Encuentro Ecumnico Mesoamericano de Mujeres

Encuentro Ecumnico Mesoamericano de Liderazgo y Empoderamiento de las mujeres. 24-26 de Noviembre 2004, Guatemala

Pronunciamiento

Las representantes de 14 organizaciones de mujeres indgenas, campesinas y rurales de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua que participamos en el Encuentro Ecumnico Mesoamericano de Liderazgo y Empoderamiento de las Mujeres, realizado del 24 al 26 de noviembre, mes en el que se conmemora el Da Internacional de la NO Violencia contra Las Mujeres, no podemos dejar de elevar nuestra voz para expresar la preocupacin que sentimos por las grandes y profundas desigualdades que existen hoy por hoy entre hombres y mujeres en los contextos de nuestros pases centroamericanos, en los que la pobreza, la marginacin, la exclusin, los vejmenes de lesa humanidad tienen rostro de mujer.

Durante muchos aos las mujeres centroamericanas hemos sido vctimas de la marginacin, discriminacin y exclusin en todos los espacios de la sociedad, tanto en la esfera pblica como en la privada. Nuestros derechos ms elementales han sido violentados de las ms variadas formas. Nuestras nias y nios hoy por hoy se enfrentan a una realidad que ya es cotidiana: la abuela, la madre, las hermanas son golpeadas dentro del hogar, son abusadas por familiares, son las vctimas ms vulnerables de la delincuencia, siendo tratadas como menos objetos en todos los aspectos de la vida.

Queremos resaltar la contribucin diaria, incansable, que miles y miles de mujeres realizan dentro del hogar con el cuidado de las y los nios, al frente de las faenas domsticas, en el campo al cuidado de las hortalizas y los sembrados, en las maquilas, en las ventas, en las oficinas, pero tambin de aquellas que han peleado y ganado espacios pblicos al frente de Municipalidades, de dependencias estatales, de iglesias, de organismos civiles y del movimiento social, especialmente a aquellas liderezas que enfrentan importantes luchas polticas para reivindicar los derechos de las mujeres.

Como creyentes del Dios de la Vida, exhortamos a mujeres y hombres a seguir esforzndonos por respetar y valorar la dignidad de las mujeres como Hijas de Dios, hechas a su imagen y semejanza, dignidad que empieza por el respeto a la vida, el derecho a la igualdad de oportunidades y el necesario compartir de responsabilidades.

Un especial llamado a las Iglesias, lderes religiosos y consejeros espirituales, para que contribuyan a prevenir, denunciar y erradicar la violencia intra familiar, a romper el silencio y la cultura del miedo de muchas mujeres, a proclamar desde el Evangelio el derecho a la igualdad y la equidad, que corresponde a hombres y mujeres, como Hijos e Hijas de Dios.

Bien es verdad que en el Seor no se puede hablar del varn sin la mujer, ni de la mujer sin el varn. Pues si Dios ha formado del hombre a la mujer, el hombre nace de la mujer, y ambos vienen de Dios.

1. Corintios 11: 11-12

Guatemala, Noviembre del 2004

La Ecologa Poltica en Amrica Latina

Emergencia de la Ecologa Poltica

La ecologa poltica se encuentra en el momento fundacional de un campo terico-prctico. Es la construccin de un nuevo territorio del pensamiento crtico y de la accin poltica. Situar este campo en la geografa del saber no es tan slo delimitar su espacio, fijar sus fronteras y colocar membranas permeables con disciplinas adyacentes. Ms bien implica desbrozar el terreno, dislocar las rocas conceptuales y movilizar el arado discursivo que conforman su suelo original para construir las bases seminales que den identidad y soporte a este nuevo territorio; para pensarlo en su emergencia y en su trascendencia en la configuracin de la complejidad ambiental de nuestro tiempo y en la construccin de un futuro sustentable.

La ecologa poltica en germen abre una pregunta sobre la mutacin ms reciente de la condicin existencial del hombre. Partiendo de una crtica radical de los fundamentos ontolgicos y metafsicos de la epistemologa moderna, ms all de una poltica fundada en la diversidad biolgica, en el orden ecolgica y en la organizacin simblica que dan su identidad a cada cultura, la ecologa poltica viene a interrogar la condicin del ser en el vaco de sentido y la falta de referentes generada por el dominio de lo virtual sobre lo real y lo simblico, de un mundo donde parafraseando a Marshal Berman, todo lo slido se desvanece en el aire. A la ecologa poltica le conciernen no slo los conflictos de distribucin ecolgica, sino el explorar con nueva luz las relaciones de poder que se entretejen entre los mundos de vida de las personas y el mundo globalizado.

Pues si la mirada del mundo desde la hermenutica y el constructivismo ha superado la visin determinista de la historia y el objetivismo de lo real, si el mundo est abierto al azar y a la incertidumbre, al caos y al descontrol, al diseo y a la simulacin, tenemos que preguntarnos, que grado de autonoma tiene la hiperrealidad del mundo sobre-economizado, hiper-tecnologizado y sper-objetivado sobre el ser? en qu sentido se orienta el deseo, la utopa, el proyecto, en la reconfiguracin del mundo guiado por intereses individuales, imaginarios sociales y proyectos colectivos? Qu relaciones y estrategias de poder emergen en este nuevo mundo en el que el aleteo de las mariposas puede llegar a conmover, derribar y reconstruir las armaduras de hierro de la civilizacin moderna y las rgidas estructuras del poder y del conocimiento? Qu significado adquiere la libertad, la identidad, la existencia, la poltica?

La ecologa poltica construye su campo de estudio y de accin en el encuentro y a contracorriente de diversas disciplinas, pensamientos, ticas, comportamientos y movimientos sociales. All colindan, confluyen y se confunden las ramificaciones ambientales y ecolgicas de nuevas disciplinas: la economa ecolgica, el derecho ambiental, la sociologa poltica, la antropologa de las relaciones cultura-naturaleza, la tica poltica. Podemos afirmar sin embargo que no estamos ante un nuevo paradigma de conocimiento o un nuevo paradigma social. Apenas comenzamos a indagar sobre el lugar que le corresponde a un conjunto de exploraciones que no encuentran acomodo dentro de las disciplinas acadmicas tradicionales. La ecologa poltica es un campo que an no adquiere nombre propio; por ello se le designa con prstamos metafricos de conceptos y trminos provenientes de otras disciplinas para ir nombrando los conflictos derivados de la distribucin desigual y las estrategias de apropiacin de los recursos ecolgicos, los bienes naturales y los servicios ambientales. Las metforas de la ecologa poltica se hacen solidarias del lmite del sentido de la globalizacin regida por el valor universal del mercado para catapultear al mundo hacia una reconstruccin de las relaciones de lo real y lo simblico; de la produccin y el saber.

La ecologa poltica emerge en el hinterland de la economa ecolgica para analizar los procesos de significacin, valorizacin y apropiacin de la naturaleza que no se resuelven ni por la va de la valoracin econmica de la naturaleza ni por la asignacin de normas ecolgicas a la economa; estos conflictos socio-ambientales se plantean en trminos de controversias derivadas de formas diversas y muchas veces antagnicas de significacin de la naturaleza, donde los valores polticos y culturales desbordan el campo de la economa poltica, incluso de una economa poltica de los recursos naturales y servicios ambientales. De all surge esa extraa politizacin de “la ecologa”.

En la ecologa poltica han anidado as trminos que derivan de campos contiguos la economa ecolgica, como el de distribucin ecolgica, definido como una categora para comprender las externalidades ambientales y los movimientos sociales que emergen de “conflictos distributivos”; es decir, para dar cuenta de la carga desigual de los costos ecolgicos y sus efectos en las variedades del ambientalismo emergente, incluyendo movimientos de resistencia al neoliberalismo, de compensacin por daos ecolgicos y de justicia ambiental. La distribucin ecolgica designa “las asimetras o desigualdades sociales, espaciales, temporales en el uso que hacen los humanos de los recursos y servicios ambientales, comercializados o no, es decir, la disminucin de los recursos naturales (incluyendo la prdida de biodiversidad) y las cargas de la contaminacin” (Martnez-Alier 1997).

La distribucin ecolgica comprende pues los procesos extraeconmicos (ecolgicos y polticos) que vinculan a la economa ecolgica con la ecologa poltica, en analoga con el concepto de distribucin en economa, que desplaza a la racionalidad econmica al campo de la economa poltica. El conflicto distributivo introduce a la economa poltica del ambiente las condiciones ecolgicas de supervivencia y produccin sustentable, as como el conflicto social que emerge de las formas dominantes de apropiacin de la naturaleza y la contaminacin ambiental. Sin embargo, la distribucin ecolgica apunta hacia procesos de valoracin que rebasan a la racionalidad econmica en sus intentos de asignar precios de mercado y costos crematsticos al ambiente, movilizando a actores sociales por intereses materiales y simblicos (de supervivencia, identidad, autonoma y calidad de vida), ms all de las demandas estrictamente econmicas de propiedad de los medios de produccin, de empleo, de distribucin del ingreso y de desarrollo.

La distribucin ecolgica se refiere a la reparticin desigual de los costos y potenciales ecolgicos, de esas “externalidades econmicas” que son inconmensurables con los valores del mercado, pero que se asumen como nuevos costos a ser internalizados por la va de instrumentos econmicos, de normas ecolgicas o de los movimientos sociales que surgen y se multiplican en respuesta al deterioro del ambiente y la reapropiacin de la naturaleza.

En este contexto se ha venido configurando un discurso reivindicativo en torno a la idea de la deuda ecolgica, como un imaginario y un concepto estratgico movilizador de una conciencia de resistencia a la globalizacin del mercado y sus instrumentos de coercin financiera, cuestionando la legitimidad de la deuda econmica de los pases pobres, buena parte de ellos de Amrica Latina. La deuda ecolgica pone al descubierto la parte ms grande y hasta ahora sumergida del iceberg del intercambio desigual entre pases ricos y pobres, es decir, la destruccin de la base de recursos naturales de los pases llamados subdesarrollados, cuyo estado de pobreza no es consustancial a una esencia cultural o a su limitacin de recursos, sino que resulta de su insercin en una racionalidad econmica global que ha sobre-explotado a su naturaleza, degradado a su ambiente y empobrecido a sus pueblos. Sin embargo, esta deuda ecolgica resulta inconmensurable, pues no hay tasas de descuento que logren actualizarla ni instrumento que logre medirla. Se trata de un despojo histrico, del pillaje de la naturaleza y subyugacin de sus culturas que se enmascara en un mal supuesto efecto de la dotacin y uso eficaz y eficiente de sus factores productivos.

Hoy, este pillaje del tercer mundo se proyecta al futuro, a travs de los mecanismos de apropiacin de la naturaleza por la va de la etno-bio-prospeccin y los derechos de propiedad intelectual del “Norte” sobre los derechos de propiedad de las naciones y pueblos del “Sur”. La biodiversidad representa su patrimonio de recursos naturales y culturales, con los que han co-evolucionado en la historia, el hbitat en donde se arraigan los significados culturales de su existencia. Estos son intraducibles en valores econmicos. Es aqu donde se establece el umbral entre lo que es negociable e intercambiable entre deuda y naturaleza, y lo que impide dirimir el conflicto de distribucin ecolgica en trminos de compensaciones econmicas.

El campo de la ecologa poltica se abre en un horizonte que desborda el territorio de la economa ecolgica. La ecologa poltica se localiza en los linderos del ambiente que puede ser recodificado e internalizado en el espacio paradigmtico de la economa, de la valorizacin de los recursos naturales y los servicios ambientales. La ecologa poltica se establece en ese espacio que es el del conflicto por la reapropiacin de la naturaleza y de la cultura, all donde la naturaleza y la cultura resisten a la homologacin de valores y procesos (simblicos, ecolgicos, epistemolgicos, polticos) inconmensurables y a ser absorbidos en trminos de valores de mercado. All es donde la diversidad cultural adquiere derecho de ciudadana como una poltica de la diferencia, de una diferencia radical, en cuanto que lo que est all en juego es ms y otra cosa que la distribucin equitativa del acceso y los beneficios econmicos derivados de la puesta en valor de la naturaleza.

Desnaturalizacin de la Naturaleza

En el curso de la historia, la naturaleza se fue construyendo como un orden ontolgico y una categora omnicomprensiva de todo lo real. Lo natural se convirti en un argumento fundamental para legitimar el orden existente, tangible y objetivo. Lo natural era lo que tena “derecho de ser”. En la modernidad, la naturaleza se convirti en objeto de dominio de las ciencias y de la produccin, al tiempo que fue externalizada del sistema econmico; se desconoci as el orden complejo y la organizacin ecosistmica de la naturaleza, en tanto que se fue convirtiendo en objeto de conocimiento y en materia prima del proceso productivo. La naturaleza fue desnaturalizada para convertirla en recurso e insertarla en el flujo unidimensional del valor y la productividad econmica. Esta naturalidad del orden de las cosas y del mundo la naturalidad de la ontologa y la epistemologa de la naturaleza fue construyendo una racionalidad contra natura, basada en leyes naturales inexpugnables, ineluctables, inconmovibles.

No es sino hasta los aos sesenta y setenta en adelante que la naturaleza se convierte en referente poltico, no slo de una poltica de Estado para la conservacin de las bases naturales de sustentabilidad del planeta, sino como objeto de disputa y apropiacin social, al tiempo que emergen por fuera de la ciencia diversas corrientes interpretativas, en las que la naturaleza deja de ser un objeto a ser dominado y desmembrado para convertirse en un cuerpo a ser seducido, resignificado, reapropiado. De all todas las diversas ecosofas, desde la ecologa profunda (Naess), el ecosocialismo (OConnor) y el ecoanarquismo (Bookchin), que nutren a la ecologa poltica. En estas perspectivas, la ecologa viene a jugar un papel preponderante en el pensamiento reordenador del mundo. La ecologa se convierte en el paradigma que, basado en la comprensin de lo real y del conocimiento como un sistema de interrelaciones, orienta el pensamiento y la accin en una va reconstructiva. De esta manera se establece el campo de una ecologa generalizada (Morin) donde se configura toda una serie de teoras y metodologas que iluminan y asechan el campo de la ecologa poltica, desde las teoras de sistemas y los mtodos interdisciplinarios, hasta el pensamiento de la complejidad (Floriani 2003).

Se propuso as un cambio de paradigma epistemolgico y societario, del paradigma mecanicista al paradigma ecolgico, que si bien contrapona al fraccionamiento de las ciencias la visin holstica de un mundo entendido como un sistema de interrelaciones, interdependencias y retroalimentaciones, abriendo el conocimiento hacia la novedad y la emergencia, al caos y a la incertidumbre, la conciencia y la creatividad, no renunci a su pulsin totalizadora y objetivante del mundo. Se gener as un nuevo centralismo terico, que si empezaba a enfrentar el logocentrismo de las ciencias, no ha penetrado el cerco de poder del pensamiento unidimensional asentado en la ley unitaria y globalizante del mercado. La ecologa se fue haciendo poltica y la poltica se fue ecologizando, pero a fuerza de abrir la totalidad sistmica fuera de la naturaleza, hacia el orden simblico y cultural, hacia el terreno de la tica y de la justicia (Borrero 2002).

