Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC,

Por: Oscar Martínez

Francisco Jovel, firmante de los Acuerdos de Paz, conocido durante la guerra como Comandante Roberto Roca, fue uno de los cinco integrantes de la Comandancia General del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en su calidad de Secretario General del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Liberación Popular (FAR-LP), así como fundador de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) (1970-75), antecedente de lo que posteriormente se llamó PRTC. Jovel se convierte así, en una voz autorizada para hablarnos del origen del PRTC, al ser uno de los primeros líderes guerrilleros de la revolución salvadoreña; y por esa investidura histórica que le otorga su praxis revolucionaria lo entrevistamos a 40 años del Congreso fundacional del PRTC, que se clausuró el 25 de enero de 1976, en San José, Costa Rica.

Para hablar de los inicios del PRTC, hay que contextualizar históricamente el período en que surge el PRTC, empezando con su antecedente, la ORT. Lo mismo hay que decir de las otras tres organizaciones de la nueva izquierda revolucionaria, ideológicamente enfrentadas a la izquierda reformista y electoral, representada en ese entonces por el Partido Comunista Salvadoreño (PCS); para ello hay que remontarse a la incidencia que tuvo la juventud estudiantil, magisterial y obrera en la 2da. mitad de los años 60 en toda América Latina y, por ende, en El Salvador.

A partir de 1960, en América Latina, la proyección internacional de la revolución cubana fue muy importante, pero en El Salvador, la cristalización de esa nueva perspectiva de la izquierda se da en la segunda mitad de los años 60.
Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, no identificado. Foto Diario Co Latino/Archivo

Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, no identificado. Foto Diario Co Latino/Archivo

En Centro América, en la primera mitad de los años 60 impactó mucho en Guatemala, sobre todo, con la formación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), también en Nicaragua, con la formación del original Frente Sandinista encabezado por Fonseca Amador.

Para 1967 en El Salvador se dio un fenómeno interesante, que impactó mucho a nivel nacional, que fue la participación por primera vez de manera diferenciada y legal de una organización democrática con posiciones de izquierda que era el Partido Acción Renovadora (PAR), que llevó como candidato al Doctor Fabio Castillo Figueroa. La izquierda en general hizo causa común del respaldo a esa candidatura. Lo apoyaron personas de la izquierda tradicional ubicadas en el Partido Comunista, como de los sectores no comunistas de la izquierda, la gran mayoría de esos sectores estaban vinculados a la Universidad de El Salvador (UES) y sindicatos, y ya estaban incidiendo en ese periodo en el campo y en los pueblos entre personas muy humildes, que tradicionalmente habían estado sometidas y muy vinculadas a las políticas de la dictadura. Muchos campesinos formaban parte de la Organización Democrática Nacionalista de (ORDEN) o eran miembros de las Patrullas Cantonales; sin embargo, en ese sector empezaron a influir sensitivamente cambios de actitud, en gran medida debido a que la reunión del Concilio Episcopal Latinoamericano de la Iglesia Católica (CELAM), celebrado en Medellín, Colombia, le dio una nueva perspectiva a la labor pastoral, como la llaman los religiosos y sacerdotes y eso tuvo influencia en sacerdotes relativamente jóvenes que estaban muy de cerca de las comunidades campesinas o de poblados pequeños.
Comandante Roberto Roca (de boina y barba) en una zona de control de la guerrilla. Foto Diario Latino/Archivo PRTC

Comandante Roberto Roca (de boina y barba) en una zona de control de la guerrilla. Foto Diario Latino/Archivo PRTC

Fue importante el papel que jugaron en Suchitoto, en Aguilares, en el Paisnal, en Morazán, en el Norte de San Vicente, y muchos otros lugares; y eso también cambió la actitud de muchos sectores de sacerdotes vinculados a la labor educativa, hubo un importante cambio de visión y de práctica educativa en colegios como el Externado San José, en universidades como en la UCA bajo la dirección de Jesuitas; también influyó en algunas ordenes de monjas que también jugaron un papel importante, poquito a poquito ya en los años setenta las monjas de la Divina Providencia y Sagrado Corazón tenían una actitud diferenciada de lo que era en el pasado una actitud muy elitista de toda la actividad educativa regentada por religiosos católicos. Eso influyó mucho en el país.

Hay que recordar que se comenzó a hablar de construir el cielo en la tierra, de Comunidades Eclesiales de Base, la opción preferencial por los pobres, de justicia social, de redistribución de la riqueza, de reforma agraria, etc., todo eso tuvo una relevancia de gran impacto en América Latina.

Otra gran experiencia que influyó mucho fue el esfuerzo que el “Ché” Guevara intentaba abrirle a una perspectiva guerrillera en Bolivia, esto era muy importante porque ya cuando el “Ché” hizo ese esfuerzo, algunas experiencias guerrilleras ya habían entrado en una especie de derrota estratégica como las FAR de Guatemala, en Venezuela y en otros lugares de América Latina. La captura y el fracaso de esa experiencia del Che Guevara, obligó a repensar como abrir brecha en América Latina a la vía armada para la conquista del poder por parte de las fuerzas revolucionarias, pero por otra parte reforzó las posiciones reformistas y electoreras de los Partidos Comunistas en toda América Latina, sobre todo, con la victoria de la Salvador Allende en Chile, posiciones que se derrumbaron al darse el golpe de Estado de Pinochet.

Y así empezó a surgir un fenómeno de guerrilla urbana; el cual, a finales de los años 60 empezó a cobrar mucha más fuerza, aun cuando esto tuvo un peso muy significativo en los años 70; la experiencia, por ejemplo, de los Tupamaros, en Uruguay; de los Montoneros, en Argentina; de la guerrilla de Carlos Marighella, en Brasil, todo eso fue un esfuerzo por reorganizar y replantear la lucha revolucionaria. Esos movimientos y su experiencia que ya no se trataba de guerrilla de montaña, que podía darse esa lucha en otros escenarios, en la cuidad, en terrenos sub-urbanos, influyeron mucho.

A los movimientos estudiantiles universitarios de Latino América, la enorme huelga y levantamiento del estudiantado francés en 1968 (que además tuvo una importante repercusión en Alemania, Italia, menos quizás la tuvo en países como España que todavía estaba muy abatida por la dictadura de Francisco Franco, ese “Caudillo de España por gracia de Dios” y “Regente de la Corona”), todo ese movimiento de mayo del 68 influyó mucho en el estudiantado mexicano, a tal grado que tuvo un desenlace muy sangriento, con un crimen de lesa humanidad; esa experiencia y ese levantamiento, esa enorme protesta de los estudiantes mexicanos con las marchas y concentraciones, el gobierno del Presidente mexicano de ese momento, Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), ordenó pararla con una masacre en la Plaza de Tlatelolco.

A Raíz de esos hechos llegaron a El Salvador, en condición de exiliados, algunos profesores universitarios, en condiciones de exiliados, uno de ellos, que impartía clases de física en la UES fue asesinado por orden del Coronel Berdugo, que dirigía migración.

Podemos decir que ese replanteamiento de la perspectiva de lucha de la izquierda había iniciado sus debates en una reunión de las Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en la Habana, Cuba; en esa reunión habían llegado, sobre todo, representantes del Partido Comunista Salvadoreño; en el desarrollo de las discusiones y de los planteamientos que hubo en la (OLAS), surgieron dos corrientes al interior de esa delegación salvadoreña, unos que apoyaban la posibilidad de una visión de lucha armada, en donde Roque Dalton jugó un papel importante y otras personas que llegaron de El Salvador que eran partidarios de seguir la “línea de Moscú”, de la “transición pacífica al socialismo”, encabezados por Schafik Hándal. Ese debate ya en la mitad de los años 60, trascendió las fronteras del Partido Comunista y se extendió al conjunto de la izquierda, porque todo este debate estaba influido por los acontecimientos aludidos anteriormente.

Otro factor que estaba en su apogeo en ese momento eran las luchas por la liberación en África, toda la experiencia guerrillera en Argelia, que tenía una forma muy particular, prácticamente habían dividido la ciudad de Argel en una parte Árabe y en una parte francesa, que eran los colonialistas. También, la lucha en el Congo encabezada por Patricio Lumumba, en la que había tratado de participar el Che Guevara; y la guerra de Vietnam, que estaba en su apogeo en ese momento, donde habían sido derrotados los franceses y la guerra continuó contra los norteamericanos que se habían involucrado directamente en esa aventura neocolonial en el Sureste de Asia. La llamada “Guerra Fría”, con su amenaza nuclear, estaba en su máximo nivel de peligrosidad.

Todos esos acontecimientos dieron lugar a que los sectores de recién ingreso a la Universidad vivieran un momento de gran ebullición. El Doctor Fabio Castillo, como era previsible, en unas elecciones amañadas, fraudulentas y controladas por la dictadura militar, había perdido la presidencia en 1967; antes fue Rector de la Universidad de El Salvador (UES) e impulsó una importante reforma universitaria que estaba sobre todo orientada a mejorar el nivel académico del estudiantado, proyectar la Universidad hacia el pueblo con la finalidad de que los estudiantes, en su praxis académica, se vincularan con la población y, sobre todo, con los sectores más pobres del campo y la ciudad, pero a finales de los años 60, aun cuando el Dr. Fabio Castillo era el Decano de la Facultad de Ciencias y Humanidades, en el estudiantado de primer ingreso de áreas comunes había una efervescencia producida por varios factores: primero, por esa corriente de flujo revolucionario entre la juventud; segundo, porque la reforma universitaria que había entrado en un periodo de adormecimiento y muchos profesores habían empezado a revertir el carácter de la reforma universitaria que había impulsado Fabio; la tendencia era a imponer el estudio dentro de los muros de la universidad y otros que habían caído en una especie de conservadurismo académico, no hacían ningún esfuerzo por impartir las materias correctamente, ni introducir ningún cambio curricular; y tercer factor: habían convertido las áreas comunes en una especie de colador estudiantil. La cantidad de estudiantes que veían frustrados sus perspectivas universitarias en esos dos años se estaba volviendo cada vez más grande.

Había un fenómeno que para los estudiantes era digno de la máxima resistencia, era la tendencia consistente en que entraban muchos estudiantes, pero que después de las áreas comunes quedaban muy pocos estudiantes; y había algunas facultades donde esa selección era muy elitista, se daba por ejemplo en Medicina e Ingeniería, eso generó, en áreas comunes, un descontento bastante generalizado y dio lugar al estallido de una huelga general de áreas comunes a finales del 69.

En ese periodo nos involucramos de manera muy decidida una nueva generación de revolucionarios, una muy buena parte de ellos que no había tenido ningún tipo de vinculación con la izquierda tradicional representada por el Partido Comunista; ni con la oposición reformista de la democracia cristiana. Esos grupos de jóvenes revolucionarios estaban aceleradamente atrayendo a ese planteamiento de debates de nuevas ideas y opciones a bastante jóvenes que se habían incorporado a la Juventud Comunista y a la Juventud Demócrata Cristiana, entre estos había obreros sindicalizados, maestros y estudiantes universitarios. Si vemos quienes eran los dirigentes de todo ese esfuerzo vamos a descubrir entre todos ellos a los que fueron fundadores y dirigentes impulsores de la nueva izquierda política- militar en los inicios de 1970, 1971, 1972.

Entre la dirección de la Huelga de Áreas Comunes estaba:, Adán Díaz Salazar y Francisco Jovel, que no provenían de ninguna organización tradicional; Humberto Mendoza, proveniente de la Juventud Comunista; Rafael Arce Zablah y Virginia Peña. En el Diario Co Latino, en esa época llamado solamente Diario Latino, se puede encontrar la foto de la Dirección de la Huelga de Áreas Comunes, movimiento que se extendió a otras áreas como Economía bajo la conducción de Felipe Peña Mendoza, proveniente de la juventud Demócrata Cristiana. En todo este movimiento de Áreas Comunes podemos destacar que estaba Clara Elizabeth Ramírez, habían varios compañeros que luego aparecen en la dirección del ERP como Joaquín Villalobos y otros, provenientes de la juventud Demócrata Cristiana. Muchos de ellos, antes de que fuera ocupada militarmente la UES, por la persecución policial y por las actividades de la organización de la nueva izquierda, se retiraron de la Universidad para dedicarse a la organización clandestina guerrillera, como Felipe Peña, Virginia Peña, Adán Díaz Salazar, otros se quedaron todavía haciendo un esfuerzo en la Universidad hasta 1972 cuando la dictadura tomo la UES, como Humberto Mendoza, Francisco Jovel, Luis Adalberto Díaz, Francisco Montes, Alfonso Hernández, entre otros. Comenzó a partir de ese año la vida clandestina de muchas decenas de dirigentes de la nueva izquierda.

Esa situación influyó en los maestros que habían jugado un papel importante en la primera huelga de ANDES 21 de JUNIO en 1979, particularmente el profesor Mario López, que se incorporó al PRTC y la profesora Mélida Anaya Montes, que se incorporó a las FPL.

Todo este flujo revolucionario forjó los principales dirigentes que organizaron los cuatro partidos de la nueva izquierda: Fuerzas Populares de Liberación (FPL), Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y la Resistencia Nacional (RN).

En ese periodo, antes de la ocupación militar de la UES, habían dos edificios, dentro del Campus de la Universidad, que eran residencias estudiantiles, en ellas vivían muchos estudiantes que pasaron a formar parte de la dirigencia de la Nueva Izquierda como Eduardo Rico Mira, Adán Díaz Salazar (Presidente de los Residentes y Representante de los Becarios), el Dr. Morales Chávez, Presidente de la Sociedad de Estudiantes de Medicina, Fundador de la ORT; el poeta Alfonso Hernández, y otros que se destacaron como dirigentes revolucionarios.

Es en ese marco que se forma el núcleo que le dio inicio al esfuerzo organizativo histórico que forjó al PRTC. En ese momento no tenía nombre ese esfuerzo, el grupo inicial lo conformaba: Adán Díaz Salazar, el “Moscovita”, el Dr. Morales Chávez, Eduardo Rico Mira y el “Chino” Sibrián (profesor de Psicología), Francisco Montes y Leonel Lemus Arévalo, un destacado obrero especialista en vidrio para artículos de laboratorio de química, con alta calificación en técnicas de guerra de guerrilla urbana y construcción de armas artesanales y explosivos. Este equipo estaba coordinado por Francisco Jovel. Este fue el núcleo inicial de lo que en un principio de 1970 a 1975 se llamó Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) y que, a partir de 1976, pasó a llamarse Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRTC).

De ese grupo inicial, excepto de “El Moscovita”, de quien se perdió toda vinculación, sobreviven: Morales Chávez, quien vive y ejerce la medicina fuera del país, y Francisco Jovel. Adán Díaz Salazar murió en Guatemala, en 1972, en un esfuerzo por adquirir experiencia militar, que fue un acto de vinculación revolucionaria y de solidaridad con la lucha armada aquí en El Salvador por parte de la FAR de Guatemala bajo la dirección de Pablo Monsanto; ese mismo año murió en un lamentable accidente con explosivos Leonel Lemus Arévalo. Alfonso Hernández cayó en la ofensiva de 1989, en las filas de la RN; Francisco Montes, fue asesinado por la dictadura en 1980, en Santa Ana, cuando ejercía su profesión de médico; en ese mismo año fue asesinado el Chino Sibrián, quien fue capturado y asesinado; Eduardo Rico Mira murió a causa de enfermedad natural a principios del presente siglo; estos cuatro últimos compañeros, al momento de morir, estaban incorporados en las filas de la RN.

Este grupo desarrolló labor organizativa con más personas en la Universidad: cuerpo docente, instructores, personal administrativo y se fue extendiendo el trabajo hacia maestros de secundaria y primaria, obreros y campesinos.

Se inició a formar células y buscábamos que todas las células estuvieran conformadas, no por su origen, sino por compañeros que provenían de diferentes sectores de profesionales, campesinos, obreros, profesores de tal forma que hubieran células con compañeros provenientes de diferentes sectores, para que tuvieran una perspectiva más amplia y una relación más directa sobre la realidad que vivían diferentes sectores. El trabajo se intensificó en muchas ciudades y esto nos permitió que muchos estudiantes y obreros de la ciudad fueran a realizar trabajo de organización en el campo en Suchitoto, en varios cantones del cerro de Guazapa; en San Vicente, tanto en el norte del departamento como en la zona de Verapaz; en el departamento de Usulután, en Santa Ana, en Sonsonate y otros departamentos y en variados sectores sociales.

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC

Publicado por: Administraador 2 febrero, 2016 en Memoria Histórica Deja un comentario

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Por: Oscar Martínez
oscartexto@gmail.com
@oscartexto

La Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) se encontraba en un dinámico trabajo de organización a nivel nacional, la etapa organizativa de formación de las primeras células había concluido.

Al trabajo hecho con máxima precaución y con estricta selección de los cuadros debía sucederlo una labor más intensa tanto en el plano de afinar estrategia como en el fortalecimiento de las concepciones políticas revolucionarias y en el del fogueo de los cuadros en el dominio de diversas formas de lucha.

En esa dinámica de trabajo se estaba cuando de forma casi natural surgió la posibilidad de intentar hacer confluir en una sola organización de la nueva izquierda a todas las vertientes que surgieron en esos años de 1969 a 1972.
El Comandante Roberto Roca, junto al Comandante Miguel Mendoza, en el puesto de mando de Guazapa. Foto Diario Co Latino/ Archivo PRTC.

El Comandante Roberto Roca, junto al Comandante Miguel Mendoza, en el puesto de mando de Guazapa. Foto Diario Co Latino/ Archivo PRTC.

En nuestro caso, ese esfuerzo unitario lleva a que buscáramos por medio del Dr. Fabio Castillo Figueroa, dado su prestigio y relación con todas las vertientes, aun cuando con el grupo nuestro Fabio tenía una relación mucho más estrecha y más comprometida; sin embargo, Fabio, personalmente no integraba parte del núcleo inicial de la ORT, sino que se reunía conmigo y nos tenía muy al tanto de sus reuniones con Cayetano Carpio y con al menos un contacto con el que se ha reconocido como “El Grupo”.

Hicimos un primer esfuerzo de reuniones con Cayetano Carpio, en algunas reuniones participó Adán Díaz y mi persona y en otras reuniones participé solo yo; en ese sentido Cayetano era muy cuidadoso de no relacionarse con muchas personas en ese tipo de reuniones. No nos pudimos poner de acuerdo porque Cayetano Carpio planteaba como requerimiento que todos los estudiantes universitarios tenían que renunciar a continuar en la Universidad y debían sumergirse en la clandestinidad, y nos planteó su tesis de que a través del extrañamiento de la vida universitaria nos liberaríamos de las aspiraciones y perspectivas pequeño-burguesas y nos íbamos a proletarizar. Nosotros discutimos con él y se le expresó que no considerábamos que esa fuera la vía más apropiada de proletarización, que además la revolución necesitaría personas académica, científica y técnicamente bien preparadas y que no debería de menospreciarse la importancia que tenía la universidad, sobre todo la UES, para la formación política-ideológica de la juventud que era la que se podía conseguir desde la Universidad de forma más abierta y en términos prácticos a través de las asociaciones estudiantiles, magisteriales y sindicales poniendo en práctica la política de combinar estudio y lucha.

Otra de las cosas que Marcial planteaba en ese momento era pasar una prueba de fuego lo más inmediatamente posible y nos propuso, a través de un compañero obrero que él envió, a la manera muy de este compañero que la orden era que bajo su dirección el grupo hiciera una recuperación de fondos en un pequeño supermercadito que había a tres cuadras de la Universidad. Se llamaba Súper Universitario, donde hoy hay un negocio que se llama Fajitas. Nosotros le discutimos, le expresamos que el teatro de operación era el menos apropiado, que se trataba de un pequeño negocio; se nos dijo que era para tener práctica. También le dijimos que consideráramos que había que ponernos de acuerdo en el tipo de operaciones militares a realizar con base a una estrategia que debía ser conscientemente asimilada y que antes de comprometer a la gente en una acción militar habría que darle algún tipo de preparación militar, ya que los que formábamos el núcleo de la ORT no teníamos ninguna capacitación mucho menos experiencia militar, por lo cual considerábamos que eso era indispensable antes de actuar; nuestra posición disgustó mucho al compa y rompieron la relación.
Salvador Cayetano Carpio, conocido como comandante Marcial, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).

Salvador Cayetano Carpio, conocido como comandante Marcial, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).

Ese núcleo inicial lo único que tuvo como armamento en un principio era una pistola calibre 38, que le había hurtado Adán Díaz a su papá, y aquella pistola la armábamos y la desarmábamos hasta la última pieza con los ojos vendados; mientras mantuvimos relación con las FPL nos prestaron un fusil G-3, del cual aprendimos su funcionamiento, su arme y desarme.

Hacíamos prácticas de lucha urbana desde el conocimiento pormenorizado de la ciudad: sus edificios, mercados, zonas industriales, barriadas, quebradas, etc., prácticas de evasión de la persecución a pie y en auto, chequeo y contra chequeo, construcción de “embutidos” (diversos artefactos para ocultar y movilizar documentos, armamento, dinero, etc.) elaboración de planos, prácticas de observación operativa, diseño de planes operativos, etc. También estudiábamos un manual de contrainsurgencia elaborado por instructores norteamericanos de una escuela de contra guerrilla en Panamá.

Paralelamente había mucho estudio teórico de la guerra de guerrillas, con otros compañeros más allá del grupo inicial. Formamos en 1970 al 1972 una “Sociedad Pro-Libro Barato”, editamos más de 60 títulos, tanto de literatura revolucionaria como de carácter científico académico: de medicina, matemática, física, etc. Los fondos obtenidos de la venta entre aquellas personas que tenían los recursos para comprarlos nos servían para financiar los libros que de forma gratuita teníamos que darle a los obreros, campesinos y estudiantes de secundaria con quienes organizábamos círculos de estudio, entre los cuales hacíamos trabajo de selección y reclutamiento.

Ese esfuerzo fue un éxito, recuerdo que cuando la dictadura se tomó la Universidad descubrieron una buena cantidad de eso libros entre ellos como 1,500 libros “Principios elementales del Materialismo Histórico”, de Marta Harnecker. A petición de Cayetano Carpio, editamos el “Mini Manual del Guerrillero Urbano”, de Carlos Marighella. Cayetano nos dio una copia escrita a máquina, nosotros lo que hicimos fue levantarla en linotipo con la colaboración de obreros de la Editorial Universitaria, y Marcial nos pedía 25 copias y nosotros editamos 2 mil 500 ejemplares y le dimos 500 ejemplares para que los distribuyera y lo hicimos en un diseño de libro de bolsillo para que fuera más fácil moverlo y esconderlo. Este manualito hoy se consigue sin problemas, gratis y libremente en internet; también editamos libros como “El Izquierdismo Enfermedad Infantil en el Comunismo”, “El Estado y la Revolución”, de Lenin; las Tesis de Mao sobre la guerra, Las “Tres Fuentes y Tres Partes Integrantes del Marxismo”, de Lenin. Empezamos a sacar por partes el primer tomo de “El Capital” de Marx, varios títulos de filosofía, sociología, reproducimos algunos libros de los Tupamaros y de la lucha revolucionaria en Vietnam, etc…
Francisco Jovel, Comandante Roberto Roca, de frente al fondo, conversa con los mandos guerrilleros del PRTC, en el Cerro de Guazapa en 1983. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC.

Francisco Jovel, Comandante Roberto Roca, de frente al fondo, conversa con los mandos guerrilleros del PRTC, en el Cerro de Guazapa en 1983. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC.

Construimos un quiosco en la Universidad para la venta de los libros que editábamos y otros materiales de estudio, un quiosco al que por limitaciones del espacio le habíamos hecho un sótano para embodegar los libros y cuando se tomaron la Universidad dijeron los militares que ahí posiblemente era para tener gente secuestrada, una de todas esas tonterías que a menudo se les ocurrían decir a los militares de la dictadura; el tal quiosco estaba abierto, todo el mundo veía que de ahí se sacaban los materiales, lo colocamos en el área de la Facultad de Ciencias y Humanidades, frente a la entrada donde hoy está la ANDA, antes estaba el IVU, antes de cruzar al corredor de Física y Matemática.

Del grupo inicial hay que considerar que yo fui Vicepresidente de AGEUS, Paco Montes del Comité Ejecutivo de AGEUS; Adán Díaz, Secretario General de Estudiantes Residentes y Estudiantes Becarios; Joaquín Morales Chávez fue Presidente de la Sociedad de Estudiantes de Medicina Emilio Álvarez “SEMEA” y en un periodo fue Presidente de los Estudiantes Residentes; Humberto Mendoza fue miembro del Comité Ejecutivo de AGEUS; el “Chino” Sibrián fue dirigente de la Sociedad de Estudiantes de Psicología y cuando se incorporó con nosotros ya era maestro de la Escuela de Psicología.

El esfuerzo con Cayetano no dio resultado, nosotros valoramos con el grupo inicial y con todas las células que habíamos formado que las tesis de Cayetano no nos parecían correctas, ni en cuanto a criterios de organización, ni la tendencia al verticalismo, excesivo centralismo y tendencia al culto a su personalidad; y entonces concluimos que deberíamos de consolidar el esfuerzo organizativo propio que veníamos construyendo.

En ese momento se nos acercó gente del Partido Comunista que de alguna forma se dieron cuenta del esfuerzo organizativo que teníamos. Yo no recuerdo quien pudo haberles dado esa información, pero tuvo que ser alguno de nuestros contactos con docentes; el hecho es que luego apareció un compañero “el niño” le decían, pero era alto y fornido, a él lo asesino la dictadura en la segunda mitad de los años setenta, era miembro de la organización militar del Partido Comunista, del “brazo armado” se decía; él se entusiasmó muchísimo con nosotros, él era un comunista muy firme y convencido, incluso, había tenido capacitación militar en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y gracias a él logramos conocer una serie de asuntos militares e incluso no dejó de intentar de insinuarnos que con nosotros se podía desarrollar la organización militar del Partido Comunista, a pesar de toda la discusión, el debate y, sobre todo, las limitaciones que ponía el Partido Comunista para la labor político-militar, pero él se entusiasmó mucho; con él hicimos unas prácticas en el campo, hicimos prácticas de blanqueo para familiarizarnos con las armas en algunos lugares del campo, y con él estudiamos un poco de tácticas militares, él estaba muy influenciado por la experiencia de guerrilla que se dio en el marco de la Segunda Guerra Mundial; entonces, eran grandes contingentes de guerrillas en condiciones de una implementación de una táctica y estrategia distinta a la que tendríamos que llevar adelante en las condiciones particulares de América Latina y bien específica de El Salvador,

Él no dejaba de seguir la lógica de que había que esperar un momento insurreccional en donde iban a surgir esa cantidad de personas que para defender el esfuerzo insurreccional; tenían que organizarse unidades militares del pueblo, como te digo estaba influenciado por los estudios en la URSS, pero a nosotros nos ayudó muchísimo, y lo más importante en él, es que aún a sabiendas que no coincidíamos con las posiciones electoralistas del Partido Comunista, él fue muy leal con nosotros, era consciente que en algún momentos íbamos a confluir todas las organizaciones, él era partidario de esa tesis y nosotros también éramos partidarios de esa tesis de que había que pensar en esa unificación aunque fuera en el largo plazo. Se rompió la relación con el compañero porque el PC le asignó otras responsabilidades y al final como que se convencieron que ni nos iban a detener y no nos iban a convencer con su planteamiento.

Por razones de seguridad, Miguel Mármol, sobreviviente de la matanza de 1932, se refugió en la UES y como el presidente de la Asociación de Residentes era Adán Díaz Salazar, se le dio refugio allí, en un apartamento para profesores; platicando con él conocimos muchos detalles de ese sangriento capítulo de la historia nacional con el que se inició la larga noche de la Dictadura Militar y su alianza servil con la oligarquía agroexportadora. Lo convencimos de que compartiera con la comunidad residente su testimonio; él aceptó, aun cuando, según él nos expresó, no se correspondía con la línea del PCS, que prefería que no se pusiera énfasis en esos acontecimientos para no “darle alas” a los “ultraizquierdistas”. Organizamos una conferencia en la residencia y después dado el interés que el tema despertó, organizamos una conferencia en el auditórium de economía y múltiples reuniones con círculos de estudio y lucha que nosotros organizamos. Miguelito, como le decíamos cariñosamente, nos ayudó mucho en cuanto a métodos y formas de hacer trabajo de organización entre obreros y campesinos. Él decía que era “Leninista” y que nosotros éramos “Cheistas”. Él era un leal miembro del PCS y hasta su muerte fuimos buenos amigos.

