La modernidad ilustrada. Críticas y contracríticas

La modernidad ilustrada. Críticas y contracríticas

Dorando J. Michelini

Desde un punto de vista histórico, la modernidad surge en Europa y se origina como un fenómeno económico, político y cultural europeo. Entre sus eventos históricos fundamentales se encuentran la Reforma, la Ilustración y la Revolución Francesa (Habermas, 1988).

Vistos desde un contexto no-europeo, el desarrollo y la plena constitución de la Modernidad europea sólo son posibles en una dialéctica con la realidad histórica no-europea, por ejemplo, latinoamericana (Dussel, 2001). En este sentido puede decirse que América Latina descubre la Modernidad no desde dentro, como un fenómeno económico, político y cultural intrínseco, sino como un fenómeno periférico.

Más aún, una lectura detenida de los textos histórico-políticos de Kant, por ejemplo, muestra su eurocentrismo: una ideología que constituye la autoconciencia de la modernidad, que fundamenta la superioridad europea y cimenta la conquista colonial de pueblos no-europeos.

En el contexto del pensamiento latinoamericano, la pregunta sobre qué es la modernidad y qué sentido tiene la ilustración en la actualidad, podría abordarse tanto desde un punto de vista sistemático señalando los conceptos-clave de lo que fue la ilustración europea

La Ilustración y la Modernidad ilustrada han sido objeto de diversos cuestionamientos y críticas. En este trabajo se precisan algunas ideas-clave de la modernidad ilustrada y se analizan diversas críticas posmodernas y liberacionistas a la Ilustración y a la Modernidad.

Desde una perspectiva dialógico-discursiva puede mostrarse que, aun teniendo en cuenta la validez parcial de muchas de estas críticas, un concepto ampliado de razón y una transformación racional de la praxis a partir de y a través de lo sabido racionalmente siguen siendo elementos clave del legado de la modernidad ilustrada e instancias irrenunciables para nuestra autocomprensión y autorrealización y tratando de establecer su validez para otros contextos y culturas, como desde una visión de la historia de las ideas latinoamericanas, rastreando en diversos autores y corrientes representativos del pensamiento latinoamericano, las convicciones, propuestas y críticas en torno al problema que nos ocupa.

En lo que sigue, mi intención es precisar algunas ideas-clave de la modernidad ilustrada, que podrían y deberían rescatarse o rehabilitarse mediante una transformación intersubjetivo-discursiva de la racionalidad. Estas ideas-clave dialógico-críticamente transformadas pueden ayudar a esclarecer los cuestionamientos que provienen de las diversas críticas postmodernas y liberacionistas.

En lo que sigue, me propongo explicitar sucinta y sistemáticamente
qué fue la Modernidad ilustrada como período de la historia del pensamiento y la cultura europeas, y qué implica la modernidad
ilustrada, vista desde una perspectiva latinoamericana (1); analizar el
alcance y los límites de algunas críticas postmodernas y liberacionistas
a la Ilustración y la Modernidad (2); y, finalmente, precisar la respuesta
a la pregunta sobre qué queda de la Modernidad ilustrada (3).

1. ¿Qué fue y qué es la modernidad ilustrada?

La Ilustración constituye la culminación de la edad histórica que
se conoce como modernidad. Según Kant, Ilustración es la época de la crítica. (Kant, 1973) y constituye, según su clásica definición, la salida de la humanidad por su propio esfuerzo del estado de culpable inmadurez. (Kant, 1986). La Ilustración ha sido definida también como el esfuerzo de introducir la razón en el mundo. (Horkheimer,1968). Popper habla de la Ilustración como emancipación por el saber. (Popper, 1967).

Todas estas definiciones, más allá de sus acentos peculiares, hacen hincapié en la fuerza teórica del uso crítico de la razón y en la fuerza práctica de la razón para la transformación de la realidad. Es por ello que las características fundamentales de la Modernidad ilustrada atañen tanto a la teoría como a la praxis y a su articulación recíproca.

Una primera característica de la Modernidad ilustrada europea tiene que ver con un elemento clave e irrebasable de la Ilustración: la reflexividad discursiva. Por un lado, la reflexividad, implica autoconocimiento, esto es, conocimiento de sí mismo y conocimiento obtenido por sí mismo (Schnädelbach, 1987: 23); por otro lado, la discursividad implica un permanente movimiento de argumentación, que hace que todo intento de contra-ilustración sea dilemático y no constituya, en definitiva, más que un nuevo esfuerzo de ilustración. (Schnädelbach, 1987: 25).

Por todo ello, la Ilustración europea no es una receta ni un conjunto de principios o ideas autoconsolidados que puedan rescatarse o rehabilitarse sin crítica. Desde la antigüedad hasta el presente, el concepto de ilustración tiene que ver con una actitud metódica y no con un conjunto de contenidos que
puedan acumularse históricamente: se trata del uso crítico de la razón. (Ropohl, 1991: 25). La Ilustración, en cuanto uso crítico de la razón, es un proceso inacabado e inacabable de autoconstrucción y de autocrítica, que trasciende el contexto europeo y tiene pretensión de universalidad.

La segunda característica relevante de la modernidad tiene que ver con la cuestión de que la Ilustración no se reduce al ámbito teórico sino que está articulada fundamentalmente con la praxis, con la transformación de la realidad natural y social. Es, según Kant (1986:9), la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad hace referencia a un estado de no-emancipación y dependencia.

Uno mismo es culpable de esta minoría de edad toda vez que, para guiarnos en la vida, no nos servimos de nuestro propio entendimiento sino que recurrimos al tutelaje o a la guía de otros. Pensar autónomamente y decidir por sí mismo constituyen las características de toda persona ilustrada. Para ello hace falta libertad, en especial la libertad de poder hacer un uso público de la razón.

Kant, que centró su trabajo Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung? sobre todo en cuestiones religiosas, sostiene que un hombre puede postergar por un cierto tiempo la ilustración, pero no renunciar a ella definitivamente, puesto que esto significaría violar y pisotear los sagrados derechos de la humanidad (Kant, 1986: 14); considera, además, que la minoría de edad en cuestiones religiosas es, entre todas, la más perjudicial y humillante. (Kant, 1986: 16). En consecuencia, razonar y decidir en libertad representan elementos constitutivos de la praxis emancipatoria e instancias indisolublemente unidas a la dignidad humana.

Por todo lo expuesto, pueden mencionarse ya algunos elementos para una primera y sintética respuesta a la pregunta sobre qué queda de la Modernidad ilustrada: diría que, más que muchas ideas-clave que pudieran rescatarse de la Modernidad ilustrada como época histórica del espíritu, las cuales ciertamente tienen que ser repensadas a la luz de nuevos elementos científico-sociales (lingüísticos, antropológicos, psicológicos, culturales…) y filosóficos., queda la concepción de la Ilustración como actitud crítica, como discurso público
reflexivo de autoesclarecimiento y de esclarecimiento mutuo para una articulación adecuada entre teoría y praxis.

En tal sentido, la Ilustración aparece, en teoría, como el poder de conmoción que posee una reflexión racional crítica, que no puede (y que, por ser un
proceso crítico, probablemente jamás pueda) ser total y definitivamente
institucionalizado; al mismo tiempo, la Ilustración aparece como una praxis histórica de institucionalización de la libertad, que hasta el presente sólo ha podido concretarse, por ejemplo, en manifestaciones puntuales y frágiles de libertad individual, en concepciones no plenamente consolidadas de los derechos humanos y en diversas formas histórico-políticas de democracias débiles.

De cualquier manera, el proceso de crítica y autocrítica generalizadas y permanentes, así como los antiguos y nuevos intentos de introducir la razón en la historia, de racionalizar el poder y de ampliar los espacios para una autorrealización individual y colectiva razonable, en libertad y justicia, son signos no sólo de que la Ilustración sigue viva, sino de que, además, en cuanto proceso ilimitado de autoconstrucción crítica, sigue siendo ineludible.

2. Críticas a la ilustración y a la modernidad

La Modernidad ilustrada ha sido objeto de los más amplios debates y también de profundas críticas. Aquí me referiré fundamentalmente a dos de ellas, a saber: a la crítica a la razón que proviene de los posmodernos y a la crítica que se ha efectuado desde la Filosofía de la Liberación.

2.1 La crítica postmoderna

No deseo ni puedo en este contexto realizar un balance de la postmodernidad. A continuación reseño, más bien, lo que me parece
que son algunos de los rasgos característicos de la crítica de la postmodernidad a la razón moderna ilustrada (Michelini, 1991, 1995).
Sintéticamente expresado, mi punto de vista es que la postmodernidad,
si bien ha puntualizado un conjunto de debilidades y fracasos respecto de los reiterados intentos modernos por comprender y racionalizar el mundo, no ha podido superar dos dificultades que aparecen como congénitas: a) la de precisar el lugar desde donde efectúa su crítica radical a la razón moderna ilustrada, y b) la de ofrecer un criterio de acción responsable para los desafíos globales que tiene que enfrentar la humanidad en una situación histórica de crisis económica, política, moral y cultural.

a) Desde mediados del pasado siglo, aunque con raíces teóricas y filosóficas más profundas, puede detectarse un permanente y sostenido asedio a la razón moderna ilustrada, considerada como fuente de todos los males (MacIntyre, 1987). La pérdida de confianza en la razón; la crítica radical tanto al etnocentrismo, logocentrismo, eurocentrismo y universalismo, como a los grandes proyectos de libertad, solidaridad y emancipación; la denuncia, en fin, de las situaciones de inhumanidad a que han conducido muchos procesos utópicos de la razón moderna ilustrada constituyen algunas características fundamentales del pensamiento postmoderno (Lyotard, 1991, 1992).

A un concepto de razón fuerte, que apunta a la verdad, la unidad y la
universalidad, se opone ahora un concepto débil de razón, que realza
la heterogeneidad, la diversidad, el relativismo, el disenso, la paradoja, el contexto y las tradiciones.

Como he analizado en otro trabajo (Michelini, 1998: 23ss.), la tesis
de origen heideggeriano del olvido del logos, esto es: la acentuación unilateral del destino a-racional de la constitución histórica de sentido frente a los criterios racionales normativos de toda comprensión con sentido, es llevada a sus últimas consecuencias por los pensadores postmodernos. La debilidad fundamental de la crítica radical postmoderna de la razón reside en que no puede explicitar la relevancia metodológica y criteriológica de su crítica. (Maliandi, 1993, 1997)

Más aún: al desconocer o ignorar el potencial crítico del logos, el peligro que encierra toda defensa postmoderna de la diversidad y heterogeneidad es que termine afianzando el dogmatismo y el fundamentalismo.

En América Latina, la Modernidad ilustrada ha sido asumida sólo parcial y conflictivamente. En algunos casos se ha hablado de esta asunción conflictiva como del reconocimiento de un pecado original (Murena, 1954), en otros casos (por ejemplo, en las tesis y los trabajos de J. Sebrelli, 1991) como de la participación en un argumento que defiende la modernidad periférica de las críticas a la modernidad en las áreas metropolitanas. (Mignolo, 2001b: 20). Sea como fuere, la Ilustración habría ejercido un poder de dominación sobre los otros, esto es, sobre los pueblos no-europeos, de modo que el término modernidad es utilizado no pocas veces como sinónimo de imperialismo y colonialismo. Es por ello que la filosofía de la liberación ha buscado y busca la elaboración de un pensamiento crítico propio.

La contradicción, la perplejidad y la paradoja pueden ser considerados, tanto en la teoría como en la praxis, como signos de nuestro tiempo. A los rasgos esenciales del pensamiento y la cultura moderna ilustrada se oponen diversos conceptos posmodernos: a la racionalidad, la búsqueda de lo irracional; al universalismo, la rehabilitación de los particularismos; a la concepción de una verdad y unos valores objetivos, el relativismo; a la idea de una historia universal, las historias y culturas particulares (Díaz, 2000).

Frente a las dramáticas consecuencias de la intervención tecnocientífica del hombre en la naturaleza, los conceptos de progreso, utopía y emancipación son considerados obsoletos (Jonas, 1995), y frente a la conmoción teórica
y filosófica de los fundamentos de la cultura occidental, los conceptos
centrales del humanismo clásico (sujeto, conciencia, libertad) son cuestionados de raíz.

Frente a los avances de la genética y frente a la (supuesta o real) barbarie que produce la modernidad, hasta los conceptos de hombre, persona y humanidad sufren modificaciones radicales. En vista de que la des-salvajización de la humanidad que propuso el humanismo ha fracasado y de que la Modernidad aumenta la barbarie, no faltan quienes, como Sloterdijk (1999), proponen la selección genética como única salida posible para la regeneración de la humanidad o para el surgimiento de una nueva
humanidad.

Los grandes problemas y las crisis que plantea la modernidad en un mundo globalizado ya sea a nivel de la tecnociencia y su expansión planetaria, ya sea a nivel de la crítica del pensamiento y de la cultura, son tan amplios y complejos, que ni el pensamiento ni la acción pueden resolverlos sin más, de una vez para siempre. No hay teorías ni ideologías que puedan determinar de forma intersubjetivamente plausible qué es lo correcto, qué está permitido o no, qué contribuye a la emancipación y qué no.
Por ello, a mi modo de ver, sigue siendo imprescindible el ejercicio cada vez más preciso y diferenciado de una crítica racional y razonable. La globalización, que es vista a menudo como la culminación de la modernidad europea, también puede contribuir a mostrar que la comunicación es una
condición imprescindible, aunque no suficiente, para el florecimiento de cualquier civilización y para la erradicación de los diversos salvajismos que anidan en el ser humano.

La razón ilustrada se autoconstruye de forma permanente e indefinida
por medio de la crítica y de la autocrítica. La autodiferenciación crítica de la razón permite una distinción de los diversos tipos de razón y posibilita el descubrimiento de la validez universal intersubjetiva de la reflexión filosófica. Es por ello que una crítica filosófica (y en este sentido racional y razonable) de la razón moderna ilustrada sólo puede llevarse a cabo desde un paradigma comunicativo (Habermas, 1987; 1989) y desde una transformación
dialógico-discursiva de la racionalidad humana (Apel, 1985) que pueda dar cuenta de los parámetros normativos que le son inherentes (De Zan, 1993).

b) Ante los problemas planetarios y la crisis global que enfrenta la humanidad (por ejemplo, ante los problemas y desafíos que presentan a la responsabilidad humana las consecuencias de la tecnociencia, la crisis económica del sistema capitalista neoliberal, la (aparente o real) disolución de los grandes relatos, el malestar cultural provocado por la conmoción de los valores morales fundamentales, etc.), las posiciones postmodernas tampoco parecen poder ofrecer criterios plausibles para una acción responsable y solidaria.

Para abordar críticamente los desafíos globales que tiene que enfrentar
la humanidad en una situación histórica de crisis económica, política, moral y cultural, y para fundamentar una estrategia correspondiente de acción racional pluralista y democrática (Apel, 1991) con miras a transformar las condiciones históricas de falta de libertad, de injusticia y de sometimiento en un proceso de emancipación, no parece sensato ni razonable apelar a los sentimientos, al disenso o a las paradojas.

La crítica al cientificismo no puede llevarnos a un abandono de la ciencia y la técnica; ni la crítica al racionalismo a una crítica radical de la razón; ni la mirada histórica sobre los fracasos de la razón moderna ilustrada o las trágicas consecuencias de numerosos intentos de racionalización de la vida y del poder (Bernstein, 1988)a un abandono de la búsqueda racional y razonable de condiciones de libertad y justicia para todos.
2.2 La crítica desde la Filosofía de la Liberación

Dentro del marco de los diferentes planteos que se conocen como Filosofía de la Liberación, me referiré específicamente a la crítica de la modernidad efectuada por Enrique Dussel. En su voluminosa obra, Dussel ha sabido, como pocos, elevar a concepto la realidad conflictiva, las relaciones de injusticia y de sometimiento estructural, la problemática de la pobreza y la exclusión en Argentina y América Latina. En sus últimas obras, en diversos debates con especialistas y pensadores de primera línea, ha ampliado su tesis central de liberación con una proyección mundial a las relaciones internacionales y,
en especial, a la problemática de la exclusión y la pobreza en la era
de la globalización.

De ahí que, lejos de abandonar su visión originaria, sólo la ha ido adecuando, transformando y profundizando frente a los nuevos desafíos y frente a las nuevas críticas. Este es el caso, por ejemplo, de su concepto de modernidad.

Al analizar la modernidad histórica, Dussel (2001: 58) detecta una fundamental ambigüedad y sostiene que la modernidad incluye un concepto racional de emancipación que afirmamos y asumimos. Pero, al mismo tiempo, desarrolla un mito irracional, una justificación de la violencia genocida.

En realidad, revisando algunos textos clásicos de pensadores ilustrados
se puede coincidir, al menos parcialmente, con esta afirmación. Para respaldar esta interpretación basta con recurrir, por ejemplo, a algunos textos de Kant o de Hegel, en los que la idea central es que la forma de vida y la cultura europea son cualitativamente superiores a otras culturas y formas de vida1.

1 Kant (1999), por ejemplo, no sólo se refiere peyorativamente a diversos
pueblos no-europeos sino que cree que las naciones europeas proveerán la ley a todas las demás, puesto que los habitantes de los pueblos no-europeos, entre ellos los de América, no están en condiciones mentales y culturales de vivir en una comunidad ordenada por la ley. No obstante, en su famoso texto sobre La paz perpetua (1996: 28), en que presenta la hospitalidad universal. como ley de la ciudadanía mundial y se refiere a las acciones inhóspitas de los estados civilizados, sostiene: .Si se compara la conducta inhospitalaria de los Estados civilizados de nuestro continente, particularmente de los comerciantes, produce espanto la injusticia que ponen de manifiesto en la visita a países y pueblos extranjeros (para ellos significa lo mismo que conquistarlos). América, las tierras habitadas por el negro, las Islas de las Especies, el Cabo, etc. eran para ellos, en el momento del descubrimiento, países sin dueños, ya que no tenían en cuenta para nada a sus habitantes. (Trad. modif.). Por otro lado, son conocidas las tesis de Hegel (1971) sobre África y sobre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo, sobre la inmadurez natural y espiritual de América, y sobre la inferioridad de sus habitantes en relación con los europeos: mientras que el Viejo Mundo aparece como el escenario de la historia mundial, África y América (tierra del futuro) están fuera de la historia y no poseen ningún interés filosófico.