Las corrientes dominantes de pensamiento que alimentan la accin ecologista, van complejizando a la naturaleza, pero no logran salir de la visin naturalista que, desde la biosociologa hasta los enfoques sistmicos y la ecologs generalizada, no han logrado romper el cerco de naturalizacin del mundo en el que la ley natural objetiva vela las estrategias de poder que han atravesado en la historia las relaciones sociedad-naturaleza.

La ecologa poltica es por ello el terreno de una lucha por la desnaturalizacin de la naturaleza: de las condiciones “naturales” de existencia, de los desastres “naturales”, de la ecologizacin de las relaciones sociales. No se trata tan slo de adoptar una perspectiva constructivista de la naturaleza, sino poltica, donde las relaciones entre seres humanos entre ellos y con la naturaleza se construyen a travs de relaciones de poder (en el saber, en la produccin, en la apropiacin de la naturaleza) y los procesos de “normalizacin” de las ideas, discursos, comportamientos y polticas.

Ms all de los enfoques ecologistas que siguen dominando el pensamiento ambiental, nuevas corrientes constructivistas y fenomenolgicas estn contribuyendo a la desconstruccin del concepto de naturaleza, resaltando el hecho de que la naturaleza es siempre una naturaleza marcada, significada, geo-grafiada. Dan cuenta de ello los recientes estudios de la nueva antropologa ecolgica (Descola y Plsson 2001) y de la geografa ambiental (Gonalves 2001), que muestran que la naturaleza es producto no de una evolucin biolgica, sino de una coevolucin de la naturaleza y las culturas que la han habitado. Son estas “naturalezas orgnicas” (Escobar), las que han entrado en competencia y conflicto con la naturaleza capitalizada y tecnologizada por una cultura globalizada que hoy en da impone su imperio hegemnico y homogeneizante bajo el dominio de la tecnologa y el signo unitario del mercado.

La ecologa poltica se establece en el encuentro, confrontacin e hibridacin de estas racionalidades desemejantes y heterogneas de relacin y apropiacin de la naturaleza. Ms all de pensar estas racionalidades como opuestos dialcticos, la ecologa poltica es el campo en el cual se estn construyendo en una historia ambiental cuyos orgenes se remontan a una historia de resistencias anticolonialistas y antiimperialistas nuevas identidades culturales en torno a la defensa de las naturalezas culturalmente significadas y a estrategias novedosas de “aprovechamiento sustentable de los recursos”, de los cuales basta citar la invencin de la identidad del seringueiro y de sus reservas extractivistas en la amazona brasilea, y ms recientemente el proceso de las comunidades negras del Pacfico de Colombia. Estas identidades se han configurado a travs luchas de resistencia, afirmacin y reconstruccin del ser cultural frente a las estrategias de apropiacin y transformacin de la naturaleza que promueve e impone la globalizacin econmica. Porto Gonalves ha caracterizado a estos procesos culturales como movimientos de re-existencia.

Poltica Cultural/Poltica de la Diferencia

La diferencia es siempre una diferencia radical; est fundada en una raz cuyo proceso y destino es diversificarse, ramificarse, redificarse. El pensamiento de la diferencia es el proyecto de desconstruccin del pensamiento unitario, aquel que busca acomodar la diversidad a la universalidad y someter lo heterogneo a la medida de un equivalente universal, cerrar el crculo de las ciencias en una unidad del conocimiento, reducir las variedades ontolgicas a sus homologas estructurales y encasillar las ideas dentro de un pensamiento nico. La ecologa poltica enraza el trabajo terico de desconstruccin del logos en el campo poltico, donde no basta reconocer la existencia de la diversidad cultural, de los saberes tradicionales, de los derechos indgenas, para luego intentar resolver el conflicto que emana de sus diferentes formas de valorizacin de la naturaleza por la va del mercado y sus compensaciones de costos.

Hablamos de ecologa poltica, pero habremos de comprender que la ecologa no es poltica en s. Las relaciones entre seres vivos y naturaleza, las cadenas trficas, las territorialidades de las especies, incluso las relaciones de depredacin y dominacin, no son polticas en ningn sentido. Si la poltica es llevada al territorio de la ecologa es como respuesta al hecho de que la organizacin ecosistmica de la naturaleza ha sido negada y externalizada del campo de la economa y de las ciencias sociales. Las relaciones de poder emergen y se configuran en el orden simblico y del deseo del ser humano, en su diferencia radical con los otros seres vivos que son objeto de la ecologa.

Desde esta perspectiva, al referirse a las “ecologas de la diferencia”, Escobar pone el acento en la nocin de “distribucin cultural”, como los conflictos que emergen de diferentes significados culturales, pues “el poder habita a los significados y los significados son la fuente del poder” (Escobar 2000:9). Pero si bien el poder se moviliza por medio de estrategias discursivas, la “distribucin cultural” no surge del hecho de que los significados sean directamente fuentes de poder, sino de las estrategias discursivas que generan los movimientos por la reivindicacin de sus valores culturales, es decir, en los procesos de legitimacin de los significados culturales como derechos humanos. Pues es por la va de los derechos (humanos) que los valores culturales entran en el juego y el campo del poder establecido por los “derechos del mercado”.

Pero en realidad la nocin de distribucin cultural puede llegar a ser tan falaz como la de distribucin ecolgica cuando se le somete a un proceso de homologacin y homogeneizacin. La inconmensurabilidad no slo se da en la diferencia entre economa, ecologa y cultura, sino dentro del propio orden cultural, donde no existen equivalencias entre significaciones diferenciadas. La distribucin siempre apela a una materia homognea: el ingreso, la riqueza, la naturaleza, la cultura, el poder. Pero el ser que funda los derechos es esencialmente heterogneo, en el sentido de que implica pasar del concepto genrico del ser y del ser ah heideggeriano, an herederos de una ontologa existencialista esencialista y universal, a pensar la poltica de la diferencia como derechos del ser cultural, especfico y localizado.

La ecologa poltica en Amrica Latina est operando as un proceso similar al que Marx realiz con el idealismo hegeliano, al “poner sobre sus pies” a la filosofa de la posmodernidad (Heidegger, Derrida), al volver al Ser y a la diferencia en la sustancia de una ecologa poltica. La esencial diversidad del orden simblico y cultural se convierte en la materia de la poltica de la diferencia.

Pero la diferencia de valores y visiones culturales no se convierte por derecho propio en fuerza poltica. La legitimacin de esa diferencia que le da valor y poder, proviene de una suerte de efectos de saturacin de la homogeneizacin forzada de la vida inducida por el pensamiento metafsico y la racionalidad modernizante. Es de la resistencia del ser al dominio de la homogeneidad hegemnica, de la cosificacin objetivante, de la igualdad inequitativa, que surge la diferencia por el encuentro con la otredad, en la confrontacin de la racionalidad dominante con lo que le es externo y con aquello que excluye, rompiendo con la identidad de la igualdad y la unidad de lo universal. De esa tensin se establece el campo de poder de la ecologa poltica, de la demarcacin del pensamiento nico y la razn unidimensional, para valorar la diferencia del ser y convertirlo en un campo de fuerzas polticas.

Hoy es posible afirmar que “las luchas por la diferencia cultural, las identidades tnicas y las autonomas locales sobre el territorio y los recursos estn contribuyendo a definir la agenda de los conflictos ambientales ms all del campo econmico y ecolgico”, reivindicando las “formas tnicas de alteridad comprometidas con la justicia social y la igualdad en la diferencia” (Escobar 2000:6, 13). Esta reivindicacin no reclama una esencia tnica ni derechos fincados en el principio jurdico y metafsico del individuo, sino en el derecho del ser, que incluye tanto los valores intrnsecos de la naturaleza como los derechos humanos diferenciados culturalmente, incluyendo el derecho a disentir de los sentidos preestablecidos y legitimados por poderes hegemnicos.

La poltica de la diferencia no slo implica diferenciar criterios, opiniones y posiciones. Tambin hay que entenderla en el sentido que asigna Derrida (1989) a la diferencia, que no slo establece la diferencia en el aqu y el ahora, sino que la abre al tiempo, al devenir, al advenimiento de lo impensado y lo inexistente. En este sentido, frente al cierre de la historia en torno al cerco del pensamiento nico y del mercado globalizado, la poltica de la diferencia abre la historia hacia la utopa de la construccin de sociedades sustentables diferenciadas. El derecho a diferir en el tiempo abre el sentido del ser que construye en el tiempo aquello que es potencialmente posible desde lo real y del deseo, “lo que an no es” (Levinas 1977).

La ecologa poltica reconoce en el ambientalismo luchas de poder por la distribucin de bienes materiales (valores de uso), pero sobre todo de valores-significaciones asignadas a los bienes, necesidades, ideales, deseos y formas de existencia que definen los procesos de adaptacin / transformacin de los grupos culturales a la naturaleza. No se trata pues de un problema de inconmensurabilidad de bienes-objeto, sino de identidades-valoraciones diferenciadas por formas culturales de significacin, tanto de la naturaleza como de la existencia misma. Esto est llevando a imaginar y construir estrategias de poder capaces de vincular y fortalecer un frente comn de luchas polticas diferenciadas en la va de la construccin de un mundo diverso guiado por una racionalidad ambiental (hibridacin de diversas racionalidades) y una poltica de la diferencia. De ese otro mundo posible por el que claman las voces del Foro Social Mundial; de otro mundo donde quepan muchos mundos (Sub-comandante Marcos).

Las reivindicaciones por la igualdad en el contexto de los derechos humanos genricos del hombre, y sus aplicaciones jurdicas a travs de los derechos individuales, son incapaces de asumir este principio poltico de la diferencia que reclama un lugar propio dentro de una cultura de la diversidad, pues como afirma Escobar,

Ya no es el caso de que uno pueda contestar la desposesin y argumentar a favor de la igualdad desde la perspectiva de la inclusin dentro de la cultura y la economa dominantes. De hecho, lo opuesto est sucediendo: la posicin de la diferencia y la autonoma est llegando a ser tan vlida, o ms, en esta contestacin. El apelar a las sensibilidades morales de los poderosos ha dejado de ser efectiva [] Es el momento de ensayar [] las estrategias de poder de las culturas conectadas en redes y glocalidades, de manera que puedan negociarse concepciones contrastantes de lo bueno y el valor de diferentes formas de vida y para reafirmar el predicamento pendiente de la diferencia-en-la-igualdad. (Escobar 2000:21).

Conciencia de clase, conciencia ecolgica, conciencia de especie

La poltica de la diferencia se sita en otro plano que el de una ecologa poltica subsumida en el pensamiento ecolgico. Pues la significancia de la naturaleza que mueve a los actores sociales en el campo de la ecologa poltica no podra proceder ni fundarse en una conciencia genrica de la especie humana. La “conciencia ecolgica” que emana de la narrativa ecologista como una noosfera que emerge desde la organizacin biolgica del cuerpo social humano esa formacin discursiva desde la cual la gente habla del amor a la naturaleza, se conmueve por el cuidado del ambiente y promueve el desarrollo sostenible no es consistente con bases tericas ni con visiones y proyectos compartidos por la humanidad en su conjunto. Por ello los “tomadores de decisiones” pueden anteponer la conciencia econmica a la de la supervivencia humana y del planeta, y negar las evidencias cientficas sobre el cambio climtico; por ello los principios del desarrollo sostenible (las responsabilidades comunes pero diferenciadas, el consentimiento previo e informado, el pensar globalmente y actuar localmente, o el principio de quien contamina paga) se han convertido en slogans con un limitado efecto en la construccin de una nueva racionalidad ambiental. El movimiento ambientalista es un campo disperso de grupos sociales que antes de solidarizarse por un objetivo comn, muchas veces se confrontan, se diferencian y se dispersan tanto por el fraccionamiento de sus reivindicaciones como por la comprensin y uso de conceptos que definen sus estrategias polticas.

Para que hubiera una conciencia de especie sera necesario que la humanidad en su conjunto compartiera la vivencia de una catstrofe comn o de un destino compartido por todo el gnero humano en trminos equivalentes, como aquella que llev el silogismo aristotlico sobre la mortalidad del hombre a una conciencia de s de la humanidad cuando la generalizacin de la peste convirti el simbolismo del silogismo en experiencia vivida, transformando la mxima del enunciado en produccin de sentido de un imaginario colectivo (o la que fund la cultura humana en la prohibicin del incesto y de la cual el simbolismo del complejo de Edipo vino solamente a convertir en sentido trgico y manifestacin literaria una “ley cultural” vivida, que no fue instaurada ni por Sfocles ni por Freud). Pues como ha afirmado Lacan (1974-5), del enunciado de Aristteles “todos los hombres son mortales” no se desprende el sentido que slo anid en la conciencia una vez que la peste se propag por Tebas, convirtindola en algo “imaginable” y no slo una pura forma simblica, una vez que toda la sociedad se sinti concernida por la amenaza de una muerte real.

En la sociedad del riesgo y la inseguridad en que vivimos podemos afirmar que el imaginario del terror est ms concentrado en la realidad de la guerra y la violencia generalizada que en el peligro inminente de un colapso ecolgico. Pareciera que el holocausto y los genocidios a lo largo de la historia humana no hubieran sido capaces de anteponer una tica de la vida a los intereses del poder; menos an una conciencia que responda efectivamente al riesgo ecolgico o con un imaginario colectivo que reconduzca sus acciones hacia la construccin de sociedades sustentables. La crisis ambiental que se cierne sobre el mundo an se percibe como una premonicin catastrofista de una naturaleza que se presume cada vez ms controlada, ms que como un riesgo ecolgico real para toda la humanidad. La amenaza que se ha establecido en el imaginario colectivo y que mantiene pasmado al mundo actual es la del terrorismo que se manifiesta en un miedo generalizado a la guerra desenfrenada, al holocausto humano, al derrumbe de reglas bsicas de convivencia y de una tica de y para la vida, ms que como la conciencia de la revancha de una naturaleza sometida y sobreexplotada.

Ciertamente prcticamente todo el mundo tiene hoy conciencia de problemas ecolgicos que afectan su calidad de vida; pero estos se encuentran fragmentados y segmentados segn su especificidad local. Estos generan una variedad de ambientalismos (Guha y Martnez Alier 1997), pero no todas las formas y grados de conciencia generan movimientos sociales. Ms bien prevalece lo contrario, y los problemas ms generales, como el calentamiento global, son percibidos desde visiones y concepciones muy diferentes, desde quienes ven all la fatalidad de catstrofes naturales hasta quienes lo entienden como la manifestacin de la ley lmite de la entropa y el efecto de la racionalidad econmica. El ambientalismo es pues un kaleidoscopio de teoras, ideologas, estrategias y acciones no unificadas por una conciencia de especie, salvo por el hecho de que el discurso ecolgico ha empezado a penetrar todas las lenguas y todos los lenguajes, todos los idearios y todos los imaginarios.

