En entrevista con Niú, la directora de CEPREV
analiza las raíces de la violencia machista y propone soluciones para
erradicarla Psicóloga, socióloga y periodista, Mónica Zalaquett Daher tiene más
de 20 años desarrollando una metodología para erradicar la violencia. Directora
del Centro para la Prevención de la
Violencia (CEPREV), ha trabajado con hombres, mujeres y niños en Centroamérica
para hablar de los miedos y traumas más
profundos en nuestra sociedad.
En 2015, su organización fue víctima de una
persecución por medios oficialistas, que la vinculaban a un individuo armado
que atentó contra una manifestación opositora. Sin embargo, Zalaquett continúa
con su trabajo de cambiar la mentalidad de las personas sobre la violencia
imperante, especialmente la que sufren las mujeres de la región.
Ante las alarmantes cifras de atroces asesinatos
contra mujeres, la experta considera que es
necesario comprender de fondo el machismo, y trabajar junto a los hombres para
deconstruir esas prácticas.
En esta entrevista con Niú, Zalaquett habla sobre
las raíces de la violencia en nuestra
sociedad, los femicidios, el machismo y el papel del Estado y los
ciudadanos para cambiar esa realidad. «Cada
uno de nosotros reafirma la cultura de violencia, eso es lo dramático, el
Estado no es más que la expresión de todos nosotros allá arriba, y lo que le criticamos al Estado pasa en
muchísimas familias», dice la experta.
¿Somos
educados y educadas para ser violentos?
La violencia
se inserta en la rutina a partir de la creencia
que unas personas valen más que otras y por lo tanto tienen más derecho y de eso se derivan las relaciones de poder entre los seres humanos,
que son la raíz de todas las formas de
violencia.
Por ejemplo, si
yo creo que valgo más que vos, o que un hombre más que una mujer, o yo más
que vos porque soy una adulta y vos sos joven, a partir de esas creencias se generan apreciaciones, juicios sobre
el valor de los seres humanos, se supone
que un hombre vale más de una mujer, que una persona de tez más clara vale
más que una de tez oscura y partir de
eso se generan relaciones de poder y jerarquías entre los seres humanos.
La violencia
debe empezar a erradicarse desde la niñez, dice la experta.
Las relaciones
de poder son el camino rápido para el abuso del poder, cuando hay una
relación en la que yo tengo más poder que vos, porque creo que tengo más valor
como ser humano, y ejerzo aburridamente ese poder, ese ejercicio del poder, requiere de la violencia como un medio para
funcionar, es decir la violencia es
inherente a las relaciones de poder y al autoritarismo que se deriva.
¿Cuál
es la diferencia entre un femicidio y un homicidio? ¿Por qué es importante
hacer esa diferencia?
El femicidio
acepta que hay una motivación de género para el asesinato de una mujer, y
concretamente a qué nos referimos con una motivación
de género, a la creencia
precisamente de que un hombre tiene todo el derecho de hacer lo que quiera con
el cuerpo y la vida de las mujeres, solo por ser hombres, y de que los cuerpos de las mujeres son una especie de
pertenencia colectiva de los hombres.
Las personas
empiezan a ejercer abusivamente ese sentido de propiedad sobre los demás,
de ahí vienen las canciones como “sin ti no podré vivir jamás” o los dichos
“Mío o de nadie”; y viene la desesperación de un hombre, en un momento en que
las mujeres están cambiando en el mundo, en que están cambiando las creencias
en la mujeres sobre sus propias vidas, en que salen a la vida pública, en que
están cambiando las relaciones en la familia, económicas, porque ahora la mujer
es un sujeto económico y antes no lo era.
El hombre está aún mucho más enojado, entonces existe una constante prueba de la
masculinidad a través de la violencia, los hombres enojados con la pérdida de poder recurren a la violencia como una
manera de reafirmar su poder, por eso es que si no entendemos las relaciones de poder, no podemos entender
por qué existen femicidios.
¿Cuáles
son los ejemplos en la cultura popular, que reafirman y justifican la
violencia?
Me decía una niña en una conferencia, “yo no sabía que era violencia cuando mi
mamá todos los días que llego de clase me dice, ya llegaste hija de la gran
p*». Eso es un trato “cotidiano” para
esa niña y ella no se da cuenta que es violencia. Hay tonos de voz, los gritos, palabras, la descalificación, el abandono,
hay muchas formas de violencia, y
todas esas formas violencia están conectadas entre sí.
No es tan diferente la violencia que se ejerce contra la niñez, de la violencia que se ejerce
contra la mujer, todas tienen rasgos en común, en todas ellas hay aspectos de las relaciones de poder y hay abuso de
poder. Cuando tú le pegas a un niño de cinco años, porque eres su mama, ese
niño no te puede responder, pero cuando ese niño esté grande le va a pegar de
la misma manera a su hijo.
El tema de la
violencia es un tema muy complejo, pero hay unos aspectos clave como ese,
como por ejemplo que muchas veces la violencia
es la explosión de emociones y sentimientos altamente reprimidos, por
ejemplo, si a un niño chiquito vos le pegás y le decís no llorés porque sos
hombre y ese niño es violentado, es
abusado de muchas formas y crece sin poder expresar lo que siente, se convierte
en una bomba de tiempo que un día va a explotar, y se va a llevar por
delante lo que tenga cerca, todo eso ese niño lo va a ir acumulando. Los hacés así, y matan y se matan, hieren a
otras personas.
Hablemos del perfil de los femicidas, a propósito de
esta ola de femicidios que cada vez son más crueles…
El machismo
es una patología, no es la masculinidad normal y sana, es una distorsión, una desviación de la masculinidad sana. Una
distorsión generada precisamente en la cultura
patriarcal a partir de los
intereses, del sentido de la propiedad sobre las personas. El machismo
realmente viene siendo como la peor versión y la versión más enferma de la masculinidad, pero en nuestra sociedad se
considera que eso es normal, porque la violencia es condición de la
masculinidad.
Los hombres tienen mil formas en las que la sociedad
les pide día a día que demuestren que son hombres, si no lo hacen dudamos. Eso es una opresión cultural tremenda.
¿Qué significa esto? Digamos que a un hombre que le dice su mujer, mira yo ya
no quiero seguir viviendo con vos, los amigos vienen y le dicen, «mirá ¿cómo es
posible? Esa mujer anda con otro, te las anda ‘pegando’, un hombre verdadero,
no deja que eso pase». Ese hombre siente que si no hace algo con esa mujer, tiene una ira no solo causada por una
situación concreta, sino por una creencia, la creencia de que él no es
hombre si no hace algo por esa mujer, no la mata, no le pega o no la hiere.
Aparte de eso, si
ese hombre fue un niño violentado por su madre de niño, sumale todas las cosas
de la historia de vida. No se considera una justificación para la agresión,
se considera que es urgente entender este fenómeno para evitar que ocurra, a mí
no me interesa echar presos a los hombres, me interesa que no maten a la
mujeres, porque si tenemos una sociedad
que solo está pensando en las cárceles como solución a los problemas, así estamos repitiendo los mismos patrones de
creencias que generan violencia, condenando presos a personas que a lo
mejor no tendrían que haber acabado así.
Pero la respuesta institucional, no solo en
Nicaragua sino en otros países ha sido esa, no atacar la raíz del problema…
¿Por qué? Porque estamos alimentando y defendiendo una cultura patriarcal a través de
miles de acciones culturales, educativas, etcétera. Es muy complejo el fenómeno, tenemos que hacer
cambios drásticos de las creencias en la
educación, en los medios de comunicación, tenemos que aprender a
comunicarnos porque no tenemos la menor idea como comunicarnos… La gente se ofende y se grita como algo
cotidiano, son muchos patrones de
conducta que alimentan la violencia, pero detrás de todos están las
creencias de género y por eso hablamos de femicidio.
Si el Estado no hace nada porque reafirma esta
cultura, ¿Qué es lo que se debería hacer?
El problema es que no es solo el Estado. Cada uno de nosotros la reafirma, eso
es lo dramático, el Estado no es más que la expresión de todos nosotros allá
arriba, y lo que le criticamos al Estado
pasa en muchísimas familias. Claro, el Estado
es la expresión máxima de esa cultura, y ellos no se van a interesar por
hacer un cambio de raíz, ese cambio lo tenemos que hacer nosotros, nuestra
organización se ha dedicado a eso por 20 años, y créeme que hemos logrado
grandes cosas en Centroamérica…
En el taller que yo estaba la semana pasada en
Honduras, una señora se paró y dijo: antes morían 12 jóvenes al mes en mi
barrio, ahora solo muere uno. Ellos han recibido nuestros talleres y nosotros
lo hacíamos aquí en Nicaragua, hasta que nos pararon, no es casualidad, nos
pararon porque estamos trabajando por la raíz del problema.
«El cambio lo tenemos que hacer nosotros».
Hay intereses
para mantener la violencia hacia las mujeres. De la misma cultura machista
que se defiende como gato panza arriba
porque son relaciones de poder. Estamos tocándole los huevos al toro, la Ley 779 fue tocarle los huevos al toro.
El error ahí fue tocarle los huevos al toro sin proteger la vida de las
mujeres, echar presos a los hombres no
resuelve el problema.
Los agresores decían si me echan preso por pegarle a
la próxima vez la mato, yo no voy a esperar a que me echen preso por un golpe…
Es un problema complejo pero tenés que
educar mientras avanzas en las leyes, los mecanismos coercitivos y las
sanciones judiciales. Yo defiendo eso porque nosotros somos los que hemos
obtenido más cambios evidentes en los comportamientos masculinos violentos.
El sistema necesitaba a la mujer, como un sujeto
laboral, pero no necesita al hombre como un sujeto en la familia. Hemos
integrado a las mujeres en el mundo pero
no hemos integrado a los hombres en lo que nosotros queremos hacer, y es el
camino para la vida y la seguridad de las mujeres, no hay otro. Y se puede y
nosotros lo hemos demostrado, y nos tienen reprimidos, por eso.
Preguntarse por la vigencia para la realidad latinoamericana de hoy de la problemática gramsciana de la hegemonía,
es comenzar por registrar los enormes cambios que esa realidad (y la mundial)
han sufrido en estos últimos años. Ese proceso de cambio de las últimas décadas
se ha manifestado como una contraofensiva
de las clases dominantes.
Parte de su dinámica se extrajo de la voluntad consciente de revertir, por
medio de transformaciones estructurales, ‘orgánicas’ y no con medidas de
coyuntura, el ascenso en la movilización y las luchas sociales de los años
’60-’70, apoyada en una reformulación económica, social y política del
capitalismo a escala mundial, pero ha
tenido un efecto paradójico: al destruir las organizaciones de las clases
subalternas, ‘descabezar’ a su dirección, promover el ‘transformismo’ de sus
intelectuales orgánicos, ha minado también su propia capacidad (la de las
clases dominantes) de ejercer una ‘dirección intelectual y moral’, ha
disminuido la posibilidad de erigir indispensables ‘bases materiales’ para esa
dirección, y ha desmantelado las herramientas organizacionales (partidos con
capacidad de organización y movilización de masas, sindicatos reformistas y
burocratizados) que le permitieran en su momento construir esos ‘equilibrios
inestables’, esa capacidad para las
‘soluciones de compromiso’ que Gramsci sitúa como cimiento de la
transformación de una clase en ‘dirigente’[1].
Al
derrotar a su adversario de clase, los capitalistas
latinoamericanos han disminuido
paradójicamente su potencialidad de construcción hegemónica.
Del análisis de ese proceso, y de las perspectivas
que abre desde el punto de vista de las clases subalternas, intentaremos dar
cuenta aquí. Pero previamente quisiéramos proceder a un breve examen de las dimensiones del concepto de hegemonía en el propio
pensamiento de Gramsci.
El
concepto de hegemonía en Gramsci y sus derivaciones actuales
El concepto de hegemonía se ha ‘vulgarizado’ con
frecuencia, y dado lugar a una
simplificación que establece: a) una contraposición
binaria entre hegemonía y dictadura, donde
no existiría una si existe la otra y b) a partir de asignar un rango de
existencia mucho más que metafórico a la pareja base-superestructura, tomarla como una categoría exclusivamente
referida a la ‘superestructura’ y dentro de ella a la esfera
ideológico-cultural, o a la ‘sociedad civil’ (a su vez malinterpretada como en
contraposición a lo estatal). Para convertir la categoría ‘hegemonía’ en un
elemento útil para el análisis de la realidad social, se necesita despojarla de esos esquematismos.
Los componentes de consenso y de
coerción coexisten en el tiempo y en el espacio, como componentes de la ‘supremacía’ de una clase que pasa a ser dirigente
sin dejar de ser ‘dominante’ (dotada de poder coercitivo), y despliega su poder sobre un espacio social
más amplio que el de los aparatos estatales formalmente reconocidos como
tales[2], dando lugar a la configuración de una sociedad donde, como dice el
propio Gramsci, hay democracia en la
relación con algunos sectores sociales, y dictadura en el vínculo con otros.
La
distinción que Gramsci efectúa entre sociedad civil y sociedad política es de
finalidad heurística, como camino para analizar los mecanismos diferentes de un
campo y otro, pero no asimila, como la teoría liberal, sociedad política a
estado y sociedad civil a no-estado[3]: “[…] hay que observar que en la
noción general de Estado entran elementos que deben reconducirse a la noción de
sociedad civil (en el sentido podría decirse de que Estado: sociedad
política+sociedad civil, o sea hegemonía acorazada de coerción)” (Cuadernos: III,
76).
En Gramsci, la hegemonía tiene múltiples
dimensiones, pero está claro que la ‘dirección
intelectual y moral’ parte de grupos sociales con un papel determinado en la
vida económica, para ‘hegemonizar’ a otros que también lo tienen[4], y que
la catarsis[5] que eleva al plano de lo
ético-político se asienta en el campo económico-corporativo, lo que supone
una serie de sacrificios y compromisos, a su vez inestables, dinámicos, que sin
embargo no pueden desconocer el papel fundamental, originado en el mundo de la
producción, de la clase que aspira a ser ‘dirigente’.
Otro arco de complejidades es el proporcionado por la posibilidad de que se produzca la aparición
de una hegemonía alternativa, o contra-hegemonía. El grupo subalternosólo puede
convertirse a su vez en hegemónico pasando del plano económico-corporativo al
ético-político (combinación en que el término ‘ético’ apunta más bien a la
dimensión intelectual y moral, y ‘político’ al control del aparato del estado),
presentar sus intereses sobre un plano ‘universal’, pero se requiere de modo
inexcusable ese basamento económico-corporativo.
Una cuestión es que esa base no necesariamente deba asimilarse al
proletariado industrial o a ninguna
porción ‘predestinada’ de las clases subalternas. Otra, a nuestro juicio
errónea, es partir de un plano que no incluya los intereses económicos o que
tome en cuenta los datos del predominio económico de una minoría explotadora,
sólo como un factor a ‘morigerar’ por quienes aspiran a configurar un nuevo
‘bloque histórico’[6].
Por su parte, el bloque que está
en el poder no se remite a la manipulación ideológica, sino que apunta a articular una conjunción de grupos sociales en torno
suyo, en base a una ‘visión del mundo’ compartida, que permiten hablar de
‘democracia’ entre el grupo hegemónico y los sujetos a esa hegemonía, y que
abren el paso de la esfera de los dominados a la de los dominantes[7].
Y
ello da lugar al escenario de conflicto
social, complejo y múltiple que Gramsci
denomina ‘guerra de posiciones’. Prolongada en el tiempo, librada en un espacio social amplio y heterogéneo, incluyendo más de un frente simultáneo,
con avances y retrocesos parciales, en una situación de asedio recíproco (el enemigo puede
contraatacar y retomar posiciones en cualquier momento).
Se rescata así el concepto de revolución, pero con
la forma de un proceso de laboriosa gestación y no de acontecimiento único e irreversible, y con un contenido de
transformación radical, no limitado al poder político y las relaciones de
producción fundamentales, sino de ruptura de todas y cada una de las relaciones
signadas por la opresión y la desigualdad.
Pero la vigencia
de la guerra de posiciones no significa que la guerra de movimientos deje de
existir, ni que el problema de
destruir el aparato de coerción que posee la clase dominante, haya
desaparecido, sino que es un paso en un proceso más complejo, que presupone
la ‘lucha de trincheras’[8].
La disputa de
clases queda así explicada como un fenómeno multívoco, cuya diversidad y
complejidad aumentan junto con la de las sociedades. Pero ello no justifica
el ‘deslizamiento’ a una interpretación
en clave liberal o socialdemócrata del poder en la sociedad, que lo
‘idealiza’, al eludir las bases materiales, económicas de la hegemonía, y lo
‘pacifica’, al pasar por el costado de la problemática de la coerción, de la
violencia, incluso del terror, que subyace (y actúa, de modo selectivo y más o
menos encauzado jurídicamente) en las sociedades hegemónicas, democráticas.
La hegemonía en las sociedades
latinoamericanas
Las sociedades latinoamericanas, sobre todo las de
mayor desarrollo relativo, ya no son ‘Oriente’, en términos de Gramsci. Se han tornado desde hace mucho sociedades
complejas, con importante desarrollo de la sociedad civil.
Pero, a la vez, están
cruzadas por la pobreza de buena parte de sus habitantes, cada vez más por
el desempleo crónico, y aun por los salarios paupérrimos de parte de los que
tienen trabajo formal. Sus peculiaridades económicas, políticas, étnicas,
culturales, el sitio excéntrico,
‘periférico’ que ocupan en el sistema capitalista mundial, siguen
condicionando los modos de pensar y actuar, las modalidades organizativas, las
formas de lucha. Su complejidad no las acerca al ‘Occidente’ gramsciano, en
muchos aspectos.
En los años ’60-’70, América Latina atravesó la
virtual ‘explosión’ de las ‘nuevas izquierdas’, nacidas en buena medida de la reacción contra izquierdas tradicionales
que ‘dormitaban’ en los repliegues del orden burgués, sin desplegar ninguna estrategia de poder. Las nuevas
organizaciones revolucionarias, al calor
de la revolución cubana, solían apostar a modalidades insurreccionales, sin
hacer demasiado hincapié en el tipo de sociedades en que habitaban sus tentativas.
Se ha dicho que confundían la ‘guerra de movimientos’ con la ‘guerra de
posiciones’.
La confusión era más amplia en realidad, ya que
ignoraban los componentes consensuales de la dominación, el conjunto de
‘equilibrios inestables’ sobre los que se basaban los estados de bienestar
periféricos que se habían desarrollado en los países más desarrollados de
América Latina[9], los procesos de ‘revolución pasiva’ que habían llevado a
cabo los regímenes populistas[10].
Imaginaban
a los estados nacionales como meras fachadas de los intereses del capital
imperialista, a los ejércitos nacionales como
‘fuerzas de ocupación´ interna, y a las
clases subalternas como masas inconformes prontas a ser incendiadas por la
‘chispa’ de la insurrección. La derrota se debió a muchos factores, pero
uno no desdeñable fue esta esquemática
comprensión de las sociedades en que se desenvolvían, que las pensaba mucho
más simples y polarizadas de lo que eran.
Pensamos que es una deducción válida la de que los revolucionarios latinoamericanos de hoy
necesitan construir una praxis de raigambre gramsciana, en cuanto vía para captar toda la complejidad de nuestras
realidad, la múltiple dimensión de
la sociedad de clases, y forma de construir un proyecto revolucionario.
Sin embargo, en América Latina, la relativa novedad, a partir de mediados de los ’80, de la
existencia de democracias parlamentarias con perspectivas de
estabilización, con un desarrollo institucional y una vigencia de las
libertades públicas suficientes como para no permitir considerarlas una mera
‘fachada’ del autoritarismo, cegó con su
brillo a amplios sectores de la izquierda, obliterando ese balance.
La intelectualidad
de formación gramsciana, que había aportado parte de la mejor reflexión
marxista de los ‘60-’70, pasó a enrolarse
a favor de una renuncia al cuestionamiento de las relaciones sociales de
producción y del poder del estado. El hecho de centrarse en la ‘sociedad
civil’ se interpretaba en términos de un enfoque exclusivamente
político-cultural y la disputa en ese terreno era entendida sobre todo como
‘crítica cultural’, pero aceptando la
democracia representativa como democracia tout court, y abandonando la idea
misma de revolución social.
La destrucción de las organizaciones populares y la
desarticulación de la ‘visión del mundo’ que propiciaban en los 60-70’ las
dictaduras más sangrientas de la historia de la región, la presión ideológica
en el plano mundial desatada por un capitalismo que se reconfiguraba y se
reorganizaba en un sentido mucho menos proclive a las concesiones económicas y
políticas a las clases subalternas, impulsaron ese viraje, ese ‘gramscismo’ que
renunciaba a la transformación radical de la sociedad.
Hay
una frase de Aricó, uno de los gramscianos más destacados de América Latina,
de su última época, que resume todo un programa de acción: “La pretensión de
mantener unidos democracia y socialismo supone en la práctica política la lucha
por construir un orden social y político en el que la conflictualidad
permanente de la sociedad encuentre formas de resolución que favorezcan su democratización sin generar
su ingobernabilidad” (Aricó, 1999: 116).
La utopía
democrática suplantaba a la utopía revolucionaria, pero con
desconocimiento, para nada ‘gramsciano’, de las relaciones de fuerzas en que la
democracia representativa se restauraba, y las amplias posibilidades que éstas
brindaban para contrarrestar cualquier impulso renovador procedente desde
‘abajo’ que atravesara el nuevo orden político, que mal ocultaba un orden
social más desigual y excluyente que nunca antes[11] .
Este enfoque ‘transformista’ de la nueva situación,
se daba en una coyuntura que, con singular velocidad, se reveló como nada
propicia para apostar a avances sociales por la vía de las reformas: se asistía
a un proceso de concentración capitalista de vastísimos alcances, que
reorganizaba sectores enteros de la economía (y de la sociedad toda), mientras
hacía desaparecer o reducía a su mínima expresión a otros, todo en dirección
favorable a la concentración y
centralización del capital.
* * * * *
Para el propósito de construir un posicionamiento de
crítica radical, que contrarreste la postura adaptativa que acabamos de ver, es
importante analizar la cuestión de la hegemonía y la contra-hegemonía en
América Latina, sobre el fondo del ‘movimiento orgánico’ y no del ‘coyuntural’,
dirigiéndonos a la ‘gran política’ y no sólo a la ‘pequeña política’[12].
El transcurso de las décadas de los ’60 a los ’80
contuvo una demostración de flexibilidad en el manejo de los regímenes
políticos de parte del bloque de clases dominantes en los países
latinoamericanos, que en dos décadas
pasaron de regímenes constitucionales a dictaduras y de vuelta a la
institucionalidad democrática.
Los procesos de radicalización que se produjeron en
varios países, con el estado sobrepasado por una acción de masas que primero
amplió sus demandas, y luego apuntó directamente a destruirlo para encarar un
‘tiempo nuevo’, ya no capitalista, impulsaron a terminar con una democracia
parlamentaria y un ‘estado de bienestar’ que se habían tornado peligrosos.
Así fue que se
instalaron, por así decirlo, ‘cesarismos regresivos’, bajo la forma de
dictaduras militares que, mediante el uso masivo de la violencia,
permitieron salir de las situaciones de
empate prolongado o de defensiva de las clases dominantes, y proporcionaron
las condiciones para descabezar a las dirigencias de las clases subalternas y luego iniciar una restauración del dominio
más pleno de la clase, que a su vez contribuía a su propia reorganización.
Estos procesos, pasaron luego nuevamente a regímenes
democráticos, que completarían las transformaciones estructurales iniciadas
bajo la égida militar, pero incorporándoles la legitimación por el consenso
popular expresado en (y limitado a) el sufragio, en un mecanismo con ciertas
características de ‘revolución pasiva’[13].
El conjunto del proceso puede ser interpretado de
modo válido, como la expresión de un avance económico y político comandado por
lo más concentrado del gran capital, que pretende eludir todo pacto, toda concesión,
y hacer prevalecer completa su visión del mundo, y sus intereses
económico-corporativos. Así la clase
dominante pierde capacidad de hegemonizar a otros sectores sociales, en
cuanto se le hace difícil aparecer como ‘haciendo avanzar a toda la sociedad’[14].
Pero al mismo tiempo logra un firme control sobre el conjunto de la vida
social, incluyendo los partidos políticos sistémicos y el aparato
comunicacional.
El bloque en el poder no aspira hoy seriamente a
ejercer la dirección obteniendo un consenso permanente y activo, sino a la
neutralización y debilitamiento político e ideológico, a la desorganización y
parálisis política, al retiro duradero
de la esfera pública de las clases subalternas. Toda intervención ‘de
masas’ (aun las de carácter subordinado, heterónomo) es vista como
potencialmente peligrosa para la ‘gobernabilidad’ del sistema[15].
El resultado más auspicioso para la clase
capitalista es que, por condicionamiento y por presión, por manejo de ‘aparatos
hegemónicos’ en medida mayor que el Estado nacional, los conglomerados
empresarios garantizan la aplicación fiel de sus políticas, sin tener que tomar
la responsabilidad directa de la misma. Los círculos de la gran empresa suelen,
incluso, sumarse entusiastas a la generalizada denigración de la ‘clase
política’, ya que ese desprestigio tiene al menos dos consecuencias que les son
gratas: a) la ‘despolitización’
voluntaria de amplios sectores sociales, al mantenerse al margen de una
actividad a la que juzgan esencialmente mentirosa y deshonesta; b) la
desviación de la aversión que podría despertar la actitud de los grandes
capitalistas, hacia quienes cada vez más válidamente se puede considerar su
‘personal subalterno’.
