Amerindia en una visión no-eurocéntrica de la Historia Mundial

Conferencia 6 Amerindia en una visión
no-eurocéntrica de la Historia Mundial

“Habiendo ya hecho abrirse-en-flor 1
el fundamento-de-la-palabra 2 que había de ser,
habiendo ya hecho abrirse-en-flor un único amor
de la sabiduría contenida en su ser-de-cielo 3
en virtud de su saber que se abre-en-flor,
hizo que se abriera-en-flor
un canto 4 sagrado en soledad.
Antes que la tierra existiera,
en medio de la noche antigua
cuando nada se conocía,
hizo que se abriera-en-flor
para sí mismo en su soledad un canto sagrado”
(Ayvu Rapyta de los guaraníes).

Ahora es necesario cambiarse de “piel”, tener nuevos “ojos”. No son
ya la piel y los ojos del ego conquiro que culminará en el ego cogito o en la “Voluntad-de-Poder”. No son ya manos que empuñan armas de hierro, y ojos que ven desde las carabelas de los “intrusos europeos” 5 y gritan: “¡Tierra!” con Colón. Ahora tenemos que tener la suave piel bronceada de los caribeños, de los andinos, de los amazónicos… Los ojos admirados de aquellos indios que desde las playas, con pies desnudos sobre las suaves y cálidas arenas de las
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1 “ Abrir en flor” significa crear.
2 Ya veremos, también entre los aztecas y mayas, que el “fundamento” es
donde se apoya, reposa, se asienta y las cosas “se ponen de pie”. De la misma
manera la humanidad es “palabra”, pero su “palabra” se asienta en el Gran
Padre Originario antes de la creación (“abrirse-en-flor”) del universo.
3 “Ser-de-cielo” es lo divino.
4 Entre los Avá-Katú el oporaíva es el “cantor”. El “canto” es la expresión humana suprema, es el lugar donde lo divino originario y lo humano se unen,
donde se une el individuo y la comunidad, la historia y el futuro (la “tierrasin-
mal”), la tierra, la selva, el cielo. Es la “realización” plena del “ser” de los tupi-guaraníes.
5 Túpac Amaru usaba esta expresión para referirse a los españoles: “europeos”. Véase Boleslao Lewin, La rebelión de Túpac Amaru, SELA, Buenos Aires, 1967, p. 421. Hace años pensamos denominar “intrusión” el acto violento de los europeos, pero fueron las asambleas indígenas a fines de la década del 80 que nos impusieron el concepto de “invasión” de un continente.
islas “vieron” 6 acercarse, flotando sobre el mar, dioses nunca vistos. Tenemos que tener la piel que sufrirá tantas penurias en las encomiendas y el repartimiento, que se pudrirá en las pestes de los extraños, que será lastimada
hasta los huesos en la columna donde se azotaba a los esclavos -pacíficos
campesinos de la sabana africana vendidos como animales en Cartagena de Indias, Bahía, La Habana o Nueva Inglaterra Tenemos que tener los ojos del Otro, de otro ego, de un ego del que debemos reconstruir el proceso de su formación (como la “otra-cara” de la Modernidad), y, por ello, debemos ahora partir desde el Océano Pacífico7.

Cambiar de piel como la serpiente, pero no la perversa serpiente traicionera que tentaba a Adán en Mesopotamia, sino la “serpiente emplumada”,
la Divina Dualidad (Quetzalcóatl) 8, que “cambia su piel” para crecer. ¡Cambiemos la piel! Adoptemos ahora “metódica-mente” la del indio, del africano esclavo, del mestizo humillado, del campesino empobrecido, del obrero explotado, del marginal apiñado por millones miserables de las ciudades latinoamericanas contemporáneas.

Tomemos como propios los “ojos” del pueblo oprimido, desde “los de
abajo” como expresaba Azuela en su conocida novela. No es el ego
cogito sino el cogitatum (pero un “pensado” que también “pensaba”…

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6 E. O’Gorman, en una entrevista televisada, expresó hace años que los indios
no habían descubierto América, porque ni noticias tenían del continente como tal. En efecto, nunca descubrieron el continente como una totalidad. Simplemente “vivían” sobre un espacio propio, experiencia telúrica regional,
nunca global. Pero lo que muchos parecieran ignorar es que, de todas maneras,
los indios, desde su subjetividad humana, fueron las primeras personas que ocuparon culturalmente estas tierras americanas y, por ello, la experiencia europea del “descubrimiento” es “segunda”. Se sobrepone sobre la “primera” experiencia indígena, y esto hay que expresarlo filosóficamente. Heidegger nos permite también describir el “mundo” indígena dentro del cual aparecen los europeos “descubridores”, Pero ésta no es adoptada de hecho como perspectiva metodológica por Edmundo O’Gorman.
7 Al escribir estas líneas, aquí en Zihuatanejo, Estado de Guerrero (México),
escucho las olas cadenciosas del Gran Mar de los griegos, del “Sinus Magnus”
de Martellus y Colón, del Mar del Sur de Balboa, del Océano Pacífico. Junto a este Océano creo que es exactamente el lugar para empezar esta Segunda
Parte de estas Conferencias.
8 “Quetzal” es un pájaro de maravillosa hermosura de Centroamérica; sus plumas
eran signo de divinidad. “Coatl” es la dualidad, los dos principios del universo. Quetzal Coatl en realidad, representado como serpiente por los aztecas, era la suprema divinidad, el principio dual del universo, como veremos.

aunque Descartes o Husserl lo ignoraran): era un cogitatum, pero antes
aún era el Otro como subjetividad “distinta” (no meramente “diferente”
como para los Post-modernos). Reconstruyamos entonces las
“figuras” de su proceso.

6.1. Del Oeste hacia el Este: Amerindia en la Historia Mundial

Con razón se ha afirmado que América Latina quedaba excluida,
como fuera de la historia 9. La cuestión es proponer una “reconstrucción”
que sea históricamente y arqueológicamente aceptable y que al mismo tiempo corrija la desviación eurocentrista. Para ello echaremos mano, simplemente, de las historias de las civilizaciones que produce la misma Europa Occidental. En ellas se descubre que la visión hegeliana es una auténtica “inversión” -además de una invención ideológica con sentido eurocéntrico.

Los pueblos y etnias indígenas americanas no entran en la historia mundial como contexto del descubrimiento de América que es el momento en el que los programas vigentes de historia en bachilleratos y universidades hablan por primera vez del indio (junto a las islas, palmeras, animales exóticos… habían igualmente indios en las playas que Colón descubre). Debe encontrarse racional e históricamente su lugar en la historia.
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9 Véase Leopoldo Zea, América en la historia, FCE, México, 1957. En esa
época, para Zea, la “cultura occidental” termina por ser Estados Unidos (ya que la misma Europa queda “al margen del Occidente”; pp. 155 ss.). Es la
“cultura occidental” la que se ha hecho mundial (pp. 88 ss.). Lo mismo que
en sus obras anteriores (p. e. en América como conciencia, Cuadernos Americanos, México, 1953, o en La esencia de lo americano, Pleamar, Buenos Aires, 1971) la “cultura occidental” es para Zea la clave de su interpretación. Posteriormente a nuestro encuentro de San Miguel (con Salazar Bondy y en torno al tema de “La filosofía de la liberación”), Zea adopta la clave de la “dependencia” (véase p. e. Filosofía de la historia americana, FCE, México, 1978). Ahora hay un proyecto colonizador mero (pp. 103 ss.), y occidental, norteamericano (pp. 133 ss.). Ante ellos, y contra la dependencia, hay un proyecto libertario (pp. 188 ss.), otro conservador (pp. 211 ss.), y por último civilizador liberal (pp. 244 ss.), que quedan subsumidos en un “proyecto asuntivo” (pp. 269 ss.) como síntesis de todos, de todo el pasado, y con visión de futuro Simón Bolívar y Martí son figuras centrales. En toda esta interpretación, sin embargo, no existe algo así como un “proyecto indígena” o amerindio; tampoco lo hay de las clases, grupos o etnias subalternas; es decir, pareciera no haberse descubierto un “proyecto de liberación” del bloque social de los oprimidos, del pueblo latinoamericano explotado, empobrecido.

Para ello deberemos remontamos a la “revolución neolítica”, desde la invención de la agricultura y la organización de confederación de ciudades (la “revolución urbana”). Si este momento se estudia en el tiempo y en el espacio, concluiremos al contrario de lo que proponía Hegel que dicha revolución se situó primeramente en el Oeste (en la Mesopotamia y algo después en el Egipto) y que fue surgiendo sucesivamente, sin necesarios contactos directos, hacia el Este: en el valle del Indo, en el valle del río Amarillo o China, y más allá de las culturas del Pacífico en el espacio mesoamericano (para culminar con mayas y aztecas) y en los Andes del Sur (en las regiones del imperio inca) 10.

Grandes culturas neolíticas y áreas de contacto del Oeste hacia el Este 11

Todos los autores reconocen que en ciertos lugares propicios, y en
momentos adecuados, surgieron sistemas civilizatorios de confederaciones
urbanas que podemos llamar grandes civilizaciones.
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10 Este tema lo he tratado largamente en algunas de mis obras. En mis lecciones tituladas: Hipótesis para el estudio de Latinoamérica en la Historia Universal, Universidad del Nordeste, Resistencia (Argentina), t. I, 1966, 268 p., puede verse una extensa bibliografía. También en la Introducción, t. 1/2 de la Historia general de la iglesia en América Latina. Sígueme, Salamanca, 1983, pp. 108 ss.; El humanismo helénico, EUDEBA, Buenos Aires, 1975; El humanismo semita, EUDEBA, Buenos Aires, 1969. En especial mi artículo “Iberoamérica en la Historia Universal”, en Revista de Occidente (Madrid), 25 (1965), pp. 85-95. Allí propuse ya la hipótesis que ahora resumiré nuevamente.
11 Darcy Ribeiro, en su obra El proceso civilizatorio, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1970, escribe: “En la fijación del paradigma de Estados rurales artesanales tuvimos en mente […] las ciudades estados que inauguran la vida plenamente urbana, basadas en la agricultura de regadío y en sistemas socioeconómicos colectivistas, antes del 4000 a.C., en la Mesopotamia (Halaf); entre 4000 a 3000 a.C., en Egipto (Menfis, Tebas); en la India (Mohnejo-Daro) hacia el 2800 a.C.; antes del 2000 a.C., en la China (Yang-Shao, Hsia); y mucho más tarde […] en el Altiplano Andino (Salinar y Galinazo, 700 a.C., y Mochica, 200 d.C.); en Colombia (Chibcha, 1000 d.C.)” (p. 61). Olvida aquí Ribeiro el mundo mesoamericano. Por ejemplo, el conjunto Zacatenco-Copilco, junto al lago Tezcoco (suburbio de la ciudad de México) florece 2000 a.C.; pero sus épocas clásicas deben situarse del 300 al 900 d.C., para el área yucatana-azteca (Teotihuacan III florece en e1700 d.C.), y para el Tiahuanaco del Titicaca boliviano del 400 al 800 d.C.

Para nosotros esas civilizaciones fueron al menos seis 13, y hubo dos zonas de contacto (I y II en el esquema anterior) que deseamos prestar atención.
Esta propuesta, por ingenua y sabida que pueda parecer, tiene el
propósito explícito de incluir América Latina, desde su origen, en la
Historia Mundial (lo mismo que el Africa bantú y el Asia), y no ya como antecedentes de la cultura posterior europea (como “Edad Antigua”), sino como los pilares para hablar como Alfred Weber de la Historia Mundial. Evidentemente hay dos áreas latinoamericanas de gran cultura: la región mesoamericana que culmina con mayas y aztecas, y la andina del Sur, posteriormente inca. Tiene esto la mayor importancia en el debate actual. La “Ilustración (Aufklärung)” de los americanos tiene que ser incluida en el “Tiempo eje” de Jaspers, como veremos.

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13 Para Oswald Spengler fueron: la egipcia, babilónica, índica, china, grecorromana, árabe, mexicana y occidental (La decadencia de Occidente, Ed. Calpe, Madrid, t. I-IV, 1923-27), claro que interpreta eurocéntricamente toda la historia mundial con tan reducido número de culturas. Nosotros nos estamos refiriendo sólo a las primeras y más fundamentales culturas neolíticas en cada macrorregión. Para Arnold Toynbee (A Study of History, Oxford University Press, London, t. I-XII, 1934-59), había seis civilizaciones primarias: egipcia, sumeria, minoica, sínica, maya y andina. Excluye la índica e incluye la minoica. Alfred Weber nos habla de “la historia de las grandes culturas egipcia, sumero-acadia-babilónica, chipa e indostánica, los cuatro pilares de la historia” (Kulturgeschichte als Kultursoziologie, Piper, München, 1963; trad. española, FCE, México, 1960, p. 12). La eliminación de Latinoamérica es evidente, y se continuará en toda interpretación eurocéntrica de Weber. Tomaré de él, sin embargo, la idea de las Primären Hochkulturen (grandes culturas primarias). Un Karl Jaspers (en Vom Ursprung und Ziel der Geschichte, Piper, München, 1963) da importancia a la “Achsenzeit (Tiempo eje)”, que él sitúa en los tiempos de Confucio y Lao- Tse China, en los Upanishad de la India, de Buda en Nepal y el norte de la India, de Zarathustra en Irán, de los primeros grandes profetas de Israel (Elías, Isaías), y de los primeros filósofos presocráticos en Grecia: “La época mística había terminado y con ella su tranquila placidez y su ingenuidad” (p. 21). Este “Tiempo eje”, evidentemente, no se sitúa al comienzo de la revolución neolítica-urbana, sino como su culminación. Además, y una vez más, queda fuera Latinoamérica. Nada sabía Jaspers de la sabiduría crítica de los Tlamatinime o de un Nezahualcoyotl en México ni de los amautas del imperio inca (a los que Toynbee les atribuye, sin embargo, el haber comenzado una etapa crítica y universal del pensamiento: “the viracochinism”, de la visión teológica de Viracocha, el “Hacedor originario del universo”). Para Jaspers las culturas superiores fueron: la mesopotámica, la egipcia, la índica y la Huang-Ho, a las que después se agregarían: la civilización mediterránea, india y china. Es sobre ellas que sobrevendría el “Tiempo eje”. La Saeculum Weltgeschichte (ed. H. de Franke-H. Hoffmann- H. Jedin, Ed. Herder, Freiburg, iniciada en 1965, t. I) propone ya “zonas de contactos”, idea que tomaremos nosotros en los casos de las estepas euroasiáticas y las culturas del Pacífico.

En la región mesopotámica (sumero, acadia, babilónica, etc.) florecerá
un centro de alta cultura neolítica de regadío 14. Un conjunto de ciudades existían ya en el IV milenio a. C., tales como Ur, Eridu, Erech, Larsa, etc. “Hacia el 4000 a. C., la enorme comarca de tierra semiárida que bordea el Mediterráneo Oriental y se extiende hasta la India (cuyo corazón era la Mesopotamia), se encontraba poblado por un gran número de comunidades” 15. La cultura de Tel-el’Obeid llegó a extenderse a “toda el Asia occidental antigua, desde el Mediterráneo hasta las mesetas del Irán” 16.

Sobre ese caldo de cultivo nació Sumer. Con motivo de las luchas entre Lagasch y Umma, el rey Eannadu nos dejó estelas de gloriosas campañas. Poco después el rey Mesilim de Kisch extiende su poderío en 2700 a. C., y así se sucederán unos tras otros los reinos, reyes, pequeños imperios. El templo
más espléndido de Sumer era un jardín en forma de pirámide escalonada
(el Ziggurat de Ur) edificado en honor de Nannar, la Luna –como en la inmensa Calzada de los Muertos de Teotihuacán en México-; mientras que era adorado Enlil en Nippur o An en Uruk. El universo tenía un “centro”, donde se reunía el Cielo- Tierra-Hades (Dur-An-Ki) 17, y cuya conexión era la “montaña mítica”: el Ziggurat.

Esta visión mitológica-ritual suponía un altísimo grado de racionalización. Los mitos suponen una racionalidad de alto grado de criticidad, supone ya
una cierta “ilustración (Aujklärung)”. La sola lengua humana y su discurso
simbólico sistematizado en “relatos” con sentido es una obra de la razón de enorme desarrollo. Tomando en cuenta sólo a los indígenas bororos, y otros contiguos del Brasil tropical cuyas mitologías no son tan elaboradas como los de la Mesopotamia, las del México antiguo o del Perú de los Incas, Claude Levi-Strauss describirá mitos con estructuras, momentos de sistemas de una enorme complejidad codificada racionalmente:
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14 Véase D.-O. Edzard, “Im Zweistromland”, en Saeculum Weltgeschichte, I,
pp. 239-281, y en otros muchos lugares de esta obra; C. L. Wolley, Ur, la ciudad de los caldeos, trad. española, FCE, México, 1953; Idem, The Sumerians, Oxford University Press, London, 1928; André Parrot, Archeologie Mesopotamienne, Paris, 1946; y todo lo referente a la Mesopotamia en el Cambrigde Ancient History, Cambridge University Press, diversas ediciones.
15 Gordon Childe, Los orígenes de la civilización, FCE, México, 1959, p. 174.
16 Jouget-Dhorme, Les Premiers Civilisations, PUF, Paris, 1950, p. 115.
17 Cfr. E. Burrows, “Some cosmological pattems in babilonian religion”, en The Labyrinth, London, 1950, pp. 45- 70.
“Los mitos reposan sobre códigos de segundo orden (pues los de primer
orden son aquellos en que consiste el lenguaje)” 18.

Desde la Mesopotamia hasta el imperio inca tendremos, entonces, el
mundo racional del mito en civilizaciones urbanas. Cortés se enfrentará,
en cierta manera, con una conciencia racional situada en el mismo nivel del neolítico de las culturas que indicaremos a continuación.

Siglos después, en el famoso Códice de Hammurabi (1728-1686 a.
C.), se expresarán principios éticos de universalidad racional definitiva:
“Los he gobernado en paz, los he defendido con sabiduría, de modo
que el fuerte no oprimiese al débil y se hiciera justicia al huérfano y a
la viuda” 19.

El Egipto 20, por la configuración de los desiertos que rodean al
río Nilo, procede del corazón mismo de las culturas bantúes, y de donde se originan los mitos originarios 21.
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18 Mitologías. Lo crudo y lo cocido I, trad. española, FCE, México 1986, t. I.,
p. 21. Para Levi-Strauss, su propio lenguaje entnográfico, que es una interpretación de mitos, constituye un tercer código, significa un metalenguaje, pero “a diferencia de la reflexión filosófica, que pretende remontarse hasta su fuente, las reflexiones que aquí tratamos se refieren a rayos carentes de todo foco […] postulan, sin embargo, un origen común: punto ideal donde convergerían los rayos desviados por la estructura del mito” (Ibíd., p. 15). El metalenguaje interpretativo de la etnología no es el metalenguaje filosófico, está claro. Pero, de todas maneras, el mito está lejos de ser un lenguaje ingenuo, no-crítico. Significa un proceso de racionalización que ocupó a la humanidad durante cientos de miles de años (si consideramos que el homo habilis apareció hace tres o cuatro millones de años), y decenas de miles de años en el desarrollo del homo sapiens.
19 El principio ético de la “Exterioridad” o Alteridad (el huérfano, la viuda, el extranjero, el pobre…) supera el nivel 5 y 6 de los niveles éticos de Kohlberg, porque pone en cuestión aún la “universalidad” de un “mundo de la vida” -en el que permanecen de todas maneras los niveles nombrados de Kohlberg o los dos principios de John Rawls, “liberales” y por ello limitados a la experiencia de la Lebenswelt moderna.
20 Véase E. Otto, “Im Niltal. Aegypten”, en Saeculum Weltgeschichte, I, pp. 282 ss.; E. Drioton-J. Vandier, L’Egypte, Clio, PUF, Paris, 1952; John Wilson, La cultura egipcia, FCE, México, 1958; Jouget-Dhorme-Vandier, Les Premières Civilisations, en Peuples et Civilisations, I, pp. 21-300; etc.
21 Se ha probado recientemente que Osiris, el dios de la resurrección de la
carne, y sobre cuyo pedestal se construyó toda la cultura del Nilo (siendo
las pirámides tumbas dé muertos que esperan dicha resurrección, tal como lo describe El libro de los muertos), procede de las culturas bantúes, del Africa negra -que de esta manera “entran” en la Historia Mundial, que Hegel había dejado “fuera”.
Al fin del IV milenio a. C., (en torno al 3000 a. C.), el “Reino del Sur” (bantú, africano negro) vence al “Servidor de Horus” del norte 22. El fundador de la primera dinastía “tinita” (por la ciudad de This o Tinis no lejos de Abydos) inicia la historia institucional de la “nación egipcia”. El nivel ético de esta cultura fue inmenso. Leemos en el Libro de los muertos:
“He dado el pan al hambriento, agua al que tenía sed, vestido al desnudo,
y una barca al náufrago, a los dioses ofrendas y libaciones […] ¡Espíritus divinos, libradme, protegedme, no me acuséis ante la gran divinidad (Osiris)!” 23.

La “carne” no el cuerpo o el alma 24 muere y resucita. Esto manifiesta, en un nivel de racionalización “mítica”, que dicha carne tiene una dignidad absoluta, y por ello el dar pan, agua o vestido y si falta la “casa” es porque en el clima cálido del Egipto era más importante una “barca” que actuaba como casa y medio de subsistencia, de transporte es el principio
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22 Por ello, siempre, el faraón egipcio llevará dos coronas, pero la primera que colocaba-en su cabeza, y mirando hacia el Sur, era la corona “negra” bantú.
23 Papiro Ñu; trad. española de Juan Bergua, Madrid, 1962, pp. 181-182.
24 Este es el argumento de mis obras primeras, desde El humanismo semita, ya citado, hasta El dualismo en la antropología de la Cristiandad. La antropología desde el origen del cristianismo hasta el descubrimiento de
América, Guadalupe, Buenos Aires, 1974. Una Filosofía de la Liberación
había que situarla desde sus más lejanos antecedentes en la Historia Mundial, y lo he hecho. Por ello, el reproche de Arturo Roig o de Leopoldo Zea, de haber pretendido ignorar la historia, me parece parcial. En efecto, Zea
me criticaba (véase “Dependencia y liberación en la Filosofía latinoamericana”, en Filosofía y cultura latinoamericana, Centro Rómulo Gallegos, Caracas, 1976, pp. 211 ss ): “Es interesante destacar la reacción que frente a la Filosofía de la Liberación, de la generación de Alberdi, tiene otro argentino […] Enrique Dussel (… pretende) borrar el nefasto pasado; de borrarlo, no de asimilarlo, para partir nuevamente a cero”; (p. 214), sin advertir que se partía de una definición restringida de filosofía por mi parte; (es decir, para mí en ese momento era filosofía sólo la filosofía académica enseñada en universidades, en la época colonial la escolástica o la actual desde los “fundadores”, aproximadamente desde 1920 en adelante, por la “normalización”, como enseñaba F. Romero). Repito, Zea me criticaba que yo niego todo el “pensamiento” latinoamericano anterior (Bolívar, Alberdi, Sarmiento, Barreda, etc.). De ninguna manera he negado –y a ello he dedicado varias obras- la “historia” latinoamericana anterior. Más, he procurado fundar la “Filosofía de la Liberación” latinoamericana a partir de los griegos y semitas, medievales y modernos, de la historia latinoamericana, para mostrar lo que les debemos y en lo que nos separamos. Pero la filosofía “universitaria” que se practica en América Latina, todavía hoy, en gran parte es imitativa y no creativa. He propuesto explícitamente un “proyecto” semejante al de Zea, pero “asuntivo” también de lo popular, de los oprimidos, y por ello es un “proyecto de liberación”.

ético concreto absoluto 25.

Hacia el Este, en el valle del Indo (hoy Pakistán) hasta el Penjab,
florecieron culturas tales como las de Mohenjo-Daro y Harappa-cuyas
murallas pueden fecharse en el 2500 a. C.-. Junto a ellas, ciudades
como Amri, Chanhu-Daro, Jhangar, Jhukar, Nal, estaban organizadas
en cuadras con calles hasta de ocho metros de ancho. Hoy se descarta
la “invasión” indoeuropea de los arios, pero ciertamente el sánscrito
fue la lengua comercial y sagrada que se fue imponiendo lentamente
en toda el área. Es el tiempo del Rig-Veda, cuando la experiencia primitiva
recibirá la superposición de grupos dominantes (las “castas”)26.

En el “Tiempo eje” Buda comenzará su crítica a la religión de castas e iniciará el camino estrecho de la “comunidad” de monjes contemplativos.
Siempre hacia el Este, en la región china del río Amarillo 27 si
dejamos de lado la mítica dinastía Hsia, debemos remontamos hasta 1523 a 1027 a. C., para ver reinar la dinastía Shang, que conquistaron el Yangtsé, el Chansí y Chen-si, cuya capital era Anyang. En el “Tiempo eje” (propuesto por Jaspers) expresó su sabiduría Confucio. En el Tao-Té King de Lao-Tsé leemos:

“Calma significa inacción, y cuando prevalece el principio de la inacción,
cada hombre cumple con su deber. Inacción significa estar consigo
mismo, y cuando se está en paz consigo mismo, las penas y los temores
no pueden preocuparle y entonces goza de larga vida” 28.

El Tao es el absoluto. Una moral del “orden” del Tao, la Totalidad,
imperará por siglos. Los chinos ciertamente llegaron con su experimentada
navegación hasta las costas orientales del Africa, pero parece que igualmente a las costas occidentales de América.
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25 En este punto coinciden el fundador del cristianismo (Mateo cap. 25) con F. Engels en su obra El origen de la familia. Es el estatuto económico de la ética.
26 Véase en la Historias Mundiales ya nombradas el capítulo de India; y E.
Mackay, The Indus Civilization, London, 1935; M. Wheeler, The Indus civilization, en Cambridge History of India, Cambridge University Press, 1953.
27 Además del capítulo correspondiente en las Historias Mundiales, véase Marcel Granet, La civilización china, en La evolución de la Humanidad, t. 29; Idem, El pensamiento chino, en la misma colección, t. 30,1959. 28 Tao-Té, XXXVII, 1; edición de Lin-Yutang, trad. española de F. Mazía, Sudamericana, Buenos Aires, 1959, pp. 167-168.

¿No será la antigua “Catigara” del mapa de Martellus del 1487 que navegantes árabes y chinos habían comunicado a portugueses la ciudad Chan
Chan pre-inca de la costa del Perú? 29. De todas maneras, la historia
del neolítico nos ha llevado en su ruta hacia el Oriente, hasta las costas
del Océano Pacífico. ¡Pero nuestro camino no ha terminado… sólo lo hemos iniciado!

6.2. El Océano Pacífico y el “Cemanáhuac”, “ Abia Yala”,
“Tahuantisuyo”… 30

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29 Véase la obra de Gustavo Vargas ya citada (América en un mapa de 1489):
“Por su ubicación entre los 8.3 grados de latitud sur, y según los croquis de
Colón y el mapa de Münster, corresponde a la costa norperuana. Acaso sea
Chan Chan. No tendría nada de raro y así lo creen algunos, como Jacques Mahieu (El imperio vikingo de Tiahuanacu. América antes de Colón, El Laberinto 15, Barcelona, 1985, p. 36)”; (inédito p. 67).
30 En lengua náhuatl del imperio azteca, “anáhuac” significa el anillo de agua que circunda la “tierra” (para los aztecas los Océanos Atlántico y Pacífico que rodeaban México por el Este y Oeste era un solo Gran Mar: teoatl, o agua divina; ilhuica-atl); la totalidad del “mundo” se decía “Cemanáhuac” (véase la magnífica obra de Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl, UNAM, México, 1979, pp. 113, 150, etc.). Por su parte, en lengua kuna (del Panamá) la totalidad de la “tierra” conocida por ellos recibe el nombre de “Abia Yala”; entre los incas era el “Tahuantinsuyo”. En cada lengua indígena la “tierra” (el continente americano) recibe otro nombre. Hemos querido, simplemente, ponerle el “nombre” en tres lenguas indígenas, tres de tantos “nombres” autóctonos. Véase Aiban Wagua, “¡Medio Milenio!” Algunas consecuencias actuales de la invasión europea a Abia Yala. Visión
indígena”, inédito, Ustupu, Kuna Yala (Panamá), 1990, donde escribe: “Los
kunas desde antes de la llegada de los europeos, conocían a esta tierra como
Abia Yala, que significa: tierra madura, tierra madre grande, tierra de sangre.
Y hoy se nos impuso el nombre del italiano: América” (p. 14). Felipe
Poma de Ayala (Waman Puma), en su Primer nueva crónica y buen gobierno, Siglo XXI, México, 1980, t. III, pp. 913-916, coloca un hermoso y dibujado “Mapa Mundi del Reino de las Indias, un reino llamado Anti-suio hacia el derecho del Mar del Norte [el Caribe], otro reino llamado Colla-suio
[donde] sale el sol, otro reino llamado Conde-suio hacia la Mar del Sur [el
Océano Pacífico], otro reino llamado Chincai-suio poniente del sol”. El todo era el “Tahuantinsuyo”. Era la visión del “mundo-tierra” para un inca.
Las cuatro partes formaban siempre una “cruz”, en las teogonías de la China, las culturas del Pacífico (polinésicas especialmente), desde la de los aztecas y mayas, hasta la de los chibchas e incas.

La nueva visión de la Historia Mundial, que debe incluir no sólo al
Africa y al Asia, no como momento “inmaduro” (la Unmündigkeit de
Kant), sino como consistente progreso de la humanidad, incluye igualmente
a los pueblos amerindios del Oriente del Pacífico. En realidad fueron las poblaciones orientales del Oriente, el Extremo oriente del Oriente. Eran asiáticos por razas, lenguas, culturas. Colón murió afirmando haber llegado al Asia; gracias a Amerigo Vespucci se supo que era un “Mundus Novus”.

Lo que hasta ahora no se ha tomado conciencia (al menos al nivel de la conciencia cotidiana y de la enseñanza de la historia en colegios secundarios y universidades) es que en realidad Amerindia era el Extremo oriente del Asia: el “ser-asiático” de América era su ser auténtico, contra la conclusión de O’Gorman. Veamos esto por partes, y para no afirmar ya nunca más que el “descubrimiento” de América da el “lugar” a los amerindios en la Historia Mundial (como contexto de dicho descubrimiento). Su “lugar” es otro y el “descubrimiento” se interpreta ahora no sólo como “en-cubrimiento” sino
como genocida “invasión”. Para ello, sigamos tal como aconteció, la
historia de la Humanidad “hacia el Este”, hacia el Oriente.

Hay diversas áreas de contacto entre las culturas “pilares” (Mesopotamia,
Egipto, del valle del Indo, del río Amarillo, de la Mesoamérica y la zona Inca). Una de ellas es la del Mediterráneo Oriental 31. Más importante, en cuanto a la relación de las culturas de todo el continente euroasiático, es el área migratoria del Asia central con (I) en el esquema anterior 32. Desde Mongolia región donde se domestica el caballo en el V milenio a. C., y en su corazón, el desierto de Gobi, 33
31 En torno a la cultura cretense, y con contactos costeros en todo el Egeo, el Delta del Nilo y las ciudades de Gaza, Gezer, Megiddo, Tiro, Biblos, Alepo, Karkemisch, al sur de Anatolia, Chipre. Zona de conexión posterior de hititas, egipcios, acadios, babilónicos, fenicios, etc. Véase G. Glotz, La civilización egea, en La evolución de la humanidad, t. 10, 1956, pp. 211 ss.; Wolfgang Helck, “Der Ostmittelmerraum”, en Saeculum Weltgeschichte, t. I, pp. 451-550.
32 Véase el tema en las Historias Mundiales ya citadas; en especial Karl Narr, “Exkurs über die frühe Pferdehaltung”, en Saeculum Weltgeschichte, t. I, pp. 578-581; W. M. McGovern, The Early Empire of Central Asia, London, 1939.
33 En esta región los líderes político-militares tenían título de “Kan”. En el
mapa de Martellus de 1489 había una región denominada “tartaria per totum”
(adecuadamente situada al noroeste de la China), y por ello Colón buscaba
poder tomar contacto con el “Gran Kan “, en su primer viaje de 1492, como
hemos visto en la Conferencia 1.

atravesando el Turquestán oriental o chino (Sinkiang, de Dzungaria al valle del Turfán, el Tarim) y el Turquestán Occidental o ruso (el Turán), para abrirse hacia el Sur por el Irán y por el Oeste las estepas que se abren al norte del Mar Negro a Europa.

Esta inmensa región de caravanas y caminos, el “Camino de la seda”, es la clave de toda la historia del continente euroasiático hasta el siglo XVI. Desde esta área se “empujarán”, entre otras, a las invasiones de los jinetes de
caballo con armas de hierro, desde los hititas o hyksos, de los aqueos, dorios hasta los jónicos, o, posteriormente, de los persas o de los germanos.

Y es, justamente, en el momento en que los turcos dominen estas regiones (donde habían estado presente desde el 760 a.C., en el Turfán), cuando los europeos deberán lanzarse, a finales del siglo XV d. C., hacia el Atlántico, para retomar el contacto con el Océano Indico separados por el “cerco” o el “sitio” musulmán -como veremos en el Excurso de esta Conferencia 6.

Por su parte, el Océano Pacífico (tanto para los españoles como para los aztecas e incas es el “Mar del Sur”, y en el mapa de Martellus el “Sinus Magnus” mítico) es el área de contacto con (II) en el esquema anterior que nos interesa. El “Gran Mar” de los griegos era un horizonte recorrido por expertos navegantes neolíticos: el Centro de la Primera-historia americana (la Protohistoria americana en sentido estricto, fuerte).

Muchos milenios antes, en una época interglacial, unos 50 mil años a. C., según las últimas mediciones, caminando a través del estrecho de Behring, por el valle de Anadir y el río Yukon, pasaron numerosas migraciones asiáticas, “descubriendo” 34 estas tierras, y comenzando así nuestra Proto-

34 Tiene razón O’Gorman al decir que nunca tuvieron “conciencia” del continente como totalidad. Pero lo que aquí deseamos indicar es que, existencial u objetivamente, la Humanidad iba descubriendo región por región, valle y montaña una tras otras, durante generaciones, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. No es el “descubrimiento de América”, es algo mucho más importante: es la “humanización” efectiva del Continente sin anterior ocupación humana. La “conquista” contará ya con dicha “humanización”, y esto éticamente es fundamental. La primera “ocupación” fue “humanización de la naturaleza”, la segunda fue “dominación de culturas” ya establecidas.

historia (de ninguna manera la “pre”-historia americana) 35. Huían del Asia, presionados por la expansión demográfica del Gobi o Siberia los últimos venidos, que han quedado entre los dos continentes, son los esquimales, de raza australoide, tasmanoide, melanesoide, protoindonesio, mongoloide y aun malayopolinésicos.

El amerindio, entonces, es asiático, pero habitante originario de las costas occidentales del Pacífico específicamente. Sólo a manera de ejemplo, deseamos indicar algunos hechos, para “situar” a América Latina en la Historia Mundial. En efecto, unos 1700 años a. C., expulsados de Birmania, lava, o de otras islas de Indonesia o del sur de la China, los proto-polinésicos se lanzaron al gran Océano. Pasaron por Melanesia (Nueva Guinea), de allí a Samoa –donde hay restos fósiles desde 800 a. C.-. Unos partieron hacia el Noroeste (Micronesia), hasta Hawai (donde llegaron en 124 d. C.); otros hacia el Este (Islas Marquesas) y al Sureste (Islas Sociedad y Tuamatu, Tahití, Pitcairn, etc.). Dos invasiones llegaron hasta la isla de Pascua, la última de cultura Ariki, a cientos de kilómetros de Chile.

Por el Pacífico Sur la corriente de Humboldt permitía que, en julio y agosto,
las grandes balsas (con hasta 150 personas, y durante 4 ó 5 semanas)
pudieran navegar de Tahití a la isla de Pascua y hasta las costas de los
araucanos de Chile o de los incas del Perú. Desde las islas Christmas
podía navegarse gracias a la corriente ecuatorial y se llegaba a las regiones mayas y aztecas. Por el Norte, costeando el continente (ésta era la manera de la navegación china), se unía aun más fácilmente el Asia Noreste con Alaska, hasta el territorio californiano.

