Honduras: A 50 años del alzamiento popular de 1954

Honduras: A 50 años del alzamiento popular de 1954
Enviado por bernasgh

Tomás Erazo Peña

Entre el 1ro y el 2 de mayo de 1954, los trabajadores bananeros de Honduras se fueron a una huelga que, después de un semana, cubriría el país en un gran alzamiento que involucraría a casi la totalidad de los trabajadores del país. Nunca los huelguistas se imaginaron que estaban partiendo la historia de Honduras y formando un movimiento social sin precedentes.

Para entender este fenómeno, hay que recordar lo que eran los monopolios bananeros que, como la Unidad Fruit Co. y la Standard Fruit Co., no sólo dominaban la economía de Honduras y el Caribe, sino que eran un “Estado dentro del Estado”, ponían y quitaban presidentes, controlaban el Congreso Nacional, y las leyes estaban a su servicio. Los trabajadores sufrían una explotación sin limites, no gozaban de ningún derecho laboral o social. El país estaba sometido desde hacia 25 años a una terrible dictadura que no permitía libertades políticas y no habían elecciones.

Los sindicatos y toda organización social habían sido disueltos al nomás llegar al poder político de Honduras el general Tiburcio Carias Andino. Lo mismo acontecía con los partidos políticos, en particular el Partido Comunista de Honduras de gran influencia entre los trabajadores bananeros. 1932 marca el inicio de esta dictadura.

Al derrumbarse el fascismo europeo con la segunda guerra mundial (1939-1945), las dictaduras centroamericanas son estremecidas por el auge de las luchas populares. Se derrumban Ubico en Guatemala y Martínez en El Salvador, pero Carias sale indemne después de masacrar al pueblo. Carias, más por la presión de las luchas en el contexto internacional, cede el poder a Juan Manuel Gálvez, viejo abogado de la United Fruit. Se inició así una leve apertura política que aprovechan los trabajadores e intelectuales progresistas. En 1948 se organizan en un partido político, el Partido Demócrata Revolucionario Hondureño (PDRH) que el 10 de abril de 1954 daría origen a la reorganización del Partido Comunista de Honduras (PCH), y aparecen embriones de organizaciones sindicales como el Comité Coordinador Obrero (CCO) que al ser reprimido por Gálvez se transformaría en Comité de Unidad Sindical (CUS) y luego en Comité de Lucha Obrera (CLO).

El PDRH y el PCH, así como el CCO, el CUS y el CLO se dan a la tarea de organizar en las ciudades principales: Tegucigalpa, San Pedro Sula, Progreso, Puerto Cortés, La Lima, Tela y Ceiba, unos “círculos de estudio” del partido político y otras pequeñas organizaciones sindicales. Estas agrupaciones en los campos de trabajo de los obreros bananeros eran clandestinas. Los “círculos” educaban a los trabajadores en literatura política y los defendían de los desmanes de las compañías bananeras, exigían horarios de 8 horas de trabajo, seguridad social, pago de días festivos. Esta labor se realizaba desde los años 1945, era un trabajo riesgoso, clandestino, lento, se le llamaba “trabajo de hormiga”.

Para 1953, en Honduras se presentaban dos coyunturas favorables a las luchas de los trabajadores. Por un lado, las compañías bananeras, para salir de una crisis en el cultivo y exportación del banano, estaban reorganizando las formas de trabajo y de pago: se cambiaban las jornadas de trabajo, se rebajaban los salarios, se acentuaba la explotación. Al mismo tiempo, el país entraba en un año electoral. Para octubre de 1954, se debería de convocar a elecciones de Presidente. En el seno del partido gobernante, el Partido Nacional, se inició una disputa por el poder político, entre los seguidores de Carias y Gálvez que intentaba reelegirse y continuar con un “reformismo en el Estado”. La oposición se reorganizaba alrededor del Partido Liberal y su candidato Ramón Villeda Morales. La lucha política y por reivindicaciones económicas se agudizó. Por un lado los trabajadores pedían salarios, un código de trabajo, seguridad social, y el pueblo en general pedía “elecciones libres”.

Miles de hondureños se lanzan a las calles entre 1953 y 1954. Los comunistas y sus organizaciones clandestinas ante esta coyuntura favorable decidieron celebrar el 1ro de mayo de 1954 acatando las consignas del III Congreso de la FSM que fueron transmitidas a los trabajadores en manifiesto redactado por Rigoberto Padilla Rush, quien asistió a ese congreso por el CCO.

En abril de 1954, se dan dos protestas que serían como un “embrión” de la huelga. En Tela, Atlántida y Puerto Cortés, dos puertos de la costa atlántica de Honduras y que eran lugares de embarque del banano de la United Fruit Co., a los trabajadores se les obliga a cargar los barcos sin pagarles como trabajo doble, sin reparar que era domingo día de descanso. Los trabajadores se niegan y hacen un paro, el gobierno interviene y manda soldados, y mientras se firma una acta de suspensión del paro, y los juzgados conocen del caso.

Por otro lado, el CCO y el PCH convocan a los trabajadores bananeros a la ciudad de Progreso a celebrar el primero de mayo que estaba prohibido por el gobierno. Los trabajadores presentan también a la compañía un pliego de peticiones protestando por el cambio en el modo de trabajar y de pagar el salario. Los trabajadores acuden al llamado, se realiza una manifestación de protesta. Los trabajadores deciden irse a una huelga ante la negativa de la empresa a sus reclamos. Miles se incorporan a la huelga el 3 de mayo, se paralizan Tela, Batan, Progreso, después se agregaría Puerto Cortés y la Lima.

Lo que habían hecho los comunistas durante casi diez años, con su labor educadora y organizadora, a través de sus “células” y la difusión de sus periódicos “Vanguardia Revolucionaria” y “Voz Obrera” se estaba realizando: parar los desmanes de las bananeras con una huelga nunca vista en Honduras desde 1932. Lo objetivo, lo consciente, lo espontáneo y lo planeado, encontraron en 1954 las condiciones para realizar la huelga.

Ya para el 5 de mayo, la huelga se expandío al otro monopolio bananero, la Standart Fruit Co. con sede en el Puerto de la Ceiba. En junio la huelga se extendió a las ciudades de San Pedro Sula y Tegucigalpa, se paralizaron fábricas, aserraderos, ingenios de azúcar y minas. Era un alzamiento popular, ya de todo el país.

En la ciudad del Progreso se formó un Comité Central de Huelga encabezado por Cesar Augusto Coto. Mientras en la Lima empezaron a surgir la intervención de los bananeros y el gobierno, al quedar en ese sector el maestro Manuel de Jesús Valencia, dirigente de formación anticomunista.

Los bananeros lograron también aplacar a los de Ceiba y firmaron un acuerdo de regreso a las labores. Mientras con los obreros de Progreso se inició una negociación y a la vez una labor de represión.

En el Progreso, los trabajadores formaron un “pequeño gobierno” que el gran novelista social Ramón Amaya Amador, autor del libro “Prisión verde”, catalogó de “Comuna de Paris en embrión”. Los trabajadores formaron comités de apoyo, de vigilancia y la ciudad empezó a ser dirigida por los obreros en huelga.

Para el 5 de junio, la United Fruit Co., con el auxilio del gobierno y de traidores, reprime y organiza otro Comité Central de Huelga. Son encarcelados por “comunistas” Cesar Augusto Coto y otros, la represión se extendió a otras ciudades. El gobierno de Gálvez en ese momento se había aliado con el gobierno estadounidense para invadir a Guatemala y no querían tener el “patio trasero” con un problema como era ese alzamiento popular. La guerra fría hacía sentir su garra en Honduras.

El 9 de julio, se logra terminar la huelga firmando un acta que no cumplía con lo que los huelguistas querían. Pero aún con la represión y la traición, la huelga logra, en lo general, sus objetivos. El Partido Nacional en el poder entra en crisis y le es imposible seguir gobernando, aún imponiendo una dictadura con Julio Lozano Díaz que sustituye a Gálvez que se retiró “por enfermedad”, después vendría un golpe militar reformista y convoca a elecciones que les gana a la oposición con Villeda Morales.

Villeda Morales aprueba en 1959 un Código de Trabajo, legaliza el sindicalismo, da el seguro social y una reforma agraria. Los estudiantes ganan la autonomía de la Universidad Nacional y las mujeres su derecho al voto. Nace todo un marco jurídico y una Constitución de avanzada. Eso son los logros de este alzamiento popular.

A 50 años de este fenómeno de 1954, que no se ha vuelto a repetir, los trabajadores hondureños ven amenazados sus conquistas por el neoliberalismo que quiere hacer retroceder todo lo conquistado en 1954.

El movimiento sindical y campesino está en crisis. La mayoria de sus organizaciones han sido coptadas por el oportunismo, se quiere imponer leyes represivas, con el cuento de reprimir al terrorismo y la delincuencia.

Una nueva estrategia se está haciendo necesaria para dar una nueva visión del país que tenemos y queremos. Nuevas formas de organización y lucha son necesarias, sin abandonar lo viejo y la experiencia. Los trabajadores bananeros casi han desaparecido, son una minoría, el obrero industrial está siendo sustituido por el trabajador de la maquila. Así aparecen nuevos “embriones” de organización y lucha: nace en el 2001 el Bloque Popular, luego el 2003, la Coordinadora Nacional de la Resistencia Popular. Miles de trabajadores salen a las calles a protestar dirigidos por estas organizaciones. El 26 de agosto de 2003, los trabajadores se movilizan y se toman por 24 horas a la capital del país.

La consigna de crear un nuevo poder popular está surgiendo desde abajo, surgen asambleas populares en todo el país y se organiza la protesta y la propuesta. Aunque el fenómeno de 1954 no se puede repetir, se está vislumbrando y creando una nueva lucha.

Los trabajadores hondureños se aprestan a celebrar con júbilo y con movilizaciones los 50 años de la gloriosa huelga de 1954.

Nota final. La CTAL y Vicente Lombardo Toledano con el apoyo de la Federación Sindical Mundial jugaron en 1954 un papel vital: organizaron a nivel continental y mundial un movimiento solidario también sin precedentes. Justo es reconocerlo en los 110 años de su nacimiento. La Universidad Obrera como educadora dio su aporte.

Abril 2004

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En recuerdo de Marcial, mi compañero de vida y lucha

En recuerdo de Marcial, mi compañero de vida y lucha
Wed, 04/09/2014 – 21:14
by editor1
FPL

Así a grandes rasgos… yo lo que les quiero decir es que a Marcial, lo han presentado, como diría…como un monstruo, lo que él no era, él era un hombre amoroso, tierno, todos los compañeros lo querían. Marcial solo odiaba la injusticia y por eso el luchó hasta el último instante de su vida.

TulitaSan Salvador. Domingo, 14 Abril 2013.

Por Tula Alvarenga

Sean todos muy bienvenidos compañeras y compañeros a este acto en conmemoración del 30 aniversario de mi compañero, de mi esposo y compañero de lucha Salvador Cayetano Carpio conocido por nuestro pueblo como Comandante Marcial.

Hace 30 años yo tuve un día trágico para mí, fue un día imposible de poder expresar pero tuve la satisfacción de traer los restos de mi compañero Marcial que estaban sepultados en Nicaragua. Me costó mucho trabajo, fue muy doloroso para mí porque yo nunca había asistido a una exhumación y realmente es renovar ese dolo, venciendo tantas dificultades que me exigían allá para traer esos restos, pero al fin lo logré y aquí están. Yo ahora me siento muy emocionada, siento la enorme alegría de ver la presencia de la clase obrera aquí. Yo creo que mi compañero Marcial ha de sentirse muy feliz de estar aquí con la visita de ustedes. Quiero contarles un poquito sobre la vida de Marcial. Yo lo conocí en el movimiento sindical allá por el año 48, cuando yo era dirigente de una asociación de trabajadores, porque en aquel tiempo no se permitían los sindicatos, así nos conocimos y así emprendí junto a él mi camino de lucha hasta el final.

Marcial en VietnamBueno aquí en El Salvador muchos compañeros no lo conocen, su origen…Era un hombre humilde, nació en un hogar muy humilde, su madre se ganaba la vida lavando ropa ajena, su padre era un obrero de zapatero que murió cuando él tenía 3 años. Yo les voy a contar esto porque estoy viendo en algunos libros muchas deformaciones acerca de su vida. Cuando el padre murió, a los pocos tiempos su madre volvió a contraer matrimonio, tuvo nuevos hijos y de su primer matrimonio solo quedaron dos: Lola y Salvador. Cuando la madre murió, su tía los llevó a internar al colegio Santa Cecilia. En aquel tiempo allí recibían niños pobres para ensenarles a leer y a escribir a cambio de trabajo. Pero pronto la tía los sacó de ahí y los llevó a vivir a una casa de las hermanas de San Vicente de Paul. Estando ahí las hermanas lo matricularon en una escuelita que tenían y allí comenzó a aprender sus primeras letras.

Como veían que tenía facilidad de aprender, le dijeron a la tía que le iban a conseguir una beca para que fuera a estudiar al colegio Emiliani, donde se podría preparar para ser cura. Pero un día de tantos, él era un niño muy rebelde, lo quisieron pelonear y saltó el muro y se fue. No quiso llegar a la casa de la familia porque lo podían castigar y se quedó cortando café en El Cafetalón. De allí con lo que le pagaron siguió rumbo a Guatemala. Un día que íbamos nosotros en bus para ver si llegaba a Guatemala. Un día que íbamos nosotros en bus para Ahuachapán, me enseñó la finca donde él había estado cortando café, y con lo que ganó allí tuvo para el pasaje para llegar a la frontera de Guatemala, la pasó a pie y se encontró con un señor al que le preguntó que si tenía trabajo, ya que lo necesitaba pues venía de El Salvador y no tenía ni donde dormir. Le dijo el señor que le daba trabajo pero en Antigua Guatemala, que tenía allí una panadería. Entonces aprendió a ser panadero.

Primero fue aprendiz de zapatero, allí lo trataban muy mal, porque antes a los aprendices los trataban muy mal. los castigaban…y él como era rebelde pues se iba y lo mismo le pasó en las panaderías, pero el si aprendió el oficio de la panadería.

Cuando regresó de Guatemala vino a trabajar a una panadería, y en aquellos tiempos el oficio de la panadería era bien artesanal, no había nada de maquinaria, ni nada. Los salarios miserables y un trato pésimo. Entonces empezó a tener conciencia de la necesidad de organizarse y así fue como se incorporó a una sociedad de obreros panificadores que había allí. En ese tiempo eran sociedades con presencia del patrón. Eran unas sociedades que les llamaban “enterradoras de muertos”, porque lo que hacían era contribuir todos cuando un compañero se moría, le ayudaban para la caja, si se enfermaba le daban para los alimentos. Así se fue iniciando y comenzó a ver que no había ninguna combatividad estando en una asociación donde el patrón que los explotaba era el que dirigía esa asociación.

Poco a poco los compañero fueron tomando conciencia y dejaron ese tipo de organización y formaron la Unión de Obreros Panificadores de la que él fue fundador y dirigente toda la vida.

Logo FPLDesde muy jovencito se inició en la lucha obrera, después poco a poco se fue dando a conocer, ya no solo como dirigente de la Unión de Obreros Panificadores, sino que también era muy solidario y colaboraba con los demás compañeros obreros en sus organizaciones. Y así poco a poco él fue dándose a conocer como un dirigente obrero, hasta que el, un día ya durante los años de la dictadura militar, cuando estaba el General Salvador Castañeda Castro, que fue un gobierno bien represivo, donde a la clase obrera masacró, morían compañeros en las manifestaciones, fue una persecución muy fuerte. En esas luchas del 46 fue la primera vez que a él lo capturaron, lo acusaron para detener la huelga obrera de los panificadores, lo tuvieron seis meses en la cárcel, acusado de amenazas de muerte al presidente de la republica y que se yo…los testigos eran policías y por eso el jurado lo absolvió por que no encontró culpa para su detención, esa fue la primera captura que Salvador Cayetano Carpio tuvo.

Después la segunda captura fue cuando por primera vez nosotros estábamos eligiendo a dos representantes obreros ante el consejo del Seguro Social. El Tuvo que salir antes de que terminara la reunión cuando ya habíamos elegido a los compañeros porque el tenia otro compromiso en la Unión de Trabajadores Ferrocarrileros. Al salir del local lo capturaron, lo sacaron inmediatamente del país y aprovechando esa captura, se fue a Honduras, después México y allá los compañeros de la Confederación de Trabajadores de América Latina le consiguieron para que fuera a estudiar a la escuela del Partido Socialista Popular en Cuba en tiempos de Prio Socarras. Estuvo seis meses estudiando allí.

El ya venía con más conocimientos, con conciencia política y el realmente cuando el golpe de la Junta que derrocó a Castañeda Castro, que se formó la Junta Revolucionaria de Gobierno y el gran boom de la Junta Revolucionaria, hubo un espacio político muy grande que nosotros aprovechamos para salir a la calle a exigir nuestras demandas, libertad de organización sindical para los trabajadores de la ciudad y del campo, también seguro social, código de trabajo … bueno todo eso costo grandes luchas y vino la represión precisamente para detener el movimiento sindical independiente que se fortalecía cada día más.

Un día 26 de septiembre nos capturaron a los dos junto con muchos compañeros, obreros, estudiantes universitarios, profesionales…armaron una gran mentira diciendo que nos capturaban porque habían descubierto un complot comunista para derrotar al gobierno y estuvimos ahí secuestrados. Como no pudieron demostrar el famoso complot comunista optaron por tenernos secuestrados durante el tiempo que quisieron. Por ejemplo yo estuve allí 11 meses secuestrada, después me sacaron del país, hasta llegar a Guatemala en tiempo de Arbenz. En ese tiempo había allí un gobierno democrático que nos acogió y nos apoyó.

Yo quería decirles, pues, que la trayectoria de Marcial viene de muchos años, de muchos años de sufrimiento, persecuciones, capturas…. yo les estoy hablando del Marcial obrero que se dió entero, entero a la clase trabajadora, era muy querido por la clase trabajadora, porque él tenía tiempo para todos.

-Mire compañero Marcial, necesitamos que nos haga un proyecto de estatutos.

-Como no.

Porque era muy estudioso de las leyes laborales, él se sabía el código de trabajo, el estudiaba todo lo relacionado con las leyes obreras, entonces el tenía como ayudarles a otros compañeros y él así se fue haciendo un dirigente sindical muy reconocido y muy querido por la clase trabajadora y pueblo en general porque la línea del movimiento obrero era la solidaridad con cualquier movimiento obrero. Allá estamos nosotros apoyando, saliendo a pedir a las calles dinero, llevándoles a los obreros comida buena. Era un tiempo muy lindo, que como quisiera que volviera a verse en el movimiento obrero, ¿verdad?.

Marcial en huelga de hambre

Foto: San Salvador 1968. Salvador Cayetano Carpio, en huelga de hambre por el cumplimiento de demandas de trabajadores del pan.

Ese trabajo tan importante como es la solidaridad. Así a grandes rasgos… yo lo que les quiero decir es que a Marcial, lo han presentado, como diría…como un monstruo, lo que él no era, él era un hombre amoroso, tierno, todos los compañeros lo querían. Marcial solo odiaba la injusticia y por eso el luchó hasta el último instante de su vida. Entonces, él era así pues, como ser humano para mí era un hombre bueno, ejemplar, un padre ejemplar y un esposo ejemplar, yo jamás, jamás sufrí un maltrato de él, siempre me trató como compañera de lucha, ¿verdad? Y yo… por eso él luchó hasta el último instante de su vida. Entonces, él era así pues, como ser humano para mí era un hombre amoroso, ejemplar, yo como compañera de él puedo decirles, que como ser humano tiene que haber tenido sus defectos, para mi sobresalía lo bueno. El fue un hijo ejemplar, un padre ejemplar y un esposo ejemplar, yo jamás, jamás sufrí un maltrato por él, siempre me trató con mucho cariño, me trató como esposa, me trató como compañera de lucha, ¿verdad? Y yo… por eso que me duele tanto cuando oigo tanta, tanta tergiversación como la difamación que han hecho de su vida y de todo…

Pero ahora veo que…me da esperanzas pues, creo que algún día su figura va a ser reivindicada, se va a conocer la verdad de lo que sucedió porque realmente Marcial se lo merece, porque fue un hombre que entregó su vida, su vida total a su pueblo, a la clase obrera muy en especial, como él solía decir: mi querida clase obrera. Porque él era un obrero, el sentía en carne propias las necesidades, las angustias, las miserias, las arbitrariedades, todo lo que sufrimos los obreros.

Entonces, compañeros yo quiero decirles que cuando yo vine aquí y vi…ahora que van a hablar de Alejandro, un compañero muy infatigable luchador de la clase obrera, que ha sido una pérdida irreparable, un obrero consciente, también buen padre de familia, con un gran amor a su clase obrera, que no le importaba su enfermedad, ni eso lo doblegó para estar hasta el último instante de su vida al pie de la lucha.

Entonces mi homenaje también, mi reconocimiento para Alejandro yo creo que Marcial jamás se imaginó que iba a estar acompañado aquí de un compañero tan formidable como fue Alejandro. Yo me siento feliz de que eso suceda.

Cuando yo vine aquí la primera vez a visitar, estaba aquí en la tumba y encontré una manta que decía: En homenaje al compañero Marcial de los Obreros panificadores. Yo sentí una gran alegría y era Alejandro y partir de allí Alejandro no faltó un solo día a esta sepultura.

Era un compañero increíble, se lo merece todo, ojala que muchos de los compañeros de las maquilas y de todas las fábricas sigan el ejemplo de Alejandro. Un hombre digno y consecuente.

Compañeros yo estoy muy agradecida y muy contenta de verlos aquí. Es primera vez que yo veo un numero grande de compañeros aquí en esta sepultura, muchos años atrás hemos estado siendo casi los mismos, pero ahora yo me siento muy feliz y les agradezco mucho su presencia en este día, yo se que la perdida de Marcial, su muerte, su desaparición física, porque yo creo que…, yo siento que él no está muerto, ellos viven en nuestros corazones y en el pueblo, viven en el corazón del pueblo y también en las prácticas revolucionarias. Yo veo ahora que hay compañeros que están tomando conciencia de la necesidad de seguir adelante en esta lucha, no desmayar hasta lograr el objetivo por el que los compañeros dieron su vida. Muchas gracias.
INVITACIÓN A LA CONMEMORACIÓN DEL 31 ANIVERSARIO DE LA PARTIDASICA DEL COMPAÑERO SALVADOR CAYETANO CARPIOCOMANDANTE MARCIAL”.
Lugar: Cementerio General de Santa Tecla
Hora: 10:00 A.M.
Fecha: Sábado 12 de Abril de 2014

(Palabras pronunciadas en el acto en memoria de Salvador Cayetano Carpio “Comandante Marcial”, ante su tumba en el Cementerio de Santa Tecla. Domingo 14 de Abril de 2013).
Fuente: Federación Sindical de El Salvador FESS – See more at: http://marcialteniarazon.org/blog/en-recuerdo-de-marcial-mi-companero-de-vida-y-lucha#sthash.PfGXGJzd.UXSOu1Q4.dpuf

Pensamiento y praxis del marxismo en El Salvador

Pensamiento y praxis del marxismo en El Salvador
Por Roberto Pineda 11 de abril de 2014

A continuación presentamos el inicio de la tercera parte de este breve esfuerzo por explorar el mundo de las ideas políticas en El Salvador. Abordaremos la génesis y el desarrollo de siete organizaciones que han aglutinado a los y a las marxistas desde 1930 hasta la actualidad: el PCS, las FPL, el ERP, la RN, el PRTC, el FMLN y la TR. La primera y segunda parte correspondieron al pensamiento conservador y liberal del siglo XIX, XX y XXI.

3. El marxismo.

El marxismo es una interpretación del mundo que se origina en el pensamiento filosófico europeo mas avanzado del siglo XIX, de los alemanes Hegel y Feuerbach, en las concepciones del socialismo utópico francés y en las teorías de la economía política inglesa de Ricardo y Smith. Esta doctrina y sus principales planteamientos, entre los que se encuentra el de la lucha de clases como motor de la historia y del papel protagónico de la clase obrera en la destrucción del sistema capitalista, fueron sistematizados por Carlos Marx y Federico Engels, por lo que se les considera fundadores de esta corriente filosófica.

Y es el marxismo a la vez una ideología política que orienta la acción de movimientos revolucionarios desde mediados del siglo XIX y que en 1917 con el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia, se convierte en el paradigma político del Estado soviético, hasta el derrumbamiento de este modelo de socialismo real en noviembre de 1989. Fueron sesenta y dos años de construcción de la utopía proletaria encarnada en el proyecto socialista, repletos de errores así como de aciertos y fundamentalmente de enseñanzas, para los pueblos que aspiran a vivir libres del yugo del imperialismo, del capitalismo y de las elites explotadoras.

A partir de 1917 surgen diversas experiencias nacionales y diversas interpretaciones del marxismo, entre las que sobresale la praxis del partido bolchevique dirigido por Vladimir Lenin, la experiencia de Mao en China, la IV Internacional de Trotski, la lucha por la hegemonía cultural de Gramsci, las tesis de Browder, la resistencia antiimperialista de los vietnamitas, Fidel y la revolución cubana, el foco guerrillero del Che, las Panteras Negras, los Tupamaros, la teoría del Juche norcoreana, el modelo yugoslavo autogestionario de Tito, Enver Hoxha y el modelo albanés, el eurocomunismo de Carrillo, el Chile de Allende, los Sandinistas, la intifada palestina de Arafat, la lucha del ANC en Sudáfrica, etc.

Y como parte de este esfuerzo desde una visión marxista, incluso con apellido, por liberarse del imperialismo, por destruir el capitalismo y establecer el socialismo, se enmarcan las luchas de liberación nacional, entre la que destaca a finales del siglo XX, la realizada por el pueblo salvadoreño, que construye un poderoso movimiento popular que luego se transforma en un ejercito insurgente y se enfrenta heroicamente durante casi doce años, a una dictadura militar apoyada por el imperialismo estadounidense.

Las ideas enarboladas por el FMLN durante esa guerra de los años ochenta del siglo pasado, y los combates en los cerros de Chalatenango, Guazapa y Morazán tenían su cuna lejana en las ideas que en 1848 llevaron a Carlos Marx y Federico Engels a escribir el Manifiesto Comunista y a formar luego la Asociación Internacional. De los Trabajadores, conocida como I Internacional.

3.1 El marxismo en El Salvador

La difusión de las ideas del marxismo en El Salvador inicia en la segunda década del siglo XX y comprende una fase inicial exclusivamente de conocimiento académico, que rápidamente se transforma en práctica política y presencia en el movimiento obrero y popular.

La defensa de tesis para graduarse de abogado en la UES, realizada por el vicentino Sarbelio Navarrete en 1913, se constituye en el primer documento que asume abiertamente el análisis marxista en El Salvador, se trata de la obra El estado centroamericano. Ya antes el estudiante universitario Navarrete ha participado en Buenos Aires en 1910 en el II Congreso Universitario Americano.

3.2 Agustín Farabundo Martí

En junio de 1920 se encuentran en la ciudad de Guatemala jóvenes salvadoreños que estudian derecho en la Universidad de San Carlos. En noviembre de 1925 son expulsados a El Salvador y regresan con conocimientos de marxismo e incluso militancia política en lo que fue el efímero Partido Comunista Centro Americano, entre éstos el santaneco Moisés Castro y Morales, Miguel Ángel Vásquez, y Agustín Farabundo Martí.

Moisés Castro y Morales nace en Santa Ana a finales del siglo XIX, participa en la fundación del Partido Comunista Centroamericano en 1925, en la dirección del PCS, en los preparativos de la insurrección del 22 de enero de 1932, en las jornadas de lucha de abril, mayo y diciembre de 1944, en las acciones contra las dictaduras de Osorio, Lemus, Rivera, Sánchez Hernández, Molina, Romero, etc. Muere exilado en Costa Rica en 1984.

Miguel Ángel Vásquez, nace en San Salvador en 1901, participa en el colectivo juvenil que edita el fogoso periódico Verbo Estudiantil así como en 1918 en la campaña a favor de Tomas Guillermo Palomo, y por la persecución política decide autoexiliarse. En Guatemala concluye el bachillerato, estudia derecho y participa junto con otro joven salvadoreño, Ricardo Chamorro, desde las filas del Partido Unionista, en las jornadas armadas de lucha, realizadas en abril de 1920 contra el dictador Manuel Estrada Cabrera, y que logran su derrocamiento (Bao, 2003).

En 1921 contribuye a la creación de la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU y es miembro de su primera directiva, que incluía al entonces estudiante guatemalteco, Miguel Ángel Asturias. En 1925 Vásquez participa en la fundación del Partido Comunita Centroamericano. Muere en Puebla, México en 1982, luego de ser por muchos años director de Ediciones de Cultura Popular, casa editorial del PCM.

“El Negro” Agustín Farabundo Martí, nace en Teotepeque, La Libertad, el 5 de mayo de 1893, estudia bachillerato en el Colegio Santa Cecilia de Santa Tecla, luego ingresa a la UES a estudiar Derecho. Es expulsado a Guatemala en 1920 por el presidente Jorge Meléndez, junto con el líder estudiantil José Luís Barrientos. Este fue el primer exilio de Martí.

Por esa misma época el joven profesor Francisco Moran, en el Centro Cultural Joaquín Rodezno hablaba sobre los avances de la Revolución Rusa. Martí, antes de ser expulsado del país, frecuenta las tertulias de un círculo literario dirigido por Joaquín Castro Canizales, Quino Caso, en el que participaba Salarrué, escritor que a su vez pertenece a la red intelectual de Alberto Masferrer.

El 1 de mayo de 1925 los jóvenes salvadoreños Agustín Farabundo Martí y Moisés Castro y Morales participan en la fundación en la capital de Guatemala del Partido Comunista Centroamericano, PCCA. Otros fundadores son el hondureño Manuel Cáliz Herrera y los guatemaltecos Julio Alberto del Piñal y Antonio Obando Sánchez. Miguel Ángel Vásquez no participa (Gómez Arias 2005) debido a que se hallaba exilado en Tegucigalpa, donde se gradúa ese año de abogado.

Martí asume el cargo de Secretario del Exterior del PCCA. El PCCA es disuelto en 1927. En la fundación del PCCA juega papel destacado el comunista estadounidense Blackwell, del Comintern, que toma como base al antiguo PCG para constituir el PCCA. (Taracena 2002)

Estos jóvenes salvadoreños son expulsados en 1925 por el dictador Jorge Ubico y al regresar a El Salvador rápidamente establecen relaciones con los sectores más avanzados del movimiento obrero, organizado en la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños, FRTS. Es fundamentalmente de este cruce entre las ideas del marxismo y el movimiento obrero, que nace cinco años después, la vanguardia política de la clase obrera y de los sectores populares salvadoreños, el PCS.

Asimismo es importante mencionar la cooperación que brinda el movimiento comunista internacional, por medio del Buró del Caribe de la Internacional Comunista que envió a El Salvador al joven mexicano Jorge Fernández Anaya y al venezolano Ricardo “Rolitos” Martínez para asesorar a los comunistas salvadoreños. Asimismo debe rescatarse la colaboración de los apristas peruanos Jacobo Horwitz y Esteban Pavletich.

Al siguiente año después de su regreso, en 1926, el gobierno de Alfonso Quiñónez Molina expulsa a Martí hacia Nicaragua donde es encarcelado. Martí fungía como secretario fundador de la sección salvadoreña de la Liga Anti-imperialista. Al ser liberado viaja hacia México y luego hacia la ciudad de Nueva York. (El Libertador, 1926). Mientras tanto, Moisés Castro y Morales se encuentra en San José, Costa Rica, impulsando junto con el costarricense Manuel Chavarría, la organización de un Congreso Internacional Antiimperialista y Revolucionario, para fundar una Liga Internacional Antiimperialista.

En 1927 la sección salvadoreña de la Liga Antiimperialista funda la revista El Grito de la Raza, dirigida por el nicaragüense exilado en El Salvador, José Constantino González, amigo de Martí, desde la cual se desarrolla una intensa campaña de solidaridad con la gesta del General Augusto Cesar Sandino.

En julio de 1927 inicia el movimiento sindical en Santa Ana en el local de la Caridad de Obreros, en el que tenían sus locales las sociedades mutualistas José Matías Delgado, Unión de Zapateros y Liga de Albañiles y Carpinteros. En 1928 se crea clandestinamente en San Salvador la Escuela de Orientación Comunista, su primer instructor fue el estudiante Alfredo Díaz Nuila. Luego asume esta rsponsabilidad el profesor Juan Campos Bolaínez. Y le siguió Francisco Luarca y sus fábulas. Esto impacta en la FRTS.

El 18 de marzo de 1928 el Socorro Rojo Internacional crea en México el Comité Manos fuera de Nicaragua, dirigido por el abogado venezolano Gustavo Machado. En la primavera de 1928 Martí “viaja inesperadamente a Nueva York para tomar contacto con la dirección central de la Liga Antiimperialista de las Américas” (Arias Gómez 2005).

En septiembre de este año 1928, Martí junto con los salvadoreños José Adán González, Luís Mariona y Guillermo Ajuria, se incorporan al Ejercito Defensor de la Soberanía de Nicaragua, conducido por Augusto Cesar Sandino, en el que gana el grado de Coronel y es nombrado Secretario Privado del General de Hombres Libres. En 1929 Miguel Ángel Vásquez es deportado a Guatemala, donde pasa a hacerse cargo de la sección guatemalteca del Socorro Rojo Internacional. La sección salvadoreño es creada ese mismo año. Ambas dependían de la oficina central que estaba en Nueva York, dirigida por el cubano Jorge A. Vivó Escoto, secretario general del Secretariado del Caribe del Socorro Rojo Internacional.

En mayo de 1929 Martí forma parte de la delegación que acompaña a Sandino a México y que incluía también al peruano Esteban Pavletich, al mexicano José de Paredes y al dominicano Gregorio Gilbert. Al pasar por El Salvador, al llegar al Agua Caliente, son saludados personalmente a nombre del presidente Pío Romero Bosque, por el Ministro de Guerra Dr. Alberto Gómez Zarate. Posteriormente en México en septiembre de 1929 y seguramente por diferencias ideológicas, se produce una ruptura entre Martí y Sandino.

En 1929 el sector políticamente más avanzado de la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños, FRTS, que había sido creada el 17 de noviembre de 1924, y que se consideraba a asimismo como comunista, logra tomar el control de la dirección de esta central sindical, durante el VI Congreso en agosto, arrebatándosela a sectores reformistas y anarco-sindicalistas. Asume como secretario general de la FRTS el ebanista Carlos Castillo. El 26 de junio de 1929 la FRTS logra que se decrete la jornada laboral de ocho horas, la cual necesitó de una oleada de huelgas para que la patronal la acatara.

Ese mismo año 1929, tres dirigentes de la FRTS; el mecánico Serafín G. Mártínez, que muriera fusilado el 32, el zapatero José León Flores y el carpintero Luís Díaz, viajan a Montevideo, Uruguay a una reunión en mayo de la Confederación Sindical Latino Americana, CSLA, y asisten posteriormente en junio en Buenos Aires, Argentina, junto con delegados guatemaltecos, a la Primera Conferencia de Partidos Comunistas Latinoamericana en calidad de “grupo comunista salvadoreño” en la que estuvieron representados quince países.

Por otra parte, de acuerdo a Anderson (Anderson 1982) en 1929 surge el acuerdo en el VI Congreso de la FRTS de constituir la Liga de Luchadores Perseguidos, la cual es presidida por el profesor Víctor Manuel Angulo, acompañado de Tomás Coto González (Organización) Juan Antonio Guardado (Propaganda) Rafael Bondanza (Finanzas) . Según Anderson Bondanza era “el brazo derecho de Martí,”junto con Ismael Hernández y Miguel Mármol.

El 6 de febrero de 1930 Martí estuvo a punto de ser capturado por la policía mexicana, junto con los comunistas italianos Tina Modotti y Vittorio Vidali, que eran también del Socorro Rojo Internacional. En marzo es al fin capturado junto con el peruano Esteban Pavletich, y los comunistas mexicanos Valentín Campa, José Gallardo y Saturnino Ortega y puestos en prisión. Cuando se crea el PCS en El Salvador Martí guarda prisión en México.

En junio de 1930 Martí (que usaba identidad nicaragüense) es expulsado por el gobierno mexicano. Viaja a Guatemala y se reúne con su camarada Miguel Ángel Vásquez así como con el mexicano Jorge Fernández Anaya, para actualizarse sobre la situación de El Salvador. Luego ingresa clandestinamente al país para asumir la dirección del SRI.

En julio de 1930 Martí se encuentra ya en El Salvador como representante del Socorro Rojo Internacional (el MOPR por sus siglas en ruso) el cual ya existía en el país, dirigido por el zapatero Ismael Hernández y que con la llegada de Martí incrementa su actividad.

En corto tiempo Martí asume de hecho la conducción del movimiento revolucionario salvadoreño, de la FRTS y del mismo PCS e incluso logra atraer a dirigentes estudiantiles a la lucha revolucionaria. El 20 de diciembre Martí es capturado y expulsado del país en un buque con destino a San Pedro, California. Llega a puerto estadounidense en enero de 1931 y es recibido por camaradas estadounidenses del International Labor Defense, entre estos George Mauren, Emma Butler y el español Juan Vilariño.

El 20 de febrero de 1931 se encuentra de regreso en la patria rebelde, un mes después de las elecciones presidenciales en las que había salido triunfador el candidato laborista Arturo Araujo. El PCS no había participado en las elecciones ni tampoco apoyado a Araujo. El 20 de marzo el gobierno impide la realización de una concentración en el Parque Dueñas (hoy Libertad).

A principios de abril de 1931 Martí es capturado de nuevo y se le encarcela en la Penitenciaría Central acusándolo de ser el promotor de las movilizaciones populares que se realizaban contra Araujo. Su captura provoca un fuerte movimiento de solidaridad a nivel nacional que logra su libertad tres días después. Pero unos días después es de nuevo capturado acusándolo de “injurias al Presidente de la República.”

Esta vez la protesta contra su detención incluye incluso al diputado José Mejía. Martí se declara en huelga de hambre. El 17 de mayo en Sonsonate se realiza una manifestación organizada por Manuel Mojica, para exigir la libertad de Martí que es fuertemente reprimida, asesinando a tres participantes e hiriendo a más de 65 personas. Esto crea un ánimo explosivo en las organizaciones populares locales. Después de dos semanas de huelga de hambre, Martí es trasladado el 18 de mayo al Hospital Rosales, donde se forman grandes colas de simpatizantes del revolucionario, que llegaron a mostrar su solidaridad.

El 31 de mayo de 1931 El Negro Martí es puesto en libertad luego de mantener una huelga de hambre por 36 días. Al salir de la cárcel es recibido como héroe por una muchedumbre de partidarios que le carga en hombres por las principales calles de la capital en un abierto desafío al régimen de Araujo. Anderson califica este desfile triunfal como “el punto culminante de su carrera de agitador.”Luego Martí se sumerge en la clandestinidad.

A partir del 30 de marzo de 1930 las ideas del marxismo pasan a ser asumidas oficialmente por el Partido Comunista de El Salvador, hasta su disolución el 5 de agosto de 1995. Durante 65 años el PCS fue el intérprete y difusor principal de esta corriente de pensamiento, que orientaba su práctica política, la cual fue acompañada desde los años setenta por nuevas organizaciones revolucionarias, que también se definieron como marxistas y que a la vez fueron disueltas en 1995 para fortalecer al partido FMLN, que no se define como tal pero es donde se aglutinan desde el 10 de octubre de 1980, la mayoría de revolucionarios marxistas salvadoreños.

En marzo de 1975, en el 45 aniversario del PCS, Shafik Handal, el más destacado teórico y revolucionario marxista salvadoreño del siglo XX, expresó lo siguiente refiriéndose al Partido Comunista de El Salvador:

“La historia del PCS es la historia del desarrollo de la lucha política y reivindicativa de los trabajadores; es la historia del inicio de la organización y lucha revolucionaria de los campesinos; la historia de la lucha de nuestro pueblo por la democracia y por la emancipación de la dependencia del imperialismo; es la historia de la lucha por el socialismo; la historia del señalamiento y búsqueda del poder político para las masas trabajadoras y para el pueblo salvadoreño en general; del entrelazamiento consciente de la lucha de nuestro pueblo con la de otros pueblos de diversas razas y continentes; la historia de la conquista de derechos sindicales, de prestaciones sociales y económicas; la historia de la organización del movimiento obrero, del crecimiento de la influencia de las ideas del socialismo, de la divulgación y defensa del marxismo-leninismo en las peores condiciones de terror y persecución.”

En marzo de 1980, en un Manifiesto del PCS en Ocasión del 50 Aniversario de su fundación, se indica que:

“Durante 40 años de su vida, el PCS fue un abanderado solitario de las ideas marxistas leninistas, de la cusa obrera, del anti-imperialismo, de la democracia popular y el socialismo. El trabajo del PCS abrió espacios a nuevos sectores democráticos y revolucionarios con la difusión de las ideas de vanguardia, con la formación de incontables cuadros, con la educación política de grandes masas y con su ejemplo de luchador inclaudicable…La aparición de nuevas organizaciones revolucionarias vino ligada por años a un proceso de división de la izquierda. El PCS reconoce que no estuvo en aquel momento a la altura que las exigencias revolucionarias demandaban y no pudo encauzar adecuadamente tales inquietudes…El esfuerzo por cohesionar a la vanguardia dispersa, se convirtió para el PCS poco tiempo después…en una tarea primordial de orden estratégico… ¡ El enemigo jamás debe volver a encontrarnos divididos!”

En el 50 Aniversario del PCS, su ex secretario general Daniel Castaneda, en referencia a la participación en la insurrección de 1932 opina que:

“El Partido Comunista de El Salvador cumplió con su deber. Nadie puede acusarlo d e aventurero, ni de incapaz. Los errores cometidos fueron el fruto de su inexperiencia. La insurrección de enero de 1932 fue su bautizo de sangre y fuego. Sangrando ha estado siempre, al través de su historia de medio siglo. Cuadros valiosos han muerto en la lucha ejemplar tras la meta de arribar un día al triunfo del socialismo en El Salvador.”

