El derecho humano de amar

El derecho humano de amar

El reconocimiento de la diversidad sexual como derecho humano ha recorrido un camino lento y arduo en El Salvador. La identidad sexual de miles y miles de personas salvadoreñas de todos los grupos sociales ha permanecido prácticamente invisible a través de nuestra historia. En las últimas décadas el movimiento de lesbianas, gay, bisexuales, trans o intersexuales (LGBTI) ha cobrado impulso y reclama respeto y reconocimiento de sus derechos.
Amaral Gómez Arévalo
Martes, 13 de Junio de 2017

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1992 resulta ser una fecha paradigmática en la historia social y política de El Salvador: se da por finalizada una guerra cruel que dejó como saldo 75 mil muertos, la diáspora salvadoreña desperdigada por los cuatro puntos cardinales del globo terráqueo y una ruptura social que aún a 25 años de finalizada la guerra todavía no se ha logrado un proceso efectivo de reconciliación.

Conectado a esos procesos históricos, pero oculto a la historia oficial, ha existido un proceso de organización social y política de personas salvadoreñas lesbianas, gay, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI). En esta oportunidad se narrará ese proceso de organización durante los últimos 25 años. Para comprenderlo de mejor forma, se ha dividido en cuatro periodos, cada uno se denomina ha denominado como “Ola”, siendo esta una propuesta de categoría analítica que retoma la dinámica de impulso, formación y disolución de las olas marinas para comprehender los procesos de gestación, consolidación y disolución/gestación de los momentos históricos del movimiento LGBTI, que retoma la energía-fuerza de cada ola siendo transmitida a la siguiente, haciendo que este movimiento sea constante y que una vez que ha iniciado no existe posibilidad de finalizarlo.

“La Chulona vestida de Arcoíris”. Fotografía Nicolás Rodríguez. Cortesía AMATE El Salvador.

“La Chulona vestida de Arcoíris”. Fotografía Nicolás Rodríguez. Cortesía AMATE El Salvador.

Primera Ola: secreto público

La Primera Ola comprendería el periodo antes de 1992, se caracteriza por la “invisibilidad” social consensuada de la homosexualidad. Aunque debemos dejar sentado que en este periodo surge en 1976 la discoteca Oráculos. Siendo esta un espacio de sociabilidad homosexual. Dicha discoteca con una clara motivación de crear un lugar de encuentro diferente a los existentes en San Salvador. Estuvo ubicada en una central avenida capitalina, facilitando el acceso a personas profesionales que deseaban evitar, probablemente, los riesgos sociales de visitar los puntos de encuentro marginales del centro de San Salvador. Sim embargo, al interior de Oráculos no se logra una politización de los comensales que asistían a la discoteca.

En la década de 1980, época de la guerra interna, existieron menos espacios para discutir las manifestaciones disidentes de la sexualidad binaria que en décadas anteriores. En los sectores conservadores y en el ejército era imposible realizar esta discusión. Por su parte, en la filas del FMLN lo LGBTI no entraba en las discusiones políticas, muy por el contrario, si una persona lesbiana u homosexual daba muestras públicas de estas tendencias era considerado algo anormal, imposibilitándoles en ocasiones el ascenso a cargos de dirección. Este contexto no se tuvo las condiciones sociales y políticas básicas para el surgimiento de una organización política LGBTI.

Segunda Ola: Orgullo Gay

La Segunda Ola, comprende entre 1992 a 1999. Un primer colectivo de gays y travestis comenzó a reunirse para la realización de un proyecto de atención y prevención del VIH en la comunidad gay, impulsado por Fundasida en 1992. El inicio de este grupo estuvo bajo la conducción de Wilfredo Valencia, centrándose en la capacitación de métodos de prevención del VIH. El 23 de marzo de 1994 William Hernández y Joaquín Cáceres toman la dirección del grupo (conocidos como Grupo Entre Amigos), otorgándole un carácter más organizativo con el objetivo de promover y defender los Derechos Humanos de la comunidad LGBTI. Hasta 1997 las acciones del Grupo están amparadas por Fundasida. En 1997 Entre Amigos organiza y realiza la primera marcha LGBT denominada como “Orgullo Gay”. En 1998 se abren las oficinas independientes del Grupo, el que comienza a ser reconocido socialmente como Asociación Entre Amigos

Paralelo a este proceso de organización de travestis y hombres gays, existió un proceso organizativo de las mujeres lesbianas. Luego de finalizada la guerra, las mujeres organizadas al interior del FMLN procuran nuevos espacios políticos para canalizar sus demandas, ya sea al interior del ahora partido político o fuera de este. En este semillero de nueva rutas, existió un grupo de lesbianas salvadoreñas y extranjeras que se reúnen, primero para divertirse y luego para reflexionar acerca de la irrupción de la mujer lesbiana como una identidad política al interior de El Salvador. El nombre con el que fueron conocidas fue La Colectiva lésbica-feminista salvadoreña de la Media Luna y tienen una vida institucional entre 1992 y 1997. El mayor logro del movimiento LGBT incipiente en este periodo fue el de poder sobrevivir a todas las dificultades sociales, políticas, organizacionales que existieron.

Tercera Ola: LGBTI

Esta Ola, comprende entre el año 2000 al 2008. La principal característica en este periodo histórico fue la estabilización de identidades sexuales como la Trans y la Lesbiana. Así podemos observar la separación de hombres gays y mujeres trans, en donde ellas crean sus propias organizaciones para dar atención a las necesidades específicas de estas poblaciones. Denotamos el surgimiento de la identidad política trans en este periodo. La infección del VIH continúa siendo uno de los ejes articuladores tanto para las identidades gays como trans. Este proceso de estabilización de identidades promovió la organización de diferentes grupos, colectivos y asociaciones que tendrán un papel importantes en el inicio de la próximo ola.

A lo largo de esta década la Asociación Entre Amigos sufre ataques, espionaje telefónico y saqueos de materiales documentales en las oficinas. En 1999 William Hernández recibió amenazas de muerte, por ser la primera figura pública que asumía su condición de bisexual y representante del movimiento LGBTI naciente en El Salvador.

El movimiento de mujeres lesbianas tiene una clara distinción respecto del movimiento gay o trans. El trabajo acerca de VIH, que ha sido el foco principal de los anteriores, no es hegemónico en el movimiento lésbico, por lo que sus estrategias de incidencia política y liberación del cuerpo de las mujeres presentan una diversificación de caminos. Por ejemplo, el arte, la comunicación o la investigación se muestran como ejes institucionales para presentar sus demandas y reivindicaciones a la sociedad salvadoreña.

Cierre de la 8° Marcha contra la Homo-Lesbo-Bi-trans-fobia el 17 de mayo de 2017. Cortesía del autor.

Cierre de la 8° Marcha contra la Homo-Lesbo-Bi-trans-fobia el 17 de mayo de 2017. Cortesía del autor.

Cuarta Ola: Diversidad Sexual

Esta Ola, se encuentra entre el año 2009 al 2016. Su principal característica es la irrupción del movimiento salvadoreño LGBTI como actor político en la palestra nacional, el que realiza demandas al Estado de respeto de los Derechos Humanos de las personas LGBTI.

En el 2009 fue colocada nuevamente la reforma constitucional de prohibir los matrimonios y la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Los promotores de tal reforma esperaban que su aprobación fuera un procedimiento de trámite legislativo nuevamente como en el 2003, pero aconteció exactamente lo contrario. Las organizaciones LGBTI existentes conscientes que la reforma constitucional no radicaba exclusivamente en la prohibición de establecer una familia homoparental, sino que esta legalizaría la invisibilidad de los Derechos Constitucionales de las personas salvadoreñas LGBTI, crean la Alianza para la Diversidad Sexual LGBTI, unificando a las diferentes organizaciones LGBTI, de prevención del VIH y de activistas independientes ejerciendo un contrapeso para debatir, confrontar, exponer y proponer ante la Asamblea Legislativa y la sociedad en general una alternativa a tal reforma. Nace un nuevo actor político.

En este periodo se promueve una visibilidad internacional de las demandas de respeto y protección de los Derechos Humanos y acceso a la justicia para esclarecer los casos de violencia homofóbica que afectan a todas las identidades LGBT, pero con especial incidencia en las identidades trans, tanto femeninas como masculinas. También en este periodo se presenta una apertura del Ejecutivo para abordar cuestiones de orientación sexual e identidad de género, esto promovió acciones de un reconocimiento institucional restringido. Las colectivas de mujeres lesbianas en esta época presenta una vida institucional más establece y a largo plazo.

Una de las limitaciones del movimiento LGBTI es la centralidad geográfica que este tiene en San Salvador. Los mayores actos de visibilidad y demanda de reconocimiento se efectúan a nivel de la capital. No obstante, se reconoce que han existido y existen colectivos en otros departamentos de El Salvador, pero su vida institucional es poco conocida.

El movimiento LGBTI en El Salvador es una realidad. Hoy nadie puede ignorar la existencia de un movimiento social que vela por los Derechos Humanos de las personas LGBT. En 25 años de estructuración se han organizado hombres gays, mujeres trans, lesbianas y hasta hace pocos años hombres trans y jóvenes LGBT a nivel de la capital. El cuestionamiento de los patrones binarios de la sexualidad y los esencialismos de género, por parte de las personas LGBT organizadas, ha promovido diferentes estrategias de visibilidad y acciones políticas. No obstante, a pesar de las conquistas políticas restringidas obtenidas por parte del movimiento LGBTI, aún hace falta mucho para la transformación de las políticas y discursos públicos existentes impregnados por el heterosexismo normativo que naturalizan la homofobia, y promueven colateralmente los crímenes de odio contra personas LGBT.

Para finalizar ¿cómo será la Quinta Ola? Una respuesta exacta no se puede dar en este momento, pero se puede vaticinar que esta conjurará los siguientes elementos: participación de personas LGBTI asumidas en la política electoral, jóvenes, académicos, espacios geográficos no metropolitanos, y transnacional. Esta historia en este momento se está escribiendo…

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*Amaral Gómez Arévalo es investigador internacional de CLACSO e integrante del movimiento [email protected] El Salvador. Esta entrega se basa en su artículo “ Del gay power a la Diversidad Sexual: Politización de identidades sexuales disidentes en El Salvador” , en: Diálogos Latinoamericanos, n° 25, 2016, p. 99-116

En el Partido Comunista de El Salvador

En el Partido Comunista de El Salvador
Por Eduardo Mora Valverde (tomado de su libro 70 años de militancia comunista).
Recuerdo al gran muralista mexicano Diego Rivera parado ese día en el centro de la sala de su casa. Cuando pasábamos las parejas alrededor suyo, bailando, nos veía primero de frente y luego de soslayo, con enigmática sonrisa. ¿Se burlaba de nosotros los muchachos? ¿Nos tendría preparada alguna sorpresa?
La Célula de la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de México había organizado, en la casa de ese genial artista, una pequeña fiestecita esa noche. Militante de esa célula era Raúl Castellanos, quien más tarde llegaría a ser uno de los más importantes y brillantes dirigentes del Partido Comunista de El Salvador.
Esa noche Raúl llevó a su hermana Elena a la fiesta; allí la conocí y nos hicimos novios. La primera y única novia que tuve.
“Cásese con Elena; nunca encontrará otra compañera mejor”, me decía y repetía Carmen Lyra desde su lecho de enferma. Quería morir segura de que yo sería el hombre más feliz del mundo.
No fue la dulce y querida Chabela, sin embargo, la que decidió mi matrimonio, fue Elena misma. Un día le dije que lo que más ansiaba era casarme con ella, pero no podía hacerlo debido a la difícil situación política de Costa Rica, a las condiciones de clandestinidad y a las consiguientes dificultades económicas en que trabajábamos en el Partido. Mi deber de revolucionario se anteponía a mi propia felicidad personal, le expliqué. “Si el Partido no puede pagarte un salario, yo trabajaré y viviremos con el mío”, fue su respuesta definitiva.
Pocos días teníamos de haber formado nuestro hogar, cuando se suscitó una discusión política en la que participaban entre otros, el Lic. Pedro Geoffroy Rivas, abogado, poeta, militante del Partido de El Salvador, y amigo de la familia de mi esposa, y Arnoldo Ferreto, en ese momento Secretario General de mi Partido. “¿Qué posibilidades existen para estructurar un Estado multinacional en Centroamérica?”, era el tema en discusión.
El c. Geoffroy intervino diciendo que la unidad centroamericana debía alcanzarse de inmediato, mediante la lucha popular dirigida por los cinco partidos del Istmo. El c. Ferreto replicó que eso solo se debía lograr en los marcos de la república mundial de los soviets, debido a la existencia de diversas nacionalidades. Geofroy se violentó y lo acusó de “oportunista”, “titoista”.
Yo me molesté por el ataque a Arnoldo y salí a defenderlo. De paso expuse mis tesis de que la unidad podía ser un objetivo de lucha en la etapa de la revolución democrática y antiimperialista. Me gané con ello, no solo duros ataques personales de Pedro, (lo menos que me dijo fue “inefable jovenzuelo”) sino la pérdida inexplicable de su amistad. Esto fue en noviembre de 1950. Embarazada, Elena se trasladó en esos días a San Salvador para unirse a su familia y esperarme. Yo había ya recibido una invitación para ayudar a la reconstrucción orgánica del Partido Comunista Salvadoreño, la cual sentí como un gran estímulo revolucionario, y como una gran responsabilidad internacionalista.
La Dirección de mi Partido me autorizó a aceptar esa responsabilidad, pero me pidió vender antes una colección de piezas arqueológicas centroamericanas que, a fin de contribuir a aliviar la angustiosa situación económica de esos días de clandestinidad, nos había regalado un amigo. La tarea parecía casi imposible pues no disponíamos de un certificado sobre la autenticidad de cada pieza, por lo menos aceptable para los posibles interesados en adquirirlas.
Con la compañera y amiga, la arqueóloga Sol Arguedas, recurrí a solicitar la colaboración del más famoso de los artistas mexicanos: Diego Rivera. De inmediato puso a un fotógrafo a sacar fotos de cada pieza sobre una cartulina negra; después él se dedicó a especificar al pie de cada una, las calidades según el informe en mi poder. Finalmente el famoso arqueólogo Daniel Rubín de la Borbolla esposo de Sol, autenticó.

El Partido de El Salvador vivía un período sumamente crítico. Del Secretario General para abajo, heroicos y abnegados, todos se dedicaban inevitablemente a una labor economicista. El más alto cuadro en ese momento trabajaba en la redacción y administración del periódico sindical y él mismo lo sacaba de la imprenta, lo cargaba en sus hombros y lo llevaba a las oficinas respectivas.

Con el seudónimo de Pedro Martínez comencé a escribir y actuar directamente, hasta donde eso era posible, en el combate a las concepciones economicistas, y a promover el desarrollo del trabajo político y principalmente el fortalecimiento y actividad del Partido.

Del Pasaje Guevara 8, en donde vivía con la familia de mi esposa, salía con frecuencia hacia los lugares de cita, en un terreno para mi desconocido totalmente, aunque guiado por direcciones precisas. Recuerdo el encuentro más importante. Se realizó en el cuarto, bastante modesto, de dos estudiantes de la Universidad, uno de ellos de apellido Vaquerano: dos catrecitos angostos, colocados paralelamente, a un metro y medio entre sí. Viéndonos las caras nos sentamos cuatro en un catre y tres en el otro; en total las siete personas que en ese momento teníamos la responsabilidad del Partido. “El Choco” Salvador Cayetano Carpio estaba sentado a la par mía; el Dr. Toño Díaz al frente.
El Gobierno del Coronel Osorio le había ofrecido a éste último el puesto de viceministro de Salud Pública, y en esa reunión el propio c. Díaz externó la decisión de rechazar tal oferta. Se refirió al distanciamiento en las filas del Partido de tres destacados dirigentes, Marroquín, Fernández y Martínez, a raíz de haber aceptado becas o cargos honoríficos otorgados por el Gobierno con el evidente afán de dejarlos “hipotecados” a la dictadura militar.
En el desarrollo de mi labor, yo venía insistiendo en la necesidad de volver a editar el órgano periodístico del Partido, “La Verdad”, fundamentando mi insistencia nos solo en las enseñanzas transmitidas del movimiento obrero internacional, sino también en las experiencias de nuestro Partido con los periódicos “La Revolución” y “El trabajo”. En mi opinión “La Verdad” debía salir de inmediato a la calle, en forma de volante el primer número, para poder pegarlo en las paredes y difundir lo más ampliamente posible que el Partido Comunista era un partido independiente, insobornable y revolucionario, y que su órgano de prensa, vigilante y combativo, volvería a llegar regularmente a las manos de los salvadoreños.
Unicamente un compañero, que recién llegaba de su exilio en Guatemala, hizo resistencia. “Vos sos tico y no conoces nuestra realidad. Se nos va a venir el mundo encima”, me reclamó bastante alterado. Yo le repliqué: “Ustedes heroicamente están arriesgando segundo a segundo la vida, pero es inútil que lo sigan haciendo si el Partido no se va a la calle a luchar. En ese caso es mejor que dejen la Dirección a otros compañeros”. A Carpio se le humedecieron los ojos y, después de limpiarse la garganta con pequeñas explosiones de tos, rompió el silencio: “Hace poco, al despedirme de Blas Roca, en Cuba, me dijo que los comunistas siempre debíamos sacar la cara; si nos la patean y la rompen, la debemos volver a sacar; si nos la quiebran, la debemos sacar de nuevo”. Mirando al suelo, con sus manos unidas como si fuera a rezar, y girando sus pulgares, agregó: “Estoy de acuerdo en salir a la calle con el periódico y denunciar el intento de soborno”.
En la casa de Raúl, precisamente en Mexicanos, a donde Dueñas me había llevado a pasear, se instaló un polígrafo para editar el periódico. El responsable de operarlo era un militante, miembro de la Comisión de Propaganda, de apellido Alvarado; con diligencia éste comenzó a desarrollar su importante trabajo.
Pero se produjo un atraso en las etapas del mismo pues el c. Jacinto Castellanos, mi suegro, sugirió plantear al Buró Político la revisión del acuerdo, en una reunión conjunta con la Comisión de Propaganda dirigida por él. Ya había oído decir a más de algún compañero que debido a mi desconocimiento de la realidad salvadoreña, lo estaba llevando a una provocación.
“Eduardo, yo estoy completamente de acuerdo con la resolución. Pero es mejor dar oportunidad de opinar a los compañeros de Propaganda, ligados al trabajo de masas; estos deben responsabilizarse. En El Salvador son muchos los años de crímenes y de injusticias. Usted como costarricense no tiene una idea cabal. Este pueblo está a punto de reventar y cuando reviente ni Dios padre lo va a parar. Mire Eduardo, aquí nos van a faltar postes para colgar a tanto bandido, a tanto ladrón, a tanto criminal”. En la ratificación del acuerdo, con su firme y vehemente carácter, mi suegro jugó un papel decisivo. La confirmación del acuerdo la esperaban las brigadas para salir por diferentes lugares del país a realizar las pegas. En esos momentos de tremenda tensión, una pareja, marido y mujer, adelantó su salida con tal mala suerte que fue detenida. Aunque no dijeron una sola palabra, la propaganda que cargaban y que le decomisaron, alertó a la policía, la cual se puso alerta desde ese instante en todo el país. Y cogieron a no pocos. Entre ellos cayó Alvarado, el encargado de la edición del periódico y miembro de la Comisión de Propaganda. Y si la pareja no habló, éste cantó hasta “El Barbero de Sevilla”, como decían los camaradas. Raúl trabajaba como economista en un Ministerio. Sin sospechar la delación de Alvarado, al salir de su trabajo se dirigió a su casa, en Mexicanos, para reunirse con su familia y cenar. Pero a pocos metros de su hogar lo paró la policía, la cual tenía rodeado el vecindario. Raúl trató de convencerla para que lo dejaran pasar pero le contestaron que estaban registrando la casa de un comunista, sin sospechar que lo tenían al frente. Disimuladamente se alejó del cordón policial, llegó a la carretera y a toda velocidad, mejor dicho, corriendo, tomó la dirección del centro de la capital para llegar al pasaje Guevara en donde vivíamos los demás de la familia. “Se inició la persecución. La Policía ya llegó a mi casa. Creí que no iba a tener fuerzas en las piernas para llegar hasta aquí”, nos dijo Raúl muy agitado. Cerca del Pasaje Guevara estaba el Parque Marte. Al frente vivía el entonces dirigente estudiantil Shafick Handal, después Secretario General del Partido y Comandante del FMLN. Por su papel en el movimiento legal de masas, pues era Director del Periódico “Opinión Estudiantil”, supuse sería uno de los primeros en ser capturados si no se escondía de inmediato. Cuando llegué a su hogar me salió a abrir Blanquita, su esposa. “Dígale a Shafick que se inició una represión, que se esconda”, fue lo único de la conversación, pues debía apurarme.
Me detuvieron, y bajo el pretexto de que era necesario revisar mi documentación migratoria, fui llevado al Cuartel del Zapote. Al poco rato de estar en él entró un militar con cara desagradable, con una pistola 45 colgada del cuello. Comenzó a interrogarme en un escritorio que se encontraba en el pasillo. Era el Mayor Medrano, años después, en 1966, Comandante de las tropas salvadoreñas en la llamada “Guerra del Futbol”, contra Honduras. Intentaba arrancarme una declaración en la cual aceptara haber participado en los preparativos de un levantamiento armado, instigado por la Unión Soviética y Guatemala, contra la “democracia” salvadoreña. Me pidió dar nombres y datos sobre el Partido, y me ofreció dar libertad y protección.
Consideré mejor tomar la ofensiva desde el principio y le dije al militar: “Me siento muy feliz y honrado de ser comunista desde muy niño. A pesar de no ser miembro del Partido Comunista de El Salvador, estoy identificado con sus objetivos de lucha”. Terminé refiriéndome a la recién triunfante revolución del pueblo chino asegurándole que su camino lo seguirían todos los pueblos del mundo sojuzgados por el imperialismo.
Medrano se paró violentamente, quizás herido en su condición de polizonte anticomunista, se quedó viéndome y calmándose me dijo: “Estamos dispuestos a enviarlo a donde sus amigos de Guatemala si usted les hace una solicitud del asilo”. Le contesté que yo era costarricense, con familia en El Salvador, y si querían echarme, debían enviarme a Costa Rica. El militar dio media vuelta y se alejó. Fui conducido a una habitación contigua, situada precisamente detrás del escritorio desde el cual había sido interrogado. Iba a ser mi prisión transitoria. Al entrar en ella me abrazaron, entre otros, el sastre Villacorta, militante del Partido y también víctima de la represión. Junto a él se encontraban varios camaradas más. Habían oído íntegramente el interrogatorio.
Un tazón de “caldo chuco”, como dicen los salvadoreños, pero agrio y salado, fue el menú de esa mañana, primer alimento después de casi 24 horas de haber sido conducido al cuartel del Zapote. Con alambres nos sujetaron las manos, tanto a mí como a un delincuente hondureño. Empujándonos por la espalda nos fueron indicando el camino hasta un vehículo militar y nos introdujeron en él, en el asiento trasero, junto a un oficial. Adelante iba otro oficial junto al chofer.
Silencio absoluto del hondureño; yo tampoco hablaba. Al llegar, largo rato después, a una población, mi compañero exclamó: “San Miguel” y esas fueron sus únicas palabras en el camino. Y en San Miguel los oficiales nos sacaron a los dos y nos hicieron caminar a pie, inexplicablemente, como unos 50 o 100 metros. Luego nos volvieron a meter en el vehículo y así llegamos finalmente al Amatillo frontera con Honduras. Al detenerse el vehículo los oficiales nos desataron, dejando al hondureño con las autoridades militares salvadoreñas. En el mismo vehículo me llevaron a territorio hondureño y estacionaron el carro frente al puesto de aduana del Goascorán. Según supe después, se había producido un error; a quien debieron llevar al Goascorán era al delincuente. Fue un error “providencial” pues evidentemente falseó, ante las autoridades hondureñas, la denuncia salvadoreña hecha posteriormente, de una fuga mía hacia el territorio hondureño, para hacer una “revolución”. Quizás ese error contribuyó mucho a salvarme la vida, como lo señalaré después.

El marxismo militante: la Escuela Internacional Leninista

El marxismo militante: la Escuela Internacional Leninista y los cuadros de la Internacional Comunista en América Latina, Izquierdas, 28:226-247, Julio 2016 (voy por pagina 10)
Andrey Schelchkov**

  • Investigador del Instituto de la Historia Universal de la Academia de los Ciencias de Rusia,

sch2000@mail.ru Investigator of the Institute of World History of the Russian Academy of Science.
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La Escuela de los cuadros de la IC (la Escuela Internacional Leninista – EIL) ocupa un lugar importante en la historia del movimiento comunista de los años 20-30, aunque por no ser un órgano dirigente de la Internacional, su historia quedó un poco marginada en los estudios cominternianos1.

Sin embargo se trató de una experiencia importante del movimiento comunista, que formó parte de la vida política de miles de militantes y dirigentes de los partidos en diferentes rincones del mundo. Este artículo se centra en la parte de la historia de la Escuela relacionada con el movimiento comunista latinoamericano.

Para Eric Hobsbawm, el siglo XX fue esencialmente un siglo de contraposición entre comunismo y capitalismo. El comunismo, en su versión soviética, era una tendencia que selló las peculiaridades de toda la época del siglo XX. El historiador británico subrayó que la relación entre el ‘partido de vanguardia’ y las grandes revoluciones para las cuales había sido creado y que ocasionalmente conseguía realizar, no estaba ni mucho menos clara, aunque era patente que el modelo se había impuesto después de haberse producido una revolución triunfante o durante las guerras. En efecto, los partidos leninistas consistían esencialmente en élites (vanguardias) de líderes o, más bien, antes de que triunfaran las revoluciones, en “contra-élites”2.

