Lecturas desde la derecha y la izquierda sobre el levantamiento de 1932: Implicaciones político-culturales.
López Bernal, Carlos Gregorio.1
“Recuerdo la mitad de lo que pasó, y el resto, el resto lo saqué de mis sueños” Del film Gangs of New York, 2002 “Patria sí, comunismo no”. Este es el grito de batalla del partido ARENA en todas sus campañas electorales; lema que a juzgar por los resultados obtenidos a lo largo de dos décadas, es sumamente efectivo para captar el apoyo de los votantes salvadoreños y podría decirse que es de todos conocido. Menos conocido, pero igualmente sugerente es este graffiti, pintado por manifestantes de izquierda en el costado oriente de la catedral de San Salvador: “Aquino, Martí y Monseñor Romero verdaderos próceres de la Patria”.
Me parece que ambas frases sintetizan magistralmente la forma como la izquierda y la derecha de El Salvador han construido sus interpretaciones de la historia salvadoreña y revelan mucho acerca de los “usos” que hacen de la historia. En tanto interpretaciones de la historia estos discursos son susceptibles de ser analizados y discutidos. ¿Cuándo comenzaron a elaborarse y por qué?; ¿Quiénes han sido sus impulsores y receptores? ¿Cuál ha sido su impacto en el imaginario popular salvadoreño?
En primer lugar debe señalarse que ambos lemas el levantamiento de 1932 está presente. El lema de la derecha hace una inequívoca referencia al 32; y Farabundo Martí fue uno de los principales líderes de la revuelta, calificada de comunista, hecho que es un referente histórico inequívoco de la izquierda salvadoreña.
Ciertamente que la importancia del levantamiento de 1932 ya ha sido discutida en la historiografía salvadoreña, pero no se ha trabajado lo suficiente sobre su impacto en la cultura nacional y menos sobre su “apropiación” por parte de la derecha y la izquierda contemporáneas. Sobre este último aspecto plantearé algunas cuestiones.
Primeramente haré algunas consideraciones en torno a cuándo y por qué se calificó el levantamiento de “comunista”; luego veré las maneras como la derecha y la izquierda se “apropiaron” del 32.
Anticomunismo, historia y derecha en El Salvador
Una revisión de la historiografía salvadoreña no muestra un esfuerzo consistente desde los grupos dominantes por crear un texto de historia que refleje claramente su posición y justifique sin ambigüedades sus acciones. Si para el siglo XX existe lo que los intelectuales ligados a la izquierda han llamado la “historia oficial” sería algo más bien construido sobre silencios y omisiones y no sobre discursos explícitos alrededor de problemas de trascendencia nacional, que es lo que sucedió por ejemplo con la historiografía liberal que se definió abiertamente anticonservadora y exaltó a los caudillos liberales que tomaron el poder después de 1871, colocándolos en el mismo nivel de los próceres independentistas y de Gerardo Barrios, “caudillo y mártir” de los liberales salvadoreños.2
1. Ponencia presentada en el Simposio Internacional “El Salvador 1932: Memoria Histórica, Justicia, Identidad Cultural, Derechos Indígenas,” Nueva York, octubre del 2004. Trabajo en proceso. No citar sin autorización del autor.
2. A manera de ejemplo se señalan los siguientes: Lardé y Larín, Jorge. Guía histórica de El Salvador. San Salvador, Ministerio de Cultura, 1958; Reyes, Rafael. Apuntamientos estadísticos sobre la República de El Salvador. San Salvador, Imprenta Nacional, 1ª edición, 1888; Lecciones de historia de El Salvador. se, 1892; Nociones de historia de El Salvador. San Salvador, Imprenta Rafael Reyes, 3ª edición, 1920; José Antonio Cevallos. Recuerdos salvadoreños. San Salvador, Impr. Nacional, 1891- 1920, 3 v.; Víctor Jerez. Tercera conferencia histórica de propaganda patriótica. San Salvador, Universidad Nacional de El Salvador, 1920; Francisco Gavidia. Historia moderna de El Salvador. San Salvador, Impr. Meléndez, 1917-1918, 2 v. en 1.; Manuel Vidal. Nociones de historia de Centro América: especial de El Salvador. San Salvador, Talleres Gráficos Cisneros, 1935; Alberto Luna. Estudios sobre historia patria. San Salvador, Dirección de Publicaciones, 1971.
Para el caso específico de Gerardo Barrios son muy ilustrativos los trabajos de Italo López Vallecillos. Gerardo Barrios y su tiempo. 2 tomos. San Salvador, Ministerio de Educación, 1ª edición, 1967; José Dolores Gámez. Gerardo Barrios ante la posteridad. San Salvador, Ministerio de Educación, Dirección General de Publicaciones, 3ª edición, 1966; y Emiliano Cortés. Biografía del Capitán General Gerardo Barrios. San Salvador, Editorial Lea, 1965.
La cuestión se complica sobremanera en el siglo XX, pues a inicios de la década de 1930 se produjo uno de los eventos históricos más traumáticos de nuestra historia: el levantamiento de 1932. Si se hace una revisión de los escritos históricos post 32, lo que se encuentra más bien es un claro silencio o menciones circunstanciales, sin entrar a fondo en la discusión del problema.
El único libro que habla claramente del 32 es el de Joaquín Méndez, el cual surgió de una serie de reportajes que ese periodista realizó en la zona occidental en las semanas siguientes al levantamiento. Sí existen algunos artículos de revistas y periodísticos que periódicamente recordaban la latente amenaza comunista. Aunque en la historiografía de derecha no se haga alusión directa al 32 es claro que este hecho ha marcado no solo su interpretación de la historia del siglo XX, sino sus acciones políticas posteriores.
