El proceso de implosión del régimen. Oscar René Vargas. 13 de julio de 2021

La implosión social se produce por un proceso como el utilizado por las hormigas termitas que mediante su acción colectiva pueden llegar a carcomer la estructura de una casa hasta tornarla inhabitable o provocar su derrumbe.

1. Desde principios de 2020, hemos venido señalando que el escenario posible de salida de la dictadura sea por la implosión desde adentro. Las cinco crisis, al acelerar las contradicciones de la sociedad, reduce el lapso de los tiempos políticos y facilita el proceso de implosión social.

2. La política implementada del “poder o la muerte” ha tenido repercusiones negativas mermando el apoyo de su base social, de los “nuevos ricos”, de los funcionarios gubernamentales que no ven ninguna salida de la crisis con esa estrategia y que pone en peligro sus intereses personales. Razón por la cual, el tiempo político de la dictadura se acortó, finalizó su validez y su legitimidad por la incapacidad de enfrentar correctamente una salida a las cinco crisis que vive el país.

3. Estamos ante otro fallo masivo y colosal del régimen en su manejo de la nueva ola del coronavirus. La desgracia infligida por la combinación de las cinco crisis tendrá unas consecuencias tan drásticas como la revolución de 1979 o la rebelión de abril de 2018. La crisis sanitaria y la recesión están actuando como motores que aceleran el proceso de implosión del régimen en desarrollo. Ortega-Murillo han demostrado que son personas que padecen el síndrome de la ceguera.

4. La crisis sociopolítica de abril 2018 fue un evento que puso en máxima tensión todos los recursos y fuerzas del país. Esto quiere decir que la organización política, el desarrollo institucional, la coherencia ideológica, la fortaleza económica y el respaldo del pueblo al poder autoritario, que son factores vitales para su funcionamiento, entraron en crisis.

5. Descartada, por el momento, nuevas movilizaciones sociales similares a las realizadas a partir de abril 2018 para provocar la caída de la dictadura. Es entonces, la configuración política de lo venidero se está gestando a diario en las decisiones personales que se toman de cara a su propio futuro.

6. Su creciente fragilidad sociopolítica que se ha ido creando durante los últimos años, se ha exacerbado de modo brutal con la crisis sanitaria, el deterioro social (pobreza, desempleo, bajos salarios, desigualdad, precariedad alimentaria, hambre, pérdida de poder adquisitivo), la crisis política y la profundización de la recesión económica, todo lo cual estimula el cuestionamiento a la dictadura de parte de la gran mayoría de la población.

7. Se están desarrollando tendencias ineluctables hacia la implosión del régimen cuando su política errada no logra evitar que la curva del deterioro socioeconómico se haga exponencial. Cuando su incapacidad afecta los intereses de su base social o a los miembros de los diferentes círculos de poder, entonces comenzamos a conocer deserciones, voces disidentes y pequeñas fracturas en los pilares que lo sostienen, son manifestaciones del proceso de la implosión en desarrollo.

8. La implosión en las instituciones del régimen y del partido (desmoronamiento interno) avanza. Cada día el nivel de tensión no cesa de crecer y se hace más evidente y palpable que estamos en manos de un gobierno irresponsable, ineficiente, incapaz, sordo y ciego. Ortega sigue en el poder porque ha sabido golpear al movimiento social y triturar a personajes de la política nacional; lo cual le permite utilizar los resortes del Estado a su favor, no siempre con buenos resultados, muchos errores.

9. Estamos en un momento en el que sectores de la nomenclatura y del establishment ven amenazada su situación. También hay personas perjudicadas, daños colaterales y cabezas políticas y empresariales comienzan a rodar. En equis plazo no sé quién va a sobrevivir de la primera línea de la política, quién va a quedar herido grave, leve o con respiración asistida. El régimen quedará con suficientes heridas como para que no puedan cicatrizar de un día para otro.

10. Los poderes fácticos y la sociedad en general tienen que tener conciencia que el país no es igual, a pesar de la incertidumbre de las cinco crisis, hay una certeza: ha fracasado el modelo sociopolítico basado en el consenso público-privado encabezado por la dictadura. Para los poderes fácticos el panorama político luce complicado, pero cualquier escenario es mucho mejor con Ortega-Murillo fuera del poder.

11. Hay que tener claro que la implosión es un proceso en desarrollo. Lo que vengo sosteniendo es que el proceso de implosión es lo que va posibilitar el final del régimen. Se presentará un proceso de ablandamiento y quiebre en su base social, sumado a que no puede continuar su política clientelar para asegurar su base social a través de prebendas lo cual facilita el proceso de implosión desde adentro.

12. En un ambiente caótico, de calamidad sanitaria sin solución a la vista, de desastre económico y un proceso de implosión en desarrollo; todo indica que es casi imposible que Ortega-Murillo logre sobrevivir con su gobierno colapsado por mucho tiempo, aunque el tiempo para su caída es indeterminado. Para desviar la atención y prolongar su permanencia en el poder Ortega ha pasado a la contraofensiva reprimiendo a moros y cristianos.

13. La implosión no es igual al tsunami social de 2018, ni los actores, ni los tiempos políticos, ni las circunstancias, ni la correlación de fuerzas serán los mismos. El colapso del régimen no tiene fecha predeterminada, sin embargo, el proceso de implosión sigue su marcha. Estamos en la fase del tic-tac de una bomba de tiempo con efectos internos.

14. La magnitud y la profundidad del proceso de implosión del régimen es imperceptible y silencioso; es similar a la corrosión que producen los coleópteros, gorgojos o insectos domésticos, devoradores de madera y papel. La madera y lo sólido de una estructura se ahuecan por dentro por el accionar de las termitas, como está sucediendo en la actual implosión silenciosa del régimen.

15. Las termitas ejercen su acción sin signos visibles. Las termitas le dedican todo el tiempo del mundo al proceso de carcomerse la madera de las vigas. Las deserciones, los errores, la ineficiencia y las cinco crisis actúan de manera similar a las termitas o polillas carcomiendo y destruyendo los pilares de la dictadura que terminarán produciendo su implosión.

16. Las termitas lo que hacen en el largo plazo es mantener las apariencias externas, mientras socavan las estructuras que sostienen el edificio. Igualmente hay un proceso de debilitamiento estratégico estructural interno de la base social de la dictadura. La represión, las sanciones, las muertes por el coronavirus y la recesión económica están mermando, debilitando, agotando al régimen. El proceso de desgaste o agotamiento terminará implosionando a la dictadura.

En busca del origen de la crisis. Sidney Blanco. 11 de julio de 2021

La crisis institucional que vive nuestro país es el desenlace de la poca importancia que los gobiernos de ARENA y del FMLN (con sus aliados bisagra PCN, PDC, GANA y CD) dieron al fortalecimiento de las instituciones a partir de los Acuerdos de Paz. Estos actores estuvieron más interesados en impulsar funcionarios afines a sus ideas políticas, antes que apostarle al profesionalismo, a la independencia, a la honestidad y al buen servicio público. Por ejemplo, prefirieron nombrar fiscales que se ocuparan prioritariamente de la criminalidad común de bagatela, antes que perseguir los grandes crímenes cometidos desde el propio Estado, muchos con la coautoría de la empresa privada.

Estos partidos prefirieron nombrar magistrados para la Corte de Cuentas que se entretuvieran con pequeños reparos a concejos municipales o instituciones intrascendentes, antes que fiscalizar la depredación de los fondos públicos. Con frecuencia les interesó mucho más tener jueces en la Corte Suprema de Justicia dispuestos a recibir llamadas y a no incomodar al poder político, antes que potenciar auténticamente la independencia judicial. Dentro del Órgano Ejecutivo, salvo escasas excepciones, los presidentes se decantaron por nombrar ministros allegados al partido político, muchos inexpertos, y en algunos casos ineptos, para dirigir instituciones centrales encargadas de la salud, educación, seguridad y trabajo, lo que sentó las bases para el estancamiento y precariedades en dichas áreas.
Además, en esos gobiernos prevaleció el reparto de cargos públicos basado en cuotas políticas partidarias y la utilización de las instituciones para favorecer a sus financistas, afiliados, simpatizantes o correligionarios, independientemente de sus capacidades para impulsar el país al desarrollo, sin importarles demasiado el respeto de los derechos humanos, el mejoramiento de la seguridad pública, la protección y conservación del medio ambiente, ni en asegurarles a los ciudadanos las condiciones para una vida digna. Ese modo de proceder, destinado a favorecer al partido político, a sectores específicos, familias o allegados, ha provocado un daño generalizado al sistema y a la mayoría de la población.

Si los gobiernos de ARENA y del FMLN se hubiesen empeñado en educar a la población, en fomentar el trabajo y el respeto a los derechos de los trabajadores, en mejorar los sistemas de selección de jueces, en ofrecer dignas condiciones de salud y en garantizar la seguridad de los habitantes, la irrupción autoritaria del presidente Bukele habría sido frenada inmediatamente por el pueblo.

En estos tiempos sombríos es inevitable recordar el desprecio de los anteriores gobiernos al fortalecimiento de las instituciones democráticas y los aires de grandeza de muchos funcionarios mientras estuvieron en el poder. No podemos olvidar las malversaciones de los presupuestos cuando se desviaban recursos para finalidades diferentes a las aprobadas, en los interminables viajes de funcionarios llevándose más de 350 mil dólares en viáticos pagados con fondos públicos y en la vida suntuosa que disfrutaban los líderes de turno y que exhibían sin ningún pudor. Algunos funcionarios acumularon riquezas de forma ilícita y, en su momento, vaciaron las arcas del Estado para beneficios personales, mientras los pobres seguían soportando el abandono total.

Por todo lo anterior, la gran tarea que se esperaba del actual Gobierno, apoyado por la mayoría de los electores, era la persecución penal a los corruptos y la recuperación de los dineros mal habidos y la dureza de la ley para enjuiciar incansablemente a los violadores de derechos humanos. De igual forma, la ilusión cifrada por las mayorías es la de dar un salto de calidad en la educación y el mejoramiento de la salud. Además, también se esperaba que el Gobierno facilitara el acceso a la información de interés público y que se caracterizara por rendir cuentas claras a la sociedad. Se esperaba que eliminara, o al menos redujera sustancialmente, el delito de extorsión. Muchos soñamos con la utopía salvadoreña de tener el privilegio de transitar de manera segura por cualquier parte de nuestro país sin correr riesgos de atentados contra la vida, la integridad o el patrimonio.

Todavía esperamos que el Gobierno ejerza un férreo control de los precios del mercado y que ponga límites a la avaricia de muchos empresarios, banqueros y grandes comerciantes. Esperamos que el Gobierno combata con dureza el contrabando, la evasión de impuestos y los privilegios de los que gozan muchos empresarios, para cuya tarea no deben existir distinciones de colores ni de afinidades políticas. Esperamos que la Fuerza Armada paulatinamente se traslade a su destino natural que son los cuarteles, y no las calles. La sociedad espera el respeto de los valores esenciales de la democracia, la separación de poderes y la no intromisión de un órgano en las atribuciones y competencias del otro.

La diferencia que se esperaba con este Gobierno es que, al frente de cada ministerio o de instituciones autónomas, se nombraran personas técnicamente capaces, con experiencia, preparación académica óptima, que practicaran la austeridad y que actuaran conforme al buen juicio. Creíamos que con el nuevo gobierno se acabarían las viejas prácticas de nepotismo y el caos salarial dentro de la administración pública.

Sin embargo, el combate a la corrupción no puede ser ejecutado por las personas sospechosas de realizar actos similares, ni los violadores de derechos humanos pueden ser perseguidos por otros con idénticas características. Tampoco la rendición de cuentas y el acceso a la información será impulsada por quienes buscan mantener en secreto la función pública, ni los empresarios avaros van a ser perturbados por quienes se aprovechan de las influencias políticas. De la misma manera, los principios y valores democráticos no podrán ser defendidos por quienes los quebrantan cotidianamente.

Estamos a la mitad del quinquenio del presidente Bukele, y más allá de una novedosa y costosa publicidad, el pueblo salvadoreño no ha experimentado los cambios esperados ni tampoco se percibe que el país se dirija hacia destinos halagüeños. Más bien, vemos que la corrupción e impunidad de los funcionarios públicos siguen reinando en el país, que los violadores de derechos humanos siguen siendo intocables, que en la educación y la salud no se perciben avances reales, que hay una tendencia a anular el derecho de la sociedad al acceso a información pública y la rendición de cuentas es prácticamente inexistente; que las grandes, medianas y pequeñas empresas siguen siendo víctimas de extorsión; lo mismo que todo tipo de negocios formales e informales.

Por su parte, los profesionales, y hasta los vendedores ambulantes, son obligados a entregar dineros a las estructuras criminales para que les dejen trabajar y muchos territorios siguen en poder de tales estructuras criminales, quienes imponen reglas de convivencia al margen del Estado. Los precios de los productos asfixian a las mayorías pobres, la persecución de la evasión de impuestos solo de los adversarios políticos y críticos del Gobierno sigue siendo la dinámica tradicional. De igual forma, los militares han invadido las calles y ahora vemos su presencia en toda clase de actos masivos de la población civil y la cooptación de los Órganos Legislativo y Judicial por parte de la Presidencia de la República es evidente. Los nombramientos de funcionarios públicos basados en el mérito y la aptitud seguirán en la lista de espera. Mientras tanto, continúa la práctica, ahora acrecentada, en la que los altos salarios están reservados a personas que carecen de méritos y aptitudes para desempeñar los cargos en los que han sido designados. Hay ausencia total de una política real, técnica y creíble acerca de la protección del medio ambiente y no se resuelve la grave problemática relacionada con el derecho de acceso al agua que nos pertenece a todos sin distinción, de manera suficiente y en condiciones aceptables de saneamiento.

No extrañamos a los gobiernos de ARENA ni del FMLN, pero el actual gobierno de Bukele realmente se ha convertido en una amenaza grave al sistema, a las instituciones, a la seguridad física y jurídica de las personas. Este Gobierno también es una amenaza a las libertades, especialmente a la libertad de expresión, de prensa y a la libertad ambulatoria. El presidente parece estar dispuesto a no ver ni oír al sector crítico del pueblo, a quienes no ha contagiado con su fanatismo y su constante campaña ilusionista, a quienes no vemos que se produzcan los cambios reales esperados. El presidente soterró de un tajo los pequeños avances democráticos que a base de luchas se habían alcanzado.

Ante la ceguera y la sordera del presidente y sus cómplices, invitamos a las mayorías a reflexionar crítica y objetivamente sobre las amenazas que se visualizan en el camino, a exigir el cumplimiento de las promesas de dignificar la vida, de combatir la corrupción e impunidad, de ser transparentes en la gestión pública y de sepultar los vicios en su momento reclamados a los gobiernos de ARENA y del FMLN. De lo contrario, nada ha cambiado en nuestra debilitada democracia y debemos volver a empezar, una vez más.

Docente del Departamento de Ciencias Jurídicas de la UCA. Exmagistrado de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Artículo publicado en Proceso N.° 52.

¿Podremos sobrevivir a la crisis terminal del capitalismo? Entrevista con Edgardo Lander

Raphael Hoetmer: ¿En qué se distingue este escenario de crisis de las crisis anteriores?, ¿cuál es su particularidad?

Edgardo Lander: Hay un aspecto medular que es a su vez punto de partida para ver la diferencia entre esta crisis y las anteriores, que permite constatar que no se trata de una crisis cíclica más del capitalismo. Este patrón civilizatorio de acumulación, esta lógica capitalista de crecimiento sin fin en un planeta restringido, está llevando a sus límites la posibilidad de la vida en la Tierra.

Estamos en una nueva situación histórica en la que, o se detiene este patrón depredador —que está sistemáticamente socavando las condiciones que hacen posible la vida—, o nos enfrentamos a un colapso de estas condiciones y la imposibilidad de continuar la vida tal como la conocemos.

En términos inmediatos los conflictos por el acceso a los bienes comunes van a incrementar los procesos que ya están ocurriendo: guerra por el acceso a los bienes energéticos y las pugnas por la apropiación de tierras, migraciones ecológicas masivas, murallas y represión hacia los migrantes y tendencias hacia un apartheid global. Todos estos procesos apuntan en una dirección de violencia y conflicto cada vez más generalizado.

Además, estamos utilizando las condiciones que hacen posible vivir en el planeta con una extraordinaria y creciente desigualdad. Mientras unos se apropian de proporciones crecientes de los bienes comunes de la Tierra, una elevada proporción de la humanidad no sólo carece de acceso a condiciones básicas de vida como la alimentación o el agua potable, sino que es la está siendo más afectada por el cambio climático.

Estas dos cuestiones juntas (sobre-utilización de la capacidad de carga y creciente desigualdad en el acceso a los bienes comunes), constituyen una combinación explosiva. Esto no puede continuar por mucho tiempo sin resultados catastróficos y probablemente irreversibles. Por lo expuesto, creo que ésta es la crisis terminal del patrón civilizatorio industrialista de crecimiento sin fin cuya máxima expresión histórica ha sido el capitalismo.

Yo no podría calcular por cuántos años o décadas más durará esta situación; creo que es un asunto un poco más abierto, pero efectivamente estamos en un momento histórico en el que no está claro si podremos sobrevivir a esta combinación de colapso ecológico y violencia. Este futuro de catástrofes ambientales cada vez más generalizadas y de guerra permanente ya llegó.

durante las cuales representantes de algunos países, como los Estados Unidos, logran moderar sus contenidos. A pesar de ello el diagnóstico que realizan sobre la situación actual del planeta y las proyecciones de las tendencias en el corto y mediano plazo (próximas décadas) —si no se toman medidas radicales para revertir estos efectos— son extraordinariamente alarmantes.

Estos procesos de devastación de las condiciones de la vida se están acelerando en la actualidad. En lo que David Harvey ha denominado como proceso de acumulación por desposesión, en las décadas de globalización neoliberal ha venido operando un proceso sistemático de superación de los obstáculos tecnológicos, financieros, jurídicos y políticos a la extracción de lo que denominan «recursos» energéticos y minerales en zonas que hasta hace poco resultaban inaccesibles (grandes profundidades debajo del lecho del mar; a miles de metros de altura bajo los glaciares en la Cordillera Andina; en la Amazonía).

Esto constituye un asalto generalizado a territorios de pueblos y comunidades indígenas y campesinas en el Sur global, poniendo en riesgo sus culturas y vida. Es ésta la razón por la cual hoy las mayores expresiones de resistencia a la lógica expansiva del capitalismo ocurren en dichos territorios. No se trata, sin embargo, de conflictos que puedan ser entendidos como luchas parciales de estos pueblos. En estas confrontaciones está en juego si se logra, o no, detener el asalto final a los bienes comunes de la Tierra. Del resultado de éstas depende el futuro de la vida tal como la conocemos.

Por otro lado, es importante destacar que lo que está en juego no es sólo el calentamiento atmosférico, tal como esto ha sido definido en los debates camino al Protocolo de Kyoto y a las negociaciones de Copenhague y Cancún. No queda duda de que se trata de un asunto extraordinariamente importante y que en ello se juega el futuro de la vida. Pero este acotamiento, al reducir el debate sobre el patrón civilizatorio exclusivamente a la elevación de la temperatura atmosférica, abre el camino para considerar que es posible una solución tecnológica.

Dado que dicha elevación de temperatura es consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero, de lo que se trataría es, en lo fundamental, de cambiar el patrón de producción y consumo de energía. Bajo esta idea, se afirma que es necesario darle incentivos adecuados a las empresas y corporaciones a fin de que pongan los recursos necesarios para la creación de las nuevas tecnologías requeridas.

Esto está sustentado en una fe ciega —y absolutamente infundada— en que con el mismo patrón tecnológico que nos ha conducido a esta crisis será posible encontrar las soluciones para salir de ésta. Se supone que si no se encuentran en este momento estas «soluciones» (technological fixes), las conseguiremos en el futuro y que para ello necesitamos crear condiciones para que «el mercado» reciba las señales requeridas y estas innovaciones seas rentables para las corporaciones.

Hemos llegado a esta situación límite precisamente como resultado de esta lógica productiva y tecnológica del crecimiento sin fin de la sociedad capitalista. Es profundamente irresponsable argumentar que esa misma tecnología y ese mismo mercado, guiados por la búsqueda de la maximización de la ganancia, van a tener capacidad de responder a la presente crisis.

RH: Llama la atención que en el debate público no exista una conciencia de la gravedad —incluso en el debate del cambio climático— sobre este asunto. Menos en Europa, donde se cree que «igual vamos a encontrar una solución»; ¿cómo ves esta respuesta? ¿Y de qué forma crees que las instituciones multilaterales, los gobiernos más poderosos del mundo y las grandes empresas están anticipando este nuevo escenario?

EL: Me parece que predomina la política del avestruz, es decir, la política que en lo fundamental ignora el problema a pesar de los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, entre muchos otros. Los diagnósticos sobre lo que está ocurriendo y lo que va seguir ocurriendo no sólo aparecen en algunos artículos científicos de alguna revista especializada; son crecientemente palpables día a día para proporciones crecientes de los habitantes del planeta.

El año 2010 ha sido particularmente catastrófico desde el punto de vista ambiental. Culminando el año, se estima que ha sido el más caluroso en milenios, mientras que el invierno europeo ha sido el más frío en décadas. La elevación de la temperatura produjo devastadores incendios de bosques en Rusia, y una sequía que condujo al gobierno a decidir suspender la exportación de trigo, siendo este país es el tercer exportador de trigo del mundo. El hecho de que Rusia deje de exportar trigo puede afectar significativamente al mercado mundial de productos alimentarios y producir una nueva elevación de precios.

Como resultado del calentamiento global se desprendió en Groenlandia un bloque de hielo cinco o seis veces más grande que la isla de Manhattan. Unas 20 millones de personas fueron afectadas severamente por las inundaciones en Pakistán. En Venezuela en un mismo año se han producido la sequía más severa de los últimos 40 años y las precipitaciones más abundantes de que se tenga registro. Se pasó así de una severa crisis eléctrica a inundaciones que han afectado a por lo menos 150 mil personas, destruyendo cultivos, viviendas e infraestructura a través del país.

Estos sucesos no son ni ciencia ficción ni acontecimientos que podrían pasar en el futuro. Son transformaciones profundas que están ocurriendo ante nuestros ojos, las vemos en la televisión, en los titulares de la prensa internacional. Y sin embargo, el asalto sistemático a la vida no da señales de frenarse. La expansión de las fronteras de acceso a bienes energéticos que ignora los riesgos llevó a lo que ha sido considerado como el desastre ambiental más grave ocurrido en la historia de los Estados Unidos: el derrame petrolero de la BP en el Golfo de México.

Los diagnósticos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático tienen un sesgo de cautela conservadora. Luego de que los equipos científicos multinacionales y multi-disciplinarios sistematizan un estado del arte recogiendo los estudios publicados por todas las principales revistas y todos los principales institutos científicos que trabajan sobre temas relacionados en todo el mundo, estos diagnósticos pasan por el filtro político de negociaciones intergubernamentales…

¿Podremos sobrevivir a la crisis terminal del capitalismo?

RH: Y por lo tanto, personas como tú, Aníbal Quijano, entre otros, hablan de crisis civilizatoria, que nos hace pensar que esto tiene mucho que ver con el conocimiento y las teorías que se vienen produciendo en el planeta, ¿cuál es esta relación entre el conocimiento y la situación a la cual hemos llegado?

EL: Para responder a la pregunta podemos hacer una especie de arqueología de saberes sobre cómo se fueron dando pasos en la dirección y constitución de la ciencia moderna. Yo creo que este patrón, hoy hegemónico, de la cultura occidental, científica, tecnológica, tecnocrática, capitalista, colonial y moderna —con todas las caracterizaciones que se le pueda dar— es el resultado de un proceso histórico que viene de muy atrás, y que no forma parte en modo alguno de un desarrollo inexorable de las leyes de la historia, o de un guión inevitable del devenir humano.

No es simplemente una cultura «superior» o más «avanzada». Este patrón hegemónico es el resultado de decisiones humanas que se fueron tomando en contextos donde imperaban determinadas correlaciones de fuerzas, unos intereses económicos específicos, al interior de determinados imaginarios y patrones culturales. En diferentes coyunturas se fueron marginando, invisibilizando o cerrando otras opciones y direcciones históricas. El resultado de estas sucesivas exclusiones, de estas sucesivas amputaciones y empobrecimientos de la rica experiencia humana lo tenemos ante nuestros ojos.

Un imaginario fundante de la llamada cultura occidental aparece en el mito de creación del judeo-cristianismo. En el texto del Génesis, y las interpretaciones que han sido hegemónicas durante ya más de dos mil años, hay una clara división entre lo divino, la «naturaleza», y los seres humanos[1].

Este mito fundacional, en relación a la ubicación del ser humano en el conjunto de las redes de la vida, es muy diferente a los de la mayoría de las otras culturas y pueblos del planeta. Es muy importante profundizar en este aspecto porque es parte de los sentidos comunes que esta tradición judeo-cristiana, gracias a la larga historia colonial-imperial de los últimos siglos, se ha prácticamente universalizado. La ciencia moderna se ha montado sobre este mito que separa a lo divino, la «naturaleza» y los seres humanos.

La palabra objetivo nos es tan familiar que hemos perdido la capacidad de reconocer que, en realidad, está afirmando algo de una extraordinaria radicalidad. Un conocimiento objetivo quiere decir literalmente que es un conocimiento que no depende del sujeto, que hace abstracción del cuerpo, del sexo, del color de piel, de la experiencia histórica, de la memoria, del contexto geográfico, de toda especificidad cultural. Hace abstracción de todo y depende sólo de una razón independiente que —arrogantemente— cree ser universal.

