Humberto, hermano de Daniel Ortega: “Su poder dictatorial no tiene sucesores, tras su muerte deberá haber elecciones”. Fabian Medina. Infobae. 19 de mayo de 2024

En entrevista exclusiva con Infobae, el general en retiro habla de la tensa relación familiar, afirma que hay miembros del régimen que han querido asesinarlo y que, si las fuerzas políticas en Nicaragua no entran en una negociación pronto, “el país va al desastre”.

Humberto Ortega, 77 años, es hermano del dictador nicaragüense Daniel Ortega, 78 años. Ambos se integraron en su adolescencia a la guerrilla contra Somoza y luego se convirtieron en comandantes sandinistas. Ambos dirigieron el régimen que gobernó a Nicaragua durante los años 80, Humberto como jefe del Ejército y Daniel como presidente.

Este binomio de poder comenzó a fracturarse en 1990, cuando Humberto Ortega se mantuvo al frente del Ejército en el gobierno de doña Violeta, y Daniel Ortega encabezaba una oposición violenta y radical.

Tras su salida del Ejército, en 1995, Humberto Ortega, de quien se presume maneja negocios millonarios, se dedicó a escribir libros de historia y promover lo que él llama “centrismo humanista”, una corriente de pensamiento que define como acercar posiciones para “contraer acuerdos en beneficio de todos”.

Sus opiniones, ocasionalmente expuestas en el nicaragüense diario La Prensa, agitan las aguas de la política nicaragüense por controversiales o porque sus propuestas de solución a la crisis resultan, al menos “sospechosas”, viniendo de quien vienen.

Humberto Ortega ha mostrado su desacuerdo con muchas de las acciones de su hermano, más que con intención de confrontarlo, para aconsejarlo en estrategias para sobrevivir en el poder. Los hermanos Ortega no son antagónicos, sino que tienen distintas visiones de cómo administrar el poder. Él dice no ser enemigo del régimen nicaragüense ni de la oposición, “aunque tengo puntos de vista encontrados con ellos”.

A pesar de los públicos choques entre ellos (Daniel Ortega lo ha llamado “traidor” e “instrumento de Estados Unidos”) el dictador nicaragüense ha acudido a visitarlo un par de veces en su residencia, donde convalece de complicaciones cardiacas.

En esta amplia entrevista con Infobae, Humberto Ortega relata la particular relación que mantiene con su hermano y dictador de Nicaragua: Daniel Ortega, expone su criterio sobre lo que sucedería en Nicaragua ante su muerte y las salidas que él vislumbra a la crisis que vive el país.

-¿Cómo está de salud? ¿Podría explicarnos su condición médica?

-He tenido eventos cardiovasculares graves, en el contexto del tenso y polarizado conflicto político y social, el Covid, del año 2018. Fui ingresado de urgencia en el Hospital Vivian Pellas, de Managua. Posteriormente, desde diciembre del año pasado, sufro nuevos eventos.

-¿Operaciones a corazón abierto?

-No. Operación a corazón abierto fue en el año 2000, en Costa Rica. Ahora no fue un infarto ni una amenaza de infarto. Fue lo que se llama medicamente “insuficiencia cardíaca”, que igual te puede matar porque no te permite respirar. Ya estoy de alta en mi hogar, acá en Managua. Me siento bastante restablecido y animado, en la dinámica personal y política.

-La última vez que se supo de un encuentro entre usted y su hermano Daniel, fue precisamente por una gravedad médica. ¿Han vuelto a encontrarse?

-A raíz de mi enfermedad, el presidente Daniel, mi hermano, restablece sus encuentros con mi persona, y ahora la comunicación es más natural, fluida. Lo que ha sido constructivo, oportuno, para intercambios acerca de la compleja y difícil crisis mundial en desarrollo. Intercambiamos puntos de vista, animados en contribuir en la superación de la crisis, los serios problemas que aquejan a toda Nicaragua, en particular desde el año 2018.

-Sin embargo, Daniel Ortega parece estar siguiendo una dirección contraria a sus consejos.

-Lo importante es que estamos conversando, aunque no coincidamos en todo. Porque antes no conversábamos. Ahora estamos conversando, cada uno con su punto de vista y sin tensión alguna.

-¿La animadversión o la tirantez que hubo entre ustedes ya desapareció?

-Esa tirantez ha habido en diferentes etapas de la lucha y ha sido al calor de la misma. Mi relación, como persona, como hermano, familia o como político, ha sido en general, respetuosa lo que no quiere decir que no haya sido tensa por puntos de vista encontrados.

-Me llama la atención que en nuestra conversación previa usted dijo: “No quiero morirme antes…” ¿Teme morir?

-Un accidente en el conflicto por la hegemonía puede desatar la hecatombe, la destrucción mutua, el cataclismo de la naturaleza y nuestra especie humana. Entonces morir en esta coyuntura, nos impide contribuir en la solución de esta, en el instante de la debacle, o en el interregno que requiera el acuerdo entre las potencias para asegurar la paz con una hegemonía compartida entre las potencias.

-¿Usted espera que su opinión sea tomada en cuenta por las potencias en conflicto? ¿No le resulta muy pretencioso?

-Yo no espero que las potencias escuchen las angustias de alguien como yo o alguien como usted. Porque ni siquiera escuchan a sus propios aliados y gobiernos. Pero, tenemos el deber de hacer esfuerzos para ir sumando ruegos como los hace el Papa, tratando, en primer lugar, de resolver los asuntos que nos aquejan. No pretendo que me escuchen, o que me llamen. No. Lo que pretendo es hacer un llamado de angustia, una reflexión pública porque soy conocido internacionalmente.

-Ha planteado que el mundo sufre los estragos de un nuevo reparto. ¿Cómo considera que afecta a Nicaragua ese nuevo reparto mundial?

-Nos afecta directamente si nos alineamos a cualquiera de los bloques del poder mundial, carentes de la dignidad nacional que en nuestra historia forjan las luchas patrióticas como lo hace Augusto César Sandino. Crudamente el pragmatismo se impone y es inevitable, necesario, que nuestro pequeño país, se integre a cualquiera de los bloques en pugna, y mantenga reservas justificables con los Estados Unidos, la potencia que históricamente nos ha maltratado, al reducirnos en el pasado a un país con pueblo, territorio y gobierno, pero sin la “supremacía ni la independencia” que son elementos constitutivos de la soberanía. Igual sucede con otros pueblos del mundo que han sido humillados hasta el presente por la imperial China, Rusia.

-¿Cuán beneficiosa o perjudicial es la alineación del régimen de su hermano con Rusia o China, y de enfrentamiento con Estados Unidos?

-Debemos sostener relaciones de mutuo beneficio con cualquiera de dichas potencias. Y, la decisión de tener una integración más profunda con Rusia o China no debe conllevar a chocar con los Estados Unidos, potencia con la cual tenemos grandes ventajas y beneficios en el marco de los tratados económicos y comerciales en vigor. No caer en trampa de los extremistas que alientan el ataque permanente y frontal a los Estados Unidos para provocar una reacción imperial en el tenso conflicto mundial, que podría ser pretexto para golpes quirúrgicos, para suplantar gobiernos del Alba, Nicaragua en particular. Por tal motivo he alertado esa posibilidad. Y, llamativamente en el poder en Washington, algunos procuran una solución pragmática con el gobierno de Daniel Ortega, en la incierta dinámica del día a día o de cara al proceso electoral de Nicaragua en el 2026.

-¿Golpes quirúrgicos? ¿Se refiere a operaciones parecidas a la que realizó Estados Unidos con Noriega en Panamá en 1989?

Exactamente. Pero, más que eso, serían golpes para suplantar el poder establecido, y no para iniciar con esto un proceso anárquico o una guerra de resistencia como la que tuvimos en el pasado. Estados Unidos no quiere problemas aquí en la región de tipo anárquico y mucho menos guerra prolongada. Simplemente sería como sacar una muela que les está estorbando, conservando intacta la dentadura. Sacar la pieza más descompuesta.

-Usted habló de las elecciones en Nicaragua para el 2026. ¿Cómo se puede esperar unas elecciones con una dictadura que ni siquiera permite las manifestaciones religiosas en las calles?

-En mi consideración solamente hay una vía para resolver el empantanamiento del conflicto, que se ahondó en la crisis del 2018. Ese camino es buscar como sentar a las partes, altamente polarizadas y llenas de desconfianzas por las acciones mutuas que se recelan y se cuestionan. A todo gobierno se le carga mayor responsabilidad. Que haya conciencia profunda en el actual grupo de poder de la desviación del proceso democrático.

-¿Y cómo espera usted que Daniel Ortega propicie una apertura democrática que con seguridad lo va a sacar del poder y lo puede llevar ante los tribunales por los crímenes que ha cometido?

-Correcto. El modelo que más le conviene a Nicaragua, es la república…

-Insisto: ¿Cómo espera usted que Daniel Ortega dé un paso al frente hacia la república si está en modo sobrevivencia y la república significaría, digamos en términos metafóricos, la soga que lo ahorcaría?

-Aquí quedaron muchas heridas abiertas, pero aun así hemos llegado hasta el año 2018, que, mal que bien, funcionaba cierta paz, cierta tolerancia, cierto desarrollo. Algunos han optado por un camino totalitario para imponer un modelo, un sistema que no tiene cabida en Nicaragua. Que nos es viable, lo intentan y fracasan y terminan borrados de la historia.

-¿Considera que la dictadura de Daniel Ortega es un caso exitoso o fracasado?

-Después de más de 100 años de guerra terrible, el logro más grande ha sido que de alguna otra manera hemos sentido el beneficio de la paz. Y hemos sentido que con ella se mueve mejor la economía y se lucha mejor contra la pobreza.

Lo que ha pasado aquí es que hay tendencias en el actual agrupamiento sandinista que quedó al frente de los más radicales, dogmáticos, al lado de Daniel con Tomás Borge, en particular, que creen que el mejor modelo para vencer la pobreza es un Estado bondadoso sin tomar en cuenta que no se da lo que no se puede producir, y que se vuelve entonces un Estado corrupto y parasitario que el pueblo recoge lo que le dan, pero no está de acuerdo con esa manera.

Aquí lo que hay es una lucha ideológica. Eso es lo que hace difícil el problema con este grupo. La médula espinal del grupo de poder es dogmática. Fue la gente más dogmática. Combatientes heroicos en su momento, pero que se formaron dogmáticamente a lo largo de la lucha. No pudieron imponer su dogmatismo porque hubo gente, como mi persona, que no comulga con ese modelo y, al contrario, empujé un modelo democrático de pluralismo político, economía mixta y no alineamiento. Pero, luego se impuso el grupo de poder más dogmático, y ese grupo junto con una serie de gente oportunista, que fueron hasta antisandinistas y somocistas, ahora son aliados de esa gente y los toleran no porque crean en ellos, sino simplemente porque les son útiles.

Yo no soy enemigo de ninguno, pero tengo puntos de vista muy encontrados de cómo se están haciendo las cosas. El quiebre entre nosotros tiene que ser político, no ideológico. Siendo pragmático, como debe ser un político, se debe dar chance a una apertura política que lleve a una solución real, como fue haber logrado que Daniel Ortega adelantara las elecciones en 1990.

Guste o no, ese grupo de poder tiene que buscar negociación con el que permanentemente dicen es el peor enemigo de la humanidad, Estados Unidos, y lo atacan de manera visceral. Con ese tendrán que sentarse, y con ese tendrán que negociar, y con todos los que los adversan y que se odian, en particular los que han quedado beligerantes después de la crisis de 2018. Solo con esos componentes: Estados Unidos, ese grupo de poder radical, y los lideres de la oposición dispersos, e igual mente radicales y sin rumbo, solo con esos se puede buscar una salida.

-¿Qué garantías necesitaría Daniel Ortega para meterse a una negociación? Una vez dijo que un diálogo sería como darles la soga con que lo van a ahorcar él.

-Hay un momento en que uno usa esas figuras metafóricas para animar a sus bases que están débiles. Yo mismo, cuando triunfó la Revolución, en una plaza llena, en el centro de Managua, dije que en Nicaragua no se rifa el poder, que no iban a haber elecciones. Yo mismo dije eso y me atacaron. Sin embargo, yo fui el que más propicie la paz y más propicie las elecciones.

Vamos al desastre, aunque parezca que las cosas están bien. Desde la crisis de 2018, la comunicación ha estado cerrada, no se permite el ejercicio democrático a través de la imposición de un régimen policiaco, que da lugar a la tendencia autoritaria, antidemocrática del gobierno actual. Lo primero es que haya conciencia de la gravedad de seguir marchando por este rumbo y más, tomando en cuenta los peligros que se corren en el marco de los grandes (potencias). Estar jugando con estas cosas en momentos de gran tensión, es ahí que digo que podría haber golpes de sorpresa que le harían mucho daño a ese grupo de poder.

-¿Qué considera que hizo mal el régimen de su hermano antes, durante y después de la rebelión del 2018?

-Para antes de la rebelión, el régimen subestimó el profundo malestar del pueblo por las formas cada vez más autoritarias del régimen y de sus aliados anteriormente antisandinistas y corruptos. Fue poco a poco ahogando las protestas sociales y políticas, y debilitando el necesario pacto social representado en la tripartita de trabajadores, empresa privada y gobierno. Al mismo tiempo se fortaleció el acoso policial al opositor en general. Paralelamente los extremistas opositores fueron preparando protestas al margen de la ley, alentadas por los extremistas de Estados Unidos.

Durante las protestas el régimen demostró sorpresa y actuó inicialmente con desaciertos que dieron lugar a excesos repugnantes, criminales desde ambos bandos. El régimen ganó tiempo, aprovechando la evidente división y ambiciones de la oposición, alargando el diálogo, que fracasa, y entonces después de varios meses de tranques rebeldes ilegales y sangrientos, el gobierno con la policía, paramilitares y el Ejército, los desmantela. Hubiera sido mejor que el Ejército actuará justa y legítimamente, evitando todo lo posteriormente sucedido.

-¿Usted sí reconoce la participación del Ejército en la represión del 2018 y cuál hubiese sido esa actuación justa y legítima del ejército?

-El pecado más grande del Ejército, injusto, que daña su imagen y profesionalismo, fue la tolerancia con civiles armados, en particular con paramilitares, que sus aparatos de seguridad e inteligencia tenían registrados, que sabían dónde estaban, sabían dónde se movían y que, incluso, toleraron que se armasen. Yo no puedo decir que el Ejército los armó. No. No tengo prueba de eso. Pero sí puedo decir que la capacidad que siempre ha tenido, desde la época de Somoza que era una de las mejores oficinas de seguridad, para que se dieran cuenta de dónde unos civiles obtenían armas, se organizaban, disparaban y mataban. Entonces para mí, el Ejército, de hecho, fue cómplice de una situación confusa que conllevó a una responsabilidad enorme de dolor y muerte.

Para mí eso fue un grave error del Ejército, que se sumó a la tendencia del Estado todo, con un gobierno al frente, de no asumir la responsabilidad que como Estado tiene ante la sociedad, y decir que la culpa, en primer lugar, es de la sociedad que se rebela o se enardece, o protesta por problemas.

-¿Cuál sería para usted la salida a la crisis actual que vive Nicaragua?

-Un “reencuentro” entre todas las fuerzas de la sociedad, particularmente las políticas que están más llenas de odio y polarizadas. Para esto la iniciativa debe llevarla el régimen y el presidente Daniel Ortega en particular. El actual conflicto mundial hace más urgente tal proceso de búsqueda de acuerdo para ya y para el año electoral 2026. Los Estados Unidos pueden pragmáticamente contribuir en esta dirección.

-En algún momento Daniel Ortega lo acuso a usted de ser peón del imperio norteamericano y de haber lanzado al ejército contra las bases sandinistas en el gobierno de Doña Violeta.

-Tal ataque es injustificable. Sin mi persona al frente del Ejército de Nicaragua en la titánica transición de la guerra a la paz del nuevo gobierno de doña Violeta y Antonio Lacayo, hubiera sido imposible la gobernabilidad básica ante los esfuerzos radicales de extremistas sandinistas y opositores al gobierno de Doña Violeta de sus propias fuerzas. Incluso funcionarios del gobierno norteamericano exigían la desaparición del Ejército y de mi persona. Nuestra institución castrense, con el Código Militar juramos lealtad a la patria y no a ninguna fuerza civil partidaria, de gobierno o no, y por tanto aseguré el relevo cada cinco años de la jerarquía militar para su profesionalismo, debiendo ser no partidario.

Este Ejército dio lugar al espacio político democrático, y cuando lamentablemente algunas fuerzas retiradas del Ejército, y de la contrarrevolución ya desarmada, se rearmaron y juntaron, en “recompas”, “recontras” y “revueltos”, asaltando pueblos como en Estelí, nos vimos precisados con nostalgia a combatirlos muriendo decenas de ellos y con víctimas fatales en la población y nuestras fuerzas de la Policía Nacional y del Ejército de Nicaragua. Fue hasta el año 2000 que termina dicho fenómeno, y reaparece brevemente en la crisis del año 2018.

-¿Diría que usted es opositor al gobierno de su hermano?

-No estoy ni en favor ni en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega, ni en contra ni en favor de las fuerzas opositoras, estoy en los esfuerzos por mis ideales para una Nicaragua democrática y en paz, mi ética y moral de un antiguo luchador de nobles utopías me obliga en el esfuerzo por ayudar a mi patria a salir de la profunda crisis política que nos agobia, y que retrasa el desarrollo más potente del país. Por tal motivo desde la lucha contra Somoza impulse el pluralismo político, la economía mixta y el no alineamiento internacional. Elaboré la estrategia insurreccional que se ven obligados a aceptar las tendencias radicales del FSLN, y que aseguró el triunfo de la revolución, y el fruto más preciado de la misma: la nueva democracia, hoy en grave estancamiento. Me esmero en predicar el Centrismo político humanista, que resuelva el conflicto generando justos acuerdos nacionales.

-Daniel Ortega tiene 78 años. ¿Su muerte podría crear un vacío de poder en Nicaragua o usted ve activándose la sucesión dinástica?

-Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, ante la ausencia de este, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato. ¿Por qué razón? Porque la misma tendencia autoritaria, personalista, verticalista de mandar, ha castrado las correas de trasmisión del partido. El partido actualmente no tiene repuesto. Están ahí, no por una mística, sino por estar ahí como funcionarios, muchos queriendo hacer bien, pero más que todo, teniendo beneficios de esa participación gubernamental y política. Si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso…

-Ni Rosario Murillo…

-Nadie. Nadie. No quiero mencionar a nadie en particular. Sin Daniel no hay nadie, porque, con todo y todo, Daniel es el único líder, histórico, que aún conserva los créditos de esa lucha. Sin Daniel veo muy difícil que haya unos dos o tres que se junten. Mucho menos uno en particular, y más difícil en la familia. Hijos que no han tenido el acumulado de una lucha política. Ni Somoza pudo establecer a su hijo. Con la ausencia de Daniel sería muy frágil sostener todo lo que hasta ahora ha logrado sostener con gran esfuerzo y con enormes complejidades. No solo a nivel interno, sino también con las fuerzas aliadas de las izquierdas y los gobiernos de la región. Al único que conocen es a Daniel.

-Y el resto de las líderes sandinistas…

-Hay algunos ahí que tuvieron relevancia, que están en el gobierno, algunos que fueron miembros de la Dirección Nacional histórica, que están ahí apoyando a Daniel. Esta gente ha perdido liderazgo porque no ha sabido luchar por él. Ellos mismos se han castrado. Sandinistas que fueron de la Dirección y que en esta coyuntura ni siquiera son capaces de sacar un artículo como los que yo escribo, y sacar una crítica constructiva como la que yo he sacado, y me he expuesto ante gente radical que quisiera matarme. Yo jamás les he mostrado miedo, y jamás he dicho me voy de Nicaragua. Jamás he dicho que me voy a exiliar. Y si me quieren hacer eso, no lo voy a tolerar y voy a preferir morir defendiendo esos principios que darles el chance de que me humillen. Hay unos cuatro miembros de la Dirección (Nacional sandinista) que quedan ahí, no hablan. Tienen miedo de comunicarse con otros. Esa gente ya no son aquellos. Como decía Séneca: su poder reside en el miedo, y si no te tengo miedo tu poder sobre mi persona no sirve para nada, aunque te impongás sobre mí, incluso desaparecerme.

-Pero sería fácil concluir que a usted le protege el ser hermano de sangre de Daniel Ortega para que no tome represalias como lo haría con otros.

-No. A mí no me protege ser hermano. Para mí eso no es lo fundamental. Que seamos hermanos de sangre no quiere decir que este agrupamiento que dirige Daniel no haya tenido y tenga enormes malestares con un hombre como yo. Ha habido algunos que han llegado a pensar en eliminarme. De Daniel nunca lo he sabido, pero sí de gente que esta con él. Yo lo sé. Que te pueden envenenar, te pueden dejar ir un furgón en la carretera… Esas cosas pueden pasar. ¿Me pasaron? Pues ni modo, hasta ahí llegué. Como hermano me genera confianza que conozco a Daniel desde niño y sé que él, como individuo, es incapaz de, personalmente, actuar como asesino, y mucho menos contra un hermano suyo. Pero, en una situación alterada, este mismo grupo, con él al frente, me colocan al punto de la soga. Eso ya ha pasado. ¿Acaso no me ha dicho que soy traidor, varias veces? Y usted sabe lo que es que le digan a un hombre como yo que es traidor, entre esa gente radical que lo acompaña. En la calle me pueden decir que soy traidor, borrachos o lo que sea, y pegarme un tiro. Yo no ando con policías desde que salí del Ejército. Yo no tengo escolta del Ejército. Nunca me la dio. La escolta que yo tengo es organizada y financiada con mi propio esfuerzo. Gente sencilla. Algunos retirados de Ejército. Y son pocos. O sea, que si a mí me quieren matar es fácil.