El océano era un “mundo” cultural. Por ejemplo, el concepto de hacha
( arma de guerra o instrumento de trabajo) se expresaba con la palabra
toki en las islas Tonga, Samoa, Tahití, Nueva Zelandia, Mangereva,

35 Todos esos “pre-” indican diferentes grados de eurocentrismo. Como el hacer comenzar la historia con la “escritura” como si la lengua no fuera el momento racional esencial y no su expresión escrita. Véase J. Beaglehole, The exploration of the Pacific, London, 1947; F. Keesing, Native Peoples of the Pacific, New York, 1946; Paul Rivet, Los orígenes del hombre americano, FCE, México, 1960; Heins Kelm, “Frühe Beziehungen Amerikas zu Asien und Polynesien”, en Saeculum Weltgeschichte, t. I, pp. 610-637 y 663-668; Hans Nevemann, “Die polynesische Hochkultur”, en Op. cit., pp.
355-378; Canals Frau, Prehistoria de América, Sudamericana, Buenos Aires, 1950.

Hawai, Pascua y entre los araucanos de Chile 36.

Los verbos tokin y thokin significan mandar, gobernar, juzgar. “Al disponer por categorías nuestros datos objetivos, podemos deducir que la cadena
isoglosemática del toki se extiende desde el límite oriental de Melanesia,
a través de las islas del Pacífico, hasta el territorio americano, donde penetra en calidad de vocablo de cultura, y en toda esta trayectoria, los significados de este vocablo han sufrido idéntica transformación semántica” 37.

De la misma manera en lenguas polinésicas y en quechua (una de las lenguas del imperio inca) son semejantes el verbo llevar (auki, awki), médium (waka, huaca), comer (kamu, kamuy), viejo (auki, awki), guerrero (inca, inga), fuerte (puhara, pucara) 38.

Pero si pasamos a otros niveles culturales, el del “círculo de la cultura”
como diría W. Schmidt o Graebner las semejanzas entre polinésicos
y amerindios son asombrosas. Friederici ha mostrado que la taclla o pala de la agricultura peruana es idéntica hasta en los detalles secundarios a la taclla maoría de Nueva Zelandia. En el sur de Chile se bebe la kava, bebida nacional polinésica, denominada del mismo modo y fermentada mascando la raíz de ciertas plantas.

36 En agosto de 1990, asistiendo a un seminario sobre el tema del 1492, pregunté a los caciques mapuches (araucanos) qué significa toki en su lengua. Me explicaron que los clanes matrilineales, pero polígamos, de los mapuches, elegían en tiempo de guerra un líder que era escogido entre los más valientes, fuertes e inteligentes. Era como la función de la “dictadura” entre los romanos. Función guerrera para una acción concertada única. Posteriormente el toki (jefe militar) volvía a sus funciones anteriores, y los caciques retomaban el poder político de la etnia interclánica. Es entonces una institución militar de los polinésicos, lo que impidió durante toda la época colonial, a los españoles, conquistar el sur de Chile, en manos de mapuches (araucanos) con “instituciones polinésicas”, del Pacífico.
37 I. Imbelloni, La segunda esfinge indiana, Buenos Aires, 1942, p. 391. Del
mismo autor “La première chaîne isoglosématique océano-américaine, le
nom des haches lithiques”, en Festschrift W. Schmidt, Mödling, Wien,
1928, pp. 324-335.
38 S. Canals Frau, Prehistoria de América, p. 425. El mismo autor da otros
ejemplos: hombre (tama) en polinésico es la misma palabra que en el grupo
americano Hoka; nariz: ihu, en ambos; cabeza: upoko y epoko; sol: laa y
ala; canoa: matoi y mato, etc.

El sacar la lengua como gesto sagrado tiene el mismo sentido religioso en todo el Pacífico, hasta en la India, en las estatuas ciclópeas de la isla de Pascua y hasta entre los aztecas (“saca la lengua” el Huitzilopochtli de la
quinta Edad del Mundo de la “Piedra del Sol”, hoy expuesta en el Museo
de Antropología de México). A todo esto podrían agregarse millares de elementos tales como la identidad o semejanza en cerbatanas, propulsores, macanas, anulares, arcos, hondas, lazos, anzuelos, puentes de bejucos, remos, balsas, canoas dobles, decoración de la proa, tipos de habitación, morteros, asientos y almohadas de madera, hamacas, mosquiteros, cepillos para cabellos, abrigos de fibras contra la lluvia, procedimientos textiles, ornamentos nasales, tambores de madera que se tocan con el mismo ritmo, arcos musicales, flautas de pan, juegos los más diversos, bebidas alcohólicas, cultivos por terrazas, tipos de irrigación, pesca con venenos, ofrendas religiosas de conchas, danzas con máscaras, mutilaciones, etc.

A estos detalles externos, debe agregarse el “sentido” de los instrumentos dentro de su función ritual, las palabras que las expresan, las músicas, etc.
Todo esto nos permite afirmar que el Pacífico fue el centro cultural
de la protohistoria amerindia, ya que sus costas irradiaron su influencia,
en numerosos aspectos culturales, sobre las mesetas de México, Guatemala, Perú: la” América Nuclear” urbana. Por su origen y por su protohistoria, Amerindia es parte del Asia en torno al núcleo generador de las culturas del Océano Pacífico.

Esto no quiere afirmar, y sería un grave error, ya que en México se han encontrado en el lago de Tezcoco fósiles de agricultura del VII milenio a. C., que las culturas urbanas u otras se originaron por influencia polinésica. Ni mucho menos.

Hemos querido sugerir sólo que, procedentes del Asia (“origen del hombre americano”, atravesando Behring), el Pacífico siguió siendo un espacio de intercambio cultural. En su costa oriental, entonces, había una inmensa masa continental, con diversos nombres, según los pueblos que la habitaban; el “Cemanáhuac” de los aztecas, el” Abia Yala” de los kunas de Panamá, el “Tahuantinsuyo” de los incas… diversos nombres autóctonos para un continente ya humanizado en su totalidad cuando llegó Colón.

6.3. El “tekoha” 39 o “mundo” de un pueblo autóctono americano
39 Expresión guaraní que se explicará más adelante.

Desde el Asia, desde el Pacífico, los pueblos amerindios fueron descendiendo durante 50 mil años, desde Alaska, por los valles (desde los Grandes Lagos, por el Mississippi-Missouri hasta Florida y el Caribe, por las islas Antillas y otras hasta el Orinoco, el Amazonas, el Río de la Plata; hoy diríamos: de Chicago a Buenos Aires) o por las montañas (por las Rocallosas a la Sierra Madre Oriental u Occidental en México, que como un inmenso embudo produjo una enorme concentración demográfica, hacia los Andes colombianos, peruanos, y hasta Tierra del Fuego).

Asiáticos por razas, lenguas, religiones, fueron “originando” en su largo caminar migratorio nuevas culturas, con centros semiautónomos, con escasos contactos entre sí. Todos ellos, desde los simples pescadores y recolectores del extremo sur (como los alakaluf o yahagan) o del extremo norte (como los esquimales) reconocen a una Gran Divinidad uránica mítica que inmediatamente se toma “dual” (la Gran Madre-el Gran Padre, los hermanos o hermanas gemelas o los principios abstractos de la dualidad).

Parentesco mítico asombroso de todo un continente 40. No es nuestro propósito aquí describir la vida, ni el “mundo” de los amerindios, sino sólo sugerir su lugar en la Historia Mundial. Hubo tres grados, en nuestra interpretación, de desarrollo cultural de los pueblos americanos en la protohistoria del continente. En un primer grado, en el caso de los clanes y tribus de pescadores, cazadores y recolectores nómades del Sur 41 y del Norte 42.
40 Véase W. Krickeberg-H. Trimborn-W. Müller-O. Zerries, Die Religionen
des alten Amerika, Kohlhammer, Stuttgart, 1961; W. Schmidt, Der Ursprung
der Gottesidee, Münster, t. I-X, 1926-1955, que aunque se propone mostrar que el monoteísmo es la creencia originaria de la humanidad, sólo logra indicar que lo es el “enoteísmo”, sin integrar la idea de lo “dual” en el mismo ser originario; Idem., Ursprung und Werden der Religion, Münster, 1930; J. Comas, Ensayos sobre indigenismo, México, 1953; S. Canals Frau, Las civilizaciones preshispánicas, ya citada.
41 Son los indios magallánicos, pampas, del Gran Chaco y los del Brasil
Oriental. Véase mi obra Hipótesis para el estudio de Latinoamérica en la
Historia Universal, ya citada. pp. 130 ss.; o mi otra obra Historia general
de la iglesia en América Latina, Introducción, t. I/1, pp. 129 ss., con descripción y mapa detallado. También Otto Zerries, “Die Religionen der Naturvölker Südamerikas und Westindiens”, en W. Krickeberg y otros, Op.
cit., pp. 269 ss.
42 Los californianos, shoshonis y los canadienses Algonkinos y Athapasken,
más los esquimales. Véase Werner Müller, “Die Religionen der Indianervölker
Nordamerikas”, en W. Krickeberg y otros, Op. cit., pp. 171 ss.
En un segundo grado, los plantadores con aldeas de clanes, tribus y confederación de tribus (pre-urbanos), de las culturas de las cordilleras al sur y sureste del imperio inca, hasta los amazónicos (tupi-guaraní y arawaks),
caribes, y las culturas del Sureste, de las praderas y del Suroeste
del actual Estados Unidos.

En un tercer grado, la “América Nuclear” o urbana, desde Mesoamérica (de los mayas y aztecas de México y Guatemala), hasta los Chibchas de Colombia y el área del imperio inca de Ecuador a Chile y Argentina.

Inmenso “mundo” cultural que ocupaba todo el continente, que había “descubierto” ríos, montañas, valles, praderas; que le había puesto “nombres”; que los había incorporado a su “mundo de la vida (Lebenswelt)” con un sentido humano pleno. No era esto un “vacío” incivilizado y bárbaro: era un
“pleno” de humanización, historia, sentido.

Tomemos un ejemplo entre las culturas de segundo grado. Uno de esos pueblos que habitan las selvas del Amazonas hasta el Paraguay, los tupi-guaraní, y que en sus manifestaciones culturales externas pudieran
parecer totalmente desprovistos de todo desarrollo 43, y que por ello podrían aparecer como verdaderos “bárbaros” en su sentido más primitivo, en el tercer sentido de José de Acosta 44, son ese “Otro” totalmente “en-cubierto” en el fenómeno del “des-cubrimiento” (que como un “1492” diacrónico y metafórico se va haciendo presente en todo el continente al pasar de los años, desde el siglo XV hasta el presente).

Pero el “mundo” de aquellos pueblos, en su sentido heideggeriano
existencial, no difiere por su desarrollo humano mucho del moderno, si “entramos” en el núcleo de su experiencia cultural.

43 “El guaraní pertenece a la selva […] Vida rápida, fugaz, desesperada. Lucha
constante por la luz y por la materia nutricia en un mundo anegado” (León
Cadogan, La literatura de los guaraníes, Joaquín Mortiz, México, 1970, pp.
11-12). Los guaraníes dejan en los museos o para los arqueólogos muy pocos objetos. Son extremadamente pobres en sus expresiones técnicas, edilicias, textiles, de alfarería, etc.
44 “A la tercera clase […] En ella entran los salvajes semejantes a fieras, que
apenas tienen sentimiento humano, sin ley, sin rey, sin pactos, sin magistrados
ni república, que mudan la habitación o si la tienen fija, más se asemeja a cuevas de fieras o cercado de animales […] así también la mayor parte de los del Brasil […] andan también desnudos, son tímidos y están entregados a los más vergonzosos delitos de lujuria y sodomía…” (De procuranda Indorum salute, Proemio; BAE, Madrid, 1954, p. 393). Esta definición cabría exactamente a los guaraníes a los que nos estamos refiriendo.

En efecto, expresa el “gran canto” 45 Ayvu Rapyta, como núcleo generador
de su “mundo”, de su “mundo de la vida (Lebenswelt)”, lo siguiente:
“El verdadero Padre Ñamandú, el Primero
de una parte de su propio ser-de-cielo 46,
de la sabiduría contenida en su ser-de-cielo
con su saber que se va abriendo-como-flor 47,
hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.
Habiéndose incorporado y erguido como hombre,
de la sabiduría contenida en su ser-de-cielo,
con Su saber que se abre-cual-flor
conoció para sí mismo la fundamental palabra futura […]
e hizo que formara parte de su propio ser-de-cielo […]
Esto hizo Ñamandú, el padre verdadero, el primero” 48.

Toda la existencia guaraní era un culto místico, profundamente racional,
a la “palabra”: palabra como divinidad, palabra como “núcleo inicial de la persona (ayvu o ñe’ê), como porción divina por participación” 49; “palabra-alma” como la esencia del ser humano; palabra que se descubre en el sueño 50, que se interpreta, que se expresa en el “canto ritual” que se festeja. La vida de un guaraní comienza cuando se le impone el “nombre” momento originario de la vida, y en realidad su biografía no es sino el “desarrollo” de su palabra: “aquello que mantiene-en-pie 51

_______________
45 “Canto” es poema, canción cantada y rito con danza y ritmo de la “comunidad”
en la “fiesta”. Es un acto central de la existencia guaraní.
46 “Ser-de-cielo”, hemos dicho, es lo divino, lo eterno.
47 “ Abrirse-en- flor”, hemos ya dicho, es el acto productor, sacar fuera de sí, es la acción creadora.
48 Bartolomeu Meliá, El guaraní, experiencia religiosa, Biblioteca paraguaya
de Antropología, Asunción, 1991, pp. 29-30; León Codogan, Op. cit., pp. 53-57.
49 B. Meliá, Op. cit., p. 34.
50 Sentido de lo onírico que Freud supo comenzar a racionalizar.
51 “Mantenerse-en-pie” es estar fundado, apoyado, ser verdadero, como entre
los aztecas, ya lo veremos.

el fluir del decir” 52. La existencia humana se “funda”, se “pone-en-pie” desde la palabra eterna del “Nuestro Padre Ñamandú”, expresada cuando se nace (cuando se “abre-en-flor”, cuando es creado), y que guía el “modo-de-ser” de cada guaraní: el teko 53:

“¡Oh, nuestro Primer Padre!
Fuiste tú quien por primero conociste las normas de nuestro modo-deser
(teko).
Fuiste tú quien por primero conociste en tí mismo lo que había de ser
la palabra fundamental,
antes de abrir y manifestar la morada terrenal (tekkoha)” 54.
La morada terrenal es el “lugar” que el guaraní “abre” 55 en la selva
para hacer su aldea, para efectuar la agricultura, para “vivir” humanamente.
Es allí donde desarrollará su “palabra”, desde la “palabra fundamental” (como el destino) misteriosamente oculta desde el origen en el Primer Padre que se “abre-en-flor”, creador.

La palabra es siempre comunitaria y económica, en un sistema de
total “reciprocidad”:

“La fiesta guaraní no es sólo un ceremonial, sino la metáfora concreta
de una economía de reciprocidad vivida […]

52 León Codogan, Ayvu Rapyta. Textos míticos de los mbya-guaraní del Guairá, Universidad de Sao Paulo, 1959, p. 40. Véase el mismo autor Ywyra
ñe’ery; fluye del árbol la palabra, Centro de Estudios Antropológicos,
Asunción, 1971; B. Meliá, Die schönen Ur-Worte: die Kunst des Wortes bei
den Guaraní, Museum für Völkerkunde, Frankfurt, 1988. “La palabra, el
nombre, la oración, el canto, la invocación medicinal, la profecía, la exhortación político-religiosa, todas estas formas del decirse: ñembo’e, son la forma privilegiada de la religión Guaraní. El guaraní es religioso porque se hace palabra, y en haciéndose palabra participa del ser de los Primeros Padres, Padres de las palabras-almas” (B. Meliá, El guaraní, experiencia religiosa, pp. 41-42).
53 Teko significa algo así como el “ethos” griego: modo de ser y el lugar
donde se mora. Tekoha significa: el “lugar” donde se puede establecer el
modo-de-ser-guaraní: “El tekoha significa y produce al mismo tiempo relaciones económicas, relaciones sociales y organización político-religiosa,
esenciales para la vida guaraní. Aunque parezca redundancia, hay que admitir,
con los mismos dirigentes guaranaí, que sin tekoha no hay teko” (B. Meliá, Op. cit., p. 64).
54 Ibid., pp. 44-45.
55 Es el “abrir” que ilumina en Heidegger (que piensa en la Selva Negra alemana; aquí estamos en la Selva Amazónico-paraguaya).
El intercambio de bienes, sean de consumo o de uso, se rige por principios de distribución igualitaria, según los cuales la obligación de dar supone la obligación de recibir, y recibir se toma a su vez obligación de dar. Por eso el intercambio es de hecho un diálogo social, mediante el cual lo que más circula es el prestigio de quien sabe dar y la alegría de quien sabe recibir, según el modelo de los Primeros Padres y Primeras Madres que ya en
los orígenes convidaban y eran convidados” 56.

La “fiesta” es el lugar de la “palabra” (inspirada en sueños, cantada en largos relatos míticos e improvisados, danzados ritual y comunitariamente
con ritmo y música de gran belleza durante días) y de la reciprocidad económica: el que comparte el banquete se obliga a invitar y participar en su producción 57.

Pero todo esto, por ser pueblos que migraban por la selva que en pocos años agotan los terrenos que no sirven ya para nueva producción agrícola, toda la existencia de celebración de la “palabra” estaba tendida a llegar a la “tierra-sinmal”: “La expresión: yvy marane’y, que los modernos etnólogos traducen como tierra-sin-mal, significa simplemente ‘suelo intacto, que no ha
sido edificado’, o ka’a marane’y ‘monte donde no han sacado troncos, ni se ha traqueado”’ 58.

56 B. Meliá, Op. cit., pp. 45-46. Esta “reciprocidad” originaria de la comunidad en el horizonte de la “palabra” y en la “economía de la reciprocidad”, fue lo que de manera intuitiva conservaron los jesuitas en las Reducciones socialistas del Paraguay. En realidad no eran socialistas, sino un modo económico donde los productos eran sólo “valores de uso” (sin valor de cambio alguno), anterior a la formación de clases, ya que eran clanes aldeanos, y que pueden elevarse al nivel de la utopía. Marx, ciertamente, descubrió en este tipo de sociedades un tipo de relación humana comunitaria anterior a la “individualidad” moderna (capitalista), que de poder sumarse a aquella “comunitaridad” podía ser proyectada como un horizonte utópico: la plena individualidad en la plena comunidad (de los Grundrisse, que hemos estudiado en detalle en nuestras obras La producción teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1985; Hacia el Marx desconocido, Siglo XXI, México, 1988;
El último Marx, Siglo XXI, México, 1990); un Marx de plena actualidad después de la desaparición formal de la Unión Soviética, el 26 de diciembre de 1991.
57 Por ello, los guaraníes invitaron a los españoles a sus “fiestas” y creyeron
que con ello habían firmado con ellos un “contrato” de dar-recibir eterno.
¡Cuál no sería su sorpresa al ver que habiendo festejado y comido con ellos, ni colaboraron en los trabajos de la producción de las próximas fiestas, nilos invitaron a las suyas! Esos europeos eran traicioneros, habían cometido un mal imperdonable contra el Primer Padre, eran demoníacos, perversos…
58 Ibíd., p. 77.

Es una “tierra” donde no habrá enemigos que expulsar, ni animales
dañinos que matar, ni se deberá trabajar para comer… tierra donde en
reciprocidad perfecta se deberá cantar, danzar, proferir la “palabra fundamental” eternamente. “La palabra en el alma del guaraní. Ayvy: palabra-
alma; alma-palabra. La vida y la muerte del guaraní, son la vida de su palabra y la medida de sus realizaciones y de sus crisis está dada por las formas que toma su palabra. La historia del guaraní es la historia de su palabra, la palabra que se le impone con el nombre, la palabra que se escucha, la palabra que él mismo dirá, cantará, rezará, la palabra que en su muerte todavía es la palabra que fue: ayvukue” 59.

Extraño sería intentar expresar todo esto al conquistador del Río de la Plata, y a los mismos generosos y profundos jesuitas que realizaron las magníficas Reducciones del Paraguay. Aquellos “indígenas”, bárbaros… eran cultores insignes de la “Palabra” eterna, sagrada, histórica, en medio de las selvas tropicales. Para conocer su “mundo” hubiera sido necesario conocer su “lengua” (su “palabra”), haberla “vivido”… Para “dialogar” con ellos hubiera sido necesario vivir su propio “mundo”, desde su tekoha tan bella, tan profunda, tan racional, tan ecológica, tan “desarrollada” 60, tan humana.

Para establecer una “conversación” a lo Richard Rorty hubiera sido necesario “descubrir” el “mundo” del Otro, establecer antes las condiciones de posibilidad de ella. En ese caso la “comprensión”, el “acuerdo” no sería inconmensurable, aunque siempre difícil. Pero, al mismo tiempo, sin dichas
condiciones, en el eurocentrismo de los conquistadores (posición también del moderno Ginés de Sepúlveda y compartida hoy por racionalistas que pareciera que creen que es fácil el diálogo o que al menos no han desarrollado una teoría de sus condiciones de posibilidad, como J. Habermas), ni la “conversación” es posible (mucho menos una argumentación en la “comunidad real de comunicación”).

Históricamente, por desgracia, todo esto quedó “en-cubierto” desde los
tiempos del “des-cubrimiento” de América por los europeos. Aquel mítico 1492 se fue proyectando diacrónicamente sobre todo el continente con un manto de olvido, de barbarización, de “modernización”.

59 Ibíd., p. 84.
60 Desde el homo habilis, hace unos cuatro millones de años, hasta los guaraníes se había realizado lo esencial del “desarrollo” humano; la diferencia
con el hombre “moderno” es realmente insignificante (en cuanto a la lengua,
el sentido ético, el aprecio a la dignidad y el sentido de la vida, etcétera).
Podríamos dar cientos de ejemplos, de pueblos menos desarrollados (como los nómadas del Sur o del Norte), o los mucho más desarrollados (de la América Nuclear). Con el de los guaraníes, sin embargo, basta para indicar la cuestión. De las culturas de la” América Nuclear” nos ocuparemos preferentemente de los náhuatl, como ejemplo nuevamente, en el desarrollo de las próximas conferencias.

Excurso sobre Europa como “Periférica” del mundo musulmán

En el siglo XV, hasta 1492, la que hoy llamamos “Europa Occidental”
era un mundo periférico y secundario del mundo musulmán. Nunca
había sido “centro” de la historia. Europa Occidental no se extendía
más allá de Viena por el Este, ya que hasta 16811os turcos estuvieron
junto a sus muros, y de Sevilla en su otro extremo. La totalidad de sus
habitantes, de la Europa latino-germana, no superaba los cien millones
(inferior a la población del solo imperio chino en su momento).

Era una cultura aislada, que había fracasado con las Cruzadas al no poder
recuperar cierta presencia en un polo neurálgico del comercio del continente
Euro-asiático: la conquista del lugar donde se situaba el Santo Sepulcro era, en realidad, el lugar donde el comercio de las caravanas que llegaban a Antioquía desde la China (atravesando el Turán y el Turquestán chino) y se juntaban con las vías de navegación del Mar Rojo y el Pérsico en la actual Palestina. Las ciudades italianas de Génova (la ciudad de Colón y de tantos descubrimientos clandestinos desde 1474 en costas atlánticas), Venecia, Nápoles, Amalfi, necesitaban estas vías de comunicación para llegar al Asia tropical, a la India de las especias. Rechazados los europeos en sus intentos por controlar el Mediterráneo Oriental, tuvieron que permanecer aislados, periféricos del mundo musulmán.

Los reinos musulmanes iban desde el norte del Africa con los Almorávides 61 y sus florecientes ciudades de Marruecos, el Maghreb o desde Trípoli, que se conectaban con las caravanas hacia el sur del Sahara, y de allí con los reinos de la sabana: Malí, Ghana, etcétera, con la actual Libia y Egipto (posteriormente ocupado por el imperio otomano), con el califato de Bagdad, hasta el Irán (después conquistado por el imperio safawi), llegando a los reinos mongoles que ocuparán el norte de la India con la capital Angra, y después Delhi, y con obras de espléndida belleza tales como el Taj Mahal,
61 Véase, entre otras obras, la de R. y M. Cornevin, Histoire de l’Afrique,
PUF, Paris, 1964, pp. 145 ss.
Prolongándose hasta el control sobre Malaca llevado a cabo por comerciantes
musulmanes, para alcanzar el sur de Filipinas, ya que la isla de Mindanao será musulmana desde fines del siglo XIV.

De manera que el Dar-el-Islam (la casa de la fe) llegaba del Océano Atlántico al Pacífico. Es verdad, que los invasores turcos habían roto la espina dorsal del mundo comercial árabe-musulmán, aunque ellos mismos eran musulmanes. Los turcos, que ocuparon la península balcánica, Grecia
y Turquía, habían aislado la parte occidental de la parte oriental del
mundo musulmán pre-turco. La China había caído por ello mismo en
una profunda crisis económica. Por su parte, la Horda Dorada de los mongoles había dominado Rusia (1240-1480).

La ocupación de Constantinopla por los turcos en 1453 significaba para Europa, entonces, el quedar sitiada y reducida a la mínima expresión.
Hablar en esta situación de una Europa comienzo, centro y fin de la Historia Mundial como opinaba Hegel es haber caído en una miopía eurocéntrica 62. Europa Occidental 63 no era el “centro”, ni su historia
había sido nunca el “centro” de la historia.

Habrá que esperar a 1492 para que su centralidad empírica constituya a las otras civilizaciones en su “periferia”. Este hecho de la “salida” de Europa Occidental de los estrechos límites dentro de los cuales el mundo musulmán la había apresado constituye, en nuestra opinión, el nacimiento
de la Modernidad.

1492 es la fecha de su nacimiento, del origen de la “experiencia” del ego europeo de constituir a los Otros sujetos y pueblos como objetos, instrumentos, que se los puede usar y controlar para sus propios fines europeizadores, civilizatorios, modernizadores. Es esa Europa Occidental, por primera vez, la que se lanza a la conquista del mundo. Rusia, con Ivan II, el Grande, comenzará la expansión por la taiga del norte. En 1485 Ivan III comienza el Kremlin y a comienzos del siglo XVII llegarán los rusos al Pacífico. Será en cambio por Portugal (que en 1415 toma Ceuta en Africa) y España, que Europa se expandirá por el Occidente y desenclaustrará a esa Europa del sitio musulmán que había comenzado en el siglo VII d. C., desde

62 Véase Samir Amin, Eurocentrism, Monthly Review Press, New York, 1989.
63 Véase Apéndice 1.
la muerte del Profeta Mahoma 64.

Esa España, que después Europa Occidental olvidará y despreciará y que Hegel ya no considera Europa, es la que comienza la Modernidad. La conquista de México, por su parte, será la primera experiencia “fuerte” del ego europeo de control a otro imperio, al Otro como siervo, como colonizado, como dominado, como explotado y humillado. Todo esto podremos verlo ahora “desde abajo”, desde el Otro, desde el indio, desde el horizonte que hemos abierto en esta Conferencia 6, desde el Océano Pacífico, desde el Asia. Veamos entonces ahora, sólo ahora, cómo vivió el indio la experiencia de la llegada de esos europeos marginales del mundo musulmán
que iniciaban su triunfal curso hacia la “centralidad” de la Historia Mundial.
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64 Es desde una Europa “marginal” (Rusia. España y después Inglaterra) que
Europa se expande (Véase Leopoldo Zea. Discurso desde la marginación y
la barbarie, Anthropos. Madrid. 1988).

Mes de la patria, mes del imperio

Mes de la patria, mes del imperio
septiembre 10, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

Una vez más, septiembre saca del cofre a una Patria escondida y llena de sombras. En los centros educativos suenan tambores y resuenan trompetas, se ensayan desfiles y se preparan discursos; mientras, ciertas calles parecen temblar pensando en el día en que los desfiles culebrearán marchando hacia las plazas.

Todo este aparato ideológico comprende los discursos oficiales que se repiten en cada pueblo exaltando a una Patria huidiza, temerosa y clandestina, que cada año cambia de antifaz y se vuelve más desconocida para aquellos y aquellas que, abandonados a su suerte, son cualquier cosa en el mundo. Por ejemplo, son emigrantes, miembros de una banda, desempleados y desocupados, campesinos sin campo, vendedoras ambulantes, estudiantes sin escuela, en fin, cualquier cosa, menos seres humanos con Patria. Pero, ignorando toda esta abrumadora realidad, en este mes, los representantes gubernamentales le hablan a la gente de una Patria que parece estar en algún lugar, a lo mejor en algún rincón, y ha sido desempolvada de manera apresurada para que después de los desfiles regrese a su caverna llena de telarañas.

La Patria, para nosotros, resulta ser algo enfrentado a fuerzas e intereses amenazantes. El nosotros hace referencia a un grupo de pueblos que, conflictuados entre sí, ocupábamos un pequeño territorio llamado Cuscatlán. Era un terreno fértil, lleno de agua, pequeños lagos, ríos caudalosos y abundantes, éramos chortis de origen maya, pipiles de origen azteca, mam de origen maya, lencas, ulúas y chorotegas, más alla del río Lempa. Más los pueblos nonualcos y los tepezontes. En fin, un puñado de pueblos con sus propios idiomas, que no éramos ni mayas ni aztecas, pero comerciábamos y hacíamos la guerra contra otros pueblos y entre sí.

A esta Patria le cayó como rayo la invasión maldita de los invasores, ladrones y asesinos, que entraron por el río Paz, en 1524. Y de esta primera guerra perdida por nosotros, aparece en algún momento el epónimo de Atlacatl, como jefe guerrillero que guió a su pueblo en la guerra, resistió y no se rindió.

Siguieron los levantamientos, aparecieron los llamados criollos, españoles nacidos en nuestras tierras, dueños de ellas y también de la inteligencia. Y llegamos, apresurados, a las décadas trágicas de 1821.

Los acontecimientos de estos años construyeron una humanidad que estando situada fuera de la riqueza, fuera del poder, de la propiedad, de la inteligencia, del bienestar y la dignidad, tenía, sin embargo, una especie de identidad que la nutría y la convertía en pueblo, es decir, en un grupo humano con sueños propios, de libertad e independencia, sueños de justicia y de derechos. Y todo esto, enfrentado y en guerra con los criollos, que eran los cuchillos reales y cotidianos que los desangraban todos los días.

Esa mayoría desposeída quería la independencia y luchaba por ella, pero esta independencia no era solo de la corona española, que era un poder lejano, ausente y desconocido, sino, sobre todo, independencia de los agrupamientos criollos, que ya eran los dueños de esta Patria local, pequeña e irredenta. Estos criollos, al mismo tiempo, luchaban por una independencia que tampoco estaba referida a la corona española sino a los otros criollos, a los de Guatemala, a los de la Capitanía General de Centroamérica, que eran sus rivales en el mercado, que controlaban los mejores negocios, que los ponían en segundos planos y no los dejaban respirar.

La conspiración de estos criollos era diferente a la conspiración popular, pero al final, el 15 de septiembre de 1821, se firmó un documento en la Ciudad de Guatemala, que es conocido como el Acta de Independencia, convertido, sin embargo, en el documento más clandestino, secreto y desconocido. El más prohibido de todos los documentos de este país.

En este papel está contenida la confrontación de dos agrupamientos criollos, los de Guatemala y los de la Provincia de San Salvador. Los primeros buscaban la anexión al recién establecido imperio de Agustín Iturbide, del Virreinato de Nueva España (México). Y los segundos, los de San Salvador, buscaban la separación respecto a Guatemala, España, México y cualquier otro imperio, porque ellos eran los dueños de estas tierras y de estos pueblos. Así lo dicen en los considerandos de su primera Constitución.

La independencia conquistada abrió el camino a la guerra, la verdadera lucha por Centroamérica, aquella donde brilla Francisco Morazán, el hondureño más salvadoreño y el salvadoreño más hondureño, que pierde y es fusilado por las conspiraciones de la Iglesia Católica. Hay que decir que el grueso del ejército morazánico estaba integrado por campesinos salvadoreños que luchaban por constituir Centroamérica y se enfrentaban a las oligarquías de cada uno de los pequeños y empobrecidos países de la región.

En estos momentos de la historia, la Patria por la que se luchaba era Centroamérica y el enemigo de esa Patria eran las oligarquías locales de cada país. Esas oligarquías fueron las vencedoras y mataron a Morazán. Este patriota heredó todo lo suyo al pueblo salvadoreño, mientras que Manuel José Arce, patriota criollo salvadoreño, dejó todo lo suyo al pueblo de Costa Rica.

En pleno 2015, la Patria se despedaza, se diluye como un pedazo de hielo en el desierto, y sus hijos e hijas son asesinados en el desierto de Arizona y alimentan los prostíbulos de Tijuana y de la frontera estadounidense.

Los tambores sonaran una vez más y las banderas ondearán al viento, los discursos oficiales despertarán a las piedras de los caminos, mientras la guerra social sigue llenando de sangre las casas, las calles, las ciudades y los campos. La Patria parece acribillada pero siempre hay algo que celebrar: la lucha constante, invencible e imperecedera.

Los de abajo construyen su propia economía, su propio Estado, su propio pueblo y su propia Patria, y los de arriba entregan todo al nuevo imperio, y toman vino, y se toman fotos, pero nada detiene el ruido de los tambores que siguen anunciando lucha y dignidad.

El imperio estadounidense tiene una nueva colonia con un pueblo que tiene un pie en los Estados Unidos y otro en El Salvador. Este país cruza por un momento oscuro y amargo, desarrolla la guerra más sangrienta que hayamos conocido y no hay nada más extraño en estos momentos que la palabra Patria e Independencia, y mucho más extraño cuando estas son pronunciadas por aquellos que están entregando esta Patria al imperio del norte.

El 15 de septiembre es una fecha que sirve para recordar lo que no tenemos y lo que necesitamos, todo lo que falta por construir y alcanzar, pero no es una fecha de sueños, es una fiesta artificial, llena de comercio y de comerciantes, de ruidos y de luces, pasajera y vacía.

En medio de estos sonidos sigue caminando con paso de gigante, la vida cruda y real de un pueblo que lucha por sobrevivir y que sigue necesitando una Patria verdadera que le de dignidad, tierra, educación, libertad y salud. Esa es la Patria por la que se lucha y a la que no se renuncia, aun en medio de las entregas más totales. Nada detiene las luchas históricas de los pueblos.

Crítica del “mito de la Modernidad”

Conferencia 5 Crítica del “mito de la Modernidad”

“La primera [razón de la justicia de esta guerra y conquista] es que
siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros [indios], incultos e
inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes,
poderosos y perfectos que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades magnas commoditates, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido1, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien de todos (utrisque bene)” (Ginés de Sepúlveda, De la justa causa de la guerra contra los indios)2.

De este texto lo que debe retenerse como central es aquello de que trae “grandísima utilidad” y “para bien de todos”; es decir, es también útil y bueno para el dominado, conquistado, vencido. Vemos ya perfectamente
constituido el “mito de la Modernidad“3: por una parte, se autodefine la propia cultura como superior, más “desarrollada” (y no queremos negar que lo sea en muchos aspectos, aunque un observador crítico deberá aceptar que los criterios de tal superioridad son siempre cualitativos, y por ello de una incierta aplicación)4; por otra parte, se determina a la otra cultura como inferior, ruda, bárbara, siendo sujeto de una culpable “inmadurez“5.

