El último maullido…
Por Felix Ulloa
Homenaje al Maestro, periodista e intelectual salvadoreño, Armando Herrera
MANAGUA – Conocí a Armando cuando dirigía el colectivo cultural NOSOTROS, allá por los años 70s, en esa época yo probaba mis armas en la poesía y además tenía pretensiones de dramaturgo. Habíamos formado otro grupo literario llamado JUEZ Y PARTE y tratábamos de relacionarnos con entidades que ya tenían cierto reconocimiento en el medio, como el Grupo Francisco Díaz, dirigido por Tirso Canales; La Cebolla Púrpura, de Jaime Suárez; el Centro Libre de Artistas Nacionales –CLAN- y otros.
Recuerdo que le mostré a Armando una obrita de teatro que recién había terminado de escribir llamada LOS POETAS, y que no era otra cosa más que un libelo contra los famosos de la Generación Comprometida. En la obra criticaba a Manlio Argueta, al “Pichón” Cea, a Roberto Armijo, a Quijada Urias, a Pepe Rodríguez Ruiz, a Mauricio Marquina y con más atrevimiento al propio Roque Dalton. Había copiado el discurso satírico de Aristófanes y creía que mediante la comedia podría denunciar lo que entonces consideraba el aburguesamiento de nuestros intelectuales de izquierda.
Armando con mucha madurez me aclaró en una frase que no olvide nunca más: Es un buen esfuerzo literario, pero el enemigo está del otro lado. Esa cualidad del Gato Herrera , de ver más allá del sesgo ideológico a que sometía la militancia en el Partido Comunista y sus estructuras, la pude corroborar un poco más tarde.
Cuando se reabrió la Universidad, después de la invasión del ejército en 1972 y su prolongado cierre, el movimiento estudiantil estaba desarticulado y acéfalo; los camaradas del PC eran los únicos que tenían una propuesta organizativa y crearon el Frente de Acción Universitaria FAU. Me incorporé inmediatamente junto con otros compañeros. De la Facultad de Derecho estábamos Eliseo Ortiz, Roberto Turcios, Fernando Ávalos, Arturo Soto Pacheco, María Dolores Rosa; de Economía y Humanidades recuerdo a Manuel Franco, Abraham, Schafik “Koky” Handal, Evelio Ruano y el mismo Armando Herrera.
Después que ganamos las elecciones en 1974 para la Asociación de Estudiantes de Derecho –AED-, comenzaron a surgir ciertas contradicciones en el colectivo del FAU, pues la junta directiva de la AED con Eliseo de presidente, tomaba ciertas iniciativas que no eran exactamente en la línea que el PC orientaba a los gremios en los que tenía incidencia. Para esa época, comenzaron a surgir dentro de la universidad otros grupos que mantenían vínculos con las organizaciones armadas clandestinas que buscaban expresarse y atraer adeptos para la lucha guerrillera.
Sin una vinculación orgánica con ninguna de ellas, en mi caso, nuestra posición cada vez más crítica por los métodos de trabajo del FAU y su acomodamiento a una lucha estrictamente gremial, comenzaba a crearnos problemas con la dirección superior, al extremo que enviaron a Dagoberto Gutiérrez, quien entonces dirigía la Juventud Comunista, a ver que pasaba con el FAU de Derecho, pues “nos estábamos saliendo del guacal”.
No sé cuál fue el informe de Dago, pues un día, bajo estrictas medidas de seguridad llegó a la facultad el propio Schafik Handal y durante varias horas que duró su prolongado sermón, trató de encarrilarnos de nuevo. Creo que si se hubiera dejado a Armando manejar el caso, no habríamos roto con el FAU para unirnos al Frente Universitario de Estudiantes Revolucionarios “Salvador Allende” FUERSA, que había surgido en la Facultad de Medicina con Carlos Arias y Alirio Barrera a la cabeza.
Armando tenía clara la visión de que nuestras inquietudes eran legítimas, en más de una ocasión conversamos largamente, después de las aburridas reuniones del colectivo, en ellas él me exponía que en cualquier momento el Partido tendría que aceptar que la lucha contra la dictadura se iba radicalizando y que cambiarían los métodos. Su visión era correcta y sus esfuerzos por mantener la cohesión del grupo eran totalmente honestos. Mientras otros compañeros comenzaron a tildarnos de “trotskistas, maoístas, guevaristas y aventureros ultraizquierdistas”, Armando trataba de bajar el tono de la confrontación, que ya se veía irreversible, buscando mantener la unidad.