Este eurocentrismo, según Dussel, permanece vigente en pensadores como Habermas o Taylor, quienes no advierten que la modernidad, si bien es un fenómeno europeo, este fenómeno se constituye en una relación dialéctica
con una alteridad no-europea que finalmente es su contenido. La modernidad aparece cuando Europa se autoafirma como el centro de una Historia Mundo que ella inaugura; la periferia que rodea este centro es, consecuentemente, parte de esta auto-definición. (2001:57).

A diferencia, entonces, de Habermas y Taylor, Dussel sostiene que hay un elemento histórico adicional, relevante y constitutivo de la modernidad, que los autores mencionados ni siquiera toman en cuenta, a saber: el descubrimiento de América, en 1492. De ahí que la experiencia no sólo del descubrimiento, sino especialmente de la conquista es esencial en la constitución del ego moderno, no sólo como subjetividad per se sino como subjetividad que está en el centro y en el fin de la historia. Latinoamérica es así la otra cara…. la alteridad de la modernidad. (Dussel, 2001: 68).

Dussel asume el aporte emancipatorio de la modernidad. A diferencia
de los posmodernos, no presenta una crítica total o radical de la razón, pero acepta la crítica posmoderna .de una razón violenta, coercitiva y genocida. No denegamos el núcleo racional del racionalismo universalista de la Ilustración, sólo su momento irracional como mito sacrificial. No negamos la razón, en otras palabras, sino la irracionalidad de la violencia generada por el mito de la modernidad. Contra el irracionalismo posmoderno afirmamos la razón del Otro. (Dussel, 2001: 69).

Según Dussel, la modernidad tiene que ser superada en una trans-modernidad: para que esto suceda, la otra cara, negada y victimizada de la modernidad , la periferia colonial, la India, el esclavo, la mujer, el niño, las culturas populares subalternas deben, en primer lugar, descubrirse a sí mismas como inocentes, como la víctima inocente de un sacrificio ritual, el cual, en el proceso de descubrirse a sí misma como inocente debe ahora juzgar a la modernidad como culpable de una violencia originaria, constitutiva e irracional. (Dussel, 2001: 70).

En los textos de Dussel aparecen dos cuestiones que necesitarían, a mi entender, de mayor reflexión. En primer lugar, el problema de la racionalidad. Dussel expresa que no renuncia a la razón: sin embargo, y como he explicitado en otro lugar (Michelini, 1997), la comprensión de la racionalidad, como racionalidad del Otro, tiene sus dificultades, que no puedo desarrollar en este contexto, pero que tienen que ver fundamentalmente con el desde donde se critica.

La propuesta de una superación de la filosofía moderna de la conciencia
hacia una filosofía del lenguaje y de la comunicación, de la subjetividad
moderna hacia una racionalidad dialógica (Habermas, 1985, 1989, 1998) o discursiva (Apel, 1985), sigue siendo la propuesta más prometedora para superar no sólo los asedios actuales a la racionalidad alingüística y monológica moderna, sino también las diferentes propuestas de una superación de la racionalidad moderna a partir de la alteridad (absoluta) del otro.

En segundo lugar, el problema de la fundamentación filosófica no afecta sólo a las cuestiones que necesitan de una cimentación teórica sino que alcanza también a las cuestiones prácticas, ámbito en el que se juega, por ejemplo, la articulación de las normas bien fundadas con la racionalidad estratégica de los sistemas de autoafirmación y las coacciones fácticas e
institucionales en la economía, la política y el derecho.

En este sentido, y teniendo en cuenta la característica central de
la Ilustración en cuanto reflexión crítica, es necesario matizar, por ejemplo, la tajante separación entre víctima. y victimario..Ciertamente que Cortés, por ejemplo, fue un victimario de los Aztecas, que fueron víctimas de sus acciones y decisiones; sin embargo, a su vez, muchos pueblos indígenas han realizado sacrificios humanos con los vencidos y han sido victimarios dentro y fuera de su propia comunidad. La Ilustración, entendida como proceso y actitud metódica, implica una reflexión radical de autoesclarecimiento que, por principio, alcanza a ambos: a víctimas y victimarios.

Ningún ser humano es, en sentido absoluto y pro principio, sólo víctima o victimario. Mutatis mutandis: Es cierto que muchos latinoamericanos contemporáneos están en relación asimétrica (por ejemplo, en una
situación concreta de exclusión) respecto de los norteamericanos. Sin embargo, opino que esta afirmación es demasiado general y niego
rotundamente que no sea posible, por principio, ninguna conversación, ningún discurso, entre latinoamericanos y norteamericanos.

Hay, por cierto, circunstancias históricas y culturales más o menos obstaculizadoras de los discursos y condicionantes más o menos fuertes que aceleran, retardan o impiden un entendimiento mutuo. Desde otro punto de vista, pero permaneciendo siempre en el marco de este análisis de situaciones concretas, tampoco es posible afirmar de forma tan general, categórica e indiferenciada que cuando los extranjeros (por ejemplo, los alemanes) vinieron a estas tierras argentinas y latinoamericanas buscando trabajo, libertad y paz fueron todos y siempre bienvenidos y que, por el contrario, hoy,
cuando tantos extranjeros vienen a Alemania buscando las mismas cosas, en contraste, son repudiados, expelidos, tratados… ¡como turcos!

Alemania ha olvidado la hospitalidad que fue extendida a sus pobres por otros países en el siglo diecinueve. (Dussel, 2001: 59). Al respecto quisiera observar y matizar lo siguiente: si bien no desconozco los viejos y nuevos peligros de racismo, discriminación y exclusión que se han dado y se dan en Alemania, ni tampoco la cordialidad con que, en general, se ha tratado y, en muchos casos, se sigue tratando a los inmigrantes europeos, me parece exagerado e incluso injusto, sostener, sin más, que Alemania ha olvidado la hospitalidad, y que, en Argentina, todos los inmigrantes han sido y son bienvenidos. Por empezar, habría que distinguir lo siguiente: bienvenidos, aunque no siempre2, fueron los inmigrantes europeos, en primer lugar, por parte de otros inmigrantes de ascendencia europea, y no por los habitantes autóctonos, contra quienes lucharon duramente hasta aniquilarlos.

2 Baste con recordar los diversos pasajes del Martín Fierro, la obra gauchesca
clásica de la literatura argentina, en los que se ridiculiza a los inmigrantes italianos. Además, en no pocos casos los inmigrantes europeos fueron rechazados o explotados por descendientes de europeos que formaban parte de la oligarquía local de mediados del siglo XIX.

Además, no sólo las estadísticas muestran la capacidad hospitalaria del pueblo alemán, donde viven millones de extranjeros, sino que también muchos de quienes hemos permanecido largo tiempo en Alemania, sabemos de su espíritu
generoso. Por último, basta con interiorizarse sobre cómo han sido tratados y como son tratados en la Argentina actual, muchos ciudadanos bolivianos y paraguayos para sospechar que la imputación de xenofobia e inhospitalidad nos alcanza también a nosotros, y que el crisol de pueblos y culturas en Argentina no se hizo ni se sigue haciendo, sin víctimas ni grandes cuotas de sacrificio.

En síntesis, muchas de las críticas realizadas a la modernidad ilustrada son coherentes y comprensibles. La pérdida de credibilidad en la razón y su capacidad para transformar el mundo natural y social, en el sentido de una mayor racionalidad, integración y emancipación; la desconfianza en los grandes relatos y utopías, cuando se trata de orientar la vida y legitimar el pensamiento y la acción; las críticas al sujeto moderno, a la búsqueda de fundamentación, seguridad intelectual y unidad, y a todo intento de acercarnos a la verdad, de percibir valores inconmovibles y de pensar con normas indiscutibles, tanto a nivel teórico como práctico; y, no en último lugar, los dramáticos, cuando no trágicos acontecimientos históricos sucedidos en nombre de la razón (entendida casi siempre como la razón cientificista
o estratégica), bajo el amparo de una moral supuestamente universalista y del impulso surgido de las más diversas utopías e ideologías modernas: todo ello y mucho más constituyen fenómenos que han sido profundamente criticados, y con razón, entre otros, por el pensamiento débil, postmoderno, postestructuralista, neoaristotélico y neopragmatista. Frente a la amplitud, profundidad y persistencia de estas críticas y de otras similares, cabe preguntar en la actualidad:
¿Qué queda de la Modernidad? ¿Qué queda de la Ilustración? ¿Qué queda de la Modernidad ilustrada?

3. ¿Qué queda de la modernidad ilustrada?

Al solicitárseme que escriba unas líneas sobre qué queda de la Ilustración y de la Modernidad, me pareció que se trataba de una cuestión no muy difícil de responder. Con el paso de los días, esta pregunta se me transformó en un problema y, sobre todo, en una cuestión escabrosa, porque da la sensación de quienquiera que trate una temática semejante en la edad de la crítica radical de la razón y la modernidad no puede salir impune. Responder a esta cuestión es tanto más difícil y complejo si, además, se pretende decir algo sobre qué queda de la modernidad ilustrada en América Latina en particular.

Por todo ello, las reflexiones que siguen no tienen ninguna pretensión de completitud: son apenas un reto de autoesclarecimiento para un trabajo más profundo y una aproximación débil a temas y problemas fuertes del pensamiento filosófico occidental y latinoamericano.

En efecto, más allá de toda crítica ilustrada de la razón, la Ilustración es ya también, entre otras cosas, una larga tradición. Por ejemplo, en el período de la ilustración griega, Sócrates sentó ya bases firmes para una nueva comprensión de la moral: su propuesta consistió no sólo en descubrir un principio moral de autonomía (la conciencia personal) que sea más amplio que el mero recurso a las instancias convencionales, sino también en introducir el diálogo racional para la legitimación y crítica de la tradición y de las normas morales convencionales, así como la idea de que la validez vinculante del derecho positivo de una polis sólo puede sostenerse en el libre
reconocimiento de las leyes por parte de los ciudadanos.

Sócrates, a diferencia de los sofistas, puso de manifiesto la posibilidad de
alcanzar un saber racional metódico y fundado (Apel, 1986: 96s.). El
proceso de ilustración iniciado por Sócrates parece anticipar, por un
lado, la propuesta de la ética del discurso, en el sentido de que sólo puede ser considerado verdadero o bueno aquello que resista un examen racional y crítico; por otro lado, la teoría ética socrática no supera la concepción de una moral de la polis y para la polis, que excluye tanto a los esclavos como a las mujeres y a los bárbaros.

En este sentido, el proceso de ilustración recién pudo dar un paso adelante con la formulación kantiana de un principio universal para la fundamentación de las normas , principio que, por lo demás, ha sufrido
históricamente diversas modificaciones y que aún en la actualidad no ha sido plena y satisfactoriamente explicitado.

En lo que sigue me referiré a dos cuestiones que, aunque surgidas de la modernidad ilustrada europea, me parecen que son irrenunciables. Al decir que son irrenunciables quiero significar que se trata no de la mera rehabilitación de unos conceptos o de una tradición que han estado presentes a lo largo del pensamiento filosófico y de la cultura de Occidente, sino del rescate de puntos de vista universales e insustituibles desde la perspectiva de la dignidad humana.

Estas cuestiones tienen que ver a) con el concepto de razón y b) con la transformación de la praxis a partir de y a través de lo sabido racionalmente.

a) El primer aspecto tiene que ver con la razón, con su capacidad de domesticar el mundo natural y social, y con su potencia para fundamentar
el pensamiento y la acción. En la actualidad se discute si la razón que queremos introducir en el mundo y que, al menos parcialmente, está ya en él, es una razón que no sólo la asumimos en condicionamientos contingentes sino que ese mismo asumir la razón es una empresa contingente, sin garantías trascendentales y sin resultado final asegurado, en el sentido de un resultado exitoso. Sea como fuere, nuestra época es y seguirá siendo ilustrada en un sentido similar, aunque críticamente transformado, al que introdujera
Kant. Esto significa que, tal como lo ha entrevisto Kant (1973: 121), nada ni nadie puede sustraerse, sin justificada sospecha, de la examinación racional, crítica, libre y abierta.

A diferencia de la concepción kantiana, la comprensión actual de la racionalidad ha sido ampliada desde el paradigma lingüístico-comunicativo: el discurso ilustrado contemporáneo gira en torno a una racionalidad intersubjetiva, que implica la exigencia de una interacción simétrica entre sujetos libres, corresponsables y solidarios (Cortina, 1985).

Para ejemplificar qué significa en la era de la globalización un examen crítico y público de los temas que atañen a todos, baste con esta breve referencia: La época moderna constituye para Occidente la inauguración de una nueva articulación entre el saber, el poder y la fe. Esta nueva articulación se caracteriza tanto por una confianza fundamental en el poder de la razón y en las esperanzas en todo lo que podría conseguirse a través de la ciencia y de la técnica, como así también por un socavamiento de la fe cristiana tradicional, que ofrecía una visión unificadora del mundo.

Kant escribió su texto sobre la ilustración refiriéndose, especialmente, a la religión. Y, curiosamente, no son pocos los movimientos religiosos que en la actualidad intentan eludir sistemáticamente este examen racional crítico, y buscan refugio en el dogmatismo o se atrincheran en los diversos tipos de sentimentalismo esteticista, en el fideísmo y misticismo. De ahí que, hoy como ayer es necesario reafirmar que sólo por medio de la crítica pueden cortarse de raíz el materialismo, el fatalismo, el ateísmo, el descreimiento de los librepensadores, el misticismo y la superstición, que pueden ser universalmente dañinos, finalmente también el idealismo y el escepticismo.
(Kant, 1991: 21).

En la actualidad, advertimos diversas respuestas (Luhmann, 1977; Albert, 1982; Habermas, 1982; Cortina, 1986; Mate, 1986; Vattimo, 1996; Mardones, 1996, 1998; Beltrán Marí, 2001) a la cuestión de si es posible o no una rearticulación entre el saber tecnocientífico, el poder y la fe. El saldo de los debates en torno a la relación entre ciencia y fe, que parecen haber arrojado cierta luz sobre la realidad humana, parece ser el siguiente: ninguna de las dos partes puede arrogarse la capacidad de imponer verdades a la otra. (Díaz, 2001)

Este principio condujo a que la ciencia se ha constituido en un saber epistémica y metodológicamente autónomo frente a la fe, y en que la fe, más allá de todas las críticas, sigue manteniendo un potencial ético de cuestionamiento frente a la tecnociencia, como es el caso en relación con los últimos descubrimientos de la genética y de la biotecnología.

b) La necesidad de una transformación permanente de la sociedad a través de una praxis individual y colectiva sostenida en la igualdad y la ley, en la libertad y la justicia, y en la participación libre y sin exclusiones, es otra de las cuestiones que me parecen ineludibles e imprescindibles cuando hablamos de una sociedad moderna ilustrada.

Se ha hablado y se habla de una América Latina mítica, de una América Latina bárbara, de una América Latina colonial, de una América Latina pre-moderna y de otra incipientemente moderna e ilustrada, de una América Latina dependiente, etc. Ciertamente que todos estos términos se quedan cortos respecto de lo que se ha dicho y de lo que puede y podrá decirse aún de América Latina.

Hoy podríamos hablar, por ejemplo, de una Argentina racional. En el sentido más precario de una racionalidad liberal. Lo que queda de todo esto es una pampa de posibilidades (una pampa donde parece que no hay nada y tenemos casi todo; una pampa donde parece que tenemos todo y aparece vacía, vaciada). ¿Qué hace falta aún para que podamos hablar de una Argentina racional e ilustrada? A mi modo de ver, hace falta hacer camino hacia un amplio entendimiento racional, a través de un discurso público abierto y pluralista, que no excluya el disenso ni el conflicto, pero que no renuncie fácilmente a acuerdos razonables, aunque parezcan demasiado formales,
débiles, incipientes, ineficientes; falta recorrer un itinerario que conlleva la exigencia de erradicar urgentemente el analfabetismo, la pobreza, las asimetrías y las exclusiones; para que entonces sí, en algún momento más o menos cercano, podamos hablar de una Argentina y de una América Latina ilustradas.en el sentido pleno de una Argentina dialógico-comunicativa, que a través de la participación de todos en el diálogo público y la crítica haga posible que se corten para siempre, parodiando a Kant, el individualismo exacerbado, los dogmatismos, la tolerancia de lo intolerable, y ese afecto ilimitado por la conflictividad.

En síntesis, lo que parece irrenunciable de la modernidad ilustrada es su carácter procedimental crítico-reflexivo: la exigencia de someter a examen crítico intersubjetivo las distintas formas de autoridad y dogmatismo, así como los diversos contenidos normativos de las tradiciones, que posean pretensión de universalidad. En tal sentido, en el ámbito de la praxis cabría aceptar como racional y razonable sólo lo que pueda ser considerado por todos, en un discurso público crítico, irrestricto, pluralista y participativo, como aceptable
para todos. La Ilustración no está agotada porque el proceso de autoconstrucción y autocrítica de la razón autónoma, que conduce siempre a nuevas e insatisfactorias respuestas respecto de lo que es el hombre, es un proceso que nos atañe a todos, sin excepciones ni exclusiones.

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Febrero 2002

Los últimos estatutos del PCS (marzo de 1993)

Los últimos estatutos del PCS (marzo de 1993) Roberto Pineda 14 de octubre de 2015

En su larga y accidentada vida los comunistas salvadoreños se rigieron por cinco modalidades de estatutos. Los primeros fueron aprobados por los fundadores en marzo de 1930 en Asino, a la orilla del lago de Ilopango, los segundos fueron aprobados en la más profunda clandestinidad durante el II Congreso en 1946; los terceros en el V Congreso en 1964 en San Salvador, los cuartos en el VII Congreso realizado en Planes de Renderos en 1979 y los últimos en el VIII Congreso, de marzo de 1993, realizado en la zona sur del Cerrro de Guazapa, luego de concluir una larga guerra de doce años como partido integrante del FMLN, y fueron publicados en mayo de ese año, por Ediciones Alternativa.