De manera que la dominación (guerra, violencia) que se ejerce sobre el Otro es, en realidad, emancipación, “utilidad”, “bien” del bárbaro que se civiliza, que se desarrolla o “moderniza”. En esto consiste el “mito de la Modernidad”, en un victimar al inocente (al Otro) declarándolo causa culpable de su propia victimación, y atribuyéndose el sujeto moderno plena inocencia con respecto al acto victimario.
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1 El patriarcalismo o machismo del texto es conocido, porque se inspira en
Aristóteles, que además de esclavista y grecocéntrico era un patriarcalista decidido.
2 Publicado en Roma en 1550; nuestras citas de la edición crítica del FCE,
México,1987, p.153.
3 Véase Apéndice 2.
4 Hoy, por ejemplo, ante la destrucción ecológica del planeta Tierra comenzamos a tener nuevos ojos para una vida mucho más integrada dentro del ciclo de la vida, y reproducción de toda la naturaleza (como atmósfera y biósfera), que practicaban los nativos habitantes del continente americano. ¿Cuánto se ha desarrollado la cualidad de la vida? Esta pregunta es muy difícil responderla cualitativamente, ya que es de “grado”, diría Hegel (cualidad cuantitativa).
5 La “Unmündigkeit” de Kant corresponde a la “tarditatem (torpeza de entendimiento)” de Ginés de Sepúlveda (Ibid., p. 81).

Por último, el sufrimiento del conquistado (colonizado, subdesarrollado) será interpretado como el sacrificio o el costo necesario de la modernización. La misma lógica se cumple desde la conquista de América hasta la guerra del Golfo (donde las víctimas fueron los pueblos indígenas y el Irak).

Veamos este discurso tal como se desarrolló en el tiempo del nacimiento de la Modernidad, en la disputa de Valladolid en 1550, la más insigne de los últimos quinientos años, por sus consecuencias y actual vigencia. Históricamente, hubieron al menos tres posiciones teórico argumentativas
ante el hecho de cómo debe “incluirse” al Otro en la “comunidad de comunicación”, en la civilización, es decir toda la cuestión de la justificación o no de la violencia, la conquista civilizadora en el siglo XVI:
1. La “Modernidad como emancipación” (Ginés de Sepúlveda);
2. La “Modernización como utopía” (Gerónimo de Mendieta); y
3. La “crítica del mito de la Modernidad”, todavía desde Europa (Bartolomé de las Casas).

5.1. La Modernidad como “emancipación”

La argumentación de Ginés de Sepúlveda, pensador moderno y gran
humanista español, ha sido considerada frecuentemente como cínica,
por la sinceridad chocante de sus argumentos, por el modo de la expresión
de su pensamiento. Debo indicar, sin embargo, que es “moderno” en un sentido actual de la palabra. Considérese su argumento. En primer lugar, indica que el modo de vivir urbano y la construcción de tantas obras arquitectónicas, que deslumbraron a los conquistadores, aun las de los aztecas o incas, no es razón para opinar que son pueblos civilizados:
“Pero mira cuánto se engañan y cuánto disiento yo de semejante opinión,
viendo al contrario en esas mismas instituciones una prueba de la rudeza, barbarie (ruditatem barbariem)6 e innata servidumbre de estos hombres. Porque el tener casas y algún modo racional y alguna especie de comercio, es cosa a que la misma necesidad natural induce, y sólo sirve para probar que no son osos, ni monos y que no carecen totalmente de razón“7.

Y después de expresar con sinceridad lo que pensaba (y sigue pensando
la Modernidad del mundo “subdesarrollado”), argumenta desde el “concepto” de la Modernidad:
6 Es siempre el tema kantiano de la “Unmündigkeit”= ruditatem.
7 Ginés de Sepúlveda, Op. cit., p. 109.

“Pero por otro lado tienen de tal modo establecida su república, que
nadie posee individualmente, ni una casa, ni un campo de que pueda
disponer ni dejar en testamento a sus herederos, porque todo está en
poder de sus señores que con impropio nombre llaman reyes, a cuyo
arbitrio viven más que al suyo propio, atenidos a su voluntad y capricho
y no a su libertad, y el hacer todo esto no oprimidos por la fuerza
de las armas, sino de modo voluntario y espontáneo8 es señal
ciertísima del ánimo servil y abatido de estos bárbaros […] Tales son
en suma la índole y costumbres (ingenio ac moribus) de estos hombrecillos
(homunuculos) tan bárbaros, incultos e inhumanos, que sabemos
que así eran antes de la venida de los españoles“9.

Ginés de Sepúlveda describe el fundamento de la barbarie por su
modo no individual de establecer su relación con las personas y las cosas;
por no tener experiencia de posesión privada (ut nihil cuiquam suum sit), ni contrato de herencia personal, y, sobre todo, por la carencia de la determinación suprema de la Modernidad: la libertad (suae libertati)
de la subjetidad que guarda autonomía y hasta puede oponerse a la voluntad y el capricho de los señores10.

La llamada conquista, en realidad, es un acto emancipatorio, porque
permite salir (el Ausgang de Kant) al bárbaro de su “inmadurez”, de su
barbarie. Léase el texto que hemos citado al comienzo de esta Conferencia
5, para comprender el primer argumento. El segundo argumento es el siguiente:
“La segunda causa es el desterrar las torpezas nefandas (nefandae libines)
[…] y el salvar de graves injurias a muchos inocentes mortales a quienes estos bárbaros inmolaban todos los años“11. Aquí pasamos inadvertidamente del “concepto” de Modernidad al “mito de la Modernidad“12.
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8 Nuevamente nos recuerda el tema de la “Faulheit und Feigheit” de Kant: es decir “barbarie culpable”, no producto de la fuerza u opresión externa, sino que espontáneamente (volentes ac sponte sua) como determinación interna desde este “ánimo abatido y servil”.
9 Ibid., pp. 109-111.
10 Se trataría, como en la visión hegeliana, del ejercicio de la voluntad como
capricho del Rey: la interpretación del ser asiático de una sola libertad (la del tirano).
11 Ibid., p. 155.
12 Véase Apéndice 2.

El “concepto” muestra el sentido emancipador de la razón moderna, con respecto a civilizaciones con instrumentos, tecnologías, estructuras prácticas políticas o económicas o al grado del ejercicio de la subjetividad menos desarrollada. Pero, al mismo tiempo, oculta el proceso “de dominación” o “violencia” que ejerce sobre otras culturas. Por ello, todo el sufrimiento producido en el Otro queda justificado porque se “salva” a muchos “inocentes”, víctimas de la barbarie de esas culturas. En Ginés el “mito de la Modernidad” queda ya expresado con claridad definitiva y clásica. El argumento completo consta de los siguientes momentos (premisas, conclusiones, corolarios):
1. Siendo la cultura europea más desarrollada13 es decir, una civilización
superior a las otras culturas (premisa mayor de todos los argumentos:
el “eurocentrismo”).
2. el que las otras culturas “salgan” de su propia barbarie o subdesarrollo
por el proceso civilizador constituye, como conclusión, un progreso, un desarrollo, un bien para ellas mismas14. Es entonces un proceso emancipador. Además, dicho camino modernizador es obviamente el ya recorrido por la cultura más desarrollada. En esto estriba la “falacia del desarrollo (desarrollismo)”.
3. Como primer corolario: la dominación que Europa ejerce sobre otras culturas es una acción pedagógica o una violencia necesaria (guerra justa), y queda justificada por ser una obra civilizadora o modernizadora15;

13 A partir de Arist6teles (“1o perfecto debe imperar y dominar sobre lo imperfecto, lo excelente sobre su contrario”; Op. cit., p. 83), o de la Escritura
(“porque escrito está en el libro de los Proverbios: El que es necio servirá al
sabio”; p. 85), concluye: “con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos y las mujeres a los varones (!), habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísimas” (p. 101).
14 “ ¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo”; Op. cit., p. 133.
15 “Por muchas causas, pues y muy graves, están obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles […] y a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles […] y si rehusan nuestro imperio (imperium) podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra, como antes hemos declarado con autoridad de grandes filósofos y teólogos, justa por ley natural […]”; Op. cit., p. 135.

también quedan justificados eventuales sufrimientos que puedan padecer los miembros de otras culturas, ya que son costos necesarios del proceso civilizador, y pago de una “inmadurez culpable“16.
4. Como segundo corolario: el conquistador o el europeo no sólo es inocente, sino meritorio, cuando ejerce dicha acción pedagógica o violencia
necesaria17.
5. Como tercer corolario: las víctimas conquistadas son “culpables” también de su propia conquista, de la violencia que se ejerce sobre ellas, de su victimación, ya que pudieron y debieron “salir” dé la barbarie voluntariamente sin obligar o exigir el uso de la fuerza por parte de los conquistadores o victimarios; es por ello que dichos pueblos subdesarrollados se tornan doblemente culpables e irracionales cuando se rebela contra esa acción emancipadora-conquistadora.

El “concepto” emancipador de Modernidad queda expresado en los
enunciados 1 y 2. El “mito de la Modernidad” se va tejiendo, a partir
del enunciado 1 (como “eurocentrismo”), del 2 (como “falacia desarrollista
“) y especialmente desde el enunciado 3 al 5 veremos que la “realización plena” del concepto de Modernidad exigirá su “superación” (proyecto que denominaremos de “Trans-Modernidad”) 18 o de la inclusión de la Alteridad negada: la dignidad e identidad de las otras culturas, del Otro previamente en-cubierto; para ello habrá que matizar o negar la premisa mayor misma, el “eurocentrismo“19.
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16 Sobre la culpabilidad de los indígenas, Ginés escribe, entre otros argumentos:
“La segunda causa que has alegado es el desterrar las torpezas nefandas
y portentoso crimen de devorar carne humana, crímenes que ofenden a la
naturaleza, para que sigan dando culto a los demonios en vez de dárselo a Dios, provocando con ello en altísimo grado la ira divina con estos monstruosos ritos y con la inmolación de víctimas humanas […]”; Op. cit;, p. 155.
17 “No podemos dudar que todos los que andan vagando fuera de la religión
cristiana están errados y caminan infaliblemente al precipicio, no hemos de
dudar en apartarlos de él por cualquier medio y aun contra su voluntad, y de
no hacerlo no cumpliremos la ley de naturaleza ni el precepto de Cristo”. Op, cit., p. 137.
18 En nuestra Filosofía de la Liberación, escrita en 1976, en el prólogo, indicábamos
que la Filosofía de la liberación es “postmoderna”. Escrita esa
obra en aquellos años, antes del movimiento de la “Post-Modernidad”, indicábamos
sólo la necesidad de “superar” la Modernidad. Ahora deberemos
distinguirnos de los “post”modernos y por ello proponemos una “Trans”
Modernidad. Volveremos sobre el tema más adelante.
19 El proyecto “G” del esquema del Apéndice 2 deberá afirmarse (y negarse en
cambio el proyecto F, “desarrollista”).

Mientras que el “mito de la Modernidad” debe ser simplemente deconstruido, para ser rotundamente negado; está construido sobre un “paradigma sacrificial”: es necesario ofrecer sacrificios, de la víctima
de la violencia, para el progreso humano (posición de Kant o Hegel, pero superada por Marx)20.

En efecto, el “mito de la Modernidad” es una gigantesca inversión: la víctima inocente es transformada en culpable, el victimario culpable es considerado inocente. Paradójicamente, el razonamiento del humanista y moderno Ginés de Sepúlveda termina por caer en el irracionalismo, como toda la Modernidad posterior, por la justificación del uso de la violencia en lugar de la argumentación para la inclusión del Otro en la “comunidad de comunicación”. Todo esto fundado en un texto del Nuevo Testamento, en la parábola de aquel señor que después de invitar a muchos, al fin obliga o “compele” (commpelle) a entrar a los pobres al banquete preparado.

San Agustín había dado una interpretación especial a esta parábola, y lo recuerda Ginés:
“Y para confirmar este parecer San Agustín […] añade: ‘Esto mostró
con bastante evidencia Cristo en aquella parábola del convite: los invitados
no quisieron venir y el padre de familias dijo al siervo: sal con
presteza y recorre las plazas y las calles de la ciudad e introduce a los
pobres […] Todavía hay lugar. _Y dijo el Señor al siervo: sal por los caminos
y por los campos y obliga (compelle) a las gentes a entrar hasta
que se llene mi casa. Repara cómo de los primeros que habían de venir
se dice: introdúcelos y de los últimos se dice oblígalos, significa así
los dos períodos de la Iglesia’ hasta aquí San Agustín, y agrega Ginés
[…] A estos bárbaros, pues, violadores de la naturaleza [es decir,
culpables], blasfemos e idólatras sostengo que no sólo se los puede invitar,
sino también compeler para que recibiendo el imperio de los cristianos oigan a los apóstoles que les anuncian el Evangelio“21.
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20 En nuestra obra El último Marx, cap. 7, hemos mostrado este cambio en el Marx maduro. Respondiendo a las objeciones de los populistas rusos, Marx cambiará de posición y comenzará a pensar desde la “Periferia” rusa.
21 Op. cit., pp. 143-145.

Ginés de Sepúlveda interpretó este texto en el sentido de que “compeler”
podía significar hasta usar la violencia de la guerra para pacificarlos,
para que posteriormente, ahora sí, “procuren iniciarlos e imbuirlos en la religión cristiana, la cual no se transmite por la fuerza, sino por los ejemplos y la persuasión22.

Es decir, el proceso de inclusión o de participación en la “comunidad de comunicación” es violento, pero una vez “dentro de ella” se ejerce la racionalidad argumentativa. La disputa de Valladolid consiste, entonces, en el “cómo se entra” en la “comunidad de comunicación”, para usar la expresión de K.-O. Apel.

5.2. La Modernización como “utopía”

Es justamente en torno a esta cuestión que podemos situar una segunda
posición de la Modernidad. Se trata de Gerónimo de Mendieta, uno de los grandes misioneros franciscanos de la primera hora en México23. Los primitivos franciscanos que llegan a México en 1524 eran “espirituales”, y alguno de ellos “joaquinistas“24, “milenaristas”.

El autor de la Historia eclesiástica indiana opinaba que los aztecas habían vivido en su tiempo de paganismo e idolatría como los hebreos en Egipto en la esclavitud del demonio. Hernán Cortés, antecedido por Cristóbal Colón,

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22 Op. cit., p. 175. Aquí Ginés está usando la argumentación de Las Casas en
el De único modo, como veremos.
23 Véase la obra de John L. Phelan, The Millennial Kingdom of the Franciscans in the New World, University of California Press, Berkeley, 1956; Mario Cayota, Siembras entre brumas. Utopía franciscana y humanismo renacentista, una alternativa a la conquista, Montevideo, 1990. Esta última muestra la influencia del joaquinismo y de los “espirituales” en la “conquista espiritual”, especialmente en México.
24 Joaquín de Fiore (muere en 1202) propuso que el Reino del Espíritu Santo
comenzaría en 1260, como un reinado de la pobreza evangélica de auténticos
seguidores de Cristo. La Iglesia del Papa dejaría lugar a una Iglesia espiritual que cumpliría el milenio anunciado en el Apocalipsis. Hegel era igualmente, y en algún sentido, joaquinista en aquello del “Reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” -alguna influencia llegará hasta Marx; véase mi obra Las metáforas teológicas de Marx, a editarse próximamente.

era el Moisés25 que los liberó de la servidumbre sentido emancipatorio de la Modernidad. Por esta razón, los franciscanos contra Bartolomé de las Casas aprobarán que los indígenas sean objeto de una guerra justa, si se oponen a la evangelización. Como Ginés de Sepúlveda usan el texto de Lucas 14, 15-24 26 para justificar la conquista. Variaban en cambio en cuanto a lo que debía hacerse después. Ginés apoyaba a la monarquía hispana de los Habsburgos. Mendieta en cambio criticaba fuertemente a Felipe
II, como el causante de la “cautividad de Babilonia” para los indios.

En efecto, Mendieta opinaba que se había inaugurado así el tiempo del “fin del mundo” (pero era muy diverso del “fin del mundo” de las culturas indias), porque el evangelio se predicaba a todos los pueblos. Además, la vieja Europa había traicionado a Jesucristo con sus pecados, mientras que los indios, con su simplicidad y pobreza, parecía que no habían sido tocados por el pecado original27, de manera que se podría fundar una Iglesia ideal, como la de los “primeros tiempos“28 -antes de Constantino y como la que soñara Francisco de Asís.

El período de 1524 a 1564 había sido la “Edad dorada”, de una Iglesia mexicana en tiempos de Carlos V, el Emperador. Conservando las
antiguas tradiciones aztecas en aquello que no se oponía para los franciscanos, en especial para Pedro de Gante, al cristianismo, los franciscanos hablaban las lenguas autóctonas, conservaban sus vestimentas, costumbres, autoridades políticas (como la de los caciques),
etcétera. El proyecto “modernizador” partía de la exterioridad (la que
no había sido destruida por la conquista), para desde allí organizar una
comunidad cristiana fuera del influjo hispánico. Este proyecto -como
las futuras “reducciones” franciscanas en todo el continente, desde San
Francisco, Los Angeles, San Antonio, hasta los Mojos y Chiquitos en
Bolivia o en el Paraguay, lo mismo que las “reducciones” de los jesuitas-
era en su esencia un “proyecto modemizador” utópico.
25 Véase J. Phelan, Op. cit., pp. 28 ss.
26 El texto de la parábola, después de invitar a tres grupos de personas (que
para Gerónimo de Mendieta son los judíos, los mahometanos y los paganos), al fin el Señor que invita exclama: “Sal por los caminos y senderos y compélelos (se usa el verbo latino compellere) hasta que entren y se me llene la casa” (versículo 23). Toda la cuestión, como ya hemos visto, es la legitimidad de esta “coacción”. En este punto Gerónimo de Mendieta (lo mismo que Motolinía y el resto de los franciscanos) estaban de acuerdo con
Ginés de Sepúlveda.
27 En este punto tenían un optimismo antiluterano militante. 28 Ibid., pp. 42 ss.
Es decir, partiendo de la Alteridad del indio, se introduce el cristianismo, la tecnología europea (uso del hierro en el arado y otros instrumentos
agrícolas y técnicos, industria textil, el caballo y otros animales domésticos,
escritura alfabética, arquitectura avanzada del arco de medio punto, etcétera) y los modos de “policía” (políticos) urbana. Este proyecto lo denominará Torquemada la Monarquía Indiana. Es decir, era una “República de Indios”, bajo el poder del Emperador, pero culturalmente indígena, bajo el control paternal de los franciscanos.

Sin embargo, tenía una contradicción interna. Un cierto “paternalismo”
de los franciscanos (y posteriormente de los jesuitas en el Paraguay, que fueron las reducciones más desarrolladas y numerosas) constituía un mundo “utópico” que era profundamente criticado por los colonos europeos, hispánicos.

Es por ello que, para Gerónimo de Mendieta desde 1564 29, todo ese proyecto fracasa cuando los colonos españoles toman el control de las comunidades indígenas. Es el “reino de la plata”, el “cautiverio de Babilonia” en tiempos de Felipe II. La utopía modernizadora (que respetaba en cierta manera la exterioridad cultural del indio) fue destruida, y en su lugar aparecía el “repartimiento” -otro tipo de explotación económica del indígena, agrícola o minera, y que para Gerónimo de Mendieta volvía a ser tan perjudicial como la esclavitud de Egipto: reconstituía el reinado de Mammón (en coincidencia con la interpretación metafórica de Marx con respecto al capital).

5.3. La crítica del “mito de la Modernidad”

Bartolomé de las Casas va más allá del sentido crítico de la Modernidad
como emancipación (tal como lo entendía Ginés de Sepúlveda, o aun Gerónimo de Mendieta o Francisco de Vitoria, el gran profesor de Salamanca o posteriormente de Kant),30 porque descubre la falsedad de juzgar al sujeto de la pretendida “inmadurez” (Unmündigkeit) con una culpabilidad que el “moderno” intenta atribuirle para justificar su agresión.

29 Felipe II reorganiza el Virreinato de México, nombra nuevo Virrey y autoridades y se propone penetrar la “República de Indios” y sujetarla a la organización tributaría de España.
30 Al final Francisco de Vitoría aceptaba que si los indígenas se oponían a la predicación del evangelio se les podía hacer la guerra. Era la única razón que aceptaba. Bartolomé nunca aceptará ni siquiera esta razón por ser, para él, irracional.

Asume lo mejor del sentido emancipador moderno pero descubre la irracionalidad encubierta en el “mito” de la culpabilidad del Otro. Por ello niega la validez de todo argumento en favor de la legitimación de la violencia o guerra inicial para “compeler” al Otro a formar parte de la “comunidad de comunicación”.

Todo el debate, entonces, no se establece sobre la necesidad de la argumentación misma en la comunidad de argumentación, sobre la que todos
acuerdan, sino en el “modo” de la entrada, de la participación inicial del Otro en la comunidad de argumentación. La cuestión debatida se encuentra en cuanto al a priori absoluto, de la condición de posibilidad de la participación racional misma.

Ginés admite un momento irracional (la guerra) para iniciar la argumentación; Bartolomé exige que sea racional desde el inicio el “diálogo” con el Otro.
La emancipación de la antigua dominación o pretendida bestialidad o barbarie de los indígenas no justifica, para Bartolomé, la irracionalidad de la violencia, de la guerra, ni tampoco compensa ni tiene proporción con el nuevo tipo de dominación establecida.

En comparación con la nueva situación de servidumbre, el antiguo orden entre los indígenas31 era como un paraíso perdido de libertad y dignidad. En el prólogo de la Apologética historia sumaria escribe:
“La causa final de escribirla fue conocer todas y tan infinitas naciones […] infamadas por algunos […] publicando que no eran gentes de buena razón para gobernarse, carentes de humana policía y ordenadas repúblicas […] Para demostración de la verdad, que es en contrario, se traen y copilan en este libro […]“32.
______________
31 Este es el propósito argumentativo de su obra Apologética historia. Una inmensa obra donde no se intenta, como en el caso de Benardino de Sahagún (y en realidad se intenta lo contrario de Sahagún, porque éste describía el antiguo mundo para conocerlo y así poder destruirlo), sólo describir las antiguas costumbres de los indios, sino demostrar su “racionalidad”, dignidad, consistencia antropológica. De manera que aquello (las antiguas tradiciones culturales indígenas) podía ser mejorado, desarrollado, pero no simplemente
destruido, negado. Al negarse rotundamente aquellas tradiciones (la tábula rasa) se producía mayor mal que el bien que se pretendía ofrecer (fuese éste el más sublime o pretendidamente divino). Bartolomé presenta una argumentación “dura”.

[…]“32.

Por el contrario, el gran antropólogo B. de Sahagún, franciscano, escribió
la monumental Historia general de las cosas de Nueva España, la más completa colección de las creencias de la cultura azteca, pero con la intención contraria:

“Para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es de saber cómo las usaban en tiempo de su idolatría, que por falta de no saber esto en nuestra presencia hacen muchas cosas idolátricas sin que lo entendamos“33.

Para Bartolomé se debe intentar “modernizar” al indio sin destruir su Alteridad; asumir la Modernidad sin legitimar su mito. Modernidad
no enfrentada a la pre-Modernidad o a la anti-Modernidad, sino como
modernización desde la Alteridad y no desde lo Mismo del “sistema”.

Es un proyecto que intenta un sistema innovado desde un momento
“trans-sistemático”: desde la Alteridad creadora. En la obra De único
modo Bartolomé usa un método crítico, un racionalismo de liberación:
“La Providencia divina estableció, para todo el mundo y para todos los
tiempos, un solo, mismo y único modo de enseñarles a los hombres la
verdadera religión, a saber: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad“34.

32 Libro con el título citado, “Argumento de toda ella”; Bartolomé de las Casas, Obras escogidas, BAE, Madrid, 1958, t. III, 1958, p. 3. Al terminar la
inmensa obra, escribe nuevamente: “De todo el discurso traído de los
bárbaros parece clara la distinción puesta […] De todo lo cual fácil será dar
a entender debajo de cuál especie se contienen todas estas nuestras indianas
naciones, puesta o supuesta la suficiente división, arguyendo negative”
(Ibid., t. IV, pp. 444-445). Bartolomé no se propone hacer simplemente un
libro de antropología o historia. Se propone, en cambio, argumentar a favor de la dignidad e inocencia de los indígenas, quitando todo valor al argumento de poder hacerles una guerra justa.
33 Prólogo; Porrúa, México, 1975, p. 17. Es decir, Sahagún recolecta los momentos
de la cultura náhuatl para poder destruirla más sistemáticamente. Bartolomé, en cambio, para mostrar su dignidad y poder probar la racionalidad y el alto desarrollo moral, cultural, político y religioso de los indios.
34 De único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión (1536), Cap. 5,1; Ed. FCE, México, 1975, p. 65.

Bartolomé resolverá treinta y cinco objeciones sobre este tema, que
le llevarán a escribir trescientas páginas sólo en el Capítulo 5. La argumentación racional es el único modo para convencer al gentil sobre la
verdadera religión -junto al testimonio de una vida coherente, para no
caer en una “contradicción performativa”- “que debe ser común a todos
los hombres del mundo, sin ninguna distinción de sectas, errores o
corrupción de costumbres“35. Es entonces un principio absolutamente
universal, desde la autonomía de la razón:
“La criatura racional tiene una aptitud natural para que se lleve […],
para que voluntariamente escuche, voluntariamente obedezca y voluntariamente preste su adhesión […] De manera que de su propio motivo,
con voluntad de libre albedrío y con disposición y facultad naturales,
escuche todo lo que se le proponga […]“36.

Después de extenderse largamente, propone una segunda cuestión a
ser discutida en el Capítulo 6:

“A algunos […] les pareciera cosa más conveniente o factible, que los
infieles se sujetaran primeramente, quisieran o no, al dominio del pueblo
cristiano; y una vez sujetos, se les predicara la fe de manera ordenada. En este caso, los predicadores no los obligarían a creer, sino que los convencerían por medio de razones“37.

Obsérvese, se trata, exáctamente, de la cuestión de la participación en una “comunidad de argumentación”. Bartolomé se ocupa de las “condiciones de posibilidad racionales” para participar en una comunidad de argumentación (y no ya de la argumentación misma). A lo que agrega:
“Pero como ningún infiel, ni, sobre todo, los reyes infieles, querrían
someterse voluntariamente al dominio de un pueblo cristiano […] indudablemente que sería menester llegar a la guerra“38.

______________
35 Ibid., pp. 65-66.
36 Ibid., 2; p, 71.
37 Ibid., Cap. 6, 1; p. 343.
38 Ibid.

Es aquí donde Bartolomé enfrenta en su origen mismo al “Mito de la Modernidad” (y las futuras “modernizaciones”). La Modernidad, como mito, justificará siempre la violencia civilizadora en el siglo XVI como razón para predicar el cristianismo, posteriormente para propagar la democracia, el mercado libre, etcétera. Pero, comenta Bartolomé:
“La guerra trae consigo estos males: el estrépito de las armas; las acometidas
e invasiones repentinas, impetuosas y furiosas; las violencias
y las graves perturbaciones; los escándalos, las muertes y las carnicerías;
los estragos, las rapiñas y los despojos, el privar a los padres,
de sus hijos, y a los hijos, de sus padres; los cautiverios, el quitarles a
los reyes y señores naturales sus estados y dominios; la devastación y
desolación de ciudades, lugares y pueblos innumerables. y todos estos
males llenan los reinos, las regiones y los lugares de copioso llanto, de
gemidos, de tristes lamentos y de todo género de luctuosas calamidades“39.

Bartolomé destruye por anticipado el mito de la Modernidad, porque
muestra que la violencia no se justifica por ninguna “culpa” (la
“inmadurez culpable” de Kant) del indígena:
“Que esta guerra sea injusta se demuestra, en primer lugar teniendo en
cuenta […] que la merezca el pueblo contra el cual se mueve la guerra,
por alguna injuria que le haya hecho al pueblo que ataca. Pero el pueblo
infiel que vive en su patria separada de los confines de los cristianos
[…] no le ha hecho al pueblo cristiano ninguna injuria por la que
merezca ser atacado con la guerra. Luego esa guerra es injusta“40. Se destruye así el “núcleo” del mito de la Modernidad41.

Es más, no sólo no son culpables los “inmaduros”, sino que los únicos culpables son los pretendidamente inocentes, los héroes civilizadores, los
europeos; especialmente sus líderes:

______________
39 Ibid., Cap. 6, 1; pp. 343-344. Bartolomé, con retórica insigne, se extiende
durante decenas de páginas argumentando sobre el terror y la crueldad de la
guerra, que él ha vivido en el Caribe, en México, en Centroamérica. Son
unas de las páginas premonitorias y proféticas de la violencia y crueldad
que la Modernidad esparcirá por el mundo periférico, el mundo colonial
que se llamaba hasta hace poco Tercer Mundo. En el lrak destruido vemos
al pobre pueblo sufriente.
40 Ibid., 6, 2; p. 431.
41 Véase el Apéndice 2.

“Por todos los textos citados se ve que los que mandan son los principales
culpables en cuanto a la gravedad de los crímenes y de los daños
que se hacen en la guerra contra los infieles, pecando más gravemente
que los demás“42.

Bartolomé ha alcanzado así el “máximo de conciencia crítica posible”.
Se ha colocado del lado del Otro, de los oprimidos, y ha puesto
en cuestión las premisas de la Modernidad como violencia civilizadora:
si la Europa cristiana es más desarrollada, debe mostrar por el
“modo” en que desarrolla a los otros pueblos su pretendida superioridad.

Pero debería hacerlo contando con la cultura del Otro, con el respeto
de su Alteridad, contando con su libre colaboración creadora. Todas
estas exigencias no fueron respetadas. La razón crítica de Bartolomé
fue sepultada por la razón estratégica, por el realismo cínico de
Felipe II -y de toda la Modernidad posterior, que llegó al sentido
crítico “ilustrado” (Aufgeklärt) intra-europeo, pero que aplicó fuera de
sus estrechas fronteras una praxis irracional y violenta… hasta hoy, a
finales del siglo XX.
______________
42 Ibid., 6, 3; p. 446. Para Bartolomé son culpables desde el Rey y los obispos,
hasta los capitanes, pero igualmente los soldados, y hasta los que aconsejan
hacer tales actos. Es un Nürenberg de la cultura moderna ante el holocausto
de la conquista y de las violencias futuras del siglos XVI al XX.

La doctrina y accionar militar del PCS-FAL

La doctrina y accionar militar del PCS-FAL
Roberto Pineda 11 de septiembre de 2015

En el Informe del Comité Central del Partido Comunista de El Salvador, PCS, presentado por su secretario general, Schafik Handal, durante la primera jornada del VIII Congreso, celebrado en marzo de 1993, se abordaron diversos elementos de la doctrina militar de los comunistas salvadoreños, elaborada al calor de participar por medio de su brazo armado, las FAL, durante doce años de Guerra Popular Revolucionaria. A continuación continuamos presentando partes de este importante documento.
III Aciertos y dificultades en la concentración y desconcentración de nuestras fuerzas militares
La idea de concentración
Explica Schafik que “la táctica de la concentración estaba fundamentada en la idea de que habíamos logrado un nivel de dispersión en el enemigo, lo que nos daba la oportunidad de concentrar nuestras mejores fuerzas y armas y conseguir una correlación favorable para descargar golpes contundentes que nos permitieran ampliar y profundizar las zonas de retaguardia.”
Informa que “nuestra concentración la iniciamos en la zona de Guazapa en octubre de 1982 con fuerzas de Jucuarán, San Vicente y Guazapa.- Formamos así el Batallón Rafael Aguiñada Carranza (BRAC) y unidades de tropas especiales, con las cuales comenzamos a operar, en conjunto con otras organziacione4s del FMLN, en teatros de operación al norte y sur de Guazapa y ene l propio Cerro.”
Asegura que “1983 fue el año de consolidación y desarrollo de las FAL, proporcionando una importante contribución a al GPR junto al resto de organizaciones del FMLN, de cuya experiencia aprendimos. Tomamos la iniciativa durante todo ese periodo de la guerra pesar de los golpes recibidos, como el desbaratamiento de nuestras redes de logística y de personal que sufrimos ese año.”
Analiza que “las concentraciones de fuerzas nos habían producido resultados estratégicos positivos, pero también nos producían un desgaste acumulativo que no podíamos compensar y, por tanto, estratégicamente negativo a mediano plazo. Nuestras concentraciones le ofrecían al enemigo blancos relativamente fáciles de golpear, en particular para sus fuerzas y medios aéreos recién adquiridos por al FAES, con el propósito de revertir la correlación estratégica lograda por el FMLN hasta ese momento.”
La desconcentración
En junio de 1984 “la CG del FMLN decidió el viraje de la concentración de fuerzas a la desconcentración…” que tenía “como propósito: romper el nuevo esquema estratégico militar del enemigo basado ya en la guerra de baja intensidad, extender nuestra presencia militar en nuevos teatros de operaciones, reabrir el crecimiento político y natural de nuestras fuerzas basado en la voluntaria y consecuente incorporación de las bases populares, presionar la dispersión estratégica de las fuerzas enemigas en particular de su tropas operacionales y así, facilitar su desgaste a profundidad.”
Agrega que “esta orientación provocó no pocos problemas en nuestros cuadros militares y combatientes en general. Los combatientes, acostumbrados a combatir junto a grandes unidades guerrilleras, y sin tener conocimiento de la táctica de combate en pequeñas unidades ni la preparación técnica, fueron sometidos a una enorme presión de parte del enemigo, provocándoles desgaste físico y moral.”
Subraya que “tuvimos que hacer escuela para el uso del explosivo en la preparación de las fuerzas nuevas, todo es en base a un plan estratégico para el frente, en el que se establecía los objetivos y las direcciones principales de acción, expansión y avance del mismo. Determinamos como nuestra dirección principal la Zona Especial, y definimos esta zona como el área metropolitana, más los municipios de Nejapa, Aguilares, Tonacatepeque, Santa Tecla, Colón.”
Los resultados de este viraje
Schafik enumera los siguientes: mejoramiento de nuestra capacidad combativa, eficacia de la misma y cualificación de nuestras fuerzas; consolidación de nuestra retaguardia; ampliación de los teatros de operación; contacto permanente con la población; desgaste a profundidad de la columna vertebral del dispositivo enemigo; creatividad en la elaboración y uso múltiple del armamento popular y pequeñas unidades móviles y altamente operativas golpeando certeramente a las unidades especiales del enemigo.”
Añade que “el gran esfuerzo realizado rindió sus frutos, cada combatiente ganó confianza. El sur de Guazapa se convirtió a finales de 1985 en un lugar temido por todas las fuerzas enemigas, continuó siendo una flecha clavada en el corazón del enemigo. El esfuerzo por realizar este viraje permitió en septiembre de 1985, y como respuesta a golpes recibidos con captura de compañeros de dirección (Hugo, Octavio y otros) realizar la complicada operación de rescate de más de 30 cuadros del FMLN, prisioneros en cárceles de la dictadura, la salida de lisiados de guerra a curarse en países amigos a cambio de la hija del Presidente, Inés Duarte.”
Comparte que “en esta operación realizamos una armoniosa cooperación de fuerzas de la ciudad de la periferia de San Salvador, de los comandos urbanos, de la milicia, de las tropas especiales y de las columnas guerrilleras de Guazapa y experimentamos una de las más complejas negociaciones que contaron con la cooperación de diplomáticos y de la Iglesia.”
El enemigo requería un nuevo plan, nosotros derrotarlo
Informa Schafik que “en su apreciación estratégica de junio de 1984 la Comandancia General (del FMLN) había sacado la conclusión que desde finales de 1983 el movimiento de masas había entrado en nuevo flujo y que, por tanto, el país marchaba hacia un nuevo momento de crisis nacional. Conforme con esta apreciación, se tomó la decisión de desplazar cuadros de los frentes de guerra hacia la ciudad a trabajar en el movimiento de masas, a fin de acelerar ese ascenso del movimiento social. Esfuerzo que culminó con la creación, en febrero de 1986, de la Unidad (Nacional) de los Trabajadores Salvadoreños, UNTS.”
Apunta que “el lanzamiento de la Operación Fénix, componente militar del UPR (Unidos Para Reconstruir), el 9 de enero de 1986, sobre posiciones del FMLN en Guazapa, como esfuerzo principal, y acompañado de esfuerzos secundarios sobre posiciones guerrilleras en Chalatenango y Morazán, buscaba interferir el ascenso del movimiento social, aislando la conducción del FMLN en Guazapa, de la conducción establecida en la capital. El papel desempeñado principalmente por las FASL en la frustración de este cálculo del enemigo, fue de especial importancia para dar continuidad a la conducción de la lucha del movimiento social.”
IV. La derrota de la Operación Fénix en Guazapa
Asegura que “la experiencia combativa adquirida en 1985 ayudó a enfrentar con éxito la operación Fénix que duró 18 meses sobre nuestras posiciones y que nos exigió gran concentración de esfuerzos para luchar contra el enemigo dentro de nuestra retaguardia. Aún con el Fénix en marcha, Guazapa siguió siendo la retaguardia de la lucha urbana. En Guazapa y su periferia se asentó la conducción para la reactivación del movimiento de masas, mientras en el Frente se libraba una dura batalla por defender y preservar la fuerza y los territorios al costo de un enorme desgaste humano.”
Explica que “el retorno a Guazapa de las fuerzas especiales que se habían trasladado a Chalatenango contribuyó a la derrota de la operación Fénix, la cual se produjo en tres fases. Primera fase de un gran desgaste ocasionado por los continuos enfrentamientos, la segunda de neutralización y de la inmovilidad de las tropas enemigas, debido al uso masivo de los campos minados, y la tercera de ataque, de aniquilamiento de efectivos en las posiciones que habían logrado asentarse en nuestra retaguardia.”
Señala que “durante la operación Fénix nuestro asentamiento en Chalatenango cumplió un papel clave como retaguardia, como fuente de incorporación de nuevos combatientes y como escuela de preparación militar. En los momentos más difíciles del operativo, nuestras estructuras más pesadas pudieron trasladarse hacia ese frente.”
Subraya que “la previsión hecha por la Comandancia General en mayo-junio de 1985, de que marchábamos hacia una nueva crisis nacional y hacia la etapa final de la guerra se estaba confirmando. Tarea de la estrategia era acelerar la maduración de ambos procesos, hacerlos coincidir en el tiempo e integrarlos en función de resolver el problema del poder. En estas condiciones, el FMLN y el FDR hicieron pública una nueva plataforma programática que se conoció como Iniciativa Política de los Seis Puntos, cuya esencia era actualizar y flexibilizar la forma de enfocar el Programa de la revolución.”
Asimismo “los éxitos resultantes del viraje acordado en 1985 afianzaron el proceso unitario y crearon condiciones para pasar a preparar en todos los terrenos lio que llamamos la Contraofensivas Estratégica, COE.”

