Mirando el ‘Brexit’ desde la City: una historia de dinero y poder

Mirando el ‘Brexit’ desde la City: una historia de dinero y poder
MIGUEL OTERO IGLESIAS
Analista senior de Economía Política Internacional en el Real Instituto Elcano.
ECONOMÍA EXTERIOR nº 76 Primavera 2016

El 40 por cien del negocio mundial de la City se hace con Europa gracias a que todos los agentes que operan desde allí obtienen ‘un pasaporte europeo’ para poder captar e invertir fondos libremente en toda la UE, sea cual sea su nacionalidad. Un privilegio que se perdería con el ‘Brexit’.
La visión de la City de Londres sobre el euro, el núcleo duro de la Unión Europea, es la siguiente: el euro es un barco que se empezó a construir en 1989, salió de puerto en 2002 y en 2010, por estar mal construido, empezó a hacer aguas. El navío no tiene capitán. Ahora mismo tiene un buen jefe de máquinas, Mario Draghi, y múltiples oficiales de puente que se turnan, aunque predominan alemanes y franceses. Cuando estos se ponen de acuerdo, hay cierta esperanza de que el barco se arregle. Tarea difícil porque se tiene que hacer sobre la marcha y en alta mar. Pero cuando discrepan, la tripulación baja el ánimo y parece que la embarcación se va a pique.
En general, la City cree que el barco se hundirá y saca pecho por haber avisado, antes de que saliese a puerto, de que el buque estaba mal construido. Desde la lejanía, con cierta aprehensión, pero también con regocijo, se comentan las penurias de la tripulación. Aun así, no se descarta del todo que el barco tenga solución. Todavía hay mucho respeto, y cierto temor, hacia los miembros teutones de la tripulación, por su eficiencia y fe ciega en el proyecto europeo. Por esta razón, la City tienen preparada una lancha motora para el día que llegue la noticia de que el barco se ha reparado. Porque si finalmente se arregla, la City tiene que estar en cubierta y codecidir quién va a ser el capitán.
Esta metáfora resume bien la posición de la City frente a un posible Brexit, o dicho de otra forma, la salida de Reino Unido de la UE. La City siempre ha estado muy ligada al poder. Para muchos de sus miembros, en plena era de la globalización, este poder todavía reside en Westminster. Ellos representan el alma conservadora, inglesa (que no británica) e insular de la City.
Suelen ser corredores de bolsa (brókers) y fondos de inversión de tamaño medio y pequeño que quieren que Reino Unido salga de la UE porque ven en Bruselas la capital de un creciente monstruo jerárquico y burocrático que quiere colonizar a base de regulación, y quizá algún día incluso de impuestos, a la que en su día fue la metrópolis del Imperio británico. Su estrategia es la siguiente: si la UE se desmorona, mejor salirse cuanto antes. Si al final los europeos continentales crean una unión política, mejor escapar del yugo regulador antes de que ocurra.
Sin embargo, este grupo, que se podría denominar “nativista”, tiene poco poder. La City hoy está dominada por actores con alma liberal, multinacional y cosmopolita que saben que el poder se ha trasladado a Bruselas y Fráncfort y entiende que, mientras el proyecto europeo de integración siga en pie y avanzando, sería un grave error, y una ingenuidad, pensar que con tal de apertrecharse detrás del canal de la Mancha se va a recuperar la soberanía británica.
El mercado único en servicios y la actividad financiera denominada en euros son demasiado importantes para que los gigantes de la City los dejen escapar. Por ello, muchos apoyarán al primer ministro David Cameron en su campaña por la permanencia en el referéndum del 23 de junio. Está por ver, sin embargo, si será un apoyo positivo. Aunque la mayoría de británicos son conscientes de la importancia de la City para su economía, muchos otros están molestos porque son los de fuera quienes se llevan los mayores beneficios.
‘Brexit’, visto desde el pasado
La City no es homogénea. Hay diferentes visiones e intereses y, para distinguir mejor las diferentes posiciones frente a un posible Brexit, es importante conocer la historia de esta Milla Cuadrada. A veces se olvida que la Corporación de la City “es la comuna democrática más antigua del mundo”. Se ha construido sobre las ruinas milenarias del asentamiento romano de Londinium, y el estatus de “ciudadano” de la City se ha mantenido desde entonces. Su independencia se consolidó a finales del siglo XI cuando Guillermo el Conquistador, después de invadir Inglaterra, respetó “la libertad de sus gentes” y, la Corporación se declaró oficialmente una comuna en 1191. Desde entonces ni la Carta Magna de 1215, ni los subsecuentes reyes –incluidos los Tudor, los Estuardo y la reina Victoria– ni Westminster han podido o querido quitarle su autonomía.
Su enorme riqueza basada en la libertad para hacer negocio, sus eficientes instituciones democráticas y legales –sustentadas sobre el Derecho común– y su sistema de milicias han hecho que durante siglos la City tuviese “su propio gobierno, sus propios impuestos y sus propios jueces”. Mucha de esta independencia se mantiene todavía hoy. La corporación sigue siendo el único gobierno de la City.
Es por eso que muchos la consideran el mayor centro financiero off-shore. Sin embargo, la centralidad de Londres en las finanzas globales no surge solo de su atractivo para hacer negocios. Si no fuese por el poder del Imperio británico, Londres nunca habría llegado a ser lo que es. En este sentido, la batalla de Waterloo, 1815, marca un punto de inflexión. Hasta entonces la capital financiera del mundo era Ámsterdam, pero tras la derrota de Napoleón, muchos bancos, intermediarios financieros y aseguradoras del continente se trasladaron a la City.
El mercado único y la actividad financiera en euros son muy importantes para que la City los deje escapar
En su análisis de la historia de la City, David Kynaston, explica que fue durante el “largo siglo” de 1815 a 1914, año de comienzo de la Primera Guerra mundial, cuando la Milla Cuadrada desarrolló sus dos almas. La nativista, más insular y por tanto más patriótica, y la liberal, más cosmopolita. Al igual que hoy, durante los años de la Belle Époque (la primera gran oleada de globalización), llegaban a Londres los más inteligentes y aventureros de todo el mundo. Fue en este periodo cuando Mayer Amschel Rothschild, judío alemán, y otros muchos extranjeros amasaron sus grandes fortunas. Desde entonces, la Milla Cuadrada se ha convertido en una aldea global, con sus inherentes tensiones entre locales y foráneos. Algo palpable hoy en el debate sobre Brexit.
Sin embargo, pese a sus diferencias, y precisamente porque la corporación es el órgano de gobierno que amortigua y cohesiona los diferentes intereses de la aldea, la City siempre ha tenido el mismo lema y visión estratégica: to play the game (saber jugar la partida). Y eso en el mundo de las finanzas quiere decir estar lo más lejos posible del poder político para hacer negocios libremente pero lo más cerca para influir en él, y si fuese necesario, buscar su protección.
La creación en 1694 del Banco de Inglaterra fue un claro ejemplo. Los acreedores privados de la City, cansados de que el rey de Inglaterra incurriese en impagos, le exigieron al monarca, Guillermo de Orange, que les concediese el monopolio de la creación de dinero, si quería obtener nuevos préstamos para luchar contra Francia pero, al mismo tiempo, le pidieron que amparase el nuevo banco con su mandato real. Así, se unían dos extraordinarios poderes: la credibilidad crediticia de los financieros privados y la legitimidad y el monopolio de la violencia del soberano.
Pero el poder, aunque más lento que el capital, también es móvil y las dos guerras mundiales del siglo XX hicieron que el Imperio británico se desmoronase y Londres dejase de ser la plaza financiera del mundo. El testigo lo recogió Nueva York, que se convirtió en la auténtica metrópolis del capitalismo global.
Por entonces, se pensaba que Londres caería en la misma liga que Ámsterdam o París, pero dos episodios clave en la segunda mitad del siglo XX convirtieron de nuevo Londres en el centro financiero más internacional. En los dos hay una estrecha colaboración entre la City y el gobierno británico: el poder. El primero fue el desarrollo en los años sesenta del Euromarket en Londres.
Un mercado offshore que ofrecía productos financieros denominados en dólares en el continente europeo, de ahí su nombre. Estos depósitos en moneda americana eran muy atractivos por dos razones. Porque ofrecían un tipo de interés más alto que el de Estados Unidos, lo que hizo que muchos fondos americanos se viniesen a la City, y porque su opacidad servía de refugio para los petrodólares del golfo Pérsico y los soviet dólares del bloque comunista.
Muchos se preguntan todavía cómo fue posible que en pleno sistema de Bretton Woods, con controles de capitales y estricta regulación financiera, hubiese un mercado off-shore totalmente desregulado. La pregunta no es baladí, porque hay cierto consenso entre los expertos de que el Euromarket fue una de las causas del colapso de Bretton Woods, también conocido como los 30 años dorados del capitalismo. Todo indica que el Euromarket se desarrolló con la connivencia del Banco de Inglaterra.
Parece imposible creer que si hubiera querido cerrarlo no tuviese la capacidad para hacerlo. La Old Lady (“vieja dama” –así denomina la City al Banco de Inglaterra–) hizo la vista gorda porque le interesaba que el capital americano y del resto del mundo volviese a su Milla Cuadrada.

Exactamente por la misma razón, 20 años después, en 1986, Margaret Thatcher impulsó el Big Bang en la City, el segundo episodio que explica por qué todavía hoy, en la segunda década del siglo XXI, la City compite con, y en muchos casos supera a, Nueva York como capital de las finanzas globales. Es bien sabido que el Big Bang desreguló mucha de la actividad de la City, pero lo más importante quizá es que permitió que sus instituciones financieras fueran de propiedad extranjera, lo que hizo que desembarcaran en la Milla Cuadrada los grandes bancos de inversión americanos y los bancos universales europeos.

Este cambio transformó completamente la geografía y la cultura de la aldea, incluida su corporación, y es clave para entender el debate actual sobre el Brexit. Muchos de los históricos Merchant Banks de la City, como Barings Bank y Schroders, fueron devorados. Rothschild es de los pocos que sobrevive. La cultura cambia porque el otro lema de la City: my word is my bond (“mi palabra es mi obligación”), muy usada entre los banqueros como símbolo de la confianza mutua, ya no rige. La City pasa de ser un club selecto y conservador de hombres grises y cierta edad, a ser un gran casino global donde ingenieros franceses de 28 años ganan cientos de miles de libras al año.

‘Brexit’, vista desde el presente

Para Kynaston, el Big Bang de 1986, y la consecuente transformación de la City, explican la crisis financiera de 2008. En los momentos de máxima tensión, cuando el mercado interbancario se congeló por completo se observó como el pilar de la vieja City: my word is my bond había desaparecido. La confianza entre operadores ya no existía, y en el mundo de las finanzas, cuando esta se esfuma el sistema crediticio colapsa. Para Kynaston, igual que para muchos funcionarios de Europa continental, la City se ha convertido en un monstruo indomable y hasta que no se vuelva a regular como es debido seguirá produciendo crisis financieras. La falta de ética y la actividad ilegal son alarmantes. Los escándalos de la manipulación de la tasa Libor, los tipos de cambio y los precios de los metales preciados así lo demuestran. No es de extrañar que la City no sea muy popular ni en Bruselas ni entre la ciudadanía británica.

Aun así, a pesar de los escándalos, todo británico reconoce que la City es una máquina de generar dinero. Esta pequeña aldea global alberga 250 bancos internacionales y genera, con sus tentáculos en todo el país, el 10 por cien del PIB y el 12 por cien de los ingresos fiscales de Reino Unido. En el mercado de divisas y en el de derivados de tipos de interés supera a Wall Street, acaparando el 40 y el 50 por cien, respectivamente, del negocio mundial. La City atrae a los jóvenes más inteligentes del mundo.

En total, los servicios financieros emplean a dos millones de personas en todo Reino Unido. De los 280.000 que trabajan en la City, el 22 por cien no es británico y 38.000 son ciudadanos europeos. Hay 125 compañías de la UE listadas en la bolsa y los bancos europeos tienen cerca de dos billones de euros de activos en Londres. La City es, sin duda, el centro financiero del euro, gestionando el 40 por cien de las operaciones denominadas en esta moneda.

La experiencia, reputación y redes tejidas durante siglos, el inglés como lengua franca y la zona horaria –que permite presenciar el cierre de Asia, toda la jornada europea, y el inicio de la sesión de Wall Street– hacen de la City un gigante tablero de distribución de capital (switchboard) que puede convertir en cuestión de segundos ahorros procedentes de Indonesia en inversiones destinadas a Argentina.
Esto hace que la City sea más internacional incluso que Wall Street, que se alimenta mucho más de capital nacional. Sin embargo, pese a su globalidad, la City vive sobre todo del mercado único de la UE, que con 500 millones es el más grande y con mayor capacidad de ahorro e inversión del mundo. El 40 por cien del negocio mundial de la City se hace con Europa, gracias a que todos los agentes financieros que operan desde la Milla Cuadrada, indistintamente de su nacionalidad, obtienen “un pasaporte europeo” para poder captar e invertir fondos libremente en toda la UE. Un privilegio que se perdería con el Brexit.

Aunque en general la percepción en Europa es que toda la City está a favor de permanecer, la realidad es otra

Esta amenaza explica por qué la mayoría de los grandes bancos americanos como JP Morgan, Bank of America o Goldman Sachs, han expresado públicamente su preocupación por un posible Brexit, al igual que bancos europeos como Deutsche Bank o el Santander. Goldman Sachs ha anunciado que apoyará la campaña por la permanencia con 500.000 dólares y es probable que otros bancos hagan lo propio. El banquero que ha hablado más claro ha sido Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, el banco más grande de EE UU: “si no podemos usar nuestro pasaporte desde Londres, no nos quedará otro remedio que establecer varios centros de operaciones en Europa”.

Si esto ocurriese, Dublín sería la ciudad más beneficiada del Brexit por el inglés, la franja horaria y su industria financiera, pero lo más probable es que el sector financiero europeo se fragmentase entre la City, la capital irlandesa, París y Fráncfort. Esta redistribución, aunque traería más volumen de negocio para la eurozona, sería perjudicial para Europa, pues el mundo financiero trabaja en redes profesionales estrechas, personal y geográficamente, y si no las encuentra en el Viejo Continente, el talento se irá a Nueva York o a los centros financieros asiáticos como Hong Kong o Singapur. Por esto, los grandes operadores de la City se oponen abiertamente a un Brexit.

Ellos son los representantes del alma cosmopolita de la City, pero la otra alma de la aldea global londinense piensa muy distinto. Aunque en general la percepción en Europa continental es que toda la City está a favor de permanecer, la realidad es otra. En el debate sobre un posible Brexit, la Milla Cuadrada se divide en dos tribus. Por un lado, los grandes bancos y banqueros de inversión que rechazan el Brexit y por otro, los pequeños corredores de bolsa, los fondos de capital riesgo (hedge funds) y las pequeñas asesorías patrimoniales.

Estos últimos están a favor del Brexit porque la creciente regulación impuesta por Bruselas desde la crisis de 2008 –como la directiva para los Gestores de Fondos Alternativos o Mifid2– les supone unos gastos que consideran desorbitados. Boris Johnson, alcalde de Londres, pretende ser el defensor de este “pequeño” capital británico que se enfrenta al gran capital global dominado por los americanos y asociado con Bruselas.

Para los pequeños operadores de la City, que invierten sobre todo en Reino Unido y atraen mucho capital, bien de la Islas Británicas (y sus paraísos fiscales asociados), o de fuera de la UE, el pasaporte al mercado único importa poco. Muchos de ellos tienen todavía una visión romántica del Imperio británico y su actitud de laissez faire hacia las finanzas. Piensan que salirse de la UE les ayudaría a liberalizar la economía y establecer el marco regulatorio que más conviene a la City. Las palabras de Crispin Odey, fundador del hedge fund Odey Asset Management son representativas de esta visión: “Europa nos está convirtiendo en una colonia y nosotros estamos acostumbrados a ser un imperio. No queremos seguir reglas que no hemos decidido”.

Pero justo por esa razón los grandes poderes de la City –tanto los británicos cosmopolitas de HSBC como los globales de Goldman Sachs– no quieren abandonar el barco. Ellos saben que fuera de la UE lo más probable es que Londres deba operar dentro del marco regulatorio de la UE sin que Westminster o Downing Street tengan ningún tipo de influencia. La City quiere seguir jugando la partida y sabe perfectamente que si no está en la UE verá el juego desde el banquillo. Por ello, tanto la Old Lady como la corporación de la City –las dos instituciones más históricas e influyentes de la Milla– han declarado de modo oficial ante la opinión pública británica su oposición al Brexit. Un posicionamiento que no ha gustado nada a los nativistas, pero esas son las desventajas de tener menos dinero y poder. Una lógica que los ciudadanos de la City entienden bien desde hace siglos.

Reseña de “El largo siglo XX” Giovanni Arrighi

Reseña de “El largo siglo XX” Giovanni Arrighi

Luis Roca Jusmet
Rebelión

“El largo siglo XX” Giovanni Arrighi (traducción de Carlos Prieto del Campo). Madrid : siglo XXI, 2014 ( segunda edición )

Giovanni Arrighi no es tan conocido como debería serlo por los ciudadanos interesados en entender cómo funciona el mundo en que vivimos. La editorial Akal acaba de publicar la segunda edición de su imprescindible y extraordinaria obra maestra: El largo siglo XX (editado originariamente en inglés en 1994). Pero como el mismo autor nos avisa el autor el libro contiene no solo el trabajo que lleva este título sino tres artículos más que hablan del proceso histórico que lo explica. Y no solamente esto sino también un epílogo con el sugerente título de
“¿Puede el capitalismo sobrevivir con éxito ?”.
Vayamos por partes. Empecemos explicando quién es Giovanni Arrighi para entrar a fondo en esta publicación que resume uno de sus más importante de sus investigaciones de décadas de trabajo teórico y empírico..

Trayectoria biográfica

Giovanni Arrighi nace en Milán en 1937, hijo de una madre burguesa y de un padre obrero desclasado, que acaba montando su propia empresa. Al morir su padre a los 18 años Giovanni quiere gestionar la empresa familiar y estudia económicas pensando que estos estudios le proporcionarán la formación necesaria para hacerlo. La orientación de sus profesores, de economía neoclásica, que no le ayuda en absoluto en la gestión empresarial. A los 24 años cambia de rumbo y va a trabajar, contratado por una universidad inglesa, como docente de economía en Rhodesia. Allí comprobará que los modelos matemáticos que le enseñaron tampoco son útiles para describir y explicar la economía real. El año 1966, a los 29 años, se traslada a Tanzania para continuar sus estudios, muy influido por el trabajo empírico de los antropólogos sociales que conoció en Rhodesia. Allí conocerá a Immanuel Wallerstein, siete años mayor que él, del que hablaremos más tarde y que será clave en su trayectoria personal e investigadora. Tanzania es un Estado creado a partir de un movimiento anticolonialista, de liberación nacional. Arrighi, aunque mantiene simpatía con estos movimientos por su carácter anticolonialista, es capaz de ver que, a pesar de su retórica socialista, no son movimientos de emancipación socialista.

En 1969 regresa a Italia y trabaja como docente en Trento, centro de la militancia política estudiantil del grupo Lotta Continua ; luego, en Turín, contactará con los situacionistas. Se encuentra progresivamente con un movimiento que no es solamente estudiantil, sino también obrero, que rechaza los sindicatos y al Partido Comunista Italiano. Se interesa, en este contexto, por la idea de Autonomía obrera. Arrigi comenta que fue el Grupo Gramsci, al que pertenecía, y no Toni Negri, quién elaboró el concepto en 1970. Es interesante el papel que el grupo da a los intelectuales orgánicos, que así se denominan, en el marco de la autonomía obrera. No se trata de dirigir el movimiento sino de contextualizarlo. Los obreros dirigen su propia lucha y los intelectuales les explican el marco, sobre todo económico, en el que se desarrolla la lucha, ya que tienen los instrumentos teóricos del que los anteriores carecen. Darles, en definitiva, una caja de herramientas para su lucha. En ningún caso de convertirse en su vanguardia.

Arrighi conocerá las investigaciones históricas de Fernand Braudel, que le infuirán mucho. Tratan básicamente sobre la relación histórica entre mercado y capitalismo, partiendo de la base de que la acumulación capitalista empieza en las ciudades-estado italianas del Renacimiento. También de que el capitalismo es una lógica antimercado y que en cualquier ciclo capitalista hay una fase de acumulación, otra de expansión y que después de la expansión viene la financiarización, es decir de inversión financiera en lugar de industrial o comercial. Pero Arrighi considera que a Braudel le falta un marco teórico global en el que insertar sus extraordinarios estudios. Este marco teórico es el que elabora Arrighi en los estudios que se resumirán en este libro.

Las tres primeras hegemonías del capitalismo histórico

Para Arrighi, como para Wallerstein, el capitalismo es una economía-mundo que coexiste con sistema interestatales nacionales. Es decir, es un sistema que se desarrolla globalmente al mismo tiempo que necesita Estados limitados para existir. El capitalismo necesitó el Estado para aparecer y para sobrevivir. Pero por sus características no puede haber ningún poder político ni económico que sea absoluto. Lo que hay son hegemonías, es decir poderes económico-políticos que dominan en un determinado ciclo.
Para Arrighi han existido cuatro potencias hegemónicas, cada una de las cuales han sobrevivido a partir de la crisis de la anterior, aprendiendo de ella y superándola. La primera hegemonía es la de las ciudades-estado italianas del s. XV-XVI. El Estado más poderoso es Venecia, en el que una oligarquía capitalista detenta el poder de Estado sin más. Con respecto a las otras ciudades-Estado italianas hay un equilibrio de poder.

Pero ya antes, en los siglos XIII y XIV, se sentaron en Florencia las bases de las altas finanzas en su forma capitalista que condujeron en el s. XV a la oligarquía financiera y política de los Médici. Pero el primer ciclo sistémico de acumulación capitalista se dio finalmente en Génova. El capital genovés monopolizó inicialmente el Mediterráneo, el sur de la Península Ibérica y el Magreb.

La expansión financiera estaba vinculada con la intensificación de la competencia intercapitalista, que se manifestaba en las guerras entre las ciudades-estado pero también en las que se daban en su interior. De todas las guerras solamente sobrevivió Venecia como Estado, pero el capital estaba en Génova y aparece entonces una especie de burguesía cosmopolita constituida por el capital florentino.

Surge posteriormente el segundo ciclo capitalista, a partir de la hegemonía Holanda y las Provincias Unidas, que se constituyen como Estado soberano. Holanda se convierte en el líder de la economía-mundo capitalista en Europa y en un Estado poderoso militarmente. El mercantilismo fue la reacción de los gobiernos europeos de convertirse en algo similar a Holanda y acabó hundiendo a Holanda.

Esto abrió el camino al tercer ciclo liderado por Gran Bretaña, que combinó el poder territorial de un Imperio por la economía del libre mercado. En el siglo XVIII, Londres y la City desbancan a Holanda como centro de las altas finanzas. Gran Bretaña había perdido en la Guerra de la Independencia Americana, donde estos fueron apoyados por Francia y por Holanda. La venganza de Gran Bretaña fue acabar con el poder naval holandés. El gobierno de Gran Bretaña tuvo un crédito ilimitado y esto produjo una extraordinaria expansión industrial y comercial.

En el siglo XIX el poder británico sobre el sistema-mundo estaba en su apogeo. El sistema de libre comercio que impulsó le conectó con todo el mundo. Pero fueron los Rothschild, judíos alemanes, la familia con mayor poder financiero en la City. Ellos eran la perfecta expresión de la red cosmopolita de las altas finanzas.

