Notas sobre la ecología política latinoamericana: arraigo, herencias, diálogos. Héctor Alimonda, 2016.

En tiempos recientes, hemos visto la ecología política irrumpiendo vertical y horizontalmente en el campo intelectual internacional, poniendo de manifiesto redes de acción y de producción/acumulación de conocimientos de una amplitud más que significativa, una profusión de núcleos académicos de formación que ya han capacitado cohortes de jóvenes investigadores y activistas, un número inabarcable de eventos y publicaciones que, balizando este proceso, comienzan a incluir reflexiones sobre dimensiones teóricas y metodológicas, presentaciones y balances sobre sus configuraciones regionales y sectoriales, proyectos de acumulación de información y de mapeamientos planetarios como el EJOLT/EJAtlas,[1] y dentro de poco surgirán sistematizaciones comentadas sobre la obra de sus principales referentes. En otras palabras, el campo de la ecología política parece haber avanzado a grandes y decididos pasos hacia su madurez.

Pues es en ese contexto en el que diferentes comentaristas, puestos a analizar el panorama internacional de este ámbito del conocimiento, coinciden en identificar la ecología política producida en América Latina como una tradición político-intelectual específica, con una dinámica y unos dispositivos de enunciación que no tienen equivalencia con las elaboraciones provenientes de otras áreas geopolíticas del conocimiento (lo cual, desde luego, no es un obstáculo para el diálogo internacional, más bien al contrario) (Kim et al., 2012; Delgado Ramos, 2013; Martínez-Alier, 2014; Martin y Larsimont, 2014; Leff, 2015).

Veamos como ejemplo la opinión del profesor Joan Martínez-Alier: “La ecología política estudia los conflictos socioambientales. Al mismo tiempo, el término designa un amplio movimiento social y político por la justicia ambiental que es más fuerte en América Latina que en otros continentes. Este movimiento lucha contra las injusticias ambientales en ámbitos locales, nacionales, regionales y globales […]. En América Latina la ecología política no es tanto una especialización universitaria dentro de los departamentos de geografía humana o de antropología social (al estilo de Michael Watts, Raymond Bryant, Paul Robbins) como un terreno de pensamiento propio de relevancia internacional, con autores muy apegados al activismo ambiental en sus propios países o en el continente como un todo” (Martínez-Alier, 2014: 2).

Pero son Martin y Larsimont quienes en su comentario establecen la relación entre la ecología política que se hace en Latinoamérica (EPLat) con la matriz de pensamiento crítico característica de la región: “Aunque en la EPLat se pueden identificar influencias y rasgos de origen más o menos disciplinares y académicos, sin duda sus características definitorias tienen que ver con un encuentro entre la tradición del pensamiento crítico latinoamericano y las vastas experiencias y estrategias de los pueblos frente al saqueo y la «economía de rapiña».

Mencionamos las reconocidas y tempranas contribuciones de José Carlos Mariátegui, Josué de Castro, Eduardo Galeano, entre otros. […] Probablemente lo diferencial de esta perspectiva sea su pretensión de ser un lugar de enunciación latinoamericano. Esto implica reconocer ámbitos teóricos y territoriales ajenos a las grandes tradiciones consolidadas de la geopolítica del pensamiento occidental. […] El argumento central es que la marca de origen de lo latinoamericano se asienta en el trauma catastrófico de la conquista y en la integración subordinada y colonial en el sistema internacional.

En este sentido, entonces, la EPLat da un lugar relevante a la experiencia histórica que implicó la colonización europea como ruptura de origen de la particular heterogeneidad y ambigüedad de las sociedades latinoamericanas.

Esto, a su vez, supone la construcción de una historia ambiental de la región. […] Así, la EPLat es una construcción colectiva en la que han confluido, no sin tensiones y debates, diversos autores de Latinoamérica poniendo énfasis en el estudio de las relaciones de poder, configuradas históricamente como mediadoras de las relaciones sociedad/naturaleza.

Asimismo, existe un cierto consenso acerca de que la ecología política, más que un nuevo campo disciplinario, sería una perspectiva de análisis crítico y un espacio de confluencia de interrogaciones y de retroalimentaciones entre diferentes campos del conocimiento, que implica una reflexión sobre el poder y las relaciones sociales de vinculación con la naturaleza (una epistemología política)” (Martin y Larsimont, 2014: 5).

La EPLat, entonces, tiene características, dinámica y densidad propias, diferenciadas en relación a sus congéneres de otras regiones. Comparte este patrón, entonces, con grandes movimientos estéticos y culturales latinoamericanos, sintonizados con las tendencias europeas de la época, pero con enunciación particularizada. Hubo un Barroco propiamente americano (Echeverría, 2011), así como un Romanticismo (Pratt, 2011) y un Modernismo (Rama, 1985).

Y, al mismo tiempo, la EPLat es una novedosa incorporación a las tradiciones del pensamiento crítico latinoamericano sistematizadas en el ámbito de las ciencias sociales, como el estructuralismo económico de la CEPAL[2] (con nombres como Raúl Prebisch, Celso Furtado y Aldo Ferrer), la teoría de la dependencia,[3] las elaboraciones del marxismo latinoamericano a partir de José Carlos Mariátegui[4], la Teología de la Liberación[5] (con ecos reconvertidos en la encíclica papal) y el Programa Modernidad/Colonialidad,[6] entre otras.

Intentaremos hacer una rápida caracterización del pensamiento crítico. Una pista es la definición de Biro (2011: 3) de “teoría crítica”: “conocimiento que aspira a reducir la dominación. En contraste con la ciencia social que persigue un punto de vista objetivo, libre de valores, la teoría crítica parte de la proposición normativa de que la opresión debe ser reducida o eliminada”. Para Carlos Altamirano (2009: 14), la expresión “pensamiento crítico” indica “un discurso que pone en cuestión un orden establecido o una institución central de ese orden, en nombre de determinados valores, por lo general los de la verdad y la justicia”. Para Carmen Miró (2009: 24), “el pensamiento crítico latinoamericano encuentra sus raíces en diversas vertientes del pensamiento y la práctica social y política latinoamericana, entre las cuales destacan las siguientes: a) la tradición democrática proveniente del liberalismo radical latinoamericano de fines del siglo XIX y principios del XX, de acentuado carácter anti-oligárquico; b) la tradición socialista latinoamericana que va de José Carlos Mariátegui a Ernesto Guevara; c) la Teología de la Liberación; d) el renacer de los saberes indígenas en el campo de lo sociocultural y lo político, y e) las diversas variantes del pensamiento alter-mundista nor-atlántico”.

Hay quienes, en un procedimiento que nos parece reduccionista, identifican el pensamiento crítico latinoamericano con el marxismo. En parte, eso se debe a que la expresión fue adoptada por la Revolución cubana, en el nombre de una revista memorable, publicada entre 1967 y 1972 (Martínez Heredia, 2008).

Pero otros tienden a remontar los orígenes de esa tradición al pensamiento de la independencia. Para ir a un ejemplo: un texto como la Carta de Jamaica, de 1815, donde Simón Bolívar analiza con agudo sentido crítico las perspectivas políticas que, a su entender, tendrían por delante las futuras repúblicas independientes, merece con toda propiedad formar parte de las referencias (o aunque sea de la protohistoria) del pensamiento crítico latinoamericano.[7] Están, incluso, los que argumentan que la vigencia del pensamiento crítico en América Latina proviene de la irreductibilidad particular de la región para ser encuadrada y organizada por la razón moderna, de matriz eurocéntrica. Lo que en la tradición literaria se conoce como lo real maravilloso (Alejo Carpentier) o el realismo mágico (Gabriel García Márquez) correspondería a una realidad barroca, abigarrada y heterogénea, con la convivencia de diferentes tiempos y proyectos, en una matriz social generadora de desigualdad, opresión y subdesarrollo, que daría origen a la re-generación permanente del discurso del pensamiento crítico y de sus condiciones de enunciación (Cortés, 2011).

La situación de subordinación en el contexto internacional, la heterogeneidad estructural de nuestras sociedades, con sus implicaciones culturales, la angustia del deber elegir entre diferentes herencias y caminos, la ansiedad por un destino moderno que parece inalcanzable, la urgencia por organizar la nacionalidad a través de medios autoritarios, la dificultad hostil del medio natural para ser incorporado como territorio efectivo de la nación, todos estos elementos estuvieron presentes desde el mismo momento de la independencia, y constituyeron un referencial insoslayable en la historia de las ideas del continente. Y, desde luego, fueron la materia prima a partir de la cual iría a desarrollarse el pensamiento crítico.

Desde su marxismo en clave latinoamericana, reflexionaba José Aricó [8]: “Cuando hablamos de América Latina evocamos una realidad preconstituida que no es tal, que en los hechos es un «agujero negro», un problema abierto, una construcción inacabada o, como señalara Mariátegui para su nación, pero que es extensible al continente: un proyecto a realizar” (1988: 42).

Un proyecto cuyo fundamento y su mayor dificultad radican en la complejidad de la herencia histórica del continente. Pero, al reconocer esta pertinencia, donde la dificultad de las palabras remite a los avatares de una estructura conflictiva, como le gustaría a Freud, el conjunto se desdobla en nuevas direcciones y sentidos.

Estamos en presencia de naciones que existen como tales desde hace doscientos años en el orden internacional (no pueden, por lo tanto, ser asimiladas al mundo colonial constituido a fines del siglo XIX),[9] pero que al mismo tiempo continúan en proceso proteico de formación.[10]

Sobre este tema también reflexionaba Aricó: “Las sociedades latinoamericanas son, esencialmente, nacional-populares, o sea que todavía viven con vigor el problema de su destino nacional, de si son o no naciones […] Se preguntan por su identidad, por lo que son […] aún atraviesan una etapa de Sturm und Drang —como anotaba agudamente Gramsci refiriéndose a nuestra América—, […] de acceso romántico a la nacionalidad [1986]” (citado en Cortés, 2015).

Creo que el lugar de enunciación plural y colectivo que ha ido constituyendo la ecología política latinoamericana tiene homologías con la tradición del pensamiento crítico de la región, y que ambos pueden ser pensados a partir de la caracterización que el intelectual brasileño Alfredo Bosi (1992) hizo en relación a José Carlos Mariátegui y a sus compañeros de generación, peruanos de la década de los 1920: “la vanguardia arraigada”.

Se trata de una vanguardia, en el sentido que conecta con los tremendos desafíos de la época, en la que la región latinoamericana está siendo reterritorializada para la explotación en gran escala de sus recursos naturales, con total menosprecio de las necesidades y urgencias de sus poblaciones. Esto comporta una crítica a los presupuestos civilizatorios convencionales de la modernidad y del desarrollo, que conduce a la tarea paradigmática de actualizar sus repertorios de acción y de pensamiento al mismo tiempo que debe intentar recuperar la pluralidad de herencias populares y críticas que la precedieron: de allí una vanguardia arraigada.[11]

Vanguardia en el sentido de proceder a la incorporación de perspectivas de avanzada del pensamiento social y político contemporáneo, sobre las cuales se hará una operación de traducción re-significante, para permitir su aplicación en el análisis de las realidades nacionales.

Nos interesa, en este momento, referir dos casos de incorporación re-significada de tradiciones insignes de la sociedad occidental por parte del pensamiento crítico latinoamericano: el marxismo y la doctrina social de la Iglesia.

En el caso del marxismo, la figura impar de José Carlos Mariátegui procedió a una reconstrucción de los postulados de esa tradición, en las condiciones de los años veinte del siglo pasado, a partir de su recuperación en una perspectiva de interpretación y de articulación política consecuente para la sociedad peruana de la época.

El reconocimiento de la cuestión nacional y de su carácter incompleto, el problema indígena como cuestión central de esa nacionalidad peruana, reposando especialmente en la cuestión del acceso a la tierra y posibilitando la constitución del campesinado indígena como sujeto revolucionario, la comprobación del carácter desigual y combinado de la evolución económica, basada en una convergencia entre las fuerzas tradicionales del atraso y de la modernidad, lo que lo hizo dudar de la viabilidad de la modernidad y del desarrollo, ya en épocas muy tempranas del siglo XX, la importancia estratégica de las tareas político-culturales, todos estos elementos aparecen en su interpretación marxista de la sociedad peruana, en gran medida divergente de las líneas centrales del marxismo canónico contemporáneo de la Tercera Internacional.

Ese marxismo latinoamericano que Mariátegui puso en acción continuó inspirando durante décadas el pensamiento latinoamericano, y está sin duda presente en gran parte de la producción crítica posterior a su época.

Otra incorporación re-significante de la mayor importancia fue la que se procesó en relación a la doctrina social de la Iglesia católica, y por extensión en relación al pensamiento social cristiano, a través de la Teología de la Liberación (Boff, 1992) y de la Filosofía de la Liberación (Dussel, 2008). Realizando una verdadera inversión de sus procedimientos evangelizadores, una parte significativa de la Iglesia latinoamericana abrazó el compromiso con los sectores populares como centro de su actividad pastoral. Al mismo tiempo, teólogos y filósofos propusieron profundas reconversiones de las orientaciones doctrinarias, en nuevas traducciones y elaboraciones que tenían ahora como fundamento el enraizamiento de la Iglesia junto a los pobres y al suelo latinoamericano.

En 2015, la encíclica Laudatio si’, del Papa Francisco I, recuperando la inspiración de fraternidad con la naturaleza de san Francisco de Asís, e incorporando, al mismo tiempo, la reflexión latinoamericana de ecología política, constituyó un documento de especial trascendencia, vinculada con una larga y efectiva tradición de pensamiento crítico latinoamericano (Francisco, 2015).

Dice al respecto Antonio Elizalde (2015: 145-146): “La lectura detallada de los documentos analizados me permiten afirmar que: a) en la Encíclica Laudato si’ del papa Francisco se recoge gran parte, si no toda, la reflexión que desde América Latina se ha venido haciendo en torno a los problemas de la sustentabilidad y de la justicia social; b) su planteo es un llamado a un profundo cambio de los ejes civilizatorios; c) su tono aparentemente catastrofista, expresa no obstante una profunda esperanza en que es posible torcer el rumbo y esboza los principales caminos para ello; d) recupera la figura de Francisco de Asís y marca con ello el camino que debería seguir la mayor institución del planeta: la Iglesia católica; e) con un lenguaje sin ambigüedades critica a los poderes fácticos (económicos y políticos) que hoy gobiernan el mundo y a las conductas, creencias y actitudes de quienes los ejercen; f) propone una conversión ecológica hacia la sobriedad, la humildad, la fraternidad, una nueva solidaridad universal y una cultura del cuidado; y g) convoca a difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.”