Por ejemplo, es evidente el impacto que el anticomunismo ha tenido en la sociedad salvadoreña; el uso sistemático que ARENA ha hecho del anticomunismo en las elecciones presidenciales, lo confirma. Lo anterior nos lleva a plantear la siguiente cuestión. Si no ha existido una producción historiográfica de la derecha, ¿cuáles han sido los mecanismos usados, para inculcar en la población una interpretación de la historia favorable a sus intereses? La respuesta a esa pregunta no se encuentra en la historia política sino en la historia cultural; es decir, obliga a ampliar el campo de estudio a fin de conocer otros mecanismos, que sin depender excesivamente de los textos escritos terminen cumpliendo la misma función que aquellos.
A pesar de que la derecha no ha producido un solo libro en el que explicite su interpretación de la historia salvadoreña, si ha sido capaz de engendrar o apropiarse de uno de los mitos de la historia del siglo XX que más influido no solo en la vida política sino en la cultura nacional, como es el del “levantamiento comunista de 1932”.
En un primer momento la elaboración de la “leyenda negra” del comunismo fue un esfuerzo intelectual orientado a ocultar las verdaderas causas del levantamiento – por ende a evadir responsabilidades – y a buscar la reconstitución de la sociedad salvadoreña, mediante la reincorporación del indio al seno de la nación. Pero también hubo necesidad de magnificar el levantamiento por la magnitud de la represión que se desencadenó.
Agrandando al máximo el levantamiento se justificaba el rigor desmesurado de las acciones del ejército, los cuerpos de seguridad y las “Guardias Cívicas”. Esa primera interpretación del levantamiento tuvo características interesantes.
En primer lugar, había una necesidad de “explicar” las razones por las cuales El Salvador había llegado a la crisis que provocó una revuelta de tal magnitud. Es claro que los problemas económicos y la enorme injusticia social, fueron parte de las causas. Siendo el café el principal soporte de la economía era lógico que cualquier cuestionamiento alcanzara a la caficultura, como efectivamente sucedió.
Sin embargo, las elites dirigentes no podían aceptar públicamente esa realidad sin asumir cierto grado de responsabilidad al respecto. En segundo lugar, desde mediados de la década de 1910, pero especialmente en la siguiente, en las esferas intelectuales se había venido desarrollando una redefinición del discurso nacional, que hacía más énfasis en la cuestión cultural.
El indio se volvió parte importante de ese discurso, al grado de ser visto como lo más puro del “alma nacional”. Importantes intelectuales como Miguel Angel Espino, Alfredo Espino, Juan Ramón Uriarte, María de Baratta, Salarrué y otros fueron parte de ese esfuerzo. Tanto se avanzó en esa vía que para 1928, Atlacatl, el mítico cacique indígena, ya era parte del panteón de héroes nacionales.3
3. Véase Carlos Gregorio López Bernal. Identidad nacional, historia e invención de tradiciones en El Salvador en la década de 1920. Revista de Historia, # 45, enero-junio, 2002. Universidad de Costa Rica.
Muy significativamente, el levantamiento fue más fuerte en la región de Sonsonate, Ahuachapán y La Libertad; esta región se caracterizaba por dos rasgos básicos: una temprana y significativa expansión del café y una fuerte presencia de población indígena. Es decir, el levantamiento afectó una región en la cual estaban presentes dos elementos claves para entender a El Salvador en aquellos años: Café e indios.
El primero era la base de la economía, y lo siguió siendo hasta la década de 1970. Los indios en cambió, habían estado al margen de las preocupaciones de la elite dirigente, hasta que un grupo de intelectuales interesados en la identidad nacional, los retomaron y comenzaron a incorporarlos ─ con relativo éxito, considerando los prejuicios raciales todavía existentes ─ en el imaginario nacional.
Aceptar que las precarias condiciones de vida en el campo habían provocado el levantamiento era cuestionar a la caficultura misma, hasta entonces vista como un “modelo” exitoso de desarrollo. La “modernidad” del país se había construido con el café. De manera parecida, la masiva participación indígena en el levantamiento, evidenciaba que esos indios que se decía constituían la “parte más pura del alma nacional” no estaban nada a gusto con las misérrima vida que llevaban, y que no eran tan sumisos y dóciles como algunos escritores los habían presentado en sus obras.
Calificar al levantamiento de “comunista” no surgió de la nada. Por lo menos desde 1930, la palabra comunista circulaba ampliamente en la prensa y aparecía frecuentemente en las noticias que daban cuenta de las movilizaciones de trabajadores urbanos y rurales. Cuando se tuvo conciencia de la gravedad de los hechos violentos que se estaban dando en occidente en la segunda quincena de enero de 1932, fue fácil pensar en un levantamiento comunista.
Pero fue en los meses siguientes al levantamiento, cuando la intelectualidad ligada al gobierno y las clases altas se dieron cuenta de cuan beneficioso podía ser insistir en el comunismo para “explicar” lo acontecido.
No obstante que el problema era muy complejo, la explicación fue muy sencilla: en el país no había lugar para la “lucha de clases” porque no existía explotación, ni injusticia, ni falta de libertad. Claro que había algunos problemas, sobre todo por la caída de los precios del café, pero no hubiesen bastado para provocar un levantamiento de tal magnitud. Por otra parte, los indios no eran malvados por naturaleza; habían llegado a cometer tan “brutales excesos” (asesinatos, robos, violaciones, mutilaciones, etc.) porque los “agitadores comunistas” (invariablemente extranjeros) les envenenaron el alma con la prédica del odio de clases.
Los indios ingenuos, ignorantes y superficialmente evangelizados, simplemente cayeron en la trampa. Lógicamente, nunca se cuestionó la magnitud e intensidad de la represión.4 Esta fue absolutamente necesaria, pero no podía condenarse al indio sin más. Este se había equivocado por su ignorancia, entonces era necesario educarlo, por medio de la escuela y la religión.5
4. Esa interpretación tuvo una versión literaria en la novela Ola Roja, escrita por Francisco Machón Vilanova y publicada en México en 1948.
5 Esta es una síntesis de un planteamiento desarrollado con más detalle en otro trabajo. Véase Carlos Gregorio López Bernal. Indígenas, comunismo y nacionalismo… Op. Cit.