Por otra parte, el recientemente fallecido historiador marxista Juan Mario Castellanos, en relación a la insurrección de enero de 1932 opina que:

“El CC del PCS se vio atrapado en el trágico dilema histórico de renunciar a la insurrección y dejar que la población campesina e indígena marchara sola, sublevándose de manera espontánea, indecisa y sin ninguna coordinación, o abanderar el proceso sin contar con las estructuras político-militares necesarias, o mejor dicho, a pesar de haber sido estas previamente desbaratadas y sin tener tampoco el más mínimo respaldo logístico o internacional.”

3.3 El Partido Comunista de El Salvador, PCS

El primer periodo. Del 30 de marzo de 1930 al 22 de enero de 1932.

El primer periodo va del Congreso de Fundación del PCS, el 30 de marzo de 1930 hasta su pasaje a la clandestinidad luego de la insurrección popular del 22 de enero de 1932. El I Congreso del PCS se realiza a orillas del Lago de Ilopango, cerca de Asino, el 30 de marzo de 1930. Fue una reunión “entre amates y almendros” de un grupo de obreros que no pasaba de las 35 personas.

Según Mármol (Fundamentos y Perspectivas 1980) en la elaboración de las tesis sobre propaganda, agitación, organización y línea política, que fueron presentadas en este primer congreso participaron Luís Díaz, Víctor Manuel Angulo, Gregorio Cortés Cordero y Narciso Ruiz, bajo la asesoría de Jorge Fernández Anaya, de la Juventud Comunista Mexicana.

El primer secretario general del PCS fue el carpintero Luís Díaz y lo sustituye unos meses después el panadero Narciso Ruiz. Y entre los integrantes de este primer comité central del PCS se encontraban Luís López, albañil; profesor Víctor Manuel Angulo, secretario de organización; el profesor migueleño Juan Campos Bolaños, secretario de propaganda, Miguel mármol, secretario de organización de la Juventud Comunista; José Ismael Hernández y Balbino Marroquín, del Socorro Rojo Internacional. No había en esa época organización celular sino comités locales.

El local del PCS con su respectiva bandera roja con la hoz y el martillo se encontraba al costado oriente de Parque Centenario. En junio de 1930 Modesto Ramírez y Miguel Mármol viajan a la Unión Soviética para asistir a un congreso de la Internacional Sindical Roja.

Luís Díaz fue fundador en 1924 de la FRTS, asiste al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latino Americana en Montevideo en mayo de 1929, y luego a la Primera Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina en junio en Buenos Aires, Argentina, por participar en una marcha fue capturado y encarcelado en Santa Tecla. Víctor Manuel Angulo se incorpora en 1928 y se destacaba por su esfuerzo en manejar la teoría marxista.

Luís López era originario de Zacapa, Guatemala. Gregorio Cortés Codero, campesino acomodado y profesor rural. Rafael Bondanza, secretario general de la FRTS, asesinado el 24 de enero de 1932 y que muere vivando al partido comunista, lo mismo que Manuel Bonilla. Segundo Ramírez participa en 1919 en la huelga de ferrocarrileros en Sonsonate, el 22 de enero de 1932 penetra con los pelotones rojos al Octavo Regimiento para pelear al lado de los soldados camaradas. Repite esta hazaña el 2 da abril de 1944 en el Quinto regimiento de santa Ana.

Modesto Ramírez fue fundador de la FRTS, en representación de una organización de trabajadores agrícolas, de la finca Alicia, de Changallo, Ilopango; asiste junto con Miguel Mármol en 1930 al V Congreso de la Internacional Sindical Roja en Moscú, participa en los preparativos de la insurrección de 1932, es capturado pero logra escaparse. Sin abandonar jamás la lucha, muere a los 83 años de edad. Ismael Hernández se incorpora en 1927, fue secretario general del Socorro Rojo Internacional, Secretario de Organización Campesina de la FRTS, y participa en 1932, en la organización de la insurrección en San Miguel, muere en 1964.

Miguel Mármol

Miguel Mármol nace el 4 de julio de 1905 en Ilopango. En 1921 participa en la huelga de zapateros; en 1922 apoya la candidatura del Dr. Miguel Tomás Molina; en 1924 es actvista de als campañas anti-alcohólicas de Alberto Masferrer; luego organiza en Ilopango la Sociedad Fraternidad de Obreros, Campesinos y Pescadores; fundador de la Escuela de Orientación Comunista, secretario de Finanzas de la FRTS, fundador del PCS en marzo e 1930 y elegido Secretario General de la Juventud Comunista, asistente en agosto de 1932 al V Congreso de la Internacional Sindical Roja.

Participa en los preparativos de la insurrección de enero de 1932, capturado, encarcelado y fusilado, logra sobrevivir y huye hacia Usulutan, donde reorganiza las golpeadas fuerzas partidarias del PCS, en 1934 es capturado, participan en la reorganización del movimiento sindical en 1943, en las jornadas de abril y mayo de 1944, en la construcción de la UNT, en el exilio en Guatemala luego del golpe d estado del 21 de octubre de 1944.

En 1947 es capturado en Guatemala y deportado hacia México, en 1951 regresa a Guatemala, en 1954 regresa a El Salvador, en 1964 es capturado por la Guardia Nacional, en 1966 asiste al XXIII Congreso del PCUS. En 1972 se publica Miguel Mármol y los suceso políticos d 1932, escrito por Roque Dalton. En 1992 participa en la fundación del FMLN como partido político. Muere el 23 de junio de 1993. (Mármol 1980)

En este corto periodo el PCS se convierte en la vanguardia de la clase obrera y sectores populares salvadoreños, en particular de los sectores indígenas que se integran colectivamente a la lucha a través de su cacique Feliciano Ama. Asimismo el PCS despliega una intensa actividad política que incluye la conducción del movimiento obrero y popular; del esfuerzo electoral abierto que incluye candidaturas a alcaldías y de la preparación y dirección del esfuerzo insurreccional iniciado el 22 de enero de 1932, que logra tomar algunas poblaciones y luego fracasa y es salvajemente reprimido.

Elecciones e insurrección en enero de 1932

Señala Mármol ( Dalton, 1972) que en octubre de 1931 se realiza un pleno ampliado del comité central en el que se discute la participación del PCS en las elecciones legislativas y municipales en el que “después de una prolongada y violenta discusión” se decide participar en estos comicios a realizarse en diciembre. Indica que los representantes d e la JCS y d e la FRTS estuvieron en contra de participar debido principalmente al poco tiempo que quedaba para realizar los preparativos así como el trabajo de agitación y propaganda, además que “si ganábamos iba a haber fraude.”

Pero los partidarios de la “nueva tesis de la participación electoral”, entre estos los intelectuales Moisés Castro y Morales y Max Ricardo Cuenca ganaron la discusión y la votación, sosteniendo que la campaña electoral nos iba a servir para acercarnos más a los sectores populares. Incluso Farabundo Martí apoya esta posición. Y finalmente cuenta Mármol, “todos aceptamos ir a elecciones.”

“Pero con la condición que hice a nombre de la JC que simultáneamente había que trabajar en la preparación de una gran huelga nacional de los peones cafetaleros. De inmediato se nombre la comisión electoral, adjunta al CC, se me encarga de San Salvador.”

En esos días sale de la cárcel Carlos Castillo, y cuando se entera del acuerdo de ir a elecciones reacciona, se moviliza y logra una reunión para reconsiderar el acuerdo, pero no logra su propósito. En esa segunda reunión Castillo argumenta que el fraude electoral sería fatal y ante esto el pueblo recurriría a la violencia y que no íbamos a poder conducirlo. Max Cuenca lo escucha y le refuta citando a Lenin para defender sus tesis.

El Partido se encontraba ocupado en los preparativos electorales cuando se produce el golpe de estado del 2 de diciembre de 1931. El PCS reacciona cauteloso pero dándole el beneficio de la duda., no obstante el regocijo de la mayoría de sectores sociales por este golpe. El 12 de diciembre el periódico La Estrella Roja del Grupo Marxista de la Universidad de El Salvador, dirigido por Alfonso Luna y Mario Zapata, felicitaba a los golpistas: “los desatinos de Araujo impusieron a los militares la obligación de derrocarlo.” Según Luna (Luna 1969) únicamente “los estudiantes Inocente Rivas Hidalgo, que era el director de La Verdad, y Rafael Angulo Alvarenga denunciaron el golpe de Martínez como amenaza fascista.”

El gobierno de Araujo se había debilitado fuertemente por su pasividad y principalmente, al recurrir a la represión contra los sectores populares. Por otra parte, los Estados Unidos no reconoce inicialmente a Martínez. A mediados de diciembre se reanuda la represión en particular en la zona occidental del país. La base social del PCS del occidente del país esta a punto de lanzarse a responder con las armas a la represión gubernamental.

En la hacienda La Montañita de Ahuachapan, la Guardia Nacional asesina a balazos frente a todo el mundo al joven Alberto Gualan, carismático líder campesino de la Juventud Comunista. En respuesta, los sectores campesinos ajustician a 14 agentes de la GN. Y luego llegan tropas del ejército a reprimir a ese lugar.

El PCS decide ponerse a la cabeza de este movimiento de campesinos e indígenas. Se celebran las elecciones municipales y el gobierno de Martínez recurre al fraude y la represión para evitar la victoria de los candidatos comunistas. El PCS hace un último esfuerzo mediante una delegación para dialogar con Martínez, pero este no los recibe. La delegación estaba integrada por Clemente Abel “El Cenizo” Estrada, de origen nicaragüense y responsable del trabajo del PCS en Ahuachapan, el ahuachapaneco Alfonso Luna, Mario Zapata, Rubén Darío Fernández y Joaquín Rivas.

Por otra parte, el 4 de enero de 1932 inicia una brutal ola represiva en Guatemala, y Miguel Ángel Vásquez es capturado y puesto en prisión por la dictadura de Ubico, junto con los comunistas guatemaltecos Juan Luís Chigûichon, Julio del Pinal y Antonio Cumes. El 12 de enero capturan al comunista hondureño Juan Pablo Wainwright al que luego fusilen el 18 de ese mes. El 17 de enero a Luís Villagran. Y a finales de ese mes a Antonio Obando Sanchez. A principios de febrero les inician el procedimiento judicial y son condenados a muerte. Luego los liberan y Vásquez huye a México.

Regresando a la situación en El Salvador, Farabundo Martí asume la secretaría general del PCS en los días previos a la insurrección, ya que fungía entonces como representante del Socorro Rojo Internacional. El 9 de enero el comité central del PCS ordena la formación del Comité Militar Revolucionario, presidido por El Negro Martí, como era conocido. Se nombra también a Inocente Rivas Hidalgo como Comandante Rojo, responsable de San Salvador y a Modesto Ramírez, como Comandante Rojo de Sonsonate.

Martí junto con los jóvenes dirigentes comunistas Alfonso Luna y Mario Zapata, es capturado el 19 de enero, encarcelado y fusilado el 1 de febrero de 1932. El 20 de enero se realiza una reunión del comité central en la que se evalúa la captura de Martí, Luna y Zapata. Un sector propone que se suspenda el levantamiento, mientras otro explica que esto ya no es posible y que hay que acompañar aun a riesgo de perder la vida. Se decide por continuar el plan aunque agregándole algunas variaciones tácticas, tales como no atacar los cuarteles, reconcentrarse, bloquear las carreteras y otras, las cuales no pudieron ser trasladas a las bases. La hora cero sería las doce de la noche del 22 de enero.
Schafik Handal sostiene que “El PCS, antes de la insurrección, trató de impedir el sangriento desenlace, incluso buscando una negociación con el propio General Hernández Martínez, tendiente a que cesara la represión sangrienta que estaba cobrando vidas en varios lugares del occidente del país ( especialmente en el Departamento de Ahuachapán) , pero el tirano eludió y de hecho rechazó, la negociación. El plan del gobierno estaba trazado: llevar adelante la represión, hasta desesperar a las masas, y justificar así, la matanza que luego realizaría, como el medio elegido para conservar el predominio y el poder de la Oligarquía, históricamente caducado ya.”
Y enfatiza que “los comunistas fueron entonces a la insurrección para no dejar solas a las masas, a merced de la criminal re presión que las sangraba en casi toda la zona occidental del país y para no abandonarlas a su suerte cuando el gobierno militar derechista había decidido ya avanzar de todas formas hacia la masacre; y, por otra parte, cuando las mismas masas, llevadas a la desesperación, se encontraban lanzadas por el camino de la insurgencia, como su única esperanza.”
Fracasada la insurrección sobreviene un ataque sanguinario contra los sectores populares, en particular contra los comunistas, los araujistas y los sectores indígenas del occidente del país. Fue aniquilada casi toda la dirección del PCS. La oligarquía y el ejército se unieron para realizar una gigantesca masacre y poder así conjurar la acción revolucionaria de mayor dimensión durante la década de los años treinta en Centroamérica.
Entre algunos de los candidatos comunistas a alcaldes de 1932 estuvieron el obrero Marcial Contreras en Ahuachapan, Concepción Molina en Juayúa, Isabel Zalade, de 78 años, en Sacacoyo; el chofer Joaquín Rivas para San Salvador que luego muere fusilado; y como diputado por San Salvador iba Ismael Hernández. En Colon, La Libertad se presenta planilla pero se suspenden las lecciones. Como candidato a alcalde iba José María Iraheta, y lo acompañaban Ramón Pacheco, Joaquín Valencia y Alfredo Godoy.

El estudiante de 20 años, Abel Cuenca fue el candidato a alcalde en Tacuba pero en este poblado suspendieron las elecciones, después del 22 de enero le correspondió conducir el gobierno rebelde, hasta que sus tropas fueron derrotadas y huye hacia Honduras, luego se establece en México hasta su muerte. Su padre es asesinado por las tropas que recuperan el poblado. Junto a Abel combaten sus hermanos Efraín, Alfonso en Ahuachapan y Leopoldo, el menor acompañándolo en Tacuba. Fueron desalojados hasta el 25 de enero.

Entre algunos de los dirigentes en el terreno de la insurrección del 22 de enero se encuentran los siguientes: en Juayúa Chico Sánchez y sus hijos, Felipe y Napoleón, Lucas Zavaleta, Benjamín Herrera, Concepción Molina. Francisco Sánchez se toma la población pero es luego derrotado, huye, es capturado y ahorcado en la plaza del pueblo. Zalcoatitan es tomado pero no contamos con nombres de los responsables.

En Nahuizalco dirige la toma del poblado el cacique Felipe Nerio y su hermano Rogelio. LO apoyan el responsable del PCS, Tomás González, José Domingo Mate, Rafael Borjas, Nicolás Sánchez, y Juan Isidro Pérez. En Izalco dirige la toma del poblado el cacique José Feliciano Ama acompañado por el carpintero Eusebio Chávez y su hijo Leopoldo. El 23 de enero son bombardeados. En Sonzacate dirigen el levantamiento Manuel Mojica y su hermana Julia. Juayúa, Zalcoatitan, Nahuizalco, Sonzacate e Izalco fueron tomados.

En Colón, La Libertad dirige Antonio Avelar Sosa, acompañado de Simón Cerbellón, Brigido Monzón, Andrés Torres y la planificación se realiza en el cantón Las Moras. Hay una toma inicial que es abandonada y al regresar no se logra retomar. El PCS toma las poblaciones de Los Amates, Finca Florida, Teotepeque y Tepecoyo. No se logra la toma aunque se intenta, de Jayaque, Santa Tecla, Colón, Sonsonate y Ahuachapan. NI de Ilopango, Soyapango y Panchimalco

Entre algunos de los fusilados se estaban Manuel Bonilla, líder del Sindicato de Trabajadores de Hotel; Rafael Bondanza, maquinista del ferrocariil de Sonsonate, Marcelino Hernandez, panificador, Santiago Granillo, de Ilopango, Serafin G Martinez, líder sindical y trabajador de la Singer, Alfonso Navas, sastre comunista.

Sostiene Luna que “gran parte de los cuadros dirigentes que escaparon a la matanza se refugiaron en Honduras: Carlos Castillo, los hermanos Cuenca, los hermanos Angulo, y el estudiante Rafael Angulo Alvarenga, otros como Inocente Rivas emigraron a Inglaterra de donde no volvieron más, otros para México y Sur América.” A Moisés Castro y Morales se le dio el pueblo de Berlin como cárcel por los 13 años de Martínez, mientras Rivas se gradúa de abogado y muere en Inglaterra en 1968. Max Ricardo Cuenca se gradúa de químico y se suicida en 1965 en Santiago de Chile, donde vivía.

El segundo periodo. Del 22 de enero de 1932 al 9 de mayo de 1944.

En este largo periodo el PCS logra evitar su desaparición a pesar de la feroz represión; crea una estructura básica de funcionamiento, y finalmente contribuye aunque modestamente en el derrocamiento del General Martínez. Sobresalen en este periodo los obreros Miguel Mármol, Modesto Ramírez, Segundo Ramírez, los obreros santanecos Daniel Castaneda y Virgilio Guerra, y los entonces jóvenes intelectuales marxistas Julio Fausto Fernández, José Antonio Díaz, Amparo Casamalhuapa y Alejandro Dagoberto Marroquín, así como otros pocos militantes comunistas que pudieron sobrevivir a la masacre.

En el caso de Santa Ana, la casi totalidad de la militancia del PCS deserta a consecuencia de la oleada represiva desatada por la dictadura luego del 22 de la insurrección de enero de 1932. Pero en 1933, dos sindicalistas, Daniel Castaneda (León Ponce) y Virgilio Guerra (Francisco Roca) deciden en 1933 reorganizar el PCS y crean un Comité Local, y empezaron a reclutar, es así que contactan a Antonio Rojas, a Raúl Moreno Arévalo que era un seguidor de Farabundo Martí y militante comunista que no había desertado, y este contacta a un motorista de apellido Contreras. El Comité Local lo componían ahora cinco camaradas.

El Partido seguía vivo. Posteriormente buscaron a a activistas sindicales para incorporarlos y fortalecer el trabajo. Moreno Arévalo juega papel clave en este proceso inicial, por su experiencia previa en el PCS. Un día recibieron la visita de de un delegado del comité central que había sido creado en San Salvador y reestablecieron el contacto partidario.

Schafik Handal indica que “en 1934, el PCS, que había quedado prácticamente aniquilado, daba muestras de haber reiniciado su vida orgánica y se reponía lentamente. En 1936, se cumplió la etapa de la reestructuración del Partido al fusionarse los grupos de camaradas sobrevivientes que se encontraban dispersos en varios Departamentos del país, con el núcleo principal del Partido que funcionaba en San Salvador.”

Y agrega que “es hasta principios de 1940 que se logra unificar a tres agrupaciones de comunistas y se forma un comité central unificado de 9 miembros. La participación durante la jornada del 2 de abril es marginal, pero se incrementa a partir del llamado a la huelga general de mayo del 44.”

En este periodo surgen dos corrientes de pensamiento al interior de PCS que le causaron daño: el obrerismo que despreciaba los aporte de los sectores intelectuales recién incorporados a sus filas y el intelectualismo, que calificaba de ignorantes a los miembros de origen obrero y poca formación cultural. Ambos negaban el principio que al interior del Partido todos son militantes, independientemente de su origen de clase.

En este periodo se desarrollan también en algunos sectores del PCS las tesis erradas que no había que luchar porque se estaba “provocando” al enemigo así como que no había que divulgar la existencia del Partido, porque iban de nuevo a destruirlo. Esta era la tesis del encerramiento, ocultarse para sobrevivir. La propaganda partidaria solo circulaba dentro de sus filas, cuando circulaba.

Esto lleva a su aislamiento o al hecho que se participaba activamente en las luchas populares, pero no se estaba en condiciones de dirigirlas, como había sido la regla en el periodo anterior. El peso de este planteamiento ideológico era reforzado por las frecuentes oleadas represivas de la dictadura militar. Por ejemplo, el militante Toni Vassiliu es capturado y encarcelado en 1937 por ser del PCS. En 1938 se desata una persecución contra el estudiante Miguel Ángel Flores, perteneciente a AGEUS.

La línea táctica de este periodo era la de “primero fortalezcamos al Partido y una vez que este sea fuerte, impulsemos la lucha de masas.” El problema era que el Partido no se fortalecía al no vincularse a las luchas populares y otra tesis táctica predominante para el movimiento obrero era que “primero organización y después huelgas.”Esto explica que a partir del auge huelguístico de 1945-1946 la siguiente huelga fue en abril de 1967, veintidós años después.

No obstante esto, en un pleno del comité central en 1943 se decide a partir del análisis de la situación internacional y los avances de las fuerzas democráticas y la certeza de la derrota segura de la Alemania fascista por la Unión Soviética, impulsar la consigna de “organizar a los obreros a como de lugar” por lo que se procede a aprovechar la existencia de cualquier forma de asociación u organización viable en aquel momento, para denunciar al tirano.

El 2 de abril de 1944 los comunistas se lanzaron entusiastas a los combates contra el dictador Martínez. Considera Daniel Castaneda que “en ese año se manifestó, con toda fuerza y decisión, el espíritu rebelde de nuestro pueblo frente a todos los riesgos, peligros y hasta la propia muerte, en su patriótico ardor de conquista su libertad y dignidad humana.”

El 2 de abril estuvo precedido por un amplio esfuerzo conspirativo en el que juega un papel destacado el médico ahuachapaneco Arturo Romero. Su personalidad carismática le permite relacionarse con muchos jefes militares, con la dirección del PCS, del movimiento estudiantil, ye incluso con sectores de la oligarquía opuestos a la dictadura. Para no alarmar a los conspiradores les presento a los comunistas como aun grupo de obreros descontentos.

Explica Romero al comité central del PCS, representado por el Dr. Antonio Díaz, que existían cinco grupos conspirando para dar un golpe de estado, incluido el del Banco Hipotecario. El PCS le sugiere unificar los esfuerzos, lo que el acepta y logra. Las posiciones del General Martínez en apoyo a los países del Eje Fascista ayudaron a unificar a la oposición y a escudarse en la lucha de los países Aliados para criticar a la dictadura.

En esa época las victorias del ejército soviético dirigido por el Mariscal Stalin despertaban la simpatía popular. El Partido Comunista en 1941 decide publicar omitiendo su nombre, el semanario Mundo Libre, así como fundar junto con personalidades democráticas la Liga Antifascista. Asimismo se decide que en el caso de victoria de la rebelión militar con participación popular, se crearía un partido de masas, como frente abierto estaría dirigido por el PCS, el cual se conservaría siempre en la clandestinidad.

En marzo de 1944 el PCS por medio de Daniel Castaneda realiza una reunión con el Dr. Romero sobre los preparativos del golpe, la propaganda, y la propuesta de programa del gobierno revolucionario que se establecería. Explica el Dr. Romero que se abrirían los cuarteles rebeldes al pueblo para armarlo y que participara en el derrocamiento del tirano, que el gobierno provisional se mantendría dos años en el poder y luego convocaría a una Asamblea Constituyente, que aprobaría una Constitución Política y luego convocaría a elecciones. Posteriormente Romero informa que la fecha del golpe se ha adelantado fijándola para el 2 de abril de 1944 a las 3 de la tarde.

El 1 de abril Castaneda y Guerra se reunen con los jóvenes cafetaleros Jarquín y Pineda y con los oficiales Muñoz y Moran López para planificar la acción. Se decide tomar los cuarteles de la Policía y Guardia Nacional a la hora fijada de ese Domingo de Ramos. Efectivamente el 2 d abril, las tripas del Qunto regimiento se toman el cuartel de la Policía Nacional pero la Guardia no se rinde y huye hacia Metapan en busca de la frontera.

A medianoche los oficiales rebeldes buscan a Ponce y le piden que envíe gente para reforzar el cuartel que se hallaba debilitado porque se había enviado la artillería a San Salvador. Dicho y hecho, en la madrugada del 3 d abril había centenares de personas pidiendo entrar al cuartel y que les dieran armas. En poco tiempo los fusiles se agotaron. En camiones requisados sale mucha gente armada hacia los combates en San Salvador. Ese mismo día el Regimiento de Ahuachapan se incorpora a la rebelión militar.

En San Salvador los comunistas se sumaron a los cuarteles rebeldes, que eran el Primer Regimiento de Infantería (Hoy Mercado Cuartel), el Sexto regimiento de Ametralladoras, que fue tomado por el Coronel Alfredo Aguilar y que abre sus puertas para entregar armas a la población, y la Fuerza Aérea. El fuego se concentra contra la Policía Nacional y el Cuartel El Zapote, que se mantuvieron leales al tirano.

El PCS hizo un llamado a concentrarse en el Parque centenario desde donde sale una demostración hacia el Primer regimiento de Infantería, bajo el mando del General Marroquín, para solicitar armas, pero estas no son entregadas, argumentando que “esta es cuestión de militares y no de civiles.” El 4 de abril la insurrección había fracasado y Martínez desata una feroz represión, fusilando a civiles y militares rebeldes. Entre los fusilados destaca por su heroicidad ante las torturas el civil Víctor Manuel Marín.

El tercer periodo. Del 9 de mayo de 1944 al 21 de octubre de 1944.

Pero la derrota del 2 de abril se convierte en la victoria del 9 de mayo cuando triunfa la Huelga General de Brazos Caídos, convocada por un Comité secreto de estudiantes universitarios, el cual recibe el apoyo de diversos sectores, incluyendo a la Asociación Cafetalera, y logra la paralización del transporte y la incorporación masiva de la población a la huelga general.

El grito general era: abajo la tiranía. El 1 de mayo fue declarada la huelga entre el gremio de médicos. Al final el dictador tuvo el 9 de mayo que abandonar el país. Uno de los integrantes de ese histórico comité de huelga fue Raúl Castellanos Figueroa, en representación de la Facultad de Ingeniería de la UES. Otro fue Fabio Castillo Figueroa, en representación de la Facultad de Medicina. Ambos valiosos baluartes de la lucha popular.

Esa misma noche que huye el tirano, el 9 de mayo se celebra una reunión del comité central del PCS en la que se elige la directiva provisional del Partido Unión Nacional de los Trabajadores, UNT. Lo mismo se hizo en Santa Ana el 10 de mayo, con todas las personas que participaron en el levantamiento del 2 de abril y en la huelga general, lo único que con el nombre de Partido Demócrata Nacional.

El domingo siguiente se realiza una gigantesca demostración en honor de los estudiantes universitarios por su valiosa aportación a la caída del tirano. El 25 de mayo los partidarios del Dr. Arturo Romero forman el Partido Unión Democrática, PUD. La UTF se separa de los comunistas de la UNT y se integra al partido romerista PUD.

Son cinco meses de apertura democrática que permitieron al PCS salir de la clandestinidad impuesta desde 1932 e incluso realizar en agosto una reunión plenaria del comité central, así como construir un aparato partidario legal, la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, conducido por Alejandro Dagoberto Marroquín y su esposa Amparo Casamalhuapa, Moisés Castro y Morales, José Antonio Díaz, Carlos Alvarado, y Raúl Castellanos Figueroa, entre otros.

En julio a iniciativa de AGEUS se forma el Frente Unido Democrático, FDU, aglutinando a sectores democráticos y revolucionarios, entre estos la misma AGEUS, la UTF, la UNT y el PUD. No obstante esto, existían sectores al interior del PUD, recelosos de la participación de los comunistas en esta alianza y que pugnaban por la ruptura entre la UNT y el PUD.

El 29 de junio se convoca a una manifestación multitudinaria que se toma el recinto del Palacio Nacional y obliga a los diputados de la Asamblea Legislativa a elegir a los doctores Miguel Tomas Molina, presidente de le CSJ y Sarbelio Navarrete, ex R3ctor de la UES, como primero y segundo designados a la presidencia. (Castellanos 2002)

En julio de 1944 la UNT denuncio una conspiración de militares martinistas que se proponían dar un golpe militar derechista. Por otra parte hubo sectores que le hicieron el juego a los golpistas con sus declaraciones radicalizadas como es el caso del semanario El Líder. La conjuración pudo ser neutralizada. Mientras tanto el partido Unión Demócrata proclama como candidato a la presidencia al Dr. Arturo Romero, candidatura que es apoyada abiertamente por la UNT y secretamente por el PCS.

No obstante esto, sectores derechistas al interior del PUD lograron romper la alianza con la UNT. Esta ruptura sucede en San Salvador más no así en Santa Ana donde el principal dirigente romerista, el Dr. Ángel Góchez Castro se niega a romper con los comunistas. Pero los golpistas no cejaron en su empeño y golpearon de nuevo en octubre de ese año. La UNT se preparaba para realizar su primer congreso del 1 al 5 de noviembre, pero el golpe de octubre cancela estos preparativos.

El 20 de octubre en Guatemala triunfa la rebelión cívico-militar contra el dictador Ponce Valdèz, que había sido dejado en el gobierno tras la caída del dictador Jorge Ubico. Unica habia renunciado meses antes quizás influenciado por lo que le había pasado a su colega Martínez en El Salvador. Ante estas noticias los sectores populares reaccionaron con alegría y el PUD hizo un llamado a celebrarlo con una concentración en el Parque Libertad para celebrar el triunfo de la democracia en Guatemala.

Simultáneamente a esta celebración se celebra una reunión conjunta de las direcciones de la UNT y del PCS para evaluar la situación del país, amenazada por un golpe reaccionario planificado para el 24 de octubre. Esa misma noche se escucharon descargas de ametralladoras en los cuarteles así como elementos de los cuerpos de seguridad llegaron a reprimir a los manifestantes que estaban retirándose del Parque Libertad. En la madrugada del 21 de octubre se consolida el golpe del Coronel Osmín Aguirre y Salinas e inicia una oleada de capturas contra militantes del PUD, UNT y movimiento sindical y estudiantil, los cuales fueron deportados hacia Honduras. (Castaneda 1980)

Nicaragua: rescatan historia del periodismo nacional

Rescatan historia del periodismo nacional

La Fundación Periodismo y Cultura William Ramírez rescata la memoria de nuestros periodistas, sus nombres figuran en las placas de la Rotonda del Periodista. En 1930, don Moisés Lefranc fundó la primera radio. Radio Informaciones cumple 50 años con su fundador y director Rodolfo Tapia Molina. Recuerdo de la Radio Mundial y sus populares radionovelas, como El derecho de nacer, Tamakun y Kadir el árabe, con José Dibb McConnel y Martha Cansino

¿Quién fue José Constantino González? Porque su nombre figura en una de las seis placas que serán colocadas, en la Rotonda del Periodista, el 1 de marzo, en homenaje a igual número de periodistas.

La gestión de la Fundación Periodismo y Cultura William Ramírez ha permitido rescatar el recuerdo de periodistas que son parte de nuestra historia, ignorados durante muchos años. También se logró el monumentos a los pioneros del periodismo Enrique Gottel y Fabio Carnevalini Cagliero. Los periodistas cuyos nombres están en las placas son: William Ramírez Solórzano, Alberto Mora Olivares (AMO), Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Gustavo A. Montalván, Ofelia Morales Gutiérrez, José Francisco “Chepe Chico” Borgen Marín.

Enrique Gottel, Fabio Carnevalini, Rigoberto Cabezas Figueroa, Anselmo Hilario Rivas, Juan Ramón Avilés, Gabry Rivas, Salomón (Chilo) Barahona, Leonardo Lacayo Ocampo, Manolo Cuadra Vega, Hernán Robleto Huete, Adán Selva, Celio Humberto Barreto, Pedro Rafael Gutiérrez, Emigdio Suárez Sobalvarro.

JOSE CONSTANTINO GONZÁLEZ

Este año los periodistas homenajeados son: José Constantino González, César Vivas Rojas, Francisco Espinoza Rodríguez, Guillermo E. Arce, Manuel Díaz y Sotelo y Octavio García Quintero.

José Constantino González nació en 1884 y falleció en 1964. Viajó en 1920 a la Unión Soviética en compañía del peruano Juan Carlos Mariategui, estuvieron en Moscú. Fue expulsado de Nicaragua durante el gobierno del general Emiliano Chamorro Vargas, se asiló en El Salvador donde fue amigo de Farabundo Martí. Editó la revista El grito de la raza, haciendo campaña a favor de la lucha del general Augusto C. Sandino.

El 5 de junio de 1929, varios marinos de la fuerza de ocupación norteamericana, en estado de ebriedad, acompañado de prostitutas, profanan el Cementerio San Pedro. José Constantino González se encuentra en Frankfurt, Alemania, como representante del general Sandino, en el Segundo Congreso Mundial Antiimperialista, denuncia el hecho y logra sea condenado. Se desempeñó como secretario del general Sandino y lo acompañó en su viaje a México. Fue profesor de historia de Nicaragua de Rigoberto López Pérez.

SAR VIVAS ROJAS

César Vivas Rojas, nació en Masaya el 12 de julio de 1912 y falleció en Managua el 14 de enero de 1997. En sus años de estudiante fundó una publicación noticiosa y literaria bimensual, El Heraldo, con el dueño de la imprenta del mismo nombre, en Masaya y fue profesor en el Instituto de Varones, y luego en el Colegio Salesiano.

Se trasladó con su familia a Managua en 1942, y ese mismo año empezó a trabajar como reportero, y luego Jefe de Redacción y Subdirector del diario LA NOTICIA, de Managua, del que posteriormente, en 1959 fue director, hasta 1963. Fue uno de los fundadores y varias veces presidente de la Asociación de Reporteros de Managua.

Desde mediados de la década de los años sesenta se dedicó al radioperiodismo, produciendo, dirigiendo y presentando un telenoticiero en los primeros años de la televisión en Nicaragua. Dirigió radionoticieros en varias radiodifusoras de Managua, incluyendo Radio Continental y Radio Católica, con su conocido lema: “Soy Amigo de Platón, pero Más de la Verdad”.

Trabajó como redactor en el diario LA PRENSA de Managua, en la década de 1980. Fue director del diario LA TRIBUNA de Managua, a principios de los años noventa. Sobresaliente y muy escuchado comentarista y analista radial en Radio Corporación durante varios años, funciones a las que se dedicó hasta poco antes de fallecer en 1997.

Autor de Anecdotario Nicaragüense 1 & 2 (1970 y 1971). Es suya la célebre frase con la que cerraba sus comentarios radiales, (que es hoy de todos los católicos nicaragüenses que la repiten, y que también adorna la lápida de su sepultura en el Cementerio General de Managua): “NICARAGUA DE MARÍA; MARÍA DE NICARAGUA”. Don César Vivas Rojas dedicó más de sesenta años de su vida al periodismo escrito, hablado y televisado de Nicaragua. Fue el padre de monseñor Bosco Vivas Robelo actual Obispo de la Diócesis de León.

FRANCISCO ESPINOZA RODRÍGUEZ

Francisco Espinoza Rodríguez inició sus labores periodísticas en el Diario Moderno, fundado el 20 de julio de 1911 por el político y escritor liberal Andrés Largaespada. Era el más joven de los redactores, y fueron sus compañeros una pléyade de periodistas-escritores, entre los que se contaron Carlos A. Montalbán, Apolonio Palazio, Ramiro Bermúdez Alegría, Octavio Rivas Ortiz, Alfonso Narváez López y Gilberto C. Torres.

Un jefe militar norteamericano de Managua, el capitán Bruce, asesinó en la cárcel al periodista Anselmo Fletes Bolaños, y Francisco Espinoza Rodríguez se puso al frente de la condena y denuncia del asesino, por lo que fue encarcelado. Todos sus otros compañeros sufrieron, asimismo, represiones de los regímenes conservadores que habían traído a las tropas interventoras desde 1912, y del régimen somocista después. Del Diario Moderno, Espinoza Rodríguez pasó a trabajar a La Prensa, cuando fue su director Adolfo Ortega Díaz, prominente antiintervencionista.

En 1930, Francisco Rodríguez formó parte de la Liga de Periodistas fundada por el doctor Salvador Buitrago Díaz y por Juan Ramón Avilés, dos de los más conspicuos periodistas de su tiempo. Por iniciativa de Espinoza, la Liga fundó la primera y única Biblioteca que ha tenido el gremio, destruida por el terremoto de 1931 y jamás restituida. En los años cincuenta-sesenta, Francisco Espinoza escribía los editoriales de la emisora Ondas del Xolotlán, que le eran leídos por el colega Rodolfo Tapia Molina.

MANUEL DÍAZ Y SOTELO

Manuel Díaz y Sotelo nació en 1929 en Boaco, se presentó en 1955 a la redacción del diario Flecha, en Managua, portando como tarjeta de presentación un cáustico ensayo condenatorio del Tratado Chamorro-Bryan. La delgadez física de su cuerpo contrastaba diametralmente con la fortaleza de su patriotismo, expresado valientemente con una inclaudicable oposición a la dictadura somocista. A mí me lo presentó Carlos Fonseca Amador en el año 1955, en el Instituto Ramírez Goyena, desde entonces fuimos amigos.

En Flecha le fue acogida una columna diaria que tituló Trinchera, y desde ella volcaba su accionar crítico al régimen que oprimía a la Patria. Consiguió un espacio en la emisora La voz de la América Central, que sería una continuación hablada de sus implacables críticas antigubernamentales. En 1956, se le involucró en el ajusticiamiento de Anastasio Somoza García, por lo que fue capturado y confinado en el Norte del país.

A mediados de 1957 reanudó su columna en Flecha y sus comentarios en La Voz de la América Central denunciando los atropellos de que había sido víctima. Una tarde, un grupo de esbirros uniformados llegó a capturarlo en la emisora, sometiéndolo desde el momento de la captura a una continuada golpiza, rompiéndole a puñetazos el rostro. Luego fue conducido a los cuartos de tortura instalados en la Casa Presidencial, y durante diez días con sus noches padeció inerrables torturas, una de ellas, la extracción de las uñas de las manos y de los pies.

Una intensa campaña periodística que trascendió las fronteras obligó a los Somoza ponerlo en libertad. Al abandonar la cárcel no podía caminar y apenas podía ver. Los verdugos negaron en un comunicado emitido por la Secretaría de Información y Prensa de la Presidencia ser responsables de las torturas denunciadas por el joven periodista. Llevado a Casa Presidencial, Manuel denunció ante Luis Somoza al jefe de las torturas.

Unos meses después, Manuel fue expulsado a Costa Rica. En ese país, Díaz y Sotelo ingresó al Movimiento 26 de Julio, que en Cuba dirigía el comandante Fidel Castro, quien combatía a la dictadura de Fulgencio Batista. Triunfante la Revolución Cubana en 1959, Manuel Díaz y Sotelo fue invitado por el gobierno revolucionario de ese país a trasladarse a la isla. Allí organizó un grupo de combatientes que luego invadieron Nicaragua.

Varios días después de la invasión, Manuel se disponía a auxiliar a varios compañeros heridos y fue a buscar medicinas a un poblado cercano. Allí lo capturaron. Durante tres días lo tuvieron amarrado a un árbol, bajo el sol, sin proporcionarle agua ni alimento alguno. Díaz y Sotelo se negó siempre a declarar lo que los esbirros le exigían, y el 7 de agosto de 1959 lo asesinaron.

OCTAVIO GARCÍA QUINTERO

Octavio García Quintero, hijo de dos distinguidos maestros de educación don Octavio García Valery y doña Mercedes Quintero de García, ambos premiados en distintos años como Mejor Maestro de Nicaragua, nació en La Concepción, departamento de Masaya, el 17 de abril de 1928.

En 1945 viaja a Buenos Aires, República Argentina, donde se gradúa en Seguridad Social y trabaja en el Ministerio del Trabajo y Bienestar Social como cercano colaborador de doña Eva Perón, Primera Dama de la Nación e ídolo de la clase trabajadora.

Después del golpe de Estado al presidente Juan Domingo Perón, regresa a Nicaragua en 1955, y desde entonces trabaja dentro del periodismo nacional como jefe de Redacción del diario La Noticia; reportero de La Nueva Prensa; subdirector de La Prensa Gráfica; corrector de pruebas y redactor del diario La Prensa, jefe de Redacción y encargado de la Dirección de Novedades. Poeta y escritor destacado. Muere en Managua, el 6 de octubre de 1992.

GUILLERMO E. ARCE

Guillermo E. Arce nació en 1912 en la ciudad de Bluefields de nuestra Costa Atlántica. Cumplió su ciclo vital el 11 de diciembre de 1956, a los 44 años, después de haber residido y trabajado más de la mitad de su vida en Managua.

Su existencia fue corta, pero la vivió intensamente y con un magisterio excepcional, en los campos del periodismo y la cultura, fue no sólo un lector inteligente y voraz, sino un hombre hondamente preocupado por el mejor destino de su patria y de su pueblo.

Brillando con luz propia, con un talento que todos le reconocieron como periodista, trabajó en La Nueva Prensa, La Estrella de Nicaragua, El Heraldo, El Mundo, y, además, fundó las publicaciones Ya y Centro, esta última en sociedad con el notable escritor José Román.

Perteneció a la última generación del periodismo literario y bohemio que iluminó las páginas del diarismo nicaragüense de 1930 a 1960, compartiendo amistad y oficio con figuras tan destacadas como Manolo Cuadra, Emilio Quintana, José Francisco Borgen, Toño López, Francisco Espinoza, Alberto Medina, Ariel Luna Brenes, Gonzalo Rivas Novoa y otros.

También escribió el libro Si yo fuera dictador, cuya edición no alcanzó a ver por haber fallecido después de una brutal golpiza que unos matones le propinaron por encargo.

El Partido Comunista de Guatemala y el Partido Comunista de Centro América (1922-1932)

El Partido Comunista de Guatemala y el Partido Comunista de Centro América (1922-1932)
Arturo Taracena Arriola

El movimiento obrero en Guatemala dio un salto cualitativo a principios de la década de 1920, y su acción reivindicativa se orientó desde el comienzo hacia la lucha por obtener participación en las ganancias de las empresas a través del mejoramiento de los salarios y de las prestaciones sociales, y el derecho a organizarse en sindicatos reconocidos legalmente. Esto es lo que caracteriza principalmente los conflictos laborales que se sucedieron en esta década a partir del triunfo de la insurrección unionista contra la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, en abril de 1920. La política de los gobiernos posteriores de los generales José María Orellana (1921-1926) y Lázaro Chacón (1926-1930) no sólo puso en evidencia la tendencia conservadora de los regímenes liberales en esta materia, sino que testimonió también el fracaso del movimiento sindical guatemalteco por alcanzar sus metas durante este período. En este contexto resulta relevante la constitución del Partido Comunista de Guatemala y del Partido Comunista de Centro América, tanto por su composición social como por su temprana emergencia en el escenario continental.