Aceptando esta tesis de Hobsbawm, debemos destacar la importancia del control sobre la formación de dichas élites o contra-élites, que pretendió realizar el partido rector del comunismo, el Partido Bolchevique ruso,
mediante instituciones formales capaces de crear esas elites, uno de cuyos ejemplos más claros fue la ELI moscovita de los años 20-30.

Metodológicamente, para el análisis del movimiento comunista de la primera mitad del siglo XX, es aceptable la idea de la “comunidad imaginada”, propuesta en la obra ya clásica de Benedict Anderson. Los comunistas de diferentes países, con todas las diferencias existentes entre ellos, se identificaban con una “hermandad horizontal” como una “comunidad imaginada”.

La consciencia de pertenecer a esta comunidad, a esta hermandad, justificaba, para miles de personas, enormes sacrificios personales, su fe en su razón y rectitud, la ausencia de dudas acerca de la lucha inquebrantable contra el enemigo hasta su exterminio, y la determinación del sacrificio de su propia vida en nombre de la verdad y del triunfo de “los productos limitados de su imaginario”3.

La formación de la “burocracia racional” weberiana al mismo tiempo que carismática fue el objetivo del sistema creado por los bolcheviques para transmitir su influencia al mundo entero, formando mecanismos de formación de sus satélites y aliados ideológicos.

1 Entre los pocos artículos dedicados a este tema, se destacan los siguientes: Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros// Latinskaya Amerika. No. 11. 2013. pp. 84–96; Gidon Cohen, “Propensity-Score Methods and the Lenin School,” The Journal of Interdisciplinary History, 36, 2 (2005), P. 209-232; Kocho-Williams A. Stalin’s Students: the International Lenin School, 1926-1938 (non publ.) – www.academia.edu/5615677/ (05 de diciembre de 2015)
2 Hobsbawm E. Historia del siglo XX. 1914–1991. Barcelona: Crítica, 1995. P. 83.
3 Anderson B. Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism Мoscow: Kanonpress, 2001. P. 32. (en ruso)
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La creación de la Escuela, fue el resultado del propósito de bolchevización de los partidos comunistas declarado en el V Congreso de la Internacional Comunista (1924). La bolchevización (léase “estalinización”), fue entendida como unificación disciplinaria y ideológica. La Escuela debía servir a la unificación del pensamiento: primero en la URSS, pero también en los partidos hermanos. Como indica Isaiah Berlin, la intransigencia de la Comintern hacia las posiciones ideológicas de los comunistas extranjeros, y la lucha sin reparos “contra las herejías” en sus filas, estuvo condicionada por el miedo de que estos pudieran buscar un entendimiento con socialistas y
anarco-sindicalistas, poniendo en peligro las ideas trazadas y “confirmadas” por la experiencia y la historia imaginada del bolchevismo4.

Es decir, fue más que una lucha por la limpieza del ideario en las filas de los partidos hermanos: se trató de la reconfirmación de la propia razón y rectitud de los bolcheviques.

La línea del CEIC (Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista) de formar cuadros nacionales en un único centro, requería del funcionamiento de la Escuela de cuadros en Moscú, evitándose así las posibles desviaciones que podían surgir al interior de los partidos nacionales.
Todos los partidos, desde el punto de vista de Moscú, carecían de los cuadros dirigentes adecuados e instruidos en el marxismo bolchevique.
Para este fin, en 1926 fue creada la ELI que, comenzando en su primer año con 50 estudiantes, en 1935 registró unos 500, distribuidos en 21 sectores (por idioma), de más de 40 países5.

Los antecesores de la Escuela eran la Universidad Comunista de los
Trabajadores del Oriente (1921) y la Universidad Comunista de las Minorías Nacionales del Occidente (1922). En el IV Congreso de la IC (1922), se tomó la decisión de crear cursos internacionales, además de impulsar una red de escuelas nacionales para militantes y cuadros dirigentes. Este esfuerzo, empero, no resultó suficiente.

El V Congreso (1924), decidió poner en marcha cursos de dos años de duración en Moscú. Ahí estuvo el origen de la Escuela Leninista que,
como tal, comenzó a funcionar después de la decisión formal del VI Pleno del CEIC, en febreromarzo de 19266.

La EIL debía cumplir una de las tareas de Stalin, quien, según Berlin, al perder la esperanza en la revolución mundial, buscó “canonizar el régimen estalinista” creando una red de adeptos que debían estar a la base de su influencia internacional como destacamento de vanguardia para resistir el “cerco de los enemigos”7.

El primer rector de la escuela fue Nikolái Bujarin, quien en 1930 fue sustituido por Claudia Kirsanova, esposa del jefe de Control del partido bolchevique, Emelian Yaroslavsky, y después de ella, asumió el cargo Vylko Chervenkov, familiar de Georgui Dimitrov8.

Luego de dos años de funcionamiento, la dirección de la Escuela reconoció, en carta al CEIC, que no había sido capaz de resolver todos los problemas de cuadros en la IC9. Entre tanto, en 1930 también había surgido el proyecto de crear una nueva Universidad Internacional Comunista, cuyo propulsor fue Agitprop10.

Sin embargo, la multiplicidad de universidades y escuelas para la preparación de cuadros internacionales, dispersaba los esfuerzos y los recursos, agudizándose el problema de la falta de profesores y de los medios destinados a transportar a Moscú a los estudiantes extranjeros.

4 Berlin I. Historia de la Libertad. Rusia. Moscow: Novoye literaturnoye obozrenie, 2001. P. 345. (en ruso)
5 Rossiyskiy gosudarsyvenniy arkhiv sozialno-politicheskoy istorii (RGASPI). Moscow, Russia. 531 – 1 – 71. P. 30.
6 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 85-86.
7 Berlin I. Historia de la Libertad. P. 348.
8 Georgui Dimitrov (1882 – 1949) comunista búlgaro, eminente dirigente del movimiento comunista internacional, Secretario general de la Internacional Comunista entre 1935 y 1943.
9 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 1.
10 Departamento de la agitación y propaganda del CC del Partido Comunista ruso (soviético), también funcionó semejante departamento en el CEIC.
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La EIL consideró inoportuna tal iniciativa de Agitprop 11 , que se nutría de lógicas burocráticas que promovían que cada institución creara su propio aparato, escuela, prensa etc. El presupuesto de la Escuela en 1927-1928 alcanzó los 568.895 rublos, de los cuales 102.000 se utilizaron para becas estudiantiles y 66.500 como ayuda a las familias de los estudiantes.

Cada estudiante costaba 2.034 rublos por año, de los cuales 600 se destinaban a becas, 432 a comida, 900 a ayudas a las familias de los estudiantes, 12,5 a asistencia médica y 30 rublos para el descanso y ocio. Finalmente, se entregaban 100 rublos como subsidio de instalación12.

Las distancias y gastos de los viajes fueron las causas decisivas para promover crear en Sudamérica escuelas regionales de partido como alternativa local a la de Moscú. Este fue el tema discutido en la Primera Conferencia de los partidos comunistas de la región realizada en Buenos Aires, en 1929. En agosto de 1929 el SLA13 decidió crear cursos de tres meses para los militantes14.

Por su parte, para ayudar al SSA15 a formar la escuela regional en Buenos Aires, viajó a esta ciudad el comunista austriaco Fritz Glaubauf16. Luego, Victorio Codovilla propuso crear una escuela en Uruguay, otra en Brasil y una tercera en EEUU (para Norteamérica y el Caribe)17, apoyándose la
decisión con financiamiento. En septiembre de 1931 fueron enviados 8.611 dólares para el SSA, de los que dos tercios (6.836, suma enorme para entonces) debían ser destinados a la escuela local18.

En febrero de 1932, en un llamado del SLA a los partidos de la región, les indicó que la tarea principal respecto a la política de cuadros debía consistir en la formación de cursos y escuelas de partido en cada país19. Esta recomendación se repitió en 1936, agregándose que algunos egresados de las escuelas nacionales podían ser enviados a la EIL20.

Además, existió un proyecto de cursos masivos y más cortos de solo de diez meses en la Universidad de los Trabajadores del Oriente, para los cuales se planificó la asistencia de 100 estudiantes latinoamericanos. Esta iniciativa nunca se hizo realdad21.

La importancia de la EIL creció para los años 1932-1933, cuando la cuestión de la formación de cuadros se hizo urgente y se replanteó el problema del control militante, lo que hizo parte de las resoluciones del XIII Pleno del CEIC. Esta preocupación de la dirección de la IC fue subrayada por Bela Kun22 al intervenir ante los profesores de la EIL, el 23 de diciembre de 193323.

11 RGASPI 531 – 1 – 19. P. 1 – 11.
12 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 29 – 32. Con tipo de cambio 1 dólar por 5 rublos. Antes de la crisis del 1929 el tipo de cambio de la moneda soviética con extranjera fue más o menos correcto&
13 Secretariado Latinoamericano de la CEIC en Moscú.
14 RGASPI. 495 – 79 – 66. P. 39.
15 Secretariado Sudamericano en Buenos Aires.
16. El golpe de estado del 1930 encabezado por el general Uriburu en Argentina forzó al SSA a transladarse a Montevideo donde funcionó la escuela regional de los cuadros.
17 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 91.
18 RGASPI. 495 – 19 – 428. P. 39.
19 Komintern y Latinskaya Amerika. Sbornik dokumentov. Moscow: Nauka, 1998. P. 204.
20 Komintern y Latinskaya Amerika. P. 316.
21 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87-88.
22 Bela Kun (1886 – 1938) – comunista húngaro, dirigente de la república soviética en Hungría en 1919, luego fue dirigente comunista soviético, jefe del Agitprop del CEIC, fue fusilado durante las purgas en 1938.
23 RGASPI. 531 – 1 – 61. P. 1,,

230 Programas de estudios y el profesorado

El curso normal en la EIL duraba dos años pero, en el trascurso de sus actividades, se introdujeron unos cursos más cortos, de un año y tres meses. Las clases ocupaban casi todo el día: al principio los estudiantes estaban en la EIL 8 horas diarias, luego la jornada se redujo a 7, para dar más tiempo a la lectura y al descanso. Además de las clases magistrales, funcionaba un sistema de círculos según la asignatura.

En el sector L (hispano hablante) funcionaron 17 círculos de manera
simultánea, lo que a veces era problemático por la falta de profesores24. Las clases se dictaban en los 5 días laborales con un día de descanso (el mes se dividía en 6 períodos de 5 días laborales seguidos de un día de descanso), sistema utilizado en ese momento en la URSS, prescindiendo de la
tradicional división por semanas25. Los estudios comenzaban en enero y no en septiembre, como era habitual en la URSS, lo que resultó incómodo para los profesores y la dirección.26

Todo estaba reglamentado y no se permitía ninguna actividad personal fuera de la colectividad. Así, uno de los líderes de la IC, el comunista chino Van Min27, criticó este aspecto de la disciplina. En una reunión en la escuela declaró: “si en el plan hay una visita al cine, todos deben ir al cine, y si alguien, en vez de ver una película, prefiere leer a Lenin, no se lo permiten”28.

Además de los cursos en el EIL, los estudiantes debían pasar otros dos meses en la “producción” (en las fábricas soviéticas)29 y en los campos de preparación militar. Al estudio de la economía soviética se destinaban 236 horas al año, casi lo mismo que a la historia del movimiento comunista30. Algunos pasaron a cursos militares más profesionales en la Academia militar.

Lazar y Víctor Jeifets indican que sólo hay datos fidedignos de tales estudios del cubano Justo Ríos (Ramón Nicolau González)31 quien estudió en la EIL entre 1931 y 1934. En esos años, en la Escuela se discutió cuántas horas del programa de estudios debían dedicarse a la experiencia de las insurrecciones obreras de Hamburgo, Cracovia, al asedio de Shanghái, o al trabajo en el ejército, etc., a fin de responder a la tarea expuesta por el XIII pleno de la IC, de pasar a la preparación de la toma del poder por la vía de la insurrección armada32.

En los primeros años de existencia de la EIL en Moscú, no hubo profesores de habla hispana ni especialistas en América Latina. Todas las clases se realizaban con la ayuda de traductores, lo cual reducía la claridad de las exposiciones y el contacto con los profesores33. Pero con la llegada de Skalov (Sinani) a la dirección del sector latinoamericano en el CEIC, se produjo
un cambio en esta situación. Él mismo dictó clases en la EIL, y también comenzaron hacerlo los emisarios de la IC en América Latina que regresaban a Moscú34.

Poco a poco, en los años 30, el sector L (hispano-americano) se fue poblando de profesores que hablaban español y conocían la problemática latinoamericana. El sector estaba encabezado por el búlgaro de Besarabia (Moldavia) Liubomir Mijailov. Entre los profesores, vale la pena mencionar a Alfredo Stirner (E. Woog), Mark Khaskin (Moris), Nadezhda Tulchinskaya (Inessa), Yury Rosovsky (Julio Gómez), Froim Weiner y Vladimir Miroshevsky, uno de los primeros historiadores soviéticos en temas latinoamericanos.

24 La EIL reclamaba más maestros para el sector L, ya que de 17 círculos solo 12 tenían los profesores. – RGASPI. 531 – 1 – 61. P.61.
25 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 79.
26 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 11.
27 Van Min (1904–1974). Entre 1935 y 1937 fue secretario del CEIC, encargado de los asuntos latinoamericanos.
28 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 10.
29 Como en la IC en Moscú sentían falta del personal para atender asuntos latinoamericanos, algunos estudiantes pasaban la práctica de la producción trabajando en el Profintern (la Internacional de los Sindicatos Rojos) o en otros órganos de la IC, lo que les contaban como práctica en “producción”. RGASPI. 531 – 1 –
39. P. 6.
30 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 18.
31 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 89.
32 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 38 – 39.
33 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 24.
34 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 88-89.

231
El curso de historia del Partido Bolchevique y del leninismo, lo dictaba Inessa; el de formación sindical y “la lucha contra el enemigo interno”, Augusto Guralsky; el de economía política, I. Markov, del Instituto Internacional Agrario35.

Uno de los problemas de los estudios en la EIL, fue la falta de material didáctico y de manuales. Los materiales que sirvieron de base a los estudios fueron recortes de diferentes libros, poco relacionados entre sí, sin explicaciones ni comentarios adecuados. A estos defectos referían tanto los estudiantes como los profesores y funcionarios de la IC. Transcurridos 10 años de vida de la escuela, este problema no había sido resuelto36.

Los programas de la EIL se decidían en discusión con altos funcionarios de la IC (secretariados del CEIC37). Hasta finales de 1933, en la EIL tuvo lugar una amplia reunión de los directores, profesores y funcionarios de la IC con el propósito de discutir estos programas. En la retórica cominterniana siempre se trató de promover la idea de la bolchevización pero no como la implantación de algo cerrado, formulado como una Biblia roja, una idea inmutable.

A inicios de los años 30, el pretendido bolchevismo tuvo gran margen de interpretación, a la par con la vigencia de una versión oficial que, de vez en cuando, cambiaba de tono. En realidad, en todas las esferas ideológicas de la URSS de entonces, inclusive en las Universidades, cursos y escuelas políticas,
recién se estaban formando las bases del marxismo soviético que luego se impuso como sistema ideológico al interior de la URSS, consagrando el régimen impuesto por Stalin y el Partido desde fines de los 20. En consecuencia, las discusiones sobre los programas de estudios en la EIL en
vistas a una pretendida bolchevización, pronto fue parte de un contexto de homogeneización y monopolización ideológica de la construcción del socialismo en un solo país.

En la memorable reunión de 1933, además de los directores y profesores de la Escuela, participaron altos funcionarios del CEIC como Bela Kun, Osip Piatnitsky, Vasil Kolarov, Van Min, André Marty38 y Solomón Lozovski. La reunión constató la crisis por la que atravesaba la escuela y abrió la discusión sobre la “nacionalización” de los estudios para poder contar con perspectivas más adecuadas a las realidades y prácticas de los partidos nacionales. En su ponencia, Marty, en línea con la opinión del CEIC, constató que la EIL no había dado el resultado esperado en el momento de su fundación 39 .

La nacionalización del programa de estudios, es decir, su adecuación a la
problemática nacional, era el punto clave de las críticas de Marty 40 . En respuesta a esos cuestionamientos, los estudiantes latinos organizados en círculos del partido, según la tradición política soviética, se juntaron en una reunión en la que pidieron más profesores con conocimiento de sus respectivos países y manuales adecuados que les permitieran cumplir sus tareas de estudios41.

A pesar de que el equipo de profesores parecía sólido, los directivos de la escuela y del CEIC criticaron justamente al profesorado, considerándolo el problema principal de la EIL. El vicerrector de la EIL, Yakov Serebriansky, subrayó en 1933 que los profesores desconocían los países de donde venían los estudiantes; gran parte del profesorado eran funcionarios del secretariado de la IC, que no disponían de tiempo para preparar las clases ni tenían base teórica para ser profesores.

35 RGASPI. 531 – 1 – 61. P. 1, 2, 16, 31
36 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 50.
37 Estas discusiones tuvieron lugar casi cada año de estudio.
38 Andre Marty (1886 – 1956) – comunista francés, secretario y comisario político de la IC.
39 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 45.
40 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 46.
41 RGASPI. 531 – 2 – 73. P. 11.

232
La solución fue preparar profesores a través de cursos superiores, de manera de crear un equipo profesional, y no esperar que los maestros de las filas de los funcionarios del partido –improvisados- cumplieran con los altos requerimientos de la enseñanza42. En la EIL reconocían que los mayores defectos residían en los programas y formas de estudios. Serebriansky subrayó que el defecto principal eran los conocimientos abstractos y esquemáticos, sin ligazón ninguna con la práctica de los partidos, lo que llevaba al academismo y a la falta de conocimientos prácticos.

“Los estudiantes, sañalaba Serebryansky, no aplican la teoría revolucionaria en la vida práctica, solo repiten las fórmulas comunes, no saben orientarse en las circunstancias diversas, cometen los errores oportunistas y resultan ser incapaces para el trabajo práctico autónomo”43. Como elemento de autocrítica, el profesor de la EIL, Yablonsky, dijo: “Hemos aprendido muy bien a deslomar a nuestros estudiantes, para luego hacerlos muy buenos camaradas, pero muy frecuentemente los convertimos en unos formalistas. No desarrollamos suficientemente su independencia política”44.

Osip Piatnitsky45, analizando los programas de estudio de historia de la IC, de los partidos comunistas, de la teoría y táctica leninistas, apuntó a que en la EIL todo se estudiaba de manera abstracta, sin vinculación con las circunstancias y condiciones de cada país y región, lo que hacía que los egresados fueran incapaces de salirse de los marcos rígidos de los modelos ideales y abstractos. Sobre todo esto afectaba a los países poco estudiados y poco conocidos por los profesores. La participación de los compañeros de los secretariados regionales del CEIC no había ayudado a corregir este defecto al ocuparse con un tiempo muy limitado en los estudios: un par de horas en tres días por mes46.

Criticando los programas de la EIL, unos de los líderes de la IC, el ya citado Marty, insistió en la participación de los dirigentes de cada sector en las discusiones y en el trabajo cotidiano de los secretariados regionales del CEIC, de forma permanente, sin perder clases 47 , lo que era casi imposible, al haber horarios de 8 horas por día en la escuela. En 1933, analizando los resultados de la enseñanza de los cuadros en la EIL, Van Min insistió en que cada secretariado regional asignara un responsable para dar clases en la Escuela, aproximando los estudios a las cuestiones prácticas con las que se enfrenaban los partidos48.

También Piatnitsky consideró que las mejoras en el programa de la EIL con relación a la nacionalización los estudios, era posible solamente apoyándose en los secretariados regionales de la IC: en Moscú, para muchas regiones del mundo, no había profesores adecuados49. Lo mismo subrayó jefe del Profintern Losovsky: de 1400 horas del curso de 10 meses, 120 horas fueron dedicadas a la historia del partido ruso, 116 a la construcción de la economía socialista, y 169 al leninismo.

Losovsky criticó con toda razón tal plan de estudios: tal vez esas horas eran muchas para comprender la experiencia soviética, pero los conocimientos que recibían los estudiantes eran poco útiles para su trabajo cotidiano en sus países, y que la EIL, en vez de preparar revolucionarios profesionales, organizadores del movimiento, parecía que preparaba historiadores del PC ruso y de la teoría del leninismo. Analizando el curso del PC ruso, Losovsky
subrayó que este no ayudaba a entender cómo conquistar a la mayoría de la clase obrera, tema al que debía destinarse al menos tres cuartos del tiempo en la EIL50.

42 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 5 – 7.
43 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 2 – 3.
44 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 35.
45 Osip Piatnitsky (1882 – 1838) – bolchevique de vieja guardia, desde 1921 trabajó en el CEIC, en 1923-
1935 fue secretario del CEIC, fusilado en purgas del 1938.
46 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 15 – 17.
47 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 50.
48 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 11.
49 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 19.
50 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 22 – 23.

233
Como indica el investigador Kocho-Williams, en la EIL se abordaban no solamente los principios de educación clasista en base al marxismo, sino también los nuevos parámetros de la educación soviética, o sea los modos de creación del “hombre nuevo” y de la nueva intelectualidad socialista, lo cual, en cierto sentido, estaba más vinculado con las tendencias culturales de la sociedad soviética que con la tareas de la IC51. En este marco, el resultado de los estudios de la escuela debía ser no solamente la preparación de revolucionarios profesionales, sino de agentes y propagandistas de las nuevas formas de vida social en la URSS.

Y esa tendencia del curso de estudios fue una de las causas de la crisis en la EIL, que demostraba una creciente desunión del contenido de la enseñanza con las realidades nacionales, repitiéndose las críticas y la insistencia en
la “nacionalización” de los estudios, para salir de esa crisis. La aplicación a los alumnos de la EIL de los principios de formación de la nueva intelectualidad soviética, fue criticada por muchos funcionarios de la IC, como Piatnitsky, quien vio en ello una falla y una pérdida de tiempo, ya que el conocimiento detallado de las relaciones sindical-empresarial en la fábricas soviéticas que los estudiantes de la escuela aprendían en sus “prácticas en la producción”, eran poco útiles en las condiciones de las economías capitalistas en sus países52.

Losovsky apoyó este análisis señalando que el estudio de los éxitos de la construcción del socialismo eran importantes, pero que no estaba claro cómo ayudaban a organizar al partido revolucionario en Japón o en Brasil53.

Losovsky manifestó decepción por los programas de la EIL y declaró que el tema de los sindicatos era poco abordado, por eso el Profintern pensó en organizar su propia escuela internacional, pidiendo a la EIL comenzar a preparar profesores para ella, mediante una modalidad de postgrado54. En respuesta a las críticas a los programas de estudio, se introdujo un
cursillo sobre la actualidad del movimiento sindical internacional, que formaba parte del curso general “Marxismo-leninismo sobre los sindicatos”55.

Resumiendo las discusiones, Vasil Kolarov56 propuso crear un programa para cada sector regional ya que tener un curso común era una utopía. Un plan único resultaba imposible y erróneo, ya que “hay países agrarios, industriales, colonias y semi-colonias”. Kolarov propuso seguir la lógica del programa oficial de la IC en el que para cada región del mundo, para cada tipo de país, se preveía una táctica y estrategia especial dado al “carácter” de su futura revolución. La EIL, según él, debía construir su trabajo como si cada sector se encontrara en su propio país57.

Pero estas ideas de Kolarov no fueron apoyadas por la mayoría, que abogó por trasmitir las bases comunes del leninismo y bolchevismo.

Después de la reunión ampliada en la EIL con la participación de los dirigentes de la IC a finales del 1933, y tras la crítica por la falta de ligazón con los secretariados de la IC, los dirigentes máximos de la Comintern comenzaron a visitar la Escuela y dar conferencias. Así, el 25 de marzo
de 1934, uno de los máximos líderes de la IC, Dmitry Manuilski, tuvo una reunión durante cuatro horas con los estudiantes del sector L. Los temas y preguntas fueron con anticipación y por escrito. Manuilski propuso a los estudiantes una discusión donde él mismo representaba a los anarquistas,
mientras los estudiantes debían defender las posiciones de la IC. Como indica el informe sobre esta reunión, los estudiantes eran poco convincentes. Otro asunto era la posibilidad de repetir la experiencia China en América Latina, y si era posible crear “regiones soviéticas” en América.

51 Kocho-Williams A. Stalin’s Students: the International Lenin School, 1926-1938 (non publ.) – www.academia.edu/5615677/ (05 de diciembre de 2015)
52 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 19.
53 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 23.
54 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 26 – 27.
55 RGASPI 531 – 1 – 49. P. 1 – 2.
56 Vasil Kolarov ( 1877 – 1950) – comunista búlgaro, de 1922 – 1924 era el secretario general de la IC,
después de la muerte de Dimitrov en 1949 encabezó el gobierno de Bulgaria.
57 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 30 – 31.
234
Manuilski, en general, quedó muy contento con la preparación de los estudiantes latinoamericanos, e insatisfecho con los españoles. Esta experiencia iniciada por Manuilski fue recomendada a otros líderes de la IC para hacerla constante58. En los años 30, Osip Piatnitsky, criticando el estilo de trabajo de la Escuela, insistió en que este tipo de discusiones debían ser organizadas entre los estudiantes para que aprendieran a defender sus opiniones pues hacía falta enseñarles a pensar independientemente, y no solo a limitarse a leer el Pravda (órgano del CC del Partido Bolchevique)59.