En 1970, a la par que en El Salvador surgían tres de las organizaciones de la nueva izquierda (FPL, ERP y ORT, en rigor sus núcleos o células iniciales), en Chile triunfa Salvador Allende; eso dio al PCS un respaldo a su tesis de la “transición pacífica al socialismo” o , en su defecto a la tesis de “formas no capitalistas de desarrollo”, parecía que sus tesis se fortalecían, sobre todo porque en 1968 había fracasado el esfuerzo del “Che” Guevara por impulsar la vía armada en Bolivia. La dictadura militar, no obstante el momentáneo respaldo popular recibido por los “éxitos” en la llamada “Guerra de las 100 horas”, entre Las dictaduras militares de El Salvador y Honduras, para 1971 ya había perdido ese respaldo, a tal grado que en 1972 perdió las elecciones frente a una alianza de Demócrata-cristianos (PDC), Social-demócratas (MNR) y Comunistas (UDN) llamada Unión Nacional Opositora (UNO); pero la dictadura, en acuerdo con la oligarquía, impusieron al Coronel Armando Molina, candidato del PCN. Esta situación intensificó la lucha ideológica a nivel de las izquierdas sobre la vía de la revolución entre las posturas pro vía pacífica reformista y electoralista del PCS encabezada por Schafick Handal y la visión pro vía armada revolucionaria y guerrillera donde también se libraba otra lucha ideológica entre las posiciones de guerra popular prolongada (FPL), encabezada por Cayetano Carpio, y la tesis militarista encabezada por la dirección del ERP, encabezada por Alejandro Rivas Mira, frente a la posición de poner en práctica todas las formas de lucha que existía al interior de esta última organización, tanto en el sector que posteriormente se separaría como RN, como en la ORT.

A partir de ahí establecimos una vinculación con quienes estaban desarrollando el trabajo de “El Grupo” para convertirlo en una organización propiamente, es ahí en donde iniciamos a hacer un esfuerzo de alianza con ese organismo que inicio la formación de lo que posteriormente se llamó ERP. En ese esfuerzo de alianzas nos permitieron a nosotros participar en una consulta que se hizo para nominar a la organización, nosotros éramos partidarios que se llamara Fuerzas Armadas Rebeldes o Fuerzas Armadas Revolucionarias, sus siglas serían FAR, en un esfuerzo porque el mismo nombre sirviera para facilitar la vinculación y relación con la FAR de Guatemala, con quien ya habíamos nosotros, en ese periodo, enviado a Adán Díaz Salazar a Guatemala. Una anécdota importante en ese periodo es que como ambos queríamos ir a Guatemala, no tuvimos otra alternativa que tirar una moneda al aire y así fue que Adán término yendo a Guatemala y a mí me tocó continuar con el trabajo de conducción del esfuerzo del grupo inicial.

A ese esfuerzo unitario le empezamos a dar continuidad, me pidieron que en representación de todo el sector organizado como ORT pasáramos a formar parte de una “dirección de columna”; la conformábamos cuatro personas bajo la dirección de Fermán Cienfuegos, que era el vínculo con la dirección del ERP; los otros dos eran Vladimir Rogel (“El Vaquerito”), quien es la persona que se afirma que fue uno de los hechores materiales del asesinato de Roque Dalton, y el poeta Alfonso Hernández.

Rápidamente se empezaron a manifestar profundas diferencias de concepción con ese grupo y particularmente con el Vaquerito, porque nosotros consideramos que se estaba cayendo en una visión militarista. Considerábamos que era importante hacer un trabajo de organización masivo de carácter ilegal y también considerábamos que había que diferenciar el esfuerzo de construcción del Partido del esfuerzo de construcción del ejército y también del de construcción de una organización masiva ilegal, de hecho. Esa posición no era sólo nuestra, también se estaba desarrollando al interior del ERP, propiamente tal, en el sector que estaba impulsando la organización ilegal de masa llamada Resistencia Nacional (RN).

Esta situación se hizo tensa dada la postura intolerante, verticalista y autoritaria del sector militarista que hegemonizaba en el ERP. La alianza que habíamos establecido intentando unificarnos plenamente no tenía perspectiva de futuro. Después de una amplia consulta con nuestras bases decidimos romper dicha alianza de la forma más civilizada posible; afortunadamente la ruptura se hizo sin mayor problema; pero la lucha ideológica se profundizó al interior del ERP, llegando más adelante, un año y medio después, a una situación que no fueron capaces de administrar correctamente y dio lugar al imperdonable asesinato de Roque Dalton y Pancho, y la separación de la RN.

No obstante esas diferencias, hay que rescatar el hecho de que ese primer esfuerzo de unificación de la izquierda revolucionaria dio lugar a la formación del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), me refiero al primer FAPU, el cual se desorganizó al darse la ruptura RN y ERP. Después la RN se apropió del nombre, pero ya no era un esfuerzo unitario, sino Particular de una de las corrientes de la nueva izquierda revolucionaria. El éxito y la capacidad de convocatoria demostrada por el primer FAPU, como aspecto trascendental introdujo de manera irreversible la presencia de organizaciones ilegales de masas como la forma que sería predominante para hacer avanzar el proceso revolucionario durante el resto de los años setenta, desplazando progresivamente a la lucha electoral a un plano secundario y abriendo el terreno para que la forma fundamental de lucha, la lucha armada contra la dictadura militar, pasara a ser la predominante, como lo fue a partir de 1981.

l final de los tres y medio primeros años de la década de los setenta, la construcción de la nueva izquierda quedaba configurado por un espectro ideológico organizativo conformado por cuatro tendencias bien configuradas: las FPL, con su línea de guerra popular prolongada (GPP); el ERP, con una línea predominante de carácter militarista; la ORT, en proceso de convertirse en PRTC; y la RN, en trance de ruptura con el ERP. Estas dos últimas corrientes siempre fueron partidarias de una línea de combinar todas las formas de lucha.

Sobre esos momentos de la configuración definitiva de la nueva izquierda; siguiendo una visión que habíamos madurado bastante, como ORT considerábamos que la nueva izquierda debería de practicar, y combinar en la práctica, todas las formas de lucha. Al hacerlo debía saberse diferenciar cual era en perspectiva estratégica revolucionaria la lucha fundamental de la etapa del proceso político en que estábamos actuando y en términos de tácticas revolucionarias en cada período de esa etapa, cuál era la lucha dominante y a su vez había que definir como línea fundamental de la estrategia la forma en que se trabajaría para convertir, aunque fuese gradualmente, la forma de lucha fundamental, en la forma predominante; porque no necesariamente estas coincidían en el tiempo y el espacio.
Comunicado del Congrego Constituyente del MLP, calzado por el Comités de Bases Obreras (CBO), una de las organizaciones integrantes del Movimiento.

Comunicado del Congrego Constituyente del MLP, calzado por el Comités de Bases Obreras (CBO), una de las organizaciones integrantes del Movimiento.

Así vista la lucha nosotros considerábamos tres formas genéricas de luchas: 1.- la lucha pacífica, legal o no (en El Salvador, sobre todo la electoral); 2.- La lucha ilegal y, de hecho, de confrontación directa, de carácter tanto gremial como de lucha social con participación masiva de la población; y 3.- La lucha armada, la cual, en nuestro país, asumiría la forma de guerra de guerrillas y evolucionaría de lo simple a lo complejo, desde pequeñas unidades a grandes contingentes, de la ciudad al campo y la montaña. Cada una de esas formas de lucha necesariamente adoptaría una gran variedad de formas de acción concreta y todas debían combinarse y ponerse en práctica en todos los períodos y coyunturas.

Nosotros valorábamos que para el período de 1970 a 1973 la lucha predominante era la lucha electoral pero considerábamos que la lucha fundamental en el proceso de avance en perspectiva hacia una revolución política y social era la lucha política-militar guerrillera. Considerábamos que aun cuando la lucha masiva ilegal en esos momentos de 1970 y 1973 estaba en una situación de segundo plano deberíamos de concebirla como la forma de lucha que iba ir convirtiendo la lucha electoral en una forma de lucha secundaria e iba a cobrar forma de lucha predominante, la lucha ilegal de masas en un período casi inmediato; por eso a nosotros nos interesaba muchísimo el trabajo a nivel de las sociedades estudiantiles universitarias, de los sindicatos, organizaciones gremiales y comunidades campesinas. Pero nuestra posición era que esas organizaciones no deberían ser cooptadas para llegar a ser, como tales, partes componentes de las organizaciones políticas para la lucha ilegal de masa, que para éstas debía crearse organizaciones diferenciadas propiamente políticas y así evitar sectarizar organizaciones que debían conservar su carácter amplio, donde podían coexistir elementos de variadas corrientes de pensamiento y dentro de las cuales había que conseguir dirigir y que predominaran las posiciones revolucionarias sin anularles su carácter amplio.

Por eso habíamos entrado en desacuerdo con Marcial y en general con las FPL; y en lo concreto entre Mélida Anaya Montes (FPL), y Mario López (ORT). En el caso ANDES 21 de JUNIO, Mario López, siguiendo nuestras concepciones planteó que esa importante organización no debería perder su carácter amplio, que debería ser considerada por todo maestro como su organización gremial, debería de seguir siendo una organización en donde coexistieran y se unificaran en la acción las diversas corrientes que existían entre los maestros que de no ser eso se correría el riesgo de que ANDES perdiera al poco tiempo su representatividad y legitimidad, como efectiva y progresivamente se dio en la medida en que fue cooptada completamente por las FPL; esa era la política general que aplicaba el Bloque Popular Revolucionario (BPR); es cierto, jugaron un importante papel las organizaciones así cooptadas, pero a costa de perder su poder de amplia convocatoria popular, recuperar ese poder aún sigue siendo una tarea pendiente y no se sabe si se podrá reconquistar, es el caso de ANDES, AGEUS y varios sindicatos.

Esa concepción de amplitud participativa y de concebir las organizaciones ilegales de masas como una forma de organización popular diferenciada de las organizaciones sindicales, gremiales, asociativas, cooperativas, eclesiásticas de base y comunitarias etc. no era exclusiva de la ORT, en rigor, la compartíamos en aspectos generales (no en cuanto a impulsar la lucha armada) con el PCS, pero de mayor manera, con el sector del ERP que se encontraba dando forma a la RN, no obstante que, en el caso de FENASTRAS y del nombre FAPU, aplicaron la política de cooptación que impulsaba el BPR; ambas organizaciones (ORT y RN), con más sectores de personalidades progresistas tanto profesionales como religiosos (por ej.: el Padre Inocencio “Chencho” Alas, muy cercano a la ORT), impulsamos y dimos forma al primer FAPU. En el ámbito estudiantil, la responsabilidad dirigente, por parte de la RN, la encabezó Carlos Arias (durante los años ochenta las fuerzas móviles de ejército guerrillero de la RN llevaron su nombre); por parte de la ORT, en ese periodo, se destacan, además de mi persona: Mario López, Nidia Díaz, Manuel Federico Castillo, Héctor de la O, Mercedes Turcios, Celia Margarita Alfaro, Francisco Velis, Alicia; los hermanos: Roberto Galeano Arandi, Mario y Francisco Melara Arandi; Camilo Turcios (en Verapaz, San Vicente); Sebastián Guevara, Manuel Melgar, Verónica Guzmán (en Guazapa) y muchos otros, cuya lista es una tarea pendiente de precisar para quienes sobrevivimos en la guerra defensiva que nos tocó enfrentar contra la dictadura militar.

El hecho de compartir ese espíritu unitario fue roto por la pugna de concepciones estratégicas al interior del ERP. Con la ruptura, en 1975, la RN se constituyó como organización autónoma; nosotros ya trabajábamos con el nombre ORT y como Liga para la Liberación (LL) desde mediados de1973. El primer FAPU (1973-74) se disolvió y volvió aparecer como organización ilegal para la lucha de masas de la RN en 1975. El primer verdadero intento unitario de la nueva izquierda fue frustrado por el fanatismo militarista y, por tanto, sectario e intolerante que prevalecía en el ERP.

Más adelante, en Julio de 1975 se fundó el BPR y dos años después, en 1977, habiendo corregido la visión militarista el ERP fundó las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28); en Enero de 1980 todas esas organizaciones y otras más integramos la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), nosotros participamos en ella como Movimiento de Liberación Popular (MLP), el cual unificaba todo nuestro trabajo ilegal para la lucha popular masiva.*Foto 4 contra Colage PRTC2

Ya para 1975 conformadas las cuatro organizaciones de la nueva izquierda más el PCS, estábamos convencidos de que la posibilidad de la unidad solo se iba a presentar en la medida que estuvieran claramente definidas las fronteras entre las diferentes tendencias hechas ya organizaciones y, por tanto, llegamos a la conclusión de que deberíamos de impulsar nuestro trabajo por nuestra propia y sola cuenta (Esta valoración la deducíamos de las ideas de Lenin planteadas en sus libros: “Un Paso Adelante y Dos Pasos Atrás” y en “¿Qué Hacer?”), pero que siempre habría que buscar alguna forma de acercamiento y unificación entre los diferentes esfuerzos y corrientes revolucionarias, pues las más dañinas desviaciones son el sectarismo, que lleva al hegemonismo y este a todas las formas de fanatismo

Una vez que se adoptó públicamente el nombre de ORT, en 1973, nos dedicamos a buscar la forma de ejecutar dos grandes directrices: 1) ampliar el trabajo de organización y realizar una serie de actividades políticas y político-militares; 2) preparar las condiciones para realizar un Primer Congreso con el propósito de darle una forma orgánica institucionalizada al esfuerzo que se estaba realizando.

Como ambas líneas tenían que desarrollarse paralelamente la discusión sobre el quehacer práctico cobró una importancia muy grande, se tenía que dar una nueva perspectiva propia al trabajo que se venía realizando desde 1970, luego del fracaso de los esfuerzos unitarios con FPL, PC y ERP.

Eso dio lugar a que se pensara cómo llevar adelante el trabajo organizativo, la primera decisión que se tomó como ORT era crear un movimiento no legalizado e ilegal para confrontarse con el orden establecido; así se crea a mediados de 1973 las Ligas para la Liberación (LL), concebida como una organización frentista que tenía que integrar el trabajo político en múltiples sectores sociales, por eso fue que por un periodo largo se impulsó la LL como un instrumento ilegal de masas, multisectorial.

En 1974 inició una discusión al interior de la ORT y era darle nombre o no a la organización de cada sector, así se adoptaron los siguientes nombres: Brigadas de Trabajadores del Campo (BTC), Comités de Bases Obreras (CBO), Brigadas Revolucionarias de Estudiantes de Secundaria (BRES) y el trabajo de organización entre universitarios, maestros, pobladores de comunidades marginales, profesionales y técnicos, se realizaba con el nombre de Liga para la Liberación (LL)-.

Paralelo a esas discusiones se realizaba el esfuerzo de organización abierta ilegal masiva y el trabajo de organización de la estructura militar con el nombre Comandos Armados de Liberación (CAL).

Estos eran estructuras más pequeñas y altamente compartimentadas. En este momento empezó otra discusión a raíz de que los compañeros que estaban a la cabeza del trabajo ilegal de masas demandaban una participación más dinámica y una mayor presencia del trabajo militar asociado o vinculado a la actividad de carácter masivo y por otro lado la gente que estaba en el trabajo de los Comandos Armados se oponía porque en buena medida se tenía una visón bastante elitista y clandestinista del trabajo de una organización revolucionaria.

También surgieron otras discusiones en el transcurso de los debates de algunos documentos iniciales sobre la tesis de que la revolución en cada uno de los países de Centroamérica para acceder a la construcción de una alternativa socialista se consideraba inviable, se podía tomar el poder, democratizar el régimen a través de revoluciones en cada país; pero que en la realidad en cada uno de estos países por separado era prácticamente un imposible llegar a construir el socialismo, con características apropiadas para Centroamérica, es decir, distinto al socialismo estatista que existía en la URSS y Europa del este. De estos debates surgió la tesis que en el Congreso se le nominó “Concepción Unitaria y Regional de la Lucha Revolucionaria en Centroamérica”.

Entonces en algunos documentos que circulaban una de las primeras tareas que nos forjamos fue la de entablar contactos con grupos de profesionales, estudiantiles y docentes salvadoreños que estaban padeciendo el exilio, desde que la dictadura se toma la Universidad en 1972 el contacto más lógico era el Dr. Fabio Castillo Figueroa, sobre todo porque también en el esfuerzo de darle forma a la ORT y a las LL estaba amplia y directamente comprometido su hijo, Manuel Federico Castillo, junto con otros compañeros y compañeras que se habían incorporado al esfuerzo de la ORT con mucho dinamismo. Eran un grupo bastante homogéneo provenientes la mayoría de la Facultad de Medicina, ahí estaba Roberto Galeano (“Jacinto Sánchez”) quien luego fue el responsable de la estructura de Comandos Urbanos de la ORT y en la segunda mitad de los años setenta hasta Enero de 1982 llegó a ser el Segundo Responsable del PRTC en El Salvador.

Ese trabajo de discusión ideológica, muy intenso, lamentablemente tuvo un desenlace indeseable, pero que normalmente se dan cuando hay lucha ideológica, se separaron tres compañeros del organismo de dirección de los CAL que toda la organización lamentó que se salieran, entre ellos estaba el estudiante de medicina, Francisco Montes, el “Moscovita”, y el poeta Alfonso Hernández. Eran unos compañeros que estaban muy apegados a una visión demasiada clandestinista de la lucha; al menos así se valoró en ese momento, por quienes en el debate ideológico le pusieron su impronta a las concepciones que formalizarían al Partido; por ejemplo, en vez de restringir la actividad de las LL se fue dando un desarrollo acelerando de las mismas y por la misma exigencia de la autodefensa del movimiento de masas ilegal se fueron formando grupos de milicianos con la tarea de autodefensa de estas organizaciones y esto fue sucediendo como resultado lógico de su desarrollo ante la embestida represiva de la dictadura de tal manera que los Comandos Armados se restructuraron para tener una participación más activa.

El trabajo de la ORT y las LL se amplió tanto en el área metropolitana y sus alrededores, como en los departamentos de San Vicente, Usulután, Cuscatlán, Santa Ana, La Libertad y Sonsonate.

A la vez se iniciaba un trabajo dinámico, creciente y de mejoras de las comunicaciones con los compañeros que estaban en otros países, entre ellos con Fabio Castillo Figueroa, Ricardo Sol, Luisa Castillo, Juan Mario Castellanos, quienes estaban exiliados en Costa Rica y, a través de ellos con otros compañeros originarios de Costa Rica; se abrieron relaciones con compañeros hondureños, bajo el liderazgo de José María Reyes Mata, quien había participado en Bolivia en tareas de apoyo a la Guerrilla del “Che” Guevara; en esa búsqueda de ampliar el trabajo de organización, realizar una serie de actividades políticas y político-militares y preparar las condiciones para realizar el Primer Congreso fundacional del PRTC el que se logró realizar durante Diciembre de 1975 y culminó el 25 de Enero de 1976, en San José Costa Rica, se eligió como Primer Secretario General del PRTC al Dr. Fabio Castillo Figueroa, por tanto, el recién pasado 25 de enero de 2016 se cumplieron 40 años de esa heroica gesta centroamericanista.

Podemos decir que con el surgimiento de los núcleos de la ORT en El Salvador, se encuentra el origen de lo que fue el PRTC como organización político-militar de carácter centroamericano.

Aun cuando los antecedentes organizativos del PRTC se condensan en ese Primer Congreso, Francisco Jovel considera concluir este relato con un resumen del avance del PRTC en la segunda mitad de los años setenta, así en 1978, cuando se realizó su Segundo Congreso en Tegucigalpa, Honduras, asegura que tenían estructuras partidarias en El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y sólidos vínculos de relación y solidaridad con las tres tendencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con una corriente revolucionaria en Panamá y con el Movimiento Pro Independencia de Belice. Para 1980, el trabajo de relaciones y de organización de la solidaridad con la lucha salvadoreña se extendió a varios países de América Latina. El PRTC se forjó como una organización revolucionaria legítimamente representativa, tanto en El Salvador, como en varios países de Centroamérica.

Honduras jugando ya en la cancha de la banca salvadoreña

Honduras jugando ya en la cancha de la banca salvadoreña Roberto Pineda, 8 de enero de 2016

Lo que seguramente en el pasado reciente hubiese sido considerado como una grave amenaza a la seguridad nacional, es en la actualidad una formalidad de trámite, se trata del hecho que el holding hondureño Terra se va apoderar del quinto banco nacional en términos de activos, del Banco Citi, antiguamente Banco Cuscatlán de la familia Cristiani Llach, que pasará a ser propiedad de la familia Nasser. Se van adueñar tranquilamente del 10.4 por ciento de los activos del sistema, mientras que el recién creado Banco Azul, presidido por Carlos Enrique Araujo, único de propietarios locales, a duras penas alcanza el 0.6 %.

Esta evolución pone de manifiesto los profundos cambios ocurridos en la economía salvadoreña, la cual desde la aprobación del CAFTA en el 2006 ha transitado por un acelerado proceso de compraventa en sus principales empresas nacionales, incluyendo y principalmente la banca, que se encuentra casi totalmente transnacionalizada, afectando y debilitando así al sector oligárquico local, lo cual a su vez repercute en el plano político. Durante el 2015 este proceso de globalización, reflejado en el creciente predominio del capital transnacional así como la regionalización del capital oligárquico, se manifestó en diversos elementos.

Entre estos los siguientes: el Grupo hondureño Terra adquirió el Citibank, el Grupo guatemalteco Paiz construirá un hotel en Antiguo Cuscatlán, la cervecera belga-brasileña AB Invev se apodera de Industrias La Constancia; la aseguradora panameña ASSA adquiere la filial salvadoreña de AIG, la israelita IC Power cumple 20 años de presencia en el país mientras que la estadounidense Texaco cumplirá 80 años. A continuación ampliamos estas informaciones.

Grupo hondureño Terra adquiere Citibank El Salvador

El Grupo Terra conducido por el empresario Fredy Nasser, hoy dueño del Citibank, es además propietario desde 2009 de las 88 gasolineras UNO anteriormente de la inglesa Shell con un 20% del mercado, y además son copropietarios de la Refinería Petrolera Acajutla (RASA) junto con el Grupo Puma, de Suiza, que compró las estaciones de la estadounidense Esso.
Asimismo caerá en manos del Grupo Terra la principal compañía de seguros del país, Seguros e Inversiones, SISA, la mayor casa aseguradora salvadoreña (con activos a junio de 2015 de $206.9 millones) e incluso centroamericana, solo superada por el Instituto Nacional de Seguros de Costa Rica.
Ya antes, en agosto del año pasado, el también hondureño Banco Atlantida, propiedad de Guillermo Bueso Anduray, había comprado las acciones de Citi en una de las dos administradoras de pensiones existentes en el país, AFP Confía, con activos administrados equivalentes a $4,370 millones, 1.23 millones de afiliados y más de 30,900 beneficiarios.
La otra AFP llamada Crecer, pertenece al grupo colombiano Sura, que a la vez es dueño de la compañía de seguros Asesuiza, la segunda mayor compañía del sector asegurador, con $146.4 en activos. El tercer lugar lo ocupa la española Mapfre ($63.8 millones). El cuarto lugar la salvadoreña Aseguradora Agrícola Comercial, ACSA, presidida por Luis Alfredo Escalante Sol, con $63.2 millones. En quinto lugar la canadiense Scotia Seguros con $59.2 millones.
Con esta última compra, las cinco principales posiciones en activos en millones de dólares de la banca nacional estarán distribuidas según datos de la SSF de octubre de 2015, de la siguiente manera: Banco Agrícola 4,124.1 (Colombia), Davivienda 2,253.9 (Colombia, antes Inglaterra) Scotiabank 2,036.8 (Canadá) banco de América Central 1,881.3 (Colombia) y banco Citi 1, 613.4 (Honduras, antes Estados Unidos). Colombia con los lugares primero, segundo y cuarto, Canadá en el tercero y Honduras en el quinto.

Una inversión guatemalteca en Antiguo Cuscatlan

Con una inversión de más de $36 millones, el holding Latam Hotel Corporation construye el Hotel Hyatt Place de 140 habitaciones, en Antiguo Cuscatlán. Se supone que será inaugurado a mediados de este año, y formara parte del complejo del Centro Comercial Las Cascadas, también propiedad de la familia guatemalteca Paiz. Los hoteles Hyatt forman parte de las cadenas operadas por la colombiana GHL, corporación que incluye a los hoteles Sheraton entre otros.

El Grupo Paiz conducido por Carlos Paiz Andrade, abrió un Hiperpaiz en septiembre de 1999 en Soyapango con una inversión de $15 millones así como 18 Despensas Familiares en todo el país. En el 2003 abrió el segundo Hiper Paiz en el Hiper Mall Las Cascadas, en Antiguo Cuscatlan. En el 2011 vendió seis Hiper Paiz de Costa Rica, siete de Guatemala y los dos de El Salvador al gigante minorista estadounidense Walmart Stores, los que después compraron a las Despensas de Don Juan (Domenech). Hoy los Paiz vuelven a la carga con este hotel.

A nivel de bancos, los guatemaltecos G&T Continental (llega en el 2006) e Industrial (llega en el 2011) ocupan las posiciones octava y decimoprimera en el ranking nacional, poseyendo entre ambos el 5.3 % de los activos del sistema. El primero en desembarcar fue el G&T Continental que inició sus operaciones en el World Trade Center y en la actualidad posee 15 agencias. Este banco es propiedad de Jorge Castillo Love, Presidente de la Corporación Castillo Hermanos (un holding de 82 empresas), que a la vez incluye a Cervecería Centroamericana, Inversiones Centroamericanas, y Grupo Financiero Industrial. El banco Industrial es propiedad de Julio Herrera Zavala del Grupo Bicapital Corp, y tiene nueve sucursales.

La cervecera belga-brasileña AB Invev se apodera de Industrias La Constancia (SABMiller)

La que fue una industria insignia en el mercado salvadoreño, Industrias La Constancia, ILC, se ve hoy sometida a los vaivenes de la disputa mundial en el mundo de las cervezas. Adquirida por la británico-sudafricana SABMiller en el 2005, diez años después, desde octubre del 2015, pasa a formar parte del gigante cervecero conducido por la belga-brasileña o mejor dicho brasileña-belga AB Invev.

Es una compra del orden de los 106 mil millones de dólares y conducirá a crear la mayor empresa cervecera mundial unificando marcas como Budweiser, Stella Artois, Becks de AB Inbev con marcas como Miller, Pilsner, Cristal y las “salvadoreñas” Pilsener y Suprema de SABMiller. Controlaran el 30% del mercado mundial cervecero e incluso influirá sobre las bebidas gaseosas, ya que SABMiller es el embotellador oficial de Coca Cola en África así como en Honduras y El Salvador, mientras que el embotellador de Pepsi en nuestro país es la guatemalteca Cabcorp, de la familia Castillo, hoy convertida en CBC, que mantiene una alianza desde 2003 con la belga-brasileña AB Invev. La familia Castillo también es dueña del banco G&T Continental. Cervezas y banca.

Y resulta interesante que en este mundo globalizado y en el marco de esta multimillonaria transacción también aparezcan los dueños de lo que fue otra empresa insignia salvadoreña, me refiero a TACA que fue succionada por la colombiana Avianca en 2009, y uno de sus principales dueños, la poderosa familia Santo Domingo tiene también acciones en la venta de SABMiller. Los Santo Domingo poseían el 15.1% de SABMiller lo que los convertía en sus segundos accionistas. En la nueva empresa creada serán desplazados por familias empresariales belgas y brasileñas, pero pasaran a formar parte del nuevo gigante cervecero.

La panameña ASSA adquiere AIG en Centroamérica

El Grupo ASSA, propietario de la compañía de seguros ASSA y conducido por el empresario panameño Stanley A. Motta, adquirió en octubre pasado a las filiales centroamericanas de American International Group, AIG, incluida la salvadoreña. Resulta interesante que tanto el líder mundial en seguro, la estadounidense AIG al igual que el banco Citi y la petrolera Esso, decide abandonar la región centroamericana. Ya antes se había ido el inglés HSBC. Pero se queda AES controlando la distribución de energía.

En El Salvador, ASSA posee el 8.5 % el mercado local de seguros mientras que AIG el 2%. Con su fusión alcanzaran el 10.5%. El gerente general local de ASSA es Roberto Schildknecht Cohen, representando una nueva alianza de la familia Motta con este grupo empresarial salvadoreño, además de la que mantiene con el Grupo Poma, ya que administran conjuntamente , entre otros negocios, el centro comercial Mall Multiplaza pacific Panamá y los hoteles Courtyard by Marriot.

La israelita IC Power dueña de Nejapa Power

La transnacional israelita IC Power, con presencia en 10 países de América Latina e Israel, propietaria ya por 20 años de la generadora de energía Nejapa Power, invirtió el año pasado entre 4 y 5 millones de dólares en el mantenimiento de los motores de esta planta. Esta transnacional adquirió en el 2014 cuatro plantas generadoras en Nicaragua y una en Guatemala.

La estadounidense Texaco celebra 80 años en el mercado salvadoreño

La transnacional energética estadounidense Texaco, que en 2001 se fusionó con la Chevron Corporation, llegó al país en 1935 y cuenta en la actualidad con 92 estaciones de servicio, concentrando el 32% del mercado nacional, que se propone este año abrir otras 10 estaciones de servicio, con una inversión de $10 millones.