Esta razón «universal» se ha transformado en razón instrumental que impone la prioridad absoluta del… control, el dominio y el progreso sobre todo otro valor humano. Esa pretensión postula un sujeto de conocimiento que convierte a todo lo demás en objeto, en exterioridad, y al hacerlo, lo convierte en cosa. No sólo construye como cosa a la llamada «naturaleza» sino al cuerpo mismo. Es éste el fundamento político/epistemológico de la construcción de la inferioridad de los otros, de los excluidos, sean mujeres, pobres, negros, no-europeos, sean los que hablan esas lenguas «raras» que no son las de la modernidad europea occidental. Esta razón —con sus construcciones de objetividad y universalidad— define a esos múltiples otros y otras como objetos.

Las negociaciones internacionales de cambio climático, en su agenda y en sus mecanismos de toma de decisiones, están controladas por agentes (gobiernos del Norte, transnacionales y comunidad científica) que comparten los supuestos básico del patrón civilizatorio que ha conducido a la crisis más severa que jamás ha conocido la humanidad. Están dispuestos a discutir todo menos esos supuestos. Las otras voces, las otras visiones de mundo son sistemáticamente excluidas. Es por ello que hay pocos motivos para ser optimistas en relación a estas negociaciones. Son las únicas existentes, las únicas en las cuales se podrían tomar decisiones capaces de alterar esta dinámica destructiva. Es esa la razón por la cual los movimientos sociales de todo el mundo (Justicia Climática Ahora, Vía Campesina, articulaciones de pueblos indígenas de todo el mundo, etc.) dedican tanta energía, tanto esfuerzo a intentar incidir sobre ellas. No es porque crean que se trate de procesos democráticos abiertos a la participación y las posturas de los otros. No sorprende, por lo tanto, que en Copenhague no se llegara a acuerdo alguno.

No sorprende que en Cancún hubiese mucha retórica, pero poco en términos de acuerdos concretos. No se establecieron compromisos obligantes de ningún tipo en relación a la reducción de gases de efecto invernadero, no se abordó el tema de los derechos de propiedad intelectual, condición sin la cual es poco lo que pueda esperarse de los llamados a la transferencia tecnológica. Incluso el único acuerdo que, a pesar de su poca eficacia, efectivamente compromete a los países industrializados del Norte geopolítico a reducir sus emisiones, el Protocolo de Kyoto, probablemente no será renovado con lo cual sólo estaría vigente hasta el año 2012.

No forman parte de estas negociaciones los debates propiamente civilizatorios. No se tomaron en cuenta en Cancún los resultados de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizada en Cochabamba en abril del 2010. La defensa de éstos hecha por Pablo Solón a nombre de Bolivia terminó siendo una postura solitaria que no fue acompañada ni siquiera por los representantes de los países del ALBA que pocas semanas antes habían ratificado su acuerdo con la posición de Bolivia.

Obviamente, nada de esto debe sorprendernos. Cuando ponemos en cuestión las nociones hegemónicas de riqueza, cuando se cuestionan las ideas del desarrollo y el progreso, cuando hablamos de Sumak Kawsay y Suma Qamaña, se están cuestionando los fundamentos del actual patrón civilizatorio dominante.

No sólo los intereses económicos corporativos y la geopolítica global, sino igualmente los imaginarios y subjetividades instalados en una elevada proporción de la humanidad como consecuencia de cinco siglos de modernidad-colonial-capitalista. Dadas las relaciones de poder extraordinariamente desiguales hoy existentes, los sectores privilegiados del planeta no están dispuestos a alterar sus patrones de vida. Se trata de un esfuerzo inútil: por más que acumulen bienes materiales, sus hijos y nietos no los podrán disfrutar porque es poco probable que sobrevivan al colapso ecológico.

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Este sigue siendo el sentido común de la ciencia moderna, la epistemología implícita de la práctica de la «ciencia normal», a pesar de las extraordinarias revoluciones epistemológicas que ya hace más de un siglo provocaron la teoría de la relatividad y el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica. La práctica cotidiana de la ciencia no parece haberse enterado.

Cuando en las universidades del mundo entran estudiantes a escuelas de química, física o a las diferentes ramas de la ingeniería, de la tecnología, etc., llegan directamente a estudiar «la verdad». No hay una reflexión epistemológica de que están estudiando un conocimiento basado en unos supuestos históricos particulares, conocimiento guiado por unos valores y objetivos particulares: prever, controlar, someter, transformar, utilizar.

Esta ausencia total de conciencia epistemológica sobre el patrón de conocimiento que se está asumiendo hace posible que unos sentidos comunes particulares se consoliden y se establezcan como verdaderos, objetivos, universales y por lo tanto «científicos». Este mecanicismo (relaciones unívocas, un gen = un rasgo) está en la base de las extraordinariamente irresponsables manipulaciones de la ingeniería genética.

Todo esto (separación de razón y cuerpo, de razón y naturaleza; así como las nociones baconianas de la relación entre saber y poder, y la concepción de la «naturaleza» como exterioridad a ser dominada en función del bienestar material humano, de la naturaleza como muerta y radicalmente diferente a lo humano), no se refiere sólo a la historia de la ciencia —a su pasado—, tiene una contemporaneidad extraordinaria.

Lo anteriormente dicho se muestra, por ejemplo, en el debate sobre la evolución y el creacionismo en la derecha estadounidense. El rechazo radical a la teoría darwiniana de la evolución expresa la negación a aceptar algún tipo de continuidad y relación de parentesco entre el resto del llamado reino animal y los seres humanos. Estos hechos expresan que la concepción radicalmente antropocéntrica del ser humano como centro, razón de ser de la vida, es un sentido común que, no sólo está todavía presente, sino que opera como un potente recurso político conservador.

Estos supuestos, estas formas de conocer, han alimentado y han sido a su vez potenciados por la acumulación del capital. Esta lógica pretende no sólo que es posible el crecimiento sin límites en un planeta limitado, sino que exige que ese proceso no se detenga porque ello puede conducir al colapso. En este sentido el capitalismo es como una bicicleta que se tiene que seguir pedaleando sin detenerse en ningún momento. Estamos hoy en una situación de locura colectiva. A pesar de todas las advertencias, seguimos pedaleando sonámbulamente hacia el precipicio.

Igualmente creo que es fundamental lo que aparece con extraordinaria claridad en la obra de Bacon. Me detengo un momento para decir que hay que tener cuidado cuando le atribuimos excesiva influencia a un determinado autor. Cada autor opera en un contexto histórico/cultural particular en el que es posible afirmar unas cosas que en su época encuentran o no sentido. Cuando Enrique Dussel dice: primero viene el yo conquisto del colonizador ibérico y después el yo pienso de Descartes, está afirmando que el pensamiento corresponde a un momento histórico, a un lugar de enunciación particular.

Desde el poder creciente que da la conquista y la colonización se busca el dominio, el control global. Desde este particular lugar de enunciación se pretende hablar por (y sobre) el resto del planeta. Esto no es sólo un asunto epistemológico, es fundante, constitutivo, de las relaciones de poder del sistema mundo colonial moderno.

En ese sentido, la obra de Bacon es un lúcido mandato moderno. Su obra proclama una clara relación entre el saber y el poder. Afirma que el ser humano es impotente ante las fuerzas de la naturaleza, a menos que desarrolle un conocimiento de sus regularidades para someterla. Se formula así el para qué del saber de la ciencia moderna: el sometimiento de la «naturaleza» para lograr el bienestar material de los seres humanos.

Historiadoras feministas críticas de historia la ciencia, como Carolyn Merchant argumentan que la imagen de la tortura, utilizada por Bacon como vía para sacarle los secretos a la naturaleza, viene directamente de la persecución a las brujas y a las mujeres a quienes se torturaba para sacarles sus diabólicos secretos.

La concepción que está detrás es claramente una declaración de guerra de los hombres a la «naturaleza» (incluido el cuerpo femenino como lugar de la tentación). En su Nueva Atlántida hay una descripción de una utópica sociedad tecnocrática en cuyo centro –la casa de Salomón– sólo están los sabios capaces de organizar la vida colectiva sobre la base de la ciencia y la verdad. Aquí Bacon prefigura el pensamiento positivista y tecnocrático moderno.

Otra dimensión muy importante —como lo ha señalado la epistemología crítica feminista— es lo que puede ser caracterizado como la muerte de la naturaleza en la ciencia moderna. Esto es, el reemplazo de una metáfora organicista (vitalista) de la naturaleza, por una que la entiende como mecanismo compuesto por partes simples que, al ser desmontadas, descompuestas, separadas, pueden ser conocidas. Esta imagen es extraordinariamente potente. Conduce al desencantamiento de la naturaleza, al convertirla en una cosa, en un artefacto. Al entender la «naturaleza» como cosa, como un reloj que se puede desmontar (y volver a armar) para entender cómo funciona, se pierde toda noción de totalidad, de complejidad.

¿Podremos sobrevivir a la crisis terminal del capitalismo?

lidades mayores con las cuales cuenta la humanidad para resistir y detener esta máquina de destrucción llamada capitalismo.

Entonces, creo que el reto del pensamiento crítico y del trabajo por venir no es la elaboración auto-contenida y de diálogo entre intelectuales, sino precisamente el reconocer y participar de esta pluralidad de ámbitos de resistencia que opera en tantos lugares. Es posible contribuir a ello con aportes teóricos, con conceptos y categorías, pero fundamentalmente por la vía del reconocimiento del otro, y la potenciación del diálogo de esta pluralidad de saberes y creaciones políticas que están dándose más allá de que lo digan o no los intelectuales. Sólo asumiendo la crisis terminal de las pretensiones del monopolio epistemológico de la academia, de la ciencia, de la universidad, será posible contribuir a estos procesos.

RH: Uno de los proyectos de teoría crítica más interesantes en las últimas décadas ha sido el de la descolonialidad/modernidad. Hace un par de años Arturo Escobar planteó tres desafíos importantes a esta teoría: uno tenía que ver con los imaginarios económicos alternativos, otro con la relación humano/naturaleza y un tercero con el control del cuerpo, la sexualidad, los temas de género. En ese sentido ¿qué avances ves en el proyecto? ¿Este planteamiento ha ayudado a provocar una discusión con buenos resultados?

EL: Me parece que en las áreas del feminismo, el cuerpo y el género hay diálogos crecientes y enriquecedores. Por ejemplo, los aportes críticos feministas a lo no-presente o a lo no suficientemente elaborado en las propuestas o agenda teórico/política de la modernidad/colonialidad. Hay reflexiones importantes en las formulaciones críticas al desarrollo o a las implicaciones de la forma colonial-moderna de entender la «naturaleza». Hay enriquecimientos extraordinarios en los diálogos actuales con pueblos y comunidades indígenas y campesinas en el continente. No digo que esté resuelto, nunca podrá estarlo, pero creo que hay ricos debates en marcha.

Mucho más me preocupan las limitaciones existentes en el ámbito de alternativas en términos de la producción. Los proyectos políticos de Bolivia y Ecuador, que han incluido nociones como el buen vivir y los derechos de la naturaleza en sus constituciones o leyes, representan el potencial de rupturas decolonizadoras radicales.

Desde el punto de vista epistemológico, el pensar en la naturaleza como sujeto de derecho es para el pensamiento constitucional moderno simplemente una aberración, algo que carece de sentido. Se trataría de los derechos de un no-sujeto. Desde esas perspectivas resultan igualmente problemáticas la plurinacionalidad y pluriculturalidad. Sin embargo, estas nociones ya forman parte de los nuevos textos constitucionales.

Los retos, que han resultado extraordinariamente complejos, consisten hoy en convertir estos programas constitucionales (que a su vez están atravesados por tensiones y contradicciones), en procesos efectivos de cambio. Nuestras herramientas teóricas y conceptuales, y las subjetividades/intersubjetividades de amplios sectores de las poblaciones de estos países continúan en buena medida ancladas en la realidad colonial-liberal que se busca alterar.

RH: ¿En esa situación, cómo ves el papel de la teoría crítica de los investigadores y de los proyectos de conocimiento crítico? ¿Cuáles son los caminos y las tareas que tienen en este escenario?

EL: Una primera tarea fundamental es la desnaturalización de todo lo que las ideologías hegemónicas han convertido en «natural». Esto exige contextualizar e historizar los procesos que nos han llevado a la situación actual. Por ejemplo, la radicalización neoliberal que ha argumentado el fin de la historia y el TINA (There is no alternative) de la Thatcher.

Es indispensable cuestionar todo lo que contribuya a legitimar/sustentar los relatos dominantes de la historia universal, de la modernidad, del progreso, del desarrollo. Estos patrones forman parte potente y eficazmente de una construcción de hegemonía cultural y de sentidos comunes en sectores amplios de las sociedades contemporáneas. Esto exige desnaturalizar, relativizar, contextualizar, historizar los patrones de conocimiento que pretenden ser universales, pero que no son sino una opción histórica particular, en determinados tiempos y resultado de determinados intereses.

Otra dimensión absolutamente fundamental, y que tiene ver con lo anteriormente explicado, es que ante el reconocimiento actual de los límites de la lógica de la acumulación capitalista, han resurgido opciones/alternativas que habían sido negadas, aplastadas y silenciadas por el patrón hegemónico capitalista. Estas opciones están resistiendo/confrontando los patrones de conocimiento y los patrones productivos dominantes —en forma simultánea— desde muchos lugares: desde la crítica feminista, y ecofeminista, desde múltiples cuestionamientos al mecanicismo al interior de las propias comunidades científicas. Son cruciales en este sentido los aportes desde la economía ecológica y la crítica a la economía, ese dogmático patrón de conocimiento que ignora la materialidad de todo proceso de creación de riqueza, y suma como creación de riqueza, la devastación de esa base material.

Pero, más importante aún es que hay en el planeta —a pesar de 500 años del dominio creciente del sistema mundo colonial moderno— otras memorias, historias, comunidades, pueblos, sujetos, experiencias que miran la vida desde otros lugares. Estas otras opciones culturales o civilizatorias, presentes en todo el mundo, tienen particular vigor hoy en América Latina. Esto lo podemos reconocer con mucha nitidez en las luchas de los pueblos y comunidades indígenas y campesinas, en las diferentes formas organizativas, modalidades de enunciación, en las diversas formas de entender el buen vivir.

Sus resistencias frente al extractivismo; a la contaminación de las aguas o al desplazamiento de la gente de sus tierras por grandes represas, etc., son con frecuencia cuestionamientos y resistencias desde otros lugares, otras epistemes, otras formas de entender la relación de los humanos con el resto de las redes de la vida. Hay aquí significados que el pensamiento moderno es incapaz de entender, porque simplemente las veía (y sigue viendo) como animismo, como expresión de atraso y obstáculo al progreso. Estos «obstáculos» constituyen hoy las potencia

RH: ¿Y si pensamos en un escenario medianamente más optimista? Hemos visto las dificultades, profundidades y la multiplicidad de las crisis; así como las dificultades de los gobiernos progresistas de romper con este modelo, pero también hay un nuevo movimiento de los movimientos, un momento que exige otros tipos de estrategia, ¿dónde ves pistas que puedan llevarnos a una transformación más profunda?

EL: Las pistas las veo, fundamentalmente, en los lugares donde se combina la prefiguración, recuperación, revitalización —ya decía, las diferentes formas en que se pueden nombrar otras formas de vivir— simultáneamente con actividades de militancia de movilización y organización de freno a la lógica del productivismo y el extractivismo, fenómeno global, pero que opera en ámbitos locales y territoriales.

Hoy en América Latina, sin duda alguna, los conflictos territoriales contra el extractivismo y la expansión de la agroindustria, se han constituido en los principales lugares de la conflictividad político-social. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en torno a la producción de soya.

La expansión de la frontera de la soya transgénica –que ya ocupa millones de hectáreas, incluida más de la mitad de las tierra agrícolas argentinas– tiene efectos severos en las condiciones de vida de las poblaciones afectadas: contaminación con glifosato, expropiación de tierras, desplazamiento de campesinos, sustitución de la producción de alimentos de autoconsumo por materia prima para la exportación, etc., etc. La resistencia no es desde un solo lugar. Por el contrario, a esta gran maquinaria de destrucción se le están metiendo múltiples trancas, una miríada de obstáculos. Una cuña por aquí, una por allá, una más allá. Estas múltiples resistencias locales, y de creciente articulación —en alianza con otros sectores de la sociedad— podrían efectivamente detener esta maquinaria.

Lamentablemente —regresando al pesimismo— es poco probable que todas estas reacciones de resistencia sean suficientemente eficaces en el tiempo limitado del cual disponemos. Aun cuando uno ve en la televisión lo que ocurrió en el Golfo de México, los bosques rusos en llamas y el desprendimiento glacial, la mayor parte de la población del planeta no ve esta situación como una amenaza vital a corto plazo.

Yo sospecho que va a llegar algún momento en que estos desastres ambientales llegarán a un punto en que ya no podrán seguir siendo ignorados. Ya no será posible que los gobiernos digan: «Vamos a reunirnos nuevamente dentro de uno dos años y veremos qué pasa». No veo qué vaya a ocurrir sin que antes se den devastaciones y sufrimientos en mayores escalas que las actuales.

Es extraordinario el control y la potencia de los medios de comunicación y la industria cultural en la producción de sentido común y de cultura, de la subjetividad, así como su capacidad de desviar la atención de los asuntos más críticos, más urgentes. Sin embargo, en la medida en que los efectos de estas transformaciones climáticas globales se hagan más y más visibles, más y más cotidianos, en que se hagan presentes en la vida de más y más gente, habrá mayores posibilidades de reconocimiento de los problemas, de acción y resistencia. Esperemos que para entonces ya no sea demasiado tarde…

En los actuales gobiernos de izquierda o «progresistas», más allá de las proclamas decolonizadoras, buena parte de las políticas públicas siguen montadas sobre las lógicas del Estado nacional y de la ciudadanía universal (homogénea), en las nociones de bienestar social correspondientes a la lógica de la modernidad colonial.

Esto no se puede abordar en forma maniquea simplemente como expresión de la traición de estos gobiernos. Además de la pesada inercia institucional de una maquinaria estatal que fue hecha precisamente para homogeneizar y colonizar a la sociedad, las demandas que las sociedades hacen a estos gobiernos sólo han cambiado parcialmente. Además de las demandas decolonizadoras y en defensa de la Madre Tierra, están igualmente sometidos a presiones de comunidades y movimientos sociales exigiendo carreteras, semillas, acceso a servicios de salud, educación.

Las pugnas entre desarrollismo extractivista por un lado, y las provenientes de las lógicas decolonizadoras por otro, no se manifiestan solamente en el Estado, atraviesan igualmente el conjunto de la sociedad, incluidos los sectores populares.

Las nociones del buen vivir representan una utopía de una parte de la sociedad. Otros (incluyendo —es importante reiterarlo— amplios sectores populares) no se sienten representados, contenidos en este proyecto de futuro. Las luchas decolonizadoras enfrentan así no sólo la oposición férrea de los grupos privilegiados de la sociedad (y sus aliados externos), sino igualmente el sentido común colonial de parte del campo popular.

Confrontamos así unos retos extraordinariamente complicados. Adicionalmente, dados los límites del planeta y la voracidad destructora del sistema mundo actual, no tenemos a nuestra disposición un tiempo infinito. Si son ciertas las tendencias a la destrucción, y los alarmantes diagnósticos sobre las crisis de la vida no son inventos, si éstos efectivamente caracterizan lo que está ocurriendo, no podemos darnos el lujo de dejar la resistencia a esta lógica depredadora para un futuro, por lo demás, incierto.

¿Cómo responder simultáneamente a las exigencias de la decolonización, de la igualdad, y a la vez ponerle freno a esta lógica suicida? ¿Cómo detener a muy corto plazo una maquinaria de destrucción —que es como un ferrocarril desbordado que tiene que ser detenido— y a la vez construir/recuperar tejidos sociales, sensibilidades e intersubjetividades de otras formas de vivir? ¿Cómo contribuir a prefigurar y fortalecer —en forma democrática— esas otras subjetividades, esas otras formas de producir, de vivir, de estar en la «naturaleza» en condiciones en que se nos agota el tiempo?

Si tuviésemos todo el tiempo del mundo podríamos optar por ir prefigurando un nuevo tejido social democrático compatible con la vida en los intersticios del orden capitalista, tal como ocurrió el largo proceso de transición de la sociedad feudal a la sociedad capitalista en Europa. El problema es que no contamos con el tiempo para ello. Si esa maquinaria desbocada no se detiene a corto plazo, simplemente no hay futuro.

(La entrevista fue realizada por Raphael Hoetmer en el marco del simposio internacional La Cuestión de la Des/Colonialidad y la Crisis Global, efectuado en la Universidad Ricardo Palma entre el 5 y 7 de agosto de 2010. Lander fue invitado al Encuentro de Saberes y Movimientos, pero no pudo asistir.)


[1] Esta no es, por supuesto, la única interpretación posible de los textos bíblicos. En las últimas décadas se han realizado notables aportes alternativos desde perspectivas teológicas críticas como las de Leonardo Boff y Frei Betto, que colocan a la vida como el fundamento de toda responsabilidad ética cuestionando en forma radical el dualismo humanos-resto de la vida.

Las ONG, y el nuevo Plan Cóndor para América Latina. Manuel Zelaya. 4 de julio de 2021

A partir de la década de los ochenta, con el advenimiento del modelo de explotación neoliberal, comenzaron a aparecer organizaciones que en teoría debían llenar un vacío que se producía naturalmente entre lo público y lo privado. Esas organizaciones no gubernamentales, que al principio aparecían como imparciales se fueron convirtiendo en esencia en agentes políticos auto proclamados como la sociedad civil, legitimando el impetuoso ascenso de la globalización y del mercado. Con la llegada de gobiernos de corte progresistas, vía elecciones en América Latina, caso Nicaragua triunfo electoral de mas del 70% de Daniel Ortega con la revolución sandinista, esas mismas organizaciones dirigieron su actividad al control estratégico y político de la sociedad, a, lo que, eufemísticamente, en los Estados Unidos, llaman “Cambio de Régimen”.

La estructura funcional desde la cima, sea Estados Unidos o Europa ubica a unas pocas y opulentas fundaciones a alimentar toda la maquinaria de ONG. Las más destacadas suministran más o menos el 80% de todos los fondos que manejan estas organizaciones en todo el mundo. La mayoría, de los casos las fundaciones matrices no tiene relación directa con los destinatarios que funcionan como operadores locales de los fondos. Para esa función existe una red constituida por agencias de cooperación internacional como la USAID, NDI, NED, el IRI y otra serie de organismos de gobiernos occidentales que financian acciones de intervención, sobre todo destinadas, presuntamente, a la “reducción de la pobreza”, el fortalecimiento de los “valores democráticos”, la gobernanza, los “derechos humanos”, transparencia, Justicia, y manejo de las finanzas públicas.

De la red mencionada de ONGs, se deslindan cientos de organismos que saturan la vida política de la sociedad, creando una especie de Estado paralelo, impulsado por grandes medios de comunicación y redes, que artificialmente se convierten en protagonistas que intentar socavar los avances de gobiernos progresistas, o evitar el ascenso al poder político de proyectos políticos de izquierda, que reivindican la participación de la sociedad y del Estado contra el engaño del mercado

Esta inmensa red de tentáculos de los poderes facticos se encargan de promover una agenda oculta y específica que define la orientación que se le quiere dar a la opinión pública. En Nicaragua promueven descaradamente las políticas que el hegemon requiere. Así, no es extraño que en Honduras abiertamente en el 2009, apoyaron activamente el golpe de Estado, siempre bajo el discurso anti comunista de defensa de la democracia.

Con grandes cantidades de recursos estas organizaciones se dedican a decirle al Estado que es lo que tiene que hacer hasta convertirse en agentes de deslegitimación de la política, y contra de los movimientos socialistas de liberación a pesar de que su funcionamiento es, en sentido estricto, de carácter político.

Su otra función, igualmente perversa, está dedicada a desestabilizar todo gobierno popular en Latino América que no acceden a someterse a los dictados o los intereses geoestratégicos de los halcones dé Washington. En esta tarea, alimentan redes de supuesto descontento que se dedican a la construcción de imagen negativa de líderes gastando importantes cantidades de recursos en su cometido.

Este sistema bien articulado del Smart Power desde primera década del siglo XXI se hicieron especialistas en promover y organizar “revoluciones de colores” que no son otra cosa que protestas populares controladas dirigidas a un cambio de régimen para imponer una administración dócil al servicio de los intereses de las trasnacionales. Significativa es la participación de la Fundación FORD y en forma específica de George Soros, que acumuló experiencia en los países del este europeo tras la caída del bloque soviético, y fue clave en las conocidas “primaveras árabes” que terminaron por fortalecer la existencia de grupos extremistas como el Estado Islámico en todo el oriente medio y el norte de África.

En América Latina, la actividad de estás organizaciones se produce desde México, dónde adversan al gobierno de la cuarta transformación, hasta la Argentina, dónde son parte del minucioso trabajo de descredito contra la administración peronista. Su ataque central de los últimos tiempos ha ido dirigido hacia los países del ALBA, fundamentalmente Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Cuba

En estos países han llegado a organizar levantamientos violentos, que han costado la vida de muchas personas inocentes. El caso de Cuba es especial, pues las condiciones existentes del bloqueo no les permiten el flujo de recursos que si utilizan en los otros países mencionados. Por otra parte, Venezuela y Bolivia han ido eliminando el funcionamiento de estás ONG en sus territorios, que usualmente usan la fachada de organizaciones de carácter humanitario.

En Nicaragua, actualmente, agredida, se vive una situación similar a la previa los violentos disturbios que organizaron para el 2018, dirigidos por la oposición política que sin ninguna capacidad orgánica sirvió de entrada a muchos recursos externos destinados a crear la sensación de la inminente caída del gobierno democrático. Esta vez, el nuevo plan cóndor electoral de los EEUU ha sido anticipado, especialmente por la cantidad de recursos destinados a boicotear el proceso electoral de Nicaragua de noviembre próximo.