La ley lmite de la entropa que sustentara desde la ciencia tales previsiones y los desastres “naturales” que se han desencadenado y proliferado en los ltimos aos parecen an disolver su evidencia en los clculos de probabilidades, en la incertidumbre vaga de los acontecimientos, en el corto horizonte de las evaluaciones y la multiplicidad de criterios en los que se elaboran sus indicadores. Lo que prevalece es una dispersin de visiones y previsiones sobre la existencia humana y su relacin con la naturaleza, en la que se borran las fronteras de las conciencias de clase, pero no por ello las diferencias de conciencias alimentadas por intereses y valores diferenciados, en los que el principio de diversidad cultural est abriendo un nuevo mosaico de posicionamientos que impide la visin unitaria para salvar al planeta, a la biodiversidad y a la especie humana. Cada visin se est convirtiendo en nuevos derechos que estn resquebrajando el marco jurdico prevaleciente, construido en torno al principio de la individualidad y del derecho privado, de la misma forma que esos pilares de la racionalidad econmica se colapsan frente a lo real de la naturaleza y los sentidos de la cultura.

Esta recomposicin del mundo por la va de la diferenciacin del ser y del sentido rompe el esquema imaginario de la interdisciplinariedad, e incluso de un “dilogo de saberes” entendido como la concertacin de intereses diferenciados a travs de una racionalidad comunicativa (Habermas). La conciencia de la crisis ambiental se funda en la relacin del ser con el lmite, en el enfrentamiento del todo objetivado del ente con la nada que alimenta el advenimiento del ser, en la interconexin de lo real, lo imaginario y lo simblico que oblitera al sujeto, que abre el agujero de donde emerge la existencia humana, el ser y su relacin con el saber. El sujeto de la ecologa poltica no es el hombre construido por la antropologa ni el ser-ah genrico de la fenomenologa, sino el ser propio que ocupa un lugar en el mundo, que construye su mundo de vida como “produccin de existencia” (Lacan 1974/75): la nada, la falta en ser y la pulsin de vida que van impulsando y anudando el posible saber en la produccin de la existencia, forjando esa relacin del ser y el saber, del ser con lo sido y lo que an no es, de una utopa que est ms all de toda trascendencia prescrita en una evolucin ecolgica, sea esta orgnica o de una dialctica ecologizada de la naturaleza (Bookchin 1990).

La conciencia ecolgica se inscribe as en una poltica de la diferencia referida a los derechos del ser y a la invencin de nuevas identidades atravesadas y constituidas en y por relaciones de poder.

Ecologa Poltica / Epistemologa Poltica

La ecologa poltica es la poltica de la reapropiacin de la naturaleza. Pero como toda poltica, no es meramente una estrategia prctica; su prctica no slo est mediada por procesos discursivos y por aplicaciones del conocimiento, sino que es esencialmente una lucha que se da en la produccin y apropiacin de los conceptos. No slo porque el ambientalismo crtico combate las ideologas que fundan la racionalidad de la modernidad insustentable (Leis 2001), sino porque la eficacia de una estrategia de reconstruccin social implica la desconstruccin de los conceptos tericos e ideolgicos que han soportado y legitimado las acciones y procesos generadores de los conflictos ambientales. La orientacin de las acciones hacia la construccin de sociedades sustentables se da en un campo de luchas tericas y de politizacin de conceptos. As, los conceptos de biodiversidad, territorio, autonoma, autogestin, estn reconfigurando sus significados en el campo conflictivo de las estrategias de reapropiacin de la naturaleza.

La poltica de la diferencia se abre a una proliferacin de sentidos existenciales y civilizatorios que son la materia de una epistemologa poltica que desborda al proyecto interdisciplinario en su voluntad de integracin y complementariedad de conocimientos (las teoras de sistemas), reconociendo las estrategias de poder que se juegan en el campo del saber y reconduciendo el conflicto ambiental hacia un encuentro y dilogo de saberes. Ello implica una radical revisin del conocimiento, de la relacin entre lo real, lo simblico y lo imaginario, donde la solucin no se orienta a copiar a la naturaleza, a subsumirse profundamente en la ecologa, a generalizar la ecologa como modelo de pensamiento y comportamiento, sino a situarse polticamente en lo imaginario de las representaciones de la naturaleza para desentraar sus estrategias de poder (del discurso del desarrollo sostenible). Se trata no slo de una hermenutica de los diferentes sentidos asignados a la naturaleza, sino de saber que toda naturaleza es captada desde un lenguaje, desde relaciones simblicas que entraan visiones, sentimientos, razones, sentidos e intereses que se debaten en la arena poltica. Porque el poder que habita al cuerpo humano est hecho de lenguaje.

Es dentro de esta epistemologa poltica que los conceptos de territorio-regin funcionan como lugares-soporte para la reconstruccin de identidades enraizadas en prcticas culturales y racionalidades productivas sustentables, como hoy lo construyen las comunidades negras del Pacfico colombiano. En este escenario,

El territorio es visto como un espacio multidimensional fundamental para la creacin y recreacin de las prcticas ecolgicas, econmicas y culturales de las comunidades […] Puede decirse que en esta articulacin entre identidad cultural y apropiacin de un territorio subyace la ecologa poltica del movimiento social de comunidades negras. La demarcacin de territorios colectivos ha llevado a los activistas a desarrollar una concepcin del territorio que enfatiza articulaciones entre los patrones de asentamiento, los usos del espacio y las prcticas de usos-significados de los recursos. (Escobar 1999:260)

Una ecologa poltica bien situada se sustenta en una teora correcta de las relaciones sociedad-naturaleza, o en la desconstruccin de la nocin ideolgico-cientfica-discursiva de la naturaleza, capaz de articular la sustancia ontolgica de lo real del orden biofsico, con el orden simblico que la significa, que la convierte en referente de una cosmovisin, de una teora, de un discurso sobre el desarrollo sustentable. La ecologa poltica remite directamente al debate sobre monismo/dualismo en el que hoy se desgarra la teora de la reconstruccin / reintegracin de lo natural y lo social, de la ecologa y la cultura, de lo material y lo simblico. Es all donde se ha desbarrancado el pensamiento ambiental, bloqueado por efecto del maniquesmo terico y la dicotoma extrema entre el naturalismo de las ciencias fsico-biolgico-matemticas y el antropomorfismo de las ciencias de la cultura; unas llevadas al polo positivo del positivismo lgico y empirista; el otro al relativismo del constructivismo y de la hermenutica. En el naufragio del pensamiento ante su polarizacin extrema, pensadores y cientficos se han agarrado de la tabla de salvacin que les ha ofrecido la ecologa como ciencia por excelencia e las interrelaciones de los seres vivos con sus entorno, llevando a una ecologa generalizada que no logra desprenderse e esa voluntad de totalizacin del mundo, ahora guiada por el objetivo de construir un pensamiento de la complejidad (Morin 1993). Surgen de all todos los intentos por reconciliar a esos entes no dialogantes (mente-cuerpo; naturaleza-cultura; razn-sentimiento), ms all de una dialctica de contrarios, unificados por un creacionismo evolucionista, de donde habra de emerger la conciencia ecolgica para reconciliar y saldar las deudas de una racionalidad anti-ecolgica. Este pensamiento complejo en bsqueda de un paradigma monista fundado en la ecologa no ofrece bases slidas a una ecologa poltica capaz de guiar las acciones hacia una sustentabilidad fundada en una poltica de la diferencia.

La otra falla del pensamiento epistemolgico reciente ha sido querer reunificar la naturaleza y la cultura sobre la base de una perspectiva fenomenolgica a partir de la constatacin de que las cosmovisiones de las sociedades “tradicionales” no reconocen una distincin entre lo humano, lo natural y lo sobrenatural. Empero estas “matrices de racionalidad” no constituyen “epistemologas” conmensurables, equiparables con la epistemologa de nuestra civilizacin “occidental”. De manera que si bien podemos inspirarnos en las gnoseologas de las sociedades tradicionales para una poltica de la diferencia basada en el derecho de sus saberes, el campo general de la epistemologa que anima y legitima la poltica de la globalizacin econmico-ecolgica debe desconstruirse desde el cuerpo mismo de sus fundamentos.

La posmodernidad est marcada por el fin de los universalismos y los esencialismos; por la emergencia de entes hbridos hechos de organismo, smbolos y tecnologa (Haraway); por la imbricacin de lo tradicional y lo moderno. Pero es necesario diferenciar este reenlazamiento de lo natural, lo cultural y lo tecnolgico del mundo actual de la complejidad, del mundo de vida de los primitivos que desconocen la separacin entre cuerpo y alma, vida y muerte, naturaleza y cultura. Esta continuidad y fluidez del mundo primitivo se da en un registro diferente a la relacin entre lo real, lo simblico y lo imaginario en la cultura moderna.

El problema a resolver por la ecologa poltica no es slo el dejar atrs el esencialismo de la ontologa occidental, sino el principio de universalidad de la ciencia moderna. Pues la ciencia ha generado, junto con sus universales a priori, al hombre genrico que se convirti en el principio de discriminacin de los hombres diferentes. De esta manera, los derechos humanos norman y unifican al tiempo que segregan y discriminan. Por ello, la ecologa poltica debe salir a la desconstruccin de todos los conceptos universales y genricos: el hombre, la naturaleza, la cultura, etc., pero no para pluralizarlos como “hombres”, “naturalezas” y “culturas” (con sus propias “ontologas” y “epistemologas”), sino para construir los conceptos de su diferencia. As pues, el ecofeminismo no debe tan slo diagnosticar los lugares asignados a la mujer en la economa, la poltica, la familia. Su diferencia sustantiva no radica en el lugar (diferente, subyugado) que le asigna la cultura jerrquica falocntrica, sino en decir su diferencia con un lenguaje propio, que no es slo el agregado de sensibilidad a la supuesta racionalidad inconmovible del machismo. La ecologa poltica habr de edificarse y convivir en una babel de lenguajes diferenciados, que se comunican e interpretan pero que no se traducen en un lenguaje comn unificado.

Esta epistemologa poltica trasciende el juego de interrelaciones e interdependencias del pensamiento complejo fundado en una ecologa generalizada (Morin) y en un naturalismo dialctico (Bookchin), ya que est situada ms all de todo naturalismo. Esta emerge desde ese orden que inaugura la palabra, el orden simblico y la produccin de sentido. En esta perspectiva, la ecologa poltica no emerge del orden ecolgico preestablecido, ni de una ciencia que hara valer una conciencia-verdad capaz de vencer los intereses antiecolgicos y antidemocrticos, sino en un nuevo espacio donde el destino de la naturaleza se juega en un proceso de creacin de sentidos-verdades y en sus respectivas estrategias de poder. Ese reanudamiento entre lo real, lo simblico y lo imaginario es lo que pone en juego las leyes de la naturaleza (entropa como ley lmite de lo real) con lo simblico de su teora y con la discursividad del desarrollo sostenible. Esta cuestin epistemolgica no se dirime en el campo del conocimiento, sino en el de la poltica que hace intervenir otros smbolos, otros imaginarios y otros reales, en el sentido de que la naturaleza (la biodiversidad) no son entidades objetivas desde el momento en que la naturaleza se construye desde el efecto de poder de los procesos imaginarios y simblicos que la transforman en geopoltica del desarrollo sostenible.

tica y Emancipacin

La ecologa poltica busca su identidad terica y poltica en un mundo en mutacin, en el que las concepciones y conceptos que hasta ahora orientaron la inteligibilidad del mundo y la accin prctica, parecen desvanecerse del campo del lenguaje significativo. Sin embargo, el pensamiento dominante se resiste a abandonar el diccionario de las prcticas discursivas que envuelven a la ecologa poltica (como a todos los viejos y nuevos discursos que acompaan la desconstruccin del mundo) a pesar de que han perdido todo peso explicativo y resuenan como la nostalgia de un mundo para siempre pasado, para siempre perdido: el del pensamiento dialctico, el de la universalidad y unidad de las ciencias, el de la esencia de las cosas y la trascendencia de los hechos. Y sin embargo algo nuevo puja por salir y manifestarse en este mundo de incertidumbres, de caos y confusin, de sombras y penumbras, donde a travs de los resquicios y resquebrajamientos de la racionalidad monoltica del pensamiento totalitario, se asoman las primeras luces de la complejidad ambiental. Llamemos a ese algo inconformidad, lucidez mnima, necesidad de comprensin y de emancipacin. Mientras los juegos de lenguaje son infinitos para seguir imaginando este mundo de ficcin y virtualidad, tambin lo son para avizorar futuros posibles, para construir utopas, para reconducir la vida. Y el pensamiento que ya nunca ser nico ni servir como instrumento de poder, busca comprender, enlazar su poder simblico y sus imaginarios para reconducir lo real. Y si este proceso no deber sucumbir al poder perverso y annimo de la hiperrealidad y la simulacin guiadas por el poder o por la aleatoriedad de las cosas, un principio bsico seguir sosteniendo la existencia en la razn, y es la de la consistencia del pensamiento, consistencia que nunca ser total en un mundo que nunca ser totalmente conocido y controlado por el pensamiento. Que nunca ms ser regido por razones de fuerza mayor.

La crisis ambiental marca el lmite del logocentrismo y la voluntad de unidad y universalidad de la ciencia, del pensamiento nico y unidimensional, de la racionalidad entre fines y medios, de la productividad econmica y la eficiencia tecnolgica, del equivalente universal como medida de todas las cosas, que bajo el signo monetario y la lgica del mercado han recodificado al mundo y los mundos de vida en trminos de valores de mercado intercambiables y transables. De all que la emancipacin se plantee no slo como un antiesencialismo, sino como de-sujecin de la sobre-economizacin del mundo. Lo anterior implica resignificar los principios liberadores de la libertad, la igualdad y la fraternidad como principios de una moral poltica que termin siendo cooptada por el liberalismo econmico y poltico por la ecualizacin y privatizacin de los derechos individuales, de fraternidades disueltas por el inters y la razn de fuerza mayor, para renombrarlos en la perspectiva de la desujecin y la emancipacin, de la equidad en la diversidad, de la solidaridad entre seres humanos con culturas, visiones e intereses colectivos, pero diferenciados.

La ecologa poltica es una poltica de la diferencia, de la diversificacin de sentidos; ms all de una poltica para la conservacin de la biodiversidad que sera recodificada y revalorizada como un universal tico o por el equivalente universal del mercado, es una transmutacin de la lgica unitaria hacia la diversificacin de proyectos de sustentabilidad y ecodesarrollo. Esta poltica es una revolucin que abre los sentidos civilizatorios, no por ser una revolucin de la naturaleza ni del conocimiento cientfico-tecnolgico (biotecnolgica), sino por ser una revolucin del orden simblico, lo que implica poner el espritu desconstruccionista del pensamiento posmoderno al servicio de una poltica de la diferencia, proponer la “imaginacin abolicionista” como principio de libertad y de sustentabilidad:

La agenda abolicionista propone comunidades autogestionarias establecidas de acuerdo al ideal de organizacin espontnea: los vnculos personales, las relaciones de trabajo creativo, los grupos de afinidad, los cabildos comunales y vecinales; fundadas en el respeto y la soberana de la persona humana, la responsabilidad ambiental y el ejercicio de la democracia directa “cara a cara” para la toma de decisiones en asuntos de inters colectivo. Esta agenda apuntaba a cambiar nuestro rumbo hacia una civilizacin de la diversidad, una tica de la frugalidad y una cultura de baja entropa, reinventando valores, desatando los nudos del espritu, sorteando la homogeneidad cultural con la fuerza de un planeta de pueblos, aldeas y ciudades diversos. (Borrero 2002:136)

El discurso de la ecologa poltica no es el discurso lineal que hace referencia a los “hechos”, sino aqul de la poesa y la textura conceptual que al tiempo que enlaza la materia, los smbolos y los actos que constituyen su territorio y su autonoma de su campo terico-poltico, tambin llevan en ciernes la desconstruccin de los discursos de los paradigmas y las polticas establecidas, para abrirse hacia el proceso de construccin de una nueva racionalidad a partir de los potenciales de la naturaleza y los sentidos de la cultura, de la actualizacin de identidades y la posibilidad de lo que “an no es”.