Los estudiantes latinoamericanos

Durante sus doce años de existencia, pasaron por las aulas de la Escuela leninista más de 3.500 estudiantes, de los cuales los latinoamericanos apenas fueron 85 alumnos60, un poco más de 2%. Los estudiantes no debían informar, ni siquiera a sus parientes, sobre el destino del viaje, y en
la escuela vivían bajo seudónimos. Algunos estudiantes recibieron apoyo financiero para sus familias durante su ausencia61. Los estudiantes de la EIL viajaron con un mandato de los partidos nacionales; antes de ser incorporados debían pasar por una comisión de admisión con amplios poderes de decisión sobre si tal candidato cumplía con los requisitos, tanto políticos como
educacionales, de la Escuela. Los requerimientos de admisión eran muy altos: solo se aceptaba a comunistas con un mínimo de un año de antigüedad en la organización y en los cargos superiores dentro del partido, preferentemente obreros; sólo un 15% podía ser de origen campesino o intelectual. Solo en 1931-1932 la administración de la Escuela informó al CEIC que el sector
latinoamericano había mejorado su composición social, aunque, en general, siguió siendo insuficiente: los estudiantes provenientes de la clase obrera había aumentado del 69,5%, en 1926, al 84,5%, en 1931-193262.

Los candidatos debían demostrar cierto nivel de instrucción y preparación política. Pero estos requerimientos no se aplicaban a los latinoamericanos, que fueron siempre aceptados por tratarse de un grupo muy pequeño y proveniente de países muy distantes. En cambio los más numerosos enviados de países europeos (España, Alemania o Polonia) fueron examinados con mayor rigor y muchos fueron rechazados en razón a su nivel de estudios, despachándolos “a la producción”, es decir, a las fábricas soviéticas, para aprender en la práctica “métodos de la dirección del proletariado y de la construcción del socialismo”63.

También hubo casos en que los estudiantes fueron expulsados después de pasar los estudios del primer año: tal fue el caso del mexicano Manuel Ornelas, quien se fue “a la producción”64.

58 RGASPI 531 – 2 – 73. P. 14 – 16.
59 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 19 – 20
60 Contamos 85 estudiantes que figuran en las listas del archivo, pero no contamos con los que fueron enviados a Moscú en el ultimo año del funcionamiento de la escuela. No sabemos si llegaron a pasar por las
aulas de la EIL. Ver Anexo al artículo.
61 Por ejemplo, en 1935 Evelio Vadillo Gutiérrez (Arapos) quien luego pasó largos once años en el Gulag, al entrar en la escuela obtuvo 19 rublos mensuales que fueron enviados a su familia a México ya que esta no tenía otras fuentes de ingresos. – RGASPI. 531 – 1 – 242. P. 97; y a la familia de Pedro Resendiz (Alejandro Hernández) de México enviaban 60 rublos mensuales – RGASPI. 531 – 1 – 247. P. 249 – 250.
62 RGASPI 531 – 1 – 62. P. 7.
63 En cambio al pasar dos años de estudios algunos ex-alumnos en vez de marcharse a su países fueron enviados a la “producción”, a las fábricas soviéticas como obreros con fines de educación proletaria. –
RGASPI. 531 – 1 – 39. P. 6
64 RGASPI 531 – 1 – 39. P. 34

En los protocolos de esta comisión no encontramos ningún caso de aspirante de América Latina que fuese rechazado; a los latinos no les aplicaron las severas reglas de la admisión, parece que estos fueron admitidos casi automáticamente ya que no encontramos ninguna discusión sobre ellos. La dirección de la Escuela a menudo lamentó que, “en vez de enviar camaradas que ya se destacaran en la lucha de clases en sus países”, mandan
a los más problemáticos o inútiles, a quienes se quería premiar o a gente demasiado simple65.

A pesar de que todos los latinoamericanos enviados a la EIL fueron recibidos, el dirigente de la IC, André Marty, remarcó que los latinos se dividían en dos grupos: los que habían leído algo de Marx, Lenin, Stalin, muy superficialmente y con poca preparación, aunque con lazos fuertes con las masas, y otros que frecuentemente conocían muy bien las obras de los clásicos, pero que carecían de las relaciones con masas obreras. La tarea de la Escuela consistía en fusionar ambos grupos en un solo cuerpo de revolucionarios66.

Los estudiantes aceptados en la EIL fueron formalmente incorporados a las filas del partido soviético por el período de estudios a fin de realizar así la llamada “bolchevización” de los cuadros con mayor empeño67. Por tanto, compartían prácticas del partido soviético, sin perder los lazos con sus secciones nacionales representadas en el secretariado regional del CEIC en Moscú. En 1932, el CEIC decide tomar el control del pasado y presente políticos de los estudiantes de la Escuela, sus relaciones con las secciones (partidos) nacionales y los secretariados regionales. Este control debía
realizarlo la administración de la Escuela, en contacto con el CEIC.

Una de las consecuencias de esta decisión fue la orden dirigida a la administración de la Escuela (decisión de la Comisión del Secretariado de la CEIC del 13 de mayo de 1932) de elaborar expedientes personales de cada
estudiante68.

El primer estudiante latinoamericano fue el argentino Antonio Kantor (Juan Kantor) quien, a pesar de no tener un grupo hispanohablante en el primer año de la Escuela, fue aceptado con la condición que dominara el alemán69. Desde 1928, después del VI Congreso de la IC, se produce un
giro en el interés de Moscú por América Latina. En 1927, en el marco de los festejos de décimo aniversario de la Revolución de Octubre, se decidió invitar a Moscú a un mayor número de representantes latinoamericanos. En 1928 fue creado el Secretariado Latinoamericano (SLA) como
oordinador de la política comunista en la región (con sede en Moscú). Se trató de un órgano efectivo para introducir el control de la “Casa” en los partidos nacionales y en sus políticas locales.

También se decidió realizar un congreso de sindicatos rojos de la región. En 1927-1928 llegaron a la Escuela varios comunistas latinoamericanos formando un sector separado. Fueron representantes de Argentina, Brasil, México, Uruguay, Venezuela y Colombia70.

Después del VI Congreso de la IC, el Secretariado Latinoamericano en Moscú llamó a los partidos locales a prestar mayor atención a la preparación de los cuadros y propuso aumentar el número de estudiantes en la EIL, hasta 20 elementos71. Según la carta de Américo Ledo72, de mayo de 1929, en el Secretariado Sudamericano de Buenos Aires hubo confusión para entender qué quería Moscú. Fueron preparados candidaturas para la Universidad Comunista de los trabajadores del Oriente, mencionando que no entendieron bien los cables de Moscú.
65 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 4.
66 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 46.
67 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 25.
68 Vatlin A. Comintern: ideas, decisiones, destinos. Moscow: ROSSPEN, 2009. P. 338. (en ruso)
69 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87.
70 Véase lista de los estudiantes en el anexo al articulo.
71 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87.
72 Américo Ledo según L. y V. Jeifets era dirigente comunista brasileño Astrogildo Pereria – Jefets L., Jefets
V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico. Santiago de Chile:
Ariadna, 2015. P. 15.
236
El SSA propuso enviar 2argentinos, 1 uruguayo, 3 cubanos, 1 paraguayo, 2 chilenos, 1 boliviano y 1 peruano. Sin embargo, no tenían dinero para el viaje73. También Ledo indicó que estaban preparando los candidatos para la
EIL, pero siempre esperando el dinero para su viaje 74 . Tenemos los datos del pedido, de Montevideo vía Berlín, de 95 dólares para el viaje de estudiantes, en agosto de 1930 (el mismo cable pidió 260 dólares para los gastos de viaje de la esposa de Codovilla)75.

A partir de 1928, en la EIL, había siempre un grupo de latinoamericanos incorporados al sector L (con españoles, pero en grupos diferentes). En febrero de 1932, en su carta a los Comités Centrales de los partidos latinoamericanos sobre la formación de cuadros, el SLA reconoció que, ese año, el grupo de estudiantes latinoamericanos en la EIL era mucho mejor en su composición y preparación, comparado con los años anteriores. Sobre todo, les llamó la atención la composición social de los estudiantes que “antes era absolutamente poco satisfactoria por su bajo porcentaje de obreros, por su mayoría de procedencia pequeño burguesa e intelectual” y por su poca antigüedad en el partido. El SLA notó que ese año había mejoras en materia de selección de los estudiantes, prometiendo conseguir más lugares para los latinoamericanos76.

La nacionalización fue uno de los puntos clave para fortalecer el nivel de estudios de alumnos y su provecho en sus respectivos países. Sin embrago, esta panacea, que pareció ser la solución a los defectos de los cursos de la EIL, se desvaneció frente a la falta de personal suficiente en la SLA dispuesto al servicio de la Escuela. A finales de 1934 la EIL indicó que la “nacionalización” había comenzado bien, pero reconoció que los representantes del SLA se habían hecho presentes en las dos primeras reuniones, dejando luego de asistir. Los menos atendidos por el secretariado de la IC de toda la escuela, fueron los estudiantes latinoamericanos77.

Por un lado, la IC insistía en la nacionalización de los estudios, que debían ser más aproximados a las realidades nacionales, pues se daba el caso de que Latinoamérica era a menudo abordada como un ente único, entregándose fórmulas generales que, a en muchas ocasiones, contradecían las realidades y
peculiaridades de cada país. Mientras que, por otro, también se criticó la cerrada relación que se daba entre los estudiantes y los respectivos secretariados del CEIC, por lo que la experiencia de los “partidos hermanos” no se intercambiaba y las visiones predominantes quedaban restringidas a los
marcos de los partidos nacionales78.

Como manera de contrarrestar este último hecho, en la Escuela se practicaba el análisis de la prensa obrera latinoamericana, de las publicaciones de los egresados y también de otros publicistas comunistas. En particular la reunión de los artículos de la prensa comunista se utilizaba para su estudio y análisis, a fin de averiguar si correspondían o no a la línea de la IC79.

73 Los Jeifets indican que en este cursillo en la Universidad hubo un grupo de 60 estudiantes latinoamericanos (Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87), que en la luz de esta carta nos parece poco probable.
74 RGASPI. 503 – 1 – 25. P. 146.
75 Cable firmado por Rustico (Augusto Guralsky, nombre verdadero Abram Jeifets) – RGASPI. 495 – 19 –
428. P. 5.
76 Komintern y Latinskaya Amerika. P. 207.
77 RGASPI 531 – 2 – 73. P. 17.
78 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 3 – 4.
79 RGASPI 531 – 7 – 3.

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La EIL en las discusiones internas del SLA

Los dirigentes de Secretariado Latinoamericano en Moscú (como Humbert-Droz, Sinani, G. Skalov y otros), intervenían regularmente ante los estudiantes y profesores de la EIL sobre los problemas de la revolución, o sobre táctica y estrategia del movimiento en la región, siendo muchas veces sus intervenciones, parte de la discusión interna en el SLA. Por ejemplo, Sinani a finales del 1933, después del XIII pleno del CEIC, propuso debatir la tendencia existente en los partidos de la región y de la SLA de calificar cada dictadura como fascista80.

En cierto sentido, la Escuela fue un lugar donde las discusiones podían ser más amplias, por lo menos mientras no alterara la línea de la opinión única admisible. El VI Congreso de la IC, en 1928, fue un momento crucial en la política latinoamericana de la IC. A partir de entonces, América Latina dejó de ser una parte periférica en la suma de sus intereses, decidiendo dedicar más esfuerzos al desarrollo del movimiento comunista en el continente. El nuevo programa de la Comintern incluyó la propuesta de los delegados latinoamericanos de denominar a sus países como “dependientes” y no semi-coloniales, como hasta entonces había sucedido, lo que se supuso una estrategia y una táctica diferentes a las que la IC aplicaba en Asia y África81.

Pero, en realidad, la estrategia no cambió: según el modelo leninista ruso, lo que acontecía, en general, era la transición de la revolución democrática burguesa con la hegemonía política proletaria a la revolución socialista. En América Latina, esta estrategia fue formulada como “revolución agraria y antiimperialista”. La única cuestión que cambió en el transcurso de la vida de la IC, fue la estrategia y táctica respecto de los aliados: campesinos, pequeña burguesía, intelectuales, estudiantes, y burguesía nacional.

En estas discusiones, la EIL sirvió de base para promover o descartar las tesis de diferentes grupos de opinión dentro de la SLA. Uno de los episodios más destacados en la historia del sector latinoamericano de la EIL, fue la discusión (12 de marzo de 1930) sobre las resoluciones de la Primera Conferencia de los partidos de la región, en Buenos Aires. Como se percibe del debate, la discusión habría sido provocada por “las fuerzas” del SLA opuestas a Humbert-Droz, quien encabezó la presentación del CEIC en la conferencia en Buenos Aires, siendo responsable de la mayor parte de las tesis aprobadas ahí.

La discusión en el EIL fue el primer paso en el ataque a Humbert-Droz, que lo llevó al “proceso de autocrítica” (noviembre de 1930) que tuvo como resultado su alejamiento de los asuntos latinoamericanos y del CEIC.

La reunión del grupo latinoamericano fue convocada para discutir los resultados de la conferencia en Buenos Aires y escuchar a Humbert-Droz quien, sabiendo los propósitos de esta cita y a pesar de su promesa de estar en la reunión, se negó a participar y discutir con los estudiantes, sobretodo después de que llegara a Moscú la opinión del partido mexicano, contraria a la expuesta por Humbert-Droz en la Conferencia.

El promotor de la discusión en el sector latinoamericano de la EIL sobre los resultados de la primera conferencia de los partidos en Buenos Aires, fue Stepanov (Minev)82 quien, luego, ocupó el lugar del suizo en el SLA83. A pesar de la invitación de la EIL a Humbert-Droz para que interviniera en ella, él no acudió a la reunión con los estudiantes, sabiendo los propósitos de Stepanov.

Una vez reunidos, al principio los estudiantes no se atrevieron a discutir los problemas del movimiento comunista en la región, sin la autorización de los órganos superiores.
80 Komintern y Latinskaya Amerika. P. 268.
81 McKenzi K. Comintern and World Revolution. 1919–1943. Moscow, Centrpoligraf, 2008. P. 100 (en ruso).
82 Stoian Minev (1890 – 1959) – comunista búlgaro, alto funcionario de la IC, encargado desde 1927 en
asunto latinoamericanos.
83 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 1
238
La mayoría (el uruguayo Carlos Imaz, el colombiano Diego Mejía, el brasileño Eitor Fereira Lima) no quiso discutir el tema del carácter de la revolución en América Latina sin saber la posición de la IC. Solo
el argentino Solomon Elguer y el mexicano Javier Guerrero insistieron en realizar los fines de la reunión convocada por Stepanov, quien fue responsable de los posibles errores de los estudiantes al ser el promotor de la reunión y de la crítica contra Humbert-Droz.

La segunda reunión tuvo lugar al 6 de abril de 1930, la que culminó con la resolución formal de poner bajo el “fuego de la crítica” a Humbert-Droz. La discusión comenzó por la cuestión agraria y los defectos de su interpretación en la Conferencia, destacando sus fórmulas erróneas
respecto de los medieros, más próximos a los campesinos y pequeños propietarios, que a los proletarios del campo. Con eso llegaron a conclusiones críticas sobre el carácter de la revolución latinoamericana y su fuerza motriz, el campesinado. También criticaron la falta de fórmulas adecuadas de la cuestión indígena, mencionando que, a la base del análisis, debían estar las ideas de Mariategui, mostrando así un alto nivel de conocimiento teórico de los marxistas latinoamericanos heterodoxos84.

Además de la crítica a la visión de la cuestión agraria, Ferreira Lima atacó el informe de Codovilla, acusándolo de ignorar las posturas de la IC sobre el “Tercer periodo”. Otros de sus compañeros trasladaron la crítica de Codovilla a Humbert-Droz, a quien se presentó como el primer culpable de fomentar “la desviación de derecha”, olvidándose de las posturas del “Tercer periodo”, en tanto etapa de crisis y de radicalización de las masas85.

La crítica se concentró en las ideas de Humbert-Droz sobre el carácter parasitario de las ciudades o sociedades urbanas en Latinoamérica, pasando luego a la crítica personal de este alto funcionario del CEIC quien, según los jóvenes estudiantes, calificó los postulados del Tercer periodo como de “detalles, o no más que pormenores”86.

Elguer fue el principal crítico de la teoría “parasitaria” de Humbert-Droz, cuyas ideas, en la Conferencia, fueron apoyadas por González Alberdi y, luego, por el partido argentino. La calificación de las ciudades latinoamericanas como parasitarias daba el mismo carácter al proletariado urbano. Partiendo de esta tesis, sus partidarios llegaron, consecuentemente, a la noción del carácter de la revolución, cuya fuerza motriz tenía que ser el campesinado, lo que contradecía los postulados del leninismo.

Elguer fue apoyado por Ferreira Lima y Carlos Imaz, pero a Humbert-Droz lo apoyaron el argentino Jorge Paz y el colombiano Diego Mejía. Al crearse la comisión para redactar la resolución, los anti-Droz fueron mayoría87.

La resolución fue aprobada el 6 de abril y contuvo fórmulas muy severas contra Humbert-Droz, subrayando que sus ideas carecían de cualquier contenido marxista. Se indicó que dividían equivocadamente a la clase obrera en dos grupos: los de las empresas imperialistas, y otros obreros urbanos, haciendo de los primeros, parte del sistema parasitario y corrupto. Los estudiantes destacaron que las ideas de Humbert-Droz llevaban a la conclusión de que la fuerza motriz de la revolución latinoamericana sería el proletariado del campo y no el de la ciudad.

Y concluyeron con una sentencia macabra para la IC: la teoría sobre el parasitismo de las grandes ciudades, es antileninista88. “Droz, con la fachada de seguir la línea de la IC, impone sus teorías particulares que son revisionistas. Como resultado de la influencia de las ideas de Droz, apareció la teoría de la ligazón orgánica entre proletariado y pequeña burguesía…

84 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 2-3.
85 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 1,3.
86 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 1.
87 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 2 – 4.
88 RGASPI 531 – 1 – 182. P. 9 -11.
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Declaramos nuestra adversidad a las ideas antileninistas de Droz, que son una desviación de la línea de la IC”89. Aunque esta discusión en la EIL no fue decisiva, “la reacción de las bases” contribuyó a la destitución de Humbert-Droz del SLA. Como se puede advertir, la Escuela a menudo fue utilizada en las luchas internas de la IC, en la lucha contra los “grupos opositores y revisionistas” como, por ejemplo, ocurrió en la remoción de los dirigentes del partido español, en 193390.

Una de las características de estas discusiones fue la demostración del alto nivel de preparación y profundos conocimientos de la teoría y práctica
marxistas de los estudiantes.

El control político en la EIL

Aunque a principios de los años 30 fue declarada la “nacionalización” de los estudios, esto es, la máxima aproximación a la realidad nacional, toda la información proveniente de los países de origen de los estudiantes debía ser filtrada. Estaba prohibido tener los periódicos “burgueses”: todos los diarios “burgueses” debían ser recogidos y guardados en una caja especial en el buró del partido de la escuela y entregados a los profesores y estudiantes en sus clases, bajo la custodia de los encargados de este asunto. En 1934 hubo un proceso contra los encargados que olvidaron guardar los periódicos, quedando toda la noche en las aulas. Aún más “criminal” era tener estos periódicos
en la residencia estudiantil91.

De una u otra manera, los estudiantes recibían publicaciones heterodoxas de los grupos de oposición de sus partidos. Pero para evitar las acusaciones de actitud anti-partido, debían entregar estos materiales, y también las cartas personales, al SLA, o a la administración de la EIL para su tratamiento. Así, por ejemplo, como hasta principios de los años 30 existió una cierta libertad de expresión, al entregar al SLA las publicaciones del grupo de oposición de izquierda del PC de México, los estudiantes pidieron estudiarlos para, luego, condenar las posiciones equivocadas92.

Los españoles ejercieron gran influencia sobre los latinos que pasaron por la Escuela. Como entre ellos hubo muchos que simpatizaban con ideas del anarquismo, los funcionarios de la IC llamaron la atención de los profesores de la EIL sobre eso y el modo que tenían de expresarlas abiertamente, llamando a la dictadura del proletariado “dictadura sobre el proletariado”, expresión de claras resonancias libertarias93.

A la luz de lo anterior, podemos decir que la Escuela tuvo importantes problemas para su funcionamiento en la influencia de las ideas contrarias al bolchevismo con que estaban “contagiados” muchos estudiantes: “Parte considerable del colectivo de los estudiantes –se indicaba- representa una masa humana dividida por contradicciones internas, ideológicas, preñadas
de perjuicios anticomunistas, como anarco-sindicalistas, trade-unionistas, anarco-liberales y socialdemócratas”94.

Formal e informalmente, la EIL mantuvo reglas de confidencialidad y conspiración, no usándose, ni siquiera en papeles confidenciales, los nombres verdaderos de los estudiantes, como tampoco se permitió un contacto no controlado fuera de la Escuela. Por ejemplo, estar en una piscina pública junto con, por ejemplo, diplomáticos franceses, era un asunto serio, sujeto a sanciones de parte de la dirección de la EIL por violación de las normas del trabajo secreto95.

89 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 12.
90 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 30.
91 RGASPI. 531 – 1 – 53. P. 38 – 41
92 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 4.
93 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 33.
94 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 27.
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Las mismas reglas servían para excursiones y visitas culturales fuera de la Escuela. La expulsión de Bujarin del partido, en 1930, fue pretexto para una nueva purga dentro de la IC, tanto de cuadros superiores, como de nivel medio. El 15 de mayo de 1930, el CEIC aceptó una resolución bajo el sugestivo nombre de “La crisis de los viejos cuadros”, donde la cuestión
principal giraba en torno al control de los cuadros medios, asunto que fuera encomendado a la EIL, en su calidad de fábrica de cuadros profesionales. Sin embargo, la EIL no había podido cumplir esta tarea, inclusive en su propio territorio96.

Uno de los medios para el control de “estudiantes contagiados” con hábitos democráticos de sus países de origen, fue la aplicación de purgas, las mismas que venían poniéndose en práctica en el Partido Bolchevique desde principios de los años 20. Habiendo sido, en sus inicios, un instrumento democrático eficaz para librarse de los elementos burocráticos y oportunistas que, inevitablemente, engrosaban las filas del único partido de gobierno, muy luego, este tipo de actuaciones afectarían la propia legitimidad del poder soviético: con una clase obrera casi aniquilada por los años de la guerra civil, ella ya no sería más la fuente del poder y la justificación de la dictadura del proletariado, devenida en la pura dictadura del partido.

A finales de la década de 1920 las purgas ya eran una especie de mecanismo de control político y policial. Entre 1929-1930 tuvo lugar en la EIL una de grandes dimensiones. En efecto, tras un llamado de Stalin en favor de la
autocrítica, los miembros del sindicato de estudiantes se confrontaron con la administración de la Escuela, argumentando defender los intereses de los alumnos. Obviamente, los resultados de la purga implicó la expulsión de varios estudiantes: unos, por estar “contagiados de demagogia trotskista”, y otros, por inclinaciones socialdemócratas97.
En el sector latinoamericano no hubo grandes conflictos ni acciones represivas, salvo el incidente del 9 de enero de 1936 cuando, en un baño, se hallaron escritos y palabrotas (claramente mexicanas) contra Stalin y el estalinismo. La investigación respectiva reveló que, además de este suceso, se habían realizado charlas entre estudiantes con críticas antisoviéticas y pro-trotskistas, contra Stalin, incrementándose la desconfianza de algunos respecto de lo que enseñaban los profesores sobre Trotsky98.

Se tardó un poco en encontrar al “culpable”, y el mexicano Evelio Vadillo Gutiérrez (Pedro Arapos) fue, finalmente, arrestado en el mes de abril99.
Vadillo había formado parte de la delegación mexicana al VII Congreso de la IC pero, como él mismo reconoció 20 años mas tarde en sus memorias, era simpatizante de Trotsky, lo que no consiguió ocultar en Moscú. Como narró Vadillo: “Llega a mi cuarto de habitación el director de la escuela; conversa amablemente conmigo; adviérteme que prepare mis cosas, porque pronto
marcharía a México. Cumplí cinco años de prisión. Ni tribunal legal, ni pruebas, ni careos. Excepto sufrimiento, mis ojos no vieron nada”.
95 RGASPI 531 – 1 – 51. P. 41
96 Vatlin A. Comintern: ideas, decisiones, destinos. P. 336.
97 Vatlin A. Comintern: ideas, decisiones, destinos. P. 338.
98 RGASPI 531 – 1 – 94. P. 10
99 Evelio Vadillo pasó 11 años en el Gulag, cinco en la prisión, una temporada de exilio en Kazajstán, en 1947 pidió su traslado a un sitio más saludable y lo trasladaron a Ucrania, pero el tren lo llevaba paró en Moscú y
logró bajar y pedir asilo en la embajada mexicana. A pesar de los trámites de la embajada, Vadillo fue nuevamente encarcelado y la embajada mexicana perdió su ruta, hasta que en 1955 un ex prisionero de guerra austriaco dejó un recado en la embajada mexicana en Viena señalando que Vadillo estaba en la cárcel de Vladimir. Ya Stalin había muerto, los hábitos soviéticos habían cambiado y Vadillo consiguió regresar a México en 1955. A su regresó contó que la causa de su arresto en la escuela fueron sus conversaciones con camaradas en las cuales les decía que a su regreso iba a contar la verdad sobre la realidad soviética. Vadillo murió tres años después de su regreso, en 1958. – El Universal. México, D.F. 16 de noviembre, 2013.
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Su camarada de estudios, Ambrosio González (José Treviño) reveló en 1990 que detrás de las desgracias de Vadillo estuvo el dirigente comunista mexicano Hernán Laborde, quien quiso deshacerse de un militante incómodo100. Eso nos parece exagerado ya que el propio Vadillo, a su regreso, confirma que escribió “Chingue a su madre Stalin”, lo que
también está en el reporte de la dirección de la escuela en el archivo RGASPI.

Después del arresto de Vadillo, en la Escuela -como era habitual en la URSS de entonces tuvieron lugar purgas internas y reuniones de crítica de las células del partido. La reunión del grupo del sector L, apoyó las expulsiones de Bujarin y Rykov. También analizó el caso Vadillo, cargando
toda la responsabilidad del caso al tutor político del grupo del sector L, profesor Mijailov, quien fue acusado de haber confiado demasiado en Vadillo (que había llegado al puesto secretario del partido del sector) y por suprimir “la crítica y autocrítica”. También lamentaron que el comité de la escuela no se interesara por cosas que pasaron dentro del sector101.