V. Preparación de la Contraofensiva Estratégica

Informa que “en 1987, se organizó la conducción de la zona especial abarcando los territorios comprendidos por la zona metropolitana, su periferia y Guazapa, en un intento por cohesionar, centralizar y aprovechar al máximo nuestros recursos. Derrotada la operación Fénix, Guazapa recobra en 1988 su papel de eje y motor de nuestro desarrollo. Se pasó a un esfuerzo de instrucción de una nueva generación de milicia urbana aprovechando al máximo nuestro potencial acumulado.”

Plantea que “la estabilidad alcanzada en Guazapa hizo posible nuestro apoyo activo a la realización de una sucesión de operaciones importantes y estratégicas; en la capital contra posiciones enemigas: Guardia Nacional, Estado Mayor, Fuerza Aérea, Cuartel de Artillería en Opico, Cuartel de la Policía de Hacienda, Cuartel del batallón Belloso y la ejecución de centenares de operaciones de propaganda armada y emboscadas en todas las vías de acceso a la capital y su periferia.”

Establece que “este período abarcó 1987 y parte de 1988, hasta después de las elecciones para diputados y alcaldes en marzo de 1988, que fueron ganadas por ARENA. El triunfo electoral de ARENA significaba el fracaso del esquema de guerra de baja intensidad y puso más en claro la necesidad de acelerar los preparativos para el desenlace de la guerra. Pese al abismo ideológico entre FMLN y ARENA, se puso de manifiesto que el desenlace, en el caso de que se fuese negociado, se haría con el gobierno de ARENA. Había que comprenderlo y prepararlo.”

El esfuerzo político opositor y las elecciones

Indica el documento que “se aproximaban las elecciones presidenciales de marzo de 1989 y de nuevo se le presentaba al FMLN el reto político de definir posición frente a ellas. Al analizar la conducta política del FMLN a lo largo de la guerra era evidente que la lucha política, propiamente tal, estuvo ausente a pesar de las distintas iniciativas de paz presentadas, y resultaba igualmente evidente que gran parte de los errores más graves se habían cometido a la hora de fijar posición sobre las elecciones.”
Apunta que “los partidos del FDR, el MPSC y el MNR, tomaron la decisión de reactivar con su presencia el esfuerzo político opositor a fines de 1987. Las organizaciones del movimiento social salieron a su encuentro comprendiendo que se iniciaba una nueva etapa política. El PCS, en ese marco, propició la interiorización del MIPTES (Movimiento de Profesionales y Técnicos) y del UDN en 1988, destacando a un grupo de sus miembros y logrando adhesión de otros compañeros en el interior. Ganar presencia en el debate político en beneficio de la negociación era la misión fundamental.”
Informa que “en enero de 1989, el FMLN propuso transformar a las elecciones en un instrumento para la paz, postergarlas por seis meses, de marzo a septiembre de 1989, a cambio de lo cual el FMLN aceptaría sus resultados y reconocería a la FAES como única y legítima institución militar del país a condición de que se autodepurara su cuerpo de oficiales. El rechazo de tal propuesta confirmó que el gobierno y las fuerzas de poder persistían en la guerra.”
La Ofensiva de 1989
Destaca el documento que “durante la ofensiva asumimos cuatro compromisos en la dirección principal: Soyapango, conjunto con RN y PRTC; en Apopa y Ciudad Delgado, solos como FAL; en san Marcos, en conjunto con FPL y RN. Además de los esfuerzos secundarios en Chalatenango, en Occidente y el acompañamiento de nuestras milicias de Jucuarán al ERP en Usulután.”
Señala que “en San Marcos pronto recibimos u revés debido entre otras causas a que las organizaciones hermanas desistieron desde el inicio de su participación en esta dirección. Fue un error de nuestra parte persistir en esas condiciones. Nuestros militantes y combatientes cumplieron con audacia y valentía las misiones encomendadas por nuestro Partido en Noviembre y Diciembre de 1989.”
En estas jornadas “el esfuerzo del PCS y sus Fuerzas Armadas de Liberación FAL, fue enorme, 63 muertos y 90 heridos a quienes hoy rendimos un sentido y especial homenaje. A ellos a todos los caídos durante la Ofensiva y a las víctimas de las operaciones de castigo del enemigo. Después del esfuerzo de la ofensiva y de retornar a nuestras bases, comenzó la ardua tarea de analizar, evaluar y explicar los resultado de la ofensiva, asimilar la fuerza nueva, defender nuestra retaguardia y prepararnos para la continuidad.”
Evalúa Schafik que “aunque esos días de noviembre fueron los momentos en que más cerca estuvimos de resolver favorablemente el problema del poder, combinando ofensiva militar con insurrección y ofensiva política, sobre todo internacional y diplomática, la ofensiva como tal no trajo el desenlace ni la definición de la guerra, pero al quedar derrotado del todo la estrategia de la GBI (Guerra de Baja Intensidad) y derrotada también la idea estratégica de una guerra toral de rápida definición, se abrió paso a la negociación.”
VI: El PCS en el desenlace negociado de la guerra
Considera que “demostrar la inviabilidad de la derrota militar; abrir la mesa y en ella la participación de las Naciones Unidas; mantener y ensanchar los espacios políticos de la oposición interna, cosechar orgánicamente la simpatía ganada en la Ofensiva, eran los requerimientos estratégicos que posteriormente a la Ofensiva orientaron las decisiones, las nuevas direcciones y esfuerzos del Partido y sus FAL en los frentes, las ciudades y el exterior.”
Agrega que “en este periodo perdimos a dos valiosos compañeros de jefatura de las FAL, se trata del Comandante Alex (Carlos Luna) y del Capitán Isidoro, quienes le dieron una excelente contribución a la formación y desarrollo del espíritu combativo de nuestras fuerzas…Así llegaos al final de 1991, y en los albores de la firma de los Acuerdos de Paz, realizamos nuestras últimas operaciones en la Colonia Las Flores, en la cual cayó en combate el compañero Capitán Samuel, otro de los jefes valiosos de las FAL en Guazapa.”
Señala que “se entró luego de lleno en el desenlace negociado de la guerra, proceso que se inició desde abril de 1990 hasta diciembre de 1991. Uno de los méritos de mayor importancia política del FMLN fue mantener en sus manos la iniciativa de la negociación, desde el momento mismo del despliegue de la guerra propiamente tal hasta su desenlace; fue demostrar el carácter revolucionario de esa política, en las condiciones de nuestro país.”
VII EL PCS en la post-guerra
Considera que con los Acuerdos de paz de 1992 “se han creado condiciones para la instauración, por primera vez en la historia, de un nuevo modelo político democrático y para que el pueblo empiece a ejercer sus libertades y derechos democráticos, libre de la intimidación de la dictadura. Las entrada en vigor de los Acuerdos ha significado para el Partido el reto de un nuevo viraje histórico, de gran complejidad por lo que se refiere a las formas de lucha, ahora en condiciones de legalidad por primera vez en sus más de 60 años de existencia.”
Agrega que “como en todo viraje, con la lucha por la aplicación de los acuerdos de paz, el Partido entró en un periodo de readecuación de sus estructuras y de preparación de su membrecía con vistas a las batallas principalmente políticas próximas en las que se librará la lucha por el desenlace del problema del poder. En este marco del paso a la legalidad el Comité Central realizó un marcado esfuerzo por regularizar su funcionamiento, dándole continuidad a un proceso que ya se había iniciado aún en las precarias condiciones de la ilegalidad.”
Informa que “en este orden de cosas el CC se ocupó de discutir y de darle una salida a la problemática planteada alrededor del UDN, teniendo como referencia los propósitos iníciales que nos habíamos trazado con la participación del UDN en la lucha política legal y las radicales modificaciones que se estaban observando a esas alturas en el escenario político nacional como producto de los Acuerdos de Paz…en un Pleno del CC realizado en Marzo de 1992 se resolvió dejar en libertad a este grupo para su total separación del PC, reconociéndoles el derecho de continuar en la actividad política a través de un UDN orgánicamente desvinculado de nuestro Partido. Los términos de esta separación que fueron convenidos estipulaban entre otros la libertad para los militantes del UDN de continuar en ese partido o en el PC, sin posibilidad de doble militancia.”
Por otra parte, informa que “durante los 13 meses transcurridos desde el inicio del cese del Enfrentamiento Armado nuestro Partido se involucró de lleno en el aprovechamiento de los espacios abiertos por los Acuerdos de Paz. Los resultados de este esfuerzo en el terreno organizativo son hoy elocuentes. Tenemos ahora organización partidaria en 120 municipios del país, se han conformado ya las Directivas Departamentales en 11 de los 14 departamentos. Nuestra membrecía se ha más que triplicado desde enero del 92 hasta la fecha.”
Concluye este Informe del CC al VIII Congreso del PCS , presentado por su secretario general Schafik Handal en marzo de 1993, opinando en términos del cumplimiento de uno de los puntos de los Acuerdos de Paz, en el sentido que “la reinserción, además de los aspectos productivos y de sobrevivencia, debe garantizar a toda costa que el impresionante caudal político, ideológico, moral y organizativo de los ex-miembros de las FAL; atesorado en largos años de enfrentamiento constante con el enemigo, sea puesto hoy al servicio de las transformaciones aún pendientes y que tenga su continuidad en la lucha política en la cual ya hemos entrado.”

La “conquista espiritual”. ¿”Encuentro” de dos mundos?

Conferencia 4 La “conquista espiritual”. ¿“Encuentro” de dos mundos?

“Los frailes se hicieron dueños de la destrucción de la idolatría […
Ellos] se preciaban de conquistadores en lo espiritual, así como los
eran [los conquistadores] en lo temporal […] Y visto que los frailes
con tanta osadía y determinación pusieron fuego a sus principales templos
y destruyeron los ídolos que en ellos hallaron […] parecióles [a
los indios] que esto no iba sin fundamento” 1.

Pasemos ahora dos nuevas figuras: la “conquista espiritual” y el
“encuentro” de dos mundos. Por tales entendemos el dominio que los
europeos ejercieron sobre el “imaginario” (imaginaire diría Sartre) del
nativo, conquistado antes por la violencia de las armas. Es un proceso
contradictorio en muchos niveles. Se predica el amor de una religión
(el cristianismo) en medio de la conquista irracional y violenta.

Se propone de manera ambigua y de difícil interpretación, por una parte, al fundador del cristianismo que es un crucificado, una víctima inocente en la que se funda la memoria de una comunidad de creyentes la Iglesia; y, por otra, se muestra a una persona humana moderna 2, con derechos universales. Y es justamente en nombre de una tal víctima y de tales derechos universales que se victimiza a los indios.

Los indios ven negados sus propios derechos, su propia civilización,
su cultura, su mundo… sus dioses en nombre de un “dios extranjero” y
de una razón moderna que ha dado a los conquistadores la legitimidad
para conquistar. Es un proceso de racionalización propio de la Modernidad: elabora un mito de su bondad (“mito civilizador”) con el que
justifica la violencia y se declara inocente del asesinato del Otro 3.

______________
1 Gerónimo de Mendieta. Historia eclesiástica Indiana. III, cap. 21; Ed. S.
Chávez Hayhde, México, t. II. 1945. pp.72-73.
2 Creyentes que en tiempos del imperio romano eran igualmente víctimas, que
se descubrían inocentes en el crucificado y que juzgaban como culpables a los asesinos de Cristo y al Imperio que lo victimaba. Pero ahora los europeos eran miembros de una Cristiandad moderna y violenta que predicaba a un inocente que ellos asesinaban en el indio.
3 Véase el Apéndice 2.

4.1. La “conquista espiritual”

Veamos ahora la quinta figura. Un año después del 1492, Fernando
de Aragón gestionó ante el Papa Alejandro VI una bula por la que se
le concedía el dominio sobre las islas descubiertas. La praxis conquistadora quedaba fundada en un designio divino.

Cortés por su parte, como Descartes después, necesitarán de Dios para salir del encierro del ego. Cortés, cuando se ve perdido, dado el poco número de sus soldados entre millones de indígenas mesoamericanos, comprende que el valor o fortaleza guerrera de los suyos (y de sí mismo), no puede ya apoyarse en el deseo de riqueza y ni siquiera en el alcanzar el honor ni la grandeza de la nobleza. Era necesario un criterio ético absoluto en virtud del cual el ofrendar la vida tuviera un significado radical. Cuando Cortés se dispuso a la conquista del imperio azteca, arengó a sus soldados de la siguiente manera:
“Que ya habíamos entendido la jornada a que íbamos, y mediante nuestro Señor Jesucristo habíamos de vencer todas las batallas y encuentros, y que habíamos de estar tan presto para ello como convenía; porque en cualquier parte que fuésemos desbaratados (lo cual Dios no permitiese) no podríamos alzar cabeza, por ser muy pocos, y que no teníamos otro socorro ni ayuda sino el de Dios, porque ya no teníamos navíos para ir a Cuba, salvo nuestro buen pelear y corazones fuertes; y sobre ello dijo otras muchas comparaciones de hechos heroicos de los romanos” 4.

Dios era ahora el fundamento (Grund) de lo intentado. Como cuando
Hegel afirmaba que la “religión es el fundamento del Estado”; es decir, Dios es la última justificación de una acción pretendidamente secular o secularizada de la Modernidad. Después de “descubierto” el espacio (como geografía), y “conquistado” los cuerpos diría Foucault (como geopolítica), era necesario ahora controlar el imaginario desde una nueva comprensión religiosa del mundo de la vida. De esta manera podía cerrarse el círculo y quedar completamente incorporado el indio al nuevo sistema establecido: la Modernidad mercantil-capitalista
naciente -siendo sin embargo su “otra-cara”, la cara explotada, dominada,
encubierta. Los conquistadores leían ante los indígenas un texto (el “requerimiento”) antes de darles alguna batalla; texto en el que se proponía a los indios la conversión a la religión cristiano-europea, para evitarles
el dolor de la derrota:
4 Bernal Díaz del Castillo, Op. cit., cap.59; p.51.
“Os ruego y requiero que entendáis bien esto que os he dicho y toméis
para entenderlo y deliberar sobre ello todo el tiempo que fuese justo,
reconozcáis a la Iglesia por señora y superiora del Universo Mundo, y
al Sumo Pontífice llamado Papa en su nombre, y a su Majestad en su
lugar, como superior y señor y rey de las islas y tierra firme […] si no
lo hiciereis, o en ello dilación maliciosa pusiereis, certifícoos que con
la ayuda de Dios entraré poderosamente contra vosotros y os haré
guerra por todas las partes y manera que pudiere […], tomaré vuestras
mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y os
tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere” 5.

Por supuesto que el indio nada podía comprender de lo que se le proponía. Desde su mundo mítico, después de la derrota, sus dioses habían sido vencidos “en el cielo” diría Mircea Eliade, ya que vencidos
estaban los ejércitos indios (los del azteca Moctezuma o del inca
Atahualpa) “en la tierra”, en el campo de batalla.

El imaginario indígena debía incorporar como era su costumbre, por otra parte a los “dioses” vencedores. El vencedor, por su parte, no pensó conscientemente en incorporar elemento alguno de los vencidos -sino en algunos “Autos sacramentales”, que en mayor número de doscientos, los
franciscanos redactaron y representaron en los teatros populares, en
los atrios de las inmensas iglesias coloniales-. Todo el “mundo” imaginario
del indígena era “demoniaco” y como tal debía ser destruido.

Ese mundo del Otro era interpretado como lo negativo, pagano,
satánico e intrínsecamente perverso. El método de la tabula rasa era el
resultado coherente, la conclusión de un argumento: como la religión
indígena es demoniaca y la europea divina, debe negarse totalmente la
primera, y, simplemente, comenzarse de nuevo y radicalmente desde
la segunda enseñanza religiosa:

“La idolatría permanecía […] mientras los templos de los ídolos estuviesen
de pie. Porque era cosa clara que los ministros de los demonios habían de acudir allí a ejercitar sus oficios […] Y atento a esto se concertaron
[…] de comenzar a derrocar y quemar los templos […]
____________
5 Véase la “Introducción”, de mi obra Historia general de la iglesia en América
Latina, Sígueme, Salamanca, t.I/1, 1983, p. 337.

Cumpliéronlo así comenzado a ponerlo por obra en Texcuco, donde eran
los templos muy hermosos y torreados y esto fue el año de mil quinientos
venticinco […] Luego tras ellos los de México, Tlaxcala y Guexozingo” 6.

No era inútil el conocer las antiguas creencias de los indios, pero para no dejarse engañar, como enseñaba José de Acosta:
“No es sólo útil sino del todo necesario que los cristianos y maestros de la Ley de Cristo sepan los errores y supersticiones de los antiguos, para ver si clara y disimuladamente las usan también ahora los indios” 7.

De la misma manera, el gran fundador de la antropología moderna,
que durante cuarenta y dos años puso por escrito las antiguas tradiciones
aztecas en Tezcoco, Tlatelolco y en la ciudad de México, Fray Benardino de Sahagún, escribió en el prólogo de su Historia general de las cosas de Nueva España:
“El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué humor o de qué causas procede la enfermedad […]: los pecados de idolatría y ritos idolátricos y supersticiones idolátricas, que son aún perdidos del todo. […]. Y dicen algunos, excusándolos, que son boberías o niñerías, por ignorar la raíz de donde sale, que es mera idolatría, y los confesores ni se las preguntan, ni piensan que hay tal cosa, ni saben lenguaje para se las preguntar, ni aún lo entenderán, ni aunque se lo digan” .

La llegada de los doce primeros misioneros franciscanos a México en 1524, dio inicio formal a lo que pudieramos llamar la “conquista espiritual” en su sentido fuerte. Este proceso durará aproximadamente hasta el 1551, fecha del primer Concilio provincial en Lima, o 1568, fecha de la Junta Magna convocada por Felipe II 8. _____________
6 Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, III, cap. 20; t. II, 1945, pp. 70-71,
7 Historia natural y moral de las Indias, en Obras, BAE, Madrid, 1954, p.139.
8 En la obra de John L. Phelan, The Millennial Kingdom of the Franciscans in the New World (University of California Press, Los Angeles, 1956), se nos propone otra fecha: “The period 1524-1564 was the Golden Age of the Indian Church, just as the time between Moses and the destruction of Jerusalem by the Babylonian was the Golden Age of the Jewish monarchy” (p. 39). El 1564 es la llegada de nuevas autoridades que destruirán la tarea misionera realizada por los franciscanos (al menos en la interpretación milenarista y
apocalíptica de Gerónimo de Mendieta, para quien Felipe II inauguraba la “cautividad de Babilonia”, la Edad de la Plata). Sobre la significación de la Junta Magna véase Gustavo Gutiérrez, Dios o el oro de las Indias, Sígueme, Salamanca, 1989, pp. 68 ss. Los virreyes Velazco para México y Toledo para Perú implantarán el orden colonial definitivo, terminando lo que hemos llamado la “conquista espiritual” originaria del continente.

Durante treinta o cuarenta años un espacio de tiempo extremadamente reducido se predicará la “doctrina” cristiana en las regiones de civilización urbana de todo el continente (más del 50% de la población total), desde el norte del imperio azteca en México, hasta el sur del imperio inca en Chile.
Esa “doctrina” ( que pocos años después será el Catecismo de Trento, y nada más), por muy aceptada y tenida por todos por válida en Europa, no podía ya proponerse con algún viso de racionalidad a participantes de otras culturas. Fernando Mires recuerda el razonamiento de Atahualpa, relatado por el Inca Garcilazo de la Vega, donde se muestra que una evangelización en regla hubiera tomado más tiempo del que los misioneros estaban dispuestos a perder. Después que el Padre Valverde expuso a su manera la “esencia del cristianismo” mucho mejor ciertamente la expresó Feuerbach, leemos lo que argumentó el Inca:

“Demás de esto me ha dicho vuestro hablante que me proponéis cinco
varones señalados que debo conocer. El primero es el Dios, Tres y Uno, que son cuatro 9, a quien llamáis Criador del Universo, ¿por ventura es el mismo que nosotros llamamos Pachacamac y Viracocha? El segundo es el que dice que es Padre de todos los otros hombres, en quien todos ellos amontonaron sus pecados. Al tercero llamáis Jesucristo, sólo el cual no echó sus pecados en aquel primer hombre, pero que fue muerto. Al cuarto nombráis Papa. Al quinto es Carlos a quien sin hacer cuenta de los otros, llamáis poderosísimo y monarca del universo y supremo de todos. Pero si este Carlos es príncipe y señor de todo el mundo ¿qué necesidad tenía de que el Papa le hiciése nuevas
concesión y donación para hacerme guerra y usurpar estos reinos? Y si la tenía, ¿luego el Papa es mayor Señor y que no él y más poderoso y príncipe de todo el mundo? También me admiro que digáis que estoy obligado a pagar tributo a Carlos y no a los otros, porque no dáis ninguna razón para el tributo, ni yo me hallo obligado a darlo por ninguna vía. Porque si de derecho hubiése de dar tributo y servicio, paréceme que se debería dar a aquel Dios, y a aquel hombre que fue Padre de todos los hombres, y aquel Jesucrito que nunca amontonó sus pecados, finalmente se habían de dar al Papa […] pero si dices que a estos no debo dar, menos debo dar a Carlos que nunca fue señor de estas regiones ni le he visto” 10.
9 Es sabido el sentido teológico de los números dentro de la cultura aymara y quechua. Cada número (la unidad, el dualismo, la trinidad, la cuadralidad, etc.) tenía su profundo sentido teológico.“Véase Jorge Miranda-Luizaga. “Andine Zahlzeichen und Kosmologie. Ein Versuch zur Deutung des altandinen Schopfungsmythus”, 1991, p. 15, (inédito presentado en un seminario en Missio, Aachen), de próxima publicación. 10 Comentarios reales de los incas, en BAE, Madrid, t III, 1960, p. 51 (F. Mires, La colonización de las almas, DEI, San José, 1991, p. 57).
Ante tal uso de la razón argumentativa, confundidos los conquistadores
y aquel Padre Valverde, en vez de argumentar con mejores razones,
usaron simplemente la irracionalidad moderna:
“A este tiempo los españoles, no pudiendo sufrir la proligidad del razonamiento (!), salieron de sus puestos y arremetieron con los indios
para pelear con ellos y quitarles las muchas joyas de oro y de plata y
piedras preciosas” 11.

La “conquista espiritual” estaba fundada en muy débiles bases, y sólo podía reemplazar la antigua visión del mundo, pero sin asumir lo antiguo -como había acontecido con el cristianismo en el Mediterráneo durante los primeros tres siglos de su existencia, cuando transformó por dentro el imaginario greco-romano, reconstruyéndolo, y donde como fruto maduró las Cristiandades armenia, bizantina, copta, rusa, latina, etcétera.

En el mejor de los casos los indios eran considerados “rudos”, “niños”, “inmaduros” (Unmündig) que necesitaban de la paciencia evangelizadora. Eran bárbaros. José de Acosta define que bárbaros son “los que rechazan la recta razón y el modo común de los hombres 12, y así tratan de rudeza bárbara, de salvajismo bárbaro” 13. A partir de ello explica que los chinos, japoneses y otras provincias de las Indias Orientales, aunque son bárbaros, deben ser tratados” de modo análogo a como los apóstoles predicaron a los griegos y romanos“14. Vemos así tomarse el “mundo de la vida (Lebenswelt)”, el “sentido común” europeo como parámetro y criterio de racionalidad o
humanidad. En cuanto a nuestro tema, los azteca o incas son ya un segundo
grado inferior de bárbaros, “porque no llegaron al uso de la escritura
ni al conocimiento de los filósofos” 15.
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11 Ibíd., p. 62 (p. 57).
12 Considérese esta definición con atención, porque en ella se deja ver un eurocentrismo absoluto: “hombres” son, evidentemente, los españoles, los europeos, el “modo común” propio.
13 Ibíd.
14 De procuranda indorum salute, en Obras, BAE, Madrid, 1954, p. 392. Es interesante anotar que este primer tipo de bárbaros establecen “repúblicas estables, con leyes públicas y ciudades fortificadas, si se quiere someterlas a Cristo por la fuerza y con las armas, no se logrará otra cosa sino volverlas enimiguícimas del nombre cristiano” (Ibíd.). Es decir, con ellas habrá que usar el método de la “adaptación” de Rici (en la China) y Nobili (en la India). Mientras que en América Latina, para Acosta, puede usarse la fuerza de las armas… porque no tienen ciudades fortificadas ni armas de fuego como en Eurasia.
15 Ibíd. Ambos juicios son falsos, como veremos en la Conferencia 7, I, que coincidiría con K.-O. Apel.

Los indígenas no pertenecientes a las culturas urbanas americanas, de los Andes, son una tercera clase de bárbaros y quedan definidos de la siguiente manera:
En ella entran los salvajes semejantes a las fieras […] Y en el Nuevo Mundo hay de ellos infinitas manadas […], se diferencian poco de los animales […] A todos éstos que apenas son hombres, o son hombres a medias, conviene enseñarles que aprendan a ser hombres e instruirles como a niños […] Hay que contenerlos con fuerza […] y aún contra su voluntad en cierto modo, hacerles fuerza (Lucas 14, 23) para que entren en el Reino de los Cielos” 16.

Es por ello que la “conquista espiritual” debe enseñarles la doctrina cristiana, las oraciones principales, los mandamientos y preceptos, de memoria, cada día. Esto incluía igualmente un ciclo diferente del tiempo
(ciclo litúrgico), y del espacio (lugares sagrados, etcétera). El sentido total de la existencia como rito cambiaba entonces 17.

De todas maneras, hoy un cierto triunfalismo eclesial vaticano, que intenta “celebrar” dichos acontecimientos, debería tener una visión más cercana a la historia real, para comprender lo ambiguo de aquella “conquista espiritual”, que más se asemeja a una obligada (o irrecusable) dominación religiosa dominación de la religión del conquistador sobre el oprimido, que un acto adulto de pasaje a un momento superior de la conciencia religiosa.

4.2. ¿“Encuentro” de dos mundos?

Consideremos la sexta figura de 1492. Se trata del eufemismo del“encuentro” de dos mundos 18, de dos culturas -que las clases dominantes criollas o mestizas latinoamericanas hoy son las primeras en proponer.
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16 Ibíd., p. 393.
17 Véase sobre el proceso evangelizador en particular, mi obra “Introducción” a la Historia general de la Iglesia en América Latina, t. I/1, pp. 281-365: “La evangelización latinoamericana”; Fernando Mires, La colonización de las almas. Misión y conquista en Hispanoamérica, DEI, San José, 1991; Luis Rivera Pagán, Evangelización y violencia: La conquista de América, Editorial CEMI, San Juan (P. Rico), 1991; Rodolfo de Roux, Dos mundos enfrentados, CINEP, Bogotá, 1990; etc. 18 El concepto de “mundo” es reciente en la filosofía latinoamericana. La impuso José Gaos desde Heidegger, y en su sentido existenciario preciso. Del “mundo” se pasa posteriormente al concepto de “cultura”,
Intenta elaborar un mito: el del nuevo mundo como una cultura construida desde la armoniosa unidad de dos mundos y culturas: europeo e indígena. Son los hijos “blancos” o “criollos” (o de “alma blanca”) de Cortés (de esposa española), o los hijos de Malinche (los “mestizos”) que están todavía hoy en el poder, la dominación, en el control de la cultura vigente, hegemónica.

Digo que hablar de “encuentro” es un eufemismo-“Gran Palabra” diría Rorty- porque oculta la violencia y la destrucción del mundo del Otro, y de la otra cultura. Fue un “choque”, y un choque devastador, genocida, absolutamente destructor del mundo indígena.

Nacerá, a pesar de todo, una nueva cultura (tema que trataremos en el Epílogo, más adelante), pero dicha cultura sincrética, híbrida, cuyo sujeto será de raza mestiza, lejos de ser el fruto de una alianza o un proceso cultural de síntesis, será el efecto de una dominación o de un trauma originario (que, como expresión de la misma vida, tendrá oportunidad de una ambigua creación).

Es necesario tener memoria de la víctima inocente (la mujer india, el varón dominado, la cultura autóctona) para poder afirmar de manera liberadora al mestizo, a la nueva cultura latinoamericana.

El concepto de “encuentro” es encubridor porque se establece ocultando
la dominación del “yo” europeo, de su “mundo”, sobre el “mundo del Otro”, del indio. No podía entonces ser un “encuentro” entre dos culturas una “comunidad argumentativa” donde se respetara a los miembros como personas iguales, sino que era una relación asimétrica, donde el “mundo del Otro” es excluido de toda racionalidad y validez religiosa posible. En efecto, dicha exclusión se justifica por una argumentación encubiertamente teológica: se trata de la superioridad –reconocida o inconsciente- de la “Cristiandad” sobre las religiones indígenas.

Es decir, ningún “encuentro” pudo realizarse, ya que había un total desprecio por los ritos, los dioses, los mitos, las creencias indígenas. Todo fue borrado con un método de tabula rasa. Claro es que, en el claroscuro de las prácticas cotidianas, se iniciaba una religión sincrética, que la más pura Inquisición (cuando la hubo) no pudo evitar; pero ésta no fue la intención de los misioneros, ni de los europeos, sino que fue el producto de la creatividad popular -cuestión que trataremos más adelante.

No podemos entonces permitir que las élites dominantes en América
Latina o España sigan hablado de “encuentro” de dos mundos o culturas.
Una expresión contraria a esta posición puede observarse en la del gran escritor colombiano recuerdo todavía con gusto nuestro encuentro en 1964 en París a propósito de una “Semana Latinoamericana” Germán Arciniegas.

Escribe en Con América nace la nueva historia:
“ América es el único continente del cual sabemos la fecha precisa del comienzo, y el único formado por participación universal. Nació para ser otra cosa. Lo han creado millares, millones de europeos inmigrados, venidos a fundar casa propia en tierra de oportunidades nunca antes conocidas. Ellos han unido su esfuerzo creador al de los indios ilusionados con la República, y los africanos que vinieron a conquistar aquí su emancipación: la que no habían hallado en sus tierras de origen sometidos a los de su propia sangre” 19.

De tal manera, que, en primer lugar, 1492 es el “comienzo” de América Latina. Es decir, los indígenas con sus espléndidas culturas no tienen significación histórica alguna. En segundo lugar, los latinoamericanos son los “hijos de los inmigrantes” 20 criollos primeramente, y posteriormente mestizos. En tercer lugar, se les reúnen los indios emancipados que pareciera que antes fueron dominados y que nada sufrieron con la conquista (un dolor necesario de la “modernización”), republicanos, participantes entonces de la “ilustración (Aufklärung)”.

En cuarto lugar, como el teólogo portugués Vieira en Brasil 21, opina que los africanos se emancipan con la esclavitud, porque en África estaban “sometidos a los de su propia sangre”, y pareciera que en América Latina no.
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19 Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1990, p. 62.
20 Esto lo repite Arciniegas muchas veces: “Para nosotros lo que se inicia desde 1493 es la independencia de los europeos que vienen a establecerse en el Nuevo Mundo, es decir un Nuevo Mundo que ellos vienen a crear del otro lado del Atlántico” (Ibíd., p. 56). “Somos los hijos de los emigrantes que salieron de Europa para hacer su Nuevo Mundo” (p. 64). “Lo que va apareciendo en América esa es su cultura es la voz de los hijos de los emigrantes y la de sus propios nativos emancipados” (p. 66). “El Descubrimiento es más del europeo que se descubre a sí mismo, que encuentro de los indios desnudos” (p. 74). Apoya así Arciniegas la tesis de O’Gorman sobre la “invención de América” y de otros intelectuales criollos de su época.
21 Vieira enseñaba que los africanos en Africa se iban al infierno por su paganismo
y cultos satánicos; en Brasil eran esclavos, como un purgatorio, para ganarse después de la muerte el cielo. Arciniegas parece reproducir secularizadamente este emancipador “mito de la Modernidad”.

Es como una relectura hegeliana22, en América Latina del continente africano. Arciniegas está en contra del concepto “encuentro” porque, para él, no hubo encuentro sino, simplemente, realización de europeos en tierras americanas. Y los indígenas o desaparecieron o se transformaron. Es una interpretación “criolla” eurocentrista -como la de O’Gorman, exactamente.

Entre otros, fue Miguel León Portilla, responsable en México en su
momento de los festejos del V Centenario, el que parece lanzó la idea
del “Encuentro de dos culturas”. Fue así que en el año 1988 se produjo
en México un debate sobre el significado de 1492 23, lo que mostró
la necesidad de clarificar el sentido del concepto de “encuentro”. En
realidad, las diferentes interpretaciones que desde el presente se realizan
sobre 1492, dependen de posiciones ideológicas que los mismos expositores, o las instituciones, poseen hoy sobre el pasado, con conciencia explícita o implícita.

