Derrota y marginación de Vanguardia Popular 1948

Derrota y marginación de Vanguardia Popular
1948 Tras la guerra civil, durante años, los comunistas fueron excluidos de la legalidad
Gerardo Contreras Álvarez | gcontre25@gmail.com
En mayo de 1948, la Penitenciaría de San José podía confundirse con un local del Partido Vanguardia Popular (VP): apenas terminada la guerra civil, muchos de sus dirigentes y militantes fueron apresados por los triunfadores de esa contienda.
Ya antes de la guerra, el ambiente era muy tenso. Seguidores y opositores del gobierno de Teodoro Picado habían apelado a la violencia. Vanguardia denunció entonces el asesinato de militantes como Rubén Cabezas (en Turrialba) y Herminio Alfaro (en Barva). Una bomba había destrozado el auto de Manuel Mora Valverde (jefe de VP) y otra fue colocada en su casa.
Antes del conflicto, los partidos Republicano Nacional y Vanguardia Popular (VP, comunistas) formaban la mayoría del Congreso, y, el 8 de marzo, habían anulado las elecciones de febrero. Por esto, el país entró en una profunda crisis política, que llevó, el 12 de marzo, a una guerra civil para la que se habían preparado los seguidores de José Figueres Ferrer.
La contienda duró cuatro semanas y finalizó gracias a la mediación de legaciones diplomáticas, y también debido a un acuerdo verbal de José Figueres con Manuel Mora, el 18 de abril, conocido como el “Pacto de Ochomogo”.
Entonces, ante Mora, Carlos Luis Fallas y Benjamín Núñez, Figueres se comprometió a mantener las reformas sociales logradas durante las administraciones de Rafael Ángel Calderón Guardia y Teodoro Picado. Asimismo, Figueres prometió respetar la existencia de VP y de la Confederación de Trabajadores de Costa Rica.
Sin embargo, luego de la renuncia de Picado y tras la rendición de las fuerzas oficialistas, el nuevo gobierno, de Figueres (la Junta Fundadora de la Segunda República), comenzó a reprimir a sus antiguos adversarios, especialmente a los de Vanguardia Popular.
Cárcel y exilio. La acción contra VP empezó de manera inmediata, una vez que las fuerzas del Ejército de Liberación Nacional entraron en la ciudad de San José. Algunos hechos confirman este aserto.
La guerra había concluido el 19 de abril de 1948, y, el 1° de mayo, más de mil comunistas y algunos calderonistas ya estaban presos en la Penitenciaria Central.
El 17 de julio de 1948, la Junta emitió el decreto-ley 105, que puso fuera de ley a VP y a la Confederación de Trabajadores.
El 19 de abril de 1983, en entrevista que Figueres concedió al autor de este artículo, manifestó: “El Partido Vanguardia Popular, el partido de los comunistas de aquel tiempo, se proscribió complaciendo a una fuerte corriente de la opinión pública”.
Luego añadió: “La opinión pública estaba enfurecida contra el Partido Comunista, que fue el que se puso fuera de ley”. “En cambio, poner fuera de ley al Partido Republicano Nacional hubiera sonado a venganza pues este era un partido democrático”, agregó.

Varios dirigentes y militantes debieron acogerse al exilio, entre ellos Manuel Mora, Carmen Lyra, Fernando Chaves Molina, Fernando Cerdas, Alicia Albertazzi y Eduardo Mora.
Asimismo, gracias a la intervención del arzobispo Víctor Manuel Sanabria y Martínez, algunos dirigentes de VP se salvaron de ser asesinados en la Penitenciaría.
A la vez, no se permitió a los comunistas inscribirse, esta vez como Partido Nacional Democrático, para las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, celebradas en diciembre de 1948.

Se crearon los Tribunales de Sanciones Especiales contra personajes del anterior gobierno y sus aliados. Estos tribunales se extralimitaron y suscitaron críticas. Por ejemplo, un juez, Celso Gamboa Rodríguez, renunció a su cargo e intervino en las elecciones constituyentes con el Partido Constitucionalista, que obtuvo seis diputados a la Asamblea Constituyente.

En ese ambiente de rechazo y marginación, se produjeron atentados, como el asesinato cometido en diciembre de 1948 en el Codo del Diablo (Siquirres, Limón) contra los dirigentes vanguardistas Federico Picado, Tobías Vaglio, Lucio Ibarra y Octavio Sáenz.
Presiones. ¿Por qué incumplió Figueres su promesa de respetar a VP y a la Confederación de Trabajadores? Nunca hubo una explicación detallada y formal de Figueres sobre su cambio de actitud; sin embargo, pueden formularse algunas hipótesis.

La primera es que Figueres expresó promesas como una forma de acelerar su triunfo en la guerra y sin intención de cumplirlas. De ser así, habría influido una cuestión ideológica: la idea de que VP no era un partido democrático.

Otra hipótesis es que Figueres quiso cumplirlas, pero sin convicción, y que, ante presiones, se consideró autorizado a faltar a su palabra. En tal caso, esas presiones pudieron ser de dos orígenes: interno y externo.
Internamente, estaba fresca la acritud de la lucha política previa a la guerra. Los comunistas habían protagonizado choques violentos con los opositores, y estos guardaron una especial inquina contra los militantes de VP. Luego de la guerra, las represalias fueron fáciles.
Dentro del Ejército de Liberación Nacional había personas profundamente anticomunistas. Algunas, de origen alemán, no perdonaban a VP que hubiesen sido deportadas a campos de concentración en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Externamente, había comenzado la Guerra Fría entre los Estados Unidos y sus aliados, y la Unión Soviética. Los sucesivos gobiernos de Washington procuraron entonces eliminar la influencia de los partidos comunistas en todo el mundo.
Así, hacia el fin de la guerra civil, el embajador de los EE. UU., Nathaniel Davies, dialogó con el presidente Picado y le pidió que renunciara pues (opinó) el triunfo de José Figueres era inevitable. Luego, en su carta de renuncia, Picado expresó: “Fuerzas incontrastables me han hecho saber que tengo la guerra civil perdida”.
En un sentido similar escribió el historiador Ricardo Fernández Guardia: “Se disponía el Gobierno a resistir en sus cuarteles de San José, cuando fue informado que, en la zona del Canal de Panamá, se aprestaba una fuerza del ejército americano a ser transportada al aeropuerto La Sabana para poner fin a las hostilidades ya que se tildaba de comunistas al numeroso grupo de combatientes militantes del Vanguardia Popular” ( Cartilla histórica de Costa Rica . San José, Editorial Lehmann, 1976. Pág. 163).
La derrota militar de los comunistas ofreció una oportunidad ideal para que –de ser posible– fuesen además ilegalizados.
Rechazos. Durante años, las condiciones legales fueron adversas a los comunistas. Así, para las elecciones nacionales de 1953, no se permitió su inscripción, pedida bajo el nombre de Partido Progresista Independiente.
De igual forma sucedió con el proyecto comunista de 1957, el Partido Socialista, encabezado por el escritor Fabián Dobles.
También fue proscrito el Partido Acción Popular Socialista en 1965. Similar fue el caso, en 1969, del Bloque de Obreros, Campesinos e Intelectuales.
A todos esos proyectos se les aplicó el decreto-ley 105, de 1948. Asimismo, se les impuso una parte del artículo 98 de la Constitución, que atañe a los partidos: “Su creación y el ejercicio de su actividad serán libres dentro del respeto a la Constitución y la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
Solamente a mediados de los años 70 se normalizó la situación legal del Vanguardia Popular (y de otros grupos de izquierda), pero nunca logró recuperar la influencia política que había conseguido antes de la guerra civil de 1948.
EL AUTOR ES HISTORIADOR, PROFESOR DE LA UCR EN LA ESCUELA DE ESTUDIOS GENERALES Y EN LA SEDE DEL ATLÁNTICO.

O controle da letalidade policial

O controle da letalidade policial
Não precisamos de policiais heróis que matem e morram, mas de profissionais da segurança pública que minimizem o risco para eles próprios e para a sociedade
25/09/2015 – 17h18
Ignacio Cano, O Globo
As polícias brasileiras apresentam níveis muito elevados de uso da força e provocam milhares de vítimas fatais a cada ano. Os fatores que estão por trás desse fenômeno incluem: a) uma criminalidade também muito violenta; b) doutrinas policiais que incentivam a “guerra contra o crime”; c) setores significativos da opinião pública que encorajam o extermínio de criminosos; d) problemas de formação técnica; e e) uma supervisão deficiente da atuação policial, tanto interna quanto por parte dos órgãos do sistema de Justiça criminal, como o Ministério Público e o Judiciário.
Em consequência, todos os relatórios de direitos humanos mostram que são relativamente frequentes os casos de execução sumária e raros os exemplos de punição dos autores. Por outro lado, as polícias que mais matam são também as que mais morrem, de forma que o número de policiais mortos no Rio de Janeiro a cada ano ultrapassa a centena.

As pesquisas mostram que a letalidade policial costuma se concentrar em alguns batalhões e em alguns policiais. Adicionalmente, estudos revelam que o estresse é uma das variáveis que está associada a um maior nível de uso da força letal. Policiais estressados tendem a usar mais a força e policiais submetidos a situações de confronto desenvolvem mais estresse, numa espiral que se retroalimenta.
Nesse cenário, a Polícia Militar do Rio de Janeiro, em conjunto com o Laboratório de Análise da Violência da Uerj, desenvolveu um índice de aptidão para o uso da força policial, que pretende avaliar cada agente sob várias dimensões, entre elas o uso de munição nos seis meses anteriores.

A ideia é que o policial que ultrapasse um limiar razoável de consumo de munição, considerando a função que desempenha e a área em que trabalha, passe por um processo de reciclagem e, se reincidente, seja retirado do serviço na rua por um tempo.
Essa proposta foi apresentada num seminário interno e está aguardando que a PMERJ decida sobre a forma de implementá-la. Se bem-sucedida, ela poderia significar um incentivo institucional significativo para a redução da letalidade policial num estado que, é bom lembrar, a premiava 20 anos atrás.

O deputado Flávio Bolsonaro repudiou a iniciativa da tribuna da Alerj. Não caberia esperar outra coisa de quem defende que bandido bom é bandido morto, mas vale a pena examinar seus argumentos. O deputado afirmou que retirar a arma de policiais que atiram demais equivale a deixá-los indefesos frente à criminalidade, mas o fato é que afastar da rua um policial exposto a frequentes confrontos armados é uma forma de protegê-lo, e proteger a sociedade, dos efeitos do estresse sobre o uso pouco criterioso da arma de fogo.

O policial que passa um tempo longe da rua estaria, assim, sob um risco menor e não maior de sofrer violência. O deputado disse ainda que quem defende tais propostas estaria “querendo ter mais mortes de policiais”, mas, a rigor, quem tem um interesse objetivo na continuidade da violência é ele, pois numa sociedade com baixos níveis de violência e insegurança as teses de “bandido bom é bandido morto” perderiam toda a sustentação política.

Não precisamos de policiais heróis que matem e morram, mas de profissionais da segurança pública que minimizem o risco para eles próprios e para a sociedade.
Os policiais que se sentirem tentados pelos cantos de sereia da truculência e do extermínio de criminosos devem pensar que, quando o Ministério Público e o Judiciário acordarem para sua função constitucional, quem vai sentar no banco dos réus são eles e não aquelas pessoas “no ar-condicionado”, parafraseando o deputado, que usam essas posições como bandeira política.

Ignacio Cano é professor da Uerj e membro do Laboratório de Análise da Violência

Argentina: la izquierda no armada en los años 70’

La izquierda no armada en los años 70’
Daniel Campione

15/05/2007
Es propósito de este artículo el presentar la actuación de tres partidos políticos pertenecientes a lo que puede genéricamente denominarse “izquierda no armada” en Argentina, ocupándonos centralmente del lapso transcurrido entre las elecciones de 1973 y los primeros años de la dictadura militar establecida en marzo de 1976.
El desenvolvimiento de las tres organizaciones será ubicado en el contexto de una nueva conformación de la izquierda socialista y marxista en Argentina. Esa evolución estuvo vinculada a la crisis que en el plano mundial sufría el predicamento de la URSS, y sobre todo a la existencia de experiencias revolucionarias de nuevo signo, que abarcaban la nueva orientación china, perceptible en el país desde comienzos de los 60’ y el creciente influjo de la visión de origen “guevarista”, orientada a un proceso revolucionario latinoamericano impulsado a partir de la lucha guerrillera. El propio proceso local de resistencia obrera posterior al derrocamiento de Perón en 1955, alentaba enfoques renovadores.
¿Qué significaba izquierda “no armada” en el contexto de la época? Estos partidos poseían armas, impartían algún tipo de instrucción militar al menos a algunos de sus militantes y no excluían la perspectiva de una confrontación armada en el corto o mediano plazo.[1] Lo que los definía como “no armados” es que no incluían acciones militares en su práctica política, ni actuaban a través de algún tipo de “ejército revolucionario”.
Con diversos argumentos, todos renegaban de la acción guerrillera que desenvolvían organizaciones como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, a partir de fines de los 60 y principios de los setenta. Tendían a considerarla alejada de las necesidades y prácticas reales del movimiento obrero y popular, o más aún, de servir objetivamente a los intereses de la derecha en cuánto a desencadenar represión o políticas reaccionarias.
Los aquí escogidos; el Partido Comunista (PC), el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), pueden ser considerados los más importantes entre los partidos claramente orientados a la izquierda marxista en la Argentina de los años 70’ que no desarrollaban actividad guerrillera, por lo que hemos centrado la atención en ellos, dejando de lado otras organizaciones menores.
Examinaremos brevemente las posiciones y actuación de estas organizaciones, tomando ciertos campos fundamentales de análisis: El proceso electoral de 1973 y el subsiguiente acceso al poder del peronismo; las organizaciones guerrilleras y su accionar, el movimiento obrero y su radicalización en la etapa, el viraje conservador y progresivo deterioro de ese gobierno, y finalmente el golpe de Estado y la entronización de la dictadura militar iniciada en 1976.
Los antecedentes [2] en las que la izquierda política y las organizaciones sociales de orientación radical tendían a jugar un rol centralmente protagónico. Un tiempo después comienza a haber fuertes evidencias de que una vertiente creciente del proceso de radicalización podía desenvolverse en el interior del peronismo, y va quedando impregnado por las ambigüedades sociales, ideológicas y organizativas de esta fuerza.
El desarrollo de una izquierda peronista puede rastrearse desde fines de los 50 y comienzos de los 60, a través de las luchas obreras posteriores al derrocamiento de Perón, la prédica de dirigentes como John William Cooke, y experiencias guerrilleras, como Uturuncos. Lo novedoso en los primeros 70 era que esas corrientes, al comienzo minoritarias, se tornaran organizaciones de masas, y acentuaran su radicalización.[3]
Durante mucho tiempo la izquierda marxista había previsto la radicalización de las masas peronistas, pero pensándola como la afluencia de los trabajadores de esa procedencia a sus organizaciones. El proceso había sido más complejo, ya que junto con los peronistas que se “izquierdizaban” sin dejar de serlo, también había agrupaciones marxistas que se “peronizaban”, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que terminó fusionándose con la peronista Montoneros.
Al mismo tiempo, se producía otro fenómeno que estas fuerzas no compartían. Nos referimos a la formación de la guerrilla urbana, con manifestaciones de alta repercusión desde fines de los años 60’, luego de un período de “incubación” de varios años, en el que fracasaron rápidamente tentativas de organizar “focos” tanto rurales como urbanos.
A lo largo de los años sesenta, a los que ingresó como “la principal fuerza en el campo de la izquierda argentina”[4] el Partido Comunista sufrió sucesivas escisiones, al mismo tiempo que afrontaba crecientes cuestionamientos externos desde el campo denominado “nueva izquierda”.
En 1963 se alejaría el grupo de intelectuales nucleado en torno a la revista Pasado y Presente, del que formaban parte Oscar del Barco, Héctor Schmucler y José Aricó, entre otros. Ese núcleo se distinguía por su incorporación del pensamiento de Antonio Gramsci, en la búsqueda de un paradigma político-intelectual que permitiera pensar las nuevas complejidades de un mundo en profundo cambio. Junto con Gramsci tomaban cuenta de lo más reciente del marxismo italiano y francés, y a pensadores relegados por el comunismo oficial, como Mariátegui o Rosa Luxemburgo.[5]
En 1967 se desencadena la ruptura, más numerosa, de la corriente que dará origen al Partido Comunista Revolucionario. Las diferentes disidencias tenían en común el propósito de escapar de los rígidos límites del marxismo de tipo soviético, y de la estrecha tutela de una dirección partidaria inamovible6. También buscaban acercamientos con las nuevas corrientes de izquierda, incluyendo las que se desarrollaban dentro del peronismo.[7]
El Partido Socialista de los Trabajadores era de nueva data en su creación formal, pero entroncaba con una corriente trotskista fundada en los años cuarenta, la encabezada por Nahuel Moreno,[8] que había hecho de las fusiones, refundaciones y cambios de denominaciones una verdadera línea de conducta a lo largo de décadas, buscando fusionarse con corrientes del viejo Partido Socialista, mimetizarse en el peronismo, o abrir sus horizontes dentro de la izquierda radical.[9]
En esa línea las más recientes habían sido la fusión con el FRIP Frente Revolucionario Indoamericano Popular (Frip), en 1965, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)[10], del que se escinden tres años después como PRT “La Verdad”, hasta 1972. En ese último año se funda el PST, a partir de un pacto del PRT “La Verdad” con una de las múltiples agrupaciones a las que había dado lugar la diáspora del otrora poderoso socialismo, para unificarse con una fracción del Partido Socialista Argentino.[11] La apertura electoral en desarrollo era un objetivo del nuevo partido, que además apuntaba a producir cierta identificación con el tradicional Partido Socialista, corriente que pese a su dispersión conservaba simpatías en los centros urbanos.
El PST criticaba frecuentemente las políticas y las prácticas concretas del PC, pero no definía su identidad en relación con este. La diferenciación y el ataque frente a las acciones guerrilleras parecían ocupar un lugar mayor entre sus preocupaciones de la época. Y en el movimiento obrero, la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) o el PRT le suscitaban atención. Además, las críticas se alternaban con llamados a la unidad, y al entendimiento entre ambas organizaciones. “Compañeros comunistas: Hagamos la unidad clasista, antiburocrática y socialista”[12]
El PCR había nacido en 1967-1968, bajo el signo de los movimientos de liberación nacional, la revolución cubana, el enfrentamiento sino-soviético y la guerra de Vietnam. Se fundó a partir de una corriente disidente del PC, inicialmente influida por el “guevarismo”, que en 1968 se constituye en Partido Comunista Revolucionario. La perspectiva maoísta la adopta en 1972, tras un viaje a China de algunos dirigentes.
El PCR encuentra en el maoísmo una base teórica para fundamentar la discrepancia con el rumbo soviético y con las políticas derivadas de la “coexistencia pacífica” kruscheviana que desarrollaba el PC de Argentina. A partir de allí pasa a analizar la realidad local como un escenario de confrontación entre el imperialismo norteamericano y el “socialimperialismo” soviético.[13]
El PCR se autoproclamaba el comunismo “verdadero”, en reemplazo del reformismo revisionista de un PC al que se pensaba como brazo político e incluso económico del “imperialismo soviético”. Por lo demás, las diferencias teóricas y doctrinarias con el viejo partido eran menos profundas que con la tradición trotskista.
Por ejemplo, el PCR postulaba una revolución similar a la imaginada por el PC, “democrática, agraria y antiimperialista”. Eran los posicionamientos internacionales, pero sobre todo los efectuados frente a la coyuntura nacional, los que colaboraban en que los comunistas revolucionarios se diferenciaran. El PCR aunó ambos aspectos, al lanzarse a una interpretación de la realidad nacional en la que el “socialimperialismo” soviético jugaba un rol preponderante.[14]
La coyuntura electoral de 1973
A partir de 1971, los partidos que nos ocupan se vieron frente a un proceso de elecciones nacionales. Ante el riesgo de que los alzamientos locales terminaran en rebelión generalizada, el nuevo presidente dictatorial, general Alejandro Lanusse, convocó a elecciones.
Buena parte de las fuerzas de izquierda no llegaron a evaluar el potencial de este proceso electoral, su capacidad de despertar entusiasmo en el grueso de la población, y en especial las masas obreras, en tanto posibilidad cierta de concretar la ansiada “vuelta de Perón”.[15] Oscilaron entonces entre el rechazo en bloque a lo que consideraban una apertura política amañada, y la participación electoral.
Los sectores más radicalizados, en especial desde el “clasismo” sindical, enarbolaron una consigna rotunda: “Ni golpe ni elección, revolución”. Ese lema constituía al comienzo una apuesta a que el calendario electoral fuera abortado por una insurrección triunfante, pero luego repercutió en actitudes abstencionistas frente a los comicios de 1973, cuando ya era evidente que la ansiada rebelión generalizada no tendría lugar.
El PCR hizo campaña a favor del voto en blanco, con la expectativa de que los ámbitos más radicalizados se hicieran eco, y alcanzar un porcentaje significativo, como en las últimas elecciones presidenciales de Argentina, justo una década antes.[16] El resultado fue muy decepcionante, ya que los sufragios en blanco no fueron mucho más allá del 1%.
Tanto los comunistas como el PST, en cambio, procuraron organizar o tomar parte en propuestas electorales y levantar candidaturas.
El Partido Comunista no tomó en cuenta las convocatorias a formar un frente de izquierda o en torno a “candidatos obreros” que hacían el PST, y algunos núcleos del sindicalismo radicalizado. Cuando los comicios eran inminentes, resolvió buscar una opción “frentista, no junto al peronismo, sino en una alianza con partidos definibles como de “centroizquierda”. Logró así integrarse en una entente en la que no tenía cuestionadores a su izquierda, ni debía disputar con nadie la pretensión de representar a la clase obrera o a la visión marxista.
La coalición tomó la denominación de Alianza Popular Revolucionaria (APR) y obtuvo más de ochocientos mil votos, equivalentes a poco menos del 8% del total de los sufragios a presidente. En ocasión de la segunda votación a presidente, en el mes de septiembre, los comunistas acordaron con sus socios de la APR la no presentación de candidatos, y convocaron a votar la fórmula encabezada por el general Perón, acompañado de su esposa.
El PST optó con firmeza por participar en las elecciones, levantando la bandera de la independencia de la clase obrera. El partido actuó movilizado por la preocupación de definir una fórmula presidencial de izquierda con algunas posibilidades de representar eficazmente el grado de desarrollo y combatividad de lo que visualizaban como lo más avanzado de la clase. Un “polo obrero y socialista” que llevara al plano político “…la experiencia de Sitrac-Sitram”.[17]
Se dirige al líder sindical AgustínTosco18 ya en marzo de 1972: “Usted debe ser el futuro gobernador de Córdoba en nombre del polo obrero y socialista” y se lo exhorta a tomar parte “…en la formación de un gran movimiento político, el frente obrero y socialista.”
Esas convocatorias no cuajaron, y el PST se presentó a las elecciones de marzo de 1973 con candidatos propios, a presidente y vice, Juan Carlos Coral y Nora Sciappone.[19]
Ya con miras a los comicios de septiembre de 1973, suscitados por la renuncia del presidente Cámpora y el vicepresidente Lima, el partido convergió con las inquietudes del PRT y un frente por él auspiciado, el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS)[20] para promover nuevamente la candidatura de dirigentes obreros.
Fue un momento de particular pugna entre PST y PC, en torno a la perspectiva de definir un frente “clasista”, con Tosco como candidato a presidente.[21] En parte influido por los comunistas, con los que mantenía estrechos lazos, terminó por rechazar la postulación. El PST atacó fuertemente la decisión de no presentar candidaturas y apoyar la fórmula Perón-Perón por parte del PC: “El XIV° Congreso hará época. Los diarios burgueses le dieron un gran espacio periodístico, tal vez porque allí se votó la trágica línea de no levantar candidatos propios y apoyar a la fórmula de la derecha peronista.”[22]
En septiembre, fue candidato el mismo Coral, acompañado ahora por José Francisco Páez, dirigente del Sitrac-Sitram sumado recientemente al partido.[23].
En un momento de singular radicalización del conflicto social y la lucha política, que en principio debería serle propicio, el socialismo marxista había eludido la presencia electoral ostensible, o se había presentado con ofertas precarias, consiguiendo un caudal de votos por demás exiguo.
Frente al gobierno peronista [24]

Se valoraba la derrota infligida a la dictadura, por encima del carácter burgués en programa y candidaturas del peronismo.
El cuadro se complejizó porque el liderazgo de Perón, y la tendencia a obedecer de modo incondicional sus dictados por parte de amplias masas, hacía que su vuelta al gobierno produjera expectativas de cambio que no estaban destinadas a diluirse con rapidez.
El 20 de junio de 1973, la masacre de Ezeiza25 resultó una primera advertencia del ominoso potencial del enfrentamiento entre izquierda y derecha peronista. Ésta última dejaba demostrado que también estaba armada y dispuesta a la lucha, con apoyos más sólidos y persistentes en el aparato estatal que los que podía acreditar la izquierda.
El PST define en parte el carácter de clase del gobierno peronista por la presencia de funcionarios como José Ber Gelbard, un destacado dirigente empresario.[26] También critica tempranamente al Pacto Social, y a la represión clandestina.[27]
Curiosamente, el ministro Gelbard estaba vinculado al Partido Comunista, que en los años 50 y 60 había desarrollado militancia en sectores medios y altos, incluyendo empresarios de envergadura.
El nombramiento del dirigente empresario28 como ministro de Economía, fue el logro más notable de los comunistas en el período en términos de influencia sobre el gobierno, pero el vínculo se mantenía en secreto.[29] En sus declaraciones públicas, sostuvieron cierto apoyo a la política económica, siempre acompañado por exhortaciones a impulsar más decididamente “el programa de liberación nacional y social”[30] y críticas frente a rasgos regresivos del gobierno.
Contaban además con dos diputados nacionales, los únicos parlamentarios identificados con la izquierda marxista, que impulsaban iniciativas como la nacionalización de hidrocarburos o la reforma agraria, y se oponían a la imposición de legislación represiva.[31]
El PCR, por su parte, desarrolló una política frente al gobierno peronista que empieza por señalarle sus límites “no se propone liquidar la dependencia ni el latifundio” y manifiesta no coincidir con la denominación de “gobierno popular” que parte de la izquierda le asigna”, y avanza en reclamos radicales, como “formación de milicias, control obrero, nacionalizaciones”.[32]
El partido maoísta se centra a menudo en la crítica a la política económica del gobierno, y a los manejos empresariales del ministro Gelbard. Lo acusa de vínculos con las multinacionales argumentando que
“…aprovechando sus posiciones empresarias y en el aparato estatal y con la ayuda de centenares de cuadros destinados por el PC a este frente, se ha asociado y/o subordinado a importantes sectores de la burguesía media antiyanqui…”[33]
La política hacia el movimiento obrero
Las tres organizaciones tenían actuación en el movimiento sindical, en minoría frente al sindicalismo oficial peronista, que mantenía en sus manos la totalidad de las grandes organizaciones, pese a sufrir momentos de aguda crisis. Mientras el PST y el PCR hacían centro en la “independencia obrera” y formaban agrupaciones “clasistas”, el PC seguía también en este campo una política de alianzas más amplias.
Con todo, los tres coincidían en ubicar como enemigo a la “burocracia sindical”, denominación aplicada a las dirigencias sindicales tradicionales, de militancia peronista contraria a la radicalización en curso, prácticas ligadas a amplias negociaciones con las patronales y el Estado, e ideología de coexistencia con el capitalismo.
La formación de una amplia corriente de orientación combativa y aún clasista puede considerarse el principal sustrato social del ascenso de las luchas que se fue poniendo de manifiesto en Argentina de 1969 en adelante.[34]
Todas la izquierda estaba activa en el movimiento obrero, buscando la constitución de comisiones internas y agrupaciones sindicales de esa orientación, e intentando la “recuperación” de sindicatos, en general de actuación local y no nacional, de manos de la dirigencia caracterizada como burocracia.
A partir de 1973 entra en juego otro factor en la lucha sindical. La rama gremial de la izquierda peronista, que actuaba a través de la recién fundada JTP, abría un canal que ahorraba a los obreros más críticos y militantes, el desgarro implicado por el abandono de una prolongada identificación con el peronismo. Al mismo tiempo el “Pacto Social”, un acuerdo entre federaciones patronales, dirigencia sindical y estado, le devolvía protagonismo a la “burocracia sindical”. La expectativa de un rápido vuelco de los trabajadores peronistas al sindicalismo “clasista” quedaba postergada.
El PC organizó por esos años el Movimiento Nacional Intersindical, agrupación creada a fines de 1970, con Agustín Tosco como la figura más destacada. Lo integraban delegados que habían conducido huelgas importantes, como la de El Chocón (una gran central hidroeléctrica) en 1970,[35], algunos secretarios generales de gremios pequeños, dirigentes de importancia histórica pero que ya no tenían gravitación en sus gremios, etc. Tosco siguió siendo una figura descollante, cuyo apoyo era buscado por todas las corrientes de izquierda, hasta su muerte, en noviembre de 1975.
El PCR contaba en sus filas con René Salamanca, sin duda la figura más relevante del contestatario sindicalismo cordobés, después de Tosco. Salamanca lideraba el sindicato industrial más importante de la provincia, el de mecánicos de automóviles (SMATA). En numerosos gremios el partido actuaba mediante las “Agrupaciones Primero de Mayo”, de tinte clasista.
El PST tuvo también influencia en Córdoba, a través de José F. Páez que se convirtió en un importante dirigente del partido, y mantenía inserción en el Gran Buenos Aires.
Ya desde fines de 1973 el gobierno emprende una contraofensiva contra los sectores más autónomos del movimiento sindical, intentando desplazar o acallar a todo el activismo de izquierda. Unos meses después, se emprende el desplazamiento de la dirigencia sindical de izquierda. Entre agosto y octubre de 1974 las conducciones nacionales de Luz y Fuerza y del SMATA desafiliaron a Tosco y Salamanca de sus sindicatos respectivos e intervinieron esos gremios. [36].
Las corrientes clasistas y combativas, y con ellas los partidos de izquierda no abandonaron la lucha, e incluso lograron algunos nuevos éxitos en términos de democratización sindical, como en 1974 el polo metalúrgico de Villa Constitución, a trescientos kilómetros de Buenos Aires. Allí predominaban organizaciones armadas como el PRT. El PST tuvo allí influencia no desdeñable, mientras que el PC acompañó el proceso desde sindicatos locales que dirigía, como el de ferroviarios, además de tener representantes en la comisión directiva de Villa Constitución.[37]

El activismo obrero de la última etapa del gobierno peronista, creciente hasta llevar al paro general de mediados de 1975, fue una especie de lanzamiento a destiempo de la activación del principal núcleo urbano y de concentración obrera del país, la Capital y el Gran Buenos Aires, que no había cumplido un rol descollante en el lapso 1969-1973. Es a esa altura que se forman las Coordinadoras Interfabriles en las diversas zonas del Gran Buenos Aires, de orientación antiburocrática, y lideradas por organizaciones de la izquierda.