La ecologa poltica no solamente explora y acta en el campo del poder que se establece dentro del conflicto de intereses por la apropiacin de la naturaleza; a su vez hace necesario repensar la poltica desde una nueva visin de las relaciones de la naturaleza, la cultura y la tecnologa. Ms que actuar en el espacio de una complejidad ambiental emergente, se inscribe en la bsqueda de un nuevo proyecto libertario para abolir toda relacin jerrquica y toda forma de dominacin. Ms all de estudiar los conflictos ambientales, est constituida por un conjunto de movimientos sociales y prcticas polticas que se manifiestan dentro de un proceso de emancipacin. La ecologa poltica se funda en un nuevo pensamiento y en una nueva tica: una tica poltica para renovar el sentido de la vida (Leff 2002, PNUMA 2002).

As, dentro de la imaginacin abolicionista y el pensamiento libertario que inspira a la ecologa poltica, la disolucin del poder de una minora privilegiada para sojuzgar a las mayoras excluidas es tarea prioritaria para la ecologa poltica. La ecologa poltica de Amrica Latina deber ser un rbol cultivado por nuestras vidas y las de tantos movimientos sociales que se cobijan bajo su follaje; un rbol con ramas que enlacen diversas lenguas, una Babel donde nos comprendamos desde nuestras diferencias, donde cada vez que alcemos el brazo para alcanzar sus frutos degustemos el sabor de cada terruo de nuestra geografa, de cada cosecha de nuestra historia y cada producto de nuestra invencin. De ser as, tal vez no tardemos mucho en darle nombre propio a su savia, como esos seringueiros que se inventaron como seres en este mundo bajo el nombre de ese rbol del que con su ingenio extrajeron el alimento de sus cuerpos y vida de su cultura.

El tercer milenio:tiempo de sustentabilidad

El trnsito hacia el nuevo milenio es una cuestin de tiempo; un tiempo cronolgico que gana fuerza simblica y adquiere valor de cambio, precipitando los tiempos histricos y propiciando una reflexin sobre el mundo; un mundo que desborda su inercia de crecimiento la saturacin y el lmite de la modernidad hacia un futuro incierto. Este fin de siglo marca un punto de inflexin en la historia; una historia que se proyecta hacia un horizonte nebuloso por el que avanzamos descifrando las marcas que la cultura ha dejado en la naturaleza, para construir un desarrollo sustentable.

Varios acontecimientos en la historia reciente anuncian un cambio de poca: el fin de los grandes proyectos de la modernidad y la emergencia de nuevos sentidos civilizatorios. El signo ms elocuente de esa falla histrica es la crisis ambiental y la reconstruccin social desde los potenciales de la naturaleza y los sentidos de la cultura. La sustentabilidad del desarrollo anuncia el lmite de la racionalidad econmica, proclamando los valores de la vida, la justicia social y el compromiso con las generaciones venideras.

Las grandes narrativas de la modernidad ignoran el tiempo que determina y delimita sus posibilidades de progreso y su proyeccin hacia el futuro. La modernizacin transcurre en la permanencia de valores universales, atemporales y trascendentes; en un tiempo indefinido e incierto, negado por los paradigmas en los que se funda el conocimiento del mundo. En el “fin de la historia”, el trnsito hacia la sustentabilidad aparece como el “desarrollo” de la economizacin del mundo. Sin embargo, es esta racionalidad modernizadora lo que ha generado las externalidades econmicas y sinergias negativas del crecimiento sin lmites que ha llevado a la insustentabilidad: al desequilibrio ecolgico, la escasez de recursos, la pobreza extrema, el riesgo ecolgico y la vulnerabilidad de la sociedad.

Si entendemos el problema de la insustentabilidad de la vida en el planeta como una verdadera crisis de civilizacin de los fundamentos del proyecto societario de la modernidad, podremos comprender que la construccin del futuro (sustentable) no puede descansar en falsas certidumbres sobre la eficacia del mercado y la tecnologa ni siquiera de la ecologa para encontrar el equilibrio entre crecimiento econmico y preservacin ambiental. La encrucijada en la cual se abre camino el nuevo milenio es un llamado a la reflexin filosfica, a la produccin terica y al juicio crtico sobre los fundamentos de la modernidad, que permita generar estrategias conceptuales y praxeolgicas que orienten un proceso de reconstruccin social. La complejidad ambiental y los procesos de autoorganizacin generan sinergias positivas que abren el trnsito hacia una sociedad sustentable, fundada en una nueva racionalidad.

Ello implica la necesidad de trascender la idea de la trascendencia histrica que descansa en la razn econmica como un proceso de superacin dialctica del reino de la necesidad, fundado en la racionalidad cientfica e instrumental que moviliza el desarrollo de las fuerzas productivas como un proceso natural de evolucin que avanza hacia estadios superiores de desarrollo. Esta teleologa histrica llevara en ciernes la satisfaccin de las necesidades bsicas y el acceso al reino de la libertad; la emancipacin de las sociedades “primitivas” por la clarividencia del conocimiento y la desalienacin del mundo premoderno por el desarrollo de la ciencia y la tecnologa.

La crisis ambiental es crisis de las premisas ontolgicas, epistemolgicas y ticas con las que se ha fundado la modernidad, negando las leyes lmite y los potenciales de la naturaleza y de la cultura; de un mundo homogeneizante que ha negado la potencia de lo heterogneo y el valor de la diversidad. Los propsitos de la sustentabilidad implican la reconstruccin del mundo a partir de los diversos proyectos civilizatorios que se han construido y sedimentado en la historia. La racionalidad ambiental es una utopa forjadora de nuevos sentidos existenciales; conlleva una resignificacin de la historia, desde los lmites de la condicin humana y las condiciones de vida de la naturaleza.

El trnsito hacia el tercer milenio es un viraje de los tiempos en nuevas direcciones. La sustentabilidad no podr resultar de la extrapolacin de los procesos naturales y sociales generados por la racionalidad econmica e instrumental dominante. No ser una solucin trascendental fundada en la “conciencia ecolgica” como emergencia de una dialctica de la naturaleza (Bookchin, 1990), sino la construccin social de una racionalidad ambiental (Leff, 1999a).

Los tiempos histricos se fraguan en la maduracin de tiempos ancestrales que preceden a tiempos inditos; tiempos contenidos que no se manifiestan en una sucesin de tiempos cronlogicos, sino que trasgreden la previsin de la historia y la proyeccin hacia el futuro de la realidad actual. Los lmites de la modernidad se han venido expresando sin esperar el fin de siglo. As, en los sesenta (1968 como la marca ms precisa), irrumpen los movimientos juveniles como un proceso emancipatorio por la libertad y la democracia, desencadenando el reconocimiento de la diferencia, la otredad, la diversidad y la autonoma; las reivindicaciones de gnero, la participacin y la expresin de la ciudadana, los derechos de los pueblos indios.

1989 marca el fin de la guerra fra y del socialismo real, y al mismo tiempo el triunfo provisorio de la globalizacin econmica, bajo la hegemona del mercado; 1992 inicia la era del desarrollo sustentable, en un momento en el que coinciden 500 aos de la conquista de los pueblos indgenas de las Amricas y del dominio sobre la naturaleza. Estas irrupciones en la historia son la manifestacin de fuerzas internas, reprimidas por las estructuras de poder, que se sacuden el yugo de la historia para abrir nuevos cauces en el devenir del ser y del tiempo. Anuncian nuevas formas de habitabilidad, de convivencia, de solidaridad y de identidad.

Los tiempos cclicos ordenan rituales; son una danza de fuerzas subyugadas que abren procesos suspendidos en el tiempo. Si algo aprendimos de los sofisticados mtodos de proyeccin y de los modelos de prospeccin, es que la historia guarda en secreto sus innovaciones y sus tiempos de cambio; la contingencia y la incertidumbre tiran por tierra las predicciones construidas sobre principios teleolgicos y leyes cientficas, sobre la inercia de procesos construidos sobre la base de una naturaleza dominada por la tecnologa y una sociedad controlada por el Estado.

De esta historia clausurada, hemos visto brotar lo indito como una renovacin incesante de identidades que, desde la densidad de su pasado de las formas en que los seres colectivos han habitado el mundo y transformado la naturaleza, se enlazan en la complejidad ambiental emergente abriendo nuevos sentidos civilizatorios a partir de los lmites del ser y los potenciales de la naturaleza.

La crisis ambiental ha estado acompaada por la emergencia de la complejidad frente a la instrumentalidad del conocimiento y el fraccionamiento de lo real. La degradacin ecolgica introyecta la flecha del tiempo como un camino inexorable hacia la muerte entrpica del planeta, develando el carcter antinatura de la racionalidad econmica; revela las estrategias fatales de ese espectculo sin lmites que manifiesta su carcter autodestructivo e incontrolable por su ineluctable inercia hacia la catstrofe. Pero tambin anuncia la posibilidad de construir otra racionalidad social, fundada en la autoorganizacin de la materia, en la productividad de la naturaleza y la creatividad de los pueblos.

La encrucijada de nuestro tiempo es el encuentro de diversos tiempos: de los ciclos de la naturaleza de la vida y la evolucin; la emergencia y la novedad, los cambios tecnolgicos y las transformaciones histricas. All se inscriben los tiempos internos los de la verdad y el sentido marcados por la muerte ineluctable y la finitud de la existencia, y tiempos que cristalizan en la diversidad tnica, en la heterogeneidad de culturas y tradiciones. Estos tiempos internos y externos se entrelazan en un caleidoscopio de mundos de vida, reconfigurando sentidos existenciales a travs de nuevos cdigos ticos, valores culturales e identidades subjetivas.

En este fin de milenio que presagia la muerte de la vida por la hipertrofia de lo real y el triunfo de una hiperrealidad por la sobre objetivacin del mundo, surgen nuevas identidades y se vislumbran nuevos sentidos civilizatorios movilizados por nuevos actores sociales. Ms all del sujeto autoconsciente de la ciencia, el saber ambiental emergente (Leff, 1998) plantea la reconstruccin de la subjetividad y de los sujetos de la historia; desde la diferencia y la otredad del individuo, desde la diversidad de los sujetos colectivos, desde las identidades y la memoria de los pueblos originarios, se generan nuevas formas de posicionamiento en el mundo. Desde el sentido ms profundo de la existencia de los pueblos se reconfiguran las identidades tnicas y los intereses sociales; se legitiman derechos humanos que movilizan cambios histricos, orientados por los valores de la autonoma, de la diversidad cultural, la pluralidad poltica y la democracia participativa.

Comenzando el nuevo siglo, lejos de percibirse una estabilizacin del desequilibrio ecolgico (crecimiento de la poblacin, de la economa, de la tecnologa), se siguen acelerando las sinergias negativas y los crculos perversos de pobreza, desigualdad social y degradacin ambiental. Hoy, no slo constatamos signos contundentes del colapso ecolgico (las sequas y los incendios forestales atribuidos a “El Nio” o “La Nia”; los ciclones y huracanes que han azotado en forma particular a los ecosistemas y los pueblos de las regiones tropicales); tambin se avisora una crisis econmica global sin precedentes, sin que se manifieste la voluntad y la factibilidad de desacelerar el crecimiento econmico y la produccin de gases invernadero.

La racionalidad ambiental se plantea como la reanudacin de procesos en el sentido de la sustentabilidad. La transicin hacia la sustentabilidad convulsiona los tiempos donde se entrecruzan las inercias en aceleracin de las racionalidades establecidas y el desencadenamiento de nuevos procesos para desarrollar el potencial ambiental, la conformacin de nuevas conciencias, la constitucin de nuevos actores y la produccin de cambios institucionales movilizados por nuevos valores y racionalidades.

Una nueva tica, basada en el reconocimiento y respeto a la otredad, la diversidad y la diferencia, est generando una poltica de dilogo y consenso, de convivencia y solidaridad. Pero en un tiempo en el que se derrumban las ideologas del humanismo y el socialismo, en el que se ensanchan las diferencias sociales y econmicas, se produce un abismo que desemboca en el sinsentido de la vida. En la desesperanza, los sujetos sociales se rearraigan y reafirman en los valores de la individualidad y la competencia, del estatus y la distincin, donde renace la reafirmacin de la diferencia como distancia, propiciatoria de la explotacin, la marginacin y el racismo; donde emergen los fundamentalismos exclusionistas y la intolerancia ante la alteridad y la diferencia.

La sustentabilidad replantea la pregunta por el ser y el tiempo desde el cuestionamiento sobre la racionalidad econmica, sobre la ontologa y la epistemologa que fundan una comprensin del mundo que ha derivado en formas de dominacin de la naturaleza. Al mismo tiempo, interroga los procesos nticos de la naturaleza y los potenciales de lo real; valora el ser desde la diversidad cultural, abriendo nuevas vas para la reapropiacin de la naturaleza y la recreacin de mundos de vida; configura nuevas temporalidades e identidades de las que depende la transicin hacia un futuro sustentable. En el crisol de la sustentabilidad, se confrontan los tiempos de la degradacin entrpica, los ciclos de la naturaleza y las crisis econmicas, la innovacin tecnolgica y los cambios institucionales, con la produccin y asimilacin de nuevos paradigmas de conocimiento y cambios de comportamientos que fundan una nueva racionalidad ambiental.

Ms all de la posibilidad de acceder a un estado de equilibrio a travs de una “gestin racional del ambiente”, la pregunta por la sustentabilidad se presenta como un problema sobre el sentido de la existencia. La sustentabilidad replantea la relacin entre cultura y naturaleza; entre las diferentes significaciones culturales y los diversos potenciales de la naturaleza. La sustentabilidad implica un proceso de apropiacin cultural de la productividad neguentpica de biomasa que genera la fotosntesis por diferentes estilos tnicos y diversos proyectos de gestin productiva de la riqueza vital del planeta. La sustentabilidad se funda en la capacidad de vida del planeta fundada en ese fenmeno neguentrpico nico la fotosntesis, que permite transformar la energa radiante del sol en biomasa.

Cantemos pues la sustentabilidad en clave de sol. Articulemos los tiempos csmicos y planetarios con los procesos globales desde la diversidad de racionalidades ambientales y culturales locales. Pensemos la sustentabilidad desde los procesos entrpicos que rigen el devenir del universo, pero sobre todo desde ese proceso neguentrpico que da su singularidad al planeta Tierra, de donde emerge la vida que alimenta la evolucin biolgica y determina su productividad ecolgica. Lo que determina la sustentabilidad no es ese proceso entrpico que luego del big-bang rige el devenir del universo a travs de la “flecha del tiempo”. La muerte del universo est inscrita en un horizonte temporal que desborda el inters ms cercano de nuestros mundos de vida y de la equidad transgeneracional. Lo que nos interesa son los tiempos en los que se reflejan las formas actuales de dominacin y explotacin de la naturaleza, tiempos que estn conduciendo hacia una precipitada muerte entrpica del planeta.

