Los mundos distorsionados de Iván Illich y Paulo Freire

Los mundos distorsionados de Iván Illich y Paulo Freire

Carlos Alberto Torres

Director, Latin American Center, UCLA

Director, Paulo Freire Institute, Graduate School of Education and Information Studies, GSEIS-UCLA.

La década de los sesentas y la utopía

La década de los sesenta impulsó projectos explosivos y fabulosos, donde la imágen de que todo era posible, desde la transformación individual hasta la revolución, se llevó al paroxismo. Este fenómeno no fue simplemente una experiencia en América Latina sino, prácticamente, tuvo lugar en el mundo entero.

En América Latina, verdadero caldo de cultivo de una nueva sociedad, Illich y Freire, quizá inconscientemente, abrevaron en distintas perspectivas teóricas que convergían en una idea similar de cambio social radical. Estas nociones de cambio radical se fundaban en un conjunto de teorías y orientaciones filosóficas así como teológicas que, en voga en ese momento, marcaban el espíritu de la época, un espíritu osado, libertario y creativo.

Fue Herbert Marcuse quién sugirió que el uso del término Volksgeist en Hegel, refiere al espíritu de una nación, su historia, su religión, y el grado de participación política que ha alcanzado. Pensando en América Latina, su Volksgeist en los sesenta está estrechamente ligado a la revolución y la trasgresión de las normas establecidas, así como a la creatividad crítica en el pensamiento, la innovación en la ciencia y la tecnología y la utopía en la política.

Este ‘volksgeist’ latinoamericano se acunó en tradiciones ricas y antiguas, como muchas de las culturas milenarias que habitan este continente arisco volviéndolo indígena, ladino y europeo a la vez, pero también recibió distintas contribuciones académicas de teorías que buscaban explicar y también transformar la realidad.

Entre estas teorías se cuentan la teoría de la dependencia, establecida en los ámbitos de la academia chilena en los sesenta con la publicación del libro ya clásico de Fernando Henrique Cardoso y Henzo Faletto, Dependencia y Desarrollo en América Latina, y que se expandió como reguero de pólvora por todo el continente, articulando una de las críticas más sistemáticas a los modelos tradicionales de desarrollo económico y social, y por supuesto al capitalismo subdesarrollado mismo, y en menor medida a las teorías de la democracia.

Si bien Dependencia y Desarrollo fué un libro señero, deberían mencionarse muchos otros autores como por ejemplo André Gunder Frank, Theotonio Dos Santos, los trabajos críticos de la CEPAL, Pablo González Casanova, o Rodolfo Stavenhagen para nombrar solo algunos académicos de nota que contribuyeron a explicar el subdesarrollo latinoamericano, la explotación y el colonialismo interno de la región.

Pero no debemos dejar de lado la figura del revolucionario que tanto en su vida como en su muerte simbolizó el espíritu revolucionario de la época, Ernesto ‘Che’ Guevara, cuyo discurso el 16 de agosto de 1961 en Punta del Este, en el marco de la sesión plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social, constituyó la más firme repulsa al modelo de desarrollo norteamericano, ejemplificado en la Alianza para el Progreso.

Como dijo recientemente Atilio Borón en una introducción a las Declaraciones de la Habana: “…quién podría olvidar la estatura olímpica del delegado que la isla enviara ante dicha Asamblea, nada menos que Ernesto “Ché” Guevara, un personaje histórico-universal, como diría Hegel, y cuyo discurso fue una verdadera pieza maestra de la literatura política latinoamericana?[1]

Junto con las críticas a los modelos de desarrollo , se articuló tambien en ámbitos académicos del continente por filósofos latinoamericanos, la mayoría de ellos formados en Europa, una nueva perspectiva filosófica denominada Filosofía de la Liberación. Destaca entre estos, como uno de sus representantes más preclaros, el teólogo, filósofo e historiador argentino Enrique Dussel.[2]

Este modelo filosófico, elaborado desde ciertos goznes analíticos de corte fenomenológico y existencialista, pero incorporando vistas al pensamiento marxista, cuestionaban las nociones de alteridad en la racionalidad occidental, y buscaban incorporar nociones de las culturas tradicionales latinoamericanas, como opciones para la articulación de un modelo civilizatorio más racional y generoso que el modelo europeo etnocéntrico, racista y autocentrado, así como autocelebratorio en terminos civilizatorios. Sin la perspectiva de la filosofía de la liberación, y como veremos más adelante, la educación liberadora, hubiera sido impensable la cuestión del multiculturalismo en América Latina, uno de los grandes temas que emergen en estado práctico en la época, como parte de un pensamiento eminentemente postcolonialista al estilo de Franz Fanon y Albert Memmi, dos pensadores Europeo postcolonialistas altamente influyentes en el período en cuestión.

El tema de la autenticidad y la verdad, así como la cuestión de cuál es el ethos del pueblo latinoamericano, articulaba mucho de los principios de esta filosofía de la liberación, respetuosa de la tradición disciplinar pero buscando la ruptura a partir de las emociones, las tradiciones de lucha, las prácticas sociales y las culturas de los pueblos de la región.

En tercer lugar, mucho de lo que articula la vida de Paulo Freire y en menor medida, aunque también la perspectiva de Iván Illich, está vinculado a la naciente Teología de la Liberación, tanto en ámbitos católicos como protestantes de la región.

Este modelo teológico centraba su idea liturgica, canónica, teológica y moral, sobre la idea de ‘la opción preferencial por el pobre’, como verdadero cénit y cuna del esfuezo religioso de las iglesias como iglesia popular o comunidades de base. Una opción teológica claramente en contradistincción con el modelo de institucionalización civilizatorio que existía desde la conquista española; un modelo de religión donde las iglesias se encontraban íntimamente aliadas al poder, especialmente a las fuerzas armadas y los sectores dominantes.[3]

Por último, Paulo Freire mismo es un representante de la educación popular, un modelo que naciendo originalmente en España con vena socialista y anarquista , como impulso para la educación masiva de la clase obrera, se transfiere al continente como un modelo para la educación de los sectores populares, con una orientación radical, y con objetivos políticos definidos y explícitos, aunque el termino ‘educación popular’ haya sido apropiado por Domingo Faustino Sarmiento a fines del siglo XIX para denominar a la naciente educación pública.[4]

Pero América Latina no fue una excepción. En los sesenta, en el mundo entero, respetando la lógica de la posibilidad a rajatabla, se gestaron revoluciones, se crearon invenciones impensables, se revolucionó la ética sexual buscando al amor libre y la paz a traves de las emociones. Acunados en las canciones utópicas y románticas de los Beatles, y especialmente el legado de John Lennon con su manifiesto anarquista “Imagine” la educación, último bastión de la cultura conservadora, no pudo resistir los embates de las utopías, los movimientos sociales, las prácticas de los partidos políticos y las ideas de los pensadores revolucionarios.

Iván Illich y Paulo Freire, cada uno en sus campos de competencia, en sus distintos ámbitos de inserción regional y localización ideológica, y en función de diferentes pero no tan desencontradas especializaciones de estudio, alcanzaron el lustre de los grandes iconoclastas de la educación, pregonando ora la concientización ora la desescolarización como alternativas a los mitos y rituales conservadores de una educación bancaria y autoritaria. Su prédica ultrapasó las fronteras y se convirtió en un mensaje mundial.

Si uno quisiera hacer paralelos de estos dos gigantes de las ciencias de la educación, con dos gigantes de los movimientos sociales en el mundo norteamericano, una posible comparación que viene a la mente y no parece excesivamente forzada, son los paralelos entre Malcom X y Martin Luther King en el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos.

Uno representaba la transgresión radicalizada fundada en una crítica rayana con un llamado a las armas y a la confrontación para derrumbar el sistema, imágen mítica de Malcom X como símbolo de los Black Panthers y la revolución afro-americana en los Estados Unidos y el mundo. Martin Luther King, quien a la postre, especialmente luego de recibir el Premio Nobel de la Paz, resultó canonizado como el padre del movimiento de los derechos civiles en Los Estados Unidos, utilizó una táctica de confrontación no-violenta, similar a la Gandhiana, para confrontar el racismo y la discriminación racial en los Estados Unidos convirtiéndose en un símbolo anti-racista en el mundo entero.

Malcom X y Martir Luther King, cada uno de ellos en sus ámbitos de competencia y localización, con diferentes estrategias y con diferentes niveles de recepción de su mensaje, fueron importantes en la época para confrontar el establishment y establecer en los Estados Unidos—un país que se jactaba de una democracia liberal pero que excluía con un seudo apartheid de “iguales pero separados”, especialmente en el Sur, a los afroamericanos— una democracia que incorporara luchas antiraciales y las posibilidades de replantear, cuestionar y atacar la desigualdad como objetivo central de toda vida verdaderamente democrática.

Malcom X y Martin Luther King, como habitualmente sucede con los líderes de movimientos revolucionarios, fueron asesinados, pero su mensaje y su ejemplo permanecen. Son constantes objeto de reflexión y deseo, invitación a la constitución de íconos, y porque no, mártires de una idea utópica por la cuales perdieron su vida. Cumplieron, casi sin saberlo, con el apotegma de Friedrich Nietzche cuando tan claramente declaró:“no conozco mejor objetivo en la vida que perecer, animae magnae prodigus, en la persecución de lo grande y lo imposible”. [5]

La búsqueda de lo grande y lo imposible aún a riesgo de perecer fue el objetivo de Malcom X y de Martin Luther King, como lo fueron los propósitos de Iván Illich y Paulo Freire en su trabajo profesional y político. A diferencia de sus pares del movimiento social de derechos civiles norteamericanos, Illich y Freire tuvieron una larga vida, ejercieron su prédica en distintos lugares, y mucho antes, y por supuesto despues de su muerte, se convirtieron en mitos, símbolos e íconos de la educación crítica.

Pero al igual que Malcom X y que Martin Luther King, Illich y Freire fueron en su momento desestimados, despreciados, marginados, silenciados, incluso encarcelados y/o forzados al exilio, por lo cual ellos mismos, en uno de los pocos encuentros donde se juntaron a compartir y dialogar sobre sus ideas, se definieron como peregrinos de lo obvio, o de lo no tan obvio.

Por eso el mundo de Freire y de Illich fue, necesariamente, un mundo distorsionado; un prisma distorsionado como el único mundo posible para cambiar la distorsión del mundo del establishment, del sistema, que se considera a sí mismo tan normal.

La distorsión que ellos mismos representaban era la idea de una educación liberadora y de calidad para el pueblo, una educación que impulsara una verdadera democracia

igualitaria, en un mundo donde se puedan preservar las tradiciones y el medio ambiente mientras se busca un progreso y una revolución de expectativas y estructuras; un mundo donde se puede cuidar de las generaciones nuevas invitándolas a vivir en una sensibilidad utópica y repensar los logros, pero tambien los fracasos de las viejas generaciones, para construir un mundo donde, en la afortunada frase de Paulo Freire, fuera más facil amar.

Vale la pena entonces revisar algunas de las ideas de Illich y Freire, porque ambos nos siguen desafiando, aun despues de su muerte, con las ideas y el ejemplo con los cuales nos cuestionaron en vida.

Ivan Illich: Desescolarizar para Liberar

Ivan Illich nació el 4 de Septiembre de 1926, en Viena, Austria, primer hijo de Helen y Iván Peter, un ingeniero civil. Mitad judio, mitad católico, vivió en Viena hasta que esta cayó bajo control alemán y a la edad de 15 años emigró a Italia, donde vivió en Florencia y Roma, terminando su escuela secundaria en Florencia, en el Liceo Leonardo Da Vice, donde se graduó en 1942.

En la universidad de Florencia estudió química inorgánica y cristalogía entre 1942-1945 y en la Universidad de Roma continuó sus estudios entre 1945-1947. Posteriormente en la Universidad Gregoriana de Roma estudió filosofía obteniendo su licenciatura summa cum laude, posteriormente, entre 1949 y 1951 estudió Teología, obteniendo su grado cum laudem. Continuó sus estudios en la Universidad de Salzburg con una tesis de doctorado (Ph.D.) en historia sobre el pensamiento de Arnold Toynbee, quien nos provee de un sofisticado análisis de la evolución de las civilizaciones. Continuó sus estudios de doctorado buscando entender el micro y macro cosmos del mundo de Alberto Magno, conquistador de civilizaciones.

Hacia el principio de los cincuenta comienza su carrera de sacerdote. Dada su inteligencia sobresaliente y su exquisito dominio de lenguas (hacia el fin de su vida dominaba más de 25 lenguas incluyendo varias lenguas orientales) fue destinado a una carrera diplomática en el Vaticano, pero logró evitar dicho puesto burocrático siendo nombrado sacerdote asistente (1951-1956), trabajando bajo las ordenes del Cardenal Spelman, en la Iglesia de la Encarnación, en el Upper West Side de Nueva York, un vecindario portorriqueño. Fue enviado en 1956 como Vice-canciller de la Universidad Católica de Santa María de Ponce, en Puerto Rico, y posteriormente funda en Fordham University, una universidad Jesuíta en Nueva York, el Center for Intercultural Formation, trabajando como profesor de sociología en el departamento de sociología, y entrenando seminaristas que aprendian español y la cultura de América Latina para luego desempeñarse en la región como misioneros. Hacia 1961 se radica en Cuernavaca, donde inicia el famoso Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) que cerrará sus puertas en 1976.[6] Este centro, bajo la inspiración de Illich, influenciado por las ideas de Raymond Everett y con la presencia de un sinnúmero de intelectuales radicales incluyendo Paul Goodman, Erich Fromm, Peter Berger, el obispo de Cuernavaca vinculado a la teología de la liberación, Sergio Mendez Arceo, y el mismísimo Paulo Freire, viajando desde Chile, el CIDOC se convierte en un lugar obligado para el estudio y la práctica de la educación revolucionaria en el mundo entero.

Un crítico severo de la modernidad, Illich acusa a la Iglesia Católica de promover a traves de sus misiones en América Latina el ‘American Way of Life.” En 1967 el CIDOC es censurado por la Iglesia e Illich deja el sacerdocio. A partir de este momento comienza a peregrinar por el mundo, conchabándose como profesor invitado en distintas universidades y escribiendo muchos de los libros que lo catapultaron a la fama, incluyendo Némesis Médica, su primer libro, Celebration of Awareness (1970), Deschooling Society (1976), Tools of Conviviality (1973) y Energy and Equity (1970). Luego siguen su trabajos en ecopedagogía, género y profesiones, incluyendo libros como H20 and the Waters of Forgetfulness, Shadow Work (1981), Gender (1982), Disabling Professions (1977), etc.

Versatil y prolífero, incansable escritor y conferencista, Ivan Illich ofreció un análisis sistemático de un conjunto de temas que en su opinión explicaban la crisis del pensamiento occidental y como la racionalidad de la modernidad se constituía en un enemigo de las humanidades, de las ciencias, y por supuesto de la naturaleza.

Se consideraba un discípulo de un monje del siglo XII, Hugh of St. Vicher, e incluso escribió un comentario sobre el Didascalium de St Vicher (1993). Sus ultimos trabajos los realiza en universidades alemanas de Kassell, Berlin, Marbung, Oldenberg, y finalmente se radica en la universidad de Bremen desde 1991, recibiendo el premio de la paz de la ciudad de Bremen el 14 de marzo de 1998.

Acepta este premio con un discurso ejemplar de sus intereses en la época, un discurso titulado “The Cultivation of Conspiracy,” donde refleja su conocimiento de lenguas, especialmente el Latín, y su preocupación del momento, como llevar a cabo la tarea intelectual crítica, que en su opinión solo se puede desarrollar en el contexto de una ‘philia’,[7] y en el contexto de un espíritu monástico.

Afirma en su discurso de recepción del premio que: “Quedo absolutamente convencido que la búsqueda de la verdad no puede existir fuera del cuidado que provee la confianza mutua que florece en el compromiso de la amistad.”[8]

En la historia del pensamiento educativo, Illich debe seer clasificado por su asociación con la escuela de teoría crítica de Frankfurt. Hemos argumentado en otro lado que “la crítica de Iván Illich a la industrialización representa la extensión más influyente de la versión de la Escuela de Frankfurt a la crítica de la racionalización técnica en la educación y otras preocupaciones humanas…La posición de Illich en educación está basado en una fusión única de la crítica de la racionalidad instrumental promovida por la Escuela de Frankfurt con variantes de los argumentos de los progresivistas, escuela-libre, y las tradiciones anarquistas y libertarias.”[9]

En síntesis, el modelo teórico de Illich es lo que podríamos calificar como un modelo de reproducción burocrático-clasista. En este modelo, Illich sugiere que la tendencias universales compulsivas de los sistemas de racionalización formal que se reproducen a sí mismo en niveles cada vez más altos (de aquí la referencia al modo industrial de producción, siguiendo prácticamente la misma crítica de Herbert Marcuse a los modos industriales de producción soviético y americano), aunque este proceso tiene lugar dado los antagonismos de clase dentro de una variedad de formaciones sociales. De ahí la crítica radical de Illich, desmitificando la ideología de la escuela y criticando como futiles los esfuerzos liberales de reforma educativa. Su solución educativa es instantánea y evocativa: desescolarizar.

Sin embargo, la riqueza del concepto de desescolarizar—y cabe recordar que las lonjas de aprendizaje que proponía Illich para reemplazar la escuela anticiparon por más de una década los efectos pedagógicos del Internet—se perdió en el coro de sus críticos cuestionando el concepto como un principio anarquista que llevaría no solo a la des-institucionalización de una de las mayores áreas de política social en el mundo, sino tambien al caos. Sin duda alguna, muchos de las críticas de Illich a la educación y las políticas sociales anticiparon, con mucho, críticas subsequentes y reflejan muy tempranamente, el tipo de aparato crítico que ciertas versiones del posmodernismo libertario ofrecieron al proyecto educativo y de modernización de la ilustración. Luego de presentar los argumentos de Freire, veremos en conclusión la crítica que Freire mismo hace de Illich.

Paulo Freire: Concientizar para Liberar

A pesar de los paralelos en sus vidas, Paulo Reglus Neves Freire, aunque influenciado por los mismos tipos de debates de la época, tradiciones intelectuales y religiosas afines, y quizá similares lecturas, ofrece una perspectiva diametralmente distinta a la de Illich.

Los cuatro grandes movimientos sociales y/o intelectuales que cobijaron el trabajo de Paulo Freire arriba mencionados, (teoría de la dependencia, filosofía de la liberación, teología de la liberación y educación popular) tienen una neta raíz e impronta latinoamericana, y no debe sorprender que hayan servido como plataforma para articular las ideas de Freire, un hombre muy sensible a las particularidades culturales que constituyen nuestras identidades. Lo dice en Cartas a Guinea-Bissau con su lenguage que por poético no deja de ser incisivo:

“Mi Recificidad explica mi Pernambucalidad, mi Pernambucalidad explica mi Nordestinidad, mi Nordestinidad explica mi Brasilidad, mi Brasilidad explica mi Latinoamericanidad, mi Latinoamericanidad me hace ser ciudadano del mundo. De Recife en cuanto es el contexto de origen que me marcó, me marca y me marcará. Por eso digo que no me entienden si no entienden Recife, y no me aman si no aman Recife.”[10]

Freire nace en Recife, capital del Estado de Pernambuco y capital cultural del noroeste de Brazil, el 19 de Septiembre de 1921. Luego de trabajar como profesor de portugués en escuelas secundarias y también privadas, trabaja en el SESI, un servicio de formación de mano de obra financiado por la industria de Pernambuco, como Director de Alfabetización entre 1947 y 1954 y luego Superintendente hasta 1957. Poco después, su reputación se extendió y fue nombrado Director de Cultura y Recreación del Departamento de Documentación y Cultura de la municipalidad de Recife. En 1959 concursa para una oposición de catedrático en la Universidad de Recife, siéndole conferido el título de Doctor en Filosofía e Historia de la Educación con la tesis libre docente titulada “Educação e Atualidade Brasileira,” recientemente publicada post mortem.[11] Luego de los éxitos de su modelo de alfabetización, especialmente en la experiencia de Angiços, en Rio Grande du Norte, Freire es nombrado por el gobierno de João Goulart, Director de la Comisión de Cultura Popular, 1963—64. Luego del golpe de estado,y habiendo sido acusado de subversivo, es encarcelado y setenta dias después exilado hacia Bolivia, donde sigue rumbo poco despues hacia Chile donde tenía contactos con la democracia cristiana. En Chile consigue trabajo como asesor de ICIRA, el Instituto de Capacitación para la Investigación de la Reforma Agraria, uno de los proyectos más importantes del gobierno demócrata de Frei.

Trabajando en Santiago de Chile, publica sus dos primeros libros que reciben una enorme aceptación, Educación como Práctica de la Libertad (1967) que se convierte en un libro de lectura casi obligatoria para los educadores católicos del continente, y Pedagogía del Oprimido (1968), un verdadero manifiesto revolucionario de la educación que con el correr del tiempo, la reimpresión en inglés de más de medio millón de copias, y la traducción a más de 30 lenguas, tiene que ser considerado, junto con Educación y Democracia de John Dewey, los dos libros más influyentes en la filosofía de la educación del siglo XX.

En 1969 viaja a Harvard como profesor invitado, y estando allí recibe información que su contrato en ICIRA-FAO no sería renovado, con lo cual acepta una posición de consejero educativo en el Consejo Mundial de las Iglesias con sede en Ginebra, donde se radica desde 1970 hasta su regreso a Brazil, una vez que le devolvieron su pasaporte brasilero, en 1980. En el año 1971 había fundado con un grupo de exilados brasileños el IDAC, Instituto de Acción Cultural en Ginebra, desde donde se vincula a experiencias revolucionarias especialmente con las nacientes países postcoloniales africanos.

Durante este período de trabajo en el Consejo Mundial de las Iglesias, se involucra como consejero educativo en los movimientos revolucionarios de Guinea Bissau, São Tomé e Cabo Verde, escribiendo distintos textos donde sobresalen Cartas a Guinea Bisseau (1975), quizá uno de sus textos de análisis más vinculado al pensamiento marxista.[12]

Estando en Europa se lleva a cabo el diálogo que consta en este libro entre Freire e Illich. Regresa a Brasil en marzo de 1980, y se emplea como profesor en las Universidades de Campinhas y posteriormente la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC), donde curiosamente demoran muchos años en reconocerlo con la categoría de profesor-catedrático.

Paulo Freire fue miembro fundador del Partido dos Trabalhadores, o PT, junto con Lula, el actual presidente de Brazil, Moacir Gadotti, otro de los fundadores del PT y quién representó a Paulo Freire en el acto de firma del acta constitutiva del partido junto con un conjunto de líderes obreros e intelectuales de izquierda. Cuando el PT gana las elecciones de la Municipalidad de São Paulo, la alcadesa electa, Luiza Erundina, le pide a Freire que sea Secretario de Educación de la municipalidad de la ciudad de São Paulo.[13] Freire acepta y permanece en este cargo durante los tres primeros años de la gestión (1989-1981) renunciando para retomar su escritura y sus conferencias en el mundo entero.

Reconocido como uno de los fundadores de la pedagogía crítica, recibe más de 50 doctorados honoris causa y distintos premios. Fallece en São Paulo de un ataque al corazón el 2 de Mayo de 1997, no sin antes haber dejado un último legado intelectual, un pequeño libro que constituye una serie de meditaciones sobre la ética y la política docente, Pedagogía de la autonomía.[14]

Freire e Illich: ¿Visiones contrapuestas?

No cabe duda que a principios de la década de los sesenta, tanto Illich como Freire representaban dos íconos del pensamiento revolucionario en educación. Tampoco cabe duda que a pesar de las interpenetraciones de ambos pensamientos, el proyecto de crítica burocrática de clase que responde al modelo de Illich con su crítica a la racionalidad instrumental, y el modelo de concientización, que constituye una opción política pedagógica para reemplazar la educación bancaria e impulsar el cambio social, tenían que necesariamente confrontarse en terminos de lógicas internas y en terminos de propuestas políticas de transformación social.

Es el mismo Freire quién se encarga de tomar distancia de Illich en una discusión donde, en una pregunta, se lo ubicó como próximo al modelo de desescolarización. Conviene citar a Freire in-extenso.

“En este momento hay ciertos pensadores y llamemos científicos sociales dedicados a la educación, que están cuestionando todo el sistema de educación e insistiendo efectivamente en que no vale la pena perder el tiempo en investigar este sistema que tiene que ser reformado, porque los productos que está arrojando son productos que en realidad deforman en vez de reformarlo. De la pregunta de ustedes se llega a Iván Illich a quien yo hago una crítica. Indudablemente, Illich es un hombre genial. Y en los próximos cincuenta años, un historiador de la cultura o de la educación va a tener que decir que Illich existió, indudablemente. Pero no hay que esperar cincuenta años para hacer una crítica fundamental a Illich. Cuando él plantea todo el problema de la desescolarización a mi juicio cae en un error. El se niega constantemente a discutir la cuestión ideológica, y es precisamente por esta razón por la cual no puede alcanzar, a mi juicio, la totalidad del fenómeno que analiza. A mi juicio, solamente al analizar la fuerza ideológica que está por detras de la escuela como institución social como puedo comprender lo que está siendo pero puede dejar de ser. Y aunque en un país que hizo su revolución la escuela sigue durante largo tiempo repitiendo la escuela anterior, la explicación científica para esto está en lo que un autor llama ‘dialéctica de la sobredeterminación’, esto es, que la vieja superestructura de la sociedad que fue cambiada sigue preservándose, en contradicción con la nueva infraestructura que se constituye. Durante largo tiempo esta contradicción se da y, segun dice otro autor que analiza las universidades y las escuelas como ‘fabricas de ideologías’, lo que pasa es que la educación sistemática es el último bastión en caer… En primer lugar no es la escuela la que cambia la sociedad, sino que es la sociedad la que hace la escuela y, al parecer, la escuela se hace con ésta dialécticamente. Segundo: hay sin embargo áreas que no son neutras, claro, que pueden y deben ser analizadas y estudiadas hoy. Aun cuando comprenda los momentos del activismo en una sociedad, les confieso que tengo un miedo tremendo al activismo….”[15]

Quedará juzgar al lector si esta crítica acérbica de Paulo Freire se aplica a las postulaciones de Iván Illich en educación. Moacir Gadotti, haciéndose eco de la crítica de Freire, concluye que: “En Illich, existe pesimismo en relación con la escuela, en la medida en que él no cree en la posibilidad de recuperarla, motivo por el cual sería necesario combatirla y ‘destruirla’, desescolarizando a la sociedad…En Freire, por el contrario encontramos optimismo. La escuela puede cambiar y ser cambiada pues desempeña un papel importante en la transformación de la sociedad. Para esto, el primer paso es la ‘concientización’, siendo muy importante, por lo tanto, la formación del educador.”[16]

Lo que no puede quedar duda alguna es que estos dos proyectos, tanto el modelo de desescolarizar, como el modelo de la concientización, aun cuando hayan tenido una enorme importancia en la historia de las ideas educativas, no constituyen una respuesta conclusiva a las demandas de hoy en día por una transformación educativa radical que reclaman los sectores socialmente subordinados en el contexto de un modelo de globalización tan desigual como el que vivimos. Pero también es claro, me parece, que muchas de las ideas que fueron pergueñándose en los escritos, conferencias, y enseñanzas de Illich y Freire continúan interpelando la pedagogía y las fuerzas sociales, con una fuerza y un tesón incomparable.