Pero, para no aumentar la tirantez que existe, en mi caso personal, que conozco a Daniel desde niño, nunca lo he visto hacerle algo a uno de los suyos, hacerle una canallada a alguien. Daniel no es un asesino. Como un líder político, que tiene un movimiento radical, ahí sus actuaciones lo van diciendo. Y a mí se me ha acusado públicamente de traidor a la patria, de que me vendí al imperialismo y hay muchos que actualmente le dicen a Daniel que yo le ando haciendo el juego a Estados Unidos.

-Usted dice que Daniel Ortega no es un asesino, contrario a lo que piensan muchas personas. ¿Usted lo exime de los asesinatos y crímenes que se le achacan?

-No, no. Mire, yo no soy juez. Ni soy autoridad moral o religiosa para eximir o condenar a nadie. Daniel Ortega al frente de una función pública tiene responsabilidad de Estado y como presidente responde a lo pésimo, a lo malo, y de lo bueno y lo bien hecho de su gestión. Yo no eximo a Daniel Ortega de su actuación en los diferentes momentos. Como tampoco eximo a ninguno de la derecha, de los opositores, de todos los excesos que se cometieron cuando, queriendo aprovechar el malestar del pueblo quisieron montar una insurrección sin rumbo y que dio lugar, igualmente, a crímenes horrendos. Simplemente no soy juez, no soy dios para andar eximiendo o condenando a nadie, pero si tengo derecho a expresar mi protesta de los personeros que están en cargos públicos o en la actividad política en la oposición. Tengo el derecho y el deber.

-¿Qué cree usted entonces que pasaría en Nicaragua ante la muerte de Daniel Ortega?

-Ante una ausencia repentina de Daniel Ortega, habría primero un enorme desconcierto e imposibilidad, para mí, de que la parte civil del gobierno y el partido pueda asumir un poder sólido. Las instituciones sandinistas en el gobierno o el partido no tendrían, a mi modo de ver, la capacidad, para llenar ese vacío. Lo único que puede resolver ese vacío, y que no haya una anarquía y un caos en el país es el Ejército. En primer lugar, el Ejército. Coordinado con la Policía Nacional. Y buscar una salida en el corto plazo, quizás un año o menos, para convocar a un proceso electoral, ya sea el programado para el 2026…. Ese sería. Generar las condiciones para que haya ese proceso. Al poder civil, del gobierno y el partido, no le veo capacidad de llenar ese vacío, ni a lo inmediato ni en el mediano plazo, sino simplemente funcionar en el marco de una transición que la va a dirigir el gobierno con las fuerzas de seguridad, la Policía, y un proceso luego de negociaciones y alianzas, dando margen a la sociedad civil a que se pongan de acuerdo en una salida en las elecciones para el 2026. Eso lo miraría bien Estados Unidos y lo mirarían bien los países del Alba.

-Muchos opositores creen que usted y otros dirigentes históricos del sandinismo son responsables de crímenes y de la situación actual de crisis que vive el país. ¿Estaría usted dispuesto a someterse a la justicia si tuviese las garantías de un juicio imparcial?

-Abrir heridas ya sanadas en las distintas amnistías a lo largo de la historia, sería desastroso para la estabilidad del país. En el presente se podría crear una Comisión de la Verdad para dilucidar los crímenes acontecidos desde la guerra de la década de 1980. Y, el primer condenado por el alto Tribunal de La Haya, en Países Bajos es el gobierno de los Estados Unidos por su guerra contra Nicaragua, tribunal internacional que Estados Unidos no reconoce, negándose a indemnizar a Nicaragua por más de 18 mil millones de dólares. Igualmente seríamos procesados los sandinistas y los opositores al gobierno, tanto los contrarrevolucionarios en armas o los civiles en labor de desestabilización política, como el diario La Prensa, Iglesias, el Vaticano con el reaccionario Papa Juan Pablo II, y quienes alentaron los crímenes de alfabetizadores, minado de puertos, bloqueos económicos, la crisis del 2018, todos crímenes de lesa humanidad. Entonces procedamos desde ya a hacerlo, y Nicaragua estallará en mil pedazos antes de que pudiese desatarse el cataclismo universal.

460 Años de lucha revolucionaria del pueblo salvadoreño hasta la victoria. Roberto Pineda. Junio de 1984

(Hace 40 años, en 1984 inicie un esfuerzo de búsqueda y recopilación de las raíces históricas de nuestras luchas populares, y hoy al acercarse el 500 aniversario de nuestra primera batalla de resistencia frente a los invasores españoles en Acaxual el 8 de junio de 1524, reproduzco este texto, muy significativo para mi como compromiso político vigente por la liberación nacional.)

INTRODUCCION

Las clases dominantes salvadoreñas, a través de sus mecanismos de control ideológico han hecho múltiples esfuerzos por ocultar las combativas tradiciones de lucha del pueblo salvadoreño. En diversas formas han tratado de encubrir la voluntad ininterrumpida de los sectores populares por lograr cambiar el rumbo de nuestro país hacia la construcción de una sociedad más justa.

Las clases dominantes y sus aparatos de dominación ideológica han tratado de convertir 460 años de lucha revolucionaria en coloridos pasajes folklóricos o una historiografía vacía, sin ninguna relación con el presente. Han pretendido con esto privar al pueblo salvadoreño del conocimiento de las profundas raíces históricas que acompañan su legítima lucha.

En estos momentos en que el pueblo salvadoreño libra heroicas batallas para lograr su liberación definitiva, se vuelve una necesidad el rescatar nuestras más profundas tradiciones históricas de resistencia contra los invasores extranjeros y de lucha por la liberación de nuestra Patria. Las notas siguientes pretenden hacer un aporte en este sentido.

Durante estos 460 años de lucha revolucionaria, el pueblo salvadoreño aprendió el arte de la resistencia contra los invasores extranjeros; a organizar, unificar y movilizar sus fuerzas; a diseñar una estrategia y táctica de lucha que lo conduzca a la victoria; a construir la solidaridad internacional; a agudizar las contradicciones en el campo enemigo; a delinear un programa de gobierno democrático; a forjar un experimentado y poderoso ejército popular; a dominar el arte de la diplomacia, en síntesis, a convertirse en una verdadera alternativa de poder en nuestro país.

Los Frentes Farabundo Martí para la Liberación Nacional y Democrático Revolucionario (FMLN-FDR), constituyen la culminación de un largo proceso de desarrollo histórico de la voluntad de liberación del pueblo salvadoreño que abarca casi cinco siglos.

Los Frentes FMLN-FDR son los herederos históricos de las tradiciones revolucionarias de los combatientes indígenas de 1524; de las masas independentistas de 1811 y 1814; de la sublevación indígena de los Nonualco en 1833 acaudillada por Anastasio Aquino; de la insurrección obrero campesina de enero de 1932 y de su principal dirigente, Agustín Farabundo Martí; de las jornadas de abril y mayo de 1944 que concluyeron en el derrocamiento del dictador Maximiliano Hernández Martínez; de las batallas de octubre de 1960 contra el tirano Lemus; del martirio de Saúl Santiago Contreras y Oscar Gilberto Martínez en 1968; de los ejemplos revolucionarios de miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo, que durante estos 460 años de lucha revolucionaria han dedicado sus vidas a luchar por la liberación de El Salvador.

Primera Guerra de Resistencia (1524-1539).

La combativa resistencia a los invasores españoles marca el primer período de lucha en nuestra historia. En efecto, desde el 8 de junio de 1524 las nacionalidades indígenas que habitaban el Territorio conocido como Cuscatlán (Tierra de riquezas), se enfrentan al poderío español, ocasionándoles diversas derrotas a las tropas de la Corona Española a lo largo del país, en una defensa heroica de su tierra y de su libertad.

Combatiendo con flechas y lanzas contra los arcabuces y espadas de los «rubios invasores» dejaron sentado el ejemplo de dignidad y rebeldía que será desde ese entonces seguido por sus descendientes. Quince años dura esta primera guerra de resistencia contra la invasión extranjera, al final la tecnología militar española derrotó militarmente la oposición indígena, pero no doblegó el espíritu de resistencia y de odio a la opresión, que fue transmitido de generación en generación.

El territorio salvadoreño estaba poblado en esa época por cinco nacionalidades indígenas: pokomames y chortis, al noroeste; los pipiles, que hablaban el náhuat, en el centro del país, desde el Río Paz hasta el Río Lempa; los lencas, que hablaban el poton, al este del Río Lempa y algunas comunidades ulúas también en la zona oriental del país, que hablaban el cacaopera.

Los pipiles formaban la nacionalidad principal, habiéndose constituido como nación a mediados del siglo XI (d.n.e.), estaban integrados por siete tribus fundamentales: los cuscatlecos, izalcos, pululapanes, mazahuas, nonualcos, tepezontes y ostumas. Los Pipiles y las Lencas fueron los dos bastiones de la resistencia popular armada contra la intervención española en aquella época.

Batalla de Acajutla. 8 de junio de 1524.

Hace 460 años, se produce la primera batalla entre los indígenas pipiles y los invasores españoles, logrando los indígenas en este combate su primera victoria militar. La expedición española, procedente de Guatemala, se encontraba al mando del capitán Pedro de Alvarado, lugarteniente del Invasor Hernán Cortez. Nuestras tropas indígenas hirieron de un flechazo a Pedro de Alvarado, dejándolo cojo para toda su vida y obligándolo a trasladar el mando a su hermano, Jorge de Alvarado, el cual ordenó el repliegue de sus fuerzas.

Batalla de Tacuzcalco. 13 de junio de 1524.

Tiene lugar la segunda batalla entre la resistencia de los pipiles y la invasión española, de nuevo las tropas indígenas, derrotan a los intrusos, obligándoles a internarse aún más en territorio Pipil. En esta ocasión, Jorge de Alvarado es derrotado.

Traición y Masacre en Cuscatlán. 17 de junio de 1524.

Pedro de Alvarado y sus tropas llegan a Cuscatlán, donde son invitados por el gobernante de los cuscatlecos, a descansar y a explicar el propósito de su expedición. Pedro de Alvarado, traicionando la buena voluntad del monarca Pipil, ordena esa misma noche el asesinato del anciano rey así como la masacre de la nobleza Pipil. Estos hechos sanguinarios «fueron consumados a sangre fría y acompañados de rapiña, violación de mujeres y profanación de santuarios, etc.»

Respuesta indígena.

Estos crueles acontecimientos encendieron la ira de los cuscatlecos, que indignados se retiraron a las montañas vecinas (cerro de San Jacinto y lomas de Candelaria) para iniciar la resistencia armada contra los invasores extranjeros. La resistencia indígena frente a las peticiones españolas de que bajaran de los montes y se rindieran respondió lo siguiente:

“Si queréis mis armas, venid a traerlas a las montañas”.

Victoria de la Resistencia Indígena. 4 de julio de 1524.

Los españoles abandonan nuestro territorio con rumbo a Guatemala, luego de ser derrotados. En menos de tres semanas, las tropas indígenas logran vencer a los españoles, derrotando el primer plan de establecerse en el territorio cuscatleco.

1525: nueva acometida.

El año siguiente, 1525, Pedro de Alvarado envió a su hermano Gonzalo a someter a los «rebeldes» pipiles; logrando fundar alrededor de 1 de abril de 1525, la villa de San Salvador, cerca de la metrópoli cuscatleca, ubicando como primer alcalde a Diego de Holguín. La respuesta de la Resistencia indígena a esta nueva ofensiva militar fue la de incendiar la colonia, provocando la huida estrepitosa de las tropas españolas, causando así una nueva derrota a los invasores extranjeros.

1528: una nueva agresión.

Tres años más tarde, en 1528, Pedro de Alvarado envió una nueva expedición de conquista, esta vez bajo el mando de su hermano Diego, la cual refundó la villa de San Salvador en el Valle de la Bermuda, el 1 de abril de 1528, cerca y al suroeste del pueblo de Suchitoto. Dos años después, Pedro de Alvarado envió al capitán Luis de Moscoso en una expedición que fundó la villa de San Miguel de la Frontera el 8 de mayo de 1530. Ambas colonias estuvieron cercadas y permanentemente hostigadas por la Resistencia Pipil y Lenca. En 1537, la Resistencia Lenca organizó una insurrección que casi destruye la ciudad de San Miguel.

1539: victoria de los invasores españoles.

En 1539, luego de 15 años de resistencia armada, los rebeldes cuscatlecos fueron derrotados y sometidos al vasallaje de la Corona Española, obligándolos a pagar tributo a los invasores, quienes iniciaron así en nuestra Patria un sistema económico basado en la explotación y un sistema político autoritario y dictatorial, que con las obligadas modificaciones históricas continúa vigente.

Desde entonces, la lucha contra la opresión política y la explotación económica forma parte de la agenda programática de nuestro pueblo. La generación de combatientes cuscatlecos que por quince años se enfrentaron a la invasión española, nos legó nuestra primera experiencia histórica de lucha político-militar en defensa de la soberanía de nuestra Patria y de nuestro derecho a la autodeterminación e independencia.

Período Colonial (1539-1821).

En este segundo período, que dura casi 300 años, se van creando las fuerzas sociales y políticas que a principios del siglo XIX, quebrarán el yugo del dominio colonial español y abrirán la vía para el desarrollo republicano de la nación salvadoreña. Durante este largo período, la Corona Española edificó los mecanismos de dominación política e ideológica así corno desarrolló los sistemas de explotación económica que le permitieran beneficiarse de la abundante mano de obra existente en el territorio.

Dada la superioridad tecnológica del Imperio Español, la Resistencia militar de las comunidades indígenas fue aplastada y los imperialistas españoles lograron su propósito de establecerse en el país. No obstante esto, el espíritu de rebeldía siguió presente en las nacionalidades indígenas y en el nuevo pueblo mestizo que iba surgiendo. En este período maduraron las condiciones objetivas y subjetivas que hicieron posible la independencia política del dominio español.

5 de Noviembre de 1811.

En esta fecha, el presbítero José Matías Delgado, dirigente máximo de los sectores independentistas , contando con el respaldo de los sectores populares de San Salvador y poblaciones vecinas, dio el Primer Grito de Independencia de Centro América, repicando las campanas de la Iglesia La Merced en San Salvador, proclamando ¡Libertad!. Junto con José Matías Delgado, participaban del movimiento los hermanos Nicolás, Vicente y Manuel Aguilar, Manuel José Arce, José Simeón Cañas, y otros patriotas.

Los revolucionarios independentistas, con el pueblo armado en las calles, depusieron al Intendente Antonio Gutiérrez y Ulloa, desconociendo la autoridad real; proclamaron la autonomía de la Intendencia y eligieron sus primeras autoridades. Por todo un mes mantuvieron su actitud rebelde, hasta que por falta de armas para hacerles frente a la reacción que preparaba el contra-ataque, decidieron recibir sin resistencia a los «pacificadores» de Guatemala, sede de la Capitanía General. Uno de los próceres independentistas, Manuel José Arce, expresó en esa ocasión recogiendo el espíritu de lucha de las masas rebeldes:

«No hay Rey, ni Capitán General, ni Corregidor Intendente, sólo debemos obediencia a nuestros alcaldes».

24 de Enero de 1814.

Bajo la dirección de los próceres independentistas, Juan Manuel Rodríguez y Pedro Pablo Castillo, ambos alcaldes constitucionales de San Salvador, nuevamente las masas populares, al grito de «Mueran los chapetones» (españoles), se lanzaron a las calles a demandar independencia con las armas en la mano. Este segundo intento fracasó y sus dirigentes fueron capturados, encarcelados, procesados y condenados a largas sentencias. Uno de estos líderes independentistas, Santiago José Celis, fue cruelmente torturado provocando su enloquecimiento y posteriormente «suicidándolo» en una de las celdas del Cuartel de Fijo. Santiago José Celis fue un mártir de nuestra primera lucha por la independencia. En el caso de Pedro Pablo Castillo fue desterrado a Jamaica, donde muere. Los otros prisioneros fueron indultados en 1918.

15 de Septiembre de 1821.

El imperialismo español, atemorizado por el grado de organización, conciencia y movilización de las fuerzas independentistas y en un esfuerzo por neutralizarlas y prevenir que sus sectores más radicales tomaran la dirección del movimiento y la independencia fuera declarada por la fuerza del mismo pueblo armado; accedió para que el capitán general Gabino Gaínza convocara a una «junta de notables» que, reunida en la ciudad de Guatemala, proclamó la emancipación política de Centro América. Participaron en esta reunión como delegados salvadoreños, José Matías Delgado, José Simeón Cañas y Mariano Calderón. En esta reunión se firmó el Acta de Independencia, quedando así formalmente libres del dominio español los países centroamericanos.

Lucha contra el Imperio Mexicano (1822-1823).

5 de enero de 1822.

El regente del recién creado Imperio Mexicano Brigadier Agustín Iturbide, logró que la aristocracia guatemalteca, con Gabino Gaínza a la cabeza, decretara la anexión de Centro América. Tal medida motivó naturalmente la resistencia de los patriotas salvadoreños, quienes acordaron «proclamar la autonomía de la antigua Intendencia (de San Salvador) separándola totalmente de Guatemala; designar a José Matías Delgado como presidente de la Junta de Gobierno; sostener con las armas los fueros de la República y de la Democracia; que el coronel Manuel José Arce en concepto de Comandante General de las Armas, organizara el ejército de la nueva República y que se abolieran los tributos»

Ante la actitud rebelde de los patriotas salvadoreños, Agustín de Iturbide envió dos ejércitos a «pacificar» el territorio, los cuales fueron derrotados, el primero el 12 de marzo de 1822, en la Batalla de El Espinal, al norte de Ahuachapán y el segundo, el 3 de junio de 1822, en los barrios del Calvario y Santa Lucía en San Salvador. El 19 de febrero de 1823, sucumbe en México el Imperio de Agustín Iturbide.

Lucha contra la esclavitud (1821-1824)

En un esfuerzo por profundizar el programa político de las fuerzas independentistas, sus sectores más avanzados se pronunciaron desde un inicio a favor de la liberación de los esclavos. Este movimiento progresista logró que uno de los principales dirigentes independentistas, José Simeón Cañas, pronunciara un discurso el 31 de diciembre de 1823 demandando la abolición de la esclavitud. En una de las partes del discurso, Cañas expresa que:

«La Nación toda se ha declarado libre, lo deben ser también los individuos que la componen».

La insurrección de los Nonualco (1833)

Enero de 1833.

Anastasio Aquino, dirigente indígena Nonualco se levanta en armas contra la recién establecida República, en abierto desafío a las autoridades se proclama Comandante General de las Armas Libertadoras de Santiago Nonualco y afirma vigorosamente el derecho de su pueblo a la tierra que le ha sido arrebatada y su decisión irrevocable de no pagar tributos ni deudas.

Anastasio Aquino, desarrolló una estrategia de guerra de guerrillas que puso en jaque al gobierno de Mariano Prado, logrando el control de un extenso territorio en la parte central del país. El Rey de los Nonualco, respondió a un emisario gubernamental que buscaba su rendición, lo siguiente:

«que las tierras que araban y sembraban eran de ellos, que los ladinos se las habían arrebatado, que además trataban a los campesinos como bestias, reclutándolos a sus matanzas y carnicerías. Se comprometían a guardar paz y concordancia; pero dejándoles las armas que ellos tendrían en depósitos para garantizar sus derechos».

Anastasio Aquino fue nuestro primer legislador revolucionario. El 16 de febrero de 1833 emite sus Decretos de Tepetitán, en uno de los cuales, ordena: «Yo, Anastasio Aquino, Comandante General de lasArmas Libertadoras de Santiago Nonualco, en este día he acordado lo siguiente: queden libres de obligación de pagar todos los deudores que se encontraren en el territorio en que hace sentir su fuerza mi gobierno. El que intentare cobrar deudas contraídas antes de lo acordado, sufrirá diez años de prisión, que pagará en obras públicas».

La sublevación de Anastasio Aquino y los Nonualco representa la Segunda Guerra de Resistencia de nuestro pueblo, esta vez contra la nobleza criolla, dueña del añil, que luego de haber dirigido la lucha por la independencia, se erigía en la clase dominante, política y económicamente, del país.

24 de julio de 1833.

Anastasio Aquino es ejecutado por el gobierno del “liberal” Mariano Prado. Anastasio Aquino fue legítimo heredero de las tradiciones combativas de la primera Resistencia Indígena frente a los conquistadores españoles. Su desafío a las autoridades de la época; sus dotes de estratega militar y dirigente político; su coraje revolucionario, forma parte del patrimonio político de las nuevas generaciones que hoy se enfrentan a la dictadura militar y al imperialismo yanqui en El Salvador.

Francisco Morazán. (1830-1840)

16 de septiembre de 1830.