Allí las diferentes fuerzas dieron apoyo, pero con alternativas cambiantes. Se enfrentan a la existencia de una fortísima presencia de la JTP, y también de militantes y activistas ligados al PRT-ERP. El PST intentará rescatar la posibilidad de que la dirección de la CGT llegue a encabezar el combate obrero, y critica que otros sectores ubiquen a la dirección sindical como “enemigo principal” ya que ellos aspiran a profundizar la ruptura entre gobierno y CGT:

“Nuestra diferencia con los compañeros de la ultraizquierda son también, claras: (…) no deben ni pueden sustituir ahora a los sindicatos y a sus direcciones, (…) no deben hacer centro de su combate a la burocracia sindical, sino al Gobierno y la patronal…”[38]

El PC muestra entusiasmo con la movilización obrera, pero no valora a las Coordinadoras, dirigidas por la “ultraizquierda”. El PCR por su parte, desdeña por “golpista” el paro general producido a mediados de 1975, y se despega claramente de esa ofensiva contra el gobierno de Isabel Perón, cuya estabilidad no deja de apoyar.
Crítica a la acción guerrillera39

Ante la última dictadura militar, tras una primera etapa de oposición dura que incluía algunas formas de “acción directa”; el inicio de la apertura bajo el signo de Lanusse lo había vuelto a la opción por la “institucionalización” y la participación electoral.[40]

Los comunistas tuvieron cierto acercamiento con Montoneros durante la etapa en que esta organización dejó de volcarse a la lucha armada, a partir de mayo de 1973, y hasta tuvieron duras observaciones hacia el presidente Perón cuando rompió con ellos, en mayo de 1974. Calificaron esa actitud de “error evidente”, con una argumentación que incluso parece justificar retrospectivamente la lucha armada en el período dictatorial:

“Nadie puede ignorar- y nosotros tampoco- que la juventud peronista y sus aguerridos montoneros constituyen el sector más combativo y más avanzado del peronismo, los más fieles a las pautas programáticas de liberación, y los que han dado, desde sus filas, la mayor cuota de sangre y de sacrificio en la lucha contra la dictadura…”.[41]

A medida que avanzaba el deterioro de la situación política y el aislamiento social de la guerrilla, el PC profundizó posiciones abiertamente condenatorias. Así en diciembre de 1975, ante el asalto a un cuartel militar por el Ejército Revolucionario del Pueblo, en una localidad llamada Monte Chingolo, una declaración de su Comité Ejecutivo manifiesta:

“… el Partido Comunista hace público su enérgico repudio a estos hechos y a las organizaciones responsables, por el baño de sangre provocado por el centenar de víctimas ocasionadas y por el crimen de llevar a la masacre a tantos jóvenes argentinos, civiles y militares (…) objetivamente facilita las condiciones para un nuevo y sangriento golpe de la CIA y de sus agentes…”[42]
El PST, ya en 1972, señalaba la amenaza de que el proceso social y político se desviara, por dos cauces que podían converger, al menos parcialmente, en uno solo, guerrilla y peronismo. Se colocan en una posición que destaca la autonomía y la posición crítica tanto frente al “foquismo” como respecto al peronismo,[43] desde una línea fuertemente “obrerista”.
Ya después de la muerte de Perón, y con la represión parapolicial y paramilitar en plena marcha, insisten en plantear el enfrentamiento con el gobierno, junto con el rechazo a las acciones armadas: “Ni guerrilla, ni Pacto Social. Movilización y Partido Obrero”.[44]
Se reprocha a la guerrilla un análisis inadecuado de todo el proceso, que termina dando por efectuadas tareas políticas que, a juicio del PST, están por hacerse, en primer lugar, la superación por los trabajadores de la identidad e ideología peronistas.
“Para cualquiera de estas variantes, la fórmula es esencialmente la misma: la lucha armada no es una tarea del movimiento de masas (…) tampoco hay que tomarse el trabajo previo de conquistar políticamente a las masas, dado que la ‘organización ilegal’ está firmemente convencida no sólo de que los trabajadores ya están ganados para el socialismo, sino de que, además, simpatizan y apoyan masivamente a la guerrilla.”[45]
Y el tomar decisiones que los trabajadores no compartían
“El primer efecto negativo que produce la guerrilla es el de la confusión. En momentos en que los trabajadores, en pleno proceso de experimentación política con el gobierno, discuten a todos los niveles si deben enfrentarlo o no, el surgimiento de estos grupos, que inician la lucha armada en nombre de las masas, dividen sus fuerzas. El grueso de la clase trabajadora empezó a barajar si era correcto o no librar la guerra contra el gobierno y la amplia mayoría opinó que no.”[46]
Avanzado 1975, el PST percibe un retraimiento popular frente a lo que entiende se visualiza cada vez más como una masacre indiscriminada, cuyo sentido último no se distinguiría del “matar por matar”. Se encuentra ante los resultados de la matanza la percepción de cierto “anestesiamiento” de la opinión pública, un rechazo difuso a la violencia de cualquier tipo, que rápidamente va a derivar en un consenso apenas implícito en relación con el golpe militar.[47]Nótese que ya no se da una discusión política sino que se sospecha de los verdaderos objetivos de la guerrilla.
Algo distinta era la relación del PCR con el proceso guerrillero. Pese a su origen de identificación con la revolución cubana y crítica al reformismo “pacifista” del viejo partido, el PCR nunca efectuó el paso a la acción guerrillera, sufrió la escisión de grupos volcados a la lucha armada, como las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), y mantuvo posiciones críticas a las acciones armadas.
Ya en épocas del gobierno Cámpora manifiesta “…es incorrecto que el proletariado se aísle del proceso de masas utilizando formas terroristas pequeño-burguesas como las que propone el ERP.”[48] Luego de esta crítica expresa a la guerrilla marxista del ERP, se dirige contra las formaciones guerrilleras adherentes al peronismo
“…es incorrecta la línea de las organizaciones revolucionarias que llaman a la clase obrera a transformarse en ala izquierda del llamado “movimiento nacional”a la izquierda de la burguesía frejulista para empujarla hacia delante.”[49]
Luego desarrolla una lectura en consonancia con la “puja interimperialista” que el PCR tomaba como eje central de interpretación. Desde ese prisma, las acciones armadas estaban instrumentadas por el imperialismo soviético, al mismo tiempo que el terrorismo de derecha estaba auspiciado por el imperialismo norteamericano.
“…así como los yanquis estimulan el terrorismo de derecha, los soviéticos instrumentan el terrorismo de “izquierda” aprovechando para sus planes expansionistas el heroísmo de miles de combatientes revolucionarios, y se montan en los sentimientos antiyanquis de sectores de la oficialidad y la suboficialidad…”[50]
Hacia 1975 se había generado un clima, del que participa la izquierda no armada, que condenaba abiertamente como “terrorismo” criminal lo que al principio se veía como expresión, equivocada o no, de la lucha popular liberadora. Esa visión se acentuará después del golpe militar.[51] como legal, mediante la ampliación de atribuciones “antisubversivas” a las fuerzas armadas52
El carácter “popular” atribuido inicialmente al gobierno peronista se había ido desvaneciendo, a favor de políticas económicas cada vez más favorables al deterioro del salario y el nivel de vida popular. El gobierno aparecía debilitado y dividido internamente, y con su popularidad en franco descenso. A la luz de la experiencia histórica argentina, todo el cuadro indicaba condiciones favorables a un golpe militar.
Más temprana y rotundamente el PST, sólo tiempo después de la salida de Gelbard del gobierno el PC,[53] ambos terminaron identificando a la Presidente con una perspectiva reaccionaria en todos los terrenos, y a ofrecer sus propias recetas para evitar el golpe, y al mismo tiempo alejar a la viuda de Perón de su cargo. Las fuerzas de izquierda se encontraban al mismo tiempo con un clima de miedo y confusión en los ámbitos no militantes, y experimentaban las consecuencias de un giro conservador en la opinión pública.
El PST desarrolla una prédica radical, a favor de una salida “obrera” al peligro de golpe, incluyendo a la dirigencia sindical: “Del Parlamento debe salir un presidente gremialista y la convocatoria a Asamblea Constituyente.”[54]Nada que no fuera un “gobierno obrero y popular” le parecía una solución aceptable.
El PC, en cambio, sigue su tradicional línea moderada, de convocatoria a un gobierno de unidad con todos los partidos democráticos, pero en este caso incorpora una novedad importante, la idea de conformar un gabinete cívico-militar, propuesta que se fundamenta en la incorporación de militares “antiimperialistas” y defensores del “régimen constitucional y las libertades democráticas”.[55]
Hacia fines de 1974, cuando ya se ha alejado el ministro Gelbard, y por tanto el espectro del “imperialismo soviético” en el gobierno; el PCR vira a una posición más benévola hacia el gobierno, a contramano del resto de la izquierda. Se definen como antigolpistas, partiendo de la idea de que aquél era un gobierno“tercermundista”, defensor de cierta autonomía nacional.[56]
Apoyaba los gestos nacionalistas del gobierno, rechazaba cualquier propuesta “transicional”, y si bien condenaba los actos de represión ilegal de las tres A y demás formaciones paramilitares, no las atribuía al gobierno. Según ellos grupos prosoviéticos y pronorteamericanos se disputaban el control de las FF.AA, y terminarían convergiendo en un futuro golpe.[57]
Frente al golpe y la dictadura
Ninguna de las tres fuerzas que nos ocupan llegó a dimensionar de entrada el alcance que iba a tener la dictadura, lo sanguinario y artero de sus políticas represivas, y la dimensión estratégica de su ataque contra las posibilidades de organización, movilización y politización de las clases explotadas.
En un primer momento, muchas caracterizaciones apostaron a una dictadura no particularmente dura, y con una extensión limitada en el tiempo. Para situar esto en el contexto de época, cabe recordar que la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” dedicó no pocos de sus esfuerzos iniciales a sostener una falsa imagen de sí mismo.
Las Fuerzas Armadas esperaron para dar el golpe a que el gobierno precedente estuviera totalmente desgastado, y la población harta de incertidumbre y confrontación. Cuando finalmente asaltaron el poder, se presentaron como prenda de paz y orden, y postularon la restauración de formas políticas republicanas. A eso se sumó el modo de represión adoptada, inspirada en la francesa en Argelia, en la que el Estado oculta responsabilidades. Además, mientras ilegalizaban al grueso de los partidos de izquierda y a las organizaciones vinculadas a ellos, mediante la Ley 21.322, en otra norma promulgada al mismo tiempo sólo suspendían la actividad del resto de los partidos, incluyendo al Comunista, alentando así expectativas y complicidades.[58]
El PC desarrolló una posición, compartida por la dirigencia de los partidos tradicionales, pero no por el resto de la izquierda no armada, que denunciaba puntualmente los secuestros y asesinatos, pero presentándolos como obra de bandas de ultraderecha supuestamente “descontroladas”, a las que en cierto modo equiparaba al “terrorismo de ultraizquierda” convergiendo así con los propósitos exculpatorios de la cúpula dictatorial.[59]
En esa línea, dirigentes partidarios convocarían a “pueblo y gobierno” a terminar con el terrorismo:
“…el problema vital diríamos, es el del terrorismo de ambos signos, todos los argentinos-pueblo y gobierno-debemos abocarnos a darle una solución inmediata, si queremos salvar a la República de caer en los desbordes de una sangrienta dictadura pinochetista o en la catástrofe de una guerra civil que dividiría a los argentinos por muchos años.”. [60]
Percibiendo las reales pugnas internas de la dictadura, el PC las tomó como disputa entre una tendencia democrática y otra abiertamente fascista (llamada “pinochetismo”), y erigió en eje de su política la defensa de la primera contra la segunda. Se habían convencido que sin participación militar no había estabilidad política posible en Argentina, y en esa convicción propiciaron una amplia “convergencia cívico-militar”.
Ya las primeras declaraciones posteriores al golpe, lo aceptan como hecho consumado y “rescatan” algunas de las manifestaciones “democráticas” del nuevo régimen:
“El Partido Comunista está convencido de que no ha sido el golpe del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. Pero estamos ante una nueva realidad. Estamos ante el caso de juzgar los hechos como ellos son. Nos atendremos a los hechos y a nuestra forma de juzgarlos: su confrontación con las palabras y promesas.”.[61]
Unos dos meses después, otro documento emitido desde la dirección partidaria, ratifica este análisis, valora favorablemente la suspensión “provisional” de la actividad partidaria, y hace hincapié en la amenaza del “pinochetismo”:
“… es justo comprobar que el movimiento del 24 de marzo tiene algunos rasgos que lo diferencian de los anteriores. Las fuerzas armadas, llegadas al poder de facto, en vez de disolver los partidos políticos suspenden sus actividades provisionalmente. Aunque no se puede ocultar que quienes consideran –a pesar de la trágica experiencia chilena- que la solución debe levantarse sobre una montaña de cadáveres, presionaron para precipitar el golpe, aunque no prevalecieron en él, y ahora presionan y actúan para provocar un viraje a la derecha.” [62]
El golpe del 76 fue un hecho reaccionario de un nivel de sistematización y crueldad desconocidas. Los dirigentes del PC no lo percibieron así e intentaron influir en las diferencias internas del gobierno pretoriano. Luego se negaron tozudamente a abandonar esa política, que era día a día más insostenible frente a la realidad del genocidio. Todavía en 1979, un folleto escrito por un dirigente de primera línea exponía cuidadosamente los alcances de la propiciada convergencia cívico-militar.[63]
El PST, en sus primeras publicaciones en la clandestinidad, refleja un trato prudente con el flamante régimen. Se formulan denuncias de las acciones represivas, pero diferenciando a la cúpula del gobierno de esos crímenes. Buscaba tal vez preservar algún espacio de legalidad, utilizando un lenguaje mesurado en sus órganos de prensa.
Veamos dos ejemplos en ese sentido. Comentando un atentado contra un local de otro partido se afirma que ha provocado “Una repulsión que ha alcanzado al presidente de la República, quien habló telefónicamente (…) para expresarle su consternación y asegurarle que el hecho se investigaba aceleradamente.[64]
Apenas unos días después, se menciona al “terrorismo de derecha” como no identificado, sin vincularlo al gobierno:
“…Es cierto que en líneas generales, se ha respetado a los delegados obreros. Pero algunas detenciones, algunos despidos (…) y la persistencia de un terrorismo de ultraderecha, cuya autoría sigue sin establecerse, deja en pie la posibilidad de una persecución generalizada del movimiento obrero…” [65]
Pero a diferencia del PC no convoca a mantener expectativas en el régimen militar, y poco más de un año después, ya propicia el rápido final de la dictadura:
“…por sobre todas las cosas, el comienzo de la salida de la grave crisis se logrará por el alejamiento del gobierno militar cuya permanencia es una traba para la recuperación de los derechos obreros y democráticos…”[66]
El PCR prosiguió leyendo la situación en su clave conspirativa, construida con anterioridad. Videla resultaría así encarnación de la corriente golpista “prorrusa”, y la dictadura pasó a ser denunciada como una entronización de ese imperialismo, en disputa con corrientes internas pronorteamericanas.[67] De todas maneras, el resultado era una amplia condena del régimen como tal, y de sus acciones en particular.
Durante buena parte de la dictadura las organizaciones de la izquierda marxista afrontaron la represión inmediata de cualquier intento de manifestación o actividad pública, y fuertes persecuciones. Sus militantes siguieron actuando, en condiciones muy difíciles. En el movimiento obrero, en las recién creadas o revitalizadas organizaciones de derechos humanos y de familiares de presos y desaparecidos, los partidos de izquierda tuvieron presencia y actuación. Su militancia sufrió prisión, torturas y desapariciones, incluyendo la del Partido Comunista, tan benévolo hacia la dictadura en el discurso de su dirigencia.[68]
A modo de cierre
Los que nos ocupan fueron años de intensificación y radicalización de la vida social y política, que pusieron a los partidos de la izquierda marxista de la Argentina frente a desafíos inusitados. La radicalización en curso se canalizaba, en gran proporción, en cauces que ellos no compartían: El peronismo de izquierda, y la opción por la vía armada hacia la revolución social. Sus expectativas de que un “giro a la izquierda” de las masas significara el ingreso masivo de trabajadores y otros sectores populares en sus filas, se vieron así en gran parte desmentidas.
Es indudable que el PC, el PST y el PCR no lograron construir y expandir un paradigma alternativo de acción revolucionaria, más allá de insistir en un arsenal de críticas al “aventurerismo” y al “populismo” de otras corrientes. No ofrecieron un análisis cualificado de lo que las complejidades de la sociedad argentina y el potencial defensivo de las clases dominantes podían señalar como límite a un planteo de “guerra de movimientos” y “ataque frontal” como el que desenvolvían las organizaciones armadas. Más tarde, cuando las fuerzas reaccionarias comenzaron a inclinar la batalla a su favor, se dejaron arrastrar a una equiparación entre “terrorismos”, y hasta alentaron esperanzas en el accionar de fuerzas de derecha, como el PCR durante la presidencia de Isabel Perón y el PC con la propuesta de “convergencia cívico-militar” con la dictadura.
Un factor a tener en cuenta es que si bien estos partidos habían tenido un crecimiento importante en cuánto a número de militantes, inserción social e influencia política, seguían siendo organizaciones relativamente reducidas. No tenían potencial electoral apreciable y salvo el PC, carecían de toda presencia tanto en el gobierno como en el Parlamento.
No dirigían grandes sindicatos, ni otras organizaciones sectoriales de primera magnitud. Sólo fueron actores importantes, sin llegar a ser mayoritarios, en el movimiento estudiantil; y en algunos ámbitos circunscriptos territorialmente, como el movimiento obrero de la ciudad de Córdoba, las “ligas agrarias”[69] y otras organizaciones rurales del norte del país, y en las Coordinadoras obreras del Gran Buenos Aires surgidas en 1975. Eso los condenaba a cierta impotencia para expandir sus propuestas y acciones al conjunto social, por más que una militancia dedicada y sólidamente organizada les permitiera multiplicar esfuerzos y expandir su influencia más allá de su base organizativa.
Cuando con la dictadura se entronizó plenamente el terrorismo de Estado, puesto al servicio de un proyecto de reestructuración de la sociedad argentina en sentido reaccionario, los límites en la comprensión de la dirección y alcances de ese proceso volvieron a manifestarse. Con todo, estas organizaciones lograron preservar a sus militantes, desarrollar acciones de resistencia, sobre todo en el movimiento obrero, y en definitiva sobrevivir a la derrota, favorecidas en parte por no estar en el centro de la política de exterminio, que tenía como prioridad las organizaciones armadas.
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La Yesca, Periódico del PST en la clandestinidad, Año 1976
Unidad Socialista, Aparece identificado como “Boletín editado por un grupo de adherentes a la corriente de opinión socialista. Circulación restringida.”
Nuestra Palabra, Órgano del Partido Comunista, Segunda época, 1973-1976.
Nueva Era, Revista Teórico-Política del Partido Comunista, 1973-1976.
Nueva Hora, Órgano del Partido Comunista Revolucionario, 1972-1977.

Notas
________________________________________
[1] Incluso el PC, el más reticente a la lucha armada en esta etapa, desarrollaba instrucción guerrillera en los años 60. Cf. Rot (2006, pp. 15 y ss.)
[2]. Las principales ciudades argentinas, con la paradójica excepción de Buenos Aires y su entorno, fueron escenario de levantamientos populares, que se reprodujeron en centros urbanos medianos y aun pequeños, durante el lapso 1969-1972. Se los llamó “azos”, y así hubo, además del famoso “cordobazo”; “rosariazo”, “mendozazo”, “tucumanazo”, “rocazo”, “riojanazo”, “choconazo”, y un largo etcétera
[3]. Puede verse, entre otros títulos, Mazzeo (1999) y Salas (2004)
[4] Tortti (1999, p. 223)
[5] Un relato y análisis circunstanciado de parte de este proceso se encuentra en Burgos (2004)
[6] Si tomamos a seis de los principales dirigentes del PC en esos años, tres ocupaban cargos de conducción desde los primeros años veinte: Victorio Codovilla y los hermanos Rodolfo y Orestes Ghioldi. El secretario general, Gerónimo Arnedo Alvarez, lo era desde 1938. Rubens Iscaro y Fernando Nadra habían alcanzado altos niveles de dirección ya en la década de los cuarenta.
[7] Cf. Tortti (1999, p. 231).
[8] Ese era el seudónimo de Hugo Bressano (1924-1987), dirigente del trotskismo argentino una de cuyas corrientes condujo desde 1943 hasta su muerte. Se encuentra vasta información sobre su trayectoria en González (1999).
[9] Poco después de 1950, el original Grupo Obrero Marxista (GOM), primera formación liderada por Moreno, transformado luego en Partido Obrero de la Revolución Socialista, se fusiona con un sector del tradicional Partido Socialista, encabezado por Enrique Dickmann, para fundar el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Caído Perón, los partidarios de Moreno se reagrupan como Palabra Obrera, que a mediados de los 60 se fusiona con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), encabezado por Roberto Santucho, para formar el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Unos años después se rompe ese partido, y la fracción de Moreno integra el PRT La Verdad(por el nombre de su periódico). En 1972 se funden con un sector del Partido Socialista Argentino, para pasar a denominarse al poco tiempo Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
[10] El Frip fue creado en la provincia de Tucumán, centro de la producción azucarera, con inspiración en Mariátegui y un contenido indigenista (algunas de sus publicaciones aparecían en quichua y en español). Un relato y análisis del proceso que llevó a la unificación y después a la ruptura del PRT, se encuentra en Weisz (2006, p. 37 y ss)
[11] Después de 1955 el socialismo se había dividido en dos agrupaciones: Partido Socialista Democrático y Partido Socialista Argentino. De este último se separó el Partido Socialista de Vanguardia, una parte del cual pasó a ser Vanguardia Comunista, de orientación maoísta. A la altura de 1972, lo que quedaba del socialismo argentino se había separado en dos secretarías, una de las cuales ejercía Juan Carlos Coral.
[12] Avanzada Socialista, Año II, N° 78, 3/10/73, p. 6.
[13] En un relato de la inserción en el maoísmo, el principal dirigente del PCR, Otto Vargas, comienza por afirmar “Nosotros éramos guevaristas…”, para luego narrar la decepción con Cuba por su apoyo a la URSS a partir de 1968 y la adopción del maoísmo: “Nosotros vinimos de China con la teoría del socialimperialismo de Mao: la URSS se había transformado en una potencia social imperialista (…) y estábamos en claro de que en la Argentina este imperialismo tenía mucha fuerza. Cuando nosotros rompimos con el PC se sabía que su aparato económico era el 5° grupo financiero de la Argentina.” Mariano Andrade (2005, pp.45- 46)
[14] Cabe señalar que esta obsesión con la influencia soviética no era un resultado automático de la orientación maoísta: La otra fuerza de esa filiación, Vanguardia Comunista, no proveniente del PC por otra parte, hacía mucho menos hincapié que el PCR en el “socialimperialismo” y la necesidad de combatirla
[15] Desalojado de la presidencia después de una década por un golpe militar en 1955, el retorno de Perón al país (y al poder político) se había convertido en un mito agigantado por el tiempo y la distancia. Buena parte de los trabajadores argentinos vivieron las casi dos décadas posteriores como una suerte de calvario político que sólo el regreso de Perón podía remediar. Entre los varios tratamientos del tema puede recomendarse el libro de Daniel James (2006).
[16] En 1963 el voto en blanco había captado a un veinte por ciento de los sufragantes. El golpe militar de 1966 motivó que no hubiera más elecciones de presidente hasta 1973. Una diferencia fundamental es que en esa ocasión el propio Perón había auspiciado esa actitud frente al proceso electoral.
[17] AS, Año I. N° 2-Marzo de 1972, p. 1-2. Sitrac era el sindicato de trabajadores de Fiat Concord (rama automotriz), y Sitram el de trabajadores de Fiat Materfer (rama ferroviaria). Ambos sindicatos habían tenido una conducción radicalizada, con militantes del PRT, trotskistas y maoístas, y habían protagonizado luchas de gran repercusión.
[18] Era secretario general del sindicato de electricistas de la ciudad de Córdoba. De formación marxista y respetado por todos los sectores políticos, lideraba el “sindicalismo de liberación”, combativo y antiburocrático, inclinado a alianzas más amplias que los “clasistas” como Sitrac-Sitram. Tosco no pertenecía a ningún partido, pero por su prestigio también fue invitado a ser candidato a gobernador de Córdoba por la UCR; el Partido Comunista le ofertó postularse a vicepresidente por la Alianza Popular Revolucionaria. Declinó todas las ofertas. Cf. Iñigo Carrera, Grau y Martí (2006, pp. 237-238 y ss.)
[19] Obtuvo 73.796 votos, bastante menos del 1% de los sufragios emitidos.
[20] Lo impulsaba el PRT y adherían otras organizaciones de la izquierda marxista, y del que tomaba parte activa Tosco, junto con Silvio Frondizi, Rodolfo Ortega Peña, Alicia Eguren, intelectuales militantes de la izquierda. Realizó una serie de congresos con presencia multitudinaria de militantes políticos y sociales.
[21] .
[22] AS ,Año II, Nº 74, 30/8/73. Se refiere al decimocuarto congreso de los comunistas, celebrado por esos días.
[23] Esa vez obtuvo 181.874 votos, equivalentes al 1,6% del total.
[24] “Los trabajadores derrotaron a Lanusse”, titula el periódico del PST. Luego de haberse opuesto férreamente al voto por la fórmula peronista, el PST valoriza la derrota del GAN “…los millones de votos del FREJULI significaron una seria derrota de los planes electorales de las Fuerzas Armadas…” (A.S. Año II-N° 52, 15/3/73, p. 2. p. 2). El PCR tiene también una reacción benévola, de elevadas expectativas, frente al ascenso del peronismo al gobierno. Señala la existencia de un momento social y político nuevo, e interpreta como un factor importante del mismo la propia existencia y fortalecimiento del PCR en tanto que reemplaza al “falso comunismo”: “…la clase obrera y el pueblo argentino han pasado por distintas experiencias revolucionarias y por eso van comprendiendo rápidamente que a la oligarquía, el gran capital y el imperialismo hay que liquidarlos y no sólo limarles algunas aristas.” “La emergencia del clasismo, del comunismo revolucionario, de las ligas agrarias y la propia izquierdización en el peronismo son las expresiones principales de este fenómeno político.” (Nueva Hora, A. VI. N° 120, 1ª quincena julio 1973, p. 2). El PC, a través de una reunión de su Comité Central declara: “El 11 de marzo ha sido derrotada en las urnas la dictadura y su política antipopular y antinacional. La gran trampa (GAN) urdida por la reacción y las derechas de los partidos burgueses..ha recibido en las urnas un golpe demoledor…”, Nueva Era, Abril de 1973. Año XXIV. Nº 3, p. 202.
[25] Hombres armados organizados por José López Rega y otros representantes de la derecha peronista, agredieron a balazos a los manifestantes en el acto de recepción de Perón, de vuelta en el país, provocando varios muertos y el fracaso de todo el acto, en lo que constituyó una grave derrota política de la izquierda peronista.
[26] Pozzi-Schneider (2000, p. 170.)
[27]AS, Año II. N° 91. 7 al 14/2/74.
[28] Comerciante y después empresario del caucho y metalúrgico, Gelbard fue secretario general de la central industrial y luego de la Confederación General Económica (CGE) en los primeros años 50. Se mantuvo ligado desde sus comienzos al Partido Comunista. Tras vasta trayectoria como dirigente gremial empresario, Perón decidió nombrarlo ministro de Economía en el gabinete que asume en mayo de 1973. Permaneció en el cargo hasta octubre de 1974, ya bajo la presidencia de Isabel Perón. Para su biografía ver Seoane (2003)
[29]Si bien lo hizo en forma silenciosa y extraoficial, el PC había apostado al proyecto económico de la gestión Gelbard, y aportado numerosos “cuadros” a los equipos ministeriales. Recientemente, una dirigente de primera línea del PC ha reconocido públicamente la vinculación con Gelbard: “En el último periodo y tercer gobierno de Perón (1973-1974) antes de su muerte, todo había cambiado tanto que tuvo un ministro comunista, José Bel Gelbard, quien rompió el bloqueo a Cuba y envió automóviles y créditos.” Edelman, Fanny, Reportaje por Stella Calloni en La Jornada. México D.F. 28/9/2004.
[30] NE, Año XXIV, N° 8, Septiembre 1973, p. 240.
[31] En una denominada “rendición de cuentas al pueblo” los diputados comentan además iniciativas de salud infantil financiadas con impuestos a latifundios y grandes empresas y la formación de una comisión bicameral para investigar actos de terrorismo. Nuestra Palabra, Año II. Nº 100. 18/6/75, p. 16.
[32] NH, Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio, 1973, p. 2.
[33] NH, Año VII. 134. 1° febrero 1974, p. 2.
[34] Puede compartirse lo afirmado en un reciente estudio sobre el sindicalismo clasista: “Contra lo que suele señalarse, apelando a una lectura a menudo superficial, el ciclo abierto por el “Cordobazo” en 1969, dio origen a un fenómeno más importante que el comienzo de la lucha armada generalizada. Ese fenómeno, que impregnará por varios años las luchas obreras en la Argentina, fue la emergencia de un vigoroso movimiento “clasista” que, con foco en Córdoba, se fue difundiendo progresivamente a la ribera del Paraná y más tarde, al cordón del Gran Buenos Aires.” Lobbe (2006, p. 39)

[35] Cf. Iscaro (1973, p. 396)
[36] Lobbe, (2006, p. 59).
[37] En 1974 una lista de izquierda ganó el sindicato metalúrgico local, y el gremio nacional se negó a reconocer el triunfo, desatando un conflicto de vasta repercusión. Sobre la participación de los comunistas en las luchas de Villa Constitución puede verse Schulman (2004).
[38] AS, Año IV, Nº 154, 19/7/75:4

[39] En ese mismo Congreso se afirma: “(Nuestro Partido)..Siempre consideró que había que desarrollar el movimiento de masas (…) crear las condiciones favorables para la toma del poder por vía pacífica, sin excluir la acción parlamentaria; o por vía no pacífica, si los círculos dirigentes del país cierran todas las posibilidades democráticas para la conquista del poder.” Codovilla (1963, p. 59)
[40] Un enfoque crítico de ese giro, desde el punto de vista de un dirigente comunista en disidencia, se encuentra en Giúdici (1973, pp. 94 y ss.)
[41] NP Año I. Nª 45. 8/5/74, p. 3.
[42] Declaración del CE del PC del 24/12/75, reproducida en NE, Año XXVI, Nº 1, Febrero 1976, p. 2.
[43]AS, Año I, N° 5, 29/3/72, p. 2.
[44]AS, Año III, 117, 20/8/74, p. 1.
[45] AS, Año III, 122, 24/9/74, p. 11.
[46] AS, Año III, Nº 125, 15/10/74.
[47] Se señala la situación política desfavorable que ha hecho que la “masacre de La Plata” (asesinato de ocho militantes del PST) sea acogida con indiferencia “….la abundancia de cadáveres produce un acostumbramiento…una confusa orgía de sangre, más parecida a las ‘vendettas’ sicilianas que a una lucha política”. AS, ,AñoIV,N° 162, 13/9/75, p. 2. Se llamó “masacre de La Plata” al asesinato de ocho militantes del PST, en septiembre de 1975.
[48] NH, Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio 1973, p. 3.
[49] Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio 1973, p. 2 .
[50] PCR (1975, p. 3).
[51] Organización parapolicial creada desde el propio Ministerio de Bienestar Social, ocupado por López Rega.
[52] Durante 1975 se firmaron disposiciones que confirieron a las Fuerzas Armadas la misión de “aniquilar” a la “subversión”.
[53] En los primeros meses de 1975, el PC leía la situación como signada por la confrontación tradicional entre democracia y fascismo, que a su vez era re-leída como la opción “liberación o dependencia”, la consigna del peronismo, a cuyos partidarios convocaba a encabezar la lucha: La alternativa es clara: el fascismo, con sus peculiaridades nacionales o la democracia en desarrollo y perfeccionamiento; el crimen en masa (…) o el enfrentamiento masivo de nuestro pueblo peronistas al frente con las bandas mercenarias de los asesinos de la Triple A (…), entrega de nuestro país y de sus riquezas al imperialismo, o defensa del patrimonio nacional, de pan y del trabajo de nuestra gente; en síntesis: liberación o dependencia.” NP,. Segunda Epoca Año II-Nº 95, 14/5/1975, p. 3.

[54]A.S, Año IV, 155, 24/7/75, p. 1.
[55] NP, Año II. Nº 90. 9/4/75, p. 3.
[56] En el análisis de Otto Vargas, fundador y secretario general: “…el gobierno de Isabel Perón tuvo muchos elementos tercermundista (…) .ellos se planteaban como tercermundistas en todos lados, en las Naciones Unidas, en los No Alineados, etc” (…) El golpe podía venir de cualquiera de los dos imperialismos, o del consenso entre ambos:“…nosotros decíamos: contra el golpe pro yanqui y pro ruso unirse y armar al pueblo. Y esto lo planteamos siempre…Nosotros frente al golpe de estado defendemos el gobierno constitucional de Isabel.” Andrade (2005, p. 57).
[57] “…en noviembre del 74 definimos la posición antigolpista: entendemos que se va hacia una definición y la línea fundamental pasa por quienes están a favor y quienes están en contra del golpe; …en el golpe hay dos corrientes: una corriente proyanqui y otra corriente pro soviética.” M. Andrade (2005, p. 56).
[58] Para un tratamiento de la relación inicial de los partidos con la dictadura, incuyendo al comunista, Yannuzzi (1996, pp. 66 y ss.) y Quiroga (1994, pp. 62 y ss.)
[59] Cf. Gorini (2006, p. 33 y ss.). El mismo autor resalta la posición similar, durante 1976, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, en la que actuaban dirigentes como Raúl Alfonsín y Oscar Allende.
[60]
[61] El documento seguía expresando: “El Partido Comunista, aunque no comparte todos los puntos de expresados en los documentos oficiales, no podría estar en desacuerdo con tales enunciados, pues coinciden con puntos de su Programa, que se propone el desarrollo con independencia económica, la seguridad con capacidad nacional de decisión, soberanía y justicia social.”Partido Comunista (1976, p. 4)
[62] Ghioldi (1976, p. 4).
[63] Bergstein (1979, p. 28 y ss. El autor, Jorge Bergstein, fue secretario general de la Juventud Comunista, secretario de la provincia de Córdoba, y durante la dictadura fue Secretario de Propaganda nacional.
[64] La Yesca, Año 1. N° 1. Segunda quincena de mayo 1976, p. 12
[65] Cambio, Año 1. Primera quincena de mayo 1976, p. 2.
[66] Unidad Socialista, N° 6. Noviembre 1977, p. 1.
[67] El propio Vargas explica el golpe de Estado en un reciente discurso: “Al mismo tiempo estaba la disputa interimperialista entre yanquis y rusos. Los prosoviéticos trabajaron para el golpe institucional; lo hicieron porque tenían mucha fuerza en el movimiento popular, producto de un trabajo de muchos años; mientras que los yanquis eran muy débiles en el movimiento popular. Trabajaron para el golpe institucional, pero los yanquis los fueron apretando. Es cuando Capellini da el golpe en diciembre de 1975. Los soviéticos tuvieron que aceptar también que no tenían otro camino que el del golpe militar abierto, para dirimir la disputa con los yanquis. Y por esa razón se fue al golpe.” (Vargas, 2006, s/n).
[68] El PC sufrió más de cien desapariciones cf. Apoderados del Partido Comunista, 1982, p. 9-10, El PST perdió de esa manera cincuenta y cinco militantes. Cf. Coggiola (1986, vol 2:125). No hemos hallado cifras del PCR.
[69] Era la denominación de organizaciones de pequeños productores rurales. El PCR tenía influencia en ellas.
http://www.alainet.org/es/active/17449

El PST salvadoreño

PST SALVADOREÑO:UN LEGADO REVOLUCIONARIO PARA LAS NUEVAS GENERACIONES

mayo 23, 2016 ust ust Historia, NACIONAL, PORTADA 0 comments

Jenny Moreno

Década de los 70´s El Salvador atraviesa por grandes huelgas y manifestaciones los trabajadores, estudiantes y campesinos son los protagonistas del ascenso revolucionario, el imperialismo y la dictadura militar tiemblan ante el poder de la clase obrera que está luchando por su liberación.

El Partido Socialista de Trabajadores (PST) es parte dirigente de las grandes huelgas armadas a nivel nacional, Concepción Burgos Granados, obrero fundador del partido da inicio a la construcción de la organización internacionalista en otras fábricas del país.

El partido trotskista junto a la revolución salvadoreña.

La Revolución Salvadoreña ha sido contada desde muchas aristas y por diversas prensas burguesas o de izquierda, pero en ningún momento se ha mencionado el coraje y principios revolucionarios de los camaradas que pertenecieron al PST organización de la corriente trotskista y no es extraño pues el estalinismo jugó un papel propagandístico esencial por soterrar la lucha internacionalista y aniquilar cualquier iniciativa por la lucha al socialismo.

En este sentido nuestra joven sección de la LITCI rescata el legado de compañeros obreros que tomaron las armas durante los 70´s e inicios de los 80´s para que la lucha que ellos dieron sea conocida por todos los trabajadores salvadoreños.

1979 la dictadura del asesino militar Carlos Humberto Romero, se encuentra en aprietos debido a las diversas huelgas, una de ellas en “Muebles Imperio” fábrica de muebles de acero que en esa época se encontraba en Ciudad Delgado, esta huelga se sumaba a la política de las huelgas generales las más grandes e importantes.

El dirigente nacional de la Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños (CUTS), dirigente nacional del Sindicato Industrial de Dulces y Pastas Alimenticias (SIDPA) obrero de la fábrica Confitería Americana y dirigente del PST, Concepción Burgos es parte de la huelga en Muebles Imperios junto a otros compañeros jovenes que también son miembros del partido y del sindicato de la fábrica.

Para llegar a esta huelga armada se dio un duro debate político con los dirigentes del PC, FPL, ERP y demás organizaciones dentro de la Coordinadora Revolucionaria de Masas quienes iban en contra de armar a los obreros, pues aseguraban “que la guerrilla llegaría a las fábricas en 5 minutos” esta posición provocó que muchas de la huelgas fueran reprimidas por la Guardia Nacional y terminaran por asesinar y desaparecer a los obreros que se encontraban en las tomas de fábricas.

Por esta misma razón los compañeros del PST exigían que se formaran las milicias obreras para defenderse de los actos reaccionarios de la dictadura, a pesar de que ésta política no se votó a favor los trabajadores se armaron, y en esa misma huela se tuvo la solidaridad de otros sindicatos como la CUTS quien también fue apoyada por FENASTRAS organizaciones clasistas y combativas en esos años – ahora FENASTRAS calla ante los ataques de la nueva burguesía-.

La política de armar a los obreros permitió que no fueran exterminados cuando la Guardia Nacional atacó con duro armamento, sin embargo fueron capturados, apresados y torturados por semanas pero la campaña nacional e internacional por su liberación fue esencial, incluso Monseñor Romero fue parte de éstas y exigió a la dictadura la liberación de los compañeros del PST.

Después de semanas de tortura fueron liberados gracias a la presión de todos los compañeros trabajadores y como menciona un compañero ahora exiliado José “En la acción encontrás compañeros fraternales que dejan de lado ideologías”

Mujer símbolo de lucha

Para estas mismas campañas exigiendo la liberación de los presos políticos la mujer obrera, campesina y madres de desaparecidos jugaron un papel fundamental pues eran quienes apoyaban con las huelgas y las tomas de fábricas estaban insertadas en cada lucha y muchas veces dirigían sindicatos protagonistas de paros generales que propiciaban duros golpes a la oligarquía y burguesía del país y claramente al imperialismo.

Eran vanguardia de las grandes manifestaciones en las calles de todo el país generaban política a la hora de llevar a la acción medidas para atacar a la reacción muchas de estas compañeras también eran parte de nuestra sección PST.

La lucha por un programa y principios revolucionarios

Los trotskistas siempre han sido criticados o calumniados con argumentos estériles tachándonos de “infiltrados” o “traidores a la revolución” en incluso y aún más risible de “agentes de la CIA”.

A pesar de eso la historia ha demostrado que esas calumnias son sólo eso y que los revolucionarios pertenecientes a la internacional por la lucha al socialismo han dado su vida y puesto sus principios y moral al servicio de la clase trabajadora mundial y los compañeros del PST no fueron la excepción.

La Coordinadora Revolucionaria de Masas un espacio que aglutinaba a casi todas las organizaciones de izquierda vivió un debate interno entre los militantes del PST de la corriente trotskista y la corriente estalinista, éstos últimos proponían apoyar el Gobierno de Amplia Participación (GAP)lo que significaría una traición a la clase obrera salvadoreña pues un gobierno así implicaría una coalición de clases entre burgueses, militares y trabajadores donde éstos últimos son los únicos que perderían todo.

Por el contrario el programa que los miembros del PST proponían llevaba consigo la lucha por la independencia de clase ninguna alianza con el oligarca y burgués , exigían la creación de un programa que luchara por la ruptura total con el imperialismo, la utilización de los métodos de clase como la huelgas y manifestaciones de masas, y claramente la lucha internacionalista con otras organizaciones como parte esencial de la construcción y fortalecimiento de una herramienta para la clase trabajadora.

Estas diferencias provocaron que los militantes el PST dirigentes de grandes sindicatos de fábricas fueran expulsados de la CRM con el argumento de que “si no apoyan el programa no pueden estar dentro”, así lo expresa José ex militante del PST.