De Holanda a Gran Bretaña se pasó de una internalización de los costes de protección a una internalización de los costes de producción. El capital italiano había invertido comercial y financieramente, el capital holandés había internalizado a través del Estado los costes de protección y el capital británico lo había hecho con la propia producción de bienes. Las bases de la acumulación británica habían sido el capitalismo financiero aprendido de los genoveses y los holandeses, el modelo imperialista ibérico y la revolución industrial.

El largo siglo XX

El largo siglo XX se corresponde con el último ciclo sistémico de acumulación, liderado por EE. UU. Cada nuevo ciclo se basa en la crisis de las anteriores y es capaz de superar aprendiendo de los errores de las anteriores. La hegemonía británica era el de la intensidad de la competencia capitalista, que acabó provocando la Primera Guerra Mundial. Pero Gran Bretaña había concedido préstamos a los aliados más pobres, como Rusia, que no pudieron devolver.

EE. UU, en cambio, se había mantenido neutral, había acumulado ingentes préstamos de guerra y había comprado a precio de saldo algunas de las inversiones de las grandes infraestructuras del siglo XIX. El dólar se convirtió en la moneda de reserva. Pero a finales de 1928 la sobrexpansión de Wall Street empezó a derivar los fondos hacia la especulación financiera interna, que provocó una recesión. Al mismo tiempo en todos los países se produjeron reclamaciones de deuda y huidas de fondos a corto plazo obligando a medidas proteccionistas de la moneda, a través de la devaluación o el control de cambios. Desaparecieron las altas finanzas a nivel mundial, el colapso de la Liga de las naciones en favor de los imperios autárquicos, los planes quinquenales de la URSS, el New Deal estadounidense y el ascenso del nazismo.

Como consecuencia del final de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. tuvo un poder sin precedentes. Fue el taller del esfuerzo bélico de los aliados y el taller de reconstrucción postbélico en Europa. EE. UU. disfrutaba de un monopolio virtual sobre la liquidez mundial. Al mismo tiempo concentraba y centralizaba la capacidad productiva y la demanda efectiva.

El proyecto de Roosevelt de un New Deal global liderada por EEUU se transformó con Truman y su política de Guerra fría. El proyecto era entonces liderar la defensa de un Mundo libre frente al peligro soviético. Reconstruyó la Europa Occidental y el Japón como modelos a seguir bajo su liderazgo. Con el Plan Marshall pretendía que se crearan unos Estados Unidos de Europa como principal aliado.

Entre 1968 y 1973 aparece la crisis del régimen estadounidense en tres ámbitos diferentes pero relacionados. La derrota militar en Vietnam, las dificultades financieras de la Reserva Federal e ideológicamente la cruzada anticomunista empieza a perder legitimidad. Pero al mismo tiempo se produce una expansión financiera que obligó a perder el cambio de patrón dólar-oro en 1971.

A partir de aquí el mercado financiero, básicamente desarrollado en eurodólares, pasó a dominar el proceso que fijaba el precio recíproco de las monedas nacionales y el de éstas en relación con el oro. A partir de los años 70, al final del gobierno de Carter y sobre todo con Reagan la política económica del gobierno de EE. UU., tienen como objetivo centralizar en interior del país el dinero mundial en manos privadas.

Para ello endurece la política monetaria, desregula la actividad financiera y hace una expansión enorme sobre la base del endeudamiento público, básicamente por la inversión militar. Supo complementar el crecimiento interno con el control externo a través de las multinacionales. Se combinan un poder militar absolutamente superior al resto de países, la influencia a través de las multinacionales y la supremacía del dólar. Pero la relación complementaria entre la expansión de las redes de poder del gobierno USA y la acumulación de las corporaciones norteamericanas no excluía tensiones y conflictos.

¿Puede el capitalismo sobrevivir con éxito ?

Este es el epílogo de su libro, que en cierto sentido lo justifica. Se trata de estudiar el capitalismo histórico para estudiar su presente y a partir de él ver los escenario posibles del futuro. ¿Para qué?

Para entenderlo pero también justificar determinados compromisos políticos, determinadas acciones humanas. Esta sociología histórica comparada, que quiere ser científica, no excluye el compromiso político. Ni para Wallerstein, ni para Arrighi, que han estudiado a fondo los movimientos que llaman antisistémicos, que son la de los que luchan por una salida alternativa y más justa al de la lógica del capitalismo. Arrighi, al igual que Wallerstein, recoge la idea de Braudel de que el capitalismo no es una economía de mercado sino más bien de antimercado.

Y que el Estado no es un elemento contrario al capitalismo sino su necesario complemento. Wallerstein señala que lo específico del capitalismo la lógica del aumento del beneficio no tiene límites y necesita el Estado para distorsionar la competencia del libre mercado y favorecer los oligopolios. Arrighi, por su parte, marca el hecho de que es el capitalismo destruye siempre, en una etapa de su ciclo, el propio mercado por su lógica del beneficio. También que hay una coincidencia entre el poder económico y el político. No es que sean lo mismo pero están necesariamente vinculados.

La globalización capitalista surge mediante la aparición, en cada etapa, de centros organizadores de mayor escala, alcance y complejidad que los de la etapa anterior. Cada sustitución fue marcada por una crisis de las organizaciones territoriales (Estados) y no territoriales (centros de capital) que habían marcado la etapa anterior. Pero marcada también por la emergencia de nuevos centros territoriales y no territoriales anteriores.

El dominio de EE. UU. (y paralelamente de la URSS) supuso la crisis de los estados-nación pero la crisis actual afecta a los gigantescos estados. La URSS se desplomó y los EE. UU. van arrastrando su propia crisis de hegemonía. Pero al mismo tiempo mantienen el máximo poder militar y, en cierta forma, el control a través de la supremacía del dólar. Podríamos considerar que estamos en un punto de crisis en el que en circunstancias parecidas se ha dado un cambio de hegemonía.

Pero si en estos momentos las potencias emergentes se dan en el este asiático, especialmente en China, podemos considerar que ésta no tiene la combinación de poder y capital para hacer el relevo. Si el gobierno chino tiene el control sobre la mayor reserva fuerza de trabajo del mundo, el capital que invierte viene de Taiwan, de Hong Kong o del Japón.

Esto quiere decir que EE. UU. no puede ser superado por otra potencia hegemónica, lo cual podría dar lugar a un cierto equilibrio de poder entre diferencias potencias, que tendría como base la adaptación de EE. UU., a este nuevo escenario. Este sería un escenario posible, frente a otros como el de un Imperio-mundo dominado por EE. UU. y Europa, o el dominio de China y el sudeste asiático.

Queda, por supuesto, la posibilidad de transformar la economía-mundo capitalista en otro sistema o el de la destrucción final. La crisis de finales del siglo XX y principios del XXI es una crisis de superproducción, debida a la intensificación de competencia entre capitales. La renta es redistribuida a favor de grupos y clases que disponen de alta liquidez pero que no se reintegran en el mercado en forma de demanda efectiva, de inversión material, sino que se orientan hacia la especulación, creando burbujas que explotan regularmente. De hecho es la crisis más seria que ha tenido el capitalismo porque no hay alternativa emergente dentro del mismo sistema, como había pasado anteriormente. Su último libro, Adam Smith en Pekín, trata sobre el tema.

Queda claro para el mismo Arrighi que hay un elemento del que no habla aquí que es fundamental, que es la lucha de clases, que trata en otros trabajos.

Desgraciadamente Giovanni Arrighi fue diagnosticado de un cáncer en julio de 2008 falleció el 18 de junio de 2009. Su obra es una de las grandes aportaciones para el estudio del capitalismo histórico. Adam Smith, Karl Marx, Max Weber, Fernand Braudel y Polanyi fueron su principal inspiración para construir una teoría constantemente contrastada con los datos empíricos. Juntamente con la de su amigo Immanuel Wallerstein, que aunque algo mayor que él está todavía vivo, afortunadamente. Tuvieron sus acuerdos y discrepancias per nos ofrecen en conjunto una caja de herramientas, ciertamente, para entender y sobre esta base transformar el mundo.

Las botas de Kramer

Las botas de Kramer
marzo 17, 2017
Dagoberto Gutiérrez

En las tardes, cuando el sol ardiente se preparaba para dormir, los pájaros del cerro de Guazapa empezaban a prepararse para pasar la noche.
Desde el puesto de mando del frente mirábamos pasar a los combatientes que regresaban de sus misiones, aprovechábamos para verlos, escucharlos y conocer su ánimo. Les preguntábamos cosas operativas o de interés personal de cada uno de ellos. Se trataba de conocer lo que estaba cerca de su corazón.
Uno de ellos era Kramer, Ulises Castro, de unos 19 años. Siempre lucía fresco, descansado y con energías en reserva, aun cuando llegara de una dura y peligrosa jornada.
Siempre llevaba su uniforme pulcramente ordenado y hasta limpio, y como era vigoroso y fuerte, el fusil parecía quedarle pequeño, en su rostro siempre se dibujaba una especie de sonrisa cómplice, como compartiendo la resistencia desde el cerro de Guazapa.
Su nombre de guerra era expresión de solidez y convicción, era un nombre duro y cerrado, aunque Ulises era un joven cuidadoso y atento, generosamente preocupado por los otros y las otras.
La guerra es siempre un escenario de mucha dureza, pero fue ahí donde florecieron los actos más heroicos, llenos de solidaridad y también de amor, y fue ahí donde la vida floreció para vencer a la muerte que rondaba en cada rincón.
Kramer era de cabeza grande, pelo ondulado, ojos grandes y semidormidos, dueño de una gran voluntad y con condiciones físicas y anímicas para librar los años de guerra más tenaces y más duros.
En esos corredores militares se encontró con otra combatiente, la Claudina, conocido como La China, por sus rasgos físicos, y también conocida por su inteligencia emocional que le aseguraba un gran don de gentes. Ella siempre supo establecer y mantener buenas relaciones con el resto de combatientes. Se encontraron durante duras operaciones militares en la zona de San Sebastián, San Vicente, y sin duda, desde que se vieron la primera vez, de alguna manera supieron que eran el uno para el otro. “No te agüevés”, le dijo, Kramer, y le ayudó durante la marcha. De ahí nació una relación que se mantuvo durante toda la vida de Kramer.
Al finalizar la guerra civil viajaron juntos al norte, a los Estados Unidos, y ahí empezaron una especie de nueva vida, pero Kramer siempre mantuvo una fuerte vinculación espiritual con su papel durante la guerra civil y el frente de Guazapa, su heroísmo y la sangre derramada siempre estuvo presente en su pensamiento y su vida.
Ambos se propusieron estudiar, trabajar y formar una familia. Claudina se graduó en ingeniería en sistemas y Kramer se dedicó a la construcción. En este oficio supo poner en práctica algunas características que resultaron vitales en la guerra como el manejo minucioso de los detalles, la observación de los horarios de las jornadas y el trato con las personas. De esa manera, llegó a ser supervisor de proyectos de construcción y contratista.
Durante los años que han vivido en ese país viajaron 4 veces a El Salvador y tuvieron dos hijas, Tamara, la mayor, que estudió ciencias políticas y literatura latinoamericana, actualmente estudia derecho. Mientras que la hija menor, Lenna, realiza estudios internacionales. Ambas están relacionadas con El Salvador, con su historia, sus familias, y con sus abuelos.

Kramer siempre pensó que la vida lo había premiado con esos años de vida. Sobrevivir a la guerra había sido, en su caso, el camino para conocer a sus hijas, y por eso siempre se mostró seguro y optimista, dedicado a su trabajo, mientras mantuvo en su corazón, como una vela encendida, al frente de Guazapa, a su papel guerrillero y a todo lo que significó la guerra popular.

Como suele ocurrir, en medio de la energía, la salud y el trabajo afanoso, de repente se cuela, como un grito en la noche, las enfermedades más tenaces y peligrosas. Así ocurrió con Kramer, al que de un solo golpe se le agrupó una diabetes y una cirrosis allá por el 2015, y pese a un trasplante realizado, la crisis plantó sus raíces fuertemente.

Vinieron momentos en los que perdió contacto con la realidad, y no conocía a nadie, excepto a Tamara, su hija mayor. Su gran fortaleza física le permitió superar la crisis, pero su vida ya estaba amenazada, al grado tal que en el presente año, 2017, fue trasladado a una casa de tratamiento de enfermedades terminales. Y en esos días, en la zona donde está ese lugar, inusualmente, el cielo se mantuvo oscuro, el sol brilló e hizo calor, toda la semana se mantuvo linda, y Kramer dispuso con su familia los detalles de su funeral. “No te agüevés”, le dijo a La China, “sigan unidas y adelante”. Dispuso que en su funeral le vistieran con su uniforme verde olivo de guerrillero, que estuvieran sus botas militares y que el ataúd fuera cubierto con la bandera del Partido Comunista, recordando que él fue combatiente de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL.

El 26 de febrero de este año, 2017, a las 5 y media de la tarde, y en medio de un fuerte viento y un frio pertinaz, murió Kramer, Ulises Farabundo Castro Ramirius, tenía 51 años. Fue enterrado el 11 de marzo, a las 4 y media de la tarde en San Salvador, en medio de canciones, memorias, recuerdos y contactos entre el pasado, el presente y el futuro.

La muerte siempre está presente en la vida y en ese amorío conflictivo entre una y otra, resulta que la vida siempre sale airosa al final de la historia, y Kramer siempre está presente en la vida, en la memoria y en la historia, así ocurre con las vidas de las personas que como Kramer descubrieron que uno es el otro y que el otro es uno, esa alteridad alumbra los caminos y ahuyenta a las sombras. Así será.

San Salvador, 17 de marzo del 2017

Los dolores de ARENA

Los dolores de ARENA

Es, sencillamente, la creencia inherente de un grupo social económicamente poderoso que, verdaderamente, se siente superior. Este pequeño grupo de personas, está convencida que ellos son los únicos que pueden ostentar la verdad política, intelectual y moral del país

08 DE MARZO DE 2017 09:21 | por Walter Araujo
LOS DOLORES DE ARENA
Renuncié públicamente de Arena, el 26 de septiembre del 2014. Transcurridos casi dos años y medio, las causas que me motivaron a romper con 33 años de vida realmente activa y partidaria no solo siguen intactas, se han multiplicado.
El principal motivo de mi renuncia fue la creciente visión elitista de su dirigencia. Arena, desde su fundación fue una mezcla de composiciones sectoriales, es decir, un conjunto de almas y seres humanos provenientes de los más diversos y disímiles sectores del tejido social.
Habíamos jóvenes, campesinos, empresarios, mujeres, profesionales, agricultores, ricos, pobres, comerciantes; en síntesis, representantes de la amplia y real composición de nuestra sociedad. Nuestro fundador era un ex militar, proveniente de una familia de clase media promedio, con relaciones de parentesco con distinguidas familias de la sociedad de 1980.
Aquella visión de élites, comenzó a sembrarse al interior de Arena en 1989, con el ascenso de Alfredo Cristiani a la presidencia del país. Con Cristiani al frente, aparecieron en los actos partidarios quienes solo eran financistas. Se hicieron visibles tras su regreso de Miami, los personajes que hasta entonces aportaban parte del financiamiento de Arena; y desde entonces, trataron de imponer su visión. La pregunta lógica que nace de lo anterior es la siguiente: ¿En qué consiste esa visión elitista?.
Es, sencillamente, la creencia inherente de un grupo social económicamente poderoso que, verdaderamente, se siente superior. Este pequeño grupo de personas, está convencida que ellos son los únicos que pueden ostentar la verdad política, intelectual y moral del país.
Lo creen porque son dueños de los sectores productivos más ricos de la empresa privada del país; porque gracias a sus inagotables riquezas, han tenido la oportunidad de brindar la educación a sus descendientes y empleados de confianza; porque en su mente y convicción, se sienten los dueños de El Salvador.
Cristiani inició el proceso de liberalización de la economía. La privatización de la banca, fue el factor que potenció y devolvió a la oligarquía salvadoreña el poder, le devolvió el control del dinero y los capitales en el país. Este proceso es así, desde 1989 hasta la toma del control total de Arena en el año 2001, cuando Francisco Flores le entregó al COENA SA de CV presidido por Roberto Murray Meza, las llaves de Arena a la oligarquía criolla.
Quiero apuntar que yo creo en la libertad de empresa, pero lo que no es posible en un país como el nuestro, es que, en un proceso de 20 años, un pequeño grupo económico se halla lucrado de la riqueza generada en el país en ese período. Las pruebas son evidentes, se quedaron con la banca privada, la cual adquirieron por una miseria y financiados por el estado, para luego venderla a capitales extranjeros por miles de millones de dólares. Crearon en esos 20 años, un sistema de pensiones del que han explotado dinero de quienes cotizamos, quedándose con cientos de millones de dólares anualmente vía la famosa comisión por el manejo de esos fondos.
Se han negado, paulatinamente, a pagar impuestos sobre sus millonarias ganancias, no quieren pagar patrimonio; han multiplicado sus ganancias gracias a privilegios adquiridos a través del control del aparato estatal, por ejemplo: han creado un muro invisible, que permitió a la familia dueña de los aviones, saquear el bolsillo de los salvadoreños con tarifas impresentables. Han protegido, durante años, a las empresas productoras de cervezas y licores al no gravar con impuestos reales estos productos, que tienen un impacto y altos costos en la salud del pueblo, igualmente pasa con el tabaco. Así hay miles de ejemplos en constructoras, ventas de vehículos y otros sectores que han contado con la coraza del aparato estatal controlado por la oligarquía.
Concluyamos, entonces, que la visión elitista consiste en colocar en el aparato partidario, en Arena específicamente, a personas que pertenecen sanguíneamente a las familias o a empleados leales a ellos, solo así se puede entender las tres últimas presidencias de Arena: Cristiani (El héroe que les devolvió el poder económico), Jorge Velado (Gerente de una empresa de los Poma) y Mauricio Interiano (Director de una AFP). Así se puede entender la bancada de Arena: Johnny Wright (Hijo de Juan Wright), Ernesto Muyshondt (Un torpe apoyado por Cristiani), Juan Valiente (Empleado de Bobby Murray en Agrisal), y así muchos otros ejemplos. Para ser dirigente de Arena ahora o se es hijo o pariente de los “popies” o se es empleado de los “popies”. Si se es rubio, si se tiene piel blanca, ojos claros o apellido extranjero y vistes “fashion”, se cumplen los requisitos secundarios. Esa es la “visión elitista” que ahora existe en Arena, que tiene un fin: proteger los intereses y negocios de los popies, de los que se creen dueños de El Salvador.
La segunda causa por la que renuncié a Arena fue “la falta de debate democrático”. En la actual Arena, el debate es inexistente. La élite o los dueños de Arena (Poma, Kriete, Calleja, Simán, Dueñas, Regalado y un par más), se reúnen y toman las decisiones de lo que debe ser y tiene que hacer el partido, luego contratan a un par de especialistas en politología o todología para que les den forma a sus decisiones y las hagan presentables. Allí se generan las decisiones y los empleados las trasladan a su COENA, quien dicta la línea.
En Arena no se puede hablar de las formas de democratizar el partido realmente, de ampliar la afiliación, de debatir posturas diversas. En las últimas horas, se exhibieron al sacar a la luz esa gran verdad, cuando expulsaron a un miembro de la Juventud Republicana Nacionalista (JRN).
Las dos versiones públicas del hecho demuestran la falta de la cultura de debate democrático en esta actual Arena. La versión oficial es que el joven filtró al periodista, Paolo Luers, información sobre unas decisiones del COENA, lo que motivó una publicación del periodista; la otra versión, la no oficial, es que la expulsión fue por el contenido de una entrevista que el joven organizó con el periódico digital El Faro.
Ambas versiones caen por su peso mismo. ¿Cuál es el problema de hacer públicas las decisiones del COENA a un periodista, al decirle que el COENA les había exigido revisar todo lo que la juventud pudiese plantear? ¿Cuál es el pecado en el caso de la entrevista con El Faro, que los jóvenes expresaran su posición en temas que atañen a decisiones de estricta decisión personal? En ambos casos, lo que se nota en la dirigencia de Arena es la falta de debate democrático, es la falta de lo que tanto se llenan la boca al decirlo: LIBERTAD. Arena no cree en la libertad. El comunicado oficial del partido sobre este hecho los desnuda totalmente al terminar diciendo: “Finalmente, como la gran familia unida que es Alianza Republicana Nacionalista, las diferencias o coincidencias internas las analizamos o discutimos en nuestro seno.” ¿No se han dado cuenta los señores dueños de Arena, que Arena es un partido político, una institución pública, por lo que no puede utilizar la vieja política de que los trapos sucios se lavan en casa? Hay derecho de los afiliados y el joven tiene derechos. ¿Le aplicaron al joven el reglamento para separarlo de su cargo?
Y la tercera razón de fondo por la que renuncié a Arena, fue por “ser un partido excluyente”. Arena se alejó de las grandes mayorías; se alejó de sus principios de solidaridad, y de su humanismo cristiano. Los pobres y marginados, no significan ya nada para Arena; los programas sociales (no hablo del despilfarro) son para su visión, innecesario: no reconoce la existencia del hambre, de la miseria, del triste devenir de un niño sin zapatos para ir a estudiar, el dolor de tripas de una criatura que no tiene que comer, la angustia de una madre con hijos a los que no puede darles salud y seguridad. Arena se olvidó de los pobres, por eso principalmente renuncié a Arena.
Es excluyente porque solo obedece al bienestar y seguridad de los intereses de los popies, porque su fin es simplemente electoral, porque su visión política es rescatar el poder por el poder mismo, para brindarlo en bandeja a sus dueños y verdaderos amos. Por eso, renuncié a Arena, luego de haberle sido fiel durante 33 años, 33 años en los que voté por ese partido siempre, muy a pesar de haber estado en contra de algunas de sus decisiones. El 26 de septiembre del 2014, renuncié formalmente y públicamente de Arena; y de la misma forma, el COENA aceptó mi renuncia. Así que, terminado el contrato legal y moral que un día firmamos, desde entonces nunca más he votado por Arena; no por ser Arena, sino porque siguen por el camino incorrecto.

Yo nunca más votaré por partidos. He decidido, desde aquel año 2014, votar por personas; así que no se si alguna vez votaré por alguna persona que Arena le presente a la población, pero si un día lo hago, lo haré público y significará que al fin reencontraron el camino. Hoy por hoy, no es posible, porque están más perdidos que Adán en el día de la Madre.

“Resistencias frente a la ‘nueva’ barbarie”

“Resistencias frente a la ‘nueva’ barbarie”: Entrevista con Nestor Kohan
17/02/2017 Deja un comentario Go to comments

nestorkohan3Marcela Paolucci: ¿Qué época vivimos?

Néstor Kohan: ¡Excelente pregunta! No podemos comprender nuestra pequeña cotidianeidad haciendo abstracción del mundo histórico global que habitamos. Vivimos una transición incierta del capitalismo imperialista, en crisis aguda, a una forma social aún más bestial, feroz, cruel y despiadada del mismo sistema mundial capitalista, en la cual se han fracturado las barreras sociales que encarrilaban e institucionalizaban los poderes destructores del capital. El muro grotesco y patético que pretende construir hoy Estados Unidos en la frontera con América Latina, para domesticar y encorsetar el flujo de fuerza de trabajo es, parafraseando a un viejo rebelde de Asia, un muro de papel.

