pobreza creció exponencialmente con huelgas generales y confrontaciones violentas como respuesta.

El BM se sacó de la manga el “programa para aliviar la pobreza”, el Fondo Social de Emergencia (738 millones de $ en 1990) que canalizaría la ayuda a las ONGs que implementaran el programa según los designios del BM.

El resultado fue una proliferación de partos de nuevas ONGs. Antes de 1980 había 100 ONGs. En 1992 la cifra se había incrementado en un 500%. Del total de los fondos del BM sólo un 18% llega a los pobres “beneficiarios”. El resto se lo embolsan estos intermediarios de la ayuda humanitaria. El objetivo era debilitar la resistencia popular al plan de ajuste. Muchos izquierdistas fueron absorbidos por la deriva neoliberal entrando a formar los cuadros de las nuevas ONGs.

Conozco casos de apadrinamiento de niños por parte de ciudadanos americanos en que la ONGs intermediaria controla estrictamente el correo entre padrinos y niños tachando desvergonzadamente la dirección de los padrinos para evitar perder el control – y las comisiones – de la intermediación.

En la actualidad USAID financia y colabora en la balcanización del país en beneficio de las corporaciones petroleras y agroindustriales. El “estatuto” del departamento petrolero-gasístico de Santa Cruz (redactado por cierto con la colaboración políticos y empresarios catalanes que aportaron su experiencia en el modelo del Estatut catalán. Higinio Clotats, octubre 2006: “Nos parece oportuno apoyar con nuestra experiencia el proceso autonómico que llevan adelante ustedes en Bolivia”) ha gozado del apoyo incondicional de ésta y otras ONGs.
ONGs y greenwashing

La necesidad perentoria de mejorar su imagen ha llevado a las grandes corporaciones a buscar el consejo inestimable de muchas ONGs a cambio de aportaciones sustanciales. Como parecer verde o socialmente responsable es el quebradero de cabeza de los consejos de administración de petroleras, químicas, farmacéuticas, …. ¿Y quien sabe más del asunto?

Más sobre el tema:

Arundhati Roy: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55051

http://html.rincondelvago.com/ong-y-leyes-del-mercado.html

http://www.tni.org/detail_page.phtml?page=interviews_mundo

Haití. ONGs y neoliberalismo

Haití. ONGs y neoliberalismo
12/1/11
David Harvey: “Las ONGs son los caballos troyanos de la globalización neoliberal”

Ricardo Seitenfus: “Hay una relación causa-efecto entre la infelicidad de los haitianos y la felicidad de las ONGS y el peligro más grande que afrontamos ahora es la ‘onegización’ del país. Haití nunca estuvo tan debilitado como ahora y le toca dialogar y aceptar muchas cosas pero hay una relación perversa entre la debilidad del estado haitiano y la fuerza de las ONGS en el país”
ONGs y mercado
El capitalismo tiene la habilidad de mercantilizarlo todo. Dónde hay una necesidad que cubrir cabe la posibilidad de traficar, montar negocios y sacar pingues beneficios. La enfermedad, la educación, el sexo, la paternidad, el deporte, el reposo, respirar aire libre, el arte, … ¿ Por qué no traficar con la compasión?

En la India ha habido recientemente una fuerte controversia respecto a la marquetización de sus ONGs. Las ONGs de aquel país tienen una larga historia de trabajo con la gente trabajadora, educándolos a cerca de sus derechos y apoyándolos en sus reivindicaciones y favoreciendo movilizaciones de masas para forzar a los gobiernos a respetar sus derechos. Su marquetización implicaría la pérdida de contacto con sus bases en favor de estrategias y campañas que sintonizan más con los intereses donantes y sus intermediarios, que los de los hipotéticos receptores.

La mercantilización de las ONGs significa que el centro de atención de los traficantes de ayuda deja de ser “los damnificados”. Todo mercado capitalista genera en sus operadores una ineludible necesidad de crecer y ganar cota en un medio cada vez más competitivo. El centro de atención pasa a ser “los donantes”. Se trata de ofrecer “un producto humanitario” cada vez más atractivo y “venderlo” utilizando sofisticadas técnicas de marketing.
Para ello es preciso contar con técnicos y directivos experimentados. El periódico El País ( 9 /1/2011) dedicó una página entera al tema con el título “Profesionales de la solidaridad”, un sector que ocupa en España a 529.000 empleados remunerados (y mucho incauto mal remunerado). En el artículo se cita sin desparpajo el caso ejemplar de un dinámico economista, con larga experiencia como director de ventas de Procter & Gamble, que ha sido fichado por una ONG fundada por un magnate de la banca. Cada vez son más concurridos los cursos y postgrados de especialización en ONGs impartidos por escuelas de negocios.

En muchos casos se trata de verdaderas corporaciones multinacionales con oficinas abiertas en paraísos fiscales para “gestionar” los cuantiosos fondos que reciben al margen de las onerosas regulaciones fiscales de los “gobiernos”. 77 ONGs están siendo investigadas por tales prácticas.
Como funciona el mercado de la compasión (ver “El mercado de la compasión” en este mismo blog)
Los productores

Podría atribuirse a los “desastres naturales” la responsabilidad de generar situaciones que despierten estados de compasión masiva. En realidad es el mismo sistema capitalista el que proporciona la mayor parte del combustible para que los fenómenos naturales se conviertan en “desastres humanitarios”. Es el desastroso impacto del neoliberalismo en el planeta el que genera “oportunidades” y fondos para las ONGs.

Los clientes

La demanda proviene de los solidarios con motivaciones éticas o religiosas, pero también de los interesados en cultivarse una determinada imagen para triunfar en otros mercados (relaciones públicas) o de los gobiernos que quieren camuflar o encubrir operaciones poco éticas.

Papel de los damnificados

En el mercado de la compasión una perversa lógica se impone. Aunque el objetivo del negocio es “la solidaridad”, el funcionamiento del mercado exige que haya muchos damnificados, cuantos más mejor.

Así pues, el sistema capitalista roza la perfección: los pobres que genera el sistema, los “perdedores”, los marginados, también pueden participar del sistema, y participan por la vía del mercado de la compasión.

¿HAITÍ o HAITONG?. Haití, república de las ONGs

En la actualidad se estima que hay unas 12.000 ONGs en Haití. Se trata de la mayor concentración de organizaciones humanitarias per cápita en el planeta. No se trata sólo de un “estado dentro del estado”, sino de un verdadero asalto al estado. Muchos haitianos consideran a su país una “república de las ONGs”. Haití se ha convertido en un estado ONG.

El sector humanitario ya representaba más de 1/3 del PIB antes del terremoto y es el sector que más empleos, sueldos y consumo genera en Haití; ciento de miles viven de él y, prácticamente, todo graduado haitiano intenta ser contratado por una ONG. El mismo primer ministro, Michele Pierre-Louis, hizo carrera en la FOKAL , una ONG fundada en 1995 por George Soros.

El creciente tumor de las ONGs y la atrofia del Estado haitiano son en realidad las dos caras de la misma moneda neoliberal, presta a sacar partido cualquiera que sean las circunstancias. El país no tiene recursos públicos para poder operar en un sistema mínimo de Estado. Toda la ayuda que llega se canaliza en su mayor parte a través de las ONGs. La ayuda de EEUU a través de ONGs made in USA, la canadiense a través de ONGs canadienses,…

Las ONGs capitalistas actúan como un verdadero disolvente de la sociedad civil. Numerosos militantes y organizaciones populares han sido cooptados por las ONGs.

Los “expertos” de las conferencias de donantes recomiendan que Haití debería fortalecer más el sector privado (más del 90% de su sistema educativo y sanitario a caído en manos privadas), la transparencia y el buen gobierno. La ironía es que todo apunta a que las recetas deberían aplicárselas a sí mismas las opacas ONGs, reluctantes a rendir cuentas a nadie, incluidos los gobiernos donantes.

El discurso que ampara las actividades de las ONGs es “la corrupción gubernamental” . Pero es que en Haití es difícil que la corrupción venga del Estado puesto que el Estado carece de recursos. La verdadera cuestión está en cómo se administran los recursos recaudados por las ONGs. La excusa de la emergencia ya ha caducado. Lo que vemos ahora es la permanente sustitución del estado por las ONGs, al servicio, voluntario o no, de los intereses del neoliberalismo.
Descoordinación criminal y ganancia de pescadores
Dr. Tiffany Keenan: “Existe en la actualidad una necesidad perentoria de un cuerpo especial de policía para ONGs.”

Haití se ha convertido en la gallina de los huevos de oro de las ONGs que acuden como moscas. Nadie sabe a ciencia cierta cuantas ONGs hay, ni lo que hacen, o en que se gastan los fondos. La duplicación de servicios y la ingente acumulación de material sin utilizar es prácticamente la norma tras la catástrofe. Sólo 300 están inscritas en el ministerio, así que hay cientos que actúan sin control alguno. La mayoría de ellas son cajas negras que nadie supervisa.

Las siglas y los logos de las ONGs más variopintas, en carteles, envases , banderas, vallados y anuncios, son más numerosos que las tiendas en los campos de refugiados. Se trata, ante todo, de estampar tus siglas encima de todo lo que huela a desastre. Nadie lo dude, la caridad es “negocio” y en Haití hay negocio para rato.

La descoordinación es tremenda. Se trata de “empresas” que compiten entre si con uñas y dientes. Cualquier tipo de centralización es mal recibida como un impedimento “gubernamental”. Las formalidades y evaluaciones técnicas que involucran cada proyecto (diseñado para captar donaciones) incluyen absurdos requerimientos como “estudio del impacto ambiental” en ciudades que han sido devastadas. Construyen un hospital, pero no hay fondos para una carretera (construir carreteras es más bien algo gubernamental) con lo que el hospital se queda vacío y se convierte en otro “elefante blanco” fruto del despilfarro y la desorganización.

En río revuelto ganancia de pescadores. Se han producido demostraciones de miles de campesinos organizadas por el “Mouvman Peyizan Papay” (MPP) contra las sospechosas “donaciones” de la multinacional Monsanto, quemando cientos de toneladas de semillas (genéticamente modificadas) roundup.

Para las iglesias evangélicas el Haití de las ONGs se ha convertido un campo abonado para su expansión imparable (cerca de 500 iglesias evangélicas participaron en un festival en el estadio de fútbol de Port-au-Prince organizado por la Asociación Evangelista Billy Graham (BGEA) el 10 de enero de 2011.

El capitalismo del desastre también ha aterrizado en Haití

Mike Davis: “Las ONGs son una forma de imperialismo blando, juegan un papel semejante al de los misioneros de la época colonial, una especie de cobertura moral al saqueo practicado por las multinacionales”

Los contratistas de la “reconstrucción” de Irak, Afganistan, … ya tienen llenos los maletines con las frescas firmas de los contratos opacamente adjudicados por la IHRC de Clinton y compañía. Y como en Irak o Afganistan, la “reconstrucción” se queda en una “pseudo-reconstrucción”.

Historia de Haití, la primera república negra del planeta

Tras décadas de experiencias neoliberales teledirigidas por el FMI, Haití ya era un estado fallido antes de que el terremoto asolara la isla y convirtiera al país en pasto de las ONGs.

El 25 de septiembre de 2008, el geólogo Patrick Charles volvió a advertir acerca del peligro inminente. En un informe publicado en Le Matin, diario local de Haití, decía: “Port-au-Prince está construida sobre una gran falla que va desde Pétion-Ville, cruza toda la península del Sur, hasta llegar a Tiburón. En 1751 y en 1771, esta ciudad fue completamente destruida por un sismo. Apuesto mis ojos que eso se repetirá. La ciencia puede fácilmente confirmarlo”. Y más adelante, la misma publicación hacía una predicción sombría: “Port-au-Prince corre el riesgo de transformarse, de la noche a la mañana, en un montón de ruinas al término de una violenta sacudida telúrica”. “Durante dos siglos, ningún sismo principal se registró en la capital haitiana. La cantidad de energía acumulada entre las fallas nos hace correr el riesgo de un sismo de magnitud 7.2 en la escala de Richter. Es mejor no hablar, no es necesario asustar. Pero sería una catástrofe”.

El capitalismo y sus políticas neoliberales han creado las condiciones que han convertido a los desastres naturales “anunciados” en enormes catástrofes humanitarias.

Haití, la primera república negra de la historia

Antes de su independencia, Haití era considerada la perla más rentable del colonialismo francés gracias a la brutalidad de su economía esclavista. En 1791 se produjo una revuelta de esclavos y en 1804, tras derrotar a las tropas enviadas por Napoleón, los esclavos liberados fundaron la primera república negra de la historia.