A pesar de las afinidades que estamos destacando entre la actual ecología política latinoamericana y las tradiciones del pensamiento crítico, creemos que las herencias y los diálogos posibles no son generalizables en toda su extensión. Gran parte del pensamiento crítico latinoamericano tiene como referencia una visión convencional del desarrollo y de la modernidad, y su lectura de la realidad social tiende a privilegiar actores políticos vinculados a esos proyectos, menospreciando o haciendo invisibles a otros actores, justamente aquellos que la perspectiva de la ecología política tiende a recuperar (pueblos indígenas y poblaciones tradicionales, mujeres, etc.).

Mientras en general los ecólogos políticos se aproximan a las posiciones del Buen Vivir, el pensamiento crítico mantiene aún en gran parte su veneración por la versión convencional del desarrollo como modelo normativo sociopolítico de referencia.

El pensamiento crítico acostumbra a ser monocultural. Observa Boaventura de Souza Santos: “La riqueza del pensamiento popular, campesino e indígena ha sido totalmente desperdiciada. El mayor desafío al pensamiento crítico es el menos visible: el desafío de una transformación epistemológica profunda que haga de él un agente de justicia cognitiva. No se trata sólo de un nuevo pensamiento crítico, sino de una manera diferente de producir pensamiento crítico” (2009: 17).

Propuestas equivalentes vienen siendo sostenidas por la reflexión ecopolítica (Leff, 2006) o descolonial (Grosfoguel, 2007). Y también es verdad que la referencia político-organizativa convencional del pensamiento crítico latinoamericano es centralizada, vertical y tendencialmente refractaria al autonomismo popular.

Así siendo, parecería que el socialismo campesino-indígena de inspiración mariateguiana, la crítica orientada por la problemática de la descolonialidad y una perspectiva actualizada de la Teología de la Liberación, que incorpore activamente la orientación ecopolítica, constituyen quizás los espacios de interlocución privilegiada de la ecología política latinoamericana con la herencia del pensamiento crítico de la región.

Una visión renovadora y estimulante fue propuesta por el antropólogo colombiano Arturo Escobar (2016). Según su punto de vista, el pensamiento crítico latinoamericano no está en crisis, sino en plena expansión y efervescencia. En realidad, Arturo sostiene la necesidad de una transformación de la propia concepción de ese pensamiento crítico, llevándolo a trascender la perspectiva clásica de la izquierda política convencional, e incorporando con propiedad dos nuevas vertientes: la “autonómica”, que incluye la vasta pluralidad de movimientos populares que, a lo largo y lo ancho del continente, están activados por la búsqueda de sus reivindicaciones de identidades diferenciadas, de autonomía y reconstrucción cultural, de ampliación o instalación de derechos (a partir de una lógica de diferencia, autoorganización y complejidad), y lo que él denomina “el pensamiento de la tierra”, movimientos que se fundamentan en la relación única y constitutiva que las comunidades tienen con la naturaleza localizada y sus territorios, y que llevan a la formulación de “políticas de lugar”.

Para Escobar, el pensamiento crítico latinoamericano actual existe y se está reconstruyendo en la interrelación entre esos dos componentes, los movimientos autonómicos y el pensamiento de la tierra, con una renovada cultura de la izquierda política y social.

Referencias

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[1] https://ejatlas.org/.

[2] CEPAL, Comisión Económica para América Latina, creada por las Naciones Unidas a partir de 1950, constituyó un núcleo de elaboración sobre las particularidades de la región y de discusión de estrategias para su desarrollo

[3] La teoría de la dependencia, desarrollada durante las décadas de los años 1960 y 1970, ponía su énfasis analítico en la caracterización primordial del carácter dependiente de las sociedades latinoamericanas.

[4] José Carlos Mariátegui (1894-1930) fue un notable pensador y activista peruano autodidacta, que realizó una particular apropiación del marxismo a partir de la realidad latinoamericana. Produjo una destacada obra intelectual, que incluyó sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, y una intensa actividad periodística crítica, que se expresó en su revista Amauta, dedicada a conectar entre sí a los intelectuales críticos latinoamericanos, en sintonía con las corrientes más vanguardistas del escenario internacional. Escéptico en relación al “progreso” inducido por el capital imperialista y las burguesías nacionales, prefirió pensar en un socialismo construido a partir de las tradiciones comunitarias indígenas.

[5] La Teología de la Liberación, vigente desde la década de los 1960, enfatiza el compromiso de los cristianos con la lucha por la justicia social, su “compromiso con los pobres”.

[6] El Programa Modernidad/Colonialidad es un proyecto intelectual desarrollado por una amplia red de intelectuales latinoamericanos a partir del año 2000. Pone a la condición de colonialidad como constituyente de la realidad regional desde el siglo XVI, como un reverso oculto y negado de la modernidad europea.

[7] ¿Cómo caracterizar, sino como un pensamiento crítico, basado en el reconocimiento desgarrado de una problemática identidad, esta reflexión de Simón Bolívar?: “No somos europeos, no somos indios, somos una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión, y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores: así, nuestro caso es el más extraordinario y complicado” (citado en Roig, 2004). Y ¿cómo no reconocer urgencias reiteradas y aún actuales en esta convocatoria de la Generación argentina de 1837?: “Procuremos, como Descartes —decía Esteban Echeverría—, olvidar todo lo aprendido, para entrar con toda la energía de nuestras fuerzas en la investigación de la verdad. Pero no de la verdad abstracta, sino de la verdad que resulte de los hechos de nuestra historia, y del reconocimiento pleno de las costumbres y del espíritu de la nación” (citado en Roig, 2004).

[8]José Aricó (1931/1991) fue un intelectual autodidacta y activista marxista argentino. En la década de los 1950, realizó las primeras traducciones al castellano de obras de Antonio Gramsci, y en las décadas de los 1960 y los 1970 dirigió la colección Cuadernos de Pasado y Presente, que a lo largo de noventa y nueve títulos incorporó nuevas vertientes del pensamiento de izquierda internacional. Su pensamiento se organizó a partir de una lectura heterodoxa de la tradición marxista clásica y una valorización de la experiencia latinoamericana, de la que es ejemplo su libro Marx y América Latina (1982).

[9] Lo que, dicho sea de paso, nos excluye de la discusión postcolonial en los términos colocados al interior del ex Imperio británico (Coronil, 2008; Pratt, 2008; entre muchos otros).

[10] Claro que también es pertinente preguntarse hasta qué punto los “países centrales”, o como se les quiera llamar, no están también en proceso de formación, en cuyo caso el Sur muestra el futuro del Norte, como proponen Comaroff y Comaroff (2013).

[11] Desde luego que coincidimos con Ramón Grosfoguel cuando, tomando como referencia el movimiento zapatista, defiende el trabajo intelectual que se piensa como “movimiento de retaguardia”, el andar preguntando (2007: 76-77).

Brasil en horas críticas: siete canciones emblemáticas que expresaron el malestar de una época. Emmanuel Ganora. 2018

Durante la campaña presidencial, los músicos más populares del gigante sudamericano jugaron un rol central en la oposición a Jair Bolsonaro, siguiendo así una larga tradición de cantantes y compositores comprometidos con el devenir del país. En este sentido, Culto seleccionó las canciones de mayor simbolismo que en el pasado fueron himnos de una generación en los años duros de la dictadura militar (1964-1985).es de mayor simbolismo que en el pasado fueron himnos de

Contrario a las advertencias de prácticamente todo el mundo cultural brasilero, el candidato presidencial de ultra derecha, Jair Bolsonaro, fue electo presidente de Brasil. Atrás quedaron todas las formas de activismo que desplegaron, principalmente, los músicos populares del gigante sudamericano; entrevistas, mensajes en redes sociales y participaciones en mitines del postulante perdedor, Fernando Haddad.

Así, aprovechando el alcance que tienen sus obras en un país que cultiva a sus ídolos, y a la atención y respeto que concitan en el exterior, artistas como Gilberto Gil, Caetano Veloso y Chico Buarque fueron férreos opositores a las ideas radicales expresadas por Bolsonaro. Veloso, de hecho, fue uno de los más activos; entrevistó a Roger Waters, publicó una columna en The New York Times titulada “Se avecinan tiempos oscuros en mi país” y hasta compuso una canción con un título contingente: “Ele Nao”.

Buarque, Veloso y Gil, de hecho, son figuras que se repiten a lo largo de a historia brasilera. Fue en los años de la dictadura (1964-1985) que lo más granado de la llamada MPB expresaron su oposición al régimen militar de la época- del que Bolsonaro se ha declarado un tributario-, pagando a veces un costo personal de prisión y exilio.

Culto hizo una revisión de las canciones imprescindibles que en el pasado reflejaron el malestar de una época en el país del “orden y progreso”.

Pra Não Dizer que não falei das Flores

Luego de haber ingresado a la Universidad de Río de Janeiro a estudiar Derecho, Geraldo Vandré incursionaría en la música al asociarse con el cantautor Carlos Lyra, uno de los referentes del bossa nova que venía en retirada de aquel género. En 1965 alcanzó la fama al lograr el primer lugar del Festival TV Record con la canción “Disparada”, certamen donde compartió el primer lugar con “A banda” de un joven Chico Buarque.

No bien disfrutaba de sus primeros minutos de fama, hasta que compuso la canción “Pra Não Dizer que não falei das flores” (“Para que no digan que no hablé de las flores”). Era 1968, apenas 4 años de gobierno de facto, y Vandré movilizaba a los opositores con versos como los siguientes:

“Por los campos hay hambre en grandes plantaciones

Por las calles marchando indecisos cordones

donde hacen de la flor su más fuerte refrán

y creen en las flores venciendo al cañón”.

La canción alcanzó un impacto tal que rápidamente se transformó en un himno de la oposición a la dictadura, particularmente del movimiento estudiantil. La canción, por cierto, fue censurada. Al poco tiempo, el gobierno emitió el tristemente célebre “Acto Institucional N-5”, donde los militares ratificaron la suspensión de los derechos políticos, con la consiguiente persecusión y exilio de la disidencia. Algunos cronistas, de hecho, sugieren que el impacto de la canción, también conocida como “Caminhando”, gatilló la emisión de dicho decreto.

Vandré saldría al exilio en Chile ese mismo año, retornando a Brasil en 1973. Desde entonces, sus apariciones públicas se redujeron al mínimo, con un consiguiente silencio musical que perdura hasta hoy.

Aquele Abraço

En la segunda mitad de los sesenta, dos jóvenes músicos de Salvador de Bahia hacen furor en la juventud de clase media. Se trata de Caetano Veloso y Gilberto Gil, una de las duplas más productivas en la música brasilera. Ambos, junto a otros artistas como Tom Zé y Os Mutantes, lideraron el movimiento Tropicalismo donde, inspirados en la obra del artista de vanguardia Helio Oiticica, fusionaron los géneros más populares del país, samba y bossa nova, lo fusionaron con Rock&Roll y lo llenaron de mensajes irónicos y politizados donde, entre otras cosas, Veloso mostraba su canción “É Proibido Proibir”.

Poco demoró la dictadura para definir que esos extravagantes artistas eran incómodos al régimen. Así que en 1969, Gil y Veloso fueron encarcelados durante dos meses -en Río de Janeiro y posteriormente en Salvador de Bahia-, previo exilio de tres años en Londres. Previo a eso, y a modo de despedida, ambos músicos realizaron un concierto en el teatro Castro Alves de la capital bahiana. En ese concierto, Gil estrenó uno de sus composiciones más exitosas que sublimó el dolor de esos años.

En la autobiografía escrita por Veloso, Verdad tropical, el músico rememora: “Estábamos en la sala de la casita de Pituba y la samba me hizo llorar (…) el sentimiento de amor y perdón que se imponía sobre la herida y, en especial, que se dirigiera a Río de Janeiro, ciudad que siento íntimamente mía por ser, como dice Joao Gilberto y ya he mencionado, “la ciudad de los brasileños”, todo eso me conmovió muchísimo y se me saltaron las lágrimas de manera convulsiva. En el teatro, la canción también cautivó al auditorio, que la cantó como si la conociera desde hace mucho tiempo. Gracias a la ironía de ese tema -que parecía un canto de despedida de Brasil sin sobra de rencor- nos sentimos a la altura de las dificultades que afrontamos”, dice Veloso.

“Aquele abraco (“Aquel abrazo”) era, en ese sentido, lo opuesto a mi estado de ánimo, y yo entendía, conmovido, desde el fondo del pozo de la depresión, que era el único modo de asumir un tono de ‘vamos hacia adelante’ sin que nos aplastaran”, agrega.

La canción menciona una serie de referentes cariocas, a las que a todas Gilberto Gil les dedica un abrazo:

“Mi camino por el mundo

yo mismo lo trazo

Y Bahia ya me dio

poder y compás

Quien sabe de mi soy yo

Aquel abrazo

Para usted que ya me olvidó

Aquel abrazo

Aló, Rio de Janeiro

Aquel abrazo

Todo el pueblo brasileño

Aquel Abrazo”, dice un extracto de la canción.

Patria Minha

Noviembre de 1969. El poeta Vinicius de Moraes, compositor del hit mundial “Garota de Ipanema”, se embarca en una gira a Portugal junto al guitarrista Baden Powell, con quien, tres años antes, hicieran el álbum Os Afrosambas uno de los discos innovadores en la obra de ambos artistas. Una vez en Lisboa, De Moraes se encierra en el hotel y pide expresamente que no lo molesten, cansado del trajín de rockstar que, pese a su respetable edad, cargaba en su faceta de músico.

De pronto, desde la recepción comienzan a avisarle que en el hall se aglomeran periodistas esperando una reacción suya a la emisión del Acto Institucional Número 5. Al siguiente show, el recital llega a su fin con “Canto de Ossanha”, en el que De Moraes hace una obertura con la lectura de su poema “Patria Minha” (“Patria Mía”), mientras Powell toca los acordes del himno de Brasil en guitarra. “Hoy me gustaría decirles a ustedes que en mi país fue instaurado hoy el Acto institucional número 5. Personas están siendo perseguidas, asesinadas, torturadas”, advirtió el poeta.

