De México a Moscú

De México a Moscú

Manuel Gómez1

Manuel Gómez es un norteamericano que vivió en México bajo ese nombre después de la primera guerra mundial. Fue en un tiempo integrante del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Theodore Draper lo entrevistó en Nueva York a comienzos de este año (1964). Comienza su historia en 1919 cuando estaba trabajando en la ciudad de México en la publicación de un periódico.

Pregunta: Bien, ¿por dónde empezamos?

Respuesta: Podríamos comenzar por El Heraldo de México. Yo los había convencido de publicar una sección inglesa y fui a ver al editor con el modelo, la maqueta, que había preparado. Les gusto mucho. Estaban interesados especialmente en conseguir avisos de la colonia norteamericana y de intereses norteamericanos. Y así fue que me contrataron para editar la sección inglesa de El Heraldo de México. Contraté un personal de cinco personas para realizarla. El personal consistía de Eleanor, mi esposa en aquel tiempo, Mike Gold, Henry Glintencamp, el artista, una tal mistres Carter, una anciana de alta sociedad de la colonia norteamericana que iba a ocuparse de la columna de sociales, y otra persona más de la que ahora no me acuerdo, y yo, por supuesto. Nosotros éramos el personal, y empezamos a usar esta sección inglesa con la más completa irresponsabilidad desde el punto de vista de nuestros patrones. Por ejemplo, el 16 de septiembre –que es el 4 de julio mexicano– lanzamos un editorial que decía: “México todavía no es libre. No será libre mientras no lo esté del imperialismo yanqui”. Y tomábamos buena cantidad de materiales de Soviet Russia Today.

¿La edición inglesa?

—Si, la edición inglesa, y por cierto que la metíamos ahí en gran escala. Lo único que no tiraba hacia el socialismo era la columna de sociales de mistres Carter.

¿Usted se consideraba un radical o un socialista en aquella época?

— ¡Oh! yo era socialista. Ciertamente, yo integraba lo que se llamó en México el Partido Socialista, que consistía en lo que llamábamos cinco gatos; no tenía ningún peso.

¿Mike Gold lo integraba, o él todavía no se consideraba a sí mismo socialista?

—Se afilió después que vino a México. Había estado en Tampico, éramos los únicos miembros del personal que pertenecíamos al Partido y me imagino que yo era el único activo realmente, y la actividad consistía en gran parte en asistir a reuniones, ayudar a preparar volantes, hacer algún discurso, etcétera. Es curioso que, a pesar de lo pequeño que era el grupo, no dejó de preocupar al movimiento sindical mexicano, muy sensible, dirigido por Morones, la CROM. Vino a vernos varias veces y trato de decirnos que su organización procuraba las mismas cosas que nosotros, y lo mismo el gobierno mexicano. Pero nosotros éramos muy izquierdistas y muy puros, y no queríamos tener nada que ver con esto.

¿Y entonces un buen día apareció Borodín en escena?

—Estoy llegando a eso, sí. Entretanto me fui familiarizando con Roy, quien por ese entonces había asistido a una o dos reuniones del Partido Socialista.

¿Qué impresión le hizo? Tiene algún recuerdo de su primera impresión sobre Roy? ¿Qué clase de persona era? ¿Qué aspecto tenía?

—Sí. Era alto, delgado, guapo y melancólico. Espantosamente serio, profundamente nacionalista. En realidad no le importaba nada el socialismo en esa época. Pero tenía mucho tiempo libre en México, y lo llenaba en parte recorriendo reuniones diversas, como a veces uno hace; pienso que en buena parte para oír español.

¿Por qué estaba en México?

—Había estado en California. Recibía dinero de los alemanes, como me imagino que lo recibían Gupta y algunos otros indios que estaban en México. Se había enemistado con el aparato clandestino de los Estados Unidos y entonces él y su esposa, Evelyn, que era norteamericana, se fueron a México, igual que aquellos otros indios.

En una palabra, ¿había un pequeño grupo indio allí, que él integraba?

—Bueno, había tres o cuatro, pero los dos únicos nombres que puedo recordar son los de Gupta y Roy. Se detestaban cordialmente entre ellos, todos, y no tenían mucho que ver entre sí. Roy era muy joven –no recuerdo que edad tenía–, pero era más o menos de mi edad, y yo era muy joven. Era un brahmán, ya se sabe, y había estado preso en la India por actividades nacionalistas; yo creo que estaba en el ala terrorista del movimiento nacionalista. Se tomaba a sí mismo muy en serio, y consideraba que su cometido en la vida consistía en prepararse para la liberación de la India del régimen británico y actuar como un militante protagonista en ella. Por aquel tiempo no tenía ningún interés en los problemas económicos de ninguna clase; vivía en una casa espléndida que arrendaban él y Evelyn: los dos vivían solos en ella. Y como la mayoría de los demás norteamericanos de nuestro grupo éramos muy pobres, se convirtió en un lugar al que uno podía ir de cuando en cuando y conseguir una buena comida. Más adelante yo gané bastante dinero como editor de la sección inglesa, pero adoptamos una política –yo adopte una política– de repartirnos salarios iguales; éramos muy igualitarios. De modo que yo sólo sacaba una participación igual a la de los demás. Hacíamos esto con todos, excepto con mistres Carter, que era muy particular. Roy y yo nos hicimos muy buenos amigos. Me gustaba. Me parecía una personalidad muy brillante, fascinante, y sosteníamos muchas discusiones, largas polémicas sobre el socialismo, y jugábamos bastante al ajedrez.

Un día vino un hombre a mi oficina de El Heraldo de México; teníamos toda una sección ahí, por cierto que era un verdadero diario. Tenía como colaboradores de su revista a varios de los principales poetas y figuras literarias. El general Alvarado, el editor, tenía ambiciones políticas: quería llegar a ser presidente de México, en realidad ésa era la base de la cosa. Y podría haber llegado a presidente, no era absurdo, si no lo hubiesen asesinado. Pero su asesinato no ocurrió mientras yo estuve allí.

Un día vino un muchacho a mi oficina, un norteamericano de origen mexicano, que se me presentó como Rafael Mallén, y conversamos un rato. Dijo que acababa de llegar de los Estados Unidos, que le parecía muy interesante que hubiera una sección inglesa, etcétera, etcétera, y que le gustaría hablar con los editores, y dijo que le interesaba particularmente ver qué tan liberales eran los puntos de vista del periódico. Quería saber si teníamos posición política. Y le dijimos –es decir yo le dije, porque yo era el único con quien podía hablar, aunque después conversó también con Mike Gold–, que obviamente teníamos una gran simpatía por los socialistas, y por el ala izquierda del movimiento socialista, porque pensábamos que muchos socialistas habían traicionado sus ideales durante la guerra. Preguntó que opinábamos de Rusia, y yo le dije que si había leído nuestro diario ya habría visto que simpatizábamos mucho con Rusia.

Entonces dijo, después de cambiar de tema y de pasar a otros asuntos, que tenía un amigo que había venido con él a México, al que le gustaría mucho encontrarse con nosotros, que estaba deseoso de hacerlo. Dijo que a su amigo le gustaría invitarnos a comer, a mí y a Mike Gold. Bueno, era algo un poco fuera de lo común. Claro, le dijimos. Y nos preguntó: “Bueno, ¿pueden venir ahora mismo?” Pues déjeme terminar lo que estoy haciendo –no recuerdo qué era–, iré a buscar a Mike e iremos. Y fuimos. Lo acompañamos a su hotel, que creo que era el Ritz, y por supuesto nos estaba esperando Borodín; subimos directamente a la habitación; tenían una suite, y Borodín se paseaba de un lado a otro de la habitación. Nos presentó al hombre que ahora conocemos como Borodín, pero nos lo presentó como el señor Alexandrescu. Tenía un pasaporte rumano con ese nombre. Y Borodín, como fue su costumbre durante todo el tiempo que yo lo conocí, encaró el tema como encaraba todos los temas, con muchas vueltas. Uno se pone a hablar con Borodín conversando sobre la serie mundial, y por etapas, que uno ni se da cuenta de que pasan, acaba hablando de la revolución rusa. En muchos sentidos, Borodín era el hombre más cauteloso que he conocido y uno de los más dados al secreteo, a hablar en susurros y mirando en derredor.

¿Puede recordar cuándo ocurrió eso?

—Esto fue en el año de 1919. No puedo recordar el mes, pero tiene que haber sido a comienzos de 1919. Diría que a principios del verano; fines de primavera o principios del verano.

Dijo:

Ustedes tienen unos diarios bastante liberales en México, ¿verdad? [después de un buen rato de conversación]. Este Heraldo de México es extraordinario. ¿Ustedes creen que sería buena idea ver…? Me interesaría mucho hablar con el propietario y con el editor del diario.

Yo lo desengañé rápidamente. Le dije que la política del diario es muy diferente de la sección inglesa. La sección inglesa arrancó con dos o tres anuncios norteamericanos, y ya antes de terminar los perdimos; ningún norteamericano quería anunciar ahí.

¿Con qué carácter se presentó Borodín? ¿Como hombre de negocios?

—Sí. Un hombre de negocios que venía de Chicago y estaba en México para una estadía indefinida. Con todo, ya antes de que terminara nuestra primera entrevista, estaba claro que no necesitaba tener ninguna precaución con nosotros. Y precisamente a causa de todo su misterio, precisamente por eso, nos dimos cuenta muy pronto de que era alguna clase de emisario ruso. Y no demoró mucho en derribar todas las barreras, y nos preguntó si podríamos encontrarle un lugar permanente para vivir, etcétera. Entonces nos dijo –no estoy seguro de si fue entonces o después, pero de cualquier modo–, a su debido tiempo nos dijo todo sobre sí mismo, que era ruso, que era integrante del Partido Bolchevique, que había vivido algún tiempo en los Estados Unidos, enseñando en una escuela en Chicago, y que había venido de Chicago con Rafael Mallén, quien le había sido recomendado por Adolph Germer, secretario del Partido Socialista en Chicago en aquel tiempo. Mallén había venido como su intérprete, y no desempeñó ningún papel en ninguna de estas discusiones luego del comienzo.

En realidad, como le dije, la política de El Heraldo de México no tenía nada en común con la nuestra. De hecho, después de un tiempo, el general empezó a recibir quejas y me llamaba a su despacho para pedir explicaciones. Y yo fingía inocencia, diciéndole que no entendía de qué se quejaba la gente. No, no era así, nos esforzábamos por seguir la política general del diario, etcétera. Es asombroso que hayamos durado tanto.

Bueno, nos hicimos muy amigos de Borodín, le conseguimos un lugar para quedarse, y el lugar que le conseguimos para quedarse era la casa de Roy.

De modo que así conoció a Roy.

Sí. La casa de Roy estaba por algún lugar cerca de Bucareli, por lo que recuerdo. Borodín dijo que había venido a México con credenciales del gobierno soviético como embajador en México, y efectivamente las tenía, esas credenciales; por lo que sé, aunque nunca le pedí que me las mostrara. Pero quería que se sondeara a (el presidente) Carranza. Presentaría esas credenciales únicamente si había algún indicio de que serían aceptadas y de que el gobierno soviético era reconocido por Carranza. No pudo obtener una respuesta favorable a eso. Carranza era muy antinorteamericano, pero era progermano y no tenía ninguna intención de agitar las aguas hasta el grado de que todos –todas las grandes potencias– estuvieran contra él.

Borodín también traía otra misión, que habría de ser la primera, aun cuando llegase a ser embajador en México, y consistía en financiar y hacer funcionar la organización de lo que hoy llamaríamos los movimientos comunistas en América Latina, con México como centro.

¿No en América del Norte?

No, para toda América Latina. No estoy seguro de eso, de si incluía a Norteamérica. No estoy seguro. Era muy ignorante acerca de América Latina. Bueno, como sea, el caso es que Borodín y Roy se hicieron grandes amigos, y por cierto que éramos un trío de grandes amigos, Borodín, Roy y yo. Pero como Borodin vivía en casa de Roy, el y Roy se veían a diario y llegaron a apreciarse mucho. Borodín real-mente era un hombre de un intelecto extraordinario y de un conocimiento enciclopédico. Recuerdo como me trazo en un mapa la retirada de Washington a través de Long Island. Podía citar largas tiradas de Shakespeare.

Hasta aquí no tenemos a ningún mexicano en la historia, salvo a Mallén.

—No, y en realidad no va a aparecer ningún mexicano hasta la época en que se fue Borodín. Excepto aquel que sondeó a Carranza, algún amigo de Roy. Roy gozaba de aprecio entre gente del gobierno mexicano; tenía algunos buenos amigos ahí. Era cosa fácil de conseguir en México si uno se mezclaba en ciertos círculos, y a través de Roy se logro que algunos mexicanos de alta posición (no recuerdo quiénes) sondearan a Carranza; y no había nada que hacer.

Bueno, después de un mes o dos, Mallen desapareció de la escena, y un buen día Borodin me pregunto: “¿Te gustaría hacer un viaje?” Le conteste: bueno, parece interesante; tendría un problema con mi trabajo, pero de todos modos la sección inglesa ya no va a durar mucho, porque estoy teniendo cada vez mas entrevistas con el general. La luna de miel se acabo, de modo que si puedo ser útil, pues con mucho gusto.

“Bueno” —me dijo—, “es una misión muy delicada la que tengo para ti, pero me parece que si te encargas de ella harás algo que vale la pena”. Muy bien —le conteste—, dime de que se trata.

—Me dijo: “¿Te acuerdas de Rafael Mallen?” Claro que sí —repuse.

“Pues déjame que te cuente una historia” —me dijo.

Cuando vine a los Estados Unidos, esta última vez, a bordo conocí a un alemán que vivía en Haití. Era un burgués, pero sin embargo era un hombre con el que tuve buena relación y en el que deposite bastante confianza. [Borodin, por supuesto, hablaba perfecto alemán, muy buen trancés, perfecto inglés, y probablemente varios idiomas más.] Yo llevaba una maleta, y esa maleta contenía algunos proyectos2 importantes, que tenían una naturaleza que podríamos llamar comprometedora, hablando entre revolucionarios.

¿Entendió usted que se trataba de proyectos de ingeniería de alguna clase? ¿0 pensó en términos políticos?

—No pensé ni pregunte nada. Podían ser planes para una sublevación, podían ser proyectos de ingeniería, cualquier cosa. Bien, Borodín dijo que cuando el barco se acercaba al puerto empezó a preocuparse un poco por tener consigo ese material comprometedor. Y entonces se dedicó intensamente a cultivar los lazos amistosos con este alemán y llegó al punto de que el alemán aceptara tomar a su cargo la maleta como suya propia. Y después de haber pasado la aduana, ver a Borodín en su hotel y devolverle la maleta en Nueva York. Desde luego, no había ninguna precaución que Borodín hubiera podido tomar, salvo verificar el domicilio del alemán y mirar su pasaporte, que era un pasaporte haitiano. De cualquier modo, el hombre no apareció más, y Borodín decía que aquellos proyectos eran de tremendo valor.

¿Y entonces le pidió a usted que fuera a Haití a buscarlos?

—Dijo que había enviado a Mallén a Haití a buscarlos, pero habían pasado casi dos meses y Mallén no había vuelto, ni se había oído palabra de él.

De modo que mi misión consistía en ir a La Habana. No había ninguna línea directa de vapores de Veracruz a Haití. Tenía que ir a La Habana y verificar inmediatamente todos los viajes de La Habana a Nueva York, y en el caso de encontrar el nombre de Mallén debía informar en seguida. También tendría que ir a todos los hoteles de La Habana y ver si encontraba rastro de Mallén. Si encontraba a Mallén, tenía que llevármelo de vuelta conmigo, y me dio un revolver y me dijo: “Si lo necesitas, usa esto”.

¿Usted había usado otro alguna vez?

—Bueno, había usado armas en México, cazando. Y tenía un revolver. Por aquellos días todo el mundo andaba armado en México. Los trenes no corrían de noche, y tampoco lo hacían de día sin una escolta al frente y otra atrás.

¿De modo que su primera misión era recuperar a Mallén?

—Sí. Si no lograba encontrar a Mallén, debía tomar un barco a Haití, a Port au Prince y en las afueras de Port au Prince, en lo alto de las colinas, encontraría a ese hombre. Me dio una dirección, y yo debía presentarme de parte del señor Alexandrescu y pedir la maleta; y –en caso de que ofreciera resistencia– decirle que sus parientes en Europa no estarían seguros a menos de que me la entregara.

Bueno, llegue a La Habana, recorrí todos los registros de los hoteles, revise los vapores que partían a Nueva York y las listas de pasajeros de algunas semanas atrás: no había rastro de Mallén. Y entonces informe a Borodín: “Continúo hacia Haití”. Llegue a Haití de noche, bajo lluvia torrencial, y subí al sector que ahora se llamaría Pétionville, arriba en las colinas. Encontré la casa. Estaba bastante aislada. Y me abrió la puerta una mujer, una alemana. Me presente de parte del señor Alexandrescu y casi tuvo un acceso de pánico. O al menos así me pareció. Por lo menos temblaba. Si era pánico o era indignación, no podía saberlo con seguridad. Llamó a su marido, y el apareció realmente furioso. Tan pronto como oyó el nombre de Alexandrescu se dirigió a un armario, lo abrió y sacó una maleta que tenía un doble fondo desgarrado, y dentro de la maleta había unos planos, rollos de planos. Pero toda la maleta estaba deshecha. El doble fondo estaba a la vista. Yo no había oído nada sobre un doble fondo, pero de todos modos estaba contento porque la maleta estaba llena de rollos de planos. Y entonces me dijo: “¡Ahora, tome eso y lárguese de aquí! Ya me visitó antes una persona, y cuando quise hacerte un favor al señor Alexandrescu no me dijo que me estaba dando una cosa con doble fondo que me iba a traer problemas”. Pero como yo tenía los papeles no me importó nada, tome la maleta y me fui.

Entonces volví a La Habana. Y mientras estaba esperando el barco para Veracruz, fui y revisé las listas de pasajeros, las listas recientes, de las salidas a Nueva York. Y encontré que para el día siguiente un vapor de la Ward Line a Nueva York incluía el nombre de Rafael Mallén como pasajero. De modo que me quedé, me fui al vapor y dije que era un visitante, subí y espere en la barandilla, observando a cada persona que llegaba. Muy pronto apareció Mallén. Parecía nervioso. Tal vez fuera mi propia nerviosidad. Pero ciertamente se sobresalto y se asombro al verme, porque lo aborde inmediatamente. Le dije: Ven acá. ¿Qué estás haciendo en este barco? Me contestó: “Voy a Nueva York”. No –le dije–, no vas. Le apunté derechamente con el revolver; temblaba como una hoja. Era un individuo muy miedoso —Mallén—, y estaba espantado por algo; bueno, tal vez fuera por la pistola. Le dije: Te vienes conmigo a México. Telegrafié a Borodín: “Regreso a México con proyectos y Mallén”. Y me sentí muy bien.

¿Por qué el alemán no le dio los proyectos a Mallén?

—Bueno, puedo contestar a eso ahora, desde luego, aunque en aquel tiempo no lo supe. Lo que tenía importancia en la maleta no estaba dentro de ella cuando yo me la llevé. Puede ser que se lo haya dado a Mallén, o puede habérselo quedado él mismo. Puede haberle dicho a Mallén lo mismo que me dijo a mí, que ahí había papeles. Yo sólo pensaba en papeles, porque sólo se me había hablado de eso.

¿Pero usted no puede estar realmente seguro de lo que ocurrió entre el alemán y Mallén?

—Nadie lo sabe. Bueno, yo me sentía como un héroe. Y cuando llegué a la estación de México, desde Veracruz, con Mallén a remolque, ahí estaban Borodín y Roy esperándome en la estación, todos sonrisas. Y Borodín dijo: “Tenemos una cena con champaña para ti”. De veras que fue una recepción notable.

Tan pronto como llegamos a casa de Roy, Borodín abrió la maleta y dijo: “¡Acá no hay mas que papeles!” Le dije: Bueno, eso es lo que me dijiste que consiguiera. Y el: “¡No! ¡No! ¿Dónde están los diamantes? ¿Dónde están los diamantes? ¡Eso es lo que busco! ¡Ahora habrá que registrarlos a los dos!” Me registró a mí y registró a Mallén. Le dije: Yo no se de qué se trata todo esto.

Entonces se llevó a Mallén a la sala y empezó a interrogarlo. Mallén alegó total inocencia, total ignorancia de nada que no fueran papeles. Dijo que se dirigía a Nueva York por lo misterioso y enigmático del asunto; lo había asustado ese doble fondo y la actitud del alemán, y quería alejarse de todo esto. Borodín lo trató de mentiroso y de ladrón, lo amenazó con matarlo, con torturarlo, con cuanta cosa se pudiera imaginar. Sin embargo, no consiguió nada. Finalmente dejó que Mallén se fuera.

Y con eso terminó el episodio de los diamantes, excepto que, por supuesto, nuestra cena fue lúgubre. Yo estaba resentido con Borodín, porque no me había tenido confianza para decirme de qué se trataba. Pero por otro lado, yo era un soldado de la Revolución, y aunque estuve resentido y enojado con Borodín por un rato, comprendía que al fin de cuentas yo no era más que un muchacho enviado a cumplir una misión, que hay que actuar con cierta sutileza en este mundo, y que no se le confía toda la información ni siquiera a un emisario de confianza.

Supuestamente, los diamantes estarían destinados a financiar sus actividades. ¿Mencionó esto alguna vez?

¡Sí!, ¡sí! Aquellos diamantes procedían de las joyas de la corona. Algunas de ellas se habían vendido en Amsterdam, pero la mayor parte no podía venderse en Amsterdam porque había demasiadas joyas de la corona en el mercado de Amsterdam en aquel tiempo.

¿Le dijo alguna vez cuánto valían?

—No. Sólo dijo que eran muy valiosas; que eran para financiar todo el movimiento; puede haberse referido solo a América Latina —podía haberse tratado de América del Norte—, realmente no recuerdo si fue explícito. Me dio la impresión que se trataba de América Latina.

Ahora, durante todo ese tiempo, supongo que debe haberse desarrollado bastante actividad intelectual: Borodín hablándoles de marxismo a usted y a Roy, etcétera. ¿Podría decirse que ustedes eran sus conversos más importantes? ¿0 tenía él relaciones también con otra gente?

—No, no tenía relación con nadie más. Era demasiado aficionado al secreto para eso. Confiaba en nosotros para todos sus contactos. En realidad, en mi caso, no tuvo que lograr conversión alguna. No era sino cuestión de enseñarme. El tenía que enseñarme, y nosotros convertimos al Partido, hicimos que el Partido en México se afiliara a la Internacional Comunista.

¿Se trata del Partido Socialista de México?

—Sí.

Del cual Roy fue presidente en un tiempo, ¿no es así? Roy afirma que alguna vez fue electo jefe del Partido. ¿Usted recuerda algo parecido?

—No, no recuerdo eso. Pero puede ser; después de su conversión, efectivamente fue activo en el Partido. No recordaba que hubiera sido presidente, pero puede que lo haya sido.

¿Diría usted que los integrantes del partido se contaban por decenas, o centenas? ¿De qué volumen era el asunto?

—Decenas.

¿En la ciudad de México, especialmente?

—Sí, con una o dos conexiones en el interior. Había muchos partidos que se llamaban socialistas por todo el país, y hasta en la ciudad de México, pero no lo eran, eran más populistas que otra cosa.

¿De modo que el Partido Socialista de México se afilió a la III Internacional?

—Bueno, no hizo exactamente un acto de afiliación formal, pero expresó su adhesión, su respaldo a ella. Y eso porque, al fin y al cabo, la cosa apenas se estaba organizando. Pero Borodín efectivamente me enseñó, y convirtió a Roy. A fines de 1919, o comienzos de 1920 —pero yo creo que en diciembre de 1919—, Borodín me preguntó si quería ir con él a España como su intérprete. Y por supuesto dije que sí, que quería, y así nos fuimos a España.

¿Ustedes dos solos?

—Nosotros dos solos. Sí. Yo era su intérprete y asistente. Viajamos en un barco de una Línea española —no recuerdo el nombre ahora— y el tenía una suite muy elegante, verdaderamente muy elegante.

¿De Veracruz?

—De Veracruz. Él siempre defendía su alto nivel de vida, que era muy considerable, diciendo que ese era el único modo que permitía a los revolucionarios viajar sin hacerse sospechosos de ser revolucionarios. Pero nunca me gustó eso ni acabó de convencerme; reconozco que había cierta utilidad en viajar como pasajero de primera clase, pero eso no requería una suite de lujo, ni viajar de un modo que llamara la atención.

Ahora estamos en España.

—Por indicación de Borodín, una vez llegados a España, escudriñe todos los periódicos españoles. Y algunos nombres empezaron a aparecer de manera repetida en un contexto que nos parecía significativo. De este modo yo tomaba contacto primero con algunas personas, las seleccionaba y luego se las presentaba a Borodín, como al profesor Fernando de los Ríos y a Daniel Anguiano, que se destacaba mucho en el movimiento sindical, era uno de los líderes de los sindicatos socialistas. Usted sabe que había, en términos generales, dos movimientos sindicales en España: los movimientos sindicalistas de dirección anarquista, que tenían sus bases en Cataluña, y los sindicatos de dirección socialista, cuyas bases estaban en el país vasco, en Asturias y en Madrid. Ambos tenían casi la misma fuerza.

¿Y a Borodín le interesaba el sector socialista más que el anarquista?

—Sí. Sin embargo, hicimos relación con uno de los principales líderes del movimiento anarcosindicalista, Ángel Pestaña, que más tarde apareció en el segundo congreso (de la Comintern). En términos generales, Borodín, como todos los rusos, tenía un gran desprecio por los anarquistas y por el movimiento anarquista —yo diría que tan grande como el de Marx por Bakunin—, y era reciproco. Sin embargo, existía un impulso de simpatía hacia Rusia. Naturalmente, después de la Revolución se transformó en un centro de atracción para los dirigentes sindicales.

¿De modo que, hasta donde usted sabe, en aquel tiempo todavía no existía ningún núcleo comunista en España?

—No. Ninguno. Borodín no se quedó mucho tiempo en España, cuando más un par de semanas. Se entrevistó con esas personas, pero no hizo nada con ellos. Entonces me dejo a mi como su representante, con instrucciones de organizar un movimiento comunista en España, y con algunas sugerencias sobre cómo hacerlo. Su indicación fundamental consistía en trabajar con el movimiento de la juventud –la Organización Juvenil Socialista–, donde habíamos encontrado la mejor respuesta.

Se fue de España, y me dejó dinero para operar —no demasiado—, suficiente para vivir. Yo vivía en casa de un zapatero en Madrid; no recuerdo si le pagaba algún alquiler, pero vivía muy al día. Sin embargo, Borodín dijo que cuando llegara a Berlín conseguiría más dinero y me enviaría algo a mí.

Fue a Berlín, y efectivamente me mandó un poco de dinero, y prosiguió a Moscú. Entretanto, yo quedaba como representante de Borodín, que era delegado sin sede con credenciales del comité organizador de la Internacional Comunista.

¿El no usaba el nombre de Borodín, sin embargo seguía usando su nombre rumano?

—No, era Borodín. En España decía que era ruso. Pero el nombre de Borodín no significaba nada, por lo menos en aquel tiempo. Su personalidad sí: producía un verdadero impacto en las personas con quienes hablaba.

¿ Como se forme) el Partido? ¿Nos puede decir eso?

—Se formó como un comité para la III Internacional. La expresión Internacional Comunista no se usaba generalmente en aquel tiempo. No se si había sido adoptado por alguien, siquiera. Formamos un comité para la III Internacional, y después una organización juvenil.

¿Cuanta gente había en ella al comienzo? ¿Qué volumen tenia el grupo? ¿Era de Madrid únicamente, o era más representativo?

—Solo de Madrid. Yo diría que tendríamos unas 20 personas en el grupo central.

¿Y quiénes eran las personalidades principales?

—Me cuesta recordar ahora… Anguiano era uno de ellos. Daniel Anguiano, del que le hablé…

El secretario general, o el número uno, ¿qué era? ¿Un sindicalista?

—Era un intelectual. Era el dirigente de la Organización de la Juventud Socialista, y su adhesión a nosotros al principio fue secreta, pero lo forzamos —yo lo forcé— a dividir la Organización de la Juventud y a formar una organización juvenil para la III Internacional, puesto que no podía traerse consigo a su organización; llevo cierto tiempo y esfuerzo conseguir que algunas de estas personas se manifestaran abiertamente. Al principio algunos expresaban sus simpatías, pero no querían declararlas. Mas tarde tuvimos un movimiento abiertamente favorable a la III Internacional. Entonces fundamos un periódico, un semanario, que llamamos El Obrero, que yo editaba desde la casa de aquel zapatero con la ayuda del grupo. Me quede en España trabajando y reuniéndome con este grupo todas las noches, y con algunos también durante el día, por varios meses. Sin embargo, no volví a oír de Borodin desde la primera vez que me mandó dinero, y en realidad no sabía qué tenéa que hacer a continuación. Entonces recibimos la convocatoria para el segundo congreso de la Comintern. De modo que decidí que lo mejor sería ir a Berlín, donde sabía que existía un centro fuerte. Roy estaba en Berlín, en camino a Moscú, y yo probablemente iría al segundo congreso de la Comintern. Y para con-seguir eso escribí a México, y recibí de México un mandato como delegado del Partido Comunista de México al segundo congreso de la III Internacional. Estaba a nombre de Jesús Ramírez, que era el que yo usaba en aquella época…

Y cuando llegó a Petrogrado ¿qué?

—Llegué a Petrogrado, y era realmente muy emocionante, eran los tiempos del comunismo de guerra, la vida era espartana en Rusia, y de verdad había algo atractivo y electrizante en la cosa. Se percibía en la atmósfera que todo tenía un objetivo, que reinaba el espíritu de sacrificio. Era un ambiente formidable. Me presentaron a Zinóviev, entregué mis credenciales, y charlamos un rato. Desde luego, estaba muy ocupado y pronto me pasó con otra persona, y cuando mencione el nombre de Borodín me lo pusieron al teléfono en el acto, y a partir de entonces todo marcho sobre rieles.

Borodín gozaba de la alta estimación de Lenin en aquel tiempo —había habido épocas en que estuvo en desgracia— y tenía una línea privada directa con Lenin. Vino corriendo a verme y pasamos un rato muy agradable juntos, después en-tramos en relación con otros delegados. Nos alojaron en el hotel Lux. Sólo había extranjeros en el Lux.

¿Pero esto era en Moscú?

—Sí. Me enviaron de Petrogrado a Moscú. Es cierto. Pero el segundo congreso se inauguró en Petrogrado, en el Instituto Smolny, y continuó en Moscú.

En Moscú me encontré con John Reed y Louise Bryant, con Fraina, con Gallacher, del partido británico, y con Murphy. Me encontré también con Ángel Pestaña, el sindicalista español —anarquista—que se presentó en el congreso, pero luego lo impugnó y desapareció del cuadro, por lo que respecta al movimiento comunista.

¿Era usted el único delegado latinoamericano en el congreso, o más bien el delegado de un país latinoamericano?

—No estoy seguro, pero es muy posible que sí.

De todos modos, se le aceptó como tal, no como delegado norteamericano.

—Así es. Los partidos norteamericanos eran todos clandestinos y yo no tenía ningún contacto con ellos; nunca había pertenecido a ellos. Había pertenecido al Partido Socialista (de los Estados Unidos). Pero ya para esa fecha existía un Partido Comunista, y luego un Partido Comunista del Trabajo (Communist Labour Party), y más tarde un Partido Comunista Unido, más yo no tenía ningún contacto con ellos.

¿Encontró a los dirigentes rusos interesados en un país como México, y en el trabajo de organización en América Latina?

—Lenin lo estaba.

¿Cómo lo sabe?

—Bueno, él se interesó en verme, y en tener una entrevista personal conmigo. Fui al Kremlin durante el congreso y mostré mis papeles; todo el mundo tenía pases especiales en esa época.

¿En qué idioma hablaron?

—Conversamos en francés y en inglés. Lenin hablaba muy bien en inglés, pero por alguna razón no le gustaba hacerlo; prefería conversar en francés o en alemán.

Cuando digo que hablaba muy bien en ingles no quiero decir que lo hablara con fluidez, como sí lo hacían Trotsky y Radek. Bujarin también tenía un inglés bastante bueno. Y el único fuera de ellos que podía hablar en ingles, realmente, era Lenin.

Y usted le hablaba en inglés, y él podía entender…

—Sí, exactamente. Algunas veces le hable en francés o alemán, pero sobre todo en inglés. No estaba interesado en el movimiento socialista de México. Comprendió de inmediato que tenía que ser forzosamente muy rudimentario. Pero le interesaban las masas y el pueblo de México, su relación con los Estados Unidos —si había o no un movimiento fuerte de oposición a los Estados Unidos— y estaba ansioso también por saber si existía un movimiento indígena en México, representativo de los intereses de los indios; y si teníamos alguna literatura en sus idiomas.

En otras palabras, ¿él le hacía preguntas? ¿Un interrogatorio más o menos sistemático?

—Sí, eso es. Le interesaba la base campesina de un movimiento en México, y hablamos algo sobre agricultura, y me mencionó un libro que había escrito sobre la agricultura en los Estados Unidos. Me dijo: “Es poco conocido, tal vez usted no haya oído nada de el”. Contesté: No, no sé nada de él. Me dijo: “Bien, le enviaré un ejemplar”. Eso es más o menos todo…

¿Cuánto duro… la conversación?

—Unos veinte minutos.

¿Y qué impresión le hizo el hombre? ¿Conserva algún recuerdo vívido de la impresión que le causo el hombre?

—Sí, la tengo muy vívida. Ante todo, físicamente: tengo la impresión de un hombre pecoso, de tez muy viva, y que conversaba con la más absoluta falta de afectación —con absoluta tranquilidad— y también con una habilidad asombrosa para colocarse en el nivel del otro, de modo que uno estaba hablando con un amigo, y él estaba hablando con un amigo. Empleaba frases muy familiares, y sin embargo parecía muy rápido, despierto, agudo. Parecía un hombre absolutamente desinteresado: daba la impresión de que no le interesaba nada fuera del movimiento. Y, claro, eso era su vida entera, naturalmente, de manera que no puede sorprendernos. Pero el impacto de su personalidad era muy fuerte, y era el impacto de un hombre amistoso, que al mismo tiempo era un hombre muy resuelto, muy decidido, que podría ser implacable.

¿Fue esa la única oportunidad en que usted hablo con él?

—Fue la única oportunidad en que hablé con él a solas. Sí. hablé con él varias veces unos pocos minutos durante el congreso.

¿Recuerda algo importante de esas otras reuniones suyas con él?

—No, porque no se las podría llamar realmente reuniones. Pero yo querría decir algunas cosas acerca de los rusos y del segundo congreso. La impresión primera y más fuerte que recibí como delegado a la III Internacional fue el carácter ruso de la misma: la forma en que los rusos se habían organizado para manejar todo. Era una cosa para la que no estaba preparado ningún delegado extranjero. Desde el inicio mismo, en lugar de ser una conferencia de intercambio entre partidos hermanos de diversos países, fue una proposición rusa. Y hasta cierto punto, claro está, así tenía que ser, debido al prestigio del partido ruso, que había hecho la Revolución y estaba al frente de un Estado, y también debido a la calidad intelectual de los dirigentes.

Pero estoy hablando de algo que iba mucho más allá, de algo que se preparaba en conciliábulos; ningún otro partido hacia conciliábulos. El partido ruso, desde el primer momento, tomó el mando del congreso, y lo tomó por completo. Zinóviev era el presidente; los rusos controlaban la comisión de acreditación, los rusos controlaban todas las comisiones, prepararon la agenda, tenían todas las resoluciones ya aprobadas en sus propias reuniones, sabían exactamente lo que el congreso iba a hacer. Nadie más se había preocupado por estas cosas. Y ya tenían la organización de lo que habría de salir de eso… el cargo de presidente de la Internacional para Zinóviev. Ahora bien, Zinóviev era más bien desconocido para la gente de los otros países. Sin embargo, lo eligieron presidente de la Internacional Comunista, porque así estaba arreglado.

¿Tuvo usted alguna relación personal con Zinóviev en ese tiempo?

—Converse bastante con él, sí. Nadie hablaba español, de modo que yo naturalmente gravitaba hacia la gente que hablaba inglés, y los rusos que tenían mayor facilidad en inglés eran Trotsky, Bujarin y Radek. Trotsky era un hombre muy ocupado, pero hablaba muy a menudo en el congreso. Supongo que después de Lenin y Zinóviev era quien más hablaba, y ciertamente era la figura de mayor atracción después de Lenin. Pero no se mezclaba con los delegados porque al término de cada reunión tenia que irse inmediatamente.

Cuando lo conocieron a usted, ¿lo consideraron como mexicano o como norteamericano?

—A mí se me miraba como mexicano, aunque sabían que procedía de los Estados Unidos. Además, mi partido era el mexicano, y eso era lo que contaba.

Una cosa más sobre una personalidad: Radek. En aquella época Radek desempeñaba un papel en los asuntos soviéticos que combinaba las funciones de un comisario político —si cabe pensar en un comisario político internacional— y de un Ilyá Ehrenburg. Era el periodista que informaba al mundo sobre Rusia. Y también era una figura política. Durante uno de los recesos algunos delegados conversábamos —a propósito, en el retrete del zar, que era un gran aposento—, estábamos allí algunos delegados ingleses, norteamericanos y un servidor, cuando Radek paso corriendo con un portafolios y creo que fue Fraina quien le grito: “¡Hola, Maquiavelo!” y Radek se detuvo, y dijo: “Que interesante, justamente acabo de poner a Maquiavelo en mi portafolios”, lo saco y nos lo mostró, diciendo: “Lo llevo conmigo a Polonia”.

¿Tuvo algún encuentro con Reed en ese tiempo?

—Sí, tuve. Supongo que tuve tanta amistad con Reed y Louise Brynt como con cualquier otro, sólo que no duró mucho porque Reed se enfermó muy pronto.

Usted sabe que existe la cuestión de la desilusión de Reed y que hay dos caras de esa historia. Hay algunas pruebas en favor de las dos versiones. ¿Usted tiene alguna idea de su estado de ánimo? Al fin de cuentas, lo paso bastante mal en el congreso. Radek prácticamente lo insulto.

—Sí, quedó como un tonto.

Luego se enfermó. ¿Tuvo usted alguna discusión con él, o sabe algo que pudiera echar luz sobre esto…?

—Sí, tuve la sensación clara de cierto desencanto de su parte. Puesto que yo no compartía ese desencanto, lo lamenté.

¿Era por la forma en que se le trataba, o era una cuestión intelectual? El seguía apegado a la idea de la IWW3 y del sindicalismo dual, y todo eso…, y se le echaron encima por este asunto.

—Bueno, me parece ahora —aunque no lo pensaba entonces—, me parece ahora que en parte fue eso, pero principalmente se trataba de que, en un país donde se emplean eufemismos continuamente, se cansó de decir cosas que de un modo u otro eran una distorsión, que parcialmente eran una distorsión. Me refiero a cosas como ésta, por ejemplo, empleábamos la frase “dictadura del proletariado”, y sabíamos que era una frase hueca, no un principio; pero en Moscú, cuando era evidente que el proletariado no ejercía ninguna dictadura, uno podía ver que era un eufemismo para aludir a la dictadura del partido. Nosotros repetíamos estas cosas, pero en el fondo no podíamos creer en ellas. Y creo que de eso se trataba.

¿Usted estaba presente cuando Reed murió?

—Sí estaba. Estaba junto a su lecho con Louise Bryant.

¿Estaba Fraina también? Usted sabe que Fraina dejó unas memorias; al final iba a escribir una autobiografía. Y en el bosquejo para esa autobiografía dice que él y Reed no se llevaban muy bien, que estaban en bandos diferentes, políticamente. Sin embargo, Reed, antes de morir, llama a Fraina y hubo una especie de reconciliación ¿Estaba allí Fraina cuando usted estaba con Louise Bryant, o estaban ustedes dos solos?

—Puede ser que él haya estado ahí en alguna ocasión; no estaba cuando Reed murió. Estoy seguro de que fue al hospital. De hecho creo que una vez fuimos juntos.

¿Quiere decir que usted estaba presente cuando Reed expiró?

—Sí, sí.

Se supone que Reed le habló a la señora Balabánova de sus fuertes sentimientos contra Zinóviev. Se supone que lo detestaba.

—Bueno, no me sorprende porque la mayoría de los delegados detestaba a Zinóviev.

¿Por qué? ¿Por su manera de actuar?

—En primer lugar, me parece, por su manera de actuar. Pero creo que también había un resentimiento básico por la preeminencia de Zinóviev, que nos fue impuesto a todos, aunque en realidad nadie sabía quien lo había elegido, y porque la autoridad con que el hablaba era una autoridad que se había arrogado, y no se la había otorgado el congreso; fueron los rusos los que lo impusieron al congreso.

De los delegados no rusos, ¿quiénes se destacaban, según usted recuerda?

—Bueno, los delegados no rusos eran un grupo bastante entreverado. En aquel tiempo el único movimiento francés de izquierda de alguna significación consistía en Loriot, Cachin y Souvarine. Y Loriot era un antiguo maestro de escuela; Cachin era un diputado veterano, que había sido socialista de extrema derecha; todo el tiempo estuvo, bajo sospecha en la Internacional Comunista. La verdad es que yo dije que nunca lo iban a aceptar, pero lo aceptaron y le dieron un lugar de honor.

¿Donde dijo usted eso? ¿En el congreso?

—Sí, en el congreso. Pero era ridículo, porque yo no tenia autoridad para denunciar a nadie, y él era uno de los pocos personajes que tenían; en realidad, Cachin era un magnifico ejemplo de como una persona puede cambiar, porque efectivamente se adhirió al movimiento del ala izquierda y llegó a ser un pilar —hasta una figura de primera línea— del Partido Comunista Francés. Nunca reincidió en lo que soltamos llamar oportunismo. Nunca fue un hombre de grandes dotes intelectuales; era una figura venerable, eso es todo lo que se podría decir de él.

¿Entonces a usted lo invitaron a hablar en el congreso en representación del partido mexicano?

—Sí. Una vez, y muy brevemente. Lo mismo pasó con los franceses. Los alemanes eran un grupo variado. Incluían todo el espectro, desde los defensores de Kautsky hasta representantes de Max Hoelz, que desarrollaba una lucha armada. Toda clase de grupos. Yo diría que el único cuyo nombre sobrevivió, y que alcanzó un puesto de importancia, era Willi Müenzenberg. Müenzenberg tuvo una participación muy destacada en el congreso, para ser un delegado extranjero. Quiero decir que en realidad ningún delegado extranjero tuvo una parte verdaderamente prominente. Los únicos delegados extranjeros destacados eran Cachin, Müenzenberg y Serrati.

¿Pero éste no se quedo mucho tiempo?

—No, es cierto. También los ingleses; bueno, estaban Gallacher y Murphy.

Y Fraina? ¿Qué recuerdo guarda de él en el congreso? Hablo dos veces.

—Sí. Pero a los norteamericanos no se les escuchaba porque todos sostenían posiciones que los rusos ya habían decidido que eran equivocadas. En realidad, a ninguno de los extranjeros se le escucho realmente. Se les permitía hablar cierto número de veces, pero sólo era cuestión de decidir a quienes se iba a utilizar y a quiénes no. Fraina tenia que hablar porque era uno de los pocos norteamericanos en la delegación de los Estados Unidos.

¿Y también fue Fraina el norteamericano que se plegó a la línea rusa en la cuestión sindical?

—Sí. Pero, bueno, salvo los rusos, la mayoría de los asistentes al Congreso era mediocre. Claro que había excepciones, pero esto explica en parte el dominio ruso.

Bien, el congreso terminó y algo tenía que decidirse sobre lo que usted habría de hacer. ¿Cómo se resolvió eso?

—Se me pidió que me quedara por un tiempo, y lo mismo a Fraina y a Katayama. Un día me mando llamar Lozovsky y me pregunto: ¿Quiere hablar con Kuusinen? Me parece que usted y algunos de sus amigos van a trabajar muy estrechamente conmigo”. Fui a ver a Kuusinen; hablaba inglés, dicho sea de paso, había estado en los Esta-dos Unidos. Dijo que se iba a establecer una oficina de la Internacional Sindical Roja en México. No se me preguntó si deseaba ir ni si estaba dispuesto; simplemente se me asignó allí. Eramos tropas sujetas a disciplina. Fraina y Katayama dirigirían la oficina y yo sería su asistente. Me dieron dinero: tres mil Mares, creo que eran, para llegar a México y vivir ahí hasta que los otros aparecieran. No viajamos juntos, pero fui con Fraina hasta Berlín. En Berlín estuve vinculado un rato con un aparato clandestino: un aparato administrativo regular para transferir visas de un pasaporte a otro, arreglar papeles, falsificar documentos de policía, cosas por el estilo.

¿De modo que la organización de Berlín había cambiado un tanto desde que usted paso por allí hacia el congreso?

—Sí, había cambiado. Antes no había más que rusos tratando de trasladar gente a Moscú. Ahora tenían todo organizado para enviar gente a cualquier parte. Podían usar a los alemanes para eso y también a mí. Y lo hicieron, mientras esperaba el momento de partir. Katayama llegó a México casi al mismo tiempo que yo. Tomamos una casa; una casita miserable, porque el dinero, que nos había parecido tanto cuando me lo dieron, no alcanzó para mucho. Yo hacía las compras y el cocinaba, y cocinábamos en una estufa de carbón.

¿Él había sido chef?

—Sí, era muy buen cocinero. Y después llegó Fraina, y nos pusimos a trabajar.

¿Encontró muchos cambios al volver?

—Sí, todo había cambiado. Yo había estado ausente alrededor de un año. Durante ese tiempo el Partido Socialista se había convertido en un partido completamente distinto; todos los miembros originales se habían ido; ahora se llamaba Partido Comunista y era más grande. Yo había enviado informes regularmente desde el congreso, y ellos sabían que regresaba. No estaban enterados de mi misión. Al llegar a México, fui recibido por Bob Haberman y él organizó una gran cena para mí, a la que asistió Felipe Carrillo. Fue en casa de Diego Rivera y resultó muy suntuosa.

¿Rivera se consideraba comunista en aquel tiempo?

—No. Pero simpatizaba con Rusia. ¿Quien no? Quiero decir, entre la gente que tenía simpatías generales hacia la clase obrera. Esa fue la primera vez que me encontré con Diego Rivera; Gupta estuvo también en esa cena, me acuerdo ahora. Recuerdo que tenía quejas muy amargas contra Roy. Bueno, como sea, cuando llego Fraina discutimos lo que íbamos a hacer y decidimos que Katayama debería organizar con mi ayuda un núcleo en México y publicar un periódico, y que Fraina debía ir a Sudamérica, pero no recuerdo ahora si hizo el viaje. Yo organicé el grupo; la figura central era un hombre que se llamaba José C. Valdés4, que al mismo tiempo era la figura principal del partido comunista reconstituido del movimiento juvenil. Era muy joven; más tarde llego a ser todo un personaje en México. Pero efectivamente organizamos un grupo, y era bastante abierto. Lanzamos un periódico —El Trabajador— que yo editaba.

¿Semanal o mensual?

—Semanal, era un semanario. Tenía un formato de tabloide alargado, como el del New Statesman. Fundamos una organización sindical llamada Confederación General de Trabajadores, para enfrentar a la CROM. Eso formaba parte de la política sindical dualista; la afiliamos al Profintern. Y no era un mero membrete, tenía sindicatos adheridos de toda clase, de pintores, de trabajadores de la construcción, de toda clase.

¿Quién estaba al frente, lo recuerda usted? Tiene que haber sido un mexicano.

—Ah, sí, claro que era un mexicano. Pero no recuerdo. No era Valdés, porque Valdés era un intelectual.

¿La organización y el periódico se fundaron ambos en 1921?

—Sí, teníamos oficinas de la central sindical, un cuartel general abierto de la CGT. En realidad, la CROM estaba preocupada porque nosotros crecíamos bastante rápido. Yo hable el 1º de mayo en una concentración enorme frente a la estatua de Juárez en la Alameda, había una multitud. Pero unos cuantos meses después me detuvieron, me llevaron a la cárcel porque había hablado en la reunión del 1º de mayo. Me tuvieron incomunicado junto con un español que también era activista; era uno de los que yo había reclutado, que militaba en el movimiento —un miembro de la CGT—, de su comité ejecutivo. Era un agitador español, y él y yo estábamos presos en México —incomunicados— porque los extranjeros no debían tomar parte en la política mexicana.

¿Usted seguía usando el nombre de Jesús Ramírez?

—El nombre por el que se me conocía en México era Frank. Se nos arrestó y después de unos días de prisión en la ciudad de México nos trasladaron a Carretero, y allí estuvimos presos un buen rato.

Nos iban a deportar a los Estados Unidos. Sin embargo, una delegación de la CGT se enteró de eso, a través de mi esposa, y fueron a ver a Obregón, que era presidente en aquel tiempo, y protestaron contra el intento de enviarme a los Estados Unidos; y no me mandaron. Nos embarcaron a San Vicente (el español) y a mí a Manzanillo, y de ahí nos deportaron a Guatemala alrededor de un mes, durante el cual, en gran parte, gracias a los esfuerzos de San Vicente, que realmente era muy capaz en ese sentido, hicimos contacto con algo parecido a un movimiento guatemalteco; fue allí, en Guatemala, que recibí el nombre de Manuel Gómez.

¿Seguimos estando en 1921?

—Sí, seguimos en 1921. Con papeles a nombre de Manuel Gómez, mi esposa y yo volvimos a México clandestinamente. Conseguimos llegar a la ciudad de México, e hicimos contacto con el grupo a través de Valdés; pero a partir de entonces cesó la actividad abierta. Yo no podía actuar porque se suponía que no estaba en México.

Se refiere a su actividad abierta

—Mi actividad abierta cesó. De modo que sólo me veía con una o dos personas, pero seguí editando el periódico; me traían las pruebas de imprenta.

¿Katayama seguía estando allí?

—Es posible que Katayama siguiera allí; no sé cuándo se fue. No sé qué pasó con él. Tampoco lo sabían los demás. Bueno, yo tenía que vivir con muchas precauciones. En realidad sólo salía de noche y caminaba apenas para hacer algún ejercicio. Aun así, a través de gente que venía a verme, el gobierno no llegó lo bastante cerca de mí para obligarme a una mudanza urgente. Y por un tiempo me mudaba cada semana. Hasta que finalmente se me hizo evidente que sobre esa base no podría hacer ningún trabajo efectivo.

Katayama no .estaba. Fraina no estaba. No había nadie a quien yo pudiera consultar. Yo tenía que actuar bajo mi propia responsabilidad y simplemente dejar las cosas en manos del ejecutivo de la CGT, que era toda una organización respetable. En realidad, sigue siendo una organización numerosa casi tan grande como la CROM.

De manera que salí de México, me comuniqué con la Profintern y se me hizo saber que mi misión podía considerarse terminada. Volví, pues, a los Estados Unidos y fui a Chicago, y me afilie al partido norteamericano como simple particular. Obtuve un traslado del partido mexicano. En realidad me adherí al Partido de los Trabajadores, porque ése era el único partido legal.

¿De hecho, por lo que usted conoce, los mexicanos no enviaron un delegado al congreso de constitución del Profintern en 1921?

—Creo que no. Yo me afilié al Partido de los Trabajadores, y entonces de ahí se me reclutó para el Partido Comunista inmediatamente, pero muy poco después el Partido Comunista se disolvió, decidió legalizarse y dejar de lado la clandestinidad. Me hice muy activo localmente, y se me eligió para el comité central de la ciudad de Chicago. Primero, fui presidente de mi rama. Eso era antes de que los llamáramos núcleos, y todos esos nombres. Era una rama del north side, me acuerdo. Jack Carney había sido presidente antes que yo. Entonces me eligieron para el comité de distrito, y luego para la convención nacional. Pero cuando el grupo Foster-Cannon, al que yo pertenecía, obtuvo el control del Partido, se me puso a cargo de las actividades antiimperialistas porque sabía español y por mi experiencia en México. Llegué a conocer a gran cantidad de mexicanos, chinos y filipinos; me reuní también con algunos cubanos. El único dirigente cubano que llegué a conocer realmente fue Mella, con quien me encontré en el congreso antiimperialista de Bruselas en 1927. También me encontré allí con Haya de la Torre y con Nehru. Nehru me recordaba mucho al Roy que yo había conocido al principio, solo que tenía más de intelectual que Roy; de intelectual desapasionado. Roy era un personaje más apasionado.

¿La siguiente vez que usted asistió a un congreso de la Comintern fue el VI, en 1928?

—Sí. Se me eligió para el Comité Central del Partido, y me nombraron delegado al sexto congreso. Para el congreso de Bruselas fue un grupo de nosotros en una gira de propaganda que organizó Willy Müenzenberg, con su factotum de aquel tiempo, un individuo llamado Louis Gibarti. Parecíamos un circo ambulante. Un grupo de nuestra delegación iba de ciudad en ciudad diciendo discursos.

¿En Europa?

—En Europa. Y mientras estaba en Europa recibí credenciales para representar al partido norteamericano como delegado fraternal al congreso del partido alemán en Essen. Fui a Essen y hablé allí como delegado fraternal del Partido Comunista de los Estados Unidos.

Sería interesante conocer sus impresiones sobre lo que había acontecido entre el segundo y el sexto congreso de la Comintern. El sexto, al fin y al cabo, fue asunto muy importante. Y el segundo había sido en realidad el primero. ¿Podría usted expresar que había ocurrido entre el segundo congreso y el sexto, en términos de organización?

—Sí. Ya le dije cuáles eran los problemas reales del segundo congreso. Diría que el único tema real del sexto congreso fue el del trotskismo, y de cualquier cosa que pudiera rotularse como trotskismo.

La diferencia era enorme, por supuesto. El segundo congreso fue más una reunión de organización que un verdadero congreso; en realidad, estableció toda la teoría y la filosofía del movimiento comunista. El sexto congreso efectivamente fue, desde luego, un congreso de verdaderos grandes partidos, algunos de ellos bastante poderosos. Pero, aún así, el hecho del predominio ruso subsistía. Era algo omnipresente. En realidad, los diversos partidos hacían lo que nunca habrían hecho en el segundo congreso, en cuanto reconocían su relación con el partido ruso y especulaban sobre dónde radicaba el poder dentro del partido ruso, y cómo podrían vincular sus propias luchas faccionales locales con el centro de poder en Rusia, porque sabían que de otro modo saldrían perdiendo. Por fuerte que fuera su propia posición en sus países, por populares que fuesen sus dirigentes locales, sabían que no tenían posibilidad alguna si el partido ruso estaba contra ellos. De modo que esta búsqueda del favor de quien quiera que pudiera considerarse el poder real en Rusia fue lo que más me impactó en el sexto congreso. En el segundo congreso a nadie se le habría ocurrido hablar de “el glorioso Partido Comunista ruso, bajo la dirección de Lenin”; pero en el sexto congreso nadie habría pensado en hablar del glorioso Partido soviético sin agregar “bajo la dirección de Stalin”. Había algunas cosas que se tenían que decir y su omisión daba base para la sospecha. Y existía desde luego, como usted sabe, por lo que toca al partido norteamericano, una lucha (pero esto no ocurría sólo en el partido norteamericano); existía el grupo de Lovestone, que especulaba con la victoria de Bujarin, y nuestro grupo que especulaba con el triunfo de Stalin.

¿Tenían conciencia ustedes, en ese sexto congreso, de la debilidad de la posición de Bujarin? Nominalmente, él inauguró el congreso como líder de la Comintern, pero durante el congreso hubo indicios perceptibles de que estaba en peligro. ¿Se notó, o todavía era oscuro para la mayoría de los delegados?

—Era oscuro. A nosotros nos parecía que Stalin ganaría, pero a los partidarios de Lovestone les parecía que ganaría Bujarin. No estaba claramente definido, no. Antes del congreso no estaba claramente definido, pero empezó a percibirse durante el congreso, diría yo, sí.

Permítame plantear la pregunta de este modo. En la lucha contra Zinóviev, Stalin y Bujarin eran aliados. En el sexto congreso se puso de manifiesto que esa alianza se quebraba, y que Stalin estaba amenazando a Bujarin. ¿Usted recuerda si tenía noción de esto, y a raíz de qué? ¿Qué cosa lo evidenció?

—Ah, sí. El hecho de que estábamos tomando partido. Estábamos tomando partido. Fui con Bittelman a ver a Molotov.

¿En qué circunstancias?

—Bueno, yo estuve ahí accidentalmente. Bittelman y Dunne gestionaron una entrevista con Stalin. Lo hicieron por acuerdo de una parte de la delegación norteamericana. Me refiero al grupo Foster-Cannon. Designaron a Bittelman y a Dunne para que se entrevistaran con Stalin y le expusieran el caso de nuestra facción en el partido norteamericano. Stalin estaba tan ocupado que no pudo recibirnos entonces, y probablemente consiguieron una entrevista con Mólotov. Cuando llegó el momento de la entrevista, Bill Dunne no aparecía por ninguna parte. Y se pensó que no era aconsejable que fuera una sola persona, porque en estas cosas siempre hacen falta dos por lo menos. De modo que se resolvió que yo fuera con Bittelman a ver a Mólotov, siendo Bittelman el portavoz. Conversamos mucho rato. Mólotov no hablaba una sola palabra de inglés, de modo que todo tenía que decirse a través de un intérprete, salvo cuando hablaba Bittelman y entonces era yo el que no entendía. Bittelman sabía ruso. Con todo, hice algunas preguntas, tenía algunas cosas que decir también. Porque yo no estaba de acuerdo con Bittelman en muchos puntos.

¿Estaba usted más próximo a Cannon que a Foster? Usted estaba más próximo a Cannon y a Dunne.

—Exacto. Yo estaba allí en realidad como sustituto de Dunne. Yo no concordaba con Bittelman. Ya había una verdadera división. Representábamos una alianza, más que un grupo sólido, el grupo Foster-Cannon. Pero nuestro argumento era que el grupo de Lovestone representaba un sector oportunista, basado en algo que llamábamos “el excepcionalismo norteamericano”. Mólotov decía “sí, sí”, etcétera; le interesaba saber cuál era nuestra posición, y naturalmente ni siquiera esperamos que nos planteara muchas preguntas porque nos adelantábamos a él. Estábamos ahí con un solo propósito, y él lo sabía, de lo contrario no habríamos estado ahí; nos hubiéramos entrevistado con Bujarin. No solo sabía que estábamos ahí, sino que también sabía que Lovestone estaba conversando con Bujarin. De modo que el pastel ya estaba cocinado. Ni siquiera necesitábamos una conferencia. Conseguimos pleno respaldo para nuestro grupo.

Quiere usted decir que Bittelman habló de la línea de Bujarin, desligó la facción de ustedes de la línea de Bujarin. ¿El nombre de Bujarin se pronunció concretamente en la conversación?

—Sí, pero Mólotov no lo comentó, no hizo ningún comentario. Pero al irnos, hubo apretones de manos muy efusivos, y una observación de Mólotov de que lo satisfacía ver que había un grupo tan firme dentro del partido norteamericano, y que había una dirección tan calificada en él.

¿Tuvieron la sensación de que no habían perdido el tiempo?

—Bueno, es posible que hayamos perdido el tiempo en el sentido de que la entrevista no hubiera sido necesaria. Pero ciertamente confiábamos en recibir respaldo, si estábamos en lo cierto al suponer que Stalin saldría ganando en el partido ruso. Todo era una especulación sobre quién ganaría dentro del partido ruso.

Ahora, durante el sexto congreso, como usted sabe, Cannon encontró el famoso proyecto de Trotsky sobre su escritorio, y eso cambio su vida. Desde luego, no habló con usted de eso.

—¡Ah!, sí.

¿Usted estaba al tanto de eso?

—Entonces no. Después de Borodín, el individuo más tortuoso que conozco es Cannon. Cannon habló largamente del asunto en Moscú, sin decir nada; habló abundantemente de Trotsky, sin apoyar a Trotsky y sin oponerse a Stalin; pero planteaba los problemas de modo ambiguo y uno tenía que preguntarse por qué hablaba de ese modo, al fin y al cabo. Algo raro estaba pasando ahí. Y sin embargo no llegó más allá.

¿Nunca le mostró el documento, ni nada parecido?

—No, entonces no.

Permítame retroceder un momento. ¿He entendido bien que Cannon nunca se pronunció por Trotsky?

—En aquel tiempo no.

¿He entendido bien que su grupo estaba apostando a la victoria de Stalin, y los otros a la de Bujarin, independientemente de la posición ideológica que ustedes sostenían?

—Bueno, nosotros lo racionalizábamos. Estoy tratando de darle a usted los huesos limpios, cortando con bisturí todo el tejido podrido. Le puedo decir ahora que se trataba de eso. Pero lo racionalizábamos, claro está, sobre la base de la pugna rusa.

Apoyando al jefe probable, al probable vencedor, más que a su fe ideológica fundamental en Stalin…

— ¿Es decir, al margen de cualquier racionalización? Absolutamente, desde luego, y la lucha por el poder en el partido norteamericano.

Significaría también que en el sexto congreso ustedes no estaban completamente seguros de que Stalin representara ya el poder real.

—Bueno, nos sentíamos bastante seguros. No lo estábamos cien por ciento, pero teníamos bastante confianza.

¿Y eso era así en el grupo de Cannon también? Porque, al fin de cuentas, existían diferencias sustanciales entre estos dos grupos (Foster y Cannon).

—Sí, era así especialmente en el grupo de Cannon. Yo estaba mucho más próximo al grupo de Cannon que al de Foster. Aunque por supuesto yo estaba vinculado con el grupo de Foster por el pasado; yo había estado muy próximo a Foster. Pero había muy pocas dudas en el grupo de Cannon sobre quién saldría ganador en el partido ruso.

¿Recuerda algo de lo que Lovestone ha llamado el “congreso de los pasillos” del sexto congreso? Hubo aquel asunto de los que recorrían los pasillos de un lado a otro con la gente de Stalin, hablando de Bujarin y ganándose a la gente.

—Sí, yo diría que la entrevista con Mólotov fue de esa clase. El otro bando estaba haciendo lo mismo.

¿Hay algo más que se destaque en su recuerdo del sexto congreso? ¿Algo de interés o de especial importancia? ¿Llegó a conocer a Bujarin? ¿Qué impresión le causó?

—Sí, me gustaba mucho. Era muy agudo, gracioso, con un delicioso sentido del humor, bastante sofisticado y muy dado a usar expresiones y formulaciones rebuscadas. Había tenido sus encontrones con Lenin, claro, y sus diferencias. Pero a mí personalmente de veras me gustaba Bujarin, y sentía respeto por él. Debo decir que ese respeto en buena medida era de segunda mano porque Lenin lo llamaba “el teórico del partido”, “el favorito del partido”, etcétera. No recuerdo ningún escrito importante de Bujarin que se me haya grabado; sí me ha sucedido con los de Lenin y Trotsky. Pero el impacto de su personalidad era decididamente favorable.

¿Se encontró alguna vez con Stalin?

—No, nunca estuve con él. Lo vi de lejos.

¿Y Zinóviev?

—Zinóviev no me gustaba. Tenía una voz muy peculiar, chillona, aguda, una manera cómica de hablar. Desde luego, yo estaba prejuiciado contra él porque se había opuesto a la Revolución. En realidad, nunca me pareció que él ni Kámeniev significaran nada para Lenin, más que personajes convenientes. No parecían ser gente de la estatura de Trotsky o de Bujarin. Con todo, deben haber sido de cierta estatura. Zinoviev rara vez hablaba más que en alemán; y yo no prestaba mucha atención al alemán, aunque lo entendía bastante bien. En realidad no lo vi mucho, aunque sí lo oí, ad nauseam.

En sus notas, si no me falla la memoria, usted quiso decir algo sobre el manejo de los fondos por los rusos, o algo de eso, ¿se limitaba sólo al periodo inicial?

—Bueno, lo que yo escribí ahí se limitaba al primer periodo, pero no debí haberlo limitado a eso. Esto plantea dos problemas, que no están necesariamente vinculados: uno, es la cuestión del control de los fondos, y el otro, es el de los representantes de la Comintern. Reps, los llamábamos. Esto se relaciona también con la rusificación general y con el control ruso. Los reps de la Comintern empezaron a aparecer por todas partes y hasta una jerga de la Comintern —jerga rusa, palabras como micleos y politburó—; y teníamos un pleno en el Partido norteamericano y toda esa clase de cosas, todos los países tenían un rep de la Comintern.

¿Cómo fue que lo expulsaron en 1929?

—Eso es una historia complicada. Casi podría decirse que se remonta al sexto congreso. Aunque nuestro partido especulaba con que Stalin dominaría la Internacional, a mí nunca me gustó. Es como cuando voté por Franklin Roosevelt, pero nunca me gustó. Y muy pronto me volví sumamente crítico de Stalin. Cuando el grupo de Cannon apoyó a Trotsky, yo me opuse a ellos porque no era partidario de dividir el movimiento comunista; se trataba de nuestro partido. Pero realmente no me gustaban los métodos de Stalin. Estaba en contra de la idea del Estado policiaco. Me parecía que Stalin había pervertido el leninismo. No me daba cuenta, como todos lo vemos hoy, que el germen del stalinismo era el leninismo. Pero estaba muy en contra de Stalin. A pesar de que sentía que ése era mi partido, y pensaba que algún día encontraría el sendero correcto y la dirección correcta, simplemente deje de asistir a las reuniones.

Sin embargo, pensando en Bill Dunne, que era mi mejor amigo, jugué con la idea de organizar alguna especie de fracción antistalinista. Era un asunto muy difícil y delicado, mucho más difícil que organizar una fracción bajo Lenin. Me parecía que Bill Dunne sería un buen elemento para esto, puesto que era tan anti Browder.

¿Se refiere usted a después de su expulsión, o antes?

—Esto es después de mi expulsión, es cierto. Simplemente dejé de lado la actividad, y me expulsaron.

¿Fue expulsado por no asistir a las reuniones?

—Bueno, me expulsaron por “tendencias pequeñoburguesas”. Se las llamó tendencias pequeñoburguesas en un editorial del Daily Worker sobre mi expulsión.

¿Cuál era el fundamento para calificarlo así?

* Bueno, yo trabajaba para el Wall Street Journal… no asistía a las reuniones de partido…

¿Y usted entonces se estaba ganando la vida fuera del partido? ¿Ya no estaba trabajando para el partido?

—Sí, en ese tiempo yo había dejado de trabajar para el partido porque en esa época la gente de Lovestone controlaba el partido. No les duró mucho. Perdieron el control en la primavera de 1929. Pero en aquel tiempo lo tenían. De modo que me echaron…

iAh!, ¿fueron ellos los que lo echaron?

—No, ellos no me expulsaron: me echaron del trabajo. Tuve que ganarme la vida de algún modo. Y yo había trabajado en un periódico financiero en Chicago antes de trabajar para el partido. Entre aquel empleo y mi trabajo para el partido, yo nunca había trabajado más que para el partido, en una tarea u otra. Era 1929, el mercado estaba en auge, y pensé que seguramente podría conseguir empleo en algún periódico de Wall Street. Y le pregunté a Foster, ¿qué le parece si tomo un empleo? ¿Sería adecuado que yo tomara un puesto en un diario de Wall Street? Y él me dijo: “No veo por qué no. Al fin de cuentas, no vas a escribir editoriales en favor del capitalismo”. De modo que dije, muy bien. Con todo, a pesar de que me expulsaron del partido, seguí en contacto muy estrecho, la verdad es que no dejaba de participar. Y luego volví mi atención al club John Reed, que antes no había tomado en serio, y al movimiento cultural, el movimiento periferico. Formé parte del grupo que fundó el Sindicato del Teatro —así fue como me introduje en el mundo del teatro—, simplemente para seguir haciendo algo que estuviera dentro de la órbita del partido, sin ser del partido. Y Bill siguió siendo mi amigo más íntimo.

Continué considerando al partido como mi partido, hasta, podría decir, no menos que hasta 1938. No, no tanto tiempo. Porque durante la guerra civil española, cuando Liston Oak estaba en España, lo que fue en 1936 o 1937, le escribí una carta, y en esa carta yo traté de convencerlo de que estableciera algunos contactos internacionales para el grupo que estábamos formando en el partido norteamericano —aunque yo no estaba en el partido— contra Browder. Estábamos tratando —yo al menos, lo estaba— de hacer de ésta una fracción anti Stalin.

Pero eso fue muchos años despues de su expulsion.

—No, empezó entonces, venía funcionando desde mucho antes, culminó cuando yo le escribí a Liston Oak, y la razón por la que lo mencioné es que aquella carta fue encontrada y publicada en el Daily Worker, y fue entonces que el partido realmente me denunció. Entonces fue que Bill Dunne me escribió y me dijo que en el sector del frente en que él estuviera al mando a mí se me trataría como a un enemigo, y rompió toda relación. Me escribió una carta de unas diez páginas, denunciandome. Porque Bill se había opuesto en sentido estricto a Browder —exclusivamente— y de ninguna manera a Stalin, ¿ve usted? Y yo esperaba poder encauzar esa oposición a Browder en un movimiento internacional contra los liderazgos.

¿Dunne era el único, o usted confiaba en poder contar inicialmente con el apoyo de un grupo significativo?

—Bueno, Dunne era el hombre clave. Era el único con ese grado de preeminencia en el partido norteamericano. Había otros…

¿Qué base tenía ésa oposición a Browder?

—Bueno, nosotros nos oponíamos desde la izquierda.

En otras palabras, estaban en contra del frente popular.

—Bueno, eso es expresarlo demasiado fuerte. Browder estaba poco menos que liquidando el partido, segun lo veíamos. Fijese que…

¿Se refiere ahora a 1936-1937?

—Yo me oponía al socialismo en un solo país; me oponía a toda la tendencia que Stalin representaba. Me oponía a la burla del centralismo democrático, al mando desde arriba que Browder también representaba en el partido norteamericano, que todos los dirigentes representaban. Eso, sin embargo, era algo que yo no podía conseguir porque carecía de peso político; simplemente trataba de inspirarlo.

¿Si usted pensaba así, por qué no se unió al grupo Cannon-Trotsky?