22 Arciniegas, paradójicamente, critica a Hegel explícitamente (Ibíd., pp. 176 ss.: “Hegel y la Historia de América”), pero repite de hecho sus tesis. Arciniegas reprocha a Hegel su ignorancia, el no saber que el europeo salido para América en 1492, al final, es hermano del que se queda en Europa y vale tanto como él. El reproche de Arciniegas, contra Hegel, es el haber ignorado a un hermano, porque “los aborígenes […] habían sido borrados del mapa” (Ibíd., p. 178) en 1830, cuando Hegel pronunciaba sus Lecciones sobre la filosofía de la Historia Universal. “Los Washingtons y Bolívares y San Martines y O’Higgins… hasta Martí, son hijos de familias tan europeas como la de Hegel” (Ibíd., p. 190). Arciniegas unifica Estados Unidos de Norte América (Washington) con América Latina. Es el anhelo oculto del criollo (blanco), que no logra sin embargo dar cuenta de la “realidad” latinoamericana, de su raza mestiza, de su cultura sincrética, híbrida, y no simplemente europea, y cada vez menos a finales del siglo XX. Creo que plantea mal el problema de la Modernidad y por ello de la modernización, como simple expansión de lo Mismo sobre América Latina: la particularidad europea anterior es la universalidad que comprende la particularidad latinoamericana posterior.
23 Algo antes de la polémica, Guillermo Correa escribe un artículo con el
título: “Se levanta la voz indígena para impugnar la celebración del V Centenario”, en Proceso (México), 516, 22 de septiembre (1986), pp. 44-47,
donde se dan testimonios de las posiciones de Leopoldo Zea, Miguel León
Portilla, Abelardo Villegas, Enrique Dussel, y otros. La polémica comenzó
con el artículo de Leopoldo Zea donde se preguntaba “¿Qué hacer con el V
centenario?”, a lo que Edmundo O’Gorman respondió con” ¿Qué hacer con
Leopoldo Zea?”, en El Día; El Buho (México), 28 de agosto (1987). O’Gorman había escrito, por su parte, años antes, tres artículos en La Jornada;
Semanal (de119 de mayo, 30 de junio y 7 de julio de 1985), contra la posición de León Portilla, quien hablaba de “encuentro”. Este le responde el 4 y el 11 de septiembre de 1988
con “Las elucubraciones del inventor de la Invención de América”, en El Día; El Buho (México), de dichas fechas,
donde la polémica se personaliza más y más: “Someter a juicio, y condenar
con saña, a quienes no aceptamos su Invención de América, es la actitud beligerante del señor doctor Edmundo O’Gorman” (p.1). O’Gorman, escribió
nuevamente otros artículos el 18 y el 25 de septiembre, y el 2 de octubre sobre
“Quinto Centenario del 12 de octubre de 1492. La visión del vencido”, en Ibíd., (1988), donde acusa a León Portilla de haberse retractado de su
primitiva tesis sobre el “encuentro”. A lo que le responde Miguel León Portilla
con: “Y, ¿qué hacer con Edmundo O’Gorman?”, en El Día; El Buho, 2 de octubre (1988). Llaman la atención, además, artículos como el de Germán Arciniegas, “El capitán y la india”, en La Nación (Buenos Aires),
25 de julio (1989), donde se “juega” con la relación del padre y madre de
Garcilaso de la Vega (y donde el español queda muy bien parado, el “capitán”).
Ya en 1990, Silvio Zavala, “Reflexiones sobre el descubrimiento de
América”, en La Jornada; Semanal (México), Nueva época, 33, 28 de enero
(1990), pp. 19-24, comentarios de obras recientes sobre nuestro tema
(otros artículos, como por ejemplo, “De las varias maneras de ser indigenista”,
en Ibíd., 2 de octubre, 1988, etc., se mantienen siempre a un nivel informativo).
En “Estado de la cuestión del V Centenario” (siempre en El Día;
El Buho, 16 de octubre, 1988), quiso servir de mediador entre los polemistas.
Leopoldo Zea volvió aún sobre el tema con otro artículo, “¿Qué hacer
con los quinientos años?”, en El Día; El Buho (México), 23 de julio (1989),
pp. 19-21 (en una posición que podríamos llamar “crítica” ante el evento).
Por nuestra parte nos situaremos, como podrá verse, adoptando una actitud
diferente a todos los autores nombrados, y a partir de lo expuesto desde
nuestras primeras obras históricas en 1966 -en nuestra tesis doctoral sobre
El episcopado hispanoamericano ( 1504-1620 ): Institución misionera defensora
del indio, CIDOC, Cuernavaca, t. I-IX, 1969-1971, defendida en La
Sorbonne (París) en dicho año, ya nos colocábamos también desde la perspectiva del indio.

Es por ello que en España algunos intentan igualmente hablar de “encuentro”. Recuerdo que en el discurso inaugural en su toma de posesión como primer ministro de la socialdemocracia española en 1982, Felipe González, expresó que a los diez años (en 1992) se festejaría de manera muy especial el evento del “Descubrimiento”.

España, que intentaba en esos años entrar en el Mercado Común Europeo, proponía 1492 como una de sus “glorias” a las que podía referirse ante las otras naciones europeas. Es evidente que esta “gloria” es hoy manejada por España mucho más que hace diez años, y en función, justamente, de su política de integración a Europa y, no tanto, en cuanto intento de comprensión o apoyo a América Latina. Por ello, el hecho de que el 1992 haya sido fijado por Europa como el año del progreso en su unidad económica y política nos indica, sin lugar a dudas, que los 500 años tiene para ellos un significado particular. Hace cinco siglos Europa salió del muro que el mundo islámico le había construido durante ocho siglos, 1992 recuerda, entonces, un ciclo en la historia mundial que inició Portugal y España.

Pero no era posible festejar sólo la “conquista”; había que presentar la
cuestión más “positivamente”. Para ello la ideología del “encuentro” venía bien al caso y en función de esa posición política de integración europea y de “apertura” de España a América Latina.

Por nuestra parte, en 1984, en el contexto de un seminario organizado
en México sobre “La Idea del Descubrimiento” 24 comenzamos este debate negando la validez del concepto de “encuentro”, en donde expusimos la idea de “encubrimiento”, por una parte, y la necesidad del “desagravio” al indio, por otra; ideas que serán retornadas posteriormente por otros autores.

Si “encuentro de dos mundos” quiere significar la nueva cultura híbrida, sincrética, que elaborará la raza mestiza, entonces podría aceptarse por su contenido. El “encuentro” se produjo así en la conciencia creadora de la cultura popular (como veremos en el Epílogo), pero no en el hecho de la conquista.
_______________
24 Véase nuestra ponencia: “Del descubrimiento al desencubrimiento (Hacia un desagravio histórico)”, publicado en El Día; El Buho, 9 de diciembre (1984), pp. 4-7 y nuevamente en Le Monde Diplomatique, 76, abril (1985), pp. 28-29. Como hemos dicho más arriba, desde nuestras primeras obras, en 1964, vimos la importancia de un replanteo total de la Historia Mundial, para descubrir el lugar de América Latina, del “indio” desde el cual comenzamos nuestra interpretación. Véase mi artículo “ Amerique Latine et
conscience chretienne”, en Esprit, Juillet (1965), pp. 2-20. “El Otro” -nuestro
maestro Levinas de la década del 60 en París nos sugirió el tema del indio
como Otro, en una conversación personal y refiriéndome al “holocausto”
indígena-, en su Exterioridad, es el origen de una diferente interpretación
de la historia. Véanse mis obras: Para una ética de la liberación latinoamericana (1973), Filosofía de la Liberación (1976), etcétera. Es por
ello que cuando Tzvetan Todorov, que trabajó en México, escribió posteriormente su La conquista de América, no pudimos sino recibir con gusto
su interpretación, ya que aplicó la misma hipótesis: “el Otro” de Emmanuel Levinas al indio lo que le dio un gran resultado, como había sido antes para una “Filosofía de la Liberación”, que desde fines de la década del 60 venía trabajando con las mismas categorías.

De la “conquista” a la “colonización” del mundo de la vida

Conferencia 3 De la “conquista” a la “colonización” del mundo de la vida (Lebenswelt)

“La causa [final] porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito
número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riqueza en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción a sus personas. (La causa ha sido) por la insaciable codicia y ambición que han tenido [… Debo] suplicar a Su Majestad con instancia importuna, que no conceda ni permita la que los tiranos han inventaron, prosiguieron y han cometido, y que llaman conquista” (Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, Introducción).

Pasemos ahora a la tercera figura: la “conquista”. Por tal entendemos
ahora una relación no ya estética o cuasi-científica de la Persona- Naturaleza, como en el “descubrimiento” de nuevos mundos. Ahora la figura es práctica, relación de Persona-Persona, política, militar; no de reconocimiento e inspección -con levantamiento de mapas y descripción
de climas, topografía, flora o fauna- de nuevos territorios, sino de la dominación de las personas, de los pueblos, de los “indios”.

No es ya la “theoría”, es ahora la “praxis” de dominación. En España, desde el comienzo de la Reconquista en el lejano 718, como consta en las Partidas del siglo XIII, la “conquista” era una figura jurídico-militar. En
1479, los reyes católicos, explican que “enviamos ciertos nuestros capitanes
e gentes a la conquista de la Grand Canaria, contra los canarios infieles, enemigos de nuestra santa fe católica que en ella están“1.

3.1. Hacia una fenomenología del “ego conquiro [yo conquisto]”

Una vez reconocidos los territorios, geográficamente, se pasaba al
control de los cuerpos, de las personas: era necesario “pacificarlas” -se
decía en la época-. El que establece sobre otros pueblos la dominación
del mundo español (posteriormente del europeo en general) es un militar,
un guerrero. El “Conquistador” es el primer hombre moderno activo,
práctico, que impone su “individualidad” violenta a otras personas,
al Otro.
______________
1 Cita Silvio Zavala, La filosofía de la conquista, FCE, México, 1977, p. 24.

Si en “Tierra Firme” (la actual Panamá) el primer conquistador-colonizador fue Vasco Nuñez de Balboa (asesinado en 1519 por Pedrarias, un noble castellano de segunda categoría)2, el primero que puede llevar el nombre de tal es Hernán Cortés y por ello lo tomaremos como ejemplo de este tipo moderno de subjetividad. En el Caribe, de Santo Domingo a Cuba, la conquista no era tal; sólo había tribus, etnias, pueblos indígenas sin cultura urbana. La dominación más fue matanza e inorgánica ocupación que sistemático dominio. Totalmente distinta será la suerte del primer imperio conquistado en el Nuevo Mundo.

Hernán Cortés, un pobre extremeño hidalgo3, nació en Medellín
en 1485 (“el mismo año que Lutero nació”)4, partiendo a los catorce años para estudiar letras en Salamanca. Pero poco tiempo después, “cansado de estudiar y falto de dinero“5, en vez de partir a Nápoles salió hacia las Indias, llegando en 1504 un año después que Bartolomé de las Casas, y en el mismo año que llegaron los primeros esclavos africanos a la Hispañola. Estuvo cinco o seis años en Santo Domingo como encomendero, explotando indios en sus “granjerías“6. ______________
2 Véase Carl Ortwin Sauer, Descubrimiento y dominación española del Caribe, FCE, México, 1984, pp. 369ss.; Georg Friederici, El carácter del descubrimiento y la conquista de América, FCE, México, 1987.
3 “Hijo de alguien” (= Hidalgo), nobleza venida a menos. Seguiremos el relato de Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana. Libro IV (UNAM, México, t. II. 1975), ya se ocupa, como dice en su Prólogo, “De la conquista de México”: “En el año del nacimiento de nuestro señor Jesucristo de 1519, gobernando su iglesia en el summo pontificado de Roma el Papa León X y siendo monarca de los príncipes cristianos el muy católico emperador don Carlos V de este nombre […], desembarcó en esta tierra de Anahuac el famosísimo y no menos venturoso capitán Fernando Cortés” (p. 7).
4 Ibid. Torquemada agrega: “Lutero nació en Islebio, villa de Sajonia, naciese Fernando Cortés en Medellín, villa de España, de Extremadura […]; este cristiano capitán para traer al gremio de la Iglesia católica romana infinita multitud de gentes” (p. 7). Aquel Torquemada, en plena cruzada antiluterana, nos muestra de todas maneras que la Modernidad en el sentido más amplio que el weberiano o habermasiano tiene dos caras: la europea con la Reforma, y la “otra-cara” en el mundo periférico. Es una visión universal (europeolatinoamericana). Además, anota Torquemada que en 1485 se consagró el “templo mayor” de los aztecas en México (Op. cit., Prólogo; p. 8). Lo cual le permite al autor indicar que habiendo escuchado Dios “la aflicción de este miserable pueblo” azteca, llamó del seno de su madre a Cortés, “como un nuevo Moysés en Egipto” (Ibid.). Lejos estamos de aprobar ninguna de las interpretaciones de Torquemada ya que hace pasar al conquistador como libertador, como también lo interpretará Ginés de Sepúlveda, sólo queremos resaltar que ahora se mueve en “tres” escenarios: el centro-europeo (Lutero), el hispánico (Cortés) y el azteca (México). 5 Ibid., cap. l; p. 13. 6 Esta palabra podríamos hoy traducirla por “business”.

Pasó con Diego Velázquez a la “conquista” de Cuba. “Sacó gran cantidad
de oro con sus indios y en breve llegó a ser rico“7, y después de más
de una aventura fue nombrado capitán para llevar a cabo la “conquista”
de las tierras de Yucatán descubiertas en 1517. Desde la costa, las
dos expediciones de descubrimiento pudieron “ver edificios de piedra
que hasta entonces no se habían visto por aquellas islas y que la gente
vestiese tan rica y lucidamente“8. Los indios caribes iban desnudos,
no conocían la técnica del tejido. No así en las culturas urbanas -como
veremos en la Conferencia 6-, que se encontraban todas sobre las costas
del Océano Pacífico.

Los europeos en sus “descubrimientos” desde Terranova hasta la Patagonia sólo habían descubierto culturas aldeanas, de recolectores y pescadores, más o menos nómadas. Las culturas urbanas se habían ocultado a la mirada de los descubridores más de veinticinco años, porque miraban hacia el Océano Pacífico. Las primeras que se observaron no podían ser otras, exactamente, que las que tocaron las costas caribeñas: las culturas maya y azteca.

La “Conquista” es un proceso militar, práctico, violento que incluye
dialécticamente al Otro como “lo Mismo”. El Otro, en su distinción9,
es negado como Otro y es obligado, subsumido, alienado a incorporarse
a la Totalidad dominadora como cosa, como instrumento, como oprimido, como “encomendado“10, como “asalariado” (en las futuras haciendas), o como africano esclavo (en los ingenios de azúcar u otros productos tropicales).
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7 Ibid., p. 16. . 8 Ibid., cap. 3; p. 19. Claro que lo que más entusiasmó a los de Cuba fue lo siguiente del relato; “Porque la plática de aquellos tiempos, y gentes, no era otra; que casi se parecían al rey Midas, que todo su deleite era el oro y la plata y no trataba de más que de riqueza” (p. 21). 9 En mi Filosofía de la liberación, hemos distinguido entre “diferente” interno a la Totalidad, y “distinto” con real alteridad (Véase el “Índice de conceptos” al final de la nombrada obra).
10 Figura de la economía colonial latinoamericana -que se usaba también en la
Andalucía de los islámicos-. Un cierto número de indios era “encomendado”
(puesto a disposición) del conquistador para que trabajaran gratuitamente
(sea en el campo, en la búsqueda del oro en los ríos o en la minería; esto se llamaba también la mita en el Perú). Diversas maneras de la nueva dominación que la Modernidad iniciaba en la Periferia mundial.

La subjetividad del “Conquistador”, por su parte, se fue constituyendo, desplegando lentamente en la praxis. Cortés, que “aquel año [1518] era alcalde, y como él era alegre y orgulloso y sabía tratar a cada uno conforme a su inclinación”11, fue nombrado por Velázquez, como hemos dicho, “por capitán general” de la “conquista” que se realizaría en las tierras recientemente descubiertas.

Toda su riqueza acumulada la invirtió en la empresa. Y, comenta
Torquemada, en cuanto a su subjetividad:
“Comenzó aquí a tratar su persona como capitán general; porque puso casa con mayordomo, camarero y mastresala y otros oficiales, hombres de honra“12.

El pobre hidalgo extremeño es ahora “capitán general” y se sabe tal.
El ego moderno se iba constituyendo. Partieron once naves y 508 soldados,
16 caballos, l0 piezas de artillería. A la manera de la Cristiandad, del mismo Constantino, se nos relata:
“La bandera o estandarte que llevó Cortés en esta jornada era de tafetán
negro con cruz colorada, sembradas unas llamas azules y blancas y una letra por orla que decía: Sigamos la cruz y con esta señal venceremos“13.

Cortés era muy competente en arengar a su gente. Sus discursos antes de partir, en las batallas, en el triunfo no eran vulgares. Había fundamento y argumentaba ganando un profundo “consenso” entre sus soldados, que “con el fervor de las palabras más se esfuerzan y desean la consecusión de la victoria” -comenta Torquemada-14. El 18 de febrero de 1519 dejaban Cuba. Costeando Yucatán, avanzan después de muchas aventuras hasta las costas orientales del imperio azteca (San Juan de Ulúa). Allí tuvo noticias de los aztecas, de su emperador Motecuhzuma escribe Torquemada, el que ya estaba enterado de las dos primeras expediciones españolas a sus costas, ya que en la expedición de Grijalva habían dado los informantes noticias al Emperador:
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11 Ibid., cap. VI; p. 32.
12 Ibid., cap. 7; p. 37.
13 Ibid., p. 39. Cortés se auto-interpretaba, entonces, como un nuevo Constantino, fundador de la “Nueva Cristiandad de las Indias” (como escribirá, con otros propósitos, Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima años después).
14 Ibid., cap. 8; p. 41.
“Es el caso que todos juntos los que aquí venimos hemos visto dioses
que han llegado a aquella costa en grandes casas de agua (que así llaman
a los navíos) […]. Motecuhzuma quedóse solo y pensativo y aun
bien sospechoso de mucha novedad en sus reinos […] y traía memoria
lo que su adivino le había dicho […] y creer que sería Quetzalcohuatl a
quien en un tiempo adoraron por dios […] e ido por aquellas partes orientales”15.

Es por ello que cuando llega la primera embajada del emperador a Cortés, todavía en sus barcos junto a la costa, las palabras con las que se describe el hecho son las siguientes:
“Ellos respondieron que eran mexicanos, que venían de México a buscar
a su Señor y Rey Quetzalcohuatl que sabían que estaba allí”16.

Por primera vez, Cortés sabe que es un “dios” para aquellas gentes.
Su ego comienza a situarse, definitivamente de otra manera:
“ ¿Qué quiere decir esto que dicen éstos que aquí está su Rey y su Dios
y que le quieren ver? Esto oyó Hernán Cortés y él con todos pensaron
bien el caso”17.

Y Cortés recibió saludos de Dios y Señor (“luego se postraron en
tierra y la besaron”):
“Dios nuestro y Señor nuestro, seáis muy bien venido que grandes
tiempos ha que os esperamos nosotros vuestros siervos y vasallos” 18.

Y de inmediato “pusieron en la cabeza una pieza hecha a manera de
almete, en que había mucho oro y piedras de mucho valor”. El primer
día se trató a los embajadores muy bien. En el segundo, por el contrario,
quisieron “espantar a estos mensajeros […] con disparar la artillería
desafiándolos para que luchasen”. Los embajadores -que no eran
guerreros en ese Imperio sumamente institucionalizado- quedaron atemorizados y se negaron a luchar. Fueron despachados violentamente
como “afeminados” y les dijeron:
“Que se fuesen como tales a México que ellos venían ya a conquistar
a los mexicanos y que a sus manos morirían todos”19.
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15 Ibid., cap. 13; pp. 58-59. Volveremos en la Conferencia 6 al “mundo” de
Motecuhzuma, para nombrarlo como Torquemada. Por ahora no nos situaremos
nunca desde su punto de vista hermenéutico. 16 Ibid., cap. 14; p. 63.
17 Ibid., p.63. 18 Ibid., p. 63.
19 Ibid., p. 64.
Así se enfrentaron dos “mundos”. El uno moderno, de sujetos “libres”
que decidían en común acuerdo; el otro, el del más grande Imperio del Nuevo Mundo, completamente limitado por sus tradiciones, sus
leyes adivinatorias, sus ritos, sus cultos, sus dioses, y que repetían en
su conciencia:
“¿Quiénes serán o de dónde vendrán aquellos que nos han de conquistar
a nosotros los mexicanos, que somos los poderosos, antiguos y temidos en todos estos reinos? […] Mucho admiró Motecuhzuma de lo que estos embajadores dijeron, y mudáronse los colores del rostro y mostró muy gran tristeza y desmayo“20.

Era una lucha desigual. Mientras tanto:
“Cortés no perdía punto en ninguna cosa, adonde le parecía que podía ganar reputación, mandó poner toda su gente en batalla, y que los arcabuceros
disparasen y que escaramuzasen los de a caballo […], pero mayor los truenos de la artillería, como son para ellos tan nueva“21.

Era toda una teatralización pirotécnica, para “admirar” al “mundo”
simbólico religioso de los indios. Los aztecas estaban desorientados:
“[Aunque tenían] gente de guerra, no [eran] para defenderse de invasiones
y guerras marítimas, porque nunca pensaron haber de tenerlas de gentes extranjeras, por tener el mar por innavegable“22.

Así se establecía, por vez primera, una “relación” con el Otro, el de
“Afuera”, el Extranjero absoluto que procedía como el Sol del Oriente
infinito del océano, innavegable para los mexicanos. Era lo que daría
el sentido a la Nueva Edad del Mundo: la “relación” con lo Extranjero
absoluto, la dominación debajo del Extranjero, divino, que venía para
conquistar, dominar, matar.

La primera relación entonces fue de violencia: una relación “militar” de Conquistador-Conquistado; de una tecnología militar desarrollada contra una tecnología militar subdesarrollada. La primera “experiencia” moderna fue de la superioridad cuasi-divina del “Yo” europeo sobre el Otro primitivo, rústico, inferior.

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20 Ibid., cap. 13-14; pp. 66-67.
21 Ibid., cap. 16; p. 70.
22 Ibid; p. 70.
Es un “Yo” violento-militar que “codicia”, que anhela riqueza,
poder, gloria. Cuando los embajadores del Emperador le mostraron
fastuosos regalos de oro, piedras preciosas y otras riquezas:
“Todos los que vieron el presente quedaron suspensos y admirados de
tan gran riqueza, y aun bien envidiosos de pasar adelante por otro mayor que él o semejante. Que esto tiene el oro, que aviva el corazón y anima el alma“23.

Y así llegaron a la primera gran ciudad, “Cempoalla”:
“Entraron por el lugar y vieron tan gran pueblo, tan fresco y alegre, con casas hechas de adobe y otras de cal y canto y tan llenos de gente por las calles que los salían a ver, se confirmaron en llamar a la tierra Nueva España […] Era Cempoalla grandísimo poblazón“24.

Cortés actuaba como los cristianos de la Reconquista, como los reyes católicos ante Granada. Pactaba con unos, dividía a los otros, y los iba lentamente derrotando en violentas batallas en las que los soldados, un puñado, demostraban de todas maneras la práctica adquirida en más de siete siglos de lucha contra los musulmanes en la península ibérica, el uso de las armas de fuego, los cañones de pólvora, los bestiales perros amaestrados para matar, los caballos tenidos por dioses desconocidos, etc..

Obraban con tantas dobleces, hipocresías, mentiras, maquiavelismo político de gran eficacia, que su accionar desconcertaba a los mexicanos, expertos en el dominio de cientos de pueblos, pero de una honestidad en su palabra completamente ingenua para el hombre “moderno”:
“Extendiose por toda la tierra la llegada de gente tan extraña […] no por temor de perder sus tierras sino porque entendían que era acabado el mundo“25.

En efecto, un “mundo” se acababa26 -y por ello es totalmente eufemística,
“gran palabra vacía”, hablar del “encuentro de dos mundos”, cuando uno de ellos era destruido en su estructura esencial-.
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23 Ibid., cap. 17; p.73. 24 Ibid., cap. 19; p. 81. “Por la grandeza del lugar y hermosura de los edificios unos le llamaron Sevilla; y otros, por su frescor y abundancia de frutas, Villa Viciosa” (Ibid., p. 82). 25 Ibid., cap. 22; p. 91. Más adelante leemos: “Decían que las señales y prodigios que se habían visto […] no podían significar (sino) el fin y acabamiento del mundo, y así era grande la tristeza de las gentes” (Ibid.). Es interesante
anotar que para Hegel la historia de Europa es “origen y fin de la Historia”, mientras que para los indios la presencia “modernizadora” de Europa era “el fin y acabamiento del mundo”. Lo mismo tiene un sentido exactamente contrario desde la “otra cara” de la Modernidad. Véase la Conferencia 8, 2. 26 Véase Conferencia 8, 2.
Irremediablemente era el “fin del mundo” azteca. El encuentro del “conquistador” con el emperador azteca es un momento central. Nadie podía mirar en su rosto a “Motecuhzuma”. El Emperador, contra su voluntad, se vio exigido al final a recibir a Cortés a la entrada de la gran ciudad. Ciudad imponente, de decenas de miles de habitantes, con ejércitos de cincuenta y cien mil hombres de guerra, contra sólo trecientos soldados castellanos. El mismo Bernal Díaz del Castillo escribe:
“¿Qué hombres ha habido en el universo que tal atrevimiento tuviesen?
[…] Se apeó el gran Montezuma de las andas […] E como Cortés vio y entendió é le dijeron que venía el gran Montezuma […] llegó cerca de Montezuma, a una se hicieron grandes acatos“27.

Cara-a-cara de un “conquistador”, desde su decisión libre y personal
de enfrentar a un Emperador y su imperio, ante un cuasi-dios para su
pueblo pero determinado absolutamente por los designios de esos mismos
dioses expresados en augurios, sortilegios, definiciones astrológicas
y mitos, teorías y otras maneras de “saber” lo que se debía hacer.

Un “Yo-moderno” libre, violento, guerrero, hábil político, juvenil (expresión del “mito adámico” al fin: tentado pero libre, diría Paul Ricoeur)28, ante una “función imperial” dentro de un “nosotros” necesario, trágico como el Prometeo encadenado 29. Todos miraban la tierra30 ante el Emperador. El “Yo-conquistador” era el primero que lo miraba de frente, con libertad, y “fue nuestra venturosa e atrevida entrada en la gran ciudad de Tenustitlan, Méjico, a 8 días del mes de noviembre, de 1519”31.
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27 Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva España, cap-.88; Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1947, t. II , p. 83.
28 Véase mi obra Para una ética de la liberación latinoamericana, Siglo XXI,
Buenos Aires, 1973, t. II; y en especial otra obra mía El humanismo semita,
EUDEBA, Buenos Aires, 1969.
29 Véase mi obra El humanismo helénico, EUDEBA, Buenos Aires, 1975.
30) “E cuando se volvían con su señor estábamos los mirando como iban todos, los ojos puestos en tierra, sin mirarle y muy arrimados a la pared” (B. Díaz del Castillo, Ibid.). Nadie miraba en la cara al Emperador; el Emperador miraba a todos pero nunca se veía mirado. Ahora de pronto, todos los “conquistadores” no sólo Cortés sino hasta el más ínfimo soldado el mismo Bernal Díaz del Castillo lo miraban cara-a-cara de igual a igual. El Emperador estaba aterrado, silencioso. No por falta de respeto, sino por el incumplimiento de todos los mandatos divinos: era el “fin del mundo”.
31 B. Díaz del Castillo, Op. cit., p. 84.

El 13 de agosto de 1521 volvería a entrar a la ciudad, pero destruyéndola y tomándola32.

Del cara-a-cara igual a igual con Moctezuma, ahora Cortés tendrá al
Emperador Cuauhtémoc, el sucesor, humillado y vencido ante él:
“Entre tanto que le fueron a llamar, hizo aderezar Cortés un estrado
lo mejor que pudo con petates y mantas y otros asientos […] y luego
vino Guatemuz y le llevaron ante Cortés, y cuando se vió delante dél
le hizo mucho acato y Cortés con alegría le abrazó“33. “Y con esto
se acabó esta junta y Cortés se hizo Señor de México y de todos sus
reinos y provincias“34.

“Ser-Señor” sobre otro antiguo señor: el “Yo-conquistador” es la
proto-historia de la constitución del ego cogito; se ha llegado a un momento
decisivo en su constitución como subjetividad, como “Voluntad-de-Poder”.

Sólo el Emperador Carlos V está sobre Cortés. Sólo el Rey de España, podrá declarar en la Ley 1, del Título 1, del Libro 1 de la Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias:
“Dios nuestro Señor por su infinita misericordia y bondad se ha servido
de darnos sin merecimiento nuestro tan grande parte en el Señorío
de este mundo […]“35. El Rey de España firmaba en las Reales Cédulas y lo he visto personalmente repetidas veces en mis trabajos en el Archivo de Indias de Sevilla: “Yo. El Rey”, con grandes letras, impresionantes. El “Yo”
cuyo “señorío” (el “Señor-de-este-Mundo”) estaba fundado en Dios36.

32 Cortés tuvo “docientos mil indios de ciudades amigas y confederadas, novecientos infantes castellanos y ochenta caballos, diez y siete piezas de artillería de poco peso, trece bergantines y seis mil canoas. Murieron menos de
cien castellanos (!), algunos pocos caballos y no muchos indios amigos […]
De los mexicanos murieron cien mil (!) […], sin los que perecieron de ham bre y por peste” (Torquemada, Op. cit., cap. 1; p. 312). La proporción es casi exactamente la de la Guerra del Golfo de 1991: murieron unos 120 marinos de Estados Unidos, y más de 100 mil soldados de Irak, sin contar civiles, ni los que murieron posteriormente por luchas fraticidas, hambre y
enfermedades. En 500 años la violencia “moderna” guarda la misma proporción.
33 E. Díaz del Castillo, Op. cit., cap. 156, ; p. 195.
34 J. de Torquemada, Op. cit., cap. 102; p. 311.
35 Véase esta cita y su comentario en mi obra Filosofía ética latinoamericana,
Edicol, México, t. III, 1977, p. 41.
36 Hegel escribió: “La religión es el fundamento (Grundlage) del Estado”, del
Estado como Cristiandad, criticada por Kierkegaard y Marx, por las mismas razones.
El “conquistador” participa igualmente de ese “Yo”, pero tenía
sobre el Rey en España la experiencia existencial de enfrentar su “Yo-
Señor” al Otro negado en su dignidad: el indio como “lo Mismo”,
como instrumento, dócil, oprimido. La “Conquista” es afirmación
práctica del “Yo conquisto” y “negación del Otro” como otro.

Esa conquista era sumamente violenta. De los primeros aliados de Cortés en Zempoala no quedó nadie -una peste aniquiló aquella numerosa, fresca y alegre ciudad: este fue el fruto de haberse aliado con Cortés contra
Moctezuma-. El pueblo de Cholula fue arrasado. Pero nada es
comparable con la matanza que Pedro Alvarado realizó, de pura traición,
contra la nobleza guerrera azteca -cuando Cortés habíase ausentado
para luchar contra Pánfilo Narváez-. Los invitó a una fiesta, sin armas, en un gran patio junto a los templos:
“Vienen [los españoles] a cerrar las salidas, las entradas […] Ya nadie
[de los aztecas] pudo salir. Inmediatamente [los españoles] entran en
el patio sagrado a matar a la gente. Van de pie, llevan sus escudos de madera, y algunos los llevan de metal y sus espadas. Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales; dieron un tajo al que estaba tañendo; le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron; lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos [los españoles] acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos; con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza; les rebanaron la cabeza, enteramente desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían; iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse a salvo, no hallaban a dónde dirigirse. Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse […]“37.
37 Informantes de Sahagún, Códice Florentino, Libro XII, cap. 20 (versión de
Angel María Garibay). Sería interesante, como comparación, ver lo que fue
la “conquista”, por ejemplo en Massachusetts. No ya desde España (católica) sino desde la Inglaterra (anglicana). Véanse las obras de Neal Salisbury, Manitou and Providence; Indians, Europeans and the Making of New England, 1500-1643, Oxford University Press, New York, 1982; Eward Johnson, “Wonder-Working Providence of Sion’s Savior in NewEngland”, En Heimert-Delbanco, The Puritans in America, Harvard University Press, Cambridge, 1985; John Eliot, John Elitot’s Indian Dialogues; A Study in Cultural interaction, Henry W. Browden-James Ronda, Greenwodd Press, Westport (CT), 1980.
En la memoria de los indios, hoy en día, se recuerdan actos semejantes
de crueldad. Para ellos todo esto tiene “otro” sentido.

3.2. La “colonización” del mundo de la vida (Lebenswelt)

“Colonización (Kolonisierung)“38 del mundo de la vida (Lebenswelt)
no es aquí una metáfora. Tiene la palabra el sentido fuerte, histórico, real; es la cuarta figura que va adquiriendo el 1492. “Colonia” romana (junto a la “columna” de la ley) eran las tierras y culturas dominadas por el Imperio que hablaban latín (al menos sus élites) y que pagaban tributo. Era una figura económico-política. América Latina fue la primer colonia de la Europa moderna sin metáforas, ya que históricamente fue la primer “periferia” antes que el Africa y el Asia39.

La “colonización” de la vida cotidiana del indio, del esclavo africano poco después, fue el primer proceso “europeo” de “modernización”, de civilización, de “subsumir” (o alienar)40, al Otro como “1o Mismo”; pero ahora no ya como objeto de una praxis guerrera, de violencia pura –(como en el caso de Cortés contra los ejércitos aztecas, o de Pizarro contra los incas-, sino de una praxis erótica, pedagógica, cultural, política, económica, es decir, del dominio de los cuerpos por el machismo sexual, de la cultura, de tipos de trabajos, de instituciones creadas por una nueva burocracia

38 Esta sería la cuarta figura (Gestalt) después de la “Invención”, “Descubrimiento”
y “Conquista”.
39 Esta es la tesis de E. Wallerstein, The Modern World-System, ed. cit., pp. 300 ss.: “The european World-economy: Periphery versus Arena”. Para Wallerstein Rusia, Polonia y la Europa del Este, del siglo XV y XVI son la Periferia (“periphery”) continental de Europa. Las colonias portuguesas juegan el papel de una “external Arena” (Brasil en el siglo XVI, Africa y Asia) sólo América Latina (y desde el siglo XVII norteamerica) hispana es una
external Periphery”: “The Americas became the Periphery of the European world-economy in the sixteenth century while Asia remaind an external arena” (p. 336). Todo esto se basará, durante un siglo (1546-1640), en la explotación masiva de la plata (el primer Dinero mundial), y en menor medida el oro. Wallerstein escribe: “We have defined a world-system as one in which there is extensive division of labor […] World-economies then are divided
into core-states and peripheral areas”. (p. 349). Nos encontramos en el origen absoluto mismo del primer “Sistema mundial” -sistema en un sentido estricto, con otro contenido que el de N. Luhmann o J. Habermas.
40 Véase mi Filosofía de la Liberación, 2.5: “Alienación”.

política41, etc., dominación del Otro.

Es el comienzo de la domesticación, estructuración, colonización del “modo” como aquellas gentes vivían y reproducían su vida humana. Sobre el efecto de aquella “colonización” del mundo de la vida se construirá la América Latina posterior: una raza mestiza, una cultura sincrética, híbrida, un Estado colonial, una economía capitalista (primero mercantilista y después industrial) dependiente y periférica desde su inicio, desde el origen de la Modernidad (su “Otra-cara”: te-ixtli). El mundo de la vida cotidiana (Lebenswelt) conquistadora-europea “colonizará” el mundo de la vida del indio, de la india, de América. Antes de llegar a México, en Tabasco (Yucatán), los caciques mayas ofrecieron lujosos regalos a Cortés, “a los postreros del mes de marzo de 1519“42.