“Ganas de besar los ojos de mi patria

yo que no tengo patria

de mimarla, de pasarle la mano por sus cabellos

ganas de cambiarle los colores del vestido (auriverde!) tan feas

de mi patria, de mi patria sin zapatos y sin medias

Patria mía, tan pobrecita”, dice un fragmento del poema.

Una vez finalizado el concierto, De Moraes entró en estado de conmoción, particularmente por la posibilidad de no poder volver a su país. “Voy a volver de cualquier manera. Y si me agarran y me echan, yo me mato!”, exclamó el poeta, según la biografía Vinicius de Moraes, o Poeta da Paixão, texto donde se agrega un cándido plan del artista para cortarse las venas con los vidrios de sus anteojos.

En marzo de 1969, los militares expulsaría a Vininha de los registros del Palacio Itamaraty, recinto de la cancillería brasilera. “Dimitan a ese vagabundo”, sentenció el presidente de entonces, el general Artur Costa e Silva, en documento interno a su canciller. Ni siquiera hubo argumentaciones políticas para su expulsión -que, para la época, De Moraes ya estaba prácticamente congelado en el servicio diplomático desde que se instauró la dictadura cinco años antes-, siendo motivo de especial irritación la vida bohemia de showman que Vinicius de Moraes -“poeta e diplomata” como gustaba presentarse- cultivaba con especial esmero.

Apesar de Voce

A fines de los sesenta, Chico Buarque ya había superado el mote de “joven promesa” para, a su corta edad, lograr instalarse en el canon de artista consagrado. Su música y su potente pluma han sido su marca registrada. Sin embargo, una vez instalada la dictadura, Buarque politiza su propuesta. Colaborador constante de dramaturgos y cineastas, Buarque va engrosando su obra de una constate y refinada crítica al régimen militar. A fines de los sesenta, por ejemplo, Buarque ya había incursionado en la dramaturgia con la obra Roda Viva, censurada en 1969.

Ese mismo año, Buarque es encarcelado. Al salir, él y su familia se exilian en Italia. Imbuido de nostalgia, el trovador compone “Apesar de Voce” (“A Pesar de Usted”). La canción es estratégica; evita alusiones explícitas y la acompaña una pegajosa samba. Vuelve a Brasil en 1970 y lanza su canción que, pese a las metáforas, quedaba meridianamente clara su intención:

“Hoy es usted el que manda

ya habló, está hablado

Y no hay discusión, no.

Mi gente hoy anda hablando de lado

y mirando al suelo, viste?

Usted que inventó este estado

Inventó de inventar toda oscuridad

Usted que inventó el pecado

Olvidó de inventar el perdón

A pesar de usted, mañana será otro día”, señala el inicio de la canción.

El tema pasa la censura de la dictadura y sólo en una semana vende 100 mil copias, lo que en pocos días ya había sido transformado en un himno. Alertados por el poder de la canción, el régimen la censura de las radios y retiran todos los discos que contengan la canción, tanto de Chico Buarque como la versión de otros intérpretes.

Pese a ello, el tema suele asomar en movilizaciones y protestas en Brasil hasta el día de hoy.

Sociedade alternativa

En 1974 el músico Raúl Seixas, considerado por muchos como el padre del rock brasilero, lanza al mercado la canción “Sociedade Alternativa”, título homónimo de un colectivo al que perteneció el músico en las que se oponían al capitalismo, defendían la libertad individual a ultranza, además de practicar la magia negra.

“Viva, viva la Sociedad Alternativa

haz lo que quieras, será toda la ley”, dice parte de la canción coescrita por un joven Paulo Coelho (también escritor en las sombras de Rita Lee y Elis Regina)

El tema, abiertamente provocador, no demoró mucho en ser censurado, mientras que los agentes de la represión fueron tras Seixas y Coelho, quienes fueron apresados y torturados. Tras salir en libertad Seixas, apodado también “Maluco Beleza” -“Loco Lindo”, en traducción libre-, se exilia por un tiempo en EE.UU,

La canción sigue siendo sinónimo de rebeldía y ha sido ampliamente versionada en Brasil. OS Paralamas do Sucesso, por ejemplo, suelen interpretarla en sus recitales.

Cálice

Nuevamente Chico Burque instala una canción que horadó la moral de la dictadura. Compuesta en conjunto con Gilberto Gil en 1973 para ser presentada en un concierto organizado por el sello Phonogram, a la hora de la presentación a los cantantes les apagaron los micrófonos, luego de haber sido presionados por la censura de la época. Pasaron cinco años para que Buarque la relanzara junto a la voz de Milton Nascimento y el coro de MPB4.

A partir de la referencia litúrgica católica sobre la sangre de Cristo -idea adjudicada a Gil-, la letra es derechamente de denuncia al régimen. Además, cuenta con la particularidad que la pronunciación de “Cálice” asemeja a la sonoridad de “Cale-se” (“Cállese) :

“Cómo es difícil despertar callado

Si en el silencio de la noche, yo me daño

Quiero lanzar un grito deshumano

Que es una manera de ser escuchado

Ese silencio todo me tortura

Y torturado permanezco atento

en la gradería, para que en cualquier momento,

ver emergir el monstruo de la laguna

padre, aparta de mi este cáliz

de vino tinto, de sangre”, dice un pasaje de la canción.

Por la misma época, la cantante María Bethania la incluyó en su álbum Alibí. Su particular voz telúrica le confiere a la canción un color que estremece.

O bebado e o equilibrista

Elis Regina fue una de las voces mayores de Brasil. Interpretó todos los géneros y estilos posibles de música brasilera con gran soltura y reconocimiento. Los compositores se peleaban por presentarles nuevas canciones para que ella pusiera la potencia de su voz, como es el caso del propio Gilberto Gil, quien ha dicho que suele componer canciones pensando en cómo le sentaría a la voz de Regina. También colaboró con los músicos más notables de la época, como cuando junto a Tom Jobim lanzan el célebre disco Elis&Tom, disco que contiene la versión más famosa de “Aguas de Março”.

Pese a todo lo anterior, en los setenta “Pimentinha” -Pimientita, apodo referente a su personalidad exuberante y lenguaraz- da un giro y comienza a apostar por jóvenes compositores de la época. Con algunos de estos poetas coincide en su postura crítica a la dictadura, gobierno al que calificó como una “camarilla de gorilas” en una entrevista de 1969. Es así como llega a João Bosco y Aldir Blanc, quienes le presentaron la canción “O Bebado e o equilibrista”. (“El Borracho y el Equilibrista”)

El tema toma como punto de partida la figura de Charles Chaplín, personaje que, con sutileza, es traslado a la situación de derechos humanos que en los años setenta asolaba en Brasil. Una de las estrofas es pura crudeza:

“(…)que sueña con la vuelta del hermano de Henfil

con tanta gente que partió

En la cola de una bengala

Llora nuestra madre gentil

Lloran Marías y Clarices

No sólo de Brasil

Pero sé que un dolor así de pungente

No ha de ser inútilmente, la esperanza….”.

Este fragmento hace alusión a Henfil, famoso periodista y caricaturista y su hermano, el sociólogo Hebert José de Sousa (Betinho), exiliado en Chile, Canadá y México. Las menciones a “Marías y Clarices”, en tanto, son en referencia a las esposas de Manuel Fiel Filho -obrero metalúrgico- y Vladimir Herzog -Periodista- respectivamente, ambos asesinados por la dictadura. De los llamados “casos emblemáticos”.

La canción se alzó a un nivel de liturgia respecto a la oposición de la dictadura, especialmente en relación al exilio brasilero. De hecho, el año de su lanzamiento, 1979, la dictadura recién abría sus puertas para el retorno de sus propios desterrados.

Toma de posición: Contra la guerra imperial de Putin en Ucrania. Colectivo Left East

Los miembros del colectivo LeftEast están horrorizados por la violenta agresión militar en Ucrania que ha degenerado en guerra. Amenaza con sumir a nuestra región en un baño de sangre a una escala no vista en décadas. Condenamos inequívocamente la criminal invasión del Kremlin y llamamos a la retirada de las tropas rusas hasta la frontera internacional. Si no olvidamos la responsabilidad de Estados Unidos, la OTAN y sus aliados en el inicio de esta guerra, el agresor evidente en la situación actual sigue siendo la élite política y económica rusa.

Nuestros esfuerzos deben estar dirigidos a exponer esta imperdonable invasión imperialista de Ucrania por parte de Rusia, para la cual la expansión agresiva de la OTAN y el régimen ucraniano post-Maidan también han allanado el camino. Con espíritu revolucionario y en solidaridad con los pueblos de Ucrania, Rusia y la región, decimos “¡No! en Moscú hoy y “¡No!” a la falsa elección entre Moscú y la OTAN en el futuro. Pedimos un alto el fuego inmediato y el regreso a la mesa de negociaciones. Los intereses del capital mundial y su complejo militar no merecen derramar una gota más de sangre de los pueblos. ¡Paz, tierra y pan!

Rechazamos el capitalismo oligárquico, el neoliberalismo autoritario y el anticomunismo regional, promovidos por las fuerzas anticomunistas mundiales, responsables de la situación actual. Como anunció Putin en su “lección de historia” del 21 de febrero : “¿Quieres la descomunistización? Estamos completamente de acuerdo. Pero no es necesario, como se dice, quedarse a mitad de camino. Estamos dispuestos a mostrarles lo que significa la verdadera descomunistización de Ucrania.

El ataque del Kremlin es, de hecho, la culminación de este proceso de descomunistización.La alternativa, basada en el ultranacionalismo y las ideologías de extrema derecha, solo beneficiará a un puñado de políticos, mientras que las poblaciones estarán condenadas a un ciclo interminable de sufrimiento y odio. Económicamente, este anticomunismo nos ha traído el capitalismo oligárquico y la pobreza, que conocemos en Rusia, Ucrania y toda Europa del Este. Políticamente, nos ha traído gobiernos que apenas se preocupan por representar a su población.

Afirmamos firmemente que:

 (1)¡Hacemos responsable al Kremlin por este acto de guerra! El Estado ruso ha invadido Ucrania en nombre de una nostalgia imperial reaccionaria, en completa oposición a la solidaridad internacionalista ejemplificada por los movimientos revolucionarios pasados y presentes en Europa del Este. El nacionalismo de la “Gran Rusia” de Putin es un intento criminal y fútil de hacer valer su poder a nivel internacional, al negar la rica diversidad cultural de Europa del Este. Nos solidarizamos con todos los grupos socioculturales de la región y defendemos un ideal de solidaridad pacifista, a través de la lucha por un mundo mejor para todas y todos.

(2) Si bien consideramos al Kremlin como el iniciador de esta guerra y el principal agresor en la actualidad, tenemos presente la responsabilidad de Estados Unidos, de sus aliados y del capital transnacional en esta desastrosa situación. Su negativa a negociar con Rusia sobre las preocupaciones de expansión de la OTAN ha avivado las llamas de la guerra, ignorando los numerosos llamamientos a la distensión, incluso del gobierno ucraniano. A raíz de la pandemia, las élites económicas y políticas de Estados Unidos y de los otros estados capitalistas avanzados están tratando de desviar la atención de sus poblaciones de su falta de legitimidad democrática y de la hegemonía económica del proyecto “Euro-Atlántico”.

Fomentan la reanudación de la acumulación capitalista a expensas de las poblaciones de Europa del Este. Por su parte, un Putin belicista con ambiciones imperialistas, está utilizando la crisis socioeconómica ligada a la transición post-socialista, y reforzada por la pandemia tanto en Rusia como en Ucrania, para inflamar los sentimientos nacionalistas y los conflictos etnonacionalistas. El proceso de integración de la región en esta alianza Euro-Atlántica, impulsado por una búsqueda expansionista de beneficios, ha dado lugar así a un casus belli: ha conducido a una guerra total en Ucrania.

 (3) Rechazamos el anticomunismo regional, del que Putin y su promesa de “descomunistización” son la encarnación, que goza del apoyo apenas disimulado de una parte de la izquierda y de los liberales que presentan cualquier oposición a Putin como “comunista”, mientras su gobierno estigmatiza y brutaliza a la oposición de izquierda y los movimientos antifascistas, anarquistas y contra la guerra en Rusia.

Pero igualmente rechazamos los regímenes con políticas antisociales en Rusia y Ucrania, basados en el capitalismo oligárquico y que nutren el nacionalismo y las ideologías de extrema derecha, así como los regímenes oportunistas en Europa del Este con retóricas militaristas que se benefician de la desgracia de las y los más pobres.

(4) Rechazamos las llamadas “leyes y reformas de descomunistización” de los últimos años en Rusia y Ucrania. Los dos “campos enemigos”, Rusia y EE.UU./OTAN, son fuerzas imperialistas y capitalistas que siguen el camino del neoliberalismo anticomunista autoritario. Este camino común, también emprendido por Ucrania, se refleja en la adopción de leyes neoliberales sobre el trabajo y la propiedad de la tierra destinadas a impedir el acceso a la tierra y el despojo de los pequeños agricultores, así como el despliegue de reformas económicas y sociales que exponen a las personas a la explotación y a la pobreza. Esto ha llevado a una crisis socioeconómica sin precedentes en Rusia y Ucrania, con impacto regional y global.

 (5) Contrariamente a la glorificación del gobierno ucraniano, presentado como plenamente democrático, cuestionamos el régimen post-Maidan, responsable de una represión de la izquierda y de la oposición, la prohibición de los principales partidos de oposición y el bloqueo de los medios de comunicación de la oposición, como así como de políticas lingüísticas discriminatorias respaldadas por la negativa a reconocer y aceptar la diversidad política, étnica y cultural de Ucrania. También condenamos su política de sabotaje de los acuerdos de Minsk durante los últimos siete años. Las actuales medidas de “descomunistización” indican claramente que no podemos simplemente proponer un retorno al statu quo en Ucrania.