Sin duda alguna, redescubrir este debate de los sesenta, y leerlo en la clave del nuevo siglo, no es meramente un ejercicio académico o de historia de las ideas, sino un compromiso político para aquellos que pensamos que la educación puede, efectivamente, crear un mundo nuevo, donde sea más facil amar; un mundo donde se respete tanto la amistad, como nos pedía Illich como verdadera simiente donde puede florecer la verdad y el ‘scholarship’, y un mundo donde se respete el amor como invitación a la utopía, la llamada perenne de Paulo Freire como profeta de una pedagogía de la libertad o la verdadera paideia pedagógica. En la sección final, ofrecemos algunas reflexiones de como se podría pensar en revisar y actualizar las contribuciones de Freire e Illich en el contexto de las luchas por la justicia y la democracia dentro de la globalización en el siglo XXI.

Globalizar, Desescolarizar, Concientizar: A Modo de Conclusión.[17]

En esta sección presento primero un análisis de las multiples caras de la globalización, ofrezco a renglón seguido algunas reflexiones sobre los principios de la resistencia a la globalización y finalmente, desde una perspectiva de la paideia pedagógica y la utopía política que reflejan las contribuciones de Paulo Freire y de Ivan Illich, ofrezco una serie de principios de aprendizaje crítico que son útiles en las luchas por la transformación social frente a la globalización y las luchas por la identidad. Este aprendizaje crítico se lo debemos a los trabajos pioneros de Illich y Freire, narrativas que son inspiradoras, y pueden ser adaptados perfectamente a las circunstancias actuales.[18]

Las multiples caras de la globalización.

La globalización ha sido definida como la intensificación de relaciones sociales mundiales que vinculan localidades distantes de manera tal que lo que ocurre en un lugar está siendo afectado por eventos que ocurren a miles de kilómetros de distancia y viceversa. Para algunos, la globalización ha transformado el tiempo y el espacio facilitando complejas interacciones e intercambios— que en el pasado eran imposibles—, se lleven hoy a cabo como actividades cotidianas. Otros ven a la globalización como un asalto sobre las nociones tradicionales de sociedad y estado, afectando la naturaleza misma de la ciudadanía y del cambio social.

No cabe duda que la globalización no es un fenómeno nuevo, pero la globalización contemporánea que experimentamos es diferente a las globalizaciones del pasado. La celeridad con que se mueven el capital, la tecnología y la mano de obra a través de la fronteras, muestra que esta globalización es diferente de la globalización de la cultura griega o romana, o de la globalización que llevó a la expansión de las grandes religiones del mundo, solo para citar ejemplos conocidos. El ritmo y la extensión de los modelos son diferentes.

La importancia de la globalización con respecto de la educación y la solidaridad social adquiere nuevas dimensiones si uno considera las distintas caras de la globalización. Hay por lo menos cuatro grandes caras que merecen ser consideradas.

La primera es la globalización desde arriba; la globalización del modelo neoliberal que postula la apertura indiscriminada de las fronteras a la mobilidad del capital y las mercancias, la creación de multiples mercados regionales, la proliferación de intercambios financieros y cibernéticos prácticamente sin controles y la presencia de sistemas de gobierno internacional o trasnacional (como las prácticas del Fondo Monetario Internacional) por encima de los estados naciones. La noción central de este modelo de globalización es privatización y desregulación selectiva del estado.

Hay una segunda forma de globalización, que llamaríamos globalización desde abajo, o antiglobalización que se opone simétricamente a la primera, donde individuos (curiosamente el Papa ha sido uno de los más visibles críticos de la globalización neoliberal) instituciones y movimientos sociales se oponen a la globalización corporativa con la propuesta, expresada en las mobilizaciones de Seattle y Génova que no puede haber globalización sin representación.

Hay una tercera forma de globalización que se vincula más a los derechos que a los mercados, la globalización de los derechos humanos, que afecta las prácticas de la ciudadanía y las culturas tradicionales. La imágen de una ciudadanía plural y una democracia cosmopolita es el slogan de este modelo globalizador de Occidente.

Finalmente, hay un cuarto fenómeno globalizador, cada vez más importante, que se extiende más allá y quizá incluso en contraposición con los mercados y los derechos humanos: la globalización de la guerra internacional contra el terrorismo. La seguridad a toda costa, como precondición para la libertad, es el leit motiv de este modelo globalizador, mientras que su contrapartida, la globalización del terrorismo fundamentalista postula que sólo el caos puede provocar el cambio social.[19]

Resistencias

Pensar la globalización como multifacética afectando cada espacio y práctica social nos permitirá tambien pensar que las instituciones y prácticas tradicionales de la solidaridad y la ciudadanía pueden haber encontrado sus propios límites históricos en el capitalismo contemporáneo, necesitando redefiniciones, tanto teóricas y retóricas como políticas, de magnitud.

Pero claro, no puede haber una redefinición de los modelos de solidaridad social sin una afirmación de la necesidad de justicia social, ahora, como nunca, maltratada por la globalización neoliberal. Tampoco puede haber una redefinición de las prácticas sociales sin acudir al papel de la educación liberadora, como nos proponía Paulo Freire, o del uso de la tecnología al servicio de una ética de la racionalización, como nos proponía Iván Illich.

Esa falta de justicia social que se viste de niños con cara sucia mendigando en las esquinas urbanas de América Latina, niños malnutridos en pueblos del interior muriéndose de hambre, ancianos pidiendo limosna con verguenza luego de haber trabajado toda su vida, o simplemente esos rostros que, como dijo el poeta Oliverio Girondo, en Persuasión de los días son

…multitudes

que desde un sexto piso

podrán semejarse a caviar envasado,

aunque de cerca apestan:

a sudor sometido,

a cama trasnochada,

a sacrificio inutil,

a rencor estancado,

a pis en cuarentena,

a rata muerta.

Si hablamos de resistencias a la globalización neoliberal, tenemos que hablar de la pedagogía del oprimido, y de la pedagogía de la esperanza, que nos legó Paulo Freire y del espíritu de crítica pedagógica, utópica y ecológica que nos ofreció Iván Illich. Una pedagogía que consciente o instintivamente es practicada, todos los días, en pasillos de escuelas mal provistas con edificios desvencijados, en salones de aula donde reina el hambre y la miseria, pero también las ganas de enseñar y aprender, en auditorios, salones y traspatios de iglesias y clubes de barrios donde se reunen alumnos con demasiados años para confesarlos, aprendiendo sus primeras letras de alfabetizados, en escuelas que se han convertido en la última línea de defensa de la solidaridad social organizada frente al pandemonium desatado por el neoliberalismo.

Quiero hablar de resistencias a la globalización desde una perspectiva de la crítica. Sin embargo, cuando empleamos el termino ‘crítica’, en el contexto de la teoría crítica que practicaban Paulo Freire e Iván Illich, tan cercana a la escuela de Frankfurt y a la tradición neomarxista Gramsciana, la noción de crítica adquiere un sinnúmero de significados.

Primero y casi como sentido común, hablar de crítica implica una evaluación negativa. Esto es, claramente, uno de los sentidos del terminos; pero en la teoría crítica es una evaluación negativa como un propósito de desvelar las mistificaciones ideológicas de las relaciones sociales.

Hay un segundo significado, quizá más fundamental, y que tiene connotaciones metodológicas. La crítica como un conjunto de presuposiciones sobre la naturaleza de la realidad, del conocimiento y de la explicación social. La base de esta noción de crítica es el supuesto, tan bien desarrollado en la obra de Paulo Freire y en menor medida en las contribuciones de Illich, que todos los intercambios sociales envuelven un elemento de opresión y de dominación, y que el papel de las ciencias sociales, y de la educación en especial, es exponerlo, criticarlo, y si se me deja usar la terminología religiosa, exorcizarlo para alcanzar relaciones sociales democráticas e igualitarias.

Finalmente, hay otra dimensión de la crítica en los dominios de la teoría crítica, que considero fundamental para las prácticas políticas y académicas, la crítica asociada a la auto-reflexividad del investigado y las bases linguisticas de la representación social que construye el investigador— dado que toda narración es una construcción social. Esto es importante porque toda nación requiere una na-rración.

Las bases de la resistencia a la globalización, siendo esta eminentemente una globalización de la economía política del capitalismo, está en la política. La política está íntimamente vinculada al control de los medios de producción, reproducción, distribución, acumulación, y consumo, de recursos materiales y simbólicos.

Sin embargo la política y lo político, no puede ser restringido a los partidos políticos, a las actividades de los gobiernos y sus críticos, o al hecho de votar regularmente como práctica de la democracia. Las actividades políticas tienen lugar en las esferas públicas y privadas, y están vinculadas a todos los aspectos de la experiencia humana que envuelve el poder.

Es desde este punto de vista, de la política como un conjunto de relaciones de fuerza en una sociedad determinada, que las relaciones entre educación y política deben ser examinadas. Es desde este punto de vista, de la política educativa como relaciones de fuerza en una sociedad crecientemente globalizada, que las tendencias deletéreas de la globalización deben ser expuestas, confrontadas y rechazadas en la constitución de esferas públicas y sociedades civiles democráticas donde se planifique la participación social, la representación política y la deliberación social.

Quisiera concluir estas reflexiones sobre la importancia de la resistencia a la globalización, es decir, la importancia de la utopía, con las palabras que Paulo Freire pronunció en la Universidad de San Luis, en 1996, como agradecimiento a una celebración de su obra. En esa ocasión Freire dijo: “…como educador, como político, como hombre que piensa la práctica educativa, sigo profundamente esperanzado. Rechazo el inmovilismo, la apatía, el silencio. Digo en mi último libro, que está siendo traducido ahora en México, que no estoy esperanzado por capricho sino por imperio de la naturaleza humana. No es posible vivir plenamente como ser humano sin esperanza. Conserven la esperanza. “

Aprendizajes Críticos

Conservar la esperanza es ahora, más que nunca, un imperativo político categórico, no solo una expresión de deseos. La esperanza es la base central en la construcción de una antropología política de la educación que, siguiendo a Illich y Freire, articule lo que en la jerga académica se denomina la ‘política de la diferencia.” Este tema nos ubica en el terreno de las vinculaciones entre educación, democracia y ciudadanía.

No se puede pensar la educación sin pensar la constitución democrática del ciudadano. Hemos señalado en otro lugar que el gran dilema de la ciudadanía y de la democracia radica justamente en esto: los sujetos democráticos estan habilitados para participar, para escoger sus representantes, y para monitorear su desempeño.[20] Estos no son solamente prácticas políticas sino también y sobre todo prácticas pedagógicas, es decir, son substantivas en la constitución del sujeto pedagógico como sujeto político. Pero claro, los individuos no se encuentran, especialmente a temprana edad, preparados para participar en la política.

Necesitan ser educados para la praxis política. Esto implica una educación en los fundamentos normativos, el comportamiento ético, y el desempeño técnico en los avatares de la democracia. El dilema entonces es simple pero su resolución compleja: la democracia implica un proceso de participación social de individuos que son considerados iguales, pero al necesitar la educación de estos individuos para la práctica de la democracia, nos recuerda que la educación requiere un principio de enriquecimiento cultural de gente que ni es tabula rasa, en terminos cultural, cognitivos y/o morales, pero tampoco esta totalmente equipado para el ejercicio radical de sus derechos y obligaciones democráticas.

Freire, quizá más que Illich—aunque muchos de los últimos escritos de Illich sobre la importancia de la ‘philia’ o sus críticas a los abusos del medio ambiente apuntan en esta dirección—invita a una pedagogía del oprimido como plataforma ética en decidir que tipo de educación a escoger (una educación bancaria o una educación liberadora), insistiendo que enseñamos ‘a favor’ de alguien, y ‘en contra’ de alguien, un principio central para el magisterio, y elemento central en estudiar las vinculaciones entre educación y política.[21] Junto con esto, tanto Illich como Freire nos legaron un método y una epistemología de la curiosidad que constituye una exploración de los dilemas éticos y cognoscitivos de la condición humana. Finalmente, en ambos casos recibimos un legado donde la noción de diálogo es clave para el entendimiento humano, para el aprendizaje y la nutrición del espíritu, y para vincular investigación con transformación social. No puede haber resistencia a la globalización sin alternativas, sin prácticas reales de transformación de la realidad.

Un segundo aspecto de la política de la diferencia es algo que exudan tanto Freire como Illich en sus escritos, ‘border crossing’ o la trasposición de las fronteras, cruzando las lineas de la diferencia, donde el sujeto pedagógico no es homogéneo; por el contrario, los ciudadanos sin individuos diversos, en muchos casos productos de culturas híbridas y sujetos a un desarrollo cultural, económico y moral asincrónico.

Esto lleva a un tercer nivel de preocupación epistemológica y política, que reactualiza tanto las contribuciones de Freire (especialmente en pedagogía) y de Illich (especialmente en ecología y ecopedagogía), el lenguage de la posibilidad. Si bien esta idea de que hay un ‘lenguaje de la posibilidad’ que permite articular modelos políticos y simbólicos alternativos ha sido criticado—enfatizando que la idea de posibilidad puede ser ‘de-empowering’, vaga y carece de orientaciones organizacionales y pragmáticas, requisitos indispensables para la política—es claro que tanto en Freire como Illich este lenguaje de la posibilidad se constituye en una narrativa anti-racista, anti-sexista, anti-clasista y postcolonial. Frente a las narrativas de la modernidad neoliberal, la contraposición con una narrativa que cuestione la dominación aparece entonces como un pre-requisito para la crítica y la resistencia.

De ahí entonces que frente a la globalización, es imperativo recuperar los principios normativos y analíticos de un lenguaje de la posibilidad definido como manera de confrontar el conjunto de líneas de diferencia creados por procesos históricos asincrónicos de explotación, opresión y dominación. Pero cuidado, no debemos olvidar frente a los desafíos de la globalización actual, las repercusiones de los procesos de dominación, tanto de las instituciones como de las conciencias, que lo precedieron, y que de alguna manera incluso le dieron su forma histórica actual.

Una cuarta manifestación de estos aprendizajes críticos es pensar que las identidades son construidas en un proceso de contestación y lucha, y siempre estan sujetos a multiples interpretaciones. Las identidades son construcciones sociales con bases materiales e históricas , y en la realidad, se fundamentan (o si admitimos el lapsus althusseriano, estan interpeladas por) percepciones sobre el conocimiento, la experiencia y el poder, particularmente sobre cual conocimiento es, o debería ser considerado, legítimo, y debe contar, cual experiencia debe ser celebrada y de la cual se debería aprender, y como el poder puede ser negociado entre los diferentes conocimientos y experiencias. Incluso más, la misma noción de experiencia, que parece estar en la base de la noción de identidad, es algo producido históricamente, culturalmente y discursivamente.

Por eso, como señaló hace más de tres décadas Michael Apple, y reafirmó constantemente en sus trabajos, la ligazón entre poder y conocimiento se vuelven centrales en cualquier agenda práctica de investigación y de formulación de políticas educativas, particularmente en esta fase de la restauración neo-conservadora.[22]

Frente a la discusión de la identidad y del multiculturalismo, se alza una enorme cuestión: la unidad en la diversidad.[23] No se puede crear una ciudadanía democrática radical y multicultural sin atender a la cuestión de la unidad en la diversidad. Hay varias opciones para pensar este dilema que, claramente, se refleja en las distintas tensiones epistemológicas y políticas que existen en el trabajo de Paulo Freire. En primer lugar, y antes que nada, hay que explorar el grado de hibridización de las culturas y la noción que todo sujeto está constituido por multiple identidades y afiliaciones multiples. Este reconocimiento de las complejidades establecidas por el proceso de hibridación cultural y la noción de identidades multiples en la construcción social y psicoanalítica de los sujetos, cuestionará cualquier tentativa de esencializar diferencias basadas en raza, género, clase, nacionalidad, etnicidad, religión o preferencia sexual. En segundo lugar, más que lidear con las diferencias en compromisos políticos y éticos como contradicciones primarias, se las podría ver como contradicciones secundarias, o como lealtades conflictivas en la construcción social de las identidades. Esto ahorraría enormes horas de discusiones irrelevantes entre grupos progresistas tratando de buscar las diferencias entre ellos mísmos, más que las comunalidades. Esto a su vez abre áreas de negociación en el contexto de alianzas progresistas basadas en identidades multiples y comunidades de aprendizaje compartidas.

Para que esto se lleve a cabo, una premisa fundamental es evitar esencializar la lucha cultural. También esto implica reconocer los ‘insights’ que pueden existir en el pensamiento del enemigo. Por ejemplo, y refiriéndose a los Estados Unidos, el intelectual negro quizá más importante de su generación, Cornel West, esta preocupado por el ‘colapso cultural y la escalada de nihilismo autodestructivo entre los pobres y los muy pobres.”[24] El nihilismo ciertamente ofrece bases muy pobres para el avance de la democracia. Insiste West que hay una decadencia innegable en América que lo asusta más que cualquier otra cosa: “Por una decadencia cultural sin precedentes me refiero al colapso del sistema de nutrición de los niños. La incapacidad de trasmitir los significados, los valores, los propósitos, la dignidad y la decencia a los niños y niñas.”[25]

A pesar de estar situadas históricamente, las observaciones de Cornel West se aplican a muchas sociedades latinoamericanas. Facilitar la nutrición y el aprendizaje a niños y niñas, jóvenes y adultos es lo que se supone la educación pública—junto con la familia y otras pocas instituciones sociales—deben hacer. Esto es lo que la investigación educativa debe estudiar: los lazos indisolubles entre teoría y práctica. Solo así podriamos construir un mundo, que como nos aconsejaba Freire, sea “menos feo, menos cruel, y menos inhumano, un mundo donde sea más fácil amar”

La democracia es un sistema desordenado, pero sobrevive porque incluye una esfera pública para los debates y contiene un conjunto de reglas que las personas siguen aunque no se beneficien de las mismas. Las escuelas y universidades en cuanto comunidades democráticas no pueden estar menos comprometidas con la expansión del discurso democrático. Sin una exploración seria y sistemática sobre la diversidad cultural, la ciudadanía y las responsabilidades de la educación, las bases de la democracia y el discurso democrático per se se encuentran en riesgo. Sin una teoría y una práctica da la ciudadanía multicultural y democrática que sea técnicamente competente, éticamente definida, espiritualmente comprometida y políticamente factible, el pueblo perecerá: “Donde no hay visión, el pueblo perece.”[26]

1

[1] Primera y Segunda Declaración de La Habana—prólogo de Atilio Alberto Boron. Buenos Aires, Nuestra América, 2003, página 5.

[2] Nacido en Mendoza, Argentina, en 1934, Enrique Dussel, estudió filosofía, historia y teología en Europa. Ha publicado más de 60 libros y 300 artículos de investigación. Sin lugar a dudas es uno de los precursores de la teología de la liberación latinoamericana con una vasta obra que cruza diversos terrenos temáticos y especializaciones. Su trabajo de investigación incluye una serie de libros sobre la historia de la iglesia latinaoemricana, filosofía, etica y Marxismo. Desde que tuvo que emigrar de Argentina en 1975 reside en la Ciudad de México. Es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I) y en la Universidad Nacional de México (UNAM). Entre sus textos recientes se cuentan Etica de la Liberación en la edad de la globalización y la exclusión. Madrid: Trotta, 1998. Sus estudios sobre la historia de la iglesia incluyen los libros: De Medellín a Puebla : una década de sangre y esperanza, 1968-1979; The Church in Latin America, 1492-1992; History and the theology of liberation : a Latin American perspective; A History of the Church in Latin America: Colonialism to Liberation (1492-1979; Ethics and the Theology of Liberation; Philosophy of Liberation; Para una ética de la liberación latinoamericana. 2 volumes. Buenos Aires: Siglo XXI, (1973), y dos renombrados libros que inspiraron a toda una generación de intelectuales radicales en el continente: América Latina: Dependencia o Liberación. Buenos Aires, Fernando García Cambeiro editor, 1973; El dualismo en la antropología de la Cristiandad. Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1974.

[3] Vease Carlos Alberto Torres. The Church, Society and Hegemony. A Critical Sociology of Religion in Latin America. Westport, Connecticut and London, England: Praeger, 1992. Foreword por E. Dussel, traducido por R. A. Young; Carlos A. Torres Novoa. Religión, Sociología y Hegemonía. México, Ediciones Gernika, 1990.

[4] Véase Carlos Alberto Torres, La política de la educación no formal en América Latina, México, Siglo XXI, 1995; Carlos Alberto Torres, editor. Education and Social Change in Latin America. Melburne, Australia, James Nicholas Editor, 1995; Moacir Gadotti y C. A. Torres. Estado y educação popular na América Latina. Campinas, São Paulo, Brazil: Papirus, 1992.

[5] Citado en Carlos Alberto Torres, Democracy, Education, and Multiculuralism. Dilemmas of Citizenship in a Global World. Rowman and Littlefield, Lanham, Maryland, 1998, página 259.

[6] La biblioteca del CIDOC es ahora parte de la biblioteca de El Colegio de México, Ajuzco, Distrito Federal, México.

[7] Tema del curso que dictaba en Bremen hacia el fin de sus dias en el año 2002.

[8] Leo Hoinacki & Karl Mitcham, editores, Ivan Illich: What’s He Said. Rowman and Littlefield, Lahman, Maryland, (1999). Cita tomada de la versión de la conferencia de Illich que se encuentra en internet.

[9] Raymon Allen Morrow & Carlos Alberto Torres, Social Theory and Education. A Critique of Social and Cultural Reproduction. New York, State University of New York Press, 1995,página 225. Versión en español Ediciones Popular, Madrid, 2003.

[10] Cartas a Guinea-Bissau: apuntes de una experiencia pedagógica en proceso, 7a edición. (México: Siglo XXI, 1986).- Citado en Peter Lownds “A Pedagogia do Mangue: Olinda, Pernambuco, 2002,” paper presentado a la Mid-Term Conference del Research Committee in Sociology of Education, International Sociological Association, Universidade Lusofona de Humanidades e Tecnologias, Lisboa, Septiembre 18-20, 2003.

[11] Paulo Reglus Neves Freire. Educação e Atualidade Brasileira. São Paulo, Cortez Editores-Instituto Paulo Freire, 2001-Prefacio, Fundadores do Instituto Paulo Freire, Organização e contextualização, Jose Eustáquio Romão, depoimentos, Paulo Rosas y Cristina Heiniger Freire. Versión al castellano, México, Siglo XXI Editores, 2001.

[12] Moacir Gadotti, Paulo Freire. Su vida y su obra. Bogotá Colombia, CODECAL, 1992.

[13] Carlos Alberto Torres, María del Pilar O’Cadiz, y Pia Lindquist Wong. Educação e Democracia. Paulo Freire, Movimentos sociais e reforma educativa. Lisbon, Edições Universitárias Lusófonas. 2002; edición en catalán

[14] Publicado en inglés como Pedagogy of Freedom. Ethics, Democracy and Civic Courage. Lahnman, Maryland, Rowman and Littlefield, 1998. En español, Pedagogía de la autonomía. Siglo XXI, Mexico, 2000; en catalán

[15] Véase conversando con Paulo Freire: Cuadernos de Pedagogía, Barcelona, 7/8 (1975) 25-29, citado en Carlos A. Torres. Paulo Freire, Educación y Concientización. Salamanca, Sígueme, 1980, página 113.

[16] Gadotti, obra citada, página 124.

[17] Esta sección se basa en el paper preparado como conferencia inaugural de la Conferencia sobre Resistencia cultural: arte, tecnología y educación popular frente a la globalización, con motivo de la Inauguración del Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano (cheLA) y del Instituto Paulo Freire de Buenos Aires 24, 25 y 26 de Julio, 2003, en la sede de cheLA, Iguazú 451, Parque Patricios, Buenos Aires, Argentina. Conferencia patrocinada por el Consejo Latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO), el cheLA (Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano), el Centro de Estudios Latinoamericanos (UCLA) y el Instituto Paulo Freire (UCLA)

[18] No puedo dejar de mencionar un título de un artículo del teólogo Segundo Galilea: “La liberazione como Incontro fra Política e Contemplazione” Prassi de Liberazione e Fede Cristiana, Concilium, Nº 6, 1974, Brescia, páginas 29-45. Llamo la atención sobre las vinculaciones dialecticas entre praxis de transformación política y contemplación porque me parecen paralelos ineludibles cuando uno imagina la paidea pedagógica de liberación y la problemática de la utopía de la transformación social en el contexto de una ética liberadora, responsable, cuidadosa del otro o la otra, y honesta.