Desorganizar, fragmentar,
replegar a lo privado, ‘seducir’ por la
creciente oferta de consumo, son caminos
de búsqueda de la pasividad de las masas, en nada coincidentes con la
generación del consenso ‘activo y organizado’ al que hace referencia Gramsci
como contenido de la hegemonía. Es mas bien un consentimiento a la propia despolitización,
teñido de lo que Therborn llama ‘el sentimiento de inevitabilidad’[16].
La
respuesta desde abajo
Este cambio
de rasgos fundamentales de la supremacía del gran capital, hace
indispensable una revisión profunda y radical, del modo de enfrentarse a ese
predominio de clase, y colocar en el
horizonte cercano a una perspectiva transformadora.
Como ya hemos visto, los movimientos revolucionarios latinoamericanos se han caracterizado en su
mayoría, al menos hasta la década de los ’70, por una concepción del tipo
‘guerra de movimientos’ y una visión
unilateral, limitada, de la dominación de clase, que tendía a minimizar el papel de los procesos que
se subsumen bajo el término gramsciano de ‘hegemonía’.
La prioridad
absoluta otorgada a la opresión económica, de clase, y a la ejercida por un estado al que se veía
sólo como brazo represivo al servicio directo de la explotación, obturaba la visión sobre otras formas de
opresión, y por consecuencia directa, la
posibilidad de articular una verdadera acción contrahegemónica.
Los defensores
de reivindicaciones étnicas, de género o ambientales, corrían el riesgo de aparecer como ‘desviando’ a las fuerzas
contrarias al orden existente de sus objetivos principales, en vez de ser éstas
aceptadas y promovidas como vehículo para ‘comprender y sentir’[17] la sociedad
en términos más complejos (y completos) que lo que se venía haciendo, aptos
para superar esquemas preconcebidos con resonancias ‘iluministas’.
En el fondo, se
alentaba una concepción de élite revolucionaria, de ‘vanguardismo’
atravesado por esos ‘hermanos enemigos’ que son el voluntarismo[18] y el
economicismo, y que tiene como visión de sus acción el disciplinamiento y
manipulación de las masas movilizadas, una especie de ‘banda gitana’ al decir
de R. M. Cox[19].
La derrota
experimentada en carne propia, en algunos casos; la visión de los
contrastes ajenos en otros, el cambio general del ‘clima de época’, hicieron
que aquella visión de la transformación social quedara, si no sepultada
definitivamente, al menos sí seriamente
dañada en sus posibilidades de generar movimientos políticos eficaces. Se
abría un abismo para las izquierdas, y se fue haciendo evidente que las
esperanzas de la ‘transición democrática’, no eran el camino para salvarlo.
Un problema para la re-construcción de una praxis efectivamente de izquierda, radica en
la necesidad de incorporar a su visión del mundo los cambios estructurales
producidos en los últimos años, sacar plenas consecuencias de los mismos, y
pasar por el tamiz crítico (y no por el rechazo unilateral) las aportaciones de
los gramscianos latinoamericanos en los ’80.
A esos puntos de vista, debería aplicárseles el
criterio que Gramsci desarrolló a propósito del pensamiento croceano:
‘retraducirlo’ a términos de la ‘filosofía de la praxis’, para hacer retomar a
ésta un ‘impulso adecuado’, que no tiene por qué reproducir las conclusiones
finales de esa crítica, pero sí utilizarla como basamento de la re-construcción
del campo ideológico propio[20].
Y allí se re-instala la problemática de la formación
de ‘intelectuales orgánicos’ capaces de ser protagonistas de un gran cambio político-cultural que se expanda desde
la izquierda radical a un campo más vasto de pensamiento y acción crítica,
estrechamente vinculado con las organizaciones populares y el movimiento social
en general[21].
Se necesita recrear
un enfoque revolucionario latinoamericano, que debe ser articulador de
realidades sociales y culturales afines pero diversas, con trayectorias
históricas similares, pero no exentas de diferencias importantes entre sí. Pero
ese anclaje no debería contaminarse de un nacionalismo que conduce a
minusvalorar la problemática de clase, y a percibir al antagonista como
determinado, no por la explotación y alienación de las clases subalternas, sino
por su carácter ‘extranjero’[22].
Estamos además ante la necesidad de un replanteo de la visión histórica acerca de las clases
subalternas, y de la propia idea de
la centralidad histórica del ‘proletariado’, indispensable si queremos
tomar el hilo del desafío acerca de qué tipo de coalición social puede
sustentar un proyecto contra-hegemónico.
Hay elementos para pensar que se avanza en una redefinición de la identidad (que
comprende a desocupados de larga permanencia, informales, precarios,
cuentapropistas, nuevas actividades surgidas en el campo de los servicios), que se cruza con las luchas ‘territoriales’,
y que se encarna en nuevos método de
lucha, que a veces suplen importantes dificultades para sostener la huelga
y otras medidas de fuerza tradicionales, en otras se articulan con ellas, y en
todos los casos siguen vindicando la condición original de trabajadores, aunque
el trabajo sea precario o directamente falte desde hace tiempo[23].
La dispersión, la falta de articulación con otros
espacios que no sean los del propio sector o ‘asunto’, el aislamiento y la
inorganicidad a las que muchos hoy cantan loas en nombre de la diferencia o la
‘tolerancia’, no pueden ser un camino sino hacia la conservación de la sociedad
existente.
Los actuales
pensadores de la dominación les dejan con gusto a las organizaciones de las
clases subalternas el terreno de la ‘pequeña política’ que sólo disputa sobre
cuestiones ‘parciales y cotidianas’, para mejor encubrir la renuncia a la ‘gran política’, la que se
abandona con exclusividad a las clases dominantes[24]. Las organizaciones
populares deben enfrentarse a fuertes presiones hacia su ‘domesticación’, a
encuadrarse en los límites de una ‘gobernabilidad’, entendida básicamente como
que las clases subalternas ejerzan su libertad de organización y movilización,
pero absteniéndose de todo lo que pueda perturbar las relaciones de poder
existentes[25].
Fortalecimiento organizativo, coordinación,
construcción de un discurso alternativo creíble y eficaz, son requerimientos
impostergables. Pero también superación de las trabas que hoy se oponen, en la
mentalidad colectiva, a la militancia activa por la transformación.
En primer lugar, la ideología de la competencia
interindividual como modo de moverse en la vida y el trabajo, con el acceso a
un consumo mayor y más variado como objetivo central, con exclusión de
cualquier objetivo y acción colectiva relevante. Y luego, la idea de que la
militancia social y política de contenido contestatario, tiene altos costos, y
que en definitiva no permite logros frente a un sistema dispuesto a todo para
castigar, y en el límite, suprimir a sus adversarios. Hoy estamos ante una
situación en que no se trata tanto de convencer de la justicia de las luchas, sino de su viabilidad y utilidad, de
que pueden ser conducidas de un modo que incremente la capacidad de acción
autónoma desde ‘abajo’.
Y continuar
pensando la revolución social, entendiéndola: a) como un proceso y no como un
‘acontecimiento’ único, al que se adjudica la apertura de una nueva era por
su sola producción; b) de una manera en que su componente de ‘iniciativa
popular’, de autogobierno y autoorganización de las masas, de generación y difusión de una ‘visión del
mundo’ antagónica a la predominante, ocupe un lugar tanto o más importante
que la conquista del aparato del estado
o las medidas de ‘expropiación de los expropiadores’.
A modo de conclusión
Al plantear la necesidad
de encarar la especificidad de la problemática ético-política sin abandonar la
‘estructural’, al desarrollar el concepto de hegemonía en un sentido
complejo y multidimensional, Gramsci señalaba el camino para un proyecto que no
se inclinara a descubrir una sola clave de la sociedad existente para
impugnarla desde allí, sino a visualizar
una crítica global, articulada sobre la problemática de la lucha de clases,
eludiendo a su vez la tentación de subsumir ésta en el plano de las relaciones
de propiedad y el manejo del aparato coercitivo estatal.
Por añadidura, hay una afinidad entre la época del
Gramsci de los Cuadernos y la actual: la sociedad capitalista atraviesa una
crisis de enormes proporciones, pero ésta no aparece como terminal, y son
muchos los indicios de que una ‘sobrevida duradera’ aguarda al capitalismo[26].
Se requiere hoy la aptitud de captar, comprender e
impugnar el conjunto de agravios que comete a diario el orden social
capitalista, en todos los terrenos, para ampliar y enriquecer el amplio frente
de los explotados, los marginados, y de los que sin ser una cosa ni la otra
toman la decisión ética y política de no seguir asistiendo pasivos al reinado
de la injusticia.
Las manifestaciones
contra el capital financiero, de Seattle en adelante; y en nuestro
continente las múltiples expresiones de
descontento movilizado y rebelión que
han dado por tierra con más de un presidente, muestran un cuadro social y
cultural ciertamente variopinto, la
inexistencia de pretensiones de que un sector se erija en ‘comando único’,
la voluntad cada vez más firme de cuestionar las diferentes aristas de un orden
social cada día más injusto, y con creciente conciencia de estar tomando parte
de una lucha de alcance mundial.
Se puede argumentar válidamente que se trata de
movimientos apenas incipientes, plagados de indefiniciones, e incluso de
incompatibilidades entre sus componentes. El desenlace que han tenido sublevaciones populares como las de Paraguay,
Ecuador, Bolivia, Argentina, siempre dentro del ‘viejo orden’ contra el que
difusamente se apunta, marcan de modo
claro los límites de estas expresiones.
Pero, nos parece, aciertan ya al insinuar, como
punto de partida, la adhesión a un nuevo ideal de fraternidad universal entre
los oprimidos y los indignados contra la injusticia. Ni la identidad ni el
ideal emancipatorio están hoy dados, sino que deben construirse en un proceso
que articule experiencia y conciencia, el lugar propio y el mundo en su
conjunto
Las clases
subalternas latinoamericanas son, desde siempre, ejemplo de diversidad y mezcla,
de un arco iris nunca agrisado por las
lluvias de plomo arrojadas una y otra vez sobre sus hombres y mujeres por
los dueños del poder. Difícil pensar un suelo más adecuado para que, en el
mediano plazo, fructifique un nuevo
proyecto revolucionario que parta de la diversidad para atacar por
múltiples vías a la mercantilización y el egoísmo universal, a la gigantesca
máquina de producir millonarios y hambrientos al mismo tiempo; a todo lo que
representa, hoy más que nunca, el capitalismo.
Bibliografia
Las citas de textos de Antonio Gramsci son de Cuadernos de la Cárcel, ediciones ERA,
tomos I al V, traducción de la edición crítica producida por Valentino
Gerratana, salvo en los casos que se señalan específicamente, en que provienen
de las traducciones de la anterior versión temática de los Cuadernos.
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Seattle. El surgimiento de la nueva
resistencia global”. En: El Rodaballo, Año VI, n° 11/12. Primavera/verano
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Therborn, Goran, La ideología del poder y el poder
de la ideología. 5ª ed. en español. México:Siglo XXI, 1998.
NOTAS
[1] Como un continuo formarse superarse de
equilibrios inestables […] entre los intereses del grupo fundamental y los de
los grupos subordinados, equilibrios en los que los intereses del grupo
dominante prevalecen pero hasta cierto punto, o sea no hasta el burdo interés
económico-corporativo(Cfr. Cuadernos, V, 37).
[2] “[…] la concepción del Estado como hegemonía
conduce a afirmaciones paradójicas: que no siempre al Estado debe buscársele
allí donde parecería estar ‘institucionalmente’: en realidad el Estado, en este
sentido, se identifica con los intelectuales ‘libres’ y con aquel grupo de
ellos que representa, precisamente, el principio ético-político en torno al
cual se verifica la unidad social para el progreso de la civilización. La
política momento de la fuerza, pero prepara para la vida moral o es instrumento
y forma de vida moral, por lo tanto no hay conflicto entre política y moral
sino casi identificación” (Cuadernos: III, 343).
[3] Cfr. Buttigieg, 1999: 35.
[4] Este párrafo de Gramsci puede ser tomado como
una afirmación de la base de la hegemonía en el mundo productivo: “Es verdad
que conquista del poder y afirmación de un nuevo mundo productivo son inseparables,
que la propaganda para una cosa es también propaganda para la otra y que en
realidad sólo en esta coincidencia reside la unidad de la clase dominante que
es al mismo tiempo económica y política […]” (Cuadernos: IV, 232).
[5] “Se puede
emplear el término de ‘catarsis’ para indicar el paso del momento meramente
económico (o egoísta-pasional) al momento ético-político, o sea la
elaboración superior de la estructura en superestructura en la conciencia de
los hombres. Esto significa también el paso de lo ‘objetivo a lo subjetivo’ y
de la ‘necesidad a la libertad’” (Cuadernos: IV, 142).
[6] El término ‘bloque histórico’ alude a la unidad
entre lo estructural y lo superestructural, entre lo material y lo
ético-político: “La historia ético-política no puede prescindir tampoco de la
concepción de un ‘bloque histórico’ en el que el organismo es individualizado y
concretizado por la forma ético-política, pero no puede ser concebido sin su
contenido ‘material’ o práctico” (Cuadernos: III, 346).
[7] “Entre tantos significados de democracia, el más
realista y concreto me parece que se puede extraer en conexión con el concepto
de hegemonía. En el sistema hegemónico
existe democracia entre el grupo dirigente y los grupos dirigidos, en la
medida en que el desarrollo de la economía y por lo tanto la legislación que
expresa tal desarrollo favorece el paso molecular de los grupos dirigidos al
grupo dirigente” (Cuadernos: III, 313).
[8] Como afirma M. Salvadori “[…]descartar la
‘guerra de movimiento’ hasta que haya dado sus frutos la ‘guerra de posición’.
No se trata, pues, de una contraposición entre los dos conceptos de ‘guerra’,
sino de una correlación funcional. No se
puede emprender el asalto al poder (Estado obrero y dictadura del
proletariado) mientras la lucha de
trincheras no haya creado las premisas del éxito; pero el objetivo supremo
sigue siendo el asalto destructivo contra el enemigo” (Salvadori, 1981: 88).
[9] “[…] la vida estatal es concebida como un
continuo formarse y superarse de equilibrios inestables (en el ámbito de la
ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos
subordinados, equilibrios en los que los intereses del grupo dominante
prevalecen pero hasta cierto punto, o sea no hasta el burdo interés
económico-corporativo” (Cuadernos: V, 37).
[10] El concepto
de ‘revolución pasiva’, o ‘revolución-restauración’ es fundamental para
entender el proceso latinoamericano y las políticas de las clases dominantes en
especial., en tanto que respuesta a amenazas más o menos concretas provenientes
del ‘abajo’ social. “[…]ambas expresan seguramente el hecho histórico de la
ausencia de una iniciativa popular unitaria […]y el otro hecho de que el
desarrollo se ha verificado como reacción de las clases dominantes al
subversivismo esporádico, elemental, inorgánico de las masas populares con
‘restauraciones’ que han acogido una cierta parte de las exigencias de abajo,
por lo tanto ‘restauraciones progresistas’ o ‘revoluciones-restauraciones’ o
incluso ‘revoluciones pasivas’ (Cuadernos: IV, 205).
[11] En estas posiciones resuena algo de la
propensión de los intelectuales a concebir al estado como ‘una cosa en sí’ un
‘absoluto racional’ y ver a su propia función como ‘absoluta y preeminente’ en
los países periféricos” (Cuadernos: IV, 233).
[12] “La pequeña
política, las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el
interior de una estructura ya establecida por las luchas de preeminencia entre
las diversas fracciones de una misma clase política. Por lo tanto, es gran
política el intentar excluir la gran política del ámbito de la vida estatal y
reducirlo todo a aquella política” (Cuadernos: II, 242).
[13] Nos parece especialmente adecuada a los
procesos de historia reciente de América Latina la definición de revolución
pasiva que da Donatella Di Benedetto: “La ‘revolución pasiva’ implica por lo
tanto la capacidad de las clases dominantes, frente a la explosión de las
contradicciones sociales y políticas, de gobernar, integrar destruyendo las
contradicciones fundamentales evitando que devengan protagónicas en la crisis
‘masa’ o ‘conjunto’”. (Di Benedetto, 2000: 266). La ‘revolución pasiva’ es un
tipo de proceso que recorre toda la historia latinoamericana, desde el momento
de la independencia y constitución de los estados nacionales, proceso realizado
inequívocamente ‘desde arriba’, con aparatos estatales que se construían, dando
forma a la vez a la estructura de clases de la sociedad y sentando las bases
para un tipo de desarrollo que incluyera la incorporación al mercado mundial.
Por comenzar, estos ‘estados-nación’ no
tenían naciones (ni siquiera protonaciones) que les fueran preexistentes, y las
deberán conformar a partir de la acción estatal en el terreno militar, político
e ideológico-cultural. Se encuentran referencias abundantes al tema en
Aricó, 1980, sobre todo en su último capítulo.
[14] Gramsci utiliza esta expresión, para
caracterizar el período en que una clase dominante es ‘progresista’, y por lo
tanto puede captar al conjunto de los intelectuales, incluyendo a los tradicionales.
Cuando pierde este carácter, tiende a recaer en el autoritarismo “Este fenómeno
se verifica ‘espontáneamente’ en los períodos en que aquella determinada clase
es realmente progresista, o sea hace avanzar a toda la sociedad, no sólo
satisfaciendo sus exigencias existenciales, sino ampliando continuamente sus
cuadros por una continua toma de posesión de nuevas esferas de actividad
industrial-productiva. Cuando la clase dominante ha agotado su función, el
bloque ideológico tiende a resquebrajarse y entonces a la ‘espontaneidad’
sucede la ‘constricción’ en formas cada vez menos larvadas e indirectas, hasta
llegar a las auténticas medidas policíacas y a los golpes de estado”
(Cuadernos: I, 108).
[15] Lo explica con claridad C. N. Coutinho:
“[…]ese modelo societario presupone y estimula la baja participación política
(la apatía es vista como condición para evitar el congestionamiento de las
demandas), además de apostar por el debilitamiento de las instancias
globalizadoras de la política –descalificadas en cuanto “ideológicas” – y por
la proliferación de formas de representación puramente corporativas y
sectoriales, como es el caso de la mayoría de las ONG […]” (Coutinho, 2000:
41).
[16] Cfr. Therborn, 1998: 75 y ss.
[17] El paso
del saber al comprender al sentir y viceversa del sentir al comprender al saber.
El elemento popular ‘siente’ pero no comprende ni sabe; el elemento intelectual
‘sabe’ pero no comprende y especialmente no siente. Los dos extremos, pues, son
la pedantería y el filisteísmo por una parte y la pasión ciega y el sectarismo
por la otra. […] El error del intelectual consiste en crer que se pueda saber
sin comprender y especialmente sin
sentir y estar apasionado, es decir, que el intelectual pueda ser tal
siendo distinto y estando alejado del pueblo[…]” (Cuadernos: II, 164).
[18] Gramsci define así al voluntarismo: “[…]el voluntarismo, aun con su mérito
histórico que no puede ser disminuido, ha sido un sustituto de la intervención
popular, y en este sentido es una solución de compromiso con la pasividad
de las grandes masas. Voluntarismo-pasividad
van juntos más de lo que se cree. La solución con el voluntarismo es una
solución de autoridad, legitimada “formalmente” por un consenso, como se dice,
de los “mejores”. Pero para construir una historia duradera no bastan los
“mejores”, se necesitan las más vastas y numerosas energías nacional-populares”
(Cuadernos:IV, 69).
[19] Cfr. Cox, 2000, 132.
[20] Gramsci desarrolla esta idea de superar
mediante la incorporación de la crítica aun idealista a la recuperación de una
filosofía de la praxis ‘vulgarizada por las necesidades de la vida práctica
inmediata’ en Cuadernos: IV, 133. Dora Kanoussi, en su reciente Una
Introducción a los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci, hace eje
fundamental en esta idea de la traducción y re-traducción como fundamental en
el armado conceptual gramsciano.
[21] Viene a cuento una observación de la primera
época de los Cuadernos, en la que Gramsci comienza a plantear la complejidad
del vínculo entre la ‘razón’ de los intelectuales y la del sentido común de los
diversos grupos sociales. “La elaboración unitaria de una conciencia colectiva
exige condiciones e iniciativas múltiples. La difusión de un centro homogéneo
de un modo de pensar y de actuar homogéneo es la condición principal, pero no
debe ni puede ser la única. Un error muy difundido consiste en pensar que cada
estrato social elabora su conciencia y su cultura del mismo modo, con los
mismos métodos, o sea los métodos de los intelectuales de profesión. […]Es
ilusorio pensar que una ‘idea clara’ oportunamente difundida se inserta en las
distintas conciencias con los mismos efectos ‘organizadores’ de claridad
difusa. Es un error ‘iluminista’” (Cuadernos: I, 99).
[22] Es importante prestar atención, para América
Latina, a las tesis que E. Said rastrea en Fannon, acerca de que el
nacionalismo ‘ortodoxo’ tiende a seguir el mismo camino que el imperialismo, y
la necesidad de pasar de una conciencia nacional a otra política y social, y la
prioridad de los ‘colectivos de ámbito general’ (dentro de los que podría
incluirse a Latinoamérica, diríamos nosotros) sobre los de carácter particular
(Said, 1996: 422).
[23] En Argentina, por ejemplo, se ha asistido a una
creciente organización de movimientos de
trabajadores desocupados, que tienden a nuclear no necesariamente a
desocupados recientes, sino a un amplio conjunto de pobres que reclaman su
ingreso al mundo del trabajo.
[24] “[…] de lo que se trata es de elevar la
política del nivel ‘económico-corporativo’ al nivel ‘ético- político’. Al
contrario de la ‘pequeña política’ propuesta por el neoliberalismo, tenemos
aquí la defensa de la “gran política” orientada explícitamente hacia la
afirmación y defensa de valores e intereses universales” (Coutinho, 2000: 42).
[25] “Desde los círculos de los poderes
trasnacionales y nacionales, a lo largo de la década de los noventa, se ha tratado de imponer a los movimientos
populares una sola visión de lo político, las teorías de la gobernabilidad,
y una agenda impuesta desde organismos como el Banco Mundial, que los vuelve
funcionales a la contrarreforma del Estado, articulados a los denominados
procesos de descentralización y autogestión, renunciando a tener una
perspectiva total y emancipadora del futuro” (Hidalgo, 2000: 60).
[26] Cfr.: “[…] tal como en los años en que fueron
concebidos los Cuadernos, la crisis de nuestros días no se anuncia como
terminal. De todas partes surgen indicaciones de que el capitalismo, pese a sus
monstruosidades y contradicciones, está fuerte y demuestra poseer reservas para
sustentar, tal vez no un un nuevo ciclo expansivo, pero sí seguramente una
sobrevida duradera” (Nogueira, 1998: 99).
A aprovação relâmpago da reforma da Previdência em
segundo turno teve, como era previsível, um impacto subjetivo na esquerda. Não fosse o bastante, assistimos a
uma ofensiva virulenta de Bolsonaro: defendeu o torturador Ustra e atacou a
memória de Fernando Santa Cruz, defendeu o trabalho infantil, os fazendeiros
que usam trabalho escravo, os garimpeiros que invadem terras indígenas, a
censura e o fim da Ancine, atacou a denúncia que o Inpe faz do desmatamento da Amazônia, e demitiu seu
presidente, e muito mais.
Na esquerda ficamos
todos enfurecidos. Mas nossa raiva não é a melhor bússola. No debate sobre
a tática diante do governo Bolsonaro surgiram duas tentações perigosas. A primeira é o ultimatismo. Ou substitucionismo.
A sua palavra de ordem é o Fora Bolsonaro. O argumento é que precisamos dar uma
resposta política frontal à questão do
poder. A sua forma foi a defesa da iniciativa parlamentar de impeachment.
A justificação é que milhares já estão gritando o
Fora Bolsonaro, ou o VTNC (vai tomar no cu) nas manifestações, e ações
exemplares de uma vanguarda ativa ampla tendem a contagiar as massas. Trata-se da atração pelo poder estético da
“frase revolucionária”. Ou da iniciativa parlamentar de choque que gera uma
manchete. É estéril, infelizmente. Nada
substitui o processo de experiência prática de milhões que é a única via para o isolamento de
Bolsonaro. Não há atalhos retóricos
ou parlamentares na luta para criar as condições de derrubada do governo.
O “Abaixo o governo, greve geral”, não importa qual seja a situação política e
a relação social e política de forças, é um mantra anarquista. Não é um
ultimato de verdade ao governo, porque é
um blefe. Neste momento, não é possível mobilizar em escala de milhões para
derrubar Bolsonaro. Claro que não é proibido blefar na luta de classes. Mas só
é útil blefar quando há alguma possibilidade de enganar os inimigos. Quando não
é possível, trata-se de um ultimato às massas.
Este critério é equivocado. A melhor palavra de
ordem não é a mais radical. A melhor
palavra de ordem é aquela que pode colocar em movimento milhões. Por isso,
é muito justa a preparação do dia 13 de agosto em torno da defesa da educação
pública.
A segunda é o
politicismo eleitoralista. A sua
forma é a defesa do republicanismo, ou a subordinação da esquerda ao programa
do centro, diante de Bolsonaro, para explorar algumas contradições, com a
expectativa de construir Frentes Amplas nas próximas eleições. O seu argumento
é que nos aproximando das dissidências do bolsonarismo, estaríamos ampliando a
audiência da oposição para além da “bolha” da esquerda.
Não há nada de errado com a unidade na ação, seja
com quem for, em torno de uma bandeira democrática reativa a um ataque do
governo. Foi muito justa, por exemplo, esta semana, a iniciativa de construir
uma delegação pluripartidária para ir recorrer ao STF, diante da decisão de
transferência de Lula de Curitiba para Tremembé. O perigo está na “romantização” eleitoralista da unidade na ação.
