El Salvador: una democracia cafetalera

ABEL CUENCA

EL SALVADOR
UNA DEMOCRACIA CAFETALERA

1962

ARRCENTRO EDITORIAL

DE LOS EDITORES
“En algunos pueblos de América Latina El Salvador entre otros el atraso es tal, que las masas populares e incluso sus dirigentes políticos no conocen a sus amigos ni logran distinguirlos de sus enemigos. Los pueblos más aptos para enfrentar estas luchas, cada día en creciente complejidad, serán aquellos que hayan logrado elaborar un estudio a fondo de sus problemas básicos y un balance científico de sus posibilidades tácticas.
“En las luchas políticas no basta querer. Es preciso poder y saber hacer. No basta entender que la Historia está de nuestra parte, es preciso crear las fuerzas sociales y políticas, de las cuales la Historia se sirve para realizar sus fines.”
(Del libro `Introducción al Ala Revolucionaria Radical”, México, 1961)
Retorciendo el sentido del párrafo que sirve de epígrafe a esta nota, algunas mentes torcidas por la chatura intelectual o por la pasión política, han pretendido encontrar allí un sentido aristocratizante. Nada más lejos de la verdad. Nosotros creemos en el Pueblo, en su sensibilidad democrática, en su amor a la Justicia y a la Libertad. Pero ¿por qué sus dirigentes de hoy se han convertido en sus traidores de mañana? Porque el pueblo, desgraciadamente, ha confiado en hombres y no en ideas. La circunstancia política ha creado figuras, que se desvanecen al primer soplo, porque se han representado a sí mismas y no han encarnado un ideal con base científica.
Al fundarse el “Ala Revolucionaria Radical”, comprendimos este vacío y la Comisión de Estudios se dio a la tarea de reunir datos, documentos, estadísticas y estudios. Hacer la teoría revolucionaria salvadoreña era su primera y más urgente tarea.
Los integrantes de la Comisión de Estudios hemos sido los primeros en reconocer los yerros que contiene nuestro pronunciamiento previo. Decidimos ser cautos. Observar, analizar, estudiar a conciencia. Por primera vez en el país, se observa el fenómeno de una dictadura que, cambia su tono tradicional del statu quo y se dedica a la “reforma social”. Esto ha creado una confusión mayor. Confusión que parte fundamentalmente, de dos puntos:
1° No entender el papel que juega el Directorio militar, porque a la dictadura tradicional de “garrote sin pan” se pretende erigir la del “pan con garrote”.
2° No haber comprendido todavía cuál es y debe ser la esencia de la Revolución Salvadoreña. Quererla a la mexicana o a la cubana es no haber comprendido que nos desplazamos en un ambiente de muy especiales circunstancias.
La Comisión de Estudios se encontró con la necesidad de crear un ambiente de amplísima discusión científica, de ampliar al máximo el debate político y por esa razón creó la “Colección Documentos”, con la finalidad de dar a conocer, en sensible escala, estudios, ensayos y trabajos, de diversos matices ideológicos. Estas obras llevan como finalidad crear un ambiente de debate serio, recoger la esencia de la discusión y ver si es posible trazar un programa revolucionario. Si logramos determinar cuál debe ser la Revolución Salvadoreña, sabremos también cuál debe ser la táctica justa para realizarla. En nuestra Colección caben diversos pensamientos políticos. A veces, el tema será exclusivamente salvadoreño. En otras ocasiones la temática será centroamericana, porque estamos íntimamente vinculados no sólo por la aspiración unitaria, sino por la cuna común. Queremos crear debate y nos comprometemos en nuestra Colección incluir todos los trabajos serios que nos concedan quienes desde nuestra fundación nos han dado su apoyo y quienes, también desde entonces, nos combaten.
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Ahora, unas palabras sobre la primera obra de nuestra Colección. Hemos escogido “El Salvador, una Democracia cafetalera”, de Abel Cuenca, tanto en razón a la obra, como en razón a su autor. La obra de Cuenca fue escrita en 1957 y enviada al Certamen Nacional de Cultura, de patrocinio gubernamental. Obtuvo uno segundo previo y el Estado contrajo la obligación, de acuerdo a las bases del Concurso, de editar la obra. No se editó, pues un régimen como el de Lemus, temía ofender a la oligarquía. Amigos del autor, realizaron una pequeña edición mimeográfica que circuló semiclandestinamente. Se hicieron grupos de estudio, se avivó el entusiasmo serio por el debate y cumplió una función feliz, aunque de reducido radio de acción, por lo exigua de la edición.
No es necesario insistir que no estarnos de acuerdo con todas las conclusiones que se derivan del libro de Cuenca. Para nosotros es un documento importante que nos puede llevar a un estudio más serio de la situación nacional. Al editar esta obra se publica tal como se escribió en 1957, con excepción del último capítulo escrito por el autor en junio de 1960 con la intención de servir como material básico para una discusión de los problemas políticos del país en aquel momento.
Afirmamos también tener razones en relación al autor. Una breve incursión biográfica y diga el lector si su vida no merece nuestro homenaje, aunque tengamos con el autor diferencias ideológicas que nos ubiquen en diferentes campos políticos.
Abel Cuenca, nació en el pueblo de Tacuba, Departamento de Ahuachapán, El Salvador, en 1909. A muy temprana edad se fue a estudiar Leyes a la Universidad de San Carlos en Guatemala. Sus estudios los realizó de 1927 a 1931 y en este último año llega Ubico al poder, estrenándose como dictador, al disolver el Movimiento de Reforma Universitaria. Cuenca es expulsado de Guatemala y llega a El Salvador, donde tiene participación militante en la insurrección campesina de 1932. El general Martínez sofocó la revuelta con un saldo de más de 20,000 muertos. El padre del autor, don Leopoldo Cuenca, fue fusilado en el pueblo de Nahuizalco. Sus hermanos Alfonso y Leopoldo, también fueron fusilados, el primero en Ashapuco y el Segundo en Tacuba. La corona trágica se remató con un tercer hermano, Efraín, ahorcado en el campanario de la Iglesia del pueblo natal de los Cuenca, ya citado.
En 1937, Abel Cuenca ingresa por sus ideas políticas a la penitenciaría de Tegucigalpa, Honduras, lugar en el cual la dictadura de Carías Andino lo retiene por más de cinco años.
A Guatemala regresa para prestar durante diez años, una militancia activa a la Revolución de Octubre, tan sólo interrumpida cuando el Gobierno de Guatemala lo envía como Agregado de Prensa a Costa Rica, cargo que renunció para dar su colaboración a las fuerzas que combatieron contra Pepe Figueres y su Legión del Caribe. De nuevo en Guatemala, a la caída de Arbenz, inicia un nuevo exilio hacia Chile, para volver a su tierra natal después de un exilio de 25 años interrumpido brevemente en 1944. Su regreso fue en enero de 1957 y en ese mismo año tenía redactada la obra que ahora editamos. La dictadura de Lemus lo mandó a un nuevo exilio en agosto de 1960, logrando asilo territorial en México, donde reside actualmente.
Cerramos esta breve nota, repitiendo que nuestra Colección se inicia con la obra de Cuenca, en atención a la calidad polémica del ensayo y en homenaje al temple de su autor.
Comisión de Estudios del “Ala Revolucionaria Radical”.
INTRODUCCIÓN
EN LOS últimos treinta años El Salvador ha vivido uno de los períodos más turbulentos y más ricos en experiencias sociales y políticas. Acontecimientos de la mayor significación insurrecciones populares, huelgas, huelgas políticas de masas, “luchas de calle”, golpes de Estado, etc., han ocurrido en calidoscópica sucesión en el marco geográfico de este diminuto país, en el que un pueblo empobrecido hasta la miseria pero tenaz y laborioso, lucha con heroísmo y esperanza, aunque en vano todavía, por encontrar solución justa, progresiva y democrática al problema de su atraso.
El simple enunciado del problema en tales términos nos lleva al estudio de las siguientes cuestiones principales:
1º.Si con tanta diligencia y sacrificio el pueblo salvadoreño viene buscando el mejoramiento de sus condiciones de vida materiales y espirituales, sin lograrlo ¿a qué debemos atribuir su fracaso? ¿cuáles son los obstáculos que se alzan en el camino de su felicidad?
2º.Si tales obstáculos existen ¿cuáles son su naturaleza y carácter ? ¿se trata de fuerzas naturales ingobernables, congo decir el clima, la idiosincrasia, la geografía, el mestizaje, el ancestro, que por “mandato inexorable del Destino” graviten sobre el devenir salvadoreño, o bien se trata de fuerzas sociales y políticas históricas, susceptibles de ser controladas y vencidas?
Si en el examen de este breve y elemental esquema de la problemática salvadoreña, tomamos como punto de partida la premisa que afirma que las fuerzas que retienen el progreso del pueblo son del orden natural, extrasocial, surge obligada-mente una cuestión nueva, a saber: ¿cómo se produce y hasta dónde llega el poder de la influencia ciega y perturbadora de estas fuerzas?
En cambio, si admitirnos que tales fuerzas son del orden social y político las cuestiones nuevas que surgen son dos: la primera exige que se establezca concretamente cuáles son estas fuerzas, dónde se originan, cómo están organizadas y cómo funciona su mecanismo de retención, y la segunda consiste en determinar la razón por la cual el hombre salvadoreño no ha logrado aún triunfar de tales fuerzas.
Es presumible que algunos estudiosos, por principio o por mera comodidad crítica, nieguen este deslinde de criterios y sostengan que las causas de la miseria económica y del atraso social y político en El Salvador, radican en el campo de las condiciones naturales del país, tanto como en el plano de las situaciones políticas y sociales.
¿Qué valor tiene esta tercera posición conciliatoria, eclética?

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He aquí someramente bosquejado un complejo de cuestiones teóricas que es preciso investigar cuidadosamente, a fin de dar al hombre salvadoreño una explicación racional de su avatar y de las leyes objetivas que presiden actualmente su desarrollo histórico.
Las páginas que siguen aspiran a ser una contribución al esclarecimiento de tan cardinales cuestiones, y el favor de los salvadoreños las habrá premiado con creces si las tesis que les sirven de base llegasen a ser el punto de partida de una discusion anplia en la qué el pueblo salvadoreño en general, y las masas trabajadoras especialmente, aprenda a desarrollar conscientemente, sus luchas futuras por la elevación de su nivel de vida, por la independencia y la libertad.
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Las tesis a que hemos aludido pueden ser enumeradas así:
a) El proceso histórico se realiza a través de la contradic-ción que surge, de modo natural, entre los intereses económi-cos de las diversas clases que componen la sociedad. Tal contradicción proviene de la incompatibilidad que existe entre el crecimiento de las fuerzas productivas, que es esencialmente dinámico, y el carácter esencialmente rígido o estacionario de las relaciones de producción.
b.) Entre las contradicciones económico- sociales que generan el proceso histórico hay generalmente una, la más importante y decisiva en un momento dado, que las expresa a todas ellas y que exige ser resuelta primero para despejar la marcha del proceso.
c.) En línea con las causas más generales y profundas ; que impulsan el proceso histórico universal, y actuando de consuno con ellas, están las causas económico – sociales, históricamente concretas, de cada pueblo, las cuales imprimen una modalidalidad especial a su particular desarrollo histórico.
d.) En El Salvador la contradicción clave hoy día, la más dinámica, la que parece condensar y aglutinar a todas las demás, no es la que subsiste aún, vieja y declinante, entre los “mozos colonos” (semisiervos) y los latifundistas; ni es taropoco la nueva y en auge del proletariado contra la burguesía industrial, ni la de los obreros agrícolas contra los terratenientes, ni la, que existe entre la situación semicolonial del país y el Imperialismo Norteamericano.* Con ser todas ellas im portantes, coadyuvantes e influyentes en el proceso histórico ninguna de estas contradicciones refleja por sí misma, ahora, la rivalidad principal entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas en nuestro país.
La contradicción de turno en El Salvador, la que ha madurado ya hasta el punto de haberse convertido en una lucha diaria y sin cuartel por el control del poder del Estado; la contradicción que excita y pone en movimiento en torno suyo el interés de la totalidad de las clases sociales, la que actual mente expresa la lucha entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas, es la contradicción, pasajera pero aguda, que se desarrolla ante nuestros ojos entre el capitalismo agrario de exportación el café, de un lado, y el capitalismo industrial industria nacional de transformación, de otro. El desarrollo del capitalismo industrial está retenido por el capitalismo agrario, de tal manera que sin romper o desarticular esa resistencia, el proceso histórico salvadoreño, su progreso económico-social y politico, seguirá virtualmente paralizado.
f.) Para que las masas populares puedan ser protagonistas conscientes y beneficiarias de su proceso histórico, es indispensable que tales masas conozcan la existencia de esa contradicción y el mecanismo de la ley que la rige.
Capítulo I
TREINTA AÑOS DE HISTORIA PATRIA
Carácter “espontaneo” del proceos histórico salvadoreño-Desconocimeint d elas causas que lo determinan-Consecuencias sociales y políticas de esta ignorancia-“La traició d elso intelectuales” Cuestiones que plantea el proeos histórico en El salvadoe en este período
HASTA este momento la historia de El Salvador, en general, y especialmente la de los últimos treinta años, ha sido sólo un flujo desordenado y confuso de acontecimientos sociales y políticos aparentemente desconectados entre sí, en los que el hombre salvadoreño aparece caminando a tientas, como llevado por la mano de la fatalidad o arrebatado por un torbellino de pasiones sin control.
En nuestro país los acontecimientos históricos se suceden unos a otros aparentemente desprovistos de continuidad lógica, sin nexos visibles de causalidad y sin explicación racional alguna. En nuestro pequeño país todo discurre históricainente en el reino de la arbitrariedad y el caos, y las opiniones mismas sobre tales acontecimientos no responden todavía a un ordenamiento sistemático, científico, de las ideas. Entre nosotros la historia parece fluir,espontáneamente de la “naturaleza de las cosas”, como en los campos la flor silvestre, sin quien la siembre como no sea el azar, y sin quién recoja el fruto como no sea el primero que pasa, el más audaz o el más codicioso. Las causas que determinan y configuran básicamente la historia en El Salvador, en lo que va de este siglo por lo menos están extrañamente ocultas en los pliegues del acontecer histórico; el pueblo no conoce estas causas y de consiguiente nada ha podido hacer aún para influir sobre ellas en forma provechosa, ni para llevar a su historia más allá de los límites de lo fortuito.
El estado de ignorancia en que el pueblo ha vivido con respecto a la dinámica de su historia, bien pudiera ser consecuencia de meros defectos técnicos en la concepción y aplicación de los sistemas docentes en uso; pero puede ser también la resultante de una determinada actividad política, deliberadamente concebida para mantener in-statu-quo los altos niveles de ignorancia del pueblo. ¿De qué se trata, pues, de un fenómeno pedagógico o de un fenómeno político?
Quienes adoptan un criterio pedagógico en el examen de este problema generalmente refuerzan sus puntos de vista invocando factores de alto rango psicológico y moral, tales como “las taras congénitas del pueblo salvadoreño”, su pretendida inclinación al vicio, “su abulia y despreocupación por las cosas de la cultura”, el mestizaje, la gravitación, en general, de su sino ontológico. Para las gentes que defienden este punto de vista, el problema del atraso subdesarrollo de El Salvador no es más que un problema de abecedario. Estas gentes creen, a veces sinceramente, que todo puede resolverse con campañas intensivas de alfabetización y a ellas se entregan con infantil entusiasmo, sin comprender nada de la naturaleza político clasista del problema.
En cambio, quienes examinan la cuestión con criterio social y político consideran que la ignorancia de las causas que determinan la historia en El Salvador, más que casual, más que derivada de factores generales y abstractos, es consecuencia de una determinada política de las clases dominantes, la cual cumple determinados fines y sirve determinados intereses de tales clases.
Quienes adoptan este último punto de vista parten de la premisa, objetivamente comprobable, de que en El Salvador, en los últimos treinta años, el sector social más poderoso, en lo económico y en lo político, ha sido el sector cafetalero de la burguesía salvadoreña.
En El Salvador de los cafetaleros las causas que determinan la historia salvadoreña se mantienen celosamente guardadas y precintadas con marchamos especiales culturales, religiosos, jurídicos, policíacos, etc. para impedir que el pueblo las conozca y para anular a éste su capacidad de exigir o forzar cambios en la estructura económica y política en que se asienta el privilegio y el poder de los cafetaleros.
Cuando se aborda el problema con criterio social y político resulta verdaderamente revelador el hecho de que, en El Salvador, la Escuela, la Universidad, la Prensa, la Radio, la Iglesia, las leyes, y por lo general todas las instituciones del Estado, no sólo son indiferentes o reacias a la investigación de las fuentes del acontecer histórico, y remisas a la explicación de cómo este acontecer se realiza, sino que, a manera de glándulas endocrinas del organismo social, segregan constantemente elementos de confusión que hacen de la verdad histórica un misterio inaccesible a las masas del pueblo.
Los pensadores salvadoreños sin excepción— pedagogos, periodistas, historiadores, políticos, sociólogos, etc.,— encargados de “forjar la opinión pública” y de dar orientación a las instituciones oficiales, trabajaron siempre, en sus respectivas especializaciones, con retazos de la realidad externa, con la corteza de los acontecimientos y de los fenómenos sociales, con partículas aisladas de tales acontecimientos y fenómenos. El resultado de este tipo de trabajo nunca puede ir más allá de la simple elaboración de monografías sobre aspectos aislados del proceso histórico, impropias para reflejar por sí mismas los problemas.
(…) La Conquista, la Colonia, la Independencia, la República Federal, la ruptura de la Federación, la guerra, la paz, etc., que en progresiva sucesión no son sino estadios o momentos sociales y Políticos distintos, cuyo incesante cambio deja entrever nuevas, necesarias y más altas transformaciones históricas en el futuro.
Estas ideas, esencialmente dinámicas, constituyen la base de la moderna ideología revolucionaria de los pueblos, y de acuerdo con ellas no hay razón para suponer que el proceso histórico salvadoreño estará detenido indefinidamente.
Cuando se examina de cerca el proceso histórico salvadoreño es posible ver con claridad cómo, después de haber cubierto muchas y diferentes etapas en el pasado, al llegar a las primeras décadas del siglo XX, el desarrollo histórico del país ha desembocado, en lo económico, en la introducción del cultivo masivo del café en la Economía Nacional; en lo social, en la transformación y consolidación de la burguesía cafetalera como clase dominante; y en lo político, en la promoción de esta burguesía al poder político, y en la instauración de un régimen “democrático” a su medida: !LA DEMOCRACIA CAFETALERA!
Es natural que la burguesía cafetalera y su cohorte de intelectuales (ahogados, publicistas, empresarios de periódicos, políticos, artistas, clérigos), que extraen su bienestar y privilegio de tal estado de cosas, opinen que esa “democracia” es el mejor de los mundos y que la situación existente no debe ni puede cambiarse, porque es la única que se aviene con la “naturaleza de las cosas”, con la tradición y el derecho y con la voluntad de la Divina Providencia…
Este concepto es, en El Salvador, la base de la ideología reaccionaria dominante y en torno suyo gira todo el pensamiento oficial, social y político, de los últimos treinta años. ¡Ay, de quien se sienta a disgusto en este paraíso de los cafetaleros! ¡Ay, de quien se atreva a desafiar el designio de tales ideas!
Ahora bien, para que esta ideología pudiera concluir a cabalidad su misión deformadora del espíritu, era preciso difundirla entre las masas de la población ocultándole su contenido ideológico de clase, su esencia oligárquico-cafetalera, con toda especie de maquillajes líricos, jurídicos, religiosos, filantrópicos, artísticos, etc. Esta y no otra ha sido la tarea que la oligarquía cafetalera tenía reservada a sus intelectuales: el poeta-agente cantaría “la nieve inmaculada de la cafetos en flor…”; el pintor agente suplantaría el gris letal de la realidad social salvadoreña con bermellones vitales; el maestro agente haría de su cátedra un vivero de ideas falsas; el abogado-agente sentenciaría hierático y solemne: “¡La propiedad privada es inviolable!”; el cura-agente haría la descripción de los infiernos de la condenación eterna para los inconformes, mientras el gendarme y el soldado cuidan de la sacrosanta institucionalidad cafetalera.
¡Engañar a las masas, he ahí la benemérita función de la intelectualidad cafetalera!
Resumiendo, pues, podemos decir que hay dos maneras conceptuales distintas, dos estilos críticos excluyentes, de enfocar el problema del desarrollo histórico en El Salvador. De un lado la minoría de la población el 8 por ciento dicen los técnicos de las Naciones Unidas, “las veinte familias” dice “Opinión Estudiantil”, los “Catorce Grandes”, dice TIME asegura que la situación del país es próspera y que debe ser conservada a toda costa. Esta es la manera oligárquico conservadora de encarar la cuestión. De otro lado, en cambio, la mayoría de la población, el 92 por ciento restante, opina que la situación es desastrosa, incongruente, artificial y afrentosa y, aunque no sabe aún como producirlo siente con verdadero apremio la necesidad del cambio. Pese a su empirismo ésta es, en germen, la manera progresista, democrática y revolucionaria de ver el problema.
En la base de estas dos concepciones diferentes de la realidad salvadoreña, actúan las causas determinantes (el modo de producción) y las fuerzas motrices (las clases sociales) del proceso histórico, el cual rige sus cambios, según los modernos patrones del pensamiento dialéctico, por leyes económicas tan objetivas como las leyes de la naturaleza, independientes y de superiores a la voluntad de los hombres.
De lo dicho se desprende que el proceso histórico en El Salvador es febrilmente dinámico y que no interrumpirá su curso sólo porque así lo deseen las clases dominantes, sino que marchará adelante en tal o cual dirección (más miseria o mayor bienestar, más libertad política o más opresión, más independencia o más sujeción colonial) según sean las influencias que sobre él puedan ejercer tales o cuales fuerzas sociales y políticas.
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El pueblo salvadoreño no ha estado nunca, pero particularmente no lo ha estado en los últimos treinta años, en condiciones de intervenir conscientemente en la dirección del proceso histórico de su país; hasta hoy su participación ha sido marginal y empírica, y por esa razón no ha podido conocer ni la motivación causal, ni el trasfondo político, ni el mecanismo de clase, ni la proyección histórica de los acontecimientos correspondientes a este período.
Es así como el pueblo salvadoreño desconoce aún la circunstancia, el cómo y el por qué, que rodeó la llegada del general Maximiliano Hernández Martínez al poder en diciembre de 1931, y la estrecha relación que existe entre este hecho y los graves acontecimientos del Año Sangriento (1932). Así es también cómo el pueblo desconoce el verdadero carácter de la insurrección campesina de aquel año y la naturaleza clasista de la bestial masacre de que fueron víctimas los trabajadores del campo.
¿Fue esta represión un acto de locura genocida del general Hernández Martínez, o fue expresión de la conducta natural política de la Oligarquía Cafetalera? ¿Fue el general Hernández Martínez un hombre “providencialmente” empujado al poder por mero azar de los acontecimientos políticos, o fue el ejecutor implacable de inconfesables designios de la clase dominante, deliberadamente escogido por la Oligarquía para “acabar con el comunismo” y para poner a salvo sus intereses, sus privilegios y la santidad de las instituciones de su democracia?
¿Cómo fue posible que éste régimen de terror y látigo se prolongara a lo largo de trece años?
¿Cómo, porqué y en qué circunstancias surgió el vigoroso movimiento popular (“Romerista”) de abril y mayo de 1944 que puso fin a la dictadura de Martínez?
¿Cómo y por qué surgió el contragolpe policíaco del coronel Osmín Aguirre y Salinas (octubre de 1944), que aseguró la continuidad del régimen de dictadura, aunque ya sin la presencia de Martínez? Y si la dictadura no se interrumpió después de la deposición de H. Martínez ¿no es esto indicio claro de que su dictadura era un fenómeno impersonal e independiente de la formación moral, religiosa, cultural o ideológica del general Martínez?
¿Qué nuevos o viejos intereses de clase representaba Osmín Aguirre y Salinas, ese obscuro coronel que surgió de la moche al amanecer como una tromba sobre las aspiraciones democráticas del pueblo salvadoreño? ¿Qué relación de clase existió entre este golpe de Estado y la “elección” presidencial del general Salvador Castaneda Castro, quien apareció más tarde como beneficiario del golpe?
¿Cómo, por qué y en qué circunstancias fue derribado el gobierno de Castaneda Castro en diciembre de 1948? ¿Qué fuerzas económicas nuevas estaban en la base del “movimiento cívico militar” de aquel año, que sin respaldo organizado en el pueblo y sin apoyo decisivo en el Ejército se atrevió a desafiar el tremendo poder de la Oligarquía Cafetalera? ¿Hubo o no hubo revolución en diciembre de 1948? ¿Qué de nuevo y progresista incorporó este Movimiento al acervo histórico salvadoreño? ¿Qué peligros existen actualmente y de qué lado amenazan la estabilidad de la situación emanada del 48?
Este incesante y volcánico acaecer político y social, que tiene por escenario a nuestro pequeño país, es una incógnita por despejar, un jeroglífico que aún no ha sido descifrado.
¿Qué fuerzas desconocidas se han movido y se mueven y en qué dirección en el subsuelo de estos acontecimientos? ¿Qué relación o hilo causal los une y explica? ¿Tienen estos hechos justificación racional alguna, y si la tienen, cuál es? ¿Qué ley desconocida rige este fluir y refluir de la historia salvadoreña de los últimos treinta años?
De todo este complejo de cuestiones no resueltas todavía se desprende que el hombre salvadoreño está necesitando con urgencia una teoría racional que las explique, una teoría que eduque al pueblo y que le sirva de guía.
En esta breve exposición no se pretende, ni mucho menos, dar respuesta a todas las cuestiones que plantea el proceso histórico salvadoreño, que son muchas y complejas.
Se comprende que las cosas de la Historia, aun cuando se trate de un breve período, no son simples, y que es pedantería el querer convertirlas en un esquema de dos líneas, cuando, bien se sabe, la historia es como un intricado complejo geométrico de muchas y diferentes líneas que se cruzan y actúan entre sí. No pretendemos, por ello, dar con estas nociones una visión acabada y redonda de la historia salvadoreña, del mismo modo que estimamos que el abecedario no basta por sí sólo para dar idea de las altas formaciones de la literatura. Se trata simplemente de enseñar a nuestro pueblo el abecedario de su acción política, de fijar un índice a su actividad histórica y de darle una teoría comprensible de los intereses sociales y económicos básicos que entran en juego en su proceso histórico, a fin de que su participación en la política la política es historia en formación sea en el futuro el producto de un acto deliberado y consciente, tanto más consciente cuanto más deliberado.
El proceso histórico salvadoreño, como el de cualquier otro país, es muy complejo; sin embargo tiene, debe tenerlo, entre todos sus fenómenos, entre todas sus relaciones e interferencias internas, un nexo que los una a todos. Ahora bien, entre las muchas líneas primarias y secundarias en que se divide y subdivide el curso de la historia salvadoreña, ¿dónde está la línea mayor, la línea gruesa y clave que en nuestro país y en esta etapa las eslabona a todas ellas entre sí y las hace actuar en una sola dirección?
Es esta la cuestión cardinal de toda teoría histórico-política en El Salvador, la cuestión que debe ser despejada y resuelta, previamente, si es que hemos de llevar un poco de orden y claridad a las ideas económicas, políticas, sociales y jurídicas del hombre salvadoreño.
Capítulo II
IMPORTANCIA DE LA TEORÍA HISTÓRICA
Caos intelectual en El Salvador. Una “filosofía de la realidad concreta”. Los factores naturales y supra-estructurales como marco del proceso histórico, y los factores socio-económicos y políticos como fuerza matriz de ese proceso.
HEMOS dicho que en nuestro país hay ignorancia completa de las causas que determinan el proceso histórico salvadoreño, y hemos afirmado que tal ignorancia es producto de una determinada política de clase; hemos enumerado los acontecimientos sociales y políticos más importantes de los últimos años, y hemos preguntado cuál podría ser la causa determinante y cuál el nexo— la ley— que los encadene y explique.
Frente a estas cuestiones no hay en El Salvador un pensamiento uniforme y sistemático. Las más diversas y peregrinas interpretaciones de nuestro existir social y político proliferan y ganan adeptos; charlatanes y predicadores de obscurantismo han invadido la cátedra, la tribuna, el periódico, el púlpito, y van de arriba a abajo, por lo ancho y lo largo del país, sembrando gérmenes de incomprensión, de conformismo y pesimismo, con la complacencia de las clases dominantes y con patente de impunidad, como si el suyo no, fuera el más repugnante de los crímenes contra la salud material y espiritual del pueblo salvadoreño. La confusión reina. Una Babel de juicios y pre-juicios ensombrece las conciencias. Como una nueva divinidad y desde el Olimpo de su poderosa “Asociación Cafetalera”, la Oligarquía ha decretado la confusión de nuestras lenguas; nadie entiende lo que otros dicen, nadie sabe por dónde camina.
Bien pudiera pensarse que tal embrollo en las conciencias es privativo de las clases trabajadoras y que su influencia no alcanza a contagiar a los círculos de la intelectualidad. Pero esta creencia es errónea. La dispersión ideológica es total, reina en todas partes, penetra en todos los rincones y obstruye todos los intersticios por donde pueda filtrarse un haz de claridad. Los intelectuales mismos son convictos de atolondramiento, unas veces porque lo confiesan francamente, y otras, las más, porque su desorientación va implícita en la calidad misma de su producción intelectual. Ya un poeta salvadoreño, Julio Enrique Ávila, caracterizó certeramente esta ausencia de orientación de nuestros intelectuales, bautizando un poemario suyo con el sugestivo título El Vigía Sin Luz.
Por su parte el pueblo, que aspira a un ordenamiento menos arbitrario de su existencia social no sabe cómo obtenerlo, se siente confundido y desmoralizado, las paradojas de su existencia lo abruman y exasperan: elige presidentes y diputados, deposita en ellos fe y esperanza, pero sus elegidos lo defraudan y traicionan. Desde el punto de vista “constitucional” el pueblo salvadoreño vive en un país democrático, en el que la Constitución le garantiza el ejercicio de toda clase de derechos, pero sin dificultad el pueblo comprueba que entre la letra de la Ley Constitucional y el ejercicio práctico del derecho constituido, positivo, hay diarias y violentas incongruencias. Se le dice que las instituciones del Estado han sido organizadas para velar por “el fiel cumplimiento de las leyes de la República” y para hacer que se respete la voluntad de la mayoría, pero lo que el pueblo comprueba constantemente es que tales instituciones encubren y cohonestan la transgresión de la norma moral de ese mandato.
Impotente el pueblo para explicarse por sí mismo el rigor de su “mala suerte” y la arbitrariedad aparente de su acontecer histórico, vuelve angustiado sus ojos a sus intelectuales y los interroga, ¿Por qué, pregunta el pueblo, los hombres que ayer no más, cuando jóvenes, en la Universidad, se significaron por su decisión y valentía en las luchas por la defensa de los derechos del pueblo, reniegan de sus ideas, capitulan y traicionan, cuando apenas obtienen el título académico o suben el primer escaño de la figuración oficial? ¿Dónde está el origen del mal que bastardea la esencia del Estado Democrático y vulnera los sentimientos más nobles del ser humano?
Los intelectuales no son insensibles al requerimiento del pueblo y se esfuerzan, a veces noblemente, por desentrañar el misterio. Algunos de ellos atribuyen el origen de nuestros males a “mala levadura” de la naturaleza humana, otros a taras congénitas provenientes del mestizaje, los de más allá lo adjudican al clima o a la “falta de moralidad”, aquellos al Destino y estos a las más peregrinas razones de orden teológico. Total, ¡la debacle!
Pese a la cuna ilustre de estas ideas —Montesquieu decía que “la pusilanimidad de los pueblos de los climas cálidos los ha conducido casi siempre a la esclavitud, al paso que la valentía de los pueblos de los climas fríos los ha mantenido en el disfrute de su libertad“1; pese al abolengo de sus nociones históricas, los intelectuales salvadoreños no han logrado formular aún la explicación racional de los problemas que afligen y extravían al hombre salvadoreño, ni señalar el camino que el pueblo necesita para salir de su laberinto. 1. Del espíritu de la leyes. Montesquieu.
En esta afanosa búsqueda acaso sea Alberto Masferrer el pionero de más visión. Sin embargo, su trabajo sólo alcanzó altura por la nobleza de la intención que lo inspiró, por la punzante ironía, viril y honrada, con que golpeaba a los poderosos, y, para algunos de sus críticos, por las esencias morales y místicas—neocristianismo—, de su prédica. Masferrer conoció las manifestaciones externas de la miseria económica del pueblo y sus derivaciones morales, y luchó contra ellas; él se levantó como un acusador enérgico de la sociedad en que vivía, apostrofándola y sacudiéndola en sus andamios morales, señaló sus vicios, sus injusticias y extravagancias, y soñaba, al estilo de los viejos socialistas utópicos, con un régimen social distinto, progresivamente mejorado a través de un proceso de regeneración moral, el cual habría de lograrse mediante una “labor de convencimiento de los ricos” acerca de la inmoralidad de la explotación de que hacen víctimas a sus trabajadores. Mas, como Masferrer no acertó nunca a encontrar las causas económico-sociales de la miseria en su país, las soluciones que él propuso para mejorar las condiciones morales y espirituales del pueblo, sólo ocasional y formalmente se aparejan con la realidad.
Fue así como Masferrer, con todo “el poder de su enseñanza”, no logró explicar la esencia de la servidumbre semifeudal ni de la “esclavitud asalariada” en El Salvador, ni descubrir las leyes que rigen el proceso histórico salvadoreño, ni encontrar la fuerza social capaz de convertirse en creadora y propulsora de la sociedad con que él soñaba. Por esta misma razón toda su obra, incluyendo “El Mínimum Vital”, que ha sido considerado como el aporte más valioso de Masferrer, no alcanzó a ser sino un grito desesperado y sin resonancia en el desierto de la Democracia Cafetalera.
Sería larga y por demás ingrata la faena de puntualizar uno a uno los casos en que los intelectuales salvadoreños fueron incapaces de alzarse a la altura de los problemas de su país, o los casos en que, siendo capaces, le volvieron la espalda al pueblo en los momentos más críticos. Sin embargo, es preciso que nos detengamos un poco más en el examen de este aspecto del asunto.
Pruebas más recientes del estado de incertidumbre que domina a nuestros intelectuales, así como de su afán por encontrar una interpretación satisfactoria de la realidad que los asfixia, la encontramos en los siguientes conceptos de una publicación reciente:
“La crisis actual del pensamiento político ha tenido graves consecuencias en la formación del Estado Democrático Moderno. La democracia en nuestro país ha recorrido una suerte miserable: no se ha tenido nunca una idea exacta de lo que ella significa, no se le ha dado una base sólida para que se institucionalice. Por el contrario, ha existido siempre una ruptura de relaciones entre el plano teórico y práctico. En El Salvador se ha antepuesto el cuartelazo, y la barricada que nada tienen que ver con la evolución histórica de los pueblos. La ausencia de una filosofía que interprete nuestra realidad es lo que ha entorpecido el proceso político. Por falta de esta filosofía hemos cogido a la democracia por su sombra. Ya no es posible atenemos a una doctrina universal y abstracta, porque no tiene vigencia en nuestra realidad. Entre nosotros, cuando se habla de democracia, se hace partiendo de una mala copia de principios universales, sin tener en cuenta nuestra realidad concreta: la historia, la geografía, las costumbres, la tradición, la idiosincrasia, etc.” 2 El subrayado es nuestro. 2. Filosofía y democracia, por Carlos Sandoval, catedrático de la Facultad de Humanidades de la Universidad nacional de El salvador. “La Prensa gráfica” 28 de junio de 1957
Es conveniente detenerse en el examen de estas ideas no sólo porque traducen fielmente, pese a su formulación apresurada, el estado de inquietud reinante en los círculos intelectuales salvadoreños, sino también porque pueden ser consideradas como las ideas “tipo” de todo el estilo del pensamiento actual de la intelectualidad salvadoreña. El autor de nuestra cita, que bien podría ser cualquiera de los publicistas que a diario abordan en El Salvador estos temas, se lamenta de los males que sufre nuestra democracia y se afana por señalar un camino; pero he aquí que para rehabilitarla en su dinamismo y en su contenido conceptual únicamente se le ocurre elaborar “una filosofía que interprete nuestra realidad concreta”, que tenga “en cuenta la historia, la geografía, las costumbres, la tradición, la idiosincrasia, etc.”; es decir una filosofía de la realidad concreta del país elaborada con los ingredientes más abstractos de esa realidad… Dominado por esa idea gaseosa nuestro autor niega toda importancia al “cuartelazo y la barricada”, por considerar que tales fenómenos “nada tienen que ver con la evolución histórica” del pueblo salvadoreño, y porque, según se desprende de su exposición, no forman parte de “nuestra realidad concreta”.
La inconsistencia teórica de estas proposiciones es obvia, no sólo porque no se puede afirmar que la barricada no tiene nada que ver con la evolución histórica, sin olvidar -¡oh la Bastilla! que la barricada fue en su época una de las principales formas de la lucha revolucionaria de los pueblos, sino, además, porque, en el caso particular de El Salvador “el cuartelazo” ha sido a lo largo de ochenta años, la forma típica del existir político en nuestro país.
Un juicio más ponderado sobre estos fenómenos de la sociología salvadoreña el cuartelazo y la barricada tendría que considerarlos más bien como formas expresivas particulares y directas de las luchas que libran entre sí las clases sociales en El Salvador en determinados momentos de crisis de su desarrollo histórico.
¿Por qué se produce el cuartelazo en El Salvador, de dónde proviene, quién lo instiga y dirige, qué resultarlos políticos y económicos produce, qué grupos o clases sociales se benefician con él, a qué clases y grupos sociales daña? He aquí algunas de las cuestiones que elemental y espontáneamente fluyen del problema, las cuestiones que los estudiosos, historiadores y sociólogos salvadoreños, debieran investigar con seriedad en vez de hacerlos a un lado con el pretexto anticientífico de que “el cuartelazo y la barricada nada tienen que ver con la evolución histórica de los pueblos”.
La historia de El Salvador de fines del siglo pasado y de lo que va corrido del presente, es la historia de los cuartelazos; en la retorta de su alquimia se diluyeron unos gobiernos y se formaron otros, con triunfo o derrota, con beneficio o perjuicio para tales o cuales clases sociales.
Todo esto parece ser disquisición vulgar, sin embargo, de ella se desprende una cuestión de innegable jerarquía teórica, a saber: ¿hubo alguna vez en El Salvador un golpe de Estado, un “cuartelazo”, uno sólo que se realizase en nombre de los intereses de clase de los obreros y de los campesinos, un cuartelazo que fuera favorable a estas clases económicamente y que se tradujese en libertad social y política para ellas?
No. Evidentemente un hecho semejante no se ha producido en El Salvador; los campesinos y obreros salvadoreños nunca han participado ni como autores ni como beneficiarios en tales exabruptos políticos, y está sola circunstancia debiera inducir a nuestros intelectuales a afinar y ahondar sus investigaciones sobre el significado y contenido verdaderos de tales fenómenos de la sociología salvadoreña.
En segundo lugar, y por lo que se refiere a la proposición de elaborar una filosofía de nuestra realidad concreta con base en consideraciones de orden geográfico, histórico, idiosincrásico, etc., conviene señalar que en esta proposición anida el peligro de que tal filosofía se convierta, como por arte de magia, en un nuevo servicio de los intelectuales salvadoreños a la Oligarquía Cafetalera. Veamos.
¿Qué ayuda puede ofrecernos la “historia salvadoreña” en la elaboración de una teoría interpretativa de nuestra realidad actual?
Si la historia salvadoreña no fuera el simple relato cronológico de acciones de hombres más o menos eminentes, que todos conocemos, calcado en la concepción positivista de la historia, que limita la tarea del historiador a la mera localización de hechos en el tiempo y el espacio, para luego relatarlos coherentemente; si la historia salvadoreña no estuviera deformada por la limitación cultural de nuestros historiadores, bien podría servirnos como un hilo de Ariadna para encontrar en el pretérito nacional el sentido de nuestra realidad histórica actual. Pero no. Los elementos de juicio que la historia salvadoreña al uso ofrece, son de poca utilidad al investigador, como podría serlo para un caminante del desierto una brújula perturbada. Y si no ¿Acaso no se ha escrito ya, con carácter historiográfico, que la gran insurrección campesina de 1932 fue el resultado de consignas exóticas traídas al país por agentes venidos del otro lado del mundo?
Por otra parte es conveniente indicar que cada clase social, cada grupo, e incluso cada intelectual, tienen de la historia conceptos diferentes y que su particular interpretación de la realidad concreta varía según esa diferencia; de manera que la importancia de nuestra “historia” como ingrediente para elaborar una filosofía de la realidad concreta en El Salvador, resulta muy relativa y precaria.
Con la geografía ocurre otro tanto. En efecto, ¿cómo explicar por medio de la influencia geográfica las diferencias sociales, económicas y políticas existentes en la sociedad salvadoreña, siendo que la geografía, en su maravillosa ecuanimidad, influye por igual sobre todos los habitantes? ¿Cómo explicar la Insurrección Campesina de 1932 con ayuda de factores tan subjetivos como la “costumbre y la idiosincrasia”? ¿Sería lógico invocar estos mismos factores para explicar las desdichas económicas, las indignidades sociales y los traumatismos políticos que actualmente sufre nuestro pueblo?
Desde luego, no puede negarse la influencia de los factores generales o naturales en el desarrollo económico-social; pero, si hemos de admitir estos factores en el estudio de las cuestiones de la superestructura, ha de ser a condición de que se les tenga únicamente como factores necesarios y constantes, como marco, mejor dicho, de los cambios que se operan en la sociedad, ya que los cambios que tales factores suscitan se producen, independientemente de la voluntad del hombre, en espacios y tiempos demasiados abiertos continentes enteros y miles y millones de años a diferencia de los cambios históricos que requieren para producirse plazos más breves y ritmos considerablemente más acelerados. Por su propia naturaleza aquellos factores generales o naturales actúan desde planos tan remotos, que es forzoso admitir que su influencia está regida más por la fatalidad que por la voluntad de los hombres, y que, de ser tomados en cuenta como factores determinantes del proceso histórico, la suerte de la humanidad quedaría sujeta al arbitrio de lo fortuito, y no a la capacidad propia de los pueblos de ser ellos mismos los forjadores de su historia.
De lo dicho se desprende que no impugnamos la elaboración de una filosofía de nuestra realidad en la que se consulten las influencias de todos los factores naturales e históricos, ya que su estudio siempre resultará útil para fijar las causas primeras y los objetivos finales de la actividad política del hombre salvadoreño. Lo que impugnamos es el filisteísmo liberal que deriva de tales criterios (la anteposición de los factores naturales y generales), cuando se los emplea en el examen de las cuestiones sociales; lo que no es admisible es el olvido del hombre salvadoreño y de sus necesidades, porque, si lo que se desea es que nuestro pueblo se libere de las fuerzas sociales, económicas y políticas que lo sujetan a la miseria, si lo que se quiere es promoverlo a planos más altos de desarrollo en todos los dominios de la vida humana, mediante la organización de una economía que suministre lo necesario para una existencia digna, en donde la salud, el bienestar, la cultura y la Democracia no sean simples palabras, la lucha debe comenzar, ciertamente, con la elaboración de una teoría política de las fuerzas sociales y económicas opuestas al progreso del pueblo, para combatirlas y anularlas, y de aquellas otras que lo impulsan hacia adelante para unirlas y estimularlas. ¿Dónde radican y cómo actúan estas fuerzas?
Esta es la cuestión que debemos plantear a toda filosofía de la “realidad concreta”— la que vivimos actualmente, si es que en verdad se quiere que tal filosofía pase de ser algo más que una especulación huera, al gusto y medida de los intereses de la Oligarquía.
Capítulo III
FORMACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL DE EL SALVADOR
Clases y sectores sociales que la componen. Reivindicaciones de cada clase o sector. Clases conservadoras y clases progresistas. Incorporación del Café a la Economía Nacional. El Café como factor de progreso, primero, y de reacción después en la historia contemporánea de El Salvador.
TODO lo que ha ocurrido y ocurre históricamente en nuestro país no fue nunca producto de la fatalidad, sino resultado del juego— afinidad o choque—, más o menos consciente, de los intereses económicos de las diversas clases que componen la sociedad salvadoreña. En la órbita de tales intereses se mueven, es cierto, fuerzas de otra naturaleza culturales, religiosas, morales, jurídicas, literarias, etc., que confluyen e influyen en la composición, ritmo y dirección del proceso histórico; pero ya sabemos que antes de pensar en el arte, en la moral, en el derecho, el hombre necesita primariamente existir, esto es, alimentarse y abrigarse, y que, de consiguiente, estas fuerzas no sólo no son determinantes de la realidad económica, sino que, a la inversa, están determinadas por esta realidad, aun cuando, en una etapa más alta del proceso, ella sea transformada a su vez por la acción de lo jurídico, lo moral, etc.
Por esta razón, quien pretenda elaborar una filosofía de la realidad histórica salvadoreña debe colocar, en la base de su estudio, no los factores naturales y supraestructurales (el clima, la geografía, la idiosincrasia, la religión, el arte), sino las estimaciones objetivas del proceso económico. Esta disposición metodológica ofrece, entre otros, dos estímulos importantes: de un lado, la inestimable ventaja de que el factor económico, siendo el que más directamente afecta la existencia de cada uno de los habitantes, será más fácilmente comprendido por ellos, y, de otro lado, el incentivo de que el factor económico, a diferencia de los factores de la naturaleza y de la superestructura, es susceptible de ser comprobado o rectificado científicamente. Unas y otra ventajas contribuyen, por otra parte, a capacitar políticamente al pueblo para que aprenda a adaptar los procesos económicos a las necesidades de su desarrollo.
Se puede discurrir, en efecto, para satisfacción de los gustos intelectuales de la Oligarquía, sobre la “modalidad del carácter” del hombre salvadoreño, sobre su idiosincrasia y sus congénitas o adquiridas calidades ontológicas, sobre las influencias que sobre él puedan ejercer la geografía y hasta los duendes de la Mitología Pipil, etc., y de ello se ha hablado, abundantemente, a lo largo de muchos años, en la cátedra, en el libro, en los periódicos, sin que hasta hoy se haya producido todavía el saldo teórico apropiado para orientar conscientemente la actividad histórica de las masas. En cambio se ha olvidado el estudio del factor económico que está en la raíz de las preocupaciones diarias de la sociedad salvadoreña: la producción de bienes materiales para la subsistencia, el jornal, los alquileres, el salario, “los censos”, el vestido, la vivienda, los instrumentos de producción, etc., cuya ductilidad o plasticidad científica lo individualiza como el factor más idóneo para elaborar una teoría menos “elevada” pero más firme, menos elegante pero más exacta de la realidad concreta y del proceso histórico.
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La realidad nos enseña que cada país tiene una particular “formación económico – social” que es la resultante de su pasado y la base de su futuro históricos. De ahí que el estudio de la formación económico-social de un país, en un momento dado, no sólo alumbra el camino ya recorrido por su pueblo, sino que es ya el inventario de las posibilidades históricas reales que este pueblo posee para enfrentarse con el porvenir. Una sociedad contemporánea cualquiera, a excepción de aquellas muy primitivas que aún subsisten en el mundo, está invariablemente formada por clases sociales más o menos diferenciadas entre sí, por sectores y grupos sociales con intereses económicos propios y funciones específicas dentro de su particular formación económico-social. Cuando los intereses de estas clases, sectores o grupos, son afines entre sí, la afinidad determina ciertas simpatías o alianzas potenciales entre ellas; y a la inversa, cuando tales intereses son discordantes, antagónicos o excluyentes, la discrepancia determina potenciales enconos o abiertas rivalidades entre las clases o grupos. Al hacerse un estudio de la formación económico social salvadoreña, no podría prescindirse de ninguna de las siguientes fuerzas sociales que la componen:
a.) Los Latifundistas. Son propietarios de tierras trabajadas por “mozos colonos” (semiservidumbre), o por arrendatarios que pagan el arrendamiento con trabajo, en especie o en dinero, pagos todos ellos que son, exceptuando el pago en dinero, modalidades de las viejas formas semifeudales de explotación en el campo. Estas tierras, propiamente llamadas latifundios, son dedicadas preferentemente al cultivo de cereales. En esta época, en que el área de las tierras cerealistas ha sido restringida por el ensanchamiento de nuevas plantaciones de café, algodón y henequén, y en que a causa de su escasez el precio de los cereales ha subido mucho, los latifundistas han procedido a elevar tan exorbitantemente los precios del arrendamiento, que el valor de las cosechas no alcanza ya a cubrir los altos niveles del nuevo canon. Los mozos colonos y los campesinos pobres, que antes pagaban al latifundista renta en especie (a veces la mitad de la cosecha y de allí su nombre de “medieros”), o renta en trabajo (a veces el de toda la familia), caen luego en insolvencia y son expulsados de las tierras del patrón1, para dar paso a un nuevo tipo de arrendatario el arrendatario capitalista, que paga renta en dinero, que paga salarios a sus trabajadores y que hace producir la tierra con técnicas modernas de cultivo (abonos químicos, recolectoras mecánicas, tractores, etc.)
De lo dicho se infiere que las demandas o reivindicaciones de los latifundistas salvadoreños son dos principalmente, a saber: una, obtener el más alto canon de arrendamiento, y otra, desalojar a los campesinos pobres y mozos colonos insolventes, asentados en sus tierras.
Para hacer efectiva esta última demanda los latifundistas cuentan con la ayuda de sus abogados, sus leyes, sus jueces y con el apoyo de las fuerzas de policía del Estado.
Estos cambios suponen una transformación acelerada y profunda de las viejas relaciones de producción correspondientes a la estructura económico campesina del país, con los siguientes resultados: a) descomposición rápida de los grupos tradicionales de la familia campesina,2la cual es violentamente dispersada por la invasión de las máquinas; b) creación de grandes contingentes de mano de obra barata o “fuerza trabajo” de reserva; c) abaratamiento catastrófico de salarios y jornales, y d) éxodo en masa de los campesinos hacia los centros urbanos.
b.) Los “mozos colonos”. Estos viven y trabajan en los latifundios y fueron un tiempo la base de la economía nacional. Hoy día estos labriegos no son ya el más numeroso pero sí el más miserable y más explotado de los sectores del campesinado nacional, el más hambriento y el más ignorante de todos los grupos sociales de la sociedad salvadoreña. El dueño de la tierra lo retiene en ella dándole una parcela a cambio de una parte de lo que en ella coseche y de prestaciones gratuitas en “la hacienda”. Las reivindicaciones principales de este sector hostigado por las deudas (“habilitaciones”) y por las autoridades, y embrutecido por el fanatismo religioso y el aguardiente, se desprenden de su particular situación económica y consisten en demandas como las siguientes: libertad de organización, supresión del “pago en trabajo”, indemnización por años de servicio en casos de desalojo, disminución de la renta en especie, y adquisición de la tierra en propiedad (Reforma Agraria Democrática), que las resume a todas.
c.) Los Terratenientes. Son dueños de grandes plantaciones agrícolas, principalmente de café, trabajadas por obreros agrícolas estacionales retribuidos con salario, y, en parte, por trabajadores que viven dentro de la finca (semicolonos). Estos últimos reciben raciones alimenticias, algunas medicinas, excepcionalmente escuelas para sus hijos y, en ocasiones, pequeñas parcelas de terreno a través de las cuales quedan orgánicamente ligados a la plantación; éstos tienen a su cargo el trabajo de carácter permanente dentro de la plantación (deshierbos, podas, etc.), por el que devengan salarios disminuidos en la cuantía de aquellas prestaciones.
Haciendo reserva de las diferencias notables que existen entre ellos por su especial ubicación dentro de la Economía Nacional, en este mismo rubro de “terratenientes” debe incluirse a los azucareros, algodoneros y henequeneros, cuyas tierras son trabajadas por obreros agrícolas libres, retribuidos con salario.
Este proceso de desalojo y despojo, es la modalidad burguesa liberal de la Reforma Agraria, a través de la cual se realiza la liquidación de las relaciones de producción serviles en el campo. La Reforma Agraria Democrática, en cambio, rompe esas mismas relaciones mediante la expropiación y parcelación de los latifundios y la entrega de las parcelas en propiedad a los mozos colonos que las trabajan. A medida que se acentúa este proceso de empobrecimiento general en el campo, agudizado hoy día por el nuevo ciclo de baja en los precios del café, están apareciendo en el país gentes que quieren combatir “la vagancia” (así se le llama a la desocupación) y la delincuencia que de ella se deriva, con seminarios y sermones, con la entrega de la educación pública a la Iglesia Católica, y, por supuesto, con la promulgación y aplicación de enérgicas leyes represivas contra los “vagos”.
Las demandas de los terratenientes son muy amplias y van desde el crédito barato y a largo plazo, hasta el control del poder político del Estado para ponerlo al servicio de sus intereses (bajos impuestos de exportación y de la renta, política de bajos salarios, leyes represivas para los trabajadores, ilegalización de la “organización campesina”, etc.)
d.) El Proletariado. Este se compone de trabajadores de la ciudad y del campo que laboran en empresas industriales y plantaciones agrícolas y cuyo trabajo es retribuido con salario. Las reivindicaciones de los obreros agrícolas e industriales y del semiproletariado rural (campesinos muy pobres que trabajan por salario fuera de sus parcelas), derivan asimismo de su peculiar situación económica y social, y no pueden ser otras que aumento de los salarios, humanización de las condiciones de trabajo y protección social, mejoramiento y abaratamiento efectivos de las prestaciones patronales, leyes de trabajo democráticas (Código), salario mínimo, contratación colectiva, libre organización sindical, derecho de huelga, etc.
e) Los Pequeños Productores Agrícolas. (Café, henequén, algodón, cereales). Estos constituyen el campesinado medio y son propietarios de tierras en las que ellos mismos y sus familias trabajan, para poder suplementar el rendimiento de pocos mozos colonos y obreros agrícolas que eventualmente pueden tener a su servicio. Estos pequeños o medianos productores dependen de los terratenientes que son dueños de los “beneficios”, así como de los grandes compradores y exportadores que fijan a su arbitrio los precios de los productos en el mercado interno.
Este sector de medianos y pequeños productores tiene sus propias reivindicaciones: mejores precios y garantía estatal de los mismos, crédito barato y oportuno para resistir la presión de los especuladores y agiotistas, asistencia técnica, cooperativas, etc.
f.) El Campesinado pobre. En los estratos más bajos del campesinado encontramos todavía al pequeño, minúsculo propietario, que siendo dueño de una ínfima parcela vive en ella y la trabaja con su familia. Este campesino vende sus magras cosechas mucho antes de recolectarlas, su existencia depende de la “suerte”, carece de crédito y de asistencia técnica y su única libertad consiste en vivir aislado del mundo y agachado sobre la tierra, invierno y verano, noche y día, para poder extraer del terrón a duras penas el sustento diario.
Este sector, acosado por la miseria, que es el más atrasado políticamente, confronta una situación que oscila entre el hambre segura de hoy y la esperanza en “la buena suerte futura” (partos dobles de los animales domésticos, buen invierno, ausencia de plagas, abundantes cosechas), casi no tienen aspiraciones, pero un gobierno democrático tendría que consultar en su favor las siguientes demandas: asistencia social, sanidad, medicinas y víveres abundantes y gratuitos, crédito, asistencia técnica y seguridad en los precios para sus productos. Las reivindicaciones de este sector ya casi extinto del campesinado son apremiantes, pero su lamentable estado de atraso político y su abandono (falta de organización); no le permite luchar por ellas. Sin embargo, su miseria es una reserva revolucionaria de tremendo poder explosivo.
Según estimaciones estadísticas de expertos de las Naciones Unidas hay doscientas veinticinco mil familias campesinas que reciben una porción considerable de sus ingresos “del cultivo de pequeñas siembras en tierra arrendada”,7 pero si partimos de la cifra muy conservadora aportada por ellos mismos, que fija en cuatrocientos trece mil el número de labriegos activos (cifras de 1950), se puede estimar, en términos generales, que más de un millón doscientos mil salvadoreños viven en las zonas rurales entregadas al laboreo de los campos por cuenta ajenas. 7. “Crédito agrícola en El salvador” ONU. Mayo de 1950
g.) Los Comerciantes Importadores. Estos son capitalistas intermediarios que no participan en el proceso de la producción, pero se aprovechan de la plusvalía que de ella proviene y obtienen ganancias adicionales manejando la circulación de mercancías. Estos importadores compiten, en determinados rubros, con la producción industrial nacional y constituyen, por tanto, una fuerza contraria al desarrollo económico del país, aun cuando no son insensibles a la necesidad el aumentar la capacidad de compra del mercado interno. Los comerciantes importadores son aliados firmes del imperialismo y de la Oligarquía y sus reivindicaciones se orientan fundamentalmente a la baja de los impuestos de importación. Los ingresos principales de los comerciantes importadores provienen de las ventas de artículos de lujo a la Oligarquía millonaria, y de ahí su interés en que esta última mantenga sus ganancias al máximo nivel.
h.) Los Comerciantes no Importadores. Como distribuidores que son de la mercancía producida en el país, constituyen, en cambio, una importante fuerza progresista y sus reivindicaciones son: altos aranceles para la mercancía extranjera en aquellos rubros que compiten con la mercancía nacional, producción industrial más diversificada, transporte barato, comunicaciones rápidas, aumento de la capacidad de compra de las masas, etc.
Los comerciantes en general no constituyen, pues, un sector homogéneo de la economía y de ahí que sus distintos grupos actúen políticamente en distintas direcciones. En este mismo grupo debe incluirse, naturalmente, a los pequeños comerciantes, ambulantes o estacionados en los “mercados” de la República, que llevan baratijas importadas o nacionales a todos los rincones del país. Trabajan con poco dinero y su reivindicación más aguda es el crédito.
i.) LOS EMPRESARIOS DE LA INDUSTRIA NACIONAL DE TRANSFORMACION. Estos constituyen una nueva y potente fuerza económica, social y política, en El Salvador, y su reivindicación fundamental, sin perjuicio de las del crédito y leyes especiales de protección y fomento industrial, es la habilitación de un mercado interno y centroamericano con suficiente capacidad de compra y fácilmente accesible a la mercancía producida por la industria salvadoreña.
Los industriales salvadoreños no representan todavía la fuerza económica más importante en el país, pero sí, en cambio, la única fuerza económica con amplias perspectivas y posibilidades de desarrollo. El desarrollo industrial está estorbado actualmente por las relaciones semifeudales de producción en el campo, y por el bajo nivel de salarios y jornales que se pagan en las plantaciones agrícolas, así como también por las trabas que provienen de las anacrónicas instituciones político-administrativas del régimen cafetalero. De lo dicho se infiere que la reivindicación básica señalada arriba, la reivindicación del mercado tiene un acentuado carácter político: EL CONTROL DEL PODER DEL ESTADO, que ha pasado a ser UNA NECESIDAD VITAL PARA LOS INDUSTRIALES, y que coincide en buena medida con las necesidades del desarrollo general del país. De allí la creciente fuerza política de los industriales en El Salvador.
j.) Los Empleados Públicos y Particulares. Las principales aspiraciones del sector público apuntan a la promulgación de un “Estatuto Civil” que contemple los siguientes puntos: nivel racional mínimo de sueldos, reajustes automáticos (escala móvil) de los mismos según las alzas del costo de la vida, escalafón, inamovilidad de sus puestos, etc. El sector privado aspira, como todos los trabajadores, a una legislación del trabajo, democrática y progresista.
k.) Los Artesanos. Son productores en pequeño de la industria manufacturera, acorralados tanto por el auge de la Industria de Transformación y por la Legislación Social y del Trabajo, cuyas prestaciones les parecen elevadas e injustas, como por sus dificultades crecientes para la obtención de crédito. En el plano de la actividad urbana el artesano, del mismo modo que el minúsculo propietario de la tierra descrito arriba, es políticamente muy inestable y atrasado, pues se halla en la tremenda alternativa de la amenaza de quiebra, siempre presente, que lo identifica y acerca a las masas pobres de la población, de un lado, y la esperanza quimérica de un cambio brusco y favorable de la situación que lo convierta en un industrial próspero, que lo identifica y acerca a los explotadores, de otro.
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Del simple examen de los esquemas trazados se desprende una idea general: todos los propietarios sin excepción, industriales y agrícolas, explotan a los trabajadores ya sean éstos urbanos o rurales. Por consiguiente, podría concluirse, todos los propietarios tienen un interés común, frente al interés común de los trabajadores. Sin embargo, las cosas no son tan simples, que, de serlo, la política quedaría convertida en la ciencia por excelencia de Perogrullo.
En países atrasados como El Salvador las relaciones capitalistas de producción (salario) no son las predominantes. En estos países de economía capitalista incipiente (pre-capitalismo) predominan las relaciones y formas de producción agrarias, feudales y semifeudales, con todas las taras del atraso. En tales países las clases sociales no poseen todavía rasgos o caracteres diferenciales definidos, y cada clase social aparece contaminada y a veces saturada de elementos orgánicos y culturales de las otras clases en los grados más diversos; de tal manera que los intereses de estas clases no están deslindados, y, por lo tanto, no se separan o no confluyen claramente sino en momentos o períodos especiales de su desarrollo.
Por ejemplo: un empresario industrial y un obrero mueven siempre su interés en direcciones opuestas: pagar menor salario el uno, ganar mayor salario el otro. Sin embargo, en el problema de la independencia nacional y frente a la concurrencia de la industria extranjera, pueden conjugar temporal y lealmente sus intereses en una sola dirección: la industrialización del país que los beneficia a ambos, aunque en diversa medida y por razones diferentes. Otro ejemplo: El, artesano y el obrero, colocados por distinta razón frente al empresario industrial, tienen, aparentemente, un interés común; sin embargo, viéndolo bien, el interés del artesano es contrario al desarrollo de la gran industria que lo aplasta, mientras que el obrero, aunque tiene conciencia de que es explotado por el industrial, mira precisamente en aquel desarrollo la única salida históricas de sus problemas de clase y de todos los problemas de la sociedad.
He aquí por qué, mientras el artesano se vincula preferentemente con las fuerzas reaccionarias de la Oligarquía, la clase obrera debe hacerlo invariablemente con las fuerzas progresistas que la industrialización representa. Otro ejemplo: Un cafetalero de una parte y un empresario de la Industria Nacional de Transformación, de otra, son capitalistas los dos, agrario el uno, industrial el otro; los dos son patronos y aparentemente tienen idénticos intereses de clase, sin embargo, los bajos salarios y jornales que aquel paga en sus plantaciones para elevar su ganancia, chocan con el interés que el industrial tiene en aumentar la capacidad de compra del mercado interno para la colocación ventajosa de sus productos. En este punto, y mientras la contradicción no está resuelta, el interés común de clase de estos sectores se bifurca, la burguesía capitalista del país se divide, serios antagonismos separan a sus distintos sectores, y los choques llegan incluso a ser no sólo inminentes sino que necesarios. Descubrir el grado en que los intereses económicos de las distintas clases se acercan o se separan entre sí y hacia qué lado gravitan en un momento dado, he ahí el misterio de toda política.
Ahora bien, para que una clase, sector o grupo, deban ser considerados progresistas en un momento histórico cualquiera, es preciso que su interés económico coincida con el impulso ascensional de las fuerzas productivas nuevas, que nunca en la historia de la Humanidad fueron contrarias o desleales al interés del progreso de los pueblos. Es preciso que estas fuerzas económicas envejezcan y se hagan conservadoras, para que los pueblos comiencen a exigirles la separación e incluso el divorcio por la vía más violenta: la Revolución.
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Hace un poco más de tres cuartos de siglo la producción del café era, en El Salvador, una fuerza económica nueva, progresista, que necesitaba para su libre desarrollo romper en cierta medida las viejas relaciones de producción imperantes que emanaban de la economía cerealista, latifundista, del país. Las relaciones de producción semifeudales, cuyo símbolo es el “mozo colono”, ligado de por vida a la propiedad patronal eran un serio obstáculo para el desenvolvimiento de la economía cafetalera, por cuanto esta última, en pleno período de expansión, necesitaba miles y miles de trabajadores libres destinados a las plantaciones de café.
Las fuerzas productivas nuevas eran las del café y en torno suyo se agruparon las profesiones liberales, el comercio y centenares de miles de mozos colonos empujados a la libertad. Este antagonismo flagrante entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas, representadas por el café, al proyectarse en el plano político, se manifestó a través de no pocos y enconados choques (golpes de Estado, asesinatos de Presidentes de la República, traiciones, etc.), entre las fuerzas del feudalismo decadente y las nuevas fuerzas productivas cafetaleras.
Bajo la presión de la joven economía cafetalera estos choques fueron muy violentos10, pero pudieron haberlo sido en más amplia escala, hasta alcanzar el grado de Revolución, de no haber mediado ciertas circunstancias que contribuyeron a atenuarlos. Nos referimos, en primer lugar, al hecho de que en tales conflictos no se involucraba ningún cambio en la base económica de la sociedad, ya que la propiedad privada de la tierra se mantenía incólume; y, en segundo lugar, al hecho notorio de que las tierras dedicadas al cultivo de cereales, en las que se asentaba el feudalismo, no eran, por razón de su poca altura sobre el nivel del mar, objeto de la codicia de los pioneros del café. 10. A la luz de estas ideas debe investigarse la muerte de los presidentes de la República capitán general Gerardo barrios introductor del café en la Economía Nacional, general Francisco Menéndez, y doctor Manuel Enrique Araujo, y el origen de la Revolución del general Tomás Regalado y de otros acontecimientos históricos cuyas verdaderas motivaciones históricas aún permanecen en la sombra.
Las tierras que estos buscaban no tenían, por regla general, ninguna función económica en aquella época; eran tierras altas y boscosas, impropias para el riego, y pertenecían al Estado, a los Municipios o a las comunidades y cofradías indígenas. De aquí que una vez que los cafetaleros hubieron incrementado su influencia en el poder político, no sólo repartieron las tierras del Estado y de los municipios entre sus parientes y amigos, para que las cultivaran con café11, sino que la emprendieron, en la medida en que el negocio se hizo más productivo, por la vía de la expropiación o el despojo, contra las propiedades de los indígenas hasta convertir al país en una inmensa finca de café.“12 Fue sólo más tarde que los cafetaleros, en busca de más y más tierras para sus plantaciones, comenzaron a bajar a los valles y demás tierras bajas, invadiendo grandes áreas de tierras cerealistas para el cultivo del café. Hoy día se hacen estudios en los institutos agrotécnicos del país para aclimatar el grano incluso en las tierras del litoral… 11. De cada veinte hectáreas que se repartieron gratuitamente en Nueva San salvador (Santa Tecla) quince debían cultivarse obligatoriamente con café. Ley de la república. Administración del Presidente Rafael Campos. 1856. 12. “por lo demás aquí hay fincas admirables, cafetales cafetales sin término, cafetales desde la falda de la montaña hasta la cima. Lo que antes era detalle del paisaje, una milpa, un robledal, un cañaveral, la hortaliza, el frutal, el bosque, es ahora cafetal.” Alberto Masferrer
En la medida en que las fuerzas económicas representadas por el café ayudaban a quebrantar las viejas relaciones de producción,13 el interés económico de los cafetaleros coincidió históricamente con el interés del pueblo salvadoreño en su conjunto. Bajo la influencia de los nuevos cultivos el “mozo colono”, el siervo salvadoreño, se convirtió en un hombre relativamente libre, esto es, en el obrero agrícola o en el semiproletario que trabajan actualmente en las plantaciones, de café.
Esta transformación comportó un gran paso histórico en el progreso social y político del país, aun cuando en estas plantaciones sobrevivan todavía, a veces con toda su dureza feudal, algunos de los peores hábitos de trabajo de la vieja época. La economía de tipo latifundista (colonato) vino así a la decadencia, en tanto…que la economía basada en las nuevas relaciones de producción semifeudales que el café trajo consigo, se desarrolló impetuosamente, hasta convertirse en el eje de la economía nacional.
Fue así como el café pasó a dominar en la vida económica, social y política del país: los transportes ferroviarios y automotrices se concibieron y desarrollaron en función del café; la importación, la exportación (el 85%), la justicia, la cultura, el arte, la política, todo cayó bajo el dominio de la naciente Oligarquía cafetalera, cuyas decisiones, una vez que el poder del Estado estuvo en sus manos, debieron ser acatadas por todo el pueblo. El Ejército Nacional dejó de ser la institución tutelar de las viejas relaciones de producción patriarcales, y se convirtió en un instrumento en, manos de la Oligarquía listo a golpear a quienes contravinieran los designios de los nuevos amos de país.
Hoy día las relaciones de producción derivadas del café han envejecido y ya no sólo no corresponden a las exigencias del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas (la industria), sino que se han convertido en una traba para ese desarrollo. El transporte ha crecido hasta un punto que ya no puede estar sujeto a las épocas de cosecha y exportación del grano; el país necesita fuentes de divisas para importar equipo y materias primas para su desarrollo industrial; se necesita elevar el standard de vida de millón y medio de salvadoreños que viven del trabajo en el campo, impulsar la producción de los pequeños agricultores, crear nuevas fuentes de trabajo y abaratar los costos de las subsistencias; se necesita una nueva justicia, nuevos ordenamientos legales, distintos de los que puso en vigor la Oligarquía, que correspondan a la nueva realidad económico-social del país. Pero, sobre todo, las fuerzas nuevas y progresistas que la Industria Nacional representa, requieren para su desarrollo que se liquide el atraso semifeudal en el campo y que se abra a la mayor brevedad posible el mercado interno que los bajos salarios estorban.
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Mientras las relaciones de producción derivadas del café impulsaron hacia adelante la democratización del país, mediante la liberación relativa del “mozo colono”, e hicieron posible un cierto grado de acumulación de capital, indispensable a todo desarrollo económico ulterior, el Estado, en manos de los cafetaleros, cumplió funciones políticas relativamente progresistas; mas, cuando dichas relaciones ya no sólo no impulsaron el desarrollo sino que, agotada su vitalidad, se convirtieron en lastre o estorbo para la marcha de las nuevas fuerzas productivas, el Estado, en manos de los cafetaleros, se convirtió necesariamente en un Estado reaccionario, antidemocrático y contrario al interés del progreso nacional.
Entre la Oligarquía Cafetalera, cuya fuente principal de ingresos es su propia política de bajos salarios, y la Industria Nacional, que necesita robustecer el mercado interno a través de una política de redistribución del ingreso nacional (elevación de los salarios y jornales), surgió así una contradicción que se agudizó con el transcurso del tiempo y que ha devenido en los últimos años en la causa total de la inestabilidad política en que vive actualmente nuestro país.
Su actitud ante el atraso semifeudal, su interés en levantar los niveles de ingreso de los trabajadores del campo y la actitud “proteccionista” que la Industria Nacional adopta frente a la concurrencia de la manufactura extranjera, es lo que da carácter progresista, democrático y nacionalista a la joven burguesía industrial salvadoreña.
La contradicción entre la decadente14 Oligarquía agraria y la burguesía industrial en ascenso es, pues, un hecho innegable, y resolver esa contradicción en función de los intereses de las mayorías del pueblo salvadoreño es la tarea más importante que tienen ante sí los ideólogos y los conductores políticos de las clases progresistas en El Salvador. 14. En 1950 el país produjo 69 millones de kilos de café exportable (cifras redondas) y desde esa fecha inclusive hasta 1956 el promedio anual de café exportable no sólo no pudo mejorar sino que cayó a 66 millones de kilos. Ensayo sobre la incidencia de la caficultura en algunos aspectos de la Economía Nacional. Instituto de estudios Económicos. Universidad Nacional de El salvador. 1958 (Cuadro 2) En contraste con esta situación de crisis en el monto de producción exportable, y bajo el impulso de una nueva política , se destaca el crecimiento industrial del país un ritmo de 7 por ciento anual, durante el mismo periodo 1950-56.
En 1950 el país produjo 69 millones de kilos de café exportable (cifras redondas); y desde esa fecha inclusive hasta 1956 el promedio anual de café exportable no sólo no pudo mejorar sino que cayó a 66 millones de kilos. Ensayo sobre la incidencia de la caficultura en algunos aspectos de la Economía Nacional. Instituto de Estudios Eco-nómicos. Universidad Nacional de El Salvador. 1958 (cuadro 2). En contraste con esta situación de crisis en el monto de producción exportable, y bajo el impulso de una nueva política, se destaca el crecimiento industrial del país a un ritmo de 7 por ciento anual, duran-te el mismo período 1950-56. “Este rápido aumento (dice el BIRF, obra citada, pág. 20) fue favorecido por los estímulos que el Gobierno ofreciera a los inversionistas, mediante la exención de impuestos, la protección a las nuevas industrias y mediante la, disponibilidad de energía eléctrica y mano de obra barata. La estabilidad y las sólidas normas seguidas en el campo fiscal y monetario, constituyeron un estímulo adicional para la inversión de capital salvadoreño y extranjero. Los bancos establecieron igual tratamiento crediticio para industriales y agricultores. A pesar de que el Banco Central restringió su política de crédito en abril de 1957, sus préstamos y redescuentos para fines industriales no han sido restringidos y las cargas en concepto de intereses son relativa-mente bajas.”
Capítulo IV
LA TEORÍA APLICADA A LA POLITICA EN EL SALVADOR