Es seguida por la suiza Puma Energy (anteriormente Esso) con un 23% del mercado y 92 estaciones de servicio, que planea invertir $20 millones en mejorar su capacidad de almacenamiento en Acajutla así como en el Aeropuerto Internacional, ya que también distribuyen combustible de avión.

En tercer lugar se encuentra la hondureña Uno (anteriormente Shell), del Grupo Terra, con 88 estaciones de servicio y cubriendo el 20% del mercado. Y por último, Alba Petróleos, consorcio salvadoreño-venezolano, con 51 estaciones de servicio, un 12% del mercado y planea inaugurar este año 14 gasolineras, con una inversión de $20 millones. Asimismo existen 89 estaciones de “bandera blanca” que cubren un 10% del mercado.

2. Una hipótesis de trabajo ( la creación del patriarcado)

2. UNA HIPÓTESIS DE TRABAJO ( La creación del Patriarcado, Gerda Lerner)

La asunción básica con la que debemos comenzar cualquier teorización del pasado es que hombres y mujeres construyeron conjuntamente la civilización. (1) Al tener que partir, como nos toca hacer, del resultado final para ir retrocediendo en el tiempo, nos hacemos una pregunta distinta a la de un «origen» único. Nos preguntamos: ¿cómo llegaron los hombres y mujeres que construyeron su sociedad y levantaron lo que hoy llamamos civilización occidental a la presente situación?
Una vez abandonamos el concepto de mujeres como víctimas de la historia, dominadas por hombres violentos, «fuerzas» inexplicables e instituciones sociales, hay que encontrar una explicación al enigma principal: la participación de la mujer en la construcción de un sistema que la subordina. Creo que abandonar la búsqueda de un pasado rehabilitador, la búsqueda del matriarcado, es el primer paso en la dirección adecuada.
La creación de mitos compensatorios del pasado lejano de las mujeres no las va a emancipar en el presente ni en el futuro. (2) El sistema de pensamiento patriarcal está tan imbuido en nuestros procesos mentales que no podremos sacárnoslo de encima hasta que no seamos antes conscientes de ello, lo cual siempre supone hacer un esfuerzo especial. Por eso, cuando pensamos en el pasado prehistórico de las mujeres, estamos tan trabadas por el sistema explicativo androcéntrico que el único modelo alternativo que fácilmente se nos viene a la cabeza es el inverso. Si no había un patriarcado, entonces es que debía de existir un matriarcado. Indudablemente existieron muchas formas distintas en que hombres y mujeres organizaran la sociedad y repartieran el poder y los recursos.
Ninguna de las evidencias arqueológicas que tenemos es concluyente y nos basta para permitirnos elaborar un modelo realmente científico de aquel período tan importante que fue la transición de las sociedades cazadoras y recolectoras del neolítico a sociedades agrícolas. El método que siguen los antropólogos, que nos ofrecen ejemplos de sociedades cazadoras y recolectoras actuales a partir de las cuales sacan conclusiones acerca de las sociedades del quinto milenio a.C., no es menos especulativo que el del filósofo y el especialista en religiones que razonan a partir de la literatura y los mitos.

El caso es que la mayoría de los modelos especulativos han sido androcéntricos y han aceptado el patriarcado como algo natural, mientras que los escasos modelos feministas han sido ahistóricos y por tanto, a mi modo de ver, insatisfactorios. El análisis correcto de nuestra situación y de cómo ha llegado a ser lo que es nos ayudará a crear una teoría autorizada. Debemos pensar en el género de la manera histórica y específica en que aparece en distintas y mutables sociedades. La antropóloga Michelle Rosaldo llegó a unas conclusiones parecidas, aunque partía de otro punto de vista.

Escribió lo siguiente: Ir en busca de los orígenes es, en última instancia, pensar que lo que hoy somos es algo que no tiene nada que ver con el producto de nuestra historia y nuestro mundo social actual, y, más concretamente, que nuestros sistemas de género son primordiales, transhistóricos y básicamente inmutables desde sus raíces. (3) Luego, nuestra investigación se convierte en la búsqueda de la historia del sistema patriarcal.

Dar historicidad al sistema de dominación masculino y afirmar que sus funciones y manifestaciones cambian con el paso del tiempo es romper de forma tajante con la tradición heredada. Esta tradición ha mistificado el patriarcado convirtiéndolo en ahistórico, eterno, invisible e inmutable. Pero es precisamente a causa de los cambios en las oportunidades sociales y educativas al alcance de las mujeres por lo que, durante los siglos XIX y XX, un gran número de ellas fueron al fin capaces de evaluar críticamente el proceso mediante el cual habíamos contribuido a crear ese sistema y mantenerlo. Ahora tan sólo somos capaces de conceptuar el papel de las mujeres en la historia y gracias a eso generar una conciencia que las pueda emancipar. Esta conciencia puede liberar también a los hombres de las consecuencias no queridas ni deseadas del sistema de dominación masculino.

Para enfocar esta investigación como historiadores, debemos abandonar las explicaciones unicausales. Debemos asumir que si, y cuando, los acontecimientos ocurren simultáneamente la relación entre ellos no necesariamente ha de ser causal. Debemos aceptar que cambios tan complejos como una alteración básica de las estructuras de parentesco ocurrió, lo más probable, a consecuencia de una multiplicidad de fuerzas interactuantes. Debemos verificar cualquier hipótesis que desarrollemos para un modelo de forma comparativa entre culturas. La posición de las mujeres en la sociedad debe verse siempre en comparación con la de los hombres de su mismo grupo social y su misma época.

Debemos verificar nuestro estudio no sólo con pruebas materiales sino también con las fuentes escritas. Aunque vayamos a buscar la existencia de «pautas» y similitudes, hay que estar abiertos a la posibilidad de que se puedan obtener resultados parecidos, procedentes de factores diversos, a consecuencia de procesos muy distintos. Sobre todo, debemos entender que la posición de las mujeres en la sociedad está sujeta a cambios con el tiempo, no sólo de forma sino también de contenido.

Por ejemplo, no se puede juzgar el papel social de la «concubina» a partir de los parámetros del siglo XX o incluso del XIX, cuando lo que vamos a estudiar es el primer milenio a.C. Es un ejemplo tan evidente que citarlo puede parecer innecesario y, sin embargo, errores de esta índole suelen producirse en la discusión del pasado de las mujeres. Concretamente, en muchas sociedades el género tiene una importancia simbólica, así como ideológica y legal, tan fuerte que no podemos realmente entenderla a menos que prestemos atención a todos los aspectos de su significado.

La construcción hipotética que voy a ofrecer pretende ser sólo una entre los muchos modelos posibles. Incluso dentro del limitado terreno geográfico del antiguo Próximo Oriente debieron de haber muchas formas distintas de darse la transición al patriarcado. Seguramente nunca sabremos qué fue lo que ocurrió, así que nos vemos restringidas a hacer conjeturas de lo que pudo ser. Estas proyecciones utópicas en el pasado tienen una importante función para quienes desean crear una teoría: saber lo que podría haber sido nos abre a nuevas interpretaciones. Nos permite especular sobre lo que podría ser posible en el futuro, libres de las restricciones de un marco conceptual cerrado y totalmente caduco.

Empecemos con el período transicional cuando los homínidos evolucionaron de los primates, hace unos tres millones de años, y examinemos la pareja básica, la madre y el niño. La primera característica que distingue a los humanos de los otros primates es la prolongada y desvalida infancia del niño humano. Es la consecuencia directa del bipedismo, pues a causa de la postura erecta se estrecharon la pelvis femenina y el canal del parto (vagina). Una consecuencia de esto fue que los bebés humanos nacían con un grado de inmadurez superior al de otros primates, pues tenían una cabeza relativamente más pequeña que les permitía pasar más fácilmente por el canal del parto.
Además, en contraste con los simios más evolucionados, las crías humanas nacen casi sin pelo y por tanto experimentan una mayor necesidad de calor. No pueden asirse a sus madres de forma regular, ya que no poseen los móviles dedos de los simios, así que las madres deben utilizar las manos o, más tarde, sustitutos mecánicos de las manos para acunarles. (4) El bipedismo y la postura erecta condujeron también a un mejor desarrollo de la mano, del pulgar oponible y a una mayor coordinación sensorial de las manos. Una consecuencia de ello es que el cerebro humano se desarrolla durante varios años en la infancia y el período de absoluta dependencia del niño, y por consiguiente puede verse modificado a través del aprendizaje y el intenso moldeado cultural de una manera radicalmente distinta al desarrollo de los animales.
La neurofisióloga Ruth Bleier utiliza estos hechos en un eficaz argumento contra cualquiera de las teorías que hablan de características humanas «innatas». (5) El paso del forrajeo a una recolección de alimentos cara a su posterior consumo, posiblemente por parte de más de un individuo, fue crucial para el avance de la evolución humana. Debió de propiciar la interacción humana, la invención y el desarrollo de recipientes, y el lento aumento evolutivo del tamaño del cerebro.
Nancy Tanner sugiere que las hembras que cuidaban de sus desvalidas crías tenían más incentivos para desarrollar estas habilidades, mientras que los machos habrían continuado, durante un largo período, forrajeando solos. Ella especula que fueron estas actividades las que condujeron por primera vez al uso de útiles a fin de abrir y separar los alimentos vegetales con los niños y para escarbar buscando raíces. En cualquier caso, la supervivencia del niño dependía de la calidad de las atenciones maternas. «Asimismo, la efectividad de una madre en la tarea de recolección redundaba en su propia nutrición y por tanto incrementaba su esperanza de vida y fertilidad.» (6)
Afirmamos, al igual que Tanner y Bleier, que en el lento avance desde los homínidos erectos a los humanos completamente evolucionados del período Neanderthal (100.000 a.C.), el papel de las mujeres fue crucial. En algún momento después de este período se desarrolló la caza a gran escala por grupos de hombres en África, Europa y norte de Asia; las primeras evidencias de la existencia de arcos y flechas datan tan sólo de hace 15.000 años. Puesto que la mayor parte de las explicaciones de la presencia de una división sexual del trabajo defienden la existencia de sociedades cazadoras y recolectoras, tenemos que examinar más a fondo estas sociedades en el paleolítico y en los primeros estadios del neolítico.
Del neolítico nos llegan restos de pinturas rupestres y estatuillas que sugieren una profunda veneración a la diosa-madre. Podemos entender por qué razón hombres y mujeres habrían escogido ésta como su primera forma de expresión religiosa si tenemos presente el vínculo psicológico existente entre madre e hijo. Debemos nuestros conocimientos de las complejidades y la importancia de ese lazo en gran parte a los estudios psicoanalíticos modernos. (7)

Tal y como Freud nos ha mostrado, la primera experiencia que tiene el niño en el mundo es que todo su entorno y su yo apenas están separados. El entorno, formado principalmente por la madre, que es su fuente de alimento, calor y placer, sólo de una forma gradual empezará a distanciarse del yo cuando el niño sonría o llore para obtener una gratificación a sus necesidades. Cuando no se satisfacen las necesidades del niño y experimenta la ansiedad y el dolor asociados al frío y al hambre, aprende a reconocer el poder abrumador de «ese otro externo», la madre.

Los estudios psicológicos modernos nos han dado detallados informes de la compleja interacción entre madre e hijo y de las maneras en que la respuesta física de su madre, su sonrisa, su voz, contribuyen a que el niño se forme un concepto del mundo y de sí mismo. Es dentro de esta interacción humanizante donde el niño comienza a obtener placer gracias a su capacidad para imponer sus deseos al entorno. El esfuerzo por ser autónomo y el reconocimiento de su propia identidad nacen de la lucha del niño contra la poderosa presencia materna.

Los informes psicoanalíticos en que están basados estas generalizaciones provienen del estudio de la maternidad en las sociedades occidentales modernas. Aun así, hacen hincapié en la crucial importancia que tiene la experiencia de absoluta dependencia del niño y del poder abrumador de la madre en la formación del carácter y la identidad del individuo.
En una época en que las leyes contra el infanticidio así como la posibilidad de disponer de biberones, habitaciones calientes y mantas proporcionan una protección social a los niños, independientemente de cuáles sean las inclinaciones de la madre, este «poder materno abrumador» parece más simbólico que real. Durante doscientos o más años, otros cuidadores, varones y mujeres, podían si hacía falta brindar cuidados maternales a un niño sin poner en peligro sus posibilidades de supervivencia.
La sociedad civilizada se ha interpuesto entre la madre y el niño y ha transformado la maternidad. Pero en las condiciones primitivas, antes de que surgieran las instituciones de la sociedad civilizada, el poder de la madre sobre el niño debió de ser impresionante. Tan sólo los brazos y los cuidados maternos protegían al niño del frío; tan sólo su leche le podía proporcionar el sustento necesario para sobrevivir. Su indiferencia o negligencia significaban la muerte segura. La madre, dadora de vida, tenía un poder real sobre la vida y la muerte.
No es de extrañar que hombres y mujeres, al ver este dramático y misterioso poder femenino, pasaran a venerar a las diosas-madre. (8) Lo que intento subrayar aquí es la situación de necesidad, que dio lugar a la primera división del trabajo por la cual las mujeres hacían de madres.
Durante milenios la supervivencia del grupo dependió de ello y no existía otra alternativa. Bajo las condiciones extremas y peligrosas en que vivían los primitivos humanos, cada mujer debía tener varios embarazos para que al menos dos niños de cada pareja llegaran a ser adultos. Resulta difícil conseguir datos precisos sobre la esperanza de vida en la prehistoria, pero las estimaciones realizadas a partir del estudio de los restos humanos sitúan la media de vida del paleolítico y el neolítico entre los treinta y los cuarenta años.
En el minucioso estudio sobre 222 esqueletos de individuos adultos de Catal Hüyük antes citado, Lawrence Angel llega a una expectativa media de vida de 34,3 años para los varones y de 29,8 años en las mujeres (se excluyen los que murieron en la infancia). (9) Las mujeres habrían tenido más embarazos que hijos vivos, como también se ha producido en la época histórica en las sociedades agrícolas. La infancia era más prolongada, pues las madres amamantaban sus hijos durante dos o tres años. Así pues, cabe suponer que era absolutamente esencial para la supervivencia del grupo que las mujeres núbiles dedicasen la mayor parte de su vida adulta a los embarazos, la maternidad y la crianza de los hijos. Cabría esperar que hombres y mujeres aceptaran esta necesidad y construirían creencias, costumbres y valores en sus culturas que mantuvieran estas prácticas tan necesarias.
A ello seguiría que las mujeres escogerían o preferirían aquellas actividades económicas que pudiesen combinar mejor con sus deberes maternales. Aunque es lógico pensar que algunas mujeres de cada tribu o banda tendrían las capacidades físicas para cazar, resultaría que muchas no querrían cazar grandes presas de forma regular porque cargaban físicamente con los niños: en el útero, la cadera o la espalda.

Además, aunque un niño colgado en la espalda no impediría a su madre participar en una cacería, un niño que llora sí que podría. Los ejemplos que citan los antropólogos de tribus cazadoras y recolectoras del mundo contemporáneo, en las que se llega a soluciones alternativas para encargarse del cuidado de los niños y en que las mujeres ocasionalmente toman parte en las cacerías, no contradicen el argumento anterior. (10) Meramente muestran lo que se puede hacer e intentar en una sociedad; no muestran cuál fue el modo históricamente predominante que las permitió sobrevivir.

Obviamente, dadas la precariedad y brevedad de la esperanza de vida que antes he citado para el período neolítico, las tribus que pusieran en peligro las vidas de sus mujeres núbiles en cacerías u obligándolas a participar en guerras, e incrementando así la posibilidad de que resultaran heridas, no tenderían a sobrevivir de la misma forma que las tribus en las que se empleara a estas mujeres en otras cosas.

Por tanto, la primera división sexual del trabajo, por la cual los hombres cazaban los animales grandes y las mujeres y niños practicaban la caza menor y recolectaban, parece provenir de las diferencias biológicas entre ambos sexos. (11) Estas diferencias biológicas no están causadas por la fuerza o resistencia de hombres y mujeres, sino únicamente por diferencias reproductivas, en concreto la capacidad femenina de amamantar a los niños. Después de haber dicho esto, quisiera recalcar que sólo acepto la «explicación biológica» en los primeros estadios de la evolución humana y ello no significa que una posterior división sexual del trabajo basada en el hecho de ser madre sea «natural».

Al contrario, voy a demostrar que la dominación masculina es un fenómeno histórico en tanto que surgió de una situación determinada por la biología y que, con el paso del tiempo, se convirtió en una estructura creada e impuesta por la cultura. Mi síntesis no pretende dar a entender que todas las sociedades primitivas están organizadas de este modo para impedir a las madres que intervengan en la actividad económica. Sabemos, gracias al estudio de las sociedades primitivas pasadas y actuales, que los grupos tienen formas diversas de estructurar la división del trabajo para el cuidado de los niños y, de esta manera, dejar tiempo a las madres para una gran variedad de actividades económicas.

Algunas madres se llevan consigo a sus hijos cuando cubren trayectos largos, en otros casos los niños mayores y los ancianos se encargan de vigilarlos. (12) Es obvio que el lazo entre la maternidad y la crianza para las mujeres viene determinado por la cultura y está sujeto a la manipulación social. Quiero insistir en que la primera división sexual del trabajo, por la cual las mujeres optaron por unas ocupaciones compatibles con sus actividades de madres y criadoras, fue funcional y por consiguiente aceptada a la par por hombres y mujeres.

La prolongada y desvalida niñez humana crea el fuerte lazo que hay entre madre e hijo. La evolución fortaleció esta relación socialmente necesaria durante los primeros estadios de desarrollo de la humanidad. Enfrentados a situaciones nuevas y cambios en el entorno, las tribus y grupos en que las mujeres no hacían bien de madres o que no protegían la salud y la vida de las mujeres núbiles, seguramente no pudieron sobrevivir. O, visto de otra forma, los grupos que aceptaron e institucionalizaron una división sexual del trabajo funcional tenían más posibilidades de sobrevivir.

Tan sólo podemos hacer conjeturas acerca de las personalidades y la forma en que se pueden ver a sí mismas las personas que vivan en condiciones como las que prevalecieron en el neolítico. La necesidad debió de refrenar a hombres igual que a mujeres. Hacía falta tener coraje para dejar la protección de una cueva o una cabaña y enfrentarse con unas armas primitivas a los animales, vagando lejos de casa y arriesgándose a un tropiezo con tribus vecinas potencialmente hostiles.
Hombres y mujeres debieron reunir el coraje necesario para defenderse y defender a los más jóvenes. A causa de su decidida tendencia cultural a centrarse en las actividades masculinas, los etnógrafos nos han dado muchísima información acerca de las consecuencias del desarrollo de la confianza en sí mismo y la suficiencia del hombre cazador. Basándose en evidencias etnográficas, Simone de Beauvoir ha especulado que fue de esta primera división del trabajo de la cual surgiría la desigualdad entre los sexos y la que ha destinado a la mujer a la «inmanencia» en un trabajo diario, rutinario, frente a las osadas proezas del hombre que le llevaban a la «trascendencia». La fabricación de herramientas, de las invenciones, el desarrollo de las armas, todo se ha descrito como producto de las actividades masculinas para subsistir. (13)
Pero el desarrollo psicológico de las mujeres ha recibido una atención menor y por lo general se ha descrito con términos más propios de un ama de casa contemporánea que de un miembro de una tribu de la Edad de Piedra. Elise Boulding, en su visión general del pasado de las mujeres, ha sintetizado los estudios antropológicos para presentar una interpretación considerablemente diferente. Boulding halla en las sociedades neolíticas un reparto igualitario del trabajo, en el que cada sexo desarrolló las habilidades adecuadas y el conocimiento esencial para la supervivencia del grupo. Ella nos explica que la recolección de alimentos exigía un profundo conocimiento de la ecología, las plantas, los árboles y las raíces, de sus propiedades alimentarias y medicinales.
Describe a la mujer primitiva como la guardiana del fuego doméstico, la inventora de los recipientes de arcilla y de los cestos, gracias a los cuales se podían guardar los excedentes alimentarios de la tribu en previsión de los tiempos de penuria. La describe como la que ha quitado los secretos a las plantas, los árboles y los frutos para transformar sus productos en sustancias curativas, en tintes, cáñamo, hilo y ropas. La mujer sabía cómo transformar las materias primas y los cadáveres de animales en productos alimentarios.
Sus habilidades han sido tan variadas como las de los hombres y seguramente igual de esenciales. Sus conocimientos eran quizá superiores o al menos iguales a los de él; es fácil imaginar que le debía de parecer más que suficiente. Formó parte tanto como él en el desarrollo de rituales y ritos, de la música, la danza y la poesía. Y aun así se debía saber responsable de dar vida y de criar los hijos. La mujer de la sociedad precivilizada debió de ser igual al hombre y sin ningún problema se podía sentir superior a él. (14)
La literatura psicoanalítica y, más recientemente, la reinterpretación feminista que hizo Nancy Chodorow nos brindan unas descripciones muy útiles del proceso a través del cual, partiendo del hecho que son las mujeres quienes cuidan los niños, se crea el género. Veamos si estas teorías tienen validez cuando se describe un proceso de desarrollo histórico. Chodorow argumenta que «la relación con la madre difiere de una forma sistemática en chicos y chicas ya desde las primeras etapas». (15)
Niños y niñas aprenden a esperar de las mujeres el amor infinito, sin reparos, de una madre, pero también asocian con ella sus temores de impotencia. A fin de encontrar su identidad los niños crecen apartados de la madre, se identifican con el padre, vuelven la espalda a la expresión de las emociones y dirigen la vista a la acción en el mundo. Puesto que son las mujeres las que cuidan los niños, Chodorow dice: Las chicas en edad de crecimiento se definen y se ven a sí mismas como continuación de las otras; su experiencia de sí mismas tiene unos límites del ego más flexibles y permeables.
Los chicos se definen como separados y distintos, tienen una mayor sensación de las fronteras rígidas del ego y de la diferenciación. El sentido femenino básico de la personalidad está conectado con el mundo, el sentido masculino básico de la individualidad está aparte. (16) A causa de la forma en que su individualidad se define por oposición a la de su madre que les educa, los chicos se preparan para su participación en la esfera pública. Las chicas, identificadas con la madre y conservando siempre su estrecha relación primaria con ella, a pesar de que transfieran sus intereses amorosos a los hombres, se preparan para una mayor participación en la «esfera de las relaciones». Chicos y chicas, definidos según el género, son preparados «para asumir los papeles de género adultos que sitúan principalmente a las mujeres en la esfera de reproducción en una sociedad sexualmente desigual». (17)
La sofisticada reinterpretación feminista de Chodorow de la explicación freudiana de la creación de personalidades acordes al género está basada en la sociedad occidental y en las relaciones de parentesco y familiares que se dan en ella. Dudo que se la pueda aplicar incluso a la gente de color que vive en esa misma sociedad, lo que debería precavernos ante las generalizaciones que se saquen de ella. Aun así, ello plantea un argumento de las bases psicológicas sobre las cuales se asientan las relaciones sociales y las instituciones. Tanto ella como otras autoras argumentan de forma convincente que debemos fijarnos en la «maternidad» en la sociedad patriarcal, su estructura y las relaciones que engendra, si queremos alterar las relaciones entre los sexos y acabar con la subordinación de las mujeres. (18)

Yo diría que el tipo de formación de la personalidad que Chodorow describe como resultado de que las mujeres cuiden a los niños en las sociedades industriales del presente no se dio en las primitivas sociedades del neolítico. Al contrario, las actividades de hacer de madres y educadoras, asociadas a su autosuficiencia en la recolección de alimento y su sentido de la competitividad en muchas y variadas técnicas esenciales para vivir, debieron de ser experimentadas por hombres y mujeres como una fuente de fortaleza y, probablemente, de poder mágico.

En algunas sociedades las mujeres guardaban celosamente sus «secretos» de grupo, su magia, sus conocimientos de las hierbas curativas. La antropóloga Lois Paul, en un trabajo sobre un poblado indio guatemalteco del siglo XX, dice que el misterio y reverencia que rodean a la menstruación contribuye a que las mujeres tengan «la sensación de estar incluidas en los poderes místicos del universo». Las mujeres manipulan el miedo de los hombres a que la sangre menstrual amenace su virilidad convirtiendo la menstruación en una arma simbólica. (19)

En la sociedad civilizada son las chicas las que tienen más dificultades para formarse una personalidad. Diría que en la sociedad primitiva este peso recaía sobre los chicos, cuyo miedo y temor ante la figura de la madre tenía que transformarse a través de la acción colectiva en una identificación con el colectivo masculino. Si las madres con sus niños pequeños se unían a otros grupos de madres y niños para la recolección y preparación de alimentos o si los hombres tomaban la iniciativa de llevarse a los chicos jóvenes en su grupo, pertenece al reino de las conjeturas.

Las evidencias procedentes de las sociedades primitivas que sobreviven en el presente prueban que hay muchas formas diferentes de estructurar la división sexual del trabajo en las instituciones sociales que unan a los jóvenes con los adultos: una preparación aparte, según el sexo, durante los ritos de iniciación; ser miembro de las logias del mismo sexo y la participación en rituales del mismo sexo son sólo algunos ejemplos. Inevitablemente, las bandas para cazar presas de mayor tamaño hubieran conducido a un vínculo masculino, que se habría reforzado con las guerras y la preparación necesaria para convertir a estos chicos en guerreros.

Así como las dotes maternales de las mujeres eran esenciales para asegurar la supervivencia de la tribu y por consiguiente debieron de ser muy apreciadas, también lo sería la habilidad en la caza y la guerra de los hombres. Se puede defender fácilmente que aquellas tribus que no preparaban hombres dotados para la guerra y la defensa acababan con el tiempo sucumbiendo ante las tribus que promovían dichas aptitudes entre sus hombres. Ya se han planteado otras veces estos argumentos evolucionistas, pero aquí estoy abogando también a favor de un argumento psicológico basado en el cambio de las condiciones históricas.

La formación del ego en el varón, que puede haberse producido en un contexto de miedo, temor y quizás aprensión ante la mujer, debe de haber conducido a los hombres a crear instituciones sociales que animaran sus egos, fortalecieran la confianza en sí mismos y respaldaran el sentido de su propia valía. Los teóricos han ofrecido gran variedad de hipótesis para explicar la aparición del guerrero y la propensión masculina a crear estructuras militaristas. Van desde explicaciones biológicas (los niveles más altos de testosterona y la mayor fuerza física de los hombres les hacen ser más agresivos) a psicológicas (los hombres compensan su incapacidad de tener hijos con el dominio sexual de las mujeres y la agresión a otros hombres).

Freud vio el origen de la agresividad masculina en la rivalidad edípica entre padre e hijo por el amor de la madre y afirmó que los hombres construyeron la civilización para compensar la frustración de los instintos sexuales en su primera infancia. Las feministas, comenzando por Simone de Beauvoir, han estado muy influidas por estas ideas, lo que posibilitó que se explicara el patriarcado como consecuencia de la biología o la psicología masculinas. De este modo, Susan Brownmiller cree que la capacidad que poseen los hombres de violar a las mujeres conduciría a su propensión a violarlas, y muestra cómo esto ha conducido al dominio masculino sobre las mujeres y a la supremacía masculina.