El capitalismo genera caos y desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando despótico. Destruye y construye al mismo tiempo. Separa vínculos comunitarios para volver a reunir, ahora bajo su dominación y control. Esto ya lo estudió Rosa Luxemburgo. La violencia genocida de la acumulación originaria del capital se reproduce y recicla periódicamente a escala ampliada. Hoy David Harvey lo retoma y actualiza.

El capitalismo no es sólo caos y desorden. También es orden. Un orden cada día más opresivo y totalitario. Nos encaminamos hacia la destrucción del planeta, de la especie humana, de los diversos ecosistemas y de la vida misma como tal. En esa transición estamos. Pero aun con su devastador y criminal poder destructivo, el capitalismo no se terminará por sí mismo, como se muere un anciano de “muerte natural” por el simple hecho de estar viejo. Solo las resistencias contra el capitalismo y las alternativas de nuevas revoluciones socialistas pueden cambiar el rumbo suicida de la humanidad e inaugurar una nueva época histórica, radicalmente diferente.

M.P.: ¿Qué hitos o fechas identificarías dentro de esa transición para poder periodizarla?

N.K.: Toda transición implica un proceso abierto. No empieza ni termina un día preciso. La transición del feudalismo al capitalismo en Europa occidental llevó siglos. Quienes la habitaron no sabían que estaban viviendo esa transición. Los tiempos se han acelerado a ritmo enloquecido.

El período que va desde septiembre de 1973, con el golpe neoliberal de Pinochet, inspirado en el monetarismo de Friedman (bastante anterior a Reagan y Thatcher), y el nacimiento de la contraofensiva norteamericana continental del Plan Cóndor hasta 1989-1991, con la implosión de la Unión Soviética y el triunfo del imperialismo capitalista en la tercera guerra mundial (eufemísticamente conocida como “guerra fría”), marcan el inicio de esa transición. La incorporación de China al sistema mundial capitalista se produce en ese contexto, no obstante la derrota de los yanquis en Vietnam (Asia) en 1975, junto a la de Sudáfrica frente a Angola y Cuba (en África) que termina en 1991.

En América latina, la derrota sandinista de 1990, la firma de la “paz” en 1992 en El Salvador y la de Guatemala en 1996, se inscriben en ese horizonte, que el suprimido Departamento América del comité central del PC cubano interpretó como “el fin de la era de las insurgencias”. Sin embargo, la irrupción inesperada del bolivariano Hugo Chávez en Venezuela y de los zapatistas en México, junto con la persistencia de la insurgencia colombiana durante aquellos años, trataron de modificar dicho rumbo, poniendo en entredicho aquel vaticinio un tanto apresurado. Dichas resistencias e insurgencias buscaban torcer la tendencia general hacia una profundización de la dependencia. Aunque esos procesos continúan resistiendo y no fueron completamente derrotados ni cancelados, lamentablemente no han podido (hasta ahora) modificar sustancialmente el carácter de esta transición.

M.P.: ¿Y Argentina?

N.K.: La rebelión popular de diciembre del año 2001, que golpeó duramente al neoliberalismo (aunque no al capitalismo, a pesar de la simpática consigna “que se vayan todos”) y los intentos ambivalentes, pero de intenciones progresistas, que le sucedieron en la siguiente década (donde convivieron de modo contradictorio desde realineamientos internacionales latinoamericanistas, la oposición al ALCA y políticas socialmente inclusivas con procesos regresivos de “revoluciones pasivas” marcados por el extractivismo minero-sojero y la extranjerización de la economía) tampoco lograron frenar ese tsunami contrarrevolucionario, que el imperialismo y las burguesías autóctonas fueron pacientemente desarrollando hasta llegar a la barbarie actual.

Creo que a partir del impulso bolivariano, encabezado a nivel continental por Hugo Chávez, se abrió la posibilidad real de torcer el rumbo global. Chávez, arrastraba a la región pregonando, a contramano de todas las modas, el socialismo (de forma ecléctica y difusa, es cierto, pero volviendo a poner el proyecto socialista en la agenda de los movimientos sociales cuando ya muchos lo daban por muerto y no se animaban ni a nombrarlo). Sin embargo, esa correlación de fuerzas se modificó sustancialmente a partir de la crisis capitalista global del 2008 y de la “sospechosa muerte” (¿asesinato?) del líder bolivariano, que motorizaba a toda la región desoyendo, incluso, ciertos consejos de “prudencia” diplomática que provenían de La Habana.

Muerto Chávez, se desinfla el impulso irreverente en la región (aunque no desaparezca del todo). Quizás unas de las principales debilidades del campo popular latinoamericano consista en depender exageradamente de los liderazgos carismáticos (el Che, Fidel, Santucho, Chávez, etc.). Mientras, el imperialismo capitalista ejerce una dominación burocrática, anónima e impersonal, donde el presidente de Estados Unidos puede ser un actor analfabeto o un energúmeno escapado de los Simpson, el de Italia un pornógrafo grotesco, el de Francia un personaje de cuarto orden, sin cultura, sin carisma, sin conocimientos elementales. Marionetas grises y anodinas que simplemente responden al capital. El actual empresario que gobierna la Argentina, Mauricio Macri, incapaz de articular cuatro oraciones coherentes, es una muestra elocuente de ello.

M.P.: ¿Cómo repercute esa transición mundial en la vida cotidiana?

N.K.: Al ganar la tercera guerra mundial (conocida como “guerra fría”), la industria bélica norteamericana y su complejo militar industrial se permitieron trasladar su estructura tecnológica comunicacional, de origen militar, a los negocios del mercado y a la sociedad civil. Así, fuimos inundados con internet; los teléfonos celulares y las pantallas tomaron el control de nuestra atención y nuestros cerebros. La imagen se tragó al concepto y a la lectura. El presente efímero a la historia profunda. El fetiche tecnológico y la expansión mercantil ilimitada despersonalizaron todavía más las relaciones intersubjetivas. El “giro lingüístico” en la teoría social es hijo de esa victoria político-militar en la guerra fría. La aceleración de la rotación del capital (que Mandel estudió en El capitalismo tardío) y las derrotas del mundo laboral, precarizaron no sólo nuestros empleos, sino toda nuestra vida cotidiana, incluyendo desde las identidades políticas, comunitarias y nacionales hasta los nexos familiares, los lazos de amistad e incluso las relaciones amorosas. Las descripciones “líquidas” de Zygmunt Bauman no son ninguna exageración. Se abrió la puerta a ciertas libertades (como la posibilidad de no tener que convivir toda la vida de manera forzada con alguien a quien uno no ama, la eventualidad de elegir otras opciones sexuales diferentes a las tradicionales, la elección de no tener hijos que no son deseados ni productos del amor, etc., cuestionado de este modo antiquísimos roles patriarcales) pero a mi entender, en términos globales los cambios que trajo en la vida cotidiana el nuevo capitalismo no fueron positivos.

Incluso, se llegó al extremo de festejar, como si fuera una supuesta “emancipación”, la posibilidad de vender una persona homologándola y tratándola como un objeto mercantil, celebrando de modo acrítico la prostitución masiva y el reinado mugriento del dinero y el mercado. No es casual que siguiendo a Shakespeare, Marx definiera desde su juventud hasta su vejez al dinero como el máximo símbolo de la prostitución, en tanto núcleo central del mercado, al cancelar toda diferencia específica en las relaciones interpersonales, poniendo en primer lugar la cantidad por sobre la calidad, los objetos por sobre las personas. Aplaudir, festejar y celebrar, en nombre del progresismo, ese reinado del dinero-prostitución como sinónimo de “emancipación”, nos habla de una crisis ideológica de alto rango. El próximo paso de esta crisis civilizatoria, será alabar la esclavitud entendiéndola como sinónimo de “libertad” y la tortura como paradigma de los “derechos humanos”. El fetichismo todo lo invierte y el mundo queda patas arriba.

M.P.: Frente a tu diagnóstico pesimista, ¿no hay salida?

N.K.: ¡Por supuesto que hay salida: LAS RESISTENCIAS! Sólo la lucha nos hará libres. Quien no esté en disposición de jugarse la vida jamás podrá alcanzar la libertad, había escrito Hegel pensando en la revolución negra (social, nacional y anticolonial al mismo tiempo) de Haití.

El futuro no tiene la puerta cerrada y la historia no está predeterminada. Tenían razón Engels y Rosa Luxemburg: SOCIALISMO O BARBARIE. Lo único que podemos prever es…. la lucha, como nos enseñó Antonio Gramsci.

M.P.: ¿El acercamiento de Cuba y EEUU no inaugura una nueva época de paz como vaticinaba el Papa Francisco desde el Vaticano romano?

N.K.: Sospecho que no. No hay que confiar en el imperialismo “pero ni un tantito así….¡Nada!”. El pueblo cubano tiene derecho a decidir su futuro. Se lo ganó resistiendo más de medio siglo y de manera heroica a un gigante feroz, monroísta y prepotente, enviando además combatientes internacionalistas a todo el planeta, especialmente América Latina y África.

Pero si no se disuelve el Pentágono, la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad, el FBI, Wall Street, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, etc., dudo que pueda construirse una paz verdadera, sin sometimiento, dependencia ni dominación neocolonial. Sea con la sonrisa permanente de Obama, que vendía pasta dentífrica, sea con el peluquín ridículo y extravagante de Trump, Estados Unidos no abandonará su autopercepción de Policía Mundial y de “país elegido” por El Altísimo para regir los destinos del mundo, especialmente en su “patio trasero”, incluyendo a Puerto Rico y Cuba, las dos perlas del Caribe. El nuevo muro de Berlín, perdón, quise decir, de la frontera entre Gringolandia y México, es simplemente el símbolo de lo que nos espera de nuestros hermanitos del norte.

M.P.: ¿Los acuerdos de paz de las insurgencias colombianas y del pueblo vasco no agregan nada?

N.K.: Insisto: cada pueblo tiene derecho a elegir su destino y su autodeterminación, como recomendaba un muchacho llamado Lenin. El viejo profesor argentino Rodolfo Puiggrós, rector de la Universidad de Buenos Aires e historiador marxista, escribió alguna vez que como los argentinos no hemos podido tomar el poder y hacer nuestra revolución socialista, vamos por el mundo con el dedito acusador inspeccionando revoluciones ajenas. ¡Gran advertencia metodológica formulada con ironía argentina, pero que bien vale también para otros lugares! Nunca me canso de repetirla.

No obstante, sospecho que el imperialismo yanqui, su gendarme en Medio oriente (el estado de Israel, de fuerte presencia en la lucha contrainsurgente de otros países, como Colombia) y la propia clase dominante colombiana, no permitirán la paz, el pluralismo, ni que el pueblo recupere pacíficamente lo que lo que le arrebataron durante tantas décadas de violencia sistemática.

Ya hubo experiencias como El Salvador y Guatemala, donde el grueso de los violadores de derechos humanos y los militares genocidas gozan de impunidad. ¿Fueron a la cárcel los torturadores de la guardia civil que ejercieron sin piedad su sadismo contra la juventud vasca durante décadas? ¿Fueron castigados severamente los viejos represores del franquismo?

En fin, sea como sea, creo que sería un ERROR ESTRATÉGICO, dividir, fragmentar o dispersar lo poco que se había logrado aglutinar a nivel internacional en torno al movimiento continental bolivariano [MCB] (que incluía fuerzas europeas).

En ausencia de una coordinación internacional seria (pues las internacionales stalinistas o maoístas están disueltas y las trotskistas sólo tienen existencia nominal pero sin fuerza real), disolver o fragmentar el movimiento continental bolivariano —se comparta o no el fin de la lucha insurgente en Colombia— generaría un saldo negativo.

Hoy más que nunca necesitamos una coordinación internacional para hacer converger las rebeldías populares organizadas. Y eso implica, creo que ya quedó demostrado, no depender de ninguna organización particular, triunfe, empate o sea derrotada. Por eso hoy, se torna urgente e imprescindible recuperar el espíritu internacionalista de Lenin, tratando de articular todas las formas de lucha, sin renunciar a ninguna ni decretar apresuradamente su defunción. Si el enemigo maneja todas las formas de lucha ¿por qué nuestro campo debería limitarse únicamente a la lucha institucional?

M.P.: Ya que mencionaste a Lenin, ¿cómo ves el marxismo a 150 años de «El Capital», a 100 años de la revolución bolchevique y a 50 años del asesinato del Che Guevara?

N.K.: Lo veo sencillamente más actual que nunca. La crisis del capitalismo no disminuye, se multiplica exponencialmente, amenazando con destruir ya no sólo a la clase trabajadora sino a todo el planeta, su cultura y su civilización. Los análisis de Marx (que abarcan no sólo la explotación económica y la extracción de plusvalor sino también las formas de la dominación política, la teoría del poder y las redes de sujeción de las subjetividades y la cultura), las perspectivas estratégicas de Lenin y el espíritu insurgente del Che Guevara se convierten en un faro cada día más potente. En medio del desánimo político, el desarme moral y la confusión ideológica generalizada, ellos nos marcan el camino. Sin nostalgias complacientes ni revivals anodinos. Ese horizonte revolucionario es el único que puede detener la marcha del capitalismo mundial hacia el suicidio de la especie. El tren perdió la brújula y marcha al precipicio, como nos alertó hace rato Walter Benjamin. Por eso, las nuevas rebeldías e insurgencias que seguramente nacerán (porque aquí no se acabó la historia como hace un cuarto de siglo quiso hacernos creer el mediocre funcionario Fukuyama, aprendiz frustrado de filósofo) deberán tomarse bien en serio los estudios críticos de El Capital de Marx, la perspectiva internacionalista y antimperialista radical de Lenin y sus entrañables bolcheviques y el llamado guevarista a la lucha insurgente mundial contra el capitalismo, su miseria, su explotación, sus alienaciones y todas sus formas de dominación.

La consolidación oligárquica neoliberal en El Salvador

LA CONSOLIDACIÓN OLIGÁRQUICA NEOLIBERAL ENEL SALVADOR: UN ACERCAMIENTO HISTÓRICO A LA EVOLUCIÓN DE UNA ESTRUCTURA DE PODER
*
CARLOS VELÁSQUEZ CARRILLO
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*El presente trabajo se deriva de la Tesis Doctoral del autor, titulada “La Persistencia del Poder Oligárquico en El Salvador: La Transformación Neoliberal y la Consolidación de la Desigualdad y el Privilegio en el Período de la Post-Guerra”, defendida en mayo de 2012 en la Universidad de York, Toronto, Canadá.

  • Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de York, Toronto, Canadá. Investigador Asociado del Centro para la Investigación de América Latina y el Caribe (CERLAC), Universidad de York, e Investigador Asociado de FLACSO-El Salvador. Contacto:carvel76@gmail.com

La historia de El Salvador en la era republicana ha sido caracterizada por abismales desigualdades en el engranaje de las relaciones sociales y la estructura del poder. Es notorio el uso histórico del término “las 14 Familias” que fue utilizado para denotar a la oligarquía cafetalera que sedimentó en las reformas liberales del último cuarto del siglo diecinueve y que dominó al país por un siglo (1880-1980).

En el ideario popular “las 14 Familias” se resumió en la simple noción de “la Oligarquía” e incluso se sigue utilizando hasta el día de hoy para identificar a las contadas familias que siguen controlando el nuevo poder económico en la era neoliberal. Pero desde el punto de vista conceptual/analítico, nos podemos preguntar: ¿Cómo ha cambiado la oligarquía en El Salvador?¿Cuáles son las nuevas dinámicas políticas y socioeconómicas que caracterizan la composición y comportamiento del nuevo grupo de poder?

Durante 20 años (1989-2009), y de la mano del instrumento partidista de la oligarquía, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), El Salvador experimentó la implementación de un programa neoliberal basado en la privatización, la desregularización, la dolarización y el libre comercio que al mismo tiempo constituyó la piedra angular para la reconstitución de la estructura tradicional de poder donde la oligarquía nacional ha logrado consolidarse.

El Salvador cambió aceleradamente durante ese tiempo, de un sistema agropecuario exportador con tintes semifeudales a una economía basada en las finanzas y los servicios. Del mismo modo, la antigua oligarquía cafetalera se ha transformado en una clase financiera dentro del marco de esta nueva economía basada en las finanzas y los servicios, que además se ha convertido en una clase importadora que utiliza el dólar estadounidense como moneda y sobrevive gracias al consumo que sostienen las remesas que los salvadoreños en el exterior, principalmente en Estado Unidos, mandan a sus familias periódicamente.
Por lo tanto, la nueva oligarquía ha cambiado sus viejos fundamentos ideológicos que se basaban en preceptos terratenientes/feudales y retrógrados por el innovador y “modernizante” mundo de la doctrina neoliberal, pero el resultado macro social de este quiebre ideológico ha representado simultáneamente un continuismo del privilegio y la desigualdad en El Salvador, y de hecho la estructura de poder se ha consolidado e incluso se ha agudizado.

El siguiente artículo intentará facilitar un análisis crítico de esta problemática salvadoreña dentro del marco de los desafíos que se han venido fraguando en el periodo de la posguerra y que condicionan la evolución política y socioeconómica del país: el fin del modelo agroexportador, el neoliberalismo y la consolidación oligárquica dentro de la dinámica del capitalismo transnacional.

Como objetivo principal, el artículo buscará presentar una reseña histórica/analítica de la evolución del poder oligárquico en El Salvador, manteniendo como eje central del análisis las formas de mantenimiento y reconfiguración del aparato de dominio de clase que ha caracterizado al país desde la segunda mitad del siglo XIX. La primera sección abordará un análisis histórico de la conformación de la oligarquía cafetalera entre los años 1880 y 1932, mientras que en la segunda sección examinaremos la alianza histórica entre la oligarquía cafetalera y los militares que se pactó para mantener el sistema a flote hasta 1979.

La tercera sección presentará un recuento del giro neoliberal que catapultó a una nueva oligarquía dentro del marco de una economía terciaria, importadora y orientada al consumo improductivo, a costa de las mayorías que continúan marginadas y sumidas en enormes desigualdades socioeconómicas. Finalmente, la cuarta sección buscará presentar un análisis de la creciente identidad transnacional de la nueva oligarquía salvadoreña, tanto para dejar constancia de su nuevo carácter como de su vertiginoso poderío.
Caracterización Histórica de la Oligarquía Cafetalera

El fundamento económico de la oligarquía cafetalera se cimentó durante las reformas liberales a finales del siglo diecinueve, cuando el régimen de Rafael Zaldívar eliminó por decreto todas las tierras comunales y los ejidos indígenas para abrir paso a la privatización de la tierra y facilitar la expansión del incipiente sector cafetalero (Colindres 1977;Lindo 1980 & 1990; Menjívar 1980).

En febrero de 1881 se aprobó la “Ley de Extinción de Comunidades” la cual afectó a más del 15% de la tierra productiva del país y ordenaba a los administradores de las tierras comunales campesinas a dividir sus propiedades de forma individual ó a vender las tierras a personas que estuvieran dispuestas a comprarlas (Menjívar, 1980: 100-101). Esta ley dejaba al descubierto la nueva orientación en el régimen de tenencia de la tierra:
(…) la indivisión de los terrenos poseídos por comunidades impide el desarrollo de la agricultura, entorpece la circulación de la riqueza y debilita los lazos de la familia y la independencia del individuo… que tal estado debe cesar cuanto antes como contrario a los principios económicos, políticos y sociales que la República ha aceptado. (Geoffroy Rivas, 1973: 438)

Un año más tarde se aprobó la “Ley de Extinción de Ejidos”, que de igual forma descalificó las tierra comunales “por cuanto anulan los beneficios de la propiedad en la mayor y más importante parte de los terrenos de la República” (Ibíd.). La visión de Zaldívar se basaba en la construcción de un país agroexportador que desechaba todas las formas arcaicas de producción y tenencia de la tierra en favor del dinamismo de la exportación del café que no sólo diversificaría el economía nacional sino que también proporcionaría una mayor fuente de ingresos para financiar la eventual expansión del aparato estatal.

Asimismo, y para asegurar la mano de obra en las nuevas plantaciones de café, Zaldívar introdujo leyes que prohibían “vagancia y trabajo migratorio” y asignaban “jueces agrarios” para controlar la disponibilidad de jornaleros, mientras se autorizaba la expulsión de “intrusos” en todas las nuevas tierras privadas por parte de la recién formadas patrullas policiales comunales (Gordon 1989: 21). El aparato represivo se reforzó progresivamente con la introducción de la Policía Rural en 1889, asignada primordialmente a las tierras cafetaleras. Es importante señalar que el crecimiento de los cuerpos represivos obedeció a la modalidad de privatización de la tierra.
A medida que las tierras comunales y los ejidos perdieron apoyo estatal, la clase dominante, consolidada en el periodo republicano y vinculada con el régimen de Zaldívar, se convirtió en el gran beneficiario de la reforma liberal. Aprovechando la ambigüedad de las leyes y las brechas legales que éstas permitían, la clase dominante se sirvió de prácticas corruptas, tales como la contratación de abogados inescrupulosos y el soborno de administradores locales, para apropiarse de las mejores tierras del país. A esto se añadió la eventual expulsión forzada de indígenas y campesinos para “limpiar” las tierras y agilizar la explotación cafetalera (Geoffrey Rivas, 1973: 439).

Es aquí donde los cuerpos represivos encontraron su mayor punto de acción: despojando las tierras de forma ilegal y violenta y conteniendo las rebeliones campesinas que se levantaron para combatir los abusos, como sucedió en 1882, 1885 y 1889 (Menjivar 1980: 89; Trujillo 1981).Este proceso de despojo no solamente permitió la base de acumulación originaria para fundamentar el nuevo modelo agroexportador y la base material para establecer la nueva oligarquía cafetalera, sino que también representó el hito en la formación de un régimen socioeconómico fundamentalmente injusto y caracterizado por enormes desigualdades que se reprodujo de forma permanente por casi un siglo.

Según Flores Macal, para 1886 unas cuantas familias, por ejemplo Alfaro, Palomo, Dueñas, Regalado, Escalón y Meléndez, se habían apoderado de 40% del territorio nacional para expandir el sector agroexportador, la mayoría antiguas tierras ejidales y comunales (Flores Macal, 1983: 60). La nueva Constitución de 1886 promulgó oficialmente la privatización de la tierra y el modelo agroexportador como la estrategia nacional hacia el desarrollo, mientras que la emergente oligarquía cafetalera se convertía en la nueva clase dominante que controlaría las riendas del modelo agroexportador y todos los demás sectores económicos del país.

Del mismo modo, esta clase también se constituiría como una élite gobernante ya que miembros de este grupo ocuparon la silla presidencial hasta la tercera década del siglo veinte (Mariscal, 1979: 143).Este proceso de acumulación originaria concluyó en el logro de tres objetivos fundamentales para la consolidación de la nueva oligarquía cafetalera: permitió el despojo de tierras y la liberalización de la mano de obra para sostener al industria del café; propició la inserción de El Salvador dentro de los circuitos del mercado internacional como mono-exportador de café; y eliminó la tradición de gestión de tierras por parte de los gobiernos municipales al centralizar esta gestión en manos del gobierno nacional, lo que a su vez facilitó la transferencia de tierras a los intereses oligárquicos que controlaban el Estado nacional.

Para finales del siglo diecinueve, la exportación de café se había convertido en la espina dorsal de la economía nacional, ya que representaba 76% de las exportaciones (esta cifra llegaría a 95% en 1931) y recaudaba más del 80% de las rentas del Estado(Geoffroy Rivas, 1973: 439).