Origen del engaño político. —Falacia del “Oposicionismo” como táctica democrática. — ¿Qué es la política?—El análisis clasista como base de una certera política. “El fruto prohibido” de la Democracia Cafetalera.
EL DESCONOCIMIENTO de las fuerzas que determinan e impulsan el desarrollo histórico en El Salvador, ha impedido a las masas trabajadoras del país desplegar su acción política con todos los atributos de su poder, y las ha expuesto siempre a los mayores fracasos. Si el pueblo salvadoreño hubiese sido consciente del carácter y naturaleza de las leyes que presiden su proceso histórico, y del mecanismo de estas leyes, las posibilidades de fracaso se habrían reducido al mínimo. Alguien ha dicho que “los hombres han sido siempre y seguirán siendo en política víctimas del engaño de los demás y del propio, mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses económicos de tales o cuales clases”.1 Esta bella y poderosa observación bella por su formulación exacta y poderosa por su contenido revolucionario, nos ayuda en El Salvador a poner un poco de luz en el abismo de engaño en que ha vivido nuestro pueblo y a comprender la causa social y política de tal engaño. 1. Lenin, Obra Cit.
Cuando el pueblo salvadoreño intervino en política no lo hizo nunca con dominio consciente de las situaciones dadas, y es por ello que no se ha logrado aún imprimir a los acontecimientos históricos del país el sello de los intereses populares. Unas veces las acciones políticas de las masas se vieron estorbadas por el empirismo de sus dirigentes, o por la fuerza desmoralizante del terror policíaco del Estado Cafetalero, o bien por la influencia confusionista de las ideas que la Oligarquía ha puesto en circulación. En otras ocasiones las masas orientaron su acción política con la falsa brújula de las promesas demagógicas, sin conocer el contenido real de tales promesas, es decir, ignorando la función económica que dentro de la formación económico-social del país desempeñan los hombres, los grupos y las clases sociales que hacen estas o aquellas promesas.
De ahí que la razón de ser de la actividad política del hombre salvadoreño, haya sido siempre de un simplismo desesperante y conmovedor: la “oposición al gobierno”.
El razonamiento que sirve de base a este tipo de conducta política es claro y elemental. “El gobierno”, se dice, no hace nada por aliviar la miseria de las gentes, el pobre se hace cada día más pobre y el rico más rico, los salarios y jornales siguen tan bajos como antes mientras los precios de los artículos de consumo suben constantemente; el gobierno, se agrega, no sólo no castiga a los especuladores y agiotistas sino que muchos de sus funcionarios colaboran con ellos; el gobierno impide la organización de los trabajadores y persigue a sus dirigentes, y las leyes, cuando se aplican, es sólo cuando favorecen al rico, etc. De consiguiente se concluye, la única línea política correcta es la línea recta de oposición al gobierno. Y como esto que se dice en relación con la política en nuestro país es generalmente cierto, el razonamiento se hace persuasivo y la proposición táctica del oposicionismo aparece plenamente justificada.
Sin embargo nada hay tan avieso como un juicio elaborado en base de tan precaria apreciación de los hechos, y nada ha sido en El Salvador tan contrario a los intereses populares como la aplicación ciega y mecánica de la táctica de oposición.
Como cabe suponer, en nuestro país el pueblo nunca ha estado solo en el momento de elaborar su línea política oposicionista. Al contrario, ha tenido siempre buenos colaboradores a su lado, “bona fide” como los estudiantes universitarios, rentados, como los agentes políticos de la Oligarquía.
En el caso salvadoreño la participación estudiantil ha sido particularmente notable a lo largo de muchos años, durante los cuales el estudiantado universitario, a contrapelo de sus sentimientos progresistas y democráticos, ha prestado incalculables servicios a la reacción oligárquica cafetalera. La inmadurez política de los jóvenes y la falta de un análisis clasista de la política en El Salvador, los ha hecho siempre presa fácil del paralogismo oposicionista, y de ahí que, en ese vivero de rebeldías juveniles que es la Universidad, la política de oposición haya alcanzado los más altos y relumbrantes destellos, las más dignas y paradigmas actitudes románticas, a la par que las más duras y más irreparables derrotas.
El estado de ánimo de las masas, generalmente adverso a la política gubernamental, llega fácilmente al paroxismo oposicionista cuando es atizado por la fervorosa agitación estudiantil; y cuando no queda ya, en esta situación de psicosis colectiva, brizna alguna de ponderación o atildamiento político, cuando las pasiones andan sueltas y la situación política es toda como una mar convulsa, las fuerzas de la reacción oligárquica, políticamente bien organizadas y dirigidas, estén totalmente adentro o parcialmente fuera del gobierno, no tienen dificultad alguna para capitalizar en su favor la energía, el entusiasmo y el candor político del pueblo salvadoreño.
Preguntad después cuál fue el resultado de tan magnífico despliegue de entusiasmo político de las masas, y se os dirá que “el resultado es lo de menos” y que lo que vale es la dignidad del gesto… Sin embargo, el resultado es lo que más cuenta: el pueblo termina fatigado y dividido, más engañado y más confundido que antes y la reacción oligárquica más firme que nunca en el poder.
Desde luego es imposible afirmar que no hay sinceros sentimientos democráticos en las luchas de oposición. Al contrario, sinceridad es lo que abunda en ellas… de parte del pueblo. Nadie pone en duda, por otra parte, la sana intención de los estudiantes, pero nadie puede negar también que “la ingenuidad política puede hacer de un hombre honrado un demagogo, y los demagogos, ya lo sabemos, son los peores enemigos porque despiertan los malos instintos de la multitud, y les es imposible a las masas atrasadas reconocer a dichos enemigos, los cuales se presentan, a veces sinceramente, en calidad de amigos”.2 2. Lenin, Obra Cit.
La buena fe, por sincera que sea, no constituye una norma política y los sentimientos democráticos sirven de poco, por lo menos mientras no se les tiempla en la fragua del estudio clasista del proceso histórico en general y de las situaciones dadas las correlaciones de las fuerzas en la luchas de las clases, en particular. Sin tener conciencia de estas situaciones concretas y de la orientación general del proceso histórico, el “demócrata” salvadoreño estará expuesto a errar de tienda en tienda política, de partido en partido, sin encontrar el derrotero preciso de sus aspiraciones.
En El Salvador no se puede ser demócrata consciente si se desconoce, por ejemplo, la pugna sorda y disimulada por mil velos, pero real y potente, que sostienen entre sí, desde hace más de treinta años, el capitalismo agrario de exportación el café ya plenamente desarrollado, y el capitalismo industrial en vías de desarrollo.
El hombre salvadoreño debe conocer a fondo la dinámica de este proceso si es que alguna vez ha de comprender algo de lo que políticamente ocurre en torno suyo.
Nuestro pueblo no debe continuar en el limbo político en que ha vivido hasta hoy; ignorante de su destino y entregado ideológicamente indefenso a la voracidad y perfidia de sus enemigos. Es urgente que nuestro pueblo, comprenda que la política es, esencialmente, en nuestro país, el juego de los intereses económicos, afines o discrepantes, que acercan o separan a las distintas clases que componen la sociedad salvadoreña, proyectado al plano de poder del Estado. Es preciso explicar al pueblo que toda clase social, e incluso todo sector o grupo de los que constituyen una misma clase social, tiene invariablemente sus particulares y específicos intereses económicos, y que tales intereses pueden ser afines u hostiles a los intereses de otras clases o grupos, en grado y medida que varían según los cambios que se producen en las situaciones dadas. Es preciso explicarle, finalmente, que sólo a través del estudio analítico más acucioso del carácter y función de aquellos intereses y del grado de sus discrepancias o afinidades con los de otros grupos, es posible elaborar una línea política que, sin ser “la línea recta” de los oposicionistas sea sin embargo la línea política correcta de los intereses de las masas.
Si, para mejorar su particular situación económica, una clase social dada (hablamos de las clases y no de los individuos aislados), necesita que mejoren los salarios de los trabajadores, que se desarrolle la instrucción pública, que mejore la salud de las masas populares, aún cuando sea sólo con el fin egoísta de aumentar en ellas su capacidad de rendimiento en la producción; si esa clase necesita que los hombres y mujeres del pueblo puedan ir y venir libremente de un lado a otro, y si en su provecho estuviera el pleno ejercicio de la libertad política y de la independencia nacional, estaríamos entonces en presencia de una clase social revolucionaria o simplemente progresista, según, sean la capacidad y decisión que esta clase desempeñe en la conquista de sus objetivos.
Y a la inversa, si el interés económico de una clase social dada necesita para su desarrollo que se reduzcan los niveles de salarios y jornales, conculcar las libertades, mantener el analfabetismo y promover el fanatismo religioso, y, además, comprometer con sus negocios la independencia nacional, estaremos entonces, invariablemente, en presencia de una clase social económicamente parasitaria, enemiga del progreso y políticamente contraria al interés de la independencia nacional y la democracia.
El hombre salvadoreño en general, y especialmente el ciudadano demócrata, debe hacerse un concepto claro de la naturaleza económica y de la fisonomía política de las clases y los grupos que componen la sociedad salvadoreña: de los grandes, medianos y pequeños productores del café; de los grandes, medianos y pequeños propietarios de tierras cerealistas, y, por su orden, de los azucareros, los ganaderos, los algodoneros y henequeneros; de los grandes y pequeños arrendatarios, de los mozos colonos, de los artesanos, de los compradores y exportadores de café, de los empresarios industriales, de los obreros industriales y agrícolas, de los comerciantes, de los empleados particulares y funcionarios públicos, del doctor, del estudiante y del cura. Cada una de estas clases y grupos tienen su propio y particular interés económico y su conducta política se rige, más tarde o más temprano, por la brújula de aquel interés.
El pueblo salvadoreño y especialmente las masas trabajadoras y sus dirigentes deben saber, pues, orientarse a través de las frases y subterfugios, “declaraciones y proclamas”, con que cada una de estas agrupaciones trata de ocultar sus apetitos egoístas y de disimular su verdadera naturaleza económica.
Más concretamente, el hombre salvadoreño debe saber que la “industria” del café representó, en un momento dado de la historia del país, una fuerza económica nueva, liberadora, anti-feudal, positiva y congruente con las necesidades del progreso nacional; pero debe saber también que hoy día es ya una fuerza económica y social periclitada o declinante, sin posibilidades materiales de desarrollo y supeditada, por lo demás, a las fuerzas incontrolables e inestables del mercado exterior, generalmente extrañas y contrarias al interés del país.
El café cumplió, pues, en la historia de El Salvador un destino progresista, (y por eso es justa la veneración de la memoria de su pionero más ilustre, el general Gerardo Barrios), pero hoy día ya no tiene ninguno, y el porvenir de los salvadoreños no puede seguir hipotecado a la suerte de un producto sin destino.
El demócrata salvadoreño debe saber, además, que una fuerza económica nueva, nacida de la acumulación de capital que la economía cafetalera hizo posible, se ha manifestado ya, joven y vigorosa, y que, paulatina pero firmemente, ha sido desplazando de sus posiciones dirigentes, en la economía y en la política, a las viejas fuerzas del café. Nos referimos a la INDUSTRIA NACIONAL DE TRANSFORMACION.
El lento pero firme y progresivo avance de este nuevo sector de la economía nacional está indicando que las fuerzas de la Oligarquía Cafetalera, del mismo modo que las fuerzas eco-nómicas que le precedieron— las del añil, el bálsamo, la cochinilla, el cacao—, no constituyen un poder eterno y omnímodo y que, siguiendo el destino de estas últimas, llegará el momento en que serán superadas y desplazadas por las fuerzas del progreso.
En medio de la intrincada selva de intereses dispares de unas y otras clases y grupos es muy difícil orientarse, pero no podemos renunciar a ese esfuerzo porque no hay otra manera de salir a lo claro. Los dirigentes políticos y los ideólogos populares deben contribuir a fijar en todo momento, partiendo de esos intereses la posición y la conducta política de las diferentes clases, a fin de poder asegurar el triunfo de las fuerzas progresistas y la derrota de las fuerzas enemigas del progreso. Y, si los dirigentes no se aplican seriamente a esta tarea es que no son tales dirigentes, sino simples charlatanes, embaucadores, oportunistas y bribones, generalmente provocadores, aun cuando traten de disimular su bribonería con los más sutiles afeites del liberalismo o el izquierdismo.
Es posible que algunos críticos pongan en duda la firmeza de estos razonamientos y consideren que es débil y discutible la premisa que afirma que la oligarquía cafetalera constituye una fuerza reaccionaria, históricamente incompatible con el progreso democrático en El Salvador. Esta duda parecerá más justificada si se toma en cuenta que “el café es nuestro único producto importante (85%) de exportación”, “nuestra única fuente de divisas” para la compra de artículos que no se producen en el país. Sin embargo, quienes formulen esta objeción olvidarían que en nuestro país la historia del café como producto exportable es reciente, y que su característica de producto único de exportación no proviene de las necesidades de la sociedad salvadoreña, sino de una política cafetalera, unilateral y hegemónica, impuesta desde el Poder del Estado por los cafetaleros mismos.
Pero hay otro aspecto todavía más importante que también olvidan los que vacilan en adjudicar a la oligarquía cafetalera el calificativo de reaccionaria. Nos referimos al carácter actual de la producción del café en nuestro país, y del tratamiento del mismo como mercancía de exportación.
El estudio del proceso económico de esta mercancía es una aventura apasionante y reveladora, y para los salvadoreños especialmente, tal estudio tiene una importancia política de primer orden. Los dominios en que esta mercancía se cotiza son poderosos y, laberínticos, y en ellos, al igual que los de otros productos, como el petróleo y el acero, sólo que en más modesta escala; se conjugan las más diabólicas combinaciones bursátiles y financieras. Para descubrir estas combinaciones se requiere de equipo especial, mezcla de técnica, y audacia, que no siempre está al alcance del investigador. Mas para los limitados propósitos de esta exposición, es suficiente con asomarse al “ojo de la llave” para descubrir la naturaleza reaccionaria del papel que juega el café en la economía de los países latinoamericanos poco desarrollados, y especialmente en la economía de nuestro país.
En efecto, el café es una mercancía que no se vende en El Salvador, sino que está destinada, muy particularmente, al mercado norteamericano. De aquí que ni al productor ni al exportador le importa en absoluto si el pueblo salvadoreño tiene o no tiene dinero para comprarlo; para el productor y el exportador lo importante es que el consumidor norteamericano tenga altos ingresos, a fin de que pueda incluir en su presupuesto las mayores disponibilidades para compra y consumo de café. Por otra parte, la cuota más estable de los ingresos del cafetalero productor, proviene de la mayor intensidad con que pueda él explotar a los trabajadores en las plantaciones y beneficios, esto es, de la posibilidad de pagar salarios hasta donde es posible cada vez más bajos; y cómo esta posibilidad de los cafetaleros está en razón inversa de la capacidad de los trabajadores para luchar por el aumento de los salarios, los cafetaleros, utilizando el poder del Estado (para eso necesitan ellos del Estado), impiden por todos los medios la libertad de organización de los trabajadores en el campo.
Pero esto no es todo. Aún queda por verse que el interés de la mayor ganancia de los cafetaleros exige el pagar menos impuestos de exportación, menores impuestos sobre la renta, etc., todo lo cual se traduce en disminución de posibilidades del. Estado para impulsar el desarrollo económico nacional y para financiar los servicios públicos, hospitales, caminos, escuelas, etc. Y si a esto añadimos que la expansión del área de las plantaciones del café sigue robando espacio vital al cultivo de los cereales básicos de la dieta alimenticia del pueblo, y que las taras feudales y los bajos salarios y jornales que se pagan en las plantaciones, estorban el desarrollo del mercado interno que la industrialización del país necesita para sus productos, tendremos que el café, nuestra “única mercancía de exportación” es también la causa única de las desgracias pretéritas y actuales del pueblo, al mismo tiempo que una fuente de valores sociales y políticos que en el país cumplen un rol contrario a las necesidades del progreso. Esta sencilla verdad ha sido, hasta hoy, el fruto prohibido del paraíso cafetalero…
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Por todo lo expuesto se puede afirmar, primero, que la Oligarquía Cafetalera constituye actualmente el sector de la burguesía salvadoreña más reaccionario y más antinacional3, y segundo, que el desarrollo de la teoría política es una necesidad vital del desarrollo democrático en El Salvador. 3. A estas fuerzas aludía el actual presidente de la República, coronel José María Lemus, cuando escribió: “Esas fuerzas conjuradas para conspirar contra el actual orden de cosas (el orden industrializante surgido en 1948) no merecen otra definición que la de fuerzas reaccionarias, genuinas representativas de una mentalidad despótica y antinacional. Pensamiento Político. Pág. 75. El paréntesis es nuestro.
En efecto, la falta de cultura política en este país hace que la opinión pública en general (no la “Opinión Pública” entre comillas y en negrilla que fabrican todos los días los empresarios de la prensa oligárquica), y la opinión de las masas trabajadoras, en particular, se desorienten con facilidad en el enjuiciamiento del fenómeno político por falta de cultura política las masas no han aprendido a agruparse u organizarse políticamente en base, de los intereses económicos comunes; por falta de cultura política las masas se hacen caudillistas y para resolver sus problemas van en busca de “candidatos” que sean personas “cultas y de buenos sentimientos”; por falta de cultura política ignoran el origen económico-social del auge de la influencia religiosa en el país; por falta de cultura política estas masas defienden como propios intereses que les son ajenos, o apoyan sorpresivamente consignas como la de la “integración económica centroamericana”, recubierta hoy día con el manto del “unionismo” clásico, sin calibrar conscientemente los peligros inmediatos que de ella derivan. Y, finalmente, por falta de cultura política las masas se dejan arrastrar dócilmente por los caminos de la solución empírica de algunos de sus más inmediatos problemas urgentes pero subalternos, desoyendo el llamado profundo de la corriente fundamental del desarrollo histórico.
Poner en línea de consecuencia la lucha por el interés económico inmediato de las masas trabajadoras, con la lucha por los objetivos históricos finales del desarrollo democrático, he allí el papel revolucionario de la teoría política en los países atrasados como el nuestro.
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Antes de poner punto final a este capítulo debernos explicar, en unas cuantas palabras, la razón por la cual el campo de estudio de este Ensayo abarca únicamente el período de los últimos treinta años.
Está dicho que la ley que preside actualmente el desarrollo histórico en El Salvador es la contradicción que existe, desde hace algún tiempo, entre el capitalismo industrial— Industria Nacional de Transformación—, y el capitalismo agrario de exportación representado por el café4, y hemos afirmado también que esta contradicción se ha convertido ya en una lucha sin tregua por el control del poder del Estado. 4. Las luchas intestinas entre sectores de una misma clase no son nuevas en la historia. “En a antigua Roma la lucha de clases solo se ventilaba entre una minoría privilegiada- entre libres ricos y los libres pobres- mientras la gran masa de la población, los esclavos, formaban un pedestal puramente pasivo para aquellos luchadores.” C. Marx. Prólogo ala 11ª. Edición alemana del XVIII Brumario de Luis Bonaparte.
Cuando la industria salvadoreña de transformación cubría sus, primeras etapas y la producción del café alcanzaba ya un alto nivel de desarrollo, tal contradicción resultaba incipiente, débil, y por ese motivo no lograba todavía proyectarse en el plano de la lucha política. Cuando el capitalismo industrial comenzó a superar la etapa manufacturera y a sentir la necesidad de crearse un mercado interno, se hizo inevitable el choque de sus intereses con la política de bajos salarios de la Oligarquía Cafetalera, y la lucha por el control del poder del Estado, al hacerse inevitable y necesaria, se convirtió en la ley que habría de regir, por un cierto tiempo, el desarrollo de nuestro proceso histórico.
Este “cierto tiempo”, que abarca hasta hoy treinta años, aproximadamente, constituye el período histórico a que se refiere nuestro análisis. En el período precedente la contradicción y la ley fueron otras, como otras serán la contradicción y la ley en el período siguiente. Por tanto uno y otros períodos, el anterior y el que vendrá, quedan cronológicamente al margen de los limitados propósitos de este Ensayo.
Capítulo V
HACIA LA DEMOCRACIA POR LA INDUSTRIALIZACIÓN
Un documento sensacional: El Informe de los Técnicos de las Naciones Unidas (1951-53). Contenido económico – social, político y pedagógico del Informe. Fracaso de la Oligarquía Cafetalera como clase gobernante. Algunas responsabilidades históricas. Tareas que el Informe plantea a las fuerzas democráticas.
EN JULIO de 1951 el gobierno de El Salvador, de una parte y las Naciones Unidas, de otra, firmaron el acuerdo por el cual las Organizaciones Especializadas de la ONU, harían extensivos a nuestro país los beneficios del Programa de Ayuda Técnica en Materia de Desarrollo Económico y Social. Fue así cómo expertos de la ONU, especializados en Asistencia y Bienestar Social, Vivienda, Geología, Agrotécnica, Puertos, Economía Industrial, Finanzas, Comercio, etc., vinieron al país a estudiarlo en sus aspectos más fundamentales, no sólo para hacer inventario y balance de sus existencias reales, sino también para establecer científicamente las posibilidades de su más rápido y armónico desarrollo.
El trabajo de esta Misión fue recogido y condensado en el Informe del Jefe de la misma, doctor W. J. Fewerlein, y posteriormente publicado por el Ministerio de Economía con el título de Medidas Propuestas Para Fomentar el Desarrollo Económico de El Salvador.1 1. Revista de Economía, Ns. 13-56, tomo V, 1953
Por su contenido el Informe es un documento objetivo y trascendente y por su origen está protegido contra toda sospecha de malévola parcialidad. En él se hace un diagnóstico realista de los males que aquejan al país, se prevén males aún más graves que nos amenazan en el próximo futuro, y se señalan con claridad y responsabilidad los medios y métodos más racionales y expeditos para curarlos y prevenirlos.
En este Informe queda probado exhaustivamente que El Salvador es hoy día un país acogotado y extenuado por una crisis de progresiva gravedad, y que la economía cafetalera, base de la estructura económica nacional, pese a la situación privilegiada en que se ha desenvuelto últimamente, gracias a los precios casi providenciales del café en el mercado mundial, no responde a las grandes necesidades humanas del país, por dos razones: una porque la masa decisiva de la población salvadoreña, que vive y trabaja en las áreas rurales el 80% del total de los habitantes del país, no ha mejorado en nada sus condiciones de trabajo y de vida (remuneración, vivienda, ración alimenticia, desamparo legal, prohibición de la organización sindical, etc.), y otra, porque la política de los gobiernos cafetaleros, llevada a los peores extremos de imprevisión, recortó excesivamente las posibilidades materiales de la producción de alimentos básicos como el maíz, el arroz, el frijol, el maicillo, que constituye la dieta ordinaria de la población.
Los técnicos de las Naciones Unidas, hablando en términos generales de desarrollo afirman, por otra parte, que “la distribución desigual de los ingresos, y por consiguiente el bajo poder adquisitivo de la población”, plantea problemas tan agudos que, para resolverlos, “será necesario adoptar medidas para que la población rural (mozos colonos, obreros agrícolas, campesinos pobres, etc.), mejoren sus posibilidades de ganar mayores sumas de dinero a través de un cambio en la distribución de los recursos del país”. El paréntesis es nuestro.
El simple enunciado de esta proposición proyecta gran luz sobre el problema salvadoreño, pero los expertos de la ONU no se detuvieron allí, y cuando comprobaron en el curso de su investigación que el noventidos por ciento (92%) de los habitantes recibe en El Salvador solamente el cuarenta y ocho por ciento (48%) del Producto Nacional Bruto, mientras que el ocho por ciento restante toma sólo él más de la mitad de ese producto, no pudieron por menos que dejar constancia de su hallazgo con estas sugeridoras y definitivas palabras: “Esta disposición de los ingresos se encuentra estrechamente vinculada con la desproporcionada distribución de la tierra y con el sistema de no conceder a los trabajadores una porción adecuada de las ventas al exterior.”
Y cuando los expertos de la ONU establecieron, con la mayor precisión a su alcance, los índices demográficos del país – los más alto de América Continental- , y el ritmo acelerado de su crecimiento, así como también el grado de dependencia del país con respecto de la exportación de un solo producto el café y las limitadas reservas naturales disponibles, ellos llegaron a la conclusión de que es absolutamente indispensable para el país, primero, el desarrollo de “un vasto” programa de diversificación y tecnificación de la producción agrícola, segundo, “el desarrollo de la industrialización del país, etapa nueva que puede llegar a ser la solución básica de muchos problemas”, y tercero, la promoción del mercado interno mediante “la elevación de los salarios del grupo de la población que tiene ingresos más bajos”, esto es, de la inmensa masa de los salvadoreños que trabajan fundamentalmente en las plantaciones del café y en sus anexos industriales, los “beneficios” y el transporte.
Los técnicos de las Naciones Unidas afirman, pues, que El Salvador está en una encrucijada, y esa afirmación suya supone una alternativa: o se adoptan las medidas económico-sociales que los expertos de la ONU han propuesto, y la crisis del país se alivia, o las cosan continúan como antes, ¡como hasta hoy!, y la crisis no tiene solución posible. Este es el contenido económico-social del Informe.
¡MÁS ALTOS SALARIOS Y JORNALES EN LAS PLANTACIONES! He aquí una prueba de que el lenguaje técnico, académico en el más alto sentido, no es aquel que se eleva en espirales de abstracción por encima de las necesidades humanas de los pueblos, sino precisamente aquel que las consultas y las sirve. ¡MÁS ALTOS JORNALES Y SALARIOS EN LAS PLANTACIONES! ¿Quién habla este lenguaje tan fuera de uso en El Salvador? ¿Quién propone así, tan abiertamente, tan temerariamente, un reajuste general, popular, en la distribución de la Renta Nacional? ¿Quién promueve y con qué autoridad esa demanda básica del progreso democrático salvadoreño? ¿Quién propone heréticamente que se adopten medidas de desarrollo que necesariamente habrían de dañar los sagrados intereses de la ganancia de los cafetaleros? ¿Es que los comunistas, con “sus tortuosas tácticas” han levantado tribuna en la Revista del Ministerio de Economía para divulgar en ella sus vituperables “consignas” exóticas? ¿Acaso no son ellos los únicos que han sostenido que en El Salvador es ya un imperativo de la historia el darle contenido económico y social al cascarón vacío de nuestra “democracia”?
¡NO! Los que así se han expresado son los técnicos de las Naciones Unidas, y lo han hecho con la autoridad moral y científica de la Organización que representan. Y si por decir las mismas cosas que dicen ahora los expertos de la ONU, se ha difamado, encarcelado, asesinado, perseguido y deportado a miles de patriotas cuando la dictadura de la Oligarquía Cafetalera era omnipotente ¿no resulta de veras extraño y paradojal que el régimen político surgido en diciembre de 1948, haya tenido que pagar a gentes extrañas para que viniesen a decir que las víctimas tenían razón?
El lenguaje técnico de los expertos de la ONU -la alternativa económico-social por ellos propuesta- puede ser traducido fácilmente al lenguaje político, sólo que al hacerlo la disyuntiva debe formularse así: o el poder político del Estado está total o parcialmente en manos de la Oligarquía Cafetalera (el Trust), con todas las consecuencias reaccionarias que tal situación trae consigo, y el problema nacional se agrava, o este poder político pasa a manos de las clases y sectores sociales interesados en el desarrollo industrial del país, con todas las consecuencias progresistas y democráticas que este cambio supone. Este es el contenido político del Informe.4
Desde luego, sería absurdo e incluso de mala fe pensar que la pugna política por el control del poder político está planteada, en El Salvador, en términos de capitalismo contra socialismo o comunismo. En nuestro país el conflicto está planteado en términos de lucha entre la “Democracia” Cafetalera, agraria, oligárquica y feudal, contra la Democracia Industrial, capitalista, o democracia sin adjetivos, propiamente dicha. Más aún, en El Salvador no puede haber democratización alguna si ella no se asienta firmemente en la premisa económica del desarrollo industrial, lo cual equivale a decir que nuestra democracia será en todo caso la expresión política de nuestra industrialización. La historia americana está llena de ejemplos que prueban abundantemente que la democracia que no logra asideros en la industria, que no ha vencido políticamente a las oligarquías productoras y exportadoras de materias primas, y cuya economía vegeta: entre una industria manufacturera o artesanal y una agricultura feudalizada (Argentina, Colombia, Guatemala, Venezuela, Cuba, etc.), estará siempre amenazada en su estabilidad por los embates contrarrevolucionarios de las oligarquías agrarias y de su poderoso aliado el imperialismo norte-americano.
Mas, como la Democracia Burguesa no plantea ningún cambio profundo en la estructura económica de la sociedad, resulta que en nuestro país no está en juego la propiedad privada en general, ni la propiedad privada de las fincas de café en particular, sino únicamente la utilización del poder del Estado bien al servicio de la Oligarquía Cafetalera y del imperialismo, contra los intereses de la República, o bien al servicio del desarrollo industrial independiente del país en favor de los intereses de la democracia.
Si al cabo de esta lucha el poder político llegase a quedar en manos de los cafetaleros, éstos seguirían utilizando al Estado, como es natural y tradicional, contra todo propósito de elevar los salarios y jornales de los trabajadores en sus plantaciones, y contra toda clase de libertades y derechos del pueblo. En cambio, si las fuerzas progresistas, apoyándose en las demandas de la industria y del pueblo, logran controlar adecuadamente el poder, lo natural sería que lo empleasen en la promoción de nuevas relaciones de producción, a través de una política de aumento de la capacidad de compra del mercado interno, y mediante la liquidación más completa de los densos residuos de semiservidumbre, que agobian la existencia de las masas trabajadoras en el campo y de la elevación de los salarios y jornales de los trabajadores de las plantaciones.
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Volviendo al Informe de los Técnicos de las Naciones Unidas, cuyas derivaciones políticas hemos bosquejado ligeramente, debe anotarse, además, que en él no se plantea el problema económico-social de El Salvador en términos de ninguna clase de planes asistenciales o de beneficencia, tan del agrado de los ideólogos y “filántropos” de la Oligarquía. Ellos abordan el problema en sus aspectos económicos fundamentales, en el entendido de que los problemas de la historia salvadoreña reclaman soluciones históricas y no purgantes para las lombrices ni quininas para “las calenturas”….
Antes de que se diese publicidad al Informe de los expertos de la ONU, toda la actividad política en este país tuvo que ser necesariamente empírica, anticientífica, demagógica. Ni siquiera los sectores políticos más avanzados estuvieron antes de entonces en condiciones de elaborar científicamente sus programas ni su táctica, aun cuando no ignorasen, en tesis general, ni el carácter ni la mecánica de las fuerzas que impulsan el desarrollo histórico, ya que en el país se carecía en absoluto de las premisas técnicas necesarias para hacer de la política una actividad científica.
La escasa y dispersa información estadística de que podía disponerse, nunca antes fue sometida a un trabajo de sistematización como el llevado a cabo por los expertos de la ONU, de modo que nadie podía estar en posibilidad de señalar, con precisión y responsabilidad, el grado de madurez y gravedad de los problemas nacionales, esto es, de los problemas que afectan los niveles de existencia de las grandes masas de la población, y nadie podía, en consecuencia, elaborar una línea política correcta para resolverlos. En tales circunstancias la actividad política no podía pasar de ser una actividad peligrosa para los hombres de buena fe, o un mero entretenimiento de los demagogos y truhanes de la Oligarquía.
Antes de conocerse el Informe de los técnicos de la ONU, los “partidos políticos”, formulaban sus programas con las promesas o simples preconceptos doctrinarios de sus dirigentes sobre la realidad salvadoreña, realidad que les era totalmente desconocida porque faltaba la información estratigráfica, la radiografía, de esa realidad. Hoy día esa información existe y una vez que el pueblo llegue a conocerla y comprenderla, ya no será posible que sus políticos le hablen otro lenguaje que no sea el de los verdaderos y cardinales intereses del pueblo.
La publicación del Informe marca, pues, el momento en que la política en El Salvador rompe su cascarón casuístico, se libera del empirismo y pasa a convertirse en una ciencia, en la ciencia más importante para el país en la actualidad. Este es el contenido pedagógico del Informe.
Los políticos tradicionalistas, los viejos y los jóvenes, ya no podrán ignorar el drama económico-social del país, ni engolar la voz en ridículas arengas de falso desinterés y patriotismo, de espíritu progresista y de “amor al pueblo”; ya no podrán ignorar el hambre de los salvadoreños ni la naturaleza y el carácter verdaderos de la injusticia reinante. Para ser escuchados por las masas, estos políticos tendrán que señalar abiertamente a la Oligarquía Cafetalera como el factor principal del hambre y la injusticia, y proclamar, como lo han hecho los expertos de la ONU, que el progreso del pueblo es incompatible con la distribución actual de la Renta Nacional y con la semiesclavitud en que viven los trabajadores del campo.
En la nueva situación se impone una nueva conducta y un nuevo estilo al dirigente político. En lo sucesivo los problemas del país tendrán que ser abordados por lo menos en los mismos términos de objetividad con que fueron planteados por los expertos de las Naciones Unidas, y las soluciones que se propongan habrán de coincidir, por lo menos, con las que éstos han recomendado. El engaño de las masas podrá ciertamente prolongarse por más tiempo aún, pero ello será posible sólo a condición de que tales masas sigan ignorando el contenido del Informe.
Algunas Responsabilidades Históricas. Por la proyección democrática que tiene este documento el Informe bien pudiera pensarse que sus argumentaciones y conclusiones son ya conocidas de la generalidad de los salvadoreños, o cuando menos de los círculos intelectuales a los que se supone ligados al estudio de los problemas del país. Sin embargo, no es así. Fuera de un texto a mimeógrafo, “confidencial”, del Ministerio de Economía, y del capítulo correspondiente de la Revista de Economía del propio Ministerio, que por su carácter y volumen es impropia para fines de vulgarización, no se ha desarrollado en el país ninguna otra actividad en favor de la divulgación del Informe.
Pese a la importancia de primer orden de este documento el pueblo salvadoreño no conoce aún su contenido y ni siquiera ha tomado nota de su existencia. Nadie en el país se ha preocupado por divulgarlo y mucho menos por comentarlo o discutirlo públicamente para indagar si lo que en él se afirma es verdad o mentira, o para establecer siquiera si la calidad del trabajo encomendado a la Misión de la ONU justifica el gasto que se hizo para financiarlo.
Los intelectuales salvadoreños lo han ignorado en absoluto, y la misma prensa diaria, que con frecuencia se auto llama “expresión de la Opinión Pública y defensora de sus intereses”, esta vez, como otras muchas en que se hizo necesario dar a conocer al pueblo lo más elemental y cotidiano de su realidad económica y social, ha mostrado una indiferencia tal que una miaja de malicia bastaría para identificarla como una conspiración de silencio, deliberadamente concebida y calculada, para impedir que el contenido del Informe trascienda a las masas de la población.
¿Hay alguna razón que justifique sospecha tan grave, que tan directamente mancilla la dignidad de la prensa salvadoreña? Veamos desde hace treinta años, o más, el café es en El Salvador el producto más importante de la Economía Nacional, y la vida entera del país está impregnada de esa realidad. Los ingresos de las empresas comerciales la prensa entre ellas provienen directa o indirectamente de las fuentes del Trust cafetalero, en torno de las cuales gira el mayor volumen del tráfico nacional, y los gobiernos oligárquicos que el país ha sufrido en este período no han tenido otra tarea, ni han conocido otra preocupación que la de servir incondicional y excluyentemente los intereses de la Oligarquía Cafetalera.
Ahora bien, estos gobiernos ¿No contaron siempre con la colaboración de la prensa diaria del país para confundir a la opinión pública, dando rango de interés nacional a lo que era sólo interés de la Oligarquía? ¿Acaso no es verdad que una de las entretenciones predilectas de esta prensa ha consistido en calumniar a los demócratas opositores de la Oligarquía y en desnaturalizar uno a uno los propósitos de mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores?5
Pues bien, el Informe de los expertos de la ONU, sin ellos proponérselo y sólo en razón de su objetividad, proclama el fracaso de la Oligarquía Cafetalera como clase gobernante, pone de relieve la naturaleza antiprogresista de las relaciones de producción en que se asienta su privilegio y su poder, y de paso, entre líneas, el Informe deja en situación harto comprometida a las personas, grupos, instituciones y empresas la prensa entre ellas, que han colaborado con los gobiernos cafetaleros para llevar al país a su actual desastre económico y al atolladero político a los que fatalmente habría de arrastrarlo una política económica la de la Oligarquía, monstruosamente unilateral y antidemocrática. Consciente de su culpabilidad, la prensa salvadoreña ha eludido el tema del Informe, como el ladrón huye del sitio en que cometió el crimen.
Esta y no otra es la razón del sello de silencio que la prensa, y con ella toda la intelectualidad cafetalera, abogados, publicistas, literatos, políticos, han puesto sobre las páginas del Informe de los expertos de la ONU.
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De todo lo dicho arriba se desprende que una de las tareas principales de los sectores democráticos y progresistas del país, ha de consistir en divulgar y desarrollar hasta sus últimas consecuencias democráticas las consideraciones y conclusiones del Informe, a fin de ganar el apoyo consciente de las masas en favor de la industrialización del país.
Más de trescientos mil obreros agrícolas y jornaleros de las plantaciones cafetaleras, azucareras, algodoneras, henequeneras, necesitan elevar el nivel actual de sus salarios; decenas de miles de pequeños propietarios agrícolas necesitan asistencia técnica y crédito para promover la producción y el mejoramiento de sus ingresos; decenas de miles de mozos colonos necesitan todavía romper la coyunda de la explotación semifeudal a que se hallan sometidos; miles de pequeños, minúsculos comerciantes, necesitan ampliar sus negocios, y, finalmente, decenas de miles de obreros de la industria urbana necesitan con la mayor urgencia elevar sus actuales niveles de salario. Todo el pueblo debe comprender que la industrialización es el único camino de que se dispone históricamente para dar satisfacción a las demandas básicas de la nación salvadoreña (progreso social y económico, libertad e independencia) y que la democracia con que el pueblo sueña sólo será realizable en la medida en que hagamos caminar al país por la vía de la industrialización.
Por su parte, los industriales mismos deben comprender que la lucha por la industrialización es fundamentalmente una lucha política y que el éxito final de tamaña empresa sólo estará asegurado el día en que el poder político esté firmemente asegurado en las manos de las clases y sectores sociales interesados en el progreso del país.
Todas las demandas vitales del pueblo salvadoreño concurren a forzar la creación de un mercado interno capaz de satisfacer las necesidades de la industrialización del país, hacia la sustitución de las viejas relaciones de producción semifeudales, por otras nuevas, capitalistas, más en consonancia con las exigencias del progreso nacional, y hacia la diversificación del mercado internacional para sus productos de exportación, con el fin de romper las ataduras que supeditan la economía del país al mercado norteamericano y que lo hacen políticamente vasallo de los Estados Unidos.
Capítulo VI
QUIÉN HACE Y CÓMO SE HACE LA HISTORIA EN EL SALVADOR
El pueblo y sus dirigentes-Consecuencias políticas de la crisis mundial de 1929-la Insurrección campesina de 1932 abanderada de progreso histórico-La “dictadura” como necesidad histórica de la Oligarquía- Primera derrota de la dictadura (abril y mayo de 1944) –El “romerismo”. Restauración de la dictadura. Segunda derrota de la Oligarquía (14 de diciembre de 1948). Perspectivas
LOS PUEBLOS hacen su historia, es cierto, pero casi nunca saben cómo se hace. El saberlo ha sido privilegio de pequeñas minorías de las clases dominantes, que ponen al servicio de sus intereses de clase la actividad política inconsciente de las masas. Las masas caminan conducidas por aquellas minorías sin saber si sus conductores son revolucionarios o reaccionarios, si son progresistas o retrógrados; su incapacidad para comprender el proceso histórico no les permite ver hacia dónde ni por dónde caminan, y de ahí que los resultados de su actividad política sean por regla general contrarios a sus intereses.
Para evitar o reducir al mínimo estos desengaños es preciso que los dirigentes populares aprendan a deslindar, en cada momento y en cada situación dados, los campos de lo viejo y lo nuevo, de “lo vital y lo caduco”, de lo progresivo y lo reaccionario, ya que sin adquirir conciencia de estos problemas, ni las masas ni sus dirigentes estarán nunca en situación de influir provechosamente en la dirección y velocidad del proceso histórico.
Se comprende que la posibilidad de influir en el desarrollo de este proceso no depende exclusiva ni esencialmente de la voluntad de los individuos. Estos, cuando aparecen en escena, tienen ya su escenario, esto es, un marco de circunstancias heredado de las generaciones precedentes, dentro del cual deben actuar, un cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, una cierta cultura y un nivel determinado de conciencia política de las masas; en una palabra, ya tienen un modo de existir fijado de antemano. De aquí que para influir provechosamente en la orientación y ritmo del desarrollo histórico, en un momento dado, los individuos, las masas y sus dirigentes, deben partir de su particular legado histórico, es decir, del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, del carácter de las relaciones de producción existentes, del modo de existir de cada pueblo, del grado de organización de las masas populares y de su capacidad para comprender, en ese momento, cuáles son y hacia dónde apuntan sus intereses históricos cardinales.
Ahora bien ¿Cuál es en El Salvador nuestro escenario? ¿Cuál es la herencia recibida de las generaciones pasadas y el modo de existir de nuestro pueblo, en lo económico, en lo social y en lo político? ¿Cuál ha de ser nuestro punto de partida para comprender la situación actual e influir en la dirección de las luchas históricas del futuro?
Ya en otra ocasión hemos dicho que la situación actual en El Salvador se caracteriza, fundamentalmente, por la pugna que de modo natural existe entre las relaciones de producción modernas del capitalismo industrial en auge, y las fuerzas del capitalismo agrario en decadencia, representadas por el Trust del café. Esta situación analizada con algún detalle en el capítulo II, es el escenario en que nos toca actuar. La pugna de que hablamos no es reciente, comenzó hace un poco más de treinta años, y es obvio que, al principio, fue difícil adquirir conciencia de la naturaleza y aún de la existencia misma de esta lucha, porque ella no había alcanzado aún la virulencia ni la violencia que la han caracterizado en los últimos tiempos.
Para preservar sus privilegios e intereses, la Oligarquía Cafetalera se atrincheró oportunamente en el poder político del Estado, y se organizó como clase dominante en una poderosa “Asociación Cafetalera” investida de poderes estatales, desde cuyas oficinas fueron dirigidas, a partir de entonces, todas las instancias de la política gubernamental, que en lo sucesivo quedó identificada y confundida con la política de la Asociación Cafetalera. Si los salarios bajos eran requisito importante de la ganancia de los cafetaleros, la política estatal-cafetalera consistía en impedir por todos los medios legales, policíacos, administrativos, el alza de los salarios; si la rebaja de los impuestos de exportación del café era otro requisito de la ganancia, la política se orientaba hacia la baja de los impuestos respectivos; si el despojo de los pequeños y medianos productores agrícolas era otra exigencia de la ganancia, el Estado Cafetalero autorizaba una política crediticia de extorsión al pequeño productor; si las grandes cafetaleros necesitaban créditos y luego moratorias, el Estado entregaba a la Oligarquía el control de la banca y ésta resolvía satisfactoriamente esos problemas; si los trabajadores agrícolas y trabajadores en general intentaban asociarse para luchar por sus demandas económicas, la Democracia Cafetalera respondía invariablemente con una política de terror y dispersión de los trabajadores; si la Oligarquía consideraba necesario adormecer y domesticar espiritualmente el descontento y la combatividad de los trabajadores, la política consistía en importar y producir clérigos, en fundar escuelas confesionales y dar toda clase de preeminencias a la Iglesia Católica hasta, convertirla por el desván en un nuevo y efectivo poder del Estado. Y si los empresarios de la industria manufacturera, obligados a vegetar ante un mercado interno empobrecido, y los trabajadores de las plantaciones se quejaban de la situación, la política de la Oligarquía consistía entonces en provocar a las masas, empujándolas a la acción directa, como en enero de 1932 y en levantar el fantasma del “comunismo”, consagrado desde entonces como recurso y justificación supremos de toda política reaccionaria en el país.
Desde 1932 la Democracia Cafetalera ha mantenido a El Salvador bajo “el miedo constante a los espantos de la anarquía roja”, y bajo el signo de ese temor no sólo pudo asegurar para sí por muchos años el ejercicio despótico del poder, sino también desnaturalizar la esencia de la democracia como sistema de gobierno y justificar los más grandes crímenes contra la voluntad del pueblo.
Desde aquella época “la lucha contra el comunismo” es la lápida que oculta la carroña de la República Liberal, y mal disimula los rasgos de la Democracia Cafetalera.
Desde luego, la Oligarquía Cafetalera no ha dicho nunca que se opone al desarrollo de la industria, porque eso equivaldría a mostrar; traicionándose a sí misma, las cartas secretas de su juego político; le ha bastado con bloquear el mejoramiento de las condiciones del mercado interno, a través de una política de bajos salarios, para que la industria resultara a la postre totalmente paralizada.
Esta política, cínica y cautelosa a la vez, se hizo más negativa y reaccionaria en los años que siguieron a la aparición de la crisis mundial de 1929, la cual provocó la depreciación del café en los mercados extranjeros. El Trust del café, apoyándose en los latifundistas, que viven de la explotación del mozo colono y de las altas rentas de la tierra, no encontró medio más apropiado para apuntalar un poco sus ganancias, que descargar sobre los obreros agrícolas y los pequeños productores todo el peso de la crisis. Los salarios y jornales fueran reducidos a límites increíbles, el paro forzoso se generalizó, los campesinos emigraron de sus lares y comenzaron a errar por los caminos en todas direcciones en inútil busca de oportunidades de trabajo. La desocupación en masa en la ciudad y en el campo, dio todavía a los cafetaleros nuevas oportunidades de acentuar la explotación reduciendo más y más los niveles del salario.
Hasta el momento de producirse la crisis la Oligarquía no tuvo dificultades para jugar desaprensivamente a la Democracia (administración Romero Bosque); sus negocios eran prósperos y la situación creaba un relativo margen de libertad política. Mas, cuando los intereses económicos de la Oligarquía comenzaron a zozobrar en la marejada de la crisis mundial, saltaron en pedazos todos los equívocos y eufemismos, y las clases sociales, cada una por su lado, mostraron su verdadera e inconfundible fisonomía política. Las fuerzas económicas del café habían agotado su impulso progresista y los azares del mercado mundial las empujaban cada vez más a un abismo de reacción .y decadencia. La economía cafetalera era fuerte sólo en apariencia y al primer impacto de la crisis se cuarteó totalmente, poniendo de relieve no sólo su debilidad interna sino también la dependencia real del país con respecto del mercado norteamericano y exponiendo a toda la nación a los peligros del hambre y la anarquía.
La imprevisión de la Oligarquía cafetalera, como clase dominante, había bloqueado el desarrollo de nuevas fuentes de riqueza en la agricultura y la industria, y el café apareció de pronto como una muralla infranqueable ante las necesidades cada vez más apremiantes de la nación salvadoreña.
Las fuerzas sociales y políticas del café se alzaron entonces como un gran obstáculo ante el progreso general del país, e inmediatamente entraron en pugna con el bienestar de todo el pueblo, y con el precario régimen de libertad de la nación salvadoreña.
La dictadura política apareció, así, como una necesidad histórica de la Oligarquía cafetalera. Desde aquel momento la vida política salvadoreña ha sido una sucesión ininterrumpida de asesinatos personales y en masa, de atropellos, arbitrariedades y persecuciones de toda especie, sin que por largos años apareciera un solo periódico, una sola organización democrática, un solo partido democrático, que asumieran la tarea de esclarecer los problemas del país y de denunciar y combatir los crímenes de la dictadura. Contra esa situación y contra esa política comenzaron a luchar, sin organización, sin aliados, sin dirigentes, los campesinos arruinados y los obreros agrícolas, que eran los que más sufrían las consecuencias de la crisis.
INSURRECCIÓN CAMPESINA DE 1932
A fines de 1931, la protesta incipiente y espontánea de los trabajadores del campo se había convertido ya, a través de acciones aisladas en el Occidente del país, la zona cafetalera por excelencia, en un movimiento huelguístico de impulso y proporción desconocidos. El gobierno del señor Arturo Araujo, sorprendido por la crisis en plena francachela “democrática”, no “estaba preparado” para contener la ola de creciente anarquía y vacilaba, ante la envergadura del movimiento de masas, entre la represión abierta y la aplicación de medidas de carácter legal y demagógico. Las acciones de masas arreciaron envolviendo a decenas de miles de trabajadores, que pasaban insensiblemente de sus demandas de carácter económico a acciones políticas directas.
Los cafetaleros estaban alarmados y no se sentían seguros con la política vacilante del gobierno, de manera que pronto se orientaron hacia la sustitución de Araujo por un presidente más enérgico. El “hombre” que la Oligarquía Cafetalera necesitaba en el gobierno tenía que ser un ente sin escrúpulos políticos de ninguna especie. El general Maximiliano Hernández Martínez respondía a esa y a otras exigencias, ya que por su ubicación constitucional dentro del gobierno era entonces vicepresidente de la República, estaba en condiciones de asumir el mando en la primera oportunidad. Se preparó un golpe de Estado ad-hoc, dirigido desde la Embajada Norteamericana; Araujo salió del país y Hernández Martínez fue formalmente encarcelado con el fin de diluir toda sospecha sobre su participación en la felonía. De la cárcel pasó “legalmente” a la Presidencia de la República en diciembre de 1931. Desde ese momento Hernández Martínez se entregó con increíble tesón a preparar la maquinaria represiva del Estado Policía, Guardia Nacional, Ejército, jueces, Estado de Sitio, etc. con irreductible determinación de aplastar a sangre y fuego el movimiento de las masas campesinas.
El Partido Comunista, que en El Salvador estaba constituido apenas por un pequeño grupo de hombres abnegados, pero ideológica y políticamente débiles, hizo esfuerzos sobre-humanos para ponerse al frente del movimiento popular y encauzar en alguna forma al descontento de las masas. Pero fracasó en su intento. La insurrección, hábilmente provocada por el gobierno, que se negó a reconocer el triunfo de los trabajadores en unas elecciones municipales, estalló en varios departamentos el 22 de enero de 1932. La masa insurreccional arrasó literalmente toda posibilidad de ser dirigida, explayándose en amplias y caóticas acciones semiarmadas que fueron rápida y sangrientamente barridas y aplastadas por las fuerzas del gobierno.
Esta insurrección campesina, que por la vía más radical exigía cambios en la situación de abyecta miseria en que se debatía el pueblo, coincidía históricamente con los intereses de la naciente burguesía industrial salvadoreña, por cuanto el esfuerzo insurreccional, cualquiera que fuese su manifestación externa, al demandar el mejoramiento de las condiciones de vida de centenares de miles de trabajadores del campo mejores salarios y jornales, “repartos de tierras”, etc., no podía desembocar en otra parte que no fuera el fortalecimiento del mercado interno para los productos de la industria nacional.
De aquí se infiere que esta insurrección no sólo no fue, en el fondo, un movimiento contra el capitalismo, sino más bien un aliado suyo, ya que, por primera vez en la historia del país, se intentaba una acción de tal envergadura para promover, no importa si inconscientemente, el desarrollo más rápido y en gran escala del capitalismo salvadoreño.
Pero las fuerzas de la industria eran en aquella época muy débiles económica y políticamente, y sus dirigentes no estaban en aptitud de percibir ni de comprender el profundo contenido económico-social de aquel Movimiento, y por tal motivo, no sólo no colaboraron con los campesinos en armas, sino que aturdidas por la tremenda explosión revolucionaria huyeron torpemente a protegerse ( ?) bajo el toldo de la política reaccionaria de sus enemigos los cafetaleros. Esta capitulación de los industriales consolidó el poder político en manos de los cafetaleros a través de la dictadura del general Hernández Martínez, quien en los primeros meses de su primera administración (la dictadura duró 13 años) ya pudo dar sin resistencias de ninguna especie la siguiente reveladora ley:
“Artículo 1º: Se establece la defensa del café como medida de utilidad pública y por tanto, se declara bajo la protección y salvaguardia del Estado, el cultivo, la producción, el beneficio y la venta del café.”
“Artículo 2: Para los efectos expresados en el artículo anterior se crea una Comisión que se denominará. Oficialmente ‘Comisión de Defensa del Café Salvadoreño’, o C.D.C.S.”
“Artículo 3º: Se encomienda a la Asociación Cafetalera las funciones de la Comisión de Defensa del Café Salvadoreño.”
Desde este momento la Asociación Cafetalera de El Salvador y el Estado Salvadoreño vinieron a ser dos entidades totalmente consubstanciadas, cuya preocupación solidaria y única consistiría en mantener a flote, contra viento y marea, los intereses económicos de la Oligarquía.
Esta situación paralizó por muchos años el progreso social, económico, político e intelectual del pueblo salvadoreño. Por su parte, los dirigentes del campo insurreccional tampoco dieron muestras de haber comprendido la situación, tanto más difícil de entender cuanto que en aquella época la falta de madurez de las relaciones capitalistas en El Salvador, no permitían disponer siquiera de un inventario aproximado de la realidad económica del país, ni mucho menos de un esquema de la disposición de las diversas clases sociales en el marco de la economía nacional. Por este motivo la lucha de los trabajadores, fue burda e infantilmente planteada en términos de “Revolución Proletaria”, cuando no en términos de “teoría del reparto”.
El izquierdismo delirante de los dirigentes no permitió a éstos reparar en las características especiales de la fisonomía precapitalista de la economía salvadoreña, ni en la debilidad ideológica y organizativa del proletariado, ni darse cuenta de la existencia de fuerzas sociales nuevas, las de la industria, que por su íntima naturaleza estaban llamadas a ser contrarias, por largo tiempo, a las viejas fuerzas sociales del café.
Como consecuencia de esta incomprensión, los dirigentes políticos de los trabajadores no se plantearon nunca el problema de las alianzas políticas con otras clases, con las cuales era objetivamente posible fortalecer cualitativa y cuantitativamente la lucha de los trabajadores.
Hablando en nombre del proletariado aquellos dirigentes tenían, sin embargo, una concepción estrechamente campesina de la lucha. Su confianza no estaba depositada en los obreros de la incipiente industria manufacturera y agrícola; la suya no era conciencia revolucionaria sino fe, un tanto mesiánica, en caciques indígenas de vieja raíz y fuerte ascendiente en las grandes masas de campesinos empobrecidos, de jornaleros y de mozos colonos. La existencia del proletariado en cuyo nombre hablaban era una simple ilusión en la cabeza de aquellos dirigentes. Esta ilusión los condujo a tomar como fuerza del proletariado lo que sólo era masa campesina soliviantada por la miseria, y a subestimar, de un lado, la política de provocación de la Oligarquía Cafetalera, y de otro, la fuerza de su poder de represión. Desarmada política e ideológicamente la insurrección campesina de 1932 sólo podía marchar al fracaso y fue al fracaso.
Pese a sus grandes debilidades y errores el movimiento insurreccional campesino de 1932, fue la primera gran demostración de que el pueblo salvadoreño había comenzado a ser el protagonista de su propia historia, la cual, en rigor, desde entonces, ya no podrá llamarse propiamente historia si el pueblo en primera línea no sube como actor principal al escenario de los acontecimientos.
Considerando históricamente el problema es posible afirmar que la derrota de 1932, aun cuando hayan sido más de veinte mil los campesinos muertos, no lo fue tanto de los trabajadores como de las fuerzas nuevas, estas, por falta de desarrollo, de las fuerzas sociales de la industria naciente, a la altura de la combatividad y heroísmo de sus más grandes aliados naturales en su época de crecimiento: las masas trabajadoras del campo.
Lo dicho anteriormente nos lleva a las siguientes conclusiones:
1º) La Insurrección Campesina de 1932 marcó el momento en que la Oligarquía Cafetalera, obligada por la caída de los precios del café, abandonó sus limitadas posibilidades democrático-burguesas, y pasó resueltamente a la dictadura como forma política única capaz de contener la indignación de las masas populares;
2º) La inconsecuencia de los industriales hizo posible la derrota de las fuerzas democráticas y el afianzamiento de la Oligarquía Cafetalera en el poder.
Como consecuencia de esa derrota la industria se vio obligada a vegetar por largos años bajo la campana al vacío de la dictadura martinista de los cafetaleros.
AUGE DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO Y DEMOCRÁTICO
Pero las fuerzas productivas no mueren, se desarrollan siempre, a pesar de todos los contratiempos. Es así como diez años más tarde, en 1941, comenzaron a aparecer signos inequívocos de descontento en los círculos industriales y comerciales, y a traducirse en movimientos políticos de carácter subversivo. Era éste el momento en que las fuerzas sociales de la industria comenzaban a separarse del frente reaccionario, a aislarse de sus aliados contra-natura: los cafetaleros. Sin embargo; no fue posible sino en 1944 ver con alguna claridad que la burguesía industrial y comercial aspiraba a una organización política independiente, y a la conquista del poder político para sus propios fines. En abril y mayo de ese año los sectores del capitalismo industrial, aprovechando la coyuntura histórico – universal de la lucha de los pueblo contra el fascismo y por la democracia, irrumpieron en el plano de la lucha abierta contra la dictadura de Hernández Martínez.
Los industriales, los comerciantes, los obreros de la ciudad, los estudiantes, e incluso muchos militares en servicio activo, dieron su apoyo a la subversión y la dictadura martinista de los cafetaleros se vino abajo. Este gran movimiento popular de abril y mayo de 1944 es el que se conoce con el nombre de “movimiento romerista” porque su caudillo más visible era el doctor Arturo Romero.
En ese “momento estelar” de las luchas democráticas en El Salvador, se vio a todo el pueblo obrero, campesinos, clase media firmemente unido a la burguesía industrial, mas no como producto de un acto político deliberado, no porque se comprendiera el papel histórico progresista de las nuevas fuerzas productivas, ni menos como resultado de la acción política, consciente y sistemática de un partido democrático, sino más bien como resultado de una reacción natural y espontánea del pueblo contra los crímenes y desafueros de la dictadura.
En esta ocasión los dirigentes políticos populares tampoco revelaron a las masas la esencia económica (¡el gran secreto!) del conflicto, no obstante que, en aquellos días, la violencia de la lucha había puesto en la superficie de los acontecimientos muchas evidencias objetivas participación personal directa de industriales y comerciantes de un lado, y actividad febril de la Cafetalera, de otro de la naturaleza económico-clasista de la lucha entablada. Está notable falla de dirección se tradujo en graves errores políticos y de táctica, que luego condujeron al movimiento democrático otra vez al fracaso, y se reflejó en la conducta personal de algunos sinceros demócratas que, por no comprender el sentido de aquellos acontecimientos, se retrajeron, vacilaron, e incluso pasaron más tarde inadvertidamente al campo enemigo.
RESTAURACIÓN DE LA DICTADURA
El Gobierno del general Hernández Martínez había caído, pero la poderosa Asociación Cafetalera y su equipo político estaban intactos. Formalmente la dictadura estaba vencida, pero su esencia económico-cafetalera no había sufrido daño.
Esta circunstancia y el hecho de que los dirigentes políticos del campo democrático no estuvieron otra vez a la altura de las circunstancias (militarmente el enemigo estaba dividido, la situación mundial era propicia y el pueblo estaba dispuesto a llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias democráticas), dieron las condiciones para que la Oligarquía Cafetalera recuperara el poder.
Embriagados de triunfo los dirigentes “romeristas” no captaron el peligro que amenazaba desde la Cafetalera. Mientras ellos se orientaban confiados hacia “unas elecciones libres”, la Oligarquía ponía proa hacia un nuevo golpe de Estado.
A los cinco meses de la caída de Hernández Martínez la Oligarquía asaltó otra vez el poder político, poniendo al frente del gobierno al coronel Osmín Aguirre y Salinas. La dictadura cafetalera quedó de nuevo establecida y las fuerzas económicas-sociales de la industria y del progreso democrático se vieron sometidas otra vez a los dictados de la política reaccionaria de la Oligarquía Cafetalera.
Siguiendo el espíritu continuista de sus propios ordenamientos legales, los políticos de la Oligarquía se apresuraron a normalizar “legalmente” la nueva situación de facto, y, para conseguirlo, produjeron una elevación de autoridades supremas en la que el pueblo ya no tuvo ocasión de manifestarse. Con el eficaz concurso de un grupo de candidatos “independientes”, que tuvieron a su cargo la tarea de dividir y subdividir a las fuerzas políticas del romerismo, triunfó “democráticamente” la candidatura de la Cafetalera. Así llegó a la Presidencia de la República el general Salvador Castaneda Castro, heredero y continuador consecuente de la política antidemocrática y procafetalera de Martínez y de Aguirre Salinas. Algunos de los candidatos que habían adversado ( ?) a Castaneda Castro entraron a formar parte de su gobierno.
La Oligarquía había triunfado una vez más, pero las fuerzas sociales y políticas de la industria no quedaron ociosas. Mientras la Oligarquía se preparaba, al finalizar la Administración de Castaneda Castro, para asegurar pacíficamente el disfrute ininterrumpido del poder, los agentes políticos de la industria trabajaban febrilmente, evaluaban la experiencia adquirida en 1944, depuraban su táctica y reagrupaban sus efectivos, con vistas a la toma del poder.
Conociendo la impopularidad de su régimen político, la Oligarquía trató de evadir los riesgos de una elección, y pretendió prolongar el mandato presidencia del general Castaneda Castro mediante el recurso de una “reforma constitucional”. Esta misma maniobra le había producido excelentes resultados cuando se trató de prolongar, en sucesivas ocasiones, el mandato presidencial del general Hernández Martínez.
Empero, aprovechándose de la impopularidad de la proyectada reforma a la Constitución y tomándola como pretexto, las fuerzas de la joven industria dieron a su vez un golpe de Estado el 14 de diciembre de 1948.
Un gran vuelco de situaciones se produjo en los círculos gubernamentales, sólo que entonces, a diferencia de lo ocurrido en abril y mayo del 44, los dirigentes demócratas no se quedaron en la calle haciendo pirotecnia demagógica, sino que se instalaron resueltamente en el poder. Este es el movimiento que se conoce con el discutido nombre de “Revolución de 1948”, que no es sino la versión restringida o la culminación militar golpista de las grandes jornadas democráticas de abril y mayo del 44.
UNA NUEVA POLITICA NACIONAL
Desde aquel momento una nueva orientación en la política nacional se hizo visible. Hasta entonces el interés del país había estado sacrificado al interés de los “barones” del café, con exclusión de los otros sectores de la Economía Nacional; en la nueva situación se trataba, en cambio, de poner el poder político al servicio de los intereses de la Industria. Las fuerzas de la industria comprendían ya que sin el control del poder político no podrían aspirar a nuevos ni más altos planos de desarrollo.
Desde el momento en que los industriales comenzaron a ejercer su influencia en la dirección del poder político; los recursos principales del Estado se pusieron al servicio de la Industria Nacional: se echaron los primeros cimientos energéticos del desarrollo industrial (la CEL); se fundaron escuelas tecnológicas para los fines de la diversificación de la producción industrial y agrícola; se financiaron estudios técnicos de desarrollo económico; se fundó el Instituto de Fomento de la Industria; se dieron leyes de protección a la industria7 y reguladoras de las relaciones obrero-patronales, se impulsó un plan de vialidad y otro de construcción y viviendas para estabilizar a la población trabajadora en las ciudades y zonas importantes de trabajo; nuevas industrias comenzaron a surgir (cemento, textiles, café soluble, plásticos, abonos químicos, etc.) y con ellas toda la economía del país empezó a sentir la influencia vivificante de la industrialización en auges.
Al principio esta política “de posiciones” no colisionó con los intereses de la Oligarquía Cafetalera. Dos razones hubo para ello de una parte la razón económica los nuevos gobernantes no hablaron todavía de “mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del campo, ni de elevar todavía los impuestos de exportación del café y de otra parte, el negocio del café fue particularmente brillante en aquellos años. Esto sirvió para adormecer a la Oligarquía, hasta el punto de impedirle tomar conciencia de los cambios profundos que se estaban operando en el país.
Para muchos dirigentes de la Oligarquía, para muchos dirigentes “demócratas”, e incluso para muchos de la “izquierda”, el golpe de Estado de diciembre de 1948 no era sino el resultado de pequeñas intrigas y ambiciones de camarillas de cuartel, que no tendría ninguna proyección en el plano de la Economía Nacional ni de la política. Estos dirigentes no veían otra diferencia que no fuera formal entre un gobierno presidido por Castaneda Castro, y el nuevo dirigido por un Consejo Cívico-Militar de Gobierno. Uno y otro, se dijo, son de extracción militar y, de consiguiente, el golpe de Estado de diciembre de 1948, solo puede interpretarse correctamente como un asunto doméstico de las Fuerzas Armadas.9 De otra parte la razón política lo que impidió un choque inmediato y a fondo entre la Oligarquía Cafetalera y el nuevo Gobierno, fue que muchos de los viejos políticos y funcionarios de aquélla siguieron ocupando puestos de importancia dentro del equipo gubernamental del nuevo régimen. Esta concesión implicaba una garantía conciliatoria y tranquilizadora para la Oligarquía Cafetalera, una seguridad de que el movimiento democrático y revolucionario, que aspira, entre otras cosas, a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, continuaría tan perseguido como antes; de que las libertades públicas seguirían oprimidas y, sobre todo, de que la situación en el campo bajos salarios y jornales no sería alterada por ningún motivo.
Al llegar a este punto conviene destacar que la situación híbrida e indivisa en que se vio colocado el poder político, es uno de los hechos más interesantes de la historia salvadoreña de los últimos treinta años, cuyo análisis resulta indispensable para juzgar críticamente la naturaleza del régimen surgido del golpe de Estado del 48. La acción militar inicial de este golpe no constituyó en modo alguno un triunfo decisivo sobre la Oligarquía. La situación de los conjurados era visiblemente débil; no tenían de su parte ni el apoyo completo del Ejército ni un respaldo organizado del pueblo. En estas condiciones los políticos de la industria se vieron obligados a compartir con la Oligarquía el ejercicio del poder, creándose así una situación de inestabilidad política que exigía ser tratada con habilidad y discreción para no provocar una ruptura que podría ser fatal. Los cafetaleros retuvieron en sus manos una parte importante del aparato político, lo cual obligó al Consejo de Gobierno primero, y después al Gobierno del presidente Oscar Osorio, a desarrollar una política de compromiso con sus obligadas consecuencias antidemocráticas.
Podría pensarse que no era constructivo, ni democrático ni necesario que las fuerzas políticas de la Industria hicieran tanta concesión peligrosa a la Oligarquía; sin embargo, quien tenga en cuenta la correlación de fuerzas políticas existentes en aquel momento y la precaria situación del Consejo de Gobierno, prácticamente imposibilitado para impedir un contragolpe corno el de Aguirre y Salinas en 1944, no podrá menos que justificar la complaciente aunque repudiable conducta política del nuevo régimen. Esta política tuvo para sus propugnadores por lo menos tres ventajas: a) neutralizó y paralizó la acción política golpista de la Oligarquía Cafetalera; b) impidió que ésta calificara como “comunista” al golpe del 48, lo que hubiera permitido a la reacción oligárquica movilizar en su favor las fuerzas del imperialismo norteamericano y las fuerzas sociales internas políticamente atrasadas; c) lo más importante, permitió la estabilidad política necesaria para ganar tiempo y dedicarlo al desarrollo efectivo de obras materiales básicas importantísimas para el futuro de la Industria, y a la organización de un partido político el PRUD, con la mira de convertirlo en una especie de Partido Revolucionario Institucional mexicano, que garantizase por muchos años la continuidad pacífica de la burguesía industrial en el poder. Mientras se democratizaba el régimen con la promulgación de una nueva Constitución Política y se transformaba en realidad tangible la Hidroeléctrica del Lempa (CEL); mientras se daban leyes de protección a la Industria, mientras los técnicos de las Naciones Unidas trabajaban por iniciativa del nuevo régimen, en la elaboración de un Plan General de Desarrollo Económico del país, mientras surgían nuevas industrias y se desarrollaban las ya existentes, etc., bien podían los boyardos salvadoreños del café continuar entretenidos, a través de sus representantes en algunas dependencias de la Administración Pública, en sus viejos e inicuos juegos antidemocráticos…
Pero he aquí que en la medida en que se ampliaba la base del desarrollo industrial y la capacidad de producción de las empresas fue mayor, se acentuó la contradicción natural entre las necesidades de este crecimiento y las pésimas condiciones del mercado interno. Para el nuevo régimen era cada vez más difícil ocultar el fondo de sus designios económicos y políticos, y la Oligarquía no tardó en percatarse del significado de la situación y en comenzar otra vez, sólo que ahora en condiciones políticas desventajosas, la lucha por la recuperación de las posiciones perdidas en el poder del Estado. Es así como en 1955, luego de algunas tentativas golpistas fracasadas (1952), en las que anduvieron coludidos algunos elementos de la “Oposición Democrática” y aun de la “izquierda”, vemos a la Oligarquía lanzarse a la lucha por el poder en el campo electoral, agitando incluso consignas democráticas radicales que pudieran ganarle algún respaldo en las masas del pueblo.
El estudio crítico de este aspecto de la lucha es sumamente importante porque, a poco que se cale en el problema, se encuentran enseñanzas políticas que pueden ser de mucha utilidad en las luchas democráticas del futuro. La Oligarquía Cafetalera maniobró con mucha habilidad para abrirse camino hacia el poder, y si no logró alcanzar sus objetivos ello se debió únicamente a que su posición política se ha deteriorado a lo largo de muchos años de dictadura, y sus posibilidades no son nada halagüeñas en el campo electoral.
Entre las actividades más notables de la Oligarquía en este período, puede señalarse la siguiente: el Gobierno industrialista del coronel Oscar Osorio, fue vigorosamente acusado, como un todo, por los crímenes antidemocráticos consumados bajo su administración, con el cuidado de ocultar al pueblo la composición híbrida del gobierno, así como del hecho de que algunos de los más calificados acusadores agentes de la Oligarquía en el Régimen del 48 habían sido colaboradores principales hasta fecha reciente de la propia Administración del coronel Osorio.
Es muy difícil deslindar responsabilidades personales y de grupo cuando se examina la conducta de un Gobierno de compromiso frente a determinados problemas. En el presente caso, no podría graduarse la responsabilidad de este o aquel funcionario, en la comisión de tal o cual acto o crimen antidemocrático; en este caso la responsabilidad ha de ser solidaria de la totalidad de los elementos del Gobierno, aun cuando por debajo de la aparente uniformidad de la acción gubernamental se libre una lucha a fondo por cuestiones y posiciones históricas esenciales.
Es imposible hacer un balance matemático de este choque constante y ubicuo entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas, ni tampoco de sus manifestaciones políticas personales; pero, si el análisis de la situación histórica salvadoreña que hemos intentado a lo largo de este ensayo es correcto; si la tesis que sustentamos (oligarquía cafetalera contra capitalismo industrial) es justa, los hechos antidemocráticos que vienen produciéndose desde Diciembre de 1948, hasta la fecha, no tienen una explicación seria, racional y aceptable, que la de ser el resultado de la acción política de los elementos de la oligarquía Cafetalera que han permanecido y aun permanecen, en gran proporción, incrustados en los círculos gubernamentales y en el Partido de Gobierno.
En la lucha electoral la Oligarquía Cafetalera desplegó todas sus fuerzas, todos sus recursos, todo lo que tuvo a disposición dentro y fuera del Gobierno, toda la demagogia, toda la astucia, de que fueron capaces sus agitadores y propagandistas, para reconquistar el poder político, y para darle solución de continuidad al naciente proceso democrático promovido por las fuerzas que propugnan la industrialización del país.
A medida que avanzó la campaña electoral se hizo claro a los políticos de la Oligarquía que el resultado final de las elecciones les sería adverso, y que para ganar el poder se necesitaba de una táctica nueva, extra electoral, la que, a juzgar por los hechos ya conocidos, debía consultar el siguiente proceso: primero, agudización de la campaña de desprestigio del Régimen del 48 y de sus líderes; segundo, unificación en una sola de todas las candidaturas de la Oposición; tercero, agitación de las pasiones políticas más primitivas del pueblo contra la “candidatura oficial”; cuarto, obtención del mayor respaldo posible en los círculos más retrógrados de las Fuerzas Armadas; quinto, boicot de las elecciones para preparar psicológicamente el ánimo de las masas; y sexto, acción directa, subversiva de todas las fuerzas de oposición contra el Gobierno.
Funcionó a satisfacción el plan táctico de los cafetaleros: arreció la campaña de descrédito contra el Régimen, se logró el apoyo de algunos círculos castrenses, se decretó el boicot a las elecciones, se unificó la Oposición en una sola candidatura, pero, a la hora en que fue preciso traducir en hechos las palabras, el pueblo no se movió. Instintivamente y no de otra manera (porque incluso algunos “dirigentes demócratas” llamaban al pueblo al lado de la Oligarquía Cafetalera con el canto de sirena del “oposicionismo”), el pueblo le dio la espalda a la Oposición y, con su conducta pasiva y a veces activa aseguró el triunfo electoral del Régimen del 48 y la continuidad del proceso de democratización económica y política en El Salvador.
Pese al oportunismo de sus dirigentes el pueblo intuyó oportunamente que si en esta lucha llegaban a triunfar los candidatos cafetaleros unidos, las masas trabajadoras del país no podrían esperar racionalmente ninguna mejora, y que las libertades públicas serían nuevamente yuguladas: que los salarios y jornales serían manejados en función de las mayores ganancias de Trust del Café, y que todo el país quedaría expuesto, independientemente de la calidad personal del candidato triunfante, a caer en una versión nueva del “martinato” de los trece años. Así se explica la actitud circunspecta del electorado nacional.
El pueblo no se equivocó en sus apreciaciones y pronto pudo ver cómo, aun dentro del filisteísmo reformista de la política del Régimen del 48, que no destruye todo lo viejo ni tiene fuerzas para acelerar el advenimiento de todo lo nuevo (política de compromiso), la nueva Administración Pública enfocó su interés en nuevos y más amplios objetivos de desarrollo. En lo económico, se dio un nuevo impulso a la electrificación del país (Güija), a las obras de vialidad (Carretera del Litoral), a la Integración Económica Centroamericana (Tratados Múltiples de Libre Comercio), a las obras portuarias (Acajutla), a la libre movilización de capitales de inversión, a nuevas leyes de protección a la Industria, etc.
En lo político, las actuaciones no han sido menos consecuentes: se derogó la “Ley de Defensa del Orden Democrático y Constitucional”; se prescindió de los servicios de conocidos y viejos funcionarios agentes de la Oligarquía; se abrieron las puertas del país, por primera vez en veinticinco años, a la totalidad de los emigrados políticos, y, finalmente, se lanzó por boca del nuevo Presidente de la República, la consigna democrática más importante en esta época: la consigna del MEJORAMIENTO DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LOS TRABAJADORES DEL CAMPO, es decir, la consigna de la habilitación del mercado interno que la Industria Nacional necesita para su desarrollo.
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En rigor aquí debiera ponerse punto final a este capítulo, por cuanto quedan agotados, a nuestro juicio los hechos principales, del período que nos propusimos examinar. Sin embargo, al llegar a este punto, consideramos que nuestro trabajo quedaría lastimosamente mutilado si no intentásemos lanzar la mirada atrevidamente hacia el inmediato futuro, tratando de encontrar, de acuerdo con el método empleado en este ensayo, las líneas probables del desarrollo histórico del país.
Por otra parte, las ideas son por naturaleza militantes y nosotros aspiramos a que las nuestras cumplan su misión.
Decíamos, pues, que ha sido lanzada oficialmente la consigna del mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores del campo, y de todo lo dicho por nosotros se infiere que la realización de esta consigna constituye, por ahora, la única solución históricamente viable de los problemas nacionales de nuestro país. Pero la consigna sola no basta. Para qué deje de ser sólo una proposición vacía y formal, es preciso dotarla de las posibilidades humanas, políticas, técnicas, que tal proposición necesita para traducirse en realizaciones prácticas. La consigna del Presidente de la República, coronel José María Lemus, ciertamente está dirigida a las masas trabajadoras del campo, pero será difícil que los campesinos quieran hacerla suya y tomarla como bandera mientras no se supriman las restricciones legales y extralegales que pesan sobre el derecho de organización campesina.
La política de la burguesía industrial en el poder está llena de inconsecuencias, vacilaciones y temores, y una de las mayores inconsecuencias en esta situación, consiste en mantener vigentes, incluso contra el texto y espíritu de la Constitución Política (1950) las leyes y disposiciones que impiden la organización de los trabajadores del campo, cuya vigencia impide a éstos luchar con eficacia por el mejoramiento de sus condiciones de vida, que son las condiciones ¡repitámoslo mil veces! del mercado interno que la Industria Nacional necesita para su desarrollo.
El éxito de la política democrática del Régimen del 48 en el futuro no dependerá, evidentemente, de la exclusiva voluntad o energía personales de unos u otros hombres del equipo gobernante. El éxito o fracaso de esa política estará condicionado por otras fuerzas: de un lado, frente a los propósitos progresistas del Régimen del 48 se alzará indefectiblemente la Oligarquía Cafetalera, que tratará de frustrarlos por todos los medios, bien por la vía habitual del golpe de Estado, o bien mediante hábiles maniobras, como esa que ya está en marcha que consiste en anular la voluntad del gobernante, y en transformar su consigna de mejoramiento campesino en un bastardo plan filantrópico de carácter asistencial.
De otro lado, la esencia política progresista del Régimen del 48, no es ni puede ser otra que el desarrollo del mercado interno para la industria nacional de transformación, a través de la liquidación de los residuos feudales y de la elevación de los salarios y jornales de los trabajadores del campo (re-distribución del Ingreso Nacional, dicen los expertos de la O.N.U.) El éxito de tal política estará asegurado a condición únicamente de que todas las clases sociales interesadas en promover el desarrollo histórico del país, cierren filas en un solo movimiento, conscientemente dirigido por las clases más avanzadas, que marche a compás con las fuerzas que hoy día garantizan la estabilidad política, y los futuros avances de la Industrialización.
La Oligarquía Cafetalera cuenta con fuerte organización y sería cándido pensar que está ociosa y que capitulará sin lucha. Ella conspira, soborna, instiga y dirige a los elementos suyos que aún no terminan de salir del Gobierno ni de las filas del Partido del Gobierno. La Oligarquía capitaliza el parvulismo político de la pequeña burguesía democrática (los estudiantes, los empleados, los artesanos) y con cualquier pretexto la azuza contra el Régimen; ella provoca el desorden porque en el desorden está la clave de su éxito: si el Gobierno tolera el desorden o es incapaz de controlarlo, esa incapacidad será la causa segura de su caída; y si lo controla y reprime por la fuerza, el pueblo quedará otra vez confundido, el gobierno será indefectiblemente acusado de dictatorial y el camino de la reconquista del poder por la Oligarquía será llano y expedito.
En esta lucha, ¿quién vencerá a quién?
Es difícil responder a esta pregunta, porque, si bien es cierto que las fuerzas progresistas de la Industria son poderosas, en virtud de que tienen de su parte su propia vitalidad histórica y el respaldo potencial de las grandes masas trabajadoras, también es cierto que estas masas están todavía desorientadas, en tanto que la Oligarquía Cafetalera, pese a su debilidad cuantitativa y a su inmenso descrédito político, constituye una fuerza efectiva y potente por la notable uniformidad de sus intereses económicos, por su organización y por la experiencia política adquirida a través de treinta años de dirigir hegemónicamente los asuntos del Estado.
¡No se puede hacer predicciones en este tiempo! Un simple detalle policíaco, un incidente estudiantil cualquiera, un desliz administrativo, serán invariablemente aprovechados políticamente por la Oligarquía Cafetalera, para socavar la popularidad del Régimen del 48, y para instalarse de nuevo en el Poder, hegemónicamente, con una dictadura que hará palidecer el recuerdo de todas las que el pueblo ha padecido. Si esta desgracia nacional llegase a ocurrir por falta de vigilancia de las fuerzas democráticas y falta de buen sentido y energía de los dirigentes políticos del campo progresista (por falta de vigilancia de los hombres del 48 en primer plano); la suerte de los planes de la industrialización y del proceso democrático del país, quedaría otra vez bloqueado por muchos años.
UNA REVOLUCIÓN EN ENTRE DICHO
Para dar por terminado este capítulo, vamos a decir unas cuantas palabras sobre el carácter histórico del Movimiento Cívico-Militar que, en nombre del progreso y la legalidad (industrialización y democracia) puso fin a la dictadura oligárquico-cafetalera del general Salvador Castaneda Castro. Todavía se discute con infantil seriedad si debe darse o no título de “Revolución” a los cambios políticos que se produjeron a raíz de este movimiento. La discusión es aparentemente bizantina a la actividad política del pueblo. ¿Hubo o no Revolución en diciembre de 1948?
Si decimos que la Revolución ¿qué cambios básicos ha generado este movimiento en la estructura económica, social y política del país? ¿Qué hechos suyos podrían servir para identificar y justificar este movimiento como tal? Y a la inversa si decimos que no hubo Revolución ¿podría afirmarse seriamente que las cosas continuaron en El Salvador como hasta diciembre de 1948?
El examen teórico de esta cuestión nos exige evitar tres equívocos: primero, la frivolidad etimológica de quienes han definido el término “revolución” corno “re-evolución”; segundo, la actitud de quienes sin temor a la hipérbole, la llaman “Gloriosa Revolución”; y tercero, la mezquindad sectaria de aquellos que gratuitamente y sin previo análisis le niegan carácter revolucionario o simplemente progresista.
Si analizamos el contenido del Programa inicial de este Movimiento, veremos que en ninguno de sus “Catorce Puntos” se reivindica cambio alguno en las relaciones de producción existentes en el país, ni mucho menos la sustitución de estas relaciones por otras más avanzadas. Esto significa que, por su carácter programático, el Movimiento del 48 no puede ser llamado, en rigor, movimiento revolucionario. Y si examinamos el problema desde el punto de vista de las “fuerzas motrices”, esto es de las fuerzas sociales (las clases) que empujaron la acción de diciembre de 1948, no es difícil comprobar, según se ha visto a lo largo de este ensayo, que lo ocurrido entonces no pasa de ser “una dificultad entre familia”, un conflicto entre dos sectores de la misma burguesía salvadoreña, entre el capitalismo industrial de un lado, y el capitalismo agrario de exportación (el café), de otro. Esto quiere decir que el Movimiento de 1948 no generó ningún desplazamiento de clases sociales en el poder político, y que, por esta otra razón; tampoco le cuadra el calificativo de revolucionario.
El movimiento del 48 no desmontó y ni siquiera desquició las bases económicas del despotismo oligárquico terrateniente, con lo cual dejó intacto el peligro de su restauración, estorbando con ello la marcha del país hacia la democracia. Las formas medioevales de pago en trabajo y en especie, las prestaciones gratuitas y las formas usurarias de crédito que rigen en el campo siguen intactas en el país, y por lo que hace al mercado exterior el movimiento del 48 no ha hecho nada por romper el anillo del mercado imperialista. Por esta razón este movimiento tampoco merece el nombre de Revolución. Sin, embargo, no podemos decir que después de 1948 las cosas en el país continuaron como antes, porque, si bien es cierto que no ha habido cambio en las viejas relaciones de producción semifeudales, ni desplazamiento de clases sociales en el poder, si hubo cambios importantes en la correlación de fuerzas de clase burguesas en el mismo.
En diciembre de 1948 la Oligarquía Cafetalera dejó de ser el sector hegemónico en el poder, gracias a la acción enérgica de las fuerzas sociales y políticas que propugnan la industrialización. En las condiciones de nuestro país este cambio imprime al Movimiento del 48 un cierto carácter progresista y revolucionario, no sólo desde el punto de vista institucional (la Constitución de 1950 es mucho más avanzada que la liberal terrateniente de 1886), sino también por las presiones económicas que ejerce, favorables hacia la creación y desarrollo del mercado interno con todas las consecuencias económico-políticas que ello debe tener. Ahora bien, si para promover el desarrollo de la industria nacional el Régimen Político del 48 logra levantar el “standard” de vida de las grandes masas de la población, mediante el alza de los jornales en las plantaciones agrícolas, y concluye la liquidación de los espesos residuos semifeudales en la economía del país, ese movimiento se convertiría en una genuina revolución burguesa; y si para alcanzar esos objetivos el Movimiento del 48 busca y obtiene el apoyo activo de las masas del pueblo, a través de la Reforma Agraria Democrática, entonces el Movimiento del 48 alcanzaría el rango de revolución burguesa democrática.
Una revolución “democrático popular” exigiría como condición inexcusable la dirección de todo el movimiento en manos de la clase obrera y de los campesinos y una acción directa contra el imperialismo. De acuerdo con estos juicios podemos estar en desacuerdo con las vacilaciones, temores y complacencias de derecha que caracterizan la Política del Régimen del 48 y podemos discrepar del pensamiento político de sus dirigentes, pero no podemos negarnos a reconocer la inmensa diferencia que existe entre este Régimen, con su desarrollo industrial y sus libertades democráticas incipientes, y el espeso despotismo oligárquico de la época de Martínez, Aguirre y Salinas y Castaneda Castro.
Capítulo VII
EL SALVADOR Y SUS PROBLEMASSICOS
¡Tempestad en un vaso de agua?-Demografía y Producción-El Hambre- Responsabilidad histórica de la Oligarquía cafetalera- La Industrialización y sus problemas-“Integración Económica Centro Americana.”
EL SALVADOR es el más pequeño de los Estados Nacionales de América Latina, y si esto era verdad admitida cuando el área territorial del país estaba calculada en treinticuatro mil kilómetros cuadrados, con mayor razón lo es ahora que, al hacerse la nueva evaluación del área territorial del país, El Salvador ha quedado reducido a un poco más de la mitad de su antiguo y exiguo territorio. Los nuevos cálculos arrojan apenas un activo territorial de veinte mil kilómetros cuadrados.
Este simple ajuste aritmético, al que no se ha dado aún la importancia que merece, tiene, sin embargo, el significado de una catástrofe nacional, sólo comparable a la que podría producir un hundimiento geológico o una guerra desdichada a resultas de la cual el país tuviese que sacrificar, a título de reparaciones, los departamentos de Ahuachapán, Sonsonate, Santa Ana y La Libertad juntos, y trasladar súbitamente la población allí asentada a los departamentos restantes. Esta desgracia nacional que comenzó a gestarse en los gabinetes de los “sabios” que practicaron las primeras medidas, ha forzado repentinamente una revisión general de todos los problemas nacionales , comprimidos ahora en un marco geográfico mucho más estrechó del oficialmente aceptado. Esto quiere decir, además, que la gravedad de los problemas del hombre salvadoreño es ahora más aguda que antes y la necesidad de resolverlos más urgente.
Podría pensarse que un simple ajuste de cifras no puede derivar consecuencias como las señaladas, porque el pueblo libre de seguir viviendo ahora que tiene veinte mil kilómetros de territorio, tan mal como cuando se le asignaba un área más amplia, de manera que nuestro pretendido desastre no es más que una ficción: ¡UNA TEMPESTAD EN UN VASO DE AGUA! .
Este razonamiento acaso sería valedero desde un punto de vista absoluto, desde el punto de vista de una demografía no sujeta a expansión. Pero el fenómeno social salvadoreño es febrilmente dinámico, no sólo por lo que se refiere al crecimiento demográfico sino también por lo que atañe a su vitalidad económica y política. Es desde este punto de vista relativo, que el razonamiento conformista y confiado de los que opinan que “nada ha ocurrido” se torna peligroso. Si la fiebre de un paciente se midiese de manera empírica, “grosso modo”, como se midió primitivamente el territorio del país, por debajo de la línea del termómetro, la confiada despreocupación de los deudos podría explicarse y aún justificarse, más las consecuencias podrían ser irreparables. Si se dice que en un campo de concentración de tres hectáreas hay cincuenta prisioneros, las organizaciones protectoras de los Derechos Humanos no tendrían excesiva razón para alarmarse, porque, aun cuando les faltase confort y buena dieta, se presume qua los reos disponen de amplios y aireados espacios que garantizan un mínimo de movimiento y de vida, y los mismos carceleros no tendrían mayor cargo de conciencia. Pero si se dice que en ese mismo espacio conviven cinco mil reclusos, entonces resulta evidente que la dignidad humana estaría atropellada por todos los inconvenientes de la vida promiscua, y la naturaleza antihumana de los responsables de este atropello estaría perfilada en su justa dimensión.
Por consiguiente, si se trata de hacer un diagnóstico aproximado de la gravedad del problema salvadoreño, no resulta lo mismo decir que dos millones y medio de seres habitan un territorio de treinticuatro mil kilómetros cuadrados, que decir que esos dos millones y medio viven en un campo de concentración de veinte mil…
Por otra parte, la constante de crecimiento de la población en El Salvador ha sido calculada en más de sesenta mil salvadoreños por año, cifra que no sería motivo de alarma sí El Salvador no fuera un país “sub-desarrollado”, si sus posibilidades productivas agrícolas no estuvieran rígidamente limitadas, si las condiciones del mercado internacional para su exportación no fueran las del exclusivo monopolio del imperialismo norteamericano, o si, como ocurre en la generalidad de los países europeos, se dispusiera aquí de una producción industrial capaz de sostener progresivamente los nuevos índices de población en auge. Con esto queremos indicar luego la gravedad del problema no estriba tanto en la relación “habitante por kilómetro cuadrado”, cuanto en la relación “producción industrial por habitante”.
Desgraciadamente en El Salvador la industria nacional, pese a sus elevados índices de crecimiento, registrados en los últimos cinco años, apenas si contribuye con un poco más del quince por ciento (15%) de la producción bruta del país, mientras que la agricultura cubre un poco más de la mitad de ese producto. Este dato resulta todavía más instructivo, si se considera que la agricultura ya no cuenta con márgenes apreciables de territorio para nuevos desarrollos. Las posibilidades agrícolas –hay una reserva aproximada de 150 mil hectáreas únicamente-, en El Salvador son exclusivamente intensivas o verticales y aún éstas no aparecen como muy promisorias ya que por ahí se afirma con indisimulado aunque falso orgullo, que el progreso agrotécnico ha llegado ya entre nosotros- a “muy altos niveles de eficiencia”.
Sobre este marco de tan apretados contornos económicos y geográficos presiona el crecimiento constante de la población. Hasta hace algunos años se mantuvo una especie de paralelismo equilibrado, según las estadísticas, entre la elevación de los índices demográficos y los que corresponden a la producción. Pero este paralelismo está desapareciendo y no pasará mucho tiempo sin que desaparezca totalmente, SI (este “sí” es dramático), no se implanta, con la mayor energía, una política económica y social que restablezca el equilibrio perdido.
Como consecuencia de esta situación angustiosa, derivada de la defectuosa e injusta distribución actual de la renta nacional, tenemos que el pueblo salvadoreño, según lo corrobora el doctor Josué de Castro, es uno en América Latina y en el mundo de los que con mayor dramatismo está confrontado a los problemas del hambre. El experto de la F.A.O., que integró la Misión de Técnicos de la Naciones Unidas para el estudio de las posibilidades del desarrollo económico en El Salvador, llegó también a la conclusión de que el producto de las cosechas básicas (maíz, arroz, frijol, maicillo), destinados a la alimentación del pueblo, “está muy por lo bajo de las necesidades mínimas del país” y de que, por consiguiente, “una parte considerable de la población debe considerarse mal alimentada.”
¿Fue esto siempre así? No Hace cincuenta años o menos la producción de cereales abarcaba la mayor parte de la tierra laborable del territorio nacional, y la periódica abundancia de las cosechas alcanzaba a cubrir holgadamente las necesidades básicas de los habitantes; su precio era bajo por la presión de la abundante oferta, y aun cuando los salarios y jornales fueran insuficientes, siempre había una especie de equilibrio entre una amplia producción y un amplio consumo. Pero vino el auge del café en el Mercado Mundial y con él la rápida dilatación de las áreas del cultivo cafetalero y la contracción correlativa de las áreas cerealistas. Los cereales escasearon, determinando un déficit considerable de alimentos básicos, la consiguiente alza de sus precios y la natural agudización de las necesidades del pueblo.
Con la introducción reciente de los cultivos de algodón y henequén se restringió aún más el espacio dedicado al cultivo de cereales, y las necesidades alimentarias de la población se multiplicaron a un punto en que ya no es posible cubrirlas, dentro de la política económica actual, sin recurrir a la importación de los “productos básicos” de la dieta nacional.
Cuando en El Salvador se trata de dar explicación a este desastre, no se busca la causa en sus orígenes económico-sociales, que nos llevaría a enjuiciar la conducta política y la responsabilidad histórica de las clases dominantes, sino que se la adjudica a factores inmediatos, aleatorios o subalternos, como son, por ejemplo, la irregularidad en las lluvias, la incultura de los labriegos que aplican “rozas” a los campos, la erosión, la esterilidad de los terrenos, la falta de aguas apropiadas para la irrigación en gran escala, etc. Mas esta argumentación cae quebrada en su base con sólo establecer algunas analogías entre el inmediato pasado 50 años, y el presente. Las condiciones climatéricas e hidrológicas siguen siendo las mismas o han tenido muy poca variación; la geología no se ha modificado, la incultura de los labriegos era mayor antes que ahora, y sin embargo, los niveles de producción de cereales han descendido en la forma que conocemos.
Si consultamos ahora los textos de geografía patria, encontraremos que El Salvador es un país de cordilleras y valles feraces, climas excelentes y aguas abundantes, de donde se deduce que la naturaleza no sólo no ha regateado sus dones al hombre salvadoreño sino que lo ha rodeado de importantes ventajas ambientales. Nadie ha refutado seriamente ni puesto en tela de juicio tan optimistas apreciaciones, y si bien es cierto que muy recientemente ha comenzado a hablarse de factores “naturales’? contrarios a la felicidad del pueblo -la erosión, la falta de caudales, etc., -también lo es que estos factores no pueden ser atribuidos en rigor a la naturaleza, sino que deben ser acumulados en el “debe” de una política económica determinada, aplicada por una clase social determinada la Oligarquía Cafetalera, que lenta pero inexorablemente ha ido empujando a los grupos humanos menos favorecidos, a las masas trabajadoras del campo, sacándolas de sus tierras de labrantío y obligándolas a talar los bosques en busca de nuevas áreas de cultivo.
De otra parte, el Estado oligárquico no se ha preocupado por habilitar las reservas económico-territoriales del país (zona de El Litoral) poniéndolas al alcance de las masas de la población, ni por rehabilitar las zonas económicas del norte oriente del país, que son técnicamente susceptibles, de ser incorporadas a breve plazo a la economía nacional.
Los agrotécnicos de las Naciones Unidas que llegaron al país, en 1952, a estudiar el problema de la desforestación llegaron a la siguiente conclusión: “desde hace un siglo (obsérvese que hace un siglo comenzó a impulsarse el cultivo del café) se ha venido talando una gran porción de los bosques que cubrían la mayor parte de El Salvador, en consecuencia del rápido aumento de la población que necesitaba más tierras para poder cultivar productos básicos”, y añadieron que incluso “las tierras muy empinadas y pobres para la agricultura se han visto despojadas de sus bosques con el resultado de que la erosión se ha convertido en un grave problema”. El subrayado y el paréntesis son nuestros.
Para los expertos de la O.N.U., obligados a realizar su estudio en límites de tiempo demasiado estrechos; no era posible penetrar a fondo en los orígenes verdaderos de la liquidación de la riqueza forestal en el país, ni seguir paso a paso el proceso de expropiación de las tierras cerealistas a que fueron sometidos los antiguos propietarios indígenas cofradías y comunidades, y los grupos de campesinos cuyas tierras fueron destinadas por los expropiadores al cultivo del café. (Una imagen muy débil de lo que fue este inicuo proceso de violencia y despojo a lo largo de cien años, la tenemos ahora en lo que ha ocurrido recientemente y ocurre en este momento, con motivo de la habilitación de tierras para el cultivo algodonero.) Mucho más fácil que estudiar el complicado proceso de expropiación y desalojo de los antiguos propietarios y de su tránsito hacia las tierras boscosas, “empinadas y pobres”; más fácil, decimos, resultó a los técnicos de las Naciones Unidas atribuir esta angustiosa búsqueda de nuevas tierras para el cultivo de “productos básicos”, a un sediciente “aumento de la población”.
Con esta manera de enfocar el problema, en la que alienta un recóndito malthusianismo, los técnicos de las Naciones Unidas soslayaron la cuestión más importante; sin embargo, aun teniendo como válido su razonamiento, siempre, quedaría indemne el hecho de que la erosión es una calidad adquirida, una “variación” de origen económico social y un rasgo connatural de la geografía salvadoreña. “Ante la evidencia de los hechos dice el doctor Josué de Castro en su obra ya citada, ya no es posible admitir que sea el hambre un fenómeno natural, ya que está condicionado más por factores de naturaleza económica que por los de naturaleza geográfica”. El subrayado es nuestro.
En las condiciones de dominación de clase de la Oligarquía Cafetalera, el problema del crecimiento demográfico tenía que convertirse para ella en una preocupación política aflictiva y obsesiva, por cuanto este crecimiento agudiza los problemas económico-sociales del país, y hace muy precaria y pone en peligro la estabilidad de su dominación política de clase. Y así es como surge natural y lógicamente la siguiente tremenda interrogante: ¿hasta dónde la masacre de decenas de miles de trabajadores del campo en 1932, la falta de hospitales, la falta de médicos y enfermeras y la política “de cupo” en la Facultad de Medicina, la alcoholización intensiva del pueblo, la carestía de medicinas, el increíble atraso sanitario en las aldeas e incluso en las ciudades más importantes, la espantosa mortalidad infantil, hasta dónde, repetimos, estos hechos deben considerarse como simples detalles de una política criminal orientada, por las vías del hambre, el terror y la enfermedad, hacia la disminución masiva de la población con vistas al aflojamiento de las presiones sociales? ¿Hasta dónde esta política de la Oligarquía no es sino la variante salvadoreña del genocidio fascista? Los técnicos de las Naciones Unidas comprobaron que la edad media del hombre salvadoreño es apenas de 26 años, lo cual significa, para baldón de la Oligarquía Cafetalera que ha gobernado el país, que el pueblo salvadoreño comienza a morir cuando otros pueblos apenas empiezan a vivir. Mas, cuando hemos ubicado “la cuestión demográfica” en el primer plano de los problemas nacionales, no es porque consideremos que la mayor densidad de la población sea el factor determinante o decisivo del desarrollo histórico, sino para poner en evidencia la gravedad de los problemas económico-sociales que están asfixiando al país, y para poner de relieve la urgencia de acabar radical y definitivamente con la política tradicional de la Oligarquía Cafetalera y con la estructura económico social que le sirve de base.
¿Qué cambios se sugieren?
Desde luego, no son admisibles las ideas relativas al control de la natalidad, cuya influencia está llegando incluso a los círculos ortodoxos del catolicismo, ni las matanzas civiles, ni las guerras, ni el estímulo científico de las epidemias enfermedades y demás sangrías demográficas que pudieran sugerir. (¡y que ya han sugerido!) algunos sociólogos granujas. Son inadmisibles igualmente, como remedios de fondo, los “planes-asistenciales”, filantrópicos, para el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores del campo, planes que generalmente sirven sólo para adormecer la conciencia y la combatividad de las masas más que para resolver realmente sus problemas.
Nosotros no propondremos aquí soluciones. Queremos simplemente llamar la atención de las grandes masas populares, de sus dirigentes demócratas, de sus líderes e ideólogos, sobre la gravedad extrema de la situación en que se halla colocado nuestro pueblo. Por lo demás, algunas de estas soluciones ya están dadas en parte, y sólo cumple ponerlas en práctica, de modo consecuente, con decisión y patriotismo. Los mismos expertos de las Naciones Unidas han dicho mucho de lo que tenemos que hacer: en primer lugar “tomar medidas para una redistribución equitativa de los ingresos provenientes de las ventas de café al exterior”, y hacer “que las masas trabajadoras puedan ganar mayores sumas de dinero”; y en segundo lugar, IMPULSAR LA MAS RAPIDA INDUSTRIALIZACION DEL PAIS.
Para garantizar la efectividad de las soluciones propuestas por la Misión de la ONU, sólo restaría poner en marcha, como premisa “sine qua non”, la aplicación rápida de una genuina Reforma Agraria Democrática, a través de la cual se liquidase históricamente con los residuos de feudalismo que frenan la marcha del país hacia el progreso.
En capítulos anteriores hemos procurado señalar cómo las fuerzas sociales y políticas de la Industria vienen luchando desde hace muchos años, a través de incomprensiones, errores y vacilaciones, por abrirse “un campo bajo el sol” de la Economía Nacional, y cómo las fuerzas del capitalismo agrario, por cuyas venas corre todavía sangre de feudalismo, se han alzado para detener o frustrar las aspiraciones progresistas de la Industria; también hemos visto cómo las fuerzas de la industrialización han logrado ya infligir algunas derrotas a la Oligarquía y cómo se han colocado ventajosamente, desde diciembre de 1948, en el poder político del Estado. Finalmente, también hemos visto cómo desde 1948 a la fecha toda la economía nacional ha sufrido un viraje importante en favor de los intereses industriales, mediante la utilización de los recursos del Estado en la creación de las bases materiales del desarrollo industrial. Todo esto lo hemos dicho para señalar que las fuerzas sociales y políticas de la Industria no sólo no son débiles en la actualidad, sino que ya tienen en sus manos la posibilidad de capitalizar en su favor la actual situación económica, social y política del país. Prueba de ello es que los mismos cafetaleros, los más inteligentes y audaces, han iniciado ya algunos movimientos hacia el campo de la industria nacional de Transformación.
Cada vez que se presenta el fenómeno del descenso de los precios del café en el mercado mundial y la crisis en el interior del país se acentúa, los cafetaleros se decepcionan y desisten temporalmente de sus cultivos, y vuelven sus ojos ávidos de ganancia al campo de la Industria; el capital acumulado por ellos a base de la explotación de trabajadores en las plantaciones de café, busca tímidamente la fábrica, y es así cómo señalemos este hecho muy importante, la Oligarquía genera impulsos industriales que a la postre fracasan por la misma razón de las condiciones de infraconsumo del mercado interno, así como por la afluencia incontrolada de mercancías de importación.
Esta situación afecta por igual a industriales y trabajadores. La falta de capacidad de compra de las masas, así como la política arancelaria de “puerta abierta”, reduce la capacidad nacional de producción; las máquinas del equipo industrial generalmente viejas y de segunda mano, no trabajan a todo rendimiento, el personal obrero disminuye, la cesantía aumenta, se agravan los problemas fiscales, la inestabilidad política se acentúa y el pueblo todo continúa ininterrumpidamente su marcha hacia una muerte prematura por hambre.