[19] Con la lucidez y erudicción que lo caracteriza, Raymond Allen Morrow criticó el modelo presentado más arriba por carecer de un análisis de la globalización de la cultura. Esta es una observación que me parece válida y que invita a imaginar una quinta cara de la globalización, pero una cara que como luces de neón, aparece y desaparece una y otra vez, íntrisicamente vinculada a los cuatros modelos arriba mencionados. Véase el trabajo de Raymond Morrow, “Culture and Globalization,” paper presentado a la Conferencia sobre Globalización y Educación, UCLA, Agosto, 5-8, 2003.

[20] Carlos Alberto Torres, Democracy, Education, and Multiculuralism. Dilemmas of Citizenship in a Global World. Rowman and Littlefield, Lanham, Maryland, 1998. Traducción al español, Siglo XXI editores, 2002.

[21] Paulo Freire. Politics and Education. Los Angeles, California, UCLA Latin American Center Publications, 1998, translated by Pia Lindquist Wong y con una introducción de Carlos Alberto Torres.

[22] Michael W. Apple, Education and Power, Boston y Londres, Routledge, 1992; Teachers and Texts: A Political Economy of Class and Gender Relations in Education. Nueva York y Londres, Routledge, 1986; Official Knowledge: Democratic Education in a Conservative Age, Nueva York y Londres, Routledge, 1993; Teoría Crítica y Educación. Buenos Aires, Miño y Dávila Editores, 1997.

[23] Esta sección está desarrollada más ampliamente en Carlos Alberto Torres (org.) Teoría Crítica e Sociología Política da Educação. Op. Cit, páginas 63-102.

[24] Cornel West, Prophetic Thought in Postmodern Times . Monroe, Maine: Common Courage Press, 1993,página 196.

[25] Ibidem, página 16.

[26] Proverbios, 29:18, Antiguo Testamento.

Limitaciones de la pedagogía de John Dewey

LIMITACIONES DE LA PEDAGOGÍA DE JOHN DEWEY (2010)
Limitations of the pedagogy of John Dewey
MARCOS SANTOSMEZ
Universidad de Granada

Este es un trabajo teórico de revisión y reflexión acerca de la pedagogía de John Dewey y de ciertos elementos de su filosofía pragmatista. Argumentaremos que a pesar de su sincera preocupación por la democracia, junto con el carácter «progresista» y «social» de su pedagogía, Dewey no supera ciertas contradicciones propias del liberalismo con el que, hasta cierto punto, lo relacionaremos.
Además, mostraremos que aunque intenta superar las deficiencias de la modernidad que derivó en el positivismo, no acaba tampoco de lograr este objetivo. Podemos caracterizarlo, por tanto, como agudo reformista o propulsor de cambios, pero nunca como revolucionario, como se muestra con claridad al ser comparado con otras corrientes filosóficas y pedagógicas del siglo XX.
Introducción
Sobre John Dewey se ha señalado que aporta un pensamiento que lo convierte en un excelente autor para abordar cuestiones actuales en la educación, independientemente de que suscribamos o no todas sus conclusiones. Se ha afirmado esto, por ejemplo, para el campo de la educación moral en general (Dill, 2007) o también para replantearnos las implicaciones morales de la democracia, que Dewey entendió como modo de vida (Guichot, 2003: 316-319; Hytten, 2009)1.
Lo que vamos a realizar en las líneas que siguen es una discusión sobre la pedagogía de Dewey y aspectos de la filosofía pragmatista de la que parte (Dewey, 2000), para ir esbozando algunos problemas de tipo moral y político que el norteamericano resolvió solo a medias. En este sentido, argüiremos que a pesar de su sincera preocupación por la libertad junto con el carácter innegablemente «progresista» y «social» de su pedagogía (Dewey, 1930, 413-415; Cohen, 1998; Niebles, 2004), no acaba de eludir las contradicciones propias del liberalismo con el que, hasta cierto punto, lo relacionaremos. Podemos caracterizarlo, desde luego, como reformista o propulsor de cambios, pero nunca como un revolucionario, lo cual se muestra fácilmente al compararlo con otras corrientes filosóficas y pedagógicas del siglo XX.
Epistemología y pedagogía: experiencia y conocimiento
El pilar de la pedagogía deweyana es su noción de «experiencia». La «experiencia» incluye los distintos tipos de tanteo del individuo con su «medio ambiente» (que son los otros individuos, el medio social o la naturaleza) (Bernstein, 2010: 113-125). Remite, pues, a la relación del hombre con su sociedad y también con el medio natural (Dewey, 1930: 28).
Sin experiencia, en el sentido explicado por Dewey, no hay conocimiento. Esto no debe conducirnos a creer que Dewey separe razón y experiencia, sino que la distinción es, antes bien, entre «experiencia de carácter a-racional o irracional y experiencia racional fundada sobre la inteligencia » (Bernstein, 2010: 93). No es, por tanto, la experiencia algo necesariamente inmediato, como el punto de vista más empirista en la filosofía parece sugerir (Locke, Hume), sino que puede ser algo mediado y de tipo valorativo y cualitativo (Dewey, 1998: 36; Bernstein, 2010:127-137).
Lo que determina en Dewey qué es la verdad es, fundamentalmente, el método empleado para obtener la verdad (Hook, 2000: 70). No obstante, hemos de insistir en que, frente a posturas puramente relativistas, Dewey sí cree que hay verdades y posibilidad de hallarlas (a esto se encamina el método científico) (Dewey, 1930: 191-218). Lo que ocurre es que el conocimiento y la verdad (científica, moral, etc.) se vinculan, según Dewey, a la actividad y a la acción en el mundo, y no a un «lugar» fuera del ámbito de las experiencias como sugiere, por ejemplo, el platonismo.
Es en este aspecto en el que Dewey también ha supuesto una inspiración para filósofos actuales de corte posmoderno (Rorty). Aunque bien es cierto que el norteamericano Dewey conserva elementos propios de la epistemología fuerte de la modernidad, lo que es criticado por Rorty y otros como «metafísica» (Harris, 2007). Precisamente, en esta línea, Carr resalta que la propuesta de Dewey puede utilizarse para superar los planteamientos posmodernistas, los cuales Carr no acepta (Carr, 1995)2.
Respecto a la relación entre educación y experiencia, hemos de precisar que no todas las experiencias son educativas: «Pues algunas experiencias son antieducativas. Una experiencia es antieducativa cuando tiene por efecto detener o perturbar el desarrollo de ulteriores experiencias » (Dewey, 2004: 71-72). En la medida en que estamos continuamente reorganizando, reconstruyendo y transformando el medio ambiente, la educación es permanente (Dewey, 1964: 249; Guichot, 2003: 315).
Dewey entiende que la educación es un fin en sí misma, y que, por tanto, no debe concebirse como medio (Dewey, 1998, 46-55). Vivir, conocer y educar-se son sinónimos para Dewey. Un ser humano sería un individuo que se encuentra en crecimiento continuo y que interactúa con un medio ambiente que es en gran medida social. Su actividad es determinada por el contacto con este medio ambiente que va, de algún modo, dirigiendo su experiencia y ofreciendo o negando posibilidades de crecimiento (Dewey, 1998: 22-30).
A partir de esta idea de reconstrucción y elaboración de la experiencia en intercambio constante y creativo con el medio ambiente (social), se ha sugerido que Dewey anticipa, aunque no aparezca articulado y definido con claridad en su obra, bastantes aspectos de la epistemología y la pedagogía constructivistas (Popkewitz, 1998; Vanderstraeten, 2002; Kivinen y Ristela, 2003; Reich, 2007; Sutinen, 2008; Gordon, 2009), lo que, a juicio de Virginia Guichot da a su pensamiento pedagógico vigencia y gran actualidad (Guichot, 2003: 313).
Este intercambio, cuando es simbólico y en el contexto de la sociedad, es lo propio de la comunicación humana, que no pretende ser una pura descripción del mundo, sino un instrumento para la supervivencia en el mismo (Vanderstraeten, 2002: 240). La comunicación efectiva presupone cooperación y participación de todos los individuos (Vanderstraeten, 2002: 240).
Así, en un estilo constructivista, según Vanderstraeten, la educación es entendida por Dewey como comunicación y cooperación (Vanderstraeten, 2002: 241), siempre contando con unos efectos en el medio y la posibilidad de que este sea modificado en el proceso (Vanderstraeten, 2002: 241). John Dewey puede representar, pues, un fundamento teórico para una comprensión relacional y comunicativa de la educación (Sutinen, 2008: 12-13; Wahlstrom, 2010).
No podemos dejar de anotar que el planteamiento deweyano, a pesar de ciertas salvedades que pueden hacerse, posee algunas semejanzas con la ética dialógica de Jürgen Habermas (Ryan, 1995: 357; Festenstein, 2001;
Aboulafia, Bookman y Kemp, 2002). Como afirma Javier B. Seoane: «La ciencia deweyana, qua método para la vida social, se funda sobre una racionalidad comunicativa (Habermas, pero antes de este Dewey como indiscutible predecesor) lo más incluyente posible de la diversidad existente, en la que los actores participantes se encuentren en la menor asimetría posible de capitales (Bourdieu)» (Seoane, 2009:109). No obstante, Dewey ostenta un universalismo mucho menos marcado que el de Habermas o Apel.
Quizá debamos situar a Dewey, para ser exactos, en un término medio entre el universalismo de Habermas y el relativismo extremo de Rorty (Festenstein, 2001: 738).
La forma de pragmatismo deweyana se denomina «instrumentalismo» (Cadrecha, 1990: 70-71). Según Catalán: «El instrumentalismo defiende la tesis de que el conocimiento no implica una mera recepción pasiva de datos en un receptaculum mental, sino que el acto mismo de conocer expresa una acción, especialmente la acción instrumental de resolver problemas y de configurar, a ese fin, los resultados previsibles de las hipótesis (hipótesis que a su vez, se generan a la vista de un problema: no hay hipótesis sin problema previo).
Desde esta perspectiva mediadora de la razón, la vieja verdad evidente e incontrovertible, y con ello el ideal de la certeza, pasan a reducirse en Dewey, de una manera característicamente modesta, a una «afirmabilidad avalada» hasta el momento por los métodos inteligentes de previsión de consecuencias» (Catalán, 2001: 129). Es precisamente este anti-fundacionalismo lo que caracteriza a todos los autores pragmatistas (Mougán, 2006: 73). En realidad, lo que subyace a esto es la oposición al dualismo moderno de sujeto y objeto, de conciencia (res cogitans) y cosas (res extensa). Así, se sitúa el instrumentalismo a la vez contra el empirismo realista y contra el idealismo o racionalismo fundacionalistas (Mougán, 2000: 101-113). Dewey se opone también, por tanto, al positivismo burdo.
Así, su concepción puede ser traída a colación para una perspectiva holística en la pedagogía que supere a la pedagogía más positivista de raigambre cartesiana-newtoniana, como señala Santos Rego (Santos Rego, 2001: 221).
El mundo material se vincula con el simbólico y es necesario componente del pensamiento, en la medida en que este se realiza mediante la acción en el mundo. Así Dewey supera el enfoque cartesiano, sin que esto implique un escepticismo gnoseológico (Vanderstraeten, 2002: 242). «La tarea de Dewey es […] mostrar cómo es posible elaborar una teoría del conocimiento que evite la metáfora del espectador, una metafísica no comprometida con la existencia de sustancias fijas, precedentes, inmutables y una filosofía que no sea epistemología, que no sea entendida como teoría del conocimiento» (Mougán, 2000: 62).
Distingue los conceptos y el discurso intelectual que mantiene el sentido (la conexión con la experiencia vital) y, como lacra, un discurso teórico escindido de la experiencia vital y que carecería, por tanto, de sentido (Catalán, 2001: 130). En relación con esto, la escuela debe estar en estrecha conexión con la vida en general y no contradecir lo que ocurre fuera de ella. No obstante, Dewey se manifiesta como un convencido defensor de la institución escolar, a la cual intenta aplicar su teoría del hombre y de la sociedad (Dewey, 1998: 28-30).
Apunta a lo que él considera un papel fundamental de la escuela: la eliminación de las diferencias de clase social y la constitución de una educación que dote a todos del mismo protagonismo y oportunidades en la sociedad. Es una institución necesaria para el máximo aprovechamiento de las diferencias individuales que genera el progreso en el conocimiento, opuesta a las diferencias de clase.
La filosofía pragmatista de John Dewey lo conduce a ensalzar la interconexión entre teoría y práctica. Ya no es posible repetir la búsqueda de certezas más allá del ámbito donde actuamos que había efectuado la mayor parte de la tradición filosófica, aunque desde luego Dewey valora las distintas tradiciones y escuelas filosóficas como intentos de dar nuevo orden, expresión cultural y coherencia al mundo, seguramente en consonancia con su hegelianismo de partida (búsqueda de la síntesis unificadora) que solo parcialmente abandonó con el tiempo (Garrison, 2006; Bernstein, 2010: 44).
En consecuencia, critica los viejos dualismos, que relaciona con las sociedades aristocráticas de castas.
A su juicio, el dualismo cultura interior-teoría frente a cultura exterior-práctica es un derivado de una sociedad en la que continúan los privilegios de clase, bien sea por un origen noble o, hoy día, por un origen económicamente poderoso.
Esta tendencia dualista en el sistema educativo norteamericano cuando él escribía sus obras es denunciada por él como contraria a la democracia (Martínez Alemán, 2001: 394).
La educación, la escuela y la pedagogía
Dewey define la educación de este modo: «es aquella reconstrucción o reorganización de la experiencia que da sentido a la experiencia y que aumenta la capacidad para dirigir el curso de la experiencia subsiguiente» (Dewey, 1998: 74). Dicho en otras palabras, es la búsqueda de nuevas conexiones entre actividades relevantes para el presente, que se van desarrollando en interacción con un medio que se va reconstruyendo por la actividad del sujeto al tiempo que también incide en el proceso de crecimiento del sujeto (Dewey, 1930: 383-386).
Esta búsqueda constante de nuevas relaciones experienciales en el mundo se opone a toda rutinización de la enseñanza.
La educación en este enfoque deweyniano es un fin en sí misma, frente a concepciones teóricas que la consideran un medio (teorías del desenvolvimiento, teorías de la ejercitación externa de las facultades, teoría de la preparación para un futuro, teoría de la recapitulación de un pasado, etc.) (Dewey, 1998: 76).
Dewey critica dos excesos pedagógicos: el individualismo naturalista tendente al cosmopolitismo y a la ciudadanía universal, de la Ilustración del siglo XVIII (Dewey, 1998: 85-86), y la reacción idealista de la educación dentro de un estado en el cual el individuo se subordina a la institución, en el siglo XIX (Dewey, 1998: 86- 91). Frente a esto, propugna la mediación de un entorno que influye y es influido por la experiencia del niño. Es, por tanto, la educación algo propio del dinamismo humano, del ideal del progreso continuo de la democracia norteamericana.
Para Dewey la educación debe aspirar a facilitar comportamientos según fines del propio educando y que no sean, por tanto, fines ajenos y externos (Dewey, 1998: 92-100)3. Esto implica que lo ideal y lo material, o sea, los fines y los medios, vayan ligados (Dewey, 1952: 236-247).
Además de este requisito, en la obtención de fines ha de darse una actividad ordenada y consciente, es decir, ha de desarrollarse un proceso. Se precisa para ello de una inteligencia de tipo instrumental capaz de determinar los medios adecuados para un fin. El «espíritu», en palabras del propio Dewey, es aquello capaz de establecer relaciones temporales. Así, para el norteamericano la inteligencia es una suerte de iluminación que anticipa, observa, organiza y conecta la experiencia. Se da, por tanto, inextricablemente con la manipulación de la realidad.
La aplicación de esta concepción a la pedagogía es clara: hay que partir de la experiencia del alumno que se va reconstituyendo a lo largo del proceso de forja de planes para la obtención de fines propios (Dewey, 2007).
Democracia, individualismo y liberalismo
Hay en Dewey una estrecha relación entre moral y democracia (Mougán, 2000: 193-197; Seoane, 2009: 112-115; Bernstein, 2010: 169) que implica el relevante papel concedido a la ética como elemento para la regulación desde lo público (el Estado) del mercado, lo cual lo diferencia, ciertamente, del liberalismo más puro y radical de, entre otros, Hayek (Koopman,2009: 167).
Construye su idea desde su convicción en las bondades de una sociedad igualitaria en la que todos tengan la igualdad de oportunidades. Pero su tendencia liberal se nota en el valor concedido al individuo, a pesar de reconocer ampliamente el componente social que lo constituye y de distinguir entre «viejo» y «nuevo» individualismo (Dewey, 2003; Morán, 2009: 19-28), o entre individualismo (individualism) e individualidad (individuality).
El suyo es lo que Morán denomina un «individualismo democrático», consistente en que «si bien el pleno desarrollo de las capacidades individuales encuentra todo su potencial en el marco de una comunidad de cooperación entendida democráticamente, el individuo ni se disuelve en la comunidad ni se subordina a esta; antes al contrario, constituye el fin último de la vida comunitaria » (Morán, 2009: 37).
McBride (2006) defiende que en Dewey y MacIntyre, a pesar de sus diferencias, se debe hablar de un collectivistic individualism a diferencia del individualismo puro del liberalismo clásico. Se ha defendido entonces que en Dewey se da una forma de liberalismo, aunque enfatice aspectos relacionales, pluralistas y democráticos que significan una lectura «suave» y crítica del liberalismo clásico (Thayer-Bacon, 2006).
El bienestar individual depende del bienestar general en una sociedad (Martínez Alemán, 2001: 385), sin que se considere que un individuo pueda pretender su felicidad a espaldas de la prosperidad de su comunidad, a juicio de Dewey. Aunque mantenemos que Dewey no abandona un paradigma de corte básicamente liberal en su filosofía y en su pedagogía (Catalán, 2003), sí es cierto que criticó con énfasis el individualismo de la tradición clásica liberal de la modernidad (Catalán, 2003: 19).
Es cierto que Dewey a menudo denuncia en sus obras el desarrollo concreto del capitalismo que ha originado graves diferencias de oportunidades entre los miembros de la sociedad (Dewey, 2003). De hecho, según Dewey, el capitalismo habría pervertido el ideal de la individualidad tornándolo en individualismo (Martínez Alemán, 2001: 388). Para él, el capitalismo tal como se ha desarrollado es un sistema de poder que se autolegitima por la supuesta búsqueda del bien para el individuo (Martínez Alemán,2001: 389).
Por el contrario, el auténtico desarrollo del individuo requiere un igualitarismo democrático (Martínez Alemán, 2001: 381)4. Pero su liberalismo soterrado, del que le acusan autores marxistas o teóricos de la reproducción social como Gintis y Bowles (González Monteagudo, 2002: 34-35), sale a relucir en ocasiones.
Así, «el problema que encuentran Gintis y Bowles es que el liberalismo, ya sea clásico, ya sea progresivo, no cuestiona la racionalidad de las instituciones económicas capitalistas» (González Monteagudo, 2002: 34). En un excelente artículo, John J. Stuhr expresa precisamente que aun siendo crítico con el liberalismo clásico, Dewey puede ser considerado un liberal (reformador del liberalismo) (Stuhr, 2004:88-89).
Hay, pues, un componente liberal en Dewey (Catalán, 2003: 20-21). Aunque se puede señalar que se han utilizado sus ideas para defender la escuela pública como instrumento para la igualdad en la sociedad y la convivencia de credos diferentes (Pring, 2007), también se ha señalado que carece, en definitiva, de un análisis y detección de ideologías operantes, que patentice las desigualdades de partida difícilmente superables por la escuela (Stuhr, 2004: 96-97). Se trata de lo que en relación con la escuela e instituciones educativas analizan por ejemplo Bourdieu o Passeron (Santos, 2006a, 2008a: 141-167).
En otro aspecto, también podemos señalar que llega a una soterrada complacencia con el dominio técnico del mundo, que lo relaciona, para algunos, incluso con el pronóstico heideggeriano de la caída de occidente en lo técnico (Post, 2007). Además, en el apogeo de la educación que busca la utilidad, podemos incurrir en el olvido de la honda y tenebrosa corriente que recorre a la humanidad, frente a proyectos de tipo liberador-utopistas (Santos, 2008a: 91-116).
Horkheimer denunció, en esta línea, que Dewey representa una visión positivista que confía en el progreso científico y que reduce la discusión en torno a lo bueno y lo malo (la ética) a lo útil, en un triunfo del relativismo que acaba consagrando el presente y lo dado (Horkheimer, 2002: 75-87). En esta crítica coinciden Marcuse y Horkheimer, de quienes, sin embargo, puede afirmarse que en su desarrollo identifican erróneamente el pragmatismo con el positivismo (Mougán, 2000: 25-27).
Conclusión
En síntesis, cabe afirmar que es cierto que Dewey resulta un buen teórico para emprender reformas en la sociedad y en la escuela, pero que al ser contrastado con el nervio utópico de un Iván Illich (Santos, 2006b) e incluso con la empatía ante el sufrimiento del oprimido de un Paulo Freire (Santos, 2008b) parecería quedarse corto y no responder a estos anhelos radicales que también forman parte de la historia más dramática de la humanidad. Frente a estos proyectos, Dewey no deja de ser un moderado reformista a pesar de su progresismo o inquietudes sociales (González Monteagudo, 2002:20).
En definitiva, hemos resaltado finalmente que aun siendo un autor progresista y de nobles convicciones sociales, su filosofía pragmatista lo conduce a una suerte de miopía por la que solo entiende de lo dado en el presente (en este sentido sí sería cierta la acusación de positivismo por parte de Horkheimer).
Por tanto, del futuro solo puede hacer que sea una prolongación del presente, contra toda alternativa utópica. Según Dewey entiende la democracia, y a pesar de su insistencia en el dinamismo continuo y la proliferación de las experiencias (Dewey, 1930: 545-546), se ha señalado que tiende a algunos ocultamientos, a difuminar diferencias sociales subyacentes, no tan definidas como en los sistemas de castas que él critica, pero que están ahí operando.
No basta con establecer una igualdad abstracta para el diálogo, como en otro contexto, reprochará Dussel a Apel (Apel y Dussel, 2004). Esta carencia de la pedagogía deweyana sería la que debería ser contrarrestada por una nueva pedagogía que se responsabilizase de las víctimas que han sucumbido ante el «progreso», lo cual hemos propuesto en otro lugar (Santos, 2008a). En esto Dewey no parece haber superado en su época madura su inicial hegelianismo, tendente a una justificación de la totalidad (síntesis) de lo dado, que sin embargo pasa por alto las singularidades sufrientes que quedan sin resolver (Adorno).
Notas
1 También cabe señalar que Dewey ha hallado un fértil terreno actual para la aplicación de sus teorías en la corriente psico-pedagógica «Service-Learning» (Deans, 1999; Rhoads, 2000). Se ha partido de sus teorías para propugnar una universidad que incida eficazmente en la construcción de una sociedad más democrática y participativa (Benson, Harkavy y Puckett, 2007). Como reciente ejemplo de aplicación de la pedagogía de Dewey con excelentes resultados, en la Universidad de Granada, se ha llevado a cabo un modelo de tutorías inspirado en un planteamiento deweyano cuya eficacia se ha probado empíricamente (Fernández Martín, Arco, Justicia y Pichardo, 2010). También se ha publicado en Bordón muy recientemente un artículo que compara las pedagogías de Dewey y de Freire (Bruno-Jofré, 2010) que como expondremos en el cuerpo del texto, aunque se asemejan en ciertos elementos, difieren en un aspecto esencial. Dewey también ha influido notablemente en el popular autor estadounidense del programa de filosofía para niños Matthew Lipman (Catalán, 1997). En el caso concreto de España, es de señalar la influencia de Dewey en la Institución Libre de Enseñanza (Pereyra-García, 1979) o más recientemente también se ha señalado la aportación teórica de Dewey al proceso de adquisición de las competencias básicas (López Ruiz, 2009: 80). Cabe referir, por último, que los profesores Colom y Rincón lamentan que a Dewey no se lo haya tenido más en cuenta en la pedagogía contemporánea (Colom y Rincón, 2004, 40). 16254 Bordón 63.3 (F).qxd 1/8/11 10:00 Página 126
2 Sobre esto, podemos apuntar también al debate entre liberales (cosmopolitas) y comunitaristas (particularistas) (Vilafranca y Buxarrais, 2009) que nos serviría para definir la posición deweyana y determinar su grado de universalismo frente al relativismo.
3 Sobre la intervención de fines en los procesos educativos se ha escrito en abundancia. Nos parece esclarecedor y certero el artículo del profesor Gervilla, 1994, quien, además y como Dewey, entiende lo educativo como algo estrechamente ligado tanto a las aportaciones de la filosofía como a las aportaciones de la ciencia y su método (Gervilla, 1994, 308).
4 De esto cabe extraerse algunas consecuencias para la educación en la actualidad, en la línea de lo que afirma Rogelio Medina: «Una moral individualista, relativista, vacía de normas y contenidos comunes, junto al mal uso que, también, se ha hecho de los ideales de libertad, igualdad y tolerancia, para «justificar» cualquier modo de vivir y de pensar, por irresponsables que estos fueran, ha propiciado, en gran medida, la inseguridad axiológica en la educación de nuestro tiempo y de la conciencia valorativa de educadores y educandos» (Medina, 1999: 386).
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Perfil profesional del autor
Marcos Santos Gómez
Es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (Filosofía) y doctor en Pedagogía por la Universidad de Granada. Ha publicado numerosos trabajos en prestigiosas revistas de carácter nacional e internacional, así como el libro La educación como búsqueda. Filosofía y Pedagogía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008. Es miembro activo del grupo de investigación «Valores emergentes y Educación social» HUM-580 reconocido por la Junta de Andalucía. Ha sido en varias ocasiones profesor visitante en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador. En la actualidad es profesor contratado doctor en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada.