 (6) Rechazamos las soluciones campistas que buscan la salvación en la unidad Euro-Atlántica racista y militarista o un eurasianismo vengativo, en lugar de apoyar las verdaderas luchas por un cambio social radical, la democracia, el poder de los trabajadores y trabajadoras, la inclusión y la liberación.

(7) Frente a estas ideologías reaccionarias que no auguran más que derramamiento de sangre, la pobreza y la división, defendemos la herencia de los movimientos revolucionarios de Europa del Este. En sus tradiciones, perseguimos críticamente la lucha contra el capitalismo, el imperialismo y el militarismo y la promesa de igualdad religiosa, étnica y de género. Esta lucha en solidaridad con todos los hombres y mujeres trabajadoras y las y los oprimidos de nuestra región es la única esperanza de un futuro mejor para los ucranianos/as y rusos/as y para los grupos históricamente oprimidos de la región: las comunidades romaníes, judías, tártaras y migrantes, las mujeres y las minorías sexuales. En este espíritu, proclamamos nuestra solidaridad con las y los presos políticos en Ucrania y en Rusia y nuestro apoyo al movimiento por una democracia anticapitalista radical en los dos países.

 Exigimos un alto el fuego inmediato, medidas contra la guerra que afecten a la élite económica y política sin penalizar a las trabajadoras y los trabajadores a los y pueblos de los países afectados, y negociaciones que tengan en cuenta los errores del pasado y las políticas sociales y económicas que han conducido a nuestra región a la guerra. Somos solidarios de los movimientos anticapitalistas y anti-guerra en Ucrania y Rusia. No nos hacemos ilusiones sobre las promesas de la democracia liberal. ¡Ni guerra entre los pueblos, ni paz entre las clases!

 Hacemos un llamado a los camaradas de todo el mundo para que presionen a sus gobiernos para que garanticen una recepción plena y humana de los refugiados y refugiadas de Ucrania y de todas las demás zonas de conflicto, exijan el establecimiento de una vía rápida hacia la paz y expresen su solidaridad con aquellas y aquellos cuyas vidas se ven afectadas por la guerra y el nacionalismo. Tomamos como guía el ejemplo de la larga historia del internacionalismo y el pacifismo de izquierda.

(Publicado originalmente en LeftEast y traducido al castellano por Viento Sur)

No habrá paisaje después de la batalla. EZLN. 2 de marzo de 2022. 

A quienes firmaron la Declaración por la Vida:

A la Sexta nacional e internacional:

Compañer@s y herman@s:

Les decimos nuestras palabras y pensamientos sobre lo que ocurre actualmente en la geografía que llaman Europa:

PRIMERO.- Hay una fuerza agresora, el ejército ruso.  Hay intereses del gran capital en juego, por ambos lados.  Quienes padecen ahora por los delirios de unos y los taimados cálculos económicos de otros, son los pueblos de Rusia y Ucrania (y, tal vez pronto, los de otras geografías cercanas o lejanas).  Como zapatistas que somos no apoyamos a uno ni a otro Estado, sino a quienes luchan por la vida en contra del sistema.

Cuando la invasión multinacional a Irak (hace casi 19 años), con el ejército norteamericano a la cabeza, hubo movilizaciones en todo el mundo en contra de esa guerra.  Nadie en su sano juicio pensó que oponerse a la invasión era ponerse del lado de Sadam Hussein.  Ahora es una situación similar, aunque no igual.  Ni Zelenski ni Putin.  Alto a la guerra.

SEGUNDO.- Distintos gobiernos se han alineado a uno u otro bando, haciéndolo por cálculos económicos.  No hay ninguna valoración humanista en ellos.  Para estos gobiernos y sus “ideólogos” hay intervenciones-invasiones-destrucciones buenas y hay malas.  Las buenas son las que realizan sus afines, y las malas las que perpetran sus contrarios.  El aplauso al criminal argumento de Putin para justificar la invasión militar de Ucrania, se convertirá en lamento cuando, con las mismas palabras, se justifique la invasión a otros pueblos cuyos procesos no sean del agrado del gran capital.

Invadirán otras geografías para salvarlas de la “tiranía neonazi” o para terminar con “narco-estados” vecinos.  Repetirán entonces las mismas palabras de Putin: “vamos a desnazificar” (o su equivalente) y abundarán en “razonamientos” de “peligro para sus pueblos”.  Y entonces, como nos dicen nuestras compañeras en Rusia: “Las bombas rusas, los cohetes, las balas vuelan hacia los ucranianos y no les preguntan sobre sus opiniones políticas y el idioma que hablan”, pero cambiará la “nacionalidad” de las unas y de los otros.

TERCERO.- Los grandes capitales y sus gobiernos de “occidente” se sentaron a contemplar –e incluso a alentar- cómo la situación se iba deteriorando.  Luego, iniciada ya la invasión, esperaron a ver si Ucrania resistía, y haciendo cuentas de qué se podía sacar de uno u otro resultado.  Como Ucrania resiste, entonces sí empiezan a extender facturas de “ayuda” que serán cobradas después.  Putin no es el único sorprendido por la resistencia ucraniana.

Quienes ganan en esta guerra son los grandes consorcios armamentistas y los grandes capitales que ven la oportunidad para conquistar, destruir/reconstruir territorios, es decir, crear nuevos mercados de mercancías y de consumidores, de personas.

CUARTO.- En lugar de acudir a lo que difunden los medios de comunicación y las redes sociales de los bandos respectivos –y que ambos presentan como “noticias”-, o a los “análisis” en la súbita proliferación de expertos en geopolítica y suspirantes por el Pacto de Varsovia y la OTAN, decidimos buscar y preguntar a quienes, como nosotras, se empeñan en la lucha por la vida en Ucrania y Rusia.

 Después de varios intentos, la Comisión Sexta Zapatista logró hacer contacto con nuestros familiares en resistencia y rebeldía en las geografías que llaman Rusia y Ucrania.

QUINTO.- En resumen, éstos nuestros familiares, quienes además levantan la bandera de la @ libertaria, se mantienen firmes: en resistencia quienes están en el Donbass, en Ucrania; y en rebeldía quienes caminan y trabajan las calles y campos de Rusia.  Hay detenidos y golpeados en Rusia por protestar contra la guerra.  Hay asesinados en Ucrania por el ejército ruso.

 Les une entre ellos, y a ellos con nosotros, no sólo el NO a la guerra, también el repudio a “alinearse” con gobiernos que oprimen a su gente.

  En medio de la confusión y el caos en ambos lados, les mantienen firmes sus convicciones: su lucha por la libertad, su repudio a las fronteras y sus Estados Nacionales, y las respectivas opresiones que sólo cambian de bandera.

 Nuestro deber es apoyarles en la medida de nuestras posibilidades.  Una palabra, una imagen, una tonada, un baile, un puño que se levanta, un abrazo –así sea desde geografías lejanas-, son también un apoyo que animará sus corazones.

 Resistir es persistir y es prevalecer.  Apoyemos a estos familiares en su resistencia, es decir, en su lucha por la vida.  Se los debemos y nos lo debemos a nosotros mismos.

SEXTO.-  Por lo anterior, llamamos a la Sexta nacional e internacional que no lo ha hecho todavía, a que, de acuerdo a sus calendarios, geografías y modos, se manifiesten en contra de la guerra y en apoyo de l@s ucranian@s y rus@s que luchan en sus geografías por un mundo con libertad.

 Asimismo, llamamos a apoyar económicamente la resistencia en Ucrania en las cuentas que nos indicarán en su momento.

Por su parte, la Comisión Sexta del EZLN está haciendo lo propio, enviando un poco de ayuda a quienes, en Rusia y Ucrania, luchan contra la guerra.  También se han iniciado contactos con nuestros familiares en SLUMIL K´AJXEMK´OP para crear un fondo económico común de apoyo a quienes resisten en Ucrania.

Sin dobleces, gritamos y llamamos a gritar y exigir: Fuera el Ejército Ruso de Ucrania.

Hay que parar ya la guerra.  Si se mantiene y, como es de prever, escala, entonces tal vez no habrá quien dé cuenta del paisaje después de la batalla.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Moisés.

SupGaleano

Comisión Sexta del EZLN.

2 de marzo del 2022.

(Nota originalmente publicada en Enlacezapatista)

La izquierda ante la invasión a Ucrania, mantener el timón con firmeza. Raul Zibechi. 5 de marzo de 2022. 

En los períodos de caos sistémico, es más importante que nunca “mantener con firmeza el timón”, nos alertaba Immanuel Wallerstein. Se refería a no ceder ante la tentación de las generalizaciones, o del universalismo, pero tampoco dejarse atrapar en los detalles, en la tendencia a ver sólo la coyuntura desgajada del contexto. De alguna manera, era un llamado al equilibrio analítico, en momentos en los cuales a la natural complejidad socio-histórica se le suma la dificultad de “manejar un bote en aguas turbulentas”, como señala el sociólogo.

La izquierda global, esa amalgama contradictoria en la que se pueden incluir gobiernos de izquierda y progresistas, partidos políticos, movimientos sociales e intelectuales de referencia, se ha expresado estos días con los más diversos matices. Se trata de algo más que la falta de  unanimidad, algo realmente saludable: estamos ante la inexistencia de valores comunes, más allá de un casi generalizado y abstracto rechazo a la guerra.

Los pronunciamientos de la izquierda latinoamericana repiten, más o menos, los mismos argumentos que se han venido desplegando en los últimos años, en particular desde que levantara vuelo el proceso bolivariano en Venezuela.

De ese modo, los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela apoyan de manera directa a Rusia, acusando a Occidente de “doble rasero” al no tener en cuenta los argumentos de Moscú de que está sufriendo un cerco militar. “No es posible conseguir la paz cercando y acorralando a los estados”, señalo el embajador de Cuba ante la ONU.

La reacción del gobierno de Bolivia, aunque parcialmente contradictoria, mostró coherencia en el pleno del organismo internacional. El embajador Diego Pary leyó parte del artículo 10 de la Constitución donde afirma que “Bolivia es un Estado constitucionalmente pacifista y rechaza toda guerra de agresión o amenaza de agresión como instrumento de solución a los diferendos y conflictos entre Estados”. Por esa razón, Pary rechazo todas las invasiones y acciones unilaterales sucedidas en la historia reciente. “Ejemplo de ello es Afganistán, Irak, Libia, Siria, Palestina y hoy, Ucrania”, señaló el diplomático que luego no acompañó la declaración de condena a la invasión.

El principal referente del progresismo latinoamericano, Lula da Silva, se limitó a una condena general    a la guerra en su visita a Ciudad de México: “Gobernantes, bajen las armas, siéntense en la mesa de negociaciones y encuentren la salida del problema que los llevó a la guerra’”. Sus palabras contra la invasión fueron muy tibias y poco claras, quizá porque el presidente Jair Bolsonaro, su principal contrincante en las elecciones de noviembre, propuso la neutralidad ante la guerra. “No tomaremos partido, seguiremos siendo neutrales, y ayudaremos con lo que sea posible“, dijo Bolsonaro y llegó a desautorizar a su vice, Hamilton Mourao, quien se opuso al avance ruso en Ucrania.

Sin embargo, la mayoría de los análisis provienen estos días de periodistas e intelectuales que han mostrado un abanico enorme de colores y matices que pueden mostrar, además de la diversidad, cierto desconcierto. 

No es cierto, como señala Jorge Majfud en Rebelion, que “la izquierda mundial apoya a Putin”; menos aún que lo haga por “su astuta y poderosa respuesta a la hegemonía económica y militar de Occidente”. En el sector pro-ruso de la izquierda, el rechazo a Estados Unidos es tan fuerte que no abre espacio para cuestionar a quienes hoy están haciendo algo muy similar a lo que hizo el imperio durante más de un siglo.

En Página 12, Atilio Borón tampoco se pronuncio contra la invasión rusa, esgrimiendo que “las apariencias no siempre revelan la esencia de las cosas, y lo que a primera vista parece ser una cosa —una invasión— mirada desde otra perspectiva y teniendo en cuenta los datos del contexto puede ser algo completamente distinto”. Esbozó un argumento acertado, pero insostenible porque su lógica exculpa a los invasores: “La operación militar lanzada contra Ucrania es la consecuencia lógica de una injusta situación política”.

El periodista Ignacio Ramonet, en Telesur, abrevó en la misma lectura al confluir en su defensa de Rusia, al destacar la responsabilidad occidental en la crisis, por no haber aceptado las garantías exigidas por Moscú de que “no van a llegar al territorio de Ucrania, a la frontera con Rusia, armas nucleares que van a poner en peligro la seguridad de Rusia”.

De algún modo, este tipo de posicionamientos, tan habituales en América Latina, parecen relacionados con un enfoque extemporáneo, como han señalado Santiago Alba Rico, Volodymyr Artiukh y Rafael Sánchez Cedillo, entre otros.

En efecto, las consignas que lucían acertadas cuando la invasión a Irak en 2003, suenan ahora desenfocadas. “Explicar todo por Estados Unidos no nos ayuda en absoluto”, señala Artiukh. Entre otras cosas, porque en este período de decadencia de la hegemonía estadounidense y de caos sistémico, la guerra, o mejor aún, la fuerza bruta, la emplean también potencias medianas como Arabia Saudí, Irán y Turquía en Yemen, Siria y Kurdistán, como apunta Alba Rico.

Noam Chomsky fue mucho más claro en una entrevista con Truthout. Comienza señalando que “la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner sólo dos ejemplos relevantes”. Luego de destacar que las explicaciones no pueden justificar la invasión, desglosa las responsabilidades occidentales y de estados Unidos en particular: “La crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de seguridad, en particular sus claras líneas rojas: Georgia y especialmente Ucrania”.

Desde los movimientos populares lo más esclarecedor ha sido el comunicado del EZLN titulado “No habrá paisaje después de la batalla”. En seis breves puntos toma partido por las y los de abajo, y rechaza posicionarse desde los estados  y el capital (ruso, occidental o el que sea). “Hay una fuerza agresora, el ejército ruso”. Luego denuncia al gran capital y toma partido por los pueblos de Rusia y Ucrania. “Como zapatistas que somos no apoyamos a uno ni a otro Estado, sino a quienes luchan por la vida en contra del sistema”.