Palabras clave: huelga, movimiento obrero, socialismo, Guatemala

A la memoria de Luciano Bernard,
mi amigo y colega cubano-venezolano.
Antecedentes

La reivindicación más frecuente y conflictiva fue la insistencia de los trabajadores para que sus sindicatos fuesen reconocidos por los empresarios, lo que podía permitir el primer paso hacia una autonomía de la naciente clase obrera frente al poder central. Al producirse la huelga ferroviaria de mayo de 1920, en la que la recién constituida Unión Ferrocarrilera exigía ser reconocida por la International Railway of Central América IRCA como representante de sus empleados, el Patronazgo y el Gobierno comprendieron el doble peligro que tal acción entrañaba para sus intereses. Así, el carácter público del servicio ferrocarrilero fue el pretexto gubernamental para decretar que toda huelga obrera que implicase una amenaza a los intereses del Estado sería sistemáticamente reprimida. A su vez, esto dio la excusa a los patronos para recurrir al Ejército ante cada amenaza de paro obrero. En el fondo, el meollo de tal situación era el derecho exigido por los trabajadores para organizarse por sí mismos.

La unidad alcanzada en la coyuntura de 1920 por los trabajadores en torno a la Liga Obrera, durante los seis meses que precedieron a la caída del presidente Estrada Cabrera, se deterioró rápidamente a partir del inicio del gobierno del Partido Unionista, encabezado por el presidente Carlos Herrera. La Liga Obrera no había sido sino la unión coyuntural de una serie de organizaciones mutualistas frente al estradacabrerismo, en un momento en que el sector conservador de la oligarquía guatemalteca y una parte del sector liberal de la misma estaban dispuestos a poner fin a veintidós años de dictadura personalizada. Fue así que, a partir del acuerdo logrado entre conservadores y liberales después de la renuncia de Estrada Cabrera, las organizaciones obreras se vieron jaloneadas por la lucha en la correlación de fuerzas establecida al interior de la oligarquía guatemalteca.

Dentro de esa fragmentación del naciente movimiento obrero surgió Unificación Obrera, bajo la presidencia del maestro hojalatero Alfredo Estrada Mendoza, ex miembro de la Liga Obrera y uno de los firmantes del “Acta de los Tres Dobleces”, que había dado nacimiento al Partido Unionista en diciembre de 1919. En sus estatutos, Unificación Obrera reclamaba, de conformidad con la ley, el derecho a “inmiscuirse en la política interior del país cuando los intereses que defiende lo requieren”[1]. Dicha posición era novedosa en Guatemala, pues durante los veintidós años de estradacabrerismo las mutualidades habían estado obligadas por el poder central a una actividad apolítica por parte del poder central.

La segunda reunión de Unificación Obrera se celebró el 27 de abril de 1920, en el teatro Nueva York. Lo más relevante de ella fue el ataque que el estudiante salvadoreño Ricardo Chamorro lanzó contra el Partido Unionista a tan sólo quince días de su triunfo político, haciendo un llamado a los obreros en pro de su autodeterminación. Chamorro, quien se había distinguido como jefe militar de las milicias obreras durante la “semana trágica” del 7 al 14 de abril, comenzaba a sacar conclusiones en torno a la traición del Partido Unionista ante su aliado frente la dictadura, la Liga Obrera. En efecto, el día 14 de abril, conociendo la decisión de Estrada Cabrera de renunciar, los unionistas habían empezado a desarmar a las milicias de la Liga Obrera y habían bloqueado la publicación del manifiesto de Silverio Ortiz, máximo líder de ésta, dirigido a los obreros y campesinos para que no entregasen las armas hasta haber obtenido satisfacción de sus demandas por parte del Partido Unionista2. El 30 de ese mes, Ricardo Chamorro fue expulsado de Unificación Obrera, concretizando las presiones que ejercían los unionistas sobre las organizaciones obreras3.

En cuanto a los obreros, éstos habían descubierto la huelga como mecanismo reivindicativo de sus derechos económicos y políticos. Como ya se ha dicho, a la cabeza de su acción se encontraban los ferrocarrileros que trabajaban para la IRCA, subsidiaria de la United Fruit Companay UFCO. De esta forma, a la huelga por mejoras salariales de mayo de 1920 siguió otra a principios de 1921, la que finalizó el 22 de abril de ese año con la firma de un acuerdo entre el gerente general de la IRCA, Alfred Clark y los representantes de la Unión Ferrocarrilera. En el acuerdo, la empresa norteamericana hacía constar que el suscribirlo no implicaba el reconocimiento del sindicato ferrocarrilero como persona jurídica, pero en la práctica fue el primer triunfo obrero en materia de contratos colectivos4.

El movimiento de protesta obrera surgido a raíz de la caída de la dictadura se extendió a los trabajadores del banano y a los estibadores (“muelleros) de Puerto Barrios, quienes iniciaron una huelga en búsqueda de mejoras salariales. A éstos se unieron los trabajadores de la planta eléctrica y del hospital de Quiriguá, pertenecientes también a la UFCO. Después de amenazar con sabotajes si sus reivindicaciones no eran satisfechas, los trabajadores del enclave bananero obtuvieron un aumento salarial. Empero, el Gobierno envió por primera vez tropas con el objeto de preservar el orden en las tierras de la compañía norteamericana. Esta medida se volvería cotidiana en el futuro.

Por su parte, los trabajadores de la Cervecería Centroamericana, S. A., de los Hermanos Castillo, pidieron un aumento de diez pesos por cabeza y la regulación de las ocho horas de trabajo, en junio de ese año de 1920. Y, en octubre, los telegrafistas de las ciudades de Guatemala y Quetzaltenango declararon la huelga con el mismo objetivo. Esta última terminó bruscamente con el despido de varios dirigentes y bajo la amenaza de represión policiaca.[5]

Es decir, una vez pasado el período de la dinámica revolucionaria, el gobierno unionista comenzó a restringir los derechos de manifestación de los obreros. La Policía dificultaba la actividad organizativa y, por ello, el 15 de octubre de 1920 representantes de la Liga Obrera se entrevistaron con el presidente Herrera para que garantizara la libertad de trabajo, acción, prensa y asociación, así como la libertad de recorrer el país sin cortapisas6. Un año más tarde, el Ministerio de Gobernación estableció un “Reglamento de Manifestaciones”, en el que se estipulaba que toda manifestación debía ser comunicada por escrito con veinticuatro horas de antelación y que los firmantes de la misma eran responsables de los desórdenes que pudieran ocurrir, siendo castigados de acuerdo a la ley los infractores7.

Como contrapartida al fraccionamiento del movimiento obrero, se dio la aparición de una gran cantidad de mutualidades y, sobre todo, de los primeros sindicatos en el país. A pesar de que la lista sobre las organizaciones obreras guatemaltecas es incompleta, entre 1892 y 1920 existieron al menos 31 mutualidades situadas en 8 de los 22 departamentos con que cuenta la República de Guatemala. Como resultado de la apertura política a raíz de la caída de Estrada Cabrera, luego, entre 1920 1931, aparecieron otras 35 organizaciones obreras (mutualidades y sindicatos), repartidas esta vez en 16 de los 22 departamentos.[8]

De esas organizaciones obreras recién creadas, dos habrían de jugar un papel decisivo en el posterior surgimiento del Partido Comunista de Guatemala, la Sociedad Central del Gremio de Panaderos y la Unificación Obrera Socialista. La primera fue fundada en 1920 y, de hecho, durante el transcurso del año 1924 ésta pasó a ser el primer sindicato dirigido por los comunistas, quienes hicieron del mismo el motor de las reivindicaciones obreras guatemaltecas de dichos años, como se verá más adelante.

Los orígenes de las ideas socialistas en Guatemala

La Unificación Obrera Socialista UOS, que surgió de una escisión de Unificación Obrera, sería fundada el 1 de mayo de 1921.[9] A los pocos días se creó un sistema de fichas que debían firmar cada uno de los adherentes y se organizó un consejo directivo de 20 miembros.[10] Según Antonio Obando Sánchez, la UOS agrupaba a obreros artesanos y miembros de la pequeña burguesía, que durante los fines de semana se reunían en el local de algún cinematógrafo para discutir los problemas de la clase trabajadora11. Por su parte, Robert J. Alexander afirma que, al poco tiempo de fundada la UOS, el Gobierno presionó a las imprentas capitalinas para que no editasen sus manifiestos, lo que la obligó a adquirir una imprenta propia12.

Entre sus fundadores, Obando Sánchez recuerda a Rafael Estévez, Alfredo Toledo, Alberto del Pinal (carpintero), Antonio Cumes (zapatero), Antonio Avelar, Francisco Ayerdi, Francisco Castro, Manuel Castro (panificador), Narciso Grajeda, Moisés Castro Morales (salvadoreño, estudiante de Derecho), José Luis Barrientos (salvadoreño, estudiante de Derecho), Antonio Méndez Paz, Alvaro I. Vásquez, Julio I. Vásquez, Enrique I. Vásquez, Felipe Medina, Víctor Arrazola, Tomás Saso González y Silverio Valenzuela.[13]

Las ideas socialistas y comunistas habían ido entrando en Guatemala por múltiples vías desde la caída de Estrada Cabrera. Una de ellas fue la llegada de cuadros sindicales y políticos mexicanos al istmo centroamericano en los primeros años de la década del veinte, y todavía bajo el impulso de la Revolución de 1910. Por otra parte, la influencia de la Revolución bolchevique se dejaba sentir de cierta manera como lo constata la prensa capitalina de Guatemala, en la que se podían leer artículos como el aparecido bajo el título “Los líricos del socialismo”.[14]. En éste se atacaba a aquellos que pretendían emular la Revolución bolchevique distribuyendo entre los obreros “hojas íntegras” de Lenin, Trotsky., sin comprender que las condiciones sociales eran diferentes.

“Este socialismo de pega escribía el articulista anónimo, que a la postre no lleva más miras que explotar un círculo laboralista (sic), establece muchas irrazonadas inquietudes, entabla la duda y la desorientación entre los braceros e impide la constitución racional de los gremios y corporaciones con carácter económico, que defienden a los necesitados de las duras penas de la penuria”[15].

Entre los activistas de esta época que merecen ser recordados, se encuentra el salvadoreño José Luis Recinos. Expulsado hacia Guatemala a la edad de diecisiete año por sus ideas avanzadas, Recinos se instaló en la ciudad de Guatemala, donde publicó un pequeño periódico titulado 14 de julio. Expulsado de Guatemala seguramente antes del triunfo unionista, se instaló en México, donde trabajó para el diario obregonista Lucha. El 1º de octubre de 1920 se encontraba entre los miembros fundadores del Comité de la Local Comunista de la ciudad de México y asistió como delegado fraternal de los obreros salvadoreños al Congreso constituyente de la Confederación General de Trabajadores de México, el 15 de febrero de 192116.

Durante ese lapso de tiempo las idas a Centroamérica de los agitadores políticos mexicanos fueron también intensas, como lo demuestra la llegada a Guatemala de un delegado de la Liga Obrera Ferrocarrilera ­-que se hacía llamar “Bretón”-, a principios de julio de 1921, con el objeto de entablar relaciones con la recién constituida Unión Ferrocarrilera17. Asimismo, en julio de 1920, la recién fundada Asociación de Estudiantes Universitarios AEU había recibido en la ciudad de Guatemala al representante de la Federación de Estudiantes Mexicanos, el estudiante de Leyes Mariano Zeceña, quien dio varias pláticas sobre el proceso revolucionario de su país18. Por su parte, el que sería más tarde Premio Nobel de Literatura, Miguel Ángel Asturias, viajó por ese tiempo a la capital mexicana para asistir como delegado de la AEU al Congreso Internacional de Estudiantes, promovido por el ministro de Educación de México, José Vasconcelos.[19]

A principios del año de 1921, se sabe que la AEU tenía relaciones con las organizaciones revolucionarias mexicanas por un mensaje que la asociación envió al Partido Comunista de México PCM, a la Federación de Jóvenes Comunistas, a la Federación Comunista del Proletariado, al Partido Socialista, al Partido Agrarista, a la Federación Regional Obrera Mexicana y al Buró de Información Comunista Latinoamericano, con sede en México, pidiéndoles que se dirigieran a los obreros norteamericanos para que éstos hiciesen presión sobre su gobierno con el fin de que Panamá no invadiese a Costa Rica. De hecho, el Presidente Warren Harding había instado a este país para que declarase la guerra a su vecino, con el objeto de que no ratificase el acuerdo de unidad centroamericana firmado por los otros países del istmo, a excepción de la intervenida Nicaragua. El manifiesto de la AEU estaba firmado por el salvadoreño José Luis Barrientos y Miguel Ángel Asturias, entre otros directivos de la asociación estudiantil.[20]

Haciendo una breve referencia al contexto nacional en el que se fue desenvolviendo el movimiento obrero guatemalteco, cabe señalar que durante el gobierno unionista las dificultades del presidente Herrera se fueron multiplicando desde su nombramiento como “hombre compromiso”. El liberalismo tendió a reconstituir sus filas con miras a mantener una posición de fuerza frente a los conservadores representados en el Partido Unionista. A pesar de los buenos llamados al Ejército, cuyos oficiales habían sido formados bajo la dictadura de Estrada Cabrera, Herrera no pudo evitar el inicio del complot militar ni los ataques de la prensa liberal.

De esta forma, El Demócrata, diario ligado al sector del Partido Liberal comprometido con el gobierno de Herrera, predecía ya en marzo de 1921 la posibilidad de golpe de Estado.[21] El 5 de diciembre de ese año, los generales José María Orellana, José María Lima y Miguel Larrave derrocaron al presidente cañero y Orellana, el hombre fuerte del triunvirato, separó a Guatemala de la efímera Federación Centroamericana, renegoció los contratos de la empresa eléctrica (decomisada a los alemanes después de la guerra) con la Bond & Share y aceptó las demandas financieras que exigía la IRCA en la construcción del tramo que uniría a Guatemala y El Salvador. El general golpista buscaba con afán el reconocimiento de Washington y la firma de préstamos que ayudaran a la endeuda banca nacional.

Entre las filas obreras la reacción al golpe de Estado fue más bien mitigada. Sólo en Cantel, en el departamento de Quetzaltenango, hubo una seria oposición. Los obreros de la textilería más grande de Centroamérica en ese entonces se lanzaron a la huelga, que duró casi una semana. El estado de sitio implantado por los golpistas permitió su represión, lo mismo que la persecución de UOS en la ciudad de Guatemala.[22] En un intercambio de cartas con el PCM, que fueron publicadas en la International Press Correspondence el 9 de julio de 1922, la UOS denunciaba la persecución y el asesinato de sus miembros por parte del gobierno de Orellana, quien para entonces se había consolidado en el poder desplazando a los otros triunviros.[23]

El inicio de los contactos entre la UOS y el partido Comunista de México habría de darse por medio de dos de sus militantes extranjeros, el norteamericano Richard F. Phillips y el español Sebastián San Vicente, quienes en el mes de mayo de 1921 fueron expulsados por el gobierno de Alvaro Obregón hacia Guatemala. Phillips había asistido el año anterior como delegado mexicano al II Congreso de la Internacional Comunista, pues ésta tenía interés en México por los informes enviados y el trabajo realizado por sus principales agentes, el ruso Mijail Borodín y el indio M. N. Roy.[24]

Phillips cuenta que estuvieron “en Guatemala alrededor de un mes, durante el cual, gracias a los esfuerzos de San Vicente, que realmente era muy capaz en ese sentido, hicimos contacto con algo parecido a un movimiento guatemalteco; fue allí en Guatemala donde recibí el nombre de Manuel Gómez”.[25] De hecho, participaron “organizando grupos de propaganda ideológica y dando conferencias en los teatros Guatemala y La Libertad”.[26] En definitiva, Taibo II señala que los contactos fueron para consolidar a la Unión Obrera Socialista. Finalmente, Phillips y San Vicente cruzaron la frontera clandestinamente, regresando a México, donde ninguno de los dos pudo volver a actuar abiertamente.[27]

De estas relaciones entre los comunistas mexicanos y los primeros simpatizantes centroamericanos con las ideas socialistas surgió la relación del suizo Edgar Woog con la UOS. Establecido en México en 1920, Woog militó en las filas del PCM bajo el nombre de Alfred Stirner. Con dicho pseudónimo firmó diversos artículos sobre Latinoamérica en la Correspondencia Internacional. En junio de 1921 se trasladó a Moscú como delegado del PCM al III Congreso de la Internacional Comunista IC[28] y, en noviembre de 1922, participó en esa calidad en el IV Congreso, siendo electo miembro del Comité Ejecutivo de la IC.[29] Como se verá más adelante, Woog es quien da una mayor información sobre la desconocida actividad de la UOS en ese período.

En noviembre de ese año apareció el primer artículo de Woog (Stirner) sobre Guatemala, lo que hace pensar que estaba basado en el informe que presentó sobre México y Guatemala en el IV Congreso de la IC. En este artículo, señalaba que el único grupo revolucionario guatemalteco que mantenía relaciones políticas con la Internacional Comunista era la UOS, reducida a una escasa actividad clandestina. Su tentativa por editar un periódico había sido obstaculizada por la Policía, la que había confiscado la imprenta y apresado a dos militantes de la organización. Según Woog, la UOS tendría 90 militantes en la capital y estaba implantada en las “regiones mineras de Guatemala”.[30] Se puede pensar que se refería al departamento de Zacapa, donde hay mármol y otros minerales, aunque tradicionalmente se ha señala que los departamentos de la primera implantación comunista fueron Escuintla y Jutiapa.

Del texto de Woog se desprende que la mayoría de los integrantes de la UOS eran de orientación anarquista, y cuando la IC o el PCM (posiblemente por medio del mismo Woog) propusieron a la organización obrera guatemalteca “formar a pesar de los obstáculos, un partido legal, aun bajo consignas de orientación social-demócrata, surgió una violenta disputa con los anarquistas”. Para el comunista suizo era necesaria una propaganda metódica, con el fin de hacer comprender, “particularmente a los sindikalisten -es decir, los anarco-sindicalistas-, el carácter atrasado y pequeño-burgués de su programa”.

Otro elemento que marca la existencia de la confusión ideológica en el seno de la USO fue el hecho de que uno de sus fundadores Francisco Ayerdi y dos de sus miembros, Daniel Hernández Figueroa y Teófilo Lima, fueron cooptados por el gobierno orellanista, pasando a ser funcionarios de la Policía Nacional. Hernández Figueroa llegó pronto ser director de la misma y Ayerdi, su Inspector General, reforzando el peso de la impronta liberal con que había surgido el movimiento obrero guatemalteco.[31]

La fundación del Partido Comunista de Guatemala

La tradición señala también que el Partido Comunista de Guatemala PCG fue fundado durante el año 1922. No cabe duda que esta fecha corresponde más bien a la intención de un sector de la UOS por poner en pie una nueva organización de acuerdo a los postulados de la IC, que a su fundación de hecho. En el Informe de Máx M. González ante el III Congreso del PCM en abril de 1925, se afirma que el PCG fue fundado en 1923, luego de que una delegación de la UOS asistió en abril de 1922 al Congreso de la Juventud Comunista de México, llegándose a acuerdos de que ésta se transformaría en un partido comunista.[32]

A vez, Luis Villagrán, otro de los dirigentes comunistas guatemaltecos, señala más bien abril de 1923, cuando una delegación de la UOS se trasladó a México para pedirle al PCM que los “educaran sobre las tareas principales para formar el Partido comunista”[33]. Esta fecha coincide con la celebración del II Congreso del PCM, el que sólo a partir de 1922 había comenzado a implantarse en ciertos sectores de la sociedad mexicana.

Los primeros datos sobre las actividades del PCG respaldan más bien la fecha de 1923. Así, éste impulsó en agosto de ese año la fundación del Sindicato de Carpinteros y en septiembre, la del Sindicato Rojo de Zapateros, que pronto debió dejar de llamarse “rojo”. Asimismo, pareciera que tenían cierta influencia sobre siete sociedades mutualistas: Fuerza de Acción, Cruzada Mutualista, Internacional de Trabajadores, Fraternal de Barberos, Gremial de Albañiles, Centro Obrero de Albañiles y Unión Ferrocarrilera, las que “adoptaron la bandera roja”. A su vez, desde ese año el PCG empezó a celebrar el 7 de Noviembre en honor a la Revolución bolchevique.[34]

La composición del PCG, en su inicio –y posteriormente– fue esencialmente de artesanos. Entre sus fundadores se encontraban el ebanista Julio Alberto del Pinal, el panificador Francisco Castro que parece haber sido el primer secretario general, el panificador Juan Luis Chigüichón, el carpintero Luis Villagrán y el zapatero Antonio Cumes. Cumes, nacido en 1886, había sido miembro de El Porvenir de los Obreros (la primera mutualidad de Guatemala, fundada en 1892) al menos desde 1915, y todo indica que tomó parte en la insurrección unionista de 1920. Poco después de fundado el PCG, ingresó el carpintero Antonio Obando Sánchez, a quien se le encargó fundar la Juventud Comunista. Obando Sánchez tenía veintiún años de edad y había luchado en las milicias obreras contra Estrada Cabrera y trabajado como carpintero en las poblaciones de Quiriguá y Bananera, donde se encontraba la sede de la UFCO entre 1922 y 1923. Este último año pasó a ser representante sindical de la fábrica de muebles “Feltrín” en el seno del recién constituido Sindicato de Carpinteros.[35]

De esa manera, aparte del trabajo de organización en la capital, el PCG se fue extendiendo a las cabeceras departamentales de Quetzaltenango, Jutiapa, Escuintla, Antigua y Jalapa, coincidiendo sobre todo con las actividades sindicales de los panificadores y de los carpinteros.

También lo indican los datos de la inmediata represión gubernamental sobre el PCG. En julio de ese año de 1923, su primer local –situado en la 16 calle “O”, entre 10 y 11 avenidas-, fue destruido por fuerzas enviadas por el general Jorge Ubico, Ministro de Guerra de Orellana, así como golpeado su bibliotecario, Julio del Pinal, al igual que su mujer e hijo. Luego, el 7 de noviembre, el PCG lanzó un manifiesto ilegal en honor de la Revolución bolchevique, invitando a los trabajadores a unirse al partido. La policía reaccionó saqueando la biblioteca y destruyendo su imprenta de madera en los nuevos locales, y fueron encarcelados durante un mes Antonio Cumes y Antonio Abelar. Se creó un comité de defensa.[36]

Con motivo de la muerte de Lenin, el 25 de enero de 1924, el PCG organizó una manifestación de duelo, que le trajo inmediatamente la persecución del gobierno. El 3 de febrero, la Policía invadió por tercera vez el local semiclandestino en que se reunían los comunistas, arrestando a Julio A. del Pinal, a quien la Correspondencia Sudamericana señalaba en 1927 como líder del PCG. Del Pinal fue torturado y se quedó sordo a resultas de los disparos hechos cerca de sus oídos por los agentes orellanistas. Durante los tres meses que siguieron a su encarcelamiento, los miembros del PCG fueron vigilados en sus casas y continuamente amedrentados.[37]

La detención de Del Pinal dio como resultado una serie de manifestaciones de solidaridad entre las diferentes corrientes del movimiento obrero guatemalteco. Es así que, el 1º de mayo de 1924, la Federación Obrera de Guatemala para la Protección Legal del Trabajo -la primera central obrera guatemalteca, fundada en 1918 bajo el espíritu de la Pan American Federation of Labor AFOL, exigió la libertad del dirigente comunista en el discurso pronunciado por el tipógrafo Jorge A. García frente al Palacio Nacional. El general Orellana prometió su libertad, pero Del Pinal solamente fue liberado hasta inicios del año siguiente, a pesar de la masividad del desfile obrero, que reunió alrededor de 3,000 trabajadores.[38]

Por su parte, Alexander reporta que en esa ocasión, la represión gubernamental trajo consigo el encarcelamiento pasajero de los 13 miembros del comité central y la clausura de Nuestra Palabra, órgano del PCG.[39] A su vez, desde México, tanto El Machete, órgano del PCM como El Libertador, órgano de la Liga Antiimperialista Panamericana, señalan que el PCG resiste a la presión de parte del gobierno de Orellana luego de la destrucción de su imprenta y la captura de varios de sus miembros, por lo que se notifica su reestructuración y la designación de un nuevo comité de dirección. Asimismo, denuncia a la Pan American Federation of Labor estar detrás de todo ello.[40]

El PCM y la fundación del Partido Comunista de Centro-América, PCCA

La liberación de Del Pinal se dio 28 de febrero, mediante el pago de 20 o 100 dólares proporcionados por la Liga Internacional Pro Luchadores Perseguidos, afiliada a la Ayuda Internacional Roja Socorro Rojo Internacional.[41] La reestructuración del PCG habría de ser tomada en manos del PCM, de acuerdo a los planes del Comintern. De esa suerte, a inicios de abril de ese año viajó a México Max M. González para asistir al III Congreso de los comunistas mexicanos a celebrarse del 7 al 12 de ese mes.

En su informe, el delegado guatemalteco luego de hacer un esbozo de las actividades de los fundadores del PCG y de la realidad política guatemalteca desde el triunfo del Partido Unionista en 1920 a la liberación de Del Pinal en febrero de 1925, describe los principales elementos de confrontación con el imperialismo norteamericano en cada uno de los países del istmo.

Así, en Guatemala el gobierno de Orellana estaba cargado de compromisos con el capital de la UFCO, la IRCA y el banco de Reserva de los Estados Unidos, habiendo cedido la Empresa Eléctrica a la Bond and Share Company. En El Salvador, los gobiernos de la familia Quiñónez-Meléndez estaban contribuyendo a la implantación del capitalismo norteamericano a raíz del empréstito por un valor de 18 millones de dólares, pasando la recaudación de impuestos por las manos de un colector americano, mientras que destinaba el 70% de lo recaudado a pagar la deuda. En Honduras, las características eran parecidas a las guatemaltecas por el predominio de la UFCO. Igual cosa sucedía en Costa Rica. Finalmente, en Nicaragua, a partir del Tratado Bryan-Chamorro de 1919, la posibilidad de construcción de un canal interoceánico había quedado arrendada, mientras que en el Golfo de Fonseca los norteamericanos pensaban construir una base naval que garantizase la seguridad del canal de Panamá.

Finalmente, el Informe de González señalaba que la orientación sobre las actividades comunistas en Centroamérica deberían estar encaminadas a la organización del proletariado, urbano y rural, con lo cual se debía crear una comisión de propaganda sindical que debía de operar con cautela debido a la ilegalidad y las prohibiciones existentes sobre las realización de huelgas, debiéndose hacer una distinción entre trabajo partidario comunista y trabajo sindical amplio.

Paralelamente, las orientaciones versaban sobre la realización de una campaña de prensa en los órganos comunistas o en aquellos que estuviesen influenciados por ellos a favor del reconocimiento del derecho de huelga, de organización sindical, de libertad de prensa y propaganda en el istmo, la cual debería ser respaldada por la prensa obrera en todo el continente, con el propósito de obtener el beneplácito de los gobiernos centroamericanos.[42]

Cabe señalar que el informe de Max M. González fue elaborado hacia el mes de agosto de ese año, pues no sólo contiene los datos del paso del norteamericano Roswell S. Blackwell, miembro del PCM, por Guatemala y Honduras, sino su misión de fundar un partido comunista con dimensión centroamericana.[43]

Roswell S. Blackwell, conocido con el seudónimo de Rosalío Negrete, militaba en las filas del PCM. Era probablemente originario de Tucson, Arizona, donde habitaba su madre, viuda de Waldo R. Blackwell, mientras que su tío materno Henry L. Thomas, también militante comunista, habitaba en Brooklyn, New York.[44] Muy probablemente había sido enviado a Guatemala por Bertram D. Wolfe, quien en el III Congreso del PCM realizado en abril de ese año de 1925, había sido electo miembro de su Buró político, luego de haber estado en Moscú durante la realización del V Congreso de la Internacional Comunista en junio y julio de 1924.

Si bien durante el III y IV Congreso de la IC los planteamientos centrales habían sido el “frente único” y “hacia un gobierno obrero y campesino”, en el V Congreso los mismos fueron suplantados por el de “el frente único por abajo”. Es decir, la necesidad de luchar contra las direcciones reformistas. Por su parte, Wolf llevaba la consigna de pedir la “centralización de los partidos comunistas latinoamericanos” y la idea de realizar una Conferencia de éstos en México. A su vez, insistió en la necesidad de denunciar la importancia del imperialismo norteamericano, del dominio de los amarillos y anarquistas en el seno de las direcciones obreras latinoamericanas y la debilidad de la Internacional Sindical Roja en el continente. Sin combatir esas carencias no se podría desarrollar el peso que la clase trabajadora latinoamericana debería de jugar en el proceso revolucionario mundial.[45]

Todo indica que Blackwell conocía a algunos de los militantes comunistas guatemaltecos y centroamericanos, pues cuando se enteró de la invitación para que Max M. González fuese el delegado del PCG al III Congreso del PCM a inicios del mes de abril de 1925, opinó:

“…me entusiasma ver que el Partido Centroamericano hizo llegar un representante al Congreso, pero yo soy de la opinión personal que hubiera sido mejor mandar a otro en vez de Max. Max es bueno en algunas cosas. Es muy sincero y entusiasta, pero parece que no tiene empuje o iniciativa”.[46]

Asimismo, Blackwell era el contacto con el PCM a raíz de que llegaron las instrucciones de convertir el PCG en un partido comunista centroamericano, aprovechando no sólo la presencia de varios cuadros centroamericanos en las filas guatemaltecas, entre los que sobresalían los salvadoreños Agustín Farabundo Martí y Moisés Castro Morales, sino la necesidad de dar un salto cualitativo en la organización, volcando la actividad hacia el proletariado agrícola del enclave bananero en el istmo, especialmente el de Honduras, hacia donde partió a inicios del mes de mayo.

De esa forma, Blackwell se encontraba en Honduras cuando durante la celebración del 1 de mayo en la ciudad de Guatemala se hizo público el Manifiesto del Partido Comunista de Centro América, firmado por el Comité Central Ejecutivo, dirigido “A los Trabajadores, en el que se recordaba que hacía 38 años se había cometido el asesinato de los mártires de Chicago, por lo cual no debían permitir que los “obreros amarillos” desviasen el objetivo del Día del Trabajo, como venía sucediendo con las actividades desarrolladas por la Federación Obrera de Guatemala para la Protección Legal del Trabajo –FOG-, a cuyos integrantes se declaraba como “traidores a la causa Obrera y Campesina”, aunque algunas de sus agrupaciones, como el Sindicato de Carpinteros, el Sindicato de Zapateros y la Sociedad de la Cruzada Mutualista, no caían en la trampa de colaborar con su Comité Pro Día del Trabajo.

”El 1° de Mayo, lo repetimos una y mil veces, es un día de protesta. Los Obreros conscientes de su clase deben de declarar en este día de HUELGA GENERAL en Talleres, Fábricas, Campos y celebrar reuniones, mitines, manifestaciones para deliberar como clase y como miembros de la familia humana sobre la táctica que deben emplear para acabar con este sistema inocuo y sobre sus escombros edificar la República Comunista del Trabajo y, por lo pronto, organizarse bajo el Pabellón Rojo del Partido Comunista de Centro América y luchar hasta alcanzar el derecho de HUELGA, la libertad de imprenta, de asociación y la garantía de los hogares proletarios que son allanados tan brutalmente.”

Por último, recordaba que la Unión Soviética, por medio de los Consejos de Obreros, Soldados y Campesinos, estaba demostrando al mundo que solamente implantando la “Dictadura del Proletariado, podremos salir de nuestra condición actual”.[47]

Indudablemente, la tónica del Manifiesto causó la represión de la policía orellanista, la que buscaba a Agustín F. Martí por considerarlo uno de los responsables de la elaboración del mismo, el que según palabras de Blackwell “estaba caliente, que echaba chispas”. Entre los fundadores del PCCA se encontraban, además del dirigente salvadoreño, Julio Alberto del Pinal, Alfredo Toledo, Antonio Cumes, Francisco Castro, Manuel Castro, Antonio Abelar y Moisés Castro Morales, Adrián Bautista Manuel López, Manuel Marroquín B., Alberto Bobadilla, Nestor J. Juárez, Filadelfo Juárez, José Rosas, Bernardo Gaytán, Juan Luis Chigüichón, Luis Villagrán, Emilio Villagrán Manuel Izquierdo, Enrique Solares, Hermelindo García y Antonio Obando Sánchez.[48]

En una carta que Martí le envió a Blackwelll hacia el 28 de mayo, además de informarle que era perseguido, le señalaba que ciertos documentos le debían de haber llegado ya a Max M. González en México y no era así, por lo que le pedía averiguar su paradero.[49]

En otra carta, en su cargo de Secretario del Exterior del PCCA, Martí le advertía que ya habían sido remitidos los “Estatutos Para la Organización de Sindicatos Rojos de Campesinos” y que en la presente le adjuntaba la copia de los “Métodos de Organización y Propaganda Comunista en el campo” correspondientes a los emitidos en la Primera Conferencia Internacional Campesina, celebrada en Moscú el 23 de octubre de 1923 por medio de los cuales se indicaba que debían de tomarse en cuenta la sicología y la cultura campesina, la especificidades según los países, el grado de desarrollo capitalista, si se quería tener éxito.

Asimismo, Martí indicaba que las “Bases del Partido” llegarían en ese mismo correo en sobre separado, que seguía sin tener información del acuso de recibo de los documentos por González y que en el futuro Blackwell debería de escribir a un apartado postal a nombre de Manuel González, en la ciudad de Guatemala. Toda correspondencia debería de ser dirigida desde ese momento al Secretario del Interior del PCCA.[50]

Las “Bases del PCCA” implicaban el cumplimiento de 22 puntos programáticos, a saber:

1) Este era fundado en Guatemala y estaría constituido por obreros, campesinos y soldados;

2) Tendría 6 secciones, por cada uno de los países centroamericanos más Belice, dependiendo de un Comité Central Ejecutivo;

3) Lucharía por el establecimiento del Socialismo;

4) Esto se lograría por medio de la conquista del poder y la implantación de la dictadura del proletariado;

5) Apoyaría las actividades emancipadoras de otros grupos obreros;

6) Lucharía por su inscripción en la Tercera Internacional;

7) Adoptaba la bandera comunista;

8) Tendría como día festivo el 7 de Noviembre, aniversario de la revolución Bolchevique;

9) Realizaría propaganda y agitación de masas por medio de la prensa, mítines y círculos familiares, apoyando las luchas reivindicativas

10) Fundaría un periódico, El Comunista;

11) Estaría dirigido por un Comité Central Ejecutivo, pudiendo ser sus miembros electos en sesión plenaria;

12) Los Comités de partido de cada una de las 6 secciones debían de rendir informes mensuales;

13) Cada año se celebraría un Congreso general, en el que se discutirían las tesis presentadas por cada sección;

14) Cada afiliado se sujetaría a las bases;

15) Cada afiliado debería de pagar cuotas de inscripción y mensuales, de acuerdo al salario y al tipo de moneda en circulación;

16) El afiliado que contraviniese los principios del partido, sería expulsado;

17) También serían expulsados los afiliados que fundasen otras agrupaciones obreras a la sombra de partidos políticos distintos del PCCA;

18) Todos los afiliados tenían derecho a elegir y ser electos para cualquier cargo;

19) Todos los afiliados deberían de hacer comprender a las masas que el PCCA era la vanguardia del movimiento revolucionario;

20) La solicitud de membresía debía de estar apoyada por tres afiliados y presentar los datos biográficos y civiles del candidato;

21) Discutido su informe, el candidato debía de jurar en público su fidelidad y respeto al PCCA ;

22) Todo afiliado firmaría el “Libro de Adhesiones”.[51]

Como primeras conclusiones, quedaba claro que las bases no implicaban que el PCCA no se abocaba al principio de clandestinidad, a pesar de las circunstancias en que había nacido el PCG y ahora lo hacía el PCCA. De hecho, desde el inicio los comunistas guatemaltecos demostraron una casi inexistente concepción de estructura partidaria leninista y, según declaraba Luis Villagrán, el PCCA sólo conoció la organización celular hasta 1928, y eso a pesar de que no sería legalizado jamás.[52]

Esta afirmación, que es válida para la historia de todos los partidos comunistas centroamericanos en su primera etapa, es matizada por Miguel Mármol, quien explica que los organismos de base eran las denominadas “comisiones de base”, integradas por 8 a 20 personas, las que podían crecer sin límites. Si bien estaban supeditadas a la dirección nacional, tenían un fuerte grado de autonomía. Según Mármol, tal tipo de estructura existía no por un desconocimiento de los principios leninistas sobre el partido, sino debido al nivel político específico de las masas centroamericanas. El “comité local” se adaptaba mejor que la célula a las necesidades de un rápido crecimiento. [53]

La segunda conclusión es que el PCCA nacía al margen de una decisión directa del Comintern, como lo dejan ver sus propios estatutos, y por iniciativa del PCM. “La Internacional llegó tarde a América Latina y, especialmente a América Central”, se quejaría Villagrán durante la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, celebrada en Montevideo, Uruguay, en 1929. La IC había delegado al PCM la responsabilidad del istmo centroamericano, la cual parece haber sido cumplida con cierta ineptitud a juzgar por las críticas de los comunistas guatemaltecos. En 1924, el entonces PCG se había adherido a la III Internacional durante la celebración de su V Congreso, sin embargo, tal adhesión parece haber sido por tan sólo por escrito, pues el primer delegado centroamericano sólo concurrió a uno de sus congresos en 1928.[54]

Tercera, aparte de los guatemaltecos y los salvadoreños no parece haber habido en 1925 ninguna participación de militantes de los otros cuatro países del istmo. Según Miguel Mármol, no acudieron hondureños, pero el líder bananero Calixto Herrera había dado su acuerdo, lo mismo que Abarca en Nicaragua, ambos dirigentes de los pequeños círculos comunistas existentes en esos dos países. Por su parte, Villagrán asegura que el PCG envió una delegación a El Salvador para fundar la sección del PCCA correspondiente”.[55]

Cuarta conclusión, la membresía era fundamentalmente de artesanos y de algunos pocos estudiantes universitarios. Al respecto, medio siglo después el carpintero Antonio Obando Sánchez reflexionaba sobre el período de formación:

“Mediante la militancia del Partido logramos levantar muchos sindicatos en esta capital (ciudad de Guatemala). Hoy me pregunto ¿cuál fue el mayor error de nuestra campaña? Fue el no habernos apoyado más y más en las industrias básicas de la economía, tenía que ser débil nuestro movimiento, pero como digo, la base del partido era la artesanía, no pudimos penetrar en las masas azucareras, bananeras, cafetaleras, [el] transporte…

“Ese error iba tomando línea allá por el año de 1928-29-30, cuando comenzamos a organizar a los trabajadores básicos cafetaleros… [y] comenzamos a operar en las industrias como la del cemento…”[56]

La actividad de Roswell S. Blackwell en Honduras

Blackwell se había establecido en el Colegio Nacional de Agricultura de Honduras, con sede en Birichiche (cerca de Tela), y con el apoyo de su director, el mexicano Manuel García. De hecho, los informes que dirigía a México D. F. por correo, lo enviaba a María del Refugio García, probablemente una pariente de éste. En una carta dirigida en inglés desde allí a un “Dear Camarade”[57], con fecha 1 de junio de 1925, el comunista norteamericano acusaba recibo del correo del 16 de mayo con la copia de los “Estatutos” de la Liga Internacional Pro Luchadores Perseguidos, para cuya organización pensaba que no existían todavía las condiciones en Honduras. Pensaba permanecer diez días más, para luego dirigirse a Tela, donde examinaría el trabajo organizativo del compañero Posse (posiblemente un militante de un país anglófono caribeño trabajando en la UFCO), con posibilidades de haber establecido ya un grupo. Luego, iría a recorrer los campamentos más lejanos de la frutera y, finalmente, llegaría a Tegucigalpa. En esa ciudad como en La Ceiba tenía esperanzas organizativas.

Consideraba que, sin embargo, había condiciones para fundar la sección de la Liga Antiimperialista, por lo que pedía le enviaran los estatutos. Su opinión era de que las secciones locales de ésta debían de ser organizadas por el PCCA. Asimismo, acusaba haber recibido noticias de Martí desde Guatemala y pedía que la correspondencia se la dirigiesen a ese país, a la dirección de Moisés Castro Morales.[58]

Asimismo, adjuntaba un artículo suyo para El Libertador, órgano de la Liga Antiimperialista, sobre el papel del imperialismo norteamericano y de la UFCO, las condiciones de los trabajadores hondureños, el levantamiento del partido Liberal (Rojos) en contra del gobierno del Partido Nacional (Azules), encabezado por Miguel Paz Barahona, el papel de vanguardia obrera del PCCA y la pronta formación de la Liga Antiimperialista en este país. Pedía que no lo firmasen con su nombre.[59]

Ese mismo día escribió a su madre, dando la dirección del Colegio Nacional de Agricultura y acusando el giro certificado del tío Henry L. Thomas, y de varios recortes de periódicos.[60]

Todo indica que Blackwell ya estaba vigilado, pues ambas cartas figuran en el Memorando que recibió el Departamento de Estado luego de su captura días más tarde. Lawrence Dennis, Encargado de Negocios ad interim, informaba al Secretario de Estado, en Washington que, además de trasmitirle copias y facsímiles fotostáticas de ciertas cartas y documentos tomados a Blackwell, quien entendía era ciudadano norteamericano y agente comunista, pues traía consigo una gran cantidad de ejemplares de El Libertador, que le fueron confiscados.