El estalinismo y la dictadura

Hablar de trotskismo en el país hasta cierto punto es darse a entender poco dado que no hay una formación política sobre esta corriente cimentada por el internacionalismo, la lucha por el socialismo y un programa que garantice una vida digna para los trabajadores en el mundo junto al método de clase ideas propuestas por León Trotsky quien dirigió junto a Lenin la Revolución de Octubre el momento histórico donde la clase trabajadora tomo el poder.

En El Salvador los hombres y mujeres que se reivindicaban de la corriente Trotskista fueron aislados políticamente al no callar ante la traición que las direcciones de la organizaciones estalinistas estaban realizando la del PCS, la cúpula del FMLN, el ala derecha de las FPL dirigida por Sánchez Cerén , ante estas denuncias y diferencias muchos revolucionarios fueron asesinados ahora no sólo corrían peligro por la mano de la dictadura asesina sino también por quienes al final traicionaron la revolución.

Nuestro compañero Concepción Burgos fue desaparecido en agosto de 1980 y encontrado asesinado semanas después frente a catedral Metropolitana, por razones de seguridad su familia no se hizo presente y fue enterrado por compañeros trabajadores.

Otros compañeros como José Cisneros también murieron en batalla y otros más hasta la fecha siguen desparecidos y otros exiliados porque la dictadura y el estalinismo les dio persecución política y es claro porque incluso asesinaron a sus propios compañeros como Roque Dalton, Cayetano Carpio quienes se opusieron también al GAP entre muchos más guerrilleros.

Todas estas desapariciones y asesinatos fueron motivo de solidaridad mundial la Fracción Bolchevique siempre dio apoyo a la revolución salvadoreña y centroamericana y se mantuvo en todo momento denunciando las atrocidades en este país.

Este es un legado que no podemos dejar pasar la lucha de nuestra clase no puede morir somos nosotros los encargados de mantener vivos a todos los compañeros que murieron con sus principios revolucionarios en alto este es un pequeño y breve homenaje a todos los hombres y mujeres que lucharon por nuestra libertad y que nosotros debemos de seguir ese camino ahora, porque al final todos somos la misma clase.

“mi madre y la guerra”

cuando naci no me acuerdo madre mía,

me cuidaste desde niño para que un día fuera hombre,

luego la guerra nos separó;

se que sufres madre mía e ingnoro como estás.

cuando estoy en lo alto de un cerro,

el susurro del viento me parecen tus manos acariciándome con sus dedos.

en la montaña huele a flores, polvora, sangre y de vez en cuando a una comalada de tortillas.

en la montaña se oye el cantar de diferentes pajaritos,

detonaciones de bombas mortiferas y en las faldas y vaguadas se escuchan los gritos desgarradores de un compañero herido.

madre si en la guerra muero tú no quedas sola,

a tu lado queda la mejor compañia de todo un pueblo que un dia no muy lejano será liberado de la injusticia y descigualdad social.

WILFREDO DIAZ HERNANDEZ (MANUEL EL MONKE) COMANDO DE LAS U.V.N. Y FUERZAS ESPECIALES SELECTAS “F.E.S.” F.P.L. CAIDO EN COMBATE EL 16 DE NOVIEMBRE DE 1989.

¡Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos!

¡NI PERDON NI OLVIDO!

La Columna Liniera

La Columna Liniera
Eduardo Mora Valverde

De su libro “70 años de Militancia Comunista”
Editorial Juricentro
La Columna Liniera
Regresé a la Zona Bananera del Pacífico Sur a continuar las tareas del Partido. El ambiente político nacional era muy tenso, especialmente en la capital. Se sentía ya la cercanía de muy duras y peligrosas jornadas. La oposición al Gobierno de Picado se armaba; se producían atentados terroristas. Realizando mi trabajo en esas apartadas regiones, se produjo, en el mes de julio, de 1947 la “Huelga de Brazos Caídos”, o sea el boicot económico de la más poderosa burguesía; en agosto, el desfile de damas enlutadas. Para el 12 de octubre la Rerum Novarum, del Reverendo Benjamín Núñez, convocó, a una “gran manifestación” en las calles de San José; contaba con el respaldo financiero de las cámaras patronales.
En setiembre regresé a San José, en labores partidarias. Debido a una gira que realicé hasta Panamá, ida y vuelta a pie, a ratos debajo de la lluvia y a ratos bajo el inclemente sol tropical, durmiendo mal y comiendo peor, adquirí un resfriado, con aguda y persistente tos. Como ya lo había hecho otra vez, mi mamá me metió bajo las cobijas, junto con una palangana de agua hirviendo en la que introdujo unas hojas, y me puso a respirar fuerte. A la mañana siguiente me encontraba perfectamente. Mamá llamaba a ese tratamiento “sahumerio”.
Al mediodía me reuní con Calufa y con don Paco Calderón Guardia; discutimos la posible ruta que debería seguir una columna de obreros bananeros y campesinos pobres de las regiones del Pacífico Sur, para participar en una movilización nacional, el mismo 12 de octubre, en respuesta a la convocada por el Padre Núñez.
Previmos algunas medidas de seguridad así como la ruta y los itinerarios. Primero recogeríamos a los trabajadores de las fincas de González Víquez, en la frontera con Panamá, y de último a los de Quepos y Parrita, que llegarían a Dominical. La entrada a San Isidro de El General y Cartago la haríamos juntos.
La entrada a San José, se calculó hacerla exactamente a las 10 de la mañana del 12 de octubre. Me fui rápido a Puerto Cortés, esperé la llegada de Calufa, y comenzamos los preparativos, llenos de entusiasmo y preocupados por el cumplimiento de los plazos y por las dificultades económicas.
La Confederación General de Trabajadores de Costa Rica, CTCR, convocaba a la manifestación nacional, careciendo de los necesarios recursos económicos, e incluso no pudiendo contratar, en muchos casos, líneas de transporte de pasajeros; sus propietarios las habían puesto al servicio exclusivo de la Rerum Novarum.
Era emocionante ver la actitud de los obreros bananeros. Al pasar la cabeza de la columna por las fincas de la United Fruit Co., algunos tal vez indecisos hasta ese momento, tiraban a un lado las mangueras de riego del caldo bordelés o las herramientas de trabajo, y se metían en sus filas. Vi a muchos campesinos salir del rancho, amarrándose apresuradamente los pantalones, e incorporándose a la manifestación.
Larga era la columna integrada por mil hombres dispuestos al mayor sacrificio. Pocos sobreviven hoy. Muchos murieron en la Guerra Civil. Otros por la edad. Los demás siguen de pie. Cuando me encontraba preso en Honduras, en 1951, como lo narrare después, me encontré al más joven de todos, a “Catracho”, sirviendo en la cárcel de Nacaome. Llegó a mi celda, me abrazó como hermano y me sirvió, arriesgando su trabajo y tal vez algo más.
Recuerdo una madrugada cuando subíamos la cuesta de Tinamaste. Vimos salir de unos potreros a dos o tres obreros de la columna con varios tragos entre pecho y espalda. ¿Cómo encontraron al abastecedor en aquellas desconocidas montañas? Fue algo inexplicable sólo atribuible al simple instinto u olfato de los compañeros bananeros, tan brutalmente explotados, sin diversiones y acostumbrados a tomarse sus tragos el día de descanso.
La subida de la cuesta, antes de llegar a San Isidro de El General, fue espantosa. Algunos trabajadores se desplomaban, rendidos. Yo estaba joven, y además tenía alguna experiencia en esas caminatas, y cargué en los hombros a unos de ellos. Fallas era 14 años mayor que yo e iba bien agotado; pero no se daba por rendido. Cerca de San Isidro nos esperaba un pick-up manejado por Rafael Angel Aymerich, mi ex-compañero en la organización juvenil, quien luego moriría en la Guerra Civil; consideró conveniente ir a encontrarnos por si necesitábamos llevar algún enfermo o herido al Hospital.
En la plaza de San Isidro nos concentramos todos; nos esperaba el Jefe Político don José Mora, primera víctima durante la Guerra Civil en la toma de esa plaza, el 12 de marzo de 1948. Doña María de Salas, años después suegra de Manuel, llevó a su casa a Calufa para darle una fricción recuperadora de sus energías. Yo lo acompañé. Al día siguiente reanudamos la marcha.
Cerca de Cartago nos esperaba en la carretera el Comandante de esa provincia, coronel Vaglio, para informarnos, previo a nuestra entrada a la ciudad, sobre la peligrosa situación que nos amenazaba. Las autoridades no se encontraban preparadas para evitar una agresión violenta contra la Columna, de parte de fuerzas contrarias bien pertrechadas. Nos aconsejo seguir un camino hacia Tres Ríos, que se iniciaba en esa bifurcación en que nos había esperado, para evitar un choque sangriento en Cartago.
Calufa, a la cabeza de la Columna, espero a que yo llegara con los últimos linieros. Delante del Coronel Vaglio nos informó de su propuesta y sin ninguna discusión resolvimos no variar la ruta. Los mil obreros y campesinos de la Columna gritaron llenos de entusiasmo, tal el espíritu combativo. Y seguimos adelante.
Acabábamos de pasar por El Tejar cuando fuimos víctimas de un pequeño ataque, sin consecuencias. Al fin entramos a Cartago. La calle principal estaba llena de gente. Distinguimos al Dr. Vesalio Guzmán, adversario vehemente y uno de los principales dirigentes en esa ciudad. Pero ni él ni nadie observó una actitud agresiva. Al contrario, las muchachas, a quienes veíamos como reinas de belleza, se nos acercaban, nos saludaban, y algunas nos abrazaban y besaban, a pesar de nuestra suciedad.
Siendo en la Administración de don Daniel Oduber diputado con doña María Luis Portuguez (luego Gobernadora de Cartago), ésta me contó que una de esas muchachas era ella.
El 12 de octubre de 1947 al fin entramos, por la Avenida Segunda, al Parque Central, en donde estaba concentrado el pueblo convocado por la Confederación de Trabajadores de Costa Rica (CTCR). Cuando asomamos frente a la tribuna principal, al primero que vi en ella, a la par de Manuel y Guzmán, fue al gran poeta y educador Carlos Luis Sáenz. Los linieros, emocionados al verse recibidos por el pueblo, levantaban en alto las rulas. La prensa reaccionaria sacó al día siguiente sus fotografías y en ellas se veían con caras endurecidas por el trabajo, el sol y las hambres, y vistiendo andrajos, debido a la dura jornada. Presentaba esa prensa a la columna como una banda de asesinos, o poco menos. ¡Qué honor el haber sido yo uno de esos “peligrosos malhechores”!
Mi regreso lo coordiné con Calufa. Me fui, con los trabajadores que habían salido de Quepos y Parrita, en una lancha. En Puntarenas dormimos y al día siguiente llegamos a Quepos. Después de chequear la reincorporación de los compañeros a sus respectivas fincas, mi viejo camarada y amigo, Victor Mora Calderón, me llevó a descansar a un modesto y tranquilo hotelito.
Regresé a la capital y participé en una de las discusiones del Buró Político sobre la delicada situación. Estábamos en plenas elecciones en todo el país a fin de elegir Presidente de la República, Diputados y Munícipes. Irresponsablemente, y sin consultar a sus aliados, don Teodoro había entregado el mecanismo electoral a la oposición. (Nadie entendería después en el exterior por qué el Gobierno y las fuerzas populares que lo apoyaban hablaban de fraude en su contra).
Antes de regresar a las regiones bananeras del Pacífico Sur, me fui con el “Cabo” Isaías Marchena a la costa atlántica para participar en mítines de apoyo a la candidatura del diputado Federico Picado. En la provincia de Limón el partido oficial, junto con el partido económicamente poderoso, de la oposición, y el comunista, se disputaban la mayoría de votos y el único diputado. Marchena, Federico y yo hablamos en Matina y Batán.
(Esa elección la ganó, a pesar de todo, nuestro Partido. Pero Federico no pudo llegar a la Asamblea Legislativa. El 19 de diciembre de 1948 lo sacaron de la cárcel de Limón a las 3 de la tarde, junto con Tobías Vaglio, Lucio Ibarra, Octavio Sáenz, Narciso Sotomayor y Alonso Aguilar, y a las nueve de la noche, a la altura de la milla 41, después de pasar Siquirres, en un recodo del Río Reventazón, conocido como el “Codo del Diablo”, fue brutalmente asesinado junto con sus compañeros. Hasta el día de hoy los responsables de ese asesinato permanecen en la impunidad).
En la oficina del Partido en Puerto Cortés, en una de las paredes teníamos el Padrón Electoral enviado a nuestro Partido por el Tribunal de Elecciones. Por él pasaban decenas y decenas de obreros bananeros y otros a comprobar su inscripción y su derecho legal a votar. Cuando no aparecían hacíamos el reclamo correspondiente. Todo marchaba normalmente.
El triunfo electoral lo teníamos asegurado y eso no era de extrañar en una región proletaria, explotada por una odiada empresa imperialista y con hondas tradiciones de lucha. Uno de los últimos en llegar a chequear su inclusión correcta en el Padrón fue el compañero Avendaño, de las fincas bananeras de Puerto González Víquez. (Pocas semanas después nos volvimos a encontrar en La Sierra, combatiendo; murió tres días después, en la batalla de El Tejar).
El día de las elecciones, el Lic. Marco Aurelio Salazar, Alcalde de Puerto Cortés, hermano del leal aliado de nuestro Partido y fundador del periódico “Libertad”, profesor Ovidio Salazar, nos entregó el Padrón Electoral definitivo. Cumplía así una formalidad. Tomamos el padrón nuevo y sin tiempo de hacer comparaciones, lo pusimos sobre el viejo. Pero media hora después de abrirse las mesas de votación comenzaron a llegar furiosos varios militantes y amigos del centro de Puerto Cortés, pues no se encontraban en las listas recibidas por los fiscales de las respectivas urnas de votación.
Unos habían sido trasladados a Guanacaste, otros a la Meseta Central, otros al Atlántico, etc. Reventaban furiosos; pero en ese momento ya nada podíamos hacer. Sólo viajando cada uno al lugar donde lo habían fraudulentamente trasladado, podían no perder el voto. Y eso era imposible por la falta de medios de transporte ese mismo día. Conforme pasaba el tiempo, más personas llegaban ya no sólo del centro de Puerto Cortés sino de toda la región.
Me fui a la plaza frente a la Escuela a calmar los ánimos; la violencia estaba a punto de estallar, promovida por los frustrados votantes. Cuando me encontraba calmando los ánimos, llegó el Coronel Toribio Mora cargando varios tarros de gasolina para incendiar las mesas de votación. Lógicamente eso significaría incendiar la Escuela. Por supuesto, lo impedimos.
Al día siguiente, como lo había convenido con Carlos Luis Fallas, que se encontraba dirigiendo el trabajo electoral en el centro de Puntarenas, tomé sitio en una avioneta de servicio comercial, nos encontramos en el Aeropuerto de Chacarita, y ambos nos fuimos en ese mismo avión hasta el Aeropuerto de La Sabana, en San José.
Las calles de la capital las encontramos llenas de gente protestando por el fraude. “Queremos votar” era el grito de una manifestación a la que Fallas y yo nos unimos. Los dos regresábamos furiosos después de haber palpado el fraude.
Con Antonio Barrantes fui a realizar luego, por encargo del Partido, una misión por los alrededores de La Uruca. Barrantes conducía un viejo automóvil, de color negro y de techo alto. Desde un potrero nos dispararon y una bala penetró por una de las ventanas abiertas. De inmediato sentí un pequeño rasguño en la nuca, e instintivamente me llevé la mano a la cabeza y cogí con los dedos un plomo enredado en el pelo. Un proyectil había entrado al vehículo, había rebotado en las paredes como una bola de billar, y había terminado sin fuerza en mi cabeza.
En otra oportunidad, realizando una tarea en las inmediaciones del Hospital San Juan de Dios, por la calle 14, una bala me llegó en dirección al ombligo; pero por casualidad tenía la ametralladora entre mis manos, sobre mi estómago, y la bala lo que hizo fue destrozar el magazine.
(“Te voy a decir una cosa, puej”, me dijo un día el nica Juan Ramón Leiva, el temerario, con el que había trabajado en el Pacífico Sur en el Partido y con el que estuve después en Ecos del 56. “Son babosadas, pero para morirse hay que tener mucha suerte. Siempre las balas van palotro lado”).
Al ponerse muy grave la situación, la Dirección del Partido resolvió que yo no volviera al Pacífico Sur y me encargó la responsabilidad de proteger con otros compañeros la Estación Ecos del 56. Esta jugaba un papel sumamente importante en la propaganda y agitación, y debíamos protegerla mucho. Por unos días me convertí en el bisoño “comandante” de esa guarnición.
En dos oportunidades me fui a la Finca La Caja, en La Uruca, a recibir alguna instrucción militar con el Mayor Brenes (“Perro Negro”).
Inmediatamente comencé a preparar un plan de defensa de la Estación, y lo discutí con los muchachos. Hicimos una zanja en los costados Este y Sur, en ángulo recto. En caso de un ataque nos iríamos tirando a la zanja, rodearíamos la Estación y la defenderíamos atrincherados en ella.
Un día se encontraba Manuel haciendo una intervención política, sentado por supuesto frente al micrófono, con la vista hacia el norte, hacia la carretera a San Pedro. Desde un lote vacío situado exactamente a la par de la casa donde hoy vive, atrás de la estación, le dispararon con un máuser. Los tiros pasaron cerca de su nuca; por suerte el tirador falló. Los muchachos de inmediato salieron por la puerta lateral, se lanzaron a la zanja, conforme al plan de defensa, previamente elaborado, y formaron una línea de combate alrededor de la Estación. Después de tomar medidas de protección a Manuel y al equipo que atendía en esos momentos la radiodifusora, salimos a la calle para enfrentar directamente al agresor. En ese grupo iba yo, y a la par mía Antonio Barrantes, con un mosquetón en la mano. Casi al solo salir, se le escaparon dos o tres tiros que me aturdieron pues me pasaron muy cerca del oído izquierdo.
El segundo mío en la “comandancia militar” de Ecos del 56, ya he hablado antes, era Juan Ramón Leiva, exmiembro de la Guardia Nacional de Nicaragua; se había venido a trabajar a las bananeras como obrero agrícola. Lo conocí en la finca Puntarenas, en donde llego a ser el responsable de la célula. Mediano de estatura, era vivo, inteligente, activo. Antes de regresar yo de las bananeras, el Partido había promovido una emulación; el premio, un radiorreceptor, lo ganó la finca Puntarenas, de Esquinas, por su magnífico trabajo. Juan Ramón Leiva vino a San José a llevarse el premio; la candente situación política lo envolvió. Ofreció sus servicios de militar conocedor y valiente, que tanta falta nos hacía, y fue enviado a Ecos del 56 para colaborar conmigo.
En calzoncillos y tirados en el suelo dormíamos una noche, cuando llegó el Secretario General acompañado de Manuel Moscoa a indagar preocupado sobre un tiroteo en las inmediaciones de la Estación. Nosotros, quizá por cansancio, no habíamos escuchado nada especial. Como quien estaba comandando en esos momentos la guardia era Leiva, lo llamé para oír sus informes, pero no se encontraba.
Cuando se marchó Manuel sin ninguna información, quedé muy inconforme y molesto. Comencé a ir de un lado para el otro y al rato, encabezados por Leiva, comenzaron a llegar los muchachos que supuestamente deberían haber estado cuidando la Estación, mientras el resto descansábamos.
Según Leiva, había salido precisamente a “rechazar” una agresión y por eso había dejado la guarnición desprotegida y con nosotros adentro, ignorantes de todo.
Me violenté mucho y consideré necesario castigarlo por el mal ejemplo dado, sobre todo él, un militar de formación. Le ordené se metiera a la sala de enfermería, de un área aproximada de dos varas y media por seis, muy incómoda, y se me ocurrió fijar tres días de castigo.
Leiva acató de inmediato la orden, pero cuando el c. Luis Carballo se enteró, dicen que exclamó, y con razón: “Qué sabe Lalo de cuestiones militares”. Y desde el Estado Mayor llegaron a recogerlo. De inmediato lo enviaron a dirigir, o a participar, en un enfrentamiento con fuerzas encabezadas por don Francisco Orlich, más tarde Presidente de la República.
(A Leiva lo volví a ver, en San José, pero después del frustrado intento de liberar a San Isidro de El General, cuando ya nos preparábamos para ir a atacar Cartago. Leiva había llegado con Calufa a la Confederación General de Trabajadores. Traía el ojo derecho inflamado; una esquirla se le había introducido, al hacer un intento para tomar una determinada posición. Al creer que había perdido el ojo se volvió más temerario y siguió atacando con furia. La última vez que hablé con él fue al terminar la Guerra Civil. Me lo encontré en la vieja Casa Presidencial, ya desocupada, intentando encontrar al Presidente para hablarle. Le acompañaba Abelardo Cuadra. El Presidente había abandonado el país y todo era desorden en esa residencia).
La Guerra Civil de 1948
El c. Arnoldo Ferreto, en un “Informe sobre la situación política nacional; antecedentes y perspectivas”, presentado al VII Congreso del Partido, (página 12), afirmó que “Un cierto espíritu aventurerista se apoderó de los dirigentes de nuestro Partido. Todos querían ser militares: Fallas, Lobo, Villalobos, Alvaro Montero y Eduardo Mora se fueron al frente; Rodríguez se hizo carga de la guarnición Ecos del 56…”
Ese criterio del c. Ferreto es respetable pero creo que el aventurerismo existió no cuando él lo señala, sino cuando subestimamos la acción absurda del Presidente de Guatemala Juan José Arévalo, del escritor nicaragüense Edelberto Torres, del periodista dominicano Juan Bosch, del médico nicaragüense Rosendo Argüello, del entonces socialista utópico costarricense José Figueres, y de muchos otros que, como explicábamos antes, pretendían tumbar al Gobierno democrático de Teodoro Picado, no para terminar con las conquistas sociales sino para convertir a Costa Rica en una base de operaciones para una lucha contra las dictaduras del Caribe, que remataría en una República “Socialista”. No sólo no nos esforzamos por convencerlos de su aventura, en la que los estaba metiendo el imperialismo norteamericano, sino que incluso no aprovechamos bien contactos y contradicciones.
El aventurerismo consistió en valorar solamente la magnitud del fraude electoral y limitarnos a repudiar la actitud del Presidente Picado que cometió el acto inexplicable de entregar íntegro el aparato electoral a las fuerzas adversarias e impidió casi a un 30% de nuestros partidarios, votar en las urnas previamente señaladas en los padrones.
También en que cuando el Presidente electo, don Otilio Ulate, se mostró dispuesto a llegar a un arreglo con nosotros, con prepotencia lo rechazamos.
Al declararse la Guerra Civil, el Partido envió a militantes y simpatizantes a combatir, como simples milicianos, bajo la dirección de no pocos oficiales incapaces, deshonestos y cobardes; como si fuera poco, también muchos de ellos enemigos ideológicos o cuando menos personas sin identificación con nosotros.
No afirmo lo anterior para salvar mi responsabilidad personal; precisamente soy uno de los responsables de la anulación de las elecciones de 1948. En el mismo avión, Carlos Luis Fallas y yo regresamos a San José, profundamente indignados por el escandaloso fraude electoral de que fuimos testigos ambos, dos días antes, en la provincia de Puntarenas. Nos bajamos de la nave y nos incorporamos a un acto callejero gritando “queremos votar”. No valoramos objetivamente los factores políticos externos, y las debilidades de nuestros aliados, y nos mantuvimos reclamando hasta el final el desconocimiento de las elecciones. Sólo Manuel Mora y Jaime Lobo, de la Dirección, no cayeron en ese error.
Desde principios de marzo me encontraba al frente de un grupo de compañeros, con unos viejos rifles, y unos pocos revólveres, defendiendo la guarnición “Ecos del 56”.
“Lalo, te llaman al teléfono”, me gritó el locutor en ese momento, de la radiodifusora, Arturo Montero Vega, hoy abogado y hermano de Alvaro. Cuando alcé el auricular oí una voz profundamente emocionada. “Eduardo, Figueres acaba de tomar Villa Mills. En estos momentos está abandonando la Casa Presidencial el Embajador de los Estados Unidos; llegó a exigirle al Presidente el envío de la Unidad Móvil a fin de recuperar ese lugar pues Villa Mills es un campamento de la “Public Road Administration”, de los Estados Unidos; dijo que de lo contrario, las gentes de Figueres serían expulsadas por el Ejército Estadounidense”. Y en tono de consejo me agrego: “Suspendan los programas comerciales, pongan el Himno Nacional e informen a los costarricenses que acaba de iniciarse la Guerra Civil”. Quien me hablaba de esa manera era don Francisco Calderón Guardia.
Su desbordada emoción era explicable; suponía que la interferencia del Gobierno de los Estados Unidos no obstante su grosería, demostraba, si no respaldo, al menos neutralidad de éste con el Gobierno de don Teodoro Picado, a pesar de su alianza con los comunistas.
La presión de uno y la debilidad y consecuente complicidad del otro, nos precipitaron en una trama fatal, de la cual no nos dejarían salir: peleamos en donde el adversario deseaba y necesitaba que peleáramos. Es decir, perdimos la batalla estratégica, la fundamental en una guerra.
Figueres había preparado con anticipación un “Territorio Libre”; lo conocía como a la palma de su mano; se extendía desde La Sierra, iba por el Cerro de Tarbaca, seguía sobre la carretera de San Ignacio de Acosta, pasaba por San Cristóbal Sur, Frailes y Santa Elena, y cubría un territorio montañoso en donde se encontraba San Pablo, San Marcos, Santa María de Dota y San Isidro de El General; cobijaba la Carretera Interamericana, de El Tejar hasta San Isidro, comprendiendo todo el Cerro de La Muerte.
(Un territorio lleno de latifundios, con una población políticamente atrasada. Muy alta y quebrada, con un clima excesivamente frío. A él tuvieron que ir a combatir nuestros camaradas en su mayoría obreros y campesinos de nuestras calurosas costas).
La Misión Militar Norteamericana terminó de dar el empujón al Gobierno: su Escuela Militar envió al coronel Rigoberto Pacheco Tinoco y al mayor Carlos Brenes (quien me había dado rápida instrucción en la Finca La Caja, en La Uruca), a “comprobar” personalmente, y de hecho desarmados, la veracidad del levantamiento. Según me lo confió quien era personaje importante en esta maniobra, el momento de la salida y la ruta fueron comunicados a uno de los jefes de las fuerzas situadas en la Interamericana, por lo que necesariamente cayeron en una fatal emboscada, propósito evidente de la Misión Militar.
La muerte de Pacheco y Brenes indignó al calderonismo y así se precipitó el envio de la Unidad Móvil, al “Territorio Libre”
Las noticias llegadas a San José, indicaban que la muerte de los dos militares obedeció no a un enfrentamiento de emboscados contra emboscadores, sino a un asesinato. Pacheco y Brenes quisieron burlar el cerco pero al verse rodeados alzaron las manos y entregaron sus armas. A sangre fría liquidaron primero a Pacheco y luego a Brenes, a pesar de ofrecer éste diez mil colones si no le quitaban la vida. Esto sucedió el 12 de marzo.
Hasta “Ecos del 56” nos llegaban reclamos de compañeros de la Juventud, o cercanos a ella, que pedían un rifle y un puesto de lucha en los campos de batalla.
En un camión que llevó Franklin Rivero se me encargó recoger, enlistar en la CTCR y llevar por la Interamericana hasta la línea de fuego (Rivero me dijo que a Villa Mills) a ese grupo de jóvenes. Un oficial los recibiría y les daría instrucciones para el manejo de las armas, y otras cuestiones elementales.
Entre los primeros, recogí a Miguel Angel Aymerich. Vivía en un pasaje en calle 6, cerca de La Castellana. “Espérame un momento para llevarme unos calzoncillos”, me dijo tal vez en broma. Salió con el paquetico en la mano y detrás una señora gruesa; lo abrazaba y lo besaba. Presentía que no volvería a ver a su hijo. El último a quien recogí fue a Varelita. Su padre, un artesano de zapatería del Barrio La Constructora, lo despidió con optimismo. (Estando con Fallas y Leiva en los días de la preparación del ataque a Cartago, llegó llorando a informarnos de la muerte de su hijo).
Al salvadoreño Dueñas, encargado de la oficina de registro, dí los nombres de los muchachos voluntarios y salí rápidamente hacia la Interamericana. Pasé antes por “Ecos del 56” pues unos y otros deseaban abrazarse y despedirse.
Varios de los compañeros de la guarnición se subieron “ilegalmente” al camión, “abandonando” sus responsabilidades. No lo pude impedir, básicamente por razones sentimentales. Al pasar por el cruce de Curridabat, y disminuir mucho la velocidad, un muchacho de apellido Zúñiga, de San Pedro, preguntó a los jóvenes que iban parados en el cajón del camión, el motivo del viaje, y se encaramó. ¿Espíritu aventurerista? Pienso que fue la inexperiencia, la falta de formación política, el abundante fervor juvenil, el entusiasmo fresco y comunista. No nos encontrábamos en aquel momento, en aquellas circunstancias, preparados para encauzar debidamente los impulsos de esa muchachada que pasará a la historia del movimiento revolucionario de Costa Rica y ocupará un sitio de honor.
Siendo un muchacho, de unos 14 ó 15 anos, me había internado en el Cerro de La Muerte con Antonio Barrantes y Manuel Vaglio, el hijo de uno de los Mártires de Codo del Diablo. Entonces no había Carretera Interamericana que lo atravesara; los trillos se perdían frecuentemente entre la maleza; varios días anduvimos perdidos. Según me lo informaron después, Manuel pidió ayuda a la policía para que nos encontraran; la casualidad nos llevó a topar con el TI-3, un monomotor que se había perdido hacía mucho.
Lo encontramos clavado verticalmente a una orilla del Río Brujo; cerca había un trillo; avisamos a campesinos, éstos a San José y finalmente logramos llegar a la cumbre del Cerro. Bajamos al día siguiente a Las Vueltas y entramos en la tarde a San Isidro de El General. Esa “aventura” la habíamos iniciado Barrantes, Vaglio y yo a partir de Copey, situado al pie del Cerro, por Dota. De manera que mis conocimientos de la Zona eran muy incompletos.
Cuando a mí me mandaron a la Sierra y a Villa Mills a dejar a dichos voluntarios de la Juventud, no sabía absolutamente nada de esos lugares, como no fuera el conocimiento teórico de que existían. Ni siquiera tenía un mapa para formarme alguna idea. Ibamos atenidos a que la Interamericana en construcción nos llevaría por sí sola a ellos y sería cosa de ir preguntando hasta llegar a la “línea de fuego”.
Pocos minutos después de pasar La Lucha, nos vimos cobijados por una lluvia de balas. Un militar del Gobierno, muerto de miedo, nos dijo que huyéramos con él; nos agregó que nos encontrábamos en El Empalme. Afligido, y mientras se zafaba, nos señaló una loma de donde provenían los tiros del enemigo, comandado éste por un militar norteamericano de apellido Marshall. (El oficial gobiernista, que casi no sabía lo que decía, se refería sin duda alguna a Frank Marshall).
Le pedí a mis compañeros protegerse en un paredón que estaba a la izquierda de la carretera, y formé dos grupos. A uno lo dejé al pie de la loma; me puse al frente del otro para subir y expulsar a los adversarios. No todos los compañeros dejados al pie del pequeño cerro tenían armas, ni en ese momento crítico y de precipitación era posible adquirirlas. Las instrucciones que di, un poco vagas desde el punto de vista militar, eran que nos garantizaran apoyo.
Inicié la marcha cerro arriba, gateando, con un “Mosquetón” en la mano derecha; atrás los demás. De pronto sentí un fuerte golpe en la encía superior. Un muchacho apodado “patas de hule” o “piernas de hule”, que ya se encontraba en el sitio de la balacera cuando llegamos, me sobrepasó y sin quererlo, con la culata de su rifle me golpeó fuertemente, arrancándome casi un diente y aflojandome al otro e inflamándome por varios días la boca. Los adversarios al fin se desplazaron hacia el sur.
Urgido por la necesidad de reincorporarme a la guarnición de Ecos del 56, y por hacerme examinar de un dentista, formalice mi regreso a la capital, no sin remordimiento de conciencia (y éstas son las cuestiones que tal vez no valora bien el c. Ferreto), sobre todo porque los compañeros pedían mi permanencia.
“Oye chico, ¿por qué no le haces caso a Manuel? Te ha andado buscando y tú no lo vas a ver”, llegó a decirme Adolfo Braña en momentos en que me encontraba en “Ecos del 56” haciendo un plan táctico para defender a San José de un ataque sorpresivo. Me lo habían mandado a pedir, con el “Chino” Rodríguez. (Por casualidad lo conservo en un roto y amarillento papel, pues nunca lo entregué, ni hubiera servido para nada debido a mi ignorancia en esa materia).
Con el mismo viejo Braña me fui a explicarle a Manuel que yo no había recibido ningún recado suyo. Pero éste se limitó a obsequiarme personalmente una pistola 45, la cual me acompaño durante toda la Guerra Civil. (Era mi orgullo; luego la presté para siempre a los compañeros nicaragüenses en los días de su lucha contra Somoza).
Manuel me informó que me habían llamado para enviarme al Pacífico Sur, a las regiones bananeras en donde yo había trabajado los años 1946 y 1947, para reclutar obreros de la United, y campesinos pobres, a fin de integrar una columna que dirigiría el general Sandinista Tijerino, para tomar San Isidro de El General. Pero Carlos Luis Fallas, el gran líder de toda esa gente, se fue a cumplir esa misión y las condiciones le hicieron comprender que no podía desligarse de esos camaradas y que debía convertirse en su líder “militar”, junto con Tijerino.
El doctor Fischel, en su consultorio esquina opuesta al Correo, comenzó a tratarme los dientes. Pero debí suspender el tratamiento y salir, por orden de la Dirección del Partido, hacia La Sierra. A Fernando Chaves Molina, a Alvaro Montero Vega y a mí, nos encargaron una tarea políticamente muy delicada: proteger la vida del Jefe de la Iglesia Costarricense, Arzobispo Monseñor Víctor Manuel Sanabria, la del Lic. Ernesto Martén Carranza y la del Dr. Fernando Pinto. Debíamos llevarlos a La Sierra, esperarlos el tiempo necesario mientras en El Empalme, (después supimos que habían llegado hasta Santa María de Dota) conversaban con don Pepe Figueres y ponerlos de regreso en las puertas del Palacio Arzobispal.
Monseñor, buscando la paz, y de pleno acuerdo con don Otilio Ulate, iba a proponer un armisticio bajo la siguiente fórmula: entregar la Presidencia de la República al doctor Julio César Ovares, integrar un Gabinete con representación igual de las dos partes en lucha y decretar una amnistía general. Monseñor le dijo a Manuel: “Ustedes tienen una sola palabra. Ustedes hasta con los adversarios respetan las reglas de la lealtad. Sólo si ustedes garantizan mi seguridad, yo voy hasta donde Figueres”.
Fernando Chaves se fue a preparar un cargamento de medicinas y de equipo médico a fin de llevarles a los combatientes enemigos para atender a los heridos. Surgieron muchas críticas. Se decía, especialmente entre nuestros aliados calderonistas, que eso significaba ni más ni menos darle armas a los adversarios. Pero Chaves llenó un camión, el cual fue “misteriosamente” saqueado en la noche y a la carrera, casi en los momentos mismos de salir con Monseñor, se preparó otro cargamento de medicinas.
Fui a Ecos del 56 y le pedí a un compañero hondureño de apellido Anduray, locutor de la Estación, pero conocedor del manejo de armas, nos acompañara en un jeep con Chaves, con Montero y conmigo, cargando él una ametralladora grande, con trípode. Iríamos exactamente detrás de Monseñor, de Martén y de Pinto.
Delante del jeep de Monseñor iba el camión con las medicinas que tanto nos costó preparar. Lo conducía un militante del Partido. Pero la caravana era más grande; nos seguían otros vehículos con altos militares del Gobierno, como López Mazegosa, López Roig, el “gordo Quintales”…
Como a una hora antes de llegar a La Sierra, en una bifurcación del camino, detuvo el jeep Monseñor y se bajó indignado junto con sus acompañantes. “Mire Eduardo, mejor me devuelvo. Oficiales del Gobierno se llevaron el camión con las medicinas”, me dijo Monseñor señalándome el camino por donde lo habían introducido
Le contesté que nosotros no podíamos abandonarlo por ninguna razón pues debíamos protegerlo a él. Pero después de un intercambio de opiniones Chaves ofreció ir solo, en nuestro jeep, para investigar el paradero del vehículo Al rato regresó con las medicinas.
Al desembocar en La Sierra vimos las tiendas de campaña en donde pasaban la noche, muertos de frío, nuestros camaradas combatientes. Sobre cada tienda una bandera roja, la de nuestro Partido. En La Sierra, como en el resto del país, nuestros militantes y simpatizantes peleaban bajo la dirección de militares, algunos valientes y honrados, pero otros cobardes, anticomunistas, inescrupulosos.
Cuando aparecíamos dirigentes del Partido, como en esa ocasión, los milicianos reclamaban nuestra presencia permanente, no porque supiéramos algo sobre cuestiones militares, sino porque al menos acatarían la autoridad de un cuadro político. Incluso un dirigente del Partido, combatiendo, se constituía en un factor de estímulo, de confianza y de seguridad.
Los coroneles Caballero y Zamora, junto con otros oficiales, nos recibieron evidentemente enterados de la misión de Monseñor. Con gran rapidez dieron todas las facilidades para la continuación de su viaje. Por sugerencia del Jefe de la Iglesia el camión de las medicinas fue cubierto con una gran bandera del Vaticano; el doctor Pinto tomó el volante, Monseñor se sentó a la par suya y don Ernesto Martén en el mismo asiento, al lado de la puerta.
Estaban a punto de salir hacia la “tierra de nadie” cuando llegó apresurado el c. Castillo, ingeniero agrónomo que al terminar la Guerra Civil se fue a Venezuela y aún permanece en ese país. Nos informó que el pequeño aparato de inteligencia del Partido había detectado un atentado contra la vida de Monseñor. Oficiales del Gobierno habían escogido dos cerros no muy altos, a la orilla de la carretera entre La Sierra y El Empalme, y desde allí dispararían con armas pesadas sobre el camión.
Nos apresuramos a llegar hasta don Monseñor, y sus acompañantes, y les explicamos la necesidad de darnos tiempo para desbaratar ese criminal propósito. Ya Castillo estaba llamando a todos los combatientes a una concentración. Resultaba extraña tal disposición, tomada por tres dirigentes comunistas sin consultar para nada al comandante Caballero ni a ninguno de sus oficiales. Todo era el producto de relaciones contradictorias dentro de un ejército improvisado en el cual quienes combatían eran comunistas, y quienes dirigían las acciones militares, los aliados de los comunistas. Por esa razón los camaradas no pusieron en duda que era la disciplina del Partido la que se debía acatar.
De inmediato nos vimos rodeados de dos o tres mil personas, entre ellas los oficiales de la Unidad Móvil, o sea de la Escuela Militar, así como los oficiales que venían con nosotros desde San José. También Monseñor Sanabria, don Ernesto Martén y el doctor Pinto.
Me dirigí a los miles de milicianos comunistas y simpatizantes: “En nombre del partido les exigimos que contribuyan, con todos los medios a su alcance, a proteger la vida del Jefe de la Iglesia del pueblo costarricense, Monseñor Sanabria, y de sus acompañantes. Ellos deben ir a conversar con José Figueres para presentarle una propuesta de armisticio, y deben regresar vivos. Si tuvieran ustedes que disparar contra los oficiales, deben disparar. Es orden de la Dirección del Partido”.
Los soldados se fueron a ocupar sus puestos. Los oficiales guardaron silencio y se dispersaron. Después se le dijo a Monseñor que podía continuar su marcha, si lo consideraba pertinente. Llenos de confianza salieron en el camión cubierto con la Bandera de la Iglesia Católica llevando las medicinas a los soldados de Figueres, las tres ilustres personalidades.
(En 1952, encontrándonos en la clandestinidad, asistí una noche a una reunión del Partido en Grecia. El portero de la Escuela era militante y creó las condiciones preparándonos una de las aulas. Cuando por casualidad se mencionó ese incidente oí una voz que venía del final del salón; en la semi oscuridad no podía precisar de quien era. “Vos sabés, Lalo, quien dirigía al grupo que iba a matar a Monseñor? Era yo. No militaba todavía en el Partido, pero a partir de ese momento comprendí que ahí estaba mi lugar. Por eso estoy aquí”. Después se acercó. Era Mario Segura, de Santo Domingo de Heredia).
Esa noche dormimos en La Sierra “Peor que perros”, como me decía Fernando Chaves Molina. Tirados en el suelo, sin cobijas, pegados lo más posible unos a otros para sentir algo de calor. El c. Avendaño, el mismo que el día de las elecciones llegó a decirme en Puerto Cortés, indignado, que lo habían trasladado a votar a Limón, sin haberlo solicitado, anulándole así su voto, me pidió que me quedara combatiendo en La Sierra. “Ya sé que vos no sabés de estas babosadas, pero venite”.