Los colones esclavistas expulsados presentaron una larga lista de daños y perjuicios donde se detallaban escrupulosamente tasados (sin escrúpulos) los esclavos expropiados. En 1825, el rey Carlos X (que pretendió hacer volver a Francia al antiguo régimen), tras cercar la isla con su armada, exigió que Haití pagara a Francia la “Deuda de la Independencia” (150 millones de francos oro que equivalían a unas veinte veces el PIB de la época, unos 22.000 millones de $ actuales).

Haití fue obligada a financiar su deuda bajo el monopolio de un único banco francés que cargó sobre el país exorbitantes intereses y comisiones durante 122 años (La deuda de la independencia no quedó amortizada hasta 1947). En 2003, cuando las autoridades de Haití exigieron la devolución de la “Deuda de la independencia” el gobierno francés respondió colaborando en el derrocamiento del gobierno. (Una iniciativa civil reabrió el tema con motivo del terremoto y publicó en el diario francés Libération un “Carta abierta al Presidente Nicolas Sarkozy” declarando la deuda ilegítima e ilegal y exigiendo su devolución. Firmaron, entre otros, Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Cornel West y Naomi Klein. El gobierno francés se apresuró a rechazarla)

La ocupación norteamericana y los Duvalier

Los EEUU ocuparon Haití desde 1915 a 1934 al son de la “doctrina Monroe”. Los gobiernos impuestos por Washington se sucedieron incluso tras la marcha de los marines. La Guardia Nacional, una criatura creada por las fuerzas ocupantes serviría para sustentar las dictaduras militares que se fueron sucediendo bajo la férula del gran vecino del norte. EEUU se reservó una tasa sobre las exportaciones de café como pago a sus gastos de ocupación y siguió controlando la economía y la aduanas hasta 1945.

Los gobiernos títeres de los Duvalier, François Duvalier – Papa Doc- (1957 -1971) y su hijo Jean-Claude Duvalier Bébé Doc (1971– 1986), saquearon sin compasión el país con la colaboración de la banca internacional y el FMI (desviaron unos 900 millones de dólares a cuentas numeradas suizas y monegascas). Haití quedó hiperendeudado y exhausto.

Baby Doc Duvalier sucumbió en los 1980s a los encantos de la flauta neoliberal del FMI, el típico esquema (que los haitianos llamaron “plan de la muerte”) consistente en eliminar los aranceles sobre los productos agrícolas norteamericanos, conversión del sector agrícola hacia la exportación, implantación de maquiladoras en Port-au-Prince y resorts turísticos en las playas para absorber a la población expulsada del campo, … A los sibilinos acordes de la flauta le sucedieron los bastonazos sin contemplaciones del FMI exigiendo el retorno de los préstamos sutilmente desviados por los Duvalier hacia paraísos fiscales.

Jean-Bertrand Aristide

En respuesta al empobrecimiento generado por estas políticas (la población en condiciones de pobreza absoluta subió al 60%), los haitianos eligieron a Jean-Bertrand Aristide y su partido Lavalas en diciembre de 1990. Antiguo sacerdote salesiano y seguidor de la teología de la liberación, Aristide intentó poner en pie una política antineoliberal que chocó inmediatamente con los intereses de EEUU y la clase dominante haitiana. En septiembre de 1991, nueve meses después de su elección, se vio obligado a exiliarse tras el golpe del general Raoul Cédras. La OEA condenó el golpe. Los golpistas con la ayuda de miembros de la CIA (Emmanuel “Toto“Constant, a sueldo de la CIA, organizó FRAPH – Front pour l’Avancement et le Progrès Haitie – una organización paramilitar para liquidar simpatizantes de Aristide) lanzaron una campaña de terror que acabaría con la vida de más de 5.000 haitianos.

Frente a los impresentables abusos de Cédras y sus paramilitares (asesinato del ministro de justicia Guy Malary, matanza en el slum de Raboteau, … ). Bill Clinton negoció (octubre de 1994) con los militares la restauración del gobierno de Aristide (sólo hasta el final de su mandato en febrero de 1996). Aristide debería aceptar las condiciones impuestas por las multinacionales USA: pagar la deuda acumulada por los Duvalier, adelgazar la administración estatal, abrir el país al libre comercio reduciendo los aranceles sobre el arroz y el maíz a la mitad y privatizar los monopolios estatales (puertos, aereopuertos, molinos de grano, cementeras, teléfono y electricidad entre otros).

A eso le llamaron “Transformación sustancial de la naturaleza del estado haitiano”. No había nada nuevo en este plan (de la muerte II) que era la continuación de la injerencia extranjera que había transformado la agricultura tradicional campesina en cultivos para la exportación (café y mangos), desplazando a la mayoría de la población sobrante a las ciudades con el único resultado tangible de enriquecer a unos pocos agroexportadores y “desarrollar” gigantescos slums en los alrededores de Port-au-Prince. (Haití, un país tradicionalmente autosuficiente en arroz, es en la actualidad el 4ª mayor importador de arroz norteamericano).

Se produjeron protestas airadas contra “las privatizaciones” y demás “reformas” neoliberales. Aristide se negó a llevarlas a cabo a pesar de las continuas presiones de Al Gore, el Banco Mundial y el FMI. Durante este corto periodo de tiempo Aristide desmanteló las fuerzas armadas y estableció un nuevo cuerpo de policía civil.

Dado que la constitución impedía la reelección, en 1996 fue elegido Rene Preval, antiguo ministro de Aristide reconvertido en títere de los norteamericanos y presto a implementar el plan de privatizaciones y reformas, a cambio de un préstamo de 1.200 millones de $ destinado a crear un ambiente favorable al sector exportador.

Vuelta de Aristide

En noviembre de 2000, Aristide fue elegido presidente de nuevo con un aplastante 92% de los votos, empezando a gobernar en febrero de 2001. Con la excusa de ciertas irregularidades en el recuento, la oposición alegó fraude electoral y se organizó bajo las siglas de “Convergencia Democrática” con el apoyo de G. Bush y el “International Republican Institute”, (organismo especializado en derrocar gobiernos non gratos a los intereses de las multinacionales) para enfrentar al partido Fanmi Lavalas y desestabilizar el gobierno de Aristide.

El gobierno de Aristide introdujo mejoras salariales y reclamó el reembolso de los 21.000 millones de $ de la “Deuda de la Independencia” a Francia. El gobierno haitiano participó en proyectos cooperativos con Cuba y Venezuela. El gobierno de Chavez ofreció petróleo a precios reducidos. Cuba desplegó la ayuda Sur-Sur enviando médicos, agrónomos,…, a la isla para ayudar y formar a los haitianos. Durante estos años, Haití intentó organizar un bloque comercial regional caribeño (CARICOM) al margen del sistema defendido por Washington (Área de Libre Comercio para las Américas).

La conspiración contra Aristide, un ensayo preliminar de los planes contra Chavez

Esto exasperó a los ricos y a las multinacionales que, en vista del poco éxito electoral conseguido (8% en 2002) hasta el momento, conspiraron furtivamente para desbancarlo, meterlo entre rejas con cargos de corrupción o simplemente asesinarlo. Se vocearon supuestas violaciones de los derechos humanos por parte de Aristide y sus seguidores. La ayuda prometida se cortó de cuajo (siguiendo la tónica del Banco Mundial, las agencias de desarrollo – Banco Interamericano de Desarrollo – y los mismos países europeos suspendieron toda ayuda a Haití) mientras que USAID y asociadas llenaban los cofres de los grupos de la vociferante oposición.

Últimos acontecimientos previos a la aniquilación de Haití

. En diciembre de 2002, Convergencia Democràtica crea el G184 (brazo agitador de la oposición en el que colaboran varias ONGs: USAID, el International Foundation for Electoral Systems, y el International Republican Institute)
• En enero de 2003, el G184 de convoca una huelga general en Port-au-Prince que resulta un absoluto fracaso.

• El 14 de noviembre 2003, en Port-au-Prince, el G184 organiza una demostración frente al palacio nacional que es superada de lejos por una contramanifestación de partidarios de Aristide. Convergencia Democrática denuncia violación de los derechos de expresión.

• El 11 de diciembre de 2003, el G184 y Convergencia Democrática organizan una marcha hacia la capital. Los defensores de Aristide, temiendo un atentado, se reunieron junto al palacio presidencial para impedir el avance de la marcha que fue disuelta con gases lacrimógenos. Los hechos se presentaron como un atentado al derecho de manifestación y EEUU llamó a su embajador en Haití.

• El 16 de enero de 2004, el G184 organizó una manifestación frente a los cuarteles de la ONU pidiendo el apoyo a su causa.

• El 29 de febrero de 2004 Aristide es desalojado del país (o raptado) y conducido a Sudáfrica.
Los paramilitares organizan una verdadera caza del simpatizante de Aristide y de miembros de organizaciones populares y sus familias, quemando sus casas y haciendo desaparecer sus cadáveres.

. El 9 de marzo de 2004, un “consejo de sabios”, dirigido por EEUU, nombra como primer ministro a Gerard Latortue, un haitiano exiliado que trabajaba como consultor de negocios en Florida cuyo primer decreto es el de la salida de Haití del CARICOM. La Tortue, de 69 años, monta un gobierno de “técnicos”, muchos de ellos exiliados en Florida. Otra de sus cartas de presentación fue la de cancelar la demanda de restitución de la Deuda de la Independencia.

. El 23 de marzo se encontró un montón medio calcinado de centenares de cadáveres de partidarios de Aristide, con signos evidentes de torturas a manos de los paramilitares.

• Por tres veces, el 6 de enero de 2005, en julio del mismo año y el 22 de diciembre de 2006, las tropas de la ONU (MINUSTAH) en sendas operaciones “anti-gang” atacaron Cité Soleil, un slum contiguo a la capital, núcleo del partido Fanmi Laval, matando a 23 civiles inocentes e hiriendo a una multitud.
Haití, estado fallido
Tras el terremoto, el neoliberalismo pretende crear la ilusión de un estado democrático y soberano en Haití invirtiendo millones de dólares en la organización de unas elecciones trucadas desde el inicio. Tras décadas de neoliberalismo (Haití es el país más neoliberal de américa) la dieta impuesta al estado haitiano a acabado con él. La Interim Haiti Recovery Comission (IHRC) dominada por Bill Clinton es quien “gobierna” y adjudica los contratos de reconstrucción en Haití.

El partido Lavalas (excluido del proceso electoral), las organizaciones populares y la izquierda, denunciaron las elecciones como una farsa y llamaron a un boicot que fue masivo como en el de las elecciones anteriores al seísmo en las que solo votaron el 3 por ciento de los haitianos. Bill Clinton, la cabeza visible de las multinacionales en Haití, espera que a través de su plan de estabilización, el país quede “abierto a los negocios.” Clinton tiene como objetivo implementar un plan neoliberal desarrollado por Paul Collier titulado: “Haití, de la catástrofe natural a la seguridad económica”, que incluye la privatización de cualquier recurso natural obtenible en la zona, el desarrollo de maquiladoras al estilo Ciudad Juárez, turismo y agricultura orientada a la exportación. Un enclave de mano de obra barata a sólo a 30 minutos de Florida.

Hablando de feminismos y géneros: ¿Cómo sé yo que soy una mujer?