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De todo lo dicho se desprende que el desarrollo de la industria tiene en El Salvador su “talón de Aquiles” en las condiciones de mercado: ¿quién comprará sus productos?,. ¿El mercado interno?, ¿el mercado centroamericano?
Hasta aquí hemos conferido a las fuerzas sociales y políticas de la industria, sin ninguna clase de reservas, el calificativo de fuerzas progresistas y democráticas, porque consideramos que el desarrollo industrial se apareja con las necesidades del mejoramiento general de las condiciones de vida de todo el pueblo. Más he aquí que en adelante sólo se podrá decir de ellas que son fuerzas progresistas y democráticas, en la medida en que su política, a diferencia de la política tradicional de la Oligarquía, se oriente hacia la liquidación de los residuos del feudalismo y a la promoción de más altos niveles de vida del pueblo.
En la práctica y para los fines de esta política progresista son muchos y muy difíciles los problemas que debe encarar y resolver el Régimen del 48. En primer lugar, el capitalismo industrial no es una formación económico-social homogénea: vive y se desarrolla en medio de contradicciones, como son la concurrencia industrial en el interior del país, la competencia de la mercancía extranjera, la relación obrero-patronal, etc.; en segundo lugar, y pese a los que opinan que El Salvador es .ya una democracia, e incluso una “democracia ejemplar”, no puede ignorarse el hecho de que los trabajadores del campo, más de millón y medio de salvadoreños, continúan en estado de interdicción política, legalmente incapacitados para organizarse y para luchar ellos mismos, democráticamente, por el mejoramiento efectivo de sus condiciones de vida.
Y mientras esta situación subsiste tolerada y cohonestada por el Régimen del 48 ¿De qué democracia hablamos en El Salvador? En tercer lugar está la incompatibilidad de intereses entre los “barones” del café que pagan jornales y salarios de hambre, y los jóvenes capitanes de .la Industria Nacional de Transformación cada vez más necesitados de un mercado interno con alta capacidad de compra. Es fácil comprender que en este punto de conflicto, será arduo encontrar la fórmula que pueda conciliar tan dispares intereses, y sumamente peligroso además al tratar de violentar la situación.
¿Cuál será entonces la conducta del Régimen del 48 ante tan delicados problemas?
Para la industria salvadoreña, ávida de mercado, se abren dos posibilidades a saber, una de carácter interno, democrático, progresista, que consiste en la organización y ampliación del mercado nacional, y la otra, de carácter centroamericano.
La organización del mercado interno exige una política de redistribución de los “ingresos provenientes de las ventas de café al exterior”, lo cual quiere decir que es preciso, o bien elevar considerablemente los impuestos que gravitan sobre el comercio del café, o bien elevar los salarios y jornales que se pagan a centenares de miles de trabajadores en las plantaciones. Traducido esto al lenguaje político significa que el Régimen del 48 tendría que vencer y quebrar la resistencia de la Oligarquía Cafetalera, en una lucha cuyos resultados ciertamente no pueden ser previstos. El triunfo en esta lucha sería la solución democrática del problema, y para facilitarlo debiera promulgarse una ley electoral que garantice plenamente la genuina representación del pueblo en los tres poderes del Estado.
Pero el temor de ver movilizado al pueblo, la inseguridad de los resultados de una lucha a fondo contra la Oligarquía, el peligro de perder el relativo control que ya ejercen sobre el poder político, la influencia oportunista de los economistas domésticos y de los consejeros extranjeros, las naturales afinidades económicas que unen al capitalismo agrario con el capitalismo industrial, el peso de la estructura institucional heredada de la dictadura, los hábitos oligárquicos, etc., etc., todo esto hace que los hombres del 48 se sientan cada vez más inclinados a esquivar la lucha que la creación del mercado interno presupone, y a desviarla hacia la penetración pacífica por de pronto, del mercado centroamericano a través del conocido Plan de Integración Económica Centroamericana.
Muchas, muchísimas personas hablan hoy en día en El Salvador del carácter progresista y democrático de la política de Integración Económica Centroamericana, que con tanto ahínco propugnan, en la teoría y en la práctica, los hombres del 48, sus consejeros extranjeros, los periodistas de todos los matices y libreas, e incluso ¿y cómo no? los propagandistas y dirigentes políticos de la Oligarquía Cafetalera.
¿Dónde estará la nota disonante que haga perfecta la armonía en este extraño coro de voces diferentes? ¿O es que la disonancia no es “condición esencial de la armonía”?
CARÁCTER ANTIDEMOCRÁTICO ACTUAL, PARA EL SALVADOR, DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA CENTROAMERICANA
La Unión Centroamericana es, ya todos los sabemos, la más vieja y más noble aspiración de nuestros pueblos, expresada a través de las lucha de nuestros más grandes hombres. Por lo tanto dicen los nuevos líderes del “unionismo”, quienes en esta “hora de rectificaciones históricas” no se sumen a la algarabía unionista, integracionista, estarán traicionando los más altos y mejores ideales de nuestros pueblos.
¡Así será! Sin embargo, quien quiera dar solución a los problemas de la democracia salvadoreña, del progreso, la independencia y la libertad, soslayando la lucha a fondo contra la Oligarquía Cafetalera y las dificultades que implica la promoción del mercado interno, o desviando la lucha hacia las áreas de consumo que potencial y aleatoriamente ofrece el mercado centroamericano, estará procurando, consciente o inconscientemente, posponer y dejar sin solución el problema de la democratización del país, el problema de la independencia nacional, y condenar al hambre y la miseria por muchos años a las masas trabajadoras salvadoreñas.
La política de promoción del mercado centroamericano (Integración) es la fórmula que la Oligarquía Cafetalera ha ideado para resolver el problema de las presiones internas que plantea el desarrollo industrial salvadoreño, y tendrá las siguientes seguras consecuencias: a) alejará indefinidamente el momento de la “redistribución equitativa del ingreso nacional”; b) hará disminuir en el sector industrial la necesidad de elevar el nivel de salarios y jornales en las plantaciones; c) debilitará el respaldo popular que potencialmente tiene el Régimen del 48, con el consiguiente debilitamiento de sus posiciones políticas; d) provocará la resistencia .de los industriales de los otros países centroamericanos menos desarrollados que El Salvador; é) acercará el momento de la alianza política de la Oligarquía Cafetalera salvadoreña, con toda la reacción cafetalera, feudal y proimperialista, de esos países, y propiciará en El Salvador el retorno, más tarde o más temprano, de la Oligarquía Cafetalera al poder.
¡Maravillosa solución para la Oligarquía Cafetalera, que no esperaba encontrar tanta sabiduría ni tanta buena voluntad en los políticos integracionistas del Régimen del 48!