—Porque yo nunca acepte a Trotsky. Pensaba que Trotsky resultaría tan malo como Stalin. Al fin y al cabo, Trotsky había implantado los batallones de trabajo forzado, y Trotsky había ordenado los fusilamientos de Kronstadt. Había muchas cosas atractivas en Trotsky, pero también había otras que yo consideraba los peores aspectos de aquello que yo repudiaba en Stalin, aunque no puedo afirmar ahora que fueran los rasgos más negativos porque Stalin representaba algo mucho más siniestro.

¿Es exacto, verdad, que hasta fines de 1934 la línea de Browder era anti Roosevelt? ¿Qué actitud tenía usted respecto de esa línea? ¿O no la advertía?

—Por lo que recuerdo, yo era izquierdista en ese asunto, estaba en favor de la línea anti Roosevelt; otro motivo para que yo nunca fuera trotskista era que yo no tenía esperanza alguna en esos grupos disidentes minoritarios. Pensaba que el partido tenía que captarse desde adentro, que ese era el movimiento comunista y que no habría otro.

¿Usted se sintió muy golpeado por los juicios de Moscú, o el asunto le resulto más o menos indiferente?

—Fueron un golpe muy fuerte para mí, pero en cambio no lo fue el pacto Hitler-Stalin. En realidad, mi opinión era que estaba perfectamente bien. Pero los juicios… fueron un golpe muy fuerte porque para mí aquello era la revolución decapitándose a sí misma; me resultó una verdadera tortura.

Desde luego, usted además conocía a las personas. Eso le daba otro significado. Y toda la historia de los años 20, desde el comienzo, era historia viva para usted. Para los muchachos que aparecieron en tiempos de la depresión los años 20 eran prehistoria, y los veteranos del partido nunca querían hablar de ellos.

—Yo pensaba del pacto Hitler-Stalin… que Lenin habría hecho un pacto así. No veía que Rusia tuviera otra opción, veía que los aliados habían tratado de lanzar a Hitler sobre Rusia, que Rusia había empezado por intentar un arreglo con los aliados, y que prácticamente era un problema de sobrevivencia. Por supuesto, no adopté la posición de Rusia porque para aquella época yo era muy anticomunista. Sin embargo, no era uno de esos anticomunistas profesionales, y nunca lo he sido.

¿Es posible utilizar el nombre de Manuel Gómez sin dar ninguna clase de explicaciones? De lo contrario, tendrá que ser completamente anonimo. Es decir, la gente que revise el Daily Worker de los anos 20, o las revistas de la época, lo va a encontrar; por lo tanto existe, y eso le da cierto sentido de realidad. Eso es lo que hice en el libro, citar simplemente el nombre.

—No veo que eso cambie demasiado…

Bueno, si no representa mucha diferencia para usted, yo diría que, desde el punto de vista editorial, sí la tiene.

1 Manuel Gómez es uno de los seudónimos que usó en los anos veinte Charles Francis Phillips, conocido en Mexico como Frank Seaman. Esta entrevista fue originalmente publicada en dos numeros de la revista inglesa Survey. A Journal of Soviet and East European Studies. num. 53, octubre de 1964, y num. 55, abril de 1965. Una parte de la entrevista apareció en Cruzando la frontera, de Paco Ignacio Taibo II, Leega Editores, México, 1985. El presente texto es la versión, en lengua española, completa.

2 Blueprints, en el original. El término puede significar copias fotográficas o pruebas de imprenta, o también proyectos o planes de éndole militar o política. De ahí la continuación del diálogo. (Nota del traductor.)

3 Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo). (Nota del traductor.)

4 Se trata de Jose C. Valadés.

Testimonio de un dirigente comunista

Julio Gómez
Testimonio de un dirigente comunista

¿ Cuándo se inició el trabajo del PCM en Puebla entre los campesinos?

—El trabajo del Comité Local del PCM en el campo se inicia aproximadamente a fines de septiembre-principios de octubre de 1926.

Desde el principio mismo este trabajo lo estábamos realizando junto con la compañera Erminia Spíndola., Por lo pronto, el trabajo entre los campesinos se llevaba a cabo en las poblaciones más cercanas a la ciudad de Puebla, porque no hemos tenido ningún vehiculo a nuestra disposición.

Es necesario subrayar que más tarde algunos comunistas de entre los campesinos mismos participaban en el trabajo de penetración en las poblaciones lejanas y nos ayudaban en la formación de las celulas en el campo. Gracias a su ayuda y a la labor activa de la compañera Erminia hemos podido crear organizaciones comunistas (células territoriales) no solamente en distintos pueblos campesinos del estado de Puebla, sino también en algunas poblaciones del estado de Tlaxcala. Logramos fundar células en Acatepec, Tlapala, Tonanzintla, Acozautla, Cuautlancingo y muchas más del estado de Puebla. En lo que se refiere a las poblaciones de Tlaxcala, sus nombres ya no los recuerdo.

¿ Dónde más existian organizaciones locales en la región?

—Existían organizaciones del PCM en Puebla, Atlixco y Cholula. En éstas existían los comités locales del Partido. En lo que se refiere a Atlixco, existían principalmente las células en las fábricas textiles, las primeras se organizan en las fábricas Metepec y San Agustín, otras se forman más tarde. Además existia una célula territorial. En Cholula han sido organizadas células territoriales, de las de empresa no recuerdo.

Cuándo y cómo han sido electos los órganos dirigentes en Puebla?

—A principios de agosto de 1926, al tomarse la decisión unánime en el Grupo Cultural Proletario de Puebla, el precursor de la organización comunista poblana, de ingresar al PCM; en la reunión de todo el grupo, que constaba de 21 miembros, se elige el Comité Local de la ciudad de Puebla, integrado por cinco miembros, entre ellos Julio Gómez, el secretario general; Erminia Spíndola (que al principio debía realizar el trabajo de formación de las células territoriales); el compañero ferrocarrilero Velasco (o Velázquez), encargado del trabajo entre los ferroviarios. Otros cotnpañeros, cuyos nombres quiero destacar, son Concepción de la Rosa, Agapito López, asesinado en 1945; Valentín Cuayahuil y Rodolfo Villareido.

El Comité Estatal se forma más tarde, cuando hemos organizado las primeras células en Atlixco y en varias poblaciones campesinas del es tado. Si no me equivoco, el Comité Estatal se organiza a fines de 1926 en una reunión en la que participan dos representantes de Atlixco y algunos secretarios de las células campesinas del estado de Puebla.

En esa conferencia se forma el Comité Estatal del PCM en Puebla y algunos meses más tarde (aproximadamente en abril o mayo de 1927) se forma el Comité Regional del PCM, una vez organizadas las células en varias poblaciones del estado de Tlaxcala. El Comité Estatal de Puebla constaba de siete miembros y el Comité Regional, de nueve miembros. Además es electa la Comisión de Control del Comité Estatal y posteriormente la del Comité Regional, encabezada por el compañero Wenceslao Spíndola, zapatero, marido de Erminia. Como secretario general del Comité Estatal y posteriormente del Comité Regional me eligen a mi.

Cómo desarrollaba el Partido el espíritu antiimperialista de los trabajadores mexicanos?

—El sentimiento antiimperialista de los trabajadores mexicanos, y especialmente el antiyanqui, era muy profundo y bien desarrollado por el Partido en general y por la organización regional en particular. Como se sabe, en la segunda mitad de los años veinte ha sido fundada la Liga Antiimperialista de las Americas y también de México. La verdad es que tanto la una como la otra han sido fundadas por el PCM con la participación muy activa de Julio Antonio Mella. En Puebla también existía una sección de la Liga que sin grandes dificultades realizaba algunas acciones de frente único antiimperialista con las organizaciones sindicales y campesinas. Como ejemplo de tal frente único se puede mencionar la ya conocida demostración de protesta por el asesinato de Nicolas Sacco y Bartolomeo Vanzetti en los Estados Unidos, el dia 23 de agosto de 1927.

¿Cuáles fueron los motivos de tu salida de Puebla?

—Motivos personales para salir de Puebla yo no tenía. Al contrario, estaba muy entusiasmado con el trabajo que se realizaba en la región y tenía planes para un mayor desarrollo aún. Pero pasa lo que menos esperaba yo: en la V Conferencia Nacional del PCM, celebrada del 2 al 7 de abril 1928, donde hice el informe sobre el trabajo de la organización regional, soy electo miembro del Comité Central y a la vez secretario de organización del mismo. La V Conferencia Nacional del PCM ha escuchado con gran atención aquella parte del informe que se refería a la organización celular de la organización regional. A la Conferencia Nacional le ha llamado mucho la atención la organización y el funcionamiento de las células del Partido en las empresas porque tales células casi no existían en otras organizaciones locales y regionales del PCM, cuya organización era basada casi exclusivamente en las células territoriales. Y no es casual que la Conferencia Nacional insistía en que todas las organizaciones del Partido adopten la experiencia de la organización regional del PCM en los estados de Puebla y Tlaxcala, en lo que se refiere a la creación y el funcionamiento de las células de empresa.

Tal fue la causa única de mi salida de Puebla. Pero los primeros dos años de mi vida revolucionaria que pasé en Puebla se quedaron grabados en mi memoria y en mi corazón para siempre.

Para terminar el relato referente a mi estancia en Puebla, debo agregar solamente que durante el tiempo que he vivido ally he sido aprehendido tres veces por la policía, con la mayor estancia de tres días encarcelado cuando la demostración del 23 de agosto de 1927 de protesta contra el asesinato de Sacco y Vanzetti.

Al momento en que eres electo secretario de organización del Comité Central, ¿cuál era la amplitud del PCM? ¿Cuál era la composición social del Partido? ¿Y cómo tenía distribuído su trabajo el Comité Central?

—Para mediados del año 1928, es decir, para el mes de junio, el Partido contaba con 1 500 miembros, en su mayoría obreros (de Puebla, Veracruz, Tampico, Monterrey, Jalisco y el Distrito Federal, que eran los obreros panaderos, de la construcción, tranviarios, etcétera). Después, en segundo lugar, los campesinos (Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Coahuila, Chihuahua, Yucatan y norte de Tamaulipas). Y en tercer lugar, los intelectuales, que predominaban especialmente en el Distrito Federal.

En el Comité Central, propiamente, trabajaron los siguientes compañeros: secretario general, Rafael Carrillo; de Organización, Julio Gómez; director de El Machete, Rosendo Gómez Lorenzo; de Finanzas, Salvador de la Plaza (venezolano, que al regresar posteriormente a su país se pasa al Partido Socialista); la Comisión de Agitación y Propaganda, como su secretario, la encabezaba Julio Antonio Mella, quien durante algunos meses de ausencia de Rafael Carrillo (que se fue al VI Congreso de la Internacional Comunista, precisamente en los meses de junio-septiembre de 1928) ha desempeñado el puesto de secretario nacional provisional del CC del PCM. El secretario del Trabajo entre los Campesinos era Úrsulo Galván, pero la verdad es que casi no ha trabajado en el CC del Partido directamente, sino más bien en la Liga Nacional Campesina.

Realizaban trabajo en el Comité Central, además, Xavier Guerrero, algún tiempo secretario precisamente del Trabajo entre los Campesinos; Diego Rivera, como miembro del CC sin un puesto determinado; David Alfaro Siqueiros y, mas tarde, Valentín Campa, que se ocupaban del trabajo sindical; Siqueiros, durante un tiempo, desempeña el cargo de secretario general de la organizatión estatal del PCM en Jalisco con su residencia en Guadalajara. Ayudaban en nuestro trabajo algunos otros compañeros, como Gustavo Machado, Carlos Contreras (Vittorio Vidali) y Tina Modotti, encabezando la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional; el peruano Jacobo Hurwitz, quien en los últimos años de su vida encabezaría en su país el Comité de la Paz; siempre nos ayudaba el camarada suizo, uno de los fundadores del PCM, Edgar Woog (Alfredo Stirner). En la Juventud Comunista realizaban trabajo Jorge Fernandez Anaya, Luz Ardizana, Dionisio Encina y otros compañeros.

Recientemente, en el Partido Comunista Mexicano, surgió un debate sobre la personalidad política de Diego Rivera. El nombre de Julio Ramírez ha sido mencionado en dos ocasiones. ¿Qué opinas de esto?

—Creo que levantar el problema de la exclusión de Diego Rivera del PCM hoy, 20 años después de su muerte, es un gran error. Creo también que el XII Congreso del PCM, al aceptar a Diego en el Partido después de su autocrítica, actúa correctamente. Estoy completamente de acuerdo con las apreciaciones y conclusiones publicadas al respecto por Arnoldo Martínez Verdugo en Oposición. Diego ha sido un artista de renombre mundial y el hecho de que casi al final de su vida regresara al Partido, reconociendo completamente sus errores, es un hecho a favor del PCM. Es una gloria del movimiento comunista internacional el que en sus filas militaran Pablo Neruda y Rafael Alberti, Nicolas Guillén y Henri Barbusse, Jorge Amado y el arquitecto brasileño de gran renombre Oscar Niemeyer, John Reed y Albert Ris Williams, como también David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, como muchos otros pintores, artistas, escritores y poetas de gran fama mundial. No comprender lo positivo de este hecho es hasta cierto grado sectarismo. Cierto es que algunos de estos hombres no siempre son comunistas consecuentes, es muy propio de la bohemia. Pero, ¿acaso los comunistas consecuentes no cometen a veces errores? Cometer errores puede cualquiera, lo importante es reconocer esos errores, corregirlos y no repetirlos más.

Ahora, en lo que se refiere concretamente a Julio Ramírez, es dificil decir quién haya delatado ante las autoridades mexicanas mi procedencia extranjera; el hecho es que a fines de agosto o principios de septiembre de 1929, en un periodiquito mimeografiado de los trotskistas, apareció la noticia de que Julio Ramírez no es Julio Ramírez sino fulano de tal, de procedencia soviética y que abastecía al PCM con “el oro de Moscú”. Provocación hasta policiaca, ciertamente. La responsabilidad de Diego Rivera en este asunto existe indudablemente, pero hasta qué grado es dificil decir. Lo cierto es que él financiaba ese periodiquito. También él conocía bien a Julio Ramírez, a veces platicaba con él algunas palabras en ruso. Pero decir afirmativamente que era precisamente Diego el autor de aquella noticia no es posible, porque también Blackwell, miembro del Secretariado de la Federación Juvenil Comunista y expulsado precisamente en julio de 1929 por ser trotskista, también podía ser el autor de aquella noticia; más aún porque JR, como representante del CC del PCM ante el CC de la FJCM, insistía en su expulsión, y por esto él estaba muy en contra de JR. De cualquier modo, en el caso de la delación sobre JR ante las autoridades mexicanas (y como resultado de esto, la deportación de JR de México) Diego Rivera tiene por lo menos una culpa indirecta.

¿ Cuál fue la participación del PCM en la formación de los partidos comunistas de Cuba, Guatemala, El Salvador?

—El primer Partido Comunista de Cuba ha sido formado con la participación del PCM, cuyo representante, Enrique Flores Magón, llega a Cuba algunos meses antes de la celebración del Congreso, que se efectúa el 16 y 17 de agosto de 1925, y participa en el mismo como delegado del partido hermano de México. En aquel entonces el PCM era aún bastante pequeño, contaba con cerca de 200 miembros apenas, pero su influencia en el país y su prestigio en América Latina ya han sido grandes. Es por esto que los comunistas cubanos acudieron al PCM para que les ayudara en la formación de su partido.

Lo mismo sucedía algunos años más tarde con la formación de algunos PPCC de América Central (Guatemala y El Salvador). Para aquel entonces el PCM tenía un prestigio aún mayor dentro y fuera de México; a mediados del año 1928 el PCM contaba con 1 500 miembros, es decir, con 20 por ciento de todos los comunistas de América Latina, y a mediados de 1929 (antes de que el Partido fuera metido en la ilegalidad) contaba ya con cerca de 3 mil miembros. No es de extrañarse, pues, que el PCM fuera uno de los partidos de mayor prestigio en el continente, más aún por su influencia entre las masas, por su dirección de grandes organizaciones obreras y campesinas, como también por la dirección de las luchas de los trabajadores de la ciudad y del campo. Por todo esto los comunistas de los países de Centroamérica se dirigian al PCM en busca de su ayuda para la formación de los PPCC. Es así que con la ayuda del PCM se forman el Partido Comunista de Guatemala primero, y después el PC de El Salvador.

¿Cuál fue la importancia de la solidaridad a Sandino y los revolucionarios nicaragüenses?

—La importancia ha sido muy grande: se forma el Comité Manos Fuera de Nicaragua y se realiza una campaña muy amplia de propaganda alrededor de los fines que se planteaban los revolucionarios antiimperialistas bajo la dirección de Sandino en Nicaragua, con reuniones y mítines en todo el país que tuvieron no solamente el carácter de la solidaridad con el movimiento de Sandino, sino también y sobre todo significaban una lucha antiimperialista contra la invasión yanqui en Nicaragua; la solidaridad se manifestaba no solamente en la realización de esos mítines, sino sobre todo en la ayuda con armas; algunos inclusive se incorporaban a las filas del ejército sandinista; uno de los que encabezaba al Comité Manos Fuera de Nicaragua era Gustavo Machado, quien estaba ligado personalmente con Sandino y le llevaba la ayuda de toda clase que se recaudaba en México.

Desgraciadamente, más tarde, cuando Sandino tuvo la necesidad de terminar su lucha (además, era engañado por los norteamericanos y sus lacayos nicaragüenses), los PPCC de América Latina y el PCM inclusive, como también la IC, lo califican de traidor, lo que no era justo. Sandino indudablemente ha sido un luchador honrado. Hay que agregar a esto que la campaña pro Sandino y su movimiento en México aumenta grandemente el prestigio del PCM.

¿Qué balance haces del Pleno de julio de 1929 del Comité Central, qué tanta repercusión tuvo para el futuro del PCM?

—Primero. Los materiales (resoluciones y, posiblemente, actas de las reuniones) del Pleno de julio de 1929 están en el archivo del CC del PCM, según me lo dijo el compañero Arnoldo Martínez Verdugo. No hay necesidad, por lo tanto, de referirme en detalles al Pleno. Lo fundamental es que nos es impuesta una línea sectaria del VI Congreso de la IC. Es indudable, también, que hemos admitido esa línea porque nosotros mismos éramos sectarios y por lo tanto se debe no solamente criticar a la IC por esa línea, sino también autocriticarnos, es decir, hacer la autocrítica a nosotros mismos por haber aceptado esa línea.

Segundo. La falsedad, confusión y sectarismo de la línea están en su formulación: la etapa próxima de la revolución (¡y esto se decía en 1929!) es socialista en las ciudades y democrático-burguesa en el cam-po. La mayoría de los miembros del CC aceptan esa línea, en contra estaba francamente sólo Stirner. No sé precisamente cual ha sido la posición de Rafael Carrillo, pero, según entiendo, era en favor de esa línea, lo mismo Hernán Laborde. En algunas sesiones del Pleno no estuve presente porque precisamente cuando se realiza el Pleno del CC del PCM se celebra también una reunión extraordinaria del CC de la FJCM para tratar sobre la fracción trotskista en el seno del mismo, encabezada por Blackwell, y yo tuve que asistir a esa reunión, por ser el representante del CC del Partido ante el CC de la FJCM.

Tercero. De hecho, las repercusiones del Pleno de julio terminan en 1934, cuando se celebra en Moscú la Conferencia de los PPCC de América del Sur y del Caribe, cuya línea en gran parte antecede a la línea del VII Congreso de la IC; línea que rompe con el sectarismo del VI Congreso (aunque después los PPCC de América Latina, como algunos de otros continentes, cometían a veces errores muy graves de caracter sectario). Puedo decir más aún: ya pasado un año y medio nadie en la IC tomaba en serio aquella línea confusa que hemos aceptado en el Pleno de julio.

¿En qué situación es nombrado secretario general Hernán Laborde y qué pasó con Rafael Carrillo?

—Rafael Carrillo presenta al CC su renuncia del cargo de secretario general motivándola por su estado de salud. Esto sucede no en el Pleno de julio, sino más tarde, en septiembre u octubre de 1929. Entonces andaba yo fuera del Distrito Federal con el candidato del Bloque Obrero y Campesino para presidente de la república en viaje por el interior del país. Al regresar al D.F. supe que fue admitida la renuncia de Carrillo en la reunión del CC y como secretario general es electo Hernán Laborde. La última vez que vi a Carrillo fue antes de salir al interior del país y desde entonces no lo he visto. Según me dijeron, a fines de diciembre de 1929 él sale con su mujer y su hijo a Cuba. Cierto o no, no lo sé.

Algunos piensan que Carrillo renuncia a su cargo de secretario general del CC por no estar de acuerdo con la línea adoptada en el Pleno de julio. No lo creo, porque él abandona las filas del PCM hasta 1942. Es decir, hasta aquel entonces estaba de acuerdo con la línea del Partido.

¿Cómo entró el PCM en la clandestinidad? ¿ Qué medidas se tomaron para ello? ¿ Cómo era el funcionamiento secreto del Partido?

—Era la primera vez que el Partido trabajaba en la clandestinidad. A pesar de que todo indicaba que esto se acercaba, ninguna medida se ha tomado de hecho. Nos educamos a trabajar en la clandestinidad en el proceso mismo de la ilegalidad. Nadie de nosotros sabía lo que se debía hacer. Más aún, al principio se han cometido errores imperdonables de subestimación de la gravedad de la situación. Y si no han caído en la carcel la mayoría de los dirigentes del CC y de los comités locales y estatales no es porque hemos tomado las medidas necesarias, sino porque simplemente la policía en aquel entonces era tan ingenua en lo que se refiere a la lucha contra los comunistas como los comunistas en lo que se refiere al trabajo en condiciones de clandestinidad.

Sin embargo, algo si hemos hecho. Y es ante todo en lo que se refiere al dinero en efectivo del Partido y a las cifras para la correspondencia con algunos PPCC de Europa y el de los Estados Unidos. Todo esto lo he guardado en un lugar que era conocido solamente por mi y por Hernán Laborde. Debo agregar que ya antes del Pleno de julio, inmediatamente después de la salida de Salvador de la Plaza de México, me encargaron la Secretaría de Finanzas del CC (además, se entiende, de la Secretaría de Organización del mismo). Ya después de mi deportación de México, Hernán Laborde recibe el dinero y las cifras que había yo guardado en un lugar seguro, y es trasladado a otro lugar.

El Comité Central en la ilegalidad casi no se reunía, me refiero a fines de 1929. Nos reuníamos dos o tres dirigentes del CC para tratar algunos asuntos de carácter operativo y para discutir y acordar respuestas a las cartas que recibíamos de los comités locales y estatales del PC. La correspondencia con los comités no se interrumpía, seguía como siempre, pero lo que se había cambiado era la dirección para la correspondencia al CC y algunas direcciones del interior del país. Yo había destruído todas las direcciones del interior, apellidos y números de teléfono; todo esto, que eran si no miles, por lo menos centenares de nombres, apellidos y direcciones los guardaba en mi memoria, y así estaba seguro de que no iban a caer en manos de la policía en el caso de cualquier asalto inesperado a cualquier habitación de los dirigentes del CC. Claro esta que este procedimiento también era erroneo, ya que no tomaba en cuenta la posibilidad de mi encarcelamiento, con lo que el CC del Partido podía quedarse sin ligazón alguna con las organizaciones del Partido en el interior del país. Y casi iba a suceder así, al caer preso el dia 10 de diciembre (¡precisamente al salir de la casa de Laborde, a donde fui para cerciorarme de que destruyera una carta descifrada del PCEUA que yo le había entregado días antes y que, en efecto, no había destruido!). Digo “casi” porque al fin de cuentas encontramos el modo de trasladar todos los nombres y direcciones, que guardaba en mi cabeza, al Comité Central desde mi celda. A realizar esto nos ayuda Tina Modotti, que en aquel tiempo encabezaba la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional, organización que real y efectivamente prestaba su ayuda a los presos revolucionarios en todo el mundo.

Para el momento de la ilegalidad del PCM, ¿cuál era la amplitud del Partido? ¿Y dónde existían organizaciones importantes del Partido en el país?

—Para el momento de la ilegalidad contábamos con cerca de 3 mil miembros del PCM, no recuerdo con cuantos miembros contaba la FJCM.

Las organizaciones más importantes del PC en el país existían, segun recuerdo, para el momento de la ilegalización, en los siguientes lugares: Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatan, Distrito Federal, Jalisco, Monterrey, Chiapas, Coahuila, Torreón, Tampico y Chihuahua. No estoy seguro, pero me parece que también tuvimos organizaciones en Oaxaca y Durango.

Muchas de esas organizaciones han desaparecido o en el mejor de los casos se han debilitado considerablemente con la ilegalización del PCM. Y no tanto por el encarcelamiento (que si tuvo lugar y no poco), cuanto sobre todo por el abandono del Partido por muchos de sus miembros a los que les ha faltado la educación marxista-leninista y la suficiente conciencia comunista.

¿Cómo fue la participación del PCM en las elecciones presidenciales de 1929?

—Una de las tareas más dificiles para el Partido es la campaña electoral de 1929, la de las elecciones para presidente de la república.

Ese año era un año de grandes éxitos para el Partido, pero también de grandes pérdidas.

Su comienzo ha sido muy triste tanto para nuestro Partido como para todo el movimiento comunista y las fuerzas progresivas de América Latina: el 10 de enero de 1929 es vilmente asesinado por los esbirros del titere yanqui en Cuba, Gerardo Machado, el gran luchador antiimperialista latinoamericano, organizador del primer Partido Comunista de Cuba y miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, el compañero Julio Antonio Mella. El asesinato de Mella no ha quebrado las filas del Partido, sino al contrario, las ha reforzado aún más. Los trabajadores del país responden al crimen cometido contra el movimiento comunista agrupando sus fuerzas alrededor del PCM, la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y defensor consecuente de los intereses de todos los pobres y oprimidos. En muchos lugares del país, en centros industriales como también en el campo, se organizaban células del Partido y centenares de obreros y campesinos reforzaban sus filas.

Como muestra del crecimiento significativo de la influencia del Partido entre las masas trabajadoras esta la Asamblea Nacional de Unificación Obrera y Campesina, celebrada el mismo mes de enero de 1929 y en la que participan centenares de delegados en representación de muchas organizaciones, entre las cuales figura el Comité de Defensa Proletaria, algunos sindicatos nacionales independientes y la Liga Nacional Campesina.

Hay que subrayar, desde luego, que la celebración de la Asamblea y la organización del Bloque Obrero y Campesino Nacional, integrado por muchas organizaciones obreras y campesinas, ha sido un gran triunfo del Partido en lo que se refiere a sus esfuerzos por la unificación de la clase obrera y de los campesinos de México, y también abría la posibilidad de un trabajo activo entre amplias masas de los trabajadores de la ciudad y del campo para movilizarlas a la lucha revolucionaria.

El trabajo desplegado por el PCM y por el Bloque Obrero y Campesino en los meses posteriores a su creación ha sido grande y fructuoso. En muchos estados del país han sido creadas organizaciones locales del BOCN y la campaña por el candidato a la presidencia de la república, Pedro V. Rodríguez Triana, se ampliaba más y más por el país. Era tan intenso el trabajo desarrollado por el Partido a través del BOCN y otras organizaciones, tanto creció la influencia del PCM entre las capas pobres de la ciudad y del campo, que el gobierno del país, espantado de todo esto y encabezado por el presidente provisional Emilio Portes Gil, representante auténtico de las clases reaccionarias de México y apoyado por el imperialismo norteamericano, despliega una represión tremenda contra el Partido Comunista, represión nunca vista hasta entonces en México contra los comunistas. De hecho el Partido por primera vez ha sido metido en la semiilegalidad, primero, y poco más tarde, aproximadamente desde los meses de agosto o septiembre del mismo año, al acercarse más las elecciones, en la ilegalidad completa. Muchos de los activistas del PCM y de los sindicatos revolucionarios, así como del Bloque Obrero y Campesino, han sido encarcelados, algunos deportados a las Islas Marias. En marzo de 1929 es asesinado el miembro del Comité Central del PCM, un gran dirigente campesino, el vicepresidente del BOCN, el camarada J. Guadalupe Rodríguez.

Venciendo todas estas dificultades, el PCM prosigue su trabajo general, y particularmente el trabajo electoral. Miembros del Comité Central del Partido y sus activistas partían para distintas localidades del país, donde organizaban mítines electorales en favor del candidato del Bloque Obrero y Campesino y explicaban el programa electoral del mismo. Algunas veces íbamos sin nuestro candidato, como por ejemplo en ciertas poblaciones campesinas de Puebla, donde existian células del PCM y me conocían bien. En otros casos íbamos con Triana. Recuerdo especialmente nuestro viaje realizado con él, en octubre de 1929, a Guadalajara, donde el secretario general del Comité del PCM en Jalisco era David Alfaro Siqueiros, miembro del Comité Central. Bajo su dirección es organizado un gran mitin en un local de los sindicatos, al que asisten varios centenares de obreros que hacen un llamado a todos los trabajadores del estado de Jalisco a votar por el candidato del Bloque Obrero y Campesino. Con nuestra participación se realizan mítines también en varias poblaciones mineras del estado, donde Siqueiros goza de gran influencia personal como fundador y ex dirigente de la Federación de Sindicatos Mineros.

Claro esta que al fin y al cabo no eran muchas las ciudades y poblaciones visitadas por nosotros durante la campaña electoral, porque nuestras posibilidades pecuniarias han sido muy limitadas, lo que no se puede decir ni del candidato oficial de la gran burguesía y de los terratenientes que era Pascual Ortiz Rubio, ni del otro candidato liberal de la burguesía, el licenciado José Vasconcelos, ex ministro de Educación Pública en el gobierno de Obregón. También esta claro que mientras estos candidatos celebraban libremente distintas reuniones electorales, disponiendo a la vez de todos los medios de propaganda, nosotros teníamos que realizar los mítines en forma relampago antes de que la policía se diera cuenta de nuestra actividad, y ni siquiera disponiamos de nuestro Machete, ilegalizado ya entonces.

Mas a pesar de todo esto, a pesar de la clandestinidad del Partido, de sus recursos insuficientes, de la represión policiaca, de la campaña de calumnia desplegada por los trotskistas y los elementos gubernamentales contra el movimiento comunista, pese a todo esto, el Bloque Obrero y Campesino, dirigido por el Partido Comunista, ha obtenido un gran triunfo en las elecciones, lo que tuvo que reconocer inclusive la prensa burguesa: según sus cálculos, el candidato de los comunistas, candidato del Bloque Obrero, ha recibido aproximadamente de 130 a 150 mil votos. ¡Esto sí que ha sido un triunfo! Y lo reconoció también el gobierno de Portes Gil, pero lo reconoció a su manera: reforzando aún más la represión contra el Partido Comunista, expulsando del país y deportando a las Islas Marias a decenas de comunistas, llenando las cárceles con los activistas del partido.

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Resumen de las respuestas dadas por Julio Gómez o Ramírez (Rosovski) a un largo cuestionario que le formuló Arnoldo Martínez Verdugo, director del CEMOS, a fines de 1978. Hoy lo publicamos como postrer homenaje a nuestro compañero, fallecido en Moscú el 23 de enero de 1985. Versión completa en CEMOS, Fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 1.

Nuevos enfoques a la investigación sobre la izquierda mexicana

Nuevos enfoques a la investigación sobre la izquierda mexicana

Rocío Culebro y Uriel Jarquin

Entrevista con Barry Carr.

Barry Carr, historiador inglés, es profesor de la Trobe University. Autor de El movimiento obrero y la política en México/1910-1929 (México, Ediciones ERA, 1981), así como de numerosos artículos sobre el origen, vida y trayectoria del Partido Comunista Mexicano. Actualmente realiza la parte final de una investigación sobre la izquierda mexicana. Con este motivo entrevistamos al profesor Carr. Nos planteó una nueva caracterización de la izquierda mexicana y, al mismo tiempo, relató los principales obstáculos a que se enfrenta el investigador para realizar su trabajo. He aquí, pues, el texto íntegro de la entrevista.

Pregunta.

Profesor, ¿Cuál es la temática de su reciente investigación?

Respuesta.

El tema de la investigación es la historia y el desarrollo del marxismo, el socialismo y el comunismo en México, de 1940 a 1981. En un principio pensaba escribir la historia del Partido Comunista Mexicano en el mismo periodo, pero rápidamente me di cuenta de que no es posible estudiar la historia del PCM aislada del resto de la historia de la izquierda mexicana. No se puede estudiar la historia del comunismo mexicano sin tomar en cuenta el lombardismo o la corriente mayoritaria. Esta corriente mayoritaria debe entenderse, desde mi punto de vista, como una mezcla o simbiosis entre el ala izquierda del liberalismo mexicano y algunos aspectos del marxismo.

Por esas razones el trabajo, que empezó siendo una historia del PCM, va a terminar por ser una historia de la izquierda mexicana en su conjunto, analizando no solamente las formas institucionales que ha adoptado la izquierda, los partidos por ejemplo, sino la política, la ideología y la sociología de dichas organizaciones. También se analiza la forma como se han asimilado las distintas corrientes socialistas-marxistas en México.

P. En varias publicaciones mexicanas se pueden consultar los rigurosos estudios que usted ha realizado sobre los orígenes del PCM. ¿Por qué su interes en estudiar al Partido Comunista Mexicano?

R. Es un interés que data de hace 15 años. Como se sabe, mi tesis doctoral fue sobre las relaciones del Estado de la revolución mexicana con el movimiento obrero en los años 1910-1929. En este trabajo privilegié las relaciones entre la CROM, que fue la organización hegemónica en aquellos años, y el Estado. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que no se puede limitar la historia del movimiento obrero socialista durante los años veinte solamente al estudio de la CROM. Sabemos bien que dicha confederación nunca pudo establecer la hegemonía total del movimiento obrero.

Al margen de la investigación fui acumulando información sobre lo que se podrían llamar las tendencias marxistas y comunistas dentro del movimiento obrero. Materiales sobre el PC, principalmente; pero no hacía nada con esa información. A principios de los 70 comencé a investigar ya propiamente al PCM, sus orígenes en primera instancia. De dichas investigaciones publiqué algunos artículos sobre los años veinte y tengo terminado un trabajo sobre ese periodo. La investigación actual tiene que ver, digamos, con la última etapa del proyecto: la etapa actual.

Tengo que decir que la investigación no sólo obedece a cuestiones de tipo académico. Yo soy de izquierda y una gran parte de mis amistades en México han sido gentes de izquierda, sobre todo del PCM. De las pláticas que sostuve con ellos nació mi interés por la izquierda mexicana en general y por el PCM en particular.

P. ¿Cuál es la metodología que ha empleado para estudiar la izquierda mexicana?

R. El problema más grande es saber dónde está y qué es la izquierda mexicana. Hay que especificar primero los límites del sujeto histórico, eso no es fácil. Cuando empecé a estudiar al PCM, los límites los daba la organización misma, mas en cuanto se empieza a sobrepasar los límites de una organización se enfrenta uno a serios problemas. Los límites se convierten entonces en los propios límites del investigador. En el estudio de la izquierda mexicana, lo primero que tuve que hacer fue delinear las corrientes, las distintas corrientes que se incluían dentro de la temática de investigación y que iban a figurar en mi trabajo. El criterio no es del todo definido, pero he optado por estudiar cuatro corrientes. Esas cuatro grandes corrientes son: la corriente hegemónica dentro del socialismo mexicano, que es la corriente formada por una relación simbiótica entre el ala izquierda del liberalismo mexicano y determinados aspectos del marxismo global internacional. Es más fácil referirse a esta tendencia por medio de personajes que por organizaciones, ya que dicha corriente realmente no estaba organizada en torno a una cultura política; existieron organizaciones políticas pero fueron efímeras. Se trata de la trayectoria de personajes importantes que influyeron mucho en la vida política, sindical e intelectual de México. Gentes como Narciso Bassols, Víctor Manuel Villaseñor, Luis Chavez Orozco, etcétera. Esta corriente se caracteriza por la mezcla que se forma con el liberalismo radical mexicano y el marxismo. No es una corriente, propiamente hablando, marxista, pero los representantes piden prestados algunos aspectos del marxismo, los que se privilegiaban en la Segunda y Tercera Internacionales, y que ahora no se valoran mucho, como son el cientificismo, el productivismo, el racionalismo, el anticlericatismo, etcétera.

La segunda corriente es la del comunismo mexicano, digamos el comunismo del PCM. Esta corriente comparte muchas de las preocupaciones de la primera corriente, pero tiene también algunas cosas específicas. Dicha especificidad tiene que ver con la relación especial que existe entre el comunismo mexicano y el comunismo internacional, sobre todo con la Unión Soviética. Esta relación le imprime un carácter muy especial al comunismo en México.

La tercera corriente es la del llamado marxismo legal (de Lombardo), cuyos aspectos específicos tienen que ver también con factores nuevos, su relación con la llamada ideología de la revolución mexicana y con el movimiento obrero nacional e internacional.

La cuarta corriente —a la cual no le he puesto nombre todavía— rechaza los principales puntos de vista de las tres anteriores corrientes. Por ejemplo, es una corriente antiestatista —el estatismo, no lo había mencionado, es uno de los aspectos más sobresalientes de las tres corrientes anteriores—. Esta corriente, además, presenta tendencias anarcosindicalistas. Y también estaría dispuesto a incluir, aunque no estoy ciento por ciento seguro, a los trotskistas en esta corriente, porque rechazan gran parte de los postulados de las primeras corrientes.

Lo anterior fue el primer problema metodológico al cual me enfrenté. El segundo reto metodológico, con el cual todavía estoy luchando, tiene que ver con la cuestión de cómo voy a tratar el sujeto histórico de la izquierda en México. ¿Esa izquierda son los partidos o son los personajes representantes, portadores de las ideas socialistas y marxistas en México, o son las bases de los grupos y partidos? Eso todavía no lo sé; hasta ahora son dos los enfoques que he encontrado para el estudio del movimiento obrero y socialista: el enfoque institucional y el enfoque ideológico.

Al comenzar la investigación tenía ya el plan de hacer algo sobre lo que se puede llamar la sociología de la izquierda en México, es decir, dónde y cuándo se estableció la presencia de la izquierda en México; en qué periodos fue más importante la presencia del PCM y en cuáles se debilitó; entre qué sectores de la población tenía más incidencia el Partido; cuál fue la base social de los distintos grupos de izquierda; y analizar estos aspectos a través de los años, ya que es obvio que se suceden cambios importantes con el paso del tiempo.

Esta es la tarea más ambiciosa para un trabajo sobre la izquierda en conjunto, aunque el plan que tengo no es el más recomendable metodológicamente hablando, porque no se puede hacer un análisis realmente sociológico de una organización o sindicato fuera de una determinada zona. Hay que establecer límites bastante estrechos sobre el objeto de estudio. Esto se puede lograr estableciendo periodos cortos determinados, regiones precisas, momentos neurálgicos y estudiarlos a fondo.

Lo que estoy intentando hacer es reconstruir la sociología por medio de las muchísimas fuentes de información que tengo, privilegiando algunas coyunturas y algunos episodios en determinadas regiones para tener una visión de lo que era la sociología del Partido. Voy a privilegiar dos regiones: Chiapas y La Laguna, y unas determinadas coyunturas, como, por ejemplo, los últimos años del cardenismo; el periodo del browderismo en México, 1944-1945; la primera reorganización de la izquierda en 1947-1948; el surgimiento del Partido Popular y los primeros pasos hacia la construcción del POCM; el periodo 1957-1960 que es el de las primeras jornadas obreras y la reconstrucción o primera renovación del PCM; y 1968.

Esta coyuntura, la del 68, significó un cambio muy importante para la izquierda mexicana, y en consecuencia debe privilegiarse. A partir de 1968 cambió la metodología empleada en el trabajo, porque entrando en la década de los 70 las organizaciones o los partidos políticos dejan de ser los protagonistas principales de la izquierda en México. Eso no significa que dejen de ser importantes, lo que sucede es que a partir de este periodo el abanico de la izquierda se amplía para influir en nuevos grupos, nuevas tendencias, en miles de personas que no pertenecen a ningún partido político, mas se consideran miembros, militantes inclusive, de la izquierda; se produce una explosión intelectual que convierte al marxismo en el polo hegemónico de la inteligencia en México. Se puede decir que es hegemónico el marxismo. Entonces, a partir del 68, estudio ese fenómeno que tanto llama la atención a los extranjeros, el fenómeno de la explosión del marxismo en México. En esta coyuntura surgen casas editoriales, revistas de izquierda, grupos políticos. A partir de 1968 ya no es tan importante saber cuántos campesinos, obreros y estudiantes son miembros de los partidos políticos; es por esto que se ponen al margen en la investigación. Son importantes, pero ya no los privilegio.

Hay otros problemas metodológicos. Por ejemplo, hay que luchar contra los enfoques metodológicos de la guerra fría, que todavía siguen vigentes. La problemática de la guerra fría que formó una historiografía sobre el movimiento comunista allá en los años 50 no tiene ya tanta influencia, pero todavía hay que luchar para contrarrestar el peso de esa tradición, sobre todo en lo que se refiere a la relación entre el comunismo internacional y el comunismo de cualquier país.

Yo creo que es importante no escribir la historia del PCM como si se tratara simplemente de una serie de respuestas pasivas a las consignas de la Internacional Comunista.

La historiografía de la guerra fría considera que no hay historia nacional de los partidos comunistas, que los partidos comunistas nunca fueron, en ningún momento, actores o sujetos históricos independientes y que, por el contrario, sus políticas fueron un reflejo total de la política del Comintern o de la Unión Soviética. Entonces la historia es muy sencilla, ya que solamente es necesario escribir la historia del Comintern y hacer la cronología y periodización de la Internacional Comunista en cualquier periodo nacional en cualquier parte. Hacer esto sería incurrir en grandes errores, el principal de ellos es lo que yo denomino la trampa teleológica. Es decir, el error consiste en considerar que la IC, que al final se convirtió en un organismo digamos dogmático, centralizado, que impuso su voluntad a las secciones nacionales, empezó siendo así. Hay que decir que al principio, en los años 20, la Internacional Comunista no se interesaba mucho por México ni por América Latina, porque la IC se centraba más en Europa, en el lejano y medio Oriente, en países cuyo territorio era limítrofe con la Unión Soviética, esto por razones muy obvias. Antes de 1928 no existía interés de la Internacional Comunista por América Latina, y en general en los años 20 el comunismo se desarrollaba en la región de manera más o menos independiente. El interés por América se da después de 1928.

P. ¿Cuáles han sido los problemas fundamentales a los que se ha enfrentado en su investigación en México?

R. El primer problema es el que se presenta siempre en cualquier investigación, y que hasta hace dos o tres años no se tomaba en cuenta: las cuestiones de tipo técnico. Primero hay que ubicar fuentes de información, sobre todo por que yo soy historiador, insisto en mencionarlo. Estas fuentes de información (archivos, bibliotecas, etcétera) no fue fácil encontrarlas, debido a que aparte del Archivo General de la Nación, de la Hemeroteca Nacional y de la Biblioteca Nacional no había otros lugares para hacerlo. Cuando empecé a trabajar no existía un lugar especializado, como el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), sino que antes lo que se llamaba el Centro de Estudios Marxistas (CEM) era el único lugar en donde se podían consultar las fuentes directas del PCM, y esto porque a principios de los años 70 yo creo que al mismo PCM no le interesaba recuperar su conciencia histórica. Pero cuando regresé a México, allá por 1975-1976, me di cuenta que se habían producido cambios importantes que tienen que ver con los cambios dentro del PCM mismo. Se estaba empezando a desarrollar un proyecto de recuperación de su pasado histórico.

Entonces pude tener acceso a entrevistas con gentes como Arnoldo Martínez Verdugo y otros dirigentes del Partido Comunista. También tuve acceso a periódicos y algunos documentos del PCM. Un problema muy serio para cualquier investigador que estudie el movimiento obrero de México es la dispersión de las fuentes primarias. Debido a esa costumbre que tienen muchos militantes de llevarse los documentos como si se tratara de cosas de su propiedad, cuando en realidad son propiedad del Partido, no hay manera de centralizar fuentes de información. Es cuestión de ir viajando por toda la república pidiendo, implorando, solicitando, exigiendo o amenazando para acumular la información.

Otro problema que he encontrado ha sido la falta de cuidado con los materiales, por parte del PCM mismo. Eso se explica por varias razones, algunas fuera del control del Partido; debido a las olas de represión de las cuales el PCM ha sido víctima en muchas coyunturas, la policía se ha robado los archivos del Partido.

Estos son los principales problemas que tienen que ver con la ubicación de las fuentes de información.

Otro problema, y yo creo que lo es más para los mexicanos que para los investigadores extranjeros, es el de que un acervo importantísimo sobre la historia de la izquierda mexicana no se encuentra en México sino en el Instituto de Historia Social de Amsterdam o en el National Archives en Washington, o en quién sabe qué otros lugares. La información de Amsterdam es fácil de recuperar por medio de microfilmes (acabo de entregar al CEMOS una serie de materiales hemerográficos, revistas anarquistas y comunistas que conseguí allá). En el Archivo del Departamento de Estado y en el Archivo de la Inteligencia Militar de Washington se encuentra información muy importante, y no me refiero simplemente a esos famosos informes que rindió el compañero José Allen, sino a una colección muy importante de los primeros, muy raros y difíciles de encontrar, periódicos del PCM; publicaciones como El Soviet, El Obrero Comunista, etcétera. Entonces, creo que es importante recuperar esa información, yo diría inclusive que debe ser una tarea nacional, porque una cosa que me llamó la atención en Washington es que no se encuentra solamente un ejemplar de cada revista, sino hasta 18 ó 20 ejemplares. Creo que la Hemeroteca Nacional y el CEMOS deben entablar pláticas para hacer intercambios y recuperar esa información.

Me gustaría mencionar los problemas que no existen, y que sí esperaba encontrarme, debido a que se sabe que hay cierta desconfianza hacia los investigadores extranjeros para estudiar los temas delicados. Esperaba, en fin, encontrar barreras y dificultades para realizar mi investigación, pero francamente fue una sorpresa muy grata encontrar que no había nada de eso; nunca he tenido problemas para conseguir entrevistas, tener acceso a archivos o consultar documentos, y creo que esto es uno de los rasgos más significativos en el desarrollo de la izquierda mexicana. Este fenómeno no es una cosa simplemente académica, sino que tiene que ver con la etapa mucho más madura por la cual la izquierda mexicana ha pasado últimamente. Este proceso de maduración tiene que ver con la conquista, digamos, del registro, con la nueva legalidad, las nuevas modalidades de la legalidad, la incorporación de la izquierda a la vida diaria de México. Ahora estudiar a la izquierda no es una cosa rara, es normal. La gente quiere que se recupere la conciencia de la izquierda, porque realmente hace falta.

Últimamente me ha interesado la figura de José Revueltas; hasta hace pocos años no había leído mucho sobre él, pero considero que Revueltas es la figura del marxismo en México que más ha contribuido en cuanto a lo novedoso, lo original, lo imaginativo y en la capacidad de expresar las preocupaciones de un marxista en términos que sí lo puede apreciar el gran público. Su labor política se corresponde con su labor literaria. Novelas como Los días terrenales me provocaron un impacto muy grande; lo que me parece sumamente raro es que no se haya hecho ni un análisis de tipo académico o un análisis políticoliterario de los trabajos de Revueltas y que no se haya recuperado, para la izquierda en su conjunto, su tra- bajo. Se han escrito libros y ensayos sobre Revueltas, muchísimos, pero, o tratan su desarrollo filosófico, o son ensayos sobre sus novelas desde el punto de vista literario. Cierto que su trayectoria política es sumamente rara, pero no se ha llegado a fundir un análisis literario y un análisis político sobre su labor. Considero que esto es importasnte, porque novelas como Los días terrenales son autobiográficas y la temática es la vida del PCM en cada página, con nombres, lugares, fechas, fenómenos tomados de la vida real. Así que Los días terrenales no se puede considerar una novela que se pueda estudiar bajo la temática o el interés de aclarar la influencia de Sartre o del primer impacto del existencialismo en México, porque claro que es una novela existencialista, pero para mí es una fuente primaria en la historia del PCM. Los ensayos políticos de José Revueltas que se acaban de publicar me han aclarado mucho acerca de la experiencia del marxismo-comunismo en México.

Quisiera terminar con unas palabras de elogio a la labor de Arnoldo Martínez Verdugo, porque es importante reconocer su trabajo para rescatar la historia del PCM, el interés que ha mostrado en ese reto de recuperar la conciencia histórica de la izquierda mexicana, porque es una de las pocas figuras del antiguo PCM que sí se interesaron en eso. En muchos momentos de la historia del Partido Comunista, por medio de un informe, de la declaración de un pleno del Comité Central, se comprometió a escribir la historia y a fundar un centro de investigación que se lanzase a la búsqueda de información. Pero durante mucho tiempo no se cumplieron esos compromisos. Ahora sí, Arnoldo y el equipo de investigadores del CEMOS han cumplido con ese reto.

El proyecto nacional de los marxistas del ’47

El proyecto nacional de los marxistas del ’47
María Eugenia Romero Sotelo y Juan Pablo Arroyo Ortiz1

Los primeros días de enero de 1947 se llevó a cabo la Mesa Redonda convocada por Vicente Lombardo Toledano con la intención de reunir a los marxistas mexicanos para “discutir, cambiar impresiones…y contribuir a la fijación de los objetivos inmediatos, a la fijación de la táctica y la formulación de la estrategia que el proletariado y el sector revolucionario de México deben tener en la actual etapa histórica de la vida del país“2. El tema general con el cual fue convocada la Mesa Redonda era “Objetivos y tácticas de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país“3. Participaron el Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, el grupo El Insurgente y el Grupo Marxista de la Universidad Obrera. Se invitó, además, a un grupo de personajes con participación en la política revolucionaria del país.

En el presente ensayo tratamos de exponer los aspectos más importantes de la Mesa Redonda, tratando de articularlos con el contexto económico del desarrollo de México en ese momento.

Es importante mencionar los aspectos fundamentales de la ponencia de Vicente Lombardo Toledano, debido a que establece los lineamientos básicos que conducirán la discusión. Los temas y su concepción fueron acogidos en lo fundamental por los participantes, con la excepción de los representantes del PCM y de Acción Socialista Unificada, quienes marcaron matices a la discusión o tajantes diferencias en algunos temas centrales.

Según Vicente Lombardo Toledano la Mesa Redonda era necesaria por el abandono de la teoría como guía de los movimientos de masas, aspecto que planteaba problemas de conducción tanto en el movimiento obrero como en el “conjunto de los amplios sectores que constituyen lo que. . . llama la revolucion mexicana”, por lo que manifiesta que la acción política debe basarse en el conocimiento científico. Todo esto con el fin de llegar a “una línea única, de una estrategia y de una táctica”.

Aceptado el riesgo que implican las síntesis esquemáticas, partiremos de los temas fundamentales que se abordan en la discusión.

Lombardo enmarca la discusión en lo que llama la “vieja controversia” acerca “de definir con exactitud cuáles son las metas inmediatas que deben alcanzarse, cuál es la forma de organizar las fuerzas para alcanzar los objetivos propuestos y de qué manera hay que emplear estas fuerzas, y en qué momento, para alcanzar el objetivo señalado”.4 Aquí ubica fundamentalmente dos desviaciones, una de izquierda y otra de derecha. La primera, según Lombardo, consiste en que el proletariado tome la vanguardia en lo que se refiere al cumplimiento de los objetivos de la revolución mexicana y que el gobierno se convierta en instrumento de las fuerzas del proletaria-do. La de derecha consiste en un fatalismo histórico y geográfico que concluye que sólo “una política económica de interdependencia entre nuestro país y los Estados Unidos podrá ayudarnos a resolver los problemas domésticos de nuestra nación”. Una tarea fundamental del momento es combatir la desviación de izquierda, ya que la de derecha ha ido desapareciendo dentro del sector marxista. Aspectos de esta vieja controversia aparecen en un nuevo contexto de la realidad de la sociedad mexicana.

Lombardo considera que es fundamental combatir esta desviación de izquierda por quienes sustentan una teoría científica como base de la actividad política, de ahí que él desarrolle en su exposición los aspectos básicos del materialismo dialéctico y del materialismo histórico como fundamentos para el análisis de la sociedad.

Caracteriza el mundo en 1947 a partir de la consideración de que se vive una etapa de transición al socialismo, de que el mundo se encuentra dividido entre dos sistemas, el capitalista y el socialista. El capitalismo se halla en su última etapa, el imperialismo, cuyo centro fundamental se encuentra en los Estados Unidos, enmarcado en la crisis general del capitalismo, además de la inestabilidad de la paz mundial, que se debate en las posibilidades de una guerra inmediata. La característica fundamental del imperialismo norteamericano es el crecimiento de los monopolios durante la segunda guerra mundial, que han generado cambios de carácter político al interior de la sociedad norteamericana.

Parte de la idea de que la segunda guerra mundial tiene como resultado una marcada debilidad del capitalismo, por la derrota de Alemania, Japón e Italia, importantes naciones industriales, lo que fortalece a los Estados Unidos como principal centro del imperialismo. Además se nota en su exposición un esquema simplista de la conceptualización de las relaciones capitalistas a nivel mundial, al presentar éstas entre naciones coloniales y semicoloniales con el imperialismo. Pierde de vista el carácter del imperialismo en la definición del reparto del mundo, la expansión de mercados y de la penetración en los países capitalistas subordinados, en los que se transforman las fuerzas productivas estableciendo nuevas relaciones internacionales políticas y económicas.

Concluye, para el caso de América Latina, que la salida a la contradicción entre desarrollo de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción tiene solamente dos posibilidades, “la solución progresista, positiva, para el porvenir inmediato. . . rompiendo, destruyendo las formas artesanales y feudales de la producción, o bien el salto atrás, el retroceso de los pueblos… aprovechando la situación presente las fuerzas reaccionarias y con ayuda del imperialismo extranjero” .5 Este aspecto es el que permite explicar, según Lombardo, cuáles han sido la táctica y la estrategia y cuáles son los objetivos del movimiento obrero como vanguardia de los pueblos latinoamericanos. Así, ubica el papel de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) como impulsora del desarrollo de una vía progresista del capitalismo en América Latina. Es importante hacer notar que Lombardo considera que en esta etapa histórica el capitalismo mercantil es el dominante en las relaciones de producción en América Latina, y que las fuerzas progresistas deben promover la transformación hacia un capitalismo industrial.

Una preocupación fundamental era la obstrucción del desarrollo capitalista nacional, en su concepción de revolución democrático-burguesa, por parte de la expansión de los monopolios, instrumento imperialista. Este será el fundamento ideológico, por parte de la izquierda, para apoyar la política proteccionista, aspecto básico de la política de industrialización.

Lo que explica la coincidencia, en el caso de México, de la izquierda con el nuevo grupo industrial es la fuerte oposición al plan Clayton, presentado por los Estados Unidos con la intención de abrir las barreras al comercio de Latinoamerica.

Las coincidencias con el nuevo grupo industrial, que está organizado en la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, no sólo se dan en torno a la oposición al plan Clayton, sino que cubren todo un proyecto de desarrollo nacional que se integra en lo fundamental con los siguientes aspectos: una política de industrialización para cubrir un mercado interno que requiere abastecimiento en las condiciones de crisis que se dan después de la guerra, en las que había prevalecido un desarrollo de la manufactura para la exportación. Esta política requería un apoyo del Estado para crear las condiciones del proceso de acumulación, dotando de la infraestructura, la protección arancelaria y la política indispensables para favorecer a este grupo industrial. De aquí la concepción de un Estado políticamente fuerte, instrumento básico de la mediación entre las clases sociales. Un Estado que corrigiera las desviaciones nacionalizadoras que prefiguraba el Estado cardenista. Sin embargo, aceptaban explícitamente la presencia del Estado en la economía. El Estado constituyó su fuerza política desde el pacto social antifascista, que se dio durante la segunda guerra mundial y que sirvió fundamentalmente para someter a las fuerzas de izquierda y al movimiento obrero en torno a la política de unidad nacional para la industrialización.

Otro aspecto del proyecto es la política hacia los sectores populares y principalmente hacia el sindicalismo. Era una preocupación el que los beneficios de la industrialización y modernización del país llegaran también a los sectores populares, por ello existía una clara actitud conciliadora con los sindicatos, expresada en el pacto obrero-patronal de abril de 1945, y en el plan de mediación establecido entre la CTM y la CNIT para resolver los conflictos obrero-patronales.

Con la intención de lograr un consenso alrededor de su proyecto nacional, este nuevo grupo empresarial levanta una parte de su programa, referente a los problemas agrícolas, buscando medidas para elevar la productividad en el campo y sostener el poder adquisitivo del campesinado, con base en la idea de que el sector agrícola recibiría los beneficios de la industrialización .6

Este grupo industrial sostiene también una actitud de intenso nacionalismo con criterios antiextranjeros, particularmente antinorteamericanos. Así se configure el plan nacionalista que será parte fundamental en la Unidad Nacional que convoca a los diferentes sectores progresistas en torno a un solo proyecto de industrialización.

Estos planteamientos se contradicen con los que hacen los antiguos industriales integrados en la Confederación Patronal de la República Mexicana, en la Confederación de Cámaras Industriales y en la Asociación de Banqueros. Éstos plantean fundamentalmente una política hacia los sindicatos de no aceptación de pactos ni alianzas con el movimiento obrero organizado; la concepción de un Estado sin intervención alguna en la economía y una actitud de acuerdo con los Estados Unidos en torno a la política de liberalización de la economía.

En este contexto, los marxistas participantes en la Mesa Redonda integran su proyecto a partir de una concepción de la revolución mexicana que se encuentra en una etapa que requiere la unidad nacional para llegar a las últimas consecuencias de la revolución democrático-burguesa, en una situación donde la contradicción principal está en la lucha antiimperialista; para ello se requiere un Estado con apoyo popular y con participación en la economía, en el cual el proletariado juegue un papel específico en la dirección del proceso. En torno a estos dos puntos, el Estado y la dirección del proceso revolucionario, encontraremos las divergencias básicas entre los participantes de la Mesa. A continuación exponemos más ampliamente los aspectos relevantes del proyecto de la izquierda, que concluye en la propuesta de la integración del Partido Popular, cuestión que también genera confrontación entre los marxistas.

La caracterización de la Revolución está clara en la exposición de Lombardo cuando dice:

Es evidente que la revolución mexicana tiene como objetivo inmediato no el advenimiento del socialismo sino la destrucción del pasado semifeudal y esclavista, y la emancipación de la nación respecto a la influencia extranjera, en otros términos, los objetivos inmediatos de la revolución mexicana son el establecimiento de un régimen democrático-popular, pero al fin y al cabo un régimen burgués-capitalista.7

Encontramos en las exposiciones de los demás participantes un acuerdo generalizado respecto a la concepción democrático-burguesa de la Revolución y una convergencia en cuanto a la estrategia en el sentido de la profundización de las relaciones capitalistas de producción, como una vía para alcanzar las condiciones necesarias para la posterior consecución de la socialización de la Revolución. Se apoya esto en la idea del desarrollo lineal y esquemático, que, aunque explícitamente se critica en varias intervenciones, implícitamente se adopta. El objetivo era la transformación del capitalismo mercantil en capitalismo industrial, que se cumpliría con el logro de una meta planteada casi hasta la obsesión: la destrucción de las relaciones feudales y esclavistas, cuestión nunca fundamentada a lo largo de la Mesa Redonda. Estas afirmaciones se hacen en un contexto en el que el capitalismo industrial tiene un papel relevante en la sociedad mexicana, buscando en ese momento una redefinición de las condiciones de reproducción, debido a la situación planteada por la posguerra en términos de las relaciones internacionales de producción e intercambio.

Lombardo analiza la situación económica del país a partir de las contradicciones del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en México. La contradicción la ubica en el desequilibrio entre el desarrollo agrícola y el desarrollo industrial, el cual genera obstáculos para el desarrollo industrial debido a la escasa producción agrícola, sumada a la subsistencia importante del artesanado. El desarrollo industrial se ve amenazado por la baja capacidad adquisitiva de la población, que no le permite integrarse al mercado y con esto al consumo de los productos de la industria nacional. Además de estos factores que ponen en peligro el desarrollo industrial señala el acuerdo comercial de México con los Estados Unidos, firmado en la segunda guerra mundial, como un peligro más para la industria nacional, por la competencia con los productos norteamericanos. Agrega que existe una política hacendaria inadecuada, ya que no orienta el crédito público y privado para fines reproductivos. Concluye de esto que las fuerzas productivas se contradicen con las relaciones de producción. A partir de este análisis se pregunta si es el proletariado el que debe conducir a la revolución democrático-burguesa en nuestro país, a lo que responde de manera afirmativa con el siguiente argumento:

. . . porque el capitalismo, la democracia burguesa, es un paso progresista con relación al pasado feudal y esclavista del país. Le conviene, además, porque desde el punto de vista del tránsito histórico. . . el capitalismo es un paso hacia el socialismo respecto del feudalismo y la esclavitud; le conviene también al proletariado encabezar la revolución democrático-burguesa porque en este desarrollo el proletariado mismo crece, se fortalece como clase social. . . porque sólo él… es la fuerza que puede impedir que las cargas que implica el desarrollo capitalista, en un país que está viviendo en una etapa posterior al desarrollo burgués, caigan fundamentalmente sobre las clases populares8.

En la búsqueda del cumplimiento de los objetivos en este marco socioeconómico, se pregunta quiénes deben ser los aliados del movimiento obrero en la conducción del proyecto democrático-burgués, a lo cual responde que los aliados son los campesinos, la clase media, la burguesía industrial progresista, parte de los banqueros, parte de los comerciantes.

La alianza entre estos sectores debe ser la táctica a seguir para lograr la consecución de los objetivos de la revolución democrático-burguesa hasta sus últimas consecuencias, concebida ésta como una unidad global de los sectores progresistas de la sociedad en lo que llama la Unidad Nacional. Todo esto está basado en una condición indispensable: la unidad de la izquierda.

Hasta este punto del debate encontramos aparentemente una confluencia de los participantes; sin embargo, es el punto de partida de las diferencias en tres aspectos fundamentales: el carácter del Estado en el proceso, la caracterización del gobierno de Miguel Alemán y el papel del proletariado en la conducción de la revolución.

Respecto a la caracterización del gobierno de Miguel Alemán, que en ese momento tenía apenas un mes y medio de haber tomado posesión, la diferencia radica en que Lombardo y los seguidores de sus tesis conciben que es el gobierno de la unidad nacional, que, a pesar de que uno de sus primeros actos fue la reforma al artículo 27 constitucional, que frena el proceso de la reforma agraria, es susceptible de conducirse por el camino que marque la alianza de los sectores progresistas. Los miembros de Acción Socialista Unificada y del Partido Comunista pensaban que Alemán unificaba a la burguesía y que sólo con un cambio en la correlación de fuerzas se podría corregir el rumbo de ese gobierno, para lo cual era indispensable dirigir la unidad nacional como una presión social y política que lo obligara a adoptar dicho programa.

De aquí deriva la siguiente diferencia, que consiste en la concepción del Estado y del desarrollo capitalista. Por una parte se plantea la necesidad de un Estado integrado fundamentalmente por la burguesía progresista con el proletariado como aliado y con una presencia fuerte en la economía. Por la otra, expresada por ASU y el PCM y argumentada claramente por Hernán Laborde, vemos su posición en cuanto a las posibilidades del desarrollo capitalista y del Estado. Laborde dice:

Hay dos posibles vías al desarrollo del capitalismo: la que fortalece al capital financiero, particularmente al capital financiero imperialista, pero también al capital financiero nativo, que afianza la dominación del capital extranjero, apoyándose en el capital financiero nativo y en el capital comercial, en una parte del capital industrial y en los terratenientes, en los nuevos terratenientes hacendados capitalistas, que no serán menos voraces en la explotación del peonaje.

La otra vía de desarrollo capitalista posible es la que suprime progresivamente la dominación del capital extranjero nacionalizando las posiciones claves de la economía, la que debilita la influencia del capital financiero nativo también, mediante la intervención del Estado en la economía y mediante la introducción progresiva, aunque parcial, del capitalismo de Estado, no de golpe, pero en forma progresiva, de acuerdo con las circunstancias del país y con la situación internacional. Es también la que nacionaliza los bancos y reforma las finanzas y el sistema de crédito en un sentido democrático, es decir, para mejorar la situación de los trabajadores y de todo el pueblo, a la vez que se desarrolla la economía del país, no en beneficio de un puñado de financieros y especuladores, sino en beneficio de toda la nación. Y en la política económica es la que conduce a la reducción de los precios, al aumento de los salarios reales y al bienestar general de la población trabajadora9

En torno al papel del proletariado en la conducción de la revolución democrático-burguesa, Lombardo y sus seguidores proclamaban que el proletariado no estaba aún maduro para la participación en la gestión del proceso, y así su papel era el de definir el rumbo desde las alianzas; en tanto que el PCM y ASU reclamaban la conducción fundamental del proletariado como vanguardia de la revolución, aunque ésta fuera democrático-burguesa, de ahí la necesidad de conducir la unidad nacional, la política económica e incluso ocupar posiciones claves en el gobierno.

Finalmente, en torno a la concepción del partido, los comunistas nunca cedieron en su consideración de que el PCM era la vanguardia de la revolución, de manera que externaban sus dudas sobre la integración y el papel del Partido Popular en el proceso revolucionario, cuestión que sintetiza las diferencias fundamentales de la polémica.

Contexto económico de la Mesa Redonda de los Marxistas de 1947

El objetivo básico de este ensayo es ubicar el contexto económico en el que se desarrolla la discusión de los marxistas en 1947. El punto es relevante en virtud de la importancia que tiene el problema de la producción, la distribución y el consumo en una visión global de la sociedad, lo cual permite entender mejor las concepciones políticas de los participantes en la polémica. Aunque no encontramos en sus exposiciones un estudio sistemático de la economía, en conjunto se puede percibir una constante preocupación por los problemas estructurales, ya sea en las ideas sobre la expansión del imperialismo o en los problemas de la industrialización, del comercio internacional, de la política financiera, de la expansión monopólica y otros. Para poder ubicar sus concepciones desde una perspectiva crítica, y aprovechando la ventaja de la observación a distancia, desde la perspectiva histórica, trataremos de desarrollar un análisis extendiéndonos a la evaluación de la situación econó-mica en la década de los cuarenta. Expondremos en primer lugar algunos aspectos de la situación internacional —en un análisis de los problemas de la producción y la distribución, las relaciones económicas internacionales, para poder entender algunas preocupaciones que se manifestaron en la Mesa Redonda sobre la hegemonía de los Estados Unidos, los monopolios, la inflación mundial, el comercio y, de manera sobresaliente, el problema del Estado— con la intención de articular un análisis con la situación económica a nivel interno sin perder de vista la inserción de nuestra economía en el conjunto del sistema capitalista.

Tal como lo señalan varios ponentes, una de las cuestiones relevantes es la nueva condición de la situación mundial con la aparición de dos sistemas económicos encontrados, el capitalismo y el socialismo. Efectivamente, como resultante de los efectos de la segunda guerra mundial, tenemos como característica inicial una desarticulación de la producción que se tiene que reconstituir en las nuevas condiciones políticas. La existencia de dos fuerzas fundamentales inauguran un panorama geopolítico diferente al.que existía hacia apenas algunos años. La guerra destruye el sistema multilateral que tenía como centro básico a Europa occidental y da lugar a la condición bilateral que enfrenta al socialismo con el capitalismo. Una de las expresiones iniciales de la desarticulación del aparato productivo y de la nueva división geopolítica es la ruptura de las relaciones de intercambio anteriores, fundamentalmente por la separación del campo económico entre el bloque socialista y el bloque de occidente.

En el ámbito diplomático, se dan intentos por mantener el equilibrio mundial a pesar de la segura ruptura que prefiguraban las condiciones objetivas: en octubre de 1945, en la Conferencia de San Francisco surge la Carta de las Naciones Unidas, cuyo órgano esencial, el Consejo de Seguridad, pretendía la solución pacífica de las divergencias. Sin embargo, tal cual fue diseñado el sistema de la ONU y debido a la nueva correlación de fuerzas, Estados Unidos domina rápidamente el Consejo de Seguridad y a las Naciones Unidas, y el conflicto permanece.

La obvia disgregación de alianzas ocurrida en esta nueva situación desató un enfrentamiento político que se conoce como guerra fría, por darse exclusivamente a nivel diplomático, entre las tres potencias básicas del momento, los Estados Unidos e Inglaterra, por un lado, y la Unión de Repúblicas Sovieticas Socialistas, por el otro. “Es la guerra fría, acompañada de una espectacular inversión de alianzas, rasgo propio de la segunda posguerra; el año de 1947 marca su principio y en 1953 aparecen tan sólo los primeros síntomas de suavización.10

Una de las manifestaciones concretas que presenta el inicio de la guerra fría fue la doctrina expresada en el discurso del presidente Truman del 12 de marzo de 1947.

No alcanzaremos nuestros objetivos. . . sus libres instituciones y su integridad nacional contra los actos de agresión que pretenden imponerles regímenes totalitarios. Se ha comprobado que los regímenes totalitarios impuestos a los pueblos libres por agresiones directas o indirectas socavan la paz internacional y en consecuencia la de los Estados Unidos…Estoy convencido que la política de los Estados Unidos debe consistir en ayudar a los pueblos que resisten los intentos de dominación efectuados por minorías armadas o presiones exteriores.11

El trasfondo de estas expresiones eran las condiciones económicas que predominaban en los Estados Unidos. Su planta productiva estaba intacta después de la guerra. Aún más, estaban en plena revolución tecnológica con la automatización de la producción, lo cual los ponía a la vanguardia en el mundo occidental.

Por otro lado, el campo socialista vivía condiciones muy diferentes. Europa oriental se encontraba en el proceso de incorporarse a la socialización de la producción, realidad impuesta por el reparto geopolítico resultante de la victoria de los aliados. De esta manera, la URSS tenía una compleja tarea: reconstruir su economía y sostener un aparato político interno y externo que fuera la pauta para la integración de su área de influencia, cuestión indispensable en la nueva correlación de fuerzas.

En particular, la URSS se encuentra en desventaja respecto al eje del mundo capitalista, pues su aparato productivo está destruido y cuenta con un retraso estratégico en armamentos (realiza su primera prueba nuclear en 1949). De aquí que en 1945 se diseñe el cuarto plan quinquenal, que tiene como metas:

Reconstruir la parte destruida durante la guerra, centros urbanos, campos agricolas, plantas productivas, etcétera.