Hablando de feminismos y géneros: ¿Cómo sé yo que soy una mujer? (1 de 5)
¿Cómo sé yo que soy una mujer? Esta pregunta surge en mi mente mujeril mientras paso el trapo por la tapa del retrete.
Este pensamiento que conecta la limpieza del baño con mi condición de mujer lo he llevado a varias conversaciones con mujeres. En todas ellas (no he hecho estadísticas sobre las mismas), la limpieza del baño estaba muy conectada con las mujeres y poco conectada con los hombres de los hogares sobre los que se hablaba.
Este “suponer que las mujeres debemos limpiar el baño” hace que algunas mujeres entren en conflicto con ellas mismas y con los hombres que conviven en los hogares, ¿por qué ocurre eso?, ¿de dónde viene ese “suponer”?
Si hay mujeres concretas que sabemos que no nos gusta limpiarlo, ¿por qué sentimos que nos corresponde más que a los hombres realizar esta tarea, y en general, ciertas tareas?
La limpieza del baño es sólo un ejemplo de tareas que se han conectado con las mujeres dentro del hogar. El baño es una de las resistencias. Aunque algunos hombres han asumido tareas hogareñas como el fregado de platos, o sacar la basura al contendor (tareas estrella en la incorporación general de los hombres a las tareas domésticas), el baño sigue siendo un “enclave” de los roles femeninos.
El conflicto emerge cuando las actividades que se han identificado como “propias de las mujeres” chocan con la persona, con su ser, con su situación personal, forma de vida, en definitiva, con su realidad vivida. Es decir, cuando el estereotipo y los roles de género chocan con las vidas de las personas.
La naturalización de “las cosas propias de las mujeres”, como analizó Simone de Beauvoir en su libro “El segundo sexo”, vienen construyéndose desde los diferentes ámbitos y disciplinas como el psicoanálisis, la historia, la filosofía, la biología, etc. Con la característica de que a las “cosas propias de mujeres” se les concede menor valor que a las “cosas propias de hombres”.
El imaginario social occidental, que mayormente compartimos en la actualidad, se ha construido de manera que las mujeres se conectan con el ámbito doméstico. Las tareas realizadas en dicho espacio están dotadas de un valor menor en comparación de las desarrolladas en el ámbito público, principalmente conectado con lo masculino.
Incluso hoy en día que las tareas del hogar comienzan a compartirse más, si miramos dentro del espacio doméstico, tareas como la limpieza de los baños, así como limpiezas más profundas, siguen estando, mayormente, en manos de las mujeres. Suelen ser tareas más desagradables, más en contacto con la suciedad: bayeta de la cocina, restos comida fregadero, grasa de la campana extractora, pelo enredado en el sumidero de la ducha, entre otras.
Todo el entramado ha sido bien configurado para que sea asumido de forma natural por mujeres y hombres. De manera que, se han creado ciertas sumisiones que se materializan en las vidas de las mujeres sin que exista un control explícito.
En los diferentes momentos de la historia las mujeres han reivindicado su visibilidad y participación en el mundo como sujetos. Y si, esto tiene que ver con la limpieza del baño.
Las “cosas propias de mujeres”, el “pack femenino” (1) (como aquí lo identificaremos) han ido calando poco a poco. Esto ha supuesto dificultades para el desarrollo de las vidas de las mujeres.
Esta construcción de “mujer” generó un “malestar” en mujeres estadounidenses blancas de clase media en la década de los sesenta del siglo XX. Betty Friedan, analizó ese malestar.
Eran mujeres que cumplían con todas las características que tenía que tener una “mujer” blanca de su tiempo y lugar (EE.UU.). Tenían todos los elementos del “pack de la feminidad” (mujeres dedicadas al ámbito doméstico: madres amorosas, buenas esposas, y excelentes anfitrionas, entre otras), y contaban con todas las “comodidades” del mundo moderno. A pesar de esto, estaban depresivas, angustiadas, con un “extraño malestar” ¿Querrían ser algo más que ser madres y esposas?
Esa condición de “mujer” de la que también habla Marcela Lagarde, está formada por las características genéricas que teóricamente comparten todas las mujeres. Esas características que se denominan como esenciales y que definen a “la mujer” como ser social y cultural genérico, ser para y de los otros. Esa condición de “mujer” que compartían todas las mujeres que Betty Friedan estudió, les estaba causando dificultades y conflictos en sus vidas.
Si a lo largo de la historia ha habido mujeres que cuestionan lo que se les atribuye por el hecho de ser mujeres. Si nosotras cuando limpiamos el baño nos preguntamos: ¿porqué lo hacemos con más naturalidad que los hombres?, ¿porqué si no lo hacemos (y sabemos que hay que limpiarlo) nos sentimos extrañas, mal?, ¿qué es lo que entra en contradicción? De manera sencilla, podemos responder que ese “malestar” está relacionado con el género, como construcción social del sexo.
De estos conflictos de la cotidianidad, como la limpieza del baño, surgen las reivindicaciones y rupturas que se producen por parte de mujeres que, aun reconociéndose como tales, no tiene demasiado claro: ¿en qué momento lo supieron?, ¿quién se lo dijo?, ¿cómo se ha construido “esa mujer” que las habita?
De manera que, nos preguntamos: ¿qué trae consigo el “pack de la feminidad”?, ¿qué posición hace ocupar a las mujeres en el mundo el uso o no del mismo?, ¿quién fabrica el pack?
Este post es el inicio de una reflexión en la que pretendemos hacer un breve recorrido sobre cómo en diferentes momentos se ha construido una feminidad que se conecta específicamente a las mujeres. Y cómo, a partir de la condición genérica de “mujer”, las mujeres crean sus identidades.
Esto lo haremos a través de tres autoras que, en diferentes momentos, han abordado de distinta forma esta temática.
Simone de Beauvoir (1908 – 1986) filósofa y escritora francesa que en 1949 escribió “El segundo sexo”, un gran análisis de toda la construcción de “la mujer” como Alteridad, como el Otro.
Betty Friedan (1921- 2006) escritora estadounidense, cuya obra “La mística de la feminidad”, escrita en 1963, trajo consigo una puesta en cuestión de la creación de lo femenino.
Marcela Lagarde (1948- /) antropóloga mexicana. Profesora y política mexicana, que en su libro “Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia”, analiza las posibilidades vitales de las mujeres y hombres, el sentido de sus vidas, expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros.
A partir de sus reflexiones iremos a tres momentos históricos, a tres lugares diferentes, y a tres formas de ver y enfrentar lo que supone “ser mujer”, lo que conlleva la feminidad y lo que implica verse en esos conflictos identitarios genéricos. Para llevar a reflexionar sobre ¿cómo sé yo que soy mujer?
(1) Identificaremos aquí “pack femenino” como las características que se supone debe tener “la mujer”, que son cambiantes y se van construyendo de manera distinta en los diferentes momentos. Aunque hay algunas que permanecen constantes y que se han ido naturalizando. A estas características y acciones derivadas de ellas se les da valor. A partir de ellas se valora a las “mujeres reales” a la hora de considerarlas como mujeres-personas. Ejemplo: la sensibilidad conectada con las mujeres hace que de una mujer agresiva se diga de ella que “no es femenina” ¿Deja de ser mujer por esto?
Hablando de feminimos y géneros: No se nace mujer, se llega a serlo. Simone de Beauvoir (2 de 5)
No se nace mujer, se llega a serlo (Simone de Beauvoir) Continuando con lo planteado en el post anterior, ¿cómo sé yo que soy una mujer? vamos a mirar a las reflexiones y estudios de tres autoras: Simone de Beauvoir, Betty Friedan y Marcela Lagarde. Para comprender cómo se yo que soy una mujer, hemos de indagar sobre ¿qué significa ser mujer?, como se preguntó Simone de Beauvoir.
Estas preguntas aparecen ante las realidades cotidianas. El hecho de que escuchemos afirmaciones como “esa no es una mujer, no es muy femenina, es una machorra”, “no es una buena mujer, sólo se ocupa de su trabajo”, “a mí me gustan las mujeres de verdad”, o frases como las que el actual presidente de EE.UU. dice sobre las mujeres: “las mujeres son objetos estéticamente agradables”(ver noticia aquí), muestra inicialmente que ser “mujer” significa muchas cosas que afectan negativamente a las mujeres. Para comprender cómo ha ido construyéndose esto vamos a ir a lo que de Simone de Beauvoir escribió en su libro El segundo sexo.
Simone de Beauvoir (1908-1986) fue una filósofa francesa que publicó un libro revolucionario para la época: El segundo sexo (1949). Tanto las críticas como las alabanzas que recibió son muestra de la importancia de la obra. Ella se lanza a hablar abiertamente de cosas como la menstruación, la prostitución y el aborto. Hace un gran trabajo visibilizando el entramado que conforma a las mujeres. . Ya que, como pone de manifiesto su célebre frase “no se nace mujer, se llega a serlo”, hay toda una construcción en torno a lo que significa ser mujer.
Una vez que nace la criatura y es definida como niña o niño, se ponen en marcha muchos mecanismos que contribuyen a su desarrollo en femenino o masculino. Incluso antes de nacer, la pregunta si es niña o niño es constante, para adecuar el color de la ropa, la habitación, los regalos, etc. Y resulta, que todo este entramado va a marcar su posición en el mundo.
En la actualidad, en casi todas las sociedades occidentales se han producido grandes avances en relación a la igualdad formal. A pesar de esto, nuestras cotidianidades aportan datos y testimonios que corroboran que esa igualdad de derechos, oportunidades y posibilidades no es un hecho.
“los hombres afirman casi de buena fe que las mujeres son iguales al hombre, que no tienen nada que reivindicar, y al mismo tiempo, que las mujeres nunca podrán ser igual al hombre y que sus reivindicaciones son vanas” (Beauvoir, [1949]1998:61).
Esta desigualdad efectiva se construye sobre la diferencia sexual y para Beauvoir una de las claves de la condición de mujer viene dada por la maternidad. A las personas que nacieron con vulva se las nombra como “mujer”. Esto va a implicar, que esa sujeto se construya como alteridad.
El análisis que realiza la autora gira en torno a la idea de que “la mujer” ha sido construida como alteridad, a partir del hombre, nunca se la ha visibilizado como algo completo. Ella analiza lo que se ha escrito hasta sobre las mujeres y se da cuenta siempre estaban en un segundo plano. Son consideradas lo Otros, inferiores. El sexo débil frente al sexo fuerte. Estas dicotomías se construyen en base a la naturaleza.
En este libro, como se pone de manifiesto en el vídeo que recomendamos, los análisis de Beauvoir apuntan que había que desconfiar de eso que lo que se apunta como “natural”.
La igualdad sobre la que se sustenta Beauvoir, teniendo en cuenta la diferencia biológica, sería la condición humana, “solamente es posible comparar a la hembra y al macho de la especie humana desde una perspectiva así mismo humana. La definición del hombre es la de un ser que no viene dado, que obra para ser lo que es” (Beauvoir, 1998:96).
Así por ejemplo, dentro de sus análisis a través de la biología sobre el sexo y la sexualidad de diferentes especies pone de manifiesto que la forma de reproducción de las especies en la naturaleza no se manifiesta con tanta claridad. “En la naturaleza nada está totalmente claro: los dos tipos, macho y hembra, no siempre se diferencian con claridad” (Beavoir, 1998:87). Esta apreciación es muy relevante, ya que en muchas ocasiones se recurre a nuestras diferencias biológicas para justificar discriminaciones.
La contemporaneidad de estos argumentos la podemos ver en la explicación que una profesora de biología hizo en las redes sociales (marzo 2017) para argumentar a través de la biología contra las conductas transfóbicas que se justifican desde la biología.
Opinión en las redes: “Entre las especies sexuales, las hembras tienen dos cromosomas X y los machos tienen una X y una Y, no soy un fanático, sólo es ciencia”. Lo que ella respondió, nos pareció una genialidad y nos dimos a la tarea de traducirlo y verificarlo:

Respuesta de la profesora: “En primer lugar, entre las especies sexuales, las hembras pueden tener XX y los machos ser X (insectos), las hembras pueden ser ZW y los machos ZZ (aves), también puede ser que las hembras sean hembras porque se desarrollaron en un ambiente cálido y los machos sean machos porque se desarrollaron en un ambiente fresco (reptiles). Puede que las hembras lo sean porque perdieron un concurso de lucha de espada de pene (algunos platelmintos).