Además de explicar lo sucedido interesaba sobremanera prevenir. Es decir, si se pudo controlar el levantamiento del 32 se debía tener la capacidad de anular cualquier otra amenaza en el futuro. Si bien en un principio algunos sectores abogaron por promover la educación y ciertas acciones que hoy se diría de “justicia social” (tímidos proyectos para la entrega de tierras a campesinos desposeídos, construcción de casas baratas), pero a la larga se insistió más en el control social y la represión.
En esas labores de prevención y represión fue clave el papel de los cuerpos de seguridad (Guardia Nacional, Policía de Hacienda y Policía Nacional) y las estructuras originadas en el “Servicio Territorial Militar de Orden Público” que ya funcionaban en la época de los MeléndezQuiñónez.6 Sin embargo, la idea de involucrar a civiles en labores de policía y control venía de mucho tiempo atrás. Ya en la colonia, los alcaldes contaron con la ayuda de vecinos para velar por el orden público, pero fue en el siglo XIX cuando las milicias y los auxilios civiles se convirtieron en partes fundamentales del aparato de control estatal. Esta decisión podría justificarse ante la incapacidad del Estado para asumir tales tareas.7
6 Véase Reglamento para el servicio de Comandantes de barrio y cantonales. En Arturo Zárate Domínguez. Servicio territorial militar de orden público. (San Salvador, Ministerio de Guerra y Marina, 1926).
7 Para un estudio de la participación de civiles en los mecanismos de control y represión de finales del siglo XIX y principios del XX, véase Patricia Alvarenga. Cultura y ética de la violencia. El Salvador, 1880-1932. (San José, EDUCA, 1996).
No obstante dicho recurso se siguió usando en el siglo XX, cuando el Estado ya se había fortalecido considerablemente; prueba de ello es el Reglamento para el servicio de Comandantes de barrio y cantonales, decretado por Jorge Meléndez en 1919, que en su artículo 10 establecía: “En cada barrio y cantón habrá un servicio de milicias”. El artículo 5 de dicho reglamento señalaba entre las principales obligaciones de los Comandantes: “Mantener atenta observación sobre todos los individuos sospechosos que no se dediquen a un trabajo cualquiera, honrado; investigar su procedencia y el objeto de su llegada o permanencia en el barrio o cantón, y capturarlos en caso necesario.8
8 Reglamento para el servicio de Comandantes de barrio y cantonales. En: Arturo Zárate Domínguez. Op. Cit. págs. 180-182. La información estadística disponible permite estimar que para finales de la década de 1910, al menos 50,000 individuos pudieron ser involucrados en ese sistema. Véase Carlos Gregorio López. El proyecto liberal de nación en El Salvador, 1876-1932. Tesis de maestría en historia, Universidad de Costa Rica, 1998. cap. 1. 9 Diario Oficial, 21 de septiembre de 1932, págs. 1775-1776.
Después del levantamiento de 1932 se consideró necesario reformar dicho reglamento a fin de hacer más efectiva la represión de los rebeldes. Una de las nuevas disposiciones era capturar a los individuos que no portaran el nuevo boleto de identificación, o a quienes, a pesar de portarlo, “se dediquen a propalar especies disociadoras o que traten a reuniones para incitar al desorden, debiendo darse cuenta con ellos a la autoridad civil o al Comandante Local.” 9
9 Diario Oficial, 21 de septiembre de 1932, págs. 1775-1776.
Muy relacionadas con esta estructura represiva estuvieron las Guardias Cívicas, creadas inmediatamente después del levantamiento. Los civiles enrolados en dichas estructuras de control social, fueron sistemáticamente indoctrinados en el anticomunismo. La paramilitar Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) creada en 1962 ─ y que se caracterizó por su radical anticomunismo ─ no fue una iniciativa novedosa, a lo sumo era una readecuación de un sistema que venía funcionando desde mucho tiempo atrás.
Si bien el 32 siguió siendo el referente histórico, hubo necesidad de actualizar el discurso anticomunista: en el contexto de la guerra fría la amenaza soviética fue utilizada insistentemente, pero la lejanía geográfica de la Unión Soviética la hacía poco impactante. La situación cambió drásticamente con el triunfo de la Revolución Cubana y la posterior crisis de los misiles. El fantasma del comunismo tomó forma en el rostro de Fidel Castro, la cercanía de Cuba hizo lo demás. Paradójicamente y como parte de su “éxito” hasta la década de 1960, el anticomunismo no tenía un “enemigo local” capaz de retarlo.
El Partido Comunista Salvadoreño (PCS), drásticamente diezmado en el 32 y legalmente imposibilitado para participar en la política,10 tuvo muchas dificultades para reconstituirse internamente y desarrollar su trabajo político. Además, el fantasma de la matanza del 32 exorcizó las tendencias más radicales a su interior, limitando mucho de su trabajo a infiltrar las organizaciones sindicales y estudiantiles y a eventuales alianzas con sectores de oposición, participando en eventos electorales a través de partidos de fachada.11
10 El artículo 29 de la constitución reformada de 1939 prohibía el “establecimiento y actividades de toda organización contraria a los principios democráticos consignados en esta constitución, lo mismo que las reuniones que tengan idéntico objeto.” Véase http://www.asamblea.gob.sv/constitucion/1939.htm (05-10-04). Por su parte, el artículo 158 de la Constitución de 1950 decía tajantemente: “Queda prohibida la propaganda de doctrinas anárquicas o contrarias a la democracia.”. Constitución política de El Salvador 1950. http://www.asamblea.gob.sv/constitucion/1950.htm, (05-10-04). En los mismos términos se expresaba la constitución de 1962. Constitución de la república, 1962. http://www.asamblea.gob.sv/constitucion/1962.htm , (0510-04).
11 Fuere cierto o no, en las elecciones de la década de 1950, 1960 y 1970, los “partidos oficiales”, siempre denunciaban la participación de los comunistas infiltrados en los partidos legalmente inscritos, pero el único que fue reconocido con tal fue la Unión Democrática Nacionalista, UDN.