La FRTS y el Centro Sindical Libertario: anarquismo e intelectualidad obrera en El Salvador 1924-1930

LA FRTS Y EL CENTRO SINDICAL LIBERTARIO: ANARQUISMO E INTELECTUALIDAD OBRERA EN EL SALVADOR (1924-1930).
José Alfredo Alfaro Alemán
Resumen: En El Salvador existieron organizaciones de inspiración anarquistas en las primeras tres décadas del Siglo XX. Este esfuerzo pretende describir como recreó los postulados del anarquismo el sector obrero dentro de La Federación Regional de Trabajadores y El Centro Sindical Libertario.
Palabras clave: Anarquismo- El Salvador- Obreros- Artesanos- intelectuales-.
Key words: Anarchism- El Salvador-Workers-Artisan- Intellectuals-.
Palavras-chave: Anarquismo- El Salvador- Trabalhadores- Artesãos- intelectuais-.
Introducción: Este trabajo aborda las ideas anarquistas en El Salvador específicamente en la Federal Regional de Trabajadores (F.R.T.S.), fundada en 1924. Dentro de dicha organización se puede apreciar según las fuentes de periódicos y revistas un rico debate entre grupos anarcosindicalistas, marxistas, antiimperialistas, unionistas, apristas y anarquistas. Estos últimos encontrarán su lugar de expresión en el Centro Sindical Libertario fundado en 1930. El objetivo consiste en describir los postulados ácratas reproducidos en ambas organizaciones y el grado de articulación internacional que estos sectores crearon a través de la conformación de densas redes intelectuales obreras.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL ANARQUISMO EN EL SALVADOR
Los trabajadores urbanos y rurales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX entraron en contacto con los paradigmas del fenómeno político que constituyó el anarquismo, cuyos postulados fueron recreados tanto en Europa como en América . El Salvador no fue ajeno a este proceso, contó con la presencia de anarquistas extranjeros como Anselmo Bellaguerigue y anarquistas locales como Enrique Córdova al iniciar el siglo XX. La idea clásica del anarquismo, según Piot Kropotkin se define como:
Un principio o una teoría de la vida y de la conducta según las cuales la sociedad es concebida sin gobierno (del griego An y Arche: sin autoridad), la armonía en una sociedad así se logra no por la sumisión a la ley o por la obediencia a cualquier autoridad, sino por los libres acuerdos concluidos entre los numerosos y variados grupos, en base territorial o profesional, constituidos libremente para las necesidades de la producción y el consumo; tanto como para satisfacer la infinita variedad de necesidades y aspiraciones de un ser civilizado .
Nuestro país en dicho período contó con mutualidades, cooperativas y gremios que trataron de juntar las capas laboriosas para ganar estatuto legal ante el gobierno, crear congresos obreros , establecer contacto con los demás obreros de la región y promover el ritual cívico , características que cruzan todo el periodo hasta la década de los veinte. En esta coyuntura surgen la Unión de Obreros Salvadoreños (U.O.S) y la Confederación de Obreros de El Salvador (C.O.E.S.), ambas con inspiración anarquista , en miras a formar una Confederación Centroamericana (C.O.C.A), esta sería patrocinada por la American Federation of Labour (A.F.L), fundada en 1918 por Samuel Gomper en Washington, esta contó con presencia de obreros de dichas organizaciones . Estas y otras organizaciones lograron crear las condiciones necesarias para promover la autogestión obrera y el internacionalismo; iniciando un acelerado proceso de radicalización en la medida que fueron incorporando sindicatos a sus filas.
Los estados de sitio implantados desde el Estado, flagrantes irregularidades en el sistema electoral y una persecución por parte del aparato represivo a la organización en el campo impuesta por la Dinastía Meléndez-Quiñones constituyen el marco histórico que vivieron los artesanos y obreros entre 1924 y 1927. Fue solo a través de la apertura política para el obrerismo, por parte de Pio Romero Bosque a finales de la década, que los sectores sociales subalternos se desbordaron en nuevas expresiones políticas y culturales contra hegemónicas al proyecto de las elites.
A pesar que el liberalismo continúo siendo la matriz ideológica de los obreros, estos pudieron poner en pie una Federación siguiendo las ideas de Pierre Joseph Proudhon . Entre sus presupuestos tenemos que todo individuo es una unidad compleja e irreductible, dichos individuos desarrollan su potencial en convivencia con otros. Cualquier tipo de asociación parte de un “convenio” entre las partes en donde cada una de ellas es autónoma . Dicha Federación perseguiría elaborar una constitución obrera y a servir de base entre la ciudad y el campo para echar a andar trabajo organizativo.
LA FEDERACIÓN REGIONAL DE TRABAJADORES DE EL SALVADOR: GRADO DE ARTICULACIÓN INTERNACIONAL Y POSTULADOS ANARQUISTAS
La “Federal” como también fue conocida fue fundada el 21 de septiembre de 1924. De las noticias periodísticas de la época se desprende que la mayoría de sus miembros tenían inspiración anarquista y anarcosindicalista. Este último fenómeno político se define cómo la organización de los trabajadores a través de sindicatos que buscan la emancipación de la clase trabajadora. Es un movimiento autónomo, determinantemente economicista donde se practica el abstencionismo doctrinario y el anticlericalismo . Los anarcosindicalistas propulsan la autogestión .
La “Federal” surge en el contexto de la materialización de La Confederación Obrera Centroamericana, en el periodo 1922-1928, patrocinada por la A.F.L., influenciando a la clase obrera salvadoreña. Señala Luis Salazar que por la importancia que significaba en esa época para el movimiento obrero mundial, quiso ser atraída por el colectivismo norteamericano de Gompers. Sin embargo, el Consejo Superior se inclinó por la Federación Sindical Internacional (F.S.I) con sede en Ámsterdam, cuyas tendencias eran anarquistas. La Tercera Internacional Comunista de Moscú, consideraba las actuaciones “moderadas” de la F.S.I., como traidoras al movimiento mundial de los trabajadores y las calificaban de “amarillas”. No obstante a partir de 1922, cambió y propuso con insistencia la fusión de ambas organizaciones con el fin de formar un frente único. De esta fecha en adelante todas aquellas organizaciones obreras adheridas a la F.S.I. recibirían propaganda anarquista, entre ellos la COCA y en espacial la FRT de El Salvador” .
El siguiente cuadro nos muestra las principales ideas de intelectuales anarquistas entre el Comité Pro Acción Sindical de Guatemala (C.P.A.S) y el Consejo Provisional Federativo de La F.R.T.S, que según Arturo Taracena, vivieron un proceso similar en cuanto a su radicalización e influencia entre las masas obreras, ambas prestaron sus países para la instauración de la C.O.C.A entre 1924-1925.
Manuel Bautista Grajeda. (1925-1944)
Sindicato: Comité Pro Acción Sindical. Máximo dirigente anarquista, talabartero de profesión. Vinculado al Partido Unionista Fundador del Comité Pro Acción Sindical. Sirvió de contacto con Julio Díaz, anarcosindicalista de la FORA (Finales de 1925 y 1926). Participó en el Congreso Constitutivo de la Asociación Continental Americana de Trabajadores (1929, Buenos Aires).

• Escribía sobre la situación social y obrera.
• Situación campesina e indígena en Guatemala.
Virgilio Alvarado Chacón. (1924-1928)
Sindicato: Federal Regional de Trabajadores de El Salvador. Delegado plenipotenciario de la Federación Obrera de Nicaragua y honorable delegado ante la COCA. Miembro del Consejo Provisional de la FRTS (1924). Sirvió de contacto con Julio Díaz, anarcosindicalista de la FORA (Finales de 1925 y 1926). • Elaboración de una constitución obrera
Gumersindo Ramírez G.
(1924-192?)
Sindicato: Federal Regional de Trabajadores de El Salvador. Líder obrero anarcosindicalista. Zapatero de profesión. Miembro del Consejo Provisional de la FRTS (1924). 1927, participó en congresos obreros en México. Editorialista en El Machete, órgano de prensa de la FRTS. • Apoyó el aumento de la tarifa salarial.
• Daba estudios a sus obreros en la Universidad Popular.
• Extenso trabajo organizativo en el campo.
• Apolítico y anticlerical (aprendió sindicalismo en México).
• Unión de trabajadores del campo y la ciudad ante las duras condiciones laborales

Fuente: Elaboración propia en base a: Arriola, Arturo Taracena. “Presencia Anarquista En Guatemala Entre 1920-1932.” Revista Mesoamérica 15, 1988. 5-7.; López Bernal, Carlos Gregorio. Tradiciones Inventadas Y Discursos Nacionalistas: El Imaginario Nacional De La Época Liberal En El Salvador, 1876-1932. San Salvador: Editorial e Imprenta Universitaria, 2007. 197-198.; Dalton, Roque. Miguel Mármol: Los Sucesos De 1932 En El Salvador. San Salvador: Uca Editores, 2000. 148.; Monteflores, Omar Lucas. “El Anarquismo En Guatemala: El Anarco Sindicalismo En La Ciudad De Guatemala (1920-1932).” Universidad de San Carlos de Guatemala, 2011. 169. “Inauguración E Instalación Del Primer Congreso Obrero.” Diario Latino, 17 de noviembre 1924, 2.
Con la llegada del militante anarquista argentino Julio Díaz de la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.), luego del segundo congreso de la F.S.I. a México en 1925, la Coordinadora General de Trabajadores (C.G.T.) se convertía así, en un baluarte estratégico que era necesario atraerse para la propaganda anarquista en el continente.
José C. Valadés, por entonces secretario de la C.G.T. y Nicolás T. Bernal, del Grupo Cultural “Ricardo Flores Magón”, de Ciudad de México , enviaron un delegado de apellido Ríos a buscar los contactos en Centroamérica. A su regreso este notificó los contactos de Antonio Méndez Paz y Manuel Bautista Grajeda, en la ciudad de Guatemala, y de Virgilio Alvarado Chacón, en San Salvador, este figuraba como miembro del consejo provisional de la FRTS (para inicios de 1925 Gumersindo Ramírez G. aparece entre los principales dirigentes en la foto de la “junta provisional” de la F.R.T.S) como delegado por la C.O.C.A. en León, Nicaragua , las cuales fueron remitidas a Diego Abad de Santillán, directivo de la FSA en Ámsterdam .

Fuente: José Mejía. “El Día Obrero.” Diario Latino, 2 de mayo 1925, 4. Al pie de la foto se lee: Grupo del actual Consejo de la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador., sentados: Virgilio Alvarado Chacón; Nicolás de J. Escobar, Presidente; César I Rodríguez. Parados: Gumersindo Ramírez G; Arturo Moreno. Este Consejo tiene su local en la 2ª C. P. N˚ 13. Controla en su organización ya siete diferentes gremios.
La celebración del 1˚ de mayo, símbolo adoptado por el movimiento anarquista mundial, comenzó otra etapa dentro del sector artesanal y obrero. En 1925 esta fecha conmemorativa se celebró por primera vez en San Salvador. El objetivo de este evento fue dar a conocer el porqué de dicha “fiesta” obrera, a lo que agregaba José Mejía , intelectual obrero de la Sociedad de Artesanos el Porvenir de Santa Tecla, que en la mentalidad obrera habría que:
“quemar incienso puro para elevarlas en espirales blancas nuestro tributo de cariño y veneración a los mártires de Chicago muertos pérfidamente a nombre de la ley bastardeada (…) por una burguesía codiciosa y de corazón petrificado…” .
Más adelante deja ver su vocación internacionalista declarando: “No hay país civilizado en Europa y América en donde no sea celebrado el 1˚ de mayo por todos los obreros hombres y mujeres. Grandes desfiles, procesiones solemnes, discursos tremendos, paro de trabajo… nada de orgías… eso es el 1˚ de mayo en todo el mundo. Esa es la llamada Fiesta del Trabajo” .
El objetivo de Mejía es socializar al máximo la carga simbólica de esta conmemoración con todos los obreros organizados para que estos se encarguen de reproducirla, teniendo en cuenta:
“que sepan de fondo conocer la Génesis de esa celebración para que comprendan la verdadera finalidad de la Fiesta del Trabajo, única fecha mundial en la vida de los trabajadores todos del mundo.”
La adopción de símbolos anarquistas, nos dice A. Cobos, nos permiten conocer más a profundidad la ideología que mayor acogido tuvo desde su fundación la Federal . Se adoptó la bandera rojinegra (que duraría hasta 1930 cuando se reemplaza por la bandera roja con la hoz y el martillo con la leyenda: “PCS miembro del Consejo Sindical Latinoamericano”) . Para 1925 un periodista del Diario Latino advertía acerca de los “peligros” de la ideología anarcosindicalista, este afirmaba que en Chalchuapa un sindicato de carpinteros y albañiles, la Unión de Trabajadores Sindicalistas, “en pláticas y conferencias confunden al sindicalismo con el BOLCHEVIQUISMO (…) notase entre los que enarbolan la bandera roja y negra con cierta irrespetuosidad a las autoridades y odios entre los mismos obreros” .
La cita cobra especial interés si se contrasta con el testimonio de Miguel Mármol, un militante revolucionario de la Federal, fundador del Partido Comunista Salvadoreño y sobreviviente de la masacre de 1932. Este rinde cuentas del plan clandestino de los líderes anarquistas y anarcosindicalistas Raúl B. Monterrosa, Manuel Peña Pineda y Gumersindo Ramírez G., que paralelo a los directrices de la F.R.T.S., habían iniciado un movimiento clandestino de trabajo organizativo a nivel nacional, sobre la base de apoyar la tarifa salarial. Sus mayores esfuerzos se concentraron en organizar a los trabajadores del campo.
Gumersindo Ramírez en un editorial de “El Martillo”, órgano impreso de la Federal, hacía referencia de las duras condiciones de vida de los campesinos, señalando que éstas desaparecerían, “solamente que tú y tus compañeros se unan como un solo hombre para unirse al mismo tiempo con los trabajadores de la ciudad, y así unidos, campesinos y obreros, accionaremos como un solo hombre para conquistar una vida mejor” .
Mármol desde una visión politizada comenta que los puntos sobre los cuales se agitaban las reivindicaciones eran los bajos salarios, hambre, despidos injustificados y cada vez más numerosos, maltrato personal, etc., la lucha que se emprendió fue de inspiración ácrata: acción directa y huelga general.
Es por eso que los obreros salvadoreños optaron por la asociación federativa. Esta busca la coordinación de distintos sindicatos de base, cuyo principio puede ser gremial o territorial, por medio de delegados electos en asambleas abiertas. Estos sirven de nexo para transmitir las decisiones de la asamblea de base y las demás organizaciones. Los mandatos son revocables en cualquier momento y es tarea del Consejo Federal coordinar y servir de enlace de la asamblea de delegados. Por esta razón, no es casualidad asegura C. Launed, que los sindicatos anarquistas se llamen confederaciones o federaciones en vez de centrales .
Los obreros influenciados por las ideas anarquistas y anarcosindicalistas se encargaron de celebrar congresos obreros anuales, sindicalizar a los campesinos, dirigir las manifestaciones, mítines, huelgas, emisión de credenciales y acciones llevadas a cabo por la Federal hasta finales de la década de los veinte. Luego el proceso emprendido por este sector obrero con reformistas, antiimperialistas, apristas, laboristas y anarcosindicalistas fue interrumpido en 1929, cuando un reducido grupo de la Federal que ya se consideraba “marxista-leninista” decidió en un Congreso Extraordinario ad-hoc expulsar a toda costa, incluso con calumnias y amenazas a los ácratas de la Federal .
Ante esta expulsión Raúl B. Monterrosa se manifestó en la opinión pública y rindió cuentas claras de las calumnias interpuestas por el grupo comunista, que aunque era mayoría, no contaban con credenciales de la F.R.T.S.; por lo tanto no representó la voluntad total de “la magna entidad federativa” en palabras del propio Monterrosa, la cual él representaba, y por la cual había que redimirse ante el pueblo y los obreros por el falso “boicot y venta de la Federación a las autoridades” de que se les acusaba .
Esto correspondía a las pugnas ideológicas internas dentro de la Federal, producto de las directrices giradas en torno del Congreso marxista llevado a cabo en Montevideo en 1929. La Federal tuvo representantes en el Congreso , en dicha reunión decidieron mantener un distanciamiento con los anarquistas de la F.S.I y la Industrial Workers of the World (I.W.W) .
El sector anarquista expulsado de la Federal expresó que el VI Congreso Obrero Regional, que sería celebrado en 1930 los redimiría ante la opinión pública y obrera , algo que nunca sucedió, debido a que las mismas tensiones que se daban a nivel mundial en torno a estas dos corrientes de pensamiento agudizarían las disputas ideológicas internas, lo que conllevó al destierro y al amedrentamiento de reformistas del F.S.I. y anarcosindicalistas dentro del proyecto de “recuperación” de la F.R.T.S. emprendido por los marxistas.
CREACIÓN DEL PRIMER GRUPO ANARQUISTA DE EL SALVADOR: EL CENTRO SINDICAL LIBERTARIO
El Centro Sindical Libertario surge en 1930 en torno a la creación de la Asociación Continental Americana de Trabajadores (A.C.A.T), patrocinada por la Asociación Internacional de los Trabajadores (A.I.T) en 1929, Argentina. Luego de los conflictos y las purgas ideológicas dentro del seno de la F.R.T.S. los anarquistas se articularon en torno a los acuerdos y resoluciones del Congreso Constituyente efectuado en Buenos Aires.
Esta a su vez dejó sentada las bases del movimiento anarquista continental que tenía por objetivo aclarar los conceptos de la nueva organización social, la abolición del Estado y la abolición de monopolios, entre otros métodos de luchas, constante actividad internacionalista y la resolución de los congresos llevados a cabo . Todo esto a través de las páginas del órgano impreso de la ACAT, “La Continental Obrera”.
Los grupos disidentes expulsados de la F.R.T.S., por su incompatibilidad en los proyectos políticos con los marxistas, como es el caso de la Sociedad Unión de Tejedores de San Salvador, encontrarán su correspondencia ideología con el secretariado en San Bartolomé Mitre de la ACAT. A la cual estos en 1930 dan referencia en los siguientes términos:
“Nosotros sentimos por este hecho una satisfacción profunda. Es la primera organización en la República de El Salvador que se declara por los ideales de libertad integral, y vemos, por consecuencia, en la entidad hermana que hoy se suma a las falanges del movimiento obrero anarquista del continente el núcleo inicial de nuestro movimiento en ese país” .
De la corta nota se desprende el nombre de Agustín Pérez Cruz del Barrio Candelaria, quien resulta de los primeros en establecer redes intelectuales con el movimiento anarquista continental. Este solicitaba por medio del secretariado de La ACAT que le enviaran material propagandístico de La Continental a su domicilio.
En esta misma lógica de incorporación al programa reivindicativo y de luchas en el seno del obrerismo mundial por parte de los anarquistas es que un grupo decide conformar en 1930 en San Salvador el Centro Sindical Libertario. El secretario de esta institución Enrique Conde declaró:
“Nacido al calor del entusiasmo juvenil, y con el deseo de luchar por un mundo mejor y más humano se ha podido constituir por primera vez en este pequeño rincón del planeta, después de vencer muchos obstáculos, un grupo de trabajadores que llevan el nombre de Centro Sindical Libertario, y que, conscientes y amantes del ideal más grande y sublime que redimirá a la humanidad de sus cadenas y miserias, se dedicará a propagar ese ideal con fe y optimismo haciendo uso de todos los medios que estén a su alcance dentro del movimiento sindical revolucionario” .
Este Centro según Conde, se dedicaría a propagar los ideales anarquistas y “encaminará sus esfuerzos a la organización sindical de los distintos gremios obreros, como un medio para hacer propaganda e impulsar la cultura social del pueblo trabajador. Hoy más que nunca se hacía sentir la necesidad de crear una entidad de esta índole que contrarrestara las influencias del comunismo importado de Moscú, que tantos daños está causando entre la clase trabajadora de este país; si antes no se había intentado nada era por la carencia de elementos afines que se interesaran por hacer algo en pro de nuestra noble causa. Y todo y había dejado a merced de los traficantes del bolchevismo y de la política” .
Por su parte, las acusaciones por parte de los comunistas hacía los anarquistas giraban en torno a los posicionamientos políticos, ya que como menciona Miguel Mármol con respecto a su expulsión de la federal, y por estar estos en la órbita de la American Federation of Labour y aceptar dinero del gobierno : “¡A fuera! A los anarquistas les probamos que eran enemigos de lo político, (…) por eso los condenábamos: les probamos que ellos estaban traicionando los intereses de los trabajadores, cuando solo impulsaban ciertas luchas, que eran economicistas y no llevaban a la lucha política de masas” . Pero a pesar que la coyuntura internacional desbordaba los conflictos ideológicos de estas dos poderosas ideologías en boga, los conflictos locales y las coyunturas nacionales muy pocas veces lograron unirlos.
Con motivo de la elección de oradores y nombramiento de credenciales para las manifestaciones a finales de 1930, en una acalorada sesión del recién constituido Partido Comunista se anotó:
“En este punto se trató el asunto de varios Miembros del CENTRO SINDICAL LIVERTARIO luchadores expulsados de la FRT y que en estos momentos se nos han ofrecido para tomar parte en nuestra Manifestación, la que después de su discusión se acordó aceptarlos media ves se ciñan a nuestras Líneas y que en sus palabras hablen en nombre del SRI y de la FRT; porque de no ser así, tendríamos que desenmascararlos en plena manifestación .
Esto puede ser considerado como una victoria pírrica por parte de los marxistas, debido a que esto aceleraría su apertrechamiento ideológico, ya que los oradores anarquistas siguieron gozando del visto bueno de las masas , por ende el Partido Comunista Salvadoreño, no pudo dejar de prescindir de su colaboración.
CONCLUSIÓN
El movimiento político y cultural de los anarquistas construyó el andamiaje clandestino dentro de los sindicatos del campo y la ciudad, ya que fueron los primeros en trabajar en el campo, a pesar de las prohibiciones por parte del Estado. Estos canales inauguraron el camino para que la ideología marxista “hegemonizara” la insurrección de 1932. Esto constituye una novedad en cuanto a la historiografía tradicional que busca los orígenes de la “insurrección comunista”, sin tomar en cuenta el largo proceso organizacional emprendido por los anarquistas desde principios del siglo XX.
La nueva evidencia hace aún más nebulosa la participación del Partido Comunista de El Salvador en el levantamiento campesino del occidente de El Salvador. Esto debido a que a partir de la lectura de las actas levantadas por la Federal y el P.C.S. para los primeros años de la década de los treinta, hemos podido constatar que el anarquismo no disminuyó, es más, ni siquiera mermó el prestigio que gozó desde los primeros años de la puesta en pie de la Federal por parte de los obreros e intelectuales salvadoreños.
Esto se debió al tino que tuvieron los oradores anarquistas y anarcosindicalistas producto de la conducción de las masas en mítines emotivos, enormes manifestaciones y discursos que cooptaron a los sectores sub alternos a la radicalización por la vía de los postulados anarquistas, esta coyuntura combinada con la crisis de 1929, llevaría a los sectores campesinos a movilizarse, por razones que nos son difíciles de comprender, contra las elites en un intento desesperado por hacer valer sus derechos en una sociedad que se negaba a abandonar los valores estamentarios productos de años de experiencia colonial, sociedad que también vivió los avatares del anarquismo en las filas obreras e intelectuales de una época poco explorada en El Salvador.

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Modernidad, Postmodernidad, Modernidades

MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD, MODERNIDADES Discursos sobre la crisis y la diferencia
Jesús Martín-Barbero
Introducción: entre la deuda y la duda

Los discursos se interpelan y entrecruzan pero en sentidos diversos. Mientras en Europa y Estados Unidos los intelectuales, filósofos y científicos sociales hablan de modernidad, en América Latina los empresarios y los políticos hablan de modernización. Lo cual vuelve doblemente arriesgado y sospechoso, para los intelectuales latinoamericanos, ocuparse del debate de la modernidad y la postmodernidad.

Pero, ¿y si esos discursos el de allá y el de acá por más diversos que sean, fueran complementarios?; ¿si el reflotamiento del proyecto modernizador en nuestros países fuera la contracara de su crisis, y nuestra “deuda externa” parte de su “duda interna” como su desarrollo es parte de nuestra dependencia?
Pensar la deuda nos exigiría entonces hacernos cargo de la duda, única forma de pensar para nuestros países un proyecto en el que la modernización económica y tecnológica no imposibilite o suplante la modernidad cultural. Pues de eso, de la escisión entre razón y liberación, de la transformación de la razón ilustrada en “arsenal instrumental del poder y la dominación” tenemos en América Latina una larga experiencia.

Mucho antes de que los de Frankfurt tematizaran el con-cep-to de “razón instrumental” nuestros países tuvieron la experiencia de la instrumentalización, de una modernización cuya racionalidad, al presentarse como incompatible con su razón histórica, legitimó la voracidad del capital y la implantación de una economía que tornó irracional toda diferencia que no fuera incorporable al desarrollo, esto es, recuperable por la lógica instrumental.

El debate a la modernidad nos concierne, porque a su modo al replantear aquel sentido del progreso que hizo imposible percibir la pluralidad y discontinuidad de temporalidades que atraviesan la modernidad, la larga duración de estratos profundos de la memoria colectiva “sacados a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido social que la propia aceleración moderna comporta”, habla de nuestras crisis, contiene a América Latina: la “resistencia” de sus tradiciones y la contemporaneidad de sus “atrasos”, las contradicciones de su modernización y las ambigüedades de su desarrollo, lo temprano de su modernismo y lo tardío y heterogéneo de su modernidad.

Ese debate se ha constituido además en escenario del reencuentro de las ciencias sociales con la reflexión filosófica y de ésta con la experiencia cotidiana: ésa que tanto o más que la crisis de los paradigmas nos está exigiendo cambiar no sólo los esquemas sino las preguntas.
1. Modernidad: pensar la crisis desde adentro.