Del mismo modo, la industria del café se convertiría en el negocio exclusivo de unas cuantas familias oligárquicas que se mantendría hasta 1979,un grupo que se denominó “las 14 familias” ya que los más poderosos constituían ese número aunque en realidad era un grupo más numeroso (Colindres 1977; Albiac 1999; Paniagua 2002).

En el cuadro 1 se especifican las principales familias que controlaron este rubro hasta mediados de la década de los setenta, una producción que representaba más de dos tercios de la producción nacional cafetalera y que se llevaba a cabo en la mejor tierra de occidente del país.

Tabla 1. Principales Familias en la Producción de Café, 1974 (en miles de quintales)

Familias (s) Producción
1 Regalado Dueñas y Mathies Regalado 85
2 Guirola 72
3 Llach y Schonenberg 50
4 Hill y Llach Hill 49.5
5 Dueñas 45.5
6 Alvarez Lemus 42
7 Meza Ayau 41
8 Sol Millet y Escalante 36.5
9 Daglio 38.5
10 Otros Alvarez 33
11 Salaverría 32
12 Deininger 22
13 Alfaro (Castillo-Lievano-Vilanova) 22
14 Dalton 22
15 Lima 20
16 García-Prieto-Miguel Salaverría 20
17 Ávila Meardi-Meardi Palomo 19
18 Liebes 18
19 Battle 16
20 Álvarez Drews 14.5
21 Quiñonez 13.5
22 H. de Sola 13
23 Kriete 12.5
24 Cristiani Burkard 12
25 Eduardo Salaverría 12

Fuente : Colindres, 1976: 471

¿Cómo podemos caracterizar a este grupo dominante? Edelberto Torres Rivas argumenta que el concepto de lo “oligárquico” debe ser concebido como una “categoría descriptiva” que hace referencia a una forma particular de ejercer dominio político y económico dentro del marco de las relaciones y conflictos históricos entre las clases (Torres Rivas, 2007: 214). Asimismo, lo “oligárquico” se refiere a:
(…) la conducción política que corresponde al periodo de formación del Estado nacional, momento que corresponde al largo trecho histórico de consolidación de la economía comercial para la exportación, es decir, cuando se establecen de forma estable, orgánica, los lazos con el mercado mundial y, al mismo tiempo, cuando internamente las instituciones del orden colonial quedan redefinidas o superadas en un proyecto de integración y modernización capitalista.(Ibíd.: 214-215).
Esta caracterización del poder oligárquico se plasmó en El Salvador durante las reformas liberales y la privatización de la tierra ejidal y comunal, de donde emerge una nueva clase política-económica que se integra a los mercados internacionales mediante la exportación de café y termina por dominar el Estado nacional y la economía en su conjunto. Torres Rivas continúa:

“[en el poder oligárquico] la élite es capaz de hacerse de tierra y capital para sembrar, procesar o comerciar café, se convierte en una fuerza social dominante, violenta en sus métodos. Sus intereses son intereses mayores hasta alcanzar dimensión nacional, y por ellos el poder político se pone directamente a su servicio” (Ibíd.: 215). Es decir, en virtud del poderío económico acumulado por la oligarquía, el Estado pasa a subordinarse ante las necesidades e intereses multidimensionales de la clase oligárquica.

Finalmente, Torres Rivas añade:
en la constitución de esta dominación política se va conformando una relación profundamente desigual y autoritaria entre un pequeño grupo de propietarios terratenientes/comerciantes y una masa de campesinos o peones agrícolas (…) la subordinación política-paralela a la sobreexplotación económica-se apoya en una extensa y profunda estructura de privilegios sociales reales, con la base que otorga la propiedad de la tierra, o la tradición que acompaña el color de la piel o el apellido, la herencia de la posición social, el origen familiar (…) (Ibíd.).

En este sentido, el poder oligárquico encapsula tres aspectos que inciden en la estructura de poder en formación: el poder político y económico paralelos, el Estado como aparato subordinado a los intereses de clase dentro del marco del desarrollo capitalista y su conexión con el mercado mundial, y la consolidación de enormes desigualdades de clase claramente demarcadas.

Si tomamos en cuenta estas características de lo “oligárquico” como punto de referencia para conceptualizar la clase cafetalera que emergió en El Salvador después de las reformas liberales de finales del siglo diecinueve, podemos resaltar los siguientes rasgos como constituyentes de este grupo oligárquico:

i. Una clase política conformada por un limitado grupo de individuos pertenecientes a pocas familias que ostentan reconocimiento histórico y cuyo prestigio yace en su origen, raza, posición social dentro de la colonia, apellido, o alguna combinación de éstos

ii. Una clase económica que está fundamentalmente ligada al campo y a la industria agroexportadora, cuyo domino sobre la espina dorsal de la producción nacional le permite invariablemente controlar todos los demás sectores económicos que se derivan del sector primario (como la industria, el comercio, las finanzas y los servicios, entre otros). Es decir, el grupo oligárquico controla en su totalidad el sistema económico del país y todos los sectores que lo conforman.

iii. El Estado nacional funciona como un instrumento patrimonialista al servicio de la clase oligárquica, el cual a su vez es dirigido directamente por la oligarquía.

iv. El sistema socioeconómico que sustenta y reproduce al núcleo del poder oligárquico es fundamentalmente desigual y explotador, la riqueza está concentrada en muy pocas manos, las grandes mayorías son marginadas y explotadas al servicio del sector agroexportador, y las posibilidades de redistribución de la renta o movilidad social son esencialmente nulas.

v. La modalidad de ejercer el poder está basada en la imposición, la violencia y la represión, no existiendo una mediación institucional constituida que negocie y reconozca derechos democráticos para la población en general.

vi. Subordinación a la influencia de los poderes imperialistas y hegemónicos.

Esta conceptualización de la oligarquía cafetalera salvadoreña evolucionó a través de los años de acuerdo con los cambios políticos y socioeconómicos provocados tanto por factores internos como externos, siendo el protagonismo adquirido por los militares desde 1932 y los intentos de dar el salto a la industrialización, las variantes más notables antes de 1979.

Pero la esencia del poder oligárquico se mantuvo virtualmente intacta hasta 1979, cuando la crisis interna del sistema oligárquico, complementada por la disensión dentro del aparato militar y la organización popular de izquierda, provocó una crisis de poder y el fin del modelo oligárquico agro-exportador que estuvo vigente por un siglo.

La alianza oligárquico-militar y los desafíos del modelo

En este contexto es importante analizar los cambios en la correlación de fuerzas que provocó la Gran Depresión mundial de principios de los años treinta. La desigualdad, explotación y pobreza que resultaron de las reformas liberales y la expansión del modelo agroexportador se agudizaron con la caída vertiginosa de los precios del café durante la crisis mundial, lo que a su vez llevó a un aumento importante en la actividad y movilización política de las clases explotadas.

En enero de1932, y con el incipiente Partido Comunista como uno de sus fuerzas dinamizadoras, los campesinos y trabajadores en las zonas cafetaleras del país se levantaron en armas contra el modelo oligárquico, un evento histórico que puso en jaque momentáneamente al poder oligárquico (Anderson 1971, Marroquín 1977; Cerdas Cruz 1986; Guido Véjar 1988; Dalton 2000).

Como medida de emergencia, la oligarquía recurrió al ejército para restablecer el orden y sofocar la insurrección a fuerza de cañón y salvar un
statu quo que parecía moribundo. La intervención militar cerró “con broche de oro” su nuevo protagonismo al masacrar a 30.000campesinos, en su mayoría indígenas, y así inaugurar la dictadura militar que gobernaría el país por más de 60 años (Anderson 1971; Dalton 2000).

Con la masacre también se inició la alianza estratégica oligárquico-militar mediante la cual la oligarquía cafetalera preservaría su status como clase económica dominante pero ahora protegida por las armas de los militares que a su vez pasarían a ocupar su puesto como clase gobernante (Guido Béjar 1988). En este sentido, es importante destacar que durante este proceso de reacomodo en la estructura de poder y de recuperación del poder oligárquico ante el desafío de las masas, la ideología de la oligarquía cafetalera se mantuvo casi intacta a través del siglo veinte, y ésta ideología bloqueó todo esfuerzo por levantar iniciativas de desarrollo endógeno que diversificaran la base productiva del país y engendraran una distribución más balanceada de la renta nacional.

Los intentos por industrializar el país dentro del marco de un modelo de sustitución de importaciones quedaron truncos por una negligencia intencionada. Hasta finales de los años setenta, el sector oligárquico agro-exportador todavía constituía la espina dorsal de la economía salvadoreña y su mayor fuente de divisas y excedente económico (Dada Hirezi 1978;Sevilla 1983).

La alianza estratégica entre la oligarquía y los militares comenzó a manifestar deficiencias funcionales para la década de los setenta, alimentada por factores estructurales. Una fue la crisis de los precios del café durante esa década, lo que a su vez llevó a una intensificación en los niveles de explotación, pobreza y desigualdad. Igualmente, el crecimiento de las fuerzas de izquierda y las organizaciones de masas propició un movimiento popular con un carácter progresivamente dinámico y convocador que comenzó a desafiar de forma abierta al régimen dictatorial militar, el cual había perpetuado su poder mediante elecciones fraudulentas en 1972 y 1977.

Esta movilización evolucionó eventualmente hacia una orientación político-militar con la conformación de grupos de guerrilla urbana que chocaban de forma ascendente con las fuerzas de seguridad del Estado. Finalmente, otro factor que influyó en una creciente inestabilidad fue el paulatino protagonismo de fuerzas paramilitares de ultra-derecha, los llamados escuadrones de la muerte, patrocinados por la oligarquía para enfrentar de forma clandestina y violenta la organización popular (North 1985; Montgomery 1995).

La inestabilidad política generalizada desembocó en el golpe de Estado de octubre de 1979, liderado por la “juventud militar” y el ala más progresista de los militares conformada por los rangos bajos y medianos. El golpe de Estado se cristalizó en la creación de una Junta Cívico-Militar que prometió la introducción de reformas económicas y políticas que llevaran al país a la construcción de un sistema de corte liberal y con más equidad en la distribución de riqueza. Este intento apresurado de reformas también fue el último intento para evitar la inminente guerra civil que se avecinaba(North 1985; Menjívar Larín 2006).

Aunque la Junta no pudo desmantelar el modelo oligárquico, las reformas que introdujo tuvieron un impacto importante en el núcleo de poder económico de la oligarquía cafetalera. La Junta inició un proceso de reforma agraria que se llevaría a cabo en tres fases y tendría como objetivo central la eliminación del latifundio, mientras que a su vez introdujo la nacionalización de la banca y del comercio exterior, este último considerado la fuente principal de la riqueza de la oligarquía ya que la actividad más lucrativa de la agro-exportación es su comercialización en los mercados internacionales (Menjivar Larín 2006).

Mientras la Junta, debilitada por divisiones internas y por la esperada ofensiva política por parte de la oligarquía, cedía el paso a un reacomodo de poder que se asemejaba al statu quo que precedió al golpe, y con la guerra civil ya en curso, los demócratas cristianos (DC) ocupaban el protagonismo político con la ayuda de la administración Reagan y su plan de contrainsurgencia. Los DC eran enemigos históricos de la oligarquía y apoyaron el desarrollo de los tres paquetes de reformas que la Junta introdujo, mientras que el gobierno de Reagan elegía a los DC y su reformismo de centro para librar la guerra contra el socialismo revolucionario representado por la guerra popular en manos de la izquierda militante y avanzada por el ejército guerrillero del FMLN (Lungo 1990).

Entonces, podemos afirmar que el histórico poderío político-económico de la oligarquía cafetalera fue desarticulado durante la década de los ochenta por la combinación de tres factores: el ala progresista del militarismo que engendró los proyectos de reformas que dislocaron el poder económico de la oligarquía; los DC que apoyaron las reformas y recibieron el visto bueno de la administración Reagan dentro del marco de la guerra civil; y el proyecto revolucionario anti-oligárquico avanzado por el FMLN mediante la lucha armada y en aras de tomar el control del Estado.

Esto no significó necesariamente que la oligarquía desapareció del radar del poder nacional, sino que el poder casi absoluto se desarticuló y requirió de una reconfiguración estratégica para recuperarlo. Es más, la reforma agraria no se implementó en su totalidad, y aunque alrededor de 20%de la tierra fue redistribuida a cooperativas campesinas, la etapa que supuestamente iba a eliminar los latifundios nunca se llevó a cabo (Zamora, 1998: 54).

De igual forma, la banca nacionalizada siguió favoreciendo al sector oligárquico en cuanto a crédito e inversión, mientras quela comercialización del café y otros productos en manos del Estado sufrió del boicot sistemático por parte de la oligarquía, lo que provocó un sesgo en la producción y una guerra al fin contra las agencias estatales a cargo del comercio exterior (Zamora, 1998: 59-65; Gaspar Tapia, 1989: 19-27).

Es decir, la oligarquía cafetalera sufrió una serie de golpes fuertes que la hicieron tambalear, pero no lograron hacerla caer del todo. Eventualmente, la tabla de salvación la proporcionó la doctrina neoliberal, que para finales de la guerra en El Salvador se había convertido en la ideología hegemónica mundial capitaneada desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El Giro Estratégico: ARENA y el Ajuste Estructural Neoliberal

Con el triunfo de ARENA en 1989, que convirtió en Presidente al oligarca cafetalero Alfredo Cristiani, las puertas se abrieron para que El Salvador experimentara con el modelo anunciado desde Washington como la nueva base de la economía mundial. Y es precisamente aquí cuando se lleva a cabo el quiebre histórico en la ideología constitutiva y funcional de la oligarquía salvadoreña: se da el salto de la mentalidad agraria tradicional a la “modernidad” de un modo de producción sustentado en el sector financiero e importador vinculado a los circuitos transnacionales de capital y de servicios.

De oligarquía retrógrada se pasa a una supuesta burguesía “despercudida” concentrada en los servicios y en las importaciones; del café y el siervo semi-feudal, se pasa al centro comercial y al trabajador asalariado flexible (Segovia, 2002: 53-91).

Invariablemente, el giro en la economía política que facilitó la consolidación oligárquica en El Salvador no se puede concebir sin tomar en cuenta el nuevo patrón ideológico mundial que emergió de los planteamientos del Consenso de Washington y el “Nuevo Orden Mundial” concebidos a principios de los años noventa. La caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética dieron la pauta para el inicio de una nueva ofensiva del aparato capitalista mundial para asegurarse un entorno económico/político a nivel global que propiciase la acumulación de capital y la multiplicación de las plusvalías.

La supremacía del individualismo sobre lo colectivo, la reducción de la intervención y regulación estatales en la economía, y la preponderancia del mercado como la fuerza productiva y distribuidora fueron los preceptos fundamentales del giro neoliberal mundial, primero implementados por Pinochet en Chile, Reagan en los EEUU y Thatcher en el Reino Unido y luego diseminados por el mundo a través de los Programas de Ajuste Estructural (PAE) y los Programas de Estabilización Económica (PEE) patrocinados por el Banco Mundial y el FMI.
En El Salvador, el giro neoliberal se comenzó a gestar en 1983, cuando intereses oligárquicos, amparados por la USAID, fundaron la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES). Este
think-tank se dio a la tarea de empezar a articular los preceptos neoliberales para su eventual implementación en El Salvador, y en 1985 publicó un documento titulado “La Necesidad de un Nuevo Modelo Económico para El Salvador” (Gaspar Tapia, 1989: 55-58; Vaquerano, 2005: 209).

Aquí se establecían las directivas de un modelo basado en la ampliación del libre mercado y la iniciativa privada, mientras que se abogaba por un Estado limitado y atacaba las políticas económicas de los DC que habían continuado con la mayoría de las reformas económicas implementadas por la Junta a principios de los años ochenta. Fue mediante este pronunciamiento que una fracción de la oligarquía salvadoreña oficialmente declaró su giro hacia el neoliberalismo como la estrategia a seguir para restablecer su dominio clasista y recuperar su poderío económico.

En este contexto, y después de más de diez años de lucha armada y 75.000muertos, el FMLN y el gobierno de Cristiani firmaron en enero de 1992 los Acuerdos de Paz que pusieron fin al conflicto y abrieron un nuevo capítulo en la historia del país. En esencia, los Acuerdos de Paz terminaron siendo pactos netamente políticos e institucionales que dejaron intacto el sistema socioeconómico del país, que paradójicamente había sido una de las causas de raíz de la guerra civil (Editorial ECA, 2002: 179-182).

Los Acuerdos de Paz pactaron la eliminación del aparato represivo del Estado, introdujeron cambios en el sistema judicial y el sistema electoral, reconocieron oficialmente los derechos humanos, y permitieron la transición del FMLN hacia un partido político legal. Pero al mismo tiempo, los Acuerdos no abordaron el sistema desigual de tenencia de la tierra, la concentración de la riqueza que aún se concentraba en pocas manos, los altos índices de pobreza y exclusión social, y dejaron intacto el programa de ajuste neoliberal que estaba en marcha desde que Cristiani había llegado al poder en 1989 (CIDAI, 2002: 212-4, 222-5)

Cuadro 2. Cambios en el empleo rural agropecuario y no agropecuario (1980 y 2004) (en porcentajes)
Empleo 1980 2004
Industria 13% 12%
Construcción 5% 4%
Comercio 11% 21%
Servicios 6% 10%
Otros 4% 10%
Agropecuario 61% 43%

Fuente: PNUD, 2005

Cuadro 3: Cambios en la fuente de divisas.

Fuentes de divisas 1978 2004
Agro exportaciones tradicionales 81% 5%
Remesas 8% 70%
Maquila 3% 12%
No tradicionales fuera de C.A. 8% 13%

Fuente: PNUD, 2005

Efectivamente, el giro neoliberal que la nueva oligarquía había concebido como su instrumento de reconfiguración de poder no tendría mayores obstáculos que superar. La primera gran transformación neoliberal del período de Cristiani fue la reprivatización de la banca, la cual benefició a un pequeño grupo y cimentó el nuevo poderío financiero que hoy vemos consolidado.

Con la aprobación de la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo (Noviembre 1990), el Estado salvadoreño asumió la responsabilidad de sanear la cartera morosa de los bancos nacionales mediante la transferencia de cartera de alto riesgo, un proceso que al finalizar le costó al fisco salvadoreño alrededor de 3500 millones de colones, aproximadamente US$700 millones (Arias, 2008: 90; Segovia & Sorto, 1992: 8).

La ley creó el Fondo de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero (FOSAFFI), cuyo objetivo central era el de asegurar que la cartera de los bancos estuviese solvente a fin de atraer la compra de acciones por parte de agentes privados (no se permitía la compra de acciones por parte de entes públicos), así como de proporcionar financiamiento para la adquisición privada de estas acciones, o sea, financiar a aquellos interesados en comprar acciones (Segovia & Sorto, 1992: 5-6).

El 29 de noviembre de 1990 se aprueba la Ley de Privatización de las Instituciones Financieras Nacionalizadas, y así se abre un ciclo de compra acelerada por parte de manos privadas de las acciones “saneadas” con capital público. A pesar de que las leyes de saneamiento y privatización contenían clausulas para impedir la concentración en la adquisición de acciones (como porcentajes límites y segmentos exclusivos para pequeños inversionistas), la mayor parte de la cartera bancaria terminó en pocas manos.

Un método utilizado por los oligarcas fue el de pago de testaferros o “prestanombres” que compraban acciones con nombre propio pero que en realidad eran de otro (o que recibían acciones por medio de poderes),y así evadir los límites legales establecidos por la ley (Moreno 2009). La falta de trasparencia llevó a que aliados de los oligarcas terminaran como directores de las instituciones o consiguiendo mayorías en las asambleas generales de accionistas donde los límites terminaron siendo burlados o simplemente ignorados.

Para mediados de los años noventa, el proceso de privatización de la banca había confluido en la creación de un oligopolio financiero controlado por familias de apellidos oligarcas con credenciales históricas y otros que habían ascendido durante el proceso mismo (ver cuadro 3). Indudablemente, la reprivatización de la banca sirvió como un instrumento fundamental para catapultar el poder financiero de la nueva oligarquía salvadoreña, la cual ya no cimentaría su poder en el control de las industrias de agro-exportación (café, azúcar y algodón) ni en la protección históricamente proporcionada por los militares, sino en la acumulación vertiginosa de capital y de inversiones que eventualmente llevó a la economía salvadoreña a convertirse en un rígido oligopolio controlado por un puñado de empresas financieras.

Este oligopolio financiero llegó a acaparar más del 90% de la cartera bancaria salvadoreña, y posteriormente el control de los bancos sirvió como base financiera para expandir los negocios de estas familias a las ramas del comercio, bienes y raíces, pensiones, aseguradoras, servicios y turismo (Equipo Maíz 2004).

Cuadro 4. Bancos Privados y Familias Propietarias (2004)

Banco Familias
1 Banco Cuscatlán Cristiani Bahaia, de Sola
2 Banco Agrícola Baldocchi Dueñas, Kriete Avila, Palomo Deneke, Araujo Eserski
3 Banco de Comercio Belismelis, catani Papini, Alvarez, Freund, Sol, Escalante Sol, Palomo
4 Banco salvadoreño Simán Jacir, Simán Siri, Zablah Touché
5 Banco de América Central y Credomatic Murray Meza, Meza Ayau, Sol Meza, Meza Hill, Palomo, Quiñonez Meza, Alvarez Meza
6 Scotiabank y Ahorromet Poma, Salaverría, Quirós, Llach Hill, Hill, Meza Hill, Hill Valiente

Fuente: Equipo Maíz, 2006

Cuando el capital transnacional le echó el ojo a los bancos salvadoreños, y tomando en cuenta la eliminación de los límites a las adquisiciones de acciones por agentes extranjeros que vino con la ratificación del tratado de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA) en el 2004, la nueva oligarquía salvadoreña no tuvo otro remedio que vender los bancos con una ganancia estupenda: US$4 mil millones de dólares (Arias 2008: 96-97).

A esta venta hay que destacarla como una de las grandes estafas perpetradas contra el pueblo salvadoreño en los últimos años, ya que a pesar que los bancos nacionales fueron saneados con dinero público, la venta billonaria al capital transnacional no dejó un centavo en el fisco salvadoreño, por un lado porque la mayoría de los activos estaban registrados fuera del país, y por otro porque la evasión tributaria por parte de los oligarcas fue pan diario durante la gestión de ARENA (Ibíd.: 112).

La nueva política crediticia de los bancos privados, que castigaba al agro y alentaba los servicios, junto a las políticas de liberalización de precios dieron la pauta para la reversión paulatina de la reforma agraria de los años ochenta, ya que muchas cooperativas entraron en mora por la falta de apoyo estatal y la baja en competitividad, y de esta forma muchas tierras volvieron a sus dueños históricos (CONFRAS 2008).
Del mismo modo, la comercialización del café y del azúcar volvió a manos de sus antiguos dueños oligárquicos (Rivera Campos, 2000: 70). La importación del petróleo también se privatizó, mientras que una liberalización general de precios eliminó los subsidios y otras formas de apoyo estatal para la producción y consumo de productos de la canasta básica.

Cuando el segundo gobierno de ARENA, liderado por Armando Calderón Sol, privatizó el sistema de pensiones e introdujo las AFP (Administradoras de Fondos de Pensión) los beneficiados fueron los grandes banqueros privados ligados a ARENA quienes terminaron integrando las AFP a sus prósperos circuitos financieros (Equipo Maíz2005).