El general Francisco Morazán toma posesión como Presidente Federal de las Provincias Unidas de Centro América. Morazán, profundamente comprometido con la unidad de Centro América y arquitecto de una importante reforma liberal, que por su contenido progresista despertó el odio brutal de los sectores reaccionarios que le declararon la guerra. Entre las diversas medidas liberales que impulsó están las de abolición de los diezmos y primicias otorgados por la Corona Española a la Iglesia; garantizó la irrestricta libertad de cultos; fomentó y democratizó la enseñanza.

Gerardo Barrios (1859-1863)

El capitán general Gerardo Barrios, durante este período encabeza un gobierno progresista que profundiza muchas de las medidas adoptadas por Francisco Morazán, a la vez que adopta nuevas medidas de corte liberal todas ellas. Los sectores conservadores centroamericanos, especialmente la Iglesia y el dictador guatemalteco Rafael Carrera, como en su tiempo a Francisco Morazán, le declaran la guerra. De profundas ideas unionistas, fue asesinado el 29 de agosto de 1865 por órdenes del presidente Francisco Dueñas, que había sido impuesto en el gobierno por las fuerzas conservadoras locales y guatemaltecas.. Las figuras de Morazán y Barrios sobresalen en este período, carcomido ya por la corrupción y el autoritarismo, que luego echarían profundas raíces en la institución militar y el aparato de gobierno.

La insurrección obrero-campesina de 1932.

Transcurre cien años desde la gesta de Anastasio Aquino a la insurrección obrero campesina de 1932. En este período se suceden diversos levantamientos indígenas y campesinos que no alcanzan la magnitud del protagonizado por el Rey de los Nonualcos. 1932, por su parte constituye el año que sirve como eje fundamental del desarrollo futuro del proceso revolucionario salvadoreño.

Las fuerzas sociales que se enfrentan abiertamente en todos los terrenos en ese entonces son las mismas que hoy pugnan por definir el rumbo histórico de nuestra patria. Hace cincuenta años se iniciaron las batallas por la toma del poder político por parte de los trabajadores salvadoreños de la ciudad y del campo. Hace cincuenta años se instauró la dictadura militar que sigue gobernando el país, ahora con una fachada democristiana. En aquella ocasión, las clases dominantes, la oligarquía burguesa-terrateniente, no hizo uso de los ofrecimientos reiterados por parte de los capitanes de buques ingleses y norteamericanos para desembarcar tropas y cooperar en someter a los rebeldes. Hoy, la dictadura militar entrega servilmente la soberanía de nuestra patria a los dictados de la política de la Administración Reagan y sueñan con la invasión militar masiva norteamericana que venga a aplastar a la insurgencia popular que ellos no han sido capaces de derrotar en el campo de batalla.

22 de enero de 1932.

En esta fecha miles de trabajadores, en su mayoría campesinos indígenas se levantan en armas contra el gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez. El 23 de enero, controlan varias poblaciones del occidente del país, en los departamentos de Sonsonate y Ahuachapán. El levantamiento, dirigido por el Partido Comunista de El Salvador (PCS) fue rápidamente controlado por el ejército de la dictadura, el cual en las semanas siguientes asesinó a más de 30,000 salvadoreños aprovechándose de su superioridad militar. El pueblo salvadoreño fue derrotado en este nuevo esfuerzo heroico por lograr su liberación. La insurrección fue el resultado de una agudización extrema de la situación económica de las masas como producto de la crisis económica internacional de 1929 unido a la implantación el 2 de diciembre de 1931 de una bestial dictadura militar, encabezada por el general Maximiliano Hernández Martínez, entre otras causas.

La insurrección obrero campesina de enero de 1932 estuvo precedida por un complejo y multifacético proceso de acumulación de fuerzas, iniciado a principios de la década de los años 20 que incluye la organización sindical en la ciudad y el campo; la lucha por reivindicaciones económicas y derechos políticos; la radicalización de sectores indígenas, así como del estudiantado y la intelectualidad: el descontento en algunos sectores del ejercito; movilizaciones políticas, etc. Como puntos culminantes que precedieron Ia insurrección de todo este proceso de organización y movilización popular, se encuentran:

21 de septiembre de 1924.

Se crea la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños (FRTS), que se convierte en el organismo unitario de lucha del movimiento obrero salvadoreño.

28 de marzo de 1930.

A orillas del Lago de Ilopango se reúne el Congreso de Fundación del Partido Comunista de El Salvador (PCS). Esta primera organización revolucionaria del pueblo salvadoreño, integrada por los luchadores más destacados del movimiento de masas de ese entonces, con una base fundamentalmente obrera, encabeza dos años más tarde, la insurrección de enero de 1932.

En todo este torbellino de acontecimientos, a mediados de 1930 Agustín Farabundo Martí, destacado dirigente revolucionario, regresa al país luego de combatir al lado de Augusto Cesar Sandino en Las Segovias contra las tropas invasoras norteamericanas. El 26 de septiembre de 1928, escribe una carta desde El Chipoton, Nicaragua, en la que dice:

«Llegamos al Campamento de nuestro Jefe Supremo, AUGUSTO CESAR SANDINO, el 22 de junio pmo. pasado, quedando incorporados al Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional de NICARAGUA. Nuestra guerra contra los invasores de Centro América está empeñada de manera formal. Se ha iniciado en Nicaragua la lucha libertadora de las Américas y se espera la acción conjunta de todos los pueblos oprimidos del continente para barrer hasta el último vestigio del imperialismo yanqui.”

Desde su regreso al país, se incorpora de lleno a las tareas revolucionarias en el marco de una extensa movilización popular. Sus dotes de dirigente, su experiencia y conocimientos lo colocan rápidamente en la dirección del movimiento revolucionario salvadoreño. Agustín Farabundo Martí, conocido como «el Negro Martí’, por lo oscuro de su piel, organiza los preparativos de la insurrección de enero de 1932 junto con la dirección del PCS, lamentablemente es capturado el 19 de enero junto con los estudiantes universitarios Alfonso Luna y Mario Zapata, no participando así en el desarrollo directo de la insurrección. El 30 de enero, Martí Luna y Zapata son juzgados en Consejo de Guerra y condenados a muerte por fusilamiento. Él lro. de febrero de 1932, en horas de la mañana, se realiza la ejecución.

La insurrección obrero-campesina de 1932 constituye el antecedente histórico más importante de lucha popular de nuestro pueblo; las tareas democráticas que planteaba resolver siguen pendientes en la agenda política de nuestro país: la conquista de la democracia y la realización de profundas transformaciones en la estructura socio económica.

La insurrección, aunque derrotada, señaló el camino a las nuevas generaciones de revolucionarios salvadoreños para alcanzar el poder. Las fuerzas sociales que se alzaron en armas en aquella época, hoy con más conciencia, organización y con el mismo espíritu de combate luchan por hacer realidad los sueños y acciones de Martí, Luna y Zapata, Ismael Hernández, Alberto Galán, Francisco Sánchez, Modesto Ramírez, José Feliciano Ama (cacique de los izalqueños), etc.

Miguel Mármol, en ese entonces un joven dirigente comunista de la insurrección, fue fusilado por las tropas martinistas, logro salvarse y ponerse de nuevo en la dirección del movimiento popular. Hoy, en el exilio, continúa luchando por la liberación de su pueblo, reflejándose en su persona la continuidad histórica de nuestra lucha.

Jornadas revolucionarias de abril y mayo de 1944

2 de abril de 1944.

Luego de trece años de sangrienta dictadura martinista, un sector del ejército y un sector de la oposición política se levantan en armas contra la dictadura. La sublevación es derrotada y sus participantes son fusilados. Uno de ellos, el civil Víctor Manuel Marín, respondió a un sacerdote antes de ser ejecutado, que debido a las torturas a que había sido sometido;

«Es el cuerpo el que me flaquea, padre, no el espíritu…»

8 de mayo de 1944.

El dictador abandonó el país como resultado de una combativa Huelga General de Brazos Caídos, que paralizó la nación. Uno de los organismos impulsores del paro general, la Unión Nacional de Trabajadores (UNT); impulsó la movilización de los trabajadores en las principales ciudades del país, bajo la consigna de: «Unidad nacional de todas las fuerzas populares y democráticas del país contra la tiranía martinista sobre la base de la huelga general nacional de brazos caídos hasta derrocar a la dictadura.”

«El derrocamiento de Martínez inició una apertura democrática que fue cerrada brutalmente el 21 de octubre de 1944 por un golpe del coronel Osmin Aguirre y Salinas.” La dictadura continuaba. En diciembre de 1944 es derrotado y masacrado un contingente de demócratas en el Llano del Espino, que cruzó desde Guatemala para resistir la dictadura. Asímismo es derrotado un brote insurreccional, en esa misma fecha, en el barrio de San Miguelito, San Salvador.

Jornadas revolucionarias de agosto, septiembre y octubre de 1960.

Durante estos tres meses, de nuevo las masas populares se lanzan a las calles contra el dictador de turno, el coronel José María Lemus y logran su derrocamiento. Las acciones insurreccionales de las masas durante este nuevo levantamiento popular, fueron las de mayor envergadura desde 1944. La oligarquía, el imperialismo y la dictadura militar reaccionan con un nuevo golpe de Estado para recobrar su dominio el 25 de enero de 1961.

A finales de Ia década del 60 ocurren otras dos batallas populares que desafían abiertamente el dominio de la dictadura militar:

– Los sindicatos obreros, inician un movimiento huelguístico de hecho, que culmina en huelga general progresiva (diciembre de 1966-abril de 1967).

-El movimiento magisterial, dirigido por Ia Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES 21 de Junio) impulsa la primera huelga nacional en febrero-marzo de 1968.

Ambas acciones elevan el nivel de combatividad y organización del pueblo salvadoreño y señalan claramente el carácter de las nuevas batallas que se avecinan en la década siguiente.

Lucha armada y Lucha de masas. Años 70.

A principios de esta década surgen, por una parte, las organizaciones político militares revolucionarias, como las Fuerzas Populares de Liberación (FPL-Farabundo Martí) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP); y por otra parte se crea en 1971, la Unión Nacional Opositora (UNO), que se constituye en un instrumento de acción política, en la arena electoral. Durante toda esta década, ambos sectores impulsaron combates a todos los niveles contra Ia dictadura militar. Entre las luchas populares más importantes de los 70 destacan las siguientes:

-Segunda Huelga nacional de ANDES-21 de Junio. (Junio agosto de 1971).

-Victoria electoral presidencial de la UNO el 20 de febrero, 1972.

-Fundación en abril de 1974 del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU).

-Movilización popular de repudio a la masacre de estudiantes del 30 de julio de 1975.

-Fundación en agosto de 1975 del Bloque Popular Revolucionario (BPR).

-Victoria de la UNO en las elecciones presidenciales del 20 de febrero de 1977 seguida por una gigantesca movilización de masas; huelga general y brotes de violencia insurreccional en diversas ciudades en repudio al fraude gubernamental. Este intenso periodo de movilización popular fue descabezado el 28 de febrero de 1977.

-Fundación en febrero de 1978 de las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28).

-Intenso movimiento huelguístico de la clase obrera en febrero y marzo de 1979.

-En septiembre de 1979 se crea el Foro Popular, como respuesta al Foro Nacional convocado por el dictador Carlos Humberto Romero.

Años 80: el FMLN-FDR y la lucha por el poder.

El 15 de octubre de 1979 se produce un golpe de Estado contra el coronel Carlos Humberto Romero. Los golpistas establecen una Junta de Gobierno, que cuenta con Ia participaci6n en un principio de algunos sectores democráticos. Esta Junta de Gobierno se institucionaliza a través de elecciones para una Asamblea Constituyente en marzo de 1982 y elecciones presidenciales en marzo y mayo de 1984. En esencia continúa siendo la misma dictadura militar instaurada en diciembre de 1931.

Por otra parte, a principios de 1980 se logra Ia unificación de las fuerzas revolucionarias y el establecimiento de una alianza con las fuerzas democráticas del pueblo salvadoreño. La coalición FMLN-FDR es la expresión política de tal alianza.

Entre los hechos más significativos de este nuevo nivel de unidad y lucha popular que abre la posibilidad real de la conquista del poder político, por parte de las fuerzas populares salvadoreñas, destacan los siguientes:

-10 de enero de 1980.

Aparece un manifiesto informando de Ia constitución de un organismo de coordinación revolucionaria formado por las direcciones nacionales de la Resistencia Nacional (RN), las Fuerzas Populares de Liberación (FPL-Farabundo Marti) y el Partido Comunista de El Salvador (PCS), en el que califican esta acción, como «un paso decisivo, una contribución determinante para rescatar a la Patria de la opresión, la injusticia y la dominación imperialistas, para conquistar Ia libertad, Ia justicia social, Ia independencia nacional verdadera, la liberación popular y la paz».

-11 de enero de 1980.

Es constituida la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM) integrada por el Bloque Popular Revolucionario (BPR), el Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), Las Ligas Populares 28 de Febrero y el partido Unión Democrática Nacionalista (UDN). Posteriormente se incorpora el Movimiento de Liberación Popular (MLP).

-22 de enero de 1980.

En celebración de los acuerdos de unidad alcanzados por las fuerzas revolucionarias y en conmemoración del cuarenta y ocho aniversario de la insurrección de 1932, la CRM realiza la demostración más grande de nuestra historia, la cual es reprimida por la Junta de Gobierno.

-23 de febrero de 1980.

Las organizaciones de masas aglutinadas en la CRM, dan a conocer la Plataforma Programática del Gobierno Democrático Revolucionario (GDR), «que emprenda a la cabeza del pueblo, la construcción de una nueva sociedad».

-18 de abril de 1980.

Se constituye el Frente democrático Revolucionario (FDR) integrado por la CRM y diversas instituciones democráticas y organizaciones populares.

-22 de mayo de 1980.

Se forma la Dirección Revolucionaria Unificado (DRU) que constituye «un nuevo y superior nivel de unidad» de las organizaciones revolucionarias FPL, PCS, RN y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

-10 de octubre de 1980.

La DRU anuncia la «nominación del conjunto de organizaciones político militares con el nombre de FRENTE FARABUNDO MARTI PARA LA LIBERACION NACIONAL (FMLN).

-10 de enero de 1981.

La Comandancia General del FMLN hace un llamado a una Ofensiva General contra la Junta Militar-Democristiana. «Llamamos -expresa la Orden General No. 1- a todo el Pueblo a levantarse como un solo hombre. . . en todos los Frentes de Guerra y en toda la amplitud del territorio nacional, para combatir con valentía, hasta derrotar definitivamente al regimen de opresión y genocidio de la oligarquía criolla y del imperialismo. Todos AL COMBATE!»

Esta fecha marca el inicio de la Guerra Popular Revolucionaria, conducida por el FMLN, para lograr la liberación de nuestro país. El 10 de enero de 1981 se inicia la primera fase de la Guerra Popular Revolucionaria, que se extiende hasta julio de 1981 y se caracteriza por la «consolidación de la retaguardia y construcción del ejército revolucionario».

– Julio de 1981 a Junio de 1982.

Marca el inicio por parte del FMLN de «las acciones ofensivas de la disputa por la iniciativa estratégica».

– Junio de 1982 a Agosto de 1983.

Toma de la iniciativa militar estratégica por parte del FMLN. La característica fundamental de esta etapa fue que las acciones del FMLN “pasaron cada vez más a determinar el curso de la guerra».

– Septiembre de 1983 hasta nuestros días.

«El FMLN profundiza la ofensiva e inicia la disputa por zonas vitales del país, comenzando a presentarse la posibilidad de una segunda agudización de la situación revolucionaria y de una intervención yanqui». Las anteriores caracterizaciones de las fases de la Guerra Popular Revolucionaria en nuestro país toman como base el documento aprobado por la Comandancia General del FMLN, en diciembre de 1983, titulado «Situación Revolucionaria y Escalada Intervencionista en la Guerra Salvadoreña».

– 9 de febrero de 1984.

La alianza FMLN-FDR anuncia una propuesta concreta para una solución política al conflicto salvadoreño a través de la formación de un Gobierno Provisional de Amplia Participación,GPAP.

-1 de mayo de 1984.

Miles de trabajadores se lanzan a las calles de San Salvador atendiendo a la convocatoria del Movimiento Unitario Sindical y Gremial de El Salvador (MUSYGES). Los trabajadores, desafiando el Estado de Sitio se pronuncian contra las políticas represivas y antipopulares de la dictadura y a favor de una solución política negociada al conflicto salvadoreño

460 años de lucha revolucionaria han templado las mentes y corazones de los hijos e hijas del pueblo salvadoreño. Con la inauguración de José Napoleón Duarte como presidente el pasado 1 de junio da inicio una nueva etapa de lucha política contra la dictadura y contra la Administración Reagan que cada vez más directamente dirige la guerra contra nuestro pueblo.

Ante la creciente presencia militar yanqui en nuestro suelo y el peligro de una intervención militar masiva unido a la demagogia y represión del gobierno de Duarte, el pueblo salvadoreño cierra filas y proclama con el FMLN:

“UNIDOS PARA COMBATIR HASTA LA VICTORIA FINAL” “REVOLUCION 0 MUERTE” “VENCEREMOS”

BIBLIOGRAFIA

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Dos o tres palabras (brutales) sobre Marx y Lenin. Louis Althusser. 1977

Nuestro interés por los exiliados de los países del Este no obedece a una simple necesidad de saber, ni a una manifestación de solidaridad. Lo que ocurre en los países del Este nos toca en el corazón y en las entrañas. También nosotros estamos en juego en cuanto allí sucede. Todo lo que allí pasa nos concierne, repercute en nuestras perspectivas, los objetivos de nuestra lucha, la teoría, el combate y nuestras maneras de actuar.

Me disculpo de antemano si algunas de las cosas que voy a decir son brutales y esquemáticas: sin los necesarios matices. Pero de un tiempo a esta parte se ha comenzado a hablar de la «crisis del marxismo».

Y no debemos tener miedo: ciertamente el marxismo está en crisis, y esta crisis es manifiesta. La ven y la sienten todos: en primer lugar, nuestros adversarios, quienes hacen lo posible por sacar el mayor provecho. En cuanto a nosotros, hacemos algo más que verla: la vivimos. Y desde hace tiempo.

¿Qué entiendo por crisis del marxismo? Un fenómeno contradictorio que debe pensarse a escala histórica y mundial, y que obviamente rebasa los límites de la simple «teoría marxista»; un fenómeno que concierne al conjunto de las fuerzas que toman al marxismo como punto de referencia, a sus organizaciones, sus objetivos, su teoría, su ideología, sus luchas, la historia de sus derrotas y sus victorias.

Es un hecho: ya no es posible hoy en día pensar conjuntamente, de una parte, el octubre de 1917, el extraordinario papel liberador de la revolución de los Soviets, Stalingrado, y por otra los horrores del régimen stalinista y el sistema opresivo de Breznev.

Los mismos compañeros de la Mirafiori decían: si no se puede, como antes, pensar conjuntamente presente y pasado, quiere decir que en la conciencia de las masas ya no existe un ideal realizado, una referencia viva para el socialismo.

Este hecho, en apariencia tan simple, ha sido registrado y traducido por las repetidas declaraciones de los dirigentes comunistas occidentales: «No existe un modelo único» para el socialismo. Se trata de una comprobación y no de una respuesta a la pregunta de las masas. En realidad, ya no se puede pensar la situación actual contentándose con decir que «hay diversas vías hacia el socialismo».

Pues en últimas, es imposible evadir este interrogante: ¿quién garantiza que «el socialismo de las otras vías» no conduzca al mismo resultado? Una circunstancia particular hace todavía más grave la crisis que vivimos. No sólo algo se ha «roto» en la historia del movimiento comunista, no sólo la Unión Soviética ha «pasado» de Lenin a Stalin y Breznev, sino que los partidos comunistas, organizaciones de clase que se dicen marxistas, no se han explicado todavía esta dramática historia: ¡y esto, veinte años después del XX Congreso!

No han querido hacerlo, no han podido hacerlo. Detrás de sus reticencias y sus rechazos políticos, detrás de las fórmulas irrisorias repetidas hasta el cansancio («el culto a la personalidad», «la violación de la legalidad socialista», «el retraso de Rusia», para no hablar de la afirmación: «la Unión Soviética tiene todo lo necesario para la democracia, sólo hay que esperar un poco») surge algo todavía más grave: la extrema dificultad (y la conocen todos los que trabajan seriamente en este campo) y tal vez, en el estado actual de nuestros conocimientos teóricos, la casi imposibilidad de ofrecer una explicación marxista realmente satisfactoria de una historia que no obstante se ha hecho en nombre del marxismo.

Si esta dificultad no es un mito, significa que vivimos en una situación reveladora de la debilidad, y quizás de elementos de crisis, en la teoría marxista.

Creo que este es el punto adonde tenemos que llegar. A condición de tomar el concepto de ‘teoría marxista» en el sentido extenso, pleno: no en la acepción abstracta y limitada del término, sino en el sentido materialista, marxista, de la palabra, según el cual «teoría» designa el asumir los principios y conocimientos en la articulación de la práctica política, en sus dimensiones estratégicas y organizativas, en sus objetivos y medios.

En el sentido en que, hace ya ocho años, Fernando Claudín hablaba de «crisis teórica», para designar la crisis del movimiento comunista internacional; en el sentido en que Bruno Trentin evoca algunos problemas de organización como cuestiones de dimensiones y alcance teórico. Es en este sentido, profundamente político, que me parece inevitable hablar hoy de crisis del marxismo.