Elizabeth Fisher argumentaba ingeniosamente que la domesticación de los animales enseñó a los hombres cuál era su papel en la procreación y que la práctica de cruzar animales les dio la idea de violar a las mujeres. Ella defiende que la brutalidad y la violencia ligadas a la domesticación animal condujeron a los hombres a la dominación sexual y a una institucionalización de la agresión. Más recientemente, Mary O’Brien ha elaborado una minuciosa explicación del origen de la dominación masculina basada en la necesidad psicológica de los hombres dé compensar su incapacidad de tener hijos a través de la construcción dé instituciones dé dominación y, al igual qué Fisher, fecha este «descubrimiento» en el período del comienzo de la domesticación animal. (20)

Estas hipótesis, aunque nos lleven por caminos interesantes, adolecen dé una tendencia a buscar explicaciones unicausales, y aquéllas que basan su argumentación en los descubrimientos ligados a la ganadería son dé hecho erróneas. La cría de animales sé introdujo, al menos en el Próximo Oriente hacia él 8000 a.C. y tenemos indicios de sociedades relativamente igualitarias, como la dé Catal Hüyük, qué practicaban la ganadería unos 2.000 a 4.000 años después. Por tanto, no puede haber una relación causal.
Me parece mucho más probable que el desarrollo dé la guerra entre tribus durante períodos de escasez económica propiciara él ascenso al poder de hombres con éxitos militares. Como veremos más adelante, su mayor prestigio y reputación pudieron acrecentar su propensión a ejercer la autoridad sobre las mujeres y luego sobré los hombres de su misma tribu. Pero éstos factores solos no son suficientes para explicar los vastos cambios sociales ocurridos con él advenimiento del sedentarismo y la agricultura. Para entenderlos en toda su complejidad, nuestro modelo teórico ha de recurrir ahora a la práctica del intercambio dé mujeres. (21)
El «intercambio de mujeres», un fenómeno observado en numerosas sociedades tribales dé muchísimas áreas distintas del mundo, ha sido identificado por el antropólogo Lévi-Strauss como la causa principal dé la subordinación femenina. Puede adoptar formas distintas, como la de separar por la fuerza a la mujer dé su tribu (el rapto de la novia); la desfloración o violación ritual; o los matrimonios acordados. Va precedido siempre por tabúes relativos a la endogamia y del adoctrinamiento de las mujeres, ya desde su primera infancia, con vistas a que acepten sus obligaciones para con sus familiares y consientan a éstos matrimonios forzados.
Lévi Strauss dice: La relación global de intercambio que es el matrimonio no se establece entre un hombre y una mujer … sino entre dos grupos de hombres, y la mujer figura sólo como uno de los objetos de intercambio y no como una de las participantes … Esta afirmación sigue siendo igualmente válida incluso cuando se tienen en cuenta los sentimientos de la joven, como habitualmente suele pasar. Al aceptar la unión que se le propone, ella precipita o permite que tenga lugar el intercambio, pero no altera su naturaleza. (22) Lévi-Strauss dice qué con este proceso se «cosifica» a las mujeres; sé las deshumaniza y sé las trata más como a cosas que como a seres humanos.
Varias antropólogas feministas han aceptado esta postura y han trabajado en el tema. La matrilocalidad estructura dé tal modo él parentesco qué un hombre abandona su familia de origen para ir a residir con su esposa o la familia dé ella. La patrilocalidad estructura del tal modo él parentesco qué una mujer ha de abandonar a su familia dé origen y residir con su esposo o la familia dé él. Esta constatación ha llevado a la asunción dé qué él paso de matrilinealidad a patrilinealidad en las relaciones de parentesco debió de constituir un viraje decisivo dé las relaciones entre ambos sexos, y debe de coincidir con la subordinación dé las mujeres.
Pero, ¿cómo y por qué sé originó este tipo dé organización? Ya hemos discutido él argumento por el cual los hombres, recién llegados al poder gracias a sus cualidades marciales, coaccionaron a unas mujeres que estaban poco dispuestas a ello. Pero, ¿por qué se intercambiaron mujeres y no hombres? C. D. Darlington nos lo explica. Él cree que la exogamia es una innovación cultural, aceptada porque supone una ventaja evolutiva. Defiende el deseo instintivo entre los humanos dé mantener a la población en «la densidad óptima» dé un entorno. Las tribus lo consiguen gracias al control sexual, mediante rituales que estructuran a hombres y mujeres dentro de los papeles sexuales adecuados, y recurriendo al aborto, al infanticidio y la homosexualidad cuando sea necesario.

Según este razonamiento, de esencia evolucionista, el control de población obligaba a regular la sexualidad femenina. (23) Existen otras posibles explicaciones: suponiendo que se intercambiasen varones adultos entre las tribus, ¿qué podría asegurar su lealtad a la tribu a la que eran entregados? El lazo de los hombres con su descendencia no era por entonces lo suficientemente fuerte para asegurar su sumisión por bien a sus hijos. Los hombres podrían realizar actos violentos contra los miembros de la tribu ajena; gracias a su experiencia en la caza y en los viajes a gran distancia podrían escaparse fácilmente y regresar como guerreros en busca de venganza.

Por otro lado, sería más fácil coaccionar a las mujeres, seguramente violándolas. Una vez casadas o cuando ya fueran madres, permanecerían leales a sus hijos y a los parientes de sus hijos, creándose de esta manera un vínculo potencialmente fuerte con la tribu de afiliación. Esta fue de hecho la manera en que históricamente se originó la esclavitud, como veremos más adelante.

Una vez más la función biológica de la mujer hacía que se pudiera adaptar más fácilmente a su nuevo papel de peón, una creación cultural. También se podría defender que podría haberse usado como peones a los niños de uno y otro sexo en vez de las mujeres con el propósito de asegurar la paz entre tribus, como frecuentemente hicieran las elites dirigentes en los tiempos históricos. Posiblemente, la práctica del intercambio de mujeres empezó de ese modo. Se intercambiaban niños de uno y otro sexo y cuando llegaban a adultos contraían matrimonio en el seno de la nueva tribu.

Boulding, que insiste siempre en la «agencia» de mujeres, asume que eran ellas (en su función de guardianas del hogar) las que llevaban a cabo las negociaciones necesarias para concertar los matrimonios entre tribus. Las mujeres desarrollan flexibilidad y sofisticación cultural gracias a su papel de ser quienes vinculan tribus. Las mujeres, alejadas de su propia cultura, navegan entre dos culturas y aprenden las costumbres de ambas. El conocimiento que de ello sacan les puede permitir tener poder y ciertamente ser influyentes. (24)
Encuentro que las observaciones de Boulding son útiles para reconstruir el proceso gradual por el cual las mujeres pueden haber iniciado o participado en el establecimiento del intercambio de mujeres. En la literatura antropológica contamos con varios ejemplos de reinas que, en su posición de jefes de estado, adquieren varias «esposas» a las cuales conciertan matrimonios que puedan servirles para incrementar sus riquezas e influencia. (25) Si se intercambiaban chicos y chicas, haciendo de peones, y su descendencia quedaba incorporada a la tribu a la que se les había entregado, es obvio que la tribu que tuviera más chicas que chicos incrementaría más rápidamente su población que la tribu que aceptase a más chicos.
Mientras los niños de uno y otro sexo supusieran una amenaza para la supervivencia de la tribu o, como mucho, un estorbo, estas distinciones no se hubieran percibido o no habrían importado. Pero, si a causa de cambios en el entorno o en la economía de la tribu, los niños se convirtieron en una baza cara a un poder laboral en potencia, sería de esperar que el intercambio de niños de uno y otro sexo diera paso al intercambio de mujeres. Los factores que condujeron a este desarrollo están bien explicados, en mi opinión, por los antropólogos estructuralistas marxistas. El proceso que ahora estamos tratando tiene lugar en distintas épocas y áreas del mundo; sin embargo, muestra una regularidad en cuanto a causas y resultados finales.
Aproximadamente en el momento en que la caza y recolección o la horticultura dan paso a la agricultura, los sistemas de parentesco tienden a pasar de la matrilinealidad a la patrilinealidad, y surge la propiedad privada. Existe, como hemos visto, un desacuerdo respecto a la secuencia de los sucesos. Engels y quienes le siguen creen que la propiedad privada aparece primero, ocasionando «la histórica derrota del sexo femenino». Lévi-Strauss y Claude Meillassoux opinan que es el intercambio de mujeres el que origina finalmente la propiedad privada. Meillassoux ofrece una detallada descripción del estadio de transición.
En las sociedades cazadoras y recolectoras, hombres, mujeres y niños de uno y otro sexo participan en la producción y en el consumo de lo que producen. Las relaciones sociales entre ellos tienen carácter inestable, son desestructuradas e involuntarias. No hay necesidad alguna de estructuras de parentesco o de intercambios estructurados entre tribus. Este modelo conceptual (del que resulta algo difícil encontrar ejemplos en la actualidad) da paso a un modelo de transición, una etapa intermedia: la sociedad horticultora.

La cosecha, basada en tubérculos y tala, es inestable y está sujeta a las variaciones climáticas. La incapacidad de estos pueblos para conservar los cultivos durante algunos años les obliga a depender de la caza, la pesca y la recolección como alimentos suplementarios. Durante este período, en el que proliferan los sistemas matrilineales y matrilocales, la supervivencia del grupo exige un equilibrio demográfico entre hombres y mujeres.

Meillassoux argumenta que la vulnerabilidad biológica de las mujeres en el momento del parto indujo a las tribus a procurarse más mujeres de otros grupos, y que esta tendencia al hurto de mujeres condujo a constantes guerras entre las tribus. En el proceso surgió una cultura guerrera. Otra consecuencia de este robo de mujeres es que las cautivas eran protegidas por los hombres que las habían conquistado o por toda la tribu vencedora.

Durante este proceso se trataba a las mujeres como posesiones, cosas se las cosificaba, mientras que los hombres se convertían en los que cosificaban pues ellos conquistaban y protegían. Por primera vez se reconoce la capacidad reproductora de las mujeres como un recurso de la tribu. Luego, a medida que van surgiendo las elites dominantes, la adquiere en propiedad un grupo de parientes en particular.

Ello ocurre con el desarrollo de la agricultura. Las condiciones materiales de la agricultura cerealística exigen una cohesión de grupo y una continuidad temporal, lo que refuerza la estructura de la unidad doméstica. Para obtener una cosecha, los trabajadores de un ciclo productivo están en deuda con los trabajadores del ciclo productivo anterior por los alimentos y las semillas. Puesto que la cantidad de alimentos depende de la disponibilidad de trabajo, la producción se convierte en el principal interés. Ello tiene dos consecuencias: refuerza la influencia de los varones ancianos e incrementa el incentivo de las tribus a adquirir más mujeres.
En una sociedad completamente formada y basada en la agricultura de arada, las mujeres y los niños son indispensables en el proceso de producción, que es cíclico e intensivo. Los niños son ahora una baza económica. En esta etapa las tribus prefieren adquirir el potencial reproductivo de las mujeres y no a éstas. Los hombres no tienen hijos de una forma directa; por tanto, serán mujeres y no hombres lo que se intercambie.
Esta práctica queda institucionalizada en el tabú del incesto y las pautas de un matrimonio patrilocal. Los hombres ancianos, que dan continuidad a los conocimientos concernientes a la producción, mistifican ahora estos «secretos» y ejercen poder sobre los hombre jóvenes controlando los alimentos, el saber y las mujeres. Controlan el intercambio de mujeres, restringen su conducta sexual y adquieren la propiedad privada de ellas. Los jóvenes han de ofrecer servicios laborales a los ancianos a cambio del privilegio de poder acceder a las mujeres.
En estas circunstancias ellas pasan también a ser parte del botín de los guerreros, lo que alienta y refuerza el dominio de los hombres ancianos sobre la comunidad. Por último, «la histórica derrota femenina» es posible por medio de la abolición de la matrilinealidad y la matrilocalidad, resultando ventajosa a aquellas tribus que la logran. Hay que advertir que en el esquema de Meillassoux el control de la reproducción (la sexualidad femenina) precede a la adquisición de la propiedad privada.
De esta manera, Meillassoux pone en la picota a Engels, proeza que Marx realizó con Hegel. La obra de Meillassoux abre horizontes nuevos al debate en torno a los orígenes, aunque las críticas feministas objeten su modelo androcéntrico en el que las mujeres sólo figuran en el papel de víctimas pasivas. (26) También hemos de señalar que el modelo de Meillassoux aclara que lo que se cosifica no son las mujeres sino su capacidad reproductiva y, sin embargo, él y otros antropólogos estructuralistas continúan hablando de la cosificación de las mujeres.
La distinción es importante, y hablaremos de ella más adelante. Hay otras cuestiones que su teoría no responde. ¿Cómo adquirieron los ancianos el control sobre la agricultura? Si nuestras primeras especulaciones acerca de las relaciones sociales entre ambos sexos en las tribus cazadoras y recolectoras son correctas, y si el hecho comúnmente aceptado de que fueron las mujeres quienes desarrollaron la horticultura es exacto, entonces sería de esperar que fueran ellas quienes controlasen el producto de la labor agrícola. Pero aquí entran otros factores a los que hay que prestar atención.
No todas las sociedades atravesaron un estadio de horticultura. En muchas sociedades la ganadería y la cría de animales, solas o combinadas con las actividades de recolección, precedieron al desarrollo de la agricultura. La ganadería fue seguramente desarrollada por los hombres. Era una ocupación que llevaba a la acumulación de excedentes en ganado, carne o pieles. Sería de esperar que los acumulasen aquellos que los generaban. Es más, la agricultura de arada exigía inicialmente la fuerza masculina y, ciertamente, no era la ocupación que habrían escogido las mujeres embarazadas o las madres lactantes, excepto de forma auxiliar.

Así pues, la práctica económica de la agricultura reforzó el control masculino sobre los excedentes, que también podían adquirir mediante conquista durante las guerras entre tribus. Otro posible factor que habría contribuido al desarrollo de la propiedad privada en manos de los hombres pudo ser el reparto desigual del tiempo libre. Las actividades hortícolas son más productivas que la recolección y dejan más tiempo libre. Pero el reparto de ese tiempo de ocio es desigual: los hombres se benefician más que las mujeres por el simple hecho de que las actividades femeninas de preparar la comida y cuidar de los niños prosiguen igual.

Así es que, posiblemente, los hombres podían emplear este nuevo tiempo de ocio para desarrollar oficios nuevos, iniciar rituales que les dieran un mayor poder de influencia, y administrar los excedentes. No quisiera insinuar la existencia de un determinismo o una manipulación consciente; todo lo contrario. Las cosas fueron por unas vías y luego han tenido unas consecuencias que ni hombres ni mujeres esperaban. Ni tenían que ser conscientes de ello, igual que no lo fueron los hombres modernos que dieron nacimiento al mundo feliz de la industrialización con sus consecuencias de contaminación y sus efectos ecológicos.

En el momento en que pudo surgir una conciencia del proceso y de sus consecuencias era ya demasiado tarde para detenerlo, al menos para las mujeres. El antropólogo danés Peter Aaby señala que las evidencias de Meillassoux partían en gran parte del modelo europeo, que incluye la interacción de la actividad hortícola y la cría de ganado, y de ejemplos tomados de los indios de los llanos de Sudamérica. Aaby menciona casos, como el de las tribus cazadoras australianas, en los que existe un control sobre las mujeres en ausencia de actividad hortícola.

Luego cita el caso de los iroqueses, una sociedad en la que las mujeres no fueron cosificadas ni dominadas, como ejemplo de horticultores que no acaban en dominio masculino. Sostiene que en condiciones ecológicamente favorables sería posible mantener un equilibrio demográfico dentro de una tribu sin tener que recurrir a la importación de mujeres. No sólo las relaciones de producción sino también «la ecología y la reproducción socialbiológica son factores determinantes o decisivos». (27)

De todas formas, y puesto que todas las sociedades agrícolas han cosificado la capacidad reproductiva de las mujeres y no la de los hombres, se llega a la conclusión de que estos sistemas tienen una ventaja en lo que respecta a la expansión y apropiación de excedentes por encima de aquellos basados en una complementariedad entre sexos. En estos últimos no se dispone de medios para forzar a los productores a incrementar la producción.

Las herramientas neolíticas eran relativamente sencillas, así que cualquiera podía fabricarlas. La tierra no era un recurso escaso. Por tanto, ni herramientas ni tierra ofrecían oportunidad alguna para que alguien se apropiase de ellas. Pero ante una situación en la que las condiciones ecológicas y las irregularidades en la producción biológica amenazasen la supervivencia del grupo, las personas buscarían más reproductores, o sea, más mujeres. La apropiación de hombres en calidad de cautivos (que se da sólo en una etapa posterior) simplemente no cubriría las necesidades para la supervivencia del grupo.
De esta manera, la primera apropiación de propiedad privada consiste en la apropiación del trabajo reproductor de las mujeres. (28) Aaby concluye diciendo: La conexión entre la cosificación de las mujeres por un lado y el estado y la propiedad privada por otro es exactamente la contraria a la que proponen Engels y sus seguidores. Sin la cosificación de las mujeres como una característica socioestructural dada históricamente, el origen de la propiedad privada y el estado seguiría siendo inexplicable. (29)
Si seguimos el argumento de Aaby, que encuentro muy persuasivo, debemos concluir que en el curso de la revolución agrícola la explotación del trabajo humano y la explotación sexual de las mujeres quedaron inextricablemente ligadas. La historia de la civilización es la historia de los hombres y las mujeres que hacen frente a las necesidades, desde su desvalida dependencia de la naturaleza, hacia la libertad y el dominio parcial sobre aquélla.
En esta lucha las mujeres se encontraban más afectadas por las actividades esenciales de la especie que los hombres y eran, por tanto, más vulnerables a quedar en una disposición desventajosa. Mi argumento distingue claramente entre la necesidad biológica, a la cual hombres y mujeres se sometían y adaptaban, y las costumbres e instituciones de origen cultural, que forzaron a las mujeres a desempeñar papeles subordinados.
He intentado mostrar cómo pudo suceder que las mujeres aceptaran una división sexual del trabajo, que al final las colocaría en desventaja, sin ser capaces de prever sus ulteriores consecuencias. La afirmación de Freud, a la que he aludido ya en otro contexto, de que para las mujeres «la anatomía es el destino» es errónea porque es ahistórica y busca el pasado en el presente sin hacer concesión alguna a los cambios temporales. Peor, esta afirmación ha sido tratada como una receta para el presente y el futuro: no sólo la anatomía es el destino para las mujeres, sino que debería serlo. Lo que Freud habría tenido que decir es que para las mujeres la anatomía fue una vez su destino. Esta afirmación es correcta e histórica. Lo que fue en su día ya no lo es y no tiene porque serlo nunca más.
Con Meillassoux y Aaby nos hemos trasladado del reino de la especulación pura a la consideración de evidencias fundamentadas en los datos antropológicos de sociedades primitivas en época histórica.
Hemos tenido en cuenta evidencias materiales tales como la ecología, el clima y los factores demográficos, y hemos insistido en la compleja interacción entre diversos factores que pudieron afectar los avances que estamos intentando comprender. No hay manera de que podamos aportar pruebas consistentes para referirnos a estas transiciones en la prehistoria que no sea a través de las inferencias y las comparaciones con lo que ya conocemos. Como luego veremos, se puede verificar en varios puntos la hipótesis explicativa que hemos propuesto con evidencias históricas.
Hay unos pocos hechos acerca de los cuales podemos estar seguros con los datos arqueológicos. En algún momento durante la revolución agrícola, unas sociedades relativamente igualitarias, con una división sexual del trabajo basada en las necesidades biológicas, dieron paso a unas sociedades muchísimo más estructuradas en las que tanto la propiedad privada como el intercambio de mujeres basado en el tabú del incesto y la exogamia eran comunes.
Las primeras sociedades fueron a menudo matrilineales y matrilocales, mientras que las últimas sociedades sobrevivientes eran predominantemente patrilineales y patrilocales. No existen en ningún lugar pruebas de un proceso contrario, que pase de la patrilinealidad a la matrilinealidad. Las sociedades más complejas presentaban una división del trabajo que ya no sólo se basaba en las diferencias biológicas, sino también en las jerárquicas y en el poder de algunos hombres sobre otros hombres y todas las mujeres.
Varios especialistas han concluido que el cambio descrito aquí coincide con la formación de los estados arcaicos. (30) Es entonces en este período donde hay que acabar con las especulaciones teóricas y empezar la investigación histórica
1. Los conceptos que tengo sobre este punto están basados en la perspectiva que por primera vez formuló Mary Beard en Woman as Force in History, Nueva York, 1946. He trabajado este tema en toda mi obra histórica. Véase en especial Gerda Lerner, The Majority Finds Its Place: Placing Women in History, Nueva York, 1979, caps. 10-12.
2. Véase Paula Webster, «Matriarchy: A Vision of Power», en Rayna Reiter, Toward an Anthropology of Women, Nueva York, 1975, pp. 141-156, sobre una discusión completa de la necesidad que tienen las mujeres contemporáneas de contar con la idea de la existencia de un matriarcado en el pasado.
3. Michelle Rosaldo, «The Use and Abuse of Anthropology: Reflections on Feminism and Cross Cultural Understanding», SIGNS, vol. 5, n.° 3 (primavera de 1980), p. 393. Rosaldo trabaja estas perspectivas en un artículo inédito, «Moral/Analytical Dilemmas Posed by the Intersection of Feminism and Social Science», preparado para las Conferencias sobre el Problema de la Moralidad en Ciencias Sociales, celebradas en Berkeley en marzo de 1980. La siguiente declaración me parece particularmente ajustada: «Al poner en cuestión la visión de que somos las víctimas de unas normas sociales crueles o el producto inconsciente de un mundo natural que (por desgracia) nos minusvalora, las feministas hemos subrayado la necesidad que tenemos de teorías que presten atención a la forma en que los actores modelan sus mundos; a las interacciones a las que se confiere importancia y a las formas culturales y simbólicas en función de las cuales se organizan las expectativas, los deseos se articulan, se confieren premios y se da un sentido al resultado final» (p. 18).
4. Véase Nancy Makepeace Tanner, On Becoming Human, Cambridge, Ingla terra, 1981, pp. 157-158. Asimismo véase Nancy Tanner y Adrienne Zihlman, «Women in Evolution, Part 1: Innovation and Selection in Human Origins», SIGNS, vol. 1, n.° 3 (primavera de 1976), pp. 585-608.
5. Ruth Bleier, Science and Gender: A Critique of Biology and Its Theories on Women, Nueva York, 1984, cap. 3, en especial las páginas 55 y 64-68. El mismo punto es tratado por Clifford Geertz, «The Impact of the Concept of Culture on the Concept of Man», en The Interpretation of Cultures, Nueva York, 1973, pp. 33-54.
6. Ibid., pp. 144-145; cita de la p. 145.
7. Véase la nota 11 del capítulo 1. También: Karen Horney, Feminine Psychology, Nueva York, 1967; Clara Thompson, On Women, Nueva York, 1964; Harry Stack Sullivan, The Interpersonal Theory of Psychiatry, Nueva York, 1953, caps. 4-12.
8. A la inversa, uno de los primeros poderes que los hombres institucionalizaron en el patriarcado fue el poder del cabeza de familia a decidir qué recién nacido había de vivir y cuál tenía que morir. Debió de percibirse como una victoria de las leyes sobre la naturaleza, pues iba en contra de ésta y de toda experiencia humana previa.
9. La información que se tiene de las poblaciones prehistóricas no es muy fiable y tan sólo se puede expresar en términos muy aproximativos. Cipolla piensa que «las evidencias indirectas secundan la idea de que las poblaciones prehistóricas tenían una mortalidad muy alta. Puesto que la especie ha sobrevivido, hemos de admitir también que el hombre primitivo tenía una fertilidad muy elevada. Un estudio realizado a partir de 187 restos fósiles de neandertales revela que la tercera parte murió antes de llegar a los 20 años. Un análisis de 22 restos fósiles de la población asiática de Sinanthropus revela que quince de ellos murieron antes de cumplir 14 años, tres antes de los 29 y otros tres entre los 40 y los 50 años». Carlo M. Cipolla, The Economic History of World Population, Nueva York, 1962, pp. 85-86. Lawrence Angel, «Neolithic Skeletons from Catal Hüyük», Anatolian Studies, vol. 21 (1971), pp. 77-98; cita de la p. 80. En las sociedades cazadoras y recolectoras actuales nos encontramos con tasas de mortalidad infantil muy elevadas, del orden del 60 por 100 en el primer año de vida. Véase F. Rose, «Australian Marriage, Land Owning Groups and Institutions», en R. B. Lee e Irven DeVore, eds., Man, the Hunter, Chicago, 1968, p. 203. 10. Cf. Karen Sacks, Sisters and Wives: The Past and Future of Sexual Equality, Urbana, 1982, cap. 2. Existe, además, la posibilidad de que la menstruación sea un obstáculo para la mujer cuando caza, no sólo porque la incapacite físicamente sino también por los efectos que tiene sobre los animales el olor a sangre. Esta posibilidad se me ocurrió en un reciente viaje a Alaska. En los folletos para campistas y excursionistas del Servicio Nacional de Parques, se aconseja a las mujeres que tengan la menstruación que se mantengan apartadas de las áreas con animales salvajes, porque el olor a sangre atrae a los osos pardos. 11. El antropólogo Marvin Harris defiende en cambio que «la caza no es una actividad ininterrumpida y nada impide a las mujeres que están amamantando dejar a sus hijos al cuidado de otra persona durante unas cuantas horas una o dos veces a la semana». Harris sostiene que la especialización en la caza por el hombre surgió de su formación guerrera y que en las actividades guerreras de los hombres hay que buscar la causa de la supremacía masculina y el sexismo. Marvin Harris, «Why Men Dominate Women», Columbia (verano de 1978), pp. 9-13, 39. Es bastante improbable y no tenemos evidencias que prueben que la guerra organizada precedió a la caza mayor, pero en todo caso creo que las mujeres no habrían optado por las actividades cinegéticas ni militares por las razones que ya he dado. Para una reinterpretación feminista de los mismos materiales que no hace concesiones al «determinismo biológico», véase Bleier, Science and Gender, caps. 5 y 6. 12. Cf. Kay Martin y Barbara Voorhies, Female of the Species, Nueva York, 1975, pp. 77-83; Sacks, Sisters and Wives, pp. 67-84; Ernestine Friedl, Women and Men: An Anthropologist’s View, Nueva York, 1975, pp. 8, 60-61. 13. Simone de Beauvoir, The Second Sex, Nueva York, 1953; reimpresión de la edición de 1974. 14. Aunque no existen pruebas fiables de estas afirmaciones acerca de la originalidad de las contribuciones de las mujeres, tampoco las hay de las capacidades inventivas de los hombres. Ambas se basan en conjeturas. Para nuestros propósitos, es importante que nos permitamos a nosotras mismas la libertad de especular sobre las igualdad de las contribuciones de las mujeres. El único problema que entraña este ejercicio es que queramos llevar nuestras conjeturas, porque parezcan lógicas y convincentes, a la categoría de prueba. Esto es lo que han hecho los hombres; no se debe caer en el mismo error. Elise Boulding, The Underside History: A View of Women Through Time, Boulder, Colorado, 1976, caps. 3 y 4. Véase también Gordon V. Childe, Man Makes Himself, Nueva York, 1951, pp. 76-80. Para una síntesis bastante similar basada en los recientes trabajos antropológicos, véase Tanner y Zilhman, y Sacks, citados en las notas 4 y 10. 15. Nancy Chodorow, The Reproduction of Mothering: Psychoanalysis and the Sociology of Gender, Berkeley, 1978, p. 91. 16. Ibid., p. 169. Sobre un análisis similar fundamentado en otras evidencias, véase Carol Gilligan, In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s Development, Cambridge, Massachusetts, 1982. 17. Chodorow, The Reproduction of Mothering, pp. 170, 173. 18. Adrienne Rich, cuando analiza «la institución de la maternidad bajo el patriarcado» y «la heterosexualidad obligada», y Dorothy Dinnerstein, en su interpretación del pensamiento de Freud, llegan a las mismas conclusiones. Véanse Adrienne Rich, Of Women Born: Motherhood as Experience and Institution, Nueva York, 1976; Adrienne Rich, «Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence», SIGNS, vol. 5. n.° 4 (verano de 1980), pp. 631-660; Dorothy Dinnerstein, The Mermaid and the Minotaur: Sexual Arrangements and Human Malaise, Nueva York, 1977. M. Rosaldo critica en «Dilemmas» (véase la nota 3, más arriba) estas teorías psicológicas porque descuidan o ignoran el contexto social en el que tiene lugar la paternidad. Aunque admiro el trabajo de Chodorow y de Rich, estoy de acuerdo con esta crítica y he de añadir que en ambos casos se intenta presentar como una generalización universal cuando sólo es aplicable a las personas de clase media de una nación industrializada. 19. Lois Paul, «The Mastery of Work and the Mystery of Sex in a Guatemalan Village», en M. Z. Rosaldo y Louise Lamphere, Woman Culture and Society, Stanford, 1974, pp. 297-299. 20. Cf. Sigmund Freud, Civilization and Its Discontent, Nueva York, 1962; Susan Brownmiller, Against Our Will: Men, Women and Rape, Nueva York, 1975; Elizabeth Fisher, Woman’s Creation, Sexual Evolution and the Shaping of Society, Garden City, Nueva York, 1979, pp. 190, 195. 21. Mis ideas sobre el tema del surgimiento y las consecuencias de la guerra están influenciadas por Marvin Harris, «Why Men Dominate Women», y por el estimulante intercambio de cartas y el diálogo con Virginia Brodine. 22. Claude Lévi-Strauss, The Elementary Structures of Kinship, Boston, 1969, p. 115. Para una ilustración contemporánea del funcionamiento de este proceso y de cómo realmente la joven «no altera su naturaleza», véase Nancy Lurie, ed., Mountain Wolf Woman, Sisters of Crashing Thunder, Ann Arbor, 1966, pp. 29-30. 23. C. D. Darlington, The Evolution of Man and Society, Nueva York, 1969, p. 59. 24. Boulding, Underside, cap. 6. 25. Véase, por ejemplo, el caso de los lovedu, en Sacks, Sisters and Wives, cap. 5. 26. Cf. Maxine Molyneux, «Androcentrism in Marxist Anthropology», Critique of Anthropology, vol. 3, n.°° 9-10 (invierno de 1977), pp. 55-81. 27. Peter Aaby. «Engels and Women», Critique of Anthropology, vol. 3, n.°’ 9-10 (invierno de 1977), pp. 39-43.
28. Ibid., p. 44. La explicación de Aaby tiene en cuenta el caso, inexplicable en la tesis de Meillassoux, de sociedades que evolucionan en línea directa desde una división sexual del trabajo relativamente igualitaria a la dominación patriarcal mediante difundidas actividades guerreras. Véase, por ejemplo, el desarrollo de la sociedad azteca que describe June Nash en «The Aztecs and the Ideology of Male Dominance», SIGNS, vol. 4, n.° 2 (invierno de 1978), pp. 349-362. Respecto a la sociedad inca, véase frene Silverblatt, «Andean Women in the Inca Empire», Feminist Studies, vol. 4, n.° 3 (octubre de 1978), pp. 37-61. 29. Aaby, «Engels and Women», p. 47. Hay que señalar que la argumentación de Aaby secunda la tesis evolucionista de Darlington. Véase la p. 47. 30. Rayna Rapp Reiter, «The Search for Origins: Unraveling the Threads of Gender Hierarchy», Critique of Anthropology, vol. 3, n.°’ 9-10 (invierno de 1977), pp. 5-24; Robert McC. Adams, The Evolution of Urban Society, Chicago, 1966; Robert Carneiro, «A Theory of the Origin of the State», Science, vol. 19, n.° 3.947 (agosto de 1970), pp. 733-738

Eligen a Guillermo Campos como Jefe de Departamento de Filosofía de UES

Eligen a Guillermo Campos como Jefe de Departamento de Filosofía de UES

CIUDAD UNIVERSITARIA, San Salvador, 18 de diciembre de 2015 (SIEP) “Es una responsabilidad que asumo consciente de su significado político en este momento histórico que vive nuestro país y nuestra universidad…” expresó el Maestro Guillermo Campos, al ser electo para conducir el Departamento de Filosofía de la Universidad de El Salvador, UES.