A esquerda não deve renunciar ao seu programa nas próximas eleições municipais.
A esquerda não será mais forte
defendendo as ideias do centro.
Ambas estas táticas estão erradas. A esquerda não deve aderir agora à tática da
ofensiva permanente para tentar derrubar Bolsonaro. Porque não podemos nos
colocar objetivos inalcançáveis, neste momento. Chegará a hora da ofensiva,
mais cedo do que tarde. Por enquanto, ainda não. Tampouco deve aceitar ser um
vagãozinho atrelado à locomotiva dirigida por Rodrigo Maia e ou outros,
aguardando o calendário eleitoral.
Estamos em uma situação em que a tática da frente única, ou da acumulação de forças, ou do
desgaste, ou leninista-trotskista, ou de guerra de posições, ou gramsciana é a
mais adequada. Não podemos disputar com o governo de igual para igual, em
luta franca e aberta, porque ainda estamos
em condições de inferioridade. Mas não devemos, também, aderir ao quietismo.
Nosso time precisa
se posicionar na defensiva, mas em máximo nível de concentração para
aproveitar a possibilidade de roubar a bola, ou os erros do governo, e partir
para um contra-ataque fulminante. Foi assim que conseguimos realizar as grandes
manifestações do 15 de Maio. Será assim que poderemos abrir um caminho para as
grandes massas, e inverter a relação de
forças.
Estas conclusões decorrem de um procedimento de
método. Toda política deve se apoiar em
uma análise da situação, caso contrário é puro voluntarismo. Uma análise marxista é uma análise de classe.
Isso quer dizer que abraçamos a ideia de
que a luta entre as classes é a chave de explicação da vida social. Esta premissa parece simples, mas não é. Não
permite concluir que tudo o que acontece na sociedade se explica pelo antagonismo
entre capital e trabalho, ou sequer às lutas entre frações de classe. Há muitos outros conflitos, e eles não se
resumem à dimensão econômica da luta social. Quer dizer que a luta de
classes é a determinação em “última instância”.
Uma análise
de conjuntura deve ser entendida como a operação da mente que separa as partes
de um todo. A realidade é sempre uma
totalidade de contradições. São muitas as camadas que se sobrepõem e
interlaçam. Toda análise exige um
processo de aproximações sucessivas. Toda análise é, inelutavelmente,
parcial. Não é possível a omnisciência diante da história do presente.
Uma análise
marxista identifica os conflitos a partir de um ângulo de classe. Isso não
significa que pode haver “torcida” na análise. A análise é um procedimento científico
sério. Se a situação é mais favorável ou desfavorável, ela não vai ficar melhor
ou pior porque reconhecemos a realidade como ela é. Tampouco há análises otimistas ou pessimistas. Isso é retórica. Há
somente análises mais certas ou mais erradas.
A análise marxista de uma situação política remete à consideração de fatores objetivos
e subjetivos. Tanto na apreciação da relação social de forças, como na
aferição da relação política de forças incidem fatores objetivos e subjetivos.
Os objetivos são aqueles que remetem à
situação das classes. Os subjetivos são
aqueles que remetem à posição que as classes ocupam em uma dada situação.
Situação
da classe trabalhadora é o lugar econômico-social que ela
ocupa, em certo momento. Os salários podem estar se valorizando ou
desvalorizando, por exemplo. Posição de
classe é o papel político-social, ou seja, a disposição de luta maior ou menor.
Situação e posição de classe mantêm uma relação dialética. Não há uma
sincronização “perfeita” entre eles. A consciência de classe não aumenta,
necessariamente, quando a situação piora ou vice-versa.
As variáveis
de avaliação da relação social de forças entre as classes remetem à
investigação da estrutura da sociedade. Sobre a situação econômica, podem ser cinco ou mais indicadores
dependendo da complexidade maior ou menor do modelo como, por exemplo: (a)
dinâmica de recessão, estagnação ou crescimento e evolução da taxa média de
lucro; (b) taxas de aferição do desemprego, do endividamento e inadimplência de
empresas e famílias, evolução dos salários; (c) variação da inflação sobre
educação, saúde, segurança ou previdência privada sobre os setores médios, ou
peso maior ou menor dos impostos sobre a renda e consumo; (d) evolução da
distribuição funcional e pessoal da renda; (e) evolução da proporção da dívida
pública em proporção do PIB.
Ou da situação social: (a) proporção da população em
situação em condições de pobreza extrema; (b) proteção da infância e dos
idosos, ou acesso aos serviços públicos de educação e saúde, ou ainda aumento
ou redução da percepção da insegurança pública, como a evolução da taxa de
homicídios; (c) proporção dos aposentados e pensionistas sobre a PEA (População
Economicamente Ativa) e evolução de sua rena média; (d) proporção da população
imunizada diante de epidemias; (e) acesso à casa própria ou variação dos preços
dos aluguéis.
Finalmente, a situação política: (a) unidade maior ou menor da classe dominante
em sua relação com o governo, e capacidade
maior ou menor da burguesia de acaudilhar a classe média; (b) número de
greves e volume de grevistas ou disposição
de luta dos trabalhadores; (c) massividade maior ou menor nas manifestações
de protestos contra o governo, ou capacidade do campo dos trabalhadores de
colocar em movimento outros setores oprimidos; (d) massividade maior ou menor nas manifestações de protestos de apoio ao
governo, e composição social destes Atos; (e) evolução da aprovação e desaprovação
do governo nas pesquisas de opinião.
As variáveis de análise
da relação política de forças são indicadores que nos remetem à investigação da
superestrutura da sociedade, ou seja, as organizações, partidos, movimentos e lideranças que fazem a representação
dos interesses em conflito, portanto, a
dimensão ideológica da luta social. A forma em que se exerce o poder de
Estado, ou seja, a estabilidade do regime político-institucional são expressão
de maior ou menor força política e social dos partidos que defendem a ordem.
Alguns indicadores, entre outros, são: (a) peso dos partidos políticos nas últimas
eleições; (b) força militante ativa nas estruturas da sociedade; (c) peso
social de organizações como sindicatos e movimentos sociais entre a massa do povo;
(d) audiência da imprensa e mídia de oposição; (e) autoridade e respeito dos
líderes políticos.
A caracterização de uma situação decorre da síntese entre a apreciação da
relação social e da relação política de forças. Uma incide,
permanentemente, sobre a outra. Mas a determinação mais poderosa é sempre
estrutural. A relação social de forças é
determinante. Sem análises sérias
todo o debate de tática é inconsistente.
Desde que a principios
de los ochenta, en el marco de su primera gran Reforma y Apertura hacia el
exterior, Deng Xiaoping nos
advirtiera que China seguiría como estrategia económica un experimento que no
estaba en los libros, las voces occidentales que intentan una razonable
interpretación del fenómeno asiático han vivido sin descanso, tratando de
descifrar y llevar el paso de una China que desde hace cuatro décadas no conoce
el reposo. Desde entonces, aprendiz del
proceso global, y ahora convertida en líder de la globalización, impone su visión y su ritmo a un mundo
occidental y periférico que no atina a descubrir lo que sigue.
La nueva iniciativa One Belt One Road (OBOR), (ó Belt and Road Initiative (BRI), (Una
Integración, Un Camino en español) ;(El Nuevo
Camino de la Seda, etc.),[1]
constituye en los hechos la segunda gran
apertura de China. Si en 1978 su
salida fue al Pacífico, por ser un desdoblamiento natural hacia su
fortaleza geográfica y del uso de la infraestructura que le había sobrevivido
del colapso económico de su etapa comunista; el OBOR, o su apertura hacia su eje contrario, o sea, hacia Asia
Central, Asia Menor, Norte de África y los países fronterizos occidentales
(alrededor de 70 países) , representa una medida audaz de innumerables
interpretaciones sobre la que Occidente no acaba de acusar recibo, de construir
una interpretación suficiente, o peor aún, de intentar elaborar una respuesta
del tamaño de OBOR.
¿El rescate de un proyecto milenario? ; ¿una
novedosa alternativa de comercio continental?; ¿ nueva integración o asociación
regional? ; ¿la construcción de un novedoso esquema geopolítico?; ¿un nuevo
jugador del orden multilateral del comercio?; ¿una manera diferente de hacer
comercio? ; ¿adherentes contemporáneos del orden global establecido?; ¿los
primeros andamios de un nuevo orden global desde el continente asiático?;
¿capítulos inéditos del choque China- Estados Unidos? ; ¿un escalamiento más
del choque de civilizaciones?; ¿emplazamiento chino hacia la confirmación de su
liderazgo global hacia 2049? .
No es exagerado suponer que la nueva estrategia OBOR
de China, apenas dibujada en el discurso que pronunciara Xi Jinping en el mes de septiembre de 2013 en Kazajistán, que luego
la ratificara en Jakarta, Indonesia en el mes de octubre del mismo año,
involucra de manera tácita o expresa las diferentes categorizaciones enunciadas
en el párrafo anterior, las cuales intentan ser tan solo una pequeña muestra de
lo que el mundo empieza a interpretar sobre el tema OBOR, el cual se descubre poco a poco como una bola de
nieve que a su paso rompe esquemas, teorías y paradigmas que apenas en la
primera década del siglo se tomaban como inmutables ; o peor aún, como es el
caso de Asia Central, que de temas económicos antes intrascendentes , ocultos
por la arena de los milenios, ahora a causa de China se asumen como
estratégicos.
Con la propuesta
OBOR o el nuevo camino de la seda, con su relanzamiento, China le comunica al mundo sin ambages su
claro deseo de ser el líder global del siglo XXI en 2049, a los 100 años del
triunfo de su revolución. Junto con ello, China hace pública su nueva
estrategia para lograrlo, informando cada uno de los tres cambios estructurales
implementados para el efecto, a partir
del ascenso de Xi Jinping al poder en 2012.
La primera de ellas consiste en la Reforma de su poder político, la cual
fue operada en marzo de 2018 ante la promulgación
de su Quinta Reforma Constitucional (1987, 1993,1997, 2004 y 2018). La
segunda, consiste en la Reforma de su
Estrategia Económica, ante la puesta en marcha de su Plan Made in China 2025,
2035 y 2045. Y la tercera que se refiera a su Reforma Geopolítica, ante el anuncio en 2013 de la nueva ruta de la
seda o la iniciativa global de asociación conocida como OBOR.
A la China de fines de la segunda década del siglo
XXI no puede vérsele únicamente a la luz de uno de estos tres cambios
estructurales, por importante que sea cada uno de ellos; como tampoco opera ya
el análisis tradicional de su primera apertura económica y política. Resulta
necesario intentar una reflexión integral que busque la construcción de una
nueva relatoría que describa cada una de estas tres grandes acciones; de manera
especial , de su vinculación y sinergia respecto al objetivo último buscado por China que es llegar a ocupar el liderazgo
hegemónico del siglo XXI.
Desde luego, todo este nuevo proyecto no puede aislarse
de su marco referencial. Primero, el que corresponde a la puesta en marcha de
una idea milenaria que da cuerpo al OBOR, que
se refiera a una figura emblemática y épica del pasado –que es la Ruta de la
Seda-. Y segundo, junto con la remoción de estas dunas histórico
comerciales que habían permanecido ocultas por siglos, tampoco puede evitarse,
aunque sea de manera referencial, analizar al OBOR en medio del debate en ascenso entre un Oriente legendario y un Occidente
declinante que desde el siglo pasado
motivaron a Huntington a hablar de un choque de civilizaciones.
En la línea de estas preocupaciones, los apartados
que siguen intentarán ser un primer acercamiento de la descripción y relevancia
de lo que es el OBOR o el Nuevo Camino de la Seda, y lo que podría representar
en esta primera mitad de siglo.
II.
OBOR o una vuelta al origen
Para
China, la civilización vigente más antigua del mundo, el OBOR o el Nuevo Camino
de la Seda ha significado el relanzamiento de una estrategia
geopolítica que inauguró desde el año
138 a. C, cuando en el marco de su segunda dinastía, la Han, el emperador
Wu Di encargó al Embajador Zhang Quian que
se internara en su periferia oriental en busca de información, expansión y
comercio, lo cual dio origen a la milenaria
caravana de la seda.
En ese momento China
venía de presumir la fundación del primer Estado moderno, en 221 a. C.,
ante el sometimiento de los siete estados en guerra por parte del primer
emperador Shi Huangdi; al mismo tiempo que inauguraba los primeros trabajos de la ahora muralla china, como defensa ante los
bárbaros del norte.
Con el embajador Zhang, China intentó saber más
sobre una región desconocida y complicada ubicada entre enormes montañas y
desiertos. El primer antecedente del camino de la seda duró 13 años, lleno de
incertidumbres, riesgos y peligros. No obstante, el embajador Zhang hizo un segundo viaje que marcó un antecedente de
interés y posibilidad que se repetiría con diversa imaginación e interés
por alrededor de dos milenios.
El camino de
la seda, en su origen, es un primer encuentro entre Occidente y Oriente a
través de las presunciones, las mercancías y las especias. En el inicio del
camino la contraparte occidental del segundo imperio chino era el imperio romano , el cual sabía desde Alejandro el Magno ,
que llegó a las riveras del Indo,
que más allá de Antioquía (Siria) y de Persia ( Irán), existían grandes reinos que nunca quiso explorar por no exponer la
estabilidad del imperio.
China hizo lo propio, a pesar de haber lanzado y
protegido una caravana de la seda que le abrió comercio con pueblos lejanos y
desconocidos; y a pesar de que se afirma
que desde Tiberio (370 d.C) se conocían los vestidos de seda y que China sabía
de Roma (el legendario Dagin), lo cierto es que los antiguos imperios de
Occidente y Oriente no se conocieron; [2]
que los romanos creían que la seda crecía en los árboles y solo hasta 652 d. C, unos monjes nestorianos introdujeron a Europa
capullos de gusano de seda escondidos en el interior de una caña de bambú (
Polo Marco, 2014).
China
se conformó con saber de Asia Central y Roma no quiso ver más allá de Antioquía,
en un primer encuentro Oriente- Occidente donde se supo del otro pero no hubo
una voluntad política de expansión. Dentro de estas intuiciones, la caravana de la seda funcionó como un
testigo del otro evidenciado por sus mercancías, que en el caso de China
eran encabezadas por la seda y se
multiplicaban en porcelana, maderas preciosas , metales preciosos, gemas,
especias, animales, etc.
Desde luego el
Soft Power chino desde entonces se hizo presente, como un arma estratégica de hacer negocios:
“Las palabras de los chinos fueron desde siempre
suaves, sus contenidos siempre débiles. Con sus palabras suaves y sus
contenidos débiles, así se dice, los chinos atraen a los pueblos que viven
lejos…” (Inscripción en turco antiguo, Mongolia, Höllmann, 2015)
Pero también la ruta
de la seda fue una arteria abierta entre las civilizaciones de Oriente y
Occidente, a través de la cual transitaron las religiones, los movimientos
insurgentes, las invasiones, los esclavos, el oro, la plata, la guerra, etc. De
igual modo, se abrió una ruta
civilizatoria donde se filtró la cultura del otro, la cual tuvo una
intermitencia determinada por el ciclo geopolítico del momento, de gran
florecimiento, por ejemplo, en la era Han, pero dominada por los Kushans en el
siglo III d. C.
Relanzada con la dinastía Tang (618-907 d.C) y defendida durante la Pax Mongólica (siglo
XIV), colapsa junto con el imperio mongol. El surgimiento del imperio Otomano (1299-1922) vuelve a
emplazar su operación y motiva la inauguración de una Ruta Marítima de la Seda
que surge junto con la innovación de barcos e instrumentos chinos de los
siglos XIV y XV, y que partía desde Nan
King (China), pasaba por el suroeste de la India (Calcuta); y llegaba a Ormuz
(mar de Arabia), y a Malindi, en la actual Kenia.
Su expresión
más audaz la tuvo en 1405 cuando se llegaron a fletar más de 300 barcos en
los que se contaban 72 para el transporte de mercancías, sin embargo, por razones aún polémicas, los emperadores
chinos Ming decidieron cancelar la ruta marítima, dejando solo tramos
cortos, motivando el quiebre de su flota en un momento en que el mundo debatía
su futuro geopolítico en los mares. En
el siglo XIX la ruta de la seda (Asia Central) se vio definida por la
influencia rusa. Y también en los
siglos XIX y XX se da el declinamiento del imperio chino, que pierde
capacidad de protección respecto a sus viajeros y comerciantes. El renacimiento
occidental y el cansancio de China motivan el inicio del olvido de una figura
milenaria que paradójicamente se le reconoce históricamente y se le bautiza como La Ruta de la Seda por
el geógrafo Ferdinand Freiherr von Richthofen hasta 1877.
Es ahora, en
pleno siglo XXI, que China decide al amparo de su propia resurrección
hegemónica, echar mano nuevamente de una alternativa de origen milenario
que le da historia, sentido y rumbo a
sus nuevos objetivos comerciales y geopolíticos con cerca de 70 países (49
países de toda Asia) en razón de que en alguna medida, todos ellos
comparten en el recuerdo una larga historia de pertenencia y de rumbo.
China como Thomas Friedman, cree que la tierra es
plana y se alía con países asiáticos que el mundo global no recordaba y los
invita a un gran proyecto económico. A través del OBOR, China rescata a la zona
del olvido y la pone de nueva cuenta en
el mapa geopolítico como un hub estratégico de infraestructura, materias
primas, gas y petróleo.
Sin embargo, la tarea no será fácil. Cuando Alejandro llegó al Punjab en India,
sus ejércitos cansados lo obligaron a regresar a Occidente[3].
Ahora China, frente a la nueva complejidad de Asia, en su emplazamiento
económico-político tendrá que lidiar con los problemas internos de Iraq, los movimientos
revolucionarios de Kirguistán ( 2005-2010), los problemas civiles-religiosos de
Pakistán y Afganistán, la guerra civil en Siria, la presencia de ISIS en gran
parte de Asia , la violencia en Tajikistán, el conflicto Kurdo, serán tan solo algunos de los retos que
como los generales de Alejandro, retaran a China para llevar a buen puerto
la audaz iniciativa OBOR.
“El talento de seguir los pasos del pasado -declaró
el Rey Wu-Ling en el 307 a.C- no garantiza mejorar el mundo de hoy” (Frankopan,
2015). La China milenaria del siglo XXI tendrá el reto, en este relanzamiento
de la ruta de la seda, de tomar en cuenta estas palabras.
III.OBOR,
¿choque de civilizaciones?
Conforme avanza la primera mitad del siglo, cada vez se hace más visible el
imperativo huntingtoneano de un choque directo entre China y los Estados Unidos.
La aceptación mesurada de los noventa e incluso la negación de esta hipótesis,
poco a poco ha ido cediendo su espacio a los análisis que intentan opinar sobre
este choque en términos más realistas. El debate ahora continua en cuanto al
nivel y adjetivización del mismo. Si es
tan solo un choque comercial o se trata de ventilar la hegemonía del siglo XXI.
Si este se circunscribe a las dos naciones, o éste involucra a todo Occidente
frente a Asia del Este. O como lo intenta ahora la configuración del OBOR, la
de incluir a 49 naciones de toda Asia, agregando a Asia Central y Asia Menor.
Más allá de las negaciones y la exigencia de
absolutos que confunden al análisis, el OBOR nos remite de manera obligada a un principio de confrontación Oriente-
Occidente, que además de las diferentes escuelas de pensamiento que lo
trataron desde el siglo XVIII, se conecta hoy de manera directa con el discurso
y la estrategia contemporánea de los diferentes actores políticos de ambas
partes.
El debate entre Oriente y Occidente no es un tema
nuevo. Pero el resurgimiento de China y de Asia del Este, junto a la
conflictiva y el declinamiento
occidental, lo vuelven a colocar en la agenda de una mesa global donde
reaparecen las historias y los liderazgos.
Occidente, ante
su renacimiento e ilustración, se olvidó muy pronto de su pasado medieval y
decretó que el mundo comenzaba y terminaba en Occidente a partir del siglo XVI
y desde ese triunfalismo construyó una
interpretación omnipresente y un destino manifiesto que en el siglo XX lo
interpretó como un fin de la
historia donde Occidente reinaría en el mundo para siempre.
De la raíz
judeo- greco -latina, el poder occidental dio un salto irresponsable de más de
10 siglos y se instaló como un comienzo de todo a mitad del segundo
milenio, en el marco de una era
preindustrial que lo dotó de los instrumentos necesarios para su avance militar
geopolítico, teniendo como destino las ricas civilizaciones asiáticas.
En su prisa, Occidente
olvidó que el 90% del tiempo moderno India y China encabezaron la riqueza
económica del mundo en el marco de sus milenarias
civilizaciones y vastas demografías.
El debate de la preeminencia Oriente- Occidente, que
nace principalmente junto con sus encuentros marítimos en los siglos XV y XVI y
el descubrimiento de China de parte de las agrupaciones religiosas que lo
frecuentaron en los siglos XVII y XVIII, aparece con todo su peso histórico en
corrientes de pensamiento que ahora rescatadas, empiezan a afilar argumentos en
la recomposición de un debate dormido, no olvidado, de los simpatizantes de
ambos lados. Los occidentales,
enfundados en el discurso todavía supremacista del último cuarto de milenio,
y los orientalistas, rescatando del baúl de los recuerdos los viejos blasones y
culturas vigentes que les significaron.
La vertiente
occidental, donde ha prevalecido un desprecio de lo oriental, desde la
academia todavía considera importante subrayar que Occidente ha sido la región más desarrollada del mundo durante catorce
de los últimos quince milenios de la historia de la humanidad. Que Occidente ha sido el líder tecnológico del
mundo desde hace un millón y medio de años. Que en plantas cultivadas,
fortificaciones, protoescritura, pueblos grandes , domesticación de animales,
agricultura completa, ciudades edificios grandes, cerámica elaborada, Occidente siempre estuvo por delante de
Asia en una media de 1700 millones de años (Morris, 2014,.p.p 45,46,71,168 y 169).
Bajo esta idea, Jaspers
afirma también que “El hecho de que solo
la evolución europea haya conducido a la Edad Técnica –que ha dado a todo
el planeta una fisonomía europea- , y de que la manera racional de pensar se
haya extendido a todas partes, parece demostrar esta primacía”. En un dejo de justicia
agrega “Cierto es que también los chinos y los indios –tanto como los europeos-
se han sentido como los auténticos hombres y han afirmado su primacía como
evidente. Pero no parece ser lo mismo que cuando todas las culturas se tienen
por el centro del mundo, pues solo
Europa parece haber conservado su preeminencia por virtud de sus realizaciones”
(Jaspers, 2017, p. 106).
Reclamo de supremacías en medio del desconocimiento
del otro. A pesar de ser ambas culturas milenarias, puede decirse en términos generales
que hasta los encuentros marítimos a
partir del siglo XV, Oriente y Occidente solo se conocían por intuiciones,
por dichos, por algunas mercancías y escaso comercio. Que la distancia y la
dificultad de su geografía las mantuvieron distantes.
Ambas exitosas y muchas veces fracasadas en su ciclo
histórico, los arribos de los navegantes
portugueses a diferentes puntos de África a partir de 1430.[4] La
llegada de Colón a América (1492), la de Vasco da Gama a la India (1498), la
de Giovanni Caboto a Terranova (1497), la del primo de Cristóbal Colón, Rafael Perestello a China, la de Magallanes
a Asia Pacífico (1480), etc., constituyen en su conjunto una invasión marítima militar que poco a poco fue dominando al continente
asiático y en especial, a sus civilizaciones más exitosas.
Paradójicamente, el choque de la conquista también obligó a ambas latitudes a adentrarse en
el conocimiento del otro. Occidente
desde la soberbia del triunfo, y Oriente desde el rencor de la derrota. Por
ello el entendimiento de uno respecto al otro sigue siendo un tema pendiente,
del cual Oriente, desde el recurso de la reivindicación intenta generar una
nueva plataforma de despegue.
La historia
de Oriente, más allá de las fronteras europeas, la realizan en primer lugar
los sacerdotes de la catequización
como Juan de Plano Carpini (1245-1247) en la región de Karakórum, igual que
Gillermo de Roubrouck (1253-1255), Juan de Montecorvino en Pekín (1271-1238);
así como Odorico de Pordenone (1314-1330); o los jesuitas que llegaron a China desde 1582 y fueron la fuente de
interpretación más cercana a la realidad de China , encabezados por Michele
Ruggieri y Matteo Ricci , quien elaboró
el primer proyecto de de diccionario de traducción chino. Desde luego
estuvieron los comerciantes como Marco
Polo (1271-1295) y aventureros o investigadores que como Sven Hedin de
Suecia (1895-1899); Aurel Stein de Gran Betraña ( 1900-1906-1913); Paul Pelliot
de Francia (1906), entre otros. ( Höllman, 2015).
Significados por el conocimiento tardío, la tendencia que define a la mayoría de las
relatorías de las diversas culturas de Oriente es el análisis que se hace desde
la superioridad occidental, donde Morris las clasifica a través de la
“escuela del destino antiguo” (1750-1950) que explica la jetatura de Occidente
como un proceso que se venía gestando desde tiempos inmemoriales ( Marx,
Landes, Diamond, etc.) , y la escuela del azar moderno, a partir de 1800, que argumenta que esta superioridad es algo
azaroso y fruto de la coyuntura moderna (Morris, pp. 21-37). Ambas escuelas
con diferentes enfoques, pero con la
misma matriz de justificación sobre las ventajas de la civilización occidental.