Aunque, en el argumento de Beuvoir se mueve en la dicotomía (no hemos de perder de vista tiempo y contexto), en parte de su libro analiza las argumentaciones que se dan desde la biología, la psicología, la historia, etc. en relación a las características de las mujeres, las cuales justifican dicotomías como naturaleza/cultura, pasividad/actividad, público/privado.
Ella afirma las diferencias biológicas existentes entre hombres y mujeres, pero desmonta todo lo que sobre ellas se ha construido, y que se han nombrado como “mujer” y “hombre”. Esa biología ha formado parte de definir cómo han de ser las mujeres, qué trabajos han de desarrollar, etc., todo esto es lo que define el “ser mujer”. Lo que llamábamos en el post anterior, el “pack de la feminidad”.
Ella pone de manifiesto que la educación que se da a las mujeres conspira para cerrarle los caminos de la rebeldía y la aventura, y mienten a las mujeres exaltando el elevado valor del amor, de la abnegación, ocultando que ni el marido ni los hijos están dispuestos a soportar la carga que supone.
Beauvoir apunta que la autonomía de la mujer va a suponer la supresión de muchas facilidades a los hombres, por lo que vamos a tener que aprender nuevas formas de vivir la sexualidad, nacerán un nuevo tipo de relaciones entre los sexos. Admitiendo las diferencias sexuales, y subrayando que existen diferencias dentro de la igualdad. Valorando la reciprocidad, reconociéndose cada uno como sujetos siendo para el otro la Alteridad.
¿Cómo se ven en nuestros días los planteamientos de Beauvoir? ¿Han nacido ya esas diferentes tipos de relaciones que ella preveía?
Hablando de feminismos y géneros: El extraño malestar de las mujeres, Betty Friedan. (3 de 5)
En nuestro anterior post, como Simone de Beauvoir, quedó claro que “no se nace mujer, sino que se llega a serlo”. El “ser mujer” se ha construido a lo largo de los siglos desde la alteridad, desde la otredad, a partir del sujeto masculino que hace de referente. Sobre las diferencias biológicas se constituye todo un entramado que sostiene las discriminaciones que se producen hacia las mujeres y sobre esto se construye la feminidad.
Betty Friedan (1921-2006), fue una escritora estadounidense cuyo libro “La mística de la feminidad” (1963) fue un referente en el movimiento feminista de los años sesenta. Esta autora puso de manifiesto que las mujeres blancas estadounidenses de clase media tenían un “malestar” que era compartido, un malestar que no tenía nombre.
A pesar de los mensajes que se mandaban a través de la publicidad, y de las opiniones de “expertos”, las vidas de las mujeres (blancas de clase media), “amas de casa”, en Estados Unidos se alejaba mucho de la experiencia agradable que se veía en anuncios como estos.
Las mujeres blancas de clase media eran educadas para encontrar marido, casarse, tener hijas e hijos y realizarse de esta manera como esposas y madres. A pesar de que fueran a la universidad, era significativo el número de abandono universitario o finalización de estudios sin ejercicio de una profesión. Los colleges, para las mujeres, pasaban a ser lugares donde encontrar maridos. Esta imagen la podemos ver reflejada en muchas películas estadounidenses de la época. Mujeres formadas que finalmente eligen dedicarse a sus familias. Imagen del mayor éxito de las mujeres.
Tras el fin de la Guerra, en los años cincuenta se da “la maravillosa vuelta al hogar”. Los hombres ocupan los puestos de trabajo en el espacio público y “proveen” a las mujeres de todos los avances para el hogar (lavadoras, exprimidoras, etc., etc.), avances que facilitaban “su labor” en la esfera doméstica. El tiempo que todas esas nuevas máquinas les permitían ahorrar lo ocupaban en desarrollar labores sociales. Al mismo tiempo, todas esas nuevas máquinas también estaban enfocadas para “crear su feminidad”.
¿Qué pasaba entonces? ¿De dónde aparecía ese malestar? En el estudio de Friedan muchas mujeres no se encontraban bien, sentía un “malestar”. Habían comprado un “pack de la feminidad” y una vez que habían usado todo lo que en él venía parecía que algo no encajaba con ellas, en su interior.
Había todo un entramado publicitario y de mensajes que las instaba a estar felices en sus casas, con sus maridos, sus hijas e hijos y sus labores hogareñas.
Este malestar que no tenía nombre no podían achacarlo a la pérdida de la feminidad, ya que eran las que mejor horneaban el pan, se ocupaban de las hijas y los hijos, cuidaban a su marido, cuidaban su imagen como mujeres, ¿cómo es que no estaban realizadas como mujeres si hacían y tenían “todo lo que una mujer podía desear”?
Parece que estas mujeres querían algo más que su marido y sus hijos e hijas. Estaban frustradas por sentirse mal “teniendo todo lo que una mujer podía desear”. Esta “mística de la feminidad”, como la nombra Betty Friedan, ensalzaba todos estos valores que dotaban a “la mujer” perfecta para estar confinada en el hogar ocupándose de todas las tareas relacionadas con la reproducción familiar, dentro de esa “unidad” necesaria para la supervivencia de este grupo.
Eran glorificadas en su papel de madres y esposas, y combatían en su día a día consigo mismas, ya que se glorificaba el “pack femenino” pero no a ellas como mujeres completas. Y así, se agarraban a su identidad de ama de casa.
“el lugar de la mujer es el hogar, ya no podía decirse con tono de desprecio” (Friedan, 2009:295)

Además, ese pack ahora no traía cosas como la costura, la educación de la/os pequeñas/as, tejer, etc., estas labores salieron del ámbito doméstico, esto hizo que hubiera menos cosas en las que las mujeres pudieran “desarrollarse”. Expandían el tiempo dedicado a las tareas del hogar, y el vacío aumentaba.

El ama de casa estadounidense blanca de clase media, no tenía privacidad para poder tener sus propios intereses personales, ¿estaban otra vez en el punto de la demanda de la habitación propia de Virginia Woolf? Como apuntaba Friedan, las mujeres tenían que convencerse a sí mismas de que hacer un plato de comida a su familia tenía la misma importancia que una operación quirúrgica. Se dotó de un gran prestigio a la mujer abnegada ama de casa que lo dejaba todo (incluidos sus estudios) por dedicarse a su familia.
Pero, ese no saber por qué están mal si lo tenían todo producía un conflicto interno, llevaba a que fueran identificadas como “locas depresivas” ya que no había motivos aparentes para estar mal, y eso ellas lo sabían.
“No es bueno para las mujeres, cualquiera que sea su razón, pasar los días dedicadas a un trabajo que no avanza al mismo tiempo que lo hace el mundo que las rodea (…)” (Friedan, 2009:311)
De forma que, Friedan apunta que estas mujeres “no hallarán la paz hasta que no empiecen a utilizar sus capacidades” (Friedan, 2009:311), es decir, hasta que puedan desarrollarse y usar sus habilidades en crear algo propio, que salga de ellas.
Y es que, aunque aparentemente esa había sido su elección, esta elección es la que se suponía debían tener como mujeres, dentro del mundo en que vivían. Eso era lo que debían desear las mujeres para así cumplir con todo lo que esta identificación como mujer significaba: el ser madre y esposa.
Y además, eran mujeres privilegiadas por no tener que salir a trabajar, por no tener que preocuparse por el dinero, etc. Claro, no había nada más, qué iban a plantear entonces, ¿había posibilidades de ruptura si no sabían qué ocurría? Si tenían todo lo que podía tener una mujer, en las mejores condiciones, y dedicaban su tiempo a lo que ellas querían (siempre que fueran “cosas de mujeres”), ¿qué era ese malestar?
Friedan construye su discurso a través de la feminidad, como las características que se les atribuyen a las mujeres, los roles en la familia, en la sociedad, con su cuerpo. Es esa feminidad lo que define a “la mujer” y la conforma de ojos al mundo y a ella misma, siendo generadora en muchas ocasiones de un extraño malestar.
Hablando de feminimos y géneros: Feminidad, identidad y mujeres. Marcela Lagarde. (4 de 5)
Visto que, según las aportaciones expuestas hasta el momento, ciertas características biológicas apuntan a que somos mujeres desde los cuerpos, pero que sin el “pack femenino” no lo son, y con él caen en un malestar sin nombre. ¿Cómo se construye la identidad de las mujeres? ¿Qué hace sentirse mujeres y afirmar que lo son?
Marcela Lagarde (1948) investiga desde su formación como antropóloga y feminista. En 1996 escribe un libro que tiene bastante repercusión y al que tituló: Género y Feminismo. Desarrollo Humano y Democracia. A través de sus reflexiones en el mismo vamos a seguir con la mirada que estamos haciendo a la construcción de las mujeres, las cuales comenzamos con el post: ¿Cómo se yo que soy una mujer? Esta pregunta surge en mi mente mujeril mientras paso el trapo por la tapa del retrete.
Construimos nuestra identidad afirmando nuestro yo y negando la igualdad, aceptando la diversidad al definir al otro como diferente.
Como vimos al inicio, la identidad de género de los sujetos se conforma a partir de una primera clasificación genérica (al nacer somos niñas o niños). Además de esta primera conformación, seguimos definiendo nuestra identidad por adscripción a grupos de diversa índole (que se definen por su actividad, pensamiento, lugar de origen, periodo de vida, etc.).
Como grupo, Marcela Lagarde habla de que “la identidad de las mujeres es el conjunto de características sociales, corporales y subjetivas que las caracterizan de manera real y simbólica de acuerdo con la vida vivida.” (Lagarde, 1996) y llega a definir una condición de mujer por características genéricas (de género) que teóricamente comparten todas las mujeres.
Por un lado, la identidad de las mujeres se define a través de características sociales, corporales y subjetivas, que la caracterizan de manera real o simbólica. Por otro lado, la experiencia particular de cada mujer viene determinada por las condiciones de vida. A través de estas ideas, Marcela Lagarde habla de la condición de la mujer.
Esta condición genérica es histórica, en oposición a la “naturaleza femenina” (el “pack femenino”) que define a “la mujer” a partir de sus atributos sexuales (cuerpo, formas de comportamiento, actitudes, capacidad intelectual y física, lugar en las relaciones,…), los cuales el patriarcado afirma que escapan a la Historia, y esto hace que no se acepte la deconstrucción a la que se somete la creación de las mujeres.
Marcela Lagarde abre el análisis a otros términos y características que muestran qué es lo que encuentran las mujeres a la hora de construirse en la individualidad y en la colectividad. Las mujeres se definen a partir de una condición genérica inicial, y a la vez las circunstancias y todo lo que se crea y creamos a nuestro alrededor va conformando un todo.
A partir de lo anterior, esta autora, define la situación vital como el conjunto de características que tienen a partir de su condición genérica, la cual afirma la existencia de mujeres particulares en condiciones concretas de vida.
Este es un punto de inflexión en relación a las anteriores autoras, ya que aquí se visibiliza la diversidad de las mujeres y las condiciones concretas de cada mujer, a partir de las cuales va a construir su yo mujer a través del que interactúa con el mundo.
Las diferencias entre las mujeres (derivadas de clase, etnia, raza, etc.) intersectan con la de género, a partir de ellas se comparten vivencias opresivas comunes.
A pesar que en la modernidad eurocentrada capitalista, todos/as somos racializados y asignados un género, no todos/as somos dominados o victimizados por ese proceso. El proceso es binario, dicotómico y jerárquico. Kimberlé Crenshaw y otras mujeres de color feministas hemos argumentado que las categorías han sido entendidas como homogéneas y que seleccionan al dominante, en el grupo, como su norma; por lo tanto, “mujer” selecciona como norma a las hembras burguesas blancas heterosexuales, “hombre” selecciona a machos burgueses blancos heterosexuales, “negro” selecciona a machos heterosexuales negros y, así, sucesivamente. (Lugones 2008, 25)
Esta cita de María Lugones, feminista descolonial, pone en evidencia que hasta años recientes (como podíamos ver en las dos autoras anteriores), la diversidad dentro de las mujeres, y las diversas opresiones que desde los discursos feministas se habían generado hasta el momento (ella habla de colonialidad de género lo abordaremos en otros post).
¿Esto qué quiere decir? De manera sencilla, que se comenzó hablando de mujer/hombre. Mujer como una categoría que definía a todas las mujeres, y desde la cual se trataba de desmantelar la discriminación que se había construido frente a la categoría de hombre.
Después se empezó a hablar de mujeres, pero en muchas ocasiones sin tener en cuenta que ese plural, incluía mujeres negras, indígenas, lesbianas, etc, mujeres, en definitiva, que estaban atravesadas por otras discriminaciones debido a su raza, identidad sexual, etc. Estas mujeres no se encontraban dentro de los análisis realizados desde la visión de las “mujeres blancas heterosexuales de clase media”. Aunque este tema lo abordaremos en otro post.
Si ahora atendemos a la feminidad de la que habla Lagarde, hemos de apuntar que es una distinción cultural históricamente determinada que caracteriza a las mujeres por su condición genérica. Esta feminidad de la que hablaba Friedan, había determinado a las mujeres a las cuales analizó de una manera muy concreta. Esa feminidad no era la misma que la que, en ese momento, podía ser identificada por otras mujeres en el Perú indígena, por ejemplo. Y cabría cuestionar, siguiendo a autoras descoloniales, si las categorías de feminidad y masculinidad construidas desde occidente tendrían sentido en otros lugares, cómo está esto conectado con la colonialidad y la modernidad.
Uno de los puntos interesantes que apunta Lagarde es que las mujeres, en cada momento de sus vidas, deben demostrar que son mujeres “de verdad” (las mujeres sobre las que habla Friedan lo hacían a cada momento), pero, con el agravio de que ninguna mujer puede con todos los atributos de “la mujer”. Esta contradicción constante entre la identidad asignada y la identidad vivida hace caer a las mujeres en conflictos y contradicciones que podríamos llamar “de género”. Hay en las mujeres un desfase entre el deber ser y la existencia.
De nuevo, la visibilización de los conflictos. Volviendo a la limpieza del baño, encontramos aquí uno de esos conflictos persistentes en lo más profundo de el ser mujer. La definición desde lo doméstico-privado (maternal-hogar) sigue muy latente. Así, las tareas que se suponen a las mujeres entran en conflicto con su vida: trabajo, inquietudes intelectuales, encuentros sociales, espiritualidad, etc.,
Este conflicto manifiesto se puede ver en ¿cuándo dedican el tiempo a limpiar el baño? ¿a qué le dan prioridad? ¿Cómo se sienten ante las elecciones?
Esta feminidad determinada históricamente de la que habla Lagarde ha cambiado, ella identifica estos cambios en la feminidad de las mujeres. El seguir los deberes de su feminidad les generan contradicciones que a veces niegan y otras superan.
En este momento (1996) explicita que hay un giro de las mujeres hacia ellas mismas. Se vuelven protagonistas, sujetos históricos. La des-estructuración de la identidad femenina patriarcal hace que se haya transformado lo esencial de la feminidad, del ser mujer y de las mismas mujeres, creando así nuevas identidades. La sociedad cambia, por lo que las mujeres cambian con ella como seres sociales partícipes de esa sociedad.
Esta autora habla de muchos de esos cambios, como la re-definición de la condición y la identidad de las mujeres desde ellas mismas. Cambios que producen miedo, ya que se piensa que cambiar es construirse como el otro (masculino), y eso sería romper la pureza y el orden. Además, estas transformaciones genéricas a raíz de cambios sociales, económicos, políticos y culturales, es manifiesta en las transformaciones de la sexualidad, las relaciones jurídicas, económicas, lenguaje, etc.
Vemos que ahora que se empieza a abrir la posibilidad, en ciertos lugares y para ciertas personas, de cambiar lo que lleva el “pack femenino”. Lo femenino se está deconstruyendo y reescribiendo desde diferentes ámbitos. Se ha abierto el “pack”, se le ha cambiado el nombre, algunas/os lo han roto.
Así, en este momento de deconstrucciones y nuevas construcciones de las mujeres, Lagarde ayuda a ver que cada mujer está involucrada en un sincretismo de género (como ella lo llama) que se concreta en su persona. Esto crea conflictos personales, interpersonales y con el baño.