Esta situación cambió en la década de 1970; la conformación de las primeras organizaciones guerrilleras y el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, convencieron a los escépticos que el comunismo no solo estaba vivo y cercano, sino que cada día aumentaba su fuerza. Al interior de la izquierda salvadoreña el debate en torno a la modalidad de lucha se intensificó después de la guerra contra Honduras en 1969. Para entonces, un sector del PCS se estaba radicalizando y proponía optar por la lucha armada, una alternativa que no entusiasmaba a la dirigencia del PCS.
Ciertamente que la actitud cauta y prudente de los comunistas, estaba en parte
condicionada por los lineamientos de la ex Unión Soviética, pero sobretodo por el peso de la memoria de la matanza de 1932. No es de extrañar que de todas las organizaciones que conformaron el FMLN, el PCS haya sido la última en incorporarse a la lucha armada.12
12 “Durante los años sesenta El Salvador fue escenario de importantes movilizaciones reivindicativas. Desde una especie de semiclandestinidad, el PCS desempeñaba un importante papel en la conducción de estas luchas. Sin embargo, al igual que la mayor parte de los partidos comunistas latinoamericanos, permaneció refractario a las tendencias radicales que se iban desarrollando en su seno al calor de las movilizaciones de masas y bajo el poderoso influjo del ejemplo cubano. La gota que vino a derramar el vaso, marcando la separación definitiva de los sectores más radicalizados del partido, fue el respaldo que brindara el PCS al gobierno militar salvadoreño con ocasión a la guerra contra Honduras en 1969. El desenlace inmediato de esta coyuntura fue el nacimiento de las primeras agrupaciones guerrilleras de El Salvador, las Fuerzas Populares de Liberación y el Ejército Revolucionario del Pueblo.” Mario Vázquez Olivera. “País mío no existes”. Apuntes sobre Roque Dalton y la historiografía contemporánea en El Salvador. Revista Humanidades, IV época, # 2, marzo 2003, pág. 92.
Independientemente de las diferencias existentes entre las organizaciones guerrilleras, a lo largo de la década de 1970, su creciente accionar dio la pauta para que los ideólogos anticomunistas, los cuerpos de seguridad y los paramilitares, reaccionaran ante la nueva coyuntura. Las acciones del mayor Roberto D’Abuisson son un ejemplo claro de ello.13
13 Sobre el Mayor Roberto D’Abuison y las maneras cómo se está intentando reelaborar su imagen, véase la serie de reportajes publicados en las últimas semanas por Giovanni Galeas en la Revista Enfoques de la Prensa Gráfica.
D’Abuisson no solo dirigió estas estructuras represivas, sino que fue uno de sus principales ideólogos. Mientras no se tenga acceso a los archivos oficiales será muy difícil estimar la cantidad de individuos que pertenecieron a ORDEN y a las Defensas Civiles. Según el contexto en que se hable de ello, la derecha y la izquierda tienden a maximizar las cifras o a minimizarlas. Por supuesto habría que investigar de qué manera los miembros de los cuerpos paramilitares reproducían el anticomunismo en sus comunidades, pero a juzgar por los resultados es evidente que tuvieron éxito.
El trabajo sistemático de los cuerpos paramilitares ayuda a explicar en parte como, sin hacer uso de textos historiográficos, se pudo mantener y fortalecer el anticomunismo en El Salvador. Es más este pudo transitar sin mayor problema de un escenario de enfrentamiento militar a uno político electoral. Pero el influjo del anticomunismo no puede explicar por sí solo el éxito político electoral de la derecha en El Salvador de la posguerra.
Para explicar esa situación el análisis debe ir más allá de las condiciones objetivas y explorar la cultura política de los salvadoreños y las mentalidades. Si el anticomunismo respondiera únicamente a condiciones objetivas; por ejemplo la existencia de circunstancias “internas y externas” que generen una coyuntura favorable para el establecimiento y consolidación de un régimen comunista, dicha ideología no tendría mayores posibilidades de éxito en el presente. Hasta mediados de la década de 1980, y a pesar de que para entonces los problemas del régimen soviético ya eran evidentes, cualquier salvadoreño medianamente informado podía considerar que el comunismo tenía posibilidades de implantarse en El Salvador si se daba un triunfo del FMLN.
Ese era justamente el centro del discurso gubernamental que insistía en magnificar el apoyo que Cuba y el régimen sandinista daban a los rebeldes salvadoreños. Pero después de la caída del muro de Berlín, el descalabro de la antigua Unión Soviética y la derrota electoral de los sandinistas en Nicaragua, lo lógico sería esperar que el discurso anticomunista perdiera efectividad.
Sin embargo, los resultados electorales más bien confirman que este no solo se mantiene como parte importante del ideario popular de derecha, sino que se ha fortalecido. En ese proceso ha sido determinante el uso de los medios de comunicación, cuya importancia se ha acrecentado en cada proceso electoral, al grado que algunos analistas han llegado a afirmar que en las pasadas elecciones los verdaderos triunfadores fueron los mass media.
Alvaro Artiga, un analista político, afirma que: “Las elecciones presidenciales de 2004 serán recordadas no solo por el aumento en la participación electoral o por la virulenta propaganda que llevaron a cabo los principales partidos contendientes, sino porque en este proceso electoral tomaron parte, de manera protagónica, además de los candidatos y partidos políticos, los medios de comunicación y las organizaciones que realizan encuestas.”14
14 Alvaro Artiga-Gónzalez. Encuestas, medios y partidos: nuevos y viejos actores políticos. http://www.uca.edu.sv/publica/ued/eca-proceso/ecas_anter/eca665.html, 01-10-04
Lógicamente los dirigentes del FMLN, más ligados al ala ortodoxa del partido, afirmaron tajantemente que el triunfo de ARENA se debió a los medios de comunicación. A pesar de lo discutible de esa afirmación, es innegable que la derecha ha utilizado inteligentemente ese recurso. Y digo inteligentemente, porque no se trata únicamente del acceso fácil, seguro y barato que ARENA tiene a los principales medios de comunicación; situación lógica, pues es clara la relación entre estos y el gran capital salvadoreño.