El resquebrajamiento de las certezas heredadas de una larga tradición, la de la II y luego de la III Internacional, los efectos ideológicos y teóricos de la crisis manifiesta (escisión entre China y la URSS) y encubierta (entre los partidos comunistas occidentales y la URSS), el abandono solemne o silencioso de principios (como la «Dictadura del proletariado») sin una razón teórica confesable, la diversidad de las preguntas y las respuestas, la confusión de los lenguajes y de las referencias, traicionan y enuncian la existencia de dificultades críticas de la propia teoría marxista, de una crisis teórica del marxismo. En esta situación, dejando aparte las especulaciones de los adversarios, es posible distinguir, muy esquemáticamente, tres formas de reaccionar.

La primera, característica de algunos partidos comunistas, consiste en cerrar los ojos para no ver, y callar: oficialmente el marxismo no conoce crisis alguna, son los enemigos quienes la han inventado. Otros partidos intentan salvar lo salvable, toman distancias pragmáticamente frente a algunos puntos específicos, frente a otros «abandonan» esta o aquella formula «embarazosa», pero salvan las apariencias: no llaman a la crisis por su nombre.

La segunda forma consiste en padecer el desgaste de la crisis, vivirla y sufrirla mientras se continúan buscando motivos reales de esperanza en las fuerzas del movimiento obrero y popular. Ninguno de nosotros escapa a esta reacción, acompañada de grandes interrogantes e inquietudes. Pero no es posible vivir mucho tiempo sin un mínimo de perspectiva y reflexión sobre un fenómeno histórico de esta importancia: existe la fuerza del movimiento obrero, y existe de verdad, pero no puede por sí sola suplir la falta de perspectiva e interpretación.

La tercera forma de reaccionar ante la crisis es tomar una perspectiva histórica, teórica y política suficiente para tratar de descubrir, aunque no es fácil, el carácter, el sentido y el alcance de esta crisis. Si se acierta, es posible también cambiar de lenguaje. En vez de comprobar: «El marxismo está en crisis», decir: «¡Por fin ha estallado la crisis del marxismo! ¡Por fin se ha hecho visible! por fin, en la crisis y de la crisis, puede surgir algo vital!»

No es una paradoja, ni un modo arbitrario de voltear las cartas. Pienso que la crisis del marxismo no es un fenómeno reciente, no data de estos últimos años, y ni siquiera de la crisis del movimiento comunista internacional, inaugurada públicamente con la ruptura entre China y la URSS y agravada por las «iniciativas» de los partidos comunistas internacionales. Ni siquiera del XX Congreso del PCUS. Si bien el fin de la unidad del movimiento comunista internacional la hizo evidente, en realidad la crisis tenía raíces mucho más lejanas.

Si explotó, si se hizo visible, es que se escondía desde hace tiempo, bajo formas que le impedían explotar. Era, por lo tanto, una crisis «bloqueada» bajo el manto de la ortodoxia de parte de un impresionante aparato político e ideológico. A excepción de los breves años de los Frentes populares y la Resistencia, puede decirse, muy esquemáticamente, que para nosotros la crisis del marxismo se ha condensado y fue contemporáneamente sofocada, en los años treinta.

Es en esos años cuando una línea y en prácticas impuestas por la dirección histórica el marxismo fue bloqueado y fijado en fórmulas «teóricas», del stalinismo. Al arreglar los problemas del marxismo a su modo, Stalin impuso «soluciones» que tuvieron como resultado bloquear la crisis que provocaban y reforzaban. Al hacer violencia a lo que era el marxismo, en su apertura y también en sus dificultades, Stalin provocó de hecho una profunda crisis en la teoría, y a la vez la bloqueó y le impidió salir a la luz.

La situación que vivimos hoy presenta esta ventaja: después de largas y dramáticas vicisitudes, esta crisis finalmente estalló, y en condiciones tales que le permite al marxismo una nueva vitalidad. No en el sentido de que toda crisis trae consigo, de por sí, la promesa de un futuro y de una liberación.

Bajo este aspecto sería falso remitir el estallido de la crisis del marxismo solamente al trágico proceso que desembocó en la ruptura del movimiento comunista internacional. Vemos también el otro aspecto: la capacidad de un movimiento de masas obrero y popular sin precedentes, que dispone de fuerzas y potencialidades históricas nuevas. Si podemos hoy hablar de crisis del marxismo en términos de posible liberación y renovación, es por la fuerza y la potencialidad histórica de este movimiento de masas. Pero esta liberación del marxismo nos obliga a transformar nuestra manera de relacionarnos con ese movimiento y, en consecuencia, con cuanto ocurra dentro del marxismo mismo.

No podemos de ningún modo contentarnos con resolverlo todo, adjudicándole la responsabilidad a Stalin. No podemos considerar nuestra tradición histórica, política y también teórica como herencia pura, deformada por un individuo de nombre Stalin, o por el período histórico en que él ha dominado -y que por lo tanto bastaría volver a recoger en su «pureza» precedente.

En el curso de esta larga prueba, cada vez que unos y otros volvimos en los años sesenta «a las fuentes», cuando releímos a Marx, Lenin y Gramsci para encontrar el marxismo vivo que las fórmulas y las prácticas stalinistas habían sofocado, unos y otros, cada cual a su manera y también con nuestras diferencias, hemos debido rendirnos ante una evidencia.

Ante el hecho de que nuestra tradición teórica no es «pura». Que, contrariamente a la apresurada definición de Lenin, el marxismo no es un «bloque de acero», sino que conlleva dificultades, contradicciones y lagunas, que también, a su nivel, han contribuido a esta crisis, como ya lo habían hecho a la II Internacional y en vida de Lenin, al inicio de la III.

Por todo ello estaría tentado a decir: nos hallamos hoy ante la necesidad vital de revisar muy de cerca cierta idea que nos hemos hecho, en la historia y en las luchas, de nuestros autores; de Marx, de Lenin y de Gramsci –una idea basada en la exigencia de unidad ideológica de nuestros partidos, con la que hemos vivido largo tiempo y con la que continuamos viviendo, todavía.

Nuestros autores nos han dado un conjunto de elementos teóricos sin precedentes, inestimables, pero recordemos las lúcidas palabras de Lenin: Marx «sólo nos ha proporcionado las piedras angulares…». Lo que nos ha dado no es un sistema total, unificado y concluido, sino una obra que conlleva principios teóricos y analíticos sólidos, y junto a ellos dificultades, contradicciones y lagunas. No hay por qué asombrarse.

Si nos han dado el comienzo de una teoría de las condiciones y de las formas de la lucha de clases en las sociedades capitalistas, sería insensato creer que podría ser «pura» y completa desde sus orígenes. Por otra parte, ¿qué puede significar para un materialista, una teoría pura y completa? ¿Y cómo podría una teoría de las condiciones y de las formas de la lucha de clases, escapar a la lucha de clases, a las formas ideológicas dominantes bajo las que nació, y a su contagio, en el curso de la historia política e ideológica? Esa teoría sólo puede liberarse a condición de una lucha sin fin.

Y por último, nuestros autores, quienes se adentraron en un terreno desconocido, eran, cualesquiera fuesen sus cualidades, hombres como nosotros: buscaban, dudaban, expuestos a los equívocos, a los retrocesos, a los avances y a los errores de toda investigación.

No hay que asombrarse si su obra conlleva dificultades, contradicciones y lagunas. Es muy importante tomar hoy conciencia de estos hechos, y asumirla plena y lúcidamente, para extraer las consecuencias que están a nuestro alcance, para iluminar aspectos de la crisis que vivimos, para reconocer su naturaleza liberadora, y medir la ocasión histórica que se nos ofrece, si sabemos llegar a una enmienda.

Ya que algunas de las dificultades de Marx, Lenin y Gramsci remiten a algunos nudos gordianos de la crisis que vivimos. Daré muy esquemáticamente algunos ejemplos:

En el mismo Marx -es decir, en El Capital-, comenzamos a descubrir muy claramente que la unidad teórica impuesta por el orden de exposición es en gran parte ficticia. Uno de los efectos más sensibles de esta unidad -manifiestamente impuesta a El Capital por la idea muy determinada que Marx tenía, en parte bajo la influencia de Hegel pero no sólo por esto, de la unidad que debe presentar una teoría para ser verdadera-, procede de lo que puede llamarse la presentación «contable» de la plusvalía (en la famosa ecuación: V = c + v + p, en donde V significa valor, c capital constante, v capital variable y p plusvalía) que en la práctica fue interpretada como una teoría acabada y completa de la explotación.

Ahora bien, esta interpretación contable de la explotación -como la teoría cuasi ricardiana, es decir, también contable, del valor de la fuerza de trabajo-, ha venido a constituir en la historia del movimiento obrero un obstáculo teórico y político para llegar a una justa concepción de las condiciones y las formas de la explotación.

Estas interpretaciones (de la plusvalía y del valor de la fuerza de trabajo) han contribuido, por una parte, a que se separen en la lucha de clases la lucha económica y la lucha política; por otra, a una concepción restrictiva de ambas, que a partir de un determinado momento, ha frenado y que frena hoy claramente la ampliación de las formas de la lucha obrera y popular.

Hay, es claro, otras dificultades en Marx. Ninguna puede ser abordada sin afrontar al mismo tiempo el problema de la filosofía marxista; que yo prefiero denominar el problema de la posición marxista en filosofía. Es de conocimiento general que Marx no ha dicho nada explícito al respecto, que Engels no fue siempre feliz en sus formulaciones, que debemos a Lenin lo mejor y lo peor; como quiera que sea, la cuestión resultó bloqueada en los años treinta en las tesis del dogmatismo oficial.

Otro ejemplo. En Marx y en Lenin hay dos lagunas de gran alcance: una sobre el Estado, la otra sobre las organizaciones de la lucha de clases. Hay que decirlo: no existe una «teoría marxista del Estado». Esto no significa que Marx y Lenin no hayan visto el problema: constituye el centro de su pensamiento político.

Pero lo que encontramos en ellos, y ante todo en lo que toca a la relación entre Estado, lucha de clases y dominación de clase, es una repetida invitación a refutar categóricamente las concepciones burguesas del Estado: es decir, una delimitación y una definición «negativa».

Resulta patético releer bajo este aspecto la conferencia pronunciada por Lenin el 11 de julio de 1919 en la Universidad Sverdlock Sobre el Estado. Lenin insiste: «Es un problema muy difícil, muy intrincado»; lo dice veinte veces, el Estado es una máquina especial, un aparato especial, usa continuamente el adjetivo «especial» para subrayar con insistencia que no es una máquina o un aparato como los demás, pero sin lograr decir bajo qué aspecto es «especial» (y por lo demás, ninguna «máquina» es «aparato»).

Y resulta también patético releer desde este ángulo las pequeñas ecuaciones del Gramsci de la cárcel (Estado = coerción + hegemonía; dictadura + hegemonía; Fuerza + consenso, etc.) que ex- presan no tanto la búsqueda de una teoría del Estado sino más bien, con categorías tomadas lo mismo de la «Ciencia política» que de Lenin, la definición de una línea política posible para la conquista del poder del Estado por parte de la clase obrera. El patetismo de Lenin y Gramsci reside en la tentativa de superar la clásica definición por la vía de la negación, pero sin éxito.

Este problema del Estado se ha tornado hoy vital para el movimiento obrero y popular: vital para comprender la historia y el funcionamiento de los países del Este, en donde Estado y partido forman un «mecanismo único»; vital cuando se trata para las fuerzas populares de acceder al poder y de actuar en la perspectiva de una transformación democrática revolucionaria del Estado en miras a su «desaparición».

Del mismo modo no hay en la herencia marxista una verdadera teoría de las organizaciones de la lucha de clases y antes que nada del partido y del sindicato. Ciertamente, se encuentran tesis políticas, por consiguiente «prácticas» sobre el partido y sobre el sindicato, pero nada que permita comprender verdaderamente el funcionamiento, y por lo tanto también la disfunción y sus formas.

El movimiento obrero constituyó desde hace tiempo organizaciones de lucha, sindical y política, sobre la base de sus tradiciones pero también de las instituciones burguesas existentes (incluido, cuando hizo falta, el modelo militar). Estas formas fueron conservadas o transformadas. En el Este como en el Occidente, nos hallamos ante el grave problema de la relación entre estas organizaciones y el Estado; al problema de su fusión con el Estado en el Este -fusión abierta y manifiestamente nefasta, por no decir algo peor-, y entre nosotros al problema del riesgo de una fusión, pues no podemos ignorar el riesgo de una complicidad de hecho entre el Estado burgués y las organizaciones de la lucha de clases, que aquel no cesa de intentar integrar, a menudo con éxito, dentro de su propio funcionamiento.

Estas «lagunas» de la teoría marxista designan algunos problemas decisivos para nosotros. ¿Cuál es la naturaleza del Estado y del Estado imperialista actual? ¿Cuál es la naturaleza, el modo de funcionamiento del partido y del sindicato? ¿Cómo escapar al riesgo de entrar en el juego del Estado burgués y más tarde a la fusión entre Estado y partido?

¿Cómo pensar desde ahora, para delinear el camino, la necesidad de «destrucción» del Estado burgués y de «desaparición» del Estado revolucionario? ¿Cómo ver y cambiar la naturaleza y el funcionamiento de las organizaciones de la lucha de clases?

¿Cómo modificar la idea que tradicionalmente el partido comunista tiene de sí mismo, ya sea como «partido de la clase obrera» o como «partido dirigente», es decir su ideología, para que sea reconocida en la práctica la existencia de otros partidos, de otros movimientos?

Y sobre todo, pregunta para el presente y para el futuro, ¿cómo establecer con las masas relaciones que, yendo más allá de la clásica distinción sindicato-partido, garanticen el desarrollo de las iniciativas populares, que ya superan la división entre economía y política, y también su unión?

Pues a cada momento vemos nacer más y más movimientos de masa por fuera del sindicato y del partido, capaces o susceptibles de darle a la lucha una nueva e insustituible calidad. En una palabra, ¿cómo responder realmente a las exigencias y a las expectativas de las masas populares?

En formas diversas, negativas o positivas, como vacíos o como emergencias. Objetiva o subjetivamente, son los mismos problemas que se nos plantean: a propósito del Estado, del partido, del sindicato, de los movimientos y de las iniciativas de masa. Sobre todos estos puntos, estamos obligados a contar solamente con nuestra propia fuerza.

Ciertamente no se trata de problemas nuevos. Otros marxistas, otros revolucionarios, trataron de plantearlos en algunas fases críticas del pasado. Pero hoy se presentan a una escala sin precedentes y, cuestión decisiva, se presentan a una escala de masas en la práctica, como puede verse en Italia, en España y en otros lugares. Podemos decirlo: sin el movimiento de las masas y su iniciativa, no podríamos ni siquiera exponer abiertamente estos interrogantes; gracias a él, tales cuestiones se han convertido en problemas políticos actuales. Y sin el estallido de la crisis del marxismo, no podríamos plantearlos con tanta claridad.

Ciertamente, nada está ganado de antemano y nada puede hacerse de un día para otro. El «bloqueo» de la crisis del marxismo, bajo formas más o menos tranquilizantes, puede continuar todavía largo tiempo en éste o aquel partido, éste o aquel sindicato. Lo esencial no es que algunos intelectuales, venidos del Este o del Occidente, den un grito de alarma: podría ser un clamor en el desierto. Lo esencial es que aunque se encuentre dividido, aunque aquí o allá esté temporalmente en un callejón sin salida, el movimiento obrero y popular nunca fue tan amplio, nuca tuvo tantas iniciativas y dispuso de tantos recursos.

Lo esencial es que en la práctica, con vacilantes intentos, se comienza a tomar conciencia de la gravedad y del alcance de la crisis del movimiento comunista internacional y del marxismo: entiendo la gravedad de sus riesgos, pero comprendo también el espesor y la ocasión histórica que conlleva. El marxismo ha conocido en su historia una larga serie de crisis y transformaciones.

Pensamos en su transformación después de la revolución de octubre, después de la ruina del marxismo de la II Internacional, en la Unión Soviética. Nos hallamos en el corazón de la presente crisis, ante una nueva transformación, ya en gestación en las luchas de masas: puede renovar el marxismo, dar una nueva fuerza a su teoría, modificar la ideología, la organización y las prácticas, para abrir un verdadero futuro de revolución social, política y cultural a la clase obrera y a los trabajadores.

Nadie pretende que la tarea no sea extremadamente ardua: lo esencial reside en que no obstante las dificultades, es posible.

Ricardo Simán, el gran retailer de Centroamérica, entrega la estafeta. Leonel Ibarra. Estrategia y Negocios. Octubre de 2023

Se forjó en los negocios en los duros años 80´s, en una economía en guerra y de fronteras cerradas. Consolidó SIMAN como una cadena líder en El Salvador y dirigió la regionalización de la empresa familiar hasta Guatemala, Nicaragua y Costa Rica.

Con más de 50 años de su vida en la centenaria empresa familiar y dos décadas al frente del negocio, Ricardo Félix Simán Dabdoub se despide de la operación diaria de la empresa fundada por su abuelo en 1921, y pasa a presidir la junta directiva de Grupo ALSICORP.

“Yo soy alguien que ha sido súper activo y operativo. (El nuevo rol) es un cambio no solo para la empresa, sino para mí también”, confiesa Simán. No obstante, concede, “siempre hay que rejuvenecer la dirección de la empresa y estoy muy satisfecho de las personas que han tomado estas responsabilidades”, expresó.

Por primera vez en más de 100 años de existencia, la dirección de la mayor cadena de tiendas por departamentos de Centroamérica será llevada por alguien externo a la familia Simán.

El relevo de uno de los grandes líderes del retail en Centroamérica comenzó a prepararse desde hace unos tres años. El empresario salvadoreño explicó que la empresa tiene acuerdos internos que facilitan la transición. Desde hace unos tres años empezaron a formar un equipo con profesionales y miembros de Junta Directiva externos a la familia Simán, y evaluaron a la gente más destacada para ocupar los puestos.

Fue entonces que seleccionaron a dos nuevos presidentes ejecutivos: Juan Pablo Gálvez, a cargo de dirigir la cadena de almacenes y a Pablo Portillo, para llevar el timón en el negocio de franquicias. “Vemos que lo están haciendo muy bien, ahora estamos adaptándonos a otra forma de trabajar y de supervisar, y a ver las cosas a veces con más calma”, expresó Simán sobre sus sucesores.

Ricardo Simán espera que en el futuro próximo algunos miembros de la familia se puedan integrar a los puestos de dirección de la compañía, pero solo será posible si cumplen con todas las habilidades necesarias para ello.

“Vamos a ver qué oportunidades salen”, responde en son de broma, al hablar del futuro que le depara su salida como presidente y CEO de Almacenes SIMAN a sus 70 años y, aunque comparte que le gustaría seguir dedicándose más a su gran pasión, la fotografía, advierte que todavía no se separará completamente de las operaciones de la empresa, pues ha pasado a presidir la junta directiva de Grupo ALSICORP. “Aquí voy a estar y si se portan mal, vamos a dar un par de coscorrones”, dijo con una sonrisa.

EL TRANSFORMADOR DEL NEGOCIO

Ricardo Simán se unió a la empresa familiar desde los 18 años. Inició en el departamento de mayoreo de productos textiles, el cual terminó cerrando “por la competencia desleal y otros factores”. Luego, a inicios de la década de 1980, se incorporó en el negocio del retail. Eran tiempos turbulentos en El Salvador que el empresario recuerda como una “época muy dura” por el comienzo del conflicto armado y por que además estaban prohibidas las importaciones.

Aunque afirma que no le gusta ver al pasado y que “se le han borrado bastante de los recuerdos”, al rememorar esos comienzos de su trayectoria reconoció que tuvieron que echar mano de mucho ingenio para fabricar localmente lo que podían ofrecer al público y desarrollaron una gran cantidad de proveedores locales, muchos de ellos todavía siguen activos y trabajando con la cadena.

Describió que en aquellos años, Almacenes SIMAN funcionaba como “una empresa de familia, con todos sus pro y con algunos obstáculos para caminar”. Se encaminaron hacia una evolución profesional cuando le nombraron CEO y Presidente de la Junta Directiva. Eran tiempos de cambio y con grandes proyectos por venir.

Entonces, detalló, lo primero por lo que se preocupó fue del adecuado manejo y selección del personal. “Si el recurso humano no está bien atendido, seleccionado y bien compensado, las empresas no van a ninguna parte”. Así, entre sus primeros proyectos destacó el cambio en la forma de seleccionar al personal, con exámenes y evaluaciones mucho más profesionales. Trajeron consultores en diferentes áreas y modernizaron los sistemas de contabilidad y de inventarios.

Para principios de la década de 1990, la marca SIMAN ya tenía tres sucursales bien posicionadas en El Salvador, pero se trazaba la ruta para dar el paso fuera de las fronteras de su país. Así nació en 1993 la tienda del Centro Comercial Los Próceres, ubicada en la Zona 10 de la Ciudad de Guatemala. Después, en 2002 llegaron a Managua, Nicaragua, y en 2009 abrieron su primera tienda en Costa Rica, en Multiplaza Escazú.