Por azares,
determinismos, cuestiones ambientales, biológicas, climáticas, etc.,
Occidente nunca se detuvo para construir con mayor o menor pudor, una relatoría
de lo oriental desde la lógica del hombre blanco, y la atalaya de la ilustración y la revolución industrial, las
cuales le brindaron los insumos suficientes para minimizar al otro, y descalificarlo para competir en lo
militar y lo tecnológico.
Es cierto que el tema de lo oriental en Europa
también tuvo un amplio grupo de filias como Leibnitz, Voltaire, Jones, Said y
muchos otros, pero en el primer cuarto
del siglo XXI y ante el evidente ascenso de China, como opina Osterhammel,
el mundo está regresando a los momentos del siglo XIX donde no tuvo recato
alguno en publicitar su dominancia no solo sobre Oriente, sino respecto a los
cuatro continentes, que la llevó a desplegar
su actitud más arrogante y condescendiente respecto a las demás civilizaciones
(Osterhammel, 2018,p.3).
Por el lado occidental, dentro de esta corriente del discurso de la conquista que prevaleció
respecto a Oriente en lo general, se da un punto de quiebre a partir de
1978 con la aparición del libro del autor palestino- americano Edward W. Said[5],
quién a través de su libro
“Orientalismo” fundamentó una reivindicación científica de las naciones
asiáticas, así como una denuncia al
discurso autista e incapaz para dialogar con objetividad con esas culturas.
Said
coloca a Oriente como una parte fundamental de Europa;
[6]
destaca la vecindad de sus viejas colonias griegas, la riqueza de sus ideas; de
su permanente contacto e intercambio con Occidente como parte integral de la
civilización europea. Como un referente intelectual de su discurso y
justificación de sus instituciones, de su vocabulario, de su doctrina, etc. Lo
define también a través del desarrollo de las principales características que
lo explican. De las ideas y de las instituciones académicas que hablan de lo
oriental y lo tratan a través de sus principales doctrinas.
En este grupo
incluye libros, escritores, poetas, académicos que aceptan la idea de un
Oriente- Occidente a través del estudio de sus diferencias ontológicas y
epistemológicas. Lo soporta de igual modo a través de sus textos ,
bibliografía, historia; de su discusión, enseñanza, formas de poder; de su
política , sociología, ideología, militarismo, despotismo, de un realismo
intelectual sin prejuicios, etc. ( Said, 2001).
El trabajo de Said, por la calidad de su contenido y
trascendencia, ha sido punta de lanza de una amplia escuela de crítica y
reflexión en la materia, la cual parte de la exigencia de reconocer la
profundidad del tema sin los prejuicios de la conquista. De invitar a debates
en el terreno académico o ideológico sobre el orientalismo y lo oriental;
respecto a la procedencia y profundidad de cada una de las categorías; en el marco de una universalidad inagotable
de las múltiples civilizaciones orientales (Hallaq, 2018).
El debate
Oriente- Occidente, iniciado justo con la toma occidental de los principales
estados asiáticos, atemperando por la sorpresa del siglo XVIII y radicalizado
por el triunfalismo de los siglos XIX y XX, ante el nuevo encuentro China-
Estados Unidos en el siglo XXI, resurge con gran empuje por ambas partes, en
una línea de resistencia a no perder lo ganado por Occidente y a recuperar lo
que se estima que se perdió en estos 200 años por Oriente.
Las voces más radicales proceden de los países
orientales en ascenso, quienes más allá de las mercancías, el comercio y los
números económicos, construyen día a día un nuevo discurso del regreso, donde
no solo aparece la búsqueda de la hegemonía económica como el caso de China,
sino también el de una civilización desempolvada que reclama un lugar en la
construcción de un nuevo orden global.
De manera clara ya se anuncia que “El siglo XXI
atestiguará el enfrentamiento entre el ímpetu
del Atlántico y el ímpetu del Pacífico…” y “Que el siglo XXI se distinguirá
por el hecho de que el Este de Asia se alzará como centro mundial del poder…”
“Que sería riesgoso tanto para Europa como para la humanidad entera que los
analistas fueran incapaces de liberarse de concepciones eurocéntricas del mundo
-Que- al igual que las demás partes del orbe que gozaron de esplendor en otras
épocas, Europa está exhausta”[7]
(Mahbubani, 2002).
Huntington, por su parte opina: “La era que comenzó con las intrusiones
occidentales en 1840 y 1850 está tocando a su fin, China está volviendo a asumir su lugar como potencia hegemónica
regional y Oriente está tomando posición de lo suyo (Huntington, 2001).
Algunos de los intelectuales asiáticos
contemporáneos recomiendan como parte de la solución de la problemática
Oriente- Occidente, desmantelar la
arquitectura conceptual e intelectual de la historia ganadora occidental,
la cual ha prevalecido peligrosamente en su historia y ha dado forma al
pensamiento anglosajón (libros, reportes, periódicos, T.V, etc.). Junto con
ello, proponen que Occidente retire como
la religión del progreso universal al Western Model (democracia,
capitalismo, libre mercado, etc.), así como a las recetas que imponen al mundo
entero (Mishra, 2017, p.37).
Osterhammel, desde la visión occidental también
comenta que cuando se recuerda el equilibrio
euroasiático del siglo XVIII, no sorprende que China entienda su nuevo ascenso geopolítico como un regreso a la
normalidad histórica y no como un milagro económico. Que reconocer a Asia
como un socio en igualdad de circunstancias a Europa no debería causarle ningún
problema, aunque una mayor dificultad a Estados Unidos. Que después de todo,
Europa ya lo ha hecho antes (Osterhammel, 2018, p.33).
El OBOR, dentro de este marco vigente de supremacías
mal entendidas, no puede interpretarse como un esquema comercial de asociación
más. Su composición, aún hoy informal, con
la participación virtual de los 49 países que forman parte del continente más
grande de la tierra, que ocupa el 30% de su superficie habitable y contiene al 60% de la población mundial en
45 millones de km², no se parece en nada a los acuerdos comerciales del
siglo XX y sus objetivos van más allá de un simple intercambio de comercio.
El cambio de Era anunciado del Atlántico al
Pacífico, junto con la inevitabilidad asiática (Oropeza, 2017), que ponían la
litis global, primero, entre China y Estados Unidos, para escalar después a
Occidente (la Unión Europea y USA) y Asia del Este (16 países); ante la audaz
convocatoria de China a todos sus vecinos continentales a través de la
milenaria figura del camino de la seda, obliga a los analistas occidentales a
actualizar sus reflexiones desde el replanteamiento integral de la historia
entre Oriente y Occidente, con base a un
diferendo histórico aún no resuelto , que junto con las estrategias
comerciales, económicas y políticas de ambas partes, estará jugando un papel
preponderante en este encuentro , debate o choque de civilizaciones, donde los fantasmas de ayer resurgen
exigiendo un nuevo orden de las cosas.
Es evidente que el
discurso de Occidente sobre Oriente que parte de la arrogancia se ha agotado.
Que Occidente no puede seguir ignorando la vigencia de culturas y
civilizaciones ajenas que desde sus raíces están reconstruyendo la integración
de su poder político y de sus nuevas estrategias económicas. Ante el peso de las cifras y los proyectos que ahora se anuncian como
el OBOR, seguir ignorando sus etnicidades y naturalezas sería un gran error. De
igual modo, frente a los grandes retos que vivirá la humanidad entera, incluso
el de su sobrevivencia, también sería deseable que Oriente pasara del útil
recurso del rencor, a la propuesta integral de un mundo multicultural.
Para los efectos de este ensayo, basta llamar la
atención de que el tema OBOR, por su
dimensión y número de países asiáticos convocados, forma parte ya de este
debate de civilizaciones de la primera mitad del siglo XXI y que con ello,
reconfigura la visión de una zona que todavía al día de hoy se le ve con
ignorancia y recelo.
IV.
OBOR y la Segunda Reforma y Apertura China
A la primera reforma
y apertura encabezada por Deng Xiaoping en 1978 la precedió el hambre, el miedo y el fracaso de un periodo
maoísta que no logró dar solución a las grandes necesidades sociales del
pueblo chino. En el marco de la muerte
del presidente Mao en 1976, del segundo actor político en importancia en el
mismo año, Zhou Enlai, el regreso de la
figura de Deng Xiaoping bajo coyunturas políticas afortunadas, lo instaló al
frente de un poder débil, con dudas, al cual le urgía para ratificarse dar respuestas concretas a una enorme
población de más de 900 millones de personas que requerían de lo más necesario
de su casa, de su vestido y de su sustento.
Si bien la decisión de la primera reforma y apertura del Estado chino fue ante todo un acto de
valentía, después de dos milenios de amurallamiento, las opciones internas
se habían agotado y una economía global en construcción se presentaba como una
solución irrenunciable para una nación que en materia económica todavía no
entraba al siglo XX. Los resultados de la decisión ya son historia y quedarán
como un ejemplo de éxito económico en la
historia de la humanidad: segunda nación por valor económico, primera en
exportación, primera en manufactura, primera en contribución al crecimiento
económico mundial, segunda nación en materia de importación, son algunos de los
resultados económicos obtenidos en cuatro décadas que no han sido logrados
antes por país alguno.
La llegada de
Xi Jinping al poder en 2012, como el quinto
relevo de una generación política que parte de 1949, ante el triunfo de la
revolución china, se dio en un marco de circunstancias totalmente diferentes a
la llegada de Deng, determinadas por el
éxito económico, la estabilidad política y un importante ascenso social del
pueblo chino.
Bajo estas condiciones parecería natural que el gobierno de Xi, al igual que los que le
precedieron de Hu Jintao y Jiang Zemin, continuara con la fórmula ganadora de apertura hacia el
Pacífico en la línea de desdoblamiento de un modelo asiático de desarrollo con características chinas, para
mantener el éxito de una estrategia económica ampliamente reconocida.
Sin embargo, ante
el asombro general, un presidente Xi, hijo de un héroe revolucionario (Xi
Zhongxun), miembro de la elite política y declarado seguidor de la línea
reformista de Deng, habiendo sido nombrado miembro del Comité Permanente
del Buró Político del Partido (15-11-2012), en un discurso pronunciado en una
inspección de trabajo en Guangdong (7-12-2012), adelantó que “… la guía del
camarada Deng Xiaoping, fue sabia y correcta , y que es digno de ser
considerado el diseñador general de la reforma y la apertura de China y el emperador del camino del socialismo con
particularidades chinas”
“En adelante, hemos de seguir este acertado camino,
pues es la vía que fortalece el país y hace prosperar al pueblo-sin embargo
advertía-. Además de seguirlo
inalterablemente, tenemos que adoptar nuevas necesidades y alcanzar un nuevo
nivel” (Xi Jinping, 2014).
Días antes de esta declaración, el 29 de noviembre
de 2012, poco después de la clausura del
XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh), el recién
elegido Secretario General del Comité Central del Partido, fue al Museo
Nacional a visitar la exposición “El camino de la Revitalización” y al terminar
la visita incorporó por primera vez en
la dogmática política china la idea de la construcción de un Sueño Chino,
la cual ratificó en su discurso de toma de posesión como presidente del país al
profundizar en la búsqueda de un sueño que lleve a la revitalización de la
nación china: “ El sueño más grandioso abrigado por esta desde el inicio de los
tiempos modernos” ( Xi Jinping, El Sueño Chino, 2014).
Xi le rinde pleitesía y reconoce al líder de la
primera apertura, Deng Xiaoping, pero a través de la propuesta política de la construcción de un sueño chino, deja en el
ánimo del Partido Comunista Chino (PCCh), la Asamblea Popular Nacional (ANP), y
a toda China, que la etapa 1978-2012
estaba agotada y requería de una revitalización para el cumplimiento de sus
metas.
“El mundo está cambiando – reconocía Xi- y China
también. De ahí que el desarrollo del
socialismo con peculiaridades chinas deba avanzar siguiendo los cambios de la
situación y de las condiciones. Solo cuando China avance sin cesar con los
tiempos estará llena de vigor. Estamos dispuestos a tomar como referencia todos
los logros de la civilización humana,-aunque aclaraba – pero no copiaremos la
modalidad de desarrollo de ningún país – para sostener finalmente- La reforma
de China supone el auto perfeccionamiento y el desarrollo del sistema del
socialismo con particularidades chinas” (Xi Jinping, El Sueño Chino, 2014,
p.36).
Como parte de esta inquietud desde que llega al
poder en 2012-2013 y dentro de la formulación de una nueva estrategia y visión
del desarrollo chino (Segunda Reforma y Apertura), a lo largo de 2013 el
presidente Xi Jinping realiza visitas de Estado a las ciudades de Asjabad
(Turkmenistán), Taskent (Uzbekistán), Dushambé (Tayikistán), Bishkek
(Kirguistán) y Astaná en Kazajistán, donde desde la Universidad de Nazarbayev,
el 7 de setiembre del mismo año, lanza de
Asia en el centro la convocatoria para construir el nuevo esquema de Asociación
OBOR/BRI o nueva ruta de la seda; propuesta que amplía en octubre de ese
año, en el Parlamento de Indonesia, con la estrategia marítima del mismo
proyecto.
El 8 de mayo de 2015, al lanzamiento del OBOR le siguió el programa económico denominado
“Made in China 2025” , anunciado por el Consejo de Estado, como una herramienta para consolidar a
China en el camino de la alta industrialización .Yen los meses de octubre
de 2017 y marzo de 2018, se opera por el PCCh y la APN respectivamente, una
profunda reforma de la organización del poder en China, a través de una reforma constitucional que consolida a Xi Jinping como
el Gran Emperador chino por tiempo indefinido y sin limitación alguna.
La nueva China, la China de la tercera década del
siglo XXI, como ya se opinó, no puede analizarse bajo los parámetros de la
Primera Gran Reforma y Apertura de 1978 operada por Deng Xiaoping. Con todos
los aciertos, pero también con todos los retos y riesgos de los grandes cambios
operados por Xi Jinping desde 2013, la República
Popular China nos obliga hoy a explorarla, para entender hacia donde se dirige
a 2050, por lo menos a través de los tres nuevos cambios estructurales
operados por Xi a partir de 2013, a saber: OBOR
o la Reforma Geopolítica, Made in China o la Reforma Económica, y la Reforma
del Poder o la Reforma Constitucional.
IV.
A- La Reforma Geopolítica. OBOR o el nuevo camino de la seda
1.-
De la era Deng a la era Xi
Deng Xiaoping aconsejaba a su equipo en la década de
los ochenta, ante la puesta en marcha de
la apertura del Pacífico, que no alardearan de sus capacidades; que esperaran
su tiempo y que nunca se mostraran como líderes ante la competencia mundial.
Su dictum fue respetado y el relanzamiento y ascenso económico chino se hizo
por casi cuatro décadas a través de una diplomacia de la discreción y una
aparente adaptación a las instituciones y al orden global occidental
establecido.[8]
Sin embargo, el milagro
económico chino y la declinación geopolítica de Estados Unidos en lo particular
y de Occidente en lo general, entre otras razones, incidieron en la
imaginaria de China y de Xi para estimar que el tiempo del recato había
terminado y que había llegado el momento de mostrar otra actitud y tomar la bandera del liderazgo del futuro y
proponer al mundo la construcción de un sueño chino; de mostrar a un pueblo
dotado de una creatividad excepcional, creador de la gran civilización china,
con la capacidad de continuar expandiendo y fortaleciendo su camino de
desarrollo, avanzando intrépidamente y sin titubeos( Xi Jinping, El Sueño
Chino, 2014, p.35).
Dentro de esta nueva actitud de China frente al
mundo, de consecuencias debatibles dentro y fuera del país asiático, es donde
parte la primera consideración del OBOR,
el cual se crea como una mega estrategia geopolítica de múltiples objetivos,
los cuales en conjunto deberán abonar a la consolidación de China como el hegemón global del siglo XXI.
El OBOR a la
fecha es una infinita multiplicidad de temas, países, proyectos, inversiones,
retos, oposiciones, culturas, regiones, civilizaciones, poderes regionales,
comercio, infraestructura, energía, demografía, mercados y muchos temas más
que en su etapa de gestación se presentan como un enorme reto a la
interpretación racional de lo que es hoy y lo que pueda llegar a ser en las
próximas tres o cuatro décadas en la que se estima concluir su instalación.
No obstante, esta falta de claridad tanto de los creadores
del OBOR como de los usuarios y espectadores interesados en el tema, no ha sido
un obstáculo para que el mundo se muestre inquieto y asombrado en la
incertidumbre de una mega tendencia que
se debate entre la gran transformación del mundo global de hoy, o el
fracaso de un grupo político que lanzó a China con gran audacia a la toma del
liderazgo mundial a 2050.
Los números del OBOR son impactantes. En su inicio participan cerca de 70 países
de Asia, Europa del Este y África que involucran al 70% de la población mundial,
que
integran también 55% del producto económico del mundo y de manera por demás relevante al
75 % de las reservas de hidrocarburos del planeta.
El OBOR en
los tiempos de Xi, la Segunda Apertura hacia el Oeste, ya no se refiere a
una apertura selectiva y tímida como la de 1978, en la que se privilegió la
búsqueda de inversiones productivas a cambio de una mano de obra en extremo
barata y abundante. Tampoco se refiere a ese proceso paulatino de asimilación a
una institucionalización global en la que China a la fecha participa en cerca
de 400 tratados internacionales. Ya no es tampoco la estrategia de un país que
intenta aprender de los usos y costumbres del exterior para asimilarse con
características propias. Atrás se quedó
el aprendiz del orden global que hablaba con recelo desde su atraso.
Ante su trascendencia económica mundial, donde China es el primero o segundo socio
comercial de más de 120 países, o su contribución al crecimiento económico
del mundo (32%), es superior a la suma de los países desarrollados (CEPAL,
2017), China, a través de OBOR y sus estrategias complementarias, dibuja en el tiempo a una hegemonía para
mediados de siglo; al mismo tiempo que intenta ante el ocaso Brettoniano, reconstruir el orden global desde la plataforma
del orientalismo chino.
En ese sentido el OBOR, a pesar de los discursos y
las definiciones contradictorias, intenta ser la base de un tiempo nuevo
inaugurado desde la visión del otro, de ese
ser oriental que se quedó perdido ante el avasallamiento de la conquista
occidental del siglo XVI hasta el siglo XX. Bajo este nuevo tiempo y visión
de Xi, poco a poco emerge entre los discursos oficialistas la opinión de una nueva generación que ve a
China ya no como el alumno aventajado de Occidente, sino como una potencia
con una capacidad, fortalecida en los últimos 100 años, que le permiten ahora
convertirse en un líder de la comunidad internacional destinado a promover el
proceso de una globalización que construya un nuevo mundo más seguro y próspero.
(Lei, Liqiang, 2017, p.19).
Algunos medios oficiales de comunicación en China se
suman a esta interpretación, señalando que bajo la presidencia del presidente
Xi Jinping, el país va hacia adelante. Que
Xi es más ambicioso e innovador en política internacional que sus predecesores,
y está convencido de que China debe desarrollar una política diplomática que le
permita beneficiarse de su papel de gran potencia (People´s Daily, 1 de
octubre, 2014).Por su parte, algunos académicos también señalan que China está
utilizando su ascendente influencia para rediseñar la gobernanza económica
global (Lee Jong- Wha en Hong, p.15, 2016).
David Arase sostiene que China está usando su gran poder en Asia para lanzar con el OBOR una
agenda geoeconómica y geopolítica que genere una “comunidad con un destino
común” “que mantenga una dependencia asimétrica con China”. Para Yong Deng,” el
nuevo camino de la seda claramente refleja la ambición de China de crear a
través de un sino centrismo, un nuevo orden asiático” (David Arase y Yong Deng
en Hong, 2016 p.16,).
La propuesta
de China, por su lado, se define como una iniciativa y no como una estrategia,
con la idea de que esta pueda ser construida por todos sus adherentes. Como
una iniciativa abierta e incluyente que contribuya al desarrollo económico de
todos sus participantes. Una propuesta que señala Xi, no deja fuera a nadie, ni
está contra nadie. Que se convierta en un camino para la paz, de prosperidad,
para la innovación y avance de la civilización (Shicheng, 2018).
Una propuesta que todavía a la fecha se presenta
confusa y nebulosa en sus términos. Que a partir de su lanzamiento discursivo
en Kazajistán, poco a poco ha ido tomando forma y estructura. Primero, a través
de la formación de un equipo de trabajo y una página web en 2015, dos años
después de su lanzamiento. En el mismo año, con la publicación de un documento
central que se presenta como el referente obligado de explicación de lo que es
el OBOR, titulado Perspectivas y
Acciones Para Promover la Construcción Conjunta de la Franja Económica a lo
Largo de la Ruta de la Seda y de la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI,
el cual fue preparado por la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo (NDCR),
en coordinación con los ministerios de Relaciones Exteriores y Comercio.
También en 2015
se firmó por China en Kazajistán el primer Protocolo de Trabajo que se llamó
Acuerdo de Producción e Inversión, el cual incluyó un número de 52
proyectos en diversas materias como minería, energía, manufactura, industria
química, infraestructura, transporte, etc. Junto con los documentos anteriores,
también aparece el Programa de Trabajo
en Inversión firmado por China y Pakistán, al cual, por sus avances en
diseño y operación se le considera como el programa bandera para orientar los
trabajos y las negociaciones del resto de los países que están en negociación
con el gobierno chino.
Un nuevo
pensamiento para una nueva era, anunciaba ya desde 2012 Xi Jinping. A cinco
años de distancia el lanzamiento de la mega estrategia OBOR y los avances alcanzados
a la fecha, marcan ya un antes y un después en la estrategia china intentada
desde 1949.
Fortalecido en el éxito económico de las últimas
décadas, Xi rompe con la idea de una
China prudente y pasa hacia un discurso inteligente de liderazgo global con
el 70% de la población del mundo y la mitad del PIB económico global. Con esta
posición, en el discurso rebasa a los
Estado Unidos al ofrecer al mundo una nueva alternativa para el desarrollo
económico, para lo cual ofrece
inversión, créditos y tecnología, misma que no condiciona a cambio de
reformas a los sistemas políticos o económicos de los países OBOR.
La nueva oferta de China desdobla los términos de la
primera apertura hacia su lado oeste. Con ello, el OBOR bifurca el desarrollo de China hacia las problemáticas zonas
autónomas del Tíbet, Xinjiang y Mongolia; dirigiendo el camino de la
infraestructura a las difíciles zonas de montañas y desiertos de Asia Central
(AC); a las regiones de las tres fuerzas
o demonios del separatismo, terrorismo y el extremismo; a las largas
distancias de una zona geográfica que antes del OBOR todavía parecían ocultas a
los ojos del mundo.
Una iniciativa que por su atipicidad y audacia, a un
lustro de su lanzamiento e implementación, aún
carece de una respuesta geopolítica por parte de Estados Unidos y de los
principales países occidentales como Alemania, Francia, Italia o Inglaterra,
quienes ante lo intempestivo de la iniciativa, lo más que han hecho es adherirse como socios fundadores al esquema
financiero del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura en 2014 y 2015
(AIIB por sus siglas en inglés).
En el impulso de un nuevo líder chino, que frente a
su tiempo no le ha bastado la cómoda inercia del éxito, el OBOR encuentra su
primera explicación. Un líder que
arriesgando patrimonio y futuro político, invita al mundo en general a
unirse a una gran convocatoria para el desarrollo y prosperidad de la economía
mundial, para la construcción de un sistema de gobernanza global más justo y
razonable, que ayude a edificar un futuro nuevo para la humanidad; objetivos
que como bien apunta Li Xixia, van más allá de un nuevo sistema mundial de
comercio y se instalan en una nueva
propuesta de cooperación y orden global. (Li Xixia, 2018). Por ello, la esencia, la primera interpretación del
OBOR es geopolítica, En ella se deben redoblar los primeros esfuerzos para
definirlo y entenderlo.
2.
El OBOR y su circunstancia global
China,
como señala George Soros, se ha convertido en la nación ganadora del proceso
global, pero junto con ello, el país asiático también
destaca por su capacidad para intuir e incidir en la conformación de los nuevos
procesos y sistemas globales.
En 1978, su
intuición la lleva a instrumentar una apertura selectiva y gradual que la
protegió de cualquier mecanismo de choque que se le intentó imponer desde
Occidente; como en el caso de Rusia, que en su apertura de 1991, orquestada
principalmente por especialistas estadounidenses (J. Sachs), los primeros años
le generó un costo de 4.5 veces su PIB, una cantidad superior a lo que perdió
en la segunda guerra mundial.
A diferencia de los ochenta, la apertura que intenta China hoy hacia el oeste es una propuesta audaz en
términos geopolíticos y geoeconómicos, poniendo en la mesa de todos los
países asiáticos una infinita gama de opciones económicas difíciles de
rechazar. En este sentido, China extiende sobre el continente asiático las alas
de un nuevo liderazgo regional, continental y global, que intenta por un lado substituir la hegemonía que Estados Unidos ha
ejercido en la zona desde fines de la segunda guerra mundial, al propio
tiempo que coloca las primeras piedras
de la restauración del Reino del Medio (Zhongguo), el milenario esquema
sino céntrico que operó en Asia del Este hasta el siglo XIX.
Estados Unidos
La complejidad de la propuesta OBOR en este sentido
rompe los moldes regionales preexistentes, de igual modo que enfrenta con
audacia la compleja geopolítica de una zona de raigambres ancestrales que hoy
conviven en un tono beligerante. De manera especial, reta la presencia histórica de Estados Unidos en la región asiática.
La Pax
americana que ha regido en Asia del Este de 1950 a la fecha se ha ido
erosionando, entre otras razones, ante el aumento de la fortaleza económica
de China, significada en el 10% de crecimiento económico anual promedio que
registró en las últimas décadas. Junto con ello, los organismos multilaterales
de control que diseñó Estados Unidos para la zona no han funcionado de acuerdo
a los objetivos establecidos.