    • *

En este punto de viraje de la historia de El Salvador puede perder sus atavíos de progresividad el Movimiento iniciado con tan buenos auspicios en diciembre de 1948, y perderlos tanto más rápidamente, cuanto con mayor cobardía e incapacidad sus actuales dirigentes continúen capitulando ante la prepotencia económica, y militar inclusive, de la Oligarquía Cafetalera, y ante la injerencia cada vez más cínica del imperialismo norteamericano en los asuntos del país. Pero este Movimiento también podría, rescatando del naufragio su programa industrialista, y apoyándose en las demandas más urgentes del pueblo hambriento, como son la Reforma Agraria Democrática y la plena vigencia de la Constitución de 1950, conservar sus atributos democráticos por un largo tiempo y, en su oportunidad histórica y en alianza con las fuerzas progresistas de los países centroamericanos, llevar sus banderas más allá de las fronteras de nuestro pequeño país, hacia la unión popular y democrática de los países centroamericanos.
No sabemos cuál será en definitiva la actitud que asumirá el Régimen del 48 frente a esta disyuntiva que aparece en el primer plano del futuro inmediato. De lo que sí se podemos estar seguros es que, cualquiera que sea el rumbo que se decida a seguir, ya sea que capitule ante la Oligarquía o que luche contra ella, las masas trabajadoras salvadoreñas seguirán imperturbablemente su marcha hacia adelante, más unidas que antes y cada vez más conscientes de su proceso histórico.
Capítulo VII
ORIENTACIÓN PROBABLE DE LAS LINEAS DE DESARROLLO POLÍTICO
(Apuntes para un examen de la situación general del país en la actualidad.) Junio de 1960
EL RAPIDO ascenso del desarrollo industrial, continúa siendo el hecho más notable en la situación general del país. La objetividad de este hecho se hace cada día más notoria incluso a los espíritus más escépticos, y las contradicciones internas del Régimen imperante son puestas a flote y llevadas a su máxima tensión, por la presión que sobre él ejerce el fenómeno industrial.
Existe justa preocupación nacionalista por la injerencia que ya tiene, y que tiende a aumentar en el futuro, el capital inversionista norteamericano en este proceso de industrialización. Pero esta preocupación se atenúa un poco cuando se observa cómo los capitalistas salvadoreños (algunos de ellos antiguos terratenientes tradicionalistas), invierten sus capitales en la industria y en obras básicas de desarrollo económico, y cómo estos mismos sectores de la burguesía se empeñan en conservar para sí los puestos de mando de la Industria Nacional.
Este proceso de industrialización no se realiza en El Salvador sin tropiezos. Hay factores que lo estimulan y lo empujan hacia adelante, pero hay también graves obstáculos que lo estorban. Enumeraremos algunos:
Factores que lo estorban a) Las tendencias todavía fuertes del sector oligárquico terrateniente (grandes cafetaleros) a invertir sus capitales fuera del país, en bancos, acciones y empresas extranjeras, especialmente norteamericanas. Esas tendencias representan un drenaje importante de los recursos nacionales de capital, y aunque a veces este absentismo tiende a debilitarse, lo cierto es que no ha desaparecido del todo. Estas tendencias absentistas se originaron en la desconfianza de la burguesía terrateniente con respecto del régimen político surgido en diciembre de 1948, y sus cifras más altas corresponden al período 1950-1956
b). El escaso desarrollo del mercado interno (espesos remanentes semifeudales en el campo: prestaciones gratuitas o semigratuitas, pagos en trabajo y en especie, elevadas tasas de la renta, atraso técnico y baja productividad, etc.)
c). Los obstáculos surgidos en el camino del “Mercado Común Centroamericano” y de la “Integración Económica Centroamericana”. Fuertes e influyentes núcleos económicos de los países centroamericanos se oponen al “mercado” y a la “integración” por dos razones principales: una, porque es notoria la ventaja que sobre ellos tiene la industria salvadoreña, y otra, porque así como van las cosas (fuertes inversiones norte-americanas en El Salvador) los beneficiarios directos de la política de integración y de mercado común, serán los inversionistas extranjeros y no los capitalistas centroamericanos.
d) La falta de recursos naturales, petróleo, carbón y otros recursos básicos del desarrollo industrial.
e) La falta de estudios técnicos exhaustivos sobre el estado actual, real, del desarrollo económico en general y del desarrollo de la industria en particular: cálculo exacto de las inversiones extranjeras en el país, y estudio de las tendencias y rubros principales de estas inversiones, así como de las condiciones en que opera (compañías mixtas, empresas netas de capital extranjero, privilegios especiales, monto de los dividendos, etc.), y fijación precisa de los límites de compatibilidad económico-política de la inversión extranjera con los intereses nacionales.
f) La falta de una política de robustecimiento del mercado interno, en la que se contemple como cuestión, básica la aplicación de la Reforma Agraria, y la falta de una política de habilitación de tierras y de colonización de las mismas en la región nor-oriente y en la zona de El Litoral del país.
g) La falta de una firme política proteccionista (revisión de los tratados comerciales existentes con E.E.U.U., y repudio de las normas inequitativas que actualmente rigen el comercio internacional entre los dos países)
h) La falta de una política democrática de reconocimiento y ejercicio efectivos de las libertades y derechos que al pueblo salvadoreño le garantiza, la Constitución Política de 1950.
i) La administración de la energía eléctrica nacional en manos de compañías extranjeras (norteamericanas.), etc., etc.
Factores que estimulan el proceso de industrialización:
a). La abundante y barata fuerza de trabajo (alto margen de plusvalía).
b.) La reorientación aun cuando no sea todavía en escala suficiente de las fortunas del sector capitalista terrateniente hacia la inversión industrial, no agrícola;
c). Las inversiones de capital extranjero (norteamericano casi exclusivamente). Las atrae al país especialmente la perspectiva del Mercado Común Centroamericano, así como, también los elevados márgenes de plusvalía que garantiza el bajo nivel de salarios que se paga a los trabajadores salvadoreños. También influye en el ánimo de los inversionistas extranjeros la famosa “estabilidad política y social” que impera en el país, y que descansa fundamentalmente en la falta de derechos políticos de las masas trabajadoras del campo. La resistencia que se observa en los otros países centroamericanos con respecto a la “Integración” y al “Mercado Común” centroamericanos, auspiciada y mantenida por los sectores industriales y comerciales de esos países, y que podría malograr eventualmente la apertura y habilitación de un mercado de 12 millones de consumidores para los inversionistas extranjeros, está siendo dominada o neutralizada por la acción diplomática norteamericana en Centroamérica. Sin embargo, si, a pesar de esa actividad diplomática, llegasen a zozobrar los planes de Integración y de Mercado Común, ello desalentaría rápidamente a los inversionistas extranjeros. En este caso surgirían dificultades de financiación del proceso industrial, pero, en cambio, el desarrollo económico sería más independiente aunque fuese más lento;
d). La organización moderna del crédito bancario, no obstante que aún no logra desprenderse totalmente de su vieja tradición usuaria, ni del control de los banqueros privados;
e). La actitud y la conducta del régimen político surgido en diciembre de 1948, con respecto al financiamiento de planes de desarrollo económico (INSAFOP, CEL, GUIJA, MUELLE DE ACAJUTLA, CARRETERA DEL LITORAL, INSTITUTOS DE INVESTIGACION AGROTECNICA, etc.)
f). Las posibilidades potenciales de la Integración Económica y del Mercado Común Centroamericanos.
g). La baja de los precios de los productos del giro agrícola de exportación (café, algodón) en el Mercado Mundial; esta baja obliga al sector capitalista terrateniente a buscar nuevos rubros de inversión;
h). La fusión creciente del capital agrario con el capital industrial en sus más elevados estratos (gran industria, gran comercio importador y exportador, grandes empresas, banca, etc.) Esta fusión es el hecho económico-político más importante de los últimos años, y su centro generador ha sido el gobierno del coronel José María Lemus. La fusión de los intereses económicos de los sectores terratenientes e industrial en una sola masa burguesa de intereses, es la base estructural de la actual “estabilidad política”. Sobre esa base la burguesía salvadoreña la “gran burguesía” se ha hecho cada vez más fuerte desde el punto de vista económico y desde el punto de vista, de sus relaciones con el imperialismo norteamericano. Pero, en cambio, desde el punto de vista político, la nueva gran burguesía salvadoreña se ha debilitado porque ninguno de sus objetivos coincide con los intereses de las grandes masas mayoritarias de la nación salvadoreña. Las reivindicaciones fundamentales de estas masas, en lo social, en lo político y en lo económico, se plantean cada día de un modo más enérgico y ello conducirá fatalmente a la revisión del falso concepto de la “estabilidad política en El Salvador.”
II
Crisis en el Sector Agrícola de la Economía Nacional
El Café. El aumento creciente de las disponibilidades o reservas de café en el Mercado Mundial, y la incorporación de nuevas y grandes áreas de producción de café en África y en otras zonas del planeta, ha planteado un problema grave, en materia de precios, a los países productores, especialmente a los países de América Latina, los cuales, a través de muchos años, han conformado sus economías nacionales según las peculiaridades de esta “industria”. Los ingresos nacionales de estos países se han visto seriamente afectados por la baja de los precios, con las repercusiones consiguientes en las disponibilidades fiscales y en la realización de los planes estatales de desarrollo económico.
Con todo, esta baja en los precios del café no puede ser considerada catastrófica todavía los precios siguen siendo “rentables”. Sin embargo, hay síntomas (los empréstitos norteamericanos a los productores africanos), que seriamente indican que lo peor no es lo ya ocurrido sino lo que está por ocurrir. Esta perspectiva es tan real y sombría que el poderoso sector cafetalero de América Latina, medular y tradicionalmente reaccionario, pro-feudal y pro imperialista, ha planteado ya con visos de urgencia, la necesidad de “vender café donde quiera que lo compren”, lo cual supone la quiebra completa del bloqueo comercial latinoamericano a la Unión Soviética y a todos los países del área socialista. ¡Así trabaja la economía en el sub- suelo de la historia.
Para El Salvador, especialmente, la crisis de precios del café equivale a una crisis estructural de su economía. De aquí que, ante el creciente deterioro de los precios, haya un explicable viraje de las viejas corrientes de inversión en la caficultura., hacia otros campos de la economía: hacia la industria. Para sortear la crisis planteada por la baja de los precios del café, algunos líderes políticos del sector terrateniente aconsejan “reducir la producción” otros, en cambio, recomiendan “intensificarla” para compensar con la cantidad-producto la calidad-precio. El descontento del sector cafetalero es grande, en general; pero donde cada día se hace más radical y combativo es entre los pequeños y medianos productores que, a diferencia de los grandes, no cuentan con organizaciones defensivas. Sobre los pequeños y medianos productores pesan las cargas hipotecarias, la falta de crédito oportuno y suficiente y también, como pudo verse en 1958, las discriminaciones derivadas de las cuotas de “exportación” y “retención”. Ese año el gobierno del coronel Lemus hizo una negociación con los pequeños y medianos productores, la cual costó a estos una pérdida de más de dos millones de colones, que ingresaron a la Compañía Salvadoreña del Café como “producto de una operación comercial cualquiera.”
El Algodón. Casi todo lo dicho anteriormente es válido también para el algodón, que es, en El Salvador, después del café, el único producto importante de exportación. Los peligros que acechan sobre este producto son de muy diversa naturaleza, pero operan el daño en la misma dirección que los que afectan el café. El enemigo número uno de los buenos precios del algodón, es la gigantesca producción algodonera norteamericana subsidiada por el gobierno. El desarrollo de la industria textil en El Salvador neutraliza en parte la crisis en este rubro de la economía.
Los cereales. La crisis en el sector cerealista de la Economía salvadoreña es ya tan vieja y conocida que apenas si hay necesidad de detenerse en ella. Sin embargo, la poderosa incidencia de este giro agrícola en el nivel de vida y en la dieta de las grandes masas de la población, hace que sea conveniente recordar:
a) que hay 300 mil hectáreas de tierras en el norte-oriente del país, que fueron cerealistas hasta hace algún tiempo pero que hoy día se hallan totalmente erosionadas, con un rendimiento ínfimo por hectárea; b) que desde hace dos décadas la producción cerealista en el país, globalmente considerada, año con año es menor, lo que obliga a cubrir esos déficits de cereales mediante operaciones de importación, a veces en condiciones verdaderamente ruinosas para los productores de cereales y para las grandes masas trabajadoras entregadas a esa clase de cultivos; c) que la tasa de la renta en las tierras cerealistas es excesiva y. que los sistemas de cultivo son aún primitivos; d) que las ganancias de los propietarios de estas tierras provienen únicamente de la doble explotación a que se hallan sometidos los “mozos colonos” (semisiervos), los arrendatarios y las familias de unos y otros; e) que la zona de El Litoral, que pudo ser reserva importante para una política agraria de colonización, está siendo absorbida rápidamente por capitalistas y geófagos, que pronto anularán dicha zona corno factor potencial de solución parcial del problema agrario; f) que son más de 225 mil familias las que viven actualmente del cultivo de cereales “en pequeñas parcelas de tierra arrendada”, lo cual equivale a más de un millón de habitantes sometidos a las más duras condiciones de existencia.
El Azúcar. Este es el único renglón de la agricultura que no tiene actualmente problemas graves en El Salvador. Su producción cubre las necesidades nacionales y podría, eventualmente, destinar sin menoscabo del consumo interno, una cuota importante a la exportación. Lo grave de las plantaciones azucareras son las condiciones de vida de los trabajadores. La vieja y primitiva explotación “panelera”, que durante muchos años combatió por sobrevivir al lado de la producción de azúcar, prácticamente ya no existe.
Industria agro-pecuaria. Hay poco ganado y de mala calidad. Los pastos no ofrecen condiciones adecuadas para un desarrollo ni siquiera mediano de esta “industria”. La baja producción agropecuaria encareció el precio de los productos con el beneplácito de los ganaderos, pero las necesidades de la dieta nacional forzaron e impusieron una política de libre introducción de productos lácteos. Esta política puso en grave aprieto a los ganaderos que la resistieron enconadamente, hasta que el gobierno de Lemus puso a disposición de ellos nuevos incentivos industriales (créditos, libre importación de equipos de pasteurización, promesas de revisión de la política de libre importación de leches, etc.)
Del mismo modo que los artesanos en otros tiempos lucharon contra la industria manufacturera; o los “paneleros” contra los “ingenios de azúcar”, así los pequeños productores agropecuarios (pequeños hacendados y campesinos ricos) se oponen enérgicamente a la industrialización de los productos de la ganadería nacional. Esta lucha tiende a dejar en segundo plano la lucha de los trabajadores agrícolas y mozos colonos de las “haciendas ganaderas” contra sus patronos, ya sean estos pequeños, medianos o grandes productores lecheros. Pero a la postre el proceso industrial se impondrá inexorablemente, y las luchas verdaderas de los trabajadores ocuparán nuevamente el sitio que les corresponde.
III. El Salvador; País Subdesarrollado
Frecuentemente se oye decir que El Salvador es un país sub desarrollado, pero fuera de los especialistas y “entendidos” son pocos relativamente los salvadoreños que conocen el porqué. Sin la pretensión de agotar las razones, diremos que las principales son:
a) el bajo ingreso de la población per cápita; b) el alto porcentaje de la población ocupada en la agricultura en relación con la que se ocupa en la industria; c) el alto porcentaje de la participación de la. agricultura en la formación del ingreso nacional y del producto nacional bruto; d) el bajo ingreso per cápita de los trabajadores de la agricultura en relación con el que perciben los trabajadores de la industria; e) el carácter eminentemente productor de materias primas de exportación (café, algodón) de la Economía Nacional; f) el monocultivismo cafetalero, levemente atenuado en los últimos años por la producción algodonera; g) el carácter todavía usuario del crédito, no obstante su reciente tendencia a la reproducción económica (industrial); h) los remanentes feudales; i) el escaso rendimiento de su equipo industrial, etc.
Íntimamente relacionado con su carácter productor y exportador de materias primas, está la dependencia del país con respecto del mercado mundial, y, en la medida en que este mercado se contrae, para El Salvador, a los Estados Unidos, su dependencia con respecto de este último país es punto menos que absoluta. No obstante que El Salvador es un país históricamente “autodeterminado” (su constitución como “estado nacional” data. de mediados del siglo pasado), aquella dependencia vulnera, notoriamente su capacidad de soberanía. De esa situación es posible inferir que, cuando la ecuación económica salvadoreña AGRICULTURA-INDUSTRIA (la agricultura en primer plano), se transforme en INDUSTRIA-AGRICULTURA, aquella dependencia quedará notablemente atenuada. De aquí surge la necesidad nacionalista de poner la “industrialización” en la primera línea de las preocupaciones nacionales.
Desde luego, aquí se trata de una industrialización en que las inversiones nacionales sean las predominantes, de una industrialización en la que se haga valer, en su justo valor, frente a las inversiones extranjeras, todo lo que aporta el país: mano de obra, “estabilidad política”, facilidades dé transporte, localización, etc.; pero principalmente se trata de una industrialización que esté orientada hacia el mercado interno, o, mejor dicho, de un proceso de industrialización que se interese por la elevación de los niveles de vida del pueblo salvadoreño. Este objetivo no podría alcanzarse si la totalidad de los beneficios o una parte sustantiva de los mismos, sale con rumbo al exterior a título de tales, restándose a las disponibilidades reproductivas del país.
No se puede estar, desde el punto de vista de la doctrina económica cuestión de principio, ni políticamente cuestión práctica, en contra de la inversión extranjera en el país, ni siquiera en contra de las “concesiones” que haya que hacerse con motivo de la inversión. En los países atrasados, decía Lenin, “sólo con empréstitos se puede levantar la industria pesada”, lo que, en términos salvadoreños de actualidad quiere decir que los empréstitos, que son una variante de la inversión extranjera, serán necesarios para la realización de los planes básicos de desarrollo económico. Y, en cuanto las concesiones. a los inversionistas privados, podemos agregar que, aun cuando algunas de ellas pudieran ser “no rentables” por algún tiempo, siempre podrían jugar un papel importante en el desarrollo económico del país, en la agricultura, en la industria y el comercio, únicas fuentes de ahorro para ulteriores desarrollos nacionales.
Lo ideal sería que, desde luego, el desarrollo económico en su totalidad estuviese impulsado por el capital nacional, puesto que esa es la única garantía de que los beneficios queden en casa, para ser empleados después con carácter reproductivo. Así es, pero tratándose de un país “subdesarrollado” como el nuestro, es punto menos que imposible encontrar base financiera nacional suficiente para cubrir las necesidades de la industrialización. Lo dicho significa que debemos planear en El Salvador, hasta donde ello sea posible, en las condiciones históricas actuales del país, por lo menos las líneas y objetivos fundamentales de nuestro desarrollo, y que, una vez que hayamos invertido hasta el último centavo de ahorro nacional disponible, si eso no es suficiente para alcanzar nuestros objetivos, y sólo en ese caso y en esa medida traer el capital de fuera en la cuantía que sea necesario.
***
Diversificación de la Producción. La economía de exportación exclusivamente cafetalera, que por largas décadas ha configurado la totalidad de la estructura de la vida nacional, así en lo económico-social como en lo político, ha sufrido cambios importantes en los últimos años. Hay datos importantes que deben ser cuidadosamente estudiados en relación con este punto. Veamos algunos:
En 1901 la exportación de café, con 20 millones de kilos; representó el 72% de la exportación total, pero ya en 1934, con 50 millones de kilos exportados, alcanzó el 95% del total. Sin embargo, pese al aumento creciente del volumen de café exportado (64 millones de kilos en 1956), la participación del café en el volumen total de la exportación bajó al 50 por ciento. Si bien es verdad que estos datos tienen poca significación en lo que atañe a la importancia del aporte del café a la economía nacional, no ocurre lo mismo cuando se trata de estimar el problema desde el punto de vista de la diversificación de la producción en El Salvador. En la medida en que el proceso de diversificación se acentúa, la hegemonía económica ( ¡y política!) de la vieja oligarquía cafetalera se debilita más y nuevos grupos económicos surgen y poco a poco se van incorporando a la actividad política, con sus propios e inconfundibles intereses, con sus propios e inconfundibles objetivos, y reclamando, cada vez con mayor energía, una irrestricta libertad de movimiento y de pensamiento (reivindicaciones democráticas), y creando, de consiguiente, condiciones objetivas básicas para el proceso de democratización del país.
IV Surge una burguesía integrada en el país
Trataremos de ampliar aquí lo que apenas dejamos insinuado en la letra “h” de la primera parte (I) de estos “Apuntes”, cuando dijimos:
“Esta fusión (la del capital agrario con el capital industrial) en sus más elevados estratos es el hecho económico político más importante de los últimos años, y su centro generador ha sido el gobierno del coronel José María Lemus. La fusión de los intereses económicos de los sectores terrateniente e industrial, es la base estructural de la actual “estabilidad política”. Sobre esa base la burguesía salvadoreña se ha hecho cada vez más fuerte desde el punto de vista económico y desde el punto de vista de sus relaciones con el imperialismo.”
En la última década (1950-1960) el proceso de industrialización ha sido, en El Salvador, en relación con el de los otros países centroamericanos, y aun con el de algunos países de América del Sur, impresionante. Por muchos años la Oligarquía Cafetalera, ejerciendo el poder político en forma hegemónica y despótica, estorbo la marcha de este proceso; pero a partir de 1950, cuando el sector industrial hubo ganado ya (diciembre de 1948), una parte del poder político, y cuando fue posible iniciar una nueva política estatal (capitalismo de Estado), que consistió en el financiamiento y aprovechamiento por el Estado de una parte del proceso de producción, el desarrollo industrial del país tuvo ocasión de acentuarse más y más.
Al principio, la oligarquía terrateniente (capitalismo agrario) no sólo no sintió ningún entusiasmo por la industria, sino que trató de sabotearla abiertamente. La oligarquía terrateniente se daba cuenta de que la presión de la industria para la creación del mercado interno, chocaría indefectiblemente con la política de hambre implantada por ella en todo el país (bajos jornales y salarios en las plantaciones de café), y está convicción predeterminó su conducta ante el fenómeno industrial. Algunos críticos niegan esta discrepancia de intereses entre los terratenientes de un lado y los industriales de otro, y consideran a ambos sectores como las dos mitades de una misma naranja. Contribuye a oscurecer, difuminar o diluir esa contradicción el hecho de que algunos elementos aislados de la Oligarquía Cafetalera participan directamente desde hace algún tiempo en el proceso industrial. Sin embargo, anotaremos aquí dos hechos importantes que pueden ilustrar objetivamente la conducta de clase de la oligarquía cafetalera frente al proceso industrial. Veamos.
A partir de 1949, a raíz del golpe de Estado de diciembre de 1948, la Oligarquía Terrateniente inició un fuerte y desquiciante movimiento de exportación de capital hacia los Estados Unidos, restando con ello decisivas posibilidades de financiamiento del desarrollo industrial del país. Sobre este punto el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), en su estudio titulado “Situación Actual y Perspectivas de la Economía en El Salvador”, dice 10 siguiente:
“Los datos disponibles sobre los activos, salvadoreños en depósitos en Bancos norteamericanos, Muestran que las tendencias registradas aumentaron en más del doble entre 1950 y 1956.” Obra Cit. pág. 44.
Sobre este mismo punto la Misión de Técnicos de la ONU, en sus “Medidas propuestas para fomentar el Desarrollo Económico en El Salvador”, dijo:
“Ciudadanos salvadoreños residentes en el país poseen sumas considerables, las que, en condiciones apropiadas, podrían ser destinadas a empresas reproductivas. Los fondos de propiedad salvadoreña están en parte atesorados y en parte invertidos en países extranjeros, especialmente en valores e inversiones norteamericanos. Muchos salvadoreños desconfían de las emisiones de bonos de su propio gobierno”. “Esta circunstancia ha hecho que los excedentes de fondos emigren a los mercados extranjeros o sean atesorados en efectivo”. “Alrededor de 40 millones de colones, o sean 15 millones de dólares, se encuentran atesorados en el país, en vez de usarse» para fines productivos en El Salvador.” “Desgraciadamente los inversionistas del país se muestran renuentes a invertir sus fondos disponibles en bonos del gobierno, entidades oficiales o en otras nuevas y arriesgadas empresas industriales”. Revista de Economía, 1955, pág. 678. ‘Los subrayados son nuestros.
Sobre este mismo punto cabe recordar aquí la situación qué se creó cuando, en 1950, se trató de colocar en el mercado interno la Emisión de Bonos de la Comisión Ejecutiva de la Presa Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL). Dos años y medio después de hecha la emisión, que originariamente ascendió a 13 millones de colones, los inversionistas particulares habían «cubierto sólo un 25 por ciento de la emisión, no obstante la reputación del BIRF, se “trataba de valores de alta calidad, vinculados con el nombre y reputación del BIRF, garantizados por el Gobierno y las ganancias exentas de impuestos directos.”
Sobre esté mismo punto, podríamos recordar aún la conducta de los inversionistas nacionales en relación con las Cédulas del Banco Hipotecario, el cual, en ciertos momentos, se vio obligado a recurrir a la asistencia financiera del Banco Central de Reserva para seguir funcionando.
El otro hecho importante que podría, ilustrar, sólo que en sentido inverso, la objetividad del conflicto que nos ocupa, se produjo recientemente con motivo de la puesta en el mercado de los bonos de la CEPA (Comisión Ejecutiva del Puerto de Acajutla), por valor de 12 millones y medio de colones. En menos de dos semanas los inversionistas locales (los mismos que antes se negaron a invertir) coparon más del 75 por ciento de la emisión, y al momento de escribir estas líneas, se dice, la emisión ha sido totalmente negociada.
Este hecho es sumamente revelador y expresa con la mayor claridad el cambio de conducta que se ha operado y que se sigue operando en el sector terrateniente “(el único que virtualmente tiene ahorros disponibles), en relación con el proceso de desarrollo económico del país en general, y con el de la industrialización en particular. Sobre este mismo punto el Estudio del BIRF antes citado, al analizar el movimiento de capitales salvadoreños hacia el exterior, en su página 44 dice:
“Sin embargo, parece que últimamente (el estudio es de 1957) el crecimiento de estos activos se ha hecho más lento, a medida que los empresarios salvadoreños invirtieron sus fondos en la industria nacional, respondiendo a los incentivos fiscales, a la estabilidad económica y a otros estímulos ofrecidos en el país.”
Hay base, pues, para pensar que ya en 1960 la conducta de la burguesía terrateniente, en relación con la industrialización del país, se ha modificado un tanto. La participación de los capitalistas agrarios en las industrias y demás empresas de desarrollo económico nacional, se hace cada día más notoria, y poco a poco se va borrando la línea divisoria que separaba, estos de los capitalistas industriales.
Con la nueva conducta observada por la burguesía terrateniente en relación con las necesidades del desarrollo económico nacional, es innegable que la burguesía nacional, EN SU CONJUNTO, se ha fortalecido como clase, en lo que va de 1950 a 1960, y que en la medida en que está burguesía esté dispuesta y resuelta a utilizar en su provecho los beneficios potenciales que ofrece la industrialización del país, se hará cada vez más nacionalista y tratará de admitir la concurrencia extranjera, tanto en lo que se refiere a los productos elaborados como a los capitales de inversión, únicamente en la medida en que su propia capacidad de inversión y producción, no le permita hacer frente por sí misma a las exigencias del desarrollo económico del país. Un síntoma de lo que puede llegar a ser esta conducta en el futuro, podría encontrarse en el incipiente acercamiento de la oligarquía cafetalera latinoamericana con los países del área socialista. Si la burguesía salvadoreña llegase a adoptar está conducta hasta llegar a convertirla en una línea de política internacional firme, ello aportaría a la causa de la democratización y de la independencia del país una ayuda inestimable.
Sin embargo, hay buenas razones, para pensar en que la burguesía salvadoreña no seguirá este camino. Tal como está planteada la industrialización en El Salvador, con vistas al aprovechamiento del mercado centroamericano, más que a la promoción del mercado interno, exige inversiones de tal envergadura que sólo podrían efectuarse con el concurso de la inversión extranjera. De esta exigencia están naciendo las empresas industriales “mixtas”, a través de las cuales se afirman las relaciones de la gran burguesía (sólo ésta tiene acceso a tales empresas) con el imperialismo. Ahora bien, al mismo tiempo que se afianzan esas relaciones la burguesía salvadoreña se escinde en dos grandes sectores: uno, el económicamente más poderoso y más influyente, estrechamente ligado al imperialismo, ajeno totalmente a las vicisitudes y miserias del mercado interno, y otro, que no podrá sobrevivir si no es manteniendo una lucha resuelta y sostenida contra aquél, levantando cada vez más alta la bandera de la independencia nacional. Este último sector, reforzado por los comerciantes no importadores, por los industriales nacionales, por los pequeños y medianos productores, solos o asociados en cooperativas, y por la clase media intelectual, es lo que podríamos llamar en El Salvador la “Burguesía Nacional”.
El camino de la “gran burguesía” salvadoreña hacia el mercado centroamericano está lleno de peligros y sus aventuras en ese terreno pueden llevarla a tempranos fracasos. En primer lugar, porque sus “aliados” imperialistas son vistos cada vez con mayor hostilidad por los pueblos en América Latina; y en El Caribe especialmente, y en segundo lugar, porque los industriales y los comerciantes de los otros países centroamericanos van a resistir en lo posible la penetración económica que a través de la gran burguesía salvadoreña está llevando a cabo el imperialismo norteamericano en Centroamérica.
Nueva perspectiva histórica para la realización de la Reforma Agraria Democrática en El Salvador
De no haber surgido la posibilidad de abrir el Mercado Común Centroamericano para la industria salvadoreña, no habría sido posible o habría sido muy lenta y difícil la integración industrial terrateniente de la burguesía salvadoreña. En este supuesto, la lucha entre terratenientes e industriales por el control del poder político, se habría profundizado en torno del problema del mercado interno. Con la perspectiva del Mercado Común Centroamérica se logró atraer al capital agrario hacia el campo de la inversión, industrial, y se atenuaron, hasta casi desaparecer en una década, las contradicciones políticas entre ambos sectores de la burguesía salvadoreña. En ese ínterin se repartieron entre ellos más o menos equitativamente los puestos claves de la Administración Pública y se fortaleció la posición económica y política de la burguesía salvadoreña, reforzada por sus posteriores contactos con el imperialismo. En base de esta apreciación es que podemos afirmar que la burguesía salvadoreña (integrada) es hoy día mucho más fuerte económicamente que lo que pudo ser en cualquier otro momento de su historia, y que los métodos de lucha política de las fuerzas progresistas y revolucionarias en El Salvador, tendrán forzosamente que adecuarse a la nueva situación si es que quieren ser eficaces.
Una vez que se hubo operado el fenómeno de fusión económica y de inteligencia política entre los más altos círculos, de la burguesía (grandes industriales, grandes terratenientes, grandes banqueros, grandes comerciantes del giro exterior), y cuando todo parecía marchar sin tropiezos, ha comenzado a manifestarse un hecho, casi imprevisto cuyas consecuencias negativas no fueron debidamente calibradas en su oportunidad. El Mercado Común Centroamericano, en el que tantas esperanzas depositaron los “técnicos” de la burguesía, ha comenzado a fallar y a convertirse en un factor de discordia centroamericana más que en un instrumento de unidad. La integración económica no marcha y la misma ODECA viene confrontando dificultades casi insuperables. En estas circunstancias la burguesía se ve obligada a plantear de nuevo el problema del mercado interno, esto es el problema de la diversificación de la producción, de la liquidación de las trabas feudales en el campo y del aumento de la capacidad adquisitiva de las masas. La solución satisfactoria de estos problemas se está transformando en una necesidad apremiante para la burguesía salvadoreña en su conjunto.
Lo dicho significa que en El Salvador está planteado el “problema agrario” con mucha mayor agudeza que antes, y que el tema de la Reforma Agraria tiende a situarse en el primer plano de las preocupaciones nacionales. Por la primera vez., la discusión del problema agrario ha saltado por encima de: los estrechos círculos de los “entendidos”, cobrando carácter y tratamiento nacionales. No hay hoy día un solo periódico que directa o indirectamente no le dedique atención seria a este problema, aun cuando no se haya hecho todavía del mismo un análisis correcto y exhaustivo. El mismo coronel José María Lemus, hizo elaborar y poner en práctica (?) su ya famoso “Plan Metalío” rechazado por reaccionario incluso por los terratenientes, exponiéndose a toda clase de sarcasmos y críticas. Todos quieren “echar su cuarto a espadas” en este asunto, y cabe esperar muchas fórmulas y proyectos de solución a cual más “prácticos y originales”.
De otra parte, parece ser que el Imperialismo Norteamericano se inclina, a recomendar cierto tipo de “reforma agraria” (¡y vaya que los ‘hay para todos los gustos!), para los países latinoamericanos.
Creemos que estos hechos deben ser interpretados en el sentido de que “hay luz verde” para la discusión abierta de la cuestión agraria, o, dicho de otra manera, la burguesía en su conjunto; puesta ya en el camino de la industrialización y sin posibilidad alguna de contramarcha, no tiene otro recurso que interesarse por una solución “conveniente” del problema agrario, esté es por la incorporación de las grandes masas del campo, totalmente desposeídas y empobrecidas, a la economía mercantil, a la producción moderna, al capitalismo.
Pero es claro que la burguesía no puede levantar ella misma, la bandera de la Reforma Agraria, ni mucho menos de Revolución Agraria, ya que una y otra, en distinto grado, vulneran el principio fundamental clásico del liberalismo, el principio de h propiedad privada, y auspiciarlas equivaldría a debilitar políticamente la base de su estructura institucional. Por ello, quizás, es que la burguesía prefiere dejar esta tarea, con todos los quebrantos que ello pueda suponer, a las fuerzas populares, a la pequeña burguesía, y por ello es que también consiente o tolera la libre discusión de un problema que hasta hace poco, fue punto menos que tabú.
Al llegar a este punto conviene observar cómo la burguesía terrateniente (cafetalera), que por fuerza del desarrollo económico espontáneo, ha pasado ya a formar parte del ala derecha si se quiere de la burguesía integrada, ante la imposibilidad histórica de echar marcha atrás, ante la perspectiva de obtener utilidades más seguras en el campo de la industria, y ante los inesperados contratiempos surgidos en el camino del Mercado Común Centroamericano, tiende a convertirse en una fuerza económica, social y política propugnadora de nuevos desarrollos de la economía nacional.
Es obvio que, cuando la burguesía terrateniente, ya modernizada y ungida con los óleos de la industrialización, habla de resolver el problema agrario (“si la persuasión no basta, será indispensable dictar medidas cohercitivas”, ha escrito recientemente el gran cafetalero Agustín Alfaro Morán), no lo hace pensando en ninguna solución que dañe sus intereses. La burguesía terrateniente aspira a una solución del problema agrario que deje a salvo sus intereses, que deje intactas sus fincas, sus “beneficios”, que ella considera que son, y lo son realmente, expresión del desarrollo capitalista en el campo, o dicho de otro modo, unidades económicas de tipo agrícola (no agrario) en las que se emplea fuerza de trabajo libre y asalariada, abonos químicos, beneficios, transportes mecanizadas, etc., los cuales no deben ser afectadas frontalmente por ningún tipo de Reforma Agraria.
Si este presupuesto fuese correcto, y la burguesía integrada realmente tuviese interés en una solución democrática del problema agrario, ya sea porque así se lo aconsejen sus nuevos intereses industriales, o simplemente porque comprenda que no hay forma de aliviar las tensiones sociales qué están a punto de estallar, con la amenaza de peligros mayores, ello estaría indicando que ha surgido ya en el panorama político del país, una zona de entendimiento o punto de acuerdo entre los intereses de la burguesía terrateniente y los intereses de las masas populares en general, y de las grandes mayorías campesinas en particular. Es obvia la importancia de este hecho desde el punto de vista de las derivaciones tácticas del movimiento democrático y revolucionario en El Salvador.
Pero, se preguntarán asombrados algunos “revolucionarios”: ¿Cómo es posible que las masas trabajadoras y sus dirigentes demócratas puedan sentarse a la mesa de los acuerdos y transacciones, junto con los sectores oligárquico-cafetaleros que fueron siempre el enemigo jurado de las aspiraciones democráticas del pueblo? ¿Si no es contra los terratenientes, contra quién ha de plantearse entonces la Reforma Agraria?
Antes de dar respuesta a estas interrogantes, quizás convenga recordar aquí:
a) que la Reforma Agraria Democrática es la solución burguesa del problema agrario, ya que su misión histórica consiste únicamente en abolir todos los obstáculos heredadas del feudalismo en el campo, que se oponen desarrollo del capitalismo; b) que la Reforma Agraria realiza sus objetivos entregando la tierra en propiedad a los hombres que la están trabajando en condiciones feudales o semifeudales (reparto parcelario), o bien modificando toda la estructura de la propiedad en el campo mediante la “nacionalización de la tierra”. Pese a que esta última modalidad es la que podría permitir el más completo desarrollo del capitalismo, la burguesía no se decide por ella, o se decide con muchas reservas, cubriéndose la retirada, porque la considera como un paso hacia el socialismo; c) lo anterior es lo fundamental histórico de la Reforma Agraria y en ello estriba “lo incondicional” de la misma. Lo otro; la asistencia técnica, él crédito, las formas de pagos e indemnización, constituyen lo accesorio y subalterno, lo incondicional; d) la “colonización” no es parte de la Reforma Agraria porque al tratar únicamente de absorber porciones de la población flotante en el campo; deja subsistentes a la servidumbre y a la semiservidumbre cuya abolición es lo “incondicional” de la Reforma; e) que en El Salvador hay un total de 225 mil familias que trabajan en condiciones de vasallaje semifeudal, que viven bajo el peso de la doble explotación del “pago en especie” y del “pago en trabajo”.
Hay personas en, El Salvador que al estudiar estos problemas niegan totalmente la existencia de relaciones de producción feudales y semifeudales en el campo (Geoffroy Rivas y otros), o que las admiten únicamente en calidad de meros “residuos”, remanentes, etc., desestimando la fuerza condicionante de aquella cifra en todos los órdenes de la vida nacional; f) no hay, en consecuencia, ningún movimiento democrático en El Salvador, ni puede haberlo por ningún motivo, si como eje de su programa no lleva la reivindicación de la Reforma Agraria. Desestimar la importancia histórica de esta tarea, posponiéndola o negándola, conduce inevitablemente a hacer concesiones de toda clase a la reacción interna y al imperialismo;
g) la profundidad y la amplitud que alcance la Reforma Agraria, o sea su capacidad para empujar el desarrollo histórico del país, no depende de ninguna cuestión de principio, sino solamente de una cuestión de política práctica, o sea el estado de organización y la fuerza política de que puedan disponer, en un momento dado, las masas trabajadoras del país; h) para llevar adelante la Reforma Agraria Democrática en El Salvador no hay necesidad de pensar en ninguna reforma de tipo constitucional. La Constitución política vigente (la de 1950) en su título IX, y en sus artículos 135-136-137-138 y 147 asegura un margen suficiente de la elasticidad jurídica para emprender y llevar adelante nuestra Reforma Agraria Democrática.
VI ¿Contra quién ha de plantearse, pues, la Reforma Agraria Democrática?
Ha llegado el momento de dar respuesta a tan inquietante cuestión. Para nosotros, este problema sólo puede tener, en las condiciones específicas de El Salvador, que fueron expuestas en páginas anteriores UNA SOLUCION: la Reforma Agraria debe enfilarse única y exclusivamente contra los propietarios de tierras, ya sean éstos pequeños, medianos o grandes, en cuyos dominios haya mozos colonos (siervos) o arrendatarios (semisiervos) que estén pagando renta en especie o en trabajo, o que se hallen inmovilizados por las “habilitaciones”. Estas son las formas feudales y semifeudales de explotación que frenan el desarrollo de la economía mercantil en el país, que detienen su desarrollo económico, que detienen el desarrollo democrático y que no permiten mejorar el nivel de vida material y cultural de las grandes masas.
Históricamente está creado hoy día la posibilidad de romper la vieja alianza entre los terratenientes capitalistas y los latifundistas feudales, y también la posibilidad de abrir una brecha hacia la democratización del país. Es obvio que la Reforma Agraria, así concebida y aplicada, vendrá a fortalecer necesariamente a la burguesía integrada, por cuanto pondrá a disposición suya todas las ventajas económicas del Mercado interno diversificado y fortalecido por la Reforma. Ello es innegable, pero también lo es y en mucha mayor medida, que las ventajas que alcanzará el movimiento obrero y campesino, sin contar el mejoramiento del nivel de vida, de las masas, serán más importantes si se tiene en cuenta que, a través de las luchas por la Reforma Agraria, se podrá afianzar la unidad de este movimiento y elevar convenientemente su nivel político. Y más tarde, cuando haya sido posible quebrantar radicalmente la resistencia de los feudales, ya habrá ocasión de que las masas trabajadoras del campo, liberadas y fortalecidas por 1a Reforma, planteen a los terratenientes capitalistas, sus propias demandas a través de la lucha democrática.
El cambio del panorama político del país resulta así impresionante. Los 14 Grandes, la Oligarquía Cafetalera, que fueron considerados hasta hace poco como la fuerza principal de resistencia al movimiento democrático, han dejado de ser por ahora, el enemigo principal. Hoy el enemigo principal es el latifundista feudal explotador de mozos colonos y arrendatarios enfeudados, y contra él debemos descargar los más duros golpes. Esta es la única manera de romper la alianza reaccionaria entre los capitalistas terratenientes y los latifundistas feudales, la única manera de incorporar a la lucha democrática a más de medio millón de trabajadores activos del campo, y también la única manera de soldar la alianza del proletariado y los campesinos en escala nacional.
VII Composición orgánica de la Burguesía Salvadoreña
En el curso del proceso de integración de clase de la burguesía que hemos bosquejado arriba, su composición orgánica se ha hecho cada vez más compleja y sería absurdo pretender que toda ella, en su conjunto, acoplara su conducta ante todos los problemas como una sola masa homogénea, sin considerar las contradicciones que separan a sus distintos sectores.
Nosotros hemos descrito una “burguesía integrada” interesada en el desarrollo de la economía nacional, en la elevación de los niveles de vida del pueblo, en la libertad y la independencia nacional, EN LA MEDIDA en que esas grandes reivindicaciones coinciden con los intereses económicos de esta burguesía. Esta burguesía, es la que a nuestro juicio debe ser considerada como burguesía nacional salvadoreña, y como tal es merecedora del más atento estudio de nuestra parte. Es preciso 1Iegar a conocerla en sus reacciones más íntimas frente a todos y cada uno de los problemas que afectan al país y frente a las problemas particulares que afectan a cada una de las clases que forman la sociedad salvadoreña.
En determinadas condiciones, esta burguesía nacional sería capaz de participar activa y consecuentemente en las luchas del pueblo por la democratización del país y de rendir incluso grandes tributos el patriotismo. Ello dependería, en todo caso, de que a su lado, estimulándola y empujándola, se halle una clase obrera bien organizada, querida de las masas del pueblo, sólidamente vinculada a los trabajadores del campo y dueña de una clara y firme línea política revolucionaria.
Pero no debemos olvidar que a un lado de esta burguesía nacional, compuesta de sectores estrechamente vinculados a la producción y al comercio internos, se destaca una “gran burguesía”, cuyos negocios actuales y futuros provienen de sus vinculaciones financieras y comerciales con el capital imperialista norteamericano. Los grupos que componen a esta gran burguesía son los grandes banqueros, los grandes comerciantes del giro exterior, los grandes terratenientes capitalistas, y los grandes industriales y dueños o socios de empresas que, bajo la denominación de toda clase de sociedades y “compañías salvadoreñas”, se prestan para pasar de contrabando y cohonestar la inversión y las actividades del capital norteamericano en nuestro país y en Centroamérica. Estos grupos son los que actualmente controlan el poder político o ejercen poderosa influencia en la política gubernamental, y son los más interesados, porque en ello les van grandes beneficios, en crear un mercado de 12 millones de centroamericanos para los inversionistas y comerciantes norteamericanos. Estos grupos miran las cosas en grande y casi no tienen interés en nuestro mercado interno.
Las más grandes inversiones que haga el capital imperialista en El Salvador, en el inmediato futuro, serán canalizadas través de la acción antinacional de los grupos que forman esta Gran Burguesía. Entre la burguesía nacional y la gran burguesía hay toda una intrincada red de relaciones que es preciso conocer a fondo. Por ello es menester hacer de sus peculiaridades de clase un estudio serio y mantener sobre sus actividades la más estrecha vigilancia.
VIII Consideraciones Finales:
Primera: Si nuestra generación no pudiera realizar más que la tarea de liberar a millón y medio de salvadoreños, víctimas hoy día de la opresión feudal, incorporándolos a la vida moderna que surge de la economía mercantil, elevando su nivel de vida y su standard cultural, y creando las condiciones para una alianza efectiva forjada en la lucha común entre la clase obrera y los campesinos, nuestra generación habría justificado históricamente su existencia.
Segunda: En la medida en que ninguno de los objetivos de clase de la gran burguesía gobernante coincide con ninguna de las reivindicaciones democráticas (progreso, independencia y libertad) del pueblo salvadoreño, la actual “estabilidad social y política” que parece imperar en el país no puede durar mucho tiempo. La aparente estabilidad actual puede romperse, inopinadamente y dar lugar a nuevas crisis políticas. Prepararse para enfrentar exitosamente estas crisis, mediante el conocimiento de sus verdaderas causas y de sus proyecciones, he aquí nuestra tarea.
F I N
San Salvador, junio de 1960.