Pocas palabras tan modernas como crisis. ¿No es ella la que expresa el desajuste y la incertidumbre que como sentimiento de época “todo lo sólido se desvanece en el aire” (Marx), “habitamos un mundo en el que todo está preñado de su contrario” (Nietzsche), acompaña a la modernidad desde sus inicios? ¿Por qué entonces este desvío del sentido que en los últimos años revierte contra ella lo que más propiamente designaba? ¿Cuáles son las razones que ahora vuelven la crisis contra aquella razón? ¿Dónde y cómo se inició el desvío y la escisión? Parecería que bien atrás, en el cambio de siglo.
Mientras los pensadores y artistas del siglo XIX experimentaron la modernidad a la vez con entusiasmo e ironía, esto es, asumiendo enteramente la nueva “experiencia”, la conexión entre cultura y vida, pero luchando incansablemente con sus ambigüedades y contradicciones, sus sucesores del siglo XX se han orientado hacia “las polarizaciones rígidas y las totalizaciones burdas. La modernidad es aceptada con un entusiasmo ciego y acrítico o condenada con un desprecio neoolímpico”.
Es lo que sucedió desde el comienzo del siglo cuando los “futuristas” italianos metieron en la misma bolsa todas las tradiciones equiparándolas a la esclavitud y proclamaron la modernidad como el primer tiempo de la libertad. Su canto a las máquinas y las muchedumbres “excitadas por el trabajo, el placer y el motín”, será respondido por la “jaula de hierro” con que Max Weber identifica el orden moderno y con la concepción radicalmente pesimista de Spengler y de Ortega sobre la sociedad tecnocrática y el hombre masa. Lo que en el siglo XIX fue búsqueda de la autonomía del arte para amparar la experimentación y la creatividad, será en el siglo XX derrocamiento absoluto de valores y destrucción de tradiciones. De esa forma “la imagen radical del modernismo como pura subversión ayudó a alimentar la fantasía neoconservadora de un mundo purificado de la subversión moderna”.
Será sin embargo la segunda guerra mundial la que hará visible el divorcio entre la modernidad como proceso económico y como movimiento cultural, entre modernización y modernismo. Al tiempo que la economía rompe por entero sus lazos con el período precapitalista el fordismo irrumpe posibilitando la producción y el consumo de masa ya no sólo en los Estados Unidos sino en Europa, el movimiento cultural empieza a dar muestras de agotamiento: las vanguardias comenzarán a ser resultado del mercado de las galerías y su periódica necesidad de nuevos estilos.
El modernismo deja de ser experiencia crítica que alienta movimientos para convertirse en ideología y culto a lo moderno. Para un crítico radical como Perry Anderson, era “el fin generalizado de la tensión entre las instituciones y mecanismos del capitalismo avanzado por una parte, en la medida en que los primeros se habían anexionado a los segundos como decoración o diversión ocasionales”. El surrealismo, su potencial onírico y desestabilizador, su esfuerzo convulsivo por romper con las formas de la mercancía, quedaban atrás, como atrás quedaron sus “referencias”, es decir las huellas de una organización artesanal del trabajo y sus formas “precapitalistas” de distribución. En adelante otro será el estatuto de los objetos, incluidos los del arte, en la sociedad.
La escisión entre modernización y modernidad es leída por Habermas en una perspectiva cercana, pero en otro sentido. Pues la modernización no nombra únicamente el hecho económico sino “una gavilla de procesos acumulativos” de orden económico, sí, pero también político y educativo. Lo que define a la modernización es su convertirse en “patrón de procesos de evolución social neutralizados en cuanto al espacio y al tiempo (…) y desgajados de la comprensión que la modernidad obtiene de sí desde el horizonte de la razón occidental”.
Es precisamente esa desconexión de sus orígenes cognitivos políticos, estéticos, éticos, lo que crea las condiciones para el sentir postmoderno, para que la aceleración del desarrollo socioeconómico sea sentida como el reverso de una cultura exhausta. Aún habrá en los años sesenta revivales modernistas, experiencias afirmativas de la modernidad, que buscan romper las fronteras erigidas entre cultura y vida, entre arte y tecnología, y mezclar códigos, reintroducir dimensiones multivalentes de lo simbólico; pero el problema es que esos modernismos serán incapaces de desarrollar una perspectiva crítica.
O se disuelven en turbulencia cultural, o son digeridos, como los gestos iconoclastas del pop y del rock, por una “cultura del eclecticismo”; un pensamiento afirmativo que olvida la duda y la ironía, y que anuda la amnesia estética con la nostalgia conservadora. Desde el plano específicamente sociológico el “contenido” de la crisis ha sido analizado con singular lucidez por D. Bell, al indagar las contradicciones entre una economía regida por la racionalidad del cálculo y el rendimiento, y una cultura que hace del hedonismo, la espontaneidad y la experimentación individual los valores supremos.
Y por R. Sennet, al investigar los desfases entre cultura y política en una sociedad que padece un desgaste creciente de aquella vida pública que constituía la base de la organización democrática. Pero, como esos mismos análisis dejan entrever, la crisis no es sólo de instituciones sino de razones y motivaciones. Lo que viene a exigir una comprensión que articule el análisis de las contradicciones de lo social y la reflexión sobre el estallido de los discursos que dan cuenta de esas contradicciones y del modo cómo las gentes las experimentan en su cotidiano vivir.
Ese es el lugar desde el que Habermas busca pensar lo que la crisis de la modernidad tiene de superable, y Lyotard y Vattimo lo que en ella anuncia ya la postmodernidad. Continuaremos con esta parte exponiendo las razones del pensar desde dentro y dedicaremos la segunda a la deconstrucción que de ellas efectúa el pensar postmoderno.
“Considero que la tesis de la aparición de la postmodernidad carece de fundamento. La estructura del espíritu de la época no ha cambiado (…) Lo que ha llegado a su fin ha sido una utopía concreta, la que cristalizó en torno al potencial de la sociedad del trabajo.” Así resume Habermas el equívoco que contiene la crisis y a cuyo análisis había dedicado en 1973 un libro al que el debate actual no presta toda la atención que merecería, tanto por lo que contiene de lectura pionera y radical de lo que la moda sociológica acuñó con el nombre de “Sociedad postindustrial”, como por la envergadura cultural que ahí se reconoce a la crisis, envergadura que Habermas ha ido reduciendo en los textos del debate con los postmodernos.
Lo que en ese libro caracteriza a la crisis es el reemplazo del ciclo largo de las crisis económicas por la crisis permanente de lo político. La imposibilidad de que la economía asegure por sí misma la integración social necesaria obliga al Estado a cumplir funciones “que no pueden explicarse invocando las premisas de persistencia del modo de producción ni deducirse del movimiento inmanente del capital”.
La crisis permanente de las finanzas públicas es el costo, en términos de racionalidad administrativa, del tratar de satisfacer con servicios de salud, educación, comunicación, etc. la creciente necesidad de legitimación que sufre el sistema. Pero la crisis de racionalidad administrativa es sólo el síntoma de otra más profunda, la de legitimación que padece un sistema político desbordado en su función instrumental y obligado a asumir explícitamente tareas ideológicas.
La necesaria expansión del Estado es resentida conflictivamente y resistida activamente desde el ámbito de la cultura. Y ello porque es en ese ámbito donde es puesto al descubierto que no existe una producción administrativa del sentido, donde el déficit de racionalidad económica y el exceso de legitimación política se transforman en crisis de legitimación o de sentido. Es el “fondo” de la crisis, que Habermas piensa constituido por tres tendencias que marcan las “transformaciones estructurales de las imágenes del mundo”.
Primera, los elementos dominantes de la tradición cultural dejan de ser interpretaciones de la historia en su conjunto. Segunda, las cuestiones prácticas ya no son veritativas y los valores se tornan irracionales. Tercera, la ética secular se desprende del derecho natural racional y el ateísmo masivo amenaza los contenidos utópicos de la tradición.
Quiebra de las “imágenes del mundo” que hace visible el divorcio entre ingredientes cognitivos e integración social: las identidades tanto individuales como grupales pierden su fundamento, produciéndose el desplazamiento de los conflictos sociales hacia el plano de los problemas psíquicos. “¿Asistimos a los dolores de parto de un modo de socialización completamente nuevo?” He ahí la pregunta que conectaba la reflexión de Habermas con las preocupaciones de los postmodernos; una pregunta a la que no ha querido retornar, pero a la que no ha dejado de referirse secretamente a través de su investigación de la “patología de la modernidad”, que es la que ha permitido también identificar hegelianamente la crisis de la modernidad no con la de su razón, sino con la de una de sus figuras: la de la “sociedad del trabajo”, la del “Estado del bienestar”, acusando a sus críticos de rechazar la modernidad por sus “promesas no cumplidas”.
En el centro de esa investigación Habermas coloca el envejecimiento del paradigma de la producción y el traslado del “acento utópico” del trabajo a la comunicación. Desplazamientos que no obedecen únicamente a un movimiento teórico sino a lo que retomando el análisis de la crisis de legitimación va a denominar últimamente crisis de la normatividad: que es la de una sociedad en la que “el Estado se autonomiza frente al mundo de la vida constituyendo un fragmento de socialidad vacía de contenido normativo, y a los imperativos de la razón que rigen en el mundo de la vida les opone sus propios imperativos basados en la conservación del sistema”.
Esa desconexión entre sistema y mundo de vida es la que ya no puede ser pensada en términos de la reificación que produce el trabajo industrial alienado. De un lado, porque el concepto de reificación es subsidiario de una filosofía del sujetoconciencia que después de Heidegger y Foucault resulta insostenible; y del otro, porque ha sido recuperado por el funcionalismo sistémico de Luhman para identificar el carácter desgarrado de la modernización con la pérdida para el mundo de la vida de toda significación y toda pretensión de racionalidad.
Pero la modernización no agota la razón moderna. Pues la racionalización del mundo de la vida que ella efectúa se produce mediante la diferenciación de los subsistemas dinero y poder, diferenciación que produce nuevas formas de integración al sistema, pero también nuevas formas de resistencia provenientes de los mundos de vida.
Habermas apuesta así por una superación de la crisis basada en el análisis de las patologías de la subjetividad producidas por la racionalización modernizadora, y en el reconocimiento de la experiencia de sociabilidad y racionalidad que contiene la praxis comunicativa cotidiana. El análisis de las patologías de la subjetividad tiene como precondición la superación de dos “ilusiones modernas”: la de la razón instrumental como lugar de convergencia del crecimiento de la riqueza con el movimiento de la emancipación, y la de un concepto de verdad hegeliano y frankfurtiano irreconciliable con la falibilidad del trabajo científico. Presupone también asumir las contradicciones que los abogados del Estado social no vieron como problema, esto es, la expansión de la intervención estatal al ciclo de la vida, la red cada día más densa de normas jurídicas y burocracias estatales que recubre la vida cotidiana.
Ese mundo de dispositivos del poder desmenuzado por Foucault y que no sólo reglamentan, desmembran y controlan el mundo de la vida sino que “desvían” hacia lo psíquico los conflictos sociales. Pensado como instancia de autoorganización de la sociedad en el proyecto moderno, el Estado se ve arrastrado paradójicamente por un subsistema político que se ha autonomizado y que ya no permite la existencia de un espacio político público en donde la sociedad pueda distanciarse de sí misma.
Pero lo que sí hace visible esa contradicción es “la diferencia entre desequilibrios sistémicos y patologías del mundo de la vida, es decir entre perturbaciones del mundo material y deficiencias en la reproducción simbólica del mundo de la vida”, con el consiguiente descentramiento de la sociedad misma: la ausencia en las sociedades complejas de una instancia central de regulación y autoexpresión haciendo que “hasta las identidades colectivas estén sometidas a oscilación en el flujo de las interpretaciones y se ajusten más a la imagen de una red frágil que a la de un centro estable de autorreflexión”.
Pero hasta en las modernas sociedades descentradas los mundos de vida conservan en la comunicación cotidiana “un telos de reconocimiento y entendimiento recíproco”, que es a la vez la posibilidad de acceso a las experiencias y las normas del otro y forma de sociabilidad, reserva de normatividad. Es a esa racionalidad a la que, según Habermas, apelan los movimientos sociales que hoy rompen tanto con los legitimistas que aún siguen buscando el punto de equilibrio entre modernización por el mercado y desarrolllo del estado social, como con los neoconservadores que, atrapados entre la inflación de las expectativas que amenaza los fundamentos de la sociedad del trabajo y la lógica productivista, buscan la salida en una desregulación radical del mercado transnacional.
Lo que los movimientos disidentes recuperan es el potencial de resistencia, de reflexión y dirección que se produce en y desde la lucha por el fortalecimiento de la autonomía de los mundos de vida amenazados en su estructura comunicativa. Es ahí donde converge la defensa de las culturas tradicionales con los movimientos regionalistas, ecologistas y feministas: en la búsqueda de un pluralismo articulado por debajo del umbral del aparato de los partidos y en la construcción de espacios públicos autónomos, esto es, “no generados ni mantenidos por el sistema político con el fin de procurarse legitimación”.
Pero sólo profundamente racionalizados, pueden los recursos extraídos de los mundos de vida alimentar la creación y la expansión de espacios públicos autónomos. Porque debilitadas como se hallan las identidades colectivas es muy fuerte la tentación involutiva y fundamentalista. Y sólo en la medida en que permaneciendo ligadas al particularismo de cada forma de vida sean al mismo tiempo capaces de asumir el universalismo normativo de la modernidad, podrán las identidades incorporarse a esas corrientes secretas y movimientos de la comunicación en donde se producen los cambios de tendencia en el espíritu de la época.
2. Postmodernidad: la crisis como liquidación y desfallecimiento.
Postmoderno es el nombre de un malestar, de la imprecisa y ambigua conciencia de un cambio de época, que, según A. Wellmer, articula básicamente dos movimientos: uno de rechazo a la razón totalizante y su objeto, el cogito de la filosofía occidental, y otro de búsqueda de una unidad no violenta de lo múltiple, con la consiguiente revaloración de las fracturas, los fragmentos y las minorías en cultura, en política o en sexo.
Un cambio del pathos de la crítica al del olvido, que no significa la negación o el desconocimiento del pasado sino la negación a la nostalgia de la totalidad como unidad. Y que entraña también la “insuperable” ambivalencia de un post que indica tanto en la dirección de una sociedad más plural y abierta como en la del triunfo de los más cerrados particularismos, del cinismo y del irracionalismo. Lo que no obsta para que el “post” esté significando el despliegue de una renovadora reflexión filosófica que aunque atravesada y fuertemente mediatizada por las modas intelectuales ofrece trabajos decisivos de pensamiento como los de F. Lyotard y G. Vattimo. En esos trabajos podemos rastrear otros sentidos de la crisis.
“Mi argumento es que el proyecto moderno (de realización de la universalidad) no ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado.” El primer momento movimiento de esa liquidación tiene por nombre Auschwitz: el nombre paradigmático para la no realización trágica de la modernidad. Pero hay otros nombres menos trágicos, más prosaicos y llevaderos como el de “desarrollo” o el de “progreso”.
Pues por paradójico que suene, “no es la ausencia de progreso sino, por el contrario, el desarrollo tecnocientífico, artístico, económico y político lo que ha hecho posible el estallido de las guerras totales, de los totalitarismos”. Son las posibilidades mismas de desarrollo contenidas en la razón moderna las que, “liberadas”, han liquidado el proyecto. El verdadero fondo de la crisis se halla ahí:
¿cómo llamar progreso a un desarrollo que adquiere una motricidad autónoma, independiente de las necesidades y las exigencias del hombre? ¿Cómo seguir creyendo en la capacidad emancipatoria de una razón en cuyo proceso de complejización” suerte de obligación de complicar, mediatizar, numerizar y sintetizar todos los objetos sin distinción”, las exigencias humanas de identidad, seguridad, felicidad aparecen como exigencias de simplicidad y por lo tanto como signos de barbarie?
En la racionalización que toma la forma del aumento de complejidad juegan especialmente tres hechos: la fusión ciencia/tecnología en un mismo “aparato” que articula inversiones y funciones, la revisión profunda de los paradigmas científicos incluidos los modos de razonamiento, y las transformaciones cualitativas introducidas por las tecnologías de “segunda generación”, capaces no sólo de memoria y cálculo sino de razonamiento y juicio. De ahí que el terreno en donde se produce ahora el cambio de época no sea como busca aún Habermas el de una nueva síntesis doctrinal sino el de las condiciones del saber.
Un saber cuyo estatuto epistemológico no pertenece ya a aquella razón ambiciosa de unidad, de la “dación global del sentido”. Antes, por el contrario, es un saber que se mueve tanto en el ámbito lógicomatemático como en el experimental, entre la apertura de un horizonte ilimitado de exploración y la conciencia del carácter limitado de cada forma de conocimiento, del “irreductible carácter local” de los discursos.
El lugar central ocupado por la ciencia en los nuevos modelos de sociedad su conversión en fuerza productiva central no la convierte en el sustituto del discurso legitimador de la globalidad de los conocimientos. Entramos en una época no pensable ni desde la apuesta historicista del positivismo primero magia, luego filosofía y por último ciencia ni desde la autotrascendencia del saber científico.
“La ciencia sólo juega su propio juego”, que es el de su naturaleza operativa: su ocuparse de las inestabilidades y su producirse, ordenarse y acumularse como información. Es de ahí de donde procede la incredulidad hacia los metarrelatos de la redención cristiana, la emancipación ilustrada o la liberación marxista. Lo que con ellos “muere” es un modo en el pensamiento y en la organización del tiempo, aquél en que se hace discurso la idea de una historia universal, o lo que es lo mismo: la nostalgia de la presencia del todo que se concilia en lo uno y de su perfecta comunicabilidad.
Frente a esa temporalidad, el “post” no significa sucesión, no es lo que está después, “es más una manera de olvidar o reprimir el pasado, es decir de repetirlo que de superarlo”. Lo que no puede ser comprendido más que a la luz de la paradoja que enuncia el “futuro anterior”, en el que se enuncia menos una forma de relación entre los tiempos que un modo de relación con el tiempo: un nuevo modo de sensibilidad, de percibir y de decir la inestabilidad, la diferencia, la heterogeneidad. Una sensibilidad hecha posible por “la retirada de lo real” que desde el fondo de la modernidad emerge ahora como impotencia de la facultad de representación, que es, de un lado, “dolor de que la imaginación o la sensibilidad no sean la medida del concepto” y, de otro, nuevas reglas de juego en la invención: imposibilidad de reducir la pluralidad de los discursos a uno.
“El único obstáculo insuperable con el que choca la hegemonía del género económico es la heterogeneidad de los regímenes de frases y de los géneros de discurso (…) El obstáculo no depende de la voluntad de los seres humanos, depende de la diferencia o la discrepancia.” A un saber que se construye en la indagación de las inestabilidades no puede corresponder otra figura del hacer (verdad o justicia) que aquel que se desliga del consenso que violenta la heterogeneidad de los juegos de lenguaje y de los modos de vida.
La otra reflexión radical sobre la crisis de la modernidad es la de G. Vattimo. Radical en el sentido del sustraer el pensamiento a la lógica del desarrollo allí donde esa figura aparecía más escondida y velada: en la metafísica, en su pensar el ser como estabilidad y fuerza, como fundamento. De ahí que el último avatar de la metafísica, como diría Heidegger, su “cumplimiento”, se halle en la técnica, no en cuanto utensilio sino en “la esencial relación de la técnica con el develar en que se fundamenta todo producir”, ya que son modos del develar “el abrir, transformar, acumular, distribuir, conmutar”.
Para arrancarse a esa lógica y pensar las condiciones de la existencia en la edad de la técnica, Vattimo propone una “ontología del declinar”, rastreada en Nietzsche y Heidegger, y en la que se busca dar cuenta del debilitamiento de la realidad que constituye lo esencial de la experiencia postmoderna: “la racionalización, siguiendo el curso de su propio desarrollo y persiguiendo cada vez más intensamente sus propios fines, parece arribar a un aligeramiento del principio de realidad, a una verdadera y propia fabulación del mundo”.
Ahí están contenidas las claves. Desglosémolas. Primera clave, la secularización del progreso: el impulso faústico desorientándose, perdiendo su sentido al realizarse. Lo que se manifiesta en una sociedad en la que el progreso se convierte en rutina, en la que la renovación permanente e incesante de las cosas, de los productos, está “fisiológicamente exigida para asegurar la pura y simple supervivencia del sistema”, en la que “la novedad nada tiene de revolucionario ni turbador”.
Se trata de un progreso vacío o, mejor, de un progreso cuya “realidad” no es otra que la que se da en la experiencia del cambio que producen las imágenes. Pero no sólo el cambio, también el ser con que trabaja la ciencia ha perdido realidad: lo que la ciencia conoce son objetos que ella cada día más mediada por la técnica construye. Y si de la realidad “social” se trata, ¿De qué otra realidad estamos hablando que de aquella que se produce en el entrecruzarse de las múltiples informaciones, interpretaciones e imágenes que vienen de las ciencias y los medios masivos?
Postmoderna es entonces la experiencia en un mundo de “realidad aligerada, hecha más ligera por estar menos netamente dividida entre lo verdadero y la ficción, la información, la imagen”. Mundo en el que tanto el ser del sujeto como el del objeto pierden peso, pues ni el uno ni el otro se presentan ya como estructura fuerte sino como evento. Y a los que corresponde entonces un pensamiento débil, esto es, capaz de captar el desfallecimiento del ser, su “vocación a aligerar su carácter perentorio”.
Segunda clave: fin de la utopía de la transparencia. La autotransparencia de la sociedad constituye tanto el programa epistemológico de la ilustración su someter toda la realidad social al conocimiento científico, como el ideal político de la transformación radical de la sociedad. Pero justo cuando el crecimiento de las ciencias humanas su hacer del hombre un objeto de conocimiento riguroso y verificable, coincide con el más formidable desarrollo de la información que sociedad alguna haya tenido acerca de sí misma, lo que se produce no es un incremento de la transparencia sino, al contrario, un adensamiento de la opacidad, un entrecruzamiento de imágenes y discursos a cuya verdad sólo da acceso la lógica hermenéutica, única capaz de captar “el diálogo de los textos” y de poner de manifiesto la pluralidad de mecanismos y armazones con que se construye la realidad de nuestra cultura.
El fin de la utopía de la transparencia tiene también otra figura: la crisis de la historia como despliegue de la razón, o si se prefiere, de la universalización de la civilización occidental, del ideal del hombre moderno europeo. Un pertinaz malentendido cubre esta dimensión de la experiencia postmoderna: aquél que confunde el fin de una idea de historia con el fin de la historia. Lo que la reflexión de Vattimo tematiza no es el fin de la historia sino su estallido: la ruptura de su unidad, la de aquel tiempo fuerte, unitario en que se disolvían las diferentes historias, los diversos modos de experimentarla y narrarla. Ahora que los instrumentos cognitivos y los dispositivos técnicos se han perfeccionado hasta hacer materialmente posible una “historia universal”, ella es hecha imposible por la multiplicación de los “centros de la historia”; una multiplicación que libera las posibilidades de relación con el pasado, de diálogo con la tradición.
En un mundo en donde el futuro aparece garantizado por los automatismos del sistema, lo que se convierte en verdaderamente humano es “el cuidado de los residuos, de las huellas de lo vivido, (pues) lo que corre el riesgo de desaparecer es el pasado como continuidad de la experiencia”. Continuidad que no se confunde ni con la uniformación ni con la nostalgia; es el horizonte histórico en el que la liberación de las diferencias produce una multiplicidad que se regula en la variedad de los lenguajes, que es por tanto exigencia de diálogo: transmisión de mensajes entre generaciones y entramado de lecturas entre tradiciones.
Tercera clave: la sociedad de masas como experiencia declinante de los valoresfuerza. El debilitamiento de lo real no es una abstracción de los filósofos, sino experiencia cotidiana del hombre metropolitano en el desarraigo de las muchedumbres urbanas, en la constante mediación y simulación que ejercen las tecnologías, en la dispersión estética y la espectacularización de la política.
Pensar esa experiencia desde el horizonte de la crítica moderna hacía imposible ver en ella algo distinto a degradación e inautenticidad, precariedad y superficialidad, pues todo en ella choca con los ideales de profundidad y de verdad que la crítica reclamó hasta los de Frankfurt, como ingredientes esenciales de la cultura. Sólo otra estética y otra ética, que admitan que una experiencia menos intensa, más difusa y oscilante, no es necesariamente signo de alienación y deshumanización sino el modo de experiencia que corresponde al “ser que habla de su modalidad débil”, están en condiciones de elaborar un proyecto de emancipación con sentido para las gentes de hoy.
Una emancipación que empieza por hacer el mundo menos seguro pero también menos totalitario y menos violento. “Es como si la razón al final (por ahora) de su trabajo de organización del mundo, no se detuviese en aquella fase negativa totalitaria que Adorno había imaginado, sino que colocase las condiciones para el reencuentro de aquello que con frecuencia ha sido pensado como su opuesto, el espíritu.” La crisis de aquel modo de organización del mundo va a hacer que cambie profundamente la percepción del “campo de tensiones” entre tradición e innovación, entre culto y culturas del pueblo y de las masas.
Ese campo no puede ser ya captado ni analizado ni expresado en las “categorías centrales de la modernidad: progreso/reacción, izquierda/derecha, presente/pasado, vanguardia/kitsch”. Son categorías despotenciadas en una sensibilidad y por una sensibilidad que en lugar de completar la modernidad “abre la cuestión de las tradiciones culturales como cuestión estética y política”. Es la cuestión del otro poniendo al descubierto lo que la modernidad ha tenido de imperialismo interno y externo.
Ahora desafiado desde la nueva percepción del espesor cultural y político de las diferencias étnicas, sexuales, las culturas subregionales, los modos de vida alternativos y los nuevos movimientos sociales. Desafiado desde una resistencia no definible en los términos de la negatividad pues no habla sólo de la oposición a la afirmación, que es como la modernidad entendió la crítica, sino desde “formas afirmativas de resistencia y formas resistentes de afirmación”.
3. Modernidades: crisis, periferia y diferencia.
Modernidad plural o mejor modernidades: he ahí un enunciado que introduce en el debate una torsión irresistible, una dislocación inaceptable incluso para los más radicales de los postmodernos. Porque la crisis de la razón y del sujeto, el fin de la metafísica y la deconstrucción del logocentrismo tienen como horizonte la modernidad una que comparten defensores e impugnadores. Pensar la crisis desde aquí tiene sin embargo como condición primera el arrancarnos a aquella lógica según la cual nuestras sociedades son irremediablemente exteriores al proceso de la modernidad y su modernidad sólo puede ser deformación y degradación de la verdadera.
Romper esa lógica implica preguntar si la incapacidad de reconocerse en las alteridades que la resisten desde dentro no forma parte de la crisis: de la crisis no pensada desde el centro. Y sólo pensable desde la periferia en cuanto quiebre del proyecto de universalidad, en cuanto diferencia que no puede ser disuelta ni expulsada. Que es lo que especifica más profundamente la heterogeneidad de América Latina: su modo descentrado, desviado de inclusión en la modernidad y de apropiación de ella. Pensar la crisis traduce así para nosotros la tarea de dar cuenta de nuestro particular malestar en la modernidad y con ella.
Ese que no es pensable ni desde el inacabamiento del proyecto moderno que reflexiona Habermas pues ahí la herencia ilustrada es restringida a lo que tiene de emancipadora, dejando fuera lo que en ese proyecto racionaliza el dominio y su expansión, ni desde el reconocimiento que de la diferencia hace la reflexión postmoderna, pues en ella la diversidad tiende a confundirse con la fragmentación, que es lo contrario de la interacción en que se teje y sostiene la pluralidad.
El malestar con la modernidad remite, en primer lugar, a las “optimizadas imágenes” que del proceso modernizador europeo han construido los latinoamericanos, y cuyo origen se halla en la tendencia a definir la diferencia latinoamericana en términos del “desplazamiento paródico” de un modelo europeo configurado por un alto grado de pureza y homogeneidad, esto es, como “efecto de la parodia de una plenitud”.
En la superación de esas imágenes va a jugar un papel decisivo la nueva visión que del proceso modernizador están elaborando los historiadores europeos, según la cual la modernidad no fue tampoco en Europa un proceso unitario, integrado y coherente sino híbrido y disparejo, que se produjo en “el espacio comprendido entre un pasado clásico todavía usable, un presente técnico todavía indeterminado y un futuro político todavía imprevisible. O dicho de otra manera: en la intersección entre un orden dominante semiaristocrático, una economía capitalista semiindustrializada y un movimiento obrero semiemergente o semiinsurgente”.
Lo que nos coloca ante la necesidad de “entender la sinuosa modernidad latinoamericana repensando los modernismos como intentos de intervenir en el cruce de un orden dominante semioligárquico, una economía capitalista semiindustrializada y movimientos sociales semitransformadores”. Dos consecuencias se derivan de esa nueva visión.
Una: la modernidad no es el lineal e ineluctable resultado en la cultura de la modernización socioeconómica, sino el entretejido de múltiples temporalidades y mediaciones sociales, técnicas, políticas y culturales. Dos: quedan fuertemente heridos los imaginarios el desarrollista y complementario, que desde comienzos del siglo oponen irreconciliablemente tradición y modernidad, ya sea por vía de una modernización entendida como definitiva “superación del atraso” o por la del “retorno a las raíces” y la denuncia de la modernidad como simulacro.
En un texto iluminador, el brasileño Roberto Schwarz examina el malentendido que conduce a tachar sumariamente de “falsas” a las ideas liberales en países que aún practicaban la esclavitud. Pero puesto que las ideas liberales no se podían ni practicar ni descartar, lo que importa entender es la “constelación práctica” en que se inscriben, esto es, los dislocamientos y desviaciones, el sistema de ambigüedades y operaciones que dotan de sentido a las “ideas fuera de lugar” permitiendo apropiárselas en un sentido impropio.
Impropio por relación al movimiento que las originó, pero propio en cuanto “mecanismo social que las torna elemento interno y activo de la cultura”. Línea de reflexión seguida por Renato Ortiz desde el título mismo A moderna tradiçao brasileira de un libro que rastrea el movimiento de una modernidad que, al no operar como ruptura expresiva, pudo entrar a formar parte de la tradición, esto es, del conjunto de instituciones y valores que, como el nacionalismo o la industria cultural, son el espacio cultural ya irreversible de varias generaciones.
Constituidas en naciones al ritmo de su transformación en “países modernos”, no es extraño que una de las dimensiones más contradictorias de la modernidad latinoamericana se halle en los proyectos de lo nacional y los desajustes con lo nacional. Desde los años veinte cuando lo nacional se propone como síntesis de la particularidad cultural y la generalidad política, que “transforma la multiplicidad de deseos de las diversas culturas en un único deseo de participar (formar parte) del sentimiento nacional” a los cincuenta cuando el nacionalismo se transmuta en populismos y desarrollismos que consagran el protagonismo que es racionalizado como modernizador tanto en la ideología de las izquierdas como en la política de las derechas, hasta los ochenta cuando la afirmación de la modernidad, al identificarse con la sustitución del Estado por el mercado como agente constructor de hegemonía, acabó convirtiéndose en profunda devaluación de lo nacional.
Pero la relación entre modernidad y nación no se agota en la contradicción política. De hecho su tematización más frecuente y explícita es la que lo refiere a la cultura, al modernismo como influencia extranjera y transplante de formas y modelos. Se quería ser nación para lograr al fin una identidad, pero la consecución de una identidad reconocible pasaba por la incorporación al discurso moderno pues sólo en términos de ese discurso los esfuerzos y logros serían validados como tales: “sólo podríamos alcanzar nuestra modernidad a partir de la traducción de nuestra materia prima en una expansión que pudiera reconocerse en el exterior”.
Contradicción que marca al modernismo latinoamericano, pero que no lo reduce a ser mera importación e imitación, porque como lo demuestran la historia cultural y la sociología del arte y la literatura ese modernismo es también secularización del lenguaje, profesionalización del trabajo cultural, superación del complejo colonial de inferioridad y liberación de una capacidad “antropofágica” que se propone “devorar al padre totem europeo asimilando sus virtudes y tomando su lugar”.
El modernismo en América Latina no ha sido sólo modernidad compensatoria de las desigualdades acarreadas por el subdesarrollo de las otras dimensiones de la vida social, sino instauración de un proyecto cultural nuevo: el de insertar lo nacional en el desarrollo estético moderno a través de reelaboraciones que en muchos casos se hallaban vinculadas a la búsqueda de la transformación social. Lejos de ser irremediablemente desnacionalizador, el modernismo fue en no pocos casos ámbito y aliento de la recreación de lo nacional.
El proceso más vasto y denso de modernización en América Latina va a tener lugar a partir de los años cincuenta y sesenta, y se hallará vinculado decisivamente al desarrollo de las industrias culturales. Son los años de la diversificación y afianzamiento del crecimiento económico, la consolidación de la expansión urbana, la ampliación sin precedentes de la matrícula escolar y la reducción del analfabetismo. Y junto a ello, acompañando y moldeando ese desarrollo, se producirá la expansión de los medios masivos y la conformación del mercado cultural. Según José Joaquín Brunner es sólo a partir de ese cruce de procesos que puede hablarse de modernidad en estos países.
Pues más que como experiencia intelectual ligada a los principios de la ilustración, la modernidad en América Latina se realiza en el descentramiento de las fuentes de producción de la cultura desde la comunidad a los “aparatos” especializados, en la sustitución de las formas de vida elaboradas y transmitidas tradicionalmente por estilos de vida conformados desde el consumo, en la secularización e internacionalización de los mundos simbólicos, en la fragmentación de las comunidades y su conversión en públicos segmentados por el mercado.
Procesos todos ellos que, si en algunos aspectos arrancan desde el comienzo del siglo, no alcanzarán su visibilidad verdaderamente social sino cuando la educación se vuelva masiva llevando la disciplina escolar a la mayoría de la población, y cuando la cultura logre su diferenciación y autonomización de los otros órdenes sociales a través de la profesionalización general de los productores y la segmentación de los consumidores. Y ello sucede a su vez cuando el Estado no puede ya ordenar ni movilizar el campo cultural, debiendo limitarse a asegurar la autonomía del campo, la libertad de sus actores y las oportunidades de acceso a los diversos grupos sociales, dejándole al mercado la coordinación y dinamización de ese campo.
La modernidad entre nosotros resulta siendo “una experiencia compartida de las diferencias, pero dentro de una matriz común proporcionada por la escolarización, la comunicación televisiva, el consumo continuo de información y la necesidad de vivir conectado en la ciudad de los signos”. De esa modernidad no parecen haberse enterado ni hecho cargo las políticas culturales ocupadas en buscar raíces y conservar autenticidades, o en denunciar la decadencia del arte y la confusión cultural. Y no es extraño, pues la experiencia de modernidad a la que se incorporan las mayorías latinoamericanas se halla tan alejada de las preocupaciones “conservadoras” de los tradicionalistas como de los experimentalismos de las vanguardias.
Postmoderna a su modo, esa modernidad se realiza efectuando fuertes desplazamientos sobre los compartimentos y exclusiones que durante más de un siglo instituyeron aquellos, generando hibridaciones entre lo autóctono y lo extranjero, lo popular y lo culto, lo tradicional y lo moderno. Categorías y demarcaciones todas ellas que se han vuelto incapaces de dar cuenta de la trama que dinamiza el mundo cultural del movimiento de integración y diferenciación que viven nuestras sociedades: “la modernización reubica el arte y el folclor, el saber académico y la cultura industrializada, bajo condiciones relativamente semejantes. El trabajo del artista y del artesano se aproximan cuando cada uno experimenta que el orden simbólico específico en que se nutría es redefinido por la lógica del mercado. Cada vez pueden sustraerse menos a la información y a la iconografía modernas, al desencantamiento de sus mundos autocentrados y al reencantamiento que propicia la espectacularización de los medios”.
Las experiencias culturales han dejado de corresponder lineal y excluyentemente a los ámbitos y repertorios de las etnias o las clases sociales. Hay un tradicionalismo de las élites letradas que nada tiene que ver con el de los sectores populares y un modernismo en el que “se encuentran” convocadas por los gustos que moldean las industrias culturales buena parte de las clases altas y medias con la mayoría de las clases populares.
Fuertemente cargada de componentes premodernos, la modernidad latinoamericana se hace experiencia colectiva de las mayorías sólo merced a dislocaciones sociales y perceptivas de cuño postmoderno. Una postmodernidad que, en lugar de venir a reemplazar, viene a reordenar las relaciones de la modernidad con las tradiciones. Que es el ámbito en que se juegan nuestras diferencias, esas que, como nos alerta Pisticelli, ni se hallan constituidas por regresiones a lo premoderno ni se sumen en la irracionalidad por no formar parte del inacabamiento del proyecto europeo.
“La postmodernidad consiste en asumir la heterogeneidad social como valor e interrogarnos por su articulación como orden colectivo.” He ahí una propuesta de lectura, desde aquí de lo más radical del desencanto postmoderno. Pues mientras en los países centrales, el elogio de la diferencia tiende a significar la disolución de cualquier idea de comunidad, en nuestros países afirma Norbert Lechner la heterogeneidad sólo producirá dinámica social ligada a alguna noción de comunidad.
No una idea de comunidad “rescatada” del pasado sino reconstruida en base a la experiencia postmoderna de la política. Esto es, a una crisis que nos aporta, de un lado, el “enfriamiento de la política”, su desdramatización por desacralización de los principios, destotalización de las ideologías y reducción de la distancia entre programas políticos y experiencias cotidianas de la gente; y de otro, la formalización de la esfera pública: el predominio de la dimensión contractual sobre la capacidad de crear identidad colectiva, con el consiguiente debilitamiento del compromiso moral y los lazos afectivos, la diferenciación y especialización de su espacio, con el consiguiente predominio de la racionalidad instrumental.
La postmodernidad en América Latina es menos cuestión de estilo que de cultura y de política. La cuestión de cómo desmontar aquella separación que atribuye a la élite un perfil moderno al tiempo que recluye lo colonial en los sectores populares, que coloca la masificación de los bienes culturales en las antípodas del desarrollo cultural, que propone al Estado dedicarse a la conservación de la tradición dejándole a la iniciativa privada la tarea de renovar e inventar, que permite adherir fascinadamente a la modernización tecnológica mientras se profesa miedo y asco a la industrialización de la creatividad y la democratización de los públicos.
La cuestión de cómo recrear las formas de convivencia y deliberación de la vida ciudadana sin reasumir la moralización de los principios, la absolutización de las ideologías y la substancialización de los sujetos sociales. La cuestión de cómo reconstruir las identidades sin fundamentalismos, rehaciendo los modos de simbolizar los conflictos y los pactos desde la opacidad de las hibridaciones, las desposesiones y las reapropiaciones.