Junto a ellos entregaron “veinte mujeres, entre ellas una muy excelente mujer, que se dijo doña Marina“43 -la Malinche, símbolo de la mujer americana, india, culta, conocedora de la lengua maya y azteca, y que tendrá “un hijo de su amo y señor Cortés“44. Tiempo después, estando en Tlaxcala aconteció
que:
“Otro día vinieron los mismos caciques viejos, y trajeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias (!) eran de buen parecer y bien ataviadas, y traían para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques [… y dirigiéndose a Cortés dijo el principal:] Esta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella, tomadla para vos; la cual le dió por la mano y las demás las diese a los capitanes“45.
41 Max Weber no imagina que en el Archivo de Indias de Sevilla se encuentran
60 mil legajos (más de 60 millones de papeles) de la “burocracia” española referente a América Latina del siglo XVI al XIX. España fue el primer Estado moderno burocratizado. Cuando Hernán Cortés se lanza contra los guerreros de TIaxcala, en medio de tantas penurias, relata Díaz del Castillo: “Y dijo a uno de nuestros soldados, que se decía de Godoy, que era escribano de su majestad (!), mirase lo que pasaba y diese testimonio de
ello si hubiese menester, porque no algún tiempo [después] no nos demandasen las muertes y daños que se requiriesen, pues le requeríamos con la paz” (Op. cit., cap. 64; p. 56). Es decir, Cortés hace que el escribano testimonie, para defenderse en el futuro de posibles acusaciones. Lo cual no niega que de inmediato gritara, como mandato de comenzar la pelea: “Santiago ya ellos” (Ibid.). Como quien dice: “A la lucha!”, Cortés lanza al apóstol
Santiago de la Reconquista contra los taxcaltecas, como los musulmanes lanzaban a Mahoma contra los infieles en la Guerra Santa. ¡Qué hubiera pensado el pobre Santiago Apóstol, tan exigente ético y familiar de Jesús, al verse envuelto en aquellas lides militares!
42 Bernal Díaz del Castillo, Op. cit., cap. 36; p. 30, 43 Ibid. 44 Ibid., cap. 37; p. 32. Sobre ese “hijo” de Malinche hablaremos después, porque es el latinoamericano propiamente dicho: el “mestizo” de cultura sincrética o híbrida. 45 Op. cit., cap. 77; p. 68.
El conquistador, un ego violento y guerrero moderno naciente, era además un “ego fálico“46. La situación pocas veces era tan idílica, aunque injusta igualmente, como en el caso descrito de la paz negociada con Tlaxcala. La violencia erótica vino simplemente a mostrar la “colonización” del mundo de la vida (Lebenswelt) indígena:
“La fuerza y violencia nunca jamás oída en las demás naciones y reinos
[se cumple aquí], ya que son forzadas las mujeres [de los indios] contra su voluntad, y las casadas contra la voluntad de sus maridos, las doncellitas y muchachas de diez y quince años contra la voluntad de sus padres y madres, por mandamiento de los Alcaldes mayores y ordinarios o Corregidores, las sacan de sus casas y dejan a sus maridos, padres y madres sin regalo alguno, privándolos del servicio que de ellas podían recibir y van forzadas a servir en casas ajenas de algunos encomenderos o de otras personas, cuatro o cinco u ocho leguas y más, en estancias y obrajes donde muchas veces se quedan amancebadas con los dueños de las casas o estancias u obrajes“47.

El conquistador mata al varón indio violentamente o lo reduce a la
servidumbre, y “se acuesta” con la india (aun en presencia del varón
indio), se “amanceba” con ellas se decía en el siglo XVI. Relación
ilícita pero permitida; necesaria para otros pero nunca legal de hecho el español, cuando podía, se casaba con una española. Se trata del cumplimiento de una voluptuosidad frecuentemente sádica, donde la relación erótica es igualmente de dominio del Otro (de la india). Sexualidad puramente masculina, opresora, alienante, injusta48.
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46 Sobre este concepto véase el capítulo “La erótica latinoamericana”, en mi
obra Filosofía ética latinoamericana, t. III, Edicol, México, 1977, p. 60.
Allí escribíamos: “La totalidad mundana es constituida desde un ego fálico
y la mujer queda definida como un objeto pasivo delimitado en cuanto noyo:
no-falo o castrada. A la mujer le queda la posición de dominada y reducida
al no-ser en o ante la Totalidad-masculina” (p. 60).
47 Inédito de carta de Juan Ramírez, obispo de Guatemala, del 10 de marzo de
1603 (Archivo general de Indias, Sevilla, Audiencia de Guatemala 156).
48 Se cuenta que Michele de Cuneo recibió de Colón una doncella caribe de regalo: “Se metió en su cuarto con su Briseida, y como ésta se hallaba desnuda según su costumbre, le vino en gusto solazarse con ella. La fierecilla se defendió ásperamente con las uñas. Pero entonces nuestro valiente Michele tomó una soga y se puso a darle una zurra tan buena y tan fuerte que lanzaba unos gritos inauditos […] hasta amaestrarla, sonríe satisfecho Michele […] diciendo: Hay que verla cuando se pone a hacer el amor” (Cita de Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias Nuevas, FCE, México, 1978, p. 49; hemos traducido del italiano y eliminado textos). Hechos como estos nos muestran el sadismo cínico de aquellos hombres ante las mujeres indias indefensas.

Se “coloniza” la sexualidad india, se vulnera la erótica hispánica, se instaura
la doble moral del machismo: dominación sexual de la india y respeto puramente aparente de la mujer europea. De allí nace el hijo bastardo (el “mestizo”, el latinoamericano, fruto del conquistador y la india) y el criollo (el blanco nacido en el mundo colonial de Indias). Como nadie, el escritor Carlos Fuentes ha narrado la contradicción del hijo de una tal erótica:
“Marina grita: Oh, sal ya, hijo mío, sal, sal, sal entre mis piernas… sal,
hijo de la chingada… adorado hijo mío […] hijo de las dos sangres enemigas
[…] Contra todos deberás luchar y tu lucha será triste porque pelearás contra una parte de tu propia sangre [… Sin embargo] tú eres mi única herencia, la herencia de Malintzin, la diosa, de Marina, la puta, de Malinche, la madre […] Malinxochitl, diosa del alba… Tonantzin, Guadalupe, madre“49.

La “colonización” o el dominio del cuerpo de la mujer india es parte
de una cultura que se basa también sobre el dominio del cuerpo del
varón indio. A éste se lo explotará principalmente por el trabajo
(una nueva económica). En el tiempo de la acumulación originaria del
capitalismo mercantil, la corporalidad india será inmolada y transformada
primeramente en oro y plata valor muerto de la objetivación del “trabajo vivo” (diría Marx) del indio:
“En 1552, el año de la sorpresa de Innsbruck, la trágica situación de Carlos V abre ampliamente las cautelosas compuertas de España […] En 1553 se recibió en Amberes un envío oficial de plata con destino a los Fugger […] Los Países Bajos eran un gran centro monetario. Por la vía de Amberes el metal americano pasaba a Alemania, al norte de Europa y a las islas británicas ¿Quién podría decirnos exactamente el papel que esta redistribución de monedas desempeñó en la expansión de las actividades europeas, que, ciertamente, no se produjo por sí sola?“50. Pero, lo que era oro y plata en Europa, dinero del capital naciente, era muerte y desolación en América. El l de julio de 1550, Domingo de Santo Tomás escribe desde Chuquisaca (la actual Bolivia):
“Habrá cuatro años51 que para acabarse de perder esta tierra, se descubrió
una boca del infierno por la que entra cada año gran cantidad de gente, que la codicia de los españoles sacrifica a su dios, y es una mina de plata que se llama Potosí“52.______________
49 “Todos los gatos son pardos”, en Los reinos originarios, Barral, Barcelona,
1971, pp.114-116. 50 Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo, t. I, FCE, México, 1953, pp. 406-408. 51 Es el año de 1545 en que se descubre la más cuantiosa mina de plata de todos los tiempos modernos en Bolivia. 52 Archivo general de Indias, Audiencia de Charcas 313.
La boca de la mina representa metafóricamente para el narrador
como la boca de Moloch por la que se sacrificaban víctimas humanas,
pero ahora no al sanguinario dios azteca Huitzilopchtli, sino al “invisible”
dios-capital (el nuevo dios de la Civilización Occidental y Cristiana).
La economía como sacrificio, como culto, el dinero (el oro y la
plata) como fetiche, como religión tercena (no celeste), semanal (no
sabática, como indicaba Marx en La cuestión judía) comenzaba su rumbo de 500 años. La corporalidad subjetiva del indio era “subsumida” en la totalidad de un nuevo sistema económico naciente, como mano de obra gratis o barata (a la que se sumará el trabajo del esclavo africano).

Imposible es narrar aquí la larga historia de la “colonización” cultural,
económica y política de América Latina originaria. Lo dicho sólo sugiere el tema, lo indica solamente.

El “yo colonizo” al Otro, a la mujer, al varón vencido, en una
erótica alienante, en una económica capitalista mercantil, sigue el rumbo del “yo conquisto” hacia el “ego cogito” moderno. La “civilización”,
la “modernización” inicia su curso ambiguo: racionalidad contra
las explicaciones míticas “primitivas”, pero mito al final que encubre
la violencia sacrificadora del Otro53. La expresión de Descartes del
ego cogito, en 1636 será el resultado ontológico del proceso que estamos
describiendo: el ego, origen absoluto de un discurso solipsista.
______________
53 Véase el Apéndice 2.

Éxodo sirio y “crisis migratoria” en Europa

Éxodo sirio y “crisis migratoria” en Europa
Por: Atilio Borón
Publicado en: Crisis global del Capitalismo
En este artículo: África, Europa, Inmigración, Migración, Siria
7 septiembre 2015 | 7
12

Migración ReutersAnte la intensificación de la mal llamada “crisis migratoria” surgieron voces de gobernantes, políticos y supuestos expertos en el tema asegurando que este no era un problema europeo sino africano o, en todo caso del Medio Oriente.

La estremecedora imagen del niño kurdosirio yaciendo inerte en una playa de Turquía luego de que naufragara la barcaza en que junto con su familia intentaba llegar hasta la isla de Kos, en Grecia, conmovió a la opinión pública mundial y puso de relieve el inmenso drama humanitario que se está desenvolviendo en el Mediterráneo.

No fue el primero que paga con su vida la crisis desatada por la desestabilización de un país, Siria, desgraciadamente convertido en el blanco de siniestros cálculos geopolíticos de Estados Unidos y sus aliados que destruyeron uno de los países más prósperos y estables de la región. En esa misma barcaza murieron otros cinco, uno de ellos su hermanito de cinco años, aparte de su madre y un número todavía indeterminado de adultos. Si ampliamos el foco del análisis para abarcar con la mirada el torrente humano procedente del África Subsahariana el número de víctimas infantiles sería abrumador, aunque no haya registro fotográfico de ello. Queda en pie la pregunta: ¿por qué se produce la crisis, qué es lo que la dispara?

Por empezar se impone una clarificación, porque la disputa por el sentido es crucial para plantear correctamente los términos del problema. Suele hablarse, indistintamente, de una “crisis migratoria” como si esta fuera un transitorio desequilibrio en el flujo poblacional entre el África Subsahariana, Medio Oriente y Europa. Pero, ¿son migrantes o refugiados?

En el caso de los sirios que huyen de la devastación sembrada en su país no existe la menor duda de que se trata de lo segundo, y lo mismo cabe decir de los libios, que dejan sus hogares luego de la tragedia desatada por la criminal decisión de Washington y Bruselas de auspiciar un “cambio de régimen” en Libia. El caso del África Subsahariana es más complejo, porque allí se entremezclan migrantes impulsados por el hambre y la pobreza inescapable con sectores, minoritarios, que abandonan sus países por razones políticas.

Ahora bien: ¿por qué el infortunado niño de la minoría kurda en Siria tuvo que dejar su país? Porque, como decíamos más arriba, el diseño estratégico de Washington en Medio Oriente tenía como objetivo fundamental ¡pero ya no más, porque ahora la Casa Blanca tiene otras prioridades en el área! provocar la caída de la República Islámica en Irán, para lo cual había que destruir los apoyos con que contaba Teherán en su entorno inmediato y entre los cuales sobresalía Siria por su locación geográfica, su condición de país limítrofe con Israel y Turquía, su población, su economía y la prolongada estabilidad política del régimen imperante.

En consecuencia, la “guerra civil” en Siria no es tal, pues se trata de una agresión pergeñada desde afuera por Estados Unidos y sus compinches europeos (al igual que hicieran con Libia pocos años antes) y en donde bandas de atroces mercenarios son exaltados como heroicos “combatientes por la libertad” y respaldados política y diplomáticamente mientras cometen toda clase de desmanes. De esta madriguera creada por las democracias occidentales y sus reaccionarios socios en la región brotó, incontrolable, el Estado Islámico, con luz verde para perpetrar horrendos crímenes.[1]

El resultado ha sido la entronización de esa banda terrorista en algunas regiones de Siria e Irak, con su interminable secuela de decapitaciones, degüellos y destrucción de venerables reliquias históricas, consumidas en las llamas del fundamentalismo yihadista. Aylan Kurdi, tal es el nombre del niño ahogado, pereció porque tuvo que huir del infierno en que Washington y los gobiernos europeos convirtieron a su patria, pese a la heroica resistencia del pueblo kurdo que supo poner freno a la expansión militar del EI en sus territorios. Y murió también porque las autoridades del Canadá le negaron tres veces a su familia el permiso para asilarse en ese país.

El Primer Ministro británico, David Cameron, acaba de acusar a Bashar Al Assad y al Estado Islámico por su muerte. Miente, porque sabe muy bien que el holocausto social de Siria no es un asunto doméstico sino responsabilidad directa y criminal de los gobiernos que conforman el condominio imperial, que en su afán por posicionarse más favorablemente en el tablero geopolítico mundial no dudan un instante en adoptar políticas que desquician sociedades y provocan destrucción y muerte a su paso, precipitando así la avalancha de refugiados que huyen para salvar sus vidas y la de sus familiares, con las consecuencias que todos se lamentan.

Tanto en el caso de Libia como en el más actual de Siria la intervención imperialista estuvo precedida por una cobertura mediática falaz que demonizó las figuras de Muammar El Gadafi y Bashar al-Asad y tergiversó la información originada en el terreno para justificar ex ante las cruentas tácticas de desestabilización y caos social, económico y político requeridas para hacer posible el “cambio de régimen”, frase amable que sustituye la más brutal de “subversión del orden constitucional vigente”.

Mentiras que, en los casos de Libia y Siria, son análogas a las proferidas cuando antes de la invasión y destrucción de Irak desde Washington, Londres o París se denunciaba la existencia de armas de destrucción masiva en ese desdichado país, cuando todos sabían que no las había y que el único que sí las tenía en esa parte del mundo era Israel.

Ahora el problema de los refugiados en Europa ha adquirido proporciones inéditas desde fines de la Segunda Guerra Mundial, e indigna comprobar la indiferencia de algunos gobiernos europeos ante esa crisis, o la estupidez de las políticas con las que se pretende enfrentar la situación.

Por ejemplo establecer ridículos cupos migratorios ante el desastre generado en Siria e Irak, para mencionar apenas los más directamente involucrados en la situación actual, que tienen una población conjunta de unos 55 millones de habitantes. O el cinismo de la Administración Obama, que acentúa las políticas de desestabilización inherentes al “imperio del caos”, según la feliz expresión de Pepe Escobar, porque, total, los refugiados no podrán cruzar el Atlántico en sus frágiles barcazas y el problema lo deberá padecer Europa.

Actitud semejante adopta al atizar la guerra civil en Ucrania: en última instancia, la batalla se librará, como las dos guerras mundiales en el escenario europeo y la destrucción resultante será beneficiosa para apuntalar la primacía global de Estados Unidos al debilitar, gracias a la guerra, a sus principales competidores.

Ante las ridículas tentativas de los países europeos, o de la Unión Europea, para “regular” el tsunami de los refugiados y los migrantes, sobre todo del África Subsahariana, conviene recordar las clarividentes palabras de José Saramago: “El desplazamiento del sur al norte es inevitable; no valdrán alambradas, muros ni deportaciones: vendrán por millones. Europa será conquistada por los hambrientos. Vienen buscando lo que les robamos. No hay retorno para ellos porque proceden de una hambruna de siglos y vienen rastreando el olor de la pitanza. El reparto está cada vez más cerca. Las trompetas han empezado a sonar. El odio está servido y necesitaremos políticos que sepan estar a la altura de las circunstancias.”

La responsabilidad de Europa es mucho mayor, más visible e inocultable en el caso del África Subsahariana. Porque, ¿quién ocupó, colonizó y saqueó por siglos al mal llamado “Continente Negro” si no las potencias coloniales europeas? ¿Quién organizó el tráfico de esclavos a través del Atlántico si no los gobiernos y las clases dominantes de Europa?

No fueron los africanos quienes se abalanzaron sobre esta para saquear sus riquezas y esclavizar a sus poblaciones, sino que ocurrió exactamente lo contrario. ¿Quiénes impusieron sus intereses, perpetraron un cruel etnocidio y arrasaron con formas tradicionales de organización económica, social y política en África? ¿No fueron acaso los colonialistas europeos los que se repartieron ese continente, practicando un sistemático pillaje y redibujaron el mapa político para inventar fronteras artificiales que dividían viejas sociedades y ancestrales etnias y naciones, convertidas en fragmentos destrozados, ahora caprichosamente repartidos en diferentes “países” y sembrando las bases de una rivalidad que perdura hasta nuestros días? ¿No fueron ellos los que impusieron el inglés, el francés, el portugués, y otras lenguas europeas como las oficiales de aquellas arbitrarias creaturas políticas? ¿Dónde más podrían ir esos antiguos súbditos europeos que a sus metrópolis de otrora, cuando la crisis deja sin futuro a millones de africanos? ¿O es que los colonialistas de hoy creen que podrán salirse con la suya y no pagar la cuenta de los crímenes y fechorías cometidas por sus antepasados? ¿Reclaman acaso impunidad, o fingen desconocer su responsabilidad histórica? Para colmo de males, una vez obtenida la independencia los tentáculos del neocolonialismo –reforzado ahora por el protagonismo de Estados Unidos- se hundieron todavía con más fuerza, acelerando la descomposición económica, social y política de las situaciones poscoloniales.

De nuevo: ¿adónde sino a Europa podrían ir para buscar un alivio a sus interminables padecimientos? ¿Cómo podrían los gobiernos europeos y sus mandantes decir que la crisis migratoria que tantas muertes ha causado es “un problema africano” cuando no es otra cosa que el inexorable y demorado resultado de su pasada expansión colonial?

¿Cómo evolucionará esta situación? No es exagerado afirmar que el torrente de refugiados ha desbordado todas las previsiones y nada autoriza a pensar que la situación irá a mejorar porque ni Washington ni Bruselas han archivado sus planes de derrocar al gobierno sirio, acabar con Hezbollah el vecino Líbano y cerrar el círculo en torno a Irán.

El resultado de esta macabra iniciativa sólo puede ser más destrucción y muerte, y renovados contingentes de refugiados golpeando a las puertas de la opulenta Europa. Estados Unidos está casi por completo aislado de esas dolorosas corrientes de seres humanos en búsqueda de una vida mínimamente digna, así como la Unión Europea lo está en relación al flujo migratorio que desde México, Centroamérica y el Caribe se amontona en las puertas del imperio.

La “solución” por la que se ha venido inclinando la política de Estados Unidos pasa por el reforzamiento de los controles fronterizos, las deportaciones y la construcción del muro en la frontera con México. Los países europeos no gozan de las ventajas estadounidenses por la porosidad de sus fronteras, su heterogeneidad estatal y la proximidad de los países originarios de los migrantes. Si Occidente creyera firmemente en su tan pregonada doctrina de los derechos humanos tendría que modificar radicalmente su política migratoria y hacerse cargo de su responsabilidad en la crisis actual. Pero ni Estados Unidos ni la Unión Europea han dado muestras de tomarse en serio los derechos humanos, por lo que lo único que aparece en el horizonte europeo es una política de mayor control migratorio, cierre de fronteras, expulsión y deportación de migrantes ilegales.

Lo ocurrido con los camiones cargados de africanos muertos hallados en Austria o la odisea de los que intentan cruzar el Mediterráneo demuestran los límites morales y prácticos de tales políticas. Como lo recordaba José Saramago, el proyecto de parar esta avalancha humana construyendo la “Fortaleza Europa” ( o la “Fortaleza Americana”) está condenado al fracaso y no pondrá fin a un éxodo cada vez mayor, alimentado por las inequidades del capitalismo contemporáneo en su proyección global y por las estrategias norteamericanas de producir un “cambio de régimen”, por vías violentas como las evidenciadas en Siria y Libia, en Medio Oriente, y también, no lo olvidemos, en algunos países latinoamericanos.

Ante este cuadro, lo único sensato sería construir un nuevo orden económico internacional que haga posible el bienestar de esos pueblos y que les permita acceder a una vida digna dentro de sus respectivos países. Pero el capitalismo es un sistema esencial e incorregiblemente irracional y además nada indica que la sensatez sea un atributo de sus círculos dirigentes a ambos lados del Atlántico.

Lo que hicieron con Grecia es una prueba rotunda de que lo único que les importa es garantizar la tasa de ganancia de sus transnacionales. Así las cosas lo único que cabe esperar es la intensificación de las migraciones subsaharianas, el éxodo sirio y nuevas tragedias como la del niño Aylan.
[1] Sobre la relación entre los gobiernos occidentales y el Estado Islámico ver ”El Mosad creó el Estado Islámico”, en Rebelión, 19 Agosto 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188610

La Otredad o Alteridad en el Descubrimiento de America y la Vigencia de la Utopia Lascasiana

La Otredad o Alteridad en el Descubrimiento de America y la Vigencia de la Utopia Lascasiana

Por Jacob Buganza

A mi querido amigo y pariente:
Álvaro Ricardo Patroclus Expositus de Gasperín Sampieri.
Introducción

En este ensayo me propongo trabajar algunos aspectos y a dos autores que hablaron de la alteridad u otredad de los indios americanos. Lo haré de la siguiente manera: Primero trataré el tema lingüístico de la equivalencia entre las palabras “alteridad” y “otredad” para significar todas aquellas personas y características que no son las propias. La alteridad puede referirse a las personas que no son yo, o bien a las características culturales que no pertenecen o a mi grupo.
En un segundo momento se hablará un poco acerca del problema del otro. El otro puede ser visto como alguien inferior, igual o superior a mí. Se examinarán únicamente los primeros dos, por ser más cercanos a nuestro caso. Sin embargo, es claro que si alguien es sometido por otro, parece que el que somete es visto por el sometido como superior, como alguien más grande. Esta parece ser una característica que mucha gente tiene todavía actualmente. Hay, en muchos casos, un sentimiento de inferioridad frente a la alteridad, frente al mundo norteamericano, frente al mundo europeo.
Para los casos de la inferioridad y equidad en la visión de la alteridad en el caso de la América “descubierta” a finales del siglo XV y principios del XVI, utilizaremos los paradigmas, que ya se han vuelto clásicos, de Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, pues en ellos se muestran de manera muy clara las dos posiciones que tratarán de describirse.
Una precisión terminológica

Una parte del título de este escrito está conformado por dos palabras que me parece significan lo mismo: “otredad” y “alteridad”. Desde mi punto de vista, y pienso que sin problema alguno, estos dos términos pueden ser entendidos como sinónimos. Trataré de justificar esta tesis: La palabra otredad parece tratar de substancializar femeninamente al sustantivo “otro”, usándose precisamente para caracterizar a lo que no es propio (o no soy yo, en última instancia). La palabra alteridad, por otro lado, significa lo mismo si recurrimos a una definición etimológica, pues se sabe que alter en latín quiere decir, también, otro. Así, las dos palabras significarían lo mismo, pues serían una substancialización femenina que sirve para caracterizar a todo aquello que no es propio.
De esa manera, la palabra “otro” la utilizamos para designar cosas que no son mías (o nuestras), sino que pertenecen a grupos o individuos que no son yo o los míos. Así, decimos que una cosa no es mía, sino que es de otro; que tal uso o costumbre no me pertenece, sino que pertenece a otro u otros, etcétera. También podemos utilizarla para designar a todo aquello que no soy yo, es decir “todo aquello que no soy yo es otro”.
La alteridad u otredad sería el conjunto de seres humanos o elementos culturales que no son yo o que no pertenecen a lo mío. Así es que, cuando se utiliza la conjunción de términos como en el caso de “la alteridad en el descubrimiento de América” se hace para designar unos hombres y unas manifestaciones diferentes, de un lado la visión de los indios americanos, y de otro la visión europea. Hay que decir que esta expresión se utiliza para simplificar una gran cantidad de variantes y configuraciones distintas, porque si no lo hiciéramos así, tendríamos que especificar a cada momento a qué realidad hacemos referencia (por ejemplo, españoles y mayas).
El problema de la otredad o alteridad

El problema de la otredad, me parece, se origina al momento de considerar a los demás hombres (a sus culturas me parece un tanto problemático, y por ello no me adentraré mucho en ello). Pues el otro puede ser entendido como algo diferente a mí, inferior a mí, superior a mí, o igual a mí. Ahora bien, cabe precisar que “igual a mí” no quiere decir que el otro sea idéntico a mí en todos los aspectos posibles, porque de hecho no lo es. Yo tengo mi propia historia, mi propia procedencia, mis propias lecturas, mis propias preferencias, sean musicales o estéticas, etcétera. El otro es igual a mí en un sentido analógico, es decir, en algo somos iguales y en algo somos diferentes, como la analogía (la analogía nos dice que si hay relación analógica es porque hay una cierta identidad y una cierta diferencia entre dos entes o cosas). Sin embargo, esto no fue precisamente lo que sucedió en la Conquista de América, en la concepción errónea de que el otro no es igual a mí, sino que es inferior, un homúnculo, un hombre pequeñito, como lo consideraba Juan Ginés de Sepúlveda en su Tratado de las justas causas de la guerra contra los indios. Para este autor español de los tiempos de la conquista, la otredad o alteridad, que se aplicaba en este caso a los indios de América, era vista como un conjunto de bárbaros incivilizados que debían ser sometidos por su bien.
En este sentido, “la concepción del otro remite al concepto mismo de civilización y por ende al de cultura, al choque y confrontación que se produce en el encuentro con los otros, desde entonces y hasta nuestros días” (Rodríguez, 2001: 114). Sin embargo, en el caso de Sepúlveda, apenas se podría considerar a los indios como portadores de una civilización, de una cultura propiamente dicha; más bien, sus maneras y sus costumbres eran más parecidas a las de las bestias que a las de los hombres.

Así, la primera pregunta en el caso de la conquista de América, más que cultural es de carácter esencial. ¿Qué es lo que son esos que ya estaban aquí (en América)? ¿Son hombres como los europeos, como los conquistadores? ¿Son humanos o no? ¿Son criaturas de Dios o del diablo, como pregunta Rodríguez Villafuerte? (Rodríguez, 2001: 145). Las respuestas a estas y otras preguntas, aunque parezcan ingenuas para nosotros, no lo fueron tanto en ese tiempo. Más bien, era un verdadero problema filosófico que tenía que ser resuelto para legitimar o no la conquista de sus tierras, de las tierras americanas.

El otro como inferior

Es muy cierto que la concepción del otro como igual no está muy clara sino hasta el iusnaturalismo moderno o contractualista (voy a poner entre paréntesis es este momento el caso de Bartolomé de las Casas, a quien pondremos como ejemplo de una concepción igualitaria de la naturaleza humana). El padre de esta teoría, el filósofo Thomas Hobbes, consideraba que en el estado de naturaleza todos los hombres son iguales entre sí. Según Hobbes, todos los hombres han sido hechos iguales por la naturaleza. No hay, como decía Aristóteles, hombres que por naturaleza están dispuestos para la esclavitud y otros para mandar (que es la legitimación natural del poder, es decir, ex natura). Todos, pues, son iguales (incluso igualmente libres).

Hay diferencias, sin duda alguna, como la fuerza física, pues hay hombres físicamente más fuertes que otros, pero eso no impide que el débil pueda matar al fuerte utilizando su inteligencia o la ayuda de otro (Hobbes, 1980: 100; Cf. Buganza, 2005), pues ahí radica una mayor igualdad entre los hombres (más que en la fuerza física) como ya lo indicaba Descartes al comienzo del Discurso del método: “El buen sentido [razón] es la cosa mejor repartida del mundo” (Descartes, 2001: 38). Esta igualdad es un rasgo general de la filosofía de la modernidad. “No hay ninguna huella de cualquier complejo de relaciones orgánico-jerárquicas entre señor, vasallo y siervo, entre maestro, artesano y aprendiz, entre clérigos y laicos” (Klenner, 1999: 39). Hay, pues, una igualdad de inteligencia.

Sin embargo, para la concepción jerarquizada y jerarquizante de la realidad que parte de Aristóteles, y que vemos concretizada en Sepúlveda, ésta no puede ser comprendida de manera igualitaria, es decir, a la moderna. En Sepúlveda hay un principio de oposición dicotómico que implica una jerarquización de lo real, sea en los niveles físico (bestias/hombres), antropológico (esclavo/hombre libre, bárbaro/griego, niño/adulto, mujer/hombre, cuerpo/alma), ontológico (sensible/inteligible), metafísico (materia/forma) y ético-religioso (bueno/malo, perfecto/imperfecto) y político (autárquico/no-autárquico) (Cf. Gómez-Muller, 2005: 22-32). Sólo hace falta agregar uno más que ya se vislumbra en este esquema, y que, ciertamente, se encuadra en el nivel antropológico: indios/españoles (Todorov, 2003: 164). Los indios no son inteligentes, es más son por naturaleza inferiores a los españoles. No hay, como en la concepción moderna, igualdad de inteligencia.

¿Qué es, entonces, lo que justificaría la conquista de América? En el caso de Sepúlveda hay una premisa que logra sustentar afirmativamente la tesis de la conquista americana. Gómez-Muller llama a este principio el “Principio de complementariedad” que se da de lo inferior a lo superior, de lo imperfecto a lo perfecto. Lo primero se debe complementar con lo segundo. Siendo por naturaleza los indios incapaces de gobernarse a sí mismos, necesitan, para que haya armonía natural, de alguien que los mande que, evidentemente en el caso de Sepúlveda, son los europeos (Gómez-Muller, 2005: 23). El otro, el americano en este sentido, debe someterse al europeo para que no se rompa la armonía establecida por la naturaleza misma. Dice Sepúlveda:

Siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir la dominación de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; dominación que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosa justa, por derecho natural, que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de todas las cosas. Este es el orden natural que la ley divina y eterna manda observar siempre. Y tal doctrina la han confirmado no solamente con la autoridad de Aristóteles, a quien todos los filósofos y teólogos más excelentes veneran como maestro de la justicia y de las demás virtudes morales y como sagacísimo intérprete de la naturaleza y de las leyes naturales, sino también con las palabras de Santo Tomás (Sepúlveda, 1986: 153).

¿Cuáles son las razones que da Sepúlveda para considerar inferiores a los americanos? Desde mi punto de vista, son tres las tesis que buscan sustentar que el hombre americano, al ser inferior, debe someterse al europeo. Estas tres tesis son las siguientes: 1) desterrar el abominable crimen de los sacrificios humanos, que más que un culto a Dios parece un culto al demonio; 2) salvar a los mortales inocentes que pueden caer en las garras del sacrificio humano; y 3) la propagación de la fe cristiana, lo cual implica que si se hace la guerra a los indios, facilita la tarea de los misioneros (Todorov, 2003: 165). Esto da como resultado que los indios son por naturaleza esclavos, están configurados para obedecer a otros, en este caso a los europeos.

Todorov considera que estos cuatro postulados son juicios descriptivos (para distinguirlos de los valorativos) sobre la naturaleza de los indios. Sin embargo, hay otro juicio implícito en aquellos cuatro, el cual es un “postulado-descripción”. Desde la interpretación de Todorov, esta prescripción es la siguiente: El europeo, en este caso, tiene el deber (y el derecho) de imponer el bien al otro (Todorov, 2003: 165-166). Claro que esto implicaría que quien tiene el derecho y el deber de imponer el bien es porque, de antemano, tiene el bien. Pero, estrictamente hablando, ¿cómo saber si uno es portador del bien? ¿Sobre qué se basa para asegurarlo? ¿No será, de manera más exacta, que se quiere imponer lo que se cree es un bien, sin considerar el bien del otro?

El otro, como resulta evidente después de esta exposición, es visto como un ente inferior, como alguien que debe ser sometido, para que el orden o armonía de la naturaleza se mantenga como debe ser. Ahora bien, Rodríguez Villafuerte introduce el problema de la “paternidad del descubrimiento”. Lo plantea en estos términos: “Pareciera que la existencia del otro dependiera de que se le haya descubierto, y quien lo descubre se adjudica la paternidad no sólo del descubrimiento, sino de todo aquello que trajo consigo” (Rodríguez, 2001: 146). ¿Qué es eso del derecho al descubrimiento? ¿Quién lo da o lo brinda? La respuesta parece ir en el sentido eclesiástico, como es el caso de la bula del papa Alejandro VI1. En aquellos tiempos todavía no era tan clara la distinción entre el poder de la religión y el poder civil.

En un estado laico las normas que dicta la religión necesitan de la previa aceptación de éstas, es decir, sólo si se aceptan estas reglas entonces el individuo se somete a ellas; en cambio, las reglas civiles no están sujetas a aprobación o desaprobación de los individuos (desde una perspectiva roussoliana, los individuos son los que dictan las propias normas), y es legítimo un gobierno que sea aceptado por los súbditos. Desde estas premisas, la religión no puede ni debe brindar bulas o derrocar a un pueblo legítimo que cuenta con sus propias instituciones gubernamentales. La cuestión de la legitimidad de la conquista es, en este caso, reprobable (decía Francisco de Vitoria que antequam hispani ad illos venissent, illi erant veri domini, et publice et privatim2 ).

Otra cosa es la legitimidad de la evangelización. Ginés de Sepúlveda propone que hay que hacerla por la fuerza, lo cual es ilegítimo si se considera a los indios como iguales; pero si es mediante el ejemplo o la persuasión, como en el caso de Las Casas, entonces es legítima, pues se basa en el derecho que tiene todo individuo de predicar la doctrina religiosa que desee, lo cual implica, también, el derecho de réplica o resistencia intelectual, pues si alguien no quiere convertirse o seguir un credo, no hay razón alguna para forzarlo, para llevarlo al bien porque es inferior, como hubiera pensado Ginés de Sepúlveda.