La clave está en que el mensaje de ARENA ha encontrado eco en la población, para lo cual ha abusado, cuando no violado abiertamente el marco legal, contando con la manifiesta incompetencia, cuando no complicidad, del Tribunal Supremo Electoral. Haciendo una hábil e inmoral combinación de propaganda lícita e ilícita, ARENA ha logrado cubrir todas los ángulos del entorno comunicacional electoral. Y justamente uno de esos ángulos bien cubiertos fue el miedo; miedo que se personificó en el rostro de Handal.
Sin embargo, ese era el aspecto más superficial, detrás de Handal se proyectaba el atávico miedo al comunismo, de larga data en nuestra historia. Pero en El Salvador el miedo al comunismo no puede entenderse sin hacer referencia al levantamiento de 1932. Y es que uno de los rasgos más distintivos del 32 es la carga de terror que conllevó desde un primer momento.15
15 Citar a Jean Delumeau. El miedo en occidente. (Madrid, Taurus, 2002).
Durante el levantamiento los terratenientes salvadoreños vivieron aterrorizados; basta leer la prensa de entonces y los testimonios que recogió el periodista Joaquín Méndez. Por unos días, los finqueros y terratenientes se sintieron desprotegidos y a merced de las “turbas”. La narración que hizo un hacendado de su experiencia es muy ilustrativa: “Yo, que siempre consideré comerme diez indios en fila, ellos con sus machetes y yo con mi revólver y cincuenta tiros; yo, que no he temblado ante estos malditos porque los sentía corderitos y humildes cuando los veía buenos y a los pícaros los consideraba bajo la fuerza de mi brazo al medirnos las fuerzas, cuando divise la mancha, la turba de los doscientos que venían en pos de mí, hube de montar a caballo, y rompí en carrera vertiginosa por peñascales y precipicios, deshaciendo alambrados, hasta incorporarme con un hermano mío en su hacienda.”16
16. En la misma nota se dice: “Como ya es una tradición en ellos, Arena Joaquín Méndez h. Los sucesos comunistas en El Salvador. (San Salvador, Imprenta Funes y Ungo, 1ª edición, 1932), pág. 104. El énfasis es mío.
El relato es más que elocuente. En él es evidente el miedo que hizo presa del hacendado; las imágenes visuales que usa son inequívocas: en carrera vertiginosa, sin cuidarse de peñascales, precipicios o alambradas, porque el terror a la turba era mayor que cualquier otro. Pero una vez en resguardo, este representante de una clase de hombres acostumbrados a dominar y explotar sin ningún impedimento, resentía más que el peligro mismo que en su momento enfrentó, la humillación de haber tenido que huir y esconderse de aquellos infelices que unas horas antes eran sus servidores pacientes y sumisos.
De allí surge el odio que destila hacia esos “malditos indios”. De allí que su reacción haya sido implacable. Gracias a la reacción del aparato represivo en cuestión de días el terror se desplazó sobre aquellos que fueron víctimas de la represión. Hay autores que dicen que se ocultó y se intentó olvidar los hechos del 32. Esa es una afirmación muy discutible, que iguala silencio con olvido.
Por ejemplo, Roberto Pineda, en una publicación digital ligada al FMLN, dice: “La respuesta de los poderosos y sus sirvientes fue disparar las ametralladoras contra niños y mujeres indefensos, sembrar nuestra Patria de 30,000 cadáveres y establecer una larga noche de dictadura militar que se prolongó por cincuenta años. Pero no lograron destruir la memoria subversiva”17.
17 Roberto Pineda. El 32: una herida que no cierra. (22 de enero 2002). El énfasis es mío. http://www.fmln.ca/32heridaquenocierra.htm, 04-10-04.
Me parece que ese enfoque no explica la complejidad del problema. Si los sectores ligados al poder querían evitar que un movimiento social como el del 32 volviera a suceder, en ningún modo iban a buscar borrar esa memoria.18
18 Uso el vocablo memoria, porque es el que utilizó el autor en discusión, pero advierto que ese término conlleva una complejidad semántica que no es del caso discutir en este documento.
Por el contrario, necesitaban mantenerla lo más viva posible y lo lograron, paradójicamente por medio del silencio. El hecho de que por décadas en El Salvador se evitara hablar del tema, en ningún modo significa que se hubiera olvidado. Hubo silencio, pero no olvido; la prueba es que setenta años después los ancianos que vivieron esos trágicos acontecimientos, los recuerdan vívidamente. Su resistencia a hablar simplemente refleja el miedo, con el cual vivieron desde entonces. Es justamente ese miedo oculto, pero no por ello menos traumático, el que explota ARENA en cada campaña electoral, y aunque algunos analistas, hayan dicho que las pasadas elecciones serían las últimas ganadas por la derecha usando el miedo, es difícil que eso suceda.
El recurso se ha mostrado muy efectivo. En 1932 el miedo a las “hordas comunistas” se exorcizó con fusilamientos, ahorcamientos y misas. En la actualidad se exorciza con votos. Pero el acto de votar es el cierre de una campaña. A lo largo de ella, los contendientes han desarrollado una estrategia para captar simpatías a su favor, o generar antipatías y rechazo contra su contendiente. En este proceso los actos de apertura y cierre de campaña son claves. En las pasadas elecciones el FMLN abrió su campaña en la plaza Gerardo Barrios, también llamada “Plaza Cívica”.
Según una nota firmada por Elías Romero, entonces líder de la juventud del FMLN, 35,000 simpatizantes del Frente, se concentraron el 22 de noviembre de 2003 en ese lugar, donde se confirmó que “la Plaza Cívica ya le pertenece a la izquierda en El Salvador”. ARENA aperturó su campaña en la ciudad de Izalco, según ellos cuna del anti-comunismo.