Lagarde, Marcela. 1996. Género y Feminismo. Desarrollo Humano y Democracia. Madrid. Horas y Horas.
Lugones, Maria (2008). “Colonialidad y género: hacia un feminismo descolonial”, en Mignolo, Walter. Género y descolonialidad. Buenos Aires: Ediciones del Signo. 13-54.
Hablando de feminimos y géneros: Ah!! Así se hace la mujer. Conclusiones (5 de 5)
Todo comenzó hace 4 post preguntándonos ¿Cómo se yo que soy una mujer? La idea era a través de las reflexiones y estudios de 3 autoras poder entender un poco qué implica ese “ser mujer”.
Las tres referentes elegidas reflexionan sobre cómo el “ser mujer” se ha ido construyendo a lo largo de los siglos. Esta afirmación que ahora parece tan simple y que puede sonar ya ha demasiado “manida” fue y sigue siendo muy liberadora para las mujeres. Esto es debido a que, como ya apuntamos en anteriores entradas, el que sea una construcción implica que aquellas cosas que se vivan como limitantes se pueden cambiar.
Ante esta afirmación constructivista siempre aparecen en mi mente las voces que, en varias conversaciones sobre el tema, me cuestionan sobre la “evidente biología” cada vez que hablamos de construcción. Si, si, la biología está ahí, no pretendemos negarla ni hacer como que no existe. De hecho, en posteriores post iremos viendo la importancia de los cuerpos vividos, y de cómo se encarnan esas construcciones en los cuerpos físicos (siguenos y los irás descubriendo). La biología es una realidad, si.
Aunque, como bien han analizado las autoras sobre las que escribimos, se ha construido una idea de lo que implica “ser mujer”. Se ha hecho una oposición en relación a lo que significa “ser hombre”. Estas estructuras ideales se han creado en oposición y poniendo como referente “al hombre” y lo masculino, que se conecta con éste. De ahí que, por ejemplo, si quieres demostrar que eres un hombre, has de mostrar que no eres débil (pues masculino no es débil, sí lo es lo femenino).
Estas queridísimas construcciones se han naturalizado, lo que quiere decir que se piensan como conectadas directamente con la naturaleza-biología, partiendo de la idea de esta como algo estable, que viene pre-determinado, como una esencia, que define nuestro ser y nos sitúa en determinados lugares.
¿Cómo se construyen estas ideas?
Se afirma, por ejemplo, que las mujeres son débiles. Y decimos que esta idea de debilidad es una construcción social que se conecta con las mujeres. El argumento más común es afirmar que es una evidencia biológica que las mujeres tienen menos masa muscular que los hombres, que pueden coger menos peso, por ejemplo.
Este argumento es simple y no permite explicarnos esa discriminación y diferencias de valor, ya que: ¿por qué se dice que esa menor masa muscular es debilidad? ¿Se potencia igual el desarrollo muscular de mujeres que de hombres desde la infancia? ¿Qué valor social se le da a la debilidad y cual a la fuerza? ¿Cómo se valora la debilidad en los hombres y la fuerza en las mujeres? ¿Se usa esa menor masa muscular para limitar, por ejemplo, el ocupar ciertos puestos de trabajo? Hoy día, momento en el cual, la maquinaria está eliminando la necesidad de el uso de la fuerza física en muchos espacios.
La clave de esto sería, qué valores se da a cada cosa y con qué se conecta, y las consecuencias que tiene esto en las vidas de las mujeres.
Parece que, a partir de todo esto ya tenemos más visible un poco ese ¿cómo sabemos que somos mujeres? Lo sabemos porque desde que nacemos nos nombran como tales, y todo lo que está construido a nuestro alrededor sobre el ser mujer permanece en las vidas y cuerpos de las mujeres, a la vez que, como sujetos activos que son, se crean y se cuestionan y se deconstruyen.
Esto constituye toda una fuente de conflictos personales y sociales. De ahí que, en muchas mujeres todavía haya un “pequeño malestar interno si no limpian el baño”. El crear nuevas estructuras mentales, sociales, culturales e institucionales, entre otras, no es una cuestión fácil.
Todas las personas somos partícipes de estas construcciones colectivas, y a la vez de nuestras construcciones individuales. Formamos parte del entramado creado, por lo que mirar con otros ojos para poder construir nuevas cosas eliminando aquellas que producen inquietudes y miedos, que hacen que levantemos barreras que, muchas veces, se presentan como infranqueables
Estas barreras han sido visibles y son visibles, gracias a la valentía de personas, la mayoría de ellas mujeres, encuadradas o no dentro del feminismo. Con las tres autoras revisadas, hemos visto que, gracias a sus análisis, se han podido dar respuesta a algunas preguntas que estaban flotando en ese espacio consciente-inconsciente compartido.
Y más que respuestas, se han podido crear nuevas preguntas y lanzarlas a otras partes para cuestionar, y poner en evidencia que no se es mujer de cierta manera por casualidad, y que los conflictos con los que nos encontramos las mujeres no son una “tontería de las mujeres”, sino que esos conflictos vienen por haber creado un mundo desde lo masculino, cuya estructura (que reproduce muchas formas discriminatorias y poco favorables para las mujeres) se mantiene de manera estable.

“Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía”. (Marcela Lagarde)

¿Cuándo se jodió Arena?

¿Cuándo se jodió Arena?
15 DE AGOSTO DE 2017 06:51 | por Geovani Galeas

Arena está agonizando, pero sus dirigentes aún no se han enterado. En primer lugar porque en realidad no son dirigentes sino solo gerentes o administradores del aparato partidario, delegados corporativos de los grandes financistas o dueños de esa formación política. En segundo lugar porque en Arena hay mucha agitación pero ya no hay movimiento.

Una cosa es desplazarse desde atrás y desde abajo hacia adelante y hacia arriba, que eso es el movimiento, y otra cosa muy distinta es revolverse de modo compulsivo en el mismo sitio, que eso es la agitación. Y ya se sabe que esto último no es más que el simple calambre o estertor que precede al colapso final.

Si comprar o administrar un partido no equivale a dirigirlo políticamente, tampoco la sola salvaguarda de los intereses de una minúscula élite económica, por poderosa que sea, puede construir mayoría social. Arena se quedó sin proyecto histórico y sin dirigencia política, que son los dos factores imprescindibles para garantizar el rumbo y la cohesión interna de un partido.

Pero hubo un momento en que Arena si tuvo un rumbo estratégico claramente definido, y una jefatura política indiscutida.

En la formidable novela “Conversación en La Catedral”, de Mario Vargas Llosa, hay un personaje que obsesivamente repite una y otra vez la misma pregunta: “¿cuándo se jodió el Perú?” Hace varios años realicé un vasto esfuerzo periodístico para investigar y relatar cómo fue que el mayor Roberto d’Aubuisson concibió y forjó un proyecto político capaz de construir mayoría social. Ahora, ante la evidente agonía de ese proyecto, me pregunto ¿cuándo se jodió Arena?

La presente investigación, que a partir de este día se publicará por entregas semanales en este periódico, es una tentativa de respuesta y tiene por punto de partida la reflexión que una de nuestras mentes políticas más lúcidas, Salvador Samayoa, consultado por los financistas de Arena sobre las causas de su derrota en las elecciones presidenciales de 2009, condensó en una sola frase coloquial tan sencilla como profunda: “El principal problema de Arena es su tufo a rico”, les dijo.

Pero es necesario recordar que Arena no nació en cuna de oro ni entre ríos de dinero. Sus fundadores fueron gente de clase media, y su base social original estaba constituida, en su inmensa mayoría, por pequeños y medianos agricultores y ganaderos vinculados a la Organización Democrática Nacionalista, ORDEN, la vasta red anticomunista fundada por el general José Alberto Medrano y el mayor Roberto d’Aubuisson a finales de los años sesenta.

Arena surgió en el extremo de violenta aspereza de la lucha clandestina contrainsurgente, sobre todo en cantones y caseríos remotos, y entre los rigores y las miserias de un exilio bajo acoso y desesperado en Guatemala. Si a algo olía aquella Arena era a sudor campesino y a uniforme de guardia nacional. Todo so no es un verso ni un análisis, es información histórica perfectamente verificable.

Entonces, poco o nada que ver tenía Arena con los exclusivos perfumes de los señorones, señoritos y señoritingas de la Escalón, San Benito y Santa Elena. Desde estos últimos lugarejos encumbrados no se construyen las mayorías populares necesarias para ganar cuatro elecciones presidenciales consecutivas. Pero todo capital político está expuesto a la disolución si lo derrocha un grupito de advenedizos.

¿Pero cuándo se jodió Arena? Todo esto tiene su historia y eso es lo que voy a contar en este reportaje..

Un rifirrafe entre el guardia y los señorones

A principios de junio de 1980, uno de los hombres más ricos de El Salvador, banquero para más señas, abordó un vuelo de Miami a Guatemala. No bien llegó a su destino se dirigió presuroso al hotel Dorado Americana. Sabía que ahí se reunían algunos grandes empresarios salvadoreños que, acosados por las guerrillas y duramente golpeados por las políticas de la Junta Revolucionaria de gobierno, encabezada por el demócrata cristiano José Napoleón Duarte, se habían establecido en el país vecino. Otros de sus pares se habían movido hacia los Estados Unidos, sobre todo a Miami.

El hombre encontró a sus amigos en una de las terrazas aledañas a la piscina del hotel. Como siempre, comentaban la caótica situación salvadoreña y discutían qué hacer al respecto. Pero cada cabeza era un mundo y no había consenso.

Todos ellos habían perdido gran parte de sus fortunas con la reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior. Algunos estaban obsesionados con la idea de un contragolpe de Estado, otros se inclinaban por la posibilidad de revertir las reformas a fuerza de presiones y chantajes, y más de algún insensato proclamaba sin más que el camino era mandar a matar al mayor número posible de comunistas.

En suma, todos aquellos altos empresarios constituían algo parecido a un grupo de generales que al calor de los tragos planificaban grandes batallas, pero sin contar con soldados a su disposición.

El hombre recién llegado de Miami se sentó junto a unos amigos y pidió un doble de whisky. Entre todos aquellos señorones millonarios había uno que no lo era: el mayor Roberto d’Aubuisson, que estaba en otra mesa con sus allegados más cercanos (varios de los cuales me contaron y confirmaron años después esta historia). El banquero en cuestión gritó de pronto, para que todos los presentes lo oyeran: “Ahora va a saber Napoleón Duarte quién soy yo”. Y como quien empuña un arma ya dispuesto al combate, echó mano a su ataché, saco un talonario y firmó un cheque por una suma más que considerable.

-Oye d’aubuisson volvió a gritar de mesa a mesa, agitando en alto el cheque, aquí te doy una buena contribución para la lucha.

Roberto d’Aubuisson no se inmutó. Echado hacia atrás en su silla sonrió irónicamente y le respondió, también en tono alto y también para que todos los presentes lo escucharan:

-Mire usted don señor, mejor cambie todo ese dineral por billetes de a peso, luego los hace rollito y después se los mete por donde mejor le quepan, pendejo.