Desarrollar nuevas áreas de producción estratégicas en términos económicos y militares. Eso explica la orientación del mayor crecimiento de las plantas industriales del este de la URSS.

Desarrollo de la producción armamentista que hiciera desaparecer la inferioridad bélica respecto al bloque capitalista.

En este plan se da prioridad a la producción de hierro y acero, armas, bienes de producción e insumos estratégicos sobre la de bienes de consumo directo. Las condiciones políticas de una nación con una revolución joven obligan al Estado a desarrollar una política de estricta disciplina en la producción y de desarrollo ideológico en la educación en general en una situación adversa. La debilidad estrateégica de la URSS era evidente.

Ésta era la situación que suponemos preocupaba a los participantes de la Mesa Redonda cuando se referían al peligro inminente de la guerra. En sus planteamientos por la paz mundial, aspecto central de la argumentación en pro de la unidad nacional y de la izquierda, se denotaba una influencia determinante de las condiciones de debilidad coyuntural del bloque socialista, cuestión que fundamentara uno de los aspectos de la lucha antiimperialista.

Los marxistas de 1947 tenían mucha razón al prever un fortalecimiento estratégico de los Estados Unidos en el mundo de la posguerra; el Plan Marshall y el Tratado del Atlántico pasan a ser dos aspectos de una misma asistencia, el económico y el militar, a los países europeos, así como a Turquía, Grecia, Irán, Corea y Filipinas. Es muy importante no separar el aspecto político del económico en esta estrategia de expansión del imperialismo. La doctrina Truman que mencionamos antes cristaliza en el Plan Marshall, clara intención de control político en la expansión norteamericana del momento.

Las medidas de ayuda y reconstrucción [de los países arruinados por la guerra] han sido dictadas por el humanismo sólo en parte. Nuestro Congreso ha autorizado y nuestro gobierno realiza hoy una política de ayuda y reconstrucción, como un asunto de interés nacional…ya que la demanda mundial excede nuestras posibilidades de satisfacerla, concentraremos nuestra ayuda en aquellos países en que será más eficaz para construir un mundo estable política y económicamente, favoreciendo la libertad humana y las instituciones democráticas, estimulando la política liberal y consolidando la autoridad de las Naciones Unidas. Es una simple medida de sentido común… los pueblos libres que quieran preservar su independencia, sus instituciones democráticas y las libertades humanas contra las presiones totalitarias del interior o exterior recibirán preferentemente la ayuda americana.12

En el proceso del armamentismo y de la asistencia económica en la pos-guerra, se liga la extensión de las funciones económicas del Estado. “Su forma no consistió tanto en un control directo sobre la producción industrial como en una extensión considerable de los gastos del Estado y. . . de su influencia sobre el mercado, en especial con respecto a los medios de producción.”13 A este nuevo papel del Estado en la economia capitalista se le empieza a denominar, en los ambitos academicos y politicos, como capitalismo de Estado.

Esto es un aspecto relevante, pues en la Mesa Redonda una preocupaci6n presente es el papel que el Estado mexicano debe tener en la economia. La discusi6n se da en terminos del capitalismo de Estado, y se marca una diferencia profunda entre dos posiciones. Laborde y Campa, por un lado, expresan su intenci6n de fortalecer un Estado con fuerte intervenci6n econ6-mica y con participacion obrera en la gestion, mientras que Lombardo, Ramirez, Revueltas y otros expresan su idea en torno a un Estado mas re servado y con direcci6n exclusiva de empresarios progresistas. Estas posiciones llevaban implfcitamente la idea de que el capitalismo de Estado era una via hacia la socializaci6n del capitalismo, aspecto discutible si se pierde de vista la importancia que en esta epoca tiene el Estado en la regulaci6n del capitalismo.

Dado el alto grado de concentración económica característica de esta era monopolista, resulta inconcebible que estas tendencias al capitalismo de Estado introduzcan, per se, un cambio radical, ya sea en el carácter del Estado o en el sistema prevaleciente de relaciones sociales. Propiciar tal posibilidad significa adoptar un punto de vista puramente superficial acerca del capitalismo como sistema económico e ignorar aquellas características básicas, históricamente determinadas, de ese sistema.14

Una característica importante de la segunda posguerra es que la producción de armamento no se interrumpe, sino que conserva una considerable producción y una constante en la investigación de armas nuevas. Este es el caso de los Estados Unidos, la URSS y la Gran Bretaña. Tal parece que este aspecto se convierte en un punto de apoyo para acelerar el proceso de reconversión de la economía de guerra en economía de paz.

En los Estados Unidos este cambio se hizo rápidamente, sin grandes dificultades; en el caso de las industrias de construcción naval, aeronáutica, aluminio, etcétera, sufren reducciones estimables que se compensan con el incremento en la actividad de otras ramas industriales, como la de bienes de consumo, que se desarrolla para beneficiar las necesidades del mercado interior y exterior, rama que cumplirá un papel predominante en el desarrollo industrial posteriormente. La recuperación industrial se da en forma acelerada en este país, donde el índice de producción industrial pasa de 170, en 1946, a 187, en 1947; a 192, en 1948; y a 175, en 1949 —pequeña inflexión en la economía, tanto para los Estados Unidos como para la economía mundial. El impulso del desarrollo técnico en el área industrial es un apoyo más para esta recuperación acelerada; es el caso de los productos químicos, fibras sintéticas, plásticos, combustibles, televisión, etcétera, contando también con el desarrollo de los servicios públicos, el gas, la electricidad y el teléfono.15

Esta reconstrucción del aparato industrial a nivel mundial se desarrolla en una situación de desequilibrio de la economía internacional, que se agrava con el incremento acelerado de la producción; así, los países industrializados protegen más que nunca los mercados interiores. La competencia internacional y la lucha por los mercados se presenta con mayor fuerza, ya que los países empobrecidos necesitan exportar más para pagar sus importaciones, desequilibrio agudizado por el liderazgo de los Estados Unidos y el liberalismo esbozado de 1914.

Ante este desequilibrio, la reconstrucción se mueve en el ámbito de la cooperación internacional de 1945 a 1950, lo cual se muestra no solamente en la rehabilitación del aparato productivo, sino también en el restablecimiento de los canales del comercio y el sistema multilateral de pago.

Ya desde 1941 el gobierno americano se plantea el problema de la reconstrucción de la economía desde un punto de vista liberal y multilateral, muestra de ello es el acuerdo de ayuda mutua firmado entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña el 23 de febrero de 1942, en el que se comprometen los países firmantes a eliminar en el momento adecuado toda forma de pacto discriminatoria en el comercio internacional. En pos de tal objetivo se crea la UNRRA en 1944,16 que ve su fin en el mes de agosto de 1946.

En el marco de esta cooperación internacional surgen dos instituciones en la Conferencia de Bretton Woods, en 1944: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo; asimismo, el Plan Marshall. en 1947, y el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT). A este esfuerzo de cooperación internacional se suman los de las economías nacionales. La crisis de 1929 y las necesidades de la economía de guerra obligaron a los gobiernos a intervenir más en la actividad económica, acción que modifica paulatinamente los aspectos del llamado capitalismo liberal; lo anterior se expresa en la importancia que va adquiriendo el sector público y la diversidad de los medios de intervención estatal en la economía. En el momento una de las preocupaciones fundamentales de los gobiernos es la de mantener el crecimiento de la economía con pleno empleo, aun con el riesgo de crear tensiones inflacionarias, forma de crecimiento causante del alza de los precios y de los pagos al exterior, que muestra a su vez la incompatibilidad entre el crecimiento interior y el exterior. Sin embargo, los gobiernos optan por la expansión inflacionaria, que significa la plena utilización de los recursos, aspecto característico de esta fase de reconstrucción.

La propia reconstrucción permite la inversión y la aceleración del crecimiento; ello no significa rehacer simplemente lo destruido, sino crear nuevas estructuras. Así, el campo de la inversión no se encuentra vinculado solamente a las necesidades de reponer los medios de producción destruidos o amortizados durante la guerra, sino al desarrollo de la tecnología, característica de la posguerra, que muestra nuevas areas al gasto de inversión: es el caso de la industria química en los Estados Unidos, así como el propio desarrollo de la energía atómica para fines pacíficos o militares, terreno en el cual la innovación tecnológica y pública apoyan un proceso para la innovación privada.

En la recuperación, un problema que enfrenta la mayoría de los países son las fuertes tensiones en sus balanzas de pagos. El único país que no sufre estas tensiones son los Estados Unidos, dadas las condiciones propicias con que emergió de la conflagración mundial, por lo que sólo este país se encuentra en una situación tal que le permite realizar grandes exportaciones de capital, que se da en términos de la expansión privada directa y hacia los países industriales, los cuales se manifiestan menos riesgosos. Una característica de esta expansión privada directa posterior a 1945 ha sido el rápido crecimiento de la empresa multinacional, forma de organización empresarial en gran escala.

Siguiendo los acontecimientos se puede decir que el periodo de 1945 a 1950 se caracteriza por los esfuerzos de reconstrucción de las economías. En occidente, es un periodo de preparación para una de las fases de expansión más extensas que ha tenido el capitalismo, fase cuya característica esencial es su acelerado crecimiento y la reducción de la amplitud de sus fluctuaciones. Esta tendencia muestra una expansión extensa y rápida, con algunas recesiones cortas que se manifiestan en los años de 1949, 1951, 1952 y 1958 en Europa y los Estados Unidos —la de 1954 sólo en la economia americana—; cabe mencionar que estas recesiones se muestran sólo como una inflexión de la tendencia, mas no como una inversión de la misma.17

Para analizar la parte correspondiente a la economía nacional, como aspecto final de nuestro análisis sobre el contexto en el que se da la Mesa Redonda de los Marxistas de 1947, trataremos de relacionar lo referente a la modificación en los grandes aspectos de la economía y algunos aspectos cualitativos, como el movimiento obrero y sus principales manifestaciones, las políticas del Estado dirigidas al fomento de la industria, al comercio y a los sindicatos.

Pretendemos ir mas allá de la mera interpretación cuantitativa que nos pueden mostrar los cuadros estadísticos de las variables económicas, sin llegar a un estudio global de la historia social por las limitaciones que impone este ensayo. Hay que destacar que el periodo que tomamos como referencia para este estudio se inicia en 1939, momento que concentra características que fueron madurando desde años atrás a partir de dos cimentaciones básicas, la primera es el proceso revolucionario de 1910, que genera un torrente de sucesos políticos, sociales y económicos que aportan los aspectos básicos que se consolidan en el segundo elemento: el proceso de reformas económicas y políticas del periodo cardenista y que dan cuerpo a las condiciones en las que se abre la decada de los cuarenta. Así, en esta década domina la idea de la industrialización, particularmente el desarrollo de la manufactura, que tiene sus antecedentes en el proceso de acumulación que surge del proceso de revolución social, de tal manera que uno de los aspectos centrales de este periodo es la preocupacibn por el desarrollo industrial, alrededor de lo cual giran la política y la sociedad en general.

A partir de 1940 encontramos un crecimiento notable del PNB, a tal grado que alcanza entre 1940 y 1950 un promedio de 7,3 por ciento anual. Sin embargo, al ver el crecimiento año por año tenemos una reducción del incremento a la mitad de la década, que llega a 1 por ciento en 1947, cuestión que marca una clara inflexión del ciclo que posteriormente se recupera con un ritmo de crecimiento de 5 por ciento de 1947 a 1950.

Al analizar la participación de los sectores productivos más importantes, encontramos que las áreas más dinámicas son la agricultura, la manufactura, los energéticos y los transportes, bajo el criterio de que duplican su producción en la década y son el factor fundamental del ritmo de crecimiento anotado. En términos particulares, la agricultura cuenta con un crecimiento errático; sin embargo, alcanza un promedio de crecimiento de 7 por ciento anual. La manufactura, el petróleo y los transportes reportan un comportamiento similar, de continuo crecimiento, salvo en la inflexión de 1946-1947. Destaca la media anual del crecimiento de la manufactura con un 8,6 por ciento.18

Este notable crecimiento del Producto Nacional Bruto se ve acompañado de fuertes presiones inflacionarias, a tal grado que poniendo como base 100 en 1954 tenemos un incremento del costo de la vida del trabajador de 21,3 en 1940 a 75,3 en 1950, y tomando el índice de precios al consumidor con la misma base tenemos que pasa de 23,9 en 1940 a 72,5 en 1950.19

En tanto, las modificaciones en la población económicamente activa se manifestaron de la siguiente forma: de 1940 a 1950 el sector agropecuario reduce su participación en el total de la PEA de 65 por ciento a 58 por ciento, en tanto que el sector servicios incrementa su participación de 19 por ciento a 26 por ciento. Los demás sectores se incrementan más o menos al mismo ritmo que el crecimiento de la PEA; sin embargo, notamos que la minería, el petróleo y la electricidad reducen su participación sobre el total. Es significativo que la participación de la PEA de la manufactura conserve más o menos la misma participación, pues pasa solamente de 11 a 12 por ciento. Tal vez esto tenga que ver con la proporción del sector en el PNB, que también se mantiene con mínimos crecimientos, al pasar de 16 por ciento a 18 por ciento; en cuanto a la agricultura, aunque reduce su participación tanto en el PNB como en la PEA, su reducción en el PNB, de 21 por ciento en 1940 a 19 por ciento en 1950, no es tan grande como la reducción en la PEA.20 De aquí podemos deducir por qué la productividad es tan alta en el sector primario. Cuando el total de la productividad (PIB/PEA) en una media de la década es 2,6 por ciento, para el sector primario es de 4,1 por ciento; para la industria, 2,8 por ciento; y para los servicios, 0,8 por ciento. Las causas de este comportamiento del sector primario pueden ser la reforma agraria cardenista y el impulso que recibió la modemizacion del campo durante la década, por la necesidad de desarrollar una profundización de las relaciones capitalistas en el agro.21 Es de notarse que la productividad en el sector industrial se mantiene en la década por arriba de la media, factor que nos reporta un sostenimiento de la inversión y un aumento de la utilización de la capacidad instalada.

La modernización de la economía que emprenden el Estado y la burguesía es integral; esto se expresa en el papel que juega la industria en la década con las políticas de fomento que conforma el Estado, junto con las reformas a la Ley Agraria, que muestran un proyecto para el campo adecuado a las necesidades de la acumulación industrial. El Estado aparece como sujeto fundamental del proceso, como se nota en la inversión pública en la década, que muestra un sostenido incremento en el sector primario, en el sector industrial y en transportes y comunicaciones.

El Estado asume un papel trascendental en el impulso al desarrollo del capitalismo, teniendo como meta hacer funcionar la estructura para la acumulación. Para tener posibilidades de éxito en las condiciones de una sociedad subordinada en el marco del desarrollo del capitalismo mundial, debería restringir las condiciones de vida de los sectores populares, a la vez que integrarlos como base de apoyo político, así como impulsar su participación vigorosa en las áreas de la economía donde el sector privado no deseaba entrar o era incapaz de hacerlo.

Aquí resalta la importancia de los planteamientos que en la Mesa Redonda se hacían sobre el capitalismo de Estado, preocupación que predominaba en todas las corrientes políticas.

En este punto observamos un desfase entre el movimiento real de la economía y la interpretación que se hacía de éste. Así, mientras que las necesidades del desarrollo del capitalismo a nivel mundial, en expansión, plantean para avanzar la intervención del Estado y la derrota del liberalismo, los participantes de esta Mesa Redonda centraban la discusión en el combate al feudalismo, cuando era evidente el triunfo de la ideología keynesiana, que acompanaba al viraje del papel del Estado en la economía.

La teoria de Keynes mostró la manera en que la economía puede ser conducida para asegurar la utilización completa de recursos, en particular, el pleno empleo de la fuerza de trabajo, principalmente a través de la acción del gobierno en el campo fiscal y monetario, sin necesidad de ningún cambio radical en el marco de las instituciones de una economía de mercado.22

Este nuevo papel del Estado lo muestra la política económica y los instrumentos que utiliza para el proyecto industrializador como la vía eficaz de un crecimiento acelerado y sostenido de la economía. Una palanca fundamental de apoyo en este proceso industrializador fue la política comercial alrededor de la cual se establece la vieja polémica, una política comercial librecambista o proteccionista, problema que ocupa a los participantes en la Mesa Redonda, inclinándose por la segunda. A su vez, esta polémica se da al interior de la burguesía, entre los antiguos industriales y el nuevo grupo, presionados por la política norteamericana de establecer el libre comercio claramente manifiesta en la Conferencia Interamericana sobre problemas de la Guerra y la Paz, celebrada en la ciudad de México en 1945, donde los Estados Unidos proponen un enfoque general sobre los problemas del comercio internacional que facilite el libre comercio. A esta política se oponen no solamente México sino todos los países latinoamericanos, que se orientan, la mayoría de ellos, por el proteccionismo como la vía más rápida para lograr el desarrollo industrial. “Siendo el sistema proteccionista un medio artificial para fabricar fabricantes, no sólo puede parecerle útil y conveniente a una clase capitalista semidesarrollada, en lucha todavía contra el feudalismo ascensional.”23

En el caso de México, respecto a la política comercial, el gobierno utiliza durante la guerra sólo tarifas específicas y en menor grado controles de importación; el uso de estos instrumentos estuvo limitado durante estos años por el acuerdo comercial entre México y los Estados Unidos, establecido en 1943 y que desaparecería hasta diciembre de 1950.24 Aun así, por la reducción de la oferta de bienes a nivel mundial, se garantiza de hecho una protección a la industria nacional.

Al terminar la segunda guerra se crean diferentes condiciones en el mercado internacional, debido a la recuperación de la oferta de bienes, aspecto fundamental para que el Estado inicie el desarrollo de una política explícitamente proteccionista; así, en 1947, se crea el Comité Nacional para el Control de Importaciones, que establece el sistema de licencias como instrumento proteccionista significativo, sumándose en este mismo ano las tarifas ad valorem y el concepto de precio oficial. El periodo 1946-1950 se distingue por la formulación de una política general de importaciones, con lo que los patrones de comercio exterior empezaron a sufrir grandes cambios, aunque estas medidas no logran contrarrestar el crecimiento deficitario en la balanza de cuenta corriente para 1947, que fue de 167 millones de dólares, con una disminución de las reservas de divisas a 50 millones de dólares. En la búsqueda de la corrección de este déficit el gobierno mexicano opta por una devaluación el 22 de junio de 1948, abandonándose con esto el tipo de cambio de 4,83 pesos por dólar. Varios meses estuvo flotante el tipo de cambio y el 17 de junio de 1949 se estableció un nuevo tipo de 8,65 por dólar. Esta política devaluatoria causa problemas a la importación de materias primas y productos intermedios, por lo cual el gobiemo decide disminuir los impuestos a la importación en estos renglones. Ese mismo año se reorganiza la Comisión General de Aranceles: se excluye al sector privado en la elaboración de la política arancelaria y queda esta en manos del Estado.

Con esta política comercial (tasa de cambio, arancel y control cuantitativo) otros instrumentos de fomento a la inversión vienen a promover el desarrollo industrial, vía sustitución de importaciones: la Ley de Industrias Nuevas y Necesarias, que se establece en 1945, y la regla 14 de la Tarifa General de Importaciones. Bajo la primera ley las empresas pueden disfrutar de amplias exenciones fiscales por cinco, siete o diez años. Con estos instrumentos “la industria, por un lado, puede importar bienes intermedios y de capital (para la producción doméstica de bienes de consumo), libre de gravámenes y, por el otro, elevar la rentabilidad del sector industrial.25

Durante el conflicto bélico las exportaciones agrícolas e industriales mantienen un constante incremento; sin embargo, las segundas destacan con incrementos significativos de más de 100 por ciento al año hasta 1945, mientras que los productos del campo mantienen un crecimiento que podemos considerar normal en razón de las necesidades del mercado mundial en esos momentos. Esto denota cómo la industria cuenta con un fuerte impulso que proviene del exterior; así podemos ver que la industrialización en esta etapa cuenta con dos núcleos básicos de promoción, la demanda externa y el desarrollo del mercado interno, que se estimula también por las limitaciones de la oferta de manufacturas del exterior. Aquí está presente el proceso de sustitución de importaciones de manera importante, con una clara orientación en términos del destino de la producción y del origen de los bienes de capital. El capital norteamericano abría una fase de expansión vía inversiones directas y venta de bienes de capital y tecnología.

Al concluir la guerra cambian las características de la industria, al cerrarse los mercados que antes habían impulsado la producción de bienes manufacturados e iniciarse la búsqueda de la reorientación del capital internacional. Estos aspectos se conjugan, dando paso a una situación de crisis que se manifiesta en la inflexión del ciclo en los años 1946-1947. Este momento es decisivo porque en él se confrontan diversas contradicciones que definirán el rumbo político y económico del país. Aparece claramente la razón del enfrentamiento entre los grupos de la burguesía; el nuevo grupo industrial que había impulsado la industria química, metalmecánica y de consumo no duradero requería mantener las condiciones de alta productividad en el campo para poder disponer de bienes de consumo básico e intermedio baratos a la vez de un flujo de divisas para continuar con la sustitución de importaciones; requería además mantener áreas de inversión amenazadas por el capital extranjero, de ahí su actitud antinorteamericana. Los antiguos industriales no tenían estas preocupaciones, por tener un mercado asegurado de bienes de consumo no duradero (textiles, cerveza, tabaco, etcétera) y les interesaba una coexistencia con el capital extranjero ya instalado en el país, que no les significaba peligro alguno en términos de competencia.

Esta confrontación sera un elemento determinante que se encuentra tras la polémica de los marxistas en la Mesa Redonda. Las posiciones no sólo estaban influidas por la situación del conflicto internacional y la conformación del bloque socialista, sino que, dadas las condiciones nacionales, les preocupaba encontrar aliados en el enfrentamiento antiimperialista. Así, dentro de la línea del nacionalismo, la confluencia natural era con el nuevo grupo industrial, porque además encajaba en la interpretación y estrategia que tenían para desarrollar el capitalismo dentro del modelo de la revolución democrático-burguesa. En condiciones de clara debilidad dentro del movimiento obrero, para ellos básico en la dirección del proceso revolucionario, la estructura de la población, vista en una perspectiva estática, les era desfavorable; el predominio del sector rural sobre el urbano y las difíciles condiciones de crisis, que se manifestaban en la pérdida del poder adquisitivo, los orillaban a buscar alianzas con base en los planteamientos del nacionalismo revolucionario.

La expansión del capitalismo después de la segunda guerra mundial se da sobre la base del desarrollo del monopolio en su versión de empresa multinacional, apoyada ésta en la innovación tecnológica; en México, el flujo de la inversión extranjera lo muestra claramente: salvo en los puntos de inflexión del ciclo, las inversiones directas se mantienen constantes, con un incremento notable de utilidades remitidas, intereses y regalías, lo que nos da una muestra de lo atractiva que era para el capital extranjero la economía nacional, llegando al extremo en 1948, cuando, con una inversión de 33 millones de Mares, se obtuvo un beneficio de 116 millones de dólares.26 Es evidente que estas inversiones eran beneficiarias de la política industrial y comercial que impulsaba el gobierno mexicano, creándoles condiciones cada vez mejores para su reproducción. Asimismo, el desarrollo económico en México también se presenta con fuertes presiones inflacionarias, aspecto consustancial de la forma de acumulación monopólica del momento, que en condiciones económicas difíciles cumple la función de contrarrestar la caída de la rentabilidad. La inflación se presenta como resultado de la lógica de ese proceso de acumulación con base en el fortalecimiento y desarrollo del monopolio.

Los participantes en la Mesa Redonda percibían esta situación cuando expresaban su oposición a la expansión monopólica del capitalismo; sin embargo, no tenían claro los resultados de la política económica: el fortalecimiento, al interior de la economía mexicana, del capital extranjero. La política proteccionista y de fomento industrial abriría condiciones inmejorables para la concentración y centralización del capital nacional y extranjero.

La nación vive en la década de los cuarenta un intenso proceso de redefinición de la forma de acumulación; toda la sociedad se ve inmiscuida en la modernization del capitalismo, que abrirá nuevas condiciones en el desarrollo del país. Se están redefiniendo las relaciones internas de producción, nuevos mercados, incorporación de fuerzas hacia la industria, desarrollo urbano, etcétera; al mismo tiempo se encuentra un cambio permanente en las relaciones hacia el exterior, la adecuación de la economía en situación de guerra y después el cambio hacia una economía de paz en el nuevo marco de relaciones internacionales, que a su vez se están adecuando a la existencia de los bloques occidental y socialista.

Hay una constante redefinición de alianzas de clase y sectores de clase ante el proyecto nacional, que se concreta alrededor de la industrialización; estas redefiniciones de las alianzas están marcando una forma de negociación con el imperialismo que da al final de cuentas las características de la inserción de Mexico en el mercado internacional. Dentro de estas alianzas el movimiento obrero juega un papel central, ya que es el punto vital para el proyecto nacional en marcha. Durante la guerra la unidad frente al fascismo mediatiza al movimiento obrero, así como a sus líderes, que representan la izquierda dentro de la familia de la revolucion mexicana Todo esto favorece el crecimiento industrial, gracias a la fuerte pérdida del poder adquisitivo del salario y a la existencia del traslado de población del sector primario al sector servicios, que significa una disposición de fuerza de trabajo casi ilimitada. A principios de la década, los movimientos de huelga expresan una manifestación permanente contra esta situación, lo cual conduce a la necesidad de medidas políticas contra este movimiento en ascenso. En 1942 se da el Pacto de Unidad Sindical entre las principales centrales y sindicatos para detener los movimientos de huelga; sin embargo, el número de huelgas y huelguistas es creciente: llega en 1944 el punto más alto con 877 huelgas y 165,747 huelguistas. Lo anterior se conjuga con las características que el Estado mexicano ha delineado en los años que van desde el gobierno de Cárdenas hasta el afinamiento que Alemán prefigura con el charrismo y la fuerte injerencia del Estado en el movimiento obrero: la conformación del Estado corporativo, que será instrumento fundamental en la fase de desarrollo que se abre en estos años.

En 1945 se firma el Pacto de Unidad Nacional entre la CTM y la Cámara de la Industria de la Transformación. La guerra ha terminado y se buscan condiciones para enfrentar la nueva situación del país. El nacionalismo a ultranza sustituye al antifascismo; la guerra fría será el trasfondo de una política anticomunista a la que se responde desde la izquierda con una posición antiimperialista y buscando alianzas con los sectores progresistas de la burguesía. Este será el ambiente en el que Miguel Alemán llegue a la presidencia de la república: con el apoyo del movimiento obrero y de algunos sectores de izquierda, y a la vez comprometido con la burguesía y el capital norteamericano en la modernización del país.

Después del Pacto de 1945, el movimiento obrero se encuentra en un evidente reflujo, mientras que la inflación sigue en ascenso. Los movimientos de huelga descienden a 207 en 1946 y a 130 en 1947. Éstas son las condiciones en las que Alemán define la política que será característica del gobierno en los siguientes años; apenas unos días después de haber tomado posesión, frente a una huelga de petroleros que reclamaban reivindicaciones económicas, plantea la división del sindicato, el enfrentamiento abierto del gobierno contra los obreros al entablar un juicio para desconocer el contrato colectivo y denunciar la corrupción en la dirigencia sindical, entablando juicio legal contra el secretario general del sindicato. Lo mismo hace con los ferrocarrileros unos meses después, estableciendo el charrismo sindical cuando sostiene a Díaz de León con métodos gangsteriles y de presión política y legal contra la organización. Se prefigura así la política de fuerza corporativa del Estado frente al movimiento.

La concepción del proyecto de unidad nacional, que tenía sus raíces en la actitud frente al fascismo y su fundamento en los planteamientos de la III Internacional de la unidad a toda costa, quedaba lejos de la realidad del momento, que expresaba una confrontación de clases evidente. La nación es la bandera ideológica que unifica a las clases y a los sectores de clases, y alrededor de ella se justifica la política económica del Estado y la actitud ante el movimiento obrero. Tal parece que la disyuntiva era la nación o el movimiento obrero.

1 Ponencia presentada el 27 de octubre de 1983 en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquierda mexicana hacia la mitad de los años cuarenta”, organizado por el CEMOS.

2 Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, CEPPS “Vicente Lombardo Toledano”, México, 1982, p. 19

3 Ibid., p. 11

4 Ibid., p. 20

5 Ibid., p. 37

6 Consúltese: Santford Mosk, “La revolución industrial en México”, en Problemas Agrícolas e Industriales de México, núm. 1.

7 Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, p. 53

8 Ibid., p. 57

9 Ibid., p. 400

10 Maurice Cruzet, Historia general de las civilizaciones, La época contemporánea, Editorial Destino, Barcelona, 1973, tomo VII, p. 412

11 Ibid., pp. 413-414

12 Ibid., p. 414

13 Maurice Dobb, Estudio sobre el desarrollo del capitalismo, siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1974, pp. 455-456.

14 Ibid., p. 456

15 Maurice Cruzet, op. cit., p. 421

16 UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration). Concedía una ayuda gratuita a Grecia, Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia, Italia y Ucrania, con el objetivo de poner en marcha el aparato productivo. Maurice Niveau, Historia de los hechos económicos contemporáneos, Editorial Ariel, Barcelona, 1977, p. 388.

17 Maurice Niveau, op. cit.,p. 354

18 El cálculo se hace apartir del Producto Nacional Bruto (PNB), por mostrar esta variable –la producción- a partir de los recuersos nacionales descontando remesas al exterior. Fuente: 50 años de revolución mexicana, Fondo de Cultura Económica.

19 Timothy King, Mexico industrialation and trade policies since 1940, Oxford University Press, 1970, p. 23, cuadro 2.9

20 Datos de la PEA, en La Economía mexicana en cifras, NAFINSA, México, 1978. Datos del PNB, en 50 años de revolución mexicana, citado.

21 Fuente: PIB y Gasto 1960-1977, Baqnco de México, Serie información económica del Banco de México. S. A.

22 Nicolás Kaldor, Conflictos en los objetivos económicos nacionales, Lecturas de Política Económica, Facultad de Economía, UNAM, México, 1982, p. 133

23 Federico Engels, Proteccionismo y libre cambio Lecturas de Política Económica, Facultad de Economía, UNAM, México, 1982, p. 213

24 “El acuerdo obliga a mantener congelados los niveles existentes de impuestos, para los principales bienes. Al mismo tiempo, México daba concesiones en 203 fracciones de la tarifa, en 76 de las cuales hubo reducci{on de las tasas de la tarifa. En 1939, estas fracciones representaban 29 por ciento de las importaciones mexicanas a los Estados Unidos”. René Villareal, El desequilibrio externo en la industrialización de México /1939-1975/Un enfoque estructuralista. Fondo de Cultura Económica, México, 1976, p. 64.

25 René Villareal, op. cit., p. 66

26 50 Años de revolución mexicana en cifras, cuadro de inversiones extranjeras directas, NAFINSA, México, 1963.

Lombardo Toledano y la Mesa Redonda

Lombardo Toledano y la Mesa Redonda
Alejandro Gascón Mercado1

Yo estoy convencido de que la Mesa Redonda de los Marxistas del mes de enero de 1947 fue un gran acontecimiento en la vida política de México. Para mí en ella se sintetizaban las inquietudes de decenas de años, en los que los combatientes de la izquierda habían caminado cada quien por su lado, sin tener oportunidad siquiera de cambiar impresiones, muchas veces, y se iniciaba, a partir de entonces, otra etapa, que concluye, a mi juicio, cuando se formó la Coalición de Izquierda. Yo entiendo que todavía las pasiones de grupo, de partido, no permiten tener la suficiente objetividad sobre aquellos hechos; hay testigos vivientes de la Mesa Redonda de los Marxistas que ayudan, pero que tambien obstaculizan una visión precisa, clara, de lo que entonces sucedió. Se me antoja, como lo dijera Lombardo Toledano de los caudillos de la revolución de 1910, que en esta Mesa Redonda todos tenían parte de la razón y, en su conjunto, tenían la razón en los asuntos más importantes que allí se plantearon. Yo fui discípulo de Lombardo Toledano; a él se debe que esté en este lugar, pero, naturalmente, no soy el representante de Lombardo Toledano en la tierra. Por eso cuando algunos compañeros me preguntaron: “¿Qué vas a hacer para defender a Lombardo Toledano ahí?”, yo les dije: “Bueno, voy a ver en qué consisten los planteamientos que formuló el maestro Lombardo”.

Estoy acostumbrado, porque fui su secretario particular por ocho años, a que a Lombardo Toledano se le culpe hasta de los cambios de clima en este país, y que se le juzgue de manera muy arbitraria con respecto a los acontecimientos políticos de México. Por eso no me extrañan muchas cosas dichas aquí; las veo casi de manera natural. Pero creo que estamos obligados a ubicar los hechos de manera mas fría: no es lo mismo estar examinando los acontecimientos del presente que desde el futuro estar examinando los acontecimientos de 1947. Por eso algunos adjetivos utilizados por los ponentes en esta mesa redonda me parecen injustos, llenos de autosuficiencia, y que no contribuyen al examen riguroso de estos mismos acontecimientos.

Lombardo Toledano hizo un planteamiento teórico, y alrededor de este sacó algunas conclusiones. En lo general todos aceptaron el planteamiento teórico que el maestro Lombardo Toledano formulaba: era un planteamiento marxista; nadie estuvo en contra de ese planteamiento, y las contradicciones realmente se centraron en unos cuantos puntos. Esas contradicciones no eran antagónicas, porque todos apoyaron a Miguel Alemán como candidato a la presidencia de la república, solo que Lombardo Toledano, con una imaginación más fértil, hizo un apodo, por el cual lo juzgan, llamando a Miguel Alemán “Cachorro de la Revolución”. En el fondo todos creían que era el “Cachorro de la Revolución”, incluyendo a nuestro ponente, el distinguido Valentín Campa, que le llamó “gobernante progresista en su tiempo”.

Miguel Alemán fue el candidato de todos. ¿Podemos decir, entonces, que todos fueron oportunistas? Yo pienso que no, francamente. Creo que no, francamente. Yo entiendo que no se pueden juzgar los acontecimientos de 1947 con lo que hemos vivido desde el ’47 hasta acá. Eso es elemental; si no se ubican las cosas en el tiempo y en el espacio, estamos perdidos, y si sólo a nivel de anecdotas vamos a juzgar los hechos de carácter político, bueno, pues eso francamente nos obligará a seguirnos equivocando. Nosotros vivíamos entonces todavía en los marcos de una revolución democrático-burguesa, y esa revolución ahora no existe; esa revolución, a mi juicio, se murió con el gobierno del licenciado Miguel Alemán, precisamente. Ya agonizaba con Ávila Camacho, pero vivía de alguna manera. Murió con el licenciado Miguel Alemán, y por eso, cuando hablaban con el presidente Alemán, con el presidente Ávila Camacho, cambiaban impresiones, presionaban a estos gobiernos, de hecho formaban parte del aparato gubernamental de alguna manera. De otra, no hubieran sido tan consentidos muchos de los participantes en la Mesa Redonda en los gobiernos de Cárdenas, de Ávila Camacho, y tan atendidos por el licenciado Alemán, que tenía buenos modales para la alta burguesía del país, pero no tanto para los revolucionarios mexicanos.

La Mesa Redonda de los Marxistas se constituyó con un grupo mayoritario de miembros del Partido Comunista Mexicano, que había dirigido al Partido en distintas épocas, y con algunos hombres, un grupo muy pequeño, que no habían participado en el PCM. Esta Mesa Redonda también reflejó las luchas internas que se presentaron en el seno del Partido Comunista Mexicano, y todavía hoy aquí se nota. Hay que tomar partido por alguno de los grupos y heredar las contradicciones de algunas de las fracciones de lo que fuera el Partido Comunista Mexicano.

El mundo de hoy es muy diferente; por eso, si bien es cierto que hay cuestiones aparentemente iguales, tienen sin embargo diferencias fundamentales. No existían entonces la República Popular China, ni la República Popular Democrática de Corea; no existía la República de Argel, no existía Israel, no existía la revolución cubana, no estaba en marcha la conquista del espacio, es decir, si nosotros tomamos en cuenta todas las diferencias que se presentaron en ese tiempo con respecto al nuestro, podemos llegar a la conclusión de que ese mundo y esa discusión se enmarcaron dentro de los acontecimientos todavía frescos de la segunda guerra mundial. Y en ella los frentes populares habían sido instrumentos eficaces de las fuerzas revolucionarias en muchos lugares de la tierra. Por eso postular la alianza con distintas fuerzas, no sólo del proletariado, sino con aliados del proletariado, era una cosa normal dentro de los marcos de la revolución democrático-burguesa que se iniciara en 1910. ¿Fue casual la política de alianzas de los revolucionarios mexicanos para hacer avanzar la revolución de 1910-1917, que había tenido grandes avances democráticos en el periodo gubernamental del general Cárdenas?

Yo creo que el término unidad nacional que ratificó la mayoría de los participantes de la Mesa Redonda no se refería exactamente a que dentro de esa unidad estaban los proimperialistas, los reaccionarios. Era muy claro que los hombres del campo democrático se sentían representantes de la nación, se sentían los herederos legítimos del movimiento democrático, revolucionario y patriótico de su tiempo, y por eso, sobre la consigna de unidad nacional, no creo que todos los marxistas también en esto se hubieran equivocado, sin clarificar realmente que la unidad nacional no sería posible, finalmente, si consideráramos que todos los habitantes de la nación tendrían que estar involucrados en una misma causa; sólo en caso de guerra la gran mayoría de los habitantes de un pueblo puede unificarse para defender a su patria. Yo creo que a eso se refería fundamentalmente el término: implicaba la alianza de las fuerzas democráticas, patrióticas, progresistas, la que demandaban todos en la Mesa Redonda, para avanzar, y entre ellos aquellos mexicanos que, dentro de la burguesía, tenían una actitud independiente con respecto al imperialismo norteamericano. La avanzada principal en este sentido era la Cámara Nacional de la Industria de Transformación.

Evidentemente, hubo cambios en el panorama político: la guerra fría determinó —porque no era un problema sólo retórico, sino de carácter econoómico, y muy práctico— cambios profundos en la sociedad mexicana y cambios en el gobierno del licenciado Miguel Alemán. Rápidos cambios que había que tomar en cuenta desde el punto de vista práctico, y en el caso de Lombardo Toledano —con la responsabilidad que el tuvo siempre en este periodo en su calidad de presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina, de vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, de combatiente distinguido de este país—este sabía muy bien que había que ajustar tácticamente los elementos y recursos que tenían los revolucionarios para conquistar algún cambio verdadero en la vida nacional.

¿Qué es lo que se estaba formando en México? Era un país en desarrollo; muy atrasado, naturalmente, en todos los aspectos de la vida económica, cultural, política. El maestro Lombardo caracterizaba a México como un país semicolonial, por las características de atraso que tenía y por su dependencia del extranjero. ¿Qué fue lo que le dio las posibilidades de desarrollo capitalista a este país? Muchos acontecimientos, pero particularmente la expropiación del petróleo y la reforma agraria. Con la expropiación petrolera la nación tuvo la posibilidad de disponer de una fuente extraordinaria de energéticos para industrializar el país; con la reforma agraria extendió la capacidad de compra de millones de mexicanos que pudieron contribuir al desarrollo industrial del país.

Lombardo Toledano era partidario del capitalismo de Estado. Yo pienso que nosotros no podemos negar que el fue uno de los principales activistas de la expropiación petrolera. Desde luego, era partidario de las nacionalizaciones, pero no siempre se pueden plantear las cosas de manera esquemática. Se tiene que tomar en cuenta la correlación de fuerzas, y ante un impacto del imperialismo sobre nuestro país —tan fuerte, tan serio— se tenía que calcular muy bien la posibilidad de las alianzas con diferentes fuerzas de distintas clases sociales que estuvieran dispuestas a defender la independencia de México. Creo que a veces se confunde el capitalismo de Estado de un país en desarrollo, de un país que toma en sus manos los recursos fundamentales para impulsar un desarrollo independiente frente al imperialismo, con el capitalismo monopolista de Estado.

Efectivamente, el gobierno mexicano debería hacerse cargo de las principales empresas para ser rector del desarrollo económico del país, y éste era un modelo que defendieron en lo general los participantes de la Mesa Redonda. Lombardo Toledano lo planteó desde su primera intervención, afirmando que había una disyuntiva: o se desarrollaba el capitalismo en México de manera independiente, sin afectar profundamente la vida económica de los trabajadores, con algunos tintes democráticos, o se iba a dar un salto hacia atrás. Hernan Laborde precisó esta disyuntiva de manera muy clara, precisa, pero, desde luego, no todo dependía de los revolucionarios mexicanos, como no todo ha dependido de los revolucionarios mexicanos.

El capitalismo monopolista de Estado que vivimos hoy en México, en el que el Estado está al servicio de los grandes monopolios privados y extranjeros, no es el Estado al servicio del desarrollo de las fuerzas productivas y que cambie las relaciones de producción en favor de nuestro pueblo. No. Es el Estado en manos de la alta burguesía de este país, que se ha fusionado con los interees del imperialismo norteamericano y ha establecido toda una forma de desarrollo político, económico y social de acuerdo con esos intereses. Frente a eso naturalmente debiéramos tener una postura muy diferente a la que los marxistas de 1947 tuvieron frente al Estado. Claro que respecto a la CTM había planteamientos muy distintos entre los participantes de la Mesa Redonda, porque había también posiciones y necesidades políticas muy diferentes de cada uno de ellos. Lombardo Toledano proponía la creación de un nuevo partido, y por sus exigencias de dirigente internacional tenía preocupaciones muy distintas a las de otros participantes de la Mesa Redonda de lo que acontecía en el seno de la CTM; por eso se negaba a llevar a la discusión asuntos internos de carácter electoral, que pertenecían a otros escenarios dentro del movimiento obrero; porque no se puede indistintamente estar utilizando, sin discriminación, todas las ocasiones para hablar de asuntos de carácter concreto y particular.

Como fruto de la Mesa Redonda, de esta discusión, de este examen, la mayoría de sus participantes se incorporó a la tarea de fundar el Partido Popular, entre ellos el Partido Comunista Mexicano. Yo fui invitado al Partido Popular por el secretario general del Partido Comunista Mexicano en Nayarit; el nos invitó a todos para formar el Comité de Recepción, en el alto de 1947, a Lombardo Toledano en Tepic. Nace el Partido Popular, porque era claro que no se trataba de sustituir al Partido Comunista Mexicano, sino de formar un partido que fuera un frente revolucionario, un frente antiimperialista, un partido que prestó servicios muy importantes a la vida de México. Claro, los jóvenes que hoy conocen esta caricatura que se llama Partido Popular Socialista probablemente no comprendan las enormes tareas que realizó, ni los servicios que prestó al pueblo, a la clase obrera y a la nación mexicana.

El Partido Popular no podía competir con el Partido Comunista. A aquel pertenecían masones, teósofos, espiritistas, algunos que tenían un pie en el PRI y otro en el Partido Popular; a él pertenecía Octavio Béjar Vázquez, que era anticomunista; a é1 pertenecía Constancio Hernández, que tenía 150 casas en Guadalajara, pero los intelectuales más destacados, los hombres más brillantes de su tiempo, los dirigentes obreros y campesinos más distinguidos, a lo largo del país contribuyeron a la formación del Partido Popular, y le imprimieron su capacidad durante algún tiempo. Era natural que en el seno del Partido Popular se diera una batalla ideológica: era un partido con distintas ideologías, pero nadie puede negar que fue un movimiento muy grande en este país, que contribuyó a la difusión de las ideas socialistas, a formar un frente muy importante desde el punto de vista antiimperialista y a desarrollar las ideas revolucionarias. Yo creo que este fue un acierto de la Mesa Redonda de 1947, un gran acierto, y creo que finalmente el Partido Popular de Lombardo Toledano formó a miles de cuadros que hoy simpatizan o participan en la lucha por el socialismo. Y así es como se mide finalmente el acierto de una organización política, porque no todos terminaron de burócratas en la Secretaría de Gobemación. La mayoría de los cuadros de ese partido vibra con las ideas del socialismo y participa en la tarea de construir un México nuevo.

Es muy difícil, y creo que no es conveniente, contestar puntualmente —como algunos de ustedes dicen—afirmaciones que aquí se han hecho. Sin embargo, es importante que precisemos: Lombardo Toledano, desde que se declaró marxista, fue partidario de la dictadura del proletariado; eso está en su obra, en sus trabajos, en sus discursos. En la Mesa Redonda mencionó la posibilidad de que se llegara al socialismo sin la dictadura del proletariado, y con esto invocó a Dimitrov; sus afirmaciones en este sentido fueron muy categóricas: no se puede construir el socialismo sin establecer la dictadura del proletariado. Yo he escuchado algunas expresiones aquí que más bien pertenecen a la socialdemocracia: que por el camino de la evolución —sin la revolución— los trabajadores, los obreros, pueden llegar al triunfo. Bueno, creo que esto ya depende del pensamiento de cada quien; los marxista-leninistas sabemos muy bien que hay lucha de clases, eso es elemental, y a veces en algunas condiciones se ignora esto. Yo no sé si la mayoría de los que estamos aquí está convencida de que hay lucha de clases, pero pienso que por ahí debemos empezar: si existe o no, y si hay lucha de clases, pues entonces habrá enfrentamientos, habrá resistencias, y ese estado idílico en el que todos iremos perdonando nuestras contradicciones de clase y vayamos aprendiendo a ser socialistas poco a poco no se ha dado hasta ahora, ni creo que se pueda dar tampoco. A veces se me antoja que esto pertenece a los socialistas jóvenes: creen que los burgueses se pueden corregir muy fácilmente con llamados, y que un día se van a arrepentir de su explotación, van a pedir perdón al proletariado y van a contribuir a la construcción del socialismo. Yo creo que nosotros tenemos que hacer todos los esfuerzos porque nuestra lucha abarque a la mayoría de los mexicanos, y todos los esfuerzos porque los sacrificios de nuestro pueblo sean los menores, pero no tenemos el derecho a la ingenuidad.

Hoy vivimos en un México diferente. Si se piensa que debemos tener como táctica hacer avanzar la revolución mexicana, preguntaríamos: “¿Cuál revolución, si esa ya se murió?” Es como si alguien quisiera entrenar para una competencia de carreras y no pararla; eso no tendría sentido. Por eso aquellos que quieren reformar o modificar a los que teóricamente están representando a la revolución mexicana parece que están planteando una cosa completamente surrealista. Aquí no nos queda más que hacer una nueva revolución; la otra no existe. Porque además, como dijo Lenin con razón, después del capitalismo monopolista de Estado sigue el socialismo, y México es un país que vive en aquel, si no por su propio desarrollo, porque ahora el capitalismo monopolista de Estado también se traslada, llevado por el imperialismo, a muchos países cuyo desarrollo interior es tan desigual, y en algunas regiones se encuentran incluso formas de la comunidad tribal, aunque en otras el desarrollo es extraordinariamente elevado desde el punto de vista técnico.

Yo creo que la práctica demostró también que el Partido Popular no fue lo que se le imputa ni que Lombardo Toledano terminó en agente del imperialismo norteamericano. Yo creo que esto es ya exagerar; hay criterios, decretos, tácticas políticas que se han manifestado, y no se puede, con frases, cambiar una realidad. Es cierto que el Partido Popular tuvo muchos conflictos internos desde los primeros momentos, porque allí se dio una batalla ideológica y política natural, porque había distintos componentes, distintas ideologías, distintos intereses que estuvieron de hecho en el frente revolucionario. Pero finalmente, al paso de, podríamos decir, 12 años, el Partido Popular se convirtió en Partido Popular Socialista, y adoptó el marxismo-leninismo como su doctrina.

Yo creo que el caso del PSUM es una cosa distinta; aquí no estan quienes tengan discrepancias ideológicas básicas. Todos aspiramos al socialismo; nosotros entendemos que la teoría marxista, cuando menos la teoría marxista, es la base de nuestra reflexión, y creo que estamos interesados en que México sea socialista. Estas no fueron las bases por las que se constituye el Partido Popular, de ninguna manera, y creo que la práctica demostró que este partido contribuye, como yo lo decía, a la formación del cuadro marxista-leninista. Si a mí me hubieran invitado al Partido Comunista de 1947, no hubiera ido, no hubiera comprendido el asunto, sencillamente, viviendo en un mundo, en un ambiente en el que solamente la lucha antiimperialista, la lucha democrática que nos proponía el Partido Popular, podrían considerarse un atractivo; y creo que eso le pasó a muchos mexicanos que han derivado a una posición radical respecto a sus condiciones políticas e ideológicas.

Cuando el Partido Popular empezó a apoyar a los candidatos del PRI a los distintos puestos de elección popular, pues ahí muchos empezamos a votar en contra, y eso implicaba ya una idea totalmente distinta; yo personalmente creo que el Partido Popular tuvo su principal descalabro cuando apoyó al licenciado López Mateos a la presidencia de la república (ya no hablemos de cuando apoyó a Díaz Ordaz). Recordara Javier* que, estando en ese periodo, los delegados de mi estado votaron en contra de la postulación de Díaz Ordaz, y así nos mantuvimos. Esa fue una de las razones por las que abandonamos el Partido Popular Socialista.

Yo creo que no se puede hacer así un balance tan arbitrario del que fuera el Partido Popular, ni de Lombardo Toledano. Hay aquí algunas cuestiones que vamos a seguir debatiendo dentro de unos días, yo creo; en cuanto a este aspecto, es todo.

*Javier Romero, ponente en el seminario. (Nota del editor.)

1 Versión magnetofónica de la participación del autor en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquierda mexicana hacia la mitad de los años cuarenta”, el 27 de octubre de 1983

El marxismo al pie de la horca

El marxismo al pie de la horca

Roger Bartra

No me propongo hacer un viaje al pasado; no quiero hacer una reseña de la Mesa Redonda que convocó Vicente Lombardo Toledano en 1947. Quiero, más bien, traer algunos aspectos de la discusión de 1947 a la situación actual: porque, desgraciada y afortunadamente —las dos cosas, cosa paradójica-, aquellas discusiones son de actualidad. Desgraciadamente, porque la cercanía de los años cuarenta es una medida de nuestro atraso; afortunadamente, porque es un indicador de la inserción del marxismo en nuestra historia nacional. No habrá espacio para dibujar un panorama de la izquierda en los años cuarenta. Las discusiones que evocaré son, hasta cierto punto, representativas de la izquierda de aquella época. De una izquierda marxista manchada, al menos moralmente, por el atroz asesinato de Trotsky; una izquierda profundamente dividida; una izquierda colocada sin saberlo en el umbral de un agudo enfrentamiento con el gobierno; instalada en un periodo de auge económico y modernización; pero en espera de la crisis final del capitalismo.

En suma, de una izquierda que estaba cavando su fosa. Es bueno recordar esto, pues a veces la izquierda de 1983 también parece empeñada en la misma tarea. Parece empeñada en ponerse al pie de la horca.

Al hacer las conclusiones sobre varios días de discusiones entre marxistas, Lombardo Toledano dejó caer una frase que marca el sentido del pensamiento de la izquierda a fines de los años cuarenta, y al mismo tiempo señala la enorme distancia —casi un abismo que nos separa de aquella época: “no entendamos el socialismo para mañana en nuestro país”; dijo Lombardo en

1947. En los años ochenta una de nuestras principales consignas la expresamos con la fórmula contraria: exijamos el socialismo para hoy; y es que hoy muchos tenemos una concepción muy diferente de lo que debe ser el socialismo en México: sabemos que sus cimientos democráticos se comienzan a construir antes del cambio revolucionario y de la toma del poder. Sabemos también que de muy poco ha servido el diseño teórico de etapas de transición, como no sea de filtros para opacar la realidad nacional. Sabemos que, si el socialismo ha de tener un futuro, debemos construirlo desde el presente.

La frase “no pretendamos el socialismo para mañana” revelaba la peculiar situación en que se habían colocado los marxistas de aquella época: se habían encerrado voluntariamente en el espacio teórico-político de la revolución mexicana de 1910 y, en consecuencia, aceptaban como algo natural y evidente que todo movimiento de la izquierda mexicana estaba forzosamente inscrito en los límites de la revolución democrático-burguesa. El ayer, el hoy y el mañana se encontraban delimitados por los parámetros de lo que se denominaba una revolución democrático-burguesa en marcha. Según Lombardo, es el gobierno de Lázaro Cárdenas el que inicia el desarrollo rápido hacia el régimen democraticoburgués: Miguel Alemán, el “Cachorro de la Revolución”, es su continuador. Dionisio Encina, del PCM, con su lenguaje pesado y árido, apoya estas ideas: su preocupación radica en los frenos que la derecha pone a la Revolución. A todos les parece evidente, pues, que la revolución mexicana sigue en marcha: el problema radica en lograr que el proletariado encabece el proceso democrático-burgués. No debemos extrañarnos por ello: el enorme influjo de la Revolución —y de las profundas reformas cardenistas— se dejaba sentir aún con fuerza en 1947; todavía hoy podemos reconocer en el seno de la izquierda —aunque se expresa con otros términos— la misma preocupación por estirar el espacio de la revolución mexicana.

La idea de que el futuro de la revolución mexicana en marcha debía ser el socialismo atentaba contra los esquemas dogmáticos imperantes. Por ello a Lombardo —que era uno de los que mejor cultivaba los dogmas de origen estalinista— le cayó del cielo la apreciación de Dimítrov según la cual en algunos países se podía llegar al socialismo sin pasar por la dictadura del proletariado. He allí una fórmula —bendecida por Mosul— que le permitía a Lombardo fundamentar sus posiciones sobre la unidad nacional. No deja de ser curioso que los herederos contemporáneos del lombardismo sean hoy los más feroces defensores de la dictadura del proletariado como etapa inicial ineludible en el proceso de construcción del socialismo. A los comunistas de la época dicha fórmula les cayó del cielo también, pero como una ducha de agua fría. Dionisio Encina —a pesar de que reconoció desconocer los textos de Dimítrov— citó prestamente a Marx, Engels, Lenin y Stalin para afirmar la idea de que la lucha de clases desemboca necesariamente en la dictadura del proletariado. Más tarde, Blas Manrique —también del PCM— cita extensamente a Dimitrov para demostrar que en su declaración no “forzosamente se renunciará a la dictadura del proletariado”. En fin, como todo dogmático acostumbrado a recibir consignas rígidas, le interesaba especialmente demostrar que tal renuncia era posible en Europa oriental, pero no era obligatoria. Y así, en nombre de la flexibilidad —según la cual cada nación encontrará su propia ruta al socialismo— se justificaba el dogmatismo. Y aún más, curiosamente, gracias a este mismo dogmatismo, se encontraba la forma de estar aproximadamente de acuerdo con las ideas lombardistas sobre la unidad nacional.

Estos malabarismos, dignos de los mejores teólogos del Vaticano, no impedían la proliferación de importantes discrepancias, aun cuando aparecían camuflageadas bajo terminologías oscuras y crípticas. Veamos un ejemplo, que visto a distancia parece cómico, aunque en el momento se discutía, por supuesto, con una gran solemnidad: me refiero a la definición del carácter del gobierno de Miguel Alemán. En la Mesa Redonda de Bellas Artes se discutía con vehemencia cualquier variante de la definición lombardiana, como si de ello dependiera la orientación del gobierno. Esta definición partía de la táctica de la unidad nacional, que implicaba renunciar —provisionalmente a los objetivos exclusivos del proletariado, para establecer una alianza con la llamada burguesía progresista. De acuerdo con esto, Lombardo definía al gobierno de Alemán no como un gobierno proletario —aclaró—, sino como un gobierno de la pequeña burguesía y de la burguesía progresista. Siqueiros, en tono de burla, señaló que la izquierda había votado por un gobierno de unidad nacional, y que ahora resultaba ser un gobierno de burguesía progresista. Dionisio Encina confirmó que el gobierno de Alemán, cuya candidatura había apoyado el PC, era “una fuerza de unidad nacional”, aunque dicha unidad no debía hacerse “alrededor del gobierno de una manera simple y liana”. El gobierno de Alemán debía ser calificado, según las palabras de Encina, “como un gobierno de la burguesía progresista, no un gobierno de unidad nacional, aunque el gobierno, como representativo de la burguesía progresista, sea una fuerza de unidad nacional”. Valentín Campa, por su parte, también aceptaba el carácter progresista del régimen de Alemán, pero destacaba la importancia de sus elementos reaccionarios y anti-populares, y atacó las tesis que justificaban las reformas al artículo 27 de la Constitución (sobre el amparo en materia agraria), suponiendo que éstas propiciarían el surgimiento de “terratenientes capitalistas progresistas”.

Lombardo tenía razón en un punto: su idea de que “la composición del gobierno, considerado en su conjunto, no es más que la proyección de la correlación de fuerzas que existen afuera”. Pero se equivocó totalmente en la apreciación de la correlación de fuerzas, además de que solía examinar dicha proyección en forma extremadamente mecánica y, sobre todo, a manera de justificar teóricamente, ex post facto, las alianzas que había entablado, en este caso con el “Cachorro de la Revolución”.

II

Hoy en día el apoyo de la izquierda al gobierno de Miguel Alemán nos parece aberrante y las discusiones sobre su dimensión progresista nos parecen ridículas. Pero debemos darnos cuenta de que las falsas apreciaciones sobre los primeros gobiernos poscardenistas contribuyeron a hundir a la izquierda en un marginalismo que duró más de 20 años. Por esta razón, es importante que profundicemos un poco en las raíces teóricas que sustentaron aquellas falsas apreciaciones, pues es muy posible que tales vicios subsistan todavía.

En la Mesa Redonda de Bellas Artes todos estuvieron de acuerdo en que México debía industrializarse; además todos pensaron que dicha industrialización sólo podía darse en el marco del desarrollo del capitalismo, ya que el país no estaba maduro —creían para la transición al socialismo. Se trataba de una aplicación obviamente muy mecánica de algunas tesis clásicas marxistas que, a su vez, deben ponerse en duda: me refiero a las concepciones naturalistas sobre el progreso histórico sustentadas en un determinismo económico unilineal.

Ante esta situación de inmadurez del desarrollo económico capitalista, Valentín Campa y Hernán Laborde proponían una alternativa de lucha inspirada directamente en los principios leninistas, según los cuales el capitalismo de Estado es prácticamente la antesala del socialismo. Campa señaló que debía impulsarse lo que llamó una “industrialización democráticoburguesa”, y agregó que ante diversas formas alternativas, “sólo con una línea de capitalismo de Estado se puede hablar en seno de industrialización”. Esta idea fue rechazada con gran violencia verbal por José Revueltas, que en esa época era más lombardista que el propio Lombardo; acusó a Campa de ser el “exponente autorizado del sectario-oportunismo y [de] la desviación de izquierda”. El argumento de Revueltas fue muy confuso, y se limitó a suponer que la meta del capitalismo de Estado ignoraba la existencia en México de otras clases sociales (de hecho quería defender el status de la llamada burguesía progresista).

Hernán Laborde definió con mayor precisión las alternativas en la disputa por la nación, como se ha llamado después a las opciones de desarrollo dentro del contexto capitalista. “Estamos nosotros en contra del desarrollo capitalista?”, se preguntaba Laborde.

No. Nosotros no estamos en contra de ese desarrollo, pero hay dos vías posibles de desarrollo capitalista en nuestro país, en la situación actual. Hay dos posibles vías de desarrollo democrático-burgués: una que fortalece al capital financiero, particularmente al capital financiero imperialista… apoyándose… en el capital comercial, en una parte del capital industrial, y en los terratenientes… Por esa vía de desarrollo del régimen económico de nuestro país, la burguesía nacional inevitablemente acentuará la opresión y la miseria del pueblo. La otra vía de desarrollo capitalista posible —seguía Laborde— es la que suprime progresivamente la dominación del capital extranjero nacionalizando las posiciones clave de la economía, la que debilita la influencia del capital financiero nativo también, mediante la intervención del Estado en la economía y mediante la introducción progresiva, aunque parcial, del capitalismo de Estado, no de golpe, no de la noche a la mañana, pero en forma progresiva, de acuerdo con las circunstancias del país y con la situación internacional. Es también la que nacionaliza los bancos y reforma las finanzas y el sistema de crédito en un sentido democrático.

Ésta era la posición de quienes, según los lombardistas, sufrían de una desviación de izquierda. A su vez, Laborde calificó a José Revueltas de “neomenchevique”.

Lombardo, en su intervención final, contestó los planteamientos de Campa y Laborde. Basado en una más que dudosa interpretación de un texto de Engels, Lombardo sostuvo que las nacionalizaciones sólo son progresistas — e inevitables— cuando el crecimiento desmesurado de los medios de producción o comunicación escapan a la dirección de las sociedades privadas, cuando hay incompatibilidad entre el desarrollo moderno de los medios de producción y la forma capitalista de propiedad.

¿Puede decirse [pregunta Lombardo] que el desarrollo capitalista en nuestro país nos permite afirmar que las empresas privadas, no solamente algunas, sino las que constituyen la economía industrial del país, han llegado ya a un grado tal de desarrollo que rebasa todas las posibilidades de crecimiento —diríamos normal—capitalista?

Lombardo contestó claramente que no. Y a continuación hizo una exposición que es todo un modelo de ceguera política. Dijo Lombardo en tono de burla:

… los compañeros [Campa y Laborde] afirmaban del capitalismo de Estado que debemos tender a él, y que debemos ir poco a poco. Desde el punto de vista puramente verbal, el problema es muy diferente. Mañana nacionalizamos todas las acciones que pertenecen a las empresas yanquis. Claro, no sucede nada en la situación actual hist6rica que vivimos. Mañana expropiamos las empresas eléctricas, las que pertenecen al trust yanqui y al trust británico. Claro, no sucede nada. Al rato expropiamos la Companía de Teléfonos. Nada, pues, sucede tampoco. Poco a poco nos vamos acercando al capitalismo de Estado, paulatinamente. [Y concluía pomposamente Lombardo:] Creo que preconizar este camino como una vía sistemática para industrializar al país, es hacer simples imaginaciones.

Lo más curioso es que en los siguientes decenios el Estado mexicano desarrolló, grosso modo, precisamente esa política que Lombardo calificó de imaginaria; las nacionalizaciones y la ampliación del capitalismo de Estado han sido efectivamente una poderosa palanca del proceso de industrialización y de control de las crisis económicas. Lombardo, en realidad, simplemente defendía su alianza con Miguel Alemán, quien representaba —según él— a una burguesía progresista que era necesario proteger contra toda posible nacionalización. En realidad, Campa y Laborde eran mucho más coherentes con el modelo lombardista de la unidad nacional que el mismo Lombardo.

Pero dos cosas no comprendieron Campa y Laborde: en primer lugar, que la vía del capitalismo de Estado no tiene necesariamente un carácter antiimperialista; más bien, por el contrario, constituye una modalidad de la integración moderna al sistema capitalista mundial. En segundo lugar, que esa vía “democrático-burguesa” del capitalismo estatal desarrolla tendencias despóticas y autoritarias, sin duda burguesas pero muy poco democráticas. Estos dos hechos, cuya significación e importancia se revelaron con fuerza en la segunda posguerra, nos permiten replantearnos con otra óptica las tesis leninistas originales. Ello, como podrá comprenderse, tiene además una relación directa con la concepción de socialismo que hemos desarrollado durante los últimos años, sobre todo después de 1968. Lenin escribió en septiembre de 1917 que

… el capitalismo monopolista de Estado es la completa preparación material para el socialismo, la antesala del socialismo, un peldaño de la escalera de la historia entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio.

De hecho Lenin, en el mismo texto, plantea una concepción del socialismo que es consecuencia directa de su definición: si el socialismo es el paso siguiente al monopolio capitalista del Estado, entonces en realidad “el socialismo no es más que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo”.2

El razonamiento de Lenin es el siguiente: una vez que el crecimiento de los monopolios gesta esa macrocefalia estatal, lo que determina el carácter de la sociedad es el Estado; si el Estado está en manos del pueblo, tenemos un paso hacia el socialismo bajo la forma de una democracia revolucionaria. Si el Estado está en manos de los capitalistas, entonces tendremos una república imperialista, o sea, un Estado burocrático reaccionario. Creo que la historia reciente ha demostrado la falsedad de estas ideas: la estructura socioeconómica de las repúblicas imperialistas no cambia de signo con la sustitución del estado mayor que ocupa el aparato estatal (se podría analizar esto a partir de las recientes experiencias socialistas en Grecia, Portugal, Francia y España ).

Por otro lado, en las naciones que han desarrollado un tipo de economía que algunos marxistas bautizan de capitalismo monopolista de Estado, han crecido estructural estatales y empresariales que difícilmente son compatibles con nuestro ideal de socialismo democrático. Por el contrario, los monopolios gigantescos son uno de los factores más poderosos en la aparición de nuevas tendencias represivas, autoritarias y antidemocráticas, y una de las bases más sólidas de la consolidación de una sociedad escindida y segmentada de acuerdo a patrones discriminatorios y elitistas. Así pues, sólo en un sentido económico estrecho se puede sostener la tesis de Lenin segrin la cual “cuando una empresa capitalista gigantesca se convierte en monopolio significa que sirve a toda la nación“3

III

Los marxistas de la Mesa Redonda de 1947 no lograron escapar de la trampa teórica que implicaba suponer que los intereses de la clase obrera debían identificarse con las demandas por la construcción de ese peldaño que, en la escalera de la historia, se creía que era el inmediatamente anterior al socialismo. Tanto lombardistas como comunistas discutieron con vehemencia sobre el carácter que debió tener ese eslabón que unía el presente subdesarrollado con el futuro socialista. Todos estaban seguros de que, una vez alcanzada esa etapa intermedia, el socialismo sería inevitablemente, el siguiente paso o por; lo menos estaría al alcance de la mano. Sin embargo, la experiencia histórica ha demostrado, a mi juicio, que el, socialismo era una opción más cercana a la sociedad de los años treinta, que al México de las décadas siguientes. Antes de 1940 el socialismo formaba parte importante de la vida política mexicana y, con todas sus deformaciones e ingenuidades, era una alternativa visible; en cambios la industrialización ,y, la expansión, del capital al campo-, lograron, alejar al socialismo del horizonte histórico, y de la práctica política cotidiana durante tres décadas. A ello contribuyó, sin duda, la dificultad de los marxistas para aceptar que las, coyunturas favorables al socialismo (los, momentos revolucionarios, como se decía) no se encuentran atadas a ninguna fase específica del desarrollo del capitalismo; están determinadas por la confluencia compleja de una gran diversidad. de factores de toda índole, desde psicológicos y políticos hasta económicos y sociales.

Hernán Laborde, quien percibía este problema, no encadenó completamente el destino de la clase obrera a la teleología de una historia irremediablemente eslabonada en etapas. Por eso atacó con gran pasión a quienes creían que el proletariado mexicano era aún impotente para encabezar el proceso revolucionario, por ser pequeño, débil y semicampesino: en suma —de acuerdo a la expresión de Laborde—, por ser un proletariado “menor de edad”, un pobre “niño de teta” que debía ser transportado y amamantado todavía unos años por las fuerzas de la unidad nacional. Estas críticas, formalmente dirigidas a Carrillo, Revueltas y Torres, obviamente tenían como objetivo a Lombardo, a pesar de que éste había señalado que el proletariado debía dirigir la revolución democrático-burguesa (no obstante, sin aclarar cómo ni ,cuándo). La discusión era tanto más difícil cuanto que, ayer como hoy, el lombardismo se disfrazaba con las vestiduras de la ortodoxia y radicalismo. En esos momentos ya se podía intuir que a diez años del conflictivo IV Consejo de la CTM, los marxistas tanto lombardistas como comunistas iban quedando al margen del movimiento obrero.

Esto lo había auspiciado la práctica lombardista de tratar a la clase obrera como “niño de teta” aferrado a las ubres gubernamentales, pero también el sectarismo de los comunistas, como lo reconocieron Campa y Laborde.

La práctica lombardista partió de dos ideas: a) que las exigencias de la unidad nacional indicaban la necesidad de crear un gran frente revolucionario bajo la forma de un partido popular amplio, que. no fuese definido por su carácter marxista, obrero o de izquierda; b) que ese partido ocuparía el lugar del PRM, que según él se había extinguido; ese lugar no lo podría ocupar el PRI, que había sido sólo un esfuerzo tardío para revivir al PRM con la restringida función electoral de cerrarle el paso a un agente del imperialismo extranjero (se refería, supongo, a Ezequiel Padilla).

Estas ideas ilustraron el paulatino abandono de la lucha de Lombardo en el sector obrero, para encaminarse a constituir ese ilusorio frente popular que acabó en un triste partido marginal, simbólicamente enfrentado al PRI todopoderoso que había sido declarado inexistente por Lombardo. Había subestimado el potencial político de la clase obrera organizada; ese potencial fue canalizado hacia el Estado y desde entonces no ha dejado de crecer, aun dentro del cerco gubernamental. Desde allí ha contribuido a expander el capitalismo de Estado, lo cual ha ayudado en muy poco a incubar una alternativa socialista; por el contrario, el movimiento obrero oficial ha auspiciado la consolidación de las facetas más corruptas y autoritarias del sistema político mexicano.

La propuesta de crear un gran frente revolucionario era compartida por todos. Se trataba de la idea de las alianzas como círculos concéntricos en torno a la vanguardia obrera, concebida como la única clase que puede y quiere construir el socialismo. Esta idea admite tácitamente que los auténticos partidarios del socialismo son una minoría que debe usar, diversas artes tácticas para configurar amplios frentes mayoritarios, antiimperialistas y nacionalistas, compuestos por sectores sociales aliados que en el momento de la construcción socialista tendrán que ser sometidos por la dictadura proletaria. Así pues, a partir de esta tesis se acepta que es imposible que la mayor parte del pueblo adquiera una conciencia socialista antes de la toma del poder, y que sólo mediante el uso del Estado como instrumento educador masivo podrá lograrse una mayoría por el socialismo. De aquí la idea de tomar primero el Estado y después constituirse en mayoría. Lombardo Toledano introdujo una modificación a este esquema: pretendía usar el poder educador del Estado de la revolución mexicana antes del paso al socialismo; pero para ello ya no contaba más que con la fuerza de sus discursos y con la palabra del presidente Miguel Alemán: el fracaso era inevitable.