El Maestro Guillermo Campos, conocido por su compromiso con las ideas del marxismo y la transformación de la sociedad salvadoreña, ha sido por más de veinte años docente de filosofía así como ha participado en diversos esfuerzos por la democratización y reforma de la Universidad de El Salvador.

Es la segunda oportunidad que preside el departamento de Filosofía, y durante su gestión anterior fue creada la Maestría para la Educación en Derechos Humanos y Educación para la Paz y como desafío se propone en esta vez impulsar la creación de la Maestría en Filosofía Política.

El Maestro Campos acompañó en el 2012 la campaña del FMLN para la Alcaldía de San Salvador, que llevaba como candidato a Jorge Schafik Handal, y recientemente a publicado su último libro de poemas, bajo el título En torno…a ti.

Los orígenes (La creación del patriarcado)

1. LOS ORÍGENES

Ante nosotros se extienden en confusa amalgama los pedazos de restos materiales: útiles, tumbas, fragmentos de cerámica, los restos de casas y santuarios, artefactos de origen dudoso sobre las paredes de las cuevas, restos humanos; todos ellos con su historia. Los unimos ayudados por mitos y conjeturas; los comparamos con lo que sabemos de los pueblos «primitivos» que sobreviven en la actualidad; utilizamos la ciencia, la filosofía o la religión para elaborar un modelo de ese lejano pasado previo al inicio de la civilización.

El enfoque que usamos en la interpretación nuestro esquema conceptual determina el resultado final. Este esquema no se halla libre de juicios de valor. Hacemos al pasado las preguntas que queremos ver respondidas en el presente. Durante largos períodos de la época histórica el marco conceptual que conformaba nuestras preguntas era aceptado como un hecho reconocido, indiscutible e incuestionable.

Mientras la concepción teleológica cristiana dominó el pensamiento histórico se consideró a la historia precristiana meramente un estadio previo a la
verdadera historia, que comenzó con el nacimiento de Cristo y acabaría
con el segundo advenimiento.

Cuando la teoría darviniana dominó el pensamiento histórico, se vio la prehistoria como un estadio de «barbarie» dentro de un proceso evolutivo de la humanidad que iba de lo más simple a lo más complejo. Lo que triunfaba y sobrevivía era considerado, por el mero hecho de su supervivencia, superior a lo que se esfumaba y que, por consiguiente, había «fallado».

Mientras los presupuestos androcéntricos dominaron nuestras interpretaciones, encontrábamos en el pasado la ordenación según sexos/géneros prevaleciente en el presente. Dábamos por sentada la existencia de un dominio masculino y cualquier evidencia en contra aparecía como una mera excepción a la norma o una alternativa fallida.

Los tradicionalistas, tanto los que trabajan dentro de un ámbito religioso
como «científico», han considerado la subordinación de las mujeres un
hecho universal, de origen divino, o natural y, por tanto, inmutable. Así
que no hay que cuestionárselo. Lo que ha sobrevivido lo ha logrado porque era lo mejor; lo que sigue debería continuar siendo igual.

Aquellos que critican las asunciones androcéntricas y los que reconocen la necesidad de un cambio social en el presente han puesto en duda el concepto de universalidad de la subordinación femenina. Estiman que si el sistema de dominación patriarcal tuvo un origen en la historia, podría abolirse si se alteran las condiciones históricas. Por consiguiente, la cuestión sobre la universalidad de la subordinación femenina ha sido, durante más de 150 años, el núcleo del debate entre tradicionalistas y pensadoras feministas.

Para quienes critican las explicaciones patriarcales, la siguiente pregunta
por orden de importancia es: si la subordinación femenina no era universal
entonces, ¿existió alguna vez un modelo alternativo de sociedad? Esta
pregunta se ha convertido con frecuencia en la búsqueda de una sociedad
matriarcal en el pasado. Ya que muchas de las evidencias de esta búsqueda
proceden de los mitos, la religión y los símbolos, casi no se ha prestado
atención a los testimonios históricos.

La cuestión más importante y significativa para el historiador es esta:
cómo, cuándo y por qué se produjo la subordinación de las mujeres.
Por consiguiente, antes de que podamos emprender una discusión
acerca de la evolución histórica del patriarcado, hemos de revisar las
principales posturas en el debate en torno a estas tres cuestiones.

La respuesta tradicional a la primera cuestión es, por supuesto, que la
dominación masculina es un fenómeno universal y natural. Se podría
presentar la argumentación en términos religiosos: la mujer está
subordinada al hombre porque así la creó Dios. (1) Los tradicionalistas
aceptan el fenómeno de la «asimetría sexual», la atribución de tareas y
papeles diferentes a hombres y mujeres, observada en cualquier sociedad
humana conocida, como prueba de su postura y señal de que es «natural».
(2)

Puesto que a la mujer se le asignó por designio divino una función biológica diferente a la del hombre, dicen, también se le deben adjudicar cometidos sociales distintos. Si Dios o la naturaleza crearon las diferencias de sexo, que a su vez determinaron la división sexual del trabajo, no hay que culpar a nadie por la desigualdad sexual y el dominio masculino.

La explicación tradicional se centra en la capacidad reproductiva de las
mujeres y ve en la maternidad el principal objetivo en la vida de la
mujer, de ahí se deduce que se cataloguen de desviaciones a aquellas
mujeres que no son madres. La función maternal de las mujeres se
entiende como una necesidad para la especie, ya que las sociedades no
hubieran sobrevivido hasta la actualidad a menos que la mayoría de las
mujeres no hubieran dedicado la mayor parte de su vida adulta a tener y
cuidar hijos.

Por lo tanto, se considera que la división sexual del trabajo fundamentada en las diferencias biológicas es funcional y justa. Una explicación corolaria de la asimetría sexual es la que sitúa las causas de la subordinación femenina en factores biológicos que atañen a los hombres. La mayor fuerza física de éstos, su capacidad para correr más rápido y cargar mayor peso, junto con su mayor agresividad, les capacitan para ser cazadores.

Por tanto, se convierten en los que suministran los alimentos a la tribu, y se les valora y honra más que a las mujeres. Las habilidades derivadas de las actividades cinegéticas les dotan a su vez para ser guerreros. El hombre cazador, superior en fuerza, con aptitudes, junto con la experiencia nacida del uso de útiles y armas, protege y defiende «naturalmente» a la mujer, más vulnerable y cuya dotación biológica la destina a la maternidad y a la crianza de los hijos. (3)

Por último, esta interpretación determinista biológica se aplica desde la Edad de Piedra hasta el presente gracias a la aseveración de que la división
sexual del trabajo basada en la «superioridad» natural del hombre es un
hecho y, por consiguiente, tan válido hoy como lo fuera en los primitivos
comienzos de la sociedad humana.

Esta teoría, en sus diferentes formas, es con mucho la versión más popular en la actualidad del argumento tradicional y ha tenido un fuerte efecto explicativo y de refuerzo sobre las ideas contemporáneas de la supremacía masculina. Probablemente se deba a sus adornos «científicos», basados en una selección de los datos etnográficos y en el hecho de que parece explicar el dominio masculino de tal manera que exime a todos los hombres contemporáneos de cualquier responsabilidad por ello.

Con qué profundidad esta explicación ha afectado incluso a las teóricas feministas queda patente en su aceptación parcial por parte de Simone de Beauvoir, quien da por seguro que la «trascendencia» del hombre deriva de la caza y la guerra y del uso de las herramientas necesarias para estas actividades. (4)

Lejos de las dudosas afirmaciones biológicas sobre la superioridad física
masculina, la interpretación del hombre cazador ha sido rebatida gracias a las evidencias antropológicas de las sociedades cazadoras y recolectoras. En la mayoría de ellas, la caza de animales grandes es una actividad auxiliar, mientras que las principales aportaciones de alimento provienen de las actividades de recolección y caza menor, que llevan a cabo mujeres y niños. (5)

Además, como veremos más adelante, es precisamente en las sociedades cazadoras y recolectoras donde encontramos bastantes ejemplos de complementariedad entre sexos, y en las que las mujeres ostentan un estatus relativamente alto, en oposición directa a lo que se afirma desde la escuela de pensamiento del hombre cazador.

Las antropólogas feministas han puesto recientemente en duda muchas
de las antiguas generalizaciones, que sostenían que la dominación masculina
era virtualmente universal en todas las sociedades conocidas, por ser
asunciones patriarcales de parte de los etnógrafos e investigadores de esas
culturas. Cuando las antropólogas feministas han revisado los datos o han
hecho su propio trabajo de campo se han encontrado con que la
dominación masculina no es ni mucho menos universal.

Han hallado sociedades en las que la asimetría sexual no comporta connotaciones de dominio o subordinación. Es más, las tareas realizadas por ambos sexos resultan indispensables para la supervivencia del grupo, y en muchos aspectos se considera que ambos tienen el mismo estatus. En estas sociedades se cree que los sexos son «complementarios»; tienen papeles
y estatus diferentes, pero son iguales. (6)

Otra manera de refutar las teorías del hombre cazador ha sido la de
mostrar las contribuciones fundamentales, culturalmente innovadoras, de
las mujeres a la creación de la civilización con sus inventos de la cestería y la cerámica y sus conocimientos y el desarrollo de la horticultura. (7) Elise
Boulding, en concreto, ha demostrado que el mito del hombre cazador y su
perpetuación son creaciones socioculturales al servicio del mantenimiento
de la supremacía y hegemonía masculinas. (8)

La defensa tradicional de la supremacía masculina basada en el razonamiento determinista biológico ha cambiado con el tiempo y ha demostrado ser extremadamente adaptable y flexible. Cuando en el siglo XIX empezó a perder fuerza el argumento religioso, la explicación tradicional de la inferioridad de la mujer se hizo «científica». Las teorías darvinianas reforzaron la creencia de que la supervivencia de la especie era más importante que el logro personal. De la misma manera que el Evangelio
Social utilizó la idea darviniana de supervivencia del más apto para justificar
la distribución desigual de riquezas y privilegios en la sociedad norteamericana, los defensores científicos del patriarcado justificaban que
se definiera a las mujeres por su rol maternal y que se las excluyera de las
oportunidades económicas y educativas porque estaban al servicio de la
causa más noble de la supervivencia de la especie.

A causa de su constitución biológica y su función maternal se pensaba que las mujeres no eran aptas para una educación superior y otras actividades profesionales. Se consideraba la menstruación y la menopausia, incluso el embarazo, estados que debilitaban, enfermaban, o eran anormales, que imposibilitaban a las mujeres y las hacían verdaderamente inferiores. (9)

Asimismo, la psicología moderna observó las diferencias de sexo existentes
desde la asunción previa y no verificada de que eran naturales, y construyó
la imagen de una hembra psicológica que se encontraba biológicamente
tan determinada como lo estuvieron sus antepasadas. Al observar desde una perspectiva ahistórica los papeles sexuales, los psicólogos tuvieron que hacer conclusiones partiendo de datos clínicos observados, en los que se reforzaban los papeles por géneros predominantes. (10)

Las teorías de Sigmund Freud alentaron también la explicación
tradicional. Para Freud, el humano corriente era un varón; la mujer era,
según su definición, un ser humano anormal que no tenía pene y cuya
estructura psicológica supuestamente se centraba en la lucha por
compensar dicha deficiencia.

Aunque muchos aspectos de la teoría freudiana serían de gran utilidad en la construcción de la teoría feminista, fue el dictamen de Freud de que para la mujer «la anatomía es el destino» lo que dio nuevo vigor y fuerzas al argumento supremacista masculino. (11)

Las aplicaciones a menudo vulgarizadas de la teoría freudiana en la
educación infantil y en obras de divulgación dieron un renovado prestigio al
viejo argumento de que el principal papel de la mujer es tener y cuidar
hijos. La doctrina popularizada de Freud se convirtió en texto obligado de
educadores, asistentes sociales y de la audiencia de los medios de
comunicación. (12)

Recientemente, la sociobiología de E. O. Wilson ha ofrecido la visión
tradicional del género bajo una argumentación en la que se aplican las ideas
darvinianas de la selección natural a la conducta humana. Wilson y sus
seguidores argumentan que las conductas humanas que son «adaptativas»
para la supervivencia del grupo quedan codificadas en los genes, e incluyen en
estas conductas cualidades tan complejas como el altruismo, la lealtad o la
conducta maternal. No sólo dicen que los grupos que practiquen una
división sexual del trabajo en la que las mujeres hagan de niñeras y
educadoras de los niños tendrán una ventaja evolutiva, sino que defienden
que este comportamiento pasa de alguna manera a formar parte de nuestro código genético, de modo que las propensiones psicológicas y físicas
necesarias para esta organización social se desarrollan selectivamente y se
seleccionan genéticamente.

El papel de madre no es tan sólo un papel asignado por la sociedad, es también el que se ajusta a las necesidades físicas y psicológicas de las mujeres. Aquí, nuevamente, el determinismo biológico se convierte en una obligación, en realidad una defensa política del statu quo en lenguaje científico. (13)

Las críticas feministas han demostrado la argumentación circular, la falta de pruebas y los presupuestos acientíficos de la sociobiología de Wilson. (14) Desde un punto de vista no científico, la falacia más obvia de los sociobiólogos es su ahistoricidad por lo que respecta al hecho de que
los hombres y las mujeres de hoy no viven en un estado natural. La historia
de la civilización describe el proceso por el cual los humanos se han
distanciado de la naturaleza mediante la invención y el perfeccionamiento de la cultura.

Los tradicionalistas ignoran los cambios tecnológicos que han hecho posible alimentar a un niño con biberón sin riesgos y hacerle crecer con otras personas que le cuiden que no sean su madre. Ignoran las consecuencias del cambio sufrido en la duración de la vida y en los ciclos vitales. Hasta que las normas comunales de higiene y los conocimientos médicos actuales no frenaron la mortalidad infantil al punto que los progenitores podían contar con que cada hijo que tuvieran llegaría a la madurez, las mujeres estaban obligadas a alumbrar bastantes hijos a fin de que unos cuantos sobrevivieran. Del mismo modo, el aumento de la esperanza de vida y el descenso de la mortalidad infantil modificaron los ciclos vitales de hombres y mujeres.

Estos avances iban ligados a la industrialización y ocurrieron en la
civilización occidental (para los blancos) a finales del siglo XIX,
produciéndose más tarde para los pobres y las minorías a causa de la
distribución desigual de los servicios sanitarios y sociales. Mientras que
hasta 1870 la crianza de los hijos y el matrimonio eran coterminales -es
decir, cabía esperar que uno o ambos progenitores falleciesen antes de
que el menor de sus hijos llegara a la madurez-, en la sociedad
norteamericana actual las parejas pueden contar con vivir juntas doce
años más después de que el menor de sus hijos haya llegado a adulto, y
las mujeres pueden esperar sobrevivir siete años a sus maridos. (15)

Y en cambio los tradicionalistas pretenden que las mujeres continúen
en los mismos papeles y ocupaciones que eran operativos y necesarios
para la especie en el neolítico. Aceptan los cambios culturales gracias a
los cuales los varones se han liberado de las necesidades biológicas.
Suplir el esfuerzo físico por el trabajo de las máquinas es progreso; sólo
las mujeres están, en su opinión, destinadas para siempre al servicio de
la especie a causa de su biología. Decir que de todas las actividades
humanas tan sólo el que las mujeres cuiden de los hijos es inmutable y
eterno es, en verdad, relegar la mitad de la raza humana a un estado
inferior de existencia, a la naturaleza y no a la cultura.

Las cualidades que habrían ayudado a la supervivencia humana
durante el neolítico ahora les son innecesarias a las personas.
Independientemente de si cualidades como la agresividad o el cuidado de
los hijos se transmiten genética o culturalmente, es obvio que la
agresividad masculina, que pudo ser muy funcional durante la Edad de
Piedra, es una amenaza a la supervivencia de la humanidad en la era
nuclear. En un momento en que la superpoblación y el agotamiento de
los recursos naturales suponen un verdadero peligro para la
supervivencia humana, puede que sea más adaptativo refrenar la
capacidad reproductiva de las mujeres que fomentarla.

Además, en desacuerdo con cualquier argumento que se base en el
determinismo biológico, las feministas cuestionan las asunciones
androcéntricas ocultas en las ciencias que se dedican a los seres humanos.
Han denunciado que en biología, antropología, zoología y psicología estas
asunciones han inducido a hacer lecturas de los datos científicos que
distorsionan su significado.

De este modo, por ejemplo, se reviste el comportamiento de los animales de un significado antropomórfico, y se convierte a los chimpancés machos en patriarcas. (16) Muchas feministas sostienen que las interpretaciones culturales han exagerado enormemente el escaso número de diferencias reales que hay entre los sexos, y que el valor dado a las diferencias sexuales es de por sí un producto cultural.

Los atributos sexuales son una realidad biológica, pero el género es un producto del proceso histórico. El hecho de que las mujeres tengan hijos responde al sexo; que las mujeres los críen se debe al género, una construcción cultural. El género ha sido el principal responsable de que se asignara un lugar determinado a las mujeres en la sociedad. (17)

Demos ahora un breve repaso a las teorías que niegan la universalidad
de la subordinación femenina y que defienden un primer estadio de
dominación femenina (matriarcado) o de igualdad entre mujeres y
hombres. Las principales explicaciones son la economicomarxista y la
materialista.

El análisis marxista ha influido enormemente sobre las estudiosas
feministas al indicarles las cuestiones a preguntar. La obra de referencia
básica es El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels, que describe la «histórica derrota del sexo femenino» como un evento que deriva del surgimiento de la propiedad privada. (18)

Engels, que extrajo sus generalizaciones del trabajo de etnógrafos y teóricos del siglo XIX tales como J. J. Bachofen y L. M. Morgan, defendía la existencia de sociedades comunistas sin clases previas a la formación de la propiedad privada. (19) Puede que estas sociedades fueran o no matriarcales, pero eran igualitarias. Engels presuponía una «primitiva» división del trabajo entre los sexos.

El hombre lucha en la guerra, va de caza y de pesca, procura los alimentos y las herramientas necesarias para ello. La mujer atiende la casa y la preparación de los alimentos, confecciona ropas, cocina, teje y cose. Cada uno es el amo en su esfera: el hombre en la selva, la mujer en la casa.

Cada uno es propietario de los instrumentos que hace y emplea … Aquello que se haga o utilice en común es de propiedad comunal: la casa, el jardín, la barca. (20)

La descripción que hace Engels de la primitiva división sexual del trabajo se parece curiosamente a la de las unidades familiares campesinas de Europa trasladadas a la prehistoria. La información etnográfica en la que él basó sus generalizaciones ha sido rebatida.

En la mayoría de las sociedades primitivas del pasado y en todas las sociedades cazadoras y recolectoras que todavía existen hoy, las mujeres aportan por término medio el 60 por 100 o más de la comida. Para ello a menudo tienen que alejarse de sus casas, llevándose consigo bebés y niños pequeños. Además, la asunción de que existe una fórmula y un modelo de la división sexual del trabajo es errónea.

El trabajo concreto realizado por hombres y mujeres difiere muchísimo según la cultura, y depende bastante del entorno ecológico en que viven estas personas. (21) Engels planteó la teoría de que en las sociedades tribales el desarrollo de la domesticación animal llevó al comercio y a la propiedad de los rebaños en manos de los cabezas de familia, presumiblemente varones, pero fue incapaz de explicar cómo se produjo.

Los hombres se apropiaron de los excedentes de la ganadería y los convirtieron en propiedad privada. Una vez adquirida esta propiedad privada, los hombres buscaron la manera de asegurarla para sí y sus herederos; lo
lograron institucionalizando la familia monógama. Al controlar la
sexualidad femenina mediante la exigencia de una castidad premarital y
el establecimiento del doble estándar sexual dentro del matrimonio, los
hombres se aseguraron la legitimidad de su descendencia y garantizaron
así su interés de propiedad. Engels subrayó la vinculación entre la
ruptura de las anteriores relaciones de parentesco basadas en la
propiedad comunal y el nacimiento de la familia nuclear como unidad
económica.

Con el desarrollo del Estado, la familia monógama se transformó en la
familia patriarcal, en la que el trabajo de la esposa «pasó a ser un servicio
privado; la esposa se convirtió en la principal sirvienta, excluida de
participar en la producción social». Engels concluía:
La abolición del derecho materno fue la histórica derrota del sexo femenino. El hombre también tomó el mando en la casa; la mujer quedó degradada y reducida a la servidumbre; se convirtió en la esclava de su lujuria y en un mero instrumento de reproducción.[23)

Engels empleó el término Mutterrecht, traducido aquí por derecho
materno, recogido de Bachofen, para describir las relaciones de
parentesco matrilineales en las que las propiedades de los hombres no
pasaban a sus hijos sino a los hijos de sus hermanas. También aceptaba el
modelo de Bachofen de una progresión «histórica» de la estructura
familiar, desde el matrimonio de grupo al monógamo. Argumentaba que
el matrimonio monógamo era visto por la mujer como una mejora en su
condición, ya que con ello adquirió «el derecho a entregarse solamente
a un hombre».

Engels llamó también la atención respecto a la institucionalización de la prostitución, que describió como uno de los pilares indispensables del matrimonio monógamo. Se han criticado las conjeturas que hace Engels acerca de la sexualidad femenina por ser un reflejo de sus propios valores sexistas victorianos, pues parte de la asunción, no probada, de que los estándares de mojigatería de las mujeres del siglo XIX podían explicar los actos y las actitudes de las mujeres en los albores de la civilización. (24)

Con todo, Engels realizó una gran contribución a nuestros conocimientos sobre la posición de las mujeres en la sociedad y en la historia:
1) Subrayó la conexión entre cambios estructurales en las relaciones de parentesco y cambios en la división del trabajo, por un lado, y la posición que ocupan las mujeres en la sociedad, por el otro.
2) Demostró una conexión entre el establecimiento de la propiedad privada, el matrimonio monógamo y la prostitución.
3) Mostró la conexión entre el dominio económico y político de los hombres y su control sobre la sexualidad femenina.
4) Al situar «la histórica derrota del sexo femenino» en el período de formación de los estados arcaicos, basados en el dominio de las elites propietarias, dio historicidad al acontecimiento.

Aunque fue incapaz de probar ninguna de estas propuestas, definió las principales cuestiones teóricas de los siguientes cien años. También ciñó la discusión de «la cuestión femenina» al ofrecer una explicación convincente, unicausal, y al concentrar la atención en un solo acontecimiento que para él se asemejaba a una «derrota» revolucionaria. Si la causa de la «esclavización» de las mujeres fuera el desarrollo de la propiedad privada y las instituciones que de ella se derivan, lógicamente se deducía que la abolición de la propiedad privada liberaría a las mujeres. En cualquier caso, la mayor parte de los trabajos teóricos en el tema del origen de la subordinación de las mujeres se han dirigido a aprobar, mejorar o refutar la obra de Engels.

Las asunciones básicas de Engels acerca de la naturaleza de los sexos
estaban basadas en la aceptación de las teorías evolutivas de la biología,
pero su mayor mérito fue destacar el influjo que tienen las fuerzas sociales
y culturales en la estructuración y definición de las relaciones entre los
sexos. Paralelamente a su modelo de relaciones sociales, desarrolló una
teoría evolutiva de las relaciones entre los sexos en la que el punto álgido de
desarrollo era el matrimonio monógamo entre clases obreras en una
sociedad socialista. Al vincular las relaciones sexuales con relaciones sociales en proceso de cambio quebró el determinismo biológico de los tradicionalistas.

Por llamar la atención sobre el conflicto sexual incorporado a la institución tal y como emergió de las relaciones de propiedad privada, reforzó el vínculo entre cambio económico-social y lo que hoy denominaríamos relaciones de género. Él definió el matrimonio monógamo de la manera en que se formó en la primera sociedad estatal como «la sujeción de un sexo a otro, la proclama de un conflicto entre sexos totalmente desconocido hasta ahora en los tiempos prehistóricos».

Significativamente, continuaba:
La primera oposición de clases que aparece en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre hombre y mujer en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de clases con la del sexo femenino por el masculino. (25)

Estas afirmaciones ofrecían muchas vías prometedoras para la elaboración de teorías, de las cuales se hablará más adelante. Pero la identificación que hace Engels de la relación entre los sexos con el «antagonismo de clases» ha resultado ser un callejón sin salida que durante mucho tiempo ha apartado a los teóricos del conocimiento real de las diferencias entre relaciones de clases y relaciones entre sexos. Ello se vio agravado por la insistencia que ponían los marxistas en que las cuestiones de las relaciones entre sexos debían estar subordinadas a cuestiones de relaciones entre clases, expresado no sólo en la teoría sino también en la práctica política, allí donde tuvieron el poder para ello. Sólo recientemente las nuevas especialistas feministas han empezado a forjar las herramientas teóricas con que corregir dichos errores.

El antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss ofrece también una
explicación teórica en la que la subordinación de las mujeres resulta crucial
para la formación de la cultura. Pero a diferencia de Engels, Lévi-Strauss
defiende que los hombres construyeron la cultura a partir de un solo
componente básico. Lévi-Strauss reconoce en el tabú del incesto un
mecanismo humano universal, arraigado en cualquier organización social.
La prohibición del incesto no es tanto una norma que prohibe el matrimonio con la madre, la hermana o la hija, como una norma que obliga a dar la madre, la hermana o la hija a otros. Esta es la regla suprema del obsequio. (26)

El «intercambio de mujeres» es la primera forma de comercio, mediante la cual se las convierte en una mercancía y se las «cosifica», es decir, se las considera cosas antes que seres humanos. El intercambio de mujeres, según Lévi-Strauss, marca el inicio de la subordinación de las mujeres. Ello a su vez refuerza una división sexual del trabajo que establece el dominio masculino. De todas formas Lévi-Strauss considera el tabú del incesto como un paso positivo y necesario hacia la creación de la cultura humana. Las pequeñas tribus autosuficientes estaban obligadas a relacionarse con las tribus vecinas, bien mediante una guerra continua o bien buscando una vía de
coexistencia pacífica. Los tabúes de la endogamia y el incesto estructuraron una interacción pacífica y promovieron las alianzas entre tribus.

La antropóloga Gayle Rubin define con precisión la manera en que
este sistema de intercambio afecta a las mujeres:
El intercambio de mujeres es la manera rápida de expresar que las relaciones sociales del sistema de parentesco decretan que los hombres tienen ciertos derechos sobre sus parientes femeninos, y que las mujeres no los tienen sobre sus parientes masculinos … [Es un] sistema en el cual las mujeres no tienen plenos derechos sobre sí mismas.(27)

Debemos advertir que en la teoría de Lévi-Strauss los hombres son los
actores que imponen una serie de estructuras y relaciones sobre las
mujeres. Una explicación de esta índole no se puede considerar aceptable.
¿Cómo ocurrió? ¿Por qué se tenía que intercambiar mujeres y no
hombres o niños y niñas? Aunque se admitiera la utilidad operativa de
este arreglo, ¿por qué tenían que estar las mujeres de acuerdo? (28)
Indagaremos estas cuestiones en el próximo capítulo, en un esfuerzo
por elaborar una hipótesis fiable.