Sus esfuerzos en Nicaragua se dirigen a levantar el perfil político de la oposición, y su misión es evitar una nueva victoria popular, del sandinismo. Con este propósito inducen la agenda mediática, que por su naturaleza genuflexa les permite pasar de grandes defensores de los procesos electorales hoy a abanderados de la suspensión de una elección si el resultado de la misma no favorece sus intereses.

La Internacional Anti imperialista de los Pueblos repulsa la evidente agresión conservadora gestada desde Washington contra el pueblo de Nicaragua y se solidariza con la Revolución Sandinista, conducida por el Comandante Daniel Ortega.

Des/colonialidad del poder, crisis de la civilización occidental capitalista & movimientos antisistémicos. Agustín Lao Montes.2010

A contracorriente de las promesas de pronta recuperación que escuchamos cotidianamente de presidentes como García en Perú y Obama en los EE UU, las imágenes cotidianas y mass-mediáticas de millones de personas desempleadas, desterradas, familias sin hogar, hambrunas y epidemias masivas, violencias múltiples (de corte étnico-racial, religioso, sexual, doméstico, geopolítico) y guerras continuas, expresan una condición de malestar profundo que caracterizamos como crisis.

Los síntomas de crisis global se componen con huelgas generales en Francia, Grecia y Martinica, despidos masivos en Puerto Rico, 20 millones de desamparados en Afganistán y casi un país entero en la calle en Haití como productos combinados de desastres alegadamente naturales con intervención imperial.

Vivimos una situación de caos estructural en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista que nos afecta seriamente a tod@s, y por eso es imperativo analizar dicha crisis sistémica, identificar sus dimensiones y entender sus dinámicas, pero también vislumbrar qué posibilidades de cambio ofrece para potenciar las posibilidades emancipatorias de esta coyuntura histórico-mundial.

Colonialidad del poder y modernidad capitalista

Para entender la crisis actual a profundidad es necesario un marco analítico claro, complejo y flexible, que nos permita ahondar en sus raíces de fondo, a la vez que nos facilite la posibilidad de indagar en sus matices y contradicciones. Aquí haremos un análisis breve de lo que denominamos crisis de la civilización occidental capitalista a partir de la analítica de la colonialidad del poder, perspectiva teórico-política cuyo autor inicial es el intelectual peruano Aníbal Quijano.

¿Qué entendemos por colonialidad del poder? Quijano la define como «un patrón de poder», es decir un entramado de relaciones que articula de manera compleja y desigual una multiplicidad de formas de dominación, explotación y conflicto en relación con la organización y apropiación de seis ámbitos fundamentales de la vida social: autoridad, comunicación, naturaleza, sexo, subjetividad y trabajo.

Dichos elementos están entrelazados a la vez que representan dimensiones particulares del espacio y proceso social. Otra estrategia de representación conceptual de la colonialidad del poder es como entrelace de cuatro regímenes modernos/coloniales de dominación, explotación y conflicto: capitalismo, racismo, imperialismo y patriarcado.

El patrón de poder moderno/colonial debe entenderse como un proceso histórico-mundial que nace junto con la modernidad capitalista y que caracteriza fundamentalmente el proceso de globalización que surge en el largo siglo XVI en el contexto de la conquista de las Américas, el comercio esclavista trans-Atlántico y la institucionalización del sistema de plantaciones, la emergencia de imperios europeos modernos, y eventualmente un orden geopolítico basado en un sistema de naciones-estado, y la emergencia de la ideología de Occidente como marco discursivo para darle sentido a las nuevas formas de dominación tanto religiosas y lingüísticas como culturales y epistémicas, lo cual implicó la emergencia de nuevos modos de identificación y de intersubjetividad.

Es en esta coyuntura histórico-mundial del largo siglo XVI cuando emerge el capitalismo centrado en el Atlántico, junto a las invenciones simultáneas de las Américas, África y Europa en cuanto categorías geohistóricas continentales y regionales. Asimismo se crean las formas de clasificación y estratificación racial, que conjugadas con las nuevos modos de explotación del trabajo subyugados a las dinámicas de acumulación de capital en el naciente mercado mundial, y con la redefinición del poder patriarcal, originan el patrón de colonialidad del poder que continúa primando mundialmente hasta hoy.

Denominamos las formas modernas de la dominación usando el sustantivo «colonialidad» para significar y acentuar no solo su origen colonial pero sobre todo la continuidad de estas jerarquías de poder y formas de desigualdad (económicas, geopolíticas, epistémicas, étnicas, sexuales, etc.) en el largo plazo de la historia de la modernidad capitalista.

Entendemos el poder no solo como dominación o como poder sobre, sino también como poder para y poder como capacidad e impulso vital humano, tomando la definición de Enrique Dussel de su filosofía política de la liberación.

Crisis recurrentes y crecientes del capitalismo histórico

Los procesos político-económicos del patrón del poder, que en este aspecto denominamos capitalismo histórico, han sido azotados por crisis globales al menos desde la primera globalización propiamente dicha en el siglo XIX. En el estricto sentido económico son crisis de rentabilidad del capital (o sea de ganancias), lo cual implica disminución en los niveles de inversión acompañados por crecimiento del capital financiero, destrucciones masivas de capital, desempleo masivo, marginalidad y hambre para las masas trabajadoras, los sectores populares y los campesinados. Pero estas crisis globales del capitalismo no son provocadas simplemente por las contradicciones económicas del capital; son también producto de conflictos políticos como competencias entre imperios por hegemonía y control como fueron los conflictos entre potencias occidentales que llamamos Primera y Segunda Guerra Mundial.

Estas coyunturas de crisis también han servido y sirven de marco histórico-mundial para la emergencia de movimientos antisistémicos que a su vez catalizan las crisis. Para entender la crisis actual es necesario destacar dos atributos generales de las crisis recurrentes del capitalismo histórico; por un lado, su carácter cíclico y por otro lado el que su magnitud y profundidad es cada vez mayor. Si partimos de mediados del siglo XIX podemos identificar crisis cíclicas desde la crisis de 1870, la depresión de la década de treinta, y la crisis presente que emergió en los setenta.

Pero además de ser recurrentes, dichas crisis son cada vez mayores tanto en su escala espacial y profundidad de efectos, como en las áreas de la vida social que afectan. A este carácter creciente de las crisis del capitalismo histórico lo caracterizamos como una «tendencia secular» a ser cada vez mayor y por ende a desafiar la capacidad del sistema-mundo moderno/colonial capitalista de recuperarse y reestructurarse.

A propósito de esto hay dos elementos conexos fundamentales para entender la crisis actual. La combinación de una nueva revolución tecnológica, que implica mayor productividad del trabajo y por ende menos necesidad de trabajo vivo, con menores ganancias en el capital productivo (lo que conlleva una búsqueda de menores costos), han implicado por un lado la conversión del capital financiero y de la especulación en fenómenos dominantes y estructurales, y por otro, desempleo estructural, precarización e informalización del trabajo, y resurgimiento de servidumbres y esclavitud para la sobre-explotación del trabajo.

A esto añadimos que la globalización plena del capital ha agotado la búsqueda de nuevos mercados como solución parcial, lo que ha tenido como consecuencia una ofensiva feroz de promover «acumulación por desposesión» de tierras y recursos naturales que explican las ofensivas de recolonización del nuevo capitalismo extractivista.

Raíces y temporalidad de la crisis reciente

Hay diferentes modos de entender y explicar la crisis presente. La narrativa dominante en los medios de comunicación masiva, los centros de poder político y económico, y en el mundo académico, es verla como una crisis financiera de corto plazo, y en cada país, que se puede solucionar relativamente rápido a partir de mega-inyecciones de fondos de parte del Estado con el fin de restablecer las condiciones de rentabilidad del capital y por ende la salud de la economía en general.

En contraste, los análisis marxistas y radicales de la crisis actual la entienden como un problema fundamental, de larga duración, y de carácter global, pero aun tendiendo a enfocarse en lo económico. Aun si solo se ve la crisis en su dimensión económica, su temporalidad es mucho mayor que la debacle financiera y de bienes raíces de los Estados Unidos en el 2008. Tampoco es así con crisis similares como las que ocurrieron en México en los ochenta, en Asia del Este en los noventa y Argentina en el 2001.

Caracterizamos su aspecto económico como una crisis de acumulación de capital a escala mundial que comenzó a principios de los setenta, cuyos síntomas más patentes fueron la subida de los precios del petróleo en 1973, el déficit fiscal del Estado imperial estadounidense a partir de la guerra de Viet-Nam, y la combinación sin precedentes de inflación y estancamiento que se llamó stagflation.

Ese momento marcó una tendencia que persiste con sus altas y bajas hasta hoy de disminución de la tasa de ganancias, desempleo estructural, reducción de salarios reales, empobrecimiento creciente y masificación de la marginalidad social. Los procesos de globalización que denominamos como neoliberalismo son en gran medida estrategias de reestructuración de las condiciones de rentabilidad del capital a través de la elaboración de un nuevo paradigma de desarrollo capitalista basado en una revitalización y redefinición de las doctrinas del liberalismo económico que imperaron a finales del siglo XIX, la era del imperialismo de libre comercio bajo hegemonía británica.

En realidad, el keynesianismo que imperó desde la crisis mundial anterior, cuyos referentes principales fueron la gran depresión de los años treinta y dos grandes guerras entre las potencias del centro capitalista, no fue norma sino excepción en el modus operandi del capitalismo histórico.

Es decir, el Estado interventor a favor del desarrollo económico (en America Latina el Estado desarrollista y populista), el Estado benefactor en aras de empleo pleno y consumo colectivo (sobre todo en los países del centro) fue producto tanto de estrategias para lidiar con la crisis económica, como de las luchas históricas de los ciudadanos y sobre todo de las clases subalternas demandando extensión del sufragio a través de derechos sociales y políticos.

Por ende, es también necesario entender las crisis en relación con las luchas y acciones colectivas que denominamos movimientos antisistémicos para significar olas de luchas que tienen no necesariamente la vocación sino efectos de desafiar y transformar el patrón de poder.

La ola de movimientos sociales, que comenzó a mediados de los cincuenta (tres de cuyos referentes clave fueron la Conferencia de Países No-Alineados en Bandung, Indonesia, el movimientos de liberación negra en los Estados Unidos y la revolución cubana) y que culminó hacia el final de los setenta, cuya cúspide fue 1968 (con la ofensiva de Tet en Viet-Nam, la huelga general en Francia y el escalamiento de los movimientos anti-guerra de estudiantes y minorías raciales y sexuales en los Estados Unidos), fueron detonantes fundamentales de lo que catalogamos como crisis sistémica.

La emergencia de la doctrina y las políticas neoliberales a finales de la década de los 70 (dos marcadores fueron las políticas económicas de los «Chicago Boys» en el Chile de la dictadura de Pinochet y la crisis fiscal de la ciudad de Nueva York), marcó una nueva era que contrarrestó parcialmente la crisis tanto económica como política: abriendo mercados, facilitando mayor explotación del trabajo, redefiniendo el rol del Estado, y articulando nuevos proyectos ideológicos imperiales para Occidente y el capital global.

Esto implicó la constitución de lo que Aníbal Quijano denomina bloque imperial global, para significar el accionar conjunto de instituciones del capital global como el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio con los Estados metropolitanos y las corporaciones transnacionales, que presidieron un proceso de intensificación de la globalización del capitalismo con vocación de colonizar, mercantilizar y privatizar todas las áreas de la vida incluyendo los espacios públicos, la producción intelectual, los recursos naturales básicos y la corporalidad humana.

Este modelo de globalización que buscó agresivamente desmantelar el gasto estatal en bienes sociales, aminorar el nivel de salarios, abrir mercados sin fronteras para inversiones y productos del gran capital, y crear ganancias para el capital a cualquier costo, confrontó desafíos múltiples y luchas plurales desde sus inicios que han venido madurando en varias direcciones.

El capitalismo neoliberal ha sido confrontado por movimientos y movilizaciones a través del mundo, desde rebeliones populares espontáneas como el Caracazo en 1989 y nuevas luchas armadas como el levantamiento zapatista de 1994 (que conscientemente coincidió con la firma del tratado de libre comercio de América del Norte-NAFTA), hasta movimientos sociales de desocupados (como los Piqueteros en Argentina), campesinos (como los Sin Tierra en Brasil) y de la nueva clase obrera (como Conserjes por la Justicia de Trabajadores Inmigrantes Latinos en Los Ángeles, California).

Nuestra interpretación de las crisis cíclicas de la modernidad capitalista, y de la que encaramos ahora, trasciende los instrumentos de análisis de la economía política. Como bien arguye Fernando Martínez Heredia, hay que superar el economicismo y «colocar la crítica revolucionaria en el plano de la totalidad del sistema». En este sentido postulamos una crisis multifacética y polivalente.

Crisis global del patrón de poder moderno/colonial capitalista

La manera más general y sintética con que podemos caracterizarla es como una crisis de la civilización occidental capitalista en su fase de globalización neoliberal. Es decir, más que una simple crisis económica, hay problemas en todas las aristas del patrón de poder. Por eso es una crisis de un modo de vida con sus formas de economía, política, ecología, ética, conocimiento y subjetividad.

Es una crisis de la modernidad capitalista que ha sido el patrón civilizacional dominante por más de 500 años. Aclaro rápidamente que no utilizo el concepto de civilización como una gran constelación cultural en el sentido de Toynbee, Elias o Huntington sino como el orden dominante de poder que configura una racionalidad económica, política, ética, estética y epistémica, en este sentido similar a como Braudel y Wallerstein entienden la civilización capitalista, a la vez que entiendo la noción de civilización occidental como ideología dominante y discurso hegemónico en la modernidad capitalista.

Buscando la raíz de la palabra crisis encontramos que procede del griego «krisis» que significa el momento crítico cuando se define el desenlace de una dolencia, a la vez que se relaciona con «krio» que denota decidir o juzgar y de ambos se deriva la noción de crítica. Por eso, hay un doble sentido en el concepto de crisis, por un lado una situación de dolencia grave y posibilidad de muerte, y por otro un momento de grandes posibilidades y promesas.

Cuando hablamos de crisis nos referimos a una situación insostenible, que requiere cambios sustantivos, y nuestro argumento es que no solo la economía y la política sino también las lógicas culturales, éticas, estéticas, epistémicas y ecológicas del sistema-mundo moderno capitalista sufren de esta condición.

Crisis ecológica y nueva política ecológica

Una de las dimensiones más críticas de la crisis civilizatoria actual es la ecológica. El llamado «cambio climático» es una especie de eufemismo para denominar la debacle ambiental causada por la acumulación en el tiempo de las injurias que el paradigma de desarrollo productivista y extractivista ha causado en la ecología planetaria.

La emisión indiscriminada de gases tóxicos alimentados por un modo de producción donde la naturaleza es vista como fuente de ganancia, la revitalización de la minería a costa de la erosión y mercantilización de recursos vitales como el agua junto con la amenaza a las formas de vida ancestrales de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, y la insistencia de los poderes occidentales (bajo el recalcitrante liderato de los Estados Unidos) de continuar con esa racionalidad económica que cada vez destruye más el ambiente y pone en peligro la vida misma del planeta, componen lo que definimos como una severa crisis ecológica.

Uno de los síntomas más notables es lo que comúnmente llamamos «calentamiento global», manifiesto en fenómenos como la reducción de las masas glaciales que podrían eventualmente causar tsunamis en varias partes del mundo, y en las enormes inundaciones alrededor del planeta que están ocasionando muertes y destrucción agrícola. En fin, la civilización capitalista occidental está destruyendo el planeta y hay un consenso global creciente de que hay que tomar medidas radicales al respecto como claramente lo demostraron las cumbres en Copenhagen y Cochabamba.

Aquí es importante subrayar el liderazgo de Evo Morales en la cumbre de Copenhagen y destacar que como primer presidente indígena de Bolivia revela el carácter protagónico de los movimientos indígenas en la conciencia ecológica que informa los nuevos paradigmas de emancipación.

Los esfuerzos del capital transnacional de obtener mayores ganancias a través de la agroindustria y la minería han implicado intentos de colonización de territorios relativamente fuera de su control tales como el Pacífico colombiano y las tierras ancestrales de comunidades indígenas en la región andina, para explotarlos con megaproyectos como el establecimiento de plantaciones de palma africana y la extracción de oro.

Estas iniciativas, promovidas por Estados como los de Colombia y Perú, son desafiadas por movimientos sociales de afrodescendientes, indígenas y campesinos que se oponen a la colonización de sus territorios ancestrales por el capital trasnacional a la vez que afirman su identidad étnico-racial y promueven una política ecológica que promueve formas de economía en armonía con el ambiente y basadas en modos comunitarios de autogobierno.

Esta conciencia ecológica es un componente clave en las nuevas culturas políticas de los movimientos antisistémicos en la época presente, una suerte de «nuevo sentido común contrahegemónico», como lo llama De Sousa Santos.

La cuestión ecológica se refiere directamente a la crisis alimentaria provocada por una conjunción de la nueva «revolución verde» con el grave desequilibrio ambiental y la hiper-inflación del capital financiero. En otras palabras, la mecanización de la producción agrícola, la agroindustria a gran escala, y el modelo extractivista y exportador, junto con las políticas neoliberales de libre mercado a favor de las corporaciones transnacionales del agrocomercio, han tenido como consecuencia el empobrecimiento, desplazamiento y destierro de las masas campesinas del mundo y la desnacionalización de la producción agrícola, lo que se agrava con la financiarización de la economía y los desastres ecológicos.

Esta dinámica apunta hacia la profundización del hambre, la desnutrición y la alimentación tóxica debido a la proliferación de semillas transgénicas y la agricultura química promovidas por el gran capital agrícola sobre todo de los Estados Unidos. Estas condiciones han nutrido el crecimiento de los movimientos campesinos como vemos claramente en la coalición mundial Vía Campesina y en grandes organizaciones como el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil que enuncian un nuevo discurso de poder campesino, soberanía alimentaria y armonía ecológica que articula una nueva racionalidad no solo económica sino de vida colectiva para todo el planeta.

Crisis política: hegemonía imperial, legitimidad estatal, democracia liberal

La dimensión más estrictamente política la podemos definir como una triple crisis: de hegemonía del imperialismo, de legitimidad del Estado moderno, y de la democracia liberal representativa. Si analizamos lo político desde sus aspectos formales e institucionales podemos distinguir cuatro escalas: local-regional, nacional, regional-supranacional y global.

A escala mundial, la crisis se caracteriza por carencia de hegemonía combinada con pérdida creciente de la soberanía relativa de los estados-nación sobre todo en la periferia. Concordamos con GiovanniArrighi en que la historia de la modernidad capitalista se puede dividir en tres períodos de hegemonía: primero la holandesa en el siglo 17, luego la británica a mediados del siglo 19, y finalmente la estadounidense en el período posterior a la segunda gran guerra occidental (circa 1945).

La ola de movimientos antisistémicos de los sesenta y setenta marcó el principio del final de la hegemonía yanqui en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista. Dicha crisis de hegemonía es a la vez causa y efecto de la crisis de legitimidad del Estado y de la crisis económica. En esta dinámica se conjuga la erosión de la democracia liberal representativa en el Estado-nación con la pérdida de hegemonía global del Estado imperial.

Aquí un ejemplo revelador es cómo el nuevo presidente Obama continuó la política antidemocrática de encarcelamiento sin juicio en Guantánamo y el Acta Patriótica, ahondando la guerra en Afganistán, y escalando la presencia militar en América Latina, a pesar de haber ascendido al cargo con una plataforma de cambios democráticos. Esta política imperial de mano dura es indicadora de la pérdida de hegemonía, como se demostró en la bienvenida a Cuba en la última conferencia de la Organización de Estados Americanos y el fuerte rechazo a las bases militares yanquis en Colombia en la última cumbre de UNASUR.

Desde otro ángulo de lo político, una de las características de la organización del poder político en la era de la globalización neoliberal es una combinación de mayor concentración del poder ejecutivo en detrimento de la participación ciudadana, junto con un giro participativo hacia el gobierno local. Esto ha implicado una serie de paradojas en la organización política entre las cuales podemos destacar el entrejuego de mayor participación local con menor incidencia pública en los escenarios nacionales.

Esta contradicción entre la socialización relativa del poder local y la centralización y privatización de la autoridad estatal se corresponde con la desnacionalización del poder a través del establecimiento de Estados neoliberales que tienden a servir de agentes globalizadores para las fracciones exportadoras y financieras de las burguesías criollas a la vez que responden y sirven a instituciones del capital global como las corporaciones transnacionales y el Fondo Monetario Internacional.

Una de las consecuencias de esta condición político-económica es que los Estados cada vez tienen menor voluntad y mayor dificultad en proveer bienes públicos como educación y salud, y de resolver problemas de desigualdad social como desempleo y hambre, situación que se agrava en las actuales condiciones de crisis. Este conjunto de factores también exacerba las tendencias autoritarias en los Estados modernos que crecientemente pierden la capacidad y voluntad de garantizar derechos civiles y políticos.

Otra de las paradojas de los Estados capitalistas en la era neoliberal y su crisis, tanto en los centros metropolitanos como en las semiperiferias y periferias, es la combinación de reconocimiento de derechos culturales y étnico-raciales con la pérdida de políticas sociales a favor de la redistribución de riqueza y poder, lo que se traduce en una disyunción de la política de reconocimiento cultural con la política de redistribución de riqueza y poder.

Crisis civilizatoria y racionalidades alternas

Las dimensiones políticas de la crisis civilizatoria se corresponden al deslinde de dos tipos de crisis que plantea el intelectual boliviano Luis Tapia; por un lado, el malestar en la estabilidad de las instituciones del poder dominante como el Estado y la economía; y por otro, en su desafío y cuestionamiento a partir de las practicas emancipatorias de muchos movimientos sociales y espacios subalternos contra las formas patriarcales de alimentación, de explotación, organización política, ecología y de producción de conocimientos que dominan la vida social de nuestra región y el mundo.

Lo político se corresponde con las dimensiones culturales y éticas de la crisis sistémica. En este registro se integran la crisis de valores, de proyectos de vida, de modos de producción y comunicación de conocimientos, y de formas de identidad y subjetividad imperantes en la civilización occidental capitalista.

Esto es en parte resultado del fracaso de los modelos de desarrollo socioeconómico, ecología y organización política de la modernidad capitalista como también de sus lógicas culturales hegemónicas con sus elementos éticos, estéticos, cognoscitivos e identitarios. En este sentido planteamos que la liberación de historias, memorias, conocimientos y modos de vida no-occidentales es un síntoma positivo de esta crisis.

Una de las peculiaridades y novedades de la crisis actual es su severidad en tanto crisis de las estructuras de conocimiento de carácter eurocéntrico-occidentalista. Su contraparte en la búsqueda de justicia epistémica se ha convertido en una de las características y reclamos principales de una nueva ola de movimientos antisistémicos que ya sea en su vocación, alcance, o efectos, insurgen como actores protagónicos en los procesos crecientes de des-colonialidad del poder y el saber produciendo una nueva episteme y racionalidad de vida.

Crisis multifacética, movimientos antisistémicos & des/colonialidad

Muchos también caracterizarían la condición presente como una crisis de alternativas. Ahora se suele hablar del posneoliberalismo, pero con frecuencia sin una memoria histórica de fondo y sin un horizonte utópico alternativo. Esto es así en gran medida porque también hemos tenido una crisis del socialismo actualmente existente y por ende de visión y confianza en los paradigmas familiares de emancipación, lo que puede implicar escepticismo en la viabilidad de futuros posibles.

Contrario a esta visión, entiendo que muchos partimos de una visión más optimista, no solo por el poder positivo de la esperanza que es algo importante a cultivar, sino porque reconocemos la gran importancia de la nueva ola de movimientos antisistémicos que hoy día demuestra no solo que «Un Mundo Mejor es Posible», como reza la consigna de los procesos del Foro Social, sino también porque en esta región se construyen alternativas diariamente desde los cambios en lo íntimo y en las relaciones de género y sexualidad, y las pequeñas trincheras de autogobierno comunitario, hasta los difíciles y contradictorios procesos de gobiernos de «izquierda».

La resolución de este momento crítico, de esta coyuntura histórico-mundial crucial, es impredecible. Hay al menos dos cosas que creo debemos tener claras para construir alternativas colectivas: la primera es que es una crisis raigal en todas las aristas del patrón de poder, lo que ofrece el potencial de construir un mundo radicalmente distinto; la segunda es que la crisis abre la posibilidad de potenciar plenamente nuestras capacidades como sujetos históricos. En este sentido la crisis representa un momento crítico de auto-creación de la sociedad y auto-afirmación de los sujetos con potencial de construir un nuevo contrato social.

En esta coyuntura de crisis y transformación no es suficiente hablar de movimientos sociales sino más aún de movimientos societales, acciones colectivas que tengan la capacidad de provocar cambios a nivel de la sociedad en su conjunto con vocación y/o potencial de llegar a ser de carácter antisistémico.

Para concluir voy a levantar algunas de las preguntas fundamentales que debatimos constantemente en espacios de construcción colectiva de conocimiento crítico y alternativas de vida, que varían desde asambleas comunales y caracolas hasta conferencias académicas. Estas preguntas y respuestas van conformando en el caminar una problemática común para «reinventar la emancipación» y crear juntos una nueva política de des-colonialidad y liberación. Aquí solo voy a traer cuatro:

1) ¿Qué significa y cómo construir formas justas, igualitarias, y plenamente democráticas del poder? ¿Cómo conjugar el poder constituyente con la institucionalidad política? Lo que Dussel representa usando el lenguaje de Spinoza como potentia y potestas. ¿Necesitamos refundar el Estado y/o crear nuevas formas de institucionalidad y comunidad política? ¿Qué significa y cómo se construye en términos concretos el buen gobierno y el mandar obedeciendo?