EL ESTRATEGA

Simán no solo regionalizó la marca familiar, también logró un importante hito al expandir el negocio por medio de una alianza con el grupo español Inditex, una negociación que fue “un proceso largo”, pero que le dio la llave para operar las codiciadas y exitosas franquicias de moda Zara, Bershka, Stradivarius y Massimo Dutti.

A finales de 2022, Almacenes SIMAN contaba con unos 7.800 empleados directos, la mayoría mujeres (58 %) y con cerca de los 200.000 metros cuadrados de área de venta, el buque insignia de un conglomerado que ahora se conoce como Grupo ALSICORP.

El grupo tiene una huella importante en el sector del retail de Centroamérica y bajo la dirección de Ricardo Simán se compone actualmente de 19 tiendas SIMAN, 17 de Prisma moda, 10 de MAC Cosméticos, Bershka, Pull &Bear y Stradivarius, nueve de Zara, cuatro de Xclaim, Zara Home, Oysho y tres de Massimo Dutti.

El empresario mencionó que la participación de las tiendas de Inditex en el negocio “es un porcentaje importante y va creciendo”, pero ahora la estrategia para este brazo del Grupo ya no es abrir tantas nuevas localidades, sino que las están ampliando y ajustando a las nuevas demandas y generaciones con un estilo vanguardista.

UN CAMINO, GRANDES HISTORIAS

Consultado sobre sus grandes momentos a nivel empresarial, Ricardo Simán destacó que en los últimos años se dieron cambios drásticos en la operatividad de la empresa. Haber conseguido las primeras franquicias con Inditex y el inicio de operaciones de su sitio en Internet fueron hitos importantes, concedió.

Otros momentos que lo desafiaron al frente de la empresa fueron la guerra civil salvadoreña, varios terremotos y, más recientemente, la histórica paralización de las actividades por la pandemia del COVID-19, en 2020. “Nos costó unas pérdidas enormes”, confesó, aunque reconoció que pudieron tomarse acciones para maniobrar en el histórico cierre de actividades.

Durante los primeros meses de la pandemia, pese a que se les permitió comenzar a vender por Internet, el empresario reconoció que no pudieron dar el servicio que habrían esperado brindar a los clientes que se decantaron por el ecommerce durante las primeras semanas de la emergencia.

“Tengo que aceptarlo, fallamos en varias oportunidades. Primero por la limitación de personal que teníamos y por la logística. No habíamos tenido esa demanda anteriormente y eso fue un aprendizaje. Pero ese proceso nos hizo saltar a otra forma de trabajar y ahora las ventas por Internet y canales digitales son importantes, pueden andar por un 10 % y creciendo”, acotó el presidente.

Pese a que las nuevas generaciones de consumidores están más familiarizadas con las redes sociales y las compras en línea están en auge, Ricardo Simán cree que la necesidad de interacción del ser humano no va a cambiar y avizora oportunidades para el sector del retail tradicional en la región centroamericana. La experiencia de “llegar a un centro comercial, a una tienda, ver, probarse la ropa, interactuar… creo que eso difícilmente va a desaparecer y, además, a veces va acompañado de alguna diversión. Espero que esa vivencia no desaparezca, no por mi negocio, sino por el ser humano”, consideró.

Las inversiones para el Grupo empresarial no se detienen y dijo que “siempre están buscando nuevas oportunidades”. Ahora se enfocarán en impulsar la nueva la tarjeta Credisiman Visa, ampliar los locales de las franquicias de Inditex, digitalizar el sistema de control de inventarios y el del servicio al cliente, aunque los próximos planes y estrategias corresponderán a los nuevos CEO quienes serán los encargados de diseñar y ejecutar dichos movimientos, los que no le serán del todo ajenos ya que Simán los atenderá desde la presidencia de la Junta Directiva del Grupo ALSICORP.

VISIÓN DE PAÍS, LÍDER GREMIAL

En esta retrospectiva de su trayectoria, a nivel personal, Simán consideró que, por el espíritu que le inculcaron sus padres y tíos, siempre ha buscado dónde servir. Por ello, atesora como uno de sus mayores legados su trabajo al frente de gremiales del sector privado salvadoreño como la Asociación Nacional de la Empresa Privada (1997-2001) y de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, entidad que dirigió entre 1989 y 1990 y en un segundo período entre 1995 y 1996.

“Eso no produce ingresos, más que todo (atrae) riesgos y problemas, pero a mí siempre me ha gustado estar al servicio de la sociedad y de los empresarios. Tuvimos la oportunidad de trabajar muy duro con los gobiernos de aquella época, durante los terremotos de 1986, el Huracán Mitch, el terremoto de 2001… fueron tragedias terribles y (haber podido colaborar) son satisfacciones que uno tiene, ver, que ha podido contribuir en algo a la sociedad que tanto lo necesita. Creo y sostengo que el deber social número uno de un empresario es reinvertir y crear nuevas fuentes de trabajo”, concluyó.

El Movimiento Socialista Ruso ha sido registrado como “agente extranjero”. Posle. Mayo de 2024

El 5 de abril de 2024, el Movimiento Socialista Ruso fue registrado como “agente extranjero”/1. Este es el primer precedente en el que las autoridades prohíben efectivamente una organización de izquierda, es obvio que la ley represiva y antidemocrática de Putin no deja ninguna posibilidad de actividad política bajo este nombre. Sin embargo, si consideramos la “agencia extranjera” como una especie de evaluación por parte del régimen, entonces es bien merecido. Durante los trece años de su historia, el MSR siempre se ha opuesto a la agresión militar, a la dictadura y a la falta de derechos de la mayoría obrera. La redacción de Posle.Media  ha solicitado a tres miembros de la organización recordar todas las etapas de su recorrido, que coincide en gran medida con la historia política de Rusia de la última década.

Ilya Budraitskis, filósofo político, historiador
El congreso fundador del Movimiento Socialista Ruso (MSR) se celebró en la primavera de 2011. Este fue el momento que precedió a los principales acontecimientos políticos que cambiaron en gran medida el curso de la historia del país: en septiembre, Putin anunciaría su regreso a la presidencia, y en diciembre comenzaron manifestaciones “de masas” en Moscú. Es simbólico que el congreso de la nueva organización, que agrupaba a varios grupos socialistas, se celebrara en la sala del Centro Sajarov, que luego fue destruido por las autoridades.

El manifiesto del MSR, adoptado en ese momento, decía: “el movimiento de izquierda ruso se encuentra en una situación en la que… la crisis del sistema político se agrava, la demanda de una alternativa política aumenta en los estratos más amplios de la sociedad. Por lo tanto, el movimiento creado no trató de presentarse como el portador del único programa revolucionario real y no consideró su propia construcción organizativa como un fin en sí mismo. Nuestra tarea era relanzar el proceso de creación de una amplia unión de fuerzas de izquierda, que se convertiría en un polo socialista independiente en el futuro movimiento de oposición de masas. El futuro cercano ha demostrado la validez de este análisis.

El 10 de diciembre de 2011, en la primera concentración de varios miles de personas en la plaza Bolotnaya, el MSR estuvo representado por una columna impresionante, y la tirada de un número especial de nuestro periódico se agotó en pocos minutos. En los meses siguientes, el MSR participó activamente en todos los acontecimientos clave del incipiente movimiento de protesta: representantes de la organización hablaron en concentraciones en Moscú y San Petersburgo, durante las dos semanas del famoso “Occupy Abai”, publicamos un diario, participamos en las elecciones al Consejo de Coordinación de la Oposición e incluso llevamos a cabo incursiones de propaganda en concentraciones de apoyo a Putin (durante las cuales, en ese momento como hoy, los trabajadores de las instituciones eran reunidos bajo coacción masiva). Durante este período, la composición de la organización cambió mucho: como resultado de las protestas, atrajimos nuevos camaradas, pero perdimos a varios antiguos militantes que criticaban la táctica de participación activa en el movimiento democrático de masas. Nuestra posición, la inseparabilidad de la lucha por el cambio social y los derechos democráticos fundamentales, ya se destacó fuertemente en el contexto de grupos estalinistas y sectarios, que subestimaban el peligro de ver al país deslizarse hacia una dictadura abierta.

Después de la anexión de Crimea y la intervención rusa en el Donbass, el MSR se opuso inequívocamente a las aventuras imperiales del régimen de Putin, cuyas víctimas no solo fueron las y los ucranianos sino también las y los rusos comunes. Durante la manifestación contra la guerra en Moscú en la primavera de 2014, la columna del MSR marchó bajo el lema “El pueblo siempre sufre la guerra” – hoy, en el tercer año de una guerra a gran escala que ha costado cientos de miles de vidas, esta afirmación suena particularmente cierta. En 2014-2015, en medio de la histeria chovinista sembrada por las autoridades, el MSR no tuvo miedo de ir en contra de la corriente, repitiendo constantemente en su propaganda: “el principal enemigo tiene su sede en el Kremlin”.

Kirill Medvedev, poeta, traductor, músico
A partir de 2017 el MSR ha experimentado un cambio municipal y electoral. En 2017 participamos en las elecciones municipales de Moscú y en 2019 nos unimos a la campaña de Sergei Tsukasov para la Duma Municipal de Moscú. Tsukasov, un demócrata de izquierda que había estado activo con éxito en la política regional durante varios años, dirigió el consejo del distrito de oposición de Ostankino. Sergei fue apoyado por el Partido Comunista de la Federación Rusa, tenía todas las posibilidades de ganar, por lo que poco antes del día de la votación fue excluido de las elecciones sobre la base de acusaciones inventadas de principio a fin. Participamos en grandes concentraciones en Moscú para exigir su reintegración, así como la de otros candidatos de la oposición privados de la participación en la votación. Como resultado, el cuartel general de Sergei apoyó al candidato de Yabloko, que, gracias a esfuerzos conjuntos, derrotó al odioso candidato de las autoridades. Fue un buen ejemplo de cooperación entre las oposiciones en el distrito. Desde entonces, hemos participado mucho en los eventos regionales en Ostankino.

En 2021, nos unimos a la campaña de Mikhail Lobanov para la Duma Municipal de Moscú. Nuestros activistas han hecho varias cosas, desde la definición de la agenda y la redacción del periódico del distrito hasta el trabajo de campo. La campaña de Lobanov mostró que un socialista que reunió para su campaña a varias personas constructivas y de ideas afines puede convertirse en un líder de la oposición general en una inmensa región de un millón de habitantes. También hemos trabajado con otros diputados y políticos de izquierda, por ejemplo con Vitaly Bovar en San Petersburgo, y hemos presentado a nuestros propios candidatos, por ejemplo Kirill Shumikhin en Ijevsk. En 2022, apoyamos el proyecto “Promoción” que es cercano a nosotros.

Las elecciones son una oportunidad para trabajar en un proyecto con un calendario fijo y un resultado realizable. Este es un experimento necesario para los grupos de izquierda, que suelen actuar en modo de reacción de emergencia, tratando de responder a iniciativas gubernamentales bien planificadas y respaldadas por enormes recursos. Además, las elecciones son una oportunidad para contactar con las y los habitantes que, a pesar de una despolitización masiva, tienen mucha más confianza e interés en el candidato a la diputación y su equipo que en los activistas extraños, cuyos objetivos y motivaciones suelen ser incomprensibles y sospechosos para la gente…

Sasha Davydova, activista de la MSR
El día en que comenzó la invasión a gran escala de Ucrania, miembros del MSR se manifestaron en la calle contra la guerra. Recuerdo cómo imprimimos apresuradamente folletos y los distribuimos por las calles, formando piquetes individuales. […]. Las protestas pasaron, pero el mismo día era evidente que la guerra estaba cambiando radicalmente las condiciones del juego. Los cambios políticos en el sistema han colocado cualquier acción política organizada en un marco aún más represivo que nunca.

Actuando en el marco de una legislación de guerra, tuvimos que adaptarnos a las nuevas realidades. Desde el 24 de febrero, una de las principales tareas ha sido no exponer a nuestros compañeros, garantizar la seguridad y preservar la organización. La pregunta es cómo actuar, pero el MSR se mantiene fiel a sí mismo durante la guerra. Los participantes en el movimiento han tomado una decisión sobre salir o no de Rusia, pero la mayoría de ellos se han mantenido activos.

Desde 2022, el MSR se ha desarrollado como medio de comunicación de izquierda y nuestra agenda también se ha ampliado. Empezamos a pensar y hablar más sobre la descolonización, tratando de cambiar la óptica del debate dentro de la oposición hacia la izquierda. Hemos seguido invirtiendo en la agenda sindical y apoyando a los sindicatos independientes. Nuestras activistas han defendido con vigor la agenda social feminista. Han participado en acciones contra la violencia de género y han organizado campañas contra los ataques conservadores dirigidos a la autonomía corporal de las mujeres. En el ámbito educativo, el MSR organizaba escuelas para extranjeros y sesiones de lectura. Hemos trabajado para no replegarnos sobre nosotros mismos, para no permanecer aislados, sino mover el discurso de la oposición hacia la agenda democrática de izquierda: hablar de desigualdades flagrantes, escribir sobre huelgas y violaciones de los derechos laborales, hacer campaña contra la violencia de extrema derecha, etc…

En el extranjero, el MSR ha establecido vínculos de solidaridad internacional con otras organizaciones de izquierda. Fuera de Rusia, las y los activistas podían permitirse lanzar abiertamente eslóganes contra el imperialismo, alinearse con los sindicatos el 1 de mayo, organizar manifestaciones antifascistas y acciones de solidaridad con los presos políticos rusos.

Organizamos la acción por un Mundo Justo en las elecciones presidenciales. Esta campaña fue un voto contra todos [los candidatos oficiales] y al mismo tiempo un programa socialista mínimo que unía a la izquierda en una coalición (y unir a la izquierda es un éxito en sí mismo). La campaña por un mundo justo combinó una acción política legal y una campaña activa sobre el terreno, lo que no legitimó las llamadas elecciones, totalmente orquestadas por el Kremlin. Creo que sus resultados muestran que nuestra posición ha demostrado ser la mejor posible, porque confiar en uno de los candidatos artificiales (especialmente Davankov) nunca podría haberse convertido en el espejo de los sentimientos de protesta. La Campaña por un mundo justo tenía como objetivo unir y politizar las voces que exigían paz, igualdad y justicia. Y este potencial no se perderá.

The Costs of El Salvador’s Crime Crackdown. Bukele Has Reduced Homicides—but Eroded Democracy. Gustavo Flores-Macías. FA. March 20, 2024

Under President Nayib Bukele, El Salvador has experienced one of the most spectacular declines in violent crime in recent memory, anywhere in the world. Despite ranking among the most dangerous countries on the planet a mere decade ago, the Central American state today boasts a homicide rate of only 2.4 per 100,000 people—the lowest of any country in the Western Hemisphere other than Canada.

El Salvador owes much of its dramatic drop in crime to Bukele’s crackdown on street gangs and criminal organizations, including MS-13 and Barrio 18. Although homicide rates were trending downward before Bukele took office in 2019, violent crime declined sharply after March 2022, when his government declared a state of emergency following a spike in murders, allowing the government to suspend basic civil liberties and mobilize the armed forces to carry out mass arrests. This state of exception granted Bukele’s administration a blank check to fight gangs and detain suspects without consideration for transparency, due process, or human rights.

Bukele’s iron-fist measures and their apparent results have not only made him wildly popular in his country—earning him a landslide reelection in February 2024—but also captured the imagination of politicians elsewhere grappling with rapidly deteriorating public safety. Members of the political elite in other states are now toying with the so-called Bukele model. In Ecuador, for instance, President Daniel Noboa has unabashedly followed in Bukele’s footsteps in response to prison riots and a major surge in homicides, declaring a state of emergency in January that gave the armed forces free rein to detain suspects and to take over control of the country’s prisons. The Bukele-style security measures appear to be succeeding there, as well: a little over a month into the crackdown, the government reported that the daily average of homicides had fallen from 28 to six. The fact that militarized public safety campaigns are proving effective outside El Salvador has only enhanced the model’s growing appeal across Latin America, which has long suffered the highest rate of violence of any region in the world.

But as appealing as a Bukele-style crackdown might seem, these punitive campaigns against organized crime come at a serious cost to democracy and human rights. These measures concentrate power in the hands of the executive, chipping away at other democratic institutions, such as Congress and the judiciary, that are critical bulwarks against governmental abuse. They also fail to solve the underlying problems, such as corruption and impunity, that generate such violence and instability in the first place.

There are alternatives to the Bukele model for reducing crime. In cities in Brazil, Colombia, and Mexico, politicians have managed to decrease homicides without eroding civil and human rights by making sustained investments in democratic policing, which emphasizes transparency, accountability, and civil liberties. These measures may not work as quickly, and they may not be as conspicuous. But they do not sacrifice democracy on the altar of public safety. Militarized states of emergency are no silver bullet: for any public safety measures to permanently succeed, they must not come at the expense of the democratic institutions that protect civilians from abuse at the hands of the government.

BUKELE’S SOCIAL CONTRACT

Iron-fist measures against crime—including armed forces assuming control of law enforcement, severe sentences, and the suspension of civil liberties—are not new in Latin America. But Bukele’s approach is notable for its duration. El Salvador’s state of emergency, which was first declared in March 2022, has been extended some 24 times, giving Bukele nearly two years of free rein.

Bukele’s suspension of civil liberties has streamlined his crackdown on gangs, allowing the military to detain suspects without hindrance, circumvent the corruption that pervades the judicial process, and sever the links between imprisoned gang leaders and their acolytes in the outside world. The emergency decree’s suspension of rights, including due process, has made it much easier to arrest suspected gang members, given that probable cause or arrest warrants are not needed and excessive use of force is not a concern. Bukele also used emergency powers to introduce indefinite pretrial detention, which means that the state does not need to present convincing evidence in court before locking a suspect up for extended periods and preempts the possibility that a corrupt judge would release the suspect. The emergency mandate also bars inmates from establishing any contact with individuals outside the prison, including lawyers, relatives, or associates, thereby preventing kingpins from continuing to run their groups from behind bars. The outcome, according to Amnesty International, has been the imprisonment of some 77,000 people, many of whom have also been subjected to systematic torture and other mistreatment.

Public safety has improved dramatically as a result. Although human rights organizations have pointed to significant underreporting of homicides and questioned the reliability of government statistics, the testimonies of Salvadoran citizens make clear that there has been a significant reduction of extortions among business owners and a newfound freedom to enjoy public spaces. Tellingly, the number of encounters that U.S. authorities had with Salvadoran migrants dropped from 97,000 in 2022 to 61,515 in 2023, signaling that violent crime as a push factor for migration may be receding.

Leaders throughout the rest of Latin America have taken notice. Elected officials in Argentina, Colombia, Guatemala, and Peru have expressed support for the Bukele model. The fact that officials in states such as Argentina have considered adopting Bukele’s system speaks to its widespread appeal, given that Argentina’s crime rate is comparatively low. The same is true for Uruguay, another country with low—albeit rising—homicide rates. One Uruguayan senator went so far as to travel to El Salvador to hear directly from Bukele.

The state that has done the most to follow Bukele’s approach is Ecuador, where Noboa has rolled out a similar set of measures dubbed Noboa’s Way. The public safety challenges in Ecuador are different from those in El Salvador, as the former’s violent crime stems from the prevalence of transnational drug trafficking organizations as opposed to more localized gangs. But the distinct security landscape has not prevented Noboa from following in Bukele’s footsteps, including by handing control of penitentiaries over to the armed forces and ordering the construction of two maximum-security prisons modeled after Salvador’s secretive Terrorism Confinement Center—which, theoretically, has the capacity to hold 40,000 inmates. (By contrast, the Louisiana State Penitentiary, one of the largest maximum-security prisons in the United States, can hold up to 6,300 inmates.) Since declaring a state of emergency in January, Noboa has overseen the arrest of over 8,000 people—and his popularity, like Bukele’s, has only risen.

THE PRICE OF SAFETY

Although Bukele’s crackdown has achieved spectacular public safety gains, it has incurred an equally sizable but less visible cost to El Salvador’s democracy. In the short term, the mass arrests have led to the incarceration of tens of thousands of people who lack legal recourse, with many Salvadorans living in fear of arbitrary imprisonment. In the long run, Bukele’s consolidation of power undermines the system of institutional checks and balances that safeguard the public against government abuse. Ahead of the country’s February elections, for instance, Bukele used the suspension of constitutional rights to modify El Salvador’s electoral rules to favor his party. Moreover, the normalization of states of emergency and the militarization of public life erodes citizens’ ability to influence policy, and it weakens trust in the capacity of civilian institutions to solve the country’s problems.

Despite these high costs, public safety has become such an overriding concern for so many Salvadorans that civil liberties and human rights have been sidelined. As Bukele’s enduring popularity demonstrates, if violent crime is severe enough people are willing to relinquish protections against government abuse in exchange for improved public safety.

The result is a paradox of punitive populism, in which democratically elected leaders with broad anticrime mandates undermine liberal democracy by adopting iron-fist policies that are not only popular but can also be effective. Iron-fist policies are widely appealing to publics accustomed to living in fear for their safety; such is the case for generations of Latin Americans, many of whom have not known a reality other than widespread extortions, kidnappings, and murders. In El Salvador, for example, anybody born after 1979 has only known life under either a brutal civil war, which lasted from 1979 to 1992, or the subsequent internecine gang warfare that has killed tens of thousands and driven many more to flee the country. Bukele came to power pledging to bring an end to this state of chaos, and he has proceeded to do so by a popular demand that has not diminished even amid his dismantling of democracy from within.