El tiempo es flujo de fenmenos y acontecimientos, pero es tambin la marca de la finitud de la existencia que resignifica la vida y los procesos reales (la entropa y la neguentropa, la cultura y el orden simblico). Si la contingencia suplanta al determinismo, ello no anula la ineluctabilidad de los procesos de degradacin entrpica la ley lmite que resignifica la existencia de los hombres, que hoy plantea la reconstruccin de la economa para la supervivencia del planeta. La actualidad que vivimos como presente en crisis, como encrucijada del proceso civilizatorio, no slo es presencia de nuevos hechos; no es la actualizacin de proceso evolutivo “natural” que ha llevado del ser biolgico al ser simblico, del homo sapiens al homo economicus, cuya verdad se reconoce en su adecuacin a las leyes (externas y objetivas) del mercado.

La actualidad es entrecruzamiento de tiempos, desde la explosin de tradiciones congeladas y bloqueadas por los tiempos de dominacin y represin histrica, hasta el entrelazamiento de las diversas racionalidades que han constituido las formas humanas de relacin con la naturaleza. La sustentabilidad es la supervivencia en el tiempo de otros tiempos que enfrenta la aceleracin del tiempo (degradacin entrpica). La complejidad ambiental anuncia la emergencia de nuevos tiempos que se gestan por la reflexin del saber y del conocimiento sobre las cosas: la tecnologizacin de la vida, la mercantilizacin de la naturaleza. Es en este sentido que Morin y Kern (1993:185) piden que

No olvidemos finalmente lo que constituye la propia originalidad de la era planetaria en el siglo XX, la constitucin de un espacio-tiempo planetario complejo en donde todas las sociedades tomadas en un mismo tiempo viven tiempos distintos: tiempo arcaico, tiempo rural, tiempo industrial, tiempo posindustrial. Todo ello debe llevarnos a romper con la idea de que, en adelante, debemos alinear todas las sociedades en el tiempo ms rpido, el tiempo cronometrado, el tiempo occidental. Eso debe llevarnos, ms bien, a vivir la complementariedad de los distintos tiempos, a contener la invasin del tiempo cronometrado, a desacelerar el tiempo occidental.

Hoy, la historia se est rehaciendo en el lmite de los tiempos modernos; en la reemergencia de viejas historias y la emancipacin de sentidos reprimidos por una historia de conquista y dominacin, de sometimiento y holocausto. Estas historias ancestrales, que en su quietud parecan haber perdido su memoria, despiertan a una actualidad que resignifica sus tradiciones y sus identidades, abriendo nuevos cauces en el flujo de la historia.

Esa inquietante quietud como advierte Heidegger es la forma de permanencia del tiempo en el tiempo:

Esta quietud del acontecer no es ausencia de la historia, sino una forma bsica de su presencia. Lo que conocemos generalmente como pasado y lo que nos representamos en primer trmino como tal es casi siempre slo la ‘actualidad’ de un momento pasado, (…) lo que pertenece siempre a la historia pero no es propiamente historia. El mero pasado no agota lo sido. Este est presente todava, y su forma de ser es una peculiar quietud del acontecer, cuya forma se determina a partir de aquello que acontece. La quietud es slo un movimiento que se detiene en s, y es con frecuencia ms inquietante que ste (Heidegger, 1975: 44-45).

Hoy, esta quietud est descongelando la historia; sus aguas fertilizan nuevos campos del ser y fluyen hacia ocanos cuyas mareas abren nuevos horizontes del tiempo. No es tan slo el entrecruzamiento de los tiempos objetivados en la historia, de las historicidades diferenciadas de lo real, del encuentro sinergtico de procesos que han llevado a la catstrofe ecolgica. Se trata de la emergencia de nuevos tiempos, de una mutacin histrica donde se articula la tecnologizacin transgnica de la vida y la mercantilizacin de la naturaleza capitalizada; la hibridacin de lo real donde confluye la naturaleza fsica y biolgica, la tecnologa y el orden simblico; la actualizacin de tiempos vividos en nuevos mundos de vida.

Esta hibridacin de mundos de la complejidad ambiental es algo nuevo y muy diferente de la visin evolutiva, ciberntica y trascendental del devenir histrico. Pues el hombre, en su voluntad de conocer y apropiarse el mundo, ha cambiado las leyes de lo real sus ontologas y epistemologas, desviado sus trayectorias, generado nuevos sentidos y formas de ser en el mundo. Y es esto lo que se anuncia a la vuelta del nuevo milenio, ms que el aceleramiento de los ritmos de rotacin del planeta sobre sus viejos y corrodos ejes tecnolgicos y econmicos.

La sustentabilidad apunta hacia un futuro, hacia una solidaridad transgeneracional y un compromiso con las generaciones futuras. Ese futuro es una exigencia de supervivencia y un instinto de conservacin. Pero esta sustentabilidad no est garantizada por la valorizacin econmica que pueda asignarse a la naturaleza ni en ese horizonte de temporalidad restringida que es traducible a tasas de descuento econmicas. La sustentabilidad no ser tampoco resultado de internalizar una racionalidad ecolgica dentro de los engranajes de los ciclos econmicos.

La sustentabilidad surge del lmite de un mundo llevado por la bsqueda de una unidad de la diversidad sometida bajo el yugo de la idea absoluta, de la racionalidad tecnolgica y de la globalizacin del mercado. Es el quiebre de un proyecto que quiso someter la diversidad bajo el yugo de una unificacin forzada de lo real (del monotesmo al mercado globalizado). Es un proyecto emancipatorio para dejar en libertad a los potenciales de la diversidad biolgica y cultural. Es el desencadenamiento de un mundo tecnologizado para dejar hablar al ser acallado por la objetivacin de un mundo calculado.

La crisis ambiental es el punto donde confluyen las lneas de la saturacin y encasillamiento de las inercias de un desarrollo unidimensional y donde emerge la complejidad ambiental que destraba el potencial de lo real y de la historia. El ambiente es lo otro, lo absolutamente otro. La apertura hacia un infinito de alteridad proveniente del ambiente como exterioridad (Levinas, 1977).

La sustentabilidad arraiga en el ser y en el tiempo, en tiempos que anidados en la cultura trascienden el cerco de la hegemona homogeneizante para dar curso a la heterogeneidad y la diversidad. Es la reapertura de los sentidos de la historia y la existencia donde se entrecruzan los tiempos de la historia y se decantan en identidades hbridas, donde se enlazan la historia natural, la tecnologa y el orden simblico; espacio en el que se articulan las ciencias transformadas por un saber ambiental; crisol donde se funden los tiempos pasados, unitarios y mesurables; y donde irradia un futuro jalado por la diferencia, creado por la utopa, movilizado por la otredad y el infinito. Esta trascendencia no es proyeccin ni desarrollo de la realidad existente, sino creacin de algo nuevo desde la reemergencia de identidades que conservan las marcas de sus historias diversas, para rearraigar el yo en un territorio, lugar donde se sustentan nuevos sentidos civilizatorios.

La sustentabilidad anuncia el nacimiento de lo que an no es, a partir del potencial de lo real, el encauzamiento de lo posible y la forja de la utopa. La sustentabilidad encuentra su razn y su motivacin no en las leyes objetivas de la naturaleza y del mercado, sino en el pensamiento y en el saber, en identidades y sentidos que movilizan la reconstruccin del mundo.

En el mundo interdependiente de la globalizacin econmica, bajo el dominio de una visin unipolar y monoltica, cada nacin y cada poblacin juegan su viabilidad y supervivencia en esta encrucijada histrica. El trnsito hacia la democracia y la sustentabilidad implica una nueva concepcin y nuevas formas de apropiacin del mundo; all se definen nuevos sentidos existenciales para cada individuo y cada comunidad, trazando nuevas lneas de fuerza que atraviesan las relaciones de poder donde se forjan nuevos proyectos civilizatorios.

Lo que con sus magnavoces grita la globalizacin econmica es el fin de las ideologas y de la historia, la disolucin de los conflictos en una concertacin de voluntades domeadas, la dilucin del pensamiento en un automatismo absolutista. Empero, el nuevo milenio no ser una continuacin y una expansin del orden actual; este mundo se est resquebrajando ante la imposible proyeccin de la realidad actual hacia un futuro sin futuro. Lo que emerge desde este lmite no es una conciencia ecolgica reordenadora de un mundo fragmentado, antagnico y enajenado, guiado por la misin de una ecologa generalizada que habra de resolver las contradicciones y conflictos del mundo actual.

La crisis ambiental anuncia una mutacin de los sentidos de la vida: muerte y transfiguracin, creacin de nuevos sentidos para reconstruir la historia a partir de los lmites de la modernidad.

La in-quietud por la sustentabilidad del planeta y de la humanidad es un cuestionamiento de los fundamentos de nuestro ser en el mundo, cuyos sedimentos primeros estn en la forja misma de la civilizacin occidental judeo-cristiana, desde la tica y la filosofa de la antigua Grecia, hasta la ontologa y la epistemologa modernas. Es una nueva pregunta por el ser que cuestiona a la realidad acuada por la lgica y la gramtica con las que hemos construido nuestro mundo, bajo el signo monetario como smbolo de igualdad, medida de cambio y valor-signo de todas las cosas. Por ello, el problema de la sustentabilidad no slo remite a un cuestionamiento de la modernidad, sino a una autntica crisis de civilizacin, que abre una transformacin de nuestra existencia histrica.

La complejidad acompaa a la sustentabilidad, como una conjuncin de tiempos heterogneos que se enlazan en la construccin de lo real. El concepto de complejidad ambiental sale al encuentro de los procesos ecolgicos, tecnolgicos y sociales que movilizan su campo de posibilidades, como articulacin de lo heterogneo en la multiplicidad de los fenmenos de la naturaleza, los smbolos de la cultura, las racionalidades sociales y las categoras del pensamiento (Leff, 1999b).

La temporalidad es el ser de los procesos y est en la esencia de las cosas. El cambio de poca es una mutacin histrica: el cambio, la transformacin, ya no son accidentes, sino la esencia de la determinacin: mutaciones genticas, emergencia sistmica, cambio social. Lo constante es el cambio. Hoy, estar en el tiempo no se define por la constancia del objeto y el fin de la historia, sino por la movilizacin del ser y los procesos en el tiempo. Lo real estalla en el lmite de las inercias de un mundo insostenible, reabriendo los potenciales de la historia.

El proyecto unificador del mundo est por morir: el monotesmo, la idea absoluta, la unidad de la ciencia y el mercado globalizador. La historia se abre hacia una resignificacin del ser, desde el lmite de una razn insustentable, hacia los potenciales de la naturaleza y los sentidos de la cultura.

Eplogo

En el trnsito hacia la sustentabilidad, est en juego la propuesta y la apuesta de Ernesto Sbato:

Les propongo entonces, con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesgumonos por el otro, esperemos con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quiz ya lo est haciendo, de un modo silencioso y subterrneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno (Sbato, 1999:214).

Una primera versin de este texto fue presentada en el Seminario “La Sociedad Mexicana frente al Tercer Milenio”, organizado por la Coordinacin de Humanidades, UNAM, el 8 de septiembre de 1998.

Enrique Leff es director de la Red de Formacin Ambiental del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en su oficina regional para Amrica Latina en Mxico.

Bibliografa

-Bookchin, M., The Philosophy of Social Ecology. Essays on Dialectical Naturalism, , Black Rose Books, Montreal, 1990.

Heidegger, M., La Pregunta por la Cosa, Editorial Alfa Argentina, Buenos Aires, 1975.

Leff, E., Saber Ambiental: Sustentabilidad, Racionalidad, Complejidad, Poder, Siglo XXI editores/UNAM/PNUMA, Mxico, 1998.

Leff, E., “La Racionalidad Ambiental y el Fin del Naturalismo Dialctico”, en Persona y Sociedad, Nmero especial, marzo, Santiago de Chile, 1999a.

Leff, E., “Pensar la Complejidad Ambiental”, en Leff, E., Aprender a Aprender la Complejidad Ambiental, Siglo XXI/UNAM/PNUMA, Mxico. 1999b.

Lvinas, E., Totalidad e Infinito, Ediciones Sgueme, Salamanca, 1997.

Morin, E. y A.B. Kern, Tierra Patria, Kairos. 1993.

Sbato, E., Antes del Fin, Seix Barral, Barcelona, 1999.

La utopa necesaria (1)

De nuevo me pidieron que preparara un taller de Comunicacin, pero esta vez me hicieron hincapi en que no me anduviese por las ramas. Menos especulacin terica y ms respuestas de orden prctico, vaya.

Ya puestos, lo que me pidieron fue ni ms ni menos que un estudio sobre la viabilidad de un proyecto de peridico evanglico. Perfecto, puestos a pedir, pidamos una estrella, que tiempo habr de rebajar las pretensiones a la luna, luego a una nube de colores para acabar atrapando un sueo.

Un peridico evanglico. Estupendo. No me conocan bien, porque un servidor con la ayuda de Dios se siente capaz de afrontar el desafo. Slo se olvidaron de pasarme los datos clave, los mimbres pertinentes para poder ir armando el cesto. Porque, a ver, un peridico evanglico, pero… en qu clave teolgica?, con qu intereses denominacionales, manifiestos u ocultos?, con que talante ecumnico?, desde qu prisma sociorreligioso?, con qu ideologa?, con qu repertorio de valores… en la aplicacin prctica?

Y, sobre todo, con qu estructura empresarial?, con qu lnea editorial?, con qu plantilla de redactores y colaboradores, personal administrativo, de mecadotecnia y ventas?, con qu servicios de informacin concertados?

Un peridico a favor de qu corrientes, ideas, valores, intereses, personas. y en contra de qu corrientes, ideas, valores, intereses y personas?

Un peridico que informe de qu asuntos, hechos, situaciones, con qu tono, intensidad y talante, con qu grado de compromiso, con cunto calado de investigacin. y, por el contrario, con qu temarios-tab de los que no va a informar?

Qu temas va a tratar y qu cosas va a silenciar?

Qu lnea editorial va a defender? La va a exponer claramente a los lectores, o va a ocultar su ideario ltimo?

Qu lenguaje va a emplear y promover?

Quin se encargar dentro de la Redaccin de velar por el mantenimiento de la lnea divisoria entre informacin y opinin?

Cmo se va a relacionar con los dems medios, tanto religiosos como de informacin general? De quin o quines, sobre qu presupuestos y con qu mrgenes de flexibilidad va a considerarse “colega” el hipottico peridico evanglico?

Qu comportamiento tico va a adoptar con los lectores? Publicar todas las cartas que le lleguen? Ejercer la censura? De qu manera?

Qu estructura va a adoptar: Consejo Editorial, Consejo de Direccin, Consejo de Redaccin?

Qu tipo de Estatuto de Redaccin va a adoptar?

Incorporar el hipottico diario evanglico la figura del Defensor del Lector? Con qu grado de independencia real?