Asimismo, le adjuntaba las cartas personales dirigidas a su madre y a Henry L. Thomas, quien tenía conocimiento de sus actividades comunistas en Centroamérica. Junto a éstas había un giro certificado para un banco de Tegucigalpa y una cantidad de recortes de periódicos. El funcionario norteamericano consideraba que el “contenido críptico de algunas de las cartas, podría ser un código”. También habría que corroborar la ayuda recibida por parte de Manuel García, director del Colegio de Agricultura.

En cuanto a la carta de Agustín F. Martí y los documentos del PCCA, consideraba que implicaban constituir una renuncia de lealtad a cualquier gobierno no-comunista y le habían sido proporcionados por el Administrador de la Compañía de Ferrocarriles de Tela, pues Blackwell los había estado circulando clandestinamente en Honduras.

Dennis se había enterado de las actividades de éste y de otro extranjero (Posse) en la Costa Norte el 1 de julio, haciéndole llegar la información al Presidente Paz Barahona y al general Tiburcio Carías. Por medio de telégrafo, éste último envió órdenes de conducirlos a Tegucigalpa y enjuiciarlos, por lo que le había asegurado al presidente hondureño que, a pesar de ser Blackwell ciudadano norteamericano, el gobierno norteamericano no protestaría por intentar derrocar el gobierno legalmente constituido y de establecer una dictadura comunista.

De hecho, con la cooperación del Cónsul norteamericano en La Ceiba, Waller, Blackwell había sido capturado en esa ciudad, después de que le permitieron abandonar Tela para conocer mejor sus contactos. Se reportaba que tenía una relación muy cercana con el congresista Mungía, originario de La Ceiba. Este era un organizador notorio de huelgas, pero se declaró no comunista al ser interrogado. Dennis, quien había viajado a esa población, se había negado a entrevistarse con el prisionero, aconsejándole por telegrama interno a Waller hacerlo después de que él hubiese partido.[61] Ya en Tegucigalpa, le pediría el Cónsul Shaw de hacerlo y de garantizarle la protección consular si se comprobaba que era ciudadano norteamericano. Existían leyes en Honduras para juzgarlo, aunque la Constitución vigente prohibía la violación de correspondencia privada, pero el hecho de que estuviese decretado el estado de sitio favorecía todo. El consideraba que sería mejor no dar publicidad al caso, pues ello implicaría un juicio público bajo la ley marcial. suspendidas las garantía Mientras tanto, esperaba instrucciones del Departamento de Estado.

Paralelamente, había hablado con Paz Barahona, los generales Carías y Martínez Funes y otras autoridades locales en Tela, La Ceiba y San Pedro Sula, de las cuales había recibido reacciones positivas en miras de preservar al país del mal de una revolución comunista y, por tanto, de lo positivo que sería deportar al Blackwell de manera inmediata a cuanto sospechoso hubiese de ser agente de propaganda comunista, pues existían condiciones para un brote revolucionario en la Costa Norte hondureña, como lo apreció durante su gira por la zona.

Sobre la personalidad de Blackwell, Dennis escribía que se reportaba que era “un joven de gran inteligencia, con un conocimiento del español excelente y de un gran compromiso por propagar enseñanzas comunistas, por estas razones lo considero particularmente peligroso”. Con lo cual, recomendaba deportarlo a Estados Unidos en un barco norteamericano para ser examinado por las autoridades del departamento de Justicia.[62]

Por los sellos que el expediente comporta, éste fue recibido sucesivamente por Index Bureau el 23 de julio; la Division of Latin American Affairs, el 30 de julio y el Esteran European Affairs, el 10 de agosto, y el Department of Justice, el 12 de agosto de ese año. Asimismo, el funcionario Morgan de la Divison of Latin American Affairs envió una nota el 5 de agosto a la División of Passport Control en la que le pedía verificar la ciudadanía de Blackwell y ver a qué países latinoamericanos había viajado, pidiéndole que le rehusara dar un pasaporte nuevo.[63] Por su parte, el golpe para el PCM fue tan fuerte, que a partir del mes de junio de 1925 hasta abril de 1926, es decir casi un año, El Machete y El Libertador no publicaron un solo artículo sobre Centroamérica. Sin embargo, en Centroamérica este impasse en la supervisión internacional del trabajo abrió el período del salto cualitativo en organizar el trabajo de los comunistas en el istmo.

La lucha contra el reformismo de la Panamerican Federation of Labor y la Confederación Regional Obrera de México: la fundación de la Federación Regional Obrera de Guatemala FROG

Desde octubre de 1924, en las páginas de El Machete, el PCM alertaba a los obreros centroamericanos sobre la actividad de la CROM y de su dirigente Luis Morones, quien hacía “maniobras para extender en C. A. las ramas de la nefasta doctrina de colaboración entre capital y trabajo”, como buen discípulo que era de Samuel Gompers, secretario general de la PAFL y salariado del presidente Obregón. Acusaciones que repitió en el mes de febrero de 1925. [64]

Los comunistas eran, pues un grupúsculo cuando en 1924 controlaban fundamentalmente el Sindicato de Carpinteros, “una agrupación que va encabezando el movimiento social” y tenían a Antonio Cumes entre los redactores de la Revista El Trabajo, editada por el gobierno de Orellana bajo la dirección de Emilio Narváez y con la participación de altos dirigentes de la Federación Obrera de Guatemala para la legalización del Trabajo FOG, como Francisco Ayerdi, Nicolás Reyes, Manuel R. Solís, Jorge A. García, Pedro García Manzo, etc.[65]

Sería Cumes quien, a finales del año de 1925, dirigió la huelga de 1,500 panaderos en los departamentos de Guatemala, Escuintla y Sacatepéquez, por medio de la cual se reclamaban mejores salarios, jornada de ocho horas y trabajo nocturno con salario doble. Esta huelga, que se inició a finales de año, se prolongó durante los meses de enero y febrero de 1926, debido a la negativa por parte de cinco propietarios de pagar mejor las horas nocturnas. Estos se dirigieron a la Dirección de Policía a denunciar a los que componían el comité ejecutivo de la huelga, quienes fueron encarcelados en la Penitenciaría Central.

Como varios miembros del Sindicato de Carpinteros estuvieron presentes en la sesión en que se acordó el paro general, inmediatamente fueron detenidos los carpinteros Narciso Grajeda y Gerardo Rivas. Además, como el PCCA había acordada una manifestación para el domingo 7 de febrero, la Policía se apresuró a detener a Cumes, Del Pinal y Ricardo Avelarde, con lo que se daba el golpe definitivo a la prolongada huelga de panaderos. [66]

La acumulación de fuerzas durante los años 1924-25 y la agitación obrera en torno a las reivindicaciones de los panificadores y de los carpinteros, les permitió a los comunistas guatemaltecos poner en pie la Federación Regional Obrera -FROG-de Guatemala, siguiendo el ejemplo de El Salvador, donde un año antes comunistas y anarquistas habían creado la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños.

Con la constitución de la FROG, lo que pretendían los comunistas guatemaltecos era contrarrestar la influencia de la FOG como central única. A su vez, en el plano centroamericano, lo que se pretendía era llegar a controlar los puestos directivos de la Confederación Obrera de Centro América COCA,[67] que había sido constituida en 1920 y gozaba del apoyo oficial a nivel regional. De hecho, a partir de 1926 miembros de la FROG y de la FRTS pertenecientes al PCAA llegaron a controlar el comité ejecutivo de la COCA, lo que les permitió a los comunistas tener una cierta influencia regional. El zapatero Nestor J. Jurárez era el comunista que actuaba como delegado guatemalteco en su directiva. La FROG reagrupó rápidamente varios sindicatos en Guatemala, llegando a contar con 2,000 miembros, según las cifras de que se dispone hasta ahora.[68]

Volviendo a la actividad política guatemalteca, las relaciones entre los comunistas y Orellana continuaron siendo nada buenas. El general-presidente no dejó de perseguirlos. Nuevamente el 6 junio de ese año de 1926, durante una reunión, algunos de los miembros del Comité Central del PCCA fueron encarcelados luego de ser delatados por Manuel Alvarado. Entre ellos se encontraban Julio A. Del Pinal, Adrián bautista, Max M. González, Félix Portillo, Víctor Manuel J. Portillo, Herlindo García y José Luis Soto. Nuevamente, desde México, la Liga Internacional Pro Luchadores Perseguidos inició una campaña en su favor, luego de que fueron condenados a penas de entre 5 y 10 años de reclusión.[69]

En octubre apareció en la ciudad de Guatemala también la primera formación anarcosindicalista guatemalteca, el Grupo Nueva Senda, dirigido por Manuel Bautista Grajeda, y que reunía a algunos de los anarquistas que fueron miembros de la FROG en sus inicios. [70]

Según Obando Sánchez, los comunistas hicieron girar su acción política en torno al descontento popular que producía la política “entreguista” del gobierno guatemalteco hacia los intereses norteamericanos. Además de los “affaires” de la Empresa Eléctrica y de la disolución de la Federación Centroamericana, Orellana endeudó al país con un empréstito leonino por valor de 5 millones de dólares contraído con la Banca Federal de los Estados Unidos. De esta forma, cuando éste manifestó a finales del año de 1926 su intención de reelegirse, los comunistas parace que sostuvieron a su rival, el general Jorge Ubico, quien en ese momento trataba de emular a los caudillos mexicanos Obregón y Calles, jugando con la idea de una reforma agraria y de moras sociales con fines puramente electorales.[71] Empero, un ataque cardíaco cortó la vida del general Orellana en septiembre de 1926, pasando a ser candidato oficial el general Lázaro Chacón, quien inmediatamente contó con el apoyo del recién constituido Partido Laboralista. A su frente se encontraban los líderes del ala derecha de lo que fue la Unificación Obrera, que para entonces se encontraban igualmente al mando de la FOG.

El general Chacón ganó las elecciones de diciembre de 1926. Lo que marcó el primer año de su gobierno fue una cierta tolerancia política, algo inusual en la historia de Guatemala. En materia de legislación laboral, desde el último año de Orellana al primero de Chacón, el Gobierno decretó la creación del Departamento Nacional del Trabajo, la Ley del Trabajo y la Ley Protectora de Empleados Particulares para el Comercio, la Industria y la Agricultura. A pesar de que no era del todo favorable a los trabajadores, dicha legislación laboral fue una respuesta a la presión que el surgimiento del movimiento obrero ejerció sobre el Estado guatemalteco. De esa forma, aún si los obreros guatemaltecos debían continuar luchando por la jornada de ocho horas especialmente en el campo, o por el derecho de la libre organización, parte de sus preocupaciones se desplazaron a la creación de un poder obrero.

Una vez más, el Sindicato de Panificadores estuvo a la cabeza de las reivindicaciones obreras. Por incumplimiento de los acuerdos alcanzados en 1926 sobre las jornadas diurna y nocturna, la huelga volvió a estallar entre los panificadores en septiembre de 1927. De inmediato, la FROG se solidarizó con el sindicato en un manifiesto publicado el 27 de ese mes, en el que afirmaba que el conflicto tenía su origen en la oposición de los propietarios a una reglamentación del trabajo en las panaderías.[72]

El año 1928 fue clave para el sindicalismo guatemalteco de este período. Su importancia en ese momento puede ser medida a partir de las cifras que se tienen sobre los obreros sindicalizados, aun si éstas deben ser utilizadas con mucha reserva.

Según el American Federationist, órgano de la American Federation of Labor, en 1927 el número estimado de trabajadores guatemaltecos organizados se elevaba a 8,000.

– 3,000 pertenecían a la FOG.

– 2,000 a la Confederación Obrera Occidental, afiliadas a la Pan American Federation of Labor.

– 3,000 restantes puede suponerse que pertenecían a centrales como la FROG o la Sociedad de Seguros de Vida de Obreros.[73]

En un artículo aparecido en La Correspondence Internationale, en 1929, de los 180,000 trabajadores con que contaba el país, se señala que 12,000 estaban sindicalizados, de la siguiente forma:

– 2,200 miembros en la FROG, con 13 sindicatos. Afiliada a la Internacional Sindical Roja desde 1928.

– 5,000 o más miembros a la FOG, según se desprende del artículo, adherida a la Federación Panamericana del Trabajo desde 1918.

– 2,950 miembros a la Sociedad de Seguros de Vida de Obreros, la principal de las organizaciones autónomas existentes.

– 1,000 miembros, aproximadamente, al Comité Pro-Acción Sindical. Adherido a la Asociación Internacional de Trabajadores desde 1928.[74]

El Censo Nacional de 1921 daba una población económicamente activa de 245,000, cifra que, según los expertos, fue inflada al menos en un 15 por 100 de la población trabajadora de Guatemala en esta década estaba sindicalizada o formaba parte de una mutualidad.[75]

La línea de “clase contra clase”: comunistas contra anarquistas

Como se ha visto, el cuadro sindical del Guatemala se vio ampliado con la fundación del Grupo Nueva Senda, primera organización anarquista, el que a inicios de 1928 pasó a conformar el Comité Pro-Acción Sindical CPAS. Este vino a captarle adeptos a la FROG. Por Obando Sánchez se sabe que ésta perdió 8 de sus 14 sindicatos, los cuales pasaron a integrar la central anarcosindicalista.[76] El 8 de enero de ese año apareció a luz el primer número del quincenario Orientación Sindical, como órgano del CPAS, la que aglutinaba en ese primer instante a sastres, albañiles, carpinteros y ebanistas.

Obando Sánchez afirma que la consigna de apoliticismo de los anarcosindicalistas hizo mella entre las filas obreras. La táctica usada por los miembros del CPAS fue de acusar a la FOG y a la FROG de compromiso con el Gobierno por sus relaciones con el Departamento Nacional del Trabajo y la Revista El Trabajo, al mismo tiempo que denunciaban la ineficacia de la COCA. Por su parte, los comunistas contraatacaban señalando que “todo aquel que bajo pretexto de “anarquismo” no admite nuestro objetivo de la Dictadura del Proletariado no es revolucionario, sino pequeño burgués…”[77] En ese momento histórico entraba en juego en Centroamérica una de las tesis del VI Congreso de la IC: la táctica de “clase contra clase”.

La celebración del Día del Trabajo fue una expresión del conflicto que se comenzaba a desarrollar entre las corrientes sindicales. Al desfile del 1º de Mayo de 1928 concurrieron más de 4,000 trabajadores según los organizadores. Las tres centrales obreras repartieron manifiestos con ataques mutuos. Al año siguiente, la manifestación dio como resultado un zafarrancho entre comunistas y anarquistas, que finalizó con el encarcelamiento de 70 trabajadores.

La importancia de este conflicto intra obrero puede ser evaluada por el acto de provocación que significó el estallido de una bomba en una panadería de la capital a mediados del año de 1928. La prensa liberal acusó inmediatamente al Sindicato de Panificadores de terrorista. Y la tónica de la respuesta obrera a semejantes acusaciones la dio un artículo aparecido en Orientación Sindical, en el que el periódico anarquista se preguntaba “qué razón tiene la prensa burguesa para atacar a las nuevas tendencias socialista, anarquista y bolchevique, puesto que jamás han llamado a la utilización de las bombas para resolver las luchas sindicales”.[78] Sin embargo, la política de represión en contra del Sindicato de Panificadores prosiguió, llegando hasta el arresto de dos de sus dirigentes, Fridolino Barrientos y José León Martínez, en mayo de 1929.[79]

El reconocimiento explícito de la IC

Aunque desde 1924 el PCG y, luego al año siguiente, el PCCA estaban incluidos entre los partidos de la IC, como lo atestiguan los periódicos La Correspondencia Internacional, El Machete y El Libertador entre 1924 y 1927, no será sino hasta el año de 1928 que se verificaría el inicio de verdaderos contactos con la III Internacional.[80] El punto de partida fue su VI Congreso, celebrado en Moscú del 17 de julio al 1º de septiembre. Como lo ha señalado Robert Paris, este congreso contribuyó de manera particular al descubrimiento de la América Latina por parte de la IC y para Centroamérica fue aún más importante, por que al mismo asistió como delegado norteamericano Manuel Gómez (Richard F. Phillips).[81]

A éste acudió Antonio Cumes, posiblemente en calidad de secretario general, pero quien llegó con retraso por negligencia en la comunicación de las fechas por parte del PCM, debiendo asistir fundamentalmente a las sesiones del Congreso Juvenil. De regreso a la región, Cumes recorrió todos los países del istmo centroamericano para informar sobre los resultados obtenidos por el congreso.

Una conclusión del mismo fue la constatación de la poca influencia real de la IC sobre el movimiento sindical latinoamericano, con lo cual debía reforzarse el trabajo organizativo e ideológico al interior de los partidos comunistas latinoamericanos, a pesar de que desde finales de 1921 el Secretariado Del Comité Ejecutivo de la IC contemplaba que América Latina estuviese bajo la responsabilidad de Jules Humbert Droz, quien además era responsable de Suiza, Italia, España, Portugal, Gran Bretaña, Irlanda, China, Japón y Corea.[82]

Para llevar a cabo tal empresa, en el VI Congreso se estableció una comisión de trabajo específica para América Latina, encabezada por Jules Humbert-Droz, pero también integrada por Mineff (Stepanov), Stirner (Woog) y el argentino Vittorio Codovilla, secretario de la IC para Latinoamérica. De sus deliberaciones surgió la idea de organizar en Montevideo una conferencia sindical a nivel continental, que estaría secundada por la primera reunión de todos los comunistas latinoamericanos, la que debía de celebrarse en Buenos Aires en junio de 1929.

Asimismo, entre los delegados al VI Congreso surgió una polémica en torno al papel del imperialismo norteamericano y el de la Internacional Comunista en Centroamérica. Rafael Carrillo del PCM consideraba que la tarea era la de transformar a las masas obreras y campesinas de América latina en una reserva de la “revolución proletaria”.[83] En la misma dirección apuntaba Manuel Gómez (Phillips), quien afirmaba que era fundamental destruir la base del imperialismo en el subcontinente, por lo que la tarea era la creación de un frente único antiimperialista en América Latina.[84]

En cuanto a la cuestión de Nicaragua, el delegado norteamericano Dunne, criticó el hecho de que el manifiesto publicado por el Partido Comunista de los Estados Unidos, traslucía un carácter social-demócrata pacifista, que en el fondo trataba de forma vana la intervención militar en ese país. La crítica iba dirigida a los delegados Wolfe y Lovenstone y estaba respaldada por Gómez, quien consideraba que dicha guerra era la expresión imperialista más álgida y debía de partirse del hecho de que la revolución mexicana no estaba finalizada. Precisamente, el delegado mexicano Contreras argüía que en el istmo centroamericano la cuesti+ón nacional estaba íntimamente ligada a un problema colonial, sobre todo cuando se tomaba en cuenta que 25 millones de indígenas formaban una masa explotada a la que no solamente había que ofrecerle un pedazo de tierra, sino el derecho a administrar y desarrollar sus propias culturas y, por ende, los comunistas debían de luchar para que dicho derecho les fuera reconocido.[85]

Según Antonio García de León, las conclusiones del IV Congreso fueron consideradas poco ortodoxas por Mineff, quien poco después se desplazó personalmente a México y Centroamérica. Así, en ese año de 1928, éste apareció en una finca cercana a Huehuetán, Chiapas, bajo el nombre de Pedro Moreno y como empleado de la Administración. Había venido desde Hamburgo y estaba acompañado de un chino cantonés, que se hacía pasar por vendedor ambulante. Ambos viajaban entre Chiapas y las otras regiones del istmo. Además del nombre de Moreno, Mineff se hacía nombrar Juan Groham Buscovich y tenía por misión desarrollar la actividad comunista en Centroamérica. A pesar de que su estancia fue corta, dejó huella profunda, pues coincidió con la instalación del Bloque Obrero-Campesino en México y el inicio del trabajo de organización del campesinado en El Salvador.

Cuando Mineff (bajo el pseudónimo de Moreno) fue arrestado en Retalhuleu, Guatemala, acusado de llevar propaganda, siendo expulsado hacia Alemania, fue el profesor Carlos Mayén quien tomó la dirección del Partido Comunista en Chiapas. Mayén había hecho sus estudios en Alemania y participado en 1923 en el célebre sublevamiento de Hamburgo y, más tarde, en el Secretariado Latino del Comintern, que tuvo como sede ese puerto hasta 1926.[86]

De esa forma, en Centroamérica, la cuestión agraria comenzó a tomar importancia en 1929, después de la constitución de la Confederación Sindical Latinoamericana en Montevideo y la celebración de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires, de mayo y junio respectivamente. El V Congreso de la Federación de Trabajadores Salvadoreños marcó un giro en ese sentido. Convocado a mediados de julio bajo la consigna de un “congreso regional obrero y campesino”, éste reunió únicamente a trabajadores sindicalizados.

La convocatoria estaba firmada por el carpintero Luis Díaz, quien había sido el delegado salvadoreño a los dos congresos comunistas continentales. Según Mármol, los antecedentes de este trabajo organizativo entre los trabajos agrícolas partían de la experiencia de la Sociedad de Obreros, Campesinos y Pescadores de Ilopango, que luego los comunistas salvadoreños hicieron extensiva a la región, bajo la dirección de Modesto Ramírez, como lo explica en sus Memorias. Seguidamente, los cuadros de la FRTS comenzaron a operar en las fincas de café.

Las reivindicaciones económicas giraron en torno al aumento de salarios, la mejora de los ranchos e instalación de botiquines de primeros auxilios. Más tarde, las reivindicaciones se extendieron a la obtención de raciones de tortilla y de frijoles más abundantes, a la supresión de tiendas de raya y de fichas de pago en las fincas, a mejores tratos, etc.[87]

En Guatemala, Antonio Obando Sánchez también indica los años 1928-1929 como los que marcaron la línea de comenzar a “organizar a los trabajadores básicos cafetaleros, comenzando con los trabajadores de la firma Guirola [San Marcos], los trabajadores de San Antonio las Flores y otras fincas de trabajadores en general…” [88]

También surgieron inquietudes en Barberena, Jutiapa, Quetzaltenango, Totonicapán, Quiché y Escuintla, pero que no fueron “atendidas como era debido por la falta de cuadros”[89].

Los comunistas guatemaltecos y la cuestión indígena

En el año de 1927, el PCCA recibió desde México la invitación para asistir al V Congreso de PCM. El delegado guatemalteco fue nuevamente Max M.[elgar] González, quien visitó varias comunidades campesinas en las que se desarrollaba una acción en torno a la reforma agraria. Sobre la relación del movimiento obrero centroamericano antes de 1930 con los sindicatos mexicanos obreros y campesinos controlados por los comunistas, se sabe poco. Según Schlessinger, durante la huelga de ferrocarrileros de 1926-1927, dirigida por la Unión de Trabajadores Ferrocarrileros de México, cuyo máximo líder Hernán Laborde era miembro del PCM, la FROG realizó una campaña de solidaridad económica en su favor. Aún, a nivel de la COCA se hicieron gestiones para enviar fondos a los sindicalistas en huelga del vecino país.[90]

Así, en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana celebrada en Buenos Aires en el mes de junio, a la que asistieron como delegados guatemaltecos Luis Villagrán y Alfredo Toledo y como salvadoreños Luis Díaz y Serafín Martínez, Villagrán se mostró poco sensible al informe que José Carlos Miariátegui había hecho llegar, por medio de Hugo Pesce (Saco) y de Julio Portocarrero (Zamoral) intitulado “El problema de las razas en América Latina”. En su intervención se limitó a decir lo siguiente:

“En Guatemala existe un gran porcentaje de indígenas, que constituye el 75 por 100 de la población, y de los cuales el 70 por 100 es analfabeto. Conservan su régimen primitivo, su idioma, sus costumbres. En esta raza está arraigada la cuestión clerical, y eso lo deberemos tener en cuenta, pues los indígenas aportan a veces fuertes sumas de dinero a las organizaciones clericales. La acción de nuestro Partido no ha logrado todavía introducirse en aquellas regiones. En Guatemala, camaradas, tenemos también otros dos problemas raciales no menos importantes: el de los negros y el de los chinos. Este último, principalmente, no ha sido tenido en cuenta por los compañeros del Perú que dieron informe, a pesar de que, como he podido comprobar cuando pasé por dicho país, el problema es mayor que en Guatemala”.[91]

Humbert-Droz comentó con ironía:

“Opino, que, después de este debate [de la diversidad étnica en América Latina], para todos nuestros partidos se plantea claramente la cuestión: y si el VI Congreso de la Internacional Comunista no produjo una tesis sobre la cuestión de las razas, es porque, repito, los compañeros de la América Latina afirmaron la no existencia de ese problema”[92].

En mayo de ese mismo año de 1929, el dirigente anarquista Manuel Bautista Grajeda, secretario del CPAS, durante su participación en el Congreso de fundación de la Asociación Continental Americana de Trabajadores, celebrado en el mes de mayo en Buenos Aires, insistía en la necesidad de tomar en cuenta “el espíritu de rebeldía ingénita” que existía en las masas campesinas indígenas.[93]

En la práctica, los esfuerzos realizados por el PCG y por la FROG en esta dirección fueron inexistentes. La única explicación posible es la incomprensión del meollo político-social. Una visión desde la sociedad ladina, en la que el indio era ante todo una masa analfabeta incapaz de gobernarse por sí misma; un peso muerto en lo político y en lo cultural; una mano de obra gratuita.

El 28 de julio de 1930, 2,000 indígenas quichés atacaron la guarnición de Totonicapán para protestar contra la decisión gubernamental de revisar el catastro en busca de un aumento del impuesto territorial. En 1905 había habido levantamiento similar en el mismo departamento. Ambos fueron reprimidos violentamente. Las causas del acto desesperado de los quichés de Totonicapán estaban ligadas a los primeros efectos que la crisis económica mundial comenzaba a causar en Guatemala.[94] Sin embargo, este hecho no fue tomado en cuenta ni quedó grabado en la memoria colectiva de las organizaciones populares guatemaltecas.

De esa forma, en Guatemala no se dio la explosión organizativa que caracterizó al movimiento obrero y campesino salvadoreño entre 1929 y 1932. Las razones fueron de orden económico y social. Primeramente, si bien en Guatemala el café representaba el principal cultivo de exportación, este no alcanzaba la proporción de El Salvador. La existencia de banano, caña de azúcar y caucho le permitió resistir relativamente mejor a la contracción general provocada por la crisis económica mundial. Asimismo, el proceso de proletarización del campesinado era menos avanzado por el hecho de que la mano de obrar en torno a la producción cafetalera, esencialmente indígena, estaba ligada al minifundio existente en el occidente del país desde la reforma liberal de 1871. Es decir, que en Guatemala hubo una mayor capacidad de absorción por parte de la economía campesina de subsistencia, en la que buscaron refugio las masas rurales después de que los propietarios decidieron no cortar el café. A ello habría que agregar el peso que el sistema de trabajo forzado tenía en la realidad agraria guatemalteca.

Por otro lado, en este país la población urbana y semiurbana era menos importante que en el Salvador. En Guatemala, la población rural representaba el 75% de los 2,500,000 habitantes que existían aproximadamente a finales de la década de los veinte. Los indígenas, que en 1921 eran 1,460,000, según los cálculos de la Secretaría de Fomento, representaban el 80% de la población rural y el 65% de la población total.

Ello implicaba desarrollar un trabajo entre las diferentes comunidades indígenas si se quería un movimiento de masas. Sin embargo, los obreros guatemaltecos, esencialmente ladinos (como la totalidad de los políticos), estaban lejos de comprender que una transformación de la sociedad no podía operarse sin las masas indígenas y sin tener comprensión de su especificad cultural dentro de la sociedad guatemalteca.

El otro frente de lucha: el antiimperialismo

Los comunistas centroamericanos al igual que los otros comunistas del continente, hicieron del antiimperialismo otro de sus frentes estratégicos. Para ello promocionaron la Liga Antiimperialista de las Américas y el Socorro Rojo Internacional, de los cuales se propusieron abrir sedes en cada uno de los países del istmo y habrían de jugar en Centroamérica un papel importante en la gesta de Augusto César Sandino contra la intervención norteamericana en Nicaragua. Gesta que no se abordará en estas páginas por falta de espacio y por estar ya tratada en muchísimos estudios históricos recientes.[95]

Luego de la captura de Blackwell en Honduras en junio de 1925, se hacía necesario volver a intentar tomar riendas en el asunto. Así, desde México llegaron a Guatemala, a inicios de 1926, los estudiantes peruanos Esteban Pavletich y Nicolás Terreros, y el cubano Julio Antonio Mella. Terreros y Mella, ambos comunistas, llegaban con la orden de fundar una sección de la Liga Atiimperialista en la capital guatemalteca, pero pronto fueron expulsados junto a Pavletich por la policía.[96] Juan Luis Chigüichón, recuerda que en ese mismo año también visitó el país Rafael Carrillo, en su calidad de secretario general del PCM, lo mismo que Dionisio Encina y Jorge Fernández Anaya.[97]

En el vecino El Salvador, en 1926 el gobierno de Alfonso Quiñónez Molina expulsó a su vez a Agustín F. Martí hacia Nicaragua, quien en ese momento fungía como secretario fundador de la sección salvadoreña de la Liga Antiimperialista, siendo encarcelado en Managua. Luego de ser liberado partió para México y New York. Para ese momento, el órgano de la Liga, El Libertador se correspondía públicamente en Guatemala con la Revista El Trabajo y Nuestro Diario, en Honduras con Acción Cívica y El Norte, y en Costa Rica, con Repertorio Americano. [98]

En Costa Rica, Manuel Chavarría, en compañía del abogado salvadoreño Moisés Castro Morales, trabajaban en el mes de septiembre de ese año en la ciudad de San José promoviendo a nombre de la Liga la idea de un Congreso Internacional Antiimperialista y Revolucionario, con el propósito de fundar una Liga Internacional Antiimperialista, que uniese en un mismo esfuerzo a la Unión Latinoamericana animada entre otros por Manuel Ugarte, la propia Liga y “casi” todas las organizaciones obreras del continente, así como “varias” federaciones estudiantiles y grupos de propaganda cultural.[99]

Seguidamente, a mediados de 1927 se fundó en El Salvador la revista El Grito de la Raza, a la cual El Libertador calificaba como “esencialmente antiimperialista”, y en Guatemala la Liga Antiimperialista organizó una manifestación como protesta de la ingerencia norteamericana en Nicaragua, la que fue dispersada violentamente por la policía.[100]

El 18 de marzo de 1928, a instancias del Liga Antiimperialista, el Socorro Rojo Internacional, la Liga Pro Luchadores y Perseguidos y otras organizaciones comunistas se fundó en México el Comité “Manos Fuera de Nicaragua”, dirigido por el abogado venezolano Gustavo Machado, con el propósito de:

“…colectar fondos para enviar medicamentos a Sandino y realizar una intensa agitación de propaganda para la independencia de Nicaragua y la soberanía de todos los países latinoamericanos sometidos”.[101]

A su vez, el Comité Continental de la Liga Antiimperialista lanzó un manifiesto, en mayo de 1928, en el que denunciaba las intenciones de los Estados Unidos de aislar al general Sandino y llamaba a los obreros hondureños y guatemaltecos a tomar las armas junto al patriota nicaragüense en contra del imperialismo yanqui.[102]

El año de 1929 no habría de ser bueno para los comunistas centroamericanos, en parte porque el gobierno de Plutarco Elías calles decidió perseguir al PCM y a sus organizaciones de masas como la Liga Antiimperialista y el Socorro Rojo Internacional. En marzo de 1930, el Comité Continental de la Liga Antiimperialista, que afirmaba iniciar sus “Seis meses de reorganización”, señalaba que el “ultimo gobierno libre de América” se había entregado al imperialismo y denunciaba cómo, al tiempo que el gobierno mexicano hacía “promesas gratuitas al general Sandino”, sus ataques se habían centrado contra los comunistas, llevando a prisión entre otros a Agustín F. Martí, Esteban Pavletich, junto a los líderes del PCM Valentín Campa, José Gallardo y Saturnino Ortega.[103]

Además, a la ya aludida expulsión de Mineff fuera de las fronteras guatemaltecas, el año de 1929 vio la deportación del salvadoreño Miguel Angel Vásquez hacia este país, donde pasó a hacerse cargo de la sección guatemalteca del Socorro Rojo Internacional, fundada ese año al igual que la salvadoreña. Ambas dependían del ISR, cuya sede continental se encontraba en Nueva York. A la cabeza de la misma se encontraba el cubano Jorge A. Vivó, quien había constituido el primer grupo comunista en Costa Rica.[104]

El peso imperialista del enclave bananero

La vida política de Centroamérica en ese momento se vio también marcada por el conflicto fronterizo de Guatemala con Honduras, el cual casi degeneró en una guerra. El territorio en disputa consistía en dos mil millas cuadradas entre el río Motagua y las montañas del Merendón, dos líneas fronterizas naturales entre ambos países. En el trasfondo del conflicto estaba la disputa que por este territorio libraban los enclaves bananeros de la United Fruit Co. y la Cuyamel Fruit Co. Además, también entraba en juego la coyuntura política hondureña, debido a la disputa del poder presidencial entre los generales Tortosa y Carías, así como el recrudecimiento del conflicto armado que oponía el Ejército Libertador de Sandino a las tropas de “marines”, en Nicaragua.

En enero de 1927, el Consejo Supremo de la COCA establecido en Tegucigalpa, tuvo que conocer la demanda de parte de la Federación Obrera Nicaragüense FON para separar de su cargo a los directivos nicaragüenses Apolonio Palacios y Leonardo Velásquez, acusados de apoyar abiertamente al gobierno de Emiliano Chamorro. En el mes de marzo, Consejo Supremo decidió expulsarlos junto a los dirigentes guatemaltecos Jorge A. Miranda y Andrés M. Morales bajo el cargo de “secundar las intrigas” de aquellos.[105]

A nivel obrero, la eventualidad de la guerra obligó a la COCA a trasladar su sede de Tegucigalpa a El Salvador, mientras recomendaba a la Federación Obrera Hondureña FOH, a la FOG y la FROG no pronunciarse sobre el asunto.[106] De hecho, los obreros guatemaltecos dieron su apoyo al presidente Chacón, sin que por ello se tomaran actividades beligerantes, debido al claro trasfondo imperialista de la disputa.

En cuanto a la prensa comunista, en las páginas de El Libertador, bajo la siglas J. H., el comunista Jacobo Hurwitz escribió el artículo intitulado “Guatemala y Honduras Presas del Imperialismo Yanqui”, en cuyas líneas afirmaba que Guatemala y Honduras eran igualmente víctimas del capitalismo y que su lucha era la de las compañías bananeras. Par él, la cuestión se planteaba en el hecho de que si el laudo internacional era favorable a Guatemala, quedarían anuladas las concesiones de Honduras a la Cuyamel, la cual perdería su salida al mar Caribe y entraría en vigor la concesión hecha por Guatemala a la United Fruit Co. De lo contrario, si el fallo fuese a favor de Honduras, la UFCO, se vería obligada a respetar las concesiones de la bananera rival, limitando sus actividades a la margen izquierda del río Motagua.[107]

Hurwitz también informaba que una delegación de obreros guatemaltecos había llegado a Honduras con el propósito de hacer ver a los trabajadores hondureños que el conflicto era un asunto en el seno del imperialismo y de los políticos profesionales. Empero, no todo era claro, pues el patriotismo rebosaba de un lado y el otro del río Motagua. Así, en Guatemala había sido fundada la Liga Patriótica de Defensa Nacional de Guatemala, de la cual hacía parte el profesor Ernesto Carrera, uno de los miembros de la Liga Antiimperialista.

Este dio una conferencia sobre el origen de las reclamaciones fronterizas entre ambos países, la cual fue publicada en las páginas de El Libertador y que concluía afirmando que el triunfo de las pretensiones hondureñas “perjudicarían incalculablemente” a Guatemala por la pérdida de sus puertos del Caribe. Ante tal afirmación, Hurwitz protestó con una carta abierta, acusándolo de estar “dominado por equívocos sentimientos patrioteros”. Embarazado, el periódico comunista tuvo que señalar que consideraba la conferencia de Carrera en “muchos puntos acertada”.[108] Al final, por laudo internacional de España, se le reconoció a Guatemala el derecho sobre el territorio en disputa.

En esa coyuntura parece haber sido fundado el Partido Comunista de Honduras. Víctor Meza considera que el PCH podría haber nacido en 1927, en torno a las luchas de los trabajadores de las plantaciones bananeras.[109] A mi juicio, tal fundación estuvo más próxima al año de 1929, cuando fue fundada la Federación Sindical Hondureña FSH durante el primer Congreso Obrero-Campesino realizado en Tela, el 1 de mayo. Esta central habría de liderar la organización de los obreros y sus huelgas en el enclave entre ese año y el de 1932.

Calix Herrera argumentaba que se buscaba una nueva estructura organizativa para el movimiento sindical a partir de la unidad de los trabajadores como clase, consciente de su destino histórico, tal y como lo reclamaban las instrucciones de la Internacional Sindical Roja a sus filiales en América Latina. [110]

En julio y septiembre de 1929, los dirigentes de la FSH denunciaron la campaña represiva lanzada por las compañías bananeras en contra de sus afiliados (como en 1925), siendo capturados el 25 de agosto en el puerto de Tela, su máximo dirigente Manuel Cálix Herrera, junto a seis compañeros, quienes fueron acusados de atentar contra el vice-cónsul de los Estados Unidos. Otros miembros de la federación habían sido capturados en San Pedro Sula durante una manifestación que exigía una jornada laboral de 8 horas.

El parteaguas del IV Congreso de la Internacional Comunista

Inmediatamente después de la realización del IV Congreso de la IC, con el propósito de lograr un mejor funcionamiento en el área, se fundó en México el Secretariado (o Buró) del Caribe, durante el mes de noviembre de 1928. En un informe del mismo para el Pleno del Comité Ejecutivo del Socorro Rojo de marzo de 1931, se señala que no fue hasta mediados de julio del año de 1929 que se empezó a trabajar duro en agitación, propaganda y organización en el resto de los países del Caribe. Así, las sedes de Guatemala y Honduras comenzaron a operar en agosto de ese año, y la de El Salvador lo hizo en el mes de noviembre. Luego, al año siguiente fueron abiertas las puertas de las sedes de Honduras y Costa Rica, durante el mes de diciembre.

Sin embargo, mientras que en Costa Rica para inicios de 1931 se estaba aún en los trámites legales, en El Salvador el Socorro Rojo era un éxito total. Luego, en Honduras la organización era aun embrionaria y, en Guatemala, las actividades eran insuficientes. Además, tan sólo las secciones salvadoreña y hondureña tenían los estatutos impresos. La mayor parte de la acción estaba encaminada a prestar ayuda a los familiares de los presos políticos y sindicales, pero dejaba mucho que desear el trabajo organizativo en los respectivos movimientos obreros.[111]

A raíz del cierre de espacios políticos para los comunistas en México, la sede del Buró del Caribe fue trasladada a la ciudad de New York, posiblemente poco antes o después de la Conferencia de Partidos Comunistas latinoamericanos en Buenos Aires. El venezolano Ricardo Martínez habría de jugar un papel en su comité ejecutivo, junto a los norteamericanos Alexander Bitelman y Earl Browder.[112]

A inicios del año de 1930, Agustín F. Martí llegó expulsado de México a Guatemala, donde había residido después de estar en Nicaragua al lado de Augusto César Sandino, con quien había roto relaciones en el curso del 1928. Allí se entrevistó con Vásquez, el líder campesino Jorge Fernández Anaya y los dirigentes comunistas guatemaltecos para conocer mejor la situación de El Salvador. Luego, clandestinamente entró a su país durante el curso del mes de marzo con el propósito de hacerse responsable de la sección del SRI. Por su parte, Modesto Ramírez y Miguel Mármol viajaron a la celebración del V Congreso de la Internacional Sindical Roja, que tuvo lugar en Moscú. La delegación guatemalteca estaba compuesta por Antonio Obando Sánchez y Juan Luis Chigüichon, quien era el Secretario de la Juventud del PCCA. La invitación les había llegado por medio del venezolano Ricardo Martínez, quien como dirigente del Buró del Caribe visitó los países centroamericanos portando las instrucciones necesarias.[113]

La motivación a participar en el V Congreso de la ISR había llegado a manos de los sindicalistas centroamericanos por intermedio de Fernández Anaya. Éste era miembro del PCM y había organizado la Unión de Trabajadores Agrícolas Aztecas, antes de partir hacia El Salvador durante la primavera de 1930 para trabajar entre obreros agrícolas de la zona occidental. De rasgos indígenas y de habla nahuatl, Fernández Anaya pudo transitar sin dificultad entre la población pipil de la región, más tarde epicentro de la rebelión campesina de 1932.[114] El 1 de mayo había sido fundado el Partido Comunista de El Salvador PCS. De esa forma, con la existencia ya de los partidos comunistas en cuatro de los países centroamericanos (Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Honduras), quedaba definitivamente enterrado el PCCA.

Pocos meses más tarde, a su regreso de Moscú, Ramírez y Mármol, junto a Obando Sánchez y Chigüichón, entraron a Centroamérica por Guatemala. Los dos delegados permanecieron en este país un mes. Por su parte, Nestor J. Juárez fue deportado a Honduras, donde pasó a militar en la Federación Obrera Hondureña y en la sección local del Socorro Rojo Internacional. Con anterioridad, Del Pinal había viajado a ese país para entrar en contacto con Juan Pablo Wainright, uno de los principales líderes comunistas hondureños. Capturado a raíz de un movimiento de huelga en las plantaciones bananeras, Juárez fue expulsado hacia la ciudad de León, Nicaragua, donde entró en contacto con los miembros del Obrerismo Organizado. Las autoridades nicaragüenses no tardaron en deportarlo hacia el puerto de La Unión, El Salvador. Ya en el mes de febrero de ese año de 1930, Luis Villagrán había sido expulsado también hacia territorio salvadoreño.[115]

Hacia la confrontación con el Estado

Ya desde 1929, en Guatemala había una respuesta popular al deterioro económico de la vida debido a la crisis mundial. Los muelleros (estibadores) de Puerto Barrios habían declarado la huelga, aparentemente dirigida por cuadros de la FROG, la que finalizó con el encarcelamiento de doce de sus dirigentes. Según la prensa comunista, el paro fue en parte desarticulado por la labor conciliadora de los representantes de la FOG durante el conflicto. El 12 de septiembre de 1929, el general Chacón suspendió las garantías constitucionales como una medida destinada a frenar la agitación que se iba extendiendo a todo el país.