Impresión de un deslinde (febrero 2019)

Impresión de un deslinde(febrero 2019)
Por Gilberto Valdés Gutiérrez

Sin estar avalada por una investigación o estudio específico, tengo la impresión de que en el debate, tanto público como privado, sobre el proyecto constitucional es posible percibir un deslinde entre posiciones que convencionalmente podríamos llamar de “izquierda” y de “derecha.”

En el primer caso encontramos posicionamientos críticos que cuestionan la presunta carencia de una proyección más explícitamente socialista del texto. Y que de alguna manera reaccionan ante quienes sobrevaloran el papel de las formas no estatales de propiedad, en especial de la propiedad privada.

Sin dejar de expresar preocupaciones válidas ante el temor de que en el futuro avancen ideas de quienes pretendan colocar el mercado capitalista como principio de organización de la sociedad, (abogando por sus supuestas bondades frente a la estatalización dogmatica), algunos de esos juicios coinciden paradójicamente con la visión doctrinaria antileninista que se satisface con una preceptiva apriorística sobre las etapas del proceso socialista. En época de la NEP, Lenin a este tipo de críticos, los catalogaba de plañideras del socialismo.

Ubicamos en el campo de la derecha a quienes no satisfechos con el lugar legítimo otorgado en el proyecto a las formas de propiedad y de gestión no estatales, esgrimen argumentos cercanos a los códigos ideológicos del neoliberalismo. No hay que ser adivinos para comprender que la estrategia imperialista que impulsa la ola neoliberal en toda la región va a mantener su presión sobre Cuba, calculando que el deseado fracaso de la Actualización abrirá las puertas a la restauración capitalista.

Por eso en el texto resulta importante la aseveración constitucional de que Cuba no regresará al capitalismo. La estrategia imperialista no descarta crear condiciones objetivas y subjetivas para implementar un plan específico de golpe suave para Cuba.
En estos escenarios de agudización de la lucha ideológica es deseable el debate enriquecedor, pese a las diferencias entre las distintas visiones de izquierda. La heterodoxia que supone esa diversidad debemos asumirla como riqueza para consensuar las proyecciones estratégicas de la Revolución. Llegado a este punto me parece pertinente aclarar que considero no es correcto ni justo en el plano técnico, ético y político, catalogar a todas las personas que ofrecen argumentos sobre el desarrollo y el papel del mercado como neoliberales.

Los aportes que hagamos para hacer viable el socialismo cubano ante los colosales desafíos que asumimos, para que sean congruentes con los sentidos éticos y políticos acumulados por la Revolución Cubana, deben, a nuestro juicio, poner los pies en la tierra para ejecutar acciones imprescindibles en la esfera laboral-productiva y organizativo-económica en general, que hagan viable y sostenible económica y ambientalmente el proyecto revolucionario cubano en el siglo XXI—,pero a la vez hay que estimular al máximo y crearle condiciones de posibilidad a los intentos e iniciativas, sobre todo de las nuevas generaciones, de sentir/pensar/imaginar/construir/impulsar otros futuros no-capitalistas. El imaginario que en ocasiones aparece como sentido común presupone la naturalización tanto del Estado como del Mercado.

Si nos encaminamos a rectificar la estatalización extrema que se conformó bajo peculiares condicionantes históricas en nuestro país, no será la absolutización del principio mercantil la solución adecuada para resolver la hipertrofia ocurrida, desde los intereses y las aspiraciones de las mayorías. Otra cuestión, que ya ha sido ampliamente fijada por las ciencias sociales y la política es que la presentación dicotómica de las categorías “socialismo” y “mercado”, “plan” y “mercado” empobrece el espectro teórico y práctico de alternativas intermedias de intercambio, y de formas transicionales ajustadas a una u otra época o coyuntura cuya riqueza es del todo imposible de fijar de antemano.

La hegemonía no es el convencimiento por el discurso, es el reconocimiento de la diferenciaciones de sectores sociales que se ha producido en la sociedad cubana y que se van a seguir produciendo, a los cuales hay que amalgamar en función de los objetivos revolucionarios ajustados a las nuevas circunstancias por las que transita el bloque social popular que sustenta la opción patriótica, antiimperialista y socialista.

Aparecen nuevos desafíos políticos y teóricos que en el plano utópico liberador tenemos el deber de asumir y resolver: cómo enrumbar la construcción económico productiva del país, y sus expresiones en la esfera político-constitucional que aporte soluciones concretas a los problemas de la vida cotidiana de las masas, subvirtiendo y superando dogmas, estereotipos y mentalidades obsoletas que afianzaron el formalismo burocrático, el paternalismo estatal y el igualitarismo improductivo y, a la vez, mantener y elevar a una nueva calidad la perspectiva antisistémica, que apueste por resignificar en esos nuevos escenarios los sentidos anticapitalista, antipatriarcal y por relaciones de producción y reproducción de la vida no depredadoras, para que, desde la cotidianidad de las luchas, Cuba siga siendo un referente de solidaridad y combate por otra civilización que deje atrás la barbarie excluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora del capital.
Mirando a Cuba, cualquiera de esos cambios, incluidos los constitucionales, deben hacerse para garantizar en las nuevas condiciones las conquistas alcanzadas por el pueblo, los niveles de sociabilidad humanista. De ahí no es posible retroceder, cambiar todo lo que trabe la continuidad del despliegue de la calidad de vida, el sostenimiento de la soberanía, etc. No podemos desconocer que este proceso de cambio es y será acechado por poderosas fuerzas externas (incluidas las epistémicas y culturales) que influirán en cualquier movimiento que exista para tratar de reorientar a la sociedad cubana hacia el capitalismo (no cualquier capitalismo, como sabemos).
El reto es colosal, pues nos enfrentamos a la megaindustria contemporánea de subjetividad y sus redes de distribución transnacional, que han producido modos de sujeción nunca antes vistos. La cara omnipresente del neoliberalismo, al decir de Irene León, es producida por la capacidad de transmitir grandes volúmenes de información y conocimientos en tiempo real a través de nuevas tecnologías de comunicación que facilitan la integración (homogeneización) en escala mundial.
El impacto global de esas megaindustrias ha hecho de la enajenación mediático cultural la norma de la vida contemporánea en las sociedades capitalistas, generando a la vez ilusiones y tensiones insolubles tanto en el centro como en la periferia del sistema. Es conocida la alta concentración de los medios como forma de dominio del capital sobre la sociedad, su conversión en espacios de toma de decisiones políticas y de contrainsurgencia frente a las alternativas y las resistencias populares que pongan en peligro su hegemonía.
A ello se une su papel como puerta “estetizada” del mercado capitalista, antesala visual de la plusvalía, paralización del pensamiento crítico a través de la velocidad de la imagen fragmentada y del simulacro virtual, hiperrealista de las televisoras. Cuba, como sabemos, no está al margen de enfrentar esos desafíos.
Apostamos por una construcción integral de lo político como construcción de la propia lucha y sus objetivos emancipatorios desde la cotidianidad. Lo político no como un momento que sucede a otras instancias de resistencia, lucha y creación alternativa del pueblo, sino como una dimensión omnipresente en cada ámbito (económico, social, cultural, simbólico). La conducción y la organización política-cultural siguen siendo claves para la direccionalidad hegemónica, en este sentido debemos perfeccionar la organización política no solo como instrumento de conducción y movilización, sino como ejemplo de la propuesta de sociedad que defendemos.
Debemos repensar la estrategia de orden cubana en función del despliegue ininterrumpido de su capacidad democrática alternativa, tanto a los esquemas de la democracia liberal, como al tipo de estatalidad conformada en el socialismo histórico. En lo sucesivo se impone no solo el perfeccionamiento de la representación y la participación, sino la búsqueda de nuevas formas de representar e interesar como vía para la renovación progresiva del consenso, en correspondencia con la pluralidad del sujeto que sustenta la opción patriótica y socialista. Esto indica el camino estratégico.
A mi juicio la propuesta constitucional ofrece el marco propicio para la continuidad de la alternativa revolucionaria cubana en la hora actual de América Latina y el Caribe. Dependerá de la eficacia con que logremos implementar en el tiempo necesario sus acápites para que el pueblo se siente cada vez más protagonista del proyecto de país aprobado. Sin pecar de economicista ni desideologizar la idea del crecimiento económico resulta imperioso que la gente pueda disfrutar del bienestar anhelado como fruto de su trabajo, siempre y cuando mantengamos la noción martiana de prosperidad que hoy también urge ecologizar.

MAS SABE MUJICA POR VIEJO QUE POR MUJICA

MAS SABE MUJICA POR VIEJO QUE POR MUJICA

Jorge Gómez Barata

MONCADA

Ubicado en una zona de confort localizada en una humilde chacra en las afueras de Montevideo, más allá del bien y del mal, José Mujica (1935—), insospechable veterano guerrillero tupamaro, preso político por más de diez años, antiguo ministro y senador y ex presidente de Uruguay, opina sobre Venezuela y sobre cualquier otro asunto político, diciendo aquello que la izquierda comprometida, por razones de estado o tabúes ideológicos, no puede mencionar.

Hoy, mientras unos se deshacen en llamados de barricadas en apoyo a Maduro y en enérgicas condenas al imperio y sus acólitos, él pide “elecciones totales”, hecho que, técnicamente, lo coloca en la misma orilla que Estados Unidos, Europa y el Grupo de Lima, lo cual no significa que se alíe a ninguno de ellos. Mujica es Mujica.

La tendencia de la izquierda a rechazar la crítica desde sus propias filas, considerar infalibles a sus líderes y encontrar culpables más allá de sí misma, hace a Mujica incómodo, cosa que ocurre ahora cuando, con su habitual franqueza, se desmarca de la posición común para pedir al presidente Nicolás Maduro que considere la posibilidad de anticipar las elecciones que, por cierto, acaban de celebrarse.

Con la honestidad que lo caracteriza, Mujica reconoce que la solución que apoya no es justa ni jurídicamente fundamentada, puede incluso ser una arbitrariedad, pero a su juicio, es la única capaz de salvar el proceso venezolano y evitar males mayores, entre ellos, un conflicto armado civil o una intervención extranjera.

Según ha explicado Mujica, a su juicio, debido al peso específico de Venezuela en el mercado petrolero mundial, la importancia presente y futura de este recurso y las alianzas estratégicas de ese país con China, Rusia e Irán, el imperialismo puede haber considerado que es imprescindible frenar el proceso bolivariano, incluso acudiendo a la opción militar.

De esta certeza se deriva su llamado a agotar los esfuerzos para paralizar la presunta agresión imperialista antes que atravesar por la prueba de intentar derrotarla en los campos de batalla. Según su evaluación, en un conflicto así, no habría vencedores.

La vía electoral, que estaría por negociar, es una opción recorrida en 25 oportunidades por la Revolución Bolivariana que ha resultado vencedora en 23 de ellas. Aunque fiscalizadas internacionalmente, cualquier elección se realizarían en un período aún por determinar, bajo el gobierno legítimo y al amparo de las instituciones constituidas, entre ellas, la fuerza armada nacional bolivariana.

En un proyecto de esa naturaleza las combinaciones y las posibilidades de que el chavismo vuelva a resultar ganador son muchas. Quien ganó 23 elecciones en veinte años puede ganar una más, sobre todo si logra concientizar a sus bases y persuadir a la mayoría de que en ello se juega el destino de la patria.

Por más apoyo mediático y recursos que reciba, la oposición no puede igualar las capacidades de movilización política de la Revolución que, entre otras cosas, cuenta con el más numeroso partido político activo en la región. De lo que se trata es de lograr que el apoyo manifestado en las calles se exprese en las urnas.

Por su posición, Mujica ha recibido “fuego amigo” y aunque, como le han recordado, no es un “sabelotodo”, ha probado ser suficientemente sabio como para merecer ser escuchado y, como mínimo recibir el beneficio de la duda. Las apuestas siguen abiertas. Allá nos vemos.

La Habana, 14 de febrero de 2019

El Salvador: o desafio urgente da esquerda

El Salvador: o desafio urgente da esquerda

Os resultados das recentes eleições presidenciais em El Salvador, que favoreceram majoritariamente a candidatura do jovem político Nayib Bukele, enviaram para o terceiro lugar o principal partido de esquerda, a FMLN [Frente Farabundo Martí de Libertação Nacional], já que as poderosas maquinarias eleitorais da ARENA [Aliança Republicada Nacionalista] e da FMLN foram literalmente varridas pela avalanche popular de eleitores pró-Nayib.

Esta situação merece do movimento popular salvadorenho um esforço em compreender as razões desta derrota, bem como vislumbrar as rotas que permitam recuperar a confiança dos setores populares em uma alternativa de esquerda.

Há uma nova realidade política, desde março do ano passado, que se pretende ocultar via voluntarismo, messianismo e sectarismo, mas enquanto não for reconhecida crítica e autocriticamente, não se conseguirá superá-la e o isolamento da esquerda será maior.

E tudo isto no marco de uma crescente e exitosa ofensiva da direita em nível latino-americano, mas também no marco das combativas marchas dos coletes amarelos na Europa. Na continuidade, identificamos algumas tendências neste ainda confuso e complexo panorama.
Antecedentes

A ruptura da FMLN com Nayib Bukele, ex-prefeito de San Salvador, foi um grave erro estratégico, mais que tático, já que: a) rompe a aliança política construída com importantes setores do capital árabe a partir da candidatura de Mauricio Funes, em 2007, para privilegiar a aliança com setores do capital transnacional. Esta aliança com o capital árabe era chave para enfrentar politicamente o capital oligárquico representado na ARENA; b) esta ruptura cria uma lacuna política entre setores revolucionários (Frente) e setores democráticos (Nayib), o que fragiliza as forças pela mudança social e historicamente sempre conduziu ao fracasso de projeto popular; e c) indiscutivelmente, Nayib é o personagem político mais carismático dos últimos 50 anos, e enfrentá-lo eleitoralmente foi um claro exemplo de prepotência e evidente suicídio político.
A situação

Os resultados do dia 3 de fevereiro passado colocam a esquerda e a FMLN como seu principal responsável, na mais perigosa crise de sua história de 40 anos; já que não é uma crise derivada, como no passado (1981), de uma derrota militar ou inclusive eleitoral (1999). Vai além. É uma crise política de legitimidade do já centenário projeto histórico da esquerda frente aos olhos e o coração das pessoas.

