“La Europa defensora de los derechos humanos es un mito romántico”

“La Europa defensora de los derechos humanos es un mito romántico”
Entrevista con Boaventura de Sousa Santos / sociólogo

Amanda Andrades / José Luis Marín
23 de Marzo de 2016

Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 1940) nació en una familia obrera. Fue, según ha contado él mismo, de los primeros de esa clase en acceder a la Facultad de Derecho de la Universidad de Coimbra, santuario de las élites en aquella época. Tal vez por eso su larga carrera académica y activista ha estado vertebrada por la necesidad de ir más allá del conocimiento oficial. Tal vez por eso esa curiosidad insaciable por los “otros” que articula su trabajo.

De Sousa está cansado. Se nota en el arrastrar de las palabras de su portuñol, construido entre su Portugal natal y su Latinoamérica, en donde ha realizado numerosas investigaciones y acompañado múltiples procesos de participación política de los excluidos. El catedrático emérito de Sociología y director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra lleva dos días en Madrid y ha pronunciado dos conferencias en el ciclo Máquinas constituyentes: poder constituyente, biopolítica, democracia (14 y 15 de marzo), organizado por el Museo Reina Sofía y la Fundación de los Comunes. Y, sin embargo, a pesar de la fatiga, sus neuronas parecen no descansar ni un segundo.

Los pensamientos de De Sousa tejen una red de experiencias de luchas y aprendizajes de derrotas en múltiples lugares del planeta. Conectan lo que ocurre en los distintos sures del mundo, lugares no geográficos, sino “epistémicos antiimperialistas”, lugares en los que habitan los refugiados y los migrantes, esos a los que no consideramos “tan humanos como lo somos nosotros”, pero también

los “europeos de segunda”: griegos, portugueses y españoles, muchos de los cuales, sin embargo, dan la espalda a los que huyen de la guerra y la pobreza. Indiferencia fruto de una línea de separación muy profunda. “Nuestro pensamiento abismal nos divide de una manera total, su sufrimiento no es el mismo que el nuestro”, explica este intelectual que no desea estar en la vanguardia, sino en la retaguardia, según cuenta.

La charla con este pensador referente del altermundismo y participante destacado del Foro Social Mundial no fluye en una línea recta como “la historia de los vencedores”, sino que caracolea como las estrategias de los vencidos, pero siempre tiene un nexo de unión, la denuncia de las ausencias creadas por los discursos hegemónicos. Ese ocultar lo que existe, pero es “producido como ausencia”, el colonialismo, la exclusión, la condena de los otros a la “subhumanidad”.

Ese mecanismo que, según De Sousa, ha permitido a Europa crear un “mito romántico” que la convertía en un lugar de defensa de los derechos humanos. Un mito que era posible porque “la Europa de después de la guerra tenía el control de las personas que quería para trabajar. Con los refugiados de ahora ya no es posible controlar, es demasiada gente. Entonces todos los tratados, que la UE debía cumplir, se convierten papel mojado”.

Dos de los ejes de su trabajo son lo que usted ha denominado sociología de las ausencias y epistemología del sur, ¿en qué consisten?

Las epistemologías del sur son un proyecto para valorar y validar los conocimientos nacidos de la lucha de grupos sociales que han sufrido sistemáticamente las injusticias, las discriminaciones, las exclusiones del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Normalmente, nuestros conocimientos, los valorados, por ejemplo, por las universidades, son los de los vencedores.
Nuestra historia, la que se cuenta en las escuelas, es la contada por los vencedores. Los vencidos nunca contaron la historia. Las epistemologías del sur pretenden demostrar que la comprensión del mundo es mucho más amplia que la occidental y que el pensamiento occidental produjo una línea abismal que dividió las sociedades entre metropolitanas, las visibles, y las coloniales, las que no cuentan, las invisibles. Esto llevó a que se produjera todo un vastísimo campo de ausencias. Talcott Parsons, un grandísimo teórico, escribe una historia y una teoría general de la sociedad americana sin casi mencionar la esclavitud, cuando ésta fue absolutamente estructural en la formación de los Estados Unidos. Lo ausente existe. Simplemente es producido como ausencia.
¿Y hoy en día?
Lo vemos con los refugiados, son subhumanos, no tienen derechos. No nos sentimos, digamos, muy horrorizados con lo que les pase porque, en el fondo, están del otro lado de la línea. No son tan humanos como lo somos nosotros. Tienen más deberes que derechos. Nosotros siempre convertimos a parte de la humanidad en inferior. No hay concepto de humanidad sin deshumanidad.
Las mujeres han sido víctimas de esto; también, los trabajadores; y obviamente, los pueblos colonizados, los gitanos, los judíos. Mi trabajo consiste en rescatar ese conocimiento de las luchas contra el capitalismo, pero también contra el colonialismo y el patriarcado. Tenemos movimientos feministas, anticoloniales, antirracistas, sindicales, pero esta división nos tiene perdidos porque la dominación junta siempre.
¿Es sistémico?
Por supuesto. Y además basa su poder en dividirnos, en fragmentarnos.
Habla usted de los refugiados como pertenecientes a la categoría de los no humanos, de los olvidados. ¿Cómo hemos llegado hasta esto?
Es la historia del colonialismo europeo que tiene cinco o seis siglos y que se repite en ciertas ocasiones. Siempre es la misma manera de crear rápidamente invisibilidad. A Turquía durante mucho tiempo se le decía que no podía entrar en la UE porque era musulmán y en Europa había valores cristianos. Ahora el momento en que puede hacer el servicio de crear un inmenso depósito de refugiados, e impedir que los que están del otro lado de la línea crucen la frontera que divide el ser (europeo) del no ser, se permite que los turcos vayan a ser europeos, si mantienen encerrados en su país el no ser de los refugiados. Se crea una línea abismal que les excluye.
¿Ese ser o no ser (europeo) funciona también dentro de Europa?
Dentro de Europa se hace también con los griegos, con los portugueses y muchas veces con los españoles. Hay la idea de que hay europeos de primera clase y de segunda. Y estos últimos no valen la pena, no deberían de ser. Están aquí por un favor. Por eso, las políticas no tienen el mismo significado. Cuando Grecia pide solidaridad a Europa para que le ayude a pagar la deuda, Alemania dice que es una cuestión de los bancos y que no pueden ayudar. Ahora tenemos la venganza, los refugiados no quieren quedarse en Grecia. Quieren ir a Alemania, que tiene un problema y pide el apoyo de Europa. Al tener más poder que Grecia impone ese apoyo. Y además tiene la solución, utilizar a Turquía. Pero tampoco la lógica europea que debería de haber existido para la deuda griega se está utilizando para los refugiados. Los del Este no quieren refugiados, Austria cierra fronteras. Vivimos el fin de un proyecto.
¿Todos estos movimientos responden a algún interés? ¿Por qué se da ese tratamiento y no otro?
Se basa en una idea muy vieja de Europa, debido a toda su tradición colonial, la del nosotros y ellos. Los ellos no tienen los mismos derechos. Durante muchos siglos Europa logró mejorar la vida de sus obreros y de sus mujeres, pero ¿con qué? Con todas las rentas que venían de las colonias, del saqueo de los recursos naturales. Al inicio del siglo XIX en Europa emergía un derecho laboral que protegía a los trabajadores. En ese mismo momento, en el otro lado de la línea, en las colonias, era derecho penal, trabajo forzado.
Esta dualidad es tan abismal que la gente no la ve, parece que nuestros derechos humanos son universales, pero están en vigor sólo acá. Del otro lado de la línea, no. Por eso, trabajo por un pensamiento postabismal que busca incorporar a todos. Por eso, estoy a favor de fronteras abiertas para los refugiados. Supondría un cambio enorme dentro de Europa, sería una manera de responder a una injusticia histórica. Y no sería tan dramático como la gente piensa. Portugal en 1975 tenía nueve millones de habitantes. En pocos meses, después de la descolonización, regresó medio millón de colonos y se integraron por las aldeas, los pueblos. Si hubiera voluntad política, sería posible porque los ciudadanos quizás mostrarían esa solidaridad. Simplemente nuestro pensamiento abismal nos divide de una manera total, su sufrimiento no es el mismo que el nuestro.
Hay quienes defienden, sin embargo, que los refugiados y/o migrantes no son integrables.
Hay que ser saber primero qué es lo integrable. La integración puede ser autoritaria o solidaria. Si tú defines los términos en los que quieres que la gente se integre, por ejemplo, tienes que conocer la historia de España, aunque ésta sea totalmente ofensiva para ellos porque dice cosas horribles de sus ancestros, esa es una integración autoritaria, excluyente. La incluyente es aquella que cambia las condiciones de inclusión junto con los grupos que entran. Por ejemplo, los grupos y organizaciones de migrantes de Bolivia y Ecuador tienen el derecho de contribuir para cambiar la historia y que los héroes no sean sólo los españoles, sino también los indígenas que lucharon ellos. Ahí la integración ya sería más inclusiva. La integración es básicamente la idea de poder representar el mundo como tú lo ves. Si se representa el mundo en el que vivimos como nuestro, podemos cambiar las cosas, podemos unirnos y organizar partidos, movimientos sociales. Ahora, si, por ejemplo, vienes de Senegal y te dicen eres subdesarrollado o te integras aquí o nada, no tienes autoestima para representar el mundo como tuyo y, por eso, tampoco puedes transformarlo de acuerdo a tus aspiraciones.
Parece que Europa está fallando ahora como si antes a lo largo de su historia hubiese sido siempre un baluarte de los derechos humanos…
Hay un mito romántico en el que Europa era un lugar de defensa de los derechos humanos. Es un discurso hegemónico que no permitía ver lo que se estaba dejando fuera. Con la crisis, el terrorismo, etcétera se ha visto que esta idea romántica no ha tenido nunca razón de ser. Existía porque la Europa de después de la guerra tenía el control de las personas que quería para trabajar. Con los refugiados de ahora ya no es posible controlar, es demasiada gente. Entonces todos los tratados, que la UE debía cumplir, se convierten en papel mojado. Los tratados de asilo dicen que nunca debe haber una deportación colectiva, y están deportando. Ha habido una idea de Europa como la imperialista buena.
Por ejemplo: Israel destruía Palestina y la UE llegaba y reconstruía. Ahora las cosas son distintas, porque Europa tiene un problema. Tal vez si el capitalismo financiero no hubiese logrado destruir la autoestima de griegos, portugueses, españoles y fomentar la extrema derecha, la crisis de los refugiados hubiese sido resulta de mejor forma, con unos ciudadanos europeos con más confianza y menos temor.
¿Es un signo de agotamiento de un modelo político que colapsa?
La UE es un proyecto de paz y solidaridad en una Europa brutalmente golpeada por la guerra. En los sesenta y en los setenta aún había gente que recordaba el conflicto. Por eso se creó una Europa de paz. La generación siguiente no tiene idea de ese pasado. Así, con la presión del globalismo financiero, se volvió a lo de siempre, al egoísmo estructural del capitalismo. Mi éxito será más grande cuanto más grande sea tu fracaso. Y no al contrario.
¿Las relaciones norte-sur se repiten también en la periferia?
Claro. El sur de las epistemologías del sur no es geográfico. Es epistémico, antiimperial. En el sur obviamente también hay mucho norte. Si vas a Sao Paulo, sus élites no son sur, son norte. A veces, más nortistas que las del norte. La élite egipcia hasta hace poco tiempo iba al barbero a Londres. Australia es norte, a pesar de estar en el hemisferio sur, pero tiene un sur, el de los pueblos indígenas que fueron masacrados y casi exterminados. En Marruecos la estructura de poder no es un sur antiimperial, al contrario, es un lacayo del colonialismo europeo que trueca algunas ventajas, sobre todo para el Rey, a cambio de hacer el trabajo sucio de contención de los saharauis.
¿Y dentro de la Unión Europea también hay sures y nortes?
Sí, tenemos otras formas de colonialismo interno. Hoy se habla mucho, por ejemplo, de eso en España. La semana pasada estuve en Barcelona y la gente hablaba no de dependencia o independencia, sino de que debería de haber formas de autonomía que no están por ahora consagradas debido a las soluciones que se dieron en la Transición. Por eso hablamos de colonialismo interno, naciones sin Estados: gallegos, vascos, corsos… Pero también vamos a asistir a otras formas de colonialismo interno, Estados sin Estado, como Grecia, Portugal o mañana, España. Estados controlados por un protectorado alemán que domina nuestra política económica, de la que no podemos salir fácilmente. Lo estamos intentando, pero es un proceso histórico largo.
Usted habla de que nos enfrentamos a un poder dronificado, ¿qué es esto?
La palabra dron tiene hoy una imagen suave. Te dicen, por ejemplo, que los paquetes de correo pueden repartirse con drones. Pero nació como una tecnología de guerra. Y es de esta tecnología de lo que hablo. Son las posibilidades de unos instrumentos bélicos con alta capacidad de matar, no tripulados y manejados a distancia. Ahí existe la posibilidad de un poder que se quiere afirmar como invencible. No tiene que arriesgar, que negociar, porque no hay nada que negociar. Destruye y ya está.
Es un poder que se afirma como invencible y que, por eso, tiene la dinámica de desarmar cualquier alternativa. Empezó con Margaret Thatcher en los ochenta y su “there is no alternative”. Se han creado formas de poder que quieren mostrar que no hay alternativa, como los drones financieros. En estos momentos no tenemos ninguna manera de controlar una decisión especulativa en contra de un país, de un día para otro deciden que te liquidan. Así fue con Grecia. Y no tienes capacidad de respuesta. El daño es inmediato. Son unos asesinos. Además, estas gentes que son de buenas familias, cuidan de sus hijos, son religiosos, etcétera, cuando están enfrente de la pantalla de la televisión son psicópatas, si pueden destruir Grecia, lo hacen y si pueden aumentar las tasas de ganancia de la deuda griega, las aumentan.
¿Y las resistencias?
Vamos a ver, por ejemplo, nuevas formas de guerrilla. No las militares, a las que estábamos acostumbrados, sino informáticas o gente como Snowden o Assange. Ni el Estado Islámico es inmune a eso. La idea de poder invencible no existe en la dimensión humana. Hay que ver dónde están las brechas para entrar con una gran concentración tecnológica. Es, si quieres, otra versión de la teoría del foco de Regis Debray o el Che Guevara. O sea, creas un punto para poder hacer un ataque fuerte y decisivo a tu enemigo. No tienes que preocuparte de crear hegemonía o de ser conocido. Muchas de las lógicas que existen hoy tienen estas características. Son gente que no está conectada con movimientos sociales. Assange sí lo estaría un poco, con el movimiento de software libre, pero Snowden es un hombre que estaba dentro del sistema y que vio tanta locura que decidió pasar la información. Vamos a ver más casos de esto en el futuro.
¿Los Estados desaparecen y aparecen nuevas formas de poder?
Sí, el Estado fue durante mucho tiempo el soberano y el centro del poder legítimo. Había un poder constituyente, que era el pueblo, aunque nunca se supo muy bien qué era el pueblo —¿eran todos? ¿las bases populares? ¿los oprimidos?— y éste constituía al Estado y le obedecía. Esa era la idea moderna del Estado. Pero en los últimos 40 o 50 años, se ha visto que todos los países pueden ser soberanos, pero unos son más soberanos que otros.
Después surgieron organizaciones internacionales, como la ONU, que crearon la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otras que limitan el poder de los Estados. Y después llegaron instituciones transnacionales, como la OMC, el FMI o el BM con prerrogativas para imponer a los Estados sus políticas de ajuste estructural que en Europa llamamos austeridad. El poder constituido desaparece, y sólo tendría alguna utilidad si volviera a ser constituyente, si los Estados del sur de Europa el día de mañana tuvieran algún poder para ir a Bruselas y reclamar otra UE. Por ahora esto no está ocurriendo y los Estados están siendo francamente desplazados en su soberanía. Por ello, surgen también las autonomías con más fuerza. La centralidad del Estado fue debilitada y abrió espacio para las autonomías. No solamente aquí, también en América Latina.
En España en 2011 hubo una gran movilización social, el 15-M, cuya concreción política, para algunos, es Podemos y/o las confluencias municipalistas que han entrado en la esfera institucional. Usted defiende la necesidad de vincular la democracia representativa con la participativa. Parece complicado…
Fue la gran novedad y en lo que aprendimos más de América Latina. Esta vía no está agotada. La gente quiere participar y se siente a veces triste porque las expectativas de participación se ven frustradas debido a la urgencia de las elecciones: los líderes políticos son pocos y sólo van a los mítines y no a trabajar con los círculos de ciudadanos, con las asambleas. Hay una gran voluntad de participar en la política, la gente piensa que puede ser importante su participación, y no está aun completamente desilusionada.
Está un poco frustrada, porque quizás tuvo demasiadas expectativas. Estas nuevas formas de partido son muy jóvenes, no tienen ni cinco años de existencia. Hay que ir despacio y seguirlos con mucha atención. Puede pasar que los nuevos partidos de movimiento se transformen en viejos partidos sin movimiento. No me parece, sin embargo, que pueda ocurrir fácilmente en un periodo de tanta contestación social y de tanta agresividad de las élites. No sólo en España, también en Portugal con comisarios de la UE que nos visitan todos los días y nos dan órdenes. O en las calles de Brasil. O Macri, que tiene a ejecutivos de la banca como ministros. Gobierna el capitalismo financiero internacional.
¿Cómo se articulan mecanismos para que en esa participación realmente puedan entrar los excluidos?
Los que más necesitan participar son muchas veces los que menos pueden. A veces, ni siquiera son invitados. Cuando lo son, no es fácil que vengan. No tienen las condiciones para ello y, sobre todo, saben que no van a discutir en sus propios términos sino en los adecuados para la gran mayoría blanca, o mestiza, que discute la política de un país. Participan cuando ven que su cultura cuenta, que es protegida y se articula con otras en lo que llamo traducción intercultural. Cuando no es benevolencia filantrópica, sino enriquecimiento de la cultura europea.
Algunos sectores de la izquierda plantean la necesidad de un proceso constituyente en España. ¿La solución de los problemas pasa por ahí?
La Constitución está bloqueada. Fue una constitución negociada, pero con algunas imposiciones del bando militar que eliminó muchas posibilidades de las naciones internas para ser consagradas. En el momento en el que el bipartidismo entra en crisis y la UE ya no es una referencia, todo se fragiliza y las naciones reivindican su lugar. Este problema ya no se va a poder resolver sin un proceso constituyente. Pero no pienso sólo en procesos constituyentes en los países porque también necesitamos a la UE para avances como la regulación de los mercados financieros.
Si no, todo va a ser un desastre. Los procesos constituyentes tienen un riesgo, permiten radicalizar la política sin hablar demasiado de capitalismo, de colonialismo y de patriarcado. Quizás se hable de las autonomías, pero de los otros, de los inmigrantes, los gitanos. ¿Van a estar presentes los movimientos de resistencia?
Autor

Amanda Andrades

Yo me he cagado compañeros…!!!