Luego denuncia a quienes creen que hay invasiones buenas y malas, critica el papel de los grandes medios y, finalmente, abraza a quienes desde abajo resisten en Ucrania y se manifiestan en Rusia. “Hay que parar ya la guerra. Si se mantiene y, como es de prever, escala, entonces tal vez no habrá quien dé cuenta del paisaje después de la batalla”, finaliza el texto firmado por los subcomandantes Moisés y Galeano.

Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían.

Después de leer

Luego de haber leído y escuchado gran cantidad de análisis sobre la invasión rusa, se acumulan las preguntas: ¿Es tan difícil tomar una posición de principios contra la guerra y denunciar al agresor? ¿Cada declaración y cada análisis deben poner en primer término al “enemigo principal” (Estados Unidos), dejando a un lado al “enemigo secundario”? ¿No es ésta la política que rechazan las feministas cuando nos dicen que no hay una lucha primera (la revolución socialista) que luego resolverá las demás contradicciones?

Es en los momentos más difíciles y complejos cuando se pone a prueba la ética. Cuando guiarse por lo correcto, y no por lo que conviene, es un cuesta arriba tan necesario como agotador que, además, no rinde en los medios.

Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían.

En su último “Comentario”, Wallerstein nos dejó a modo de legado, días antes de su muerte, una frase de esas que nos dejan masticando largo tiempo. Conociendo su trayectoria, tengo la certeza de que aprendió mucho de los pueblos con los que se comprometió: “Lo que puedan hacer quienes vivan en el futuro es luchar consigo mismos para que este cambio sí sea uno real”.

¿Qué nos quiso decir con “luchar consigo mismos”?

Tres escenarios de cómo terminará esta guerra. Thomas L. Friedman. NYT: 2 de marzo de 2022

Es posible que la batalla por Ucrania que se desarrolla frente a nuestros ojos sea, desde la Segunda Guerra Mundial, el acontecimiento más transformador en Europa y la confrontación más peligrosa para el mundo desde la crisis de los misiles de Cuba. Yo veo tres posibles escenarios de cómo terminará esta historia. Los he nombrado “el verdadero desastre”, “el acuerdo engañoso” y “la salvación”.

“El verdadero desastre”

El escenario del desastre es el que estamos viendo: a menos de que tenga un cambio de actitud o pueda ser disuadido por Occidente, Vladimir Putin parece dispuesto a matar a todas las personas que sea necesario y destruir toda la infraestructura de Ucrania que se requiera para hacer que Ucrania deje de ser un país libre e independiente y una cultura, y acabar con su liderazgo. Este escenario podría producir crímenes de guerra de una magnitud que no se ha visto en Europa desde los cometidos por los nazis: crímenes que harían que Vladimir Putin, sus secuaces y Rusia como país se convirtieran en los parias del mundo.

El mundo globalizado e interconectado nunca ha tenido que enfrentar a un líder que haya cometido crímenes de guerra de tal nivel y cuyo país posea una masa continental que abarque once husos horarios, sea uno de los proveedores de gas y petróleo más grandes del mundo y posea un mayor arsenal de cabezas nucleares que cualquier otro país.

Cada día que Putin se rehúsa a detenerse, nos acercamos más a las puertas del infierno. Con cada video de TikTok y cada fotografía de teléfono celular que muestra la crueldad de Putin hacen que al mundo le cueste cada vez más trabajo apartar la vista. Pero si se interviene, se corre el riesgo de desatar la primera guerra en el corazón de Europa en la que se usen armas nucleares.

Y dejar que Putin reduzca Kiev a escombros y mate a miles de personas —de la misma manera como conquistó Alepo y Grozni— le posibilitaría crear un Afganistán europeo, con caos y refugiados por todas partes.

Putin no podría poner a un líder títere en Ucrania y dejarlo ahí; un títere se enfrentaría a una insurrección constante. Así que Rusia necesita posicionar de manera permanente a decenas de miles de soldados en Ucrania para controlarla, y los ucranianos les estarán disparando todos los días. Es escalofriante lo poco que Putin ha pensado acerca de cómo terminará su guerra.

Ojalá que a Putin solo lo motivara el deseo de que Ucrania se quede fuera de la OTAN, pero su ambición ha ido mucho más allá. Putin está poseído por un pensamiento mágico: como señaló en una entrevista publicada el lunes por la revista Político, Fiona Hill, una de las principales expertas estadounidenses en Rusia, Putin cree que existe algo llamado “Russky Mir”, o “Mundo Ruso”, que los ucranianos y los rusos son “un solo pueblo” y que su misión es orquestar “la reunión de todos los hablantes de ruso de diferentes lugares que en algún momento pertenecieron al zarismo”.

Putin cree que para realizar ese sueño tiene el derecho y el deber de desafiar lo que Hill llama “un sistema basado en normas en el cual no se toman a la fuerza las cosas que los países desean”. Y si Estados Unidos y sus aliados intentan interponerse en el camino de Putin (o quieren humillarlo de la misma manera en que lo hicieron con Rusia al final de la Guerra Fría), él está dando señales de que está preparado para enloquecer más que cualquiera. O, como él mismo lo advirtió el otro día antes de poner en alerta máxima su fuerza nuclear, cualquiera que se interponga en su camino debe prepararse para enfrentar “consecuencias que nunca antes se hayan visto”. Si a todo esto le añadimos los reportes que cada vez más cuestionan el estado de la salud mental de Putin, tenemos una mezcla aterradora.

 “El acuerdo engañoso”

El segundo escenario es que, de alguna manera, el ejército y el pueblo de Ucrania logren resistir la guerra relámpago de Rusia el tiempo suficiente y que las sanciones económicas empiecen a perjudicar tanto a la economía de Putin, que ambas partes se sientan obligadas a aceptar un acuerdo engañoso.

A grandes rasgos, consistiría en que, a cambio de un cese al fuego y la retirada de los soldados rusos, los enclaves del este de Ucrania que, de hecho, ahora están bajo el control de Rusia, pasen de manera oficial a manos de los rusos, mientras Ucrania promete de manera explícita que nunca se unirá a la OTAN. Al mismo tiempo, Estados Unidos y sus aliados aceptarían levantar todas las sanciones económicas impuestas a Rusia en fechas recientes.

Este escenario sigue siendo poco factible porque se necesitaría que Putin admitiera, en esencia, que no tuvo la capacidad de alcanzar su sueño de reintegrar Ucrania a Rusia, la madre patria, después de pagar un precio muy alto en términos de su economía y las bajas de soldados rusos. Además, Ucrania tendría que ceder de manera oficial parte de su territorio y aceptar ser una permanente tierra de nadie entre Rusia y el resto de Europa, aunque, por lo menos, mantendría su independencia simbólica. También sería necesario que nadie tomara en cuenta la lección ya aprendida de que no se puede confiar en que Putin respete Ucrania.

“La salvación”

Finalmente, el escenario menos probable pero el cual podría tener el mejor resultado es que el pueblo ruso demuestre tanta valentía y compromiso por su propia libertad como los que ha demostrado el pueblo ucraniano por la suya y que brinde la salvación derrocando a Putin de la presidencia.

Muchos rusos deben de estar empezando a preocuparse por no tener futuro si Putin sigue siendo su dirigente. Miles de ellos se están volcando a las calles para protestar contra la descabellada guerra de Putin; y esto lo hacen a costa de su propia seguridad. Además, aunque es demasiado pronto para saberlo, su rechazo hace que nos preguntemos si se está traspasando lo que llamamos la barrera del miedo y si un movimiento masivo podría, en un momento dado, poner fin al reinado de Putin.

Incluso si los rusos no se pronunciaran, la vida en Rusia de pronto se está trastornando de muchos modos. Como lo describió mi colega Mark Landler: “En Suiza, el festival de música de Lucerna canceló dos conciertos sinfónicos en el que se presentaba un distinguido músico ruso. En Australia, el equipo nacional de natación afirmó que boicotearía una competencia para el campeonato mundial en Rusia. En la estación de esquí Magic Mountain de Vermont, un cantinero tiró por el desagüe las botellas del vodka Stolichnaya. Desde la cultura hasta el comercio, desde los deportes hasta el turismo, el mundo está rechazando a Rusia de incontables formas para protestar contra la invasión de Ucrania por parte del presidente Vladimir V. Putin”.

También está el nuevo “impuesto Putin” que todos los rusos tendrán que pagar de manera indefinida solo por el gusto de tenerlo como presidente. Me refiero a los efectos de las sanciones cada vez mayores que el mundo civilizado está imponiendo a Rusia. El lunes, el banco central ruso tuvo que mantener cerrada la bolsa de valores, a fin de evitar un derrumbe causado por el pavor, además, se vio obligado a aumentar de 9,5 a 20 por ciento su tipo de interés de referencia en un día con el objetivo de alentar a la gente a conservar sus rublos. Aun así, el rublo se desplomó alrededor de 30 por ciento frente al dólar y ahora vale menos de un centavo de dólar.

Por todas estas razones, debo confiar en que en este mismo momento haya algunos muy altos funcionarios de inteligencia y del ejército rusos, cercanos a Putin, reunidos en algún armario del Kremlin diciendo en voz alta lo que todos deben de estar pensando: o Putin perdió sus facultades de estratega durante el asilamiento por la pandemia, o está en plena negación acerca de lo mal que calculó la fuerza de los ucranianos, de Estados Unidos y sus aliados y de toda la sociedad civil del mundo en general.

Si Putin sigue adelante y arrasa las ciudades más grandes de Ucrania y su capital, Kiev, ni él ni ninguno de sus secuaces volverán a ver los apartamentos de Londres y Nueva York que compraron con todas sus fortunas mal habidas. Ya no habrá para ellos Davos ni St. Moritz, sino se quedarán encerrados en una gran cárcel llamada Rusia, tal vez solo con la libertad para viajar a Siria, Crimea, Bielorrusia, Corea del Norte y China. A sus hijos los expulsarán de todas las escuelas privadas, desde Suiza hasta Oxford.

O colaboran para destituir a Putin, o todos compartirán su celda de aislamiento. Lo mismo sucede con la población rusa en general. Me doy cuenta de que este último escenario es el menos factible de todos, pero es el que nos ofrece la mayor promesa de alcanzar el sueño que tuvimos cuando cayó el muro de Berlín en 1989: una Europa integral y libre, desde las islas británicas hasta Vladivostok.

Teoría feminista: de la ilustración a la globalización. Amoros, Celia.2005.

“En la teoría feminista se plasman los efectos reflexivos de las luchas de las mujeres por su liberación”. Celia Amorós sostiene en esta obra -y como mínimo una o dos veces en todas sus intervenciones- que conceptualizar es siempre politizar, y más aún para el feminismo, teoría crítica de la sociedad donde las haya.

Ana de Miguel explora esta tesis en las redes del movimiento feminista, auténticos laboratorios de experimentación con los conceptos y teorías que desafiarán los códigos patriarcales dominantes.

Este libro de Teoría feminista, de la Ilustración a la Globalización, muestra claramente que uno de los problemas del feminismo ha sido la ceguera casi total que han sufrido tantas tradiciones emancipatorias ante la especificidad del sistema de dominación patriarcal.

Ceguera que, según qué temas, sigue afectando a buena parte de la sociedad y continúa haciendo necesaria la apasionada exhortación de Mary Wollstonecraft a las mujeres para que dejen de sacar brillo a sus cadenas y se dispongan a quitárselas.

Los tres volúmenes -que recogen el trabajo conjunto y a lo largo de más de una década de sus numerosas autoras-, sistematizan el esfuerzo plural de todo un movimiento social y sus teóricas por poner nombre al sistema de dominación humana más “antiguo y universal” de los existentes. Como dijera Kate Millett.

Celia Amorós Puente, catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED que dirige desde 1990 el curso “Historia de la teoría feminista” del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense y Ana de Miguel Álvarez, profesora titular de Sociología del Género en la Universidad de La Coruña, estudiosas de los movimientos sociales, son las editoras de esta obra editada en tres volúmenes en la que colaboran prestigiosas autoras.

Volumen I

De la Ilustración al segundo sexo

En la teoría feminista se plasman los efectos reflexivos de las luchas de las mujeres por su liberación. Esta teoría tiene una tradición de tres siglos. No es un pensamiento lineal ni homogéneo, lo que está en consonancia con la complejidad de estas luchas, cuyas dinámicas son diferentes de acuerdo con la especialidad de los grupos de mujeres que las protagonizan y de sus contextos históricos.

Sin embargo, ha sido posible reconstruir los principales ejes temáticos y las modulaciones de pensamiento, que lo es, en cuanto que tiene sus referentes clásicos y sus propias fuentes de autoridad conceptual: en suma, sus liderazgos epistemológicos ligados con sus liderazgos políticos.

En este volumen 1 se presenta la trayectoria que lleva de los memoriales de agravios, que recogen las quejas de las mujeres contra los abusos del poder patriarcal, a la formulación de “las vindicaciones”. Estas últimas dan su expresión a la crisis de la legitimidad de este poder como se pondrá de manifiesto desde las luchas por el acceso a la ciudadanía de las mujeres en la Revolución Francesa, hasta el movimiento sufragista.

La obra de la filósofa existencialista Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”, hará de bisagra entre la formulación de las preguntas últimas suscitadas por esta primera fase y la apertura de los nuevos ámbitos temáticos propios de la llamada “segunda ola” del feminismo.

Índice de primer tomo

Introducción: Teoría feminista y movimientos feministas, Celia Amorós y Ana de Miguel

1. Feminismo e Ilustración, Celia Amorós y Rosa Cobo

2. La Ilustración deficiente. Aproximación a la polemica feminista en la España del Siglo XVIII, Oilva Blanco Corujo

3. El Feminismo en clave utilitarista ilustrada: John S. Mill y H

4. Humanismo Ilustrado-Liberal en la emancipación de las mujeres y su engranaje masónico en España, Mª José Lacalzadad de Mateo

5. El Sufragismo, Alicia Miyares

6. La Articulación del Feminismo y el Socialismo: El conflicto clase-género, Ana de Miguel

7. El Feminismo existencialista de Simone de Beauvoir, Teresa López Pardina

Volumen II

Del feminismo liberal a la posmodernidad

Las movilizaciones feministas resurgen con vigor en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo. Sus militantes proceden de la cantera de la New Left y del Movimiento pro derechos civiles de los afroamericanos, sin embargo, en su militancia en estos medios progresistas e igualitaristas, las mujeres hacen la experiencia del sexismo y plantean la necesidad de organizarse de forma autónoma.