El hombre era uno de los millonarios a los que Roberto d’Aubuisson había llamado “LC”, queriendo decir “lameculos”, en uno de sus famosos programas televisivos de denuncia que enviaba desde la clandestinidad. Antes de que José Napoleón Duarte iniciara las reformas económicas, algunos grandes empresarios le habían ido a pedir garantías para sus propiedades e inversiones. Duarte, según ellos, los había engañado al ofrecerles garantías que después no cumplió.

Ahora que te afectan tu propia bolsillo venis a ofrecerme dinero, siguió gritándole Roberto d’Aubuisson-, ¿pero dónde estabas vos y tu amigos cuando comenzamos la lucha en la clandestinidad, dónde estabas cuando nos persiguieron y nos metieron a la cárcel?… Que te quede claro a vos y a todos que yo no soy mandadero de ningún burro cargado de pisto, ¿me entendiste bien, pendejo?

Cuando se habla de la lucha anticomunista de esa etapa suele hacerse referencias al Grupo Miami, un círculo de magnates salvadoreños, refugiados en aquella ciudad estadounidense, que supuestamente habrían hecho correr ríos de dinero para financiar esa causa. Cuando yo le pregunté sobre esa cuestión a Fernando Sagrera, uno de los colaboradores más cercanos de Roberto d’Aubuisson y que estuvo a su lado en aquél altercado en el Dorado Americana de Guatemala, me respondió con sarcasmo:

-¿El Grupo Miami? Esos señorones muy bien, gracias, pero en Miami. Nada que ver con nuestra lucha. (Continuará).

MUJER, FEMINISMO Y MODERNIDAD: ATRAPADAS ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

MUJER, FEMINISMO Y MODERNIDAD: ATRAPADAS ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
Marta Postigo Asenjo. Universidad de Málaga

Resumen. La división de la ciudadanía entre la esfera pública y la esfera privada (o doméstica) constituye uno de los rasgos característicos del patriarcado moderno. Desde su configuración a partir de las revoluciones liberales, la ciudadanía ha estado marcada por una delimitación de las
esferas de actuación de hombres y mujeres. Junto a los derechos y libertades del hombre, se mantuvieron estándares morales distintos para cada uno de los sexos y se afianzaron las virtudes consideradas femeninas, opuestas a los deberes y virtudes del ciudadano, e incompatibles con las capacidades requeridas para el ejercicio de la ciudadanía. Partiendo del análisis que lleva a cabo Carole Pateman sobre las teorías del contrato social moderno, vamos a tratar de reflexionar sobre algunas de las consecuencias que ha tenido el pacto sexual en la ciudadanía, y cómo influye, y ha influido históricamente, este pacto en el propio discurso feminista.
Abstract. Public/private dichotomy can be seen as a basic characteristic of the patriarchal-citizenship, and Modern patriarchy. Since its beginning during Liberal Revolutions, citizenship has assumed a clear delimitation of male and female action spheres. Together with man’s rights and liberties guaranteed in liberal and democratic States, moral/sexual standards remained unequal for
the sexes through the Law and customs. In this sense, women’s particular virtues were, in fact, opposite to citizen’s virtues and duties, and incompatible with the exercise of citizenship. Starting with a brief study of Carole Pateman’s thesis concerning the modern social contract, my aim in this
article is to offer a brief reflection on the consequences of the sexual contract for citizenship and its deep influence on the feminist discourse itself.

1. Familia y ciudadanía: la división entre lo público y lo privado

En esta comunicación deseo continuar con el debate que plantee en el VI
Congreso Internacional de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica en torno a la relación entre el sujeto femenino y la modernidad. En el VI Congreso Internacional de Antropología Filosófica, abordé algunos de los problemas que suscita el sujeto de la modernidad a la hora de dar cuenta de la diversidad (en este caso, de la diferencia sexual).
Señalaba que el sujeto supuestamente universal y neutro del discurso moderno no abarca, de hecho, el conjunto de la ciudadanía, pues
deja a un lado, entre otros aspectos, el estatus de las mujeres en las sociedades modernas y post-industriales. En este sentido, argüía que el sujeto de derechos de la modernidad, el ciudadano, ha descrito los atributos y posibilidades del individuo emancipado, libre, auto-suficiente, en resumen, del hombre blanco heterosexual.

Por su parte, las teorías del contrato social han integrado, implícitamente, en
la sociedad civil una forma de asociación “natural” y primaria, la familia, a través de un pacto paralelo: el contrato sexual o matrimonial1.

Como advierte Carole Pateman, en la ciudadanía moderna las mujeres no permanecieron en el “estado de naturaleza”, toda vez que esto habría impedido la consecución de los fines del contrato sexual. En lugar de ello, fueron “incorporadas a una esfera que es y no es civil. La esfera privada es parte de la sociedad civil pero está separada de la ‘esfera civil’”2.

Si seguimos las tesis de Pateman, observamos que la fraternidad característica de las revoluciones liberales, particularmente, de la Revolución Francesa, simbolizaba, de hecho, la asociación de los “hermanos” libres e iguales que daba lugar a la sociedad civil. La familia se mantenía, en ella, como una asociación natural, basada en relaciones afectivas, jerárquicas y patriarcales, radicalmente diferentes de las
relaciones civiles y contractuales de la esfera pública.

1 Carole Pateman, The sexual contract, Polity Press, Cambridge, 1988; The disorder of women, Democracy, feminism and political theory, Polity Press, Cambridge, 1989,
2 Pateman, “Genesis, father and the political liberty” 282 Thémata. Revista de Filosofía, 39, 2007
3 Pateman, “Justifying political obligation”, The disorder of women, págs. 58-71.
4 Pateman, “The disorder of women: women, love and the sense of justice”, The disorder of women, pág. 21.
5 Ibid.
6 Carol Gilligan, In a different voice. Psychological theory and women’s development, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1982.
7 Pateman, “Introduction”, The disorder of women, pág. 11.
8 Ibid.
9 Fernando Calderón Quindós, “Lo público y lo privado en la obra de Jean-Jacques Rousseau”, Isegoría
24 (2001), pág. 219.
10 Hemos empleado aquí la categoría de Hannah Arendt, quien distingue lo “social” de lo “público” y de lo “político”. Véase La condición humana, Ramón Gil Novales, tr., Paidós, Barcelona, 1993, págs. 37-97.
11 Sobre la diferencia entre trascendencia e inmanencia desde una perspectiva de género, véase Simone de Beauvoir, El segundo sexo. Los hechos y los mitos, Alicia Martorell, tr., Cátedra, Madrid, 2000. Thémata. Revista de Filosofía, 39, 2007 283

Lo revelador de ello es que las funciones derivadas de la maternidad aparecieron como obligaciones incompatibles con los deberes civiles y políticos de los ciudadanos en la esfera pública3. La familia en sí misma se configuró como una “amenaza a la vida civil” 4, y el amor y la justicia
florecían como virtudes antagónicas. En definitiva, la familia surgió como una institución simultánea al Estado y antagónica a él5.

En esta descripción que nos ofrece Pateman de la ciudadanía desde una perspectiva de género, lo privado convive con lo público sobre la base de una clara división sexual. La presencia de la familia y de las actividades de cuidado realizadas por las mujeres, así como las tareas cotidianas de abastecer las necesidades más elementales de los seres más próximos y básicas de la subsistencia, nos llevan a pesar que estamos ante una realidad sometida a unos dictados del tiempo específicos y diferenciados.

En este sentido, la “moralidad de la familia”, ligada a las actividades femeninas, da cuenta de una dimensión que no hemos estudiado en los discursos ético-políticos de la modernidad. La ética del cuidado, como la denomina Carol Gilligan, ha sido marginada del discurso público6.

En definitiva, siguiendo el análisis de Pateman, “la maternidad es vista como
la antítesis de los deberes del hombre y del ciudadano”7, constatación que nos ayuda a concebir la esfera pública como un espacio opuesto, pero dependiente, de la esfera doméstico-familiar y del papel asignado a las mujeres en el ámbito privado. Las virtudes consideradas femeninas, así como los estándares morales aplicados a cada sexo y característicos de la “doble moral” burguesa, constataron la asignación de diferentes espacios y esferas para los sexos.

Las virtudes femeninas entraban en conflicto con las virtudes del ciudadano, de forma que lo se requería para ser una buena ciudadana y un buen ciudadano se complementaban por su mutuo antagonismo.
En esta línea, no debe sorprendernos que, como afirma Pateman, “las mujeres
hayamos aprendido de los textos clásicos de la teoría contractualista, que no somos capaces de trascender nuestra naturaleza corporal ni nuestras pasiones sexuales, en definitiva, que no podemos desarrollar la moralidad política”8.

Tal y como añade Calderón Quindós, puede deducirse de las teorías clásicas del contrato social, hubo “un episodio en la historia de la humanidad, ese mismo en que cada familia vino a formar una pequeña sociedad, que inclinó la balanza de los sexos del lado del varón” 9.

El episodio al que se refiere Calderón, la formación de la familia patriarcal, hizo posible que las mujeres entraran en el contrato social como
guardianas de la choza.

Conviviendo como una realidad simultánea, pero antagónica, con la esfera
pública de la ciudadanía, la familia se configuró, además, como un espacio de marginación, aislamiento y sumisión, para los sujetos que carecían de derechos civiles y políticos. Lo doméstico, las actividades de las mujeres ligadas a lo meramente “social”10, a lo natural y biológico, quedaba configurada como un espacio apartado de la esfera pública de la sociedad civil, pero que formaba parte de la privacidad y dominio del ciudadano varón titular de derechos.

Las primeras olas del feminismo tuvieron como principal objetivo, precisamente, incluir a las mujeres en la gama de oportunidades y obligaciones del ciudadano, con el fin de trascender el espacio de lo meramente inmanente11. Sin embargo, esta meta esencial del feminismo ha conducido a éste le ha situado, desde el inicio, ante dilemas y ambigüedades. A continuación, prestaremos atención a algunas de estas problemáticas.

12 Geraldine Scanlon, “Emilia Pardo Bazán (1851-1921)”, en Mujeres para la historia. Figuras
destacadas del primer feminismo, Rosa María Capel, coord., Abada, Madrid, 2004, pág. 145.
13 Ibid., pág. 126.
14 Ibid.

2. Los retos del discurso feminista. Razón ¿emancipación o sumisión?

Desde sus comienzos en el seno de las sociedades burguesas, liberales y capitalistas, el feminismo ha estado sujeto a dilemas y conflictos internos. La conquista de los espacios públicos apareció como una meta fundamental de los primeros textos feministas, ya fuera a través del reclamo de un acceso a la formación intelectual (Wollstonecraft), a los derechos de ciudadanía (Olimpe de Gouges, Mill) o al sufragio (Mill, Stanton y Mott).

Debemos admitir, no obstante, que este objetivo por lograr la igualdad de
derechos y oportunidades ha causado problemas al feminismo, pues ¿implicaba ello, que las ciudadanas debían adaptarse y adquirir la forma de vida del ciudadano varón, esto es, precisamente aquellas cualidades y actitudes que habían nutrido de misoginia el discurso de la modernidad?

En primer momento, los movimientos feministas de las primeras olas despertaron en Occidente como intento por extender a las mujeres los derechos educativos necesarios para hacerlas partícipes del conjunto de las oportunidades del ciudadano.

El primer paso que había que dar para que pudieran adquirir las capacidades que hacían posible el acceso a la autonomía y a los estándares comunes de civilización, era cultivar la razón y el uso del entendimiento. Por ello, la formación intelectual, así como la participación en los espacios académicos y deliberativos, se convirtieron en objetivos prioritarios de las primeras reclamaciones feministas. Ampliar la estrecha gama de oportunidades que las confinaba a las monótonas y rutinarias tareas domésticas en el seno de la esfera privada patriarcal, era, probablemente, el principal aliciente que encontraron las primeras autoras y autores feministas para reclamar la igualdad de acceso de las mujeres al conocimiento y a la formación intelectual.

Por su parte, el movimiento sufragista, como se denomina a las movilizaciones feministas que se desarrollaron durante los siglos XIX y principios del XX en Europa y en Estados Unidos, compaginó la lucha por el acceso a la instrucción académica con la reclamación del derecho al voto femenino, con el fin de librar a las ciudadanas de los abusos morales a los que estaban expuestas y lograr el reconocimiento pleno de sus derechos.