Um problema básico é que as pessoas confundam o que é o projeto de esquerda histórico com esta oferta eleitoral conjuntural da FMLN e que isto golpeie o imaginário de esquerda na população. Está claramente no profundo do pensar popular o questionamento e a disputa sobre a ideia de mudança social. Isso é o que está em jogo. E da forma como for resolvida esta crise depende a viabilidade, não tanto do partido FMLN, mas da ideia de transformação social, de sua fundamentação ideológica e principalmente ética.

O acúmulo político (apoio popular) conquistado pela FMLN em seus primeiros doze anos (1980-1992) de enfrentamento à ditadura militar e intervenção dos Estados Unidos, que lhe permitiram alcançar os Acordos de Paz de 1992 e conquistar a presidência em 2009, encontra-se seriamente golpeado, senão esgotado.

E o conquistado de acúmulo político nestes dez anos de governo (2009-2019), por sua natureza clientelista, evapora rapidamente, passando, em cinco anos, (2014-2019), de primeira para terceira força política do país, não obstante ser a força eleitoral melhor organizada.

Diante disto, surgem diversas explicações e se abrem diversos cenários de futuro como força política de esquerda e frente aos setores populares.
As explicações

Escutamos diversas narrativas que pretendem explicar o desenlace eleitoral. Para alguns e algumas, a razão deste desenlace adverso está em que “as pessoas são ingratas”, “tanto que lhes demos e viraram as costas para nós”. As pessoas são as culpadas, inclusive alguns se atrevem a classificar como traição a decisão popular pró-Nayib.

Outros aceitam o discurso da culpabilidade, mas o atribuem – como o ex-presidente Funes – a uma suposta “falta de informação” das pessoas, que permitiu que Nayib as enganasse. A tese é que as pessoas são ignorantes e se deixam facilmente manipular. Outros não dão importância a este desenlace, já que é “uma crise a mais que iremos superar”, “saímos de crises piores”. Ou seja, o voluntarismo.

Outros alegam que a vitória de Nayib não é representativa porque apenas 50% da população votaram, ou que foi por causa da prática midiática do ex-promotor Douglas Meléndez (La Página) e até algum partidário da teoria da conspiração acusa a todo-poderosa CIA por este descalabro eleitoral (terminar com 14% dos votos).

Na realidade, o fenômeno é multicausal, mas tem fortes raízes internas, deve-se a uma rejeição popular generalizada a diversos erros e condutas, entre estas, a uma atitude branda frente à corrupção (caso Funes, os supersalários), a estilos de vida suntuosos, a políticas clientelistas, ao abandono e enfraquecimento da organização e luta popular, ao peso subjetivo de 27 anos de luta eleitoral, etc. Aqui é que radicam as causas profundas desta derrota. Um dos principais erros políticos cometidos pela direção da Frente é o apoio a personagens vinculados a fatos de corrupção como o ex-presidente Funes, do qual deveria rapidamente se separar.
As respostas

A direção da ARENA já se adiantou para responder a esta crise, com medidas de renovação, já que anteciparão as eleições internas e os integrantes da atual condução não poderão participar. Isto no marco do surgimento de vozes dissidentes em sua fração legislativa que reivindicam uma renovação profunda.

No caso da FMLN, estas vozes são mais escassas, como é o caso do prefeito de San Marcos, Fidel Fuentes. E na análise ainda predomina um esforço em jogar a culpa em fatores externos. Quanto mais a Frente demorar em sua “avaliação” e em tomar medidas credíveis de renovação, maior será a fatura política, diante de pessoas que em seu imaginário passaram a se deslocar do vermelho para o celeste como símbolo de esperança, de futuro, de utopia.
As lições

A experiência salvadorenha de dez anos de governo do FMLN ensina que as mudanças de cima (o poder popular de cima, os governos de esquerda) só podem se consolidar com um forte poder popular de baixo, caso contrário, resultam frágeis e temporais, são facilmente reversíveis. Só a organização e a consciência popular garantem a continuidade das mudanças.

Fica comprovado que os programas sociais não se traduzem em votos, nem muito menos em consciência e organização. São dez anos de assistencialismo puro e as pessoas receberam a ajuda e votou em Nayib. Construir poder popular exclusivamente de cima é se condenar ao fracasso, cedo ou tarde. E podemos facilmente nos ver no espelho do Brasil e Venezuela.

Para os Estados Unidos, nenhum dos três candidatos constituiu uma ameaça, não obstante, paradoxalmente, seja Calleja, o candidato da ARENA e dono da Selectos, o único que em nível empresarial dispute com Walmart o monopólio do comércio, no varejo. Mas, pela experiência destes últimos dez anos, o mais recomendável teria sido Hugo, já que assim se continuaria garantindo o protesto popular frente ao modelo neoliberal. Nayib constitui uma incógnita, o que gera incerteza. E Calleja poderia facilmente desencadear a mobilização social, que é aquilo que, junto com as “caravanas”, o império considera a principal ameaça a ser evitada.

As relações com a República Popular da China, sim, são um elemento de preocupação, já que desestabiliza os Estados Unidos, a ordem regional vigente e é um desafio aberto a sua dominação, ainda que a partir do marco de uma mesma economia-mundo capitalista. Interessantemente, o governo Funes começou desafiando a oligarquia, ao abrir relações com Cuba, e o governo Sánchez Ceren conclui desafiando os Estados Unidos, ao abrir relações com a China Popular.
Os cenários (internos) futuros

É possível prever cenários futuros a respeito da Frente e sua digestão desta crise:

Há a possibilidade de uma situação em que se combine falta de renovação com fragmentação. Em caso de existir resistência a abandonar os cargos de direção – e isto é o mínimo que a população demanda para voltar a confiar neste instrumento político –, certamente se ampliará o horizonte de fragmentação interna, e de punição popular nas eleições de 2021.

O segundo cenário é o de não haver renovação, mas que se mantenham unidos. É o cenário da trincheira, do autismo. Seria a repetição do que aconteceu depois da também derrota eleitoral, do ano passado, nas eleições legislativas e municipais, nas quais se perdeu San Salvador e se reduziu a fração legislativa, e não foram realizadas mudanças. Dirigiram o conflito interno, mas não recuperaram o favor popular e, certamente, continuarão diminuindo eleitoralmente nas próximas eleições de 2021.

Um terceiro cenário é que haja renovação, mas divididos. Ou seja, que um setor encampe a renovação e consiga o apoio da militância para a impulsionar – inclusive a partir de uma visão claramente social-democrata –, mas isto leve a uma ruptura inclusive pública com outro setor que se aferre a uma visão mais conservadora.

Um quarto cenário, o mais positivo, mas por sua vez talvez o mais distante, é que haja renovação e, ao mesmo tempo, os diversos agrupamentos se mantenham unidos. Isto permitiria dar coesão à militância, renovar os vínculos com os setores populares e dar início a um processo de democratização que revitalizaria o instrumento político no novo panorama surgido a partir destas eleições presidenciais.
Os cenários (externos) futuros. Atitude diante de Nayib (presidente eleito)

No caso de Nayib, já está sendo qualificado como peão do império. E quanto mais for atacado, mais será empurrado para essa direção. Nayib é uma pessoa de esquerda democrática, social-democrata. E do que fizermos como esquerda influenciará que seja um social-democrata de direita, de centro ou de esquerda. O governo de Nayib será ideológica e politicamente um governo em disputa.

Existem basicamente dois cenários:

A oposição.

Uma possibilidade é que se defina uma linha de desgaste para Nayib e se trabalhe para desqualificar o governo. Isto será fortemente criticado pelos setores populares e conduzirá, cedo ou tarde, a um maior isolamento. Certamente, a ARENA buscará na FMLN um aliado firme para descarrilhar o governo de Nayib. Tomara que a FMLN não se preste a este serviço. O perigo está em se tornar, de fato ou de direito, sócio menor de uma aliança anti-Nayib, conduzida por FUSADES-ANEP-ARENA.

O apoio crítico.

O próximo governo de Nayib será um governo em disputa, entre setores de direita e setores de orientação popular. O tanto que irá avançar ou retroceder dependerá da pressão popular e as alianças. Neste marco, é chave a busca de um acordo, desde já, antes que assuma o governo em junho, que compreenda o compromisso de garantir os programas sociais, um rumo independente em política exterior, a não privatização da água, etc. Isto será certamente aplaudido pelos setores populares e permitirá uma valorização positiva do esforço.

É necessário estender pontes para o novo bloco emergente de poder, para buscar influenciar e participar da luta pelo futuro rumo. Os gringos compreenderam bem isso e já estão dando seu apoio, e certamente a União Europeia fará o mesmo, também os recém-chegados chineses e isto o colocará no mapa do que ocorre na Venezuela e Nicarágua.

Finalmente… entre as pessoas, como entre as forças políticas, quando se perdeu o rumo, o mais adequado é retornar às nossas raízes.

El desafío urgente de la izquierda en El Salvador

El desafío urgente de la izquierda en El Salvador
Roberto Pineda 6 de febrero de 2019
Los resultados de las recientes elecciones presidenciales en El Salvador que favorecieron mayoritariamente la candidatura del joven político Nayib Bukele, así como enviaron al tercer lugar al principal partido de izquierda, el FMLN, ya que las poderosas maquinarias electorales de Arena y del Fmln fueron literalmente barridas por la avalancha popular de votantes pronayib.

Esta situación amerita para el movimiento popular salvadoreño un esfuerzo por comprender las razones de esta derrota, así como vislumbrar los derroteros que permitan recuperar la confianza de los sectores populares en una alternativa de izquierda.
Hay una nueva realidad política desde marzo del año pasado que se pretende ocultar vía voluntarismo, mesianismo y sectarismo, pero mientras no se le reconozca crítica y autocríticamente, no se lograra superarla y el aislamiento de la izquierda será mayor.
Y todo esto en el marco de una creciente y exitosa ofensiva de la derecha a nivel latinoamericano. Pero también en el marco de las combativas marchas de los chalecos amarillos en Europa. A continuación identificamos algunas tendencias en este todavía confuso y complejo panorama.
Antecedentes
La ruptura del FMLN con Nayib Bukele, exalcalde de San Salvador, fue un grave error estratégico más que táctico ya que: a) rompe la alianza política construida con importantes sectores del capital árabe a partir de la candidatura de Mauricio Funes en 2007, para privilegiar alianza con sectores de capital transnacional. Esta alianza con el capital árabe era clave para enfrentar políticamente al capital oligárquico representado en ARENA , b)esta ruptura crea una brecha política entre sectores revolucionarios (Frente) y sectores democráticos (Nayib) lo que debilita las fuerzas por el cambio social e históricamente siempre ha conducido al fracaso de proyecto popular y c) indiscutiblemente Nayib es el personaje político más carismático de los últimos 50 años, y enfrentarlo electoralmente fue un claro ejemplo de prepotencia y evidente suicidio político.
La situación
Los resultados del 3 de febrero pasado colocan a la izquierda y al FMLN como su principal representante, en la más peligrosa crisis de su historia de 40 años; ya que no es una crisis derivada como en el pasado (1981) de una derrota militar o incluso electoral (1999). Va más allá. Es una crisis política de legitimidad del ya centenario proyecto histórico de la izquierda ante los ojos y el corazón de la gente.
Un problema básico es que la gente confunda lo que es el proyecto de izquierda histórico con esta oferta electoral coyuntural del FMLN y esto golpee el imaginario de izquierda en la población Está claramente en lo profundo del pensar popular el cuestionamiento y la disputa sobre la idea del cambio social. Eso es lo que está en juego. Y de la forma como se resuelva esta crisis depende la viabilidad no tanto del partido FMLN sino de la idea de transformación social, de su fundamentación ideológica y principalmente ética.
La acumulación política (respaldo popular) lograda por el FMLN en sus primeros doce años (1980-1992) de enfrentamiento con la dictadura militar y la intervención de Estados Unidos, que le permitieron lograr los Acuerdos de Paz de 1992 y alcanzar la presidencia en el 2009 se encuentra seriamente golpeada, sino agotada.
Y lo logrado en acumulación política en estos diez años de gobierno (2009-2019) por su naturaleza clientelar, se evapora rápidamente, pasando en cinco años, (2014-2019) de primera a convertirse en tercera fuerza política del país, no obstante ser la fuerza electoral mejor organizada.
Frente a esto surgen diversas explicaciones y se abren diversos escenarios de futuro como fuerza política de izquierda y de cara a los sectores populares.
Las explicaciones
Hemos escuchado diversas narrativas que pretenden explicar el desenlace electoral. Para algunos y algunas, la razón de este desenlace adverso radica en que “la gente es desagradecida”, “tanto que les hemos dado y nos dieron la espalda”. La gente es la culpable, incluso algunos se atreven a calificar de traición la decisión popular pro-Nayib.
Otros aceptan el discurso de la culpabilidad pero lo achacan como el expresidente Funes a una supuesta “falta de información” de la gente que permitió que Nayib los embaucara. La tesis es que la gente es ignorante y se deja fácilmente manipular. Otros le restan importancia a este desenlace ya que es “una crisis más que vamos a superar”, “de peores crisis hemos salido”. O sea el voluntarismo.
Otros alegan que el gane de Nayib no es representativo porque solo votó el 50% de la población, o que se debió a la práctica mediática del exfiscal Douglas Meléndez (La Página) y hasta algún partidario de la teoría de la conspiración acusa a la todopoderosa CIA de este descalabro electoral (terminar con el 14 % de la votación).
En realidad el fenómeno es multicausal, pero tiene fuertes raíces internas, se debe a un rechazo popular generalizado a diversos errores y conductas, entre estas a una actitud blanda frente a la corrupción (caso Funes, los sobresueldos), a estilos de vida suntuosos, a políticas clientelistas, al abandono y debilitamiento de la organización y lucha popular, al peso subjetivo de 27 años de lucha electoral, etc. Aquí es que radican las causas profundas de esta derrota. Uno de los principales errores políticos cometidos por la dirección del Frente es el respaldo a personajes vinculados a hechos de corrupción como el expresidente Funes, del cual debería rápidamente separarse.
Las respuestas
La dirección de ARENA se adelantó ya a responder a esta crisis, con medidas de renovación, ya que adelantaran las elecciones internas y los integrantes de la actual conducción no podrán participar. Esto en el marco del surgimiento de voces disidentes en su fracción legislativa que reclaman por una renovación profunda.
En el caso del FMLN, estas voces son más escasas, como es el caso del alcalde de San Marcos, Fidel Fuentes. Y predomina todavía en el análisis un esfuerzo por echarle la culpa a factores externos. Mientras más se tarde el Frente en su “evaluación” y en tomar medidas creíbles de renovación, la factura política será mayor, de cara a la gente que en su imaginario, han pasado a desplazarse del rojo hacia el celeste como símbolo de esperanza, de futuro, de utopía.
Las lecciones
La experiencia salvadoreña de diez años de gobierno del FMLN enseña que los cambios desde arriba (el poder popular desde arriba, los gobiernos de izquierda) solo pueden consolidarse con un fuerte poder popular desde abajo, si no, resultan frágiles y temporales, son fácilmente reversibles. Solo la organización y la conciencia popular garantizan la continuidad de los cambios.
Queda comprobado que los programas sociales no se traducen en votos, ni mucho menos en conciencia y organización. Son diez años de asistencialismo puro y la gente recibió la ayuda y votó por Nayib. Construir poder popular exclusivamente desde arriba es condenarse al fracaso más temprano que tarde. Y podemos fácilmente vernos en el espejo de Brasil y Venezuela.
Para los Estados Unidos, ninguno de los tres candidatos constituyó una amenaza, no obstante que paradójicamente sea Calleja, el candidato de ARENA y dueño de Selectos, el único que a nivel empresarial le disputa a Wallmart el monopolio del comercio al por menor. Pero por la experiencia de estos últimos diez años lo más recomendable hubiera sido Hugo, ya que así se continuaría garantizando mantener a raya la protesta popular frente al modelo neoliberal. Nayib constituye una incógnita, lo que genera incertidumbre. Y Callejas podría fácilmente desencadenar la movilización social, que es lo que junto con las “caravanas” se considera para el imperio como amenaza principal a evitar. En términos ideológicos, no hay mucha distancia entre los tres candidatos, giran alrededor dle reloj socialdemocrata.
Las relaciones con la RPCh sí son un elemento de preocupación, ya que les desestabiliza a los EE. UU., el orden regional vigente y es un desafío abierto a su dominación, aunque desde el marco de una misma economía-mundo capitalista. Interesantemente, el gobierno Funes inició desafiando a la oligarquía al abrir relaciones con Cuba y el gobierno Sánchez Ceren concluye desafiando a los Estados Unidos al abrir relaciones con China Popular.
Los escenarios (internos) a futuro
Puede preverse cuatro escenarios a futuro con relación al Frente y su digestión de esta crisis:
Existe la posibilidad de una situación en la que se combine falta de renovación con fragmentación. En caso de existir resistencia a abandonar los cargos de dirección y esto es lo mínimo que la población demanda para volver a confiar en este instrumento político, seguramente se ampliará el horizonte de fragmentación a lo interno, y de castigo popular en las elecciones del 2021.
El segundo escenario, es el que no haya renovación pero se mantengan unidos. Es el escenario de la trinchera, del autismo. Sería la repetición de lo que sucedió luego de la también derrota electoral del año pasado en las elecciones legislativas y municipales, en que se perdió San Salvador y se redujo la fracción legislativa, y no se hicieron cambios. Manejaran el conflicto interno pero no recuperaran el favor popular y seguramente seguirán disminuyendo electoralmente en las próximas elecciones del 20121.
Un tercer escenario es que haya renovación pero divididos. O sea que un sector abandere la renovación y logre el respaldo de la militancia para impulsarla –incluso desde una visión claramente socialdemócrata-pero esto lleve a una ruptura incluso pública con otro sector que se aferre a una visión más conservadora.
Un cuarto escenario, el más positivo pero a la vez quizás más lejano, es que haya renovación y a la vez se mantengan unidos los diverso agrupamientos. Esto permitiría cohesionar a la militancia, renovar los vínculos con los sectores populares y dar inicio a un proceso de democratización que revitalizaría al instrumento político en el nuevo panorama surgido a partir de estas elecciones presidenciales.
Los escenarios (externos) a futuro. Actitud frente a Nayib (presidente electo)
En el caso de Nayib, ya se le está calificando como peón del imperio. Y mientras más se le ataque más se le va empujar hacia esa dirección. Nayib es una persona de izquierda democrática, socialdemócrata. Y de lo que hagamos como izquierda va depender que sea un socialdemócrata de derecha, de centro o de izquierda. El gobierno de Nayib será ideológica y políticamente un gobierno en disputa.
Existen básicamente dos escenarios:
La oposición.
Una posibilidad es que se defina una línea de desgaste hacia Nayib y se trabaje para descalificar al gobierno. Esto será fuertemente criticado por los sectores populares y conducirá más temprano que tarde hacia un mayor aislamiento. Seguramente ARENA tratara de buscar en el FMLN un aliado firme para descarrilar el gobierno de Nayib. Ojala el FMLN no se preste a este cometido. Si va haber una oposición acrítica que la desempeñe Arena. El peligro está en convertirse de hecho o de derecho, en socio menor de una alianza anti nayib conducida por FUSADES-ANEP-ARENA.
El apoyo crítico.
El próximo gobierno de Nayib será un gobierno en disputa, entre sectores de derecha y sectores de orientación popular. Que tanto avance o retroceda dependerá de la presión popular y las alianzas. En este marco es clave la búsqueda de un acuerdo desde ya, desde antes que asuma en junio el gobierno, que comprenda el compromiso de garantizar los programas sociales, un rumbo independiente en política exterior, la o privatización del agua, etc. Esto será seguramente aplaudido por los sectores populares y permitirá una valoración positiva del esfuerzo.
Se necesita tender puentes hacia el nuevo bloque emergente de poder para tratar de influir y participar en pugna por el futuro rumbo, los gringos lo han entendido bien y ya están dando su apoyo, y seguramente lo mismo hará la Unión Europea e incluso los recién llegados chinos y esto ponerlo en el mapa de lo que pasa en Venezuela y Nicaragua.
Es muy signnificativo como tanto el FMLN como ARENA asuman los procesos de ajuste de manera similar. Finalmente…entre las personas como entre las fuerzas políticas, cuando se ha perdido el rumbo lo más adecuado es regresar a nuestras raíces.

Tributo a Juan Mari Brás

Palabras de Olga Sanabria Dávila en el Tributo a Juan Mari Brás
Olga I. Sanabria Dávila
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No hay palabras para expresar el honor que representa para mí dirigirme a ustedes en este Homenaje a Juan Mari Brás que rendimos en el día de hoy desde la diáspora.

Juan Mari Brás nos tocó a todos los patriotas luchadores y luchadoras por la independencia de Puerto Rico que participamos desde la década de los años 60, algunos desde los 70. Era una lucha álgida, intensa, una militancia dura. Era un clima internacional de efervescencia de luchas antiimperialistas de independencia y liberación nacional, de guerras por la soberanía. De un campo socialista fuerte. !De revoluciones como La Revolución Cubana!

Desde los quince años Juan Mari Brás se integró a la lucha influido por la generación del Partido Nacionalista y el dirigente máximo del nacionalismo y otro gran luchador y mártir de nuestra lucha nacional, Pedro Albízu Campos. En su desarrollo reunió todas las cualidades que debe tener un dirigente o que deben existir dentro de una dirección colectiva, un dirigente que dirigió con su ejemplo y su gran visión estratégica. De gran disciplina, compromiso, dedicación, trabajador como pocos, y el extraordinario sentido del sacrificio que requieren las grandes luchas de los pueblos.

Fue un estudioso de una mente jurídica y política extraordinaria al igual que su oratoria. Y su gran capacidad analítica lo hizo un estratega de primera.

Además, solidario, amigo, incluso humilde, porque no debemos confundir la vehemencia y firmeza con arrogancia o falta de humildad. No se jactaba de su gran inteligencia, memoria, oratoria, ni de sus demás grandes cualidades que lo hacían objeto de admiración, respecto inspiración y esperanza. A pesar de su arrojo era en algo tímido. Por sus grandes atributos y logros como abogado y jurista muchos pensaban que era un hombre rico – nada más lejos de la realidad.

Lo conocí cuando yo era apenas una adolescente consciente solo de mi puertorriqueñidad cuando me criaba aquí en esta ciudad. Luego lo conocí cuando milité en el Movimiento Pro Independencia. El era Secretario General y el MPI estaba en transición hacia el Partido Socialista Puertorriqueño.

Juan Mari Brás fue fundador del Movimiento Pro Independencia junto a pequeño grupo de patriotas, recorrió las ciudades, pueblos, campos y montes de Puerto Rico día tras día, noche tras noche, con la idea de fundar un gran Movimiento que reagrupara nuestras fuerzas, incorporando nacionalistas, populares desafectos o expulsados, comunistas y jóvenes de la gloriosa Federación de Universitarios Pro Independencia fundada varios años antes y cuyos miembros ya graduados o expulsados de Universidad de Puerto Rico buscaban canalizar su esfuerzo y sentimiento revolucionario, un movimiento que se fuera por encima de la brutal represión de la década de los años cuando se pretendió eliminar no solo el nacionalismo puertorriqueño, no solo a los independentistas sino la puertorriqueñidad misma. Con el lema ¡Despierta Boricua, defiende lo tuyo! se desarrolló lo que llamamos en el momento y seguimos llamando la Nueva Lucha por la independencia de Puerto Rico.

Mari Bras fue el visionario de aquel gran movimiento, fundado en 1959 y llamado Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico que tiró nuevamente a las calles un pueblo puertorriqueño con una memoria aún viva de Pedro Albizu Campos, de las hazañas heroicas del nacionalismo puertorriqueño, y luego dirigió el proceso de su transformación en el gran Partido Socialista Puertorriqueño.

En ese contexto en Puerto Rico se desarrolló multiplicidad de instituciones, grupos culturales y de teatro, grupos de intelectuales, grupos estudiantiles, organismos sindicales y de lucha obrera, se desarrolló toda una cultura de lucha que trascendió las organizaciones, y cobró dinámica propia de afirmación de lucha, de afirmación nacional, de afirmación de lo nuestro que repercute hasta el día de hoy.

En Estados Unidos, era un momento de grandes polarizaciones, una efervescencia que abarcaba un movimiento contra la Guerra en Vietnam, de los estudiantes, por los derechos civiles de los afro- americanos y otros de las llamadas minorías incluyendo los puertorriqueños, un movimiento de mujeres, de los trabajadores, de los pobres y muchos otros sectores de este país.

Durante esa efervescencia social y política en Estados Unidos, el Movimiento Pro Independencia transita hacia el Partido Socialista Puertorriqueño y se impulsa la fundación de una seccional del PSP en Estados Unidos que tuvo innumerables organismos y frentes de lucha, incluyendo la izquierda norteamericana, a favor de los derechos democráticos y la lucha por la independencia de Puerto Rico.

Acá en Estados Unidos, y en Nueva York, como Secretario General del PSP Mari Brás nos tocó a todos.

Nos tocó porque la Seccional de Estados Unidos del partido que dirigía nos apoderó al igual que en Puerto Rico, nos apoderó para crecernos, para ser dirigentes, para aprender haciendo, aprender haciendo y producir un periódico, aprender haciendo y organizar, aprender haciendo y dar discursos, aprender haciendo y desarrollar la comunicación social, comunitaria y política, aprender haciendo y organizar, aprender haciendo y recabar dinero y recursos, aprender haciendo en muchas esferas. Nos apoderó también para ser seres humanos distintos, solidarios, firmes en nuestra lucha de independencia en el compañerismo y la solidaridad entre nosotros y en la solidaridad con otros pueblos.