Por ejemplo, el Foro
de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) lanzando con Australia y Japón en
1989, se ha tornado burocrático y ahora es irrumpido por China. Por otro
lado, el Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPP) que propuso a manera de Tratado de Libre Comercio a siete
naciones asiáticas y que firmó en 2016, Trump lo canceló el primer día de su
mandato en 2017.
De manera fundamental aparece también el hecho de la
complicidad comercial de Occidente con China, así como la región de Asia del
Este en su conjunto, a través de la cual desde la década de los setenta
participan conjuntamente en un modelo
económico simulado, donde Occidente aporta financiamiento, tecnología y
relocalización de procesos, a cambio de la precarización de la mano de obra
barata asiática.
A partir de la década de los setenta, esta confusión
y compartimiento de intereses económicos ha llevado a una especie de
estabilidad geoeconómica simulada, que ahora
explota a la luz de sus contradicciones con la guerra comercial entre Estados
Unidos y China. Más allá de lo que devenga de este diferendo, el resultado es que los Estados Unidos
perdieron poder y control en Asia del Este, el cual fue tomado por China al
convertirse en el modelo económico a seguir en la región y el socio comercial
más importante de la mayoría de los países de la zona (40% promedio
aproximadamente).
En Asia
Central (AC), y Asia Menor (AM), por ejemplo, zona de influencia natural de
Rusia, Estados Unidos ha incursionando con poca fortuna ante los descalabros en
Irak, Siria, Irán, Afganistán, etc. No obstante, consciente de su
importancia estratégica, en 2011 a través de Hillary Clinton, desde Kabul lanzó la idea de un corredor económico
hacia los principales países de AC, a lo cual se le llamó el Camino Americano
de la Seda.
No solo Estados Unidos, Occidente en general,
durante los últimos dos siglos intentó no perder el control hegemónico de la
región en razón de su relevancia estratégica. Estados Unidos, en lo particular,
ha tratado de desarrollar este trabajo desde la segunda mitad del siglo XX
(Frankopan, 2015).A pesar de ello, sus fracasos recientes en Asia Central y
Asia Menor y el nuevo papel exitoso de China en la zona han ido erosionado el blindaje de una hegemonía americana de la que hoy
hay muchas dudas, a pesar de que algunos especialistas como Zeping, afirman
que “E.U usará su sistema hegemónico, establecido desde la Segunda Guerra
Mundial en el comercio, las finanzas, la moneda y el ejército, para frenar el ascenso de China”
(Bloomberg Businessweek, p.38, 23 de agosto de 2018) .
Rusia
No es exagerado señalar que junto al reto del OBOR
de instalarse en Asia como un proyecto geopolítico estratégico de China y
enfrentarse a la dominancia norteamericana, aparece a un nivel similar la
figura de una Rusia con la que el país chino comparte 4,250 Kms. de frontera,
la cual desde el siglo XVII ha sido
motivo de conflictos e invasiones entre ambas naciones, la última apenas en
1969.
A lo anterior hay que agregar que el núcleo del proyecto OBOR, como lo fue
hace 2000 años para el viejo camino de la seda, está representado por cinco
naciones de AC (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y
Uzbekistán) que representan la pesada
puerta a través de la cual tendrán que pasar todo tipo de relaciones y negocios
entre Asia del Este (China) y Asia Menor y Europa.
Nunca ha sido fácil el tránsito en esta región de
complicada geografía. Junto a su dificultad orográfica (Karakórum, Himalaya,
etc.), se presenta desde siempre una inestabilidad política y social difícil de
enfrentar. A lo anterior hay que agregar
que a partir de 1922 la Ex Unión Soviética fue incorporando poco a poco a las
cinco naciones asiáticas, a las cuales controló
hasta 1991, fecha de su disolución.
No obstante, Rusia
sigue ejerciendo en la zona una dominación de hecho, con presencia militar, la
cual programa ampliar y mantener hasta mitad de siglo, por lo que no le ha
sido fácil aceptar la participación protagónica de China, incluso antes del
lanzamiento OBOR de 2013.
El entendimiento
geopolítico coyuntural Rusia- China es un tema de amplia reflexión que no
puede darse ante los límites de este trabajo, pero gracias a este
entendimiento, a la diplomacia China y al comportamiento pragmático ruso es que
el OBOR, lejos de frenarse en los límites geopolíticos de Rusia, cruza de
manera directa al país y a la zona a través de importantes inversiones chinas
que en Rusia, por ejemplo, habla de 73
proyectos estratégicos a 2016 por un monto aproximado de 40 mil millones de
dólares ; y en la región de Asia Central , donde aparece que de 2005 a 2017
la inversión extranjera China (IED) tocó los 920 mil millones de dólares,
mientras que la participación rusa en la zona durante el periodo fue tan solo
de 29 mil millones de dólares (Heritage Foundation, 2017).
La relación
de Rusia con China nunca podrá ser normal y estable. Se debatirá cada día
el orgullo dañado y el miedo de ceder espacio y control político a una China
que se ha presentado a los cinco países de AC como su única oportunidad para el
desarrollo. Su alianza al inicio de la
tercera década del siglo, se verá fortalecida ante el reto conjunto de hacer
frente a una hegemonía declinante que son los Estados Unidos. Rusia, en el
marco de estos encuentros y desencuentros con China, apuesta a vender una
imagen de poder compartido, a pesar de que la economía rusa es actualmente la décima parte de la China.
El pragmatismo
ruso, que ha permitido el crecimiento OBOR por la puerta principal de Asia
Central, se sustenta también en un discurso de dos salidas. La primera, la
que señala que el OBOR es una estrategia conjunta Rusa- China donde los dos
países “no son solo socios, sino que sus relaciones son la columna vertebral
para construir un nuevo sistema económico y político global” (Mikhail Fradkov
en Gutiérrez, 2018).
Y la segunda, la que explica que con base a la plataforma de la Unión Económica Euroasiática
(EAEU), convocada por Rusia en 2010 y ampliada en 2015, con la
participación de Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia, es que
el OBOR está generando las condiciones económicas de esta nueva integración.
“Desde el punto de vista económico –señalan algunos analistas-no hay
contradicción entre estos dos sistemas, por el contrario, los dos se
complementan uno al otro.” (Mahdi Munadi, 2018).
Al final en el aire flotan dos interpretaciones que
a manera de síntesis prevalecen respecto a la idea rusa sobre el nuevo papel de
China en A.C. El primero, que corresponde a sentimientos de alarma por la gran
diferencia que se abre respecto al nuevo poder de China en la zona y el miedo
de que este se siga ampliando en el futuro no solo con Asia Central sino en
toda Asia .Y el segundo, el de creer y
difundir que Rusia lleva el control militar del proyecto y que China va como
colíder en un papel económico.
India
La India es un caso contrario a la posición rusa
sobre el tema OBOR. Alejándose del pragmatismo soviético y recreándose en el
conflicto bélico que tuvo con China en 1962, el cual para India aún no ha
quedado resuelto en cuanto a los límites fronterizos, no ha aceptado todavía su
participación formal en el OBOR; declarándose
desde 2014 por el presidente Modi su franca oposición al mismo.
A lo anterior debe agregarse que desde 2015 la India
se ha sumado a un equipo de dialogo integrado por USA, Japón, y Australia, a
través del cual se intentan frenar algunas de las iniciativas chinas en la
materia, e incluso lanzar otras propuestas en semejanza al camino de la seda
como el que India ha propuesto desde el puerto de Chabahar, en la costa de
Irán, el cual le daría acceso a Afganistán y a Asia Central.
Lo
que para Rusia es Asia Central, para la India es la zona de Asia del Sur (AS) y
el Océano Indico, que considera sus zonas naturales de
influencia y donde ha construido lazos regionales de asociación a través de la
Asociación de Cooperación Regional del Sur de Asia (SAARC). No obstante, donde aparece la mayor preocupación de
India sobre el OBOR, es en la política china con Pakistán, en razón de las
posiciones francamente encontradas que mantienen los dos países desde su
independencia y separación en 1947.
Otro tema
álgido para la India es el OBOR marítimo, el cual lo estima como una amenaza
para su zona histórica de influencia del océano indico, donde China está
construyendo una plataforma marítima que se le conoce como el collar de perlas,
a través de la cual está invirtiendo de manera estratégica en los puertos del
Océano Índico.
China
por su parte ha invitado a la India a participar en el corredor económico OBOR,
China-Bangladesh –India –Myanmar, en el cual ésta
aceptó en principio su inclusión, pero a partir de sus diferencias geopolíticas
suspendió las pláticas en 2015 por razones de seguridad. De igual modo, India
ha dejado claro su malestar por estimar que en el Corredor Económico Pakistán
se le trató con poco respecto al delinear su construcción por zonas geográficas
que aún estima en litigio desde 1962.
India
no es parte de OBOR pero si es el segundo socio fundador del AIIB,
de lo cual se desprende el intenso debate interno de una India que se resiste
al crecimiento de la hegemonía china en la zona, auspiciada por Estados Unidos[9] y otra corriente interna que le aconseja no
quedar fuera del OBOR, ya que sería quedarse fuera del futuro de Asia. Al
respecto concluye Deepak que “El OBOR pone a China en el centro de la
geopolítica y la geoeconomía global, pero aún no está claro cuál es el papel
estratégico que le toca jugar a India” (Deepak, B.R en Hong, 2016).
Japón
La oposición
de Japón al OBOR resulta más evidente, dado el papel desempeñado por el país
asiático en la región durante la segunda mitad del siglo XX; sobre todo en
cuanto se refiere al periodo que abarca de las décadas de los sesenta a los noventa, donde Japón jugó un
papel preponderante en la zona derivado de su éxito económico y asociación
con Estados Unidos.
La rivalidad
geopolítica entre Japón y China es milenaria y se tradujo durante muchos siglos
en el papel tributario que tuvo el primero respecto a China, al igual que
muchos otros países de Asia del Este. Esta relación tuvo su quiebre cuando en
el siglo XIX , en el marco del avance occidental en la zona, China se ve
enfrentada a un importante número de naciones occidentales durante el periodo
de su imperialismo declinante, mientras que Japón se refugia en Occidente, huye
hacia Occidente para transformar su economía y sus instituciones .
Las decisiones tomadas por los dos imperios a fines
del siglo XIX dan como resultado la primera
invasión japonesa a China en 1894, donde la derrota y la desplaza del
control de la región de Asia del Este; para
luego en 1931 repetir la acción e invadir a China en el marco de la Segunda
Guerra Mundial, con base al nuevo poderío militar y económico japonés. Al final Japón sale de China en 1945,
pero las heridas de estos hechos no han podido cerrar para ambos bandos.
A la fecha Japón
se resiste a reconocer el nuevo poder económico de China, aunque
paradójicamente los dos países en materia de manufactura comparten el liderazgo
de la fábrica del mundo que es Asia del
Este, donde China aparece como su segundo socio en exportación con 120 mil
millones de dólares, y este a su vez como el tercer cliente de China con 148
mil millones de dólares (OEC, 2016). Sin
embargo Japón sigue privilegiando su relación estratégica con Estados Unidos,
a pesar de que, como ya se indicó, el andamiaje multilateral que construyeron
los dos países en Asia del Este, como la APEC, y el propio Banco Asiático de
Desarrollo (ADB), que desde 1966 fue lanzado por Japón y Estados Unidos como un
instrumento financiero de desarrollo asiático, hoy se muestra pálido frente a
los actores e instituciones financieros con los que se acredita OBOR.
Japón
también intenta su camino de la seda en Asia, como una forma de defender su
papel en la zona y así promueve con 110 mil millones de
dólares en 2015 el corredor Bangladesh- Bután, India –Nepal, en una línea
similar a la propuesta OBOR en esos países.
Corredores Económicos Internacionales de Cooperación
A partir de su alianza estratégica con Rusia, su
invitación al OBOR y ofrecimiento de créditos a India y la distancia
geopolítica con Japón, principales referentes geopolíticos en la zona, China construye la nueva arquitectura
geopolítica y geoeconómica de todo un continente para la primera mitad del
siglo XXI.
Derivado de este andamiaje geopolítico que tendrá
que seguir siendo observado de manera detallada, China tiende seis vectores estratégicos (Corredores Económicos
Internacionales de Cooperación) que a la fecha forman la columna vertebral del
proyecto OBOR:
De su alianza
con Rusia emergen por lo menos tres de estos Corredores Económicos
Internacionales de Cooperación. El primero, que se refiere a lo que China identifica como el Nuevo Puente
Euroasiático, intenta conectar vía
ferrocarril de alta velocidad al Este chino con el continente europeovía Rotterdam, Holanda, atravesando 30 países con una distancia de casi 11,
000 kms.
Este proyecto fue uno de los primeros retos del
OBOR, ya que constituye una nueva alternativa
que compite con el tren Transiberiano ruso, y desde luego fue motivo de
grandes negociaciones donde para sumar a “Los dos caminos de la seda”, tanto el
ruso como el chino, se llegó a comentar por Alexander Gabuev, académico del
Centro Carnegie de Moscú, que “El acuerdo había sido resultado de dolorosas
decisiones internas por el lado ruso” (Hong, 2016, p.26).
Seis
corredores económicos que abarcan Asia, Europa y África
Fuente: Hong
Kong Trade Development Council, en Trends in Southeast Asia, ISEAS – Yusof
Ishak Institute (formerly Institute of Southeast Asian Studies), 2016.
El Segundo
corredor llamado China-Mongolia-Rusia también compromete de manera directa
al eje China-Rusia, porque implica
una intromisión china con un país como Mongolia, que en el tiempo ha funcionado
como una frontera de amortiguación entre los dos países. Para China incluso su
valor resulta más estratégico, al lindar su frontera con Mongolia con dos de
sus dos regiones autónomas más sensibles
que son la de Xinjiang y la Región Autónoma de Mongolia. En el marco de la
instalación de este corredor en 2015 se firma un Memorándum de Entendimiento
(Mou) y en 2016 el Protocolo Multilateral OBOR, donde los tres países se
comprometieron con 32 proyectos en 10 áreas relevantes de la industria,
cooperación energética, facilitación aduanal, protección ambiental, tecnología,
ciencia, educación, entre otras; y de manera especial, con la nueva ruta del tren euroasiático en su tramo de Mongolia,
cuyo diseño abaratará costos de transporte, días de entrega y reducción de
trámites, como parte del proyecto del nuevo transporte regional.
En este corredor la suspicacia es de uno contra
todos en el experimento de un multilateralismo
desarrollado por China. Sin embargo, a pesar de iniciar el proyecto con
gran dinamismo, los avances se vieron desacelerados a causa del eslabón más
débil: Mongolia, quién ha utilizado
medidas prudenciales y verdaderos actos de enfrentamiento con China, como
por ejemplo, invitar al Dalai Lama en
2016, a pesar de las advertencias respecto a lo mal visto de la visita, a
lo que le siguió una fuerte represalia china traducido en el aumento de sus
costos de exportación, a lo que el ministro exterior de Mongolia tuvo que
disculparse públicamente con China y declarar que no invitarán al Dalai Lama
nunca más (Minwang, 2018).
Si los dos corredores internacionales de cooperación
de la relación estratégica China-Rusia antes señalados, no han sido fáciles, en
el tercero de ellos, conocido como China-
Asia Central- Asia Menor tampoco ha sido sencilla su implementación. Este corredor involucra a los cinco países
de A.C más Irán, Irak y Turquía y en su Protocolo OBOR de Producción e
Inversión, firmado en 2015, se incluyeron 52 proyectos en diversos temas como
minería, energía manufactura, industria química, materiales, infraestructura,
transporte, biotecnología, etc.
Además de la problemática geopolítica Rusa- China
antes señalada, Asia Central, olvidada
por siempre de la geografía global, presenta como región uno de los índices más
altos de inseguridad, inestabilidad política, falta de Estado de Derecho, altos
niveles de corrupción, bajo índice de desarrollo humano, etc., que se
incrementan de manera proporcional de Kazajistán
,con el mejor índice de riesgo de la zona (21), al más alto que involucra a
Tajikistan (66), lo cual lleva
también a la región a presentar los más bajos niveles de confiabilidad
financiera y de ahorro (Ghiasy Richard y Zhou Jiayi,2017).
A pesar del temor
al poder de China, los países de A.C ven su llegada a la región con optimismo
y como una esperanza para salir del subdesarrollo. China a su vez aborda la zona, primero, como un paso inevitable hacia
el resto de Asia en la idea de la reconstrucción de un nuevo camino de la
seda. Y segundo, como una zona altamente
estratégica para su alta demanda de gas y petróleo, como un complemento
estratégico a los acuerdos que en el mismo sentido ha firmado con Rusia.
En el caso de Kazajistán, por ejemplo, además de
firmar contratos para la construcción de infraestructura por valor de 44 mil
millones de dólares, la Corporación
China de Petróleo (CNPC) controla el 25% de la producción de crudo del país
y tiene programada una inversión de 477 millones de dólares para convertir
Khorgos en una zona de libre comercio. Con Uzbekistán, en 2013 firmó acuerdos
por 15,500 millones de dólares en los que se incluyó la construcción de un
cuarto oleoducto y una línea férrea.
Con Tayikistán, en 2014 se firmaron acuerdos por 6
mil millones de dólares para infraestructura y fundición de aluminio. Con Turkmenistán,
que cubre la mitad de las importaciones chinas de gas, en 2013 se firmaron
convenios por 7,600 millones de dólares, incluida la construcción de un
gasoducto .En este país, la empresa china CNPC es la única que posee los
derechos de explotación de los campos de gas de la zona de Bagty yarlyk y
también participa con los desarrollos de Galkynysh, el segundo mayor campo de
gas natural del mundo. Finalmente con Kirguistán, en 2013 se firmaron ocho
acuerdos por 5 mil millones de dólares, los cuales incluyen la construcción de
un gasoducto hacia China (Vanguardia, Dossier, Num.60, 2016).
El cuarto
Corredor Económico Internacional es conocido como China-Península de Indochina y empieza en las provincias de Guangxy
y Yunnan en China y se corre hacia
Vietnam, Laos, Cambodia, Tailandia, Myanmar y Malasia, terminando en
Singapur, y es la ruta que propiamente menos costo geopolítico ha tenido para
China , dado que se desarrolla en la zona histórica de su tributación y ahora está organizada bajo la Asociación de
Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), aunque en algunas de estas naciones
nunca ha dejado de estar presente la civilización India, sobre todo en el sur .
Por razones geográficas e históricas, los países del
Este que se comprenden en este corredor económico forman parte de la primera globalización de China, por lo tanto son
con los que tiene un mayor trato económico e incluso un Tratado de Libre
Comercio (TLC) firmado con ASEAN en 2010. Como ejemplo de lo anterior, el
comercio intrarregional de los países de ASEAN se aproxima al 25 % , pero si se
le agrega a China , Japón y Corea del Sur, la integración se escala hasta un
50% , superando al resto de los esquemas de integración salvo la Unión Europea (65%), lo cual demuestra
el alto grado de cohesión que tiene la zona en la producción de bienes
manufacturados ,en la que si bien China representa el 21% de las exportaciones
intrarregionales, absorbe el 44% de las importaciones intrazona, lo que marca
la cohesión e importancia de la región con China desde hace décadas (Oropeza,
2016, p.201).
En consecuencia, en este corredor económico China ha
puesto su mayor inversión desde antes del OBOR y ahora lo ha reforzado con12
nuevas carreteras ,11 nuevas rutas de mercancías, nuevas líneas de tren
China-Vietnam, China-Laos y un avance del 80% del ferrocarril China-Myanmar , etc.
Sin embargo, a pesar de la gran importancia económica de China en la Península
de Indochina, algunos de sus países miembros guardan aún no muy gratos
recuerdos de su presencia beligerante, como
Vietnam, que aún recuerda su guerra con China en 1979; y de manera
reciente, no solo Vietnam, sino también Malasia,
Indonesia y Filipinas, quienes ven con temor y suspicacia el doble papel de
China de socio y nuevo hegemón regional, respeto a sus fronteras marítimas
en el Mar del Sur de China.
El quinto
Corredor Económico Internacional de Cooperación corresponde a China-Pakistán
(CPEC), el cual es el único corredor que contempla la relación de un solo
país OBOR con China. A primera vista resulta
significativo que China haya optado por darle este papel relevante a Pakistán,
así como el de que no haya incluido en él, de manera directa, a su vecino
cercano, Afganistán. El CPEC, por la apuesta geopolítica y económica que hace
China, constituye el corredor OBOR más importante a la fecha, a tal punto que se le estima como el corredor bandera, el
corredor modelo que puede orientar el trabajo de los otros corredores, al
mismo tiempo que el avance exitoso o problemático de OBOR.
Respecto al CPEC es importante reiterar que su trazo se realiza ante la oposición y
molestia de India, como hegemón regional, en virtud de que su trazo
original atraviesa por territorios aún en debate con Pakistán y China
(Gilgit-Baltistán), o únicamente con China (Cachemira), en un descuido que ha
generado una indignada oposición India al OBOR. Asimismo, en el CPEC se omite la participación declarada de
Afganistán, lo cual habla de que si bien China está tomando altos niveles
de riesgo en sus estrategias de inversión, por lo cual ha sido criticado, en el
caso de Afganistán, por su inestabilidad política, por su vocación
pro-americana (American silk road), evitó nombrarlo en el CPEC. Lo anterior no
quiere decir que Afganistán no haya sido invitado al OBOR y que no pueda
participar en sus diferentes proyectos.
Pakistán
se presenta ante China como un país de especial importancia por diversas
razones. Una de ellas, porque su frontera es próxima a su región autónoma de Xinjiang, donde se
avecina la mayor población musulmana de China, conocida como los Uigures (hui
su), por lo que una buena relación con un país de 190 millones de
musulmanes como lo es Pakistán, para China resulta de la mayor relevancia para
evitar la contaminación con los grupos extremistas en la región como Al-Qaeda,
los Talibanes, el Partido Islamista Turco, etc. con la zona Uigur.
De igual modo, el crecimiento económico de China y
su estabilidad política ha mantenido un riesgo constante al ser un gran
importador de petróleo con casi 12 millones de barriles al día en 2017, el cual
es suministrado en buena medida a través de la estratégica zona del océano
Índico y sus múltiples estrechos, como el estrecho de Malakka, de Singapur,
etc. En este sentido, la construcción de
un puerto profundo en las costas de Pakistán en Gwadar, se presenta para China
como una alternativa estratégica frente a USA e India, de igual modo que
una salida al mar para su exportación del centro y del oeste Chino.
A las inversiones chinas en el puerto de Gwadar se
suman recursos para la integración de zonas económicas especiales, corredores
industriales, un ferrocarril que conecta al puerto con toda China y Asia
Central, 3000 Kms. de carreteras, líneas de electricidad, etc., reflejando una gran inversión y un trabajo
muy importante para lograr un mejoría económica visible del país, la cual
daría una mayor estabilidad para todos los propósitos tanto económicos como
políticos.
En este sentido, el CPEC se ha convertido en un
ejemplo del apoyo geopolítico que China puede brindar a través del OBOR al
resto de los países asociados. Por ello, como señalan Ghiasy y Zhou si CPEC se
mantiene exitosamente sustentable, se convertirá en un claro mensaje para otros
países con problemas de inversión y desarrollo, para que sean socios más
cercanos a China. (Ghiasy, Zhou, 2017).
El sexto y último
corredor se refiere a China- Bangladesh-India-Myanmar, que como ya se dijo,
se encuentra obstaculizado principalmente por el alejamiento de la
participación de India desde 2015, al igual que por inestabilidad política de
Myanmar. Sin embargo, este corredor también es relevante porque en el se incluye el proyecto de La Ruta Marítima de la Seda del
siglo XXI, que empieza en el sudeste de China y se propone continuar por
toda la ruta marítima hasta Europa[10].
En el siglo
XV, como se apuntó, durante la dinastía Ming, China decidió renunciar a la
geopolítica por mar, a pesar de que en 1405 durante la dinastía del
emperador Yongle, se integró una flota de 62 poderosos navíos bajo el mando de
Zheng He, entre los que destacaban los cuatro barcos más grandes del mundo, de
120 metros de longitud y 50 de anchura. En el siglo XXI, en el marco del OBOR, China intenta relanzar una estrategia
marítima de posicionamiento a lo largo del Océano Índico, estrategia que ha
sido calificada por Estados Unidos en 2004, en estudios de Booz Allen Hamilton,
y C.J. Pehrson como Collar de Perlas.
En estos estudios se definen como el collar de
perlas a las instalaciones marítimas, terrestres y áreas que China ha ido
construyendo desde principios del siglo en aras de crear una estructura de poder geopolítico en el Mar del Sur de China y
el Océano Indico, como punto de partida de una nueva fuerza marítima global
que acompañe los intereses chinos en la zona frente a Estados Unidos y la India
en una primera instancia. Como parte del
collar de perlas se incluyen el puerto de Gwadar, en Pakistán; Chittagong
en Bangladesh; Sittwe en Myanmar; Sihanoukville en Camboya; Merguy, Thilawa,
Kyanksyu, en Tailandia; a los que ahora se podrían agregar Hambantota y Colombo
en Sri Lanka, Lanú en Kenia, Port Sudan en Sudán y el Pireo en Grecia, donde China detenta actualmente el 70% de la operación
(Vanguardia, Dossier, Num.60, 2016).
3.
El OBOR y sus resultados
El OBOR es un
movimiento telúrico geopolítico de grandes dimensiones que cualquiera que
sea su resultado, cambiará los estándares concebidos, por lo menos en el
continente asiático, a partir de su lanzamiento.