Correlativamente, en el plano teórico, tratarán de independizarrse de la absorción de sus problemas específicos en los parámetros conceptuales de los principales paradigmas vigentes -el marxismo y el psicoanálisis– y generarán de este modo -fundamentalmente lo hará el feminismo radical– teorías originales para dar cuenta de la opresión de las mujeres como tales.

Al hilo del debate en torno a estas construcciones teóricas, aparecerán interesantes reelaboraciones del feminismo socialista y peculiares derivas, como el feminismo cultural. La puesta en cuestión de los ideales ilustrados por la posmodernidad en el fin de siglo le planteará al feminismo emancipatorio ineludibles retos.

1. El feminismo liberal estadounidense de posguerra: Betty Friedan y la refundación del feminismo liberal, Ángeles J. Perona

2. Lo personal es político: el surgimiento del feminismo radical, Alicia H. Puleo

3. “La dialéctica del sexo” de Shulamith Firestone: modulaciones feministas del freudo-marxismo, Celia Amorós

4. La teoría de las mujeres como clase social: Christine Delphy y Lidia Falcón, Asunción Oliva Portolés

5. El feminismo socialista estadounidense desde la “Nueva Izquierda”. Las teorías del sistema dual (capitalismo+patriarcado), Cristina Molina Petit

6. Teoría del feminismo radical: Política de la explotación sexual, Kathleen Barry

7. Debates en torno al feminismo cultural, Raquel Osborne

8. La diferencia sexual como diferencia esencial: sobre Luce Irigaray, Luisa Posada Kubissa

9. El pensamiento de la diferencia sexual: El feminismo italiano. Luisa Muraro y “El orden simbólico de la madre“, Luisa Posada Kubissa

10. Feminismo y posmodernidad: una difícil alianza, Seyla Benhabid

Volumen 3

De los debates sobre el género al multiculturalismo

La globalizacion, con su fluidificación de las fronteras, nos exige elaborar una agenda feminista global acorde con sus exigencias. Los movimientos queer ponen en cuestión fronteras entre los géneros, llevando a debate este mismo concepto; en los países que han sufrido la colonización de Occidente se genera un feminismo con modulaciones propias, el “feminismo poscolonial”; los ecofeminismos dan forma a la convergencia de ciertas perspectivas feministas y la problemática ecológica; la feminización de los “flujos migratorios” vuelve apremiante la contrastación de los Derechos Humanos de las mujeres con el fenómeno de la multinacionalidad. Nuestro acceso a las nuevas tecnologías (ciberfeminismo) nos implica en alianzas con nuevos sujetos emergentes y las nuevas relaciones entre capital y trabajo en la era global están implantando un nuevo orden del género; la teoría feminista se está haciendo cargo, así, de un material ingente de reflexión.

1. Debates sobre el género, Asunción Oliva Portolés

2. El feminismo de Nancy Fraser: Crítica cultural y género en el capitalismo tardío, Ramón del Castillo,

3. Del ecofeminismo clásico al deconstructivo: principales corrientes de un pensamiento poco conocido, Alicia H. Puleo

4. El feminismo Postcolonial y sus límites, María Luisa Femenías

5. Feminismo y multiculturalismo, Celia Amorós

6. Globalización y nuevas servidumbres de las mujeres, Rosa Cobo

7. Globalización y orden de género, Celia Amorós

8. Sujetos emergentes y nuevas alianzas políticas en el “paradigma informacionalista”, Celia Amorós

La izquierda ante la invasión a Ucrania, mantener el timón con firmeza. Raul Zibechi. 5 de marzo de 2022

En los períodos de caos sistémico, es más importante que nunca “mantener con firmeza el timón”, nos alertaba Immanuel Wallerstein. Se refería a no ceder ante la tentación de las generalizaciones, o del universalismo, pero tampoco dejarse atrapar en los detalles, en la tendencia a ver sólo la coyuntura desgajada del contexto. De alguna manera, era un llamado al equilibrio analítico, en momentos en los cuales a la natural complejidad socio-histórica se le suma la dificultad de “manejar un bote en aguas turbulentas”, como señala el sociólogo.

La izquierda global, esa amalgama contradictoria en la que se pueden incluir gobiernos de izquierda y progresistas, partidos políticos, movimientos sociales e intelectuales de referencia, se ha expresado estos días con los más diversos matices. Se trata de algo más que la falta de  unanimidad, algo realmente saludable: estamos ante la inexistencia de valores comunes, más allá de un casi generalizado y abstracto rechazo a la guerra.

Los pronunciamientos de la izquierda latinoamericana repiten, más o menos, los mismos argumentos que se han venido desplegando en los últimos años, en particular desde que levantara vuelo el proceso bolivariano en Venezuela.

De ese modo, los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela apoyan de manera directa a Rusia, acusando a Occidente de “doble rasero” al no tener en cuenta los argumentos de Moscú de que está sufriendo un cerco militar. “No es posible conseguir la paz cercando y acorralando a los estados”, señalo el embajador de Cuba ante la ONU.

La reacción del gobierno de Bolivia, aunque parcialmente contradictoria, mostró coherencia en el pleno del organismo internacional. El embajador Diego Pary leyó parte del artículo 10 de la Constitución donde afirma que “Bolivia es un Estado constitucionalmente pacifista y rechaza toda guerra de agresión o amenaza de agresión como instrumento de solución a los diferendos y conflictos entre Estados”. Por esa razón, Pary rechazo todas las invasiones y acciones unilaterales sucedidas en la historia reciente. “Ejemplo de ello es Afganistán, Irak, Libia, Siria, Palestina y hoy, Ucrania”, señaló el diplomático que luego no acompañó la declaración de condena a la invasión.

El principal referente del progresismo latinoamericano, Lula da Silva, se limitó a una condena general    a la guerra en su visita a Ciudad de México: “Gobernantes, bajen las armas, siéntense en la mesa de negociaciones y encuentren la salida del problema que los llevó a la guerra’”. Sus palabras contra la invasión fueron muy tibias y poco claras, quizá porque el presidente Jair Bolsonaro, su principal contrincante en las elecciones de noviembre, propuso la neutralidad ante la guerra. “No tomaremos partido, seguiremos siendo neutrales, y ayudaremos con lo que sea posible“, dijo Bolsonaro y llegó a desautorizar a su vice, Hamilton Mourao, quien se opuso al avance ruso en Ucrania.

Sin embargo, la mayoría de los análisis provienen estos días de periodistas e intelectuales que han mostrado un abanico enorme de colores y matices que pueden mostrar, además de la diversidad, cierto desconcierto. 

No es cierto, como señala Jorge Majfud en Rebelion, que “la izquierda mundial apoya a Putin”; menos aún que lo haga por “su astuta y poderosa respuesta a la hegemonía económica y militar de Occidente”. En el sector pro-ruso de la izquierda, el rechazo a Estados Unidos es tan fuerte que no abre espacio para cuestionar a quienes hoy están haciendo algo muy similar a lo que hizo el imperio durante más de un siglo.

En Página 12, Atilio Borón tampoco se pronuncio contra la invasión rusa, esgrimiendo que “las apariencias no siempre revelan la esencia de las cosas, y lo que a primera vista parece ser una cosa —una invasión— mirada desde otra perspectiva y teniendo en cuenta los datos del contexto puede ser algo completamente distinto”. Esbozó un argumento acertado, pero insostenible porque su lógica exculpa a los invasores: “La operación militar lanzada contra Ucrania es la consecuencia lógica de una injusta situación política”.

El periodista Ignacio Ramonet, en Telesur, abrevó en la misma lectura al confluir en su defensa de Rusia, al destacar la responsabilidad occidental en la crisis, por no haber aceptado las garantías exigidas por Moscú de que “no van a llegar al territorio de Ucrania, a la frontera con Rusia, armas nucleares que van a poner en peligro la seguridad de Rusia”.

De algún modo, este tipo de posicionamientos, tan habituales en América Latina, parecen relacionados con un enfoque extemporáneo, como han señalado Santiago Alba Rico, Volodymyr Artiukh y Rafael Sánchez Cedillo, entre otros.

En efecto, las consignas que lucían acertadas cuando la invasión a Irak en 2003, suenan ahora desenfocadas. “Explicar todo por Estados Unidos no nos ayuda en absoluto”, señala Artiukh. Entre otras cosas, porque en este período de decadencia de la hegemonía estadounidense y de caos sistémico, la guerra, o mejor aún, la fuerza bruta, la emplean también potencias medianas como Arabia Saudí, Irán y Turquía en Yemen, Siria y Kurdistán, como apunta Alba Rico.

Noam Chomsky fue mucho más claro en una entrevista con Truthout. Comienza señalando que “la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner sólo dos ejemplos relevantes”. Luego de destacar que las explicaciones no pueden justificar la invasión, desglosa las responsabilidades occidentales y de estados Unidos en particular: “La crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de seguridad, en particular sus claras líneas rojas: Georgia y especialmente Ucrania”.

Desde los movimientos populares lo más esclarecedor ha sido el comunicado del EZLN titulado “No habrá paisaje después de la batalla”. En seis breves puntos toma partido por las y los de abajo, y rechaza posicionarse desde los estados  y el capital (ruso, occidental o el que sea). “Hay una fuerza agresora, el ejército ruso”. Luego denuncia al gran capital y toma partido por los pueblos de Rusia y Ucrania. “Como zapatistas que somos no apoyamos a uno ni a otro Estado, sino a quienes luchan por la vida en contra del sistema”.

Luego denuncia a quienes creen que hay invasiones buenas y malas, critica el papel de los grandes medios y, finalmente, abraza a quienes desde abajo resisten en Ucrania y se manifiestan en Rusia. “Hay que parar ya la guerra. Si se mantiene y, como es de prever, escala, entonces tal vez no habrá quien dé cuenta del paisaje después de la batalla”, finaliza el texto firmado por los subcomandantes Moisés y Galeano.

Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían.

Después de leer

Luego de haber leído y escuchado gran cantidad de análisis sobre la invasión rusa, se acumulan las preguntas: ¿Es tan difícil tomar una posición de principios contra la guerra y denunciar al agresor? ¿Cada declaración y cada análisis deben poner en primer término al “enemigo principal” (Estados Unidos), dejando a un lado al “enemigo secundario”? ¿No es ésta la política que rechazan las feministas cuando nos dicen que no hay una lucha primera (la revolución socialista) que luego resolverá las demás contradicciones?

Es en los momentos más difíciles y complejos cuando se pone a prueba la ética. Cuando guiarse por lo correcto, y no por lo que conviene, es un cuesta arriba tan necesario como agotador que, además, no rinde en los medios.

Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían.

En su último “Comentario”, Wallerstein nos dejó a modo de legado, días antes de su muerte, una frase de esas que nos dejan masticando largo tiempo. Conociendo su trayectoria, tengo la certeza de que aprendió mucho de los pueblos con los que se comprometió: “Lo que puedan hacer quienes vivan en el futuro es luchar consigo mismos para que este cambio sí sea uno real”.

¿Qué nos quiso decir con “luchar consigo mismos”?

There are no good guys in the Ukraine war. C.J. Atkins.Daily World. 24 de febrero de 2022

Despite the slanted propaganda that passes for “news” in the mainstream Western media right now, the truth of the matter is that there are no good guys when it comes to the conflict in Ukraine. But depending on the day, some of the bad guys outdo the rest.

In Moscow, President Vladimir Putin has said for months that he wanted only to stop NATO expansion into Ukraine and deter attacks against ethnic Russians in the Donbass, dismissing claims that Russia was planning an attack on its neighbor. The precision air strikes and border incursions now underway as part of his “special military operation” put the lie to that. Clearly, the Russian leader was preparing for what the old expert George W. Bush might have called “preemptive self-defense.”

Putin sits at the head of a parasitical capitalist and gangster class that rules over the stolen wealth and resources that generations of Soviet workers and farmers built up during 70 years of socialism. He trashes the idea that peoples and nations have the right to determine their own future, questions the legitimacy of Ukraine’s existence, and longs for the days of the old Russian Empire. As a political figure, this modern-day would-be czar certainly deserves no sympathy from progressives and leftists in the West.

But to simply portray Putin as the latest incarnation of Hitler, a territory-hungry madman, as House Speaker Nancy Pelosi does, is to intentionally ignore the legitimate security complaints that Russia has been making for years. (It’s also a case of finding Nazis on the wrong side of the Russia-Ukraine border, but more on that in a moment.)

The current crisis is underpinned by issues stretching back over 30 years—from the end of the Cold War to the present. Way back in 1991, President Bush the First made a pledge to Soviet leader Mikhail Gorbachev that when the USSR withdrew from Eastern Europe, NATO would not seek to add countries there to its ranks.

If the West had truly been interested in creating the conditions for lasting peace for Europe, it would have dissolved NATO completely in that moment. Instead, barely a minute was wasted in proving Bush’s promise was empty; the alliance not only expanded into former Warsaw Pact countries like Poland, the Czech Republic, Slovakia, and Romania, but actually gobbled up nations that were formerly part of the USSR itself, like Latvia and Lithuania.

With the excuse of being a “defensive” alliance against the Soviet Union gone, NATO was openly refashioned into a direct instrument of U.S. military policy. NATO helped tear the country of Yugoslavia to pieces, bombarded Afghanistan after Sept. 11th, and pushed Libya into a civil war.

Given this history, Russia’s fear of NATO pulling Ukraine into its sphere and creeping directly up to the Russian border is far from absurd. It is little wonder that Putin has been demanding the U.S. and NATO remove all weapons from Ukraine, that a guarantee be issued Ukraine will not join the alliance, and that all former Soviet nuclear weapons on Ukrainian territory be secured. Any Russian leader—left, right, or center—would ask the same.

On this side of the Atlantic, President Joe Biden has endlessly talked for months of “defending Ukrainian democracy” and of peaceful intentions, all the while deploying increasing numbers of U.S. missiles and troops closer to the Russian border—to not only Ukraine, but Poland, the Czech Republic, and other countries. Fully aware of Russia’s security worries, Biden and NATO pushed the envelope anyway, acting as intentional provocateurs. A peacemaker the U.S. president is not.