Hoy en día, frente a la vieja idea de las alianzas de clases como círculos concéntricos, se está desarrollando, en la práctica y en las concepciones, un proceso de expansión del sujeto revolucionario. La noción izquierda refleja esta idea de un espacio político en crecimiento que se extiende como un movimiento generador de una nueva hegemonía mayoritaria: el Estado socialista no será, así, el educador autoritario de una sociedad en gran medida reacia al socialismo; en realidad, será el Estado el que deba ser educado por la sociedad. La expansión de un espacio de izquierda se refiere a un proceso social objetivo que va colocando a las masas no obreras en condición de sujetos revolucionarios conscientes, y no sólo en aliados de segunda o tercera clase. Este espacio de izquierda debe contar con uno o, mejor aún, varios partidos de masas definidos como organizaciones políticas y electorales capaces de aglutinar a la mayoría en un proceso socialista revolucionario, es decir, encaminado directamente a construir el socialismo. Es obvio que no se trata simplemente de ganar unas elecciones, cosa que como todos sabemos no es nada simple. Pero la tarea es aun más compleja, pues al poder electoral es necesario acorazarlo de una situación que permita que los fundamentos socialistas se reproduzcan con la misma naturalidad con que respiramos el aire que nos rodea.

IV

La preocupación por basar el desarrollo de los partidos y los frentes en una democracia política representativa era totalmente ajena a los participantes de la Mesa Redonda de Bellas Artes, a pesar de que todos aceptaban como necesario el advenimiento de un régimen que denominaban democráticoburgués. Sin embargo, se aceptaba perfectamente la idea de que la izquierda debía defender y auspiciar reformas al sistema. Para los marxistas de los años cuarenta la idea de democracia se circunscribía a una serie de reformas sociales y económicas: la idea de establecer mecanismos de representación del pueblo en tanto que ciudadanos había sido sustituida por la idea de la representación por clases sociales.

Las reformas eran entendidas, por los lombardistas, como un inevitable y providencial curso histórico que llevaba al proletariado hacia un inequívoco futuro luminoso; y por los comunistas, como avances tácticos para alcanzar la última fase del capitalismo, trampolín seguro para zambullirse en forma revolucionaria en las aguas del socialismo. De esta manera, lo principal era la “carga histórica” (teleológica) de las reformas; no se entendía completamente que una reforma es defendida por los socialistas, no sólo por estar ligada a una etapa o escalón, sino principalmente porque de una manera objetiva e inmediata beneficia a la clase obrera y al pueblo; se defiende y se lucha por su implantación en la medida en que forma parte del socialismo, es decir, contribuye al bienestar de la mayoría; son reformas porque tienen la particularidad de que su implantación no contradice abierta y violentamente la reproducción del sistema dominante. No son reformas debido a que se inscriban en un modelo capitalista o en un proyecto de transición; lo son porque se inscriben directamente en una dinámica socialista, no como algo transitorio o provisional, sino porque deberán formar parte de la sociedad socialista.

La libertad y la democracia que queremos hoy la necesitaremos aún más mañana bajo condiciones socialistas. La independencia y la autonomía de partidos, sindicatos y organizaciones sociales con respecto al Estado serán indispensables en la sociedad socialista que queremos. La autogestión y la descentralización las requerirá la nación socialista de mañana. La paz, y no la guerra permanente, será parte de un socialismo libre de bloques internacionales. Por eso debemos luchar por instaurar desde hoy la paz, la libertad y la democracia entre los hombres, la independencia y la autonomía de los movimientos políticos, la autogestión y la descentralización de la sociedad. Eso es lo que significa, a mi entender, ser reformista hoy en día. Es hacer la revolución todos los días, convertirla en un hecho cotidiano.

He insistido en subrayar las enormes diferencias que nos separan de los marxistas de la Mesa Redonda de 1947, y, simultáneamente, he sugerido la cercanía de sus discusiones. Lejana y cercana al mismo tiempo, la perspectiva marxista de los años cuarenta se nos aparece como ubicada en un momento crítico de su historia; goza todavía de la vitalidad que le inyectó, en la década anterior, el movimiento popular, pero se encuentra ya en el declive de un largo exilio interior. La Mesa Redonda de Bellas Artes sacudió brevemente, con el viento fresco de la unidad, a la adormecida izquierda, que se encontraba ya en un periodo de hibernación; pero el sueño de la izquierda mexicana no fue nada tranquilo; no sólo sufrió las inclemencias de la represión, el charrismo, el unipartidismo y el desarrollismo, sino que en sus propias pesadillas campearon el sectarismo, los anatemas, el dogmatismo, las expulsiones y las divisiones. Tendrían que pasar todavía más de veinte años para que las diversas corrientes de la izquierda iniciaran un fructífero proceso de convergencia y unidad. Hoy en día todas las organizaciones importantes de la izquierda gozan y sufren de estas convergencias: se acabó el tiempo en que los partidos ostentaban con orgullo una pureza monolítica. Aquellos grupos y militantes que no tienen en su seno las huellas de las tres grandes corrientes de la izquierda —el izquierdismo, el reformismo y el comunismo— son los que están siempre dispuestos a arrojar la primera piedra contra sus camaradas. Pero la mayoría aceptamos nuestra impureza y nos reconocemos influidos por todas las corrientes. Las tres corrientes se encontraban presentes en la Mesa Redonda de Bellas Artes de 1947. De las experiencias de entonces y de las discusiones posteriores podemos concluir que la nueva izquierda sólo surgirá con fuerza si se reconoce como fruto de la confluencia y de la diversidad de corrientes; pero es necesario, al mismo tiempo, destacar los obstáculos y las contradicciones que cada corriente trae consigo.

Quisiera, al respecto, poner tres breves ejemplos. El izquierdismo —cuyo origen se remonta sin duda al anarquismo— adquirió una ingenuidad populista y una frescura juvenil que le permitieron tener una cierta sensibilidad a los nuevos movimientos sociales; pero los largos periodos de inmersión en el marxismo duro de la época estalinista, y más recientemente en el sectarismo maoísta o en el doctrinarismo trotskista, han recubierto la espontaneidad izquierdista de una coraza marxista dogmática. Así, el izquierdismo, que adquirió nuevas fuerzas en 1968, vive una vida contradictoria: de día usa un rígido corsé marxistaleninista, pero de noche se desnuda y se emborracha con marginales y heterodoxos.

Del reformismo, por otra parte, sabemos que es tan arcaico como la revolución mexicana, en cuyas cenizas todavía encuentra calor y aliento. El reformismo mexicano siempre ha girado en torno al Estado; su expresión clásica más elaborada es el lombardismo, y ha encubado una cierta sensibilidad para detectar cambios en la correlación de fuerzas políticas que modifiquen los equilibrios estatales, y una capacidad de denuncia para descubrir conspiraciones contra la nación. Pero también se ha colocado una camisa de fuerza dogmática, en este caso el marxismo-leninismo de factura soviética. El resultado contradictorio es algo así como un Bernstein defendiendo la dictadura del proletariado, es decir, las tendencias socialdemócratas mexicanas, a diferencia de lo que ocurre en Europa, son más bien refractarias a la democracia política representativa.

A su vez, la corriente comunista vive también singulares contradicciones, la más notoria de las cuales es tal vez la que opone su pasado estalinista a la tendencia democrática que rechaza al socialismo real como modelo. Es necesario decir que los nuevos elementos de la tendencia democrática provienen en gran medida del reformismo y del izquierdismo: gracias a la constatación de la importancia de las reformas democráticas y del espíritu que animó las luchas de 1968 en todo el mundo, la tradición comunista entra en una nueva fase.

Las distintas corrientes pueden confluir de dos formas: la primera consiste en la evocación de sus respectivas tradiciones doctrinarias, sean éstas de raíz reciente o añeja. Allí hay campo para los acuerdos, pues siempre habrá fórmulas de Marx o de Lenin que puedan compartirse. De esta manera, dando un salto mortal sobre decenios de discrepancias y enfrentamientos, el pasado puede unirnos. Pero el pasado sólo une simbólicamente.

La segunda forma en que pueden acercarse las corrientes de la izquierda consiste en hacerlo por el otro extremo, por sus diferencias: aceptando el carácter insuficiente y las incongruencias históricas de cada corriente, aceptando también la necesidad del trabajo conjunto y la polémica, en un contexto de diversidad.

La primera forma de confluencia no nos llevará más que a crear un clima de restauración de los viejos patrones de comportamiento de la izquierda, que han demostrado su esterilidad. Esta restauración sería un regreso a la Mesa Redonda de 1947, para tratar de encontrar deambulando por los pasillos del Palacio de Bellas Artes los fantasmas y las bestias negras que cada uno de nosotros ha soñado. En esos pasillos nos toparíamos, durante esta restauración imaginaria pero posible, con el espectro del revisionismo tolerante y agudo de Laborde; con el fantasma radical de Lombardo, tornado de la mano del espíritu renovador de Revueltas, maestro del zigzag político. También nos encontraríamos con el alma nacionalista y pragmática de Bassols y con la tenebrosa aparición del dogmatismo de Encina.

Podríamos seguir invocando las almas en pena de un marxismo restaurado. Pero sería exaltar lo que hubo de inerte en los marxistas que se reunieron hace 36 años on el Palacio de Bellas Artes. Los que necesiten fantasmas, que escojan el suyo, que hagan su verdadera crónica y renueven a los inquisidores. Yo prefiero hablar de lo que hicieron florecer, discutir con su pensamiento vivo, terminar aquí antes de que surjan más fantasmas y dedicar estas reflexiones, como un homenaje, a uno de los participantes de la Mesa Redonda de 1947, a Valentín Campa, quien logró cambiar tanto y al mismo tiempo mantener viva la esperanza socialista.

Tetelpan, 26 de octubre de 1983.

1 Ponencia leída en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquiera hacia la mitad de los años cuarenta”, organizado por el CEMOS, el 26 de octubre de 1983.

2 “La catástrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella”, Obras completas XXVI, p. 42

3 Op. cit., loc. cit.

Breve bosquejo histórico del anarquismo en El Salvador

Participación del Salvador en las Jornadas de Luchas Libertarias de Ayer y Hoy

Breve bosquejo histórico del anarquismo en El Salvador
Por: Wilfredo Salvador Ortiz Díaz
A los anarquistas salvadoreños
de ayer, de hoy y de siempre.

Las primeras organizaciones obreras en EL Salvador, al igual que en el resto de América Latina, tienen sus orígenes en el anarquismo; impulsado por hombres y mujeres que hicieron suyas esas ideas llevándolas a la práctica, escribiendo así las primeras páginas de la historia de los movimientos sociales salvadoreños, una historia
larga y tortuosa, con triunfos y fracasos que aún no termina de escribirse.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX las ideas anarquistas se
encuentran muy propagadas en América Latina gracias a las emigraciones de europeos,
en especial de España, Italia y Alemania. Éstos llegaron expulsados y perseguidos por
sus actividades políticas. Argentina, Brasil y México fueron los sus principales destinos
en donde siguieron con sus actividades revolucionarias.

El Salvador no estuvo ajeno a este tipo de emigraciones y en la segunda mitad
del siglo XIX llega a San Salvador el anarquista francés Anselmo Bellegarrigue, quien
“en 1850 publicaba en París: L’ Anarchie, Journal de l’Ordre”1. Éste emigró a Honduras
y luego a San Salvador después de haber trabajado como maestro en el primero.
Nettlau, 2 en 1906 constató la existencia de un hijo suyo en el Pimental, Departamento
de La Libertad. Aún no se sabe si la llegada de Bellegarrigue pudo haber tenido
influencia en las sociedades artesanales o en el ámbito académico de la época, pero
estuvo involucrado en el derrocamiento del gobierno en Francia.

A principios del siglo XX el artesanado salvadoreño se encontraba organizado
en sociedades de carácter mutualista formadas por patronos y obreros, financiadas por
estos últimos, sirviendo en el ahorro y el crédito a sus socios e incentivando los valores
morales y cívicos. Pero poco a poco, los artesanos que integraban estas sociedades
fueron influenciados por nuevas corrientes de pensamiento, así, puede destacarse que en
1908 circula en San Salvador la revista literaria Ritos “como publicación influida por
las ideas anarquistas”3.

En 1909 el artesanado salvadoreño trata de establecer relaciones con otras
organizaciones con sus mismas aspiraciones fuera del territorio salvadoreño, por lo que
José Antonio Vides de “La Sociedad El Porvenir de Obreros de El Salvador” le manda
una nota al anarquista Billo Zeledón solicitándole su intervención para ponerse en
contacto con organizaciones similares en Costa Rica:

“Santa Ana, El Salvador 23 de septiembre de 1909. Señor Don José María
Zeledón, San José. Muy señor mío:

“Deseando nuestra sociedad comunicarse con las agrupaciones obreras de ese país
hermano, y no teniendo conocimiento del domicilio o nombre de ellos, me dirijo a usted
suplicándole al mismo tiempo, nos ponga en comunicación para no seguir aislados como hasta ahora ha acontecido. El 15 del corriente, la Sociedad El Porvenir de
Obreros, conmemorando el nacimiento de nuestra derruida patria y del primer
aniversario de su reorganización, cumpliendo con los estatutos que lo rigen, hizo la
transmisión del gobierno de la sede de la sociedad a la nueva Junta electa el nuevo
periodo (…)

“Protestamos solemnemente protestar por nuestra sociedad y de común acuerdo con las
demás organizaciones obreras de Centroamérica, trabajar por el adelanto y acercamiento
en todo sentido del gremio obrero, lo que tengo a mucha honra manifestarle haciendo
votos porque día a día se estrechen más las relaciones que han de armonizar por siempre
y al amparo de la paz estas instituciones libres.

“He de suscribirme de usted muy atento y seguro servidor, José Antonio Vides.
“Aprovecha Billo esta misiva para hacer algunas observaciones sobre la falta de
organización obrera en Costa Rica y del desinterés general de las cosas sociales que
existe en el país. Escribe Billo:

“Mi primera intención fue contestar a esos obreros que seguramente han visto pasar mi
nombre en alas de algunos versos, que las asociaciones de toda clase y en particular las
de trabajadores son aquí planta exótica y que suelen aparecer como fuegos fatuos allá de
raro en raro para alumbrar fugazmente los senderos de una ambición extraña a sus más
triviales intereses.”4

De esta manera, el movimiento artesanal salvadoreño trataba de establecer
relaciones con el resto de Centroamérica, y es con este mismo fin que en 1911 se realiza
en San Salvador el “Primer Congreso Obrero Centroamericano.”5 Posteriormente, en
junio de 1918 se celebra en el pueblo de Armenia, Sonsonate, el llamado “Congreso
Obrero Salvadoreño; al que asisten doscientos delegados en representación de todas las
organizaciones mutualistas y obreras.”6Este congreso tendría como finalidad inmediata
la fundación de la Unión Obrera Salvadoreña, comprensiva de todas las organizaciones
obrero artesanales de la época y con miras a la creación de la Unión Obrera
Centroamericana”7

Estos primeros pasos en la unificación del movimiento obrero-artesanal local y
centroamericano fueron dados de la mano del terrateniente Arturo Araujo quién financió
la totalidad del Congreso en el que se declaró “Benefactor de la Federación.”8
A partir de este congreso, el movimiento obrero artesanal salvadoreño no será el
mismo y empezará a mostrar cambios cualitativos junto a los primeros indicios de
industrialización del país. El movimiento artesanal en “sus formas de organización, que
avanzan de las formas mutualistas a las cooperativistas de producción y consumo, son
eminentemente defensivas y se mueven dentro del marco ideológico que va desde el
socialismo utópico hasta el anarquismo, de acuerdo al grado de desarrollo del país”.9

Ya en 1922 esos cambios cualitativos se reflejan en “la segunda federación de la
Unión Obrera Salvadoreña que estaba con cinco filiales.”10 Al respecto, se dice que:
“elementos anarcosindicalistas predominaron en la Unión Obrera Salvadoreña, fundada
en 1922 y en la Federación Regional de Trabajadores salvadoreños, que la siguió dos
años mas tarde.”11

Esta organización tendrá corta vida y se fusionará con la Federación Obrera de
El Salvador (COES) para unir al movimiento obrero en el marco de la Confederación
Obrera Centroamericana (COCA), pero la COES es expulsada de ésta última por su
orientación mutualista.

Ese mismo año, “brigadas de sindicalistas mexicanos comandados por Jesús
Flores Magón (hermano del mítico Ricardo Flores Magón) llegaron a Guatemala y El
Salvador formando la Federación Obrera de Guatemala y la Federación Regional de
Trabajadores en El Salvador. Con posterioridad pasaron a Honduras, Nicaragua y Costa
Rica, en cada una de las organizaciones obreras, así formadas, concurrió a formar la
Confederación Obrera Centroamericana (COCA) que radicaría por el término de un año,
en cualquier país designado por los consejos directivos de cada federación.”12

Vale la pena recordar que en México “elementos del Partido Liberal y de otros
grupos anarcosindicalistas formaron parte de la Casa del Obrero Mundial durante la
revolución y luego en la CROM.”13Esta última fue la formó la COCA.
La creación de la Federación de Trabajadores Salvadoreños (FRTS) surge
gracias a la consolidación de los primeros sindicatos, por lo que “la creación de la
Regional entorno a la COCA nos indica claramente la descomposición del artesanado y
el surgimiento del movimiento obrero como clase en sí, como una clase con una
“situación común, intereses comunes”. El surgimiento de los primeros sindicatos en
1923-1924 y especialmente de la regional, muestra a nivel ideológico una
descomposición del socialismo utópico y el surgimiento y lucha entre las corrientes
social reformistas, como anarcosindicalistas y comunistas, muchas veces influenciando
el movimiento obrero en forma inclusive simultanea.”14

En este sentido, el sindicalismo es el resultado de la necesidad espontánea que
tiene el trabajador de organizarse. De esta manera surgen las ideas que van a guiar a
esta organización libre las que son derivadas, en su origen, del anarquismo y los
hombres que han logrado hacerlas aceptables eran en su mayor parte anarquistas. Estos
primeros sindicatos aglutinan a zapateros, albañiles, mecánicos, carpinteros, sastres,
barberos, vendedores ambulantes, de oficios varios, sindicatos de finca y campesinos,
etc.
El 21 de septiembre de 1924 se fundó en San Salvador la FRTS y su cede en el
mismo lugar “era el centro donde nos llegaba la intensa propaganda internacional de
aquella época. Recibíamos materiales de Holanda, Argentina, Francia, Italia, Estados
Unidos, México, etc. En las cuales se reflejaban varias tendencias y posiciones que por
entonces influenciaban al movimiento obrero mundial. Así llegaban nuestro país las
tendencias reformistas, anarco-sindicalistas, anarquistas y comunistas que se disputaban
la hegemonía en el movimiento obrero internacional.”15

Sobre lo anterior cabe mencionar que “la Confederación Obrera Centroamericana (COCA) por la importancia que significaba en esa época para el movimiento obrero mundial, quiso ser atraída por la Federación Panamericana del Trabajo de Washington. Sin embargo, el Consejo Superior se inclinó por la Federación Sindical de Ámsterdam, cuyas tendencias eran moderadas. La Tercera Internacional Comunista de Moscú, consideraba las actuaciones moderadas de la federación sindicalista, como traidoras al movimiento mundial de los trabajadores y las calificaban de amarilla. No obstante a partir de 1922, cambió y propuso con insistencia la fusión de ambas organizaciones con el fin de formar un frente único. De esta fecha en adelante todas aquellas organizaciones obreras adheridas a la federación sindicalista de Ámsterdam (FSA) comenzaron a recibir corrientes sindicales extremistas y entre ellos la COCA y en espacial la FRT de El Salvador.”16 En la FRTS convergían tres corrientes ideológicas que se disputaban su
dirección: los reformistas, los comunistas y los anarquistas.

Los reformistas confiaban en un proceso electoral y pacífico para conquistar un
estado liberal y que posterior mente concluyeron su proyecto con el Partido Laborista.
Uno de los máximos representantes de esta corriente era Alberto Masferrer, quien dicho
sea de paso, no miraba con malos ojos las ideas anarquistas refiriéndose a ellas de esta
manera: “Cuanto menos gobierno necesite un país, mayor será su prosperidad y ventura
la anarquía, que es una concepción ideal de la vida, de la vida sin gobierno, no lo es sino
porque lleva implícita la perfección, la santidad del individuo…Necesitamos de
gobierno, porque somos malos. Porque somos crueles, perversos, codiciosos, brutales y
tiránicos, necesitamos de que alguien nos vigile, nos contenga, nos reprima y nos
castigue”17

Respecto a Masferrer Alba dice: “la realidad de su país, sin embargo, llevó a
Masferrer, ya al final de su vida, a mostrarse más radical. Tal vez contribuyeron a ello
los contactos que en sus viajes tuvo con socialistas y anarquistas, especialmente en
Chile. Se manifiesta anticapitalista, enemigo del monopolio de la tierra y quiere tierra
libre y también libre sea necesario para trabajarla.”18

En segundo lugar se encontraban los comunistas, inspirados en las conquistas
alcanzadas por la revolución Rusa de 1917. En El Salvador el desarrollo de la
propaganda marxista-leninista hizo mella en algunos obreros quienes vieron en la
conformación del Socorro Rojo Internacional la expresión mundial de lo que
denominaban clase obrera. Esto permitió la formación del elitismo dentro del
sindicalismo.

Por último se encontraban los anarquistas, quienes tenían una abierta oposición a
cualquier partido político y al parlamentarismo, por lo que también recibían el nombre
de sindicalismo revolucionario y pretendían la liberación del trabajador a partir de ellos
mismos, valiéndose de la acción directa y de la huelga general como método de lucha.
En este sentido el anarcosindicalismo es una rama del anarquismo vinculada al
movimiento obrero a través del sindicalismo, es un método de organización y de lucha
de los trabajadores a través de los sindicatos que tiene como objeto la conquista por
parte de los trabajadores de los medios de producción según los principios federativos.
A pesar de los antagonismos ideológicos existentes dentro de la FRTS el trabajo
que ésta realizaba permitió la formación de más sindicatos. Con la consigna “A
organizar las ligas campesinas” se lanzó a formar sindicatos al campo a tal grado que en
1929, funcionaban en ciudades, fincas y cantones del país.

“Las luchas reivindicativas se encaminaban a conseguir la reforma agraria,
erradicación del latifundio, y las relaciones feudales, particularmente el pago con fichas,
la tienda de raya, los malos tratos.

La actividad desplegada por la regional, ejerció influencia para que durante el
gobierno de don Pío Romero Bosque, se dictaran las siguientes leyes: Ley de Protección
a los Empleados de Comercio (31 de mayo de 1927), Ley de Registro de Agrupaciones
Obreras y Gerenciales, Decreto de Creación de Junta de Conciliación (ambos el 15 de
junio de 1927) y el Reglamento de Horas de Trabajo (13 de junio de 1928).
“La última de las leyes mencionadas, en su artículo primero hacía una larga
enumeración de labores en las cuales establecía la jornada de ocho horas diarias; lo cual
significó un triunfo de los obreros, pues había sido constantemente la aspiración a
reducir el tiempo de trabajo.”19

Dada las relaciones que llegó a tener la FRTS a nivel internacional con otras
organizaciones sindicales de América Latina, “en 1925 el líder obrero Virgilio Chacón
entró en contacto con el dirigente de la FORA, Julio Díaz quién hacía una gira por
Centroamérica promoviendo la organización anarquista.”20

Julio Díaz venía de México, allí “había recibido noticias sobre el proyecto de
creación de una “Continental de sindicatos anarquistas patrocinada por la AIT. Sin ser
favorable, Díaz propuso una reunión previa en la capital panameña para el mes de
noviembre de 1925 en la que se debía de fijar la fecha de congreso constitutivo a
nombre de la CGT de México y la FORA.

“Sin embargo esa primera reunión nunca se llevó a cabo, pues los representantes
de Perú, Chile, Uruguay, Argentina y México fueron aprehendidos en la ciudad de
Balboa por las autoridades panameñas.”21

En 1927 se llevaron a cabo manifestaciones en apoyo a Sacco y Vanzetti, los dos
anarquistas condenados a muerte en Estados Unidos.22
Esto permitió que el movimiento obrero salvadoreño se incorporara a las luchas internacionalistas del movimiento anarquista internacional.

Este acercamiento a diversas organizaciones anarcosindicalistas permitió la
circulación y distribución de propaganda que servía de aliciente para el movimiento
obrero tan necesitado de fundamentos teóricos. Dada esa necesidad de formación
obrera, se crea en este periodo la “universidad popular” que funcionaba como un ateneo
anexo a diversos centros culturales que existían en San Salvador.

La “Universidad Popular” se dedicaba a la educación de los obreros y
campesinos que sentían la necesidad de profundizar en el aspecto ideológico y de la
realidad que ellos afrontaban en ese momento. Las ideas de los clásicos del socialismo
como Kropotkin, Bakunin y Proudhon eran discutidas; también eran muy difundidas las
ideas de José Ingenieros y Ricardo Flores Magón. La discusión de las ideas y la
formación corría a cargo de dirigentes sindicales, académicos y extranjeros algunas
veces.

El funcionamiento de la “Universidad Popular” permitió simular las bases ideológicas
de los obreros y campesinos, permitiendo que ellos mismos expusieran sus puntos de
vista y análisis de la situación social y económica en diversos panfletos y folletos.
Esta efervescencia del movimiento obrero no solo hacía preocupar a las
autoridades de gobierno, sino también a la iglesia católica quién no miraba con buenos
ojos la organización obrera y por ello “el 31 de octubre de 1927, Monseñor Alfonso
Belloso y Sánchez, Administrador Apostólico de la Arquidiósecis y Obispo Auxiliar de
San Salvador, publicó la pastoral titulada “El presente momento social.” Este
documento resume la posición de la Iglesia frente a la doctrina socialista:

“El segundo principio que establece el socialismo es el anarquismo
revolucionario. Anarquismo. Todos los organizadores comunistas habían pretendido
construir un Estado con sus poderes, corporaciones y magistrados. El comunismo
anárquico niega el Estado sin decir a punto fijo lo que ha de sustituirlo. Revolución. El
como la sociedad actual está formada; la familia, el Estado, la Iglesia, estorba e
imposibilita el establecimiento del comunismo. Aguardar que por medios suaves se
transforme la sociedad presente pondría en balanzas el buen suceso del sistema. Por
tanto hay que echar mano de la violencia, de la destrucción, del aniquilamiento para
construir el mundo nuevo descuajando el viejo. Más, puesto que el comunismo perfecto
no puede existir mientras los hombres sean como los actuales y la riqueza se produzca
tan limitadamente como ahora, menester es conservar el Estado, empresario universal
que fija toda la vida económica, pero un estado compuesto por la mayoría proletaria que
oprima la minoría burguesa hasta nivelar toda desigualdad y medir la sociedad con un
resero. Pues confrontad ahora semejantes opiniones con el sagrado Evangelio…
Jesucristo manda dar “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…Lo cual
sería absurdo si no hubiera autoridad civil sea cual fuere su forma, y una autoridad
religiosa, Ambas integradas por hombres, puesto que ordena pagar los tributos; el
comunismo anárquico edifica la sociedad nueva sin poder alguno que tenga derecho de
mando y ser obedecido.”23

Para 1929 las disputas ideológicas dentro de la FRTS se hacen más patentes y
los primeros núcleos de comunistas dentro de la misma se adhieren a la consigna
revolucionaria mundial en el seno del movimiento obrero (que) era entonces la de
arrebatar la dirección a los reformistas y los anarquistas.”24

“La lucha ideológica, precisamente por su nivel primitivo, tomaba en ocasiones
numerosas los cauces más violentos y no era nada raro que en las sesiones sindicales se
llegara a las manos y se apoyaran los puntos de vista a puras trompadas. También salían
de ves en cuando a relucir los cuchillos.”25

Bajo este clima “se llevó a cabo el V Congreso de nuestra Federación Regional y
los que nos considerábamos ya comunistas tomamos la dirección regional del
organismo. Para entonces habiendo sido desplegados los reformistas…, la pelea central
se planteó con los anarcosindicalistas. Yo quedé encargado de las finanzas de la
Federación con el apoyo de los anarcosindicalistas, pero cuando estos vieron que en el
desempeño de mi cargo yo no me plegaba a sus posiciones y no hacía concesiones a su
línea, como había sido su esperanza cuando me apoyaron tomaron venganza: acordaron
dejar de pagar sus cuotas y comenzaron a desarrollar una campaña de sabotaje
financiero entre la base para debilitar nuestras posibilidades como dirección.”26

En 1930 se realizó el VI Congreso de la FRTS “en un ambiente de polémica y
hostigamiento. Todavía teníamos problemas económicos agudos por la actitud de
sabotaje de los disidentes anarcosindicalistas… En aquellas condiciones, la
convocatoria para el nuevo congreso fue un golpe de audacia por parte nuestra, porque
debido a la insistencia mía, la regional se comprometió a pagar los gastos de
concurrencia y estancia a los delegados de las zonas rurales, que por cierto eran
mayoría. El VI congreso fue un éxito, pero es que para entonces ya había algo nuevo en
el movimiento revolucionario salvadoreño: ya había surgido nuestro partido
comunista.”27

Como lo deja entrever Miguel Mármol, este grupo de “disidentes” era muy
numeroso para causar problemas por el pago de sus cuotas, es de tomar en cuenta que
por ese entonces la FRTS llegó a tener unos 75,000 afiliados, por lo que puede pensarse
que al no encontrar cabida dentro de esta los anarquistas buscaron un nuevo esquema
organizativo.

Este Congreso marca fin de la época de oro del anarcosindicalismo en El
Salvador. Desde ese momento el movimiento obrero en El Salvador será llevado de la
mano del Partido Comunista arrojándolo a una lucha partidaria y electoral. Al respecto
es de considerar que “por eso, pero principalmente por el contenido revolucionario
electoral impulsada por el Partido Comunista en 1930, sostenemos que puede hablarse
de un retroceso en la lucha de masas en El Salvador en ese momento, tal como así
ocurrió posteriormente, cuando la lucha se centró, en algunas ocasiones, principalmente
alrededor de los procesos electorales.”28

En virtud de lo antes expuesto se dice que el anarcosindicalismo en El Salvador
marca el punto de partida del sindicalismo y de la evolución ideológica de los
movimientos populistas.

Pero la lucha anarquista no termina acá, sino que sigue latente y en ese mismo
año de 1930 se funda en San Salvador la primera organización anarquista: El Centro
Sindical Libertario dirigido por Enrique Conde.29Desde su fundación este fue el centro
de la actividad anarquista en El Salvador, aunque tuvo una corta vida permitió a los
anarquistas seguir con sus luchas y propagar sus ideas.

Pero aún fuera de la FRTS las rivalidades ideológicas siguen manifestándose
entre los comunistas y anarquistas, así las luchas del partido deben “ser dirigidas no solo
con los explotadores, sino también contra todos los reformistas, socialfascistas,
oportunistas, traidores, derrotistas, liquidacionistas, pacifistas, y todos los que en alguna
forma den ilusiones pequeño burguesas como los anarquistas, anarcosindicalistas
(Centro Libertario Sindical) y contra todo el régimen actual.”30
Esto demuestra la obtusa dirección del partido con respecto a las demás izquierdas.
El año de 1932 marca el final del Centro Sindical Libertario y uno de los sucesos
más luctuoso de la historia de El Salvador. Alrededor de 10,000 personas fueron
asesinadas después de un alzamiento indígena, que fue aplacado por las balas de la
dictadura militar del General Maximiliano Hernández Martínez.

Este acontecimiento y la posterior represión dan un duro golpe a todo el
movimiento obrero, que a la par de la población indígena del occidente del país fue el
principal blanco de la represión estatal.

Ese año muchos obreros, campesinos e indígenas mueren en los paredones,
incluyendo a anarquistas que no habían cesado en su lucha. Sobre estos hechos cuenta
Migue Mármol: “Empecé a reconocer caras de camaradas del partido, de la juventud, de
la Regional todos ellos mostrando huellas de su tortura y los golpes recibidos. Con el
primero que hablé en la atestada celda en que me metieron fue con Gerardo Elías Rivas,
llamado “cafecito”, un líder anarco-sindical, muy puro y sincero, equivocado
políticamente, pero una magnífica persona.31

“Como a eso de las diez de la noche retumbó un grito en medio del silencio
“¡Miguel Mármol al recinto!”. El compañero cafecito me dijo que no contestara, que de
seguro estaban sacando a la gente para irla a fusilar. Pobrecito cafecito, en que murió el
también, solo que en otro paredón.”32
Este acontecimiento trunca el desarrollo de los movimientos sociales y todas las
organizaciones de izquierda pasan a la clandestinidad bajo esta dictadura que durará
hasta el primer quinquenio de los años cuarentas.

Pero en la clandestinidad algunos grupos siguen trabajando, entre ellos los
anarquistas. Dice Miguel Mármol, que sobrevivió a los fusilamientos y se encontraba
huyendo en el oriente del país: “no recibimos nada en concreto del Partido, pero
recibimos la comunicación de un pequeño grupo de anarquistas capitalinos que se
estaban organizando y que ya tenían contactos internacionales, en la cual me ofreció un
viaje de descanso a España”33

Entrada la segunda parte de la década de los años treintas los datos de las
actividades anarquistas se pierden (al menos hasta lo que se ha logrado investigar), pero
no cabe dudad que estas ideas siguieron pululando dentro de nuevas organizaciones.
Finalizada la dictadura de Martínez en 1944, las organizaciones obreras renacen y
empiezan a reorganizarse de la mano del Partido Comunista. A medida que pasan los
años y nuevos gobiernos militares alternan el poder la represión vuelve a hacerse latente
y los espacios de expresión son suprimidos y la autodefensa va quedando como la única
alternativa ante la represión.

En esta ocasión será el movimiento estudiantil el que jugará un papel principal
dentro de la lucha revolucionaria y “al entrar en la década de los años 70’s contaba con
varias agrupaciones que rebasaban los términos del trabajo gremial… Surgió también el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que aglutinaba a trotskistas,
anarquistas y marxistas, en su mayoría apoyadores de la lucha armada.”34

A finales de los 70’s “existían otras organizaciones universitarias de poca
relevancia de tendencia trotskista y anarquista como por ejemplo: Movimiento
Revolucionario Universitario (MRU), Grupo Socialista Internacionalista (GSI), y la
Organización Socialista Internacionalista (OSI).”35

En efecto, las ideas anarquistas aún seguían latentes y se mantenía en las luchas
populares y se hacían presentes en los albores de la guerra civil. Es de suponer que al
igual que muchas otras organizaciones revolucionarias de esa época individualidades y
colectividades anarquistas se incorporaron a la lucha armada en el FMLN. También es
de destacar la presencia de anarquistas extranjeros que participaron en la lucha armada.
Una vez finalizada la guerra civil y llegada la década de los noventas las ideas
anarquistas van a hacerse presentes nuevamente, pero ahora bajo un contexto muy
diferente a los anteriores.

Lo que hoy se podría denominar como el resurgimiento del anarquismo en El
Salvador tiene sus inicios en la primera década del siglo XXI cuando algunos jóvenes
que formaban parte de movimientos contraculturales empiezan a retomar las ideas
anarquistas y a criticar a la sociedad salvadoreña desde esta óptica, alejándose de la
izquierda tradicional salvadoreña amarrada con un partido político y encaminada a un
proceso electoral.
En el 2002 la joven escena hardcore-punk de San Salvador fue la cuna para el
Movimiento Anarquista Salvadoreño (MAS) integrado por punks, skinhead y straight
edge, que se dedicaban a la difusión de las ideas anarquistas a través de panfletos y
fanzines (como Rechazo Social y Depurando el Sistema) dentro de los conciertos; poco
a poco, este grupo fue creciendo y saliendo de los conciertos. Es así que el primero de
mayo del 2003 por primera vez, desde principios de siglo, anarquistas desfilan por las
calles de San Salvador.

Con el paso del tiempo el MAS desaparece y algunos de sus miembros forman el
CLA (Célula de Liberación Animal) dedicándose a promover el buen trato hacia los
animales, a la difusión del anarcoveganismo y la acción directa. Esta agrupación no
dura mucho y desaparece en corto tiempo.

En el año de 2004 algunos miembros de los extintos MAS y C.L.A. forman el
Kolectivo Acción Libertaria (KAL) siempre integrados por jóvenes pertenecientes a los
movimientos contraculturales que se van a dedicar a la difusión de las ideas anarquistas
y veganistas a través de la palabra escrita, el punk y la acción directa por medio de su
fanzine Arroja la Bomba y la Banda Cívica Maldita, esta última de corta existencia.
A partir de este año nuevas organizaciones anarquista surgen en la capital
salvadoreña. Una de ellas es el Kolectivo Acción Social Anarquista (KASA) integrado
en su mayoría por skinhead que se dedican a difundir las ideas anarquistas en los
conciertos de punk-skin.

En 2005 en la Universidad de El Salvador nace el Circulo Revolucionario
Anarquista Salvadoreño (CRAS) producto de un círculo de estudio dentro de la
Universidad de El Salvador y quienes se dedican al estudio de las ideas anarquistas y las
difunden por medio de la palabra escrita en sus boletines.

En diciembre de 2006 nace el Kolectivo Resistencia Libertaria (KRL) integrado
siempre por jóvenes pertenecientes a los movimientos contraculturales que se dedican a
la difusión de las ideas por medio de fanzines y comunicados así como acciones de
calle.

A finales del 2007 producto de disputas ideológicas dentro del Bloque Popular
Juvenil, hijo del FMLN, surge Acción Directa (AD), un grupo muy numeroso de
jóvenes quienes se dedican a la propaganda, adhesión de miembros dentro de sus filas y
difusión de las ideas libertarias.

Con el nacimiento de nuevas colectividades anarquistas es que ya se puede
hablar de un verdadero movimiento anarquista en El Salvador alejado de cualquier
influencia de algún partido u organización.
Desde el 2006 el KAL y el CRAS deciden estrechar los lazos existentes con las
demás organizaciones y deciden organizar una participación conjunta dentro de la
marcha del primero de mayo del 2007, dicha actividad no alcanza a concretarse y las
diferentes colectividades siguen encontrándose en cada actividad de calle de forma
casual pero, con muy buenas relaciones.

En el año 2008 gracias a las gestiones de AD, KRL, KAL y CRAS se logra que
todas las organizaciones anarquistas participen de forma coordinada en la marcha del
Día del Trabajo. Dicha coordinación se nombró Coordinadora Anarquista y aglutinaba a
KASA, KRL, AD, KAL, CRAS y Movimiento Universitario Revolucionario de
Estudiantes. Mártires del 32 (MURE 32). Éste último es la única organización
estudiantil que desde el 2002 dado su apoyo a todo el movimiento anarquista.
Esta fue una actividad de gran importancia ya que desde principios de siglo no
se había visto una participación anarquista tan grande en la capital; además la
coordinación unificó los lazos entre los diferentes colectivos, que aunque no se eran
desconocidos, permitió conocer directamente el trabajo que cada uno de ellos estaba
realizando y apoyar ese trabajo.

Después de la marcha los colectivos decidieron seguir trabajando de esa manera,
respetando la autonomía de cada uno. Es así como inicia el trabajo de la Coordinadora
Anarquista con el objetivo de unificar, apoyar el trabajo que cada miembro realiza bajo
una organización horizontal que responde a decisiones concensuadas por cada uno de
sus integrantes. Esta coordinación termina antes de cumplir un año.

El corto trecho avanzado por el joven movimiento anarquista salvadoreño lo ha
hecho manteniéndose alejado de cualquier institución partidaria conservando su
autonomía. Teniendo claro que la izquierda la conforman una pluralidad de corrientes
de pensamientos y que negar esto genera un retroceso en la construcción de una
sociedad que pueda luchar por sus derechos, hacerse oír, respetar bajo los principios de
justicia y solidaridad. Algo que no puede lograrse por la vía electoral.
La construcción de nueva izquierda que no tenga como objetivo la toma del
poder y que no utilice los mismos métodos del pasado, porque todos ellos fracasaron o
fueron comprados por el sistema al cual se quiere destruir, representa el objetivo a
alcanzar por los nuevos anarquistas por lo que habrá que emplear nuevos métodos de
lucha, de crear la alternativa para poder vivir la utopía.

NOTAS
1 Cappelletti, Ángel J. El anarquismo en América Latina. Caracas 1990. p. CLIX
2 Nettalu, Max. La anarquía a través de los tiempos. 4ª edición cibernética 2003. Cáp. 6
3 Ídem.(…)
4. Zeledón Lizano, Cristina. El Anarquista, defensor de los trabajadores labrador de ideales: Semblanza de(Billo) Zeledón. 2003.
5 Malinedo, Fernando. El movimiento obrero en Guatemala, 1877-1990, Revista Mesoamerica Nº 15.
1988.
6 Menjivar, Rafael. Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño. 1982. p. 39
7 Arias Gómez, Jorge. Farabundo Martí. 1996. p. 51
8 Ídem. P. 52
9 Menjivar, Rafael. ob.cit.. p. 39

10 Cappelletti, Ángel J. ob.cit. p. CLIX
11 Ídem.
12 Salazar, Alfonso. Los sindicatos obreros. 1956. p. 37
13 Alba, Victor. Historia del Movimiento obrero en América Latina. 1964. p.114.
14 Menjivar, Rafael. ob.cit. p. 63-6
15 Dalton Roque. Miguel Mármol: Los sucesos de 1932 en El Salvador. 2000. p. 131
16 Salazar, Alfonso. ob.cit. p. 38
17 Masferrer Alberto. El dinero Maldito. 2002. p. 42-43.
18 Alba, Víctor. Ob.cit. p.419 Larín, Arístides Augusto. Historia del movimiento sindical de El Salvador. La universidad. P. 137-138.
20 Tercena Arriola, Arturo. Un salvadoreño en la historia de Guatemala: Entrevista con Miguel Ángel Vásquez Equizabal. Memoria. Boletín del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista de
México. 1990. p. 19
21 Tercena Arriola, Arturo. Presencia Anarquista en Guatemala entre 1920 y 1932. Revista Mesoamérica
Nº 15. p 6 y 7
22 Salvador Orlando Alfaro en: Martínez Peñate, Oscar. El Salvador: Historia general. 2007. p. 98
23 López Jiménez, Ramón. Mitras Salvadoreñas en Arias Gómez, Jorge. Ob.cit. p. 119-121

24 Dalton Roque. ob.cit. p. 137
25 Ídem. P. 132
26 Ídem. P. 138
27 Ídem. P. 141
28 Lungo, Mario. La lucha de las masas en El Salvador. 1987. p. 22
29 Tercena Arriola, Arturo. ob.cit.. p. 19
30 Schlesinger, Jorge. Revolución comunista ¿Guatemala en peligro? En Arias Gómez, Jorge. ob.cit.
p.178
31 Dalton Roque. ob.cit. p. 261
32 Ídem. p. 264
33 Ídem. p. 340
34 Medardo González. En Quezada, Rufino Antonio. Martínez, Hugo Roger. Veinticinco años de de
estudio y lucha: Una cronología del movimiento estudiantil. 2008. p. 36
35 Ídem. P. 71

BIBLIOGRAFIA

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Limusa, 1964.
Arias Gómez, Jorge. Farabundo Martí. San José: Educa, 1996.
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En línea Disponible:
http://www.bibliotecaayacucho.com/fba/index.php?id=97&backPID=103&begin_at=56
&tt_products=157
Dalton, Roque. Miguel Mármol: Los sucesos de 1932 en El Salvador. San Salvador:
UCA Editores, 2000.
Salazar, Luis Alfonso. “Los sindicatos obreros”. Tesis Universidad de El Salvador;
1956.
Lungo, Mario. La lucha de masas en El Salvador. San Salvador: UCA Editores, 1987.
Larín, Arístides Augusto. “Historia del movimiento sindical de El Salvador.” La
Universidad. Nº 4 (julio-agosto 1971): p. p. 136-179.
Martínez Peñate, Oscar. El Salvador: Historia general. 2ª ED. San Salvador: Nuevo
enfoque 2007.
Masferrer, Alberto. EL dinero maldito. San Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
Melenado, Fernando. “El movimiento obrero en Guatemala, 1877-1990. Revista
Mesoamérica. Nº 15. junio de 1988. p. p. 1-23
Menjivar, Rafael. Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño. San José:
Educa. 1982.
Nettlau, Max. La anarquía a través de los tiempos. 4ª Edición cibernética. En línea.
Disponible:
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/anarquia_tiempos/caratula_nettlau.ht
ml
Quesada, Rufino Antonio. Martínez, Hugo Roger. Veinticinco años de estudio y lucha :
(Una cronología del movimiento estudiantil). San Salvador: Editorial universitaria,
2008.
Teracena Arriola, Arturo. “Presencia Anarquista en Guatemala entre 1920-1932”.
Revista Mesoamérica Nº 15, junio 1988. p. p. 6-7
Teracena Arriola, Arturo. “Un salvadoreño en la historia de Guatemala: Entrevista con
Miguel Ángel Vásquez Equizabal”. Memoria. Boletín del Centro de Estudios del
Movimiento Obrero y Socialista de México (CEMOS). Nº 29. 1990. p. p. 96-100.

Zeledón Lizano, Cristina. El anarquista, defensor de los trabajadores, labrador de
ideales: Semblanza de (Billo) Zeledón. Cartago: Instituto Tecnológico de Costa Rica.
2003

Apontamentos sobre Trotsky- O Mito e a realidad

Apontamentos sobre Trotsky – O Mito e a realidade

Quem foi Trotsky? O revolucionário puro e o colaborador íntimo de Lenine nas Revoluções russas de Fevereiro e Outubro de 1917 – como proclamam os seus admiradores – ou um contra-revolucionário e um traidor, como afirmam Stáline e muitos Históriadores soviéticos?

Na opinião de Miguel Urbano Rodrigues, as duas versões falseiam a História. Neste artigo, o autor chama a atenção para facetas do pensamento, da obra e da acção de Trotsky e reflecte sobre a tenaz permanência do mito que envolve a personagem e a sua intervenção contraditória na História.

Miguel Urbano Rodrigues – 11.12.08

Transcorridas quase duas décadas sobre a desagregação da União Soviética, pouco se escreve e fala sobre Gorbatchov. Os grandes media internacionais quase esqueceram o político e o homem que guindaram a herói da humanidade quando contribuía decisivamente, através da perestroika, para a reimplantação do capitalismo na Rússia.

Paradoxalmente, Trotsky continua a ser um tema que fascina muitos intelectuais da burguesia, alguns progressistas, e dezenas de organizações trotskistas na Europa e sobretudo na América Latina.

Sobre o homem e a obra não foram nas últimas décadas publicados livros importantes que acrescentem algo de significante aos produzidos pelos seus biógrafos, nomeadamente a trilogia do Historiador polaco Isaac Deutscher.

Nem um só dos partidos e movimentos trotskistas conseguiu afirmar-se como força politica com influência real no rumo de qualquer país.

Porquê então a tenaz sobrevivência, não direi do trotskismo, mas do nome e de algumas teses do seu criador no debate de ideias contemporâneo? Isso não obstante ser hoje pouco frequente a reedição dos seus livros.

A contradição encaminha para uma conclusão: uma percentagem ponderável dos modernos trotskistas desconhece a obra teórica e a trajectória politica de Trotsky.

Cabe chamar a atenção para o facto de a maioria dos intelectuais burgueses das grandes universidades do Ocidente que assumem a defesa e a apologia da intervenção de Trotsky na História serem anticomunistas. O seu objectivo precípuo é combater a URSS e o que a herança da Revolução de Outubro significa para a humanidade. Trotsky e Stáline são utilizados por esse tipo de «sovietólogos» como instrumentos na tarefa de combater e desacreditar o comunismo.

Nos movimentos trotskistas confluem jovens com motivações e comportamentos sociais muito diferentes. À maioria ajusta-se a definição que Lenine deu a certos esquerdistas: «pequeno burgueses enraivecidos». Frustrados, expressam a sua recusa do capitalismo na adesão a projectos radicais de transformação rápida da história.

Quase todos, – como aconteceu aos líderes do Maio de 68 parisiense – voltam a integrar-se no sistema após uma breve militância pseudo-revolucionária.

A Mitificação de Trotsky

As campanhas anti-Trotsky promovidas pelos partidos comunistas na época de Stáline produziram globalmente um efeito contrário ao visado. Facilitaram o aparecimento em muitos países de organizações trotskistas e criaram condições favoráveis à mitificação de Trotsky.

Intelectuais burgueses e exilados russos, muitos deles ex-comunistas, deram uma importante contribuição para criar e difundir a imagem de um Trotsky imaginário. Os grandes diários do Ocidente, do The New York Times ao Guardian, abriram as suas colunas a essas iniciativas. Compreenderam que a transformação de Trotsky no herói revolucionário puro, vítima da engrenagem trituradora de um sistema monstruoso, daria maior credibilidade às campanhas contra a União Soviética.

A glorificação de Trotsky é um fenómeno tão lamentável, por falsificar a História, como a diabolização da União Soviética, inseparável da visão da época de Stáline como um tempo de horrores.
Stáline
Cabe aos epígonos de Stáline – repito – uma grande responsabilidade pelo êxito no Ocidente da tentativa de utilizar a vitimização de Trotsky como arma do anticomunismo.
A historiografia soviética não se limitou a negar a Trotsky um papel minimamente importante na preparação da Revolução de Outubro e na sua defesa. Nos Processos de Moscovo Trotsky é acusado em alguns depoimentos de agente de Hitler que teria levado a sua traição ao ponto de preparar com o III Reich nazi o desmembramento da jovem república soviética.

Esse tipo de calúnias é tão absurdo, como expressão de um ódio irracional, como o esforço realizado por escritores anticomunistas e alguns governos para criminalizarem o comunismo como sistema comparável ao fascismo. A falsificação das estatísticas foi levada tão longe que alguns autores acusam Stáline de ter exterminado ou enviado para campos siberianos mais de cem milhões de pessoas (1). A atribuição do Nobel de Literatura a um escritor reaccionário tresloucado como Solzenitzyn (que se orgulhava de odiar a Revolução Francesa) traduziu bem a necessidade que a burguesia sentia no Ocidente de satanizar a União Soviética, negando a herança progressista e humanista da Revolução de Outubro.

É nesse contexto que se insere o reverso da medalha, isto é a reinvenção de Trotsky.

Duas obras do próprio Trotsky e a trilogia de Deutscher – o Profeta Armado, o Profeta Desarmado e o Profeta Banido – funcionaram também como estímulos na fabricação do mito (2).

Trotsky, em «A Minha Vida» (3), a sua autobiografia, não atribui grande significado às divergências entre ele e Lenine durante os anos que precederam a Revolução de Fevereiro de 17. E na sua «História da Revolução Russa» (4) valoriza muito as convergências desde o início da Revolução de Outubro e são escassas as referencias a questões fundamentais em que assumiram posições diferentes, por vezes antagónicas. Somente nos ensaios editados sob o título de «A Revolução Permanente» (5), ao responder a criticas de Karl Radek e Stáline, reconhece que Lenine o criticou por divergirem no tocante ao papel dos sindicatos e ao Gosplan, mas subestima a importância dessas discordâncias. Simultaneamente, ao identificar em Lenine o grande líder da Revolução e expressar profunda admiração pelo ideólogo, o estratego e o estadista, encaminha, com habilidade, o leitor para a conclusão de que, no tocante aos problemas fundamentais da construção de uma sociedade socialista na Rússia revolucionária, existiu entre ambos nos últimos anos da vida de Lenine uma confiança mútua e uma grande harmonia no trabalho.

Tal conclusão deforma a História.

Deutscher, que se assume como um admirador entusiástico de Trotsky e confessa odiar Stáline, projecta uma imagem distorcida do biografado. Não esconde as divergências dele com Lenine, mas, procurando ser objectivo no relato dos factos, esforça-se por persuadir os leitores de que, nos últimos meses da sua vida, pressentindo a proximidade da morte, Lenine via em Trotsky o membro do Politburo mais indicado para lhe suceder na chefia do Estado Soviético.

A conclusão carece de fundamento, é puramente subjectiva.

O próprio Deutscher sublinha que a velha guarda bolchevique, embora reconhecendo o talento de Trotsky como estadista, nunca viu nele um homem do Partido. O seu passado, como menchevique, não fora esquecido. O carácter de Trotsky, a sua vaidade, o estilo autoritário, a sua tendência para a crítica demolidora quando discordava de companheiros de luta inspiravam desconfiança e até rancor.

É significativo que logo após a morte de Lenine, Olminski, muito ligado a Stáline, tenha proposto a publicação de uma carta datada de 1912, encontrada nos arquivos da Policia Czarista, na qual Trotsky, dirigindo-se a Tchkeidzé, um destacado contra-revolucionário, descrevia Lenine como «um intrigante» um «desorganizador» e um «explorador do atraso russo». (6)

A sugestão não foi então atendida, mas na campanha contra Trotsky a recordação do seu passado anti-bolchevique tornou-se permanente e desempenhou um papel importante.

A Carta de Lenine ao Congresso

Na fase final da sua doença, Lenine aproximou-se de Trotsky, mas não por ter reformulado a opinião que formara sobre ele. Quando Stáline na primavera de 1922 foi eleito secretário-geral do jovem Partido Comunista da União Soviética, Lenine, para lhe contrabalançar a influência, propôs a nomeação de quatro vice-presidentes para o Conselho dos Comissários do Povo, ou seja o governo. Trotsky foi um deles, Rikov, Tsurupa e Kamenev os outros.

Trotsky recusou. A simples ideia de partilhar o cargo de vice de Lenine com três camaradas – dois dos quais já o exerciam – feriu o seu desmesurado orgulho. Lenine sentiu decepção, mas por duas vezes insistiu sem êxito. Quando ele recusou novamente, Stáline levou o Politburo a aprovar, em Setembro de 22, uma resolução censurando Trotsky por indiferença perante o cumprimento do dever.
Lenine
Lenine, defensor tenaz do papel dirigente do PCUS, era partidário de uma separação de tarefas entre o Partido e o Estado para evitar problemas graves que principiavam a esboçar-se.

Inválido, sentindo a proximidade da morte, ditou entre 23 e 31 de Dezembro de 1922 uma Carta ao XIII Congresso do Partido Comunista. Nessa importante mensagem transmitiu opiniões que iriam suscitar muita polémica, ao esboçar o perfil dos cinco camaradas que, com ele integravam o Politburo: Zinoviev, Kamenev, Stáline, Bukharine e Tomski (Kalinine e Piatakov eram suplentes e Molotov assessor).

Esse explosivo documento foi lido aos delegados ao Congresso, realizado em Maio de 1924, pela companheira de Lenine, Krupskaya, quatro meses após a sua morte.

Mas, por iniciativa de Stáline aprovada pelo Politburo, a Carta não foi publicada. O povo soviético somente tomou conhecimento do seu conteúdo após o XX Congresso.

Lenine expressava muita preocupação pelo tenso relacionamento entre Stáline e Trotsky por identificar nele um perigo para a estabilidade do partido.

«O camarada Stáline – afirmava – tendo-se tornado secretário-geral, concentrou nas suas mãos um poder imenso, e não estou certo de que saiba sempre utilizar este poder com suficiente prudência. Por outro lado, o camarada Trotsky, como o demonstrou já a sua luta contra o CC a propósito da questão do Comissariado do Povo das Vias de Comunicação, não se distingue apenas pela sua destacada capacidade. Pessoalmente é talvez o homem mais capaz do actual CC, mas peca por excessiva confiança em si próprio e deixa-se arrastar excessivamente pelo aspecto puramente administrativo das coisas». (7)

Numa adenda à carta de 24 de Dezembro, datada de 4 de Janeiro de 1923, Lenine lamenta que Stáline seja demasiado rude e acrescenta: «este defeito, plenamente tolerável no nosso meio e nas relações entre nós, comunistas, torna-se intolerável no cargo de secretário-geral. Por isso proponho aos camaradas que pensem na forma de transferir deste lugar e de nomear para este lugar outro homem que em todos os outros aspectos se diferencie do camarada Stáline apenas por uma vantagem, a saber: que seja mais tolerante, mais leal, mais cortês e mais atento para com os camaradas, menos caprichoso, etc.»

Mas não sugeriu qualquer nome para a substituição de Stáline.

Quando Trotsky conversou com ele pela última vez, Lenine, cuja doença evoluiu rapidamente para o desfecho que todos temiam, pediu-lhe que colaborasse numa acção conjunta contra a burocratização do Partido e do Estado e de condenação da política repressiva que Stáline e Ordjonikidze tinham executado na Geórgia.

Mas são do domínio da fantasia as afirmações que atribuem a Lenine o desejo de ver Trotsky à frente do Partido ou do Estado.

Tal ideia – contra o que sugere Deutscher – nunca lhe terá aflorado o pensamento.

Via nele o mais dotado intelectualmente dos líderes do Partido, mas incapaz de controlar «uma autoconfiança excessiva».

O Choque humano e ideológico

Durante muitos anos, desde o início do século até à Revolução de Fevereiro, Lenine criticou Trotsky com dureza e este retribuiu sempre.

Lenine, admirando o seu talento, identificava nele um oportunista e um conciliador. A sua relação com os mencheviques, partido a que pertenceu, inspirava-lhe profunda desconfiança. Não lhe apreciava o carácter, marcado por uma impulsividade e uma arrogância que o levavam a assumir posições imprevisíveis e com frequência contraditórias em bruscas reviravoltas.

A troca de acusações exprimiu-se em determinados períodos por uma veemência verbal pouco comum.

Após a expulsão de Trotsky do Partido, essas opiniões de Lenine, emitidas em reuniões do Partido Bolchevique, em documentos, e cartas pessoais, foram tornadas publicas na URSS e amplamente divulgadas em países estrangeiros.

Trotsky, como já recordei, tenta nos livros publicados no exílio ocultar ou desvalorizar o significado das suas divergências com Lenine, pondo toda a ênfase na colaboração entre ambos a partir da Revolução de Fevereiro de 1917.

Os seus biógrafos afirmam que após a Conferência de Zimmerwald, que condenou a guerra imperialista, as suas posições quase coincidiram com as assumidas pela fracção bolchevique do Partido Operário Social-Democrata da Rússia-POSDR. Não é essa a opinião de Lenine. Numa carta a Boris Souvarine, datada de Dezembro de 1916, Lenine lembra que Trotsky acusara os bolcheviques de «divisionistas». «Em Zimmerwald – sublinha – recusou incorporar-se na esquerda local e juntamente com a camarada Roland Horst (uma holandesa) representou o «centro» (8 )

Trotsky, vindo do Canadá, regressou à Rússia antes de Lenine. Numa carta à sua intima amiga Ines Armand, datada de 19 de Fevereiro de 1917, Vladimir Ilitch incluiu o seguinte desabafo: «Chegou Trotsky e este canalha entendeu-se imediatamente com a ala direita do “Novi Mir” contra os zimmerwaldistas de esquerda. Tal como lhe digo! Assim é Trotsky! Sempre fiel a si mesmo, revolve-se, trafulha, finge de esquerdista e ajuda a direita quando pode.» (9)

Escritores trotskistas como Alfred Rosmer e Rosenthal omitem que meses depois da sua adesão ao Partido Bolchevique, quando já exercia funções de grande responsabilidade, como dirigente, Trotsky divergiu de Lenine em questões de grande importância em momentos cruciais.

A participação de Trotsky em Brest Litowski continua a ser tema polémico. Então Comissário do Povo para as Relações Exteriores, chefiou a delegação russa nas negociações de paz com os alemães.

Sobre o tema, dirigindo-se ao VII Congresso Extraordinário do Partido Bolchevique da Rússia, Lenine declarou:
«Devo referir-me agora à posição do camarada Trotsky. Na sua actuação devemos distinguir duas fases: quando iniciou as negociações de Brest, utilizando-as excelentemente para a agitação, todos estivemos de acordo com ele. Trotsky citou parte de uma conversa comigo, mas devo acrescentar que concordamos manter-nos firmes até ao ultimato dos alemães, mas cederíamos após ele. Os alemães intrujaram-nos porque de sete dias roubaram-nos cinco. A táctica de Trotsky foi correcta enquanto se destinou a ganhar tempo; tornou-se equívoca quando se declarou o fim do estado de guerra, mas não se assinou a paz. Eu tinha proposto com toda a clareza que se assinasse a paz de Brest». (10)

A transcrição (parte de uma intervenção extensa) é esclarecedora porque a posição assumida por Trotsky («nem paz nem guerra»), ignorando as instruções de Lenine, levou os alemães a romper a trégua e desencadear uma ofensiva de consequências desastrosas, ocupando enormes extensões do país. Quando o Tratado de Paz foi finalmente assinado, as condições impostas foram muito mais severas do que as inicialmente apresentadas pelo Império Alemão.

Lenine criticou então duramente Trotsky. Mas não era rancoroso.

Transferiu-o do Comissariado das Relações Exteriores para o das Questões Militares. Conhecia as qualidades de organizador de Trotsky e este na sua nova tarefa teve um papel fundamental na organização do Exército Vermelho, na condução vitoriosa da Guerra Civil e na derrota da intervenção militar das potências da Entente.

Mas logo em 1920, Trotsky e Lenine divergiram profundamente durante o debate sobre os Sindicatos e a sua função na Rússia soviética, e no tocante ao monopólio do Comércio.

Trotsky publicara um folheto intitulado «O papel e as tarefas dos sindicatos». Lenine submeteu as teses por ele defendidas e a posição que sobre o assunto assumira no Comité Central a uma critica duríssima (9). Manifestou espanto perante «quantidade de erros teóricos e de evidentes inexactidões», estranhando que no âmbito de uma discussão tão importante no partido Trotsky tivesse produzido «algo tão lamentável em vez de uma exposição cuidadosamente meditada». Nessa critica alertou para divergências de fundo de ambos quanto aos «métodos de abordar as massas, de ganhar as massas, de nos vincularmos às massas».

Concluindo, Lenine, que criticou simultaneamente, com idêntica veemência as posições assumidas por Bukharine, afirmou: «As teses do camarada Trotsky são politicamente prejudiciais. A base da sua politica é a pressão burocrática sobre os sindicatos. Estou certo de que o Congresso do nosso Partido a condenará e repudiará» (11).

Assim aconteceu.

Julgo útil chamar a atenção para o facto de que Lenine manteve a sua confiança em Trotsky como principal responsável pelas operações em que o Exército Vermelho estava então envolvido em múltiplas frentes.

A contradição aparente facilita a compreensão do carácter profundamente democrático da ditadura do proletariado na Rússia soviética nos anos posteriores à Revolução de Outubro.

As Revoluções Russas, a partir de 1905, forjaram gerações de revolucionários profissionais com um talento, uma criatividade, uma coragem e uma tenacidade que assombraram os Historiadores. Dificilmente se encontra um precedente para essas gerações que, aliás, tiveram continuidade na que se bateu contra o Reich nazi e o destruiu, salvando a humanidade de uma tragédia.

O estabelecimento de consensos na época revolucionária foi sempre difícil. Sem o imenso prestigio e o génio de Lenine – é a palavra adequada para o definir – eles não teriam sido possíveis, como ficou transparente nas jornadas de Brest Litowski.

Deutscher, um trotskista assumido, recorda que a estabilidade no Politburo e no CC nascia da «autoridade incontestável de Lenine e da sua capacidade de persuasão e habilidade táctica que, em geral, lhe permitiam conseguir a maioria de votos para as propostas que apresentava à medida que surgiam os problemas». (12)

Tinha o dom raríssimo, quando transmitia um projecto polémico a camaradas, de os levar a admitir que haviam sido eles e não ele, Lenine, que o haviam concebido.

Nos cinco anos gloriosos posteriores à vitória da Revolução, Lenine foi colocado algumas vezes em minoria, perdendo na discussão de questões importantes. Submeteu-se nessas ocasiões à maioria. Assim funcionava então o centralismo democrático. Mas quase sempre os seus camaradas acabavam por reconhecer que ele estava certo.

Chamo a atenção para a importância da excepcionalidade de Lenine porque ela lhe permitiu uma colaboração harmoniosa com um feixe de revolucionários tão heterogéneo como o da sua época. Ele conseguiu que formassem uma equipa – não os poupando a severas criticas quando necessário – dirigentes como Stáline, Trotsky, Bukharine, Kamenev, Zinoviev, Preobrazhensky, Alexandra Kolontai, Dzerzhinski, Rikov, Piatakov, Tomski, Sverdlov, Lunacharski, Molotov, Kalinine, Vorochilov, Budiony, Kirov, Rakovski, Rabkrin, etc.

Essa unidade na acção e no pensamento, mesmo entre os membros da velha guarda bolchevique, desapareceu quando Lenine morreu. Sem ele, era impossível.

—-///—-

Não se pode escrever algo sobre Trotsky sem citar Stáline. Incluo-me entre os comunistas, poucos, que recusam simultaneamente a glorificação ou a satanizarão de ambos.

A burguesia persiste em projectar de Stáline somente a imagem negativa, porque ao apresentá-lo como um ditador satânico facilita a criminalização da União Soviética e do comunismo como ideologia monstruosa.

Terei sido dos primeiros comunistas portugueses a criticar o dogmatismo subjectivista de Stáline num livro apreendido pela ditadura brasileira em 1968 (13). Mas a minha discordância da sua postura perante o marxismo e a condenação dos seus métodos e crimes não me impedem de reconhecer que Stáline foi um revolucionário cuja contribuição para a transição do capitalismo para o socialismo na União Soviética foi decisiva. Sem a sua acção à frente do Partido e do Estado, a URSS não teria sobrevivido à agressão bárbara do Reich nazi, sem ela a pátria de Lenine não se teria transformado em poucas décadas na segunda potencia mundial, impulsionando um internacionalismo que apressou a descolonização, incentivou e defendeu revoluções no Terceiro Mundo e estimulou poderosamente a luta dos trabalhadores nos países desenvolvidos do Ocidente.

No lado oposto do quadrante, recuso também a mitificação de Trotsky.

A sua transformação em herói revolucionário, tal como a sua satanizarão como contra-revolucionário, deformam a História.

São caluniosas as acusações (nomeadamente nos Processos de Moscovo) que o apresentam como cúmplice dos projectos de Hitler para destruição da URSS.

Dotado de um talento incomum, brilhante escritor e polemista, distinguiu-se desde a juventude por uma oratória que empolgava as massas e o levou aos 25 anos à presidência do Soviete de Petrogrado durante a Revolução de 1905.

A sua adesão ao Partido Bolchevique, pouco antes da Revolução de Outubro, assinalou o início de uma viragem na sua trajectória politica e humana. Foi com o pleno apoio de Lenine que nas jornadas que precederam a insurreição de Outubro voltou a presidir ao Soviete de Petrogrado e posteriormente cumpriu tarefas da maior responsabilidade como Comissário para as Relações Exteriores e Comissário para as Questões Militares, missão que na prática fez dele o chefe do Exército Vermelho.

Mas a tentativa dos seus epígonos e de Historiadores burgueses de o guindar a «companheiro de Lenine», colocando-o ao nível do líder da Revolução, falseia grosseiramente a História.

Trotsky não foi nem o revolucionário puro que os trotskistas veneram como herói da humanidade, nem o traidor fabricado por Stáline.

Mas com o rodar dos anos o mito nascido da sua vitimização tomou forma, resistiu e sobrevive.

Enquanto Gorbatchov, que abriu caminho como secretário-geral do PCUS à destruição da URRS, tende – repito – a ser esquecido, o mito Trotsky permanece. Poucos lêem hoje os livros em que condensou o seu pensamento e escreve sobre a sua participação na História. Mas a atitude dos milhares de pessoas que anualmente visitam a casa de Coyoacan, na capital do México, onde viveu e foi assassinado, ilumina bem o enraizamento desse mito.

Não é fácil compreender o fenómeno, porque o trotskismo, como ideologia e instrumento de acção revolucionária, fracassou, não correspondendo minimamente às aspirações do seu criador. (14)

Admito que Trotsky não se reveria em qualquer das dezenas de partidos trotskistas que hoje em muitos países o tomam por inspirador e guia.

Serpa e Vila Nova de Gaia, Novembro de 2008

NOTAS:
1. Jean Salem, Lenine e a Revoluçao, Ed.Avante, Lisboa, 2007
2. Isaac Deutscher, Trotsky, Ed. Civlizaçao Brasileira,1968,São Paulo.
3. Leon Trotsky, Histoire de la Revolution Russe, Ed Seuil, Paris,1950.
4. Leon Trotsky, My Life, Ed. Penguin, London, 1988
5. Leon Trotsky, La Revolución Permanente, Ed Yunque, 2ª edición, Buenos Aires,1977
6. Isaac Deutscher, O Profeta Desarmado, Obra citada, pág 44
7. Existem traduções em diferentes línguas da Carta de Lenine ao XIII Congresso do PCUS. As diferenças entre os textos que conheço são formais, mínimas. Utilizei nas citações feitas, a tradução de Edições Avante, 1979.
8. V.I.Lenine, Textos extraídos das Obras Completas de Lenine, Ed. Estampa, Lisboa 1977, pág 260
9. Obra citada, pág 269
10. Obra citada, pág 270/271
11. Obra citada, pág 300
12. Isaac Deutscher, Obra citada, pág 88
13. Miguel Urbano Rodrigues, Opções da Revolução na América Latina, Ed. Paz e Terra, Rio de Janeiro, 1968
14. Ver Leon Trotsky, Revolução e Contra-revolução, Ed. Laemmert, Rio de Janeiro, 1968.
Neste livro, que enfeixa ensaios redigidos em 1930 e1931, em Prinkipo, na Turquia, onde estava exilado, Trotsky, numa atitude de esquerdismo profético, identifica na crise iniciada em 1929 o prólogo de uma era de revoluções cujo desfecho seria o socialismo.
Transcrevo dessa obra algumas passagens expressivas de uma teimosa fidelidade à sua concepção da «revolução permanente»:

a) «É muito provável que o desenvolvimento progressivo da revolução espanhola dure por um período de tempo mais ou menos longo. E, por aí, o processo histórico abre, de algum modo, um novo crédito ao comunismo espanhol». (pág.20)

b) «A situação na Inglaterra pode também não, e não sem justas razões, ser considerada como pré-revolucionária, se se admitir com rigor, que entre uma situação pré-revolucionária e uma situação imediatamente revolucionária pode mediar um prazo de vários anos, período em que se produzirão fluxos e refluxos». (pág 20)

c) «É inevitável e relativamente próxima uma mudança na consciência revolucionária do proletariado americano, a qual já não será mais “um fogo de palha” que se apaga facilmente, mas o inicio de um verdadeiro e grande incêndio revolucionário. (pág 24)

d) A aventura iniciada pelo czar na Manchúria provocou a guerra russo-japonesa; a guerra provocou a Revolução de 1905. A aventura japonesa actual na Manchúria pode acarretar uma revolução no Japão. (pág 24)

A evolução da História nesses quatro países desmentiu quase imediatamente as previsões de Trotsky.

Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930

Iván Molina Jiménez *

Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930**

La Embajada de Estados Unidos en San José, en noviembre de 1944, envió a John Edgar Hoover, director del FBI, un interesante documento, proporcionado por “…una fuente confiable y confidencial…”, el cual consistía en un conjunto de pequeños esbozos biográficos de los principales líderes comunistas de Costa Rica. El párrafo correspondiente a María Isabel Carvajal advertía:

“esta mujer es la hija ilegítima de Isabel Carvajal (Quesada) [sic: el segundo apellido era Castro]. Se informa que su padre fue Gaspar [sic: el nombre era Andrés] Venegas, pero él nunca la reconoció. Nació en San José, Costa Rica, en 1902 [sic: fue en 1888]. Aunque de humilde origen, fue bastante bien educada y durante algún tiempo trabajó de maestra en la enseñanza primaria. Es soltera. Es bien conocida en Costa Rica como escritora, y por algún tiempo dirigió una revista llamada ‘Celajes’ [sic: la directora era María Delia Carvajal]. Su trabajo mejor conocido es un libro de cuentos para niños, llamado ‘Los Cuentos de mi Tía Panchita’ (The Stories of my Aunt Panchita). El nombre CARMEN LYRA aparentemente lo adoptó como un pseudónimo y también debido a su nacimiento ilegítimo. Esta mujer estuvo estrechamente asociada con Manuel Mora y Rodolfo Guzmán en la formación del Partido Comunista de Costa Rica en 1931, y algunas fuentes consideran que fue realmente la organizadora del Partido y que usó a Mora y a Guzmán a fin de tener hombres a la cabeza de la organización. En cualquier caso, es incuestionablemente una de las más inteligentes e influyentes líderes del Partido, y por largo tiempo ha sido miembro del Comité Central y del Buró Político, siendo la Secretaria de Actas y Correspondencia de este último.” 1

La información sobre Carlos Luis Fallas Sibaja era similar: de acuerdo con el documento que el director del FBI posteriormente, y con carácter confidencial, envió al Secretario de Estado,

“Fallas es el hijo ilegítimo de Adelina Fallas (Sibaja). Nació en San José [sic: fue en Alajuela], Costa Rica, el 5 de abril de 1909 [sic: fue el 21 de enero de ese año]. Se dice que su padre es el Coronel Roberto Cantillano, quien rechazó reconocerlo. Fallas es soltero, pero aparentemente planea casarse con MATILDE LAFIN DRUMM tan pronto como ella se divorcie de su presente marido, RAFAEL DE BUEN (Y LOZANO). Fallas fue uno de los fundadores del Partido [sic: se afilió al Partido después de su fundación] y siempre ha estado extremadamente activo, habiendo sido encarcelado varias veces por ser excesivamente entusiasta en sus actividades. Zapatero de oficio, consagra todo su tiempo a su trabajo como miembro del Congreso Nacional y como Secretario de Propaganda del Buró Político del Partido Vanguardia Popular. También es miembro del Comité Central del Partido y Secretario para la Zona Pacífica de la CTCR. Aunque Fallas tiene solo una educación elemental, parece ser extremadamente inteligente y recientemente el Partido le ha confiado el arreglo de varias cuestiones laborales entre el Partido y la United Fruit Company. Aparentemente, ha manejado esos asuntos a entera satisfacción del Partido.” 2

Los errores en las fechas de nacimiento y de otra índole, aparte de sugerir que la persona que elaboró el documento probablemente era de origen extranjero, por lo cual estaba poco familiarizada con ese tipo de datos vitales, son un indicador del carácter ocasionalmente falible del aparato de inteligencia imperial. El particular interés de este último –pese a sus eventuales equivocaciones– por el quehacer político y social de los principales líderes de la izquierda costarricense no era nuevo, sin embargo, y databa incluso del período anterior a la fundación en San José del Partido Comunista (el 6 de junio de 1931). 3

1. De cómo Tía Panchita inquietó a un imperio

La visibilidad de Carmen Lyra en la esfera pública de la época, debida a sus labores docentes (fue la que introdujo el método Montessori para la educación pre-escolar en el país), a su protagonismo durante la lucha contra la dictadura de los Tinoco en 1919, a sus artículos en la prensa y a su éxito como escritora (de Los cuentos de mi tía Panchita se vendieron tres ediciones entre 1920 y 1926), facilitó que, una vez que se adhirió al Partido Comunista,4 se convirtiera en una figura muy observada por la diplomacia estadounidense asentada en San José, especialmente entre 1931 y 1933. El primer informe disponible en que se cita a “…la espiritual escritora de nuestra Tiquicia…”, como la definía en junio de 1931 el periódico La Tribuna, es de febrero de 1932, cuando Carvajal fue identificada como una de las 25 mujeres que, al lado de otros 175 varones, participaron en una marcha de

“…simpatía con los ‘hermanos’ quienes habían caído en los recientes disturbios en El Salvador, ‘asesinados’ por el General Martínez.” 5

La legación imperial en San José, dos meses después, en abril de 1932, comentaba una edición de Trabajo, el periódico semanal de los comunistas, y destacaba que

“de particular interés es un artículo sobre ‘niños trabajadores’ escrito por CARMEN LYRA, cuyo nombre verdadero es Isabel Carvajal. Esta mujer ocupa un puesto público como superintendente del kindergarten de San José (Escuela Maternal), y es prominente en el pequeño grupo de los así llamados ‘intelectuales’ de Costa Rica, conformado por Joaquín García Monge y otros.” 6

La preocupación imperial por las actividades de Carmen Lyra se acrecentó a medida que su participación política tendía a ampliarse y diversificarse. La legación informó que el 19 de noviembre de 1932, el Partido logró movilizar a cerca de 600 personas, que asistieron a una manifestación efectuada en uno de los parques de San José, y que una de las oradoras en dicha protesta fue Carvajal.7 El peligro de que esta última se valiera de su prestigio docente e intelectual y de su posición en el sistema educativo para difundir el comunismo entre las maestras, también desveló a los funcionarios del imperio.

La amenaza descrita pareció cobrar fuerza en marzo de 1933, cuando los comunistas, según comunicó oportunamente la legación, empezaron a impartir a los trabajadores clases nocturnas de marxismo y economía antiimperialista. El informe concluía que

“…Carmen Lyra (Isabel Carvajal) es una de las líderes comunistas más activas en Costa Rica. Ella y otras maestras de escuela pública son evidentemente los principales instructores de las clases nocturnas.” 8

El clímax del interés imperial por Carmen Lyra fue alcanzado poco después, tras los violentos sucesos del 22 de mayo de 1933, cuando una manifestación de trabajadores desocupados terminó en un enfrentamiento con la policía. La legación destacó que, a raíz de tal incidente, varios empleados públicos fueron despedidos, entre los cuales figuraba, por supuesto,

“…María Isabel Carvajal, llamada aquí CARMEN LYRA. Estaba empleada como directora de la ‘Escuela Maternal’. Después del enfrentamiento de la última semana, escribió varios artículos particularmente violentos en la prensa local. No obstante una advertencia final del Ministro de Educación Pública, ella continuó con sus ataques contra los funcionarios del Gobierno, a raíz de lo cual fue cesada. Como podría esperarse, el resultado han sido ataques aun más violentos contra el Gobierno. Esta mujer será un factor a ser tomado en cuenta en el futuro en cualquier movimiento radical en Costa Rica.” 9

Los datos anteriores fueron complementados por otro informe, en el cual se explicó con más detalle el conflicto entre Carvajal y las autoridades educativas, al indicarse que, en entrevistas publicadas en la prensa,

“…se le cita diciendo que el Ministro de Educación Pública había pensado que podría comprar su opinión por la pequeña suma de ¢165 al mes (su salario como maestra), pero que ella prefiere ser libre para expresar sus convicciones. Hay ahora un movimiento en curso para establecer otra escuela, operada por el Partido Comunista, para Carmen Lyra, en la cual ella recibirá su salario de donaciones individuales.” 10

La legación estadounidense, dos semanas más tarde, complementó los datos anteriores en un documento adicional, en el que acotaba:

“la prensa local ha anunciado que el próximo 17 de junio aparecerá una nueva publicación titulada ‘CARETAS’, editada por Carmen Lyra (Isabel Carvajal), la líder comunista recientemente despedida de su posición como maestra…, y Antonio Zelaya, un errático reportero periodístico y un participante en el intento de sublevación en [el cantón alajuelense de] Grecia [en 1930].” 11

El informe precedente supuso el fin de ese peculiar interés imperial por Carmen Lyra: en la documentación disponible, producida por la legación de Estados Unidos en la década de 1930, únicamente se la cita una vez más, el primero de septiembre de 1935. El comunicado de esta fecha advertía que el grupo articulado en torno a la revista Liberación, editada por Vicente Sáenz, se proponía fundar el Partido Socialista Costarricense, y que

“prácticamente todo escritor costarricense anti-estadounidense es incluido en la lista de los ‘principales colaboradores’: Juan del Camino, Antonio Zelaya y Carmen Lyra…” 12

2. Tía Panchita comunista

¿Por qué la diplomacia imperial se preocupó tanto por Carmen Lyra entre 1931 y 1933, y por qué ese interés tendió a decaer después de este último año? La primera pregunta obliga a considerar un problema que, curiosamente, destaca por su ausencia en las investigaciones sobre el Partido Comunista de Costa Rica: el vínculo entre tal organización y los círculos intelectuales de la época.13 La escasa información acopiada sobre este tema evidencia que personas de orientación radical, como el profesor Joaquín García Monge, editor del Repertorio Americano, críticos sociales al estilo del escritor cartaginés Mario Sancho,14 y otros de tendencias anti-imperialistas, aunque simpatizaron con la nueva agrupación de izquierda, optaron por no afiliarse a la misma.

Las razones por las cuales procedieron así pudieron ser diversas: quizás les pareció una organización excesivamente radical, dada la violencia verbal de su temprana propaganda;15 tal vez temieron que, de abrazar el comunismo, sus empleos, carreras y prestigios intelectuales se verían muy afectados; o a lo mejor consideraron, simplemente, que no tenía sentido que personas con trayectorias ya definidas en la cultura del país, y con edades superiores a los 35 años como mínimo, se comprometieran con una organización de izquierda dirigida por un círculo de jóvenes estudiantes veinteañeros sin experiencia.

La única figura intelectual de peso que se integró al Partido en el momento de su fundación fue una mujer, Carmen Lyra, quien con sus 43 años prácticamente le doblaba la edad al Secretario General de esa organización, Manuel Mora Valverde (22 años). ¿Por qué lo hizo? La decisión de unirse a los comunistas quizá obedeció a una estratégica y compleja confluencia de intereses entre esos jóvenes de izquierda y Carvajal. La destacada trayectoria intelectual de esta última no fue suficiente para evitar que, por su condición de género, de hija ilegítima, de crítica social y de mujer soltera e independiente, ocupara una posición marginal y subordinada en los círculos femeninos y radicales de San José.

La ausencia (o una participación muy discreta) fue lo que caracterizó el papel jugado por Carmen Lyra en las políticas sociales alentadas y patrocinadas por el Estado liberal y la Iglesia Católica en Costa Rica a partir de la década de 1880. El que así fuera se explica, en parte, porque la intelectualidad radical de comienzos del siglo XX, a la cual pertenecía Carvajal, consideraba que este tipo de filantropía era una farsa de los acaudalados para defender sus privilegios.16 El trasfondo de tal queja era la fuerte presencia de mujeres burguesas y de sectores medios en los variados programas de beneficencia.

Las damas vicentinas (1878), las juntas de caridad, los orfanatos, hospitales y asilos, la Casa del Refugio (1907), los comités antialcohólicos y La Gota de Leche (1913), entre otros programas, organizaciones e instituciones, abrieron espacios para que señoras y señoritas, al revalorizar los papeles domésticos de la mujer (en particular, el maternal), reivindicaran en la esfera pública el aporte decisivo que daban al país, sobre todo en las áreas de la educación y la salud.17 El corto trecho que separaba estas actividades de la defensa de sus intereses laborales y políticos no tardaría en ser cruzado.

La politización inicial de ciertos sectores de esas señoras y señoritas ocurrió al calor de la lucha contra la dictadura de los Tinoco, durante las movilizaciones de junio de 1919. La culminación de este proceso de construcción de una identidad de género, que combinaba elementos patriarcales con los principios de la democracia liberal y las nuevas imágenes de lo femenino promovidas por la temprana cultura de masas, fue la fundación, en octubre de 1923, de la Liga Feminista Costarricense. Esta organización jugó un papel decisivo en 1924 y en 1928, al defender con éxito la equidad salarial docente y evitar que se dieran aumentos de sueldo solo para los maestros varones; y en 1925, al dirigir la campaña –al final fallida– en pro de la aprobación del voto femenino.18

Las “Colonias Escolares Permanentes”, orientadas a mejorar la salud de los niños de escasos recursos y propuestas en 1920 por el doctor Solón Núñez, futuro Ministro de Salubridad Pública, fueron al parecer el primer programa social, impulsado por el Estado liberal, en el que participó Carmen Lyra. La abogada Ángela Acuña afirmó que Carvajal fue el “…alma de este movimiento…”,19 pese a lo cual solo alcanzó el puesto de secretaria de la junta directiva de 1923. La presidencia y la vicepresidencia de tal proyecto fueron ocupadas, en su orden, por Esther de Mezzerville y Genarina de la Guardia, dos filántropas de los sectores acaudalados de San José. La primera, aparte de directora del Colegio Superior de Señoritas (1922-1926), fue vicepresidenta de la Liga Feminista (1923) y presidenta honoraria de la Liga Antialcohólica (1924) .20

El limitado papel jugado por Lyra en tales instancias se explica, en mucho, por la distancia política e ideológica que la separaba de algunas de esas tempranas feministas costarricenses, especialmente de Ángela Acuña, una decidida partidaria de la dictadura de los Tinoco que no vaciló en amenazar –maternalmente– a sus opositores con “…partir en cuatro el corazón de estos falsos y miserables hijos de mi patria”.21 Carvajal, aparte de destacar en las movilizaciones populares contra tal régimen, no compartía una de las preocupaciones básicas del círculo de mujeres ya indicado, cual era la aprobación del voto femenino, como se verá más adelante.

La inserción de Lyra en la cultura oficial tras la caída de la dictadura fue propiciada, sin duda, por sus vínculos con Núñez, ex-maestro rural, ex-inspector escolar y antiguo radical de comienzos del siglo XX, y con otro disidente de 1900 y Ministro de Educación entre septiembre de 1919 y mayo de 1920, Joaquín García Monge. La administración de este último fue el marco en que se gestó la beca estatal que poco después (el 12 de junio) se le otorgó a Carvajal para viajar a Europa con el fin de que ampliara sus conocimientos sobre enseñanza preescolar; y tras su regreso al país en 1921, se incorporó como profesora de literatura infantil en la Escuela Normal de Costa Rica, dirigida por su viejo compañero del Centro de Estudios Sociales Germinal (1912) y ex-ácrata, Omar Dengo .22

La carrera institucional de Lyra avanzó todavía más en 1925, cuando fundó, junto con Luisa González, una maestra de origen popular, y Margarita Castro Rawson, una profesora proveniente de una acomodada familia josefina, la Escuela Maternal, un kindergarten cuyo fin era explorar, con base en la pedagogía de María Montessori, las peculiaridades de los párvulos de hogares trabajadores. La preocupación por tal problemática condujo a Carvajal a organizar, en febrero de 1929, el Comité del Niño Obrero y a proponer, al mismo tiempo y en términos similares a los expuestos por Luis Felipe González Flores (Ministro de Educación entre 1914 y 1917), la creación de un Patronato Nacional de la Infancia .23

La apertura de tal institución ocurrió en 1930, con González Flores como director y Lyra como la única mujer integrante de la junta directiva, aunque en condición de suplente. La designación en el Patronato supuso la culminación de la inserción de Carvajal en la cultura oficial, un proceso que supuso a la vez una valoración mayor de sus escritos por parte de las autoridades educativas. La autora de Los cuentos de mi tía Panchita (1920), aparte de textos cortos que circularon en periódicos y revistas, había publicado una obra de teatro en 1914, La ilusión eres tú (en colaboración con Francisco Soler), y dos libros en 1918, En una silla de ruedas y Las fantasías de Juan Silvestre. 24

El acervo literario anterior y su experiencia de profesora de literatura infantil en la Escuela Normal desde 1921 no bastaron, sin embargo, para que piezas de Lyra fueran incluidas en las lecturas escolares. La primera vez que esto ocurrió fue en 1929, cuando Moisés Vincenzi escogió un breve ensayo de dicha autora, titulado “El Monumento a Don Juanito”, como parte de sus Fragmentos para dictado. La labor de Carvajal en este campo culminó en 1933, es decir ya durante su etapa comunista, cuando editó junto con Elías Leiva y Carlos Luis Sáenz, un libro de texto para cuarto grado .25

La experiencia de Lyra en cuanto a su inserción en la cultura oficial fue un proceso similar al vivido por esos jóvenes que se radicalizaron a partir de 1900. El mercado cultural de entonces, con escasas opciones de empleo y pocas vías de ascenso, estaba controlado por un conjunto de intelectuales ya mayores y más conservadores, que ocupaban puestos claves en el aparato estatal, especialmente en instituciones como el Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional, la Tipografía Nacional, el Instituto Físico-Geográfico, la Escuela Nacional de Bellas Artes y el sistema educativo.

El desafío que tenían por delante figuras como Joaquín García Monge, Omar Dengo y José María Zeledón, entre otros, era ampliar y diversificar el mercado cultural, con el fin de crear condiciones óptimas para impulsar sus propias carreras. El eje de su estrategia fue plantear, en la esfera pública, la existencia de una aguda “cuestión social”, que exigía ser tratada con urgencia: el empobrecimiento de los sectores populares de la ciudad y el campo, producto de la concentración de la riqueza. El discurso que elaboraron sobre esta temática, en sus novelas, poesías y ensayos, tenía una doble cara: una potencialmente explosiva, y otra muy identificada con la ideología liberal del progreso.

El lado subversivo de sus escritos y conferencias consistía en la denuncia de la explotación laboral, del crecimiento de la pobreza (visible sobre todo en el universo urbano), de las campañas electorales como farsas al servicio de los poderosos, y del imperialismo estadounidense, en particular del dominio de la economía bananera en Limón por parte de la United Fruit Company. Lo anterior se aunaba con el afán por difundir entre los trabajadores citadinos un diverso conjunto de ideas anarquistas y socialistas, y con llamados a apoyar el abstencionismo electoral, la organización obrera y el sindicalismo.

El perfil no contestatario de estos radicales se desprendía de su énfasis en que los sectores populares de la ciudad y el campo, para alcanzar su plenitud física y espiritual, debían ser redimidos mediante una educación apropiada, una que sería proporcionada por esos mismos jóvenes. Este ambicioso proyecto de ingeniería social, al tiempo que revalorizaba la función de los intelectuales, sirvió de base para que los izquierdistas de comienzos del siglo XX se integraran poco a poco en el programa civilizador de los liberales, el cual se proponía difundir en los medios obreros, artesanos y campesinos los valores –entre otros– de la disciplina, el respeto, la higiene y el patriotismo. 26

La Escuela Maternal no fue una excepción, ya que en 1930 publicó un folleto de diez páginas, eco de trabajos similares impresos desde comienzos del siglo XX, y titulado Creación de buenos hábitos en los niños, con el fin de que los padres, entre otras prácticas, acostumbraran a sus hijos al

“baño diario… [a] decir la verdad… tratar bien los libros… dejar terminado lo que se comienza a hacer… ponerse de pie cuando se canta el Himno Nacional… rezar con devoción… jugar sin hacer jarana… cumplir las obligaciones que se le han encargado… Poner atención al recibir una orden a fin de cumplirla bien…” 27

La integración de los radicales de 1900 en el programa de los liberales de civilizar a campesinos, artesanos y obreros fue facilitada porque esos intelectuales, más allá de sus diferencias de edad e ideológicas, compartían un profundo desprecio por las culturas populares, sobre todo por su dimensión más plebeya. Las creencias de los de abajo usualmente eran etiquetadas como supersticiones, sus lenguajes eran calificados de soeces, sus prácticas cotidianas eran definidas como escandalosas y anti-higiénicas, sus diversiones eran catalogadas de bárbaras (licor, drogas, peleas de gallos), y su falta de disciplina laboral, visible en el culto a “San Lunes”, siempre era motivo de queja.

La convergencia de los intelectuales radicales y liberales fue propiciada por otro factor adicional: su preocupación por el avance de una temprana cultura de masas, que complicaba los proyectos oficiales de educación y de control social. La exitosa alfabetización del país (un 67,2 por ciento de la población de 9 años y más podía leer y escribir en 1927)28 facilitó que los sectores populares de la ciudad y el campo dispusieran de modelos culturales ofrecidos por las novelas de aventuras y del corazón, el teatro, el cine, el deporte y el periodismo amarillista, cuyos valores eran a veces muy distintos de los promovidos por la jerarquía eclesiástica, las autoridades educativas o la juventud disidente. 29

La librería “La Lectura Barata”, abierta en el San José de 1914 por un grupo de intelectuales radicales, fue el escenario de un interesante conflicto cultural, en el que participó Carvajal: de acuerdo con Cristián Rodríguez, el local descrito quebró, debido a que

“los recursos económicos de los amantes de las bellas letras son siempre limitados, y una librería que se abstenía de ofrecer las novelas de Carolina Invernizio, las Aventuras de Nick Carter, con sus espeluznantes truculencias e inartísticas ilustraciones en colores, y las de Rocambole, tenía pocas posibilidades de prosperar en nuestro medio. Y pensar que la librería pudiera… abatirse a las granjerías del vulgo era algo inconcebible, aun en el caso de peligro de muerte de la empresa, y si alguna vez las consideraciones prácticas hubieran ejercido presión, que no la hubo, para que se depusiera el estandarte del ideal, allí estaba… una dependiente modesta pero firme, con la que no valían palabras blandas: Carmen Lyra… un día… entró de improviso en la librería una apuesta joven, con todo el aspecto de impenitente y romántica lectora, y le preguntó… si tenía allí ‘La Reina del Mercado’ de Carlota Bramé… Había que ver la cara de angustia de Chabela, tratando de disuadir a la cliente… Le explicó que Carlota… era una novelista de mal gusto y que [en la librería] no esperaban tener las obras de esa autora ni las [de otros escritores parecidos]… la joven lectora salió disparada a buscar la novela… en alguna otra librería más ‘comprensiva’.” 30

Las áreas de confluencia entre liberales y radicales, y la integración de estos últimos en las instituciones culturales y sociales del Estado, fueron la base de un proceso progresivo de desradicalización, que se visualiza en el contraste entre el Centro de Estudios Sociales Germinal (1912), y la Universidad Popular (1926). El primero, de orientación anarquista, tenía entre sus propósitos organizar a los artesanos y obreros, afán que culminó, en enero de 1913, en la fundación de la Confederación General de Trabajadores, y pocos meses después, en la convocatoria para participar en la primera manifestación del primero de mayo. La segunda, se limitó a impartir conferencias sobre temas diversos, de “La vida de Sócrates” a los “EE.UU. en la historia del derecho”. 31

La carrera de Carvajal, forjada en el marco de los procesos descritos, era ya impresionante en 1918, cuando cumplió los 30 años: en 1912, participó en la fundación del Centro de Estudios Sociales Germinal; en 1913, codirigió el periódico infantil San Selerín y fue oradora durante la primera celebración del primero del mayo en el país; en 1914, se vinculó a la librería “La Lectura Barata”, editó la revista ácrata Renovación y coescribió una obra de teatro; en 1917, era una de las 7 mujeres que junto a 45 varones integraban la Comisión de Literatura del Ateneo de Costa Rica; y un año después, publicó un libro de cuentos y una novela. 32

La ampliación y diversificación del mercado cultural, promovida a partir de 1900 por los jóvenes radicales, abrió espacios para que Lyra, tras fracasar en su intento por convertirse en monja en 1906, desplegara sus talentos literarios, sin que pesara su ilegitimidad. Lo que sí supuso una diferencia en contra de Carvajal fue su edad, ya que era más joven que varios de sus compañeros, y su género, puesto que los círculos intelectuales de la época eran esencialmente varoniles. El efecto de tal condicionante se traducía en la práctica en que las mejores oportunidades quedaban fuera del alcance femenino.

El universo intelectual, a la vez que le ofrecía ciertas opciones a Carvajal, la limitaba, al condenarla a una posición subordinada, condicionante que pronto fue evidenciado por el proceso de inserción de los radicales en la cultura oficial. La beca para viajar a Europa se le otorgó tarde (a los 32 años), en 1920, cuando Joaquín García Monge había sido Ministro de Educación, José María Zeledón era diputado y Omar Dengo, de la misma edad de Lyra, era director de la Escuela Normal. El joven Carlos Luis Sáenz, incluso, ya dirigía a sus 21 años una escuela: la Porfirio Brenes, ubicada en el cantón josefino de Moravia. 33

La reivindicación de la equidad de género, entre los círculos de radicales, no tenía sentido para Lyra, dado que se encontraba aislada y prácticamente sola en un mundo que era, en esencia, masculino. La integración con los grupos de mujeres vinculadas con la filantropía y con las políticas sociales patrocinadas por el Estado liberal tampoco era una opción para Carvajal: por un lado, su ilegitimidad alentaba toda una serie de prejuicios en su contra (los que contribuyeron a que desechara su vocación monjil en 1906); y por otro, ella compartía las duras críticas que sus compañeros varones formulaban a las actividades benéficas emprendidas por esas señoras y señoritas de abolengo.

La poca identificación de Lyra con esas mujeres burguesas y de sectores medios fue tal que, aunque participó con algunas en las movilizaciones en contra de la dictadura de los Tinoco en 1919, y en las “Colonias Escolares Permanentes” a partir de 1920, no se incorporó a la Liga Feminista. Las criticó ácidamente en un texto que publicó en 1923, El barrio Cothnejo-Fishy (una caricaturización de las familias burguesas de San José que vivían en barrio Amón),34 y durante el debate público sobre la aprobación del voto femenino en 1925, apenas apoyó un sufragio limitado a las ciudadanas educadas, con el fin de evitar que las que no lo eran fueran presa fácil de influencias conservadoras, especialmente de tipo eclesiástico.35 Carvajal radicalizaría su oposición a esta reforma electoral en el futuro cercano; en febrero de 1932, en un artículo publicado en el periódico comunista Trabajo, expresó:

“no vale la pena trabajar por conseguir el voto de la mujer. ¿Qué cambio hondo, trascendental, habría en la vida de Costa Rica si las mujeres pudiéramos votar por don Ricardo Jiménez, Manuel Castro Quesada, Max Koberg o Carlos María Jiménez? Las cosas seguirían como están porque ninguno de esos señores se atrevería a echar abajo las prerrogativas del capital el cual tiene arregladas las cosas de tal manera, que mientras unas mujeres pueden estarse arrancando pelos de las cejas o haciéndose masajes para no engordar, otras tengan que estar paradas en charcos o dobladas lavando o cosiendo… Las mujeres de la clase trabajadora del mundo entero debemos esforzarnos por derrumbar la podrida estructura económica de la sociedad capitalista y no por sostenerla. Eso del feminismo es un absurdo… La humanidad se compone de hombres y mujeres, y es a los hombres y a las mujeres de la clase trabajadora oprimida por la riqueza de unos pocos, a quienes les toca luchar unidos para volver habitable esta tierra.” 36

El resultado de todo lo anterior fue que Lyra se aisló de los círculos femeninos más organizados de las décadas de 1910 y 1920, al tiempo que, dada su posición de única mujer en una intelectualidad radical aplastantemente varonil y el puesto de base que ocupaba en el sistema educativo (era una simple maestra de primaria), carecía de espacios para forjar discípulas. Esto empezó a cambiar a partir de 1921, cuando su docencia en la Escuela Normal le permitió empezar a articular un grupo de jóvenes educadoras con fuertes preocupaciones sociales, del que formarían parte, entre otras, Luisa González, Corina Rodríguez, Adela Ferreto y Emilia Prieto.

El ingreso de Carmen Lyra al Partido Comunista en 1931 fue precedido por lo que fueron, al parecer, dos experiencias frustrantes. La primera era producto de que la pobreza de muchos de los niños que asistían a la Escuela Maternal conspiraba contra los sueños pedagógicos de Carvajal que, al decir de su discípula Luisa González, definía su labor docente en tal institución “…como echar agua en un canasto.” El producto de tal desencanto fue Siluetas de la Maternal, cuadros publicados a partir de 1929, en las cuales

“…como si escribiera con una aguja candente, denunció en relatos magistrales, como aguafuertes, las escenas más crudas y grotescas de la vida de aquellos niños, de aquellas madres y de aquellos hogares deshechos por la ignorancia y por la miseria.” 37

El paso de Carmen Lyra por el Patronato Nacional de la Infancia tampoco fue, al parecer, una experiencia gratificante, a lo que quizá contribuyó el director de tal entidad, Luis Felipe González Flores, un defensor acérrimo de la inferioridad intelectual femenina.38 Los prejuicios de este último, en todo caso, no impidieron que varias mujeres, algunas vinculadas a la Liga Feminista y a los programas sociales patrocinados por el Estado, presentaran ponencias en el Primer Congreso del Niño, organizado por la institución indicada y efectuado en San José entre el 26 de abril y el 3 de mayo de 1931. 39

El trabajo con niños en edad preescolar calificaba a Carvajal como una expositora clave; pero no fue ponente en el Congreso, una decisión que pudo estar basada, entre otras razones, en que en tal evento se le brindó un homenaje a John M. Keith “…por su actuación en las instituciones de caridad y la protección que dio a muchas familias pobres.“40 El tributo dado al pariente de uno de los fundadores de la United Fruit Company (1899) difícilmente agradó a una intelectual que por esa época acababa de escribir Bananos y hombres, una fuerte crítica de la explotación de los obreros bananeros. El epílogo de todo esto ocurrió unos meses después, cuando Carmen Lyra renunció a su puesto en la directiva del Patronato, y en su lugar, fue nombrada Amparo viuda de Zeledón, una de las promotoras de La Gota de Leche (1913), dueña de la Botica Francesa y de la textilera “El Laberinto” y figura crucial en las actividades de beneficencia. 41

El inicio de la década de 1930 encontró a Carvajal enfrentada con un futuro sombrío: aislada de las organizaciones feministas, y con una inserción limitada en las políticas sociales del Estado, la Maternal y el Patronato le ofrecían un espacio en extremo estrecho para poner en práctica sus proyectos. El universo intelectual, a su vez, le permitía solo un crecimiento subordinado, dada su condición de género en círculos dominados por los varones; y por si lo anterior fuera poco, el radicalismo de los izquierdistas de comienzos del siglo XX, entre los cuales figuraban muchos de sus amigos, parecía agotado.

La estrategia de Carvajal, de cara a tales desafíos, consistió en acercarse a los nuevos grupos radicales, sobre todo de estudiantes, que empezaban a configurarse a fines de la década de 1920. Ella les podía ofrecer, aparte de su propia experiencia, del prestigio de su nombre y del beneficio de sus contactos y amistades, su casa para realizar tertulias, y las instalaciones y equipos de la Escuela Maternal para imprimir proclamas y volantes.42 Fue en el marco de tal experiencia que Lyra, tras participar en (y quizá decepcionarse de) la Liga Cívica (1928), el Comité Seccional del APRA de Costa Rica (1929) y el Partido Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (1929), fundó en abril de 1931, es decir en vísperas del Congreso del Niño, la Asociación de Estudiantes de Cuestiones Eléctricas, con el fin de discutir y combatir las contrataciones en curso, que tendían a consolidar el monopolio de la Electric Bond and Share Corporation sobre el suministro de energía. 43

El contacto inicial con los comunistas, según Luisa González, ocurrió una mañana, cuando

“…encontramos el periódico Revolución tirado debajo de la puerta principal de la Escuela [Maternal]. Era una pequeña hoja impresa, doblada en dos. La había deslizado allí, el carpintero revolucionario Gonzalo Montero Berry, obrero inteligente y culto, uno de los fundadores del Partido Comunista de Costa Rica. Era el primer periódico rojo que editaban los jóvenes comunistas, audaces y valientes estudiantes de derecho que alzaban por primera vez en Costa Rica, la bandera de la hoz y el martillo. Carmen Lyra lo recogió con gran curiosidad… Una tarde de la semana siguiente, me invitó a leer un pequeño folleto en francés, que ella iba traduciendo… era el Manifiesto Comunista de Marx y Engels.” 44

La descripción de González es complementada por el testimonio de Jaime Cerdas, según el cual

“desde el año 1929, Manuel Mora, Ricardo Coto Conde, Luis Carballo y yo, todos estudiantes de Derecho, junto con unos obreros, Gonzalo Montero Berry y Carlos Marín Obando… formamos un grupo de estudio que se llamaba Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera (A.R.C.O.)… El grupo tenía al principio un carácter más bien antiimperialista, sin orientación marxista. Pero pronto nos cayeron en las manos el Manifiesto Comunista y otra literatura marxista. Esto entraba al país por medio de los marinos que llegaban a Limón, y un amigo nuestro allá, Abel Dobles, nos la enviaba.” 45

Los textos de González y Cerdas, sin embargo, son problemáticos en varios sentidos. La fundación de ARCO, en febrero de 1929, fue obra de un círculo de dirigentes obreros, interesados en abrir una universidad popular, similar a la que existió en 1926. Los estudiantes anti-imperialistas de la Facultad de Derecho se integraron a la Asociación posteriormente, y la politizaron; sin embargo, todavía entre el 15 de marzo y el 17 de mayo de 1930, cuando tiraron los diez primeros y únicos números de Revolución, su orientación no era definidamente marxista, ya que en dicho semanario lo que se proponía como necesario para el país era la creación de un partido socialdemócrata. 46

La radicalización marxista, a juzgar por el contenido de Revolución, se habría dado en un período muy corto, entre marzo-mayo de 1930 y junio de 1931, y fue condicionada, de acuerdo con Cerdas, por el acceso a la literatura comunista. Lo arduo de conseguir textos de tal índole se evidencia en el énfasis de que los mismos venían al país casi clandestinamente, y a veces en otros idiomas, por lo que Carmen Lyra se vio obligada a efectuar la traducción que indica González. Esta visión, sin embargo, contrasta con los datos disponibles: en el San José de 1908, la “Librería Española”, a la par de las novelas de Ponson du Terrail, Carolina Invernizio y Carlota Bramé, ofrecía ya varios títulos de Marx y Engels, en cuenta El capital y El origen de la familia. 47

La fundación del Partido Comunista en junio de 1931, más que producto del acceso casual a literatura marxista, en un contexto de creciente organización de ciertos sectores de trabajadores urbanos, fue fruto del interés de un círculo de jóvenes estudiantes por consolidar una opción propia, diferente de los esfuerzos dirigidos por una intelectualidad mayor, cuyo radicalismo evidenciaba ya signos de estancamiento. El desafío que tenían por delante Manuel Mora y sus compañeros era ir más allá de la seccional del APRA, de la Liga Cívica, de las posiciones anti-imperialistas y de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales.

El desvelo por superar a sus predecesores y competidores, y ofrecer en las esferas cultural y electoral una propuesta renovada, fue lo que los condujo al comunismo, una alternativa estimulada por el descontento que la crisis económica generó en los sectores populares, al deteriorar sus condiciones de vida, y por la expectativa de conseguir financiamiento externo de la Internacional Comunista.48 La juventud de esos jóvenes facilitó tal curso de acción porque su edad les permitía excusar el radicalismo de su proceder, en cuenta de su violencia verbal; no en vano, de ellos decía el Presidente de la República, Cleto González Víquez, en 1931:

“…son muchachos sinceros, bien intencionados, cabezas calientes que quieren componer esto, solo que por un camino equivocado.” 49

La percepción de González Víquez, de que solo eran unos muchachos, quizá fue compartida por el grueso de los intelectuales, pero no por Carmen Lyra. La juventud de los líderes comunistas, y la condición de género e ilegitimidad de ella, dos bases diferentes de subvaloración social, abrieron un espacio de empatía, que propició la comunicación y la colaboración. La diferencia de edad en favor de Carvajal facilitó que, pese a ser mujer, pudiera asumir un liderazgo entre esos varones juveniles, a los cuales podía tratar casi maternalmente, como una vieja, sabia y apreciada tía.

El esfuerzo que desplegaron los comunistas por incorporar a sus filas a los viejos radicales de 1900 es un tópico inexplorado. Lo que sí es más claro es que varias de tales figuras trataron, con poco éxito, de instrumentalizar el Partido en función de sus propios intereses. Este fue el caso de Joaquín García Monge, quien en 1930 fracasó como aspirante a diputado por San José de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales, y pretendía que Manuel Mora y su grupo apoyara, en las elecciones de 1932, la candidatura diputadil de Octavio Jiménez (alias Juan del Camino). El rechazo de su propuesta molestó a tal extremo al editor del Repertorio Americano que, en una carta dirigida a la líder aprista peruana, Magda Portal, y de fecha 10 de febrero del último año citado, afirmó:

“aquí los apristas se disgregaron; unos se hicieron nacionalistas, menos mal; otros, los de más peso (Carmen Lyra, Betancourt, Luisa González) se hicieron comunistas, esto es, se pasaron al lado de los que estorban. Los comunistas en Hispano-América, separados de la realidad inmediata e imbuídos en ideologías extrañas, no construyen, estorban.” 50

El proceso de negociación específico a raíz del cual Carmen Lyra se afilió al Partido es otro tema no investigado. El ser la única de los radicales de principios del siglo XX que lo hizo fue, sin embargo, una casualidad muy ventajosa para ella, ya que se convirtió en la adquisición cultural más valiosa lograda por esa nueva organización de izquierda en el momento de su fundación. Esta condición jugó a favor de la influencia de Carvajal, visible por ejemplo en varios de los contenidos del programa mínimo que sus jóvenes camaradas publicaron en el periódico Trabajo el 13 de marzo de 1932.

La propuesta comunista se diferencia de las avanzadas por otras agrupaciones de izquierda (la de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales en 1929, y la del Socialista Costarricense en 1936),51 por su énfasis en la higienización del país y en la creación, financiada por el Estado, de colonias escolares, casas cuna y de maternidad, y kindergardens y escuelas maternales; y por proponer la equidad de género en términos políticos, jurídicos y salariales.52 Esto último sugiere que Lyra compartía, desde antes, los principios defendidos por la Liga Feminista, pero que no los apoyó porque no se identificó con sus integrantes; aunque también pudo ser el caso que, una vez afiliada al Partido, se percatara del potencial organizador de las mujeres en la arena política.

Las explicaciones anteriores no son excluyentes, y pueden ser complementadas con una tercera. La propuesta en pro de la equidad de género quizá fue parte de un amplio esfuerzo de los comunistas para atraerse el apoyo de las mujeres más preparadas del país, especialmente las maestras, quienes en la década de 1920, bajo el liderazgo de la Liga Feminista, se movilizaron en contra de aumentos salariales exclusivos para los docentes varones.53 El éxito que pudo tener una estrategia tal se ignora, dado que en las investigaciones sobre el Partido el protagonismo femenino es un tema ausente.

Lo poco que se conoce, sin embargo, destaca el papel jugado por un círculo de maestras, en el cual figuraban, Luisa González, Emilia Prieto y Adela Ferreto. La primera logró que su esposo, el doctor Gonzalo González, se afiliara al Partido; la segunda consiguió que su marido, el artista Francisco Amighetti, se acercara a la organización, y la tercera, de acuerdo con sus propias palabras,

“debe haber sido en el treinta y dos… yo venía de la iglesia, de misa y me dije: ¡Qué cosa! Todo este miedo que tengo sobre los comunistas es, simplemente, puro miedo. La verdad es que los comunistas tienen razón… Y me puse a hablar con Arnoldo [su hermano menor, quien también era maestro]… Yo empujé a Arnoldo… para que ingresara al Partido… Después [en 1936] ingresó Carlos Luis [Sáenz, esposo de Adela].” 54

El estratégico desempeño de tales mujeres descubre una de las contribuciones fundamentales de Lyra a la configuración del Partido: servir de vínculo para atraer a tal organización a jóvenes docentes de uno y otro sexo, convencidos por la propia ideología educativa de la época, y a menudo también por su participación en los programas de ingeniería social patrocinados por el Estado, de que les correspondía jugar un papel crucial en el mejoramiento del país.55 Carvajal, además, se convirtió en un enlace privilegiado entre los comunistas y otros sectores sociales, ya se tratara de intelectuales radicales que no se afiliaron a tal organización de izquierda, o de las señoras y señoritas de abolengo.

El líder del Partido Socialista Costarricense, Vicente Sáenz, admitía en enero de 1936 que a Manuel Mora, con quien tenía una polémica en la prensa, “algunas veces lo he visto en casa de Carmen Lyra. Y allí hemos conversado.“56 Jaime Cerdas, a su vez, evocaba cómo, alrededor de 1944, los comunistas le organizaron a su ex-munícipe por San José en 1932, el asturiano Adolfo Braña, acabado de escapar de un campo de concentración nazi en Francia,

“…diversas reuniones para denunciar el nazismo. Carmen Lyra convocó a una en su casa, para que muchas señoras de sociedad oyeran de labios de una víctima un testimonio de primera mano.” 57

La utilización de tal casa como un espacio de encuentro complementario al local que tenía el Partido databa de 1931, cuando Lyra organizó una reunión para facilitar la afiliación a la nueva agrupación de izquierda de varios integrantes del Comité Seccional del APRA (grupo al cual pertenecía Rómulo Betancourt). La vivienda indicada, una vez que estalló la guerra civil en España en 1936, también se convirtió en un eje de la solidaridad con los republicanos, un proceso encabezado por Carvajal y Luisa González que propició un acercamiento entre la intelectualidad radical no comunista y la que sí lo era. 58

3. “Un líder comunista de Alajuela”

El descendente interés de la diplomacia imperial por Lyra quizá obedeció a que, tras ser despedida del sistema educativo en 1933, se consideró que ya no era tan peligrosa; sin embargo, otra razón que explicaría el desplazamiento en el foco de atención de los funcionarios estadounidenses, fue la misma dinámica del Partido. El enfrentamiento del 22 de mayo del año especificado supuso el inicio de una etapa de creciente agitación social, conducida por los comunistas, que culminó en 1934 en varias huelgas: la de los zapateros en enero, la de los trabajadores azucareros de Turrialba en mayo y octubre, y la más importante de todas, cuyo epicentro fue la vertiente del Caribe, la bananera de agosto y septiembre. 59

El quehacer sindical del Partido se aunó con un exitoso desempeño electoral: en los comicios de medio período de 1934, los comunistas lograron elegir, a nivel local, ocho munícipes propietarios y cuatro suplentes (y estuvieron a punto de dominar el ayuntamiento del cantón central de la provincia de Heredia), y sus dos primeros diputados.60 El avance experimentado por la izquierda, especialmente en cuanto al apoyo que consiguió en las urnas, desconcertó a una diplomacia imperial que, todavía en septiembre de 1932 y tras comparar a los distintos países del istmo centroamericano, sostenía que en Costa Rica las tendencias rojas

“no son serias. Existe una gran clase media que actúa como estabilizador.” 61

Los agentes imperiales, enfrentados con lo que parecía ser un ascenso del todo inexplicable del comunismo, se preocuparon por identificar con precisión a los líderes del Partido; en el curso de este proceso, conocieron a Carlos Luis Fallas (Calufa). La primera vez que se le cita en la documentación disponible fue a raíz del conflicto del 22 de mayo de 1933. El informe correspondiente, fechado cuatro días después del evento, consigna que

“los desórdenes que dieron por resultado cinco policías y cuatro rebeldes seriamente heridos, se dice que fueron iniciados por un individuo de apellido Fallas, un líder comunista de Alajuela, quien urgió a la multitud a no prestar atención a la policía y marchar a la oficina del Ministro del Interior.” 62

El liderazgo de Fallas durante la huelga bananera de 1934 permitió que los funcionarios estadounidenses lo conocieran mejor, especialmente después de que, en septiembre de ese año, corrió el rumor de que ese joven comunista de Alajuela (tenía 25 años entonces) se proponía iniciar una lucha de guerrillas en el Caribe,63 amenaza muy creíble, dada el peso de los nicaragüenses –en cuenta de algunos que procedían de las filas de Sandino– entre los obreros bananeros.64 El interés de la diplomacia imperial por Calufa es, a la vez, un indicador de su ascenso dentro del Partido, una experiencia que ofrece un interesante contraste con la de una educadora y escritora como Carmen Lyra.

La afiliación de Fallas ocurrió poco después de la fundación del Partido, entre julio y agosto de 1931: en este último mes, fue electo como Secretario de Acuerdos de la célula comunista de Alajuela, en 1933 ya era el líder de la misma y, en 1934, fue candidato a diputado en el tercer lugar de la papeleta por San José. El éxito vertiginoso de su carrera política y sindical se aprecia mejor cuando se considera que en junio de 1933, a raíz de un discurso que pronunció en julio de 1932 en el cual supuestamente difamó a los secretarios del Congreso, fue condenado a un año, un mes y un día de destierro en la provincia de Limón, que fue el lugar escogido, tras consultar con sus superiores, por el joven alajuelense. 65

¿Por qué se convirtió Fallas en comunista y cómo se explica su veloz ascenso dentro del Partido? El propio Calufa ofrece una respuesta en una autobiografía corta que publicó en 1957:

“nací el 21 de enero de 1909, en un barrio humilde de la ciudad de Alajuela. Por parte de mi madre soy de extracción campesina. Cuando yo tenía cuatro o cinco años de edad, mi madre contrajo matrimonio con un obrero zapatero, muy pobre, con el que tuvo seis hijas. Me crié, pues, en un hogar proletario.” 66

El énfasis en su extracción obrera, con que empieza su autobiografía, era sin duda estratégico para el líder comunista de 1957, pero un examen más detallado del trasfondo doméstico del escritor alajuelense ofrece una visión distinta. La familia de Fallas por el lado de su madre, tal como es descrita en Marcos Ramírez (una novela de sus años infantiles publicada en 1952), es una de agricultores prósperos, dueños de cultivos de caña, un trapiche y un molino, que eran atendidos con varios peones; además uno de los hijos de la casa vivía en San José, ya que era estudiante de leyes, una carrera profesional dominada por los jóvenes burgueses de la época.

La experiencia proletaria de Fallas fue así circunstancial, condicionada como estuvo por un embarazo ilegítimo, que disminuyó las opciones de su progenitora en el mercado matrimonial. El que lograra casarse, pese a eso (aunque con un novio de inferior posición social), es expresión del apoyo que le brindó una familia que tenía suficientes recursos, ya que lo usual era que las madres solteras permanecieran sin ir al altar, una tendencia que se acentuaba a medida que se incrementaba el nivel de pobreza de tales mujeres. La excepcionalidad del caso de Calufa se vislumbra otra vez al considerar la trayectoria escolar y laboral que se perfila en su autobiografía:

“cursé los cinco años de la escuela primaria y luego dos de la enseñanza secundaria. Tuve que abandonar los estudios, fui aprendiz en los talleres de un ferrocarril [el del Pacífico] y, a los diecisiete años, me trasladé a la provincia de Limón… feudo de la United Fruit Company… En Puerto Limón trabajé como cargador, en los muelles. Después me interné por las inmensas y sombrías bananeras de la United, en las que por años hice vida de peón, de ayudante de albañil, de dinamitero, de tractorista, etc. Y allí fui ultrajado por los capataces, atacado por las fiebres, vejado en el hospital.” 67

El acceso al colegio, en la Costa Rica de comienzos del siglo XX, era muy limitado; en tal sentido, Fallas era parte del privilegiado 8,6 por ciento de los varones, nacidos en todo el país entre 1906 y 1915, que cursó por lo menos un año de secundaria.68 La deserción escolar, muy frecuente en los jóvenes que no eran de extracción burguesa, no supuso para Calufa una fase de empleo informal como trabajador infantil en las calles (una etapa común para muchos hijos de familias de extracción popular),69 sino su ingreso directo como aprendiz de mecánico en uno de los dos talleres estatales –el otro era la Tipografía Nacional– en que tendía a concentrarse parte de la aristocracia obrera. 70

El conflicto con un compañero de trabajo, que supuso el abandono del puesto de aprendiz, fue la causa del viaje a Limón. La mejor preparación escolar de Fallas (a lo que se unía su afición por las novelas de aventuras que probablemente no vendía la librería “La Lectura Barata” en 1914) le era muy ventajosa en el mercado laboral urbano de San José, dado que el grueso de los jóvenes de su edad difícilmente contaba con la primaria completa; pero no en el puerto limonense. Los inmigrantes afrocaribeños tenían un nivel educativo superior al de los costarricenses y dominaban las mejores opciones de empleo, tendencia reforzada por la nueva jerarquía étnica y de clase que empezó a configurarse en la vertiente Caribe del país en la década de 1920. 71

El poco espacio que existía para un inmigrante como él en el universo laboral urbano de Limón fue quizá lo que impulsó a Fallas a trabajar en las plantaciones de la United Fruit Company. La experiencia fue traumática para un joven cuyo modelo del empleo agrícola era el que prevalecía en la finca de sus abuelos maternos; con todo, logró ascender de peón a tractorista, un evento inusual para un asalariado que no era afrocaribeño. La vuelta a su lugar de origen ocurrió poco después:

“andaba en los 22 años cuando regresé a Alajuela para ver morir a mi madre. Entusiasmado por las ideas revolucionarias y anti-imperialistas que por ese entonces comenzaban a agitar al proletariado costarricense, ingresé al naciente movimiento obrero y, para poder vivir y luchar en las ciudades, aprendí en tres meses el oficio de zapatero, oficio que ejercí por largos años. Intervine en la organización de los primeros sindicatos alajuelenses y en la dirección de las primeras huelgas…” 72

La venida a Alajuela, aunque en lo inmediato se explica por lo que ocurría con su madre, tenía como trasfondo la decadencia cada vez más aguda de la actividad bananera y el deterioro de las condiciones laborales, en especial las de los obreros de origen latino.73 El escaso atractivo que tenía volver a Limón en 1931 fue probablemente lo que condujo a Fallas a permanecer en el casco urbano alajuelense y aprender el oficio de zapatero, decisión que coincidió con el proceso de radicalización de los operarios del calzado.74 La conversión de Calufa al comunismo fue por lo tanto casual, como se desprende de la evocación de Jaime Cerdas:

“…en la noche… [los comunistas] hicimos una reunión del carajo [de desocupados] en nuestro local, y la gente seguía en las aceras… Por cierto que esa noche conocí a Carlos Luis Fallas. Un amigo que era empleado judicial en Alajuela, Claudio Alvarado Oreamuno, lo había llevado a la reunión. Los dos fueron oradores en el acto, como delegados de Alajuela… Claudio me presentó a ‘Calufa’, y esa misma noche lo afiliamos como militante…” 75

La decisión de Fallas de adherirse al Partido en tal ocasión quizá se originó en el profundo descontento que existía entre los trabajadores por la crisis económica que afectaba al país; y a lo mejor, para esas fechas, él ya compartía varias de las ideas izquierdistas que circulaban profusamente desde tiempo atrás. El proceder de Calufa, sin embargo, podría explicarse a la vez porque se percató de las opciones que esa organización comunista le ofrecía para crecer, dado su acervo cultural, sus logros escolares y sus diversas experiencias laborales, y no se equivocó, como se evidencia del desempeño que tuvo en el futuro cercano.

El ascenso de Fallas en el seno del Partido, que supuso para él un proceso paulatino de intelectualización, fue explicado en la autobiografía como un desvío puramente fortuito:

“en mi vida de militante obrero, obligado muchas veces a hacer actas, redactar informes y a escribir artículos para la prensa obrera, mejoré mi ortografía y poco a poco fui aprendiendo a expresar con más claridad mi pensamiento. Pero, para la labor literaria, a la que soy aficionado, tengo muy mala preparación; no domino siquiera las más elementales reglas gramaticales del español, que es el único idioma que conozco, ni tengo tiempo ahora para dedicarlo a superar mis deficiencias.” 76

La intelectualización de Calufa, sin embargo, no fue casual: a un proceso de este tipo, contribuía su afición por la lectura y su preparación escolar, superiores al del común de los obreros. La ventajosa inserción que logró en el Partido se explica también por una corriente de opinión que prevalecía entre la dirigencia de esa organización de izquierda, según la cual los únicos que debían aspirar a los puestos de elección popular eran los proletarios.77 Esta perspectiva, compartida por figuras como Carmen Lyra y Manuel Mora, fue provechosa para la carrera de Fallas, en su condición de trabajador en vías de intelectualizarse.

El otro factor que facilitó el ascenso del Calufa fue producto precisamente de la escasez de intelectuales: aparte de los estudiantes de leyes, de Carmen Lyra y de varias figuras procedentes del Comité APRA, el Partido carecía de un círculo de personas instruidas amplio y consolidado. Las pocas figuras con esas características eran, además, bastante jóvenes (casi todos eran veinteañeros), lo que favoreció la construcción de una fuerte identidad generacional. El sentido de pertenencia a una organización especial fue reforzado por la persecución de que fueron víctimas por parte de las autoridades, que consolidó su solidaridad juvenil, al tiempo que, al avivar su fe en la causa que defendían, contribuyó a que asumieran su participación social y política como una cruzada. 78

La falta de intelectuales de peso afiliados al Partido –fuera de Carmen Lyra– coadyuvó a que las pugnas ideológicas y personales fueran limitadas y a que, en el corto plazo, la organización superara el peligro de verse fragmentada en tendencias. La identidad que les deparaba su juventud fue otro decisivo factor que los unificó y permitió que, en adelante, el curso político de la agrupación corriera paralelo con el ciclo de vida de su dirigencia. La correspondencia entre uno y otro fue facilitada por la poca influencia que tuvo la Internacional Comunista sobre los jóvenes rojos de Costa Rica, cuya formación en leyes contribuyó a que elaboraran su propia versión del comunismo, “a la tica” (transformaciones sociales alcanzadas por vía de la reforma, no de la revolución), varios años antes de que en el Moscú de 1935 la política de frente popular fuera sancionada oficialmente. 79

La carestía de intelectuales que distinguió al Partido en sus primeros años se convirtió en un estímulo para que en su seno se abrieran espacios para configurar círculos de ese tipo. Esta opción fue especialmente importante para mujeres como Luisa González y Adela Ferreto, y para obreros al estilo de Calufa, quienes en otras organizaciones políticas o culturales, dirigidas por varones de mayor edad y con un prestigio ya consolidado en la esfera pública, difícilmente hubieran podido destacar. La agrupación comunista, en cambio, y dadas las particularidades de su propia dinámica, sí promovía su intelectualización, al encargarles actividades secretariales, periodísticas y de propaganda.

La medida en que la carrera literaria de Carlos Luis Fallas fue impulsada por la organización a la que pertenecía es un asunto que falta por investigar. Lo cierto, en todo caso, es que Mamita Yunai, impresa en 1941, se originó en el informe que Calufa elaboró como fiscal comunista de las votaciones efectuadas en Talamanca en febrero del año anterior, el cual poco después publicó en Trabajo.80 La evidencia disponible no permite afirmar que la agrupación de izquierda colaborara en financiar la edición de tal novela, aunque existen precedentes de este tipo: en 1940, el Partido patrocinó el tiraje de Raíces de esperanza, de Carlos Luis Sáenz, un texto de poesía social y política. 81

Lo que sí es indudable es que, en el corto plazo, Mamita Yunai, por la fuerza con que denunciaba la explotación de los trabajadores por parte de la United Fruit Company, se convirtió en un éxito internacional sin precedente en Costa Rica; otros libros de Calufa corrieron una suerte parecida, según lo expresado por él en 1957:

“en 1940 escribí Mamita Yunai, publicada en Costa Rica en 1941, y que pasó desapercibida por años, hasta que el soplo poderoso del gran poeta Pablo Neruda la echó a correr por el mundo: hasta el momento se ha editado en italiano, ruso, polaco, alemán, checo, eslovaco y rumano y pronto aparecerá también en búlgaro y en húngaro; se editó de nuevo en español en Chile en 1949 y en Argentina en 1955, donde actualmente se prepara su reedición. Y ahora esta edición mexicana [de 1957] que es la definitiva. En 1947 publiqué la novela ‘Gentes y Gentecillas’… En 1952 publiqué aquí ‘Marcos Ramírez’… traducido ya al francés, al alemán y al polaco (actualmente se prepara una nueva edición española, en Argentina). Y en 1954 publiqué aquí ‘Mi Madrina’, en un tomo que contiene dos novelas cortas y un cuento y que se tradujo y editó ya en Polonia.” 82

El zapatero comunista de Alajuela, en poco más de diez años a partir de 1941, se convirtió en el escritor costarricense mejor conocido en el exterior y más traducido a otros idiomas (aunque no al inglés). La cuestión que falta por aclarar es en qué medida tal proceso fue producto del desempeño comercial exitoso de los textos de Calufa, o de una ventajosa inserción de los mismos –cuyo valor literario no se impugna aquí– en la cultura oficial transnacional del universo comunista. El que echó a correr por ese mundo los libros de Fallas fue, después de todo, un poeta de izquierda, y fueron vertidos en su mayoría a las lenguas prevalecientes en la Europa sovietizada del este.

El apropiado tratamiento de este problema exigiría examinar, en detalle, las fechas de traducción de las distintas obras de Calufa, y el número de ocasiones en que fueron editadas; en particular, sería importante determinar cuándo tales textos dejaron de circular en el bloque comunista. Los libros de Joaquín Gutiérrez y de Fabián Dobles, otros dos escritores vinculados al Partido, también deberían ser objeto de una exploración similar, ya que varios de ellos fueron traducidos a idiomas de los países socialistas, aunque no en escala comparable con las novelas del zapatero alajuelense.

4. Un pasado para rescatar

La fuerza de la cultura oficial en Costa Rica se basa en su capacidad para integrar las ideologías y las figuras contestatarias, en un proceso en el cual las despoja de sus contenidos más críticos y subversivos. El líder del Partido Comunista en Costa Rica, Manuel Mora Valverde, que fue combatido durante gran parte de su vida por el periódico La Nación, órgano de los intereses más poderosos del país, fue –tras su óbito, por supuesto– prácticamente canonizado por dicho diario entre diciembre de 1994 y enero de 1995, ejemplo que fue compartido por otros medios de prensa, por los círculos políticos y por la academia. 83

El proceso de inserción de Mora Valverde en la cultura oficial del país no fue, sin embargo, gratuito. El costo es visible, por ejemplo, en los considerandos con base en los cuales la Universidad de Costa Rica le otorgó en 1992 el “Premio Rodrigo Facio”, en la justificación que adujo la Universidad Estatal a Distancia para conferirle en 1994 un “Doctorado Honoris Causa”, y en el elogio que le tributó el Colegio de Abogados en 1995. La característica común de esos textos es que la palabra comunista únicamente se cita dos veces, en alusión al Partido, y no a quien fue uno de sus fundadores en 1931. 84

El proceso de “descomunistización” a que fue sometido Mora Valverde tenía el precedente de limpiezas ideológicas similares, que les fueron aplicadas, entre otros, a Carlos Luis Fallas y a Carmen Lyra. Rogelio Sotela, en sus Escritores de Costa Rica (1942), optó por no elaborar biografías de las jóvenes promesas, entre las cuales figuraba Calufa, ya que en su opinión pertenecían “…más al porvenir…”; pero de Carvajal, aparte de los datos propiamente bibliográficos, explicó poco de su vida y se limitó a advertir escuetamente: “desde 1931 ingresó con gran fervor al Partido Comunista.” 85

El escritor Carlos Luis Sáenz, pese a que se afilió al Partido desde 1936, en la pequeña biografía de Carmen Lyra que elaboró en 1970 para la sexta edición de Los cuentos de mi tía Panchita, destacó el activismo político de Carvajal “…como periodista, expositora de ideas y como hábil dirigente…”; pero evitó especificar su pasado comunista.86 El crítico Abelardo Bonilla, trece años antes, en su Historia de la literatura costarricense (1957), precisaba a su vez que el valor literario de Calufa consistía en que

“no hace propaganda ideológica, pero denuncia sobre la realidad y lo hace con risa e ironía que recuerdan el espíritu de la picaresca española. Contrariamente a lo que hace el intelectual de izquierda, este narrador nos da un mundo novelesco, que él observa desde una posición superior.” 87

La afiliación de Carmen Lyra al Partido es un dato ausente en el examen que de su producción escrita efectúan Margarita Rojas y Flora Ovares en 100 años de literatura costarricense (1995);88 y en la edición de Mamita Yunai que la empresa Lehmann publicó en 1971, se acota que, aunque tal novela

“…ha sido traducida a muchos idiomas, quizá con el doble propósito literario y proselitista, para nosotros tiene un valor un tanto diferente: es una obra literaria definitiva y tiene aspectos históricos, cuyas circunstancias hemos ido superando gracias a nuestro régimen democrático, a la educación de nuestro pueblo y como consecuencia por haber tenido gobiernos moralmente fuertes frente de grandes empresas.” 89

El poeta Alfonso Chase, una de las personas más preocupadas por divulgar los escritos de los intelectuales radicales de 1900, y un admirador de Carmen Lyra, afirma en un libro publicado en 1997 que el ingreso de Carvajal al Partido fue extremadamente perjudicial para su carrera literaria:

“de 1931 en adelante, la labor política aprovechó sus fuerzas, como dirigente intelectual del Partido Comunista de Costa Rica… Su prosa de combate denota inteligencia y vigor, pero exhibe, también, elementos del más refinado sectarismo, visión unilateral y pérdida evidente del humanismo, que antes de hacerse comunista le hiciera tener una visión más amplia de la sociedad… Si bien el país ganó a un dirigente intelectual de gran valía, en el campo de las ideas, fue perdiendo paulatinamente a una escritora…” 90

El olvido discreto, la justificación disimulada o el repudio abierto del pasado comunista de Lyra y Fallas fueron procedimientos que, aparte de explicarse por intenciones ideológicas que convendría explorar en detalle posteriormente, fueron facilitados por la tendencia de los investigadores de la literatura, tradicionales o postmodernos, a desvincular a los escritores de sus vidas y de sus contextos sociales y culturales, con el propósito de concentrarse en el examen de sus obras literarias. Este énfasis tiene, entre otras consecuencias, la de descartar, por su escaso valor, los textos políticos que, en su momento, elaboraron Carvajal y Calufa.

5. Propaganda electoral y pensamiento político

El programa mínimo del Partido Comunista, aparte de recuperar un variado conjunto de reivindicaciones populares e intelectuales, que se debatían públicamente desde comienzos del siglo XX, proponía una serie de transformaciones que, en la práctica, suponían profundizar las políticas sociales del Estado liberal. La mesura de tal propuesta contrastaba, sin embargo, con la violencia verbal que distinguía la temprana propaganda comunista, un factor que contribuyó a que a la organización no se le permitiera inscribirse para competir en la elección presidencial de febrero de 1932. La estrategia de los líderes de izquierda, de cara a la votación municipal de diciembre del año indicado, fue variar el nombre de su agrupación, que en adelante se llamaría Bloque de Obreros y Campesinos.

La primera experiencia electoral del Partido se limitó a los cantones centrales de las provincias de San José y Alajuela; en el caso josefino, el Bloque capturó el 10,8 por ciento de todos los votos, y aunque en los distritos aledaños a la ciudad, todavía bastante rurales, únicamente alcanzó el 5,6 por ciento de los sufragios, en el casco capitalino (que concentraba el 34 por ciento del electorado provincial y el 11,8 por ciento del nacional), obtuvo el 20,4 por ciento de la votación. La izquierda evidenció, en diciembre de 1932, que podía ser electoralmente exitosa en el epicentro de la política costarricense. 91

El principal logro de la campaña comunista de 1932 fue elegir dos regidores al ayuntamiento de San José y, a la vez, alcanzar otra victoria decisiva en términos simbólicos e ideológicos. El fiscal del Bloque, Manuel Mora Valverde, tras cerrarse las urnas, presentó una demanda de nulidad ante la Junta Electoral Cantonal de San José: según la denuncia, en el distrito de Zapote fue emitido un número que no se pudo precisar de sufragios fraudulentos, por lo que procedía anular los 175 votos depositados en dicho lugar. El reclamo fue acogido y, gracias a la abrogación de la votación zapoteña, que redujo el cociente para la elección de los puestos en disputa, el Partido alcanzó su segundo munícipe.

El desempeño que tuvieron en 1932 demostró a los comunistas que el juego electoral convocado por el “gobierno burgués terrateniente” –según la expresión de Mora Valverde en 1934– podía operar a su favor, incluso en cuanto a la denuncia del fraude. Esto era fundamental, dado que las irregularidades eran un componente básico de los comicios.92 El Partido, de cara a una votación, y aparte de la expectativa sobre el porcentaje de votos que podría capturar, enfrentaba la incertidumbre adicional de si lograría controlar eficazmente las prácticas fraudulentas; de lo contrario, cualquier triunfo en las urnas corría el riesgo de ser desvirtuado.

El Bloque aprendió en 1932 que podía competir ventajosamente en la arena electoral y ejercer un apropiado control del fraude. El éxito logrado tal año fue propiciado, además, por el elevado abstencionismo que caracterizó a esos comicios municipales (un 61,1 por ciento), fenómeno que volvió a darse en la elección de diputados de 1934 (un 58 por ciento). Los comunistas, en esta última votación, solo compitieron en las provincias de San José y Limón, en las cuales alcanzaron el 12,7 y el 25,7 por ciento de los sufragios respectivamente, caudal que representó un 5 por ciento de todos los votos emitidos en el país; en tal ocasión, alcanzaron sus dos primeras curules en el Congreso.

El caso de la ciudad de San José es útil para explorar la dinámica electoral de los comunistas. El Partido capturó, en el casco capitalino, 1.104 votos en la elección edilicia de 1932, 1.658 en la votación diputadil de 1934, y en 1936, 1.229 sufragios en los comicios presidenciales, y 2.105 en los municipales. El electorado que votaba por el Bloque, de acuerdo con esta estadística, estaba conformado por un sector estable y disciplinado, que le aseguraba al Partido un mejor desempeño porcentual cuando el abstencionismo se elevaba; y por un grupo de sufragantes, compuesto por indecisos e insatisfechos, que en determinadas circunstancias podían darle un apoyo parcial o temporal a la izquierda.

La especificidad de esta dinámica empezó a vislumbrarse en 1936, pero no en 1934, cuando el Partido, en el contexto de su creciente éxito electoral, intensificó su trabajo sindical y condujo varias de las principales huelgas de ese año. El liderazgo comunista en la lucha social, sin embargo, no se tradujo en crecientes utilidades en las urnas, como lo patentiza el caso de San José, donde el apoyo para la izquierda en los comicios presidenciales de 1936 fue inferior al que lograron en los diputadiles de dos años antes. La experiencia en Limón fue similar: pese al destacado papel que jugó el Bloque en el conflicto bananero de 1934, en 1936 el caudal de votos a favor de tal organización disminuyó o se estancó.

La participación de los comunistas en las luchas sociales, en especial en las que suponían un enfrentamiento agudo con los patronos o el Estado, pronto demostraría ser electoralmente contraproducente. Los costos organizacionales y personales que tenía tal estrategia, en términos de la persecución, encarcelamiento y destierro de los dirigentes del Partido, junto con la violencia verbal y física asociada con esas experiencias, eran factores que podían influir en que el sector de votantes indecisos e insatisfechos, que sufragó por el Bloque en 1932 y 1934, se abstuviera de volver a hacerlo, como al parecer ocurrió en 1936.

El proceso de toma de consciencia de que existía tal condicionante precisa ser investigado todavía; pero a partir de 1935 el Partido empezó a bajar su perfil en cuanto a su liderazgo en las luchas sociales y, después de 1936, en el contexto bastante adverso de la administración de León Cortés –un admirador del fascismo y el nazismo–, se afanó por ampliar y consolidar su caudal electoral, en particular por convertir en un electorado estable a su sector de votantes residuales. El éxito logrado en cuanto a esto último no se conoce, aunque es claro que el apoyo a favor del Bloque se elevó de 4.594 a 10.187 sufragios entre 1936 y 1938: un 5,1 y un 11,6 por ciento de la votación total del país en uno y otro año.

El llamado “comunismo a la tica”, a la luz de lo expuesto, fue también parte y resultado de una estrategia electoral que facilitó la inserción exitosa del Partido en la vida social y política de Costa Rica. Los dos folletos que componen este volumen, elaborados por dos de los escritores más prestigiosos del país, permiten recuperar una faceta bastante desconocida de su producción impresa, y asomarse a la cultura comunista que se configuró en la década de 1930. La existencia de esta última y su proyección en la esfera pública es otro de esos temas inexplorados a los que urge extraditar del olvido.

El grano de oro y el peón, escrito por Carmen Lyra y publicado en 1933,93 es un opúsculo de extremo interés, porque evidencia la temprana preocupación del Partido por aproximarse al universo cafetalero y, según el título de la serie a que pertenecía tal folleto, conversar con los campesinos, ya se tratara de los peones o de los pequeños y medianos productores. El opúsculo de Carvajal es útil a la vez para conocer cuál era el enfoque que los comunistas tenían sobre la problemática social del café, y sus propuestas para enfrentarla, datos básicos para entender mejor por qué el Bloque, con la excepción de Limón, no logró en sus primeros años un amplio apoyo electoral en el agro.