El otro como igual

El trabajo filosófico con el que se inicia la filosofía latinoamericana, en opinión de Leopoldo Zea, es el de legitimar la humanidad de los indios americanos (Cf. Zea, 2003: 12). Los americanos y los europeos deben ser considerados con igualdad esencial. Uno de los filósofos que buscó y promovió esta igualdad esencial de los americanos fue, precisamente, Bartolomé de las Casas.
El fraile dominico Bartolomé de las Casas defendió (junto a Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, entre otros), a lo largo de sus obras y sus discusiones, la humanidad o la igualdad de los indios americanos. Dice Carreño: “Con lenguaje rudo apostrofa a quienes sólo ven en los indios verdaderas bestias sometidas al trabajo; va a España; discute ante el Consejo Real de Indias; expone, airado muchas veces, sus juicios en favor del indio y apóstol de una idea levantada y nobilísima, logra para aquél cuantas ventajas pueden serle favorables” (Carreño, 1961: 105).
Los indios de América pertenecen, al igual que los europeos, al universo de los hombres. Y es que no podemos olvidar que la palabra “universo” hace referencia precisamente a la unión de lo diverso, pues es claro que los europeos son diferentes a los americanos, y éstos también a los asiáticos y a los africanos. De la misma manera cada persona es diferente a la otra, al vecino, a nuestros padres, a nuestros hermanos de sangre. Pero a pesar de la diferencia hay identidad; hay algo que nos asemeja, que nos hace iguales; hay un punto de unión entre todos los individuos de la especie, entre todos los individuos del universo humano.
Mucho nos diferencia, como la estatura, el color de piel, de ojos, los rasgos de la cara, nuestros intereses, nuestros miedos, nuestra historia familiar, etcétera. Pero aún con todas estas diferencias hay algo en lo que nos parecemos todos: En que somos personas, en que somos hombres, en que pertenecemos a la humanidad. Esto es lo que hemos venido llamando, en el contexto de la filosofía mexicana del siglo XXI, por impulso de Mauricio Beuchot, humanismo analógico (para algunos incluso la concepción de Sepúlveda puede ser considerada antihumanista, semejante a la posición de Nietzsche, por ejemplo Cf. Pérez Luño, 1992: 188).
¿En qué consiste el humanismo analógico y qué relación tiene con Bartolomé de las Casas? Por un lado el humanismo es “analógico en cuando pretende ser un humanismo proporcional, esto es, no excluyente sino incluyente” (Conde, 2003: 61); tiene relación con Las Casas porque este filósofo sevillano pretende incluir al hombre americano y sus manifestaciones culturales como parte de lo humano, de lo que pertenece al universo del hombre. Esto quiere decir que el hombre americano no es ni inferior ni superior al hombre europeo, sino que es igual.
Desde la interpretación de Napoleón Conde, este concepto de humanismo analógico puede aplicarse a los filósofos novohispanos (en donde se agrupa Bartolomé), pues “Éste consiste en buscar –se refiere al humanismo analógico-, a semejanza de nuestros humanistas novohispanos, la justicia, sobre todo distributiva. Ellos fueron los que se dieron a la defensa del indio, en un tiempo en el que todos querían justificar su opresión” (Conde, 2003: 60-61).
El humanismo de Bartolomé, al ser analógico, es abierto, es decir, no se cierra a una sola manera de concebir la realidad (la hegemónica, también llamada por Leopoldo Zea logos occidental), de realizar una cierta acción, o de estudiar la naturaleza, o de un cierto tipo de configuración racial, sino que ve en todas estas cosas manifestaciones del hombre, de la humanidad “sin más”.
No por el hecho de ser pueblos primitivos o atrasados culturalmente (si tomamos como paradigma al logos occidental) dejan de ser hombres. Estos hombres, al igual que los europeos, son libres, y se han manejado así antes de la entrada de los europeos a sus tierras. Esta libertad no podía (ni puede) ser cortada o eliminada por los europeos, por los hegemónicos.
Comenta Pérez Luño que “Las Casas insiste repetidamente en la idea de que(,) siendo los indios libres y siendo este derecho fundamental e inalienable(,) los españoles estaban obligados a respetarlo” (Pérez Luño, 1992: 193). Si todos los hombres son libres, y siendo los indios parte de este universo, luego los indios son libres. Y como nadie tiene derecho legítimo de eliminar o coartar la libertad de los otros, luego los españoles tampoco tuvieron derecho a esclavizar a los indios, siendo éstos una serie de actos contra la sociedad humana (Bartolomé de las Casas, 1972: 422).
Hay todavía un problema: el referente a la esclavitud natural de los indígenas. Hay diversas interpretaciones con respecto a lo que quiso decir verdaderamente Aristóteles, y en donde se advierten los diversos intereses que los intérpretes utilizan para su propia argumentación (Pérez Luño, 1992: 198), pues tanto Ginés de Sepúlveda como Bartolomé de las Casas se apoyan en los textos del filósofo de Estagira3 para fundamentar sus argumentaciones, sea a favor de la esclavitud natural de los indios, sea a favor de la restricción de esa esclavitud (pues para Bartolomé Sepúlveda utiliza equívocamente la palabra “bárbaro”). La palabra “bárbaro” puede utilizarse, según Las Casas, en cuatro sentidos, como bien dice el especialista Alfredo Gómez-Muller cuando comenta el pensamiento lascasiano en este asunto: 1) Bárbaro es todo hombre cruel e inhumano, el cual se asemeja al más salvaje de los animales; 2) bárbaro es todo aquel que habla una lengua distinta; 3) bárbaro es todo aquel a quien la razón le hace falta o está ausente; y 4) bárbaro es quien ignora a Cristo (Gómez-Muller, 2005: 28-40).
La barbarie, en cualquiera de estos sentidos, es universalizable a todas las naciones, a todas las razas, porque los individuos de todos los pueblos pueden ser crueles, ignorantes del Evangelio y hablar lenguas distintas entre sí. Los únicos que sí deberían ser guiados son, pues, los bárbaros del tercer sentido. Pero que existan individuos así es cosa difícil, y más todavía es que los individuos de un pueblo entero estén desprovistos de razón. Serían los habitantes de un país imaginario llamado “Barbaria” (Gómez-Muller, 2005: 38).
De esta manera, y de otras más, Bartolomé se convierte en un férreo defensor de los indios americanos, a los que ve como iguales, como humanos en el sentido pleno de la palabra. Diferentes en muchos aspectos a los europeos, pues no tienen la misma complexión física, ni los mismos rasgos, ni las mismas costumbres; de eso no hay duda alguna. Pero de lo que tampoco podemos dudar es de que ambos son iguales, porque tanto los europeos como los americanos son hombres, pertenecen al universo de la humanidad.
Sin embargo, sabemos que en tiempos de Bartolomé (fenómeno que todavía vemos hoy en día) los indios fueron tratados de manera injusta y salvaje, como si fueran inferiores, como si no fuesen hombres. Desde la interpretación de Las Casas, ver al otro como inferior es inadmisible no sólo humanísticamente, sino cristianamente. Porque el cristiano ve al otro con ojos de amor, con espíritu caritativo y con la idea de que todos somos hijos de Dios, y ello nos hace hermanos.
Hay en Bartolomé, como ya se logra vislumbrar, un marcado utopismo, y más si se le considera en su tiempo histórico, puesto que si la utopía es, como dice Martin Buber, una imagen de lo que debe ser (Buber, 1955: 17-27), entonces tratar al otro como alguien igual a mí es lo que debería haber sido (y lo que debería ser actualmente). Siguiendo a Horacio Cerutti, la utopía puede ser entendida de las siguientes maneras: 1) Como un lugar que no existe (es el uso peyorativo y vulgar porque alude a lo imposible; tiene una valoración negativa, y aquí podría entrar el país quimérico Barbaria que menciona Bartolomé); 2) Como género literario, en donde lo imposible del primer nivel se hace “posible” en la ficción (hay una valoración neutra); y 3) En el nivel filosófico se alude a lo posible en la realidad y su terminología adecuada es “lo utópico” (la valoración es, ciertamente, positiva) (Cf. Cerutti, 2000: 170-171).
“Lo utópico”, metafóricamente hablando, puede utilizarse como un diagnóstico/propuesta, es decir, vemos cuál es la situación indeseable e intolerable, y se propone o se postula un ideal deseable (Cerutti, 2000: 171-172). Así, como dice José Antonio Maravall, “El P. Las Casas se siente imbuido de aspiraciones netamente utópicas, para mejorar terrenalmente la monstruosa suerte de los débiles y de paso corregir la injusta acción de los dominadores” (Maravall, 1974: 372).
La utopía lascasiana es la búsqueda de la corrección de la realidad (es una racionalidad correctiva) en la que vivió (y en la que vivimos y viven muchos latinoamericanos actualmente); en otras palabras, lo que se busca con la construcción racional de un mundo mejor es que esa construcción se inserte (se encarne) en la realidad, en las relaciones interhumanas, que las corrija, haciendo del mundo un lugar más deseable para vivir. Bartolomé criticó el orden existente en la colonia, y siendo la crítica del orden existente un rasgo esencial de la utopía4, luego Bartolomé fue un utópico (Ainsa, 1997: 132).
Es claro que Las Casas se refiere en concreto a la realidad de los indígenas americanos, quienes en la situación opresiva que vivieron frente a los europeos, seguramente desearon la igualdad, el trato equitativo entre unos y otros, el trato fraterno entre ellos y los conquistadores. Hoy en día parece necesario reemprender con más ahínco esa utopía, ese ideal de convivencia fraterna entre los hombres, como hace unos siglos ya lo hacía el padre Bartolomé de las Casas. Es lo que en la tradición latinoamericana han llamado Horacio Cerutti y Arturo Andrés Roig “derecho a nuestra utopía” y “utopía para sí”, respectivamente (Roig, 2003: 113-114). Después de que nuestra América fue utopía para otros (para los europeos), es momento de que lo sea para los americanos mismos (este tema espero explorarlo en algún ensayo posterior).
Quisiera terminar citando unas palabras de Sánchez Macgrégor que, aunque no fueron escritas en un trabajo dedicado especialmente al tema que hemos tratado nosotros, me parece que se acomodan perfectamente:
Tal es el aún lejano reino de la utopía (en donde la educación eficazmente se asienta en unos principios firmes que buscan y luchan por la dignidad). Reino de los fines (Kant), donde cada persona es tratada como un fin en sí y por sí, no como una cosa que se utiliza…. Reino de la dignidad humana al cual se tendría un acceso permanente en el curso/discurso de los hombres dignos, que ya para entonces abundarían, gracias a una paideia ejemplarizante (Sánchez, 1997: 152).
No podemos perder la esperanza de que así sea, de que vivamos en un mundo (reino) donde todos los hombres se miren como iguales, tal como ya lo quería desde hace tiempo Bartolomé de las Casas. Esta es, definitivamente, una utopía vigente.
Recolección

En este ensayo hemos logrado encontrar la equivalencia significativa que hay en los términos “alteridad” y “otredad”, pues ambas palabras significan a aquellos hombres que no son yo, o a aquellas manifestaciones humanas, como la cultura, que no pertenecen a la mía. Sin embargo, esa otredad o alteridad no es total o completa, sino que hay algo que nos une esencialmente: Todos pertenecemos al universo de la humanidad. Esto es lo que hemos visto desde la perspectiva de Bartolomé de las Casas, quien considera a los indios como iguales, legitimando, de alguna manera, su humanidad.
El caso contrario que examinamos, aunque de manera apresurada, fue el de Ginés de Sepúlveda. Este filósofo y jurista consideraba a los indios o americanos como inferiores, como esclavos por naturaleza. Finalmente prevaleció esta visión en la conquista y en la colonia, e incluso llega hasta nuestros días. Por ello seguimos pensando y trabajando en la utopía, para que ese trato que es indeseable e injusto cambie, para que podamos conseguir la concepción de que los hombres somos iguales, con los mismos derechos, con la misma dignidad.
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Notas:
1 “Para que más voluntaria y audazmente asuman ese encargo, el Papa, con la autoridad de Dios, a él otorgada en San Pedro, y el vicario de Jesucristo, concede y asigna a los dichos Fernando e Isabel y a sus herederos y sucesores reyes de Castilla y de León, a perpetuidad, “con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, derechos y jurisdicciones y todo lo atañedero” las tierras firmes e islas encontradas y por descubrir que se hallen al Sur y al Poniente de una línea establecida del polo Ártico al polo Antártico, distante cien leguas al Occidente de cualquiera de las islas de los Azores y Cabo Verde, y reconoce a los Reyes y sus dichos herederos por señores de aquéllas, a condición, pues no intenta quitar derechos adquiridos, de que no fueran de hecho poseídas por otro príncipe cristiano antes del 24 de diciembre de 1492”, (López de Lara, 1977: 29).
2 “Antes de que los hispanos vinieran a ellos, ellos eran verdaderos señores, tanto en lo público como en lo privado” (la traducción es mía).
3 Desde los tiempos de Bartolomé, se consideraba que su concepción igualitaria surgía de las enseñanzas de Cristo, (Cf. Todorov, 2003: 173)
4 Fernando Ainsa resume en cinco puntos las constantes del género utópico que pueden encontrarse en los planteamientos del cristianismo social que se dieron en la colonia (influenciados por la Utopía de Tomás Moro): 1) Crítica al sistema vigente, 2) nostalgia por los “orígenes” (por ejemplo, la Iglesia primitiva), 3) un modelo regido por los valores de la austeridad y la pobreza, buscando la “pureza primitiva”, 4) un sistema autárquico y aislado y 5) la reglamentación de un sistema homogéneo e igualitario (Cf. Ainsa, 1997: 128).
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Referencias:
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ZEA, Leopoldo, (2003). La filosofía americana como filosofía sin más, Siglo XXI Editores, México.

La invención de tradiciones

LA INVENCION DE TRADICIONES.
Erich Hobsbawm..

NADA hay que parezca más antiguo y ligado al pasado inmemorial que la pompa que rodea a la monarquía británica en sus actos ceremoniales públicos. Sin embargo, tal como lo establece un capítulo del presente
libro, en su versión actual constituye el producto de las postrimerías
del siglo XIX y del XX.

Las tradiciones que parecen o pretenden ser antiguas son a menudo relativamente recientes en cuanto a su origen y algunas veces son producto de invención. Cualquiera que esté familiarizado con los colleges (instituciones de enseñanza de nivel superior) de las antiguas universidades británicas podrá considerar la institucionalidad
de dichas tradiciones según parámetros locales, si bien algunas de ellas —como el Festival Anual de las Nueve Lecciones y Villancicos en la capilla del King’s College de Cambridge, en la víspera de Navidad— pueden llegar
a generalizarse a través de los actuales medios masivos de comunicación radioeléctrica. Esta observación marcó el punto de partida de una conferencia organizada por la revista histórica “Past & Present”, que a su vez constituye la base de este libro.

Introducción al libro editado por Eric Hobsbawn y Terence Ranger, ”The
Invention of Tradition”, Cambridge University Press. Agradecemos la traducción del texto a Sara Alvarez, Profesora de Teoría y Metodología de la
Traducción (Facultad de Derecho, Universidad de la República)
 Eric Hobsbawn es profesor de Historia Socieconómica en el Birkbeck
College de la Universidad de Londres, e integrante del consejo editorial de
la Revista “Past & Present”.

Se emplea el término tradición inventada en sentido amplio más no impreciso. Incluye por igual tradiciones efectivamente inventadas, elaboradas y formalmente establecidas, y aquellas que emergen en forma no tan fácilmente rastreable dentro de un período breve e identificable cronológicamente -en cuestión de unos pocos años, quizás-y que se fijan con gran rapidez.

El programa radial de la Navidad real en Gran Bretaña (instituido en 1932) es un ejemplo del primer tipo de tradiciones; el surgimiento y desarrollo de las prácticas vinculadas a la Final de la Copa del Torneo de
Football Británico, un ejemplo de las del segundo tipo. Es evidente que no todas ellas tienen carácter igualmente permanente, pero es precisamente su aparición y establecimiento antes bien que sus probabilidades de supervivencia, lo que constituye el principal motivo de nuestro estudio.

Se entiende por tradición inventada el conjunto de prácticas normalmente regidas por reglas aceptadas en forma explícita o implícita y de naturaleza ritual o simbólica, que tienen por objeto inculcar determinados valores y normas de conducta a través de su reiteración, lo que automáticamente implica la continuidad con el pasado. De hecho, toda vez que ello es posible, normalmente tienden a establecer la continuidad con un adecuado pasado histórico.

Un ejemplo notorio lo constituye la deliberada elección del estilo gótico para la reconstrucción del Parlamento Británico en pleno siglo XX, y la decisión igualmente deliberada después de la Segunda Guerra Mundial de reconstruir las Cámaras del Parlamento siguiendo exactamente el mismo diseño de base que el anterior. El pasado histórico en el cual se inserta la nueva tradición no tiene por qué ser de larga data, remontándose a las supuestas brumas del tiempo.

Las revoluciones y los movimientos progresistas que rompen con el
pasado tienen tras de sí, por definición, su propio pasado gravitante, si bien éste se puede deslindar en una fecha determinada, como en el caso de 1789. Sin embargo, en la medida en que exista una referencia tal a un pasado histórico, la peculiaridad de las tradiciones inventadas es que la
continuidad con el mismo es en gran parte fáctica.

En suma, constituyen comportamientos de respuesta a situaciones noveles que adoptan la forma de referencia a situaciones anteriores, o que establecen su propio pasado mediante repetición cuasi-obligatoria. Lo que torna tan interesante a la invención de tradición a los ojos de los historiadores de los dos últimos siglos, es el contraste entre el cambio e innovación constante del mundo moderno y el intento de estructurar
al menos ciertos elementos de la vida social en el marco del mismo, atribuyéndoles un carácter inmutable e invariante.
Debe distinguirse claramente la tradición en este sentido de la costumbre como factor dominante en las llamadas sociedades tradicionales. El objeto y característica de las tradiciones, incluyendo aquellas producto de invención, es la invariación. El pasado, ya sea real o inventado al que ellas se refieren, impone prácticas fijas (normalmente formalizadas), tales como la reiteración.

La costumbre en las sociedades tradicionales actúa en su doble función de motor y volante. No excluye la innovación y el cambio hasta cierto punto, aunque evidentemente el requisito de que deba mostrarse compatible o incluso idéntica con respecto a los precedentes le impone significativas limitaciones. Lo que hace es darle a cualquier cambio deseado (o cualquier resistencia a la innovación) la sanción del precedente, de la continuidad social y de la ley natural según se expresa en la historia.

Los estudiosos de los movimientos campesinos saben que la reivindicación de una aldea a una tierra común o a un derecho por costumbre desde tiempo inmemorial es a menudo la expresión no de un hecho histórico sino del equilibrio de fuerzas en la lucha constante de los aldeanos contra los señores terratenientes o contra otras aldeas. Los estudiosos del movimiento laboral británico saben que la
costumbre del comercio o del ramo puede representar no una antigua tradición sino cualquier derecho establecido en la práctica por los trabajadores, aunque sea de reciente data, y que éstos intentan en su oportunidad ampliar o defender dándole la sanción de la perpetuidad.

La costumbre no puede permitirse ser invariante por la sencilla razón de que aun en las sociedades tradicionales la vida no lo es. El derecho
consuetudinario o común refleja aún esta combinación de flexibilidad en cuanto a la sustancia y adhesión formal al precedente. La diferencia entre tradición y costumbre según nosotros lo entendemos, resulta por cierto bien ilustrada a través de lo siguiente.

La costumbre es lo que hacen los jueces; la tradición (tradición inventada en este caso) es la peluca, la toga y demás parafernalia formal y prácticas ritualizadas que rodean lo sustancial de su actividad. La decadencia de la costumbre trae inevitablemente aparejados cambios en la tradición con la que se halla comúnmente ligada.

Una segunda distinción que debe hacerse, de menor importancia,
es entre tradición en el sentido que nosotros le damos y convención o rutina, carente de ritual significativo o función simbólica como tal, aunque incidentalmente pueda adquirirla. Es evidente que cualquier práctica social que necesite ser repetidamente llevada a cabo tenderá a desarrollar, tanto por conveniencia como por eficiencia, un conjunto
de tales convenciones y rutinas, las cuales pueden ser formalizadas de hecho o de derecho a los efectos de impartir la práctica a los nuevos oficiantes sin precedentes (tales como la labor de un piloto aviador) como a las ya largamente conocidas.

A partir de la revolución industrial, las sociedades se han visto naturalmente obligadas a inventar, instituir o desarrollar nuevas redes de dichas convenciones o rutinas con mayor frecuencia que las sociedades que les precedieron. En la medida en que operan mejor cuando se
transforman en hábito, procedimiento automático o incluso acción refleja, requieren invariancia, que puede llegar a interferir con la otra exigencia requerida por la práctica, esto es, la capacidad de enfrentar contingencias imprevistas o fuera de lo común. Esta última es una bien conocida debilidad de la rutinización o burocratización, particularmente en los niveles subalternos donde el desempeño invariante está considerado por lo general como el más eficiente.

Dichas redes de convención y rutina no constituyen tradiciones inventadas dado que sus funciones, y por ende sus justificaciones, son de índole técnica más que ideológica (en términos marxistas, constituyen elementos de base más que de superestructura). Han sido creadas para facilitar operaciones prácticas de rápida definición, y fácilmente se modifican o abandonan para adaptarse a las cambiantes necesidades
prácticas, teniendo siempre en cuenta la inercia que toda práctica adquiere con el transcurso del tiempo y la resistencia emocional a toda innovación por parte de las personas que la han adoptado. Lo mismo es aplicable a las reconocidas reglas en materia de juegos u otras pautas de
interacción social donde éstas existen, o a cualesquiera otras normas de base pragmática.
En los casos en que éstas existen en combinación con la tradición, la diferencia es fácilmente observable. El uso de cascos protectores al practicar equitación tiene un sentido práctico, como el empleo de cascos antichoque para los motociclistas o cascos de acero para los soldados; pero el uso de un tipo específico de casco protector en combinación con las chaquetas rojas del deporte hípico de cacería tiene un sentido completamente diferente.

De no ser así, sería tan fácil cambiar el atuendo tradicional de los que practican la cacería del zorro como lo es adoptar un nuevo formato de casco en el ejército — institución más bien conservadora— si se puede demostrar que brinda una mayor protección. En realidad, podría decirse
que las tradiciones y las convenciones pragmáticas o rutinas se hallan en relación inversa.

La tradición denota debilidad cuando, como entre los judíos liberales, las
prohibiciones dietéticas se justifican sobre una base pragmática, tal como argüir que los antiguos hebreos proscribían la carne de cerdo por motivos de higiene. Inversamente, los objetos o prácticas quedan liberados con respecto a su uso plenamente simbólico y ritual cuando dejan de estar
trabados por el uso práctico. Las espuelas de los uniformes de gala de los oficiales de caballería son más importantes a los efectos de la tradición cuando no hay caballos; los paraguas de los oficiales de la guardia en indumentaria civil pierden toda significación cuando no se los lleva rígidamente plegados (es decir, sin brindar utilidad alguna); las pelucas
de los abogados difícilmente podrían haber adquirido su significación actual hasta tanto el resto de la gente dejara de usar peluca.

La invención de tradiciones, tal como la entendemos en este trabajo, es fundamentalmente un proceso de formalización y ritualización, caracterizado por la referencia al pasado, aunque sólo sea mediante la imposición de reiteración. El proceso real de creación de tales complejos rituales y simbólicos no ha sido hasta el momento debidamente estudiado por los historiadores. Gran parte del mismo se halla todavía a oscuras. Presumiblemente su ejemplificación resalte con mayor claridad en los casos en que una tradición ha sido deliberadamente inventada y elaborada por un único iniciador, como la institución de los Boys Scouts por Baden Powell.

Quizás pueda rastreársele casi tan fácilmente en el caso de los ceremoniales oficialmente instituidos y programados, dada la probabilidad de que los mismos estén bien documentados, como en el caso de la estructuración del simbolismo nazi y las manifestaciones político-partidarias de Nuremberg. Es probablemente mucho más difícil de rastrear en los casos en que dichas tradiciones han sido en parte inventadas y en parte desarrolladas en grupos privados (donde es menos probable que el proceso sea burocráticamente registrado), o bien sin formalidad alguna a lo largo de un período dado como, por ejemplo, en la labor parlamentaria y en el ejercicio de las profesiones del derecho.

La dificultad no radica solamente en las fuentes sino también en las técnicas, aunque se disponga tanto de disciplinas esotéricas especializadas en simbolismo y ritual tales como la heráldica y el estudio de la liturgia, como de las disciplinas históricas de Warburg para el estudio de dichos temas. Desafortunadamente, ninguna de ellas son de manejo corriente por parte de los historiadores de la era industrial.

Probablemente no exista época y lugar de que se hayan ocupado los historiadores que no haya asistido a la invención de tradición en este sentido. Sin embargo, sería de esperar que esto ocurriera con mayor frecuencia toda vez que una rápida transformación de la sociedad debilita o destruye los esquemas sociales para los cuales se habían elaborado
las viejas tradiciones, produciendo en su lugar otras nuevas para los cuales aquellas ya no eran aplicables, o cuando tales antiguas tradiciones y sus vehiculadores institucionales y promulgadores ya no resultan suficientemente adaptables y flexibles, o de lo contrario se procede a eliminarlas; en suma, cuando existen cambios lo suficientemente
grandes y rápidos del lado de la oferta o de la demanda.

Estos cambios han sido particularmente significativos en los últimos 200 años y resulta por tanto razonable inferir que estas formalizaciones recientes de nuevas tradiciones se concentran en este período. Ello implica, dicho sea de paso, ya sea en oposición al liberalismo del siglo XIX como a la más reciente teoría de la modernización, que tales formalizaciones no se limitan a las llamadas sociedades tradicionales
sino que también tienen lugar, en una forma u otra, en las sociedades modernas.
En términos generales esto es así, efectivamente, pero debemos proceder con cautela al inferir las siguientes presunciones, a saber: en primer lugar,
que las formas más antiguas de estructura y autoridad comunitarias, y por consiguiente las tradiciones vinculadas con las mismas, eran inadaptables y pronto se volvieron inviables, y en segundo lugar que las nuevas tradiciones resultaron simplemente de la incapacidad de usar o adaptar las antiguas.

La adaptación tuvo lugar en cuanto al empleo de viejos usos en nuevas condiciones, y utilizando viejos modelos para nuevos fines. Así, viejas instituciones con funciones establecidas, referencias al pasado y expresiones y prácticas rituales, se verían en la necesidad de experimentar una similar adaptación.

La Iglesia Católica, enfrentada a los nuevos desafíos políticos e ideológicos y a los grandes cambios en la composición de sus fieles (tales como la notoria feminización tanto del laicado beato como del personal eclesiástico) (1); los ejércitos profesionales enfrentados a la conscripción; las viejas instituciones como los tribunales y cortes de justicia que en la actualidad funcionan en un contexto modificado y a veces con funciones modificadas en nuevos contextos. Lo mismo sucedió con instituciones que gozaban de continuidad nominal, pero que de hecho se fueron transformando en algo muy pero muy diferente, como las universidades.
1 Véase. por ejemplo. de G. Tibon ….. (transcribir
idem).

A este respecto Bahnson (2) analizó la acelerada disminución, a partir de 1848, del tradicional éxodo masivo de estudiantes de las universidades alemanas (ya sea por razones de conflicto o manifestación) en términos del cambio que sobrevino en el carácter académico de las universidades, la edad progresivamente mayor de la población estudiantil, su
aburguesamiento, que coadyuvaron a una disminución de las tensiones existentes entre la comunidad de la Universidad y los habitantes de la localidad en que aquélla se asienta y de los disturbios estudiantiles, la nueva institución de libre movilidad o desplazamiento entre las universidades, el consiguiente cambio en las asociaciones estudiantiles, y
otros factores (3). En todos estos casos la novedad no es menos novel por poder vestir con facilidad el ropaje de la antigüedad. 2 (Transcribiridem).
3 Se registran diecisiete de dichos éxodos en el siglo xviii. Cincuenta en el
periodo 1800-1848 pero tan sólo seis entre 1848 y 1973.

Mayor interés reviste, desde nuestro punto de vista, el empleo de materiales antiguos para la elaboración de tradiciones inventadas de tipo novel para fines noveles. En el pasado de toda sociedad hay depositado un gran cúmulo de estos materiales y hay siempre disponibilidad de un lenguaje elaborado de prácticas y comunicación simbólicas. Algunas veces las nuevas tradiciones pudieron ser fácilmente injertadas en las antiguas, otras veces pudieron ser proyectadas tomando prestado de las bien abastecidas arcas del ritual oficial, simbolismo y exhortación moral —religión y pompa principesca, folclore y francmasonería (esta última una tradición inventada de antaño con una gran fuerza simbólica).

Así, el desarrollo del nacionalismo suizo, concomitante con la formación del estado federal moderno en el siglo XIX, ha sido brillantemente analizado por Rudolf Braun (4), quien posee la ventaja de estar entrenado en una disciplina (“Volkskunde”) (Historia Popular) que se presta para llevar a cabo dichos estudios, y en un país cuya modernización no se vio entorpecida por asociación alguna con los abusos del nazismo. Los usos y costumbres tradicionales existentes
-cantos folclóricos, competencias de destreza física, práctica
del tiro al blanco- fueron modificados, ritualizados e institucionalizados para ajustarse a los nuevos objetivos nacionales.
4 Ídem

Las canciones folclóricas tradicionales se complementaron
con nuevos cantos en el mismo lenguaje (en la misma modalidad
idiomática), a menudo compuestos por maestros de escuela y transferidos a un repertorio coral de contenido patriótico-progresista: (“Nation, Nation, wie voll klingt der Ton”) (Nación, Nación, cúan armoniosamente pleno suena tu nombre!), aunque incorporando también elementos ritualmente poderosos de la himnología religiosa. (Vale la pena estudiar la formación de dichos repertorios de
nuevos cánticos, especialmente destinados a las escuelas).

Los reglamentos del Festival Federal de la Canción—¿acaso no nos recuerda al “eisteddfodau”? (festival coral galés— estipulan que su fin es “el desarrollo y perfeccionamiento del canto de los pueblos, el despertar de sentimientos más elevados hacia Dios, la Libertad y la Patria, la unión y confraternización de los amigos del Arte y de la Madre Patria”. (La palabra “perfeccionamiento” introduce la nota característica del progreso del siglo XIX.

Se formó un poderoso complejo ritual en torno a estos elementos:
pabellones de festival, estructuras para el despliegue de banderas, templos para ofrendas, procesiones, tañidos de campanas, cuadros y retablos, salvas de artillería, delegaciones de gobierno en honor del festival, cenas, brindis y piezas oratorias. Los viejos materiales fueron nuevamente adaptados a estos fines:
‘“Los ecos de las formas barrocas de celebración, exhibición y pompa se advierten inconfundiblemente en esta nueva arquitectura de la celebración festiva. Y del mismo modo que en la celebración barroca el
estado y la iglesia se funden en un plano superior, así también surge una aleación de elementos religiosos y patrióticos de estas nuevas formas de actividad coral y de ejercicios de tiro y de gimnasia” (5).
5 Ídem

No se pretende discutir aquí hasta qué punto las nuevas tradiciones pueden de esta forma utilizar materiales viejos, hasta qué punto pueden verse forzadas a inventar nuevos lenguajes o modelos de expresión, o bien ampliar el viejo vocabulario simbólico más allá de sus límites establecidos.

Resulta evidente que gran número de instituciones políticas, movimientos y grupos ideológicos y no en menor grado dentro del nacionalismo carecieron de tal manera de precedentes que hasta hubo necesidad de inventar la continuidad histórica, por ejemplo por medio de la creación de un pasado remoto más allá de la continuidad histórica real, ya sea a través de la semificción (Boadicea, Vercingetórix, Arminio el Querusco) o del fraude (Osián, los manuscritos medievales checos). Es también evidente que símbolos y emblemas totalmente nuevos surgieron por primera vez como parte de movimientos y estados nacionales, tales como el himno nacional (de los cuales el británico en 1740 parece ser el más antiguo), la enseña nacional (todavía en gran parte una variante de la tricolor revolucionaria francesa, creada entre 1790 y 1794), o bien la personificación de la nación a través de un símbolo o efigie, ya sea en
forma oficial como con Marianne (personificación de la libertad francesa) y Germania (personificación de la libertad alemana), o no oficial, como en los estereotipos caricaturizados de John Bull, el descarnado Tío Sam yanqui, y el prototípico “Michel el Teutón”.

Tampoco deberíamos pasar por alto la brecha producida en la continuidad que es a veces claramente visible aun en los topoi (lugares comunes) tradicionales de auténtica antigüedad. Según Lloyd (6], los villancicos populares ingleses de Navidad dejaron de crearse en el siglo XVII, para ser remplazados por cánticos de himnario del tipo de Watts-
Wesley, aunque es dable observar una suerte de modificación demótica de los mismos en religiones eminentemente rurales como el Metodismo Primitivo. 6 Idem. (Londres, edición 1969)

Aún así los villancicos constituyeron el primer tipo de canto popular en ser objeto de resurrección por parte de los coleccionistas de clase media para que ocuparan su lugar en los nuevos ámbitos de la Iglesia, asociaciones gremiales e instituciones femeninas, y a partir de allí difundirse dentro de un nuevo marco popular urbano por medio de cantantes callejeros o por niños cantores de voz bronca que desgranaban sus cánticos en los umbrales de las puertas con la vieja y renovada esperanza de recibir una recompensa.

En este sentido Dios les depare felicidad, Señores no es viejo sino nuevo, no es antiguo sino actual. Dicha brecha en la continuidad puede percibirse incluso en los movimientos que deliberadamente se describen a sí mismos como tradicionalistas, y que apelan a grupos que fueron considerados por consenso general como los repositorios de la continuidad y tradición históricas, tales como los campesinos (7).

7 Debe advertirse la diferencia entre esto y el resurgimiento de la tradición respecto a los fines que de hecho demostraron su decadencia. La reinstauración por parte de los granjeros (alrededor del 1900) de sus antiguas vestimentas típicas, danzas regionales y ritos similares para las ocasiones festivas, no tuvo carácter burgués ni tradicionalista. Exteriormente pudo haber sido interpretada como una añoranza nostálgica por la cultura del tiempo pasado que tan rápidamente iba desapareciendo, pero en Verdad constituyó una demostración de identidad de clase mediante la cual los granjeros prósperos pudieron distanciarse horizontalmente de los aldeanos y verticalmente de los campesinos modestos, artesanos y obreros.

De hecho, la propia aparición de movimientos para la defensa o resurgimiento de las tradiciones, ya fuesen tradicionalistas o no, señala la referida brecha. Dichos movimientos, comunes entre los intelectuales a partir del Romanticismo, no pueden nunca desarrollar o siquiera preservar un pasado vivo (excepto presumiblemente mediante la erección de santuarios naturales humanos con carácter de refugios aislados de vida arcaica), sino que deben necesariamente transformarse en tradición inventada.

Por otra parte, el vigor y adaptabilidad de las tradiciones auténticas no debe confundirse con la invención de tradición. En dondequiera
pervivan los antiguos usos y costumbres, no hay necesidad de resucitar o inventar tradiciones.

Sin embargo, podría sugerirse que allí donde son inventadas, a menudo no se debe a que las viejas costumbres no sean ya más válidas o viables, sino al hecho de que deliberadamente no se las usa o adapta. De esta forma, al erigirse conscientemente contra la tradición y a favor de la innovación radical, la ideología liberal del cambio social del siglo XIX fracasó sistemáticamente en proveer los vínculos sociales y de autoridad que se daban por sentado en sociedades de épocas anteriores, y creó vacíos que pudieran tener que llenarse con prácticas inventadas. El éxito de los fabricantes industriales del partido Tory conservador en Lancashire en el siglo XIX (en oposición a los del partido Liberal) al utilizar ventajosamente aquellos viejos vínculos, demuestra que todavía estos estaban allí para ser utilizados —aun en el entorno sin precedentes de la ciudad industrial (8). 8 Ídem

Si bien no puede negarse la falta de adaptabilidad a largo plazo de las costumbres preindustriales a una sociedad revolucionada más allá de cierto límite, ello no debe confundirse con los problemas emergentes del rechazo de la antiguas costumbres en el corto plazo por parte de aquéllos que las veían como obstáculos para el progreso o, peor aún, como sus adversarios militantes.

Este hecho no impidió que los innovadores generaran sus propias tradiciones inventadas , las prácticas de la francmasonería vienen al caso. Ello no obstante, una hostilidad general al irracionalismo, la superstición y la práctica de usos y costumbres como reminiscencias de un oscuro pasado, si no directamente provenientes del mismo, tornó a los creyentes fanáticos en las verdades de la Ilustración, como los liberales, socialistas y comunistas, poco receptivos frente a las viejas o nuevas tradiciones.

Los socialistas, como veremos más adelante, se encontraron con que habían conseguido una celebración anual del 1° de mayo sin saber
exactamente cómo; los Nacional Socialistas explotaron esas ocasiones con sofisticación y fervor litúrgicos y una manipulación consciente de los símbolos (9). 9 Ídem

La era liberal en Gran Bretaña en el mejor de los casos toleró estas prácticas en tanto que ni la ideología ni la eficiencia económica estaban
en juego, y más de una vez lo hizo como una renuente concesión al irracionalismo de los órdenes inferiores. Su actitud frente a las tertulias sociales y actividades rituales de las Sociedades de Amigos fue una mezcla de hostilidad (gastos innecesarios tales como desembolsos por concepto de aniversarios, procesiones, bandas, galas e insignias emblemáticas
fueron prohibidos por la ley) y a la vez de tolerancia de celebraciones tales como los festivales anuales, basándose en que la importancia de esta atracción, especialmente con respecto a la población rural, es innegable (10). 10 Ídem

Pero predominaba un racionalismo individualista riguroso no sólo como cálculo económico sino también como ideal social. En el Cap. VII se investigará qué sucedió en el período en que sus limitaciones se hicieron cada vez más aparentes. Se podría concluir estas notas introductorias con algunas observaciones generales acerca de las tradiciones inventadas
en el período subsiguiente a la revolución industrial.

Se trataría de tres tipos de tradiciones con áreas superpuestas:
a) aquellas tendientes a establecer o simbolizar la cohesión social o la afiliación a grupos o comunidades reales o ficticias; b) aquellas tendientes a establecer o legitimar instituciones, estatus o relaciones de autoridad, c) la inculcación de creencias, sistemas de valores y pautas convencionales de comportamiento.

En tanto las tradiciones de los tipos b) y c) fueron ciertamente creadas o proyectadas (como en aquellas que simbolizaban el acatamiento a la autoridad en la India del Imperio Británico), se podría aventurar la sugerencia de que las del tipo a) fueron las predominantes, considerándose las otras funciones como implícitas en o emergentes de un sentido de identificación con una comunidad y/o las instituciones
que la representan, expresan o simbolizan, tal como el concepto de nación.

Constituyó una dificultad el hecho de que dichas entidades sociales de mayor envergadura no fueron sencillamente Gemeinschaften (Comunidades) ni siquiera sistemas de estamentos aceptados. La movilidad social, las realidades de la lucha de clases y la ideología imperante coadyuvaron a que las tradiciones que presentaban la combinación de comunidad y una marcada desigualdad en las jerarquías
formales (como en el ejército) resultasen de difícil aplicación universal.