Al despedirme al día siguiente le prometí a él y a otros excompañeros de la Zona Bananera y de la Juventud volver a La Sierra. El regreso a la capital lo hicimos más o menos siguiendo el mismo orden. Detrás del de Monseñor, iba el jeep nuestro. No sabíamos del fracaso de la gestión de paz, pero regresábamos contentos de haber cumplido exitosamente la tarea encargada por la Dirección del Partido.
La “Public Roads” no había terminado de construir la carretera. Si el serpenteo y el declive hoy son muy peligrosos, en aquél tiempo eran mucho mayores, y la bajada la íbamos haciendo con cuidado. No habíamos recorrido la mitad cuando pasaron en sentido contrario dos vehículos; el primero, una camioneta Willis nueva; en ella el Jefe de la Policía del Gobierno, el coronel de nacionalidad cubana Juan José Tavío, furibundo anticomunista, perteneciente al FBI. Después de la Guerra Civil regresó a su patria y se convirtió en uno de los torturadores de Batista. La Revolución Cubana lo ajustició al triunfar.
Cuando lo vimos pasar comenzamos a especular sobre si no sería él quien como jefe de la policía había planeado el crimen del Jefe de la Iglesia, para frustrar un arreglo político a base del Dr. Ovares, fundador de la Liga Cívica y un hombre antiimperialista, y a la vez para culparnos a los comunistas del crimen. Supusimos que se dirigía a La Sierra a investigar personalmente los entretelones del frustrado asesinato y, de ser posible, ejecutarlo mediante otro plan.
Al poco rato Anduray nos avisó la cercanía de Tavío detrás de nuestro jeep. Evidentemente el agente del FBI al ver pasar en sentido contrario a Monseñor Sanabria resolvió regresar. Aumentando la velocidad sobrepasó a los vehículos de la cola y sólo le faltaba adelantar al nuestro, cuando Anduray lo descubrió. Chaves Molina conducía nuestro jeep y comenzó a zigzaguear para no dejarlo pasar. Teníamos no sólo el temor sino el convencimiento de que Tavío y sus gentes, al situarse a la zaga del vehículo de Monseñor, procederían de inmediato a liquidarlo, talvez empujándolo a un precipicio en una de las numerosas vueltas.
Le pedimos a Anduray que la mira de su ametralladora la pusiera sobre la cara de Tavío y ante el primer intento de sobrepasarnos, disparara sin vacilación.
Al evadir Chaves un hueco, la Willis de Tavío pasó como un rayo, sin darle tiempo a Anduray de actuar, y se situó detrás de su objetivo. Por suerte en ese momento llegábamos al Tejar; Monseñor debió darse cuenta de esa situación extraña al ver el vehículo de Tavío al lado suyo, y no el nuestro; entonces en vez de seguir hacia Cartago entró a la población y se detuvo frente a la Iglesia del lugar. Con más rapidez que Tavío y sus subalternos, nosotros nos tiramos del jeep y corrimos hacia donde Monseñor Sanabria. Pero de inmediato Tavío se nos acercó y nos dio la mano a todos.
Con facilidad organizamos la protección del Jefe de la Iglesia y sus acompañantes hasta San José. En la puerta del Palacio Arzobispal nos despedimos de ellos.
Después de los hechos narrados, la Dirección del Partido no me envió a combatir a La Sierra; sería faltar a la verdad afirmarlo; no actué correctamente al permitir que mis compromisos morales determinaran mi incorporación a las filas de combatientes de la Interamericana. Alguna vez Manuel, pasados varios años de los acontecimientos, en tono burlón me dijo: “Usted no pidió perniso para irse”, y yo le contesté: “Ustedes tampoco pidieron que no lo hiciera”.
Mi incorporación a ese ejército popular, sin preparación, sin confianza política, y sin dirección y orientación diaria, permanente, directa, del Partido, no puede interpretarse como una decisión aventurerista. Tampoco la de Fallas, ni la de Montero, ni la de Payín Rodríguez, ni la de otros cuadros dirigentes. En el caso mío acepto que fue equivocado mi proceder; me llevó a él no sólo la presión de algunos de mis compañeros de la Juventud y de las bananeras, sino la experiencia misma de la lucha, producto de mi contacto directo con la realidad viva en los frentes de combate.
Era necesaria la presencia permanente de cuadros del Partido, a la par de los militantes y simpatizantes dispuestos a toda clase de sacrificios, a dar sus vidas, aunque inconformes con decisiones y procedimientos de jefes militares, ideológica y hasta políticamente extraños, cuando menos desconocidos e incluso hasta temerosos de ellos.
Nunca hablé con Fallas al respecto, pero reconociendo a Calufa como lo conocí, estoy absolutamente seguro de que su decisión de seguir con sus compañeros bananeros hasta San Isidro de El General, después de reclutarlos, fue consecuencia de su conciencia política y de su responsabilidad, aunque procediera sin previa autorización. La Dirección del Partido nunca mostró celo por evitar la incorporación directa de él, como de otros de sus dirigentes, a la lucha armada. Es más, al regresar de una operación éramos enviados a otra.
Con la pistola 45 y un mosquetón salí para La Sierra junto con otros compañeros. Antes de llegar a Casa Mata vimos a varios hombres armados en la Interamericana. Distinguí a Antonio Valerín, el padre de Menchita y suegro de Payín, y a Adolfo García Barberena, a quien llamábamos el “Nica Garcillón”, y al que mucho queríamos por su valentía y lealtad. (Murió combatiendo en Nueva Guinea, Nicaragua, en la lucha del FSLN. Antes de salir a su última batalla estuvimos en las oficinas del Partido conversando sobre la situación militar contra Somoza y oyendo unos cassettes sobre una operación militar reciente, que dirigió).
Salí de la CTCR y no lo hice a escondidas sino como la cosa más natural del mundo. Repito, reconozco no haber recibido una orden, pero de hecho la Dirección aceptó mi traslado; prueba de ello fue el nombramiento como comandante de la guarnición Ecos del 56, en sustitución mía, de Efraín Rodríguez.
Una madrugada, tan fría o más que las anteriores, me encontraba en un punto avanzado de la Interamericana, tendido sobre la carretera, con una ametralladora de trípode mirando hacia las posiciones enemigas, listo a disparar en cualquier momento, cuando oí el motor de un camión que se avecinaba por detrás, como a una distancia tal vez de doscientos metros. A la par mía se encontraba tirado Fredy, un negrito de Limón, sencillo y generoso, con quien había hecho mucha relación amistosa. Varias veces sacó de su inseparable mochila un pedazo de “dulce de tapa”, y después de morderlo y dejarlo babeado, me lo pasaba para que yo mordiera y recuperara energías. Le grité: “Fredy, ve quién viene”.
Poco después se encontraba casi a mis pies el Presidente don Teodoro Picado, acompañado de Claudio Mora Molina, ex campeón nacional de boxeo, militar del Gobierno, comandante en las primeras batallas que se dieron en el Tejar y luego muerto en 1955 en La Cruz, cuando se produjo la condenable invasión a Costa Rica, desde Nicaragua.
No me levanté a saludar al Presidente pues suponía que las reglas militares me lo impedían. Sin embargo me quité del cuello la cobija y sin levantarme me volví a conversar con don Teodoro, con Mora Molina y otra u otras personas de la protección del Presidente. Al despedirse, don Teodoro me obsequió un máuser frances, diferente a los demás, pues al bajársele un seguro podía descargar completa la cejilla de cinco tiros, como si se tratara de una ametralladora.
Al día siguiente, entre los compañeros combatientes, ese máuser se convirtió en centro de atención. Cuando se salía de inspección, o a alguna acción bélica, siempre alguien me lo pedía para llevarlo. Con él se quedó posteriormente Alvaro Montero cuando llegó con Guillermo Fernández, munícipe del Partido electo en 1932, a decirme que la Dirección me pedía regresar de inmediato a fin de cumplir una tarea muy delicada. Le dije a Alvaro que era inconveniente mi retiro de La Sierra si no se nombraba un sustituto. “Andate vos y yo me quedo”, me dijo Alvaro. Le dejé el máuser de don Teodoro y salí hacia San José con el Ñato Fernández.
Cuando llegué a San José en la C.T.C.R. Manuel me dijo que se me había llamado para que fuera a reclutar bananeros, unos 200, a fin de ir a San Isidro de El General a respaldar a Fallas y a Tijerino los cuales se encontraban en difícil situación. Nos reportamos en la CTCR y me fui a reunir con mi familia, y a comer. En la noche regresé pero los planes de lucha habían cambiado y, por supuesto, también las tareas que uno debía realizar.
Manuel y Ferreto, según me informo el c. José Merino y Coronado, a cargo de labores de inteligencia, había salido en un jeep a hacer un recorrido hasta San Cristóbal. Después me enteré, por boca del mismo Manuel, que el propósito de esa arriesgada gira consistió en comprobar si las autoridades militares del Gobierno habían tomado medidas para impedir el ingreso a Cartago de las fuerzas adversarias. Pero habíamos sido traicionados. Figueres entró con su gente en la madrugada del día siguiente, sin disparar un solo tiro.
Don Francisco Calderón Guardia le había confiado privadamente a Manuel que el Gobierno de los Estados Unidos y el de Somoza se habían puesto de acuerdo para manipular, en la medida de lo posible, al Presidente Picado y a otros funcionarios, a fin de facilitar la llegada de Figueres sin contratiempos a Cartago.
El Gobierno, a partir de entonces, debería abandonar la capital y trasladarse a Liberia para que los comunistas quedáramos con la responsabilidad de defender solos la ciudad capital; así se produciría el enfrentamiento armado entre nosotros las fuerzas de Figueres y se justificaría internacionalmente una invasión de Somoza a Costa Rica. Don Paco le dijo a Manuel que el Gobierno de los Estados Unidos y Somoza “sabían” que Figueres no estaba actuando en Costa Rica para defender la elección de don Otilio Ulate, sino para establecer una base militar, bajo la dirección del mismo Figueres, y posteriormente organizar el derrocamiento de los Somoza y de los gobiernos dictatoriales de Honduras, El Salvador, y otros, e integrar una República Socialista en el Caribe.
La entrega de Cartago a las fuerzas de Figueres debió en efecto ser el producto de esa intriga internacional y de la complicidad del Presidente Picado, pues se dieron estos otros hechos: Teodoro no quiso atender el informe de una elevadísima personalidad costarricense que confiadamente le detalló cómo y en qué día las gentes de Figueres avanzarían sobre Cartago, incluso indicando detalles como trillos por donde marcharían.
Poco antes del “ataque” a Cartago, René Picado, Ministro de Seguridad y hermano de don Teodoro, retiró la Unidad Móvil de la Interamericana (dato muy curioso pues don René Picado se encontraba en los Estados Unidos y regresó apresuradamente a dar esa y otras órdenes aparentemente dirigidas a lograr el objetivo denunciado por don Paco).
En una carta privada, más tarde dada a la publicidad, don Teodoro le hablaba a Manuel y al doctor Calderón de “fuerzas incontrastables” (refiriéndose al gobierno de los Estados Unidos) que ejecutarían un “vejamen” contra Costa Rica (se refería a la invasión de Somoza) si él se mantenía en el Poder.
Por esos días, en efecto, nuestro país se quedó sin Gobierno y los comunistas, organizados y mal armados, quedamos dueños de hecho de la situación. Recuerdo la siguiente anécdota: estando yo un día en el Anexo del Hotel Costa Rica, fue anunciada la llegada del comandante Vega, de Puntarenas; necesitaba urgentemente hablar con Manuel. Se había venido del Puerto en un tren expreso y al ser recibido, se paró frente a Manuel, irguió el pecho, y lo saludó militarmente llamándolo “comandante”, cosa muy cómica para nosotros, por nuestra formación.
Fallas y Leiva regresaron a San José, en vista de que Figueres ya se encontraba en Cartago y las acciones contra San Isidro habían perdido sentido. Estuvimos conversando en el local de la CTCR. Leiva llegaba con un ojo muy inflamado. Una esquirla se le había incrustado cuando atacaba una posición enemiga. Me contaron que él creyó haber perdido el ojo y entonces se volvió más temerario de lo acostumbrado. Fallás fue nombrado miembro del nuevo Estado Mayor, como jefe, y al coronel nicaragüense Abelardo Cuadra, como principal consejero militar.
“Abelardo quiere hablar con vos”, me llegó a decir Calufa una tarde mientras conversaba con Antonio Barrantes, “Ameba”. Salí entonces de la oficina en que nos encontrábamos e inmediatamente me tomó Cuadra por un brazo y me invitó a salir en la madrugada del día siguiente hacia Rancho Redondo, en Guadalupe, a impedir, según él, que las fuerzas de Figueres, muy bien armadas, entraran a San José.
En la Plaza de Guadalupe un militar de apellido Serrano, de la Escuela Militar, entregó a Abelardo un croquis señalando el camino a seguir hasta el beneficio de café del Conde Tatembach; verbalmente le explicó características del lugar.
Cuando marchábamos en dirección a Rancho Redondo observamos una ambulancia de la Cruz Roja, siguiéndonos permanentemente. Eso nos disgustó mucho pues nos parecía ya sospechosa la publicidad dada a la operación. Se le pidió retirarse.
Al recibir los primeros tiros, Abelardo resolvió dejar en ese mismo lugar una “línea de retaguardia” al mando de Martínez, conocido como “Pico de oro” y escogió a unos 12 combatientes, incluyéndome a mí, e incluyéndose él, para romper la línea de fuego y penetrar la infraestructura industrial en donde al parecer estaba concentrado, según suposiciones o informes, el adversario.
Le pregunté a Cuadra la razón por la cual dejaba una retaguardia tan numerosa. Me contestó que el grueso del enemigo nos pensaba atacar por detrás. “Andan cerca y debemos tomar medidas”, afirmó. (Después supimos que iban comandadas por Marcial Aguiluz).
Comenzamos a saltar zanjas y obstáculos, escapando al fuego de las ametralladoras, con Cuadra a la cabeza. Nos separamos tanto de la retaguardia, dentro de una concepción táctica concebida por Cuadra, que en determinado momento nos sentimos rodeados de fuego de ametralladoras. Pero la retaguardia no daba señales de vida. En un bajo, cerca de donde estábamos, divisamos una hermosa y salvadora residencia.
Los tiros nos silbaban cerca cuando a la carrera bajamos hasta la casa. Estaba por supuesto desalojada. Me impresionó encontrar en el jardín un papel con el nombre de un ex-condiscípulo del Liceo, de quien hablé antes, hijo de Zeledón Castro. ¿Estaríamos en una propiedad del terrateniente de Vuelta de Jorco?
El coronel Cuadra se encontraba muy molesto con Martínez, a cargo de la línea de retaguardia. Resultaba totalmente inexplicable que habiendo pasado tantas horas no diera señales de vida.
Avanzaba la tarde, y las perspectivas no eran halagüeñas. Yo tenía entonces fama de poseer un gran sentido de orientación. Cuadra me pidió buscar una salida de aquel encierro. Arrastrándome a ratos, en otras caminando agachado, y cuando era posible trepándome a algún árbol, para formarme una mejor idea de los alrededores y de las salidas menos peligrosas, volví donde Cuadra. Por supuesto no podía dar seguridad absoluta ni mucho menos, pues el enemigo era superior a nosotros, debido a la ausencia de Martínez.
Cuadra se encontraba sentado en la cima de una loma; a su alrededor picaban los tiros de las ametralladoras y de los rifles. Posiblemente el suyo era un arranque de temeridad, o una forma de sugerirnos la ausencia del peligro inminente. En vez de bajar para enterarse de mis investigaciones y discutirlas y ajustarlas, me llamó a la cima; yo le indicaba que llegara hasta donde estaba yo para ponernos de acuerdo; pero insistía en llevarme a su lado; no quise demostrar temor, y con precaución fui subiendo.
Cuando estuve a la par suya se quitó de la muñeca de su brazo izquierdo una pulsera y me la obsequio; era una brújula, (Cuando después de la Guerra Civil llegué a México, se la enseñé a Manuel y a Carmen Lyra, con satisfacción, y así la conservé hasta que se me extravió; o mejor dicho hasta que un camarada se la dejó como recuerdo).
Nos disponíamos a salir del cerco, pasara lo que pasara, con la complicidad de la oscuridad, cuando comenzamos a oír intercambio de tiros; gracias al olfato o a la experiencia de Cuadra, y también a que nuestros socorristas traían datos muy aproximados del lugar, entramos en contacto con dos columnas enviadas desde San José en nuestro auxilio, precisamente por donde le había sugerido a Cuadra.
Mientras tanto Pico de Oro había llegado a San José con todos los integrantes de la línea de retaguardia; Manuel les preguntó por los 12 que faltábamos. Según Martínez, su línea de retaguardia había abandonado el lugar, por orden suya, pues evidentemente los 12 habíamos perecido. Manuel no quedó satisfecho, ni mucho menos, y fue así cómo organizó las dos columnas de voluntarios, muy ágiles, muy valientes, muy astutos y muy solidarios.
Cuando regresamos a San José, ya el Estado Mayor nuestro había elaborado en lo fundamental el plan de ataque a Cartago y sólo esperaba el regreso de Cuadra para completarlo. En esencia consistía en lo siguiente: una columna de unos 300 hombres, yo entre ellos, bajo la dirección de Fallas y Cuadra, entraríamos a la vieja capital a las 4 de la mañana y haríamos contacto, en el Cuartel, con el valiente coronel Roberto Tinoco. Otra atacaría desde Tres Ríos. Los jefes de esta última serían Salamanca, el discreto y capaz militar que tomo Buenos Aires, y Leiva, el impetuoso, el que adelantó el ataque a San Isidro, poniendo en un aprieto a Tijerino. La tercera la integrarían los compañeros de la Interamericana y atacarían por El Tejar. En total seríamos unos 3 ó 4.000 hombres contra 700 de Figueres.
La columna nuestra se integraba, repito, por unos 300 combatientes. Yo iba adelante, al mando de unos 50. Muchos de ellos de la Juventud. Recuerdo a Guillermo y a Noe Carvajal Cabezas; (uno salió herido en el codo del brazo izquierdo y el otro murió) a Edgar Campos, que después fue funcionario de un organismo internacional; al hijo de don Víctor Lorz y a otros cuyos apellidos se me escapan de la memoria.
Al entrar a la falda del monte situado frente al Cristo, en el Alto de Ochomogo, a pesar de que la operación la creíamos secreta (un miembro del Estado Mayor del Gobierno al parecer era un agente yanqui), fuimos atacados por sorpresa desde el costado sur, es decir desde la carretera.
Volví a ver hacia el Cristo y noté que bajo su protección se escondía un ametralladorista, logrando abarcar así, con mayor amplitud, el potrero en que nos encontrábamos. Saqué mi pistola 45 e hice un primer intento de apagar el fuego de esa máquina, apuntando a la cabeza del ametralladorista. Por inmadurez comencé a avanzar en esa dirección, sin protegerme. A Campos lo veía haciendo gestos retadores. Un hijo de Fallas, corneta, daba clarinasos envalentonadores. Detrás mío, desde la pendiente, vi bajar corriendo al teniente Quintanilla con una pesada ametralladora, y a su ayudante, Pablo Chaves, hoy gerente de la “Coope-Sierra Cantillo”, del Pacífico Sur.
De pronto caí al suelo y comencé a sangrar por el lado derecho del cuello. Mis compañeros se asustaron mucho. Fallas llegó corriendo y al ver un simple rasponazo me dijo: “Guevón, me asustase; ¿vos sabés lo que hubiera sido llevarte con las patas “padelante” donde Manuel?”.
Cuadra ordenó a Quintanilla que con su poderosa ametralladora protegiera la continuación de nuestra marcha hacia Cartago. Así llegamos a una casona e hicimos una breve parada; matamos un buey utilizando bayonetas propias o prestadas, lo asamos en pedazos individuales y lo comimos sin sal.
El c. Pablo Chaves se me acercó y me contó que era originario de Cachí de Cartago; sus padres desgraciadamente adversarios políticos suyos; su padre combatiente de Figueres. Cuando tenía 11 ó 12 años se impresionó con la firmeza y combatividad de nuestro Partido y con las grandes movilizaciones promovidas para conseguir y consolidar las conquistas sociales, y razonó de esta manera: “Soy hijo de papá, pero no estoy obligado a pensar como él”.
Y se fue a las bananeras del Pacífico Sur a ganarse la vida trabajando como obrero agrícola Cuando comenzó la Guerra Civil trabajaba en Finca 16; buscó a Santiago Flores, dirigente del Partido, y se incorporó a las milicias. Peleó en Dominical, llegó a San José y se alistó supuestamente para ir a tomar Limón, pues así se lo dio a entender Abelardo Cuadra. En esa marcha hacia Llano Grande para atacar Cartago fue que lo conocí.
Estando en la casona divisamos dos mujeres. ¿Qué hacían en ese momento y en ese lugar? ¿Andarían en labor de espionaje?
Cuadra dispuso que Pablo y otro compañero fueran tras ellas hasta sus casas, situadas a unos 400 metros del lugar, y las observaran bien a fin de comprobar si en efecto eran maestras.
(Años después me contó Chaves que efectivamente lo eran. Una de ellas se llamaba Carmen Naranjo, la cual llegaría a convertirse en una distinguida escritora. También me contó que cuando llegó de regreso a la casona, nosotros ya habíamos partido. Como oían fuego de fusilería y ametralladoras en Cartago, dieron por hecho que nuestra columna había penetrado en esa ciudad y decidieron contactar.
De pronto se vieron en el centro de un cerco cada vez más reducido y no encontraron escapatoria. El comandante adversario, con acento extranjero, los interrogó. Pablo se puso insolente y la respuesta fue una trompada que lo tiró al suelo. El comandante era Marcial Aguiluz, uno de los hombres a quienes posteriormente más llegó a querer nuestro Partido por su hidalguía, por su lealtad, por su devoción a la lucha contra las injusticias.
Pablo Chaves fue a parar a la cárcel acusado de haber asaltado una Iglesia. Pero el papá, activo “figuerista”, puso de lado las discrepancias y actuó. A partir de entonces al jefe de detectives, patrón de Pablo cuando éste era un niño, “extrañamente” se le perdió la tarjeta de “delincuencia”. Luego Pablo se escapó de la cárcel porque el guarda que era su tío, se descuidó inexplicablemente.
Antes de llegar a Llano Grande, a esperar las 4 de la mañana para entrar a Cartago, capturamos a dos combatientes enemigos en una lechería. Los llevamos con nosotros. En un galerón lleno de papas nos reunimos Fallas, Cuadra y yo con los presos, en procura de obtener información sobre las posiciones del adversario.
“Fusilalos si se niegan a hablar”, me dijo Fallas con fingido matonismo y con el propósito de atemorizarlos. Dichosamente no tuve necesidad de continuar el simulacro; ellos nos enteraron de nuestra situación en la batalla del Tejar.
Poco antes de abandonar Llano Grande y comenzar el ataque a Cartago se recibió por radio, desde la Estación Ecos del 56, la orden de regresar a San José. Toda la noche caminamos, habiéndosenos prohibido hablar y fumar. Marchábamos en fila india y las órdenes de detenernos o continuar nos llegaban en voz baja, desde atrás.
Entrada la noche, antes de llegar a Tres Ríos, terriblemente empapados debido a un aguacero que duró hasta la madrugada, resolvimos dormir y descansar. En un potrero buscamos un declive, a fin de que la lluvia no se estancara debajo de nuestros cuerpos, y dormimos profundamente. Tan profundamente que los dos presos aprovecharon la oportunidad para escaparse.
En las puertas de Tres Ríos formamos dos columnas, una encabezada por Fallas y otra por mí; en el centro, el hijo de Calufa haciendo sonar su corneta; en las calles nos recibieron calurosamente. (Por casualidad, al mismo tiempo entraban a Tres Ríos compañeros participantes de la batalla de El Tejar; entre ellos distinguí a Emilio Braña, el hijo del querido “viejo” Braña).
Fallas y yo continuamos hacia San José y nos fuimos directamente al anexo del Hotel Costa Rica, en donde estaba reunido el Buró Político el Partido.
A poco de regresar de Llano Grande comencé a enterarme de gestiones de paz realizadas a iniciativa de la Embajada de México, por el Cuerpo Diplomático. Manuel intervenía en nombre del Partido.
Me encontraba realizando, dentro de ese paréntesis de combate directo, algunas tareas de seguridad. Por eso acompañé a Manuel, con su equipo de protección, a una de esas históricas sesiones.
El Embajador Davis de los Estados Unidos, llevó al Presidente Teodoro Picado un mensaje del Secretario de Estado Norteamericano Marshall, despachado desde América del Sur. En efecto, en una conferencia en Colombia se encontraba ese alto funcionario estadounidense; en nombre de su gobierno amenazaba con una invasión de marines yanquis si no renunciaba Teodoro.
El Gobierno de México, enterado de esas presiones (coincidentes con el denunciado plan de don Paco Calderón Guardia) ordenó a su Embajador intervenir ante el Cuerpo Diplomático para evitar esa nueva desvergüenza en la historia de América Latina.
No sé si los representantes de México cometieron algún error, difíciles por lo demás de evadir en aquellas complejas circunstancias. En todo caso, lo cierto es que hicieron lo posible por evitar un agravio a nuestro país y llegar a un acuerdo de paz.
En las reuniones organizadas en la sede de la representación por el Embajador Ojeda, el de los Estados Unidos, señor Davis, cuando supo que la Guardia Nacional de Nicaragua se encontraba en nuestro territorio, anuncio el retiro de ésta pero sólo previa garantía de que el “comunismo internacional” no sería una amenaza en Costa Rica para la seguridad del Canal de Panamá y del Caribe.
Manuel consideró necesario alcanzar un entendimiento patriótico para enfrentar la intervención extranjera y en nombre del Partido llegó hasta la línea final, aparentemente, en esas gestiones de dignidad nacional: ofrecer a Figueres un entendimiento inmediato orientado a lograr la unidad de todas las fuerzas en ese momento en pugna para enfrentar la agresión promovida por los Estados Unidos.
Para quienes formábamos la guardia de protección del Secretario General ese día, y estoy convencido que para todos los muchachos que empuñábamos las armas, eso era anímicamente muy difícil. Pero por respeto y absoluta confianza en el Partido, quienes supimos de esa gestión la aceptamos, y se llegó al llamado Pacto de Ochomogo.
¿Cometimos errores? Eso no debe ni preguntarse. Seguramente se cometieron. En ellos no incurren sólo quienes están al margen de la lucha. Pero recibimos una lección: para los comunistas, el patriotismo no es un concepto hueco, formal, integrado por la celebración de fechas conmemorativas. El patriotismo es parte de nuestra vida. Es un elemento esencial de nuestra lucha. Los ciudadanos pueden o no cometer errores, y corresponde a ellos mismos tolerarlos o enmendarlos, así como buscar las formas para hacerlo. Concretamente, en abril de 1948 éramos los costarricenses quienes teníamos que resolver, mal o bien, la suerte de nuestra Patria; aunque cometiéramos errores; lo fundamental era salvar la dignidad del pueblo costarricense.
El Acuerdo de Ochomogo garantizó las conquistas sociales y económicas y garantizó el respeto a la CTCR, a nuestro Partido y a todos los demás partidos revolucionarios y democráticos que se llegaran a formar en el futuro.
El Padre Benjamín Núñez y el periodista Guillermo Villegas Hoffmeister, para crear seguramente mayores motivos de roces en la izquierda, han afirmado que no hubo tales promesas de Figueres a Manuel Mora en Ochomogo, ni mucho menos fueron las que éste nos informó, en la Comisión Política. Por supuesto, según ellos no hubo ningún documento escrito al respecto.
Sin embargo el Padre Núñez y el periodista Villegas cometen un error en el libro que le atribuyen a Figueres. En la página 273 de “El Espíritu del 48”, don José Figueres dice textualmente: “En realidad, el documento no venía a ser otra cosa que la expresión escrita del espíritu y la letra de la Segunda Proclama de Santa María de Dota, que la opinión pública conocía. Era la reiteración de la conversación que yo sostuve con Manuel Mora en Ochomogo”.
Y a continuación reproducen textualmente la carta, enviada el 19 de abril de 1948, por el Presbítero Benjamín Núñez, como Delegado del Ejército de Liberación Nacional, a nuestro Partido. La carta es un compromiso, que no fue cumplido íntegramente, de respeto a todas las conquistas democráticas, incluso a las alcanzadas durante los gobiernos del doctor Calderón Guardia y del Lic. don Teodoro Picado.
En el punto 7 de la larga carta, o Pacto de Ochomogo, sin dejar lugar a dudas aclara lo que el Padre Núñez y el periodista Villegas pusieron en duda ante un compañero: el respeto a la legalidad del Partido de los comunistas; en el artículo tres el respeto a la CTCR. Etc.
En fin, el acuerdo de Ochomogo garantizó las conquistas sociales y económicas ya alcanzadas, por las que tanto luchó nuestro pueblo encabezado por nuestro Partido, y la legalidad de los comunistas y sindicalistas.
El 27 de abril, en el Parque España, frente al viejo local de la CTCR, y como parte de los compromisos alcanzados, nos reunimos los combatientes. Simbólicamente deberíamos entregar las armas al Lic. Miguel Brenes Gutiérrez encargado de la Fuerza Pública para ese efecto. La Presidencia de la República la había asumido ya el tercer designado, don San tos León Herrera.
En una breve y emotiva intervención Manuel informó sobre los compromisos y el acuerdo de paz alcanzado. De pronto los excombatientes apuntaron sus armas hacia el cielo y dispararon, una, dos, tres veces. Caras enérgicas, cansadas, llorosas algunas, llenas de emoción y de esperanza.
Previamente se había organizado un pequeño aparato para ayudar económicamente al regreso de los combatientes a sus casas. La mayoría era de las costas; otros del interior del país pero de lugares lejanos; otros del Valle Central; algunos, no pocos, de la capital.
Una vez terminada la entrega, en un jeep conducido por Antonio Barrantes, nos fuimos Rodolfo Guzmán, Manuel y yo, los últimos en permanecer en la Plaza España, (cuando ya se oían descargas de los adversarios que posiblemente comenzaban a entrar a la capital), a los refugios señalados previamente. Como la casa de Carmen Lyra, en donde ella se encontraba enferma, estaba a unas pocas cuadras del lugar, fui el primero en bajar.
Tenía la tarea de protegerla con mi ametralladora y la pistola 45, y funcionar como una especie de enlace entre la Dirección y los compañeros que irían llegando “perdidos”, o militantes no excombatientes que necesitaban orientación para desarrollar su trabajo en la clandestinidad. A pocas cuadras de la casa de Chabela vivía doña Rosita Quirós, gran amiga del Partido y estrechamente vinculada a dirigentes militares adversarios; allí se quedaría Manuel, junto con Ferreto y Carlos Luis Sáenz, radicados de previo en esa residencia. Barrantes al final iría a dejar a Guzmán. Y también esta tarea fue cumplida valiente y disciplinadamente por Barrantes, aunque como me decía años más tarde Guzmán, gozando de lo lindo, antes se tomaron unos tragos de despedida.
En la prensa internacional se llegó a decir, durante el desarrollo del conflicto, que Carmen Lyra se paseaba durante la Guerra Civil con dos pistolas al cinto, presumiblemente cometiendo crímenes. Teníamos temor sobre la veracidad de los rumores de que las fuerzas de Frank Marshall pensaran sacarla de la casa, del pelo, para asesinarla como castigo.
Me acomodé en la sala y en presencia de Chabela tomé la ametralladora, me fui al patio, separado de la acera por una tapia, y sobre ella, entre unas matas, coloqué el arma. Me dejé la 43.
Dormía profundamente, quizás en la madrugada, y oí la débil voz de Chabela: “Eduardo, Eduardo se cayó la ametralladora”. Extrañado me levanté, corrí a la tapia, me subí y la encontré en donde la había dejado. Eran alucinaciones de nuestra dulce y bondadosa Chabela, la más grande escritora de Costa Rica, que amaba profundamente a su patria, a su casa, a la tapia, a las guarias de su patio… y que luego fue expulsada y obligada a vivir enferma y a morir en el exilio.
En la mañana de ese día llegó Adán Guevara. Lo había visto la última vez, tirado en una butaca, fatigado, en Tres Ríos, después de un combate. Llegó por orientaciones y le pedí su regreso rápido, pero cuidadoso. Luego supimos de su detención y del intento en Liberia de ahorcarlo. Colgando de un árbol, con un lazo en su fuerte cuello, fue encontrado con vida por un campesino, el cual de un machetazo cortó el mecate y le permitió a Adán huir y refugiarse.
Una noche llegó a la casa de Chabela el abogado Fernando Castro, yerno de don Ramón Madrigal. Llevaba el vehículo lujoso de su rico y anticomunista suegro. Bajo esa protección me trasladó a una casa cerca del Parque Central en donde seguí cumpliendo mis tareas en relación con los camaradas aún no orientados en su trabajo. Ya Carmen Lyra había sido llevada a la Embajada de México
En mi nuevo escondite recibí instrucciones de atender a varios compañeros. El último fue Abraham Marenco, ex-coronel de Sandino. Lo había conocido en Esquinas, en la finca Alajuela, en donde trabajaba como peón bananero. Era el encargado del periódico en ese conjunto de fincas conocidas con los nombres de las provincias de Costa Rica. Con él estuve en La Sierra. Durante la batalla de El Tejar fue herido en la espalda; en una cama del Seguro Social se encontraba, con la cara tapada y un cuello ortopédico, cuando llegaron a buscarlo para darle “el castigo que merece”.
Un funcionario lo llevó a una sala contigua, dándole tiempo a Marenco para su escape. Este se quitó el aparato ortopédico y se puso los pantalones; al fin un compañero lo puso en contacto conmigo. Le di 125 colones, pues ya no tenía más y un revólver desarmable en dos partes, con los cinco tiros. Salió así hacia Nicaragua, para hacer contactos en la frontera e ingresar ilegalmente a su patria. Al despedirnos calurosamente, me dio su última broma: “Lalo, me alegré pues decían que te habían metido un tiro en la frente”.
Ciertamente circulaba el rumor de mi muerte y lo llevaron a conocimiento de mi familia, por dicha al terminar la Guerra, cuando ya me sabían vivo.
Fallas y yo teníamos una amiga llamada Aurea Alvarado, nicaragüense; vivía muy cerca del Partido, por el Teatro Moderno. Preocupada llevó a mi casa esa “información”, recibida de militares “figueristas”, agregando que el coronel Elías Vicente (mi excondiscípulo del Liceo de Costa Rica) me había dado un tiro en la frente, con su ametralladora. Según Aurea, Elías era el ametralladorista del Cristo, en Ochomogo.
En esa misma semana se me avisó del viaje a México, a terminar mis estudios universitarios. Me enviaron el tiquete y el pasaporte. El sábado llegó Dueñas, el salvadoreño a quien ya me referí, todavía con una pequeña molestia en una nalga, debido al tiro recibido en la Interamericana cuando combatíamos. El tenía contactos en el Aeropuerto de La Sabana, y pasamos sin dificultad.
Dueñas hacía mucho tiempo no iba a su patria. En el avión, lleno de infantil emoción, me iba contando de su pueblo “Mexicanos”, y me invitó a ir a una poza muy linda en donde él aprendió a nadar. En efecto fue lo primero que hicimos pues al día siguiente yo tendría necesariamente que despedirme de él y de su patria. Llegamos a Mexicanos, buscamos el río, pero se había secado. Muy triste me invitó entonces a ir a comer pupusas.
Al día siguiente llegué al Distrito Federal de México. Me esperaba otro tipo de tareas.