En España, el 12 de mayo de 1916, en un acto simbólico, Emilia Pardo Bazán fue nombrada catedrática de Lenguas y Literaturas Neolatinas de la Universidad Central de Madrid, convirtiéndose en la primera mujer que alcanzaba esta posición en este país. Con ello, había roto las “hormas” propias de su sexo, pero quizás también por este motivo, el claustro de profesores y algunos alumnos boicotearan sus clases. Como sostiene Scanlon, “a la Pardo Bazán se le intentó rebajar sus méritos convirtiendo lo que era legítimo e incluso admirable en un hombre, en ilegítimo y condenable en una mujer”12.

El acceso a la formación intelectual constituyó para la propia Pardo Bazán el
trampolín que le permitió “saltar de la esfera privada y doméstica, a la pública y profesional”13. Seguramente, por ello defendió, durante su trayectoria profesional y vital, que la instrucción debía ser el fundamento del propio desarrollo personal de las ciudadanas. A lo largo de su vida identificó el retraso que vivía España con la falta de interés por la cuestión femenina.

En su opinión, la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida pública y en la política era un paso necesario que dar para que progresara la sociedad española. El desarrollo de la condición de la mujer coincidía con la prosperidad y la grandeza de las naciones donde se desenvolvía, por ello, consideraba que, “para que España progresara, era vital cerrar la gran distancia que se había abierto entre mujeres y hombres en cuestión de derechos políticos y legales desde el siglo XVIII”14.

284 Thémata. Revista de Filosofía, 39, 2007
15 Ibid., pág. 146.
16 Janet Howard, “(Sarah) Emili Davis (1839-1921)”, Mujeres para la historia, pág. 109.
17 Mary Astell, A serious proposal to the Ladies, en Carol H. Poston, ed., A vindication of the rights of
woman, backgrounds, the Wollstonecraft debate, criticism, 2ª ed., Norton, Nueva York, 1988, pág. 201.
18 R. M. Janes, “On the reception of Mary Wollstonecraft’s A vindication of the rights of woman”, en
Carol H. Poston, ed., A vindication of the rights of woman, págs. 297-308.
19 Mary Wollstonecraft, A vindication of the rights of woman, (orig. 1792), en Carol Poston, ed., A
vindication of the right of woman, págs. 1-195.
20 Janes, “On the reception of Mary Wollstonecraft’s A vindication of the rights of woman, p. 301.
21 Carolyn W. Korsmeyer, “Reason and morals in the early feminist movement: Mary Wollstonecraft”,
en Carol H. Poston ed., A vindication of the rights of woman, págs. 285-286.

Las ciudadanas debían ejercer su derecho al voto y ser electas a diputadas y a cargos públicos15. Sin embargo, no todas las voces feministas fueron tajantes y explícitas a la hora de destacar la conexión existente entre la formación intelectual y el acceso de las ciudadanas a los distintos espacios de la vida laboral, civil y política. En muchos casos, se pronunciaron de forma ambigua, relacionando la instrucción de las mujeres (y su acceso al conocimiento) con el ejercicio más perfecto y responsable de sus deberes familiares. Cuando se referían a los derechos y a la educación intelectual de las ciudadanas, algunos autores y autoras destacaban su contribución a las obligaciones domésticas y maternales.

Emily Davis, por ejemplo, quien creó la primera Universidad para mujeres de Inglaterra a las afueras de Londres, y quien logró que algunas universidades británicas realizaran exámenes públicos de acceso a las estudiantes en las mismas condiciones que a los chicos, defendía que el hogar no era el único destino de las mujeres y que las actividades caritativas no les proporcionaban una formación suficiente, pero creía, también, que los derechos de ciudadanía no enturbiaban sus obligaciones específicas dentro del hogar16.

De forma parecida, Mary Astell, a comienzos del siglo XVIII, afirmaba, en
alusión a los derechos de las ciudadanas: “tan innecesario como se ha pensado que es el acceso al conocimiento para las mujeres, aquellas que verdaderamente encuentra un gran uso del mismo, no sólo lo utilizan para conducir sus propias almas, sino para dirigir a sus familias, en las conversaciones con sus vecinos y en todo lo que concierne a sus vidas”17.

Podemos estar de acuerdo con R. M. Janes, por tanto, en que, durante los XVIII y XIX, los discursos feministas y los sectores que iban aceptando el acceso de las ciudadanas a la instrucción formal, se conformaban con transformaciones superficiales en las capacidades de las mujeres, pero sin llegar a plantear una reforma más radical en los papeles o en las obligaciones de los sexos18.

Más aún, algunos intelectuales conocidos por su defensa de la formación intelectual exaltaban que, a través de la educación, las ciudadanas serían mejores madres y esposas. Wollstonecraft, por ejemplo, trató de combatir el elitismo burgués alabando el refuerzo de las responsabilidades maternales. Entendió que la formación intelectual femenina era una condición esencial del desarrollo cívico, así como un impulso a las virtudes morales de ambos sexos, pero también, una garantía de que las ciudadanas asumirían mejor sus responsabilidades domésticas19.

De hecho, “la tendencia a considerar a las mujeres seres indiferenciados y las adquisiciones masculinas singulares se convertían en un argumento central para refutar la propuesta de Wollstonecraft según la cuál las mujeres debían tener presencia en el parlamento”20.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que si el refuerzo de las capacidades de las mujeres iba siendo aceptado como parte del camino trazado por los valores ilustrados, como recuerda Carolyn W. Korsmeyer, “la conexión entre razón y moral que descasa en las raíces de la filosofía política de Locke era para las mujeres tanto el medio de su opresión como un punto para afirmar la igualdad política”21.

Tal y como advierte la autora, la razón representaba para las mujeres el símbolo de su emancipación, pero, también, el instrumento empleado al servicio de su descalificación como sujetos no aptos para la vida pública, ni para la política. En esta línea, “el hecho de que el orden moral estuviera descubierto por la razón, y que el razonamiento moral apropiado fuera sólo posible con el desarrollo de las habilidades racionales, parece haber sido la teoría que más ha afectado a las mujeres y alfeminismo a comienzos del siglo diecinueve”22.

Thémata. Revista de Filosofía, 39, 2007 285
22 Ibid., pág. 286 [nota].
23 Ibid., pág. 288.
24 Ibid.
25 Ibid.
26 Ibid., págs. 290-291.
27 Korsmeyer, “Reason and morals in the early feminist movement: Mary Wollstonecraft”, pág. 293.
28 Ibid.
29 Véase T. H. Marshall, “Citizenship and social class”, en T. H. Marshall y Tom Bottomore,
Citizenship and social class, Pulot Press, Londres, 1992, págs. 3-49.
Los discursos feministas apelaban al uso de la razón como un medio para que
las ciudadanas lograran respeto y reconocimiento social, plena dignidad y capacidad moral, precisamente, porque “las virtudes femeninas eran vistas, de forma más precisa, como una glorificación de un estatus social genuinamente inferior, aquel que debía ser superado antes incluso de darse el primer paso hacia la igualdad legal y política”23.

En este sentido, percibieron que, tal y como eran descritas y, “careciendo
de un uso completo de la razón, las mujeres eran inestables, caprichosas, astutas, artificiosas, sensibles y sentimentales, y debían permanecer en el hogar para su propia protección así como para la del conjunto de la sociedad”24.

En este contexto, el primer paso que había que dar para lograr el reconocimiento de la dignidad moral y la capacitación cívica de las ciudadanas, consistía en rechazar la doctrina basada en las “virtudes separadas”, es decir, la creencia en una “una medida inferior de la virtud para las mujeres, adecuada para éstas pero no comparable con la virtud masculina fundada en la razón”25.

Como recuerda Korsmeyer, las feministas de los siglos XVIII y XIX insistían en que al privar a las mujeres del uso de la razón se las privaba, a su vez, de la madurez moral, esto es, de sus responsabilidades morales dejándolas en un estado continuo de minoría de edad26.

Sin embargo, y aquí se encuentra una de las paradojas características del
feminismo, recurriendo a la razón como un medio para lograr la emancipación
femenina, se asumían también los valores y los prejuicios que habían servido para desacreditar a las mujeres en la esfera pública y en la política.

Por otra parte, la propia Korsmeyer recuerda con agudeza, que los primeros
discursos feministas estuvieron plagados de contradicciones: insinuaban, por un lado, que las mujeres debían acceder a la virtud mediante el uso de su razón y, por otro, que la peculiaridad moral “femenina”, basada en la intuición, en el sentimiento y en los afectos tenía una superioridad que debía ser rescatada27.

A este respecto, en su Declaración de Séneca Falls, Mott y Stanton acusaron a
los hombres y a la sociedad en general de convertir a las mujeres en seres carentes de responsabilidad moral, pero, al mismo tiempo, hicieron alusión a la noción recurrente de que las mujeres, de alguna forma, contaban con una superioridad moral28.

¿Estaban, pues, exaltando aquellos atributos (el afecto, el sentimiento, la
intuición) que, precisamente, hacían de las mujeres sujetos ineptos para la moralidad política?

En términos generales, las aspiraciones feministas iniciales estuvieron inspiradas en los ideales y valores que hicieron posible la Ilustración y el liberalismo: la naturaleza racional del ser humano, la responsabilidad moral, el progreso individual y colectivo promovido por el uso del entendimiento y la igualdad de todos los ciudadanos en tanto que seres morales y racionales. Desearon extender las perfecciones humanas y las capacidades accesibles a los ciudadanos (a los “caballeros”)29, al conjunto de la ciudadanía femenina.

Relacionaron, así, la emancipación y la libertad, con la autonomía moral y con el uso de la razón. Y entendieron que la ciudadanía no era independiente de la formación intelectual, ni de la independencia de juicio.

Sin embargo, estos objetivos no privaron a las primeras manifestaciones feministas de configurar un discurso tibio y titubeante en cuanto al replanteamiento del orden social patriarcal. La lucha por integrar a las mujeres en la esfera pública, estuvo matizada por el deseo de no perturbar sus deberes esenciales: la maternidad y el cuidado familiar. Podemos sostener que estos autores, motivados por un deseo de progreso cívico y de prolongar el espacio de libertades y oportunidades a las ciudadanas, se vieron ante el dilema de adaptar a las mujeres en dos modelos incompatibles de ciudadanía, uno masculino y otro femenino.

Como consecuencia de ello, tuvieron que buscar puentes que conectaran sus anhelos de emancipación en sintonía con las oportunidades del ciudadano varón en la esfera pública y las responsabilidades tradicionales femeninas en la esfera doméstica. Junto al acceso a la formación intelectual y al uso de la razón, el feminismo del siglo XIX estuvo centrado en la lucha por el reconocimiento del derecho al voto. ¿Deseaban las mujeres, a través del sufragio, dar un paso definitivo hacia la esfera pública? ¿Trataban, simplemente, de eliminar la dominación patriarcal, los abusos de poder masculino en la esfera privada, mediante el reconocimiento de sus hechos
diferenciales y de sus actividades peculiares como mujeres?

¿Se plantearon llevar a cabo una reforma de la conducta sexual y de la moral, o asumir los derechos políticos y el acceso al poder y a la deliberación?

A lo largo del siglo XX las ciudadanas lograron el reconocimiento de sus derechos formales de ciudadanía. La mayoría de los países democráticos reconocieron el derecho al voto de las mujeres en los mismos términos que el de los hombres. Sin embargo, todavía hoy, siguen experimentándose las consecuencias de la división sexual de la ciudadanía, y es difícil conciliar la vida laboral y familiar. En España, como en otros países de la Unión Europea, las mujeres constituyen más del 50% del alumnado universitario.

A pesar de ello, las desigualdades estructurales en el mercado laboral reflejan que las raíces de la ciudadanía patriarcal están firmemente asentadas en la organización socio-laboral. La violencia de género, lejos de ser
erradicada, azota con virulencia a las mujeres en la mayoría de las sociedades
desarrolladas, prósperas y formalmente igualitarias, dejando aflorar conductas profundamente machistas y actitudes de dominación sexual. A pesar de la institucionalización de las políticas de género, y de la conciencia creciente que se ha desarrollado en las últimas décadas del siglo XX en torno a los derechos de las mujeres, algunos de los clásicos dilemas del feminismo siguen sin estar resueltos.

Marta Postigo Asenjo
Departamento de Filosofía
Facultad de Filosofía y Letras.
Universidad de Málaga
martapostigo@hotmail.com

Un libro: Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo, de Eva Illou

Un libro: Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo, de Eva Illouz
Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La profesora Eva Illouz, nacida en Marruecos, pertenece al departamento de Sociología de la Universidad de Tel-Aviv. Su campo de trabajo es la descripción de cómo se configuran y da sentido a las emociones en el mundo del capitalismo moderno. La cuestión es de interés en los últimos años y se ha convertido en un campo de estudio de lo que se ha denominado “capitalismo emocional”. El objetivo principal es comprender cómo se articulan las emociones en el seno del capitalismo moderno, cómo se entrelaza con otros discursos y prácticas para convertirse en mercancía.