El presidente, la historia y el poder

El presidente, la historia y el poder
febrero 02, 2016 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

La reciente muerte de Francisco Flores, quien fuera presidente de la República en años recién pasados, culmina un drama histórico, personal y socio-político. Lo que puede entenderse como una tragedia de una persona y también de una familia es, sin embargo, una expresión de la confrontación real que se ventila en estos acontecimientos.

Se trata de una manera de ejercer el poder político que se debate entre una forma oligárquica tradicional, donde el poder es entendido y ejercido como el patrimonio de quien ejerce un cargo público, y otra forma de democracia burguesa, donde el ejercicio del poder tiene límites establecidos en el conjunto de reglas conocidas como Constitución de la Republica. Es decir, que no se trata de los más altos niveles de democracia, donde el funcionario ejerce su cargo obedeciendo al dueño del poder que él ejerce, que es el pueblo. Un funcionario solo administra un poder ajeno y debe obedecer al dueño de ese poder.

Las reglas de la democracia burguesa establecen que “el funcionario público es delegado del pueblo y no tiene más atribuciones que las que expresamente le da la ley”. Cuanto este texto constitucional habla de ley se está refiriendo al producto de la voluntad de un conjunto de políticos que son los diputados que representan realmente los intereses de su partido y no los de las personas que votaron por ellos. En tal sentido, la misma democracia burguesa está muy lejos de reconocer o asegurar el control del ejercicio del poder de parte de su dueño –el pueblo soberano-pese a lo cual, el régimen político estructurado en nuestro país por largas décadas, no asume las reglas contempladas en la Constitución porque la primera regla que se establece en el marco real del juego (no hay que olvidar que todos somos jugadores) determina que las reglas de la Constitución no deben cumplirse. Y, entonces, el régimen político funciona a partir de reglas establecidas por los poderes facticos.

Paco Flores es cabal expresión de este fenómeno. Fue un típico presidente oligárquico, de discurso fino, con mucho filo, por momentos hasta filosófico, pero él tenía siempre un derrotero claro, que era el de trabajar al servicio de los sectores dominantes a los que consideraba que se debía.

Su periodo presidencial aparece dominado por los terremotos, por la ley de la dolarización, por relaciones internacionales de supeditación, y siempre por discurso fluido, elegante, y con distancias.

En realidad, Paco Flores no funcionó nunca como un típico militante de ARENA, aunque era arenero. Pero siempre pareció ser alguien con dificultades para entender, asimilar y desarrollar las relaciones partidarias más fructíferas, porque la conducción de un partido político requiere mucha comunicación, mucha paciencia, mucha capacidad de escucha, y pasa por tomar en cuenta las opiniones e intereses de los diferentes sectores que se mueven en una comunidad partidaria. Paco Flores siempre pareció distante de toda esta fenomenología. Pero, apareció más cercano y comprometido con los sectores más poderosos del país, con quienes parecía tener, eso sí, una comunicación más fluida y efectiva.

Semejante realidad supuso un quiebre de la lógica del poder y sin duda originó tensiones iniciales, que también caracterizaron su periodo presidencial.En el ejercicio del poder oligárquico, el partido político resulta ser el instrumento para llegar a la gente y sacarle los votos que se necesitan para capturar el aparato del Estado. El presidente es el dirigente de ese partido, dueño de una popularidad ciertamente artificial pero cultivada por el mismo funcionario, porque de otro modo se dificultará la legalidad y la legitimidad del poder que se ejerce desde la presidencia. Para Paco Flores eso, aparentemente, no era más importante que sus vínculos y relaciones con los sectores más poderosos del país.

Puestas las cosas así, Paco Flores resulta ser un típico representante del ejercicio del poder de la oligarquía, atraído hacia arriba y con menor compromiso hacia abajo. Al final de su periodo, las aguas partidarias en que debía moverse no eran aparentemente las corrientes más límpidas que resultan convenientes en estos escenarios.

Sus aspiraciones internacionales se vieron truncadas, aunque parecían tener los respaldos necesarios, y él mismo parecía ser el depositario de esos respaldos. Sin embargo, luego de su presidencia, pareció quedar a la deriva, sin los respaldos anunciados, sin los apoyos esperables de su partido, y como suele ocurrir con los otros presidentes, olvidado por la historia.

Vinieron otros presidentes y otros estilos más populares, vino el momento de quiebre del control oligárquico sobre el partido ARENA, y Paco permanecía en la sombra; aun cuando la política de dolarización que él implantó seguía y sigue desangrando inmisericordemente a los sectores más desprotegidos de la sociedad y a las clases medias.

En estos momentos, cuando el narcotráfico se enseñorea sobre la vida total del país, no es difícil establecer la relación entre aquella dolarización de enero del 2001 y el fluido y poderoso fenómeno del lavado de dólares que estremece la vida del país y configura la actual guerra, la más sangrienta de nuestra historia.

Cuando Paco aparece como el asesor electoral en la campaña presidencial recién pasada, con cálculos políticos insospechados de su parte, se tensionaron todas la agujas más puntiagudas y se revivieron las cimitarras más filosas en manos de sus enemigos cubiertos y encubiertos. Curiosamente, las filas partidarias donde Paco militó no eran ni son sus mayores amistades ni sus mayores aliados, y su aparecimiento no gozó ni de la simpatía ni del apoyo de sus propias filas partidarias. De este momento a la acusación pública que lo llevó a ser interrogado por los diputados de la Asamblea Legislativa, en una memorable sesión pública televisada, que mostró su interrogatorio, donde Francisco apareció en toda su dimensión humana, solo mediaron pequeños y rápidos pasos, como si se tratara de un drama humano cuyos hilos de plata manejaba el mismo Paco.

Todo parecía indicar que Paco decidió caminar, por razones desconocidas, en un territorio lleno de enemigos, que de alguna manera él consideraba necesario enfrentar, descubrir y hasta derrotar. Su juicio estableció el primer caso en nuestra historia de un presidente de la República enjuiciado por acusaciones criminales específicas, el primer presidente encarcelado y el primero que muere como indiciado, aunque inocente presunto, por no haberse probado su culpabilidad, dada su muerte.

Como presidente, será recordado por el pueblo, sobre todo por la dolarización, con amargura y oposición. También será recordado por las derechas tradicionales como alguien que intentó hacer su propio juego fuera del control y que al final se evadió con su muerte.

Paco Flores se llevó a la tumba una gran cantidad de información y de secretos que de conocerse aclararían a la sociedad salvadoreña parte de los meandros y corredores oscuros en que el poder se ejerce en nuestro país, pero el episodio que protagonizó y el estudio histórico posterior que sobre él se hará, nos dará luz sobre esta etapa que estamos recorriendo. De todas maneras, nosotros escribimos la historia y Paco escribió la suya. Por supuesto que no determinamos las circunstancias en las que hacemos esa historia, y ésta sigue su curso, y nosotros, los constructores de esa historia, también seguimos nuestro curso.

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC,

Por: Oscar Martínez

Francisco Jovel, firmante de los Acuerdos de Paz, conocido durante la guerra como Comandante Roberto Roca, fue uno de los cinco integrantes de la Comandancia General del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en su calidad de Secretario General del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Liberación Popular (FAR-LP), así como fundador de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) (1970-75), antecedente de lo que posteriormente se llamó PRTC. Jovel se convierte así, en una voz autorizada para hablarnos del origen del PRTC, al ser uno de los primeros líderes guerrilleros de la revolución salvadoreña; y por esa investidura histórica que le otorga su praxis revolucionaria lo entrevistamos a 40 años del Congreso fundacional del PRTC, que se clausuró el 25 de enero de 1976, en San José, Costa Rica.

Para hablar de los inicios del PRTC, hay que contextualizar históricamente el período en que surge el PRTC, empezando con su antecedente, la ORT. Lo mismo hay que decir de las otras tres organizaciones de la nueva izquierda revolucionaria, ideológicamente enfrentadas a la izquierda reformista y electoral, representada en ese entonces por el Partido Comunista Salvadoreño (PCS); para ello hay que remontarse a la incidencia que tuvo la juventud estudiantil, magisterial y obrera en la 2da. mitad de los años 60 en toda América Latina y, por ende, en El Salvador.

A partir de 1960, en América Latina, la proyección internacional de la revolución cubana fue muy importante, pero en El Salvador, la cristalización de esa nueva perspectiva de la izquierda se da en la segunda mitad de los años 60.
Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, no identificado. Foto Diario Co Latino/Archivo

Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, no identificado. Foto Diario Co Latino/Archivo

En Centro América, en la primera mitad de los años 60 impactó mucho en Guatemala, sobre todo, con la formación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), también en Nicaragua, con la formación del original Frente Sandinista encabezado por Fonseca Amador.

Para 1967 en El Salvador se dio un fenómeno interesante, que impactó mucho a nivel nacional, que fue la participación por primera vez de manera diferenciada y legal de una organización democrática con posiciones de izquierda que era el Partido Acción Renovadora (PAR), que llevó como candidato al Doctor Fabio Castillo Figueroa. La izquierda en general hizo causa común del respaldo a esa candidatura. Lo apoyaron personas de la izquierda tradicional ubicadas en el Partido Comunista, como de los sectores no comunistas de la izquierda, la gran mayoría de esos sectores estaban vinculados a la Universidad de El Salvador (UES) y sindicatos, y ya estaban incidiendo en ese periodo en el campo y en los pueblos entre personas muy humildes, que tradicionalmente habían estado sometidas y muy vinculadas a las políticas de la dictadura. Muchos campesinos formaban parte de la Organización Democrática Nacionalista de (ORDEN) o eran miembros de las Patrullas Cantonales; sin embargo, en ese sector empezaron a influir sensitivamente cambios de actitud, en gran medida debido a que la reunión del Concilio Episcopal Latinoamericano de la Iglesia Católica (CELAM), celebrado en Medellín, Colombia, le dio una nueva perspectiva a la labor pastoral, como la llaman los religiosos y sacerdotes y eso tuvo influencia en sacerdotes relativamente jóvenes que estaban muy de cerca de las comunidades campesinas o de poblados pequeños.
Comandante Roberto Roca (de boina y barba) en una zona de control de la guerrilla. Foto Diario Latino/Archivo PRTC

Comandante Roberto Roca (de boina y barba) en una zona de control de la guerrilla. Foto Diario Latino/Archivo PRTC

Fue importante el papel que jugaron en Suchitoto, en Aguilares, en el Paisnal, en Morazán, en el Norte de San Vicente, y muchos otros lugares; y eso también cambió la actitud de muchos sectores de sacerdotes vinculados a la labor educativa, hubo un importante cambio de visión y de práctica educativa en colegios como el Externado San José, en universidades como en la UCA bajo la dirección de Jesuitas; también influyó en algunas ordenes de monjas que también jugaron un papel importante, poquito a poquito ya en los años setenta las monjas de la Divina Providencia y Sagrado Corazón tenían una actitud diferenciada de lo que era en el pasado una actitud muy elitista de toda la actividad educativa regentada por religiosos católicos. Eso influyó mucho en el país.

Hay que recordar que se comenzó a hablar de construir el cielo en la tierra, de Comunidades Eclesiales de Base, la opción preferencial por los pobres, de justicia social, de redistribución de la riqueza, de reforma agraria, etc., todo eso tuvo una relevancia de gran impacto en América Latina.

Otra gran experiencia que influyó mucho fue el esfuerzo que el “Ché” Guevara intentaba abrirle a una perspectiva guerrillera en Bolivia, esto era muy importante porque ya cuando el “Ché” hizo ese esfuerzo, algunas experiencias guerrilleras ya habían entrado en una especie de derrota estratégica como las FAR de Guatemala, en Venezuela y en otros lugares de América Latina. La captura y el fracaso de esa experiencia del Che Guevara, obligó a repensar como abrir brecha en América Latina a la vía armada para la conquista del poder por parte de las fuerzas revolucionarias, pero por otra parte reforzó las posiciones reformistas y electoreras de los Partidos Comunistas en toda América Latina, sobre todo, con la victoria de la Salvador Allende en Chile, posiciones que se derrumbaron al darse el golpe de Estado de Pinochet.

Y así empezó a surgir un fenómeno de guerrilla urbana; el cual, a finales de los años 60 empezó a cobrar mucha más fuerza, aun cuando esto tuvo un peso muy significativo en los años 70; la experiencia, por ejemplo, de los Tupamaros, en Uruguay; de los Montoneros, en Argentina; de la guerrilla de Carlos Marighella, en Brasil, todo eso fue un esfuerzo por reorganizar y replantear la lucha revolucionaria. Esos movimientos y su experiencia que ya no se trataba de guerrilla de montaña, que podía darse esa lucha en otros escenarios, en la cuidad, en terrenos sub-urbanos, influyeron mucho.

A los movimientos estudiantiles universitarios de Latino América, la enorme huelga y levantamiento del estudiantado francés en 1968 (que además tuvo una importante repercusión en Alemania, Italia, menos quizás la tuvo en países como España que todavía estaba muy abatida por la dictadura de Francisco Franco, ese “Caudillo de España por gracia de Dios” y “Regente de la Corona”), todo ese movimiento de mayo del 68 influyó mucho en el estudiantado mexicano, a tal grado que tuvo un desenlace muy sangriento, con un crimen de lesa humanidad; esa experiencia y ese levantamiento, esa enorme protesta de los estudiantes mexicanos con las marchas y concentraciones, el gobierno del Presidente mexicano de ese momento, Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), ordenó pararla con una masacre en la Plaza de Tlatelolco.

A Raíz de esos hechos llegaron a El Salvador, en condición de exiliados, algunos profesores universitarios, en condiciones de exiliados, uno de ellos, que impartía clases de física en la UES fue asesinado por orden del Coronel Berdugo, que dirigía migración.

Podemos decir que ese replanteamiento de la perspectiva de lucha de la izquierda había iniciado sus debates en una reunión de las Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en la Habana, Cuba; en esa reunión habían llegado, sobre todo, representantes del Partido Comunista Salvadoreño; en el desarrollo de las discusiones y de los planteamientos que hubo en la (OLAS), surgieron dos corrientes al interior de esa delegación salvadoreña, unos que apoyaban la posibilidad de una visión de lucha armada, en donde Roque Dalton jugó un papel importante y otras personas que llegaron de El Salvador que eran partidarios de seguir la “línea de Moscú”, de la “transición pacífica al socialismo”, encabezados por Schafik Hándal. Ese debate ya en la mitad de los años 60, trascendió las fronteras del Partido Comunista y se extendió al conjunto de la izquierda, porque todo este debate estaba influido por los acontecimientos aludidos anteriormente.

Otro factor que estaba en su apogeo en ese momento eran las luchas por la liberación en África, toda la experiencia guerrillera en Argelia, que tenía una forma muy particular, prácticamente habían dividido la ciudad de Argel en una parte Árabe y en una parte francesa, que eran los colonialistas. También, la lucha en el Congo encabezada por Patricio Lumumba, en la que había tratado de participar el Che Guevara; y la guerra de Vietnam, que estaba en su apogeo en ese momento, donde habían sido derrotados los franceses y la guerra continuó contra los norteamericanos que se habían involucrado directamente en esa aventura neocolonial en el Sureste de Asia. La llamada “Guerra Fría”, con su amenaza nuclear, estaba en su máximo nivel de peligrosidad.

Todos esos acontecimientos dieron lugar a que los sectores de recién ingreso a la Universidad vivieran un momento de gran ebullición. El Doctor Fabio Castillo, como era previsible, en unas elecciones amañadas, fraudulentas y controladas por la dictadura militar, había perdido la presidencia en 1967; antes fue Rector de la Universidad de El Salvador (UES) e impulsó una importante reforma universitaria que estaba sobre todo orientada a mejorar el nivel académico del estudiantado, proyectar la Universidad hacia el pueblo con la finalidad de que los estudiantes, en su praxis académica, se vincularan con la población y, sobre todo, con los sectores más pobres del campo y la ciudad, pero a finales de los años 60, aun cuando el Dr. Fabio Castillo era el Decano de la Facultad de Ciencias y Humanidades, en el estudiantado de primer ingreso de áreas comunes había una efervescencia producida por varios factores: primero, por esa corriente de flujo revolucionario entre la juventud; segundo, porque la reforma universitaria que había entrado en un periodo de adormecimiento y muchos profesores habían empezado a revertir el carácter de la reforma universitaria que había impulsado Fabio; la tendencia era a imponer el estudio dentro de los muros de la universidad y otros que habían caído en una especie de conservadurismo académico, no hacían ningún esfuerzo por impartir las materias correctamente, ni introducir ningún cambio curricular; y tercer factor: habían convertido las áreas comunes en una especie de colador estudiantil. La cantidad de estudiantes que veían frustrados sus perspectivas universitarias en esos dos años se estaba volviendo cada vez más grande.

Había un fenómeno que para los estudiantes era digno de la máxima resistencia, era la tendencia consistente en que entraban muchos estudiantes, pero que después de las áreas comunes quedaban muy pocos estudiantes; y había algunas facultades donde esa selección era muy elitista, se daba por ejemplo en Medicina e Ingeniería, eso generó, en áreas comunes, un descontento bastante generalizado y dio lugar al estallido de una huelga general de áreas comunes a finales del 69.

En ese periodo nos involucramos de manera muy decidida una nueva generación de revolucionarios, una muy buena parte de ellos que no había tenido ningún tipo de vinculación con la izquierda tradicional representada por el Partido Comunista; ni con la oposición reformista de la democracia cristiana. Esos grupos de jóvenes revolucionarios estaban aceleradamente atrayendo a ese planteamiento de debates de nuevas ideas y opciones a bastante jóvenes que se habían incorporado a la Juventud Comunista y a la Juventud Demócrata Cristiana, entre estos había obreros sindicalizados, maestros y estudiantes universitarios. Si vemos quienes eran los dirigentes de todo ese esfuerzo vamos a descubrir entre todos ellos a los que fueron fundadores y dirigentes impulsores de la nueva izquierda política- militar en los inicios de 1970, 1971, 1972.

Entre la dirección de la Huelga de Áreas Comunes estaba:, Adán Díaz Salazar y Francisco Jovel, que no provenían de ninguna organización tradicional; Humberto Mendoza, proveniente de la Juventud Comunista; Rafael Arce Zablah y Virginia Peña. En el Diario Co Latino, en esa época llamado solamente Diario Latino, se puede encontrar la foto de la Dirección de la Huelga de Áreas Comunes, movimiento que se extendió a otras áreas como Economía bajo la conducción de Felipe Peña Mendoza, proveniente de la juventud Demócrata Cristiana. En todo este movimiento de Áreas Comunes podemos destacar que estaba Clara Elizabeth Ramírez, habían varios compañeros que luego aparecen en la dirección del ERP como Joaquín Villalobos y otros, provenientes de la juventud Demócrata Cristiana. Muchos de ellos, antes de que fuera ocupada militarmente la UES, por la persecución policial y por las actividades de la organización de la nueva izquierda, se retiraron de la Universidad para dedicarse a la organización clandestina guerrillera, como Felipe Peña, Virginia Peña, Adán Díaz Salazar, otros se quedaron todavía haciendo un esfuerzo en la Universidad hasta 1972 cuando la dictadura tomo la UES, como Humberto Mendoza, Francisco Jovel, Luis Adalberto Díaz, Francisco Montes, Alfonso Hernández, entre otros. Comenzó a partir de ese año la vida clandestina de muchas decenas de dirigentes de la nueva izquierda.

Esa situación influyó en los maestros que habían jugado un papel importante en la primera huelga de ANDES 21 de JUNIO en 1979, particularmente el profesor Mario López, que se incorporó al PRTC y la profesora Mélida Anaya Montes, que se incorporó a las FPL.

Todo este flujo revolucionario forjó los principales dirigentes que organizaron los cuatro partidos de la nueva izquierda: Fuerzas Populares de Liberación (FPL), Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y la Resistencia Nacional (RN).

En ese periodo, antes de la ocupación militar de la UES, habían dos edificios, dentro del Campus de la Universidad, que eran residencias estudiantiles, en ellas vivían muchos estudiantes que pasaron a formar parte de la dirigencia de la Nueva Izquierda como Eduardo Rico Mira, Adán Díaz Salazar (Presidente de los Residentes y Representante de los Becarios), el Dr. Morales Chávez, Presidente de la Sociedad de Estudiantes de Medicina, Fundador de la ORT; el poeta Alfonso Hernández, y otros que se destacaron como dirigentes revolucionarios.

Es en ese marco que se forma el núcleo que le dio inicio al esfuerzo organizativo histórico que forjó al PRTC. En ese momento no tenía nombre ese esfuerzo, el grupo inicial lo conformaba: Adán Díaz Salazar, el “Moscovita”, el Dr. Morales Chávez, Eduardo Rico Mira y el “Chino” Sibrián (profesor de Psicología), Francisco Montes y Leonel Lemus Arévalo, un destacado obrero especialista en vidrio para artículos de laboratorio de química, con alta calificación en técnicas de guerra de guerrilla urbana y construcción de armas artesanales y explosivos. Este equipo estaba coordinado por Francisco Jovel. Este fue el núcleo inicial de lo que en un principio de 1970 a 1975 se llamó Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) y que, a partir de 1976, pasó a llamarse Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRTC).

De ese grupo inicial, excepto de “El Moscovita”, de quien se perdió toda vinculación, sobreviven: Morales Chávez, quien vive y ejerce la medicina fuera del país, y Francisco Jovel. Adán Díaz Salazar murió en Guatemala, en 1972, en un esfuerzo por adquirir experiencia militar, que fue un acto de vinculación revolucionaria y de solidaridad con la lucha armada aquí en El Salvador por parte de la FAR de Guatemala bajo la dirección de Pablo Monsanto; ese mismo año murió en un lamentable accidente con explosivos Leonel Lemus Arévalo. Alfonso Hernández cayó en la ofensiva de 1989, en las filas de la RN; Francisco Montes, fue asesinado por la dictadura en 1980, en Santa Ana, cuando ejercía su profesión de médico; en ese mismo año fue asesinado el Chino Sibrián, quien fue capturado y asesinado; Eduardo Rico Mira murió a causa de enfermedad natural a principios del presente siglo; estos cuatro últimos compañeros, al momento de morir, estaban incorporados en las filas de la RN.

Este grupo desarrolló labor organizativa con más personas en la Universidad: cuerpo docente, instructores, personal administrativo y se fue extendiendo el trabajo hacia maestros de secundaria y primaria, obreros y campesinos.

Se inició a formar células y buscábamos que todas las células estuvieran conformadas, no por su origen, sino por compañeros que provenían de diferentes sectores de profesionales, campesinos, obreros, profesores de tal forma que hubieran células con compañeros provenientes de diferentes sectores, para que tuvieran una perspectiva más amplia y una relación más directa sobre la realidad que vivían diferentes sectores. El trabajo se intensificó en muchas ciudades y esto nos permitió que muchos estudiantes y obreros de la ciudad fueran a realizar trabajo de organización en el campo en Suchitoto, en varios cantones del cerro de Guazapa; en San Vicente, tanto en el norte del departamento como en la zona de Verapaz; en el departamento de Usulután, en Santa Ana, en Sonsonate y otros departamentos y en variados sectores sociales.

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC

Publicado por: Administraador 2 febrero, 2016 en Memoria Histórica Deja un comentario

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Por: Oscar Martínez
oscartexto@gmail.com
@oscartexto

La Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) se encontraba en un dinámico trabajo de organización a nivel nacional, la etapa organizativa de formación de las primeras células había concluido.

Al trabajo hecho con máxima precaución y con estricta selección de los cuadros debía sucederlo una labor más intensa tanto en el plano de afinar estrategia como en el fortalecimiento de las concepciones políticas revolucionarias y en el del fogueo de los cuadros en el dominio de diversas formas de lucha.

En esa dinámica de trabajo se estaba cuando de forma casi natural surgió la posibilidad de intentar hacer confluir en una sola organización de la nueva izquierda a todas las vertientes que surgieron en esos años de 1969 a 1972.
El Comandante Roberto Roca, junto al Comandante Miguel Mendoza, en el puesto de mando de Guazapa. Foto Diario Co Latino/ Archivo PRTC.

El Comandante Roberto Roca, junto al Comandante Miguel Mendoza, en el puesto de mando de Guazapa. Foto Diario Co Latino/ Archivo PRTC.

En nuestro caso, ese esfuerzo unitario lleva a que buscáramos por medio del Dr. Fabio Castillo Figueroa, dado su prestigio y relación con todas las vertientes, aun cuando con el grupo nuestro Fabio tenía una relación mucho más estrecha y más comprometida; sin embargo, Fabio, personalmente no integraba parte del núcleo inicial de la ORT, sino que se reunía conmigo y nos tenía muy al tanto de sus reuniones con Cayetano Carpio y con al menos un contacto con el que se ha reconocido como “El Grupo”.

Hicimos un primer esfuerzo de reuniones con Cayetano Carpio, en algunas reuniones participó Adán Díaz y mi persona y en otras reuniones participé solo yo; en ese sentido Cayetano era muy cuidadoso de no relacionarse con muchas personas en ese tipo de reuniones. No nos pudimos poner de acuerdo porque Cayetano Carpio planteaba como requerimiento que todos los estudiantes universitarios tenían que renunciar a continuar en la Universidad y debían sumergirse en la clandestinidad, y nos planteó su tesis de que a través del extrañamiento de la vida universitaria nos liberaríamos de las aspiraciones y perspectivas pequeño-burguesas y nos íbamos a proletarizar. Nosotros discutimos con él y se le expresó que no considerábamos que esa fuera la vía más apropiada de proletarización, que además la revolución necesitaría personas académica, científica y técnicamente bien preparadas y que no debería de menospreciarse la importancia que tenía la universidad, sobre todo la UES, para la formación política-ideológica de la juventud que era la que se podía conseguir desde la Universidad de forma más abierta y en términos prácticos a través de las asociaciones estudiantiles, magisteriales y sindicales poniendo en práctica la política de combinar estudio y lucha.

Otra de las cosas que Marcial planteaba en ese momento era pasar una prueba de fuego lo más inmediatamente posible y nos propuso, a través de un compañero obrero que él envió, a la manera muy de este compañero que la orden era que bajo su dirección el grupo hiciera una recuperación de fondos en un pequeño supermercadito que había a tres cuadras de la Universidad. Se llamaba Súper Universitario, donde hoy hay un negocio que se llama Fajitas. Nosotros le discutimos, le expresamos que el teatro de operación era el menos apropiado, que se trataba de un pequeño negocio; se nos dijo que era para tener práctica. También le dijimos que consideráramos que había que ponernos de acuerdo en el tipo de operaciones militares a realizar con base a una estrategia que debía ser conscientemente asimilada y que antes de comprometer a la gente en una acción militar habría que darle algún tipo de preparación militar, ya que los que formábamos el núcleo de la ORT no teníamos ninguna capacitación mucho menos experiencia militar, por lo cual considerábamos que eso era indispensable antes de actuar; nuestra posición disgustó mucho al compa y rompieron la relación.
Salvador Cayetano Carpio, conocido como comandante Marcial, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).

Salvador Cayetano Carpio, conocido como comandante Marcial, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).

Ese núcleo inicial lo único que tuvo como armamento en un principio era una pistola calibre 38, que le había hurtado Adán Díaz a su papá, y aquella pistola la armábamos y la desarmábamos hasta la última pieza con los ojos vendados; mientras mantuvimos relación con las FPL nos prestaron un fusil G-3, del cual aprendimos su funcionamiento, su arme y desarme.

Hacíamos prácticas de lucha urbana desde el conocimiento pormenorizado de la ciudad: sus edificios, mercados, zonas industriales, barriadas, quebradas, etc., prácticas de evasión de la persecución a pie y en auto, chequeo y contra chequeo, construcción de “embutidos” (diversos artefactos para ocultar y movilizar documentos, armamento, dinero, etc.) elaboración de planos, prácticas de observación operativa, diseño de planes operativos, etc. También estudiábamos un manual de contrainsurgencia elaborado por instructores norteamericanos de una escuela de contra guerrilla en Panamá.

Paralelamente había mucho estudio teórico de la guerra de guerrillas, con otros compañeros más allá del grupo inicial. Formamos en 1970 al 1972 una “Sociedad Pro-Libro Barato”, editamos más de 60 títulos, tanto de literatura revolucionaria como de carácter científico académico: de medicina, matemática, física, etc. Los fondos obtenidos de la venta entre aquellas personas que tenían los recursos para comprarlos nos servían para financiar los libros que de forma gratuita teníamos que darle a los obreros, campesinos y estudiantes de secundaria con quienes organizábamos círculos de estudio, entre los cuales hacíamos trabajo de selección y reclutamiento.

Ese esfuerzo fue un éxito, recuerdo que cuando la dictadura se tomó la Universidad descubrieron una buena cantidad de eso libros entre ellos como 1,500 libros “Principios elementales del Materialismo Histórico”, de Marta Harnecker. A petición de Cayetano Carpio, editamos el “Mini Manual del Guerrillero Urbano”, de Carlos Marighella. Cayetano nos dio una copia escrita a máquina, nosotros lo que hicimos fue levantarla en linotipo con la colaboración de obreros de la Editorial Universitaria, y Marcial nos pedía 25 copias y nosotros editamos 2 mil 500 ejemplares y le dimos 500 ejemplares para que los distribuyera y lo hicimos en un diseño de libro de bolsillo para que fuera más fácil moverlo y esconderlo. Este manualito hoy se consigue sin problemas, gratis y libremente en internet; también editamos libros como “El Izquierdismo Enfermedad Infantil en el Comunismo”, “El Estado y la Revolución”, de Lenin; las Tesis de Mao sobre la guerra, Las “Tres Fuentes y Tres Partes Integrantes del Marxismo”, de Lenin. Empezamos a sacar por partes el primer tomo de “El Capital” de Marx, varios títulos de filosofía, sociología, reproducimos algunos libros de los Tupamaros y de la lucha revolucionaria en Vietnam, etc…
Francisco Jovel, Comandante Roberto Roca, de frente al fondo, conversa con los mandos guerrilleros del PRTC, en el Cerro de Guazapa en 1983. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC.

Francisco Jovel, Comandante Roberto Roca, de frente al fondo, conversa con los mandos guerrilleros del PRTC, en el Cerro de Guazapa en 1983. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC.

Construimos un quiosco en la Universidad para la venta de los libros que editábamos y otros materiales de estudio, un quiosco al que por limitaciones del espacio le habíamos hecho un sótano para embodegar los libros y cuando se tomaron la Universidad dijeron los militares que ahí posiblemente era para tener gente secuestrada, una de todas esas tonterías que a menudo se les ocurrían decir a los militares de la dictadura; el tal quiosco estaba abierto, todo el mundo veía que de ahí se sacaban los materiales, lo colocamos en el área de la Facultad de Ciencias y Humanidades, frente a la entrada donde hoy está la ANDA, antes estaba el IVU, antes de cruzar al corredor de Física y Matemática.

Del grupo inicial hay que considerar que yo fui Vicepresidente de AGEUS, Paco Montes del Comité Ejecutivo de AGEUS; Adán Díaz, Secretario General de Estudiantes Residentes y Estudiantes Becarios; Joaquín Morales Chávez fue Presidente de la Sociedad de Estudiantes de Medicina Emilio Álvarez “SEMEA” y en un periodo fue Presidente de los Estudiantes Residentes; Humberto Mendoza fue miembro del Comité Ejecutivo de AGEUS; el “Chino” Sibrián fue dirigente de la Sociedad de Estudiantes de Psicología y cuando se incorporó con nosotros ya era maestro de la Escuela de Psicología.

El esfuerzo con Cayetano no dio resultado, nosotros valoramos con el grupo inicial y con todas las células que habíamos formado que las tesis de Cayetano no nos parecían correctas, ni en cuanto a criterios de organización, ni la tendencia al verticalismo, excesivo centralismo y tendencia al culto a su personalidad; y entonces concluimos que deberíamos de consolidar el esfuerzo organizativo propio que veníamos construyendo.

En ese momento se nos acercó gente del Partido Comunista que de alguna forma se dieron cuenta del esfuerzo organizativo que teníamos. Yo no recuerdo quien pudo haberles dado esa información, pero tuvo que ser alguno de nuestros contactos con docentes; el hecho es que luego apareció un compañero “el niño” le decían, pero era alto y fornido, a él lo asesino la dictadura en la segunda mitad de los años setenta, era miembro de la organización militar del Partido Comunista, del “brazo armado” se decía; él se entusiasmó muchísimo con nosotros, él era un comunista muy firme y convencido, incluso, había tenido capacitación militar en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y gracias a él logramos conocer una serie de asuntos militares e incluso no dejó de intentar de insinuarnos que con nosotros se podía desarrollar la organización militar del Partido Comunista, a pesar de toda la discusión, el debate y, sobre todo, las limitaciones que ponía el Partido Comunista para la labor político-militar, pero él se entusiasmó mucho; con él hicimos unas prácticas en el campo, hicimos prácticas de blanqueo para familiarizarnos con las armas en algunos lugares del campo, y con él estudiamos un poco de tácticas militares, él estaba muy influenciado por la experiencia de guerrilla que se dio en el marco de la Segunda Guerra Mundial; entonces, eran grandes contingentes de guerrillas en condiciones de una implementación de una táctica y estrategia distinta a la que tendríamos que llevar adelante en las condiciones particulares de América Latina y bien específica de El Salvador,

Él no dejaba de seguir la lógica de que había que esperar un momento insurreccional en donde iban a surgir esa cantidad de personas que para defender el esfuerzo insurreccional; tenían que organizarse unidades militares del pueblo, como te digo estaba influenciado por los estudios en la URSS, pero a nosotros nos ayudó muchísimo, y lo más importante en él, es que aún a sabiendas que no coincidíamos con las posiciones electoralistas del Partido Comunista, él fue muy leal con nosotros, era consciente que en algún momentos íbamos a confluir todas las organizaciones, él era partidario de esa tesis y nosotros también éramos partidarios de esa tesis de que había que pensar en esa unificación aunque fuera en el largo plazo. Se rompió la relación con el compañero porque el PC le asignó otras responsabilidades y al final como que se convencieron que ni nos iban a detener y no nos iban a convencer con su planteamiento.

Por razones de seguridad, Miguel Mármol, sobreviviente de la matanza de 1932, se refugió en la UES y como el presidente de la Asociación de Residentes era Adán Díaz Salazar, se le dio refugio allí, en un apartamento para profesores; platicando con él conocimos muchos detalles de ese sangriento capítulo de la historia nacional con el que se inició la larga noche de la Dictadura Militar y su alianza servil con la oligarquía agroexportadora. Lo convencimos de que compartiera con la comunidad residente su testimonio; él aceptó, aun cuando, según él nos expresó, no se correspondía con la línea del PCS, que prefería que no se pusiera énfasis en esos acontecimientos para no “darle alas” a los “ultraizquierdistas”. Organizamos una conferencia en la residencia y después dado el interés que el tema despertó, organizamos una conferencia en el auditórium de economía y múltiples reuniones con círculos de estudio y lucha que nosotros organizamos. Miguelito, como le decíamos cariñosamente, nos ayudó mucho en cuanto a métodos y formas de hacer trabajo de organización entre obreros y campesinos. Él decía que era “Leninista” y que nosotros éramos “Cheistas”. Él era un leal miembro del PCS y hasta su muerte fuimos buenos amigos.

En 1970, a la par que en El Salvador surgían tres de las organizaciones de la nueva izquierda (FPL, ERP y ORT, en rigor sus núcleos o células iniciales), en Chile triunfa Salvador Allende; eso dio al PCS un respaldo a su tesis de la “transición pacífica al socialismo” o , en su defecto a la tesis de “formas no capitalistas de desarrollo”, parecía que sus tesis se fortalecían, sobre todo porque en 1968 había fracasado el esfuerzo del “Che” Guevara por impulsar la vía armada en Bolivia. La dictadura militar, no obstante el momentáneo respaldo popular recibido por los “éxitos” en la llamada “Guerra de las 100 horas”, entre Las dictaduras militares de El Salvador y Honduras, para 1971 ya había perdido ese respaldo, a tal grado que en 1972 perdió las elecciones frente a una alianza de Demócrata-cristianos (PDC), Social-demócratas (MNR) y Comunistas (UDN) llamada Unión Nacional Opositora (UNO); pero la dictadura, en acuerdo con la oligarquía, impusieron al Coronel Armando Molina, candidato del PCN. Esta situación intensificó la lucha ideológica a nivel de las izquierdas sobre la vía de la revolución entre las posturas pro vía pacífica reformista y electoralista del PCS encabezada por Schafick Handal y la visión pro vía armada revolucionaria y guerrillera donde también se libraba otra lucha ideológica entre las posiciones de guerra popular prolongada (FPL), encabezada por Cayetano Carpio, y la tesis militarista encabezada por la dirección del ERP, encabezada por Alejandro Rivas Mira, frente a la posición de poner en práctica todas las formas de lucha que existía al interior de esta última organización, tanto en el sector que posteriormente se separaría como RN, como en la ORT.

A partir de ahí establecimos una vinculación con quienes estaban desarrollando el trabajo de “El Grupo” para convertirlo en una organización propiamente, es ahí en donde iniciamos a hacer un esfuerzo de alianza con ese organismo que inicio la formación de lo que posteriormente se llamó ERP. En ese esfuerzo de alianzas nos permitieron a nosotros participar en una consulta que se hizo para nominar a la organización, nosotros éramos partidarios que se llamara Fuerzas Armadas Rebeldes o Fuerzas Armadas Revolucionarias, sus siglas serían FAR, en un esfuerzo porque el mismo nombre sirviera para facilitar la vinculación y relación con la FAR de Guatemala, con quien ya habíamos nosotros, en ese periodo, enviado a Adán Díaz Salazar a Guatemala. Una anécdota importante en ese periodo es que como ambos queríamos ir a Guatemala, no tuvimos otra alternativa que tirar una moneda al aire y así fue que Adán término yendo a Guatemala y a mí me tocó continuar con el trabajo de conducción del esfuerzo del grupo inicial.

A ese esfuerzo unitario le empezamos a dar continuidad, me pidieron que en representación de todo el sector organizado como ORT pasáramos a formar parte de una “dirección de columna”; la conformábamos cuatro personas bajo la dirección de Fermán Cienfuegos, que era el vínculo con la dirección del ERP; los otros dos eran Vladimir Rogel (“El Vaquerito”), quien es la persona que se afirma que fue uno de los hechores materiales del asesinato de Roque Dalton, y el poeta Alfonso Hernández.

Rápidamente se empezaron a manifestar profundas diferencias de concepción con ese grupo y particularmente con el Vaquerito, porque nosotros consideramos que se estaba cayendo en una visión militarista. Considerábamos que era importante hacer un trabajo de organización masivo de carácter ilegal y también considerábamos que había que diferenciar el esfuerzo de construcción del Partido del esfuerzo de construcción del ejército y también del de construcción de una organización masiva ilegal, de hecho. Esa posición no era sólo nuestra, también se estaba desarrollando al interior del ERP, propiamente tal, en el sector que estaba impulsando la organización ilegal de masa llamada Resistencia Nacional (RN).

Esta situación se hizo tensa dada la postura intolerante, verticalista y autoritaria del sector militarista que hegemonizaba en el ERP. La alianza que habíamos establecido intentando unificarnos plenamente no tenía perspectiva de futuro. Después de una amplia consulta con nuestras bases decidimos romper dicha alianza de la forma más civilizada posible; afortunadamente la ruptura se hizo sin mayor problema; pero la lucha ideológica se profundizó al interior del ERP, llegando más adelante, un año y medio después, a una situación que no fueron capaces de administrar correctamente y dio lugar al imperdonable asesinato de Roque Dalton y Pancho, y la separación de la RN.

No obstante esas diferencias, hay que rescatar el hecho de que ese primer esfuerzo de unificación de la izquierda revolucionaria dio lugar a la formación del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), me refiero al primer FAPU, el cual se desorganizó al darse la ruptura RN y ERP. Después la RN se apropió del nombre, pero ya no era un esfuerzo unitario, sino Particular de una de las corrientes de la nueva izquierda revolucionaria. El éxito y la capacidad de convocatoria demostrada por el primer FAPU, como aspecto trascendental introdujo de manera irreversible la presencia de organizaciones ilegales de masas como la forma que sería predominante para hacer avanzar el proceso revolucionario durante el resto de los años setenta, desplazando progresivamente a la lucha electoral a un plano secundario y abriendo el terreno para que la forma fundamental de lucha, la lucha armada contra la dictadura militar, pasara a ser la predominante, como lo fue a partir de 1981.

l final de los tres y medio primeros años de la década de los setenta, la construcción de la nueva izquierda quedaba configurado por un espectro ideológico organizativo conformado por cuatro tendencias bien configuradas: las FPL, con su línea de guerra popular prolongada (GPP); el ERP, con una línea predominante de carácter militarista; la ORT, en proceso de convertirse en PRTC; y la RN, en trance de ruptura con el ERP. Estas dos últimas corrientes siempre fueron partidarias de una línea de combinar todas las formas de lucha.

Sobre esos momentos de la configuración definitiva de la nueva izquierda; siguiendo una visión que habíamos madurado bastante, como ORT considerábamos que la nueva izquierda debería de practicar, y combinar en la práctica, todas las formas de lucha. Al hacerlo debía saberse diferenciar cual era en perspectiva estratégica revolucionaria la lucha fundamental de la etapa del proceso político en que estábamos actuando y en términos de tácticas revolucionarias en cada período de esa etapa, cuál era la lucha dominante y a su vez había que definir como línea fundamental de la estrategia la forma en que se trabajaría para convertir, aunque fuese gradualmente, la forma de lucha fundamental, en la forma predominante; porque no necesariamente estas coincidían en el tiempo y el espacio.
Comunicado del Congrego Constituyente del MLP, calzado por el Comités de Bases Obreras (CBO), una de las organizaciones integrantes del Movimiento.

Comunicado del Congrego Constituyente del MLP, calzado por el Comités de Bases Obreras (CBO), una de las organizaciones integrantes del Movimiento.

Así vista la lucha nosotros considerábamos tres formas genéricas de luchas: 1.- la lucha pacífica, legal o no (en El Salvador, sobre todo la electoral); 2.- La lucha ilegal y, de hecho, de confrontación directa, de carácter tanto gremial como de lucha social con participación masiva de la población; y 3.- La lucha armada, la cual, en nuestro país, asumiría la forma de guerra de guerrillas y evolucionaría de lo simple a lo complejo, desde pequeñas unidades a grandes contingentes, de la ciudad al campo y la montaña. Cada una de esas formas de lucha necesariamente adoptaría una gran variedad de formas de acción concreta y todas debían combinarse y ponerse en práctica en todos los períodos y coyunturas.

Nosotros valorábamos que para el período de 1970 a 1973 la lucha predominante era la lucha electoral pero considerábamos que la lucha fundamental en el proceso de avance en perspectiva hacia una revolución política y social era la lucha política-militar guerrillera. Considerábamos que aun cuando la lucha masiva ilegal en esos momentos de 1970 y 1973 estaba en una situación de segundo plano deberíamos de concebirla como la forma de lucha que iba ir convirtiendo la lucha electoral en una forma de lucha secundaria e iba a cobrar forma de lucha predominante, la lucha ilegal de masas en un período casi inmediato; por eso a nosotros nos interesaba muchísimo el trabajo a nivel de las sociedades estudiantiles universitarias, de los sindicatos, organizaciones gremiales y comunidades campesinas. Pero nuestra posición era que esas organizaciones no deberían ser cooptadas para llegar a ser, como tales, partes componentes de las organizaciones políticas para la lucha ilegal de masa, que para éstas debía crearse organizaciones diferenciadas propiamente políticas y así evitar sectarizar organizaciones que debían conservar su carácter amplio, donde podían coexistir elementos de variadas corrientes de pensamiento y dentro de las cuales había que conseguir dirigir y que predominaran las posiciones revolucionarias sin anularles su carácter amplio.

Por eso habíamos entrado en desacuerdo con Marcial y en general con las FPL; y en lo concreto entre Mélida Anaya Montes (FPL), y Mario López (ORT). En el caso ANDES 21 de JUNIO, Mario López, siguiendo nuestras concepciones planteó que esa importante organización no debería perder su carácter amplio, que debería ser considerada por todo maestro como su organización gremial, debería de seguir siendo una organización en donde coexistieran y se unificaran en la acción las diversas corrientes que existían entre los maestros que de no ser eso se correría el riesgo de que ANDES perdiera al poco tiempo su representatividad y legitimidad, como efectiva y progresivamente se dio en la medida en que fue cooptada completamente por las FPL; esa era la política general que aplicaba el Bloque Popular Revolucionario (BPR); es cierto, jugaron un importante papel las organizaciones así cooptadas, pero a costa de perder su poder de amplia convocatoria popular, recuperar ese poder aún sigue siendo una tarea pendiente y no se sabe si se podrá reconquistar, es el caso de ANDES, AGEUS y varios sindicatos.

Esa concepción de amplitud participativa y de concebir las organizaciones ilegales de masas como una forma de organización popular diferenciada de las organizaciones sindicales, gremiales, asociativas, cooperativas, eclesiásticas de base y comunitarias etc. no era exclusiva de la ORT, en rigor, la compartíamos en aspectos generales (no en cuanto a impulsar la lucha armada) con el PCS, pero de mayor manera, con el sector del ERP que se encontraba dando forma a la RN, no obstante que, en el caso de FENASTRAS y del nombre FAPU, aplicaron la política de cooptación que impulsaba el BPR; ambas organizaciones (ORT y RN), con más sectores de personalidades progresistas tanto profesionales como religiosos (por ej.: el Padre Inocencio “Chencho” Alas, muy cercano a la ORT), impulsamos y dimos forma al primer FAPU. En el ámbito estudiantil, la responsabilidad dirigente, por parte de la RN, la encabezó Carlos Arias (durante los años ochenta las fuerzas móviles de ejército guerrillero de la RN llevaron su nombre); por parte de la ORT, en ese periodo, se destacan, además de mi persona: Mario López, Nidia Díaz, Manuel Federico Castillo, Héctor de la O, Mercedes Turcios, Celia Margarita Alfaro, Francisco Velis, Alicia; los hermanos: Roberto Galeano Arandi, Mario y Francisco Melara Arandi; Camilo Turcios (en Verapaz, San Vicente); Sebastián Guevara, Manuel Melgar, Verónica Guzmán (en Guazapa) y muchos otros, cuya lista es una tarea pendiente de precisar para quienes sobrevivimos en la guerra defensiva que nos tocó enfrentar contra la dictadura militar.