2) ¿Cómo traducir en proyec tos de país/región y en políticas concretas la nueva racionalidad de economía, ecología, convivencia y gobierno connotadas por principios ético-políticos anti-capitalistas/no-occidentalistas como Sumaq Kawsay (o «Buen Vivir» en quechua) y Unbutu en lenguaje surafricano? ¿Cómo construir economías y ecologías de armonía entre todos los entes existentes en vista del impulso neodesarrollista y poskeynesiano de los mismos gobiernos que declaran el socialismo del siglo XXI? ¿Cómo conjugar en práctica y teoría la política de lo posible con la utopía como horizonte de futuro?

3) ¿Qué estrategias de transformación radical se pueden perseguir a corto, mediano y largo plazo sin perder de vista las severas contradicciones que implican los procesos de des-colonialidad del poder? ¿Qué espacios de lucha y liberación son cerrados y cuáles posibilidades son abiertas por la crisis?

4) ¿Qué implicaciones tienen las transformaciones profundas que supone esta crisis raigal para los modos de producción, pedagogía y comunicación de conocimiento crítico?

Hoy día las luchas son clara y explícitamente múltiples, a la vez que los actores de cambio y sus reclamos plurales, lo que hace más complejo el desafío de articular bloques contrahegemónicos que puedan construir y mantener espacios sociales fundados en principios de igualdad, reciprocidad, libertad, paz, y vida; en contraste con las lógicas de desigualdad, competencia, opresión, violencia y muerte que imperan en la civilización occidental capitalista.

Para nosotros, como intelectuales comprometidos y como activistas de los movimiento sociales, debería ser imperativo producir conocimiento crítico con el fin de contribuir a combatir la cadenas de la colonialidad con hilos de solidaridad para construir «unidad compleja» a partir de las diferencias, como demandan las culturas políticas que insurgen en una nueva política de des-colonialidad y liberación en la región.

En su definición como momentos de malestar múltiple y profundo, las crisis son períodos de enormes riesgos y dificultades, pero como épocas insostenibles que demandan cambios fundamentales también pueden ser eras de grandes transformaciones con el potencial de producir un contrato social más justo e igualitario, coyunturas en las que podemos dar a luz futuros posibles, en las que estamos más aptos para crear fuertes suertes de liberación en aras del buen gobierno y el buen vivir.

Nuestro gran reto es construir ese nuevo pacto social dándole contenido concreto y positivo al buen gobierno y buen vivir desde nuestras múltiples trincheras de lucha y dimensiones de vida. En este sentido, un modo de recrear el quehacer crítico latinoamericano en el contexto del espectáculo de los bicentenarios es el vislumbrar y reinventar America Latina como un proyecto de descolonialidad del poder, desde cada sujeto, desde cada lugar, para tejer futuros de liberación para corazonar el mundo.

*Este texto se basa en las presentaciones de Agustín Lao-Montes en el Encuentro de Saberes y Movimientos: Entre las Crisis y los Otros Mundos Posibles, realizado en Lima entre el 26 y el 28 de mayo de 2010, y en el simposio internacional La Cuestión de la Des/colonialidad y la Crisis Global, efectuado en la Universidad Ricardo Palma entre el 5 y 7 de agosto de 2010.

Educación popular y pedagogías emancipadoras en América Latina. Fabian Cabaluz Ducasse

Les  damos  la  bienvenida  al  panel  de  Educación  Popular  y  Pedagogías  Críticas.  En  esta  oportunidad,  nos  acompañan  seis  panelistas  de  reconocida  trayectoria  que  vienen  practicando  y  pensando una educación distinta a la hegemónica.

Bruno Baronnet

Las  educaciones  populares  son  construcciones  sociales,  colectivas,  situadas  en  contextos  que  podemos  comparar  pero  que  no  debemos  generalizar.  Lo  que  escuché  hoy  me  gustó  mucho. 

Aprendí  muchas  cosas  para  reflexionar  cómo  podríamos  nombrar estos procesos para comprenderlos mejor. No se trata in fine de decir cómo debería ser esta educación (o estas educaciones)  sino  cómo  las  construyen,  deconstruyen  y  reconstruyen  los  sujetos, desde la subjetividad colectiva. Entonces, acerquémonos a contextos como las comunidades indígenas de México, donde me  pregunto por qué existen pocas experiencias de educación popular.

Ahora bien, si es que existen, ¿cómo se construyen? y ¿cuáles son los factores y los obstáculos al hecho de que no existan como tales? Lo que podemos comprobar es que fuera de los movimientos  sociales  no  hay  muchas  experiencias  de  educación  popular. 

Movimientos  sociales  en  un  sentido  amplio,  que  incluye  movimientos populares, indígenas, culturales y religiosos.

He trabajado en el estado de Chiapas, donde están los campesinos “autónomos” zapatistas, quienes han crecido de la mano con distintas fuerzas organizativas, como el movimiento religioso de la  teología  de  la  liberación.  Ahora  estoy  desarrollando  un  estudio con comunidades mayas protestantes, evangélicas, donde veo que  también  practican  una  orientación  que  parte  de  la  lengua,   la  identidad  y  la  tradición  popular. 

Una  orientación  crítica  que  parte de la cultura propia también, y que, en cierto sentido, es interesante porque cuestiona a quienes lxs dominan. Cuestiona la dominación blanca y la dominación patriarcal, hasta cierto punto.

Al menos libera la palabra. Y el trabajo de campo me acercó a las escuelas  llamadas  indígenas.  Sin  embargo,  cuando  uno  se  acerca  a  estas  comunidades  rurales  que  tienen  educadores  supuestamente bilingües, se da cuenta de que la educación popular no existe en sí. Mejor dicho, yo me doy cuenta de que los niños no juegan; o bien, cuando juegan, cantan, podríamos decir que lo hacen desde la colonialidad del juego, la colonialidad del canto, con juegos y cantos importados, que están adaptados y creados desde “los otros”.

Es decir, es una adaptación enajenante que finalmente impide toda forma de pedagogías emancipatorias.

¿Quién  determina  si  una  pedagogía  logra  o  alcanza  tener  crítica   emancipatoria?   ¿Qué   entendemos   con   emancipación?  

Emanciparnos de quién, de qué. Son preguntas que acompañan todo  el  tiempo  a  quienes  estamos  en  la  praxis,  en  un  ejercicio  de  reflexibilidad.  Si  tomamos  el  ejemplo  del  movimiento  zapatista  en  Chiapas,  pero  también  las  resonancias  del  movimiento  maya  en  otros  Estados  del  país,  entonces  observamos  que  hay  varias estrategias de educación popular. Están las estrategias del  movimiento en Chiapas, encabezado por el EZLN, que hace más de  20  años  rompió  con  las  instituciones  educativas  del  Estado. 

Y ha creado, desde sus propios municipios, escuelas que llaman “autónomas”, aunque sea una ilusión del lenguaje, porque lo que es autónomo no es tanto la escuela propiamente hablando, sino el  sistema  político  educativo,  a  través  de  un  sistema  de  asambleas (populares, campesinas, indígenas), de cargos, rendición de cuentas, remoción del cargo y rotación de los cargos; además de una  desprofesionalización  de  la  figura  del  docente.  Eso  me  recuerda mucho los debates que se dan entre educadores que leímos la obra de Paulo Freire.

Pensando en que el juego, el canto, el cuento representan herramientas que nos despiertan la conciencia, pero que también pueden someternos cuando no son apropiados. Entonces, ¿los zapatistas qué hicieron? Abandonaron el sistema oficial y crearon uno propio. Esa es una estrategia. Hay otras, como la del Municipio indígena de Cherán en Michoacán, como en muchos otros municipios. Cherán es famoso porque en 2011 se levantó contra los “malos” del crimen organizado y la seguridad  pública  del  Estado.  Ellos  no  rompieron  con  el  sistema  oficial de escuela y muchos de sus militantes son profesores, profesores inquietos. Entonces, combinaron prácticas de educación formal  y  educación  no  formal.  Y  encontraron  el  cimiento  desde  la educación popular. Ocurre tanto en las aulas como en las calles. Entonces, creo que esta educación popular es una educación callejera, que se hace desde las plazas, en defensa del territorio.

Durante mucho tiempo, y con esto termino, pensé que en México no había educación popular, ya que de hecho no está muy visible. No está visibilizada. Está reprimida, sin duda, por el Estado.

No existen posgrados en Educación Popular, como sí los hay en Colombia  o  en  Argentina.  No  existen  grandes  redes  nacionales  o  regionales  de  educadores  populares,  quienes  están  muy  divididos  en  el  sentido  de  que  están  muy  vulnerados.  Pero  sí  existe  la  educación  popular  y  es  visible  cuando  uno  se  acerca  a  los  procesos  organizativos  finos  que  suman  pequeñas  iniciativas. 

Pequeñas  iniciativas  que  tienen  que  ver  un  poco  con  este  lema  de  los  maestros  combativos  en  México  y  que  dice  lo  siguiente:  “Estudiar,  aprender,  para  al  pueblo  defender”.  Y  yo  creo  que  por  ahí  caminan  las  educaciones  populares  a  las  cuales  apelamos, hacia su construcción continua. Defender el pueblo. Hay un texto  de  Paulo  Freire  que  me  encanta,  donde  cuenta  que  en  un  pueblo  de  Brasil  le  dicen:  “no  necesitamos  que  ustedes,  los  pedagogos,  los  investigadores,  nos  vengan  a  decir  quiénes  somos.  Necesitamos aprender cómo poder defendernos del blanco, para entender por qué nos dominan, cómo nos explotan”[1]. Yo creo que por  ahí  está  la  respuesta  para  la  emancipación  en  la  educación  popular. Muchas gracias.

Fabian Cabaluz Ducasse

Vamos  a  continuar  entonces  con  la  presentación  de  Alfonso  Torres,   compañero   de   una   organización   popular   y   de   la   Universidad Pedagógica Nacional.

Alfonso Torres

Me reconozco en esa identidad de educador popular. Hoy reconocemos que existe esta matriz histórica de la educación popular, que incluso podemos remontarla a Don Simón Rodríguez en los  albores  de  la  independencia  hispanoamericana,  que  planteó la educación popular como una necesidad de la construcción de  una  democracia  en  la  medida  que  fuera  una  educación  que  iba a construir el pueblo como actor político. De ahí para acá, se han generado –de la mano de la lucha de los movimientos sociales– muchas propuestas educativas que –como decía Bruno– no asumen un nombre o se autodenominan de diferentes maneras, como:  educación  propia,  pedagogía  rebelde. 

Por  ejemplo,  Bruno  trajo un libro de lo que él ha trabajado de las pedagogías zapatistas; ellos hablan de pedagogías rebeldes, pero que también hoy oímos hablar de pedagogías decoloniales, de pedagogías feministas populares, de pedagogías comunitarias, etc. De pedagogías de educación propia hablan los compañeros indígenas de Colombia.

De  hecho,  tenemos  un  espectro  que  incluso  hace  que  aquí  en  Argentina,  desde  hace  varios  años,  en  el  Centro  Cultural  de   Cooperación,   se   realice   un   encuentro   sobre   Pedagogías   Emancipadoras.  La  categoría  “emancipador”  nos  cobija  a  lxs  educadorxs  populares  y  a  otrxs  que,  viniendo  de  trayectorias  diferentes, se identifican con unos rasgos comunes, que es lo que yo quiero visibilizar.

En mis escritos[2] reflexioné sobre algunos rasgos comunes de la educación popular, y creo que si los utilizamos de manera general nos pueden ayudar a definir qué es y qué no es una pedagogía crítica y emancipadora.

Porque en la actualidad, existen propuestas que parten de alguna inconformidad con el sistema escolar, pero que la alternativa es una educación en casa o virtual que traslada la lógica escolar a  otros  ámbitos.  También  las  élites  empresariales  cuestionan  la  educación en la escuela para proponer innovarla en función de sus expectativas productivistas, mercantilistas o de competitividad.  Así,  hay  muchas  propuestas  educativas  que  toman  distancia con la educación institucionalizada, pero no necesariamente para  plantear  propuestas  que  busquen  transformar  las  relaciones y estructuras sociales que la configuran, sino lo contrario.

Por otra parte, podríamos decir que nuestras pedagogías emancipadoras latinoamericanas tendrían en común, por lo menos cinco rasgos, sin desconocer sus singularidades, ni sus contextos de emergencia y realización.

Primero,  todos  de  alguna  manera  u  otra  critican  algunos  de  los  rasgos  de  exclusión,  opresión  o  discriminación  presentes  en  la  sociedad.  Incluso,  desde  su  antecedente  y  fuente  de  inspiración: la obra inicial de Paulo Freire. No olvidemos que él en un primer  momento  no  habló  de  educación  popular,  sino  de  pedagogía concientizadora, de pedagogía problematizadora, de pedagogía emancipadora, de pedagogía de la liberación.

Su lectura en ese momento estaba bajo unas categorías más o menos generales sobre la relación entre “oprimidos y opresores”; este nivel de abstracción  también  sirvió  para  que  cupieran  múltiples  formas  de opresión, lo que hace que sus planteamientos sigan vigentes, recreándose. Con los años 70, de la mano de las luchas populares que  atravesaron  el  continente  latinoamericano,  se  puso  énfasis  en las exclusiones sociales y las explotaciones económicas, en el carácter de clase de estas luchas, enfatizando las de los trabajadores y las de los campesinos.

La crítica se centró en las dominaciones de clase y en la educación como reproductora de dicha relación de dominación y de las ideologías dominantes.

Pero en la medida en que aparecen otros movimientos, como el de  las  mujeres  y  los  movimientos  feministas,  también  surgen  propuestas  pedagógicas  que  visibilizan  otras  opresiones  de  género, raciales, generacionales; asimismo, en las décadas recientes se hace visible esa admiración que había permanecido siempre de  lo  colonial.  Bueno,  previamente,  Fanon  había  hablado  de  la  colonización de la conciencia; hoy cobró mucha fuerza la idea de visibilizar. Y entonces se habla de pedagogías decolonizadas.

Yo lo  que  quiero  decir  es  que  el  primer  rasgo  de  estas  pedagogías   emancipadoras es que o son críticas o no son nada. No se trata de lo bonito de las técnicas activas y participativas, sino del cuestionamiento al capitalismo y a sus muchas de las formas de opresión que crea y recrea, como el patriarcado.

El segundo rasgo consiste en que estas pedagogías son emancipadoras en la medida que van de la mano con las luchas de losmovimientos sociales que buscan esas transformaciones. Es decir, no son propuestas educativas que surgen y sobreviven solamente en el campo educativo, pedagógico, en el mundo académico, sino que su lugar, su sentido y su razón de ser se encuentra en las  luchas  de  los  movimientos  sociales

En  ese  contexto,  lo  “popular” aparece como una categoría que englobaba al conjunto de luchas sociales en ese horizonte transformador, como sentido político emancipador de dichas luchas.

Esta mañana alguien decía algo muy cierto: que en la educación popular,  las  investigaciones  son  participativas,  metodología  que  en los años 80 y 90 tuvo poca acogida en el mundo académico y universitario porque no surgió ahí sino en el seno de las luchas campesinas, de las luchas populares de los años 70. En tiempos recientes, la Educación Popular renace junto con la reactivación de  las  luchas  sociales  de  las  últimas  décadas.  Es  decir,  aunque  tengan cada vez más presencia en ámbitos institucionales, no podemos pensar esas pedagogías emancipadoras por fuera de estos  movimientos y de esas clases sociales.

Claro, hoy hemos aprendido de otras luchas contemporáneas que, así como la dominación pasa por las subjetividades, por los cuerpos  individuales,  por  el  grupo  y  la  organización;  los  escenarios  de lucha también deben darse en estas escalas microsociales: en lo organizativo, lo local, lo cotidiano y en el plano nivel personal.

Por eso el contenido de las visiones de futuro, de los horizontes utópicos se amplían a la protección de la vida, a la justicia cognitiva, cultural, a la emancipación de los cuerpos, etc.

Ello nos conduce al tercer rasgo de las educaciones emancipadoras. De una manera u otra tienen en común que se asumen comoemancipadoras. Es decir, no solamente toman una distancia crítica con lo que hay, ni acompañan porque sí a las luchas y movimientos sociales. Son portadoras de sueños, esperanzas, visiones de futuro portadoras de otros sentidos de realidad, de lo que se ha  llamado  desde  el  Foro  Social  Mundial  como  “otros  mundos  posibles”.

También el contenido utópico de esta dimensión de las educaciones emancipadoras ha variado y seguirá haciéndolo, de acuerdo a los cambios de contextos políticos e ideológicos. Así, por ejemplo, Freire reivindicó la esperanza activa y el inédito viable en los setenta  y  los  ochenta,  y  se  lo  identificó  con  la  construcción  del  socialismo. En las últimas décadas algunos reivindican el sumak kawsay, el buen vivir o lo popular comunitario.

Es decir, no solamente tendrían como el rasgo de críticas y movimientistas, sino que tenemos también utópicas, en el sentido de que se identifican con otros modos de vida posibles.

Un cuarto rasgo es que estas propuestas pedagógicas emancipadoras  buscan,  de  alguna  manera,  transformar  a  los  sujetxs  que  participan  en  las  luchas  y  en  los  movimientos  de  resistencia  y  de alternativas al capitalismo, al colonialismo y al patriarcado. Y entonces, por eso, en cada momento entran en esas dimensiones que nos constituyen como sujetxs. Entre ellas, en este momento, la  conciencia.  La  idea  de  consciente  que  incluso  es  interesante  porque en las acepciones de Freire era una idea que podríamos llamar originada en el marxismo, y tenía que ver con la apropia-ción del mundo no solamente por vía de la razón analítica sino por todas las dimensiones que la sustituyen. Hoy hay una expansión de esa idea de consciencia a la idea de subjetividad que nos  permite  nombrar  otras  dimensiones  que  nos  hacen  sujetos.  No  solamente la consciencia sino también lo emocional, la voluntad, los imaginarios, lo simbólico y lo corporal.

El quinto rasgo es que estas propuestas pedagógicas emancipadoras  son  portadoras  de  formas  de  trabajo,  de  metodologías,  de  pedagogías nuevas. Esta preocupación por las prácticas pedagógicas transformadoras ha sido una característica de la educación popular  desde  sus  antecedentes  y  sus  inicios.  En  efecto,  Simón  Rodríguez practicó la educación popular en las sociedades americanas, y luego, de 1830 a 1851, escribió sobre ella; Paulo Freire en La  educación  como  práctica  de  la  libertad y  en  Pedagogía  del  oprimido, libros escritos en su exilio chileno, pues describe y conceptualiza su experiencia desde finales de la década de los 50 y comienzos de los 60 en Brasil.

Entonces quiero insistir en que la construcción de las propuestas pedagógicas  emancipadoras  no  se  da  solamente  desde  el  plano  discursivo y declarativo, sino también desde la creación de estrategias metodológicas concretas; en el caso del diálogo en Freire, de  la  tradición  de  la  construcción  colectiva  del  conocimiento  y  las  técnicas  participativas  en  las  décadas  de  los  70  y  80  y  del   diálogo  de  saberes  de  los  90  para  acá.  Y  entonces  en  estas  pedagogías  también  hay  una  producción  práctica  que  nos  advierte  que  es  posible  transformar  este  mundo  y  avanzar  hacia  esos  sentidos emancipadores, desde el acá y el ahora de las prácticas  educativas.

Esa herencia que viene de mi experiencia y reflexiones desde la Educación Popular, que también está en el campo más amplio de las pedagogías emancipadoras y críticas, era lo que quería compartir con ustedes en estos minutos.

Fabian Cabaluz Ducasse

Continuamos con la presentación de Estela Quintar, que vive en México y es argentina.

Estela Quintar

Gracias, Fabian. Encantada de estar en este espacio, tan convocante y esperanzado que siempre reúne gente, como decimos en IPECAL[3], con voluntad para hacer de sueños, realidades. Gracias al GT; gracias Fabian por tu presencia en la moderación de este conversatorio, gracias a quienes generosamente comparten esta mesa por aceptarme en ella. Es muy bonito compartir con intelectuales  del  campo  de  la  educación  popular  a  los  que  respeto  por  sus  trayectorias,  experiencias  y  escritos.  También  deseo  saludar  a  todos  y  a  todas  las  educadoras  y  educadores  populares  de  este  foro  que  se  asumen  en  esta  opción.  Conozco  a  algunxs  de  los  que  han  compartido  sus  palabras  y  reflexiones,  algunxs  de  ellxs,  con  un  trabajo  comunitario  importante,  sin  embargo  hay muchos más que no sé en dónde están tejiendo su práctica político-pedagógica.

Y, en este punto quisiera colocarme para hacer mi aporte. En este punto  que  considero  de  inflexión  para  estos  tiempos  que  transitamos.  ¿Quiénes  somos  educadores  y  educadoras  populares?  ¿Cuál es el ámbito de la educación popular?

En  el  marco  de  sentidos  que  se  vienen  construyendo  en  este   entreverarnos  con  nuestros  sentires  y  pensares,  me  atrevería  a decir que la educación popular no tiene un territorio definido. No hay  un  lugar  para  ser  educador  o  educadora  popular.  Entiendo  que asumirse como educador o educadora del pueblo y/o trabajador o trabajadora de la cultura es, en gran medida, hacerse cargo de los desafíos de época que siempre activan las exigencias propias de un proyecto de luchas emancipadoras; y esas luchas no tienen un lugar por antonomasia.

La lucha muta constantemente, se  vuelve  particular  y  específica  en  diferentes  coordenadas  espacio tiempo, articulada a la memoria y la historia de ese espacio tiempo así como a las dinámicas geopolíticas condicionadas por el orden dominante.

En este sentido, asumirse como educadora y educador popular en espacios  instituidos[4], como  pueden  ser  las  escuelas  y/o  las  universidades, por ejemplo, es por lo general de gran sobre exigencia para lxs trabajadores de la cultura que eligen caminar estos caminos.

Esto en tanto son instituciones cuyas epistemes están cada vez más organizadas y dinamizadas –en sus prácticas, relaciones y  representaciones–  por  unas  semánticas  subalternizantes  que  nos  atraviesan,  seducen[5] y  reducen  en  términos  econométricos;  y,    por    supuesto,    siempre    individuales.    Unas  semánticas entramadas en normas y pautas que condicionan formas de vivir en lo laboral y lo cotidiano[6].

Actualmente  –tiempos  de  precarización  y  de  muchos  sin  sentidos–  el  horizonte  institucional  son  las  “acreditaciones”,  las  exigencias de credencialización signadas por la “ideología de la calidad” que impone criterios para “ser de calidad”: todos tenemos que ser doctores o doctoras, tenemos que ser… tenemos que ser tantas cosas en ese “deber ser” que, ser allí educadora y educador  popular, hoy por hoy, es muy complejo. Muy complejo en niveles de autonomía, de manejo del temor, de negociación del “engaño” hacia lo posible, como bien decía Freire refiriéndose a los múltiples “engaños” que genera el propio cuerpo, tanto en su biología como en su psique, para vivir en las favelas y poder sobrevivir en estos espacios llenos de amenazas.

En este sentido asumo entonces que somos educadores populares todos aquellos que nos hacemos cargo –en donde estemos– de este compromiso ético político con un proyecto emancipatorio, lo que implica el ejercicio constante de ampliar conciencia –y conciencia histórica– y, desde esa conciencia, abrir campos de posibilidades subjetivas y colectivas así como de construcción, desde lo micrológico, de alternativas de futuros inéditos y viables.

Serían interesantes aquí dos preguntas: ¿emancipación de qué? y ¿qué condición es sustantiva para llevar esto a la práctica? Como sabemos, la pedagogía del orden dominante no pasa solo por la escuela instituida, sino por muchos espacios existenciales, materiales y simbólicos; y, más aun en estos tiempos, que como bien nos decía Hugo Zemelman “la lucha, hoy más que siempre, es por lo  simbólico”.  Y  esto  abarca  la  vida  misma  en  tiempos  de  bytes, big data y desborde de información en redes sociales y medios digitales. La investigación de mercado, por ejemplo, tiene clarísimo esto y, a veces, más que los ámbitos académicos.

En  investigación  de  mercado,  como  sabemos,  se  valorizan  de  manera  relevante  a  especialistas  en  Antropología,  Semántica,  Filosofía  y  desde  ya  Psicología;  y,  ¿por  qué?  Porque  es  fundamental para el mercado comprender el mundo simbólico de los sujetos  deseantes,  que  somos  nosotros. 

¿Qué  buscan?  Indagar  acerca  de  los  deseos  y  necesidades  –reales  o  creados–  no  cumplidos para generar productos que prometan estos “satisfactores desplazados” en caminos consumistas, o bien, instalar necesidades ficticias ancladas en necesidades reales.

En gran medida, este es y ha sido el enclave del orden dominante: cabalgar sobre problemas reales y sentidos de la población para manipularlas hacia unas políticas públicas de conveniencia a este orden, que articulen discursos, o “relatos”, como se dice ahora, con prácticas contradictorias. Es lo que llamo semántica oximorónica[7], semánticas riesgosas  en  manos  de  políticos  inescrupulosos  como  lo  vemos  actualmente en nuestros países.

En esta perspectiva, los educadorxs populares no podemos –más aun  con  la  gran  presencia  de  los  medios  de  comunicación  de  mass media

– separar los procesos de formación de los de investigación. Es la investigación de orden critico hermenéutico, claro, la que contribuye a comprender cómo el orden dominante se hace presente, cómo opera, historizadamente, en cada momento y en cada época; de no ser así, estaremos condenados a ser arrastrados,  con  convicciones  de  lucha  progresistas,  a  contribuir  a  la  configuración  de  las  apuestas  del  orden  dominante

La  investigación de cuño comprensivo apuesta por la ampliación de conciencia. Y, como ya se ha mencionado, de conciencia y conciencia histórica, lo que es fundamental tanto para hacer educación popular  como  para  generar  espacios  de  transformación  subjetiva  y comunitaria. Es este compromiso el que nos hace educadorxs populares en cualquier espacio.