En la obra con la que se dio a conocer, El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo. (Katz, 2009), ya planteaba cómo la publicidad y los medios de comunicación fueron modelando el discurso y las prácticas en las que se ritualiza el amor, cómo a través de los medios se ofrecen alternativas para qué la emoción amorosa se traduzca en acciones y situaciones (viajes, bailes, cenas románticas, regalos, etc.). La obra que traemos hoy, Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo*, ha sido publicada en nuestro país en 2007, pero es más reciente (2006 en su edición alemana) que la anteriormente señalada, y nos ha parecido más adecuada para dar a conocer a esta autora.

En esta ocasión, la profesora Illouz aborda otros importantes modeladores de las emociones: el discurso de la autoayuda, la terapia psicoanalítica, los “recursos humanos”, la selección de pareja por internet, etc. Todos estos elementos son analizados en la obra como instrumentos desarrollados para establecer una nueva cultura de las emociones dentro del sistema de producción capitalista desarrollado durante el siglo veinte. Son los que definen las emociones del mercado y el mercado de las emociones.

El avance en paralelo del discurso psicoanalítico freudiano y el discurso organizativo empresarial, basado en la buena gestión de la organización, con los “recursos humanos” incluidos, dio lugar a un modelo de individuo y de relaciones en el ámbito familiar y en el empresarial. El objetivo era lograr una mayor eficacia productiva mediante una mayor eficacia emocional. Para ello se busca una nueva estructura de gestión de las emociones. Señala la profesora Illouz:

Mientras la cultura emocional victoriana había dividió a hombres y mujeres según el eje de las esferas pública y privada, la cultura terapéutica del siglo XX lentamente desgastó y reordenó esos límites al dar a la vida emocional un papel central en el ámbito laboral. (43)

La incorporación de la mujer al trabajo a lo largo del siglo XX significó forzosamente una variación en el tipo de emociones puestas en práctica. La visión de la empresa como “una familia” permitió el uso analógico de la terapia psicoanalítica para definir sus patologías y armonías desde el punto de vista del discurso organizativo de la eficacia, esencialmente desarrollado por un terapeuta, Elton Mayo, como forma de superación del discurso anterior.

De la misma forma que en la familia se debía hablar para hacer surgir los problemas de fondo, en el ámbito de la empresa se propone una forma de organización en la que se favorezca el diálogo, con la comunicación interna como eje, y con un modelo de directivo dialogante, etc., para conseguir un modelo empresarial de mayor eficacia.

Illouz va dando cuenta de este tipo de discursos que van modelando las instituciones dentro del sistema capitalista empresarial. Las “narrativas de éxito” empresarial, por ejemplo, se constituyen en modelos para la imitación, desencadenando otro tipo de discursos de la “superación” mediante los que se enseña a los individuos a tener los recursos para superar sus propios fracasos dentro del sistema.

En un sistema que se basa principalmente en la proposición del modelo del éxito, la gestión del fracaso y el sufrimiento que produce pasa a ser una necesidad que se cristaliza, por ejemplo, en esos discursos de autoayuda. La idea de la necesidad de la autorrealización del individuo se convierte en un imperativo personal y social.

Las personas deben extraer lo mejor de sí mismo como una obligación; si no lo hacen la sociedad desarrolla una serie de categorías consideradas como patológicas en las que el individuo es clasificado. Nuestro discurso sobre la “excelencia” tiene este mismo origen. Los individuos están obligados a sacar de sí mismos el máximo posible so pena de caer en el sufrimiento del fracaso, tanto desde el punto de vista personal como el social.

Además de otras competencias necesarias, el capitalismo emocional ha hecho pasar a primer término la gestión de las emociones. El análisis de Eva Illouz va acercándose hasta los momentos actuales para mostrar cómo ha ido modificando desde principios del siglo XX el discurso sobre las emociones.

La conducta emocional pasó a ser tan importante en el comportamiento económico que cuando el concepto de inteligencia emocional surgió, en la década de 1990, entró de lleno en la empresa estadounidense. Fue un periodista con formación psicológica clínica, Daniel Goleman, quien, con un libro titulado La inteligencia emocional, contribuyó a formalizar lo que se había estado gestando en el transcurso del siglo XX: la creación de instrumentos formales de clasificación de la conducta emocional y la elaboración del concepto de competencia emocional. (141-142)

La obra concluye con un último y muy interesante capítulo sobre la transformación cibernética de las emociones a través de las redes informáticas. Illouz analiza el papel de las empresas de selección de pareja, del estilo de match.com, en las que se clasifican las emociones para convertirlas en formularios de selección mediante los cuales se pueda llegar al encuentro compatible, de la misma manera que las empresas realizan formularios para tratar de seleccionar las personas idóneas para ocupar los puestos que es necesario cubrir.

La “selección de pareja” se convierta así en un proceso mediante el cual el “yo” se autorrepresenta en categorías específicas (se describe a través de cuestionarios) y se selecciona al otro mediante un proceso de compatibilidad y adecuación optimizado mediante sistemas de protocolos. Las emociones finalmente han sido reducidas a un sistema descriptivo informatizado, cibernético, en el cual pueden ser evaluadas para establecer la compatibilidad buscada.

Como en cualquier sistema que busca la toma de decisiones, se producen procesos de ordenamiento de las cualidades evaluadas conforme a un tipo de valor. Lo que antes era un proceso intuitivo del yo, ahora se convierte en un proceso externo, realizado mediante unos protocolos con mayor o menor eficacia, cuyo éxito es la obtención de la persona compatible.
Todos los elementos que Eva Illouz analiza a lo largo del siglo tienen como objetivo la “mercatilización del yo”, según su expresión. Escribe en sus conclusiones:

La corriente psicológica, la literatura de autoayuda, la industria del consejo, el Estado, la industria farmacéutica, la tecnología de Internet, todas se entrelazan para formar el sustrato de la personalidad psicológica moderna porque todas tienen al yo como principal objetivo. Es ese progresivo entrelazamiento de los repertorios del mercado y los lenguajes del yo en el transcurso del siglo XX lo que llamé “capitalismo emocional”. En la cultura del capitalismo emocional, las emociones se convirtieron en entidades a ser evaluadas, examinadas, discutidas, negociadas, cuantificadas y mercantilizadas. (227)

Como ya es característico de sus trabajos, la autora maneja el análisis sociológico y la teoría que va construyendo con gran precisión conceptual. Una de las cosas más admirables de sus obras es la construcción interna, la arquitectura de ideas, que sostienen el conjunto del texto. El hecho de que esta obra sea el resultado de la invitación a impartir las Conferencias Adorno, en Frankfurt, hace que tenga una concentración y un dinamismo específico. Es una buena y recomendable forma de entrar en la perspectiva de análisis de Eva Illouz, en su visión de la construcción emocional de nuestro tiempo.

  • Eva ILLOUZ (2007): Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Katz, Madrid Buenos Aires, 244 pp. ISBN: 978-84-96859-17-3

CEM reproduce documento del ERP de 1974: Grano de Oro de Rafael Arce Zablah

CEM reproduce documento del ERP de 1974: Grano de Oro de Rafael Arce Zablah

SAN SALVADOR, 10 de agosto de 2017 (SIEP) “En el fragor de la batalla ideológica librada por la izquierda salvadoreña durante toda la década del setenta del siglo pasado, surge desde las filas del Partido de la Revolución Salvadoreña-Ejército Revolucionario del Pueblo, PRS-ERP, un importante esfuerzo teórico realizado por uno de sus fundadores, por el estudiante universitario Rafael Arce Zablah en 1974, titulado Grano de Oro, que trata precisamente sobre el papel del café en la economía salvadoreña…” explicó Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”
“Con esta publicación, – explicó Pineda- como CEM continuamos en el cumplimiento del compromiso que adquirimos públicamente, de divulgar física y digitalmente las obras principales del pensamiento marxista salvadoreño e internacional. La obra teórica de Amílcar, además comprende el folleto de 1972 titulado ¿Es tu arma el voto? y fascismo y revolución social, de 1975, que esperamos también reproducir.”
Inicia GRANO DE ORO planteando que “la renta del suelo puede ser absoluta o pue¬de ser diferencial. Es renta diferencial si el dueño del terreno se apropia mediante el contrato de arrendamiento de toda o parte de la sobre ganancia, dejándole al arrendatario el beneficio usual y parte o nada del beneficio extraordinario. Es ren¬ta absoluta si el arrendatario, para pagar el alqui¬ler del terreno, se ve obligado a aumentar el pre¬cio de venta (precio comercial) del quintal de maíz, pues, o bien no ha logrado ninguna renta diferencial, o no puede con ella pagar el alquiler del terreno, no quedándole otra alternativa que aumentar de precio de ventas o precio comercial para obtener su ganancia media y pagar las de¬mandas de rentas al dueño del terreno.”
Nos comenta que “mientras el “rey de la oligarquía salvadoreña” Francisco de Sola, estuvo retenido por fuerzas del ERP en una cárcel del pueblo, tuvo oportunidad de conocer este análisis. A pesar de su confesada incomprensión de la economía marxista, confirmo datos vertidos en este material: en particular los relativos a la incuestionable posición de monopolio de Brasil (un tanto auxiliado por Colombia) y al hecho de que, en el país, es la medida de 30 qq. Por manzana la que predomina como cálculo para establecer la rentabilidad de un cafetal por parte de los cultivadores.”
Afirma que “en los análisis del modo de producción capitalista Marx contempla la existencia de la clase terrateniente como una clase parasitaria del régimen de producción capitalista. A su vez, considera como excepcional la coincidencia del capitalista y el terrateniente en una sola persona, en base, por supuesto, al desarrollo histórico concreto que sirve de base a su análisis.”
Explica que “a partir de la independencia, y con ella, se consolida la producción añilera. La situación aquí es bastante clara: se trata de un capital comercial que mediando entre la producción y el mercado internacional subordina a la producción sin transformar las condiciones que en ella imperan. Es decir, que su ganancia proviene básicamente de la operación comercial, por lo que no necesita transformar las relaciones de producción pre capitalistas en capitalistas. De esto no se deriva el carácter predominantemente capitalista que ha querido atribuirse a dicha sociedad, puesto que aun habiendo ciertas formas de capital, está ausente la relación de producción capitalista.”
Señala que “nos queda por analizar las variaciones que a tra¬vés de la historia del país sufre el papel de la ren¬ta diferencial en la estructura económico social salvadoreña y su inserción en el sistema económi¬co mundial. Es claro que solamente destacaremos de mane¬ra esquemática los rasgos esenciales, sin detener¬nos en un análisis detallado.”
“Fundamentalmente dividiremos el proceso histórico – enfatiza- en dos períodos, aparte del período de formación de la caficultura a la que ya nos referimos anteriormente. Se trata de los períodos comprendidos entre principios del siglo hasta 1950 y aproximadamente una fase de transición hasta 1962; y el período que va de esta fecha a la actualidad. Esta división en el tiempo es sólo una expresión aproximada de va¬riaciones en el desarrollo económico a nivel global, en el cual consideramos decisiva pero no única, la cuestión del destino económico de la renta diferencial.”
Considera como rasgos del primer periodo el “predominio casi absoluto de la producción cafetalera dentro de la economía del país, con implicaciones a nivel social similares a las que hasta aquí hemos analizado cuan¬do veíamos sólo la producción cafetale¬ra. Con la década del 50, y el régimen de Osorio se inicia el galopante y brusco ciclo expansivo de la renta diferencial arrojando en pocos años sobreganancias. Este ciclo es parte de la expansión imperialista norteamericana de la posguerra. Con este proceso, se produce una notable recuperación “pacífica” de la hegemonía oligárquica, pues el café “vuelve a demostrar su capacidad para vitalizar la economía”.

Como rasgos del segundo periodo para 1962-1967 señala los de un “nuevo impulso de la orientación imperialista hacia la inversión en el exterior. Esta necesidad, junto con la de neutralizar políticamente los efectos de la revolución cubana, se realizan en América Latina a través de la “Alianza para el Progreso”, unido al “impulso del Mercado Común Centroamericano permitieron cierto desarrollo industrial manufacturero.”
Concluye Zablah que “sólo una alternativa no capitalista puede responder a las actuales exigencias históricas. Para esto, la historia plantea con redoblado fuerza la exigencia de la irrupción violenta de las masas en ella para tomar en sus manos, de manera definitiva, su destino. Esta revolución social sólo puede desembocar en una revolución proletaria que en un proceso de construcción socialista resuelva, a la vez, los fracasos históricos del capitalismo dependiente.”