El gran influjo de Lévi-Strauss sobre las teóricas feministas ha
provocado un cambio de atención, desde la búsqueda de los orígenes
económicos al estudio de los sistemas simbólicos y los significados de las
sociedades. La obra más influyente fue el ensayo de Sherry Ortner, en el
año 1974, en donde ella argumentaba convincentemente que en
cualquier sociedad conocida se identifica a las mujeres por estar más
cerca de la naturaleza que de la cultura. (29)

Puesto que cualquier cultura infravalora la naturaleza porque lucha por dominarla, las mujeres se han convertido en el símbolo de un orden inferior,
intermedio, de seres. Ortner mostraba que se las identificaba así porque:
1) El cuerpo de la mujer y su función … parecen acercarla más a la naturaleza;
2) el cuerpo femenino y sus funciones la colocan en papeles sociales que a su vez se consideran de orden inferior dentro de los procesos culturales a los de los hombres; y
3) los roles tradicionales de la mujer, que su cuerpo y las funciones de éste le imponen, le dan a su vez una estructura psíquica distinta … que … se considera más próxima a la naturaleza. (30)

Este breve ensayo provocó un debate largo y muy informativo entre
las teóricas y las antropólogas feministas que todavía prosigue. Ortner, y
quienes coinciden con ella, abogan fuertemente por la universalidad de
la subordinación femenina, si no en las condiciones sociales actuales, al
menos en los sistemas de significado de la sociedad. Quienes se oponen
a este punto de vista refutan la idea de universalidad, lo critican por ser ahistórico y se niegan a situar a las mujeres en el papel de las víctimas pasivas.

Por último, ponen en duda la aceptación, implícita en la posición estructuralista feminista, de la existencia de una dicotomía
inamovible e inmutable entre hombre y mujer. (31)

No es este el lugar para hacer justicia a la copiosidad y sofisticación de
este debate feminista, que todavía continúa, pero la discusión de la
universalidad de la subordinación femenina ha ofrecido ya tantas
alternativas que incluso aquellas que responden afirmativamente a su
existencia reconocen que la forma de plantear las cuestiones tiene defectos.

Cada vez más, a medida que se ahonda en el debate, queda claro que las
explicaciones unicausales y hablar de universalidad no van a responder
correctamente la cuestión de las causas. El enorme mérito de la postura
funcionalista es que revela la estrechez de las explicaciones meramente
económicas, con lo que quienes se inclinaban por dar relieve a la biología
y a la economía se ven forzados ahora a tratar con el poder de los sistemas
de creencias, los símbolos y las construcciones mentales. En especial, la fe
compartida por la mayoría de las feministas en que el género es una
construcción social plantea un desafío intelectual más serio a las explicaciones tradicionalistas.

Hay otra corriente teórica que merece nuestra seria consideración, en
primer lugar porque es feminista en la práctica y en intención y, en segundo, porque representa una tradición histórica en el pensamiento sobre las mujeres. La teoría maternalista está construida sobre la aceptación de las diferencias biológicas entre los sexos. Muchas feministas-maternalistas también consideran inevitable la división sexual del trabajo montada sobre estas diferencias biológicas, aunque algunas pensadoras recientes han empezado a revisar esta postura. Las maternalistas se diferencian de los tradicionalistas en que a partir de esto hablan a favor de la igualdad de las mujeres, e incluso en pro de la superioridad femenina.

La primera gran teoría basada en los principios maternalistas fue
elaborada por J. J. Bachofen en su influyente obra Das Mutterrecht. (32) El
trabajo de Bachofen influyó en Engels y en Charlotte Perkins Gilman y
tiene su paralelo en el pensamiento de Elizabeth Cady Stanton. Una amplia serie de feministas del siglo XX aceptaron sus datos etnográficos y el
análisis que él efectuó de las fuentes literarias, y los utilizaron para
elaborar toda una gama de diferentes teorías. (33) Las ideas de Bachofen
también han ejercido una gran influencia sobre Robert Briffault, así como
en una escuela de analistas y teóricos jungianos cuyos trabajos han gozado
de gran aprecio y estima popular en Norteamérica durante este siglo.(34)

El esquema básico de Bachofen era evolucionista y darviniano; describía
varias etapas en la evolución de la sociedad, que pasaban
ininterrumpidamente desde la barbarie al moderno patriarcado. La
contribución original de Bachofen fue su afirmación de que las mujeres de las sociedades primitivas desarrollaron la cultura y que hubo un estadio de «matriarcado» que sacó a la civilización de la barbarie. Bachofen se expresa con elocuencia y de forma poética sobre dicho estadio:

En el estadio más remoto y oscuro de la existencia humana, [el amor entre madre e hijo] fue la única luz que brillaba en medio de la oscuridad moral … Porque cría a sus hijos, la mujer aprende antes que el hombre a desplegar sus atenciones amorosas a otra criatura más allá de los límites de su propio ser … En este estadio la mujer es la depositaria de toda la cultura, de toda la
benevolencia, de toda la devoción, de todo el interés por los vivos y de todo el dolor por los muertos.(35)

A pesar de la alta estima que concedió al papel de la mujer en el sombrío pasado, Bachofen veía el ascenso del patriarcado en la civilización occidental como el triunfo de un pensamiento y una organización religiosa y política superiores, a lo cual oponía negativamente el desarrollo histórico de Asia y África. Pero él abogaba, igual que sus seguidores, por la incorporación del «principio femenino» de cuidado de los hijos y de altruismo en la sociedad moderna.

Las feministas norteamericanas del siglo pasado desarrollaron una
teoría maternalista muy completa, basada no tanto en Bachofen como en
su redefinición de la doctrina patriarcal de la «esfera aparte de la mujer».
Aun así, hay estrechos paralelismos entre sus ideas y las ideas de Bachofen
de características «femeninas» innatas y positivas. Las feministas del siglo
XIX, tanto de Norteamérica como de Inglaterra, consideraban más
altruistas a las mujeres que a los hombres a causa de sus instintos
maternales y su práctica de siempre, y más virtuosas a causa de su
supuesta tendencia de ser el sexo débil. Creían que estas características,
que a diferencia de Bachofen ellas adscribían frecuentemente al histórico
papel de las mujeres como criadoras, daba a las mujeres una misión
especial: rescatar la sociedad de la destrucción, la competitividad y la
violencia creadas por los hombres que poseían un poder absoluto.
Elizabeth Cady Stanton, en concreto, desarrolló un argumento que
mezclaba el derecho natural, la filosofía y el nacionalismo norteamericano
con el maternalismo. (36)

Stanton escribió en una época, la naciente república norteamericana, en
que las ideas tradicionalistas del género se estaban redefiniendo. En la
Norteamérica colonial, al igual que en la Europa del siglo XVIII, se
consideraba que las mujeres estaban subordinadas y dependían de los
varones de su familia, aunque se las apreciara, especialmente en las
colonias y en la región fronteriza, como compañeras en la vida económica.
Se las había apartado del acceso a una educación igual y de la participación
y el poder dentro de la vida pública.

Ahora, cuando los hombres estaban creando una nueva nación, adjudicaron a la mujer el nuevo papel de «madre de la república», responsabilizándola de la educación de los ciudadanos varones que dirigirían la sociedad. Las mujeres republicanas iban a ser ahora las soberanas en la esfera doméstica, aunque los hombres continuaran reclamando para sí la esfera pública, incluida la vida económica.

Esferas separadas, determinadas por el sexo, como se define en el «culto a la verdadera feminidad», se convirtieron en la ideología prevalente. Mientras que los hombres institucionalizaban su predominio en la economía, la educación y la política, se animaba a la mujer a que se adaptara a un estatus de subordinación mediante una ideología que concedía una mayor importancia a su función de madre. (37)

En las primeras décadas del siglo XIX, las norteamericanas redefinieron en la práctica y en la teoría la posición que debían ocupar en la sociedad. Aunque las primeras feministas aceptaban en realidad la separación de esferas, transformaron el significado de este concepto al abogar por el derecho y el deber de la mujer a entrar en la vida pública en virtud de la superioridad de sus valores y la fuerza incorporadas a su papel de madres. Stanton transformó la
doctrina de una «esfera aparte» en un argumento feminista cuando dijo que
las mujeres tenían derecho a una igualdad porque eran ciudadanas y, como
tales, disfrutaban de los mismos derechos naturales que los hombres, y
porque al ser madres estaban mejor equipadas que los hombres para
mejorar la sociedad.

Un argumento maternalista-feminista parecido se puso de manifiesto en
la ideología del último movimiento sufragista y de aquellas reformistas que,
junto con Jane Addams, sostenían que el trabajo de las mujeres se extendía
apropiadamente a una «domesticidad municipal». Resulta muy interesante
que las feministas-maternalistas actuales hayan razonado de una forma
similar, basando sus datos en los informes psicológicos y en las pruebas de las
experiencias históricas de la mujer como alguien ajeno al poder político.
Dorothy Dinnerstein, Mary O’Brien y Adrienne Rich son las últimas de una larga cadena de maternalistas. (38)

Puesto que aceptaban las diferencias biológicas entre los sexos como algo
determinante, las maternalistas del siglo pasado no estaban tan interesadas
por la cuestión de los orígenes como sus seguidoras del siglo XX. Pero desde
el principio, con Bachofen, la negación de la universalidad de la
subordinación femenina estaba implícita en la corriente maternalista
evolutiva. Las maternalistas afirmaban que existió un modelo alternativo de organización social humana previo al patriarcado. Así pues, la búsqueda de un matriarcado era esencial para su teoría. Si se pudieran encontrar pruebas en cualquier momento y lugar de la existencia de sociedades matriarcales, entonces las reivindicaciones femeninas por una igualdad y por formar parte del poder tendrían un mayor prestigio y reconocimiento.

Hasta hace muy poco estas pruebas, tal y como se las podía encontrar, consistían en una combinación de arqueología, mitología, religión y artefactos de dudoso significado, ligados por medio de conjeturas. Parte esencial de este
argumento en pro de un matriarcado eran las pruebas, que aparecían por
doquier, de estatuillas de diosas-madre en muchas religiones antiguas, a
partir de las cuales las maternalistas afirmaban la existencia y la realidad del poder femenino en el pasado. Nos ocuparemos con más detalle de la
evolución de las diosas-madre en el capítulo 7; ahora sólo tenemos que
subrayar la dificultad que entraña deducir a partir de estas evidencias la
construcción de organizaciones sociales en las cuales dominaban las mujeres.

En vista de las pruebas históricas de la coexistencia de una idolatría
simbólica de las mujeres y el estatus inferior que realmente tienen, como
sucede en el culto a la Virgen María en la Edad Media, el culto a la señora
de la plantación en Norteamérica, o el de las estrellas de Hollywood en la
sociedad contemporánea, una vacila en elevar estas evidencias a la categoría
de prueba histórica.

Los antropólogos modernos han refutado las evidencias etnográficas
en las cuales Bachofen y Engels basaron sus argumentos. Esta evidencia,
tal y como se la presentaba, pasó a ser una prueba no del matriarcado
sino de una matrilocalidad y matrilinealidad. En contra de lo que antes
se creía, no se puede mostrar una conexión entre la estructura del
parentesco y la posición social que ocupan las mujeres. En muchas
sociedades matrilineales es un pariente varón, por lo general el hermano o
el tío de la mujer, quien controla las decisiones económicas y familiares.
(39)

Ahora tenemos a nuestro alcance un amplio corpus de datos
antropológicos modernos que describen organizaciones sociales
relativamente igualitarias y las soluciones complejas y diversas que las
sociedades dan al problema de la división del trabajo.(40) La literatura
está basada en las sociedades tribales modernas, con unos cuantos
ejemplos del siglo XIX. Ello plantea el problema, en especial al historiador,
de la fiabilidad de esta información para hacer generalizaciones respecto a los pueblos prehistóricos.

En todo caso, a partir de los datos que se tienen, parece que las sociedades más igualitarias se han de encontrar entre las tribus cazadoras y recolectoras, características por su interdependencia económica. Una mujer debe conseguir los servicios de un cazador para garantizarse una reserva de carne para sí y sus hijos. Un cazador debe asegurarse que una mujer le proporcione la comida de subsistencia para la cacería y para el caso en que ésta no sea fructífera. Como hemos dicho antes, en estas sociedades las mujeres son quienes aportan la mayor parte de los alimentos que se consumen y, sin embargo, en todas partes se da más valor a la caza y se la utiliza en los intercambios de presentes.

Estas tribus cazadoras y recolectoras inciden en la cooperación
económica y tienden a vivir en paz con otras tribus. Las rivalidades quedan ritualizadas en competiciones de canto o deportivas, pero no se las
fomenta en la vida diaria. Como siempre, los especialistas en el tema no se
muestran de acuerdo en las interpretaciones que hacen de las evidencias,
pero un examen cuidadoso de ellas permite sacar la generalización de que
en estas sociedades el estatus de los hombres y las mujeres está «separado
pero es igual». (41)

Hay una gran polémica entre los antropólogos acerca del modo de
categorizar a una sociedad. Varias antropólogas y escritoras feministas han
interpretado la complementariedad o incluso una ausencia clara de dominio
masculino como una prueba de igualdad o incluso de dominación por
parte de las mujeres. En esta línea, Eleanor Leacock describe el elevado
estatus de las iroquesas, especialmente antes de la invasión europea: su
poderoso cometido público de controlar la distribución de alimento y su
participación en el consejo de ancianos. Leacock interpreta estos hechos
como prueba de la existencia de un «matriarcado», definiendo el término
en el sentido de que «las mujeres tenían autoridad pública en las
principales áreas de la vida del grupo». (42)
Otras antropólogas, con los mismos datos y admitiendo el estatus relativamente alto y la fuerte posición de las iroquesas, se centran en el hecho de que éstas nunca fueron los líderes políticos de la tribu ni tampoco sus jefes. Señalan asimismo la singularidad de la situación de los iroqueses, que se basa en los abundantes recursos naturales de que disponían en el entorno en que
vivían. (43) Hay que advertir también que en todas las sociedades cazadoras y recolectoras las mujeres, no importa cuál sea su estatus social y económico, están siempre en algún aspecto subordinadas a los hombres.

No existe ni una sola sociedad que conozcamos donde el colectivo
femenino tenga el poder de adoptar decisiones sobre los hombres o donde
las mujeres marquen las normas de conducta sexual o controlen los
intercambios matrimoniales.

Es en las sociedades horticulturas donde encontramos más a menudo
mujeres dominantes o con mucha influencia en la esfera económica. En un
estudio realizado a partir de un muestreo de 515 sociedades horticultoras,
las mujeres dominaban las actividades agrícolas en un 41 por 100 de los
casos, si bien históricamente estas sociedades tendieron hacia el
sedentarismo y la agricultura de arado, en la que los hombres dominaban la
economía y la existencia política. (44)

La mayoría de las sociedades horticultoras estudiadas son patrilineales, a pesar del papel económico decisivo que desempeñan las mujeres. Parece que las sociedades horticultoras matrilineales surgen principalmente cuando se dan ciertas condiciones ecológicas: en los márgenes de bosques, donde no hay
rebaños de animales domésticos. Dado que estos hábitats están
desapareciendo, las sociedades matrilineales se encuentran casi extinguidas.

Resumiendo los hallazgos de los estudios concernientes a una dominación femenina, se pueden señalar los siguientes puntos:
1) La mayor parte de las evidencias de una igualdad femenina en la sociedad provienen de sociedades matrilineales, matrilocales, históricamente transicionales y actualmente en vías de desaparición.
2) Aunque la matrilinealidad y la matrilocalidad confieran ciertos derechos y privilegios a las mujeres, sin embargo el poder decisorio dentro del grupo de parentesco está en poder de los varones de más edad.
3) La patrilinealidad no implica subyugación de las mujeres, igual que la matrilinealidad no significa un matriarcado.
4) Desde una perspectiva temporal, las sociedades matrilineales han sido incapaces de adaptarse a los sistemas técnico-económicos, competitivos y explotadores, y han dado paso a las sociedades patrilineales.

La causa contra la universalidad del matriarcado en la prehistoria parece
claramente ganada gracias a la evidencia antropológica. Aun así, el debate
en torno al matriarcado es acalorado, sobre todo porque los abogados
defensores de la teoría del matriarcado han sido lo suficientemente
ambiguos con su definición del término de manera que éste incluya otras
categorías distintas. Quienes definen el matriarcado como una sociedad
donde las mujeres dominan a los hombres, una especie de inversión del
patriarcado, no pueden recurrir a datos antropológicos, etnológicos o
históricos. Basan su defensa en evidencias extraídas de la mitología y la
religión. (45)

Otros llaman matriarcado a cualquier tipo de organización social en que las mujeres tengan poder sobre algún aspecto de la vida pública. Aún hay otros que incluyen cualquier sociedad en la que las mujeres tengan un estatus relativamente alto. (46) La última definición es tan vaga que no tiene sentido como categoría. Creo de veras que sólo puede hablarse de matriarcado cuando las mujeres tienen un poder sobre los hombres y no a su lado, cuando ese poder incluye la esfera pública y las relaciones con el exterior, y cuando las mujeres toman decisiones importantes no sólo dentro de su grupo de parentesco sino también en el de su comunidad.

Continuando la línea de mi anterior exposición, dicho poder debería incluir el poder para definir los valores y sistemas explicativos de la sociedad y el poder de definir y controlar el comportamiento sexual de los hombres. Podrá observarse que estoy definiendo el matriarcado como un reflejo del patriarcado. Partiendo de esta definición, he de terminar por decir que nunca ha existido una sociedad matriarcal.

Han habido, y todavía hay, sociedades en las que las mujeres comparten el poder con los hombres en muchos o algunos de los aspectos de la vida, y sociedades en las que el colectivo femenino tiene un considerable poder para influir en el poder masculino o controlarlo.

Existen también, y han existido en la historia, mujeres solas que tienen
todos o casi todos los poderes de los hombres a quienes representan o a
quienes suplen, como las reinas y gobernantas. Como se va demostrar en
este libro, la posibilidad de compartir el poder económico y político con
hombres de su clase o en su lugar ha sido precisamente un privilegio de
algunas mujeres de clase alta, lo que las ha confinado más cerca del
patriarcado.

Hay algunas evidencias arqueológicas de la existencia de sociedades en
el neolítico y en la Edad del Bronce en las que las mujeres gozaban de una
alta estima, lo que también puede indicar que tenían algún poder. La
mayor parte de dichas evidencias consisten en estatuillas femeninas,
interpretadas como diosas de la fertilidad; y, en la Edad del Bronce, de
artefactos artísticos que representan a las mujeres con dignidad y
atributos de un estatus alto. Evaluaremos la evidencia concerniente a las
diosas en el capítulo 7 y hablaremos de la sociedad mesopotámica en la
Edad del Bronce en todo el libro. Pasemos ahora a revisar, brevemente,
las pruebas en un caso concreto, frecuentemente citado por los que abogan en pro de la existencia del matriarcado: el ejemplo de Catal Hüyük, en Anatolia (hoy Turquía).

Las excavaciones dirigidas por James Mellaart, en concreto las de Hacilar
y Catal Hüyük, aportaron una gran información sobre el desarrollo de las
primeras ciudades de la región. Catal Hüyük, un asentamiento urbano del
neolítico con capacidad para 6.000 a 8.000 personas, fue edificado en
sucesivas etapas durante un período de 1.500 años (6250-5720 a.C.), y donde
la nueva ciudad cubría los restos de los asentamientos más antiguos. La
comparación de los diversos niveles del asentamiento urbano de Catal
Hüyük con los de Hacilar, un poblado de menor tamaño y más antiguo
(construido entre el 7040-7000 a.C.), nos permite hacernos una idea de una
sociedad antigua en vías de cambio histórico. (47)

Catal Hüyük era una ciudad construida formando una colmena de casas particulares que mostraban muy poca variación en el tamaño y la
decoración. Se accedía a las casas por el terrado con ayuda de una
escalera; cada una estaba equipada con un hogar hecho de ladrillos y
un horno. Cada casa disponía de una gran plataforma que servía para
dormir, bajo la cual se hallaron enterramientos de mujeres y a veces de
niños. Se encontraron plataformas más pequeñas en diferentes posiciones
en distintas habitaciones, a veces con hombres y otras con niños
enterrados debajo, aunque nunca con ambos juntos. Las mujeres eran
sepultadas con espejos, joyas e instrumentos de hueso y piedra; los
hombres con sus armas, anillos, cuentas y herramientas.
Los recipientes de madera y los tejidos hallados en el yacimiento muestran un elevado nivel técnico y de especialización, así como un amplio comercio. Mellaart encontró alfombrillas de junco, cestos tejidos y numerosos objetos de
obsidiana que indican que la ciudad mantenía un comercio a larga distancia y disfrutaba de considerable riqueza. En los últimos niveles
aparecieron restos de una amplia muestra de alimentos y cereales, así
como de la domesticación de la oveja, la cabra y el perro.

Mellaart cree que sólo las personas privilegiadas eran enterradas dentro
de las casas. De las 400 personas que hay enterradas allí, sólo 11 son
enterramientos con «ocre», es decir, que sus esqueletos estaban teñidos
de ocre rojo, lo que Mellaart explica como un signo de estatus elevado.
Puesto que muchos de-ellos eran de mujeres, Mellaart sostiene que ellas
ocupaban un estatus alto en la sociedad, y especula que podría tratarse
de sacerdotisas. Esta evidencia se debilita un tanto por el hecho de que
de los 222 esqueletos de individuos adultos hallados en Catal Hüyük, 136
eran mujeres, una proporción inusualmente elevada. (48) Si Mellaart se
encontró con que la mayoría de los enterramientos «a base de ocre» eran
femeninos, puede que simplemente se deba a la proporción general de
sexos de la población. De todas maneras indica que las mujeres estaban
entre las personas de alto rango, es decir, siempre que las conjeturas de
Mellaart acerca del significado de un enterramiento «con ocre» sean
correctas.

La ausencia de calles, de una gran plaza o de un palacio y la
uniformidad en el tamaño y la decoración de las casas hicieron pensar a
Mellaart que en Catal Hüyük no existía una jerarquía ni una autoridad
política central, y que ésta era compartida entre sus habitantes. La primera conjetura parece correcta y se puede sustentar en evidencias
comparativas, pero no se puede demostrar a partir de ello que se
compartiese la autoridad. La autoridad, incluso en ausencia de una
estructura palaciega o de un corpus formal de gobierno, podría haber
residido en el cabeza de cada grupo de parentesco o en un grupo de
ancianos. No hay nada entre las evidencias que aporta Mellaart que
demuestre la existencia de una autoridad compartida.

Los diversos estratos de Catal Hüyük muestran un número extraordinariamente elevado de lugares de culto, profusamente decorados
con pinturas murales, relieves en yeso y estatuas. En los niveles inferiores de la excavación no hay representaciones figurativas humanas, sólo toros y
carneros, pinturas de animales y astas de toro. Mellaart lo interpreta
como representaciones simbólicas de dioses masculinos. En el nivel
correspondiente al 6200 a.C. aparecen las primeras representaciones de
estatuillas femeninas, con pechos, nalgas y caderas enormemente
exagerados. Algunas aparecen sentadas, otras en el momento del parto;
están rodeadas de pechos en yeso sobre las paredes, algunos de ellos
modelados sobre cráneos y mandíbulas de animales. Hay también una
estatua extraordinaria que representa una figura masculina y otra
femenina abrazadas, y junto a ella otra de una mujer que sostiene un
niño en brazos. Mellaart cree que son deidades y señala que están
asociadas tanto con la vida como con la muerte (dientes y mandíbulas de
buitre en los pechos); también advierte su asociación con flores, cereales y
diseños vegetales en las decoraciones y con leopardos (símbolo de la caza)
y buitres (símbolo de la muerte). En los últimos niveles no hay
representaciones de dioses masculinos.

Mellaart piensa que en Catal Hüyük el varón era objeto de orgullo,
valorado por su virilidad, y que se reconocía su papel dentro de la procreación. Cree que hombres y mujeres compartían el poder y el control de la comunidad en el período más antiguo y que ambos participaban en las cacerías. Esto último se basa en lo que muestran las pinturas murales, que presentan a mujeres participando en una escena ritual o de caza en la que hay un ciervo y un jabalí. Parece una conclusión muy exagerada, si se tiene en cuenta que ambas pinturas murales muestran a muchos hombres participando en la cacería y rodeando al animal, mientras que sólo hay dos figuras femeninas visibles, ambas con las piernas muy separadas, lo que puede tener algún simbolismo sexual pero que parece bastante incompatible con mujeres que participen en la caza.(49)

A partir de la estructura que tienen los edificios y las plataformas, Mellaart deduce que la organización de la comunidad era matrilineal y matrilocal. Esto sí que parece probable según las evidencias. Cree que las mujeres desarrollaron la agricultura y controlaban sus productos. Argumenta, a partir de la falta de indicios de sacrificio en los altares, que no existía una autoridad central ni una casta militar y afirma que en todo Catal Hüyük no hay ni una prueba de guerra durante un período de 1.000 años. Mellaart también defiende la idea de que las mujeres crearon la religión neolítica y que ellas eran principalmente las artistas.

Estos hallazgos y evidencias han sido objeto de diversas interpretaciones. En un especializado estudio, P. Singh detalla todas las evidencias de Mellaart
y las pone en el contexto de otros yacimientos neolíticos, pero omite las
conclusiones de Mellaart excepto las de la economía de la ciudad.(50) Ian
Todd, que participó en algunas de las campañas de Catal Hüyük, advierte
en un estudio realizado en 1976 que la naturaleza restringida de las
excavaciones en Catal Hüyük hace que las conclusiones relativas a la
estratificación de la sociedad sean prematuras. Está de acuerdo en que los
descubrimientos arqueológicos presentan una sociedad con una compleja
estructura social, pero concluye diciendo que «si la sociedad era realmente
matriarcal, como se ha sugerido, es algo que no se puede saber». (52)

Anne Barstow, en una interpretación prudente, está de acuerdo con la
mayoría de las conclusiones de Mellaart. Hace hincapié en la importancia de
las observaciones de Mellaart en lo que respecta a la celebración de la
fecundidad y el poder de las mujeres y de su papel como creadoras de la
religión, pero no halla ninguna evidencia a favor de un matriarcado. (52)
Ruby Rohrlich recoge la misma evidencia y a partir de ella argumenta la
existencia de un matriarcado. Acepta sin reservas las generalizaciones de
Mellaart y argumenta que sus datos rebaten la universalidad de la
supremacía masculina en las sociedades humanas. El ensayo de Rohrlich es
importante pues dirige la atención sobre diversos elementos que evidencian
un cambio social en cuanto a las relaciones entre sexos durante el período de
formación de los estados arcaicos, pero su confusión en la distinción entre
relaciones igualitarias entre hombre y mujer y matriarcado oscurece
nuestra visión. (53)

Los hallazgos de Mellaart son importantes, pero debemos mostrarnos
precavidos ante las generalizaciones que hace al respecto del papel de
las mujeres. Parece que hay evidencias claras de matrilocalidad y culto a
diosas. La cronología del inicio de este culto es incierta: Mellaart lo vincula
al comienzo de la agricultura, que él cree que otorgó un estatus más
alto a las mujeres. Como veremos, en muchas sociedades se da todo lo
contrario. Mellaart podría haber dado una mayor fuerza a su argumento
si hubiera usado los descubrimientos de uno de sus colaboradores,
Lawrence Angel, quien a partir del análisis de los restos humanos halló un
incremento significativo en la esperanza media de vida de las mujeres del
neolítico con respecto a las del paleolítico, de 28,2 a 29,8 años. Este aumento
de la longevidad de las mujeres de casi dos años debe ser considerado
frente a la esperanza media de vida, de 34,3 años en Catal Hüyük.
En otras palabras, aunque los hombres vivían cuatro años más que las mujeres se produjo un considerable aumento de la longevidad femenina en
comparación con el período anterior. Este incremento pudo deberse al paso
de la caza y recolección a la agricultura, y pudo dar a las mujeres un papel
relativamente más dominante en aquella cultura. (54) Las observaciones que
Mellaart hace acerca de la ausencia de guerras en Catal Hüyük debe
evaluarse frente a las abundantes evidencias de la existencia de luchas y
comunidades militares en las regiones vecinas. Y, finalmente, no podemos
omitir de la consideración el súbito e inexplicable abandono del asentamiento por parte de sus habitantes hacia 5700 a.C., que parece indicar una derrota militar o la incapacidad de la comunidad para adaptarse a unas condiciones ecológicas en transformación. En cualquiera de los dos casos, confirmaría la observación de que las comunidades con relaciones relativamente igualitarias entre sexos no sobreviven. (55)

Aun así, Catal Hüyük nos presenta pruebas sólidas de la existencia de algún tipo de modelo alternativo al patriarcado. Sumándolas a las otras evidencias que hemos citado, podemos afirmar que la subordinación femenina no es universal, aunque no tengamos prueba alguna de la existencia de una sociedad matriarcal. Pero las mujeres, igual que los hombres, sienten una profunda necesidad de un sistema explicativo coherente, que no nos diga
únicamente qué es y por qué ha de ser así, sino que permita una visión
alternativa en el futuro. (56) Antes de pasar a la discusión de los testimonios
históricos sobre el establecimiento del patriarcado, presentaremos un
modelo hipotético de este tipo: para liberar la mente y el alma, para
jugar con las posibilidades, para considerar las alternativas.