Desde  ya,  es  más  sencillo  transmitir  información  teórica  y/o  ideológica con los valores que le asignemos a esta información.

Pero  ampliar  consciencia  es  otra  cuestión,  exige  otras  prácticas  didácticas y no me refiero a hacer talleres, actividades lúdicas o al trabajo grupal, claro está, porque a veces se confunden estas actividades con educación popular. Me refiero a la necesidad de repensar otras formas de relaciones, de vínculos y representaciones de sí y del otro; que, por lo tanto, tiene otras exigencias psicocognitivas, didácticas y metodológicas.

Una de estas condiciones sustantivas es saber problematizar, saber  hacer  preguntas  de  sentido  lo  que  implica  saber  escuchar;  una escucha de búsqueda en los sentidos y significados que hacen  posible  las  relaciones  de  ampliación  de  conciencia  –de  los  darse  y  dar  cuenta–  y  de  la  producción  de  conocimiento. 

Paulo  Freire,  en  conversación  con  Antonio  Faundez,  nos  dejó  un  texto maravilloso al respecto que se llama Por una pedagogía de la pregunta.  Saber  preguntar,  saber  observar,  saber  interpretar  el  presente.  Esto  el  orden  dominante  lo  hace  muy  bien:  tiene  investigadores  para  saber  y  comprender  qué  es  lo  que  sucede  en  el presente, qué desean los sujetos concretos, cómo abordar subjetividades, qué está aconteciendo, cómo “laten” las sociedades.

A veces, desde mi perspectiva, confundimos educadorxs populares con unas apuestas ideológicas de lo popular. Entiendo que estas son cuestiones distintas. Creo que el compromiso ético-político, el compromiso de enseñar desde la ampliación de conciencia, nos coloca en la exigencia metodológica de la lectura de la realidad, desde las exigencias de historizar el presente y esto, como vengo diciendo, es más complejo. Y son estas exigencias las que, a mi entender, nos hacen educadorxs populares, donde sea que estemos. Y lo digo en términos de una lucha constante contra la pedagogía del orden dominante.

La  pedagogía  del  orden,  desde  el  inicio  de  la  colonización  en  América  Latina  y  en  todos  los  países  que  sufren  avasallamientos como estos, hace del espacio educativo el territorio privilegiado para incidir en la cultura, y es allí, desde lo simbólico, que el orden dominante ha desplegado su gran estrategia y es allí donde tiene una enorme presencia.

En este análisis de estructura de dominación, el periodo que podríamos llamar “de lo siniestro” en América Latina se inicia, justamente, con una escuela: la Escuela de las Américas, en Panamá.

A partir de allí se inicia un proceso de formación de la locura y  la  crueldad  en  toda  América  Latina.  Los  mayores  dictadores  de  fines de los 60 y años 70 se formaron allí. Videla, Pinochet, Ríos Montt y toda su gente. Allí se instaló un proyecto formativo que configuró cambios relacionales profundos con una cultura de la violencia estructurada sobre la base de la noción existencial, material y simbólica de la eliminación del otro[8].

Desde ya, el proyecto de eliminación del otro es un proyecto de largo alcance, germen de los procesos colonizadores mismos. En nuestros  países  se  inicia  con  el  descubrimiento  de  América  y,  como  diría  Enrique  Dussel,  con  el  encubrimiento  del  otro[9],  sin  embargo,  Hernán  Cortés,  inoculado  desde  el  poder  de  dominación y subalternización, se actualiza constantemente, es decir, se  historiza. Y hoy el proyecto del orden como eliminación del otro  instala percepciones de temor, de competitividad del “enemigo”.

Tenemos miedo. El miedo, como terror de Estado y activo en un renovado proyecto de dominación que habilita nuevas formas de eliminación del otro. Primero a partir de las armas, luego con el miedo económico y el miedo simbólico. Y hoy el enemigo se instala como una construcción subjetiva y colectiva en la manipulación de la ley. Hoy sabemos que cualquiera puede estar y sentir ese tremendo sentimiento de impotencia y fragilidad encubierto en ley y procesos democráticos que fragmentan, dividen y agudizan el sentimiento amenazante del diferente, del que no piensa igual que yo o del nosotros sectorizado.

En algunas de las conversaciones que hemos venido sosteniendo en diferentes espacios académicos aquí en Buenos Aires –tanto en capital como en provincia– me he encontrado con compañeros que transitan o han transitado por las tensiones de sentirse “incorrecto” cuando opinan, por ejemplo, en cuestiones de género tan presentes en la agenda pública hoy.

No es fácil poner bajo sospecha metódica algunas afirmaciones generalizadas o que se salgan del discurso progresista establecido o mostrarse confundida  o  confundido  en  búsquedas  deliberativas,  porque  convengamos que también hay un “orden establecido progresista” y esto dista bastante de lo que llamamos postura crítica o ampliación de conciencia  como  conciencia  histórica.  Con  este  ejemplo,  quizás  un poco ríspido, como con otros acontecimientos de orden político, económico y/o cultural suelen excluirse más que incluirse las diferencias.

Creo que, hoy por hoy, los procesos de emancipación pasan por asumir  más  fuertemente  una  clara  capacidad  de  investigación  del presente, una capacidad de desencriptar síntomas sociales en la construcción de problemas que viabilicen respuestas con pertinencia y sentido histórico.

Una educadora o educador popular debería ser hermeneuta, una investigadora  o  investigador  que  asuma  la  responsabilidad  social de saber leer el presente, sus claves de época y la semántica que el orden dominante subrepticiamente instala; tendría que saber  decodificar  las  agendas  que  el  orden  dominante  impone  en América Latina. Estamos discutiendo casi las mismas agendas en toda la región, las mismas afirmaciones que nos hacen sentir “incluidos” en debates homogeneizantes. ¿Por qué? Por lo menos habría que sospechar.

La pregunta que hoy, y siempre, nos lleva a ser educadoras y educadores  populares  es  ¿por  qué  ocurre  lo  que  está  ocurriendo?  ¿Por qué está pasando lo que está pasando y en el momento en que  está  pasando?  Es  este  por  qué  lo  que  nos  hace  sujetos  deseantes activos. Y un educador o educadora popular tendría que asumirse como sujetx deseante y reconocer al otrx como sujeto deseante  en  su  diferencia.  No  como  enemigx  posible  y  amenazante porque piensa diferente. Si hay algo a lo que el orden dominante teme, todos lo sabemos, es a la diferencia. Nosotros deberíamos trabajar por instalar la diferencia como fuente de diálogo y de construcción.

El  educador  o  educadora  popular  es  quien  retoma  un  proyecto emancipatorio, como se viene planteando en este conversatorio, asumiéndose como investigadores/enseñantes críticos[10] hermenéuticos. ¿Para qué? Para generar procesos de ampliación de consciencia, en las especificidades históricas que nos toca transitar, valorizando los espacios micrológicos[11] donde se viven experiencias  concretas  con  sujetos  concretos  en  situaciones  concretas. 

Y,  desde  esa  ampliación  de  consciencia  de  sí,  podremos  provocar  una  ampliación  de  consciencia  en  comunidades  de  buen sentido, como diría Gramsci, construirse así en la potencia y la autonomía en donde estamos y con quienes estamos, yendo más allá de los activismos y las ideas que consideramos progresistas y apropiadas.

Esto es, a mi entender, hacer educación como práctica política y, como decíamos en algún momento desde la teología de la liberación, hacer una constante práctica del encuentro en las diferencias;  articular  las  diferencias  en  lo  que  nos  encuentra,  como  la  construcción  de  proyectos  comunes,  y  en  perspectiva  de  futuro  con memoria e historia, con capacidad de incidir con pertinencia histórica en nuestras realidades como opción ético-política.

Fabian Cabaluz Ducasse

Vamos a continuar con la presentación de Pablo Imen del Centro Cultural de la Cooperación.

Pablo Imen

Interesante el discurrir de las intervenciones, porque se van perfilando importantes coincidencias y también matices.

El título del panel es Educación Popular y Pedagogías Emancipadoras en América Latina, y yo pensé mi aporte sobre la base de una historia larga, que lleva más de cinco siglos, ligada a la lucha por la emancipación de América Latina y el Caribe. A la vez, asumiendo que muchos y muchas compartimos la idea de la Patria Grande,  agrego  que  tal  desafío  lo  asocio  también  a  la  construcción de un nuevo orden, superador del neoliberalismo y del capitalismo. 

Y  tal  proyecto  que  disputa  una  orientación  civilizatoria requiere también un proyecto político educativo y un modelo pedagógico.

Aquí hay varios nudos relevantes en relación con los ámbitos que tratan  las  cuestiones  de  lo  popular  y  lo  emancipatorio.  En  primer término, en lo referido al significado de educación popular, pues se trata de una categoría polisémica. Por caso, fue el título del  libro  que  reflejó  el  análisis  pedagógico  más  importante  de  Sarmiento, así como el nombre bajo el cual se agruparon experiencias  o  conceptualizaciones  diferentes  e  incluso  declaradas  enemigas de la perspectiva sarmientina. Es necesario precisar el alcance de esta definición.

María Teresa Sirvent aborda el tema con un grado importante de profundidad en su libro Educación de Adultos: investigación, participación,  desafíos  y contradicciones del  año  2005.  Allí  propone  cinco dimensiones de la Educación Popular. En primer lugar, la dimensión sociopolítica, que supone un acento en el problema de la desigualdad de nuestras sociedades, que se propone entenderlas causas de tal fenómeno y propicia su transformación.

En segundo  término,  la  dimensión  “popular”  que  remite  a  la  idea  de  un  sujeto  histórico  que  asume  el  desafío  histórico  de  construir  un  proyecto  colectivo  emancipatorio

La  tercera  dimensión  es  la  “cognitiva”  y  supone  un  proceso  de  producción,  distribución  y  apropiación  de  conocimientos  que  permite  “objetivar”  (o  leer  rigurosa  y  eficazmente)  la  realidad  cotidiana,  hacer  un  análisis  crítico de ella como requisito para su transformación.

En cuarto lugar, la fundamentación epistemológica que concibe al conocimiento  como  una  construcción  dialéctica  entre  teoría  y  práctica; y finalmente la dimensión metodológica: la educación popular parte de las situaciones problemáticas de los sujetos de la acción educativa y va avanzando en la amalgama del conocimiento colectivamente construido a través del juego dialéctico del sentido común y el conocimiento científico.

En nuestra perspectiva, la Educación Popular debe rebasar –aunque incluya– la dimensión de lo pequeño o su ubicación en espacios  periféricos.  Debe  alentarse  como  construcción  social  e  histórica  que  atraviese  las  instituciones  educativas  y  los  espacios  educativos comunitarios o sociales en general.

Hablo  desde  un  lugar  complejo  porque  soy  docente  en  la  universidad  pública,  que  es  una  institución  del  Estado,  y  al  mismo  tiempo soy parte de un movimiento social, el cooperativismo, que tiene  una  perspectiva  autónoma,  emancipadora.  Y  entre  otras  complejidades y desafíos enuncio que se trata del cooperativismo de crédito. Hablo de un gran banco cooperativo que intenta traducir  en  sus  relaciones,  sus  estructuras,  su  cultura,  sus  subjetividades  los  valores  y  principios  de  la  cooperación.  Esta  entidad  bancaria,  además  de  su  riquísima  vida  interior,  ha  sido  un actor muy relevante en la creación del Centro Cultural de la Cooperación  donde  han  transitado  poetas  y  científicos,  o  presidentes como Hugo Chávez Frías o Rafael Correa.

Nosotros como Centro Cultural de la Cooperación (CCC) definimos a la educación (como a la sociedad en su conjunto) como un territorio  de  disputa.  Porque  uno  puede  ver  que  hay  corrientes  que dicen que la educación es una práctica de reproducción del orden  en  el  sistema  educativo  formal  y  otras  versiones  liberales  dicen  que  con  la  educación  formal  (como  proclamó  en  1886  Amancio Alcorta), a través de la escuela pública forma ciudadanos, etc.

Y una tercera visión plantea, o planteamos, una perspectiva dialéctica interesada, vemos y vivimos a la educación como un territorio de disputa. Y cuando digo esto no lo digo como comentarista, sino que lo digo especialmente como parte de un colectivo a la vez combatiente y constructor en esa disputa por la educación.  Y  nosotros  como  CCC  somos  parte  del  Movimiento  Pedagógico  Latinoamericano,  que  es  un  movimiento  que  lanzó  la Internacional de la Educación, que tiene sindicatos de base en América Latina, cuyo representante o referente más importante es Hugo Yasky, que en el Primer Encuentro: Hacia un Movimiento Pedagógico  Latinoamericano  realizado  en  Colombia  en  2011[12] dijo  :  “En  esta  época  de  avance  del  proyecto  de  Patria  Grande,  nuestros  gobernantes  escuchan  mucho  a  los  economistas  heterodoxos pero siguen escuchando a los tecnócratas en educación y  es  tarea  del  movimiento  magisterial  construir  una  escuela  al  servicio de la Patria Grande en el Siglo XXI”.

Entonces, como resulta obvio a estas alturas, no hablo desde ningún  lugar  neutral.  Si,  por  tanto,  el  campo  educativo  es  un  lugar  de lucha, ¿quiénes son los que disputan? ¿Qué tradiciones? ¿Qué proyectos? Y yo digo, a los efectos de simplificar, porque hablar de  toda  práctica  humana  es  hablar  de  contradicciones,  complejidades, de tensión, que hay tres grandes proyectos o líneas que conviven conflictivamente.

Solo a los fines metodológicos, supondremos que tales proyectos son internamente consistentes o que sus  tensiones  y  contradicciones  no  obstaculizan  su  orientación,  su sentido y sus creaciones.

El primero que menciono es uno que todos los que estamos acá seguramente  aborrecemos,  que  es  el  proyecto  neoliberal.  Digo  esto porque hoy en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se acaba de sancionar la creación de la Unicaba. No quiero dejar pasar eso,  que  es  parte  del  dispositivo  y  del  proyecto  neoliberal  para  reconfigurar la escuela pública en un sentido.

El pedagogo venezolano Luis Bonilla habla de proyecto neoliberal  como  el  proyecto  de  “apagón  cultural  pedagógico”. 

¿Cuáles  son  los  rasgos  de  este  proyecto?  Lo  digo  muy  rápidamente.  Primero es obstruir, impugnar o evitar todo debate acerca de lo pedagógico. Es decir, de no responder a las preguntas ¿Para qué?

¿Cómo  educarnos?  Es  que  tales  interrogantes  ya  han  sido  contestados. Se educa para la calidad educativa. Este término, “calidad educativa”, se lee, a su vez, en dos claves. Por un lado, se la define  como  los  resultados  de  los  operativos  estandarizados  de  evaluación. Por otro, como la capacidad de formar subjetividades acordes  a  los  mercados  laborales

En  ambos  casos,  hay  detrás  unos supuestos político-educativos (formar para el “rendimiento” y la “productividad” en sus diversas variantes) y unos supuestos pedagógicos (que asignan determinados fines y medios para la concreción de este modelo).

Segundo, el neoliberalismo plantea el papel central de la tecnología en un esquema pedagógico regulado “a distancia”. En el proyecto Secundaria del Futuro de CABA se puede ver que, a partir del  diagnóstico  de  la  crisis  de  la  secundaria,  se  propone  que  el  70% del tiempo escolar teórico se transite en la casa de las y los estudiantes, dependiendo del auxilio de un tutor. Entonces la tecnología aparece como dispositivo educador y con esto no quiero decir que estoy en contra de la computadora, sino contra el uso neoliberal de la computadora.

Y tercero, la descalificación del docente en la institución escolar y el sistema educativo. Es impugnado en su conjunto con un argumento que esgrimen los organismos financieros internacionales: lo que importa es que lxs educandxs aprendan, no interesa cuánto  ni  dónde  ni  cómo.  Se  advierte  entonces  que  un  conjunto  de  ideas, de dispositivos, de discursos y de políticas arremeten contra la educación pública y pugnan por su radical acomodamiento a la utopía reaccionaria del mercado, a su sustento tecnocrático.

Hay una segunda tradición que es la de la instrucción pública. Se trata  de  una  tradición  con  sus  claroscuros  y  que  presupuso  un  tipo de escuela democrática (según qué entendamos por democracia). Ese linaje existe y dentro de él se registran experiencias que tensan y rebasan sus límites.

Y hay una tercera perspectiva que se ha propuesto, incluso desde  antes  de  la  fundación  de  los  sistemas  educativos,  desplegar,  consolidar, reinventar una educación emancipadora. Si adscribimos a esta tercera corriente, entonces es preciso preguntarse ¿de dónde nace la pedagogía emancipadora?

La pedagogía emancipadora, para nosotros, es un proceso de siglos de esfuerzos y requiere asumir distintas tareas complementarias. Hay un trabajo muy importante que hacer, que es la recuperación de un acervo histórico de las pedagogías latinoamericanas y no latinoamericanas.

Pero no se trata solo de leer, sino de comprender, de traducir y de recrear. Porque al margen de leer a Simón Rodríguez, a José Martí, a Jesualdo Sosa, Leticia y Olga Cossettini, la escuela rural mexicana,  el  movimiento  pedagógico  colombiano,  Paulo  Freire,  etc., hay otra cuestión muy relevante acerca de cómo leer a esos autores y autoras y a esas experiencias. No se trata de buscar en Paulo Freire solo una receta para planificar una clase concreta, sino leer en su experiencia pistas, miradas.

Por cierto, sin descartar  herramientas  que  nos  resulten  útiles,  adecuadas  a  nuestros  contextos. Hay que recuperar ese acervo pedagógico. Hay un informe de Simón Rodríguez al Cabildo, de cuando tenía 22 años, donde él propone que los docentes de la escuela en Caracas se reúnan todos los meses a discutir su práctica. Y que a partir de la crítica y autocrítica, este debate quede asentado en un cuaderno firmado por todos, y dice, eso permitirá los avances de la educación. Fíjense qué interesante. Y yo pensaba, si hubiéramos estado sistematizando nuestra práctica desde 1793 hoy tendríamos más herramientas para discutir con Finocchiaro o con el FMI o el BM qué entendemos por calidad educativa.

Es, por tanto, muy importante recuperar críticamente los acervos pedagógicos que tenemos, y leerlos de manera irreverente, activa,  en  diálogo  con  las  prácticas.  Esas  experiencias  y  textos  han  sido invisibilizados, impugnados o negados dentro y fuera de la formación docente. En ocasiones, han sido distorsionados. En rigor, deben ser vivificados no dogmáticamente.

Hay una segunda fuente de creación de nuestra pedagogía emancipadora que son las escuelas y los y las docentes que existen. Y ahí  una  pregunta.  ¿Cómo  hacer  surgir  lo  nuevo  desde  lo  viejo? 

Esta pregunta se la hizo Simón Rodríguez hace dos siglos. La respuesta no está ni en un laboratorio ni en un libro luminoso: serán los docentes que hay y los que vengan los llamados a construir esa pedagogía emancipadora, dando la disputa escuela por escuela.

A  esos  efectos  hay  herramientas  y  metodologías,  pero  hay  que  dar  una  definición  política  de  lo  que  ya  se  dijo  acá.  La  dialéctica  entre  fines  y  medios  también  es  necesaria  para  pensar  la  educación popular. ¿Qué es el educador o la educadora popular? ¿Cuál  es  su  método? 

No  tenemos  chance  de  explayarnos  aquí,  pero digamos algo más con Jesualdo. Advertía en tiempos de debates sobre métodos, que estos no importan si sabemos a dónde queremos  ir:  nuestra  conciencia  sobre  el  rumbo,  el  sentido  y  la  práctica concreta irá enhebrando un arsenal metodológico y sus herramientas.

Es  preciso  volver  a  preguntarse,  una  vez  más,  qué  rasgos  debe  tener no solo el educador, sino también el proceso de trabajo docente. Los venezolanos tienen un método que se llama Invedecor.

Y  dicen  que  tal  método  lo  reinventaron  de  lo  aprendido  por  el movimiento pedagógico colombiano en los años ochenta. Esa palabra,  “Invedecor”,  se  conforma  a  partir  de  las  primeras  letras  de cuatro verbos. El primero es investigar. Un educador popular produce  conocimiento  a  partir  de  su  propia  práctica.  Esto  es  lo  que  proponía  Simón  Rodríguez. 

En  general,  los  que  habitamos  las universidades públicas expropiamos el saber producido en el aula, escribimos los libros y vamos a los congresos. No es que esto sea malo, pero es muy importante que los y las trabajadores de la educación construyan teoría y construyan método para hacer nacer esa nueva escuela.

El segundo verbo es educar porque, al educar, uno se reeduca en el proceso de asumirse como productor de conocimiento. El tercer verbo es comunicar, es decir, producir una comunicación acerca de esos hallazgos, que circulen. Y el cuarto es organizar.

Entonces, ellos dicen intentar la construcción de un movimiento pedagógico  para  avanzar  en  la  reconfiguración  del  trabajo  docente, en la reconfiguración de la dinámica institucional y en la reconfiguración de todo el sistema educativo, que es nuestro objeto. No un pedazo de la población, sino la sociedad en su conjunto. Es decir, es un esfuerzo de educación popular.

Esto  lo  estoy  retomando  porque  me  gusta  que  lo  pensemos  en  términos de desafío y disputa. Los paneles son muy buenos, pero que  si  después  esas  ideas  no  nos  sirven  para  disputar  y  construir  en  las  instituciones,  se  quedan  en  celebraciones.  Que  no  está mal, porque uno sale de acá contento y dice “¡Qué lindo! Me llené de energía vital”. Y, ¿qué hacer, luego, en nuestra faena cotidiana? Entonces, debería ser un llamado a continuar la lucha y la construcción.

Y  yo  quiero  traer  a  Freinet  para  cerrar.  Freinet  era  un  maestro  francés, militante comunista además, que desafiaba la educación tradicional dentro del sistema educativo formal. Decía que la escuela tenía que adaptarse al siglo XX. Freinet era un maestro brillante que usaba el cooperativismo como una herramienta pedagógica potente, y se preguntaba si era posible cambiar la escuela y  el  sistema  educativo  antes  de  la  Revolución.  Y  se  contestaba  que no, que primero venían los cambios sociales profundos fuera de la escuela.

Con esa fuerza transformadora, la institución educativa se vería impelida a cambiar. Es decir que para él no era posible construir una educación popular fuera de un proyecto político más amplio. Habría que trabajar entonces en el doble plano, el  de  la  política  y  el  de  la  pedagogía,  que,  a  su  vez  también  era  político.  Se  preguntaba  entonces  qué  debían  hacer  (o  si  tenían  algo que hacer) antes del advenimiento de la Revolución. Y contestaba que sí, por supuesto. El día que llegara la Revolución iba a existir una escuela. Pero, ¿qué escuela iba a existir? La escuela que le preparemos, decía Freinet.

Cierro con esta idea. América Latina, la Patria Grande, está en un momento un tantito oscuro.

Un tantito. Yo tengo una visión más esperanzada que la del compañero que dice que en México está todo parecido. A nosotros el triunfo de López Obrador nos puso muy contentos sabiendo todos sus límites. Nosotros somos creyentes fervientes en la construcción  de  la  Patria  Grande.  Entonces  la  pregunta  es  ¿qué  escuela va a tener, o qué educación va a tener, el día que la Patria Grande  irrumpa  definitivamente?  Y  la  respuesta  es  “la  escuela  que le preparemos”.

Fabian Cabaluz Ducasse

A continuación, Silvya de Alarcón.

Silvya de Alarcón

Un gusto estar acá con ustedes y compartir la experiencia de mi país. Yo quiero empezar diciendo que Bolivia es un país profundamente  racista.  Hay  una  frase  que  dice  que  Bolivia  es  la  patria de la injusticia social. Esta es un poco la historia de Bolivia.

Bolivia nació a la vida republicana con apenas el 3% de la población como ciudadana. Para mí ese es un dato muy duro. Lo digo porque me recuerda el punto de partida y ese punto de partida es el de una exclusión social brutal, con niveles de violencia muy altos en contra del mundo indígena. Justamente por eso, la educación en Bolivia ha sido un bien en disputa. Es decir, desde muy temprano  (Bolivia  es  independiente  desde  1825),  más  o  menos  alrededor de 1870, empiezan a plantearse los primeros elementos referentes a la lucha por la educación. Y particularmente en la época entre 1900 y 1950 habrá muchos procesos e intentos de avanzar  en  la  lectoescritura  y  demandas  explícitas  por  la  creación de escuelas para indígenas.

Por ejemplo, en 1945, durante el gobierno de Villarroel, por primera vez se da el Primer Congreso Multiétnico Indígena en la Ciudad de La Paz (previamente hubo dos  congresos  indígenas,  pero  únicamente  de  habla  quechua). 

Desde la derrota de Zárate Willca[13], quien se sublevó en 1899, por primera vez el mundo indígena pudo volver a pisar la plaza principal. Tenía prohibido entrar. Es decir, el poder boliviano fue muy despótico  con  el  mundo  indígena.  En  ese  congreso,  se  aprueba  una resolución que demanda al gobierno la creación de escuelas en el campo.

Pero también quiero aclarar que mundo indígena es a veces un concepto un poco abstracto. Cuando hablamos de mundo indígena hablamos en este caso de lo que significa el mundo de habla aymara-quechua. El mundo indígena en Oriente tiene otras características, otras formas. Sus procesos de resistencia han sido tal vez más de pensamiento que de lucha propiamente, después de la derrota de Apiaguaiki Tüpa[14] durante el periodo republicano.