Al final, todos conocemos cómo se resolvió ese debate ideológico que alcanzó dimensiones nacionales; que se libró no solo en el plano intelectual en nuestros respectivos medios de difusión “VOZ POPULAR” de los camaradas del PC y “POR LA CAUSA PROLETARIA”, de parte nuestra, sino también en los gremios sindicales, magisteriales y profesionales. La historia le daría la razón a Armando, pues allá por mayo de 1979, cuatro años después de nuestras discusiones ideológicas, en el marco de su VII Congreso, el PC adoptó la lucha armada y más tarde se sumaría a la Dirección Revolucionaria Unificada DRU, para luego con sus Fuerzas Armadas de Liberación FAL, integrar el FMLN.
Así, nuestros caminos se separaron, la literatura paso a un segundo plano, y cada uno se dedicó a sus tareas políticas en el fragor de la lucha. Pero la vida nos volvió a juntar. Cuando la UES decidió crear tres representaciones internacionales. A mí me designaron representante para México, USA y Canadá y a Armando representante para Europa. En varias ocasiones nos reuníamos con Chico Romero, de las FPL, quien era el representante para América del Sur y el Caribe.
Por supuesto, después de las reuniones formales Armando y yo nos íbamos a conversar durante largas horas, sobre aquellos temas que a ambos nos apasionaban y que nada tenían que ver con nuestras organizaciones. La literatura cobraba de nuevo su majestuosa presencia y entre bocanadas de humo, el Gato me explicaba su mejor comprensión del realismo socialista y aunque resentía que Ovidio Villafuerte fuera tan necio criticando a Neruda, le concedía mucho mérito a su obra, a veces desgarradora como su vida misma. A veces lamentábamos la temprana muerte de Chema Cuellar, quien siempre fiel a la ortodoxia del Partido, era capaz, sin embargo, de cuestionar algunas de sus políticas, como lo plasmara en su poema UN PROBLEMA DE CONCIENCIA.
No lo ví por muchos años; la guerra nos mantuvo separados. Firmada la paz y cada quien de nuevo en su trinchera, Armando siguió brillando, dando fe de que los ideales son más fuertes que las ambiciones personales. Nos encontramos de nuevo en el meritorio trabajo de honrar a nuestros mártires, a quienes ofrendaron sus vidas por ese mundo mejor que todos soñamos. Y mientras otros se dedicaron a escalar peldaños que los llevarían a la “cima del poder” donde podrían gozar de sus dulces mieles, Armando esculpía en las páginas de la eternidad, como titánico artesano, los nombres de los caídos, entre ellos el de su compañera Normita y su sobrina Tania, caídas heroicamente en la lucha, a fin de que su ejemplo no se banalice con oropeles oficiales, que su sacrificio no lo opaquen ciertos fuegos artificiales, y que la memoria histórica de nuestro pueblo no se pierda en el maremágnum de los mezquinos intereses.
Lo ví por última vez el día que tomó posesión la junta Directiva del IEJES en Diciembre de 2009, hace un año más o menos. Nos abrazamos con cariño, en ese tipo de abrazo que se dan los hermanos después de largos periodos de ausencia. Sentí el calor fraterno que hacia tiempos no experimentaba, pues casi todos los antiguos camaradas lo abrazan a uno con cierta distancia, (cuando nos abrazan pues la moda es darte la mano) no sé si por temor a que se les arrugue la cara vestimenta que usan y que les quede impregnado el olor a pueblo, o porque no quieren sentir ese contacto humano que les recuerde sus orígenes.
En fin, no era ese el caso de Armando, al contrario, como me lo dijo casi susurrándome en el oído: Tengo cita con la muerte, esta semana me someto a una cirugía de alto riesgo.
Entiendo que ante la eventualidad de no salir victorioso de ese tipo de duelos inciertos, los humanos tratamos de dejar lo mejor de nosotros a los otros y tomar de ellos lo mejor que podamos para ir con más fuerza al encuentro. Por eso, en ese abrazo de Armando, sentí toda la solidaridad que un ser humano puede transmitir a otro. Te deseo éxitos en las duras batallas que te vienen encima, me dijo con voz suave. Fue como un maullido presagiando buenos augurios. No me dio tiempo a responderle, en ese momento otros amigos llegaron a saludarlo, a desearle suerte, a manifestarle su simpatía.
Armando se nos adelantó, se fue cantando, alegre como era, con su sonrisa permanente, con la frente en alto, el espíritu altivo. Nos hace mucha falta, su Agenda Cotidiana, fiel bitácora del hombre-hombre que nos iluminaba constantemente el camino, no quedara en el olvido. Así como Aristófanes despidió al mundo antiguo con una enorme carcajada, Armando se despidió de El Salvador, con un sonoro maullido que nos alerta de los peligros que asechan y que con la verde mirada de sus ojos, nos vigila y nos acompañará siempre.