Bukele-style campaigns against organized crime come at a serious cost to democracy and human rights.

The strong desire for drastic public safety measures is understandable in a region where many proposed solutions have yielded little fruit. Governments throughout Latin America have cycled through many failed bids to counter violent crime, swinging back and forth on the centralization and decentralization of the police and facilitating the proliferation of private security firms. Officials in countries including Mexico and Brazil have shelled out millions in consultancy fees for the advice of former New York City Mayor Rudolph Giuliani on crime-fighting techniques, with few discernible long-term results. But despite the real need for increased public safety, the price of a no-holds-barred war on violent crime is too steep for Latin America, where democracies are still relatively young and fragile and where the rule of law is already elusive.

Even in countries without states of emergency, the militarization of law enforcement can have damaging antidemocratic consequences. In Mexico, for instance, the country has grown steadily more illiberal since President Felipe Calderón deployed the military in 2006 as part of an ill-fated effort to combat drug traffickers, despite a constitutional prohibition on doing so. Human rights violations have gone up in the intervening years, as has violent crime. But subsequent administrations have refused to change course, choosing instead to double down on the militarization of public safety. Amid persistently high rates of cartel violence, President Andrés Manuel López Obrador, known as AMLO, has granted the armed forces even more expansive powers, including oversight over the country’s air and sea ports. As a result, citizens are increasingly subject to the whims of the military rather than to the rule of law.

In Bukele’s case, at least, the rate of violent crime has come down. But in the long run, iron-fist approaches may not be so successful—and could simply fuel the problems that caused violent crime to spiral out of control in the first place. Corruption and impunity are the key obstacles to public safety across the region, where gangsters elude prison or run criminal enterprises from behind bars because police, judges, and prison wardens are complicit in organized crime. States of emergency and the militarization of public safety can circumvent some existing corruption, but they also bring greater opacity, remove institutional constraints against government abuse, and reaffirm the perception that only the military can solve societal problems. Addressing impunity requires more, rather than less, transparency and accountability. In the absence of a major overhaul of existing security forces, giving the same forces that operated with impunity a blank check to put the house in order invites disaster.

DEMOCRACIES THAT DELIVER

To be sure, not all aspects of Bukele’s model are detrimental to liberal democracy. Putting criminals away to keep them from terrorizing law-abiding citizens and preventing inmates from engaging in criminal activity from prison are critical to addressing the region’s violent crime epidemic, and therefore giving people freedom to go about their lives without fear of victimization. But militarized states of emergency are no substitute for a long-term public safety strategy.

Instead, governments should craft new policing strategies that are compatible with democracy and that work to overcome the obstacles that prevent publics from trusting law enforcement. Officials must invest more in civilian policing agencies to incentivize good and effective police behavior, including training and staffing new officers, adopting merit-based selection and promotion procedures, establishing more competitive salaries and benefits, and implementing rigorous evaluation programs.

They must channel more resources toward anticorruption vetting systems that include personnel screening tests and recurrent accountability checks. They need to use policing technology for real-time decision-making and intelligence, such as surveillance systems that can detect problematic areas early and generate evidence to be used in court, and they need to establish closer collaboration between police and local residents, taking cues from proximity policing models that incentivize trust and responsiveness to citizens’ concerns. Governments must also make key reforms to the judiciary and civil service, including vetting judges based on their trajectories and ability to bring transparency to the assignment of court cases. They must also establish institutionalized oversight mechanisms such as mandatory and regular disclosure of assets.

Corruption and impunity are the key obstacles to public safety across the region.

Local governments throughout Latin America have shown that such systems can work. A case in point is Ciudad Nezahualcóyotl—a densely populated suburb of Mexico City with over a million people concentrated in about 25 square miles. Once considered a large and dangerous slum, the city made a sustained effort to expand its local police force and strengthen trust in local law enforcement—and was able to cut the homicide rate in half between 2013 and 2022. Encouraging experiences can also be found in Medellín, Colombia, and São Paulo, Brazil, which have also adopted similar approaches, in addition to measures including firearms controls and recurring evaluations of police intervention. In all these places, policing has helped not only to reduce crime but also to build confidence in civilian institutions.

Despite their effectiveness at the local level, such alternative policing methods have not gained national traction because they are eclipsed by flashy and politically expedient iron-fist approaches. Given the popularity of the visible deployment of the armed forces from one emergency to the next, resources are channeled toward military budgets rather than to less sexy but crucial reforms to civilian police and the judiciary. In 2019, for example, AMLO dismantled the civilian federal police and created a paramilitary national guard that consists mainly of former soldiers. Even in places like Chile, where violent crime is relatively low and the police enjoy trust from society, the government increasingly relies on the military for public security.

But leaders should pursue the better solution, not the one that is most showy. That means they must shift their priorities and channel funds toward strengthening the police and judiciary on a national level—scaling up what has worked locally. If the region’s democracies are to survive the illiberal pressures of punitive populism, governments must prove that nonmilitary measures can be effective. Otherwise, publics across Latin America will continue to surrender their constitutional rights in exchange for authoritarian police states that maintain order. The best antidote against authoritarian populism is for democracies to deliver results.

Feminismo Latinoamericano. Francesca Gargallo. 2007

A lo largo de dos siglos, el feminismo latinoamericano ha forjado una teoría política de las mujeres que, en la última década del siglo XX, ha empezado a deconstruir el racismo de sus preocupaciones centrales, el heterocentrismo de su visión de los cuerpos sexuados en la organización social, y la aceptación supina de categorías de análisis provenientes de los feminismos occidentales.

El ideario que sostiene al feminismo latinoamericano es fruto, como todas las ideas políticas antihegemónicas, de un proceso de identificación de reclamos y de prácticas políticas que han variado durante su historia. La participación de comuneras, criollas e indígenas en la lucha contra el colonialismo fue amplia, pero no reconocida, y el triunfo de los liberales en la mayoría del continente no redundó en el reconocimiento de la igualdad de las mujeres.

El racismo heredado de la Colonia no permitió que las mujeres se reconocieran como tales, sino las relegó a categorías ligadas tanto a la clase de procedencia como a la pertenencia étnica: blancas, mestizas, indias y negras no compartían cosmovisiones ni espacios sociales, sólo el maltrato masculino que, en el caso de las últimas, sumaba la violencia machista y la violencia racista.

A fínales del siglo XIX, mujeres mexicanas, brasileñas, argentinas y venezolanas de los sectores acomodados urbanos se reunieron para publicar periódicos en los que explayaban sus ideas acerca de qué eran con respecto a los hombres, daban a conocer sus cuentos y poemas y compartían noticias sobre modas y modales.

Contemporáneamente, grupos de maestras se organizaron alrededor de demandas cuales el derecho a la educación y a la expresión, al control de su economía y al voto. Hilanderas, tabacaleras y otras trabajadoras asalariadas fabriles empezaron a exigir salarios iguales para trabajos iguales, aunque las obreras eran una parte mínima de las trabajadoras. Así, por diversos caminos, elaboraron un ideal de igualdad entre los sexos que sólo en sus expresiones tardías y más radicales exigió la igualdad jurídica y el derecho al voto.

Las feministas latinoamericanas del siglo XIX parecen mucho más conservadoras que sus contrapartes europeas y estadounidense de la misma época, porque confiaban todavía en que la política masculina como tal nos las excluía, en un mundo donde los liberales se enfrentaban una y otra vez a conservadores católicos.

No era lo mismo vivir en un continente que en 1823 era mayoritariamente gobernado por independistas liberales, que en la Alemania de 1823 donde los liberales eran apresados, colgados o enviados al exilio. Igualmente, en México, las mujeres de alcurnia que se negaban a casar con los invasores franceses y austríacos y sostenían con sus finanzas la lucha de Benito Juárez contra Maximiliano, creían sinceramente que sus correligionarios les reconocerían derechos equivalentes a sus sacrificios.

Una visión histórica de las ideas feministas toma en cuenta las condiciones en que se formaron y los diversos aportes culturales, filosóficos y políticos de que se nutrieron. Tal y como el comportamiento «digno» o «educado» de las sufragistas del siglo XIX, el conservadurismo feminista del siglo XX es incomprensible sin un análisis cruzado de los afanes de liberación generalizados de pueblos traicionados por la emancipación colonial y por el nacionalismo revolucionario brotado de la Revolución Mexicana, de las ideas religiosas de comunidades de base educadas por la Teología de la Liberación, de los ideales autonómicos universitarios, del antiimperialismo populista y socialista y de la falta de autonomía e independencia del sistema del movimiento feminista, tal y como lo señala repetidamente Margarita Pisano.[1]

Todos estos elementos confluyeron en atrasar la organización autónoma de las mujeres, por el simple hecho que las mujeres estaban participando políticamente en organizaciones mixtas donde eran tratadas con mayor igualdad que en la sociedad que pretendían transformar con su lucha y en las que eran parceladamente legitimadas.

Sólo el encuentro de las mujeres entre sí y el descubrimiento colectivo de su condición a través del análisis de las propias experiencias vitales, permitió la constitución de un movimiento de mujeres capaz de postular su liberación, entendida como proceso de subjetivización y autoafirmación.

A principios del siglo XXI, las ideas feministas latinoamericanas se vinculan al éxito del capitalismo en la destrucción de las culturas locales (la llamada globalización), y al clima continental reactivo de profunda crítica a la occidentalización de América,[2] y a sus secuelas de racismo y colonialismo que intentan reorganizarse en las ideas y las prácticas políticas del neoliberalismo.

Según María del Rayo Ramírez Fierro, ubicar el propio análisis de la realidad desde América Latina implica hacerlo desde «todos los lugares marginales del imperio global».[3]

Esto es, desde espacios geográficos, culturales y económicos donde los movimientos sociales más recientes han aglutinado a sectores diversos (mujeres y hombres indigentes urbanos, indígenas y campesinos, desempleados, de la tercera edad, niños de la calle, afrodescendientes, migrantes), para estructurar reclamos que tienen que ver con algo más profundo, más elemental que la lucha por la socialización de los instrumentos de producción, posiblemente con el cambio de una cultura basada en el concepto de lo superior, ejercida por los elegidos.

Se han juntado alrededor de la no privatización de recursos naturales primarios como el agua o el gas, contra el turismo trasnacional, el latifundio y la agroindustria: son los sin tierra de Brasil, los sin rostro de México, y los sin techo de toda América, es decir son los seres humanos extranumerarios para el sistema capitalista mundial que, desde sus márgenes, son capaces de ponerlo en crisis.[4]

Las mujeres que participan en el movimiento zapatista en México, las cocaleras en Bolivia, las indígenas amazónicas y andinas de Ecuador y Venezuela están denunciando la relación entre el colonialismo, el racismo y las desigualdades económicas, de oportunidades y de acceso a los servicios públicos que las marginan.

Igualmente juzgan como manifestaciones de racismo las políticas de castellanización y aculturación de los pueblos originarios: «Nos quieren desindianizar», denuncia la maestra Perla Francisca Betanzos Gondar, de Milpa Alta. «Quien estudia español ya no quiere hablar náhuatl y lo olvida. El proceso de desindianización implica que quien habla español es gente de razón, es gente respetada. Con la lengua se pierde la cosmovisión, la relación con la naturaleza como madre, la idea que el principio creador, Ometéotl, es femenino y masculino, que las mujeres representamos a la tierra…»[5]

Según Pilar Calveiro es necesario analizar la memoria, la resistencia y la sumisión, para entender por qué en América Latina los poderes, por violentos que sean, son enfrentados por ciertas resistencias que desafían las relaciones más asimétricas.[6]

Recordar ahora el pasado indígena sería, según su planteamiento, un proceso de reconstrucción, ya que existe entre las mujeres de los pueblos originarios una «urgencia actual» de interrogar el pasado, rememorándolo. Recuperar la historicidad de una historia negada, o convertida en relato repetido, implica revisitar el pasado como algo cargado de sentido para el presente.

Mientras estas reflexiones toman fuerza, filósofas como la brasileña Sueli Carneiro, músicas activistas como la dominicana Ochy Curiel, dirigentes indígenas como la ñahño Macedonia Blas Flores, coinciden en que toda situación de conquista y dominación crea condiciones para la apropiación sexual de las mujeres de los grupos derrotados para afirmar la superioridad del vencedor.

Estas condiciones se perpetúan en la violencia contra las mujeres, en general, y en particular contra las mujeres indígenas, negras y pobres. Los feminicidios en México, Guatemala, y otros países, responden a esta dinámica de naturalización de la violencia masculina contra las mujeres sometidas. ¡Naturalización o normalización (la ley-norma que constriñe a lo que ya se ha construido como normal) del abuso masculino!

Las que podrían ser consideradas historias o reminiscencias del periodo colonial permanecen vivas en el imaginario social y adquieren nuevos ropajes y funciones en un orden social supuestamente democrático que mantiene intactas las relaciones de género según el color, la raza, la lengua que se habla y la religión instituidas en el periodo de los encomenderos y los esclavistas.

Sueli Carneiro escribió para el Seminario Internacional sobre Racismo, Xenofobia y Género organizado en Durban, Sudáfrica, el 27 y 28 de agosto de 2001:

    La violación colonial perpetrada por los señores blancos a mujeres indígenas y negras y la mezcla resultante está en el origen de todas las construcciones sobre nuestra identidad nacional, estructurando el decantado mito de la democracia racial latinoamericana, que en Brasil llegó hasta sus últimas consecuencias. Esa violencia sexual colonial es también el cimiento de todas las jerarquías de género y raza presentes en nuestras sociedades configurando lo que Ángela Gíllíam define como ‘la gran teoría del esperma en la conformación nacional’, a través de la cual:

    1. El papel de la mujer negra es rechazado en la formación de la cultura nacional;

    2. la desigualdad entre hombre y mujer es erotizada; y

    3. la violencia sexual contra la mujer negra ha sido convertida en un romance.[7]

El colonialismo europeo ha marcado América Latina con cicatrices profundas: en su mayoría es un continente católico; se rige por una economía de mercado determinada por un centro externo a la región; y su estructura social es patriarcal, racista y discriminadora.

Para el feminismo latinoamericano es muy difícil deconstruir su occidentalidad, porque ésta se impuso como sinónimo de un mundo tecnológicamente moderno y legalista que hasta las socialistas querían alcanzar. Sólo desde el análisis de la pobreza y la desigualdad como frutos de un colonialismo capitalista que necesitaba, y sigue necesitando, de la contraparte pobre de la riqueza de su lugar de origen y expansión, el feminismo latinoamericano se plantea hoy la necesidad de liberarse de la perspectiva del universalismo cultural occidental, y su construcción determinista: la organización de géneros sexuales, masculino y femenino, bipolares, binarios y jerarquizados para que el trabajo gratuito de las mujeres descanse en una naturaleza invariable, construida desde la cultura.

El poderoso movimiento sufragista del siglo XIX, y el feminista, desde la década de 1960, han llevado en efecto a las «mujeres occidentales» a visualizar la posibilidad de que gocen de los mismos derechos y obligaciones que los hombres. Corrientes de pensamiento y organizaciones políticas de mujeres discuten acerca de los derechos a y en la vida, de la moral, la libertad de movimiento, la igualdad y la diferencia, determinando por qué, cuándo y de qué forma las mujeres de todo el mundo pueden y deben liberarse del yugo de culturas que no les permiten gozar de su integridad física, moral e intelectual. De su experiencia y reflexión ha brotado la teoría feminista «verdadera», que elabora categorías interpretativas y discute tópicos de la educación.

En América Latina, algunas mujeres de las élites blancas son «líderes» de reivindicaciones igualitarias y de los debates del feminismo acerca de la maternidad voluntaria desde mediados del siglo XX.[8]

No obstante, en la actualidad un feminismo negro y un feminismo indígena aportan crítica radicales a la tendencia colonialista del feminismo universitario y militante de inspiración europea o estadounidense. ¿Dónde ubicar a las mujeres latinoamericanas? Acaso ¿son occidentales las centenas de mujeres asesinadas en México, Guatemala, Honduras y Colombia?

Urge situar no sólo las aportaciones del feminismo latinoamericano,[9] como teoría política y como filosofía práctica, al feminismo mundial, con sus específicas reflexiones acerca de la relación polimorfa entre los ámbitos íntimo, privado y público,[10] con las reflexiones sobre el racismo del machismo y la no pertenencia de las mujeres negras al colectivo de las débiles,[11] del feminismo indígena y sus conflictos con el poder hegemónico, el racismo, los militares, el alcoholismo, la violencia de género al interior de sus comunidades,[12] sino ir más allá y encontrar los móviles colectivos por los que las mujeres latinoamericanas decidieron renovar su imaginario del ser mujer.

Imaginar implica desear una imagen de sí, una imagen utópica, diversa de la que los roles y jerarquías asignan a la persona. A la vez, el deseo no es afán de apropiación de algo o alguien exterior, sino anhelo de saber y saberse desde sí. De tal modo, renovar el imaginario del ser mujer por parte de una colectividad femenina supone la voluntad de querer revisarse en la historia, para saber si existe una posibilidad de autodefinirse como mujeres y para proponerse como miembro de pleno derecho de la comunidad humana.

Desplegar el deseo implica necesariamente un movimiento hacia un cambio del propio status quo que, como dice Marta Sánchez Néstor, se sigue de «recordar nuestras antepasadas femeninas».[13] Por supuesto, quererse saber significa desconocer conscientemente la idea de sí que ha construido (e impuesto) la cultura del poder hegemónico, es decir no reconocerse en el género que se les ha asignado.

Los géneros son construcciones sociales que, con base en los genitales de un cuerpo humano, transforman ese cuerpo en sexuado (eso es, destinado a la reproducción) y asignado a un sistema jerárquico que inferioriza lo femenino y descarta cualquiera opción que no sea el reconocimiento de ser hombre o mujer (asignación forzada de un género a toda intersexualidad, y desnaturalización de la misma).

La superioridad del hombre es por tanto una compleja construcción cultural que se absolutiza en todos los países dominados por la cultura que la produce. A la vez, esta construcción tiene características parecidas al racismo de la conquista y a la esclavización de los vencidos, de tal forma que sistema de géneros y guerra, sistema de géneros y colonialismo se acompañan y refuerzan uno a otro, porque tienen un mecanismo de jerarquización común en su base.

Para deshacerse de la asignación del género con sus características impositivas, las mujeres empiezan a reconocerse en su historia. Exclusión y muerte, violencia y negación de su palabra, inferiorización y falta de derechos las han acompañado siempre. No obstante, no es lo mismo reconocerse en los millones de brujas asesinadas como tributo a una modernidad que quería excluirlas de su poder económico y sus conocimientos, como hicieron las europeas, en la década de 1970, que reconocerse en la masacre de las americanas, la conversión de su cuerpo en el instrumento para la sujeción y la reproducción de individuos contrarios a su cultura, en una continuidad de tiempo que no se ha detenido en el siglo XVI sino que alcanza el presente.

En Sexo y conquista, Araceli Barbosa Sánchez analiza cómo el odio de los españoles contra las mujeres y contra toda «feminidad» de los hombres, llevó a los conquistadores a prácticas de violencia extrema, tortura, muerte y degradación de los cadáveres, de las mujeres indígenas que se resistieron a la violación y contra los «sodomitas», equiparándolos de alguna manera.[14] De las indias y los sodomitas, los conquistadores nunca recogieron testimonios, palabras, ni describieron sus actitudes y saberes, a diferencia de los inquisidores que transcribieron con lujo de detalles los saberes «perversos» de las hechiceras y herejes.

Fue relativamente fácil para el movimiento feminista europeo identificarse con las brujas, una vez que se llegó a demostrar la positiva diferencia de sus saberes con los de la cultura de la represión que sostuvo al absolutismo monárquico y al despegue del capitalismo. Pero ¿con qué diferencia positiva de sus antepasadas pueden identificarse las latinoamericanas sin pasar por una revisión antropológica de las culturas americanas actuales e históricas, y por la ruptura con la cultura mestiza hegemónica, que encubre la historia en sentido racista y sexista?

Dos figuras, en la historia andina, podrían ser símbolos de la lucha que las mujeres son capaces de conducir contra el colonialismo, pero no dejan de estar sujetas al poder real y simbólico de sus maridos.

Bartolina Ciza, esposa de Tupac Katari, ejecutada por desmembramiento como él en 1781, organizó ejércitos para la defensa india de las tierras del Alto Perú, radicalizando las posiciones antiespañolas. Micayla Bastidas, jefa de la retaguardia india, organizadora de la producción y el suministro de alimentos, vestimentas y armas, y esposa de Tupac Amaru, ejecutada por garrote al finalizar la rebelión del inca junto con toda su familia; durante la sublevación indígena peruana siempre instó a su marido a radicalizar sus posiciones y reclamar Perú para los indígenas y sólo para ellos.

En términos de ideas feministas, estas dos figuras trágicas no aportan reivindicaciones de género, pero son una real presencia histórica mitizada que, en ocasiones, repercute en la idea de sí y en el respeto social.

La dificultad mayor al rastrear la historicidad de las ideas feministas en América Latina estriba en que, si bien pueden analizarse textos literarios, testamentos, cartas y juicios en su contra, que permiten encontrar actitudes de simpatía hacia otras mujeres en criollas, mestizas y negras desde el siglo XVII (mujeres que heredan sus bienes a sus criadas, hijas y sobrinas contra la voluntad del marido y de los hijos varones, que alegan contra la injusta condición de las mujeres, o que intentan oponerse a la Pragmática Sanción), no se encuentran muchas palabras indias explícitas acerca del valor de ser mujeres.