Para calmar la situación, el Gobierno decidió hacer un préstamo de 2,500,000.00 dólares a la compañía sueca Svenka Tansticks Antiebologet a cambio de una concesión de monopolio en la fabricación de fósforos, pero cuando se empezaron a hacer los avalúos de las garantías, la cosecha de café se encontraba ya por los suelos. Ante este fracaso, el Gobierno decidió al reajuste del presupuesto y el recorte de los gasto. Ya antes del mes de agosto de 1930 era imposible pagar a los maestros y a los demás empleados públicos. Frente a la puerta de la Tesorería Nacional se veían a diario columnas de funcionarios en espera de sus sueldos atrasados.

Precisamente, el 12 de ese mes, el gobierno emitió un decreto por medio del cual prohibía “toda reunión, propaganda o manifestación de tendencia comunista” y ordenaba la emisión de cualquier periódico o impreso que contuviese propaganda comunista bajo pena de cárcel. Asimismo, daba instrucciones a la Dirección General de Policía para que detectase y detuviese a extranjeros que estuviesen realizando propaganda o actividades comunistas. Las razones dadas apuntaban a que “algunos individuos, con el pretexto del mejoramiento de la clase obrera, hacen activa propaganda comunista para reparto de tierras, irrespeto de la propiedad y de otros derechos”, habiendo llegado a ejecutar actos de violencia, ostentar emblemas y banderas y pronunciar discursos subversivos.[116]

El general Chacón no llego a ver el final de su mandato presidencial. El 10 de diciembre de ese año cayó enfermo de un ataque cerebral. Inmediatamente, Guatemala entró en una crisis política, de la cual salió victorioso el general Jorge Ubico, con apoyo del embajador norteamericano Whitehouse. Ubico era el hombre ideal para el Departamento de Estado, tanto por su pro norteamericanismo como por su fama de excelente administrador y hombre fuerte. Como candidato único, el futuro dictador de Guatemala triunfó clamorosamente en las elecciones de febrero de 1931.

El movimiento obrero se dio pronto cuenta de que Ubico estaba dispuesto a destruirlo. El sitio del primer enfrentamiento tuvo lugar en la capital durante la huelga de los obreros de la fábrica “Cementos Novella”. Los altos hornos habían sido apagados por órdenes del Comité de huelga, integrado por Antonio Avelar, Julio Cristales, Vitalino López y Antonio Obando Sánchez, miembros de la FROG. Apresados en el momento en que discutían con los empresarios sobre las reivindicaciones obreras, sólo fueron puestos en libertad tres meses más tarde, el 1º de mayo. Ubico había accedido a dejarlos libres si el desfile conmemorativo del Día de Trabajo se limitaba a las condiciones impuestas por la policía. Los dirigentes de la FROG fueron entregados a los directivos de la FOG, que habían actuado como intermediarios en el proceso judicial.[117]

Luego de los acontecimientos de “Cementos Novella”, Ubico hizo encarcelar a varios campesinos del municipio de San Antonio las Flores que, después de haberse presentado en las sedes sindicales, se habían lanzado a la huelga como protesta por la situación laboral imperante en el campo guatemalteco con el desplome de los precios mundiales del café. Según Obando Sánchez, éstos habían acudido a la FROG para que les ayudase a hacer las gestiones en juzgados y ministerios.

Por su parte, el PCG parece haberse orientado hacia una actividad semiclandestina. Por medio de mimeógrafos imprimía manifiestos desde Quetzaltenango y la capital, que sus militantes deslizaban durante la noche bajo puertas de las casas. En ellos, atacaba la decisión gubernamental de implantar la cédula de vecindad obligatoria como medida de control de la población. Además, acusaba a las autoridades de mantener prisioneros a 23 campesinos y obreros en el cuartel de Matamoros. Asimismo, denunciaba la explotación que sufrían los trabajadores del campo por parte de terratenientes, como la familia Herrera, dueños del ingenio “Pantaleón”, y los obreros por parte de industriales, como la familia Castillo, propietaria de la “Cervecería Centroamericana”. Por último, explicaban los sucesos en torno a la radicalización campesina en El Salvador y llamaban a los trabajadores a derrocar al Gobierno para sustituirlo por el de la “colectividad obrero-campesina”.

A su vez, las reuniones del Comité Central del PCG se realizaban en el Cementerio General de la ciudad de Guatemala, aprovechando la discreción y multitud de los entierros, lo que permitía a sus miembros pasar inadvertidos, dada su extracción popular.[118]

Ubicó decidió actuar rápidamente, antes de que la agitación obrera tomara las proporciones de El Salvador. A finales del mes de noviembre de 1931 desencadenó una ola de arrestos contra los integrantes de la FROG y del CPAS. Ésta tuvo éxito debido a la debilidad y al trabajo disperso de las dos centrales. Ambas se habían venido enfrentando entre sí en los tres últimos años y se encontraban marginadas de las organizaciones obreras de tendencia reformista.

De esa forma, a mediados del mes de enero de 1932, la prensa comenzó a dar información sobre el desmantelamiento de un “complot comunista”, que debía tener lugar el 1º del año y del que Ubico sería la primera víctima. El 26 de diciembre del año 1931, en Quetzaltenango, habían sido capturados el barbero Ismael Coyoy, Pedro Choz, Ricardo Valle Barillas y doce personas más, acusadas de pertenecer al PCG. Este golpe condujo a la captura de otros militantes comunistas en la ciudad de Guatemala, el día 30 de diciembre. Entre ellos se encontraba Tomás Choz, encargado de las comunicaciones entre la capital y Quetzaltenango.

Para este operativo, el Gobierno hizo llegar tropas del interior del país y acordonó la capital. Los barrios populares fueron allanados y cayeron varias casas ligadas al PCG, en las que se encontró propaganda y una lista de sus adherentes. El 4 de enero fueron capturados algunos de los principales dirigentes comunistas: Julio del Pinal, Juan Luis Chigüichón, Antonio Cumes y Miguel Angel Vásquez, así como el principal líder anarcosindicalista, Manuel Bautista Grajeda. El día 12 fue capturado Juan Pablo Wainwright, en la estación central del ferrocarril. El líder comunista hondureño se hacía pasar como agente viajero de grandes casas comerciales. Luego, el 17 de enero fue capturado Luis Villagrán, quien se había refugiado en una casucha situada en el fondo de uno de los barrancos que circundaban la ciudad de Guatemala.[119]

En esa situación, todo parece indicar que, a partir de la captura de los otros miembros del Comité Central Ejecutivo, Antonio Obando Sánchez asumió la dirección la que ya había ocupado entre 1930 y 1931 ayudado por el secretario general de la Juventud Comunista de ese momento, Bernardo Gaytán. Obando Sánchez hizo circular un manifiesto en el que pedía la liberación de todos los sindicalistas presos. Pero él mismo fue capturado a finales del mes de enero.[120]

A principios de febrero el Gobierno dio inicio al proceso contra el PCG. La fiscalía militar señaló que “bajo influjo, dirección y apoyo económico del Soviet ruso”, sus propósitos eran “lograr por todos los medios establecidos la creación de una República Soviética en Guatemala y Centroamérica, gobernada por obreros y campesinos”. El fiscal pidió por ello la pena de muerte para Julio del Pinal, ebanista, secretario general; Antonio Cumes, zapatero; José Luis Chigüichón, panadero; Rafael Güil; José León Castillo Meza, albañil; Pablo Delgado López (o Ligorría López), carpintero; Juan Pablo Wainwright (alias Nicolás Guerra), miembro del Partido Comunista de Honduras; Miguel Angel Vásquez, abogado, miembro del Partido Comunista de El Salvador y encargado de la sección guatemalteca del SRI. La sentencia fue dictada el 9 de febrero y confirmada por la corte marcial el 14 del mismo mes.[121]

Por su parte, Manuel Bautista Grajeda fue dejado en libertad después que sus defensores lograron convencer al tribunal militar de que a un anarcosindicalista no se le podía juzgar a partir de las acusaciones hechas a los comunistas. Más tarde, Bautista Grajeda terminaría por cumplir ocho años de cárcel acusado de promover un comité pro-prisioneros políticos. Según los partes policíacos, el 30 de enero había 170 detenidos. El 5 de febrero la cifra era ya de 206. Obando Sánchez da la cifra de 400. Según testimonio de Del Pinal, los afiliados del PCG en ese momento sólo llegaban a 250, en todo el país.[122]

Ubico conmutó la pena de muerte por quince años de prisión a nueve de los acusados. Solamente Juan Pablo Wainwright fue fusilado el 18 de febrero a las 4 de la tarde en la Penitenciaría Central. Wainwright se había permitido escupir al dictador cuando éste en persona lo interrogaba. Esa misma noche trató de suicidarse cortándose las venas. El líder comunista hondureño moriría gritando: “¡Viva la Internacional! ¡Viva la clase obrera!”.[123]

Por su lado, el Gobierno organizó una gran manifestación anticomunista para el domingo 14 de febrero. En ésta se destacó la participación del Partido Liberal Progresista en el gobierno, del Partido Fascista de Guatemala recientemente constituido por guatemaltecos de origen italiano y de la Sociedad israelita “Maguen David”. A la cabeza de tal desfile iban los miembros de la Asamblea Legislativa y el Cuerpo diplomático, que también estuvo presente. La manifestación reunió a 10,000 personas y se terminó con un Té Deum en la catedral en presencia del arzobispo Luis Durou Sure. [124]

Todo esta parafernalia en torno al proceso contra el PCG adquirió una gran importancia ideológica en la historia posterior de Guatemala. Fue el inicio del anticomunismo esgrimido por la derecha guatemalteca y por las autoridades eclesiásticas desde el triunfo de la revolución de Octubre de 1944 y sobre todo en 1954, cuando el arzobispo Mariano Rossell y Arellano se declaró abanderado del anticomunismo y sostuvo la invasión encabezada por Castillo Armas y el Departamento de Estado en contra del régimen de Jacobo Arbenz. Rossell y Arellano, en 1932, era adjunto de monseñor Durou Sure.

Los comunistas guatemaltecos y la insurrección de 1932 en El Salvador

Un elemento a considerar es la importancia que tuvo la caída del aparato del PCG en los acontecimientos insurreccionales de El Salvador en enero de 1932. Nuevos estudios, como los de Eric Ching y Héctor Pérez Brignoli,[125] con el apoyo de los documentos del KOMINTERN relativos a El Salvador, demuestran la relatividad de la afirmación histórica de que el PCS organizó y dirigió la rebelión campesina. Queda claro que los comunistas salvadoreños sufrían de deficiencias organizativas y políticas que les impidieron conducir un acontecimiento de tal envergadura.

Las disputas internas, la falta de dinero, el fenómeno de las relaciones interétnicas entre indígenas y ladinos complicaron la tarea y cuando las masas campesinas del occidente del país se inclinaron por la insurrección atenazada por la crisis económica surgida en 1929, las divisiones en el seno del PCS se complicaron. Sus líderes sabían que carecían de experiencia y de armamento adecuado parea enfrentar al Ejército, pero a pesar de ello el 10 de enero de 1932, solamente diez días antes del estallido insurreccional, los que estaban a favor de apoyarlo tuvieron mayoría en el Comité Central. Así, el PCS ingresó a la acción revolucionaria: dividido, sin claridad de conducción, sin preparación militar. La insurrección sería más una suma de tumultos locales que una revolución generalizada.

En las acusaciones del fiscal militar guatemalteco se dice que había una estrecha relación entre los preparativos insurreccionales salvadoreños y la actividad de los comunistas guatemaltecos. De las supuestas confesiones de los detenidos se desprende que Wainwright mantenía contactos con el Buró del Caribe y que conocía a Agustín Farabundo Martí y mantenía relaciones con él en El Salvador. Había entrado a Guatemala en agosto de 1931, después de escaparse del fuerte de Omoa, donde se encontraba encarcelado acusado de ser un agitador en las plantaciones bananeras de la costa atlántica de Honduras. Supuestamente, Wainwright había reconocido estar desde tiempo atrás en contacto con Del Pinal, a quien conoció en San Pedro Sula a finales de los veinte. La propia Gaceta, donde se publicaron los documentos sobre el proceso, deja entrever que estaba al tanto de los sucesos insurreccionales de El Salvador.

Por Mármol se sabe ahora que Wainwright había venido a El Salvador para estar al tanto del resultado de las elecciones en las que los comunistas salvadoreños participaron a nivel de alcaldes y diputados, entre el 3 y el 12 de enero, en las que los comunistas salvadoreños participaron a nivel de alcaldes y diputados. Se puede suponer, además, que Wainwright se entrevistó con Agustín Farabundo Martí o con un alto dirigente del PCS y que estaba al tanto de la insurrección, pues según Mármol, ésta había sido decidida por el Comité Central en la noche del 7 al 8 de enero, aunque Ching fija la fecha del 10 de enero.[126]

Sólo hasta el 15 de enero dio a conocer la prensa guatemalteca la captura de Wainswright (quien había sido capturado el día 12) y de un gran numero de los dirigentes del PCG. Esto significaba que Ubico había destruido las esperanzas de poder recibir una ayuda desde Guatemala y que el principal cuadro comunista centroamericano ligado a Martí, había sido capturado antes de que la insurrección se iniciase. Obando Sánchez niega que hubiera habido una relación entre los acontecimientos en cada país. Sin embargo, si se ponen en orden cronológico los hechos, se puede dilucidar la coincidencia entre la destrucción del aparato del PCG y la insurrección comunista salvadoreña. En semejante coyuntura política, a Guatemala le correspondía jugar el papel de retaguardia.

Asimismo, vale la pena señalar el reproche que Mármol hace cuando afirma que lo que había precipitado la represión ubiquista contra el PCG fue la circulación de los manifiestos demasiado radicales, escritos por Wainwright.[127] Como se ha visto, el golpe dado al PCG tuvo proporciones catastróficas. Aparte de los principales acusados, habían caído presos Néstor J. Juárez, Max Melgar González y cuadros secundarios, como Pedro Chigüichón, Lázaro Paredes, etc. Sólo el secretario general de la Juventud Comunista, Bernardo Gaytán, mecánico de oficio, logró mantenerse en la clandestinidad.[128]

Ubico creó, así, el clima que le permitió desarticular una a una las organizaciones sindicales del país. Además de la FROG y el CPAS, el 4 de abril, por acuerdo de Gobierno, dejó de funcionar la FOG, que hasta entonces había gozado de la protección oficial. Ubico consideraba que no era conveniente la existencia de organizaciones con personalidad reconocida por el régimen, pues les daba la oportunidad de intervenir en asuntos que eran de exclusiva competencia estatal. Entre el 21 y el 31 de febrero de 1933, el Gobierno canceló la personalidad jurídica de la Confederación de Asociaciones Agrícolas de la Sociedad Cooperativa de Ahorros Obreros y de la Sociedad del Seguro del Gremio Obrero. El 3 de junio de 1934, el Departamento Nacional de Trabajo fue anexado a la Dirección General de la Policía129. El general Ubico habría de gobernar hasta junio de 1944, cuando fue derrocado por el movimiento popular que dio inicio a los diez años de vida democrática que marcaron el destino de Guatemala en el siglo XX.

Notas:

[1] Diario de Centroamérica (D.C.A.), Año XL No. 11,145, Guatemala 27 de abril de 1920.

[2] Arévalo Martínez, Rafael. Ecce Perícles. San José: EDUCA, Tomo II, pp. 324-329.

[3] D.C.A., Año XL, No. 11.148. Guatemala, 30 de abril de 1920. A pesar de no contarse con datos precisos, Chamorro podría encontrarse entre los estudiantes y obreros fundadores de la Unificación Obrera Socialista, de la cual saldría el grupo que fundó el Partido Comunista de Guatemala en abril de 1923.

[4] D.C.A., Año XL, No. 11,221. Guatemala, 28 de julio de 1920.

[5] D.C.A., Año XL, Nos.11, 171 y 11, 295. Guatemala, 28 de mayo y 25 de octubre de 1920.

[6] D.C.A., Año XLI, No. 11,510. Guatemala, 16 de julio de 1921.

[7] D.C.A., Año XLI, No. 11,532. Guatemala, 10 de agosto de 1921.

[8] Taracena Arriola, Arturo. Les origines du mouvement ouvrier au Guatemala (1878-1932). Tesis de Doctorado. París: Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 1982. Ver capítulo IV.

[9] Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista CEMOS. Informe al Tercer Congreso del Partido Comunista de México efectuado del 7 al 12 de Abril de corriente año, por el Delgado del Partido Comunista de C.A. Máx. M. González, 1925. p. 1.

[10] “Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. El Movimiento Revolucionario Latinoamericano”. La Correspondencia Sudamericana. Buenos Aires, 1929. pp. 224-225.

[11] Obando Sánchez, Antonio. Apuntes para la historia del movimiento obrero de Guatemala” en Alero, 30. Guatemala, mayo-junio de 1977. p. 77.

[12]Alexander, Robert J. Communism in Latin America, Rutger University Press, 1957. p. 351.

[13] Obando Sánchez, Antonio. “Retazos… Pretéritos”. Guatemala, 1 de septiembre de 1952. Manuscrito.

[14] D.C.A. Año XLI, No. 11,447. Guatemala, 8 de junio de 1921.

[15] Idem.

[16] Información proporcionada por el profesor Robert Paris. EHESS.

[17] D.C.A. Año XLL, No. 11,414. Guatemala, 16 de mayo de 1921

[18] D.C.A. Año XL. No. 11,208. Guatemala, 6 de junio de 1920.

[19] Taracena Arriola, Arturo. “Miguel Ángel Asturias y la búsqueda del ‘alma nacional, guatemalteca. Itinerario político, 1920-1933” en Miguel Ángel Asturias. París 1924-1933. Periodismo y creación literaria. (Coordinación de Amos Segala). París-Madrid: UNESCO, 1988. (Colección Archivos, 1).

[20] D.C.A. Año XLL, No. 11,401. Guatemala, 5 de mayo de 1921.

[21] D.C.A. Año XLI, Nos. 11,507 y 11,509. Guatemala, 13 de julio y 15 de julio de 1921.

[22] Diario Latino. Año XXXII, No. 9,229. Guatemala, 10 de diciembre de 1921.

[23] Alexander, Robert J. “Communism in…”, pp. 351-352.

[24] Paco Ignacio Taibo II. Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes del comunismo en México (1919-1925). México: Joaquín Mortíz, 1986. pp. 108-126.

Sobre la fundación del PCM, véase también Carr, Barry. “Los orígenes del Partido Comunista Mexicano” en Nexos, 40. México, abril de 1981. pp. 37-47.

[25] El Demócrata, México, 28 de agosto de 1921.

[26] El Trabajador, No. 17. México, 4 de septiembre de 1921.

[27] Véase las notas 53, 64 y 65 de la Cuarta parte, pp. 350-351.

[28] Sobre la historiografía relativa a la III Internacional Comunista véase, Agosti, Aldo. “L´Historiopgraphie de la Troisieme Internationale” en Cahiers d´Histoire de l´Institut de Recherches Marxistes, 2 (36), Paris, 1980. pp. 7-59.

[29] Lazitch, Brenko. Biographical Dictionnary of te Comintern. Standford University California: Hoover Institution Press, 1973. pp. 446-447 y Kahan, Vilém. The Communist International, 1919-1943: The Personnel of its Highest Bodies. En International Review of Social History. Vol. XXI (2), 1976. pp. 151-185 y “A Contribution to the Identification of the Pseudonyms Used in the Minutes and Reports of the Communist Intertational” en International Review of Social History, XXIII, (2), 1978. pp. 177-192.

[30] Stirner, Alfred: “Aus Guatemala”. Internationale Presse-Korrespondenz, No. 216. Berlín, noviembre de 1922, p. 1,537. “Dans un coin perdu de l´Amérique Centrale: au Guatemala”, La Correspondence Internationale No. 88. Berlín, 18 de noviembre de 1922, p. 675.

[31] Obando Sánchez, “Retazos…”, p. 1 e Informe al Tercer Congreso del Partido Comunista de México…, 1925. p. 1.

[32] Informe al Tercer Congreso del Partido Comunista de México…, 1925. pp. 1-2.

[33] “Primera Conferencia Comunista Latinoamericana…”. p. 225.

[34] Informe al Tercer Congreso del Partido Comunista de México… p. 3. y Obando Sánchez. “Retazos…”, p. 2.

[35] Revista El Porvenir de los Obreros” en sus Bodas de Brillante. 1892-1967. Guatemala, 1967, pp. 13-16; Alvarado, Humberto. Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo. Guatemala: Ediciones del P.G.T., 1975 (mecanografiado). p. 7. Obando Sánchez, Antonio. Memorias. La historia del movimiento obrero. Guatemala: Editorial Universitaria, 1978.

[36] Idem.

[37] Informe al Tercer Congreso del Partido Comunista de México… p. 4; Obando Sánchez. “Retazos…”, p. 2; Korsunsky, J. “El movimiento obrero en la América Central y la lucha contra el imperialismo” en La Correspondencia Sudamericana. Año I, No. 25, Buenos Aires, 15 de junio de 1927, páginas 29-30.

[38] Idem. y Barcárcel, José Luis: “La primera celebración del Día del Trabajo y las formaciones iniciales de la conciencia de la clase obrera guatemalteca”, en Cuadernos Americanos, Año XXXIX, Vol. CCXXX., No. 3. México, 1980, p.174.

[39] Alexander Robert. J. “Communism in…”, pp. 352-353.

[40] “El comunismo en Centroamérica. Se reorganiza el PCG” en El Machete, No. 31. México, 15 al 22 de febrero de 1925 y “Guatemala, C.A.” en El Machete, No 33. México, 5 al 12 de marzo de 1925; “La tortura de Alberto del Pinal” y Comunistas guatemaltecos luchan contra el imperialismo” en El Libertador, I/1. México, marzo de 1925.

[41] “Guatemala. Del Pinal liberado” en El Machete, No. 37. México, 18 de mayo de 1925 y “Del Pinal Libertado” en El Libertador, I/2. México, mayo de 1925.

[42] Centro de estudios del Movimiento Obrero y Socialista CEMOS. Informe al Tercer Congreso del Partido Comunista de México efectuado del 7 al 12 de Abril de corriente año, por el Delgado del Partido Comunista de C.A. Máx. M. González, 1925. p. 1.

[43] Agradezco al historiador Mario Posas, quien me proporcionó el expediente de documentos relativos a la captura de Blackwell en Honduras que se encuentren en los Archivos del Departamento de Estado, en la División of Passport Control, a partir de un Memorandum (2 informes y 5 anexos) realizado por el oficial Morgan, de la División of Latin-American Affairs, con fecha 5 de agosto de 1925 con base en los materiales recogidos por Lawrence Dennis, encargado interino de Negocios en Tegucigalpa, Honduras. El nombre de pila verdadero de Blackwell es Russell y no Roswell como indican los documentos, quien había nacido en 1904.

[44] “Carta de Blackwell a su madre, fechada en Birichiche, Honduras, el 1 de junio de 1925”. (Anexo 2). Es una carta manuscrita en papel membretado de la Liga Internacional pro Luchadores Perseguidos.

[45] Véase Paco Ignacio Taibo II. Bolshevikis… pp. 243-246.

[46] “Carta de Roswell S. Blackwell a María del Refugio García, México D. F., Birichiche, Honduras, 1 de junio de 1925” (Anexo 1). Es una carta enviada en papel membretado del Colegio Nacional de Agricultura.

[47] El Comité Central Ejecutivo del P.C. de C.A. Manifiesto del Partido Comunista de Centro-América. A los Trabajadores. Guatemala: Tipografía El Progreso, 1 de mayo de 1925 (Anexo 4).

[48] Obando Sánchez, Antonio Retazos…, p. 9.

[49] “Carta de Roswell S. Blackwell a María del Refugio García, México D.F., Birichiche, Honduras, 1 de junio de 1925” (Anexo1). Es una carta enviada en papel membretado del Colegio Nacional de Agricultura.

[50] “Carta de Agustín F. Martí a Rosalío S. Blackwell en Birichiche, Guatemala, [sin fecha]”, (Anexo3).

[51] “Bases del Partido Comunista de Centro América. Guatemala, mayo de 1925”, (Anexo 3).

[52] “Primera Conferencia Comunista Latinoamericana…”. p. 225.

[53] Roque Dalton. Miguel Mármol. San José: EDUCA, 1980. p. 158.

[54] “Primera Conferencia Comunista Latinoamericana…”. p. 225 y Obando Sánchez. Memorias… p. 51.

[55] “Entrevista con Miguel Mármol, Managua, 31 de abril de 1982” en Taracena Arriola, Arturo. Les origines du mouvement…, p. 426; “Primera Conferencia Comunista Latinoamericana….”, p. 225; Borin, I. Komunismum in Lateinamerika. Sttutgart: Verlag W. Kohlhansmer. 1971. p. 63; “Situación Económica de Guatemala”, en La Correspondencia Sudamericana. 2ª. Epoca, No. 12-14. Buenos Aires, mayo de 1929. pp. 59-60.

[56] Obando Sánchez, Antonio. Retazos…, p. 3.

[57] El destinatario podría ser el norteamericano Bertram D. Wolfe, miembro del Buró político del PCM, conocido como Juan Gómez.

[58] “Carta de Roswell S. Blackwell a María del Refugio García, México D. F., Birichiche, Honduras, 1 de junio de 1925” (Anexo 1).

[59] Este estaba firmado “El Corresponsal” y fechado en Tela, 1 de junio de 1925. (Anexo 1).

[60] Carta de Blackwell a su madre, fechada en Birichiche, Honduras, el 1 de junio de 1925”. (Anexo 2).

[61] “Telegrama de Dennis, Encargado de Negocios, al Cónsul en La Ceiba Waller, Tegucigalpa, Despatch No. 812, Enclosure No. 5”. (Anexo 5).

[62] “Carta (con 5 Anexos) de Lawrence Dennis, Encargado de Negocios ad interim al Secretario de Estado, Tegucigalpa, 14 de julio de 1925”.

[63] “Memorandum de Morgan, Divison of Latin American Affairs, 5 de agosto de 1925”. R.L.K. de este departamento le responde a Morgan que sus archivos no poseen ningún pasaporte de esa persona desde 1906. Blackwell salió libre y en 1927 estaba de nuevo en México, de donde fue expulsado el mismo año. En 1928 pasó a integrar el ala trotskista del PCM, enfrentándose a Rafael Carrillo, Davild Alfaro Siqueiros y otros dirigentes comunistas. Durante la guerra civil española fue brigadista, pero siendo miembro del Partido Obrero de Unificación Marxista POUM, el partido de los trotskistas españoles, peleó junto a los anarquistas en las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona. Herido, fue capturado por los comunistas, quienes lo redujeron a prisión. Pidió la intervención del pintor en su favor, quien se negó. Liberado por la presión internacional, salió hacia Francia y, luego, retornó a Estados Unidos, donde murió en 1967, luego de pasar a militar en las filas anarquistas desde 1949. Véase David Alfaro Sequeiros. Me llamaban el Coronelazo. Memorias. México: Biografías Gandesa, 1977. pp. 279-285.; Víctor Alba y Stephen Schwartz. Spanish Marxism versus Soviet Communism: A history of the POUM. Transaction Books, 1988 y Hugo Oehler. “Barricades in Barcelona” en Revolutionary Huistory, Volumen 1, No. 2 Summer 1988, pp. 23-29.

[64] “¡Trabajadores de C. A.! ¡Alerta del PCM a los obreros de C.A.!” y “El comunismo en C. A. Se reorganiza el PCG” en El Machete, Nos. 18 y 31, México, 23 al 30 de octubre de 1924 y 5 al 12 de febrero de 1925.

[65] “Sobre el movimiento obrero de Guatemala” en El Machete, No. 28. México, del 8 al 15 de enero de 1925.

[66] M.B.G. (Miguel Bautista Grajeda): “Desde Guatemala. El terror blanco en Guatemala” en Cultura Oberera, Vol. III. No. 183. Nueva York, 6 de mayo de 1926. p. 8; Korsunsky, J. “El movimiento obrero en la América Central…”, p. 30; Excelsior, No. 2,537. Guatemala, 19 de enero de 1926.

[67] Véase Taracena Arriola, Arturo. “La Confederación Obrera de Centroamérica (COCA), 1921-1928” en Anuario de Estudios Centroamericanos, 10. San José, 1984. Pp. 81{93.

[68] López Larrave, Mario. Breve historia del movimiento sindical de Guatemala. Guatemala: Editorial Universitaria, 1976. p. 16. Taracena Arriola. Arturo. Le Mouvement ouvrier…, pp. 240-241. “Situación Económica de Guatemala” e La Correspondencia Sudamericana. 2ª. Época, No. 12-14. Buenos Aires, mayo de 1929. pp 59-60; Schlessinger, Jorge. Revolución Comunista. ¿Guatemala en peligro?. Guatemala: Unión Litográfica, 1946. pp. 62-75.

[69] “Las persecuciones en C. A.” en El Machete, No. 50. México, 16 de septiembre de 1926.

[70] Cultura Obrera. Vol IV. New York, 6 de noviembre de 1926. Véase Taracena Arriola, Arturo. “Presencia anarquista en Guatemala entre 1920 y 1932” en Mesoamérica, No. 15. South Woodstock: CIRMA/Plumsock, junio de 1988. pp. 1-23.

[71] Martínez Nolasco, Gustavo. El Movimiento Armado de Diciembre de 1930. Guatemala: Tipografía nacional, 1931. p. 31.

[72] Véase, “Hoja” publicada el 26 de septiembre de 1927 por la Federación Regional de Trabajadores de Guatemala, nombre que adopta la FROG ese año, en Valenzuela, Gilberto. Bibliografía de Guatemala. 1901-1930. Tomo VVII. Guatemala: Tipografía Nacional, 1962 Guatemala. p. 446.

[73] Iglesias Santiago. “Pan-American Labor. The Birth of the Labor Movement in Latin American” en American Federationist, Vol. XXXIX, No. 10. Washington, octubre de 1927, p. 1209.

[74] “Le mouvement ouvrier au Guatemala” en La Correspondence Internationale, No. 19. Paris, 18 de septiembre de 1929, p. 1216.

[75] Taracena Arriola, Arturo. Les origines du mouvement ouvrier…, p 320 y ss.

[76] Obando Sánchez, Antonio. Memorias…

[77] Orientación Sindical, Año 1. No. 12. Guatemala, 15 de mayo de 1928.

[78] Orientación Sindical. Año I No. 13, Guatemala, 1 de junio de 1928.

[79] Recinos García, María Elena. El movimiento obrero en Guatemala, 1900-1954. Tesis de Licenciatura. Guatemala: Escuela de Historia, USAC, 1977. p. 61

[80] En este artículo no están incluidos los materiales existentes en los Archivos del Comité Ejecutivo del Comintern y que incluyen 10 expedientes para el período 1923-1932, tal y como lo han hecho notar Ching, Eric y Pakkasvirta, Jussi. “Latin American Materials in the Comintern Archive” en Latin American Research Review. 35, No. 1. 200. pp. 138-149.

[81] Paris, Robert. “La Terza Intertazionale e l´America Latina” en Movimiento Operaio e Socialista, XV, No. 4. Octubre-diciembre de 1969. pp. 311-334.

[82] Branco Lazitch. “La formation de la section des liaisons internationales du Komintern (OMS), 1921-1923” en Communisme, 4. París: PUF, 1983. pp.66-67.

[83] La Correspondence Internationale. No. 69, 26 de julio de 1928. p. 67. (Número especial X).

[84] La Correspondence Internationale. No. 83, 16 de agosto de 1928. p. 1282. (Número especial XXVIII).

[85] La Correspondence Internationale. No. 83, 16 de agosto de 1928. pp. 1133, 1282-1283 y 1419. (Número especial X).

[86] García de León, Antonio. Du millenarisme au mouvement ouvrier. Chiapas et la Révolution Méxicaine. Tesis de 3er. Ciclo. Universidad París I, 1981. pp. 411-417.

[87] Dalton, Roque. Miguel Mármol, p. 150 y ss.

[88] Obando Sánchez, Antonio. Retazos…, p. 3.

[89] Obando Sánchez, Antonio. Apuntes…, p. 78.

[90] Schlessinger, Jorge. Revolución comunista…, pp. 66-69.

[91] Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. El movimiento…, pp. 308-309.

[92] Ibid.p. 311.

[93] Asociación Continental Americana de Trabajadores. Congreso Constituyente de la ACAT. (No.1). Buenos Aires, 1930. p. 29. Véase, Taracena Arriola, Arturo. “Presencia anarquista en Guatemala entre 1920 y 1932”…, pp. 1-23.

[94] “Rapport de l´Ambassadeur George Lecomte au Ministre des Affaires Étrangères, daté au Guatemala le 11 juillet 1930” en Sous-Série Centre Amérique. Affaires Intérieures, 1927-1933. Vol. 27, Archives du Quai d´Orsay. Paris. Fols. 90-95.

[95] Para la biografías recientes de Sandino véase Wunderich, Volker. Sandino: una biografía política. Managua: Nueva Nicaragua, 1995.

En lo personal he tratado el apoyo latinoamericano a Sandino en Europa, las incidencias del Congreso Antiimperialista de Bruselas y el papel de los centroamericanos en torno a las diferentes organizaciones comunistas y apristas. Véase, Taracena Arriola, Arturo, “La Asociación General de estudiantes Latinoamericanos de París, 1925-1933” en Anuario de Estudios Centroamericanos, 15, No. 2. San José, 1989. pp. 61-80.

[96] “Angustiosa situación de los obreros guatemaltecos” en El Libertador, I/8, México, abril de 1926 y “La angustiosa situación de los obreros guatemaltecos” en El Machete, No. 46. México, 1 de mayo de 1926.

[97] Mora Valverde, Eduardo. “Habla Chigüichón, veterano comunista de Centroamérica” en Memoria, 33. México: CEMOS, mayo-junio de 1991. pp. 346-349.

[98] “Hacia la Internacional Americana “, “La United Fruit Co. encarcela a un Secretario de la Liga” y “Canje y Administración” en El Libertador, Nos. I7, /8 y 9-10, México, febrero, abril y septiembre-octubre de 1926.

[99] “Delegados organizadores en Costa Rica” en El Libertador, No. I/9-10, México, septiembre-octubre de 1926.

[100] El Libertador, Tomo II, Nos. 13 y 15. México, agosto de 1927 y febrero de 1928.

[101] El Machete, No. 99. México, 28 de enero de 1928.

[102] La Correspondencia Sudamericana. 2ª Época No. 1. Buenos Aires, 1 de agosto de 1928.

[103] Amauta, No. 30. Lima, abril-mayo de 1930.

[104] Dalton, Roque. Miguel Mármol…, 230; La Gaceta. Revista de Policía y Variedades, Año II, Tomo X, No. 6, Guatemala, 21 de febrero de 1932, pp. 346-348; Cerdas, Rodolfo. Strategie et tactique de l´Internationale Communiste en Amérique Centrale, 1920-1934. Tríos cas d´analyse: Nicaragua, El Salvador et Costa Rica. Tesis de 3 er. Cycle. Universidad de Paris-Sorbonne, 1976. pp. 410-411.

[105] El Machete, Nos. 58 y 61. México, 1ª. Quincena de enero y 2ª. Quincena de marzo de 1927.

[106] Schlessinger, Jorge. Revolución comunista…, pp- 67-69.

[107] El Libertador, Vol. II, No. 18. México junio de 1928.

[108] El Libertador, Vol. II, No. 19. México, agosto de 1928.

[109] Meza, Víctor. Historia del movimiento obrero hondureño. Tegucigalpa:, 1981. pp. 19-20 y 36

[110] Barahona, Marvin. La hegemonía de los Estados Unidos en Honduras (1907-1932). Tegucigalpa: Centro de Documentación de Honduras, 1989. pp. 193-208.

[111] Informe del Secretariado del Caribe para el Pleno del Comité Ejecutivo Internacional del Socorro Rojo Internacional. R. Gómez, Secretario General. New York, marzo 21 de 1931. RG. 40.234/75. Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la revolución Socialista de Cuba, anexo al Comité Central de PCC. La Habana, Cuba.

[112] Véase Manuel Caballero. La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana. Caracas: Editorial Nueva Sociedad, 1987.

[113] Mora Valverde, Eduardo. “Habla Chiguichón…” p. 348.

[114] Anderson, Thomas. El Salvador Los sucesos políticos de 1932. San José: EDUCA, 1976. p. 43.

[115] Taracena Arriola, Arturo. Le mouvement ouvrier…, pp. 343-344 y 426-427; Schlessinger, Jorge. Revolución Comunista…, 66-70; La Gaceta…, 346-348; D.C.A., Tomo III, No. 73. Guatemala, 1 de febrero de 1932.

[116] Revista de las Españas. V, Nos. 50-52. Madrid, octubre diciembre de 1930. P. 553.

[117] Obando Sánchez, Antonio. Memorias…, pp. 77-78.

[118] La Gaceta. Revista de Policía y Variedades. Año II, Tomo X, No. 6, Guatemala, 21 de febrero de 1932.

[119] D.C.A., Tomo III, No. 65. Guatemala, 10 de febrero de 1932. Rapport de l´Ambassadeur Georges Lecomte au Ministre des Affaires Etrangères, daté au Guatemala le 15 janvier 1932” en Sous-Série Centre Amérique. Affaires Intérieures, 1927-1933. Vol. 27, Archives du Quai d´Orsay. Paris. Fols. 215-218..

[120] Obando Sánchez, Antonio. Memorias…, pp. 80-81.

[121] La Gaceta. Revista de Policía…, 21 de febrero de 1932.

[122] D.C.A., Tomo III, Nos. 65, 69 y 73. Guatemala, 1, 5 y 10 de febrero de 1932.

[123] Obando Sánchez, Antonio. Memorias…, pp. 101-104.

[124] La Gaceta. Revista de Policía…, 21 de febrero de 1932, pp. 351-358; D.C.A., Tomo III, Nos. 74 y 77. Guatemala, 11 y 15 de febrero de 1932; Rapport de l´Ambassad eur Géorge Lecomte…., le 18 février 1932. Fols. 222-225.

[125] Ching, Eric. “In Search of the Party: The Communist Party, The Comintern, and the Peasant Rebellion of 1932 in El Salvador” en The Americas, 55, No. 2. October 1998. pp. 204-239 y Pérez Brignoli, Héctor. “La rebelión campesina de 1932 en El Salvador” en Anderson, Thomas R. El Salvador 1932. San Salvador: CONACULTURA, 2001. pp. 17-54.

[126] “Entrevista con Miguel Mármol, Managua, 31 de abril de 1982” en Taracena Arriola, Arturo. Les origines du mouvement…, p. 428;

[127] Ibid.

[128] Obando Sánchez, Antonio: Memorias…, pp. 80-81

[129] Recinos García, María Elena. El movimiento obrero…, pp. 82-83 Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/166-el-partido-comunista-de-guatemala-y-el-partido-comunista-de-centro-america-1922-1932 – Prohibida su reproducción sin citar el origen.

Vittorio Vidali, Tina Modotti, el stalinismo y la revolución

Vittorio Vidali, Tina Modotti, el stalinismo y la revolución
Claudio Albertani
“Hacer el presente implica corregir el pasado”
Raoul Vaneigem

La revolución no está de moda. Todos los días se nos repite el mismo estribillo: los intentos de cambiar el mundo sólo desembocaron en campos de concentración tal y como sucedió en la desaparecida Unión Soviética.

Es verdad que el stalinismo fue una pesadilla. Sin embargo, para saberlo no era necesario esperar la caída del muro de Berlín, ni la publicación del Libro negro del comunismo (1).

La URSS nunca fue socialista. Durante décadas, revolucionarios de diferentes filiaciones no se cansaron de decirlo, denunciando los crímenes contra el socialismo cometidos por los soviéticos y sus epígonos.

La corrupción del proceso revolucionario ruso empezó muy pronto. ¿Arrancó en 1921, año de la rebelión de Cronstadt? ¿O fue, antes, cuando los bolcheviques reprimieron a los campesinos anarquistas de Ucrania? Algunos ubican el comienzo de la contrarrevolución en 1924, año de la muerte de Lenin; otros en 1927, cuando Trotsky fue expulsado del partido y se aceleró el giro hacia el totalitarismo.

Podemos debatir sobre el origen del “mal”; discutir las fechas, aquilatar las responsabilidades, pero es difícil negar que la Unión Soviética se convirtió rápidamente en el país de la gran mentira.

Así lo explicaron Alexander Berkman, Emma Goldman, Otto Rühle, Panaït Istrati, Victor Serge, Ante Ciliga, León Trotsky, Amadeo Bordiga, Karl Korsch, Bruno Rizzi y una nutrida sucesión de revolucionarios olvidados, ultrajados, calumniados y en ocasiones asesinados por haberse atrevido a decir la verdad sobre la URSS. No eran traidores, no eran agentes del imperialismo; sencillamente entendían lo que estaba pasando y lo denunciaban.

Creados a principios de los años veinte con el fin de promover la revolución en sus respectivos países, los partidos comunistas se transformaron rápidamente en dóciles agentes de la política exterior soviética. De manera que el movimiento obrero revolucionario fue aniquilado no sólo por manos del totalitarismo fascista, sino también de la burocracia estaliniana. Con una gran diferencia. Mientras no había dudas sobre el sentido del primero, mucho más difícil era entender la naturaleza de la segunda, pues ésta se presentaba como heredera de un proyecto de liberación noble y humanista. Muchos revolucionarios cayeron bajo su férula; algunos se transformaron en feroces asesinos.

Hoy, en pleno siglo XXI, buena parte de la izquierda sigue sin hacer un balance de ese pasado. Alguien podría preguntar: ¿para qué hacerlo? ¿por qué hurgar en los recodos de la historia cuando hay problemas muchos más urgentes?