A continuación hacemos un resumen de este último marco normativo del PCS, que funcionó hasta la autodisolución dos años después, en agosto de 1995. Estos últimos estatutos del PCS registran una ruptura epistémica, cambios importantes en términos de su identidad ideológica, ya que como PCS se desprende de aspectos teóricos clásicos como el marxismo-leninismo, vanguardia del proletariado, centralismo democrático, incluso hasta la hoz y el martillo, etc. Hay un esfuerzo por pensar y soñar con cabeza propia, un desplazamiento hacia la búsqueda de raíces latinoamericanas y nacionales, y claro alejamiento del eurocentrismo, en su vertiente leninista.

El Partido, su carácter y sus fines

Se aprueba en estos nuevos estatutos como lema (Art. 1) el de “Por la Patria, la Revolución Democrática y el Socialismo” con lo que se modifica el lema tradicional de la solidaridad internacional de los trabajadores: “Proletarios de todos los países uníos”, que había sido aprobado y estuvo vigente desde el V Congreso de 1964. El lema anterior, originado en el II Congreso de 1946, era “Por la Liberación Nacional, Trabajadores Salvadoreños Uníos.”

Asimismo se modifica por vez primera desde 1930 la bandera, que se mantiene de color rojo vivo, pero a la cual se le elimina en la parte superior izquierda, el símbolo de la hoz y el martillo y se agrega el rostro de Agustín Farabundo Martí. Todo esto indudablemente expresión simbólica local del entonces reciente derrumbe del llamado “socialismo real.”

El PCS se define (Art. 2) como un partido “revolucionario, unitario, humanista e internacionalista” abandonando así la definición clásica de 1930, 1946, 1964 y de 1979 de “Partido Marxista-leninista del proletariado… constituido por el conjunto de organismos en que se hallan agrupados conforme a estos estatutos, los elementos de vanguardia de la clase obrera, de la clase campesina y de las demás clases sociales.”

En esta nueva visión de su base ideológica se explica que el PCS “guía su actividad por un pensamiento propio, fruto de nuestras experiencias de lucha, de las tradiciones patrióticas y revolucionarias de nuestro pueblo y de otros pueblos, especialmente los latinoamericanos, del conocimiento del socialismo científico creado por Carlos Marx y Federico Engels, de la asimilación crítica del pensamiento socialista universal, de las ciencias sociales en general, y de aquellas manifestaciones del pensamiento filosófico, político y religioso comprometidas con la causa de los pobres , la democracia, la justicia social y la autodeterminación nacional.”Interesantemente desaparece la mención al leninismo, que fue durante la mayor parte de su vida la guía ideológica indiscutible del PCS.

Sobre el socialismo hay nuevas elaboraciones que rompen con el criterio clásico ya que se plantea en estos estatutos que “el PCS lucha por alcanzar la meta histórica del socialismo, que será una sociedad democrática, participativa, políticamente pluralista, comprometida con el progreso constante en todos los órdenes de la vida productiva económica, social política y cultural, constituida en una nación soberana e independiente; sustentada en una economía mercantil, libre de la explotación del hombre por el hombre y de la explotación del hombre por el Estado, en la que predomine la propiedad autogestionaria de los medios de producción, directamente poseídos por los colectivos y comunidades de trabajadores, cuyas empresas existen, crecen, y son rentables en tanto incorporan los progresos tecnológicos, con una vida política y social basada en el respeto de la persona humana y sus derechos y en la promoción del desarrollo e iniciativa del individuo dentro de una colectividad solidaria.”
Como fines del PCS (Art. 3) se establecen lo de “una revolución democrática, que garantice la transición al socialismo y al comunismo.” Y se explica que “la revolución democrática busca configurar una sociedad caracterizada por la supremacía de la sociedad civil y del poder civil democráticamente generado sobre el poder militar; la imparcialidad e independencia reales de la administración de justicia; tanto respecto de los otros órganos de poder del estado como entre los distintos nivel del órgano judicial; el total respeto y promoción de los derechos de las personas, de los derechos laborales, la igualdad ante la ley y un pleno Estado de derecho; el aseguramiento del pluralismo político e ideológico y la limpieza y transparencia del sistema electoral; la democratización del acceso a los medios de comunicación; la realización de las reformas estructurales que aseguren el arraigo y desarrollo de las formas de propiedad social e individual de los trabajadores y garanticen condiciones para el incremento de su producción y productividad; el respeto a la propiedad capitalista, en particular de aquella comprometida con el desarrollo con justicia social; la vigencia de la libertad empresarial y del mercado en igualdad de derechos y oportunidades para todas las formas de propiedad; el estado comprometido con el desarrollo y justicia social y le mejoramiento sostenido d las condiciones de vida del pueblo, comenzando por el trabajo, el acceso a la educación, a la salud púbica, y a la seguridad social; y el aseguramiento de la autodeterminación nacional.”
Y concluye este artículo indicando que “para la consecución de estas metas programáticas, las fuerzas revolucionarias y demás fuerzas democráticas, deben alcanzar el poder político y conducirlo. El PCS está comprometido en esta lucha por el poder.”
Otro agregado interesante es el Art. 4 que trata sobre el FMLN que recién cumple 35 años de lucha, incluyendo 6 en la conducción del gobierno. Establece que “el PCS es parte integrante del FMLN. Por tanto, todo miembro del PCS es miembro del FMLN y, como tal, luchará por alcanzar los objetivos y fines establecidos en la Carta de Principios y Objetivos del FMLN, y por su programa que busca la plena realización de la revolución democrática. El PCS fomentará el desarrollo de la unidad del FMLN.”
Membrecía del Partido, Derechos, deberes y la Disciplina
El art.5 define la calidad de miembro de la siguiente manera:”Miembro del Partido es toda persona que, sin distingos de creencias religiosas, sexo, condición económica, social o cultural, acepta su Programa, su línea y sus Estatutos, se empeña en cumplirlos, y lucha porque se cumplan, y contribuye , económica o materialmente, al sostenimiento del Partido.” Los del V Congreso (1964) planteaban que “Art. 5- Miembro del Partido es aquel que acepta su Programa, sus Estatutos, se compromete a cumplirlos y a luchar porque se cumplan, aplica sus decisiones, respeta su disciplina, pertenece a una célula y actúa bajo su control y dirección inmediata, y paga con puntualidad la cuota mensual que le corresponde.” Se establecen tres categorías de miembros: militantes, afiliados y amigos.
Funcionamiento y estructura del Partido
Se indica en el Art. 18 que “el PCS rige su vida y funcionamiento internos por los principios de la democracia participativa con centralismo.”De esta forma se modifica en parte la anterior mención clásica del “centralismo democrático” de los estatutos de 1930, 1946,1964, y 1979. En términos de los órganos de dirección se mantiene los vigentes de 1979: congreso nacional, comité central, comisión política y secretariado, que impulsa la ejecución diaria de los acuerdos de la dirección del partido.
Se modifica el concepto tradicional de célula por el de Organismos de Base: el Art. 45 expresa que “la Base es el fundamento de la estructura del partido y su vínculo principal para mantener y desarrollar relaciones permanentes con la sociedad entera, recogiendo sus experiencias, inquietudes y opiniones, llevando la Línea Política del Partido al seno de esta y promoviendo su organización y lucha. La Base se integrara y organizará con criterio territorial y sectorial, de acuerdo a las necesidades y prioridades del funcionamiento del Partido. La base es la principal escuela para formar a los comunistas, estimulando su iniciativa, promoviendo su voluntad combativa, la disciplina e impulsando el estudio del socialismo científico, en concordancia con lo establecido en el Artículo 2 de estos estatutos. La base asegura el crecimiento y desarrollo permanente del Partido y del FMLN, su prestigio e influencia en la sociedad.”
Partido y Movimiento Social
El Art. 59 establece que “en sus relaciones de mutuo respeto y colaboración con las organizaciones del movimiento social, el PCS respetará y asegurará la preservación de la naturaleza de las mismas, se esforzara por brindarles todo su apoyo en las luchas justas que ellas emprendan y buscará, de manera permanente, el entendimiento mediante el método de la concertación.” Formalmente se abandona la tesis mecanicista e instrumentalista de los movimientos sociales como “correas de trasmisión” del Partido.

La visión del PCS sobre el rumbo socialista de la Revolución Democrática (marzo de 1993)

La visión del PCS sobre el rumbo socialista de la Revolución Democrática (marzo de 1993) Roberto Pineda 9 de octubre de 2015

Los Acuerdos de Paz de enero de 1992 inician una nueva etapa en el proceso revolucionario salvadoreño, enmarcada en el inicio de la Revolución Democrática, la cual podría sentar las bases para el tránsito hacia la ruptura del sistema capitalista y el inicio de la construcción del socialismo. ¿Cuál era la visión de los comunistas salvadoreños sobre esta cuestión luego de la finalización del conflicto armado? A continuación, realizamos una síntesis de la última parte del documento sobre el programa de la Revolución Democrática, discutido en el VIII Congreso del Partido Comunista de El salvador, celebrado en marzo de 1993.

III. EL RUMBO SOCIALISTA DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA

A. Readecuación global de la humanidad y el horizonte socialista de la revolución
Considera el documento que “los acontecimientos ocurridos desde la segunda mitad de los años 80, han abierto un período muy complejo de cambios profundos, y abarcan al mundo entero, periodo que aún no ha terminado ni es posible predecir con acierto cual será su desenlace. A causa de la cada vez más profunda interdependencia mundial, el proceso de readecuación global, que vive la sociedad humana, impacta de manera desigual, a todos los países.”

Estima que “el derrumbe del modelo de socialismo estatal que no pudo resolver los anhelos de la sociedad forma parte de ese proceso de reacomodo que vive la humanidad en su conjunto. Este acontecimiento, que fuera presentado como una victoria del capitalismo, junto con la crisis creciente de las principales potencias capitalistas en un mundo que también vive su propia readecuación, pronto mostró que se trata de un proceso único de reordenamiento mundial, de un cataclismo mundial, que exige una salida que rebase el capitalismo, pues la humanidad se encuentra hoy en peores condiciones que antes de que ocurrieran esos acontecimientos.”

Evalúa que “la humanidad no renuncia a sus aspiraciones e ideales de progreso y bienestar. Está muy claro, que para lograrlos deberá rebasar el capitalismo. El progreso social no conoce estaciones terminales. Todos los sistemas sociales anteriores pretendieron ser eternos y quedaron atrás, sepultados por la historia mostrándose hoy cono piezas de museo.”
Concluye que”los revolucionarios del Tercer Mundo tenemos que aceptar el reto de elaborar un nuevo pensamiento programático que traspase el horizonte capitalista y anticipe los rasgos y contornos principales de una sociedad superior. Nosotros continuamos prefiriendo el nombre de socialismo para esa sociedad futura superior y posterior al capitalismo.”

B. La revolución democrática como antesala del socialismo

Sostiene el documento del PCS que “nuestra tarea junto con otras fuerzas revolucionarias, consiste en hacer de la revolución democrática la antesala del socialismo. La transición al socialismo pasa, necesariamente, pro la democratización sucesiva y profunda, por el desarrollo de las fuerzas productivas, cuantitativo y cualitativo, y por el gradual predominio de la propiedad social sobre los medios de producción.”

Subraya que “la transición es más o menso prolongada en dependencia de las características y tradiciones socio-políticas y económicas de cada país, así como también de las condiciones internacionales en que se desenvuelve ese proceso.”
Y menciona el documento cuatro pilares fundamentales del “modelo de sociedad para la transición al socialismo: 1. El poder del Estado debe estar principalmente en manos de las fuerzas comprometidas con el socialismo. 2. Un nuevo orden económico y social basado en la pluralidad de las formas de la propiedad de los medios de producción. 3. Un modelo político democrático, pluripartidista y cada vez más participativo de la sociedad civil y 4. Una política exterior independiente, de relaciones plurales, de respeto, cooperación y amistad con todos los países del mundo.”

C. Los rasgos de nuestro proyecto de socialismo

Reconoce el documento que “los rasgos que debe caracterizar a la sociedad socialista del futuro están sujetos a cambios, modificaciones y desarrollos. No pretendemos, pues, presentar una concepción acabada ni del proyecto de socialismo en general ni del modelo de socialismo para nuestro país.”
Asegura que “nuestro modelo de socialismo solo podrá triunfar si lo elaboramos a partir de nuestras tradiciones y características nacionales; si su etapa democrática se desarrolla sin forzamientos ni apresuramientos que busquen “saltarla”; si en el transcurso de la etapa de transición, más o menos larga, acertamos en cambiar o ajustar el modelo de nuestro proyecto de socialismo, cada vez que las condiciones históricas lo demanden y en completa correspondencia con la composición plural del conjunto de fuerzas que está involucrado en la lucha por las transformaciones democráticas en nuestro país.”

Y se señalan diez grandes rasgos “generales del proyecto de socialismo al que aspiramos: 1. El socialismo de estado no es socialismo genuino. El socialismo debe ser socializado; es un régimen social que debe estar en manos de la sociedad misma, gestionado por ella y no ejn manos del estado.”

“2. Cada país construye el socialismo a partir de sus propias realidades políticas, culturales y económicas, portando sus propias tradiciones y estilos. En otras palabras, cada sociedad define su propio modelo de socialismo. 3. La democracia de base, participativa y representativa, forma parte esencial e inseparable de la sociedad socialista. La expresión principal, no la única, de la democracia socialista de base, es la autogestión y el control popular. La democracia socialista es más avanzada e integral que la democracia burguesa.”

“4. La sociedad socialista está libre de la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado. 5. El socialismo es profundamente humanista, solidario, internacionalista y revolucionario. Es de su esencia el respeto a la persona humana, de sus derechos y creencias y asegura el desenvolvimiento y desarrollo integral del individuo dentro de una sociedad y colectivos solidarios, compagina y armoniza la libertad del individuo y la acción del colectivo basado en la libertad de sus componentes y en la solidaridad de todos.”

“6. El socialismo debe ser capaz de impulsar el progreso y el desarrollo en todos los órdenes de la existencia material y espiritual, estará comprometido con el desarrollo de las ciencias y el progreso tecnológico constante de la vida productiva, económica, social, política y cultural.”

“7. La economía de la sociedad socialista se basa en la propiedad social de los medios de producción , poseída y gestionada directamente por los trabajadores, que convive con un área de propiedad individual y privada minoritaria, cuya existencia está en función de la satisfacción eficiente de las necesidades sociales y dura todo el tiempo necesario para que el desarrollo de las fuerzas productivas y la evolución de las relaciones internacionales, permitan socializarlas con ventaja para la sociedad…El Estado debe tener la fuerza económica suficiente para asegurar el rumbo socialista del desarrollo y la norma básica de la justicia social.”

“8. La norma fundamental del socialismo consiste en que cada uno tiene derecho a ocupar un lugar según su capacidad y a recibir una retribución según su trabajo. 9. La economía socialista es mercantil; en ella rige la ley del valor y el funcionamiento del mercado se encuentra limitado por el humanista y solidario interés social, así como por la necesidad de asegurar un desarrollo económico y social equilibrado y una inserción ventajosa en la economía mundial. 10. En el socialismo hay igualdad genuina ante la ley y genuino estado de derecho.”

A cien años del nacimiento de Farabundo Martí, la lucha continúa

En el VIII Congreso del Partido Comunista de El Salvador, de marzo de 1993, se emitieron diversas resoluciones, entre las que sobresale esta relacionada con el 100 Aniversario del nacimiento de Agustín Farabundo Martí, y la cual sintetizamos a continuación.

Inicia informando que “el 5 de mayo de 1893 nació en Teotepeque, departamento de La Libertad, Agustín Farabundo Martí, en el seno de una familia campesina rica. Cursó estudios de Jurisprudencia y Ciencias Sociales en la Universidad de El salvador; fue combatiente internacionalista en las filas del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua; comandado por el General Augusto C. Sandino, en donde obtuvo el grado de Coronel y se desempeñó como miembro del Estado Mayor y secretario del ”General de Hombres Libres”. Fue declarado miembro emérito del PCS por nuestro VII Congreso en 1979.”

Agrega que “fue representante en El Salvador del Socorro Rojo Internacional y por encargo del Partido Comunista de El Salvador, él preparó en precarias condiciones, la insurrección campesina-obrera de 1932. Sin embargo, pocos días después que esta estallara, fue capturado y fusilado el 1 de febrero juntamente con los estudiantes universitarios Alfonso Luna y Mario Zapata.”

Subraya que “han acaecido dos hechos de la mayor trascendencia en nuestra historia contemporánea: la insurrección de 1932 y la Guerra Popular Revolucionaria librada entre 1980 y 1992, acontecimeintos que están estrechamente vinculados a su nombre y al de sus heroicos compañeros. El hecho de que la unificación de distintas organizaciones revolucionarias adoptaran el nombre de Farabundo Martí, y para los frentes de guerra nombres de su compañeros, como Francisco Sánchez, Feliciano Ama y Modesto Ramírez, expresa significativamente, que las luchas iniciadas desde la década de 1970, tiene una continuidad cuyo hito más inmediato es la insurrección de 1932.”

Añade que “las luchas de hoy son una fiel continuación de las luchas de ayer, y los revolucionarios de hoy somos herederos de los de ayer…El PCS- que el 30 de marzo cumplirá 63 años de fundado- siempre ah estado vinculado al pueblo en sus luchas y en la defensa de los más altos intereses de la nación.”

Indica que “a cien años del fusilamiento de Agustín Farabundo Martí y sesenta y uno de su fusilamiento, el PCS ha celebrado su VIII Congreso. Este nos ha dotado para la etapa de transición, de un programa y de una línea política general que nos proveen de magnificas herramientas para el próximo periodo. Asimismo, ha aprobado nuevos estatutos para seguir forjando el partido que necesitamos para la lucha por conquistar un poder democrático que nos conduzca al socialismo.”

Sostiene que “estamos plenamente conscientes de que el mundo en que vivimos, requiere de acerada firmeza en los principios, de gran solidez de pensamiento y de una cuidadosa flexibilidad en la acción. Solamente así, el Partido Comunista de El salvador podrá cumplir exitosamente las complejas tareas de renovar y defender su pensamiento para estar a la altura de los requerimientos nuevos que se presentan a los revolucionarios en los tiempos actuales.”