A dicho acto asistieron, según informes, unas 5,000 personas, en su gran mayoría llevadas allí en transportes pagados desde otros municipios.” 19 Esa nota deja ver el significado histórico que en El Salvador tienen los “lugares de memoria”, concepto acuñado por el historiador francés Pierre Nora.20
19. Elías Romero. El Salvador: El FMLN a las elecciones en El Salvador. http://www.jjcc.cl/www/PHPNuke/modules.php?name=News&file=article&sid=793, 24-09-04. El énfasis es mío.
20 Véase Pierre Nora. La aventura de Les lieux de mémoire. En Josefina Cuesta Bustillo. (ed.) Memoria e historia. Ayer, 32, 1998. 21 Revista Proceso, UCA. Año 19, Número 832, Noviembre 25,1998. http://www.uca.edu.sv/publica/proceso/proc832.html#noticias, 04-10-04. 22 La oferta electoral. Revista Proceso, UCA. Año 19, Número 832, Noviembre 25,1998. http://www.uca.edu.sv/publica/proceso/proc832.html 24-04-09
Ciertamente izquierda y derecha se han apropiado de esos lugares, pero la escogencia de la derecha es más significativa. Aunque el FMLN reclame como suya la Plaza Cívica, no siempre ha iniciado allí sus campañas. Por el contrario, “ya es una tradición” que ARENA inicie las suyas en Izalco, pueblo símbolo del 32.
El 22 de noviembre de 1998, la coalición FMLN-USC inició su campaña presidencial en San Ignacio, Chalatenango. El candidato presidencial, Facundo Guardado, recordó que hace 24 años, en ese mismo lugar, se integró como dirigente de la Unión de Trabajadores del Campo. “Soy, a toda honra, chalateco nacido en Arcatao, esta es la gente con la que crecí y luché”, dijo.21
Guardado recurrió a la memoria de la guerra civil, pero en una forma circunstancial, que solo tenía significado para los “chalatecos” paisanos del candidato, pero no para toda la militancia del partido, y menos para todo el país. Diferente es en el caso de ARENA; en noviembre de 1998, el editorial de la Revista Proceso de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” señalaba que: “No obstante sus repetidas promesas de hacer una campaña de altura, en correspondencia con los nuevos aires que soplarían en su interior, ARENA no pudo resistir su inveterada inclinación visceral hacia el anticomunismo. Lanzó su campaña en el lugar donde decenas de miles de campesinos fueron masacrados en 1932, acusados de ser comunistas, cuando en realidad lo que tenían era hambre. Con los puños en alto y los pulgares hacia abajo, los areneros pidieron la muerte de los rojos, se compararon con una tanqueta en un campo de batalla y se prometieron derrotar al comunismo en las urnas, convencidos de que la presidencia de la república es propiedad suya. Mientras tanto, la población de Izalco miraba desde la periferia el espectáculo arenero.” 22
Las imágenes visuales que el editorialista evoca son muy sugerentes. Solo hace falta agregar el himno de ARENA, con esa música militarista y agresiva que le caracteriza, y la letra que habla de lucha, sangre y tumbas, y el grito “Patria sí, Comunismo no”, para hacerse una idea de la carga emotiva que la derecha genera en sus concentraciones. El editorialista en cuestión destaca que en esos mítines de apertura de campaña de ARENA, la población de Izalco no es parte importante del acto; “Mientras tanto, la población de Izalco miraba desde la periferia el espectáculo arenero”, esto lo dicen también los pobladores del lugar, que prácticamente son marginados.
Pero es que el acto no está pensado para ellos, sino para el país. De nuevo aquí reaparece el problema de la memoria. Así lo entiende el analista Alvaro Artiga al decir: “Cuando ARENA inicia su campaña en Izalco está apelando a algo. Y cuando dicen: ‘vamos a derrotar el próximo año al comunismo… lo que hicimos en el 32” están apelando a una memoria. Lo que pasa es que la memoria política no es homogénea.” 23
23. “La memoria política no es homogénea”. Entrevista a Alvaro Artiga. http://www.elsalvador.com/vertice/2004/040104/entrevista.htm, 06-10-04.
No es homogénea, ni es neutral. Izalco tiene un significado simbólico para la derecha, que ha sido asumido incluso por la izquierda.
Resistencia, lucha y revolución: La interpretación izquierdista de la historia de El Salvador
Al igual que la derecha, la izquierda también conmemora el 32, pero ha tenido muchas dificultades para procesar esa experiencia, y más para capitalizarla políticamente. Esos problemas tienen su origen en la temprana interpretación del levantamiento elaborada por los intelectuales ligados al gobierno de Martínez en la década de 1930.
Para la izquierda, la herencia del 32 se volvió incómoda, pues se le presentó como responsable directa de las trágicas consecuencias del levantamiento. De allí que destacados militantes de izquierda hayan dedicado muchas páginas de sus escritos a “aclarar” lo sucedido. Las memorias de Miguel Mármol constituyen un dramático ejemplo de cómo los sucesos del 32 pudieron afectar al Partido Comunista y evidencian que — tanto Mármol, que aportó sus vivencias, como Roque Dalton, que las transcribió y les dio forma —, eran conscientes de que la izquierda estaba en desventaja frente a la derecha para manejar el asunto.24 Trabajos posteriores de Dalton y Jorge Arias Gómez también retoman el tema.25
Igual actitud se advierte en algunos de los documentos encontrados por Eric Ching en los archivos del COMINTERN en Moscú.26
24 Roque Dalton. Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador. (San José, EDUCA, 2ª edición, 1982). El título del libro ya es muy sugerente, pues este se extiende sobre la vida de Miguel Mármol y no se dedica exclusivamente al levantamiento.