YO ME HE CAGADO COMPAÑEROS…!!!

Recién había caído una gran tormenta, casi finalizaba el invierno de 1,981 que había significado pruebas enormes para las tales zonas de control guerrillero, que desde junio “siendo liberadas” en el chichontepeque nos habían clavado varios puestos del ejército literalmente en el corazón de lo que constituía nuestra retaguardia estratégica…

Éramos un grupo de unos 20 milicianos que veníamos de la zona de San Francisco la Laguneta o San chico como también fué conocido e íbamos hacia el Volcán… el Chele Trine llevaba el mando de la marcha…

Pasaríamos la carretera que de San Vicente conduce a Tecoluca, ahí por donde siempre , en el Km 70 unos cien metros al sur de la Cruz verde… no se porqué, pero todos conocíamos ese lugar de paso como San José…

A unos 200 metros al oriente de dicha calle, recién habíamos cruzado la línea férrea… hicimos lo que también por regla general siempre se realizaba, un alto, una espera mientras dos o tres se adelantaban con cierta cautela y exploraban el lugar y avisaban de algún inconveniente ó si seguíamos…

En la misión sólo se llevaban 4 armas largas, dos adelante y dos en la retaguardia…

De donde estábamos esperando para cruzar, el cerro EL CERRO EL CUMBO ( entre el puente negro y la hacienda Opico ), nos quedaba aproximadamente a unos 800 metros en línea recta a nuestra izquierda, y allí era puesto de la Fuerza Armada… y como casi todas las noches , en esta ocasión realizaron una gran balacera con fusiles y ráfagas de ametralladoras que las balas trazadoras se miraban y se sentían que pasaban algo cerca de nosotros, aunque quizá a unos 20 metros arriba de nuestras cabezas con sus chiflidos característicos, y para terminar de joder también tiraron 2 o 3 cañonazos de 90 milímetros, que en esos días recién habían aparecido en las líneas de combate, animando a quienes tiraban y lo usaban y un poco aguevando a quien le tiraban aquella babosada, porque hacia un estruendo también característico…. pero , en realidad todo aquello era al azar o a la sumba marumba…

Dicho relajo no duró más de tres minutos y sucede cuando el Chele y dos más andan en la exploración del paso…

Aquello evidentemente enturbió el ambiente, porque apareció el miedo exagerado en algunos, el temor lógico que siempre acompaña también aumentó; la humedad de la reciénte lluvia ayudaba a persivir que los tiros eran contra nosotros, porque cuando es invierno el sonido alcanza más distancia y hasta parece más veloz y los pijazos se sienten bien cerquita…

Además en esos aguites ni los chuchos laten, y cuando el silencio es total y el miedo anda ahi cualquier pedo hasta parece bomba…

En esos ratos de espera, algunas personas aprovechan para orinar, casi nunca para defecar, porque se supone que eso se hace a mayor distancia de puntos criticos, aunque en las referidas circunstancia era de entender que alguien podía no dominar el intestino ya sea por nervios o cosas así…

Pasando el susto llegó el Chele de la exploración y antes de decir si había pereque o nó en el paso, se percató y se clavó en un fuerte olor a mierda que dominaba el ambiente y da indicación de que se revisen los zapatos y que no podemos ir con aquel gran tufo por el camino…

Ya en esa auto revisión todos tomamos conciencia que de plano, aquello apestaba y que el mal olor era o parecía violento, casi salvaje, puta es que es mierda fresca decían unos; y es que de una cagada reciénte, hasta lo caliente de la mierda se persive o quizá el miedo que también había hace exacerbar las características esas…. pero para no exagerar mi narración, aquello parecía una explosión de arma pesada, hasta miedo daba…

Alguna gente ya se quería regresar y no estaba claro si por las balaceras y explosiones o por semejante tufo…

Todos habíamos revisado zapatos y el entorno cercano, el Chele ya había dicho que no podíamos ir con aquella pestilencia… fué entonces que se escuchó aquello que parecía confesión mezclada con exclamación de dolor, pena y resignación… “ YO ME HE CAGADO COMPAÑEROS “… aquella expresión inmediatamente trajo la calma, se sintió como que había control de la situación…

Habían sido las palabras de Simón Pedro, un señor de unos 50 años en aquel momento y de muy alta disponibilidad en casi todo el que hacer de aquello que llamábamos lucha revolucionaria, era de la zona de San Juan buena vista, cantón de San Vicente …. a él le sucedió, y una ves aclarado y despejado el asunto, se mando a que fuera a limpiarse y luego continuamos….

De estas escenas conozco y viví varias, esa es la verdad…
Pero quienes escriben sólo narran cosas de balaceras y aguerridos combates…

Así el reporte…

¿Está la izquierda en la izquierda?

¿Está la izquierda en la izquierda?
Óscar Picardo Joao
Martes, 18 de Septiembre de 2018

Entre los 60 y 80 la izquierda era sinónimo de intelectualidad. Pese a las etiquetas críticas de “revisionistas”, “pequeño burgués”, “intelectual orgánico”, “tecnócrata” o “analista simbólico”, la élite pensante académica y cultural, sobre todo la que vivía alojada en las universidades públicas y en los centros de pensamiento —generalmente bares— estaba inclinada al pensamiento socialista o marxista. Economistas, sociólogos, poetas, cantautores, antropólogos, escultores, arquitectos, pintores, médicos entre muchos otros, conformaban un bloque de intelectualismo relevante de vanguardia, constructor de una opinión pública elevada. Este bloque daba soporte a los movimientos revolucionarios militares o guerrilleros, sindicatos y otras expresiones de lucha. Era la generación comprometida.

Lo más importante en esa época era la dimensión radical y ética- Ser consecuente y sobre todo solidario con las masas de obreros y pobres campesinos. A ningún dirigente de izquierda se le pasaba por la mente hacer trabajo de campo en una camioneta de lujo o andar con relojes Rólex. Incluso hubo “conversos” que renunciaron a sus comodidades, privilegios y herencias; otros, se fueron a la clandestinidad. Los que eran menos (en cantidad), no pensaban en hacer dinero o incrementar su patrimonio, porque su ideal era aportar a la teoría, escribir o pintar un símbolo de la rebeldía y ayudar a los más pobres y necesitados. Se llegó a escribir y a pensar en una “civilización de la pobreza”, y en una considerable cantidad de utopías.

Algunos padres y abuelos decían: “mientras estés en la universidad serás comunista y al graduarte te transformarás en capitalista. Cuando no tenés nada es fácil ser socialista y repartir lo ajeno, pero cuando lográs un capital o ahorro es difícil que quieras distribuir lo que te ha costado”. Esta premonición se fue transformando en realidad.

Muchos líderes históricos de la izquierda, una vez concluida la lucha revolucionaria, fueron cambiando. Algunos se hicieron capitalistas —e hipercapitalistas— o empresarios. Una vez incorporados los movimientos guerrilleros a los partidos políticos descubrieron dos cosas inimaginables: dinero y poder. Esto arruinó sus valores e ideales. Mientras tanto, los intelectuales que no sudaron la camisa en la guerra y entre las balas, fueron acusados de “arribistas” y excluidos de los nuevos procesos políticos, quedándose así con el poder los dirigentes militares, que bien sabían de tácticas y estrategias en la montaña o selva y poco de administrar asuntos públicos y privados.

En este contexto la izquierda fue evolucionando. Dejaron de leer a Trotski y a Gramsci, abandonaron la lucha de clases, y desde las taxonomías de marxismo clásico —leninista, maoísta, etc.— llegaron al adefesio del Socialismo del Siglo XXI. En este punto aparecieron ciertos mesías extravagantes outsiders sin antecedentes: Chávez, Kirchner, Maduro, Correa, Funes y otros con pasado pero sin principios: Ortega y Lula de Silva (excluimos deliberadamente de esta lista a Evo Morales y Pepe Mujica). La mayoría de ellos venía con limitadas credenciales de izquierda. En dos plumazos se hicieron millonarios a costa de los erarios públicos; actualmente, viven como lo que criticaron en su juventud.

A finales de los 90 el académico Joaquín Brunner constató una crisis de la figura tradicional del intelectual, tan valorada por unos (los propios intelectuales) y tan vilipendiada por otros, es decir, por todas las variadas y renovadas formas de antiintelectualismo. Pero su mirada se detenía sobre el análisis de la oposición entre dos modelos de trabajo intelectual: la ingeniería social (simbólica y teórica) y la autorregulación de contextos posmodernos (información y conocimiento). Se deben tomar en cuenta también las “tensiones dinámicas” entre los tiempos políticos y los tiempos académicos-científicos-culturales. El político se rige por lo pragmático, mientras que lo académico por lo ideal, los teóricos y lo que sucede en las aulas o laboratorios. Conciliar estos dos mundos es difícil y aquí se agudiza la crisis y ruptura. A pesar de lo irreal, lo académico-cultural-científico resguarda su ética y sus valores, mientras que lo político se comienza a regir por las variables poder y dinero.

Como se anotó, una vez concluidas las luchas revolucionarias militares, los movimientos radicales guerrilleros, sindicales y organizaciones sociales de izquierda se transformaron en partidos políticos, bajos los principios teóricos socialistas: un Estado más robusto que controle la voracidad del mercado, opción preferencial por los pobres, la revolución continua por otros medios combativos democráticos, erradicar las hegemonías oligárquicas y los oligopolios del mercado, etcétera.

Mucha gente que votó por los gobiernos de izquierda se basó en los siguientes axiomas: a) esta gente representa un verdadero cambio; b) han vivido en circunstancias difíciles y tienen sensibilidad; c) al menos en educación, ciencia y cultura propondrán una verdadera revolución y transformaciones; d) tienen valores y principios acrisolados en la guerra, no son simple burgueses acomodados; e) no van a robar, pues su ideología se los impide; f) no serán corruptos como los de derecha; g) esta gente se basa en fortalecer el Estado y no el mercado. Estos entre muchos otros axiomas.

En este contexto, al poco tiempo de haber asumido la izquierda en algunos gobiernos de Latinoamérica, el desarrollo de la gran crisis política contemporánea se puede describir en los siguientes términos: 1) anteponer los intereses del poder y del dinero sobre los valores, principios socialistas y necesidades de la gente; 2) enriquecerse con los fondos públicos, robando y generando corrupción; 3) seguir pregonando y manchando el discurso de izquierda socialista.

Al oído de la izquierda Latinoamericana, en el XXXI Congreso ALAS de CLACSO, Pepe Mujica comentaba: “la condición humana vive un permanente duelo en la historia, producto del egoísmo propio de la persona (…) El vivir en sociedad nos trae problemas y un inmenso repertorio de soluciones (…) Nunca estaremos derrotados, porque nunca triunfaremos definitivamente (…) La política no es una profesión, sino una necesidad casi biológica para solucionar o administrar los conflictos de la sociedad (…) La forma de vivir tiene que expresar la forma de pensar: Puedes optar en vivir como piensas, o terminaras pensando como vives. No hay personas insustituibles, lo insustituible son las causas. Somos imperfectos, pero tenemos una lucha dentro de nosotros. No vamos a crear un mundo mejor sino luchamos dentro de nosotros”. ¿Se entiende?

Gran parte de la izquierda ya no está en la izquierda. Se ha transformado en un movimiento opositor que lucha por la hegemonía oligárquica. Así como el síndrome de Estocolmo, se enamoraron de su peor enemigo. La izquierda fue una revolución de 360°: llegamos al punto de donde partimos, sin cambiar nada. Los pobres siguen pobres y los ricos son los mismos, sólo que ahora hay unos nuevos miembros del club.

En la segunda parte de este texto, el tema central será la mutación que ha tenido la derecha política. Durante todo este tiempo, desde el fin de la Guerra Fría y los Escuadrones de la Muerte, la derecha también tuvo una segunda oportunidad al poder. De eso también hablaremos.

PRIMER FORO CENTROAMERICANO Y DEL CARIBE SOBRE PENSAMIENTO DECOLONIZADOR PRONUNCIAMIENTO

PRIMER FORO CENTROAMERICANO Y DEL CARIBE SOBRE PENSAMIENTO DECOLONIZADOR
PRONUNCIAMIENTO

Ante los pueblos, las naciones y los estados de la región, y ante toda la humanidad, las personas que nos hemos reunido en el Primer Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador realizado en la Universidad de El Salvador, del 19 al 21 de septiembre de 2018 DECLARAMOS:
1. Nuestra solidaridad con este evento, que marca un relevante encuentro de personas, organizaciones e instituciones interesadas en compartir y divulgar los esfuerzos y reflexiones sobre la situación que en la actualidad viven nuestros pueblos en el Caribe y Centroamérica, y sobre los avances en la teoría y en la práctica que hacen posible fortalecer la emancipación y la soberanía frente al actual orden mundial hegemónico, que está marcado por una crisis civilizatoria, lo que lleva al conjunto de la vida en el planeta, incluyendo a la humanidad, hacia una situación de colapso. Sabemos que espacios de encuentro, reflexión y propuesta son imprescindibles.
2. Proponemos y anunciamos la creación de la Red Centroamericana y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador, que abre el propósito de mantener un contacto permanente y productivo para la coordinación de actividades conjuntas y la articulación de investigaciones orientadas a enriquecer nuestros acervos culturales, nuestros lazos culturales y nuestra capacidad de pensamiento y movilización en el mundo contemporáneo. La Red se constituye como un espacio de encuentro real y virtual, que a partir de este día, está orientada a fortalecer nuestra emancipación.
3. Adquirimos el compromiso de realizar un Segundo Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador a más tardar en un año, que dará continuidad a los esfuerzos por fortalecer el trabajo de reflexión, investigación, divulgación y propuesta activa que en estos días hemos concertado.
4. Saludamos a todos los pueblos y naciones de Nuestra América, y declaramos nuestra solidaridad con todas aquellas que actualmente están siendo acosadas por las fuerzas hegemónicas mundiales, instando a la búsqueda de soluciones mediante el dialogo, la conciliación y el respeto a la soberanía popular.
5. Denunciamos y rechazamos la injerencia del imperialismo estadounidense en los asuntos internos de los países de Centroamérica y del Caribe (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Cuba y Venezuela) ya que eso es un atentado en contra de la soberanía e independencia de nuestros países. Rechazamos cualquier intento de golpe de estado como salida política al conflicto en Nicaragua.
6. Expresamos nuestra solidaridad militante con la lucha del pueblo de Palestina en contra de la agresión que están siendo víctimas por parte del gobierno colonial de Israel.
Dado en San Salvador, Ciudad Universitaria “Dr. Fabio Castillo Figueroa” el 21 de septiembre de 2018

La filosofía intercultural desde una perspectiva latinoamericana (2007)

La filosofía intercultural desde una perspectiva latinoamericana (2007)
Raúl Fornet-Betancourt
Universidad de Aachen (Alemania)

1. Introducción

En este trabajo queremos discutir fundamentalmente dos cuestiones, esperando que su tratamiento responda a las expectativas que puede despertar el título: «La filosofía intercultural desde una perspectiva latinoamericana».

Esas dos cuestiones, que trataremos por separado en lo que serán los puntos segundo y tercero de este trabajo, son las siguientes: ¿Qué ha significado, esto es, qué consecuencias teóricas ha tenido para el desarrollo de la filosofía en América Latina la emergencia del planteamiento de la filosofía intercultural en el discurso filosófico internacional?, y esta otra: ¿Qué puede decirle la filosofía latinoamericana a la filosofía intercultural o qué se podría aportar desde la experiencia de América Latina al desarrollo del discurso filosófico intercultural como experimento de un diálogo filosófico realmente universal?