Contratar redactores y colaboradores slo de denominaciones entregadas o tambin de otras denominaciones? Catlicos? No creyentes? Algn musulmn? Qu porcentaje de mujeres? Algn puesto para minusvlidos?

Pagar salarios dignos no slo al personal de plantilla, sino tambin a los becarios? Ser muy escandalosa la diferencia de los honorarios que pague a las firmas rutilantes frente a los colaboradores menos famosos? (O se sumar a ese ejemplo tan poco… evanglico de cobrar el producto al consumidor pero no pagar a los que lo hacen?).

La lista de preguntas previas es, como vemos, poco menos que interminable.

Pero lo ms importante, la “pregunta del milln”: Pondrn los hipotticos impulsores de un hipottico diario evanglico de difusin nacional y ya puestos, por qu no internacional en el mbito de las naciones de la Galaxia Cervantes los recursos necesarios sobre la mesa, ya de entrada, en dinero contante y sonante, para sacar a concurso, como primera medida de todas, la realizacin de los estudios previos necesarios del proyecto de creacin del diario?

Me refiero a un estudio integral. serio, profesional, que contemple, por este orden:

1. Qu. Justificacin ideolgica del proyecto.

2. A quines. Estudio de mercado.

3. Lo que ya hay. Anlisis exhaustivo de los medios evanglicos existentes (para no caer en la trampa de lanzar un producto “ms de lo mismo” y como ayuda para definir el “hueco” editorial a cubrir).

4. Definicin y diseo del proyecto de peridico. Realizacin de nmeros cero y debate exhaustivo sobre los mismos.

5. Qu empresa. Diseo del marco empresarial (tipo y estructura de empresa, clculo de la inversin, reparto/distribucin del capital social, composicin del Consejo de Administracin, Consejos Editorial, de Direccin y de Redaccin).

6. Con qu tecnologa, con qu sistemas, con qu logstica.

7. Creacin de un Cdigo tico.

8. Creacin de un Libro de Estilo.

9. Con qu profesionales de plantilla y con qu red de corresponsales y colaboradores.

10. Con qu servicios y valores aadidos.

Un diario evanglico que se editara simultneamente en Madrid, Buenos Aires, Miami, Mxico… sera maravilloso. Pero por el momento parece utpico. Cierto que, como escribi Eduardo Galeano, la utopa sirve para… caminar en su busca. Demasiadas preguntas, y muy pocas respuestas. Gracias a Dios, todava somos humanos! Esto es, perseguidores de utopas.

—————————-

Manuel Lpez, periodista espaol, director de la revista Foto, profesor universitario, colaborador de la revista Protestante Digital y miembro de la Primera Iglesia Bautista de Madrid.

Christmas Message from LWF President Mark S. Hanson

Christmas 2004

Message from Bishop Mark S. Hanson

President of the Lutheran World Federation

Dear sisters and brothers in the worldwide Lutheran communion:

For God so loved the world . . . begins the familiar verse from the Gospel of John.

Is it still true? Does God not see what humanity is doing to the world so loved by God? Is this world still loved by God as it trembles and weeps over genocide and environmental degradation, separation walls and warring people, exploitation and domination?

Listen. The song of the angels interrupts our trembling and weeping, announcing the birth of a Savior, praising God, and proclaiming peace on earth. The song of the angels becomes our song, and 65 million Lutheran Christians throughout the world joyfully proclaim the Word become flesh.

We sing with joy and strength because God is present whenever the Word is proclaimed and the bread and wine shared. We become Christs Body in and for the sake of the world. We confess that the work and ways of God are revealed most fully in Jesus Christ and acknowledge that Christ is revealed most deeply in brokenness and suffering.

As we once again sing the angels song this Christmas season, the gift we offer as the Lutheran Communion is our renewed commitment to sing the song of hope for people everywhere. We sing it as we bring water to the thirsty, food to the hungry, justice to those treated unfairly, dignity to the victims, and hope to all creation through the transforming message of salvation. God indeed dwells with us, taking on the suffering of the world that God still loves so well.

Let us together, each in our own language, sing the angels song: Glory to God in the highest heaven and on earth peace among those whom he favors (Luke 2:14).

In Gods grace,

Bishop Mark S. Hanson

President, The Lutheran World Federation

Elecciones municipales en Bolivia: MAS sale fortalecido

Los partidos tradicionales se diluyeron en agrupaciones ciudadanas para postular a sus candidatos. En los departamentos de tierras bajas centraron su campaa contra el Movimiento al Socialismo, incluyendo acciones violentas. En las ciudades centrales se corri rumores de golpe. Nada impidi que se realizaran las elecciones municipales en toda Bolivia y que el MAS se consolidara como primera fuerza poltica del pas.

Del campo a la ciudad

En los ms de 300 municipios del pas, el partido dirigido por Evo Morales logr una importante presencia que, en primer lugar, se asienta en los sectores rurales. Incluso municipios como Achacachi (a orillas del lago Titicaca), donde el dirigente indgena Felipe Quispe tiene su centro, el MAS result ampliamente favorecido.

Adems de esto, que era previsible, el movimiento que dirige el lder de los agricultores del Chapare, logr presencia importante en las grandes ciudades. En La Paz y El Alto ocup un importante segundo lugar, compitiendo con los alcaldes que usaron su administracin del municipio como carta de triunfo. En Cochabamba, hasta ltimas horas de este da de elecciones, haba un empate con el candidato del oficialismo municipal. En Santa Cruz, donde las lites empresariales hicieron abierta campaa contra el MAS, se alcanz un muy rescatable 10% de la votacin.

Resultados nacionales

Oficialmente, ser a fines de diciembre que se conozca el recuento nacional. Pero, en el curso de la semana podr informarse sobre datos tan importantes como: porcentaje de votos y nmero de concejales obtenidos por los partidos, agrupaciones ciudadanas y pueblos originarios. Estas dos ltimas estructuras fueron habilitadas por primera vez para participar en elecciones como alternativas a los partidos polticos que detentaban, hasta ahora, la exclusividad de la representacin ciudadana.

Los pueblos originarios (se inscribieron ms de 60 con candidatos propios en varios municipios) no lograron votacin importante. Encontraron dificultades organizativas as como de movilizacin para entrar en la competencia electoral. En el caso de las agrupaciones ciudadanas (ms de 400 en todo el pas) slo tuvieron posibilidades aquellas formadas alrededor de personajes que podan financiar costosas campaas.

En cuanto a los partidos polticos, con mucho esfuerzo se mantuvieron en el escenario el MNR y el MIR, en tanto que, prcticamente, desaparecieron los otros, al lograr escasa votacin concentrada en unos cuantos municipios.

La Derecha Suele Fijar El Calendario De Las Luchas De La Izquierda

1. En el artculo anterior decamos que una gran parte de la izquierda partidaria, en las ltimas dcadas, ha tenido muchas dificultades para trabajar con los movimientos sociales y acercarse a los nuevos actores sociales. Esto se ha debido, a mi entender, a varios factores.

2. Mientras la derecha ha demostrado una gran iniciativa poltica, la izquierda suele estar a la defensiva. Mientras la primera usa su control de las instituciones del estado y de los medios de comunicacin de masas, y su influencia econmica para imponer el nuevo modelo, servil al capital financiero y a los monopolios, precipitando las privatizaciones, la desregulacin laboral y todos los dems aspectos del programa econmico neoliberal; la fragmentacin social y el fomento del antipartidismo, la izquierda partidaria, en cambio, al limitar el trabajo poltico casi exclusivamente al uso de la institucionalidad vigente, sometindose a las reglas del juego del enemigo, casi nunca lo toma por sorpresa. Se cae en el absurdo de que el calendario de las luchas de la izquierda lo fija la derecha.

3. Cuntas veces no hemos escuchado quejas de la izquierda contra las condiciones adversas en las que tuvo que dar la contienda electoral, luego de constatar que no ha logrado los resultados electorales esperados en las urnas? Sin embargo, esa misma izquierda muy pocas veces denuncia en su campaa electoral las reglas del juego que se le imponen y plantea como parte de esa campaa una propuesta de reforma electoral. Por el contrario, suele ocurrir que en bsqueda de los votos en lugar de hacer una campaa educativa, pedaggica, que sirva para que el pueblo crezca en organizacin y conciencia utilice las mismas tcnicas para vender sus candidatos que las que usan las clases dominantes.

4. Por otra parte, las propias reglas del juego impuestas por las clases dominantes dificultan la unidad de la izquierda y fomentan el personalismo. Obligan en algunos pases a trabajar por el propio partido en lugar de por un frente ms amplio, porque si eso no se hace ese partido tiende a desaparecer del escenario poltico.

5. Y esto determina que, en caso de un fracaso electoral, adems de la frustracin, el desgaste y el endeudamiento productos de la campaa, el esfuerzo electoral no se traduzca en un crecimiento poltico de quienes fueron receptores y actores, dejando la amarga sensacin de que todo ha sido en vano. Muy distinta sera la situacin si la campaa se pensase fundamentalmente desde el ngulo pedaggico, usando el espacio electoral para fortalecer la conciencia y la organizacin popular. Entonces, aunque los resultados en las urnas no fuesen los mejores, el tiempo y los esfuerzos invertidos en la campaa no seran algo perdido.

6. Con razn algunos sostienen que el culto a la institucin ha sido el caballo de Troya que el sistema dominante logr introducir en la misma fortaleza de la izquierda transformadora logrando minarla por dentro.

7. El trabajo de la militancia se delega progresivamente en las personas que detentan cargos pblicos y administrativos. El esfuerzo prioritario deja de ser la accin colectiva para convertirse en la accin parlamentaria o en la presencia meditica.

8. La accin militante ha tendido a reducirse a la fecha electoral, pegadas de carteles y algn que otro acto pblico.

9. Y, lo que es peor an, el financiamiento de los partidos proviene cada vez ms de la participacin de sus cuadros en las instituciones del estado: parlamento, gobiernos locales, tribunales de control electoral, etctera; con todo lo que ello entraa de dependencia y de presiones.

10. La actividad poltica de la izquierda no puede reducirse a la conquista de las instituciones, debe estar dirigida a cambiar las instituciones para poder transformar la realidad. Debe crear nuevas correlaciones de fuerzas que permitan realizar los cambios requeridos. Debe entender que no puede construir fuerza poltica sin construir fuerza social.

11. Debe, asimismo, evitar “partidizar” todas las iniciativas y los movimientos sociales con los que se relaciona, por el contrario debe esforzarse por articular sus prcticas en un proyecto poltico nico.

12. Por otra parte, a la izquierda partidaria le ha costado mucho abrirse a las nuevas realidades Muchas veces se ha mantenido aferrada a esquemas conceptuales que le han impedido apreciar la potencialidad de los nuevos sujetos sociales, centrando su mirada exclusivamente en los actores que tradicionalmente se movilizaban como los sindicatos, hoy muy debilitados producto de diferentes factores.

13. Por ltimo, una de las mayores dificultades de la izquierda poltica para trabajar con la izquierda social ha sido la consideracin de los movimientos sociales como correas de transmisin del partido. La direccin del movimiento, los cargos en los organismos de direccin, la plataforma de lucha, en fin, todo, se resolva en las direcciones partidarias y luego se bajaba la lnea a seguir por el movimiento social en cuestin, sin que ste pudiese participar en la gestacin de ninguno de los asuntos que ms le ataan.

14. Sintetizando, para que la izquierda partidaria logre acercarse a la izquierda social, es necesario que se renueve ideolgicamente, cambie su cultura poltica y estilos de trabajo, e incorpore a su arsenal las formas de lucha y de resistencia innovadoras implementadas por la izquierda social.

Colombia tendr su propio Chvez en 20 meses

BOGOTA / 041202 / Miles de personas gritaron “GAVIRIA PRESIDENTE”! cuando se dio comienzo a la campaa electoral presidencial con Carlos Gaviria como precandidato a la presidencia el 2006. Segn la ltima encuesta realizada por El Tiempo, el diario de la oligarqua colombiana, el presidente lvaro Uribe Vlez llega a solo 39 por ciento mientras Carlos Gaviria, que ni siquiera ha iniciado la campaa electoral, obtuvo 30 por ciento. Y faltan 20 meses.

El acto de masa que se realiz esta noche en el centro de Bogota, cont con miles de participantes de toda ndole, sindicatos, indgenas, negritudes, movimientos barriales, personalidades, intelectuales, estudiantes, profesores y universitarios, entre otros. Todas las intervenciones, por parte de los senadores y representantes de la cmara, coincidieron en agradecer al presidente Uribe por haberlos unido en un frente amplio de izquierda, democrtica y de progresista. Pero la sentencia del mismo presidente y su poltica era dura; “El gobierno y el presidente representa el fascismo colombiano, entreguista al imperialismo norteamericano y el Fondo Monetario Internacional”.La candidatura de Carlos Gaviria, ex integrante del Corte Constitucional y ahora actual presidente del Frente Social y Poltico (movimiento que aglutina sindicatos, movimientos y partidos de izquierda como el Partido Comunista Colombiano, entre otros), ha sido considerada como la nica opcin para derrotar al presidente Uribe.

Entre los oradores y presentes en la mesa del presidio se encontraba Piedad Crdoba, presidenta del Partido Liberal oficial que representa una corriente de la socialdemocracia en Colombia en el Partido Liberal. No guard crtica al gobierno cuyo presidente lo consider como un dictador Yo no saba si lvaro Uribe era paramilitar o los paramilitares Uribistas! Y fue recibido por aplausos del pblico.Jorge Enrique Robledo, senador por el MOIR, advirti que no se trata de derrotar netamente a la persona de Uribe sino el contenido de su nefasta poltica neoliberal, agreg Robledo.- El pleito con Uribe es un pleito con razones en el fondo. No compartimos nada del programa econmico, social y poltico de lvaro Uribe Vlez, subray Robledo que caracteriz a Uribe de un vendido al FMI y a Washington, un representante al imperialismo norteamericano que vende el pas al amo del norte.El senador convoc a la unidad de la izquierda y dio un elogio a los representantes al Polo Democrtico como Diego Garca que estaba presente en el acto.- El pas esta harto de Uribismo, el pas esta harto de neoliberalismo y el imperialismo norteamericano.

Despus de dos horas de unas diez intervenciones, subi Carlos Gaviria a la tribuna bajo consignas como “PRESIDENTE”! PRESIDENTE”! PRESIDENTE”! PRESIDENTE”!. Carlos Gaviria, que con cara de Papa Noel le va a dar al presidente Uribe una dura batalla. Esta noche confirm que no es el clsico politiquero colombiano que, como acusaban casi todos los oradores a Uribe, de comprar los votos de los congresistas para tener mayora para ser reelegido. Uribe que se lanz en el 2002 como el candidato contra la corrupcin y la politiquera, ha sido el presidente o poltico que ms ha sido acusado por ser corrupto y estimular el clientelismo.El precandidato declar que no ve a los otros presuntos precandidatos del Polo Democrtico (como el ex movimiento guerrillero M-19) como adversarios en la campana electoral, al contrario.