Cuadro 5. Medidas neoliberales durante los gobiernos de ARENA (1989-2004)

Periodo Presidente Medidas
1989-1994 Alfredo Cristiani -Privatización del Comercio exterior para el café y azúcar
-Privatización del sector bancario
-Privatización delHotel Presidente
-Privatización de las importaciones de petróleo
-Liberalización de los precios de la canasta básica y eliminación de los subsidios al sector agropecuario-Cierre del Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA),ente que vendía los granos básicos a precios subsidiados
-Cierre del Instituto de Vivienda Urbana (IVU), que estaba acargo de la construcción de vivienda pública
-Reducción del impuesto sobre la renta y los aranceles, y eliminación del impuesto sobre el patrimonio
-Introducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA)
-Liberalización del tipo de cambio y la tasa de interés
1994-1999 Armando Calderón Sol -Privatización del sistema de pensiones-Privatización del sistema de distribución eléctrica
-Privatización de las telecomunicaciones-Privatización de los ingenios azucareros
-Privatización del sistema de placas y licencias viales-Aumento del IVA de un 10% a un 13%
1999-2004 Francisco Flores Dolarización de la Economía
-Privatización de algunos servicios médicos del sector público
-Privatización del aeropuerto y puertos
-Firma de tratados de libre comercio con México, Chile, República Dominicana y Panamá
2004-2009 Antonio Saca Firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos(CAFTA)

Fuentes: (Equipo Maíz,2004: 18-25; Moreno, 2004: 21)

Asimismo, la reforma tributaria impulsada por ARENA tuvo claros ganadores y perdedores. Para empezar, Cristiani eliminó el impuesto al patrimonio (pagado por los dueños de grandes propiedades), redujo a la mitad el impuesto sobre la renta (lo cual benefició a los que ganaban más) y comprimió gradualmente los aranceles (lo que facilitó el negocio de la importación al que muchos empresarios ya le habían apostado).

Los huecos fiscales que esta reforma tributaria acarreó fueron tapados con el IVA, el impuesto más regresivo que se puede concebir, sobre todo cuando ni los granos básicos ni las medicinas se salvan de él. El economista César Villalona lo describe de forma simple pero contundente: “El sistema tributario de El Salvadores como un Robin Hood al revés: le quita a los pobres para darle a los ricos” (Equipo Maíz, 2003: 25).

La dolarización de la economía en el 2001 significó un paso coherente con la naturaleza de la nueva orientación económica propiciada por ARENA. Al eliminar al colón, la moneda nacional, no solamente se le dio el tiro de gracia a la moribunda industria exportadora, sino que también se vino a beneficiar a los conglomerados bancarios y los grandes importadores ya que el riesgo de un colón devaluado, un impedimento para las compras en el exterior y un peligro para las deudas externas que los bancos habían contraído en dólares, fue cortado de tajo. La dolarización es generalmente considerada como una medida de último recurso para solucionar problemas de cambio y /o hiperinflación, pero en El Salvador, que no tenía problemas inflacionarios o cambiarios, esta medida se adoptó para acomodar el sistema monetario a las demandas de los intereses financieros de los grandes bancos (Villalona 2001; Lazo 2004)

Finalmente, los tratados de libre comercio (TLC) facilitan aún más la industria importadora y han terminado de rematar a las exportaciones y al sector agropecuario. Sucesivos gobiernos de ARENA firmaron TLC con México, Chile, República Dominicana, Panamá y Estados Unidos, y lo que se ha logrado es el aumento paulatino de las importaciones mientras las exportaciones se estancan (Equipo Maíz 2008).

En el 2008, y de acuerdo al Banco Central de Reserva, el déficit comercial fue de más de 5 mil millones de dólares, el nivel más alto registrado en la historia del país. Las remesas ya no podrán llenar ese vacío, y al no tener un sector exportador que genere divisas, el camino hacia un continuo endeudamiento parece ser la única opción viable a corto plazo (pero nefasta en el largo plazo).

Este recuento de las políticas neoliberales (ver Cuadro 5) implementadas por ARENA durante casi veinte años nos ayuda a dilucidar el nuevo engranaje del poder en El Salvador: una economía de servicios e importaciones que solamente beneficia los intereses de los nuevos grupos financieros e importadores y que castiga duramente a la minimizada clase media y a los sectores populares.

La economía neoliberal ha servido como el medio perfecto para que los grupos oligárquicos recuperen y consoliden sus intereses y privilegios en el ámbito nacional. Como vemos en el cuadro 6, el nuevo poder económico está concentrado en ocho grupos mayormente financieros, pero que también controlan la industria, el comercio, la construcción, los seguros, las pensiones, y los servicios, entre otros sectores.

Es importante notar que las familias que conforman este nuevo bloque de poder son, en su mayoría, las mismas que controlaron la industria cafetalera durante un siglo.

Cuadro 6: Nuevos grupos de poder en El Salvador (2004)

Grupo Familias Actividades Capital
1 Grupo Cuscatlán(44 empresas) Cristiani, Llach,De Sola,Salaverría, Hill inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones;importación y distribución de medicamentos;distribución defertilizantes; construcción; corredoras de bolsa de valores; exportación de café; agenciasinmobiliarias; importación y venta deelectrodomésticos; industria textil; fumigación;industria de bebidas; tabaquerasUS US 6,865 millones
2 Grupo Banagrícola (36 empresas) BaldochiDueñas, Kriete Ávila, Dueñas,Palomo Déneke, Araujo Eserski,Pacas Díaz, Cohen nversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones;transporte aéreo;industria de cemento; industria de papel y plástico; comunicaciones; industria de licores;exportación de café; agencias inmobiliarias;industria química; ingenios de azúcar US$6515 millones
3 Grupo Banco Salvadoreño(54 empresas) Simán, Salume,Zablah, Touché Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; agencias inmobiliarias; industriaquímica; elaboración y venta de productosalimenticios; importación y fabricación deproductos industriales; construcción y serviciosde arquitectura e ingeniería; distribución decigarrillos; industria de harina de trigo; almacenajey bodegas US$1835
millones
4 Grupo Banco de Comercio(27 empresas) Belismelis,Catani, Papini, Álvarez, Freund,Cohen, Sol,Escalante Sol,Palomo Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones;industria siderúrgica;industria de cemento; industria de aluminio,industria láctea;exportación y comercializaciónde café; industria química; generación de energía eléctrica; industria avícola US$1351 Millones
5 Grupo AGRISAL Murray Meza,Meza Ayau, SolMeza, Meza Hill,Palomo, ÁlvarezMeza Inversión financiera; sector bancario; aseguradoras; pensiones; industria de cervezas; industria de bebidas y embotelladoras; industriade calzado, agencias inmobiliarias; exportación decafé; industria de cementoUS US$768
millones
6 GrupoPoma/SalaverríaPrieto/Quirós(55 empresas) Poma, Salaverría Prieto, Quirós Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; exportación de café; agenciasinmobiliarias; construcción y bienes raíces;centros comerciales; importación y distribuciónde automóviles; industria dealuminio; industriade cementoUS US$ 175
millones
7 Grupo Hill/LlachHill(13 empresas) Hill, Llach Hill,Meza Hill, Hill Argüello inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; exportación de café; agenciasinmobiliarias; almacenaje y bodegas US$51millones
8 Grupo De Sola(10 empresas) De Sola aseguradoras; industria química; elaboración y venta de productos alimenticios; exportación decafé; agencias inmobiliariasUS US$25millones

Fuentes: Equipo Maíz 2006; Goitia 2006

Para el año 2004, el capital y los activos de las empresas de estos ocho grupos empresariales equivalieron a US$17.585 millones, una cifra de dos mil millones de dólares mayor al producto interno bruto del país, y que es igual a casi seis veces el presupuesto nacional para ese año, más del doble de la deuda externa y el equivalente a seis años de entrada de remesas familiares. Es decir, alrededor de 280 empresas en manos de un puñado de familias oligárquicas, la mayoría de tradición cafetalera, controlan un nivel mucho mayor de riqueza que los 6,5 millones de salvadoreños y ostentan una superioridad financiera abrumadora comparada a los recursos del gobierno nacional.

Asimismo, el modelo liberal que facilitó esta reconcentración de riqueza y poder ha despojado al Estado salvadoreño de su roles reguladores y distributivos, porque éstos se han transferido a la supuesta justicia y eficiencia del libre mercado y la ética empresarial. Es un Estado neoliberal, pero también un Estado secuestrado por un pequeño grupo de personas con intereses bien definidos e intocables.

Inevitablemente la concepción de un “libre mercado” en El Salvador no sólo es errada, ya que la sociedad salvadoreña se maneja con monopolios y oligopolios, sino que ha llevado a un ciclo perverso de injusticia en la economía política y de corrupción en la administración del Estado. Después de cuatro gobiernos de ARENA, El Salvador enfrenta una mayor concentración del ingreso nacional, el cual se alimenta de una economía especulativa que se concentra en las ganancias a corto plazo.

La desigualdad en El Salvador ha crecido y la pobreza se mantiene a niveles menos alarmantes porque las remesas familiares cumplen un papel vital. Hay un gran segmento de salvadoreños que sigue marginado y cuya perspectiva es desesperanzadora, mientras unos cuantos crecen sin límites (Editorial ECA, 2006). Para muestra, un botón: Social Watch reporta que en 1995el 66% de los frutos de la actividad económica quedaban en manos de los empresarios en forma de ganancias, mientras que el 34% les quedaba a los trabajadores en forma de salarios; para el 2005, las ganancias eran del 75% y los salarios del 25% (Hernández & Pérez, 2008: 124).

Si esa estadística se simplifica, se puede decir que “113.000empresarios se quedan con 75% de lo que producen2.591.000 personas trabajadoras” (Ibíd.). El índice Gini sitúa a El Salvador entre el 20% de los países más desiguales del mundo, con un 0.525 (Ibíd.). En cifras reales, esto significa que en El Salvador el20% más rico recibe más de 58% del ingreso, mientras que el 20% más pobre recibe apenas el 2.4%, veinticuatro veces menos que los más ricos. Otras estadísticas hablan por sí solas: entre 500 y 700 salvadoreños salen del país diariamente en busca de una vida mejor en otras tierras; entre el año 2000 y el 2007, según el Banco Central de Reserva, el número de hogares que reciben remesas creció casi 13 veces; el 56% de la actividad económica del país se realiza en la economía informal; el déficit comercial ya pasó los 5 mil millones de dólares (parte del cual debe ser cubierto con préstamos); y el sector agrario ha sido aniquilado adrede y apenas ronda el 10% del PIB, lo cual obliga al país a asumir la vulnerable posición de depender de las importaciones para poder adquirir alimentos (Moreno 2004: 51-78; Arias, 2008: 29)

Cuadro 7. Principales Indicadores Económicos (2008) (en millones de US$)
Exportaciones US 4,549.1
Importaciones US 9,754.4
Balanza comercial US 5,205.3
Deuda Externa US 10691.1
Remesas Familiares US 3,787.6 (17.1 % de PIB)
Sector servicios (% de economía) 51%
Sector agropecuario (%de economía) 13%
Sector industrial (% de economía) 23%

Fuente: Banco Central de Reserva http://www.bcr.gob.sv

Cuadro 8. Porcentaje de hogares en situación de pobreza con y sin remesas (2004)

Pobreza Con remesas
Condición de pobreza Total Urbano Rural
Pobreza total 34.5 29.2 43.6
Pobreza extrema 12.6 8.6 19.3
Pobreza relativa 22.0 20.6 24.4
Pobreza Sin remesas
Total Urbano Rural
Pobreza total 41.2 34.9 51.9
Pobreza extrema 19.5 14.5 28.1
Pobreza relativa 21.7 20.4 23.8

Fuentes: PNUD, 2005; Goitia 2006

Del mismo modo, las remesas familiares que los migrantes salvadoreños que viven en el exterior, primordialmente en Estados Unidos, mandan a sus familias periódicamente, se han convertido en el pilar fundamental de la economía. Millones de salvadoreños han emigrado del país porque no se les ha brindado la oportunidad de un trabajo digno y un futuro mejor, y la ayuda financiera que brindan a sus familias constituye el factor que mantiene a flote a la economía salvadoreña.

En el año 2008, las remesas totales fueron casi US$3.787 millones, una suma que llegó casi al 20% del Producto Interno Bruto (PIB) y cubrió aproximadamente dos tercios del déficit en la balanza comercial. Lo trágico de la situación es que los migrantes que fueron expulsados del país mandan fondos que sostienen en pie precisamente al sistema que los expulsó, sobre todo porque más del 86% de las remesas se usan para el consumo, lo que a su vez contribuye a alimentar la base consumista, terciaria y de importaciones de la economía neoliberal (Moreno 2009).

Por tanto, las remesas ayudan a la reproducción de un sistema fundamentalmente injusto e insostenible. Es indudable que la ideología de los grupos de poder ha cambiado y por lo tanto su naturaleza y orientación funcional son diferentes. El grupo empresarial financiero que se ha logrado imponer es un grupo neoliberal desligado casi por completo de tendencias agrarias y exportadoras.

La economía que se ha creado, basada en el capital financiero, en los servicios, en las importaciones y que sobrevive de las remesas, da fe de ello. Pero las relaciones sociales desiguales y la rígida jerarquía del poder, ancladas en normas históricas, se han mantenido y se han profundizado. Asimismo, la nueva oligarquía utilizó al Estado nacional como un medio para avanzar sus intereses, un proceso que se cristalizó en la implementación sistemática del ajuste estructural neoliberal.

Entonces, podemos argumentar que las características históricas del poder oligárquico, enumeradas en la primera sección de este artículo, se han reconfigurado de forma muy similar durante la era neoliberal: la reconfiguración de una oligarquía conformada por unas cuantas familias en su mayoría de tradición histórica, el control casi absoluto por parte de este pequeño grupo de la economía nacional en todos sus sectores estratégicos, su concepción patrimonialista del Estado, su sostenimiento sobre un sistema fundamentalmente desigual e injusto basado en el despojo y la violencia solapada detrás de una democracia liberal de fachada, su desprecio por la redistribución y la justicia social, y su subordinación ante el poder hegemónico transnacional. Lo que cambió fue la mentalidad instrumentalista de la económica-política que la nueva oligarquía adoptó para rearticular su poder sobre la sociedad salvadoreña.

Transnacionalización del Nuevo Bloque de Poder
Hay un elemento de suma importancia que hay que añadir cuando se analiza la naturaleza y composición del nuevo bloque de poder en El Salvador: su creciente transnacionalización. En primer término, y desde el punto de vista ideológico, es importante señalar que en El Salvador, el modelo neoliberal se adoptó por iniciativa propia de los grupos de poder reemergentes que vieron al neoliberalismo como el camino a su reconfiguración.

Es decir, los agentes transnacionales no vinieron a imponer los PAE y PEE, sino que éstos se “tropicalizaron” de acuerdo a los cálculos e intereses de la nueva oligarquía. Sin embargo, es importante recordar que los gobiernos de ARENA siguieron al pie de la letra el esquema ideológico y programático del FMI y el Banco Mundial (salvo un par de casos, como la tasa de cambio fija) lo cual hizo de El Salvador un “alumno aplicado” y digno de emulación (Moreno,2009).

El Banco Mundial y el FMI avalaron y apoyaron el giro neoliberal en El Salvador, pero aquí hay que hacer dos importantes aclaraciones. Los PAE y PEE se diseñaron y diseminaron alrededor del mundo no para beneficiar las pequeñas oligarquías nacionales sino para crear las condiciones para un nuevo patrón de acumulación que sirviera a los intereses del capital transnacional y derrumbara los obstáculos que impedían las ganancias.

Segundo, la nueva oligarquía salvadoreña se engolosinó con las políticas neoliberales que se implementaron durante los años noventa y que le permitieron consolidar su nuevo poder, pero esto sucedió mientras el capital transnacional no le había echado el ojo al mercado interno salvadoreño como un espacio potencializador para las inversiones y las ganancias.

Este contexto cambió en el 2001 con dos importantes transacciones que involucraron importantes agentes transnacionales. Roberto Murray Meza, como el nuevo patriarca del Grupo AGRISAL, empezó la venta paulatina de la empresa de bebidas alcohólicas La Constancia a la cervecera transnacional sudafricana South African Breweries (después SABMiller) transacción que finalizó en el 2005 (Arias, 2008: 114).

Asimismo, la empresa de transportes aéreos TACA, propiedad de la Familia Kriete y uno de los pilares del Grupo Banagrícola, comienza su transnacionalización al expandirse a Sudamérica con la integración de TACA Perú y la creación del Grupo TACA, el cual también incluiría a las principales aerolíneas centroamericanas (adquiridas en los noventa) y a Volaris en México. TACA es hoy “Transportes Aéreos del Continente Americano”. Finalmente, en el 2005,la transnacional suiza Holcim pasó a ser el propietario mayoritario de Cementos CESSA, la cual había comprado con anterioridad la planta estatal Maya (Moreno, 2009).

El Grupo Poma/Salaverría/Quirós, un líder regional en los sectores de construcción e importación de vehículos, entre otras actividades, se ha venido expandiendo en Centroamérica, Estados Unidos y México (donde se ha aliado con el imperio de Carlos Slim) desde finales del los años noventa y se perfila actualmente a seguir su expansión en la región. Estos eventos nos llevan al análisis de varios aspectos importantes. Primero, es claro que el nuevo bloque de poder oligárquico, luego de haber consolidado su poder económico en el ámbito nacional, se lanza a la expansión regional porque considera que el mercado interno salvadoreño es ya limitado.

Segundo, finalmente se permite que el capital transnacional se adueñe de los sectores estratégicos que el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño se había reservado desde el inicio del giro neoliberal.

Tercero, estos eventos sirvieron como antesala y preámbulo a la negociación y firma del Tratado de Libre Comercio con EEUU (CAFTA).La firma del CAFTA abrió las puertas a la venta del sistema bancario que comienza en el 2006-2007. Los estatutos del TLC eliminaron todas las medidas que protegían al capital nacional contra las ambiciones acaparadoras del capital transnacional, y el primer sector que cayó presa, por ser el más lucrativo, fue el bancario.

Citigroup compró el Cuscatlán, Bancolombia al Banco Agrícola,el canadiense Scotiabank al Banco de Comercio, y HSBC adquirió el Banco Salvadoreño. La venta de estos bancos fue de más de 4 mil millones de dólares, y además de los bancos, el capital transnacional adquirió también las aseguradoras, las administradoras de fondos de pensiones, y las bolsas de valores incluidas en los portafolios financieros de los bancos adquiridos (Arias, 2008: 96-97).

Una vez los grandes bancos transnacionales se interesaron en el mercado financiero salvadoreño, los oligarcas nacionales no tuvieron más remedio que someterse a la única opción disponible: sucumbir a las presiones de venta.
Así vemos que han habido tres niveles de transnacionalización que conciernen al nuevo grupo de poder oligárquico salvadoreño: primero, con la implementación del modelo neoliberal que lo alineó con las nuevas tendencias globales; segundo, con la entrada del capital transnacional que se ha intensificado en los últimos cinco años; y tercero, con la regionalización del capital del bloque, no sólo a Centroamérica y México, sino también a Sudamérica e,incluso, Estados Unidos.

En este sentido, el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño ha adquirido una nueva e importante dimensión en su carácter funcional: la de su nueva condición transnacionalizada y su creciente interés en los mercados regionales.

Conclusión

El objetivo central de este artículo fue plasmar históricamente y de forma crítica los quiebres y continuidades de la oligarquía salvadoreña desde sus orígenes en el siglo diecinueve hasta su consolidación como un reconfigurado grupo de poder durante la época neoliberal de la posguerra. Es claro que la mentalidad política-económica de la oligarquía salvadoreña experimentó un quiebre importante al desechar la tradición agraria-cafetalera en favor de un modelo neoliberal basado en las finanzas y los servicios.

Sin embargo, la orientación macro-social de esta “nueva” clase representa una continuidad oligárquica en cuanto a su visión del desarrollo económico, la concentración de la riqueza en pocas manos, el rol del Estado, la redistribución de la renta y la justicia social, y la reproducción de un sistema socioeconómico basado en la desigualdad e injusticias estructurales.

Los medios cambiaron, pero las consecuencias del ejercicio del poder oligárquico se han reproducido e incluso se han exacerbado. El estudio de este proceso de consolidación oligárquica es importante por tres razones.

La primera es histórica-conceptual. Para reiterar, el nuevo bloque de poder oligárquico se ha levantado de las cenizas de la vieja oligarquía cafetalera con un carácter económico nuevo (el neoliberal), pero su mentalidad política permanece presa de las huestes excluyentes y del hambre de poder que caracterizaron a “lo oligárquico” históricamente. El Salvador es un país que siempre ha sido gobernando por atroces tendencias oligárquicas, y la clase dominante ha visto al país como su inalienable propiedad privada.
La nueva oligarquía representa la continuidad de esta tendencia, ahora con un aura de supuesta modernidad, que también marca contundentemente las fronteras que dividen a los ganadores de los perdedores del sistema.

La segunda razón es política. Se ha venido anunciando desde 1992 que supuestamente el país vive una democracia que goza de libertades y a la que se debe defender, pero los grandes beneficiarios de ésta son los mismos de siempre. Una verdadera democracia no puede crecer mientras un reducido grupo la manipula por conveniencia propia y se utiliza al Estado como instrumento de clase en aras de fortalecer y consolidar sus privilegios.

Como país que sigue luchando para construir una democracia al menos medianamente decente y alcanzar un mejor nivel de desarrollo integral, los salvadoreños y salvadoreñas deben preguntarse cuál es la clase de sociedad democrática que quieren: si la minimalista, donde votar es suficiente, o la que empodera al ciudadano común mediante canales participativos y promueve la acción en los diferentes ámbitos de la vida política. La existencia de esta oligarquía reconfigurada incide en esta decisión, porque al final la democracia tiene que ver con la administración y ejecución del poder mismo.

Finalmente, existe una tercera razón, la socioeconómica. Este bloque de poder es una estructura que aglutina un descomunal poder económico y, por consiguiente, una influencia política aplastante que ha sido capaz de moldear al Estado salvadoreño para usarlo a su antojo. Los nuevos oligarcas controlan un gran capital (relativamente importante tomando en cuenta el tamaño del país) que ahora es permeable a las fronteras nacionales y se expande regionalmente de forma creciente. Esto también ha llevado a la reproducción y exacerbación de las desigualdades históricas padecidas, lo que a su vez incide en el desarrollo de un país con mayor justicia social y oportunidades para todos.

La nueva etapa política

Los actores políticos en nuestros países enfrentan generalmente un retraso de uno o más años en entender las realidades políticas internacionales, las realidades económicas-financieras, y las implicaciones políticas de ambas. Siete años y medio le tomó al FMLN y dos años y medio a su gobierno entender la gravedad fiscal y aceptarla, aunque sea parcialmente y a regañadientes. Sus responsabilidades actuales en el gobierno frente a la perspectiva de una crisis fiscal-financiera con graves implicaciones políticas y electorales los llevó –finalmente– a entender que no pueden continuar en “modo de negación” o responsabilizando a ARENA de la situación siete años y medio después de estar en el gobierno, menos hoy que tanto necesitan su apoyo.