En el tratamiento de estas dos cuestiones vamos a partir de una concepción amplia de la filosofía intercultural que, sin resaltar las diferencias entre las distintas corrientes que se pueden distinguir ya hoy en ella , se fija más bien en la orientación teórica general que tiene por base común y que le da su perfil propio como movimiento filosófico. Esta concepción amplia de la filosofía intercultural constituye, pues, el trasfondo a cuya luz debe considerarse nuestra argumentación en la discusión de las dos cuestiones apuntadas como tema de este trabajo, y por eso la explicitamos como parte de esta introducción.
Presentada con la brevedad debida, digamos, por tanto, que partimos de una concepción de la filosofía intercultural que subraya la perspectiva programática de promover, por el diálogo abierto (¡y en condiciones materiales y teóricas de igualdad!) entre las tradiciones culturales de la humanidad, una transformación radical de esta forma de pensar, de conocer, de nombrar lo que conocemos, de articular lo que sabemos, de generar más saber y de comunicar o trasmitir el saber que solemos llamar «filosofía», entendiendo que ese programa de transformación de la filosofía tiene que ver mucho con la toma de conciencia de las consecuencias epistemológicas que se desprenden de la todavía inconclusa historia del colonialismo occidental.
O sea que es una perspectiva programática de diálogo intercultural que no se plantea en un marco abstracto sin memoria histórica, sino que, al contrario, brota desde la memoria de culturas heridas en su dignidad cognitiva para poner sobre el tapete del debate filosófico actual la tarea de transformar la filosofía, pero precisamente en el sentido radical de una transformación que también envuelva en su dinámica renovadora a la tradición acumulada (¡y sancionada como clásica!) hasta hoy bajo la presión del sobrepeso del pensamiento occidental.
Con esta transformación, dicho en otras palabras, la perspectiva programática que comparte el movimiento de la filosofía intercultural no apunta, por consiguiente, simplemente a la garantía del acceso de las tradiciones culturales marginadas o de su incorporación a la filosofía hecha por Occidente; pues no se trata sólo de aumentar el «tesoro» de la tradición trasmitida hasta hoy como línea paradigmática de «definición» de lo que debe o no debe ser reconocido con el nombre de filosofía.
La perspectiva de transformación de la filosofía intercultural va más allá, por cuanto que pretende –y aquí radica su difícil desafío– implicar el «tesoro» mismo de la tradición reconocida como filosofía en ese proceso de transformación intertradicional que conlleva el diálogo entre las culturas, para que eso que llamamos «filosofía» pueda ser renombrado y redefinido mediante la cooperación de todas las tradiciones de pensamiento de la humanidad.
La perspectiva por la que apuesta el movimiento de la filosofía intercultural es, por tanto, la de entrar en un proceso de intercambio que sea a su vez el lugar de convergencia de experiencias filosóficas de muy distinta procedencia, pero que se reconocen como referencias legítimas para nombrar la filosofía.
Por eso es también característico de la concepción de la filosofía intercultural que aquí presuponemos, la idea de que el diálogo filosófico intercultural debe ser un diálogo que supere los prejuicios que todavía se mantienen frente a otras formas de pensar y de conocer que supuestamente no son «racionales» porque son, por ejemplo, «mitológicas» o «religiosas», excluyéndoselas así de la filosofía.
De aquí que sea también una nota característica de la concepción de la filosofía intercultural como movimiento la preocupación por detener en el proceso de generación de conocimiento filosófico el desperdicio o desaprovechamiento de experiencias filosóficas alternativas. Para la filosofía intercultural es así central la dignificación cognitiva de todas las tradiciones culturales; y es central para su propósito de transformación radical de la filosofía por dos razones.
Primero, porque ese es el camino para aprovechar en filosofía toda la experiencia cognitiva de la humanidad, y no sólo una parte de ella; y segundo, porque es la base para que el filósofo o la filósofa supere por fin esa odiosa imagen de sí mismo que lo asemeja a los antiguos (¡y modernos!) gobernadores coloniales que estaban en Algeria, India o Perú, pero vivían culturalmente en sus respectivas metrópolis. La filosofía intercultural es un manifiesto a favor de un filosofar que vive en y desde muchos lugares y que declara por ello como inauténtico el proceder de un pensar descontextualizado que prefiere repetir ideas prestadas al esfuerzo por ser expresión de su mundo de vida.
Sobre el trasfondo de esta comprensión de lo que hemos llamado la orientación teórica general común al movimiento de la filosofía intercultural, pasamos a tratar las dos cuestiones pendientes, pero antes indiquemos que cerraremos este trabajo con un cuarto apartado donde presentaremos algunas reflexiones sobre el sentido de la filosofía intercultural en el presente momento histórico.
2. ¿Qué ha significado la emergencia de la filosofía intercultural para el desarrollo de la filosofía en América Latina?
Esta pregunta se puede responder con una afirmación contundente que puede parecer exagerada, pero que a nuestro modo de ver expresa certeramente el meollo de la cuestión, a saber, que con la influencia de la filosofía intercultural la filosofía en América Latina descubre la diversidad cultural de su contexto y siente el desafío de tener que empezar de nuevo para poder hablar pluralmente de la pluralidad espiritual del contexto donde está.
Mas para comprender que no se trata de una simple afirmación lapidaria, hay que hacer un poco de historia. Daremos, pues, un rapidísimo repaso a la historia de la filosofía en América Latina para mostrar al menos en grandes rasgos cómo la respuesta dada tiene su justificación histórica.
Como se puede comprobar consultando la historiografía filosófica latinoamericana corriente hasta bien entrada la segunda mitad del pasado siglo XX se afirmaba todavía sin mayores problemas o dudas que la filosofía en América Latina comienza propiamente con el así llamado «Descubrimiento» en 1492, es decir, con la llegada de la cultura europea y, muy concretamente, con la llegada de «los hombres teoréticos que vinieron de Occidente».
Según esta visión no habría ninguna diferencia entre la filosofía en Europa y en América Latina, ya que la filosofía se desarrollaría en el continente americano como una planta que se trasplanta a otra tierra; la filosofía pasa del viejo al nuevo mundo y crece en éste último como el eco de su voz en el primero.
Y hay que reconocer, porque corresponde al curso real que sigue la evolución filosófica de América Latina, que de hecho la filosofía que en América Latina recibe ese nombre y se desarrolla como saber filosófico reconocido como tal, no es ninguna otra que aquella que reproduce la forma europea. No olvidemos que con la conquista y la colonización –que es también una empresa de colonización espiritual– se impone, en efecto, la cultura europea con su sistema universitario y sus métodos de investigación.
Y la filosofía, en tanto que es parte de esa cultura, reproduce en América Latina el modelo cultural que se trae de Europa. Así se «explica» que la tradición filosófica que se llamará (en forma realmente impropia) latinoamericana se desarrolle como una recepción fiel de la filosofía europea. Por eso podemos ver que los manuales de historia de la filosofía latinoamericana dividen la evolución filosófica de los países latinoamericanos en etapas que corresponden a los períodos históricos de la recepción de corrientes europeas.
De este modo se habla, por ejemplo, de la etapa escolástica, de la etapa de la ilustración, de la época positivista o de la fase del marxismo.
Leída de esta manera la filosofía en América Latina no presenta en su historia, como decíamos, grandes diferencias teóricas en relación con la filosofía en Europa. Es fruto de un trasplante artificial que la sitúa justo en el contexto superpuesto que crea la expansión de la cultura europea. De aquí que esa filosofía latinoamericana nazca desvinculada por completo de las tradiciones de las culturas originarias como la nahuatl, la maya, la kuna, la guaraní o las andinas.
Es más, nace y se desarrolla en pleito con estas tradiciones de pensamiento indígenas, ya que en su visión eurocéntrica dichas culturas no habían logrado todavía dar el paso decisivo para el nacimiento de la reflexión filosófica en sentido estricto, que es el paso del mitos al logos, relegando así a estas tradiciones indígenas a la mitología o a la cosmogonía.
La historia del desarrollo de esa filosofía llamada latinoamericana es, por consiguiente, la historia de la negación de la pluralidad, y más concretamente, historia de la desvalorización cognitiva de las tradiciones indígenas de América Latina.
Esta historia de trágica violencia epistemológica –es evidente que se trata de una historia violenta en muchos sentidos , pero aquí acentuamos la violencia epistemológica por su relevancia para la filosofía– empieza a cambiar a partir de la segunda mitad del siglo XIX gracias fundamentalmente a dos acontecimientos históricos de alta significación para la reorientación de la vida cultural y, específicamente, para la renovación de la filosofía en América Latina.
Nos referimos, por una parte, a la articulación explícita de un amplio movimiento indigenista que reclama justicia social y cultural para los pueblos indígenas , y, por otra, al lanzamiento del programa de elaborar una filosofía latinoamericana que responda de verdad a los desafíos concretos con que se ven confrontadas las sociedades latinoamericanas en el momento de la organización social, política y educativa de la recién conquistada independencia nacional.
Por la influencia de estos dos acontecimientos, en cuyo análisis no podemos entrar ahora, la filosofía en América Latina inicia un proceso de contextualización de su reflexión que, a pesar de sus limitaciones, es sin duda positivo, porque por dicho proceso se reduce la distancia que separa filosofía y cultura propia en América Latina.
Muy importante en esta línea es además el hecho de que casi un siglo después, es decir, a mediados del pasado siglo XX inicia Leopoldo Zea (1912-2004) el proyecto de recuperar la historia de las ideas filosóficas en América Latina desde la perspectiva de la contribución a la emancipación mental y como base para la elaboración de una filosofía de la historia de los pueblos americanos , que culminará por su parte –y como resultado de la radicalización de este proyecto– en la constitución de una filosofía de la liberación como respuesta a la situación neocolonial en que se encuentran los países latinoamericanos.
En esta nueva constelación sí empieza a diferenciarse substancialmente la tradición filosófica latinoamericana de la herencia europea. ¿Por qué? Porque, poniendo el foco de su atención reflexiva en la consideración de la historia de América Latina desde una perspectiva de liberación, la filosofía latinoamericana se aplica a buscar sus propias fuentes, los documentos que narran las memorias de los pueblos latinoamericanos, y comienza a comprenderse a sí misma de otra manera: ya no se entiende como el eco lejano de lo que se piensa en Europa, sino como expresión propia de un pensamiento que piensa la condición periférica de los pueblos latinoamericanos y sus tradiciones.
A partir de ese momento, que podemos situar en la década de 1970-1980, se puede hablar con toda razón de lo que llamamos antes una diferencia sustancial entre la filosofía latinoamericana y la europea, y que ahora precisamos designándola como una diferencia contextual. Pues, al tomar conciencia de su contexto y redefinirse como pensar contextual, la filosofía latinoamericana asume la condición periférica y «descubre» entonces que la filosofía europea piensa desde otra condición, a saber, la condición de centro del mundo construida por el colonialismo.
Este «descubrimiento» supone para la filosofía latinoamericana el cuestionamiento de la idea de universalidad filosófica recibida de la tradición europea. Este sería un tema que merecería un análisis separado, pero lo que interesa aquí es hacer constar que ese cuestionamiento de la pretensión de universalidad de la filosofía europea representa acaso el momento más crítico en la diferencia contextual que se hace ahora manifiesta.
Subrayamos este aspecto porque, siguiendo nuestro brevísimo repaso, hay que decir sin embargo que la misma filosofía latinoamericana relativiza esa diferencia contextual o que no saca todas las consecuencias que de ella debiera sacar.
Según nuestra interpretación esta inconsecuencia se explica por dos razones principales. La primera es que la filosofía latinoamericana, a pesar de su esfuerzo real por contextualizarse, no se libera totalmente de la herencia europea y continúa todavía mirando demasiado a Europa; conserva todavía muchos de los hábitos de pensar y de los métodos de investigación de la filosofía colonizada y siente por ello la necesidad de buscar a Europa todavía como su interlocutor privilegiado.
La segunda razón la vemos en que, como consecuencia de la primera, mantiene aún una relación deficitaria con la cultura latinoamericana en el sentido de que no alcanza a percibir toda su compleja diversidad cultural y se relaciona preferencialmente con una parte de la cultura latinoamericana, que es por cierto la parte que se considera representativa de toda la cultura latinoamericana.
Para comprender esta relación deficitaria en la que en nombre de una parte se encubren otras caras culturales de América Latina, hay que tener en cuenta el papel que ha jugado –y juega– la categoría del «mestizaje cultural» en la comprensión y autocomprensión del desarrollo cultural de América Latina. Para muchos el mestizaje cultural es, en efecto, la categoría clave para explicar la cultura latinoamericana. Tan importante se la considera que es la que se ha usado para caracterizar la cultura latinoamericana en su totalidad y decir que es una cultura mestiza.
Esta manera de explicar el desarrollo cultural latinoamericano es, según decíamos, el trasfondo que hace comprensible que la filosofía latinoamericana busque su arraigo en la cultura mestiza de América Latina suponiendo precisamente que con ello le hace justicia a toda la complejidad cultural de su contexto.
Pero este supuesto es falso. Es indiscutible que existe la cultura mestiza latinoamericana, pero no es justo decir que representa toda la cultura que hay en América Latina. Porque, junto a esa América de cultura mestiza, están otras muchas Américas indígenas (y afro) que hacen cultura con sus nombres propios: kuna, guaraní, mapuche, etc. Hay así en América Latina más pluralidad cultural que la que nombra la cultura mestiza.
Por eso una filosofía latinoamericana que se relacione solamente con dicha cultura mestiza no está todavía en diálogo con toda la diversidad cultural de los pueblos latinoamericanos. Y como es esto justo lo que ha sucedido, hablamos aquí de una relación deficitaria o parcial con la pluralidad cultural de América Latina como una de las razones que han frenado o bloqueado la radicalización de la afirmación de la diferencia contextual por parte de la filosofía latinoamericana en esta época que va más o menos de 1970 a 1990.
Pues bien, en este estadio del desarrollo de la filosofía latinoamericana como forma explícita de filosofía contextual es donde precisamente se hace sentir el impacto del pensamiento intercultural en ella. (Y hablamos conscientemente de «pensamiento intercultural» en general, y no de «filosofía intercultural» en sentido estricto, porque las primeras influencias vienen de áreas como la teoría política con las reflexiones sobre las luchas por el reconocimiento de culturas minoritarias en sociedades con una cultura mayoritaria o la pedagogía con sus programas de educación bilingüe e intercultural).
Pero hagamos un breve inciso para precisar lo siguiente: Al mismo tiempo debemos considerar que el impacto teórico del pensamiento intercultural en la filosofía latinoamericana no se explica sólo como resultado de la simple recepción del debate entre multiculturalismo y comunitarismo o de las directivas para una educación intercultural de la UNESCO –ponemos estos dos ejemplos únicamente por concretizar la alusión de antes a la teoría política y a la pedagogía–, porque esa recepción de expresiones concretas de pensamiento intercultural remite a su vez a un cambio profundo de sensibilidad que es, en el fondo, la condición que hace posible la apertura al planteamiento radical de la interculturalidad.
Este cambio de sensibilidad representa, por cierto, uno de los grandes logros de la reorganización y movilización de los pueblos indígenas y afroamericanos en el contexto del debate sobre el significado del V Centenario (1492-1992) del llamado «descubrimiento» de América, ya que este acontecimiento significó, por decirlo así, la irrupción de los pueblos indígenas –¡como protagonistas!– en la historia de América Latina, reclamando poner fin a la historia de conquista y comenzar una historia nueva con la presencia reconocida de sus culturas y religiones como caminos legítimos de humanidad en América Latina.
En nuestra lectura de los hechos es, pues, este acontecimiento en la historia social de América Latina lo que produce ese cambio de sensibilidad frente al otro que lleva por su parte a que también en el campo de la filosofía se busquen métodos nuevos que permitan la apertura sin reservas a la pluralidad cultural manifiesta en la realidad.
Como otras veces en su historia, tampoco en esos años estaba la filosofía latinoamericana a la altura de las exigencias reales de su tiempo. Pero recibe el impacto de la irrupción protagónica de los pueblos indígenas (y afroamericanos) en la historia del continente, y siente la presión de radicalizar su proceso de contextualización abriéndose justo al diálogo con las culturas y tradiciones de pensamiento que hasta ese momento había descuidado en razón de su anclaje en la cultura mestiza. Es como un momento de «conversión» a la pluralidad cultural, que en otro lugar hemos analizado y caracterizado como el momento del giro intercultural en la filosofía latinoamericana.
Presionada, por tanto, por el curso de una historia en la que cada vez se hace más manifiesta la presencia de las diferencias protagónicas (los pueblos que hablan desde sus propias culturas), la filosofía latinoamericana comienza el camino de reparar su inconsecuencia o, si se prefiere, inicia la radicalización de su proceso de contextualización asumiendo como «materia» filosófica la diversidad cultural latinoamericana en toda su pluralidad.
En este camino hacia la interculturalidad, que –como decíamos– tiene una estación crucial en el contexto del V Centenario del «descubrimiento», hay que señalar otra fecha importante que es la de la rebelión zapatista en Chiapas en enero de 1994, porque esta rebelión indígena fue el detonador de un amplio debate sobre el derecho de los pueblos a su autodeterminación cultural que –fijándonos sólo en lo que aquí nos interesa– tuvo una pronta y profunda repercusión en la filosofía latinoamericana, pudiéndose decir que es a partir de este momento cuando realmente el sector más sensible de la filosofía latinoamericana centra su reflexión en la tarea de contribuir a una fundamentación ética del reconocimiento de la cultura del otro, y toma rumbo hacia la interculturalidad.
Esta observación contextual nos parece que era necesario hacerla porque nos ayuda a comprender mejor el estadio de desarrollo de la filosofía latinoamericana en su momento de encuentro con la filosofía intercultural.
Sobre este trasfondo vemos, en efecto, que ese encuentro se da justo cuando la filosofía latinoamericana, presionada – como decíamos – por el estallido de la pluralidad cultural en su propio contexto busca los instrumentos adecuados para reconocer la diversidad, hacerse cargo de ella y revisar desde ese nuevo horizonte plural la concepción que tiene de sí misma.
Pero ¿cuándo y cómo se da este encuentro entre filosofía latinoamericana y filosofía intercultural? Es evidente, por la naturaleza misma de tales encuentros culturales, que esta pregunta se refiere en su fondo a un proceso complejo y, por lo mismo, difícil de determinar en el tiempo con una fecha exacta, como dábamos a entender ya antes al apuntar que se trata primero de la influencia del pensamiento intercultural en general; y a lo que tendríamos que añadir ahora la historia «secreta» que la interculturalidad como exigencia de justicia cultural tiene en el mismo pensamiento latinoamericano.
Mas si tomamos la pregunta tal como está formulada, es decir, limitada a preguntar estrictamente por el encuentro entre filosofía latinoamericana y filosofía intercultural, creemos que se puede arriesgar la respuesta de que ese encuentro se da en 1995 en el marco del primer congreso de filosofía intercultural que se celebra dicho año en México. Pues este congreso representa el foro en que por primera vez, por decirlo así, «se ven las caras» importantes representantes de la filosofía latinoamericana (Leopoldo Zea, Enrique Dussel, etc.) y de la filosofía intercultural (Raimon Panikkar, Ram A. Mall, Franz Wimmer, etc.) y se inicia un intercambio directo que despierta grandes expectativas de cara a la reorientación de la filosofía en América Latina.
Una prueba de ello es que dos años más tarde, en 1997, el segundo congreso se organiza de nuevo en América Latina, con lo que se profundiza la experiencia del contacto directo entre la filosofía latinoamericana y la filosofía intercultural.
Pero como el caso aquí no es hacer la historia de este encuentro sino explicitar lo que significó para el desarrollo de la filosofía en América Latina, debe bastar esta breve indicación histórica para señalar el marco temporal en el que ocurre lo que queremos designar como la incorporación de América Latina al discurso filosófico intercultural internacional. Pues precisamente esa incorporación a la filosofía intercultural como movimiento internacional es la primera consecuencia que se sigue de ese encuentro para la filosofía latinoamericana. Pero ¿qué significa este hecho más exactamente?
Y de nuevo hemos de advertir que una respuesta cabal a esta pregunta requiere un análisis que por las razones obvias de espacio y tiempo no podemos ofrecer aquí, ya que se trataría de analizar el proceso de transformación que una parte importante de la filosofía latinoamericana ha llevado a cabo en los últimos diez años, por lo menos.
O sea que, sin poder profundizar en este proceso, nos limitaremos a nombrar brevemente las consecuencias teóricas que ha conllevado el encuentro con la filosofía intercultural para el desarrollo de la filosofía en América Latina. Se trata, por supuesto, de las consecuencias que, a nuestro modo de ver, son no sólo las más relevantes para la incorporación al diálogo filosófico intercultural internacional sino también las que configuran los aspectos centrales de la propia transformación de la filosofía latinoamericana en una forma específica de filosofía intercultural.
En este sentido, pues, destaquemos, primero, que por el encuentro con la filosofía intercultural la filosofía latinoamericana entra en una nueva constelación filosófica; una constelación que no tiene un centro determinado porque es una constelación dinámica que «progresa» dialógicamente por el diálogo entre las diferentes culturas del saber.
De ahí, segundo, que el encuentro con la perspectiva filosófica de la interculturalidad signifique para la filosofía latinoamericana el momento en que ésta puede superar realmente su fijación europea, es decir, reconocer como un prejuicio escondido el resto de eurocentrismo que había frenado la radicalización de su proceso de contextualización al hacer que viera en la filosofía europea su interlocutor por excelencia y que mantuviera los métodos filosóficos europeos como los únicos válidos.
De esta forma, tercero, el encuentro con la filosofía intercultural significa para la filosofía latinoamericana el descubrimiento de una pluralidad epistemológica y metodológica que la ayuda a revalorar sus propias tradiciones.
Se redescubre a sí misma, si se prefiere, como parte de la pluralidad filosófica del mundo, y deja así detrás la antigua imagen (eurocéntrica) en la que sólo se veía como un apéndice de la filosofía europea. Por eso el descubrimiento de la pluralidad filosófica que le facilita el encuentro con la filosofía intercultural, significa en concreto para la filosofía latinoamericana un impulso decisivo para diferenciar su historia y reencontrarse con su propia pluralidad negada.
En cuarto lugar cabe señalar, por último, que la interacción con la filosofía intercultural permite a la filosofía latinoamericana adentrarse en un proceso de transformación intercultural de sí misma en el que –como síntesis de los tres aspectos antes señalados– se perfila como una filosofía polifónica en cuya articulación resuenan todas las voces culturales de América Latina.
Esta transformación es el camino de la reconciliación entre filosofía y diversidad cultural en América Latina y, por tanto, también el camino por el que la filosofía intercultural gana una nueva forma específica. Por eso pasemos ahora a la segunda cuestión.
3. ¿Qué podría decirle la filosofía latinoamericana a la filosofía intercultural?
Por lo expuesto en el apartado segundo se comprende que cuando usamos ahora la expresión «filosofía latinoamericana» nos referimos únicamente a la que, gracias tanto a la propia labor autocrítica frente al desafío del estallido de la diversidad cultural en su contexto como al impacto del desarrollo de la filosofía intercultural, se redefine desde el diálogo con todas las culturas de América Latina y se transforma así en una variante específica de la filosofía intercultural.
Precisando entonces el alcance de nuestra segunda cuestión advertimos que preguntamos por la aportación que puede hacer la filosofía intercultural latinoamericana al movimiento filosófico intercultural internacional.
Y advertimos además que también aquí nuestra respuesta ha de ser breve y sintética.
Cuatro son, nos parece, los puntos en que se puede resumir la posible aportación de la filosofía intercultural latinoamericana al debate actual de la filosofía intercultural en general:
Primero, algo que es obvio, a saber, trasmitir sin reduccionismos la pluralidad filosófica que está presente en el contexto latinoamericano y dar a conocer de este modo en el debate filosófico internacional los muchos nombres propios con que se puede asociar en América Latina la reflexión filosófica, como por ejemplo los nombres Aymara, Guaraní, Kuna o Maya.
Como portavoz polifónico de esta pluralidad filosófica, la filosofía intercultural latinoamericana estaría contribuyendo al enriquecimiento de la filosofía intercultural y de la humanidad, porque estaría restituyendo al mundo la página del libro del universo que, según José Martí, los europeos le robaron con la conquista de América.
Segundo, trasmitir la experiencia de que el intercambio intercultural, para no quedarse en un plano abstracto, debe estar basado en la contextualización del pensar en procesos históricos concretos, y que eso requiere a su vez el ejercicio de la filosofía como un pensar comprometido social, política y culturalmente. O sea que también la filosofía intercultural debe ser una filosofía comprometida.
Esta idea podría ser, en efecto, una aportación a la filosofía intercultural desde la experiencia de América Latina, pues es propio de la filosofía intercultural latino-americana partir de las luchas concretas de culturas marginadas que dejan muy claro que sus luchas no son luchas por un reconocimiento simplemente formal, sino que son reivindicaciones que implican el derecho de las culturas a la auto-determinación económica, política y religiosa.
La realización de las culturas –y quien habla de reconocimiento de las culturas, habla también de su derecho a la realización– requiere así la justicia social, porque sin ésta las culturas se ven privadas de las condiciones indispensables para realizarse como tales, es decir, para configurar sus respectivos mundos según sus valores.
No queremos pasar por alto en este punto decir que si proponemos la idea del compromiso político de la filosofía como una aportación que puede hacer hoy la filosofía intercultural latinoamericana al diálogo filosófico intercultural en general, es porque tenemos la impresión de que en el movimiento de la filosofía intercultural se suele preferir un concepto de cultura que no tiene suficientemente en cuenta la relación de las culturas con las condiciones reales de poder económico y político.
De manera que la experiencia latinoamericana de una filosofía que, por su articulación con la realidad socio-política, se compromete con la lucha de las culturas por lograr la justicia social que necesitan para realizar sus identidades, puede ser, en verdad, una contribución a corregir esa deficiencia y a elaborar un concepto más histórico de cultura en el diálogo filosófico intercultural.
Tercero, y como consecuencia de lo anterior, otra de las aportaciones de la filosofía intercultural latinoamericana estaría en la propuesta de entrelazar los paradigmas de la liberación y de la interculturalidad como perspectivas que se complementan y que, por tanto, se enriquecen mutuamente. No hay interculturalidad sin liberación de las alteridades ni hay liberación sin el diálogo de las diferencias, porque sólo una cultura libre puede comunicar su verdadera identidad y porque, a su vez, la liberación plena de cada cultura requiere el diálogo abierto con las otras como lugar donde, por el apoyo y la corrección mutuos, se experimentan nuevas posibilidades.
Y cuarto, por último, vemos que la aportación latinoamericana al debate filosófico intercultural internacional puede ser bien la de mostrar –en la línea del compromiso de la filosofía– que la filosofía intercultural tiene hoy un reto histórico a escala mundial. Es el reto de la recolonización del mundo mediante la expansión de un modelo único de civilización, el modelo del capitalismo neoliberal, que es un modelo incompatible con el proyecto de un mundo plural en el que las culturas y los pueblos de la humanidad se esfuerzan por convivir respetando sus diferencias y practicando la solidaridad.
Correspondería entonces a la filosofía intercultural trabajar por «interrumpir» el ritmo uniformante de la civilización dominante y mostrar que la interculturalidad no es sólo una «idea» sino una fuerza de realidad alternativa.
4. Observación final
Como decíamos en la introducción, deseamos terminar este trabajo con unas breves consideraciones sobre el sentido de la filosofía intercultural en el mundo actual. Para ello retomaremos la perspectiva del compromiso histórico de la filosofía, que hemos esbozado en el apartado anterior, como un punto de vista que compartimos y que será además el punto de partida de nuestras consideraciones finales.
Por eso no nos interesa ahora poner el acento en el sentido que tiene la filosofía intercultural para mejorar la calidad de la filosofía en tanto que forma específica del saber humano, sino que lo que queremos poner sobre el tapete es más bien –y precisamente– el sentido que tiene la filosofía intercultural para mejorar la calidad del mundo en que vivimos hoy y dar así también otra calidad a la historia que hacemos desde nuestro presente histórico.
Hablamos entonces del sentido de la filosofía intercultural como discurso teórico con fuerza para contribuir a promover un cambio de calidad en la vida humana y, con ello, un cambio de rumbo en la historia que hacemos.
Desde esta perspectiva, pues, queremos destacar en primer lugar que el sentido de la filosofía intercultural hoy está íntimamente relacionado con su capacidad de proponer respuestas a los desafíos con que confronta a la humanidad el curso de una historia que agudiza cada vez más la fractura social y cultural entre pueblos y culturas, al imponer como ley universal la ideología de un supuesto «progreso», esto es, la dinámica de desarrollo de una civilización capitalista que saquea a la naturaleza y que, basada en un individualismo antropocéntrico -que es agresivo tanto frente al cosmos como frente al mismo ser humano–, agudiza el desgarramiento de la subjetividad humana.
De aquí que la retórica de la globalización con su énfasis en los procesos globales que unen cada vez más a la humanidad oculte que la dinámica de su progreso, aunque implica ciertamente un expansión global, no corresponde a un proceso de crecimiento en universalidad, es decir, a una verdadera comunicación entre la diversidad cultural de la humanidad.
Y es por eso tarea que da sentido a la filosofía intercultural en nuestro mundo actual, denunciar la falacia de esa retórica del globalismo y mostrar que la reconciliación de la humanidad no se logra por la globalización de un modelo único sino por la universalidad que crece desde el intercambio libre entre la diversidad.
En esta línea hay que ver las contribuciones de la filosofía intercultural, por ejemplo, a la pluralización del ethos de los derechos humanos o de la idea de la democracia, así como al fomento de una pedagogía del reconocimiento del otro o su aportación a la universalización de la crítica al fundamentalismo, incluido el fundamentalismo occidental de la lógica del mercado y de la idolatría del dinero. Y es indudable que su sentido real en nuestro momento histórico actual depende en gran medida de que continúe su compromiso con tareas de liberación estructural como las que acabamos de nombrar con los ejemplos dados.
Mas igualmente importante nos parece señalar que el sentido de la filosofía intercultural en nuestro mundo de hoy también radica en comprometerse con la tarea de promover –como dimensión del giro cultural y social que necesitamos para mejorar la calidad del mundo y de la historia que hacemos, por supuesto– un giro antropológico en nuestras sociedades. Éste es el punto que queremos destacar en un segundo momento de nuestras consideraciones finales.
Así, a nuestro modo de ver, da sentido a la filosofía intercultural en el contexto histórico de hoy comprometerse en la tarea de corregir la imagen del ser humano que ha globalizado la cultura occidental dominante; y de corregirla no sólo en las consecuencias que ha tenido para el trato con la naturaleza y con los otros a nivel estructural –a las que ya hemos aludido–, sino justamente en las consecuencias que conlleva para la propia manera de ser, de vivir, y de actuar en cada uno de nosotros.
Por ejemplo, se trataría de reactivar, justo mediante el diálogo entre culturas, memorias de dignidad humana que nos devuelven la conciencia de la medida y de la proporción, el sentido del equilibrio, y que con ello nos remiten a una forma de existencia que es capaz de sentir que pierde dignidad humana cuando, en nombre de necesidades falsas, participa en el curso de un mundo que excluye al otro justo porque está construido sobre la ley de asegurar el despilfarro de unos pocos.
Por último destacaríamos en tercer lugar que la filosofía intercultural tiene sentido en nuestro momento histórico actual si aprovecha el intercambio entre culturas para trasmitir las reservas de sentido que tiene la humanidad todavía y, complementando la perspectiva del punto anterior, proponer la diversidad espiritual de las culturas como fuerza alternativa ante el cinismo y la frivolidad de sociedades cuya supuesta globalidad suple la profundidad y viven sólo del «espectáculo» y para el «espectáculo».
Acaso, pues, no debería hoy la filosofía intercultural seguir –al menos del todo– el consejo de Hegel cuando éste recomendaba a la filosofía evitar ser edificante , y aprovechar las muchas tradiciones en las que bebe para impulsar en el ser humano de hoy no sólo una apertura cognitiva sino también una conversión ética.