En los 91 testamentos indígenas de Santa Fe de Bogotá, de 1567 a 1667, recogidos por Pablo Rodríguez,[15] las dos terceras partes de las legatarias son mujeres -relación que se explica por el desbalance producido por la muerte de hombres durante conquista o porque las mujeres se integraron más rápidamente a la vida de las ciudades, en el servicio doméstico o en actividades independientes-; existen testamentos de dos esposas de caciques y de numerosas hilanderas, costureras, panaderas, chicheras y tejedoras.

Muchas de estas indias habían recibido sus lotes como legado testamental de sus amos o de los padres de sus hijos naturales, otras los compraron a sus vecinos blancos, y en él construyeron varios bohíos redondos para sus hijas, hijos y para rentar, insistiendo en sus testamentos que no se vendieran esas propiedades, porque su mayor preocupación era que sus descendientes tuvieran donde vivir y donde cuidar una huerta y criar puercos y gallinas.

Los testamentos indican la habilidad con que las indígenas se integraron al sistema de intercambios y de uso de moneda: compraban, vendían, fiaban, prestaban y sabían de intereses. Asimismo hablan de lo mucho que las indias se habían vuelto católicas devotas y miembros activos de cofradías y hermandades que creaban nuevas relaciones de solidaridad en un tejido social más antiguo pero desmembrado, y aseguraban compañía en el velorio y el entierro.

No obstante, las familias separadas, los ancestros perdidos, la reducción del parentesco, la alta mortalidad limitaban ostensiblemente la vida familiar y la comunicación de saberes ancestrales entre familiares. Los legados de madre a hija están siempre pospuestos a las necesidades del alma de la testamentaria, y se relacionan con las carencias materiales de la legataria.

Algunas de estas hijas eran indias, hijas de un esposo indio; otras eran mestizas, hijas del amo, de un vecino y en ocasiones de un marido blanco o mestizo; algunas más eran niñas recogidas, hijas de hermanas o hijas, o aun de desconocidas, a menudo blancas; unas y otras no eran «preferidas» a sus hermanos naturales, recogidos o legítimos por la madre. Asimismo, los consejos que reciben son los convencionales de una madre católica que, como muestra de amor, deja -cuando mucho-a la hija escoger el tipo de misa rezada por su alma.[16]

Las jóvenes evangelizadas y castellanizadas en los patios de los conventos, en el Colegio de Niñas de Santa María de la Caridad, o en cualquier colegio de «niñas y doncellas indias» que en México, desde 1529, se dedicó a su educación,[17] eran tan catolizadas que nunca reivindicaron nada ni de su derrotada cultura de origen ni de la tradición que en ella tenían las mujeres.[18] En la actualidad, hay más escritos de afrolatinoamericanas que de indígenas, más denuncias del racismo -aún al interior del movimiento feminista- de las primeras que de las segundas.

La historia de las mujeres indígenas, según la convención que la historia inicia con la escritura, tiene escasos asentamientos testamentarios y jurídicos en castellano, y en las dos mil lenguas americanas es tan reciente que existe un escasísimo registro anterior al siglo XX.

Seguramente, la cultura académica, que se valida por los parámetros educativos de Occidente, impide reconocer en la oralidad un medio confiable de transmisión histórica; no obstante, el mayor conflicto en la construcción del relato de América Latina es que en este continente no se elabora la muerte del noventa por ciento de la población originaria al inicio de la occidentalización de su historia.[19]

De hecho, no hay continuidad cultural posible entre el antes y después de la masacre, si tomamos en consideración que una cultura es siempre un conjunto fáctico de ideas dominantes y resistentes, de habilidades y conocimientos, que son patrimonio de un conjunto de personas, de un pueblo, porque pocos individuos no pueden contenerla, abarcarla y recordarla toda. ¿Cuántas condiciones del ser mujeres existían antes de la invasión y la masacre europea y cuántas condiciones quedaron para las mujeres después de su incorporación forzada y sometida al mundo occidental?

Más allá de las zapotecas del Istmo de Tehuantepec, que sorprenden con sus grandes cuerpos, su libertad de palabra y de movimiento y su real poder económico, la imagen que las mujeres indígenas ofrecen en México y Centroamérica es casi unívoca, a pesar de las diferencias culturales: mujeres sometidas por el padre y el marido, golpeadas, que trabajan de la mañana a la noche sin ningún reconocimiento social o económico.

Se trata, por supuesto, de un estereotipo: en realidad todas participan de una forma especial, no necesariamente protagónica, de rituales y decisiones comunitarias, son agentes de la economía de mercado y productoras, son transmisoras de conocimientos, parteras, curanderas, madres. No obstante, la teoría feminista latinoamericana no arranca de sus saberes y muy pocas mestizas se reconocen en su historia, prefiriéndose occidentales que indias, blancas que morenas, genéricamente oprimidas que miembros de una cultura de la resistencia.[20] Esta adscripción de las mestizas a lo no indio pertenece también a la estrategia de occidentalización de América, en particular a las maniobras de los criollos para mantener su hegemonía después de las Guerras de Independencia.

La relación entre mujeres indígenas y feministas hasta finales del siglo XX fue de desconocimiento colonialista. De alguna manera sigue marcando cómo se construye el discurso hegemónico, aunque sea desde una posición crítica al modelo de dominación masculino occidental. Las feministas de las élites académicas o de la clase política tienen a sus «otras».

Y las mujeres indígenas que llegan a las capitales latinoamericanas no reconocen diferencias entre el racismo de las mujeres y el de los hombres mestizos. En mayo de 2005, un domingo por la mañana, Juanita Pérez Martínez, tojolabal de Las Margaritas, Chiapas, tuvo un día libre durante un taller para mujeres indígenas que se impartía en la Ciudad de México. Decidió salir a pasear con tres compañeras del taller, con quienes se encontró en Tacubaya.

Desde que se subieron al metro, la discriminación se hizo patente y adquirió varios matices de racismo: un grupo de jóvenes que iba rumbo a Chapultepec se mofó de ellas por su indumentaria; dos hombres mayores les instaron para no demorarse en las escaleras mecánicas; una señora les gritó desde el andén opuesto que necesitaba una sirvienta y se ofendió cuando le contestaron que no buscaban trabajo. Una vez en Xochimilco, a la más joven de ellas el lanchero intentó seducirla y hasta la jaló de un brazo; cuando ella se alejó con sus amigas, el hombre le gritó «india fea» y «desagradecida».

El camino de descolonización de la propia teoría emprendido por grupos feministas autónomos,[21] por pensadoras como Silvia Rivera Cusicanqui en Bolivia y Ecuador, o, en México, por la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, es particularmente importante para el pensamiento feminista latinoamericano, porque apunta al cruce, no sólo discursivo, de elementos muy diversos de la economía, la corporeidad, la política, la liberación y la diferencia.

Hace muy poco la activista nahua Lorenza Gutiérrez, de Huechapan, Puebla, declaraba en una entrevista a Melissa Cardoza que «sólo pobre un indio es el verdadero indio»,[22]  dando a entender que únicamente se comprende la realidad indígena actual si se la considera desde la falta de acceso a los bienes y servicios, consecuencia inmediata de la pobreza, hija de la discriminación racista colonial. A la vez, apunta que la pobreza es el lugar asignado a los indios por el sistema hegemónico, de modo que si un indígena se sale de su condición de pobreza se transforma en alguien «menos indio».

La condición indígena y de género se suman, no sólo porque ser una mujer india es estar sometida a una forma múltiple de opresión,[23] sino porque la condición de género y la condición indígena son, ambas, frutos de una misma tecnología de jerarquización que confiere siempre a las mujeres y a los indios el lugar del derrotado, quitándoles su voz y la posibilidad de reconocerse positivamente en sus saberes que son incorporados en los saberes de los hombres y los occidentales (exactamente como a los derrotados se les excluye de la historia).

Algunas feministas, al plantearse la diferencia histórica, positiva, de las mujeres con respecto a la cultura hegemónica masculina (y sus aceptaciones, sumisiones, resistencias y rebeldías) se abren a la posibilidad de ver las formas de negación de la diferencia que la cultura hegemónica impone a todas las culturas que domina.

La negación del valor positivo de las diferencias (o, lo que es lo mismo, la imposición de un único modelo válido de ser) es la base misma de esa tecnología de jerarquización que, real, materialmente, confiere al mundo ex colonial el lugar de tercera hija en la redistribución de los alimentos y del acceso a la salud, y a América Latina el lugar de un continente occidentalizado sin derecho a reconocerse en su historia.

Desde una posición radicalmente lésbica, algunas feministas reivindican la libertad sexual preazteca y preincaica en América, sometida definitivamente por el cristianismo colonial. Esta libertad implica «la radicalización de la democracia», según afirma Ochy Curiel.[24] Esto es, dejar de vivir en la mentira de la democracia como sistema que se opone a la dictadura, para mostrar su rostro patriarcal y liberalista.

«Mujeres es una categoría política que nos articula, con historias y siglos de subordinación y de propuestas. No es una identidad autodefinida, es una construcción social» que debe ser deconstruida para dar paso a «cuerpos históricos», autónomos, políticos en sí.

Defender las vidas de las mujeres, para Curiel, implica defender los espacios de las lesbianas: «Mientras se asuma la heteronormatividad como el modelo de relaciones erótico-amorosas-sexuales… nosotras, desde una posición radical, seguiremos defendiendo los espacios políticos autónomos, aunque abiertos a la articulación con otros movimientos sociales y socio-sexuales».[25]

El lesbianismo feminista latinoamericano tiene una ambigua relación con la crítica a la occidentalidad. No todas las lesbianas son anticapitalistas; existe un gay set, fundamentalmente masculino, pero al que pertenecen algunas mujeres de los sectores acomodados; éstas han entrado al mercado de «lo gay», particularmente al consumo turístico: antros, playas, clubes.

No siempre se definen feministas; no obstante, influyen sobre las especialistas del mundo lésbico con poder adquisitivo que trabajan en instituciones internacionales y ONGs. Por otro lado, el actual pensamiento lésbico es deudor de una tradición internacional, tanto cuanto el mismo feminismo. Los estudios queer acerca de la no existencia de identidades fijas, de la deconstrucción de lo sexual-genérico, de la fluidez del deseo y de las representaciones, son de origen anglosajón.

Aunque en América Latina, se han encontrado con los estudios chicanos, con las reivindicaciones de las identidades indígenas y de identidades diversas, con el feminismo de la diferencia, con la narratividad de la filosofía (en particular con la necesidad queer de acabar con el principio del tercero excluido en la demostración de lo verdadero), los estudios queer ofrecen pocas manifestaciones propias.[26]

A la vez, las pensadoras lesbianas feministas latinoamericanas tienen fricciones entre sí y una muy difícil relación con el feminismo en general, pues lo visualizan como un espacio que no ha terminado de romper con la heteronormatividad.

A pesar de estas dificultades, el antirracismo feminista y el les-bianismo feminista contemporáneos comparten la idea de demarcar la cuestión racial y sexual en la configuración de la caracterización de la violencia contra las mujeres y en el estudio de qué es la democracia para las mujeres, así cómo en el compromiso de evidenciar el mecanismo que mantiene las desigualdades y los privilegios entre las mujeres blancas y las indias y las negras, entre las heterosexuales y las lesbianas.

Grupos como Mujeres Creando, Las Chinchetas, Lesbianas Feministas en Colectiva, Mujeres Rebeldes, Brecha Lésbica (de La Paz, México, Buenos Aires, Porto Alegre), y pensadoras como Jurema Werneck que se ubica en una «perspectiva de anterioridad, de una historia que no es fundada por europeos (aunque actualmente esté influenciada profundamente por ellos), de otras posibilidades interpretativas o de diferentes posibilidades de establecer otros marcos para recontar una historia»,[27] confrontan la idea liberal de democracia y piensan el feminismo como un movimiento y una teoría política radical.

Mientras el X Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (octubre de 2005, en Sierra Negra, Sao Paulo, en Brasil) se proponía discutir sobre «Feminismo y Democracia», desde la perspectiva de las feministas que han ingresado a los partidos políticos, creando dinámicas de inclusión y exclusión entre las feministas conservadoras y las radicales (mediante el más simple proceso de invisibilización y olvido de los colectivos autónomos y de las feministas y organizaciones independientes), las feministas disidentes se asieron de tres temas -racismo, etnocentrismo y lesbianismo– para evidenciar que la democracia entendida sólo como ejercicio del voto y reparto de la representatividad es un concepto patriarcal y neoliberal.

La democracia se presenta como una matriz civilizadora, pero sólo responde al sujeto ilustrado que el feminismo de la segunda mitad del siglo XX criticó por haberse instalado desde una masculinidad blanca, heterosexual y con privilegios de clase, declaró en ese contexto Ochy Curiel.[28]

Las disidentes reafirmaron en Brasil que no puede hablarse de democracia sin abordar la lucha contra los sistemas de opresión que tocan a las mujeres, y sin criticar a fondo la perspectiva occidental del feminismo, pues éste como movimiento de reflexión urbano y académico ha disminuido su empuje emancipador (y liberador).

Considerando que es imposible disociar el patriarcado contemporáneo del racismo, el colonialismo y el capitalismo, porque toda forma racional absolutizada subordina necesariamente los pensamientos diferentes y crea jerarquías, denuncian desde su modo de vivir la política de las mujeres los encuentros conflictivos o violentos con occidente, con el patriarcado, con el racismo, con el capitalismo, con el individualismo y con el heterosexismo, como partes constituyentes de un todo opresor.

La escritora y militante hondureña Melissa Cardoza propone el «lesbianismo político» como un activismo que se explaya únicamente con mujeres para potenciar la fuerza de todas las mujeres. Sus ideas coinciden con las de Adrienne Rich cuando, en 1983, definía el feminismo lesbiano como la manifestación política del amor entre mujeres, como la lucha por un mundo en que la integridad de todas sea considerada un aspecto de la cultura.

Desde esta perspectiva, el lesbianismo político se convierte en un sinónimo del feminismo de la diferencia sexual, es decir de un feminismo que no necesita de la confrontación con los hombres para hacer política. Sin embargo, excluye la manifestación política de un deseo erótico no lésbico en las mujeres.

¿En qué momento el lesbianismo político entra en contradicción con la libertad erótica de las mujeres? ¿Acaso el deseo erótico puede considerarse a-político? ¿En qué momento el lesbianismo político se convierte en una nueva norma sexual? La diferencia sexual no puede erigirse sobre una norma de exclusión, porque es exactamente por el abandono de las morales sexuales y de las determinaciones genéricas que se propone como un elemento constitutivo de la sujetividad política latinoamericana frente al capitalismo racista y excluyente de la humanidad monosexuada en masculino.

La política global neoliberal, en sus expresiones de inversión agroindustrial, de explotación petrolera, turística y de agresión contra la economía campesina tradicional, daña a las mujeres indígenas, aumentando la inseguridad personal y familiar por los desalojos, las expropiaciones y el agotamiento del agua y otros recursos.

Fuera de sus comunidades, las mujeres se convierten en indigentes urbanas, sin redes de protección intrafemeninas, y expuestas a la agresión masculina que se acrecienta con tintes racistas. Dadas las condiciones, sólo una perspectiva feminista puede ofrecer a las indígenas la oportunidad de verse como sujetos activos de una historia de resistencia y rebelión, y no como víctimas. Y hoy esta perspectiva está siendo reelaborada principalmente por las lesbianas.

Los golpes sistemáticos de la prepotencia blanca y mestiza, la discriminación económica, la marginación social, la exclusión de la educación formal y de los sistemas de salud, son temas de la teoría feminista latinoamericana contemporánea, porque por motivos sexistas todas las mujeres los sufrieron y sufren de algún modo, sólo que las feministas blancas no los han enfrentado en su descarnada versión racista y colonialista. La participación femenina en la larga tradición de resistencias indias y luchas populares está dando una nueva voz al feminismo latinoamericano.

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[1] Margarita Pisano, El triunfo de la masculinidad, Surada Ediciones, Santiago de Chile, 2001, p.54

[2] Arnoldo Mora, en «Notas sobre una filosofía latinoamericana», en Archipiélago. Revista cultural de nuestra América, n.40, México, julio-septiembre 2005, p. 6, afirma que «América Latina pertenece a las naciones periféricas de Occidente. No es, por ende, una región occidental, sino occidentalizada».

[3] María del Rayo Ramírez Fierro, «Nuevos movimientos sociales y sus horizontes ético-políticos», en Lilia Esther Vargas Isla (compiladora), Territorios de la ética, UAM-Xochimilco, México 2004, pp.127-141

[4] Ibid., pp. 128-129

[5] Entrevista personal, en San Juan Tepenahuac, noviembre de 2005. La maestra ha escrito la tesis de licenciatura en Pedagogía: «Enseñanza y aprendizaje de la lengua náhuatl: ¿resistencia cultural?», Universidad Pedagógica Nacional, 2006

[6] Pilar Calveiro, Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70, Norma, Buenos Aires, 2005, p. 11.

[7] Sueli Carneiro, «Ennegrecer el feminismo. La situación de la mujer negra en América Latina desde una perspectiva de género», en Nouvelles Quéstions Féministes. Revue Internationale francophone, volumen 24, n.2, 2005, Edición especial en castellano, «Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe», ediciones fem-e-libros, pp. 21-22.

[8] Cf. Asunción Lavrín (comp.), Las mujeres latinoamericanas. Perspectivas históricas, Fondo de Cultura Económica, México, 1980.; Mujeres que cambiaron nuestra historia, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia/Universidad de Panamá, Panamá, 1996; Grace Prada Ortiz, Mujeres forjadoras del pensamiento costarricense .Ensayos femeninos y feministas, EUNA, Heredia, Costa Rica 2005.

[9] Como vimos, el sufragismo latinoamericano tuvo particulares connotaciones nacionalistas defensivas -antiimperialistas- y de política de la educación, debido a su condición de personas que buscaban la ciudadanía plena en países que seguían defendiendo su independencia política y, en algunos casos, su territorio frente a Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos (México, Nicaragua, Panamá, etc.); su pacifismo se tiño en varias ocasiones de antirracismo (Brasil); en el siglo XX, el feminismo de la liberación de las mujeres, en sus vertientes igualitarista y de la diferencia sexual, ha defendido su autonomía sin perder su relación con las reflexiones y políticas progresistas, redistributivas, pacifistas y antiimperialistas.

[10] Cf. Julieta Kirkwood, Ser política en Chile, Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile 1990.

[11] Sueli Carneiro, «Ennegrecer el feminismo. La situación de la mujer negra en América Latina desde una perspectiva de género», op. Cit., p. 21-26.

[12] Cf. Palabras de la Comandante Ramona en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas, Oaxaca, 1997.

[13] Marta Sánchez Néstor, «Mujeres indígenas en México: acción y pensamiento. Construyendo otras mujeres en nosotras mismas», en Nouvelles quéstions feministas. Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe, op. Cit., p. 41.

[14] Araceli Barbosa Sánchez, Sexo y conquista, Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos-UNAM, México, 1994, pp. 73 y s.

[15] Edición y prólogo de Pablo Rodríguez Jiménez, Testamentos indígenas de Santa Fe de Bogotá, Siglos XVI-XVII, Alcaldía Mayor de Bogotá D.C.-Instituto Distrital de Cultura y Turismo, Bogotá, 2002

[16] Beatriz, india de Turmequé, ibid., p. 105.

[17] Doña Isabel de Portugal, gobernadora y esposa de Carlos V, el 10, 24 y 31 de agosto de 1529 dirigió al obispo electo de México, fray Juan de Zumárraga, cartas donde lo obligaba a fundar, proteger, apoyar a los colegios de niñas y doncellas de la aristocracia indígena. Cf. Josefina Muriel, La sociedad novohispana y sus Colegios de Niñas, I, Fundaciones del siglo XVI, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995, p.31.

[18] Fray Toribio de Benavente, Motolinía, describe cómo las indias educadas desde niñas en la religión católica no sólo eran de increíble «pureza» y «honestidad», sino las principales divulgadoras del Evangelio y su moral, aunque, por supuesto, no se les permitía predicar por su cuenta. En Memoriales, o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella, edición al cuidado de Edmundo O’Gorman, , tomo III, cap. XVI, UNAM, México, 1971, pp.73-75.

[19] Para los estudios de historia demográfica de la Conquista y la Colonia, Cf. Cualquier estudio de Sherburne F. Cook y Woodrow Borah. Estudiaron los efectos que la conquista europea y la subsiguiente dominación tuvieron sobre la población indígena, en particular de Mesoamérica. Entre sus libros: Ensayos sobre historia de la población: México y el Caribe, Siglo XXI, Colección América Nuestra, México, 1977.

[20] Coincido con Pilar Calveiro cuando define la resistencia como un movimiento de no confrontación, por lo tanto no heroico, que permite la sobrevivencia hasta que se den las condiciones para la visibilización y liberación. Resistir posterga la rebelión, pero mantiene viva su posibilidad. Pilar Calveiro Garrido, Redes familiares de sumisión y resistencia, Universidad de la Ciudad de México, México, 2003.

[21] Por ejemplo, Mujeres Creando se reconoce como un colectivo de «indias, putas y lesbianas» para resaltar su negativa total a incorporarse al patriarcado racista dominante.