Un breve esbozo de la historia de la LIT-CI

Un breve esbozo de la historia de la LIT-CI

09 May, 2013

INTRODUCCIÓN

Desde la década del 40 venimos desarrollando una larga y difícil batalla para construir partidos revolucionarios con influencia de masas en todos los países y por construir una Internacional. Ubicamos esta lucha como continuidad de la dada por Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Karl Liebnecht, Lenin y Trotsky por construir la I, la II, la III y la IV internacional.

Reivindicamos la I y la II Internacionales como parte de nuestro pasado, pero nuestro modelo de partido mundial es la Tercera, conocida como Internacional Comunista. Ella responde a las necesidades de la época imperialista que estamos viviendo, tanto en las propuestas programáticas de sus cuatro primeros congresos, como en su régimen interno, el centralismo democrático.

La III Internacional fue degenerada y luego disuelta por el estalinismo. La oposición de Izquierda y después la IV Internacional, nuclearon a los revolucionarios que más consecuentemente enfrentaron esa degeneración. Hoy, la mayoría de las corrientes que se reivindicaban cuartistas, han ido abandonando su programa. Pero existen otras corrientes que si se reivindican de la IV, que reivindican su programa, el Programa de Transición, que hacen foros en su nombre, en oportunidades se realizan acciones conjuntas de homenaje a Trotsky. Incluso existen algunas d esas corrientes que se autoproclaman como IV Internacional. Pero, la trágica realidad es que, a 70 años de su fundación, la IV como organización centralizada, como Partido de la Revolución Socialista Mundial, no existe. Los reveses de la lucha de clases y las desviaciones de sus dirigentes, después del asesinato de Trotsky, provocaron su dispersión. Su reconstrucción es el objetivo estratégico que se dio la LIT-CI desde su fundación.

Muchos preguntan: “¿por qué reconstruir la IV, si apenas es sinónimo de trotskismo?”. Hoy con toda justicia el trotskismo existe como corriente diferenciada, ya que es sinónimo de la lucha consecuente contra la burocracia y por la democracia obrera. Eso es así, a pesar de que muchos de los que siguen identificándose como trotskistas, traicionan esas banderas. Pero en su momento, Trotsky siempre estuvo en contra de definir a su corriente como trotskista, porque no consideraba ser un sector diferenciado del leninismo. Por eso, cuando utilizaba el término trotskismo, lo ponía entre comillas. En realidad ese término fue impuesto por el stalinismo, como insulto, para indicar que los que apoyaban a Trotsky durante la batalla contra la degeneración, no eran leninista. En ese momento, la corriente liderada por Trotsky se autodenominaba “bolchevique leninista” Esa es la corriente que dio origen a la Oposición de Izquierda y después a la IV Internacional.

La Cuarta nació para defender los principios del marxismo y del leninismo – el internacionalismo, la democracia obrera y el poder obrero – y para dar una política ofensiva para enfrentar al nazismo y a la Segunda Guerra Mundial, después de la capitulación de Stalin.

La IV Internacional es la continuidad de la III dirigida por Lenin y es sinónimo de la lucha consciente contra la contrarrevolución estalinista. Es necesario reconstruirla y no construir una internacional distinta, porque sus principios y bases teórico programáticas expresados en el “Programa de Transición” y la “Teoría de la Revolución Permanente”, continúan vigentes, independientemente de las obvias actualizaciones que deben hacerse.

El Programa de Transición sistematiza las resoluciones de los cuatro primeros congresos de la III Internacional: la lucha contra sectarismo y el oportunismo, la posición frente al parlamento, frente a las nacionalidades oprimidas, el control obrero, el frente único obrero, las milicias, soviets, gobierno obrero y campesino, dictadura del proletariado. Como elemento nuevo, incorpora la necesidad de hacer una nueva revolución en la URSS, la revolución política contra la burocracia. El Programa de Transición, siguiendo la orientación del IV Congreso de la III Internacional, supera la división entre el programa mínimo y el máximo. Da el método para elevar a las masas al programa de la revolución socialista, a través de la elaboración de un sistema de reivindicaciones transitorias que parten de las necesidades y del nivel de consciencia actual y las lleve a la lucha por la conquista del poder por el proletariado.

La Teoría de la Revolución Permanente, afirma que en el proceso de la revolución se combinan las tareas democráticas y socialistas; resalta la necesidad de que la clase obrera dirija el proceso y que éste se desarrolle a nivel mundial. Esta teoría elaborada por Trotsky, se concretó magistralmente como política con las Tesis de Abril que Lenin elaboradas por Lenin, cuando llegó a Rusia en 1917.

La actualidad de estas premisas hace que hoy sea imposible elaborar un programa revolucionario que no parta del Programa de Transición y de la Teoría de la Revolución Permanente. Por eso, todo revolucionario que quiera luchar por la derrota del imperialismo, de la burocracia y por el triunfo del socialismo a nivel mundial, independientemente de cuál sea su origen, se aproxima, aunque de manera inconsciente, a las posiciones centrales de la IV Internacional.

Frente a los procesos revolucionarios en Latinoamérica, (Ecuador en el 2000, Argentina 2001, Venezuela 2002, Bolivia 2003 y 2005), las multitudinarias movilizaciones de las masas europeas contra la guerra en 2003, la heroica resistencia del pueblo iraquí, sentimos la impotencia de no contar con un partido revolucionario mundial que hubiera podido encaminar esas luchas hacia un enfrentamiento unificado contra el imperialismo y hacia la pelea por el poder en diferentes países. Algo similar podríamos concluir en relación a los procesos revolucionarios del 89,90, 91, que destruyeron los regímenes del partido único de la ex URSS y del Este europeo, pero que por la falta de una dirección revolucionaria no consiguieron revertir el proceso de restauración capitalista.

Todo esto es una confirmación palpable de la necesidad de reconstruir la IV Internacional para poder avanzar hacia triunfos duraderos en la lucha contra el imperialismo.
Esa reconstrucción no es tarea sólo de los llamados “trotskistas”, ni de todos los que se reivindican “trotskistas”, sino de todos aquellos que acuerden con sus bases programáticas. Trotsky encaró la construcción de la IV como una tarea no sólo de la Oposición de Izquierda (los “trotskistas” de la época) sino de todos los que acordaban con los principios, el programa y la política leninistas. El avance del nazismo y del estalinismo, en la década del 30, provocó la capitulación de las organizaciones y dirigentes con los cuales Trotsky estaba trabajando para construir la nueva Internacional. Por eso y por la necesidad urgente de materializar una organización centralizada que conservase los principios marxistas revolucionarios, la IV Internacional fue fundada apenas por quines hacían parte de la Oposición de Izquierda Internacional, y no por todos ellos. A pesar de eso, Trotsky no abandonó su objetivo de luchar por una internacional de masas, donde los “trotskistas” fueran minoría.

Nosotros no nos consideramos los únicos revolucionarios del mundo. Tampoco creemos que la solución de la crisis de dirección revolucionaria pase por el crecimiento vegetativo de nuestra corriente. Por el contrario, tuvimos siempre una obsesión por llegar a acuerdos revolucionarios, tanto a nivel nacional como internacional. Por eso, la nuestra es una historia de fusiones, tentativas de fusión y también de rupturas, que los principales hechos de la lucha de clases provocaron.

En esta larga y difícil batalla por construir la Internacional tuvimos algunos aciertos y muchos errores. En enero de 1982, cuando se fundaba la LIT-CI, Nahuel Moreno decía: “….Los dirigentes del movimiento trotskista se consideraban colosos que no se equivocaban nunca. Mientras tanto, el trotskismo dirigido por ellos era lamentable…” “…Esa experiencia de andar siempre entre “genios” nos llevó a hacer indirectamente propaganda sobre nuestra base para convencerla de que nos equivocamos mucho, que deben pensar por su cuenta, ya que nuestra dirección no es garantía de genialidades. Queremos por todos los medios inculcar un espíritu autocrítico, marxista, y no una fe religiosa en una modesta dirección, provinciana por su formación y bárbara por su cultura. Por eso, creemos en la democracia interna y la vemos como una necesidad imprescindible. … Avanzamos a través de errores y golpes y no tenemos vergüenza de decirlo….”

“… El problema es cómo cometer menos errores, cualitativa y cuantitativamente. A mi modo de ver, la tendencia es a cometer cada vez menos errores si estamos en una organización internacional y sobre la base del centralismo democrático. Eso, para mi, es un hecho. Afirmo categóricamente que todo partido nacional que no esté en una organización internacional bolchevique, con una dirección internacional, comete cada vez más errores y uno cualitativo: por ser trotskista nacional termina, inevitablemente, renegando de la IV Internacional y adoptando posiciones oportunistas o sectarias para, en seguida, desaparecer…”

NUESTRAS ORÍGENES

La corriente que hoy se denomina LIT-CI existe, como corriente internacional, con diferentes nombres, desde 1953. A nivel nacional, surgió en Argentina, en 1943 como un pequeño grupo dirigido por Nahuel Moreno, el GOM (Grupo Obrero Marxista). Los hermanos Boris y Rita Galub, Mauricio Czizik y Daniel Pereyra (jóvenes provenientes de familias obreras) y Moreno y “Abrahancito” que provenían de la clase media, fueron los primeros integrantes del grupo. Estos jóvenes venían realizando reuniones de estudio desde un tiempo atrás, cuando Moreno con la ayuda, según él decisiva, de Fidel Ortiz Saavedra (obrero boliviano, semianalfabeto), los captó para el trotskismo. En 1943 se conforman como grupo, con el objetivo central de ir hacia la clase obrera, tratando de superar el carácter marginal, bohemio e intelectual del movimiento trotskista argentino.

Nuestra corriente en Argentina tuvo diferentes nombres. Grupo Obrero Marxista entre 1943 y 1948. Partido Obrero Revolucionario entre 1948 y 1956 (públicamente: Federación Bonaerense del Partido Socialista – Revolución Nacional, entre 1954 y 1955). Movimiento de Organizaciones Obreras en 1956 y 1957. Entre 1957 y 1965, fuimos conocidos por el nombre de nuestro periódico, Palabra Obrera. Partido Revolucionario de los Trabajadores a partir de 1965 y PRT (La verdad) después de la ruptura con Santucho en 1968. Partido Socialista de los Trabajadores entre 1971 y 1982. Movimiento al Socialismo desde 1982 hasta 1997, cuando lo que quedaba de ese partido rompió con la LIT-CI.

Durante los primeros años tuvimos una desviación obrerista, sectaria y propagandista. No se hacía trabajo entre los estudiantes y el eje de las actividades era dar cursos sobre el Manifiesto Comunista y otros textos clásicos. Entre 1944 y 1948 tuvimos, además, otra desviación, la nacional trotskista. Es decir, creer que había solución para los problemas del movimiento trotskista y de los trabajadores, dentro del propio país. Sólo en 1948 nuestra corriente comenzó a intervenir en la vida de la Internacional, participando de su Segundo Congreso.

La intervención en las luchas obreras y en la Internacional hizo posible la superación de las desviaciones y el fortalecimiento del grupo. La participación en 1945 en la huelga del frigorífico Anglo- Ciabasa (los frigoríficos de la carne eran el principal sector obrero en ese momento en Argentina) fue muy importante y permitió ganar a la casi totalidad de compañeros del Comité de fábrica. Después de la experiencia en la Huelga de la carne, un grupo de compañeros del GOM, incluido Moreno, se fueron a vivir a Villa Pobladora, un barrio obrero de Avellaneda, en ese momento una de las mayores concentraciones obreras de América Latina. Allí comenzaron a trabajar en el Club Social Corazones Unidos. Al poco tiempo Moreno fue su secretario general. Desde ese Club daban cursos y charlas al tiempo que se ligaban estrechamente a la vida de los obreros de la zona. A partir de ese trabajo el pequeño grupo se convirtió en un centenar.

Poco a poco el grupo se fue fortaleciendo en otras fábricas. Llegaron a dirigir fábricas de tubos de cemento, del cuero. A pesar de ser sólo 100 militantes muy jóvenes, el grupo se afirmó en la clase y así se fueron construyendo los grandes cuadros cuadros obreros, el máximo ejemplo fue Elías Rodríguez, que hoy consideramos con orgullo como aspecto central de la tradición de nuestra corriente.

El partido argentino llegó a ser, junto con el SWP construido con la orientación personal de Trotsky, el partido más obrero del movimiento trotskista.

En ese proceso fuimos superando nuestro sectarismo y propagandismo, pero caímos en una desviación sindicalista, que después comenzó a ser superada gracias a nuestra participación en la Internacional.

LA PARTICIPACIÓN EN LA IV INTERNACIONAL

La dirección de la IV Internacional después de la II guerra, integrada por el SWP (EEUU), Pablo (Grecia), Mandel (Bélgica) y Frank (Francia), era muy joven e inexperta y no consiguió superar el debilitamiento cualitativo provocado por el asesinato de Trotsky en 1940. La característica central de la IV Internacional en aquella época era su sectarismo. Un ejemplo de eso fue su II Congreso. Se realizó en 1948 en medio de grandes cambios: en China se desarrollaba la revolución que triunfaría en menos de un año, en Checoslovaquia los ministros burgueses eran apartados del gobierno y se iniciaba la expropiación a la burguesía, proceso que se venía dando en Yugoslavia desde 1947. El Congreso ignoró esos hechos y el centro de la discusión fue el carácter de clase de la URSS y si se la debía o no defenderla de los ataques imperialistas. Polémica que ya había sido resuelta en el partido yanqui en vida de Trotsky, en 1939 -40.

A pesar del carácter sectario y propagandístico de ese congreso, la participación en él fue cualitativa para el GOM. A partir de ese momento se comenzó a trabajar con un marco internacional. Se comenzó a dar mucho peso, en los análisis y caracterizaciones, al imperialismo y a sus relaciones con las burguesías nacionales. También, se dio mucha importancia a las definiciones internacionales, como fue el caso de la posición asumida por el GOM, como parte de la IV Internacional, a favor de Corea del Norte en su enfrentamiento con Corea del Sur. Moreno siempre reivindicó como un hecho cualitativo la entrada del GOM a la IV Internacional., a pesar que nuestro grupo nunca fue reconocido como sección oficial. En ese momento la sección oficial era el grupo dirigido por Posadas.

LA DISCUSIÓN SOBRE LOS NUEVOS ESTADOS DEL ESTE EUROPEO

En 1949 comienza en la IV la discusión sobre el carácter de clase de esos estados. Moreno reivindica la forma como se dio esa discusión, como un gran ejemplo del centralismo democrático. Existían dos posiciones: Para Mandel (Bélgica) y Cannon (EEUU), esos estados eran capitalistas. La posición de Pablo (Grecia), apoyada con algunas objeciones por Hansen (EEUU) y Moreno (Argentina), sostenía que habían surgido nuevos estados obreros. La polémica se resolvió relativamente rápido. Mandel y Cannon reconocieron la existencia de un verdadero proceso revolucionario en el este europeo y que nuevos estados obreros deformados habían surgido. Este éxito político aumentó el prestigio de Pablo en las filas de la Internacional. Así se llegó al III Congreso en 1951.

LA LUCHA CONTRA EL PABLISMO

En 1951, en plena guerra fría, todos los comentaristas internacionales afirmaban que era inevitable el choque armado entre EEUU y la URSS. Pablo y Mandel, impresionados por los análisis de la prensa burguesa, llegaron a una conclusión funesta para la internacional: para ellos, la tercera guerra mundial era inevitable. Y sostenían que, ante el ataque imperialista, los partidos comunistas, en su afán de defender la URSS, adoptarían métodos violentos para enfrentar a EE.UU. y que eso los llevaría a luchar por el poder en diferentes partes del mundo Lo mismo ocurriría con los movimientos nacionalistas burgueses en los países dependientes.

Basados en este análisis, Pablo y Mandel propusieron el “entrismo sui generis” en los partidos comunistas y nacionalistas burgueses, a los cuales había que acompañar sin críticas, hasta después de la toma del poder. La mayoría del trotskismo internacional, encabezados por la sección francesa, se negó a implementar esa política. Nuestro grupo, el POR argentino (nuevo nombre adquirido por el GOM) denunció que esa posición, que abandonaba la definición de la burocracia estalinista como contrarrevolucionaria y abandonaba la lucha contra ella, era una revisión completa de puntos esenciales del programa trotskista. Afirmábamos que esas posiciones surgían por el carácter pequeño burgués, impresionista e intelectual de los dirigentes europeos.

LA REVOLUCIÓN BOLIVIANA. LA DIVISIÓN DE LA IV INTERNACIONAL

Esas definiciones de la dirección de la IV tuvieron importantes manifestaciones políticas. Con esa caracterización, Pablo se opuso a exigir el retiro de los tanques rusos que enfrentaron el levantamiento de los trabajadores de Berlín en 1953, apoyando de hecho a la burocracia soviética. Pero, la consecuencia más trágica de esa política fue la traición a la revolución boliviana.

En 1952, en Bolivia se da una típica revolución obrera; los trabajadores organizan milicias, derrotan militarmente a la policía y al ejército y surge la COB (Central Obrera Boliviana) como organismo de poder dual. Se nacionalizan las minas y estalla la revolución campesina, que invade los latifundios y ocupa las tierras. Hasta 1954, la principal fuerza armada de Bolivia eran las milicias obreras dirigidas por la COB.

Desde la década del 40 la organización trotskista boliviana (POR) venía ganado enorme influencia en el movimiento obrero. Tenía en sus filas importantes dirigentes mineros, fabriles y campesinos. Su principal dirigente, Guillermo Lora, fue el redactor de las tesis de Pulacayo, una adaptación del programa de transición a la realidad boliviana, adoptadas por la Federación de Mineros. Lora fue electo senador por un frente dirigido por la Federación de Mineros en las elecciones de 1946. En la revolución del 52, el POR co-dirigió las milicias y fue co-fundador de la COB. Tenía peso de masas en Bolivia.

Infelizmente, el POR, siguiendo la orientación del Secretariado Internacional de la IV, encabezado por Pablo, no levantó la política de que la COB tomase el poder. Por el contrario, dio su apoyo crítico al gobierno burgués del MNR (movimiento nacionalista burgués). Sin una orientación revolucionaria, el movimiento de masas fue siendo desarmado y desmovilizado y la revolución en pocos años fue desmontada. Como consecuencia de esta traición a la revolución se dio un gran deterioro del trotskismo boliviano, que entró en un proceso de sucesivas divisiones.

Junto a esa política, la dirección internacional dirigida por Pablo, aplicó un método nefasto. Intervino al partido francés, destituyó a su dirección que no coincidía con su política y e intentó formar una fracción secreta en el SWP norteamericano.

Repudiando la línea de “entrismo sui generis” y los métodos burocráticos y desleales de Pablo, la mayoría de los trotskistas franceses (dirigidos por Lambert) e ingleses (dirigidos por Healy), el SWP (EEUU) y los trotskistas sudamericanos (con excepción del POR boliviano y del grupo de Posadas en Argentina), rompieron con el Secretariado Internacional (SI) dirigido por Pablo y crearon, en 1953, el Comité Internacional (CI).

EL SLATO: LA REVOLUCIÓN PERUANA

En América del Sur, a partir del POR argentino, junto con trotskistas de Chile y Perú, se venía dando la polémica contra la política para Bolivia. En abril de 1953, Nahuel Moreno escribió el texto “Dos líneas” afirmando que el apoyo crítico al MNR era una traición y que se debía exigir a la COB que tomase el poder. Al mismo tiempo, exigíamos que el Comité Internacional actuase como una organización centralizada, única forma de derrotar al revisionismo pablista. La negativa de las fuerzas mayoritarias del Comité Internacional a actuar de forma centralizada y con una política ofensiva provocó el avance de las posiciones pablistas, a pesar de que la mayoría de los trotskistas estuviesen contra ellas. Al fracasar los intentos de que el Comité Internacional actuase centralizadamente y a la ofensiva, empezamos a actuar como tendencia a nivel latinoamericano y en 1957 formamos, junto a dirigentes peruanos y chilenos el SLATO (Secretariado Latino Americano del Trotskismo Ortodoxo).

La existencia del SLATO permitió que participásemos de manera centralizada en el proceso de revolución agraria en Perú en 1962. Se envió a Hugo Blanco, estudiante peruano y militante del POR argentino, para participar del proceso de Cuzco. Hugo Blanco, orientado por el SLATO, encabezó el proceso de ocupación de tierras y de organización sindical del campo. El SLATO envió varios cuadros para apoyar ese trabajo. En ese proceso se construyó el FIR (Frente de Izquierda Revolucionaria), orientado por los trotskistas y que dio origen a nuestra actual sección peruana. En 1963, Hugo Blanco fue capturado por el ejército. De 1963 a 1967 quedó incomunicado. En 1967 fue procesado por la justicia militar. Frente al peligro de que fuese condenado a muerte, se realizó una campaña internacional con adhesiones como la de Sartre, Simone de Beaurvoir, Isaac Deustcher, sindicatos de Francia, Inglaterra, India, parlamentarios franceses, ingleses y otros. Esa campaña impidió que fuese condenado a muerte. Lo condenaron a 25 años de prisión. Otra campaña internacional consiguió su libertad en 1970. Durante todo ese período, los campesinos peruanos continuaron eligiendo a Hugo Blanco como su principal dirigente en todos sus congresos.

LA REVOLUCIÓN CUBANA Y LA REUNIFICACIÓN DE 1963

El reconocimiento y apoyo a la revolución cubana fue la base de la reunificación de la IV Internacional en 1963. Así nace el SU (Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional), encabezado por Mandel y por el SWP (Pablo terminó fuera de la IV como asesor del gobierno burgués de Ben Bela en Argelia). En el SU ingresaron todas las fuerzas trotskistas que caracterizaban a Cuba como un nuevo estado obrero. Quedaron afuera, los ingleses y franceses que no reconocieron ese significado de la revolución cubana.

Nosotros tardamos un año en entrar porque pedíamos un balance del proceso anterior, en donde se marcase a fuego el método impresionista que llevó a la traición de la revolución boliviana, para evitar que se volvieran a dar desviaciones parecidas en el futuro. Aunque no se realizó ese balance autocrítico, en 1964, decidimos ingresar, para no quedar aislados y convencidos que, a pesar de las divergencias, una reunificación en torno al apoyo a una revolución era positiva y que eso permitiría participar con más fuerza en el futuro ascenso que preveíamos.

LA LUCHA CONTRA LAS DESVIACIONES GUERRILLERISTAS. EL DESARROLLO DEL PARTIDO ARGENTINO. LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA

La revolución cubana tuvo un fuerte impacto en la vanguardia mundial, en especial la latinoamericana. En Argentina, en la década del 60, eso se combinó con un pronunciado retroceso del movimiento obrero. La influencia castrista tuvo consecuencias muy negativas sobre nuestro grupo.

Desde 1957 a 1964, nuestra organización (conocida como Palabra Obrera, nombre del periódico) aplicó la táctica del entrismo en las 62 Organizaciones Peronistas, como medio de construirnos en contacto con lo mejor de la vanguardia obrera que estaba enfrentado a la dictadura militar. En ese período nuestro grupo construye lazos muy estrechos con el movimiento obrero, como nunca consiguió ninguna otra agrupación de izquierda en Argentina, y que marcaron una característica distintiva de nuestra corriente. Pero se abre una fuerte crisis, en el partido argentino, cuando en 1964, ganado por la dirección cubana rompe Ángel Bengochea (el Vasco),.quien fuera junto con Moreno, principal dirigente de nuestra organización. Unos años después (en 1968), se provoca una ruptura que se llevó a los principales cuadros del partido hacia las posiciones foquistas. El principal dirigente de la ruptura fue Roberto Santucho, con el cual nos habíamos unificado en 1965, y quien después fuera el principal dirigente del ERP.

Pero la presión del foquismo no se dio sólo a nivel del grupo argentino, sino que fue absorbida por la dirección de la IV. El método impresionista de Mandel no estaba superado y vino una nueva capitulación hacia el final de la década del 60. Esta vez hacia el castrismo, al aceptar la concepción guerrillerista del foquismo. En el IX Congreso de la IV, (1969) se votó la adopción de la guerra de guerrilla en Latinoamérica Y consecuente con eso, es la organización de Santucho (PRT-El Combatiente) quien es reconocida como sección oficial de la IV. Nuestra organización, (PRT-La Verdad) queda como sección simpatizante.

El SWP de Estados Unidos, el PST argentino (nombre adquirido por nuestro grupo después de la fusión con el sector de Juan Carlos Coral, ruptura del Partido Socialista) y todos los grupos sudamericanos, lideramos una corriente que trabó una gran batalla contra esas posiciones. Decíamos que la teoría del “foco” era una política elitista, aislada del movimiento de masas y que provocaría grandes desastres. Desgraciadamente, los hechos nos dieron la razón. El trotskismo perdió innumerables valiosos militantes que siguieron esa línea equivocada, principalmente en Argentina, pero también en otros países. A partir de ese momento el SU comenzó a convertirse en una federación de tendencias. Cada una aplicaba su propia política.

El ascenso que se inició en 1968 había abierto nuevas oportunidades, la existencia de una organización mundial unificada (el SU) permite aprovecharlas. En Francia, por ejemplo, donde el trotskismo había prácticamente desaparecido a raíz del “entrismo sui generis”, surge la LSR, que llega a organizar a 5.000 militantes y llega a tener una publicación diaria. En América Latina se da el gran crecimiento del PST argentino y en EE.UU el fortalecimiento del SWP por su participación contra la guerra de Vietnam.
Pero, sin haber terminado de superar la desviación guerrillerista, se tuvo que enfrentar una nueva capitulación de Mandel en la década del 70. Ahora a la numerosa vanguardia surgida en el Mayo francés, influenciada por el maoísmo. Nuestra polémica con Mandel está desarrollada en “El partido y la revolución” de Nahuel Moreno.

En el transcurso de esa pelea contra el guerrillerismo y el vanguardismo, nuestro partido argentino, el PST (surgido de una fusión con un sector que rompió con la social democracia) se desarrolló como un fuerte partido de vanguardia. Ese fortalecimiento se da con una política opuesta a la de Mandel: interviniendo en el ascenso que tuvo su punto más alto en la semiinsurrección conocida como el “cordobazo” y participando del proceso electoral. En este período organizamos el partido en Uruguay y en Venezuela.
Cuando estalla la revolución portuguesa en 1974 el PST envía cuadros para participar del proceso. Levantamos una política que impulsaba la pelea por el poder centrada en el llamado al desarrollo y centralización de los organismos de doble poder que estaban surgiendo. Ganamos un sector de estudiantes secundarios y organizamos el partido portugués, que forjó importantes cuadros para la Internacional.

Esa revolución mostró una capitulación más de Mandel que, siguiendo al maoísmo, dio apoyo al MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) que co- gobernaba el imperio portugués. Ese proceso provocó también la ruptura en 1975 de la FLT (fracción que conformamos con el SWP de EE.UUpara enfrentar al mandelismo), frente a la imposibilidad de compartir una misma política para la revolución. Para el SWP , la tarea central era levantar consignas democráticas y editar obras de Trotsky.

La mayoría de las organizaciones y militantes de Colombia, Brasil, México, Uruguay, Portugal, España, Italia y Perú se retiran de la FLT y junto con el PST argentino construyen una tendencia que enseguida se declara fracción del SU, la FB (Fracción Bolchevique), que más tarde daría origen a la LIT-CI.

La participación en la revolución portuguesa y la polémica con el mandelismo y el SWP nos permitió avanzar en la elaboración teórica sobre la construcción de partidos en procesos revolucionarios, expresada en “Revolución y contrarrevolución en Portugal”.

EL PARTIDO EN BRASIL

Un grupo de jóvenes brasileños exiliados en Chile entra en contacto con nuestra corriente. Después del golpe de Pinochet se dirigen a Argentina y comienzan a militar en el PST. En 1974, vuelven a Brasil para construir el partido. Surge la Liga Obrera y después Convergencia Socialista. El grupo comienza a desarrollarse y, en contacto con la dirección de la FB, elabora la política del llamado a un PT.

La joven organización brasileña se desarrolló durante 12 años sin disolverse ni capitular a la dirección burocrática. Eso fue posible porque pertenecía a una corriente internacional que orientó a hacer entrismo en el PT, a centrar el trabajo en las oposiciones sindicales en la CUT y que dio claridad sobre el carácter burocrático de la dirección lulista.

Con eso, la CS pudo salir del PT, 12 años después, cualitativamente más fuerte a como entró y con una política de Frente Único Revolucionario dirigida a los sectores de vanguardia que rompían con el partido de Lula.

EL PARTIDO COLOMBIANO

En 1976 se da el golpe militar en Argentina, que da origen a la dictadura semi fascista de Videla. El PST tuvo que sacar del país a importantes dirigentes, cuestión que se aprovechó para reforzar el trabajo internacional. En este período construimos nuestras organizaciones en Bolivia, Chile, Ecuador, Costa Rica, Panamá, y reforzamos el trabajo en Portugal y en España. Pero el proceso más importante fue el de Colombia, donde entramos en contacto con un Bloque Socialista, una organización que se venía aproximando a posiciones revolucionarias, con cuadros provenientes del castrismo y la Iglesia. De Allí surge el PST colombiano, que rápidamente se consolida como una organización de vanguardia y pasa a ser uno de los dos pilares de nuestro trabajo internacional.

LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA ARGENTINA

Mientras tanto, en Argentina el PST juega un papel heroico en la resistencia a la dictadura genocida. Tuvo aproximadamente 250 militantes presos y más de 100 muertos y desaparecidos. Actuando en la más absoluta clandestinidad, mantuvo su publicación y desarrolló trabajos en el movimiento obrero, en la juventud y en la intelectualidad.
En el comienzo de la guerra en Malvinas, el odio a la dictadura no impidió que se tuviera una política principista de identificar y atacar al imperialismo invasor como el principal enemigo. Desde el primer momento y sin dejar de denunciar a la dictadura, el PST se colocó en el campo militar argentino y militó por la derrota del imperialismo. El PST salió de la dictadura con un gran prestigio en la vanguardia y con 800 cuadros sólidos, que se volcaron a la construcción del MAS, incorporando a la tarea a un grupo de cuadros que venían de otra corriente socialista.

LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE. LA BRIGADA SIMÓN BOLIVAR

En 1979, cuando estalla la revolución nicaragüense, nuestra corriente, a pesar de las diferencias con el sandinismo, resuelve participar físicamente de la lucha contra Somoza. A través del PST colombiano realiza una gran campaña para construir la Brigada Simón Bolívar. Se forma con militantes de nuestra corriente y revolucionarios independientes, de Colombia, Panamá, Costa rica, EEUU y Argentina. Manteniendo su total independencia política, la Brigada ingresa al ejército sandinista y cumple un heroico papel en la liberación de la región Sur de Nicaragua, que le cuesta muertos y heridos. Con el triunfo de la revolución los brigadistas son recibidos como héroes en Managua. Nosotros veníamos exigiendo que el sandinismo rompiese con la burguesía y tomase el poder conjuntamente con los sindicatos obreros. El sandinismo, siguiendo la política de Castro, estaba en un gobierno de coalición con Violeta Chamorro. La Brigada impulsa la creación de sindicatos y en una semana organiza más de 70. Eso provoca la reacción de la dirección sandinista, que la expulsa de Nicaragua. Varios brigadistas son encarcelados y torturados por la policía panameña, aliada del gobierno sandinista.

El SU envía una delegación a Managua para decir que éramos un grupo ultra izquierdista, con el que no tenían nada que ver y vota una resolución prohibiendo la construcción de partidos por fuera del sandinismo. La negativa a defender a los militantes revolucionarios torturados por la burguesía es la consecuencia de haber votado esa resolución interna que, en la práctica, era un decreto de expulsión de nuestra corriente, obligándonos a romper definitivamente con el SU.

Esos hechos revelan la verdadera polémica dentro del SU. Nosotros defendíamos la necesidad de construir un partido revolucionario en Nicaragua y ellos no. La misma discusión que se dio en relación a Cuba, tanto sobre la construcción del partido como en cuanto a la necesidad de la revolución política. Todo demostraba la creciente capitulación del SU al castrismo y al sandinismo. Y mostraba también el abandono de la moral revolucionaria al haberse negado a defender a militantes trotskistas encarcelados y torturados por la burguesía.