1. Véanse los capítulos 10 y 11, para una discusión más detallada de esta postura.
2. Véase, por ejemplo, George P. Murdock, Our Primitive Contemporaries, Nueva York, 1934; R. B. Lee e Irven De Vore, eds., Man, the Hunter, Chicago, 1968. Margaret Mead, en Male and Female, Nueva York, 1949, aunque presente algo novedoso cuando demuestra la existencia de una amplia gama de actitudes sociales hacia las funciones según el sexo, acepta la universalidad de la asimetría sexual.
3. Véanse Lionel Tiger, Men in Groups, Nueva York, 1970, cap. 3; Robert Ardrey, The Territorial Imperative: A Personal Inquiry into the Animal Origins of Property and Nations, Nueva York, 1966:
Alison Jolly, The Evolution of Primate Behaviour, Nueva York, 1972; Marshall Sahlins, «The Origins of Society», Scientific American, vol. 203, n.° 48 (septiembre de 1960), pp. 76-87. Si se quiere ver una explicación androcéntrica, en la que se valora negativamente a los hombres y en
la que se culpa a sus impulsos agresivos de ser la causa de la guerra y de la subordinación de las mujeres, léase a Marvin Harris, «Why Men Domínate Women», Columbia (verano de 1978), pp. 9-13 y 39.
4. Simone de Beauvoir, The Second Sex, Nueva York, 1953, reimpresión, 1974, pp. xxxiii-xxxiv [para las traducciones castellanas de las obras citadas, véase la Bibliografía].
5. Peter Farb, Humankind, Boston, 1978, cap. 5; Sally Slocum, «Woman the Gatherer: Male Bias in Anthropology», en Rayna R. Reiter, Toward an Anthropology of Women, Nueva York, 1975, pp.
36-50. Una interesante revisión del artículo de Sally Slocum, hecha desde otro punto de vista, puede leerse en Michelle Z. Rosaldo, «The Use and Abuse of Antropology: Reflections on Feminism and Cross-Cultural Understanding», SIGNS, vol. 5, n.° 3 (primavera de 1980), pp. 412-413, 213.
6. Michelle Zimbalist Rosaldo y Louise Lamphere, «Introduction», en M. Z. Rosaldo y L. Lamphere, Woman, Culture and Society, Stanford, 1974, p. 3. Para una discusión más amplia, véase Rosaldo, «A Theoretical Overview», ibid., pp. 16-42; L. Lamphere, «Strategies, Cooperation, and Conflict Among Women in Domestic Groups», ibid., pp. 97-112. Véase también Slocum, en el libro de Reiter, Anthropology of Women, pp. 36-50, y los artículos de Patricia Draper y Judith K. Brown, en el mismo libro. Sobre un ejemplo de complementariedad de los sexos, véase Irene Silverblatt, «Andean Women
in the Inca Empire», Feminist Studies, vol. 4, n.° 3 (octubre de 1978), pp. 37-61. En el libro de Peggy Reeves Sanday, Female Power and Male Dominante: On the Origins of Sexual Inequality, Cambridge, 1981, se puede encontrar una revisión de toda la literatura sobre este tema y una interpretación interesante de ello.
7. M. Kay Martin y Barbara Voorhies, Female of the Species, Nueva York, 1975, en especial el cap. 7; Nancy Tanner y Adrienne Zilhlman, «Women in Evolution, Part 1: Innovation and Selection in Human Origins», en SIGNS, vol. 1, n.° 3 (primavera de 1976), pp. 585-608.
8. Elise Boulding, «Public Nurturance and the Man on Horseback», en Meg Murray, ed., Face to Face: Fathers, Mothers, Masters, Monsters – Essays for a Non-sexist Future, Westport, Connecticut, 1983, pp. 273-291.
9. Las obras de William Alcott, The Young Woman’s Book of Health, Boston, 1850, y Edward H. Clarke, Sex in Education or a Fair Chance for Cirls, Boston, 1878, son típicas de las posturas del siglo XIX. Una discusión reciente en torno a la visión decimonónica de la salud femenina se encuentra en Mary
S. Hartman y Lois Banner, eds., Clio’s Consciousness Raised: New Perspectives on the History of Women, Nueva York, 1974. Véanse los artículos de Ann Douglas Wood, Carroll Smith-Rosenberg y Regina Morantz.
10. Naomi Weisstein fue quien expuso por primera vez la tendencia patriarcal inconsciente que existía en los experimentos psicológicos denominados científicos en «Kinder, Küche, Kirche as Scientific Law: Psychology Constructs the Female», en Robin Morgan, ed., Sisterhood is Powerful:
An Anthology of Writings from the Women’s Liberation Movement, Nueva York, 1970, pp. 205-220.
11. La visión freudiana tradicional aparece en: Sigmund Freud, «Female Sexuality» (1931), en The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, vol. 21, Londres, 1964; Ernest Jones, «Early Development of Female Sexuality», International Journal of Psycho-Analysis,
vol. 8 (1927), pp. 459-472; Sigmund Freud, «Some Physical Consequences of the Anatomical Distinction Between the Sexes» (1925), en Standard Edition, vol. 19 (1961); Erik Erikson, Childhood and Society, Nueva York, 1950; Helene Deutsch, Psychology of Women, vol. 1 (Nueva York, 1944). Véase
asimismo la discusión de la postura freudiana revisionista en Jean Baker Miller, ed., Psychoanalysis and Women, Harmonds worth, Inglaterra, 1973.
12. Véase, por ejemplo, Ferdinand Lundberg y Marynia Farnham, M. D., Modern Women: The Lost Sex, Nueva York, 1947.
13. Edward O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis, Cambridge, Massachusetts, 1975, en especial el último capítulo: «Man: From Sociobiology to Sociology».
14. Ruth Bleier, Science and Gender: A Critique of Biology and Its Theories on Women, Nueva York, 1984, cap. 2. Véase también Marian Lowe, «Sociobiology and Sex Differences», en SIGNS, vol. 4, n.° 1 (otoño de 1978), pp. 118-125. Un número especial de SIGNS, «Development and the Sexual Division of Labor», vol. 7. n.° 2 (invierno de 1981), trata la cuestión desde una óptica feminista, empírica y teórica a la vez. Véase en concreto el artículo de María Patricia Fernández Kelly, «Development and the Sexual Division of
Labor: An Introduction», pp. 268-278.
15. Para un resumen esclarecedor del impacto de los cambios demográficos sobre las mujeres, véase Robert Wells, «Women’s Lives Transformed: Demographic and Family Patterns in America, 1600-1970», en Carol Ruth Berkin y Mary Beth Norton, eds., Women of America, A History, Boston, 1979, pp. 16-36.
16. Estas críticas se encuentran mucho mejor sintetizadas en una serie de ensayos aparecidos en SIGNS. Cf.: Mary Brown Parlee, «Psychology», vol. 1, n.° 1 (otoño de 1975), pp. 119-138; Carol Stack et al., «Anthropology», ibid., pp. 147-160; Reesa M. Vaughter, «Psychology», vol. 2, n.° 3 (otoño de 1976), pp. 120-146; Louise Lamphere, «Anthropology», vol. 2, n.° 3 (primavera de 1977), pp. 612-627.
17. Gayle Rubin, «The Traffic in Women: Notes on the “Political Economy” of Sex», en Reiter, Anthropology of Women, p. 159.
18. Friedrich Engels, The Origin of the Family, Private Property and the State, editado por Eleanor Leacock, Nueva York, 1972.
19. J. J. Bachofen, Myth, Religion and Mother Right, traducido por Ralph Manheim, Princeton, 1967; y Lewis Henry Morgan, Ancient Society, editado por Eleanor Leacock, Nueva York, 1963; reimpresión de la edición de 1877.
20. Engels, Origin, p. 218.
21. Hay un estudio sobre la división del trabajo según los sexos en 224 sociedades en Murdock, Our Primitive Contemporaries, Nueva York, 1934, y George P. Murdock, «Comparative Data on the Division of Labor by Sex», en Social Forces, vol. 15, n.° 4 (mayo de 1937), pp. 551-553. Karen Sacks ha evaluado estos datos y ha formulado una crítica desde la perspectiva feminista en Sisters and Wives: The Past and Future of Sexual Equality, Westport, Connecticut, 1979, caps. 2 y 3.
22. Engels, Origin, pp. 220-221.
23. Ibid., p. 137; primera cita; pp. 120-121, segunda cita.
24. Mary Jane Sherfey, M. D., presenta la teoría biológico-determinista contraria en The Nature and Evolution of Female Sexuality, Nueva York, 1972. Sherfey defiende que la ilimitada capacidad orgásmica de las mujeres y el estro perpetuo eran un problema para la naciente vida comunitaria en el período neolítico. La biología femenina propiciaba los conflictos entre los hombres e impedía la cooperación dentro del grupo, dando lugar a que los hombres instituyeran los tabúes del incesto y el dominio sexual masculino para controlar el potencial socialmente destructivo de la sexualidad femenina. 25. Engels, Origin, p. 129.
26. Claude Lévi-Strauss, The Elementary Structures of Kinship, Boston, 1969, p. 481.
27. Gayle Rubin, «Traffic in Women», en Reiter, Anthropology of Women, p. 177.
28. Hay una crítica feminista a la teoría de Lévi-Strauss en Sacks, Sisters, pp. 55-61.
29. Sherry Ortner, «Is Female to Male as Nature Is to Culture?», en Rosaldo y Lamphere, Woman, Culture and Society, pp. 67-88.
30. Ibid., pp. 73-74.
31. El debate queda muy bien definido en dos colecciones de ensayos: Sherry B. Ortner y Harriet Whitehead, eds., Sexual Meanings: The Cultural Construction of Gender and Sexuality, Nueva York, 1981, y Carol MacCormack y Marilyn Strathern, eds., Nature, Culture and Gender, Cambridge, Inglaterra, 1980.
32. Johann Jacob Bachofen, Das Mutterrecht: Eine Untersuchung über die Gynaikokratie der alten Welt nach ihrer religiösen und rechtlichen Natur, Stuttgart, 1861.
33. Cf. Charlotte Perkins Gilman, Women and Economics, Nueva York, 1966, reimpresión de la edición de 1898; Helen Diner, Mothers and Amazons: The First Feminine History of Culture, Nueva York, 1965; Elizabeth Gould Davis, The First Sex, Nueva York, 1971; Evelyn Reed, Women’s Evolution,
Nueva York, 1975.
34. Robert Briffault, The Mothers: A Study of the Origins of Sentiments and Institutions, 3 vols., Nueva York, 1927; véase también la Introducción de Joseph Campbell al Das Mutterrecht de Bachofen, pp. xxv-vii.
35. Bachofen, Das Mutterrecht, p. 79.
36. Cf. Discursos de E. Cady Stanton, en Ellen DuBois, ed., Elizabeth Cady Stanton and Susan B. Anthony: Correspondence, Writings, Speeches, Nueva York, 1981.
37. Sobre este cambio en la actitud hacia las mujeres, véanse Mary Beth Norton, Liberty’s Daughters: The Revolutionary Experience of American Women, 1750-1800, Boston, 1980, caps. 8, 9 y las conclusiones; y Linda Kerber, Women of the Republic: Intellect and Ideology in Revolutionary
America, Chapel Hill, 1980, cap. 9.
38. La idea de las aptitudes especiales de la mujer para reformar y prestar servicios a la comunidad aparece en toda la obra de Jane Addams. Influyó en el pensamiento de Mary Beard, quien lo sustentó con evidencias históricas en Women’s Work in Municipalities, Nueva York, 1915. Se pueden encontrar
ejemplos de la postura maternalista moderna en Adrienne Rich, Of Woman Born: Motherhood Experience and Institution, Nueva York, 1976; y Dorothy Dinnerstein, The Mermaid and the Minotaur, Nueva York, 1977. Mary O’Brien, The Politics of Re production, Boston, 1981, elabora una teoría
explicativa dentro del esquema marxista en la que se equipara el trabajo reproductivo al trabajo económico. Esta postura subyace en la ideología del movimiento pacifista de las mujeres y está expresada por feministas ecologistas tales como Susan Griffin, Woman and Nature: The Roaring Inside Her, Nueva York, 1978; y Robin Morgan, The Anatomy of Freedom: Feminism, Physics and Global Politics, Nueva York, 1982. Alice Rossi presenta un argumento maternalista diferente en «A Biosocial Perspective on Parenting», Daedalus, vol. 106, n.° 2 (primavera de 1977), pp. 1-31. Rossi acepta los argumentos de la sociobiología y se sirve de ellos con fines feministas. Pide una reestructuración de las instituciones sociales que permita a las mujeres cumplir sus funciones de ser madres y cuidadoras de los niños sin tener que abandonar su lucha por la igualdad y las oportunidades. Rossi ha aceptado sin plantear críticas las afirmaciones ahistóricas y sin base científica de la sociobiología, y difiere de la mayoría de feministas en que no defiende que los hombres hayan de compartir por igual el cuidado de los niños. Aun así, su postura merece que se le preste atención ya que es una variedad del pensamiento maternalista y a causa de su papel pionero en la crítica feminista desde el campo de la sociobiología.
39. Martin y Voorhies, Female of the Species, p. 187, describen las pautas económicas de estas sociedades.
40. Se repasa perfectamente esta literatura en N. Tanner y A. Zihlman (véase la nota 7), y en Sacks, Sisters and Wives, caps. 2 y 3.
41. Martin y Voorhies, Female of the Species, p. 190. Sobre ejemplos de estos desacuerdos entre los especialistas, véase la nota 43, más adelante, y el trabajo de Leacock sobre los esquimales. Respecto a otras interpretaciones diferentes: Jean L. Briggs, «Eskimo Women: Makers of Men», en Carolyn J. Matthiasson, Many Sisters: Women in Cross-Cultural Perspective, Nueva York, 1974, pp. 261-304, y Elise Boulding, The Underside of History: A View of Women Through Time, Boulder, Colorado, 1976, p. 291.
42. Eleanor Leacock, «Women in Egalitarian Societies», en Renate Bridenthal y Claudia Koonz, Becoming Visible: Women in European History, Boston, 1977, p. 27.
43. Sobre una descripción y un análisis detallados de la posición de las iroquesas, véase Judith K. Brown, «Iroquois Women: An Ethnohistoric Note», en Reiter, Anthropology of Women, pp. 235-251. El análisis presentado en Martin y Voorhies, Female of the Species, pp. 225-229, es interesante
porque insiste en la poderosa posición de las iroquesas sin catalogarlo de matriarcado. La afirmación parecida que hace Eleanor Leacock respecto a la existencia de un matriarcado es puesta en duda por Farb, pp. 212-213, y Paula Webster, «Matriarchy: A Vision of Power», en Reiter, Anthropology, pp. 127-156.
44. Martin y Voorhies, Female of the Species, p. 214. Véase asimismo David Aberle, «Matrilineal Descent in Crosscultural Perspective», en Kathleen Gough y David Schneider, eds., Matrilineal Kinship, Berkeley, 1961, pp. 657-727.
45. Para un estudio global de toda la literatura existente sobre las amazonas, véase Abby Kleinbaum, The Myth of Amazons, Nueva York, 1983. La conclusión a la que llega la autora es que las amazonas nunca existieron, pero que el mito de su existencia sirvió para reforzar la ideología patriarcal.
46. Sin tener en cuenta la estructura familiar y la organización del parentesco, el hecho de que las mujeres ostenten un estatus elevado no implica necesariamente que tengan poder. Rosaldo afirma de modo convincente que incluso cuando poseen un poder formal, carecen de autoridad y cita a las iroquesas a modo de ejemplo. En aquella sociedad matrilineal algunas mujeres
ocupaban cargos con prestigio y se sentaban en el consejo de ancianos aunque sólo los hombres podían llegar a jefes. Un ejemplo de una cultura con una organización patriarcal y en la que las mujeres tenían el poder económico es el shtetl judío a comienzos del siglo XX. Dirigían los negocios, ganaban el dinero y controlaban la economía familiar; por medio del cotilleo, la concertación de alianzas matrimoniales y gracias al ascendiente que tenían sobre sus hijos, ejercían una gran influencia en la política. Y sin embargo mostraban una actitud deferente hacia sus padres y maridos e idolatraban la figura del sabio por definición un varón, como la persona con mayor estatus dentro de la comunidad. Véase Michelle Rosaldo, «A Theoretical
Overview», en Rosaldo y Lamphere, Woman, Culture and Society, pp. 12-42.
47. La siguiente descripción se ha realizado a partir de James Mellaart, Catal Hüyük: A Neolithic Town in Anatolia, Nueva York, 1967. Asimismo: James Mellaart, «Excavations at Catal Hüyük, 1963, Third Preliminary Report», Anatolian Studies, vol. 14 (1964), pp. 39-102; James Mellaart, «Excavations at Catal Hüyük, 1965, Fourth Preliminary Report», Anatolian Studies, vol. 16 (1966), pp. 165-192; Ian A. Todd, Catal Hüyük in Perspective, Menlo Park, 1976.
48. Lawrence Angel, «Neolithic Skeletons from Catal Hüyük», Anatolian Studies, vol. 21 (1971), pp. 77-98, 80. La presencia de ocre sobre los huesos se debe a que, al parecer, primero se dejaban los cuerpos a los buitres, que los limpiaban de carne, y luego se enterraban. Varias pinturas murales del yacimiento ilustran el proceso.
49. Mellaart, «Fourth Preliminary Report». Hay que señalar que las conjeturas y las interpretaciones que presenta Mellaart en sus informes de excavación son más comedidas que las que aparecen en el libro final. Véase asimismo Todd, Catal Hüyük in Perspective, pp. 44-45. 50. Purushottam Singh, Neolithic Cultures of Western Asia, Londres, 1974, pp. 65-78, 85-105.
51. Todd, Cata! Hüyük in Perspective, p. 133.
52. Anne Barstow, «The Uses of Archaeology for Women’s History: James Mellaart’s Work on the Neolithic Goddess at Catal Hüyük», Feminist Studies, vol. 4, n.° 3 (octubre de 1978), pp. 7-18.
53. Ruby Rohrlich-Leavitt, «Women in Transition: Crete and Sumer», en Bridenthal y Koonz, Becoming Visible, pp. 36-59; y Ruby Rohrlich, «State Formation in Sumer and the Subjugation of Women», Feminist Studies, vol. 6, n.° 1 (primavera de 1980), pp. 76-102. Las referencias que hago corresponden en su mayoría a este último ensayo.
54. Angel (véase la nota 48), pp. 80-96
55. Todd, Catal Hüyük in Perspective, p. 137.
56. Paula Webster, después de examinar todas las evidencias a favor de un matriarcado, llegó a la conclusión de que no puede probarse su existencia, pero explicó que las mujeres necesitaban tener la «visión de un matriarcado» que les ayudara a dar forma a su futuro frente a las innumerables evidencias de falta de poder y de subordinación. Véase Paula Webster, «Matriarchy: A Vision of Power», en Reiter, Anthropology of Women, pp. 141-156; asimismo en Joan Bamberger, «The Myth of Matriarchy: Why Men Rule in Primitive Society», en Rosaldo y Lamphere, Woman, Culture and Society, pp. 263-280

Ediciones Prometeo Liberado publica nuevo poemario de Guillermo Campos: En torno a…ti.

Ediciones Prometeo Liberado publica nuevo poemario de Guillermo Campos: En torno a…ti.
SAN SALVADOR, 17 de diciembre de 2015 (SIEP) “Es un canto a la belleza de la mujer…”indica el poeta salvadoreño Guillermo Campos, refiriéndose a su última publicación En tono a…ti, que publicada por Ediciones Prometeo Liberado, viene a sumarse a su ya extensa obra literaria.

Guillermo Campos es docente ya por muchos años del Departamento de Filosofía de Universidad de El Salvador, UES, y además de su compromiso ético con la lucha por la justicia y la verdad, se ha caracterizado por incursionar en el difícil arte de componer versos por lo general de tono intimista y testimonial.

En relación a su obra, Johana Ocaño, académica colombiana, ha manifestado que esta última obra de Campos va “dirigida a todas las expresiones de amor que identifican el sentir del ser humano ya sea de amor o desamor, manteniendo la estética y a la vez la espontaneidad que le da magia y brillo a sus escritos.”

Por su parte, Ricardo Martínez Martínez, investigador y docente mexicano, afirma que la obra de Campos “es una combinación de intimidad, de encuentro con la naturaleza, de música y descripción de momentos tan especiales que mueven un sentimiento hermoso como es el amor…”

ACJ de El Salvador conmemora 25 aniversario en Comunidad Monseñor Romero de Suchitoto

ACJ de El Salvador conmemora 25 aniversario en Comunidad Monseñor Romero de Suchitoto

SUCHITOTO, 6 de diciembre de 2015 Nos sentimos muy honrados en poder celebrar nuestro 25 aniversario como ACJ de El Salvador en esta Comunidad Monseñor Romero, que forma parte de nuestras raíces, de nuestros primeros proyectos, y ya hoy vemos aquí surgiendo –estoy emocionada-una tercera generación…ya hay varios biznietos” indicó Adela Pineda, secretaria general, esta mañana en medio de piñatas y juegos para niños y niñas.

En la actividad también participaron la Familia Recinos y la Fundación Salvadoreña de Formación y Desarrollo (FUSAFORD) que aunaron esfuerzos para realizar una Celebración Navideña para los niños y niñas de esta comunidad campesina, ubicada en la zona sur del Cerro de Guazapa.

Agregó Adela Pineda que “deseamos rendir homenaje esta mañana a los jóvenes bautistas, episcopales, reformados, luteranos y católico romanos, que el 17 de noviembre de 1990 iniciaron nuestra asociación, en particular al primer presidente y primera secretaria general, Roberto Portillo y Meybel López; así como al argentino Norberto Rodríguez y la costarricense Xinia Brenes; a la antigua Confederación Latinoamericana de ACJ, CLACJ y a la ACJ-ACF de Suecia, entre muchos más…”

Concluyó que “nuestra presencia en esta Comunidad Monseñor Romero viene a ratificar nuestro compromiso con los sectores populares y nuestro acompañamiento a sus luchas por una sociedad más justa y porque los jóvenes en todo el mundo seamos sensibles al dolor y sufrimiento de los que luchan contra la exclusión social y la explotación económica, porque otro mundo es posible.”

Posicionamiento Político de organizaciones sociales de América Latina y el Caribe hacia la COP 21

Posicionamiento Político de organizaciones sociales de América Latina y el Caribe hacia la COP 21
Noviembre 2015

Los abajo firmantes, organizaciones y movimientos sociales de América Latina y el Caribe:

CONSIDERAMOS
Que la crisis actual no se trata únicamente del calentamiento global. Es también una crisis socioeconómica, política, alimentaria, energética y ecológica. En suma, una crisis sistémica cuyas afectaciones son visibles a nivel global. Esta crisis tiene origen en el sistema capitalista que a su vez se sustenta en un modelo de producción y consumo extractivista, depredador de los bienes comunes y de la fuerza de trabajo, creado en función de favorecer los intereses de las grandes corporaciones transnacionales.

Entre los efectos de la crisis vemos el incremento de la discriminación y la violencia en especial contra las mujeres, las migraciones forzosas, la pérdida de soberanía sobre el patrimonio natural y la imposibilidad de seguir existiendo como comunidades originarias y de vivir en armonía con la Madre Tierra.

Si bien los impactos de la crisis climática son evidentes a nivel global, es en el Sur global donde esas consecuencias se están manifestando de forma aguda por medio de los eventos climáticos extremos, deslaves, deshielos, inundaciones, sequías, entre otras manifestaciones.

Para hacer frente a esta crisis creemos que es necesario un cambio de sistema, que modifique radicalmente nuestros patrones de producción y consumo, y que tenga como objetivo la protección del medio ambiente como forma de hacer posible la sustentabilidad de la vida.

DENUNCIAMOS Y RECHAZAMOS
1. Que el proceso multilateral de las negociaciones del clima, en el ámbito de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), ha conducido cada vez más a la privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza y los bienes comunes, desatendiendo las verdaderas causas estructurales del cambio climático. Asimismo, en las tratativas los estados desarrollados han logrado salirse de sus obligaciones y responsabilidades históricas por la crisis del clima. Actualmente se cuenta con una negocación basada en promesas de reducción de emisiones y que implicaría a todos los estados miembros de la Convención.
2. La captura corporativa de la Convención del Clima, que debe ser combatida urgentemente como forma también de proteger el multilateralismo. Somos defensores de ese multilateralismo, crucial para que todos los países puedan participar en las negociaciones y que así los estados en desarrollo puedan reivindicar sus posiciones. No obstante, es necesario seguir alertando de la captura
corporativa de la CMNUCC y luchar para erradicarla.
3. La aceleración de los procesos de privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza como parte de las estrategias utilizadas por las corporaciones, basados en los principios de la economía verde, que no son otra cosa que falsas soluciones a la crisis climática. Esas falsas soluciones a su vez intensifican el acaparamiento de tierras y territorios y profundizan la violación
de derechos de las comunidades locales. Así lo hemos reafirmado en la Conferencia
Latinoamericana sobre Financiarización de la Naturaleza que realizamos en agosto de este año en Belém do Pará, Brasil, muchas de las organizaciones y movimientos sociales abajo firmantes.
4. Las falsas soluciones, que están siendo promovidas y profundizadas para el posible Acuerdo de París. Algunas de ellas son: los mercados de carbono, proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD), transgénicos, agrocombustibles, megaproyectos hidroeléctricos, centrales nucleares, fractura hidráulica (“fracking”), agricultura climáticamente inteligente, manipulación en gran escala de los sistemas de La Tierra (Geoingeniería), Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad (TEEB).
5. A las grandes empresas, instituciones financieras internacionales, agencias de desarrollo, entre otros actores que, en complicidad con muchos gobiernos, promueven los marcos institucionales para avanzar aún más en la mercantilización y despojo de nuestros territorios. De esa forma se otorgan nuevos derechos a las grandes corporaciones transnacionales por encima inclusive de la soberanía de nuestros pueblos. Esta arquitectura de la impunidad se expresa en los Tratados de
Libre Comercio (TLC), Tratados Bilaterales de Inversiones (TBI), el Acuerdo Transpacífico (TPP), el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA), la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) y todos aquellos que atentan contra la soberanía y autodeterminación de los pueblos. Respaldamos el proceso de negociación en el marco del “Grupo de Trabajo intergubernamental de composición abierta sobre las empresas transnacionales y otras empresas con respecto a los derechos humanos”, creado por el Consejo de Derechos Humanos de ONU para instaurar un tratado legal que obligue a las corporaciones transnacionales a respetar los derechos humanos. Seguiremos vigilantes y activos en las negociaciones de ese Grupo de Trabajo.
6. El modelo de dominación y opresión que sustenta la deuda, que a través del pago de los servicios de la deuda externa e interna, continúa desviando los ya de por si limitados recursos existentes para la inversión social. Los recursos desviados podrían utilizarse para hacer frente a las consecuencias que el cambio climático tiene en la vida de nuestros pueblos. Hablamos de una deuda económica, pero también climática, social, ecológica.

DEMANDAMOS

En el camino para la construcción de soluciones reales a la crisis, es urgente:
1. Que los países desarrollados se comprometan a reducciones de emisiones drásticas en base a su responsabilidad histórica y capacidades respectivas, a transferencia de fondos para adaptación y mitigación del cambio climático en el Sur global y a transferencia de tecnologías.
2. Poner fin a los procesos de persecución, desaparición, torturas y asesinatos de luchadores sociales y defensores de los derechos de los pueblos y de la Madre Tierra, ordenados por corporaciones en América Latina y diversas partes del mundo. Además, parar con la represión y criminalización de la protesta social de parte de numerosos gobiernos.
3. La incorporación y reconocimiento de alternativas para el Buen Vivir, la sustentabilidad de la vida, la defensa de los bienes comunes y la Madre Tierra. En este sentido, reivindicamos las formas de vida de los pueblos indígenas y campesinos, y su cosmovisión en absoluta armonía con la naturaleza, basados en principios de justicia ambiental, social y climática.
4. Que se promueva la libre determinación territorial y el autogobierno, la soberanía alimentaria, un cambio global de la matriz de energía que lleve a la transición de los combustibles fósiles y de lugar a la soberanía energética, la economía solidaria y feminista, el manejo comunitario de los bosques y territorios y del agua. Esto hace parte del paquete de soluciones reales que consideramos urgentes para hacer frente a la crisis sistémica.
5. El cambio de sistema debe implicar una transición justa, a ser construida con los
trabajadores y trabajadoras y el conjunto de la sociedad. Esta transición pasa además por asegurar el empleo decente, la libertad de organización, la garantía de derechos fundamentales como la negociación colectiva, la huelga, el acceso a la salud, el diálogo social, mecanismos que aseguren la recalificación profesional. Pasa también por el establecimiento de una amplia red de seguridad y protección social, entendida como un derecho humano, además de políticas públicas que garanticen formas de trabajo dignas.
6. En ese sentido, reivindicamos la Plataforma de Desarrollo de las Américas (PLADA)
desarrollada por la Confederación de Sindicatos de Trabajadores y Trabajadoras de las América (CSA), que contiene entre otras cosas el marco y el camino de la transición justa que demandamos.
7. Estas ideas presuponen también la ampliación del concepto de trabajo, el reconocimiento del trabajo de las mujeres y el equilibrio entre la producción y reproducción, para que esta última no sea una atribución exclusiva de las mujeres.