El hecho de compartir ese espíritu unitario fue roto por la pugna de concepciones estratégicas al interior del ERP. Con la ruptura, en 1975, la RN se constituyó como organización autónoma; nosotros ya trabajábamos con el nombre ORT y como Liga para la Liberación (LL) desde mediados de1973. El primer FAPU (1973-74) se disolvió y volvió aparecer como organización ilegal para la lucha de masas de la RN en 1975. El primer verdadero intento unitario de la nueva izquierda fue frustrado por el fanatismo militarista y, por tanto, sectario e intolerante que prevalecía en el ERP.

Más adelante, en Julio de 1975 se fundó el BPR y dos años después, en 1977, habiendo corregido la visión militarista el ERP fundó las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28); en Enero de 1980 todas esas organizaciones y otras más integramos la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), nosotros participamos en ella como Movimiento de Liberación Popular (MLP), el cual unificaba todo nuestro trabajo ilegal para la lucha popular masiva.*Foto 4 contra Colage PRTC2

Ya para 1975 conformadas las cuatro organizaciones de la nueva izquierda más el PCS, estábamos convencidos de que la posibilidad de la unidad solo se iba a presentar en la medida que estuvieran claramente definidas las fronteras entre las diferentes tendencias hechas ya organizaciones y, por tanto, llegamos a la conclusión de que deberíamos de impulsar nuestro trabajo por nuestra propia y sola cuenta (Esta valoración la deducíamos de las ideas de Lenin planteadas en sus libros: “Un Paso Adelante y Dos Pasos Atrás” y en “¿Qué Hacer?”), pero que siempre habría que buscar alguna forma de acercamiento y unificación entre los diferentes esfuerzos y corrientes revolucionarias, pues las más dañinas desviaciones son el sectarismo, que lleva al hegemonismo y este a todas las formas de fanatismo

Una vez que se adoptó públicamente el nombre de ORT, en 1973, nos dedicamos a buscar la forma de ejecutar dos grandes directrices: 1) ampliar el trabajo de organización y realizar una serie de actividades políticas y político-militares; 2) preparar las condiciones para realizar un Primer Congreso con el propósito de darle una forma orgánica institucionalizada al esfuerzo que se estaba realizando.

Como ambas líneas tenían que desarrollarse paralelamente la discusión sobre el quehacer práctico cobró una importancia muy grande, se tenía que dar una nueva perspectiva propia al trabajo que se venía realizando desde 1970, luego del fracaso de los esfuerzos unitarios con FPL, PC y ERP.

Eso dio lugar a que se pensara cómo llevar adelante el trabajo organizativo, la primera decisión que se tomó como ORT era crear un movimiento no legalizado e ilegal para confrontarse con el orden establecido; así se crea a mediados de 1973 las Ligas para la Liberación (LL), concebida como una organización frentista que tenía que integrar el trabajo político en múltiples sectores sociales, por eso fue que por un periodo largo se impulsó la LL como un instrumento ilegal de masas, multisectorial.

En 1974 inició una discusión al interior de la ORT y era darle nombre o no a la organización de cada sector, así se adoptaron los siguientes nombres: Brigadas de Trabajadores del Campo (BTC), Comités de Bases Obreras (CBO), Brigadas Revolucionarias de Estudiantes de Secundaria (BRES) y el trabajo de organización entre universitarios, maestros, pobladores de comunidades marginales, profesionales y técnicos, se realizaba con el nombre de Liga para la Liberación (LL)-.

Paralelo a esas discusiones se realizaba el esfuerzo de organización abierta ilegal masiva y el trabajo de organización de la estructura militar con el nombre Comandos Armados de Liberación (CAL).

Estos eran estructuras más pequeñas y altamente compartimentadas. En este momento empezó otra discusión a raíz de que los compañeros que estaban a la cabeza del trabajo ilegal de masas demandaban una participación más dinámica y una mayor presencia del trabajo militar asociado o vinculado a la actividad de carácter masivo y por otro lado la gente que estaba en el trabajo de los Comandos Armados se oponía porque en buena medida se tenía una visón bastante elitista y clandestinista del trabajo de una organización revolucionaria.

También surgieron otras discusiones en el transcurso de los debates de algunos documentos iniciales sobre la tesis de que la revolución en cada uno de los países de Centroamérica para acceder a la construcción de una alternativa socialista se consideraba inviable, se podía tomar el poder, democratizar el régimen a través de revoluciones en cada país; pero que en la realidad en cada uno de estos países por separado era prácticamente un imposible llegar a construir el socialismo, con características apropiadas para Centroamérica, es decir, distinto al socialismo estatista que existía en la URSS y Europa del este. De estos debates surgió la tesis que en el Congreso se le nominó “Concepción Unitaria y Regional de la Lucha Revolucionaria en Centroamérica”.

Entonces en algunos documentos que circulaban una de las primeras tareas que nos forjamos fue la de entablar contactos con grupos de profesionales, estudiantiles y docentes salvadoreños que estaban padeciendo el exilio, desde que la dictadura se toma la Universidad en 1972 el contacto más lógico era el Dr. Fabio Castillo Figueroa, sobre todo porque también en el esfuerzo de darle forma a la ORT y a las LL estaba amplia y directamente comprometido su hijo, Manuel Federico Castillo, junto con otros compañeros y compañeras que se habían incorporado al esfuerzo de la ORT con mucho dinamismo. Eran un grupo bastante homogéneo provenientes la mayoría de la Facultad de Medicina, ahí estaba Roberto Galeano (“Jacinto Sánchez”) quien luego fue el responsable de la estructura de Comandos Urbanos de la ORT y en la segunda mitad de los años setenta hasta Enero de 1982 llegó a ser el Segundo Responsable del PRTC en El Salvador.

Ese trabajo de discusión ideológica, muy intenso, lamentablemente tuvo un desenlace indeseable, pero que normalmente se dan cuando hay lucha ideológica, se separaron tres compañeros del organismo de dirección de los CAL que toda la organización lamentó que se salieran, entre ellos estaba el estudiante de medicina, Francisco Montes, el “Moscovita”, y el poeta Alfonso Hernández. Eran unos compañeros que estaban muy apegados a una visión demasiada clandestinista de la lucha; al menos así se valoró en ese momento, por quienes en el debate ideológico le pusieron su impronta a las concepciones que formalizarían al Partido; por ejemplo, en vez de restringir la actividad de las LL se fue dando un desarrollo acelerando de las mismas y por la misma exigencia de la autodefensa del movimiento de masas ilegal se fueron formando grupos de milicianos con la tarea de autodefensa de estas organizaciones y esto fue sucediendo como resultado lógico de su desarrollo ante la embestida represiva de la dictadura de tal manera que los Comandos Armados se restructuraron para tener una participación más activa.

El trabajo de la ORT y las LL se amplió tanto en el área metropolitana y sus alrededores, como en los departamentos de San Vicente, Usulután, Cuscatlán, Santa Ana, La Libertad y Sonsonate.

A la vez se iniciaba un trabajo dinámico, creciente y de mejoras de las comunicaciones con los compañeros que estaban en otros países, entre ellos con Fabio Castillo Figueroa, Ricardo Sol, Luisa Castillo, Juan Mario Castellanos, quienes estaban exiliados en Costa Rica y, a través de ellos con otros compañeros originarios de Costa Rica; se abrieron relaciones con compañeros hondureños, bajo el liderazgo de José María Reyes Mata, quien había participado en Bolivia en tareas de apoyo a la Guerrilla del “Che” Guevara; en esa búsqueda de ampliar el trabajo de organización, realizar una serie de actividades políticas y político-militares y preparar las condiciones para realizar el Primer Congreso fundacional del PRTC el que se logró realizar durante Diciembre de 1975 y culminó el 25 de Enero de 1976, en San José Costa Rica, se eligió como Primer Secretario General del PRTC al Dr. Fabio Castillo Figueroa, por tanto, el recién pasado 25 de enero de 2016 se cumplieron 40 años de esa heroica gesta centroamericanista.

Podemos decir que con el surgimiento de los núcleos de la ORT en El Salvador, se encuentra el origen de lo que fue el PRTC como organización político-militar de carácter centroamericano.

Aun cuando los antecedentes organizativos del PRTC se condensan en ese Primer Congreso, Francisco Jovel considera concluir este relato con un resumen del avance del PRTC en la segunda mitad de los años setenta, así en 1978, cuando se realizó su Segundo Congreso en Tegucigalpa, Honduras, asegura que tenían estructuras partidarias en El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y sólidos vínculos de relación y solidaridad con las tres tendencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con una corriente revolucionaria en Panamá y con el Movimiento Pro Independencia de Belice. Para 1980, el trabajo de relaciones y de organización de la solidaridad con la lucha salvadoreña se extendió a varios países de América Latina. El PRTC se forjó como una organización revolucionaria legítimamente representativa, tanto en El Salvador, como en varios países de Centroamérica.

Honduras jugando ya en la cancha de la banca salvadoreña

Honduras jugando ya en la cancha de la banca salvadoreña Roberto Pineda, 8 de enero de 2016

Lo que seguramente en el pasado reciente hubiese sido considerado como una grave amenaza a la seguridad nacional, es en la actualidad una formalidad de trámite, se trata del hecho que el holding hondureño Terra se va apoderar del quinto banco nacional en términos de activos, del Banco Citi, antiguamente Banco Cuscatlán de la familia Cristiani Llach, que pasará a ser propiedad de la familia Nasser. Se van adueñar tranquilamente del 10.4 por ciento de los activos del sistema, mientras que el recién creado Banco Azul, presidido por Carlos Enrique Araujo, único de propietarios locales, a duras penas alcanza el 0.6 %.

Esta evolución pone de manifiesto los profundos cambios ocurridos en la economía salvadoreña, la cual desde la aprobación del CAFTA en el 2006 ha transitado por un acelerado proceso de compraventa en sus principales empresas nacionales, incluyendo y principalmente la banca, que se encuentra casi totalmente transnacionalizada, afectando y debilitando así al sector oligárquico local, lo cual a su vez repercute en el plano político. Durante el 2015 este proceso de globalización, reflejado en el creciente predominio del capital transnacional así como la regionalización del capital oligárquico, se manifestó en diversos elementos.

Entre estos los siguientes: el Grupo hondureño Terra adquirió el Citibank, el Grupo guatemalteco Paiz construirá un hotel en Antiguo Cuscatlán, la cervecera belga-brasileña AB Invev se apodera de Industrias La Constancia; la aseguradora panameña ASSA adquiere la filial salvadoreña de AIG, la israelita IC Power cumple 20 años de presencia en el país mientras que la estadounidense Texaco cumplirá 80 años. A continuación ampliamos estas informaciones.

Grupo hondureño Terra adquiere Citibank El Salvador

El Grupo Terra conducido por el empresario Fredy Nasser, hoy dueño del Citibank, es además propietario desde 2009 de las 88 gasolineras UNO anteriormente de la inglesa Shell con un 20% del mercado, y además son copropietarios de la Refinería Petrolera Acajutla (RASA) junto con el Grupo Puma, de Suiza, que compró las estaciones de la estadounidense Esso.
Asimismo caerá en manos del Grupo Terra la principal compañía de seguros del país, Seguros e Inversiones, SISA, la mayor casa aseguradora salvadoreña (con activos a junio de 2015 de $206.9 millones) e incluso centroamericana, solo superada por el Instituto Nacional de Seguros de Costa Rica.
Ya antes, en agosto del año pasado, el también hondureño Banco Atlantida, propiedad de Guillermo Bueso Anduray, había comprado las acciones de Citi en una de las dos administradoras de pensiones existentes en el país, AFP Confía, con activos administrados equivalentes a $4,370 millones, 1.23 millones de afiliados y más de 30,900 beneficiarios.
La otra AFP llamada Crecer, pertenece al grupo colombiano Sura, que a la vez es dueño de la compañía de seguros Asesuiza, la segunda mayor compañía del sector asegurador, con $146.4 en activos. El tercer lugar lo ocupa la española Mapfre ($63.8 millones). El cuarto lugar la salvadoreña Aseguradora Agrícola Comercial, ACSA, presidida por Luis Alfredo Escalante Sol, con $63.2 millones. En quinto lugar la canadiense Scotia Seguros con $59.2 millones.
Con esta última compra, las cinco principales posiciones en activos en millones de dólares de la banca nacional estarán distribuidas según datos de la SSF de octubre de 2015, de la siguiente manera: Banco Agrícola 4,124.1 (Colombia), Davivienda 2,253.9 (Colombia, antes Inglaterra) Scotiabank 2,036.8 (Canadá) banco de América Central 1,881.3 (Colombia) y banco Citi 1, 613.4 (Honduras, antes Estados Unidos). Colombia con los lugares primero, segundo y cuarto, Canadá en el tercero y Honduras en el quinto.

Una inversión guatemalteca en Antiguo Cuscatlan

Con una inversión de más de $36 millones, el holding Latam Hotel Corporation construye el Hotel Hyatt Place de 140 habitaciones, en Antiguo Cuscatlán. Se supone que será inaugurado a mediados de este año, y formara parte del complejo del Centro Comercial Las Cascadas, también propiedad de la familia guatemalteca Paiz. Los hoteles Hyatt forman parte de las cadenas operadas por la colombiana GHL, corporación que incluye a los hoteles Sheraton entre otros.

El Grupo Paiz conducido por Carlos Paiz Andrade, abrió un Hiperpaiz en septiembre de 1999 en Soyapango con una inversión de $15 millones así como 18 Despensas Familiares en todo el país. En el 2003 abrió el segundo Hiper Paiz en el Hiper Mall Las Cascadas, en Antiguo Cuscatlan. En el 2011 vendió seis Hiper Paiz de Costa Rica, siete de Guatemala y los dos de El Salvador al gigante minorista estadounidense Walmart Stores, los que después compraron a las Despensas de Don Juan (Domenech). Hoy los Paiz vuelven a la carga con este hotel.

A nivel de bancos, los guatemaltecos G&T Continental (llega en el 2006) e Industrial (llega en el 2011) ocupan las posiciones octava y decimoprimera en el ranking nacional, poseyendo entre ambos el 5.3 % de los activos del sistema. El primero en desembarcar fue el G&T Continental que inició sus operaciones en el World Trade Center y en la actualidad posee 15 agencias. Este banco es propiedad de Jorge Castillo Love, Presidente de la Corporación Castillo Hermanos (un holding de 82 empresas), que a la vez incluye a Cervecería Centroamericana, Inversiones Centroamericanas, y Grupo Financiero Industrial. El banco Industrial es propiedad de Julio Herrera Zavala del Grupo Bicapital Corp, y tiene nueve sucursales.

La cervecera belga-brasileña AB Invev se apodera de Industrias La Constancia (SABMiller)

La que fue una industria insignia en el mercado salvadoreño, Industrias La Constancia, ILC, se ve hoy sometida a los vaivenes de la disputa mundial en el mundo de las cervezas. Adquirida por la británico-sudafricana SABMiller en el 2005, diez años después, desde octubre del 2015, pasa a formar parte del gigante cervecero conducido por la belga-brasileña o mejor dicho brasileña-belga AB Invev.

Es una compra del orden de los 106 mil millones de dólares y conducirá a crear la mayor empresa cervecera mundial unificando marcas como Budweiser, Stella Artois, Becks de AB Inbev con marcas como Miller, Pilsner, Cristal y las “salvadoreñas” Pilsener y Suprema de SABMiller. Controlaran el 30% del mercado mundial cervecero e incluso influirá sobre las bebidas gaseosas, ya que SABMiller es el embotellador oficial de Coca Cola en África así como en Honduras y El Salvador, mientras que el embotellador de Pepsi en nuestro país es la guatemalteca Cabcorp, de la familia Castillo, hoy convertida en CBC, que mantiene una alianza desde 2003 con la belga-brasileña AB Invev. La familia Castillo también es dueña del banco G&T Continental. Cervezas y banca.

Y resulta interesante que en este mundo globalizado y en el marco de esta multimillonaria transacción también aparezcan los dueños de lo que fue otra empresa insignia salvadoreña, me refiero a TACA que fue succionada por la colombiana Avianca en 2009, y uno de sus principales dueños, la poderosa familia Santo Domingo tiene también acciones en la venta de SABMiller. Los Santo Domingo poseían el 15.1% de SABMiller lo que los convertía en sus segundos accionistas. En la nueva empresa creada serán desplazados por familias empresariales belgas y brasileñas, pero pasaran a formar parte del nuevo gigante cervecero.

La panameña ASSA adquiere AIG en Centroamérica

El Grupo ASSA, propietario de la compañía de seguros ASSA y conducido por el empresario panameño Stanley A. Motta, adquirió en octubre pasado a las filiales centroamericanas de American International Group, AIG, incluida la salvadoreña. Resulta interesante que tanto el líder mundial en seguro, la estadounidense AIG al igual que el banco Citi y la petrolera Esso, decide abandonar la región centroamericana. Ya antes se había ido el inglés HSBC. Pero se queda AES controlando la distribución de energía.

En El Salvador, ASSA posee el 8.5 % el mercado local de seguros mientras que AIG el 2%. Con su fusión alcanzaran el 10.5%. El gerente general local de ASSA es Roberto Schildknecht Cohen, representando una nueva alianza de la familia Motta con este grupo empresarial salvadoreño, además de la que mantiene con el Grupo Poma, ya que administran conjuntamente , entre otros negocios, el centro comercial Mall Multiplaza pacific Panamá y los hoteles Courtyard by Marriot.

La israelita IC Power dueña de Nejapa Power

La transnacional israelita IC Power, con presencia en 10 países de América Latina e Israel, propietaria ya por 20 años de la generadora de energía Nejapa Power, invirtió el año pasado entre 4 y 5 millones de dólares en el mantenimiento de los motores de esta planta. Esta transnacional adquirió en el 2014 cuatro plantas generadoras en Nicaragua y una en Guatemala.

La estadounidense Texaco celebra 80 años en el mercado salvadoreño

La transnacional energética estadounidense Texaco, que en 2001 se fusionó con la Chevron Corporation, llegó al país en 1935 y cuenta en la actualidad con 92 estaciones de servicio, concentrando el 32% del mercado nacional, que se propone este año abrir otras 10 estaciones de servicio, con una inversión de $10 millones.

Es seguida por la suiza Puma Energy (anteriormente Esso) con un 23% del mercado y 92 estaciones de servicio, que planea invertir $20 millones en mejorar su capacidad de almacenamiento en Acajutla así como en el Aeropuerto Internacional, ya que también distribuyen combustible de avión.

En tercer lugar se encuentra la hondureña Uno (anteriormente Shell), del Grupo Terra, con 88 estaciones de servicio y cubriendo el 20% del mercado. Y por último, Alba Petróleos, consorcio salvadoreño-venezolano, con 51 estaciones de servicio, un 12% del mercado y planea inaugurar este año 14 gasolineras, con una inversión de $20 millones. Asimismo existen 89 estaciones de “bandera blanca” que cubren un 10% del mercado.

2. Una hipótesis de trabajo ( la creación del patriarcado)

2. UNA HIPÓTESIS DE TRABAJO ( La creación del Patriarcado, Gerda Lerner)

La asunción básica con la que debemos comenzar cualquier teorización del pasado es que hombres y mujeres construyeron conjuntamente la civilización. (1) Al tener que partir, como nos toca hacer, del resultado final para ir retrocediendo en el tiempo, nos hacemos una pregunta distinta a la de un «origen» único. Nos preguntamos: ¿cómo llegaron los hombres y mujeres que construyeron su sociedad y levantaron lo que hoy llamamos civilización occidental a la presente situación?
Una vez abandonamos el concepto de mujeres como víctimas de la historia, dominadas por hombres violentos, «fuerzas» inexplicables e instituciones sociales, hay que encontrar una explicación al enigma principal: la participación de la mujer en la construcción de un sistema que la subordina. Creo que abandonar la búsqueda de un pasado rehabilitador, la búsqueda del matriarcado, es el primer paso en la dirección adecuada.
La creación de mitos compensatorios del pasado lejano de las mujeres no las va a emancipar en el presente ni en el futuro. (2) El sistema de pensamiento patriarcal está tan imbuido en nuestros procesos mentales que no podremos sacárnoslo de encima hasta que no seamos antes conscientes de ello, lo cual siempre supone hacer un esfuerzo especial. Por eso, cuando pensamos en el pasado prehistórico de las mujeres, estamos tan trabadas por el sistema explicativo androcéntrico que el único modelo alternativo que fácilmente se nos viene a la cabeza es el inverso. Si no había un patriarcado, entonces es que debía de existir un matriarcado. Indudablemente existieron muchas formas distintas en que hombres y mujeres organizaran la sociedad y repartieran el poder y los recursos.
Ninguna de las evidencias arqueológicas que tenemos es concluyente y nos basta para permitirnos elaborar un modelo realmente científico de aquel período tan importante que fue la transición de las sociedades cazadoras y recolectoras del neolítico a sociedades agrícolas. El método que siguen los antropólogos, que nos ofrecen ejemplos de sociedades cazadoras y recolectoras actuales a partir de las cuales sacan conclusiones acerca de las sociedades del quinto milenio a.C., no es menos especulativo que el del filósofo y el especialista en religiones que razonan a partir de la literatura y los mitos.

El caso es que la mayoría de los modelos especulativos han sido androcéntricos y han aceptado el patriarcado como algo natural, mientras que los escasos modelos feministas han sido ahistóricos y por tanto, a mi modo de ver, insatisfactorios. El análisis correcto de nuestra situación y de cómo ha llegado a ser lo que es nos ayudará a crear una teoría autorizada. Debemos pensar en el género de la manera histórica y específica en que aparece en distintas y mutables sociedades. La antropóloga Michelle Rosaldo llegó a unas conclusiones parecidas, aunque partía de otro punto de vista.

Escribió lo siguiente: Ir en busca de los orígenes es, en última instancia, pensar que lo que hoy somos es algo que no tiene nada que ver con el producto de nuestra historia y nuestro mundo social actual, y, más concretamente, que nuestros sistemas de género son primordiales, transhistóricos y básicamente inmutables desde sus raíces. (3) Luego, nuestra investigación se convierte en la búsqueda de la historia del sistema patriarcal.

Dar historicidad al sistema de dominación masculino y afirmar que sus funciones y manifestaciones cambian con el paso del tiempo es romper de forma tajante con la tradición heredada. Esta tradición ha mistificado el patriarcado convirtiéndolo en ahistórico, eterno, invisible e inmutable. Pero es precisamente a causa de los cambios en las oportunidades sociales y educativas al alcance de las mujeres por lo que, durante los siglos XIX y XX, un gran número de ellas fueron al fin capaces de evaluar críticamente el proceso mediante el cual habíamos contribuido a crear ese sistema y mantenerlo. Ahora tan sólo somos capaces de conceptuar el papel de las mujeres en la historia y gracias a eso generar una conciencia que las pueda emancipar. Esta conciencia puede liberar también a los hombres de las consecuencias no queridas ni deseadas del sistema de dominación masculino.

Para enfocar esta investigación como historiadores, debemos abandonar las explicaciones unicausales. Debemos asumir que si, y cuando, los acontecimientos ocurren simultáneamente la relación entre ellos no necesariamente ha de ser causal. Debemos aceptar que cambios tan complejos como una alteración básica de las estructuras de parentesco ocurrió, lo más probable, a consecuencia de una multiplicidad de fuerzas interactuantes. Debemos verificar cualquier hipótesis que desarrollemos para un modelo de forma comparativa entre culturas. La posición de las mujeres en la sociedad debe verse siempre en comparación con la de los hombres de su mismo grupo social y su misma época.

Debemos verificar nuestro estudio no sólo con pruebas materiales sino también con las fuentes escritas. Aunque vayamos a buscar la existencia de «pautas» y similitudes, hay que estar abiertos a la posibilidad de que se puedan obtener resultados parecidos, procedentes de factores diversos, a consecuencia de procesos muy distintos. Sobre todo, debemos entender que la posición de las mujeres en la sociedad está sujeta a cambios con el tiempo, no sólo de forma sino también de contenido.

Por ejemplo, no se puede juzgar el papel social de la «concubina» a partir de los parámetros del siglo XX o incluso del XIX, cuando lo que vamos a estudiar es el primer milenio a.C. Es un ejemplo tan evidente que citarlo puede parecer innecesario y, sin embargo, errores de esta índole suelen producirse en la discusión del pasado de las mujeres. Concretamente, en muchas sociedades el género tiene una importancia simbólica, así como ideológica y legal, tan fuerte que no podemos realmente entenderla a menos que prestemos atención a todos los aspectos de su significado.

La construcción hipotética que voy a ofrecer pretende ser sólo una entre los muchos modelos posibles. Incluso dentro del limitado terreno geográfico del antiguo Próximo Oriente debieron de haber muchas formas distintas de darse la transición al patriarcado. Seguramente nunca sabremos qué fue lo que ocurrió, así que nos vemos restringidas a hacer conjeturas de lo que pudo ser. Estas proyecciones utópicas en el pasado tienen una importante función para quienes desean crear una teoría: saber lo que podría haber sido nos abre a nuevas interpretaciones. Nos permite especular sobre lo que podría ser posible en el futuro, libres de las restricciones de un marco conceptual cerrado y totalmente caduco.

Empecemos con el período transicional cuando los homínidos evolucionaron de los primates, hace unos tres millones de años, y examinemos la pareja básica, la madre y el niño. La primera característica que distingue a los humanos de los otros primates es la prolongada y desvalida infancia del niño humano. Es la consecuencia directa del bipedismo, pues a causa de la postura erecta se estrecharon la pelvis femenina y el canal del parto (vagina). Una consecuencia de esto fue que los bebés humanos nacían con un grado de inmadurez superior al de otros primates, pues tenían una cabeza relativamente más pequeña que les permitía pasar más fácilmente por el canal del parto.
Además, en contraste con los simios más evolucionados, las crías humanas nacen casi sin pelo y por tanto experimentan una mayor necesidad de calor. No pueden asirse a sus madres de forma regular, ya que no poseen los móviles dedos de los simios, así que las madres deben utilizar las manos o, más tarde, sustitutos mecánicos de las manos para acunarles. (4) El bipedismo y la postura erecta condujeron también a un mejor desarrollo de la mano, del pulgar oponible y a una mayor coordinación sensorial de las manos. Una consecuencia de ello es que el cerebro humano se desarrolla durante varios años en la infancia y el período de absoluta dependencia del niño, y por consiguiente puede verse modificado a través del aprendizaje y el intenso moldeado cultural de una manera radicalmente distinta al desarrollo de los animales.
La neurofisióloga Ruth Bleier utiliza estos hechos en un eficaz argumento contra cualquiera de las teorías que hablan de características humanas «innatas». (5) El paso del forrajeo a una recolección de alimentos cara a su posterior consumo, posiblemente por parte de más de un individuo, fue crucial para el avance de la evolución humana. Debió de propiciar la interacción humana, la invención y el desarrollo de recipientes, y el lento aumento evolutivo del tamaño del cerebro.
Nancy Tanner sugiere que las hembras que cuidaban de sus desvalidas crías tenían más incentivos para desarrollar estas habilidades, mientras que los machos habrían continuado, durante un largo período, forrajeando solos. Ella especula que fueron estas actividades las que condujeron por primera vez al uso de útiles a fin de abrir y separar los alimentos vegetales con los niños y para escarbar buscando raíces. En cualquier caso, la supervivencia del niño dependía de la calidad de las atenciones maternas. «Asimismo, la efectividad de una madre en la tarea de recolección redundaba en su propia nutrición y por tanto incrementaba su esperanza de vida y fertilidad.» (6)
Afirmamos, al igual que Tanner y Bleier, que en el lento avance desde los homínidos erectos a los humanos completamente evolucionados del período Neanderthal (100.000 a.C.), el papel de las mujeres fue crucial. En algún momento después de este período se desarrolló la caza a gran escala por grupos de hombres en África, Europa y norte de Asia; las primeras evidencias de la existencia de arcos y flechas datan tan sólo de hace 15.000 años. Puesto que la mayor parte de las explicaciones de la presencia de una división sexual del trabajo defienden la existencia de sociedades cazadoras y recolectoras, tenemos que examinar más a fondo estas sociedades en el paleolítico y en los primeros estadios del neolítico.
Del neolítico nos llegan restos de pinturas rupestres y estatuillas que sugieren una profunda veneración a la diosa-madre. Podemos entender por qué razón hombres y mujeres habrían escogido ésta como su primera forma de expresión religiosa si tenemos presente el vínculo psicológico existente entre madre e hijo. Debemos nuestros conocimientos de las complejidades y la importancia de ese lazo en gran parte a los estudios psicoanalíticos modernos. (7)

Tal y como Freud nos ha mostrado, la primera experiencia que tiene el niño en el mundo es que todo su entorno y su yo apenas están separados. El entorno, formado principalmente por la madre, que es su fuente de alimento, calor y placer, sólo de una forma gradual empezará a distanciarse del yo cuando el niño sonría o llore para obtener una gratificación a sus necesidades. Cuando no se satisfacen las necesidades del niño y experimenta la ansiedad y el dolor asociados al frío y al hambre, aprende a reconocer el poder abrumador de «ese otro externo», la madre.

Los estudios psicológicos modernos nos han dado detallados informes de la compleja interacción entre madre e hijo y de las maneras en que la respuesta física de su madre, su sonrisa, su voz, contribuyen a que el niño se forme un concepto del mundo y de sí mismo. Es dentro de esta interacción humanizante donde el niño comienza a obtener placer gracias a su capacidad para imponer sus deseos al entorno. El esfuerzo por ser autónomo y el reconocimiento de su propia identidad nacen de la lucha del niño contra la poderosa presencia materna.

Los informes psicoanalíticos en que están basados estas generalizaciones provienen del estudio de la maternidad en las sociedades occidentales modernas. Aun así, hacen hincapié en la crucial importancia que tiene la experiencia de absoluta dependencia del niño y del poder abrumador de la madre en la formación del carácter y la identidad del individuo.
En una época en que las leyes contra el infanticidio así como la posibilidad de disponer de biberones, habitaciones calientes y mantas proporcionan una protección social a los niños, independientemente de cuáles sean las inclinaciones de la madre, este «poder materno abrumador» parece más simbólico que real. Durante doscientos o más años, otros cuidadores, varones y mujeres, podían si hacía falta brindar cuidados maternales a un niño sin poner en peligro sus posibilidades de supervivencia.
La sociedad civilizada se ha interpuesto entre la madre y el niño y ha transformado la maternidad. Pero en las condiciones primitivas, antes de que surgieran las instituciones de la sociedad civilizada, el poder de la madre sobre el niño debió de ser impresionante. Tan sólo los brazos y los cuidados maternos protegían al niño del frío; tan sólo su leche le podía proporcionar el sustento necesario para sobrevivir. Su indiferencia o negligencia significaban la muerte segura. La madre, dadora de vida, tenía un poder real sobre la vida y la muerte.
No es de extrañar que hombres y mujeres, al ver este dramático y misterioso poder femenino, pasaran a venerar a las diosas-madre. (8) Lo que intento subrayar aquí es la situación de necesidad, que dio lugar a la primera división del trabajo por la cual las mujeres hacían de madres.
Durante milenios la supervivencia del grupo dependió de ello y no existía otra alternativa. Bajo las condiciones extremas y peligrosas en que vivían los primitivos humanos, cada mujer debía tener varios embarazos para que al menos dos niños de cada pareja llegaran a ser adultos. Resulta difícil conseguir datos precisos sobre la esperanza de vida en la prehistoria, pero las estimaciones realizadas a partir del estudio de los restos humanos sitúan la media de vida del paleolítico y el neolítico entre los treinta y los cuarenta años.
En el minucioso estudio sobre 222 esqueletos de individuos adultos de Catal Hüyük antes citado, Lawrence Angel llega a una expectativa media de vida de 34,3 años para los varones y de 29,8 años en las mujeres (se excluyen los que murieron en la infancia). (9) Las mujeres habrían tenido más embarazos que hijos vivos, como también se ha producido en la época histórica en las sociedades agrícolas. La infancia era más prolongada, pues las madres amamantaban sus hijos durante dos o tres años. Así pues, cabe suponer que era absolutamente esencial para la supervivencia del grupo que las mujeres núbiles dedicasen la mayor parte de su vida adulta a los embarazos, la maternidad y la crianza de los hijos. Cabría esperar que hombres y mujeres aceptaran esta necesidad y construirían creencias, costumbres y valores en sus culturas que mantuvieran estas prácticas tan necesarias.
A ello seguiría que las mujeres escogerían o preferirían aquellas actividades económicas que pudiesen combinar mejor con sus deberes maternales. Aunque es lógico pensar que algunas mujeres de cada tribu o banda tendrían las capacidades físicas para cazar, resultaría que muchas no querrían cazar grandes presas de forma regular porque cargaban físicamente con los niños: en el útero, la cadera o la espalda.

Además, aunque un niño colgado en la espalda no impediría a su madre participar en una cacería, un niño que llora sí que podría. Los ejemplos que citan los antropólogos de tribus cazadoras y recolectoras del mundo contemporáneo, en las que se llega a soluciones alternativas para encargarse del cuidado de los niños y en que las mujeres ocasionalmente toman parte en las cacerías, no contradicen el argumento anterior. (10) Meramente muestran lo que se puede hacer e intentar en una sociedad; no muestran cuál fue el modo históricamente predominante que las permitió sobrevivir.

Obviamente, dadas la precariedad y brevedad de la esperanza de vida que antes he citado para el período neolítico, las tribus que pusieran en peligro las vidas de sus mujeres núbiles en cacerías u obligándolas a participar en guerras, e incrementando así la posibilidad de que resultaran heridas, no tenderían a sobrevivir de la misma forma que las tribus en las que se empleara a estas mujeres en otras cosas.

Por tanto, la primera división sexual del trabajo, por la cual los hombres cazaban los animales grandes y las mujeres y niños practicaban la caza menor y recolectaban, parece provenir de las diferencias biológicas entre ambos sexos. (11) Estas diferencias biológicas no están causadas por la fuerza o resistencia de hombres y mujeres, sino únicamente por diferencias reproductivas, en concreto la capacidad femenina de amamantar a los niños. Después de haber dicho esto, quisiera recalcar que sólo acepto la «explicación biológica» en los primeros estadios de la evolución humana y ello no significa que una posterior división sexual del trabajo basada en el hecho de ser madre sea «natural».

Al contrario, voy a demostrar que la dominación masculina es un fenómeno histórico en tanto que surgió de una situación determinada por la biología y que, con el paso del tiempo, se convirtió en una estructura creada e impuesta por la cultura. Mi síntesis no pretende dar a entender que todas las sociedades primitivas están organizadas de este modo para impedir a las madres que intervengan en la actividad económica. Sabemos, gracias al estudio de las sociedades primitivas pasadas y actuales, que los grupos tienen formas diversas de estructurar la división del trabajo para el cuidado de los niños y, de esta manera, dejar tiempo a las madres para una gran variedad de actividades económicas.

Algunas madres se llevan consigo a sus hijos cuando cubren trayectos largos, en otros casos los niños mayores y los ancianos se encargan de vigilarlos. (12) Es obvio que el lazo entre la maternidad y la crianza para las mujeres viene determinado por la cultura y está sujeto a la manipulación social. Quiero insistir en que la primera división sexual del trabajo, por la cual las mujeres optaron por unas ocupaciones compatibles con sus actividades de madres y criadoras, fue funcional y por consiguiente aceptada a la par por hombres y mujeres.

La prolongada y desvalida niñez humana crea el fuerte lazo que hay entre madre e hijo. La evolución fortaleció esta relación socialmente necesaria durante los primeros estadios de desarrollo de la humanidad. Enfrentados a situaciones nuevas y cambios en el entorno, las tribus y grupos en que las mujeres no hacían bien de madres o que no protegían la salud y la vida de las mujeres núbiles, seguramente no pudieron sobrevivir. O, visto de otra forma, los grupos que aceptaron e institucionalizaron una división sexual del trabajo funcional tenían más posibilidades de sobrevivir.

Tan sólo podemos hacer conjeturas acerca de las personalidades y la forma en que se pueden ver a sí mismas las personas que vivan en condiciones como las que prevalecieron en el neolítico. La necesidad debió de refrenar a hombres igual que a mujeres. Hacía falta tener coraje para dejar la protección de una cueva o una cabaña y enfrentarse con unas armas primitivas a los animales, vagando lejos de casa y arriesgándose a un tropiezo con tribus vecinas potencialmente hostiles.
Hombres y mujeres debieron reunir el coraje necesario para defenderse y defender a los más jóvenes. A causa de su decidida tendencia cultural a centrarse en las actividades masculinas, los etnógrafos nos han dado muchísima información acerca de las consecuencias del desarrollo de la confianza en sí mismo y la suficiencia del hombre cazador. Basándose en evidencias etnográficas, Simone de Beauvoir ha especulado que fue de esta primera división del trabajo de la cual surgiría la desigualdad entre los sexos y la que ha destinado a la mujer a la «inmanencia» en un trabajo diario, rutinario, frente a las osadas proezas del hombre que le llevaban a la «trascendencia». La fabricación de herramientas, de las invenciones, el desarrollo de las armas, todo se ha descrito como producto de las actividades masculinas para subsistir. (13)
Pero el desarrollo psicológico de las mujeres ha recibido una atención menor y por lo general se ha descrito con términos más propios de un ama de casa contemporánea que de un miembro de una tribu de la Edad de Piedra. Elise Boulding, en su visión general del pasado de las mujeres, ha sintetizado los estudios antropológicos para presentar una interpretación considerablemente diferente. Boulding halla en las sociedades neolíticas un reparto igualitario del trabajo, en el que cada sexo desarrolló las habilidades adecuadas y el conocimiento esencial para la supervivencia del grupo. Ella nos explica que la recolección de alimentos exigía un profundo conocimiento de la ecología, las plantas, los árboles y las raíces, de sus propiedades alimentarias y medicinales.
Describe a la mujer primitiva como la guardiana del fuego doméstico, la inventora de los recipientes de arcilla y de los cestos, gracias a los cuales se podían guardar los excedentes alimentarios de la tribu en previsión de los tiempos de penuria. La describe como la que ha quitado los secretos a las plantas, los árboles y los frutos para transformar sus productos en sustancias curativas, en tintes, cáñamo, hilo y ropas. La mujer sabía cómo transformar las materias primas y los cadáveres de animales en productos alimentarios.
Sus habilidades han sido tan variadas como las de los hombres y seguramente igual de esenciales. Sus conocimientos eran quizá superiores o al menos iguales a los de él; es fácil imaginar que le debía de parecer más que suficiente. Formó parte tanto como él en el desarrollo de rituales y ritos, de la música, la danza y la poesía. Y aun así se debía saber responsable de dar vida y de criar los hijos. La mujer de la sociedad precivilizada debió de ser igual al hombre y sin ningún problema se podía sentir superior a él. (14)
La literatura psicoanalítica y, más recientemente, la reinterpretación feminista que hizo Nancy Chodorow nos brindan unas descripciones muy útiles del proceso a través del cual, partiendo del hecho que son las mujeres quienes cuidan los niños, se crea el género. Veamos si estas teorías tienen validez cuando se describe un proceso de desarrollo histórico. Chodorow argumenta que «la relación con la madre difiere de una forma sistemática en chicos y chicas ya desde las primeras etapas». (15)
Niños y niñas aprenden a esperar de las mujeres el amor infinito, sin reparos, de una madre, pero también asocian con ella sus temores de impotencia. A fin de encontrar su identidad los niños crecen apartados de la madre, se identifican con el padre, vuelven la espalda a la expresión de las emociones y dirigen la vista a la acción en el mundo. Puesto que son las mujeres las que cuidan los niños, Chodorow dice: Las chicas en edad de crecimiento se definen y se ven a sí mismas como continuación de las otras; su experiencia de sí mismas tiene unos límites del ego más flexibles y permeables.
Los chicos se definen como separados y distintos, tienen una mayor sensación de las fronteras rígidas del ego y de la diferenciación. El sentido femenino básico de la personalidad está conectado con el mundo, el sentido masculino básico de la individualidad está aparte. (16) A causa de la forma en que su individualidad se define por oposición a la de su madre que les educa, los chicos se preparan para su participación en la esfera pública. Las chicas, identificadas con la madre y conservando siempre su estrecha relación primaria con ella, a pesar de que transfieran sus intereses amorosos a los hombres, se preparan para una mayor participación en la «esfera de las relaciones». Chicos y chicas, definidos según el género, son preparados «para asumir los papeles de género adultos que sitúan principalmente a las mujeres en la esfera de reproducción en una sociedad sexualmente desigual». (17)
La sofisticada reinterpretación feminista de Chodorow de la explicación freudiana de la creación de personalidades acordes al género está basada en la sociedad occidental y en las relaciones de parentesco y familiares que se dan en ella. Dudo que se la pueda aplicar incluso a la gente de color que vive en esa misma sociedad, lo que debería precavernos ante las generalizaciones que se saquen de ella. Aun así, ello plantea un argumento de las bases psicológicas sobre las cuales se asientan las relaciones sociales y las instituciones. Tanto ella como otras autoras argumentan de forma convincente que debemos fijarnos en la «maternidad» en la sociedad patriarcal, su estructura y las relaciones que engendra, si queremos alterar las relaciones entre los sexos y acabar con la subordinación de las mujeres. (18)

Yo diría que el tipo de formación de la personalidad que Chodorow describe como resultado de que las mujeres cuiden a los niños en las sociedades industriales del presente no se dio en las primitivas sociedades del neolítico. Al contrario, las actividades de hacer de madres y educadoras, asociadas a su autosuficiencia en la recolección de alimento y su sentido de la competitividad en muchas y variadas técnicas esenciales para vivir, debieron de ser experimentadas por hombres y mujeres como una fuente de fortaleza y, probablemente, de poder mágico.

En algunas sociedades las mujeres guardaban celosamente sus «secretos» de grupo, su magia, sus conocimientos de las hierbas curativas. La antropóloga Lois Paul, en un trabajo sobre un poblado indio guatemalteco del siglo XX, dice que el misterio y reverencia que rodean a la menstruación contribuye a que las mujeres tengan «la sensación de estar incluidas en los poderes místicos del universo». Las mujeres manipulan el miedo de los hombres a que la sangre menstrual amenace su virilidad convirtiendo la menstruación en una arma simbólica. (19)

En la sociedad civilizada son las chicas las que tienen más dificultades para formarse una personalidad. Diría que en la sociedad primitiva este peso recaía sobre los chicos, cuyo miedo y temor ante la figura de la madre tenía que transformarse a través de la acción colectiva en una identificación con el colectivo masculino. Si las madres con sus niños pequeños se unían a otros grupos de madres y niños para la recolección y preparación de alimentos o si los hombres tomaban la iniciativa de llevarse a los chicos jóvenes en su grupo, pertenece al reino de las conjeturas.

Las evidencias procedentes de las sociedades primitivas que sobreviven en el presente prueban que hay muchas formas diferentes de estructurar la división sexual del trabajo en las instituciones sociales que unan a los jóvenes con los adultos: una preparación aparte, según el sexo, durante los ritos de iniciación; ser miembro de las logias del mismo sexo y la participación en rituales del mismo sexo son sólo algunos ejemplos. Inevitablemente, las bandas para cazar presas de mayor tamaño hubieran conducido a un vínculo masculino, que se habría reforzado con las guerras y la preparación necesaria para convertir a estos chicos en guerreros.

Así como las dotes maternales de las mujeres eran esenciales para asegurar la supervivencia de la tribu y por consiguiente debieron de ser muy apreciadas, también lo sería la habilidad en la caza y la guerra de los hombres. Se puede defender fácilmente que aquellas tribus que no preparaban hombres dotados para la guerra y la defensa acababan con el tiempo sucumbiendo ante las tribus que promovían dichas aptitudes entre sus hombres. Ya se han planteado otras veces estos argumentos evolucionistas, pero aquí estoy abogando también a favor de un argumento psicológico basado en el cambio de las condiciones históricas.

La formación del ego en el varón, que puede haberse producido en un contexto de miedo, temor y quizás aprensión ante la mujer, debe de haber conducido a los hombres a crear instituciones sociales que animaran sus egos, fortalecieran la confianza en sí mismos y respaldaran el sentido de su propia valía. Los teóricos han ofrecido gran variedad de hipótesis para explicar la aparición del guerrero y la propensión masculina a crear estructuras militaristas. Van desde explicaciones biológicas (los niveles más altos de testosterona y la mayor fuerza física de los hombres les hacen ser más agresivos) a psicológicas (los hombres compensan su incapacidad de tener hijos con el dominio sexual de las mujeres y la agresión a otros hombres).

Freud vio el origen de la agresividad masculina en la rivalidad edípica entre padre e hijo por el amor de la madre y afirmó que los hombres construyeron la civilización para compensar la frustración de los instintos sexuales en su primera infancia. Las feministas, comenzando por Simone de Beauvoir, han estado muy influidas por estas ideas, lo que posibilitó que se explicara el patriarcado como consecuencia de la biología o la psicología masculinas. De este modo, Susan Brownmiller cree que la capacidad que poseen los hombres de violar a las mujeres conduciría a su propensión a violarlas, y muestra cómo esto ha conducido al dominio masculino sobre las mujeres y a la supremacía masculina.

Elizabeth Fisher argumentaba ingeniosamente que la domesticación de los animales enseñó a los hombres cuál era su papel en la procreación y que la práctica de cruzar animales les dio la idea de violar a las mujeres. Ella defiende que la brutalidad y la violencia ligadas a la domesticación animal condujeron a los hombres a la dominación sexual y a una institucionalización de la agresión. Más recientemente, Mary O’Brien ha elaborado una minuciosa explicación del origen de la dominación masculina basada en la necesidad psicológica de los hombres dé compensar su incapacidad de tener hijos a través de la construcción dé instituciones dé dominación y, al igual qué Fisher, fecha este «descubrimiento» en el período del comienzo de la domesticación animal. (20)

Estas hipótesis, aunque nos lleven por caminos interesantes, adolecen dé una tendencia a buscar explicaciones unicausales, y aquéllas que basan su argumentación en los descubrimientos ligados a la ganadería son dé hecho erróneas. La cría de animales sé introdujo, al menos en el Próximo Oriente hacia él 8000 a.C. y tenemos indicios de sociedades relativamente igualitarias, como la dé Catal Hüyük, qué practicaban la ganadería unos 2.000 a 4.000 años después. Por tanto, no puede haber una relación causal.
Me parece mucho más probable que el desarrollo dé la guerra entre tribus durante períodos de escasez económica propiciara él ascenso al poder de hombres con éxitos militares. Como veremos más adelante, su mayor prestigio y reputación pudieron acrecentar su propensión a ejercer la autoridad sobre las mujeres y luego sobré los hombres de su misma tribu. Pero éstos factores solos no son suficientes para explicar los vastos cambios sociales ocurridos con él advenimiento del sedentarismo y la agricultura. Para entenderlos en toda su complejidad, nuestro modelo teórico ha de recurrir ahora a la práctica del intercambio dé mujeres. (21)
El «intercambio de mujeres», un fenómeno observado en numerosas sociedades tribales dé muchísimas áreas distintas del mundo, ha sido identificado por el antropólogo Lévi-Strauss como la causa principal dé la subordinación femenina. Puede adoptar formas distintas, como la de separar por la fuerza a la mujer dé su tribu (el rapto de la novia); la desfloración o violación ritual; o los matrimonios acordados. Va precedido siempre por tabúes relativos a la endogamia y del adoctrinamiento de las mujeres, ya desde su primera infancia, con vistas a que acepten sus obligaciones para con sus familiares y consientan a éstos matrimonios forzados.
Lévi Strauss dice: La relación global de intercambio que es el matrimonio no se establece entre un hombre y una mujer … sino entre dos grupos de hombres, y la mujer figura sólo como uno de los objetos de intercambio y no como una de las participantes … Esta afirmación sigue siendo igualmente válida incluso cuando se tienen en cuenta los sentimientos de la joven, como habitualmente suele pasar. Al aceptar la unión que se le propone, ella precipita o permite que tenga lugar el intercambio, pero no altera su naturaleza. (22) Lévi-Strauss dice qué con este proceso se «cosifica» a las mujeres; sé las deshumaniza y sé las trata más como a cosas que como a seres humanos.
Varias antropólogas feministas han aceptado esta postura y han trabajado en el tema. La matrilocalidad estructura dé tal modo él parentesco qué un hombre abandona su familia de origen para ir a residir con su esposa o la familia dé ella. La patrilocalidad estructura del tal modo él parentesco qué una mujer ha de abandonar a su familia dé origen y residir con su esposo o la familia dé él. Esta constatación ha llevado a la asunción dé qué él paso de matrilinealidad a patrilinealidad en las relaciones de parentesco debió de constituir un viraje decisivo dé las relaciones entre ambos sexos, y debe de coincidir con la subordinación dé las mujeres.
Pero, ¿cómo y por qué sé originó este tipo dé organización? Ya hemos discutido él argumento por el cual los hombres, recién llegados al poder gracias a sus cualidades marciales, coaccionaron a unas mujeres que estaban poco dispuestas a ello. Pero, ¿por qué se intercambiaron mujeres y no hombres? C. D. Darlington nos lo explica. Él cree que la exogamia es una innovación cultural, aceptada porque supone una ventaja evolutiva. Defiende el deseo instintivo entre los humanos dé mantener a la población en «la densidad óptima» dé un entorno. Las tribus lo consiguen gracias al control sexual, mediante rituales que estructuran a hombres y mujeres dentro de los papeles sexuales adecuados, y recurriendo al aborto, al infanticidio y la homosexualidad cuando sea necesario.

Según este razonamiento, de esencia evolucionista, el control de población obligaba a regular la sexualidad femenina. (23) Existen otras posibles explicaciones: suponiendo que se intercambiasen varones adultos entre las tribus, ¿qué podría asegurar su lealtad a la tribu a la que eran entregados? El lazo de los hombres con su descendencia no era por entonces lo suficientemente fuerte para asegurar su sumisión por bien a sus hijos. Los hombres podrían realizar actos violentos contra los miembros de la tribu ajena; gracias a su experiencia en la caza y en los viajes a gran distancia podrían escaparse fácilmente y regresar como guerreros en busca de venganza.

Por otro lado, sería más fácil coaccionar a las mujeres, seguramente violándolas. Una vez casadas o cuando ya fueran madres, permanecerían leales a sus hijos y a los parientes de sus hijos, creándose de esta manera un vínculo potencialmente fuerte con la tribu de afiliación. Esta fue de hecho la manera en que históricamente se originó la esclavitud, como veremos más adelante.

Una vez más la función biológica de la mujer hacía que se pudiera adaptar más fácilmente a su nuevo papel de peón, una creación cultural. También se podría defender que podría haberse usado como peones a los niños de uno y otro sexo en vez de las mujeres con el propósito de asegurar la paz entre tribus, como frecuentemente hicieran las elites dirigentes en los tiempos históricos. Posiblemente, la práctica del intercambio de mujeres empezó de ese modo. Se intercambiaban niños de uno y otro sexo y cuando llegaban a adultos contraían matrimonio en el seno de la nueva tribu.

Boulding, que insiste siempre en la «agencia» de mujeres, asume que eran ellas (en su función de guardianas del hogar) las que llevaban a cabo las negociaciones necesarias para concertar los matrimonios entre tribus. Las mujeres desarrollan flexibilidad y sofisticación cultural gracias a su papel de ser quienes vinculan tribus. Las mujeres, alejadas de su propia cultura, navegan entre dos culturas y aprenden las costumbres de ambas. El conocimiento que de ello sacan les puede permitir tener poder y ciertamente ser influyentes. (24)
Encuentro que las observaciones de Boulding son útiles para reconstruir el proceso gradual por el cual las mujeres pueden haber iniciado o participado en el establecimiento del intercambio de mujeres. En la literatura antropológica contamos con varios ejemplos de reinas que, en su posición de jefes de estado, adquieren varias «esposas» a las cuales conciertan matrimonios que puedan servirles para incrementar sus riquezas e influencia. (25) Si se intercambiaban chicos y chicas, haciendo de peones, y su descendencia quedaba incorporada a la tribu a la que se les había entregado, es obvio que la tribu que tuviera más chicas que chicos incrementaría más rápidamente su población que la tribu que aceptase a más chicos.
Mientras los niños de uno y otro sexo supusieran una amenaza para la supervivencia de la tribu o, como mucho, un estorbo, estas distinciones no se hubieran percibido o no habrían importado. Pero, si a causa de cambios en el entorno o en la economía de la tribu, los niños se convirtieron en una baza cara a un poder laboral en potencia, sería de esperar que el intercambio de niños de uno y otro sexo diera paso al intercambio de mujeres. Los factores que condujeron a este desarrollo están bien explicados, en mi opinión, por los antropólogos estructuralistas marxistas. El proceso que ahora estamos tratando tiene lugar en distintas épocas y áreas del mundo; sin embargo, muestra una regularidad en cuanto a causas y resultados finales.
Aproximadamente en el momento en que la caza y recolección o la horticultura dan paso a la agricultura, los sistemas de parentesco tienden a pasar de la matrilinealidad a la patrilinealidad, y surge la propiedad privada. Existe, como hemos visto, un desacuerdo respecto a la secuencia de los sucesos. Engels y quienes le siguen creen que la propiedad privada aparece primero, ocasionando «la histórica derrota del sexo femenino». Lévi-Strauss y Claude Meillassoux opinan que es el intercambio de mujeres el que origina finalmente la propiedad privada. Meillassoux ofrece una detallada descripción del estadio de transición.
En las sociedades cazadoras y recolectoras, hombres, mujeres y niños de uno y otro sexo participan en la producción y en el consumo de lo que producen. Las relaciones sociales entre ellos tienen carácter inestable, son desestructuradas e involuntarias. No hay necesidad alguna de estructuras de parentesco o de intercambios estructurados entre tribus. Este modelo conceptual (del que resulta algo difícil encontrar ejemplos en la actualidad) da paso a un modelo de transición, una etapa intermedia: la sociedad horticultora.

La cosecha, basada en tubérculos y tala, es inestable y está sujeta a las variaciones climáticas. La incapacidad de estos pueblos para conservar los cultivos durante algunos años les obliga a depender de la caza, la pesca y la recolección como alimentos suplementarios. Durante este período, en el que proliferan los sistemas matrilineales y matrilocales, la supervivencia del grupo exige un equilibrio demográfico entre hombres y mujeres.

Meillassoux argumenta que la vulnerabilidad biológica de las mujeres en el momento del parto indujo a las tribus a procurarse más mujeres de otros grupos, y que esta tendencia al hurto de mujeres condujo a constantes guerras entre las tribus. En el proceso surgió una cultura guerrera. Otra consecuencia de este robo de mujeres es que las cautivas eran protegidas por los hombres que las habían conquistado o por toda la tribu vencedora.