Entonces, decía, esta disputa por la educación tuvo un momento  muy  importante  en  la  memoria  colectiva,  que  es  justamente  el  hecho  de  Warisata,  entre  1931  y  1937.  Escuché  hace  rato  la  interpretación de que Warisata había sido la continuación de la  política  mexicana  indígena.  Yo  me  opongo  a  esa  interpretación,  creo  que  no  tiene  nada  que  ver.  En  el  caso  de  Bolivia,  hay  un  esfuerzo  justamente  de  maestros  y  de  educadores  populares,  al  margen  y  en  contra  del  Estado  oligárquico,  que  en  los  años  20  y  30  empiezan  clandestinamente  a  alfabetizar  a  la  gente,  a  organizarla.  No  olvidemos  que  la  Bolivia  indígena  resiste  desde  por lo menos 1781, cuando se produjo el gran levantamiento de Túpac Katari, y desde entonces ha habido ciclos recurrentes de resistencia y de organización. Las más de las veces, clandestinos.

En ese marco es en el que aparece Warisata. Elizardo Pérez era un maestro que viene del Partido Comunista y se une a Avelino Siñani para justamente crear Warisata, la escuela-ayllu en el departamento  de  La  Paz.  Warisata  fue  la  experiencia  más  gloriosa, diría yo, de educación liberadora, de educación emancipadora en Bolivia. Lo dice Elizardo Pérez explícitamente: el objetivo de Warisata era la liberación del indio, por el indio y para el indio.

Entonces, podemos decir que, hasta 1952, la lucha por la educación es una constante en las demandas indígenas.

Posteriormente,  cuando  llega  la  Revolución  del  52,  viene  todo  un proceso de universalización de la educación desde el Estado.

Pero  en  este  caso  justamente  con  una  finalidad  completamente  contraria, porque el código de la educación boliviana de 1955 era educar para blanquear al mundo indígena. Dicho de otra manera, la educación desde 1952 buscó la construcción de la bolivianidad como  identidad  nacional. 

La  bolivianidad  tenía  seis  notas  fundamentales:  1)  capitalista,  2)  moderna  y  blanca,  culturalmente  hablando, 3) católica, 4) castellano hablante, 5) antiindígena (ser boliviano  es  no  ser  indio)  y  6)  antichilena.  Es  decir,  el  proceso  de inclusión del mundo indígena al Estado como ciudadano implicaba su negación étnica: ¿Quieres ser boliviano? ¡Deja de ser indio! 

La  educación  se  convirtió  entonces  en  el  gran  mecanismo  del  Estado  para  llevar  adelante  el  blanqueamiento  cultural,  la “modernización” productiva en términos capitalistas y la castellanización masiva.

En  los  años  70  comienza  un  nuevo  proceso  de  resistencias,  durante la vigencia del Pacto militar-campesino, que es justamente  el  movimiento  indianista,  katarista.  No  voy  a  entrar  ahorita  a  explicar  las  diferencias,  pero  empieza  ahí  un  proceso  de  reflexión, en este caso de decir ¿y por qué nosotros no? Este proceso ha tenido muchos momentos. El más importante quizás haya sido  la  creación,  superador  del  pacto  militar-campesino,  de  la  Confederación  Sindical  Única  de  Trabajadores  Campesinos  de  Bolivia (CSUTCB).

Yo diría que no hay movimiento social más importante que la Confederación Sindical Única. Piensen que en el momento en que se creó (1979) prácticamente la mitad de la población estaba, de alguna manera, agrupada en la Confederación.

La CSUTCB resistió a las dictaduras. Posteriormente, cuando el neoliberalismo  aniquiló  prácticamente  al  proletariado  minero,  cabeza del movimiento obrero, la CSUTCB planteó que un campesino indígena vaya a la cabeza de la Central Obrera Boliviana, pero el racismo también estaba presente en los obreros. Estaba presente en todos. Y eso impidió, por ejemplo, que el Secretario Ejecutivo de la COB fuera un campesino. Este hecho demuestra cuán  largo  es  el  camino  para  eliminar  al  racismo. 

Y  cuando  finalmente  llegamos  al  ciclo  del  2000,  ya  había  un  largo  proceso  de acumulación en el mundo indígena que también pasaba por un proceso de pauperización y una violencia brutal en contra de todo lo indígena campesino. Después tienen ustedes el ciclo que se abrió en el 2000 y que, bueno, condujo a que el Presidente Evo Morales esté hoy en la Presidencia[15] .

Quería mostrar esta perspectiva histórica –aunque estoy saltando un millón de datos– porque quiero dar una idea de la continuidad,  de  cómo  es  que  en  Bolivia  el  movimiento  indígena  ha  peleado  por  la  educación  a  lo  largo  de  toda  la  historia.  Y  cuando llega al gobierno Evo Morales se produjo un hecho muy importante: la aprobación de la nueva ley de educación. La nueva Ley  Avelino  Siñani-Elizardo  Pérez  planteó  un  elemento  valioso   a  mi  juicio:  la  descolonización. 

Porque  la  descolonización  es  un  tema  que  no  es  exclusivamente  educativo,  pero  es  fuertemente  educativo.  Implica  la  posibilidad,  por  primera  vez,  de  mirarnos  al  espejo  y  decirnos  quiénes  somos,  quiénes  queremos  ser   y  cómo  queremos  ser  entre  todos  juntos.  Entonces,  yo  creo  que  la idea de la descolonización ha calado fuertemente en la mentalidad boliviana. El presidente ilustró su confianza en el futuro con  esta  anécdota:  un  día  se  le  acercó  un  niñito  del  campo  y  le  preguntó: “¿Y tú qué quieres ser?”. Y el niño le contestó: “Cuando sea grande quiero ser presidente”.

Esa idea instalada en el imaginario  es  muy  expresiva  de  lo  que  significa  la  manera  en  que  el indígena ha reapropiado su dignidad, su fortaleza, su derecho a decidir en las políticas públicas. Siempre me gusta mencionar que el presidente tiene todos los días miércoles, a las 5 de la mañana, una reunión del Gabinete con sus ministros. Pero antes, a las 4 de la mañana, el presidente se reúne con la CONALCAM, la Coordinadora Nacional para el Cambio, integrada por las organizaciones y movimientos sociales más importantes en Bolivia. Es ahí donde comienza la toma de decisiones, con el mundo indígena, y luego el gabinete discute su instrumentación.

La  segunda  idea  que  creo  que  es  enormemente  importante  es  la  noción  de  comunidad.  Más  allá  de  cómo  se  quieran  disputar  los sentidos de la comunidad, qué entendemos por ella, creo que eso también ha quedado instalado en el ideario boliviano. Y creo que ambas cosas constituyen un poderoso punto nuevo de partida que hoy define la nueva educación en Bolivia. Es decir, si siendo pesimistas y en algún momento retorna la derecha a Bolivia, yo creo que la va a tener muy dura. Porque Bolivia sabe pelear.

Los movimientos sociales nos han enseñado a todos a pelear. Y eso, digo yo, es algo que es una garantía de que lo que venga por delante va a tener un grado de exigencia mucho más alto y también un proyecto de futuro, de colectividad mucho más claro para todos. Muchas gracias.

Fabian Cabaluz Ducasse

A continuación, la última presentación a cargo de Alessio Surian.

Alessio Surian

En general prefiero no hablar al micrófono para no olvidarme de que son las preguntas –en cualquier momento– las que nos permiten  dialogar.  Trabajo  en  la  universidad  pública,  en  Padua,  en  Italia. Y más o menos tengo la suerte de viajar varias veces por año a América Latina. Y desde mi posición en la universidad pública siempre estoy aprendiendo mucho. Empecé a aprender de Educación  Popular  a  mitad  de  los  años  80.  Y  mucho  en  Bolivia. 

Yo no sabía demasiado de Educación Popular hasta mi llegada al Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) en  La  Paz  y  Cochabamba.  Y  allí  incorporé  esta  idea  de  que  las  preguntas son más importantes –tal vez– que las respuestas.

Sobre la Educación Popular todavía no tengo una definición, tengo más preguntas que respuestas. Pero me parece que los cinco ponentes  ya  han  construido  un  marco  en  el  que  me  reconozco  bastante. Mi postura hoy es la de una Educación Popular que respalde luchas y posea una visión que responda a problemas como el del racismo que mencionó Silvya.

Yo  vengo  de  Italia,  vengo  de  Europa  adónde  hoy  el  racismo  es  muy  explícito.  Por  muchos  años  Europa  ha  sido  muy  racista  y  mantiene su mentalidad colonizadora, aunque no reconoce ni lo uno ni la otra. Hoy la paradoja que vivimos es que, frente a tanta violencia racista, por lo menos tenemos la posibilidad de encarar  el  problema.  Entonces  un  grave  problema  es  cómo  construir  un  escenario  mejor,  pero  también  cómo  deconstruir,  cómo  desaprender algunas de las cosas que se han clavado en nuestra cabeza.

Y una cosa que yo, luego de volver de Bolivia, por ejemplo, no llegaba a reconocer en Padua era la dimensión indígena.

De  cierta  forma  me  surgió  la  pregunta  “¿Y  dónde  están  los  indígenas  en  Europa?”.  Vivo  en  una  ciudad  pequeña  con  mucho  campo  alrededor,  y  lo  que  más  se  acercaba  a  la  cultura  de  los  aymaras y quechuas que yo había conocido en Bolivia eran esoscampesinos que resistían a una agricultura industrial. Esa gente parecía ser muy loca.

Y yo quiero colocar aquí una categoría, solo una categoría: la del loco. Veo una dimensión importante en la educación popular en saber manejar la locura. Esos campesinos que equiparo a los indígenas de Bolivia son aquellos amigos que resistieron y resisten a la agricultura industrial, siempre con las semillas en sus bolsillos. Y mucha gente los miraba como si fueran locos.

¿Qué hacen esos? En los años en que la única revolución solo podía llevarse a cabo por los obreros desde las fábricas, esa gente se interesaba en semillas criollas. Bueno, esos campesinos, a veces a través de un mecanismo ambiguo y complejo que se llama Cooperación Internacional, han estado en contacto con compañeros de África, de  Asia  y  de  América  Latina.  Tengo  la  suerte  de  hablar  varios  idiomas. Y siempre me preguntaban: “¿Nos podría traducir?”, “Sí, cómo no. Con mucho gusto”.

Y traducía, por ejemplo, del francés al italiano o viceversa. Y en tres minutos ellos hablaban entre sí. Y yo no sabía de qué hablaban. Pero hablaban. Yo me quedaba mirándolos,  escuchándolos.  Entendiendo  menos  que  ellos.  Porque  ellos  entendían,  de  veras.  Y  luego  me  contaban.  Los  problemas  son  muchas  veces  los  mismos.  No  necesitaban  de  traductor.  No  es que yo estaba con pocas ganas de trabajar o de traducir. O que no entendía. Yo entendía, pero ellos entendían mejor y directo.

Eso me llamaba la atención y me hizo pensar en uno de los educadores populares que tenemos en Italia, uno de los más cercanos a Paulo Freire: Alberto Manzi. Él hizo algo muy interesante.

Se fue a la televisión, un poco por casualidad, a hacer una campaña  de  alfabetización  para  adultos.  Y  entendió  que  la  manera  de llegar a la palabra por medio de la tele era utilizar la imagen.

Y una imagen que tenía sentido a través de una historia. Bueno, esa misma persona, Alberto Manzi estudió como biólogo, se fue a Perú y Bolivia en el 1955 para investigar biología. Y se dio cuenta del nivel de violencia, del nivel de analfabetismo que tenían las regiones de Bolivia y Perú en las que estaba trabajando. Y cada año  convencía  a  Alitalia  para  que  le  otorgara  gratuitamente  un  boleto para volver a la selva a trabajar con personas que querían alfabetizarse.  Me  llama  la  atención  uno  de  los  tres  cuentos  que  escribió para hacerles entender a los demás qué estaba pasando en Bolivia y Perú. El cuento se llama exactamente “El loco”, y describe de la violencia ejercida por una compañía minera y respaldada por el ayuntamiento. En el cuento, la única forma de darle una vuelta a la situación es gestionar esas relaciones de lucha, en  contra de un poder brutal, por una locura.

Me llama la atención que cuando pensamos en Las Américas, se hace bastante difícil pensar en una América de aquí, Argentina, hasta Canadá. Pero cuando viajamos sobre todo en el mundo indígena  sí  que  vemos  continuidad.  Mucho  más  fuerte  de  lo  que  yo encontré en Italia. Y yo creo que esa continuidad pasa exactamente por esa habilidad de reconocer primero la ambigüedad de la sociedad en la que vivimos. Lo que tendríamos que aceptar pero no lo hacemos mientras buscamos otras formas de organizarnos. En espacios públicos, por ejemplo, en la universidad pública, una forma de poner esos límites en cuestión es preguntarles a los estudiantes por los lugares de producción de conocimientos:

“¿Por  qué  tengo  que  hacerlo  con  los  movimientos  sociales  con  quienes yo colaboro y no en la Universidad?” Y la respuesta de buena parte de los estudiantes es “Ah no, así nos están confundiendo”. Bueno, yo también estoy confundido. Ayúdenme. Este rol específico vinculado a los cuentos, que en inglés se llama trickster, existe en muchos lugares de América. En castellano le podemos decir “El loco”. Son personas que son a la vez sabios y locos.

Son personas que nos comunican las ambigüedades de nuestro entorno social. Y yo creo que esa dimensión siempre ha faltado bastante en nuestro proyecto de transformación.

Concibo a la educación popular como parte de ese sentido: el de un proyecto de transformación. En ese proyecto de transformación  creo  que  merecemos  pensarnos  como  facilitadores,  como  personas  que  no  tienen  un  poder  sino  una  posibilidad  de  apoyar procesos, que expresan una ambigüedad. Lo anterior es muy importante  para  volver  a  una  pedagogía  de  la  tierra. 

Y  me  llamó  mucho  la  atención,  en  el  Seminario  Virtual  de  CLACSO  de  Educación  Pública  y  Desigualdades,  la  posibilidad  de  colaborar  con Adriano Nogueira. Adriano nunca había trabajado en ese espacio virtual. Y llegó a esa tarea de juntar a 100 personas de varios  países  de  las  Américas  con  la  propuesta  de  pensar  “qué  es  educación  popular”  por  medio  de  preguntas.  No  empezó  brindando contenidos, solo preguntas. Y fue el mejor intercambio que hemos tenido.

Comenzó preguntando ese espacio virtual cómo se trabaja en. Sus preguntas permitieron compartir experiencias y reflexiones sobre la vida. Creo que si trabajamos hacia un proceso  de  transformación,  nos  ayudará  a  modificar  nuestro  pensamiento de la vida que además no solo incluye a los humanos.

Eso el neoliberalismo no lo puede pensar, ha dejado de pensarlo hace mucho tiempo. Esta imposibilidad yo creo que puede jugar de nuestro lado para a la vez transformarnos y transformar este sistema. La vida aprende. ¡Muchas gracias!

Fabian Cabaluz Ducasse

Muchas  gracias  a  todos  y  todas  las  panelistas.  Tenemos  unos  veinte  minutos  para  unas  cuatro,  cinco  preguntas.  Yo  diría  dos  rondas de preguntas, relativamente acotadas y lo suficientemente abiertas para el panel. Y después un minuto para cerrar.

—Buenas tardes. Soy parte de un colectivo argentino de educadores  que  hacen  investigación  desde  la  universidad.  Estuvimos  bastante  en  México,  hemos  participado  con  ellos,  y  mi  pregunta la hago pensando en aquellos maestros, que inevitablemente son  maestros,  que  hacen  educación  popular  (porque  hay  tanta  aula,  comunidad  en  el  medio,  comunidades  rurales).  Y  dejando  de lado la reforma educativa, que claramente no tiene nada que ver con pensar el contexto real del educando, para entender que ahí hay educación popular. Pero hay algo que me hace ruido a mí, y no solamente por ahí en México sino también en vistas a discutir nuestra formación docente en la Argentina, y es qué maestros estamos formando. Qué sucede con esas escuelas normales que, inevitablemente cuando tengamos la reforma, no están recuperando  las  experiencias  para  poder  incidir  en  políticas  públicas  reales.  Vos  dijiste,  son  muy  combativos  los  maestros.  En  Michoacán, la Coordinadora, etc. Pero, digo, hasta dónde las respuestas que tenemos no nos llevan a discutir la formación inicial de esos maestros. Entonces, un poco de la mano con poder desde ahí ver cómo llevar a los estudiantes al campo, y a la vez a niveles de concientización social. Un maestro que se anima a sistematizar y a entender qué significa tener una experiencia es contar lo que transforma. De hecho pasa. Entonces, bueno, ¿Cómo ves vos allá la formación inicial?

—Mi  nombre  es  Fernando  y  estaba  recordando  una  charla  que  tuve hace un tiempo con Frei Betto que planteaba que la educación pública podía ser educación pública popular, en tanto que en el capitalismo la educación tenía que pensarse desde las escuelas. Y hoy también se planteaba, en la charla anterior, una escuela pública transformadora. Si entendemos que la escuela pública hoy conviene al poder que esté en crisis, yo creo que es necesario  empezar  a  pensar  en  una  escuela  pública  que  instale  la  categoría de transformadora. Porque en Argentina no hubo nunca una  escuela  pública  realmente  transformadora.  O  hubo  sí  programas,  intentos,  planteos,  pero  no  sirvieron  para  impedir  que  hoy pase lo que está pasando. Eran políticas que no constituyeron realmente transformaciones profundas, a tal punto que hoy por ejemplo está pasando lo de los profesorados, entre otras cosas. Y también pienso que tenemos que hacer una autocrítica en tanto que los profesorados, que estamos defendiendo muy fuerte, de allí también están saliendo los compañeros y compañeras que están en las escuelas y que, justamente, no están pensando en  esta  transformación  que  estamos  acá  debatiendo.  Entonces,  estamos reproduciendo ciertas cuestiones que también estamos intentando cambiar.

Y, por ejemplo, Sarmiento es cierto que hablaba ya de educación popular. Yo soy muy crítico y creo que lo que logró no legitima un montón  de  cuestiones  que  también  hizo.  Entonces  también  me  parece que hay que pensar en una escuela pública transformadora y no una que siga reproduciendo… Y no lo digo como docente de bachilleratos populares o de universidad pública, sino como docente de una escuela de barrio desde hace 25 años, porque sabemos cómo se está construyendo desde ahí. Me parece interesante cerrar con el comentario de pensar en docentes-investigadores. La necesidad de poder investigar desde nuestras propias prácticas constantemente, justamente para poder desnaturalizar ciertas  relaciones  sociales  en  una  sociedad  capitalista  como  la  que estamos viviendo.

—Bueno, buenas tardes. Mi nombre es Ana. Soy de la Universidad Nacional de La Plata y quería hacer una pregunta para plantear a la mesa. ¿Cómo se imaginan, pensando en lo educativo como un campo de disputa, la transición hacia una educación pública, popular, antipatriarcal, descolonizadora [antimarxista]? Así vamos proyectando.

—Hola,  soy  Rosy  Zúñiga,  de  México.  Me  parece  que  es  cierto  que tenemos que tener una alta dosis de locura. Y también creo que hay que pensar cómo hacemos la revolución con estos nuevos  códigos.  Cómo  se  enfrenta  al  patriarcado,  cómo  pensamos  la escuela, cómo decidir y construir colectivamente para la vida.

Recuerdo  una  entrevista  que  tuvo  Paulo  Freire  con  Fernando  Martínez  Heredia  en  La  Habana,  en  el  84  o  85.  Y  él  decía  que  cuando se gana una revolución se tiene que deconstruir la escuela que existe. Porque la escuela que ha existido ha reproducido el sistema dominante del opresor. Entonces necesitamos reestructurar.  Creo  que  ahí  el  feminismo  tiene  muchísimo  que  aportar.  Entonces por ahí vendría el comentario.

—Mi  nombre  es  Juan  y  estaba  reflexionando,  en  base  a  lo  que  compartían, que en la educación existe una noción de lo popular. Y lo popular es una disputa. Pero quizás en otras ramas (yo, porejemplo, trabajo en salud) no existe esa noción de lo popular sino  que  seguimos  reproduciendo  una  dominación  muy  verticalista

Ya  sabemos  cómo  funciona  el  sistema  de  salud  en  nuestro  país  y en general en Latinoamérica. Y, sumándome a la pregunta que ya hicieron, pensaba en cómo construir solidaridades en diferentes campos de trabajo para hablar de la emancipación, siempre en clave popular. Entonces, salir de la salud y pensar lo popular desde un movimiento más amplio. Pienso en la gente que trabaja en educación, en salud, en derechos humanos, etc. Cómo hacer, cómo construir una organización mucho más popular con determinados  patrones  que  nos  permitan  construir  esa  versión  y  que sea una guía para todxs lxs que trabajamos desde el campo popular.

—Quiero hacer foco en lo que dijo la compañera, que la educación en este sistema genera que se reproduzca lo mismo, una y otra  vez.  También  un  poco  lo  que  dijo  el  compañero.  Yo  soy  de  una villa de Barrio Fátima. Mi pregunta es sobre qué buscamos, qué es la educación popular, qué es lo que se genera, quiénes somos los oprimidos. Cuando se construye la educación en general, ¿para quién, o cómo, o de qué manera? ¿Cómo generar contenidos?

Muchos pibes en los barrios no terminan ni la primaria ni la secundaria. ¿Por qué? Porque laburan. Dejan de estudiar para poder comer. Para salir a changuear. ¿Cuál es la sensibilidad que se les da a esos vecinos, a esos pibes y esas pibas que terminan abandonando?  Hoy  en  día  han  pasado  generaciones  y  generaciones,  gente  que  tiene  70  años  y  hoy  no  saben  leer  y  escribir. 

Pero tienen un conocimiento. No es que no lo tienen. Lo tienen. Lo han construido a ese conocimiento. ¿Qué valor se le da a ese conocimiento de esa mujer que ha trabajado toda su vida? Ellas tienen mucho para enseñar también.

—Bueno, retomando lo que hablaban del movimiento pedagógico, la pregunta sería: ¿Qué aportes les ha traído ustedes a la construcción pedagógica de años?

—Yo voy a decir algo de las últimas intervenciones, del compañero que viene del campo de la salud y la pregunta de la compañera de dónde están los oprimidos. Y yo creo que el campo de las pedagogías emancipadoras nos ha ayudado a ampliar la idea de lo educativo. El sistema moderno capitalista educativo se concentró en el sistema escolar y desde allí formó una parte de su proyecto de reproducción. Y ese también es un campo en el que hay que luchar. Pero a estas pedagogías emancipadoras también se las ha juzgado por fuera del campo escolar, en la medida que han reconocido que otros espacios y otras prácticas sociales también son educativas. Como es el caso de las luchas y los movimientos sociales. Pero también podemos decir, desde el punto de vista he-gemónico, que todo el campo de la cultura, de los medios, de los aspectos  aparentemente  no  educativos,  como  la  diversión  o  las 

nuevas tecnologías: ahí también hay un campo educativo en disputa. Una compañera de un Bachillerato Popular hoy comentaba cómo  además  del  trabajo  que  hacían  allí  generaron  un  espacio  de trabajo en salud, con unos promotores de salud. Entonces ahí hay un encuentro con el chico o la chica que no ha ido a la escuela.  En  nuestro  país,  por  ejemplo,  hay  Bibliotecas  Populares,  otro espacio de encuentro que se asume también como tarea de  la  educación  popular  y  encuentra  otro  nivel  de  reconocimiento. 

Un lugar donde se pueden poner en juego esos saberes que no son reconocidos en otro contexto, pero también sumarlos a otras experiencias o procesos organizativos o de lucha. Entonces, creo que  hay  una  idea  allí  de  que  lo  educativo  está  en  todas  partes,  pero también es un campo de disputa que puede ser reconfigurado desde los sentidos emancipadores. Y también me convoca la idea  de  habernos  puesto  un  escenario  más  amplio  todavía,  que  es el de la vida. Entonces, así como las luchas ecuatorianas y bolivianas  nos  han  puesto  en  el  presente  la  idea  de  que  los  derechos van más allá de los humanos y tienen que ver también, por ejemplo,  con  la  Pachamama,  yo  me  siento  muy  interpelado  de  pensar unas pedagogías emancipadoras, de la vida, más allá de lo humano,  o  reconociendo  que  lo  humano  es  solamente  una  parte.

Hoy, por ejemplo, muchos de los proyectos más depredadores, como las prácticas extractivistas, pasan directamente por esa razón  moderna-colonial-patriarcal  de  creer  que  los  humanos  podemos echarle mano a todo lo que hay en la naturaleza. Y lo que uno  encuentra  en  las  luchas  sociales,  especialmente  en  las  de  los pueblos territoriales, campesinos e indígenas, es que muchas de  sus  decisiones  pasan  no  solamente  por  lo  que  conversan  en  sus asambleas, sino que también le consultan al río, a la montaña, y de ahí salen unos consejos muy sabios de cómo construir la emancipación humana y de la vida.

—Bueno, yo voy a hacer una reflexión. La cuestión es que todxs nosotrxs  tenemos  esquemas  de  pensamiento  modernos  y  capitalistas y pensamos desde esas coordenadas. Entonces, el sistema  educativo,  y  fundamentalmente  las  universidades  (más  aun  los  posgrados)  generalmente  refuerzan  esos  esquemas  de  pensamiento que criticamos después discursivamente. En ese sentido marco la diferencia entre la crítica teórica y la crítica histórica. Es decir, no somos pensadores críticos porque leemos autores críticos. Lo somos porque tenemos la capacidad de tener la conciencia histórica activa. Y eso es un llamado de atención para todxs nosotrxs.