El folleto empieza con un planteamiento que era, en cuanto a lo social, preciso analíticamente, pero casi suicida en términos electorales: en fincas de 10 o de 25 manzanas, típicas de muchos caficultores que contrataban mano de obra asalariada, existían relaciones de explotación. Lyra, de inmediato, complicaba todavía más su exposición, al afirmar que el ascenso social en el universo cafetalero únicamente podía explicarse como producto del engaño y el robo de que era víctima el peón. El énfasis inicial puesto en la contradicción capital-trabajo difícilmente agradó a la pequeña y mediana burguesía agraria.
El grueso del opúsculo, tras esta introducción electoralmente incorrecta, tiene por eje la denuncia de los mecanismos que permitían a la cúpula de exportadores y beneficiadores del grano de oro dominar a los pequeños y medianos caficultores. El texto de Carvajal, en este sentido, es un eco fiel de las quejas y las reivindicaciones que, desde principios del siglo XX, expresaban tales agricultores, y que quedaron plasmadas claramente en el Prospecto de la Asociación Nacional de Productores de Café, de 1922, en el que advertían:

“largos y penosos años hace ya que los productores de café vienen soportando pacientemente la tiranía del exportador que paga su producto a un precio ridículo y del todo injusto, sin tener en cuenta las privaciones y miserias en que viven aquellos mismos que han formado y forman sus fortunas con su laborioso trabajo e incesante esfuerzo.” 94

La diferencia principal entre El grano de oro y el Prospecto consistía en que el primero, aparte de urgir a caficultores y peones a organizarse bajo el liderazgo comunista para defender sus intereses, no ofrecía propuestas concretas para elevar sus condiciones de vida y de trabajo. El segundo, en cambio, planteaba opciones de corte cooperativista: a partir de la venta de acciones, conformar un fuerte capital social, que permitiría a la Asociación financiar apropiadamente las cosechas de los pequeños y medianos productores, asumir el beneficio y la exportación, estimular el mejoramiento de los cafetales y efectuar campañas publicitarias a favor del café costarricense en los países consumidores. Los peones también tenían un espacio que compartir en esta peculiar utopía:

“…creemos de justicia… al enumerar los incalculables beneficios que reportará al productor la Asociación compacta y la mutua cooperación, pensar en los que hayan de obtener los mismos peones que ayudan a cada cual en sus trabajos, ya que no se trata de libertar a los unos en detrimento de otros, sino de alcanzar una liberación completa del trabajador costarricense en general. Con este fin y de común acuerdo, se establecerá el mínimun del salario que deba devengar cada trabajador, así como del número de horas que deba dedicar a esas labores. Es necesario que cada asociado comprenda las ventajas que obtendría con una peonada satisfecha de sus remuneraciones y sin tener por delante la constante preocupación del mañana, que abate al más fuerte espíritu y destruye toda noble ambición. Alcanzar para dar: tal debe ser el lema de la Asociación.” 95

El Prospecto, que guardaba un discreto silencio sobre la contradicción capital-trabajo en el universo cafetalero, enfatizaba en la colaboración de los peones con sus pequeños y medianos patronos para enfrentar más eficazmente a exportadores y beneficiadores de café. La eficacia ideológica de este procedimiento, que tendía a ubicar el conflicto social en una escala ascendente más que en una descendente, es ajena al opúsculo de Carmen Lyra. El grano de oro y el peón, con su acento en la explotación de los jornaleros, eventualmente contribuyó a disuadir al electorado rural de apoyar al Partido: en 1936, solo el 35,6 por ciento de los votos emitidos a favor del Bloque, en todo el país, procedía del campo.

La cuestión de cómo atraerse el apoyo de los jornaleros y de sus pequeños y medianos patronos, sin descartar el conflicto capital-trabajo que era parte de esas relaciones, desveló a los comunistas durante sus primeros años, sin que al parecer la pudieran resolver apropiadamente en el corto plazo. El esfuerzo por penetrar el agro, en todo caso, se diversificó a fines de la década de 1930, cuando “Tío Conejo”, el popular personaje de Los cuentos de mi tía Panchita se afilió al Partido y debutó en las páginas de Trabajo, y cuando el Bloque organizó la compañía de títeres “La Vacilona”, de la cual formaban parte Jobito y Malaquías, los cuales según dicho periódico

“…representan a nuestro campesino, [y] han ido por las villas vecinas a la capital, aclarando en verso sencillo, compuesto por nuestro compañero Carlos Luis Sáenz, las ideas que en el alma del pueblo dejan las calumnias que sobre los comunistas y su concepto de la Religión, la Propiedad y la Familia, andan regando los propagandistas a sueldo del calderonismo [Rafael Ángel Calderón Guardia, candidato presidencial del partido Republicano Nacional].” 96

El avance electoral de la izquierda en el agro empezó a evidenciarse desde 1938, un proceso asociado con una disminución significativa de la violencia verbal que caracterizaba el discurso del Partido, y con el bajo perfil asumido, después de 1934, por dicha organización en las luchas sociales. La política de frente popular, impulsada por la Internacional Comunista a partir de 1935 afianzó el desplazamiento ideológico y estratégico experimentado por el Bloque que, a la luz de la prevista victoria electoral de León Cortés en 1936, pasó de denunciar a defender la llamada democracia burguesa.

Los comunistas, en la elección municipal de 1938, capturaron el 19,8 por ciento de los votos en los distritos agrícolas del cantón central herediano (excepto Sarapiquí), y en los comicios de diputados de 1942, alcanzaron más del 30 por ciento de los sufragios en áreas esencialmente rurales, con altas tasas de alfabetismo y fuerte presencia de peones y de pequeños y medianos cultivadores de café y de productos básicos. Este fue el caso de Santo Domingo de Heredia: el Bloque logró el 44,4 por ciento de la votación diputadil en tal circunscripción, clásicamente cafetalera desde el siglo XIX. 97

El texto de Carlos Luis Fallas, El peligro de la dictadura, fue publicado en 1935 por la Federación de Trabajadores del Atlántico;98 a diferencia del opúsculo de Carmen Lyra, que se concentra en el universo del café, el de Calufa, aunque fue escrito especialmente para los asalariados de las bananeras, está dirigido al conjunto de los sectores populares, tanto a los obreros como a los pequeños productores, comerciantes y propietarios. El conflicto capital-trabajo, en contraste otra vez con el enfoque de Carvajal, es definido como el que enfrenta al grueso de la población explotada con la gran burguesía explotadora.

La perspectiva de Fallas, electoralmente más eficaz que la de Lyra, evoca ya una posición tipo frente popular; sin embargo, en el folleto son visibles todavía una serie de planteamientos típicos de la fase discursivamente violenta del Partido, como la denuncia del Estado, por ser un instrumento represión, del aparato educativo y de la religión por engañar a los trabajadores, de una ley únicamente eficaz para la burguesía, y de la propiedad privada, la libertad y la patria, disfrutables solo por los explotadores. El énfasis de Calufa, en este contexto, en la unión entre las clases medias y los asalariados es interesante porque, aunque quizá expresaba una consigna partidista, también podía ser producto de su temprana experiencia de vida que, de acuerdo con su novela Marcos Ramírez, transcurrió entre una familia proletaria de San José y otra de agricultores prósperos en Alajuela.

La campaña electoral de 1935-1936, en la que fue escogido Presidente León Cortés, es el verdadero eje del folleto de Fallas, el cual denuncia los peligros de una victoria cortesista y tiende a equipararla con el inicio de una dictadura fascista. Esto último se explica, aparte de por la admiración que la cúpula del cortesismo tenía por Mussolini y Hitler, por el tono fuertemente anticomunista de su propaganda. El temor de ser ilegalizados y masacrados era muy intenso en el Partido, ya que sus contrapartes de Guatemala y El Salvador, bajo las tiranías de Ubico y de Hernández Martínez, acababan de experimentar procesos de esa índole. 99

La parte final del texto de Calufa trata aspectos específicos de la vertiente del Caribe, en particular la organización de los trabajadores bananeros para enfrentar a la United Fruit Company que, junto con la burguesía criolla, se esforzaban por lograr que los comunistas fracasaran en las urnas en 1936. La expectativa de Fallas de que esto no ocurriría, y de que en los comicios de tal año el Partido aparte de conquistar la municipalidad de Limón elegiría al diputado por esta provincia, no se cumplió, un dato que destaca el desfase existente entre la participación del Bloque en la huelga de 1934 y el apoyo electoral que consolidó, posteriormente, en esa área geográfica.

La portada del opúsculo de Carmen Lyra contiene un grabado de Gilbert Laporte, en tanto que el folleto de Fallas incorpora otro de Francisco Amighetti, dos figuras del círculo de artistas que se configuró en la década de 1930 y que estuvieron muy cercanas al Partido, un aspecto que la investigación plástica ulterior usualmente tendió a descartar. Los dos creadores citados, aparte de elaborar retratos de dos líderes del Bloque, Carlos Luis Sáenz y Rómulo Betancourt, destacaron entre los que ilustraban Trabajo y varios libros de texto que fueron preparados por docentes de izquierda. 100

Epílogo

Los folletos de Lyra y Fallas fueron reimpresos en el año 2000 por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, lo cual supone una invitación propicia para explorar no solo el pensamiento social y político de tales escritores, sino para empezar a recuperar la cultura comunista que se configuró en la sociedad costarricense en la década de 1930, con su particular sensibilidad por las condiciones de vida y laborales de la llamada clase trabajadora, y su crítica del orden establecido. El rescate de ese legado, en una Centroamérica asediada por la globalización neoliberal, es –por supuesto– algo más que un proyecto académico.

Notas

—-

*Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica, América Central. Correo electrónico: ivanm@fcs.ucr.ac.cr

**La primera versión de este trabajo se publicó como introducción del libro Ensayos políticos (San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000), el cual reproduce un folleto de Carmen Lyra y otro de Carlos Luis Fallas que circularon originalmente en la década de 1930.

DEVELANDO UN MITO: EMISARIOS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN CHILE

HISTORIA N° 41, Vol. I, enero-junio 2008: 99-164

ESTUDIOS

DEVELANDO UN MITO: EMISARIOS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN CHILE

Olga Ulianova*

  • Ph.D. en Historia, Universidad Lomonosov de Moscú, Investigadora Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile (en adelante USACH), correo electrónico: oulianov@usach.cl.

Reconociendo al comunismo como un actor nacional e internacional clave en la evolución política de Chile durante el siglo XX, que tempranamente vincula el país con la política mundial, el artículo pretende reconstruir, contrastando la documentación de los archivos kominternianos con las fuentes memorialísticas y periodísticas locales, una de las primeras y más enigmáticas formas de la vinculación del movimiento comunista mundial con su partido chileno: la presencia intermitente en el país, entre las décadas de 1920 y 1930, de “delegados” o “emisarios” del Komintern. El análisis de las formas de la interacción de los emisarios kominternianos no solo con la militancia criolla, sino con importantes sectores de la sociedad nacional, contribuye a la reflexión acerca de la dimensión internacional en la construcción de la cultura política chilena del siglo XX.

Palabras clave: comunismo, Chile, Komintern, política mundial.

The article analyzes the interaction between Soviet Komintern emissaries and local communist followers as well as important sectors of Chilean society. It recognizes that communism was a key national and international factor in Chile’s political evolution during the twentieth century, when the country was closely linked with world politics. This contributes to the discussion regarding the international dimensión of the construction of Chile’s political culture during the twentieth century. The article reconstructs one of the first and enigmatic forms of linking the world communist movement and Chile’s Communist Party. Documents from Komintern archives, memories and local press sources, were used to explore this topic.

Key words: communism, Chile, Komintern, world politics.

El comunismo fue sin duda uno de los fenómenos políticos claves del siglo XX. Para algunos autores, como para Erick Hobsbawm, ese siglo, en cuanto época más que cronología pura, se inicia y termina con el comunismo: desde la Revolución Rusa en 1917 hasta la caída de la URSS en 1991 el desarrollo histórico mundial fue percibido por los contemporáneos en términos de alternatividad. Se contraponían dos modelos de hombre, de vida, de economía, de sociedad, de todo1.

No obstante la importancia del comunismo para la comprensión de la época, su estudio historiográfico dentro de los marcos del período resultó bastante precario. Alta mitologización, en blanco o en negro, del objeto del estudio, junto con limitaciones de acceso a las fuentes dificultaron la tarea2.

El cierre de la época junto con la apertura parcial de los archivos despertaron grandes expectativas, que a poco andar devinieron en muchos casos en primeras decepciones. Por un lado, los debates ideológicos del siglo tendieron a trasladarse al campo historiográfico. Por otro, el carácter fragmentado de los archivos, el lenguaje codificado de sus documentos, pocos “descubrimientos” sensacionalistas, demostraron que su incorporación a la circulación historiográfica requiere de una aproximación historiográfica, minuciosa y profesional, a la vez que la aplicación de todo el arsenal metodológico acumulado por la ciencia histórica.

Las primeras décadas de la existencia del movimiento comunista, organizado entonces en una Internacional política, aparentemente omnipresente y monolítica, con la mayoría de sus secciones y vínculos clandestinos, resultan especialmente atractivas para los historiadores y enigmáticas para el público lector en general. Para un historiador, su estudio va desde el desentrañamiento de las acciones, a veces novelescas, de la Internacional, a partir de una arqueología de fuentes, atribución de nombres, descifraje de seudónimos, hasta la reconstrucción de las complejas culturas políticas múltiples del comunismo universal y sus lecturas locales3.

Dentro de ello, el tema de la presencia de los enviados, “emisarios”, “instructores” o “agentes” del Komintern en los países más diversos en los años 20 y 30 ha constituido siempre uno de los aspectos más controvertidos y enigmáticos de la historia del comunismo del siglo XX.

En Chile, donde funcionaba entonces la “sección” más lejana del Kremlin de esta organización internacional, que con el tiempo resultó ser una de las corrientes nacionales del comunismo más potentes y más arraigadas en el tejido político local a lo largo del siglo (e incluso tras su finalización)4, la presencia y la participación de los “emisarios” de la Internacional en sus pasos iniciales siempre fue una combinación de “secreto a voces” con una gran interrogante. Diversas memorias históricas implícita o explícitamente reconocían su existencia5, pero no se sabía mucho de quiénes fueron ni cuál fue el alcance real de su acción en el desarrollo político nacional. Hoy a partir de la combinación de lo rescatado de los archivos kominter-nianos y de lo resguardado en diversas fuentes memorialísticas, prensa y folletería política chilena de la época, intentaremos responder estas preguntas.

El registro en las memorias históricas diversas del Chile de los veinte y treinta de la presencia de los “hombres del Komintern” en el país es nuestro punto de partida. Para unos fue la confirmación de su condición de parte de un movimiento y una estructura política global, en cierta medida de su propia capacidad de traspasar las fronteras, cordilleras y desiertos, de la importancia internacional de su propia acción. Para otros, siguiendo la misma lógica, pero con el juicio de valor contrario, una muestra de que el adversario ideológico local era apenas un títere de las poderosas fuerzas extranjeras. En ambos casos, al fin y al cabo, llegaba a comprobar la importancia internacional de la política local.

La cultura política chilena, en construcción aún, estaba abierta ya a seguir modelos europeos, viendo en ello un signo de la modernidad del país. Los discursos y las formas de acción política que acompañan los procesos de la consolidación del Estado nacional chileno en el siglo XIX guardan una relación mucho mayor con los debates similares europeos que en otros países del continente6.

Incluso el conservadurismo y nacionalismo chileno de principios del siglo, el que con más fuerza apela al particularismo identitario criollo, la “raza” y la singularidad, tiene parentesco ideológico muy cercano con las corrientes del giro conservador finisecular en Europa7.

Esta apelación tradicionalista al particularismo en las élites hegemónicas de principios del siglo se combina con la aspiración constante de ser “parte de Europa” (hoy se diría “del mundo occidental”) y con la autopercepción construida a partir de este deseo. De ahí, una recepción ambigua de las influencias ideológicas y culturales provenientes del viejo mundo. Incluso en aquellos que rechazan rotundamente su contenido, su presencia en el país es un signo de su pertenencia a “Europa” en términos culturales.

No es casual en este sentido que toda la prensa nacional, de todas las tendencias, en 1917 presta una gran atención y dedica grandes espacios a la Revolución Rusa, pero prácticamente no nota la Revolución Mexicana8.

A su vez, la relativa estabilidad política y económica del país en las primeras décadas del siglo XX permite a las élites cultas pensar los destinos del país en las categorías europeas, aunque sin su sesgo apocalíptico, ajeno aun en este fin del mundo, lejos de las guerras mundiales y revoluciones avasalladoras. La actividad económica relativamente exitosa y rutinaria, las instituciones que funcionan para su época, el orden social oligárquico relativamente firme. Mezcla de orgullo por “estar bien”, de atisbos de complejo de provincialismo y de cierto aburrimiento. Son los rasgos de la sociedad próspera chilena finisecular, captados por los viajeros observadores. A los visitantes cultos europeos, interesados en otra cosa aparte de los negocios, les falta adrenalina intelectual, estética, ideológica9. Parece que también ya comienza a faltar a segmentos del establishment local. Gotas de esta adrenalina la ponen las visitas extranjeras: artistas, pensadores. Muy escasos, de paso desde Buenos Aires, de ideas muy diversas, y muy recordados por estos lados.

Creo que esta compleja relación de la cultura política y de la cultura cotidiana del establishment chileno con el mundo exterior10 hay que considerar para la comprensión de la forma en que fueron recibidos en el país no solo la asociación del comunismo chileno al Komintern, sino también los enviados que esta organización destinaba al país.

A su vez, dentro de la cultura kominterniana, mesiánica y eurocéntrica, la destinación de sus delegados a diversos países se consideraba primordial para asegurar el curso adecuado de la revolución mundial. Sin conocer muchas veces en detalle las más diversas realidades nacionales, pero convencidos de poseer la nueva revelación que salvaría el mundo, los delegados de la Internacional creían ser protagonistas de la Historia con mayúscula, una especie de nuevos profetas. Este mesianis-mo se mezclaba con el romanticismo de los jóvenes, la exaltación y celebración del universalismo, así como en más de un caso con ansias de autoafirmación de individuos que buscaban realización en estructuras alternativas y, no en última instancia, con lógicas de poder.

En Europa y en las zonas geográficas cercanas a Rusia, estas lógicas tenían su epicentro directamente en Moscú11. En las regiones más lejanas se les agregaban las reproducciones locales de las jerarquías centrales.

Las militancias locales y los “emisarios” se necesitaban y se autoafirmaban mutuamente, retroalimentando la visión compartida de su protagonismo en un cambio mundial.

En el caso de Chile, dada su lejanía de los centros de la revolución mundial y la mencionada especificidad de su cultura política, la relación de su militancia comunista y de su mundo político con los emisarios de la Internacional tuvo sus particularidades.

En primer lugar, a diferencia de la mayoría de los PC europeos y americanos, el PCCh se funda, o mejor dicho, se proclama como tal, sin la presencia ni la participación de los emisarios de la Internacional.

Primeros “delegados” de la Internacional Comunista en Sudamérica

Los primeros “delegados” de la Internacional en Sudamérica aparecen en la región a fines del 1920. Los casos de Félix Weil, Henry Alien y Komin-Alexandrovski ilustran bien el perfil humano, político y raíces culturales de los “hombres de Komintern” de esa época.

Félix Weil, hijo de uno de los más grandes exportadores cerealeros argentinos, de origen judío alemán, nació en Buenos Aires en 1898 y se formó en Alemania en las décadas 1910-1920. Es más conocido como uno de los fundadores y principal financista de la Escuela de Francfurt a partir de su fundación en 1922. Sin vínculos previos con los bolcheviques, conoció a Grigory Zinoviev12 en un congreso partidista en 1920 y se ofreció para lo que la Internacional lo pudiera necesitar en Sudamérica, adonde regresaba a brevedad. Llegó a Buenos Aires en octubre de 1920 con las credenciales de Zinoviev. Tomó contacto con los primeros grupos comunistas en Argentina y Uruguay, planeó un viaje a Chile, pero no llegó a realizarlo. Tras una vasta actividad intelectual, editorial y política en Alemania de Weimer, volvió a su Argentina natal en 1931. Heredero de una gran fortuna, es más conocido como un brillante intelectual, autor de importantes textos de la historia socioeconómica argentina. En los registros del Komintern aparece en los treinta con el seudónimo de “Lucio” (era su segundo nombre real) en calidad de financista del PC argentino y administrador financiero (algo como tesorero) del Buró Sudamericano (BSA) de la Internacional, así como enlace de las comunicaciones clandestinas de la Internacional vía OMS13. Después de la Segunda Guerra volvería a Alemania y se dedicaría plenamente a las actividades del Instituto de Frankfurt14.

Félix Weil, en su primera estadía en Buenos Aires en calidad de delegado kominterniano no se refiere a Chile. El primer “emisario” que sí lo haría aparece en Sudamérica entre marzo y agosto de 1921 con las credenciales de la “Agencia Panamericana de Komintern” y bajo el nombre de Henry Alien. Tampoco pasa por Chile. Sí pasa por Río de Janeiro y Montevideo, llega hasta Buenos Aires, y de allí informa sobre los primeros grupos comunistas en la región.

En un informe, redactado a su regreso a Nueva York en octubre de 1921, dedica unos párrafos a Chile. Si bien atribuye el liderazgo del naciente PC argentino a Recabarren (“el organizador argentino actualmente es miembro de la Cámara de Diputados chilena. Es un comunista y realiza una excelente propaganda (legal y clandestina)“15), sobre el movimiento obrero chileno informa de oídas: “No puedo estar al tanto del movimiento chileno, sin haber estado allí, pero me han dicho que el movimiento revolucionario allí sigue la línea del partido laborista de Gran Bretaña, es decir, todos los partidos políticos obreros basan su militancia en los miembros de los sindicatos. Aquí, creo, no hay aun un partido comunista propio“16.

Llama la atención el predominio del criterio formal en esta evaluación: El autor del informe se refiere al principio organizacional que predominaría por mucho tiempo en el comunismo chileno cierta confusión entre la membresía en la FOCH y la militancia en el partido propiamente tal. No obstante, este sería el único rasgo que podría asemejar el protocomunismo chileno con el laborismo británico. Con una postura mucho más radical y rupturista, no reconocidos por la legalidad vigente, críticos de la Guerra Mundial, admiradores de la Revolución Rusa, Recabarren y sus camaradas que pronto transformarían el POS en el PCCh “sección chilena de la III Internacional”, estaban tan lejos del institucionalizado laborismo británico, como lo eran las barracas de calamina de las oficinas del encalve salitrero chileno de los barrios-modelo obreros de Londres y Liverpool.

Para los efectos de nuestro estudio podemos rescatar el recurso analítico de este primer “emisario” en Sudamérica. Sin conocimiento de la región, forma su opinión en conversaciones con los “dirigentes”, asociando lo escuchado a su background de conocimiento de la realidad europea.

¿Quién era este Henry Alien y quién lo había enviado a Sudamérica? Como muchos de los nombres de los primeros años de la Internacional, el suyo desaparece pronto de sus registros. Su nombre verdadero era Maximilian Cohén, tenía un poco más de 20 años, era dentista recién graduado e hijo de inmigrantes judíos rusos en EE.UU. Participó en la fundación de los primeros grupos comunistas en ese país, en particular en el medio de la colectividad judía rusa, fue miembro de la dirección del primer PC norteamericano, participó en los debates y rencillas de su etapa organizacional, lo que le significó expulsiones y reintegros. En medio de ellos en marzo de 1921 fue enviado a Sudamérica. Al parecer, se trató más bien de un exilio honroso y no hay señales de su posterior regreso a la región, ni de la continuidad de su militancia.

Finalmente, está el caso de Mijaíl Komin-Alexandrovski, ruso, obrero y militante del Partido Social-Demócrata Obrero Ruso, quien tras participar en la Revolución de 1905 en su país de origen y siendo condenado a cadena perpetua, en 1908 logró salir de Rusia y vía Alemania emigró a Argentina. Trabajó allí como mecánico y continuó su militancia en el grupo socialista ruso “Avangard” que mantenía contactos con los revolucionarios rusos exiliados en París. En 1920 aparece en el II Congreso de Komintern como delegado de la Federación Obrera Socialista Rusa de Sudamérica (FORSA), de la cual es el director del periódico y del Grupo Comunista Ruso, incorporado ese mismo año al PC A. Presenta informes al Congreso de la Internacional en nombre del comunismo argentino. Visita su ciudad natal, Nizhny Novgorod y aparentemente se reintegra plenamente a la vida política rusa, a tal punto que es enviado al frente de la Guerra Civil. No obstante, pocos meses después, el Buró Político del Comité Ejecutivo de la Internacional lo envía de vuelta a Buenos Aires, con las credenciales de representante de Komintern y Profintern, así como recursos financieros (5 mil libras esterlinas) para comenzar la actividad. Se desempeñó en Buenos Aires en 1921-22, para retornar luego a Rusia, integrarse plenamente y no volver más al país de su exilio.

Mijaíl Alexandrovski tampoco estuvo en Chile. No obstante, fue él quien a través de un cable cifrado, informó a la Internacional sobre la adhesión del POS chileno a Komintern bajo el nuevo nombre del PC: “…Les mando esta información con cierto atraso porque no siempre dispongo de tiempo y comodidades para cifrar cartas punto A fines de diciembre en la República de Chile se celebraron dos Congresos, uno de los Sindicatos de Chile, otro del Partido Comunista punto El primero aprobó la resolución de unirse indiscutiblemente al Profintern moscovita punto El segundo una semejante para Komintern punto Al próximo Congreso en Moscú llegarán delegados de sindicatos y partidos comunistas de las cuatro principales repúblicas sudamericanas dos puntos Argentina como Uruguay coma Chile coma Brasil punto…“17

Otro caso similar al de Alexandrovski es el de su camarada en FORSA, Mayor Mashevich, inmigrante judío-ruso en Argentina, Uruguay y Paraguay desde 1906 quien junto con Alexandrovski participó en 1920 en el II Congreso de la Internacional, volvió a Argentina con el encargo especial para las organizaciones rusas y judías en ese país. Nuevamente lo vemos en Rusia en 1921 en el III Congreso de la Internacional con el informe sobre el movimiento obrero argentino y “parcialmente sobre Chile, Uruguay y Brasil” (primer acápite sobre Chile en un informe presencial en Komintern – y de nuevo de parte de una persona que no había estado allí) e insistiendo ser recibido por Lenin en su calidad de delegado sudamericano. Tal entrevista no se materializó, como tampoco el retorno de Mashevich a Argentina. En los años posteriores su pista se pierde en el aparato estatal soviético.

Tratando de construir el retrato colectivo de estos primeros emisarios de la Internacional en Sudamérica podemos destacar que en ninguno de los casos se trata de los personajes de la primera línea de la política kominterniana. En dos casos se trata de jóvenes de un poco más de 20 años, provenientes de familias inmigrantes desde Europa Central o Rusia, primera generación americana (argentino en un caso y estadounidense en otro) y primera generación de profesionales en sus familias, con buen nivel educacional, judíos asimilados, laicos, con una identidad cultural desdoblada entre Europa y América. Este cosmopolitismo identitario junto con la joven vocación social y socialista, así como el indudable romanticismo revolucionario, los hace claramente susceptibles a las ideas y la sensibilidad de la Internacional. A lo que se puede agregar cierta ambición y búsqueda de prestigio y reconocimiento en las redes alternativas.

Otros dos son inmigrantes rusos residentes en Argentina, con una trayectoria de militancia mayor, aunque iniciada también en primera juventud (la revolución rusa los encuentra ya mayores de 30 años lo que en el mundo de las militancias que adhieren a la revolución puede ser considerado edad madura si no camino a la vejez). Vienen del mundo de las pequeñas organizaciones obreras y socialistas inmigrantes de Buenos Aires, presentando a la vez uno de ellos (Alexandrovski) las credenciales de su antigua militancia en Rusia. Por su condición de rusos y su vínculo con el mundo de la revolución, pretenden ser reconocidos como sus embajadores plenipotenciarios en Sudamérica.

No son los únicos en esta aspiración. En los cuatro casos observamos una búsqueda de reconocimiento. Por un lado, ante la Internacional en calidad de “descubridores de nuevas tierras”, portadores de buenas nuevas, reales o ficticios organizadores de los seguidores de la revolución. De ahí – informes y telegramas sobre la fundación y organización de los primeros grupos comunistas en la región y una especie de competencia por ser el primero y el mejor mensajero desde el fin del mundo, del cual en Moscú no se sabe mucho. Los militantes ruso-argentinos aspiran a la vez ser vistos no solo como informantes o mensajeros, sino como líderes comunistas locales, a partir de las organizaciones inmigrantes, reales o infladas, que dirigen.

Por otro lado, se busca el reconocimiento ante las organizaciones socialistas y el mundo intelectual alternativo criollo en calidad de los “representantes” de la revolución rusa. Al parecer, en esta primera etapa de su existencia, la Internacional era bastante generosa en otorgar su representación a los voluntarios dispuestos a llevar su palabra a tierras lejanas. También en otorgar recursos financieros para la organización. De hecho, todos estos primeros “emisarios” llegan a la región con montos considerables. No sabemos si en el caso de Weil se trata del mecenazgo personal o si el presupuesto de “Henry Alien” proviene de Moscú vía EE.UU. o serían aportes de los grupos comunistas norteamericanos.

Los cuatro casos vistos no representan un equipo de trabajo. Las instancias que dieron credenciales a unos no conocen, lo más probable, a los otros. Los propios “delegados” saben de la existencia de otros, y las relaciones entre ellos no son buenas. Más bien se trata de una competencia por la representación y el prestigio. En sus informes a Moscú se refieren negativamente a los “otros”, denunciando su incompetencia, contactos dudosos (ej., haber entregado recursos a grupos anarquistas) o falta de la representatividad real (en relación a los grupos ruso-argentinos).

El área geográfica de sus desplazamientos en la región abarca Buenos Aires, Montevideo y Sao Paulo. Ninguno de ellos visita Chile. No obstante, las referencias al país están presentes en sus informes a Moscú, como parte significativa de la “buena nueva”. Algunos, al parecer, habrían tomado contacto con Recabarren en Buenos Aires, pero en su calidad de líder del Partido Socialista Intemacionalista Argentino.

También en la misma ruta de presencia física de los delegados quedan asignados todos los recursos financieros y para las mismas organizaciones es solicitada la continuidad de apoyo. El POS y el naciente PC chileno no son considerados en esta distribución.

Los primeros “emisarios” extrarregionales de la Internacional no visitan Chile en su paso por Sudamérica. Quien sí está presente en el Congreso del POS-PC y de la FOCH en diciembre de 1921-enero de 1922, es el argentino Juan Greco, obrero linotipista, entonces el encargado sindical del PCA y futuro secretario general del PC argentino en 1923-24. Su presencia en los congresos no es percibida como la de un “hombre del Komintern” (lo que supondría una relación más bien vertical), sino como de un representante del “partido hermano” (vínculo horizontal). Percepción que se mantiene en gran parte en los años posteriores, cuando los militantes transandinos efectivamente llegan a Chile en calidad de enviados del Buró Sudamericano de la Internacional…

Al parecer, Alexandrovski, perteneciente a otro de los grupos comunistas argentinos, ni siquiera se entera de la presencia de Juan Greco en Chile, pues fundamenta su información en los materiales de prensa.

Surge el Secretariado Sudamericano de la Internacional (SSA)

Desde este momento fundacional del comunismo chileno (1922) hasta 1926 los documentos de la Internacional no se refieren a las visitas de los delegados komin-ternianos al país. Ese año, existiendo ya el Secretariado Sudamericano del Komin-tern (SSA) en Buenos Aires, dirigido en ese entonces por el argentino José Pene-lón, se presentan múltiples esfuerzos de “asesorar” desde esa instancia al PC chileno en su “bolchevización”, a lo menos, tal como la entendían entonces los dirigentes del SSA.

Recordemos que Chile en ese momento presentaba una situación política confusa, compleja e inestable, tras la renuncia del Presidente Alessandri y varios pronunciamientos de militares jóvenes, con el creciente poder, aun detrás de trono, de Carlos Ibáñez del Campo. A su vez, el PC chileno si bien era reconocido por el propio Penelón en su informe en Moscú en 1924 como “nuestro partido más fuerte en la región”, controlaba la mayor central sindical del momento (FOCH) y poseía una importante representación parlamentaria (8 diputados y 2 senadores), obtenida tras la participación en una coalición amplia de centro-izquierda en las elecciones de 1925, a la vez carecía de un liderazgo reconocido tras la muerte de Recabarren.

El Secretariado Sudamericano era una de las escasas instancias regionales de la Internacional creadas para funcionar fuera de Moscú y una de las escasísimas a cargo de los dirigentes locales. Ya en la segunda mitad de los veinte el Komintern, procurando la unificación del discurso y la doctrina y luchando contra las “oposiciones”, va a eliminar todos los buró y secretariados regionales in situ, dejando solo el sudamericano y el del Caribe, implementando estos con los “cuadros” soviéticos y centroeuropeos, provenientes de Moscú. Pero mientras tanto, Penelón posee una autonomía suficiente en la administración del SSA, reproduciendo esta estructura regional el espíritu mesiánico y el afán constructivista de las instancias superiores de la Internacional.

Para los militantes de pequeños grupos alternativos al fin del mundo, la misma adhesión a la Revolución Rusa y la Internacional significaba proyectar y dar sentido a su actividad más allá de su país o región. El contacto personal y directo con sus instancias de poder y de proyección mundial los colocaba en una situación distinta respecto de múltiples otros grupos alternativos de su país o región no respaldados internacionalmente. A su vez, el hecho de ser los únicos representantes de su corriente en la región con el acceso directo a Moscú, situaba a la dirección comunista argentina en una posición de líder o intermediario respecto de los otros grupos comunistas en la región, privados de esta conexión directa. La reafirmación de su sentido de ser, en cuanto portadores de la presencia de la Revolución Rusa en la región, implicaba la necesidad mesiánica de “dirigir” esta revolución y sus partidos a nivel regional. De paso permitía crear unas estructuras jerárquicas alternativas y construir prestigios colocándose a su cabeza.

En fin, de la misma manera que los creadores de la Internacional en Moscú creían indispensable su “dirección” a los que llamaban “nuestros partidos” en todo el mundo, apelando a su experiencia de una revolución victoriosa (a pesar de que la mayoría de quienes representarían a Komintern en el mundo no alcanzaron a participar en ella o si lo hicieron, fue en calidad de militantes de base juveniles), los creadores del SSA consideraban clave su “apoyo” a los partidos comunistas en la región, apelando a su mejor conocimiento (vía contacto directo) de la experiencia de la revolución bolchevique. Se trataba de una tarea romántica (y de hecho la mayoría de sus implementadores no superaban los 30 años), de gran carga mesiánica, pero a la vez peligrosa que podría significar desde malos ratos hasta martirio a sus protagonistas.

El SSA se organiza en 1925. En octubre de ese año, su secretario, José Penelón envía un informe a Moscú acerca de la situación en el movimiento obrero y el PC chileno. El autor reconoce que el informe está redactado sobre la base de las informaciones de prensa y la correspondencia con los chilenos, es decir, sin presencia física de los delegados del SSA en el país.

Sin embargo, la idea de la “orientación” de los partidos in situ ya está presente en el SSA (como el mismo SSA es “orientado” por los emisarios europeos de la Internacional). Al finalizar su informe, Penelón solicita recursos a la Internacional para estos fines: “Sería muy útil y hasta indispensable enviar una delegación a Chile. Es muy difícil de colaborar con este amplio e indispensable plan de trabajo desde la Argentina. Las relaciones con los camaradas chilenos no pueden ser tan frecuentes ni regulares como lo requiere la necesidad, debido a la reacción que subsiste en Chile”.

La construcción de las relaciones escalonadas al interior de la Internacional supone a la vez la delegación de la autoridad a las instancias superiores. Una de las tareas que Komintern “baja” en ese momento a los partidos y organizaciones regionales es la construcción orgánica de los partidos sobre la base del modelo bolchevique de células. Penelón informa a Moscú sobre el estado de esta reorganización en el PC chileno, solicitando a la vez la intervención escrita de las instancias centrales a favor de su proceder: “Sería útil que ustedes adopten algún tipo de resolución a este respecto y envíen una carta al Partido chileno, dándoles las instrucciones concretas sobre los puntos de este informe, las que ustedes consideren convenientes, especialmente sobre la reorganización del Partido, que no ha comenzado todavía y que es indispensable. Espero sus instrucciones a este respecto“18.

La Internacional accede a esta solicitud y en 1926 el PC chileno es “asesorado” por los enviados del SSA Rodolfo Ghioldi y Miguel Contreras, dirigentes del PC argentino. También pasa por Chile el primer emisario ruso de la Internacional, Boris Mijailov, “Raimond” en la correspondencia, quien hace a la vez de “inspector” de la actividad del SSA.

Mijailov, uno de los personajes de más edad en las redes kominternianas del momento, de 31 años a la sazón, fue un “antiguo” militante del partido bolchevique, con experiencia prerrevolucionaria de expulsión de universidad, arrestos y relegaciones. Durante la revolución y la guerra civil dirigió órganos de prensa, fue “agente secreto” infiltrado en el mando de los blancos, dirigió instancias de inteligencia del Ejército Rojo. En los primeros años de postguerra civil se desempeñó en cargos diplomáticos, así como en la dirección bolchevique de la región del Cáucaso. Desde 1923 lo encontramos en Komintern, en calidad de emisario del núcleo clandestino de la organización, el Departamento de Vínculos Internacionales (OMS – según sus siglas en ruso) en distintos países del mundo. Según consta de su dossier, tras ocupar cargos importantes en el aparato de la organización en Moscú, había solicitado ser enviado a “trabajo clandestino” al extranjero. Recorrió Balcanes, Grecia, Francia, Austria, Alemania, India. En 1926 llega a América del sur. Sigue vinculado de alguna manera a los temas latinoamericanos, entre otros, hasta 1929, cuando parte de representante del Komintern a EE.UU. Más tarde será “ayudante” de Dimitrov, corresponsal de Pravda en París, encargado para América de la agencia informativa soviética Sovinformburó durante la guerra.

Después de su viaje a América del sur en 1926-27, Mijailov participa en algunas oportunidades en las discusiones de temas latinoamericanos en las oficinas moscovitas del Komintern, sin pertenecer a ningún secretariado regional en particular. Da la impresión que siguió con su “trabajo clandestino” vía OMS, razón por la cual su nombre no aparece en las listas de las instancias relativamente públicas de la Internacional19. De hecho, sus informes enviados desde América del sur y redactados en un lenguaje profundamente privado y confidencial, iban dirigidos al encargado de OMS, Piatnitski (de “Raimond” a “Michelle”).

Al parecer, el objetivo principal de su viaje era examinar el estado de las comunicaciones kominternianas en la región, las que encuentra muy deficientes: “Vínculos del Secretario Sudamericano con los partidos y la dirección a los últimos se realizan de una manera absolutamente insuficiente. Los informes de los partidos de América del Sur son extremadamente pocos: de aquellas cartas informativas que logran llegar aquí, resulta muy difícil tener una idea más o menos clara sobre la situación que existe en los partidos. Resulta imposible enviar los camaradas o lograr que los camaradas lleguen debido a falta de recursos, pues los viajes se hacen cada vez más caros“20.

Respondiendo a las solicitudes de Penelón y los informes de Mijailov, la Internacional destina recursos para el envío de los delegados del SSA a “apoyar la bolchevización” del PC chileno. La dirección in situ por parte del SSA se considera un método adecuado. A su vez, el Comité Ejecutivo de la Internacional en Moscú se reserva el instrumento de una “carta directiva” para orientar a un partido lejano al que se percibe a punto de caer en una herejía: “No tenemos elementos suficientes para intervenir en la cuestión del partido de Chile, con una carta del Presidium21. Los datos que contienen los últimos informes, complican aún más estas cuestiones. Por ello, será necesario que un camarada del Secretariado22, vuelva a Chile, participe en el Congreso del Partido como representante de la I.C. y nos entregue enseguida, las informaciones más detalladas para que el Presidium esté en condiciones de dirigirse al Partido con un documento político“23.

El propio SSA se dirige al PC chileno con una carta directiva a fines de 192624. Además, durante noviembre-diciembre del 1926 y principios del 1927 se encuentran en Chile en representación del SSA los dirigentes comunistas argentinos Miguel Contreras (“Vargas”) y Rodolfo Ghioldi. Participan directamente en la elaboración de los nuevos estatutos del partido y en la preparación y realización de su VIII congreso (1 y 2 de enero de 192725). Presiden algunas de sus sesiones, revisan informes de los dirigentes chilenos y coordinan la redacción de sus resoluciones. También, al parecer por primera vez a ese nivel, intervienen en desavenencias personales entre los dirigentes chilenos, tomando partido a favor de unos u otros.

El SSA evalúa los resultados de su permanencia en Chile en su reunión de 25 de enero de 1927 a partir de un informe de Ghioldi. El acta de la reunión resume su informe así: “Ghioldi enviado a Chile informa sobre el trabajo realizado junto con Vargas26 durante un pleno ampliado y el Congreso del Partido chileno. El declara… congreso que tiene un carácter político tanto por las cuestiones allí discutidas, como por la forma de los debates y las resoluciones adoptadas. Vargas participó activamente en la preparación del pleno ampliado y del Congreso. El informe hecho por el compañero Galdames27 es un error y casi anula todo el trabajo de Vargas. Este informe produjo una terrible impresión y se pensó que eran maniobras del Secretariado y el C.E.N.28 contra los miembros del parlamento. En realidad el informe del compañero Galdames, no revisado por el C.E.N., ni por el compañero Vargas, fue enviado a la imprenta y publicado, en consecuencias que este informe, además de contener invectivas injustas en contra de los miembros del parlamento, estaba en general, mal redactado. La línea del Comité no era la adecuada. Alabando a Barra Woll y a Contreras Labarca, atacaba al mismo tiempo a los otros. Esta táctica arrojó a Sepúlveda Leal en brazos de la derecha, a pesar de que fue uno de los mejores elementos del grupo parlamentario. En este informe habían muchas cosas de más, lo que explica el por qué la mayoría del Congreso estaba en contra del informe, a pesar de manifestarse esta en contra de los miembros del parlamento. Cuando el informe fue impreso y entregado a los delegados, los miembros del C.E.N. al conocer su contenido, solidarizaron con él. Este informe no es consecuencia de una tendencia determinada, sino el resultado de un malentendido. Gracias a la intromisión enérgica del compañero Vargas en el trabajo del pleno y el Congreso, la impresión sobre la supuesta presión creada con el informe del C.E.N. se desvaneció paulatinamente. Vargas señaló los errores de organización, hizo las conclusiones pertinentes y entregó algunas indicaciones políticas, después de lo cual terminó de desvanecerse la impresión que dejó el informe del C.E.N”.

Esta larga cita demuestra el nivel de intervención de los delegados del SSA en la preparación y realización del congreso del PCCh. El tono del documento no denota una situación extraordinaria para el SSA, más bien refleja el contenido y el estilo de su trabajo rutinario. No obstante, para el PCCh, al parecer, se trata del primer caso de una intervención directa de una instancia kominterniana en las decisiones claves del partido. Como podemos observar, no solo el “principio leninista” de la organización (células, centralismo democrático) le interesa al SSA, sino las características y relaciones personales de los dirigentes del partido. Conclusión general del informe citado: la dirección del PCCh actuaba equivocadamente (ojo, no se le atribuye mala intención, más bien incompetencia) y la situación pudo ser salvada solo gracias a la intervención de los hombres del SSA.

Esta participación de los delegados del SSA en el VIII Congreso del PCCh es reconocida en su historia oficial, a partir de las memorias de la figura más emblemática del comunismo chileno de la era post-Recabarren, Elias Lafferte. Se les menciona como “delegados fraternales, los camaradas argentinos Rodolfo Ghioldi y Miguel Contreras”. Solo a este último se le señala como miembro del SSA. Al parecer, la presencia pública de los delegados extranjeros en el congreso de un partido chileno, provocó una fuerte reacción en la prensa nacional y, según Lafferte “los compañeros aconsejaron entonces a Ghioldi que se trasladara rápidamente a la Argentina”.

Respecto de Miguel Contreras, recuerda Lafferte que este “asistió a ese Congreso, discutió con nosotros, conoció sus problemas, dio su opinión, después de informarse. Pero estaba muy lejos de ser lo que muchos creen… un inspector“29.

Este episodio confirma la tendencia que ya se percibe con la presencia de Juan Greco en el congreso fundacional del PC chileno. Los “delegados” de la Internacional en Chile, de los cuales el PCCh mantiene la memoria, son militantes comunistas argentinos. Más aun, en estos primeros casos se trata de delegados obreros, de origen criollo y de perfil social, humano y cultural muy similar a los fundadores del PC chileno. Si bien, a diferencia de los chilenos, ya tienen contactos directos con la Internacional e incluso viajan a Moscú, al parecer, no actúan con aires de superioridad a partir de eso. La relación es percibida por ambas partes como más bien horizontal, aunque los documentos internos del SSA la sienten como una relación de “dirección y asesoramiento”. Según un informe de Mijailov desde Buenos Aires a Moscú en mayo de 1927, Miguel Contreras aun se encontraba en Chile, donde formaba parte del Comité Central del PCCh que funcionaba en la clandestinidad después del autogolpe de Ibáñez en febrero de ese año. Si bien el SSA había destinado ciertos recursos para la mantención de su representante en Chile, el monto insuficiente de esos más las dificultades de envío, obligaron a Miguel Contreras a buscar trabajo como obrero en una industria30. También en ese sentido su situación no era tan diferente de sus correligionarios chilenos.

A diferencia de estos casos de los delegados argentinos, el paso por Chile de Boris Mijailov no queda registrado en la memoria oficial ni disidente del comunismo chileno. Tal vez dado su carácter más compartimentado (pocos alcanzaron a conocerlo), su función más de reconocimiento de terreno que de asesoría o discusión con el PC chileno o su carácter episódico y discontinuado (no volvería más al país, ni recibiría a los chilenos en Moscú, a diferencia de los casos de los sindicalistas del PC argentino, con quienes Lafferte y otros mantendrían un contacto estrecho y al parecer, amistad, por décadas).

No sabemos hasta cuándo permaneció en Chile Miguel Contreras (“Vargas”) en 1927. No encontramos informes que él rindiera ante el SSA a su regreso a Buenos Aires, que según la lógica de la organización deberían haber existido. Según las memorias inéditas de Paulino González Alberdi, otro comunista argentino que trabaja en el SSA y con el cual nos vamos a encontrar más adelante, Miguel Contreras fue detenido y torturado en Chile en 192731.

En lo que queda del 1927 y a lo largo de todo el año 1928 la Internacional no tiene otro “delegado” en Chile, si bien primero Penelón solicita recursos para enviar uno y luego Codovilla (quien lo reemplaza a la cabeza del SSA) insiste en su necesidad. Todos los informes sobre Chile durante ese año (tanto en Buenos Aires, como en Moscú) provienen de los chilenos exiliados y se refieren principalmente a la situación previa a febrero de 1927.

Será el propio Victorio Codovilla el delegado del SSA que viajará a Chile ente febrero y marzo de 1929, dando el informe de su viaje en la reunión del SSA el 17 de abril de 1929. La importancia de este personaje tanto en la acción de la Internacional Comunista en América Latina, como en particular para la vinculación del PCCh con la Internacional, para la imagen del PCCh al interior del Komintern y para la “bolchevización” estaliniana del comunismo chileno, hacen indispensable su breve característica.

Victorio Codovilla nació en Italia y emigró a Argentina en 1912 a la edad de 18 años. Hijo de comerciante y egresado de una escuela comercial italiana, sigue trabajando en Argentina como empleado de comercio. También continúa con su militancia socialista iniciada en Italia, esta vez en los grupos socialistas italianos en Argentina. En cierta medida, esta parte de su biografía lo acerca a los casos de los inmigrantes rusos en La Plata, cuyos casos, en cuanto los primeros “embajadores” de la Internacional hemos visto más arriba. Al igual que ellos, se vincula tempranamente con el Partido Socialista Intemacionalista argentino, transformado en luego en el PC. Sintiéndose aun más bien un europeo en América, adhiere a todas las organizaciones que los grupos obreros inmigrantes y el naciente PC argentino forman a favor de la Revolución Rusa. A partir de 1924 comienza a viajar a Moscú, donde sus informes construidos con la lógica de un militante europeo que explica a otros militantes europeos la realidad de un continente lejano, convencen a sus interlocutores. También su fe en la doctrina, cruzada por su capacidad de encajar en la lógica de la organización, de ser “su” hombre en América más que el hombre de América en Moscú. El joven ítalo-argentino creía en el proyecto, pero a la vez se proponía surgir a través de la organización; ascender en su jerarquía alternativa toma un gran sentido para él.

Los ruso-argentinos referidos más arriba apelaban a su experiencia americana para retornar en gloria y reconocimiento a la madre patria (lo que efectivamente hicieron muchos de ellos). Para los dirigentes criollos como Recabarren o Penelón Moscú podía ser una Meca o un Vaticano, pero vivían dentro de sus realidades nacionales, sin la necesidad de buscar una autoafirmación en Moscú. Para Codovi-Ua la autoafirmación pasaba por ser “el” hombre de Moscú en las redes militantes y alternativas en general no solo de Argentina, sino de América Latina y luego del mundo hispanoparlante en general.

La causa daba sentido a su vida, prestigio, y la vez liberaba de “prejuicios” éticos. El siguiente episodio, relatado por el propio Codovilla un poco antes de su muerte en Moscú en 1970 a un latinoamericanista soviético, refleja bien esta personalidad.

En 1927 Codovilla participa en la celebración de los 10 años de la Revolución Rusa en Moscú. Junto con un grupo de delegados, en su mayoría latinoamericanos, salen a pasear por la ciudad y son ayudados en ubicación por los transeúntes. Entablan conversación con una señora mayor con la que pueden comunicarse en francés. Entrando algo en confianza con sus interlocutores, la señora comienza a criticar la falta de libertades, censura y represión a los disidentes en el régimen soviético. Los delegados latinoamericanos, en su mayoría por primera vez en la URSS, quedan perplejos. Codovilla, en su autoatribuida calidad de decano de la delegación, busca un policía y le entrega a la señora acusándola de propaganda contrarrevolucionaria32. 40 años después, sin poder aludir el desconocimiento del posible destino posterior de la señora, aun se sentía sinceramente orgulloso de su hazaña de “vigilancia revolucionaria”.

De vuelta en Buenos Aires en 1928 Codovilla, el hombre de confianza de Moscú, asume la dirección del Secretariado Sudamericano, destronando a su fundador, José Penelón, demasiado autónomo e impredecible para el cada vez más rígido carácter de la Internacional. El nuevo SSA, si bien sigue caracterizado por una alta presencia de los militantes rioplatenses, ya cuenta con la participación estable de los funcionarios kominternianos europeos: “Rossi” el ex diputado italiano Edigio Gennari y “Pierre” funcionario de la Juventud Comunista soviética Zinovi Rabinovich. En los años siguientes formarán parte de la etapa mítica del Secretariado (o Buró) Sudamericano del Komintern.

Mientras tanto, volvemos al viaje de Victorio Codovilla a Chile a principios de 1929. Su informe en la reunión del SSA el 17 de abril de ese año presenta un PC chileno completamente aniquilado por la represión. Codovilla, según sus palabras, no pudo establecer contactos con nadie de la dirección del PCCh, producto del clima de profundas desconfianzas mutuas, originadas en la represión, delaciones y la desmoralización generalizada. Junto con presentar un cuadro bastante coherente de la situación interna de Chile (siempre desde la perspectiva kominterniana) Codovilla destaca la necesidad de ayuda a los prisioneros políticos y sus familias en Chile a la vez que recomienda crear una dirección del PCCh en el exterior. Hasta aquí su relato se inscribe (tanto el narrador, como lo narrado) en la tradición de la historia heroica del movimiento, con su discurso de mística, riesgo, sacrificio y martirio.

Sin embargo, es posible una lectura más sutil de este documento. Y aquí en primer lugar, es importante señalar que la evolución interna del comunismo chileno en esos años está prácticamente ausente en las páginas de las historias y memorias oficiales del movimiento, concentrándose la atención en este período en los fenómenos de la resistencia a la represión. Junto con ello, se mencionan la “traición de los parlamentarios” al inicio de la dictadura ibañista, la expulsión de Manuel Hidalgo, acusado de trotskismo, y el advenimiento de una dirección nueva, “bolchevizada”, de la cual ya se puede trazar una línea de continuidad hasta la dirección actual del PC chileno. En cambio, la mayoría de los nombres de los dirigentes del comunismo chileno de los años confusos del ibañismo desaparecen de la historia oficial partidista.

Creemos que el viraje hacia las posiciones “bolchevizadas” en el PC chileno fue más complejo y resistido que lo mostrado por la historia oficial y fue acompañado por la primera oleada de purgas que afectó a figuras emblemáticas del período anterior (Hidalgo), así como por separaciones y alejamientos silenciosos de los que no calzaban con la nueva línea.

Codovilla señala en su informe la existencia de una discrepancia profunda en la dirección semidestruida del PC chileno, entre Rufino Rosas que está de vuelta de Moscú, por un lado, e Isaías Marte quien dirigió el PC chileno durante el año anterior, por el otro. Aparentemente, según Codovilla, Marte ocupaba en ese momento posiciones más duras procurando “reorganizar y consolidar el aparato…”, mientras que Rosas mantenía su visión más aperturista que ya había demostrado en sus informes en Moscú, incluyendo “intentar de constituir una organización legal”.

Esta situación descrita por Codovilla demuestra que el apego a su tradición de ligazón a los movimientos sociales y a la actividad política pública, se mantenía fuerte en el comunismo chileno. Las desavenencias con los “viejos parlamentarios” tampoco eran tan definitivas para esa tendencia, recordando las múltiples rupturas y reencuentros previos dentro de ese segmento político cultural: Rosas intenta conversar con los expulsados su reintegración al partido. El estilo kominterniano estalinista que supone las expulsiones o purgas como excomuniones perpetuas con las consecuentes demonizaciones de los expulsados, aún no se ha interiorizado en el PC chileno.

Sin embargo, paralelamente se expresan en su interior las posiciones más “duras”, centradas en la visión del partido como “aparato”, cuyo lenguaje parece estar más acorde con el espíritu de la Internacional estalinizada. Marte se opone a los contactos con los expulsados, apelando a términos como “politiqueros corrompidos” y “daño que han hecho a la causa comunista”.

Llama la atención que el portador de la posición más aperturista de ese momento, Rosas, regresa de la sede central de Komintern en los momentos del mayor auge de su línea más sectaria, manteniendo la posición que había expresado allá, e interpretando a su favor la escolástica del discurso kominterniano del momento. En cambio, Marte articula su posición “dura” sobre la base de su experiencia personal de clandestinidad, represión y derrotas.

Codovilla no ataca directamente a Rosas (secretario del PCCh en ese momento), abogando por la necesidad de unidad al interior del partido y de poner fin al conflicto interno. Sin embargo, destaca la imposibilidad de establecer contactos personales con Rosas durante su estadía en Chile y de manera sutil deja abierta la posibilidad de que el dirigente chileno haya rehuido esos contactos por algunas razones que no solo sean de seguridad y miedo a una provocación. De cualquier manera, el informe de Codovilla no registra ningún foco de disidencia abierta o de desviación en el PC chileno. En cuanto a los conflictos internos y/o eventuales pequeños descamlamientos de la línea, se les pretende corregir por medio de una reunión con los líderes de ambas tendencias en el PCCh, para lo cual se propone llamar a la sede del SSA en Buenos Aires tanto a Rosas, como a Marte.

Codovilla no informa con quién efectivamente tomó contacto en Chile y cuáles han sido sus fuentes de información. Su posición personal frente a la situación del PC chileno se deja traslucir en la argumentación de la necesidad del traslado del CC de Santiago a Valparaíso: la primera es “una ciudad burocrática en que merodean todos los oportunistas del parlamentarismo” (lenguaje muy parecido al usado por Iriarte y su grupo).

Las fuentes memorísticas abiertas agregan algo más sobre ese viaje de Codovilla a Chile. El contacto y la apreciación de sintonía de posiciones y de estilos con Galo González, futuro encargado de control y cuadros y posterior secretario general del PC chileno, fue uno de sus puntos claves. Es precisamente al grupo de Galo González, afianzado en Valparaíso, que Codovilla pretende entregar la dirección del partido en representación de la Internacional. Llama la atención que no explícita sus propósitos, cuando aparentemente una argumentación abierta a favor de ello aludiendo el bien de la causa, no rompía los esquemas de trabajo del SSA y podría perfectamente encontrar la comprensión.

Tampoco es mencionado en ese informe Manuel Hidalgo, quien en pocos meses más se convertiría en la figura emblemática en las relaciones entre el SSA y el PC chileno. Como portador de las posturas aperturistas, de reincorporación de los expulsados e incluso del partido legal aparece el propio secretario del PCCh Rufino Rosas, quien sin embargo no es demonizado por ello, siendo tal vez visto susceptible a la “reeducación” por parte del SSA. Como un ataque encubierto a Hidalgo puede ser interpretada la referencia despectiva de Codovilla a la organización en Santiago, donde “merodean todos los oportunistas del parlamentarismo”, pues era Hidalgo quien encabezaba la estructura del PCCh en la capital.

El correligionario de Hidalgo, Humberto Mendoza, en una entrevista ofrecida a mediados de los años 60, señalaba que durante esa visita de Codovilla a Chile se habría producido un choque personal y de estilos de trabajo entre Hidalgo y Codovilla, producto de la negación del primero a aceptar la subordinación vertical a las órdenes del SSA dictadas por su delegado. Ni el informe de Codovilla ni otros documentos kominternianos hacen referencia alguna a ese conflicto, pero ya en los protocolos de las reuniones del SSA de agosto del mismo año (cuatro meses después) vemos a Codovilla imponiendo a los dirigentes comunistas chilenos invitados a Buenos Aires la imagen de Hidalgo como personificación del enemigo interno a combatir.

Al parecer estamos presenciando el inicio de un conflicto, donde se combinan las diferencias políticas (“clase contra clase” vs. políticas aliancistas), las resistencias de los antiguos dirigentes a la ofensiva kominterniana sobre la autonomía de los partidos latinoamericanos, así como choques de caracteres y personalidades. La historia del Komintern está llena de casos similares, donde los debates escolásticos en torno al dogma se cruzan a cada momento con las luchas personales en torno al poder dentro de la organización. Estos dos planos se sobreponen en cada momento, por lo que la historia política concreta de la Internacional puede ser comprendida, a nuestro modo de ver, solo en el cruce de estos, sin reducirla exclusivamente a debate de ideas, ni a luchas internas por el poder.

A partir de este viaje de Codovilla a Chile, el Secretariado Sudamericano de la Internacional, bajo su dirección, comienza a construir su política de “ayuda” y “bolchevización” del PC chileno.

Así, en diciembre de 1929 – enero de 1930, otro miembro del SSA, Orestes Ghioldi (“José” en la correspondencia kominterniana), visita Chile, tratando de restablecer la dirección y la estructura interna del PCCh, en cooperación con aquellos sobrevivientes del comunismo chileno que más confianza le daban al SSA. Según las memorias de González Alberdi, Ghioldi fue detenido en Santiago y liberado gracias a la intermediación del diputado socialista argentino Alfredo Palacios y el entonces rector de la Universidad de Concepción, Enrique Molina33. Las cartas de Ghioldi desde Santiago son dirigidas a “querido Codovilla” y su aparente preocupación principal, más allá de aportes teóricos o intelectuales, es asegurar la separación de Manuel Hidalgo de la nueva dirección del PC chileno.

La preocupación del Secretariado Sudamericano por la situación del PC chileno, tanto en su calidad de víctima de la represión, como de posible “hereje” descarrilado, se traduce en la insistencia de colocar en Chile de manera estable a un “asesor” del SSA.

Instructores del Buró Sudamericano residentes en Chile durante el “tercer período” 1931-1934

Paulino González Alberdi

La tarea recae en Paulino González Alberdi, comunista argentino, quien a partir de esta experiencia se convertiría en el “experto” en temas chilenos al interior del aparato del Komintern. Nacido en España, en familia de profesionales, en 1903, Paulino González llega a Argentina en adolescencia, cursa estudios de contabilidad y economía, orientado por la familia hacia el mundo de los negocios. Sin embargo, desde una temprana participación en el movimiento estudiantil argentino, muestra un interés por el marxismo y se vincula al PCA, donde ocupa cargos de responsabilidad, representando al partido en el mundo intelectual, en la Liga Antiimperialista y colaborando con el SSA. Tras el golpe militar de 1930 en Argentina es arrestado y deportado con destino a España, pero logra abandonar el barco en Brasil para regresar a Montevideo y ponerse a disposición del Secretariado Sudamericano. El Secretariado, dirigido ya por el mítico Abram Guralski, “Rústico,” y conformado ya no solo por los militantes rioplatenses, sino en su mayoría por los soviéticos y centroeuropeos, destina a González Alberdi, en su calidad de “teórico” y hombre de confianza del SSA a “asesorar” los partidos comunistas de la región, “rectificando” sus líneas ideológicas y ayudando a su reconstrucción organizativa. En esta calidad González Alberdi permanece varios meses en el Perú, de donde se traslada a Chile. Permanecerá aquí por más de un año, desde comienzos de 1931 hasta comienzos de 1932, convirtiéndose así en testigo privilegiado del período más convulsionado de la historia política chilena de la época de la Gran Crisis. Saldrá de Chile en vísperas de la República Socialista de junio de 1932. Sin embargo, continuará vinculado con la problemática chilena, primero desde el SSA (BSA) y luego, en la segunda mitad de los treinta desde el aparato del Comité Ejecutivo del Komintern en Moscú.

Sus múltiples cartas e informes enviadas desde Chile a la sede del SSA en Montevideo en 1931-1932 pueden ser complementados con su autobiografía inédita referida a los mismos hechos, pero redactada años más tarde, así como con los materiales de la prensa chilena. En su conjunto, permiten reconstruir, no solo el mundo ideológico, sino la vida diaria de un emisario de la Internacional en Chile.

Paulino González Alberdi llega a Chile procedente del Perú en la primera mitad de 1931. Es la última etapa del gobierno de Carlos Ibáñez y el momento más álgido del impacto de la Gran Depresión en el país. El comunismo chileno se dividió ante el fenómeno del ibañismo, apoyando la mayoría de los parlamentarios PC elegidos en 1925 al nuevo régimen. Los que deciden resistirlo son reprimidos con dureza y eficiencia desconocidos anteriormente en Chile. En más de una oleada, las direcciones enteras del PCCh fueron arrestadas, sus integrantes relegados a las islas inhóspitas de Juan Fernández o expulsados del país. Acostumbrados a la relativa legalidad y asambleísmo, sindicalistas de toda su vida, pero jamás superagentes encubiertos, los comunistas chilenos no saben mantenerse en la clandestinidad. A su vez, la creación de una red de sindicatos legales, reconocidos y parcialmente apoyados por el gobierno, les quita su principal base social, reduciendo drásticamente la presencia de la también proscrita y reprimida FOCh. Si a esto le agregamos el desmantelamiento en los años de crisis de los restos del mundo salitrero, su principal baluarte histórico, no es de extrañar que al momento de la caída de Ibáñez, según el reconocimiento posterior del secretario general del PCCh, Carlos Contreras Labarca, en el PC quedaban unos 30 militantes.

A este partido es al que viene a “asesorar” Paulino González Alberdi. En sus memorias cuenta que se instaló en Valparaíso, donde funcionaba la dirección del PC. Podemos aclarar que se trataba de una de las corrientes en el destruido PC chileno, aquella dirigida por Galo González, nuevo líder que Codovilla conoce en su viaje a Chile un par de años antes y cuya línea en SSA decide apoyar.

El emisario de la Internacional primero arrienda una pieza en la ciudad (“como lo hacía siempre para que nadie supiera mi dirección”) y luego se vincula con el partido. Las normas de compartimentación establecidas no dejan al delegado de la Internacional a la merced de las probablemente deficientes normas de seguridad del partido asesorado. Entre sus actividades con el PC chileno, González Alberdi menciona “un curso de capacitación, fundamentalmente integrado por compañeros del puerto, los “carretoneros”. Los cursos se realizaban en las casas de los obreros, en los cerros de Valparaíso y abarcaban un universo de unas 30 personas, número considerado peligrosamente amplio por el expositor.

También se intenta recuperar una antigua imprenta del PC que había quedado en manos de los militantes que apoyaron a Ibáñez34 y divulgar proclamas y llamamientos del partido en cuya redacción participa González Alberdi.

Entre otras actividades suyas el memorialista menciona estudios de la historia y economía de Chile en la biblioteca pública de Valparaíso, actividad importante tanto desde el punto de vista de su propio desarrollo intelectual, como de la comprensión por parte de las estructuras kominternianas de la realidad del país. No obstante, actividad inofensiva políticamente a corto plazo y que no justificaría todo el aparataje de mantenimiento de un emisario clandestino.

González Alberdi es arrestado en Valparaíso en vísperas de la caída de Ibáñez, producto tanto del seguimiento policial de las acciones de sus asesorados, como de la entrega de información por parte de uno de los militantes detenidos bajo tortura. Sale en libertad una vez terminada la era ibañista. La detención hace pública su condición de emisario del Buró Sudamericano de la Internacional. La policía intercepta no solo su correspondencia, sino giros de dinero a su nombre. Sus fotos salen en la prensa. No obstante, una vez en libertad continúa en Chile y en su calidad del asesor del PC chileno casi por un año más, cooperando con un PC ya salido de la clandestinidad, y no vuelve ser perseguido por la policía.

Sus informes desde Chile entre julio de 1931 y abril de 1932 se refieren a la situación política general en el país, así como a las actividades del comunismo chileno. Su mayor atención se concentra en la “política de cuadros”, es decir, selección de personas para los cargos directivos y la estructuración organizacional del PC a base de células. También participa (cuando no dirige o aprueba) en la redacción de todos los documentos oficiales que salen a nombre del PCCh, asegurando su correspondencia a la línea de la Internacional. En este último aspecto actúa con criterio propio, a partir de su propia interpretación de la realidad chilena e investido de la autoridad de ser “El Hombre del Komintern” en el país. También sigue dictando charlas y cursillos de marxismo.

En sus cartas e informes dirigidos al BSA se presenta como una especie de guía indispensable que asegura, en lo posible, la adecuada línea política del PC chileno. Se queja de la imperfección del material humano con el que tiene que trabajar, el único que hay. Destaca la constante tendencia a desviaciones ideológicas y a reconciliación con todo tipo de renegados en el PC chileno, da características a sus dirigentes uno por uno.

Lo que llama la atención es que se trata de un grupo político que al momento de la caída de Ibáñez contaba apenas con una treintena de militantes y que hacia fines del año 1931 llegaría a un centenar. Y a un grupo de estas proporciones le corresponde un “asesor” permanente en terreno, cuya atención aparece prácticamente personalizada.

Esta atención, sin embargo, resulta extraordinariamente fructífera para el comunismo chileno. Muchos años después quien fuera diputado y senador por el PC desde los cuarenta hasta 1973, Víctor Contreras Tapia, recordaría en sus memorias, las primeras lecciones de “capacitación política” que recibió en 1931 de Paulino González Alberdi, en compañía del futuro secretario general del PCCh Galo González, futuros diputados Justo Zamora y José Vega, a la sazón jóvenes militantes y dirigentes sindicales de base en Valparaíso. La lista de Contreras Tapia continúa con más de 10 nombres, que si bien no alcanzaron la presencia política a nivel nacional, llegaron a ser destacados dirigentes sindicales en Chile entre los treinta y los setenta35.

Desde la caída de Ibáñez hasta principios de 1932 el PC chileno saca su periódico oficial Bandera Roja, dirige el periódico de la FOCh Justicia, se prepara para participar en la campaña presidencial, recupera algunos antiguos militantes y capta nuevos. En las páginas de su órgano oficial, Bandera Roja, se denuncia la grave situación de los trabajadores en medio de la crisis, se discuten temas internacionales (éxitos de la URSS entre ellos), así como literarios y culturales, se reproducen, a instancias de González Alberdi, según su propio testimonio, los documentos del BSA que condenan y expulsan a Manuel Hidalgo.

Los grandes acontecimientos que sacuden a Chile, como el levantamiento de la Armada, toman al grupo por sorpresa. González Alberdi reconoce que se enteran de ciertos rumores días antes del movimiento, con calma deciden averiguar, mientras tanto el levantamiento se produce. Las decisiones que discute y toma el grupo con posterioridad no tienen que ver con la estrategia de desencadenar los procesos, sino más bien con la estrategia de evaluación y de reacción frente a ellos.

Tras su partida de Chile Paulino González Alberdi no rompe el vínculo con este país. A su vez, en la Internacional el recuerdo de su pasada por Chile sobrevive a aquellos que lo habían destinado aquí. Desde 1937 y al parecer, hasta la disolución del Komintern, Paulino González bajo el seudónimo de “Bernard” será el representante del PC argentino ante la Internacional y actuará como experto en temas chilenos en el seguimiento que Komintern hará al Frente Popular chileno. La mayoría de los materiales analíticos a partir de los cuales Komintern tomará las resoluciones sobre Chile en esos años, así como buena parte de los borradores de los documentos resolutivos, serán redactados por “Bernard”, González Alberdi. Mientras que de sus antiguos mentores en el Buró Sudamericano, Humbert-Droz estará fuera del movimiento comunista, Guralski e “Inés” presos en la URSS, “Pierre” (Zinovi Rabinovich) fuera del aparato de la Internacional, el ex encargado del Lender-Secretariado latinoamericano “Sinani” (Skalov) fusilado.

Carlos Dujovne

Un nuevo representante del BSA llega a Chile a principios de 1932. Se trata de Carlos Dujovne36 (1903-1973), argentino de origen judío-ruso, con estudios universitarios y experiencia de vida y trabajo en Moscú en los años veinte, incluso en el Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores soviético. En 1928 es enviado a trabajar a Profintern, el cual lo destina a América del sur. Ya no volverá a Moscú, donde sus familiares, militantes bolcheviques, caen víctimas del terror estaliniano en 1937.

Mientras tanto, Carlos Dujovne participa en la organización del congreso fundacional del CSLA (Confederación Sindical Latinoamericana) en 1930 y luego es enviado como “instructor” del BSA a “apoyar” a los sindicatos procomunistas y a los PC del Perú y Chile.

Su perfil biográfico se acerca al de González Alberdi. Tienen la misma edad, provienen de las comunidades inmigrantes de Buenos Aires, más bien de sectores medios, han tenido acceso a la educación superior y son considerados “intelectuales” en el medio comunista local.

En Chile, nuevamente su labor se centra en el apoyo a la redacción de los documentos del partido, a la elaboración de su línea frente a los acontecimientos que se precipitan y de las consignas. También, aunque ya en menor medida, en la estructuración organizacional.