Porque la historia es un territorio en disputa en donde se despliegan las pasiones del presente y se afinan las aspiraciones del futuro. Porque, como dice Vaneigem, hacer el presente implica corregir el pasado.

El stalinismo no solamente sobrevivió a Stalin sino también a la extinta Unión Soviética; el debate sobre papel que jugó en los movimientos revolucionarios no pertenece a los historiadores especializados; tiene que ver con la reconstrucción de un movimiento antagonista y con la necesidad de no repetir los horrores del pasado.

En el mundo ibérico hay señales importantes de que este proceso doloroso para muchos, pero necesario está empezando, aunque sea tarde. En España se reeditan las obras de Solzhenitsin sobre el Gulag (2), y se acaba de publicar En busca de Andreu Nin, un libro de José María Zavala sobre el secretario general del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM, quien fue secuestrado y ejecutado por sicarios de la policía secreta soviética en 1937, bajo la acusación infame de ser un espía de Franco (3).

En Tu rostro mañana, Javier Marías cuestiona la figura de Wenceslao Roces, alto funcionario del gobierno republicano, miembro de la dirección del Partido Comunista Español, refinado intelectual, traductor al castellano de Marx, Bloch y Hegel, a quien se atribuye la invención de las pruebas de la supuesta culpabilidad de Nin (4).

Una vida por el “comunismo”

En México, es de señalar una radionovela sobre el asesinato de León Trotsky y la polémica en las páginas del diario La Jornada sobre las gestas del stalinista italiano Vittorio Vidali (alias Enea Sormenti, Comandante Carlos, José Díaz, Carlos Contreras), quien fuera amante de Tina Modotti (alias María Ruíz).

Todo empezó con las declaraciones del escritor Pino Cacucci biógrafo de Modotti (5) acerca de la participación de Vidali en el asesinato del comunista cubano Julio Antonio Mella, acontecido en la Ciudad de México el 10 de enero de 1929, cuando se dirigía a su casa acompañado por la fotógrafa italiana (6).

En una airada respuesta, el periodista José Steinsleger acusó a Cacucci de mentiroso, reiterando la versión oficial de que Mella fue asesinado por agentes del dictador cubano Gerardo Machado y afirmando que Vidali era un honrado revolucionario que tuvo actuación destacada en la guerra de España (7). El 19 de junio, Cacucci volvió a la arena, con más argumentos (8).

El debate está sobre la mesa y rebasa, me parece, a la pareja Vidali-Modotti. La trayectoria de ambos resume de alguna manera las pasiones, las contradicciones y también los crímenes cometidos por una generación de comunistas adictos a Stalin.
Mucho se ha escrito y no siempre de manera atinada sobre Tina Modotti que se volvió icono mediático, pero: ¿quién fue Vidali? ¿un chivo expiatorio, como sugieren sus numerosos admiradores? (9) ¿un asesino despiadado, como sostienen muchos otros? ¿será que el asunto le corresponde exclusivamente a “la izquierda de los países ricos”, como afirma Steinsleger a falta de mejores argumentos? (10)

En una ocasión, Palmiro Togliatti secretario del Partido Comunista Italiano durante casi cuatro décadas expresó esta opinión: “Vidali es muy bueno para disparar, pero no demasiado para pensar” (11).

A diferencia de Togliatti que fue probablemente el más sofisticado político estalinista de Occidente, Vidali destaca como un hombre de acción que puso su talento conspirativo al servicio de la Tercera Internacional (Comintern).

Escritor prolífico, relató su vida venturosa en doce tomos de carácter autobiográfico que, por suerte del lector, se encuentran resumidos en el conciso volumen, Comandante Carlos, publicado en Italia justo antes de su fallecimiento en 1983 (12).

¿Es esta una fuente atendible? No, por supuesto; pero hojear sus páginas ayuda a entender la psicología y los motivos de un personaje que se identificó con el “comunismo” y que volvería a hacer lo que hizo “porque era justo hacerlo” (13).

La vida adulta de Vidali nacido en Muggia, provincia de Trieste, en 1900 coincide, incluso cronológicamente, con la historia de la URSS. Hijo de un obrero metalúrgico y una modista, vivió su adolescencia bajo el imperio austrohúngaro. De temperamento impulsivo, a los 17 años ya era militante socialista y a los 19 participaba activamente en los grupos armados contra las bandas fascistas.

En 1921, acudió al congreso fundacional del Partido Comunista de Italia en Livorno, donde al parecer, simpatizó con las ideas de su secretario, el “izquierdista” Amadeo Bordiga.

Acosado por los fascistas, Vidali tuvo que tomar la vía del exilio. Después de algunas peregrinaciones por Europa, emigró clandestinamente a Estados Unidos, a donde llegó hacia 1923.

En el Socorro Rojo Internacional

En Nueva York Vittorio Vidali se integró a la Federación Italiana del Partido Comunista Norteamericano, a la Liga Antifascista y, sobre todo, al Socorro Rojo Internacional, haciéndose notar de inmediato como un valiente “combatiente proletario”. Empezaba así su larga carrera de “revolucionario profesional”, entregado en alma y cuerpo a la Comintern.

Usaba el seudónimo de Enea Sormenti y participaba activamente en la campaña para la liberación de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, los anarquistas italianos falsamente acusados de asalto y homicidio, quienes a la postre serían ejecutados el 22 de agosto de 1927.

“Logré estrechar con Vanzetti una amistad que conservo como uno de los recuerdos más bellos de mi vida”, escribe Vidali, en un intento de acreditarse como simpatizante libertario (14).

¿Un punto negro en su currículum de “comunista inflexible”? De ninguna manera. La campaña se orquestó en Moscú y el objetivo nunca fue salvar la vida de los dos desdichados anarquistas quienes, dicho sea de paso, nunca vieron un centavo del dinero recolectado en su nombre, sino hacer proselitismo (15).

En Nueva York, Vidali frecuentó también a un viejo inmigrante anarquista, Carlo Tresca, fundador del sindicato Industrial Workers of the World y editor del periódico Il Martello. Aquella amistad duró muy poco ya que Tresca rompió pronto con los comunistas oficiales, volviéndose uno de sus críticos más decididos. Fue integrante del Comité de Defensa de León Trotsky y participó en la Comisión de Encuesta sobre los Procesos de Moscú, presidida por el filósofo John Dewey. Asimismo denunció la represión contra los anarquistas en la España republicana, siendo objeto de amenazas. De su ex-amigo, solía decir: “tiene olor a muerte”(16). Carlo Tresca dicho sea de paso fue asesinado el 11 de enero de 1943, al salir de la redacción de Il Martello en pleno centro de Nueva York. El caso nunca se resolvió. Sin embargo, Vidali sigue figurando como uno de los indiciados en los documentos desclasificados de la FBI que se pueden consultar en internet (17).

Dejemos, por lo pronto, el asunto de la muerte misteriosa de Tresca y regresemos a los años veinte. Por entonces, la identificación de Vidali con el comunismo soviético ya era absoluta. Tan es así que se le dio la oportunidad de viajar a la propia URSS, al ser expulsado de los EE.UU. hacia mediados de 1927. ¿A cuándo se remontan sus lazos con los servicios secretos stalinistas? Es difícil decirlo, y obviamente Vidali los niega con insistencia. En su autobiografía, admite haber acudido, por lo menos en una ocasión, a la IV Sección del Ejército, es decir el servicio secreto militar, en 1933 junto a Tina Modotti, para desarrollar una misión en China que a la postre no se realizó (18).

Sea como fuere, a los 27 años, Vidali entró a Moscú por la puerta grande. Huésped del Soviet Supremo, fue alojado en el célebre Hotel Lux y recibido por Helena Stassova, jefa del Socorro Rojo Internacional (SRI), una organización adscrita a la Comintern, aparentemente consagrada a la causa de la revolución. ¿Cuáles eran sus tareas? El SRI organizaba manifestaciones culturales, recaudaba dinero para militantes en apuros, distribuía ayuda a huelguistas y también encubría las operaciones secretas de la Comintern.

Bolchevique de la primera hora, estrecha colaboradora de Lenin, Helena Stassova era conocida como la “paloma blanca” por su trayectoria intachable en el partido. Al desatarse en 1923 la pugna entre Trotsky y Stalin, optó de manera decidida por el segundo siendo su secretaria y caracterizándose “por una devoción sin condiciones a la línea oficial”(19).

¿Era también una agente de la GPU? (20). No se ha comprobado y hasta donde pude averiguar, su nombre no aparece en ninguna historia de la policía política.

Dos anécdotas ayudan a entender al personaje. La primera es que en 1934, Stassova se puso en contacto con Zensl Müsham, viuda de Eric Müsham, un conocido anarquista alemán asesinado por los nazis. La invitaba a pasar algunos meses en la URSS y le ofrecía la publicación de las obras completas de su marido. Zensl viajó a Moscú, donde fue recibida con todos los honores ya que los soviéticos pensaban utilizar el caso de Müsham con fines de propaganda, exactamente como antes lo habían hecho con Sacco y Vanzetti. Al poco tiempo, sin embargo, la GPU detuvo a Zensl bajo la acusación de “trotskismo” y la desdichada pasó ocho años en el gulag de Karaganda (21).

Victor Serge, por su parte, relata que cuando se encontraba exiliado en Orenburg, su amigo Fritz Brupbacher -el conocido biógrafo de Bakunin (22) – solicitó ayuda a Stassova para lograr su liberación. Sin pestañear y en tono frío, la anciana bolchevique sentenció: “Serge no saldrá nunca” (23).

Es claro que en cuanto integrante del primer círculo de colaboradores Stalin, Stassova tuvo a su cargo la planeación de operaciones especiales, compartiendo la responsabilidad política de purgas y asesinatos. El Socorro Rojo no era una agencia humanitaria; cumplía funciones de control e infiltración dentro de los partidos comunistas, en ocasiones en concertación con la GPU. Además, las diferentes agencias se espiaban entre sí ya que, como afirma el historiador Giorgio Bocca, en el régimen stalinista “todo era servicio secreto” (24).

En cuanto a Vidali, en adelante actuaría como funcionario del SRI, directamente a las órdenes de Stassova, quien le asignaría misiones cada vez más arriesgadas, pero también le ayudaría a navegar en las aguas turbulentas de la Internacional Comunista de las cuales, a la postre, ambos saldrían con algunos huesos rotos, pero sanos y salvos.

Un asunto no resuelto: el asesinato de Julio Antonio Mella

Es evidente que Vidali poco tenía que hacer en la patria del socialismo, menos aun en un momento tan delicado. El joven y dinámico italiano no se sentía tocado por los debates ideológicos, ni por los ásperos choques entre fracciones. Quería acción, y esto lo convertía en un elemento precioso ya que el aparato necesitaba hombres dispuestos a todo.

Seguía siendo miembro de la federación italiana del PC de los EE.UU. y ante la dificultad de regresar al país del que acababa de ser expulsado, optó por irse a México, cultivando la esperanza de atravesar la frontera apenas fuera posible.

Mientras tanto, tendría que cumplir con unos encargos de Helena Stassova: organizar la actividad del Socorro Rojo en México y Centro América; colaborar con la Liga Antiimperialista de las Américas que tenía su sede precisamente en el D.F. y poner orden en el PCM.

Hacia el verano de 1927, obtenida una visa por el embajador mexicano en Moscú, Ramón Denegri, Vidali emprendió el largo viaje hacia el otro lado del Atlántico, vía París y Cuba. En la isla, se quedó unos cuantos días, justo el tiempo para entrar en contacto con el aparato clandestino del PC local, diezmado por las persecuciones del dictador Gerardo Machado.

Llegó a México a principios de octubre y se quedó un poco más de dos años, los “más románticos y tumultuosos” de su vida (25).

Una foto de Tina lo retrata vestido de negro, con corbata, el rostro parcialmente ocultado por un sombrero también negro de fieltro y alas anchas, la actitud misteriosa y arrogante del conspirador (26).

En calidad de funcionario del Socorro Rojo, frecuentó y trató de cerca a los pintores muralistas, a Augusto César Sandino, a Farabundo Martí, en fin, a los principales integrantes de la izquierda de México y Centroamérica. Y conoció a una mujer, Tina Modotti, con quien pronto compartiría la vida amorosa, además de las tareas políticas.

Es de notar que al momento de la llegada de Vidali, la Comintern apenas empezaba a interesarse en los asuntos latinoamericanos. El primer encuentro formal de los comunistas de la región tendría lugar unos meses después, a finales de 1927, cuando los delegados de los diferentes partidos asistieron a las celebraciones del décimo aniversario de la Revolución de Octubre.

Se decidió entonces crear un secretariado permanente de la Internacional Sindical Roja (Profintern) y es cuando su máximo dirigente, Dridzo Lozosvki, declaró que la Comintern “había descubierto a América Latina”(27).

¿Se puede probar la responsabilidad de Vidali en el asesinato de Mella? No. Quienes la niegan señalan, con algo de razón, que la GPU no empezó el exterminio de los cuadros comunistas hasta bien entrados los años 30.

Es claro, sin embargo, que Mella no era un comunista apegado a la línea oficial, sino un revolucionario que pensaba con su cabeza. Editaba, por ejemplo, una revista con un título que traicionaba sus simpatías por el fundador del Ejército Rojo: Tren blindado. Estaba en contra de la participación de los comunistas en las elecciones y sostenía la necesidad de atacar sin misericordia a los sindicatos reformistas. Organizó, además, una expedición a Cuba con la idea de empezar la lucha armada contra Machado, algo que la Comintern consideraba una locura (28).

Vidali tenía la misión de disciplinarlo, lo cual, por supuesto, no prueba que lo haya matado, pero el asesinato nunca fue aclarado del todo y una reciente investigación que pretende ponerle el punto final, no hace más que aumentar la suspicacia del lector atento (29).

¿Por qué? En primer lugar, porque la de Mella es una figura compleja que no corresponde al militante cuadrado pintado por los autores, Adys Cupull y Froilán González, más preocupados en defender la ortodoxia stalinista que en buscar la verdad. A lo largo de 394 páginas, ellos acallan las notorias relaciones del cubano con la Oposición de Izquierda (trotskista), tanto en ocasión de su viaje de 1928 a la URSS, donde encontró a Andreu Nin (quien todavía era directivo de la Profintern) (30); como en México, donde sus mejores amigos fueron los trotsquistas Alberto Martínez y Sandalio Junco (31). El segundo fue asesinado el 8 de junio de 1942 en Cuba, al parecer aunque tampoco se ha podido comprobar por sicarios stalinistas (32).

Como se sabe, al momento de ser acribillado, Mella caminaba con Tina Modotti quien, interrogada por la policía, cayó en serias contradicciones, además de dar un nombre falso. La escritora Elena Garro (primera esposa de Octavio Paz) cuenta que durante años escuchó decir que Tina se hizo a un lado antes de que empezara el tiroteo (33).

Cupull y González no toman en cuenta esto indicios, aunque sea para refutarlos, y no proporcionan fuentes verificables para sostener su versión del complot machadista (34).

Intrigado, decidí escuchar el punto de vista de quien desde hace más de medio siglo, es el más implacable acusador de Vidali: el viejo militante trotskista Félix Ibarra.

A sus 93 años don Félix posee una lucidez y una memoria envidiables, a pesar de la ceguera que padece desde hace algunos años. He aquí un resumen de lo que nos dijo, a Manuel Aguilar Mora y a mí, el 15 de junio de 2005, confirmando lo que ya había relatado a Gálvez, Cacucci y Gall, y añadiendo algunos detalles más.

«En el año de 1928, los Ibarra y los Martínez vivíamos a orillas de la Ciudad, en la inmediaciones de la actual estación del metro San Antonio Abad. Mi tío, Alberto Martínez –a quien apodábamos el tío güero- era miembro del partido comunista y amigo íntimo de Julio Antonio Mella. Él había hecho varios intentos de ingresarnos, a mis hermanos y a mí, a las juventudes comunistas, pero hasta entonces nosotros nos habíamos rehusado.

Conocimos a Mella unas cuantas semanas antes de que muriera. Llegaba a la casa y mi hermano Ángel lo llevaba a una curtiduría que estaba cerca, donde Mella daba pláticas a los trabajadores. Lo recuerdo muy bien: era alto, atlético, jovial y siempre iba de prisa.

Su asesinato nos impresionó mucho; mi hermano y yo pensamos, como casi todos, que lo había mandado a matar Machado y es así como decidimos ingresar al partido.

Fue cuando el tío güero nos hizo ver que además de la Juventud Comunista había otra cosa: la Oposición de Izquierda. También nos hizo ver que a Mella no lo había matado Machado, sino Vittorio Vidali.”

-¿Y Tina?, pregunté.

“Modotti fue su cómplice”, contestó don Félix, sin dudarlo.

“Esto nos dijo mi tío y los amigos que estaban cerca, aunque temían que la verdad nos alejara del partido. En los años sucesivos me repitieron lo mismo Diego Rivera, Rafael Galván, el líder electricista Manuel Rodríguez, y el propio José Revueltas. ¿Cómo demostrarlo? Es difícil, pues no hay pruebas. Y no se pudo hacer nada porque los stalinistas lo controlaban todo.”

Hay otro dato. El escultor Ignacio Asúnsolo hizo la máscara mortuoria de Mella y se la quedó el trotskista Alberto Martínez.

-¿Por qué?

“Porque nadie más la quiso. Al momento de morir, Mella tenía graves problemas con el partido.”

Cuando falleció el tío güero, don Félix heredó la máscara y en 1998 viajó a Cuba para entregarla personalmente al gobierno cubano.

Es evidente que se pueden expresar reservas sobre el testimonio de Félix Ibarra, pero ninguna investigación seria lo puede ignorar. ¿Por qué Cupull y González no lo tomaron en cuenta?

La pareja Vidali-Modotti en España

Es muy probable que el misterio del asesinato de Mella no se esclarezca nunca. Sin embargo, cabe señalar que la propia Celia Hart, directora en La Habana del museo Abel Santamaría, no descartó recientemente que, en efecto, el crimen haya sido cometido por los stalinistas (35).

Mucho más contundente es la información sobre Vidali y Modotti en España, pero antes de analizarla, se requieren algunas premisas. Los acontecimientos de 1936-39 pasaron a la historia como una guerra civil entre franquistas y republicanos. Según una interpretación defendida, entre otros, por el conocido historiador británico Eric Hobsbawm, la derrota de los republicanos fue responsabilidad de los anarquistas muy numerosos en España cuyo extremismo habría tenido consecuencias “desastrosas”(36).

Es verdad que los anarquistas fueron, junto al POUM, los principales impulsores de medidas revolucionarias ya que no separaban la lucha militar de la lucha social. Pensaban que sólo reconociendo las aspiraciones de las masas se podría vencer a Franco.

Sin embargo, autores independientes como Franz Borkenau, Gerald Brenan y Burnett Bolloten sin olvidar, a un testigo de excepción como George Orwell llegaron a conclusiones muy diferentes, mostrando que la derrota del campo republicano fue el resultado del juego perverso de los intereses geopolíticos de las grandes potencias, tanto democráticas como totalitarias (37).

Además de los nazifascistas, esto incluye a la propia Unión Soviética y a sus operadores en España: el Partido Comunista Español, los delegados de la Comintern y las Brigadas Internacionales.

Cuando los “comunistas” anteponían a todo la necesidad de ganar la guerra, no actuaban como políticos “moderados y responsables”, sino como agentes de una potencia extranjera, la URSS, que no podía permitir la difusión de una revolución ajena a su modelo.

No existe la menor duda de que Vidali y Modotti (aunque la segunda con un papel subordinado) participaron en la ejecución de esta política que incluía el asesinato como uno de sus instrumentos. El Comandante Carlos organizó el “batallón de acero” (Stalin quiere decir acero…), núcleo originario del Vº Regimiento la milicia del PCE y más tarde fue comisario político de una brigada internacional. Modotti, conocida en España con el seudónimo de María Ruíz, actuaba como funcionaria del Socorro Rojo, pero según el historiador Pierre Broué, era también una agente de la GPU (38).

Conocedor de los bajos fondos, Vidali los sabía manipular y utilizar. Trotsky lo definió “uno de los más crueles agentes de la GPU en España” (39). He aquí la opinión de Justo Martínez Amutio, gobernador socialista de Albacete: “una mezcla de espía, agitador comunista y gangster, duro e implacable contra todos aquellos que consideraba como obstáculos a la política de Moscú” (40).

La lista de los crímenes de Stalin en España es muy larga. Podemos citar, entre sus muchas víctimas, a los anarquistas italianos Camillo Berneri y Francesco Barbieri, al socialista Marc Rein, a los trotskistas Kurt Landau y E. Wolf, así como a Bob Smilie, militante del Partido Laborista Independiente (ILP, el mismo partido en que militaba George Orwell) (41).

Uno de los casos más atroces es, como se ha dicho, el de Andreu Nin. Antiguo anarquista, Nin había vivido diez años en la URSS, donde se había adherido al partido bolchevique, llegando a ocupar el cargo de secretario suplente de la Internacional Sindical Roja. Pronto se sumó a la Oposición de Izquierda siendo amigo y colaborador de Trotsky de manera que, poco a poco, se le cerraron todas las puertas. Su salida de Rusia fue muy complicada; la pidió él y no le hicieron caso. Terminaron por expulsar a toda la familia cuando Olga, su esposa de nacionalidad soviética, escribió una carta a Lozovsky amenazando con suicidarse (42).

Es verdad que después de regresar a España, Nin se había distanciado del fundador del Ejército Rojo (sobre todo a raíz de la fundación del POUM), pero estas sutilezas importaban poco. La GPU lo detuvo con el fin de arrancarle la confesión de ser un agente de Franco corroborándose así la farsa de los procesos de Moscú. Convencidos de que iba a ceder pronto, sus verdugos se encontraron ante una resistencia inesperada. El revolucionario catalán murió bajo tortura, sin confesar nada.

La situación del gobierno se hizo difícil ya que Nin había sido detenido en plenas Ramblas de Barcelona por policías de la Brigada Especial de Madrid acompañados por militantes conocidos del PCE. Era urgente encontrar una manera de encubrir el crimen. Según Jesús Hernández entonces dirigente del PCE y ministro de la república Vidali propuso el siguiente plan: simular su rapto por pretendidos agentes de la Gestapo y afirmar luego que los nazis lo habían salvado, con lo que se demostraría sus relaciones con los fascistas (43).

¿Mintió Hernández? (44). Es posible. Cuando salió su libro, los stalinistas hicieron de todo para desmentirlo, acusándolo de traición. Lo cierto es que el plan se llevó a cabo. Mundo Obrero y L’Humanité –órganos respectivamente del PCE y del PCF- publicaron la farsa añadiendo que “el traidor Nin se lo habían llevado a Burgos”. Los muros de Barcelona preguntaban: “Gobierno Negrín, ¿dónde está Nin?” A lo que los stalinistas respondían: “En Salamanca o en Berlín”. Es decir, con Franco o con Hitler (45).

¿Cuál es la explicación de Vidali? Cuestionado por Giorgio Bocca, contestó: “se dijeron tantas cosas de mí, pero esta es una estupidez. ¿Por qué habría organizado yo semejante puesta en escena? En aquellos días si había que fusilar a un anarquista o a un poumista se hacía sin muchos cuentos” (46). Una respuesta que no merece comentario.

Hoy podemos afirmar que el relato de Hernández fue confirmado en lo fundamental por las investigaciones efectuadas en Moscú, Madrid, Roma y Barcelona por el equipo de María Dolors Genovés y Llibert Ferri, autores de Operación Nikolai, un documental de la televisión catalana sobre el asesinato de Nin. La persecución contra el POUM fue ordenada por Stalin mismo y fue realizada por los consejeros soviéticos y los agentes de la GPU destacados en España: Slutzki y Orlov, solícitamente secundados por Vittorio Vidali, Antonov-Ovseenko, Togliatti, Codovilla, Stepanov, Wenceslao Roces y muchos otros (47).

Todos estos nombres y concretamente el de Vidali aparecen además en un libro reciente que documenta la intervención soviética en España (48).

Otro ex directivo del PCE, Fernando Claudín –quien, hasta donde sé, nunca fue acusado de traición- llegó a confesar: “agregamos, por nuestra parte, que la represión contra el POUM y en particular el odioso asesinato de Andreu Nin, es la página más negra en la historia del Partido Comunista de España, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda, alienados, (…) por las mentiras monstruosas fabricadas en Moscú. Pero eso no salva nuestra responsabilidad histórica” (49).

Noam Chomsky expresa la misma opinión cuando escribe que “la revolución española fue aplastada por las fuerzas fascistas y republicanas, dirigidas estas últimas por el Partido Comunista” (50).

Otras fechorías…

El camino de los agentes de Stalin era arduo; continuamente tenían que acreditar su lealtad ante la “casa” (así hablaban de Moscú), so pena de caer ellos mismos víctimas de alguna purga.

Stalinista devoto, el propio Vidali cayó repetidas veces bajo la mira de la GPU, algo que después le serviría para negar haber sido uno de sus agentes (51).

Es sabido que la única manera para salvarse era delatar a otros. En sus memorias, el anarquista Umberto Tommasini triestino como Vidali y también combatiente en la revolución española relata el caso de otro paisano de ambos, Luigi Calligaris, comunista de tendencia bordiguista refugiado en la URSS, quien después de encontrarse con Vidali entonces jefe de los emigrantes italianos en Moscú y criticar la política exterior soviética, fue detenido y desaparecido por la GPU (52). Tommasini pasó el resto de su vida increpando a Vidali por ese crimen.

El de Calligaris no es un caso aislado. Un gran número de refugiados comunistas de varios países fue exterminado durante y después de las purgas. A principio de los años treinta, había unos 250 comunistas italianos, de los cuales por lo menos 100 perecieron en campos de concentración (53).

Regresemos a Vidali. Hacia mediados de 1939, al concluir su misión en España, el Comandante Carlos regresó a México. No permaneció inactivo. Antes de caer víctima del piolet de Ramón Mercader, Trotsky alcanzó a acusarlo de ser uno de los organizadores del primer y fallido atentado en su contra (54).

Al respecto es significativo el relato de Burnett Bolloten, el mencionado historiador de la revolución española. Corresponsal de United Press durante la guerra, Bolloten no tenía al principio una posición política muy definida. Simpatizaba vagamente con los stalinistas y tal vez por esto logró capturar las confidencias de muchos de ellos.

En 1938, se instaló en México con una enorme documentación. Después del primer atentado contra Trotsky, Bolloten tuvo un significativo encuentro con Vidali, quien le exigió esconder a Tina Modotti. Esto le reveló la auténtica naturaleza del stalinismo, lo cual imprimió una nueva orientación a su investigación, que desde entonces se empeñó en desvelar “el gran engaño”(55).

El expediente no termina aquí. Desde las páginas del periódico El Popular, dirigido por Vicente Lombardo Toledano, Carlos Contreras orquestó junto a stalinistas españoles y alemanes la campaña contra los exiliados antitotalitarios, acusándolos de ser la “quinta columna” del fascismo en el país.

Mientras tanto la pareja Vidali-Modotti navegaba en aguas tempestuosas. Tina murió en 1942 de infarto, en un taxi. No faltaron las dudas sobre una posible responsabilidad de Vidali, ya que Modotti sabía muchas cosas y, lo que es peor, empezaba a tener dudas. Es sabido que la GPU empleaba venenos que ocasionan paros cardiacos sin dejar rastro; como siempre, sin embargo, no hubo pruebas (56). Elena Garro, quien a la sazón frecuentaba los medios stalinistas, cuenta que su amiga Angélica Selke le dijo: “yo creo que Carlos se la cargó…”(57).

Adys Cupull y Froilán González escriben en la mejor tradición estalinista que “la camarilla trotsquista la prensa mercenaria y nazifascista se lanzaron sobre el cadáver de la Modotti todavía caliente.” (58)

¿Quiénes eran los integrantes de la tal camarilla trotskista? Precisamente los exiliados antitotalitarios, es decir los poumistas, el revolucionario ruso-belga Víctor Serge (Victor L. Kibalchich), el socialista francés Marceau Pivert, el escritor Gustav Regler y otros refugiados de diferentes nacionalidades que ostentaban una culpa imperdonable: decir la verdad sobre la URSS y la revolución española (59).

El Popular les acusaba de ser agentes de Hitler y pedía con vehemencia expulsarlos de México aplicándoles el artículo 33 de la Constitución que prohíbe la participación de los extranjeros en asuntos de política nacional.

La campaña llegó a tale niveles de histeria como para motivar un llamamiento en su favor, por parte de 160 destacados intelectuales y militantes antifascistas norteamericanos entre los cuales figuran John Dos Passos, John Dewey, Edmund Wilson, Dwight Macdonald, Mary McCarthy, Gaetano Salvemini y el propio Carlo Tresca (60).

En Il Martello, este último expresó repetidas veces la convicción de que Vidali era el asesino de Trotsky y de Tina Modotti, definiéndolo como el “jefe de una banda de asesinos”. En el número correspondiente a mayo de 1942, Tresca añadía una nueva acusación: Vidali pretendía quebrar a la Mazzini Society, una alianza de inmigrantes italianos antifascistas que se oponía también a los stalinistas.

Ya mencioné la muerte misteriosa de Tresca.

El primero de abril de 1943, el Centro Cultural Ibero-Mexicano de la Ciudad de México organizó una velada para protestar contra su asesinato y la ejecución en la Unión Soviética de los socialistas Víctor Alter y Henryk Erlich (61). El acto dio comienzo a las nueve de la noche ante un público de unas 300 personas, compuesto principalmente por militantes e intelectuales. Iban a hablar entre otros Victor Serge, Julián Gorkin y el periodista italiano Paul Chevalier (Leo Valiani) cuando, al grito de “¡muera la quinta columna!”, fueron interrumpidos por una banda compuesta por no menos de un centenar de stalinistas armados con bastones, matracas, puñales y pistolas. El objetivo era, al parecer, asesinar a Victor Serge, pero fracasó ante la vigorosa defensa de los presentes que lograron repeler el ataque (62).

Entrevistado por el diario mexicano Excelsior, Julián Gorkin atribuyó la autoría intelectual del asalto a los stalinistas españoles Juan Comorera y Antonio Mije y al italiano Carlos Contreras (63).

Años después, un militante del POUM, Juan Austrich, le confirmó a Cacucci que el organizador del asalto había sido Vidali (64). Lo mismo me repitió muchas veces el pintor Vlady (Vladimir Kibalchich), hijo de Serge, quien también se encontraba presente aquella noche.

A manera de conclusión

Victor Serge murió el 17 de noviembre de 1947, en un taxi, como Tina Modotti. Ataque cardiaco, según el reporte médico. ¿Envenenamiento? Tal vez no, ya que padecía del corazón, pero subsisten muchas dudas. No hubo autopsia, de modo que nunca se sabrá la verdad. Sea como fuere, a los pocos días, Ramón Denegri, ex embajador en la URSS y en España, y gran amigo de Serge, convocó a Vlady: “usted tiene que saber que a su padre lo mataron…” (65).

Vidali regresó a Trieste en aquel mismo año de 1947, unos meses antes de la muerte de Serge (66). Fue su adiós a las armas. Dirigió el PC local hasta su fusión con el PCI en los años cincuenta; en las décadas siguientes se desempeñó como un respetable senador de la república e integrante del comité central del partido. Se mostró muy activo en la campaña estalinista contra Tito y recibió con amargura las denuncias del nuevo jefe “comunista” Jruschov contra Stalin en el XX Congreso del PCUS en el que estuvo presente a lado de su vieja amiga Helena Stassova. En adelante combatiría contra el stalinismo … ¡en nombre de Stalin!

En 1983, al momento de morir, seguía siendo un icono del comunismo italiano. No falto de encanto, el personaje logró engañar incluso a una periodista afilada como Elena Poniatowska, que lo pinta como un héroe romántico en su novela Tinísima (67).

Hoy sus defensores afirman que con el tiempo la figura de Vidali sale reforzada, que fue un hombre de gran calidad política y humana…

¿Mató a Mella? ¿A Nin? ¿A Modotti? ¿A Tresca? Probablemente, nunca se sabrá. La verdad es que ni siquiera tiene importancia. Independientemente de sus responsabilidades personales, los nombres de Vittorio Vidali y, aunque duela, de Tina Modotti permanecen ligados a las páginas más repugnantes del comunismo stalinista: las purgas, la desaparición de los refugiados en la URSS, y la represión en España.

Tepoztlán, Morelos, 10 de julio de 2005.

Notas

(1) Stéphane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Panné, Andrzej Paczkoski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin, El libro negro del comunismo, Espasa-Planeta, 1998.

(2) Alexandr Solzhenistin, Archipiélago Gulag II, Tusquets, Barcelona, 2005. Véase también: Anne Applebaum, Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos, Editorial Debate, Barcelona, 2005.

(3) José María Zavala, En busca de Andreu Nin, Plaza y Janés, Barcelona, 2005.

(4) Javier Marías Tu rostro mañana, Alfaguara, Madrid, 2002. Para más información sobre Nin y el POUM, véase el sitio www.fundanin.org y la revista Balance. Cuadernos de historia del movimiento obrero internacional y la guerra de España, dirigida por Agustín Guillamón http://es.geocities.com/hbalance2000

(5) Véase: Pino Cacucci, Tina. La vita avventurosa di una donna straordinaria: Tina Modotti, TEA, Longanesi, Milán, 1994. Traducción al español: Tina Modotti, Editorial Planeta, Barcelona, 2001.

(6) Jaime Avilés, entrevista a Pino Cacucci, La Jornada, 30 y 31 de mayo de 2005.

(7) José Steinsleger, “El asesinato de Julio Antonio Mella”, La Jornada, 8 de junio de 2005.

(8) Pino Cacucci, “¿Un complot internacional de mentirosos?”, La Jornada, 19 de junio de 2005.

(9) Entre los defensores de Vidali, además de Elena Poniatowska, autora de Tinísima, Ediciones Era, México, 1991; se encuentra Christiane Barkhausen-Canale, Verdad y leyenda de Tina Modotti, Casa de las Américas, Cuba, 1969.

(10) José Steinsleger, “El barro de la historia”, La Jornada, 22 de junio de 2005.

(11) Giorgio Bocca, Palmiro Togliatti, Editorial Laterza, Roma, 1977, pág. 600.

(12) Hay traducción al español: Vittorio Vidali, Comandante Carlos, Ediciones de Cultura Popular, México, D.F., 1986.

(13) Op. cit., pág. 11.

(14) Op. cit. pág. 45. Jefe de la IV Sección era el general Berzin, alias Petris Kyuzis (1889-1938), uno de los primeros consejeros soviéticos en la España revolucionaria de 1936. Llamado de vuelta a la URSS fue fusilado en 1938. Véase: Pierre Broué, Staline et la révolution. Le cas espagnol, Fayard, París, 1993, pág. 315.

(15) Véase: Stepehen Koch, La fin de l’innocence. Les intellectuels d’Occident et la tentation stalinienne. 30 ans de guerre sécrète, Éditions Grasset, París, 1995, pp. 50-54.

(16) Véase: Pierre Broué, op. cit., pág. 115.

(17) http://foia.fbi.gov/foiaindex/tresca.htm, file 61-1335, sección 11-12.

(18) Comandante Carlos, op. cit., pág. 69.

(19) Georges Haupt, Jean Jacques Marie, Los Bolcheviques, Ediciones Era, México 1972, pág. 230. Helena Stassova (1873-1967) fue presidenta del Socorro Rojo entre 1927 y 1938.

(20) Gosudarstvennoe Politiceskoe Upravienie: servicio secreto soviético, anteriormente Cheka y después NKVD y KGB.

(21) Margarete Buber-Neumann, Déportée en Siberie, Editons du Seuil, París, 1949, pág. 198.

(22) Fritz Brupbacher, Bakounine ou le démon de la révolte, Editions Archives Revolutionnaires, Paris, 1970.

(23) Victor Serge, Memorias de mundos desaparecidos (1901-1941), Siglo XXI Editores, México, 2002, pág. 323.

(24) Bocca, op. cit., 299.

(25) Vidali, op. cit., pág. 57.

(26) Foto incluida en: Pino Cacucci, I fuochi, le ombre, il silenzio, Agalev Edizioni, Boloña, 1988 (trad. Los fuegos, las sombras, el silencio, Joaquín Mortiz, México, 1993; en esta edición la foto no aparece). Este es el primer libro de Cacucci sobre Tina Modotti y me parece me parece mejor documentado que el segundo.

(27) Alexander Lozovsky, seudónimo de Salomón Abramovich Dridzo (1878-1952). Socialdemócrata desde 1901, colaborador de Trotsky en el exilio francés, secretario general de la Profintern entre 1921 y 1937, miembro del presidium de la Comintern, viceministro de relaciones exteriores de 1936 a 1946. Ejecutado en el proceso contra los intelectuales judíos.

(28) Poniatowska señala haber hallado en el Hoover Institute dos cartas de Rafael Carrillo donde “le pone a Mella su buena criticada”. Véase: La Jornada, 18 de agosto de 1996.

(29) Adys Cupull y Froilán González, Julio Antonio Mella en medio del fuego. Un asesinato en México, Ediciones El Caballito, México, D.F., 2002.

(30) Sobre los contactos entre Mella y Nin, véase: Reiner Tosstorff, “Nin y la Internacional Sindical Roja: un esbozo”, http://www.fundanin.org/tosstorff.htm

(31) Véase: Alejandro Gálvez Cancino, “Julio Antonio Mella: Un Marxista Revolucionario. (Debate en Torno a su Vida y Muerte)”, en Críticas de la Economía Política. No. 30, Ediciones El Caballito, México D.F., 1986, pp. 144-147; Olivia Gall, Trotsky en México, Ediciones Era, México, 1991, pp. 47-55.

(32) Sobre Junco, véase: Gary Andrew Tennant, Dissident Cuban comunism. The Case of Trotskyism, 1932-1965, tesis de Doctorado, Universidad de Bradford. http://www.cubantrotskyism.net/PhD/chap6.html

(33) Elena Garro, Memorias de España 1937, Siglo XXI Editores, México, 1992, pág. 86.

(34) El lector tiene que conformarse con una nota a pie de página que dice únicamente: “inédito”.Véase por ejemplo: Adys Cupull y Froilán González, op. cit., pp. 234, 236, 238.

(35) Conferencia dictada el 30 de junio de 2005 en el museo Trotsky de la Ciudad de México.

(36) Véase: Eric Hobsbawm, “The Spanish background”, en: Revolutionaries, Phoenix, Londres, 1994, pp. 7-81.

(37) Gerald Brenan, El Laberinto Español, Plaza & Janés, Barcelona, 1996; Franz Borkenau, El reñidero español, Ruedo Ibérico, París, 1971 (la primera edición es de 1937); Burnett Bolloten, La Guerra Civil Española. Revolución y Contrarrevolución, Alianza Editorial, Madrid, 1989; George Orwell, Homenaje a Cataluña (la primera edición es de 1938), ahora en: Orwell en España, Tusquets Editores, Barcelona, 2003.

(38) Broué, op. cit., pág.115.

(39) León Trotsky, “La Comintern y la GPU”. Véase el sito: http://www.ceip.org.ar/escritos/Libro6/html/T11V231.htm

(40) Justo Martínez Amutio, Chantaje a un Pueblo, Madrid, 1964, pp. 337-343; citado en: Broué, op. cit., pág.115.

(41) Véase el dossier publicado por: Cahiers Leon Trotsky, No. 3 “Les procés de Moscou dans le Monde”, Institut Leon Trotsky, París, Julio-Septiembre de 1979.

(42) Wilebaldo Solano, carta al autor, 23 de julio de 2005.

(43) Jesús Hernández, Yo fui ministro de Stalin, Editorial América, México, 1953, pág. 126.

(44) La versión de Hernández fue reportada también por Hugh Thomas, The spanish civil war, Penguin Books, Londres 1966, pág. 581.

(45) Cahiers Leon Trotsky, No. 3 op. cit., pág. 138. El propio Vidali escribió un folleto contra el POUM: Comandante Carlos, La quinta columna: cómo luchar contra la provocación y el espionaje, Ediciones del Partido Comunista de España, 1937.

(46) Bocca, op. cit., pág. 301.

(47) Véase: Maria Dolors Genovés, “Operación Nikolai o el asesinato de Andreu Nin” y Wilebaldo Solano, “La larga marcha por la verdad sobre Andreu Nin”, en: www.fundanin.org

(48) Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sebastianov (eds.), España traicionada. Stalin y la guerra civil, Editorial Planeta, Barcelona, 2002.

(49) Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista. De la Komintern al Kominform, Editorial Ruedo Ibérico, París, 1970, pág. 616.

(50) Noam Chomsky, La objetividad y el pensamiento liberal. Los intelectuales de izquierda frente a la guerra de Vietnam y a la guerra civil española, Ediciones Península, Barcelona, 2004, pág. 61.

(51) Es el argumento de Cristiane Barckhausen-Canale. Véase: “Vittorio Vidali: ¿asesino o chivo expiatorio?”, último intento de aliviar al comunista italiano de sus responsabilidades. Véase: http://www.piazzaliberazione.it/la%20storia/pagine/storia/vidali-sp.htm

(52) Umberto Tommasini, L’anarchico triestino, Edizioni Antistato, Milán, 1984, pp. 309-310. Tommasini también acusa a Vidali del asesinato de Nin. Véase, op. cit., pág. 350.

(53) Véase: Alfonso Leonetti, Vittime italiane dello stalinismo, La Salamandra, Milán, 1978. Otros autores hablan de hasta 200 víctimas italianas. Véase: Pierre Broué, Histoire de l’Internationale Communiste. 1919-1943, Fayard, Paris, 1997, pág. 726.

(54) Trotsky, “La Comintern y la GPU”, op. cit.; Julián Gorkin, El asesinato de Trotsky, Círculo de Lectores, Barcelona, 1972, pp. 185-190. Esta es una versión ampliada del libro aparecido en 1955 en México, bajo el título, Así asesinaron a Trotsky, firmado por el general Leandro Sánchez Salazar pero escrito en gran parte por el propio Gorkin. En un torpe intento de autodefensa, Vidali cita al texto de 1955 (en donde en efecto no aparece su nombre) ¡como prueba en su favor! Véase Vidali, op. cit., pág. 110.