NUESTRA RELACIÓN CON EL LAMBERTISMO

Quien dio su solidaridad a la Brigada fue la corriente dirigida por Pierre Lambert. Así comenzó nuestra relación política con el lambertismo, con quienes no teníamos contacto desde 1963. Se inicia un proceso de discusión, con acuerdos principistas y programáticos expresados en “Tesis para la actualización del programa de transición”, de Nahuel Moreno. En ese trabajo se define al estalinismo y al castrismo como agentes contrarrevolucionarios; se reconocen como revoluciones los procesos de pos guerra (este europeo, China, Cuba) a pesar de no haber sido encabezados por la clase obrera y su partido revolucionario.

Al mismo tiempo, se coloca la necesidad de impulsar la revolución política en los estados obreros degenerados, surgidos en esos procesos; se analiza la guerra de guerrillas y la política oportunista de sus direcciones; se da especial importancia a la defensa del derecho a la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas y a las tareas democráticas; se identifica el inicio del proceso de crisis de los aparatos contrarrevolucionarios, en especial el estalinismo, que abre posibilidades de luchar por partidos trotskistas y una IV Internacional con influencia masas.

Se constituye un Comité Paritario que culmina en 1980 con la formación de una organización conjunta, la Cuarta Internacional- Comité Internacional (CI- CI). Como CI-CI realizamos una campaña de apoyo a “Solidaridad” de Polonia. Todo indicaba que se podía dar un gran paso en el camino de la reconstrucción de la IV.

Pero esa tentativa se frustró. Nuestra poca inserción en Europa nos hizo cometer un grave error. No vimos que el lambertismo tenía fuertes lazos con la burocracia sindical, lo que lo llevó a capitular al gobierno de Frente Popular, cuando se produce la victoria de Miterrand en Francia. Lambert se niega a discutir la política para Francia y comienzan las expulsiones de los militantes que se oponen a esa política, lo que provoca la ruptura de la CI- CI.

La polémica con el lambertismo nos obligó a avanzar en la elaboración sobre el Frente Popular, lo que se vio reflejado en el folleto “La traición de la OCI”, de Nahuel Moreno.

LA FUNDACIÓN DE LA LIT- CI

En enero de 1982 se realizó una reunión internacional con los partidos de la FB y dos importantes dirigentes del lambertismo: Ricardo Napurí de Perú y Alberto Franceschi de Venezuela. Uno de los puntos centrales de la reunión era organizar una campaña en defensa de la moral revolucionaria de Napurí, atacado por Lambert por expresar diferencias políticas con este. Otro punto importante era la discusión sobre cómo avanzar en la construcción de la Internacional.

La reunión, después de aprobar la campaña , resolvió por unanimidad convertirse en Conferencia de Fundación de una nueva organización internacional. Se aprobaron los estatutos de la LIT-CI y las tesis fundacionales, donde se plantea la estrategia de la construcción de la IV Internacional con influencia de masas. Ésta no era solamente la FB con otro nombre, ya que a ella se integró Franceschi con su partido, el MIR obrero, que rompió con el lambertismo. Al tiempo se incorpora Napurí, junto a la mitad del partido peruano, que rompió con Lambert.

En 1985, el partido dominicano se integra a la LIT- CI. Ese grupo no venía del trotskismo, sino de una ruptura con la Iglesia.

En 1985 el Primer Congreso de la LIT-CI vota un manifiesto, donde define a la situación mundial como revolucionaria y hace un llamado a construir un FUR a partir de un programa mínimo revolucionario para enfrentar al frente de la contrarrevolución imperialista mundial, las burguesías nacionales, la iglesia, el estalinismo, el castrismo, el sandinismo y las burocracias sindicales y avanzar en la construcción de partidos revolucionarios nacionales y de una Internacional con influencia de masas .En 1987 se integran el grupo del Bill Hunter de Inglaterra, que no proviene del morenismo y un grupo de jóvenes trotskistas independientes de Paraguay, que dan origen al PT paraguayo, la mayor organización de izquierda en ese país.

LAS PRINCIPALES CAMPAÑAS POLÍTICAS DE LA LIT – CI

La primera es por la victoria de Argentina en la guerra por Malvinas, con la que intervinimos en el proceso antiimperialista que se abrió en América Latina. La campaña por el “no pago de la deuda externa” nos permitió empalmar con las grandes movilizaciones bolivianas que obligaron al gobierno de Frente Popular, encabezado por Siles Suazo, a suspender el pago de la deuda. Tuvo gran importancia la campaña contra los acuerdos de Esquípulas y Contadora, impulsados por el imperialismo y apoyados por el castrismo y el sandinismo para frenar el proceso revolucionario de Centroamérica. En 1991 realizamos una campaña por la derrota del imperialismo en la guerra del Golfo.

LA CONSTRUCCIÓN DEL MAS ARGENTINO

Después de la caída de la dictadura argentina (1982), la dirección de la LIT resuelve priorizar el trabajo en ese país, donde se abrió la posibilidad objetiva y subjetiva de que el MAS se convirtiese en un partido con influencia de masas. En las luchas del movimiento de masas y en la participación electoral, el MAS se transformó en el partido más fuerte de la izquierda argentina. Gana gran inserción en las principales fábricas y barrios obreros, encabeza listas de oposición a la burocracia en los principales sindicatos, realiza actos con 20 a 30 mil personal, obtiene el primer diputado trotskista en la historia argentina, llegando a impulsar y dirigir un acto de oposición al gobierno de 100 mil personas.

En medio de ese proceso, la LIT- CI recibe, en 1987, un terrible golpe con la muerte de su fundador y principal dirigente, Nahuel Moreno. Su ausencia provocó un debilitamiento cualitativo en nuestra dirección internacional y tuvo una incidencia muy grande en el desarrollo y desenlace de la crisis que llevó a la destrucción de nuestra Internacional.

LA CRISIS DEL 90

En los primeros años de la década del 90 de desató una gran crisis en nuestra corriente internacional. Grandes cambios se daban en el mundo a partir de la caída del muro de Berlín, que tuvieron repercusiones mundiales. Grandes procesos revolucionarios destruyeron al aparato central del stalinismo, liberando así al movimiento obrero mundial del chaleco de fuerzas que lo tuvo maniatado durante décadas. Pero la falta de una dirección revolucionaria mundial impidió que ese proceso pudiese revertir la restauración capitalista orquestado por la burocracia. Eso posibilitó la ofensiva política, militar e ideológica del imperialismo. Es en ese período que se da la crisis de la LIT-CI que la llevó prácticamente a su destrucción.

En abril de 1992 se produce la ruptura del MAS argentino con métodos reñidos con la moral revolucionaria: ocupación de locales, ataques físicos por parte de la minoría y campañas de calumnias por parte de la dirección mayoritaria. Poco después, la TMI organiza la ruptura del partido brasilero por medio de una fracción secreta. Así se abre la peor crisis de nuestra historia. En este proceso salieron de la LIT el 40% del partido argentino, el PST de Panamá, la mitad del PST peruano, un sector del POS mexicano, la mitad de la sección ecuatoriana, un sector del partido brasilero y sectores de Colombia, Chile, Alemania, Portugal.

El V Congreso, realizado en 1994, vota la reconstrucción de la LIT-CI. Formalmente la LIT-CI existía, se realizaban las reuniones internacionales, había una dirección, se editaba la revista internacional. Pero eso era cada vez más una apariencia, una formalidad. La mejor prueba era la dirección con la que se llegó al V Congreso: Un secretariado internacional integrado por cuatro personas respondiendo a cuatro tendencias (FI, TBI, Nuevo Curso, TR), la mayoría de las cuales no defendía la continuidad de la LIT-CI. De hecho, la LIT había dejado de tener un programa único y había perdido el régimen centralista democrático. De contenido la LIT-CI había sido destruida. Por eso era totalmente necesaria la resolución del V Congreso. A partir de ese momento se comienza a construir un nuevo equipo de dirección encabezado por los dirigentes de la ex TR, al cual se integra la dirección del partido peruano y del grupo inglés, que toma en sus manos las tareas de la reconstrucción. Esa tarea llevó mucho esfuerzo y muchos años ya que la destrucción había sido muy grande. Un hecho a destacar es que desde que se resuelve que la gran tarea a encarar es la reconstrucción de la LIT-CI, se lo hace no como un objetivo en si mismo, sino para que sea motor de la reconstrucción de la IV Internacional. En consecuencia, al tiempo que se encaraban las tareas de reconstrucción, se iniciaba un trabajo de relaciones con diferentes organizaciones en diferentes países (Inglaterra, Francia, Irán, Japón, Alemania, Turquía, la ex URSS…) con el objetivo de avanzar en ese objetivo estratégico.

Días antes del Congreso, se había retirado la FI, lo que significó la salida de la mayoría del partido español. Ni bien terminado el V Congreso, rompe la TBI lo que implica la pérdida del PST colombiano, del PRT de Costa Rica, de las secciones de Hondura y Nicaragua, de más de 100 militantes argentinos. Nuevo Curso, dirigido por lo que quedaba del MAS argentino, se quedan en la Internacional (y participa de la dirección) pero sin reivindicar sus bases fundacionales. Al poco tiempo comienzan a defender que la LIT-CI debe abandonar el centralismo democrático y dejar de lado la estrategia de reconstruir la IV Internacional. Sus posiciones son derrotadas (por un voto) en el VI Congreso (1997). Se niegan a acatar sus resoluciones y salen de la Internacional, lo que quedaba del MAS argentino, Convergencia Socialista de Uruguay, la LST de Francia, el PST de Venezuela y un sector del partido brasileño.

Tal como dice el Balance de Actividades aprobado por el VIII Congreso “A la hora de contar las bajas y pérdidas podemos constatar que en todo ese proceso la LIT no sólo perdió su programa, su régimen, sus finanzas, sus publicaciones, sino que también perdió el grueso de su patrimonio humano. En total la LIT perdió entre 4 y 5 mil militantes, entre ellos posiblemente el 80% de los cuadros de más experiencia”.

LAS CAUSAS DE LA CRISIS

Una combinación de factores objetivos y subjetivos explica nuestra crisis. En esa combinación los elementos objetivos han sido los determinantes. Esto se hace evidente cuando se ve, que no fue sólo nuestra Internacional la afectada, sino que fue un proceso que se dio sobre la totalidad de las organizaciones izquierda, sin excluir a las revolucionarias.

Después de la derrota militar en Vietnam, a mediados de los 70, el imperialismo yanqui comenzó a enfrentar los procesos revolucionarios apelando preferentemente a las instituciones y mecanismos de la democracia burguesa y a la captación de dirigentes. Moreno denominó a esa política como “reacción democrática”. Esa política, que tuvo grandes éxitos para canalizar importantes procesos revolucionarios, también hizo estragos en la mayoría de la izquierda a nivel mundial: El abandono por parte de la OLP de la lucha por al destrucción del Estado de Israel, la integración al régimen de los Sandinistas en Nicaragua y del Farabundo Martí en El Salvador; la socialdemocratización de los partidos comunistas; la integración al régimen, a través del PT, de la mayoría de la izquierda brasilera… Pero este proceso de capitulación de la vieja izquierda antiimperialista pega un salto después de la restauración en los estados obreros. Esta vez, también son afectadas las organizaciones trotskistas.

El problema central fue que la restauración no se dio como la había pronosticado Trotsky, de la mano de un golpe contrarrevolucionario, sino en nombre de las libertades democráticas y la utilización de las instituciones burguesas. La falta de una dirección revolucionaria hizo que una parte de la población tuviera expectativas en esas instituciones restauradoras. A partir de eso y de la campaña del imperialismo sobre “la superioridad del capitalismo”, la amplia mayoría de la izquierda abandonó la perspectiva del socialismo y de la lucha por el poder. Gran cantidad de partidos se disolvieron, miles y miles abandonaron la militancia y los que se mantuvieron activos, comenzaron a buscar nuevos rumbos… Como no “se podía” o no se quería tomar el poder, comenzaron a buscar como ganar “espacios de poder”. Se fueron imponiendo “nuevas” ideas: la clase obrera está desapareciendo, hay que buscar otros sujetos sociales; stalinismo es continuidad del leninismo, el centralismo democrático lleva a la burocratización, todo pasa por la horizontalidad; todo poder corrompe, los trabajadores pueden resolver sus problemas sin tomar el poder…. Así se fue construyendo un nuevo reformismo, un reformismo sin reformas.

Este “vendaval oportunista” que golpeó sobre el conjunto de la izquierda incluidas las organizaciones trotskistas, también lo hizo sobre la LIT-CI. Esto se reflejó, centralmente, en las políticas equivocadas con que la dirección argentina respondió a los grandes desafíos que planteaba la realidad.

Siguiendo Trotsky, Moreno siempre decía que para enfrentar los grandes cambios y las crisis que estos generaban, había que recurrir más que nunca a la clase obrera, más que nunca a la teoría marxista y más que nunca a la Internacional.

La dirección argentina hizo lo contrario, cayó un una desviación electoralista y fue secundarizando la construcción en la clase obrera; en vez de basar su política en la teoría marxista, elaboró nuevas teorías para justificar su política; a partir de éxitos circunstanciales y de un gran crecimiento, se consideró autosuficiente y cayó en una desviación nacionaltrotskista.

La diferencia con otras organizaciones trotskistas fue que en la LIT-CI había reservas y un sector resistió como pudo las embestidas de ese vendaval. Por eso la LIT, a diferencia del SU, no corrió en el sentido que soplaba el viento y no se pudo adaptar a la “modernidad”. Por el contrario en la LIT-CI el “vendaval oportunistas” provocó crisis, rupturas, desgarramientos, hasta que finalmente se pudo volver a retomar el camino correcto.

LA MUERTE DE NAHUEL MORENO Y LA DESTRUCCIÓN DE LA LIT-CI

Si Moreno hubiese estado vivo, probablemente igual hubiéramos entrado en crisis, ya que las causas objetivas eran muy fuertes. Lenin. Trotsky, Rosa Luxemburgo, enfrentaron las presiones chauvinistas durante la primera Guerra Mundial, pero no consiguieron evitar la bancarrota de la Segunda Internacional. Moreno no consiguió derrotar las presiones guerrilleristas que originaron la ruptura en Argentina con Bengochea y después con Santucho…

Pero sin dudas, si Moreno hubiese estado vivo, el desarrollo de la crisis hubiese sido diferente y las bajas mucho menores. Teniendo en cuenta la trayectoria de Moreno y su prestigio, muy difícilmente, la mayoría de la LIT hubiese caído en semejante desviación, si hubiese contado con su dirección. Con la dirección de Moreno, se hubiera dado la crisis, habría habido rupturas, pérdidas, pero casi con seguridad no habríamos llegado a la destrucción.

Hay corrientes como el Partido Obrero de Argentina que opinan que la crisis y destrucción del MAS y de la LIT es producto de la política de Moreno y que la actual evolución oportunistas del MST argentino, sería la continuidad del morenismo. Esa posición tiene poca consistencia. El MST se construye rompiendo con el morenismo. Nahuel Moreno construyó nuestra corriente enfrentando al oportunismo, a los frentes populares, a la reacción democrática, luchando incansablemente por la construcción de partidos revolucionarios en la clase obrera, por la construcción de la Internacional. Esa lucha de décadas creó raíces, dejó reservas y por eso es que desde el interior de la LIT-CI y del propio viejo MAS, surgió la resistencia que encaró la reconstrucción y consiguió volver a poner en pie a nuestra Internacional.

LA NUEVA REALIDAD DE LA LIT-CI

A partir del V Congreso se comenzó un lento y traumático proceso de reconstrucción. Este proceso fue muy dificultoso por la forma en que se tuvo que dar. No es la primera vez, en la historia de las Internacionales que es necesario enfrentar una ofensiva del revisionismo. Se dio en la Segunda, pero ahí la pelea fue encabezada por una parte de los principales dirigentes: Kautsky, Rosa Luxenburgo, Liebknetch…, en un primer momento; Rosa, Lenin, Trotsky, Liebknetch .., después de 1914. En la Tercera, la batalla fue encabezada por Trotsky. En el SWP yanqui, Trotsky y Cannon, estuvieron a la cabeza del combate contra los antidefensistas.

En la LIT fue muy diferente, los principales dirigentes, los que habían trabajado más estrechamente con Moreno, los que tenían más experiencia y más prestigio, fueron cayendo uno a uno frente al “vendaval oportunista”, fueron adoptando una u otra posición revisionista o se fueron y no dieron la pelea. Ese combate tuvo que ser encarado por dirigentes de segunda o tercera línea, que no tenían ninguna experiencia en la dirección internacional ni en el combate teórico programático. Por eso es que con muchas dificultades, y cometiendo muchos errores en el camino, se fueron reconstruyendo los organismos y a partir de ellos se fue avanzando en la comprensión común del mundo.

Así, poco a poco, se fue recuperando la tradición teórica, política metodológica. Se fue dando respuesta política a nuevos hechos: la guerra de Bosnia, la “globalización” capitalista, la reestructuración productiva. Hemos conseguido dar una interpretación teórica a la restauración capitalista en los ex estados obreros degenerados. Los partidos de la LIT-CI intervinieron en los procesos revolucionarios latinoamericanos y hemos dado una política principista, de enfrentamiento a los nuevos gobiernos (de Frente Popular o populistas) originados por esos procesos.

En torno a la participación en estos procesos, la LIT-CI se fue reconstruyendo, no sólo en términos teóricos, programáticos, metodológicos, morales, sino también en términos organizativos. El mayor avance organizativo se dio en Brasil con la construcción del PSTU que se ha convertido en una referencia indiscutida para las luchas y el activismo brasilero. Pero no fue el único, las secciones profundizaron su inserción en el movimiento de masas, se comenzó la reconstrucción del partido argentino, se constituyeron nuevas secciones en Ecuador, en Costa Rica., el POI de Rusia ingresó a la LIT-CI. El Correo Internacional y la revista Marxismo Vivo han ido mostrando, regularmente, las definiciones políticas ante los principales hecho de la lucha de clase y el avance de las elaboraciones teórico- programáticas.

Estos hechos, sumados a la relaciones establecidas con el CITO con el objetivo de ir a una única organización, hicieron que el VIII Congreso (junio de 2005) constatase que la LIT-CI estaba viviendo una nueva realidad.

Posteriormente nuevos hechos han confirmado esa definición: la unificación con el CITO, que significó la recuperación del PST colombiano y de organizaciones y cuadros en Perú, Costa Rica y Argentina. El continuado desarrollo del PSTU, su correcta ubicación de enfrentamiento al gobierno de Frente Popular de Lula, el éxito de su política de construir la CONLUTAS como central obrera y popular de alternativa; la entrada a la LIT- CI del partido italiano, la fundación de la sección venezolana, el desarrollo del trabajo en Centroamérica, la fundación de la sección belga. También hubo algunos hechos de signo opuesto: la salida del POS mexicano, del MST de Bolivia y de la LST de Dominicana. Pero esos negativos no cambian el nuevo signo de la situación de la LIT, sino que son remesones de la vieja crisis y reacciones al proceso de recuperación y bolchevización que viene avanzando.

NUESTRO PROYECTO ESTRATÉGICO: LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IV INTERNACIONAL

La nueva realidad de la LIT-CI se combina con una nueva realidad de la lucha de clases a nivel latinoamericano y mundial. La situación revolucionaria mundial y latinoamericana que se comenzó a manifestar con fuerza a partir del inicio del siglo XXI, está pasando por un nuevo momento. La resistencia iraquí está colocando la posibilidad de una nueva derrota militar del imperialismo yanqui. Los planes de EE.UU de estabilizar el Medio Oriente se vienen abajo como lo muestra la derrota del ejército israelí en el Líbano. El prestigio de Bush cayó abruptamente. En los países imperialistas los ajustes por la crisis económica provoca la reacción de los trabajadores, a los que se suman las fuertes luchas de los obreros inmigrantes. En el caso de EE.UU, esto significa que se está construyendo un puente con las luchas latinoamericanas. Pero el ataque imperialista continúa. En América Latina, se incrementa la ofensiva colonizadora del imperialismo, el saqueo de los recursos naturales, las exigencias de ajustes para pagar la deuda externa, ahora todo agudizado por la crisis económica mundial. También continúa la respuesta de las masas ante ese permanente saqueo. La diferencia es que ahora este ascenso obrero y popular se comienza a dirigir contra los que aplican los planes, es decir los nuevos gobiernos que surgieron para canalizar o prevenir el ascenso: Lula, Chávez, Evo, Kirchner, Tabaré….

Esta realidad, sin ninguna duda, pone en evidencia la urgente necesidad de avanzar en la solución de la crisis de dirección revolucionaria, construyendo una dirección revolucionaria mundial. Al mismo tiempo este nuevo momento de la situación mundial provoca importantes cambios en la conciencia del movimiento de masas que facilitan esa tarea. Con el surgimiento de estos gobiernos se vio en su máxima expresión los efectos del “vendaval oportunista. La mayoría de las corrientes de izquierda, incluidas, la mayoría de las que se reivindican trotskistas, capitularon a ellos. Pero esta nueva realidad, que tuvo su máxima expresión en la derrota electoral de Chávez en el referéndum, está provocando rupturas por la izquierda de esas organizaciones, que buscan nuevas referencias nacionales e internacionales.

Volviendo a lo planteado en la Introducción, ante esta situación la LIT-CI reafirma su proyecto estratégico: la reconstrucción de la IV Internacional y hace un llamado a la unidad en torno a un programa revolucionario, que contemple no sólo las respuestas políticas a los principales hechos de la lucha de clase, que acerquen a los trabajadores a la lucha por el poder, sino también los aspectos de concepción de partido, de método y de moral revolucionaria.

Proponemos aplicar para la reconstrucción de la IV el mismo método que aplicó Trotsky en su construcción. En primer lugar haciendo el llamado no sólo a los que provienen del trotskismo, sino a todos los revolucionarios con los que coincidamos programáticamente, independientemente de su origen.

En segundo lugar, no dirigiendo el llamado a todos los que se reivindican trotskistas. Por un lado porque hay organizaciones que así se reivindican y que sin embargo han abandonado el programa revolucionario al apoyar o participar en gobierno burgueses. Y por otro lado, porque existen las sectas autoproclamatorias que recitan el programa pero, por sus métodos fraccionalistas y desleales, cumplen un papel absolutamente destructivo.

En tercer lugar, planteando las unificaciones no través de conferencias abiertas y grandes actos, sino a partir de una paciente discusión programática y de una actividad común en la lucha de clases., que permitan avanzar sobre acuerdos sólidos y relaciones de lealtad revolucionaria.

Dado el deterioro producido por el “vendaval oportunista”, es necesario precisar algunos aspectos que actúan como divisoria de aguas:

La defensa de la independencia de clases frente a todos los gobiernos burgueses, incluidos los de Frente Popular o populistas. No los apoyamos ni tampoco a sus medidas y somos oposición de todos ellos.
Apoyamos las luchas de la clase obrera y de sus aliados.
Enfrentamos a toda burocracia y defendemos la democracia obrera en todas las organizaciones de la clase.
Tenemos como centro ordenador la lucha contra el imperialismo en todas sus variantes.
Nuestro objetivo es la destrucción del Estado burgués y sus FFAA, y la construcción de un estado obrero, basado en organismos democráticos de la clase, que impulse la revolución socialista internacional.
Defendemos la moral revolucionaria y rechazamos los métodos del “vale todo”, agresiones físicas, calumnias, trabajo desleal, incumplimientos de acuerdos.
Reafirmamos el rol de la clase obrera como sujeto social de la revolución.
Defendemos la necesidad de construir partidos revolucionarios democráticamente centralizamos y el carácter obrero que deben tener esos partidos.
Defendemos la necesidad imperiosa de construir una Internacional revolucionaria democráticamente centralizada

Este breve esbozo de nuestra historia, tuvo el objetivo de mostrar los aspectos centrales de esta larga marcha de nuestra construcción. Mostrando nuestros aciertos, nuestros puntos fuertes y también nuestras fallas, nuestras desviaciones, nuestras crisis porque, como decía Moreno “avanzamos a través de errores y golpes y no tenemos vergüenza de decirlo”

Hoy, después de muchos años de crisis y desgarramientos, estamos viviendo una nueva realidad. Estamos viviendo un proceso de fortalecimiento que nos pone en mejores condiciones para avanzar en el proyecto estratégico. Tenemos una historia, una experiencia acumulada, un programa que seguimos construyendo, una estructura de secciones, publicaciones, una fuerza militante, que ponemos a disposición para avanzar en la reconstrucción de la IV Internacional.

Buenos Aires, junio 2008

Las capitanas de la cofradía de San Lucas Cuisnagua

Las capitanas de la cofradía de San Lucas Cuisnagua
Elena Salamanca *
Las cofradías coloniales eran un mundo de hombres y fe, sin embargo, desde finales del siglo XVIII, veintiocho mujeres irrumpieron la tradición del pueblo de indios de San Lucas Cuisnagua cuando llegaron a ser elegidas capitanas en la cofradía de su pueblo.
ElFaro.net / Publicado el 20 de Junio de 2012
El 17 de octubre de 1795, en víspera de las fiestas dedicadas a San Lucas Evangelista, Fransisca de Rosario[i] fue nombrada como tenance de la Cofradía de San Lucas Evangelista. Fue la primera mujer en ser elegida para ejercer un cargo de orden público en el pueblo de indios de Cuisnagua, actualmente Cuisnahuat.

Fransisca de Rosario. Acta de elección de miembros de Cofradía de 1795. En este registro se encuentra la elección de cargo público de Fransisca de Rosario, que será reelegida en años siguientes. Foto de Elena Salamanca.
Aunque la figura de tenance aparecerá en las demás cofradías novohispanas, sobre todo en México y Guatemala, a Cuisnahua llegará tarde, ya rozando los finales del siglo XVIII. Esta figura era la encargada de auxiliar a los mayordomos en los quehaceres de la celebración del santo patrón; era un cargo más devocional que administrativo y era desempeñado por mujeres en otras cofradías de América.
En Cuisnagua el cargo de tenance apareció hasta que en 1795 fue adjudicado a Fransisca del Rosario, quien compartió el cargo con un hombre, Alexandro Martin. El cargo como tal desparecerá relativamente pronto para entregar a las mujeres un cargo de mayor rango.
Fransisca del Rosario será la primera de las mujeres que participen en la vida institucional de este pueblo de indios habitado por 200 personas. Los libros de cuentas, desde 1665 hasta 1808, permiten establecer que Fransisca de Rosario es la primera mujer de Cuisnahuat elegida de manera pública un cargo en la cofradía del santo patrón del pueblo.
Asumió su cargo por elección popular en una asamblea conformada mayormente por hombres. El acto se dio en presencia de un cura párroco y a repique de campana. El tañido de campana anunciaba un suceso importante en el pueblo de indios.
Los cargos de la cofradía repetían de cierto modo la estructura de las ciudades, había un alcalde, un alguacil, un regidor, y mayordomos, encargados de realizar las fiestas en honor al santo patrón de su pueblo; en algunos casos había tenances. La cofradía será una de las instituciones más importantes en la vida colonial.
A través de ella se evangelizará y se congregará a fieles en el Nuevo Mundo, ya fueran españoles, criollos, ladinos o indios. Las cofradías de indios son las que tendrán más relevancia en la Colonia, pues de ellas dependerá la evangelización de los hombres y mujeres arrumbados en las zonas más inhóspitas del Nuevo Mundo. La cofradía, que tiene su origen en la Europa medieval, tendrá en el Nuevo Mundo un perfil bastante festivo, y muchas serán criticadas por los arzobispos visitadores como excesivas: habrá alcohol, música y sensualidad, reseñarán los visitadores pastorales en el siglo XVIII y XIX.
Muchas cofradías llegarán hasta nuestros días con ese enfoque de fiesta, y en El Salvador sobreviven sobre todo las de la zona occidental del país. Nuestras cofradías han sido estudiadas a profundidad por el etnoantropólogo Santiago Montes. También, y por los sacerdotes Jesús Delgado y Rodolfo Cardenal con énfasis en la historia del catolicismo en este país. Cada investigador da significativos aportes para comprender esta institución.
Cuisnahuat de las mujeres

La mayordoma Hilda Hermenegilda Valladares muestra la vara de la Cofradía de San Lucas Evangelista. Probablemente elaborada en el siglo XVIII o el XIX. Foto Elena Salamanca

La Cofradía de San Lucas Cuisnagua guardó durante más de 350 años tres riquísimos libros que nos hablan de su organización pero, con una lectura avezada, nos señalan más rasgos de la población devota. En estos libros aparecieron 28 nombres de mujeres indígenas que fueron elegidas en asamblea pública, con los protocolos de todo evento de carácter público, es decir frente a cura párroco y a repique de campana; 28 mujeres, algunas con apellido, otras apenas con un primer nombre, que irrumpen en la escena de una de las instituciones coloniales más presentes en nuestra historia; 28 mujeres comunes de un pueblo inhóspito.
La generación encabezada por Fransisca de Rosario romperá con la vinculación de la mujer en la cofradía con un rol únicamente doméstico. Para ocupar un cargo doméstico, por ejemplo, no es necesaria una elección pública, ni el registro escrito, ni la creación de un nuevo cargo. El acta de 1795 no detalla el trabajo específico de Fransisca Rosario ni de las demás mujeres pero hay en esta acta un rasgo importante de la transformación de esa institución, al menos para este caso.
Esta acta, un ejercicio casi cotidiano en la vida de la institución, un registro como se acostumbra en la época, representa una ruptura para la historia de las mujeres en las cofradías que conocemos hasta ahora. Ninguno de los investigadores de las cofradías en El Salvador ha explorado la participación femenina, de hecho algunos la relegan a rol doméstico.
En su libro “El poder eclesiástico en El Salvador”, el jesuita Rodolfo Cardenal dirá que en la cofradía solamente podían ser electos hombres mayores adultos; y el cargo de mayordomo “sólo podía ser desempeñado por quien hubiese sido antes alguacil. Debía ser casado, reconocido por la comunidad como adulto y por su probada religiosidad. El cargo implicaba el patrocinio de las fiestas y el cuidado del santo bajo su responsabilidad”. Lo mismo sostendrá Jesús Delgado en “Sucesos de la Historia de El Salvador. Introducción a la Historia de la Iglesia en El Salvador (1525-1821)”.
Como en toda la vida colonial, los protagonistas de los hechos serán los hombres. Las mujeres del México y la Guatemala virreinales sólo tendrán accesos a la educación mediante escuelas de primeras letras o el convento; sin embargo, el panorama para los pueblos de indios será diferente. A la llegada del obispo Pedro Cortés y Larraz, por ejemplo, en Cuisnahuat, y en todo el curato de Guaymoco, no habrá una escuela de primeras letras.
La mujer, sobre todo la indígena, tendrá un papel menor en los registros y en todas las actividades de esfera pública, como ya hemos visto; de hecho, Cardenal dirá sobre las mujeres en la cofradía: “Las esposas algunas veces desempeñaban un papel importante en el ritual de las cofradías (…) las esposas y los hijos eran indispensables en la preparación y el servicio de los alimentos y las bebidas con que el mayordomo brindaba a sus compañeros y amigos”, lo que las relegaba a un rol doméstico, lejos de la participación institucional y su incidencia en las decisiones o acciones de la corporación.
Cuisnahuat, ese pueblo de al que solo se llegaba “reptando”, como describía Cortés y Larraz, abre un nuevo eje de estudio de la institución colonial.
Capitanas

Hilda Valladares, mayordoma (en el centro), y Pedrina Hernández (al costado derecho), cabecilla o capitana, muestran el libro de cuentas de la cofradía, que data del siglo XVII. Foto Elena Salamanca

Al revisar los libros de la cofradía, se constata que durante diez años, desde 1795 hasta 1805, la participación femenina aumentará, desde Fransisca de Rosario hasta llevar a las 28 mujeres mencionadas a ser capitanas, en 1805. Ya no serán tenances, cargo por demás femenino, sino que lograrán escalar los rangos de la cofradía hasta convertirse en capitanas. Esto descarta por completo el papel doméstico y supeditado a los esposos que han dado a las mujeres los estudiosos de las Cofradías en El Salvador hasta estos días.
Un libro de cuentas de una cofradía puede decir muchas cosas sobre la institución: sus gastos, su estructura y sobre todo la manera en que se vivía la fe, eje vital del mundo colonial. Pero una lectura de resquicios, puede colocarnos ante hechos excepcionales. Como que durante una década, las mujeres de un pueblo de indios avancen en protagonismo en una institución, y lleguen incluso a triplicar la participación de los hombres, como sucedió en San Lucas Cuisnagua.
En ese mundo ínfimo del universo colonial, la vida se reducía al trabajo en el campo y la observancia piadosa, la elección de los miembros de la cofradía se convertía en un suceso de relevancia y cada elegido pasaba a ser un miembro respetado de su pequeña sociedad, como destaca cardenal. Cada elección debía ser supervisada por el cura párroco, para lo que en 1795 Diniosio Pérez de Vielma, párroco de Guaymoco, debía movilizarse por los varios kilómetros “intransitables” descritos por Cortés y Larraz.
En las actas levantadas por el cura Pérez de Vielma, los nombres de mujeres irán apareciendo de manera sucesiva. Esto nos habla de una participación bastante activa de las mujeres, que en varias ocasiones serán reelegidas para el mismo cargo. En el registro no existe ninguna nota o acuerdo que indique la creación de un cargo nuevo, las mujeres aparecen, “naturalmente”, en los registros, aunque para la época esta fluctuación de la vida doméstica a la pública no sea completamente natural, sino más bien un tránsito político.
En 1796, en la siguiente víspera de la fiesta de San Lucas, Pérez de Vielma levantará otra acta:
“En este Pueblo de San Lucas Cuisnagua a diez y siete de octubre de 96, los Alcaldes y Mayordomos y demás ofisiales de la Cofradia del Patron San Lucas se juntaron a son de campana a fin de aser nueva eleccion de Alcaldes y Mayordomos a fin deque gobiernen dicha Cofradia por haber acabado los del año de noventa y cinco cuya elección se iso con asistencia del Bn Don Dionisio Perez de Vielma Ministro inter deste Curato y habiéndole hecho fue de la manera siguiente:
Primeramente Vitoriano Obispo y Pedro Pablo Ferrer entraron de Alcaldes. De mayordomos Jose de los Relles, y Jose Thomas, regidor mayor Juan Ebangelista, primera capitanas Fransisca Rosario, Atanasia de la Crus.
Y se concluyo esta elecsion en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espiritu Santi. Amen
Dionisio Perez de Vielma”
Fransisca aparece de nuevo, ahora como Fransisca Rosario y con un cargo nuevo: capitana; además la acompaña otra mujer: Atanasia de la Crus.
En una década, se sumarán más mujeres: Juana Ygnocente, como tenance mayor, y Maria Tomasa y Dominga de la Cabrada sus compañeras, en 1797; y “1º Capitana Maria del Socorro, su compañera Maria de la Asuncion, Juana Eligilca, Maria Ramos, Micaela Geronima, las demas como se estaban” en 1799.
Ya para el siglo XIX, los cargos femeninos ha aumentado significativamente y 28 mujeres son elegidas como capitanas, como consta en el acta levantada por Fray Mariano Vargas, cura interino del pueblo de Guaymoco, el 17 de octubre de 1805:
“En este Pueblo de San Lucas Cuisnagua en siete días del mes de octubre de 1805 años, con asistencia de Nuestro Padre Predicador Fray Mariano de Vargas cura interino de dicho pueblo nos juntamos en esta Santa Yglesia Parroquial a son de campana tañida como es deuido y costumbre; los Alcaldes y demas Oficiales de la Cofradia de el Patron San Lucas Evangelista sita en dicha Parroquia, á haizen elescion de las Personas que han de servir dicha Cofradia y la hicieron de la
Manera que sigue=
Primeramente salieron electos por Alcaldes Francisco de Dios y don Thomas= Mayordomo Patricio Hernandez, y Jose Santiago Ramirez= Hermanos mayores Ramon Moyses, Jose Innegorio, Fermin Antonio, Diego Martin, Thomas de Aquino Matias [borrado por la humedad] Juan Evangelista, Pedro Nolasco, Lauriano Atanasio, Innegorio Canales, Nicolas Obispo, Manuel Pasqual Ramon, Juan Chrisostomo, Pablo Jasinto, Victoriano Perez, Pedro Herrera, Juan Esteban Martin, y Antonio Jose de los Reyes=
Capitanas= Asension y sus compañeras Maria Visenta, Maria Basilia Ramírez, Clara, Maria Ramos, Marselina Regina, Juana Inosenta, Maria, Salvadora, Luisa Ramírez, Maria Alejandrina, Maria de la Vesa, Pasquala, Benansia, Maria Siprriana, Martina Gertrudis, Luisa Canisales, Thomasa de la Crruz, Dominga de la Calzada, Atanasia de la Crruz, Thomasa Hernandez, Leandra Martin, Chrisanta, Maria, Martina, Pasquala Nieves, Juana Albina, Petrona Paula, y Maria Leocadia; Con qual se concluio dicha elesion, la hubo Por buena dicho Cura; y la Confirmo, en el nombre del Padre, y del hijo y de el Espiritu Santo, Amen
Fray Mariano de Vargas”
En otras cofradías de la época habrá también participación femenina. Una investigación de María Celestina de Benítez, de la carrera de Historia de la UES, sobre la cofradía de la Sangre de Cristo en San Salvador entre 1765-1823 destaca que “a partir de 1781 ya no se encuentran registros de elecciones de mujeres para el cargo de tenances” en esta cofradía; ya entre 1769 y 1783, los cargos disminuirían. Otra mención sobre la participación de las mujeres en este plano la hará Cardenal, pero de manera sucinta: “las esposas debían pedir permiso a sus padres y maridos respectivamente”.
La herencia de estas mujeres en Cuisnahuat ha trascendido siglos, y actualmente las mujeres llevan cargos de importancia en las cofradías que aún se conservan en el país. Entre 2008 y 2010, años de la investigación de la que parte este artículo, el cargo de mayordomo fue ocupado por una mujer, dos mujeres, una de ellas, Hilda de Valladares, reelegida entre 2007 y 2008.
La presencia femenina, una presencia devocional y organizativa, en la Cofradía de San Lucas, en el actual Cuisnahuat, ha aumentado. Actualmente el cargo de capitana designa a una o dos mujeres que deben estar presentes en todas las celebraciones o encuentros de la cofradía y acompañan al mayordomo o mayordoma como anfitrionas y supervisoras de la fiesta del santo patrón, en noviembre de cada año; el papel de anfitriona es de gran responsabilidad debido a que San Lucas es uno de los santos con más compadrazgos en la Costa del Bálsamo: al menos cuatro patronos, San Antonio del Monte, San Cristóbal de Jayaque, San José de Los Sitios, y San Esteban de Tepecoyo, visitan al patrón de Cuisnahuat cada noviembre. La visita incluye una vela adonde se reúnen los santos y se reparte comida entre los compadres, o compas, o cumpas, visitantes.