Descolonizar las humanidades

Descolonizar las humanidades
Dr. Luis Adrián Mora Rodríguez
Universidad de Costa Rica

Primero que nada quisiera agradecer a la organización de este Primer Foro por la invitación tan cordial que me han hecho. En especial me gustaría subrayar toda la ayuda y disponibilidad del Dr. José Roberto Pérez con quien me he mantenido en contacto desde julio de este año. A la Universidad de El Salvador, así como a la facultad de Ciencias y Humanidades por facilitar este diálogo.
A continuación me propongo presentar una serie de reflexiones sobre la idea de “descolonizar las humanidades”. Para iniciar creo que es fundamental observar que la pregunta por una educación humanística, así como la pertinencia misma de la enseñanza de las humanidades es hoy en día más que urgente. En efecto, cuando nuestros países se aprestan a festejar, en un contexto incierto, sus 200 años de independencia, es necesario reflexionar sobre las bases humanísticas de nuestra formación, pues fue sobre dichas bases que se trató de crear un cierto modelo de nación.

Ahora bien, dicho modelo, heredado de la más pura tradición de la Ilustración está hoy en profunda crisis. Si algo nos han enseñado estas dos décadas del siglo XXI es que esta narrativa ilustrada, así como las promesas de una modernidad liberadora han fracasado parcialmente. Y digo parcialmente puesto que queda, a mi entender, todavía una potencia en esta discursividad que es preciso puntuar y rescatar, como lo señalaré adelante.

Mi presentación se dividirá en tres partes: En primer lugar, presentaré brevemente lo que entiendo por “descolonizar” y su relación con lo que se ha llamado teoría o pensamiento decolonial. Así como la diferencia que tiene esta teoría con la teoría poscolonial. En segundo lugar, analizaré un caso específico de colonialidad presente en los programas de humanidades de mi universidad, la Universidad de Costa Rica, y por último señalaré algunas pistas críticas sobre la “moda decolonial”.

Primero que nada ¿qué entendemos por teoría decolonial?
De la postcolonialidad a la teoría decolonial

Los años 80 y 90 marcaron un parteaguas en el pensamiento crítico. Con la crisis de los modelos socialistas de Europa, el llamado “socialismo real”, las opciones de pensar una sociedad distinta se fueron agotando. A la vez, nuevas formas de crítica inspiradas en el postestructuralismo, y formuladas desde lo que podríamos llamar las “periferias”, en especial, la India, tomaron una posición importante en el espectro académico, sobre todo anglosajón.

Lo postcolonial en sus diversas manifestaciones: teoría postcolonial, discursos postcoloniales, intelectuales postcoloniales, señalaba una cierta ruptura temporal y espacial. En palabras de Stuart Hall, lo postcolonial tiene que entenderse en términos cronológicos y de paradigma. Significa un “después”, pero también un “más allá”. Con lo “postcolonial” estamos en un ámbito de poder y saber inseparables.
Esto nos permite entender la colonización, no sólo como un sistema político de organización y poder, sino también como un sistema epistemológico, donde conocimiento y representación van de la mano. Esta tensión entre lo cronológico y lo epistemológico –que también encontramos en la teoría o pensamiento descolonizador- es productiva. En efecto, para entender en su totalidad lo que el concepto “postcolonial” refiere, hay que entender que éste no afirma haber sobrepasado las relaciones coloniales, sino que busca investigar cómo han emergido nuevas relaciones marcadas por ese pasado, nuevas configuraciones de “saber-poder”. Nos dice Hall:

“Lo que estas descripciones teóricas están intentando construir, en maneras diferentes, es una idea de un desplazamiento o transición conceptualizada como reconfiguración de un campo, y no como un movimiento de trascendencia lineal entre dos estados mutuamente excluyentes” p.138

Una parte de lo que lo que llamamos “pensamiento decolonial” toma sus raíces en esta reflexión y metodología postcolonial. Lo postcolonial, si se quiere, abre una brecha a partir de la cual se van a formular una serie de interrogantes sobre todo en la academia norteamericana con respecto a la realidad y la situación de América Latina. Pienso acá principalmente en los primeros trabajos de Walter Mignolo, así como a la producción teórica de Gloria Anzaldúa. Pero también, uno de los aportes teóricos más importantes del pensamiento postcolonial es la problematización de la categoría de “subalterno”, que servirá sin duda, a las investigaciones del proyecto Modernidad/Colonialidad.

Dicha categoría, como bien se sabe, surge de la escuela de estudios subalternos india. Dicha escuela es la que reflexiona sobre el proceso de independencia del subcontinente desde una perspectiva original y que rechaza tanto la explicación de Cambridge (explicación imperial), como la explicación nacionalista india. Más adelante podremos referirnos, de ser necesario, a este debate.

Ahora bien, por su parte, lo “decolonial” tiene una historia particular. Como lo señala Arturo Escobar en su ya conocido artículo, más que hablar de una teoría, se habla de un proyecto que nace como análisis de la “modernidad/colonialidad” .
En dicho artículo, Escobar refiere la incitación planteada por la teoría postcolonial como deconstrucción del relato de la modernidad ilustrada, pero también, el legado del pensamiento crítico latinoamericano.

En este sentido, como lo han subrayado Eduardo Restrepo y Axel Rojas en su libro introductorio, la inflexión decolonial posee una serie de rasgos constitutivos que distinguen el acercamiento teórico de aquellos que participan en él. Repasaré rápidamente estos 6 rasgos:

1) La distinción entre “colonialidad” y “colonialismo”: que permite ir más allá de los problemas planteados por la teoría postcolonial. En palabras de Restrepo y Rojas: “ La colonialidad es un fenómeno histórico mucho más complejo que se extiende hasta nuestro presente y se refiere a un patrón de poder que opera a través de la naturalización de jerarquías territoriales, raciales, culturales y epistémicas, posibilitando la reproducción de relaciones de dominación; este patrón de poder no sólo garantiza la explotación por el capital de unos seres humanos por otros a escala mundial, sino también la subalternización y obliteración de los conocimientos, experiencias y formas de vida de quienes son así dominados y explotados.”

2) La colonialidad es el “lado oscuro” de la modernidad. Los y las intelectuales ligadas al proyecto M/C ven en la modernidad un “lado oscuro”, constitutivo de la misma. La modernidad se encuentra indisociablemente unida a la experiencia colonial. Se trata de dos caras de la misma moneda. La experiencia colonial no es un “desviación”, un “accidente” de la modernidad, sino que es indisociable de ésta.

3) La problematización de los discursos eurocentrados e intra-modernos. Esto se refiere a la constatación que aún los discursos críticos sobre la modernidad, discursos generados por ejemplo en el post-estructuralismo (podemos pensar aquí por ejemplo en Foucault, pero también en Habermas) son eurocéntricos. Y parten de la hipótesis central de que la modernidad es un proceso intra-europeo. Es decir, que el proceso por el cuál Europa ocupa el lugar estratégico que ocupa en el ámbito intelectual, pero también social, económico y político, es un proceso único y que se explica desde su misma historia interna.