Por  ejemplo,  lo  que  dijo  la  compañera  me  pareció  fantástico. 

Porque  lo  que  queda  afuera  de  los  procesos  formativos,  por  lo  general, aun en la Educación Popular, es la experiencia. Y la experiencia es la vida. ¿Qué nos ocurre en la vida, qué nos preguntamos  mientras  estamos  viviendo?  ¿Por  qué  estamos  hablando  todxs? No lo estoy cuestionando, simplemente me pregunto por qué tenemos que hablar todxs.

Porque  esa  lógica,  que  es  propia  de  la  estructura  moderna,  mal  o  bien,  no  nos  incluye.  No  nos  permite  repensarnos.  Entonces,  ¿cómo y cuáles son nuestros esquemas de pensamiento? Los esquemas de pensamiento de quien piensa críticamente deberían ser la vida, la solidaridad, la comunitarización, y desde allí pensar metodologías de construcción.

Es decir, cómo pensamos metodologías  de  la  investigación  de  dignidad,  y  no  metodologías  de  la  investigación que tienen que ver más con el cumplimiento de algunos parámetros para no quedar afuera de algo. Entonces todxs nosotrxs a veces estamos más preocupados por ser incluidos en los esquemas de pensamiento subjetivos, modernos y capitalistas que en cuestionar esa estructura de pensamiento.

El texto de Bruno me recordó a una investigación que hemos hecho  con  otrxs  compañerxs  indígenas,  en  especial  con  Roberto  Arce, un gran intelectual oaxaqueño indígena que luchaba por el contenido de las universidades interculturales que, después del 94, se crearon por decreto. Y su lucha era legítima.

Y  sin  embargo  hoy  tenemos  mucha  gente  que  habla  la  lengua  originaria pero que su pensamiento ya es occidental. El problema es de pensamiento, no es de opciones, de síntomas ni de fenómenos. El problema es cómo pensamos esos fenómenos. Por eso, un buen educador o educadora social popular no puede dejar de ser crítica/o a la hora de interpretar la realidad. Yo soy argentina, pero hace 20 años que vivo en México y allí las escuelas dicen ser públicas, y yo lo cuestiono en este momento, porque tendríamos que pensar públicas para quiénes y qué enseñamos a pensar en ellas. No vaya a ser que estén privatizadas por lo que enseñan y por  una  lógica  de  razonamiento  que  vuelve  privado  lo  público

Entonces, yo creo que ahí hay un problema también. Con la enseñanza, no solamente con la pedagogía, sino con cómo enseñamos, qué  espacio  le  damos  a  la  experiencia.  Tenemos  que  entender  que hay un campo de disputa siempre. Y no olvidar la dimensión política de la propia práctica, pues puedo adherir a un bachillerato público o a una comunidad pero sigo pensando como un opresor. Ni qué hablar en salud. La violencia encubierta es dramática, como lo es en las escuelas. Como lo es en los espacios públicos donde  nos  pensamos  privatizadamente.  Entonces,  vuelvo  a  insistir, el problema no es tanto la opción ideológica-política, sino cómo pienso desde allí.

Esa fue la última pregunta. Y para cerrar no voy a resumir lo que hemos aprendido. Voy a decirles que me emocioné, que me siento muy en afinidad con las personas que han hablado, pero rechazo la banalidad del aprendizaje inmediato.

Creo que necesitamos diálogos para aprender y necesitamos volver,  no  a  militar,  pero  al  menos  a  profundizar  esos  diálogos.  No  banalizar el aprendizaje. Nos escribimos mañana, te cuento y te agradezco, con mucho gusto, lo que he aprendido aquí finalmente. Pero necesito tiempo, necesitamos reconocer ese tiempo, ese esfuerzo  para  analizar  qué  pasa  entre  nosotros.  Esto  es  lo  que  aprendimos.

Me  parece  que  concordamos  que  eso  que  hablamos  está  muy  vinculado con procesos de lucha. Y veo aquí a Alberto, que hoy no estaba por la mañana porque estaba luchando, y creo que eso es fundamental. Si pensamos en un espacio de Educación Popular tal  vez  tengamos  que  pensarlo  a  partir  de  las  luchas  que  podemos fortalecer y del cuerpo que le podamos poner a esas luchas.

Quiero decirle a CLACSO, al Foro Social Mundial, que la próxima vez hay que pensar la educación popular en relación con las luchas.

Yo  creo  en  el  saber  popular.  Creo  que  tenemos  una  dimensión  problemática que la compañera nos acaba de traer, teóricamente muy sencilla, que es la lucha en comunidad. Y esa dimensión es fundamental en lo popular. Tenemos que pensar alianzas.

Yo  vengo  del  campo  de  la  música  y  allí  veo  un  gran  peligro.  En  Europa se le llama músico-terapia comunitaria, entendiendo que hay una dimensión de salud, a una serie de cuestiones que siem-pre han sido consideradas música. Quiere decir que yo que voy con un papel que dice que soy músico-terapeuta lo puedo hacer, y  otrx  que  no  está  autorizado  a  hacerlo,  no.  Sobre  eso  tenemos  que dialogar. No podemos quitar de la comunidad todos esos tipos de conocimientos y de relaciones. Tenemos que volver a otra comunidad  educante,  a  otra  comunidad  sentipensante,  produciendo saberes. Eso es fundamental.

Una sola pequeña cosa sobre Freinet. Él en su escuela trabaja con ideas socialistas y comunistas hablándoles a los niñxs y a los profesorxs. Y esa escuela todavía está en Francia, sobre todo en una dimensión: la de la paz. Y la paz se construye, estamos hablando de más de 100 años, con el intercambio con el otrx. Produciendo colectivamente conocimientos e intercambiando con quien te escucha. Yo creo que hay que ir por ese camino de la coproducción y de la decisión colectiva, que son dos cosas que siempre mencionamos y analizamos, pero que no estamos haciendo realmente. Son simbolismos en nuestros discursos. Entonces ahí tenemos mucho que hacer, fortalecer, aprender. Gracias.

—Bueno,  yo  aprendí  una  cosa  hoy.  En  esta  mesa  hay  muchísimos  acuerdos  y  muchísimos  desacuerdos.  Y  a  lo  mejor  soy  antipático  rompiendo  la  armonía  general.  Pero: hay  desacuerdos. 

Desacuerdos  sobre  qué  es  la  educación  popular,  cuál  es  el  papel de la escuela pública, el papel del Estado, la relación con los movimientos sociales. Hay desacuerdos. Y eso es lo rico y lo desafiante de esta cosa tan diversa y heterogénea que se propone construir lo común. Entonces, planteo un desacuerdo y tengo la última palabra. Tengo que ser cuidadoso con eso. A mí me preocupa la labor teórica que hacemos de las generalizaciones. “Los

maestros somos”, “la escuela pública es”, “los movimientos sociales son”.

Es  un  ejercicio  de  conceptualización  imprescindible  y  lo  hacemos al tiempo que reconocemos la enorme heterogeneidad y diferencia.  Nosotros,  desde  el  movimiento  cooperativo,  visitamos  multitud  de  escuelas  públicas  y  vemos  los  esfuerzos  enormes  que  se  realizan  para  producir  prácticas  diferentes.  Estoy  trabajando con Neuquén que está haciendo ahora el diseño curricular de la Escuela Media desde las propias escuelas, en una disputa con el Estado provincial en el marco de este gobierno nacional.

¡Porque  Macri  no  se  despierta  a  las  4  de  la  mañana  como  Evo! 

Por  suerte.  Entonces,  para  contestar  las  preguntas  que  hicieron  les digo que hay infinidad de experiencias pedagógicas, algunas muy coherentes, otras incoherentes, otras semicoherentes. Y voy a hacer una estrategia también políticamente incorrecta, chavista. Hay un mapa de experiencias y un mapa de actores. La tarea del movimiento es identificar quiénes estamos trabajando en una dirección, articular ese esfuerzo, producir teoría, producir método, avanzar en la disputa de las escuelas, que es lo que ocurre en muchos de nuestros lugares. No hay tiempo para contar la experiencia venezolana, pero es muy interesante en ese sentido. Esa escuela del futuro está en construcción hace tiempo, y más allá de las críticas valiosas e indispensables, hay que poner manos a la obra. Gracias. 

Bibliografía

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Torres, A. (2017). Educación popular. Trayectoria y actualidad. Bogotá: El Búho.


[1] Nota de lxs editores: Se refiere a Freire, Paulo y Asamblea CIMI-MT (1986).  “Un  diálogo  con  Paulo  Freire  sobre  Educación  Indígena”.  En  Amodio, Emanuele (comp.) Educación, escuelas y culturas indígenas de

América Latina.Tomo I. Quito: Abya-Yala, p. 144.

[2] Nota de lxs editores: Torres, Alfonso (2017).  Educación popular. Trayectoria y actualidad. Bogotá, El Búho

[3] Nota de lxs editores: www.ipecal.edu.mx

[4] Nota de lxs editores: la idea de espacios instituidos puede ampliarse  en Quintar, Estela (2019). “La universidad latinoamericana. Entre el sujeto interpretado y las coordenadas de lo posible”. En Basail Rodríguez, A.  (coord.)  Academias  asediadas.  Convicciones  y  conveniencias  ante  la  precarización. Buenos Aires-México: CLACSO/UNICACH/CESMECA.

[5] Nota de lxs editores: Se sigue la noción de seducción de Chul Han, Byung  (2019).  “¿Por  qué  la  revolución  no  es  posible?”;  Disponible  en:  www.bloghemia.com/2019/11/por-que-la-revolucion-ya-no-es-posi-ble.html

[6] Nota de lxs editores: Unas reflexiones interesantes al respecto podrán  encontrarse  en  Basail  Rodríguez, A.  (coord.)  (2019).  Academias asediadas.  Convicciones  y  conveniencias  ante  la  precarización.  Buenos Aires-México:CLACSO/UNICACH/CESMECA.

[7] Nota  de  lxs  editores:  De  lo  que  quiere  dar  cuenta  esta  categoría  como clave de época es de lo paradojal de los discursos y, por lo tanto, la imposible congruencia de esos discursos en la pragmática de la vida cotidiana  tanto  social  como  culturalmente.  Ver  Estela  Quintar  (2018).  “Jóvenes  en  situaciones  de  vulnerabilidad  en  América  Latina.  Prácticas sociales desde la ética del mal”. En Gaete, M. (coord.) Pedagogía en contextos  de  encierro  en  América  Latina.  Experiencias,  posibilidades  y 

resistencias.  Santiago  de  Chile:  Facultad  de  Filosofía  y  Humanidades,  Universidad de Chile.

[8] Nota de lxs editores: A este respecto, véase Gentille, Beatriz (2015). “El recuerdo del ‘mal’. Historizar la memoria”. Revista El Ágora, 15 (2), 365-374.

[9] Nota de lxs editores: Dussel, Enrique (1994). 1492: El encubrimiento del otro: hacia el origen del mito de la modernidad. La Paz: UMSA.

[10] Nota  de  lxs  editores:  Para  profundizar  en  esta  postura,  revisar  Quintar, Estela (2018). “Critica teórica vs. Critica histórica: las paradojas del  decir  y  del  pensar”.  Archivos  de  Ciencias  de  la  Educación,  12  (13),  1-10.

[11] Nota de lxs editores: Por micrológico se comprende decodificar el logos del espacio tiempo de las experiencias de vida cotidianas donde las dinámicas de las dinámicas subjetivas encriptan un cúmulo de información  desde  donde  construir  conocimiento  histórico,  nombrar  lo  no nombrado decodificando prácticas, relaciones, vínculos y representaciones que dan cuenta del inconsciente colectivo.

[12] Nota de lxs editores: este evento se desarrolló los días 5, 6 y 7 de diciembre de 2011 en Bogotá. La Declaración completa de este primer encuentro se encuentra disponible para su consulta en: https://ei-ie-al.org

[13] Nota de lxs editores: Líder indígena que se sublevó en 1898 y por el lapso de tres años enfrentó a la oligarquía del país, al mando de miles de indios aymara quechuas. En la memoria popular, Zárate representa  el  segundo  gran  levantamiento  indígena  y  la  demanda  de  un  país construido desde lo indígena. Zárate murió asesinado en 1902 y desde entonces hasta 1945, los indígenas tenían prohibido acceder a la Plaza

Murillo en la sede de gobierno como una forma de representar simbólicamente que les estaba denegado acceder al centro del poder político.

[14] Nota  de  lxs  editores:  Apiaguaiki  Tüpa  fue  el  último  gran  cacique  guaraní que lideró una sublevación en 1892, en defensa de las tierras indígenas ante el avance de colonizadores sobre ellas. Su derrota trajo

aparejada la masacre (estimada) de 3.000 guaraníes a manos del ejército. Considerando que, para la época, la población total de guaraníes no llegaba a cien mil personas, la masacre y posterior esclavización de los

vencidos significó prácticamente su aniquilación. Los otros pueblos del oriente, mucho más pequeños en población, fueron derrotados antes de la masacre guaraní

[15] Nota de lxs editores: el 10 de noviembre de 2019 tuvo lugar un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Evo Morales en el Estado Plurinacional  de  Bolivia  en  el  marco  del  avance  de  fuerzas  fascistas,  conservadoras,  racistas,  coloniales  y  fundamentalistas  religiosas  contrarias  al  proceso  de  cambio  que  se  venía  llevando  adelante  en  dicho  país

Un Banco Azul navega en el mar del capitalismo salvadoreño. Roberto Pineda. 6 de julio de 2021

La decisión de los dueños del Banco Azul de comprar el guatemalteco Banco G &T El Salvador,  expresa la voluntad de un sector de la oligarquía salvadoreña por elevar su apuesta en el ranking bancario salvadoreño, dominado fuertemente por la banca colombiana[1]. Asimismo refleja una alianza entre grupos financieros guatemaltecos y salvadoreños.

Con esta compra el Banco Azul[2] pasa  a  manejar un capital de mil millones de dólares y pasa del octavo al séptimo lugar del ranking bancario nacional, desplazando al banco hondureño Atlántida y colocándose en disputa con el nicaragüense Promerica, con un capital de 1.3 mil millones de dólares.

Aunque todavía está muy lejos del Banco Agrícola, propiedad de Bancolombia[3], del grupo Sura, el rey del ranking, con activos que superan los cinco mil millones de dólares,  pero el esfuerzo es válido.

El Banco Azul surge en junio de 2015 como el único banco privado de capital nacional y representa los intereses de un conjunto de familias oligárquicas, entre estas las de Araujo Eserski,  Pacas Díaz, Rodríguez Harrison. Álvarez Belismelis, Álvarez Prunera, Imberton, Hill Dutriz, y Araujo de Sola.  

Su presidente, Carlos Enrique Araujo Eserski, expresidente de la ANEP y dueño de Summa Industrial (jabones, aceites, manteca y margarina) fue también directivo cuando el Banco Agrícola Comercial era salvadoreño. Con esta compra adquiere además dos aseguradoras y una casa Corredora de Bolsa, que operarán bajo las marcas del Grupo Azul.

Políticamente, Araujo Eserski apareció mencionado como donante[4] del partido de derecha, Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, que gobernó  El Salvador durante veinte años, 1989-2009. 

En el caso del G &T este ocupa el tercer lugar del ranking bancario guatemalteco con activos que superan los ocho mil millones de dólares. Surge en 1962 y posee sucursales en Estados Unidos, Costa Rica, Panamá y en junio de 2006 adquiere el Banco Americano de El Salvador, y lo transforma en  Banco G&T Continental El Salvador. Con esta acción de venta de su sucursal salvadoreña,  se repliega a fortalecer su posición en el mercado bancario guatemalteco.

Los dueños de este banco y de este grupo financiero son las familias fundadoras (Mario) Granai Andrino y (Ernesto) Townson Pinto, mediante sus herederos Juan Francisco Mini Townson  y Mario Roberto Granai Fernández. 

En términos regionales incluyendo a Panamá, ninguno de estos dos bancos y grupos financieros, el salvadoreño Azul y el guatemalteco G&T, disputa los primeros lugares del ranking, sino que es la poderosa banca colombiana.

Grupo Aval y Grupo Bancolombia son los  líderes regionales

En los primeros lugares[5] de la región se encuentran los colombianos Grupo Aval y Grupo Bancolombia. En el caso del Grupo Aval sus activos ascienden a 31.7 mil millones de dólares, que incluye sus marcas Banco de América Central, BAC, que ocupa el cuarto lugar del ranking salvadoreño, pero está también presente en Guatemala, Honduras Nicaragua, Costa Rica y Panamá; así como en el Banco de Bogotá y Banco de Occidente, con operaciones en Panamá.

Con respecto al Grupo Bancolombia, sus activos ascendieron a  24.4 mil millones de dólares,  al sumar sus operaciones bancarias en Panamá, Guatemala y en el caso de El Salvador, ocupa mediante el Banco Agrícola, el primer lugar del ranking bancario, con 4.9 mil millones de dólares.   

Ocupa el tercer lugar en el ranking regional el Banco General de Panamá, con activos que suman  17.4 mil millones de dólares. En el cuarto lugar está el Banco Industrial de Guatemala, con 15.8 mil millones de dólares, ocupa la primera aposición en el ranking guatemalteco.  En el quinto lugar Banrural de Guatemala  con un capital de 10.6 mil millones de dólares.

En el sexto lugar se encuentra el guatemalteco G & T con 8.0 mil millones de dólares. En el séptimo lugar el nicaragüense Banco Promerica con 7.3 mil millones de dólares, mantiene el primer lugar en el ranking nicaragüense mediante Banpro.

En el octavo lugar el hondureño FICOHSA con 6.4 mil millones de dólares, ocupa el primer lugar en el ranking hondureño. En el noveno, el hondureño Banco Atlántida, con 4.9 mil millones de dólares. Banco Atlántida cuenta con presencia en nuestro país, ocupa el octavo lugar en el ranking bancario[6]. Y en el décimo, el nicaragüense LAFISE con 3.9 mil millones de dólares.


[1] Ocupan el primer (BA/Bancolombia), tercero (BAC/Banco de Bogotá)  y cuarto lugar (Davivienda) del ranking bancario.

[2] El hondureño Cuscatlán ocupara segunda posición de la banca salvadoreña Roberto Pineda 10 de septiembre de 2019. https://ecumenico.org/el-hondureno-cuscatlan-ocupara-segunda-posicion-de-la-banca-salvadorena-roberto-pineda-10-de-agosto-de-2019

[3] Mejores bancos Colombia 2021 https://www.rankia.co/blog/mejores-cdts/3449454-mejores-bancos-colombia-2021

[4] Seis familias acaparan las donaciones al partido Arena. https://elfaro.net/es/201607/el_salvador/18873/Seis-familias-acaparan-las-donaciones-al-partido-Arena.htm

[5] Top 6 de Grupos Financieros Internacionales que operan en Centroamérica en 2020

https://www.estrategiaynegocios.net/finanzas/1381380-330/top-6-de-grupos-financieros-internacionales-que-operan-en-centroam%C3%A9rica-en-2020

[6] Ver Ranking Bancario salvadoreño. https://abansa.net/storage/reports/June2021/21zdIjK2b93rQAxUEZP6.pdf

Seis familias acaparan las donaciones al partido Arena. El Faro. Gabriel Labrador. 2016

Tras cuatro meses de batallas legales, el partido Arena accedió a revelar la lista de sus financistas desde febrero de 2015: entre 470 donantes, la máxima aportadora es la familia Poma. Aparecen luego los apellidos Dueñas, Regalado, Súster, Simán y Cristiani, que junto a Poma suman el 40 % de los aportes en 16 meses. La organización Acción Ciudadana ahora espera que el FMLN también transparente su financiamiento.

En los casi 16 meses transcurridos entre el 7 de febrero de 2015 y mayo de 2016, el partido de derechas Arena recibió de donantes privados un total de 2 millones 992 mil dólares, de los cuales un 40 % provino de seis familias tradicionalmente vinculadas a la organización nacida en 1981 y que gobernó El Salvador entre 1989 y 2009.

En un informe sin precedentes, firmado por Luis Carlos Tenorio, como jefe de la unidad de acceso a la información del principal partido de oposición, Arena entregó una lista de alrededor de 470 financistas privados, entre personas naturales y jurídicas. El documento fue elaborado y entregado a la organización Acción Ciudadana el pasado miércoles 29 de junio, después de meses de batalla legal en el marco de la Ley de Acceso a la Información Pública y de la Ley de Partidos Políticos, que incluso se ha librado en la Corte Suprema de Justicia.

Las seis familias que más aportes hicieron durante el período mencionado son Poma, Suster, Dueñas, Regalado, Simán y Cristiani. Las donaciones de las 10 empresas de las que estas familias son propietarias, más los aportes de siete personas naturales con alguno de esos apellidos que aparecen en la lista de donantes, hacen un monto de 1 millón 197 mil dólares, es decir, el 40 % de todo el ingreso en concepto de donativos en esos casi 16 meses.

Entre personas naturales y jurídicas, son las jurídicas las que han hecho el grueso de los aportes. A la cabeza se sitúan las de la familia Poma, con 450 mil dólares entre las marcas Metrocentro y Autofácil. Las otras ocho corporaciones pertenecientes a las restantes cinco familias con mayores aportes son Omnisport S.A. de C.V., vinculada a la familia Súster; Roberto Dueñas Limitada y Dueñas Hermanos Limitada, vinculadas a la familia con ese apellido; la Compañía Azucarera Salvadoreña y Almacenadora Del Pacífico S.A. de C.V., relacionadas a la familia Regalado; Credisiman y Desarrollos Inmobiliarios Comerciales S.A. de C.V., con vínculos a la familia Simán; y Droguería Santa Lucia, propiedad del expresidente de la República Alfredo Cristiani.

En la lista de donantes hay 13 que aportaron más de 145 mil dólares, otros 38 hicieron donaciones entre los 10 mil y los 145 mil dólares, y el 89 % de los financistas restante (419) dieron menos de 10 mil dólares cada uno.

La familia Poma es, de lejos, la que más dinero aportó al partido, al menos desde febrero de 2015. Metrocentro y Autofácil entregaron, respectivamente, 375 mil dólares y 75 mil en estos 16 meses, lo que significa que de cada 100 dólares que el partido recibió, 15 los puso este grupo empresarial.

Ricardo Poma, el patriarca del Grupo Poma, ha estado ligado al partido desde hace al menos 15 años. Se estrenó como dirigente arenero allá por 2002 junto a un selecto grupo de millonarios que entraron ese año a conducir el partido, y desde ahí influyó en muchas decisiones políticas de la Asamblea Legislativa. Cuando en febrero de 2013 el expresidente de la República y empresario Alfredo Cristiani dejó la presidencia del partido, lo sucedió -mediante un nombramiento secreto- Jorge Velado, un gerente del área automotriz del grupo Poma que hasta entonces era el segundo al mando en Arena. Más recientemente, Poma volvió a figurar cuando lideró el rescate de la candidatura presidencial de Norman Quijano en un momento en que esta se venía a pique en las encuestas que, a falta de ocho meses para la elección presidencial, lo ponían muy por debajo del ahora presidente Salvador Sánchez Cerén.

La empresa Omnisport, de Saúl Suster, es la segunda mayor financista de la lista entregada a Acción Ciudadana. La compañía donó 153 mil 156 dólares a Arena. Súster es un amigo del expresidente Cristiani y durante el gobierno de este fue presidente de la Administración Nacional de Telecomunicaciones (Antel). Cristiani fue presidente de Arena por segunda vez entre 2009 y 2013, y desde febrero de ese año se convirtió en coordinador de otra instancia dirigencial de Arena, la Comisión Política.

Cristiani, propietario de la Droguería Santa Lucía, y su grupo familiar aportan la sexta mayor cantidad de entre todos los donantes: 139 mil 446 dólares salieron de la Droguería Santa Lucía y de los aportes personales suyos y de familiares como el empresario Félix Guillermo Cristiani, o Marcos Llach, hijo del cuñado del expresidente Cristiani, Roberto Llach, quienes aparecen como pequeños donantes del partido. Si se suman los aportes del grupo familiar Cristiani con el de Súster, el monto es de 295 mil 599 dólares.

La lista de financistas aclara el ala derecha de un panorama hasta ahora oscuro en los dos principales partidos políticos, pero el partido en el gobierno, el FMLN, sigue negándose a revelar quiénes son sus donantes. En el caso de Arena, desde el sector de profesionales ha habido quejas recurrentes de que quienes mayor aporte económico tienen son los que toman decisiones tan importantes como las candidaturas a cargos de elección popular, y según algunos este fue el caso de la familia Poma respecto de la candidatura presidencial de Quijano para los comicios de 2014.

Cristiani sigue siendo un hombre poderoso en Arena: la Comisión Política que él dirige es la encargada de redactar muchos de los reglamentos, como por ejemplo, el que normará las próximas elecciones internas del partido. La Comisión Política surgió para que el poder no se concentrara en el Coena presidido por Jorge Velado.

El expresidente de la República Alfredo Cristiani (segundo de izquierda a derecha) fue, durante 16 meses entre febrero de 2015 y mayo de 2016 el sexto mayor financista del partido Arena, según información proporcionada por el partido a la organización Acción Ciudadana.

Si a este 40% que aportaron estas seis familias se suman las donaciones de otros grupos familiares como Calleja (Super Selectos), Quirós (Grupo Q), Miguel (Mike-Mike), e Imberton (Comercializadora Imberton), y se añaden además los aportes de empresas de magnates como Roberto Murray Meza (Prodinsa S.A. de C.V.) y de familias como Borgonovo y Borja, el porcentaje del financiamiento que ellos representan llega al 50 % del total.

Entre las empresas multimillonarias que apadrinan a Arena están las empresas de la familia Dueñas, que intenta recuperar la finca El Espino, en Antiguo Cuscatlán, a costa de unas 70 familias que tendrían que ser expulsadas de la comunidad donde viven. La comunidad y los Dueñas tienen un litigio en un juzgado de la localidad.