La unidad y la posibilidad de que este muy amplio frente democrtico, de izquierda y sectores populares es decisivo para poder derrotar al Uribismo, apoyado por todo el establecimiento, el poder gigante militar y de la oligarqua que controla casi todos los medios centrales y elementales para designar un presidente.Pero como este movimiento amplio logr de derrotar el candidato Juan Lozano del Uribismo y de la oligarqua a la alcalda de Bogota, el segundo puesto ms importante del pas, no es imposible de derrotar tambin Uribe en las elecciones presidenciales.Y si la tendencia, que muestra El Tiempo, se refuerza, Gaviria podra ser el nuevo presidente de Colombia.

Pero el gran peligro es que sea asesinado antes de que este proyecto poltico tome el poder administrativo y poltico de Colombia.Dos veces durante la charla de Gaviria se cort la luz, lo cual dio preocupaciones a los miles de asistentes. Coincidencia o no, pero varias manzanas alrededor de la Convencin de Gonzalo Jimnez de Losada se quedaron en oscuridad. Pero el acto, que termin en oscuridad, fue clausurado por el mismo Gaviria que bajo el silencio total de los miles de colombianos prometa que no iba a trabajar “por” el pueblo sino “con el pueblo”. Tambin subray de acabar con el modelo de estado que en la sombra de Uribe se esta lavando sus manos de responsabilidad social.Ser que Carlos Gaviria ser un nuevo “Chvez” colombiano, arrasando a los partidos tradicionales de la oligarqua como los liberales y conservadores? Una maana podrn despertar sin el bipartidismo.

Iglesia Popular y Comunidades de Base

Reciban un saludo fraterno de la patria de Farabundo Mart de la patria de Monseor Oscar Arnulfo Romero, de nuestros hombres y mujeres que entregaron sus vidas en busca de un futuro mejor para El Pueblo Salvadoreo. A cada uno de ustedes hombres y mujeres de buena voluntad, que enarbolan el proyecto de Justicia Social y de dignidad para todos los pueblos del mundo, pues se hace necesario traducir la promesa del evangelio de vida en abundancia para todos, en una realidad de justicia, especialmente para quienes ms sufren los embates de la pobreza y la marginacin social.

Y un proyecto as de seguro cuenta con la bendicin de Dios. Un proyecto que no espera la esperanza, sino que la construye con manos, cuerpo y espritu y especialmente con Conciencia Social que es donde encontramos el espritu de Dios, en su misericordia hacia nosotros, hoy y aqu. Y en este II Congreso Bolivariano de los pueblos del mundo, que buscamos la liberacin, actuando con principios para favorecer a las grandes mayoras de nuestros pueblos.

Queremos testificar y demostrar compromiso cristiano y revolucionario por conviccin de fe en accin. Encendiendo la llama y traduciendo la promesa del evangelio de vida en abundancia para todos y todas. Queremos compartirles que visitamos la patria de Simn Bolvar y con profundo respeto y admiracin, vemos en nuestro libertador que sigue luchando contra los depredadores de la humanidad y sigue defendindonos de los que son capaces de matar el cuerpo y el espritu.

Pero vemos a esos hombres y mujeres luchadores sociales que defienden a nuestro pueblo hoy. La dignidad de la Amrica latina, la soberana que suean y realizan los PUEBLOS BOLIVARIANOS, en favor de las grandes mayoras, de nuestros pueblos. Las Comunidades de Fe y Vida COFEVI de El Salvador, nos recuerdan con sus espritus beligerantes en el evangelio, que el presente es de lucha, y el futuro es nuestro.

Al hablar de Iglesia popular, no nos estamos refiriendo a una nueva iglesia, a un invento o antojo de sectores cristianos. Ms bien se podra decir que corresponde a un rescate del movimiento original del cristianismo de Jesucristo y sus apstoles. Registrados en El libro de los Hechos en los evangelios y en las epstolas, nos ensean sobre una iglesia popular.

La Iglesia Popular recoge las tradiciones religiosas de nuestros pueblos latinoamericanos. Es as como ante el dolor de nuestros excluidos, la amorosa Virgen Mara se hace presente con su ternura de madre consolando a sus hijos e hijas, dando consuelo maternal.

Yo me quiero referir a la iglesia popular, por que es la iglesia del pueblo o sea la iglesia de los pobres en donde los necesitados son el sujeto histrico del movimiento popular, as el pueblo de los pobres ve en Dios, el autor de su liberacin y que nos permite convertirnos en hacedores y creadores de nuestra historia, con los pobres la iglesia de cristo libera, rompe toda cadena de opresin.

Con los ms necesitados, la Iglesia Popular es una iglesia comunitaria y aplica la practica del sacerdocio universal de todos los creyentes, cada sector del pueblo tiene su vital importancia y as mismo la accin de nios, adultos, mujeres y ancianos, es dinmica y sin discriminacin de los unos a los otros.

Estos hermanos y hermanas son los dbiles de las sociedades, que los poderosos los ven pequeos, indigentes, desvalidos y necesitados, los condenados a no tener educacin, acceso a salud, vivienda, y derecho a trabajo, de aqu nacen los pobres, en nuestras sociedades, y no son sencillamente los que no tienen, sino los condenados a no tener y no ser; son los empobrecidos por un sistema depredador como lo es el capitalismo, los condenados a vivir en condiciones de miseria infrahumana, los desterrados.

La Iglesia Popular dignifica la creacin de Dios, y se solidariza en oracin y accin y ve el papel de la mujer y de los jvenes, del ser humano en s, como hijo e hija de Dios, la jerarqua es convertida y se vuelve democrtica con una direccin que toma en cuenta a todos de tal manera que las bases tienen poder de direccin.

Y el Evangelio que es buena noticia anunciada a los pobres, nos dice que si somos hijos e hijas de Dios merecemos un mejor destino, y un futuro mejor, promesa de un cambio real y verdadero desde aqu y para siempre conquistado por hombres y mujeres de buena voluntad. Los que se oponen a los designios de Dios y empobrecen a nuestros pueblos, no son simplemente los que tienen cualquier poder, sino los egostas, acaparadores, orgullosos y soberbios, los poderosos que oprimen, explotan, engaan, torturan y matan lenta y segura la imagen de Dios en su creacin que somos tu y yo. Estos no son de buena voluntad, por que la pobreza y el empobrecimiento no es creacin de Dios, sino que es resultado de una mala administracin, de un sistema de injusticia y violencia que produce pobres y ricos y alimenta su crecimiento y la brecha entre ambos (Dt. 15: 7-8) Los poderosos de este planeta no son capaces de compartir.

En El Salvador a partir del asesinato del Padre Rutilio Grande, crece la persecucin a la Iglesia y surge el testimonio de conversin del pastor y del martirio, me refiero a Monseor Oscar Arnulfo Romero, la voz de los sin voz, de los empobrecidos salvadoreos, donde el verbo se hace carne salvadorea, y se responsabiliza cristianamente a ser seguidor de Cristo y fiel al evangelio de vida eterna.

Las comunidades de fe y vida a la cual sirvo, como Iglesia Popular, viene del pueblo, esclavizado, empobrecido, marginado, y perseguido a partir de la historia del xodo, del pueblo de Dios. Estos que realizaron ese evento histrico derrotando a los poderosos, a los principados y potestades de este mundo y que fueron guiados e inspirados por el Dios de la vida, que nos sigue guiando y orientando y que nos acompaa hoy y aqu en Venezuela. Estamos

como iglesia tratando de cumplir la misin, de una comunidad ecumnica y popular, con las comunidades cristianas y pueblos del mundo, con las caractersticas siguientes.

1. LA PALABRA

La palabra revistindose siempre de un poder transformador, ha cumplido como siempre, un papel primordial. El Kerigma, o sea la proclamacin de la palabra, ha sido la espada de doble filo; anuncia y denuncia, construye y destruye, condena y perdona, presentando siempre para todos el plan de salvacin.

La proclamacin proftica de la palabra.

La palabra de Dios se ha revestido de un poder trasformador por sobre las estructuras opresoras, con la participacin de los ms necesitados de este mundo, la palabra es el vehculo que siempre ha llevado la esperanza, descubriendo tesoros escondidos en las narraciones del Evangelio y contextualizndolas en nuestra realidad. La palabra proftica denuncia la pobreza como producto de la injusticia practicada por los poderosos y sus gobiernos militaristas, explotadores, opresores y depredadores de la humanidad.

La palabra proftica, denuncia las causas y seala con nombre y apellido a los responsables. La palabra proftica se hace lucha y fortaleza, es apoyo que abre todas las dimensiones a la iglesia del pueblo de Dios en su misin popular.

2. El SERVICIO

La segunda accin caracterstica de la Iglesia Popular es la Diacona, o sea una forma practica de comunicar el amor de Dios, una diaconia que surje del altar y se manifiesta con el espritu de la solidaridad. No en forma adormecedora, sino de esperanza y liberadora como complemento de palabra y sacramento. (Santiago 2: 14-16) El ser mayordomo de la creacin nos pide Dios que vivamos en paz, en armona con el creador y con nuestro prjimo. El Gran mandamiento resumido de todos.

3. LA COMUNIN

Del Kerigma y la Diaconia, el hilo de la misin popular de la iglesia se conecta con la Simbiosis del plan de salvacin, la Koinona. La Comunin surge de la dinmica entre pueblo y Espritu Santo. El clamor del pueblo llega hasta el Creador. Nuestro Creador expresa: He escuchado a mi pueblo y surge la sensibilidad del acto de comunin con Dios, Dios con el ser humano; el ser humano con Dios; el ser humano con el ser humano.

La Comunin en la fe, en la palabra, en el sacramento es trascendental en la unin de hombres y mujeres de buena voluntad.

4. EL MARTIRIO

Este cuarto elemento de la iglesia viene desde los orgenes del movimiento cristiano. El martirio ha sido parte del xodo o caminar de la iglesia. La cruz es un paso ineludible, es un ri que la iglesia a pasado para llegar a lo deseado.

El martirio es iniciado por los profetas, prosigue con Jesucristo, con Esteban y continua con testimonios de los discpulos actuales en nuestra Amrica latina y el mundo. En Centro Amrica, el martirio ha sido una de las marcas de la iglesia, la sangre ha sido derramada a torrentes. Lderes de los distintos ministerios de la iglesia han sido sacrificados.

Pero el martirio no solamente a sido efectivo con las victimas asesinadas, sino tambin con todos los calumniados, perseguidos, refugiados y exiliados. Los refugiados, cual mrtires vivos, han mantenido la bendicin histrica de Dios, que define a la iglesia popular como una iglesia, una comunidad de fe con las marcas y caractersticas de la verdadera iglesia de Jesucristo

As la iglesia esta compuesta por mrtires que ofrendaron sus vidas y

que son signos de resurreccin, pero tambin se debe reconocer que hay mrtires vivos como muchos de ustedes que estn aqu que han sufrido y solo por la gracia de Dios, estn vivos pero que ya han sufrido la cruz del martirio al ser perseguidos, calumniados y vituperados, que el espritu de Dios los siga instrumentalizando y sigamos adelante. Que no nos venza el temor y la apata.

Hermanos y hermanas, Compaeras y Compaeros, este testimonio de la iglesia es lo que distingue a la iglesia popular y sus comunidades. D la iglesia institucional y burocrtica. Estos cuatro elementos estn ntimamente unidos por que es el edificio espiritual, social y poltico de la iglesia popular de nuestra querida Amrica Latina. Que Dios Trino, Padre, Hijo y Espritu Santo, nos bendiga a todos y todas y nos de fuerzas para seguir caminando en el espritu de Bolivar y del Che, de Morazn y de Monseor Romero! Amn.

  • Presentacin realizada por el pastor luterano Rev. Ricardo Cornejo, Coordinador de las Comunidades de Fe y Vida de El Salvador en acto de inauguracin de II Congreso Bolivariano de los Pueblos, el 6 de diciembre de 2004, en Caracas, Venezuela.

Chile: adios a la vieja izquierda

Este artculo habla sobre la muerte de la izquierda elitista. Entendemos por izquierda elitista el conjunto de organizaciones que plantean alcanzar el socialismo a travs de relaciones jerrquicas, en las que unos “piensan y dirigen” mientras los dems se limitan a ejecutar tareas. De estas organizaciones, la ms voluminosa, por su burocracia y cantidad de afiliados, es el Partido Comunista, pero no es la ms importante. Esta crtica es a las organizaciones que dicen estar a la izquierda del PC, y que desde all reproducen esta concepciˇn elitista de representaciˇn y mando poltico.

“Sin embargo, al arrebatar a las personas un suelo sobre el que podan posar sus pies pero que les impeda tener alas, este proceso ofrece algo ms que el dolor de la cada; es la ausencia completa – cruda, implacable – desde donde la plenitud, al poder llegar a ser distinguida y reconocida como necesidad y como aptitud, se vuelve posible.” (El club de lucha, noviembre del 2002) 1 La dcada de los 90 fue para la izquierda elitista un tiempo descorazonador. Si las heridas sufridas bajo la dictadura haban sido parte inevitable de un combate en el que muchos supieron preservar su dignidad, el captulo abierto en 1989 no fue tan decoroso: una parte de la militancia tuvo que soportar las maniobras de claudicaciˇn de sus lderes frente a los vencedores; otra parte, obligada a nadar en aguas enturbiadas, mordiˇ uno a uno los anzuelos tendidos por el siniestro d˙o Schilling-Carpenter, con resultados desastrosos; mientras que por todas partes las masas militantes se dispersaban dando la espalda a sus jefes. Las capas dirigentes no quisieron ver en ello ms que la consecuencia del “vaco” dejado por la salida de Pinochet, y por inercia, los dems se acostumbraron a creer que la desbandada se haba producido al no haber un enemigo claramente identificable al cual oponerse (la impotencia llega al extremo de que algunos a˝oran “los buenos tiempos de la dictadura, cuando al menos haba algo por qu luchar”).

La izquierda elitista vive naufragando, y siempre ve las cosas al revs. La dispersiˇn de una parte de la militancia y el suicidio armado de la otra, no se pueden explicar solamente por crisis internas de esas estructuras partidarias. En realidad fueron sntomas muy claros, aunque tardos, de la descomposiciˇn de un sistema social obsoleto, y del consiguiente desarrollo de un sistema nuevo contra el cual las viejas organizaciones no tenan nada que hacer. No fue el horizonte de emancipaciˇn lo que se hundiˇ, sino la concepciˇn elitista de la revoluciˇn y del partido. Desde fines de los ochenta, por cada direcciˇn poltica cada en desgracia, se han levantado cientos de proyectos autˇnomos, dirigidos por sus propios ejecutores en el polo opuesto al militantismo obtuso e ideologizado. Nunca antes hubo tanto por qu luchar, y nunca antes un amplio sector conciente, reacio a soportar jefaturas, pudo experimentar con tanta libertad formas nuevas de hacerlo. El espritu burocrtico menosprecia la autonoma porque no ve su bandera ondear en los capiteles de la Poltica; pero esta semi-clandestinidad de los proyectos autˇnomos ha sido hasta ahora su mayor fortaleza. Para nosotros, esta no ha sido una dcada perdida. 2 Es un lugar com˙n que a mediados de los setenta los llamados Chicago boys desataron una colosal transformaciˇn de las estructuras econˇmicas en Chile.