Ahora con el agua en la nariz y subiendo, están finalmente entendiendo que se les acabó el tiempo y que no les queda más remedio que comenzar a actuar en consecuencia. ARENA, por su lado, continúa creyendo que puede seguir responsabilizando de todos los males a la gestión del Frente, resueltos a hacerle pagar el mayor precio político y electoral en los próximos dos años, creyendo que puede negarse indefinidamente a un acuerdo y que puede salir ileso en el intento. A este síndrome de comprensión lenta y tardía generalizada entre los políticos del tercer mundo lo denominé hace tres décadas el “tortuguismo reumático” en la comprensión de la realidad y “el compromiso estratégico con el entendimiento retardado”…

Dos semanas después de tomar posesión como secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres nombró como su enviado especial para facilitar el diálogo entre los salvadoreños al embajador Benito Andión, para abordar nuestros principales problemas y desafíos a 25 años de la firma de los Acuerdos de Paz. La segunda misión del embajador Andión a nuestro país comenzó esta semana, coincidiendo con el informe que ayer le dio el presidente de la República a los partidos políticos de la misión que el secretario técnico de la Presidencia y el ministro de Hacienda realizaron al Fondo Monetario Internacional y al Banco Interamericano de Desarrollo la semana pasada. Allí les solicitaron su apoyo para un acuerdo fiscal, en el marco de una estrategia de sostenibilidad de las finanzas públicas de mediano y largo plazo. Ambos procesos de diálogo/negociación y el ajuste fiscal determinarán, en gran medida, la situación política de los dos próximos años y del resto del gobierno del presidente Sánchez Cerén.

Respecto a los acuerdos con el FMI, el presidente afirmó: “Tenemos que garantizar una fiscalidad sana en el país, por eso yo voy a invitar a los partidos políticos, porque estos acuerdos con el FMI solo son posibles si el país los hace suyos, y para que el país los haga suyos debe tener el respaldo de los partidos políticos”. La doble facilitación/mediación de la ONU y del FMI terminará metiendo a todos los partidos políticos en la mesa de diálogo-negociación.

El gobierno y el FMLN intentarán impulsar un plan de ajuste más largo y moderado, y compartir con ARENA y el resto de partidos sus costos políticos, enmarcados en un acuerdo nacional con respaldo de la ONU y del FMI. ARENA intentará exactamente lo contrario, impulsando un plan de ajuste más corto y severo, responsabilizando en exclusiva al Frente de los costos económicos y sociales para que paguen el mayor costo político en las próximas elecciones legislativas y municipales (2018) y presidenciales (2019). La ONU y el FMI mediarán dichos procesos encontrando el mejor punto medio, que para los dos partidos en plena coyuntura electoral no será el mejor sino el “menos peor”.

Una nueva coyuntura política se abre esta semana en nuestro país determinada por dos procesos/batallas vinculadas: 1. el proceso de diálogo/negociación facilitados por Naciones Unidas y por el FMI; 2. el proceso electoral y las elecciones legislativas y municipales de 2018 y presidenciales de 2019.

Dos grupos de actores podrían inclinar la balanza en las mesas negociadoras y en el terreno político-electoral: la ONU y el FMI por un lado, y los tres partidos pequeños (PDC, PCN, GANA) por el otro. Nadie podrá negarse a participar o retirarse en el camino, y nadie podrá darse el lujo de ignorar a los actores mencionados sin pagar caro sus consecuencias.

Compatriotas, una nueva etapa política ha comenzado en nuestro país. De su desenlace dependerá la profundización de la crisis hacia el Estado Fallido y la tormenta perfecta, o evitarla sentando las bases para el impulso de un mejor futuro para nuestro sufrido pueblo. – See more at: http://www.laprensagrafica.com/2017/02/16/la-nueva-etapa-politica#sthash.fwscBwnT.dpuf

La banca transnacional “salvadoreña” diez años después

La banca transnacional “salvadoreña” diez años después
16 de febrero de 2017 Roberto Pineda
Han pasado ya diez años desde los complejos procesos que condujeron a la transnacionalización de la ya centenaria banca salvadoreña, ahogada en el torbellino de la globalización neoliberal y obligada a vender por los tratados de libre comercio. A continuación exploramos los reductos oligárquicos salvadoreños que todavía se mantienen en pie así como de manera retrospectiva exploramos los grupos que han ido emergiendo históricamente hasta llegar a su origen.
Los sobrevivientes del diluvio globalizador… (2007-2017)
Dentro del tradicional hermetismo que caracteriza a la cultura bancaria se pueden identificar algunos relieves del antiguo mural oligárquico que cubría las paredes de la banca salvadoreña. Son apellidos emblemáticos que permiten decodificar mensajes e identificar amuletos de rituales antiguos en cuatro territorios principales de este mundo simbólico de activos y pasivos, de préstamos e intereses.
El hermano mayor, el Banco Agrícola, convertido a fuerza de plata en paisa, propiedad del Bancolombia, acuna todavía en sus bóvedas los apellidos (Joaquín Alberto) Palomo Deneke, (Eduardo David) Freund Waidergorn y (Juan Luis) Balzaretti Zepeda, reflejando tres núcleos oligárquicos “salvadoreños” sobrevivientes.
Los Palomo Deneke están vinculados al poderoso grupo empresarial Dueñas-Palomo, iniciado por el patriarca Francisco Dueñas a mediados del siglo XIX. Los Freund Waidergorn estan vinculados al grupo empresarial Freund, iniciado en 1913 por Max Freund y que estuvo vinculado al antiguo Banco de Comercio. Y Balzaretti Zepeda es representante de los intereses del grupo empresarial Kriete, anteriormente dueños de TACA y hoy socios de la compañía aérea Avianca. Tres familias sobrevivientes: Dueñas, Freund y Kriete.
El segundo, el rebautizado banco Cuscatlan, hoy propiedad de la familia árabe hondureña Nasser, por medio de su Grupo Terra, que también son dueños de la aseguradora SISA y de las gasolineras Uno (antes Shell). Hasta el año pasado este banco fue propiedad del núcleo global empresarial estadounidense City. Pero sobreviven dos apellidos emblemáticos: (José Eduardo) Montenegro Palomo, como capitán del barco y (Benjamín) Vides Deneke como vicepresidente. De nuevo aparecen insignias de la familia Palomo Deneke, vinculada en el pasado al Banco Agrícola Comercial.
El tercero, hoy colombiano Banco Davivienda, luego de formar parte del inglés HSBC y ser originalmente el Banco Salvadoreño. Se mantienen en el fuego de la fragua financiera los núcleos familiares de origen árabe (Gerardo José) Siman Siri; (Freddy Moisés Frech Hasbun) y (Adolfo Miguel) Salume Barake. Se mantienen los dos núcleos familiares del periodo anterior. En el caso de Frech Hasbun este está casado con Mary Alice Simán Dabdoub. Dos familias sobrevivientes: Simán y Salume.

El cuarto, el Banco de América Central, fundado en Nicaragua en 1952 y con presencia en El Salvador desde 1976, fue adquirido primeramente por la estadounidense General Electric y luego en 2010 por el colombiano Grupo Aval. Ubicamos ahí al presidente, el nicaragüense residente en El Salvador, Raúl Ernesto Miguel Cardenal Debayle. Y a tres núcleos familiares: (Ricardo Damián) Hill Arguello; Roberto Ángel José Soler Guirola y Robert Alan Hirst Cohen. El grupo Hill-Argüello estuvo vinculado en el periodo anterior al Banco de Comercio, el grupo Guirola fue dueño del Banco Salvadoreño hasta marzo de 1980 y el grupo Cohen vinculado al Banco Agrícola Comercial. Tres familias sobrevivientes: Hill, Guirola y Cohen.

Del canadiense Banco Scotiabank, que llega al país en 1997, fusionado en 2004 con el Banco de Comercio, fundado en 1949 por Miguel Dueñas Palomo, y que en 1999 había absorbido al Banco Atlacatl, no pudimos rastrear ningún sobreviviente. El proceso de fusión (venta) fue coordinado por el presidente del Banco de Comercio de ese entonces, José Gustavo Belismelis.

Los beneficiarios de la posguerra (1992-2007)

Al concluir el conflicto armado, los principales vencedores fueron los dueños de la banca, que lograron construir desde las cenizas de un país los cimientos de siete grandes edificios. El presidente Cristiani (1989-1994) nombra en julio de 1989 a Roberto Orellana Milla como presidente del Banco Central de Reserva, BCR, para iniciar el proceso de reprivatización de la banca ya “saneada” o sea sin deudas. Orellana Milla había participado en los inicios del Banco Cuscatlan en 1972, junto con su fundador Roberto Hill. Entre 1991 y 1994 se vendieron a precio de “me lo llevo”, las instituciones financieras nacionalizadas en 1980, a accionistas particulares, pero no a cualquier particular.
El primer edificio surgido de la reprivatización, el Banco Agrícola Comercial, fue capturado por el grupo empresarial Baldocchi Dueñas conducido por el joven empresario Archie Josemari (+2003). Pero a la vez este banco reunía a las familias Kriete-Avila, Palomo-Deneke; Araujo-Eserski; Cohen; Schildknecht y Meza. Anteriormente este banco había sido creado y pertenecía a las familias Escalante Arce y Sol.
El expresidente Cristiani (1989-2004) también se quedo con un edificio, perdón un banco, como trofeo de guerra: el banco Cuscatlán. Y para conducirlo hizo una alianza con la familia de origen árabe, Bahaia, estrechamente vinculada a la familia Simán. Este banco antes pertenecía a la familia Hill, había sido creado por Roberto Hill en 1972.
Otro banco que cambio de manos fue el Banco Salvadoreño, que por décadas fue propiedad emblemática de la familia Guirola pero que en la posguerra paso a ser propiedad de los grupos de origen árabe: familia Simán en alianza con la familia Salume. Este golpe de mano fue facilitado por el nombramiento en 1990 por parte del BCR de Félix José Simán como presidente del Banco Salvadoreño. En el 2000 el Banco Salvadoreño absorbió a BANCASA a través de una negociación entre sus presidentes, José Luis Zablah Touché y Félix José Simán.
El Banco de Comercio pasó de manos del núcleo Dueñas-Palomo a la alianza entre las familias de origen suizo-alemán Schildknecht y Freund. Durante los años 70s el presidente del BC fue Miguel Dueñas Palomo. Pero ya en el 2005 el banco de Comercio es absorbido por Ahorromet Scotiabank, y este proceso es negociado entre José Gustavo Belismelis por el BC y Benjamín Valdez, por Ahorromet Scotiabank.
El Banco Desarrollo e Inversión, el quinto en tamaño en este periodo, creado en 1965 como Financiera, conducido por el cafetalero José Antonio Salaverría Borja, es fruto de una alianza entre las familias Salaverría Borja y Salume, con presencia también en el Banco Salvadoreño. En 2000 y por negociaciones entre José Antonio Salaverría Borja y Archie Baldocchi Dueñas, es absorbido por el Banco Agrícola Comercial, lo que le permitió a este último convertirse en ese momento por activos, en el más poderosos banco de la región centroamericana y consolidar su hegemonía indiscutible en el ranking bancario salvadoreño. Desde esta fusión el BAC pasa a llamarse Banco Agrícola. Diez años antes, en 1990, el banco Desarrollo e Inversión había absorbido al Banco Financiero, creado en 1977.
El Banco Ahorromet Scotiabank, ocupa la sexta posición del ranking de esta época, dirigido por Juan Federico Salaverría Prieto, y es el resultado de una fusión en 1997 entre Ahorros Metropolitanos y el canadiense Scotiabank. En el 2005 el banco de Comercio es absorbido por Ahorromet Scotiabank y queda ya solo como Scotiabank. En este periodo representa los intereses de las familias Salaverría Prieto, Quirós, Poma, Llach Hill y Guirola.
La séptima posición es ocupada por el Banco de Construcción y Ahorro, BANCASA, dirigido por José Luís Zablah Touché. En este periodo representa los intereses de las familias Zablah Touché, García Prieto y Palomo. En el 2000 el Banco Salvadoreño absorbió a BANCASA a través de una negociación entre sus presidentes, José Luis Zablah Touché y Félix José Simán.
Una guerra que les arrebató las tierras y los bancos a la oligarquía (1980-1992)
Un 7 de marzo de 1980 un terremoto político conmovió las estructuras de la hasta entonces todopoderosa oligarquía salvadoreña: sus fincas cafetaleras y bancos fueron invadidos por tropas del ejército en el marco de un proyecto de contrainsurgencia conducido por el gobierno norteamericano.
Los directivos de los bancos fueron enviados a sus casas y los funcionarios del gubernamental Banco Central de Reserva bajo la presidencia del Dr. Pedro Abelardo Delgado, tomaron el control de todos los movimientos financieros. De un plumazo, las acciones del sistema financiero pasaron a ser propiedad del estado. Los antiguos propietarios solo podría disponer de un 29% de sus acciones, el 51% quedaba en manos del estado y el restante 20% se ofreció a empleados y trabajadores.
La diversificación oligárquico burguesa (1950-1980)
El 14 de diciembre de 1948 un golpe de estado militar, dirigido por el Coronel Oscar Osorio, con apoyo de sectores burgueses industrializantes, en particular de la familia procesadora y exportadora de café De Sola, inaugura un nuevo periodo histórico. En ese marco el control ejercido por la familia Guirola desde el Banco Salvadoreño es desafiado.
En 1949 Miguel Dueñas Palomo, logra romper el monopolio bancario del Banco salvadoreño (familias de la zona central Guirola-Quiñonez) al reunir a un grupo de empresarios de las tres zonas del país (Dueñas, Regalado, Hill, García Prieto) y fundar el Banco de Comercio. Su primera sucursal simbólicamente quedaba en el edificio Colón de la ciudad de Santa Ana. Y en este esfuerzo incluso logran alinear al principal empresario industrial de la época, el cervecero guatemalteco Rafael Meza Ayau.
En 1955 el horizonte bancario se amplía aún más con la creación por parte de las familias Sol-Millet y Escalante Arce del Banco Agrícola Comercial, BAC, que encabezan los esfuerzos de un sector de profesionales, agricultores, ganaderos y comerciantes que rompen con el bloque Guirola-Quiñonez y deciden abandonar el Banco Salvadoreño.
En 1956 se crea el Banco Capitalizador, a partir de la Capitalizadora de Ahorros, que funcionaba desde 1936. Su presidente es Enrique Alvarez Drews. Participan también las familias Alfaro Castillo, Borja Nathan y Palomo Deneke.
Tenemos entonces una situación multipolar, y el enfrentamiento principal de cuatro grupos financieros: el núcleo Guirola-Quiñonez-Sol (Banco Salvadoreño); el núcleo Dueñas-Regalado-Hill-García-Prieto, Meza Ayau (Banco de Comercio) el núcleo Sol-Millet, Escalante Arce (Banco Agrícola Comercial) y el núcleo Alvarez-Borja Nathan.
La hegemonía oligárquica tecleña (1934-1950)
En 1934, dos años después de la matanza de enero 1932, el General Martínez, en un esfuerzo por modernizar el estado y por tomar control del sistema financiero decide fundar el Banco Central de Reserva, BCR, y arrebatarle a los bancos privados el derecho a emitir moneda. Esto lo hace mediante una alianza estratégica con el banquero Rodolfo Duque, que logra un jugoso negocio al vender la infraestructura y activos del primer Banco Agrícola Comercial, BAC, del cual era dueño, a precios de mercado inflados. El BAC desaparece y de sus caras y exquisitas cenizas surge el nuevo BCR.
Y por otra parte queda virtual dueño de la banca privada el Banco Salvadoreño, propiedad de las familias Guirola y Quiñonez, dirigido por Carlos Alberto Guirola.
Los patriarcas cafetaleros-bancarios fundadores (1880-1934)
El primer banco, el Banco Internacional, surge en Santa Ana en 1880 como banco privado emisor de billetes, fundado inicialmente por Pedro Melendez y Francisco Medina. En 1889 se crea el banco Occidental, que representa una alianza entre las familias cafetaleras del Occidente (Santa Ana y Ahuachapán): Regalado, Álvarez Drews ( de origen colombiano), Hill ( de origen inglés) y Bloom ( de origen estadounidense). Su presidente fue el estadounidense Benjamín Bloom y llega hasta 1951.
El segundo banco, el Banco Salvadoreño, nace en 1885 con el nombre de Banco Particular. Su presidente fue Angel Guirola Drews. Es fruto de una alianza entre las familias cafetaleras del centro del país: Guirola, Duke, Quiñonez y Sol. Todavía existe como el colombiano Davivienda.

El tercer banco, el primer Agrícola Comercial respondía en particular a los intereses de la familia Duke. Su presidente fue Rodolfo Duke y llega hasta 1934. Las familias cafetaleras del oriente eran en estos momentos marginales al sistema bancario. Estos tres bancos ejercieron su dominio en el sistema bancario durante casi 55 años. Fue alrededor de estos tres primeros bancos que giraba a finales del siglo XIX y principios del XX la disputa y alianzas entre sectores de la oligarquía cafetalera. Faltaba mucha agua y muchos dólares por pasar por sus puentes.

Dilemas de los movimientos sociales en la lucha antineoliberal

En Bolivia y en Ecuador los movimientos sociales se han cansado de tumbar a gobiernos neoliberales y han decidido, finalmente, fundar sus propios partidos y lanzar candidatos a la presidencia de la nación. Mientras tanto, en el marco del Foro Social Mundial, o al lado de él, ONGs, algunos movimientos sociales e intelectuales de Europa y América Latina se oponían a esa vía y proponían la “autonomía de los movimientos sociales”. Esto es, no deberían meterse en política, ni con el Estado, menos todavía con partidos.

En Argentina, frente a la peor crisis económica, política y social de su historia, movimientos renunciaron a lanzar candidaturas a la presidencia de la República, con el slogan: “Que se vayan todos”. Resultado: Menem ganó en la primera vuelta, prometiendo que iba a dolarizar definitivamente a la economía argentina, con lo cual llevaría a la ruina sin retorno no solo a la Argentina, sino a todos los procesos de integración latinoamericana.

La ilusión despolitizada y corporativa del “Que se vayan todos” dejaría el campo libre para esa monstruosa operación menemista, con los efectos negativos en toda la región. La ilusión era la de que ellos se irían, sin que en realidad se fueran, sin que fueran derrotados con un proyecto superador del neoliberalismo. Felizmente apareció Néstor Kirchner, que asumió la presidencia del país, para iniciar el rescate más espectacular que Argentina haya conocido de su economía, de los derechos sociales de los trabajadores, del prestigio del Estado, de la soberanía externa.

Mientras tanto, movimientos que habían adherido a la tesis de la autonomía de los movimientos sociales, como los piqueteros argentinos, simplemente desaparecieron. En México, después del enorme prestigio que habían tenido, al asumirme posición semejante – “Cambiar el mundo sin tomar el poder”, de John Holloway y Toni Negri, con este último condenando a los Estados como superados instrumentos conservadores -, los zapatistas han desaparecido de la escena política nacional, recluidos en Chiapas, el estado más pobre de México.

Más de 20 años después, ni Chiapas, ni México han sido transformados sin tomar el poder, hasta que los zapatistas resolvieron lanzar una dirigente indígena a la presidencia de la República para las elecciones del próximo año, volviendo a disputar los espacios nacionales y dejando atrás aquellas tesis. Incluso sin decir que van a transformar el país con una victoria electoral, valoran la disputa electoral, abandonado sus posiciones de simple denuncia de las elecciones y de la abstención.

Mientras tanto, Bolivia y Ecuador, rompiendo con esa visión estrecha de restringir los movimientos sociales solamente a la resistencia al neoliberalismo, fundaron partidos – el MAS en Bolivia, Alianza País en Ecuador-, presentaron candidatos a la presidencia de la república –Evo Morales y Rafael Correa-, triunfaron y pusieron en práctica procesos exitosos en la trasformación económica, social, política y cultural de América Latina en el siglo XXI.

Refundaron sus Estados nacionales, retomaron el desarrollo económico con distribución de renta, se unieron a los procesos de integración regional, al mismo tiempo que integraron amplias capas del pueblo a los procesos de democratización política.

Al contrario del fracaso de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, que han renunciado a la disputa por la hegemonía alternativa a nivel nacional y de lucha por la construcción concreta de alternativas al neoliberalismo, Bolivia y Ecuador, bajo la dirección de Evo Morales y de Rafael Correa, han demostrado cómo solamente la articulación entre la lucha social y la lucha política, entre los movimientos sociales y los partidos políticos, es posible construir bloque de fuerza capaces de avanzar decisivamente en la superación del neoliberalismo.

Las tesis de Toni Negri sobre el fin del imperialismo y de los Estados nacionales fueron rotundamente desmentidas por la propia acción imperialista después de los atentados del 2001, mientras que los gobiernos suramericanos han demostrado que solamente con el rescate del Estado es posible implementar políticas antineoliberales, como el desarrollo económico con distribución de renta. La pobreza persistente en Chiapas puede ser comparada con los avances espectaculares realizados, por ejemplo, en todas las provincias de Bolivia, demostrando, también por la vía de los hechos, cómo la acción desde abajo tiene que ser combinada con la acción de los Estados, si queremos efectivamente transformar al mundo.

Otras tesis, como las de varias ONGs o de Boaventura de Sousa Santos, de optar por una “sociedad civil” en la lucha en contra del Estado, no pueden presentar ningún ejemplo concreto de resultados positivos, aun con las ambiguas alianzas con fuerzas neoliberales y de derecha, que también se oponen al Estado y hacen alianza con ONGs y con intelectuales para oponerse a gobiernos como los de Evo Morales y de Rafael Correa, pero también en contra de otros gobiernos progresistas en América Latina.

Además del fracaso teórico de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, se les puede contraponer los extraordinarios avances económicos, sociales, políticos, en países como Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, además de los ya mencionados, como pruebas de la verdad de las tesis de la lucha antineoliberal como la lucha central de nuestro tiempo.

– Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

Na Bolívia e no Equador, os movimentos sociais se cansaram de derrubar governos neoliberais e decidiram, finalmente, fundar seus próprios partidos e lançar candidatos à Presidência da nação. Mais recentemente, no marco do Fórum Social Mundial – ou ao lado dele –, ONGs e alguns movimentos sociais se opuseram a esse caminho e pregaram a “autonomia dos movimentos sociais”, ou seja, não se deveria meter em políticas, nem com o Estado, menos ainda com partidos.

Na Argentina do fim dos anos 1980, diante da maior crise econômica, política e social da sua história, movimentos renunciaram a lançar candidaturas à Presidência, com o lema: “Que se vayan todos”. Resultado: Menem ganhou no primeiro turno, prometendo que daquela vez iria dolarizar definitivamente a economia argentina, o que acabou levaria à ruína sem retorno não só a Argentina, como os processos da integração latino-americana.

A ilusão despolitizada e corporativa do “Que se vayan todos” deixaria o campo livre para essa monstruosa operação menemista, com efeitos negativos para toda a região. A ilusão é a que eles se irão, sem que se os faça ir embora, sem que os derrote com um projeto superador do neoliberalismo.

Voltando à Argentina, anos mais tarde apareceu a candidatura vitoriosa de Néstor Kirchner, para iniciar o resgate mais espetacular que o país vizinho havia conhecido da sua economia, dos direitos sociais, de valorização das pessoas, do prestígio do Estado, do marco da recuperação da soberania externa.

Enquanto isso, movimentos que se ativeram à esdrúxula tese da autonomia dos movimentos sociais, como os piqueteros argentinos, simplesmente desapareceram.

No México, depois do enorme prestígio que haviam tido ao assumirem posição semelhante – “Mudar o mundo sem tomar o poder”, de John Holloway e Toni Negri, com este último condenando os Estados como superados instrumentos conservadores -, os zapatistas desapareceram da cena política nacional, recluídos em Chiapas, o mais pobre estado mexicano.