Portada del Libro de cuentas de la Cofradía de San Lucas Evangelista, de Cuisnahuat. Este libro comprende los años de 1768 a 1808 y en él se encuentran los registros de elecciones de miembros de la cofradía y visitas pastorales.
El cargo doméstico se ha transformado, y probablemente tenga la misma vocación de la tenance colonial. En Cuisnahuat es llamado “cabecilla de cocina”, y consiste en organizar las comidas que se ofrecerán a los compadres visitantes entre el 25, 26, 27 y 29 de noviembre de cada año, fechas en que actualmente se celebran las fiestas patronales.
Fransisca de Rosario no aparecerá más en los libros de la cofradía de San Lucas Evangelista, podrá haber muerto por estos años; no tenemos más datos de ellas ni de las demás capitanas de la cofradía; los libros de enterramientos de los siglos XVIII y XIX de Cuisnahuat no se conservan, como se constató en el Archivo del Arzobispado de San Salvador. Ya en 1805 aparecerá de nuevo Atanasia de la Crus, segunda mujer capitana de San Lucas, por lo que debió pasar alrededor de nueve años de su vida vinculada a la institución.
Reseñar la participación de estas 28 mujeres arroja más incertidumbre que claridad sobre la cotidianidad de las mujeres en los pueblos de indios de lo que constituyó posteriormente El Salvador. Conoceremos solo sus nombres y cargos, y de algunas de ellas, debido al registro, no conoceremos ni siquiera sus apellidos.
El tema de las mujeres avanzando en su participación en instituciones públicas representa un hallazgo en la investigación tanto de la historia de esa cofradía específica como de esa institución colonial en El Salvador. El siglo XVIII fue uno de los siglos más registrados, debido a los requerimientos de la corona borbónica, que, entre otras cosas, solicitaba un exhaustivo registro de lo que sucediera en sus territorios, y producto de ello son los detallados archivos de fiestas reales, comercio, migración e instituciones religiosas.
Hay sin embargo, en El Salvador, una escasez de fuentes para acercarnos a los siglos XVI y XVII, y a la vida cotidiana, debido a los incendios que ha sufrido el Archivo General de la Nación, saqueos, y otros perjuicios. Por el momento, no podemos establecer nada más sobre las vidas de las mujeres indias de la Cofradía de San Lucas, como en el caso de las mujeres de Nueva Guatemala de la Asunción: ¿estaban casadas, viudas o solteras?, ¿qué hacía específicamente la capitana?
Estas mujeres probablemente no sabían leer ni escribir, ni siquiera firmar, como ningún otro miembro de la cofradía, por lo que se ha estudiado del manuscrito y por las referencias que dio en 1776 Cortés y Larraz; tampoco debían vestir los atavíos que conocemos en las ilustraciones de los libros, pues ya nos dijo el arzobispo de Guatemala que la gente vestía con suma simplicidad rayando en la desnudez. Tampoco podemos saber a qué se dedicaban en su vida fuera de la institución.
Joseph de Castañeda, el cura que recibirá a Cortés y Larraz, le dirá que en el pueblo los indios se dedican a la agricultura, y no habrá ningún rasgo de más para perfilar una vida cotidiana más allá de la religiosidad y el campo.
La vida, cotidiana o pública, de las mujeres del siglo XVIII en los pueblos de indios es un tema por estudiar en este país. Estos apuntes arrojan un atisbo de lo que investigaciones posteriores podrían arrojar para poder contribuir a la construcción de un retrato hablado de la vida femenina en el siglo XVIII: una vida de mujeres en espacios inaccesibles, poco transitables, poco estudiados, que llegan a nuestros días por lo extraordinario de su cotidianidad.
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El Cuisnahuat del siglo XXI
El San Lucas Cuisnagua de este hallazgo es actualmente Cuisnahuat, un municipio de Sonsonate ubicado en la Costa del Bálsamo, zona caliente y rodeada de bálsamos.
En 1770, 25 años antes de la elección de Fransisca de Rosario, cuando el arzobispo de Guatemala Pedro Cortés y Larraz hizo su visita pastoral, Cuisnahuat era San Lucas Cuisnagua y era un pueblo anexo al curato de Guaymoco, actual Armenia. Vivían ahí 208 personas, repartidas en 58 familias; era un pueblo de indios que hablaban náhuat entre ellos pero comprendían y hablaban el castellano, sobre todo con su padre cura, entonces Joseph de Castaneda. “La gente anda en suma desnudez; las cosechas se reducen a maíces y frijoles y poco ganado”, escribió Cortés y Larraz.
Con el paso de los siglos las cosas han cambiado, pero no tanto. En Cuisnahuat solo hay una escuela, un par de tiendas, y una iglesia de 1803 sin techo desde el 2001, cuando dos terremotos dañaron gran parte de la infraestructura colonial de este país.
Cuisnahuat es el décimo de los 32 municipios de El Salvador sumidos, literalmente, en la pobreza extrema, cuyos habitantes viven con menos de un dólar al día, según el Mapa de Pobreza realizado por el Ministerio de Economía en 2010; en ese municipio la única fuente de trabajo es la milpa y hasta el año 2008 había una carretera que lo conectara con el municipio de San Julián, su salida a la carretera y a servicios como un mercado.

Iglesia de San Lucas, en Cuisnahuat. Data del año 1803 según una placa en su entrada y fue dañada por los terremotos de 2001. Desde entonces no tiene techo y los devotos realizan sus fiestas a la intemperie.

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Lea la primera entrega: Las mujeres de Nueva Guatemala en la jura de Carlos IV
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  • Elena Salamanca es escritora y periodista. Este texto está basado en un capítulo de la tesina de maestría en Historia Iberoamericana Comparada en la Universidad de Huelva, España, “Los libros de San Lucas. Paleografía de un libro facticio de la cofradía de indios de San Lucas Cuisnagua, siglos XVII y XVIII”.

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FUENTES
Fuentes primaria:
+ Libro de cuentas de la Cofradía de San Lucas Cuisnagua. Tomo II: 1769-1809. Los libros de esta cofradía han permanecido en el poblado desde la fundación de la institución, por lo que no tienen clasificación archivística.
Funetes bibliográficas:
+ Cardenal, Rodolfo S.J. El poder eclesiástico en El Salvador. UCA Editores, San Salvador, 1980.
+ Cortes y Larraz, Pedro. Descripción geográfico-moral de la Diócesis de Goathemala. DPI, San Salvador, El Salvador. 2000.
+ Delgado, Jesús. Sucesos de la Historia de El Salvador. Introducción a la Historia de la Iglesia en El Salvador (1525-1821). Arzobispado de San Salvador, 1991.
+ Montes, Santiago. Etnohistoria de El Salvador. Cofradías, Hermandades y Guachivales. Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación, El Salvador, 1977.

Artículos:
+ Benítez Castillo, María Celestina. La Cofradía de la Sangre de Cristo del convento de San Francisco en San Salvador: una descripción de la institución 1769-1831.
+ Ruz, Mario Humberto. Una muerte auxiliada. Cofradías y hermandades en el mundo maya colonial, en Revista Relaciones, N. 94, 2003. Colegio de Michoacán.

Las mujeres de Nueva Guatemala en la jura de Carlos IV

Las mujeres de Nueva Guatemala en la jura de Carlos IV
Por Elena Salamanca *
Martes, 29 de Mayo de 2012

La fiesta tuvo una víspera que duró tres días, hubo corridas de toros durante tres tardes. Pasada la víspera, el frontispicio del cabildo se decoró con tela de Bramante y se iluminó con cera toda la ciudad de Nueva Guatemala de la Asunción. En el banquete se usó vajilla de plata, se bebió vino y horchata, se sirvieron marquesotes, espumillas, gaznates, panales, frutas en conserva y dulces de colación; también se contrataron músicos.
En la plaza mayor se reventaron canchinflines silbadores y fuegos artificiales. Era 17 de noviembre de 1789, la Capitanía general de Guatemala celebraba la jura de Carlos IV como Rey de España, casi un año después de su coronación en la capital del reino, y sus súbditos lo festejaban con una serie de actos políticos cuyos sabores y brillos fueron encargados a mujeres muy influyentes en la cotidianidad e identidad de la ciudad.

María Basconcelos, la pintora. Recibió sesenta y cinco pesos por los retratos de la reina María Luisa de Parma, consorte de Carlos IV de Borbón.
Estas mujeres no aparecen en las crónicas de la época. Para encontrarlas y estudiarlas debemos llegar a los espacios más íntimos: a los resquicios de los archivos, a las notas en los márgenes de las reseñas y crónicas. A los márgenes del papel. Propongo comprender a los márgenes no como marginalidad, no como exclusión, sino como un ejercicio de interpretación de mundo, de comprensión de una época, de tratamiento de una fuente y de discusión.
De esta ruta trazada en los márgenes, de ese mi interés por los resquicios, nace este artículo. Al leer documentos marginados, anexos, que en el momento de ser encontrados no tienen relación con el tema que investigo, pero en los que me detengo con una curiosidad mayor que en el tema capital, he encontrado a estas mujeres comunes en el siglo XVIII: unas de oficios domésticos en Guatemala de la Asunción y otras de oficios religiosos en San Lucas Cuisnagua, actual Cuisnahuat, en El Salvador.
Estas mujeres, con sus oficios de mano y aguja, como eran conocidos, en la cocina y en la costura, tuvieron incidencia cotidiana en el mundo manejado por hombres. Desde la cocina y el cuarto de costura se puede hacer política, y desde ahí las mujeres de Guatemala y Cuisnahuat participaron en momentos definitorios, como rendir fidelidad a un nuevo rey o custodiar al santo patrón del pueblo para sus ciudades o comunidades.
Se habla de la participación política de las mujeres en la Colonia vista desde el espacio público en las participaciones de insurgencia, como los movimientos emancipatorios o de independencia en América en el siglo XIX. Habría que pensar qué comprendemos por participación política y cómo los espacios delimitan lo que creemos que es.
Hay, sin embargo, que mirar la participación política de la mujer desde espacios más cotidianos, como sucede con estos casos. La fundadora de los estudios de cultura femenina novohispana, Josefina Muriel, miraba como acción política el momento en que una zapatera limeña del siglo XVIII pudo inscribirse en el registro municipal como lo que era: una zapatera. Estas incidencias deberían llevarnos a examinar cómo las mujeres coloniales, en este caso del siglo XVIII, tuvieron una participación en eventos de impacto político, para la ciudad y en relación al reino, sin salir a manifestarse a una plaza, sin ser encarceladas o sin haber escrito manifiestos, simplemente realizando los oficios que conocieron y heredaron de otras mujeres.

Josepha o Josephina María recibió el 12 de noviembre el pago puntual por entregar la tela de Bramante para cubrir el frontispicio del cabildo.
Las mujeres comunes de Guatemala de La Asunción
En el fondo documental que en el Archivo General de Centroamérica se dedica a las fiestas reales celebradas en Guatemala –nacimientos de infantas e infantes, juras de reyes, natalicios de monarcas o consortes–, se encuentra uno que registra estas fiestas dedicadas a la jura del rey Carlos IV de España, en 1789.
Ahí hay un legajo de cuentas de la mayordomía de la fiesta de jura del rey, y entre listas de gastos y demás trámites van apareciendo nombres de mujeres: Juana Solórzano, panadera y cohetera; las hermanas Heredia, refresqueras: Manuela, la que firma, y su hermana que nunca firma; Francisca Velásquez y Juana Nevera, dulceras; Josepha María, que vendió telas para decorar el cabildo; y María Basconcelos, pintora de dos retratos de la reina María Luisa de Parma –que en el recibo ella llamará de Borbón–, consorte de Carlos IV. En este artículo se conservarán los nombres y apellidos de estas mujeres tal y como fueron escritos en los documentos.

Todas estas mujeres firman recibos de la administración o del ayuntamiento de la ciudad. Todas firman. Algunas tienen una caligrafía más fluida que otras, esto puede identificarse en el trazo de las letras, en los puntos que se dibujan en el papel cuando una detiene el ritmo de la pluma o si levanta la pluma del papel, si hay interrupción… Esto nos dice la frecuencia con que escriben y cómo escriben: Juana Solorzano firma con una letra humanística fluida, de un solo trazo, mientras que Josepha María y María Basconcelos dibujan con dificultad la letra de su nombre, pausan su escritura, pero finalmente rubrican. Esto implica, claro, que fueron mujeres con acceso a cierta educación, sabían leer, escribir y hacer cuentas. Hacían negocios.
La fiesta
La ascensión al trono de Carlos IV, rey de la familia de los Borbones, fue celebrada con pompa en el mundo novohispano. La jura de un rey consistía en un acto público de fidelidad, lealtad y vasallaje. El acto reunía a todos los habitantes de la ciudad o pueblo y podía durar días, semanas de fiesta, consistía en pasear el pendón por la ciudad y jurar, precisamente, la fidelidad en público. Muchas veces, como en el caso de las colonias novohispanas y en nuestro caso guatemalteco, la jura se realizaba en ausencia del soberano. Entonces era importante erigir un altar con el retrato del nuevo rey, al que sus súbditos conocían y reconocían por primera vez.
En Nueva Guatemala de la Asunción, actual ciudad de Guatemala, se festejó en aquel noviembre de 1789 y las cuentas de gastos se pagaron entre noviembre y diciembre del mismo año.
Son las cuentas de la ceremonia las que testifican que la fiesta tuvo una víspera de tres días, que se celebró con corridas de toros por las tardes, como consta en la cuenta entregada por Nicolás de Obregón y Pedro de Ayzinena. Pasada la víspera, en la fiesta propiamente dicha, se decoró el frontispicio del cabildo con tela de Bramante –género fino de común uso en la vida colonial–, y se iluminó toda la ciudad, como consta en un legajo destinado únicamente a la administración de los pagos de las ceras que iluminaron Nueva Guatemala. Se bebió vino y horchata hecha con pepitas de melón, tostadas. Los recibos dan cuenta de los marquesotes, las espumillas, los gaznates, los panales, las frutas en conserva y los dulces de colación. La vajilla de plata, los músicos y los fuegos artificiales también fueron debidamente pagados. En los recibos también consta que se mandaron a pintar dos retratos de cuerpo entero del rey Carlos IV, por Juan Josef Rosales, y dos de la reina María Luisa de Parma, por María Basconcelos.

Juana Solórzano recibió 53 pesos por los marquesotes y los cachinflines que se usaron en los tres días de corridas de toros como víspera para la ceremonia de jura. Firmó el recibo el 28 de noviembre de 1789.
La celebración se extendió por varias partes del mundo novohispano y se manifestó igual: fiestas, banquetes, arquitecturas efímeras e iluminaciones. Hay registros de la celebración en Guatemala, Caracas, Panamá, Nueva Granada, Cali y otras ciudades de la actual América. “En Nueva España y en el resto de las posesiones de ultramar este tipo de festejo tuvo una gran repercusión al constituir una ocasión única para representar con toda pompa y boato el poder mayestático y se aprovechó para manifestar de forma pública la lealtad al nuevo rey que, aunque ausente físicamente, se materializaba de manera simbólica a través de la expresión artística”, explica la historiadora Fátima Halcón, de la Universidad de Sevilla en un artículo relacionado a estas celebraciones.
Varias de las labores que se llevaron a cabo en esta celebración fueron realizadas por mujeres que con su trabajo desde el hogar tuvieron relevancia en una de las celebraciones políticas y simbólicas más importantes del mundo novohispano. Un mundo que estaba a punto de transformarse: Carlos IV sería quien enfrentaría la Guerra de Independencia de 1808 y abdicaría al trono; estos momentos son el parteaguas de la relación del reino con el Nuevo Mundo, América. En los años siguientes, América entraría en un proceso de independencia de España, las naciones en formación atravesarían guerras regionales y nacionales y comenzaría una búsqueda de identidades.
La contabilidad y las mujeres en la fiesta
Ahora conocemos de estas mujeres lo que nos cuentan sus recibos. Esas cuentas que fueron escritas en la mitad de una hoja de papel y que fueron adjuntas a los libros de cuentas de las fiestas. Sabemos, por ello, únicamente su nombre, su oficio, lo que entregaron para la fiesta y el costo que tenía su trabajo. A través de estos recibos o estados de cuentas vamos conociendo lo que constituyó la fiesta, y vamos reconstruyendo su participación en ese entramado de historia colonial.
En mis lecturas no caza la manera de ver a la mujer como sujeto histórico únicamente cuando se relaciona directamente a la insurgencia o a la ejecución de un cargo público. Desde la esfera más íntima: la cocina, la labor manual, la mujer incide en la vida pública de manera crucial. En nuestro caso, en la fiesta novohispana, aún barroca, en sus altares de papel y luz, en su fiesta interminable. El altar dedicado al regente, por ejemplo, era sumamente importante, con su retrato. Ningún guatemalteco del siglo XVIII conocería a la reina María Luisa de Parma, nunca, pero la imaginaría, la sabría desde ese retrato pintado por María Basconcelos.
“Recibí del señor don Cayetano José Pavon sesenta y cinco pesos dos reales por los dos retratos que hice de nuestra Reina y Señora doña Luisa de Borbon, y para que conste firmo este en la Nueva Guatemala a noviembre de 1789”: firma María Basconcelos. De ella hay poco: este recibo, una firma y una intriga: ¿quién era esta mujer que pintaba en Guatemala y a la que se le solicitó el retrato de la nueva reina de España?, ¿dónde se educó?, ¿quién le enseñó a pintar?, ¿firmaba sus cuadros? ¿Por qué ella pintó los cuadros de la reina y no los hizo el mismo pintor de los retratos del rey?, ¿quién fue su modelo?, ¿había visto antes algún retrato de la María Luisa de Parma? Pero nuestra vislumbre de María Basconcelos es un registro administrativo, no hay más de ella, como no hay más de las otras mujeres.
Los recibos agrupados en las cuentas entregadas siguen dándonos información. En la fiesta se consumieron barquillos hechos por una mujer llamada Juana Nevera, se tomaron aguas de leche, limón, canela y horchata. Fueron, en total, 32 tinajas de aguas y dos de leche, por eso se entregaron 176 pesos y seis reales a Manuela Heredia, la que firma los recibos de las hermanas Heredia. Esto consta en la “Cuenta jurada que yo don José Mariano doy al Ayuntamiento de lo que se gastó en la Mesa de Refresco que en la Sala Capitular el día de la jura de nuestro católico señor don Carlos IV y es de la manera siguiente: 172 pesos y seis reales pagados a Manuela Heredia por los dulces y demás que hizo como pormenor consta de su cuenta que acompaño”. A las Heredia, conocidas como “Señoras Heredia” se les pagó también por los dulces de colación y las frutas servidas con los refrescos. Un informe de los dulces de colación reseña que se sirvieron además pasas y almendras, y “Se dieron a las Heredia por la colación de frutas, espumillas, gaznates, y panales, 301 pesos”. El final del informe de gastos se acompaña con la firma de Manuela Heredia.

Las Heredia. Cuenta de pagos del Ayuntamiento a Manuela Heredia, por los refrescos servidos en la sala capitular, noviembre de 1789.
Para el banquete se pagaron 28 pesos por las dos arrobas de dulces que hizo Francisca Velasquez (sic). Las cuentas también demuestran el papel preponderante del dulce, o de lo dulce, en la celebración; el dulce, lo azucarado, por estas épocas, y hasta el siglo XIX, se considerará como un lujo.
Los recibos arrojan información sobre prácticas culturales, muchas relacionadas con el consumo alimenticio, como sucede con el pan, el marquesote, que ahora conocemos como pan dulce. En otro recibo se lee “Entregado el dinero a la Juana Solorzano por los cachinflines y marquezotes (sic) que le mandamos hacer. Consta de recibo”. Juana Solórzano, panadera y cohetera, recibe 53 pesos por esta entrega.
El marquesote fue consumido en las corridas de toros de la víspera y se consumió acompañando al vino. Actualmente, esta práctica puede sorprendemos, pues consumimos el marquesote con café o chocolate, con bebidas calientes, donde la mayoría de veces lo chuponeamos –hundimos, mojamos, o sopeamos–.
Un estudio realizado en México por el historiador Sergio Antonio Corona Páez que localizó la receta del marquesote del siglo XVIII y la contrastó con la del actual puede ilustrarnos sobre el uso del marquesote de Juana Solorzano. El marquesote del siglo XVII, dice Corona Páez, “es algo reseco y bastante insípido (…) Esta clase de pan iba siempre acompañada del chocolate caliente. El uso masivo de tenedores y cucharas no era usual, así que en un acto público con muchos invitados los comensales sopeaban (…) Se trata de un tipo de repostería “de apoyo” para otros alimentos de sabor predominante, chocolate o vino”.
La parte estética de la celebración llega a nosotros con el recibo extendido a Josepha o Josephina María –a quien llamaremos Josepha por lo extendido del nombre pero que firma Jhp–: el 8 de diciembre de 1789, la mujer entregó esta constancia: “Recibi (sic) del señor mayordomo de esta ciudad don Juan Presilla diez (sic) y seis pesos y cuatro reales importe de sesenta y seis varas de Bramante, abrigo que vendi (sic) para parte del forro del frontispicio que se puso en la Azotea del Cabildo en la Jura del Rey, y para que conste lo firmo ut supra”, y rubricará como “Jhp (Josephina o Josepha) María”.
Muchos de estos recibos fueron escritos con la misma letra que se firmaba, como el de Juana Solórzano, pero en algunos casos, como el de Josepha María y el de María Basconcelos, la mano que redactaba el recibo no era la mano que firmaba.
La fiesta barroca como es esta fiesta de jura es vivencia alegre y desbocada: la comida, la bebida, la arquitectura efímera –enormes esculturas de papel, altares barrocos cargados de frutas y flores–, la pompa y el fuego de artificio son definitorios. Sin la obra de estas mujeres los días de fiesta no habrían tenido el mismo sentido; todos los elementos aportados por ellas constituyen la celebración, una celebración que, con sus variantes locales, era una tradición de años, de siglos, y se ceñía a los ceremoniales reales traídos a América.
Las mujeres de esta serie no son heroínas, no fueron mártires, tampoco fueron esposas de héroes, próceres, alcaldes, capitanes generales o virreyes. Son mujeres que con su trabajo desde el hogar contribuyeron en la ciudad, en el reino, aunque sus escenarios, por comunes, sean inusitados para las lecturas presentes. Son mujeres comunes.
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Fuente:
Archivo General de Centroamérica:
A1. 2 Legajo 6118 Cuenta que presentaron los regidores Don Nicolás de Obregón y don Pedro de Ayzinena de los gastos otorgados en las tardes de toros en nueva Guatemala, octubre 29 de 1789.
A1. 2 Legajo 1994 Mayordomia de propios de Guatemala rinde cuenta de lo gastado en la jura de Carlos IV, 1789.

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Próxima entrega:
Mujeres comunes del siglo XVIII: Las mayordomas de la cofradía de San Lucas
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  • Elena Salamanca es escritora y periodista, cursa una maestría en Historia Iberoamericana Comparada en la Universidad de Huelva, España.

Escribir historia desde las periferias

Escribir historia desde las periferia
Elena Salamanca
Entre la maza y la cruz, todas las naciones de la región tienen una fuerte raíz de formación normativa en la etapa colonial. ¿Cómo crear un nuevo modelo de ciudadanía, y desde la diversidad de las periferias sociales, sino superamos antiguos modos de ver y contar la historia?

La Zebra | #13 | Enero 1, 2016
Este texto es más militante que académico, dado de que para mí toda construcción de intimidad es un acto político. Para muchas mujeres, para muchas ciudadanías periféricas, lo íntimo no es aún lo propio, lo íntimo continúa siendo intervenido, continúa siendo regulado. Oponerse a esas regulaciones —muchas veces vejatorias, intimidatorias— es un acto de resistencia.
Por lo mismo, quiero empezar esta reflexión con mi trayectoria alrededor de la mirada hacia las mujeres y otras ciudadanías que me gusta llamar periféricas en el archivo y en la escritura de la Historia.
No me alegra, pero la construcción de un corpus de pensamiento, reflexión y escritura desde miradas más androcéntricas de la Historia —más vinculada, en peso simbólico y praxis, al uso del pronombre HIStory que HERstory (la historia del hombre versus la de la mujer)— es lo que finalmente me ha llevado a entender la mirada de la periferia: de las mujeres biológicas y de las mujeres no biológicas, de los hombres biológicos y no biológicos, de los migrantes, los exiliados y los diaspóricos, de los periféricos, esos que no están sujetos al centro porque el centro quiere aplastarlos, esos que desde lo excéntrico, sea la identidad sexual o la condición territorial de patria, construyen la historia. No solo desde abajo, sino desde los lindes, atrincherados, constituidos en los márgenes.
Mi tesis doctoral es un ejercicio de historia intelectual y político que se centra en lo descentrado: en el ejercicio de la ciudadanía en el exilio a través de la investigación de varios centroamericanos asilados políticamente en México entre 1930 y 1950.
Hay ahí testosterona, estudio a hombres que imaginan una nación, ya la historiografía nos ha demostrado que son los hombres lo que imaginan la nación y que la feminidad ha sido usada como contra-nación, contra-masculinidad, cuando los hombres mismos no quieren defender esa nación.
Mi tesis de maestría es sobre el papel: sobre el papel como soporte para la Historia de una escritura de los procesos de la Iglesia a través de una Cofradía de indios en los siglos xvii y el xviii. En ambas investigaciones la reflexión no tenía un cruce de género, pero el género estaba ahí.
Las mujeres estaban ahí, atravesando los siglos, atravesando la Historia, desde sus acciones que por íntimas eran políticas. Lo he pensado por años y lo escribí hace años también: en los márgenes de los documentos está la Historia, en una forma de aplicar lo que sugiere Ranajit Guha como “prosa de la constrainsurgencia” y que por alguna razón contextual y relacionada al proceso histórico centroamericano quiero llamar “periférica”.
Mi experiencia con las mujeres del XVIII y las mujeres del XX, en ambos trabajos, es la siguiente: las mujeres han construido los procesos históricos desde espacios menos recluidos que el gineceo o el hogar, como hemos pensado maniqueamente. Las mujeres se han situado en el espacio político desde esos roles de género tradicionales y desde esos roles asignados tradicionalmente han logrado transgredir.
Para ello quiero tomar dos ejemplos de mis hallazgos en los márgenes: en el siglo XVIII, las mujeres de Nueva Guatemala de la Asunción movieron las celebraciones de la jura del rey Carlos IV, Movieron, digo, porque desde su “espacio tradicional” orquestaron la celebración política: cocinaron, hicieron frescos, hornearon panes, pintaron, incluso, el retrato de la reina María Luisa de Parma que fue exhibido en el cabildo, vendieron los materiales necesarios para la celebración, desde los cohetes hasta los dulces, entregaron recibos y firmaron.
Algunas podían escribir, otras presentaban documentos escritos por otras manos, de hombres, supongo. Ese mismo siglo, en un pueblo de indios del curato de Guaymoco, que después de la independencia sería jurisdicción de la nueva república de El Salvador, 30 mujeres fueron elegidas para cargos en sus cofradías, por primera vez en los más de 130 años de existencia de la institución. Por religiosos, los espacios eran políticos, y las mujeres de ese pueblo de indios comenzaron a aparecer en los documentos, comenzaron a tener nombre, cargo, jerarquías.
Pienso en las mujeres que durante siglos han construido otras narrativas, desde lo íntimo para lo político, que no han podido escribir y con ello no han podido enunciar pero han sabido resistir, permanecer y disentir.
Ahora, mientras escribo mi tesis, encuentro a las mujeres como protagonistas de prácticas disidentes. Están en el exilio en México empleando el lenguaje político: buscan la democracia, luchan contra las dictaduras. Guatemaltecas y hondureñas están asiladas en México según la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, que les sigue el paso en su condición de exiliadas.
Representan esa otra historia del destierro y la persecución política que no se cuenta, que está por escribirse. Son maestras, son viudas, están solas en una ciudad más grande que sus países enteros, más grande que su región entera, pensando también una nación, una nación unionista. Las mujeres de mi tesis están también en las calles de Tegucigalpa y San Pedro Sula, vestidas de negro, performando, como los hermanos Flores Magón, la muerte de la Constitución.
Las hijas y las esposas de los exiliados en México, las viudas de los asesinados por Carías, desfilan en la calle vestidas de negro, llevando arreglos florales a un funeral incierto: el de la democracia (Barahona, 2005, p. 111). En la historia centroamericana esta me parece una acción sin parangón que coloca a las mujeres en espacio público como sujetos, como protagonistas de la Historia, aunque la historia —esa oficial, con minúscula— las considera sujetas de ella.
Las mujeres están en la Historia, están en el espacio de quienes hacen la Historia desde abajo: en las comisuras de las memorias orales, en los márgenes de los documentos. Esas mujeres del siglo XX, entre el exilio y la nación, actúan, piensan se saben ciudadanas, pero no son ciudadanas, no las reconocen las constituciones, no pueden, siquiera, votar.
Toda mirada al siglo XIX o al XX que nos inserta en el sistema republicano que conocemos, complejidades más complejidades menos, nos coloca en el espacio preponderante de una Historia androcéntrica, pero donde la mirada desde la periferia ya está ahí.
Las mujeres estaban y no estaban en los papeles del Estado. Estaban porque representaban, como ahora incluso, la fuerza reproductiva de la nación, fuerza la llamo porque su útero en condición de depositario de la raza o la nacionalidad, como quieran llamarlo, era el motor de la nación. Le daba cuerpo. La nación necesita ciudadanos; ellas parían. Las mujeres creaban a la nación desde el parto, entregaban esos ciudadanos para el origen y para la nomenclatura, para mitología y para la ley, y aun entregando ciudadanos no eran, no podían ser, ciudadanas. No estaban dentro del lenguaje de la representación: no podían elegir ni ser elegidas, no en la esfera política, sino del cuerpo propia.

Como esas mujeres de otros siglos nosotras no estamos aún. A pesar de la representatividad, que no es representación, y debido a que precisamente toda representación es mediación y artificio. Y aunque sigamos votando, pagando impuestos, pariendo, educando, construyendo, no estamos en el lenguaje de la ley, que nos sigue enunciando hacia la estructura mayor, hacia el Estado.

La escritura es una posición de extremos y quien escribe está situado en el lugar menos amable: en los espacios rotos.

¿Por qué la autonomía de las mujeres es un espacio de contienda para el Estado que vuelve, como en el Antiguo régimen, a una operación de conquista y sometimiento? Tengo muchas más preguntas, pero tengo un punto de partida para formular una respuesta a esta, que me parece fundamental.
La respuesta es la ciudadanía. La comprensión de la ciudadanía. La elección no es solo partidaria, la democracia no es manchar un papel, con una equis, para elegir instituciones y símbolos. La ciudadanía no consiste en la mera mención en el lenguaje del Estado, la ciudadanía consiste en el ejercicio de la política desde los escenarios más diversos, lejanos todos de las urnas: desde la elección de concebir y desde la elección de no concebir, desde el placer y el goce, desde la lucha contra las represiones que la ley ha interpretado a través de lo moral, de contornos católicos o pentecostales.
Como apunto insistentemente, nacionalidad y ciudadanía no son lo mismo y desde el lenguaje de la nación la nacionalidad se interpreta como sometimiento, someterse a una ley, a una estructura, muchas veces de andamios podridos, el sometimiento no es bajo ninguna circunstancia, libertad.
Las mujeres tenemos aún pendiente la ciudadanía plena porque el Estado está, de nuevo, atravesado por la iglesia y la legislación se convierte en un ejercicio religioso. Por eso que hay que insistir en mirar lo anómalo, esas historias disidentes que por ser disidentes son —oh, sorpréndete, Iglesia— menos perversas.
Pienso en las mujeres que durante siglos han construido otras narrativas, desde lo íntimo para lo político, que no han podido escribir y con ello no han podido enunciar pero han sabido resistir, permanecer y disentir. Pienso en mis queridas exiliadas, con sus nombres y apellidos, con sus casos de asilo en un archivo gubernamental, y en su resistencia: en nombrarse como parte de una nación que no las nombra, que, al contrario, las expulsa.
Pienso en la caravana de madres de centroamericanos desaparecidos en México que el mes pasado atravesó este país y buscó en lo innombrable, en los NN, en las fosas comunes, y preguntó por su ciudadanía a los Estados que no les responden, que las empujan hacia las fronteras que, en estos casos, son precipicios. El barranco es el Estado.
Pienso que la escritura de la Historia desde los márgenes se resiste al barranco, es como un nuevo andamio construido por otras voces que por el encierro que han tenido en los campos interpretativos son más fuertes. La narrativa del centro-periferia se repite también en una escritura binomial de la Historia como si del triste binomio sexual se tratara.
La escritura es una posición de extremos y quien escribe está situado en el lugar menos amable: en los espacios rotos. La Historia, en tanto narración, también está ahí. No busco una historia de mujeres donde no hay hombres, no busco esa repetida historia de hombres donde no hay mujeres —excepto sus madrecitas queridas; sus esposas, sus amantes—. Busco la mirada que comprenda que entre los héroes y las narrativas oficiales hay también espacios de disidencia, y que la disidencia es también una narración de autonomías, un andamiaje de la Historia.
ELENA SALAMANCA (San Salvador, 1982). Poeta, narradora y ensayista. Ha publicado, en cuento: Último viernes (San Salvador, 2008); en poesía: Peces en la boca (San Salvador, 2011, reeditado en México en 2013), y Landsmoder(San Salvador, 2012).
Este texto es parte de una conferencia leída en Guatemala, en el pasado foro Arte y cultura para la paz (2016), dedicado a la prevención de la violencia hacia las mujeres.

Feminismo y Marxismo: más de 30 años de controversias

Feminismo y Marxismo: más de 30 años de controversias
Andrea D´Atri www.sinpermiso.info

“Marxismo y feminismo son una sola cosa: marxismo”. Heidi Hartmann y Amy Bridges
“Una revolución no es digna de llamarse tal si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer –doble o triplemente esclavizada, como lo fue en el pasado– a salir a flote y avanzar por el camino del progreso social e individual”. León Trotsky.