Durante este proceso se trataba a las mujeres como posesiones, cosas se las cosificaba, mientras que los hombres se convertían en los que cosificaban pues ellos conquistaban y protegían. Por primera vez se reconoce la capacidad reproductora de las mujeres como un recurso de la tribu. Luego, a medida que van surgiendo las elites dominantes, la adquiere en propiedad un grupo de parientes en particular.

Ello ocurre con el desarrollo de la agricultura. Las condiciones materiales de la agricultura cerealística exigen una cohesión de grupo y una continuidad temporal, lo que refuerza la estructura de la unidad doméstica. Para obtener una cosecha, los trabajadores de un ciclo productivo están en deuda con los trabajadores del ciclo productivo anterior por los alimentos y las semillas. Puesto que la cantidad de alimentos depende de la disponibilidad de trabajo, la producción se convierte en el principal interés. Ello tiene dos consecuencias: refuerza la influencia de los varones ancianos e incrementa el incentivo de las tribus a adquirir más mujeres.
En una sociedad completamente formada y basada en la agricultura de arada, las mujeres y los niños son indispensables en el proceso de producción, que es cíclico e intensivo. Los niños son ahora una baza económica. En esta etapa las tribus prefieren adquirir el potencial reproductivo de las mujeres y no a éstas. Los hombres no tienen hijos de una forma directa; por tanto, serán mujeres y no hombres lo que se intercambie.
Esta práctica queda institucionalizada en el tabú del incesto y las pautas de un matrimonio patrilocal. Los hombres ancianos, que dan continuidad a los conocimientos concernientes a la producción, mistifican ahora estos «secretos» y ejercen poder sobre los hombre jóvenes controlando los alimentos, el saber y las mujeres. Controlan el intercambio de mujeres, restringen su conducta sexual y adquieren la propiedad privada de ellas. Los jóvenes han de ofrecer servicios laborales a los ancianos a cambio del privilegio de poder acceder a las mujeres.
En estas circunstancias ellas pasan también a ser parte del botín de los guerreros, lo que alienta y refuerza el dominio de los hombres ancianos sobre la comunidad. Por último, «la histórica derrota femenina» es posible por medio de la abolición de la matrilinealidad y la matrilocalidad, resultando ventajosa a aquellas tribus que la logran. Hay que advertir que en el esquema de Meillassoux el control de la reproducción (la sexualidad femenina) precede a la adquisición de la propiedad privada.
De esta manera, Meillassoux pone en la picota a Engels, proeza que Marx realizó con Hegel. La obra de Meillassoux abre horizontes nuevos al debate en torno a los orígenes, aunque las críticas feministas objeten su modelo androcéntrico en el que las mujeres sólo figuran en el papel de víctimas pasivas. (26) También hemos de señalar que el modelo de Meillassoux aclara que lo que se cosifica no son las mujeres sino su capacidad reproductiva y, sin embargo, él y otros antropólogos estructuralistas continúan hablando de la cosificación de las mujeres.
La distinción es importante, y hablaremos de ella más adelante. Hay otras cuestiones que su teoría no responde. ¿Cómo adquirieron los ancianos el control sobre la agricultura? Si nuestras primeras especulaciones acerca de las relaciones sociales entre ambos sexos en las tribus cazadoras y recolectoras son correctas, y si el hecho comúnmente aceptado de que fueron las mujeres quienes desarrollaron la horticultura es exacto, entonces sería de esperar que fueran ellas quienes controlasen el producto de la labor agrícola. Pero aquí entran otros factores a los que hay que prestar atención.
No todas las sociedades atravesaron un estadio de horticultura. En muchas sociedades la ganadería y la cría de animales, solas o combinadas con las actividades de recolección, precedieron al desarrollo de la agricultura. La ganadería fue seguramente desarrollada por los hombres. Era una ocupación que llevaba a la acumulación de excedentes en ganado, carne o pieles. Sería de esperar que los acumulasen aquellos que los generaban. Es más, la agricultura de arada exigía inicialmente la fuerza masculina y, ciertamente, no era la ocupación que habrían escogido las mujeres embarazadas o las madres lactantes, excepto de forma auxiliar.

Así pues, la práctica económica de la agricultura reforzó el control masculino sobre los excedentes, que también podían adquirir mediante conquista durante las guerras entre tribus. Otro posible factor que habría contribuido al desarrollo de la propiedad privada en manos de los hombres pudo ser el reparto desigual del tiempo libre. Las actividades hortícolas son más productivas que la recolección y dejan más tiempo libre. Pero el reparto de ese tiempo de ocio es desigual: los hombres se benefician más que las mujeres por el simple hecho de que las actividades femeninas de preparar la comida y cuidar de los niños prosiguen igual.

Así es que, posiblemente, los hombres podían emplear este nuevo tiempo de ocio para desarrollar oficios nuevos, iniciar rituales que les dieran un mayor poder de influencia, y administrar los excedentes. No quisiera insinuar la existencia de un determinismo o una manipulación consciente; todo lo contrario. Las cosas fueron por unas vías y luego han tenido unas consecuencias que ni hombres ni mujeres esperaban. Ni tenían que ser conscientes de ello, igual que no lo fueron los hombres modernos que dieron nacimiento al mundo feliz de la industrialización con sus consecuencias de contaminación y sus efectos ecológicos.

En el momento en que pudo surgir una conciencia del proceso y de sus consecuencias era ya demasiado tarde para detenerlo, al menos para las mujeres. El antropólogo danés Peter Aaby señala que las evidencias de Meillassoux partían en gran parte del modelo europeo, que incluye la interacción de la actividad hortícola y la cría de ganado, y de ejemplos tomados de los indios de los llanos de Sudamérica. Aaby menciona casos, como el de las tribus cazadoras australianas, en los que existe un control sobre las mujeres en ausencia de actividad hortícola.

Luego cita el caso de los iroqueses, una sociedad en la que las mujeres no fueron cosificadas ni dominadas, como ejemplo de horticultores que no acaban en dominio masculino. Sostiene que en condiciones ecológicamente favorables sería posible mantener un equilibrio demográfico dentro de una tribu sin tener que recurrir a la importación de mujeres. No sólo las relaciones de producción sino también «la ecología y la reproducción socialbiológica son factores determinantes o decisivos». (27)

De todas formas, y puesto que todas las sociedades agrícolas han cosificado la capacidad reproductiva de las mujeres y no la de los hombres, se llega a la conclusión de que estos sistemas tienen una ventaja en lo que respecta a la expansión y apropiación de excedentes por encima de aquellos basados en una complementariedad entre sexos. En estos últimos no se dispone de medios para forzar a los productores a incrementar la producción.

Las herramientas neolíticas eran relativamente sencillas, así que cualquiera podía fabricarlas. La tierra no era un recurso escaso. Por tanto, ni herramientas ni tierra ofrecían oportunidad alguna para que alguien se apropiase de ellas. Pero ante una situación en la que las condiciones ecológicas y las irregularidades en la producción biológica amenazasen la supervivencia del grupo, las personas buscarían más reproductores, o sea, más mujeres. La apropiación de hombres en calidad de cautivos (que se da sólo en una etapa posterior) simplemente no cubriría las necesidades para la supervivencia del grupo.
De esta manera, la primera apropiación de propiedad privada consiste en la apropiación del trabajo reproductor de las mujeres. (28) Aaby concluye diciendo: La conexión entre la cosificación de las mujeres por un lado y el estado y la propiedad privada por otro es exactamente la contraria a la que proponen Engels y sus seguidores. Sin la cosificación de las mujeres como una característica socioestructural dada históricamente, el origen de la propiedad privada y el estado seguiría siendo inexplicable. (29)
Si seguimos el argumento de Aaby, que encuentro muy persuasivo, debemos concluir que en el curso de la revolución agrícola la explotación del trabajo humano y la explotación sexual de las mujeres quedaron inextricablemente ligadas. La historia de la civilización es la historia de los hombres y las mujeres que hacen frente a las necesidades, desde su desvalida dependencia de la naturaleza, hacia la libertad y el dominio parcial sobre aquélla.
En esta lucha las mujeres se encontraban más afectadas por las actividades esenciales de la especie que los hombres y eran, por tanto, más vulnerables a quedar en una disposición desventajosa. Mi argumento distingue claramente entre la necesidad biológica, a la cual hombres y mujeres se sometían y adaptaban, y las costumbres e instituciones de origen cultural, que forzaron a las mujeres a desempeñar papeles subordinados.
He intentado mostrar cómo pudo suceder que las mujeres aceptaran una división sexual del trabajo, que al final las colocaría en desventaja, sin ser capaces de prever sus ulteriores consecuencias. La afirmación de Freud, a la que he aludido ya en otro contexto, de que para las mujeres «la anatomía es el destino» es errónea porque es ahistórica y busca el pasado en el presente sin hacer concesión alguna a los cambios temporales. Peor, esta afirmación ha sido tratada como una receta para el presente y el futuro: no sólo la anatomía es el destino para las mujeres, sino que debería serlo. Lo que Freud habría tenido que decir es que para las mujeres la anatomía fue una vez su destino. Esta afirmación es correcta e histórica. Lo que fue en su día ya no lo es y no tiene porque serlo nunca más.
Con Meillassoux y Aaby nos hemos trasladado del reino de la especulación pura a la consideración de evidencias fundamentadas en los datos antropológicos de sociedades primitivas en época histórica.
Hemos tenido en cuenta evidencias materiales tales como la ecología, el clima y los factores demográficos, y hemos insistido en la compleja interacción entre diversos factores que pudieron afectar los avances que estamos intentando comprender. No hay manera de que podamos aportar pruebas consistentes para referirnos a estas transiciones en la prehistoria que no sea a través de las inferencias y las comparaciones con lo que ya conocemos. Como luego veremos, se puede verificar en varios puntos la hipótesis explicativa que hemos propuesto con evidencias históricas.
Hay unos pocos hechos acerca de los cuales podemos estar seguros con los datos arqueológicos. En algún momento durante la revolución agrícola, unas sociedades relativamente igualitarias, con una división sexual del trabajo basada en las necesidades biológicas, dieron paso a unas sociedades muchísimo más estructuradas en las que tanto la propiedad privada como el intercambio de mujeres basado en el tabú del incesto y la exogamia eran comunes.
Las primeras sociedades fueron a menudo matrilineales y matrilocales, mientras que las últimas sociedades sobrevivientes eran predominantemente patrilineales y patrilocales. No existen en ningún lugar pruebas de un proceso contrario, que pase de la patrilinealidad a la matrilinealidad. Las sociedades más complejas presentaban una división del trabajo que ya no sólo se basaba en las diferencias biológicas, sino también en las jerárquicas y en el poder de algunos hombres sobre otros hombres y todas las mujeres.
Varios especialistas han concluido que el cambio descrito aquí coincide con la formación de los estados arcaicos. (30) Es entonces en este período donde hay que acabar con las especulaciones teóricas y empezar la investigación histórica
1. Los conceptos que tengo sobre este punto están basados en la perspectiva que por primera vez formuló Mary Beard en Woman as Force in History, Nueva York, 1946. He trabajado este tema en toda mi obra histórica. Véase en especial Gerda Lerner, The Majority Finds Its Place: Placing Women in History, Nueva York, 1979, caps. 10-12.
2. Véase Paula Webster, «Matriarchy: A Vision of Power», en Rayna Reiter, Toward an Anthropology of Women, Nueva York, 1975, pp. 141-156, sobre una discusión completa de la necesidad que tienen las mujeres contemporáneas de contar con la idea de la existencia de un matriarcado en el pasado.
3. Michelle Rosaldo, «The Use and Abuse of Anthropology: Reflections on Feminism and Cross Cultural Understanding», SIGNS, vol. 5, n.° 3 (primavera de 1980), p. 393. Rosaldo trabaja estas perspectivas en un artículo inédito, «Moral/Analytical Dilemmas Posed by the Intersection of Feminism and Social Science», preparado para las Conferencias sobre el Problema de la Moralidad en Ciencias Sociales, celebradas en Berkeley en marzo de 1980. La siguiente declaración me parece particularmente ajustada: «Al poner en cuestión la visión de que somos las víctimas de unas normas sociales crueles o el producto inconsciente de un mundo natural que (por desgracia) nos minusvalora, las feministas hemos subrayado la necesidad que tenemos de teorías que presten atención a la forma en que los actores modelan sus mundos; a las interacciones a las que se confiere importancia y a las formas culturales y simbólicas en función de las cuales se organizan las expectativas, los deseos se articulan, se confieren premios y se da un sentido al resultado final» (p. 18).
4. Véase Nancy Makepeace Tanner, On Becoming Human, Cambridge, Ingla terra, 1981, pp. 157-158. Asimismo véase Nancy Tanner y Adrienne Zihlman, «Women in Evolution, Part 1: Innovation and Selection in Human Origins», SIGNS, vol. 1, n.° 3 (primavera de 1976), pp. 585-608.
5. Ruth Bleier, Science and Gender: A Critique of Biology and Its Theories on Women, Nueva York, 1984, cap. 3, en especial las páginas 55 y 64-68. El mismo punto es tratado por Clifford Geertz, «The Impact of the Concept of Culture on the Concept of Man», en The Interpretation of Cultures, Nueva York, 1973, pp. 33-54.
6. Ibid., pp. 144-145; cita de la p. 145.
7. Véase la nota 11 del capítulo 1. También: Karen Horney, Feminine Psychology, Nueva York, 1967; Clara Thompson, On Women, Nueva York, 1964; Harry Stack Sullivan, The Interpersonal Theory of Psychiatry, Nueva York, 1953, caps. 4-12.
8. A la inversa, uno de los primeros poderes que los hombres institucionalizaron en el patriarcado fue el poder del cabeza de familia a decidir qué recién nacido había de vivir y cuál tenía que morir. Debió de percibirse como una victoria de las leyes sobre la naturaleza, pues iba en contra de ésta y de toda experiencia humana previa.
9. La información que se tiene de las poblaciones prehistóricas no es muy fiable y tan sólo se puede expresar en términos muy aproximativos. Cipolla piensa que «las evidencias indirectas secundan la idea de que las poblaciones prehistóricas tenían una mortalidad muy alta. Puesto que la especie ha sobrevivido, hemos de admitir también que el hombre primitivo tenía una fertilidad muy elevada. Un estudio realizado a partir de 187 restos fósiles de neandertales revela que la tercera parte murió antes de llegar a los 20 años. Un análisis de 22 restos fósiles de la población asiática de Sinanthropus revela que quince de ellos murieron antes de cumplir 14 años, tres antes de los 29 y otros tres entre los 40 y los 50 años». Carlo M. Cipolla, The Economic History of World Population, Nueva York, 1962, pp. 85-86. Lawrence Angel, «Neolithic Skeletons from Catal Hüyük», Anatolian Studies, vol. 21 (1971), pp. 77-98; cita de la p. 80. En las sociedades cazadoras y recolectoras actuales nos encontramos con tasas de mortalidad infantil muy elevadas, del orden del 60 por 100 en el primer año de vida. Véase F. Rose, «Australian Marriage, Land Owning Groups and Institutions», en R. B. Lee e Irven DeVore, eds., Man, the Hunter, Chicago, 1968, p. 203. 10. Cf. Karen Sacks, Sisters and Wives: The Past and Future of Sexual Equality, Urbana, 1982, cap. 2. Existe, además, la posibilidad de que la menstruación sea un obstáculo para la mujer cuando caza, no sólo porque la incapacite físicamente sino también por los efectos que tiene sobre los animales el olor a sangre. Esta posibilidad se me ocurrió en un reciente viaje a Alaska. En los folletos para campistas y excursionistas del Servicio Nacional de Parques, se aconseja a las mujeres que tengan la menstruación que se mantengan apartadas de las áreas con animales salvajes, porque el olor a sangre atrae a los osos pardos. 11. El antropólogo Marvin Harris defiende en cambio que «la caza no es una actividad ininterrumpida y nada impide a las mujeres que están amamantando dejar a sus hijos al cuidado de otra persona durante unas cuantas horas una o dos veces a la semana». Harris sostiene que la especialización en la caza por el hombre surgió de su formación guerrera y que en las actividades guerreras de los hombres hay que buscar la causa de la supremacía masculina y el sexismo. Marvin Harris, «Why Men Dominate Women», Columbia (verano de 1978), pp. 9-13, 39. Es bastante improbable y no tenemos evidencias que prueben que la guerra organizada precedió a la caza mayor, pero en todo caso creo que las mujeres no habrían optado por las actividades cinegéticas ni militares por las razones que ya he dado. Para una reinterpretación feminista de los mismos materiales que no hace concesiones al «determinismo biológico», véase Bleier, Science and Gender, caps. 5 y 6. 12. Cf. Kay Martin y Barbara Voorhies, Female of the Species, Nueva York, 1975, pp. 77-83; Sacks, Sisters and Wives, pp. 67-84; Ernestine Friedl, Women and Men: An Anthropologist’s View, Nueva York, 1975, pp. 8, 60-61. 13. Simone de Beauvoir, The Second Sex, Nueva York, 1953; reimpresión de la edición de 1974. 14. Aunque no existen pruebas fiables de estas afirmaciones acerca de la originalidad de las contribuciones de las mujeres, tampoco las hay de las capacidades inventivas de los hombres. Ambas se basan en conjeturas. Para nuestros propósitos, es importante que nos permitamos a nosotras mismas la libertad de especular sobre las igualdad de las contribuciones de las mujeres. El único problema que entraña este ejercicio es que queramos llevar nuestras conjeturas, porque parezcan lógicas y convincentes, a la categoría de prueba. Esto es lo que han hecho los hombres; no se debe caer en el mismo error. Elise Boulding, The Underside History: A View of Women Through Time, Boulder, Colorado, 1976, caps. 3 y 4. Véase también Gordon V. Childe, Man Makes Himself, Nueva York, 1951, pp. 76-80. Para una síntesis bastante similar basada en los recientes trabajos antropológicos, véase Tanner y Zilhman, y Sacks, citados en las notas 4 y 10. 15. Nancy Chodorow, The Reproduction of Mothering: Psychoanalysis and the Sociology of Gender, Berkeley, 1978, p. 91. 16. Ibid., p. 169. Sobre un análisis similar fundamentado en otras evidencias, véase Carol Gilligan, In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s Development, Cambridge, Massachusetts, 1982. 17. Chodorow, The Reproduction of Mothering, pp. 170, 173. 18. Adrienne Rich, cuando analiza «la institución de la maternidad bajo el patriarcado» y «la heterosexualidad obligada», y Dorothy Dinnerstein, en su interpretación del pensamiento de Freud, llegan a las mismas conclusiones. Véanse Adrienne Rich, Of Women Born: Motherhood as Experience and Institution, Nueva York, 1976; Adrienne Rich, «Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence», SIGNS, vol. 5. n.° 4 (verano de 1980), pp. 631-660; Dorothy Dinnerstein, The Mermaid and the Minotaur: Sexual Arrangements and Human Malaise, Nueva York, 1977. M. Rosaldo critica en «Dilemmas» (véase la nota 3, más arriba) estas teorías psicológicas porque descuidan o ignoran el contexto social en el que tiene lugar la paternidad. Aunque admiro el trabajo de Chodorow y de Rich, estoy de acuerdo con esta crítica y he de añadir que en ambos casos se intenta presentar como una generalización universal cuando sólo es aplicable a las personas de clase media de una nación industrializada. 19. Lois Paul, «The Mastery of Work and the Mystery of Sex in a Guatemalan Village», en M. Z. Rosaldo y Louise Lamphere, Woman Culture and Society, Stanford, 1974, pp. 297-299. 20. Cf. Sigmund Freud, Civilization and Its Discontent, Nueva York, 1962; Susan Brownmiller, Against Our Will: Men, Women and Rape, Nueva York, 1975; Elizabeth Fisher, Woman’s Creation, Sexual Evolution and the Shaping of Society, Garden City, Nueva York, 1979, pp. 190, 195. 21. Mis ideas sobre el tema del surgimiento y las consecuencias de la guerra están influenciadas por Marvin Harris, «Why Men Dominate Women», y por el estimulante intercambio de cartas y el diálogo con Virginia Brodine. 22. Claude Lévi-Strauss, The Elementary Structures of Kinship, Boston, 1969, p. 115. Para una ilustración contemporánea del funcionamiento de este proceso y de cómo realmente la joven «no altera su naturaleza», véase Nancy Lurie, ed., Mountain Wolf Woman, Sisters of Crashing Thunder, Ann Arbor, 1966, pp. 29-30. 23. C. D. Darlington, The Evolution of Man and Society, Nueva York, 1969, p. 59. 24. Boulding, Underside, cap. 6. 25. Véase, por ejemplo, el caso de los lovedu, en Sacks, Sisters and Wives, cap. 5. 26. Cf. Maxine Molyneux, «Androcentrism in Marxist Anthropology», Critique of Anthropology, vol. 3, n.°° 9-10 (invierno de 1977), pp. 55-81. 27. Peter Aaby. «Engels and Women», Critique of Anthropology, vol. 3, n.°’ 9-10 (invierno de 1977), pp. 39-43.
28. Ibid., p. 44. La explicación de Aaby tiene en cuenta el caso, inexplicable en la tesis de Meillassoux, de sociedades que evolucionan en línea directa desde una división sexual del trabajo relativamente igualitaria a la dominación patriarcal mediante difundidas actividades guerreras. Véase, por ejemplo, el desarrollo de la sociedad azteca que describe June Nash en «The Aztecs and the Ideology of Male Dominance», SIGNS, vol. 4, n.° 2 (invierno de 1978), pp. 349-362. Respecto a la sociedad inca, véase frene Silverblatt, «Andean Women in the Inca Empire», Feminist Studies, vol. 4, n.° 3 (octubre de 1978), pp. 37-61. 29. Aaby, «Engels and Women», p. 47. Hay que señalar que la argumentación de Aaby secunda la tesis evolucionista de Darlington. Véase la p. 47. 30. Rayna Rapp Reiter, «The Search for Origins: Unraveling the Threads of Gender Hierarchy», Critique of Anthropology, vol. 3, n.°’ 9-10 (invierno de 1977), pp. 5-24; Robert McC. Adams, The Evolution of Urban Society, Chicago, 1966; Robert Carneiro, «A Theory of the Origin of the State», Science, vol. 19, n.° 3.947 (agosto de 1970), pp. 733-738

Eligen a Guillermo Campos como Jefe de Departamento de Filosofía de UES

Eligen a Guillermo Campos como Jefe de Departamento de Filosofía de UES

CIUDAD UNIVERSITARIA, San Salvador, 18 de diciembre de 2015 (SIEP) “Es una responsabilidad que asumo consciente de su significado político en este momento histórico que vive nuestro país y nuestra universidad…” expresó el Maestro Guillermo Campos, al ser electo para conducir el Departamento de Filosofía de la Universidad de El Salvador, UES.

El Maestro Guillermo Campos, conocido por su compromiso con las ideas del marxismo y la transformación de la sociedad salvadoreña, ha sido por más de veinte años docente de filosofía así como ha participado en diversos esfuerzos por la democratización y reforma de la Universidad de El Salvador.

Es la segunda oportunidad que preside el departamento de Filosofía, y durante su gestión anterior fue creada la Maestría para la Educación en Derechos Humanos y Educación para la Paz y como desafío se propone en esta vez impulsar la creación de la Maestría en Filosofía Política.

El Maestro Campos acompañó en el 2012 la campaña del FMLN para la Alcaldía de San Salvador, que llevaba como candidato a Jorge Schafik Handal, y recientemente a publicado su último libro de poemas, bajo el título En torno…a ti.

Los orígenes (La creación del patriarcado)

1. LOS ORÍGENES

Ante nosotros se extienden en confusa amalgama los pedazos de restos materiales: útiles, tumbas, fragmentos de cerámica, los restos de casas y santuarios, artefactos de origen dudoso sobre las paredes de las cuevas, restos humanos; todos ellos con su historia. Los unimos ayudados por mitos y conjeturas; los comparamos con lo que sabemos de los pueblos «primitivos» que sobreviven en la actualidad; utilizamos la ciencia, la filosofía o la religión para elaborar un modelo de ese lejano pasado previo al inicio de la civilización.

El enfoque que usamos en la interpretación nuestro esquema conceptual determina el resultado final. Este esquema no se halla libre de juicios de valor. Hacemos al pasado las preguntas que queremos ver respondidas en el presente. Durante largos períodos de la época histórica el marco conceptual que conformaba nuestras preguntas era aceptado como un hecho reconocido, indiscutible e incuestionable.

Mientras la concepción teleológica cristiana dominó el pensamiento histórico se consideró a la historia precristiana meramente un estadio previo a la
verdadera historia, que comenzó con el nacimiento de Cristo y acabaría
con el segundo advenimiento.

Cuando la teoría darviniana dominó el pensamiento histórico, se vio la prehistoria como un estadio de «barbarie» dentro de un proceso evolutivo de la humanidad que iba de lo más simple a lo más complejo. Lo que triunfaba y sobrevivía era considerado, por el mero hecho de su supervivencia, superior a lo que se esfumaba y que, por consiguiente, había «fallado».

Mientras los presupuestos androcéntricos dominaron nuestras interpretaciones, encontrábamos en el pasado la ordenación según sexos/géneros prevaleciente en el presente. Dábamos por sentada la existencia de un dominio masculino y cualquier evidencia en contra aparecía como una mera excepción a la norma o una alternativa fallida.

Los tradicionalistas, tanto los que trabajan dentro de un ámbito religioso
como «científico», han considerado la subordinación de las mujeres un
hecho universal, de origen divino, o natural y, por tanto, inmutable. Así
que no hay que cuestionárselo. Lo que ha sobrevivido lo ha logrado porque era lo mejor; lo que sigue debería continuar siendo igual.

Aquellos que critican las asunciones androcéntricas y los que reconocen la necesidad de un cambio social en el presente han puesto en duda el concepto de universalidad de la subordinación femenina. Estiman que si el sistema de dominación patriarcal tuvo un origen en la historia, podría abolirse si se alteran las condiciones históricas. Por consiguiente, la cuestión sobre la universalidad de la subordinación femenina ha sido, durante más de 150 años, el núcleo del debate entre tradicionalistas y pensadoras feministas.

Para quienes critican las explicaciones patriarcales, la siguiente pregunta
por orden de importancia es: si la subordinación femenina no era universal
entonces, ¿existió alguna vez un modelo alternativo de sociedad? Esta
pregunta se ha convertido con frecuencia en la búsqueda de una sociedad
matriarcal en el pasado. Ya que muchas de las evidencias de esta búsqueda
proceden de los mitos, la religión y los símbolos, casi no se ha prestado
atención a los testimonios históricos.

La cuestión más importante y significativa para el historiador es esta:
cómo, cuándo y por qué se produjo la subordinación de las mujeres.
Por consiguiente, antes de que podamos emprender una discusión
acerca de la evolución histórica del patriarcado, hemos de revisar las
principales posturas en el debate en torno a estas tres cuestiones.

La respuesta tradicional a la primera cuestión es, por supuesto, que la
dominación masculina es un fenómeno universal y natural. Se podría
presentar la argumentación en términos religiosos: la mujer está
subordinada al hombre porque así la creó Dios. (1) Los tradicionalistas
aceptan el fenómeno de la «asimetría sexual», la atribución de tareas y
papeles diferentes a hombres y mujeres, observada en cualquier sociedad
humana conocida, como prueba de su postura y señal de que es «natural».
(2)

Puesto que a la mujer se le asignó por designio divino una función biológica diferente a la del hombre, dicen, también se le deben adjudicar cometidos sociales distintos. Si Dios o la naturaleza crearon las diferencias de sexo, que a su vez determinaron la división sexual del trabajo, no hay que culpar a nadie por la desigualdad sexual y el dominio masculino.

La explicación tradicional se centra en la capacidad reproductiva de las
mujeres y ve en la maternidad el principal objetivo en la vida de la
mujer, de ahí se deduce que se cataloguen de desviaciones a aquellas
mujeres que no son madres. La función maternal de las mujeres se
entiende como una necesidad para la especie, ya que las sociedades no
hubieran sobrevivido hasta la actualidad a menos que la mayoría de las
mujeres no hubieran dedicado la mayor parte de su vida adulta a tener y
cuidar hijos.

Por lo tanto, se considera que la división sexual del trabajo fundamentada en las diferencias biológicas es funcional y justa. Una explicación corolaria de la asimetría sexual es la que sitúa las causas de la subordinación femenina en factores biológicos que atañen a los hombres. La mayor fuerza física de éstos, su capacidad para correr más rápido y cargar mayor peso, junto con su mayor agresividad, les capacitan para ser cazadores.

Por tanto, se convierten en los que suministran los alimentos a la tribu, y se les valora y honra más que a las mujeres. Las habilidades derivadas de las actividades cinegéticas les dotan a su vez para ser guerreros. El hombre cazador, superior en fuerza, con aptitudes, junto con la experiencia nacida del uso de útiles y armas, protege y defiende «naturalmente» a la mujer, más vulnerable y cuya dotación biológica la destina a la maternidad y a la crianza de los hijos. (3)

Por último, esta interpretación determinista biológica se aplica desde la Edad de Piedra hasta el presente gracias a la aseveración de que la división
sexual del trabajo basada en la «superioridad» natural del hombre es un
hecho y, por consiguiente, tan válido hoy como lo fuera en los primitivos
comienzos de la sociedad humana.

Esta teoría, en sus diferentes formas, es con mucho la versión más popular en la actualidad del argumento tradicional y ha tenido un fuerte efecto explicativo y de refuerzo sobre las ideas contemporáneas de la supremacía masculina. Probablemente se deba a sus adornos «científicos», basados en una selección de los datos etnográficos y en el hecho de que parece explicar el dominio masculino de tal manera que exime a todos los hombres contemporáneos de cualquier responsabilidad por ello.

Con qué profundidad esta explicación ha afectado incluso a las teóricas feministas queda patente en su aceptación parcial por parte de Simone de Beauvoir, quien da por seguro que la «trascendencia» del hombre deriva de la caza y la guerra y del uso de las herramientas necesarias para estas actividades. (4)

Lejos de las dudosas afirmaciones biológicas sobre la superioridad física
masculina, la interpretación del hombre cazador ha sido rebatida gracias a las evidencias antropológicas de las sociedades cazadoras y recolectoras. En la mayoría de ellas, la caza de animales grandes es una actividad auxiliar, mientras que las principales aportaciones de alimento provienen de las actividades de recolección y caza menor, que llevan a cabo mujeres y niños. (5)

Además, como veremos más adelante, es precisamente en las sociedades cazadoras y recolectoras donde encontramos bastantes ejemplos de complementariedad entre sexos, y en las que las mujeres ostentan un estatus relativamente alto, en oposición directa a lo que se afirma desde la escuela de pensamiento del hombre cazador.

Las antropólogas feministas han puesto recientemente en duda muchas
de las antiguas generalizaciones, que sostenían que la dominación masculina
era virtualmente universal en todas las sociedades conocidas, por ser
asunciones patriarcales de parte de los etnógrafos e investigadores de esas
culturas. Cuando las antropólogas feministas han revisado los datos o han
hecho su propio trabajo de campo se han encontrado con que la
dominación masculina no es ni mucho menos universal.

Han hallado sociedades en las que la asimetría sexual no comporta connotaciones de dominio o subordinación. Es más, las tareas realizadas por ambos sexos resultan indispensables para la supervivencia del grupo, y en muchos aspectos se considera que ambos tienen el mismo estatus. En estas sociedades se cree que los sexos son «complementarios»; tienen papeles
y estatus diferentes, pero son iguales. (6)

Otra manera de refutar las teorías del hombre cazador ha sido la de
mostrar las contribuciones fundamentales, culturalmente innovadoras, de
las mujeres a la creación de la civilización con sus inventos de la cestería y la cerámica y sus conocimientos y el desarrollo de la horticultura. (7) Elise
Boulding, en concreto, ha demostrado que el mito del hombre cazador y su
perpetuación son creaciones socioculturales al servicio del mantenimiento
de la supremacía y hegemonía masculinas. (8)

La defensa tradicional de la supremacía masculina basada en el razonamiento determinista biológico ha cambiado con el tiempo y ha demostrado ser extremadamente adaptable y flexible. Cuando en el siglo XIX empezó a perder fuerza el argumento religioso, la explicación tradicional de la inferioridad de la mujer se hizo «científica». Las teorías darvinianas reforzaron la creencia de que la supervivencia de la especie era más importante que el logro personal. De la misma manera que el Evangelio
Social utilizó la idea darviniana de supervivencia del más apto para justificar
la distribución desigual de riquezas y privilegios en la sociedad norteamericana, los defensores científicos del patriarcado justificaban que
se definiera a las mujeres por su rol maternal y que se las excluyera de las
oportunidades económicas y educativas porque estaban al servicio de la
causa más noble de la supervivencia de la especie.

A causa de su constitución biológica y su función maternal se pensaba que las mujeres no eran aptas para una educación superior y otras actividades profesionales. Se consideraba la menstruación y la menopausia, incluso el embarazo, estados que debilitaban, enfermaban, o eran anormales, que imposibilitaban a las mujeres y las hacían verdaderamente inferiores. (9)

Asimismo, la psicología moderna observó las diferencias de sexo existentes
desde la asunción previa y no verificada de que eran naturales, y construyó
la imagen de una hembra psicológica que se encontraba biológicamente
tan determinada como lo estuvieron sus antepasadas. Al observar desde una perspectiva ahistórica los papeles sexuales, los psicólogos tuvieron que hacer conclusiones partiendo de datos clínicos observados, en los que se reforzaban los papeles por géneros predominantes. (10)

Las teorías de Sigmund Freud alentaron también la explicación
tradicional. Para Freud, el humano corriente era un varón; la mujer era,
según su definición, un ser humano anormal que no tenía pene y cuya
estructura psicológica supuestamente se centraba en la lucha por
compensar dicha deficiencia.

Aunque muchos aspectos de la teoría freudiana serían de gran utilidad en la construcción de la teoría feminista, fue el dictamen de Freud de que para la mujer «la anatomía es el destino» lo que dio nuevo vigor y fuerzas al argumento supremacista masculino. (11)

Las aplicaciones a menudo vulgarizadas de la teoría freudiana en la
educación infantil y en obras de divulgación dieron un renovado prestigio al
viejo argumento de que el principal papel de la mujer es tener y cuidar
hijos. La doctrina popularizada de Freud se convirtió en texto obligado de
educadores, asistentes sociales y de la audiencia de los medios de
comunicación. (12)

Recientemente, la sociobiología de E. O. Wilson ha ofrecido la visión
tradicional del género bajo una argumentación en la que se aplican las ideas
darvinianas de la selección natural a la conducta humana. Wilson y sus
seguidores argumentan que las conductas humanas que son «adaptativas»
para la supervivencia del grupo quedan codificadas en los genes, e incluyen en
estas conductas cualidades tan complejas como el altruismo, la lealtad o la
conducta maternal. No sólo dicen que los grupos que practiquen una
división sexual del trabajo en la que las mujeres hagan de niñeras y
educadoras de los niños tendrán una ventaja evolutiva, sino que defienden
que este comportamiento pasa de alguna manera a formar parte de nuestro código genético, de modo que las propensiones psicológicas y físicas
necesarias para esta organización social se desarrollan selectivamente y se
seleccionan genéticamente.

El papel de madre no es tan sólo un papel asignado por la sociedad, es también el que se ajusta a las necesidades físicas y psicológicas de las mujeres. Aquí, nuevamente, el determinismo biológico se convierte en una obligación, en realidad una defensa política del statu quo en lenguaje científico. (13)

Las críticas feministas han demostrado la argumentación circular, la falta de pruebas y los presupuestos acientíficos de la sociobiología de Wilson. (14) Desde un punto de vista no científico, la falacia más obvia de los sociobiólogos es su ahistoricidad por lo que respecta al hecho de que
los hombres y las mujeres de hoy no viven en un estado natural. La historia
de la civilización describe el proceso por el cual los humanos se han
distanciado de la naturaleza mediante la invención y el perfeccionamiento de la cultura.

Los tradicionalistas ignoran los cambios tecnológicos que han hecho posible alimentar a un niño con biberón sin riesgos y hacerle crecer con otras personas que le cuiden que no sean su madre. Ignoran las consecuencias del cambio sufrido en la duración de la vida y en los ciclos vitales. Hasta que las normas comunales de higiene y los conocimientos médicos actuales no frenaron la mortalidad infantil al punto que los progenitores podían contar con que cada hijo que tuvieran llegaría a la madurez, las mujeres estaban obligadas a alumbrar bastantes hijos a fin de que unos cuantos sobrevivieran. Del mismo modo, el aumento de la esperanza de vida y el descenso de la mortalidad infantil modificaron los ciclos vitales de hombres y mujeres.

Estos avances iban ligados a la industrialización y ocurrieron en la
civilización occidental (para los blancos) a finales del siglo XIX,
produciéndose más tarde para los pobres y las minorías a causa de la
distribución desigual de los servicios sanitarios y sociales. Mientras que
hasta 1870 la crianza de los hijos y el matrimonio eran coterminales -es
decir, cabía esperar que uno o ambos progenitores falleciesen antes de
que el menor de sus hijos llegara a la madurez-, en la sociedad
norteamericana actual las parejas pueden contar con vivir juntas doce
años más después de que el menor de sus hijos haya llegado a adulto, y
las mujeres pueden esperar sobrevivir siete años a sus maridos. (15)

Y en cambio los tradicionalistas pretenden que las mujeres continúen
en los mismos papeles y ocupaciones que eran operativos y necesarios
para la especie en el neolítico. Aceptan los cambios culturales gracias a
los cuales los varones se han liberado de las necesidades biológicas.
Suplir el esfuerzo físico por el trabajo de las máquinas es progreso; sólo
las mujeres están, en su opinión, destinadas para siempre al servicio de
la especie a causa de su biología. Decir que de todas las actividades
humanas tan sólo el que las mujeres cuiden de los hijos es inmutable y
eterno es, en verdad, relegar la mitad de la raza humana a un estado
inferior de existencia, a la naturaleza y no a la cultura.

Las cualidades que habrían ayudado a la supervivencia humana
durante el neolítico ahora les son innecesarias a las personas.
Independientemente de si cualidades como la agresividad o el cuidado de
los hijos se transmiten genética o culturalmente, es obvio que la
agresividad masculina, que pudo ser muy funcional durante la Edad de
Piedra, es una amenaza a la supervivencia de la humanidad en la era
nuclear. En un momento en que la superpoblación y el agotamiento de
los recursos naturales suponen un verdadero peligro para la
supervivencia humana, puede que sea más adaptativo refrenar la
capacidad reproductiva de las mujeres que fomentarla.

Además, en desacuerdo con cualquier argumento que se base en el
determinismo biológico, las feministas cuestionan las asunciones
androcéntricas ocultas en las ciencias que se dedican a los seres humanos.
Han denunciado que en biología, antropología, zoología y psicología estas
asunciones han inducido a hacer lecturas de los datos científicos que
distorsionan su significado.

De este modo, por ejemplo, se reviste el comportamiento de los animales de un significado antropomórfico, y se convierte a los chimpancés machos en patriarcas. (16) Muchas feministas sostienen que las interpretaciones culturales han exagerado enormemente el escaso número de diferencias reales que hay entre los sexos, y que el valor dado a las diferencias sexuales es de por sí un producto cultural.

Los atributos sexuales son una realidad biológica, pero el género es un producto del proceso histórico. El hecho de que las mujeres tengan hijos responde al sexo; que las mujeres los críen se debe al género, una construcción cultural. El género ha sido el principal responsable de que se asignara un lugar determinado a las mujeres en la sociedad. (17)

Demos ahora un breve repaso a las teorías que niegan la universalidad
de la subordinación femenina y que defienden un primer estadio de
dominación femenina (matriarcado) o de igualdad entre mujeres y
hombres. Las principales explicaciones son la economicomarxista y la
materialista.

El análisis marxista ha influido enormemente sobre las estudiosas
feministas al indicarles las cuestiones a preguntar. La obra de referencia
básica es El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels, que describe la «histórica derrota del sexo femenino» como un evento que deriva del surgimiento de la propiedad privada. (18)

Engels, que extrajo sus generalizaciones del trabajo de etnógrafos y teóricos del siglo XIX tales como J. J. Bachofen y L. M. Morgan, defendía la existencia de sociedades comunistas sin clases previas a la formación de la propiedad privada. (19) Puede que estas sociedades fueran o no matriarcales, pero eran igualitarias. Engels presuponía una «primitiva» división del trabajo entre los sexos.

El hombre lucha en la guerra, va de caza y de pesca, procura los alimentos y las herramientas necesarias para ello. La mujer atiende la casa y la preparación de los alimentos, confecciona ropas, cocina, teje y cose. Cada uno es el amo en su esfera: el hombre en la selva, la mujer en la casa.

Cada uno es propietario de los instrumentos que hace y emplea … Aquello que se haga o utilice en común es de propiedad comunal: la casa, el jardín, la barca. (20)

La descripción que hace Engels de la primitiva división sexual del trabajo se parece curiosamente a la de las unidades familiares campesinas de Europa trasladadas a la prehistoria. La información etnográfica en la que él basó sus generalizaciones ha sido rebatida.

En la mayoría de las sociedades primitivas del pasado y en todas las sociedades cazadoras y recolectoras que todavía existen hoy, las mujeres aportan por término medio el 60 por 100 o más de la comida. Para ello a menudo tienen que alejarse de sus casas, llevándose consigo bebés y niños pequeños. Además, la asunción de que existe una fórmula y un modelo de la división sexual del trabajo es errónea.

El trabajo concreto realizado por hombres y mujeres difiere muchísimo según la cultura, y depende bastante del entorno ecológico en que viven estas personas. (21) Engels planteó la teoría de que en las sociedades tribales el desarrollo de la domesticación animal llevó al comercio y a la propiedad de los rebaños en manos de los cabezas de familia, presumiblemente varones, pero fue incapaz de explicar cómo se produjo.

Los hombres se apropiaron de los excedentes de la ganadería y los convirtieron en propiedad privada. Una vez adquirida esta propiedad privada, los hombres buscaron la manera de asegurarla para sí y sus herederos; lo
lograron institucionalizando la familia monógama. Al controlar la
sexualidad femenina mediante la exigencia de una castidad premarital y
el establecimiento del doble estándar sexual dentro del matrimonio, los
hombres se aseguraron la legitimidad de su descendencia y garantizaron
así su interés de propiedad. Engels subrayó la vinculación entre la
ruptura de las anteriores relaciones de parentesco basadas en la
propiedad comunal y el nacimiento de la familia nuclear como unidad
económica.

Con el desarrollo del Estado, la familia monógama se transformó en la
familia patriarcal, en la que el trabajo de la esposa «pasó a ser un servicio
privado; la esposa se convirtió en la principal sirvienta, excluida de
participar en la producción social». Engels concluía:
La abolición del derecho materno fue la histórica derrota del sexo femenino. El hombre también tomó el mando en la casa; la mujer quedó degradada y reducida a la servidumbre; se convirtió en la esclava de su lujuria y en un mero instrumento de reproducción.[23)

Engels empleó el término Mutterrecht, traducido aquí por derecho
materno, recogido de Bachofen, para describir las relaciones de
parentesco matrilineales en las que las propiedades de los hombres no
pasaban a sus hijos sino a los hijos de sus hermanas. También aceptaba el
modelo de Bachofen de una progresión «histórica» de la estructura
familiar, desde el matrimonio de grupo al monógamo. Argumentaba que
el matrimonio monógamo era visto por la mujer como una mejora en su
condición, ya que con ello adquirió «el derecho a entregarse solamente
a un hombre».

Engels llamó también la atención respecto a la institucionalización de la prostitución, que describió como uno de los pilares indispensables del matrimonio monógamo. Se han criticado las conjeturas que hace Engels acerca de la sexualidad femenina por ser un reflejo de sus propios valores sexistas victorianos, pues parte de la asunción, no probada, de que los estándares de mojigatería de las mujeres del siglo XIX podían explicar los actos y las actitudes de las mujeres en los albores de la civilización. (24)

Con todo, Engels realizó una gran contribución a nuestros conocimientos sobre la posición de las mujeres en la sociedad y en la historia:
1) Subrayó la conexión entre cambios estructurales en las relaciones de parentesco y cambios en la división del trabajo, por un lado, y la posición que ocupan las mujeres en la sociedad, por el otro.
2) Demostró una conexión entre el establecimiento de la propiedad privada, el matrimonio monógamo y la prostitución.
3) Mostró la conexión entre el dominio económico y político de los hombres y su control sobre la sexualidad femenina.
4) Al situar «la histórica derrota del sexo femenino» en el período de formación de los estados arcaicos, basados en el dominio de las elites propietarias, dio historicidad al acontecimiento.

Aunque fue incapaz de probar ninguna de estas propuestas, definió las principales cuestiones teóricas de los siguientes cien años. También ciñó la discusión de «la cuestión femenina» al ofrecer una explicación convincente, unicausal, y al concentrar la atención en un solo acontecimiento que para él se asemejaba a una «derrota» revolucionaria. Si la causa de la «esclavización» de las mujeres fuera el desarrollo de la propiedad privada y las instituciones que de ella se derivan, lógicamente se deducía que la abolición de la propiedad privada liberaría a las mujeres. En cualquier caso, la mayor parte de los trabajos teóricos en el tema del origen de la subordinación de las mujeres se han dirigido a aprobar, mejorar o refutar la obra de Engels.

Las asunciones básicas de Engels acerca de la naturaleza de los sexos
estaban basadas en la aceptación de las teorías evolutivas de la biología,
pero su mayor mérito fue destacar el influjo que tienen las fuerzas sociales
y culturales en la estructuración y definición de las relaciones entre los
sexos. Paralelamente a su modelo de relaciones sociales, desarrolló una
teoría evolutiva de las relaciones entre los sexos en la que el punto álgido de
desarrollo era el matrimonio monógamo entre clases obreras en una
sociedad socialista. Al vincular las relaciones sexuales con relaciones sociales en proceso de cambio quebró el determinismo biológico de los tradicionalistas.

Por llamar la atención sobre el conflicto sexual incorporado a la institución tal y como emergió de las relaciones de propiedad privada, reforzó el vínculo entre cambio económico-social y lo que hoy denominaríamos relaciones de género. Él definió el matrimonio monógamo de la manera en que se formó en la primera sociedad estatal como «la sujeción de un sexo a otro, la proclama de un conflicto entre sexos totalmente desconocido hasta ahora en los tiempos prehistóricos».

Significativamente, continuaba:
La primera oposición de clases que aparece en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre hombre y mujer en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de clases con la del sexo femenino por el masculino. (25)

Estas afirmaciones ofrecían muchas vías prometedoras para la elaboración de teorías, de las cuales se hablará más adelante. Pero la identificación que hace Engels de la relación entre los sexos con el «antagonismo de clases» ha resultado ser un callejón sin salida que durante mucho tiempo ha apartado a los teóricos del conocimiento real de las diferencias entre relaciones de clases y relaciones entre sexos. Ello se vio agravado por la insistencia que ponían los marxistas en que las cuestiones de las relaciones entre sexos debían estar subordinadas a cuestiones de relaciones entre clases, expresado no sólo en la teoría sino también en la práctica política, allí donde tuvieron el poder para ello. Sólo recientemente las nuevas especialistas feministas han empezado a forjar las herramientas teóricas con que corregir dichos errores.

El antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss ofrece también una
explicación teórica en la que la subordinación de las mujeres resulta crucial
para la formación de la cultura. Pero a diferencia de Engels, Lévi-Strauss
defiende que los hombres construyeron la cultura a partir de un solo
componente básico. Lévi-Strauss reconoce en el tabú del incesto un
mecanismo humano universal, arraigado en cualquier organización social.
La prohibición del incesto no es tanto una norma que prohibe el matrimonio con la madre, la hermana o la hija, como una norma que obliga a dar la madre, la hermana o la hija a otros. Esta es la regla suprema del obsequio. (26)

El «intercambio de mujeres» es la primera forma de comercio, mediante la cual se las convierte en una mercancía y se las «cosifica», es decir, se las considera cosas antes que seres humanos. El intercambio de mujeres, según Lévi-Strauss, marca el inicio de la subordinación de las mujeres. Ello a su vez refuerza una división sexual del trabajo que establece el dominio masculino. De todas formas Lévi-Strauss considera el tabú del incesto como un paso positivo y necesario hacia la creación de la cultura humana. Las pequeñas tribus autosuficientes estaban obligadas a relacionarse con las tribus vecinas, bien mediante una guerra continua o bien buscando una vía de
coexistencia pacífica. Los tabúes de la endogamia y el incesto estructuraron una interacción pacífica y promovieron las alianzas entre tribus.

La antropóloga Gayle Rubin define con precisión la manera en que
este sistema de intercambio afecta a las mujeres:
El intercambio de mujeres es la manera rápida de expresar que las relaciones sociales del sistema de parentesco decretan que los hombres tienen ciertos derechos sobre sus parientes femeninos, y que las mujeres no los tienen sobre sus parientes masculinos … [Es un] sistema en el cual las mujeres no tienen plenos derechos sobre sí mismas.(27)

Debemos advertir que en la teoría de Lévi-Strauss los hombres son los
actores que imponen una serie de estructuras y relaciones sobre las
mujeres. Una explicación de esta índole no se puede considerar aceptable.
¿Cómo ocurrió? ¿Por qué se tenía que intercambiar mujeres y no
hombres o niños y niñas? Aunque se admitiera la utilidad operativa de
este arreglo, ¿por qué tenían que estar las mujeres de acuerdo? (28)
Indagaremos estas cuestiones en el próximo capítulo, en un esfuerzo
por elaborar una hipótesis fiable.

El gran influjo de Lévi-Strauss sobre las teóricas feministas ha
provocado un cambio de atención, desde la búsqueda de los orígenes
económicos al estudio de los sistemas simbólicos y los significados de las
sociedades. La obra más influyente fue el ensayo de Sherry Ortner, en el
año 1974, en donde ella argumentaba convincentemente que en
cualquier sociedad conocida se identifica a las mujeres por estar más
cerca de la naturaleza que de la cultura. (29)

Puesto que cualquier cultura infravalora la naturaleza porque lucha por dominarla, las mujeres se han convertido en el símbolo de un orden inferior,
intermedio, de seres. Ortner mostraba que se las identificaba así porque:
1) El cuerpo de la mujer y su función … parecen acercarla más a la naturaleza;
2) el cuerpo femenino y sus funciones la colocan en papeles sociales que a su vez se consideran de orden inferior dentro de los procesos culturales a los de los hombres; y
3) los roles tradicionales de la mujer, que su cuerpo y las funciones de éste le imponen, le dan a su vez una estructura psíquica distinta … que … se considera más próxima a la naturaleza. (30)

Este breve ensayo provocó un debate largo y muy informativo entre
las teóricas y las antropólogas feministas que todavía prosigue. Ortner, y
quienes coinciden con ella, abogan fuertemente por la universalidad de
la subordinación femenina, si no en las condiciones sociales actuales, al
menos en los sistemas de significado de la sociedad. Quienes se oponen
a este punto de vista refutan la idea de universalidad, lo critican por ser ahistórico y se niegan a situar a las mujeres en el papel de las víctimas pasivas.

Por último, ponen en duda la aceptación, implícita en la posición estructuralista feminista, de la existencia de una dicotomía
inamovible e inmutable entre hombre y mujer. (31)

No es este el lugar para hacer justicia a la copiosidad y sofisticación de
este debate feminista, que todavía continúa, pero la discusión de la
universalidad de la subordinación femenina ha ofrecido ya tantas
alternativas que incluso aquellas que responden afirmativamente a su
existencia reconocen que la forma de plantear las cuestiones tiene defectos.

Cada vez más, a medida que se ahonda en el debate, queda claro que las
explicaciones unicausales y hablar de universalidad no van a responder
correctamente la cuestión de las causas. El enorme mérito de la postura
funcionalista es que revela la estrechez de las explicaciones meramente
económicas, con lo que quienes se inclinaban por dar relieve a la biología
y a la economía se ven forzados ahora a tratar con el poder de los sistemas
de creencias, los símbolos y las construcciones mentales. En especial, la fe
compartida por la mayoría de las feministas en que el género es una
construcción social plantea un desafío intelectual más serio a las explicaciones tradicionalistas.

Hay otra corriente teórica que merece nuestra seria consideración, en
primer lugar porque es feminista en la práctica y en intención y, en segundo, porque representa una tradición histórica en el pensamiento sobre las mujeres. La teoría maternalista está construida sobre la aceptación de las diferencias biológicas entre los sexos. Muchas feministas-maternalistas también consideran inevitable la división sexual del trabajo montada sobre estas diferencias biológicas, aunque algunas pensadoras recientes han empezado a revisar esta postura. Las maternalistas se diferencian de los tradicionalistas en que a partir de esto hablan a favor de la igualdad de las mujeres, e incluso en pro de la superioridad femenina.

La primera gran teoría basada en los principios maternalistas fue
elaborada por J. J. Bachofen en su influyente obra Das Mutterrecht. (32) El
trabajo de Bachofen influyó en Engels y en Charlotte Perkins Gilman y
tiene su paralelo en el pensamiento de Elizabeth Cady Stanton. Una amplia serie de feministas del siglo XX aceptaron sus datos etnográficos y el
análisis que él efectuó de las fuentes literarias, y los utilizaron para
elaborar toda una gama de diferentes teorías. (33) Las ideas de Bachofen
también han ejercido una gran influencia sobre Robert Briffault, así como
en una escuela de analistas y teóricos jungianos cuyos trabajos han gozado
de gran aprecio y estima popular en Norteamérica durante este siglo.(34)

El esquema básico de Bachofen era evolucionista y darviniano; describía
varias etapas en la evolución de la sociedad, que pasaban
ininterrumpidamente desde la barbarie al moderno patriarcado. La
contribución original de Bachofen fue su afirmación de que las mujeres de las sociedades primitivas desarrollaron la cultura y que hubo un estadio de «matriarcado» que sacó a la civilización de la barbarie. Bachofen se expresa con elocuencia y de forma poética sobre dicho estadio:

En el estadio más remoto y oscuro de la existencia humana, [el amor entre madre e hijo] fue la única luz que brillaba en medio de la oscuridad moral … Porque cría a sus hijos, la mujer aprende antes que el hombre a desplegar sus atenciones amorosas a otra criatura más allá de los límites de su propio ser … En este estadio la mujer es la depositaria de toda la cultura, de toda la
benevolencia, de toda la devoción, de todo el interés por los vivos y de todo el dolor por los muertos.(35)

A pesar de la alta estima que concedió al papel de la mujer en el sombrío pasado, Bachofen veía el ascenso del patriarcado en la civilización occidental como el triunfo de un pensamiento y una organización religiosa y política superiores, a lo cual oponía negativamente el desarrollo histórico de Asia y África. Pero él abogaba, igual que sus seguidores, por la incorporación del «principio femenino» de cuidado de los hijos y de altruismo en la sociedad moderna.