“En contraposición a este supuesto nos dicen los autores, la inflexión decolonial argumenta que hay que entender a Europa desde una perspectiva de sistemamundo, en la que Europa misma es también resultante de este sistema geo-político, incluyendo las tecnologías de gobierno y las formaciones discursivas que la producen como tal.” (p.18)

4) La inflexión decolonial piensa en términos de sistema mundializado de poder. Es decir, que trata de sobrepasar el análisis por región o país, y trata de abordar los problemas dentro de una dinámica global, teniendo en cuenta las relaciones mundiales de poder, la forma en que estas crean “sistema”. Y esto, a partir de la constitución de dicho sistema con la llegada de los españoles a las islas caribeñas.
5) La afirmación de “un paradigma otro”. En este sentido, la “inflexión” decolonial se mira a sí misma como un cuestionamiento de las formas tradicionales (pretendidamente universales) de crear conocimiento. No es la afirmación de un más allá, como lo sería el “post”, de post-modernidad, ni la afirmación de un desplazamiento hacia una nueva teoría, como sería quizás la afirmación del “post” en postcolonialidad. Sino la problematización acerca de cómo se crea, se difunde y se consolida el conocimiento. En palabras de Walter Mignolo, se busca no sólo cambiar los contenidos, sino sobre todo los términos de la conversación. La crítica al eurocentrismo en la inflexión decolonial pasa por entender que todo conocimiento está situado corporal, geográfica e históricamente.
6) La inflexión decolonial aspira a consolidar un proyecto decolonial. En este sentido se afirma su dimensión política. Se trata de plantear una ética y una política de la pluriversalidad. Es decir, la inflexión decolonial no se limita a formar un saber académico y criticar las estructuras coloniales de poder y de saber, sino que busca ser un proyecto de decolonialidad total, que abarque los distintos ámbitos de la vida. Ahora bien, acá se vuelven problemáticas algunas afirmaciones, como la que Walter Mignolo hace en una entrevista de Nelson Maldonado-Torres, donde afirma que el proyecto decolonial es crítico tanto de la derecha como de la izquierda, y que “no comulga con la izquierda marxista.”
Ahora bien, teniendo en mente estas especificidades del proyecto decolonial, o del proyecto modernidad/colonialidad, podemos entonces reflexionar sobre la relación entre humanismo y colonialidad. En primer lugar, haré un breve recorrido por los programas que fundamentan la opción regular de los cursos de humanidades de la Universidad de Costa Rica, señalando algunas tensiones a la vez teóricas y metodológicas.
En segundo lugar, a partir de un acercamiento a la teoría decolonial plantearé una serie de observaciones al desarrollo del acontecer humanista en la dinámica universitaria de estos cursos, subrayando las contradicciones que emergen. Por último, abordaré también algunas críticas que me parece necesario formular a la teoría decolonial, con el fin de evitar que se convierta en una moda intelectual.
Los cursos de humanidades en la Universidad de Costa Rica
1. Programas y tensiones
Para comenzar quisiera explicar brevemente cómo funcionan los cursos de humanidades en la Universidad de Costa Rica. Estos cursos son la esencia de la Escuela de Estudios Generales, la cual organiza y autoriza los cursos con vocación humanista dentro del Sistema de Educación General. Los estudiantes que ingresan por primera vez a la Universidad deben llevar un bloque obligatorio de cursos, los llamados “estudios generales”. Se trata de cursos de historia de la cultura, filosofía y pensamiento, comunicación y lenguaje.
Su misión no es servir de “introducción”, puesto que dichas introducciones se hacen en las carreras específicas, tanto de historia, como de filosofía o letras. Estos cursos tienen una finalidad más amplia como lo señalaré más adelante.
Ahora bien, para llevar estos cursos obligatorios durante su primer año universitario, en paralelo de sus cursos de carrera, los estudiantes tienen dos opciones.
1) Una opción regular que implica que cada uno de los tres cursos se lleva por separado, donde cada profesor de historia, filosofía o comunicación desarrolla un programa definido en las diferentes cátedras.
2) Una opción “seminario participativo”: donde los tres profesores de las tres disciplinas trabajan en conjunto, alrededor de una temática y con un profesor más, del área de sociología o artes (teatro, cine, música). Esta última área se llama “repertorio”. Y la idea que la fundamenta es que los estudiantes lleven cursos de disciplinas que no encontrarán en sus currículos. Por ejemplo, los estudiantes del área de ciencias (física, química, biología, etc.) deben matricular un repertorio de teatro, música o sociología.
Mientras que los estudiantes de Letras (derecho, ciencias sociales, literatura) deben llevar un repertorio de biología, matemática o medio ambiente. Comencemos con los programas de filosofía de la opción regular. Un recorrido por estos programas planteados en la Cátedra de Filosofía muestra claramente los problemas ligados al quehacer humanístico actual. En efecto, si bien los programas establecen una guía de acción y desarrollo de los cursos, siempre dejando una gran libertad al cuerpo docente, es evidente que en ellos se lee una fuerte tensión entre lo que podríamos llamar la práctica tradicional del humanismo y las tendencias críticas más actuales, entre ellas, el llamado “pensamiento decolonial”.
Así por ejemplo, podemos leer en la descripción del curso que se desarrolla durante el primer semestre lo siguiente:
“En cuanto parte integrante de los Estudios Generales, el presente Programa de «Filosofía y Pensamiento» se propone ambientar al estudiantado del «Curso Integrado de Humanidades I», en el quehacer filosófico por medio de un acercamiento a las dos primeras etapas de la Historia de la Filosofía —Clásica y Medieval— y su incidencia en la formación de la cultura occidental (…)”
Como podrán imaginar, el programa del segundo semestre hace exactamente la misma afirmación, señalando que se abordarán “las tres últimas etapas de la Historia de la Filosofía” (con mayúscula). Esta postulación del tema filosófico, siguiendo las más clásicas referencias del “pensamiento occidental” permite mostrar las contradicciones en la puesta en práctica de la enseñanza humanística en la Universidad de Costa Rica.
Ahí se encuentra la afirmación de un desarrollo lineal progresivo en el pensamiento humano, cuya cuna de nacimiento sería la Grecia clásica. El carácter eurocentrico y sesgado de esta perspectiva es más que evidente. Pareciera como si los programas invitaran a repetir ciertos cánones y a desarrollar una perspectiva ajena a la realidad nacional y latinoamericana. Aunque dicha perspectiva es una obligación del Estatuto Orgánico de la Universidad.
No obstante, esta tendencia se trata de aminorar con otras partes de los programas. Por ejemplo, la segunda unidad del programa del primer semestre lleva por título: Filosofía Antigua y el pensamiento filosófico de las culturas del mundo. Y la tercera parte: “La Filosofía Medieval y el encuentro de las tres culturas (Cristiana, Judía y Musulmana)”. En el programa del segundo
semestre se plantea como primer eje: “El humanismo en el pensamiento renacentista y la colonialidad”, y en el tercer eje: “La filosofía contemporánea y la descolonización del pensamiento”.
Estos acercamientos a otras formas de filosofar resultan de debates y propuestas realizadas por los propios profesores, quienes, enfrentados a los discursos clásicos sobre el humanismo han dado aportes críticos para la construcción programática. Se trata, sin embargo, de un esfuerzo parcial, puesto que la voluntad de integrar una perspectiva otra viene a situarse al final del programa, como si se tratara de una “etapa más” en la historia del pensamiento. Ese “post” al cual hacíamos referencia al principio.
En este sentido, se pueden reconocer dos problemas fundamentales en el planteamiento propio de los Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica en lo que concierne a una perspectiva decolonial.
En primer lugar, podemos hablar de un problema estructural con respecto a la enseñanza de la filosofía en Humanidades. Frente a un estudiantado pocas veces familiarizado con cuestiones filosóficas centrales y con poco acercamiento a ciertos autores considerados clásicos, la crítica propuesta desde la teoría o perspectiva decolonial puede resultar incomprensible.
El profesorado debe entonces generar una especie de desvío obligatorio, acercándose a los cánones del pensamiento “occidental”, silenciando la crítica frontal, para establecer las bases de lo que más adelante podrá someterse a escrutinio. Como se puede imaginar, este acercamiento no está exento de problemas de índole metodológica.
En segundo lugar, existe también un problema histórico, que viene de la constitución misma de los Estudios Generales. Si bien no es lugar acá para un estudio genealógico de los mismos, es importante traer a colación la disputa y polémica que genera en 1974 la apertura de la opción participativa, en complemento de la opción regular.
La opción regular es la primera opción histórica ofrecida por los cursos de humanidades. Su dinámica pedagógica ha sido siempre básicamente magistral, heredera de los primeros intentos por establecer los Estudios Generales en los años 50. Luego del tercer congreso universitario de 1973, se abre la opción de seminarios participativos con una nueva visión humanista, más centrada en la cogestión del proceso de enseñanza y aprendizaje. Inspirada de desarrollos pedagógicos originales planteados en el Cono Sur, como por ejemplo, la pedagogía de la liberación de Paulo Freire.
Dicha opción como lo señalamos anteriormente es interdisciplinaria, agrupa a tres profesores de las cátedras que conforman la Escuela: Filosofía y pensamiento, Historia de la Cultura y Comunicación y Lenguaje, acompañados por un profesor/a de los repertorios (sociología) o las opciones artísticas (cine, teatro, apreciación musical). Esta variedad abre lógicamente las perspectivas críticas, los ejes programáticos son definidos por los propios docentes, y la nomenclatura misma del seminario da una idea del enfoque teórico. A continuación un par de ejemplos: “Ciudadanos de un mundo sin fronteras”, “Investigación crítica de nuestra cultura”,etc.
Volviendo entonces al programa regular, podemos ver que la pretensión de darle un giro decolonial al mismo es vacía, puesto que se trata de integrar esta perspectiva de manera artificial y siguiendo una pretendida linealidad histórica. En efecto, es en el “espacio” de la Filosofía Contemporánea donde vendría a hablarse de “descolonización”.
Ante este panorama, resulta claro que el enfoque o perspectiva decolonial debería abarcar la totalidad programática (en términos de contenido), pero también el acercamiento metodológico, tanto en la evaluación como en el desarrollo de los cursos. Es necesario entonces preguntarse qué sería una metodología decolonial, un acercamiento que busque romper con las relaciones de poder/raza/clase que predominan en el aula universitaria. Esta es sólo una de las muchas preguntas que habría que resolver.
2. La opción decolonial y el corpus humanista
Ahora bien, abordar el corpus humanista en clave decolonial implica a mi parecer, no tanto desconocer los aportes teóricos de la filosofía clásica, reemplazándolos por algo que sería “propio” o auténtico desde otro lugar. Sino trabajar desde esas referencias subrayando los aspectos “ocultos” que la enseñanza tradicional no aborda. Así por ejemplo, la afirmación
humanista que postula una idea del ser humano en la filosofía antigua debe cuestionarse y enfrentarse a la realidad imperial de Grecia clásica. La dicotomía desarrollada por Aristóteles en la Política, entre “civilización” (polis) y “barbarie” debe leerse y criticarse en el contexto de esta expansión imperial.
Asimismo, las reflexiones del humanismo renacentista, donde la utopía y los ideales greco-latinos son restaurados, deben estudiarse en paralelo y bajo la lupa de la afirmación Europea imperial y la consolidación del sistema-mundo capitalista que permite la conquista americana.
Estos elementos han de tenerse en cuenta cuando se trata de “descolonizar” el humanismo. Pero no son suficientes. En efecto, la crítica a lo que podría ser una “historia” oficial de la filosofía, con sentido teleológico inclusive, no puede ahorrarse la necesidad de integrar de manera sistemática otros aspectos silenciados y olvidados del saber y del pensamiento. Por lo tanto, es fundamental incluir en los contenidos una verdadera reflexión que ponga al mismo nivel los desarrollos teóricos de otras culturas.
Tocamos acá un verdadero escollo, a la vez práctico y teórico. Uno de los grandes obstáculos en la integración de las filosofías “otras” es que el cuerpo docente carece de formación en ellas. Los currículos de formación de estos docentes adolecen de una perspectiva decolonial. Y así, el acercamiento a esta crítica se hace muchas veces de manera fragmentaria e incompleta. Implica una verdadera de-construcción de la propia formación para poder acercarse de manera integral a estas propuestas.
Se podría incluso afirmar que implica un trabajo constante de investigación, de actualización y de formación continua. Trabajo que lamentablemente escasea cuando año con año se repiten los programas y se logra un cierto “confort intelectual” en el cuerpo docente. Esto claro está cuando se pretende al menos entender dicha teoría y sus implicaciones.
Por otra parte, es evidente que existe un ocultamiento, una invisibilización de los saberes producidos por los marginados y/o excluidos. Razón por la cual es difícil encontrarlos e integrarlos. En el caso específico de Costa Rica, donde la población indígena ha sido históricamente diezmada y silenciada es poco lo que se puede incorporar desde una formación general. Una “voluntad decolonial” mal comprendida pretendería traer a colación estas visiones, imponiéndolas de manera esencialista, error en el que ha caído buena parte de la llamada “crítica decolonial”.
Por el contrario, el acceso a dichos conocimientos pasa entonces por un trabajo que va más allá de la filosofía como disciplina, e integra la investigación en otras áreas de las ciencias sociales.
De ahí la importancia del trabajo interdisciplinario, que viene entonces a modificar la perspectiva desde la cual se construye el conocimiento. En efecto, al abrazar los postulados teóricos de un “paradigma-otro” resulta imprescindible luchar por una transformación total de la experiencia educativa. No se trata solamente de cambiar en términos de contenidos, sino también en términos de metodología y de práctica docente. Es ahí donde la clase magistral se revela como un legado colonial y añejo, el examen aparece como una tecnología de control, y la evaluación como un disciplinamiento.
3. La moda decolonial
Teniendo esto en mente, es también importante lanzar una mirada crítica a aquello que podría denominarse la “moda decolonial”. En efecto, los alcances que han tenido los trabajos del grupo Modernidad/colonialidad han sido sumamente importantes, al punto que encontramos el adjetivo “decolonial” en múltiples disciplinas y campos: pedagogía decolonial, sociología decolonial, ética decolonial, etc.
En este sentido, resulta tentador dejarse llevar por un humanismo decolonial que vendría de alguna manera a cambiar la perspectiva hegemónica, ya sea mediante nuevos contenidos o mediante una transformación radical de la propia Universidad.
No obstante, este accionar, por revolucionario que parezca, debe a mi criterio basarse en un estudio crítico de la propia teoría decolonial. ¿En qué consiste dicha crítica? No se trata de desconocer la importancia de las preguntas formuladas, sino de saber situarlas y mostrar su relevancia. Me propongo ilustrar esto con un par de ejemplos y recurro acá a Silvia Rivera
Cusicanqui quien lo ha mostrado mejor que yo.
En su texto Ch’ixinajaj utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores, Rivera lanza una crítica feroz contra esta tendencia académica imperial que ha puesto en boga el “discurso decolonial”. Nos dice: “(…) sin alterar para nada la relación de fuerzas en los “palacios” del Imperio, los estudios culturales de las universidades norteamericanas han adoptado las ideas de los estudios de la subalternidad y han lanzado debates en América Latina, creando una jerga, un aparato conceptual y formas de referencia y contrarreferencia que han alejado la disquisición académica de los compromisos y diálogos con las fuerzas sociales insurgentes.” (2010, p. 58)
Es claro que una gran parte de la crítica decolonial se ha convertido en una caja de Pandora de nuevos conceptos: “colonialidad del ser”, “colonialidad del saber”, “herida colonial”, “diferencia imperial”, se utilizan a diestra y siniestra, cortados de sus fuentes y de los contextos que pudieron originarlos. Si bien se trata de discusiones teóricas que pueden resultar interesantes y provechosas, en el contexto de la enseñanza humanística pueden transformarse en obstáculos para la emancipación.
Y no está de más señalar que se trata, incluso, de lecturas erróneas de ciertos textos. Así por ejemplo, uno de los autores más comentados y sobre los cuáles se dirigen las críticas de la teoría decolonial es René Descartes. Sin embargo, las lecturas que se hacen de este autor se enfocan en una parte ínfima de su producción intelectual, por lo general, se deforman los principios de su filosofía y se generalizan sus resultados convirtiéndolo en un eje de la “cultura eurocéntrica occidental”.
Sin embargo, no debemos olvidar que ya en tiempos del mismo Descartes, existieron teorías que competían con su concepción dualista, como por ejemplo, el trabajo de Baruch Spinoza. Es importante también abordar la complejidad de dichos autores, y cuestionar su carácter referencial. Si bien Descartes escribe las Meditaciones Metafísicas, punto álgido de la concepción racionalista del yo, no debemos olvidar que, al mismo tiempo, en su tratado de 1649, sobre las pasiones del alma, Descartes cree localizar en la glándula pineal, el lugar exacto donde reside el alma.
Otro ejemplo que ilustra a lo que me refiero, sucede con la lectura que el pensamiento decolonial hace de la conquista y la colonización de América. Así por ejemplo, para Mignolo, dicho proceso parece ser unilateral, el despliegue máximo de la lógica imperial occidental, por lo cual, un verdadero posicionamiento decolonial no puede más que condenar dicho acontecimiento en su totalidad.
Afirmación que olvida una serie de matices y desconoce una serie de trabajos que problematizan de manera particular esta experiencia. Se pueden traer a colación, por ejemplo, los trabajos de Serge Gruzinski sobre el pensamiento mestizo (2007), o los estudios de Bolívar Echeverría sobre el barroco americano (1998). De igual manera, figuras como Bartolomé de Las Casas son objeto de lecturas parciales y fuera de contexto. Lecturas que permiten entonces justificar y legitimar todo un entramado teórico que pretende explicar realidades geopolíticas. A esto debemos quizás sumar, la ambigüedad política no de la teoría, sino de ciertos de sus exponentes.
Vuelvo al caso de Mignolo y su afirmación según la cuál la opción decolonial “no es ni de derecha, ni de izquierda”. Un cierto tufo postmoderno no deja de impregnar acá este posicionamiento. Y hace necesaria una reflexión, tal y como lo pedía, Rivera Cusicanqui, entre la propuesta teórica y la articulación práctica y política con los actores sociales.
En resumen, nos parece que la relación entre humanidades y colonialidad debe de ser vista a través de una serie de acercamientos que tengan en cuenta la realidad material de su propio desarrollo. Para descolonizar el humanismo hay que descolonizar las estructuras universitarias que lo han fosilizado.
Más que romper con los moldes clásicos y buscar una esencia “pura”, originaria, se trata de problematizar dichos moldes, contextualizar su surgimiento, reflexionar sobre su perpetuación, observar cuáles perspectivas se silenciaron con su establecimiento.
Desde la filosofía, por ejemplo, se debe lograr un verdadero diálogo con los autores, se debe abordar el momento histórico en que se escribieron los textos, así como las contradicciones entre la práctica y la teoría, o los efectos prácticos de dichas teorías, su uso y abuso (pienso por ejemplo en el caso de Locke que ha sido bastante estudiado).
Pero más que un corpus referencial de base, el humanismo descolonizado debe usar a la filosofía en lo que tiene de liberador, de emancipador y de revolucionario. Debe de poner en el centro de su reflexión a los estudiantes y a su realidad. De nada sirve “enseñar” la historia de la filosofía, si ello significa memorizar textos y autores.
Sirve en cambio el enfrentamiento pleno con los textos, y por lo tanto, el enfrentamiento con la autoridad de saber que dichos textos transmiten y legitiman. Sólo en la medida que nosotros mismos, como docentes/investigadores en humanidades sepamos separarnos y cuestionar nuestro propio rol, nos acercaremos a la posibilidad de practicar un humanismo “descolonizado”, que comienza, sin duda, en el propio espacio del aula.

¿Cómo pensar desde el sur? La construcción de nuevas epistemologías

¿Cómo pensar desde el sur? La construcción de nuevas epistemologías.
Roberto Pineda

Introducción

Muchas gracias por esta invitación, es muy importante en nuestro proceso emancipador la construcción de pensamiento rebelde, crítico, subversivo, de nuevas epistemologías, de epistemologías liberadoras, desde abajo y desde el sur. Es nuestro desafío el dejar de pensar desde el norte y empezar a pensar desde el sur.