Apunta que “resulta muy aleccionadora la coincidencia histórica de que los dos salvadoreños más conocidos en el mundo, Farabundo Martí y Monseñor Oscar Arnulfo Romero, hayan sido asesinados por la misma mano y por la misma causa de optar por los pobres. Es además, impresionante la comprobación de que sus ejemplares figuras siguen animando y estimulando las luchas de la actualidad.”

Llama a “trabajar firmemente para asegurar el progreso de nuestra patria en el azaroso mundo de hoy y, por ello, es imprescindible combatir, de manera inquebrantable; lograr un consenso nacional que, sobre la base de profundos y positivos cambios, nos asegure el desarrollo de una vida democrática en nuestro país y una opción revolucionaria para las mayorías.”

Concluye la resolución del VIII Congreso del PCS afirmando que “Farabundo es un ejemplo inmortal de entrega sin límites a un sueño. Los comunistas salvadoreños en nuestro VIII Congreso, convocado y desarrollado bajo el lema “POR UN PODER DEMOCRATICO Y UN FUTURO SOCIALISTA, FARABUNDO VIVE” tomamos en nuestras manos la bandera victoriosa que pusieran Farabundo y sus compañeros muy en alto.”

Bosquejo cultural e histórico de los pueblos semitas

BOSQUEJO CULTURAL E HISTÓRICO DE LOS PUEBLOS SEMITAS Enrique Dussel (1964)

En 1958 y en 1959-1961 hemos contemplado varias veces el desierto sirio-arábigo desde Damasco (de la ermita de Mar-Eliás), desde Judea, desde el valle del Jordán (a través de los balcones del viejo monasterio ortodoxo del Monte Quarantal), desde Shdom… Siempre hemos tenido conciencia de descubrir lo que pudiéramos llamar la “cuna” del foco intencional que orientará nuestra cultura, al menos durante muchos siglos, permitiéndole
imponer paulatinamente su temple particular.l

l Este trabajo es, tanto por su método como por su objeto, un ensayo filosófico, historia de las estructuras de la conciencia, bien que de hecho hemos debido utilizar materiales que pueden hacer pensar que se trata de una obra teológica. No podemos aquí analizar la cuestión, pero en el caso de una objeción fundada, podríamos discernir la diferencia entre este ensayo filosófico y el que realizaría un teólogo en ejercicio de su hábito científico propio. Robert Smith, en 1889, estudió el pensamiento semita occidental en sus conocidas lecciones: Lectures on the religion of the Semites, lo mismo que Wellhausen investigó la cultura preislámica en su Reste arabischen Heidentums (1897).

§ 1. El pensamiento semita tiene, según nuestra interpretación, una tal importancia para la comprensión de la historia universal del pensamiento y la cultura humana que la elección de nuestro tema nos ha sido impuesta no solamente a causa de la profunda simpatía que experimentamos por estos pueblos, sino, principalmente, por saberlos esenciales en la articulación
de la conciencia contemporánea.

Nuestra hipótesis, que deberá ser demostrada como conclusión de otros trabajos en elaboración, es la siguiente: la cultura llamada occidental, e igualmente la bizantina y rusa, que se universalizan (y formando parte de
ella, aunque secundariamente, el mundo hispanoamericano) es el fruto de un proceso histórico cuyo foco conductivo fue el judeo-cristianismo, y cuyo instrumental es preponderantemente inspirado en la civilización greco-romana.

No admitimos entonces que la cultura medieval sea la síntesis de dos términos dialécticos: lo greco-romano y lo judeo-cristiano, subsumidos en la Europa de Carlomagno, constituyendo así la novedad de nuestra cultura. Preferimos afirmar, y es lo que pretendemos demostrar, que nuestra cultura es la EVOLUCIÓN orgánica de una tradición, que ha sido “orientada” substancialmente por el foco intencional del judeo-cristianismo, vida colectiva que se enriquece, entra en crisis, elabora, inventa “usos” de civilización inspirados en los instrumentos que otras civilizaciones le transmiten, muchas veces en estado embrionario.

De todas esas civilizaciones, la preponderancia de la greco-romana es fundamental, ya que en su seno nuestros pueblos adquirieron elementos estructurales fundamentales, aunque no el último horizonte interpretativo.

§ 2. El mismo gran historiador de la filosofía y la cultura, Wilhelm Dilthey, piensa en este sentido de la manera tradicional, es decir, en la dirección de la síntesis:
“En la filosofía griega ha prevalecido la facultad humana de pensar plástica, intuitivamente, con una energía única… El centro de la vida romana estaba constituido por la voluntad que somete el mundo exterior en la propiedad, en el contrato, en el derecho público y en el orden administrativo… Los pueblos orientales encuentran su centro en el sentimiento, en el ánimo, en las experiencias más íntimas de lo religioso-moral. Especialmente el desarrollo de la religiosidad judía ha codeterminado la metafísica del Occidente… Como una fuga se compone de pocos motivos fundamentales, así también estos tres motivos dominan toda la metafísica”.2

2 Hombre y mundo, trad. de Eugenio Imaz, México, F. C. E., 1944,
pp. 3-4.

Esta división tripartita es hoy tradicional, y se origina en la logicización del proceso histórico efectuado por Hegel. La historia universal, para el gran filósofo, se divide en las siguientes partes: Die orientalische Welt, die griechische Welt und die römische Welt, y como tercera parte, y culminación, Die germanische Welt.3

3 Vorlesungen über die Philosophie der Gesshichte, Stuttgart, Reclam. 1961, en Inhaltsverzeichnis, pp. 609-612.

Esta división, sin embargo no puede ser mantenida. Entre el pueblo semita-judío y las tribus medo-persas (indoeuropeas), por ejemplo, que tanto Hegel como Dilthey clasifican en el ambiguo “pueblos orientales” o “mundo oriental”, hay más diferencias que entre los mismos medos y los dorios. Una síntesis es la manera más fácil de resolver el nacimiento de algo original o nuevo, que quizá no sea tan “original” si se conocieran las articulaciones
auténticas de los períodos que han hecho posible su “nacimiento”, su explosión o manifestación.

§ 3. De igual modo, el mismo Dilthey, en su obra Weltanschauung
und Analyse des Menschen, nos dice:

“Tres motivos se habían concertado en un todo sinfónico… El motivo religioso (das religioese Motiv)… Este motivo religioso, en su forma más alta, la del cristianismo, ha condicionado toda la metafísica europea posterior… El segundo motivo… radica en la actitud científico-estética (ästhetisch-wissenschaftlichen Verhalten) del hombre (griego)… El tercero es el que se ha manifestado en los conceptos vitales y en la metafísica nacional de los
romanos (der nationalen Metaphysik der Roemer)…”.4

4 Hombre y mundo, pp. 11-18; Gesammelte Schriften, Göttingen, Vandenhoeck-Ruprecht, 1960, t. II, pp. 1-8.

Vemos nuevamente aparecer la trilogía, aunque en este caso con significación diferente. Para nosotros no existe esta trilogía, ni el método a usar debe ser el meramente dialéctico, cuando esto significa la aplicación a priori de un esquema lógico a la realidad histórica. Pensamos que el método evolutivo es el más adecuado. Lo que existen son diversas familias culturales, tanto
en Asia como en Europa, Africa o América, que entran en contacto, dialogan, se combaten, hasta se destruyen, o, a veces, realizan un sincretismo difícil de discernir.

No existe, entonces, una unidad geográfica como “mundo oriental”. Ese mundo oriental está dividido en un sinnúmero de tradiciones, pueblos y estructuras concienciales, que nos impiden una rápida generalización.
Hemos adoptado el siguiente esquema: en el horizonte de una familia humana estudiaremos particularmente el pueblo más característico; en la tradición indoeuropea, altamente mezclada con las culturas prearias, hemos estudiado a los griegos; en la tradición semita, al pueblo hebreo.

Tenemos conciencia de que estudios parciales, y con un mismo esquema, permitirán poseer una visión filosófica de la evolución de la conciencia pre-
filosófica individual y colectiva de la humanidad, es decir, esclarecer lo obvio no-filosófico del ser-en-el-mundo cultural.

§ 4. La posición geográfico-cultural del pueblo semita no pasa inadvertida al observador más vulgar. En un primer momento, el del predominio del continente, de los caminos, de las caravanas como medios necesarios de la transmisión de la cultura, el pueblo semita se encuentra como puente entre el continente africano (de la temprana civilización egipcia y posible origen de la raza humana, al menos si se tienen en cuenta los recientes descubrimientos paleontológicos de Kenya) y el asiático (centro de las grandes culturas indias, chinas y medio-orientales).

En un segundo momento, el del predominio del mar, de la navegación y las flotas, que nace en torno a Creta y Fenicia, que se continúa en Grecia, Cartago, Roma, con los árabes, turcos, venecianos (genoveses, etc.), portugueses, españoles, holandeses, ingleses y norteamericanos, el judeo-cristianismo se sitúa en el corazón de esta civilización marítima, primero como diáspora judía, después como Iglesia ecuménica del Mediterráneo y posteriormente de Europa.

En el tercer momento, el del predominio de la técnica, es nuevamente junto a Roma y las ciudades del centro de Italia donde nace la nueva civilización: la ciencia de la economía va aunada con las ciencias matemáticas y naturales, para permitir una explotación racional de la Naturaleza.5

El objeto de esta investigación abarca solamente el primer
momento y el componente judío del segundo, dejando el problema
del cristianismo para otra investigación en curso, y continuando, aunque rápidamente, una línea lateral del semitismo: el pensamiento árabe.

§ 5. Es fácil de discernir la existencia de ciertos centros productivos de cultura: por ejemplo los centros egipcios, mesopotámicos, del Indo, del río Amarillo y de América nuclear (es decir, la región comprendida entre el Imperio azteca e inca). Al mismo tiempo existen centros expansivos o difusivos de donde emigran nómades que chocan, dialogan o se integran paulatinamente con las culturas sedentarias ya constituidas y con un grado
mayor de evolución cultural; piénsese en los pueblos que habitan las estepas y los desiertos euroasiáticos, de Siberia, de Libia o de la península arábiga. Estos nómades invasores, contra lo que pudiera pensarse en un primer momento, no son pueblos absolutamente primitivos, sino que han alcanzado un grado variable de cultura.6

5 Estudiaremos en otro trabajo el origen del llamado Frühkapitalismus desde el siglo XI, que no es simplemente un temprano “capitalismo”, sino algo mucho más importante; es decir, no es el origen del “sistema capitalista”, sino de un sistema mucho más amplio, en el que el capitalismo no ha sido sino una expresión, y del cual el sistema socialista de las repúblicas populares es otra expresión. La naciente civilización técnica universal se mostrará como el fruto más maduro de aquel sistema instrumental originado en los burgos medievales, y en las ciudades- estados del centro-norte italiano.
6 Cf. Laviosa Zambotti, Les origines et la diffusion de la civilisation, París, Payot, 1949, pp. 11 y ss.

“Cuando miramos el mapa del Asia occidental o del Africa oriental nos admira el aspecto masivo que ofrece la península arábiga, sólidamente fundada sobre una ancha base, separada de Egipto por el Mar Rojo y de Persia por el Golfo Pérsico. Al norte aparece igualmente aislada del mundo, ya que queda como encerrada por el desierto de Siria. Si no es una región de cultura estable, al menos es un camino transitable, que conduce a países admirablemente fértiles. Arabia es el centro del mundo semita que, como una masa en ebullición, se desborda rebalsando sus fronteras.”7

Los pueblos semitas8 de las zonas esteparias y desérticas de la gran península arábiga habitaron habitualmente en Mesopotamia, en Siria, en Egipto y llegaron hasta Etiopía. El inmenso desierto de Neydd tiene algunos contados oasis, “en su centro el de Er Riad”. Al sudoeste hay una zona fértil para la agricultura, Asir Yemen, e igualmente al sudeste, Omán. La ciudad de
Medina está junto a unos oasis, y la Meca, en el extremo norte del Yemen. Sus habitantes, desde el Paleolítico, fueron nómades, y en el Neolítico se transforman lentamente en pastores beduinos de camellos y cabras. Su alimento fue la leche de camello, los dátiles, algunos quesos. El hombre debe luchar contra la sequía permanente y el calor abrasador del desierto (los desiertos de lava, harra; de arena, nefou; de piedras, hamada), lo que crea en ellos un ethos, un temple, un carácter de suma dureza, pero al mismo tiempo de gran hidalguía, fidelidad y altruismo. Los más recientes descubrimientos manifiestan que todos estos pueblos no debieron ser originarios de la península arábiga, sino más bien inmigrantes venidos del nordeste, “quizá del Turquestán”. De todos modos, se arraigaron tan profundamente en la península arábiga, que en el momento del nacimiento de la historia mediterránea, podía ya creérseles procedentes de ese lugar.

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7 Marie-Joseph Lagrange, Études sur les religions sémitiques,
Paris, Lecoffre, 1903, pp. 42-53.
8 Sobre la pobreza de la civilización como condición de la creatividad
al nivel del núcleo mítico-ontológico, nos dice Claude Tresmontant
en su libro Études de métaphysique biblique, París, Gabalda, 1955, p. 217:
“La pauvreté de la civilisation palestinienne biblique, la pauvreté de
la langue hébraïque, la pauvreté des nabis d’Israel… sont la condition
nécessaire à l’universalité de l’enseignement et à sa capacité d’expression…
Si (elle) avait été chargés de toutes les superstructures contingentes
qui sont l’ apanage d’ une civilisation, comment aurait-elle pu se
repandre et se communiquer aux autres civilisations?”

§ 6. Cuando hablamos de “semitas”, aunque nos referiremos de hecho principalmente a los hebreos, queremos abarcar todos esos pueblos que han sido clasificados bajo una tal apelación:
a) orientales: los acadios (o asirios-babilónicos),
b) occidentales:los amorrheos (ugaríticos, canaaneos y arameos, fenicios
y púnicos, hebreos, moabitas), los árabes, himaritas y etíopes.9

Los semitas dialogaron desde sus comienzos tanto con los pueblos que se organizaron junto a las riberas del Nilo ─piénsese que el pueblo egipcio es la mezcla de pueblos berberes (del oeste), bantúes (del sud) y semitas (del este) 10, como los que se desarrollan junto al Éufrates y Tigris, donde los acadios coexisten y dominan por último a los súmeros.

Como los indoeuropeos y los mongoles, los semitas, esencialmente nómades, invaden ininterrumpidamente los pueblos sedentarios que los rodean, hasta transformarse paulatinamente en civilizaciones urbanas. Sin embargo, su núcleo ético-mítico será siempre uránico o el del pastor o beduino nómade, estructura de la conciencia del hombre del desierto, en nombre de la cual se elevarán los profetas para criticar la riqueza, la corrupción, el desorden de la comunidad urbano-agrícola.

Podemos decir que, en la medida en que dichos pueblos se “instalan” como sociedades urbano-agrícolas, pierden su poder profético y su mensaje original. Quizá justamente por esta condición el pueblo hebreo, como lo veremos, guardará y desarrollará celosamente su “profetismo” en los períodos en que es fiel a su condición nómade de hombre del desierto, que exige una purificación progresiva y demitificante de sus creencias y una singular libertad en la invención de nuevos elementos de su estructura, de su “mundo”, de su conciencia colectiva.

Los semitas se oponen no solamente a un tipo de civilización agrícola-urbana presemita, sino especialmente a los pueblos indoeuropeos que invaden, desde el norte, el Asia Menor y Europa. Estas invasiones produjeron en el Mediterráneo oriental gran desarrollo de la civilización marítima (los pueblos predorios y los fenicios se lanzan al mar como única solución ante los invasores del continente), y, por otra parte, motiva la invasión efímera
de los hiksos en Egipto.

9 Pensamos que no existe ninguna obra que trate la totalidad de
los pueblos semitas, desde los acadios hasta el Islam, en un nivel filosófico.
Véase por cuanto es el origen de toda una tradición, la obra clásica de Ernest Renan, Histoire générale et système comparé des langues sémitiques,
París, 1855; Leguest, Études sur la formation des langues sémitiques, París, 1858, y desde entonces una bibliografía creciente.
10 Jacques Pirenne, Les grandes courants de l’histoire universelle, Neuchâtel, Ed. de la Baconnière, I, 1945, pp. 4-5.
Ante esta Völkerwanderung, los semitas no podrán oponer una resistencia físico-militar, pero en cambio mostraron, especialmente en el caso del pueblo hebreo, una férrea oposición religioso-cultural.

La filosofía de la cultura debe analizar ese diálogo, esa aculturación de los diversos pueblos, y concluir cuáles son los elementos de la estructura de la conciencia colectiva que nos permiten definir una comunidad. Toynbee nos dice que a la civilización siríaca le debemos tres descubrimientos principales:
“la invención del alfabeto, el haber alcanzado el Atlántico y una
concepción particular del Absoluto… no conocida ni por el
pensamiento egipcio, súmero, preindio ni helénico”.11 Los dos
primeros hechos se atribuyen al pueblo canaaneo-fenicio, el tercero principalmente al semita-hebreo.

§ 7. Entre los pueblos iránicos, nos detendremos más particularmente
en las doctrinas éticas de los medos y persas, ya que significaron el medio cultural en el cual nació el zoroastrismo, sistema religioso inspirado en el mazdeísmo. El gran Imperio indoeuropeo de los aqueménides usará una lengua semita (el arameo), al mismo tiempo que el babilónico y el iránico; esta
religión, tolerante y sincrética, de fondo dualista, el mazdeísmo12, se cumple bajo la hegemonía del dios semita Marduk.