La correspondencia entre Carlos Dujovne y la sede del BSA demuestra los grados de autonomía de los enviados de la Internacional in situ. Su actuaciones y decisiones de cada momento, percibidos por la dirección del partido “asesorado” como la voz del Buró Sudamericano, son lo suficientemente independientes y obedecen a su propio criterio e interpretación de la doctrina kominterniana aplicada a los hechos en curso. El BSA a su vez puede (y lo hace) en los documentos internos dirigidos al emisario, desautorizar su acción e intentar imponerle la línea que considera más adecuada (también según el criterio de sus dirigentes).

En todo caso, se trata de las diferencias entre los integrantes de una estructura regional de la Internacional no percibidas sino mucho después y de manera marginal por las estructuras centrales del Komintern en Moscú. Se mezclan en ese, debates teóricos y diferencias de apreciación de coyunturas políticas específicas con luchas de liderazgos y poder al interior de una estructura jerarquizada.

En el caso de Carlos Dujovne en Chile en 1932, su postura es más cercana a la del PC chileno en ese momento, siendo esta más flexible y realista en su apreciación de la República Socialista de junio de 1932 y de la figura de su líder, Marmaduke Grove, que la línea que el BSA pretende imponerle.

Estas infracciones a la verticalidad de mando en la Internacional aún son posibles, aunque provocan alarmas internas. De hecho, las diferencias de apreciación de la República Socialista y la política del PC chileno en torno a ella llevan a una discusión con tintes punitivos en el BSA. Las posturas de los integrantes soviéticos del BSA en esta discusión alcanzan incluso una repercusión en sus pares (competitivos) en el Comité Ejecutivo de la Internacional en Moscú.

Carlos Dujovne, por su parte, a diferencia de González Alberdi quien sería promovido más tarde a representante del BSA ante Komintern en Moscú, nunca regresa a la URSS. Hasta mediados de los cuarenta se mantiene en el BSA, llegando a ser miembro de su Comité Central en 1938. En esa época funda y dirige la Editorial Problemas, la mayor empresa de difusión de cultura soviética de la época en Latinoamérica. Tras el golpe militar de junio de 1943, la editorial es clausurada, son quemados los stocks de libros y Dujovne es detenido en la cárcel de Neuquén hasta 1945. Disconforme con la orientación comunista de férrea oposición al peronismo y desilusionado con el curso que toma la experiencia soviética, en 1947 abandona silenciosamente el PC37.

Yakov Marianski

Paralelamente con Dujovne, se encuentra en Chile otro representante kominter-niano, destinado allí en nombre de Profintern (Internacional Sindical Roja). Sus informes están redactados en ruso y los firma con la letra “M”. Sus conclusiones no difieren mucho de las de Carlos Dujovne, si bien los informes fueron redactados por separado. La crítica del BSA sobre su posición en la “cuestión chilena” recae en los dos por igual.

Creemos que se trata de Yakov Marianski, comunista polaco, residente en la URSS en los años veinte donde se desempeñó, al igual que Dujovne, en el Comisariato del Pueblo de Relaciones Exteriores soviético. También a fines de los veinte fue destinado a Profintern, trabajando en Francia, Bélgica y Rumania y llegando en 1930 a América Latina a participar en la constitución del CSLA. Su expediente señala visita a Chile en 1932, así como se constata una fuerte disputa doctrinaria y personal con el entonces secretario del BSA, Guralski. En este caso, la dura crítica del BSA a la postura de los “enviados del CSLA en Chile, camaradas C. y M.” podría ser vista como una página previa de esta disputa. Yakov Marianski murió en Moscú en 1938, víctima del Gran Terror estaliniano.

Se trataría en cualquier caso del primer “asesor” del PCCh enviado por el BSA que no fuera latinoamericano, sino soviético (los comunistas exiliados de los países de Europa del Este que habían sido partes del Imperio Ruso antes de la Revolución bolchevique se sentían y eran considerados plenamente soviéticos en la URSS).

A principios de los años 30, varios de los dirigentes del Buró Sudamericano pasan por Chile en visitas breves: el secretario del BSA, Abram Guralski (“Rústico” o “Juan de Dios”), el encargado juvenil del Buró “Pierre”. Tal vez otros. No tenemos confirmación documental de estas visitas, más allá de las menciones de varios memorialistas o de sus propias referencias posteriores.

Luis Alberto Fierro – “Horacio “

La Internacional Comunista de la Juventud (KIM) también tuvo su referente sudamericano. El Buró Sudamericano del KIM estaba adscrito al Buró regional de la Internacional, si bien tuvo su estructura propia. Varios de los delegados de la Internacional en Chile pertenecían a esta estructura. Si bien “Pierre”, “Alfredo Torres” o “César” pasan brevemente por Chile en algunos momentos, el delegado del KIM que permanece más tiempo en Chile es “Horacio”, el uruguayo Luis Alberto Fierro.

Como hemos visto, la mayoría de los integrantes del Buró Sudamericano “adulto” nació entre 1890 y 1900. Los delegados del Buró KIM son solo algunos años menores, nacidos entre 1901 y 1910. Los primeros, cuando se trata de rioplatenses, son inmigrantes (Codovilla, González Alberdi, los Ghioldi), de familias más bien de clase media, con estudios superiores, aunque no necesariamente universitarios. Los dirigentes del KIM sudamericano (Luis Víctor Sommi – “Alfredo Torres”, Jacobo Casin – “César”, Julio Gada, Luis Alberto Fierro – “Horacio”), si bien vienen de familias inmigrantes, ya son nacidos en América, provienen de familias proletarizadas y se desempeñan ellos mismos como obreros. Ninguno tuvo acceso a la educación superior, muchos no terminaron la enseñanza media. Son autodidactos y su formación está dada plenamente al interior de la organización.

La biografía de “Horacio”, Luis Alberto Fierro, quien permanece en Chile desde 1933 hasta principios de 1935, es bien representativa de este grupo. Cuando lo encontramos por primera vez en Chile en enero de 1933, aun no cumple 27 años. Viene de una familia de inmigrantes italianos instalados en Uruguay, obreros. También se declara “obrero” él, aunque por su oficio de sastre, podría más bien ser catalogado como artesano. Comienza a militar en la Federación de Jóvenes Comunistas de Uruguay a los 16 años en 1922 y al año siguiente ya es miembro de su Comité Central. A los 19 años ya es miembro del PCU y a los 21 es secretario del Comité Central del PCU. A los 22 es enviado a estudiar a la Escuela Internacional “Lenin” a Moscú (1928). Al año siguiente participa en el Congreso de la Liga Antiimperialista en Frankfurt, lo que supone permanencia de cierto tiempo en Europa. De vuelta a Sudamérica, se desempeña entre 1929 y 1935 como “instructor” del Buró Sudamericano del KIM en Argentina, Brasil y Chile. Desde este país viaja al VII Congreso de la Internacional a Moscú, se queda al VI Congreso del KIM en octubre del mismo año 1935 y permanece en el aparato de la Internacional hasta 1937. En Moscú de aquellos años es uno de los principales “expertos” en Chile, elabora informes, recibe a las delegaciones chilenas que llegan, elabora propuestas. Tras su regreso a Uruguay, su pista se pierde.

Sus informes desde Chile contienen amplia información acerca de la coyuntura política nacional, así como de la dinámica sindical, huelguística y de las actividades de las JJ.CC. Al parecer, su propia intervención se centraba en la creación de la estructura orgánica de la federación juvenil. No hay en sus informes sugerencias o imposiciones de línea de parte del delegado a la organización asistida. Más bien el detalle de la articulación de una organización. En sus informes es más bien testigo que rinde cuentas de su trabajo y proporciona información para quienes quieren analizarla, que interventor. Sus referencias a los asistidos son como se acostumbraba algo condescendientes, pero en ningún caso despectivas. Así, al secretario general de la Federación Juvenil Comunista chilena Luis Hernández Parker se refiere como a un “estudiante con facilidad de palabra y de redacción, pero poco profundo en conocimientos… [de la doctrina – OU]”. ¡Como que vislumbrara su futuro periodístico! Las críticas no van más allá de señalar que “absorbe toda la dirección” en sus manos y que necesita crear una dirección colectiva y aprender a delegar funciones. Estilo de recomendaciones que pudiera dar hoy un experto en estrategias organizativas a cualquier dirigente de una institución e incluso empresa.

Ciertos recuerdos nebulosos de los delegados del KIM sudamericano conserva Volodia Teitelboim. Recién llegado a Santiago vivía en la casa de su prima Dora Volosky, casada con Luis Hernández Parker:

“A la casa de Lucho y Dora llegaban en especial los emisarios del KIM, abreviatura de la Internacional Juvenil Comunista. Generalmente se comportaban como buenos muchachos. Sencillos, casi siempre amables, sacaban del bolsillo el catecismo, lo recitaban. El menos despistado era un uruguayo que comprendía que él no era un patrón. Otros se sentían enviados del cielo, portadores de la palabra sacrosanta“38.

Los informes enviados por “Horacio” en los primeros días de 1935 se convierten para la Internacional en la primera fuente directa referida a la postura del PC en torno al levantamiento de Lonquimay de 1934 y de las conclusiones que el PCCh saca de aquellos acontecimientos. Valorando positivamente el despliegue del “trabajo en el campo” del PC chileno, con un tono de cronista que caracteriza sus correspondencias, “Horacio” registra el gran entusiasmo reinante en el PC chileno aun en enero de 1935 respecto de las posibilidades de nuevas insurrecciones campesinas e indígenas, que, como bien suavemente señala, le parecen algo exageradas.

“Delegación” kominterniana en Chile en 1935-1936. Viraje al Frente Popular

Eudocio Ravines en Chile

El nuevo “asesor residente” de la Internacional llega a Chile a principios de 1935. Se trata de Eudocio Ravines, entonces secretario general del PC peruano, “cuadro” profesional kominterniano desde inicios de los años treinta. Ravines estaría en Chile en dos oportunidades por períodos relativamente largos: en 1935-36 y en 1938-40, con un intermedio en la Guerra Civil española, oficinas de NKVD y aparato del Komintern en Moscú en 1937.

Purgado en 1940 del movimiento comunista (circunstancias a las que nos referiremos más adelante), se volcó en los años posteriores a la causa anticomunista con la misma pasión militante con la que antes defendía el comunismo. Sus memorias, publicadas en español bajo el título de “Gran estafa” a principios de los años cincuenta constituyen la única fuente memorialística referida casi en su totalidad a la acción de la Internacional y sus hombres en Chile. No obstante, la reputación de “traidor” del autor ante los ojos de la tradición comunista, junto con las circunstancias de las publicación del libro en el apogeo de la guerra fría y con evidente patrocinio de los servicios propagandísticos norteamericanos, favorecían a la lectura ideologizada de la obra: denuncia de la perversidad del comunismo para unos y pasquín calumnioso para otros. Creemos que la versión completa de las memorias39, con el relato detallado de la infancia y formación del autor y llena de referencias personales a las experiencias vividas en Perú, Francia, Rusia, Chile o España, permite una lectura más compleja, revelando ciertas características de los militantes kominternianos de los 20-30, aportando a la reconstrucción de sus perfiles socioculturales, presentando un caso más bien trágico de un converso apasionado y combativo que termina excomulgado por la iglesia y decepcionado de la fe a las que había decidido dedicar su vida, las que había ayudado a construir y cuyo producto en gran medida ya era al momento de la defenestración.

Si bien el dossier personal de Ravines en los archivos moscovitas nunca fue desclasificado (por su calidad de un anticomunista activo hasta la década de los setenta, su dossier no quedó enterrado en los archivos kominternianos, hoy accesibles, sino que se mantuvo en el archivo corriente del PC soviético, del cual se abrió solo una pequeña parte), las múltiples menciones de su actividad en los documentos kominternianos, así como la confrontación de los hechos narrados por él con otras fuentes hoy disponibles, permiten desmitificar en gran parte esta parte aparentemente más conocida, pero a la vez más mitologizada de las relaciones de la izquierda chilena con la Internacional Comunista.

Quien era, en realidad, Eudocio Ravines, “Jorge Montero” en Chile ¿misterioso emisario del Komintern y “verdadero padre” del Frente Popular chileno para unos40, o pobre exiliado peruano, acogido por el PC chileno “por razones humanitarias” y convertido luego en un “traidor”, “espía alemán”?41.

Era peruano, provenía de una familia con notoriedad política a nivel local, pero empobrecida de la serrana región de Cajamarca, una especie de clase media pobre, educada y provinciana. En su autobiografía destaca su temprana orfandad, eterna vocación por el estudio y la lectura, su temprano oficio de maestro, enseñando a los niños de su propia edad en una remota escuela rural atendida por su madre. La investigadora peruana M. Chocano destaca la ausencia de referencias colectivas, de relaciones horizontales con los pares incluso en las rememoraciones de la infancia lejana de Ravines. También destacaríamos una autoafirmación frente a la adversidad, el ser distinto al resto (podríamos agregar que la diferencia la hace la educación), rechazo a la sumisión del medio, Nietzsche entre los pocos autores leídos nombrados. Según M. Chocano, una reinvención de yo a partir del cambio de piel ideológica (individualismo liberal vs. colectivismo comunista), un contraste consciente con las autobiografías conocidas de líderes de izquierda que resaltan su inserción popular, lo colectivo, en cada etapa de su vida42.

Este enfoque frente a la autobiografía de Ravines que claramente supera las lecturas reduccionistas e ideologizadas nos parece muy interesante (y sugerente para el tratamiento de biografías de personajes políticos contemporáneos). No obstante, creemos que este notorio individualismo que se percibe en el autor no es solo ni tanto un constructor para apoyar su nueva postura ideológica, sino una puerta (que más bien involuntaria o vanidosamente nos deja) para la comprensión del personaje, de las motivaciones de su actuar político. La aspiración individualista de superación, de ascenso, de reconocimiento y autoafirmación pueden ser una motivación perfecta de adhesión a movimientos alternativos que ofrecen espacios para ello, independientemente del carácter de sus ideologías. Siempre y cuando el sujeto no pretende ser un grano de arena anónimo de la estructura alternativa, sino un general. Cuanto mejor que el movimiento sea universalista y el reconocimiento venga desde el mundo ancho y ajeno, donde es más fácil superar las limitaciones de una sociedad cerrada y oligárquica.

De Cajamarca a Lima, los inicios de su biografía incluyen la participación en los movimientos estudiantiles y en la fundación del APRA, deportación del Perú por el gobierno de Leguía y residencia en París de los años veinte. También amistad y diálogo con Haya de la Torre, César Vallejo y Mariátegui. La búsqueda de sentido, de proyecto político y existencial, de una nueva fe, en última instancia, lo lleva a fines de los veinte, en medio de la crisis económica mundial, a Moscú. No tiene aún conocimientos de marxismo, no se trata de una adhesión intelectual, sino de la atracción del símbolo de la Revolución Rusa. “Yo no podía dejar de estar al lado de ellos”, incluso convertido en un anticomunista acérrimo, Ravines recuerda su encuentro con el comunismo con gran emoción. Según las memorias de Ravines, el responsable de su conversión al comunismo sería el escritor francés Henri Barbusse, pero el texto denota su propia necesidad y sed de una fe holística y universal, a la que, como señala el historiador peruano A. Flores Galindo, “desde un principio parece aferrarse con angustia porque de esa creencia depende toda su existencia… Tras años de desorientación, en medio de una sociedad “amodorrada y arcaica”, peregrinando inútilmente por Lima, Buenos Aires y París, pareció al fin encontrar la tierra de los profetas. Todavía más: ese tren que lo transporta a Moscú le abre la posibilidad de ser uno de ellos“43.

A diferencia de Mariátegui, quien se acerca al comunismo en cuanto idea intelectual o imagen romántica de una revolución lejana, Ravines se encanta a la vez con la Internacional, y no solo como proyecto, sino como un poderoso mecanismo político, una especie de nuevo demiurgo, capaz de transformar la tierra.

A su vez, los funcionarios latinoamericanistas de la Internacional, ven en Ravines al tipo de persona que buscan: culto, inteligente, capaz, más político que intelectual, un converso ferviente dispuesto a aceptar las normas de su nueva iglesia. El Lender-Secretariado latinoamericano buscaba tanto hacer llegar al comunismo a los líderes de las corrientes “antiimperialistas” latinoamericanas, como promover la creación de los PC donde no lo había (o donde la Internacional no los veía). Ravines, líder aprista convertido en comunista, quien en nombre del Komintern y de acuerdo a sus pautas y su verbo, completaría la labor de fundar un PC en el Perú, iniciada por Mariátegui, podría ser considerado un gran acierto y una gran adquisición del Lender-Secretariado. Mutuamente se perciben hablando un lenguaje común.

Al parecer, Ravines sería el primer sudamericano “criollo” que llega a esos niveles de compenetración con las lógicas y lenguajes internos, privados, de la Internacional. Otros que ya lo han logrado, provienen del mundo inmigrante rioplatense, mientras que un Recabarren o un Penelón nunca rompen esa barrera (tal vez, por interés implícito mutuo). Para Ravines, años después, esto tendrá su costo: sería el único comunista sudamericano no inmigrante que conocerá en Moscú de 1937 los sótanos de Lubianka.

Pero mientras tanto, en 1930 nada augura tal futuro. Ravines con las credenciales de la Internacional vuelve al Perú para fundar, tras la muerte del Mariáte-gui, el Partido Comunista de ese país. En medio de la crisis económica mundial, tras la caída del gobierno de Leguía y motivado por las estrategias insurreccionales kominternianas del “tercer período”, Ravines intenta vincular el incipiente PC con los estallidos sociales en el mundo minero peruano. Con la entronización del gobierno de Sánchez Cerro, esto le valdría en 1933 prisión, torturas y pena de muerte. Para el movimiento comunista latinoamericano se convierte en figura heroica indiscutible. Su rescate de la cárcel se convierte en la operación única de este tipo organizada por la Internacional en América del sur. Tras una breve recuperación en Moscú, Ravines vuelve a la región en calidad del integrante del Buró Sudamericano.

Las páginas de sus memorias dedicadas a esa instancia kominterniana reflejan el orgullo mesiánico de quienes creían y se sentían haciendo la historia del continente y del mundo. Ni siquiera el trauma de la expulsión ni la nueva fe anticomunista logran minimizar este sentimiento de llevar las riendas de la historia. Las memorias no hacen mayor referencia a la línea política de la Internacional de la época. Al parecer, Ravines se sentía plenamente identificado con su sectarismo heroico. No obstante, a Chile llega a imponer el viraje hacia un nuevo curso kominterniano, el de alianzas con los rivales y competidores de ayer, el curso del Frente Popular.

La llegada de Ravines a Chile en calidad del “instructor del Komintern” se produce entre febrero-marzo de 1935, en los momentos en que el secretario general del comunismo chileno, Carlos Contreras Labarca, se encontraba en Moscú, esperando el inicio del postergado VII Congreso de la Internacional y sosteniendo reuniones continuas con los funcionarios del Secretariado de Van Min, encargado entonces de América Latina.

Los informes enviados desde Chile en enero de aquel año por “Horacio”, delegado del KIM sudamericano, así como las primeras presentaciones de Carlos Contreras en Moscú en marzo, demuestran que el PC chileno y sus asesores aún se encontraban en sintonía con la línea insurreccional del “tercer período”, esperando nuevas insurrecciones campesinas en las que se aplicarían las “lecciones” de Ranquil.

Mientras tanto, la Internacional a partir de mediados de 1934 había propiciado un cambio de rumbo, inicialmente en sus partidos europeos, postergando las expectativas revolucionarias inmediatas, señalando al fascismo (se pensaba en primer lugar en el nazismo alemán, así como en sus seguidores y análogos) como la amenaza principal y estimulando las alianzas amplias con los tan vilipendiados socialdemócratas, así como con diversas fuerzas de centro-izquierda con el fin de impedir la llegada de los aliados de Hitler al poder en toda Europa. Como las demás estrategias de la Internacional, esta fue ideada pensando en regiones claves para ella, en este caso Europa.

Si bien América Latina era considerada parte de los países “semicoloniales”, por lo que el fascismo en cuanto “expresión más reaccionaria del capitalismo monopolista” aún no podía surgir allí, la estrategia de los frentes populares se unlversaliza y en 1935 llega a la región.

No hay indicio alguno que Chile hubiese sido un país especialmente elegido para aplicar esta estrategia en América Latina. El discurso iba por igual para todos. Fueron las particularidades de la evolución y de la cultura política chilena, incluyendo la tradición del propio PC, las que hacen posible su implementación en Chile.

La idea de la necesidad de una dirección externa del PC chileno por parte de un “instructor” o incluso de un equipo instructor kominterniano, iba madurando en la Internacional desde los años 1932-1933. Se basaba en la apreciación difundida por el Buró Sudameriano en el sentido de que las excelentes posibilidades revolucionarias en Chile en 1931-32 no culminaron con revolución por culpa del “factor subjetivo”, falta de preparación y criterio del PC local. Hasta el 1933 se repiten en los documentos del Buró Sudamericano las referencias a las persistencias del “re-cabarrenismo” en el PC chileno, entendido como “desviaciones reformistas” y en definitiva de la no correspondencia de la cultura del PC chileno con el espíritu y letra de la estrategia del “tercer período”.

Paradójicamente, cuando la idea del envío de un “instructor” a Chile se materializa, no existe ya el Buró Sudamericano y el instructor viene a implementar una política bastante acorde a aquello que se le incriminaba al PC chileno en los años previos.

La llegada de Eudocio Ravines a Chile está relacionada directamente con el viraje del PC chileno hacia la política del Frente Popular. No obstante, este giro hacia una apertura política fue implementado con los métodos duros y rígidos propios de la época estaliniana. Pero esta fue la contradicción vital de la política frentepopulista del comunismo a nivel mundial. La era de los Frentes Populares, de la mayor apertura del movimiento comunista internacional hacia las sociedades donde operaba, de la más fuerte apelación a las raíces comunes ilustradas del comunismo y de las corrientes del pensamiento progresista occidental en sus múltiples variantes, de la mayor popularidad del comunismo entre la intelectualidad occidental que ve en él la única fuerza capaz de parar a Hitler, esta era coincide con los años más negros y atroces del terror estaliniano al interior de la Unión Soviética. Hasta este fin del mundo esta contradicción llegará solo en forma de últimos y mínimos coletazos.

Tanto las memorias publicadas, como los documentos reservados de la Internacional reflejan el malestar generalizado en el PC chileno con los métodos a través de los cuales Ravines implementaba la nueva línea.

“En las primeras reuniones Ravines redujo a escombros la obra de los comunistas chilenos: después la barrió con el cuerpo mismo de los compañeros. Según él, el infantilismo político y las torpezas de esos seudorrevolucionarios, que enarbo-lando la bandera exclusivista de la clase proletaria habían llevado al Partido Comunista chileno al aislamiento y a los partidos burgueses de izquierda a la derrota o a los brazos derechistas, eran errores de exclusiva responsabilidad de los dirigentes nacionales; la línea equivocada se debía al sectarismo”, recuerda Marta Vergara, una de las más destacadas figuras del mundo artístico e intelectual en el PC de entonces.

Es notorio que el “sectarismo” del PC chileno que le incrimina Ravines, había sido en gran medida inculcado por el propio Buró Sudamericano, de cuyas estructuras el mismo Ravines formaba parte. Llama a su vez la atención que, al parecer, la lección fue tan bien aprendida, que nadie en el comunismo chileno esgrime este argumento frente al instructor kominterniano.

La confusión entre la militancia debe haber sido aun mayor, pues la oposición a la nueva línea surge también al interior de la propia delegación kominterniana en Chile. Así, el delegado de Profintern, el venezolano Martínez, no solo resiste a los esfuerzos de Ravines por promover la fusión de la debilitada FOCh con la antes muy criticada por los comunistas… central sindical legal, sino que entre julio y agosto de 1935 escribe largas cartas a Moscú, con una descripción detallada y confusa de sus peleas con Ravines, solicitando primer intervención de la Internacional y terminando con una solicitud de traslado propio44.

“Desde que llegué a esta he hecho todo lo posible para trabajar lo más estrechamente con el c. Jorge, y he hecho grandes esfuerzos para que las diferencias que han surgido en el trabajo fueran superadas por un serio trabajo colectivo, sin que ustedes tuvieran que intervenir. Pero un incidente sucedido el miércoles pasado, me obliga a plantearles algunas cuestiones, que en mi opinión necesitan su intervención”.

Más adelante analizaremos el contenido de estas diferencias, limitándonos por ahora a la apreciación del lenguaje y del peso de los aspectos personales en el debate.

En su libro, años después, Ravines daría una característica muy negativa a Martínez, presentándolo como un aparatchik inescrupuloso, que habría hecho una carrera en la Internacional en la representación de los sindicatos venezolanos inexistentes (en su momento estuvo vinculado a una organización de trabajadores de esa nación en Nueva York), lo acusa de intrigar en contra de Julio Antonio Mella y de ser culpable indirecto de su muerte, al impedir su salida oportuna de México donde corría peligro.

No sabemos si estas duras palabras son respuesta a desavenencias personales que se perciben en el intercambio epistolar desde Chile, pero la única carta de Ravines desde Chile de aquellos días conservada en el archivo, demuestra claramente su superioridad intelectual y de dominio de la palabra escrita en comparación con su contrincante, así como permite percibir su actitud orgullosa y mesiáni-ca a la vez respecto de su propia obra45.

“A Chile llegó Ravines de azotador de comunistas. Nada contenido. Se le iba la mano más de la cuenta y a veces daba el latigazo sobre un cuerpo equivocado. Sin embargo, no podía decir si gozaba al cumplir esta tarea, porque no lo demostraba. Además, su neurosis y su tiranía se nos disminuían ante los aspectos positivos de su personalidad. Siempre me pareció más estimulante que devastador”, recuerda Marta Vergara46.

Si para Marta Vergara, para su esposo y principal vocero del PC en aquellos años, Marcos Chamúdez y otros que asumen posturas más activas y visibles en el PC chileno en los momentos de la articulación del Frente Popular, tanto la línea aperturista que aplicaba Ravines como su esfuerzo y talento para aplicarla, pesan más que su mal genio y dificultades para relacionarse con las personas, para la dirección del PC chileno que trabaja bajo sus órdenes en ausencia del secretario general quien permanece en Moscú, la relación entre estos dos factores es inversa.

Así, en octubre de 1935 llega a Moscú una delegación de las JJ.CC. chilenas a participar en el VI Congreso de la Internacional Comunista de la Juventud. Forman parte de la delegación el secretario general de las Juventudes Comunistas, Luis Hernández Parker, “Sanfuentes” en Moscú y un tal “Ruiz”, cuyo nombre no hemos podido establecer.

En su primer informe, situando la llegada de Ravines a Santiago “después de la tercera conferencia latinoamericana” (es decir principios de 1935), “Sanfuentes” hace un discurso “autocrítico” de la situación interna del PC en ese momento: “La política sectaria nos llevó a perder influencia en una serie de sectores, originó el descontento de las bases”. En esta “autocrítica” se siente la asimilación del nuevo discurso kominterniano, en una clara diferencia con el discurso con el cual arriba algunos meses antes a Moscú Carlos Contreras Labarca. El cambio de curso, por lo tanto, ocurrió en los meses recientes y “Sanfuentes” lo confirma: “En febrero llegó la delegación (kominterniana – OU) que planteó la cuestión de cambios tácticos“47. (Dicho sea de paso, todos los cambios de línea en la Internacional se interpretaban como “cambios tácticos”, suponiendo que “La” estrategia, la de revolución mundial, quedaba incólume.)

A diferencia del propio Ravines en sus memorias y del mencionado fragmento de Marta Vergara quienes registran resistencias en la militancia comunista chilena “bolchevizada” a la nueva línea, “Sanfuentes” destaca una apreciación positiva de ella: “ Tengo la impresión que estos cambios de táctica fueron recibidos por las bases del partido con mucho entusiasmo”.

La perplejidad era producida por el estilo del discurso kominterniano, aplicado por Ravines y su gente. Como la Internacional no podía equivocarse, los cambios de rumbo no implicaban críticas al rumbo anterior, solo a las aplicaciones de este. A la dirección comunista chilena le toca vivir tal cambio por primera vez y la falta de lógica del procedimiento los confunde. Así los señala “Sanfuentes”:

“Por ejemplo, hablando de los cambios tácticos, Ravines declara: cambió la situación internacional, cambió la situación de Chile. Por ellos nos vemos obligados introducir estos cambios tácticos. Sin embargo, señala a la vez, que la línea de la Conferencia de nuestro partido es correcta, sin notar la diferencia entre las decisiones de la Conferencia del Partido chileno y los acuerdos de la 3a Conferencia de los partidos comunistas de América Latina. Así fue la situación durante el cambio de táctica. Repito, estos cambios fueron acogidos con entusiasmo, pero se producían vacilaciones por las contradicciones entre los nuevos planteamientos y los viejos planteamientos que no fueron criticados por la Delegación y se consideraban correctos“48.

Aquí está el núcleo de la confusión que el discurso de Ravines había producido en la dirigencia comunista chilena. En el lenguaje público kominterniano que el emisario, “cuadro” experimentado manejaba a la perfección, jamás se reconocían errores de las líneas políticas previas y ya abandonadas. La Internacional, como cualquier Gran Iglesia, no podía haberse equivocado. Máximo, se aludía, como lo hace Ravines en Chile, al cambio de las “condiciones objetivas” o de la “situación internacional”. Los comunistas chilenos aún no aprendían este lenguaje y, desde una lógica del sentido común, planteaban la incompatibilidad de la línea que el Buró Sudamericano les terminó de imponer en la Conferencia Nacional del PCCh del 1933 y la que traía ahora la “delegación” del Komintern. Una apuntaba a la toma del poder tipo bolchevique vía paro general combinado con levantamiento de otros sectores, otra planteaba la necesidad de una alianza política para llevar a un gobierno “reformista” al poder. Una veía en los socialistas y otros grupos de izquierda a peores enemigos que deberían ser combatidos, otra proponía una alianza con ellos. Una exigía cuidar la pureza ideológica y actuar solos en los sindicatos, otra proponía buscar la unidad sindical con los vilipendiados de ayer. Una condenaba a Recabarren y “recabarrenismo”, otra no solo reivindicaba sus prácticas políticas, sino promovía consignas de nacionalismo político y económico, impensables durante el “tercer periodo”.

En la práctica, el viraje, impuesto por la “delegación” de la Internacional a principios de 1935 suponía dejar de lado gran parte de lo interiorizado a partir de la Conferencia de 1933. No obstante, la misma delegación de la Internacional insistía en apelar a esa conferencia y dejarla en la historia del PCCh como hito fundacional (propuesta que finalmente se instaló en la historia oficial del comunismo chileno).

Con toda la carga vuelve “Sanfuentes” al tema Ravines en su siguiente exposición ante el Secretariado kominterniano, en una reunión presidida ya no por el secretario Van Min, sino por el funcionario a cargo, Kuchumov: “Ahora quiero pasar a algunas cuestiones de la vida interna de nuestro partido que considero muy importantes. Ya he dicho que a raíz del cambio de táctica del partido surgió un nuevo entusiasmo, se integraron al trabajo nuevos compañeros, utilizando la colaboración de una serie de intelectuales para la revista, en la prensa, etc. La seriedad de la situación está en la dirección actual de nuestro partido. Antes de la llegada del c. Ravines, la dirección trataba de tomar la iniciativa. Pero con la llegada del c. Ravines la situación cambió mucho. La actuación del c. Ravines tiene muchas cosas positivas. Fue él quien planteó el cambio de táctica en el trabajo de masas. Pero no mostró mucho interés en lo referente al trabajo al interior del partido, en lo de fortalecer la autoridad de la dirección de nuestro partido. Al contrario, el c. Ravines sustituyó a la dirección del partido, interviene solo en todos los frentes de trabajo del partido. Una vez nuestra fracción en el movimiento antibélico, no quiso discutir determinadas cuestiones con el compañero que es ahora el segundo del secretario general del partido ya que no estuvo Ravines“49.

Las antipatías personales acumuladas se dejan ver en el discurso, en un principio muy políticamente correcto de “Sanfuentes”: “Hubo compañeros que jugaron un rol muy importante en la dirección del partido, como por ejemplo Dick, del que ya había hablado… Actualmente este compañero está a punto de dejar la dirección del partido ya que dejó de jugar rol dirigente en el partido. El secretario del partido tampoco hace nada, solamente hace las veces de informante de Ravines sobre lo que pasa en los comités provinciales”.

La acusación de “Sanfuentes” sitúa a Contreras Labarca entre las potenciales víctimas y por lo tanto adversarios de Ravines: “En las conversaciones privadas (Ravines) decía también que en el momento del cambio de táctica, Bórquez no debe estar en Chile ya que fue un estorbo para el cambio de táctica del partido. En general tiene una mala opinión de la dirección del partido y de la voluntad de nuestro partido y de su actividad”.

El grado de intervención en los asuntos internos del PC chileno por parte de los emisarios kominternianos anteriores, en ciertos momentos, como hemos visto, no fue menor. De hecho, se atribuyen la redacción de los documentos claves de los congresos partidistas y la supervisión de la prensa y todo material publicado en nombre del partido. Da la impresión que más la forma del trato de Ravines, su falta de decoro, que el contenido de su intervención, provocan bronca en el PC chileno: “Criticaba de una manera poco cortés, grosera, a la Dirección del Partido, calificándola de una dirección indigna y hasta de impostores. Esta fue la causa por la que el actual secretario del partido enviara una carta donde pide la renuncia. Llegó a tal punto que todo el CC del partido renunció demostrativamente”.

“Sanfuentes” se refiere a la situación que ya conocemos a través de las memorias de Marta Vergara: “Ravines tiene muy malos métodos de trabajo con los cuadros del partido, en lo del trabajo con la gente. Por ejemplo, Ravines empezó la lucha con los intelectuales que son miembros del partido y participan en los órganos dirigentes del partido, tales por ejemplo, como el compañero Chamúdez y otros que juegan un papel importante. Trata a estas personas tan groseramente que no quieren seguir trabajando. Una vez los alumnos de los cursos se pusieron de acuerdo y no llegaron a clases ya que Ravines los retaba cuando no entendían algún tema. En general Ravines los trataba groseramente“50.

Si bien los mencionados “intelectuales” se habrían convertido ya en el equipo de trabajo más cercano a Ravines en la implementación de la línea frentepopulista. perdonándole, como lo describía Marta Vergara, los malos tratos iniciales, la postura de la mayoría de la dirección expresada por “Sanfuentes” es otra. Reclaman a la Internacional la retirada de Ravines de Chile:

“… insisto que si Ravines sigue trabajando en nuestro partido, va a estorbar en muchas cosas el trabajo de Bórquez, al volver este último al país, porque ya creó una muy mala reputación al compañero Bórquez en el país. Ravines impide el desarrollo de los cuadros, introduciendo métodos destinados a hacer trabajar a los compañeros a la fuerza y no según su propia voluntad. No existen relaciones amistosas, todo es como forzado. Existe una gran enemistad entre los compañeros dirigentes del partido. Si Komintern considera que Ravines debe seguir en Chile, es necesario mandar a un compañero que pudiera trabajar en lo de los cuadros y la organización. Creo personalmente que hay que retirarlo de Chile”.

Si bien “Sanfuentes” plantea el tema de la salida de Ravines de Chile como “opinión personal”, estamos frente a un giro inédito en las relaciones entre el PC chileno y la Internacional. “Sanfuentes” no solo demuestra una gran capacidad de adaptación al lenguaje en curso, sino que habla con mucha autoridad, planteándose de igual a igual, frente a los tradicionalmente mitificados y venerados por los comunistas chilenos, funcionarios de la Internacional. En este sentido, su postura y tono son más autosuficientes que los demostrados en el transcurso del mismo año por Carlos Contreras Labarca.

Kuchumov no responde directamente a las acusaciones de “Sanfuentes”, tirándole no obstante en ese momento un par de preguntas, en torno a las cuales el delegado chileno debe reconocer tanto cierta “promoción de cuadros” de base realizada por Ravines en Chile, como las situaciones de “corrupción moral” entre algunos de los antiguos dirigentes. Demuestra que tiene sus fuentes de información y tal vez (a lo mejor en parte por solidaridad corporativa) comparte en algún grado la visión crítica de Ravines respecto de la dirigencia comunista chilena “¿A lo mejor Ravines tiene razón si dice que ustedes no son aptos para la dirección ya que no pueden limpiar el partido de tales elementos?“51.

Las acusaciones formuladas por los dirigentes chilenos en Moscú en octubre de 1935 no repercuten en forma inmediata en la carrera política de Ravines. Al parecer, los éxitos de la línea frentepopulista en Chile, las estructuras latinoamericanis-tas de la Internacional estarían dispuestas de atribuirle en gran medida a su trabajo. Sus métodos y su estilo son los métodos y estilo de los aparatos soviético y kominterniano de la época.

Dos semanas más tarde, tal vez después de algunas conversaciones privadas con los funcionarios kominternianos, en una sesión en presencia de Van Min, “San-fuentes” echa pie atrás, tanto porque, al parecer, la dureza de sus acusaciones no provocó una respuesta esperada, como para no aparecer contrario a la línea komin-terniana que el emisario de la Internacional estaba aplicando en Chile:

“Quiero plantear el tema del compañero Ravines. Aquí criticamos mucho una serie de acciones de Ravines. Señalamos que sus métodos de trabajo son malos. Pero en lo que respecta a la aplicación de los acuerdos de la III conferencia y la elaboración de una nueva táctica del PC de Chile, es evidente que todos los méritos que tiene en los últimos meses el PC de Chile hay que atribuírselos al compañero Ravines. Lo digo para aclarar que no criticamos su línea táctica, sino sus métodos de trabajo“52.

Las descargas de sus propios compañeros la Delegación del Komintern en Chile, ni las de los dirigentes chilenos en Moscú, no producen ninguna resolución oficial de la Internacional respecto de Ravines, tampoco su retiro inmediato de Chile. No obstante, aunque no tenemos acceso al dossier personal de Ravines en la Internacional, es fácil suponer que en este caso, como en otros plenamente documentados, esta información fue debidamente archivada.

Ravines no fue retirado de Chile antes de la llegada de Carlos Contreras Labar-ca. En febrero del año 1936, ambos escriben por separado y sin mencionar al otro, sus cartas al CE de la Internacional informando sobre los avances del Frente Popular (aunque las dos cartas son enviadas por el mismo conducto). “Montero escribirá por su parte”, termina su misiva Carlos Contreras53.

En abril de 1936 registramos otra carta de Ravines desde Santiago. Escrita en clave y firmada “Chino” se refiere a los sentimientos de los comunistas latinoamericanos después de la derrota de la insurrección en Brasil y prisión de Prestes, a la llegada de algunos náufragos de esta a Chile, a su situación económica, a la represión en Chile en contra de los comunistas tras el paro ferroviario de inicios de aquel año, a la situación de su “terruño”, Perú, y también, por supuesto al avance de su misión en Chile:

“Además, yo quisiera también hablar del negocio aquí: sus realizaciones óptimas, sus perspectivas, la inmensa envergadura que toma o viene tomando y, al propio tiempo, las malas operaciones que nos pueden llevar a la quiebra, ya sea por culpa mía o por culpa de los socios que, llenos de desconfianzas, de temores y hasta de mala fe, entran en el negocio más de fuerza que de gana. A ratos creo hermano sinceramente, que el único que está en sociedad con toda lealtad soy yo. De todos modos, la sociedad tiene que hacerse, se hará cueste lo que cueste, a pesar de todas las dificultades, tinterilladas y porquerías. Esto lo constato yo y lo saben ellos, por mucho que refunfuñen, reculen, aplacen y traten de hacer escamoteos. Ahora vamos a ver como va en el primer negocio emprendido: yo no creo que obtengamos una ganancia de ciento por ciento, como piensa alguno; pero, mismo perdiendo en un lado, ganamos en otro“54.

Mientras tanto, el trabajo de Ravines es evaluado en Moscú en un informe sobre la política de cuadros preparado por Marcucci, dirigente comunista italiano, quien según Ravines formó parte de la “delegación” en 1935. Ahora, como funcionario del Secretariado Latinoamericano en Moscú Marcucci pasa revista a los “cuadros” de los partidos en la región. El documento elaborado en el Secretariado Latinoamericano, se conservó en el archivo de Dimitrov.

En uno de los puntos del largo acápite dedicado a Chile, Marcucci señala:

“En Chile desde hace mucho trabaja el compañero Montero (dirigente del partido peruano) en calidad del instructor del Buró Sudamericano de la IC. Aunque se trata de un compañero inteligente y capaz, sus métodos de trabajo y su carácter son muy malos y merecen reproche. El sustituye prácticamente a la dirección del partido y dirige con los métodos de mando. Trata muy mal a los cuadros obreros en la dirección del partido calificándolos en las reuniones de “tontos”, “mentirosos”, “flojos”, etc. El solo decidía sobre el trabajo de los compañeros de la dirección. Como ya señalé, mandó a una provincia lejana a un secretario del partido. El es el único quien nos escribe y nos informa sobre los problemas del partido y la vida política del país, y no lo hace en forma colectiva en nombre de la dirección. Ya se le escribió en el sentido de que no se entrometiera más en los asuntos de la dirección del partido chileno, pero unos días atrás hemos recibido una carta de la que se ve que él sigue actuando de la misma manera. El ayuda al partido en plantear de manera partidista ciertos problemas políticos, pero provoca un gran descontento con los malos métodos de trabajo. Los compañeros chilenos, delegados del VII Congreso, plantearon esta cuestión ante la IC“55.

Como podemos ver, Marcucci comparte y transcribe casi textualmente la opinión vertida por los chilenos que visitaron Moscú en 1935. Llama la atención también la precisión del cargo de Ravines, en cuanto instructor “Buró Sudamericano”, evidenciando de esta manera la instancia kominterniana que lo había destinado a Chile. No se trató por lo tanto de la misión de las estructuras centrales de la Internacional, como él mismo la presenta en sus memorias, y se explica mejor el comentario manuscrito en ruso al borde de la transcripción de aquella reunión en 1935 en Moscú, donde los comunistas chilenos expresaron sus quejas: “¿Quién es Ravines?” Confirma a la vez el grado de autonomía en sus nombramientos de emisarios que tuvo el Buró Sudamericano y el grado de autoridad frente a los partidos que estos emisarios llegaban a tener.

Después de estas críticas a “malos métodos de trabajo” de Ravines en Chile, la única propuesta que formula Marcucci al respecto, reza: “Verificar una vez más si se ha cumplido la resolución de que el compañero Montero no se inmiscuyera en los asuntos de la dirección del partido otorgándole más facultades e iniciativa”. Recomendación, difícil de cumplir a tanta distancia. Al parecer, los pecados de Ravines, si bien registrados, no eran considerados demasiado graves.

La partida de Ravines desde Chile ocurrirá en la segunda mitad de 1936, una vez iniciada la Guerra Civil en España. Para ese entonces, la totalidad de los integrantes de la delegación de la Internacional en Chile que él había presidido habría abandonado el país.

Cabe recordar que Ravines no es el único enviado de la Internacional en Chile en 1935-1936. Según sus propias memorias, formaban parte del equipo:

“Federico Glaufbauf, el checo, profesor de la Academia Leninista; Manuel Cazón, nombre y pasaporte falsos, tras el cual se ocultaba el alemán comunista hijo de un catedrático nazi de la universidad de Bonn. Ricardo Martínez, el venezolano, hombre de “Profin-tern” y auxiliar de organización sindical. El ruso Kazanov, con su español impecable, documentos a nombre de Casanova, ocultó de todas las miradas con excepción de las nuestras. Y Marcucci, el italiano dirigente de la juventud, mentalidad poderosa y verdadero comisario político de la delegación“56.

Algunos de los nombrados son fácilmente ubicables a partir de los documentos de archivo y memorias, con la identificación de otros hay más problemas.

Fritz Glaufbauf

Fritz (“Federico”) Glaufbauf se encontraba en Chile bajo su nombre verdadero. Nacido en Viena en 1901, en una familia judía ilustrada, fue junto con su hermano gemelo Hans, uno de los fundadores del PC austríaco en sus años de estudiante universitario. Exiliado desde 1924 en la URSS trabajó en distintas instancias de la Internacional. En 1929 partió junto a su esposa soviética y la pequeña hija de ambos a Uruguay. Al parecer, es el único caso de un emisario de la Internacional que llega a América Latina directamente desde Moscú bajo su nombre verdadero y con familia que tiene pasaportes soviéticos. Glaufbauf organiza “escuelas de cuadros” de los PC sudamericanos, comenzando por Uruguay. En 1933 su familia regresa a Moscú, mientras que Fritz Glaufbauf pasa a ocuparse de las “escuelas” partidistas, primero en Argentina y luego en Chile. Formalmente viajaba como un estudioso austríaco, investigando la realidad latinoamericana, combinando en la práctica sus investigaciones con las actividades de formación de militantes.

En 1935 fue arrestado en Chile. Marta Vergara recuerda esos días de la semi-clandestinidad de PC chileno y la imagen entre la militancia: “Nos daban soga y a continuación nos hacían comprender que la felicidad no es de este mundo. En una ocasión cogieron a un delegado extranjero, Federico Glaufbauf. Se trataba de un hombre muy fino, de manera suaves; tal vez creyeron que lograrían dominarlo. Pero su blandura era solo aparente. Lo torturaron… le vi los ojos negros y la boca rota. Lo visité en la cárcel; no había perdido su entereza. Siempre gentil, parecía estar en un salón…“57.

Volodia Teitelboim también recuerda ese momento. Visitó a Glaufbauf en la cárcel junto con el abogado Jorge Jiles. Fue el primer emisario de la Internacional que conocía: “Por primera vez me encontraba con uno de estos personajes entre legendarios y misteriosos… Lo observé con curiosidad y una pizca de admiración“58. Recordada 60 años después, esa breve conversación con el delegado habría evocado en el joven militante con pretensiones de poeta, imágenes de Viena de Mahler y Stefan Zweig, imágenes de Praga de Kafka59.

El periódico comunista Frente Único abre su número correspondiente a la primera semana de septiembre de 1935 con el titular “El catedrático vienes Federico Glaufbauf horriblemente torturado por Investigaciones”. La información detalla que “la semana pasada… fue detenido un grupo de estudiantes de una Escuela de Estudios Sociales”. El PC a través de su medio desmiente y ridiculiza la acusación policial de que se trataba de un “Congreso Comunista Internacional” en Chile, destaca la calidad de “profesor vienes, ex catedrático de la Universidad de Viena” de Glaufbauf y el carácter “académico” del grupo en el que participaban “jóvenes obreros y estudiantes“60. Se reivindica implícitamente la legalidad de la actividad desarrollada por Glaufbauf, junto con cierta aureola de “saberes modernos venidos de Europa”, el derecho de existir de grupos y círculos donde se estudia el marxismo, así como se refuerza el interés de los sectores ilustrados chilenos hacia ese tipo de informaciones.

Glaufbauf fue liberado en un par de meses. Para la opinión pública progresista fue un caso vergonzoso de brutalidad policial que demandaba una investigación. En menos de un año, ya no el militante Frente Único, sino el flamante y masivo vespertino Frente Popular informa que los policías culpables del maltrato al “profesor vienes” fueron separados de la institución.

Glaufbauf regresa a Moscú para partir pronto a crear una escuela de cuadros del PC francés a París. Si bien su arresto y liberación en Chile podría haber sido interpretado en su contra en el ambiente enrarecido del aparato kominterniano en Moscú de 1936-1937, felizmente logra sobrevivir. Según el testimonio de su hija, Irina Joroshaeva, fue el propio Manuilski quien apuró su salida para Francia, mencionándole en una conversación privada que “el clima de Moscú ahora le hacía mal“61.

Su paso por Chile quedó registrado en correspondencia de la Delegación de la Internacional, así como pertenece a su trabajo el único fichero existente en el Komintern de los “cuadros chilenos” que junto con los nombres de los líderes conocidos del PCCh incluye nombres y datos biográficos de militantes anónimos, alumnos de la escuela de cuadros en Santiago.

En los años de la Segunda Guerra Mundial, Fritz Glaufbauf reside en la URSS, dirigiendo la agencia telegráfica de la Internacional, SUPRESS y la radio de Komintern. Sus documentos de residencia en la URSS de aquellos años lo presentan como “corresponsal del periódico El Siglo de Chile”. Su hermano Hans, militante clandestino en los partidos comunistas de Alemania y Austria desde los años veinte, participa en la resistencia en Francia, es capturado por los nazis en 1943 y ejecutado en la cárcel berlinesa de Moabit en 1944. Su padre muere en los crematorios de Auschwitz. Terminada la guerra, Fritz Glaufbauf regresa a Austria, donde junto a una nueva familia mantiene hasta el fin de sus días una vida de bajo perfil, si bien siempre vinculada al PC austríaco.

Pero volvamos a Chile de 1935. En ese entonces, con el Frente Popular en formación y un PC legitimado en la sociedad a partir de esa idea, el estudio del marxismo y comunismo se vuelve de gran popularidad en los sectores cultos de la sociedad chilena. Su vinculación con los éxitos económicos de la URSS, su discurso inclaudicable antifascista, su imagen de lo moderno y lo internacional, junto con la curiosidad por lo que se percibe como una fuerza política emergente y por su alianza con el radicalismo, tal vez no tan peligrosa.

Según Ravines, este acercamiento a los sectores medios ilustrados chilenos y la divulgación entre ellos de las ideas comunistas “resultó más fácil” que el viraje de la dirección comunista hacia el nuevo rumbo.

“Los unos querían conocer las esencias del marxismo, cuya crítica contra la explotación humana les seducía; los otros, deseaban saber lo que pasaba en Rusia; la forma en que se construía el socialismo, el porqué de las purgas; no faltaban quienes venían por curiosidad teórica y con inquietudes filosóficas. Todos deslumhrados por el fulgor de la revolución“62.

“Eran los más numerosos los que deseaban conocer en su fundamento la doctrina comunista, iniciarse en la nueva ideología y conocerla en su esencia. Hombres y mujeres de vasta cultura y de excelente situación social, que habían viajado por Europa frecuentando universidades y centros científicos, comenzaron a llegar a los círculos restringidos en los que se desarrollaban las conferencias y se dictaban cursos. Todo acontecimiento mundial de cierta importancia, lo mismo que los sucesos nacionales, eran interpretados en aquellos círculos, dando siempre una perspectiva favorable al proceso revolucionario y presentando a la creciente audiencia, el peligro mortal del fascismo”.
“Los círculos se multiplicaban y funcionaban en los sectores más elegantes de la ciudad; las lecciones eran dictadas en las casas que eran palacetes y teniendo a veces a la puerta una veintena de coches de lujo. No se pasaba una semana sin que nuestro balance no arrojase la conquista de nuevas y más firmes posiciones“63.

Si bien en estas líneas puede haber cierta exageración, la tendencia parece bien captada. La sociedad chilena de los treinta resulta bastante receptiva a las ideas del socialismo y comunismo. Si bien el fascismo no se percibía en Sudamérica como una amenaza real y latente como en Europa, el impacto de la Gran Depresión, cierta pérdida de la identidad colectiva con el cierre de la época de bonanza exportadora, búsqueda de nuevos referentes por parte de la cada vez más presente clase media, tiene que ver mucho con el fenómeno descrito más arriba. También, creemos, la forma de percibir el mundo exterior y relacionarse con él.

A diferencia de los períodos anteriores, cuando los emisarios de la Internacional no se relacionaban en el país con otras personas que no sean militantes comunistas y por lo tanto, pasaban por el país imperceptibles para el conjunto de la sociedad, sin influir en la política chilena más que a través de asesorías a los líderes comunistas chilenos, la Delegación kominterniana encabezada por Ravines en 1935-1936 es mucho más visible. No solo interactúa con los militantes comunistas chilenos, sino en nombre del partido, con otras fuerzas políticas, y en calidad de divulgadores de ideas comunistas, con amplios sectores de la sociedad chilena que muestra curiosidad por el tema.

Este cambio de estilo tiene que ver, creemos, tanto con las personalidades de los “delegados”, en primer lugar, del propio Ravines, como con las políticas frente-populistas que suponían salir del estado de secta, insertarse de múltiples formas en la sociedad. La Delegación kominterniana daba el ejemplo, a la vez que, al parecer, tenía más chance de tener éxito. En la medida que el ambiente frentepopulista se arraigaba en la sociedad chilena, ser “delegado” de la Internacional se convertía en una especie de atractivo. Esto a pesar de, y en particular después del triste episodio vivido por Fritz Glaufbauf. Pero a la vez explica el castigo a sus represores.

Jan Jolles – “Manuel Cazón”

Otro “delegado”, cuyo paso por Chile queda en el recuerdo no solo de la militancia comunista, fue conocido en el país como Manuel Cazón. Según recuerda Volodia Teitelboim, era “un joven alemán antifascista que había pasado por las manos de la Gestapo… Era lo que hoy se llama un sociólogo y un politólogo, un estudioso que conocía bien a su coterráneo Carlos Marx y a su compatriota Federico Engels, que había estudiado a Kart Liebknecht y a Rosa Luxemburgo. Tenía formación intelectual, delicadeza y distinción en el trato“64. También lo recuerda Marta Vergara como “un alemán que había llegado a Chile como miembro de la Internacional y quedándose como militante nacional…“65.

“Manuel Cazón” era en realidad Jan Jolles, holandés de nacimiento, quien llega a América Latina en 1923 a los 17 años como militante de la Juventud Comunista holandesa a “ayudar” a organizar las organizaciones juveniles comunistas en Argentina y Uruguay. ¿Se trataba de una misión kominterniana o de la opción migratoria personal con la inserción en organizaciones similares? No lo sabemos. Tal vez lo segundo, considerando la ruptura del joven Jolles con su padre quien adhiere en la misma época al ideario nazi. La “Guerra Civil europea” ya atravesaba no solo sociedades, sino familias. Jan Jolles llega a ser miembro del Buró Político del CC del PC argentino en 1931 y como delegado del PC A participa en la Primera Conferencia de los Partidos Comunistas de América Latina en Buenos Aires en 1928. Después del golpe militar de Uriburu en Argentina en 1930 Jolles es arrestado, liberado a solicitud del cónsul alemán (su padre ya era personaje influyente en ese país) y como muchos militantes inmigrantes de la izquierda argentina, expulsado del país. Ya conocimos una historia similar en el caso de Paulino González Alberdi. Como él, Jolles se convierte en funcionario o instructor “nómade” del Buró Sudamericano. Con el inicio de las purgas “bolchevizadoras” en el PC argentino, es sacado del Comité Central con acusaciones casuísticas de trotskismo. Nuevamente detenido en Buenos Aires, es deportado en 1933 a Alemania. Logra salir del país, pasa por Moscú y es enviado como “instructor” a apoyar el PC del Brasil, que prepara la insurrección bajo las banderas de la Alianza Nacional Liberadora. Tras la derrota de la insurrección, Jolles aparece en Chile. No queda claro, si fue la derrota misma o algún choque personal dentro de la dirección comunista de la insurrección, provocan su salida del país.

A Chile llega más bien por iniciativa propia. En la ya citada carta del “Chino” Ravines a principio de 1936, este informa en los siguientes términos de la llegada de “Cazón”:

“Desde hace un mes, se vino a Santiago tu amigo Yoles, acompañado de su mujer y se encuentra aquí en espera de recibir noticias, dinero y órdenes de la familia de esa. A causa de las condiciones verdaderamente miserables en que ha llegado, me he visto forzado a pesar de mi pobreza absoluta a tener que afrontar la situación suya y de su mujer. …Yo te ruego muy encarecidamente que te veas con su familia y resuelvan esta cuestión: tendrían que enviarle lo necesario para el pasaje suyo y de su mujer, y además lo necesario para saldar la deuda contraída aquí para sostenerlo, que asciende a cerca de mil pesos chilenos. Ahora, acabo de conseguirle un pequeño trabajo en el que podrá ganar una pequeña suma con la cual ayudar en algo”.

La carta está escrita en clave, la “familia” que debe resolver la situación de Yolles, es el partido en que él milita o la repartición de la Internacional para la cual trabaja. Este pasaje demuestra que Jolles no fue enviado desde Moscú a formar parte de la “Delegación” de la Internacional en Chile, sino más bien acogido y cooptado por esta. La forma tranquila y cotidiana en que Ravines se refiere a esta situación, reclamando solo por sus aspectos económicos, señala que al parecer, se trata de una realidad bastante difundida.

Es en ese momento cuando lo conocen nuestros memorialistas. Llama la atención el mecanismo de la construcción de la imagen del “emisario kominterniano”. Habiendo llegado a Argentina a los 17 años, Jolles por su experiencia política es más bien un argentino-inmigrante, como los había mucho en la época. Las circunstancias de su biografía excluyen etapas de estudios formales. Parece que como la mayoría de los militantes de la época, era un autodidacto, tal vez aventajado por las cualidades personales y por provenir de una familia letrada. Pero a los ojos de la militancia chilena, resultaba más reconfortante recibir a un “instructor” europeo, alemán, quien en calidad de tal tendría una vinculación directa con los “clásicos”, con el propio Marx.

No obstante, más que por sus estudios acerca de Marx (jamás publicados) “Manuel Cazón” es recordado entre los militantes de aquella época a partir de un affaire protagonizado por el siempre tormentoso y tronador poeta Pablo de Rokha y la joven esposa ecuatoriana del delegado kominterniano. Situación que es recordada por la exuberante personalidad de Pablo de Rokha, por las dificultades de la recién estrenada “Comisión de Control y Cuadros” del PC chileno de lidiar con el poeta y la no menos tormentosa y exuberante personalidad de su esposa Winett de Rokha. En todo caso, la historia fue de dominio público de los medios tanto artísticos, como políticos de Santiago, lo que, entre otras cosas hacía absolutamente pública la figura del “emisario kominterniano” y contra su voluntad lo convertía poco menos que en un personaje de la novela rosa.

El final de la historia es, sin embargo, triste. Al regresar de Chile a Ecuador, donde, al parecer, había establecido su residencia, Jolles es expulsado del PC como “enemigo de clase”. En un informe reservado de la Comisión Internacional de Cuadros de la IC incorporado a su dossier en los archivos kominternianos, se le señala como “agente de la Gestapo y Sinani” (el último nombre corresponde al del antiguo encargado del Lender-Secretariado Latinoamericano de la IC, ya entonces purgado y fusilado). Poco tiempo después, Jolles muere en Guayaquil en circunstancias poco claras. ¿Fue suicidio de un excomulgado, solitario en un país lejano y privado de un sentido de existencia? ¿O se trató de un asesinato, como sugiere Ravines en sus memorias?

El dossier personal kominterniano del subsecretario general del PC chileno de entonces y encargado de la Comisión de Control y Cuadros, Galo González, contiene una denuncia en contra de Jolles, hecha a partir de las palabras de Galo González. El documento fue dirigido personalmente a Manuilski con copia a la temida sección de cuadros de la Internacional. Galo González estaría acusando a Jolles de mantener sin autorización del partido contactos con los militares ibañistas y de publicar artículos editoriales (se supone en la prensa partidista) en torno a la candidatura de Ibáñez y de presentar ciertas organizaciones ibañistas como “frente-populistas” cuando según el autor de la denuncia no lo eran. La denuncia recuerda que Jolles ya había sido expulsado del partido por la Comisión Internacional de Control y hace referencia a su origen alemán y su permanencia en Alemania en 1933 tras su deportación en Argentina66. Como la denuncia fue anotada por el funcionario de la Internacional que se desempeñaba en el Secretariado latinoamericano en 1938, lo más probable que fue hecha durante la permanencia de la delegación del PCCh compuesta por Galo González, Elias Lafferte y Raúl Barra Silva en Moscú entre noviembre de 1937 y marzo de 1938.

Los comunistas chilenos ya no se enterarían de eso. En su recuerdo colectivo “Manuel Cazón” queda como un militante ejemplar, que junto con Glaufbauf representa la imagen de la sabiduría y finura marxista europea que desciende sobre el comunismo criollo.

Ricardo Martínez

Otros integrantes de la delegación kominterniana, nombrados por Ravines dejan recuerdos solo en la militancia chilena. La presencia en Chile del venezolano Ricardo Martínez se confirma con los ya citados documentos de crítica a Ravines. El misterioso ruso “Kazanov” sigue sin identificación, mientras que el seudónimo que se le atribuye, “Casanova” habría pertenecido en otras oportunidades al ya mencionado Jan Jolles.

De Ricardo Martínez, uno de cuyos seudónimos en Santiago era “Montes”, quedan ciertos recuerdos anecdóticos entre los antiguos militantes obreros del PCCh. A pesar de todas sus resistencias internas hacia la nueva línea de la Internacional que se perciben en sus cartas de mediados de 1935, viene a aplicar el nuevo rumbo unitario a los “instruidos”. El dirigente obrero del PC Reinaldo Núñez lo recuerda como dirigente “mexicano” de la Internacional que trae la instrucción de buscar un acuerdo con “los trotskistas” para facilitar la unificación de los sindicatos:

“En el período de 1934 a 1937 estaba en lo mejor, en Santiago, la lucha contra los trotskistas. Era una lucha ideológica y a mano armada. Cada noche caían compañeros o heridos en la pelea contra la policía y los trotskistas. Por el otro lado, también había bajas. En eso llega un compañero, Montes, dirigente sindical mexicano que traía la orientación de la Internacional […] este hombre nos plantea la necesidad de conversar con los trotskistas para terminar con esta guerra civil y llevar adelante la unidad sindical […] La Comisión Política del Partido nos designó a Chacón y a mí para realizar esta gestión. Los trotskistas estuvieron de acuerdo en entrar en conversaciones, pero exigieron que fuéramos nosotros al local de ellos y tuvimos que aceptar: Fue un domingo por la tarde. Cuando llegamos al local, Arturo Prat 1242, nos encontramos con que tenían un baile: Estaban Pablo López, Aquiles Jara, Solís y otros líderes esperándonos para conversar. Pero primero había que bailar. Y tuvimos que bailar, aunque no íbamos a eso. Bailábamos con mucho cuidado, Chacón, Montes y yo, los tres casi sin movernos del sitio, Chacón y yo rodeando al compañero Montes y cuidándole las espaldas, mucho más preocupados de la posible delación o de una cuchillada que del compás o de nuestras respectivas parejas. Finalmente después de varios tangos y one steps, llegamos a la conversación y conseguimos cosas concretas: Un contacto que sirvió para el proceso de unidad sindical en la CTCH que vino después“67.

Si Glaufbauf y/o Jolles aparecen como la personificación de saberes superiores y sensibilidad moderna europeos ante los ojos de la intelectualidad comunista y cercana a ellos, Martínez es un “hermano obrero” que cumple la nueva línea a regañadientes y comparte los prejuicios de sus camaradas obreros (va a hablar con los “trotskistas”, pero espera una puñalada en el sentido directo de la palabra).

Witold Lovski – “Juan”

La ya mencionada carta de Ricardo Martínez a Moscú en julio de 1935 menciona junto con “Jorge” – Ravines a un tal “Enrique” a cargo de la delegación. Ravines no lo menciona en sus memorias. El seudónimo pertenece a Witold Lovski (Mendel Mijrovsky era su nombre verdadero). Habiendo iniciado su militancia en la organización judía Poalei-Zion, adhiere en 1921 al PC polaco. Exiliado en la URSS desde 1925, se desempeña en el aparato de la Internacional. En 1929 es enviado como representante de Profintern a América Latina y en siete años, más comúnmente con el seudónimo de “Juan”, recorre todo el continente: desde México, Cuba y Centroamérica hasta 1933 al Cono Sur en 1934-1936. En Chile, al parecer, estuvo por períodos cortos, pues lo encontramos allá en julio de 1935, mientras a fines de septiembre de 1935 ya participa en la preparación de la insurrección en Brasil y en diciembre de 1935, esta vez no como “Enrique”, sino como “Juan” está de vuelta en Santiago. Regresa a Moscú a fines de 1936 para caer el año siguiente en las purgas del gran terror.

La delegación kominterniana de 1935 se retira de Chile

Los integrantes de la “delegación” kominterniana que habían llegado a Chile a principios de 1935 abandonan el país antes de los mediados de 1936. Glaufbauf lo tiene que hacer después de su arresto, Lovski se mantiene en movimiento constante entre varios países sudamericanos, Jolles parte a Ecuador. Ravines lo hace con rumbo a España una vez iniciada la Guerra Civil. Como muchas iniciativas en cualquier organización burocrática, había comenzado con bombos y platillos y termina con un perfil más bien bajo, a pesar de los éxitos obtenidos. Otros problemas y otros escenarios atraen la atención de la Internacional.

Cabe destacar una vez más que, al contrario de los que plantean los memorialistas, el envío de esta delegación a Chile no obedecía al reconocimiento de unas condiciones excepcionales en el país para desarrollar la nueva línea. Fue más bien el cumplimiento burocrático y atrasado de una decisión tomada aun por el Buró Sudamericano y el Lender-Secretariado en Moscú, cuyos dirigentes para el momento de su materialización ya habían sido, en su mayoría, defenestrados y la línea a promover era muy distinta a la defendida por ellos.

La situación de Chile hasta ese momento jamás había sido discutida en la instancia superior de la Internacional, en su Comité Ejecutivo. La decisión de enviar a Ravines y otros a Chile fue tomada en el nivel regional latinoamericano de la organización. Las estenogramas de las reuniones mantenidas por las delegaciones chilenas en Moscú a fines de 1935 contienen anotaciones en ruso al margen, hechas a mano por alguna autoridad kominterniana (tal vez Manuilski o Dimitrov, quienes tenían jerarquía mayor que el encargado de América Latina, Van Min).

Entre diversos apuntes que denotan una lógica política y el desconocimiento total de la realidad local (“¿Quién es Ibáñez? ¿Quién es Hidalgo?). Pero también el desconocimiento personal de los enviados kominternianos en el país (¿Quién es ese Ravines?), lo que confirma indirectamente que su destinación a Chile fue decidida a nivel del secretariado regional.

Otro indicador de la evolución del estado de la “delegación” es el estado de las comunicaciones y su situación material. Las comunicaciones, al parecer, nunca eran muy buenas. De hecho, los funcionarios de la Internacional que reciben a los chilenos en 1935, no parecen haberse informado sobre la situación en el país a través de sus delegados allí, tampoco haberlos instruido en la labor diaria. En cuanto a recursos, los testimonios memorialísticos señalan que Ravines llega a Chile con recursos que le aseguran un buen pasar y una buena inserción. No obstante su carta de marzo de 1936, a un año de la llegada a Chile, apela a una situación económica desesperada del delegado kominterniano. Al parecer, tampoco era una situación excepcional, más bien parte de un modus operandi.

Ravines en España y Moscú

Según las memorias de Ravines, él parte de Chile convocado por la Internacional a la Guerra Civil Española. Volodia Teitelboim confirma esta versión, agregando la descripción de las circunstancias misteriosas de esa partida, a bordo de un avión privado que no parte desde el aeropuerto nacional, sino de un potrero desconocido.

No tenemos información alguna acerca de la presencia de algún representante de la Internacional en Chile desde ese entonces y hasta mediados de 1938, cuando Ravines regresaría a Chile en medio de la campaña electoral presidencial que daría triunfo al Frente Popular. Los funcionarios del Secretariado kominterniano encargado de América Latina en Moscú señalan (preparando la visita de una delegación chilena para fines de 1937) que no tienen contacto con el PC chileno ni información sobre Chile desde comienzos de 1936.

Según las memorias de Ravines, le tocó presenciar y participar en las relaciones controvertidas entre el Komintern en España y los anarquistas y llamados trotskis-tas españoles. También en España, a través de los compañeros de otros tiempos se entera de las purgas en Moscú. De España Ravines habría sido llamado a “informar” a Moscú, donde es “investigado” por la Comisión Internacional de Control del Komintern y luego por NKVD acerca de sus supuestos contactos con “trotskis-tas” en España. La descripción de las acusaciones, lenguaje oficial, nombres y descripciones de personas que operan como acusadores e investigadores internos, incluso formas de interrogatorios y torturas coinciden con múltiples otros testimonios de las víctimas lo que fortalece su credibilidad. No tenemos confirmaciones documentales de esta etapa de vida del más controvertido emisario kominterniano en Chile. Su dossier no está desclasificado. Los dossier de los chilenos no contienen acusaciones en su contra. Más aun, las características de algunos dirigentes obreros dadas por Galo González en los mismos meses y días, les reprocha lentitud en asimilación de las lecciones de la delegación kominterniana en 1935, por lo que se percibe que la labor de la “delegación” sigue siendo apreciada positivamente. Según el propio Ravines, las acusaciones en su contra se referían exclusivamente al episodio español, lo que también parece creíble a partir de la lógica de los acontecimientos. Muchos de los asesores kominternianos desaparecen después de su paso por España.

Documentalmente se confirma la presencia de Ravines en las únicas sesiones del CE de la Internacional dedicadas a Chile y celebradas en enero y febrero de 1938 e incluso su participación en el debate. No se han conservado los textos de las intervenciones. Según las actas, el tema a tratar en ambas ocasiones fue el programa del Frente Popular que debería ser presentado por el PC chileno y se elaboraba en la sede de la Internacional. No está, sin embargo, en ninguna de las reuniones de trabajo del secretariado latinoamericano, ni existen documentos escritos sobre Chile elaborados por él (sí, por otros ex emisarios en Chile, González Alberdi “Bernard” en Moscú y Fierro “Horacio”). Tampoco hay referencias a Ravines en los documentos sobre “la lucha contra la provocación en el PC chileno” que hablan de los comunistas chilenos purgados por razones diversas.

Ravines de vuelta en Chile: ¿delegado de la Internacional o exiliado dirigente del partido hermano?

Las memorias de Gabriel González Videla lo recuerdan en Chile durante la campaña electoral de 1938 y lo señalan como principal interlocutor del radicalismo en la campaña. El propio Ravines plantea que fue rescatado de NKVD precisamente con este objetivo, hacerse cargo de la campaña electoral en Chile, en calidad, diríamos hoy, de un operador externo que no pretende personalmente a ningún cargo de votación popular. Según las memorias de Ravines, ya en Moscú él habría planteado la necesidad de ganar los votos de ibañistas para el Frente Popular para conseguir su victoria. Esta versión no tiene comprobación documental. Ya los análisis de los comunistas chilenos en Moscú en 1935 plantean una visión más compleja de Ibáñez que no descarta en algún momento la posibilidad de interacción con él. Las páginas del Frente Popular de principios de 1938 (claramente antes del regreso de Ravines a Chile) están llenas de materiales que contienen “gestos” hacia Ibáñez y las fuerzas políticas que lo apoyaban. Pero la retirada de la candidatura de Ibáñez y su llamado a votar por el Frente Popular, son producto más bien de hechos fortuitos, tales como el putsch de los nacistas chilenos, seguido de la llamada Masacre de Seguro Obrero.