Pero no es fácil hacerlo, cambiar, transformar los modos de pensar, despojarse de la llamada mirada o incluso marca colonial, porque son 500 años de adoctrinamiento imperial , de colonialismo del saber, de universalidad excluyente, de ser margen, periferia cultural del eurocentrismo. Y porque también hoy nos “asustan con el petate del muerto” de los supuestos tres grandes finales de nuestra época: el fin de la historia , el fin de la modernidad y el fin de las utopías .Y a esta tríada podemos agregarle la muerte del sujeto .

En este marco, debemos reconocer que hemos mimetizado el pensamiento del norte, sabemos cómo pensar desde el norte, hemos sido desde niños socializados a pensar desde el norte. Y no hablo del norte geográfico sino desde el norte histórico, epistémico , de relaciones de poder.

Pero frente a un pensamiento situado en el norte dominante y que posee y construye el conocimiento ¿Cómo pensar desde el sur? Y no solo pensar. Ante un lenguaje dominante que construye la realidad ¿Cómo decir, como enunciar desde el sur?

Frente a una práctica eurocéntrica ¿Cómo hacer desde el sur? Frente al predominio del individualismo, de la competencia ¿Cómo sentir desde el sur? En definitiva ¿Cómo ser desde el sur? ¿Cómo reivindicar lo diferente, lo heterogéneo, lo plural, lo marginal, lo suprimido? Estas son las preguntas clave que deben guiar nuestras reflexiones.

Para esto se requiere a mi juicio partir de una mirada a nosotros mismos, a nuestro mundo, a nuestro país y a los desafíos planteados frente a la epistemología capitalista-patriarcal-racista dominante del mercado global neoliberal. Me ceñiré en mi intervención a estas cuatro dimensiones.

Lo personal.

Una feminista estadounidense, Kate Millet, fallecida hace una semana en París a los 82 años, nos enseñó que el patriarcado no deriva de la esencia humana, sino que tiene origen histórico y cultural, y también, ojo, que lo personal es político, que lo privado es también político .

Así que rompiendo el patrón “científico” de la distancia obligada del sujeto cognoscente de la realidad a investigar, del objeto de estudio , iniciare por una reseña personal. Me parece que soy un típico ejemplar de una subjetividad colonial eurocéntrica: fíjense que como herencia del colonialismo ibérico soy racialmente mestizo , no soy ni indígena, esto lo aprendí en Sonsonate, aunque a veces “se me sale el indio” , ni tampoco blanco europeo, esto lo descubrí allá en Estados Unidos al identificarme como hispano, como latino en la escuela. No era anglo.

El colonialismo español se diferenció del colonialismo inglés en el tratamiento a las poblaciones coloniales . Los españoles se fusionaron, se mezclaron, dando lugar al sincretismo racial y cultural conocido como mestizaje. Los ingleses prefirieron exterminar a las poblaciones indígenas y mantener su “pureza” racial.

Lo de ser latino fue para mí un aprendizaje clave porque en nuestro país lo racial es ocultado, es de lo más mitificado, ya que aquí supuestamente no hay ni indios ni negros , ni pobres ni ricos, ni cheles ni prietos, somos un feliz paraíso mestizo, completamente homogéneo, apegados a la letra sarcástica del Carnaval de San Miguel de Paquito Palaviccini. San Miguel en el Oriente es el Caribe de El Salvador.

Somos el país de la sonrisa decía también una antigua publicidad, que nos miraba desde los ojos del turismo eurocéntrico. Hoy nos dicen que somos un rincón mágico. Quizás, pero a la vez somos el país de Monseñor Romero y Prudencia Ayala , de Schafik Handal y Matilde Elena López, el país de muchas luchas populares y esto podemos decirlo con orgullo.

Siguiendo con lo personal, mi formación y práctica religiosa es primeramente católica romana y luego luterana llegando hasta a “ordenarme” como pastor (aunque de joven hubo un tiempo que me creí ateo por aquello del diamat, del materialismo dialéctico y del que dirán los camaradas por esta preocupante debilidad ideológica).

Pero también practicante de la Teología de la Liberación , que representa una nueva revolución teológica -anunciada por el peruano Gustavo Gutiérrez – al plantear la fe en un Dios de la vida que acompaña la lucha de los pobres por la justicia, enfrentado a los ídolos capitalistas de la muerte, la riqueza y el poder.

Mi formación política es marxista en su versión leninista , supongo después de tantas marchas, huelgas, reuniones y círculos de estudio cuando joven, donde en calurosos escondites clandestinos se discutía sobre dos tácticas, el estado y la revolución y el qué hacer de Lenin…

Mi formación académica es la teología (no la indígena sino la que se creó en los monasterios y seminarios alemanes e ingleses, la de Lutero y Calvino), los derechos humanos (los que surgieron con la querida Ilustración y la Revolución Francesa), las relaciones internacionales en su versión realista estato-céntrica y el estudio de los idiomas imperiales inglés y francés aunque mi primera lengua es el idioma imperial español (con la vergüenza y el desafío que no hablo ni estudio náhuat). Sueño con que ojala en el futuro haya alguien que presente una tesis en esta Universidad en náhuat, en un idioma no imperial, el de nuestros abuelos y abuelas.

Soy una persona urbana y cosmopolita (no soy indígena, ni campesino ni siquiera llegó a obrero, la clase supuestamente destinada por el progreso de la historia a derrumbar el capitalismo). Soy empleado público, de las capas medias asalariadas, capitalinas. Y mi música el rock y el pop en inglés de los años setenta del siglo pasado ( Silk & Croft; the Mamas and the Papas, Joe Cocker, Santana, The Who, de la mera generación de Woodstock.)

Y aunque todavía soy alcohólico activo (y lo peor es que con whiskey y vodka, ni siquiera con chicha ni con chaparro) Antes el chaparro era ilegal así que una botella de chaparro era un tesoro, hoy lo venden en los supermercados, y cómo olvidar el mero mero Muñeco,o las hierbas prohibidas. Al final puedo utilizar la enseñanzas de los Alcohólicos Anónimos para expresar que solo por hoy.

Además, me gusta más el pan “francés” que la tortilla, pero también me gustan los tamales, atoles, quesadillas, etc. Y como olvidar las disputadas y hoy transnacionales pupusas. Al final la comida da la cara por nuestra nacionalidad, en particular la sopa de mondongo que se disfruta los domingos en el parque McArthur, de allá por Los Ángeles.

Y hasta mi corte de pelo es romano. En la antigüedad los hombres libres usaban el cabello largo y los esclavos el cabello corto, o rapado. Nuestros abuelos indígenas usaban el pelo largo. Los romanos se diferenciaron de los griegos por el corte de pelo. Era un corte marcial, imperial, orientado a las guerras de conquista colonial.

Y confieso ya por último que he pecado… ya que visto ropa de marca imperial: Lacoste, Banana Republic, Levis, Tommy Hilfiger, etc, pero también de vez en cuando me pongo cotonas de manta. Y cuando era joven use los famosos bluyines Búfalo. ¿Se acuerdan? Este es parte de mi recorrido personal por la episteme eurocéntrica internalizada.

Y para finalizar vivo en un pueblito a diez minutos de acá de origen precolombino y con un nombre desafiante, se llama Ayutuxtepeque, el cerro de los cusucos. Y ya por último, soy terriblemente puntual, sometido a las estrictas normas del reloj del tiempo eurocentrico.

2. El mundo en el que viví y en el que vivo

Vivimos en un nuevo capitalismo. Y esto tiene que ver con la epistemología. Hay tres rasgos que deseo subrayar: el carácter de la época, los rasgos más característicos y las nuevas resistencias. El primero tiene que ver con la caracterización de la época. Donde estamos ubicados, desde donde hablamos. Lo que nuestros amigos filósofos como Guillermo llaman el lugar de enunciación, el locus enuntiationis.

Antes se hablaba, digo hablábamos de la época del tránsito del capitalismo al socialismo a nivel global. Y el mundo era blanco y negro, hasta la televisión. Los buenos y los malos. Y como clase obrera, cada primero de mayo se hacía el recuento de las nuevas victorias, de las nuevas banderas rojas en el mapamundi, de los nuevos países que habían sido liberados de la explotación capitalista. Vietnam, Etiopía, Angola, Nicaragua…y estábamos felices que el mundo marchaba al socialismo. Pronto nos llegaría nuestro turno. Sí Nicaragua venció, El Salvador vencerá…y Guatemala le seguirá, decíamos entusiasmados.

Y de repente vino el terremoto del 89 y todo cambió. La URSS no fue ni derrotada militarmente sino que se derrumbó como un castillo de naipes. Y los Estados Unidos y la misma CIA despertaron sorprendidos hace 30 años con la noticia que eran los dueños absolutos del planeta, sin rivales políticos ni ideológicos en un virtual y real mundo unipolar. Y ni se lo creían. Y se inventaron lo de la globalización. Escuchamos sorprendidos y confundidos a Francis Fukuyama que nos hablaba entonces del fin de la historia . Y también Samuel Huntington con su nuevo orden mundial postguerra fría del choque de culturas , entre nueve civilizaciones. Una de estas es la latinoamericana.

El impacto de la debacle en términos ideológicos, causada por el derrumbe del “socialismo realmente existente” 30 años después sigue vigente. Seguimos en necesidad de nuevos paradigmas, sueños, utopías que rechacen el discurso colonial y neoliberal. El marxismo como discurso emancipador necesita para ser relevante en este nuevo mundo, ser enriquecido con nuevas categorías de análisis, necesita establecer un diálogo con otros discursos emancipadores, como el feminismo y la teología de la liberación.

Pero, 30 años después, ¿dónde estamos? Hay un pensador italiano ya fallecido, Giovanni Arrighi, que nos da luces al respecto. El plantea que el capitalismo en su historia como sistema mundial, como sistema mundo, ha conocido tres grandes momentos de acumulación económica y hegemonía política: la de Holanda, la de Inglaterra, y la de Estados Unidos y que nos encontramos en una transición histórica hacia una nueva fase, la hegemonía china. Es un periodo de transición sistémica . Hay cambios en lo que se llama la geopolítica del poder mundial. El BRIC, con todas sus contradicciones, es expresión de esta transformación global.

Segunda idea. ¿En qué tipo de capitalismo vivimos? La globalización neoliberal ha introducido cambios. Cambios en nuestro entorno y cambios en nuestros estilos de vida. El mundo se ha tecnologizado y en nuestras vidas, en nuestros empleos, la computadora y los celulares forman parte ya de nuestra cotidianidad. Nuestras vidas transcurren en las playas y montañas del internet y las redes sociales. Es un mundo nuevo pero sigue siendo violento, desigual y capitalista.

Vivimos vidas virtuales en comunidades virtuales, en relaciones fugaces, momentáneas, atrapados por la publicidad en las redes invisibles del consumismo y la fragmentación. En el mundo laboral e incluso educativo, presenciamos una ruptura: el modelo piramidal prusiano, burocrático y vertical, basado en rígidas cadenas de mando, está siendo sustituido por el modelo flexible, horizontal de trabajo en redes, con empleos temporales.

Asimismo la empresa y el estado recurren cada vez más a la subcontratación de empresas y personas, y en este proceso se pierden derechos adquiridos, como el seguro social, seguro médico, derecho de antigüedad, etc. Es un retroceso con respecto al estado de bienestar. Nos movemos en el marco de la cultura de la precariedad, del mundo de la exclusión, de lo subalterno. Y el propósito no es fortalecer la democracia, sino incrementar las ganancias, las utilidades, la rentabilidad.

En el enfrentamiento geopolítico global que hoy se manifiesta como guerra comercial pero que en el futuro se puede transformar en guerra militar, debe existir claridad que tanto Rusia como China, tanto la India como Irán, representan poderes emergentes que rompen con la monopolaridad imperial.

En este marco se inserta el BRICS y las Rutas de la Seda, y la disputa con Estados Unidos por Europa. El mundo ha cambiado. La Europa que fue la cuna de los primeros imperios del capitalismo, hoy es disputada por los imperios emergentes.
Por otra parte, en Estados Unidos, el fenómeno Trump obedece a una corriente político-ideológica nacionalista, aislacionista y racista- dentro de la clase dominante estadounidense que plantea una salida a la crisis de hegemonía global, a su declinación como potencia dominante, en abierta disputa contra la corriente financiero globalista neoliberal, beneficiaria del comercio internacional. Obama y Hillary Clinton forman parte de esta fracción. Ambas corrientes se expresan tanto en el Partido Republicano como en el Partido Demócrata.

Y existen también otras propuestas, como la propuesta “progresista” e incluso “socialista” representada por Bernie Sanders, al interior del Partido Demócrata, y la corriente popular-democrática de los sectores populares independientes. El próximo noviembre se enfrentaran estas tendencias en pugna, que luchan, coexisten e incluso a veces se alían a nivel federal, estatal y municipal. A nivel global existe un equilibrio de fuerzas en el que los Estados Unidos mantienen la supremacía militar pero pierden gradualmente ante China la supremacía económica. Este enfrentamiento global se manifiesta a todo nivel.

Tres. ¿Dónde se encuentran las resistencias? En todo el planeta, en el norte y en el sur. Hay acontecimientos clave que señalan el despertar de una resistencia mundial anti-capitalista y anti-patriarcal. Uno de estos fue la batalla de Seattle en noviembre de 1999, contra la cumbre de la OMC. Otra fue la creación del Foro Social Mundial en Porto Alegre en 2001.Otro fue la protesta contra la invasión en Irak en febrero de 2003. Otro fue el Movimiento de los Indignados, de Ocupa Wall Street en 2011. Y seguramente vendrán otros, la rueda de la historia no se detiene, sigue su curso.

Otras resistencias fueron los movimientos y movilizaciones populares contra las privatizaciones en Suramérica. Y luego llegaron los gobiernos progresistas. Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador. Y hoy la resistencia frente a la contraofensiva imperial…Y cómo no mencionar a Cuba, la isla de la Dignidad.

3. El país en el que viví y en el que vivo

Nací en un país supuesta o formalmente independiente, cantando el himno nacional en la escuela y repitiendo la oración a la bandera. Los criollos que encabezaron las gestas de nuestra independencia a principios del siglo XIX rechazaron y se enfrentaron a España, pero no rechazaron la Europeidad, al contrario, abrazaron celosos como propias las ideas de la Ilustración, de la Revolución Francesa. Los intelectuales y artesanos que asumieron las ideas del socialismo a principios del siglo XX lo hicieron desde la cosmovisión marxista, eurocéntrica, emancipadora, fuertemente influenciados por la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia.

Y en estos doscientos años de lucha, del 1811 al presente, la única gesta que rompe, que se diferencia del pensamiento eurocéntrico emancipador es la de Anastasio Aquino y los pueblos nonualcos que en 1833, se levantan desde otra lógica, desde otra visión epistémica, la de la lucha por la tierra, la lucha por la justicia y la lucha por la paz, contra el reclutamiento forzoso para ir a pelear las guerras entre conservadores y liberales. Aquino se levanta contra la republica liberal de los criollos. Es un momento histórico paradigmático que amerita ponerle atención en el marco de las luchas decoloniales.

La mitad de mi vida la viví bajo una dictadura militar. Y esto también tiene que ver con la epistemología. Mis tres hijas felizmente ya no conocieron esta dictadura. Antes, los militares ocupaban el aparato de estado. Los presidentes eran todos militares, generales y coroneles. Y esto era lo normal, lo aceptado. Los fusiles de los cuarteles mandaban a la sociedad. Y los finqueros, los cafetaleros, los banqueros mandaban a los militares. Y los Estados Unidos, felices que hasta nos mandaban leche con cereal, que se repartía en las escuelas.

Pero esta situación de injusticia social y violación de los derechos humanos originó una larga guerra de doce años. Una guerra que concluyó con la modificación del sistema político, pero no alcanzaron las fuerzas y esfuerzos insurgentes del FMLN y el movimiento popular para transformar el sistema económico-social.
Han pasado 25 años desde los Acuerdos de Paz y el país de nuevo ha cambiado. Los militares regresaron a los cuarteles. Y los partidos políticos pasaron a ocupar el papel de operadores del sistema político. Y la amarga dominación represiva de los uniformados ha sido sustituida por la adormecedora hegemonía de los medios de comunicación. Todo cambió.

Antes encontrar un nuevo libro de marxismo era un tesoro por el que se podía perder la vida, había que esconderlo, leerlo en secreto. Hoy vivimos absortos en nuestros celulares y poca gente lee, estudia, reflexiona, analiza, discute.
Hemos cambiado en lo económico. Somos una sociedad con una economía terciaria, de servicios, dependiente básicamente de las remesas de nuestros compatriotas en Estado Unidos. La migración masiva hacia Estados Unidos es un acto de resistencia. Allá en las entrañas del imperio, continuamos la lucha. Acá producimos poco. Y la visión económica actual es la del rebalse, a mayor esfuerzo mayor riqueza para todos. Hay que producir para poder distribuir, nos dicen. Y esto es un mito que se continúa repitiendo y fracasando. Porque mientras más se produce, menos se distribuye. Son las grandes corporaciones transnacionales las que se beneficiaban antes y se siguen beneficiando ahora.

Y la derecha ha avanzado en la batalla de las ideas. Los feminicidios como el de la agente policial Carla Ayala y la penalización del aborto debería de avergonzarnos, ya que esta normativa ha provocado el encarcelamiento de mujeres pobres, campesinas, que han sufrido un aborto espontáneo, así como la maternidad forzosa de jóvenes y niñas víctimas de abuso sexual , mientras se sigue condenando a mujeres que optan por interrumpir su embarazo en sitios clandestinos poniendo en riesgo su vida, salud y libertad.

Hemos cambiado en lo político. Como izquierda hemos estado diez años en el gobierno. Esta presencia se ha traducido en sendos y positivos programas sociales, que han beneficiado a niños, ancianos, mujeres, indígenas, etc. Pero no son suficientes sino están vinculados a cambios estructurales, sin una visión de ruptura con el sistema, estos cambios positivos se vuelven frágiles, temporales, sujetos a los vaivenes de los tiempos electorales.

¿Cómo superar la cultura de la inmediatez, de la sobrevivencia? El grueso de los trabajadores participa de una economía informal, sin derechos, en el que el presente es el único horizonte y no hay proyecto de futuro. El neoliberalismo nos arrebató el mañana.

Antes por la liberación, por la revolución, por el socialismo se daba la vida. Hoy se trata de resolver el presente, de enfrentar la coyuntura, el momento. Y la política en general asume tres dimensiones, sobre las cuales como izquierda debemos de reflexionar seriamente, para encontrar las modalidades que nos permitan construir poder popular, incluso en estas difíciles, condiciones de un mundo globalizado. En primer lugar se convierte en la cultura de lo inmediato, de la próxima elección.