Una de las empresas es la propietaria del centro Comercial La Gran Vía, en Antiguo Cuscatlán. Esta empresa se llama Roberto Dueñas Limitada y donó a Arena 65 mil dólares. Sus hijos, Roberto Miguel y Miguel Arturo Dueñas Herrera son socios de Dueñas Hermanos Limitada, dedicada a la construcción de apartamentos, casas y complejos habitacionales como Portal del Casco y Puerta de Gran Canaria, que son los vecinos del Espino. Donaron al partido tricolor 86 mil dólares.

También hay empresas menos tradicionales que figuran como donantes de Arena, entre ellas Desarrollos Veranda S.A. de C.V. y Henríquez S.A. de C.V., que financiaron a Arena con 150 mil dólares y 133 mil dólares, respectivamente.

La información de los donantes de los partidos políticos se ha manejado siempre en secreto y por años las organizaciones no tenían la obligación de declarar al público quiénes eran los que les daban el dinero, ni cuánto. Pero en febrero de 2013 se aprobó la Ley de Partidos Políticos que traía un componente para regular este tema, pero fue declarada inconstitucional en agosto de 2014 por considerar que no cumplía con parámetros de verdadera transparencia y rendición de cuentas.

Los diputados reformaron la ley en octubre de ese mismo año, incluyeron un mecanismo para que los ciudadanos pidieran información a los partidos, pero al mismo tiempo establecieron candados para que los partidos pudieran entregar información incompleta. A raíz de eso, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia resolvió, el 6 de febrero de 2015, que los partidos debían aprobar nuevas modificaciones que, de una vez por todas, garantizaran verdadera transparencia en el financiamiento. Así dejó sin efecto legal los candados que impedían la entrega de la información a los ciudadanos.

Valiéndose de esta sentencia de febrero de 2015, Acción Ciudadana solicitó en febrero de 2016 las cuentas de los partidos políticos. Después de cuatro meses de litigios ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE), los partidos comenzaron a soltar información relacionada a sus donantes. Gana, PDC y PCN fueron los únicos que mostraron algunos nombres de sus financistas pero admitieron que no entregarían la lista completa ni las cantidades que aportaron, mientras que el FMLN y Arena se mantuvieron renuentes .

El TSE, tras audiencias con todos los partidos, sentenció que estos debían entregar la información sobre la identidad de sus donantes así como el detalle de los montos aportados después del 6 de febrero de 2015, esto debido a la resolución de la Sala. El TSE añadió que los partidos tenían la opción de entregar información de sus donantes de antes del 6 de febrero de 2015, siempre y cuando tuvieran la autorización de ellos.

Arena se había negado a entregar la información sobre sus financistas alegando que la Ley de Partidos Políticos aún no se ha reformado, como lo ordena la Sala, y que por tanto pueden obviar entregar la información. Esta interpretación riñe con el mandato judicial establecido en la sentencia de la Sala que dejó inaplicable la parte de la ley en la que se exige a los partidos pedir autorización a sus donantes para compartir la información.

Aun así, Arena apeló la primera resolución del TSE en la que le ordenaba a entregar a Acción Ciudadana la información, pero finalmente, el 30 de mayo, el TSE concluyó que los datos debían ser públicos. Entre notificaciones y plazos legales, Arena entregó, por primera vez en casi 35 años de historia, una lista de financistas el miércoles 29 de junio pasado.

El FMLN, mientras tanto, calla y alega que entregar la información de donantes sería violar la Ley de Partidos Políticos, el cual era el mismo argumento que utilizó Arena para escudarse. El Frente es el único partido que por ahora sigue sin dar ningún dato de sus donantes.

Además de los empresarios tradicionales en Arena, hay donantes vinculados a personajes prominentes de otros partidos políticos como es el caso de la compañía Henríquez S.A. de C.V. (Ferretería MC) que tiene entre sus actuales directivos al exdiputado del Partido de Conciliación Nacional (PCN) Dagoberto Marroquín. Henríquez S.A. de C.V. donó 133 mil dólares en los últimos 16 meses.

Hay más financistas relacionados a otros partidos políticos como el caso de Andrea Susana Mendoza Parker, quien donó 500 dólares a Arena cuando ella también aparece como fundadora del Partido de la Esperanza (Pes) ahora PDC, y además, como donante pecenista.

La lista no precisa los momentos en que los 470 financistas hicieron sus aportes. El período posterior al 6 de febrero de 2015 incluye la etapa final de la campaña para alcaldes y diputados del año pasado.

La Ley de Partidos Políticos prohíbe que gobiernos o agencias extranjeras donen a los partidos, pero nada dice sobre las empresas domiciliadas en el extranjero. Por eso es que la empresa Hencorp Becston Capital, con sede en Miami, Estados Unidos, pudo donar 10 mil dólares al partido tricolor. Esta fue la misma compañía que el expresidente salvadoreño Mauricio Funes dice que entregó un préstamo a la empresa del expresentador de noticias de la Telecorporación Salvadoreña (TCS) Jorge Hernández, Multimedia S.A. de C.V., para que esta a su vez le entregara 16 mensualidades de 15 mil dólares entre 2014 y 2015. Funes está procesado por enriquecimiento ilícito y tiene sus carros y cuentas congeladas.

El documento, fechado 28 de junio de 2016, muestra al expresidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), Jorge Daboub, con una donación de 2 mil 340 dólares.

En la lista de donantes hay un rubro denominado “Aportes Empleados” que suma 20 mil 492 dólares, que representa el 0.68% de los ingresos totales recibidos desde 2015. Arena comenzó a pedirle a sus empleados que contribuyeran al partido desde mayo de 2015 como una forma para diversificar la fuente de ingresos. “Lo veo como un mecanismo que permite cierta independencia económica en el sentido de no ser dependientes de un determinado cooperante”, decía al respecto Hugo Barrera, exvicepresidente de Arena quien actualmente busca la presidencia del partido.

Ya antes han existido llamados a que el partido deje de depender de los grandes financistas. El más reciente ocurrió en los días en los que Arena asimilaba la segunda derrota presidencial consecutiva, con su candidato Norman Quijano. Fundadores y algunos miembros de sectores del partido mencionaron que era un riesgo para Arena que las grandes decisiones estuvieran sujetas a la voluntad de los grandes financistas. “Arena tiene que romper con los grupos de poder económico, así como los hay en el FMLN”, decía Eduardo Larrave, uno de los fundadores más críticos que tenía el partido por aquellos días.

Larrave tal vez aludía a grupos económicos vinculados a rubros específicos de la industria salvadoreña. Entre los donantes de Arena, por ejemplo, el gremio azucarero representa buena parte de los ingresos: 5.8 % del total, es decir 173 mil dólares en 15 meses. A este grupo pertenecen tradicionales financistas del partido como Tomás Regalado Dueñas, Juan Tennant Wright quienes aparecen como donantes, al igual que sus empresas, Compañía Azucarera Salvadoreña e Ingenio El Ángel, respectivamente. En la lista también aparece el Ingenio Jiboa.

Hay otras empresas de donantes vinculados al quehacer político del país. Grupo Centroamericano de Telecomunicaciones, cuyo representante legal es hijo* del magistrado de la Sala de lo Constitucional Belarmino Jaime, aparece como financista con 3 mil 500 dólares. Casi cuatro veces esa cantidad la aportó la empresa D’Casa, propiedad de Carlos Araujo Eserski, expresidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y presidente del Banco Azul.

También aparecen empresas cuyos propietarios han sido vinculados al Cártel de Texis, una estructura del narcotráfico que opera en El Salvador y que ha sido reconocida por las Naciones Unidas: Agroindustrias Gumarsal. Los propietarios de Salazar Romero han sido señalados por informes de inteligencia del Estado como colaboradores del cártel.

Entre los donantes también se pueden hacer viajes al pasado. Por ejemplo, aparece el expresidente del Banco Cuscatlán y que fue una pieza clave en la lavandería utilizada por el partido para ocultar el origen de 10 millones de dólares donados por Taiwán para diversos programas de gobierno durante la presidencia de Francisco Flores (1999-2004) y que fueron desviados al partido para usarse en la campaña electoral que llevó a Antonio Saca a la presidencia de la República. Mauricio Felipe Samayoa Rivas, que falleció en junio de 2015, aparece como donante de 3 mil dólares. La empresa que él dirigió, Corporación Montelena, también otorgó al partido 25 mil dólares. Corporación Montelena se dedica a los negocios funerarios, y fue ahí donde fue cremado el expresidente Flores quien fue el personaje central de la inconclusa investigación por la donación de Taiwán.

Arena ha criticado fervientemente el supuesto financiamiento que hace el grupo Alba Petróleos al gobierno y al partido del FMLN, y sostienen que ahora eso es ilegal, según la Ley de Partidos Políticos. Arena, sin embargo, no ha explicado exactamente cómo se planificó aquel financiamiento que involucró al gobierno taiwanés. Uno de los que podrían ayudar a explicar el entramado es Eduardo Berdugo Muñoz, un contador del partido que sigue laborando para la institución. Berdugo, que trabaja para la empresa Golán, aparece también como un donante del partido con 720 dólares.

*Fe de errata: en una versión original de este texto se mencionaba que el magistrado de la Sala de lo Constitucional era el representante legal de Grupo Centroamericano de Telecomunicaciones, cuando lo correcto es que es su hijo quien desempeña ese cargo. Cambio efectuado a las 8:50 am del lunes 4 de julio de 2016.

Reflexión sobre los programas de la izquierda. Rolando Astarita. 2021

Con frecuencia encuentro que compañeros de la izquierda hacen una suerte de fetichismo de los programas en torno a los cuales se forman coaliciones y frentes electorales.

Sin negar que tienen su importancia, hay que decir que los programas no son todo, ya que también debe tenerse en cuenta la política, la estrategia y las acciones concretas que despliegan las fuerzas que los suscriben.

Como alguna vez escribió Engels, “en general, importan menos los programas oficiales de los partidos que sus actos” (carta 18 de marzo de 1875). Es que un partido, o una coalición, pueden tener un programa más o menos ortodoxamente socialista, y sin embargo desarrollar una práctica (propaganda cotidiana, política, consignas de movilización) inficionada de pies a cabeza por la ideología burguesa, el estatismo burgués o el nacionalismo.

Además, ha ocurrido que corrientes burguesas o pequeñoburguesas, y direcciones sindicales burocráticas, suscriban programas “muy revolucionarios” por razones meramente oportunistas. A modo de ilustración, en anexo presento los programas de La Falda y Huerta Grande, aprobados por las direcciones sindicales peronistas en 1957 y 1962, respectivamente. Votaron esos programas y no movieron un pelo para plasmarlos en la vida real. Peor todavía, eran acérrimos enemigos del socialismo y de todo lo que oliera a internacionalismo.

Pero no debe llamar la atención que los oportunistas actúen así según sus conveniencias del momento. Máxime si en el programa que suscriben se elude la cuestión central: qué clase social es capaz de aplicarlo, y en qué condiciones políticas e institucionales se plantea hacerlo.

Este punto, decisivo, es pasado por alto la mayor parte de las veces, sobre todo cuando se trata de coaliciones electorales de ocasión. A lo sumo, se habla del “gobierno obrero”, fórmula que hace difusa la diferencia entre un poder obrero revolucionario y gobiernos obrero-burgueses del tipo Laborismo (Australia, Gran Bretaña), Partido de los Trabajadores (Brasil), Solidaridad (Polonia). Aunque es una forma de hacer digerible el programa para la opinión pública burguesa y pequeñoburguesa. Y si se condimenta el guiso con una dosis de nacionalismo “de izquierda”, tenemos el cuadro completo.

Por otra parte, algunas personas consideran que con esos compromisos programáticos los revolucionarios pueden “atrapar” a los oportunistas y desnudarlos como tales ante el movimiento de masas. Mi recomendación a esta gente es que tengan en cuenta la observación de Parvus, que recogía Lenin en su famoso folleto “¿Qué hacer?”: “es difícil cazar a un oportunista con una simple fórmula, porque le cuesta tan poco firmar cualquier fórmula como renegar de ella, ya que el oportunismo consiste precisamente en la falta de principios más o menos definidos y firmes”.

Por eso mismo, tampoco tiene mucho sentido la táctica de “exijamos a quienes lo votaron que apliquen el programa”. Recuerdo que durante años un grupo trotskista argentino insistía en “exigir que la CGT convoque a la huelga general para imponer los programas de Huerta Grande y La Falda”. Pero ningún sector significativo del movimiento obrero rompió con el peronismo por esa agitación. Y la táctica es absurda: exigirle a un oportunista que deje de ser oportunista es pedirle peras al olmo, como dice el dicho. Solo alienta ilusiones que pavimentan el camino hacia la frustración y el desánimo de las masas trabajadoras.

En definitiva, los programas tienen su importancia –resumen lo que se propone a la sociedad- pero su carácter último está determinado por la relación que mantienen con la actividad, considerada en su conjunto, de las fuerzas políticas que los proponen.   

Anexo:

Programa de La Falda, 1957

Para la independencia económica:

Comercio exterior:

– Control estatal del comercio exterior sobre las bases de la forma de un monopolio estatal. Liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación.

Control de los productores en las operaciones comerciales con un sentido de defensa de la renta nacional. Planificación del proceso en vista a las necesidades del país, en función de su desarrollo histórico, teniendo presente el interés de la clase laboriosa.

Ampliación y diversificación de los mercados internacionales.

Denuncia de todos los pactos lesivos de nuestra independencia económica.

Planificación de la comercialización teniendo presente nuestro desarrollo interno.

Integración económica con los pueblos hermanos de Latinoamérica, sobre las bases de las experiencias realizadas.

   En el orden interno:

Política de alto consumo interno; altos salarios, mayor producción para el país con sentido nacional.

Desarrollo de la industria liviana adecuada a las necesidades del país.

Incremento de una política económica tendiente a lograr la consolidación de la industria pesada, base de cualquier desarrollo futuro.

Política energética nacional; para ello se hace indispensable la nacionalización de las fuentes naturales de energía y su explotación en función de las necesidades del desarrollo del país.

Nacionalización de los frigoríficos extranjeros, a fin de posibilitar la eficacia del control del comercio exterior, sustrayendo de manos de los monopolios extranjeros dichos resortes básicos de nuestra economía.

Soluciones de fondo, con sentido nacional a los problemas económicos regionales sobre la base de integrar dichas economías a las reales necesidades del país, superando la actual división entre «provincias ricas y provincias pobres’

Control centralizado del crédito por parte del Estado, adecuándolo a un plan de desarrollo integral de la economía con vistas a los intereses de los trabajadores.

Programa agrario, sintetizado en: mecanización del agro, «tendencia de la industria nacional», expropiación del latifundio y extensión del cooperativismo agrario, en procura de que la tierra sea de quien la trabaja.

Para la justicia social:

Control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional, mediante la participación efectiva de los trabajadores: 1) en la elaboración y ejecución del plan económico general, a través de las organizaciones sindicales; 2) participación en la dirección de las empresas privadas y públicas, asegurando, en cada caso, el sentido social de la riqueza; 3) control popular de precios.

Salario mínimo, vital y móvil.

Previsión social integral: 1) unificación de los beneficios y extensión de los mismos a todos los sectores del trabajo. 2) Reformas de la legislación laboral tendientes a adecuarla al momento histórico y de acuerdo al plan general de transformación popular de la realidad argentina.

Creación del organismo estatal que con el control obrero posibilite la vigencia real de las conquistas y legislaciones sociales.

Estabilidad absoluta de los trabajadores. Fuero sindical.

Para la soberanía política:

Elaboración del gran plan político-económico-social de la realidad argentina, que reconozca la presencia del movimiento obrero como fuerza fundamental nacional, a través de su participación hegemónica en la confección y dirección del mismo.

Fortalecimiento del estado nacional popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los anhelos del país mismo, a lo que agrega su unidad de planteamientos de lucha y fortaleza.

Dirección de la acción hacia un entendimiento integral (político-económico) con las naciones hermanas latinoamericanas.

Acción política que reemplace las divisiones artificiales internas, basadas en el federalismo liberal y falso.

Libertad de elegir y ser elegido, sin inhabilitaciones, y el fortalecimiento definitivo de la voluntad popular. Solidaridad de la clase trabajadora con las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos.

Política internacional independiente.

Programa de Huerta Grande, 1962:

1. Nacionalizar todos los bancos y establecer un sistema bancario estatal y centralizado;

2. Implantar el control estatal sobre el comercio exterior;

3. Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas;

4. Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales;

5. Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo;

 6. Prohibir toda importación competitiva con nuestra producción;

7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación;

8. Implantar el control obrero sobre la producción;

9. Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales;

10. Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y máximos de producción.

¿Por qué la revolución ya no es posible? por Byung-Chul Han. 2014

Hace un año, respondí a la presentación de Antonio Negri en el Berliner Schaubühne, donde chocaron dos críticas al capitalismo. Negri se había entusiasmado con la resistencia global al «Imperio», el sistema neoliberal de dominación. Se presentó como un revolucionario comunista y se refirió a mí como un académico escéptico.

Celosamente, invocó a la «Multitud», la masa en red de protesta y revolución en la que claramente confiaba para llevar al Imperio a una caída. El punto de vista del revolucionario comunista me pareció demasiado ingenuo y alejado de la realidad.

En consecuencia, traté de decir por qué la revolución ya no es posible hoy.

¿Por qué es tan estable el sistema neoliberal de dominación? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué la resistencia que ocurre tan rápidamente queda en nada? ¿Por qué, a pesar de la división cada vez mayor entre ricos y pobres, la revolución ya no es posible? Para explicar este estado de cosas, necesitamos una comprensión precisa de cómo funcionan hoy el poder y la dominación.

Cualquiera que desee instalar un nuevo sistema de reglas debe eliminar la resistencia. Lo mismo vale para el orden neoliberal. Implementar un nuevo sistema de dominio requiere una instancia de poder que postula; a menudo, esto implica el uso de la fuerza.

Sin embargo, la potencia que plantea un sistema no es idéntica a la potencia que estabiliza un sistema internamente. Como es bien sabido, Margaret Thatcher, la abanderada del neoliberalismo, trató a los sindicatos como «enemigos internos» y los combatió violentamente. Por todo eso, usar la fuerza para establecer la agenda neoliberal no equivale a un poder para preservar el sistema.

El poder de preservación del sistema no es represivo, sino seductor.

En la sociedad disciplinaria e industrial, el poder de preservación del sistema era represivo. Los trabajadores de las fábricas fueron brutalmente explotados por los dueños de las fábricas. Tal explotación violenta del trabajo de otros implicaba actos de protesta y resistencia. Allí, fue posible que una revolución derribara las relaciones permanentes de producción. En ese sistema de represión, tanto los opresores como los oprimidos eran visibles. Había un oponente concreto, un enemigo visible, y uno podía ofrecer resistencia.

El sistema de dominación neoliberal tiene una estructura completamente diferente. Ahora, el poder de preservación del sistema ya no funciona a través de la represión, sino a través de la seducción, es decir, nos lleva por mal camino. Ya no es visible, como fue el caso bajo el régimen de disciplina. Ahora, ya no hay un oponente concreto, ningún enemigo suprime la libertad que uno pueda resistir.

El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un contratista libre, un empresario de sí mismo. Hoy, todos son trabajadores autoexplotadores en su propia empresa. Cada individuo es maestro y esclavo en uno. Esto también significa que la lucha de clases se ha convertido en una lucha interna con uno mismo. Hoy, cualquiera que no tenga éxito se culpa a sí mismo y se siente avergonzado. La gente se ve a sí misma, no a la sociedad, como el problema.

El sujeto subyugado ni siquiera es consciente de su subyugación.

Cualquier poder disciplinario que gaste esfuerzos para forzar a los seres humanos a entrar en una camisa de fuerza de mandamientos y prohibiciones resulta ineficiente. Es significativamente más eficiente asegurar que las personas se subordinen a la dominación por sí mismas. La eficacia que define el sistema hoy en día se debe al hecho de que, en lugar de operar a través de la prohibición y la privación, su objetivo es complacer y cumplir.

En lugar de hacer que las personas cumplan, se esfuerza por hacerlas dependientes. Esta lógica de eficiencia neoliberal también es válida para la vigilancia. En la década de 1980, por citar un ejemplo, hubo protestas vehementes contra el censo nacional alemán. Incluso los escolares salieron a las calles.

Desde la perspectiva de hoy, la información solicitada en ella (profesión, niveles de educación y distancia del lugar de trabajo) parece casi ridícula. En ese momento, las personas creían que se enfrentaban al estado como una instancia de dominación que arrebataba los datos de los ciudadanos contra su voluntad. Ese tiempo ya pasó. Hoy, las personas se exponen voluntariamente.

Precisamente esta sensación de libertad es lo que hace imposible la protesta. En contraste con los días del censo, casi nadie protesta contra la vigilancia. La libre revelación y la autoexposición siguen la misma lógica de eficiencia que la libre explotación. ¿Contra qué hay que protestar? ¿Uno mismo? La artista conceptual Jenny Holzer ha formulado la paradoja de la situación actual: «Protégeme de lo que quiero».

Es importante distinguir entre el poder que postula y el poder que preserva. Hoy, el poder que mantiene el sistema asume una apariencia «inteligente» y amigable. Al hacerlo, se vuelve invisible e inexpugnable. El sujeto subyugado ni siquiera reconoce que ha sido subyugado. El sujeto piensa que ella es libre.

Este modo de dominación neutraliza la resistencia con bastante eficacia. La dominación que reprime y ataca la libertad no es estable. El régimen neoliberal se muestra estable al inmunizarse contra toda resistencia, porque hace uso de la libertad en lugar de reprimirla. Suprimir la libertad rápidamente provoca resistencia; explotar la libertad no.

Después de la crisis financiera asiática, Corea del Sur quedó paralizada y conmocionada. El FMI intervino y otorgó crédito. A cambio, el gobierno tuvo que hacer valer su agenda neoliberal por la fuerza. Este era un poder represivo que postulaba, del tipo que a menudo resulta violento y difiere del poder de preservación del sistema, que logra hacerse pasar por libertad.

Según Naomi Klein, el estado de conmoción social tras catástrofes como la crisis financiera en Corea del Sur, o la crisis actual en Grecia, ofrece la oportunidad de reprogramar radicalmente a la sociedad por la fuerza. Hoy, apenas hay resistencia en Corea del Sur.

Todo lo contrario: prevalece un vasto consenso, así como depresión y agotamiento. Corea del Sur ahora tiene la tasa de suicidios más alta del mundo. Las personas ejercen violencia sobre sí mismas en lugar de buscar cambiar la sociedad. La agresión dirigida hacia afuera, que implicaría la revolución, ha dado lugar a la agresión dirigida hacia adentro, contra uno mismo.

Hoy en día, no existe una multitud colaborativa en red que pueda surgir en una masa global de protesta y revolución. En cambio, el modo de producción predominante se basa en autoemprendimientos solitarios y aislados, que también están separados de sí mismos. Las empresas solían competir entre sí. Dentro de cada empresa, sin embargo, podría ocurrir solidaridad.

Hoy, todos compiten contra todos los demás, y también dentro de la misma empresa. Aunque tal competencia aumenta la productividad a pasos agigantados, destruye la solidaridad y el espíritu comunitario. Ninguna masa revolucionaria puede surgir de individuos agotados, depresivos y aislados.

El neoliberalismo no puede explicarse en términos marxistas. La famosa «alienación» del trabajo ni siquiera ocurre. Hoy, nos sumergimos ansiosamente en el trabajo, hasta que nos agotamos. La primera etapa del síndrome de burnout, después de todo, es la euforia. El agotamiento y la revolución son mutuamente excluyentes. En consecuencia, es un error creer que la Multitud desechará el parásito del Imperio para inaugurar una sociedad comunista.

La economía compartida conduce a la comercialización total de la vida.

¿Cómo están las cosas con el comunismo hoy? «Compartir» y «comunidad» se invocan constantemente. Se supone que la economía compartida reemplaza la economía de la propiedad y la posesión. Compartir es cuidar es la máxima de los «Circlers» en la reciente novela de Dave Eggers: compartir es curar, por así decirlo. La acera que conduce a la oficina corporativa de Circle está adornada con lemas como Community First y Humans Work Here. Un lema más honesto sería, Caring is Killing.

Los centros de viajes compartidos digitales, que nos convierten a todos en taxistas, también publicitan con atractivos para la comunidad. Pero se equivoca al afirmar, como Jeremy Rifkin en su último libro, The Zero Marginal Cost Society, que la economía compartida ha sonado el fin del capitalismo e inauguró una sociedad orientada a la comunidad en la que se valora más el compartir que el poseer. Lo opuesto es el caso: la economía colaborativa conduce finalmente a la comercialización total de la vida.

El cambio que celebra Rifkin, de poseer a «acceso», no nos ha liberado del capitalismo. Las personas sin dinero todavía no tienen acceso a compartir. Incluso en la era del acceso, todavía vivimos dentro de lo que Didier Bigo ha denominado el «Ban-opticon», y aquellos sin medios permanecen excluidos. «Airbnb», el mercado computarizado que convierte cada hogar en un hotel, incluso ha convertido la hospitalidad en una mercancía.

La ideología de «comunidad» o «bienes comunes de colaboración» conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin un propósito. En una sociedad de retroalimentación mutua y continua, la amistad también se comercializa. Las personas son amigables para obtener mejores calificaciones.

La lógica dura del capitalismo prevalece incluso en el corazón de la economía colaborativa. Por agradable que sea compartir, nadie regala nada gratis. El capitalismo alcanza su plenitud cuando vende el comunismo como una mercancía. El comunismo como mercancía marca el fin de la revolución.