DESDE AMÉRICA LATINA NOS SUMAMOS A LAS MOVILIZACIONES

Estamos respaldando el proceso de trabajo e impulso a las manifestaciones de la Coalición Francesa, que aglutina a diversas agrupaciones sociales y organiza las actividades para que nosotros y nosotras, como pueblos del mundo, coloquemos nuestras denucias y demandas en París, y al mismo tiempo en numerosas partes del planeta.

Lo hacemos desde el acumulado que hemos trazado en las luchas y proceso comunes, en momentos como la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra en Cochabamba (Abril 2010, y que tuvo su segunda edición del 9 al 12 de octubre pasados), la Cumbre de los Pueblos de Río+20 (Junio 2012), la Pre Cop Social de Isla Margarita (Noviembre 2014) y la Cumbre de los Pueblos de Lima (Diciembre 2014).

En este camino que estamos transitando llamamos a fortalecer los lazos de hermandad, solidaridad y acción, en procesos que apunten a la construcción de sociedades y colectividades justas, equitativas, donde los derechos de los pueblos y los de nuestra tierra se respeten.

Convocamos a profundizar las resistencias locales, regionales y globales contra la implementación de las falsas y peligrosas soluciones al cambio climático, al tiempo que aumentar la promoción de las verdaderas soluciones que ya existen y provienen de los pueblos.

Exhortamos a mantener las movilizaciones y la denuncia activa del curso de las negociaciones del clima, que favorece a las grandes corporaciones transnacionales y gobiernos de los países desarrollados.

Finalmente, llamamos a manifestarnos en todos los espacios y territorios para apoyar las más de dos semanas de movilizaciones de París 2015 (del 28 de noviembre al 12 de diciembre). Entendemos que esa instancia será un momento importante de convergencia con organizaciones y movimientos sociales de diversas regiones, en un camino mucho más largo por la justicia climática, que nos debe aportar para acumular fuerzas y seguir adelante en nuestras luchas comunes.

FIRMANTES

Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA)
Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC – Vía Campesina)
Marcha Mundial de las Mujeres (MMM)
Jubileo Sur/Américas
Grupo Carta de Belém
Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe (ATALC)

Panama: Socialismo, democracia y justicia (1850-2010)

Panama: Socialismo, democracia y justicia (1850-2010)

ALAI net

Marco A. Gandásegui, h.

Panamá – mapa

El socialismo es un viejo anhelo de los pueblos que luchan por alcanzar un estado de bienestar general para toda su población. En la actualidad, hay gobiernos dirigidos por partidos políticos que se dicen socialistas, tanto en América latina, Europa, Asia y África. En el caso de estos partidos, a pesar de las marcadas diferencias que los distingue en la actualidad, casi todos si no todos, tienen una raíz común.

Son partidos socialistas que tienen su origen en las grandes luchas sociales que caracterizaron el nacimiento del capitalismo industrial en el siglo XIX. Las relaciones sociales capitalistas que fueron prendiendo en país tras país generaron una creciente masa de trabajadores que organizaron poderosos movimientos obreros. Los trabajadores se rebelaban contra las condiciones injustas de trabajo y condiciones miserables de vida. En el marco de estas protestas, levantaron como reivindicación la necesidad de construir una sociedad nueva, una sociedad con democracia y justicia social, que bautizaron con el nombre de socialismo.

Las primeras manifestaciones en Panamá

En Panamá las primeras protestas laborales contra la explotación capitalista se produjeron en 1853, hace más de siglo y medio. Fueron los trabajadores de la Compañía de Vapores del Pacífico que paralizaron sus labores por las condiciones infrahumanas de trabajo existentes en una terminal en la isla de Taboga, frente a la ciudad de Panamá. Durante la segunda mitad del siglo XIX – según los registros de la época – los trabajadores portuarios, del Ferrocarril Transístmico y del Canal francés se enfrentaban con frecuencia a los capitalistas y a los gobiernos que solían reprimirlos con mucha violencia.

A principios del siglo XX, con la construcción del Canal de Panamá y actividades conexas en el área de tránsito, el movimiento obrero y los ideales socialistas dieron un salto cualitativo. Los trabajadores del Canal – a pesar de las leyes racistas impuestas por EEUU – se organizaron en sindicatos, asociaciones y logias de todo tipo. Las huelgas eran reprimidas por la Policía especial creada en la entonces Zona del Canal y, a veces, por el Ejército de EEUU. Las huelgas reivindicativas se generalizan bajo la dirección de organizaciones sindicales con programas de trabajo, objetivos y recursos.

El grupo comunista de 1921

Los trabajadores reivindicaban el socialismo, la democracia, principios nacionalistas e identidades étnicas. En la década de 1920 aparecieron los primeros sindicatos y movimientos que organizaron grupos socialistas. En 1921 se creó el Grupo Comunista (bajo la dirección de Manuel Garrido, José Brouwer, Blázquez de Pedro y José González R.) y en 1923 se funda el Sindicato General de Trabajadores (SGT). Este último cuenta con la participación destacada, entre otros, de S. Casis y D.H. Turner. El crecimiento de la clase obrera en Panamá recibió influencia de la revolución mexicana (1910) y, sobre todo, de la revolución rusa (1917).

El primer movimiento que une a los trabajadores de las ciudades terminales del Canal se produjo en 1925 cuando el pueblo dirigido por el SGT organizó el movimiento inquilinario que rechazó los precios abusivos de los alquileres de los casa-tenientes de la época. El movimiento fue derrotado por una de las tantas intervenciones militares de EEUU, causando muchos muertos y heridos. Los dirigentes identificados como socialistas fueron deportados, otros fueron encarcelados y perseguidos.

Los partidos comunista y socialista

En 1930 se fundó el Partido Comunista y en 1932 el Partido Socialista. El primero tenía una línea próxima a la III Internacional que acababa de definir una posición proletaria. En aquella época privilegiaba el papel de la clase obrera como “vanguardia revolucionaria” sobre las otras clases, especialmente la campesina. El Partido Socialista (PS), en cambio, no se identificaba con una línea internacional propiamente tal. El presidente del PS, Demetrio Porras, estaba bajo la influencia de los planteamientos teóricos de los socialistas franceses. Reconocía el peso específico de los trabajadores del campo y planteaba una táctica política que promovía la alianza obrero – campesina.

El PC se cambió de nombre durante la II Guerra Mundial para crear un Frente Popular con todas las fuerzas que combatían el fascismo en Europa y Japón. La propuesta democrática de los socialistas tuvo mucho impacto en la década de 1940 con la agitación del nuevo Partido del Pueblo y la participación del PS en la Asamblea Constituyente de 1946.

La guerra fría declarada por EEUU contra la URSS después de la segunda guerra mundial tuvo un fuerte impacto sobre Panamá. Los partidos socialista y comunista tuvieron que pasar a la clandestinidad. Los líderes políticos, sindicales e intelectuales eran perseguidos con entusiasmo por la Guardia Nacional y la Policía Secreta. Incluso, los profesores universitarios de pensamiento socialista eran destituidos de sus puestos.

El cerro Tute y el MLN

En 1959 varios destacamentos de jóvenes socialistas se alzaron en armas en el Cerro Tute, en la provincia de Veraguas. Fueron perseguidos y sometidos por el capitán Omar Torrijos quien posteriormente tendría un papel destacado en la vida nacional. La guerrilla del Tute fue una muestra del espíritu de lucha revolucionaria que caracterizaba a la juventud de la región latinoamericana. Ese mismo año destacamentos de socialistas colonenses organizaron la Marcha del Hambre que culminó con la toma de la Asamblea de Diputados. Los trabajadores de las bananeras mantuvieron una lucha por décadas bajo banderas socialistas hasta que en 1960 su sindicato tuvo que ser reconocido tras una larga y sangrienta huelga. En 1964 la juventud estudiantil impregnada de ideas socialistas, democráticas y antioligarcas encabezó un levantamiento popular y nacionalista contra la ocupación militar de EEUU.

Con motivo del golpe militar de octubre de 1968 los jóvenes socialistas de la época fueron perseguidos, encarcelados y torturados. La figura más conocida de esa época – por su discurso y espíritu de lucha – fue Floyd Britton dirigente del Movimiento Universitario Revolucionario (MUR). Britton fue torturado y muerto en la isla penal de Coiba. Sus seguidores fundaron el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) 29 de Noviembre (fecha de su muerte en 1969).

La social democracia torrijista

La era torrijista (1969-1981) produjo un rompimiento en las filas del PS. Algunos se asociaron con el discurso nacionalista del general Torrijos, mientras que otros se alinearonn con la oposición abandonando con el tiempo sus ideales socialistas. La juventud comunista, en cambio, se pasó en bloque al torrijismo, mientras que el Partido del Pueblo mantuvo un “apoyo crítico” a la gestión de los militares. La juventud comunista formó la llamada “tendencia” que contribuyó a crear el Partido Revolucionario Democrático (PRD).

El PRD se afilió a la Segunda Internacional Socialista dirigida por los social demócratas europeos en la década de 1980. Desde entonces los partidos afiliados a la internacional socialista han adoptado políticas neoliberales.

La actualidad

El MLN mantuvo viva la militancia de su organización durante el régimen militar (1968-1989) y sigue vigente en la actualidad apoyando el trabajo de agitación y organización socialistas entre sindicatos, asociaciones y grupos comunitarios. El Partido del Pueblo con estrechos lazos con la III Internacional Socialista sufrió las consecuencias del colapso del bloque soviético en 1990. Sin embargo, continúa haciendo una labor educativa a escala nacional. De reciente formación, el Partido Alternativa Popular (PAP), optó por una táctica de agitación y educación que incluye la vía electoral.

Han pasado 150 años desde las primeras manifestaciones de protesta de una clase obrera incipiente en Panamá y la aparición de organizaciones socialistas. Lo interesante es comprobar que mientras existan trabajadores organizados, sus aspiraciones siempre se asociarán con la construcción de una sociedad nueva, donde impere la democracia, el bienestar y la justicia social.

Panamá, 1º de mayo de 2010.

Marco A. Gandásegui, hijo, (Profesor de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA

http://marcoagandasegui10.blogspot.com

http://alainet.org/

“Un orgasmo es el peor accidente laboral que nos puede pasar”

“Un orgasmo es el peor accidente laboral que nos puede pasar”

Haydee Laínez y María Consuelo Raymundo son coordinadoras del movimiento Orquídeas del Mar, y en esta entrevista cuentan el lado oculto del trabajo sexual, mismo que aseguran volverían a elegir si volvieran a nacer.

Bryan Avelar

Haydee Laínez y María Consuelo Raymundo son dos trabajadoras sexuales que, hace diez años se reunieron en una esquina de la Avenida Independencia, de San Salvador, y decidieron crear el primer gremio de prostitutas de El Salvador, que ahora lideran, para exigir que se les respeten sus derechos humanos y para luchar en contra de los estigmas que las acompañan, a ellas y a sus demás compañeras, todos los días de su vida.

Ahora ellas quieren que el Estado salvadoreño reconozca el trabajo sexual como un oficio digno. Sin embargo, entre líneas no dejan de aceptar que esta ocupación no es la primera que escogen la mayoría de mujeres que la ejercen, sino que muchas veces es la situación económica la que las lleva hasta las calles o los burdeles del país.

En esta entrevista cuentan las infidencias del oficio, desde cómo sus parientes supieron que ellas eran trabajadoras sexuales, pasando por “lo tedioso de este trabajo”, unos curiosos “accidentes laborales”, y “lo que más les gusta de esto”.

El movimiento de mujeres Orquídeas del Mar nació de una reunión de 19 amigas que trabajaban en lo mismo, un 13 de octubre de 2005. Desde entonces han ido encontrando el apoyo de varias organizaciones internacionales y hoy pueden decir que atienden a más de tres mil mujeres trabajadoras sexuales en todo el país.

Desde esta trinchera, ahora como directora y representante legal de la fundación, respectivamente, siguen luchando por los derechos de sus compañeras, y aunque ya no les queda tanto tiempo “para ir a la cuadra” a vender su sexo, dicen, entre risas, que nunca es tarde para darse una escapada de sábado con algún enamorado.

Ustedes se han dado a conocer porque defienden a la prostitución como un trabajo digno, algo con lo que mucha gente no está de acuerdo ¿cuál es su argumento para decir que la prostitución, más que ser una fuente de dinero, es un trabajo que dignifica a la persona?

María Consuelo Raymundo (MC): Nosotros concebimos el trabajo sexual como algo que dignifica porque es de donde comemos, de lo que viven nuestras familias, de donde nos mantenemos.

Si tenés un trabajo y es remunerado, lógicamente es un trabajo y entra en el concepto de trabajo. Nosotras no somos ni delincuentes ni nada de lo que la gente dice. Nuestra empresa somos nosotras.

Haydee Laínez (HL): Decimos que es un trabajo digno porque somos mayores de edad y lo realizamos con consentimiento propio. Por otra parte, la palabra “prostituta”, para nosotros, es una palabra que en la historia nos borró derechos humanos porque han dicho que somos mujeres que no valemos nada, que solo pasamos paradas en la calle; y eso tiene que ver con los mitos y prejuicios que en la historia se han venido fomentando.

Sin embargo, cuando se habla de trata, eso sí es delito, y nosotras estamos en contra de la trata de personas. Nosotras decimos que la trata es cuando se ejerce el trabajo sexual de manera forzada, a eso le llamamos prostitución.

¿Es diferente decir prostituta que decir trabajadora sexual?

Trabajadora sexual es una mujer que tomó la decisión, que tiene sueños, tiene metas, y que quiere vender su sexo y que decide irse a la Avenida o a un night club; pero una prostituta puede ser una mujer que está siendo víctima de trata, que está obligada, alcoholizada o bajo efectos de drogas para que otro venda su sexo.

¿Cómo se sienten sus hijos al saber que usted se acuesta con varios hombres al día?

MC: Yo tengo dos hijos mayores, y en aquel momento, cuando les dijeron que yo era una prostituta y que estaba en la calle, quizá se sintieron mal, porque incluso, no le dijeron solamente que yo me acostaba con un montón de hombres sino también que yo era una alcohólica, drogadicta, y tantos mitos y prejuicios que le meten al tema que al principio quizá lo creyeron.

¿Cómo fue que sus hijos se dieron cuenta de su trabajo?

MC: Un día yo estaba en la Avenida, trabajando, leyendo el periódico, porque yo siempre acostumbraba leer el periódico mientras esperaba a los clientes. Entonces ahí estaba acostada en la camita cuando, como a eso de las nueve de la mañana, miré un hombre joven frente a la puerta. ¡Mirá que ironías tiene la vida! Entonces yo dije “si ese hombre no me habla, yo tampoco le voy a hablar”, y seguí leyendo el periódico. Cuando, de repente, veo que era mi hijo.

En ese momento no hallaba qué decirle, hasta que me armé de valor y le dije “Ajá, hijo, ¿qué es lo que te trae por aquí?”. No había de otra. ¡Es que ese no era el momento ni era el espacio para aclararle las cosas!

Entonces le di una plata que él necesitaba ¿Y te digo para qué necesitaba plata mi hijo? Para su graduación, porque ya iba a bachillerato, a segundo año, y se la di y se fue. Pasó eso. No nos dijimos nada más.

Ajá…

Como al mes de haber pasado ese incidente yo no tenía el valor para explicarle lo que pasaba, pero el momento se dio cuando faltaban como tres días para la graduación y estábamos solos en la casa. Él se me acercó e inició la plática diciéndome “mami, no te sintás mal, yo sé que eso es un trabajo”. Con mucha madurez, mi hijo de 16 años, me dijo eso. “Gracias mami por que por vos soy quien soy, y ¿sabés qué? Como hijo no te voy a defraudar”, me dijo.

Tres días después se estaba graduando y le dieron el primer lugar de bachillerato. Fue el alumno ejemplar, el más exitoso de esa promoción. Y él me dijo que eso lo había hecho porque ya sabía, desde hace tiempo él ya sabía y que quería reconocerme el sacrificio que yo hacía en el trabajo sexual. ¿Cómo creés que me sentí yo?

Después me puse a hablar con mi hijo de diez años y le expliqué de mi trabajo. ¿Cuál fue mi sorpresa? “Mami, yo ya sé”, me dijo, “gracias por ser la madre que eres”. Eso no te lo esperás de los hijos, pero pasa.

¿Y usted de qué les había dicho que trabajaba?

MC: Yo nunca fui muy clara con ellos en ese sentido. Pero es bueno decirle a la familia dónde uno trabaja porque también que uno se libera de cargas, porque eso sí es una gran carga, el andar pensando en cuándo se va a dar cuenta tu familia y qué van a decir.

Yo me recuerdo que cuando llegaba a mi casa rodeaba las calles principales para que los vecinos no me vieran, porque toda la gente que tenés a tu alrededor sabe, pero a mí quienes me importaban eran mis hijos, mi núcleo familiar, todos los demás me valían un pepino. Entonces, cuando mis hijos se dieron cuenta, yo tuve la libertad de caminar por la calle del centro sin que me importara lo que dijeran los vecinos. Hasta entonces me quité esa gran carga.

En todo trabajo hay momentos en que la jornada se torna difícil. Si bien el sexo es placentero, pero ¿cuándo su trabajo se torna difícil, tedioso, cansado?

HL: Nosotras hemos disfrutado el trabajo sexual porque cuando uno tiene una remuneración económica, se disfruta. Hay ocasiones en las que se complica, pero es mayormente cuando no llegan clientes. Eso es algo que nos baja la autoestima.

Entonces, en esos momentos sí se vuelve tedioso, y uno dice “púchica, estuve todo el día aquí parada y no hice nada, mejor voy a buscar otro trabajo”, pero no es una expresión de odio al trabajo sexual porque si así fuera estuviéramos viendo que hay más mujeres saliendo del trabajo sexual, pero lo que vemos es lo contrario, que hay más mujeres entrando, que la cifra está incrementando; incluso mujeres mayores, de 60 o 70 años ingresando a estas alturas al trabajo sexual.

¿Señoras de 70 años que van empezando en esto?

Sí, claro, y nosotras hablamos con ellas.

-¿Qué tal, niña Juanita, cómo le va?

-Aquí, aunque sea haciendo un ratito a la semana, pero vendo dulces también para ir saliendo – nos dicen.

Porque así son algunas de las compañeras, tienen sus propias estrategias. Algunas venden dulces, cigarros, cosméticos, pero siempre hacen trabajo sexual.

Llega un momento en el que las parejas se cansan un poco de tener sexo y tienen la libertad de darse un descanso, por llamarlo de una manera, algo que ustedes no tienen. ¿Se vuelve tedioso o desagradable tener que acostarse con varios hombres todos los días?

HL: No, no, nada que ver. Al contrario, es agradable. Para mí se ha convertido en una experiencia agradable porque al final tengo el placer de no estar solo con un hombre. Es una de las cosas que yo más disfruto. Aparte de eso, me puedo dar el gusto de estar con alguien mayor que yo, con un joven, con un casado, un divorciado… ¡Además! uno tiene la autonomía como mujer de decir “con este voy y con este no voy”.

¿Cómo una trabajadora sexual vive la violencia y la inseguridad en las calles?

MC: Primero quiero decir que existe en la mente de las personas una vinculación entre el trabajo sexual y la inseguridad. Es decir que con solo que en una esquina se ejerza el trabajo sexual, la gente ya piensa que ahí es inseguro, pero en la práctica no siempre es así.

Lo que sucede es que en las zonas donde se ejerce el trabajo sexual el Estado ha perdido su interés por garantizar la seguridad, entonces pasa que incluso nosotras mismas somos víctimas de la violencia. Muchas compañeras están siendo maltratadas por los clientes o están siendo extorsionadas por pandilleros.

¿Tienen casos específicos de maltrato, amenazas o extorsión a las trabajadoras sexuales?

MC: Sí, pero lamentablemente es mínimo. Lo que pasa es que por la misma situación la gente no se atreve a denunciar, y esto pasa incluso con nosotras, las líderes, que no denunciamos por miedo a que el día de mañana, al solo salir, nos pueden matar. Incluso como algunas de ellas están acompañadas con los muchachos estos pandilleros es que no dicen nada.

HL: Lo que hemos visto es que cuando les pasamos un estudio en el que se les pregunta quién es el que más las violenta, si el CAM, la Policía o las pandillas, las compañeras no contestan. “No, esta no la quiero contestar”, nos dicen. Por miedo. ¿Por qué? Porque la seguridad nunca nos llegó a las trabajadoras sexuales. Porque dicen que las zonas donde se ejerce el trabajo sexual es, automáticamente, una zona ZAR (Zona de Alto Riesgo). Para mí esa palabra es estigmatizaste.

Pero si dice que algunas son mujeres de pandilleros, incluso…

HL: No te voy a decir que todas somos buenas ni que todas somos malas. En la viña del Señor de todo hay. Igual que en todo lugar, vas a encontrar gente que está vinculada, y en este trabajo pasa igual. Pero el problema es que a nosotras se nos ha estigmatizado tanto que se dice que no servimos para nada, que somos delincuentes, que somos la quita-maridos. Y con eso la gente nos borra nuestros derechos.
Afiche de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y El Caribe a la cual pertenece Orquídeas del Mar

Afiche de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y El Caribe a la cual pertenece Orquídeas del Mar

La iglesia. ¿Ustedes creen en Dios? ¿Creen en la iglesia? ¿Cómo ven ustedes a la iglesia y cómo la iglesia las ve a ustedes?

MC: Fijate que así como hay diferentes corrientes feministas hay diferentes corrientes de iglesias. Hay algunas que todavía ven a la prostitución como un pecado, y ha sido condenada por diferentes pastores de la iglesia católica como de la evangélica. Pero en otras ya se está empezando a ver como un trabajo, o al menos lo tratan un poco más suave que antes.

¿A qué cree que se debe ese cambio?

MC: Es parte de un análisis de país. Si vos te vas a ver a las calles del centro de San Salvador, ahora vas a ver más puestos, más ventas ambulantes que hace unos años ¿por qué? Porque hay más desempleo, hay más necesidad. Lo mismo pasa en el trabajo sexual. Hoy se está empezando a ver como lo que es porque la misma realidad lo permite.

Esto te lo digo porque yo soy de las mujeres guerreras que han trabajado a nivel nacional, en parques calles, night club´s, todo eso, y me he dado cuenta de que hay muchas mujeres que ejercen el trabajo sexual y son periodistas, enfermeras, profesoras, trabajan en bancos. ¿Y sabés por qué están ahí? Porque muchas veces tienen una situación económica insoportable en que las empresas donde trabajan les pagan un salario de hambre y ellas tienen una familia que mantener; eso nos pasa a medio mundo.

A ver si le entiendo, entonces ¿me está diciendo que las mujeres que ejercen el trabajo sexual lo hacen porque se ven obligadas a hacerlo cuando ya no saben qué hacer con sus necesidades económicas?

MC: No es obligación porque siempre es opcional. Mientras no haya alguien detrás de ella que la esté amenazando, el trabajo sexual sigue siendo opción. Porque muchas veces es que una mujer, aún sin tener una profesión, pueda trabajar en otra cosa. Una mujer conservadora puede ser que, al verse en esta situación, se dedique a vender en la calle, por ejemplo.

Se habla mucho de la prostitución en mujeres, pero ¿en El Salvador también hay gigolós?

MC: ¿Hombres trabajadores sexuales? Sí hay. Solo que acordarte que están más ocultos. Si los buscás detenidamente te vas a dar cuenta que, por ejemplo, en la playa El Tunco hay un grupo de gigolós que incluso solo atienden a extranjeros. Entonces sí hay, solo que no están organizados.

A partir de eso cambiemos de papeles. Póngase en el plan de que usted es una mujer que tiene a su esposo y a sus hijos, y no es trabajadora sexual. Pues un día se da cuenta de que su esposo es un gigoló. Sin tener los conocimientos que ahora tiene, ¿cómo reaccionaría?

MC: ¿Qué hiciera?… Pues… lo primero que haría sería irme a hacer todos los exámenes del mundo, jajajaja. De afligida porque mi pareja se anda acostando con medio mundo. Es que en relaciones de pareja muchas veces se hace sin condón… ay, no, no me quiero poner en esa situación, pero lo más seguro es que hasta lo agarraría para ir con él y ¡ahí ve vos si salís con una tu enfermedad! Jajaja. Yo, lógicamente tendría que tener mi reserva, mi desconfianza.

Quizá como ahora tengo una mente más abierta lo podría aceptar, pero en ese caso lo más seguro es que lo cuestionaría, porque en una relación de pareja esto del trabajo sexual es difícil, y uno quiere que esa parte sexual sea solo de uno y de nadie más. También nosotras, en algún momento queremos que sea un hombre sea solo de nosotras. Pero, bueno, creo que platicaría con él, y si logramos llegar a un acuerdo y me da una buena explicación de porqué hace eso, pues podríamos seguir con la relación.

¿Es decir que hay trabajadoras sexuales que tengan a su pareja fija y que esta acepte abiertamente su trabajo?

HL: Sí hay. Lo que pasa es que la gran mayoría, no digo todas, pero un gran porcentaje a lo mejor las parejas aceptaron su trabajo sexual porque son los de los mismos clientes.

Una de las cosas que nosotros no confundimos es que con un cliente puedo pasar un rato bien rico pero con mi pareja puedo ser respetuosa porque una cosa es el trabajo y otra es la unión libre que tengo con mi pareja. Este es un trabajo como todos y debe ser respetado.

Todos tenemos algo que nos gusta más de nuestro trabajo, ¿a usted cómo le gustan los clientes?

MC: ¿Cómo me gustan a mí los clientes? jaja… pues… fijate que como hay diversidad de clientes uno se da cuenta que en el trabajo sexual hay unos que le dan a uno un trato como reina, la hacen sentir que es la mujer más importante del mundo, y no importa si es chiquito, alto, grandote; lo que importa es el trato que le dan.

Hay otros que realmente nos tratan como un objeto sexual y solo nos quieren para quitarse las ganas, y uno entiende que es porque le están pagando, pero hay momentos en los que eso se siente mal. En cambio hay otros que nos tratan realmente como una persona. Por ejemplo, yo tuve uno que hasta me cantaba y me llevaba detalles. Con esos clientes, te digo, uno como trabajadora sexual tiene accidentes laborales.

¿Accidentes laborales? ¿Embarazo o qué?

MC: ¡No! ¡Son los orgasmos! jajajaja. Hay momentos en los que viene un cliente, y uno sabe que es un cliente, pero a veces uno se confunde y pasan ese tipo de accidentes laborales.

Es falso eso que dicen de las trabajadoras sexuales. Por muy rígidas que seamos, uno siente y está propensa a tener un accidente laboral. ¿Y sabés qué es lo peor? Que a uno le pasan con gente que ni se imagina, que ni conoce, ¡eso es lo que al final da cólera! Jajaja.

Jajajaja ¿pero por qué le da cólera tener un orgasmo, que no debería ser la mejor parte del trabajo?

MC: ¡Porque te hace rico! Porque a lo mejor tiene la experiencia que no tiene el joven o ¡que ni mi misma pareja tiene! De eso estoy hablando

¿Pero por qué no les gusta?

HL: Porque uno se guarda para su pareja, pero tuvo un accidente laboral en el sentido de que mi cuerpo ya no se resistió con un desconocido.

Una última pregunta, a ver, ¿si usted volviera a nacer, y pudiera elegir, volvería a ser trabajadora sexual o cambiaría?

MC: Sí volvería a serlo. Te voy a decir porqué. Porque ser una trabajadora sexual me ha dado la oportunidad que muchas mujeres desean. Una de esas es tener conocimiento, experiencias, e incluso la que casi no me gusta decirlo es viajar a capacitarnos por casi todo el mundo. Hay muchas mujeres profesionales que cómo desean un viajecito aunque sea ahí nomás, a Costa Rica; pero para llegar a esas oportunidades como trabajadoras sexuales hay que plantarnos y luchar no solo por nosotras sino por todas las compañeras.

HL: Yo igual, solo que si volviera a nacer empezaría más temprano. Empecé a los 18 años, pero comenzaría antes, jajaja. Tomaría las mismas decisiones de mujer porque creo que el trabajo sexual no nos denigra, lo que nos denigra son las condiciones en que ejercemos y la sociedad por cómo nos ve.

Yo, a todos los lugares donde voy, me presento como “Haydé Cabrera, trabajadora sexual”. Aunque ya no vamos a la cuadra todos los días porque no nos queda lugar, yo tengo mis clientes por fines de semana o en la noche, después de que salgo de acá.

A nosotras dos ya no nos queda mucho tiempo de ir a estar en la cuadra pero añoramos esos días, mientras tanto yo disfruto estudiar, disfruto mucho leerme un libro, hacer mis trabajos en grupo porque todo eso te da conocimiento. Admiro a la gente inteligente y quiero estar a la par de ellos. Por ejemplo, hay un hombre al que admiro mucho que es a don Dagoberto Gutiérrez.