Although too few have paid attention, Biden has also pulled back the curtain on the U.S. economic interests pushing for a Russia-Ukraine war—the ones who stand to profit here at home from fighting in eastern Europe. There are the usual suspects, of course, the missile makers and plane producers, but the other big winners in this war are the big oil and gas companies.

Repeatedly at points throughout the current crisis, Biden has threatened Germany and Russia’s Nord Stream 2 natural gas pipeline and pushed Berlin to squash the project. All the pipeline talk didn’t come out of nowhere.

Companies like Chevron, ExxonMobil, and Shell, along with the hundreds of drilling and shipping contractors that work with them, want to massively step up exports to a Europe starving for gas, but standing in the way has been Russia and its state-owned Gazprom company. Currently, Russian natural gas accounts for over 30% of all imports into the European Union. Leading EU powers Germany and France get 40% of their gas from Russia, while some other countries, like the Czech Republic and Romania, use only Russian gas.

In order to dislodge the competition and grab market share, the Western multinationals need to slow the flow of gas from the east. Completed late last year and due to become operational in 2022, Nord Stream 2 would permanently cap U.S. sales, which arrive via expensive shipping terminals.

The government of Ukraine, which benefits from transit fees for existing overland pipelines, lobbied Washington all summer last year to impose sanctions on Nord Stream 2 and the German and Russian companies behind it. With Putin’s invasion, Ukraine’s rulers and the Western gas companies got what they asked for. Nord Stream 2 is postponed, indefinitely; Germany has revived plans for more terminals to ship in U.S. gas; and world energy prices have soared as a result of the war.

Now, as for the talk of Nazis—well, the real fascists in this situation are the ones who rule the roost in Kiev and have command over the Ukrainian Armed Forces. Though he’s playing a starring role at the moment, President Volodymyr Zelensky—a Russian-speaking comedian turned nationalist politician—is just the latest in a string of rotating faces at the top of the right-wing Ukrainian state.

The current government came to power in the wake of the 2014 “Euromaidan” protests that overthrew the corrupt albeit democratically-elected administration of President Viktor Yanukovych. Trying to play Russia and the EU off one another to get the best economic deal for Ukraine when he was in charge, Yanukovych became the target of Western-backed business interests in Ukraine and ultra-nationalist neo-Nazi groups. The latter joined together, with U.S. support, to carry out a coup and send Yanukovych running for Moscow.

In the wake of that coup, labor unions and left-wing parties were severely repressed in Ukraine. In Odessa, dozens of union members were burned alive in one case of mass murder, while activists of the Ukrainian Communist Party and other groups have been forced underground.

Across the country, a campaign of ethnic erasure was launched against Russian-speaking Ukrainians, with the Russian language being banned from public life. In the mostly Russian regions of eastern Ukraine, a violent war ensued that has so far taken over 15,000 lives. Commanders from openly neo-Nazi and fascist groups like the Azov Battalion were put in charge of the official Ukrainian Armed Forces and given free reign in the Donbass.

To this day, Western media interview these “Ukrainian patriots” with no mention made to American viewers that those being hailed as heroes are literal Nazis. All the while, the U.S. government doesn’t bat an eye. The 2015 Minsk Agreement, which was supposed to end the fighting and protect the people who lived in the Donbass, has been largely ignored by Kiev. It’s little wonder then that the newly-declared Donetsk and Lugansk People’s Republics have sought their independence and asked Russia for protection.

From the beginning of the current crisis, the Zelensky government has waffled. At one moment, it presses for confrontation because it thinks it might be able to extract more military and economic aid from NATO while protecting its own pipeline profits as the handler of Russian gas. Then, at another moment, it cautions against war panic when it starts to look like the situation might actually engulf them in a real war.

Zelensky openly announced his desire last week to execute a war “with foreign military support” against Russia and the breakaway regions in the east. Then, when Russian missiles started to rain down and troops crossed the border, he suddenly cast his country as a poor victim in a “war of aggression.” Having perhaps convinced himself Russia would never actually ever respond with a full-scale military assault, Zelensky may now be waking up to the realization he made a bad gamble.

Does all of the foregoing justify the “special military operation” now being carried out in Ukraine by Putin’s forces, though? His claim that Ukraine needs to be “demilitarized” and “de-Nazified” may sound like a laudable goal, given the clique that holds power in Kiev and the developments in that country since 2014. But the actions taken by the Russian military—which so far involve strikes on Ukrainian military infrastructure, air defense sites, airfields, and military aircraft—constitute a major escalation of the conflict and must be condemned. Putin said he wanted no invasion but launched one anyway.

But there’s more than enough blame to go around. The U.S., NATO, and Ukraine said they wanted peace but took steps that were clearly aimed to provoke. The U.S.-led imperialist encirclement of Russia after the Cold War and the brutal actions of the fascist-backed government in Kiev conspired together to bring us to this moment—and now Putin is taking advantage of the situation to pursue his own imperial ambitions.

In this war, the Ukrainian people will lose. The Russian people will lose. The people of Europe will lose. And the American people will lose. In all these places, money will be redirected toward wasteful military spending or the energy monopolies and away from people’s needs. In Ukraine and Russia, hundreds or perhaps thousands more lives will be lost.

To avert further catastrophe and upset the plans of the war profiteers, all the governments and forces involved must be pressured to pull back and return to the negotiating table.

As with all op-eds published by People’s World, this article reflects the opinions of its author.

Mitos, omisiones, y verdades sobre la historia del Partido Socialista Nicaragüense y el movimiento sindical. Rafael Casanova ( Voz Socialista, No.14, Enero 2022)

La historia del movimiento revolucionario en Nicaragua, se confunde erróneamente con el movimiento revolucionario sandinista, la tendencia general en las versiones oficiales ha
sido la de dar un salto lineal desde la lucha del Gral. Augusto C. Sandino (1927-1934) hasta la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) a inicios de los años sesentas.

Se da la impresión de que antes y paralelo al FSLN no existió ningún tipo de organización política y/o social que desde su
propia óptica luchara contra el Somocismo y el sistema capitalista antes de 1979.

Las breves menciones -cuando no se hacían omisiones- sobre otras fuerzas políticas, eran de forma tergiversada o minimizada, sobreponiendo el papel del sandinismo en el proceso histórico. Víctima de esta equívoca apreciación, fue principalmente, el histórico Partido Socialista Nicaragüense (PSN) surgido
en el año de 1944.

Muchas expectativas se crearon después de 1979, principalmente en los cuadros y militantes de la tendencia mayoritaria del PSN (surgida después de la división de 1976) quienes habían acompañado al FSLN tanto en la organización de masas Movimiento Pueblo Unido (MPU) como en la misma lucha armada,
creyeron que había llegado el momento “doblar la página” tanto a las discusiones polémicas en los sesentas y setentas, así como al marcado sectarismo que se había dado, entre estas dos
organizaciones revolucionarias.
Sin embargo, a pesar de que esta misma tendencia del PSN se fusionó con el FSLN en diciembre de 1979, en los documentos oficiales de los años ochenta cuando se hacían referencia a la historia del FSLN y en los mismos discursos de los miembros de la DN, nunca se dedicó una línea a mencionar los aportes de los socialistas nicaragüenses en la lucha contra la Dictadura.

Sino que por el contrario, en algunos escritos oficiales, nunca
se perdió la oportunidad para hacer alusión a su papel de fariseos al acusarlos –entre otras cosas- de negar la lucha armada como eje
principal en la lucha contra la dictadura.

Si de excepciones se habla, hubo un documento interno en los años ochenta escrito por un miembro de la DN en el que se reconocía
que también el PSN había organizado a las masas pero al poco tiempo fue recogido y celosamente archivado. Casi a finales de la
RPS en julio 1989, se mencionó a título individual a algunos dirigentes socialistas que habían participado en la parte militar de la Insurrección final como Roger Cabezas (Barricada, julio de 1989).

Muy recientemente, en 2021, se hizo un reconocimiento a la exdirigente femenil Amada Pineda, quien a su vez fue candidata a primer diputada en las últimas elecciones, pero a la hora de referirse
a ella lo hacen principalmente en su papel de víctima del Somocismo, de la derecha local y no a sus aportes como dirigente femenil socialista en los años señalados.

Los mitos y las omisiones.

Entre las principales tergiversaciones y falsedades que se dijeron sobre esta fuerza política: los socialistas fueron reformistas y no
planteaban la toma del poder; negaron la lucha armada;el movimiento sindical dirigido por los socialistas era economicista, fue débil y sus dirigentes se limitaron a recoger la cotización y
nada más; las masas obreras se iban a las huelgas espontaneas inspiradas por ejemplo heroico de las columnas guerrilleras del FSLN; a los socialistas no los molestaban hacían sus reuniones y la guardia no les hacía nada. Los socialistas fueron puro bla bla nada de práctica (N. del A.)

A tales especies se sumaron otras tergiversaciones que desafortunadamente en versiones de ex dirigentes nacionales del
FSLN, o escritores oficiales pueden parecer creíbles con el paso del tiempo en medio del atraso cultural político ideológico que pervive
dentro de la colectividad, hasta los tiempos actuales.

Entre estas podemos señalar las siguientes que en los años de 1978 y 1979 que el movimiento sindical había sufrido una drástica reducción de más del 50% debido a la represión; el sindicalismo se hizo presente en la insurrección final con los Comandos Cristianos Revolucionarios promovidos por la Central de Trabajadores
de Nicaragua.(Ortega, 2010.P:473,474.

Este mismo autor relacionando la participación armada del PSN entre los años de 1978 y 1979 de forma tergiversada e incompleta afirma cosas como la muerte aislada y solitaria del jefe nacional del brazo militar de los socialistas. En la Frontera Sur se continúa combatiendo y muere el tercerista del PSN Álvaro Montoya
periodista; o que los socialistas se incorporan a la lucha armada a través de la GPP. (Ortega, 2010.P. 528)

Las verdades.

1-Es innegable el hecho de que el Partido Socialista Nicaragüense (PSN) -dado a conocer públicamente en 1944, en medio de un
auge del movimiento sindical- vivió una etapa reformista bien marcada, dado que sus jóvenes dirigentes -tanto en edad como en experiencia política- llegaron a concebir entre otras cosas que era el mismo desarrollo del capitalismo, el que iba a propiciar en Nicaragua el surgimiento de la clase obrera moderna de allí que llegaron a considerar –entre otras cosas- a Somoza García como el “portador del progreso o el mal menor” en comparación con los
conservadores, quienes se oponían a demandas que hicieron los socialistas desde su movimiento sindical.

Pero en agosto 1948 Somoza, hizo a un lado su social demagogia,
sacó las narices de su anticomunismo e inició su persecución al PSN y a su movimiento sindical,  encarceló a 80 dirigentes y 300
militantes en una sola noche. Una represión que continuó en los años subsiguientes tantocontra las estructuras del Partido clandestino,
como contra el movimiento sindical.

2-No obstante, los detractores del PSN omiten, – entre otras cosas- que el Código del Trabajo establecido en 1945, no fue un regalo del
Dictador sino como parte de la presión del movimiento sindical organizado; olvidan también que desde fines de la década de los
años cincuenta, particularmente después de la VII Conferencia Nacional de noviembre de 1957, se definió entre otras cosas la creación de un frente político legal para unir fuerzas con
otros sectores progresistas para luchar contra la Dictadura, que sería Movilización Republicana(MR); estructurar una central
sindical nacional para organizar a los trabajadores del campo y la ciudad, de tales esfuerzos surgió la que sería la central política
más importante del país en 1961 la Confederación General de Trabajo(independiente);la creación de un organismo juvenil para aglutinar a los jóvenes revolucionarios y progresistas de cuya
iniciativa surgió en marzo de1958 la Juventud Democrática Nicaragüense (JDN), la que sirvió de base para constituir la combativa Juventud Patriótica Nicaragüense(JPN) en 1959
(Guevara 2014,218-219).

Erróneamente en Wikipedia la JPN aparece como fundada por jóvenes provenientes del Partido Conservador de Nicaragua. Integrantes de JPN al igual que dirigentes juveniles del
PSN fueron los fundadores el FSLN entre los años de 1961 y 1963.Basta mencionar a Carlos Fonseca, Noel Guerrero, Tomás Borge, Rodolfo Romero, Silvio Mayorga y Jorge Navarro. Todos con evidentes y documentados orígenes socialistas.

A partir de 1959 hubo una ruptura total con las posiciones reformistas en el seno del socialismo en tanto definieron como enemigo principal al aparato de dominación capitalista
representado por el Somocismo.

El eje fundamental de su propuesta, descansó en privilegiar las formas político-organizativas, basadas en la lucha económica para confrontar a los capitalistas en el movimiento sindical; la lucha ideológica para divulgar la teoría marxista leninista en contra de la ideología capitalista; y finalmente la lucha política que consistía en unir las fuerzas opuestas a la Dictadura para aislar y lograr el derrocamiento de Somoza y dar paso a una etapa de
liberación nacional y la lucha por el socialismo, en una vasta alianza político-social con los campesinos y las fuerzas revolucionario-
progresistas del país.

3-En el movimiento sindical, la acusación de “economicistas” la hicieron principalmente basados en que la “organización sindical solo promovía reivindicaciones económicas y que no educaba ideológicamente a la clase obrera y no la preparaba para la toma del poder político”.

Si bien eso fue cierto aislado en la conducta de algunos dirigentes, no fue la razón ni la tendencia general del PSN. Este Partido
promovió –en medio de la represión y el atraso político-ideológico- además de la organización sindical,  la organización de los campesinos, de los estudiantes, de los pobladores de los barrios, de las mujeres, y la divulgación constante de las ideas socialistas a través de diversos medios tales como círculos de estudios, talleres de capacitación, asambleas ampliadas, publicación de materiales teóricos, etc.

Es innegable que a la base de la confrontación clasista en el plano económico, el movimiento sindical organizado, logró arrancarle a la
patronal capitalista muchas reivindicaciones de carácter social tales como el mencionado Código del Trabajo, la aplicación del séptimo
día, los ajustes salariales, la Ley de Inquilinato, el Seguro Social en 1957 y muchos otros que en la historia, suelen ser omitidas o entendidas como dádivas del sistema capitalista.