En respuesta a esta declaración, la directora de la Escuela, Klavdia Kirsanova102, creó una comisión para analizar la “crisis política” en el sector L. Las conclusiones de la comisión fueron amplias y englobó diversos aspectos del curso. Una de las conclusiones fue lapidaria: “Una parte
considerable de los estudiantes del sector L no aprecia adecuadamente el rol de Stalin como líder y teórico del proletariado internacional; los estudiantes no disponen de armas ideológicas contra el trotskismo; tienen un mal conocimiento de la política del PC bolchevique, y muestran falta de
vigilancia contra el enemigo de clase”103.

Además del caso de Vadillo, en 1936 otro asunto conflictivo estuvo asociado a la expulsión del partido de los venezolanos Juan Ribas y Fernando Key Sánchez. Ambos eran delegados al VII Congreso de la IC, y también ingresaron a la EIL. Su delito consistió en haber sido arrestados en 1932 en Venezuela por la policía y, según algún camarada, haber revelado varios datos sobre el partido, lo que ocultaron tras ser puestos en libertad incluso ante los funcionarios de Moscú. Ambos fueron expulsados del partido con plazo de un año para poder ser readmitidos104.

El cierre de la escuela

Uno de los puntos más críticos de los informes de la EIL y la IC, era la poca incidencia de los cuadros egresados de la Escuela en los partidos nacionales. Yakov Serebriansky los llamó, a la manera soviética de los años 20, como “desechos” de la producción de la EIL, en referencia al mal uso, en los partidos, de los egresados de la escuela: el 25% de los ex alumnos de la escuela no se desempeñaban como dirigentes u organizadores.

Además, Serebryansky indicó que los partidos mandaban a la EIL sólo a aquellos que el partido no necesitaba en el trabajo cotidiano105. Cada año
los profesores de la Escuela pedían a los partidos, o al SLA, indicar qué perfiles querían para los futuros egresados de la EIL: cuántos redactores o periodistas para los diarios obreros, cuántos dirigentes sindicales u organizadores de la lucha conspirativa. Según este pedido, la Escuela iba a
organizar cursillos especializados106.
100 El Universal. 20 de noviembre, 2013.
101 RGASPI 531 – 2 – 75. P. 1 – 5.
102 Klavdia Kirsanova (1888 – 1947) perteneció a la “vieja guardia” del Bolchevismo, militante desde 1904, mujer de alto funcionario soviético y promotor de la campaña antirreligioso Yemelian Yaroslavsky. Fue
expulsada del partido y del puesto del director de la escuela en 1932, pero gracias a la amistades evitó las represiones y en 1933 fue condecorada con la Orden de Lenin, restituida en el partido y volvió al puesto de la directora de la EIL, en su puesto protagonizó las purgas internas y represiones en la escuela.
103 RGASPI 531 – 2 – 75. P. 6.
104 RGASPI 531 – 2 – 75. P. 13. Key Sánchez Regresó a Venezuela y en 1937 fue readmitido en el PC.
105 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 2.
106 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 36

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Para el VII congreso de la IC, las delegaciones de algunos países incluyeron a estudiantes de EIL, como fue el ejemplo de Ambrosio González, del PC mexicano, que se juntó con Hernán Laborde, José Revueltas y Miguel Ángel Velasco107. Entre los delegados al VII Congreso de la IC, había más de 100 egresados de la EIL108.

Después del VII Congreso, la dirección de la EIL, defendiendo las razones de su existencia y subrayando su importancia, escribió a la IC que, mientras, en sus inicios (1926) la cantidad de estudiantes había sido de 50 personas, dictándose cursos en 4 idiomas, en 1935 había 500, distribuidos en 21 sectores, dictándose en 21 idiomas109. Sin embargo, los cambios sustantivos de la estrategia y táctica después del VII Congreso, también implicaron cambios en los programas de estudios. A pesar de los reportes optimistas, los documentos denotan perplejidad y confusión en la administración de la Escuela, en lo relativo a los cambios en los programas de estudios. Uno de los
puntos clave, era el abandono de los programas comunes para pasar al estudio especializado por regiones y países110.

Esto implicaba el abandono de los estudios uniformes y un paso a la creación
de las escuelas regionales… es decir, al cierre de la EIL. La existencia de la Escuela creó la sensación de la existencia de un saber y una experiencia,
una verdad y un conocimiento científico ubicado en el centro del movimiento, quien mantenía el monopolio a la razón: la idea de la Escuela en Moscú, fue un reconocimiento de la imposibilidad de aprender la teoría y la práctica marxistas sin la supervisión de los camaradas soviéticos, portadores
de la razón última y la sabiduría mayor. Pero lo concreto es que ella no había podido resolver los problemas para los que había sido destinada.

La escuela, mas bien los profesores y creadores de la metodología en vano trataron superar en los programas de los estudios una evidente contradicción entre la línea de la bolchevización de los estudios y de formas, métodos y tácticas los partidos comunistas de la región, de un lado, y de la nacionalización de la materia de los cursos y de la política de los PC. Eran dos tendencias opuestas: una destinada a la homogeneización y dogmatización de lo estratégico y táctico, a la aplicación mecánico-formal de la experiencia única del Partido ruso a las realidades tan diversas como representaban los países de la región; y otra correspondía al lógico deseo práctico de acercarse a las realidades nacionales sin perder la orientación de los principios teóricos hacia los objetivos declarados por la Internacional. La imposibilidad de agilizar y de juntar ambos principios sin deteriorar la línea de la IC bajo el timón de la dirección estaliniana se encubría con la fraseología
doctrinaria sobre la dialéctica que fue la cosa más complicada de comprender y aplicar en la vida real del marxismo militante de la IC.

Como anotó Hannah Arendt: “Nada puede hacer tanto daño a la comprensión de los problemas políticos y su discusión seria, como las reacciones maquinistas del pensamiento, condicionadas por las ideologías penetradas por todos los poros, que aparecen seguir las revoluciones, siendo su resultado”111.

El contenido y la forma del control político dentro de la EIL, repitió las pautas y cambios en la doctrina y en la táctica de la IC y del Partido ruso. Siendo una estructura importante dentro de la política de los cuadros leales a Moscú, la EIL sirvió de base y a veces de campo de pruebas para luchas y purgas internas dentro del aparato del CEIC. Fue un instrumento muy ágil y cómodo para preparar el campo político de cambios personales y purgas en la cúspide burocrática de la IC.
107 Revueltas J. Las evocaciones requeridas. Tomo I. México: Era, 1987. P.105
108 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 31.
109 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 30.
110 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 37 – 46.
111 Arendt H. On revolution. Moscow: Evropa, 2011. P. 309. (en ruso)
Andrey Schelchkov, El marxismo militante: la Escuela Internacional Leninista y los cuadros de la Internacional
Comunista en América Latina, Izquierdas, 28:226-247, Julio 2016
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En su vida interna y en la formación del curso de la preparación de “revolucionarios profesionales” la EIL estaba mas pendiente de las tareas de la construcción de nueva enseñanza socialista, de la reforma educacional de la enseñanza superior en la URSS siendo parte importante de la “construcción del socialismo en un solo país” y de la formación del “nuevo hombre” de la sociedad soviética socialista lo que estuvo irrelevante hacia las tareas de la preparación de los revolucionarios para los países capitalistas, y sobre todo de la región tan especifica y heterogénea como Latinoamérica. A pesar de todo esfuerzo de la escuela, relacionado con las lógicas burocráticas de
sobrevivencia dentro del sistema de la IC, la EIL se mostró poco hábil y capaz de reaccionar de inmediato con el cambio radical de la política de la IC después de su VII Congreso y con el viraje hacia el Frente popular y la alianza con las fuerzas democráticas no-comunistas.

A eso se juntaba la creciente decepción de la dirección del PC soviético y de la IC sobre los resultados de la escuela concebida desde principio como una fábrica segura de los cuadros leales a Moscú, a pesar de los informes muy triunfantes de la dirección de la propia escuela, que estaban muy lejos de lo esperado.

El sector latinoamericano, siendo un área periférica del interés de la IC, igual demostraba mismos problemas y dificultades que toda la escuela. Eso mas los constantes escándalos relacionados con el “descubrimiento” del enemigo, sobretodo trotskista, llevó a la clausura de la Escuela.

Anexo

Estudiantes latinoamericanos de la EIL según los documentos internos de la escuela112 (no están incluidos los enviados a Moscú en su último año del funcionamiento, 1937-1938) 113 . Entre paréntesis están los nombres bajo los cuales estaban en la escuela.

México
1928 – 1932
Javier Guerrero (José Pérez)
Gastón Lafarga – Manuel Antonio Romero (Vila, Fernando Romero)
Sandalio Junco114 (Sarnino Hernández) – enviado a Profintern
1931 – 1932 (34)
Nicolás Terreros López (Nicolás López)115
Álvaro Díaz (Rubén Soria, Cervantes Rubén)
Vicente Guerra (Manuel Ornelas)
Alberto Lumbreras Narváez (José La Torre, Dionisio Narváez)
León Torres (José Flores)
(Apolinario Jiménez)
1934 – 1935
Manuel Aguilar (Alberto Zaragoza)
(José Tejeda)
112 RGASPI. 531 – 1 – 31, 39, 40, 106, 107, 186.
113 No sabemos si los enviados en este año pasaron o no algún tiempo en la EIL ya que no figuran en ningún documento interno de la escuela. Jeifets indica que el último curso de los latinoamericanos fue formado en
1936 y era un grupo mas grande de todos los años. – Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros.
P. 96.
114 Era cubano. Jefets L., Jefets V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario
Biográfico. P. 30.
115 Era peruano. Jefets L., Jefets V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico. P. 598.
244
(Alfonso Mora)
(Chaca Fulini)
Mario David Serrano Andonegui (Antonio Moreno)
Jorge Fernández Anaya (Eduardo Ramos)
1935 – 1937 (38)
Evelio Vadillo Gutiérrez (Pedro Arapos) arrestado en abril de 1936
Ambrosio Gonzáles (José Treviño)
Fernando Granados Cortes (Bruno Aragón)
Doroteo Fernández Flores (Jorge Maycot)
Pedro Resendiz Martínez (Alejandro Hernández)
Argentina
1926 – 1928 (29)
Antonio Kantor (Juan Blanco)
Solomon Elguer (Jorge Vidal)
Jorge Paz (Arlando Ruiz) – enviado a la “producción”
Alfredo Quevedo (Roberto Juárez) – enviado al Profintern 1931
1931 – 1932 (33)
Julio Gada (Antonio Ramírez)
Octavio Encinas (Marco Gutiérrez)
Amadeo Rossi (Teodoro Pacheco)
Miguel Pérez Morales (Ricardo Medina)
1934 – 1935
Antonio Rufino Gómez (Juan Carrasco)
Adolfo Voronovitsky (Francisco Osorio)
Gerónimo Arnedo Álvarez (Juan Ceballos)
Bartolo Maroni (Pascual Tuñoz)
Brasil
1927 – 1930 (31)
Eitor Fereira Lima (Mario Silva)
José Lago (Antonio Gonzales) – oyente libre
Grigorio Berezin (Grigory Grishin) – en Profintern desde mayo de 1931
Gary Schechter (Arturo Rocha)
1931 – 1932 (33)
Alan Tellez da Cunha (Herculano Odim)
Alfredo Prudencio dos Santos (Marcos Vidas)
Sebastiao Ferrera (Caramuro Rossi)
Carlos Augusto da Silva (Nicrinton Lunin)
1932 – 1933
Valduvino Loureiro (Marques)
1933 – 1935
245
(José Mendoza)
José María de Souza (Felicio)
Jaime Ferreira (Arnoldo Suarez)
1936
(Marques)
Venezuela
1927 – 1930
Carmen Fortoul Briseño (Luisa Cáceres)
1931 – 1932
Eduardo Machado Morales (Roberto Peralta)
1936
Manuel Simosa (José Ramírez)
Fernando Key Sánchez (Santiago Hernández)
Escobar Felipe (Juan Ribas, Miguel Buria)
Colombia
1927 – 1930 (31)
Guillermo Hernández Rodríguez (Alberto Guillen)
Diego Mejía (Roberto Rodríguez) – acusado de traidor
1929 – 1933 (34)
Ignacio Torres Giraldo (Paul Cano)
Melquisidek Galindo (Rafael Melco)
1933 – 1934
Víctor Julio Merchan (Enrique Andrade)
Absalón Mazuera Peña (Jesús Chato)
José Gonzalo Sánchez (Antonio Masías)
1936
Ernesto Camargo Martín (Pedro García)
Jorge Aragón (Cipriano Hernández)
Sixto Ospina (Rodolfo Sáenz)
Costa Rica
1936
Rodolfo Guzmán Rodríguez (Jorge Jiménez)
Cuba
1931 – 1933 (34)
Ramón González Nicolau (Justo Ríos)
Felix Bezzoni Mondoza (Antonio Leira)
Jaime Novomodne (Alberto Herrera)
Aggeo Suarez Pérez (Simón Alvarez)
246
Sandalio Junco116 (Sarnino Hernández) – enviado a Profintern en abril de 1931 г.117
1933 – 1936
Pinjos Meshkop (Ramón Cristóbal)
1936
Manuel Luzardo García (Luis Roy)
José Celestino Fernández Suarez (Ignacio Agramonte)
Remigio Ruben Calderio Antuñez (Juan Acosta)
Antolín Dickinson Abreu (Pedro Martín)
Felipe Azcuy Miranda (Severo Soto)
Marcelino Hernández (Sebastián Martínez)
Perú
1931 – 1933
Bernardo Salas (Bernardo Valencio)
Adalberto Cuadros (Carlos Oviedo)
El Salvador
1932 – 1933
Aquilino Salinas Martínez (Román Cortes)
Centeno José (Carlos Gamarra, Jacinto Ramírez)
Panamá
1932 – 1934
Vicente Castillo Sánchez (Justo Vinzetti)
1936
Pedro Quintero
Puerto Rico
1936
Juan Santos Rivera (Emilio Cuervo)
Uruguay
1927 – 1930 (31)
Carlos Imaz (Kolor Loris)
Gilberto Chiappapetra (Luis Aguilar) – murió en la escuela
1931 – 1933
Antonio Pereira (Pedro Leonardi)
(Iván Soto)
Octavio Héctor (Pedro Correa)
1937
Lirio Rodríguez
Recibido: 9 marzo 2016 Aceptado: 23 mayo 2016

116 Era cubano. Jefets L., Jefets V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario
Biográfico. P. 30.
117 También figura en la lista de los mexicanos.
247
Bibliografia
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Gidon Cohen, Propensity-Score Methods and the Lenin School,// The Journal of Interdisciplinary
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Authoritarian rule, the implosion of class understanding, and other loose ends

Authoritarian rule, the implosion of class understanding, and other loose ends

June 13, 2017

1. I have come to realize that the rule of law should never be taken in a cavalier way. It isn’t simply a superstructural phenomenon that obediently dances to the tune of the economic base and assiduously follows the dictates of the dominant class in a social structure. Nor by the same token does it enjoy full autonomy from the economic and class relations that shape society.

The rule of law is, instead, a contested terrain. On the one hand, it can, and usually does, sanction awful practices. Evidence of this reality abounds in our country’s history as well as the histories of other countries, capitalist and socialist alike. But, on the other hand, it can protect individuals and people from arbitrary power from above as well as expand and deepen the formal and real boundaries of freedom. Both sides of this phenomenon should figure into our thinking and practice.

2. The testimony last week by former FBI Director James Comey was a dramatic and chilling piece of evidence that Trump and gang are a clear and present danger to the rule of law and the institutional structures of our democracy. It is easy at such moments of high drama to either become an onlooker parsing every twist and turn in Washington politics or to consider all of it a distraction from current battles on the streets — over income inequality and wage stagnation, immigrant roundups and deportations, health care legislation, racist police brutality, and the like.

But we have to resist this temptation. The battle to defend democracy and its institutional structures against an authoritarian president is of overarching importance. It doesn’t eclipse other democratic and class struggles, but, by the same token, how it is settled will either expand or narrow down the parameters that will frame them. Imagine, for example, if Trump were able at his whim to replace sitting judges. Or delay elections. Or declare Washington a protest free zone. Or revoke voting rights for whole sections of people. Or suspend investigations of White House wrongdoing, as he attempted to do in his meeting with Comey.

Thus, Trump’s attack on democratic governance isn’t an issue for Washington insiders alone. It bites us all. And it requires no less than an aroused and massive movement to resist any efforts – even the smallest — to hollow out our democracy and its institutional structures.

3. Movements in an authoritarian direction are far easier to resist and reverse in their early stages than later on when they gather steam and momentum, sometimes as a result of an invented crisis or sudden shock. Our job, therefore, is to keep Trump and his motley crew on the defensive, while being prepared at the same time to respond quickly and demonstrably to any power grab by them. And, hopefully, the support of people in high places, the corridors of power, and the mass media will do likewise.

4. Comey is against Trump, and I’m happy about that. While Comey is a member of the “deep state,” as I’m frequently reminded by commentators of the right as well as the left, he is also a patriot, as he understands that term, and a defender of bourgeois democratic governance and institutions. Both put him at loggerheads with Trump and his authoritarian brand of politics. Sometimes we forget that politics is messy and full of contradictions – a place of peculiar and impermanent bedfellows who find common cause, even if they don’t share the same motivations and aims. An opponent one day can become a friend the next.

In fact, during periods of progressive advance in the 20th century, social movements utilized such contradictions and temporary alliances to good effect. If we are smart, we will do much the same in these perilous times.

4. A recent article in the Washington Post returned to the much discussed subject of the makeup of Trump’s voters. The authors in their analysis stitch together statistical evidence to make the case that the majority of Trump supporters in last year’s primary and general election were other than working class.

“In short,” they write, “the narrative that attributes Trump’s victory to a ‘coalition of mostly blue-collar white and working-class voters’ just doesn’t square with the 2016 election data. According to the election study, white non-Hispanic voters without college degrees making below the median household income made up only 25 percent of Trump voters. That’s a far cry from the working-class-fueled victory many journalists have imagined.”

What I found interesting here is that even if their analysis is spot on, (and one could quarrel with their methodology), what goes unaddressed is the qualitative dimension of white workers’ voting decisions, that is, what accounts for the fact that a substantial section of white workers across income and education lines cast their ballot for Trump?

Not since the arch-segregationist George Wallace ran in the Democratic presidential primary in 1968 has a presidential candidate – now president – been so outspokenly, brazenly, and defiantly racist, misogynist, and anti-immigrant. So much so that to suggest that Trump’s message of in your face, unfiltered hate didn’t figure into the voting calculus of white workers who supported Trump bends credulity.

Some of these voters, I’m sure, agreed with every word that Trump uttered; others only with some of the hateful notes that he struck in his speeches; and still others, while not signing on to Trump’s vile message of hate, liked what he said on other matters. What stands out here isn’t a class in revolt, but an implosion of class understanding and retreat into white, nativist, masculinist identity and thinking. Even among the group who were motivated to vote for Trump for reasons other than his rhetoric of hate and division, they were still objectively throwing significant numbers of their class brothers and sisters under the bus.

In doing so, they, along with the other white workers who hitched themselves to Trump, violated an elementary maxim of the labor movement: An Injury to One is an Injury to All.

Or to put it a little differently, if we understand that class consciousness isn’t some ill defined anger at “elites” in high places, but rather is a mode of thinking that at its center includes, among other things, a keen awareness of the organic interlocking of class and democratic struggles (against racism, sexism, nativism, homophobia, and more), one thing seems obvious: the class understanding of this group of white workers was nowhere to be found in their political and voting calculus. No supporter of labor should attempt to sugar coat this in the name of a specious partisanship.

Moreover, it is wrongheaded to argue that Hillary and the Democratic Party are singularly responsible for this turn of events. Such a posture is of little help, eliding as it does such things as the rise of the right and its reshaping of public discourse in a backward direction, the atomizing and disaggregating role at the mass level of neoliberal financialization and globalization, and the decline of working class collectivities — robust democratically driven unions in the first place.

Nor does such an analysis factor in the impact of relative advantage of white, male, and U.S. born workers in the workplace and society over workers of color, women workers, and immigrants, the intractability of segregation — especially in housing and education, the backlash to the breaking of long standing racial, gender, and sexual barriers, and the migration of workers and their families from the Global South in search of a livelihood to the core countries of capitalism.

Finally, consideration has to be given to the long term marginalization — partly self-imposed — of the left since the 1970s.

I would add that any hope of escaping the nightmare of Trump’s presidency and resuming the forward march of the working class and progressive movement will turn in no small measure on squarely facing the reality of the rise of retrogressive thinking among too many white workers and the confluence of factors that explain it.

5. The latest terrorist attack in London should be a reminder that the broad democratic and progressive movement (from Democrats to the radical left) can’t yield the issue of terrorism and its interpretation to Trump and the right in general. It must offer its own analysis and practical solutions. To cede this ground to the far right, who have turned the exploitation of senseless human tragedy and people’s understandable fears into an art form to promote their backward, inhumane agenda, would be a huge mistake. Terrorism isn’t likely to go away soon.

6. Left-center unity is a key strategic concept of STRUGGLE. It isn’t a final destination or a resting point. To the contrary, it is a dynamic vehicle to turn broad popular and working class unity from a wish into reality.

7. I have said before that fascism isn’t around the corner. In fact, the journey down that path isn’t easy, smooth, or inevitable. A lot of ducks have to be in a row at the level of the state and society. And it carries great risks and consequences. But this hasn’t stopped loose talk about the fascist (or neo-fascist) danger being imminent. This wouldn’t bother me too much were it not for the fact that it removes from the public conversation what is a more likely, that is, a push toward some intermediate position between where we are now and full-blown fascist government. It is this danger and the ways to prevent it that should preoccupy us.

La crisis del capitalismo global y la marcha de Trump hacia la guerra

La crisis del capitalismo global y la marcha de Trump hacia la guerra
William I. Robinson

ALAI AMLATINA, 01/06/2017.- La discreta escalada de la intervención norteamericana en el Medio Oriente en las últimas semanas llega en un momento en que el régimen de Trump enfrenta un creciente escándalo sobre la presunta injerencia rusa en su campaña electoral de 2016, además de los índices históricamente más bajos de aprobación para un presidente entrante y una resistencia cada vez mayor entre la población. Los gobernantes estadounidenses a menudo han lanzado aventuras militares en el exterior para desviar la atención de las crisis políticas y los problemas de legitimidad en su ajuar.
Más allá de la intervención en Siria, Iraq y Afganistán, Trump ha propuesto un incremento de $55 mil millones de dólares en el presupuesto del Pentágono. Ha amenazado con utilizar la fuerza militar en varios polvorines alrededor del mundo, incluyendo a Siria, Irán, el Sudeste Asia, el flanco oriental de la OTAN con Rusia, y en la Península de Corea. En la medida que surjan centros competidores de poder en el sistema internacional, cualquier aventura militar podría desembocar en una conflagración global con consecuencias devastadoras para la humanidad.
Los periodistas y comentaristas políticos han centrado su atención en el análisis geopolítico en su esfuerzo por explicar las crecientes tensiones internacionales. Por muy importante que sea este enfoque, hay profundas dinámicas estructurales en el sistema del capitalismo mundial que empujan los grupos gobernantes hacia la guerra. La crisis del capitalismo global se viene intensificando, no obstante el optimismo de los economistas tradicionales y las elites mareadas por índices recientes de crecimiento y la repentina inflación de los precios de las acciones a raíz de la elección de Trump. En particular, el sistema enfrenta una insoluble crisis de sobre-acumulación y legitimidad.

La crisis actual, más que cíclica, es estructural, lo que quiere decir que la única solución es una reestructuración del sistema. La crisis estructural de los años 1930 fue resuelta mediante un nuevo tipo de capitalismo redistributivo, o sea, la socialdemocracia, el Keynesianismo, y el corporativismo. El capital respondió a la crisis estructural de los años 1970 globalizándose. La emergente clase capitalista transnacional (CCT) emprendió una vasta reestructuración neoliberal, liberalización comercial e integración de la economía mundial.
La globalización facilitó un boom en la economía global en la última década del siglo XX en la medida que los ex-países socialistas se integraron al mercado global y el capital transnacional, liberado del estado-nación, emprendió una enorme ronda de despojos y de acumulación a nivel mundial. La CCT descargó los excedentes anteriormente acumulados y reanudó la generación de ganancias en el emergente sistema globalizado de producción y finanzas mediante la adquisición de los bienes privatizados, la extensión de las inversiones en la minería y la agro-industria a raíz del despojo de centenares de miles de personas del campo en el antiguo Tercer Mundo, y una nueva ola de expansión industrial asistida por la revolución en la Tecnología de la Informática y la Computación.
No obstante, globalización capitalista ha dado lugar a una polarización social mundial sin precedentes. La agencia de desarrollo británico Oxfam informa que apenas el uno por ciento de la humanidad posee la mitad de la riqueza del mundo y el 20 por ciento controla el 95 por ciento de esa riqueza, mientras el restante 80 por ciento tiene que conformarse con apenas el 5 por ciento.
Dada esta extrema polarización de los ingresos y la riqueza, el mercado global no puede absorber la producción de la economía global. El colapso financiero de 2008 marcó el arranque de una nueva crisis estructural de la sobre-acumulación, lo que se refiere a que el capital acumulado no puede encontrar salidas rentables para la reinversión de ganancias. Los datos para 2010 indican, por ejemplo, que las compañías estadounidenses contaban en ese año con $1.8 billones de dólares en efectivo no invertido. Las ganancias corporativas han registrado niveles casi record al mismo tiempo que la inversión corporativa ha declinado.