Tal transformaciˇn no poda completarse a menos que le acompa˝ara una mutaciˇn social de igual envergadura. Esa fue la tarea que la CIA le encomendˇ a la reacciˇn democratacristiana y eurosocialista, los Sorbona boys, en los 90: no se trataba simplemente de acentuar las polticas heredadas del rgimen militar, adems haba que eliminar todo lo que hiciera pensar en lucha de clases, empezando por las palabras que pudieran nombrarla. El ataque deba darse fundamentalmente en el terreno de la cultura y los medios de desinformaciˇn masiva. Aqu es donde la izquierda elitista no hizo otra cosa que retroceder, borrando de su discurso el horizonte comunista y con l todo lo que pudiera arrojar alguna duda sobre la necesidad de que unos pocos lderes condujeran la lucha. Para la tecnocracia del fascismo ligero, la izquierda elitista no ha sido un enemigo temible. Los que le inquietan el sue˝o son esos grupillos amorfos e incendiarios que no paran de multiplicarse, violentos y callados, como si no tuvieran nada que perder: hacia estas tropas oscuras han dirigido sus miradas, casi sin ver nada, los policas de El Mercurio y otros agentes estatales. Hasta ahora los ˙nicos medios para mantener a raya a estos brbaros sin capitanes han sido los gases lacrimˇgenos y la ley de seguridad interior del estado. Por su parte, los jefecillos de los diversos grup˙sculos jerrquicos ya no son un problema: bastan unos pocos estmulos sentimentales para ponerlos a morderse la cola con entusiasmo. 3 Con tal de no darle un respiro, los nuevos amos de la sociedad han apretado el nervio ms sensible de la izquierda: sus muertos.

En esto sˇlo han seguido ˇrdenes de los expertos del Pentgono, que aplicaron estrategias similares en el resto de Latinoamrica: a sabiendas de que los militantes, los familiares y una gran audiencia no aceptaran de ning˙n modo que los crmenes cometidos contra el pueblo fueran borrados de la memoria, han hecho colgar sobre sus cabezas la amenaza permanente del olvido y la impunidad, mantenindolos as en una alerta constante, cansadora, f˙til en la medida que depende de lo que hagan unos jueces contratados por el mismo estado que cometiˇ los crmenes. Cada vez que la izquierda ha parecido dispuesta a luchar por algo ms que por sus muertos, se le ha recordado que stos a˙n vagan sin sepultura, y amenazndola con un olvido decretado por ciertos legisladores, se la ha obligado a recordar interminablemente. “Hay que olvidar”, vociferan los fascistas, para que los revolucionarios no hagan otra cosa que conmemorar. Quizs ning˙n otro artilugio habra servido mejor para dificultarle a la izquierda pensar l˙cidamente las condiciones de su presente, cunto hay de nuevo en ellas y cˇmo emprender un nuevo comienzo. 4 Lo dems ha venido por s solo. Una vez que la vieja elite pasˇ a la ˙ltima lnea de retaguardia, con la espalda doblada bajo los bultos burocrticos e ideolˇgicos que no quiso abandonar, lo ˙nico que le quedˇ por hacer fue convencerse de que a˙n estaba a la cabeza del pueblo. Para demostrarlo, hizo suyas todas las trivialidades impuestas por la prensa y los departamentos de marketing poltico. No hablˇ ms de revoluciˇn ni de lucha de clases, y actuˇ en cada ocasiˇn de forma que nadie fuera a escandalizarse. Creyndose obligados a decir sˇlo lo que su pueblo destrozado quera escuchar, los izquierdistas de elite sacrificaron su imaginaciˇn y su audacia, y con ellas, el ˙nico lazo que poda unirles fructferamente a la multitud desposeda.

En lugar de investigar lo que esta sociedad realmente es, cˇmo ha llegado a ser lo que es y cˇmo se la podra destruir, la izquierda elitista se ha contentado con repetir las ridiculeces que el espectculo ha puesto en boca de todos. Cuando hay que darle un nuevo sentido al trmino “lucha de clases”, hablan de “derechos humanos”; cuando hay que denunciar la precarizaciˇn del trabajo como coartada para la preservaciˇn de la propiedad capitalista, exigen medidas para disminuir la cesanta; mientras la tecnocracia neofascista prepara la esclavizaciˇn definitiva de la fuerza de trabajo, ellos piden “justicia social”; cuando se necesita explicar y combatir el desarrollo de un nuevo rgimen de explotaciˇn, se limitan a lloriquear por la “continuidad del pinochetismo”. Pero cuando los combatientes contra ese mismo rgimen fueron cercados y encarcelados bajo condiciones de tortura permanente, ellos consideraron que no haba por qu apoyar a unos cuantos “cabezas de pistola” incapaces de ajustarse a las nuevas condiciones de lucha. Esta izquierda tan adelantada considerˇ que las “nuevas condiciones de lucha” la obligaban a abandonar, por divergencias tcticas, a los compa˝eros hechos prisioneros por el enemigo. Uno se pregunta si haba alg˙n enemigo para esta izquierda especialista en relaciones p˙blicas. 5 Los gobiernos democrticos mandaron a construir una nueva escenografa social en que las agitaciones no tuvieran lugar, o al menos resultaran invisibles e innombrables. La coaliciˇn reaccionaria reformˇ con ese fin la administraciˇn estatal, los servicios p˙blicos y el sistema judicial, cambiˇ la composiciˇn de los altos mandos militares, innovˇ los mtodos represivos contra la ultraizquierda, reestructurˇ el rgimen salarial, reformulˇ la poltica carcelaria, etc.

A lo que debe agregarse la metamorfosis cultural impuesta por la destrucciˇn de las ciudades, el consumo forzado de todo tipo de porqueras, la nueva estupidizaciˇn televisiva y el endeudamiento de masas. A este proceso la izquierda burocrtica aportˇ con las falsas soluciones a los falsos problemas que le gustaba imaginar. Desde que la sonrisa idiota de Aylwin empezˇ a anunciar la mayor transformaciˇn social ocurrida en Chile, todo lo que la izquierda elitista ha dicho sobre esta sociedad es que en ella “nada ha cambiado en realidad”. Seg˙n estos genios, nada cambiar mientras los asesinos a sueldo del estado no reciban castigo de los jueces a sueldo del estado; nada cambiar mientras el capitalismo siga siendo neoliberal en vez de “humano”; nada cambiar mientras las elecciones binominales obliguen a esa izquierda menesterosa a vestir el traje extraparlamentario con el cual no se le permite entrar en los salones. Estupideces. Los jefes de la izquierda burocrtica han hecho aparecer a los gobiernos concertacionistas como meros “continuadores del rgimen militar”, porque eso es lo ˙nico que puede justificar la continuidad de las jerarquas que ellos comandan. Esta falsificaciˇn se ha impuesto no sˇlo sobre las mentes adormecidas de la izquierda claudicante, sino tambin, y por simple contagio, sobre muchos compa˝eros honestos y comprometidos que carecen de teoras que den cuenta de la realidad. El enga˝o versa as: La forma-partido tradicional dio fuerza y conducciˇn a la lucha contra la dictadura > Los gobiernos de la Concertaciˇn son continuadores del modelo impuesto por la dictadura > A este rgimen continuista, hay que oponer las mismas herramientas polticas que se usaron contra la dictadura. Lo cual equivale ms o menos a decir: ayer tuve un resfriado y alivi los sntomas tomando aspirina; hoy amanec con pulmona, as que seguir tomando aspirina.

6 Es cierto que los fundamentos del sistema se han mantenido intactos, y en ese sentido es verdad que “se ha cambiado todo para que no cambie nada”. Pero esto seguir siendo as mientras no se ponga fin al capitalismo en cuanto tal. Con tal de preservar sus fundamentos podridos, la sociedad-mercanca requiere de reestructuraciones periˇdicas, siempre violentas, en las que se resguarda el n˙cleo de la explotaciˇn mediante la mutaciˇn de casi todo lo dems. Pues bien, dado que las bases del sistema capitalista – propiedad privada, explotaciˇn privada del trabajo social – se mantienen inalterables pese a las reestructuraciones, es ese amplio “todo lo dems” lo que debe importarnos si queremos saber dˇnde tenemos puestos los pies. Una de las cosas que ha cambiado ostensiblemente es la conciencia de los oprimidos, al menos en un punto en particular: cada vez menos gente cree que alguien pueda hacer algo para salvarla de la degradaciˇn y el fracaso. El descreimiento generalizado respecto a que alguna elite o jefe carismtico pueda cambiar las cosas tiene su primera expresiˇn en el individualismo egosta, en el “consumo autosuficiente”, en la liberalizaciˇn de ciertas costumbres no tan peligrosas… De la convicciˇn de que cada uno debe salvar su propio pellejo se pasa fcilmente a la paranoia armada, a la ostentaciˇn p˙blica de perros rottweiler, a un modo de convivencia cotidiana que recuerda el pabellˇn de “agresivos” de un asilo siquitrico, y al fascismo. Pasar. Es el momento traumtico de la prdida de la inocencia. Tras esto, nadie volver a votar seriamente por una alternativa al capitalismo, por la sencilla razˇn de que nadie puede creer seriamente que un gobierno sea capaz de acabar con toda esta miseria. Como mucho, tal vez seamos testigos de alguna parodia frentepopulista destinada a naufragar junto con todo lo dems, como el “socialismo” cubano, o ms recientemente, el de Chvez. La audiencia prestar sus servicios electorales con una mezcla de esperanza, compasiˇn y crueldad. Y luego tendr la oportunidad de salir armada a la calle, esta vez con un motivo. 7 Las alternativas elitistas por venir sern los ˙ltimos intentos por restaurar el viejo orden del autoenga˝o, y aunque es posible que estos “humanizadores de la barbarie” cosechen xitos parciales y espordicos, a la larga sern recordados como los ˙ltimos estertores de una poca excesivamente confiada.

No ser el pueblo quien barra con lo que queda de los estados, sino las mafias transnacionales. Entonces, cuando ya no haya ninguna duda de a quin sirven las burocracias polticas y sindicales, ni quede “bien com˙n” alguno que justifique la acciˇn de sus policas, entonces los asalariados tendrn que vrselas directamente con sus enemigos de clase.Entretanto, la concepciˇn elitista del partido tendr un solo papel que jugar: servir como colchˇn amortiguador del choque social. Si bien las organizaciones del movimiento obrero clsico (partidos y sindicatos) pocas veces desempe˝aron otro papel, esta vez las condiciones del capitalismo maduro lo harn mucho ms evidente. En el momento en que la economa mercantil se independiza por completo de las necesidades humanas y de cualquier control poltico, la poltica sigue a su vez el mismo movimiento, independizndose de las necesidades reales de la lucha y de cualquier control social. A la creaciˇn de valor-dinero como fin en s mismo corresponde el imperio de la representaciˇn poltica como fin en s mismo, justificable sˇlo por la supuesta vigencia de una “naturaleza humana” servil e incapaz de construir su propia historia. Las organizaciones de izquierda que no quieran obstaculizar la actividad independiente de la clase productora, necesariamente tendrn que diluirse en su movimiento general de auto-instituciˇn. No es fcil quitarse de encima la tradiciˇn elitista heredada, para asumirse en cambio como uno ms entre muchos n˙cleos de revuelta y contestaciˇn, aparentemente incoherentes entre s. Pero esta es una lecciˇn ante la cual ya no es posible retroceder: la coherencia del conjunto de las luchas sociales sˇlo puede nacer de su propio movimiento conciente. Ninguna elite impondr a los productores la coherencia y eficacia prctica que stos no puedan alcanzar por s mismos. 8 Si algo pueden y deben hacer los revolucionarios ahora, es un esfuerzo por comprender a cabalidad en qu consisten las nuevas condiciones del capitalismo maduro. Sˇlo teniendo en cuenta las nociones de espectculo, producciˇn posfordista, trabajo inmaterial, biopoltica e inteligencia colectiva es posible hoy da dilucidar los problemas de organizaciˇn que se nos imponen frente a un sistema que moldea y explota la totalidad de la vida humana.

La jerarquizaciˇn que seg˙n los viejos cuadros debe separar a dirigentes y ejecutantes del proyecto revolucionario, sˇlo tendra sentido si esa dirigencia poseyera en exclusiva la claridad de un “ms all” de esta sociedad que habra que alcanzar, un “otro lugar” al que estara capacitada para llevarnos, obedecindonos a la vez que nos manda. Pero, ┐quin ocupa hoy un lugar en la organizaciˇn del trabajo social que le permita vislumbrar esa “otra vida” deseable? ┐Quin puede ofrecernos un porvenir? La idea de que puede haber una vida emancipada ms all de la vida presente esclavizada, es una idea mstica que sˇlo sirve a quienes buscan ocupar las jefaturas vacantes. No hay futuro al que se nos pueda dirigir. El ˙nico terreno de aplicaciˇn de la inteligencia colectiva es la actualidad de su propio desenvolvimiento, su conflicto presente. Es all donde el dilogo constituye una unidad con la ejecuciˇn prctica, es decir, donde surge la praxis revolucionaria, y es all donde todo problema presente se convierte en un problema fundamental del devenir comunista. 9 La organizaciˇn revolucionaria debe oponerse a una sociedad que fragmenta, separa y asla todos los aspectos de la vida. Por lo tanto no puede fragmentar su propia actividad en especializaciones y jerarquas, ni aislarse del devenir de su clase. Su acciˇn debe tender ante todo a politizar la vida cotidiana en todos sus frentes, generalizando la comunicaciˇn entre las diferentes luchas, construyendo continuamente libre cooperaciˇn, liberando espacios y tiempos que den forma a acontecimientos cualitativamente superiores. Sˇlo hay una cosa que cambiar: el presente. Es preciso destruir todo ma˝ana emancipado que haya sido posible imaginar. La lucha no es por alimentar ilusiones, sino por erradicarlas, pues como afectos pasivos que son, derivadas del aburrimiento y la desesperaciˇn, constituyen medios de dominaciˇn. No es mediante ideales ni perspectivas de futuro como nos apropiaremos de nuestra vida material. No se trata de ser optimista o pesimista, sino de reconocer las condiciones concretas en que podemos recuperar la existencia que nos ha sido robada. ┐Qu pueden hacer por nosotros los rojos amaneceres? El problema es sustraer ahora nuestras fuerzas a la explotaciˇn. El problema no es concebir una fuerza poltica organizada para la revoluciˇn. Ms bien se trata de asegurar un devenir revolucionario en el que nuestras organizaciones nos ayuden a construir nuevas sociabilidades, nuevas fuerzas. Lo principal es propagar y multiplicar acciones, momentos, relaciones comunistas. Las formas organizativas que este movimiento adopte dependern de cada coyuntura.

Cunto sirvan estas organizaciones a la auto-emancipaciˇn de los productores, depender del desarrollo de su propia conciencia y de su autonoma prctica. Todas las ilusiones se han ido. Los productores de mercancas hasta ahora no han producido ms que su propia ruina. Si en verdad desean tener un futuro, deben apoderarse de todos los medios de producciˇn material de la vida social. Cada hombre, mujer y ni˝o debe ser el productor libre de su propia vida, amo absoluto de su destino. Luchar por menos que eso no vale la pena. Santiago de Chile.