En segundo lugar, la política ya no es el enfrentamiento entre dos proyectos históricos sino el territorio de la negociación, el tú me das y yo te doy y aquí no ha pasado nada. Y la política de la lucha social se transforma en la cultura de la negociación, de lo que se ha dado en llamar el realismo político. Y el fin justifica los aliados. Y por último, la política de lucha social se transforma en la cultura del espectáculo. Ya no importa el programa sino el candidato.

4. Reflexiones finales: los desafíos

¿Hacia dónde vamos como país? ¿Cuáles son los desafíos? ¿Cuál es el nivel de acumulación logrado? ¿Cuáles son las nuevas epistemologías? Debemos de ir a la búsqueda en nuestra historia y en nuestra realidad del pensamiento alternativo, subversivo, emancipador, de ruptura, muchas veces borrado, silenciado, desconocido. El pensamiento descolonizador, las nuevas epistemologías, solo florecen en la lucha. La esperanza surge desde la lucha.
Por lo que debemos reflexionar sobre lo que hemos hecho y hacemos como izquierda y movimiento popular y social, incluso como universidad. Una lección fundamental de estos últimos diez años es que no solo se trata de ganar la elección y administrar el sistema.

Hay que ir profundizando los cambios y volverlos permanente ya que las simpatías del electorado son variables y el sistema político de democracia representativa se fortalece mediante su alternabilidad. El juego consiste en que una vez estoy yo y otra vez estas tú, y todos felices, mientras no se toquen los intereses de las fuerzas fácticas, de las fuerzas armadas, de la oligarquía, del capital transnacional y de los Estados Unidos. Lo de la relación con China Popular es un claro ejemplo de esto. Se están tocando intereses imperiales. Se le están tocando la cara al tigre imperial.

El diseño político del estado capitalista es el de garantizar la continuidad del sistema, por lo que las fuerzas de izquierda política y sociales deben de contar con un proyecto de transformaciones, de ruptura. El estado capitalista reproduce por su misma naturaleza relaciones de marginación y de autoritarismo, independientemente de la fuerza política que gobierne. El estado capitalista y el nuestro sigue siendo un estado capitalista, aunque estemos en el ejecutivo, por naturaleza, se auto protege, e incluso tiene fuerzas de reserva para salir en su auxilio en caso de amenaza.

Debemos por lo tanto como izquierda política y social, incluso académica, fortalecer nuestra propuesta, proyecto estratégico, visión, rumbo, horizonte, modelo alternativo. En educación, en salud, en relaciones internacionales, en vivienda, en seguridad, etc., utilizar nuestra conducción del gobierno como mecanismo de transformación institucional, y a la vez de organización popular, de construcción de poder popular.

No podemos ni debemos repetir lo que se venía haciendo, de la forma en que se venía haciendo. Y tener claridad que la gente nos ve, nos mide. Y saca conclusiones. La gente es bondadosa, comprensiva pero llega un momento que se le agota la paciencia y golpea la mesa, como sucedió en marzo pasado.
La acumulación política lograda por la guerra e incluso por los programas sociales, se está agotando. Debemos preparar las nuevas batallas. Prepararnos para no permitir que nos desalojen del ejecutivo, ganar un tercer gobierno, como tarea estratégica, pero también prepararnos para pasar de manera organizada a la oposición política.

Otra lección es que la disputa por el corazón de la gente es una pelea compleja, cotidiana, permanente…No es lineal, hay avances pero a la vez retrocesos, porque no somos dueños de los sentimientos de la gente, ni siquiera de los ya convencidos. No podemos ni debemos reproducir relaciones basadas en la cultura del autoritarismo sino en el convencimiento, en la cultura del respeto, de la tolerancia, de la crítica, de la solidaridad internacional y del compromiso político.

La nueva sociedad basada en la cooperación y no en la competencia, la construimos desde nuestros lugares de vida y de lucha. Es importante abrirnos al sufrimiento, al dolor de la mayoría de nuestro pueblo. Solo respondiendo al dolor del otro podemos llegar a ser plenamente humanos, y romper con el patrón individualista de la indiferencia, por ello el sufrimiento provocado por este sistema capitalista es una categoría central para una nueva ética, para una nueva epistemología desde el sur. A vez es crucial la memoria. Somos herederos y herederas de una historia de sufrimiento, de opresión y explotación, pero también de lucha. Podemos haber sido derrotados muchas veces, pero nunca vencidos.

Otra lección es que únicamente desde arriba, desde el estado capitalista, no se pueden impulsar cambios sin el peligro de la reversibilidad. Los cambios se hacen desde abajo y desde arriba. Solo desde abajo se quedan en la denuncia y en la protesta y solo desde arriba en el clientelismo y la desmovilización. Lo clave es la construcción de poder popular.

Y no podemos acostumbrar a la gente a pedir en vez de luchar, porque cuando no tengamos que darle van a buscarse a otro que les dé. Y la derecha en este terreno nos supera porque ese es su estilo, esa es la naturaleza de sus políticas. Es su charco cultivado desde el PRUD, desde el PCN, desde la Democracia Cristiana, desde ARENA.

El desafío planteado es de ruptura del imaginario hegemónico o coexistencia con el capitalismo-patriarcalismo y esta ruptura, este quiebre, esta búsqueda de una nueva visión epistemológica, no puede ser de manera verbal, retórica, discursiva sino en los hechos, en nuestra práctica diaria, cotidiana, en los valores de nuestra vida personal, en las relaciones con nuestra familia, con nuestras mascotas, con nuestros vecinos, con nuestro medio ambiente, con nuestros compañeros y compañeras de trabajo, de partido, de cooperativa, de iglesia, de equipo de futbol, de escuela, de universidad, de Facebook, etc.
Lo del espacio familiar es clave, y con esto concluyo, y se relaciona con la forma como procesamos la influencia violenta de las masculinidades hegemónicas vinculadas fuertemente a la homofobia y la violencia de género, y como construimos nuevas epistemologías, nuevas masculinidades alternativas.

Habemos algunos que somos opresores dentro de nuestras familias, con nuestras esposas, hijos, incluso con nuestra madre, con nuestros abuelos y abuelas, pero somos liberadores, tolerantes, gente organizada de izquierda, en la universidad; habemos otros, sin alusiones personales, que somos esposos oprimidos en nuestra casa pero opresores, autoritarios con nuestros alumnos en las aulas de clase.

Son procesos que debemos de caminar cotidianamente, en cada momento, para ser así consecuentes con nosotros mismos, con lo que predicamos, con nuevas epistemologías, porque como decía Freire nadie nace aprendido, todos aprendemos juntos. Gracias!

Cuando las vanguardias se quedan sin ideas

CUANDO LAS VANGUARDIAS SE QUEDAN SIN IDEAS

Jorge Gómez Barata

MONCADA

El socialismo real fracasó porque se quedó sin ideas, sin capacidad para innovar y sin posibilidades de rectificar sus propios errores. Ocurrió así porque sus jerarquías manipularon los procesos políticos y cooptaron a las instituciones, en primer lugar, al partido, convirtiéndose en inmunes a la crítica. A ello se añadieron la sacralización del marxismo-leninismo y las violaciones de la legalidad entronizadas por el stalinismo.

En 1917, desafiando la cultura política y las doctrinas económicas establecidas, incluso los preceptos propuestos por Carlos Marx, los bolcheviques se propusieron enmendar el curso de la historia, suprimir el capitalismo, la propiedad privada, la democracia liberal, liquidar a la burguesía, realizar una revolución mundial y construir una nueva sociedad en la cual vivirían hombres nuevos. El desmesurado proyecto requería una capacidad de innovación que no se desarrolló.

La oposición a las reformas se manifestó desde que Lenin fue confrontado al introducir la Nueva Política Económica, se hizo intransigente cuando Stalin rechazó la idea de la oposición obrera y reaccionó ante las críticas de Trotski expulsándolo del partido, suerte que también corrieron Bujarin, Zinóviev, Kámenev, Preobrazhenski y otros que terminaron ejecutados, entre otras cosas, por revisionistas, la mayor herejía en que podían incurrir los teóricos y líderes comunistas.

El revisionismo fue una expresión peyorativa acuñada para señalar a teóricos y políticos críticos del capitalismo que, aunque asumían algunos preceptos del marxismo disentían de otros. El socialdemócrata alemán Eduard Bernstein fue el primero en merecer este calificativo del cual a lo largo de cien años se abusó, anatematizando a decenas de marxistas, incluyendo a casi toda la vanguardia bolchevique, a prácticamente todos los marxistas occidentales, incluso a personalidades tan relevantes como Mao Zedong y Josip Broz (Tito).

Ante hechos tan evidentes como la rectificación requerida después que el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética conociera los desmanes del período stalinista prolongado por 30 años, ese mismo partido y su líder Nikita Kruzchov, se conformaron con medidas cosméticas que no resolvieron los problemas creados ni permitieron determinar por qué lo ocurrido fue posible.

De haberlo hecho, los herederos de los bolcheviques se habrían percatado de que el stalinismo y todas sus consecuencias fueron posibles por la falta de democracia en el partido, los soviets, el estado y la sociedad. De haber existido, Stalin no se habría encumbrado, la rectificación de sus errores hubiera sido genuina y el proceso se hubiera salvado, no solo en la Unión Soviética sino en todos los países socialistas.

Fidel Castro tuvo razón cuando en 1962, ante una peligrosa corriente sectaria promovida por cuadros del antiguo partido marxista, ante la televisión realizó una profunda crítica y declaró: “La seriedad de un partido revolucionario se mide ante sus propios errores”.

Las lecciones están a la vista. Quien sacrifica la democracia, corre el riesgo de sacrificarlo todo. Allá nos vemos.

La Habana 27/8/2018

¿Enfrentar la guerra de quinta generación con arcos y flechas?

¿Enfrentar la guerra de quinta generación con arcos y flechas?

Aram Aharonian

ALAI AMLATINA, 24/08/2018.- Alrededor del mundo, una inmensa gama de organismos gubernamentales y partidos políticos están explotando las plataformas y redes sociales para difundir desinformación y noticias basura, ejercer la censura y el control y socavar la confianza en la ciencia, los medios de comunicación y las instituciones públicas.

El consumo de noticias es cada vez más digital, y la inteligencia artificial, el análisis de la Big Data (que permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones) y los algoritmos de la “caja negra” son utilizados para poner a prueba la verdad y la confianza, las piedras angulares de la llamada sociedad democrática occidental.

Son muy pocos los dueños de la infraestructura que permite el uso de la Internet en todo el mundo, y también los servicios que sobre ella se brindan. La propiedad de los cables de fibra subacuáticos, las empresas que se alojan y controlan el NAP de las Américas, los grandes centros de datos como Google, Facebook, Amazon o los llamados “servicios en la nube” como Google Drive, Amazon, Apple Store, OneDrive, veremos que son corporaciones trasnacionales, en su mayoría con capitales estadounidenses.

Hoy, de las seis principales firmas que cotizan en bolsa, cinco de ellas son del rubro de las TIC: Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook.

Campo popular: aggiornar la lucha

Es que el mundo cambia constantemente, muchas veces al ritmo de la tecnología y pareciera que a la izquierda, a los movimientos y medios populares de comunicación, nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados o ya perimidos, enarbolando consignas que no tienen correlato con este mundo nuevo.

Mientras, las corporaciones mediáticas hegemónicas desarrollan sus estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos campos de batalla donde se pelea con nuevas armas, donde la realidad no importa, en lo que quizá ya ni se trata de la guerra de cuarta generación, la que ataca a la percepción y sentimientos y no al raciocinio, sino a una guerra de quinta generación, donde los ataques son masivos e inmediatos por parte de megaempresas trasnacionales, que venden sus “productos” (como el espionaje) a los Estados.

Hoy debiéramos estar más atentos a la integración vertical de los proveedores de los servicios de comunicación con compañía que producen contenidos, la llegada de los contenidos directamente a los dispositivos móviles, a la trasnacionalización de la comunicación, convirtiendo a la información en campañas de terrorismo mediático… mientras apenas denunciamos lo fácil que está siendo convertir a la democracia en una dictadura manejada por las grandes corporaciones

Debiéramos estar atentos a los temas de vigilancia, manipulación, transparencia y gobernanza de Internet, al video como formato a reinar en los próximos años, estar atentos al hecho de que los mismos televisores se van convirtiendo en una pantalla más a donde llegan los contenidos manipulados por las grandes corporaciones.

Pero desde el campo popular seguimos reclamando la democratización de la comunicación y la información, creyendo que una distribución equitativa de las frecuencias de radio y televisión entre los sectores público, comercial y popular puede significar el fin de la concentración mediática. Estamos peleando guerras que ya no existen, cuando el campo de batalla está en Internet, en el Big Data, en los algoritmos, en la inteligencia artificial.

Cansa la insistencia discursiva anclada en el pasado y con una agenda diseñada en países centrales, que no incluyen nuestras realidades. Se insiste en una necesaria renovación de la izquierda, en la necesaria búsqueda de nuevos caminos en las catarsis colectivas de seminarios, foros, reuniones, conciliábulos, escritos, pero no se buscan soluciones específicas al aislamiento y endogamia de nuestros sitios populares, alternativos a los mensajes hegemónicos, comunitarios, populares.

Estos temas no están en la agenda de los movimientos, de los partidos ni de los gobiernos (incluso los progresistas), más preocupados por seguir con la satanización de las nuevas tecnologías, por la denunciología, que en definir estrategias y líneas de acción. Hoy los gobiernos de la restauración conservadora disparan contra Unasur, que en su momento de auge no pudo concretar un canal propio de fibra óptica, que al menos le hiciera cosquillas al control de las megacorporaciones.

Hoy, el escenario digital puede convertirse en una vía para la reconexión del progresismo con sus bases, y en particular con los jóvenes, que es como decir con el futuro. Pero, no se ha avanzado en una agenda comunicacional común, pero tampoco en temas estratégicos para el futuro de la soberanía tecnológica, como la gobernanza de Internet, el copyright, la innovación, el desarrollo de nuestras industrias culturales.

Se habla de nuevos caminos, pero pocos parecen dispuestos a transitarlos, porque seguramente afectan su identidad, su memoria y su vida. Se insiste en denunciar la desinformación, la información basura, el terrorismo mediático (tenemos doctorados en denunciología y lloriqueo), pero no nos preparamos para aprender a usar las nuevas herramientas, las nuevas armas de una guerra cultural ciberespacial. Quizá el problema no sea formular, sino tener oídos dispuestos a intentar, dice el humanista Javier Tolcachier.

Cada sitio de medios y/u organizaciones sociales dirige sus mensajes a una masa crítica acotada, a los que ya están convencidos de su mensaje, en una gimnasia endogámica, sin definir una agenda propia, latinoamericanista, en defensa de los derechos humanos y de los trabajadores, una línea editorial que los pueda unificar y entonces entrar con fuerza en la guerra cultural, en la batalla de las ideas.

Sus lenguajes –y hablamos sobre la generalidad y por eso es de destacar los esfuerzos del mediactivismo de Fora de Eixo, Facción o Emergentes, por ejemplo- no se adecúan al momento histórico, cultural ni tecnológico. Están anclados en la denunciología, sin visibilizar las luchas, los anhelos, de los pueblos o sociedades que dicen representar.

El informe de Oxford

Un informe de Samantha Bradshaw y Philip Howard, investigadores de la Universidad de Oxford (Challenging Truth and Trust: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation), confirma que la manipulación de la opinión pública sobre las plataformas de medios sociales se ha convertido en una amenaza a la vida pública.

En 2017, el primer inventario de las tropas de ocupación cibernéticas globales realizado por estos investigadores arrojaron luz sobre la organización mundial de la manipulación de los medios de comunicación social por gobiernos y actores de partidos políticos. Este año revela las nuevas tendencias de manipulación organizada de los medios, y sus cada vez más crecientes capacidades, estrategias y recursos en las que se apoya este fenómeno, con evidencias de campañas de la manipulación organizada de los medios en 48 países, 20 más que el año anterior.

En cada país se constató que al menos un partido político o agencia gubernamental usaba los medios de comunicación social para manipular a la opinión pública nacional, en países donde los partidos políticos diseminan desinformación durante las elecciones, o donde la institucionalidad se siente amenazada por noticias basura e injerencia extranjera en los asuntos internos, y desarrollan sus propias campañas de propaganda cibernética.

En una quinta parte de estos 48 países, sobre todo en los del sur global, se hallaron pruebas de campañas de desinformación operando sobre las aplicaciones de chat como WhatsApp, Telegram y WeChat. La manipulación de las redes es un gran negocio, donde gobiernos, fundaciones, ONGs y partidos políticos han gastado más de 500 millones de dólares en investigaciones, desarrollo e implementación de operaciones psicológicas y manipulación de la opinión pública a través de internet.

En algunos países esto incluye “esfuerzos para contener al extremismo”, pero en la mayoría de los países esto implica la propagación de noticias basura y desinformación durante las elecciones, las crisis militares y complejos desastres humanitarios.

La Guerra de Quinta Generación

Si la guerra de primera generación se basa en movilizar la mano de obra, la segunda en el poder de fuego y la tercera en la libertad de maniobra, los paradigmas cambian sustancialmente en la de Cuarta Generación, donde tanto los recursos empleados como los objetivos e intereses a alcanzar engloban tanto al interés público como privado (intereses de corporaciones). La idea principal es que el Estado ha perdido su monopolio de la guerra, y a nivel táctico incluye desde el aspecto armamentista al psicológico.

Dada la enorme superioridad tecnológica alcanzada durante la etapa anterior frente a esta asimetría de fuerzas entre contendientes, solo es concebible el uso de fuerzas irregulares ocultas que ataquen sorpresivamente al enemigo, tratando de provocar su derrota al desestabilizar a su rival, con el uso de tácticas no convencionales de combate.

En la Guerra de Quinta Generación (también denominada guerra sin límites), introducida desde el 2009 como concepto estratégico operacional en las intervenciones EEUU-Otan, no interesa ganar o perder, sino demoler la fuerza intelectual del enemigo, obligándolo a buscar un compromiso, valiéndose de cualquier medio, incluso sin uso de las armas. Se trata de una manipulación directa del ser humano a través de su parte neurológica (ondas biaurales y componentes de cristales de magnetita del cerebro y los métodos sobre sus posibles manipulaciones).

Y los medios masivos y las redes sociales son parte integral del esquema de esta guerra, para generar desestabilización en la población a través de operaciones de carácter psicológico prolongado; se busca afectar la psiquis colectiva, afectar la racionalidad y la emocionalidad, además de contribuir al desgaste político y a la capacidad de resistencia.

Y se cuenta con mecanismos científicos de control total a través de no solo la manipulación de medio masivos de comunicación e información concentrados, sino también de sistemas financieros como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, miles de fundaciones y organizaciones no gubernamentales.