En la medida que se va acumulando este capital no invertido, crecen enormes presiones para encontrar salidas rentables para el excedente. Los grupos capitalistas, y especialmente el capital financiero transnacional, presionan a los estados a crear nuevas oportunidades para la inversión rentable. Los estados neoliberales han recurrido a cuatro mecanismos en años recientes para ayudar a la CCT a descargar el excedente y sostener la acumulación frente al estancamiento.
Uno es el asalto y el saqueo a los presupuestos públicos. Las finanzas públicas han sido reconfiguradas mediante la austeridad, los rescates a las corporaciones, los subsidios estatales al capital, el endeudamiento estatal, y el mercado global de bonos, todo lo que resulta en la transferencia directa e indirecta por parte de los gobiernos de la riqueza, desde las clases laborales a la CCT.
Un segundo mecanismo es la expansión del crédito a los consumidores y los gobiernos, sobre todo en los países ricos, para sostener el consumo. En Estados Unidos, por ejemplo, país que ha sido “el mercado de última instancia” para la economía global, el endeudamiento de las familias de la clase obrera ha llegado a nivel record para todo el periodo post-Segunda Guerra Mundial. Los hogares norteamericanos tenían una deuda total en 2016 de $13 billones de dólares en préstamos estudiantiles y automovilísticos, en deudas de las tarjetas de crédito, y los hipotecarios. Mientras tanto, el mercado global de bonos –un indicador de la deuda gubernamental global– ya había para 2011 rebasado los $100 billones de dólares.
Un tercer mecanismo es la frenética especulación financiera. La economía global ha sido un gigantesco casino para el capital financiero transnacional, mientras crece cada vez más la brecha entre la economía productiva y el “capital ficticio”. El Producto Bruto Mundial, o el valor total de los bienes y servicios producidos a nivel mundial, alcanzó los $75 billones de dólares en 2015, mientras la especulación solamente en monedas extranjeras llegó a $5.3 billones al día en ese año y el mercado global de derivados se estimó en un alucinante $1.2 trillones.

Estos tres mecanismos pueden resolver el problema momentáneamente pero a la larga terminan agravando la crisis de la sobre-acumulación. La transferencia de la riqueza desde los trabajadores al capital constriñe aún más al mercado, mientras el consumo financiado por el cada vez mayor endeudamiento y la especulación aumenta la brecha entre la economía productiva y el “capital ficticio”. El resultado es una cada vez mayor inestabilidad subyacente de la economía global. Muchos ahora consideran que otro colapso es casi inevitable.

Sin embargo, hay otro mecanismo que sostiene la economía global: la acumulación militarizada. He aquí una convergencia de la necesidad que tiene el sistema para el control social y la necesidad que tiene para la acumulación perpetua. Las desigualdades sin precedentes solo pueden ser sostenidas por los sistemas cada vez más expansivos y ubicuos de control social y represión. Pero muy por aparte de las consideraciones políticas, la CCT ha adquirido un interés creado en la guerra, el conflicto, y la represión como medio en sí de la acumulación, incluyendo la aplicación de amplias nuevas tecnologías y una mayor fusión de la acumulación privada con la militarización estatal.
Mientras la guerra y la represión organizada por el Estado cada vez más se privatiza, los intereses de un amplio despliegue de grupos capitalistas cambian el clima político, social, e ideológico hacia la generación y el sostenimiento de los conflictos – tal como en el Medio Oriente – y en la expansión de los sistemas de guerra, de represión, de vigilancia y de control social. Las así llamadas guerras contra las drogas, contra el terrorismo, contra los inmigrantes; la construcción de muros fronterizos, de centros de detención de los inmigrantes y cárceles; la instalación de los sistemas de monitoreo y vigilancia en masa, y la extensión de las compañías privadas mercenarias y de seguridad – todo eso se convierte en principales fuentes para la acumulación y generación de ganancias.
El estado norteamericano se aprovechó de los ataques del 11 de setiembre de 2001 para militarizar la economía global. El gasto militar estadounidense se disparó, alcanzando billones de dólares para librar la “guerra contra el terrorismo” y las invasiones y ocupaciones de Iraq y Afganistán. La “destrucción creativa” de las guerras funge para echar leña a las brasas humeantes de una economía global estancada. El presupuesto del Pentágono subió en un 91 por ciento en términos reales entre 1998 y 2011, y aun sin incluir las asignaciones especiales para Iraq, se incrementó en un 50 por ciento en términos reales en este periodo. En la década de 2001 a 2011, las ganancias de la industria militar casi se cuadruplicaron. A nivel mundial, el gasto militar creció en un 50 por ciento desde 2006 a 2015, de $1.4 billones a $2.03 billones de dólares.

La vanguardia de la acumulación en la economía real alrededor del mundo cambió de la Tecnología de la Informática y la Computación antes de que reviente en 1999-2000 la burbuja de la bolsa de valores para este sector (conocido como “dot-com”), al nuevo “complejo militar-seguridad-industrial-financiero” – este mismo complejo a la vez integrado al conglomerado de alta tecnología. Este complejo ha acumulado enorme poder en los pasillos del poder en Washington y en otros centros políticos alrededor del mundo.
Un emergente bloque de poder que reúne el complejo financiero global con el complejo militar-seguridad-industrial tendió a cristalizarse a raíz del colapso de 2008. Hay una peligrosa conjugación alrededor de la acumulación militarizada de los intereses de clase de la CCT con las cuestiones geopolíticas y económicas. Entre más llega a depender la economía global de la militarización y el conflicto, cada vez mayor es el impulso hacia la guerra y cada vez son más altos los riesgos para la humanidad.
El día después del triunfo electoral de Trump, el precio de las acciones de la empresa “Corrections Corporation of America”, la principal contratista privada para los centros de detención de los inmigrantes en Estados Unidos, se disparó en un 40 por ciento, dada la promesa electoral de Trump de deportar a los inmigrantes en masa. Los grandes contratistas militares como Raytheon y Lockheed Martin, registran súbitas alzas en sus acciones cada vez que hay un nuevo brote del conflicto en el Medio Oriente.
Horas después de que la marina norteamericana bombardeó a Siria con misiles Tomahawk el pasado 6 de abril, el valor de las acciones de Raytheon subió en un mil millones de dólares. Centenares de firmas privadas alrededor del mundo hicieron ofertas para la construcción del tristemente célebre muro de Trump en la frontera estadounidense-mexicana.
Más allá de la retórica populista, el programa económico de Trump constituye el neoliberalismo en esteroides. Las reducciones de impuestos corporativos y la acelerada desregulación vendrá a exacerbar la sobre-acumulación y aumentará la propensión del bloque de poder para los conflictos militares. Los militares activos y retirados que controlan la maquinaria norteamericana de guerra ocupan numerosos puestos en el régimen de Trump y gozan de cada vez mayor autonomía de acción. Sin embargo, detrás los régimen de Trump y del Pentágono, la CCT busca sostener la acumulación mediante la expansión de la militarización, el conflicto y la represión. Solamente un contra-movimiento desde abajo, y a la larga, un programa para redistribuir la riqueza y el poder hacia abajo, pueden contrarrestar el espiral hacia arriba de la conflagración internacional.

William I. Robinson
Profesor de Sociología, Universidad de California en Santa Bárbara
www.soc.ucsb.edu/faculty/robinson
www.flickr.com/photos/wirobinson
https://www.facebook.com/williamirobinsonsociologist

Reformulación de lo social y lo clasista en los sujetos de la emancipación

Reformulación de lo social y lo clasista en los sujetos de la emancipación
Alberto Pérez Lara
Grupo de investigación: GALFISA.
Instituto de Filosofía
Email: galfisa@ceniai.inf.cu

Intervención: IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”. Palacio de Convenciones, Sala 11, 8 de mayo de 2008

Limitaré mi intervención a exponer unas breves ideas en dos direcciones fundamentales:
1.- Las relaciones de clase y los movimientos sociales.
2.- La articulación entre los partidos y los movimientos sociales.

En mi opinión estos son dos ejes muy importantes para valorar la formación o recomposición del sujeto histórico de la revolución latinoamericana hoy; por supuesto que no son los únicos.

El mundo que vivimos a finales del presente milenio está presentando aceleradas transformaciones, que son el resultado de las acumulaciones de la humanidad durante todos los siglos de su existencia. El gobierno de la propiedad privada y el imperio del mercado, al estilo capitalista, si bien ha puesto de manifiesto las potencialidades del ser humano para construir una sociedad mejor, sobre la racionalidad de una calidad de vida posible, por otro lado, expresa el paulatino deterioro de un modelo que no solo enfrenta agudas
contradicciones sistémicas, sociales y de clases, sino también con la envoltura natural que hace posible la vida humana, la naturaleza. La búsqueda de alternativas a tal situación atraviesa el amplio espectro de todos los sectores sociales, especialmente del campo popular, proyectadas en su generalidad, dentro de un imaginario de cambio social socialista.

Esto manifiesta la necesidad de una recomposición del sujeto histórico, con capacidad real para producir ese cambio social. La historia no puede transcurrir sin sujetos que la realicen. A cada época le es consustancial el conjunto de los sujetos necesarios para producir y reproducir la vida social; por otra parte cada circunstancia histórico concreta genera los sujetos del cambio, portadores potenciales de una superación de la sociedad, en
dependencia no solo de su materialidad, sino también de su espiritualidad social, dentro del horizonte paradigmático posible de alcanzar.
El sujeto histórico puede ser entendido como quien, desde sí mismo produce y determina el curso de la historia; es más, no existe esta última fuera del sujeto o al margen de este, como tampoco se da un sujeto sin historia. Este sujeto, visto como hacedor de historia es una abstracción indeterminada que se historiza propiamente en el despliegue de un sentido totalmente determinado por su intencionalidad. Cuando hablamos de sujeto histórico en el sentido de la realización de la revolución, estamos considerándolo como una articulación de sujetos específicos interesados (inconsciente y/o concientemente) en producir un cambio en la sociedad.

El sujeto histórico no es cualquier agrupación de sujetos sociales que guardan una relación entre sí, es una determinación concreta con una misión por cumplir (la revolución) en función de preservar y elevar la calidad de la vida humana. Constituirse en sujeto histórico implica de alguna manera potencial o realmente controlar y tener bajo su dominio la dinámica y la tendencia del desarrollo de una sociedad histórica concreta, por lo que la construcción de un sujeto histórico es deconstituyente o reconstituyente de otro sujeto previamente existente, el que, como “viejo sujeto histórico”, se verá desplazado o superado por quien en esa relación será un “nuevo sujeto histórico”.

De lo anteriormente expuesto me gustaría, al menos, destacar tres ideas para el debate:

1 IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”

1. La aparición del sujeto histórico para la revolución es el resultado de un proceso donde intervienen factores de carácter objetivo y subjetivo y responde a la necesidad histórica (misión histórica).
2. El nuevo sujeto histórico de la revolución no puede ser solo ruptura con el anterior, sino continuidad; por lo que se impone una auto-reconstrucción desde las nuevas realidades.
3. Hoy no existe en América Latina un nuevo sujeto histórico, como realidad dada, se encuentra en construcción entre una amplia diversidad de sujetos-actores que se articulan; redefiniendo en sus identidades diversas al enemigo común, las contradicciones esenciales por resolver y por lo tanto la misión histórica por cumplir.

Más allá de realizar una enumeración de la composición de sujetos-actores que se están integrando en el despliegue de sus luchas y acciones en la formación de un nuevo sujeto histórico de la revolución en América Latina, preferiría señalar dos cuestiones de principio, que considero muy importante desde punto de vista de nuestra teoría marxista para hablar de la revolución hoy, al menos en América Latina:

A) La primera tiene que ver con el contenido clasista presente en la diversidad de relaciones de estos sujetos actores y
B) la segunda con la formación de un pensamiento crítico en cuyas raíces está el marxismo y todo el pensamiento.

A) Contenido clasista en la diversidad de relaciones de los sujetos-actores.

Como todos reconocemos, uno de los componentes principales de este nuevo sujeto histórico está en lo que se ha dado en llamar nuevos movimientos sociales, los cuales han elevado a un primer plano sus intereses y demandas de género, raza, cultura, sexo, naturaleza, vivienda, etc. Esto ha significado en la apariencia, para el mejor de los casos invisibilizar el contenido clasista de sus luchas y en el peor de los casos renegar de ello.

¿Es que hoy puede darse un cambio social revolucionario sin contenido de clase? ¿Contra quién se libra, en última instancia, las diversas luchas que tienen lugar en nuestro continente y que en algunos casos se transforman en “revolución”? ¿Cuál es la meta u objetivo de estas revoluciones?

El sistema de dominación actual sigue siendo clasista y por lo tanto el sistema de explotación-exclusión que lo sustenta también. La forma de relación predominante entre la sociedad y la naturaleza está marcada por el
patrón de dominación burguesa de ahí su carácter depredador en función de la ganancia, al igual que las más disímiles formas de discriminación, marginación y exclusión. Las relaciones interculturales, étnicas, grupales y asociativas tampoco escapan a la hegemonía burguesa.

Por lo tanto cualquier propuesta de cambio de la sociedad y de los paradigmas emancipatorios, aunque vengan de la autenticidad de los movimientos sociales tienen que pasar por el enfrentamiento al sistema de dominación múltiple del capitalismo. El sometimiento de toda la vida humana y la naturaleza a la totalidad del mercado neoliberal global nos anuncia el hecho de quienes, qué clase está ejerciendo el verdadero poder.

En este sentido, solo para reafirmar la presencia de lo clasista en las sociedades latinoamericanas de hoy más allá de su diversificación podría señalar que la división de la sociedad en clases tiene sus fundamentos
esenciales en la base económica que está centrada en el conjunto de las relaciones materiales de vida, entre las que se destacan las relaciones de producción y con ellas las relaciones de propiedad, todas las cuales, con
escasas excepciones producen relaciones de explotación-exclusión-discriminación que se reflejan en todo el conjunto de las relaciones sociales.

Por otra parte, la participación en la forma y distribución de la riqueza social de que disponen los diferentes grupos sociales en el continente está generando cada vez más un crecimiento de la pobreza que sitúa a amplios sectores de la sociedad latinoamericana en un “bloque social de pobres” que se opone al bloque social dominante que genera esta situación. Las raíces o causas de esa pobreza hay que encontrarla en la injusticia que genera el sistema capitalista, que más allá de la explotación está produciendo una exclusión casi total de estos sectores (clases) populares.

2 IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”

En conclusión, la clase de los capitalistas está reproduciendo con su sistema de dominación múltiple una lucha de clases que adopta modalidades y formas nuevas.

Los elementos que dan identidad a estos sujetos y los temas en torno a los cuales se organizan (género, etnicidad, medio ambiente, etc.) se articulan de manera compleja y diversificada con los criterios de clase.

Son actores y sujetos que tienen un referente de clase en el sentido de que están presentes en ellos los ingredientes de empobrecimiento, opresión, explotación y exclusión, pero sólo forzando las cosas pueden ser
reducidos a una determinación clasista. Ellos son el producto de una “desestructuración de las clases populares que no tiene equivalente en las clases dominantes”1, con una pérdida y mutación de identidades
clasistas en los actores populares.

Esto expresa la formación de dos composiciones sociales que se enfrentan en sus luchas y no implican una determinación clasista en el sentido estricto de la palabra; pero sí una posición de clase, un enfoque de clase no solo en el acto de las luchas, sino también en el proyecto de emancipación que le deja pocas opciones en el sentido de enmendar el capitalismo o emprender el camino de la construcción de una sociedad nueva, el socialismo.

Otra dimensión del enfoque de clase y lucha de clases es la que se da desde un ángulo cultural, Hoy la lucha de clases se ejerce desde la hegemonía cultural, particularmente del capitalismo actual, y por lo tanto es una
agrupación que abarca todos los aspectos de la vida. Las iniciativas de intercambio, de debate ideológico, político y teórico en función de poner a tono los enfoques ideológicos respecto a las clases y movimientos sociales en la lucha por una sociedad nueva, son de especial interés para afrontar los retos del continente de cara al nuevo milenio.

Se entiende y parece completamente razonable que la necesaria ofensiva de los proyectos políticos que expresan los ideales de la liberación, del antiimperialismo, las opciones anticapitalistas y prosocialistas en esta etapa requieren recomposición en las concepciones teóricas.

Parafraseando a Marx en el Manifiesto Comunista podemos decir que el capitalismo histórico luego de “haber simplificado las contradicciones de clases (…) en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases…” ha heterogeneizado su estructura interna de los dos grandes componentes clasistas.

En la nueva realidad global creada la sola estratificación clasista no satisface plenamente el espectro de los intereses sociales. Así, los cambios operados en el capitalismo transnacional no sólo se manifiestan en la estructura y resultados productivos del capital, sino que también han conformado nuevos actores de su emancipación, han enriquecido “las armas que han de darle muerte” y “los hombres que empuñarán esas armas”. 2

Mientras que los conceptos de obrero o campesino tienen una relación más sustantiva con la clase, que implica la existencia de intereses compartidos y de una direccionalidad relativamente clara de la acción colectiva. Las fronteras de clase y las agrupaciones sociales “no clasistas” o parcialmente clasistas del tipo de los nuevos actores sociales, van perdiendo paulatinamente sentido en la dirección divisoria o excluyente ya en estos casos entendidos como sujetos clase-movimientistas, incorporando otras realidades que van conformando el nuevo sujeto histórico.

Hoy se han logrado ciertos niveles de articulación entre la composición clasista y movimientista de los nuevos actores sociales; lo cual se manifiesta en las luchas movimiento-clasistas que están teniendo lugar en la sociedad global que han pasado en un relativo corto período de tiempo de las demandas meramente reivindicativas y asistencialistas a las de carácter social-político.

Este nuevo contenido incorporado al movimiento popular pone de manifiesto la presencia de lo clasista. De movimientos “espontáneos”, puntuales y particularistas se han convertido en fuertes movimientos cargados de contenido político en sus luchas, con capacidad para deponer presidentes y obligar gobiernos a negociar políticas sociales, muchas de las cuales afectan los intereses clasistas de las oligarquías burgués-terrateniente nacional y transnacional.

En su horizonte, al menos en los movimientos sociales más avanzados (algunos le llaman antisistémicos) está presente la necesidad de un cambio y la posibilidad de construir un mundo mejor; eso significa luchar contra el modelo capitalista burgués depredador. Las luchas llevadas a cabo en nuestro continente contra el modelo neoliberal, enfrenta la forma en que se presenta la dominación capitalista hoy; afecta el contenido de este que reproduce en cualquiera de sus variantes, las relaciones de explotación-exclusión del bloque capitalista-burgués-latifundista a costa del resto de la población.

A manera de resumir algunas ideas de la presencia de lo clasista en las luchas actuales de los movimientos sociales pudiera señalarse:

1. La concepción básica y esencial del marxismo sobre las clases y la lucha de clases tiene total presencia en los nuevos movimientos sociales; el enfoque clasista de los fenómenos sociales sigue siendo de sustantiva importancia para el movimiento popular. No se puede renunciar al enfoque clasista para caer en las trampas de la dominación burguesa; como tampoco puede reducirse el
nuevo conocimiento que dimana de las prácticas de la diversidad de actores sociales a su pertenencia de clase o posición de clase.

2. La capacidad y necesidad de los nuevos actores sociales de ir definiendo sus intereses generales y particulares plasmados en el proyecto de sociedad que desean vivir o construir está comenzando a producir un acercamiento a la posición de clase, porque necesariamente cualquier cambio tiene que
pasar por las relaciones políticas e ideológicas.

3. Los intereses de género, urbano-barriales, medioambientales, raciales, etno-indígena, por la tierra, el pan y otros muchos, imposible de relacionar, que hoy mueven a millones de personas en el mundo, es difícil reducirlos a un interés de clase, por mucho que este pueda representar los intereses emancipatorios generales de todos los oprimidos, explotados y excluidos por el sistema de dominación burgués-capitalista; como tampoco pueden verse separados o totalmente independientes de las relaciones y luchas de clase vigente.

4. El papel que desempeña la cultura del poder burgués-capitalista cosificada durante siglos en formas de dominación y modos de vida es algo que tiene mucho que ver con una redefinición de las clases y la lucha de clases hoy. Esta cultura se está comportando como contituyente y parte natural del ser humano que nace y se reproduce bajo las reglas impuestas por esas condiciones culturales.

5. La diversidad de intereses levantados por los diferentes actores sociales con un nivel de prioridad, no pueden ser secundarios o terciarios en su relación con los intereses clasistas. Sin una articulación horizontal efectiva entre todas esas demandas libertarias sociales y políticas es imposible definir un proyecto de sociedad socialista, alternativo al modelo capitalista, con verdadera capacidad para triunfar.

La existencia de una gran diversidad de subjetividades-agentes cuando de lucha se trata, no basta para su constitución en sujeto histórico; se hace imprescindible, entre otros factores, el pensamiento crítico que los
acompañe y la dirección de la revolución.

B) Pensamiento crítico para hacer la revolución. Organizaciones políticas y sociales.

Hoy en día el factor subjetivo es el gran terreno de lucha: las condiciones económicas y sociales para el derrocamiento del capitalismo neoliberal se recrean todos los días en cada país, en cada centro de trabajo, en cada barrio. Lo que se necesita es la creación sólida de una nueva conciencia social, una nueva cultura y una nueva ética. Los componentes de reflexión para la alternativa emancipatoria se han enriquecido. Nunca antes, como está sucediendo ahora, en la sociedad se había alcanzado tal grado de maduración de las condiciones necesarias y urgentes para la emancipación social. Los nuevos movimientos sociales han levantado nuevas problemáticas, sin las cuales, cualquier alternativa emancipatoria de hoy sería un fracaso, por tanto a ellos se deben también aportes importantes a la teoría y la práctica anticapitalista.

La alternativa tiene que basarse, ante todo, en un proyecto de acumulación de fuerzas que permita construir el nuevo sujeto histórico que implica convertir al movimiento social en un tipo nuevo de sujeto político, articulando a todos los actores portadores del cambio, que puedan conformar un bloque de poder real desde lo social a lo político y viceversa. La alternativa tiene que situarse en el movimiento real hacia el socialismo, sea por el desarrollo de las fuerzas productivas, por el de la lucha clases y sociales, o por otras vías. Lo decisivo es la existencia de fuerzas sociales susceptibles de movilizarse para una transformación revolucionaria.

Las prácticas alternativas del movimiento social, con sus identidades y sus propios rostros, fueron, imponiendo nuevos retos para el movimiento político que abogaba por la emancipación. La política, en el sentido instrumental o funcional empezó a perder importancia para los nuevos movimientos sociales, produciéndose un nuevo desfase entre el movimiento social y político.

Algunos han dado en llamar esta etapa como la de la crisis de los partidos políticos, que fundamentalmente se refleja en los llamados partidos de izquierda; pero que abarca también a los de derecha. Entonces la frágil articulación entre el movimiento social y el movimiento político se fracturó, interrumpiéndose por un tiempo.

Utilizaré en el transcurso de esta exposición la denominación de movimiento social emancipador, para distinguir dentro de la amplia gama de los movimientos sociales viejos y nuevos, así como de otras organizaciones similares (institucionalizadas y no institucionalizadas) aquellos que profesan y manifiestan una vocación (incluso una intención) emancipatoria frente al sistema de dominación capitalista y que contribuyen con sus prácticas transformadoras, así como con su producción de conciencia crítica a la
formación de una sociedad nueva, no capitalista.

Con el término de movimiento político emancipatorio, me estaré refiriendo, fundamentalmente, a los diferentes partidos, organizaciones políticas y otras agrupaciones políticas no partidarias que le disputan el poder al sistema de dominación capitalista, con proyectos antisistémicos de lucha, por una sociedad alternativa al capitalismo.

Estos términos empleados son relativos, no constituyen una definición. La idea central es destacar la existencia de dos amplios campos de agrupamientos que están enfrentando el sistema de dominación capitalista y que necesitan articularse en todas las direcciones para conformar un sujeto histórico y junto con ello la dirección de la revolución.

Otro aspecto que debe ser aclarado es que la división de lo social y lo político es formal, solo tiene la intención de marcar las prioridades diferenciadas de ambas agrupaciones sociales, pues en los regímenes de sus prácticas lo social y lo político están estrechamente relacionados. Lo social contiene a lo político y lo político contiene a lo social; de ello se deriva la necesidad y la posibilidad real de la articulación.

El movimiento social hace política de otra manera, no se trata de que se encuentre vacío de ella, como se exponen en algunos estudios sobre el tema. El movimiento social emancipatorio, es mucho más dinámico, porque su actividad está marcada por las exigencias de la sobrevivencia como seres humanos en la cotidianidad; mientras que la forma, el contenido, los medios y los fines de hacer política del movimiento político emancipatorio está más centrado en las estrategias para llegar al poder. Estas son razones que han
marcado las características de la interacción entre el movimiento social y político a través de la historia.

La maduración de la revolución, requiere del movimiento emancipatorio, como síntesis de lo social y lo político, proyectado hacia la formación de un nuevo sujeto histórico. Esto presupone no solo la existencia material de los seres humanos, sino de la conciencia crítica para sí que les permita ser constructores triunfantes de la nueva sociedad.

La formación y creación de conciencia tiene que ser un punto de encuentro entre el movimiento político emancipador y el movimiento social emancipador. Esta puede aprehenderse de la experiencia, de las lecturas en la tradición revolucionaria, de las victorias y derrotas. La conciencia tiene que ver con la actitud que asumen los individuos en la comunidad, en el barrio, en el grupo social al que pertenecen, a la clase, etc., frente a los retos de la vida, la política y la sociedad. Esa conciencia, transformada en autoconciencia, tiene que sistematizarse e ir preparando a los individuos, grupos y clases no solo para derrotar la opresión capitalista sino para vivir en la sociedad socialista.

De alguna manera el movimiento social emancipatorio ha terminado siempre desempeñando un papel subordinado, de segundo o tercer orden, respecto al movimiento político emancipatorio, por lo tanto, no ha existido como tal una verdadera articulación.