Las feministas norteamericanas del siglo pasado desarrollaron una
teoría maternalista muy completa, basada no tanto en Bachofen como en
su redefinición de la doctrina patriarcal de la «esfera aparte de la mujer».
Aun así, hay estrechos paralelismos entre sus ideas y las ideas de Bachofen
de características «femeninas» innatas y positivas. Las feministas del siglo
XIX, tanto de Norteamérica como de Inglaterra, consideraban más
altruistas a las mujeres que a los hombres a causa de sus instintos
maternales y su práctica de siempre, y más virtuosas a causa de su
supuesta tendencia de ser el sexo débil. Creían que estas características,
que a diferencia de Bachofen ellas adscribían frecuentemente al histórico
papel de las mujeres como criadoras, daba a las mujeres una misión
especial: rescatar la sociedad de la destrucción, la competitividad y la
violencia creadas por los hombres que poseían un poder absoluto.
Elizabeth Cady Stanton, en concreto, desarrolló un argumento que
mezclaba el derecho natural, la filosofía y el nacionalismo norteamericano
con el maternalismo. (36)

Stanton escribió en una época, la naciente república norteamericana, en
que las ideas tradicionalistas del género se estaban redefiniendo. En la
Norteamérica colonial, al igual que en la Europa del siglo XVIII, se
consideraba que las mujeres estaban subordinadas y dependían de los
varones de su familia, aunque se las apreciara, especialmente en las
colonias y en la región fronteriza, como compañeras en la vida económica.
Se las había apartado del acceso a una educación igual y de la participación
y el poder dentro de la vida pública.

Ahora, cuando los hombres estaban creando una nueva nación, adjudicaron a la mujer el nuevo papel de «madre de la república», responsabilizándola de la educación de los ciudadanos varones que dirigirían la sociedad. Las mujeres republicanas iban a ser ahora las soberanas en la esfera doméstica, aunque los hombres continuaran reclamando para sí la esfera pública, incluida la vida económica.

Esferas separadas, determinadas por el sexo, como se define en el «culto a la verdadera feminidad», se convirtieron en la ideología prevalente. Mientras que los hombres institucionalizaban su predominio en la economía, la educación y la política, se animaba a la mujer a que se adaptara a un estatus de subordinación mediante una ideología que concedía una mayor importancia a su función de madre. (37)

En las primeras décadas del siglo XIX, las norteamericanas redefinieron en la práctica y en la teoría la posición que debían ocupar en la sociedad. Aunque las primeras feministas aceptaban en realidad la separación de esferas, transformaron el significado de este concepto al abogar por el derecho y el deber de la mujer a entrar en la vida pública en virtud de la superioridad de sus valores y la fuerza incorporadas a su papel de madres. Stanton transformó la
doctrina de una «esfera aparte» en un argumento feminista cuando dijo que
las mujeres tenían derecho a una igualdad porque eran ciudadanas y, como
tales, disfrutaban de los mismos derechos naturales que los hombres, y
porque al ser madres estaban mejor equipadas que los hombres para
mejorar la sociedad.

Un argumento maternalista-feminista parecido se puso de manifiesto en
la ideología del último movimiento sufragista y de aquellas reformistas que,
junto con Jane Addams, sostenían que el trabajo de las mujeres se extendía
apropiadamente a una «domesticidad municipal». Resulta muy interesante
que las feministas-maternalistas actuales hayan razonado de una forma
similar, basando sus datos en los informes psicológicos y en las pruebas de las
experiencias históricas de la mujer como alguien ajeno al poder político.
Dorothy Dinnerstein, Mary O’Brien y Adrienne Rich son las últimas de una larga cadena de maternalistas. (38)

Puesto que aceptaban las diferencias biológicas entre los sexos como algo
determinante, las maternalistas del siglo pasado no estaban tan interesadas
por la cuestión de los orígenes como sus seguidoras del siglo XX. Pero desde
el principio, con Bachofen, la negación de la universalidad de la
subordinación femenina estaba implícita en la corriente maternalista
evolutiva. Las maternalistas afirmaban que existió un modelo alternativo de organización social humana previo al patriarcado. Así pues, la búsqueda de un matriarcado era esencial para su teoría. Si se pudieran encontrar pruebas en cualquier momento y lugar de la existencia de sociedades matriarcales, entonces las reivindicaciones femeninas por una igualdad y por formar parte del poder tendrían un mayor prestigio y reconocimiento.

Hasta hace muy poco estas pruebas, tal y como se las podía encontrar, consistían en una combinación de arqueología, mitología, religión y artefactos de dudoso significado, ligados por medio de conjeturas. Parte esencial de este
argumento en pro de un matriarcado eran las pruebas, que aparecían por
doquier, de estatuillas de diosas-madre en muchas religiones antiguas, a
partir de las cuales las maternalistas afirmaban la existencia y la realidad del poder femenino en el pasado. Nos ocuparemos con más detalle de la
evolución de las diosas-madre en el capítulo 7; ahora sólo tenemos que
subrayar la dificultad que entraña deducir a partir de estas evidencias la
construcción de organizaciones sociales en las cuales dominaban las mujeres.

En vista de las pruebas históricas de la coexistencia de una idolatría
simbólica de las mujeres y el estatus inferior que realmente tienen, como
sucede en el culto a la Virgen María en la Edad Media, el culto a la señora
de la plantación en Norteamérica, o el de las estrellas de Hollywood en la
sociedad contemporánea, una vacila en elevar estas evidencias a la categoría
de prueba histórica.

Los antropólogos modernos han refutado las evidencias etnográficas
en las cuales Bachofen y Engels basaron sus argumentos. Esta evidencia,
tal y como se la presentaba, pasó a ser una prueba no del matriarcado
sino de una matrilocalidad y matrilinealidad. En contra de lo que antes
se creía, no se puede mostrar una conexión entre la estructura del
parentesco y la posición social que ocupan las mujeres. En muchas
sociedades matrilineales es un pariente varón, por lo general el hermano o
el tío de la mujer, quien controla las decisiones económicas y familiares.
(39)

Ahora tenemos a nuestro alcance un amplio corpus de datos
antropológicos modernos que describen organizaciones sociales
relativamente igualitarias y las soluciones complejas y diversas que las
sociedades dan al problema de la división del trabajo.(40) La literatura
está basada en las sociedades tribales modernas, con unos cuantos
ejemplos del siglo XIX. Ello plantea el problema, en especial al historiador,
de la fiabilidad de esta información para hacer generalizaciones respecto a los pueblos prehistóricos.

En todo caso, a partir de los datos que se tienen, parece que las sociedades más igualitarias se han de encontrar entre las tribus cazadoras y recolectoras, características por su interdependencia económica. Una mujer debe conseguir los servicios de un cazador para garantizarse una reserva de carne para sí y sus hijos. Un cazador debe asegurarse que una mujer le proporcione la comida de subsistencia para la cacería y para el caso en que ésta no sea fructífera. Como hemos dicho antes, en estas sociedades las mujeres son quienes aportan la mayor parte de los alimentos que se consumen y, sin embargo, en todas partes se da más valor a la caza y se la utiliza en los intercambios de presentes.

Estas tribus cazadoras y recolectoras inciden en la cooperación
económica y tienden a vivir en paz con otras tribus. Las rivalidades quedan ritualizadas en competiciones de canto o deportivas, pero no se las
fomenta en la vida diaria. Como siempre, los especialistas en el tema no se
muestran de acuerdo en las interpretaciones que hacen de las evidencias,
pero un examen cuidadoso de ellas permite sacar la generalización de que
en estas sociedades el estatus de los hombres y las mujeres está «separado
pero es igual». (41)

Hay una gran polémica entre los antropólogos acerca del modo de
categorizar a una sociedad. Varias antropólogas y escritoras feministas han
interpretado la complementariedad o incluso una ausencia clara de dominio
masculino como una prueba de igualdad o incluso de dominación por
parte de las mujeres. En esta línea, Eleanor Leacock describe el elevado
estatus de las iroquesas, especialmente antes de la invasión europea: su
poderoso cometido público de controlar la distribución de alimento y su
participación en el consejo de ancianos. Leacock interpreta estos hechos
como prueba de la existencia de un «matriarcado», definiendo el término
en el sentido de que «las mujeres tenían autoridad pública en las
principales áreas de la vida del grupo». (42)
Otras antropólogas, con los mismos datos y admitiendo el estatus relativamente alto y la fuerte posición de las iroquesas, se centran en el hecho de que éstas nunca fueron los líderes políticos de la tribu ni tampoco sus jefes. Señalan asimismo la singularidad de la situación de los iroqueses, que se basa en los abundantes recursos naturales de que disponían en el entorno en que
vivían. (43) Hay que advertir también que en todas las sociedades cazadoras y recolectoras las mujeres, no importa cuál sea su estatus social y económico, están siempre en algún aspecto subordinadas a los hombres.

No existe ni una sola sociedad que conozcamos donde el colectivo
femenino tenga el poder de adoptar decisiones sobre los hombres o donde
las mujeres marquen las normas de conducta sexual o controlen los
intercambios matrimoniales.

Es en las sociedades horticulturas donde encontramos más a menudo
mujeres dominantes o con mucha influencia en la esfera económica. En un
estudio realizado a partir de un muestreo de 515 sociedades horticultoras,
las mujeres dominaban las actividades agrícolas en un 41 por 100 de los
casos, si bien históricamente estas sociedades tendieron hacia el
sedentarismo y la agricultura de arado, en la que los hombres dominaban la
economía y la existencia política. (44)

La mayoría de las sociedades horticultoras estudiadas son patrilineales, a pesar del papel económico decisivo que desempeñan las mujeres. Parece que las sociedades horticultoras matrilineales surgen principalmente cuando se dan ciertas condiciones ecológicas: en los márgenes de bosques, donde no hay
rebaños de animales domésticos. Dado que estos hábitats están
desapareciendo, las sociedades matrilineales se encuentran casi extinguidas.

Resumiendo los hallazgos de los estudios concernientes a una dominación femenina, se pueden señalar los siguientes puntos:
1) La mayor parte de las evidencias de una igualdad femenina en la sociedad provienen de sociedades matrilineales, matrilocales, históricamente transicionales y actualmente en vías de desaparición.
2) Aunque la matrilinealidad y la matrilocalidad confieran ciertos derechos y privilegios a las mujeres, sin embargo el poder decisorio dentro del grupo de parentesco está en poder de los varones de más edad.
3) La patrilinealidad no implica subyugación de las mujeres, igual que la matrilinealidad no significa un matriarcado.
4) Desde una perspectiva temporal, las sociedades matrilineales han sido incapaces de adaptarse a los sistemas técnico-económicos, competitivos y explotadores, y han dado paso a las sociedades patrilineales.

La causa contra la universalidad del matriarcado en la prehistoria parece
claramente ganada gracias a la evidencia antropológica. Aun así, el debate
en torno al matriarcado es acalorado, sobre todo porque los abogados
defensores de la teoría del matriarcado han sido lo suficientemente
ambiguos con su definición del término de manera que éste incluya otras
categorías distintas. Quienes definen el matriarcado como una sociedad
donde las mujeres dominan a los hombres, una especie de inversión del
patriarcado, no pueden recurrir a datos antropológicos, etnológicos o
históricos. Basan su defensa en evidencias extraídas de la mitología y la
religión. (45)

Otros llaman matriarcado a cualquier tipo de organización social en que las mujeres tengan poder sobre algún aspecto de la vida pública. Aún hay otros que incluyen cualquier sociedad en la que las mujeres tengan un estatus relativamente alto. (46) La última definición es tan vaga que no tiene sentido como categoría. Creo de veras que sólo puede hablarse de matriarcado cuando las mujeres tienen un poder sobre los hombres y no a su lado, cuando ese poder incluye la esfera pública y las relaciones con el exterior, y cuando las mujeres toman decisiones importantes no sólo dentro de su grupo de parentesco sino también en el de su comunidad.

Continuando la línea de mi anterior exposición, dicho poder debería incluir el poder para definir los valores y sistemas explicativos de la sociedad y el poder de definir y controlar el comportamiento sexual de los hombres. Podrá observarse que estoy definiendo el matriarcado como un reflejo del patriarcado. Partiendo de esta definición, he de terminar por decir que nunca ha existido una sociedad matriarcal.

Han habido, y todavía hay, sociedades en las que las mujeres comparten el poder con los hombres en muchos o algunos de los aspectos de la vida, y sociedades en las que el colectivo femenino tiene un considerable poder para influir en el poder masculino o controlarlo.

Existen también, y han existido en la historia, mujeres solas que tienen
todos o casi todos los poderes de los hombres a quienes representan o a
quienes suplen, como las reinas y gobernantas. Como se va demostrar en
este libro, la posibilidad de compartir el poder económico y político con
hombres de su clase o en su lugar ha sido precisamente un privilegio de
algunas mujeres de clase alta, lo que las ha confinado más cerca del
patriarcado.

Hay algunas evidencias arqueológicas de la existencia de sociedades en
el neolítico y en la Edad del Bronce en las que las mujeres gozaban de una
alta estima, lo que también puede indicar que tenían algún poder. La
mayor parte de dichas evidencias consisten en estatuillas femeninas,
interpretadas como diosas de la fertilidad; y, en la Edad del Bronce, de
artefactos artísticos que representan a las mujeres con dignidad y
atributos de un estatus alto. Evaluaremos la evidencia concerniente a las
diosas en el capítulo 7 y hablaremos de la sociedad mesopotámica en la
Edad del Bronce en todo el libro. Pasemos ahora a revisar, brevemente,
las pruebas en un caso concreto, frecuentemente citado por los que abogan en pro de la existencia del matriarcado: el ejemplo de Catal Hüyük, en Anatolia (hoy Turquía).

Las excavaciones dirigidas por James Mellaart, en concreto las de Hacilar
y Catal Hüyük, aportaron una gran información sobre el desarrollo de las
primeras ciudades de la región. Catal Hüyük, un asentamiento urbano del
neolítico con capacidad para 6.000 a 8.000 personas, fue edificado en
sucesivas etapas durante un período de 1.500 años (6250-5720 a.C.), y donde
la nueva ciudad cubría los restos de los asentamientos más antiguos. La
comparación de los diversos niveles del asentamiento urbano de Catal
Hüyük con los de Hacilar, un poblado de menor tamaño y más antiguo
(construido entre el 7040-7000 a.C.), nos permite hacernos una idea de una
sociedad antigua en vías de cambio histórico. (47)

Catal Hüyük era una ciudad construida formando una colmena de casas particulares que mostraban muy poca variación en el tamaño y la
decoración. Se accedía a las casas por el terrado con ayuda de una
escalera; cada una estaba equipada con un hogar hecho de ladrillos y
un horno. Cada casa disponía de una gran plataforma que servía para
dormir, bajo la cual se hallaron enterramientos de mujeres y a veces de
niños. Se encontraron plataformas más pequeñas en diferentes posiciones
en distintas habitaciones, a veces con hombres y otras con niños
enterrados debajo, aunque nunca con ambos juntos. Las mujeres eran
sepultadas con espejos, joyas e instrumentos de hueso y piedra; los
hombres con sus armas, anillos, cuentas y herramientas.
Los recipientes de madera y los tejidos hallados en el yacimiento muestran un elevado nivel técnico y de especialización, así como un amplio comercio. Mellaart encontró alfombrillas de junco, cestos tejidos y numerosos objetos de
obsidiana que indican que la ciudad mantenía un comercio a larga distancia y disfrutaba de considerable riqueza. En los últimos niveles
aparecieron restos de una amplia muestra de alimentos y cereales, así
como de la domesticación de la oveja, la cabra y el perro.

Mellaart cree que sólo las personas privilegiadas eran enterradas dentro
de las casas. De las 400 personas que hay enterradas allí, sólo 11 son
enterramientos con «ocre», es decir, que sus esqueletos estaban teñidos
de ocre rojo, lo que Mellaart explica como un signo de estatus elevado.
Puesto que muchos de-ellos eran de mujeres, Mellaart sostiene que ellas
ocupaban un estatus alto en la sociedad, y especula que podría tratarse
de sacerdotisas. Esta evidencia se debilita un tanto por el hecho de que
de los 222 esqueletos de individuos adultos hallados en Catal Hüyük, 136
eran mujeres, una proporción inusualmente elevada. (48) Si Mellaart se
encontró con que la mayoría de los enterramientos «a base de ocre» eran
femeninos, puede que simplemente se deba a la proporción general de
sexos de la población. De todas maneras indica que las mujeres estaban
entre las personas de alto rango, es decir, siempre que las conjeturas de
Mellaart acerca del significado de un enterramiento «con ocre» sean
correctas.

La ausencia de calles, de una gran plaza o de un palacio y la
uniformidad en el tamaño y la decoración de las casas hicieron pensar a
Mellaart que en Catal Hüyük no existía una jerarquía ni una autoridad
política central, y que ésta era compartida entre sus habitantes. La primera conjetura parece correcta y se puede sustentar en evidencias
comparativas, pero no se puede demostrar a partir de ello que se
compartiese la autoridad. La autoridad, incluso en ausencia de una
estructura palaciega o de un corpus formal de gobierno, podría haber
residido en el cabeza de cada grupo de parentesco o en un grupo de
ancianos. No hay nada entre las evidencias que aporta Mellaart que
demuestre la existencia de una autoridad compartida.

Los diversos estratos de Catal Hüyük muestran un número extraordinariamente elevado de lugares de culto, profusamente decorados
con pinturas murales, relieves en yeso y estatuas. En los niveles inferiores de la excavación no hay representaciones figurativas humanas, sólo toros y
carneros, pinturas de animales y astas de toro. Mellaart lo interpreta
como representaciones simbólicas de dioses masculinos. En el nivel
correspondiente al 6200 a.C. aparecen las primeras representaciones de
estatuillas femeninas, con pechos, nalgas y caderas enormemente
exagerados. Algunas aparecen sentadas, otras en el momento del parto;
están rodeadas de pechos en yeso sobre las paredes, algunos de ellos
modelados sobre cráneos y mandíbulas de animales. Hay también una
estatua extraordinaria que representa una figura masculina y otra
femenina abrazadas, y junto a ella otra de una mujer que sostiene un
niño en brazos. Mellaart cree que son deidades y señala que están
asociadas tanto con la vida como con la muerte (dientes y mandíbulas de
buitre en los pechos); también advierte su asociación con flores, cereales y
diseños vegetales en las decoraciones y con leopardos (símbolo de la caza)
y buitres (símbolo de la muerte). En los últimos niveles no hay
representaciones de dioses masculinos.

Mellaart piensa que en Catal Hüyük el varón era objeto de orgullo,
valorado por su virilidad, y que se reconocía su papel dentro de la procreación. Cree que hombres y mujeres compartían el poder y el control de la comunidad en el período más antiguo y que ambos participaban en las cacerías. Esto último se basa en lo que muestran las pinturas murales, que presentan a mujeres participando en una escena ritual o de caza en la que hay un ciervo y un jabalí. Parece una conclusión muy exagerada, si se tiene en cuenta que ambas pinturas murales muestran a muchos hombres participando en la cacería y rodeando al animal, mientras que sólo hay dos figuras femeninas visibles, ambas con las piernas muy separadas, lo que puede tener algún simbolismo sexual pero que parece bastante incompatible con mujeres que participen en la caza.(49)

A partir de la estructura que tienen los edificios y las plataformas, Mellaart deduce que la organización de la comunidad era matrilineal y matrilocal. Esto sí que parece probable según las evidencias. Cree que las mujeres desarrollaron la agricultura y controlaban sus productos. Argumenta, a partir de la falta de indicios de sacrificio en los altares, que no existía una autoridad central ni una casta militar y afirma que en todo Catal Hüyük no hay ni una prueba de guerra durante un período de 1.000 años. Mellaart también defiende la idea de que las mujeres crearon la religión neolítica y que ellas eran principalmente las artistas.

Estos hallazgos y evidencias han sido objeto de diversas interpretaciones. En un especializado estudio, P. Singh detalla todas las evidencias de Mellaart
y las pone en el contexto de otros yacimientos neolíticos, pero omite las
conclusiones de Mellaart excepto las de la economía de la ciudad.(50) Ian
Todd, que participó en algunas de las campañas de Catal Hüyük, advierte
en un estudio realizado en 1976 que la naturaleza restringida de las
excavaciones en Catal Hüyük hace que las conclusiones relativas a la
estratificación de la sociedad sean prematuras. Está de acuerdo en que los
descubrimientos arqueológicos presentan una sociedad con una compleja
estructura social, pero concluye diciendo que «si la sociedad era realmente
matriarcal, como se ha sugerido, es algo que no se puede saber». (52)

Anne Barstow, en una interpretación prudente, está de acuerdo con la
mayoría de las conclusiones de Mellaart. Hace hincapié en la importancia de
las observaciones de Mellaart en lo que respecta a la celebración de la
fecundidad y el poder de las mujeres y de su papel como creadoras de la
religión, pero no halla ninguna evidencia a favor de un matriarcado. (52)
Ruby Rohrlich recoge la misma evidencia y a partir de ella argumenta la
existencia de un matriarcado. Acepta sin reservas las generalizaciones de
Mellaart y argumenta que sus datos rebaten la universalidad de la
supremacía masculina en las sociedades humanas. El ensayo de Rohrlich es
importante pues dirige la atención sobre diversos elementos que evidencian
un cambio social en cuanto a las relaciones entre sexos durante el período de
formación de los estados arcaicos, pero su confusión en la distinción entre
relaciones igualitarias entre hombre y mujer y matriarcado oscurece
nuestra visión. (53)

Los hallazgos de Mellaart son importantes, pero debemos mostrarnos
precavidos ante las generalizaciones que hace al respecto del papel de
las mujeres. Parece que hay evidencias claras de matrilocalidad y culto a
diosas. La cronología del inicio de este culto es incierta: Mellaart lo vincula
al comienzo de la agricultura, que él cree que otorgó un estatus más
alto a las mujeres. Como veremos, en muchas sociedades se da todo lo
contrario. Mellaart podría haber dado una mayor fuerza a su argumento
si hubiera usado los descubrimientos de uno de sus colaboradores,
Lawrence Angel, quien a partir del análisis de los restos humanos halló un
incremento significativo en la esperanza media de vida de las mujeres del
neolítico con respecto a las del paleolítico, de 28,2 a 29,8 años. Este aumento
de la longevidad de las mujeres de casi dos años debe ser considerado
frente a la esperanza media de vida, de 34,3 años en Catal Hüyük.
En otras palabras, aunque los hombres vivían cuatro años más que las mujeres se produjo un considerable aumento de la longevidad femenina en
comparación con el período anterior. Este incremento pudo deberse al paso
de la caza y recolección a la agricultura, y pudo dar a las mujeres un papel
relativamente más dominante en aquella cultura. (54) Las observaciones que
Mellaart hace acerca de la ausencia de guerras en Catal Hüyük debe
evaluarse frente a las abundantes evidencias de la existencia de luchas y
comunidades militares en las regiones vecinas. Y, finalmente, no podemos
omitir de la consideración el súbito e inexplicable abandono del asentamiento por parte de sus habitantes hacia 5700 a.C., que parece indicar una derrota militar o la incapacidad de la comunidad para adaptarse a unas condiciones ecológicas en transformación. En cualquiera de los dos casos, confirmaría la observación de que las comunidades con relaciones relativamente igualitarias entre sexos no sobreviven. (55)

Aun así, Catal Hüyük nos presenta pruebas sólidas de la existencia de algún tipo de modelo alternativo al patriarcado. Sumándolas a las otras evidencias que hemos citado, podemos afirmar que la subordinación femenina no es universal, aunque no tengamos prueba alguna de la existencia de una sociedad matriarcal. Pero las mujeres, igual que los hombres, sienten una profunda necesidad de un sistema explicativo coherente, que no nos diga
únicamente qué es y por qué ha de ser así, sino que permita una visión
alternativa en el futuro. (56) Antes de pasar a la discusión de los testimonios
históricos sobre el establecimiento del patriarcado, presentaremos un
modelo hipotético de este tipo: para liberar la mente y el alma, para
jugar con las posibilidades, para considerar las alternativas.

1. Véanse los capítulos 10 y 11, para una discusión más detallada de esta postura.
2. Véase, por ejemplo, George P. Murdock, Our Primitive Contemporaries, Nueva York, 1934; R. B. Lee e Irven De Vore, eds., Man, the Hunter, Chicago, 1968. Margaret Mead, en Male and Female, Nueva York, 1949, aunque presente algo novedoso cuando demuestra la existencia de una amplia gama de actitudes sociales hacia las funciones según el sexo, acepta la universalidad de la asimetría sexual.
3. Véanse Lionel Tiger, Men in Groups, Nueva York, 1970, cap. 3; Robert Ardrey, The Territorial Imperative: A Personal Inquiry into the Animal Origins of Property and Nations, Nueva York, 1966:
Alison Jolly, The Evolution of Primate Behaviour, Nueva York, 1972; Marshall Sahlins, «The Origins of Society», Scientific American, vol. 203, n.° 48 (septiembre de 1960), pp. 76-87. Si se quiere ver una explicación androcéntrica, en la que se valora negativamente a los hombres y en
la que se culpa a sus impulsos agresivos de ser la causa de la guerra y de la subordinación de las mujeres, léase a Marvin Harris, «Why Men Domínate Women», Columbia (verano de 1978), pp. 9-13 y 39.
4. Simone de Beauvoir, The Second Sex, Nueva York, 1953, reimpresión, 1974, pp. xxxiii-xxxiv [para las traducciones castellanas de las obras citadas, véase la Bibliografía].
5. Peter Farb, Humankind, Boston, 1978, cap. 5; Sally Slocum, «Woman the Gatherer: Male Bias in Anthropology», en Rayna R. Reiter, Toward an Anthropology of Women, Nueva York, 1975, pp.
36-50. Una interesante revisión del artículo de Sally Slocum, hecha desde otro punto de vista, puede leerse en Michelle Z. Rosaldo, «The Use and Abuse of Antropology: Reflections on Feminism and Cross-Cultural Understanding», SIGNS, vol. 5, n.° 3 (primavera de 1980), pp. 412-413, 213.
6. Michelle Zimbalist Rosaldo y Louise Lamphere, «Introduction», en M. Z. Rosaldo y L. Lamphere, Woman, Culture and Society, Stanford, 1974, p. 3. Para una discusión más amplia, véase Rosaldo, «A Theoretical Overview», ibid., pp. 16-42; L. Lamphere, «Strategies, Cooperation, and Conflict Among Women in Domestic Groups», ibid., pp. 97-112. Véase también Slocum, en el libro de Reiter, Anthropology of Women, pp. 36-50, y los artículos de Patricia Draper y Judith K. Brown, en el mismo libro. Sobre un ejemplo de complementariedad de los sexos, véase Irene Silverblatt, «Andean Women
in the Inca Empire», Feminist Studies, vol. 4, n.° 3 (octubre de 1978), pp. 37-61. En el libro de Peggy Reeves Sanday, Female Power and Male Dominante: On the Origins of Sexual Inequality, Cambridge, 1981, se puede encontrar una revisión de toda la literatura sobre este tema y una interpretación interesante de ello.
7. M. Kay Martin y Barbara Voorhies, Female of the Species, Nueva York, 1975, en especial el cap. 7; Nancy Tanner y Adrienne Zilhlman, «Women in Evolution, Part 1: Innovation and Selection in Human Origins», en SIGNS, vol. 1, n.° 3 (primavera de 1976), pp. 585-608.
8. Elise Boulding, «Public Nurturance and the Man on Horseback», en Meg Murray, ed., Face to Face: Fathers, Mothers, Masters, Monsters – Essays for a Non-sexist Future, Westport, Connecticut, 1983, pp. 273-291.
9. Las obras de William Alcott, The Young Woman’s Book of Health, Boston, 1850, y Edward H. Clarke, Sex in Education or a Fair Chance for Cirls, Boston, 1878, son típicas de las posturas del siglo XIX. Una discusión reciente en torno a la visión decimonónica de la salud femenina se encuentra en Mary
S. Hartman y Lois Banner, eds., Clio’s Consciousness Raised: New Perspectives on the History of Women, Nueva York, 1974. Véanse los artículos de Ann Douglas Wood, Carroll Smith-Rosenberg y Regina Morantz.
10. Naomi Weisstein fue quien expuso por primera vez la tendencia patriarcal inconsciente que existía en los experimentos psicológicos denominados científicos en «Kinder, Küche, Kirche as Scientific Law: Psychology Constructs the Female», en Robin Morgan, ed., Sisterhood is Powerful:
An Anthology of Writings from the Women’s Liberation Movement, Nueva York, 1970, pp. 205-220.
11. La visión freudiana tradicional aparece en: Sigmund Freud, «Female Sexuality» (1931), en The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, vol. 21, Londres, 1964; Ernest Jones, «Early Development of Female Sexuality», International Journal of Psycho-Analysis,
vol. 8 (1927), pp. 459-472; Sigmund Freud, «Some Physical Consequences of the Anatomical Distinction Between the Sexes» (1925), en Standard Edition, vol. 19 (1961); Erik Erikson, Childhood and Society, Nueva York, 1950; Helene Deutsch, Psychology of Women, vol. 1 (Nueva York, 1944). Véase
asimismo la discusión de la postura freudiana revisionista en Jean Baker Miller, ed., Psychoanalysis and Women, Harmonds worth, Inglaterra, 1973.
12. Véase, por ejemplo, Ferdinand Lundberg y Marynia Farnham, M. D., Modern Women: The Lost Sex, Nueva York, 1947.
13. Edward O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis, Cambridge, Massachusetts, 1975, en especial el último capítulo: «Man: From Sociobiology to Sociology».
14. Ruth Bleier, Science and Gender: A Critique of Biology and Its Theories on Women, Nueva York, 1984, cap. 2. Véase también Marian Lowe, «Sociobiology and Sex Differences», en SIGNS, vol. 4, n.° 1 (otoño de 1978), pp. 118-125. Un número especial de SIGNS, «Development and the Sexual Division of Labor», vol. 7. n.° 2 (invierno de 1981), trata la cuestión desde una óptica feminista, empírica y teórica a la vez. Véase en concreto el artículo de María Patricia Fernández Kelly, «Development and the Sexual Division of
Labor: An Introduction», pp. 268-278.
15. Para un resumen esclarecedor del impacto de los cambios demográficos sobre las mujeres, véase Robert Wells, «Women’s Lives Transformed: Demographic and Family Patterns in America, 1600-1970», en Carol Ruth Berkin y Mary Beth Norton, eds., Women of America, A History, Boston, 1979, pp. 16-36.
16. Estas críticas se encuentran mucho mejor sintetizadas en una serie de ensayos aparecidos en SIGNS. Cf.: Mary Brown Parlee, «Psychology», vol. 1, n.° 1 (otoño de 1975), pp. 119-138; Carol Stack et al., «Anthropology», ibid., pp. 147-160; Reesa M. Vaughter, «Psychology», vol. 2, n.° 3 (otoño de 1976), pp. 120-146; Louise Lamphere, «Anthropology», vol. 2, n.° 3 (primavera de 1977), pp. 612-627.
17. Gayle Rubin, «The Traffic in Women: Notes on the “Political Economy” of Sex», en Reiter, Anthropology of Women, p. 159.
18. Friedrich Engels, The Origin of the Family, Private Property and the State, editado por Eleanor Leacock, Nueva York, 1972.
19. J. J. Bachofen, Myth, Religion and Mother Right, traducido por Ralph Manheim, Princeton, 1967; y Lewis Henry Morgan, Ancient Society, editado por Eleanor Leacock, Nueva York, 1963; reimpresión de la edición de 1877.
20. Engels, Origin, p. 218.
21. Hay un estudio sobre la división del trabajo según los sexos en 224 sociedades en Murdock, Our Primitive Contemporaries, Nueva York, 1934, y George P. Murdock, «Comparative Data on the Division of Labor by Sex», en Social Forces, vol. 15, n.° 4 (mayo de 1937), pp. 551-553. Karen Sacks ha evaluado estos datos y ha formulado una crítica desde la perspectiva feminista en Sisters and Wives: The Past and Future of Sexual Equality, Westport, Connecticut, 1979, caps. 2 y 3.
22. Engels, Origin, pp. 220-221.
23. Ibid., p. 137; primera cita; pp. 120-121, segunda cita.
24. Mary Jane Sherfey, M. D., presenta la teoría biológico-determinista contraria en The Nature and Evolution of Female Sexuality, Nueva York, 1972. Sherfey defiende que la ilimitada capacidad orgásmica de las mujeres y el estro perpetuo eran un problema para la naciente vida comunitaria en el período neolítico. La biología femenina propiciaba los conflictos entre los hombres e impedía la cooperación dentro del grupo, dando lugar a que los hombres instituyeran los tabúes del incesto y el dominio sexual masculino para controlar el potencial socialmente destructivo de la sexualidad femenina. 25. Engels, Origin, p. 129.
26. Claude Lévi-Strauss, The Elementary Structures of Kinship, Boston, 1969, p. 481.
27. Gayle Rubin, «Traffic in Women», en Reiter, Anthropology of Women, p. 177.
28. Hay una crítica feminista a la teoría de Lévi-Strauss en Sacks, Sisters, pp. 55-61.
29. Sherry Ortner, «Is Female to Male as Nature Is to Culture?», en Rosaldo y Lamphere, Woman, Culture and Society, pp. 67-88.
30. Ibid., pp. 73-74.
31. El debate queda muy bien definido en dos colecciones de ensayos: Sherry B. Ortner y Harriet Whitehead, eds., Sexual Meanings: The Cultural Construction of Gender and Sexuality, Nueva York, 1981, y Carol MacCormack y Marilyn Strathern, eds., Nature, Culture and Gender, Cambridge, Inglaterra, 1980.
32. Johann Jacob Bachofen, Das Mutterrecht: Eine Untersuchung über die Gynaikokratie der alten Welt nach ihrer religiösen und rechtlichen Natur, Stuttgart, 1861.
33. Cf. Charlotte Perkins Gilman, Women and Economics, Nueva York, 1966, reimpresión de la edición de 1898; Helen Diner, Mothers and Amazons: The First Feminine History of Culture, Nueva York, 1965; Elizabeth Gould Davis, The First Sex, Nueva York, 1971; Evelyn Reed, Women’s Evolution,
Nueva York, 1975.
34. Robert Briffault, The Mothers: A Study of the Origins of Sentiments and Institutions, 3 vols., Nueva York, 1927; véase también la Introducción de Joseph Campbell al Das Mutterrecht de Bachofen, pp. xxv-vii.
35. Bachofen, Das Mutterrecht, p. 79.
36. Cf. Discursos de E. Cady Stanton, en Ellen DuBois, ed., Elizabeth Cady Stanton and Susan B. Anthony: Correspondence, Writings, Speeches, Nueva York, 1981.
37. Sobre este cambio en la actitud hacia las mujeres, véanse Mary Beth Norton, Liberty’s Daughters: The Revolutionary Experience of American Women, 1750-1800, Boston, 1980, caps. 8, 9 y las conclusiones; y Linda Kerber, Women of the Republic: Intellect and Ideology in Revolutionary
America, Chapel Hill, 1980, cap. 9.
38. La idea de las aptitudes especiales de la mujer para reformar y prestar servicios a la comunidad aparece en toda la obra de Jane Addams. Influyó en el pensamiento de Mary Beard, quien lo sustentó con evidencias históricas en Women’s Work in Municipalities, Nueva York, 1915. Se pueden encontrar
ejemplos de la postura maternalista moderna en Adrienne Rich, Of Woman Born: Motherhood Experience and Institution, Nueva York, 1976; y Dorothy Dinnerstein, The Mermaid and the Minotaur, Nueva York, 1977. Mary O’Brien, The Politics of Re production, Boston, 1981, elabora una teoría
explicativa dentro del esquema marxista en la que se equipara el trabajo reproductivo al trabajo económico. Esta postura subyace en la ideología del movimiento pacifista de las mujeres y está expresada por feministas ecologistas tales como Susan Griffin, Woman and Nature: The Roaring Inside Her, Nueva York, 1978; y Robin Morgan, The Anatomy of Freedom: Feminism, Physics and Global Politics, Nueva York, 1982. Alice Rossi presenta un argumento maternalista diferente en «A Biosocial Perspective on Parenting», Daedalus, vol. 106, n.° 2 (primavera de 1977), pp. 1-31. Rossi acepta los argumentos de la sociobiología y se sirve de ellos con fines feministas. Pide una reestructuración de las instituciones sociales que permita a las mujeres cumplir sus funciones de ser madres y cuidadoras de los niños sin tener que abandonar su lucha por la igualdad y las oportunidades. Rossi ha aceptado sin plantear críticas las afirmaciones ahistóricas y sin base científica de la sociobiología, y difiere de la mayoría de feministas en que no defiende que los hombres hayan de compartir por igual el cuidado de los niños. Aun así, su postura merece que se le preste atención ya que es una variedad del pensamiento maternalista y a causa de su papel pionero en la crítica feminista desde el campo de la sociobiología.
39. Martin y Voorhies, Female of the Species, p. 187, describen las pautas económicas de estas sociedades.
40. Se repasa perfectamente esta literatura en N. Tanner y A. Zihlman (véase la nota 7), y en Sacks, Sisters and Wives, caps. 2 y 3.
41. Martin y Voorhies, Female of the Species, p. 190. Sobre ejemplos de estos desacuerdos entre los especialistas, véase la nota 43, más adelante, y el trabajo de Leacock sobre los esquimales. Respecto a otras interpretaciones diferentes: Jean L. Briggs, «Eskimo Women: Makers of Men», en Carolyn J. Matthiasson, Many Sisters: Women in Cross-Cultural Perspective, Nueva York, 1974, pp. 261-304, y Elise Boulding, The Underside of History: A View of Women Through Time, Boulder, Colorado, 1976, p. 291.
42. Eleanor Leacock, «Women in Egalitarian Societies», en Renate Bridenthal y Claudia Koonz, Becoming Visible: Women in European History, Boston, 1977, p. 27.
43. Sobre una descripción y un análisis detallados de la posición de las iroquesas, véase Judith K. Brown, «Iroquois Women: An Ethnohistoric Note», en Reiter, Anthropology of Women, pp. 235-251. El análisis presentado en Martin y Voorhies, Female of the Species, pp. 225-229, es interesante
porque insiste en la poderosa posición de las iroquesas sin catalogarlo de matriarcado. La afirmación parecida que hace Eleanor Leacock respecto a la existencia de un matriarcado es puesta en duda por Farb, pp. 212-213, y Paula Webster, «Matriarchy: A Vision of Power», en Reiter, Anthropology, pp. 127-156.
44. Martin y Voorhies, Female of the Species, p. 214. Véase asimismo David Aberle, «Matrilineal Descent in Crosscultural Perspective», en Kathleen Gough y David Schneider, eds., Matrilineal Kinship, Berkeley, 1961, pp. 657-727.
45. Para un estudio global de toda la literatura existente sobre las amazonas, véase Abby Kleinbaum, The Myth of Amazons, Nueva York, 1983. La conclusión a la que llega la autora es que las amazonas nunca existieron, pero que el mito de su existencia sirvió para reforzar la ideología patriarcal.
46. Sin tener en cuenta la estructura familiar y la organización del parentesco, el hecho de que las mujeres ostenten un estatus elevado no implica necesariamente que tengan poder. Rosaldo afirma de modo convincente que incluso cuando poseen un poder formal, carecen de autoridad y cita a las iroquesas a modo de ejemplo. En aquella sociedad matrilineal algunas mujeres
ocupaban cargos con prestigio y se sentaban en el consejo de ancianos aunque sólo los hombres podían llegar a jefes. Un ejemplo de una cultura con una organización patriarcal y en la que las mujeres tenían el poder económico es el shtetl judío a comienzos del siglo XX. Dirigían los negocios, ganaban el dinero y controlaban la economía familiar; por medio del cotilleo, la concertación de alianzas matrimoniales y gracias al ascendiente que tenían sobre sus hijos, ejercían una gran influencia en la política. Y sin embargo mostraban una actitud deferente hacia sus padres y maridos e idolatraban la figura del sabio por definición un varón, como la persona con mayor estatus dentro de la comunidad. Véase Michelle Rosaldo, «A Theoretical
Overview», en Rosaldo y Lamphere, Woman, Culture and Society, pp. 12-42.
47. La siguiente descripción se ha realizado a partir de James Mellaart, Catal Hüyük: A Neolithic Town in Anatolia, Nueva York, 1967. Asimismo: James Mellaart, «Excavations at Catal Hüyük, 1963, Third Preliminary Report», Anatolian Studies, vol. 14 (1964), pp. 39-102; James Mellaart, «Excavations at Catal Hüyük, 1965, Fourth Preliminary Report», Anatolian Studies, vol. 16 (1966), pp. 165-192; Ian A. Todd, Catal Hüyük in Perspective, Menlo Park, 1976.
48. Lawrence Angel, «Neolithic Skeletons from Catal Hüyük», Anatolian Studies, vol. 21 (1971), pp. 77-98, 80. La presencia de ocre sobre los huesos se debe a que, al parecer, primero se dejaban los cuerpos a los buitres, que los limpiaban de carne, y luego se enterraban. Varias pinturas murales del yacimiento ilustran el proceso.
49. Mellaart, «Fourth Preliminary Report». Hay que señalar que las conjeturas y las interpretaciones que presenta Mellaart en sus informes de excavación son más comedidas que las que aparecen en el libro final. Véase asimismo Todd, Catal Hüyük in Perspective, pp. 44-45. 50. Purushottam Singh, Neolithic Cultures of Western Asia, Londres, 1974, pp. 65-78, 85-105.
51. Todd, Cata! Hüyük in Perspective, p. 133.
52. Anne Barstow, «The Uses of Archaeology for Women’s History: James Mellaart’s Work on the Neolithic Goddess at Catal Hüyük», Feminist Studies, vol. 4, n.° 3 (octubre de 1978), pp. 7-18.
53. Ruby Rohrlich-Leavitt, «Women in Transition: Crete and Sumer», en Bridenthal y Koonz, Becoming Visible, pp. 36-59; y Ruby Rohrlich, «State Formation in Sumer and the Subjugation of Women», Feminist Studies, vol. 6, n.° 1 (primavera de 1980), pp. 76-102. Las referencias que hago corresponden en su mayoría a este último ensayo.
54. Angel (véase la nota 48), pp. 80-96
55. Todd, Catal Hüyük in Perspective, p. 137.
56. Paula Webster, después de examinar todas las evidencias a favor de un matriarcado, llegó a la conclusión de que no puede probarse su existencia, pero explicó que las mujeres necesitaban tener la «visión de un matriarcado» que les ayudara a dar forma a su futuro frente a las innumerables evidencias de falta de poder y de subordinación. Véase Paula Webster, «Matriarchy: A Vision of Power», en Reiter, Anthropology of Women, pp. 141-156; asimismo en Joan Bamberger, «The Myth of Matriarchy: Why Men Rule in Primitive Society», en Rosaldo y Lamphere, Woman, Culture and Society, pp. 263-280

Ediciones Prometeo Liberado publica nuevo poemario de Guillermo Campos: En torno a…ti.

Ediciones Prometeo Liberado publica nuevo poemario de Guillermo Campos: En torno a…ti.
SAN SALVADOR, 17 de diciembre de 2015 (SIEP) “Es un canto a la belleza de la mujer…”indica el poeta salvadoreño Guillermo Campos, refiriéndose a su última publicación En tono a…ti, que publicada por Ediciones Prometeo Liberado, viene a sumarse a su ya extensa obra literaria.

Guillermo Campos es docente ya por muchos años del Departamento de Filosofía de Universidad de El Salvador, UES, y además de su compromiso ético con la lucha por la justicia y la verdad, se ha caracterizado por incursionar en el difícil arte de componer versos por lo general de tono intimista y testimonial.

En relación a su obra, Johana Ocaño, académica colombiana, ha manifestado que esta última obra de Campos va “dirigida a todas las expresiones de amor que identifican el sentir del ser humano ya sea de amor o desamor, manteniendo la estética y a la vez la espontaneidad que le da magia y brillo a sus escritos.”

Por su parte, Ricardo Martínez Martínez, investigador y docente mexicano, afirma que la obra de Campos “es una combinación de intimidad, de encuentro con la naturaleza, de música y descripción de momentos tan especiales que mueven un sentimiento hermoso como es el amor…”

ACJ de El Salvador conmemora 25 aniversario en Comunidad Monseñor Romero de Suchitoto

ACJ de El Salvador conmemora 25 aniversario en Comunidad Monseñor Romero de Suchitoto

SUCHITOTO, 6 de diciembre de 2015 Nos sentimos muy honrados en poder celebrar nuestro 25 aniversario como ACJ de El Salvador en esta Comunidad Monseñor Romero, que forma parte de nuestras raíces, de nuestros primeros proyectos, y ya hoy vemos aquí surgiendo –estoy emocionada-una tercera generación…ya hay varios biznietos” indicó Adela Pineda, secretaria general, esta mañana en medio de piñatas y juegos para niños y niñas.

En la actividad también participaron la Familia Recinos y la Fundación Salvadoreña de Formación y Desarrollo (FUSAFORD) que aunaron esfuerzos para realizar una Celebración Navideña para los niños y niñas de esta comunidad campesina, ubicada en la zona sur del Cerro de Guazapa.

Agregó Adela Pineda que “deseamos rendir homenaje esta mañana a los jóvenes bautistas, episcopales, reformados, luteranos y católico romanos, que el 17 de noviembre de 1990 iniciaron nuestra asociación, en particular al primer presidente y primera secretaria general, Roberto Portillo y Meybel López; así como al argentino Norberto Rodríguez y la costarricense Xinia Brenes; a la antigua Confederación Latinoamericana de ACJ, CLACJ y a la ACJ-ACF de Suecia, entre muchos más…”

Concluyó que “nuestra presencia en esta Comunidad Monseñor Romero viene a ratificar nuestro compromiso con los sectores populares y nuestro acompañamiento a sus luchas por una sociedad más justa y porque los jóvenes en todo el mundo seamos sensibles al dolor y sufrimiento de los que luchan contra la exclusión social y la explotación económica, porque otro mundo es posible.”

Posicionamiento Político de organizaciones sociales de América Latina y el Caribe hacia la COP 21

Posicionamiento Político de organizaciones sociales de América Latina y el Caribe hacia la COP 21
Noviembre 2015

Los abajo firmantes, organizaciones y movimientos sociales de América Latina y el Caribe:

CONSIDERAMOS
Que la crisis actual no se trata únicamente del calentamiento global. Es también una crisis socioeconómica, política, alimentaria, energética y ecológica. En suma, una crisis sistémica cuyas afectaciones son visibles a nivel global. Esta crisis tiene origen en el sistema capitalista que a su vez se sustenta en un modelo de producción y consumo extractivista, depredador de los bienes comunes y de la fuerza de trabajo, creado en función de favorecer los intereses de las grandes corporaciones transnacionales.

Entre los efectos de la crisis vemos el incremento de la discriminación y la violencia en especial contra las mujeres, las migraciones forzosas, la pérdida de soberanía sobre el patrimonio natural y la imposibilidad de seguir existiendo como comunidades originarias y de vivir en armonía con la Madre Tierra.

Si bien los impactos de la crisis climática son evidentes a nivel global, es en el Sur global donde esas consecuencias se están manifestando de forma aguda por medio de los eventos climáticos extremos, deslaves, deshielos, inundaciones, sequías, entre otras manifestaciones.

Para hacer frente a esta crisis creemos que es necesario un cambio de sistema, que modifique radicalmente nuestros patrones de producción y consumo, y que tenga como objetivo la protección del medio ambiente como forma de hacer posible la sustentabilidad de la vida.

DENUNCIAMOS Y RECHAZAMOS
1. Que el proceso multilateral de las negociaciones del clima, en el ámbito de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), ha conducido cada vez más a la privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza y los bienes comunes, desatendiendo las verdaderas causas estructurales del cambio climático. Asimismo, en las tratativas los estados desarrollados han logrado salirse de sus obligaciones y responsabilidades históricas por la crisis del clima. Actualmente se cuenta con una negocación basada en promesas de reducción de emisiones y que implicaría a todos los estados miembros de la Convención.
2. La captura corporativa de la Convención del Clima, que debe ser combatida urgentemente como forma también de proteger el multilateralismo. Somos defensores de ese multilateralismo, crucial para que todos los países puedan participar en las negociaciones y que así los estados en desarrollo puedan reivindicar sus posiciones. No obstante, es necesario seguir alertando de la captura
corporativa de la CMNUCC y luchar para erradicarla.
3. La aceleración de los procesos de privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza como parte de las estrategias utilizadas por las corporaciones, basados en los principios de la economía verde, que no son otra cosa que falsas soluciones a la crisis climática. Esas falsas soluciones a su vez intensifican el acaparamiento de tierras y territorios y profundizan la violación
de derechos de las comunidades locales. Así lo hemos reafirmado en la Conferencia
Latinoamericana sobre Financiarización de la Naturaleza que realizamos en agosto de este año en Belém do Pará, Brasil, muchas de las organizaciones y movimientos sociales abajo firmantes.
4. Las falsas soluciones, que están siendo promovidas y profundizadas para el posible Acuerdo de París. Algunas de ellas son: los mercados de carbono, proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD), transgénicos, agrocombustibles, megaproyectos hidroeléctricos, centrales nucleares, fractura hidráulica (“fracking”), agricultura climáticamente inteligente, manipulación en gran escala de los sistemas de La Tierra (Geoingeniería), Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad (TEEB).
5. A las grandes empresas, instituciones financieras internacionales, agencias de desarrollo, entre otros actores que, en complicidad con muchos gobiernos, promueven los marcos institucionales para avanzar aún más en la mercantilización y despojo de nuestros territorios. De esa forma se otorgan nuevos derechos a las grandes corporaciones transnacionales por encima inclusive de la soberanía de nuestros pueblos. Esta arquitectura de la impunidad se expresa en los Tratados de
Libre Comercio (TLC), Tratados Bilaterales de Inversiones (TBI), el Acuerdo Transpacífico (TPP), el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA), la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) y todos aquellos que atentan contra la soberanía y autodeterminación de los pueblos. Respaldamos el proceso de negociación en el marco del “Grupo de Trabajo intergubernamental de composición abierta sobre las empresas transnacionales y otras empresas con respecto a los derechos humanos”, creado por el Consejo de Derechos Humanos de ONU para instaurar un tratado legal que obligue a las corporaciones transnacionales a respetar los derechos humanos. Seguiremos vigilantes y activos en las negociaciones de ese Grupo de Trabajo.
6. El modelo de dominación y opresión que sustenta la deuda, que a través del pago de los servicios de la deuda externa e interna, continúa desviando los ya de por si limitados recursos existentes para la inversión social. Los recursos desviados podrían utilizarse para hacer frente a las consecuencias que el cambio climático tiene en la vida de nuestros pueblos. Hablamos de una deuda económica, pero también climática, social, ecológica.

DEMANDAMOS

En el camino para la construcción de soluciones reales a la crisis, es urgente:
1. Que los países desarrollados se comprometan a reducciones de emisiones drásticas en base a su responsabilidad histórica y capacidades respectivas, a transferencia de fondos para adaptación y mitigación del cambio climático en el Sur global y a transferencia de tecnologías.
2. Poner fin a los procesos de persecución, desaparición, torturas y asesinatos de luchadores sociales y defensores de los derechos de los pueblos y de la Madre Tierra, ordenados por corporaciones en América Latina y diversas partes del mundo. Además, parar con la represión y criminalización de la protesta social de parte de numerosos gobiernos.
3. La incorporación y reconocimiento de alternativas para el Buen Vivir, la sustentabilidad de la vida, la defensa de los bienes comunes y la Madre Tierra. En este sentido, reivindicamos las formas de vida de los pueblos indígenas y campesinos, y su cosmovisión en absoluta armonía con la naturaleza, basados en principios de justicia ambiental, social y climática.
4. Que se promueva la libre determinación territorial y el autogobierno, la soberanía alimentaria, un cambio global de la matriz de energía que lleve a la transición de los combustibles fósiles y de lugar a la soberanía energética, la economía solidaria y feminista, el manejo comunitario de los bosques y territorios y del agua. Esto hace parte del paquete de soluciones reales que consideramos urgentes para hacer frente a la crisis sistémica.
5. El cambio de sistema debe implicar una transición justa, a ser construida con los
trabajadores y trabajadoras y el conjunto de la sociedad. Esta transición pasa además por asegurar el empleo decente, la libertad de organización, la garantía de derechos fundamentales como la negociación colectiva, la huelga, el acceso a la salud, el diálogo social, mecanismos que aseguren la recalificación profesional. Pasa también por el establecimiento de una amplia red de seguridad y protección social, entendida como un derecho humano, además de políticas públicas que garanticen formas de trabajo dignas.
6. En ese sentido, reivindicamos la Plataforma de Desarrollo de las Américas (PLADA)
desarrollada por la Confederación de Sindicatos de Trabajadores y Trabajadoras de las América (CSA), que contiene entre otras cosas el marco y el camino de la transición justa que demandamos.
7. Estas ideas presuponen también la ampliación del concepto de trabajo, el reconocimiento del trabajo de las mujeres y el equilibrio entre la producción y reproducción, para que esta última no sea una atribución exclusiva de las mujeres.

DESDE AMÉRICA LATINA NOS SUMAMOS A LAS MOVILIZACIONES

Estamos respaldando el proceso de trabajo e impulso a las manifestaciones de la Coalición Francesa, que aglutina a diversas agrupaciones sociales y organiza las actividades para que nosotros y nosotras, como pueblos del mundo, coloquemos nuestras denucias y demandas en París, y al mismo tiempo en numerosas partes del planeta.

Lo hacemos desde el acumulado que hemos trazado en las luchas y proceso comunes, en momentos como la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra en Cochabamba (Abril 2010, y que tuvo su segunda edición del 9 al 12 de octubre pasados), la Cumbre de los Pueblos de Río+20 (Junio 2012), la Pre Cop Social de Isla Margarita (Noviembre 2014) y la Cumbre de los Pueblos de Lima (Diciembre 2014).

En este camino que estamos transitando llamamos a fortalecer los lazos de hermandad, solidaridad y acción, en procesos que apunten a la construcción de sociedades y colectividades justas, equitativas, donde los derechos de los pueblos y los de nuestra tierra se respeten.

Convocamos a profundizar las resistencias locales, regionales y globales contra la implementación de las falsas y peligrosas soluciones al cambio climático, al tiempo que aumentar la promoción de las verdaderas soluciones que ya existen y provienen de los pueblos.

Exhortamos a mantener las movilizaciones y la denuncia activa del curso de las negociaciones del clima, que favorece a las grandes corporaciones transnacionales y gobiernos de los países desarrollados.

Finalmente, llamamos a manifestarnos en todos los espacios y territorios para apoyar las más de dos semanas de movilizaciones de París 2015 (del 28 de noviembre al 12 de diciembre). Entendemos que esa instancia será un momento importante de convergencia con organizaciones y movimientos sociales de diversas regiones, en un camino mucho más largo por la justicia climática, que nos debe aportar para acumular fuerzas y seguir adelante en nuestras luchas comunes.

FIRMANTES

Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA)
Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC – Vía Campesina)
Marcha Mundial de las Mujeres (MMM)
Jubileo Sur/Américas
Grupo Carta de Belém
Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe (ATALC)