Lunes, 17 de Mayo de 2010 / 09:35 h
Carta rápida al Movimiento Popular
Dagoberto Gutiérrez
El anuncio del Movimiento Ciudadano para el Cambio, llega en un buen momento para el movimiento popular y en mal momento para este mismo movimiento. Tal como ha sido presentado, resulta ser el Movimiento Amigos de Mauricio convertido en movimiento ciudadano, más extenso que el de los Amigos de Mauricio, y apoyando a un gobierno, a un presidente, a una política oligárquica, y ya no a un candidato presidencial.
El momento de esta presentación resulta tenso y no afortunado porque, y para empezar, los Amigos de Mauricio prácticamente no existen, y este movimiento fue desapareciendo una vez instalado el gobierno, en junio del año pasado. A tal grado se desdibujó que ahora se trata de recoger y pegar, como en un rompecabezas, los pedazos dispersos. Desde luego que se trata de pedir apoyo para un gobierno de derechas y para un presidente de derechas que han perdido el leve barniz de izquierda cultivado durante la campaña electoral. Y ha perdido, sobre todo, el encantamiento ejercido por la figura del cambio en sus miles de votantes.
Así las cosas, resulta lógica la afirmación del Presidente Funes en el sentido de que lo que se busca es apoyo para que su gobierno mantenga el rumbo actual y, como este rumbo es pro mercado, pro neoliberal, pro Washington, resulta claro que los que apoyan este rumbo no provienen de la mayoría de votantes del año pasado, sino de los que en ese momento se oponían.
Para el movimiento popular, que vacila con miedo a la independencia y a la libertad, con miedo a contar con su propia línea política, el anuncio de este movimiento resulta ser un apoyo inesperado para el esclarecimiento del mapa político y la precisión de los caminos que cruzan el terreno.
El gobierno, siendo de derechas, necesita, sin embargo, que el pueblo lo mire como de izquierdas, algo así como el lobo y la caperucita roja, porque pareciendo un gobierno de izquierdas a los ojos de la gente que sufre un gobierno de derechas, este gobierno obtiene ventajas porque aspira a ser apoyado por los oligarcas, los de arriba, y también por los pobres, los de abajo, y eso solo se logra trabajando para los de arriba y engañando a los de abajo.
El Movimiento Ciudadano nace para construir las alianzas necesarias con las derechas necesarias pero también para contar con sus propios recursos partidarios en los órganos de gobierno. Todo este movimiento era afortunado en los primeros días de junio del año pasado; en estos momentos, la presentación en Apaneca forzará al partido FMLN a pasar definitivamente a la oposición.
En verdad, esta es la posición real de este partido que ganando una votación presidencial pierde, al mismo tiempo, la presidencia y el gobierno superviniente. Sin tener confrontación ideológica alguna con el gobierno Funes, es decir, sin estar a la izquierda de la derecha, y disputando nada más el manejo del aparato gubernamental y no el rumbo, el rompimiento entre el grupo de Funes y el FMLN se produce tempranamente.
Pero este partido, que renunció a decirle la verdad al pueblo, reconociendo su desorientación y su error infantil de creer que el candidato Funes era un infante manejable, no ha tenido más alternativa que actuar como partido de oposición, aunque niegue todos los días el diferendo con el Presidente. Esta situación de ciencia ficción ha llegado, con la presentación de este movimiento, a un punto límite, en donde reinará el ridículo pleno y total para este partido, a menos que defina su posición.
El Movimiento Ciudadano nace, pues, creándose así mismo una oposición y navegando en aguas inciertas para sus apoyos porque un gobierno antipopular necesita popularidad, y para eso se necesitan recursos que el actual gobierno no tiene, porque, si como dice Maquiavelo, “gobernar es hacer creer”, a estas alturas resulta muy difícil que alguien de abajo crea que el actual gobierno es su gobierno. Es cierto que algunos sectores beneficiados por algunas medidas podrán pensar eso pero solo en el marco de un beneficio directo recibido, que se agota en el océano de la realidad toda.
En ningún momento como este, las cartas habían estado tan claras y la mesa política tan distribuida, y el movimiento popular está en el momento de tomar decisiones.
Es probable que algunos sectores decidan apoyar al actual gobierno, ya sea en las comisiones existentes o en el movimiento ciudadano. Esto es esperable porque la lucha social nunca es químicamente pura, ni enfrenta a buenos contra malos, ni a fuertes contra débiles, ni a ricos contra pobres, de una manera simple y elemental. Esto fuera posible si no existiera la lucha ideológica.
Y, hoy por hoy, la lucha de las ideas se ha convertido en el componente esencial de la coyuntura, y el movimiento popular está situado en el escenario que ha resultado de la derrota electoral de ARENA de marzo del año pasado, del control político, económico e ideológico de las derechas, de la crisis total y avasallante de la economía neoliberal, de la descomposición de la sociedad, de la mayor angustia e incertidumbre de los seres humanos y, adentro de todo esto, de la necesidad impostergable de construir y ejercer una política independiente que conjugue los intereses de la gente con los intereses del pueblo, es decir, de los seres humanos y de los actores políticos.