Pienso que aquí está uno de los retos fundamentales del movimiento revolucionario de la sociedad actual. Cuando los clásicos del pensamiento marxista se referían a la transformación del movimiento social en movimiento político, o más bien, del movimiento espontáneo al movimiento consciente, en nada estaban defendiendo la concepción antes plantada, ni minimizando el
papel del movimiento social emancipatorio; todo lo contrario, estaban destacando la necesidad de asimilar también lo político, lo consciente por el movimiento social, para el crecimiento del movimiento revolucionario al propiciar su articulación con movimiento político emancipatorio.

El sentido de sus propuestas se expresa en la dimensión lógica histórica del advenimiento y maduración de la revolución socialista, en tanto la política no puede ser patrimonio exclusivo del movimiento político emancipatorio, de la misma manera en que “lo social” tiene que estar en un orden prioritario al cual tiene que servir la política y no al contrario.

Cualquiera que sean los objetivos que se propongan estos nuevos actores sociales, sus conquistas (cuando las alcancen) serán parciales y temporales si no tienen una articulación con la perspectiva política, con el resto de las organizaciones de la sociedad y muy concretamente con el movimiento político emancipatorio.

Las tareas y reivindicaciones que están en el imaginario de lucha del movimiento social van a converger y a enriquecer el correspondiente al movimiento político (que por su esencia tiene una vocación popular). Se trata de un proceso que requiere una nueva visión de la política y de la construcción de las alternativas para el movimiento revolucionario.

Existen condiciones y elementos que están construyendo un espacio articulador más concreto, en el momento actual, para que la relación entre el movimiento social y el movimiento político emancipador tomen una dimensión más constructiva e integrativa, para que desemboquen en una articulación efectiva.

Su unidad de acción está abonada, en definitiva, por los objetivos y tareas que se plantean solucionar y que exigen asumir y resolver el problema del poder por cualquier vía que se adopte. Para que el proceso de articulación y futura integración entre el movimiento político y el movimiento social
emancipatorio en el contexto latinoamericano fluya se hace indispensable que determinadas barreras, expresadas en insuficiencias de ambos lados de la relación, sean superadas.

La mayor autocrítica debe venir del movimiento político emancipatorio, este deberá abandonar determinados criterios organizativos que aún mantienen, así como las copias capitalistas-burguesas de hacer política y del ejercicio del poder, conseguir ser un polo atractivo para la formación de un bloque popular contra el sistema capitalista, poner el centro de su actividad política al servicio de solución efectiva de todos los problemas sociales sin exclusión.

En los procesos de articulación deberá prevalecer la tolerancia y la flexibilidad como una de las condiciones importantes para mantener la cohesión, coherencia y comunicación necesaria. Esto no debe significar ni “colaboracionismo de clase”, ni “plegarse al enemigo”; todo lo contrario. Ello evidencia en las diversas prácticas cotidianas de los actores, la formación de los patrones de interacción social y política que generan la necesidad de la construcción de una nueva ética de la articulación y los relacionamientos. Esa
nueva ética tiene que convertirse en normas de conductas del quehacer cotidiano y en componente fundamental de la concepción sociopolítica del movimiento revolucionario.

Las luchas por las reivindicaciones inmediatas no tienen significado si ellas no derivan en crecimiento organizativo y posicionamiento para los pasos posteriores que implican su conversión e introducción en la política. La construcción de un nuevo pensamiento crítico impugnador del capitalismo neoliberal no puede ser patrimonio exclusivo de unas u otras organizaciones, es decir, ni del movimiento político emancipador, ni del movimiento social; tiene que ser de ambos. El paradigma emancipador de la sociedad debe ser
construido por todos y debe ser expresión de un contenido plural, donde se sienta representada la diversidad de forma directa y no mediatizada. El liderazgo y el protagonismo no pueden basarse en la pretendida superioridad de un tipo de organización respecto a la otra, sino en una participación efectiva y real en todo el proceso de la transformación social.

Para hacer la revolución al movimiento político le es esencial el desarrollo del movimiento social, la profunda ligazón con el pueblo y las luchas generales y específicas de cada sector tras la solución de los problemas reales y concretos, grandes y pequeños que afectan a las mayorías. No es posible quedarse en la “estrechez” del partido o la organización política; ello lo haría incapaz de provocar la transformación social revolucionaria, que es el sentido mismo de su existencia, ni tampoco podría mantener y desarrollar el poder alcanzado.

A la vez el movimiento social necesita del movimiento político emancipador para el logro de sus reivindicaciones, para desbloquear la exclusión absoluta.
Esto explica el por qué deben producirse cambios necesarios, más allá de los estructurales y organizativos, tanto en el movimiento político emancipatorio como en el movimiento social emancipatorio, que no están determinados en última instancia por el deseo y la voluntad de unos u otros seres humanos, de tal o cual organización, de esta o aquella ideología, sino por la propia realidad que implica una racionalidad nueva y una forma distinta de ver el mundo y sus cambios necesarios y posibles. En la capacidad del movimiento articulado de producir cambios en las prácticas de los diferentes actores sociales y políticos se determinará la posibilidad de formación del nuevo sujeto histórico y con ello la realización de la revolución.

Los partidos del movimiento político emancipatorio tienen una vocación popular, como su razón de ser, sólo que habían quedado atrapados en una estrategia que envejeció y no fue corregida en tiempo, a tono con la dinámica de los cambios que se iban operando en la totalidad social; por lo tanto, la mayoría de las tácticas derivadas de esa estrategia fracasaron total o parcialmente en el escenario real histórico de los acontecimientos, se convirtieron en inoperantes, (ahistóricas a corto plazo) y no lograron materializarse como impacto de cambio continuado en la sociedad.

Pero la contribución de estos partidos está presente en los propios nuevos movimientos sociales, en la esencia de estos como un resultado de tantos años de lucha, de formación de conciencia revolucionaria. Por eso no es de extrañar que muchos de los activistas principales de los nuevos movimientos sociales procedan de las filas de los partidos del movimiento político,
o han tenido relaciones o simpatías por ellos, y que algunos de sus líderes naturales también sientan identificación o atracción por el movimiento político.

La relación entre movimientos sociales y partidos constituye uno de los ingredientes más complejos, y también conflictivos, de la problemática del movimiento político emancipatorio latinoamericano.

Fortalecer los espacios articuladores entre estos dos componentes es una tarea que sigue siendo muy urgente si realmente se quiere ganar terreno en la lucha anticapitalista. Los problemas fundamentales que hoy presenta la humanidad y las perspectivas de una alternativa de emancipación socialista como viraje de toda una nueva época histórica, dependerá mucho de lo que en materia de articulación se logre entre el movimiento social y el movimiento político que tributará en definitiva a la formación de un nuevo sujeto histórico que conducirá triunfal la revolución anticapitalista.

1 Carlos Vilas, La izquierda en América Latina: Presente y futuro. (Notas para la discusión), en Alternativas de izquierda al neoliberalismo, FIM, Madrid, 1996, p.41
2 Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto de Partido Comunista, Obras Escogidas, en un tomo, Editorial Progreso, Moscú, pp.33 y 38.

Megafusiones agrícolas: quién decidirá lo que comemos

Megafusiones agrícolas: quién decidirá lo que comemos
Silvia Ribeiro

ALAI AMLATINA, 13/06/2017.- Definitivamente, el futuro de la alimentación no es lo que era. Al menos en lo que agricultura industrial se refiere. Monsanto, el villano más conocido de la agricultura transgénica, podría pronto desaparecer del escenario con ese nombre, si se autoriza su compra por parte de Bayer –aunque sus intenciones serán las mismas.

Las fusiones Syngenta-ChemChina y DuPont-Dow siguen también bajo escrutinio de las autoridades anti-monopolio en muchos países. Si se concretan, las tres empresas resultantes controlarán 60 por ciento del mercado mundial de semillas comerciales (incluyendo casi 100 por ciento de semillas transgénicas) y 71 por ciento de los agrotóxicos a nivel global, niveles de concentración que superan ampliamente las reglas antimonopolio de cualquier país.
Estas megafusiones tendrán muchas repercusiones negativas a corto plazo: aumento notable de precios de insumos agrícolas, más disminución de innovación y de variedades a disposición del mercado, mayores limitaciones al fitomejoramiento público y aumento de agrotóxicos en los campos –y por tanto en alimentos- para poder seguir vendiendo semillas transgénicas, aunque hayan provocado resistencia en decenas de plantas invasoras y haya que subir dosis y agregar mezclas con agroquímicos aún más tóxicos. Para esas empresas, su mayor negocio es vender veneno, o sea que si no se lo impiden, este será el curso de acción.

Las fusiones tendrán también fuertes impactos sobre las economías campesinas y de agricultores familiares, aunque estos en su mayoría usan sus propias semillas y pocos o ningún insumo químico, porque el poder de presión de estas megaempresas frente a gobiernos e instancias internacionales aumentará con su tamaño y por monopolizar los primeros eslabones de la cadena agroalimentaria. Aumentarán la presión para obtener leyes de propiedad intelectual más restrictivas; para restringir o ilegalizar los intercambios de semillas entre campesinos –por ejemplo con normas “fitosanitarias” y obligación de usar semillas registradas–; para que los programas para el campo y los créditos agrícolas sean condicionados al uso de sus insumos y semillas patentadas; para que los gastos en infraestructura y otras políticas agrícolas beneficien a la agricultura industrial y desplacen a los campesinos.
Como si no fuera suficiente, hay otros factores muy preocupantes. La ronda de fusiones no finalizará con esos movimientos, sino que apenas empieza. Lo que está en juego a mediano plazo es quién controlará los 400,000 millones de dólares (mdd) de todos los insumos agrícolas. Actualmente, el valor conjunto del mercado comercial global de semillas y agrotóxicos es de 97,000 mdd. El resto, tres veces mayor, está controlado por empresas de maquinaria y fertilizantes, que también se están consolidando. Las cuatro empresas de maquinaria más grandes (John Deere, CNH, AGCO, Kubota) ya controlan el 54 por ciento de ese sector.
El sector maquinaria ya no son simples tractores: han adquirido un alto grado de automatización, integrando GPS y sensores agrícolas a sus máquinas, drones para riego y fumigación, tractores no tripulados, así como un acúmulo masivo de datos satelitales sobre suelos y clima. A su vez, Monsanto y compañía, las seis grandes “gigantes genéticas”, también se han digitalizado y controlan una enorme base de datos genómicos de cultivos, microorganismos y plantas de agro-ecosistemas, además de otras bases de datos relacionados.
Ya existen entre ambos sectores contratos de colaboración y hasta empresas compartidas para la venta de datos climáticos y seguros agrícolas. Monsanto, por ejemplo, adquirió en 2012 la empresa Precision Planting, de instrumentos y sistemas de monitoreo para “agricultura de precisión”, desde siembra a riego y administración de agroquímicos.
En 2013, compró The Climate Corporation, para registro y venta de datos climáticos. John Deere acordó posteriormente comprar Precision Planting a Monsanto, pero las oficinas antimonopolio de Estados Unidos y luego Brasil, objetaron la compra, por considerar que John Deere pasaría a controlar un porcentaje monopólico del sector. Aunque finalmente la venta se canceló en 2017, es una muestra de la tendencia. Existen varias otras empresas de base digital-instrumental (Precision Hawk, Raven, Sentera, Agribotix) compartidas o en colaboración entre las transnacionales de maquinaria agrícola con las de semillas-agrotóxicos. Ver al respecto el documento “Software contra Hardware” del grupo ETC (http://tinyurl.com/y9dnpano).

Todo indica que las grandes empresas de maquinaria se moverán para comprar a los gigantes genéticos, luego de finalizada la primera ronda de fusiones. Esta segunda ronda tiene el objetivo de imponer una agricultura altamente automatizada, con muy pocos trabajadores, que ofrecerá a los agricultores un paquete que no podrán rechazar: desde qué semillas, insumos, maquinaria, datos genómicos y climáticos hasta qué seguros tendrá que comprar, además de que buscarán que se condicionen los créditos agrícolas a la adquisición de este nuevo paquete, así como ahora ya se hace con semillas y agroquímicos.
Es fundamental entender y denunciar los impactos de las megafusiones desde ya. Muchas organizaciones se han movilizado para protestar en Estados Unidos, Europa, China, y varios países de África y América Latina, incluso ante las oficinas anti-monopolio, lo que al menos ha retrasado su aprobación. De fondo se trata de impedir que los agronegocios se apropien de todo el campo y la alimentación, también una forma de proteger la producción campesina y agroecológica, la única forma para poder comer sano y para la soberanía alimentaria.

Acerca de los conceptos de sujeto y de potencialidad revolucionaria

Acerca de los conceptos de sujeto y de potencialidad revolucionaria
x Clajadep – [ 26.04.05 – 08:14 ]
Por Jorge Luis Cerletti jlcerletti@gmail.com Enviado por La Fogata

La consolidación de la hegemonía del gran capital en el mundo vino aparejada al fin de una gran ilusión que abarcó alrededor de la mitad de la población mundial. El siglo XX fue testigo de las grandes revoluciones como la de octubre en Rusia que en sus albores anunciaba el advenimiento de un mundo más igualitario y justo. En él se pudo escuchar el ruido de “rotas cadenas” junto al fragor de las dos terribles guerras interimperialistas, mas concluyó su ciclo en un crepúsculo que no fue el de los dioses sino el de las experiencias que habían conmovido al orden burgués.

El capital, al imponer universalmente su ley, engendró la presente “crisis de civilización” pues al expandir su dominio a todo el orbe y sin enemigos serios a la vista, agudizó el deterioro humano y del planeta afectando a todos los órdenes de la vida social y del medio ambiente. Lo cual ha creado una incertidumbre generalizada alimentada por esta suerte de crisis “crónica” que no tiene plazos ni finales previsibles y donde la gravitación política de la clase obrera industrial, sujeto histórico para el marxismo, declinó notoriamente.

Su pregonado carácter revolucionario, fundado en el antagonismo burguesía-proletariado, otrora hizo girar la política primordialmente en torno a la explotación con las características propias de la 1er. y 2ª. revolución industrial. Mientras que hoy los cambios producidos en el proceso de acumulación capitalista junto a la implosión del campo socialista, se manifiestan políticamente en la ausencia visible de sujetos de transformación del orden imperante reflejado en la actual carencia de alternativas lo que abre serios interrogantes que incitan a la reflexión.

Frente a ello y partiendo de conceptos expuestos en Ensayos anteriores, creemos necesario un giro copernicano que resignifique las luchas emancipatorias y sus fuentes de inspiración para poder encarar las nuevas contradicciones y modificar esa situación adversa. Con ese propósito y dada su importancia, retomamos la categoría de sujeto y la cotejamos con la idea de “potencialidad revolucionaria” que nos parece más apropiada y fecunda. También habría que pensar si la actual crisis de civilización, por su envergadura y amplitud, puede deteriorar las bases del régimen capitalista diferenciándola de las clásicas y recurrentes crisis ligadas al ciclo del capital que resultan funcionales al sistema pues responden a su modo traumático de sanearlo.

Y como es en el campo económico donde reside la máxima potencia del capitalismo y en el que se asienta el soporte fundamental de su poder político, se erige como su principal bastión. En consecuencia, para crear políticas efectivamente liberadoras, los sujetos que pretendan impulsarlas deberán correrse de su lógica económica y combatir la cultura mercantil que hace simbiosis con las modalidades del poder de la burguesía.

Ejemplo de la importancia de tamaño obstáculo a superar se dio en el capitalismo de Estado que rigió de hecho a los países del “socialismo realmente existente”. Ese intento cobijó un germen doblemente antirrevolucionario: en lo económico, quedó preso de relaciones mercantiles y de la estructura jerárquica que patrocinó la producción y en lo político, aportó al fortalecimiento del Estado.