El pueblo que habitaba el país de Irán juega un gran papel en la relación de las culturas de la “Media Luna” y la India. Influida desde el oeste por las culturas sumerias, asirias y babilónicas –semitas- desde el norte por las diversas invasiones indoeuropeas entre las cuales debe contarse el pueblo medo y persa, desde el este por las civilizaciones del Indo, la cultura iránica (que se organiza junto a los desiertos de Lut y del Salado) es, al igual que las estepas y desiertos sirio-arábigos, un foco expansivo e inventivo de Weltanschauung.13

11 L’histoire. Un essai d’interprétation, París, Gallimard, 1951, p. 108. El alfabeto no es una invención fenicia; ya el ugarítico lo emplea (cf. James Février, Histoire de l’escriture, París, Payot, 1959, pp. 172 y ss.).
12 J. Duchesne-Guillemin, Zoroastre, París, 1948.
13 Cf. G. Bartholomae, Zarathustra, sein Leben und seine Lehre, Heidelberg, 1919; E. Herfeld, Zoroaster and his World, Princeton, 1947; L. C. Casartelli, Philosophy of the Mazdayasnian Religion under the Sassanids, Bombay, 1889; H. S. Nyberg, Die Religionen des alten Iran, Leipzig, 1938; A. Carnoy, La religion de l’Iran, en Histoire des religions, París, Bloud et Gay, II, 1954; Hervé Rousseau, Le Dieu du mal, París, PUF, 1963.
Nos interesa particularmente por cuanto significa un puente entre la
concepción hindú de la existencia y la mesopotámica: los semitas y especialmente el pueblo de Israel criticarán su estructura metafísica, siendo, sin embargo, influidos por las religiones de la tradición del mazdeísmo. La originalidad de la visión del mundo hebreo no puede explicarse sino gracias al diálogo que durante dos milenios sostuvo con dichos pueblos, bien que indirectamente.14

Pero más aún, la estructura metafísica de la cosmovisión iránica es absolutamente sui generis, por el hecho de sintetizar la tradición aria (monista) y la tradición antropológica del mundo Nilo-mesopotámico (unidad entitativa del hombre), que exigirá un dualismo intermedio entre el Creador y el hombre.

Los magos del mazdeísmo influirán sobre el pensamiento griego, de origen igualmente indoeuropeo, desde sus primeros pensadores, pero especialmente sobre los estoicos y, de manera clara, sobre el neoplatonismo. El gnosticismo, con su jerarquía de potencias: aiones, es una síntesis helénico-iránica. El maniqueísmo, en cambio, es propiamente una religión iránica (Mani era llamado el Zaratustratema: Zoroastro por excelencia).15

Los bogomilos ─maniqueos búlgaros─, los cátaros16 y albigenses, deben inscribirse en esta tradición.17 He aquí unas de las tradiciones más persistentes y secretas del pensamiento occidental, que, en su vertiente antipelagiana, es el fundamento del luteranismo y el jansenismo, y, en su vertiente místico-germana, es la base del idealismo postkantiano, del marxismo y del nacismo.

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14 A. Carnoy, op, cit., p. 258. El libro de Tobías es el ejemplo más representativo (Aeshma daêva).
15 Ibid., pp. 260-261.
16 Cf. Puech-Vaillant, Le traité contre les bogomiles de Cosmas le Prêtre, París, Institut d’Études Slaves, 1945.
17 Si pensamos que Boehme ha sido influido por la teosofía gnóstico-maniquea, y que Hegel es un discípulo de esta tradición germana, encontraremos ciertas razones histórico-doctrinarias para explicarnos el antisemitismo del nacismo.

La más antigua explosión histórica demográfica del desierto
siriaco-arábigo es la producida por el pueblo acadio, que se enfrenta
a la civilización organizada por los súmeros; dicha invasión
se produce en el siglo xxv a.C.18 desde el oeste del Éufrates
donde se establecen definitivamente, constituyendo la base del
Imperio asirio-babilónico.19

La invasión canaanea, más violenta, alcanza el Egipto y llega hasta España, alrededor del 2500,20 siendo el prototipo anticipado de la conquista musulmana. Los fenicios, grupo canaaneo secundario, se instalan en las costas mediterráneas y alcanzan su apogeo marítimo en el siglo XI a.C.21

En tiempos más recientes, los hebreos invadirán la Palestina desde el desierto, a modo de tribus nómades, y se impondrán sobre la civilización canaanea decadente, a partir del siglo XII a.C. Después vendrán los árabes. Veamos esto más detenidamente. Sargón, el Sharukin de los primeros semitas que constituyeron un reino histórico, invadió las regiones de la ciudad preponderante de la baja Mesopotamia, Kish, para trasladar la capital, después, a Akad. Conquistó la Mesopotamia, el Elam, los países de Amurru (también semitas), llegando hasta Chipre y Capadocia.22

La decadencia de la tercera dinastía de la ciudad de Ur permitió a las tribus semitas hacerse cargo nuevamente de la situación en Mesopotamia ─así como Sargón había reinado desde 2340 a.C. en Akad─.
18 Cf. E. Dhorme, Les religions de Babylonie et d’ Assyrie, París PUF, pp. 5 y ss. Lagrange, op. cit., nos dice: “desde el 3500 hasta el 2500, la marea que procede de Arabia sumerge la antigua civilización sumeria” (p. 53).
19 Hammurabi ─del pueblo semita de los Amorrheos o Amurru─, de origen sirio, es un ejemplo del genio jurídico del pueblo semita (Cf. Dhorme, op. cit., p. 356).
20 Lagrange; op. cit., p. 53.
21 Este contacto semita sobre el norte de Africa y el sur de Europa no es el primero ─ya que los canaaneos han llegado antes, de donde se formará el idioma púnico─ y tiene gran importancia por cuanto será un nuevo elemento de la profunda sedimentación de “semitismo” que se deposita, hasta conquistarlas absolutamente, en las costas del Mar Mediterráneo. Los cartagineses son como un antecedente semita del cristianismo y el Islam.
22 Cf. Leonard Wolley, Ur, La ciudad de los Caldeos, México, F.C.E., 1953; Saeculum Weltgeschichte, Freiburg, Herder, t. I, pp. 239-281; Alimen-Steve, Vorgeschichte, Hamburg, Fischer, I, pp. 229-251; para una bibliografía véase nuestro curso Latinoamérica en la historia universal, Ed. Rotraprint, UNNE (Argentina), t. I, pp. 106-270.
Un siglo había transcurrido desde la caída de Ibbisin, cuando emergió en Babilonia el rey Hammurabi, semita, que gobernó entre el 1792-1750 a.C. (¿1728-1686?). Gracias a los archivos descubiertos en Mari,23 vemos cómo de entre más de treinta Estados, algunos de ellos de los amorreos-semitas, se destacaron los de Mari, Babilonia (en el centro) y Asiria (al norte).

Hammurabi supo imponerse, y en el epílogo de su famoso Códice se nos dice:
He puesto fin a la guerra, he creado el bienestar, he dado descanso al pueblo en moradas tranquilas, no he tolerado la intromisión de los perturbadores…
Los he gobernado en paz, los he defendido con mi sabiduría, de modo que el fuerte no oprimiese al débil, y se hiciera justicia al huérfano y a la viuda…

La dinastía babilónica duró casi dos siglos (desde Sammsuditana I hasta Sammsuditana II), siendo conquistada la gran ciudad por Mursili I (en el 1530 a.C. según la cronología corta, y en torno al 1601 según otras interpretaciones). Por primera vez los indoeuropeos se imponen sobre los semitas, gracias al Imperio hitita, y poco a poco los desplazarán en todos los frentes.

Aleppo, de la zona Siria de los semitas de Amurru, ha sido igualmente tomada por Mursili I (en el 1535 a.C., según la cronología corta). Poco después, Gandash, el Kassita, se impone sobre Babilonia, que quedará dominada hasta el siglo XI a.C.

§ 8. Al norte de Babilonia, sobre el Tigris, desde el siglo xx a.C., se había organizado un reino semita, cuya capital era Assur (Ashshur).24 Poseemos desde hace poco una lista procedente de Korsabad, 25 donde figuran los reyes asirios; unos tenían nombres hurritas (es decir, no semitas), pero la mayoría, semitas. Debieron, entonces, recibir la influencia de los
reinos Mitanni, cuyo apogeo se sitúa entre los siglos XVI y XV a.C.

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23 Cf. Sabatino Moscati, Las antiguas civilizaciones semíticas, Barcelona,
Garriga, 1960, pp. 34 y ss. Sobre los semitas, además de la bibliografía
indicada, véase: S. Moscati, The Semites in Ancient History, Cardiff, 1959; J. Kuper-Bottero-Boyer, Archives royales de Maris, París, 1941 y ss.; L. King, The letters and inscriptions of Hammurabi, Londres, 1898, t. I-III; considérense las Historias Universales como Cristo y las religiones del mundo, II, bibliografía en pp. 418-419; Histoire des religions, París, Bloud et Gay, s. f., t. II;, The Cambridge Ancient History, vol. I y ss.
24 Cf. The Cambridge Ancient History, Vol. III, pp. 1 y ss.
25 Cf. Les premières civilisations, en Peuples et civilisations, I,pp. 162 y ss.
La decadencia de éstos permitió a los asirios un lento pero seguro proceso civilizador. Nínive será, por su parte, la ciudad de los santuarios, la meta de las peregrinaciones asirias. Aunque dependientes de Ur, de Babilonia o de los hurritas, los asirios mantuvieron sus tradiciones. Su primer esplendor se debió a Shamshi-Adad I, contemporáneo de Hammurabi, pero manteniéndose todavía como un reino vasallo y de segunda categoría.

Las incursiones de los arameos desorganizaban las relaciones comerciales.26 Los asirios comienzan las luchas contra las kasitas de Babilonia, y logran dominarlos desde el siglo XIV a.C. En ese momento en que los hititas estaban en su apogeo, y Egipto debió aún inclinarse ante su poder, Asiria comienza igualmente a ser reconocida como reino independiente. Pero solo con Tiglat-Pileser I (muere en 1060 a.C.), los semitas logran reeditar las proezas de sus antecesores acadios, y constituyen un gran reino que llega al Mediterráneo.

(Yo soy) Tiglat-Pileser rey legítimo, rey del mundo, rey de Asiria, rey de las cuatro partes de la Tierra, el héroe poderoso protegido por los oráculos de Assur y de Ninurta… Bajo el mando de mi señor Assur, mi mano ha extendido la conquista más allá del río Zab meridional hasta el mar Superior, que está al
Occidente… Después me he dirigido al Líbano… He vuelto contra la región de Amurru… He recibido el tributo de Biblos, de Sidón y de Arvad.27

Assur unifica entonces la Mesopotamia hasta el Caspio y el Mediterráneo, y logrará asegurar y aumentar sus conquistas durante cinco siglos. El último rey asirio será Assurbanipal derrotado en el 612 a.C. En ese entonces, los asirios habían llegado a conquistar el Egipto:
En mi primera campaña marché contra Egipto y Etiopía dice Assurbanipal. Tirhaka, rey de Egipto y de Nubia… olvidó el poder de Assur… Con la ayuda de Assur, Bel y Nabú, los grandes dioses mis señores que avanzaban a mi lado, derroté sus ejércitos de Tirhaka en una gran batalla campal.28

La caída del Imperio asirio la produjeron los medos, indoeuropeos que dominaban el norte del Irán. Junto con ellos había participado en la caída de Assur, el rey de Babilonia, ahora renaciente, llamado Nabopolasar, semita de la familia de los caldeos. Este rey (625-605 a.C.) logra reconquistar para Babilonia toda la Mesopotamia menos el norte, en manos de los medos.
26 R. Turner, Las grandes culturas de la humanidad, F. C. E., México, 1953, p. 239.
27 Citado por Moscati, p. 37. 28 Ibíd., p. 39.
En el 612 a.C. conquistan, medos y babilónicos, a Nínive. Los egipcios, que pretenden un equilibrio de fuerzas, llegan tarde para apoyar a los asirios (con el faraón Neka II, 609-594 a.C.), derrotando de paso en Megido al rey de Judá, Josías, que pretendía por su parte apoyar a los babilónicos. Los medos continuaban sus victorias en el norte29.

El florecimiento de Babilonia, bajo Nabucodonosor y Nabónides, no alcanzó un siglo, porque ya en el 538 a.C., Ciro, el rey persa, ocupaba Babilonia, que nunca más podrá reponerse de su derrota. Mientras tanto (614-538 a.C.) Babilonia había mantenido las conquistas asirias, sin poder recuperar Egipto,
pero implantando mucho mejor su dominio sobre Palestina.

Para Marduk, el soberano, hice navegar hasta Babilonia, al igual que cañas llevadas por el río, vigorosos cedros, altos y fuertes… abundante producto del Líbano30.

Mientras los últimos caldeos de la Babilonia derrotada se entristecen por la destrucción, los que habían sido sus súbditos esclavizados cantan himnos de alegría:
Siéntate en el polvo (en signo de duelo),
virgen, hija de Babilonia.
Póstrate en tierra, destronada,
hija de los caldeos (Isaías 47, 1).
Salid de Babilonia, huid de los caldeos.
Con un cántico de alegría anunciad y proclamad
e idos hasta la extremidad de la Tierra.
Salid de Babilonia, huid de los caldeos.
Con un cántico de alegría anunciad y proclamad
e idos hasta la extremidad de la Tierra.
Decid: Yahveh ha liberado a su servidor Jacob (Ibíd. 48, 20).
§ 10. Una zona privilegiada, ya que significaba el puente que necesariamente debió ser siempre cruzado, fue el área geográfica ocupada por los fenicios, sobre el Mediterráneo, por los sirios, entre los Antilíbanos y el desierto sirio y los palestinos, al sur de los dos pueblos antes nombrados, y que habitaban la cuenca del río Jordán y las costas correspondientes hacia el mar Mediterráneo.
29 Se impusieron sobre otro pueblo de origen indoeuropeo; era un reino que ocupaba del lago Van al Urmia, y que floreció desde el siglo IX hasta el VI a. C (Cf. The Kingdon of Van, en The Cambridge Ancient History, III, pp. 169 y 55.), enemigos del Imperio asirio.
30 Cita de Moscati, p. 40.
Como hemos visto, nunca llegaron los pueblos semitas de estas tres regiones a organizar un reino importante y mucho menos un imperio. Dependían siempre, en mayor o menor medida, de sus poderosos vecinos, de los mesopotámicos, o de los hititas al norte, o de los egipcios al sudeste. Sus vidas estaban pendientes siempre de la misericordia de dichos Estados.

En los siglos XV y XIV a.C. se habían organizado los grandes Imperios de la Babilonia kassita, el asirio, el hitita y el Egipto en su gran esplendor. Los siglos XIII y XII depararon, en cambio, la ruptura del equilibrio y la aparición de nuevos pueblos en todos los horizontes del mundo civilizado.

Entre ellos se encuentran los arameos, filisteos, hebreos; los fenicios, en cambio, poseían ya una antigua historia de proezas navieras. Todos ellos
fueron pueblos de grandes aptitudes comerciales y culturales, pero no de facultades guerreras o políticas; esto nos explica su lugar privilegiado en una historia de la cultura, pero no en una historia política mundial.

Los fenicios31 de origen incierto, sea del Mar Rojo o del Golfo Pérsico o de la misma Palestina, “pueblo de las palmeras” (significación del nombre que llevan), estaban ya en el III milenio en relación con Egipto, y la ciudad de Biblos, por ejemplo, debía pagarles tributo. Los descubrimientos de Ras- Shamra (Ugarit) y Minet el-Beida (su puerto) nos muestran que, además de haber sufrido las invasiones de egipcios, kassitas, hurritas e hititas, sucumbieron ante el empuje de los “Pueblos del mar”.

Más al sur, en cambio, otras ciudades, como Sidón, Tiro y Biblos supieron aprovecharse del caos del siglo XII a.C. para salir florecientemente beneficiadas. Habiendo desaparecido el poderío naviero de Micenas, los fenicios se comportaron como dueños del Mediterráneo oriental.

La política de estas ciudades se subordinaba al único interés comercial. A veces uno, otras veces otro de los reyezuelos, gobernaba sobre las costas fenicias con una cierta supremacía. Sin embargo, tuvieron que pagar tributos al Imperio asirio, y, a causa de las sucesivas rebeliones, Sennaquerib produjo la ruina de Tiro.
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31 Además de la bibliografía general, puede consultarse el antiguo Movers, Die Phoenizier, Leipzig, 1841-1856, vol. I-III; G. Contenau, La civilisation phénicienne, París, 1926; R. Weil, La Phénicie et l’ Asie occidentales, París, 1939; etcétera.

Esta comunidad naviera no pudo permanecer largo tiempo en el
Mediterráneo oriental expulsada por los griegos, lo cual la llevó a alejarse hacia el Mediterráneo occidental. La fundación de Cartago (Kart-hadasht = la ciudad nueva) en el 814-813 a.C. marca una fecha importante en la historia del comercio mediterráneo y universal.

Desde la antigua necrópolis neolítica de Biblos (3000 a.C.), desde la fundación de Tiro (2750 a.C.), transcurrieron largos siglos hasta que los fenicios objetivaron en un sistema consonántico su escritura (aproximadamente en el siglo XIII a.C.), cuyo más antiguo documento se encontró en la tumba de Ahiram en Biblos.

§ 11. No ya sobre la costa, como los fenicios, sino ocupando las pocas tierras fértiles junto al río Oronte y en el oasis, el más bello y extenso, el de Damasco, que limitan con el gran desierto oriental, habitaban diversos pueblos semitas de escaso talento político, pero de gran habilidad comercial y expertos en “relaciones internacionales”.

Se trata de los pueblos arameos32 de Siria, que fueron conocidos igualmente con el nombre de “los habitantes de Amurru” (del Occidente), posiblementes
procedentes de Harram y de la región del río Balikh, afluente del Éufrates, y nombrados en los textos de EI-Amarna bajo la denominación de Akhlameos.

Los arameos invaden la Mesopotamia y la Siria entre los siglos XIV y XI a.C. “Es probable que su país de origen fuera el desierto siro-árabe, como la mayoría de los semitas”33.

Entre el siglo XI y el X alcanzan su esplendor, siendo derrotados al occidente por los semitas-fenicios, que les impiden llegar al mar, y al sudoeste por los hebreos, especialmente por David (II Samuel 10,15-19). Desde el siglo VIII comienzan una rápida decadencia, la que no impide una gran expansión de la lengua aramea los mismos asirios necesitan de los escribas arameos para entenderse con las diversas poblaciones, que reemplazando el acadio, se transforma en la lengua de la diplomacia en el mundo palestino-mesopotámico desde el siglo VII.
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32 Cf. E. Kraeling, Aram and Israel, Nueva York, Columbia University Press, 1918; etc.
33 Cf. Dupont-Sommer, Les Araméens, París, Maisonneuve, 1949,

Gracias a Darío, dicha lengua llega hasta el Indo y el Nilo ─sin reemplazar,
ciertamente, las lenguas propias de cada pueblo, es decir, el iránico, acadio, fenicio, hebreo o egipcio─; fue el arameo la lengua semita del Imperio aqueménide, el Reichsaramäisch, y que será después reemplazado solo por el griego34 como lengua oficial, y por el árabe, desde el siglo VII de nuestra era, como lengua popular.