(55) The great camouflage es el título de la primera versión del libro de Bolloten. Véase: Agustín Guillamón, Balance. Cuadernos del movmiento obrero internacional y la guerra de España, No. 16, marzo-abril de 1999, es.geocities.com/hbalance2000/pagina_n6.htm

(56) Véase: “Modotti, la Magdalena comunista. ¿Quién mató a la antigua amante de Julio Antonio Mella? ¿Muerte natural” ¿O fue una víctima de la GPU?”, Revista Así, No. 62, 17 de enero de 1942. Es un artículo bien informado que hace un recuento de la vida de Tina, insinuando dudas sobre Vidali.

(57) E. Garro, op. cit., pág. 86.

(58) Adys Cupull y Froilán González, op. cit. pág. 362. Las cursivas son mías.

(59) Véase: V. Serge, M. Pivert, G. Regler, Julián Gorkin, La GPU prepara un nuevo crimen, Ediciones Análisis, México, 1942.

(60) Carta al presidente de México, Manuel Ávila Camacho. Véase: La GPU prepara un nuevo crimen, op. cit., pp. 56-67.

(61) Militantes del Bund, organización socialista de obreros judíos. Véase: Henri Minczeles, Historie Générale du Bund. Un mouvement révolutionnaire juif, Denoël, París, 1999.

(62) Excelsior 2, 3 y 4 de abril de 1943. Encontré mucha documentación al respecto en el Archivo General de la Nación, Galería 3, Ávila Camacho, Expedientes: Extranjeros Perniciosos y Encuentros sangrientos nazifascistas, 541.1/56.

(63) Excelsior, 4 de abril de 1943.

(64) Cacucci, I fuochi…, op. cit., pág. 146.

(65) Entrevista personal con Vlady. Cuernavaca, Morelos, 17 de febrero de 2005.

(66) Después de haberlo acusado de quintacolumnista, Vidali recurre cínicamente a Serge para probar su inocencia en el asesinato de Trotsky. Escribe: “no se habla ni siquiera de pasada de mi en el libro de Victor Serge, La vida y la muerte de León Trotsky” (Juan Pablos Editores, México, 1971). Véase: Comandante Carlos pág. 110.

(67) La novela de Poniatowska está repleta de fantasías. Imagina, por ejemplo, a la filósofa Simone Weil alistándose en las Brigadas Internacionales. Militante libertaria, antiestalinista convencida, Weil llegó a España en agosto de 1936, se sumó a la columna Durruti y regresó a Francia en septiembre del mismo año, es decir antes de la creación de las Brigadas Internacionales. En otra parte, Poniatowska describe un improbable encuentro entre Traven y Tina. Traven era un antiestalinista furibundo y se mantenía en la más estricta clandestinidad; es irreal que haya abordado a Tina Modotti en la calle Correo Mayor de la Ciudad de México, en 1939. Véase Tinísima, op. cit., pp. 449 y 592; “Weil, Simone”, Dictionnaire biographique du mouvement ouvrier français, Éditions de l’Atelier, París, 1997.

El bloque bolivariano pierde influencia

El bloque bolivariano pierde influencia
La crisis venezolana afecta al futuro de la integración latinoamericana. Hay que dar voz a los gobernados en las negociaciones internacionales si se desea asegurar la democracia y la gobernabilidad en la región

Rafael Rojas 8 ABR 2014 – 00:00 CET

Poco después de una cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en La Habana, que intentó proyectar la imagen de un consenso bolivariano regional y poco antes del primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, estalló en Venezuela una ola de protestas populares en contra del Gobierno de Nicolás Maduro que, luego de dos meses, más de 40 muertos, cientos de heridos y miles de arrestados, obliga a repensar el presente y el futuro de la región. América Latina vive hoy un momento de diversificación civil y política, que ha dejado atrás la posibilidad de cualquier consenso ideológico, de izquierda o derecha.

La crisis venezolana acentúa la pérdida de influencia del bloque de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) en América Latina, que ya comenzaba a percibirse desde la convalecencia de Hugo Chávez; y merma, aún más, la capacidad del Estado venezolano para intervenir en procesos internos de otros países, como hemos visto en las últimas contiendas electorales. Esa depresión de la corriente bolivariana pudo constatarse en la propia cumbre de la CELAC, en La Habana, donde Brasil, México y Colombia tuvieron mayor relieve, y se ha confirmado en el impacto regional de las manifestaciones en Venezuela.

Una lectura sosegada del papel de América Latina en el conflicto venezolano demuestra que el Gobierno de Nicolás Maduro no ha recibido el apoyo que esperaba de sus aliados. Para empezar, antes de viajar a La Habana, el mandatario venezolano tuvo que postergar por tercera vez la cumbre de Mercosur, programada para los días siguientes a la reunión habanera, donde se buscaba relanzar el liderazgo de Venezuela. Ya en febrero, la explosión interna impidió al Gobierno de Maduro concentrarse en la agenda latinoamericana.

Caracas tuvo que destinar sus mayores energías a evitar que otros Gobiernos mostraran, públicamente, preocupación por la situación de los derechos humanos en Venezuela. El canciller Elías Jaua realizó una gira maratoniana por varias capitales (La Paz, Asunción, Montevideo, Buenos Aires, Brasilia…), en la que reiteró el relato de la crisis, manejado por los medios oficiales del ALBA: las protestas son construcciones artificiales de poderes foráneos (Álvaro Uribe, el imperio, la CIA…) y de sus agentes internos (la derecha “fascista” y “escuálida”), destinadas a provocar un golpe de Estado, según el guion de las revoluciones de colores y la primavera árabe.

El Gobierno de Maduro no ha recibido el apoyo que esperaba de sus aliados en la CELAC

La celebración del aniversario de la muerte de Chávez, en medio de las protestas, no tuvo el impacto que auguraba el Gobierno. La maquinaria sentimental del duelo no daba más de sí y los propios presidentes aliados, empezando por Raúl Castro —quien solo estuvo en Caracas unas horas y tuvo que soportar un recibimiento de consignas contra la injerencia cubana en Venezuela y hasta el desvanecimiento de la bandera de la isla en el aeropuerto—, aportaron poco a la legitimación del Gobierno. Además de Castro, asistieron al aniversario Daniel Ortega y Evo Morales, pero no Rafael Correa, quien, a pesar de su apoyo a Maduro, ha mantenido una actitud poco protagónica.

Algunos han interpretado el papel de la CELAC y de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en la crisis venezolana desde la óptica de la “complicidad”, pero esa interpretación cae, con frecuencia, en el espejismo de atribuir al chavismo y al castrismo un predominio mayor del que poseen.

La declaración de la CELAC, por ejemplo, emitida por el canciller de Costa Rica, Enrique Castillo, manifestó “solidaridad con el pueblo de Venezuela” y alentó a su Gobierno a “propiciar un diálogo entre todas las fuerzas políticas del país” y a “garantizar la institucionalidad democrática, el respeto a la ley, a la información fidedigna y veraz y a todos los derechos humanos”. No hace mucho, Fidel o Chávez habrían considerado esa declaración un insulto.

En cuanto a UNASUR, la posición del bloque ha variado ligeramente desde la convocatoria a la primera reunión, que hiciera Rafael Correa antes de la toma de posesión de Michelle Bachelet, y la más reciente visita de los cancilleres a Caracas. A pesar de que los medios bolivarianos, especialmente los cubanos y los venezolanos, se han empeñado en fabricar una atmósfera de respaldo incondicional a Maduro —que reproducen especularmente muchos opositores y críticos—, lo cierto es que las cancillerías de Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay han entrado en contacto con asociaciones de la oposición y la sociedad civil, como Provea, el Movimiento Estudiantil, el Foro Penal Venezolano y la Mesa de la Unidad Democrática, y han confirmado las denuncias de represión.

En Latinoamérica no hay gobernabilidad asegurada a causa de la pobreza, la desigualdad y la violencia

A diferencia de la CELAC o UNASUR, la OEA es un foro que ofrece a la corriente bolivariana la ventaja de polarizar fácilmente el Norte y el Sur de América. La resolución acrítica sobre la crisis venezolana que propuso Bolivia en la OEA, en la que se extendía un cheque en blanco a Caracas, fue fuertemente objetada por Estados Unidos y Canadá y, ante la escisión, los latinoamericanos, con múltiples reservas, se inclinaron hacia el polo bolivariano. Pero, como recuerda el periodista venezolano Fabio Rafael Fiallo, las delegaciones de Chile, Colombia, Perú y Paraguay, además de la de Panamá, votaron en la OEA a favor de que la sesión en la que intervendría la diputada opositora, María Corina Machado, se abriera al público. El propio secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se ha manifestado en contra del desafuero de Machado, promovido por la Asamblea venezolana, aduciendo que es práctica común en ese foro interamericano que una delegación cobije a políticos de otro país.

Tan solo la idea de una mediación, como la ofrecida por UNASUR o el Vaticano, Brasil o Uruguay, implica un tipo de intervención que parte de la premisa de que el conflicto venezolano se ha quedado sin árbitro. El Estado es incapaz de desligarse del Gobierno, a pesar de los esfuerzos que hacen algunas instituciones por recuperar la imparcialidad. Ante ese escenario, sumamente cercano a una crisis de gobernabilidad, los medios del ALBA alternan entre dos versiones: un país con disturbios aislados, en el que la capacidad del Estado para preservar el imperio de la ley sigue intacta, o un país siempre al borde de un golpe de Estado, que nunca sucede.

Más allá de prudencias y vacilaciones entendibles, la posición de América Latina ha contribuido a arrojar luz sobre la complejidad de la crisis venezolana. Es equivocado atribuir esos escrúpulos a intimidaciones o chantajes o a una subordinación económica o ideológica a Caracas o a La Habana. La gobernabilidad es una condición a la que aspiran todos los Gobiernos del área, aunque unos con mayor respeto a las normas democráticas que otros. Si un Gobierno cualquiera interviene de manera ostensible en la crisis interna de un vecino puede sentar un precedente desfavorable para su propia gobernabilidad en el futuro. Y en América Latina no hay gobernabilidad plenamente asegurada, dados los altos índices de pobreza, desigualdad y violencia.

Las relaciones internacionales latinoamericanas comienzan a regirse por un neorrealismo democrático, que carece de una mínima institucionalización. De ahí la importancia de que organismos regionales como la CELAC desarrollen herramientas de mediación y resolución de conflictos, que establezcan, como premisa, la interlocución con las oposiciones y las sociedades civiles de cada país. No pueden construirse relaciones sólidas, en el siglo XXI, tomando en cuenta únicamente la forma en que los Gobiernos interpretan los intereses nacionales. Es preciso dar voz a los gobernados en las negociaciones internacionales, si se desea una América Latina con democracia, gobernabilidad e integración.

Rafael Rojas es historiador.

La cultura enclaustrada

La cultura enclaustrada
Rafael Argullol

06/04/14

La universidad se ha replegado sobre sí misma como consecuencia de un nuevo antiintelectualismo favorecido por una sacralización del ‘paper’, cuya confección obliga a renunciar a toda creatividad y riesgo.

A finales de la Edad Media el caudal más fecundo de la cultura europea pasó de los monasterios a las universidades. Con este trasvase lo que había permanecido depositado en los recintos monásticos bajo la tutela de los monjes, preservado casi en secreto, se abrió al debate urbano que proponían los espacios universitarios. La cultura europea entró en una nueva dinámica que implicó el fin de dogmas y tabúes, pero que sobre todo supuso la superación del temor en la búsqueda del conocimiento. Los escritores y los filósofos aspiraron a romper el hermetismo de la época anterior, con la aspiración de someter sus concepciones a públicos cada vez más amplios. El uso, junto al latín, de las lenguas populares contribuyó a la consolidación de esta tendencia, como lo demuestra el caso de Dante que, si bien escribió muchas de sus obras en lengua latina, reservó para su joya literaria, la Divina Comedia, el uso del toscano. La culminación de todo ese proceso fue el Renacimiento. La invención de la imprenta y la consolidación de las universidades en las grandes ciudades forjaron un primer gran escenario de convergencia entre la cultura y la sociedad. Aumentó extraordinariamente el número de lectores al tiempo que las obras literarias influían en públicos cada vez más amplios. Shakespeare, Montaigne, Bruno o Cervantes simbolizan bien esta confluencia.

Las universidades occidentales se consolidaron definitivamente en los siglos xix y xx (sumando las americanas a las europeas) y, aunque nunca se despojaron por completo de su origen, por así decirlo, monástico, participaron activamente en la vida cultural moderna. Siempre mantuvieron una tendencia centrípeta y endógena pero, paralelamente, muchos de sus miembros se incorporaron a los debates públicos de su época y fueron grandes creadores de la literatura y del pensamiento. En estos dos últimos siglos es imposible tratar de comprender la historia cultural, o simplemente la Historia, sin atender a la función de las universidades en la dinámica pública y sin subrayar la importancia de numerosos profesores en la esfera creativa.

Pero no estoy seguro de que esto continúe siendo cierto. En los últimos lustros, y de un modo increíblemente acelerado, se ha producido una suerte de inversión de tendencias, a partir de la cual la universidad ha tendido a replegarse sobre sí misma, como si añorara, en un modelo laico, su antiguo origen monástico. Paradójicamente este repliegue se produce en el momento en que las tecnologías de la comunicación, como en el Renacimiento la imprenta, podrían facilitar la expansión de las ideas mucho más allá de los circuitos universitarios.

Desde una cierta perspectiva este retraimiento es la consecuencia de un nuevo antiintelectualismo que se ha asentado poderosamente en la vida social y política de principios del siglo xxi. En un reciente artículo escrito en el New York Times y titulado ¡Profesores, os necesitamos! Nicholas Kristof ha recordado el uso común de la expresión “That’s academic” para descalificar la aportación de un adversario, poniendo, además, el ejemplo de su utilización por el conservador Rick Santorum para criticar los discursos de Obama. Que algo sea “demasiado académico”, o sencillamente “demasiado intelectual”, es una piedra de toque común en nuestra sociedad. El antiintelectualismo es una de las formas más toscas del populismo, pero parece proporcionar fáciles réditos en una población ávida por ese consumo inmediato de las cosas que la complejidad intelectual casi nunca otorga.

El problema es que la universidad actual se ha convertido, por inseguridad, cobardía u oportunismo, en cómplice pasivo de la actitud antiintelectual que debería combatir. En lugar de responder al desafío arrogante de la ignorancia ofreciendo a la luz pública propuestas creativas, la universidad del presente ha tendido a encerrarse entre sus muros. Es llamativo, a este respecto, la escasa aportación universitaria a los conflictos civiles actuales, incluidas las crisis sociales o las guerras. En dirección contraria, el universitario ha asumido obedientemente su pertenencia a un microcosmos que debe ser preservado, aún a costa de dar la espalda a la creación cultural.

Cada vez más alejado de lo que había significado la gran cultura, ese microcosmos ha elaborado complicadas normas de autopreservación en las que apenas se reconoce el talante intelectual, abierto y crítico, que se halla en la raíz renacentista de la universidad. Dicho de manera brutal: el humanista ha sido arrinconado por el burócrata (o si se quiere, por un monje sin fe pero con gran perspicacia en la tarea de la propia conservación). Naturalmente, esto no es atribuible a numerosos profesores, pero sí es el dibujo simbólico de una tendencia general que, en sí misma, supone la destrucción de la universidad tal como históricamente la habíamos concebido.

Es importante detenerse en las leyes que rigen en el microcosmos. Hasta hace poco lo que se valoraba en un profesor, además de su capacidad para la investigación, era su magisterio docente y la publicación de libros relevantes en su área de conocimiento. Precisamente esta última tarea era decisiva para facilitar una ósmosis entre la universidad y la sociedad. El libro —y, a poder ser, el gran libro— era el instrumento básico en la vertebración de la cultura y, simultáneamente, el desafío que debía afrontar el profesor que aspiraba a la madurez intelectual. La cultura occidental moderna está jalonada por libros que son fruto de aquel reto. Como complemento de esta tarea muchos profesores trataban de comunicarse con el público más amplio posible mediante la intervención en revistas y periódicos.

No obstante, de un tiempo a esta parte, se ha producido un estrechamiento paulatino del anterior horizonte al mismo ritmo en que la universidad, como institución, ha sacralizado el paper como medio de promoción profesional. En la actualidad una gran mayoría de profesores ha descartado la escritura de libros como labor primordial para concentrarse en la producción de papers. En muchos casos esta renuncia es dolorosa pues frustra una determinada vocación creativa, a la par que investigadora, pero es la consecuencia de la propia presión institucional, puesto que el profesor deber ser evaluado, casi exclusivamente, por sus artículos supuestamente especializados. Como quiera que sea, el nuevo microcosmos en el que se encierra a la universidad traza una kafkiana red de relaciones y hegemonías notablemente opaca para una visión externa a la institución. Además de atender a sus labores docentes, los profesores universitarios emplean buena parte de su tiempo en la elaboración de papers, textos con frecuencia herméticos, destinados a denominadas “revistas de impacto”, publicaciones que tienen, por lo común, escasos lectores —siempre del propio ámbito de la especialización— aunque con un gran poder ya que son las únicas “que cuentan” en el momento de evaluar al universitario. En consecuencia, los profesores, sobre todo los jóvenes y en situación inestable, hacen cola para que sus artículos sean admitidos en publicaciones de valor desigual pero insoslayables. Se conforma así una suerte de mandarinato que rige el microcosmos. Los profesores son calificados, mediante las evaluaciones oficiales, de acuerdo con el acatamiento a aquellas normas. La ilusión o vocación de escribir obras de largo alcance —algo que requiere un ritmo lento, que a menudo abarca varios años— debe aplazarse, quizá para siempre.

Este ensimismamiento de la universidad, si merece críticas crecientes en el ámbito de las ciencias, y a las que alude Nicholas Kristof en el artículo antes citado, es directamente desastroso en el de las humanidades, puesto que erradica la figura creativa e intelectualmente abierta para imponer un perfil del profesor sometido a las servidumbres de un pequeño mundo que se presenta como “especializado” pero que, en realidad, es puramente endogámico. Lo peor es que este pequeño mundo, que alardea de rigor académico, se hace implícitamente cómplice del antiintelectualismo populista, al refugiarse en un lenguaje oscurantista y críptico. Podría confeccionarse una auténtica antología del disparate si juntáramos las exigencias burocráticas que, en el presente, rigen la vida universitaria. Entender las normas del microcosmos requiere tantas horas de estudio que apenas queda tiempo para estudiar lo demás. Comprender cómo hacer el paper servilmente correcto obliga, por lo general, a renunciar a toda creatividad y a todo riesgo.

La cultura humanista, nacida de la libertad y de la crítica, corre el peligro, en la actual universidad, de ser enclaustrada, como si volviera al recinto monástico: no a la grandeza de aquellos monasterios que conservaron el saber antiguo sino al inmovilismo dogmático de los que pretendían preservar los conocimientos mediante su reclusión. Por admirable que sea originariamente un conocimiento aprisionado es un conocimiento muerto.

Rafael Argullol es escritor.

LA LIGA ANTIIMPERIALISTA DE COSTA RICA: UNA ESCUELA DE CUADROS PARA EL PARTIDO COMUNISTA DE COSTA RICA

LA LIGA ANTIIMPERIALISTA DE COSTA RICA: UNA ESCUELA DE CUADROS PARA EL PARTIDO COMUNISTA DE COSTA RICA

Recibido el 8 de setiembre de 2009
Aceptado el 8 de octubre de 2009

Por: Dr. Daniel Kersffeld
dakersffeld@hotmail.com

Resumen
La Liga Antiimperialista de Costa Rica fue una organización revolucionaria vinculada a la Internacional Comunista, con actuación entre 1926 y mediados de la década de los ’30. Sus principales acciones estuvieron dirigidas en contra de la penetración económica estadounidense en el país y de la oligarquía local vinculada a la exportación de café y platanos. Pese a su inicial cercanía con el APRA, y los conflictos derivados de esta situación, la Liga Antiimperialista de Costa Rica se convirtió en una escuela de formación para futuros líderes del Partido Comunista como los estudiantes universitarios Manuel Mora Valverde, Ricardo Coto Conde y Jaime Cerdas Mora.
Palabras clave: Comunismo, antiimperialismo, nacionalismo, universidad, revolución.

Abstract
The Anti-Imperialist League of Costa Rica was a revolutionary organization linked to the Communist International, with political proceedings between 1926 and mid of the 30s. Their main activities were directed against U.S. economic penetration in the country and the local oligarchy linked to the export of coffee and bananas. Despite their initial proximity with APRA, and the conflicts arising from this situation, the Anti-Imperialist League of Costa Rica became a training school for future leaders of the Communist Party as college students Manuel Mora Valverde, Ricardo Coto Conde y Jaime Cerdas Mora.
Kewords: Communism, Anti-Imperialism, Nationalism, University, Revolution

En torno a los orígenes de la tradición comunista y antiimperialista costarricense

La Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) fue uno de los primeros intentos exitosos por parte de la Comintern en su intensión de crear una organización capaz de denunciar la presencia colonial o directamente el injerencismo de las potencias europeas y de los Estados Unidos, marcando al mismo tiempo un creciente sentido de filiación y de respaldo hacia la todavía joven Unión Soviética. Bajo una estrategia frentista, rubricada en el mundo de la Internacional Comunista sobre todo a partir de su V° Congreso en 1924, es que pronto la Liga Antiimperialista, como entidad periférica u organización de apoyo a los partidos comunistas, se dio a la tarea de nuclear, principalmente, a aquellos representantes de las burguesías progresistas que veían con preocupación el expansionismo colonial sobre la región y que al mismo tiempo brindaban su apoyo al proceso revolucionario ruso. Así, y en una organización que, por lo menos hasta fines de la década de 1920 evitó aparecer públicamente como demasiado roja, se agrupaban en torno a ella artistas e intelectuales y, junto a ellos, estudiantes universitarios, trabajadores urbanos y dirigentes campesinos y agraristas los que, más allá de las diferencias, mantenían en cambio un fuerte sentido de identidad y de pertenencia en común: en este sentido, su órgano continental, El Libertador, editado en México, servía en gran medida a esta finalidad.
Desde la fundación a principios de 1925 de su primer filial en la Ciudad de México, fueron varios los países en los que se instaló esta entidad, en algunos casos, favoreciendo la consolidación de un incipiente partido comunista, mientras que en otros, incidiendo directamente en su futuro establecimiento. Además de México, e incluso con relación a la importante sección estadounidense, la Liga actuó en países como Argentina, Cuba, Brasil, Uruguay, Chile, Colombia y Puerto Rico, demostrando en gran parte de los casos y sobre todo en sus primeros años de vida, una notable capacidad de iniciativa que, sin embargo, se vería menguada tanto por la complicada situación política regional, como así también por las inevitables diferencias surgidas en todo este proceso ya sea entre las Ligas y los partidos dentro de un mismo contexto local, directamente entre las propias Ligas o bien entre la LADLA y la Comintern. Luego de un declive generalizado ocurrido hacia fines de los años ’20, en los que la perspectiva cercana de una revolución provocaría la radicalización de los partidos comunistas y, de manera consecuente, la desactivación de aquellas organizaciones que justamente tenían como última misión la de recabar apoyos entre grupos burgueses y de las clases medias, la Liga Antiimperialista reaparecía bien entrada la década de los ’30, de nuevo, como una fórmula estratégica de acercamiento para la definitiva constitución de los frentes antifascistas pero con aquellos mismos sectores a los que hasta muy poco tiempo antes se había rechazado cualquier tipo de contacto.
De este modo, la historia de la LADLA, desde su fundación en 1925 hasta su desaparición, prácticamente diez años más tarde, no fue otra cosa que la del movimiento comunista en su período fundacional, en el que los primeros comunistas intentaron, con mayor o menor fortuna, la síntesis entre tradiciones e ideologías locales y regionales, con una corriente teórica, la marxista leninista, que en realidad, era comprendida más a través de la propia práctica que por medio de su sustento teórico, llevándose a cabo de este modo un doble proceso de reapropiación e, inevitablemente, también de transfiguración. En este sentido, y en esta combinación de factores tanto internos como externos, la sección costarricense de la LADLA, fundada a inicios de 1927, no dejaría de reconocerse como expresión del movimiento comunista local, revelando con ello todo un conjunto de antecedentes ideológicos y doctrinarios tendiente por igual a la constitución de una identidad políticamente definida tanto como de una estrategia práctica específica. Y este papel no fue menor en el caso particular de esta sección, ya que como se verá a lo largo de este trabajo, nos interesará plantear como ella ofició, a partir de esta articulación de saberes y prácticas, en una verdadera escuela de formación política para la primera generación de comunistas costarricenses
La filial local de la LADLA, en este sentido, surgiría como resultado de la progresiva confluencia de dos vertientes distintas aunque con inocultables puentes y articulaciones: por un lado, a partir del crecimiento progresivo aunque todavía disperso de un amplio conjunto de organizaciones vinculadas al mundo sindical y en un sentido más amplio, al de la izquierda política y partidaria, en tanto que por otro costado, a través de la conformación de diversos núcleos y círculos de intelectuales y sectores profesionales en permanente denuncia ante los abusos económicos y políticos sufridos por el país a causa del expansionismo neocolonial. Por ello, y desde una perspectiva de progresiva conformación de un ideario marxista de raigambre nacional así como también desde una estructuración institucional cada vez más representativa de los intereses de los trabajadores, campesinos y sectores nacionalistas ilustrados, es que podemos datar la historia moderna de la izquierda y del movimiento obrero costarricense a partir de un doble antecedente de suma importancia: la fundación en 1912 del Centro Germinal, un círculo de estudios propiciado por el intelectual y político Omar Dengo a partir de la prédica latinoamericanista desarrollada en toda la región por el argentino Manuel Ugarte (1), y la creación al siguiente año de la primera Confederación General de Trabajadores (2).
Sería sin embargo a partir de las repercusiones de la Revolución Rusa que las ideas marxistas comenzaron a difundirse en el país con cada vez mayor amplitud acompañando, sobre todo después de 1919, al ascenso del movimiento obrero en el contexto de la crisis por la finalización de la Primera Guerra Mundial. Su traducción en una sucesión de efímeras asociaciones daba cuenta de una inicial vocación por la organización aunque también de una cultura política todavía inestable y con evidentes fallas en su propia consolidación.

Puede considerarse como uno de los primeros efectos de este nuevo clima de ideas la creación del Partido Socialista, en 1920, por el dirigente Aniceto Montero. Por otra parte, la huelga general desarrollada en 1921 también se constituiría en un verdadero hito determinante en este proceso de lucha social, generadora a su vez de una huella histórica notable con la conquista del alza salarial. En 1923 el campo progresista y las amplias aunque todavía indefinidas fuerzas de izquierda se ensancharon con el surgimiento del Partido Reformista bajo el liderazgo del general y ex sacerdote católico Jorge Volio, encargado de promover la agitación social mediante una combinación de consignas socialistas y cristianas y cuyo declive comenzaría a producirse hacia 1926. Paralelamente, sería también hacia 1923 cuando un grupo de artesanos que había militando en el Reformismo comenzó a recibir distinto tipo de material escrito sobre marxismo y comunismo, junto con distintas publicaciones socialistas y anarquistas de España, Argentina y otros países. Este proceso de creciente activación intelectual se vería por último reforzado en el mes de abril de ese mismo año con la creación de la Federación Obrera Costarricense, en relaciones con el Partido Socialista y con el Partido Reformista, y vinculada con su par gremial de El Salvador (si bien hubo que esperar casi un lustro para que esta central obrera tuviese un papel mucho más activo en la vida política costarricense). Sería entonces sobre esta base que en 1928 se fundaría la Unión General de Trabajadores, central obrera que propiciaría más tarde la vinculación con la Liga Feminista, la formación en 1926 de la Universidad Popular y, tres años más tarde, de la Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera, en el mismo momento en que también se establecía la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales, encabezada por Joaquín García Monge y que pese a su vinculación con el APRA, guardaba también con la Liga Antiimperialista una muy cercana relación (Abarca, 2005, Calvo y Zúñiga Díaz, 6: 1980).
Prácticamente al mismo tiempo en que se conformaban estar primeras experiencias políticas y organizativas en el campo sindical y en el espectro de la izquierda, y a la par en que se profundizaba la presencia neocolonial en el país por medio de empresas y monopolios extranjeros, también se creaban los primeros agrupamientos de tendencia nacionalista y, mayormente, de carácter antiimperialista, de los que la Liga heredaría parte de su pensamiento a la vez que de su comprensión de la realidad social y política del país y de la región. Teniendo en cuenta como un primer precedente al ya citado Centro Germinal, en 1925 un grupo de profesionales y docentes de tendencia liberal y anticolonial se terminó de constituir para la creación de la Liga Cívica Juan Rafael Mora: presidida por Ricardo Moreno Cañas, formaban parte de ella, entre otros, el propio Dengo, José Victory, Alejandro Alvarado Quirós, Ricardo Fournier, Alfredo y Luis Felipe González Torre. En una tónica similar a la que luego sostendría la Liga Antiimperialista, su predecesora se ubicó en contra de la penetración del capital extranjero y de la formación de monopolios foráneos en recursos estratégicos como la tierra, la electricidad y el sector automotor, principalmente, en los tranvías como servicio público. Su principal lucha fue en realidad en contra de la United Fruit Company, especializada en el cultivo y comercialización del banano, y que actuaba en el país desde el siglo pasado con amplia libertad de movimientos y una marcada impunidad ante las leyes del país (3).
Mientras tanto, la ideología marxista viviría un proceso de creciente desenvolvimiento durante los últimos años de la década del ’20, sobre todo cuando hacia octubre de 1927 arribara a Costa Rica el comunista cubano Jorge A. Vivó, perseguido por el gobierno de Gerardo Machado y luego de una corta residencia en Nicaragua. Pese a su juventud (tenía para ese entonces apenas 23 años), Vivó contaba con una amplia experiencia militante en organizaciones estudiantiles, partidarias y sindicales de La Habana: asimismo, cabe destacar que también se había desempeñado como secretario de la Liga Antiimperialista cubana durante 1926 y como corresponsal para El Libertador, el boletín de la LADLA cuya difusión en el país también era posible gracias a los intercambios comerciales que mantenía con otra prestigiosa publicación, Repertorio Americano, dirigida desde San José por Joaquín García Monge (4).
Una vez radicado en Costa Rica, Vivó procedió a naturalizarse para evitar cualquier posibilidad de deportación. Mientras se ganaba la vida primero como corresponsal del diario La Prensa y luego como empleado en una oficina del gobierno, se dedicó también a enseñar economía política marxista en la Universidad Popular de San José y a conformar grupos de militantes comunistas en Cartago, Limón, San José y Heredia. En tanto que su presencia en el país incentivaría también el desarrollo de varias iniciativas, siendo la más trascendente aquella ocurrida en el mes de diciembre de 1927 cuando tuvo lugar la publicación de un manifiesto del autodenominado Partido Comunista limonense, dirigido al pueblo de Costa Rica, como expresión en realidad de la voluntad política de algunos cuadros latinoamericanos momentáneamente exiliados en el país (como eran los casos del español José Lavín y del guatemalteco José Portilla) y articulados a una incipiente vanguardia local (integrada a su vez por algunos activistas de creciente renombre como Gonzalo Montero Berry y Carlos Marín Obando). Asimismo, Vivó contribuyó a impulsar al movimiento revolucionario en Costa Rica gracias a su colaboración en la organización del Partido Popular, precedente directo del Partido Comunista “oficial” que, hacia fines de los años ’20, lograría un escaño en el Consejo Municipal de San José. Finalmente, su estancia en el país hasta su partida rumbo a Panamá en enero de 1928 también sería decisiva para la progresiva articulación de varias entidades sindicales y gremiales al universo de la Internacional Sindical Roja.

La presencia de Jorge A. Vivó en Costa Rica resultó, al parecer, de gran importancia ya que además de aportar su propia experiencia política en los siempre difíciles tiempos fundacionales del movimiento comunista latinoamericano, se encargó también de afianzar la estructura de la izquierda costarricense por medio de su inserción en aquellas redes política y de la izquierda ya establecidas, como eran los casos de México y Estados Unidos, o en franco proceso de constitución, fundamentalmente, en el caso cubano. En este sentido, la actividad de este cuadro cominternista fue altamente provechosa para Costa Rica, en el que la ausencia de una aguda conflictividad social, sumada a la posibilidad de que las organizaciones de izquierda, sindicales y políticas pudieran actuar con cierto margen de libertad (a diferencia de lo que palpablemente ocurría en los vecinos países centroamericanos), y a la situación de relativo aislamiento geográfico en el que se encontraba el país, había contribuido a cierto estado de orfandad por parte de la Comintern. De acuerdo con lo anterior, también es entendible que, como en su momento lo planteó Rodolfo Cerdas Cruz (1986: 352-5), haya sido el Partido Comunista Cubano (incluso más que el mexicano), el que de algún modo asumió cierto carácter “tutor” sobre las organizaciones revolucionarias que se irían creando en Costa Rica a partir de este entonces. Y no resulta casual entonces que el primer ensayo de un Partido Comunista en el país haya sido aquella agrupación efímera fundada por Vivó a fines de 1927, casi cuatro años antes de la creación del “oficial” Partido Comunista de Costa Rica, y casi ocho antes de su pleno reconocimiento como sección local por parte de la Comintern. Por último, y aunque no tenemos constancia de la participación de Vivó en la LADLA de Costa Rica, su experiencia en esta misma organización en Cuba, así como su trabajo en otras entidades periféricas y, en general, en la estrategia del PCC así lo hacen suponer.

Aciertos y errores en los primeros tiempos de la Liga local
Aparentemente, y según lo informó El Libertador (5), los primeros intentos por crear una sección de la Liga Antiimperialista en Costa Rica tuvieron lugar a mediados de 1926, cuando desde México se quiso aprovechar la presencia en el país de dos cuadros cominternistas de origen centroamericano, el abogado salvadoreño Moisés Castro y Morales, y el maestro guatemalteco Manuel Chavarría Flores. Sin embargo, y ya sin la presencia de estos dos militantes, sería recién en enero de 1927 cuando se estableciera en San José la filial local de la LADLA: como no podía ser de otra manera, su original intensión expresa era la de apoyar el combate de Augusto Sandino en contra de la presencia estadounidense en Nicaragua (Botey Sobrado, 2005: 87; Fischel Volio, 1992: 225). En este sentido, su instauración era resultado de la nueva perspectiva de la lucha antiimperialista motorizada de manera cada vez más evidente desde Centroamérica, por lo que el contexto regional para la fundación de una filial costarricense de la Liga era, por ende, altamente propicio.
Con el crecimiento de la protesta sandinista, la mirada de la sección mexicana de la LADLA y, fundamentalmente de su dirección, encarnada en el Comité Continental de Organización, comenzó a fijarse, con cada vez mayor atención, en la realidad social, económica y política centroamericana. En apoyo a este nuevo intento de construcción, la sección mexicana celebraría el 8 de diciembre de 1926 una importante concentración, el “Gran Mitin contra el Imperialismo”, organizado principalmente en solidaridad con la lucha del pueblo nicaragüense, y en el que participó una amplia y variada gama de organizaciones sociales, sindicales y políticas, junto con un conjunto de dirigentes mexicanos, venezolanos y peruanos. Por lo demás, ésta terminó convirtiéndose en la primera actividad de la Liga Antiimperialista en apoyo a Centroamérica frente el intervencionismo estadounidense, y en un punto de apoyo fundamental para el establecimiento de varias filiales en distintos estados de México, así como también para la creación al siguiente año, del Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC) de respaldo al ejército insurgente de Sandino (6). Por otra parte, también ejerció una importante influencia en todo este proceso constitutivo el Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, celebrado en Bruselas entre el 10 y el 15 de febrero de 1927 por un comité de apoyo a la Comintern, y en el que se dieron cita un total de ciento sesenta y cuatro delegados, mayormente provenientes de países coloniales y semicoloniales, en un encuentro que, indirectamente, serviría para reforzar la presencia comunista en América Latina, Asia y África, regiones crecientemente conmovidas por movimientos de liberación nacional y por un ascenso de la corriente trabajadora y socialista. Si bien en dicho congreso no hubo representación de Costa Rica, sí la hubo por parte de Cuba, Puerto Rico, Nicaragua, El Salvador y Panamá, a cargo de los cubanos Julio A. Mella y Leonardo Fernández Sánchez, el venezolano Gustavo Machado, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre y el mexicano José Vasconcelos.
Las repercusiones combinadas del “Gran Mitin contra el Imperialismo” y del Congreso Antiimperialista mundial resultaron altamente exitosas para Centroamérica y El Caribe: no resultó casual entonces la fundación de secciones en países del área como Puerto Rico, Santo Domingo (República Dominicana), Panamá y Costa Rica en los primeros meses de 1927. Por otra parte, las resoluciones anticoloniales alcanzadas en el encuentro de Bruselas sirvieron asimismo como guía ideológica para un marxismo todavía en ciernes y para el más amplio movimiento antiimperialista que comenzaba a cuajar organizacionalmente en dicha región.
Una vez instituida esta filial de la LADLA en 1927, ella fue conducida por Manuel Mora Valverde, dirigente del Partido Reformista, a quien acompañaban otros referentes estudiantiles como Jaime Cerdas, Luis Carballo y Ricardo Coto Conde. No es difícil suponer, por lo tanto, que esta sección estuvo en sus inicios integrada mayormente por clases medias e intelectuales, teniendo como principal línea de acción la solidaridad con el combate desarrollado por Sandino en Nicaragua y, consecuentemente, el rechazo a la intervención estadounidense en toda la región (Botey Sobrado, 2005: 87). Fue en este contexto, a fines de marzo de 1927, que la Liga organizó un multitudinario acto estudiantil contra la política norteamericana en Centroamérica y contra la dictadura de Juan V. Gómez en Venezuela, tomado éste como un verdadero símbolo de la dominación imperialista en la región, que contó con la participación, como oradores, de Servando Reina, Jaime C. Quesada, Jesús Vega, el maestro Marcelino Canales y Enrique Guillén.
El ascendente clamor en rechazo a la presencia norteamericana en Centroamérica sirvió también para expandir el reclamo anticolonial, nacionalista y latinoamericanista por Costa Rica, impactando éste ya no sólo entre las capas ilustradas y estudiantiles de la población sino, directamente, entre los sectores obreros y trabajadores del país. En este sentido, y bajo el auspicio de la sección local, no tardaría en formarse un “Núcleo Obrero” de la Liga Antiimperialista, dispuesto a contrarrestar aquellas críticas que únicamente la veían como una entidad pequeñoburguesa. El “Núcleo Obrero” fue finalmente comandado por Fernando C. García como Secretario General, Carlos Monge Sáenz como Secretario de Correspondencia, Alberto Cortés como Secretario de Propaganda, Luis F. Ibarra como Tesorero, José A. Zeledón como Secretario de Prensa, y Manuel Marín Obando, Enrique Guillén, Isaac Vargas Coto y Servando Reina como vocales. Por otra parte, participaron también de esta agrupación otros militantes, en mayor o menor medida vinculados al movimiento comunista en formación, como Gonzalo Montero Berry, Candelario Granados, Fernando Hernández A., Enrique Rodríguez G., José Alcázar Durán, Juan R. Pérez, Lido Bonilla P., Carlos Marín Obando, Paulino Tapia F., Juan R. Loría, Eliseo Castillo Z., Francisco Peraza E., Otoniel Fonseca G., Carlos Alfaro Durán, David Castrillo, Gilberto Bonilla P., Mercedes Duarte Alvarado, H. V. Herrera, Víctor S. Salazar, Julio R. Mendioraz, Pedro Lamicq y Alberto Quesada Q.
Pronto, sin embargo, la Liga Antiimperialista de Costa Rica iría a compartir con otras agrupaciones el escenario de la política izquierdista anticolonial que hasta ese momento la había tenido por una protagonista prácticamente excluyente. Puntualmente, y con Víctor R. Haya de la Torre presente en el país entre agosto y diciembre de 1928, fue fundada la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), la que en realidad recién se oficializaría como sección local al siguiente año (7). Es innegable la seducción generada por Haya en gran parte de la intelectualidad costarricense: en este sentido, y habiendo sido la mayor parte de sus miembros originarios de la anterior Liga Cívica, la filial aprista estuvo presidida por el periodista y ensayista Joaquín García Monge en tanto contó con una activa participación de la escritora Carmen Lyra y de otras figuras como Luisa González (ambas, antes de su llegada al comunismo en 1931), y de Gonzalo González. Como la organización mayor de la que formaba parte, esta sección local del APRA se caracterizó también por la lucha contra el imperialismo, focalizando su accionar en contra de las compañías extranjeras de origen estadounidense que operaban sobre suelo costarricense (8). Posteriormente, cumpliría también un papel destacado el militante de origen peruano Esteban Pavletich como ocasional redactor y como contacto internacional de la revista Repertorio Americano, del ya mencionado García Monge.
Pese a que luego del Congreso de Bruselas y, más aún, de la firma bajo reserva de los dos delegados apristas (el propio Haya de la Torre y su compatriota Eudocio Ravines) contra la resolución latinoamericana impulsada por sus pares comunistas, las relaciones entre la Liga y el APRA prácticamente llegaron a quebrarse, en Costa Rica todavía pudieron subsistir ciertas prácticas de colaboración entre ambas organizaciones antiimperialistas (en contra, incluso, de las directivas emanadas de la propia Comintern, exigiendo la ruptura total de relaciones entre las dos entidades). De ahí que en 1928 la LADLA constituyera en el país una filial local del Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC) con la popular escritora Carmen Lyra, todavía en las filas apristas, al frente (9). Por otra parte, Haya de la Torre encontraría aún suficiente espacio como para continuar desenvolviendo su actividad política en ámbitos ya constituidos como la Universidad Popular o en otros directamente fundados por él como el Centro de Estudios e Investigaciones Económicas (Pakkasvirta, 2000). Es probable entonces que la recepción altamente favorable brindada al joven dirigente peruano por las capas ilustradas de este país, haya refrenado a los comunistas en sus críticas y, por el contrario, los obligara a compartir espacios de lucha y de militancia con él.
La agitación pro sandinista en la región, y particularmente en Centroamérica, se fue intensificando con el tiempo. Las protestas, las manifestaciones, los mítines políticos y los encuentros culturales en apoyo a la guerrilla insurgente en Nicaragua se constituyeron en un punto de encuentro entre agrupaciones que se veían obligadas a interactuar en el mismo escenario izquierdista y latinoamericanista y, aunque por momentos tensa, la camaradería imperante entre comunistas, apristas, liberales, socialistas, nacionalistas, etc. se constituyó en un fenómeno que, con sus propios matices, fue prácticamente inédito en la historia de los países de la región y, particularmente, en Costa Rica. De este modo, fue importante en este país, sobre todo, la participación de intelectuales en apoyo a Nicaragua, principalmente, de Joaquín García Monge, quien incluso llegó a asumir la defensa internacional de la causa sandinista (10)
En todo caso, fue hacia fines de 1928 y sobre todo, en 1929, cuando en el clima social del país comenzó a percibirse de manera cada vez más elocuente el crecimiento de aquellas fuerzas de izquierda que, apenas un par de años más tarde, darían vida al Partido Comunista local. Sin duda, la visita del presidente electo Herbert Hoover a Costa Rica a fines de noviembre de 1928, mientras se encontraba en una gira de propaganda por diversos países latinoamericanos, avivó las manifestaciones y las protestas en contra de la presencia estadounidense en la región, contribuyendo con ello a la difusión del ideario latinoamericanista y anticolonialista, y propiciando al mismo tiempo el progresivo aglutinamiento de militantes y círculos de índole marxista o prosoviético. De hecho, para 1929, parte de la juventud más radicalizada y nacionalista intentó postular para las elecciones legislativas al intelectual Joaquín García Monge, director de Repertorio Americano, como cabeza de lista de la Alianza de Obreros y Campesinos en tanto que en el interior del país, en ciudades como Alajuela, se fortalecía un movimiento estudiantil de un carácter cada más firmemente antiimperialista. Pronto, a este nuevo partido se le sumaron desde grupos liberales a otros de marcada tendencia izquierdista y anticolonial, como lo eran algunos estudiantes de la Escuela de Derecho. Pero si bien la Alianza de Obreros y Campesinos no logró el mínimo de votos necesario como para asegurar la entrada de García Monge al Parlamento, por otro lado, su formación fue un hito de importancia para la posterior creación del Partido Comunista, tanto en cuanto a práctica militante como a formación intelectual y doctrinaria para la incipiente juventud rebelde y tica. Y en este sentido, y más allá de su constante prédica obrerista, su estructura multiclasista, que agrupaba por igual a trabajadores urbanos, a campesinos y a intelectuales, resultaría un modelo de construcción política en cierto modo inspirador durante los primeros pasos de la Liga Antiimperialista.
Mientras tanto, el proceso de difusión del marxismo y de organización de nuevas entidades continuaba su camino, favoreciendo el afianzamiento y la consolidación de agrupamientos y círculos entre obreros y sindicales, como así también entre estudiantes, profesionales y docentes universitarios. De particular importancia fue la actuación de aquel grupo de alumnos de la Escuela de Derecho que un par de años antes había creado la sección local de la LADLA y que ahora, en febrero de 1929, se integraba a la Asociación de Resistencia Cultural Obrera (ARCO), constituida por un círculo de obreros de tendencia más antiimperialista que marxista y que a través de ella pretendían redituar a la Universidad Popular (Molina Jiménez, 2002). Por tanto, no resultó extraño que ambas organizaciones compartieran parte del mismo núcleo dirigente, conformado por Manuel Mora Valverde, Ricardo Coto Conde, Luis Carballo y Jaime Cerdas, entre otros. Por otra parte, también el grupo ARCO iniciaría su acercamiento con el Partido Popular (anteriormente fundado por Vivó en Limón y pronto constituido en el principal centro marxista del país) además de establecer puentes con otros círculos y partidos de la región (11).
Los cambios suscitados en el escenario comunista internacional entre fines de la década de 1920 e inicios de la de 1930, en los que las iniciales fórmulas frentistas terminaron siendo abruptamente reemplazadas por los esquemas mucho más radicales y sectarios del Tercer Período, no tardaron en hacerse sentir también en la región y, particularmente, en Centroamérica. De acuerdo con esto, en ARCO resultó claramente perceptible un espíritu izquierdizante y extremista (12). A través del flamante vocero de la Asociación, el boletín Revolución, este grupo no dudaba en definirse como “bolchevique” e interesado, además, en difundir al marxismo leninismo (sin que por lo demás esta orientación les resultara del todo clara) en la sociedad costarricense, puntualmente, entre obreros, artesanos y estudiantes. Sin embargo, y prefigurando lo que en cierto modo sería constitutivo del posterior comunismo costarricense, no podían ocultar una tendencia marcada entre el deseo revolucionario y el apego a la legalidad: en este sentido, y si bien se preocupaban por difundir diversos artículos en los que se relataban los logros de la Unión Soviética, al mismo tiempo se señalaba la necesidad contradictoria de “un partido socialdemócrata, que instaurara una democracia verdadera en el país” (Cerdas Cruz, 1986: 319). Sus contactos gremiales fueron cada vez más fluidos, sobre todo con la Unión General de Trabajadores, al mismo tiempo que perseverantes en su propósito de organización entre inquilinos y trabajadores desocupados, grupos particularmente afectados por la crisis económica, y que les generaría persecuciones policiales y encontronazos con el gobierno.
Por otro lado, y a causa de la difusión errática y en parte tardía que la teoría marxista y la práctica leninista estaban desarrollando en Costa Rica (traducidas en una multiplicidad de organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles pero con la notoria ausencia de un partido comunista), las críticas de la Comintern, puntualmente las de los dirigentes de algunas estructuras de la región, no se hicieron esperar, en tanto que tampoco la Liga Antiimperialista iba a poder sustraerse a ellas. Precisamente, fue éste el caso del cubano Sandalio Junco quien, a fines de 1929 había sido elegido como el último secretario de la dirección continental de la LADLA, justo en un momento en el que sin embargo esta organización tendía a desestructurarse y fragmentarse en sus unidades nacionales como producto de las políticas represivas y disolventes llevadas adelante por los gobiernos autoritarios de la región. Con las claras excepciones de Cuba y Haití, para Junco, la Liga costarricense debía ser “forzosamente reformulada”, lo mismo que las filiales existentes en el resto de los países centroamericanos, en Santo Domingo, Colombia, Venezuela y México, debido a una clara preponderancia de los sectores pequeño burgueses y liberales en su dirección. El mandato tendiente a la proletarización de sus cuadros dirigentes no era otra cosa que un reacomodamiento de la estrategia de esta organización ahora directamente bajo el esquema del así llamado Tercer Período y de los lineamientos de Clase contra Clase, aconsejándose por lo tanto la reestructuración de esta entidad sobre una base de claros preceptos obreristas.
Pero no solamente Sandalio Junco, y la propia dirección continental de la Liga Antiimperialista de las Américas reflexionaron en torno a las fallas organizativas de la sección costarricense. También lo hizo el Buró Sudamericano de la Comintern en 1930, recomendando, no tan sólo para esta filial, sino también para aquellas otras situadas en Guatemala, El Salvador y Honduras, la participación directa de la Juventud Comunista con secciones juveniles de los sindicatos para la creación de subsecciones de la Juventud de la Liga Antiimperialista. Para ello, estos grupos debían apoyarse principalmente sobre los sectores campesino, intelectual y de la clase media, asegurándose de ese modo la dirección de aquellas federaciones juveniles que pudieran crear bajo este impulso movilizador (13). Resultaba claro de este modo, en tiempos de masacres, deportaciones, exilios y traiciones de algunos liderazgos ya tradicionales y fundacionales, la influencia creciente de los sectores juveniles tanto dentro de la estructura de los partidos comunistas de la región como así también hacia el interior de la propia Comintern (14). Por lo tanto, los cambios que finalmente se recomendaron para la filial costarricense no resultaron ajenos a este espíritu de renovación ideológica, en tanto que sus efectos pronto se hicieron sentir cuando la Liga Antiimperialista se metió de lleno en la discusión de los contratos de exportación de bananas, principal recurso económico del país, impulsando luego, junto con otros grupos, la fundación de un Partido Comunista local.