Avancemos un poco más. Si se considera al sujeto según el lugar ocupado en la producción (distinción de clase en función económica) y se establece un antagonismo estructural que le atribuye a determinadas clases el protagonismo en la ruptura del orden social existente (la clase obrera por caso), queda fijada a priori en aquéllas la condición fundante de la transformación más allá de que se la supedite al nivel de conciencia alcanzado. De ese modo se fetichiza el rol revolucionario con sus correspondientes atributos. Y si nos remitimos a la experiencia concreta, la clásica vanguardia (sujeto real) se nutrió de la intelectualidad con escasa incidencia proletaria. Ahora, para salvar esa externalidad teórico-práctica, la vanguardia se proclamó representante de la clase obrera y de su esencia revolucionaria –extrapolación del imaginario económico-, y creó una serie de representatividades que resultaron una ficción política derivada de los supuestos asumidos y que luego fueron desmentidos por los hechos. Ese desplazamiento no sólo oscureció el carácter real del sujeto sino, y lo que es peor, enmascaró la naturaleza del poder naciente. Entonces, si al sujeto se lo reconoce como tal en función de su potencialidad concretable en actos con independencia de su soporte socio-económico, no se preadjudica el rol y éste asume un carácter condicional. Por eso hablamos de potencialidad revolucionaria. De esto último se infiere que la extracción social, al ser engendrada en la matriz de la explotación, no alcanza para definir la categoría de sujeto que es esencialmente política. Pero aquí se presenta otro problema.
Al desligar al sujeto de su condición económica (la “base material” que identifica a la clase), emerge el riesgo de la fragmentación que está latente en la diversidad social. Luego, para compensar esa relativización de la condición clasista de un sujeto plural se apelaría a un recurso imaginario: la mentada potencialidad revolucionaria. En contraposición, la vanguardia al investirse con “la representación” de la clase explotada, aparece como presunta garantía de unidad y cohesión de todos los oprimidos, pero esa investidura falla por atribuirse una representatividad que no es real. En el segundo caso, se tiende a reproducir la decadencia de los procesos revolucionarios tradicionales en virtud de la concentración de poder en manos de sujeto (s) privilegiados capaces de operar y regir los cambios “en nombre de”. Mientras que en el primer caso, las dificultades surgen de las objeciones expuestas. Ahora, centrémonos en éstas. Sostener la condición social indefinida del sujeto en función de su potencialidad revolucionaria, sólo verificable en la consecuencia de sus actos, no significa anularlo. Simbólicamente, expresa un pluralismo incondicionado que apunta a neutralizar los privilegios que rondan a quienes impulsan la ruptura incorporando ese principio esencial en la misma definición de sujeto. Lo cual no supone desconocer la importancia de su papel como promotor-impulsor de las transformaciones pues eso conduciría a un determinismo estructuralista que lo sustituiría considerándolo meramente como “un efecto de estructura”. Así, sin negar su papel de motor político, se plantea una condición interna y definitoria para que en la realización efectiva del rol asumido no se falsee lo que determina su razón de ser. Entonces, no correspondería hablar de sujetos revolucionarios mientras su oposición al sistema no incluya los recaudos necesarios como para impedir el surgimiento de un nuevo “amo rector del cambio.” Sintetizaremos la cuestión abriendo el siguiente interrogante: ¿en qué consistiría el carácter del sujeto (o sujetos) de la ruptura de las relaciones de dominación existentes sin que se erija en una nueva figura de poder opresor? Frente a semejante problema, comenzaremos por distinguir dos niveles: uno, el relativo a todo proyecto político que cuestione los atributos inherentes al poder; el otro, la metodología de construcción de tales proyectos, lo cual exige coherencia entre medios y fines. Y en la articulación de estos dos niveles podemos inscribir la categoría de potencialidad revolucionaria. Ésta debe constituirse, en todo momento, como praxis interna tensada por las acciones que se proyectan al exterior camino a la emancipación sin que dichas acciones regeneren nuevas formas de sometimiento. Vale decir que la potencialidad se irá concretando en tanto y en cuanto la realidad de lo actuado en las luchas ratifiquen y afiancen los objetivos del proyecto asumido. Y aquí aparece en escena el vínculo entre el sujeto (s) de cambio y la metodología de construcción.
¿Se trata de sujetos múltiples con funciones intercambiables capaces de enfrentar a los poderes constituidos sin erigirse en un nuevo poder alienante? Si esto último se toma como el objetivo principal, queda definido todo el campo político y por tanto la necesidad de la referida concordancia entre medios y fines. De allí que la metodología sea indisociable de los medios empleados en correspondencia con el fin propuesto. La instrumentación en la práctica de la resolución concreta de las relaciones de poder internas y externas, no debe desvirtuar el objetivo señalado. Recíprocamente, es inviable cumplir tal fin si no queda incluido en el trayecto, o sea, en el proceso de construcción. Quede claro que no imaginamos a dicho proceso como un desarrollo lineal sino como una larga y contradictoria lucha creativa, como un duelo permanente entre las propias limitaciones derivadas de la cultura de la dominación que todavía nos involucra y tiende a erosionar tal determinación. Y desde esta óptica adquiere relevancia la propuesta de sujetos múltiples con funciones intercambiables pues plantea un curso de acción que responde plenamente al objetivo trazado. De éste último dependerá entonces la pertinencia o no del interrogante expuesto que, tomado como disparador, se orienta a la creación de medios y vías para aproximarse a la finalidad buscada. En esa sintonía emerge el mencionado requisito entre la concordancia de medios y fines lo que, a título de ejemplo, configura la antítesis de la vieja consigna que enuncia “el fin justifica los medios”. La que, en buen romance, postula que en aras de la revolución es válido emplear cualquier tipo de recursos. De lo señalado se desprende un problema de fondo: cuál sería la política que calificaría a los sujetos de ruptura capaces de producir su futuro “vaciamiento” de poder, o más precisamente, de una política que evite que se erijan en nuevos agentes de dominación. ¿Esto implica una transición entre el antes y el después de la ruptura? Y de ser así. ¿qué es lo que evitaría reproducir las experiencias conocidas? Aquí se presenta un terreno sumamente farragoso pues aparece la irresuelta problemática del Estado con todo el peso de su existencia actual e histórica. Es indudable que el antes lo incluye. Pero la respuesta marxista de la transición al socialismo como nexo hacia la extinción del Estado como fin, devino en una sucesión de experiencias fallidas. Creemos que es tan improcedente la acción política ignorando al Estado como la ilusión de su auto-extinción. De allí la crítica que ya hemos desarrollado a la concepción de la toma del poder del Estado como condición ineludible para el cambio del orden social capitalista. Pero esta negación nos sitúa frente a uno de los mayores dilemas políticos actuales y que más adelante retomaremos. V) La personalización a priori de los sujetos revolucionarios. Antes de proseguir es necesario precisar nuestro concepto de revolución. Con ello nos referimos a los acontecimientos relativos a un cambio de orden social sin que eso signifique estatuir procedimientos ni privilegiar ninguna de las múltiples formas de lucha que tienden al cambio, tanto sean las que surgen de las experiencias acumuladas como de aquéllas que la praxis humana va creando. Con lo cual queda abierta la problemática de la ruptura revolucionaria que, para nosotros, es realizable en situación, dentro de contextos históricos concretos y donde su resolución recién se puede determinar a posteriori. A su vez, todo proyecto político requiere objetivos y metodologías interrelacionadas, opciones que se dan en apuestas sin amparos deterministas cuyas “garantías” sólo responden a ilusiones imaginarias. Precisado ese concepto que se asocia al de sujeto, observemos algunas variantes relativas a éste. Y aquí surgen, básicamente, dos visiones contrapuestas. Las que identifican a los sujetos a priori en función de determinadas cualidades y circunstancias que lo fundamentan o las que, como es nuestro caso, le atribuyen un carácter móvil a la condición de sujeto que sólo se define en situación y de acuerdo a lo actuado. Implícitamente, esto sugiere que el poder circule evitando su anclaje en determinados grupos y/o personas. Entre ambas posturas correspondería ubicar una intermedia, la de quienes cabalgan entre las dos opciones mencionadas. Responde a la primera la personificación de la clase obrera como sujeto y a lo que ya nos hemos referido. Ejemplo de la intermedia, es la postulación de la multitud que ocupa ese lugar según Negri y Hardt y con distintos matices, también la propone Virno. La ambigüedad a la que alude ese término la distancia del determinismo socio-económico prevaleciente en las principales vertientes marxistas. Sin embargo, nos parece una generalización necesitada de nominar antagonismos que llenen el vacío que deja la gran fluidez e incertidumbre que hoy se vive en el concierto internacional y en ese sentido es familiar al enfoque clásico. Esta figura adquiere relevancia a partir de la contradicción imperio-multitud que plantean Negri y Hardt y que ahora rozaremos tangencialmente al sólo efecto de referirnos a la última categoría. Hoy, sustituir pueblo o clase obrera por multitud no aporta mayormente si no incluye una verdadera reformulación del concepto de sujeto que facilite resituarse frente a los desafíos actuales que exigen una cabal comprensión. Del mismo modo, tampoco ayuda llamarle imperio a la supremacía mundial capitalista para referirse a la “globalización” si ésta es concebida con el mismo bagaje conceptual que se critica. Y así apreciamos a esta concepción que le atribuye a la multitud un carácter revolucionario creando un antagonista ficticio del llamado imperio global y al que se le otorga un carácter universal que arrasa diferencias e iguala situaciones bien distintas.
Este forzamiento no se aparta del modelo clásico que privilegió a la clase obrera, sólo que en el contexto histórico en que ésta fue exaltada, existieron fundamentos más consistentes comparados a los que se manifiestan en esta otra interpretación que diluye su lado positivo, la pluralidad implícita en la categoría, pues ésta se esfuma al encarnarse en una ficción. O sea, se le confiere una unidad arbitraria a la pluralidad en función de atribuirle un rol sustentado en una idealización. Eso la erige en sujeto universal al margen de las diferencias y de la problemática del poder que hoy acecha tanto a quien quiera aspire a ganar el lugar de sujeto emancipatorio como ayer afectó a la clase obrera que de sujeto teórico pasó a ser sujetada real. En el formato criticado, funciona el a priori que designa lo que debe ser como si ya fuera. Una construcción ideal que se rige por designación y que pretende dar respuesta a los desafíos que no pudo resolver el socialismo y que todavía se hallan “en espera” de resolución. Qué significa entonces señalar como sujetos a los piqueteros, a la clase obrera, a los “excluidos”, a la intelectualidad “pequeño burguesa”, a la vanguardia con sus cuadros y militantes, al pueblo, a las masas, a la multitud, a…., si su fundamento real responde básicamente a una nominación. Todos ellos, hasta abarcar a la amplia mayoría de la sociedad, son “víctimas” de la explotación y la alienación capitalista y no por eso se “convierten” en sujetos de cambio. Es confundir la energía social que albergan y cuya liberación es requisito ineludible para las rupturas que originen transformaciones de fondo, con la políticas emancipatorias capaces de generar situaciones revolucionarias y por tanto, indispensables para liberar y encauzar esa energía. Así tampoco se distinguen las necesidades elementales insatisfechas de la capacidad y voluntad para superarlas. Y éste es un punto crucial: a qué se apuesta en nombre de una causa emancipatoria. Porque como objetivos y sin riesgo de equivocarse, siguen vigentes las tres banderas de la bicentenaria Revolución Francesa, tan exaltadas como pisoteadas y tan encubridoras como esperanzadoras. Por eso, e incorporando las experiencias del “socialismo realmente existente”, cómo podemos discutir acerca de “sujetos” sin cuestionarnos la categoría en sí misma. ¿Qué significa hoy la idea de sujeto revolucionario después del colapso de las grandes revoluciones? ¿Puede considerarse ruptura a lo producido por sujetos sujetados?
Mas, a falta de respuestas convincentes, cambiamos nombres sin alterar la sustancia. En tren de generalizaciones y asumiendo nuestros propias insuficiencias, preferimos tomar a la “sociedad civil” como referente de sujetos revolucionarios. Si bien esta figura comporta tanta ambigüedad como la criticada multitud, la adoptamos porque se adecua a la apertura que ensayamos. Y para explicar esa elección, enumeramos algunas razones. Primero, establece una clara demarcación entre el aparato del Estado y los partidos políticos que lo replican diferenciándolos del conjunto de la sociedad. Segundo, plantea tácitamente la irresuelta contradicción entre una política emancipatoria y su relación con el Estado. Tercero, no privilegia a ningún sector ni erige sujetos a priori. Cuarto, referirse a la Sociedad Civil considerada como vivero de sujetos, no significa atribuirle a ella ese carácter. Quinto, por ese motivo deja abierta la cuestión política definitoria de sujeto (s) en sintonía con nuestro enfoque. De acuerdo a lo argumentado, no pretendemos endilgarle a esta categoría el rol de sujeto por cuanto en su interior se dan las contradicciones que se buscan resolver. Tampoco queremos escudarnos en ella para disimular la carencia de alternativas que hoy aflige al campo popular y a nosotros como parte de él. Mucho menos ignorar las grandes diferencias, conflictos y tensiones inherentes a su existencia real. Simplemente nos resulta una figura cuya ambigua pluralidad contiene en potencia a sujetos revolucionarios, determinables en situación y sin prefiguraciones arbitrarias. Luego, la cuestión pasa por la toma de posición respecto de las políticas emancipatorias y según sean las apuestas y sus resultados recién se podrán calificar los protagonismos. Ahora podemos retomar la importante cuestión que dejó boyando la pregunta formulada al final del capítulo IV. Nos referimos al tema de la ruptura y de la transición pero abordado desde un terreno más que complejo: la gravitación y la metamorfosis en curso del Estado y su incidencia con relación a las tendencias emancipatorias actuales. VI) Ruptura o evolución, niveles situacionales y relación con el Estado. Una divisoria de aguas para ubicarse frente a los desafíos del capitalismo deviene de la antinomia que existe entre asumir una perspectiva de ruptura o la adscripción a las concepciones afines al evolucionismo. A partir de esta disyuntiva se define una primer instancia desde donde concebir la política, un punto del que surgen rumbos divergentes. Convengamos que hoy, en función del poder y la hegemonía mundial capitalista, aludir al concepto de ruptura pareciera un ejercicio de ciencia ficción. Sin embargo y si no se suscribe “el fin de la historia”, plantear esa problemática es insoslayable para poder comenzar a definir qué se entiende por políticas emancipatorias. El evolucionismo es un enfoque filosófico que proviene del campo de la biología y que se refiere a un proceso de cambios que va de lo simple a lo complejo con un vector definido que incluye la idea de progreso. Los movimientos y alteraciones que se operan en la sociedad, signados por la complejidad de las relaciones humanas, se expresan en tiempos distintos a los de una ruptura y tienen una morosidad que puede tomarse como su opuesto. Esto conjuga con las visiones evolucionistas que rechazan la idea de ruptura y entienden las transformaciones sociales y políticas como pasajes graduales que modifican la naturaleza de un orden sin alterar las leyes que lo regulan. Pero lo esencial de la diferencia consiste en la política que se asume frente a la legalidad del sistema y eso no tiene que ver con el ritmo de los cambios, en general poco perceptibles en lo social pero acelerados y vertiginosos en los momentos de ruptura. Así, quienes despliegan su praxis cuestionando la legalidad del sistema, promueven su desestructuración para crear relaciones radicalmente distintas. Mientras que los partidarios del evolucionismo, conciben su política como modificatoria de la estructura pero ceñidos a su misma ley. Aplicando esta postura al capitalismo, proponen la alteración de su carácter a poco que se lo despoje de sus “aspectos negativos”, ya sea mediante la “humanización del capital” o de un “progresismo” barnizado de socialismo, lo que generará cambios en el sistema lográndose un nivel de mayor equidad y justicia. Tampoco resuelve la disyuntiva apelar a la conocida ley de la transformación de la cantidad en calidad pues, aunque formulada desde la dialéctica, funciona como un recurso mecánico y determinista al atribuir la dinámica de los cambios a una ley universal preestablecida. Prueba de ello fue lo ocurrido con el socialismo puesto que la sumatoria de contradicciones y conflictos que desembocaron en la revolución no produjeron realmente una “calidad” nueva. Como supuesto nuevo orden social, demostró que se puede resolver el problema de las necesidades fundamentales de cualquier sociedad carenciada, pero no pudo romper la lógica de la dominación y por ello pagó tributo con su propia implosión. En consecuencia, pensamos que si se adhiere a políticas emancipatorias sin superar la contradicción entre necesidad y poder, sigue sin salvarse la distancia entre las necesidades a satisfacer y el poder que las resuelve. Luego, al tiempo que se constituye un poder hegemónico que “soluciona” las necesidades materiales, surgen otras relacionadas con la concentración de las decisiones que suprimen libertades y se arrogan representaciones que rehabilitan el círculo vicioso del par dominación-explotación. Así, sin zanjar este problema, cualquier intento por bien inspirado que esté no tiene chances de superar al capitalismo, tenderá a ser fagocitado por éste y terminará siendo reproductor de lo mismo.
Acerca de este punto, se presenta la siguiente contradicción: por debajo de cierto grado de satisfacción de las necesidades fundamentales la crítica al Estado y los objetivos “antipoder” pasan desapercibidos o resultan intrascendentes. Mientras que en las sociedades en que mayoritariamente dichas necesidades se han sobrepasado con holgura como producto del desarrollo económico, se afianza el peso mercantil del sistema y la adicción al consumo por más superfluo que éste sea. Esta polarización de efectos eleva, a dos puntas, la inercia social que estimula y favorece al capitalismo al tiempo que oscurece el carácter del Estado. El primer caso puede explicar la importancia del Estado relacionado a los movimientos de liberación del siglo pasado, donde la agudización de las necesidades velaron la esencia reproductora de aquél y cuya posesión aparecía como un instrumento indispensable para operar los cambios sociales. En un sentido lo fue, pero a costa del contrabando que portaba. En el segundo, la elevación del nivel económico adormece y empobrece conciencias, y a la par que concentra riquezas acentúa las desigualdades que tensionan la vida en el planeta. En síntesis, plantear la ruptura supone la constitución de un afuera en oposición al marco impuesto por el sistema. Mientras que éste, por más dinámico y cambiante que sea, debe conservar y reproducir las propiedades esenciales que determinan su existencia. Por lo tanto, luchar contra el orden social impugnado implica liberarse de las condiciones que éste impone y romper con sus leyes de funcionamiento. Mas, lo expresado sólo alcanza para diferenciar campos y determinar la orientación de los proyectos políticos que intentan desarrollarse. Y eso resulta tan claro como oscuro se presenta el panorama en tren de situarse frente al Estado y al poder del gran capital. Pero éste no es el desafío del evolucionismo dada su política de adaptación que es tan inoperante como funcional a la continuidad del orden existente. El desafío real es para las políticas emancipatorias que atacan los fundamentos del régimen capitalista. Y aquí surge un dilema para toda política independiente que busque desarrollarse al margen del Estado. Ignorar la importancia e incidencia del mismo, semejaría entrar dentro de una jaula con un tigre hambriento actuando como si no existiera; y pretender cambiarlo sin alterar su naturaleza, sería como tratar de convencer al tigre de que se haga vegetariano. Tocamos este tema en la última parte de Ensayos II, pero enfocándolo sobre nuestro caso particular. Ahora quisiéramos ampliar ese registro y profundizar, en lo posible, nuestro concepto de situación.
La hegemonía mundial del capitalismo que ya hemos caracterizado, origina una situación general que sobredetermina a la multiplicidad de situaciones particulares. O sea, dicha situación englobante significa que, a partir del eclipse del socialismo, las relaciones sociales en el mundo están regidas de modo principal por las leyes inherentes al régimen capitalista y bajo la enorme presión del poder del gran capital. Debido a ello los innumerables conflictos y enfrentamientos que se producen localizadamente en el mundo y no obstante su inabarcable diversidad, presentan ciertos rasgos comunes que los atraviesan. Entonces, debemos apreciar las tendencias que se manifiestan en el campo internacional para evaluar su incidencia sobre los Estados y establecer diferencias. De la consideración de cada uno de ellos, con los agrupamientos y semejanzas que pudieran corresponder, surgirán las determinaciones que definen cada espacio situacional concreto. Y según su posición en el concierto mundial se podrá evaluar el grado de deterioro de la soberanía nacional alcanzado y aventurar, en cada caso, las posibilidades de reversibilidad o no de esta manifiesta tendencia. Es que las fuertes contradicciones que existen en su interior y cuyo desenvolvimiento interviene continuamente en el movimiento global del sistema, imponen una dinámica de cambios interactuantes que tensionan los mecanismos de regulación general y abren la instancia de lo imprevisible y de los acontecimientos que se leen “el día después”. Y éste es el terreno de lo conjetural y de la toma de partido. Ahora bien, si ponemos en foco al Estado “Nacional” (las comillas indican todos los condicionamientos que correspondan), éste pasa a ser, a su vez, la situación general que enmarca las múltiples situaciones y momentos que desde su interior lo sobredeterminan. Y allí se despliegan las luchas, los protagonismos, las interacciones, la imprevisibilidad y el azar que hacen al campo de la política que no admite destinos manifiestos. De lo anterior se desprende la importancia de establecer qué situación es objeto de examen para determinar sus relaciones internas y externas en una serie que puede arrancar de lo micro y llegar hasta la esfera internacional o viceversa. Pero, una cosa es apreciar interrelaciones y otra muy distinta hacer extrapolaciones. Por eso resulta erróneo descalificar a priori una situación coyuntural dentro de la esfera nacional argumentando las tendencias generales del sistema. Es preciso definir el nivel de análisis para poder extraer conclusiones, debatir acerca del carácter de las mismas y estimar sus proyecciones. Lo que incluye, necesariamente, el protagonismo de quienes actúan y modifican a su vez la situación como actores sustanciales de las luchas políticas. Mas aún falta algo para completar el cuadro. Todo “intérprete-actor” (individual o colectivo) está a su vez situado, por lo tanto, debe considerarse el lugar desde donde interviene, o sea, a qué intereses e ideas responden las prácticas que promueve. Y a esto nos referíamos cuando hablamos de divisoria de aguas respecto de opciones políticas. En nuestro caso, lo que venimos desarrollando resultaría incoherente si no proviniera de una concepción que asume la ruptura con vistas a generar un proceso emancipatorio. Acorde a lo expresado, definimos el plano de análisis desde el cual abordaremos el problemático asunto de las políticas emancipatorias con relación al Estado. Y fieles a esa delimitación, enfocamos el nivel nacional para identificar rasgos comunes. Ya determinada la situación mundial vigente y su incidencia sobre los espacios nacionales, tema presente a lo largo de nuestros ensayos, ahora nos referiremos a dichos espacios tomados en su componente general. Con ese propósito, expondremos a continuación una síntesis que incluye algunos conceptos ya vertidos. Primero: hoy, lo característico de los Estados-Nación dependientes es la igualación de políticas gubernamentales que, sometidas a presiones de fuerzas externas que se han internalizado, agudizaron su pérdida de autonomía. A su vez, la política que desarrollan los partidos de origen popular o que reivindican esa condición, busca hacerse de las riendas del Estado para, desde allí, producir cambios más afines a los intereses nacionales. Pero como se encuentran sujetos al poder de las grandes corporaciones y las potencias centrales, terminan haciéndose cargo de sus mandatos desgajándose cada vez más de los requerimientos populares. Así, las presuntas oposiciones se traducen en una aparente diversidad de gobiernos que, en verdad, funcionan como mandatarios del poder que los somete y unifica. Esto da cuenta del estado actual de la democracia representativa que se ha convertido en una cáscara vacía por defección de esta emergente corporación política cómplice y tributaria de intereses opuestos a la representación que se arrogan. Y referente a las excepciones y matices que se apartan de la regla común, corresponde evaluarlas en función de la situación concreta de cada caso. Segundo: los gobiernos de turno deben conducir Estados cuya base económica se ha debilitado seriamente como resultado de la ola de privatizaciones padecida y que se hallan seriamente comprometidos por su dependencia tecnológica y financiera, producto de la situación internacional imperante. Su correlato ideológico se expresa en la hegemonía ejercida por “el pensamiento único” sustentado en el dominio político económico del gran capital. Esto condujo a un “posibilismo” de raíz económica que corrió aparejado a la declinación de la soberanía política de dichos Estados. De acuerdo a estas generalizadas circunstancias, francamente mayoritarias, se evidencia la “desterritorialización” de los Estados Nacionales subordinados y la declinación de su carácter “nacional” atado a relaciones internacionales que los regulan por “control remoto” según las exigencias de las potencias centrales y de los organismos mundiales que les son afines.
Tercero: la situación descripta refleja los cambios operados en los sectores más concentrados de las llamadas “burguesías nacionales” que unieron sus intereses a los del giro del gran capital internacional. Ciertamente, con contradicciones y tensiones que no desvirtúan la tendencia general ni la adscripción señalada. Este cuadro de situación delimita el campo del que debe partir cualquier ensayo de política independiente. Asimismo, denota los estrechos límites que circunscriben a las propuestas que se ajustan a las leyes de funcionamiento de este sistema. Y también exhibe los grandes desafíos que enfrentan quienes bregan por crear alternativas con la mira puesta en la superación del orden imperante. Aquí también se bifurcan caminos. Por un lado, están los que reproducen la teoría y práctica de los movimientos de liberación de filiación marxista-leninista que terminaron en las frustraciones ya analizadas. Por el otro, surge el amplio abanico de expresiones contestatarias que intentan incorporar las experiencias originales que brotan de situaciones concretas pero que aún no logran gestar nuevos trayectos emancipatorios. Asumida esta última opción, se presenta el arduo problema de concebir e impulsar transformaciones radicales que se desarrollen por fuera del Estado. Lo cual implica, para nosotros, explorar las posibilidades de una política independiente a distancia del Estado. Para ello contamos con el antecedente de varias experiencias que ya comentamos pero en las que todavía se destaca la negatividad, o sea, el rechazo a las vías que se juzgan reproductoras de la situación que se busca cambiar. Éste es un problema de gran trascendencia de cuya respuesta depende, en buena medida, la suerte de estos emprendimientos dado que no se puede ignorar la importancia política del Estado ni el rol que cumple como organizador social. Con el enfoque esbozado no pretendemos incursionar ahora en la valoración de casos determinados sino que aspiramos a esbozar coordenadas útiles para encarar el análisis de situaciones concretas. A tal fin, planteamos las tesis siguientes que delimitan posiciones y sitúan la orientación de nuestra búsqueda de caminos alternativos: a) el Estado reproduce las condiciones de existencia de un sistema de dominación; b) la conducción del Estado deriva, a mediano o largo plazo, en la sujeción a las reglas que definen su carácter; c) por lo mismo, consideramos que la toma del poder del Estado es una vía muerta para eliminar las relaciones de explotación y de dominio que le son consustanciales; d) esto último plantea la cuestión irresuelta de la extinción del Estado y la pertinencia o no de etapas de transición; e) una política a distancia del Estado debe proponer vías de resolución de ese dilema.
De todos esos puntos se destaca, por su envergadura, la propuesta de una política a distancia del Estado que supone excluir a éste como motor del cambio. Pero esta apertura lleva implícita la dificultad que encierra la incierta formulación de la “distancia”. El marxismo concibió el proceso de extinción del Estado como consecuencia del cambio de actores encargados de consumarlo. Para ello preveía dos fases signadas por el protagonismo de la clase obrera en su lucha contra la burguesía, lo que políticamente se expresaba en el antagonismo vanguardia proletaria versus partidos burgueses. La resolución del enfrentamiento sería el preludio del fin de las clases que haría innecesaria la existencia del Estado. Tácitamente, esto implicaba un auto movimiento engendrado por quienes lo conducían pero ya sin intereses de clase que defender. Doble error: desestimar el anclaje personal de los atributos del poder y desligar la dominación de los efectos estructurales del Estado sobre los llamados a transformarlo quienes, al actuar de acuerdo a sus reglas, quedaron prisioneros del dispositivo regenerador de lo mismo que combatían. Luego, el cambio de protagonistas dejó incólume al Estado como ciudadela de dominación. Hoy y asumiendo esa experiencia, pensamos que la extinción del Estado devendrá de mutaciones internas de la sociedad que lo reducirán a una institución superflua debido al desarrollo de organizaciones autónomas generadoras de otro tipo de relaciones vinculadas a una cultura de la no-dominación. Mas esto deja en pie la sustantiva problemática del “entre tanto” la cual tiene que ver con la creación de una política independiente y a distancia del Estado. Aquí surge con fuerza la importancia de la situación. Si se piensa en soluciones macro operables desde el Estado, se cae dentro de su esfera y sujetos a ese arraigado patrón de comportamientos sociales en virtud de la ley que encarna y que es regulada y custodiada bajo su incumbencia. Y aunque funcione como representante en delegación de los designios de los grandes conglomerados, éstos no pueden ejercer su control político como no sea a través de la intermediación del Estado que los encubre. Terreno de lucha sí, pero destacado baluarte en el que se manifiesta la hegemonía del poder dominante. Entonces y siguiendo nuestra idea central, apostamos a lo micro que deberá expandirse en tanto exprese el desarrollo de trayectos emancipatorios. De éstos dependerá la gestación de una nueva política impulsora de los cambios profundos que habiliten una ruptura. Y concebimos dicha política como un proceso asociado a la resolución de conflictos en situación, pero con una orientación común capaz de sumar energía social. A esa orientación no la planteamos como unificación de mandatos ni la erección de un centro rector, sino como una construcción abierta derivada de una práctica metodológica que ensaye formas de controlar las relaciones de dominio internas y que haga circular la capacidad de decisión.
Aunque es previsible que la resolución de situaciones demandará, durante un tiempo indeterminable a priori, que ciertas personas, debido a su capacidad reconocida por el conjunto, sean reiteradamente convocadas a dirigir un colectivo. Pero será responsabilidad del colectivo crear condiciones favorables a la generalización de dichas capacidades de modo tal de impedir la fijación de lugares donde se ancle el poder. A este momento podríamos calificarlo como de transición lo cual exige, para poder avanzar, creatividad de medios y clara conciencia de los fines. De ese modo se irá consolidando el carácter colectivo de las nuevas organizaciones las que, sin cumplir con ese requisito básico, mal podrán generar nuevos trayectos emancipatorios. Otro requisito indispensable para impulsar esta propuesta es ir concretando una política a distancia del Estado, lo que no excluye a quienes se desenvuelven como agentes del mismo. Esto parece una contradicción en sus propios términos, pero deja de serlo en la medida en que se subordine el lugar “geográfico” a la praxis que es lo determinante. O sea, en principio no es descartable poner al servicio de la política del colectivo emancipatorio las actividades desarrolladas en la esfera del Estado. Mas, lo opuesto surgiría de actuar sujetados a la política de Estado o convertirse en sujetos de la misma. VII) Los proyectos, la necesidad y los trayectos emancipatorios. Un proyecto no es sinónimo de garantía, pero sin proyecto ¿en base a qué se orienta la acción? Si se lo concibe como un diseño de la sociedad futura, se incurre en ilusiones deterministas. Mas, si enuncia objetivos y metodologías como soporte de apuestas políticas que deberán ser convalidadas por las acciones que promueve, se transforma en algo vivo. Una práctica sin el sostén de proyectos políticos podría emparentarse al gravitante concepto de espontaneísmo atribuido, en exclusiva, a las masas o a la clase en sí, “sedes” privilegiadas del popular término. Hoy y ante “la crítica de los hechos”, la unilateral adjudicación del mismo emerge como otra deuda pendiente de la óptica vanguardista. Y es otra razón que sumada a las anteriormente expuestas, revelan la caducidad del proyecto político socialista que desarrollaron los revolucionarios de entonces. Justamente, por el vacío que éste dejó, se abrió paso la incertidumbre propia de nuestra época, lo que comporta su lado negativo. Mientras que vista desde su ángulo positivo, denota el rechazo a las anteriores certezas que obstaculizaron los caminos de las políticas emancipatorias. Asimismo, no compartimos la postura de quienes niegan la importancia de los proyectos por asociarlos a un determinismo esclerosante.
Creemos que una política en situación no contradice la necesidad de contar con ellos. Y si bien descalificamos la idea de resolver situaciones de acuerdo a un molde fijo, sostenemos que un proyecto demarca el lugar desde donde se evalúan las coyunturas para poder orientar las decisiones que impulsan las prácticas correspondientes. Hoy estamos frente a esbozos de proyectos que forman parte de apuestas cuyo destino es incierto. Pero ésta es una característica inherente a la política que involucra a los proyectos, salvo que se imaginen las propuestas como sinónimos de realidad. Mas esto es propio de toda visión determinista que no tiene por qué ser la única concepción en que se basen los proyectos. Prueba de ello es la postura que aquí desarrollamos. Ahora bien, para todo proyecto emancipatorio en un país subordinado o dependiente el problema de las necesidades fundamentales insatisfechas de gran parte de la población asume un carácter prioritario e insoslayable. Por lo tanto, la lucha contra la explotación pasa a primer plano. Entonces, las demandas perentorias ponen al Estado en el centro de los reclamos populares lo que acrecienta su influencia y fortalece su aparente rol de mediador constituido en la máxima expresión de la cosa pública. Así se mezclan las funciones que debiera cumplir con su condición real, lo que contribuye a erigirlo como inapelable representante la sociedad. Esta situación demarca el escenario actual de la política partidista que gira alrededor del Estado. Y sin perjuicio de que se puedan obtener logros parciales, lo característico es la recurrencia a prácticas cortoplacistas ceñidas a las leyes del régimen capitalista que rigen al Estado y a sus mecanismos de regulación. Desfilan así las permanentes rondas electorales íntimamente vinculadas al asistencialismo y las corruptelas de todo tipo, las representaciones que no representan, el peso mediático como formador de opinión, los dobles discursos, la carencia de principios como no sea disputar lugares de privilegio para servirse de ellos, la falta de escrúpulos, la ambición y el egoísmo como patrones de conducta, etc.etc. Y aunque no todo el arco político responda a ese “modelo”, el mismo define lo sustantivo de la corporación política actual. Como se ve, los trayectos emancipatorios deben transitar por este campo minado en donde las necesidades fundamentales insatisfechas constituyen un referente obligado tanto para las “políticas” tradicionales responsables de esta situación como para la creación y desarrollo de los mencionados trayectos. Así hemos expuesto, con toda crudeza, algunos de los graves efectos que hoy producen las políticas de Estado y las grandes dificultades que amenazan a los intentos de políticas independientes a distancia de aquél.
Los que para prosperar deben resolver un cúmulo de contradicciones, comenzando por el manejo de los tiempos. Porque quienes proponen objetivos liberadores deberán construirlos desde el presente en que actúan con todos los desafíos que ello supone. La distancia de una política respecto del Estado implica, no sólo independizarse de sus fuertes condicionamientos, sino también y sobre todo, la creación de organizaciones que no se constituyan en réplicas del mismo. Desde esta concepción, el cómo es un interrogante abierto cuya resolución requerirá de apuestas que se jueguen en opciones que no deben reeditar la praxis de las vanguardias cuyo objetivo era la toma del poder del Estado. O sea, generar trayectos emancipatorios supone asumir los riesgos implícitos en toda decisión ligada al nacimiento de nuevas alternativas. Y no se trata de un curso único sino de los múltiples ensayos que, con esa orientación, puedan ir gestando un espacio emancipatorio que potencie las luchas que se libran. En cuanto a la relación con el Estado, hay que diferenciar las presiones que se puedan ejercer sobre él, de las prácticas que pretenden transformarlo en algo distinto de lo que realmente es: un dispositivo histórico al servicio de la dominación. Situándonos en nuestras experiencias recientes, digamos que los hechos vividos el 19 y 20 de diciembre de 2001 expresaron un generalizado repudio a las enormes falencias del orden político que hizo crisis en esos días. Acontecimiento que por su masividad terminó derribando al gobierno de entonces. Los sucesos posteriores no hicieron más que confirmar la ambivalencia que encierran los fenómenos de ese tipo. Por un lado, la extraordinaria energía que porta lo colectivo; por el otro, los límites de las acciones desvinculadas de trayectos emancipatorios (espontáneas, en el viejo lenguaje). Ésa es la gran dificultad de los movimientos masivos cuando no se crean alternativas que los potencien y den continuidad. Y esto se relaciona con los tiempos de la acción política y las confusiones a que se presta. Por ejemplo, quienes sostienen la toma del poder del Estado, vivieron esa situación como el preludio de un cambio revolucionario que ellos soñaban dirigir. En cambio, para la pragmática y acomodaticia corporación política, corresponsable de la tremenda crisis sufrida, el problema era encauzar el aluvión colectivo restaurando el orden político anterior con los ajustes y maquillajes necesarios que permitieran recomponer el deteriorado aparato del Estado y preservar los privilegios adquiridos. Como es de conocimiento, los políticos tradicionales lograron encarrilar la situación pero con un costo imprevisible para muchos de ellos como lo fue el ascenso de Kirchner a la presidencia de la Nación. Esto produjo un imprevisto giro político (dentro de las reglas del juego establecido) cuyos alcances están todavía por verse. Ahora bien, ambos planteos presuntamente antagónicos, unos por oposición otros por asimilación al orden existente, están unidos por el mismo cordón umbilical: desarrollan su praxis alrededor del Estado con el afán de conducirlo, al margen de los distintos propósitos que los anima. En cambio, quienes propiciamos una política independiente del Estado, nos hallamos frente a la paradoja de que la participación popular gestora de gérmenes promisorios de algo nuevo, a su vez se desgrana y se desgasta sin que todavía se consoliden alternativas que contribuyan a la emergencia de trayectos emancipatorios. Sin embargo, los sedimentos que dejó el fenómeno mencionado y a los que ya nos hemos referido, originó una doble instancia: la proliferación de los lugares de resistencia y el quebrantamiento del imaginario “único” que habían logrado instalar los dueños del poder. Pensamos que este espacio que se ha abierto es favorable al desarrollo de los intentos que pugnan por romper con la política tradicional desligándose del cerco del Estado. Y constituye un suelo más apto para promover trayectos emancipatorios que asimilen las experiencias vividas y creen nuevas oportunidades encaminadas a vulnerar el sometimiento “realmente existente”. Las ideas expuestas pretenden situar lo particular desde una visión más abarcadora. Es que por un lado, se presenta la urgencia de dar respuesta a las situaciones concretas y por el otro, la necesidad de referenciarlas a un marco teórico y sobre el cual hemos puesto nuestro acento. Éste deslinde entre lo universal y lo particular responde a que cualquier abordaje en situación requiere del aporte colectivo de los protagonistas de cada caso particular y que son quienes podrán resolverlo. Pero esto no impide reflexionar acerca del marco general en el que se desenvuelven las acciones específicas. Porque la diversidad de situaciones reconocen un punto clave común: la creación de organizaciones de nuevo tipo capaces de gestar trayectos emancipatorios.—- Jorge Luis Cerletti (febrero de 2005) jlcerletti@gmail.com

¿Qué significa ser de izquierda hoy?