Constituyeron los arameos pequeños reinos que luchaban entre sí. Limitaban al norte con Karkemish. Sufrieron evidentemente la influencia de los hititas y los mesopotámicos. Gracias a su posición, sus caravanas intercambiaban sus productos con los de los comerciantes fenicios venidos del Mediterráneo
y los transportaban hasta el Irán.

§ 12. Por último, ocuparon el valle del Jordán y las montañas de Samaía y Judea un grupo de tribus procedentes en primer lugar de Harram. El “Padre del Pueblo” (Aba -ham = Abraham) era descendiente de la familia de Terakh que había emigrado de Ur a Rasan. Por su parte Abraham, uno de los tantos nómades que cruzaban el desierto en esperanza de mejor futuro, condujo sus rebaños en tierra de arameos, para después instalarse entre los canaaneos (grupo de pueblos semitas que ocupaban la Palestina).

Todo esto en el siglo XIX a.C. Parte del grupo se dirigió después a Egipto. De allí los Bene-Israel, conducidos por Moisés, hebreo de origen egipcio, reconquistan progresivamente lo que será su morada definitiva hasta el año 70 d.C. Las invasiones debieron estar de algún modo ligadas al gran movimiento de pueblos del siglo XV. En 1400 a.C. los “hijos de Israel” estaban ya en el Jordán, conducidos en la guerra de conquista por jefes más o menos espontáneos (los “jueces”).

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34 Es interesante anotar, a título simplemente marginal, que Jesús de Nazaret hablaba arameo es decir, la lengua popular del oriente palestinense o “arameo común”, mientras que Saúl de Tarso se expresaba en griego (procedente de Anatolia) y hebreo (lengua exclusivamente cultural). Los Targums nacieron en esta época –traducciones arameas de la Biblia-, lo mismo que el Talmud de Jerusalén. El arameo oriental será la lengua en la ‘que se expresarán los documentos cristianos judeo-babilónicos, mazdeicos y siríacos. Los árabes descubrirán a Aristóteles en la lengua arameo-siríaca y con ella la racionalidad griega. La escritura aramea (alfabeto consonántico derivado del semita-fenicio) es igualmente una preparación o como la base del griego del Imperio seléucida. Por el griego y el latín, la invención semita de la escritura consonántica y después alfabética en el plano de la civilización se ha universalizado.

Solo con Saúl, coronado rey por el profeta Samuel, los israelitas logran la unidad. David (1010-970 a.C.) extiende las fronteras, y Salomón da a los hebreos la posibilidad de un cierto esplendor (970-935 a.C.). Pero, después, las tribus se separaron, quedando solos los judíos (y no ya los israelitas-samaritanos) como testimonios de la originalidad de este pueblo, en torno a la capital Ierushalaim (la antigua Uru-Salim de los iebuseos).

Desde el siglo X a.C., la literatura judía comienza a producir las mayores obras (en sus orígenes solo a modo de “tradiciones orales”, de las cuales las tres más importantes, son denominadas actualmente por la hermenéutica: la tradición yahvista, elohista y sacerdotal).

Poco después aparece un movimiento de profetas (nabiim) que lucha con clara conciencia contra los sincretismos del pueblo; sincretismo entre la doctrina mosaica y los cultos agrarios de los canaaneos. Con un monoteísmo consecuente, cuya coherencia no tiene precedentes, los profetas se transforman en el “alma del pueblo”.

Conquistada Jerusalén por Nabucodonosor, después de valiente defensa, toda la élite judía es deportada a Babilonia. Durante aquellos cincuenta años (ya que serán liberados por Ciro en el 538 a.C.), contrariamente
a lo que pudiera pensarse, el pueblo judío acrecentó la coherencia de su posición y tomó conciencia adulta de las estructuras intencionales de su cosmovisión, de sus ethos. Sus escribas trabajaron incansablemente para objetivar por escrito una doctrina tradicional (ahora, en gran parte, bajo el ropaje de los símbolos y mitos babilónicos o egipcios).

El Dios nacional de Abraham, Isaac y Jacob había cobrado ilimitada universalidad. Los judíos deberán tener una muy corta época de paz, para después ser nuevamente dominados por los persas. La religión judía pasará así de ser una mera expresión de un grupo étnico, para transformarse en la exposición coherente, en doctrina, culto y prácticas, de un monoteísmo propuesto por una comunidad religiosa liberada de las estructuras de una civilización determinada, en el nivel de los instrumentos.

He aquí una ventaja insospechada del universalismo israelita; los judíos como civilización eran uno de los pueblos más pobres de la historia universal. Los judíos, por las continuas guerras que soportaron en sus
territorios, por su espíritu nómade, por el comercio, se fueron dispersando por los diversos territorios del mundo civilizado del Mediterráneo oriental.

Los encontramos numerosos, en el siglo IV y III a.C., en el Egipto, en la Mesopotamia, en Siria y Fenicia, en las islas del Mediterráneo y aun en Anatolia. Este fenómeno es denominado la Diáspora, cuyo contenido cultural es el judaísmo.

En torno a la Ley, tradicionalmente dictada por Moisés, se reunían los creyentes en las sinagogas del helenismo, frecuentemente bajo la autoridad moral y doctrinal de un fariseo, al menos en el siglo I a.C. Es decir, el judaísmo era uno de los grupos religiosos dentro del gran Imperio helenista desde que, en el 331 a.C., Alejandro había conquistado la Palestina.

A Israel le ha tocado una función esencial en la historia del pensamiento universal. Sea por su antropología implícita, por su visión de la historia, por las estructuras todavía no develadas, pero ya conscientes de su metafísica, de su teología, el pueblo de Israel propone una estructura nueva, adulta y más consecuente con las premisas de todos los pueblos semitas. En el nivel propiamente cultural Israel no puede ser dejado de lado.

§ 13. Los árabes, por último, influyen sobre el nordeste africano (la Etiopía), y desde el siglo VII, gracias al profeta Mahomet invaden los reinos cristianos del Medio Oriente, del Imperio Bizantino, el norte de Africa, la península ibérica, del Imperio Romano latino; al este se extienden hasta el Indo, y progresivamente, por medio de los comerciantes e intelectuales,
hasta la Indochina e Indonesia. El Islam ha sido la difusión semítica más importante si dejamos de lado el cristianismo.

§14. Metodológicamente debemos tener en cuenta tres planos que pueden ser discernidos claramente desde un punto de vista estructural e histórico:
En primer lugar, los pueblos y las estructuras de la conciencia colectiva, presemitas o fronterizos: los egipcios al oeste, los súmeros en la Mesopotamia, y los medos y persas al este.

En segundo lugar, las civilizaciones o pueblos semitas que son absorbidas por las culturas presemitas: tanto los acadios, amorritas, y posteriormente los arameos, como los cananeos (con sus ramas secundarias de fenicios, moabitas, edomitas, etc.) Estos pueblos “semitizan”, siendo en definitiva succionados por el medio cultural.

Por último, la irrupción del genio semita en su plenitud. Nos referimos al pueblo de Israel, especialmente en las tribus del sur: la de Benjamín y de Judá, y el Islam por la acción profética de Mahomet.

El cristianismo, como Iglesia universal, y el Islam, como religión también universal, son el fruto maduro de la estructura que denominamos elementos o contenidos de la cosmovisión semita -no nos referimos al mundo como “imagen”; es decir, un modo de comportarse con respecto al ser, como
Ser y seres-35.

Las estructuras ontológicas de la conciencia semita constituyen uno de los capítulos fundamentales de la metafenomenología o historia de los supuestos intencionales de la metafísica como ciencia. La metafísica actual en crisis busca en la historia los períodos de su constitución, para lo cual, ciertamente,
debemos dejar los estrechos marcos del genial pero limitado pueblo helénico. Las estructuras metafísicas vividas y portadas en un comportamiento precientífico y prefilosófico, no comienzan a existir solo desde Tales de Mileto.
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35 La comprensión aun política y actual, entre Israel y los Estados árabes, entre el cristianismo, el judaísmo y el Islam, debe emprenderse a partir del nivel ontológico; volviendo a su origen, se encontraría al mismo tiempo la explicación de la división. Por otra parte, podemos decir que, desde la ocupación marxista de la China, el mundo se ha culturalmente “semitizado” (a excepción de la India y el sudeste asiático), aunque igualmente secularizado. Esto lo estudiaremos detenidamente en otros trabajos en curso. Pío XII dijo alguna vez que “el cristianismo era semita espiritualmente”.

La formación de la ideología tributaria en el área euro-oriental

1. CULTURAS TRIBUTARIAS CENTRALES Y PERIFERICAS

Nos proponemos aquí primeramente describir las etapas de la formulación de la ideología tributaria en la región “euro- árabe”, para después desprender las características que en nuestra opinión la definen tanto en sus formas centrales como periféricas. Luego examinaremos la validez de la teoría de la cultura tributaria propuesta, a la luz de su extensión a otros campos culturales.

I. LA FORMULACION DE LA IDEOLOGIA TRIBUTARIA EN EL AREA EURO-ORIENTAL

i. La edad antigua

La edad antigua se expresa en plural, por tanto deberá decirse: las edades antiguas. Sobre el mapa de la región considerada, las zonas donde aparece un desarrollo acentuado de las fuerzas productivas que permite la clara concreción del Estado y de las clases sociales que están aisladas unas de otras.

Durante milenios, Egipto, Mesopotamia, luego Persia y Grecia se constituyen de esta manera, en un aislamiento relativo (más acentuado durante las épocas mas antiguas y las civilizaciones más precoces de los valles del Nilo y de la Mesopotamia; mucho menos acentuado en el caso de Grecia, que se constituye en el curso del último milenio que precede a la era cristiana).

Estas civilizaciones son islas en el océano de la barbarie dominante, todavía general, es decir en un mundo caracterizado aun por el predominio de los modos de producción colectivos (por oposición al modo tributario que caracteriza a las civilizaciones en cuestión).

Cada una de las civilizaciones en cuestión tiene pues su estructura propia y sus caracteres singulares. La búsqueda de un denominador común en el plano de sus sistemas de ideas podría entonces parecer algo imposible. Sin embargo, se pueden desprender, gracias a la perspectiva del tiempo, caracteres comunes propios de toda la larga historia prehelenistica, por oposición precisamente a las características del pensamiento y de la formación ideológica medievales que vienen a continuación.

Estos caracteres son los siguientes: En primer lugar, esos caracteres son comunes a todos los pueblos (al menos de la región considerada), ya sean barbaros (celtas, germanos, eslavos, bereberes, árabes) o civilizados (egipcios, asirios y babilonios, fenicios, hititas, persas, griegos).

Dicho de otra manera no hay gran distancia cualitativa, en este plano, entre las formas de pensamiento de las sociedades comunitarias y las de las sociedades tributarias en su primera época. Existen por supuesto diferencias cuantitativas más o menos considerables, y aun “brechas” cualitativas parciales, sobre las cuales volveremos.

En segundo término, existe una práctica científica empírica, pero no pensamiento científico. La practica empírica, en los dominios de la agricultura, la cría del ganado, la navegación, la construcción, el artesanado (textiles, cerámica, metalurgia) es tan antigua como la humanidad.

Por supuesto esta práctica esta en relación directa con el desarrollo de las fuerzas productivas, del cual es causa y efecto, en una estrecha relación dialéctica. Sin embargo ello no implica necesariamente, sino hasta mucho después, una sistematización científica abstracta. Evidentemente los prestamos que hace una sociedad a otra son también algo normal.

En tercer lugar, la elaboración de mitologías relativas a la constitución del universo, de la humanidad (y singularmente del pueblo al que la mitología se dirige) y del orden social (división del trabajo, organización de la familia, poderes diversos, etc.) que es general queda marcada por la región.

No existe pretensión de universalidad. Tampoco una relación sistemática coherente entre las mitologías en cuestión y la práctica empírica de la acción eficaz sobre la naturaleza. La yuxtaposición de conocimientos —aquellos que reconocemos como científicos porque han sido elaborados por la práctica empírica y aquellos a los cuales negamos esta calidad— caracteriza el modo del pensamiento antiguo.

En estas condiciones y sea cual fuere el grado de desarrollo de la civilización (definido por un nivel más elevado de las fuerzas productivas, el Estado y la escritura) de unos en relación con otros, las mitologías son equivalentes: mito de Osiris y de Isis, mitologías griega, celta u otra (y podríamos añadir, por extrapolación, mitologías africanas o indoamericanas, etc.) o Biblia vienen a ser lo mismo.

Ninguna clasificación jerárquica de ellas tiene el menor sentido. Y el hecho de que algunas de estas mitologías (la Biblia) hayan sobrevivida a la era antigua y hayan sido integradas al pensamiento y la ideología medievales no les otorga ningún valor intrínseco superior.

En cuarto lugar, el pensamiento social que con toda evidencia existe no tiene pretensiones científicas, ni siquiera la conciencia de que la sociedad pudiera ser objeto de una reflexión que, en nuestra opinión, puede ser calificada de científica. El pensamiento social es justificador del orden existente, concebido como eterno, sin más. La idea de progreso está excluida.

No obstante, a pesar del carácter general de esos caracteres comunes a todos, es también necesario señalar los logros que, por aquí y por allá, anuncian las construcciones ideológicas y los modos de pensamiento ulteriores. Señalare cuatro.

5 Egipto produce antes que ningún otro pueblo el concepto de la vida eterna y de la justicia moral inmanente que abrirá la vía al universalismo humanista. En cualquier otra parte, incluso en la Grecia prehelenistica, la situación de eso que más tarde se ha llamado “el alma” y el destino del ser humano después de su muerte siguen siendo inciertos, vagos y ambiguos. Los “espíritus de los muertos” son más bien temores a su poder maléfico de intervenir entre los vivos.

Puede medirse entonces el progreso que ha representado la invención del “alma inmortal” y de la “recompensa o castigo individualizados”, basados en una moral universal que escruta los móviles y las intenciones de las acciones humanas. Poco importa que hoy en día la inmortalidad y la justicia divina sean consideradas actos de fe religiosa y ya no “hechos evidentes”, y menos aun hechos “científicamente establecidos”. El logro moral universalista egipcio será la piedra angular del pensamiento humano ulterior.

Pasaran muchos siglos antes de que esta invención egipcia se convierta en un lugar común. A propósito de los debates del cristianismo y del islam concernientes al “infierno y el paraíso, la responsabilidad individual y la determinación, los fundamentos de la fe” veremos un ejemplo un poco mas adelante.

Precisemos que la verdadera dimensión de la aportación de Egipto se sitúa en este logro y no, como con frecuencia se “ha dicho, en la invención del monoteísmo por Akhenaton. En efecto el concepto universalista de justicia inmanente es compatible con todas las formas de la fe religiosa, incluido por supuesto el panteísmo como lo ilustra, entre otras cosas, la riqueza del pensamiento religioso hinduista.

En cambio, el concepto del monoteísmo, que se impondrá en esta región del mundo (pero no en otros lugares) quizá en parte porque responde a una simplificación paralógica, es, en realidad, producto del absolutismo del poder en Egipto, avanzado más que ningún otro en la construcción tributaria.
No es pues sorprendente que este principio haya constituido luego una de las piedras angulares de la construcción ideológica tributaria para toda la región concernida, en los tiempos medievales. En cambio, la exportación del principio monoteísta a pueblos menos avanzados en el camino del desarrollo tributario no se revela fecunda. Como sabemos, el judaísmo se construyo a partir de este préstamo.

Esto no le impidió seguir siendo primitivo en sus fundamentos esenciales: el judaísmo se quedo como una religión sin aspiración universalista (la del “pueblo elegido’” exclusivamente), caracterizada por una fidelidad mitológica (a la Biblia) y sin que, de manera cierta, admita la justicia inmanente hasta el grado al que habían llegado los egipcios. Sin duda más adelante, los judíos (y por tanto el judaísmo), gozando primero de los adelantos del helenismo (en los tiempos de Filón), luego del islam (sobre todo en Andalucía), y posteriormente de la Europa cristiana y luego moderna capitalista, han reinterpretado sus creencias en un sentido menos estrecho.

Grecia produjo una especie de fuegos artificiales de logros cuya unión no se dará sino más tarde, en la época medieval. Estos logros conciernen a la abstracción científica, a la filosofía de la naturaleza y al pensamiento social.

La practica empírica tan antigua como la humanidad tenía que acabar por plantear al espíritu humano problemas que lo invitaban a realizar un esfuerzo de abstracción más sistemático. El nacimiento de la astronomía, del cálculo y las matemáticas constituirá su primera ola, antes que la química y la física fueran a su vez inundadas por ella.

Después la astronomía mesopotámica, el cálculo egipcio y las matemáticas griegas constituyen un salto cualitativo hacia adelante que, enriquecido por los árabes solo será superado a partir de los tiempos modernos. Las matemáticas, adelantándose a las necesidades de la practica empírica, se desarrollan alimentándose a sí mismas. Inspiraran así los primeros capítulos de la lógica.

No obstante, dado que precisamente su relación con el enriquecimiento de la práctica sigue siendo todavía tenue, es difícil evitar la desviación al terreno de las relaciones mitológicas.
La unión de la matemática y la lógica, nuevas por una parte, y de la practica empírica por la otra, inspiran el concepto de una filosofía de la naturaleza que tiene la vocación potencial de sustituir a las mitologías de la creación. Digo aquí filosofía de la naturaleza y no metafísica. La primera caracteriza el logro filosófico griego prehelenístico; la segunda se convertirá en sinónimo de filosofía a secas en los tiempos medievales, antes de perder de nuevo este monopolio en los tiempos modernos.

La filosofía de la naturaleza es una tentativa de abstracción que permite dar coherencia al conjunto de conocimientos, por medio de la búsqueda de las “leyes generales” que gobiernan la naturaleza. En ese sentido, como lo experimentaron Marx y Engels, la filosofía de la naturaleza es por esencia materialista: se trata de explicar al mundo por sí mismo.