Las resoluciones del VIII Congreso de la Confederación del Trabajo independiente (CGTi) dan cuenta que sus propuestas no
estaban ligadas a la preservación del régimen burgués, ni a postrarse en las reivindicaciones inmediatas. La organización sindical y su lucha por las reivindicaciones inmediatas estaban inscritas tanto en la lógica de aprovechar los espacios legales del sistema capitalista para confrontarlo en el plano económico.

Basta observar –entre otras- tres resoluciones básicas:
“a) Orientar y organizar a todos los trabajadores haciéndoles ver por su propia experiencia que únicamente con un cambio en las relaciones sociales y de propiedad que rigen en nuestro país podemos conquistar un nivel de vida superior al actual.
b) Luchar intransigentemente en contra de la clase patronal por hacer prevalecer los derechos que la limitada legislación laboral,
promulgada por el gobierno burgués señala para los trabajadores y en especial luchar por el mantenimiento de salarios que concuerden con el alto costo de la vida.
c) Luchar incansablemente por la conquista de mejores salarios como objetivo de lucha fundamental de nuestras organizaciones
sindicales por encima de las tablas oficiales que fijen las juntas de salario mínimo.”

Se planteó además que no solo se debía de luchar por la independencia del movimiento sindical de los partidos burgueses sino también defender la unidad clasista que debe de privar en el sindicalismo cegetista a fin de que el proletariado nacional pueda llenar su cometido histórico.( Orientación Popular, 21 de marzo)

Y cuál era el cometido histórico? Demos un salto en la historia y veamos cómo le respondió en 1977 el dirigente de la CGT (i) y cuadro nacional del PSN, Nathan Sevilla, siendo prisionero en un interrogatorio a un oficial de la OSN. Nathan negó en todo momento ser del Partido y ante eso el interrogador lo espetó: lo que me decís no me satisface si no sos del Partido Socialista que tiene que ver la CGT (i) con el Partido. El interrogado le respondió:te lo voy a decir claro la CGT (i) y el Partido Socialista coinciden en que ambos
luchamos por la construcción del socialismo en Nicaragua (Sevilla, 1977).

Entonces era economicista la CGT (i) y el PSN reformista? Fue el PSN a través de la misma CGT (i) – fundada en 1961-el que impulsó la creación primero de la Comisión Nacional Campesina (CNC) en 1962 y después la Confederación General Trabajadores Agrícolas y Campesinos de Nicaragua CGTAN en 1967. La CGTAN – se diferencia de otras organizaciones campesinas
de otras filiaciones que surgieron a fines de los años setentas, con escasa organización en las bases- estuvo conformada por más de 80
organizaciones sindicales, establecidas en distintas áreas rurales del país.

El PSN fue quien en el año de 1962 fundó el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) (O.P. 9 de diciembre de 1962, p.1 y 8; y el 16 de diciembre de 1962 P. 4,5 y 6) lo que permitió que se viniera
nutriendo de estudiantes que simpatizaran con el mismo FSLN y que este aprovechara en 1966 para convertirlo desde entonces en su
principal organismo intermedio.

Su órgano juvenil, la Juventud Socialista Nicaragüense (JSN) organizó y encabezó a los estudiantes de secundaria en distintas jornadas de lucha enla mayoría de los departamentos del país.

También el PSN fue el fundador de los primeros frentes femeniles revolucionarios, la Federación de mujeres de Nicaragua (FMN) en 1966 y la Organización de Mujeres Democráticas de Nicaragua (OMDN) en 1970; de las primeras organizaciones comunales como la Comisión Nacional de Defensa Popular (CNDP), organizadora de barrios a nivel nacional y dirigente junto a otras organizaciones en jornadas como las luchas contra las alzas de la leche y la gasolina en 1972.

4- Es válido destacar que en el PSN pesaron las formas colectivas de dirección, basadas en las concepciones leninistas del Partido de
Nuevo Tipo. Pero tal particularidad no excluye los liderazgos individuales. Pero hay que decir que a lo largo de su historia en el PSN tuvieron mucha más importancia los liderazgos político-sociales, en su dimensión zona, local y/o departamental, no así los liderazgos políticos nacionales que carecieron de estabilidad
temporal, pero además del carisma y firmeza que se requería en una organización revolucionaria.

5- En la etapa pre insurreccional, en el Movimiento Pueblo Unido, MPU,  el PSN demostró en la práctica y con cifras que fue la organización que tenía más amplitud territorial que las mismas tendencias del FSLN, las cuales, si bien tenían más representatividad
en Managua y algunos departamentos, en el movimiento estudiantil y juvenil, pero no en los movimientos sindicales y de pobladores.

Por otro lado, fueron cuadros del PSN quienes –en apoyo del FSLN-se opusieron abiertamente a las posiciones conservadoras que asumieron los dirigentes del micro Partido Comunista  de Nicaragua, PC de N, ante la perspectiva insurreccional en 1979

6-Si bien desde la vasta represión que se dio a partir de 1967 contra el movimiento sindical urbano y rural que liquidó a más de un centenar de sindicatos en todo el país, incluido el asesinato de dirigentes reconocidos como Bernardino Díaz Ochoa, el movimiento sindical principalmente urbano adquirió gran fortaleza
tras la exitosa Gran Huelga de la Construcción en 1973, seguida de las huelgas hospitalarias, le dieron gran reanimación.

Solo el SCAAS de la CGT (i) logró aglutinara casi 40 mil obreros
en los distintos planteles del país. Después de estas jornadas hubo una fiebre organizativa, estimulada por la obtención de reivindicaciones en la mencionada huelga, esta creciente,
continuó considerablemente hasta el año de 1979.

Sucede que algunos autores se basan en un informe oficial del Ministerio del trabajo de 1979, donde se señala que había 27 mil
afiliados en 133 sindicatos (Velásquez, 1986,p. 51). Porque en este Ministerio no registraban en sus informes a los que no estaban inscritos oficialmente.

La cifra en esta dirección era mucho mayor. Las principales centrales obreras,  la CGT (i) y en segundo lugar la CTN aglutinaban a decenas de miles de trabajadores en todo el país (Casanova, 2013).

Cabe destacar que además de los encarcelamiento y torturas a cuadros ydirigentes del PSN, se dieron varios asesinatos
selectivos principalmente en el Occidente y el Norte del país, muchos de ellos disfrazados de accidentes y/o vendettas personales. Por lo que esa afirmación de que no los molestaban es de lo más absurdo.

7-Los llamados Comandos Cristianos Revolucionarios (CCR), respondieron más a una iniciativa de una de las fracciones del
Partido Socialcristiano y no representaban precisamente ni a la clase obrera ni a los sindicatos en general. Fue una milicia fundada
en 1979, que no rebasó su accionar más allá del barrio San Judas. Esa información, por tanto, es errónea (Ortega, 2010.P:473,474).

8-Es evidente el desconocimiento de la realidad y hasta minimización de una de las principales fuerzas de la izquierda
revolucionaria del país. El PSN era la única que tenía una organización territorial en 14 de los 16 departamentos del país cuyo último registro en 1976 arrojó la cantidad de 1.800 cuadros y
militantes
. Todos los seccionales tenían bajo su control a frentes de masas como el sindical, el comunal, el estudiantil, el femenil y en
algunas áreas como el Norte, Occidente y Oriente del país los frentes campesinos de la CGTAN (Casanova, ARCF).

9-Con relación a la participación armada del PSN en 1979, las imprecisiones son notorias, pero no se puede desconocer que quizás por falta de información sobre el particular las afirmaciones que aparecen a nivel de cápsulas salgan tan imprecisas. Pero en esta falta de información se debe destacar que de parte de los dirigentes de los “fusionados socialistas”, no hubo ni un mínimo esfuerzo por rescatar la historia de la participación de su Partido en la lucha armada entre los años de 1978 y 1979.

Pero con esto es válido acotar, que en medio de una lucha pertinaz contra los elementos oportunistas de la dirección, hubo esfuerzos en
torno a implementar, la lucha armada sin descuidar la organización y orientación de las masas.

Entre los años de 1966 y 1971 por acuerdo del Secretariado Ejecutivo Nacional, los dirigentes Abdul Sirker y Nicolás Arrieta fundaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARN).Cuya actividad empezó a declinar en 1969 con la captura masiva de muchos de sus miembros y la caída en combate de uno de sus principales dirigentes militares: el Comandante  Jacinto Baca Jerez.

La última y más cercana experiencia fue la realizada por la Organización Militar del Pueblo (OMP) fundada en 1978, pero cabe destacar que la actividad militar preparativa se empezó
a desarrollar desde el año anterior en los inicios de1977, al darse la ruptura total con las posiciones reformistas en noviembre de 1976, que sustentaba el ahora articulista de la derecha Luis Sánchez Sancho, entonces Secretario General del PSN.

Con una nueva dirección revolucionaria se iniciaron -entre
otras actividades- entrenamientos militares aprovechando la experiencia de los cuadros, recientemente capacitados en la URSS y la de los que provenían las desaparecidas FARN.

Una actividad que tuvo como dirigentes principales a Álvaro Montoya Lara (Comisario Nacional y Comandante en jefe) Federico López y Roger Cabezas. Hubo una estructuración a nivel de todos los seccionales departamentales y se hizo desaparecer a la
JSN, para militarizar sus estructuras.

En este mismo año se ampliaron los entrenamientos militares en el interior del país y en el exterior, particularmente en la hermana
República de Cuba. En ningún momento se pensó establecer una competencia con el FSLN en esta dirección, sino que a partir de la
actividad propia del Partido, hubo coordinaciones para aportar al mismo FSLN con instructores para entrenamiento de sus
militantes, con comandos para el desarrollo de acciones armadas y sabotajes en conjunto.

El PSN tenía principalmente sobre sus hombros la dirección y orientación correcta de las organizaciones de masas, principalmente
en la alianza MPU, en tanto en una insurrección popular se requería el apoyo y participación de las masas de forma organizada y en esta dirección el Partido debería volcar toda su experiencia y prestigio
acumulado.
No obstante, en la parte militar podemos destacar que hubo hechos y acciones que por un lado fueron omitidas o minimizadas o más
bien –diría yo- de forma innecesaria en una organización que como el FSLN tuvo sobre sus hombros la dirección político-militar de la
insurrección y su elevado protagonismo en el derrumbe de la Dictadura en julio de 1979.

Por qué no reconocer los méritos o aportes de otras organizaciones, que desde esa misma perspectiva pueden considerarse de menores
dimensiones?

Entre los aspectos que pueden destacarse del trabajo militar del PSN estuvieron:
Participación en los frentes de guerra con sus propias agrupaciones, como fue el caso de Jinotega, Matagalpa y Zelaya Central con el
antiguo nombre de las FARN; y en los frentes Sur, Occidente, Oriente, Chontales y Managua como OMP.

Entre hechos que se pueden destacar estuvieron: el reforzamiento de las columnas y frentes guerrilleros del FSLN en Occidente, Oriente Centro Norte y el Frente interno de Managua. En el caso del Norte, se reforzó la columna que entró a Jinotega encabezada por Germán Pomares y en el área rural: las tomas de Rio Blanco y Waslala. La ocupación de la Mina El Limón en Occidente.

En Managua en apoyo al FSLN con comandos de la OMP en
los barrios occidentales y orientales, además de la Carretera Norte. Esto permitió que los comandos y milicianos de la OMP participaran en hechos como, como fue el asalto a Niapsa, la defensa de Bello
Horizonte y Santa Rosa, la emboscada de Río Seco, los combates en el Aserrío Morales Orozco y de la Aduana. Los combates de
Masaya en la INCA y el Coyotepe.

Un mismo dirigente nacional del FSLN Henry Ruiz dejó
clara esta participación cuando afirmo en una entrevista: y toda la nación bajo la bandera del FSLN no había otra bandera…por
ejemplo el Partido Socialista al final puso sus fuerzas, nadie decía que era del Partido Socialista si se encontraba allí era bajo el
FSLN.(Baltodano,2010,T.I.P.606)

10-Un aporte que tuvo costos elevados como la caída del máximo jefe de la OMP Álvaro Montoya Lara en el Frente Sur, (no como
combatiente “tercerista, sino como dirigente de un contingente de combatientes socialistas), la muerte de Enrique González en Diriamba, Vinicio Jordán en Chinandega, Blanca Montenegro en Condega, Marvin Alemán en Managua y muchos integrantes de las
escuadras OMP que se sumaron a los mártires que fueron asesinados antes de la Insurrección.

Finalmente , como Rommel López y Efraín González y tantos hechos de muertes y desapariciones que echan por tierra las ingenuas y hasta malintencionadas afirmaciones de que los
socialistas no eran reprimidos. Aquí es aplicable la sentencia de alguien como José Benito Escobar, referente a una situación
similar dijo no solo hay razones históricas, sino también morales,(Escobar, 1980) por lo que no se debe de manosear la sangre de todos aquellos, que dieron su juventud, su sudor y hasta su sangre por la liberación nacional y social de Nicaragua.

Bibliografía básica y otras fuentes.
1-Baltodano, Mónica. Memorias de la lucha sandinista (en tres tomos). Fundación Rosa Luxemburgo. Managua 2010.

2-Casanova Fuertes Rafael. Bordes Ocultos. Copy Express. Managua, 2013.
3-Escobar, José Benito. El Principio del Fin. Secretaría Nacional de Educación Política y Propaganda (SNEP). Managua 1980 (folleto)
4-Guevara López, Onofre. Nicaragua Mi Lectura de su historia contemporánea. (SPI). Managua 2014.
5-Ortega Saavedra, Humberto. La epopeya de la insurrección. LEA. Managua 2010
6-Velásquez Pereira, José Luis. Nicaragua:Sociedad Civil y Dictadura. Asociación Libro Libre. San José, 1986.
7-Números del semanario Orientación Popular (OP) de los años de 1962- 1965
8-Resoluciones tomadas en el VIII Congreso de la Confederación General de Trabajadores (CGTi).Celebrado el 23 y 24 de febrero de
1963. Casa del Obrero en Managua. En: OP 21 de marzo de 1963.P.3.
9-Conversación con el dirigente sindical Nathan Sevilla, Managua 1977.