Desde lo que se ha dado en llamar “la segunda ola” del feminismo, las controversias entre esta corriente y el marxismo estuvieron a la orden del día. Creemos que no hubiera podido ser de otra manera: si el feminismo de la primera ola tuvo como interlocutor privilegiado al movimiento revolucionario de la burguesía –discutiendo sus parámetros de ciudadanía y derechos del Hombre que no incluían a las mujeres de la clase en ascenso–, el de los años ‘70 dialogó –y no siempre en buenos términos– con el marxismo, abordando cuestiones que van desde la relación entre opresión y explotación hasta la reproducción de los valores patriarcales al interior de las organizaciones de izquierda y el fracaso de los llamados “socialismos reales”.
En este período se advierten los esfuerzos teóricos de parte del feminismo de unificar clase y género en el intento de subsumir los análisis sobre las mujeres a las categorías marxistas ortodoxas. “Algunas feministas mantenían que el género era una forma de clase, mientras que otras afirmaban que se podía hablar de las mujeres como clase en virtud de su posición dentro de la red de relaciones de producción ‘afectivo-sexuales’”(1).

Este intento se basaba en que la mayoría de las teóricas feministas radicales provenían de las filas de la izquierda (2) “y más específicamente de la izquierda marxista. El feminismo radical se desarrolla como un enfrentamiento con la izquierda ortodoxa. […]. Así apuntan a una serie de problemas en las concepciones marxistas sobre la opresión de la mujer, sustituyéndolas por la tesis central de que la mujer constituye una clase social.
En respuesta a esta tesis se desarrolla el feminismo socialista que intenta combinar el análisis marxista de clases con el análisis sobre la opresión de la mujer. En sentido más general, lo que se ha dado en llamar la relación entre la sociedad patriarcal y la sociedad de clases” (3).
Otras autoras señalan que fue el mismo “desencanto ante el socialismo surgido de la revolución [lo que] ha dado un impulso a la aparición de la teoría feminista” (4). Incluso, postulando que el análisis de Kate Millet, en su reconocido libro Sexual Politics, fue lo que permitió al feminismo radical llegar a la conclusión de que “era necesaria una revolución para cambiar el sistema económico, pero no suficiente para liberar a la mujer”(5).
Si estas interlocuciones eran ineludibles es porque el feminismo, como movimiento que aspira a la emancipación de las mujeres de toda opresión, debe necesariamente dialogar con las corrientes teóricas y políticas que expresan las tendencias revolucionarias de la época.

Y en este sentido, que el feminismo haya tenido que ubicar al marxismo como un interlocutor necesario –aún en el enfrentamiento agudo de posiciones divergentes–, es un reconocimiento implícito a que la clase obrera, la lucha de clases y el socialismo son categorías que dan cuenta del modo de producción en el que vivimos, basado en la explotación de millones de seres humanos por parte de un puñado de capitalistas.

Horizonte de la discusión y de las controversias suscitadas entre feminismo y marxismo, mientras no desaparezca la propiedad privada de los medios de producción.
Además, históricamente, feminismo y marxismo nacieron en el modo de producción capitalista, aún cuando la opresión de las mujeres y de las clases fueran anteriores a la explotación del trabajo asalariado. El desarrollo del proletariado y la destrucción de la economía familiar precapitalista se encuentran en el origen de ambas corrientes de pensamiento.
Por eso, quien aspire a acabar con la opresión, y no sólo a lograr sesudas elaboraciones teóricas abstractas de dudosa capacidad emancipatoria, debe dar cuenta de esto. Y así lo hicieron el feminismo radical, el feminismo socialista, el feminismo materialista, el feminismo de la igualdad, el de la diferencia e incluso el postfeminismo, en un diálogo controversial pero también, en algunos aspectos, fructífero, durante los últimos treinta años.
¿Cuáles son los nudos centrales de esa controversia?
Las feministas liberales prestaron poca atención sobre los orígenes de la desigualdad sexual y más bien sostuvieron que la sociedad “moderna” (es decir, capitalista), con sus avances tecnológicos, sus riquezas y abundancia y con el desarrollo de la democracia como régimen político, es condición de posibilidad para la lucha por la equidad de género, la que alcanzará sus resultados progresiva y gradualmente (6).
Las feministas radicales, por el contrario, enfatizaron la existencia de la dominación masculina (patriarcado) en todas las sociedades existentes. Desde este punto de vista, aunque parecieran compartir con el socialismo la premisa de que en el sistema capitalista es imposible plantearse la liberación humana; lo cierto es que se muestran escépticas sobre la capacidad del socialismo para crear una verdadera democracia basada en la abolición de la esclavitud asalariada y sobre la cual pueda asentarse la emancipación definitiva de las y los oprimidos.

Para el feminismo radical no habrá cambio social sin una revolución cultural que lo preceda.
Por ello, cada uno debe empezar por cambiarse a sí mismo para cambiar la sociedad.
De allí el énfasis en constituir organizaciones no jerarquizadas y espontáneas de mujeres, donde el objetivo central es la “autoconcienciación” que develaría el significado político de los sentimientos, las percepciones y las prácticas naturalizadas en la vida cotidiana. Este ejercicio de autoconciencia daría paso a la liberación sexual y la creatividad que permitirían entonces transformar las relaciones opresivas. Como señala MacKinnon: “… la concienciación es a la vez expresión de sentido común y definición crítica de los conceptos. […] A través de la concienciación, las mujeres comprenden la realidad colectiva de su condición desde dentro de la perspectiva de esa experiencia, no desde fuera” (7).
Pero, tanto desde el punto de vista teórico como del político, hay diferentes sectores dentro del feminismo radical. Desde quienes se ven como parte y en alianza con otros sectores del movimiento socialista, hasta quienes absolutizan la recuperación de una cultura femenina, con valores propios y, por lo tanto, incluso llegan a plantearse políticas separatistas, intentando crear comunidades en donde se recree otra cultura opuesta a la cultura dominante, a la que consideran masculina (patriarcal).

Hay quienes sostienen posiciones teóricas acerca del ser mujer que rozan con el esencialismo biologicista, hasta quienes adhieren a posiciones materialistas economicistas que recaen en nuevos idealismos. Con estas diversas corrientes feministas, que numerosas autoras –y en este caso, haremos lo mismo– engloban bajo la denominación de feminismo radical, es que intentaremos debatir, señalando algunos de esos ejes controversiales que se mantuvieron en el diálogo con el marxismo durante los últimos treinta años.

I. Capitalismo y patriarcado, un matrimonio bien avenido (O el por qué de la necesidad de la revolución socialista)
“Tanto las feministas radicales como las feministas socialistas están de acuerdo en que el patriarcado precede al capitalismo, mientras que los marxistas creen que el patriarcado nació con el capitalismo” (8).
En sencillas palabras, Z. Eisenstein señala una de los malos entendidos más reiterados en relación al marxismo, por parte de las feministas. A pesar de que en este artículo, la feminista socialista norteamericana hace un análisis pormenorizado de los textos de Marx y Engels, culmina con este grueso error de apreciación.
Si la citamos no es por el valor que tenga en sí mismo este pequeño párrafo, sino porque es uno de los sentidos comunes más divulgados: el de que, para el marxismo, sólo existiría opresión patriarcal en el sistema capitalista. Por el contrario, Marx y Engels –pero sobre todo este último– insistieron en la existencia de la opresión de las mujeres en todas las sociedades con Estado –y no sólo en el capitalismo–, vinculando el patriarcado a la existencia de las clases sociales.
Más aún, Engels señala –en su conocida obra sobre el origen de la familia y con un tono que podría considerarse más radical que el de las feministas radicales, teniendo en cuenta el momento de su escritura– que “la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria.
En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase: ‘la primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos.’

Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino. La monogamia fue un gran progreso histórico (9), pero al mismo tiempo inaugura, juntamente con la esclavitud y con las riquezas privadas, la época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos se verifican a expensas del dolor y de la represión de otros. La monogamia es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno desarrollo en esta sociedad” (10) [las negritas son nuestras].
Ahora bien, si el malentendido subsistió – y por largo tiempo– hay que buscar la razón que lo sustenta. Lo que sí es cierto es que, para el marxismo, patriarcado y capitalismo establecen una relación diferente y superior a la establecida en los anteriores modos de producción. Como señala Celia Amorós: “Lo que sí es muy cierto, restringiéndonos ahora al modo de producción capitalista, es que, como ya señaló Rosa Luxemburgo, el capitalismo es un sistema de discriminación en la explotación –al mismo tiempo que de explotación sistemática de toda forma de discriminación, podríamos añadir” (11).
Como diría la feminista española, para las mujeres obreras, la opresión introduce un incremento diferencial en su explotación. Pero, por el contrario, hay opresiones que, no sólo no implican, sino que descartan la combinación con la explotación e incluso, convierten a la mujer en integrante de la clase explotadora (por ejemplo, en el caso de una mujer casada con un varón burgués).
Como ya hemos señalado en otras oportunidades, el capitalismo arrancó a la mujer del ámbito privado. Acabó con los designios oscurantistas de la Iglesia que naturalizaban el rol de las mujeres como garantes del “fuego” del hogar.

Consiguió el desarrollo médico y científico que permitió que, por primera vez, la separación entre la reproducción y el placer pudiera ser efectiva. Permitió el más amplio conocimiento sobre el aparato reproductor femenino. Con el desarrollo de la técnica y la maquinaria, desmitificó el supuesto de tareas, trabajos y profesiones masculinos o femeninos, basados en las diferencias anatómicas. Y también ha convertido en un hecho al alcance de la mano la socialización de las tareas domésticas (12).
Pero, como ha señalado Trotsky –en discusión sobre otros términos–, “el capitalismo ha sido incapaz de desarrollar una sola de sus tendencias hasta el fin” (13). Eso significa que mientras empuja a las mujeres al ámbito de la producción, lo hace con salarios menores a los de los varones por la misma tarea, para de ese modo también presionar a la baja el salario del conjunto de la clase. Significa que, mientras impulsa la feminización de la fuerza de trabajo, lo hace sin quitarle a las mujeres la responsabilidad histórica por el trabajo doméstico no remunerado, recargándolas con una doble jornada laboral.
Que mientras tira por la borda, con los hechos mismos del desarrollo científico y técnico, los prejuicios más oscurantistas sostenidos por el clero y los fundamentalismos religiosos, se apoya en la ideología reaccionaria de la Iglesia para mantener el sometimiento y el dominio terrenal en aras de una futura libertad infinita en el más allá. Que mientras desarrolla los lavaderos automáticos, la industrialización de la elaboración de alimentos, etc., mantiene la privatización de las tareas domésticas para que, de ese modo, el capitalista se vea exento de pagar gran parte del esfuerzo con el cual se garantiza la reproducción de la fuerza de trabajo.
Muchas veces se habla del progreso de las mujeres en las últimas décadas. Inversamente, también en el capitalismo, bajo el cual se han desarrollado las mayores riquezas sociales que ha dado la humanidad en toda su historia, existen actualmente 1300 millones de pobres, de los cuales el 70% son mujeres y niñas.

Las mujeres son las que más sufren las consecuencias de los planes de hambre que imponen los organismos multilaterales y el imperialismo a través, incluso, de sus mejores especialistas en “género y desarrollo”. El capitalismo encierra éstas y otras paradojas. Mientras recrea permanentemente su propio sepulturero, también crea, para las mujeres, las condiciones de posibilidad de una igualdad de género nunca antes alcanzada, pero a la que luego no le permite acceder a millones de mujeres explotadas en el planeta.
De aquí se concluye en otra de las controversias que han recorrido este diálogo entre marxismo y feminismo desde los años ’70: la situación en la que vivimos bajo el capitalismo pareciera indicar que es necesaria la revolución social para acabar con tanta injusticia, pero ¿la revolución proletaria es suficiente para la emancipación de las mujeres?
El conocido diálogo entre Bárbara Ehrenreich y Susan Brownmiller de 1976 se refería a este mismo dilema (14). En el diálogo entre las feministas norteamericanas, donde una festejaba la revolución celebrando las diferencias existentes entre una sociedad en la que el sexismo se expresa en forma de infanticidio femenino y una sociedad en la que el sexismo toma la forma de una representación desigual en el Comité Central, agregando que esa diferencia es una por la cual vale la pena morir; la otra respondía con que “un país que ha hecho desaparecer la mosca tse-tsé puede introducir un número paritario de mujeres en el Comité Central por decreto” (15).
Consideramos que ninguna de las dos responde a la complejidad del problema planteado. En primer lugar, porque si bien, en apariencia, el infanticidio femenino resulta de una gravedad diferente a la falta de representación femenina en un gobierno, la solución a uno de los problemas no es razón suficiente para dejar de ver el segundo. Pero, suponer que siglos de opresión que pesan sobre el género femenino podrían eliminarse drástica y mágicamente con decretos revolucionarios es absurdo.
Las feministas que abogan por los cambios culturales en aras de una nueva contracultura no patriarcal, desdeñan la necesidad de esos cambios

cuando adhieren sin cuestionamientos a los regímenes burocráticos que han expropiado la revolución a las masas, o bien, son impacientes frente a la experiencia del poder obrero que transforma radicalmente la estructura económica y social y, por primera vez en la historia, permite a las masas lanzarse audazmente a la creación de nuevos valores y una nueva cultura.
La idea de que un cambio profundo de los valores y de la cultura son necesarios no es un invento de las feministas radicales de los ’70. Ya Lenin planteaba, en 1920, que “la igualdad ante la ley todavía no es igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la obrera conquiste, no sólo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero. Para ello es necesario que las obreras tomen una participación mayor en la gestión de las empresas públicas y en la administración del Estado. […] El proletariado no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber conquistado la libertad completa para las mujeres” (16).

Y Trotsky escribía, en 1923, su célebre Problemas de la vida cotidiana, donde incluso discute hasta el uso del lenguaje procaz, el bajo nivel cultural de las masas en la Unión Soviética y su relación con la situación de opresión de las mujeres. No son meros resabios de “sensibilidad” individual lo que los ha llevado a pronunciarse sobre tales cuestiones. La teoría de la revolución permanente, cuya autoría le pertenece a León Trotsky, esboza entre otras cuestiones el carácter permanente de la revolución socialista como tal; es decir, como un proceso de “duración indefinida y de una lucha interna constante, [en el que] van transformándose todas las relaciones sociales. […]
Las revoluciones de la economía, de la técnica, de la ciencia, de la familia, de las costumbres, se desenvuelven en una compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio” (17).
No concluimos que la emancipación de las mujeres está garantizada automáticamente con la revolución socialista o con algunas leyes y decretos progresivos que pueda promulgar la clase obrera en el poder. Pero afirmamos

que lo contrario sí es cierto. Por eso, contraponer la necesidad de un cambio cultural a la necesidad de trastocar el sistema capitalista desde su raíz, sólo puede servir a los fines de desestimar la idea de la revolución social. Es en los estrechos marcos del sistema capitalista donde la emancipación de los oprimidos adquiere el carácter de una verdadera utopía.
Creemos que todos los derechos formales que las mujeres hemos arrancado al capitalismo con nuestra lucha se convierten en papel mojado si no se apunta a transformar el corazón de este sistema, basado en la más abyecta de las jerarquías que es la de que un puñado de personas viva a expensas de la explotación descarnada de millones de seres humanos. Pero a pesar de esto, no consideramos que haya etapas “obligadas” en la lucha por nuestra emancipación.
Creemos que, mientras luchamos por un sistema donde no existan la explotación ni la opresión, es nuestro deber irrenunciable impulsar y ser parte de las luchas de las mujeres por las mejores condiciones de vida posibles aún en este mismo sistema, por los derechos democráticos más elementales, incluso en alianza con todos y todas las que luchen por esos derechos –aún cuando no compartan la idea de que otro sistema de verdadera igualdad y libertad es posible.
Pero hoy, cuando tantas mujeres se incorporan a los parlamentos y los organismos multilaterales de “desarrollo”, mientras tantas otras mueren por hambre, por abortos clandestinos y por bombas de uranio empobrecido, la reflexión se hace urgente y más necesaria que nunca.
Porque no se trata de violencia simbólica e, incluso, porque la revolución cultural que reclama la mayoría de las feministas no puede limitarse a una simple conversión de las conciencias y de las voluntades, ya que el fundamento de esa opresión no reside en las conciencias engañadas a las que bastaría iluminar, sino en lo que Pierre Bourdieu llamaría “una inclinación modelada por las estructuras de dominación que las producen” (18).

Algo que nos obliga a poner en cuestión la necesidad de una transformación radical de las condiciones sociales de producción de esas inclinaciones. Por eso creemos que no plantearse la relación estrecha entre capitalismo y patriarcado, a esta altura de la historia, además de miopía teórica, es ceguera política.
II. Una discusión sobre el sujeto de la emancipación (O el por qué de la necesidad de unir las filas obreras en la lucha contra toda explotación y opresión)
Una de las controversias más importantes es la que refiere al sujeto de la emancipación. ¿Son las mujeres mismas o es la clase obrera? En esta dicotomía se sustentan largos debates. En ninguna de estas objeciones se señala el hecho categórico de la tendencia a la feminización de la fuerza de trabajo, que constituye a las mujeres en uno de los sectores más explotados de la clase obrera, no sólo porque pesan sobre ellas los apremios de una doble jornada laboral –remunerada en la fábrica y no remunerada en el trabajo doméstico–, sino porque sus condiciones laborales son las de mayor precarización y flexibilización.
Este hecho, sólo para demostrar que el antagonismo entre los términos parte de una omisión: las mujeres constituyen un grupo interclasista y la clase es una categoría que remite a un agrupamiento intergénerico; es decir, no son términos que se contraponen porque no son categorías del mismo nivel explicativo.
Dicho esto, entonces, la formulación más precisa debería ser: ¿quién es el sujeto de la emancipación de las mujeres? ¿Las mujeres de las distintas clases sociales asociadas en base a su interés de género? ¿O bien las mujeres de la clase obrera, asociadas con los varones de su misma clase, y conduciendo una alianza con las mujeres oprimidas de otras clases subalternas que deseen acabar verdaderamente con esta situación de opresión?

Para las marxistas, si la emancipación de las mujeres no puede realizarse sin la destrucción del sistema capitalista, por tanto, el sujeto revolucionario será el proletariado (lo que incluye mujeres y varones). Pero en esta lucha específica, las mujeres obreras encabezarán el combate por su propia emancipación y por conseguir que los varones de su propia clase incorporen la lucha contra la opresión en el programa revolucionario de las filas proletarias, como uno de los aspectos integrados a la lucha de clases más amplia. Todos los ejemplos históricos muestran la relación existente entre el desarrollo de la conciencia emancipatoria y el logro de conquistas relativas en los derechos de género, con situaciones más generales de la lucha de clases. Y también, ejemplos contrarios: cómo las situaciones más reaccionarias, de retroceso de la lucha de clases, anticiparon y fueron el marco de un retroceso también agudo en los derechos conquistados por las mujeres.
Muchas veces las feministas han discutido que en la izquierda prima la idea de que cualquier objeción sobre la opresión de las mujeres, rompería la unidad necesaria de las filas obreras para enfrentar al enemigo de clase.

Es cierto, lamentablemente se trata de un prejuicio populista muy extendido entre las filas de la izquierda. Sin embargo, parafraseando a Marx, sostenemos que no puede liberarse quien oprime a otros. Porque no hay posibilidad de que la clase, que es en sí revolucionaria por el lugar que ocupa en la producción, pueda erigirse en la dirección revolucionaria del conjunto del pueblo oprimido, sin considerar también que existe la opresión en sus filas; que millones de mujeres trabajadoras y del pueblo pobre sufren la humillación, el sometimiento y el desprecio de la mano de los miembros masculinos de su clase.

Porque los revolucionarios consideramos que cada vez que una mujer es abusada, golpeada, humillada, considerada un objeto, discriminada, sometida, la clase dominante se ha perpetuado un poco más en el poder. Y la clase obrera, en cambio, se ha debilitado. Porque esa mujer perderá la confianza en sí misma y por lo tanto en sus propias fuerzas. Atemorizada, creerá que la realidad no puede cambiarse y que es mejor someterse a la opresión que enfrentarla y poner en riesgo su vida. Y la clase obrera se debilita, también, porque ese hombre que golpeó a su compañera, que la humilló, que la consideró su propiedad, está más lejos que antes de transformarse en un obrero consciente de sus cadenas, está un poco más lejos de reconocer que, en la lucha por romper sus cadenas, debe proponerse liberar a toda la humanidad de las cadenas y contar a todos los oprimidos como sus aliados.

Por esa razón, el programa del trotskismo plantea lo opuesto a lo que sostienen los populistas: si la unidad de las filas obreras es necesaria, entonces es imperioso erradicar los prejuicios contra los inmigrantes, las barreras que se alzan entre efectivos y contratados, combatir contra la ideología que impone la represión del adulto sobre el joven y, en este mismo sentido, luchar denodadamente contra la opresión de las mujeres. Ellas deberán dejar de ser “las proletarias del proletario” (19), las personas sumisas y consideradas objetos de la propiedad del varón.
Por eso el programa del marxismo revolucionario señala: “Las organizaciones oportunistas, por su naturaleza misma, centran principalmente su atención en las capas superiores de la clase obrera, y por consiguiente, ignoran tanto a la juventud como a la mujer trabajadora. Ahora bien, la declinación del capitalismo asesta sus golpes más fuertes a la mujer, como asalariada y como ama de casa” (20). Y culmina con la consigna “¡Paso a la mujer trabajadora!”.
Conclusiones: Revisionismo antifemenino vs. Marxismo revolucionario y emancipatorio
Las controversias serían menos si, en todo caso, las diversas corrientes del feminismo radical reconocieran que, bajo la denominación de marxismo, no se halla una corriente homogénea y monolítica. Por empezar, habría que diferenciar entre reformistas y revolucionarios; algo que no es de menor importancia cuando tratamos la cuestión de la opresión de las mujeres.

Porque no creemos casual que, entre los movimientos de los trabajadores que han adoptado posiciones reformistas, los problemas específicos de la superexplotación de las mujeres hayan sido resueltos desde una tónica anti- femenina. Sin ir más lejos, es sabida la historia de la dirigencia tradeunionista británica, los proudhonianos de la 1ra. Internacional o el mismo Lassalle del Partido Obrero Alemán (pre-marxista) que cuestionaban la incorporación de las mujeres a la producción y, por lo tanto, se manifestaban contrarios a su organización como trabajadoras.
En la II Internacional, el mismo revisionista Bernstein (21) del Partido Socialdemócrata Alemán, defendió la igualdad legal para la mujer, pero se opuso con ataques satíricos a la organización militante de las mujeres trabajadoras que encabezaba Clara Zetkin, la que sin embargo, en ocasión de dividirse el partido por la traición de sus más altos dirigentes a los principios de clase, se mantuvo en el ala revolucionaria (22).
Por otra parte, nada menos que Augusto Bebel, autor de La mujer y el socialismo, fue quien atacó con los más duros epítetos misóginos a Rosa Luxemburgo, una de las más grandes dirigentes mujeres –sino la más grande– del proletariado revolucionario que se negó, pícaramente, a dedicarse a las tareas de organizar la sección femenina –donde el ala derecha quería confinarla para que no interfiriera en el rumbo revisionista– y sin embargo, participó en los Congresos Internacionales de Mujeres Socialistas intentando convencer a las mujeres socialdemócratas de su punto de vista sobre la guerra mundial y sus críticas al curso que tomaba la dirección del partido frente a estos acontecimientos. Fueron sus batallas inclaudicables por los principios revolucionarios las que le valieron que Bebel se refiriera a ella
con estas palabras: “Hay algo raro en las mujeres. Si sus parcialidades o pasiones o vanidades entran en escena y no se les da consideración o, ya no digamos, son desdeñadas, entonces hasta la más inteligente de ellas se sale del rebaño y se vuelve hostil hasta el punto del absurdo. Amor y odio están uno al lado del otro y no hay una razón reguladora” (23).

Para el ala reformista que luego claudicó ante el imperialismo en la 1ra. Guerra Mundial, Rosa Luxemburgo merecía ser tratada de este modo: “La perra rabiosa aún causará mucho daño, tanto más teniendo en cuenta que es lista como un mono” (24).
Por eso, no es extraño que Bebel respondiera: “Con todos los chorros de veneno de esa condenada mujer, yo no quisiera que no estuviese en el partido”(25).
Como señala Thonnessen: “Hay una conexión íntima entre el antifeminismo proletario y el revisionismo, así como la hay entre el movimiento radical por la emancipación de la mujer y la teoría ortodoxa socialista. El feminismo marxista ha llevado a cabo, característicamente, una lucha en contra del reformismo y el obrerismo por una parte, y contra el carácter limitado y elitista del feminismo burgués por otra parte” (26).
Esa “conexión íntima” entre antifeminismo y revisionismo volvemos a encontrarla en el período de la burocratización del estado obrero surgido de la revolución de 1917.Bajo el régimen thermidoriano de la burocracia stalinista, mientras se fusilaba en los juicios de Moscú a todos los bolcheviques de la generación de Octubre y se perseguía a los opositores de izquierda acusándolos de “trotskistas”, enviándolos a los campos de concentración o al exilio, se volvió a prohibir el aborto en la Unión Soviética, se condenó la prostitución y se criminalizó la homosexualidad.
Todo esto, acompañado con la reproducción de los estereotipos tradicionales de las mujeres como madres dedicadas al hogar y el entronizamiento de la familia, a través de la propaganda del Estado.
Fue el trotskismo quien combatió la idea stalinista de que con la conquista del poder, la sociedad socialista se consumaba en “sus nueve décimas partes”, advirtiendo sobre decenas de problemas económicos, políticos, sociales y culturales que no se podían resolver mecánicamente y que incluían, entre otros, las relaciones entre varones y mujeres.

Particularmente Trotsky fue quien, mucho antes de que las feministas radicales de la segunda ola concluyeran que “el socialismo real era antifeminista”, denunció la situación de las mujeres en la Unión Soviética en su reconocido trabajo titulado La Revolución Traicionada: “La condición de la madre de familia, comunista respetada que tiene una sirvienta, un teléfono para hacer sus pedidos a los almacenes, un auto para transportarse, etc., es poco similar a las de la obrera que recorre las tiendas, hace las comidas, lleva a sus hijos al jardín de infancia. Ninguna etiqueta socialista puede ocultar este contraste social, no menos grande que el que distingue en todo país de Occidente a la dama burguesa de la mujer proletaria” (27).
Mientras Stalin declara en 1936: “El aborto que destruye la vida es inadmisible en nuestro país. La mujer soviética tiene los mismos derechos que el hombre, pero eso no la exime del grande y noble deber que la naturaleza le ha asignado: es madre, da la vida”, , uno de sus derechos cívicos, Trotsky responde: “el poder revolucionario ha dado a la mujer el derecho al aborto políticos y culturales esenciales mientras duren la miseria y la opresión familiar, digan lo que digan los eunucos y las solteronas de uno y otro sexo” (28). Y criticando los argumentos reaccionarios que esgrime la burocracia para reinstalar la prohibición del aborto agrega: “Filosofía de cura que dispone, además, del puño del gendarme” (29).
Ya en 1926, bajo el régimen de Stalin, se había vuelto a instituir el matrimonio civil como única unión legal. Más tarde se suprimió la sección femenina del Comité Central del PCUS y sus equivalentes en los diversos niveles de la organización partidaria. Para 1934 no respetar a la familia se convierte en una conducta “burguesa” o “izquierdista” a los ojos de la burocracia. En 1944 se aumentan las asignaciones familiares, se crea la orden de la “Gloria Maternal” para la mujer que tuviera entre siete y nueve hijos y el título de “Madre Heroica” para la que tuviera más de diez. Los hijos ilegítimos vuelven a esta condición, que había sido abolida en 1917, y el divorcio se convierte en un trámite costoso y pleno de dificultades.

En 1953 nos encontramos con legislación sobre derechos de la madre y el niño en la Unión Soviética que señala: “Huelga demostrar en detalle que los intereses de la mujer como madre – bien sea con hijos o futura madre- están tanto mejor asegurados cuanto más sólidas y constantes sean las relaciones entre los esposos. Garantiza, ante todo, tal solidez en las relaciones la existencia de la familia. Precisamente la familia asegura las condiciones normales para el nacimiento y la educación de los hijos, crea las premisas más favorables para que la mujer cumpla con su noble y alto deber social de madre” (30).
Nada más lejos del pensamiento de los revolucionarios que, desde los tiempos de Marx y Engels, propagandizaron los verdaderos orígenes y funciones de la familia, denunciando la opresión que se ejerce sobre las mujeres.
Esa es la tradición en la que nos inscribimos. Pueden debatirse cada uno de nuestros postulados, pero para hacerlo se debe partir del reconocimiento de que no aceptamos ser arrojados junto al agua sucia del stalinismo, la misma corriente que masacró, encarceló y persiguió a miles de trotskistas, entre ellos a valerosas mujeres como Eugenia Bosch, Nadejda Joffe, Tatiana Miagkova, etc.
Hoy, quien decida enfrentar este sistema de dominación debe, necesariamente, plantearse la pregunta acerca de cuál es el sujeto capaz de emprender tamaña empresa. Ese sujeto, que para los marxistas es el proletariado, fue fragmentado y se encontró a la defensiva durante los últimos treinta años en que este debate entre marxismo y feminismo ha tenido lugar. Pero esas condiciones empiezan a cambiar relativamente.
Como decía Trotsky, la burguesía no ha hecho más que transformar al mundo en una sucia prisión. Las luchas de las clases subalternas, los pueblos y grupos oprimidos han arrancado conquistas, aún en medio de un sistema putrefacto que hunde cada vez más a millones de personas en la miseria. Pero la tendencia, en última instancia, de este sistema de explotación, es a la

degradación infinita de los oprimidos y explotados del mundo, mientras un puñado de apenas unas pocas familias concentran en sus manos las riquezas que producen los expoliados. Frente a ese cuadro terrible, que es el fin último del capitalismo, “las reformas parciales y los remiendos para nada servirán” (31).
Entre quienes consideramos que estas aseveraciones encierran algo de verdad y aspiramos a la emancipación de las mujeres y de la humanidad toda, un renovado debate, eximido de malos entendidos pero abierto a honestas controversias, está nuevamente a la orden del día.
En este debate, las marxistas revolucionarias pretendemos exponer nuestras ideas no como si se tratara de un académico ejercicio meramente retórico, sino con el objetivo de que las mismas entusiasmen a una nueva generación de jóvenes con avidez por las ideas revolucionarias y que penetren a la clase obrera: a esos millones de mujeres y varones que sufren las cadenas de la explotación capitalista y las otras cadenas, las menos visibles, de los prejuicios con los que la ideología dominante inficiona sus conciencias.
Notas:
(1) S.Benhabib y D.Cornell, “Más allá! de la política de género”, en Teoría feminista y teoría crítica (comp.), Barcelona, Alfons el Magna!nim, 1990.
(2) “Si bien el feminismo radical tiene un origen de clase media, no se le puede asimilar con el feminismo burgués del siglo XIX. En realidad, hay muchas variantes del feminismo radical. Pero la mayoría de ellas emerge de mujeres que han militado en los movimientos progresistas e izquierdistas, encontrando en ellos una absoluta subordinación y una falta de respuesta a sus reivindicaciones.” Judith Astelarra: ¿Libres e iguales? Sociedad y política desde el feminismo, Santiago de Chile, CEM, 2003.
(3) Judith Astelarra, “El feminismo como perspectiva teórica y como práctica política”, en Teoría Feminista (selección de textos), Santo Domingo, CIPAF, 1984.
(4) Batya Weinbaum, El curioso noviazgo entre feminismo y socialismo, Madrid, Siglo XXI, 1984. Se refiere al desencanto producido por la burocratización de los estados obreros, bajo el régimen stalinista.
(5) Idem. En el citado libro de Kate Millet se postula, tomando como ejemplo a la Unión Soviética bajo el régimen stalinista, que una revolución socialista puede dar lugar a una contrarrevolución feminista. Conclusión superficial que parte de premisas erróneas, pero no difícil de entender teniendo en cuenta que bajo el régimen de Stalin se prohibió! el derecho al aborto, se persiguió! a los homosexuales y se erigió! a la familia en célula básica del Estado, otorgando premios y medallas a las mujeres que tuvieran gran cantidad de hijos.
(6) Paradójicamente, los llamados postmarxistas se inclinan a pensar más en estos términos.
(7) Catharine MacKinnon, Hacia una teoría feminista del Estado, Madrid, Cátedra, 1989.
(8) Zillah Eisenstein, “Hacia el desarrollo de una teoría del patriarcado capitalista y el feminismo socialista”, en Teoría Feminista (selección de textos), Santo Domingo, CIPAF, 1984.
(9) Como progreso se refiere a que esta forma de relación entre los sexos para la reproducción estuvo asociada al desarrollo de las fuerzas productivas y nuevas relaciones sociales de producción en la historia de la humanidad. No hay aquí! una valoración “ideológica” de la monogamia, como puede advertirse por los párrafos que suceden y por los numerosos textos en que tanto Marx como Engels criticaron el matrimonio y la familia, como instituciones burguesas (ver Manifiesto Comunista, etc.).
(10) Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, México, Premia Ed., 1989.
(11) Celia Amorós, Hacia una crítica de la razón patriarcal, Barcelona, Anthropos, 1991.
(12) Presentación del libro de Andrea D Atri, Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clases en el capitalismo, Santiago de Chile, Universidad ARCIS, octubre 2004.
(13) Leon Trotsky, “El marxismo y nuestra época”, en Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición, Bs. As., CEIP, 1999
(14) Remite a un diálogo en particular pero que es muy representativo de las discusiones entre feministas y marxistas y aun entre las mismas feministas en relación a la revolución socialista y la emancipación de las mujeres. El eje central de este debate consiste en pensar si es necesario pronunciarse y defender la revolución socialista incondicionalmente, inclusive cuando no de muestras de solucionar íntegramente la cuestión de la opresión de género, o bien, si es menester desestimarla íntegramente por demostrar que no cumple con este requisito.
(15) Susan Brownmiller, Notes of an exChina fan, en Village Voice, 1976.
(16) V. Lenin, A las obreras, discurso de 1920.
(17) Leon Trotsky, “La revolución permanente” en La teoría de la revolución permanente (comp.), Bs. As., CEIP, 2000.
(18) Pierre Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2000.
(19) Es una expresión de Flora Tristán, escritora y ardiente defensora de los derechos de la mujer y de la clase obrera. Vivió en Francia a principios del siglo XIX.
(20) Documento La agonía del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional, más conocido como Programa de Transición. Fue escrito definitivamente en 1938, dos años antes del asesinato de Leon Trotsky en manos de un agente stalinista.
(21) Bernstein, actualmente reivindicado por Laclau y otros intelectuales que se autodenominan postmarxistas, fue el primero en propagandizar la idea de que era posible llegar al socialismo por la vía de introducir reformas en el capitalismo.
(22) Nos referimos a la votación de los créditos de guerra en el Parlamento, lo que aceleró! la crisis al interior del Partido Socialdemócrata Alemán que se dividió entre un ala derechista revisionista y un ala izquierda que mantuvo los principios del internacionalismo proletario y más tarde formó parte del reagrupamiento internacional que dio origen a la III Internacional encabezada por Lenin.
(23) Carta de Bebel a Kautsky, 1910.
(24) Carta de Adler a Bebel, 1910.
(25) Carta de Bebel a Adler, 1910.
(26) Werner Thonnessen, The Emancipation of Women: the Rise and Decline of the Women’s Movement in German Social Democracy 1863-1933, Londres, Pluto Press, 1969.
(27) Leon Trotsky, La Revolución Traicionada, Buenos Aires, Claridad, 1938.
(28) Idem.
(29) Ibidem.
(30) Citado en Andrea D’Atri, Pan y Rosas. Pertenencia de genero y antagonismo de clase en el capitalismo, Buenos Aires, Armas de la Crítica, 2004.
(31) Leon Trotsky, “El marxismo y nuestra época” en Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición, Bs. As., CEIP, 1999.
Andrea D’Atri es colaboradora de las revistas Estrategia Internacional y Lucha de Clases. Ha dictado numerosos cursos y seminarios sobre Género y Clase en universidades argentinas y es autora de Pan y Rosas: Pertenencia de genero y antagonismo de clase en el capitalismo, Ed. Armas de la Critica, Buenos Aires, 2004.