25 Roque Dalton. Las historias prohibidas del pulgarcito. (San Salvador. UCA Editores, 3ª edición, 1992). De esta obra resulta muy sugerente su “1932 en 1972 (Homenaje a la mala memoria)”; Jorge Arias Gómez. Farabundo Martí. (San José, EDUCA, 1ª edición, 1996). Entre otros trabajos que tratan ese problema pueden mencionarse: Alejandro Dagoberto Marroquín. Estudio sobre la crisis de los años treinta en El Salvador. En Anuario de Estudios Centroamericanos, # 3, 1977; Abel Cuenca. El Salvador. Una democracia cafetalera. (México, ARR Editorial, 1962). Un balance muy completo de las interpretaciones sobre el levantamiento aparece en Héctor Pérez Brignoli. Indians, Communist, and Peasants: The 1932 Rebellion in El Salvador. En William Roseberry, Lowell Gudmundson y Mario Samper (editores). Coffee, Society, and Power in Latin America. (The Johns Hopkins University Press, 1995.
26 Erik Ching. La historia de Centroamérica en los archivos rusos del COMINTERN: Los documentos salvadoreños. Revista de Historia, UCR-UNA, #32, 1995
Justamente fueron intelectuales como Arias y Dalton quienes a la larga lograron elaborar una “aceptable” interpretación del levantamiento del 32, que se ajustó bien a las ideas teleológicas de la historia para entonces en boga entre la izquierda. El 32 no fue más que “un escalón” en el desarrollo progresivo de las luchas de resistencia y liberación que arrancan desde la oposición armada de los indígenas en contra de los invasores españoles y continúan con las luchas independentistas, especialmente las revueltas populares lideradas por Pedro Pablo Castillo. Luego seguía el levantamiento de Anastasio Aquino, que se convirtió en el antecedente lógico de los hechos de 1932.
Esa es la tesis subyacente en un trabajo pionero de Jorge Arias Gómez sobre Aquino, publicado en 1964, que se convirtió en una especie de parte aguas de la historiografía marxista salvadoreña. Arias Gómez rompe con las interpretaciones liberales tradicionales que daban más importancia al papel de los individuos en la historia e insiste en dar a las revueltas de 1833 y 1932 el carácter de “grandes movimientos de masas”. Es por eso que afirma: “Insistimos: Aquino fue el caudillo sobre quien convergieron las fuerzas y las circunstancias históricas de un momento determinado; fuerza y circunstancias que, quizás no esté de más decirlo, aún siguen vigentes en su más trágica y terrible realidad. Lo confirma la otra rebelión campesina ocurrida en los mismos círculos pipiles, aunadas a ellos otras fuerzas sociales, y que se conoce con el nombre de ‘Revolución Comunista de 1932’. Aquino es José Feliciano Ama, y este es Aquino.”27
27. Jorge Arias Gómez, Anastasio Aquino, recuerdo, valoración y presencia. Revista La Universidad, # 1-2, enerojunio, 1964. Aquino, pág. 89. El énfasis es mío.
Como se puede apreciar en la cita, Arias establece una clara relación de continuidad entre ambos eventos. Más adelante reafirma esa línea cuando dice que la revuelta de Aquino fue apagada con sangre, “y no volvería a encenderse sino hasta cerca de un siglo después, cuando la misma raza” irrumpiera de nuevo en la historia en 1932; el problema es que también ese movimiento fue sofocado. Pero el autor insiste en que Aquino y Ama no murieron, “a pesar de los 30 mil seres humanos sacrificados en pro de un sistema inicuo”, porque estarán siempre presentes en los desheredados del campo, en quienes “existe un caudillo en potencia, que con voz ahogada pide tierra para trabajarla.”28
28 Idem, pág. 103. 29 Idem, págs. 105 y 112.
Como intelectual comprometido, Arias Gómez era un convencido de que la historia debía tener una “aplicación” en el presente. De allí que declarara sin ambages que su trabajo sobre Aquino quedaría trunco si no aprovechaba la historia para elaborar “una teoría en la que concurran los ingredientes de nuestra realidad”. Y la realidad del momento demandaba la reforma agraria, que sería la base para iniciar una “revolución democrático-burguesa” que permitiría superar las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales del país.29
29. El apartado IV del artículo se titula: “Hacia una revolución democrático-burguesa en El Salvador. La reforma agraria como base esencial para operar la superación social, económica, cultural y política de nuestro medio.”
Arias Gómez planteó la necesidad de la revolución, pero la historia tal y como él la concebía no era el medio más adecuado para proyectar esa idea. Fue su discípulo, Roque Dalton, quien transitando heterodoxamente y sin complejos entre la historia y la literatura, pudo enlazar a Aquino, el 32 y la revolución entonces en ciernes. Esa línea de trabajo ya se esboza en la “Monografía de El Salvador”30, pero adquiere su mejor perfil en “Las historias prohibidas del Pulgarcito”31, una genial deconstrucción-reconstrucción de la historia salvadoreña, en la que Dalton anunciaba “el advenimiento de una nueva edad de la nación salvadoreña, un alumbramiento fincado en la valoración de la cultura popular y el impulso del proyecto nacionalista-revolucionario que enarbolaba la izquierda armada.” 32
32. Mario Vázquez Olivera. Op. Cit. Pág. 95.
De ese modo Dalton resolvió, en su momento, el problema de la interpretación de la historia salvadoreña por parte de la izquierda. El crecimiento de las organizaciones de masas vinculadas a la izquierda, los éxitos de las primeras acciones militares de la guerrilla, daban pie para pensar que esta vez el triunfo sería alcanzado. Mario Vázquez demuestra cómo Roque Dalton expresó esa fe en la victoria, que vendría a reivindicar a todos los caídos en defensa de la libertad o en la búsqueda de la liberación. Dalton escribió el poema “Ultraizquierdistas”, del cual se transcriben los siguientes versos: “O sea que se trata de ser ultraizquierdistas eficaces y no sólo ejemplares ultraizquierdistas derrotados como los pipiles y Pedro Pablo Castillo y Anastasio Aquino y Gerardo Barrios que terminó fusilado por los Dueñas y los muertos del 32 y los invasores de Ahuachapán y Paco Chávez y el montón de caídos del pueblo…”33
33 Ultraizquierdistas. En Poemas clandestinos, El Salvador (?), Resistencia Nacional, 1977. En el Suplemento 3000 del diario Colatino del 24 de enero de 2004, aparece este poema con una serie de imágenes como pie de página que complementan perfectamente esa concatenación que la izquierda hizo de la historia de El Salvador. En esa “galería de luchadores por la libertad”, se presenta a Pedro Pablo Castillo, Anastasio Aquino, Gerardo Barrios, Farabundo Martí y Salvador Cayetano Carpio.