Como todas las grandes transformaciones de China, el OBOR se presenta como una intuición
global de gran aliento que se nutre de sus propios antecedentes para imaginarlo,
primero, y luego sobre la marcha, ir armando su estructura bajo un pragmatismo
con las tradicionales características chinas.
A la primera
apertura china Deng la llamó experimento. A los BRICS los lanzaron
oficialmente en 2009 después de ocho años de haber sido una idea exógena de Jim
O’Neill. En el caso del Nuevo Camino de la Seda ocurre algo similar. De una
idea milenaria que siempre estuvo ahí presente como parte de un archivo
histórico, esta se reforzó con ideas paralelas que ya se ventilaban en la
agenda geopolítica de Asia como la
propuesta nipona en 2004 de la Diplomacia de la Ruta de la Seda, que ya
comprendía a los cinco países de Asia Central; El Camino Turco de la Seda en
2008, que se une en 2016 con OBOR. Incluso un Plan Marshall Chino que en 2009
lanzó la Administración Estatal de Ingresos, el cual a partir de 2013 ha sido
negado reiteradamente como parte de la filosofía del OBOR. El Camino Ruso de la
Seda que ya se comentó y en 2011 el Camino Americano de la Seda que desde
Afganistán propuso Estados Unidos.
En este sentido, el OBOR parte de estas influencias pero en su lanzamiento global nace de una
intuición política a la llegada al poder de Xi Jinping, la cual día a día
se ha ido construyendo hasta los avances que lleva a la fecha. Por ello,
después de cinco años, las versiones, las explicaciones y las cifras del OBOR
cambian y difieren respecto a cada una de las fuentes consultadas, aunque esto
no ha sido obstáculo para que no pueda reconocerse la dimensión de su tamaño,
la infinitud de sus objetivos y el enorme potencial de sus repercusiones
geopolíticas y geoeconómicas sobre China, Asia y el mundo en general.
Para China el OBOR aparece también como la
posibilidad de reeditar, bajo condiciones del siglo XXI, un nuevo papel inspirando en el rol hegemónico que mantuvo bajo
diferentes condiciones hasta 1838, cuando la llegada de las potencias
marítimas occidentales, iniciada por la
invasión de Gran Bretaña en la llamada Guerra del Opio, terminaron con su
milenaria tributación regional y el papel central que tuvo en la zona.
Dada la multidiversidad de la propuesta OBOR,
actualmente sus objetivos se multiplican y confunden respecto a la fuente de la
cual se parta. Como se adelantó, China
habla de una iniciativa más que de una estrategia, a fin de que la
construyamos juntos, la gocemos juntos y nos conozcamos juntos, manejando una
postura abierta que aleje la idea de una imposición. De igual modo, la propuesta
se presenta como una cooperación internacional, como una gobernanza global más
razonable y justa; como la construcción de una comunidad donde se comparta el
futuro de la humanidad, lo cual es una abierta invitación hacia un nuevo orden
geopolítico (Munadi, 2018).
Al propio tiempo, el presidente Xi señala que el OBOR es una marca de desarrollo abierta e
inclusiva, al igual que un bien público global propiciado por todas las
partes. Durante su discurso en el Foro OBOR en mayo de 2017, Xi explica al OBOR
como un camino para la paz, para la prosperidad, como un camino para la
apertura, para la innovación y la civilización. Xu Shicheng resume al OBOR como
un facilitador para la apertura de mercados y el aumento del comercio y de las
inversiones; como un “Nuevo pensamiento y un nuevo proyecto para perfeccionar
la gobernanza global” (Shicheng, 2018).
El OBOR rompe
con la caracterización de la integración regional del siglo XX y su consecuente
fundamento del artículo 24 de la Organización Mundial del Comercio (OMC),
invitando a la comunidad asiática, pero también al resto del mundo, a un nuevo
esquema de asociación- pragmático, con características chinas, que rompa con
las limitaciones del propio artículo 24 y despliegue sus alas en un vuelo
incierto, pero sugerente , donde puedan sumarse los activos nacionales y
regionales ya no solo a través del intercambio de bienes y servicios, sino
también de todas las demás actividades económicas; imaginando nuevos escenarios
y desarrollos posibles.
Y está es, tal vez ,la mayor aportación que OBOR
hace a Occidente , más allá de los resultados que pueda lograr, al liberarlo de
una camisa de fuerza, de un dogma
neoliberal donde el crecimiento económico solo se imaginó a través de un
comercio exterior fundamentado mayormente en tratados de libre comercio,
con asimetrías y dominancias de origen, las cuales han limitado el desarrollo e
intercambio de los países hacia nuevos y mejores escenarios, más acordes con un
siglo XXI donde la visión del GATT de 1947 e incluso de la OMC de 1994 han
quedado rebasadas .
La intuición china en este punto rompe el paradigma,
aunque apenas dibuja a través de las principales líneas del OBOR, la nueva
estructura que ofrece para substituirla.
En principio declara sin ambages que “El OBOR va más
allá del sistema mundial de comercio en la implementación de objetivos, de
mecanismos y de principios, al propio tiempo que es una exploración de un nuevo
modelo de cooperación y gobernanza global, que busca no solo del desarrollo y
la prosperidad de la economía mundial, sino que también propone un más justo y
razonable sistema de gobernanza global” (Xixia, 2018).
Partiendo de esta aclaración, el OBOR entonces
acepta en su operación una línea de Hard Law o Derecho Internacional
vinculante, a la cual no renuncia en el marco de un pragmatismo incluyente; al
mismo tiempo que abre la puerta a figuras comerciales de Soft Law, o sea no
vinculante, como una herramienta posible en el nuevo sistema geopolítico OBOR.
Bajo este amplio marco formal de posibilidades
aparecen desde Memoranda de entendimiento (Mou), Acuerdos de Producción e
Inversión (Kazajistán, 2015), Acuerdos Multilaterales (China, Mongolia, Rusia,
2016), 50 Acuerdos de Cooperación, 56 Zonas o Corredores Económicos Especiales
en más de 20 países, hasta la firma a
2017 de más de 15 tratados de libre comercio de China con cerca de 24 países;
además de 11 TLCs en negociación y 11 más en inicio de pláticas. Dentro de los
Acuerdos de Soft Law, por su importancia, destaca el Acuerdo firmado por China
con el grupo asiático europeo de los 16+1; así como también podrían incluirse a
los propios BRICS, así como en menor rango pero ya operando, diferentes
resoluciones, declaraciones, acuerdos, etc. (Xixia, 2018).
Como puede apreciarse, China no renuncia al orden internacional de la OMC, pero tampoco
acepta tender sus nuevas líneas globales de comercio y desarrollo
exclusivamente bajo su marco conceptual, abriendo un debate sobre cuáles deben
ser las regulaciones económicas para un nuevo mundo más demandante y complejo.
Bajo estos nuevos paradigmas OBOR, la oferta occidental no aparece como una
estrategia que vaya a poder competir en visión, alcance, financiamiento,
formalidad, etc. con la oferta integral del nuevo camino de la seda, y la crítica
jurídica dogmática no será suficiente para rescatar a los esquemas occidentales
de comercio, que siguen manteniendo la misma visión y ambición de los países
desarrollados del siglo anterior.
Desde luego la arquitectura
lograda por la Unión Europea sigue siendo un referente occidental obligado por
sus resultados y la consideración a sus asimetrías y apoyo de todos sus
participantes, a pesar de su crisis actual abanderada por el fenómeno Brexit.
Pero el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora en su
nueva versión denominada Acuerdo Estados Unidos- México- Canadá (AEUMC) o
USMCA, por sus siglas en inglés, y el Acuerdo de Asociación Transpacífico
(TPP),en su nueva versión conocida como El Acuerdo Amplio y Progresista de
Asociación Transpacífico (CPTPP o TPP-11),entre otros, desde su desdibujada
renegociación a partir de la llegada de Trump al poder, se alejan de estas
nuevas iniciativas incluyentes de altos niveles de financiamiento, que de
principio brindan un mayor margen de maniobra a la realidad económica de la mayoría
de los países participantes .
En materia financiera el proyecto OBOR también
resulta una iniciativa anti paradigmática para el orden global, tanto por su
dimensión como por la amplia oferta de proyectos e instituciones que comprende.
Si bien hoy el OBOR no integra un nuevo paradigma
formal de asociación terminado, la inclusión de nuevos temas al comercio de
bienes como la energía, la ciencia, la tecnología, la infraestructura; los
amplios niveles de financiamiento y los temas culturales o sociales con los que
se complementa, brindan una visión más amplia a los esfuerzos del desarrollo
regional del siglo XXI.
A pesar de la diversidad de las fuentes, que brindan
datos contrastantes, a la fecha el financiamiento OBOR se ha ofrecido en
grandes cantidades respecto a los países con los que ha iniciado su operación,
a través de una batería muy amplia de instituciones y entidades financieras
donde ya se comentó, participan el AIIB, Silk Road Fund, El nuevo Banco Chino de Desarrollo, que se crearon ex profeso para el
OBOR.
Al mismo tiempo interviene el China-ASEAN
Inter-Bank, China Investment Corporation (CIC), el Banco de Desarrollo de la
Organización de la Cooperación de Shanghai (SCO), así como toda la banca
estatal china. A 2016, en materia financiera, los prestadores OBOR que más
contribuyeron fueron los cuatro grandes
Bancos Comerciales Estatales chinos (SOES) con el 51%. La segunda fuente de
suministro comprendió al Banco Chino de Desarrollo con el 38% y con el 8%
participó el Banco de Exportación e Importación .Dada su reciente aparición a
partir de 2015, el Silk Road Fund y el AIIB registraron un 1% respectivamente
(Deloitte, 2018).
Funding for BRI
by source: Outstanding loans or equity investment at end 2016 ($ billion) Fuente:
Deloitte, 2018
Asimismo, de acuerdo al Ministerio de Comercio, los
flujos de IED al OBOR promediaron los 14 mil millones de dólares anuales
durante 2015, 2016 y 2017, priorizando al corredor China- Península Indochina
con 53% de lo invertido únicamente por las SOEs (2016); al corredor Bangladesh-China
India-Myanmar con 47%; Central Asia, Rusia, Mongolia con 34%; y Europa del Este
34% y África y Asia del Este con 25%.
BRI investment
destinations for SOEs Fuente: Deloitte, 2018
En cuanto a
los resultados del OBOR (2014-2017), de acuerdo al Profesor Shicheng,
actualmente lo han firmado más de 100 países y organizaciones internacionales.
Asimismo China ha firmado Convenios de Cooperación OBOR con más de 40 países y
organizaciones internacionales. China ha
elevado a 3 billones de dólares su comercio con OBOR y ha invertido cerca
de 50 mil millones de dólares. Se han instalado 56 zonas de cooperación
económica y comercial con más de 20 países. Las empresas chinas han tributado
1100 millones de dólares con países OBOR y se han creado 180 mil puestos de
trabajo fuera de China. El AIIB entregó
1700 millones de dólares y el Fondo de la Ruta de la Seda 4 mil millones de
dólares (Shicheng, 2018).
Además de lo anterior China ha otorgado 10 mil becas
gubernamentales; y agregará 100 mil millones de yuanes al SRF e incentivará a
las SOEs por 300 mil millones de yuanes de nuevo crédito. Al NDB se le dotará
de 250 mil millones de yuanes y al Ex -Inc Bank de 130 mil millones de yuanes
para proyectos de infraestructura, capacidad productiva y finanzas. En los
próximos tres años, en síntesis, se aportará por China al OBOR cerca de 8700
millones de dólares. De manera especial, se ofrecerá una ayuda alimentaria de
2000 millones de yuanes a los países OBOR más necesitados; 1000 millones de
dólares al Fondo de Ayuda Para la Cooperación Sur-Sur. 1000 millones de dólares
para proyectos que beneficiarán a países OBOR y se pondrán en marcha 100
proyectos de hogares felices; 100 de alivio a la pobreza y otros 100 de
atención sanitaria y rehabilitación (Shicheng, 2018).
El
OBOR a 2018 se muestra inacabado, confuso, con luces y sombras.
A la mayoría de los socios participantes los invade
la esperanza y el interés, al propio tiempo que la confusión, la sospecha, el miedo y la división interna.
Les preocupan
sus abultadas deudas, la calidad de las inversiones, la fuerte corrupción con
sus clases gobernantes, donde en
algunos casos se estima que asciende del 10 al 30% de los créditos. Les
preocupan también cuales pueden ser los objetivos últimos de China.
A pesar de lo anterior, la gran mayoría no quiere
quedarse fuera de esta gran e imaginativa
ola de un nuevo desarrollo continental que aparece en muchos de estos
países como la única alternativa.
Para China, para Xi Jinping, el éxito del OBOR en
los próximos años, junto con su reforma económica y jurídica, son la única
garantía para que su permanencia en el poder se prolongue para la tercera y
cuarta década del siglo, y así se cumpla
el sueño chino de una China hegemónica en 2049, a los 100 años de la Revolución e instalación de la República Popular
China.
IV.
B. La Reforma Económica. Made in China 2025
A finales de
las setenta China tenía todo por construir. Su crecimiento en relación con
su PIB era errático con bruscas caídas e irregulares incrementos que en el
periodo 1966-1976 la llevaron a registrar un 4% anual promedio. Hace 40 años no existían flujos de IED, los
cuales empezaron a mostrarse de manera significativa a partir de 1985. Su comercio era tan débil que se ubicaba en
la posición 34 del ranking mundial y sus exportaciones solo representaban
4% de su PIB. En síntesis, cuando se dio su primer proceso de reforma y
apertura en 1978, ningún actor político o económico creyó que un país de 956
millones de personas con niveles superiores al 60% en pobreza extrema, fuera
una amenaza. Nadie creyó que hubiera un milagro chino (Oropeza, 2006, p.274).
A lo largo de las cuatro décadas siguientes la
comunidad económica global tampoco ha creído, cada incredulidad en su tiempo,
que China pudiera fabricar motocicletas, vehículos, camiones, trenes de alta
velocidad, aviones, portaaviones, satélites, etc., y ahora China es líder o fabricante destacado de cada uno de estos bienes
o productos.
Frente a la tercera década del siglo XXI, la
comunidad económica y política global, sobre todo Estados Unidos y Occidente ,
vuelven a hacerse la misma pregunta de si China podrá ascender al único
liderazgo económico que le hace falta que se
refiere a los servicios de la alta tecnología de la cuarta y quinta Revolución
Industrial, a lo cual algunos pensadores clásicos como Montesquieu o Weber,
etc., sostuvieron que la civilización china no era proclive a la ciencia, lo
cual fue uno de los determinantes de su dominio occidental; ó de los criterios modernos de que China no
era capaz de superar su manufactura barata ; o los que ahora opinan que no podrá desplazar del liderazgo tecnológico a los
Estados Unidos o los principales países europeos. Y la pregunta esencial
respecto al tema vuelve a ser la misma que se hizo a partir de la primera
década del éxito económico chino, ¿por qué no podría hacerlo, si las
condiciones internas y externas para lograrlo siguen siendo básicamente las
mismas?
China desde 1978 práctica un modelo económico que
crece y se actualiza, pero que en su estructura nuclear no cambia y se corresponde
al de un poderoso Estado Desarrollador
bautizado por China como Socialismo de Mercado, que Deng Xiaoping explicaría desde siempre como el experimento de combinar
tanto capitalismo como socialismo sean necesarios para alcanzar sus
objetivos, los cuales parecen ser hoy,
el convertir a China en la nación hegemónica más desarrollada del siglo XXI,
a partir de su liderazgo en la manufactura industrial y los servicios de la
inteligencia.
China, en la segunda década del siglo vuelve a
intuir y a interpretar los vientos globales, y entiende que el éxito económico
de ayer no le garantiza el de hoy y que seguir con los instrumentos
estratégicos de su primera apertura como su globalización selectiva y gradual,
manejo nacionalista de la IED que llega al país, modernización de las zonas
económicas especiales, una política industrial prioritaria, alineamiento de una
Banca de Desarrollo amplia y poderosa al servicio del desarrollo industrial,
incentivos fiscales y financieros, etc. que la llevaron a desplazar a Estados Unidos en el 2010 como el mayor país en
producción de manufactura , no le serán suficientes para esta , su última
batalla sectorial económica, ahora la más relevante a nivel global, que es alcanzar y superar el avance tecnológico
de Estados Unidos.
Ante tales retos, China decide alejarse de la
comodidad de sus importantes triunfos económicos y transita hacia una nueva estrategia que lanza en 2015 como Made in
China 2025, (MCh 2025) por medio de la cual concentra la mayoría de las
acciones que considera no solo le darán un nuevo impulso a su crecimiento, sino
que en base a una visión y un sueño civilizatorio, estima la puedan ubicar como
la nación líder del siglo.
El espíritu de la nueva estrategia se explica en
primer lugar, dentro de la visión que Xi Jinping viene construyendo desde su
llegada al poder, la cual se refleja en los discursos y documentos que viene
publicando desde esa fecha. Por ejemplo, en su participación con motivo de la
celebración del XIX Aniversario del Congreso Nacional del PCCh (octubre 2017),
donde se compromete con el pueblo a proporcionarle una mejor vida, una vida
feliz ; señalando que para ello China tiene que convertirse en un país de la
innovación, reforzando su tarea en la
investigación científica y tecnológica a fin de irrumpir en las nuevas
tecnologías, donde china penetre con innovaciones tecnologías que mejoren
los niveles de vida del pueblo chino.
A lo anterior agrega que la innovación es la fuerza
estratégica para impulsar el desarrollo, así como el apuntalamiento estratégico
para construir una economía más moderna. De manera especial Xi Subraya que
“Nosotros impulsaremos la investigación básica en ciencias aplicadas, para
aumentar nuestros logros en proyectos de ciencia y tecnología, priorizando la
innovación que genere tecnologías claves, que rompa fronteras tecnológicas y
que modernice la ingeniería tecnológica; en síntesis, que rompa paradigmas
tecnológicos” (China Daily, 20 octubre, 2017).
A manera de acompañamiento de esta visión, China
lanza su 13° Plan Nacional de Cinco Años en Innovación Científica y Tecnológica
(2016)[11],
a través del cual acompaña 15 Programas Preferentes en Innovación Científica y
Tecnológica. En el mismo año aparece el
Plan de Implementación de Tres Años de Inteligencia Artificial (AI) e Internet
Plus; aunque de manera significativa por su amplitud y nueva visión, en 2015
China lanza el Plan Made in China 2025, como el nuevo paradigma que desdobla y acompaña la estrategia de su Segunda
Reforma y Apertura hacia el Oeste, que junto con su Reforma del Poder
(Reforma Constitucional), como ya se indicó, forman el triángulo estratégico
hacia su éxito y dominio geopolítico y geoeconómico a 2049.
El Made in
China 2025 no es, desde luego, el primer programa científico y tecnológico.
De hecho, desde la primera apertura de Deng Xiaoping coloca al tema como una de
sus cuatro grandes prioridades. Sin embargo, la diferencia con este lanzamiento
consiste en que se privilegian los
servicios de la alta tecnología (industria 4.0), sin olvidar la industria
tradicional, planteando los objetivos de tres escenarios en el tiempo en
donde en 2025 buscará reducir las diferencias con otros países; en 2035 busca
fortalecer y empoderar la posición, y para 2045 (2049), se plantea ser el líder mundial en la producción de bienes y servicios
tecnológicos (Plan Made in China 2025; ICEX, 2016).
Como en programas anteriores, el Plan selecciona 10 sectores ganadores donde destacan equipo
electrónico, maquinaria agrícola, nuevos
materiales, ahorro energético, vehículos de nuevas energías, herramientas
de control numérico, robótica, equipamiento médico, equipo marítimo de
tecnología avanzada, equipamiento ferroviario, equipamiento aeroespacial y
tecnologías de la información. Para reforzar este lanzamiento planea la
construcción de 15 centros de innovación a nivel nacional a 2020 y 40 para
2025.
Sin embargo, donde el plan se aleja de ejercicios
anteriores y es parte de la nueva política de Xi Jinping, es que en este
proyecto la política prudencial de Deng desaparece y se exponen públicamente
vectores de temas sensibles que antes eran sesgados o que se negaban. El
primero, el reconocimiento de que el plan aspira a integrar un contenido
nacional del 40% a 2020 y un 70 % a 2025, con todo lo que esto confronta a la
narrativa OMC. Al mismo tiempo el plan propone que para esa fecha la Ciencia y
la Tecnología contribuyan al crecimiento del PIB en 60% y la inversión del
sector ascienda al 2.5% del PIB.
Para lograr el contenido nacional, se reiteran las
políticas de protección y subsidio que a su manera se inauguraron junto a la
apertura china en 1978. De manera especial, aparecen las estrategias que
directa e indirectamente también hacen ostensible el estatismo chino para la
implementación y logros de los objetivos del Plan. Se habla de presiones
legales a través de la importante Comisión Nacional para la Reforma y el
Desarrollo Nacional respecto a actores globales en China, para favorecer la
transferencia tecnológica.
También se habla de presión para la firma de Joint
Ventures en materia tecnológica. Exigencia y condicionamiento del mercado
interno a cambio de tecnología. Presión para precios bajos en comercialización
de tecnología, para facilitación de recursos humanos calificados, para la
fabricación en China de tecnología, etc. En realidad, temas cuasi
institucionales en el performance chino desde los ochenta, pero que siempre se
negaron e incluso un sinnúmero de especialistas occidentales pasaron por alto
en su análisis del milagro chino de desarrollo.
De acuerdo a un artículo de investigación del New
York Times (How this U.S. Tech Giant is Backing China´s Tech Ambitions, 2018)
Estados Unidos evidencia la aplicación de estas políticas al señalarse que las empresas americanas
“están siendo forzadas para transferir tecnología, firmar Joint Ventures,
bajar precios y ayudar con sus especialistas” a las áreas chinas de
inteligencia artificial y semiconductores.
Que a Qualcomm, empresa líder en la construcción de
chips de alta tecnología, a través de la NDRC se le impuso una multa de casi un
Billón de dólares y se le condicionó su participación en el mercado chino a una
baja de precios y un mayor traspaso de tecnología a socios chinos. Para ello,
el gobierno chino le ofrece tierra y financiamiento para que se asocie con la
empresa china Huaxintong, al igual que con la empresa Thundersoft (drones), con
base en Beijing.
En otro artículo del New York Times (Busca China el
control global en tecnología, Reforma, 2018) se reitera la política china de
exigir asociaciones o traspaso de propiedad intelectual “como el precio de
admisión a la segunda economía más grande del mundo”. Incluso en contubernio
con las empresas americanas (Advanced Micro Devices, licencia de microchips) se
intentan eludir las nuevas restricciones del gobierno americano sobre la
transferencia de tecnología. Que sistemas tecnológicos sensibles del gobierno
chino como bancos y laboratorios, todavía utilizan chips de Intel y Qualcomm y
software de Microsoft y Oracle, lo cual estiman como una debilidad de su
seguridad nacional. Para resolverlo, integra un fondo para la fabricación de
semiconductores de más de 100 mil millones de dólares, 150 mil millones de
dólares para inteligencia artificial y 3000 millones de dólares para
fabricación avanzada.
A lo anterior habría que agregar que dentro de esta
estrategia integral de posicionamiento tecnológico formal e informal, los
estrategas chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui desde 1999 hablan de una Guerra
sin Restricciónes, donde incluyen como parte de la posible toma de tecnología al uso de hackers financieros y tecnológicos
a través de los navegadores de internet (Jalife-Rahme, Reforma, 2018).
Al Plan Made in China 2025, los fabricantes
occidentales, como hace cuarenta años, lo miran con desconfianza por su abierta
carga de voluntad estatal de llevarlo a cabo por medio de todos los canales
formales e informales, con gran pragmatismo y enorme financiamiento público.
Bradsher y Mozurmarch lo sintetizan como “El deseo de China de obtener el
control de la mayoría de los segmentos rentables de la cadena global de
producción” (2018). Y Lewis, Vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos
e Internacionales (USA), a la participación informal de China la resume
diciendo “Todos temen represalias. Nadie quiere perder el mercado de China”
(The New York Times, Reforma, 2018).
La batalla
por la supremacía digital, como le llama The Economist (Marzo, 2018), o
como podría escalarse: La batalla
económica por la hegemonía global del siglo, es una parte central de la
guerra comercial ya declarada a China por Estados Unidos a través del
Memorándum Presidencial del 22 de marzo de 2018, con base en la sección 301 de
la Ley de Comercio de 1974, el cual se deriva en lo general de la acumulación
de inconsistencias comerciales entre los dos países desde la década de los
noventa, donde inició el abultado déficit comercial de Estados Unidos con China;
y en lo particular, se centra en la guerra tecnológica entre los dos países.
En el marco de esta guerra comercial, junto al
Memorándum Presidencial, Estados Unidos está reforzando la vigilancia de la IED
China hacia empresas norteamericanas a través de la Foreign Investment Risk
Review Modernization Act (FIRRMA), donde
incluye de manera especial los recursos otorgados a las start ups en áreas de
seguridad nacional, vigilando especialmente a los nuevos Fondos de Riesgo en
los que China ha centrado su triangulación financiera para invertir en
desarrollo de tecnología industrial en América, los cuales se estima por el
Departamento de Defensa (USA), han contribuido con el 13% del total de este
tipo de inversión ( The Economist, agosto, 2018).
A lo anterior se agrega la ampliación de facultades
al Comité de Inversiones Extranjeras (CFIUS), para bloquear operaciones de toma
de control de una sociedad americana si representa un amenaza para la seguridad
nacional, no solo en la industria de la defensa como operaba anteriormente. A
manera de ejemplo, en marzo de 2018 este Comité bloqueó la propuesta de compra
hostil de Qualcomm. (Reforma, 8 de junio, 2018).