Esto no afectó mayormente a las tradiciones del tipo c) por cuanto la socialización general inculcaba los mismos valores en cada ciudadano, integrante de la nación y súbdito de la corona, y las socializaciones funcionalmente específicas de los diferentes grupos sociales (como, por
ejemplo, los alumnos de las escuelas privadas inglesas o public schools como marca identificatoria frente a los demás) por lo común no se estorbaban entre sí.

Por otra parte, en la medida en que las tradiciones inventadas volvieron a introducir, como de hecho lo hicieron, el concepto de estatus en un mundo contractual, el concepto de superior e inferior en un mundo de iguales frente a la ley, no podían proceder a hacerlo directamente. Podían sí
introducirlos subrepticiamente por vía de un asentimiento formal simbólico a una organización social que era de hecho desigual, como por ejemplo el caso de la remodelación del ceremonial británico de la coronación (11). (Ver más adelante pp. 282—3). 11 Ídem

Con mayor frecuencia se daba el caso de que pudiesen fomentar el sentido corporativo de superioridad de las élites —particularmente cuando éstas tenían que ser reclutadas de entre quienes todavía no lo poseían por nacimiento ni por atribución —antes bien que inculcar
un sentido de obediencia entre los estratos inferiores, así algunos fueron alentados a sentirse más iguales que otros.

Ello pudo hacerse por medio de la asimilación de élites a grupos de poder o autoridades preburguesas, ya sea en la forma militarista-burocrática característica de Alemania (como en el caso de las costumbres duelistas entre los estudiantes alemanes), ya sea a través del modelo no militar de la “alta burguesía de rígida moralidad” formada en el sistema de las llamadas ‘escuelas públicas’ británicas. Como alternativa, quizás, el “esprit de corps”, la confianza en sí mismos y el liderato de las élites podían desplegarse a través de “tradiciones” más esotéricas que marcaban la cohesión de un mandarinato oficial de los mayores (como en
Francia o entre los blancos de las colonias).

Dando por sentado que las tradiciones inventadas de tipo “comunitario” constituyeron el tipo básico, aún nos resta por estudiar su naturaleza. La antropología puede ser de ayuda en dilucidar las diferencias, si las hubiere, entre las prácticas inventadas y las tradicionalmente antiguas. En
este punto meramente señalaremos que mientras los ritos de pasaje o tránsito se hallan normalmente indicados en las tradiciones de determinados grupos (iniciación, promoción, retiro, muerte), por lo general éste no fue el caso con relación a aquéllas elaboradas para pseudo-comunidades de vasto alcance (naciones, países), presumiblemente porque éstas últimas acentuaban su carácter eterno e invariante, al menos a partir de la fundación de la propia comunidad.

Sin embargo, tanto los nuevos regímenes políticos como los movimientos innovadores procurarían hallar sus propios equivalentes para los tradicionales ritos de tránsito vinculados con la religión (matrimonio civil, funerales).

Es dable observar esta gran diferencia entre las viejas prácticas y las prácticas inventadas. Las primeras fueron prácticas sociales específicas y fuertemente vinculantes, en tanto las segundas tendieron a ser carentes de especificidad y de carácter vago con respecto a la naturaleza de los valores, derechos y obligaciones de los integrantes del grupo que las
mismas inculcan, a saber: patriotismo, lealtad, deber, acatamiento
a las reglas del juego, el espíritu de las instituciones académicas y similares.

Pero si el contenido del patriotismo británico o del patriotismo estadounidense estaba notablemente mal definido, aunque a menudo se le especificara por medio de comentarios vinculados con las ocasiones
rituales, las prácticas que lo simbolizaban eran virtualmente obligatorias-tales como ponerse de pie para entonar el
himno nacional entre los británicos, o el ritual de la bandera
en las escuelas norteamericanas.

El elemento crucial parece haber sido la invención de signos con gran carga emocional y simbólica, representativos de la condición de integrante o miembro de un club o institución, antes bien que
los estatutos y objetivos de dicho club. Su significación radicaba
precisamente en su indefinida universalidad: ”La Bandera Nacional, el Himno Nacional y el Escudo Nacional constituyen los tres símbolos a través de los cuales un país independiente proclama su identidad y soberanía, y en función de tales convocan a que se les preste de inmediato respeto y fidelidad. Reflejan en sí mismos la totalidad del pasado histórico, pensamiento y cultura de una nación.” (12). 12 Declaración oficial del gobierno de la India, citada por (idem).

En este sentido, como fuera señalado por un observador en 1880, los soldados y policías ahora usan insignias por nosotros, si bien no llegó a predecir su resurgimiento como accesorios del ciudadano en tanto individuo en la era de los movimientos de masas próxima a iniciarse (13).
13 Ídem.

La segunda observación es que parece claro que, a pesar de la multiplicidad de invenciones, las nuevas tradiciones no han ocupado más que una pequeña parte del espacio libre dejado por el debilitamiento secular tanto de las viejas tradiciones como de los usos y costumbres de antaño, como indudablemente cabría esperar de sociedades en las cuales
el pasado va gradualmente perdiendo relevancia como modelo o precedente para la mayor parte de las formas del comportamiento humano. En la esfera de la vida privada de la mayoría de las personas y en la de las vidas independientes y aisladas de pequeños grupos subculturales, aún las tradiciones inventadas de los siglos XIX y XX ocuparon u ocupan un espacio mucho más reducido que lo que lo hicieron
las antiguas tradiciones en, digamos por ejemplo, las viejas sociedades agrarias (14). 14 Ni qué decir de la transformación de rituales muy antiguos y señas de uniformidad y cohesión en modas rápidamente cambiantes —en materia de vestimenta, lengua, hábitos sociales, etc.,—como en las culturas de los jóvenes en los países desarrollados.

Lo que se hace estructura los días, épocas y ciclos vitales de los hombres y mujeres occidentales del siglo XX en muchísimo menor grado que lo que
influyó en sus antepasados, y muchísimo menos que las compulsiones externas de economía, tecnología, organización burocrática del estado, decisión política y otras tantas fuerzas que no se basan en la tradición ni la elaboran en el sentido que nosotros le damos.

No obstante lo dicho, esta generalización no es aplicable en la esfera de lo que podríamos llamar la vida pública ciudadana (incluyendo hasta cierto punto las formas públicas de socialización, tales como las escuelas distinguiéndolas de las formas privadas tales como los medios de comunicación de masas). No existen signos reales de debilitamiento en las
prácticas neotradicionales vinculadas con sectores humanos en los servicios del estado (fuerzas armadas, el foro, y quizás hasta los propios empleados públicos) ni en las prácticas vinculadas con la calidad o condición de integrantes del estado de los ciudadanos.

En verdad, la gran mayoría de las ocasiones en que las personas son conscientes de su ciudadanía como tal permanecen asociadas con los símbolos y prácticas semi-rituales (por ejemplo, las elecciones), la mayor parte de los cuales son históricamente noveles y en gran medida producto de invención: banderas, efigies, ceremonias y música. Toda vez que las tradiciones inventadas de la era a partir de la revolución industrial y de la Revolución Francesa han llenado un vacío permanente en todo caso hasta el presente parecería que lo han hecho en este
campo.

¿Por qué —se podrá finalmente preguntar— deberían los historiadores dedicar su atención a tales fenómenos? La pregunta es innecesaria al menos en un sentido, dado que un creciente número de ellos sencillamente ya lo está haciendo al presente, como lo atestiguan el contenido de este libro y las referencias en él citadas. De modo que será mejor reformular la pregunta.

¿Qué beneficio pueden extraer los historiadores del estudio de la invención de tradición?

Primero y principal, podría sugerirse que hay en ello síntomas
importantes y por tanto indicadores de problemas que de otra forma no podrían ser reconocidos, así como de procesos que de otra forma serían difíciles de identificar y situar en el tiempo. Son pruebas. La transformación del nacionalismo alemán del viejo cuño liberal a su nuevo modelo imperialista-expansionista resulta más propiamente esclarecida
a través del rápido desplazamiento de los colores negro, rojo y oro de la vieja enseña por los nuevos colores negro, blanco y rojo (especialmente en la década de 1890) por parte del movimiento estudiantil alemán, que a través de las declaraciones oficiales de las autoridades o de los portavoces de las instituciones.

La historia de las finales de copa de los torneos de fútbol británico nos aclara más acerca del desarrollo de una cultura urbana de clase trabajadora que lo que podrían hacerlo datos y fuentes más convencionales.

Por la misma razón, no se puede escindir el estudio de las tradiciones inventadas del estudio más amplio de la historia de la sociedad, ni sería dable esperar que aquél avanzara mucho más allá del mero descubrimiento de tales prácticas, si no se le integra dentro de un contexto más amplio de estudio.

En segundo lugar, dicho estudio aporta una luz esclarecedora sobre el relacionamiento humano con el pasado, y por lo tanto sobre la propia disciplina de estudio y oficio del historiador, puesto que todas las tradiciones inventadas, en la medida de lo posible utilizan la historia como legitimador de acción y cementador de cohesión de grupo.

Frecuentemente se convierte en el verdadero símbolo de la lucha, como en el caso de las batallas por los monumentos erigidos a Walther von der Vogelweide y a Dante en el Tirol del Sur en 1889 y en 1896 (15). 15 Ídem

Hasta los movimientos revolucionarios respaldaron sus innovaciones refiriéndolas al pasado de un pueblo (sajones versus normandos, nos ancetres les Gaulois contra los francos, Espartaco), a tradiciones de revolución (Auch das deutsche Volk hat seine revolutionaire Tradition) (También el pueblo alemán tiene su tradición revolucionaria) como dijera Engels al inicio de su obra “La Guerra de los Campesinos en Alemania”) (16), y a sus propios héroes y mártires. La obra de James Connolly “Labour in Irish History” (La Fuerza Laboral en la Historia de
Irlanda) constituye un excelente ejemplo de esta conexión de temas.
16 Acerca de la popularidad de las obras sobre éste y otros temas de la
historia militante en las bibliotecas de los trabajadores alemanes, véase…
(transcribiridem).

Aquí surge con particular claridad el elemento de invención, puesto que la historia que se convirtió en parte del acervo del conocimiento o de la ideología de la nación, estado o movimiento no es lo que efectivamente se ha conservado en la memoria popular, sino que lo que ha sido seleccionado, escrito, ilustrado, popularizado e institucionalizado por parte de aquéllos a quienes compete la función de hacerlo. Los historiadores de tradición oral han observado frecuentemente de qué manera la Huelga General de 1926 juega un papel más modesto y menos dramático en la memoria real de los mayores que lo que los entrevistadores o cronistas habían anticipado (17).
17 Existen razones plenamente válidas que explican por qué los participantes
entre la gente de abajo no suelen ver los hechos históricos que les toca vivir como los ven la gente de arriba o los historiadores. Se podría llamar a esto (recordando al héroe de La Cartuja de Parma., de Stendhal) el síndrome de Fabricio.

Se ha analizado la forma en que se ha forjado una imagen tal de la Revolución Francesa durante y por quienes vivieron la Tercera República
(18). 18 ldem.

Sin embargo todos los historiadores, sean cual fueren sus objetivos, se hallan comprometidos en este proceso en la medida en que contribuyen, consciente o inconscientemente, a la creación, desmantelamiento y restructuración de imágenes del pasado que pertenecen no sólo al mundo
de la investigación especializada sino a la esfera pública del hombre en tanto ser político. Harían bien asimismo en tener presente esta dimensión de sus actividades.
A este respecto, es de destacar un interés específico de las tradiciones inventadas para, en todo caso, los historiadores modernos y contemporáneos. Y es el hecho de que están íntimamente relacionadas con esa innovación histórica comparativamente reciente, la nación, con sus manifestaciones conexas: el nacionalismo, la nación-estado, los símbolos patrios, las historias y todo lo demás.

Todos estos conceptos se basan en ejercicios de ingeniería social que
son a menudo deliberados y siempre innovadores, aunque más no sea por el hecho de que toda novedad histórica implica una innovación. El nacionalismo o las naciones de Israel y Palestina deben ser necesariamente noveles, sean cual fueren las respectivas continuidades históricas de los judíos o los musulmanes del Medio Oriente, puesto que el
concepto mismo de estados territoriales del tipo común o estándar en el presente en dicha región recién fue esbozado hace apenas un siglo, y sólo llegó a convertirse en una posibilidad concreta poco antes de finalizar la Primera Guerra Mundial.

Las lenguas nacionales de tipo estándar enseñadas en las escuelas como modelo de lengua escrita y ni qué decir de lengua hablada, por más usuarios que los pertenecientes a una reducida élite, son en gran medida producto de elaboración de una época de cambio aunque a menudo
de corta duración. Como acertadamente observó un historiador francés del idioma flamenco, el flamenco enseñado hoy día en Bélgica no es la lengua en que las madres y abuelas de Flandes hablaban a sus hijos; en suma, es tan sólo metafóricamente pero no literalmente una lengua madre.

No debe inducirnos a error una curiosa si bien comprensible paradoja: las naciones modernas con todo su bagaje generalmente reivindican ser lo opuesto a lo novedoso, esto es, enraizadas en la más remota antigüedad y por lo tanto— lo opuesto a un producto de elaboración; es decir, comunidades humanas tan naturales como para no requerir otra
definición fuera de su propia autoafirmación.

Cualesquiera sean las continuidades históricas o de otro tipo engarzadas en el concepto moderno de Francia y los franceses —que nadie pretendería negar— estos conceptos mismos incluyen necesariamente un componente elaborado o inventado. Y precisamente porque una parte tan sustancial de lo que subjetivamente conforma la nación moderna
consiste en tales elaboraciones o constructos y está asociada con símbolos apropiados y por lo general relativamente recientes, o con un discurso adecuadamente adaptado (tal como la historia patria), es que el fenómeno nacional no puede ser suficientemente investigado sin proceder a un cuidadoso análisis de la cuestión de invención de tradición.

Por último, el estudio de la invención de tradición es interdisciplinario. Constituye un campo de estudios que reúne a
historiadores, antropólogos sociales, y a varios otros investigadores de las ciencias humanas, y no puede ser suficientemente explorado sin tal colaboración. Este libro recoge, fundamentalmente, los aportes hechos por los historiadores. Es de esperar que otros también lo hallen de utilidad.

Fuente:
Revista Uruguaya de Ciencia Política, nº 4 / 1991

El VIII Congreso del Partido Comunista de El Salvador (marzo de 1993)

El VIII Congreso del Partido Comunista de El Salvador (marzo de 1993)
Roberto Pineda 4 de septiembre de 2015

Los días 4, 5,6 y 7 de marzo de 1993 se realiza el VIII Congreso del Partido Comunista de El Salvador, en un predio baldío de la entonces recién creada Ciudadela Manuel Ungo, en el sur del cerro de Guazapa, cerca de Suchitoto. Esta reunión de los comunistas salvadoreños se realiza en territorio controlado por las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL). Y esto explica el hecho que muchos de los congresistas todavía usaran uniformes de campaña y sus respectivos fusiles.

En esos cuatro días y con base en un Reglamento Interno fueron discutidos por 332 delegados, tres documentos fundamentales del PCS: la tesis sobre el Programa de la Revolución Democrática, sobre la Transición, Formas de Lucha, Alianzas y la Unidad del FMLN y se aprobaron nuevos Estatutos, además de escuchar el Informe del Comité Central, presentado por su secretario general, Schafik Handal, el Comandante Simón. A continuación hacemos un resumen de estos documentos, algunos de los cuales fueron publicados por Ediciones Alternativa, en mayo de ese mismo año.

El reglamento interno

El Reglamento interno consistía de 24 artículos. El primer capítulo definía las medidas para la instalación del Congreso. El segundo capítulo definía a los miembros del Congreso con derecho a voz y voto: delegados electos en Asambleas de Base (1 delegado por cada 5 miembros) y miembros eméritos; miembros del Comité Central saliente; invitados nacionales y extranjeros (con derecho sólo a voz).

Estuvieron presentes delegados de las organizaciones hermanas del FMLN así como invitados internacionales como Narciso Isa Conde, del PCD; Jacinto Suarez, del FSLN; En mi caso asistí en representación del Sector Religioso, que realizamos una Asamblea en la ULS con 65 asistentes.

La Junta Directiva del Congreso, electa el primer día, se estableció con 5 delegados propietarios y dos suplentes. Quedaron Hugo Molina, Deisy Cheines, Schafik Handal, Liliam de Cuellar, Roberto Lorenzana, Yolanda Mayarí Alvarado y Miguel Ángel Sáenz Varela.

El Congreso se desarrollo por medio de reuniones plenarias combinadas con Mesas de Trabajo, que a su vez se organizaban en Grupos de Trabajo y en Asambleas. La elección de Miembros al Comité Central y Comisión de Honor se realizó por medio de la creación de cuatro Mesas Electorales Regionales (San Salvador; Santa Ana, Chalatenango y La Libertad; Ahuachapán, San Vicente, Usulután y San Miguel; y La Paz, Sonsonate, Cuscatlán y le Municipio de Guazapa. Este proceso fue dirigido por una Comisión Electoral, integrada por 14 miembros. Presidente, Secretario, y tr4s miembros por cada Mesa Electoral. El Comité Central electo elegirá de entre sus miembros al Secretario General, Sub-Secretario y al resto de miembros de la Comisión Política, los cuales serán ratificados por el Congreso.
El VIII Congreso del PCS fue denominado como “¡¡ POR UN PODER DEMOCRATICO Y UN FUTURO SOCIALISTA, FARABUNDO VIVE!!

El Informe del Comité Central

El Informe del Comité Central fue presentado por su secretario general, Schafik Handal durante el primer día del evento partidario y trata sobre “los acontecimientos ocurridos en la vida del PCS luego del VII Congreso, su participación en 12 años de Guerra Popular Revolucionaria y en el actual proceso de ejecución de los históricos Acuerdos de Paz que marcaron el desenlace de la primera.”

Antecedentes

Considera el Informe que “en 1979 llegamos al VII Congreso con toda la convicción d que debíamos prepararnos par aponernos a la altura de las demandas que el proceso de la Revolución en nuestro país estaba planteando. Veníamos de una larga trayectoria en la cual el PCS había experimentado con diversas formas de lucha para acceder al poder. En este contexto el Partido tomó acción decidida en la construcción y conducción del movimiento gremial, sindical, universitario y campesino. Nuestro Partido participó activamente en las luchas anti dictatoriales que llevaron a la caída de los regímenes de Hernández Martínez y Lemus, coincidiendo en estas ocasiones en el torrente de las fuerzas democráticas.”

“Nuestra participación electoral al lado de importantes sectores democráticos se produjo en el marco del inicio y despliegue de la lucha armada por otras organizaciones revolucionarias y en medio de una fuerte polémica con éstas alrededor de las formas de lucha para la toma revolucionaria del poder.”

Agrega que “no obstante esa polémica, el hecho objetivo es que la lucha armada, las acciones populares que se multiplicaban a lo largo del país hasta confluir en la creación de un poderoso movimiento de masas a mediados de los años setenta y las grandes movilizaciones populares propiciadas por la lucha electoral, y más concretamente las victorias electorales de 1972 y 1977, convergieron volviendo históricamente insostenible ese modelo político de la dictadura militar y aceleraron la maduración de la crisis política, que estallaría hacia finales de los setenta.”

I. El VII Congreso y el viraje hacia la lucha armada

Estima el Informe que “después de las protestas violentas de febrero de 1977 impulsadas por el PC en defensa de la victoria electoral y del Pleno del CC en abril de ese año en que se decidiera realizar el viraje hacia la lucha armada, transcurrieron dos “largos” años de intenso debate interno antes de que el VII Congreso, celebrado en abril de 1979, reafirmara la decisión del viraje.”

Añade que este “Congreso dotó al PC de la necesaria fundamentación y proyección histórica; dejando claramente establecido el carácter democrático y antiimperialista de esta primera etapa de la revolución con rumbo al socialismo, y en correspondencia con ello precisó las tareas principales de la misma. Resolvió le viejo y falso dilema teórico de la izquierda revolucionaria y en particular de los PC de contraponer a revolución democrática a la revolución socialista como si se tratara de dos revoluciones completamente separadas.”

Puntualiza que “el séptimo congreso de nuestro partido aunque no logró percibir que nos encontrábamos en vísperas de la entrada a la guerra propiamente, abordó el problema de la vía de la revolución reafirmando la tesis general de que había que combinar todas la formas de lucha. Aunque de manera insuficiente, identificó a las fuerzas sociales interesadas en llevar adelante la revolución democrática; trazó los rasgos principales de la política de alianzas y los del enemigo principal de la revolución y se pronunció anticipadamente por la unidad revolucionaria del país.”

El Golpe de estado de octubre de 1979

Evalúa el Informe que “el el marco de una profunda crisis de la dictadura militar caracterizada entre otras cuestiones, por un aislamiento interno y externo cada vez más pronunciado y por el fracaso de sus esfuerzos por contener la lucha popular, el gobierno del general Romero intentó construirse una base de apoyo social convocando a diversos sectores del país a formar el llamado Foro Nacional. El PCS, junto a otras organizaciones revolucionarias y partidos políticos de oposición, organizaciones gremiales e instituciones constituyeron el Foro Popular, saliéndole al paso a la maniobra gubernamental.”

Añade que “el 15 de octubre se produjo el Golpe de estado contra el Gobierno del General Romero y el Foro Popular pasó a integrarse al primer gobierno surgido del golpe. De esta forma, el PC participó en el mismo, a pesar d que en el Informe del Comité central al VII Congreso se advertía del riesgo y costos políticos que acarrearía a la revolución y al Partido la participación en una maniobra de apariencias democrática, urdida por los enemigos de la revolución para impedir el triunfo revolucionario en nuestro país como el recientemente ocurrido en Nicaragua.”

Reconoce que “era claro que participar en una maniobra de tal naturaleza, ponía en riesgo la unidad de la izquierda, la línea recién acordada por el Congreso y en general las perspectivas de la revolución misma. Sin embargo, la participación en el golpe de militares democráticos que propiciaron la incorporación en el gobierno de las organizaciones del Foro Popular y de otros sectores y personalidades progresistas motivó la decisión de la Comisión Política del PC de participar en ese gobierno para contribuir, en lo posible, en el esfuerzo democratizador.”

No obstante esto “los objetivos del golpe fueron rápidamente frustrados por los sectores más oscurantistas de la oligarquía y la Fuerza Armada, neutralizando toda posibilidad de acción a la primera Junta de Gobierno que de hecho se proponía el impulso de una serie de reformas económicas y sociales…Mientras tanto, en las calles ascendía vertiginosamente la ola de masas. La respuesta de la dictadura militar fue multiplicar e intensificar sus acciones represivas y matanzas, como táctica para contener la amenaza de la revolución, encabezada, por separado, por la distintas organizaciones de izquierda revolucionaria, incluyendo por supuesto al PCS.”

El proceso de unidad de la izquierda revolucionaria

Considera que “la decisión del PC de retirarse de su gabinete, de proceder en consecuencia con la decisión de adoptar a lucha armada y en general con la lucha por la revolución, contribuyó a que se produjera, el 17 de diciembre de 1979, el primer acuerdo de unidad entre tres organizaciones de izquierda revolucionaria, (FPL, RN y PCS) , que dio origen a la Coordinadora Político-Militar , CPM y sobre esa base, se pasó a la creación de la Coordinadora Revolucionaria de Masas, CRM, integrada por todas las organizaciones de masas de la izquierda, que se dio a conocer públicamente el 11 de enero de 1980, la que convocó a la grandiosa manifestación del 22 de enero de ese mismo año.”

Reconoce que “los pasos dados en el proceso de avance de la unidad no siempre respondieron a una orientación de poder, a pesar de que la posibilidad real de su solución estuvo presente desde finales de 1979 hasta mediados d 1980. En la no solución, favorable a la revolución, al problema del poder, jugó un papel preponderante la debilidad de la unidad de las organizaciones revolucionarias y las diferencias de concepción existentes en su interior.”

La creación de las Fuerzas Armadas de Liberación FAL

Plantea que “a partir del Pleno del Comité Central de abril de 1977 y más concretamente en 1978 el PCS se encaminó a desarrollar los preparativos para concretizar su incorporación a la lucha armada, emprendiendo la capacitación militar, tanto en el interior como en el exterior del país a muchos miembros del partido e impulsando diversas actividades de autodefensa armada y de otros tipos.”

Agrega que “el viraje del PCS a la lucha armada quedó consumado plenamente, cuando el 24 de marzo de 1980, el mismo día del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, se anunció la fundación de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL. En esas condiciones el Partido procedió a readecuar su pensamiento, sus estructuras y organismos para responder a las exigencias de la situación de guerra en la que habíamos entrado.”

Indica que “junto con la decisión de crear las FAL; también se integró su correspondiente Estado Mayor, sustituyendo a la Comisión Militar que existía desde los años sesenta pero que de hecho no llegó a funcionar; se procedió a resolver el financiamiento necesario para asegurar la readecuación y se fusionó en un solo cuerpo al partido y a la Juventud Comunista, dejando a ésta en suspenso y colocando a ambas bajo una sola dirección.”

II. El Partido y la Guerra Revolucionaria

La Ofensiva de enero de 1981

Subraya que “la contraofensiva lanzada por la dictadura, con la cobertura política del Partido Demócrata Cristiano, contra el movimiento popular y las fuerzas revolucionarias, basada en el terror más sanguinario y reformas estructurales, con el propósito de bloquear la revolución, precipitó la transición hacia el despliegue de la guerra revolucionaria propiamente tal, que estalló en enero de 1981 con la llamada ofensiva final lanzada por el FMLN.”

Estima que “aunque e poderoso movimiento popular de las ciudades se deprimió, no solo por la brutal represión desatada en su contra por la dictadura, sino también por cansancio , por la desinsertación en que quedaron miles de personas al lanzarse una y otra vez a la pelea sin que llegar la victoria revolucionaria a definir el problema del poder.”

Considera que con esta ofensiva de 1981 “no hubo derrota de la revolución, transformó gran parte de la avalancha social de los años anteriores en ejército revolucionario. El escenario de la revolución se trasladó al campo, sin que la guerra adquiriera carácter agrario ni campesino, a pesar de la gran cantidad de campesinos que se incorporaron a la guerra, se le cerró a la dictadura la posibilidad de darle salida a la larga crisis estructural y bloquear la situación revolucionaria.”

Concepción de la lucha armada del PCS

Apunta que “el VII Congreso adoptó la lucha armada como vía de la revolución en base a un enfoque insurreccional. La tesis suscrita en el VII Congreso decía: “la vía más probable de la revolución en nuestro país será la conquista del poder ´por medio de la lucha armada…” y agregaba “nuestro partido considera que a insurrección armada popular ha de sr la forma principal de la vía armada de la revolución en nuestro país.”

Añade que “el enfoque insurreccional siguió presente, no solo en el pensamiento del Partido sino en todo el FMLN por unos años más. El lanzamiento de la ofensiva del 10 de enero de 1981 estuvo dominada por a idea estratégica de desatar la insurrección, para obtener una victoria fulminante y rápida, mediante las acciones armadas debido a que se creía que una que guerra revolucionaria larga en el país no era viable.”

Agrega que “en marzo de 1982, cuando emprendimos otro gran esfuerzo estratégico, alrededor de las elecciones, lo hicimos con el mismo diseño estratégico de desatar la insurrección a partir de la ofensiva militar. Cuando no vino la insurrección, ni hubo ni victoria ni derrota de la revolución…se dio un largo debate que …que concluyó en que habíamos entrado en la etapa del equilibrio estratégico de la guerra…y que había que elaborar la estrategia y los planes correspondientes, todo lo cual cristalizó con la orientación de “resistir , desarrollarnos y avanzar.”

Reconoce que “durante el período de vigencia de esta orientación estratégica, de enero de 1981 a junio de 1982, el Partido tuvo que resolver en lo fundamental y sobre la marcha limitaciones…como la falta de experiencia combativa, la sicología de la vida urbana de la mayoría de cuadros y combatientes, el bajo nivel de dotación de armas, la inestabilidad de los asentamientos de nuestros agrupamientos guerrilleros, la organización de la red de abastecimientos logísticos.”

Conducción y funcionamiento del partido

Informa que “la necesaria estructuración del partido en tres agrupamientos (Frentes, Ciudades y Exterior) obligó al CC a dispersarse y organizarse en núcleos de conducción conforme a las necesidades para asegurar la conducción del partido globalmente. Hubo que tomar medidas para integrar y cohesionar el funcionamiento de esos tres agrupamientos bajo una sola cabeza y en función de la guerra.”

Reconoce que “el Partido tuvo que afrontar problemas surgidos en la guerra: el aparecimiento de rasgos militaristas, la subestimación del trabajo político, la confusa relación entre Partido y ejército guerrillero, el localismo, la sustitución de los jefes naturales por cuadros preparados en el exterior en tácticas de la guerra regular, el conservadurismo en el comportamiento combativo.”

Así como “la ausencia de planes para darle continuidad al combate, la cuestión de la unidad en las condiciones de la guerra, la cual atravesaba por su momento más crítico, que se mantuvo solo sobre la base de la voluntad de no romperla y sin que funcionara la conducción estratégica, es decir, la Comandancia General.”

Evalúa que “la orientación de “resistir, desarrollarnos y avanzar”, que desde enero de 1981 venía aplicando cada organización del FMLN por separado, sin coordinación estratégica, cada quine librando su “propia” guerra, había dado sus frutos. De la defensa de nuestros territorios y fuerzas, que eran a la vez bases de asentamiento de las fuerzas guerrilleras, zonas control, bases de apoyo y teatro de operaciones, habíamos pasado a diferenciar claramente los Frentes de Guerra, los teatros de operaciones y las bases guerrilleras.”

Plantea que “había que realizar un reacomodo, la guerra era un fenómeno integral político, militar, económico, social y diplomático internacional, el Partido dirigía de manera total, absoluta y directamente a las FAL…se trazaron las orientaciones para la realización del viraje táctico basado en la concentración de fuerzas.”

La militancia del partido y la guerra revolucionaria

Rescata que “teniendo como eje central la lucha armada, todos los agrupamientos partidarios hicieron esfuerzos por cumplir las tareas asignadas en sus respectivas áreas de lucha, desafiando la represión y el terror implantado por la dictadura. Sin embargo, hubo en momentos de transición, de una forma de lucha a otra o de la implementación de cambios de modalidades tácticas, compañeros de diferentes niveles de la estructura del partido que no lograron asimilarlos , quedándose afuera de la organización, temporal o definitivamente.”

Frente a esto “el Comité Central realizó cambios en su composición orgánica incorporando a éste a aquellos compañeros más destacados en el trabajo revolucionario y separando a los que, producto del desgaste político y moral impuesto por la guerra ya no estaban a la altura de sus responsabilidades o había ahuecado por otras circunstancias. Así, en 1982 se cooptó a varios cuadros principalmente del área militar, medida esta que vino a darle mayor eficiencia a la conducción del Partido. Otros cambios…se realizaron en el cuarto ´pleno efectuado en Morazán en 1984. En 1996 se realizó un proceso de autoevaluación de toda la dirección del partido…finalmente se efectuó una ampliación del CC en 1990, que culminó con la incorporación plena de varios compañeros en 1992.”

La etapa del equilibrio militar estratégico

Evalúa que “aunque en el FMLN no se disponía de una concepción unificada y plenamente desarrollada de la guerra, a partir de junio de 1982, con el aniquilamiento de una unidad del Batallón Ramón Belloso, recién llegada de Estados Unidos, en El Moscardón, Morazán, por fuerzas del ERP, el FMLN emprendió aquel gran esfuerzo estratégico que lo llevó a tomar la iniciativa y mantenerla hasta principios de 1984.”

De cara a esto los norteamericanos aceleraban sus esfuerzos para que el ejército asimilara y asumiera la estrategia y tácticas de la guerra contrainsurgente de baja intensidad. Con ese propósito el ejército lanzó la campaña en contra de las fuerzas del FMLN acampadas en la zona para-central , llamada “Bienestar para San Vicente”, buscando desalojarlas de esa zona, aislarlas en la parte norte del país y buscar así una victoria militar sobre ellas.”

“En este marco se realizó la primera reunión de la Comandancia General en Morazán a fines de 1983 como un esfuerzo de asumir el mando de toda la guerra desde el frente. Esa idea estratégica de los norteamericanos fue derrotada y el ejército fue llevado a una situación de colapso, que no llegó a producirse debido en lo fundamental al respaldo norteamericano. Este respaldo aparecía muy claramente como el factor determinante del alargamiento de la guerra y se reafirmó con la victoria electoral del Presidente Reagan para un segundo mandato.”

Subraya que “en ese momento estuvimos cerca de definir el problema del poder por vía predominantemente militar. El otro momento correspondió a la Ofensiva de noviembre de 1989. A este momento correspondió el segundo planteamiento programático de poder, formulado por el FMLN y el FDR al país en febrero de 1984, bajo la forma de propuesta de Gobierno de Amplia Participación, GAP, más flexible en cuanto a la manera de enfocar el problema del poder.”

Plantea que “en diciembre de 1983 se produjo el cambio de jefatura en el ejército, acorde con la estrategia de la GBI. Mientras los norteamericanos consumaban el viraje de la Fuerza Armada hacia la GBI, el FMLN seguía sin modificar su táctica de la concentración, creyendo que las grandes unidades militares nos iban a dar la victoria. ”

Destaca que “la nueva situación levó al Comité central a realizar su Cuarto Pleno, en marzo-abril de 1984, para abordar la problemática relacionada con el nuevo viraje. Se pasó revista al concepción integral de la GPR, se realizó el necesario balance de aciertos y deficiencias del período anterior, se resolvió organizar a las FAL en estructuras jerarquizadas y se otorgaron grados militares , se reafirmó continuar con la táctica de la concentración, a pesar de que al vida exigía una readecuación hacia la irregularización de las tácticas.”

Asimismo se “afianzó el principio de que el Partido conduce a su fuerza armada, se desplazaron cuadros del Frente de guerra al Frente de masas a trabajar en acelerar el nuevo flujo iniciado hacia finales de 1983. Habíamos agotado otra fase de la guerra revolucionaria y sin embargo esta no se oficializaba o formalizaba del todo en el FMLN, sino hasta en el segundo semestre de 1984, en su segunda y tercera reuniones en el frente, elaboró la apreciación estratégica dl periodo, definió la estrategia y las distintas líneas a seguir, rescatando así el carácter integral de la guerra, superando el enfoque puramente militar al que de hecho se había reducido durante largo tiempo.”

Destaca que “las reuniones de la CG de mayo-junio de 1985 unificaron el pensamiento, respecto a la concepción de la guerra y resto de aspectos fundamentales de la revolución, como la estrategia, la política de diálogo y negociación y de líneas políticas en general, incluyendo la línea de desarrollo de la unidad con vistas a la formación del partido unificado de la revolución, y trajo la necesaria estabilidad de la conducción estratégica y sus equipos de apoyo.”

A la vez “es importante consignar que fue hasta 1985 en que se asumió la concepción de guerra revolucionaria en su sentido integral. Problemas surgidos antes de 1985, como por ejemplo, el brote de militarismo que surgió en todo el FMLN, tenía que ver con que no se había asimilado correctamente el carácter integral y sobre todo popular de la guerra, pues se reducía solo a su aspecto militar… Los acuerdos de mayo-junio de 1985 rectificaron las desviaciones, corrigieron errores y reencarrilaron la lucha, dándole el carácter integral. ”

Como conclusión “había que dar un nuevo viraje, transformar a cada combatiente en un cuadro político-militar. Esa reunión de la Comandancia General exigió del Partido un ajuste interno a fin de colocarlo en condiciones de responder con aportes concretos en todos los terrenos de la nueva estrategia, de la unidad misma, que el alargamiento de la guerra nos planteaba. Con este propósito el Comité Central se avocó a realizar autocríticamente una evaluación a fondo de la conducta de sus distintos núcleos, con vistas a cerrarle el paso a los signos de descomposición vinculados a la “sicología de la guerra” que empezaban a debilitar las filas del Partido.”