Una “nueva” Liga Antiimperialista entre el legalismo y la revolución

Ante el avance de los círculos de ultraderecha, principalmente, del Comité Fascio de Costa Rica, constituido a su vez en el centro del Comité Fascio de Centroamérica, en abril de 1931 se fundó el Comité Seccional de la Liga Antiimperialista de la Escuela de Derecho. Luego de la constitución del primer grupo, a principios de 1927, y del posterior “Núcleo Obrero”, constituía éste el tercer intento en la recreación de esta organización cominternista. Con un importante trabajo de agitación desarrollado sobre todo durante los meses de abril y mayo de dicho año, esta filial se nutriría de varios de los integrantes de la Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera, como así también de varias figuras fundacionales del posterior Partido Comunista. En este sentido, el grupo sería nuevamente conducido por Manuel Mora Valverde, al que se le sumarían otros estudiantes como Claudio Alvarado Oreamuno, Celio Remo Porras, Luis Carballo Corrales, Jaime Cerdas Mora, Manuel Zamora, Ricardo Coto Conde, Fernando Mora y el estudiante venezolano exiliado Rómulo Betancourt, quien había llegado a Costa Rica en 1929. El principal blanco de los ataques de esta sección de la Liga estuvo centrado en la figura de Raúl Gurdián Rojas, Secretario de Gobernación y Policía en 1931, quien se había ocupado de cerrar una radioemisora de la ciudad de Heredia que estaba combatiendo a las compañías eléctricas (de las que el mismo funcionario había sido su abogado), estableciendo además una política de censura contra aquellos libros de tendencias radicales que entraban al país. La denuncia terminaría por conmover a la sociedad costarricense de la época al no circunscribirse únicamente a los militantes comunistas, sino también a los intelectuales críticos al gobierno, como era el caso de García Monge. Así, los efectos de la llamada Ley Gurdián terminaron por afectar no tan sólo al universo militante de las todavía incipientes filas marxistas del país, sino más aún, a todos aquellos intelectuales progresistas y, por ende, opositores al represivo régimen de Cleto González Víquez (De la Cruz, 1983: 241-2) (15).
Fue en este difícil contexto, bajo vigilancia y detenciones policiales y en un grave cuadro social de agudización de la pobreza y del desempleo, que un grupo de militantes mayormente enrolados en ARCO contribuyeron el 6 de junio de 1931 a fundar el Partido Comunista de Costa Rica (PCCR), bajo influencia directa del Buró del Caribe, creado un año antes y con sede en Nueva York (16). Con Manuel Mora Valverde al frente como Secretario General, el flamante partido tuvo en su comisión directiva original a otros tres fundadores y responsables del funcionamiento de la Liga Antiimperialista: los estudiantes Luis Carballo Morales, Ricardo Coto Conde y Jaime Cerdas Mora, con lo cual si por un lado se quería favorecer la coordinación entre ambas organizaciones, en realidad no se hacía más que revelar la escasez de militantes capaces de asumir eficazmente puestos dirigenciales, con la complicación añadida de la falta de funcionamiento de las dos entidades si, por alguna razón y de improviso, este grupo no podía continuar desempeñando sus funciones directivas. Por otra parte, y más allá de esta fuerte presencia estudiantil en los principales lugares del partido, sus vocalías terminarían siendo mayormente ocupadas por aquellos militantes provenientes del campo obrero y artesanal, revelándose en este sentido, y a contrapelo de las directivas de la Comintern, la primacía que seguían teniendo los cuadros provenientes de las clases medias por sobre aquellos otros de extracción proletaria (17). Con un credo revolucionario y antiimperialista manifestado desde la misma introducción del Programa Mínimo (18), pronto el Partido Comunista tendría una gravitación cada vez mayor al encabezar varias manifestaciones en contra de la situación social en el país: por supuesto, esto no ocurrió sin que el gobierno comenzara a reprimir al flamante partido y a sus principales representantes obreros, incluso expulsando del país a algunos de sus dirigentes de origen extranjero. En tanto que hacia el siguiente mes de julio de 1931 dejaría de salir el periódico Revolución, de ARCO, para ahora ser reemplazado por Trabajo, editado como boletín del Partido Comunista de Costa Rica.

Junto con una labor estrictamente organizativa, el Partido Comunista de Costa Rica orientó sus primeros pasos en un sentido de reforzamiento de su base sindical original, principalmente entre los ebanistas, al tiempo que se orientaba también hacia aquellos sectores de la pequeña burguesía proletarizados a partir de la profunda crisis económica. Por otro lado, la prohibición existente para denominar a la naciente organización como “Partido Comunista de Costa Rica” frente a la próxima contienda electoral de 1931, obligó a su re nombramiento como “Bloque de Obreros y Campesinos”, fórmula impuesta por estos años por la Comintern como estrategia excluyente de toda organización partidaria afiliada a los preceptos de Moscú. Esta primera participación fue exitosa en las elecciones locales de San José, posibilitando la entrada a la legislatura de esa ciudad a dos representantes del nuevo partido, Adolfo Braña y Guillermo Fernández. Las contradicciones, sin embargo, volvían a revelarse cuando en el seno legislativo, estos dirigentes se pronunciaban por la violencia revolucionaria, por la necesidad de un gobierno puramente obrero y, consecuentemente, por su rechazo a colaborar con los gobiernos burgueses.
Por otra parte, una de las primeras iniciativas encaradas por el PCCR fue la refundación de la Universidad Popular, una de cuyas materias, “Historia de la Penetración Imperialista en América Latina”, contó también con el apoyo de la Liga Antiimperialista. Asimismo, a principios de octubre de 1931, el Partido colaboró con la fundación de la Biblioteca Lenin, radicada en la Universidad Popular, donando medio millar de libros y revistas recolectados en su mayor parte por medio de la Liga. Sin embargo, y pese a la utilización ocasional de la Liga por parte del Partido, sobre todo, en aquellas iniciativas en las que la denuncia anticolonial ocupaba un lugar de primacía, lo cierto es que la entidad antiimperialista se encontraba debilitada a causa de la adopción de la estrategia de “clase contra clase” recomendada por la Comintern, la que la hacía ver, sobre todo, como una organización con intereses primeramente pequeñoburgueses y a la que, por tanto, convenía desactivar en su actividad política concreta. Sería recién desde fines de 1932 y sobre todo, a partir de 1933, cuando la estrategia radical y sectaria comenzaba a dar las primeras muestras de agotamiento y en momentos en que el fascismo iba a convertirse en la peor amenaza para la supervivencia de la Unión Soviética y del comunismo en general, que la Liga Antiimperialista volvería a tener cierta actividad, propiciada ahora por una renovada política frentista insuflada directamente desde Moscú y mediada en este caso por el Buró del Caribe. Aunque ya no pudo volver a plantear iniciativas políticas concretas, la Liga volvió a ocupar un lugar en la escena pública a partir de la publicación de manifiestos y convocatorias.
Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el posicionamiento público frente a Augusto Sandino. En este sentido, la Liga Antiimperialista local, como instrumento de apoyo del Comintern, no dudó en plegarse al mandato originado desde Moscú y por el cual el comunismo latinoamericano justificaba la ruptura de relaciones con la guerrilla comandada por Sandino desde Nicaragua. El otrora aliado, convertido ahora en un enemigo bajo la estrategia del Tercer Período, resultó acusado por los comunistas de traición a los intereses del proletariado internacional, ya que según esta percepción, su lucha en realidad se había reducido a la expulsión de los marines norteamericanos de Nicaragua, sin que se hicieran efectivas aquellas reformas sociales y revolucionarias exigidas en su momento por las entidades de filiación marxista. Sumándose entonces al rechazo generado por la figura de Sandino, la sección costarricense de la Liga Antiimperialista emitió un documento en enero de 1933, poco antes de que se firmara el acuerdo de paz en Nicaragua, en el que se afirmaba que “los centenares de sus compañeros serían hoy millares de millares si a su consigna justa, pero limitada de ‘Fuera los yanquis’, hubiera agregado otras: ‘La tierra para el que la trabaja’, ‘El gobierno para los obreros y campesinos’, ‘No más argollas de los explotadores en alianza con el imperialismo de afuera’” (citado en Cerdás, s/a: 123).
Tiempo después, en mayo de 1933, la realización en San José del II° Congreso de la Confederación Centroamericana de Estudiantes (CIADE) se presentó como un espacio idóneo para que los jóvenes dirigentes del PCCR pudieran dar a conocer varios de sus planteos en torno a cuestiones como el imperialismo, la toma del Estado, la defensa de la Unión Soviética frente a la amenaza fascista, etc. Sin embargo, y pese a que desde la propia Comintern se comenzaba a dejar atrás las posiciones sectarias para dar lugar a futuros frentes y alianzas, también se convirtió a éste en un espacio de denuncia frente a aquellas posturas señaladas como oportunistas, pro burguesas o indulgentes frente a la hegemonía estadounidense en la región. Seguramente con la idea de reforzar su influencia en el área centroamericana y aprovechando que el Partido Comunista Mexicano se encontraba en pleno proceso de reconstrucción, la sección norteamericana de la LADLA envió a una de sus dirigentes, Dora Zucker, especialista además en el trabajo de organización de los trabajadores negros. Luego de celebrado el congreso, el cuadro norteamericano fue aprovechado para revitalizar a la Liga local por medio de su participación en mítines antiimperialistas y antifascistas desarrollados en distintos puntos de Costa Rica. Sin embargo, su expulsión del país, sumada a la detención policial y al posterior destierro de algunos dirigentes comunistas a la vuelta de una misión sindical en Limón, impidió el fortalecimiento de estos vínculos entre las organizaciones antiimperialistas costarricense y estadounidense.
Ciertamente, se trató de un duro golpe para el PCCR, el que a partir de entonces debió desarrollar sus actividades bajo una estrecha mirada policial. Pero si bien estos obstáculos no impidieron que para las siguientes elecciones de 1934 el partido obtuviera dos escaños parlamentarios, en cambio parecieron hundir todavía más la labor ya en declive de la filial de la LADLA. No resulta extraño, entonces, que la principal iniciativa anticolonial de esta época, la huelga bananera de 1934 en contra de la United Fruit Company, la haya encarado directamente el Partido Comunista y no la Liga Antiimperialista, al parecer más concentrada en la difusión de propaganda y en la solidaridad con el movimiento popular nicaragüense y salvadoreño (19). Con todo, sería ésta una de las últimas apariciones de la Liga, ya que el siguiente congreso internacional de la Comintern, el séptimo, celebrado en 1935, a la vez que reconocería el status oficial del Partido Comunista de Costa Rica como miembro pleno de la organización, certificaría la disolución de entidades como la LADLA o, eventualmente, su reconfiguración como frentes antifascistas, más a tono con los nuevos tiempos que habían comenzado a correr y teniendo en cuenta las nuevas hipótesis de conflicto que podían afectar la supervivencia de la Unión Soviética. Fue ese, entonces, el fin de esta sección local, una organización que más allá de la potencialidad que tuvo en otros países de la región, no alcanzó en este caso un nivel de actividad y participación similar, menos aún, ya durante la primera mitad de los años ’30, con el Partido Comunista en plena actividad.

Algunas consideraciones finales

En el caso costarricense, la Liga Antiimperialista pareció haber cumplido un destacado papel más allá de la propia actividad con la que fue originalmente ideada, es decir, como una entidad de denuncia y movilización frente a los atropellos del expansionismo foráneo. Particularmente, ella fue exitosa como una de las primeras organizaciones cominternistas del país, que incluso antecedió a la formación del Partido Comunista local en más de cuatro años. Por ello, no es de extrañar que la Liga se constituyera también como una especie de escuela de formación de los futuros cuadros del particular marxismo tico, tan diferente por su propia idiosincrasia política a aquellos otros surgidos en conflictivos países vecinos como Nicaragua y El Salvador. En este sentido, la Liga tuvo un papel definido en cuanto a la transmisión de conocimientos, valores y rituales propios de una cultura cominternista que apenas comenzaba a hacer pie en Costa Rica en la segunda mitad de los años ’20. Por lo mismo, parecería que en realidad el papel de esta organización se redujo más bien a esa funcionalidad, cayendo en una especie de letargo una vez que estos cuadros en formación finalmente pudieron “profesionalizarse” en 1931 con la creación del Partido Comunista local. En todo caso, la recreación de la Liga bajo tres formas distintas, ya sea con un perfil más universitario, más obrero o más partidario, nos da también la pauta de la debilidad en su estructura organizativa a punto tal de dificultar sus labores a lo largo del tiempo.
Por otra parte, y como contraparte, es llamativo que en cuanto a su labor en el campo de la lucha anticolonial, la Liga haya cumplido más bien una actividad de tipo marginal o bien de tipo limitada. Esto puede responder a varias causas, entre las que se encuentran algunas ya mencionadas a lo largo de este trabajo: una situación de relativo aislamiento geográfico; un bajo nivel de conflictividad social y política, lo que probablemente generó que a Costa Rica se le restara importancia frente a la mirada de algunos centros comunistas de la región en la intención de contribuir a la expansión de esta ideología en el área centroamericana; y, con relación a esto último, las dificultades encontradas por la Comintern para terminar de instalarse en este país, frente a la existencia de otras opciones políticas tanto o más atractivas como podían serlo las distintas expresiones del nacionalismo, el reformismo, el aprismo, etc. Finalmente, también resulta probable que la situación de cierta tolerancia encontrada por el PCCR y la relativa liberalidad de los gobiernos sucedidos durante la década del ’30, sumado esto a la temprana vocación legalista de los comunistas costarricenses (más allá de un radicalismo inicial que hoy luce, más que nada, como un dato excepcional), haya hecho innecesaria su actuación a través de entidades satélites y de apoyo, como lo era la Liga, que podían fácilmente encubrir su naturaleza roja, tal como ocurría en otros lugares de América Latina.
Por todos estos motivos mencionados, y tal como usualmente se considera al movimiento comunista local, podemos ver que también en este caso la Liga Antiimperialista de Costa Rica puede ser interpretada como un factor de excepción en medio del contexto regional en el que actuó. De este modo, y en vez de ser soporte de partidos marxistas ya establecidos, o bien un sector de apoyo para la pronta constitución de estos, tenemos en esta nación un ejemplo prácticamente inédito de una organización que, directamente, se convirtió en un ámbito de aprendizaje teórico a la que vez práctico para una buena parte de la primera generación de comunistas costarricenses.

Notas

1. Como el propio Omar Dengo lo expresaría, “el Centro Germinal fue fundado de acuerdo con un importante movimiento internacional de propaganda por la cultura del proletariado que responde, a su vez, a la inconmovible convicción filosófica que consagra la cultura en su más amplia forma, como base indispensable de toda labor emancipadora, ya sea individual o colectiva” (Gamboa, 1990: 16).
2. Si bien esta fundación reconoce algunos antecedentes de organización política de los sectores populares costarricenses desde fines del siglo XIX, cuando fueron constituidos sindicatos y entidades gremiales de panaderos y tipógrafos, de mayor influencia anarquista durante las siguientes décadas (Cerdas Cruz, 1986: 314-315).
3. La United Fruit Company se convirtió en un verdadero símbolo de la penetración neocolonial en Centroamérica y, particularmente, en Costa Rica. En este sentido, la exportación del banano, junto con la del café, para el mercado británico, terminó de situar a este país como dependiente de una economía central y en el que todos los productos de primera necesidad debían ser importados (Cerdas Cruz, 1986: 313).
4. El entramado de redes políticas e intelectuales tejidas desde México por una publicación como El Libertador fue realmente importante para su época. Basta ver para ello el listado de revistas partidarias, académicas y culturales que, junto con la mencionada Repertorio Americano, fueron puestas en contacto entre sí o afianzadas en vinculaciones previamente establecidas gracias a la publicación del boletín de la Liga Antiimperialista continental: El Boletín del Torcedor (La Habana), Justicia (Montevideo), La Internacional (Buenos Aires), Crítica (Buenos Aires), Man Set Yat Po (órgano del Kuo Min Tang de Cuba), La Chispa (Buenos Aires), Imprekor (Viena), La Protesta (Buenos Aires), Claridad (Bogotá), Renovación (Buenos Aires), Repertorio Americano (San José de Costa Rica), Revista de Oriente (Buenos Aires) y The Workers Monthly (Chicago).
5. En sus números 9-10 correspondientes a los meses de septiembre y octubre de 1926.
6. Participaron de este mitin la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras, la Liga Nacional Campesina, la Unión de Carpinteros y Similares, la Sociedad de Alumnos de la Preparatoria, la Liga de Comunidades Agrarias del Estado, etc., la sección mexicana del Kuo Min Tang y de la Acción Iberoamericana, entre muchas otras entidades, al mismo tiempo que fungieron como oradores José Allen, fundador del Partido Comunista Mexicano; el profesor José Romano Muñoz, por aquel tiempo, jefe de la sección Preparatoria de la Universidad Nacional de México y autor del Proyecto de Ley sobre la Reforma Universitaria; y, Julio A. Mella, fundador de la sección cubana de la Liga Antiimperialista de las Américas, y secretario general de su Comité Continental de Organización. Por otra parte, el comité MAFUNIC fue fundado inicialmente en la Ciudad de México, con el peruano Jacobo Hurwitz, ex dirigente aprista devenido comunista, al frente. Bajo la impronta de la LADLA y, a través suyo, de la Comintern, pronto el MAFUENIC generó otras bases de apoyo dentro de la república mexicana y, fuera de ella, en los Estados Unidos y Guatemala, además de la que aquí se menciona en Costa Rica.
7. Haya de la Torre se encontraba para ese entonces en medio de una gira política centroamericana cuyo propósito era llegar a Nicaragua, para acercarse a la lucha de Sandino y “combatir al imperialismo en sus propios dominios”. Este periplo lo llevó de Yucatán primero a Guatemala, de dónde salió deportado, y luego a El Salvador, país en el que debió pedir asilo en la embajada mexicana. Al negarse a desembarcar en Nicaragua, entonces siguió viaje a Costa Rica (Pakkasvirta: 2000).
8. Para esta época, existían filiales apristas (sobredimensionadas en la historia de la propia agrupación) en Buenos Aires y Ciudad de México, así como también en países como Bolivia, Chile, Perú, El Salvador, Guatemala, Puerto Rico, República Dominicana y Cuba. Asimismo, se habían constituido filiales en las ciudades europeas de París y Londres.
9. Como bien se ocupó de denunciar el propio Augusto Sandino en una misiva al Congreso Antiimperialista reunido en la ciudad de Frankfurt en 1929, el apoyo a su guerrilla no resultaba menor si tenemos en cuenta que, en el marco de la Unión Panamericana, el gobierno de Costa Rica, junto con los de Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua operaban como garantes del orden y del respecto a la Constitución en Centroamérica (pese, por cierto, a la constante y disruptiva influencia de la potencia del norte en esta región) (Kersffeld, 2008).
10. Se sumaron además a los distintos frentes de esta lucha otros hombres de la cultura y de las letras costarricenses como Abelardo Bonilla, Ramiro Aguilar Villenave, Ricardo Rojas Vicenzi, Carlos Salazar Gagini, Noé Solano Vargas, J. Francisco Villalobos, Justo A. Facio, Moisés Vicenzi y José Ángel Zeledón.
11. Ambos agrupamientos, ARCO y el Partido Popular, recibieron en 1929 una invitación por parte de la Internacional Sindical Roja para asistir a Montevideo, al congreso formativo de la Confederación Sindical Latinoamericana. Ante la falta de recursos, se delegó en el grupo salvadoreño la representación para dicho cónclave. Por otra parte, cabe también mencionar que ARCO no sería el único agrupamiento que se conformaría por esta época, en una línea de acción izquierdista y anticolonial, y en profunda vinculación con la Liga Antiimperialista. En este sentido, también participaron, desde un lugar más modesto, colectivos como la Asociación Acción Proletaria, con un perfil obrerista mucho más marcado y en vinculación a su vez con la Asociación de Estudiantes de Cuestiones Eléctricas, entidad fundada por Carmen Lyra (en un proceso de mayor acercamiento a la ideología comunista) y con la intención de denunciar las condiciones abusivas impuestas en el país por el trust eléctrico.
12. Este extremismo, no exento de ingenuidad, resultó palpable en el intento de secuestro en 1930 del presidente Cleto González Víquez, en una acción que en principio iba a ser coordinada con un grupo de militares y civiles de la oposición (Melgar Bao, 2007: 394).
13. Relación de documentos sobre México en el Centro Ruso (Biblioteca Manuel Orozco y Berra-Instituto Nacional de Antropología, México) Rollo N° 13/533-4-163 y 164.
14. Por lo tanto, era ésta una definitiva prueba de la capacidad de influencia ejercida por la Internacional de la Juventud Comunista, influencia que incluso ya se había expresado cuando, en 1929, al celebrarse el segundo congreso antiimperialista mundial (esta vez en la ciudad alemana de Frankfurt), se llevó a cabo paralelamente un encuentro de las juventudes revolucionarias y anticolonialistas con la intención declarada de auspiciar la conformación de estos círculos de lucha dentro de la estructura operativa de las Ligas esparcidas por todo el mundo.
15. El ministro Gurdián justificaría su controvertida propuesta al afirmar que “A causa de la tolerancia de los gobiernos que han tenido en estos asuntos, el país está invadido de literatura comunista, venenosa, perjudicial en todo sentido a la salud espiritual del pueblo y cuya importancia precisa a todo trance impedir”. Finalmente, el 6 de mayo de 1931, el Presidente y su Ministro de Gobernación acordaron el Decreto N° 394 por el cual quedó “terminantemente prohibido circular por medio del correo toda clase de publicaciones comunistas o que tengan tendencias disociadoras; o que vayan contra la seguridad del Estado y del orden público” (citado en De La Cruz, 1983: 242).
16. Si bien fue a partir de un manifiesto de 1934 que este partido se denominó como Sección de la Internacional Comunista, ésta dilató su tratamiento e incorporación hasta 1935. Hasta entonces sólo pudo desempeñarse, apenas, como una “organización simpatizante” (Cerdas Cruz: 1986: 340). De todos modos, y según la opinión de Manuel Caballero, se trató del “más grande partido de América Central y uno de los más exitosos del continente entero” (1988: 91).
17. Su Comité Ejecutivo Provisional se conformó con los siguientes nombres: Secretario General, Manuel Mora Valverde; Secretario de Actas, Luis Carballo Morales; Secretario de Correspondencia, Ricardo Coto Conde; Secretario de Finanzas, Jaime Cerdas Mora; Vocales, Efraín Jiménez Guerrero, Carlos Martín Obando, Gonzalo Montero Berry, Alfredo Valerín, José Barquero y Anselmo Soto (De la Cruz, 1983: 247-8).
18. Los párrafos introductorios del Programa Mínimo planteaban que “Costa Rica es un país de economía dependiente o semicolonial, por cuanto su industria, economía y agricultura están mediatizados por el imperialismo de los grandes países capitalistas (Estados Unidos, Inglaterra, etc.). Debido a este hecho fundamental, la implantación del programa comunista integral (abolición de la propiedad privada, socialización de los medios de producción, etc.) no se pondrá a la orden del día en el país sin haberse ya realizado la revolución social en las metrópolis de que dependemos económicamente o sin la concurrencia de factores especialísimos, que permitieran organizar la economía y la vida social del país, sobre bases totalmente comunitarias sin provocar intervenciones imperialistas” (De la Cruz, 1983: 249).
19. Rodolfo Cerdas Cruz, en La hoz y el machete, menciona incluso la indiferencia de la sección estadounidense de la Liga con respecto a la filial costarricense, cuando el venezolano Ricardo Martínez, uno de los cuadros dirigentes del Buró del Caribe, directamente dejó sin respuesta un pedido concreto efectuado por Manuel Mora (1986: 325).

Bibliografía:

ABARCA, Carlos (2005) Hacia una visión retrospectiva de las organizaciones del magisterio nacional(San Pablo de Heredia, Costa Rica), artículo consultado el 5 de febrero de 2009 en http://www.apse.or.cr/WebApse/his/01historia.htm

BOTET SOBRADO, Ana María (2005) Costa Rica entre guerras: 1914-1940 (San José, Costa Rica: Universidad de Costa Rica).

CABALLERO, Manuel (1988) La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana (Caracas, Venezuela: Editorial Nueva Sociedad).

CALVO, Gilberto y Francisco Zúñiga Díaz (comps.) (1980) Manuel Mora Valverde. Discursos (San José, Costa Rica: Editorial Presbere).

CERDAS CRUZ, Rodolfo (1986) La hoz y el machete. La Internacional Comunista, América Latina y la revolución en Centroamérica (San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia/EUNED).

CONTRERAS, Gerardo (2008) Vivencias del Partido Vanguardia Popular (San José, Costa Rica: Ediciones Perro Azul/Cátedra Bicentenario Latinoamericano).

DE LA CRUZ, Vladimir (2004) Las luchas sociales en Costa Rica 1870-1930 (San José, Costa Rica: Universidad de Costa Rica).

FISCHEL VOLIO, Astrid (1992) El uso ingenioso de la ideología en Costa Rica (San José, Costa Rica: Universidad de Costa Rica).

GAMBOA, Emma (1990) Omar Dengo (San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia/EUNED).

JAIFETS, Lazar et al. (2004) La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943. Diccionario Biográfico (Moscú, Rusia: Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias/Ginebra: Institut pour l’Histoire de Communisme).

KERSFFELD, Daniel (2008) La recepción del marxismo en América Latina y su influencia en la ideas de integración continental: el caso de la Liga Antiimperialista de las Américas (México: Doctorado en Estudios Latinoamericanos/UNAM) Inédito.

MELGAR BAO, Ricardo (2007) “Una cultura política en formación: los cominternistas centroamericanos”, en Crespo, Horacio et al. El comunismo: otras miradas desde América Latina (México: UNAM/Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades).

MOLINA JIMÉNEZ, Iván (2002) Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930, en http://www.helsinki.fi/hum/ibero/xaman/articulos/2002_01/molina.html (consultado el 10 de marzo de 2009)
PAKKAVISTA, Jussi (2000) Víctor Raúl Haya de la Torre en Centroamérica ¿La primera y última fase del aprismo internacional? (San Salvador, El Salvador) Ponencia presentada en el V° Congreso Centroamericano de Historia.

La Fuerza Armada de Venezuela, el verdadero poder detrás del trono

La Fuerza Armada de Venezuela, el verdadero poder detrás del trono
Yahoo en Español Noticias
Por Maye Primera | Yahoo en Español Noticias – vie, 28 mar 2014

La primera noche del velatorio de Hugo Chávez, el jefe del Comando Estratégico Operacional de Venezuela –puente directo entre las tropas de la Fuerza Armada Nacional y la Presidencia de la República— se detuvo a saludar uno a uno a los soldados y oficiales que hacían fila junto a sus familias en el patio interno de la Academia Militar para asomarse al ataúd durante tres segundos y cuadrarse frente al comandante por última vez. “¿Cuándo llegaste? ¿De dónde vienes? ¿De San Juan de los Morros?”, preguntaba el general Wilmer Barrientos a cada cual.

Y cuando se formó un corro a su alrededor, el general dio a todos este mensaje sobre el papel que debían jugar los militares en el futuro de la ‘revolución’ que comenzó Chávez en el seno mismo de los cuarteles: “No me fallen. Ustedes deben ser soldados estadistas, no porque deban estudiar de estadística, sino porque deben conocer el Estado venezolano. Deben estudiar economía, política, como siempre les decía Chávez, para que esta revolución sea socialista y bolivariana”. La tropa asentía, en la certeza de su responsabilidad. Hacía ya mucho que Hugo Chávez había convertido a la Fuerza Armada Nacional en su verdadero partido de Gobierno y tras su muerte, en ella ha recaído el mayor peso –y disfrute— del poder.

Desde la muerte del presidente Chávez, anunciada el 5 de marzo de 2013, el Gobierno venezolano, a nivel nacional y regional, es aún más militar en su conformación, lo cual es decir bastante. Desde el principio de su Gobierno, Chávez incorporó a los cuarteles a su gestión de Ejecutiva: primero, como columna vertebral del Plan Bolívar 2000, el gran programa social para la distribución de alimentos y reparación y construcción de infraestructuras que antecedió a las “misiones sociales” puestas en marcha en 2008. Los oficiales también se incorporaron por cientos a la burocracia hasta sumar, al día de hoy, 1.500 uniformados activos que trabajan como viceministros o directores de despacho de un amplio Gabinete conformado por una treintena de despachos.

Diez de los 23 gobernadores de Venezuela también son ex militares –ex pupilos y ex compañeros de armas de Hugo Chávez— y fueron electos en los comicios regionales que se celebraron en diciembre de 2012, donde el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtuvo la mayor votación en 20 Estados. Entre ellos están cuatro de los últimos ministros de la Defensa que nombró Chávez en sus 14 años frente al Gobierno, que antes ocuparon otros cargos burocráticos: el general Ramón Carrizales, actual gobernador del Estado Apure y también ex Vicepresidente Ejecutivo, ex ministro de Infraestructura y ex presidente del Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur); el general Jorge Luis García Carneiro, gobernador reelecto del Estado Vargas y ex ministro de Desarrollo Social y Participación Popular; el general Henry Rangel Silva, actual gobernador del Estado Trujillo, ex director de la antigua Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) y ex presidente de la estatal Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv); y el general Carlos Mata Figueroa, actual gobernador del Estado Nueva Esparta, quien antes de ser ministro de la Defensa estuvo al frente del Comando Estratégico Operacional (CEO).

Tras ser declarado vencedor de las presidenciales de abril de 2013, el presidente Nicolás Maduró incorporó a un mayor número de ex militares a algunos puestos clave de su tren ministerial; especialmente en el área económica y en el área de la seguridad ciudadana, responsables de conducir la crisis financiera que atenaza las cuentas del Estado y de reducir la alta tasa de criminalidad y reprimir las protestas callejeras que se extendieron por las principales capitales del país en febrero de 2014. Es así que en enero de 2014, el general Wilmer Barrientos, ex comandante del CEO, se convirtió en ministro de Industrias y este jueves 27 de marzo, fue reemplazado por José David Cabello, hermano del presidente del Parlamento y e militar, Diosdado Cabello; y el ex general de brigada Rodolfo Marco Torres pasó a dirigir el Ministerio de Economía, Finanzas y Banca Pública. Y al frente del ministerio de Interior, Justicia y Paz fue nombrado el general mayor Miguel Rodríguez Torres, quien durante la última década ha manejado los hilos de los servicios de inteligencia de Venezuela.

El presidente Nicolás Maduro (i), acompañado del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. (EFE/MIGUEL
Al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, es a quien se le atribuye el control del ala militar del chavismo: ex teniente del Ejército (reincorporado a la FAN y ascendido a capitán en diciembre por Nicolás Maduro), ex alumno y ex compañero de armas de Chávez, participó en el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez que catapultó al presidente fallecido en la opinión pública. Los civiles del Partido Socialista Unido de Venezuela lo describen como un hombre pragmático, vinculado a negocios que involucran millonarios fondos del Estado y lo señalan como el líder “de la derecha endógena” en el seno del chavismo. El de Cabello era uno de los nombres que sonaba con más fuerza para suceder a Hugo Chávez en el poder, cuando se hizo evidente la gravedad de su enfermedad. Pero el comandante, finalmente, ungió a Nicolás Maduro como su delfín, a lo cual Cabello respondió con la frase: “Yo nunca discuto las órdenes del comandante, yo las cumplo”. Y una vez muerto Hugo Chávez, un amplio sector del chavismo sostiene que quien ahora da las órdenes no es Maduro sino él.

La denuncia de una nueva conspiración realizada este martes por el presidente Nicolás Maduro, que involucra a tres generales sin manejo de tropas, coincidió con la devaluación en 88% del bolívar fuerte frente al dólar, que resultó de la puesta en marcha, el lunes, del nuevo sistema de subasta de divisas, en el marco del férreo control de cambio vigente desde 2003. La detención aislada de estos tres oficiales, sin ofrecer mayores detalles de sus supuestos planes golpistas, luce como una cortina de humo para contrarrestar el debate público en torno a la depreciación de la moneda de local; casualmente, la mayoría de las seis decenas de conspiraciones y magnicidios que ha denunciado el Gobierno venezolano en los últimos quince años han coincidido también con importantes coyunturas políticas y económicas: elecciones, devaluaciones anteriores, picos en la crisis de los servicios públicos como el de la electricidad.

Ahora que los uniformados han incorporado al manejo de la política económica, que mantienen el monopolio de la fuerza y que han sido favorecidos con constantes aumentos de sueldo, resulta improbable pensar en un alzamiento militar. ¿Existe acaso algún espacio del mando político del que no participen? Solo les faltaría controlar la mayor fuente de riquezas del país, la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), para completar el triángulo del poder.
Miembros de las fuerzas armadas de Venezuela asisten al desfile militar en honor Chávez. (EFE/SANTI DONAIRE)

La militancia mayoritariamente civil del chavismo incluso se ha uniformado, a petición de Chávez, al incorporarse a las Milicias Bolivarianas que son, por la vía de los hechos, el quinto componente de la Fuerza Armada Nacional. Más de 30.000 hombres y mujeres –amas de casa, empleados públicos, miembros de Consejos Comunales, jubilados y universitarios— tomaron juramento como milicianos, alzando sobre sus cabezas los viejos fusiles de asalto ligero que solía usar el Ejército, en un mitin convocado por Hugo Chávez el 15 de abril de 2010, declarado como “Día de la Milicia” para celebrar un año más de su regreso al poder tras el golpe de Estado de abril de 2002.

En la víspera de las elecciones presidenciales convocadas tras la muerte de Chávez, justo el 14 de abril de 2013, un día antes de celebrarse el “Día de la Milicia”, el Gobierno chavista que aspiraba a la reelección se ufanaba de contar con 375.000 combatientes. “Esta es una revolución pacífica pero armada”, solía decir Chávez cuando se veía amenaza. Maduro, desde que fue investido como presidente, repite esa frase como un mantra para conjurar cualquier posible mal contra la revolución que le fue encargado dirigir.