“Si se acepta como punto de partida que estamos en
una gran lucha de poder con China y Rusia – comenta John Janser de la
Universidad de la Defensa Nacional- entonces se debe pensar en garantizar la
base innovadora, viabilizar la base industrial y llevarlo todo a escala.”
(Financiero Times, julio, 2018).
En el marco de este histórico debate por la
supremacía tecnológica- económica que sin duda definirá posiciones y fortalezas
en las próximas décadas, como ya lo hace ahora, China ya coloca a 9 empresas en el Top Twenty de las líderes de
internet, encabezadas por Alibaba (6) y Tencent (7), el resto son
americanas.
En materia de innovación (2018), China se coloca en
el lugar 17 a nivel mundial y sube cinco lugares respecto al año anterior
(lugar 22). Estados Unidos pierde dos lugares en el mismo periodo, pasando del
lugar 2 al 4. A la fecha, China cuenta con 4.6 millones de graduados en ciencia
y tecnología y Estados Unidos registra una octava parte. En 2016 China instaló
una cifra récord de 87 mil robots, más que Estados Unidos y Alemania juntos. En
2017, China rebasará en inversión (43%) a USA (38%) en inteligencia artificial.
De igual modo, China ya es el segundo generador de
publicaciones científicas (293 mil publicaciones 2000-2015), después de Estados
Unidos (354 mil publicaciones 2000-2015). Es
líder en registro de patentes en aprendizaje profundo, inteligencia artificial,
y segundo en aprendizaje automático, después de USA. Para 2025, China prevé
generar tres cuartas partes de su propia demanda de robots industriales y más
de un tercio de su demanda de chips para teléfonos inteligentes.
En materia de comercio electrónico, Porter Erisman,
asesor de Alibaba señala “si quieres entender la historia del comercio
electrónico, estudia a Estados Unidos, pero si quieres entender el futuro del
comercio electrónico estudia a China” (The Economist, marzo, 2018/ The New York
Times, Reforma 2018, Vanguardia Dosssier Num. 70, septiembre, 2018).
Desde luego que la Reforma Económica se liga con la
Reforma Geopolítica china. Para el efecto existe, entre otras ligas, un Digital Silk Road a través del cual China intenta
con cerca de 35 satélites, unir a una distancia de un metro o menos la
geografía, las rutas y las georeferencias de 30 países OBOR que a la fecha han
firmado con la empresa china Bei Dou ( Big Dipper), la cual es la encargada de
construir la ruta de comunicación digital para el 67% de una población asiática
que carece de ella.
Xi señaló respecto a esta ruta de la seda de la
comunicación, de la nanotecnología, de la inteligencia artificial, la big data,
etc., que ayudará a crear “una comunidad de destino compartido en el
ciberespacio” (The Economist, junio, 2018). De igual modo a la capital milenaria del comercio de la seda, Xi’an, se
le está impulsando como un Sillicon Valley del oeste chino.
IV-C.
La Reforma del Poder.
Reforma
Constitucional de 2018
En el mes de octubre
de 2017, en el marco de la celebración del XIX Congreso del Partido Comunista
Chino, la figura del presidente Xi Jinping fue elevada a los niveles más
altos del poder chino de los tiempos modernos.
En un giro
inesperado de acuerdo a la tendencia política progresista que había heredado
Deng Xiaoping , de un principio de separación política entre el PCCh y el
gobierno, hacia una mayor asimilación de un Estado de Derecho y orden
democrático, al final del Congreso la figura
del presidente Xi fue declarada como Emperador en vida y su pensamiento se
elevó al nivel del presidente Mao Zedong y a la Teoría del presidente Deng Xiaoping,
quienes se consideraron hasta entonces como los únicos guías políticos a partir
de 1949.
Reforzando lo anterior, durante la celebración del
congreso se decidió la reforma de la
constitución del PCCh, lo cual ha sucedido en pocas oportunidades a partir
de su aprobación en 1982, a fin de dejar plasmado dentro del mismo cuerpo legal
“el pensamiento de Xi Jinping, de un
socialismo con características chinas para una nueva era”, lo cual quedó
como la guía del partido y del Estado.
Ante el cambio histórico registrado en el partido,
en marzo de 2018, durante la celebración del XIII Congreso de la Asamblea
Nacional Popular, se operó la Quinta Reforma
a la Constitución de la República Popular China. Dentro de los cambios
operados, de manera relevante se elevó
nuevamente al liderazgo del PCCh como fundamento central del poder político y a
su secretario Xi, como núcleo de dicho centro, al modificar el artículo
1°de la Constitución para resaltar que “El sistema socialista es la base de la
República Popular China, y el liderazgo del PCCh es la característica del
socialismo con características chinas” , principio que se encontraba en el
preámbulo de la Constitución de 1982, en la idea de generar una jefatura del
Estado de Derecho sobre el poder político y no al revés, como queda de
manifiesto con el cambio.
También de manera especial se crea el Comité
Nacional de Supervisión, el cual abarcó buena parte de la reforma
constitucional. Este poderoso Comité contra la corrupción, que a 2017 llevaba
sancionadas a un millón y medio de personas, se constituyó en la idea confuciana del control moral del poder tanto del
Partido como del gobierno, donde dicho Comité será supervisado por el
Comité Permanente de la ANP, donde Xi es la figura suprema. Así mismo, se
inhabilitó a la Suprema Corte Popular de China para la revisión judicial,
trasladando sus atribuciones al Comité Permanente de la ANP y al PCCh, donde Xi
es el secretario del Partido.
De manera por demás trascendente, se modifica el
último párrafo del Artículo 79 constitucional, eliminando con ello el límite al mandato presidencial de cinco años con
una sola reelección, dejando abierta la puerta a una estancia indefinida
del poder constitucional en una reforma política que tiende hacia la
consolidación de una figura, Xi Jinping,
y un grupo político, en el marco de la construcción del sueño chino y su
objetivo del gran reposicionamiento de la nación china, a través del logro de
un país rico y poderoso que concrete tanto la revitalización de la nación y la
felicidad del pueblo como fin último (Vanguardia Dossier Num.70, septiembre,
2018) .
El resultado de esta reforma, que se realiza desde
la óptica de la reconstrucción del poder político, logra en los hechos la más alta concentración de poder en la figura del
presidente Xi, quien a partir de marzo de 2018 quedó como el nuevo Emperador en Vida de China, al
concentrar las siguientes atribuciones legales y simbólicas:
1.-Secretario
General del Partido Comunista Chino
2.- Presidente
de su Comisión Militar Central
3.- Presidente
del Gobierno chino
4.- Núcleo del Partido
5.- Ling Xin, líder máximo
6.- Zuingao Tonge Huai, Comandante Supremo
7.- Dang Zhong Yang, Centro del Partido
La Reforma jurídica de 2018, por la profundidad de
sus cambios y el impacto de sus consecuencias en las formas de construcción del
poder chino, es un tema que requiere de una mayor investigación. Dentro de
China, la Reforma sigue siendo parte de una reflexión profunda que advierte del regreso de un poder que se
inspira en el espejo milenario de un neo confucianismo, que a pesar de sus
detractores, sigue vigente en las formas de su política y en la cultura de un
pueblo chino del siglo XXI, que busca su modernización con características
propias.
De un poder que en base a sus expresiones, sigue prefiriendo el orden a la libertad
social, la ética y la moralidad sobre la ley y el totalitarismo político
meritocratico (mandarinazgo confuciano) respecto a la democracia. Cambios
que Occidente no logra traducirlos adecuadamente, a la luz de un pensamiento y
una metodología únicos que desconocen o que niegan la presencia de otras formas
políticas más allá de su propia verdad.
La reconstrucción
del poder en China a través de su reforma constitucional de 2018 es un tema
de la mayor profundidad que no admite opiniones fáciles ni la aplicación
inmediata de absolutos en ningún sentido. Por ello la trascendencia de sus
consecuencias dentro y fuera de China deberán observarse detenidamente, con el
mayor cuidado, a lo largo de los próximos años.
Para los efectos de este estudio únicamente debe
señalarse que la construcción de una
figura presidencial poderosa, monolítica y central en la persona de Xi Jinping,
debe verse como una de las tres
estrategias centrales que ha adoptado China en la búsqueda de sus objetivos de
largo plazo, frente a una democracia occidental en crisis y falta de rumbo.
En materia política, un poder central sin dudas, en remedo a una herencia totalitaria,
con características asiáticas, a través
del cual intenta tanto mostrar su supremacía ontológica como su eficacia
económica, respecto a un institucionalismo económico occidental que sigue
sin resolver su dicotomía Estado-Mercado.
Asimismo, como parte de esta visión estratégica
integral de China, la concentración del poder político podría entenderse como
un complemento indispensable que facilite tanto el posicionamiento de un OBOR
planeado a 20 o 30 años y un Made in China con metas a 2025, 2035 y 2049, las
cuales la visión china estima más fáciles de alcanzar, a través de un poder
político sólido, estable y permanente, que acompañe y apoye las medidas a lo
largo de la primera mitad de siglo.
La reforma
jurídica del poder, como la estrategia OBOR y la reforma económica de la
conversión de los servicios, tendrán que transitar, desde luego, por la prueba
ineludible de sus resultados y su permanencia en el tiempo.
V.
Consideraciones finales
La oferta china de asociación informal lanzada al
mundo y de manera particular al continente asiático, bajo el acrónimo OBOR (One Belt One Road), rompe con
los paradigmas regionales establecidos a partir de la posguerra, y por su
dimensión y posibles implicaciones, plantea el punto de partida de un nuevo
orden global económico y político de características asiáticas en lo general y
chinas en lo particular.
Su instalación se explica en el fenómeno geopolítico
evidenciado a principios de siglo, de una China y un Asia del Este en ascenso,
y un declinamiento occidental mostrado
por los principales países europeos y los Estados Unidos.
De igual modo, la oferta OBOR se enmarca en el relanzamiento del proyecto económico y
político de China (Segunda Apertura y Reforma), que de una política
mesurada y tolerante respecto a su papel en el orden global establecido por
Occidente (política Deng), a través del OBOR pasa a encabezar un papel más
activo, el cual intenta en su inauguración enarbolar nuevas banderas para una
globalización con características chinas (política Xi).
En ese sentido, “El OBOR va más allá del sistema
mundial de comercio en la implementación de objetivos de mecanismos y de
principios, al propio tiempo que es una exploración de un nuevo modelo de
cooperación y gobernanza global, que busca no solo desarrollo y prosperidad de
la economía mundial, sino que también propone un más justo y razonable sistema
de gobernanza global” (Xixia, 2018).
Bajo esta perspectiva, las posibilidades del
análisis de OBOR se expanden y se multiplican geométricamente, dificultando su
explicación, la cual oscila desde una nueva propuesta de comercio regional,
hasta la posibilidad de convertirse en
una estrategia geopolítica y geoeconómica de dimensiones insospechadas, que
podría tener como objetivo último el reposicionamiento de China como líder
hegemónico a mitad de siglo. Asimismo, dentro de este último objetivo, podría
incluirse la recuperación cultural y civilizatoria de un orientalismo siempre
presente, que quedó relegado en los
últimos dos siglos (pequeño paréntesis de Huntington) ante el avasallamiento
occidental de las otroras potencias asiáticas como China, India, Japón,
etc.
A cinco años de su lanzamiento, el OBOR transita
también entre una megatendencia
geopolítica y un mecanismo amorfo en construcción, el cual no acaba de
definirse en estructura, contenido y rumbo. De igual modo, sus relatorías
actuales se dividen entre el festinamiento de un nuevo orden global económico y
político, como de un esquema de inversión de alto riesgo, ubicado en un marco
geopolítico asiático temeroso y retraído.
Las interpretaciones de OBOR tenderán a ser más
objetivas en la medida que avance su conformación jurídica, económica y
política, las cuales permitan establecer sus verdaderas fronteras y
posibilidades.
No obstante, dado
los números que involucra en términos de países (70), PIB mundial (52%),
población mundial (70%) ,reservas de gas y petróleo globales (75%), etc.
sus primeras explicaciones no admiten el reduccionismo. En ese sentido y más
allá del grado de éxito de sus metas, el esquema OBOR tendría que situarse como
la punta de lanza de una Segunda Reforma y Apertura china hacia el Oeste, como
un movimiento estratégico de complementación respecto a su primera Reforma y
Apertura hacia el Pacífico de 1978, la cual a la fecha se presenta agotada, no
para sostener un desarrollo económico moderado de China, sino para darle ese
impulso final a un proyecto asiático que a diferencia de los setenta, ahora
busca el liderazgo de un nuevo orden global con características chinas.
En la lógica de este planteamiento, la Segunda
Reforma no puede verse únicamente a través del OBOR, sino que por su
importancia y valor estratégico, deben ser incluidas en este impulso tanto la
Reforma Económica encabezada por el programa Made in China 2025, así como la
Reforma de su Poder Político, operada en 2017/2018 por medio de su Reforma
Jurídica Constitucional.
Estas tres reformas, cada una en el marco de su
competencia, son ahora parte fundamental del nuevo proyecto chino del siglo
XXI, con las cuales está apostando a su liderazgo hegemónico para mitad de
siglo.
Dentro de un desorden global y un mundo en
transformación, la propuesta China aparece como una opción articulada, en
espera de una mejor respuesta e interpretación de la parte occidental y países
periféricos.
IV.
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Recuperado de:
[1] El autor seguirá de manera preferente a lo largo de este
ensayo la apelación OBOR, en el marco de una lluvia de expresiones sobre el
tema.
[2] Decía Séneca
“Estos trajes de seda son adquiridos a un enorme precio a pueblos que no son
conocidos por su comercio: solo para que nuestras mujeres dejen ver de ellas tanto
en público como a los adúlteros en el dormitorio” (Höllmann, 2015).
[3] Sin llegar a
Occidente, muere en el año de 323 a.C. en Babilonia.
[4] Del
que dice Morris que fue uno de los momentos decisivos de la historia del mundo,
en el que el dominio de Occidente sobre Oriente se hizo posible (Morris, 2014,
p.480). Para Crespo, este momento se refiere al descubrimiento de América
(Crespo, 2012, p.25).
[5] La obra de Said
no ha estado exenta de un amplio debate y crítica, tanto de Oriente como de
Occidente , entre otras: que adopta un determinismo Foucaultiano que limita la
obra; que no le da crédito debido a sus predecesores como Anouar Abdel-Malek y
Abdul Latif Tibawi, entre otros; que cae en las mismas falacias totalitarias
que critica; que carece de un método historiográfico ; que cae en
contradicciones epistemológicas ; que deja de tomar en cuenta importantes
textos orientalistas ; que su obra tiene rasgos antisemitas, etc.
(Hallaq,2018,p.7). Temas relevantes que se antojan imprescindibles en el
análisis de una producción cultural que abarca a las civilizaciones más vastas
del mundo.
[6] La
idea de Asia como continente es apenas del siglo XX. Pero su nombre se adjudica
a Herodoto, del nombre de una ninfa hija de Océano y Tetis, entre otras
interpretaciones.
[7] Sobre el tema
Mahbubani aporta recientemente la idea de “Una gran convergencia”, a través de
la cual explica el cambio masivo que se está experimentando globalmente. Que
desde el inicio de la historia humana, el hombre ha vivido en diferentes
comunidades y tribus y en diferentes culturas y civilizaciones. Ahora, las
fuerzas motivadas por la globalización están creando una nueva civilización
global. Que hasta hace poco, los temas Norte-Sur- Desarrollados-No
desarrollados fueron los términos usados. Que ahora estos términos aparecen
como irrelevantes. Que la convergencia del crecimiento de los ingresos debe ser
la historia de nuestro tiempo. Que en los siglos XIX y XX la historia eran los
ingresos divergentes. Que en esa época los ingresos de Occidente tuvieron una
gran ventaja sobre el resto de la humanidad. Que ahora esto está cambiando
rápidamente. Que esto es inevitable y deseable. Que Occidente no está perdiendo
poder. Que solo lo está compartiendo (Mahbubani, 2013, p.p. 1-11).
[8] “Observar
y analizar con calma, asegurar nuestra posición, hacer frente a los asuntos con
tranquilidad, ocultar nuestras capacidades y esperar el momento oportuno, ser
bueno en mantener un perfil bajo, nunca liderar la reivindicación, llevar a
cabo operaciones de carácter modesto” La estrategia de los 28 caracteres,
pronunciada por Deng Xiaoping a principios de 1990, poco después de la masacre
Tiananmen, para hacer frente a los cambios. En Cardenal, Araújo, 2011.
[9] En
octubre de 2018 India firma un acuerdo de compra de armas ( sistemas antiaéreos
S-400) con Rusia por la cantidad de 5 mil millones de dólares , a pesar de la
prohibición establecida por Estados Unidos, siguiendo los pasos que China había
dado en el mismo sentido semanas antes, poniendo a prueba la tolerancia y su
relación estratégica con USA.
[10] Al
respecto comentaba Geoffrey Kemp en 2010 sobre la incertidumbre del papel de
China en la importante región de Asia Central y Asia Menor, dada su gran
riqueza de hidrocarburos, que su enorme distancia geográfica con la zona tenía
que resolverla. Que si su vía marítima la expandía por el Océano Índico y hacia
nuevas vías terrestres de comunicación que transitaran por A.C. y Pakistán,
podría convertirse en un jugador estratégico de Asia Menor y el Golfo Pérsico
(Kemp, 2010, p.p.1-6). Como se aprecia a través de la estrategia OBOR, parece
que China ha seguido la recomendación.
[11] En
2005 aprueba el Programa Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológico
de mediano y largo plazo (2006-2020).Y desde 1978, la ciencia y tecnología han
sido una prioridad para China.
Mais uma vez há uma controvérsia séria sobre qual é
o maior problema do mundo. A extrema
direita, nos países centrais foca na defesa da “civilização ocidental” ou na
imigração, e nos periféricos na corrupção ou na criminalidade. Liberais defendem a globalização, ou seja, a livre
circulação de capitais e mercadorias. Para muitos o aquecimento global é a pauta. Outros priorizam o perigo da ofensiva de Trump contra a China, ou a
iminência de uma nova crise econômica, ou a crise das democracias. Para muitos
outros é a pobreza.Alguns, um pouco mais lúcidos, defendem a
luta contra desigualdade social.
A ideia é que se
não há prioridade, tudo é prioritário, logo não há prioridades. Parece um argumento razoável, mas não é. A premissa oculta é que o mundo é como é, e vai continuar sendo.
A proposta é regular, gradualmente, o
capitalismo. Ideia, argumento, premissa e proposta são falsos. Escondem a
conclusão ideológica: o capitalismo
seria imortal, perpétuo, insuperável, invencível.
Não são poucos, inclusive, na esquerda moderada, que
argumentam, ingenuamente, que a luta
contra a pobreza deve ser a prioridade absoluta. A oposição do combate pela
erradicação da pobreza à luta contra a desigualdade social é, todavia, mais do
que um erro.
Porque o fim da miséria, ou o controle das emissões de gases do efeito estufa, ou a luta pelo
desarmamento mundial, ou a resposta ao perigo da estagnação econômica e o
desemprego, ou a paz mundial, ou
qualquer outra, não são um problema “técnico”. Claro que exigem soluções
técnicas.
Mas é uma
ilusão perigosa pensar que a união de líderes razoáveis e de boa vontade,
sejam de esquerda ou de direita, em torno de um plano perfeito, primoroso,
magistral, seria a solução. Não há plano consensual, indolor, técnico que possa
reformar o capitalismo no início do século XXI. A época das reformas ficou para
trás. O capitalismo já esgotou as
possibilidades históricas de autorregulação, e entrou na época de decadência.
Só a “estúpida lentidão” da história explica a sua
permanência. A lentidão se explica por dois fatores. O primeiro é que nunca existiu na história uma classe dominante tão
poderosa como os capitalistas. O segundo é a imaturidade objetiva e subjetiva dos sujeitos sociais que têm
interesses anticapitalistas: os trabalhadores e os oprimidos. Uma classe explorada, economicamente,
oprimida, socialmente, e dominada, politicamente, vive uma tríplice condição de
repressão. Não parece difícil de compreender que não seria nem simples, nem
fácil. A estupidez é uma forma de qualificar a irracionalidade cruel do processo.
Os dramas contemporâneos são questões centrais de estratégia política. A questão é quem controla o poder, ao serviço de que interesses e contra
quais interesses. Na estratégia duas questões são essenciais. Saber contra quem lutamos, e quais são as forças sociais que devemos
mobilizar para vencer. Não são os pobres os responsáveis pela pobreza, mas
o capitalismo. Não são os desempregados,
supostamente, pessoas despreparadas para as necessidades do mercado, os responsáveis pelo seu desemprego, mas o
capitalismo. Não são os motoristas de automóvel os responsáveis pelo aquecimento global, assim como não são os que tomam banho os responsáveis
pela escassez crescente de água potável. Só uma estratégia socialista,
portanto, revolucionária, pode proteger a civilização da fúria da ganância e
avareza capitalista.
Se há tanta pobreza no Brasil e no mundo sob o capitalismo,
é porque ela é funcional. Duzentos anos
nos separam do início da revolução industrial. Se o capitalismo fosse capaz
de acabar com a pobreza, já teve muito
tempo para fazê-lo. Ser funcional significa que não é possível a
concentração de riqueza, sem aumento da pobreza e da desigualdade.
Os defensores do capitalismo têm dois argumentos. O primeiro é que a desigualdade social não
é um mal em si. Ao contrário, ela seria natural, portanto, irreversível.
Mais importante, todavia, ela seria um incentivo para o desenvolvimento
econômico. O segundo é que será somente
uma questão de mais tempo para diminuir a pobreza. Enquanto isso, ela pode
ser mitigada através de políticas focadas de distribuição de renda, e aumento da
escolaridade da nova geração.
Ambos estes argumentos são ideológicos e falsos. A
pobreza extrema de uma parcela da sociedade é inexplicável, se desconhecermos a
extrema riqueza do número crescente de bilionários. Ela é menor nos países
centrais do que nos periféricos porque a ordem mundial é imperialista.
Mas mesmo nos países centrais ela não para de
crescer nos últimos trinta anos. Políticas
públicas emergenciais de distribuição de renda são, exatamente, isso:
emergenciais. Só o direito ao trabalho oferece uma saída digna, mas o
capitalismo do século XXI entende o pleno emprego como um problema. Ele altera
a relação social de forças, porque estimula a indisciplina reivindicativa
sindical dos trabalhadores, pressiona a elevação dos salários, e causa
desestabilização política.
Em segundo lugar a desigualdade social não é nem natural, e nem irreversível. Ela é
uma consequência do capitalismo. Ser
de esquerda não é defender que as pessoas são iguais. Não são. Mas devemos ter direitos iguais. Se
somos diferentes, por quê? Sim, temos
habilidades diferentes. O que prevalece na condição humana é, felizmente, a
diversidade. Temos talentos variados que
se complementam, e se compensam. Isso é enriquecedor.
O mais importante, contudo, é compreender que as
diferenças sociais que fragmentam a sociedade em classes não repousam nas
diferentes capacidades dos indivíduos. Essa
idealização da meritocracia é um veneno ideológico para tentar justificar o
absurdo. Os talentos estão
distribuídos em todas as classes sociais. Mas como os filhos da maioria do
povo têm menos oportunidades,
milhares e milhares de jovens com aptidões excepcionais têm os destinos de suas
vidas, tragicamente, sacrificadas. A aposta socialista é que uma sociedade
socialista permitiria o pleno desenvolvimento das capacidades de todos. Nosso
coletivismo se inspira na solidariedade para favorecer a autonomia dos indivíduos,
não a sua anulação.
A aposta socialista não se deixa seduzir, tampouco, pelo mito de um progresso a qualquer
preço. Assim como deve haver regulação social da riqueza, deve haver limites políticos na exploração
da natureza. O perigo de um apocalipse
ambiental provocado pelo aquecimento
global sinaliza até onde pode ir a loucura
da voracidade capitalista.
Reacionários defendem que o socialismo seria a
tirania da chatice, da caretice, do tédio e, no limite, a destruição da
liberdade. Para um reacionário, liberdade e igualdade são valores
incompatíveis. Ou uma, ou outra. Porque o direito à liberdade seria o direito
de lutar pelo enriquecimento, a propriedade privada, a herança. São entusiastas furiosos da ambição e da cobiça,
são devorados pela fantasia da avidez: de sucesso,
de fortuna, de glória, de poder. Estão convencidos que a luta pela
igualdade social seria incompatível com a busca da felicidade pessoal.
Nós respondemos que a luta pela felicidade pessoal é
justa. Mas deve haver limites. Ninguém pode ser feliz sozinho. Ambição sem limites degenera em ganância,
em abuso, em transgressão sobre os direitos dos outros. Todos temos desejos
e isso é legítimo. Não é admissível, contudo, que a felicidade de um seja feita
ao custo do martírio de muitos. Não é aceitável que a liberdade incondicional
de poucos legitime a tirania da maioria.
Sempre que pensamos na solução de um problema
devemos considerar quem são os inimigos, e qual é a base social na qual podemos
nos apoiar para confrontá-los. Se quisermos, portanto, seriamente, erradicá-la,
teremos que lutar. Mas é mais do que claro que só é possível acabar com a
pobreza, se derrotarmos o capitalismo. Essa luta só pode ser vitoriosa com a unidade
dos trabalhadores. Eles parecem
invisíveis, socialmente. Mas a eles pertence o futuro. Se quisermos, de
verdade, merecer um futuro.