[22] La entrevista todavía no ha sido publicada; se efectuó para la elaboración de un informe en septiembre de 2005.

[23] Marcela Lagarde insiste que una india está siempre expuesta a una triple opresión: racial, genérica y económica, no obstante no asume su situación como un cautiverio del sistema poscolonial. Cf. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, UNAM, México, 1993.

[24] Ochy Curiel, «Subvirtiendo el patriarcado desde una apuesta lésbica-feminista», mimeo, texto presentado en el X Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, 9-12 de octubre de 2005, Sierra Negra, Sao Paulo, Brasil.

[25] ibid., p. 4.

[26] Como la de «Los Poliamorosos», en la Ciudad de México, críticas y críticos de la normatividad en la sexualidad.

[27] Jurema Werneck, «De lalodés y Feministas. Reflexiones sobre la acción política de las mujeres negras en América Latina y el Caribe», en Nouvelles Ouéstions feministas, op. Cit., p. 28.

[28] Ochy Curiel, «Subvirtiendo el patriarcado desde una apuesta lésbica-feminista», op. ci..

Miguel Ángel Sáenz Varela: ¡hasta la victoria siempre!

SAN SALVADOR, 27 de abril de 2024 (SIEP) Luego de una prolongada enfermedad, falleció esta mañana Miguel Ángel Sáenz Varela (1936-2024) , dirigente histórico del Partido Comunista, PCS  y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN.

“Miguel fue uno de los más destacados revolucionarios salvadoreños de la segunda mitad del siglo XX y de principios de este nuevo siglo, desde adolescente abrazó las causas de la democracia y el socialismo en nuestro pais…” indicó el escritor Roberto Pineda.

Agregó que “conocí a Manuel en 1982, en la Managua sandinista, militamos en la misma célula, y disfrute de su sincera amistad así como aprendí mucho de sus extensos conocimientos sobre política internacional. Me acuerdo que mencionaba por esa época, en sus análisis, la posibilidad del derrumbe del socialismo, y yo se lo refutaba. La historia le dio la razón…”

“Me contaba Manuel que desde adolescente tenía un espíritu rebelde y que en secundaria en 1949, a las 13 años, durante el gobierno de Osorio, impulsó una huelga en el Colegio Don Bosco en solidaridad con los estudiantes de la UES, y fueron capturados con otros compañeros y ese fue su primera carceleada…”

Luego en bachillerato, que lo estudia en el INFRAMEN, continuó su proceso de formación política, en el que juega papel importante la lectura de La Madre de Gorki,  y empieza su lectura de los clásicos del marxismo, publica con otros compañeros, un periódico mimeografiado, con el simbólico titulo de Antorcha.

Además se dedica al deporte, aprende karate e integra la selección nacional de basketbol.  Y si esto fuera poco, también le dedica tiempo a la música, guitarrista de un trío que ameniza serenatas, con el nombre folklórico de Placenta.

Al llegar a la UES  en 1953, se decanta por estudiar Medicina, y organiza en la facultad el Frente Revolucionario de Estudiantes de Medicina, el FREM vinculado ya al ala juvenil del PCS. En tres ocasiones suspende sus estudios, por dos exilios a Nicaragua y uno a  Guatemala. Integra la Columna Universitaria del FUAR en 1961.

El FREM formaba parte del Frente Universitario de Estudiantes Revolucionarios, FEUR.  Como miembro del FEUR, Miguel  apoyó la candidatura de Fabio Castillo como Rector, cargo que asumió en 1964, y desde donde se impulsó la reforma universitaria, Luego participa en la campaña del PAR-Nueva Línea, con Fabio como candidato a la presidencia, en desafío a la dictadura militar.

En 1970 pasa a formar parte de la dirección del PCS, hasta su disolución en 1995. Ese mismo año  asume como secretario general de la UES; bajo la rectoría del economista Lito Menjívar.  Y en julio de 1972 es expulsado hacia Nicaragua y luego se establece en Costa Rica, y asume tareas de solidaridad con la lucha en El Salvador y la lucha de los sandinistas en Nicaragua.

En abril de 1984 Miguel pasa a formar parte de la Comisión Político-Diplomática del FMLN. En 1994 forma parte de la primera fracción legislativa del FMLN, luego de los Acuerdos de Paz de 1992. Sus últimas responsabilidades en el FMLN estuvieron vinculadas al trabajo municipal.

En definitiva, un gran luchador social y militante comunista, una vida dedicada a la lucha por la democracia y el socialismo en nuestro país.

De Pedro Mir a Guillén con parada en Neruda. Diario Libre. 2014

Corría 1948. Pedro Mir se hallaba en Cuba, a donde había llegado en 1947 tras cerrarse en nuestro país, con la reelección de Trujillo y el inicio de la Guerra Fría, el «interludio de tolerancia» que permitió la actuación pública de Juventud Democrática y el Partido Socialista Popular, la celebración del Congreso Obrero en el Teatro Julia y un respiro de prensa patente en el diario La Opinión. Antes, había compartido oficina de abogados con Tulio Arvelo y participado en 1947 como diputado constituyente en la reforma financiera a la Carta Magna que consagró el peso oro dominicano y el Banco Central. Al igual que otros juristas disidentes designados, como Francisco del Castillo -«yo conspiré mucho con tu padre, a quien quise; te veo y lo veo a él», me espetó un domingo en la peña de Los Imperiales-, Eduardo Read Barrera y Eurípides Roques Román, quienes mantenían bufete junto a Emilio de los Santos, donde el 27 de febrero de 1944 se reunió el congreso clandestino del Partido Democrático Revolucionario Dominicano. Cucho Álvarez Pina -primo de mi padre y cabeza del Partido Dominicano- había desplegado su acción protectora para «incorporarlos», como sucediera con Tulito Arvelo y Horacio Julio Ornes, nombrados en puestos consulares en Puerto Rico y Costa Rica.

Ya en la tierra de Martí abonada por el machete máximo de Gómez, Pedro se enroló raudo -como lo hicieran Chito y Gugú Henríquez, Dato Pagán, Mauricio Báez, Tulito, Horacio Julio y otros- en la fuerza expedicionaria multinacional acantonada en Cayo Confites para derrocar a Trujillo. Expedición abortada en septiembre de 1947 por el ejército y la marina cubanos antes de abandonar los buques aguas territoriales, abordo Juancito Rodríguez, Juan Bosch, Rolando Masferrer y un joven universitario llamado Fidel Castro. El exilio dominicano había recibido apoyo de los gobiernos de Grau en Cuba, Betancourt en Venezuela, Arévalo en Guatemala y Lescot en Haití. En Cuba, el Partido Socialista Popular -al que pertenecía el prestigioso poeta Nicolás Guillén- editaba el diario Hoy y operaba la radiodifusora Mil Diez, controlando la Central de Trabajadores. Antes, bajo el gobierno constitucional de Batista (1940-44), dirigentes del PSP ocuparon posiciones ministeriales.

En el peregrinar de los exiliados, Pericles Franco Ornes -dirigente del PSP dominicano- había logrado en 1946 que la Federación de Estudiantes de Chile editara La tragedia dominicana con prólogo compromisario de Pablo Neruda, el poeta militante chileno entonces senador del Partido Comunista. Tras ponderar el triunfo de Arévalo en Guatemala, Neruda acotaba: «El caso de la República Dominicana, como el de Nicaragua, continúa en el mapa, mostrando su lámpara apagada en el continente. Las comitivas presidenciales pasan por entre los dominicanos ultrajados, son recibidas y festejadas por el tirano Trujillo, se condecoran mutuamente representantes de regímenes incompatibles, y luego el gran silencio que ya conoce toda la América Central, cae sobre la pequeña república sojuzgada, cubriendo de sombra el calvario aterrador».

El bardo abogaba porque «estas páginas del joven y bravío luchador Franco Ornes lleguen a las abogatadas conciencias de los que gobiernan las relaciones exteriores de nuestros países hermanos». Señalando que, «mientras tanto los muertos, los martirizados, los encarcelados, los desterrados de la República Dominicana hacen preguntas mortales a toda nuestra América, y estas preguntas deben, alguna vez, ser contestadas». A diligenciar respuestas en Cuba se dedicó en septiembre 1948 Pedro Mir-que al año siguiente daría a la estampa su poemario Hay un país en el mundo-, al procurar una versificación solidaria del gran Nicolás Guillén que resaltara nuestra causa, motivo de una apasionada carta del dominicano al cubano. Ahora revelada por el Archivo General de la Nación en la obra Pedro Mir en Cuba, de la autoría de Rolando Álvarez Estévez, su amigo y compañero de trabajo en Cadena Oriental de Radio, empresa en la que nuestro poeta se ganó las habichuelas como contable y periodista. En la extensa comunicación -que publicaremos en dos entregas- Mir dice a Guillén.

«Amigo mío: Si Nietzsche no hubiera sido un pobre diablo, habría sido un gran filósofo. Sabemos que no lo fue. Pero sigue siendo poeta en la medida en que la poesía siga siendo un ámbito verbal. Decía Nietzsche: «¿Qué son las palabras sino arco iris o puentes de ilusiones, entre seres eternamente separados?» Y, aunque esta separación sea superada en la práctica de la vida, como nos enseña Engels, la verdad es que, tomando el momento que no funciona dialécticamente, los seres están, sino eternamente, por lo menos curiosamente separados.

Te sorprenderá que esta carta se introduzca con esta sofocación filosofante. Es natural la sorpresa. Y también la sofocación, puesto que lo escribo bajo la impresión de nuestra inquietante charla de las otras noches en tu casa. Lo de la charla, claro está, lo digo por defender mi dignidad. Prácticamente quien charló fuiste tú. Yo me quedé con mis papeles de notas, mitad aturdido por tus opiniones, mitad fascinado por tu talento. Además, había un bonito coñac y me dijiste los poemas más hermosos del mundo. Fue después, cuando ya pude recuperarme y rescatarme en la soledad, cuando adquirí la perspectiva necesaria para orientarme. Pero ya tú te habías ido…

Como balance de tus palabras yo he sacado en limpio dos actitudes: una dominicana, una hacia mí.

La dominicana fue ilustrada con aquel ejemplo: Martí luchó en el extranjero a base de un movimiento articulado en el interior del país. Culminada aquella lucha vino a morir a Dos Ríos. Es decir, habían dos hechos: un líder honrado y un movimiento concreto. En el caso dominicano, los líderes son unos explotadores de la tragedia de su pueblo y no existe en el país ningún movimiento formalizado. Por tanto, no hay nada que hacer.

El objeto de la presente es darle a este planteamiento la respuesta que mis convicciones personales, tanto como mi sanidad personal exigen. Al mismo tiempo, explicar el carácter de mi visita, teniendo en cuenta que el Partido del cual eres miembro prominente, tiene que adoptar una conducta tan revolucionaria con los burgueses como intransigente con los oportunistas.

Nuestra conversación tuvo su origen en aquellas palabras dichas al pasar, probablemente mal interpretadas por mí, en una acera de Carlos III: «Le debo un poema a Santo Domingo, pero yo no veo la lucha de ese pueblo». Yo fui a convencerte de que el pueblo dominicano SI lucha. Y me señalaba esta tarea -palabra que provocó aquello de que los dominicanos oportunistas que antes se acercaron a ti, también tenían una tarea…- me la señalaba, te digo, como vía hacia crear en ti el estado emocional, el entusiasmo lírico, previo a toda creación poética, que podría llevarte a escribir el poema que tú considerabas una deuda contraída con el pueblo dominicano. Por consiguiente, no era yo un dominicano más que iba a exigir de los cubanos una determinada contribución material en nombre del pueblo dominicano. Nada de esto. Tengo que reconocer que solicité tu concurso para hacerme de una voz cuya sonoridad pudiera llegar a ser útil a mi país. Creí que era evidente que tratábamos de hombre a hombre, no de pueblo a pueblo. De haberlo sabido me hubiera colocado en pose histórica. Hubiera mostrado el hombro épico…

Tú me ofreciste las páginas de HOY. Luego me ofreciste Bohemia, cuya colaboración es pagada. Al declararte que prefería Bohemia tu risa o sonrisa me impidió explicar que la revista, por su género, ofrecía más campo para mis posibilidades periodísticas y además abarca un sector de circulación más amplio que el periódico. Hubiera querido mostrarte mi amor por HOY, el periódico decente. Pero estaba el sucio dinero por medio y no nos podríamos entender. Sin embargo, yo debo insistir, por más arco iris o puente de ilusión que sean las palabras, que yo no iba en busca de esto. Yo iba hacia un poeta cubano, que es una voz continental, a hacerme su amigo, a buscarle el corazón para clavarle allí, hasta donde me fuera posible, la emoción dominicana que nosotros los dominicanos honrados llevamos clavada en el nuestro. Por eso en más de una ocasión dejé que mis opiniones fuera apabulladas sin defenderlas. No me importaba eso. Quería el poema. Nada más.

Por ejemplo. En cierta ocasión tú dijiste de paso: …yo soy miembro del Comité Nacional. -No lo comprendo, dije yo. Entonces tú me explicaste cómo el poeta moderno que comprende su papel debe estar en el centro de los acontecimientos. Yo callé. Sabía muy bien que esa tesis había sido formulada por Mayakowski, que era el primer poeta comunista, el más grande poeta de la Unión Soviética, el poeta que mejor había comprendido su función en el mundo moderno. Y sabía también que Mayakowski, no sólo no había sido miembro del Comité Central, sino que ni siquiera del Partido Comunista. En su condición de poeta -explicaba en sus conferencias- no podía someterse a la disciplina férrea del Partido. Stalin, que es un genio, lo comprendió. La Unión Soviética, que es un pueblo, lo honró…»

Mayakowski -un vanguardista en la poesía- dominó varias artes, incluido el cartel publicitario. Puso fin a su existencia en 1930 dándose un pistoletazo, cuando contaba 37 años, ya Stalin dominando. En su credo, que alimentó al afiliarse al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso antes de la Revolución de Octubre de 1917, había consignado que «hay que negarse a admitir la superioridad moral de quien manda y da órdenes precisas acerca de cómo vivir, cómo amar, como comportarse, qué leer, qué aplaudir, cómo vestirse. Había que echar abajo todo eso, destruir todos los detalles del mundo heredado e inventar un nuevo territorio de libertad absoluta». En su entusiasmo, bajo el régimen de los soviets cuyas bondades exaltó por el mundo, expresó: «quiero que mi pluma sea una bayoneta». Nuestro Pedro Mir andaba en Cuba tras la escopeta poética de Guillén, para tirarle a Trujillo.

Elon Musk vs Mark Zuckerberg: quién gana la batalla de los multimillonarios . The Economist. 2 de marzo de 2024

La rivalidad típica del patio del colegio entre Mark Zuckerberg y Elon Musk se remonta a años atrás, y en términos de quién es más genial que quién, el dueño de Tesla generalmente gana fácilmente. Como innovador, Zuckerberg, cofundador de Facebook y jefe de Meta, un gigante de las redes sociales, a menudo ha sido desestimado como una suerte de aficionado nerd.

Nunca ha recibido los elogios superlativos que tiene Musk por convertir a Tesla en un pionero de los autos eléctricos (VE) y a SpaceX en una sensación de la industria de los cohetes. Zuckerberg es conocido por su lema “muévete rápido y rompe cosas”, que puede haber ayudado a Facebook a conquistar el mundo, pero dio licencia a los críticos para presentarlo como una amenaza social. Musk es venerado por romper las reglas, exagera su imagen de chico malo y, en la mayoría de los casos, se sale con la suya.

Tal era el tenor de su relación cuando Musk propuso una pelea en una jaula con Zuckerberg en junio del año pasado, justo antes de que Meta lanzara una aplicación de mensajería corta, Threads, para competir con el Twitter de Musk (ahora X).

La pelea física nunca sucedió, pero incluso en términos comerciales, entonces Musk corría la ventaja. Era el hombre más rico de la Tierra. El valor de mercado de Tesla, aunque estaba cayendo, era más alto que el de Meta. Sus ingresos estaban creciendo más rápidamente.

Sin embargo, desde entonces, no podría haberse dado una patada más fuerte en los dientes. En las últimas semanas, Tesla ha sorprendido a los inversores con una presentación de resultados aterradora. El paquete salarial de US$56.000 millones de Musk de 2018 fue rescindido por un juez, lo que redujo drásticamente su patrimonio neto. Desde Estados Unidos hasta China, sus vehículos eléctricos han sufrido fuertes retrocesos en sus ventas.

Mark Zuckerberg está festejando. El 1° de febrero, Meta publicó sus resultados que mostraban un aumento asombroso en ventas y márgenes. Su valor de mercado ha alcanzado los 1,2 billones de dólares, exactamente el nivel que Tesla alcanzó en su punto máximo en 2021, y más del doble de lo que vale ahora el fabricante de vehículos eléctricos.

Sin duda, las medidas a corto plazo del desempeño financiero no lo son todo. Pero si se analizan los factores a más largo plazo, como la forma en que ambos dirigen sus negocios, tratan a sus accionistas y clientes y responden a sus propios fracasos, queda claro que la lucha está prácticamente terminada. Zuck ha ganado.

Para entender por qué, hay que comenzar con la interacción entre la forma en que ambos multimillonarios controlan y dirigen sus empresas. Cada uno de ellos domina sus empresas de una manera que hace palidecer a los defensores del gobierno corporativo: Zuckerberg a través de una estructura de acciones duales que le otorga el control mayoritario de Meta, mientras que Musk apela a un modelo en el que se somete prácticamente a la esclavitud a todos en Tesla. Pero a medida que Zuckerberg se ha vuelto más sensible hacia sus compañeros accionistas, Musk está yendo en el camino inverso.

El cambio de Zuckerberg comenzó en 2022, cuando los accionistas retrocedieron ante la forma en que estaba desperdiciando su dinero (y el suyo) en proyectos como el metaverso, justo cuando el negocio principal de Meta se estaba desacelerando. En lugar de ignorarlos, escuchó al mercado.

Desde entonces, ha cambiado de opinión para centrarse en reducir costos, aumentar las ganancias y usar el efectivo para invertir en inteligencia artificial (IA) y el metaverso de una manera que mejore los productos existentes y financie apuestas futuristas. Además, para convencer a los accionistas de que no está desperdiciando su dinero, Meta les devolverá más efectivo mediante la recompra de acciones y pagará el primer dividendo de la empresa.

Musk no ha tenido tal epifanía. En los dos años transcurridos desde que el precio de las acciones de Tesla alcanzó su punto máximo, parece haber duplicado su apuesta por decepcionar a otros propietarios de las acciones de la compañía. Los sensatos anhelan un modelo barato y de mercado masivo.

En cambio, Tesla está vendiendo autos caros con un descuento que destroza los márgenes. Quieren que pase más tiempo en Tesla, pero lo divide con SpaceX y lo desperdicia en X. Anhelan autos totalmente autónomos como catalizadores de una revolución de los robotaxi. En cambio, incluso los fanáticos más acérrimos quedaron atónitos recientemente cuando Musk amenazó con alejar sus esfuerzos de inteligencia artificial y robótica de Tesla a menos que se le diera un control del 25% de los votos.

Eso lleva a una segunda gran diferencia: la motivación, que fue el quid de la decisión del juez en Delaware el 30 de enero de despojar a Musk de su gigantesco bonus. Zuckerberg, como se señala en la sentencia, no recibe salario ni opciones sobre acciones de su empresa. Su tenencia del 13% en Meta es el principal incentivo para venir a trabajar cada día.

Musk, sin embargo, es diferente. Aunque su participación en Tesla en ese momento significaba que se haría US$10.000 millones más rico cada vez que el valor de Tesla aumentara en US$50.000 millones, eso no fue suficiente. La junta directiva de Tesla (muchos de los cuales, según dictaminó el juez, eran demasiado amigables con Musk para ser independientes) convenció a los accionistas de mantener el mayor pago en la historia de los mercados . Ahora que ha sido anulado, su motivación para seguir trabajando, presumiblemente, está aún más en duda.

Luego están las actitudes de ambos hombres hacia los clientes, que también han evolucionado en direcciones opuestas. Zuckerberg fue vilipendiado por su enfoque inicial en Facebook respecto de los datos de los usuarios, la moderación de contenidos y la privacidad. Las preocupaciones siguen siendo fuertes, especialmente cuando se trata de jóvenes en las redes sociales. Pero Facebook ahora tiene una junta de supervisión independiente para dictaminar sobre las decisiones de contenido, y Meta dice que ha invertido US$20.000 millones desde 2016 en seguridad online.

Sin duda, Musk todavía tiene algunos clientes leales. Pero considerando cuántos propietarios de vehículos eléctricos estadounidenses se inclinan por los demócratas, cuanto más despotrica en X, más claro es que desdeñan sus opiniones políticas. Además, en China, un mercado enorme, se enfrenta a una dura competencia.

En pocas palabras, a medida que Zuckerberg crece, parece haber aprendido de sus errores. A medida que Musk crece, se vuelve más infantil y distraído. Su reacción de enfado ante la sentencia del tribunal de Delaware, amenazando con levantar el campamento y trasladar la corporación de Tesla a Texas, es un ejemplo de este comportamiento y representa una señal de que buscan que los accionistas de la empresa tengan aún menos protección que de costumbre contra sus caprichos. Si alguien debería subir al ring, son los propios accionistas de Tesla.