Con el Frente Popular triunfante en las elecciones Ravines se queda en Chile. No hay indicios que la Internacional le renovara las credenciales o le asignara una nueva tarea en el país. El estilo de trabajo del Komintern en estas latitudes tan lejanas de su epicentro, se caracterizaba muchas veces por los “olvidos” por tiempos largos de sus hombres colocados alguna vez al fin del mundo. Esto los obligaba y les daba la oportunidad de tomar decisiones y funcionar por cuenta propia, en la medida que sus méritos y credenciales anteriores los situaban en un sitial especial respecto de los “partidos hermanos”.

Ravines se queda en Chile, con cierta autoridad, ya no la absoluta como en 1935, en el PC chileno. Su labor es la dirección del periódico Frente Popular. Según su testimonio, la percepción del peligro mundial del fascismo, es lo que lo mantiene en las filas comunistas, a pesar de lo vivido en Moscú y en España. Vínculos personales también lo amarran a Chile: en 1935 el emisario de la Internacional se casó con la entonces joven militante Delia de la Fuente Smith, quien lo acompañó a España y volvió con él a Chile en 1938. Al Perú, de cuyo Partido Comunista Ravines sigue siendo el secretario general, no puede volver.

Creemos que cuando los dirigentes comunistas chilenos, en su rechazo total de las memorias de Ravines, en cuanto producto de la Guerra Fría, niegan su condición del delegado kominterniano y lo presentan como un exiliado peruano casado con chilena a quien el PC chileno haya acogido poco menos que por “razones humanitarias”, se puede encontrar un grano racional a esta postura en referencia a la situación de Ravines en Chile hacia 1940, el año de su expulsión. Este grano racional lo aporta la mencionada ambigüedad de los delegados kominternianos “olvidados”. No obstante, la citada postura de la historiografía oficial del comunismo chileno desconoce por completo la muy documentada participación de este emisario de la Internacional en la génesis del Frente Popular chileno.

A su regreso de Moscú, será a su vez el primero de traer al comunismo chileno, o a lo menos, a algunos de sus militantes, el tema del Gran Terror estaliniano. Recuerda Marta Vergara: “Los extraños relatos que trajo Ravines a su vuelta de España y de la Unión Soviética tampoco me hicieron cavilar “.

“Cayó de repente una tarde por la librería en compañía de Lela (su esposa Delia de la Fuente – OU). Por horas estuvimos con Marcos oyéndole unas historias desarticuladas. Casos de traiciones, delaciones, sospechas, acusaciones. Refería largamente, en forma objetiva, sucesos presenciados en Moscú. No comentaba. Como los acusados aparecían ligados con extranjeros, la gente arrancaba de estos últimos. El lo había sentido… La tragedia andaba suelta“68.

Cabe recordar que el tema de los procesos de Moscú ya estaba presente en las páginas del Frente Popular. No obstante, prácticamente la totalidad de los materiales no eran más que la reproducción de los documentos oficiales soviéticos o artículos elaborados y traducidos en Moscú para ser colocados en la prensa comunista alrededor del mundo. Los dirigentes comunistas chilenos que viajan en 1937-1938 a Moscú prefieren no ahondar en el tema, limitándose a frases muy generales acerca de la necesidad de la “vigilancia revolucionaria”.

Esta perplejidad ante lo incomprensible junto con la necesidad de mantener la fe en la doctrina y el proyecto, aun en mayor grado caracteriza entonces al emisario kominterniano en Chile. Continúa Marta Vergara:

“Leyendo más tarde su libro mencionado, recordé sus descripciones de esta tarde. El ambiente que ahí pinta a su vuelta de España era exactamente el mismo. Tan solo que él, entonces, se mostraba desorientado, no buscaba causas ni daba explicaciones. No salía de sus labios ninguna expresión antisoviética“69.

Los éxitos del Frente Popular en Chile, su triunfo en las elecciones presidenciales de 1938, los nuevos escenarios políticos y sociales que se abren a partir de este triunfo, la consolidación de una cultura frentepopulista en el país, todo eso, junto con la lejanía y ausencia de interferencias directas, ayuda al comunismo chileno abstraerse de las incomprensibles noticias desde Moscú, concentrándose en lo propio, construido a partir del verbo de la doctrina, pero propio, comprensible y exitoso. El antiguo emisario kominterniano, para entonces más bien un dirigente exiliado del país vecino y uno más en el equipo directivo del PC chileno, al parecer, compartía en gran medida esta sensibilidad.

Mientras tanto, el equipo latinoamericanista del Buró Ejecutivo del Komin-tern en Moscú, se convierte cada vez más en una oficina informativa que intenta mantenerse al tanto de los acontecimientos en el continente. Como todo el aparato kominterniano (y tal vez en menor medida) ha sufrido pérdidas producto de las purgas. Sus funcionarios soviéticos no conocen la región. El trabajo informativo recae en un pequeño grupo de “representantes de partidos” residentes en Moscú, entre ellos varios antiguos emisarios del Buró Sudamericano en Chile, pero en ningún momento ningún chileno. Dadas las dificultades de comunicación, la prensa se convierte en su principal fuente de información. Los análisis se articulan en torno a las visitas de los dirigentes de partidos a Moscú.

Si bien en toda la historia de la Internacional, América Latina nunca ocupó un lugar privilegiado en las preocupaciones de sus primeras figuras, existió durante mucho tiempo una especie del mundo latinoamericano (o latinoamericanista) en la Internacional que reproduciendo tanto las discusiones, como relaciones de poder internas a nivel regional, daban vida a la particular forma de la relación entre la Internacional y el mundo político e intelectual de la región. A fines de los treinta de eso ya no queda casi nada.

En vísperas y aun más con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, América Latina desaparece de las preocupaciones de Moscú con la excepción de un solo tema: Trotski en México. Los restos de otrora intensas redes komintenianas latinoamericanas son utilizadas por las estructuras de seguridad soviéticas en sus múltiples y finalmente exitosos intentos de eliminar físicamente a quien fuera presentado como la personificación del demonio en el régimen teleológico estali-niano.

No solo no hay chilenos en esas redes, sino que al mismo tiempo que los “estalinistas” y “trotskistas” se enfrentan a balazos en las calles de la ciudad de México, en las puertas del refugio de Trotski, en Chile unos y otros participan juntos (en las filas del PC y el PS) en un Frente Popular exitoso.

El Pacto Molotov Ribbentropp y sus implicancias en el PC chileno

El Pacto Molotov-Ribbentropp, firmado entre la URSS y Alemania nazi en agosto de 1939, a pocos días del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, estremeció al movimiento comunista internacional, poniendo fin al momento de su mayor auge y autoridad moral ganada gracias al antifascismo y a pesar de las referencias a lo incomprensible que ocurría en la URSS. Las razones de semejanzas de los totalitarismos que habrían hecho posible el Pacto, esgrimidas en los actuales debates historiográficos, no entraban en el raciocinio de los militantes atormentados. Al Pacto se le buscaba la explicación dentro de la lógica del realismo geopolítico. En Chile del Frente Popular, si bien muy lejano de los escenarios de la guerra, pero que no se comprendía a sí mismo fuera de los debates ideológicos de la época, el impacto político, a pesar de la distancia, fue grande.

Curiosamente, en las memorias oficiales de los dirigentes obreros emblemáticos del comunismo chileno, Elias Lafferte y Víctor Contreras Tapia, el Pacto ni siquiera es mencionado. Al parecer, en ese medio este tema incómodo, pudo hasta cierto punto ser obviado con la sumersión en la problemática social local. De hecho, en el periódico comunista de la época, Frente Popular en agosto de 1939, el único tema potente que logra mantenerse por más de un día, aparte de la creciente vorágine de noticias que presagiaban una nueva guerra, era el tema del congreso de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTC).

En cambio, para los militantes provenientes de la intelectualidad chilena, para los cuales la dimensión universalista y el antifascismo eran la esencia del proyecto comunista y el sentido de su militancia y de su ser, el impacto fue tremendo. Así, Marta Vergara lo sitúa entre las mayores tragedias de su vida, a la par con el tremendo terremoto de Valparaíso de 1906 que de niña la dejó sin madre, sin casa y sin infancia. Como consecuencia del pacto “en ese 1940 se fueron el MEMCh, Que hubo, la militancia comunista las compañeras, los amigos. Casi todo“70.

Desde los meses previos, el tema de la guerra que venía ocupaba el lugar central en las páginas del periódico Frente Popular, dirigido entonces por Ravines. Si bien el periódico tenía su director y representante legal formales, el hecho del liderazgo de Ravines está comprobado tanto en el informe de Victorio Codovilla de 1940 que precisamente le acusa a Ravines de la línea “revisionista” del diario, como en las memorias recientes de Volodia Teitelboim, quien menciona las circunstancias en que, después del pleno del CC del PCCh de 1940, Ravines sería destituido y él, Volodia, pasa a reemplazarlo en el cargo de director de El Siglo, cuyo lanzamiento fue preparado aun por el ya entonces defenestrado emisario kominterniano. Pero no nos adelantemos.

Constatemos por ahora que la labor de Ravines en Chile en 1939 y su postura frente al Pacto pueden ser seguidos a través del periódico comunista. Entre julio y primera mitad de agosto de 1939, casi la totalidad de los titulares de la primera página del Frente Popular están dedicados a la coyuntura internacional (con excepción de las fechas de las visitas del Presidente Pedro Aguirre Cerda a distintas regiones del país). También están dedicadas a la situación internacional la mayoría de las contraportadas y una buena parte de las páginas que abren el diario en la mitad.

El tono de los titulares expresa una gran preocupación por la guerra que viene y una esperanza recurrente de que una alianza entre Francia-Gran Bretaña por un lado y la URSS por el otro, logre prevenir la guerra o la haga favorable para estos aliados. Los días de euforia por la “Inminente Firma de la Alianza” se suceden con las decepciones por la negativa de las democracias europeas. En esos días los titulares se refieren a las hostilidades en Asia, la resistencia en China o las acciones de los soviéticos en Mongolia. El tono general del diario es muy respetuoso respecto de las democracias occidentales, la fuente informativa más citada es la agencia norteamericana UP, los números de 4 y de 14 de julio dedican titulares y grandes espacios a elogiar las democracias americana y francesa respectivamente en sus aniversarios. El líder internacional con más apariciones gráficas es el Presidente F. D. Roosevelt, cuya política de buen vecino es elogiada y cuyas declaraciones panamericanistas acerca de una eventual defensa del hemisferio en caso de una guerra reproducidas para infundir confianza. Los materiales sobre la URSS se refieren a sus éxitos económicos y sociales y su poderío militar que la harían un aliado conveniente para las democracias occidentales, hecho que, se lamenta el diario, estas últimas subestiman. Imágenes de Stalin aparecen durante ese tiempo 2 o 3 veces, en tamaño pequeño, acompañando esas notas. Por lo general se habla de “Rusia” y “rusos”, no la URSS, y Stalin es su “jefe” o “quien gobierna”, sin la enumeración de sus cargos y títulos oficiales.

Recién hacia mediados de agosto, y solo después de la notoria decepción por las nuevas concesiones del gobierno británico, arbitro en el tema del corredor de Danzig71, ante Alemania, el periódico chileno lo caracteriza como un “nuevo Munich“72.

Los editoriales del periódico se publicaban en la página tres y durante el período señalado estaban dedicados en su totalidad a la política interna chilena (situación interna de la alianza de gobierno, movimientos sociales, políticas económicas y de desarrollo, elecciones, etc.). Casi la totalidad de los editoriales están firmados por seudónimos, apuntando semejanzas de lenguaje a que una persona podía tener más de uno.

Llama la atención, por contraste con lo común de la prensa comunista del mundo de esa época y también con el mismo periódico aun a comienzos de 1938, la casi total ausencia de ataques al “trotskismo”. Entre julio y agosto de 1939 esta palabra se menciona en los editoriales apenas un par de veces y sin histeria: una de las menciones se refiere a México y Diego Rivera y la otra a supuestas “maniobras divisionistas” en el Frente Popular chileno promovidas por los “elementos trotskistas” del PS.

Aparte de las noticias internacionales y la dinámica sindical y política chilena, grandes espacios en el diario ocupaban noticias culturales (página dos, después de los titulares internacionales y antes de los editoriales políticos nacionales), también deportes, cartelera e incluso hípica. Cualquiera de esas áreas tenía infinitamente más espacio que la “lucha contra el trotskismo”.

Creemos que la lógica de ser un partido de la coalición gobernante, la cultura frentepopulista de apertura a la sociedad, junto con la falta del control permanente por parte de la Internacional (en Sudamérica ya no quedan instancias directivas, Moscú queda demasiado lejos y está ocupada con otros temas) y el criterio asumido por el encargado de la publicación que además tiene el estatus de enviado internacional en el país (más tarde este carácter del periódico le será recriminado), explican este carácter del Frente Popular en vísperas de la guerra.

La bomba noticiosa estalla en la última semana de agosto. El 22 de agosto el Frente Popular abre con el titular “La Rusia Soviética asumirá el rol del arbitro de la política europea” y unas fotos chicas de Stalin y Ribbentropp. Se anuncia que Ribbentropp viajaría a Moscú para firmar un acuerdo con los soviéticos. Los alcances de este aún no se conocen o a lo menos no se informan. La interpretación que le ofrece a la primera el encargado del diario es de un paso acertado en un juego diplomático. Se informa que las delegaciones francesa y británica aún están en Moscú. Los títulos rezan “La intransigencia franco-británica llevó a Mr. Chamber-lain y Daladier a la derrota”. “Triunfo diplomático obtuvo el jefe ruso Stalin”. Subrepticiamente se expresa la esperanza de que el famoso anuncio nazi-soviético no sería más que una forma de presión para que los franceses y británicos firmen.

Aparte de estos comentarios, donde en comparación con la prensa mundial del día apreciamos un mayor peso de las esperanzas de la reversibilidad de la situación, las páginas centrales reproducen escuetamente “Los diarios de Moscú explican el pacto comercial germano-soviético”, material con la fuente citada: Moscú, SUPRESS. Se trata de la primera mención de la agencia soviética en el Frente Popular entre julio y agosto de 1939.

Al día siguiente las expectativas de la reversibilidad pasan a la contraportada: “Un aeroplano sale todos los días a Moscú, señor Daladier, firme el pacto”. El titular justifica la nueva realidad internacional en los mismos términos de la defensa occidental de Munich: “Rusia asegura la paz”.

La explicación del pacto pasa a la página editorial, ocupando la mayor parte de su espacio con el material “Moscú va a dictar la paz del mundo” firmado ya no con un seudónimo, sino con el nombre y apellido de Eudocio Ravines. Ya la misma aparición del nombre del autor apuntaba a la seriedad del asunto y a la responsabilidad que el director de facto del diario y ex interventor del PC chileno asumía en este tema.

Considerando que los errores o “tergiversaciones premeditadas” en la interpretación del pacto constituyen meses más tarde el principal cuerpo de pruebas que conduce a la destitución de Ravines y su posterior expulsión, vale la pena detenerse en este documento.

El pacto es presentado como una jugada diplomática exitosa de la URSS que logra desbaratar “el plan de un segundo Munich que Neville Chamberlain elaboraba en medio de obscuras y enmarañadas maniobras” con el objetivo de “hacer chocar a los países totalitarios contra la Unión Soviética“73. Se enumeran múltiples “traiciones” y claudicaciones de Gran Bretaña (curiosamente no se menciona Francia, aun se espera algún entendimiento) ante el nazismo. A la vez Ravines insiste en que la URSS (aquí es nombrada como la URSS y no Rusia) “tiene celebrados pactos semejantes con una larga lista de países capitalistas” sin que esto signifique una cercanía especial con ellos y que esta firma no implicaría cambio de rumbo político de la URSS (refleja su deseo profundo, pero no la realidad que se va a hacerse presente en pocos días): “No se trata de ninguna manera, de una alianza, ni política, ni menos aun militar. El acuerdo queda dentro de los marcos restringidos de la no agresión”.

Más aún, se intenta presentar el pacto como una medida de presión soviética para conseguir la firma de la alianza anti nazi que no se ha podido concretar por la negativa de las potencias occidentales:

“El Pacto de la no agresión Germano-Soviético no cierra las puertas, de ninguna manera, a la conclusión de la Alianza Tripartita, que Mr. Chamberlain no quiso concluir jamás. Todo lo contrario: si hay sinceridad de parte de Gran Bretaña y de Francia, el momento no puede ser más favorable para su conclusión, siempre que Inglaterra, Francia y Polonia acepten las condiciones soviéticas”.

En definitiva, el pacto se presenta como una medida táctica dentro del objetivo antifascista inmutable. Los demás materiales del diario mantienen el marcado acento antifascista, destacando a la vez la “nueva traición de Chamberlain” al entregar a Alemania el corredor de Danzig. Precisamente a eso apunta el editorial del día siguiente, el 24 de agosto de 1939, nuevamente firmado por Ravines y titulado: “Los culpables de la anexión de Danzig“74.

Llama la atención que en los casos mencionados, primeros firmados por Ravines en el Frente Popular con su nombre y apellido, este último aparece como “Rabines”. Tanto en sus propios libros y artículos (de su época pre, durante y postcomunista), como en las menciones de sus familiares cajamarquinos75, el apellido aparece escrito como “Ravines”. Tan solo en el libro de Miguel Serrano, controvertido escritor esotérico y autoproclamado nazi chileno, se le menciona como “judío peruano Eudocio Rabines, autor del Frente Popular chileno”, en “demostración” que el “Frente Popular comunista” era todo “obra de judíos y masones“76.

¿Por qué entonces esta transcripción del apellido, que hace más evidente su origen judío77, en los materiales del Frente Popular en torno al pacto en aquellos fatídicos días de agosto de 1939? ¿Se trata de pura casualidad, error tipográfico, falta de una norma gramatical establecida? ¿O del uso intencional de este recurso, considerando que parte importante de lectores y avisadores del Frente Popular provenía de la colectividad judía?

En los últimos días del agosto de 1939 los editoriales del Frente Popular vuelven a sus habituales seudónimos. La línea explicativa del pacto se mantiene. Por un par de días la prioridad de la noticia se la lleva el motín de Ariosto Herrera. Levantando la consigna “Todo Chile con Aguirre”, el diario se refiere al militar sedicioso como “el traidor fascista” (la palabra “fascismo” sigue siendo sinónimo de la peor encarnación del mal). Aumenta en esos días la cantidad de materiales provenientes de la URSS y destinados a mostrar la “vida feliz del pueblo”, así como el poderío de sus fuerzas armadas. Se reproducen materiales de la prensa soviética explicando el pacto78. Aparece también un material de desmentido a las denuncias del prófugo general Krivitsky. En un editorial propio (no reproducción de materiales soviéticos como en casos similares) se repiten los argumentos de la propaganda soviética al respecto, partiendo por la negación de la identidad de Krivitsky, era “pseudónimo de un provocador trotskista profesional al servicio del fascismo, Misha Levinsky, un aventurero utilizado sucesivamente tanto por la policía hitleriana, como por los reaccionarios franceses y norteamericanos“79. La frase nombra a todos los enemigos y encarnaciones del mal de una vez y juntos. El tema del trotskismo se refuerza y los “reaccionarios franceses y norteamericanos” aparecen al lado de la “policía hitleriana”, situados en el mismo nivel. A su vez, la “defensa de la URSS” adquiere en las páginas del diario una intensidad mucho mayor.

El PC convoca para el domingo 27 de agosto una reunión en el teatro Bolívar, al cual vía periódico a una lista larga de dirigentes, para escuchar la explicación de Carlos Contreras Labarca sobre el pacto. Se trataría del primer pronunciamiento público del secretario general del PCCh sobre un tema de tanta trascendencia. Al inicio de la semana siguiente el texto de la exposición de Contreras Labarca no se transcribe, solo se informa que la convocatoria fue un éxito y que los presentes apoyaron sus palabras con aplausos. ¿Acaso se temía otra reacción? Los memorialistas del mundo comunista chileno de entonces hablan no del rechazo, sino del desconcierto frente al desarrollo internacional.

Solo después de la mencionada reunión, para el próximo domingo 3 de septiembre se convoca una amplia asamblea comunista en el “Coliseo”, el teatro Caupolicán, la sala más grande de Santiago de entonces. La convocatoria insiste en la obligatoriedad de la asistencia de todos los militantes con algún nivel de responsabilidad.

No sabemos si la mencionada asamblea finalmente fue celebrada. De ser así, sería ya en el tercer día de la guerra iniciada. Lamentablemente, la colección del Frente Popular en la Biblioteca Nacional de Chile se interrumpe el 31 de agosto de 1939. Todo el mes de septiembre, el primer mes de la guerra, con la ocupación alemana de la mayor parte de Polonia y la ocupación soviética de Ucrania y Bielo-rrusia Occidental (Polonia oriental en otras lecturas), así como de los países del Báltico, está ausente.

Retomamos el seguimiento el 2 de octubre de 1939 y nos encontramos con otro diario. Gran parte de sus materiales constituyen traducciones de la prensa soviética que condenan la “guerra imperialista” y describen el júbilo de los pueblos de Ucrania y Bielorrusia occidentales, así como del Báltico, al recibir a sus “libertadores” soviéticos.

En las mismas fechas, una nueva misión kominterniana a Sudamérica se estaba preparando. En un informe del secretario general del PC español, José Díaz al Secretariado de la Internacional, en septiembre de 1939, este, argumentando la creciente penetración del fascismo español, alemán e italiano a América Latina, así como planteando que “A México, Argentina y Chile llegó una gran cantidad de provocadores, trotskistas, maleantes y aventureros de la FAI que realizan una campaña ensordecida en contra del partido Comunista Español, el comunismo en general, en contra de la Internacional Comunista y la Unión soviética”, proponía, primero, enviar a América Latina dos “consejeros” de la Internacional (uno a México, otro al Cono Sur) para ayudar a los partidos en la región no caer en alguna desviación y, segundo, otorgar funciones de sus apoyos a los comunistas españoles “firmes” residentes en los países latinoamericanos. A su vez, se proponía enviar a América Latina para apoyar esta tarea a los latinoamericanos que se encontraban entonces en Moscú, algunos después de la guerra española, otros desempeñándose por largo tiempo como funcionarios de la Internacional. Para la misión del comisario en el Cono Sur se proponía la candidatura de Codo villa (“Luis”), con sede en Argentina o cobertura de Chile80.

La propuesta puede ser leída como una ofensiva de la línea dura, posfrentepo-pulista al interior de la Internacional (luchar contra las “desviaciones” de los partidos). Pero a la vez como una maniobra interna con el fin de asegurar posiciones al interior del aparato del Komintern a los comunistas españoles, ahora exiliados, señalándolos como necesarios e imprescindibles a la Internacional en sus nuevos países de residencia. De paso se eliminaba la “competencia” hispano-parlante al interior del aparato representada por los antiguos funcionarios latinoamericanos.

Victorio Codovilla, recordado como uno de los representantes de la línea dura kominterniana en España y como hombre vinculado a los órganos soviéticos de seguridad en medio del conflicto81, ahora pretendía retornar a América Latina en calidad de una especie de procónsul de la Internacional. Se prepara así el último desembarco kominterniano en la región.

Victorio Codovilla en Chile. Pleno del PCCh de septiembre de 1940

En el transcurso de 1940 una delegación kominterniana, encabezada por Codovilla realiza un viaje por varios países de América Latina, “rectificando” el curso de sus partidos, dirigiendo purgas, cambiando direcciones. En septiembre de 1940 participan en el IX Pleno del CC del Partido Comunista de Chile. Acerca de este Pleno y de su paso por otros países de la región informa Codovilla a Moscú en un largo documento fechado en octubre del mismo año y llevado a Moscú por el dirigente comunista chileno Andrés Escobar.

El contenido del documento que incluye referencias a cambios y purgas en los PC de la región operados por el delegado, el tiempo transcurrido entre los hechos y el despacho de la información a Moscú, las mismas dificultades de comunicación que implican este atraso, todo eso confirma un alto grado de autonomía con que actuaba Codovilla en este último recorrido por América Latina antes de la disolución de al Internacional.

El capítulo dedicado a Chile en este informe contiene dos cuerpos informativos entrelazados. Por un lado, presenta un cuadro bastante descarnado de la situación del gobierno del Frente Popular a dos años de acceder al poder, así como de las dificultades que enfrenta un Partido Comunista, contestatario por naturaleza, al formar parte de una coalición gobernante. De hecho, es uno de los primeros casos en la historia del movimiento comunista mundial que un PC se encuentra con este problema que volverá a presentarse en varios países europeos tras la guerra.

“…los integrantes del gobierno surgido en 1938, que en su mayoría eran pequeño burgueses y frentistas honrados, paulatinamente fueron sustituidos por burgueses y terratenientes, mientras que las principales tareas del Partido y del Frente Popular fueron postergadas. Esta política se vio favorecida por las desviaciones oportunistas de nuestro Partido en la materialización de la línea política y la táctica del Frente Popular. Bajo la consigna “no crear dificultades para el Gobierno”, el Partido comenzó a aceptar todo lo que hacía o pensaba hacer el gobierno, conteniendo la lucha económica de los obreros y la lucha de los campesinos por la tierra y otras reivindicaciones de las masas”.

Codovilla, de acuerdo con el espíritu de los tiempos, no lo analiza como un problema político de amplio alcance, sino parte de la constatación de la situación para proceder a demoler el frentepopulismo en el PC chileno y “rectificar” su línea de acuerdo al viraje operado en la Internacional tras el Pacto nazi-soviético.

Así, Codovilla reconoce que los trabajadores urbanos y mineros percibieron importantes mejoras en su situación social y laboral, no así los campesinos y trabajadores rurales. Según el informe, renunciar a la reforma agraria fue el costo de minimizar la resistencia de la oligarquía agrícola a los planes de la modernización industrial del gobierno:

“De una manera u otra, la clase obrera ha alcanzado un cierto mejoramiento de vida, lo que no se puede decir sobre los trabajadores agrícolas y el campesinado. Con el afán permanente del gobierno de no excitar al campo, nuestro Partido, deseando demostrar su adhesión al gobierno, aceptó establecer la “tregua” en el campo, evitando crear las organizaciones de trabajadores agrícolas y campesinas y rehusando expresar sus reivindicaciones. Bajo el pretexto de que la reforma agraria prometida por el gobierno, resolvería los problemas del campo, el Partido frenaba la lucha de los campesinos por la tierra. La reforma agraria nunca ha sido realizada. La idea dominante de esta política fue el deseo de no irritar a la reacción feudal-latifundista para evitar, de esta manera, que surgieran “dificultades para el gobierno”. La línea política correcta del Frente Popular en los países coloniales y dependientes que consiste en la movilización y organización de las masas mediante la lucha por sus reivindicaciones en el desarrollo de la revolución agraria y antiimperialista, ha sido absolutamente alterada”.

A su vez, se destaca que el gobierno busca apoyo (créditos) norteamericano para sus planes industrializadores y que el PC está dispuesto de apoyarlo en eso, priorizando los objetivos modernizadores nacionales, lo que para Codovilla es absolutamente inaceptable: “…por la petición del gobierno, utilizando el pretexto de no impedir la recepción de los préstamos norteamericanos, el Partido incluso ponía obstáculos o postergaba las huelgas que exigían aumentar salarios en las empresas pertenecientes a los yanquis”.

El análisis que Codovilla hace de la situación del PC frente al gobierno del Frente Popular apunta a la disyuntiva presentada al comunismo chileno: apoyo incondicional al gobierno o apoyo a las reivindicaciones sociales. La primera opción ayuda a mantener el gobierno, pero priva al PC del apoyo de los sectores más radicalizados de los trabajadores, quienes optan por otras fuerzas de izquierda (“trotskistas” en el discurso de Codovilla). “…el Partido declaró solidaridad con el gobierno en todo lo bueno y lo malo, a pesar de las protestas y la desilusión de los obreros… mientras que nuestro Partido ejercía la política de pacificación, el Partido Socialista se dedicaba a la demagogia obrerista, conquistando simpatías en las masas”. La segunda pone en peligro la continuidad del gobierno, pero a ello Codovilla no se refiere.

Cabe destacar que en las recomendaciones kominternianas previas (de 1935 a 1939) se le sugería al PC chileno priorizar la articulación, posibilidades de victoria electoral y permanencia del Frente Popular. Ahora, con la firma del Pacto Molotov-Ribbentropp, los Frentes Populares dejaron de ser el eje de la política soviética y de la Internacional. Si bien no fueron públicamente criticados ni censurado el concepto, dejaron de ser necesarios. El único Frente Popular en el poder en ese momento era el chileno. Por tratarse de un país periférico, no incidía en la política mundial. Más aún que la fórmula del “frente popular antiimperialista” lo hacía compatible con el discurso “antiimperialista” de la Internacional del período del Pacto. No obstante, la cultura política, el clima interno en el partido, su forma de relacionarse con la sociedad chilena, entraban en contradicción con la extrema rigidez de la política kominterniana de ese momento. Ya no se necesitaban partidos capaces de jugar un papel relevante en la vida política de sus países ni de articular proyectos de gobierno de centro-izquierda. Codovilla venía de México donde el PC local fue convertido en cómplice, en un aparato auxiliar de la operación de NKVD de asesinato de Trotski. Quienes se opusieron a esta instrumentalización, fueron expulsados. El PC chileno que recibe a Codovilla en septiembre de 1940 no corresponde en absoluto a ese perfil.

La “rectificación” de la línea del PC chileno respecto al gobierno, impuesta por Codovilla a la dirección comunista, implica en la práctica el retiro del apoyo comunista al Presidente Aguirre Cerda y va a contribuir al fin formal de la alianza. Codovilla describe con satisfacción la reacción de perplejidad del gobierno frente a las declaraciones comunistas en el Pleno. Total, los Frentes Populares ya no son necesarios.

Otro tema al que el delegado de la Internacional presta mucha atención, es la forma de cobertura de la situación internacional, de la guerra y de la política soviética por parte de la prensa partidista. Encuentra que su tono es “antifascista en general”, pero no lo suficientemente “antiimperialista”:

“… durante este período del Frente Popular, el Partido se dedicó a la lucha contra el fascismo en general y no concentraba sus esfuerzos en librar la lucha contra el imperialismo yanqui-inglés que tenía en sus manos las fuentes principales de la producción en el país, explotaba cruelmente a la clase obrera y ahogaba a la economía nacional”.

También considera que las referencias a la URSS, sus políticas y las figuras de Stalin y sus ministros son escasas y las menciones de sus títulos inexactos. La participación personal de los dirigentes máximos del PC chileno en la defensa de la política exterior de la URSS es considerada insuficiente:

“De hecho, el Partido se distanció de la lucha contra la guerra imperialista y por la paz que libraba la Unión Soviética. Inclusive hubo casos, cuando en los mítines del Frente Popular por la defensa de la Unión Soviética y la política por la paz estalinista no participaron el 8o (Contreras Labarca) y 9° (Elias Lafferte), mientras que otros oradores, pequeño burgueses, con los objetivos demagógicos, pero interpretando los hechos a su manera, recogían una rica cosecha de aplausos”.

Llama la atención la dureza de esta crítica, pues una simple revisión de la colección del Frente Popular evidencia que en comparación con el período previo al septiembre de 1939 la reproducción de los materiales soviéticos había aumentado muy notoriamente. A su vez, la abundancia de los resúmenes de los materiales de ese periódico entre la documentación del Secretariado Latinoamericano en Moscú. Demuestra que el aparato kominterniano lo recibía en forma relativamente regular y estaba al tanto de los “pecados” que le encuentra Codovilla. Sin embargo, estos jamás habían sido criticados, a no ser en forma muy leve y en torno a situaciones muy particulares.

Todos los “errores” del PC chileno Codovilla los vincula con el problema de “cuadros”. Los líderes del exitoso PC frentepopulista nuevamente se vuelven demasiado independientes, pueden salir del control. La experiencia mexicana ya le demostró a Codovilla que con los dirigentes de este tipo él ni la “causa” (que a estas alturas para él se confunde con la causa de NKVD), no pueden contar para lo que sea. De ahí el nuevo gran esfuerzo de disciplinamiento.

El primer golpe está dirigido en contra de lo que Codovilla llama la influencia de la masonería en el PC. El tema le preocupa desde hace tiempo. Aun en el congreso del PC mexicano pide información sobre ello al delegado del PC chileno, el subsecretario general de entonces, Raúl Barra Silva. Ahora arremete con todo, consiguiendo la prohibición formal de la doble militancia PC-masonería, la que estuvo bastante difundida en la época del Frente Popular. Gran porcentaje de los líderes comunistas chilenos provenientes de los sectores medios profesionales estaban personal y/o familiarmente vinculados con la tradición de librepensamiento, la cual desde los tiempos de la independencia en Chile estaba representada por la masonería. Un vínculo aun mayor con la tradición masónica había en el Partido Socialista y aun mayor, en el Radical. Nos atrevemos a suponer que este tipo de vínculos podían haber facilitado el entendimiento de sus líderes en los marcos de la construcción del Frente Popular. Para Codovilla es una situación anormal, pues supone una doble lealtad de los militantes comunistas que los saca del control absoluto de la verticalidad del mando:

“Los agentes de la masonería que en todas partes, en el Partido Radical, en el Partido Socialista, en el gobierno, actuando como por arte de la magia a favor de la línea oportunista del Partido Comunista, trabajan libremente en sus filas, siendo conductores de la política de “pacificación”, del frenar la lucha de clases, haciendo su aporte en el adormecimiento del espíritu combatiente del Partido, creando obstáculos para que este realizara una política independiente”.

Y más adelante vuelve sobre el tema con más fuerza y detalles:

“El mal llegó a ser muy profundo. El 8o (Contreras Labarca) conocido por ustedes, siendo un intelectual, en vez de introducir obreros a la dirección del Partido, se rodeó con intelectuales y obreros intelleguizantes, distanciados de las masas. Algunos de estos intelectuales eran masones de jerarquía superior, tales como el 11° (Jiles), el famoso abogado y amigo personal de A. Cerda y de todos los personajes políticos que se hizo el consejero político del 8o (Contreras Labarca). Este y otros masones, las personas de grandes posibilidades y flexibilidad políticas, se convirtieron en los consejeros “teóricos” del 8o (Contreras Labarca) y de la dirección del Partido. Además, el 11° (Jiles) fue él quien mantenía los contactos entre la dirección del Partido, el Presidente y el gobierno. Naturalmente, fue él quien aconsejaba demostrar mesura frente a las reivindicaciones de las masas trabajadoras y el gobierno, con una postura “sabia” y “prudente” por parte del Partido. El 11° (Jiles) se hizo tan necesario en la dirección de Partido que dirigía la revista teórica, y junto con el 12° (Ravines), dirigía el periódico del Partido, se convirtió en el profesor de la escuela de cuadros82 y en uno de los administradores de Finanzas del Partido. (Su actividad financiera se caracterizaba por gigantomanía. Al mismo tiempo, se basaba solo en los créditos bancarios y la ayuda de dirigentes políticos, lo que, como la espada de Damocles, está colgado sobre la cabeza del Partido). De esta manera, a pesar de que la dirección del Partido existía formalmente, las decisiones sobre la línea del Partido se tomaban solo por un círculo estrecho, las cuales no siempre eran correctas”.

El trato es selectivo. Al secretario general del PC, Carlos Contreras Labarca, lo presenta como renunciado tiempo atrás a la masonería, por lo tanto rescatable para el Partido. Más aún, lo convierte en el vocero principal de la nueva política:

“Los masones especulaban en el Partido, diciendo que el 8o (Contreras Labarca) también era masón y que no había razones, por las cuales los miembros del Partido no podrían ser masones. Algunos se halagaban con el hecho de haber sido sus consejeros. ¿Acaso esto tiene alguna conexión con las responsabilidades que él ha asumido siendo masón y de acuerdo a las cuales los masones podían ser miembros del Partido bajo la condición de no reclutar nuevos miembros para la masonería? Creo que sí. Después de que el 8o (Contreras Labarca) me aseguró que había roto definitivamente con los masones, le hice alusión que sería necesario declararlo en el Pleno del Partido para poner fin a las especulaciones políticas de los masones. Lo hizo, demostrando gran satisfacción de haberlo hecho. Tuve la impresión de que el 8o (Contreras Labarca) poco a poco se hace consciente de la línea política correcta y está dispuesto a ejecutarla honestamente, pero por ahora vacila mucho todavía, lo que le es fuertemente propio”.

No así, como hemos visto en el fragmento citado más arriba, con Jorge Jiles y Raúl Barra Silva, quienes son destituidos de los puestos claves en el PC. Cabe destacar que aparte de aquellos militantes que hacen mea culpa y se quedan en el PC, había muchos representantes de la clase media culta, de acuerdo a las memorias y testimonios orales, quienes se vincularon al PC en la época del antifascismo del Frente Popular, resintieron el Pacto y abandonaron el PC tras el Pleno de septiembre de 1940, quedándose con la masonería. Entre ellos, varios ex combatientes chilenos de las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil española83.

Acusando al PC chileno de dar demasiada importancia a los militantes “intelectuales” como parte de la “errónea” aplicación de la política del Frente Popular. Codovilla promueve el ascenso de los “cuadros obreros”, con quienes, reconoce, tiene un entendimiento mejor:

“Con el 10° (Galo González) nos entendimos uno al otro de inmediato, pues él representa uno de los elementos proletarios más sanos. Por ejemplo, se daba cuenta de la gravedad de la situación, con la cual se encontraba el Partido, pero trataba de resolver problemas con métodos disciplinarios. Sin embargo, tratando de realizar estas medidas, siempre se encontraba con la resistencia por parte de la dirección del Partido; cuando él ofrecía expulsar del Partido, todo se limitaba a una simple reprimenda. Así los enemigos seguían trabajando en el Partido. El 10° (Galo González) dice que él inclusive comenzó a tener dudas en la honestidad de algunos camaradas de la dirección, pero él también aceptó la política de persuasión y ya no se atrevía a ofrecer expulsiones”.

Paso seguido, Codovilla pone en boca de Galo González, el “cuadro proletario”, la iniciativa de las purgas al interior del partido.

Purgas en el PCCh en torno al Pleno de 1940. Expulsión de Ravines

En todos los partidos comunistas de la región, visitados en 1940 por la delegación de Codovilla, su inspección implicó no solo “rectificación” de línea, sino purgas y cambios en las cúpulas directivas. Observándolas en forma comparativa, se puede sostener que su impacto en el PCCh fue menor que en otros PC de la región. Tal vez la mayor flexibilidad de la cultura política chilena y de la cultura partidista del PCCh, el gran arraigo del sentido de pertenencia a la nueva iglesia universal ayudaron a que en vez de expulsiones masivas, hubo en el comunismo chileno más bien cambios internos de las posiciones de los dirigentes, “autocríticas” y, en sectores de clase media culta, retiradas del partido (estas últimas más bien a nivel de militantes rasos, aunque visibles por su posición social).

Las purgas fueron mínimas y ejemplificadoras. Afectaron a individuos, personificaban los “errores” de la línea frentepopulista, pero a la vez arrastraban tensiones y conflictos personales al interior de la comunidad partidista. El tamaño de la personalidad, autonomía, ambición y/o talento (en proporciones distintas) de los expulsados los mantuvo como protagonistas de la vida política y cultural de Chile y la región por varias décadas más, operando con la misma vehemencia, pero esta vez desde las trincheras opuestas. Sus testimonios, citados en más de una oportunidad en este artículo, durante mucho tiempo constituían casi la única fuente referida a los hechos que estamos historiando en estos momentos. Volveremos a repasarlos con la nueva documentación disponible.

Codovilla en su informe dedica al caso Ravines más espacio que a situación de países enteros. Tanto el espacio, como el tono de esta parte del informe, permiten suponer un importante involucramiento personal del autor en el tema. Se le reprochan, en primer lugar, las “desviaciones” en la dirección del periódico Frente Popular, pero Codovilla parte por destacar su situación de exiliado peruano en Chile, incluso una especie de cuadro descolgado de la Internacional que no había cumplido la misión encomendada en otro país, algo como impostor del papel del delegado de la Internacional en Chile:

“Arribó a Chile después de la discusión, en la cual participó en la Casa, después de la conversación que tuvo conmigo en París. Obtuvo instrucciones exactas de viajar a Perú y trabajar ahí para reorganizar su Partido y crear la dirección proletaria, con su apoyo político. Pero debido a las dificultades para entrar al país, decidió quedarse aquí. Utilizando su estadía en España y el viaje a Casa, se presentaba como un líder político importante y estaba cercano a la dirección del Partido chileno. Se puso en contacto con los líderes de la masonería, comenzó a ejercer influencia incluso al 8o (Contreras Labarca) y a la línea general del Partido, defendiendo la política más oportunista”.

Este pasaje contradice la versión entregada por el propio Ravines en sus memorias de que fue rescatado de Lubianka y enviado nuevamente a Chile para asegurar el triunfo del Frente Popular. Codovilla afirma que jamás se le indicó quedarse en Chile y se trató más bien de una desobediencia militante. Creemos que la verdad estaría en algún punto intermedio.

Ambos tendrían razones para exagerar. Ravines en sus memorias escritas después de su expulsión, aun muy dolida, y en el contexto de la guerra fría, desea resaltar su papel protagónico en el Frente Popular chileno. Codovilla, redactando su informe, sabe que las personas que decidieron el envío de Ravines a América Latina en el aparato de la Internacional (Van Min, Kuchumov y otros) ya no están allí y sus palabras no pueden ser desmentidas. De esta manera su papel de procónsul kominterniano frente a los partidos locales no puede ser cuestionado por nadie y su autoridad de defenestrar un cuadro local “revisionista” es indudable.

Los pecados de Ravines en la dirección del periódico Frente Popular se describen con lujo de detalles:

“Este periódico, llamado Frente Popular, está dirigido por el 12° (Ravines)… Su estilo de dirigir el periódico era muy absolutista, sin control por parte del Partido, convirtiéndolo en un diario netamente “informativo”, esterilizando su espíritu revolucionario. Se rodeó con los intelectuales iguales a él, y el periódico no solamente no reflejaba los problemas vinculados con las condiciones de vida y trabajo de las masas, sino ocultaba la cara misma del Partido”.

Efectivamente, el Frente Popular era muy distinto a los típicos panfletos partidistas. Era un periódico de masas, con amplia cobertura internacional (tal vez, la más amplia en la prensa chilena de la época), cultural y política. Fue creado para ser la voz del Frente Popular y facilitar su conformación, daba amplia tribuna a personalidades públicas de diversas corrientes que defendían la idea del Frente. Se convirtió en uno de los epicentros y articuladores de la cultura frentepopulista chilena de los fines de los treinta y de la cultura frentepopulista del PC. Nos atrevemos a plantear que el ataque de Codovilla al diario era en definitiva un ataque a esa cultura.

Las acusaciones de Codovilla están formuladas para ser leídas en Moscú:

“Su “apolitisismo”, no obstante, no impedía publicar la información positiva sobre el gobierno y publicar la información internacional que favorecía a los países imperialistas, por ejemplo, a Alemania, ocultando o falsificando las noticias de la agencia noticiosa “Supress” y todo lo que servía a nuestra causa. Lo último fue explicado por él como un caso de simple “deformación” periodística. Los ejemplos de desinformación de este tipo son: el discurso de Molotov en el Soviet Supremo fue publicado en la página 5 del periódico, escondido, sin llamar la atención, sin ser acompañado por un comentario digno de su importancia. Además, los camaradas denominaron a Molotov “canciller”. ¿Era un descuido? No… Las noticias que llegaban de la URSS sobre la construcción del socialismo, se publicaban siempre en la última página. Los telegramas sobre la división de tierra en Letonia, Estonia y Lituania después de la liberación de estos países, también fueron publicados en la última página como las noticias de poca importancia e inclusive sin títulos”.

No hay peor pecado para un partido comunista a los ojos de los funcionarios estalinianos que falta de respeto al “primer Estado de obreros y campesinos” o sus funcionarios. Y no importa que en realidad el discurso de Molotov ocupaba las páginas centrales del diario (de fácil apertura) y que la palabra “canciller” para referirse al Ministro de Relaciones Exteriores era más comprensible para el público destinatario del diario que el “Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores”. Tampoco valía el criterio que la última página, es decir la contraportada de un diario es un lugar mucho más vistoso que las páginas interiores. Se creaba la imagen de disidencia, desobediencia, desinformación.

O tal vez se percibía, más a nivel de piel, las dificultades que para la cultura frentepopulista y antifascista de digerir y transmitir el discurso de la nueva línea dura soviética. Y esto, a pesar del aumento numérico de los materiales de origen directo soviético.

Las acusaciones van contra Ravines personalmente, pero apuntan a toda la dirección del PC chileno en un impersonal “ellos”:

“Con “El Siglo” que llegó a reemplazar al “Frente Popular”, querían repetir la misma historia: pusieron como director al 11° (Jiles) y como vicedirector, al 12° (Ravines). Aun antes de la publicación, fue garantizada la propaganda en la suma de 200.000.00 pesos mensuales a través de una agencia publicitaria, dirigida por un tal 19° (Poupin84), ex ministro y masón”.

Codovilla se enorgullece de haber logrado un cambio de la línea del partido y de su periódico, de conseguir el mea culpa de Contreras Labarca y cambio de la dirección del naciente El Siglo: “Cuando el periódico comenzó a publicarse como el órgano combatiente y tras los cambios en la orientación como resultado de las discusiones con la dirección del Partido, esta agencia suprimió toda su propaganda al declarar que esto no le servía”.

Si bien Codovilla señala que “el Partido aceptó los cambios en la vida política y en la vida interior con gran entusiasmo”, tiene que reconocer que su propuesta de purgas no fue muy bien recibida: “… yo tuve que librar una gran lucha para sacar al 12° (Ravines) de la dirección del periódico. Sobre él regresaré cuando hable sobre la situación en el Perú. Actualmente su caso fue trasladado para ser investigado en el Comité de Control, pues se supo que algunos directores recibían comunicados de las embajadas. Aun no se sabe qué sanciones van a ser aplicadas a Ravines”. Lo último tal vez es un eufemismo, pues la Comisión de Control del PCCh era dirigida por Galo González, con el cual Codovilla reconoce tener el mejor entendimiento mutuo.

Ravines en sus memorias señala que su defenestración fue decidida por una delegación que había llegado desde Moscú y conformada por varios de sus antiguos colegas del Buró Sudamericano. Aparte de Codovilla formaban parte de ella “Pierre” (Z. Rabinovich), el tunecino “Nemo” y el paraguayo O. Creidt.

A la luz de los documentos disponibles y de los datos biográficos de los nombrados, parece imposible la presencia del “Pierre”, catalogado antes como el super-comisario soviético del Buró Sudamericano, en la delegación. En el momento de la expulsión de Ravines, Zinovi Rabinovich hacía años que ya no trabajaba en el aparato de la Internacional. En 1936 fue despedido del Instituto de Economía Mundial donde se desempeñaba, por su cercanía con el purgado líder de la Juventud Comunista soviética, Lominadze. El ataque de Alemania nazi contra la URSS, pocos meses después de los acontecimientos chilenos descritos aquí, encontrará a “Pierre” trabajando en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias. De allí partirá al frente como parte de las unidades voluntarias y mal armadas de combatientes “no aptos” las “Milicias Populares de Moscú” para caer en combate a un año de los hechos referidos por Codovilla y Ravines. Claramente a fines de 1940 estaba lejos de la Internacional o de cualquier órgano de la política exterior soviética.

Tal vez, solo Osear Creidt pudo efectivamente acompañar a Codovilla en sus andanzas por América del sur en 1940. En otras palabras, una conformación más de que las purgas en los partidos de la región y la expulsión de Ravines no fueron decididos en Moscú no obedecían a grandes líneas políticas de la Internacional, sino que fueron fruto de políticas de disciplinamiento de militancias y de las luchas de poder e influencia internas en el mundo comunista latinoamericano.

Tanto el informe de Codovilla, como las memorias de Ravines mencionan una alterada conversación acerca de la situación en el Perú, llena de recriminaciones mutuas. Por sí solas ni las acusaciones en torno a la conducción del periódico Frente Popular, ni aquellas relacionadas con la situación del PC peruano, si bien podrían ser suficientes para la expulsión y castigo en Moscú de 1937, no lo son, aparentemente a los ojos de los comunistas chilenos (a quienes Codovilla convoca como parte silenciosa de su tribunal en contra de Ravines) ni peruanos.

Así, las acusaciones del insuficiente celo en la defensa de la postura soviética en las páginas del Frente Popular pasan a supuesta presentación más favorecida de la postura alemana en la guerra85 (“en la primera página salieron publicadas las fotografías del Dr. Leigh86 y del príncipe de Windsor, la información sobre Rumania, las noticias favorables para Alemania y nada sobre el discurso de Molotov”) y a supuestos contactos con la Embajada alemana en Santiago (“se supo que algunos directores recibían comunicados de las embajadas”). Ahora la acusación tiene suficiente peso.

Representante del PC chileno acompaña a Codovilla a Perú donde da fe de las acusaciones y supuestas pruebas del “espionaje alemán” de Ravines. La expulsión se materializa.

Este hecho habría pasado desapercibido en las historias de Chile, Perú y del movimiento comunista internacional, de no publicar Ravines a principios de los cincuenta sus desafectadas y desgarradas memorias “La Gran Estafa”, cuya versión abreviada fue reeditada múltiples veces convirtiéndose en un best-seller de la campaña anticomunista de la guerra fría.

Codovilla y sus acompañantes serán la última delegación kominterniana oficial que visite Chile antes de la disolución de la Internacional en 1943. Enviará a Moscú al último delegado del PCCh cuyo destino será aun el Komintern y no el Departamento Internacional del PC soviético. Andrés Escobar, diputado comunista, portador del informe de Codovilla, modelo de militante proletario, será el único dirigente comunista chileno recibido por Dimitrov, a menos de 3 meses del ataque nazi a la URSS y, a la cabeza de los restos de la Internacional, reducidos al apéndice de la política exterior soviética. Los escasos funcionarios dedicados a América Latina registrarán la información aportada por Codovilla sin discutirla ni cuestionarla. Los discursos tanto de Dimitrov, como de Escobar serán preparados por los mismos funcionarios del aparato. Las preocupaciones de la Internacional ya son otras.

Las relaciones del PC soviético con los PC sudamericanos se restablecerán una vez finalizada la guerra, pero ya sin KOMINTERN de por medio y con el espíritu de involucrarse lo menos posible en la vida interna de los partidos en la medida que los intereses de la URSS no sean afectados. Los tiempos de los emisarios quedarán atrás.

Fecha de recepción: junio 2007
Fecha de aceptación: octubre 2007

Notas

1 Erick Hobsbawm Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2001. [ Links ] Sobre el concepto del siglo XX corto ver Yuri Afanasiev, “Perestroika y el conocimiento histórico”, en No hay otro camino, Moscú, Progreso, 1998; [ Links ] Mikhail Gefter, “Paradojas del “futuro pasado” y “Alternativas no cumplidas y alternativas inminentes”, en De estos y aquellos años, Moscú, 1991. [ Links ] También desde otra tradición historiográfica, George Kennan, Al final de un siglo. Reflexiones. 1982-1995, México, Fondo de Cultura Económica [ Links ](en adelante FCE), 1998. Sobre la importancia del fenómeno comunista para la comprensión del siglo XX, ver Francois Furet, El pasado de una ilusión, México, FCE, 1995; [ Links ] Ernst Nolte, La guerra civil europea, México, FCE, 1994; [ Links ] Stéphane Courtois (ed.), El libro negro del comunismo, Barcelona, Planeta, 1998; [ Links ] Michael Dreyfus, Bruno Groppo et al. (eds.), Le Siécle des communismes, París, Les Editions de l’Atelier, 2000, [ Links ] entre otros títulos.

2 No obstante fue una de las áreas más “productivas” de las ciencias sociales de la época. Ver Thomas Hammond, Soviet Relations and World Communism. A selected Annotated Bibliography of 7000 books in 30 languages, Princeton, Princeton University Press, 1965. [ Links ]

3 Representada inicialmente por las biografías heroicas, por ejemplo Jorge Amado, Vida de Luis Carlos Prestes -ol cavaleiro da esperanca, Sao Paulo, Editora Record, 1979; [ Links ] y memorias, preferentemente de los disidentes, desde Jan Valtin, Out of thr night, 1941, [ Links ] hasta la Autobiografía de Arthur Koestler, Madrid, Debate, 2000. [ Links ] La historia de la internacional comunista se ha visto enriquecida durante las últimas décadas con estudios rigurosos tanto de su funcionamiento interno, Alexandr Vatlin, Komintern: Los primeros diez años, Moscú, 1993, [ Links ] como con casos de culturas políticas e historias de los movimientos comunistas nacionales; para el español, Antonio Elorza y Marta Bizca-rrondo, Queridos camaradas: Internacional Comunista y España, 1919-1939, Barcelona, Planeta 1999; [ Links ] el suizo, Nic Ulimi y Peter Huber Les combattants suisses en Espage Républicaine (1936-1939), Lausanne, Antipodes, 2001; [ Links ] el ya citado libro de Dreyfus, Groppo et al., Les siécle des communismes, [ Links ]sobre el caso francés; para el norteamericano, Harvey Klehr et al., The Soviet World of American Communism, New Haven Yale University Press, 1999. [ Links ] A esto hay que agregar estudios dedicados a personajes relevantes de la historia de la Internacional, como el de Stephen Koch, El fin de la inocencia. Willi Munzenberg [ Links ]y la seducción de los intelectuales, Barcelona Tusquets, 1997. [ Links ] Finalmente varias iniciativas de diccionarios biográficos, como el de Víctor Jeifets, Lazar Jeifets y Peter Huber, La Internacional Comunista y América Latina: 1919-1943. Diccionario biográfico”, Barcelona, Instituto Latinoamericano de la Academia de Ciencias, 2004. [ Links ]

4 Sobre la historia del comunismo chileno, ver Hernán Ramírez Necochea, Orígenes y fundación del Partido Comunista de Chile, Moscú, Progreso, 1984; [ Links ] Andrew Barnard, The Chilean Communist Party 1922-1947 (Thesis presented for the degree of Doctor of Philosophy in the University of Lon-don, 1977); [ Links ] Carmelo Furci, The Chilean Communist party and the Road to Socialism, London, Zed Boors Ltada., 1984; [ Links ] Ernts Halperin, Nationalism and Communism in Chile, Massachusetts, Institute of Technology, 1965; [ Links ] Robert Jackson Alexander, Communism in Latin América, New Brunswick, NJ, Rutgers University Press, 1957; [ Links ] Augusto Varas, El Partido Comunista de Chile, Estudio Multidiscipli-nario, Santiago, CESOC, 1988; [ Links ] Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista 1973-1980”, Santiago, LOM Ediciones, 2003. [ Links ]

5 Entre las obras memorialísticas provenientes del comunismo chileno que mencionan a los representantes del Komintern en Chile se puede destacar Elias Lafferte, La vida de un comunista, Santiago, Austral, 1971; [ Links ] Víctor Contreras Tapia, Campesino y proletario, Moscú, Novosti 1981; [ Links ] Volo-dia Teitelboim, Antes del olvido, Santiago, Sudamericana, 1997-2004; [ Links ] Luis Corvalán Lepe, De lo vivido y lo peleado, LOM Ediciones, Santiago, 1997. [ Links ] Entre las memorias disidentes ex comunistas nombraremos a Marta Vergara, Memorias de una mujer irreverente, Santiago, Gabriela Mistral, 1974; [ Links ] Marcos Chamúdez, Libro blanco de mi leyenda negra, Santiago, PEC, 1964; [ Links ] Eudocio Ravinés, La gran estafa, Buenos Aires, 1974. [ Links ] Memorias provenientes de otros sectores políticos: Gabriel González Videla, Memorias, Santiago, Gabriela Mistral, 1975. [ Links ]

6 José Luis Rénique, “Benjamín Vicuña Mackenna: exilio, historia y nación”, Ciberayllu [en línea] , 2 de junio del 2007. (Consulta: 2 de junio del 2007). [ Links ]

7 Luis Corvalán Márquez, Nacionalismo y autoritarismo en Chile durante el siglo XX. Los orígenes.1903-1931 (Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios Americanos, especialidad Pensamiento y Cultura, Universidad de Santiago de Chile, 2006). [ Links ]

8 Eugenia Fediakova, Rusia Soviética en el imaginario colectivo de los chilenos 1917-1939. (Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales y Políticos latinoamericanos, ILADES, Santiago, 1999), [ Links ] Fernando Estenssoro, La temprana valoración de la revolución bolchevique en Chile, 1918-1920 (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1992). [ Links ]

9 Para fines del siglo XIX lo refleja muy bien el diplomático y viajero ruso Alexandr Ionin, Por América del Sur, vol. III San Petersburgo, 1891. [ Links ]

10 Sobre la relación de la cultura política chilena del siglo XX con las ideas y corrientes ideológicas provenientes del “Norte”, ver los trabajos de Joaquín Fermandois, en particular, Mundo y Fin de Mundo: Chile en la Política Mundial 1900-2004. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005. [ Links ]

11 Alexandr Vatlin, op. cit.

12 Grigory Zinoviev (1883-1936) – uno de los líderes del partido bolchevique desde 1901. Presidente del Soviet de Petrogrado y Presidente del Comité Ejecutivo del Komintern hasta 1926. En 1927 fue acusado de fraccionismo y expulsado del partido bolchevique, reintegrado y nuevamente expulsado En 1936 fue acusado en el proceso del “centro unificado trotskista y zinovievista” y fusilado.

13 OMS – siglas rusas del Departamento de Vínculos Internacionales, instancia clandestina de comunicaciones kominternianas.

14 Datos biográficos en Alicia Entel et. al., Escuela de Francfurt. Razón, arte y libertad, Buenos Aires, Eudeba, 1999; [ Links ] y Jeiftes et. al., op. cit.

15 Archivo Estatal Ruso de la Historia Política y Social (en adelante RGASPI) F495, OÍA, D2, p. 10-11. [ Links ]

16 Ibíd.,11.

17 RGASPIF534,04, D13,23.

18 RGASPI, 495.106. 6, citado en Olga Ulianova y Alfredo Riquelme, Chile en los archivos soviéticos 1922-1991. Tomo 1. Komintern y Chile 1922-1931, Santiago, DIBAM-LOM Ediciones-USACH,2005, 150-151. [ Links ]

19 Los archivos de OMS permanecen inaccesibles a los investigadores. Testimonios y memorias de los funcionarios soviéticos de la época indican la vinculación estrecha de esta división de la Internacional, encargada de comunicaciones clandestinas con los servicios de inteligencia soviética.

20 RGASPI, 495.106. 6, citado en Ulianova y Riquelme, op. cit.

21 El Presidium del Comité Ejecutivo de Komintern se amplió considerablemente el 17 de noviembre de 1926, convirtiéndose en un órgano de representación de partidos nacionales. América del sur queda representada por el argentino V. Codovilla que se encontraba entonces en Moscú, fue elegido candidato a miembro del Presidium en esta oportunidad. Al interior del Presidium fue creado como órgano superior de la toma de decisiones el Secretariado Político del Presidium del CE.

22 Se refiere al SSA.

23 RGASPI, 495.106. 6, citado en Ulianova y Riquelme, op. cit., 162.

24 “Carta abierta del secretariado sudamericano a todos los miembros del Partido Comunista de Chile con motivo del próximo Congreso”, 27.12.26, citado por Ulianova y Riquelme, op. cit., 189-202.

25 Este congreso aprueba formalmente la organización partidista a base de células en reemplazo del trabajo en asambleas que practicaba el Partido Obrero Socialista de Chile (en adelante POS) y el PCCh en sus primeros años. Se crea, a lo menos en el papel, una estructura con comités locales, regionales y un Comité Central y se postula el principio del centralismo democrático.

26 Seudónimo de Miguel Contreras.

27 Secretario general del PCCh al momento del congreso.

28 Comité Ejecutivo Nacional – órgano directivo del PCCh de entonces.

29 Elias Lafferte, Vida de un comunista, Santiago, Editorial Austral, 2a edición, 1971, 186-187.

30 Informe reservado de B. Mijailov (Raimond) al Comité Ejecutivo de Komintern, mayo 1927, citado en Ulianova y Riquelme op. cit., 279-295.

31 González Alberdi, Memorias (Manuscrito), 128 Agradecemos a Horacio Tarcus por compartir con nosotros este valioso documento inédito.

32 Entrevista de la autora con el Dr. Serguei Semionov, ex profesor del Instituto de Ciencias Sociales del CC del PCUS (Escuela Internacional de Cuadros del PC soviético). Moscú, verano 1997.

33 González Alberdi, Memorias (Manuscrito), 128-129.

34 El comunismo chileno vivió un profundo quiebre con la dictadura de Ibáñez. Un importante segmento del partido apoyó el programa modernizador y antioligárquico de Ibáñez (incluyendo 7 de 8 diputados del PC), y a su vez la creación de sindicatos legales, reconocidos y aparentemente apoyados por el gobierno, diezmó las bases de la FOCh dirigida por los comunistas. Ver, con más detalle Jorge Rojas, La dictadura de Ibáñez y los sindicatos (1927-1931), Santiago, DIBAM, 1997; [ Links ] Olga Ulianova “El Partido Comunista chileno durante la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931): primera clandestinidad y ‘bolchevización’ estaliniana”, en Boletín de la Academia Chilena de Historia, N° 111, Santiago, 2002. [ Links ]

35 Víctor Contreras Tapia, Campesino y proletario, Moscú, Editorial de la Agencia de prensa Novosti, 1981,47-49. [ Links ]

36 Agradecemos la información proporcionada por Alicia Dujovne Ortiz, escritora argentina, hija de Carlos Dujovne que en estos momentos trabaja en una biografía de su padre.

37 Propulsor de políticas de reforma agraria y nacionalismo económico en América Latina, tras el estallido de la Revolución Boliviana de abril de 1952, se instala dos años después en La Paz para desempeñarse como asesor del entonces vicepresidente Hernán Siles Suazo. Su firma aparece junto a la del líder sindical Juan Lechín en el decreto de Reforma Agraria. Regresó a Buenos Aires en 1957, propulsando las políticas desarrollistas y la creación de la UCRI. Murió olvidado en 1973, en un marco de gran soledad política, atenuada por su amistad con otros comunistas disidentes: Juan José Real y Luis Sommi.

38 Volodia Teitelboim, Un muchacho del siglo veinte, Santiago, Editorial Sudamericana, 1997, 246. [ Links ]

39 El libro de publicó inicialmente en inglés en versión reducida bajo el nombre de “Yenan way”, conservando solo episodios de “denuncia” de la acción comunista en diversas partes del mundo. En español existen las dos versiones: la breve que es análoga a la edición inglesa y la completa, correspondiente al propósito inicial del autor, y mucho más valiosa como fuente histórica.

40 Esta visión de “Jorge Montero” está reflejada en las Memorias de Gabriel González Videla, Santiago, Gabriela Mistral, 1974, vol. 1.

41 Esta última versión está arraigada en la tradición memorialística y ensayística comunista chilena (a falta de trabajos historiográficos sobre estos temas) y se vuelve a reafirmar en las autobiografías recientes de Luis Corvalán L., De lo vivido y lo peleado, Santiago, LOM Ediciones, 1997, 40-41 [ Links ]y Teitelboim, op. ci., 246.

42 Magdalena Chocano “La memoria tránsfuga: mediaciones estéticas y guerra fría en el testimonio de Eudocio Ravines” en Hueso Húmero, N° 48 (http// huesohumero.perucultural.org.pe). [ Links ]

43 Alberto Flores Galindo “Eudocio Ravines o el militante”, en Tiempo de plagas, Lima, El Caballo Rojo Ediciones, 1988, 109. [ Links ]

44 Carta del delegado de Profintern en Chile, 7 de julio de 1935, RGASPI, 534.4.512 (original en español); Carta del delegado de Profintern en Chile, 13 de agosto de 1935, RGASPI, 534.4. 512.

45 Carta de Jorge Montero (Eudocio Ravines) desde Chile a Moscú, 2 de agosto de 1935, RGAS-PI, 495,106,39.

46 Marta Vergara, Memorias de una mujer irreverente, Santiago, Gabriela Mistral, 1974, 153. [ Links ]

47 Reunión del Secretariado Latinoamericano del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú, 20.10.35 (Estenograma), RGASPI, 495.106.39 (traducido del ruso por Olga Lepíjina).

48 Ibid.

49 Reunión del Secretariado Latinoamericano del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú, 21.10.1935 (Estenograma), RGASPI, 495.101.39 (Traducido del ruso por Olga Lepíjina).

50 Ibid.

51 Ibid.

52 Reunión del Secretariado Latinoamericano del Comité Ejecutivo del Komintern, Moscú, 13 de noviembre de 1935, versión taquigráfica, RGASPI, 495.101.43 (traducido del ruso por Olga Lepíjina). Versión taquigráfica en ruso de una conversación oral con traducción en la sede del CE del Komintern. Las palabras de personajes hispanoparlantes aparecen en doble traducción.

53 RGASPI, 495.106.46.

54 Carta de “Chino” a su “hermano”, RGASPI, 495.106.46.

55 Informe de Marcucci sobre la cuestión de cuadros en América del Sur, 4 de marzo de 1936, RGASPI 495.20.379 1-25.

56 Eudocio Ravines, La gran estafa, Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1977, 220-221. [ Links ]

57 Vergara, op. cit., 158-159.

58 Teitelboim, op. cit., 244.

59 Ibid., 33-34.

60 Frente Único, Santiago, 1 semana de septiembre de 1935, 1.

61 Entrevista con la Dra. Irina Joroshaeva, hija de Fritz Glaufbauf, Moscú, verano 1997.

62 Eudocio Ravines, op. cit., 222.

63 Ibid.

64 Teitelboim, op. cit., 334.

65 Vergara, op. cit., 200.

66 RGASPI,495…

67 Citado por Jorge Arrate y Eduardo Rojas, Memoria de la Izquierda Chilena, vol. 1, cap. III. Santiago, Ediciones B, 2003.

68 Vergara, op. cit., 202.

69 Ibid., 202-203.

70 Vergara, op. cit., 209.

71 Corredor de Danzig fue establecido por el tratado de Versalles junto con la creación del Estado polaco independiente y le permitía tener una salida al Báltico por una amplia franja poblada por polacos étnicos en torno a la ciudad de Danzig (actualmente Gdansk), antigua ciudad hanseática alemana que se declaraba como puerto libre. El corredor de Danzig separaba el territorio principal alemán de la zona de Prusia Oriental, convirtiendo esta última en un enclave alemán entre Polonia y estados bálticos. La “devolución” del corredor de Danzig para unir Prusia Oriental con el territorio alemán fue una de las últimas demandas internacionales alemanas previas al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Tras largas tensiones fue accedida por el arbitraje británico, con esperanzas últimas de evitar la guerra, al margen de las obligaciones de alianza de esta potencia con Polonia.

72 En referencia al acuerdo ente Francia y Gran Bretaña por un lado y Alemania por el otro que aceptaba la ocupación alemana de los Sudestes checos, liberando a las potencias occidentales de sus obligaciones de defensa común de Checoslovaquia, con la cual tenían un acuerdo de ayuda mutua. Conocida como la política del apaciguamiento del agresor, esta fue presentada por los gobiernos francés y británico, como una garantía para salvar la paz en Europa. En Checoslovaquia, en la izquierda europea y en la URSS fue caracterizada como una traición.

73 Frente Popular, Santiago, miércoles 23 de agosto 1939, 3.

74 Frente Popular, Santiago, jueves 24 de agosto de 1939, 3.

75 Ya en el siglo XIX algunos representantes de la familia Ravines de Cajamarca estaban emparentados con los descendientes del Inca Atahualpa y en calidad de tales, eran propietarios del famoso Cuarto del Rescate del Inca, apareciendo este apellido (en esta ortografía) en la lista de los propietarios del monumento, grabada en la pared del museo que lo cobija hoy. Por otra parte, más coincidencia a la palabra “Ravines” en los buscadores del Internet presenta un famoso arqueólogo cajamarquino de ese apellido.

76 Miguel Serrano… www.geocites.

77 La familia de Ravines era católica. Más aún, sus memorias destacan la fe profunda de su madre y la educación profundamente católica que le fue entregada. El apellido es de origen español y se encuentra en el Perú desde el s. XVIII.

78 “Toda la falsa argumentación de los enemigos de la URSS sobre el pacto desbaratada por Voroshilov”, reza el título en las páginas centrales (8-9) del Frente Popular del 26 de agosto de 1939.

79 Frente Popular, Santiago, viernes 25 de agosto de 1939, 3.

80 Informe del secretario general del PC español, José Díaz al Secretariado de la Internacional Comunista, septiembre de 1939, RGASPI, 495, 74, 356, 77-79 (conservado en ruso, presentamos en doble traducción).

81 El biógrafo oficial del legendario agente soviético Iosif Grigulevich, N. Nikandrov (visiblemente colega del biografiado) destaca como el gran mérito de Codovilla la cooperación con NKVD tanto en España, como posteriormente, en los años de la guerra, en América del sur.

82 Escuela de cuadros adjunta al PCCh, creada con la ayuda de los emisarios del Komintern, en la cual estudiaban también los representantes del movimiento obrero de izquierda y comunista de Perú y Bolivia.

83 Entrevistas realizadas por la autora con los descendientes de los participantes chilenos de las Brigadas Internacionales. Ver Olga Ulianova, “A setenta años de la Guerra Civil española. Combatientes chilenos en las Brigadas Internacionales”, Estudios Avanzados Interactivos, vol. 5, N° 7, 2006, web .usach .cl/revistaidea. [ Links ]

84 Antonio Poupin Gray (1904-¿?), miembro del Partido Democrático y Ministro de Trabajo en el primer gabinete de Pedro Aguirre Cerda.

85 Con la distancia histórica de más de 60 años y, creemos, alta sensibilidad personal frente a los temas relacionados con la II Guerra Mundial, hemos revisado la colección del periódico Frente Popular y no hemos percibido una postura pro alemana en sus páginas. Sí, una defensa a veces frenética, a veces disimuladamente avergonzada de la postura soviética de ese período.

86 Uno de los líderes del partido nacional-socialista de Alemania, dirigente imperial de asuntos organizacionales.