México se debate en cuanto al modelo económico a
seguir para crecer más rápidamente, con
mayor equidad, inclusión social y desarrollo sustentable. Todos parecen
estar de acuerdo en que hay que mantener una razonable estabilidad macroeconómica
en la esfera nacional e internacional; pero que ella no basta para crecer y que
se requiere una visión de mediano y largo plazo y un proceso de desarrollo
sostenido a lo largo de dos o tres décadas como lo hicimos en entre los 40s y
los 70s. La pregunta crucial es el cómo,
con qué instituciones, prioridades, recursos políticas e instrumentos.
Muchos economistas políticos hemos planteado durante
los últimos sexenios, desde la academia, pero también desde la experiencia
acumulada de gobierno, nuestras razones para no seguir con el modelo adoptado desde hace 35 años de crecimiento
mediocre y estancamiento estabilizador, mala distribución del ingreso, una
apertura frívola e indiscriminada al exterior, y una evolución productiva,
impulsada en gran medida por salarios bajos, exportaciones con bajo valor
agregado nacional, empresas de mayoría de capital extranjero y tecnología
importada; lamentamos la exclusión social característica del modelo y el
terrible daño que la violencia , la inseguridad, la corrupción y la falta de un
estado de derecho han tenido sobre los ciudadanos y los inversionistas.
El Centro Tepoztlán Víctor Urquidi AC., el grupo
Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM, el IDIC y otros grupos progresistas de
reflexión y diálogo hemos planteado a partir de esa problemática propuestas convergentes
de rutas a seguir. AMLO también reconoció estos problemas desde hace algunos
años, durante su campaña y en sus primeros
enunciados de gobierno enmarcados en la 4T.
Sin embargo, a 7
meses de haberse iniciado el nuevo gobierno, muchas incógnitas permanecen y diversas medidas adoptadas hasta ahora nos
preocupan porque no garantizan el crecimiento deseable. No se trata de una
resistencia al cambio, al fin de los privilegios y del dispendio. Estamos
convencidos de que urge a México combatir la corrupción y la inseguridad de
fondo. Quisiéramos contribuir a que México sea una nación más próspera y más
justa. Pero advertimos que México tiene
que hacerlo con un nuevo modelo de desarrollo que no observamos todavía en
el horizonte mientras el tiempo se nos cuela entre los dedos.
Durante el último año un grupo de 6 economistas con
experiencia académica y de gobierno- convocados por José Romero y Julen
Beresaluce de El Colegio de México- nos abocamos a examinar las experiencias
exitosas de largo plazo de 6 países destacados en sus procesos nacionales de
crecimiento sostenido entre el siglo XIX y la hora actual: Alemania, Japón, China, Corea del Sur, Finlandia y Vietnam.
Individualmente y en conjunto examinamos las razones de su éxito, buscando
llegar a algunas conclusiones significativas aleccionadoras.
Los resultados los exponemos en nuestro libro de
reciente publicación por El Colegio de México: “Estado Desarrollador. Casos
exitosos y lecciones para México. El punto de partida tiene que ver mucho con valores, instituciones y la voluntad
sostenida y creativa de sociedades por emprender un desarrollo a largo
plazo y estar dispuestos a construir economías de mayor bienestar y realizar
los sacrificios necesarios.
Como lo señalamos en la contraportada de nuestro
libro, “la búsqueda de constituirse en un país
próspero ha surgido muchas veces desde las cenizas de la destrucción, de la
humillación nacional y de la condena a la desdicha eterna. En algunos momentos
de la historia los países decidieron no resignarse a sus condiciones de
pobreza” o aspiraron a un crecimiento mayor compartido para construir futuros
sustentables.
Bajo la dirección de un estado fuerte, con la
colaboración de empresarios nacionalistas e innovadores, trabajadores
crecientemente capacitados y una burocracia profesional y comprometida,
coordinaron un esfuerzo colectivo para realizar profundas transformaciones
institucionales, productivas y tecnológicas y en última instancia sociales.
Las
experiencias de los 6 países son muy diversas en el tiempo y el espacio.
El capítulo de José Romero muestra que el llamado modelo asiático parte de un
capitalismo administrado de raíz prusiana en Alemania, que en pocos años
logró en el siglo XIX organizar a un grupo de reinos y ciudades militarmente
ocupados en un imperio capaz de
rivalizar económica y militarmente con Gran Bretaña. Examina el papel
crucial de la política comercial, la banca universal y los cárteles en su
desarrollo. ”Destaca la presencia de un
estado fuerte y legítimo, que puede adoptar la forma de imperio, dictadura
militar, estado comunista, etc.”… pero que, “no importa la forma que adopte el
estado, se legitime por su historia y por sus resultados”.
El Japón analizado por Suárez Dávila es el de un
estado desarrollador que, después de sus primeros pasos para superar la Gran
Depresión y de coordinar el esfuerzo bélico, se empeña en la segunda mitad de
los 40s en la reconstrucción con un
proceso de industrialización planificada, liderado por un estado
intervencionista -no socialista- encarnado
en el poderoso Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MITI).
Promueve el desarrollo de la infraestructura y de sectores prioritarios
manufactureros en los que la empresa
primero importe, luego asimile y adapte y más tarde innove la tecnología
extranjera e incursione en las fronteras del conocimiento.
Beresaluce examina cómo Corea del Sur, con una filosofía confuciana y un fuerte presidente
militar, Park, recrea el modelo japonés y asigna un enorme esfuerzo a la educación, la capacitación obrera y la
formación de una burocracia meritocrática, que permiten desarrollar ramas
industriales clave, con la participación activa de empresarios innovadores y
una reforma financiera que imprime una visión de largo plazo y a la vez exige
rendición de cuentas.
China es un país grande y singular donde a partir de
la revolución ideológica de Mao, surge
con Deng Xiao-Ping un nuevo estado desarrollista que, aprovechando su vasto
mercado interno ,abre sus puertas
selectivamente a la Inversión y la tecnología extranjera directa, pero
asegura, con visión de largo plazo, un proceso
de alto crecimiento sostenido del ahorro, la inversión nacional, la producción
y las exportaciones, la formación técnica y el aprendizaje creativo, que
fortalece sistemáticamente la capacidad propia pública empresarial y más tarde
la privada- manteniendo siempre un fuerte respaldo del estado. Oropeza atribuye
en su ensayo un peso muy significativo al confucianismo
y a la cultura china, que facilitan
la disciplina y el poderoso rol del Partido Comunista.
Muy diferente el caso de Finlandia, país pequeño,
muy preocupado por su soberanía y neutralidad, como vecino de Rusia, que busca siempre a través de un estado
fuerte democrático y la política educativa, industrial y tecnológica aprovechar
su posición geoestratégica y desarrollar sectores de avanzada que le den
una ventaja comparativa . Lan Arthur Viianto, analiza bien las posibilidades
bien administradas de un país pequeño frente a un vecino muy poderoso y la
globalidad.
Finalmente, mi ensayo examina el rápido crecimiento
de Vietnam, que huyendo de la dependencia externa y las cenizas de las guerras
con invasores extranjeros, logra mantener una elevada cohesión nacional y
emprende, a partir del DOI-MOI de 1986 ,
un proceso sostenido “a la china” de
crecimiento productivo -basado en una política muy activa de desarrollo de
su mercado interno, empleo y exportaciones crecientes de empresas extranjeras-
que le permite alcanzar durante los
últimos 25 años la 2ª tasa más alta de crecimiento del PIB (7.2% anual) después
de China– con niveles razonables de equidad. Las políticas educativa,
fiscal, financiera y de desarrollo productivo y regional han sido claves.
En conclusión, siguiendo las lecciones de los 6
países, se propondría revertir, “a la
mexicana” con visión de corto y largo plazo, el modelo heredado de
estancamiento estabilizador y desarrollo desigual; dar mayor prioridad a la
producción y a la innovación sobre lo especulativo y financiero y a la
inversión sobre el gasto corriente –doblar
la inversión pública y privada- para llegar a tasas del 30 % del PIB (China
invierte el 50%, India el 40%), utilizando de manera contra-cíclica los
recursos parafiscales que puedan obtenerse mediante emisiones de bonos de la
banca de desarrollo; realizar oportunamente
reformas fiscales de fondo para contar con mayores recursos presupuestales y
canalizarlos mejor hacia la infraestructura; la educación de calidad y la
salud; el impulso a las políticas industriales y regionales de fomento, el
desarrollo tecnológico propio, la protección del medio ambiente, la inclusión
social y el combate a la inseguridad y la corrupción.
Encobrir o erro é errar outra vez. Os erros pagam-se
caro. Sabedoria
popular portuguesa
O segredo para se andar sobre as águas é saber onde estão as pedras. Sabedoria popular chinesa
Nos ambientes militantes me perguntam, às vezes, o que é e como se faz análise de conjuntura.
Bom, não existe manual incontroverso. Aprender
a pensar é um exercício lógico. Análise de conjuntura é um tipo de
investigação interdisciplinar difícil. Parece
que é algo parecido com tocar violão. Não é complicado tocar mal.
Aprende-se fácil e, até rapidamente, alguns acordes.
Mas dizem os musicistas que é um dos instrumentos
mais complicados de tocar bem. Além da lógica, ela pede a economia, a
sociologia, a história, a política e outras, como análise de discurso, direito,
psicologia social etc. Mas eu não gosto de desestimular. Então, recomendo algumas regras básicas:
1-O tempo é
uma medida objetiva. O espaço,
também. Quais são os limites da análise? Qual é o seu objeto de estudo? Decida com clareza. Não é sério falar
sobre qualquer coisa, aleatoriamente. Uma
análise da última semana é diferente da análise do último mês. Nem falar do
último semestre. Se for além, já não é
análise de conjuntura, é análise da situação, ou até da etapa.
A análise pode ser restrita à realidade de uma cidade, por exemplo. Mas pode ser uma
avaliação da situação nacional. Pode querer considerar o contexto
internacional. Por exemplo, as eleições
presidenciais encerraram uma grande batalha. Mudou a conjuntura,
evidentemente. Mudou, também, a situação ou não? Uma boa análise deve saber se
colocar as perguntas certas.
2-Segundo é
preciso saber conferir as fontes da investigação. Desconfie. A busca da
credibilidade exige muito trabalho. Marxismo deve ser boa ciência. Uma
análise marxista deve ter critérios incontroversos. Estamos sendo bombardeados
por informações falsas o tempo todo. Honestidade intelectual é uma questão de
honra. A sua palavra deve valer muito para você mesmo. Isso significa que construir uma interpretação dos
acontecimentos exige o máximo de rigor para não ser contaminado pela incerteza
dos dados. É preciso conferir as
informações. Mais de uma vez. Lembre-se que a confiança dos outros na sua
palavra não tem preço. É a sua
reputação.
3-Em terceiro lugar, uma boa análise não deve estar enviesada por valores ideológicos que
vêm de contrabando pela pressão dos inimigos de classe, do senso comum, dos
ambientes em que circulamos. E, não menos perigosas, pelas pressões das nossas
preferências. A interpretação da
realidade não é instrumental. Não vale tudo para ganhar debates de ideias.
Análises sérias não podem apenas referendar
nosso desejo. Este erro é fatal.
4-Análises
sérias exigem um esforço rigoroso de abstração. A cabeça acompanha a
pressão do chão que os pés pisam. A experiência
pessoal de cada um de nós é valiosa, mas é parcial. Sempre é muito limitada. Os ambientes sociais
em que circulamos são restritos. Generalizar para escala de um país, ainda por
cima continental, a percepção que podemos ter de uma categoria de
trabalhadores, de um movimento social, ou de uma cidade é perigosíssimo.
Abstrações e generalizações rápidas conduzem, inevitavelmente, ao erro. Aprenda
a não confiar somente na sua intuição. Aceite
a dúvida como uma boa companheira.
Tiffiney Zinger quedó
devastada cuando se percató de un desagradable detalle en la fotografía que
tomó de su hija de 6 añosdurante
una visita familiar al parque de diversiones Universal de Orlando. La
pequeña, quien es afroamericana,
corrió emocionada hacia un actor que interpretaba a Gru, de la película
“Despicable Me”, y posó para una foto junto a su hermano pequeño y otro
empleado del parque disfrazado de minion.
Pero el
tierno momento se vio empañado por lo que parece ser un gesto de odio hecho
intencionalmente por el actor. Tiffiney
no lo notó en aquel momento, sino meses después al revisar las imágenes de ese
día.
“Queríamos hacer algo lindo por nuestra familia y
esta persona arruinó ese sentimiento cálido especial”, dijo a USA Today la
angustiada madre, quien describió como “doloroso” decirle a su hija que no
podía usar la foto para una tarea de la escuela sobre las vacaciones.
La foto
muestra al hombre formando el símbolo “OK” con sus dedos sobre el hombro de la
pequeña, que padece de autismo.
El gesto se encuentra entre las 36 nuevas entradas agregadas en septiembre a una base de datos de
símbolos de odioutilizados por los
supremacistas blancos y otros grupos de extrema derecha. Según la Liga
Anti-Difamación de EEUU, el símbolo comenzó a circular disfrazado de broma en
el sitio web 4chan, donde se explicaba
que el gesto formaba una W y una P para “Poder Blanco” (White Power).
Aunque muchos afirman que se trataba de un troleo
masivo, para 2019 el gesto comenzó a usarse “en algunos círculos como una
expresión sincera de la supremacía blanca”, dice la organización. Tras la
divulgación de la polémica foto, el portavoz
de Universal Orlando Resort, Tom Schroder, se disculpó públicamente y aseguró
que la persona disfrazada de Gru había sido despedida.
“No queremos que nuestros huéspedes experimenten lo
que esta familia. Esto no es aceptable y lo lamentamos, y estamos tomando
medidas para asegurarnos de que nada como esto vuelva a ocurrir. No podemos
discutir detalles específicos sobre este incidente, pero podemos confirmar que
el actor ya no trabaja aquí. Seguimos en contacto con la familia afectada y
trabajaremos con ellos en privado para arreglar esto”, reza un comunicado.
“Es más que
el signo OK”, dijo por su parte Richard Zinger, el padre de la niña. “Mucha
gente no entiende lo que significa esa señal”. El incidente ocurrió una
semana después de que el atacante de Nueva Zelanda, que mató a 51 personas en
dos mezquitas de Christchurch en marzo,
mostrara el mismo símbolo «OK» durante su comparecencia ante el
tribunal.
Tiffiney dijo que estaba horrorizada de que su hija hubiera tenido su primera exposición
al racismo en un parque familiar. “He estado emocionalmente angustiada por eso. Todavía estoy bastante molesta
porque alguien sintió que necesitaba
hacer esto a los niños. Puede causar estrés emocional en mi hija y su
desarrollo”.
Jonathan Greenblatt, CEO de la Liga Anti-Difamación,
dijo en un comunicado que viejos
símbolos, gestos y otras imágenes están adquiriendo rápidamente nuevas
connotaciones de odio, que pueden ser demasiado confusas para que el
público en general las entienda.
“Creemos que las fuerzas del orden y el público
deben estar completamente informadas sobre el significado de estas imágenes,
que pueden servir como una primera señal
de advertencia a la presencia de enemigos en una comunidad o escuela”,
dijo.
Precisamos discutir quais são os valores que nos inspiram. Quais são as nossas referências? No âmago de cada um de nós, antes de
tomarmos uma decisão, consideramos, pesamos,
analisamos as consequências de nossas ações. Para isso, temos interiorizados princípios, costumes, ou
regras. A moral é uma construção
social e histórica. Portanto, se transforma. Mas isso não permite concluir
que os socialistas não defendem conceitos morais.
Ao contrário, temos
muitos compromissos éticos. Reconhecemos obrigações nas relações de uns com os outros. Honestidade é sinceridade e honradez. Responsabilidade é maturidade e seriedade. Solidariedade é fraternidade. Perseverança é abnegação e
resiliência. Cortesia é gentileza e delicadeza. Flexibilidade é tolerância e
respeito. Defendemos o desprendimento
contra o egoísmo, a generosidade contra a cobiça, a paciência contra a
raiva, o altruísmo contra a inveja, o empenho contra o desleixo, e a humildade contra a vaidade.
Mas não
reduzimos nossa militância a uma cruzada moral. Porque defendemos que o que está errado na sociedade não é a
maldade humana, mas o capitalismo. Não é a corrupção e a desonestidade, mas o capitalismo. Não é o egoísmo e o
mau-caratismo, mas o capitalismo.
Não somos seguidores dos dez mandamentos da Idade do
Bronze. Respeitamos a tradição das
civilizações antigas do Mediterrâneo Oriental que elegeram os sete pecados capitais. Mas o discurso moral de
condenação da gula, luxúria, avareza, ira, inveja, preguiça, luxúria e,
sobretudo, do orgulho, respondeu, historicamente, nos últimos dois mil e
quinhentos anos, às necessidades de
controle social. Não é um programa
político.
O caminho da
transformação da sociedade é a luta
social e política dos trabalhadores e dos oprimidos contra a burguesia. Não a luta das pessoas boas e decentes
contra as pessoas ruins e malvadas. Acontece que esta visão de mundo é
minoritária, inclusive entre os explorados.
Portanto, sofremos
a imensa pressão de ideologias muito poderosas, e com grande influência popular, porém, incompatíveis com a luta
contra a propriedade privada e o capital.
A percepção
entre as amplas massas de que não é possível mudar a sociedade repousa em
muitos fatores. Os objetivos, como a força da riqueza e o controle do poder
são, extremamente, poderosos. Mas há
também fatores subjetivos que são o centro da disputa ideológica. Esta luta
é uma luta de ideias. Mas é, também, um combate contra os aparelhos que perpetuam ideias que perpetuam a resignação, insegurança,
indecisão e incerteza das massas sobre si próprias. Aparelhos que incentivam o acomodamento e a submissão, a prostração e o
fatalismo. E nada é mais desmobilizador do que a ideia simples, porém, devastadora, de que não vale a pena lutar,
porque as pessoas não prestam. A disputa
ideológica nos remete, portanto, aos valores que devem inspirar nossa
militância.
Militância
não é voto de pobreza, é uma oferta, uma doação. A teologia
ou idealização do sacrifício como um
caminho para a paz é uma premissa religiosa, não socialista. Não defendemos
o ascetismo. Desapego não é renúncia, dedicação não é purificação, austeridade
não é virtude. Não condenamos a ambição.
Ter aspirações pessoais é legítimo. Criticamos
a rivalidade. O comedimento, a simplicidade, e a sobriedade não são
auto-mortificação. Desprezamos a
ostentação. Mas a frugalidade só é virtude contra a futilidade. Não somos
uma fraternidade de estoicos. Somos um
movimento social e político de pessoas normais. Portanto, imperfeitas.
A militância não
é voto de castidade. Não pode ser renúncia ao desejo, nem desinteresse ou
indiferença erótica, nem defesa do celibato, ou da fidelidade.A militância não
é voto de obediência contra o orgulho e a vaidade. Quem defendia voto de pobreza, castidade e obediência eram os jesuítas.
Não são as nossas bandeiras.
En un clima a nivel mundial de incertidumbre económica y política, transcurren los enfrentamientos
entre distintos países que dificulta severamente la política multilateral
diseñada bajo la supremacía de EE.UU. Es en definitiva la consecuencia de una larga crisis estructural del capitalismo
no resuelta.
El proyecto
del brexit sin acuerdo en el Reino Unido, el freno a las ambiciones de Mattteo Salvini en Italia, el golpe electoral en Turquía contra el
gobierno de Erdogán, que perdió incluso el control de Estambul, la guerra comercial entre EE.UU. y China,
la rebelión de la población en Hong Kong,
los enfrentamientos de EE.UU. con Irán y Siria, el bombardeo de la refinería
saudita, la crisis económica en Alemania, los incendios en el Amazonas, el
populismo evangélico de Bolsonaro entre otros casos, confluyen en la
inestabilidad y la volubilidad internacional que refleja en definitiva, los
problemas económicos, políticos, sociales y ambientales del conjunto del sistema en esta etapa.
Estos hechos se hilvanaron a través de una cadena de
acontecimientos donde se destacó la peripecia británica por la pesadilla del
brexit y sus posibles vínculos con otros
procesos que se desarrollan en Europa. El primer ministro Boris Johnson no solo no cumplió con su
promesa de unir al país, sino que amplió la brecha existente y dividió a su partido conservador,
llevando a la rebelión a figuras emblemáticas de esa agrupación. Además con “un
golpe antidemocrático” cerró el
parlamento para demostrar a la Unión Europea (UE) que puede conseguir un brexit
sin acuerdo, si las autoridades de la Unión no ceden y negocian en un todo
de acuerdo a sus deseos. Por otro lado Jeremy Corbin, el líder del laborismo,
acordó una agenda con el resto de la oposición británica, para tratar de
impedir una salida de la UE sin la conformidad de todos los sectores políticos.
También el regreso (sin mucha convicción) de Donald
Trump, a la mesa de negociaciones con China, refleja la compleja situación de
la guerra comercial de las dos potencias
más integradas productivamente de la historia del capitalismo. Esta guerra
comercial, que es en realidad una
disputa por el dominio mundial, se
ha constituido junto con el brexit en los mayores fantasmas que corroen el
sistema y han hecho reaparecer la amenaza de una gran recesión.
Situación que se reflejó recientemente en la baja de
la tasa de interés en EE.UU. Asimismo, el desplazamiento del centro económico
mundial hacia Asia, con epicentro en China,
que en conjunto representa dos tercios del crecimiento económico mundial y
el 50% del PBI global, está comenzando a provocar dificultades para el dominio
de EE.UU. y el funcionamiento mundial del dólar. EE.UU. trata de sostener al
dólar como la principal moneda del mundo, dado que todavía es el instrumento
que se utiliza en más del 80% de los intercambios globales, además de componer
las reservas y activos de todos los países.
Una parábola similar a la británica sucedió en el
mes de agosto pasado con el ultraderechista
Matteo Salvini en Italia, quien igual que Johnson en el Reino unido, ha tenido fuertes diferencias con Bruselas al
hacer campaña contra la burocracia de la UE. Pero a pesar que, siguiendo el
resultado de las encuestas, pensaba imponerse en las elecciones italianas, apareció una fuerza centrista
social-demócrata, el Partito
Democrático, que quiere ante todo evitar la constitución de un gobierno de
ultraderecha, haciendo que las ambiciones de Salvini colapsaran y se
estrellaran contra la dura realidad de la política italiana.
Alemania,
la cuarta economía del mundo, con una gran
capacidad exportadora, ya que es hoy la segunda vendedora de manufacturas
después de China y la primera de bienes de capital, cuenta con un retraso en las inversiones en capital intangible
(conocimiento) y propiedad intelectual cuya inversión se sitúa en el 50% de
su PBI, mientras que en EE.UU. es casi el 70%, ubicándose por este motivo por
detrás de este momento histórico. Este retraso de Alemania en el desarrollo del
“capital intangible”, resulta ser un componente muy importante dentro de la creciente irrelevancia de
Europa en el contexto global del sistema capitalista. Asimismo, por causa
del envejecimiento de su población, la fuerza de trabajo pierde 350.000
trabajadores por año, dificultando su crecimiento.
Es evidente que lo que está en juego en Europa es el
contrato que había surgido luego de la Segunda Guerra Mundial que le abrió paso
a un capitalismo renano, que en muchos aspectos es diferente al capitalismo
imperante en EE.UU.
El conjunto de estos hechos que se superponen dentro
de este universo complejo, evidencian
una mutación hacia la derecha de las dirigencias políticas en esta etapa del
capitalismo. Un informe de OXFAM, publicado poco antes del encuentro del
G7, sostenía que “al adoptar [el encuentro] un régimen neoliberal fundado sobre la desreglamentación y la
privatización, trata por consiguiente de modelar la economía mundial según
ese modelo”.
AMÉRICA
DEL SUR
Para América
del Sur, la posibilidad de la firma de un acuerdo Unión Europea- Mercosur,
tendría un carácter desequilibrado y confiscatorio. De imponerse llevaría a una profundización de la
primarización de las economías de los países sudamericanos que tienen un
cierto grado de industrialización como son Brasil y Argentina, reforzando un
mercado desigual entre la región y Europa.
Demostraría la naturaleza
neoliberal de sometimiento encaminada esencialmente a disciplinar aún más a la
clase trabajadora, potenciando el atraso y la dependencia de estos países.
Sin embargo existen algunos voceros del gobierno argentino en retirada, como el
candidato a vicepresidente Pichetto, quien caracterizó el posible acuerdo como
“trascendente”. Además sectores del
capital, integrantes del Foro Empresario, destacaron, contra toda lógica, que
el acuerdo beneficiaría la generación de empleo. De cualquier forma, para
concretar este acuerdo quedaría por vencer en Europa, entre otras dificultades,
la resistencia de las burguesías agrarias de Francia, Bélgica, Irlanda, Polonia
y Austria.
Es de esperar que las próximas autoridades
gubernamentales argentinas, que seguramente
asumirán el próximo 10 de diciembre, consideren que la firma de este
acuerdo ampliará aún más la crítica situación económica del país. Además, que
hacen falta medidas estructurales que traten de revertir el lamentable estado
de la economía del país. Para concluir, hay que señalar que los posibles
acuerdos internacionales y las distintas medidas económicas que se puedan
aplicar, deberán reflejar a futuro los intereses del pueblo trabajador, de los
demás sectores populares y de las pequeñas empresas, que también se encuentran
perjudicadas por las acciones que hoy implementa un gobierno neoliberal.
*Alberto Wiñazky, economista, miembro del Consejo
Editorial de Tesis 11. Revista Tesis Once Nº 131 (09/2019) Publicado
en 26 septiembre 2019