Sin duda esta búsqueda de las leyes generales seguirá marcada por los límites de los conocimientos reales, siempre relativos. Pero esta relatividad sigue siendo eternamente verdadera, y el progreso (de la filosofía mecanicista antigua a los filósofos modernos de la naturaleza) es solo cuantitativo. Podemos incluso considerar inoportunas y estériles esas generalizaciones necesariamente relativas y pronto superadas.

Lo cierto es que el logro de la filosofía de la naturaleza plantea el principio de un universo eterno en movimiento permanente (desde Heráclito, 540 a 480 a. de C., el atomismo de Demócrito, 460 a 370 a. de C.) La conciliación de este principio y de las creencias religiosas medievales (helenística, cristiana e islámica) no se hará sin dificultades, como veremos.

El pensamiento social griego no produce en verdad logros tan notables. En realidad en este dominio habrá que esperar a Ibn Jaldun para poder comenzar a hablar de concepto científico de la historia. Paralelamente Grecia tomo muchas cosas a los demás, sobre todo a Egipto. La tecnología que tomó fue decisiva para el surgimiento de su civilización.

Por el contrario, el universalismo moral de Egipto no se abrirá camino sino tardíamente, con Socrates y Platon. Pero ya estamos en la transición helenística a la cual regresaremos. Por otra parte es necesario observar que los logros en estos dominios diversos no se han integrado todavía en una visión global, sino que siguen careciendo de lazos fuertes entre ellos. La metafísica helenística, y luego cristiana e islámica llevara a cabo esta síntesis de la cual solo se dispone de elementos dispersos al final de la edad de oro de la Grecia clásica.

No pondremos en un mismo plano los logros producidos en Mesopotamia o los llegados de la India a través de los persas. Solo los señalo porque encontraran su lugar en la futura construcción medieval.

Mesopotamia proporciono primeramente una astronomía que por descriptiva que haya sido, no por ello es menos correcta y por tanto producida por una observación rigurosa. Esta herencia, retomada por la época helenística, será desarrollada luego, particularmente por los árabes y después por supuesto en los tiempos modernos. Pero eso no es lo esencial en lo que respecta a nuestro tema.

Los caldeos producen de igual modo una mitología general del universo en la que los astros están situados en relación con y por encima de lo que luego se llamara el mundo infralunar. De esta mitología derivara, vinculada de manera vaga con su astronomía científica, una astrología. Ahora bien, la mitología en cuestión y la astrología de ella derivada encontraron ulteriormente su lugar en la construcción medieval del conjunto.

Nuestro tema no tiene que ver con la evolución del pensamiento al este del Indo, sus aportaciones científicas, sus mitologías y la elaboración de su panteísmo, su moral y su concepción global de la vida. No obstante hay que señalar que también aquí se había producido tempranamente según parece un logro en dirección de la conceptualización del “alma”.

Esta está estrechamente vinculada a una filosofía particular que invita al individuo a despojarse de las presiones de la naturaleza con el fin de obtener la plenitud del conocimiento y de la felicidad. Este llamado al ascetismo como medio de liberación franqueara las fronteras de la India para penetrar en Oriente, luego en Occidente desde las primeras etapas de la formación medieval, es decir desde la época helenística, para alcanzar su plenitud en la cristiandad y el islam ulteriores.

Por esta razón y porque esta concepción será de igual modo integrada a la concepción medieval, había que señalarla aquí. La segunda relación entre esta concepción de la realización de la plenitud del alma y la mitología particular de la metempsicosis (reencarnación) no tendrá, en cambio, más que el destino de una peripecia, finalmente rechazada por su incompatibilidad con las creencias fundamentales del cristianismo y del islam.

En conclusión, emitirá la hipótesis de que por imposible que parezca en toda esta área y a lo largo de este largo periodo, asistimos a la lenta constitución de la construcción ideológica tributaria, es decir, a la construcción de una “visión global del mundo” (en el sentido de Weltanschauung) que responde a las exigencias fundamentales de la reproducción del mundo tributario, independiente de sus formas especificas.

La transparencia de las relaciones de explotación exige aquí una dominación de lo ideológico y una sacralización de ello. Las relaciones comunitarias anteriores no exigían la coherencia de la construcción; por eso las formas bárbaras del pensamiento antiguo yuxtaponen, sin dificultad, empirismo, mitología de la naturaleza y de la sociedad.

Poco a poco, el paso a la forma tributaria exigirá una coherencia más fuerte y hasta la integración de los elementos de la ciencia abstracta en una metafísica global. En seguida habrá que esperar hasta la época moderna para que la disminución de la transparencia de las relaciones sociales propias del capitalismo eche por tierra la dominación ideológica sacralizada para ser sustituida por la economía. De manera simultánea esta nueva dominación económica, que no podrá ser desacralizada más que por la abolición del capitalismo, crea las condiciones que permiten renunciar a la aspiración de una metafísica totalizadora.

En esta construcción progresiva de la ideología tributaria, que alcanzara su plenitud a lo largo de la era medieval, el antiguo Egipto tiene un lugar singular. En efecto, lo esencial de esta ideología ya está presente en el logro egipcio. El paso de una moral (de potencialidad universalista) justificadora del orden social a una metafísica totalizadora rematara la construcción egipcia que, por lo demás, es la piedra angular del helenismo (como la reconocieron espontáneamente los pensadores de la época), y luego de las construcciones religiosas cristianas e islámicas.

La metafísica escolástica medieval (en sus cuatro formas sucesivas: helenística, cristiana oriental, islámica, cristiana occidental) cuyo contenido y modus operandi en sus relaciones con la base económica de la sociedad examinaremos posteriormente constituye por excelencia la ideología construida del modo de producción tributario.
Sin abordar aquí las formas de esta ideología tributaria en las otras regiones del mundo (China, India, etc.) podemos afirmar que, mas allá de la originalidad de sus especificidades, estas responden a la misma necesidad fundamental de la reproducción tributaria.

Por el contrario, la ideología de los modos colectivos, que podemos concebir como la larga transición del comunismo primitivo a la sociedad de clases y de Estado, es de una naturaleza cualitativamente diferente. Aquí el contenido esencial de la ideología esta en relación estrecha con la extrema dependencia con respecto a la naturaleza (escaso desarrollo de las fuerzas productivas) y el carácter todavía embrionario de las clases y del Estado.

La ideología comunitaria es una ideología de la naturaleza: el ser humano y la sociedad son asimilados a las demás expresiones de la naturaleza (animales, vegetales, medio ambiente) concebidas como tales. El predominio del parentesco en la organización de la realidad social y en la concepción de la relación con la naturaleza sufre, en sus formas y contenido, una evolución del comunismo primitivo a las sociedades comunitarias, que se sale del terreno del análisis presentado aquí.

La edad antigua constituye el último capítulo de esta evolución, una especie de transición a la ideología tributaria. De allí los aspectos “primitivos” de esta edad antigua (vestigios de la ideología comunitaria). Tampoco debe asombrar si los logros en dirección a la construcción ideológica tributaria se obtienen en Egipto, que en el plano social es ya una sociedad tributaria acabada.

El cuadro del pensamiento del oriente antiguo propuesto hace hincapié en la singularidad de la aportación de cada una de las regiones en esta parte del mundo. Esta singularidad no excluye el parentesco de esas culturas diversas que pertenecen a la misma edad del desarrollo general de la sociedad. Por eso, así como las sociedades de la región son capaces de intercambiar en el plano material productos y técnicas y lo reconocen, sus intercambios son igualmente intensos en el plano de las ideas.

Evidentemente la singularidad de las aportaciones particulares registradas solo adquiere sentido en relación con la construcción de la metafísica medieval posterior que los integrara en su síntesis global como veremos a continuación. En esta construcción progresiva de ninguna manera podemos oponer el pensamiento griego (haciéndolo ancestro del de la Europa moderna) al de “Oriente” (del cual se excluiría Grecia).

El contraste Grecia = Occidente/Egipto, Mesopotamia, Persia = Oriente es una construcción artificial y posterior del eurocentrismo. En efecto la frontera aquí, en la región, es la que separa al Occidente geográfico europeo y norafricano, atrasado en su conjunto, del Oriente geográfico adelantado; y los conjuntos geográficos que constituyen Europa, África y Asia no tienen ninguna pertinencia en el plano de la historia de la civilización, en tanto que el eurocentrismo hace una lectura del pasado proyectando sobre él la ruptura moderna norte-sur, pasando a través del Mediterráneo.

2. Los caracteres generales de la construcción medieval

La constitución del imperio de Alejandro abre una era verdaderamente nueva para toda la región, porque pone término definitivo a) aislamiento relativo de los diversos pueblos que la constituyen y abre la perspectiva de su eventual unificación en el futuro. Hasta entonces las tentativas de conquista mas allá de las fronteras no habían sido más que peripecias sin efectos profundos o sin porvenir, Egipto solo conquisto los mercados del Asia occidental contigua, para asegurar mejor su defensa frente a los barbaros nómadas; las expansiones asiria y persa no habían sido lo suficientemente fuertes y duraderas como para iniciar lo que realizara el helenismo: la unificación de las clases dirigentes y la cultura.

La unificación helenística está limitada en un principio al Oriente, de Grecia y Egipto a Persia. Pero entonces engloba ya a todas las civilizaciones de la región, así como a los intersticios más o menos barbaros que las habían aislado entre si y que progresivamente se habían debilitado. La constitución posterior del imperio romano no aporta nada nuevo al oriente helenístico, pero transporta sus elementos de civilización y de cultura al Occidente italiano, celta y berebere y finalmente después al germánico.

Esta unificación pone término definitivo a la independencia casi absoluta de los Estados y de los pueblos de esta vasta región que se convertirá posteriormente en el mundo “euro-árabe” (o los dos mundos euro-cristiano y árabe-islámico). No en el sentido de que uno solo o algunos “grandes Estados” hayan dominado en todo momento a toda la región, sino en el sentido de que la fragmentación -llevada al extremo en la época de la feudalidad europea—-o más modestamente la pulverización sobre la base de la cual se constituirán mas tarde los Estados modernos europeos y árabes, ya no excluyen la pertenencia a una misma área de cultura, así como ya no excluyen la densidad de los intercambios permanentes, en el plano material y en un plano espiritual.

¿Un mundo o dos mundos? Durante un milenio la fractura es vertical y separa al Oriente más civilizado (fundamento del imperio bizantino) del Occidente semibarbaro. En el milenio y medio que sigue, la fractura se desplaza para separar el norte —la Europa cristiana- del sur -el mundo islámico (árabe, turco y persa).

En Europa, la civilización llega progresivamente a los pueblos del norte y del este: al sur del Mediterráneo, la cultura islámica llega al Magreb. Sin embargo, estas dos fracturas sucesivas son solo relativas en el sentido de que cristianismo e islam son uno y otro herederos del helenismo y de esta manera quedan como hermanos gemelos, aun cuando hayan sido adversarios decididos en algunos momentos.

Probablemente es solo en los tiempos modernos cuando Europa a partir del Renacimiento despega hacia el capitalismo que la frontera se profundiza en el Mediterráneo entre lo que se concretara en el centro y la periferia del nuevo sistema, ahora extendido al mundo entero y sin costos. A partir de entonces, el mundo medieval (euro- islámico) deja de existir como área cultural única para dividirse en dos mundos, en lo sucesivo desiguales, no teniendo ya Europa nada que aprender de los pueblos al sur del Mediterráneo.

Por lo que atañe a Egipto, la unificación helenística pone fin a su papel anterior, decisivo en la historia de la región. Egipto será en adelante una provincia en un conjunto más vasto. Podrá ser sometido a una condición relativamente subalterna (en el Estado bizantino, durante los tres primeros siglos de la hégira y luego los siglos XVII y XVIII otomanos) o, por el contrario, convertirse en el centro de gravedad de la región (en las épocas ptolemaica, fatimida, mameluca y luego en la renaciente nación árabe desde el comienzo del siglo XIX).

Pero ya no está confinada en el “esplendido aislamiento” radiante de tres milenios de su historia antigua.
Ahora bien, esta unificación helenística y luego cristiana y/o árabe-islámica tendrá efectos profundos y continuos. En primer lugar evidentemente en el plano del desarrollo de las fuerzas productivas, facilitando la transferencia de los progresos técnicos y de los conocimientos científicos, y sobre todo su extensión a los pueblos todavía barbaros.

Pero también en el plano de la organización social, de las formas políticas, de las comunicaciones lingüísticas, culturales y religiosas, y de las ideas filosóficas. De una manera nueva el sentido de la relatividad, producido por la intensidad de las relaciones, crea un malestar ante el cual las religiones regionales pierden pie poco a poco. Los sincretismos de la época helenística preparan así el terreno al cristianismo y al islam, portadores de un mensaje universalista nuevo.

La crisis social mediante la cual a menudo se describe el final del imperio romano, menos que una crisis del modo de producción (aunque también sea en parte la crisis de la forma esclavista predominante en Grecia y Roma), es ante todo producto de este cuestionamiento global y complejo.

La construcción medieval se desplegara en tres tiempos: un primer tiempo helenístico (tres siglos más o menos), un segundo tiempo cristiano que se desplegara primero en Oriente (del siglo i al siglo vii), y luego, mucho más tarde en Occidente (a partir del siglo XII), y un tercer tiempo islámico (del siglo vii al xii de la era cristiana).

Lo esencial de esta construcción se remonta, como veremos, a la época helenística. El neoplatonicismo servirá de base sobre la cual se constituirá la primera escolástica cristiana (de Oriente), luego la escolástica islámica y finalmente la segunda escolástica cristiana (de Occidente), esta última fecundada con creces por el pensamiento islámico.

Sin duda cada una de las épocas conserva también sus especificidades y sus interpretaciones particulares, pero, en nuestra opinión, la comunidad de sus caracteres triunfa con mucho por sobre aquellas. En realidad, es la oposición –común- a los caracteres del pensamiento antiguo lo que hoy día permite hablar de un pensamiento medieval de manera global.

El carácter fundamental que define al pensamiento medieval es el triunfo de la metafísica, considerada de allí en adelante como sinónimo de filosofía (o de sabiduría). Este carácter vuelve a encontrarse en el helenismo, así como en las escolásticas cristianas e islámicas ulteriores.

La metafísica se propone descubrir el principio último que gobierna al universo en su totalidad, o dicho de otro modo “la verdad absoluta”. No se interesa por las verdades parciales establecidas por medio de las ciencias particulares; o, más exactamente, solo le interesan en la medida en que esas verdades parciales pueden contribuir al descubrimiento de los principios últimos que gobiernan al universo.

Por supuesto toda religión, por definición, es una metafísica. Pero lo inverso no es verdad. Porque la religión se basa en textos sagrados, en tanto que es posible concebir una metafísica laica, libre de toda revelación constitutiva de una fe religiosa. En realidad, como lo señalaron las escolásticas cristianas e islámicas ulteriores, la metafísica pretende descubrir la verdad absoluta solo mediante el uso de la razón deductiva, mientras que la religión dispone para ello de textos revelados.

Todo el esfuerzo de la metafísica cristiana e islámica consistirá en intentar establecer que no haya conflicto entre el uso de esta razón deductiva y el contenido de los textos revelados (a condición, evidentemente, de interpretarlos como debe ser).

El triunfo de la preocupación metafísica entraña, como es evidente, consecuencias graves en lo que concierne al pensamiento. ¿Desvaloriza esta preocupación la investigación científica especializada y el empirismo técnico? En teoría, si. Pero aquí hay que añadir algunos matices, pues a titulo de ejemplos, la civilización helénica estuvo marcada por importantes progresos en la astronomía y la medicina, así como la civilización árabe-islámica que, además, llego aun más lejos en los terrenos de las matemáticas y la química.

Por último, las curiosidades científicas particulares resisten el triunfo de los metafísicos; incluso pueden ser activadas por la esperanza de enriquecer la metafísica por medio de los descubrimientos científicos. En cuanto el empirismo técnico que, hasta una época muy reciente, ha sido prácticamente el único fundamento del progreso de las fuerzas productivas, prosigue su camino sin preocuparse por el poder intelectual que tanto lo desprecia.

Se observara que lo que la nueva metafísica que se concretara en escolástica llama la razón humana es en realidad una razón exclusivamente deductiva. Por ello se extraviara en el callejón sin salida de la construcción ad infinitum de silogismos donde la paralógica trata en vano de distinguirse ventajosamente de la lógica. Pero lo que la practica empírica anterior ya había descubierto (sin que necesariamente sea apta para formularlo) y lo que el pensamiento moderno formulara es, por imposible que parezca, que el conocimiento científico procede de la inducción, tanto como de la deducción.

La escolástica medieval, por su desprecio hacia la práctica, ignorara con soberbia a la inducción científica aunque en ciertas prácticas científicas, de manera notable en la medicina, la inducción haya sido siempre practicada por necesidad. Sin embargo, el pensamiento filosófico escolástico persiste en no reconocer su posición. Más adelante veremos que, cualesquiera que hayan sido los adelantos de las escolásticas islámica y cristiana, jamás llegaron mas allá de esta reducción de la razón humana a solo su dimensión deductiva. El pensamiento árabe contemporáneo no salió aun de ella, de ahí los paralogismos y la analogía, tan frecuentes en la práctica del razonamiento, en todos los terrenos.1

1 Michio Morishima, Capitalisme et confucianisme, Flammarion, 1987. El bakufu es el sistema militar feudal que, a través de la dinastía de la Chogun Tokugawa, domino Japón durante los cinco siglos que precedieron a la revolucion Meiji de los años sesenta del siglo xix.

Ello no impide que el triunfo metafísico constituya una invitación permanente al desbordamiento cosmogónico. Por ello entendemos la elaboración de una construcción general que pretende dar cuenta a la vez de la formación del universo astral, de la naturaleza terrestre, de la vida animal y humana, y hasta de la sociedad.

No hace falta decir que los elementos del conocimiento científico siempre relativos no permiten y no permitirán jamás alcanzar la “perfección definitiva” a la que aspira la cosmogonía. Estos elementos están pues cimentados artificialmente por un gran llamado a lo imaginario, y hasta a la paralogica. Sin duda el llamado de la cosmogonía y de la metafísica es de todas las épocas y no espero la época medieval para manifestarse.