Además en la coyuntura que le toco Mari Brás fue además visionario de la presentación del caso de Puerto Rico a nivel internacional, en Naciones Unidas, en el Movimiento de Países; de la necesidad de la solidaridad de los pueblos en lucha con Puerto Rico y la necesidad de la solidaridad recíproca, así aprendimos también de las luchas en Africa, Asia y el resto de América Latina y el Caribe. Mari Brás se hizo amigo de Fidel desde antes de la Revolución, y también fue amigo de Salvador Allende y tantos otros dirigentes de las grandes luchas.

Un papel especial en la política del MPI y luego del Partido Socialista Puertorriqueño, fue la relación con la Revolución Cubana y el pueblo cubano. Puerto Rico históricamente, y da soberbia, indigna, decirlo, Puerto Rico históricamente ha sido el basurero de la escoria reaccionaria que no entiende o no quiere entender y corren a otros lares cuando ascienden al poder gobiernos que ponen el interés humano por encima del llamado Mercado, del capital y de intereses foráneos con todo lo que ello implica. Entran a Puerto Rico porque bajo nuestra condición colonial no somos nosotros quienes decidimos quien inmigra a nuestro país. Y así, cuando triunfó la Revolución Cubana llegaron a Puerto Rico decenas de miles de exiliados cubanos que desarrollaron poder económico y político.

Hasta ahí llegaron, y eso no ha sido poca cosa. Pero si pensaban que harían en San Juan lo que hacían en Miami donde durante mucho tiempo lograron que nadie hablara ni mínima ni tímidamente la verdad de la Revolución, se llevaron la gran sorpresa porque en Puerto Rico el MPI y luego el Partido Socialista bajo la dirección de Mari Brás reciprocamos la solidaridad cubana con una política vertical de solidaridad con la Revolución, impulsando la divulgación de información, las actividades de solidaridad y más importante aún, asegurando que los puertorriqueños, comenzando con la militancia independentista y socialista, pero no limitándose a ello, viajaran a ver con sus propios ojos la Revolución y a conocer con sus corazones al pueblo cubano.

Y las agencias de viaje que establecimos para ese fin la Agencia Girasol y luego la agencia Viajes Antillas fueron objeto de ataques con bombas como lo fue también el local del Movimiento Pro Independencia. Luego también vinieron los viajes de cubanos criados en Puerto Rico lo que también tuvo su precio en el vil asesinato de Carlos Múñiz Varela.

No obstante, continuó y continúa la solidaridad y continuaron y continúan los viajes a Cuba también a eventos profesionales y culturales, también de todos los sectores ideológicos del país. Así se logró que no se hicieran en San Juan lo que en Miami. En Puerto Rico sí siempre se ha hablado de Cuba, de La Revolución y del gran dirigente Fidel Castro cuando en Miami era tabú. Por eso los ahora dignamente llamados exiliados cubanos, despreciaban a los independentistas y en particular a Mari Brás, hasta llegar a la conspiración con agencias represivas del imperio y la colonial que cegó la vida de su hijo, Santiago Mari Pesquera – Chagui – imponiéndole a Mari Brás y su familia el sacrificio supremo, quitándole también su hijo a Paquita Pesquera Cantellops, su hermano a Raulito y Rosi Mari, quitándole a Mariana, a Mari Mari y a Teresa, a quien hubiera sido otro hermano.

En su trayectoria Mari Brás logró agrupar dirigentes y militantes talentosos e igualmente sacrificados y comprometidos con las organizaciones y las campañas por la lucha de independencia de Puerto Rico y la justicia social para los trabajadores. Pero Mari Bras sentaba la pauta con su calidad de revolucionario, con su firmeza, con su seguridad. Todo ello a pesar de los rasgos de timidez y humildad en su personalidad negada por algunos por su vehemencia y oratoria. Y todo ello a pesar de sus imperfecciones que tuvo como cualquier ser humano las tiene y que sabemos la historia le perdonará.

Luego de cesar sus funciones en el Partido Socialista, por decisión propia luego de más de 25 años en las direcciones de organizaciones como el MPI y el PSP, y para dar paso a otra generación de dirigentes, Mari Brás siguió sembrando victorias para el pueblo puertorriqueño. Su renuncia a la ciudadanía de Estados Unidos es un clásico ejemplo de su visión estratégica. Además, redescubrió a Hostos para el pueblo puertorriqueño y la academia, promoviendo la publicación moderna de su obra además de ocupar la prestigiosa Cátedra Eugenio María de Hostos en la Universidad de Puerto Rico y publicar sus propios escritos de profundidad sobre uno de nuestros grandes próceres del Siglo XIX.

En el caso de la ciudadanía Mari Brós renuncia a su ciudadanía de Estados Unidos para probar que como puertorriqueño podía vivir sin la ciudadanía norteamericana, porque los puertorriqueños tenemos una ciudadanía propia que es la puertorriqueña, y se propone que luego de ya no ser ciudadano de Estados Unidos seguir ejerciendo la abogacía, ejerciendo la cátedra, dicho sea de paso en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos cuya fundación propulsó, votando en las elecciones de Puerto Rico siempre y cuando a su criterio su voto adelantara la lucha de independencia de Puerto Rico.

Y fue cuando su voto fue retado en los tribunales sobre la base de ausencia de la ciudadanía de Estados Unidos, que ganó el caso en el Tribunal Supremo de Puerto Rico el cual afirmó la existencia de la ciudadanía puertorriqueña, ciudadanía que se extiende a los puertorriqueños en Estados Unidos.

La obra de Mari Brás, el MPI, el PSP y tantos otros organismos que fundó, fue la influencia de nuestra generación de luchadores. – una obra impresa hoy en todos los ámbitos de Puerto Rico: en el campo de lo jurídico, del periodismo, cultural, sindical, diplomático y muchos otros, como estará impresa su obra en la historia de nuestro pueblo.

A los puertorriqueños nos ha tocado una lucha muy dura como colonia clásica frente al imperio más poderoso que ha conocido la humanidad, pero en el universo, Puerto Rico es lo que tenemos, por eso uno de los muchos libros de la autoría de Mari Bras, se titula Patria y universo.

Como alguien militó en varias organizaciones dirigidas por él, como alguien que trabajo con él, y estuvo cerca de él en tantos ámbitos de lucha y amistad, que lo conoció en su amor a Vieques, a Puerto Rico y a la lucha, creo que puedo dirigirme directamente a él:

Querido Juan, muy querido,

Gracias por regalarnos a algunos de los presentes aquí hoy su último discurso porque fue durante su enfermedad, aquí en Nueva York, que lo pronunció en el Centro El Maestro en el Sur del Bronx, entre la diáspora que hoy lo homenajea.

¡Gracias a sus seres humanos como usted, a dirigentes como usted, nuestro pueblo no ha sido un pueblo huérfano, ni apátrida, sino un pueblo tan guerrillero como cualquiera otro, tan luchador como cualquiera otro y tan solidario y soñador como cualquiera otro. Gracias a dirigentes como Ud. y a su ejemplo nuestra lucha reverdece siempre!

¡Libertad para Oscar López Rivera!

¡Libertad para Norberto González Claudio!

¡Viva la memoria y la obra de Juan Mari Brás!

¡Viva Puerto Rico libre!

Vivir la independencia

Vivir la independencia
Por Marta Aponte Alsina

Publicado: miércoles, 5 de diciembre de 2018

A José Alberto Álvarez Febles y Lureida Torres Rodríguez in memoriam

Agradezco a la Fundación Juan Mari Brás la invitación a presentar este libro. Mari Mari Narváez me comunicó que pensaron en mí porque soy escritora e independentista no afiliada.
Asumo y sumo. Soy contemporánea de casi todas las personas que aportan en este libro sus recuerdos de don Juan Mari Brás y fui militante del Partido Socialista Puertorriqueño. Además, soy lectora de formación comparatista; un método de leer relacionando y en contexto histórico.
Leí las entrevistas a la par con las Memorias de Mari Brás. Crucé lecturas, como si fueran capítulos de un solo libro. Una trama única, compleja en sus tonos y miradas. Ninguno de los libros es biografía, aunque en las memorias sí hay pasajes autobiográficos. Se dedican más bien a la vida pública del patriota.
Sobre el libro que hoy presentamos salta a la vista que los entrevistados son menores que Juan Mari. Solo dos lo conocieron en calidad de adversario ideológico o figura contrastante: Rafael Hernández Colón y Rubén Berríos Martínez. Como es propio, destacan los valores más que las diferencias. Berríos puntualiza: “Solo vi entrega perenne, valor a toda prueba, trabajo riguroso e incansable y la perseverancia que le venía desde su primera infancia; siempre abierto a explorar e inventar nuevas formas y métodos para adelantar nuestra liberación y… flexibilidad para buscar nueva avenidas de acción” en el activismo político. Rafael Hernández Colón recuerda a “un hombre de profundas convicciones, decente, veraz y muy valiente”.

En las demás entrevistas se perciben acercamientos distintos, correspondientes a las personalidades de los entrevistados, aunque siempre reconocen en Juan Mari Brás al humano que en buena medida determinó el rumbo de sus vidas, o se movió en el escenario donde hicieron sus vidas. Así hablan Manuel de J. González Hernández, Carmen Ortiz Abreu, Carlos Gallisá Bisbal, Digna Sánchez Jiménez, Roy Brown Ramírez, Jaime Córdova Rodríguez, Florencio Merced Rosa, Wilma Reverón Collazo, Norman Pietri Castellón y Néstor Ricardo Nazario Trabal. Sus miradas concurren en la formación de un personaje que se ha ido convirtiendo, por obra del recuerdo, en figura determinante de la vida propia.
Además de homenaje prolongado y conmemorativo, las entrevistas aportan materiales para la escritura de una historia crítica, honesta y rigurosa, del independentismo en Puerto Rico en la segunda mitad del siglo veinte, o al menos del Movimiento pro Independencia y el Partido Socialista, lo que ya incluiría varios capítulos de la historia del independentismo. Se trata de testimonios directos de quienes conocieron al personaje y, a su vez, son personajes prominentes de esa historia que desean las lectoras, los lectores más jóvenes, quienes hablan de Juan Mari como nosotros hablábamos de Albizu, en el plano del aura, de la figura mítica, o del conocimiento superficial, pero sin las complejidades de su vida política, que de algún modo fue también la experiencia de las personas entrevistadas en este libro. Entre ellas, Carmen Ortiz Abreu describe a Mari Brás como figura de transición entre el nacionalismo y la nueva lucha, y menciona la siempre viva participación de la mujer en las luchas emancipadoras.
De la entrevista con Manuel de J, González conmueve la descripción final: “un hombre de enorme sensibilidad”. Carlos Gallisá Bisbal (qué maravillosa la inclusión de los apellidos maternos, porque por línea materna nos llegan las frustraciones, las obsesiones, el deseo de justicia) describe a Mari Brás en dimensión ética y afirma que el suyo fue un compromiso ejemplar. También recuerda su capacidad analítica y cómo logró articular el pensamiento albizuísta con el socialismo. Wilma Reverón reconoce el respaldo de Mari Brás a la formación de ella como dirigente y a la perdurable gestión del independentismo en las Naciones Unidas. Su testimonio se complementa con la entrevista a Ricardo Alarcón, quien no olvida la presión descomunal de Estados Unidos a países aliados suyos y no alineados para censurar la discusión del caso de Puerto Rico en la ONU.
Antes de describir la figura amplia que leo en esas miradas, cruzo el hilo a otra sección del tapiz. Llamo la atención al autorretrato de Juan, a sus Memorias de un ciudadano, a los capítulos sobre sus primeros años e incursión inicial en la vida pública. Antes que estratega, fundador y revolucionario fue el hijo consentido y escogido por sus padres y familiares: casi un predestinado, en un ambiente amplio ya que los solares se extendían a otros pueblos de la región de Mayagüez, que para Juan Mari, si mal no leí, merecía ser la capital de la República de Puerto Rico.
Algo habrá de cierto en el excepcionalismo de Mayagüez, y así queda claro en el testimonio de don Rafael Cancel Miranda y el compromiso de ambos padres, Rafael Cancel y Santiago Mari, anterior a la vida pública de los muchachos. Hubo así una continuidad inseparable entre la personalidad del hombre y el solar de sus afectos. Ese solar de sus afectos tenía que ver con la solvencia económica y el apoyo de sus padres, pero incluso más con el dilatado núcleo familiar. Su padre, su madre, deben haber sido una de esas raras parejas con la sabiduría de ver y respetar lo que sus descendientes traen al mundo, y dejarlo florecer.
En los testimonios de Florencio Merced, Manuel de J. González, Jaime Córdova, Norman Pietri y Néstor Nazario Trabal se describen los primeros años del MPI y el PSP. Quizás Néstor Trabal fue el más cercano a los escenarios afectivos del pensamiento de Juan Mari Brás, pues era un niño cuando en su casa, en la casa de sus padres, en el templo espiritista de doña Providencia Trabal, se realizó la ceremonia de fundación del Movimiento pro Independencia. Cierta continuidad ritual, el lugar, las circunstancias inmediatas, no pueden ser más evocadores del independentismo de las sociedades secretas del siglo 19. Pero es Norman Pietri quien dibuja con sus recuerdos el acercamiento más entrañable, quizás por el enlace pueblerino, porque es evidente que hay un regionalismo mayagüezano, o lo hubo, y que en esa ciudad de cuyas estructuras históricas queda muy poco, en esas ruinas mudas, se gestó un mundo, una historia social, un enjambre de comunicaciones.
La familia extendida era de comerciantes y hacendados. Cuando Mari Brás era niño, el papá le montó un negocio de dulces con todo y productor, y el niño de socio capitalista. Pero si aquel negocio fracasó, alguna calidad de empresario dejó en Mari Brás, porque fue un fundador de misiones y empresas, como indican Manuel y Florencio en sus entrevistas. En su caso la faceta empresarial poco tuvo que ver con el sentido capitalista de propiedad privada, a juzgar por la trayectoria vital de Mari Brás, que siempre se inclinó al sacrificio económico. Era otra la motivación de sus fundaciones. Sobre esa motivación extraordinaria hay mucho que pensar y decir.

A propósito de empresas, sobresalen las comunicadoras de análisis político y difusión cultural. Recuerda Roy Brown que Mari Brás, le pedía que avivara las movilizaciones con música. El mismo Mari Brás condujo un programa radial cuando era todavía un adolescente, iniciando una apasionada relación con los medios que se extenderá a las “empresas del partido”. Esas empresas por sí solas merecen un libro, una recopilación minuciosa de experiencias. Si en Mayagüez los espíritus tenían inclinaciones separatistas, en la isla y las regiones de sus migraciones el proyecto de esas empresas tuvo un sentido social y comunicativo inseparable de la misión independentista. Como si entre espíritus tutelares e iniciativas frágilmente sustentables se hubiera ido creando otra isla liberada del coloniaje; otra isla concebible, o quizás un mapa de proyectos demostrativos, una hoja de ruta hacia el porvenir.

De aquellos proyectos culturales y de comunicación pública el más resistente ha sido Claridad. Debe ser el único sobreviviente de todos los semanarios y periódicos de línea crítica que nacieron entonces. Además del libro de Awilda Palau, Claridad merece estudios que incluyan otras etapas, y que recuperen detalladamente las experiencias de Claridad diario, Claridad bilingüe y Claridad bisemanal. De sus comienzos habla Jaime Córdova. De cómo la osadía, la experimentación, el ir agenciándose sobre la marcha recursos y colaboraciones, en un torbellino de maromas, un grupo pequeño de gente brava dieron con la clave para echar a andar una empresa cultural política en Puerto Rico: con empuje, con errores, con sacrificios y satisfacciones, intentando respetar la singularidad de cada quien, viendo lo que cada uno trae y lo que puede aportar. “Que escriba lo que quiera pero que escriba”.

Recuerda Florencio Merced Rosa la visión de crear en Nueva York la Misión Vito Marcantonio, que se transformó en la Seccional del PSP en Estados Unidos, con núcleos y comités en Nueva York, New Jersey, Hartford, Boston, Los Ángeles, San Francisco, Oakland, Chicago, Filadelfia. Valga un botón de muestra con testimonio personal agregado a la entrevista a Digna Sánchez Jiménez, una de las fundadoras de Claridad Bilingüe en 1972. Digna destaca la visión de la migración puertorriqueña y el papel del partido no solo en las luchas independentistas, sino en las luchas de las comunidades.
En la celebración del “Bicentenario sin Colonias” en octubre de 1974, se planteó la independencia de Puerto Rico como causa que también compete a la izquierda estadounidense. En aquel tiempo tan pródigo en las luchas radicales de los feminismos, los derechos civiles, los derechos de las minorías sexuales, los nacionalismos del pueblo afroamericano y de las naciones originarias; cuando se libraban las protestas más duras contra la guerra en Vietnam, la lucha independentista no solo estuvo presente sino que se dejó sentir. Ocupó lugares en la producción intelectual y literaria de autores de la diáspora como Piri Thomas, Pedro Pietri, Alfredo López y Andy Torres. Y llamó la atención de militantes de una izquierda estadounidenses de todo el espectro abigarrado de esa izquierda, que fueron miembros o simpatizantes o interlocutores o críticos duros del PSP, así como de intelectuales y artistas que se sumaron a la causa de la descolonización de Puerto Rico, como la imprescindible Angela Davis.
Cuenta Digna Sánchez que antes de lanzar Claridad Bilingüe Ramón Arbona, uno de los periodistas más talentosos y comprometidos de nuestra generación, preparó al equipo durante un año. Claridad bilingüe duró varios. En sus talleres trabajaron con desprendimiento personas como Lureida Torres Rodríguez, que cumplió cárcel durante seis meses por negarse a comparecer ante un gran jurado del gobierno federal de Estados Unidos. También formaron parte de ese taller el poeta y artista Néstor Barreto y el fotógrafo Edgardo Calderón. No hacían trabajo de dirigentes, sino el trabajo duro de corregir, diseñar, maquetar y distribuir el periódico. Frank Vélez Quiñones también colaboró con ese taller. Fue distribuidor del periódico. Me ha contado algún detalle de su parte en el proceso de Claridad Bilingüe. Los negativos del periódico de Puerto Rico se enviaban por carga aérea. Él los recogía en la guagua de Claridad, y los llevaba a una imprenta situada en una calle oscura y estrecha del rocambolesco barrio chino. Cuando el periódico salía de imprenta, los presidentes de los núcleos cercanos lo buscaban en la Seccional. Otros se enviaban por correo o se colocaban en puestos céntricos. La circulación alcanzó varios miles. El periódico se esperaba.
Fascina cómo el rarísimo arrebato del trabajo desprendido, la exaltadora confluencia de lo personal con lo político, son a un tiempo labor y premio. Armindo Núñez Miranda, periodista de Claridad Diario y gerente de Libro Libre, la librería del PSP en Manhattan, lo dice de manera tan certera como inadvertidamente irónica e incluso cómica: “no cobrar era parte de la vida de uno”. Fueron años determinantes, porque algún efecto tuvieron a pesar de la represión y el escamoteo que siguió al idealismo y el compromiso de aquellas juventudes. Los medios informativos: el periódico, impresora nacional, fueron atacados en numerosas ocasiones. Las carpetas, los asesinatos políticos, el terrorismo anti independentista, el peso de la represión, han tendido a borrar no solo la memoria del momento, sino nuestras memorias del momento.
Sin embargo, el haber tocado tantas estaciones de la historia, el haber hecho tanto en una sola existencia, el no retirarse sino seguir fundando: he ahí la alegría de una vida puertorriqueña, de una vida nuestra, dotada de la extraña capacidad de viajar por las galaxias en sus discursos sin dejar de tener un pie en tierra.
Pero volvamos a las empresas, tantísimas empresas relacionadas casi todas con la fundación de medios de comunicación pública independientes e iniciativas culturales. Florencio Merced Rosa menciona algunas relacionadas con el “andamiaje” del PSP: una agencia de pasajes; el sello disquero llamado Disco Libre; un cine, El Cinematógrafo; varios grupos artísticos simpatizantes, como el taller de cine Tirabuzón Rojo; una agrupación musical, Taoné; la Librería Puerto Rico; programas de radio. Posteriormente fueron una agencia de prensa, Informática Caribeña, Causa Común Independentista, el Congreso Nacional Hostosiano (hoy Movimiento Independentista Nacional Hostosiano), la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos.
En contraste con el colectivismo de tantas iniciativas ambiciosas, en la cruzada por la ciudadanía puertorriqueña el territorio liberado fue él mismo. Recuerdo, como si oyera su voz de barítono que pudo haber sido cantante, oírle explicar la lógica de renunciar a la ciudadanía como quien juega al ajedrez contra el imperio, o quien completa una prueba matemática: me deportarán de Estados Unidos y tendrán que devolverme al lugar de mi nacimiento: el barrio Salud en Mayagüez. Caso cerrado, jaque mate, carcajada.
La historia de esos proyectos, con sus aciertos, errores, desapariciones y posibles legados, debería ayudarnos a situar el optimismo de Mari Brás, más orientado hacia los comienzos que hacia los finales cerrados. Y debería ayudarnos a situar el presente, pues todo recomienza ahora, ante la paradoja que señala Norman Pietri Castellón en su entrevista. El colapso de la colonia no ha conducido al fortalecimiento del independentismo, como si de algún modo la caída de la colonia incluyera el trauma de sus sorprendidos antagonistas habituales. Como si se pudiera prescindir de la independencia en una lucha por democratizar y descolonizar. Como si el viejo miedo a la república todavía calara en gente brillante, que le temen a un régimen autoritario, que elimine derechos de minorías perseguidas y entronice un gobierno de capitalistas y comisarios. Es decir, como si no se dieran cuenta de que ese régimen de capitalistas y comisarios lo estamos viviendo ya.
¿Cómo puede ser útil divulgar el pensamiento, la personalidad de un hombre que todo lo apostó a la independencia? Quizás, de inicio, tratar de entenderlo para entendernos mejor. Entender al personaje en su dimensión pública y algunos de sus rasgos temperamentales: el optimismo, la timidez, que se reiteran en varias de las entrevistas. El optimismo no es difícil de entender, y de hecho, el no haberse dejado vencer por adversidades y el no haberse dejado sacar de las casillas por persecuciones y crímenes se relacionan con ese temple de los comienzos; con haber sido no solo actor, sino testigo de su tiempo, y guía de tantos jóvenes movidos por el amor a la justicia, a pesar de los rumbos desiguales que cada uno siguió, que seguimos. Se me ocurre que el optimismo, la certeza de que Puerto Rico será libre, se funda en cierta calidad que él percibía en las personas que lo recuerdan en este libro y en los ausentes.
Quizás la timidez de Juan Mari Brás tenía que ver con la protección de un mundo interior que se sacrifica al despliegue público del dirigente. Una tendencia al ensimismamiento y a la introspección de quien crea mundos imaginarios, en su caso, mundos contraculturales en el sentido de navegar contra la corriente del sentido dominante.
A propósito de esas cualidades creadoras, abundan más de lo que se piensa, pero se reprimen. Hace un año Francisco José Ramos escribió: “Durante un breve pero intenso tiempo se ha vivido una especie de anarquía involuntaria que ha permitido, al menos, hacer ver que la gente de esta isla, si se lo propone, puede gobernarse a sí misma, al margen de los poderes, prácticamente ausentes del Estado (ya ni libre ni asociado) y la puesta en suspenso de lógica del capital. Son innumerables los casos de arrojo y valentía del ciudadano de a pie en medio de la devastación. Pero resulta que, hasta ahora, los puertorriqueños no quieren saber de lo que pueden hacer. Es decir: no quieren saber de su potencia. Son demasiadas décadas haciendo de la impotencia una virtud; arrimados a las órdenes de un supuesto «imperio bobo» que tiene, sin embargo, la potestad de disponer de este territorio y posesión suya como le venga en gana.”
A ese hacer de la impotencia una virtud se opone lo que el mismo Mari Brás llamaba críticamente “gigantismo”, o propensión al deseo de soñar y hacer lo que generalmente se considera imposible. La inclinación a apostar a lo que nadie en su sano juicio, es decir, en su colonizado juicio, apostaría. Vivir, ante la represión y el abuso como si fuéramos libres, y comunicarlo, es la lección generosa. Y el arrojo insensato de que sin recursos podíamos fundar librerías, administrar salas de cine, producir y distribuir periódicos, manejar agencias de viaje. Y las decepciones y resentimientos e injusticias, porque un riesgo de esa libertad de espíritu es caer muchas veces, recibir golpes y navegar entre fracasos o decepciones que a la mayoría de las personas les bastarían para caer y rendirse. Para otras, muy pocas, después de caer no hay más alternativa que levantarse.

Esa mezcla rara de realismo crítico y alcance visionario es para todos los tiempos, sobre todo para el presente. En el portal de la fundación se leen unas palabras que la ilustran: “Puerto Rico va a ser libre. Y no me preocupa que en el curso de mi vida no vea esa culminación porque, al luchar por ella, estamos dentro de ella… Ser independentista es disfrutar de la independencia alma adentro. Y cada uno de nosotros, los que luchamos por ella, nos consideramos libres. Y por eso vivimos en la independencia.”
Dicen los y las resistentes que cuando el miedo ya no domina se puede estar en prisión y ser, en cierto modo, libre. Una libertad auténtica, es decir, crítica del poder, porque el poder es estrecho y rígido. La voluntad de fundar es anterior tanto al poder del Estado como al poder desigual en las relaciones personales. Es lo que cada quien trae al mundo, es arte, es creación. Significa no reconocer la autoridad de quien a fuerza de miedo y represión intente coordinar nuestros cuerpos y amansar nuestros pensamientos. Desde esa perspectiva siguen siendo referentes aquellas empresas y misiones que mucho duraron para lo ambiciosas y arriesgadas que fueron. Y sigue siendo ejemplo de conciencia y empatía el equipo que da a la luz, infaliblemente, el periódico Claridad y su revista cultural En Rojo. Esa libertad de crear la vislumbró y la practicó el compañero Juan Mari Brás, la figura política de Juan Mari Brás que nos llega a través de sus escritos y de este libro donde se habla sobre él.
Presentación del libro Hablan sobre Juan Mari Brás, el domingo 2 de diciembre en el Ateneo.