Mais de 20 anos depois, nem Chiapas nem o México foram transformados sem tomar o poder, até que os zapatistas resolveram lançar uma dirigente indígena à Presidência da República nas eleições do próximo ano, voltando a disputar os espaços políticos nacionais e deixando aquelas teses para trás. Mesmo sem dizer que vão transformar o país mediante vitória eleitoral, valorizando a disputa eleitoral, deixando de lado as políticas de denúncia das eleições e de abstenção.

Enquanto isso, a Bolívia e o Equador, rompendo com essa visão estreita de restringir os movimentos sociais apenas à resistência ao neoliberalismo, fundaram partidos, apresentaram candidatos à presidência da República – Evo Morales e Rafael Correa –, triunfaram e puseram em prática os processos de maior sucesso na transformação econômica, social, políticas e cultural na América Latina do século 20.

Refundaram seus Estados nacionais, retomaram o desenvolvimento econômico com distribuição de renda, se aliaram aos processos de integração regional, ao mesmo tempo que integraram as amplas camadas populares aos processos políticos nacionais.

Ao contrário do fracasso das teses da autonomia dos movimentos sociais, que renunciaram à luta pela hegemonia alternativa de alcance nacional e de luta pela construção concreta de alternativas ao neoliberalismo, sob a direção de Evo Morales e de Rafael Correa, a Bolívia e o Equador demonstraram como somente a articulação entre a luta social e a luta política, entre os movimentos sociais e os partidos políticos, é possível construir blocos de força capazes de avançar decisivamente na superação do neoliberalismo.

As teses de Toni Negri sobre o fim do imperialismo e dos Estados nacionais foi desmentida pela própria ação imperialista logo depois dos atentados de 2001, enquanto os governos sul-americanos demonstraram que somente com o resgate da ação do Estado é possível retomar o desenvolvimento com distribuição de renda.

A pobreza persistente em Chiapas pode ser comparada com os avanços espetaculares realizados em todas as províncias da Bolívia, como exemplo, para demonstrar, também pela via dos fatos, como a ação de baixo tem de se combinar com a ação dos Estados, se queremos de fato transformar o mundo.

Outras teses, como as de Boaventura de Sousa Santos e de várias ONGs, de optar por uma “sociedade civil” na luta contra o Estado, não têm nenhum exemplo concreto a apresentar resultados positivos, mesmo com as ambíguas alianças com forças neoliberais e de direita, que também se opõem ao Estado e fazem alianças com ONGs e com intelectuais para se oporem a governos como os de Evo Morales e de Rafael Correa, mas também contra os outros governo progressistas na América Latina.

Além do fracasso teórico das teses da autonomia dos movimentos sociais, se pode apresentar os extraordinários avanços econômicos, sociais e políticos, em países como a Argentina, o Brasil, o México, o Uruguai, além dos já mencionados, como provas da verdade das teses da pauta antineoliberal como a luta central do nosso tempo.

13/02/2017

http://www.redebrasilatual.com.br/blogs/blog-na-rede/2017/02/movimentos-sociais-se-dividem-em-dilemas-na-luta-contra-o-neoliberalismo

http://www.alainet.org/es/articulo/183523

Imperialismo y globalización

Imperialismo y globalización
Samir Amin
Globalización. Argentina, junio del 2001.

El imperialismo no es una etapa, ni siquiera la etapa más alta del capitalismo: desde el comienzo es inherente a la expansión del capitalismo. La conquista imperialista del planeta por los europeos y sus hijos estadounidenses, se realizó en dos fases, y quizás esté entrando en la tercera.
La primera fase de esta empresa en desarrollo, se organizó en torno a la conquista de las Américas, dentro del marco del sistema mercantil de la Europa Atlántica de aquella época. El resultado claro fue la destrucción de las civilizaciones indígenas y la Hispanización /Cristianización o simplemente el genocidio total sobre el que se construyó los EEUU.
El racismo fundamental de los colonos Anglo-Sajones explica por qué el modelo se reprodujo en todas partes, en Australia, en Tasmania (el genocidio más completo de la historia), y en Nueva Zelandia. Pues si los católicos españoles actuaban en nombre de la religión que debía ser impuesta a los pueblos conquistados, los protestantes anglo-sajones derivaban de su particular lectura de la Biblia el derecho a eliminar a los “infieles”.
La infame esclavitud de los negros, que se hizo necesaria tras el exterminio de los indios, se impuso bruscamente para asegurar que las partes útiles del continente pudieran ser explotadas. Nadie hoy día puede dudar de los motivos reales de todos estos horrores, al menos que se ignora su relación íntima con la expansión del capital. Sin embargo, los europeos contemporáneos aceptaron el discurso ideológico que los justificaba-y las voces de protesta como la del Padre Las Casas-no encontraron muchos simpatizantes.
Los desastrosos resultados que produjo este primer capítulo de la expansión capitalista mundial, hizo que más tarde las fuerzas de liberación desafiaran la lógica de su producción. La primera revolución del hemisferio Occidental fue la de los esclavos de Santo Domingo (lo que hoy es Haití) , a fines del siglo XVIII, seguida más de un siglo después por la revolución mexicana de la década de 1910, y cincuenta años después por la revolución Cubana. Y si no cito aquí la famosa “revolución Americana” o las de las colonias de España que la siguieron, es porque éstas sólo transfirieron el poder de decisión de las metrópolis a los colonos de modo que éstos continuaron haciendo lo mismo, persiguiendo los mismos proyectos aún con mayor brutalidad, sólo que sin tener que compartir las ganancias con “la madre patria”.
La segunda fase de la devastación imperialista se basó en la revolución industrial y se manifestó en la sujeción colonial de Asia y de África. “Para abrir los mercados”-como el mercado del opio que fue impuesto a los chinos por los puritanos de Inglaterra-y apoderarse de los recursos naturales del globo fueron los motivos reales aquí, como ya todos saben. Pero una vez más, la opinión europea -incluyendo al movimiento obrero de la Segunda Internacional-no ve estas realidades y acepta el nuevo discurso legitimador del capital. En esta ocasión se trató de la famosa “misión civilizadora”.
Las voces que expresaron el pensamiento más claro de la época fueron las de los burgueses cínicos, como Cecil Rhodes, que apreció la conquista colonial como un antídoto a la revolución social en Inglaterra. Una vez más, las voces de protesta-desde la Comuna de Paris a los bolcheviques-tuvieron poca resonancia. Esta segunda fase del imperialismo está en el origen del más grande problema con el que se ha enfrentado la humanidad: la inmensa polarización que ha aumentado la desigualdad entre las gentes de una proporción de dos a uno en los alrededores del 1800, a la de 60 a 1 en nuestros días, en donde sólo el 20% de la población mundial queda incluida en los centros que se benefician con el sistema.
Al mismo tiempo, esos prodigiosos logros de la civilización capitalista dieron lugar a las más violentas confrontaciones entre los poderes imperialistas que el mundo haya visto. La agresión imperialista otra vez produjo las fuerzas que resistieron ese proyecto: las revoluciones socialistas que ocurrieron en Rusia y en China (de un modo nada de accidental, todas ocurrieron en periferias que eran víctimas de la expansión polarizadora del capitalismo realmente existente) y las revoluciones de liberación nacional. Su victoria dio medio siglo de respiro, tras la Segunda Guerra Mundial, que alimentó la ilusión de que el capitalismo, obligado a ajustarse a las nuevas situaciones, al menos se las había arreglado para llegar a civilizarse.
La cuestión del imperialismo (y tras ésta, su opuesto-la liberación y el desarrollo) han continuado pesando en la historia del capitalismo hasta el presente. Así la victoria de los movimientos de liberación que justo después de la Segunda Guerra Mundial gana la independencia política de naciones de Asia y de África, no sólo puso fin al sistema del colonialismo sino que, también, de cierta manera llevó al final de la era de la expansión Europea que había comenzado en 1492.

Durante cuatro siglos y medio, desde 1500 a 1950, esa expansión había sido la forma adoptada por el desarrollo del capitalismo histórico, de modo que estos dos aspectos de la misma realidad habían llegado a ser inseparables. Para ser más exactos, el “sistema mundial del 1492” ya había sido roto a finales del siglo XVIII y a comienzos del XIX por la independencia de las América. Pero esta quiebra había sido sólo aparente, ya que la referida independencia se alcanzó, no por los indígenas o los esclavos importados por los colonos (excepto en Haití) sino por los mismos colonos, que intentaron transformar a América en una segunda Europa. La independencia reconquistada por los pueblos de Asia y África buscó un significado diferente.

Las clases dirigentes de los países coloniales de Europa no dejaron de entender que se había dado vuelta una página en la historia. Se dieron cuenta que debían abandonar el punto de vista tradicional de que el crecimiento de su economía capitalista doméstica estaba unido al éxito en la expansión imperial. Era el punto de vista que había sido mantenido no sólo por los poderes coloniales-primordialmente Inglaterra, Francia y Holanda-sino también por los nuevos centros capitalistas formados en el siglo XIX-Alemania, EEUU y Japón. De acuerdo a esto, los conflictos intra-Europeos e internacionales eran primordialmente luchas por las colonias del sistema imperialista de 1492. Se entendía que los EEUU se reservaban para sí los derechos exclusivos sobre todo el nuevo continente.
La construcción de un gran espacio Europeo -desarrollado, rico, que contara con un potencial tecnológico y científico de primera clase, y fuertes tradiciones militares-pareció constituir una sólida alternativa sobre la que se podía basar el nuevo crecimiento de la acumulación capitalista, “sin colonias”—.esto es, sobre la base de un nuevo tipo de globalización, diferente a la del sistema de 1492. El problema que quedaba en pie, era cómo, de qué manera, este nuevo sistema mundial podía diferenciarse del antiguo, si continuaba siendo tan polarizado como el anterior, aún con una nueva base, o si dejara de ser así.
Sin duda, esta construcción, que está muy lejos de terminarse, pero que sí está atravesando una crisis que pone en cuestión su significado a largo plazo, sigue siendo una tarea difícil. No se han encontrado todavía fórmulas que hagan posible la reconciliación de las realidades históricas de cada nación, que tanto pesan sobre la formación de una Europa políticamente unida. Agréguese a eso, la visión de cómo este espacio económico y político europeo pueda calzar con el nuevo sistema global, que tampoco está construido, lo hace que todo permanezca ambiguo, para no decir nebuloso.
¿Será este espacio económico el rival del otro gran espacio, el que fue creado en la segunda Europa por los EEUU? De ser así, ¿de qué modo esta rivalidad afectará las relaciones de Europa y de los EEUU con el resto del mundo? ¿O actuarán en concierto? En este caso, ¿los europeos aceptarán participar como socios en esta nueva versión del sistema imperialista de 1492, manteniendo sus opciones políticas en conformidad con Washington? ¿Bajo qué condiciones la construcción de Europa podría ser parte de una globalización que pusiera fin definitivo al sistema de 1492?
Hoy presenciamos el comienzo de una tercera ola de devastación del mundo por una expansión imperialista, apoyada por el colapso del sistema Soviético y de los regímenes nacionalistas populares del Tercer Mundo. Los objetivos del capital dominante siguen siendo los mismos -el control de la expansión de los mercados, el saqueo de los recursos naturales de la tierra, la superexplotación de las reservas de trabajo en la periferia-aún cuando todo esto se persiga bajo condiciones que son nuevas y en muchos respectos muy diferentes de las que caracterizaron la fase precedente del imperialismo.
El discurso ideológico diseñado para asegurar el predominio de los pueblos de la tríada central (EEUU.Europa Occidental y Japón), ha sido remozado y ahora se funda en “el derecho a intervenir”, que supuestamente se justifica en “la defensa de la democracia”, “los derechos de los pueblos” y en el “humanitarismo”. Los ejemplos de duplicidad son tan flagrantes que para africanos y asiáticos llega a ser obvio el cinismo con que se usa este lenguaje. La opinión occidental, sin embargo, ha respondido con el mismo entusiasmo como frente a las justificaciones de las primeras fases del imperialismo.
Todavía más: para alcanzar este fin, los EEUU lleva a cabo una estrategia sistemática diseñada para asegurar su absoluta hegemonía mediante una demostración de poder militar que consolida tras él a todos los socios de la Tríada. Desde este punto de vista, la guerra de Kosovo cumplió con una función crucial, obtener la total capitulación de los estados de Europa, que apoyaron la posición americana sobre los nuevos “conceptos estratégicos” adoptados por la OTAN, inmediatamente después de “la victoria” en Yugoslavia en abril23-25, de 1999.
En este “nuevo concepto” (referido rudamente al otro lado del Atlántico como “la doctrina Clinton”), la misión de la OTAN queda, para todos los fines prácticos, extendida a toda el Asia y el África (LOS EE.UU, ya desde la Doctrina Monroe, se reservaba el derecho a intervenir en América), lo que viene a ser una admisión de que la OTAN ya no es una alianza defensiva sino un arma ofensiva de los EEUU. Al mismo tiempo, esta misión es definida en los términos más vagos que se pudiera imaginar, para incluir nuevas “amenazas” (crimen internacional, “terrorismo”, el “peligroso” armamento de países que están fuera de la OTAN, etc.), lo que llanamente hace posible justificar casi cualquier agresión que pudiera antojársele a los EEUU. Clinton, no se hizo de rogar para referirse a “estados deshonestos”, a los que habría que atacar “preventivamente”, sin especificar lo que quería decir por la tal deshonestidad.
Agréguese que la OTAN se libera de toda obligación para actuar sólo bajo un mandato de las Naciones Unidas, que es tratada con un desprecio similar al que mostraron los poderes fascistas con la Liga de las Naciones (hay una asombrosa similitud en los términos utilizados).
La ideología americana es cuidadosa en empacar su mercancía, el proyecto imperialista, en el inefable lenguaje de “la misión histórica de los EEUU”. Una tradición heredada desde los comienzos por “los padres fundadores”, seguros de su inspiración divina. Los liberales americanos -en el sentido político del término, los que se consideran a “la izquierda” en su sociedad-comparten esta ideología. De acuerdo con esto, presentan la hegemonía americana como necesariamente “benigna”, la fuente del progreso en escrúpulos morales y en la práctica democrática, que necesariamente están ahí para dar ventajas a quienes, a sus ojos, no son víctimas de este proyecto, sino sus beneficiarios. La hegemonía Americana, la paz universal, la democracia y el progreso material se juntan como términos inseparables. Por supuesto, la realidad queda en cualquier otra parte.
La increíble extensión en que la opinión pública europea (y particularmente la opinión de la izquierda, en lugares en donde tiene la mayoría) se ha juntado en torno a este proyecto -la opinión pública en los EEUU es tan ingenua que no plantea ningún problema-es una catástrofe que no dejará de tener consecuencias. Las intensas campañas de los medios, enfocadas hacia regiones hacia donde se dirige la intervención americana, sin duda explica este amplio acuerdo. Pero más allá de eso, la gente en Occidente está persuadida de eso porque los EEUU y los países de la Unión Europea son “democráticos”, sus gobiernos son incapaces de tener “malas intenciones”, algo que queda reservado solamente a los sangrientos “dictadores” del Oriente. Están tan cegados por esta convicción que olvidan la influencia decisiva de los intereses del capital dominante. Y así, una vez más los pueblos de los países imperialistas se niegan una conciencia clara.
Desarrollo y Democracia: los aspectos inseparables de un mismo movimiento
La democracia es uno de los requerimientos absolutos del desarrollo. Pero todavía tenemos que explicar por qué, y bajo qué condiciones, porque es sólo muy recientemente que esta idea ha sido, al parecer, generalmente aceptada. Hasta hace poco el dogma dominante en Occidente, en el Oriente y en el Sur, era que la democracia era un “lujo” que sólo podía llegar cuando “el desarrollo” hubiera solucionado los problemas materiales de la sociedad. Esa fue la doctrina oficial compartida por los círculos dirigentes del mundo capitalista (por los EEUU para justificar su apoyo a los dictadores militares de América Latina, y a los Europeos para justificar sus propios regímenes autocráticos en África); por los estados del Tercer Mundo (en donde el desarrollismo latinoamericano se expresó tan claramente); y por Costa de Marfil, Kenya, Malawi, y muchos otros países que demostraron que los países socialistas no fueron los únicos en gobernarse con partidos únicos; y por los gobernantes del sistema soviético.
Pero ahora, de la noche a la mañana, la proposición se ha invertido en su opuesto. En todas partes, o en casi todas partes, hay un discurso oficial cotidiano acerca de la preocupación por la democracia, la certificación de la democratización, otorgada en debida forma, es una “condición” `para obtener ayuda de las grandes y ricas democracias, etc. La credibilidad de esta retórica es particularmente dudosa cuando el principio de “doble estándar”, que es aplicado en perfecto cinismo, de un modo tan liso y llano revela en la práctica la verdadera prioridad dada a otros objetivos no dados a conocer, que los círculos dominantes intentan alcanzar por pura y simple manipulación. Esto no es negar que ciertos movimientos sociales, aunque no todos, realmente pueden tener objetivos democráticos, o que la democracia es realmente la condición del desarrollo.
Democracia es un concepto moderno, en el sentido de que coincide con la misma definición de modernidad -si, como sugiero, entendemos por modernidad la adopción del principio de que los seres humanos individual y colectivamente (esto es, como sociedades) son responsables de su historia. Antes de que formularan tal concepto, los pueblos tuvieron que liberarse de las alineaciones características de las formas de poder que precedieron al capitalismo, fueran estas las alineaciones de la religión o las que tomaban la forma de las “tradiciones” concebidas como permanentes, como hechos transhistóricos.
Las expresiones de la modernidad, y de la necesidad de democracia que se implicaba, datan de la Edad de la Ilustración. La modernidad en cuestión es por eso sinónimo de capitalismo, y la democracia que él produjo es limitada como el resto, como lo es el mismo capitalismo. En sus formas históricas burguesas-que son las únicas conocidas y practicadas hasta ahora-se constituye sólo como un “estadio”. Ni la modernidad ni la democracia han alcanzado el extremo de su desarrollo potencial. Es por eso que prefiero el término “democratización”, que enfatiza el aspecto dinámico de un proceso todavía no terminado, al término “democracia”, que refuerza la ilusión de que podemos dar con una fórmula definitiva para él.

El pensamiento social burgués se ha basado desde sus comienzos, desde la Ilustración, en la separación entre los diferentes dominios de la vida social – entre otros, su manejo económico y su manejo político-y la adopción de diferentes principios específicos que se suponen son la expresión de demandas particulares de la “razón” en cada uno de estos dominios. De acuerdo con este punto de vista, la democracia es el principio razonable de la buena administración política.

Desde que los hombres (en aquella época, no había ninguna razón para incluir a las mujeres), o , más precisamente, ciertos hombres (aquellos que estaban bien educados o bien acomodados), son razonables, ellos tendrían la responsabilidad de hacer leyes bajo las cuales vivir y de seleccionar, por elección, a aquellas personas que se encargaran de ejecutar tales leyes. Por otra parte, la vida económica, es dirigida por otros principios que también eran concebidos como la expresión de demandas de la “razón” (sinónimo de naturaleza humana): la propiedad privada, el derecho a ser empresario, la competencia en los mercados. Conocemos este grupo de principios como los del capitalismo, que en sí mismos nada tienen que ver con los principios de la democracia.

Este es el caso especialmente si pensamos la democracia como implicando igualdad —-la igualdad de los hombres y las mujeres, por supuesto, pero también la de todos los seres humanos (teniendo en mente que la democracia Americana olvidó a sus esclavos hasta 1865 y olvidó todos los más elementales derechos civiles para sus descendientes hasta 1960), de los propietarios y los no propietarios (nótese que la propiedad privada sólo existe cuando es exclusiva, esto es, cuando hay quienes no tienen nada).

La separación de los dominios políticos y económicos inmediatamente alza la cuestión de la convergencia o divergencia de los resultados de las lógicas específicas que los gobiernan. En otras palabras, ¿podría la “democracia” ( signo taquigráfico que se pone por gobierno de la vida política) y el “mercado” (signo taquigráfico por el gobierno de la actividad económica), ser vistas como convergentes o divergentes? El postulado donde se funda el discurso en uso, y que es elevado al estatus de verdad tan auto-sustentada y evidente que no hay necesidad de discutirla, afirma que los dos términos convergen.