¿Qué significa ser de izquierda hoy?
Por: Edgardo Lander | Jueves, 12/01/2017 11:06 PM | Versión para imprimir

¿Qué significa ser de izquierda hoy?[1]

Edgardo Lander

Ser de izquierda hoy implica continuidades históricas básicas con las ideas y los valores de la izquierda desde el siglo XIX, así como rupturas fundamentales con algunas de las que fueron ideas dominantes en el pensamiento y en la práctica de la izquierda en los siglos XIX y XX.[2]

En continuidad con los valores y concepciones de los siglos anteriores, ser de izquierda hoy continúa siendo una postura que apunta a la igualdad, a la libertad, a la fraternidad. Sigue siendo una perspectiva que postula el carácter histórico, y por lo tanto transformable, de la sociedad capitalista, de la sociedad que tiene a la valorización del capital como su principal principio organizador y reproductor. Ser de izquierda hoy como ayer significa rechazar la concepción liberal de la naturaleza humana que entiende al ser humano producto de la sociedad capitalista el ser humano que se caracteriza por el individualismo posesivo como la naturaleza eterna y esencial de lo humano. Ser de izquierda hoy como ayer significa creer que los seres humanos con su propia acción son capaces de transformar la realidad, transformar un orden de dominación y de explotación en una sociedad solidaria, que es posible y necesaria la creación de otro mundo.

Sin embargo, hay igualmente discontinuidades básicas entre lo que han sido las expresiones históricas dominantes del pensamiento y la práctica de la izquierda de los siglos anteriores y las concepciones y prácticas requeridas para los retos que hoy plantea la construcción de otro mundo.

Ser de izquierda hoy es reconocer que la tradición teórica y política del socialismo es sólo una de las diversas tradiciones culturales desde las cuales se lucha hoy por otro mundo posible.

Hoy, ser de izquierda exige una crítica radical a los patrones de conocimiento coloniales y eurocéntricos hegemónicos que han sido instrumentos eficaces tanto en los procesos de construcción de los patrones de poder del sistema mundo colonial-capitalista moderno, como en su legitimación por la vía de su naturalización. Requiere el cuestionamiento a fondo a los patrones de conocimiento que han construido la idea de modernidad como dinámica interna de los pueblos europeos, construyendo al resto de los pobladores del planeta como primitivos, atrasados, premodernos, subdesarrollados. Significa el reconocimiento de la historia compartida durante más de 500 años de dominantes y dominados en la construcción del sistema mundo colonial moderno, con su lado central y luminoso, y su lado periférico, oscuro, colonial, del Sur. Para la mayor parte de los pueblos del mundo, la experiencia moderna ha sido una experiencia de colonialidad, de imperialismo, de esclavitud, de exterminio, de sometimiento, de dominación. Lo que los pueblos del Sur requieren hoy no es más modernidad, ni más capitalismo. Han estado sometidos al orden colonial capitalista y moderno durante siglos.

Ser de izquierda hoy significa un rechazo a toda teoría de la historia, a toda teleología filosófica y científica desde la cual se pueda tener acceso a la verdad del guión de la historia. La historia no está pre-escrita. La historia la construyen los seres humanos desde sus memorias, con sus imaginarios, sus luchas, sus confrontaciones, sus proyectos.

Ser de izquierda hoy exige otra forma de hacer política. Exige ante todo el rechazo a toda pretensión de construir la política desde la verdad. La política, sus objetivos y sus métodos son construídos por los seres humanos de acuerdo a sus propias opciones, valores, preferencias e imaginarios de futuro. No es posible definir ni las metas ni las prácticas de la política desde ninguna verdad preexistente a la propia lucha, como por ejemplo, desde la verdad científica. Fue esto lo que pretendió el llamado socialismo científico.

Ser de izquierda exige hoy un rechazo al economicismo y a todo otro determinismo unilateral que pretenda reducir la inmensa complejidad de la vida y de la experiencia humana a un factor determinante, aunque sea este sólo determinante en “ultima instancia”. Los patrones de poder operan en forma compleja y dinámicamente articulada en diversas dimensiones de la vida (trabajo, cuerpo, conocimiento, autoridad, “naturaleza”, imaginarios, subjetividad). Ninguno de estos tiene una primacía ontológica sobre los demás.

Ser hoy de izquierda exige asumir con radicalidad la amplia gama de las críticas epistemológicas, políticas y prácticas que los feminismos han formulado y continúan formulando a los patrones patriarcales dominantes del conocimiento, de la producción, de la política, de la sexualidad y de la vida cotidiana.

Ser hoy de izquierda significa asumir la extraordinaria complejidad implicada por el reconocimiento de que los patrones del conocimiento occidental y académico constituyen unos entre muchos saberes de pueblos y comunidades humanas de todo el planeta. El diálogo democrático entre diferentes saberes es una condición sin la cual no será posible la construcción de un futuro democrático alternativo.

Ser de izquierda significa la celebración de la diversidad de la experiencia humana. Significa asumir que la posibilidad de la construcción de un orden social alternativo sólo es posible si se realiza desde las memorias, las experiencias, las luchas, las aspiraciones, las subjetividades de la multiplicidad de los pueblos y culturas del planeta. Las transformaciones sociales hacia otra sociedad sólo serán posibles por la vía de la convergencia, articulación, alianzas, acuerdos, encuentros, entre las luchas y construcciones prácticas de alternativas de la multiplicidad de sujetos, comunidades y pueblos que hoy resisten y prefiguran con su práctica otro futuro. No hay sujetos históricamente privilegiados en esta lucha.

Ser de izquierda hoy ya no puede ser identificarse como progresista, en el sentido de apostar a todo lo nuevo, a todo lo futuro como mejor y como altar de progreso a nombre del cual se justifica el sacrificio de todo pasado, de toda memoria, de toda subjetividad, toda otra forma de vida.

Ser de izquierda es reconocer que el racismo constituye uno de los pilares de los regímenes de clasificación jerárquica y de exclusión de los seres humanos en el sistema mundo colonial moderno. La lucha por otro mundo es, necesariamente, una lucha contra el racismo, así como una lucha en contra de toda otra forma de clasificación, jerárquica y de exclusión por motivos religiosos, étnicos, culturales, políticos y de orientación sexual.

Ser de izquierda significa ser democrático. Por democracia se entiende que la mayor cantidad de gente posible participe en la mayor cantidad de decisiones posibles sobre su presente y futuro individual y colectivo. Significa asumir prácticas democráticas y plurales como fundamento de toda acción política y social. La construcción de un orden democrático, alternativo tanto al orden capitalista, como a las experiencias del socialismo estatista autoritario del siglo XX, no será posible sino por la vía de prácticas cada vez más democráticas.

Ser de izquierda hoy exige reconocer que los patrones científicos y tecnológicos actualmente dominantes en todo el planeta son patrones científicos y tecnológicos capitalistas, patrones científicos y tecnológicos que corresponden a los valores, las opciones civilizatorias y las exigencias económicas y políticas del orden del capital. No es posible la construcción de una sociedad alternativa si ella se fundamenta en estos patrones de conocimiento y de transformación tecnológica. Sin la crítica radical a estos patrones de conocimiento-producción, no es posible siguiera imaginar la construcción de modos de vida democráticos alternativos.

Ser de izquierda hoy requiere una problematización permanente del papel de los liderazgos políticos consolidados y de las estructuras organizativas que estabilizan y afianzan las diferencias entre quienes deciden y quienes obedecen. No hay ninguna forma organizativa privilegiada en la construcción de una sociedad alternativa. Las divisiones entre lo político y lo social, base de la preeminencia de los partidos políticos sobre las organizaciones llamadas sociales corresponde a una construcción del imaginario liberal que fue asumida plenamente por la tradición leninista.

Ser de izquierda significa el defender la autonomía de organizaciones sociales, movimientos, comunidades y pueblos frente a los mecanismos de control vertical, ya sea partidista o estatal, que niegue o reduzca las diversidades, la experimentación social y las capacidades de autogobierno.

Ser de izquierda hoy significa asumir, en toda su complejidad, y con las especificidades de cada contexto concreto, que la transformación de la sociedad puede implicar cambios contra el Estado, en el Estado, desde el Estado. No se puede esencializar ninguna postura ni teoría de la transformación social, ni se pueden predeterminar las formas en las cuales los procesos de transformación social pasen o no en alguna medida, por el Estado.

Ser de izquierda hoy implica reconocer que la construcción de un orden alternativo no es un momento de ruptura histórico (El asalto del Palacio de Invierno), sino un largo proceso de construcción de otras prácticas sociales, de modos de vida alternativos, de otras sociabilidades, de otras prácticas productivas, de otras subjetividades.

Ser de izquierda implica el reconocimiento de que el imperialismo, con sus dispositivos militares, políticos, económicos, jurídico-institucionales y culturales representa el principal instrumento para la preservación de la matriz de poder global actualmente existente. La sociedad capitalista es una sociedad cada vez más violenta. El capitalismo, en su momento neoliberal, no puede sobrevivir sin la militarización del planeta. Es difícil imaginar avances significativos en las luchas de los pueblos que no sean confrontados por la represión y la violencia.

Ser de izquierda comienza necesariamente por la valorización de la vida. El proyecto civilizatorio de Occidente, llevado hasta sus últimos extremos por el capitalismo contemporáneo y por el socialismo soviético, es expresión de un patrón cultural basado en la guerra permanente de los seres humanos contra el resto de la vida, contra la así llamada “naturaleza”. Es la guerra por la predicción, el control, la manipulación, la transformación, y en última instancia, la destrucción de la vida. Es la identificación de la felicidad humana con la acumulación y con la abundancia de bienes materiales. Ser de izquierda hoy significa el reconocimiento de lo humano como parte de la naturaleza, parte de la vida. No será posible la construcción de sociedades democráticas, equitativas, libres y solidarias a menos que se detengan a muy corto plazo los procesos de sistemática devastación de las condiciones que hacen posible la vida en el planeta Tierra.

Si no hay vida, todo lo demás carecerá de sentido. El tiempo disponible para ello se agota aceleradamente.

Por último, ser de izquierda hoy implica asumir que este listado de principios y criterios no constituyen un catecismo, ni una nueva verdad única, sino un conjunto de nociones orientadoras abiertas a la experiencia y al debate.

Caracas, enero 2007

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[1]. Texto presentado en los debates de Foro Social Mundial realizado en Nairobi en el año 2007.

[2]. Hablar hoy de la “izquierda”, como lo ha sido siempre en el pasado, es hablar de una pluralidad de posturas teóricas y políticas y una inmensa diversidad de prácticas sociales. En estas notas se refieren sólo a lo que se reconoce claramente como una perspectiva entre muchas otras posibles.

La controversia en torno de la diversidad

La controversia en torno de la diversidad (fragmentos)
Gilberto Valdés Gutiérrez
Fecha de publicación: 15 de Septiembre de 2004

¿En qué medida la nueva unidad sociopolítica devendrá garantía para asumir, respetar y desplegar la emergencia de la diversidad (sociocultural, étnico-racial, de género, etaria, de opciones sexuales, diferencias regionales, entre otras que son objeto de manipulación y diversas formas discriminatorias por el actual orden enajenante del imperialismo global) no como signo de dispersión y atomización, sino como signo de fortaleza y como la propia expresión de la complejidad del sujeto social-popular en las dimensiones micro y macro social?

Admitamos que la absolutización de un tipo de paradigma de acceso al poder y al saber, centrado en el arquetipo “viril” de un modelo de hombre racional, adulto, blanco, occidental, desarrollado, heterosexual y burgués (toda una simbología del dominador), ha dado lugar al ocultamiento de prácticas de dominio que, tanto en la vida cotidiana como en otras dimensiones de la sociedad, perviven al margen de la crítica y la acción liberadoras.
Nos referimos, entre otros temas, a la discriminación histórica efectuada sobre los pueblos indios, los negros, las mujeres, los niños y otras categorías socio—demográficas que padecen prácticas específicas de dominación. Dichas prácticas de dominio, potenciadas en la civilización (y la barbarie) capitalista, han penetrado en la psiquis y la cultura humana.
No de otra manera se explica la permanencia de patrones de prácticas racistas, sexistas y patriarcales autoritarias que irradian el tejido social, incluso bajo el manto de discursos pretendidamente democráticos o en las propias filas del movimiento anticapitalista.

La predisposición de muchos movimientos sociales hacia la impronta de las formalizaciones políticas (el temor al verticalismo y a la nivelación de lo heterogéneo, a la visión tradicional de cierta izquierda que concibe la diversidad como un lastre a superar y no como riqueza y potencialidad a articular sobre la base del respeto a la autonomía de los distintos movimientos) y la advertencia de los partidos de izquierda sobre la posibilidad de agotamiento (o cooptación) del movimiento social que no avance hacia la construcción colectiva de alternativas social-políticas de verdadera direccionalidad antineoliberal y anticapitalista poseen, a su turno, razones atendibles, base de los debates necesarios en la actualidad.

La explosión del tema de la diversidad no obedece, sin embargo, a una moda, por más que tampoco escapa a ciertos intentos de carnavalización en alguna que otra pasarela del movimiento de los movimientos. “Construir la convergencia del conjunto de movimientos y fuerzas sociales a través de las cuales se expresan las víctimas del capitalismo neoliberal globalizado afirma Samir Amin– exige, sin duda alguna, el respeto a su diversidad”.

Cabe destacar como rasgo determinante la pluralidad de expresiones socioculturales, propuestas políticas y visiones filosóficas, religiosas y cosmológicas que, por lo general, convergen en la actitud crítica, beligerante y propositiva frente a la civilización excluyente, depredadora y patriarcal rectoreada por el capital.

Existen, al menos, tres actitudes que cuestionan o intentan “conducir” el derrotero de esa diversidad como valor positivo. La primera y tal vez más identificada es la que centra y limita (política y teóricamente) el alcance de las luchas democráticas a la noción de ciudadanización, como vía para denunciar los poderes globalizadores no legitimados y sus facilitadores nacionales y activar así a la sociedad civil para nuevos consensos en torno a un orden político alternativo que reformule el ideal socialdemócrata en las nuevas condiciones del imperio.
Dentro de esta actitud habría que no incluir a quienes favorecen la radicalización de las nuevas formas de actividad ciudadana, desplegadas a nivel local, municipal, nacional, continental y mundial, en pos de un cambio profundo de las instituciones y las políticas económicas y sociales, a nivel global y nacional. Esta postura se deslinda de quienes pretenden levantar la figura del ciudadano-na con las miras puestas en la “democratización” y “humanización” del orden capitalista, mediante la construcción de nuevos contratos sociales internacionales, para dar contenido ético a la futura gobernación mundial, una vez que finalice la actual fase “economicista” de la globalización.

La segunda actitud viene de quienes no han superado la “lectura liberal de la diversidad”, que alaba la heterogeneidad de actores sociales presentes en estos encuentros mundiales, siempre que la atomización (aunque no se asuma como tal) sea presentada como presunto signo de fortaleza. Hay una gama de visiones afines a esta perspectiva liberal-democrática.
Están los-as que se parapetan en las demandas específicas (y su fundamentación histórica, ideológica, teórica o cultural) de uno u otro actor, de uno u otro movimiento o sector social y no ven posibilidades de articulación con otros cuya relación ha sido en el pasado (o puede llegar a ser) conflictiva en algunos de los referentes apuntados.
Más negativo es pensar (desde la diferencia legítima o inculcada por prejuicios comunes de ambos hipotéticos actores) en la imposibilidad de hallar vías y modos de articulación de demandas y perspectivas libertarias que se consideran irreductibles e imposibles de converger en propuestas y acciones comunes, aun manteniendo discrepancias y visiones propias sobre puntos específicos. Cuando estas actitudes se fundamentan en una visión light, despolitizada de los movimientos sociales se hace más fácil la manipulación y el control social de los poderes hegemónicos sobre los presuntos actores contestatarios.

Una tercera postura salta cuando desde las diferentes expresiones de la izquierda orgánica, se menosprecia la capacidad de construcción y propuesta política de los movimientos sociales y populares, de sus líderes naturales y activistas. Ni el clásico “entrismo”, ni la sacralización de la “organización” elitaria y verticalista pueden dar cuenta efectiva del movimiento social-popular generado globalmente por el nuevo imperialismo y el orden genocida (humano, social y natural) de la globalización.
Por otra parte, apostar por el movimiento social en sí mismo, como demiurgo de la nueva civilización, nos conduce a los peligros antes señalados. No hay fórmulas a priori para evitar estos males. Hoy como nunca antes la izquierda requiere elaborar un “nuevo mapa cognitivo”, puesto que “es necesario pensar en una empresa muchísimo más difícil: la labor histórica de superar la lógica objetiva del capital en sí, mediante un intento sostenido de ir más allá del capital mismo”. Pero esas alternativas social-políticas no serán obra de gabinetes ni fruto de ninguna arrogancia teórica o política. Serán construidas como proyectos colectivos y compartidos, desde y para el movimiento social-popular.

Lo primero que habría que admitir es que la emergencia de la diversidad es un dato del sujeto social-popular, entendido como el conjunto de clases, capas, sectores y grupos subordinados que abarcan la mayoría de nuestros países, y que sufren un proceso de dominación múltiple. Si la dialectización de los conceptos de identidad y diferencia es una necesidad a la hora de concebir la construcción contrahegemónica orientada hacia un nuevo tipo de socialidad realmente democrática y popular, que involucre al conjunto de las clases y sectores potencialmente interesados en tales transformaciones, lo es también hacia el interior de cada actor social.

Pero no hay que olvidar que el multiculturalismo globalizador del capitalismo contemporáneo cuenta con herramientas que le permiten sentar las bases para pensar la diferencia en clave de diversidad, y la diversidad en clave de desigualdad natural. Dado que todas las personas contamos con cualidades distintas, con competencias disímiles, la diversidad es en realidad un reflejo natural de las cosas, que se traduce en un marco de igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades (no de resultados), en desigualdades más que justificadas.

Es preciso, pues, admitir la existencia de múltiples sectores, prácticas contestatarias y lenguajes especializados que se constituyen a raíz de demandas puntuales en el seno del movimiento social, algunos con más capacidad crítica y propositiva en relación con la sociedad global que otros. Sin embargo, la diversidad fragmentada y desarticulada de micropoderes y redes capilares autónomas (la microfísica organizativa) no son precisamente un signo de fortaleza frente a la hegemonía de los poderes políticos y económicos transnacionalizados y sus pretensiones de totalidad.
“La soledad de cada individuo diferente e idéntico son la base de la masificación, es decir, la igualdad forzada se basa en la diferencia forzada”. Hemos pasado, tal vez, de la invisibilidad total de la diversidad de actores y lenguajes, a la expresión absoluta de la misma como presunta fuente de fortaleza.

Esta sana perspectiva centrada en el reconocimiento de la diversidad puede ser objeto en sí misma de sutiles manipulaciones, en la medida en que la igualdad, la diferencia y la identidad se encapsulen en fórmulas forzadas, de relativa docilidad para la lógica del control social por parte de los poderes hegemónicos de la sociedad burguesa.

Para que la diversidad no implique atomización funcional al sistema, ni prurito posmoderno de relatos inconexos es preciso pensar y hacer la articulación, o lo que es lo mismo: generar procesos socioculturales y políticos desde las diferencias. El pensamiento alternativo es tal únicamente si enlaza Diversidad con Articulación, lo que supone crear las condiciones de esa articulación (impulsar lo relacional en todas sus dimensiones como antídoto a la ideología de la delegación, fortalecer el tejido asociativo sobre la base de prácticas y valores fuertes (de reconocimiento, justicia social, equidad, etc.).

El reconocimiento de las diferencias deviene punto de partida para la constitución de sujetos con equidad entre los géneros y reconocimiento de las identidades respectivas. Sin embargo, la diversidad en sí misma puede ser fundamento tanto de una genuina unidad de acción desde lo local, de construcción de la alternativa desde abajo, como base de conflictos en la vida cotidiana que se diriman negativamente en favor de la dispersión y la atomización.
En consecuencia, surge la necesidad de pensar en cómo promover prácticas que permitan visibilizar y concienciar la diversidad a la vez que se fortalezca, sobre dicho reconocimiento, la ética de la articulación entre los diversos actores, el principio de integración táctico y estratégico y la unidad sociopolítica consensuada necesaria al proyecto de emancipación social y dignificación personal frente al orden neoliberal mundializado.

No tenemos, en esto, dudas: necesitamos construir una ética de la articulación, no declarativamente, sino como aprendizaje y desarrollo de la capacidad dialógica, profundo respeto por lo(a)s otro(a)s, disposición a construir juntos desde saberes y experiencias de acumulación y confrontación distintas, potenciar identidades y subjetividades.

En este sentido, parece hoy más importante encontrar una matriz política, ética y simbólica que permita integrar, sin exclusiones, todas las demandas emancipatorias, libertarias y de reconocimiento que dan sentido a las luchas de los actores sociales que están hoy frente a un sistema de dominación concreta, y que arrastran, como sucede particularmente con las mujeres, ancestrales opresiones y discriminaciones de difícil y/o incómodo reconocimiento para los hombres (y para las mujeres instrumentalizadas por el patrón masculino dominante), educados en el sofisma patriarcal. Para ello es clave reconocer estos cuatro nódulos de referencia: el género, la raza, la etnia y la clase.

Lo anterior requiere, en consecuencia, la búsqueda de un eje articulador que pasa, inevitablemente, por la creación de un nuevo modelo de acumulación política. Esto presupone, al menos:

• el reconocimiento de la especificidad cultural y la competencia simbólica y comunicativa de cada sujeto o actor social, la realización de acciones comunicativas de rango horizontal que permita develar las demandas específicas sin preterir las de otros sectores.
• la aceptación de la pluralidad de maneras de acumular y confrontar propias de cada tradición política dentro del movimiento popular.
• promover el protagonismo popular y contribuir efectivamente a crear las condiciones para que ese protagonismo sea posible, como una fuerza nueva capaz de integrar las más diversas tradiciones y las formas organizativas más variadas, y articular horizontalmente (no unificar verticalmente) .

Lo importante es no encapsularnos en corazas corporativas y pensar qué nos une, qué podemos aprender de unos u otros movimientos y perspectivas liberadoras, qué retos comunes enfrentamos y qué compromisos históricos claman por nuestro accionar.

NOTAS Y REFERENCIAS:

1. Cf. Jorge Luis Cerletti: El poder bajo sospecha, De la Campana, Buenos Aires, 1997.
2. Samir Amín: Convergencia en la diversidad, 9 de febrero de 2002, www.rebelion.org.
3. Ibidem.
4. Cf. Leis, Raul: “El sujeto popular y las nuevas formas de hacer política”, Multiversidad, N. 2, Montevideo, Marzo de 1992.y Gilberto Valdés Gutiérrez.: El sistema de dominación múltiple. Hacia un nuevo paradigma emancipatorio, Tesis de doctorado, Fondo Instituto de Filosofía.
5. Stefan Gandler: “Tesis sobre ¨Diferencia e Identidad¨”, Dialéctica, N. 32, Primavera de 1999, Universidad Autónoma de Puebla, p. 114.
6. Cf. José Luis Rebellato: Antología mínima, Editorial Caminos, La Habana, 2000.
7. Ibidem.