Es claro que cuando escribió este poema Dalton estaba pensando en la inminente guerra civil, que conduciría a la revolución. El único problema en esta interpretación es que la guerra no terminó en victoria, sino en empate.
Cuando el FMLN aceptó desmovilizar sus fuerzas militares asumió que buscaría la toma del poder únicamente por medio de elecciones. De hecho, las posibilidades de que el FMLN llegue al poder por medio elecciones, han sido muy fuertes. Sin embargo, el partido no ha sido capaz de aprovechar ni su fortaleza, ni las debilidades y el desgaste político de ARENA. Luego de participar en tres elecciones presidenciales el desempeño del Frente va de mal en peor. Roque Dalton diría que aún no se sabe cómo ser “ultraizquierdistas eficaces”.
Es en ese contexto que puede entenderse mejor por qué ARENA insiste en iniciar sus campañas en Izalco. De nuevo el 32 se hace presente en nuestra historia. Para la derecha Izalco es garantía de que siempre triunfarán; para la izquierda es el recordatorio de una tarea pendiente.
Consideraciones finales
La derecha no ha explicitado en un texto su interpretación de la historia. Marcadamente pragmática, sabe que existen otros recursos menos comprometedores y quizá más efectivos. ARENA prefiere usar “lemas” combativos y provocadores —“Patria sí, Comunismo no” —; inundar la radio y la televisión con llamativas canciones de campaña dirigidas especialmente a destruir la imagen de la izquierda. No puede pasarse por alto el impacto que el himno de ARENA tiene en sus actos públicos. Muy significativa es la ya institucionalizada práctica de iniciar sus campañas electorales en el pueblo de Izalco, cuna del levantamiento de 1932. 32
Pero la derecha también trabaja intensamente por promover la imagen de su fundador, a quien se trata de presentar como un héroe nacional. Ya tienen una escultura de D’Abuison, pero por razones obvias permanece en el local del Partido. Incluso lograron que el 23 de agosto fuese proclamado “Día Nacional de la Juventud”; “casualmente” esa fecha coincidió con el natalicio del Mayor (23 de agosto de 1943). Cuando la oposición cayó en la cuenta de ese detalle batalló para que se cambiara, lo cual se logró en agosto de 2003, cuando se pasó al 12 de agosto.34
34 Véase, decreto # 40 de la Asamblea Legislativa de la República de El Salvador. Diario Oficial Nº 145, Tomo 312, 09 de Agosto 1991; y Decreto # 108, Diario Oficial, Nº 171, Tomo 360, 17 de septiembre de 2003. También en http://216.184.102.84/ (07-10-04). Una síntesis biográfica de D’Abuison aparece en http://www.arena.com.sv/daubuisson.cfm, 07-10-04.
A diferencia de la derecha, la izquierda sí ha producido un corpus historiográfico considerable, mediante el cual ha podido enlazar diferentes momentos de la historia, mediante un hilo conductor: las luchas populares por defender su libertad o lograr la liberación. Incluso pueden distinguirse dos modalidades: Una tendencia más académica, representada por los trabajos de David Alejandro Luna, Rafael Menjívar, Jorge Arias Gómez y otros; y una versión “más popular” y cercana a la literatura, que encontró en Roque Dalton su mejor exponente.
Es de esta manera como se puede explicar el graffiti antes señalado. Al decir: “Aquino, Martí y Monseñor Romero verdaderos próceres de la Patria” se pone de manifiesto tres “escalones” del desarrollo histórico salvadoreño. En esa frase se sintetiza un proyecto historiográfico de la izquierda salvadoreña, que se contrapone abiertamente a la llamada “historia oficial”. Aquino, Martí y Romero serían los emblemas de una historia construida “desde abajo” en oposición a la historia elitista tradicional.
Sin embargo, la izquierda no ha sido capaz de aprovechar la riqueza de la historia para elaborar referentes simbólicos inequívocos como sí lo ha hecho la derecha. Paradójicamente, el FMLN tiene un déficit de símbolos.
Aunque Farabundo Martí es el héroe indiscutible, aún no tiene la suficiente proyección en la población. Los homenajes que se le tributan en el aniversario de su muerte son más bien discretos y dan señales de convertirse en un acto de masas. Si bien Arias Gómez elaboró una muy buena biografía de Martí, no pudo ir más allá. A diferencia de su contemporáneo Sandino, Martí no gustaba de escribir; no hay manera de “reconstruir” su pensamiento.
De Martí solo se conoce su rostro y el infaltable sombrero. La guerra civil dio innumerables prospectos para construir imágenes heroicas: hombres, mujeres y niños ofrendaron sus vidas en busca de sus ideales. Pero aún no se percibe uno que convoque con su nombre a toda la izquierda salvadoreña. En parte porque fatalmente cada uno de esos muertos estuvo asociado a una de las cinco organizaciones guerrilleras. A falta de un héroe, podría pensarse en otros símbolos.
El Frente tiene una bandera, pero no tiene un himno militante y reconocido como el de ARENA. Vale decir que el FMLN también puede recurre a símbolos como el “Che Guevara”, o canciones como “Pueblo unido” y otras, algo que ARENA no puede hacer. Pero incluso esa aparente carencia es convertida en algo positivo: los símbolos de la derecha son únicos porque son nacionalistas.
López Bernal, Carlos Gregorio. “Lecturas desde la derecha y la izquierda sobre el levantamiento de 1932: Implicaciones político-culturales”. En Las masas, la matanza y el martinato en El Salvador, (ed.) Erik Ching, Carlos Gregorio López Bernal y Virginia Tilley, 187-220. San Salvador: UCA Editores, 2007.