Zbigniew Brzezinski, exsecretario de Estado estadounidense, afirmaba que la clave estaba en el ataque al recurso emocional de un país por medio de la revolución tecnológica, La táctica para mantener la desintegración política en la sociedad consiste en crear complejos de inferioridad y en convertirse en referencia externa en todos los ámbitos, evitando que los proyectos y modelos colectivos o alternativos se consoliden en su identidad, pues la referencia será algo distinto a sí mismos; el mundo desarrollado y su modelo prevaleciente.

Los medios de difusión masiva se encargan de condicionar las mentes en las naciones subdesarrolladas, puesto que “el Tercer Mundo enfrenta, ahora, el espectro de las aspiraciones insaciables”, según escribía Brzezinski hace ya 44 años.

Redes sociales, aislacionistas

Las redes sociales son un conjunto de plataformas digitales de esparcimiento e interacción social entre sus diversos usuarios, ya sean personas, grupos sociales o empresas, que permiten el envío de mensajes, la comunicación en tiempo real y la difusión de contenido de distintos modos, entre los usuarios que se encuentren conectados entre sí, es decir, que sean “amigos” o “seguidores” .

La aparición masiva de las redes sociales, dice la experta británico-ecuatoriana Sally Burch, han revolucionado nuestras sociedades, pero también han causado preocupación porque al no estar reguladas son aprovechadas para la desinformación, la imposición de imaginarios colectivos con la difusión de información falsa, creando realidades virtuales lejanas a las realidades reales, la apropiación de datos personales para fines comerciales y/o de manipulación política e, incluso, para conculcar la intimidad de los ciudadanos, invadiendo sus espacios de trabajo, educación, ocio e incluso de socialización.

Las redes sociales tienen acceso y manipulan los datos de sus usuarios (direcciones de correos, números telefónicos, aficiones, gustos, amigos), gentilmente proporcionados por ellos mismos a través de la construcción de sus propios perfiles. Su atractivo principal es la masividad: el mismo mensaje, información –o la misma publicidad tácita o encubierta- puede ser enviado a millones de personas a la vez, a través de las distintas plataformas (computadoras, tablets, celulares).

Operan en base a algoritmos que organizan la información para mostrarnos más de aquello que nos guste y menos de lo que no. Cuando validamos un comentario, una publicidad o una noticia, retroalimentamos el sistema para que se adapte aún más a nuestros gustos puntuales. Ya que los algoritmos privilegian el contenido semejante al que hemos elegido (con un “me gusta”), restringiendo las oportunidades de recibir información real, no filtrada, donde el usuario solo accede a opiniones semejantes a las suyas (un efecto antidemocrático, sin duda), agrega Burch.

Por ejemplo, un algoritmo usado por Facebook se basa en la afinidad (cantidad de veces que unos e conecta con otro, publicando en sus muros, validando –me gusta- sus contenidos. Su peso es la cantidad de interacciones que tiene una publicación y el tiempo hace que la información decaiga en interés y baje en la cola de la información.

Las desventajas de las redes sociales apuntan a la ruptura con la presencia de los otros, instándonos a dejar de socializar en persona, en la construcción de sociedades ciberdependientes, nichos donde no tiene cabida el pensamiento contrario, la otredad.

¿El fin de la transparencia?

La consultora británica Cambridge Analytica (CA), la que protagonizó el escándalo por el uso de 87 millones de datos de usuarios de Facebook, si bien anunció el cese de todas sus operaciones, simplemente cambió de piel y seguirá sus manipulaciones, amenazando la transparencia de las elecciones en varios países, entre ellos Argentina, Colombia y México.

La compañía británica culpó de su quiebra a las denuncias de manipulación política que inundaron los medios internacionales en los últimos, pero lo cierto (y que no dice) es que sus principales activos ya trabajan en una empresa con fines similares llamada Emerdata Limited, en cuyo consejo de administración aparecen una serie de nombres directamente vinculados con CA, según destapó en marzo Business Insider.

Alexander Taylor fue nombrado director de Emerdata el 28 de marzo en sustitución del dimitido Alexander Nix, quien reconoció que trabajó en elecciones en países de todos los continentes, incluyendo Estados Unidos, Reino Unido, Argentina, Nigeria, Kenia y República Checa, y debió alejarse a raíz de un vídeo grabado por la televisión británica con cámara oculta donde hizo toda clase de comentarios inapropiados como ofrecer grandes cantidades de dinero a un candidato y amenazarle con publicarlo, para intentar extorsionarlo.

Según Business Insider, entre los responsables de Emerdata aparece Johnson Chun Shun Ko, un ejecutivo chino de Frontier Services Group, la firma militar presidida por el prominente partidario de Trump Erik Prince, fundador de la contratista militar estadounidense Blackwater y “casualmente” hermano de la secretaria de educación de Estados Unidos, Betsy DeVos, pilar de la internacional capitalista Red Atlas.

El Observatorio en Comunicación y Democracia señala que recién cuando el escándalo tomó dimensión global, Facebook .el principal agente empresarial involucrado en los cambios de tendencia en las urnas británicas (referendo por el Brexit) y estadounidenses (elección de Donald Trump) en 2016 reconoció que la consultora británica había accedido (¿o comprado?) a la información personal de al menos 87 millones de usuarios y la había utilizado para crear perfiles de votantes.

Facebook gestiona más de 300 millones de gigabytes en información personal de sus usuarios, un arsenal de perfiles que le permite disponer de una de las plataformas on line más importante del mundo, indispensable para beneficiarse de modelos de negocio que amplían consumidores y diversifican mercados al calor del incremento productivo de los robots y la automatización industrial.

Colofón

Todo esto acontece apenas dos decenios después de que Sergey Brin y Larry Page registraran el dominio google.com y once de que Steve Jobs presentara en sociedad, en San Francisco, el primer iPhone. Mientras, Facebook sigue creando perfiles de usuarios y los algoritmos que usara Cambridge Analytica siguen a disposición de quien los quiera (o pueda) pagar.

Difícil que un país sólo tenga capacidad de desarrollar los niveles necesarios de respuesta para mantener y/o recuperar la soberanía en algunas áreas, y por eso es imprescindible la suma de voluntades –gobiernos, academia, movimientos sociales- para sumar fuerza de negociación en temas básicos como inteligencia artificial y el big data. No hay otra salida: debemos apropiarnos del big data para poder pensar en herramientas liberadoras.

La única forma de luchar en esta guerra de Quinta generación es poniéndose al día en lo que respecta a la inteligencia artificial, es en la posibilidad de montar nuevas plataformas que evadan los filtros de las grandes corporaciones, es en la necesidad de adueñarse de las armas, las herramientas para poder pelear en esta guerra cultural, de generar agendas propias de acuerdo a los intereses de nuestros pueblos.

La carrera por una presión fiscal cada vez menor gana velocidad en los últimos años, de la mano de los gobiernos neoliberales y de los paraísos fiscales, que permiten la evasión y elusión fiscal, que a su vez priva a los gobiernos de obtener recursos para llevar a cabo políticas distributivas, agravando aún más la desigualdad

Si bien la desigualdad se redujo de manera considerable durante la última década en América Latina, de la mano de la actual ofensiva neoliberal –que tiene a los impuestos como uno de sus blancos a combatir–, el riesgo es su nivel vuelva a incrementarse.

El problema de la evasión fiscal ha ganado protagonismo entre la opinión pública en los últimos años gracias a la publicación masiva de los nombres de personas y entidades que utilizaban empresas y cuentas offshore en paraísos fiscales para evadir el pago de impuestos.

Los Panamá Papers en 2016 y los Paradise Papers en 2017 pusieron al descubierto el modus operandi de la evasión fiscal y a aquellos que hacían uso de ella, sindicando entre los evasores a presidentes latinoamericanos como el argentino Mauricio Macri, el colombiano Juan Manuel Santos y el chileno Sebastián Piñera, y excandidatos presidenciales como Doria Medina en Bolivia o Guillermo Lasso en Ecuador.

Pero según investigadores latinoamericanos, la publicación de los Papeles de Panamá obedecería a una gran estrategia de Washington para consolidar su posición en el mundo como un gran paraíso fiscal, en momentos en que tiene una grave crisis de liquidez. Con la publicación de esta investigación el dinero ya está buscando un refugio para ya no ser investigado y exhibido.

El investigador de la Universidad Autónoma Nacional de México, Ariel Noyola, afirma que este dinero vaya a parar a cualquiera de los cuatro paraísos fiscales que tiene EEUU: Delaware, Wyoming, Dakota del Sur o Nevada. Los principales bancos y fondos de cobertura de EEUU son los que colocan su dinero sin regular en los más de 30 paraísos fiscales que existen en el mundo, desde hace ya casi medio siglo.

El mensaje que dan los Papeles de Panamá es claro: señores empresarios y ciudadanos, su dinero no está seguro en Panamá como paraíso fiscal, deposítelo en EEUU, cuyos paraísos fiscales sí son seguros. A Noyola le llama la atención que en la investigación de los Panamá Papers no salieron a la luz nombres de empresas ni de ciudadanos estadounidenses.

Así, se podría interpretar que los fondos y la información que mantiene el territorio estadounidense en sus paraísos fiscales son impenetrables a estas estrategias de investigación y contrainformación. Y para demostrar su fiabilidad, los paraísos fiscales de EEUU tienen a su servicio al periódico alemán Süddeutsche Zeitung, del Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (con sede en Washington, a 170 kilómetros de Delaware), y a un ejército de ‘periodistas de investigación’ de todo el mundo que le hacen el juego.

Delaware, con una población de 920 mil habitantes, tiene 945 mil empresas registradas, Wyoming cuenta con 128 mil ‘entidades de negocios activas’, lo que equivale a una por cada 4.5 ciudadanos, pese a ser el segundo estado menos poblado del país. Pero los paraísos fiscales de EEUU no son del interés, ni de los medios de comunicación, ni del Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación, filtradores de los Papeles.

Dos datos interesantes: el periódico alemán Süddeutsche Zeitung forma parte de un grupo mediático que pertenece, entre otros, a la corporación financiera estadounidense Goldman Sachs, y la investigación fue financiada, entre otros, por el Departamento de Estado de EEUU, según reconoció su portavoz Mark Toner.

Pero más allá de las actitudes poco leales de aquellos que mantienen cuentas o negocios en paraísos fiscales y a la vez dirigen los presupuestos públicos de sus países, es necesario algunos datos económicos sobre los perjuicios que ocasiona la existencia de los mismos dan escalofríos

Los países en desarrollo pierden alrededor de 100.000 millones de dólares anuales por la evasión y elusión fiscal de grandes empresas a través de paraísos fiscales. La pérdida estimada de estos países por el uso de incentivos fiscales a las grandes empresas es de otros 138.000 millones de dólares anuales.

Los paraísos fiscales tienen un filón con las grandes fortunas latinoamericanas. El 27% de la riqueza privada total de América Latina está depositada en países que ofrecen un tratamiento impositivo favorable para los más acaudalados, lo que le convierte en la región del mundo con mayor proporción de capitales privados en estas naciones, por delante de Oriente Medio y África (23%) y de Europa del este (20%). Y a años luz de Europa Occidental (7%), Asia-Pacífico (6%) y Estados Unidos y Canadá (1%), según el Boston Comsulting Group, una de las mayores consultoras estratégicas del mundo.

Susana Ruiz, responsable de justicia en la organización no gubernamental Oxfam. La apunta que “Holanda, Panamá, Suiza y Luxemburgo” son los países más utilizados por los latinoamericanos para evitar impuestos a través de cuentas bancarias. Saber cuánto dinero está oculto “es difícil, precisamente por la naturaleza misma de estos flujos”, pero hay investigadores que calculan que suma en “aproximadamente entre 20 y 32 billones de dólares, volumen equivalente al PIB de las dos potencias mundiales, Estados Unidos y China, juntas.

Mientras, la inversión mundial hacia paraísos fiscales ha aumentado un 45 por ciento entre 2008 y 2016, drenando recursos nacionales y eludiendo masivamente el pago de impuestos. Según el Fondo Monetario Internacional, los países en desarrollo son hasta tres veces más vulnerables que los países desarrollados a los efectos negativos que la legislación fiscal de un país tiene sobre otro.

A pesar de que en los últimos años los beneficios de las grandes transnacionales se han triplicado, su contribución tributaria ha caído, pasando del 3,6 por ciento del PIB en 2007 al 2,8 por ciento en 2014, según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo que motivó que durante 2017 algunos países comenzaran a tomar medidas contra la evasión fiscal e igualmente cortar la carrera bajista de la presión tributaria.

Es necesario comprender que los impuestos proporcionan al Estado el financiamiento para desarrollar sus políticas de lucha contra la pobreza y la desigualdad a través de su inversión en educación, sanidad o políticas sociales.

Los especialistas señalan que poner limitaciones legales claras a la evasión fiscal, aumentar la transparencia de los movimientos y el origen de los grandes capitales y apartar del servicio público aquellos que atentan de manera irresponsable contra el sector público, son algunas medidas necesarias para que la ofensiva en contra del Estado de la derecha regional no siga generando nuevas víctimas, en forma de desigualdad, en el camino.

– Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )

El victimismo y el folclorismo postergan las luchas indígenas

El victimismo y el folclorismo postergan las luchas indígenas

Ollantay Itzamná

MONCADA

Cuando observamos los empinados caminos de los pueblos indígenas en países con poblaciones mayoritariamente indígenas, como Bolivia y Guatemala, constatamos que los siglos de historias de sufrimientos son muy similares. Incluso bajo el colonialismo interno de estados republicanos bicentenarios.

Pero, la actitud y las inconclusas historias emancipatorias emprendidas por dichos pueblos son diferentes en estos dos países. Los pueblos andino amazónico de Bolivia avanzan en el ejercicio y defensa de sus derechos sociopolíticos y económicos, mientras en Guatemala, en buena medida, los pueblos indígenas aún no logran dar el salto de los derechos culturales (culturalismo) hacia el ejercicio de los derechos políticos (para disputar y ejercer poder).

La explicación de intelectuales indígenas y no indígenas sobre este atasco culturalista es: hay miedo en los pueblos indígenas, fruto de la guerra interna, para transitar hacia los derechos políticos. Aunque, en los hechos, en las comunidades indígenas en resistencia se constata todo, menos miedo.

¿Por qué los pueblos indígenas de Bolivia dieron saltos significativos en sus agendas emancipatorias, y en Guatemala aún no ocurre ello?

Rol de la memoria histórica de las luchas

En Bolivia, el siglo XVIII estuvo encumbrado por la rebelión encabezada de la pareja legendaria de Túpac Katari-Bartolina Sisa; el siglo XIX, con Zárate Villka, y continuas sublevaciones indígenas; el siglo XX, con el movimiento indianista/katarista (que sistematizó y socializó la agenda política indígena); el siglo XXI con el movimiento indígena-campesino que construye el Estado Plurinacional.

En Guatemala, no están registradas o debidamente registradas las revueltas o sublevaciones indígenas en la historia. Las luchas del pueblo quiché, mam, q’echí… son prácticamente desconocidas.

Aunque, sí existe, en Guatemala, literatura sobre la dimensión cultural de los sucesos históricos (sobre todo antropología rescatista o culturalista). Estos esfuerzos de investigaciones culturalistas fueron o son financiados, en buena medida, por cooperación internacional (como la USAID) o universidades privadas como la Universidad del Valle (con una intencionalidad política definida).

Rol del “academisismo” indígena.

Para inicios del presente siglo, la población indígena en Bolivia estaba absolutamente excluida de la academia. Por eso, en un foro continental, en la ciudad de Antigua, Guatemala, una quechua boliviana, hace algunos años atrás, desafiaba a indígenas guatemaltecos en los siguientes términos: Nosotras, sin títulos universitarios, hicimos los cambios en Bolivia. Aquí en Guatemala Uds. tiene bastantes profesionales indígenas…”. Y, efectivamente, en Guatemala hay más cantidad de indígenas profesionales que en Bolivia

Pero, por las condiciones coloniales, el o la indígena, cuanto más títulos o grados académicos posee, más doctrinero/a de la colonización se vuelve. En Guatemala existen muchos profesionales indígenas, pero, en su mayoría, desterritorializados y “despolitizados”, compitiendo entre sí por ventanillas en el Estado etnofágico y/o en la cooperación u ONG “apolíticos”. A ellos/as, casi nunca se los mira ni en las calles, ni en las comunidades ejerciendo el derecho a la resistencia creativa, junto a los suyos.

Por eso, mientras profesionales indígenas ejecutan proyectos sobre derechos culturales, los pueblos y comunidades indígenas debaten y plantean restitución de sus territorios, autodeterminación, Estado Plurinacional, proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional.

En buena cuenta, el culturalismo y la victimización son más rentables económicamente para muchos/as indígenas graduadas y posgraduadas que impulsar procesos de cambios estructurales y profundos en el país.

Rol de la cooperación internacional culturalista y apolítica

Los Acuerdos de Paz cultivó la proliferación de ONG, becas de estudio para indígenas, etc. Pero, todo estaba orientado al culturalismo o al afianzamiento del libre mercado. Consecuencia de ello tenemos ingentes cantidades de ONG indígena o no, aun ejecutando proyectos centrados exclusivamente en “derechos culturales”. Nunca para el ejercicio de derechos políticos (porque las ONG y sus profesionales tienen que ser apolíticos)

Las agencias de cooperación, las ONG, las universidades privadas y el Estado cooptaron, casi en su totalidad a los profesionales indígenas. Y lo más difícil, grandes sectores del mundo indígena aún cree que los profesionales son portadores de verdad y benignidad para los pueblos. Así, el colonialismo interno estatal ya no requiere de doctrineros mestizos para controlar a los pueblos indígenas.

Bolivia tuvo la dicha de no tener Acuerdos de Paz, ni contar con cooperación en las dimensiones que Guatemala tuvo. El Bolivia, el sistema neoliberal se impuso, sin el aceite de los Acuerdos de Paz, y los pueblos indígenas se sublevaron sin mayores distracciones culturalistas.

Rol del pentecostalismo indigenista

Guatemala aventaja a Bolivia, no sólo en la megadiversidad de trajes e idiomas indígenas, sino también en la cantidad de “guías espirituales”. Pero, estos guías, en su gran mayoría, también son “apolíticos”. Únicamente se ocupan de la dimensión espiritual de la realidad. Espiritualismo, en otros términos.

En Bolivia, los yatires (sacerdotes andinos, en aymara) para ejercer su labor no requieren de la credencial oficial emitida por el Estado. En Guatemala, sí. Por eso, en Bolivia, en las protestas y movilizaciones indígenas casi nunca faltan ceremonias performativas y ofrendas a la Madre Tierra (también como signo de protesta o celebración). En Guatemala, el espiritualismo o pentecostalismo apolítico permea a indígenas y cristianos casi por igual.

Aquí o allá, sin una espiritualidad y mística transformadora, cualquier intento de cambios profundos será siempre más difícil.

Ollantay Itzamná

Defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos

https://ollantayitzamna.wordpress.com/

@JubenalQ