La democracia y el mercado supuestamente se engendran recíprocamente, la democracia requiere al mercado y vise-versa. Y nada puede estar más lejos de la verdad, como lo demuestra la historia real. Los pensadores de la Ilustración eran sin embargo más exigentes que el común de nuestros contemporáneos. Al revés de estos últimos, se preguntaban por qué había convergencia y bajo qué condiciones. Su respuesta a la primera pregunta se inspiraba en su concepto de “Razón”, el común denominador de los modos de gobierno intentados para la democracia y el mercado. Si los hombres son razonables, entonces los resultados de sus opciones políticas podían sólo venir a reforzar los resultados producidos por el mercado.
Esto, entonces, bajo la condición, obviamente, de que el ejercicio de los derechos democráticos esté reservada a seres provistos de razón, es decir, ciertos hombres -no mujeres, quienes, como sabemos, son guiadas solamente por sus emociones y no por la razón; no, por supuesto, los esclavos, los pobres, y los desposeídos (los proletarios) , que sólo obedecen a sus instintos. La Democracia debe pues basarse en calificaciones de propiedad, y quedar reservada a aquellos que simultáneamente son ciudadanos y empresarios. Entonces, naturalmente, es probable que sus opciones electorales sean siempre, o casi siempre, consistentes con sus intereses como capitalistas. Pero eso al mismo tiempo significa que en su convergencia con la economía, por no decir su subordinación, la política pierde su autonomía. La alineación economicista funciona aquí en plenitud, ocultando este hecho.
La ulterior extensión de los derechos democráticos a otros más allá de los ciudadanos empresarios, no fue el resultado espontáneo del desarrollo capitalista o la expresión de un requisito de tal desarrollo. Muy por el contrario, esos derechos fueron ganados gradualmente por las víctimas del sistema-la clase obrera, y más adelante, las mujeres. Fue el resultado de luchas contra el sistema, y aún si el sistema se las arreglaba para adaptarse a ellas, para “recuperar” sus beneficios, como se dice. ¿Cómo y a qué costo? Esa es la pregunta que debemos hacer aquí.
Esta extensión de los derechos necesariamente revela una contradicción expresada a través del voto democrático entre la voluntad de la mayoría (los explotados por el sistema) y el destino que el mercado tiene reservado para ellos; el sistema corre el riesgo de tornarse inestable, aún explosivo. Al menos, existe el riesgo -y la posibilidad-de que el mercado en cuestión deba someterse a la expresión de los intereses sociales, que no coincide con el máximo de beneficio del capital, al cual el dominio económico da prioridad. En otras palabras, existe el riesgo para algunos (el capital) y la posibilidad para otros (los obreros-ciudadanos) de que el mercado sea regulado en términos diferentes de esos que trabajaban con la estricta lógica unilateral: Eso es posible, por supuesto, y bajo ciertas condiciones llegó a ocurrir, como en el estado de bienestar de la posguerra.
Pero ese no es el único modo posible de apaciguar la divergencia entre la democracia y el mercado. Si la historia concreta produce circunstancias tales que los movimientos de crítica social lleguen a estar fragmentados e impotentes, y que la consecuencia llegue a ser no tener alternativas frente a la ideología dominante, entonces la democracia es vaciada de todo contenido que la lleve hacia el camino del mercado, y puede llegar a ser peligrosa para él. Usted puede votar libremente, de la manera que se le antoje: blanco, azul, verde, rosado o rojo. Haga lo que haga, no surtirá efecto, ya que su destino es resuelto en otra parte, fuera de los recintos del parlamento, en el mercado. La subordinación de la democracia al mercado (y no su convergencia) se refleja en el lenguaje de la política. La palabra “alternancia” (cambiar la cara del poder mientras se sigue haciendo lo mismo) ha reemplazado a la palabra “alternativa” (que significa hacer algo diferente).
Esta alternancia que implica solamente a un remanente insignificante dejado por la regulación del mercado, es en los hechos un signo de que la democracia está en crisis. Debilita la credibilidad y la legitimidad de los procedimientos democráticos y puede rápidamente llevar a un reemplazo de la democracia por un consenso ilusorio basado, por ejemplo, en el chauvinismo religioso o étnico. Desde el comienzo, la tesis de que habría una convergencia “natural” entre la democracia y el mercado contenía el peligro de que llegáramos a este punto. Presupone una sociedad reconciliada consigo misma, una sociedad sin conflicto, como lo sugiere alguna interpretación posmodernista.
Pero la evidencia es concluyente en el sentido de que las relaciones del mercado capitalista global han generado aún más grandes desigualdades. La teoría de la convergencia – la noción de que el mercado y la democracia convergen-es hoy puro dogma: una teoría para una política imaginaria. Esta teoría es, en su propio dominio, la contrapartida de la “economía pura”, que es la teoría, no del capitalismo realmente existente, sino de una economía imaginaria. Justo como el dogma del fundamentalismo del mercado, en todas partes se adelgaza frente a la realidad, ya no podemos tampoco aceptar la noción popular que hoy se propaga de que la democracia converge con el capitalismo.
Por el contrario, ya estamos con los ojos muy abiertos ante el potencial autoritario latente en el capitalismo. La respuesta del capitalismo al reto presentado por la dialéctica del individuo versus el colectivo (social) contiene, efectivamente, este peligroso potencial.
La contradicción entre el individuo y el colectivo, que es inherente en cualquier sociedad a cualquier nivel de su realidad, fue superada, en todos los sistemas sociales antes de los tiempos modernos, mediante la negación del primer término-esto es, por la domesticación del individuo por la sociedad. El individuo es reconocible sólo, por y a través de su estatus en la familia, el clan, y la sociedad. En la ideología del mundo (capitalista) moderno, los términos de la negación se revierten: la modernidad se declara a sí misma en los derechos de los individuos, aún en oposición a la sociedad.
En mi opinión, esta reversión es solamente una precondición de la liberación, el comienzo de la liberación. Porque al mismo tiempo libera un potencial para la agresividad permanente en las relaciones entre los individuos. La ideología capitalista expresa esta realidad mediante su ética ambigua: larga vida a la competencia, dejemos que sobreviva el más fuerte. El efecto devastador de tal ideología se contiene a veces por la coexistencia de otros principios éticos, la mayoría de orígenes religiosos o heredados de otras formas sociales más tempranas. Pero dejen caer estas represas, y la ideología unilateral de los derechos del individuo -sea en las versiones popularizadas por De Sade o Nietzsche, o en su versión americana-sólo producirá horror empujada hasta sus límites, autocracia y fascismo suave o duro.
Pienso que Marx subestimó este peligro. Quizás al no preocuparse en desarrollar ilusiones que estimularan las adicciones por el pasado, no habría previsto todo el potencial reaccionario de la ideología burguesa del individuo. Dirigió sus preferencias a la sociedad Americana, en el pretexto de que no sufría de los vestigios del pasado feudal que frenaba el progreso en Europa. Quisiera sugerir, por el contrario, que el pasado de la Europa feudal rinde cuentas de algunas características relativamente positivas en su favor. Baste ver el grado de violencia que domina la vida diaria en los EEUU, que está fuera de toda proporción con lo que ocurre en Europa… ¿podría eso atribuirse a la ausencia de antecedentes pre-modernos en los EEUU?
Para ir más lejos, ¿no podríamos atribuir a estos antecedentes -donde existan-un papel positivo en la emergencia de elementos de una ideología pos-capitalista que enfatice valores de generosidad y de solidaridad humana? ¿Su ausencia, no estará reforzando la sumisión al poder dominante de la ideología capitalista? ¿Es mera casualidad que, precisamente, el autoritarismo “blando” (alternándose con fases de autoritarismo duro, como la experiencia del McCartismo podrá hace recordar a todos aquellos que la han borrado de su memoria de la historia reciente) es una de las características permanentes del modelo americano? ¿Es pura casualidad que por esta razón los EEUU provea el modelo de democracia de baja intensidad, al punto que la proporción de gente que se abstiene de votar no se ve en ninguna parte y que —-otro hecho que no es accidental-sean precisamente los desheradados los que quedan al margen de las votaciones en masse?
¿De qué modo una síntesis dialéctica más allá del capitalismo pudiera hacer posible reconciliar los derechos del individuo con los de la colectividad? ¿ De qué modo esta posible reconciliación pudiera dar más trasparencia a la vida individual y a la vida de la sociedad? Estas son preguntas que no intentaremos contestar aquí, pero que definitivamente se proponen solas, y que por supuesto son un reto al concepto burgués de democracia e identifican sus límites históricos.
Si, entonces, no hay convergencia, ni menos una convergencia “natural”, entre el mercado y la democracia, debemos concluir que el desarrollo entendido en su sentido corriente de crecimiento económico acelerado a través de la expansión de los mercados (y hasta ahora ha habido escasamente alguna experiencia de desarrollo de una clase diferente)-¿es compatible con algún grado avanzado de democracia?
No faltan hechos que apoyen esta tesis. Los “éxitos” de Corea, de Taiwán, de Brasil bajo la dictadura militar, y de los populismos nacionalistas en su fase de ascenso (Nasser, Boumadienne, el Irak del Baath, etc.) no se cumplieron por sistemas que tuvieran mucho respeto por la democracia. Más atrás, Alemania y Japón, en la fase en que capturaron el momento, fueron ciertamente menos democráticos que sus rivales británicos o franceses. Los experimentos socialistas modernos, fuero escasamente democráticos, y ocasionalmente registraron altos índices de crecimiento.
Pero por el otro lado, uno pudo observar que la Italia democrática de la posguerra se modernizaba con una rapidez y una profundidad que el fascismo, con toda su fanfarronería, nunca alcanzó, y que la Europa Occidental, con su socialdemocracia avanzada (el estado de bienestar de la posguerra), experimentó el más prodigioso crecimiento en la historia. Uno puede fortalecer la comparación a favor de la democracia enumerando incontables dictaduras que sólo engendraron estancamiento y aún masas devastadoras de dificultades interconectadas.
¿Podríamos entonces adoptar una posición reservada y relativista, rehusar establecer cualquier clase de relación entre el desarrollo y la democracia, y decir que si son compatibles o no, eso dependería de condiciones concretas específicas? Esa actitud es aceptable si nos contentamos con la definición “ordinaria” de desarrollo, identificado con el crecimiento acelerado dentro del sistema. Pero eso ya no es aceptable, si nosotros atendemos a la segunda de las tres proposiciones establecidas al comienzo de este estudio.
Entender que el capitalismo globalizado es por naturaleza polarizador y que ese desenvolvimiento es un concepto crítico, que implica que el desarrollo debe ocurrir dentro del marco de la construcción de una alternativa, la sociedad pos-capitalista. Esa construcción sólo puede ser el producto de la voluntad y de la acción progresiva del pueblo. ¿Hay allí una definición de democracia diferente a lo que está implícito en esa voluntad y en esa acción? Es en este sentido que la democracia es verdaderamente la condición del desarrollo. Pero esta es una proposición que ya no tiene nada que ver con lo que el discurso dominante intenta decir sobre este tema. Nuestra proposición concluye diciendo que en efecto no podrá haber socialismo (si usamos este término para designar una alternativa poscapitalista mejor) sin democracia, pero también que no puede haber progreso en democratización sin una transformación socialista.
El observador “realista” que estaba esperando esto de mí, no perderá tiempo en señalar que la experiencia del socialismo realmente existente alega en contra de la validez de mi tesis. Verdad. La versión popular del marxismo histórico soviético efectivamente decreta que la abolición de la propiedad privada significa derechamente que ha sido reemplazada por la propiedad social. Ni Marx ni Lenin jamás llegaron a tal simplificación.
Para ellos, la abolición de la propiedad privada del capital y de la tierra era sólo el primer acto necesario para iniciar una posible larga evolución hacia la constitución de la propiedad social. La propiedad social llega a ser una realidad sólo desde el momento en que la democratización ha realizado tales poderosos progresos que los ciudadanos-productores han llegado a ser amos de todas las decisiones tomadas a todos los niveles de la vida social, desde el lugar de trabajo a las cumbres del estado.
El más optimista de los seres humanos no podría imaginar que este resultado pudiera alcanzarse en cualquier parte del mundo -se trate de los EEUU, de Francia o del Congo-en “unos pocos años”, como en los pocos años al final de los cuales se proclamó que en algún lugar o en otro se había completado la construcción del socialismo. Ya que la tarea es nada menos que la construcción de una nueva cultura, que requiere de generaciones sucesivas que gradualmente se transforman a si mismas mediante su propia acción.
El lector captará rápidamente que hay una analogía, y no una contradicción, entre 1) el funcionamiento en el capitalismo histórico, de la relación entre el liberalismo utópico y la dirección pragmática, y 2), el funcionamiento en la sociedad soviética, de la relación entre el discurso ideológico socialista y la dirección real. La ideología socialista en cuestión es la bolchevique que, siguiendo la de la socialdemocracia europea anterior a 1914 (y sin tener ninguna quiebra con ella en este punto fundamental), no criticó la convergencia “natural” de las lógicas entre los diferentes dominios de la vida social y dio un “significado” a la historia sobre una interpretación lineal y fácil de su curso “necesario”.
Esa era sin duda una manera de leer el Marxismo histórico, pero no era la única manera de leer a Marx (de todos modos, no es la mía). La convergencia es expresada aquí de la misma manera: vista desde el punto de vista impuesto por el dogma, la dirección de la economía por el Plan (substituido por el mercado) obviamente produce una respuesta apropiada a las necesidades. La Democracia sólo puede reforzar las decisiones del Plan, oponérsele es irracional. Pero aquí el socialismo demasiado imaginativo corre en contra de las demandas de la dirección del socialismo realmente existente, que se enfrenta a problemas reales y serios, entre otros, por ejemplo, desarrollar las fuerzas productivas para “capturar el momento”.
Los poderes en presencia proveen para eso prácticas cínicas que no son ni pueden ser aceptadas. El totalitarismo es común a ambos sistemas y se expresan de la misma manera, mediante la mentira sistemática. Si sus manifestaciones fueron más violentas en la URSS, es porque el retraso que debía superarse era un peso tan grande, mientras el progreso que se realizaba en Occidente tenía confortables cojines en donde descansar ( de ahí el frecuente “totalitarismo light” o blando, como en el caso del consumismo de los períodos de crecimiento fácil).
Abandonar la tesis de la convergencia y aceptar la del conflicto entre las lógicas de los diferentes dominios, es el prerrequisito para interpretar la historia de una manera que potencialmente reconcilie la teoría con la realidad. Pero es también el prerrequisito para diseñar estrategias que hagan posible llevar a cabo acciones efectivas -esto es, realizar progresos en todos los aspectos de la sociedad. La íntima relación entre el desarrollo social real y la democratización, tan cercana que son inseparables, nada tiene que ver con la cháchara sobre el tema ofrecida por los proponentes de la ideología dominante. Su pensamiento es siempre de segunda clase, confuso, ambiguo, y al final, a pesar de lo que a veces sea aparente, reaccionario. Como consecuencia, llega a ser la herramienta perfecta del poder dominante del capital.
La democracia es necesariamente un concepto universalista, y no puede tolerarse ningún lapsus de esa virtud esencial. Pero el discurso dominante -aún ese que emana de fuerzas que subjetivamente se clasifican como “de izquierda”-da una interpretación sesgada de democracia que al final niega la unidad de la especie humana a favor de “razas”, “comunidades”, “grupos culturales”,etc. La política de identidad de los Anglo-Sajones, cuya expresión agregada en el “comunitarismo”, es un ejemplo sobresaliente de esta negación de la igualdad real de los seres humanos. Desear ingenuamente, aún con las mejores intenciones, formas específicas de “desarrollo comunitario”-que serán reclamadas después, es algo que se produjo por voluntad expresada democráticamente, en comunidades (de las Indias Occidentales en los suburbios de Londres, o entre los Nor Africanos en Francia, o entre los negros de los EEUU, etc)-lo que significa encerrar a los individuos dentro de esas comunidades y encerrar esas comunidades dentro de los límites de hierro de las jerarquías que impone el sistema. Es nada menos que un tipo de apartheid que no es reconocido como tal.
El argumento avanzado por los promotores de este modelo de “desarrollo comunitario” pareciera ser a la vez pragmático (“hacer algo por los desposeídos y las víctimas, que se han juntado en estas comunidades”) y democrático (“las comunidades están dispuestas a afirmarse como tales”). Sin duda una gran cantidad de decires universalistas han sido y siguen siendo pura retórica, que no llama a ninguna estrategia por una acción efectiva que cambie el mundo, la que obviamente significaría considerar formas concretas de lucha contra la opresión sufrida por estos grupos particulares. De acuerdo. Pero la opresión en cuestión no puede ser abolida si al mismo tiempo le imponemos un marco dentro del cual se reproducirá a sí misma, aún en formas más suaves.
La vinculación que los miembros de una comunidad oprimida pudieran sentir por su propia cultura de opresión, por mucho que respetemos sus sentimientos en abstracto, es sin embargo el producto de la crisis de la democracia. Es porque la efectividad, la credibilidad, y la legitimidad de la democracia han sido horadadas, que los seres humanos buscan refugio en la ilusión de una identidad particular que los pueda proteger. Entonces nos topamos en la agenda con el culturalismo, esto es, la afirmación de que cada una de estas comunidades (religiosas, étnicas, sexuales, u otras) tiene sus propios valores irreductibles (esto es, valores que no tienen significación universal). El culturalismo, como he dicho antes, no es un complemento de la democracia, una manera de aplicarla concretamente, sino todo lo contrario, una contradicción a ella.
La globalización de las luchas sociales: Condiciones para una reanudación del Desarrollo
Los escenarios del futuro dependen extensamente de nuestra visión sobre las relaciones entre las fuertes tendencias objetivas y las respuestas que los pueblos, y las fuerzas sociales de que están compuestos, den a los retos que representan esas tendencias. Así pues, hay un elemento de subjetividad, de intuición, que no puede eliminarse. Y eso está bien, ya que significa que el futuro no está programado de antemano, y que el producto de la imaginación inventiva, para usar la fuerte expresión de Castoriadis, tiene su lugar en la historia.
Es especialmente difícil hacer predicciones en un período como el nuestro, cuando todos los mecanismos políticos e ideológicos que gobiernan la conducta de los diversos actores han desaparecido. Cuando llegó a su fin el período de la post-Segunda Guerra Mundial, la estructura de la vida política colapsó.
Tradicionalmente las luchas políticas y la vida política se conducían en el contexto de los estados nacionales cuya legitimidad no era cuestionada (la legitimidad de un gobierno podía cuestionarse, pero no la del estado). Detrás y dentro del estado, los partidos políticos, los sindicatos, y unas cuantas grandes instituciones-como las asociaciones nacionales de empleadores y los círculos que los medios llamaban “la clase política”…constituían la estructura básica del sistema en el que los movimientos políticos, las luchas de clases y las corrientes ideológicas venían a expresarse.
Pero ahora nos encontramos con que casi en todos los lugares del mundo estas instituciones han perdido en un grado u otro gran parte, sino toda, su legitimidad. La gente “ya no cree en ellas”. Así, en su lugar, han surgido “movimientos” de diversa suerte, movimientos centrados en las demandas de los Verdes, o movimientos de las mujeres, movimientos por la democracia o la justicia social, y movimientos de grupos que afirman su identidad como comunidades étnicas o religiosas. Esta nueva vida política es por eso altamente inestable.
Valdría la pena discutir concretamente la relación entre esas demandas y movimientos y la crítica radical de la sociedad (esto es, del capitalismo realmente existente) y de la dirección neoliberal globalizada. Ya que algunos de estos movimientos se juntan -o pueden juntarse-en el rechazo consciente de la sociedad proyectada por los poderes dominantes, otros, al contrario, no se interesan en esto y no hacen nada por oponerse a eso. Algunos movimientos son manipulados y apoyados (por los poderes dominantes, tr.), abierta o encubiertamente, a otros los combaten resueltamente -esa es la regla en la nueva y aún no bien establecida vida política.
Hay una estrategia política global para el gobierno mundial. El objetivo de esta estrategia es producir la más grande fragmentación posible de fuerzas potencialmente hostiles al sistema, apadrinando la atomización de las formas estatales de organización de la sociedad. ¡Que haya tantas y tantos Eslovenias, Chechenias, Kosovos y Kuwaits como sea posible! En conexión con esto, se da la bienvenida la posibilidad de manipular demandas basadas en las identidades separadas. La cuestión de la identidad de la comunidad-étnica, religiosa, o de cualquier otra clase-es por eso uno de los problemas centrales de nuestro tiempo.
El principio democrático básico, que implica el respeto real por la diversidad (nacional, étnica, religiosa, cultural e ideológica), no puede tolerar ninguna excepción. La única manera de sostener la diversidad es mediante la práctica de una genuina democracia. Fallando esto, llega a ser inevitablemente un instrumento que el adversario puede usar (menos a menudo ella) para sus propios fines .Pero a este respecto las diversas izquierdas en la historia a menudo han estado faltando. No siempre, por supuesto, y mucho menos de lo que con frecuencia se dice. Un ejemplo entre otros: la Yugoslavia de Tito fue casi un modelo de coexistencia de nacionalidades, sobre una base de igualdad, pero no ciertamente Rumania!
En el Tercer Mundo del período de Bandung, los movimientos de liberación nacional a menudo se las arreglaron para unir a diferentes grupos étnicos y comunidades religiosas contra el enemigo imperialista. Muchas clases dirigentes en la primera generación de los estados africanos, eran realmente trans-étnicas. Pero pocos poderes fueron capaces de administrar la diversidad democráticamente o, cuando se ganaba con ello, de mantenerla. Su débil inclinación por la democracia produjo resultados deplorables tanto en este dominio como en la administración de otros problemas de sus sociedades. Cuando llegó la crisis, las clases dirigentes muy presionadas, y sin poderes para confrontarlos, hasta llegaron a jugar un rol decisivo en el recurso de alguna comunidad étnica particular para separarse, lo que fue usado como un medio para prolongar su “control” de masas. Aún en muchas auténticas democracias burguesas, la diversidad entre las comunidades está lejos de haber sido administrada correctamente. Irlanda del Norte es un claro ejemplo.
El culturalismo ha sido exitoso en la medida en que ha fallado la administración democrática de la diversidad. Por culturalismo quiero significar la afirmación de que las diferencias en cuestión son “primordiales”, que debe dárseles a éstas “prioridad” (sobre las diferencias de clase, por ejemplo), e incluso que estas diferencias son “Transhistóricas”, esto es, basadas en invariables históricas. (Esto último es a menudo el caso con los culturalismos religiosos, que fácilmente se deslizan hacia el oscurantismo y el fanatismo).
Para salir de este atolladero de las demandas basadas en la identidad, propondría lo que pienso es un criterio esencial. Esos movimientos cuyas demandas están conectadas con la lucha contra la explotación y por una más amplia democracia en cualquier dominio, son progresivos. Por el contrario, esos que se presentan a sí mismos, como carentes de un “programa social” (ya que suponen que eso no es importante!)- que se declaran “no hostiles a la globalización” (porque eso tampoco es importante!)-a fortiori esos que se declaran ajenos al concepto de democracia (que acusan de ser un invento Occidental)-son abiertamente reaccionarios y sirven los fines del capital dominante a la perfección. El capital dominante sabe esto, y al caso, apoya sus demandas ( aún cuando la media saca ventajas de su bárbaro contenido para denunciar a los pueblos que son sus víctimas!), usando y manipulando estos movimientos.
La democracia y los derechos de los pueblos, que invocan hoy los mismos representantes del capital dominante, escasamente pueden concebirse salvo como medios políticos de la dirección neoliberal en la crisis contemporánea mundial, como un complemento a los medios económicos. La democracia en cuestión depende de los casos. Lo mismo es verdad con respecto al “buen gobierno”, del que también hablan. En adición, porque esto queda enteramente al servicio de las prioridades que imponen las estrategias de EEUU/Tríada, y entonces es también cínicamente usado como instrumento.
De ahí la extensa aplicación del doble estándar. Por ejemplo, nada de intervenciones a favor de la democracia en Afganistán o en los países del Golfo Pérsico, así como no se metieron ayer en los caminos de Mobutu, u hoy, en los de Sabimbi, y de muchos otros, mañana. En algunos casos, los derechos de los pueblos son sagrados ( hoy en Kosovo, mañana en Tibet), y en otros casos son olvidados ( en Palestina, el Kurdistán, Chipre, los Serbios de Krajina ,a los que los croatas expulsaron por la fuerza, etc.) Incluso el terrible genocidio de Rwanda no ocasionó ninguna investigación seria sobre la parte de responsabilidad de los estados que dieron su apoyo diplomático a los gobiernos que lo prepararon abiertamente. Sin duda la abominable conducta de ciertos regímenes facilita la tarea al proveer pretextos que son fáciles de explotar. Pero el silencio cómplice en otros casos le quita toda credibilidad a estos discursos sobre la democracia y los derechos de los pueblos. Uno no puede menos que cumplir con los requerimientos de la lucha por la democracia y el respeto de los pueblos, sin los cuales no hay progreso.
Este es afortunadamente el caso, en esta nueva fase que estamos presenciando de ascenso de las luchas en que está envuelto el pueblo trabajador víctima del sistema. Los campesinos sin tierra en Brasil; asalariados y desempleados, en algunos países de Europa; sindicatos que incluyen a la gran mayoría de los que perciben un salario (en Corea del Sur o en Sud África) ; jóvenes y estudiantes que traen consigo a las clases trabajadoras urbanas (como en Indonesia) -y la lista crece cada día.
Estas luchas sociales están destinadas a expandirse. Serán seguramente muy pluralistas, lo que es una de las características positivas de nuestro tiempo. Sin duda este pluralismo surge de los resultados acumulados de los llamados “nuevos movimientos sociales”-los movimientos feministas, los movimientos ecologistas, los movimientos democráticos. Por supuesto, tendrán que enfrentar diferentes obstáculos a su desarrollo, dependiendo del tiempo y del lugar.
El problema central aquí es cuál es la relación que se dará entre los conflictos dominantes, por lo que quiero decir los conflictos globales entre diversas clases dominantes -esto es, los estados-cuya posible geometría he tratado de delinear más arriba. ¿Quién vencerá? ¿Las luchas sociales estarán subordinadas, contenidas en el más amplio contexto imperial-global de los conflictos, y por ello, serán controladas por los poderes dominantes, movilizadas para sus propósitos si es que no simplemente manipuladas? ¿O, por el contrario, las luchas sociales ganarán autonomía y forzarán a los poderes a adaptarse a sus demandas?

Samir Amin es director de la Oficina Africana (con sede en Dakkar, Senegal) del Tercer Foro Mundial, una asociación no gubernamental internacional para la investigación y el debate. Es autor de numerosos libros y artículos, incluyendo Spectres of Capitalism, recientemente publicado por Monthly Review Press, 1998).