Por lo demás sobrevivirá a la escolástica medieval. Porque la frontera entre la filosofía de la naturaleza, que modestamente se conforma con la expresión generalizada en una etapa dada y reconocida como tal de los conocimientos científicos adquiridos, y la metafísica que pretende abarcarlo todo de un sola vez, no es siempre tan fácil de trazar como podría parecerlo teóricamente.

La aspiración pues a la formulación de “leyes generales” que rijan toda la naturaleza y la sociedad nos hacen deslizarnos por la pendiente de la cosmogonía sin que a veces nos demos cuenta. La dialectica de la naturaleza de Engels y el “dia-mat” (materialismo dialectico) soviético, me parecen extravíos de ese tipo.

Podemos preferir la seguridad de las verdades parciales de los diferentes campos de estudio de la naturaleza y del campo específico y diferente del estudio de la sociedad. Por añadidura las cosmogonías, cuando vienen a reforzar o hasta a “completar” las visiones religiosas, corren el riesgo de despertar la intolerancia y hasta el fanatismo anticientífico. Se han quemado vivos a hombres que rechazaban la cosmogonía en boga y sus verdades pretendidamente establecidas para siempre, en la Europa cristiana mucho más que en tierra del islam.

La metafísica es por excelencia la ideología del modo de producción tributario. La razón es que la cosmogonía que inspira justifica el orden social en un mundo donde la desigualdad de la riqueza y del poder tiene orígenes transparentes. Su aceptación y la reproducción del sistema exigen pues que el orden ideológico no sea objeto de ninguna impugnación posible, y para ello que sea sacralizado. Por eso mismo la metafísica constituye también un obstáculo importante para que madure una reflexión social científica.

No obstante la metafísica, por más atractiva y/o hábil que pudiera ser la construcción que propone, siempre deja un trasfondo de insatisfacción. Al parecer la razón es que se propone lo imposible: descubrir mediante la razón los principios últimos del mundo. Se actuó pues pronto para descubrir los límites del poder de la razón; y a partir de ahí abogar por la causa del corazón.

Todos los espíritus religiosos, entre otros cristianos y musulmanes entre ellos, han terminado por renunciar a la exclusividad de la razón para admitir la inspiración divina, la intuición o los sentimientos. Como complementos de la razón, o sustitutos de esta, estos recursos refuerzan de ser necesario, las reconsideraciones del dogma y/o de las prácticas sociales que el poder pretende justificar mediante ellos. Porque la metafísica religiosa siempre ha sido practicada en diversas versiones. Sin duda, en particular a lo largo de los tiempos medievales, existe una práctica grosera de la religión reducida a su formalización ritual, destinada al pueblo.

En forma paralela la clase intelectual se autoriza interpretaciones figuradas que se alejan de la letra de los textos. Interpretaciones que incluso a veces conducen al deslizamiento por la pendiente de la investigación del sentido “oculto” detrás de la transparencia del texto. Veremos ejemplos de ello en el pensamiento árabe-islámico, pero encontramos el equivalente en el pensamiento cristiano medieval. Se trata de una tendencia permanente engendrada por el espíritu metafísico mismo y su búsqueda de lo absoluto.

Esta tendencia entraña con frecuencia abusos que se convierten en obstáculos al progreso de los conocimientos. Sucede así cuando se intenta integrar en la construcción metafísica dominios científicos más o menos conocidos: la astronomía se convierte entonces en astrología, y las matemáticas en objeto de esoterismo paracientifico.

Así pues, la charlatanería jamás esta muy lejos. Por lo demás las luchas sociales, inevitables, se trasladan al campo mismo de la metafísica y de la religión, cuando están asociadas. Aquí de nuevo las revueltas populares en la cristiandad oriental y occidental y en el islam medieval presentan analogías profundas. Todas recurren a una interpretación de la metafísica y de los textos sagrados que están en desacuerdo con la de las clases dominantes.

Es este espíritu metafísico, así descrito, el que caracteriza a toda la época medieval: una búsqueda de lo absoluto que adquiere mayor importancia que diversas preocupaciones que en la época antigua estaban mucho menos unificadas por esta aspiración de lo que estarán en las escolásticas medievales. La filosofía de la naturaleza de los primeros griegos ese ‘’materialismo espontaneo” de las ciencias y la praxis, como la llamaran Marx y Engels cede lugar a una reconstrucción global del orden del mundo, un orden del mundo fatalmente y en gran medida imaginario como podemos preverlo.

Ahora bien, me parece que todos los elementos del triunfo metafísico se producen desde la época helenística. Ya hacia fines de la época griega clásica, la crisis del pensamiento antiguo ha comenzado. La toma de conciencia de la relatividad de las creencias y una necesidad de universalismo hacen que tanto Sócrates (470-399 a. C.) como Platón (428-348 a. C.) tomen sus distancias con respecto a las mitologías particulares. Las insuficiencias de estas en lo que concierne a sus conceptos del individuo, su alma y su eventual inmortalidad, de una moral y una justicia inmanente necesarias, provocan el esceptismo y crean un malestar al que Sócrates cree poder hacer frente recurriendo solo a la razón humana que -según él—-debe permitir descubrir la verdad, aun en esos dominios de lo absoluto.

Platón conoce Egipto, que ha visitado, y aprecia plenamente el adelanto moral que permite su creencia en la inmortalidad del alma. Aparece de manera simultánea una necesidad de cosmogonía con pretensión universalista
(porque se cree que se deduce exclusivamente del razonamiento), que sustituye a las mitologías múltiples, que Aristóteles (384-322 a. C.) creerá satisfacer por medio de una clasificación de los componentes del universo (de los astros al mundo infralunar, así como de los seres), tomada en gran medida de la tradición astrológica de los caldeos.

Se reúnen todos o casi todos los elementos para permitir la síntesis neoplatoniana del helenismo. Plotino (¿203-270?) hay que hacer notar que es egipcio produce su expresión acabada. Esta reúne cuatro conjuntos de proposiciones, que me parece definen lo esencial de la metafísica medieval.

En primer término, afirma el predominio de la nueva preocupación metafísica: la búsqueda de la verdad absoluta, de los principios últimos y de la razón de ser del universo y de la vida. Reduce a ello lo esencial de la filosofía, la sabiduría. De manera simultánea afirma que el descubrimiento de esta verdad se puede lograr mediante el uso exclusivo de la razón deductiva, sin recurrir a las mitologías particulares que, a final de cuentas, no constituyen textos sagrados propiamente dichos.

En segundo lugar considera que esta verdad absoluta implica necesariamente el reconocimiento de la existencia del alma, individualizada e inmortal, objeto y sujeto de acciones morales, de naturaleza universal.

En tercer lugar, invita a completar la búsqueda de la verdad por la razón dialéctica mediante la práctica del ascetismo. Llegada de la lejana India a través de los persas en los tiempos de Alejandro, esta invitación al sentimiento intuitivo habría podido hacer dudar del poder ilimitado atribuido a la razón humana. Plotino se conforma con tratarla como complemento: la práctica ascética al permitir al alma despojarse de las limitaciones de los cuerpos y del mundo purifica y refuerza la lucidez de la razón.

Este es un razonamiento extremadamente idealista, que se opone de manera diametral al “materialismo espontaneo” de las ciencias y de la práctica productiva según el cual es al contrario, mediante la confrontación con la realidad y el esfuerzo concreto de la acción sobre la naturaleza, como podemos llegar a mejorar los conocimientos y a afinar el uso de la razón. Algunos de los neo- platónicos tomaran de este pensamiento hinduista hasta algunas de sus formas de expresión, como la metempsicosis.

En cuarto lugar, cede a la propensión de una construcción cosmogónica y acepta, en este plano, la heredada de la tradición caldea. Aquí el neoplatonismo llegara hasta a adoptar algunas de las formas de expresión de esta cosmogonía atribuyendo a los astros del universo almas superiores, susceptibles de actuar sobre el mundo sublunar y por lo tanto sobre los destinos humanos. Toda la astrología que ha sobrevivido hasta nuestros días hasta en el corazón de Occidente, está contenida en su principio y hasta en sus detalles, en esta proposición del neoplatonismo.

¿Constituye esta síntesis grandiosa un progreso o un retroceso con respecto al pensamiento antiguo? Sin duda una y otra cosa, de manera desigual, como podemos juzgar según el punto de vista donde nos coloquemos.

Destacaremos aquí tres de sus caracteres que parecen los más importantes:
Primer carácter: el pensamiento accede plenamente a un humanismo universalista que trasciende las mitologías y las especificidades de los pueblos. La moral, el individuo y el alma inmortal constituyen los cimientos de este humanismo. El terreno esta entonces preparado para el éxito de las religiones de vocación universalista, el cristianismo y el islam.

Segundo carácter: el triunfo del espíritu metafísico afirmado en todas sus dimensiones define al espíritu de la escolástica y el uso que ella va a hacer de la razón humana (deductivo). Un uso abusivo porque se propone un objetivo que uno puede creer (yo lo creo) imposible de lograr: el descubrimiento de los principios últimos.

Hoy en día, a la distancia, la escolástica parece haber hecho un uso en gran medida estéril de las capacidades de la razón. La paralogiza y el razonamiento por analogía sustituye al rigor al que obliga la confrontación empírica con la realidad en los diversos dominios de la búsqueda de conocimientos científicos, necesariamente particulares y relativos. El desprecio de estos conocimientos particulares y relativos en beneficio de la pretensión metafísica, así como el del empirismo y de la acción sobre la naturaleza, inspiran construcciones cosmogónicas gigantescas pero sin gran fundamento. Mas grave aun es el hecho de que el espíritu escolástico tendera a hacer de estas construcciones verdades “indiscutibles”, que el poder buscara imponer por la violencia, haciendo a un lado la tolerancia y las exigencias de la curiosidad científica.

Tercer carácter: la expresión helenística de esta primera formula de la escolástica medieval es laica, en el sentido de que es el producto exclusivo de proposiciones que ni se apoyan en revelaciones sagradas ni tratan de reafirmarlas. En ese sentido la metafísica helenística laica es “suave”, pues admite mas fácilmente la contradicción y la diversidad de expresión. Más tarde, cuando esta metafísica se convierte en complemento de las religiones reveladas (cristianismo e islam), será movida por la necesidad de reafirmar los textos sagrados (dándose, es verdad, un margen de interpretación). Al hacerlo la metafísica escolástica se endurecerá.

El helenismo ha sido la ideología de la clase dominante y la ideología dominante del Oriente antiguo durante por lo menos tres siglos, sobreviviéndose a sí mismo en el cristianismo oriental durante los seis siglos siguientes y de manera grosera en Occidente desde la época romana. Sin embargo, el cristianismo se impuso en la región, pues si bien las clases acomodadas y cultas se conforman con la formulación neo- platónica, las clases populares que experimentaban la misma necesidad de ir mas allá de las mitologías locales esperaban su liberación de una revelación que una vez mas demostró el poder de la movilización de las energías a que puede dar lugar.

Esta espera mesiánica era reforzada por el conjunto de las dimensiones de la crisis global de la sociedad, que dan cuenta de la complejidad extrema del fenómeno y de las luchas internas que ocasionó. Lo cierto es que el cristianismo halló en su confrontación con el helenismo exactamente los mismos problemas que más tarde el islam.

Para empezar habría que conciliar las creencias que se habían vuelto sagradas (y los textos sobre los que se fundan) y la razón, fundamento de la construcción neoplatónica. Esta conciliación implicaba echar mano de la interpretación figurada de los textos, por oposición a su interpretación literal. Por supuesto hacerlo abría el capitulo nuevo de los debates teológicos, con todas las disputas que iban a ocasionar, sobre todo porque salvo dar prueba de gran ingenuidad esas disputas podían muy bien servir a numerosos intereses sociales en conflicto (conflicto de clases, de pueblos, de poderes, etcétera).

Por otro lado, la metafísica helenística se prestaba bien a una reinterpretación religiosa (así fuera en el caso cristiano como mas tarde en el islámico). Hasta había preparado el terreno en cuanto al punto esencial de la inmortalidad del alma y la moral inmanente. La reflexión sobre la responsabilidad individual y el libre albedrio, en conflicto potencial con la omnipotencia divina, así como sobre la naturaleza de la intervención de esta omnipotencia en el orden del mundo, condujo en poco tiempo a soluciones que prácticamente definieron la nueva fe religiosa, poniendo el acento en dos conclusiones: la responsabilidad moral individual ilimitada y la exigencia para el creyente de una convicción intima, que deje atrás la sumisión formal a los ritos; el reconocimiento de que la creación no excluye la regulación del universo por un orden de leyes que pueden ser descubiertas por la razón científica y, por consiguiente, la condición excepcional del milagro (la intervención divina fuera de esas leyes).

Los debates concernientes a las relaciones entre el universo y la creación se mantuvieron más abiertos y fracasaron. Porque si bien algunas interpretaciones intelectuales admitían la eternidad del mundo coexistente con la de Dios, otras, mas próximas a la creencia popular, valorizaban la letra de la mitología del Génesis. Por esto de igual modo las construcciones cosmogónicas podían ser objeto de interminables debates, regularmente estériles a nuestros ojos contemporáneos.

Las circunstancias han establecido una estrecha relación entre la expresión religiosa nueva, el monoteísmo en su forma judaica y la espera mesiánica. Se trata de circunstancias que tienen menos importancia de la que generalmente se les atribuye. En todo caso, por ello había que conciliar la realización de la espera mesiánica con el dogma monoteísta. La teología nueva, propia del cristianismo, se vio enfrentada a la cuestión de la naturaleza de Cristo (divina y humana), pero también, mas allá, de las “cualidades divinas”. Una vez más las escuelas se han enfrentado incesantemente al respecto. La contribución de Egipto a la formación del mundo cristiano nuevo fue decisiva.2 2 Vease Murad Kainef, La civilisation de l’Egypte copte, en árabe, El Cairo, 1961.

La historia nos ensena que, en la mayoría de los casos, la adopción de una nueva religión se impone por la fuerza de la conquista extranjera o por la voluntad del Estado y las clases dirigentes. Ahora bien, la cristianización de Egipto es, excepcionalmente, producto exclusivo de un movimiento interno propio de la sociedad La riqueza del pensamiento cristiano en Egipto es el resultado de exigencias de esta confrontación con los poderes establecidos y con el helenismo pagano. Lejos de rechazar esta cultura sabia y matizada, el Egipto copio integra su aportación a la nueva religión.

La cuestión central que preocupa a los filósofos de Alejandría sean estos cristianos o no (pero aquellos viven en un medio cristianizado en su mayor parte) es la de reconciliar la razón y la fe. El agnóstico Plotino, sus discípulos cristianos Amonio, Orígenes, Valentín, Clemente y Dedemos son los grandes nombres que la historia ha retenido, como fundadores de la filosofía agnóstica.

Esta produce una síntesis magistral que conciba la razón y la fe y constituye la forma acabada de la ideología tributaria cuyos argumentos serán retomados por el islam motacilita. Propone clasificar a los individuos desde este punto de vista en tres categorías: la elite de los agnósticos cuya inspiración divina viene a completar su dominio de la razón, la masa popular, poco preocupada por las exigencias del espíritu, y cuya interpretación de la religión resulta grosera y formalista, y finalmente una clase intermedia capaz de aceptar la conciliación de la razón y la fe, aun cuando ella se mantiene extraña a la inspiración divina.

Esta clasificación jerárquica, natural para una sociedad de clases adelantada, tenía la ventaja evidente de dar a la elite pensante una gran libertad en la interpretación de los dogmas, como volverá a verse en el islam de la gran época, pero no en el Occidente cristiano antes del Renacimiento.

Veremos más adelante como el islam, enfrentado a los mismos problemas, les dio respuestas idénticas. Este primer milenio de la era medieval (del 300 a. C. hasta el 600 d. C.) no fue pobre ni estéril, cualesquiera que sean los juicios que podamos emitir hoy día sobre la metafísica y la escolástica helenística y luego cristiana de Oriente.

La metafísica y la escolástica islámicas proseguirán la misma obra en el transcurso de los siguientes cinco primeros siglos de la Hégira (de 700 a 1200). Durante este primer milenio medieval, la Universidad de Alejandría, de los Tolomeos a Plotino y en los últimos tiempos del Egipto copto, probablemente fue el centro más activo del pensamiento en toda esta parte del mundo, no solo en el dominio de la metafísica, sino igualmente en el de las ciencias, en particular la astronomía y la medicina, a las cuales hizo avanzar notablemente.

La expansión cristiana redujo los centros y señalaremos al menos Haran en Siria, aunque solo sea porque su producción intelectual constituyó una de las fuentes de inspiración para la metafísica islámica. Desde luego también los innumerables conflictos de poder alimentaron las escuelas y las disputas durante los seis siglos del cristianismo oriental, oponiendo entre otras cosas las ambiciones imperiales de Bizancio a los intereses locales (egipcios y sirios sobre todo). Una vez más nada que difiera mucho de lo que veremos reproducirse en el transcurso de los cinco siglos omeya y abasida que seguirán.

3. La metafísica medieval: la versión árabe-islámica acabada y la versión occidental periférica3

3 No llenare d texto de referencias a las etapas de este desarrollo del pensamiento árabe-islámico. Las obras (en árabe) de Husein Merue, Tayeb El Tizini, Yazji, pueden constituir aquí la fuente esencial de estas referencias. Los debates organizados en los últimos años en torno de los trabajos de Merue y Tizini están también presentes en nuestro espíritu,. Nuestros puntos de vista críticos han sido expresados en diversos escritos publicados en árabe: Samir Amin, La crise de la societe arabe, El Cairo, 1985: del mismo autor, L’apres-capitalisme, Beirut, 1987, y A propos de la crise de (ideologie arabe contemporainef Al Fikr Al Arabi, num; 45, 1987

Apenas algunos decenios después de su aparición, el islam se vio enfrentado, por su conquista de Oriente, a una serie de desafíos importantes a los cuales respondió brillantemente.

El islam se constituyo sobre textos sagrados precisos, en un grado mucho mayor que el cristianismo, cuyos Evangelios siguen siendo, en comparación con el Corán y la Zuna (la colección de los dichos y los hechos de) Profeta, los Haditas) más o menos vagos.

Los musulmanes extraerán de inmediato de esos textos una verdadera legislación la charia que, sin necesariamente reglamentar por adelantado todos los aspectos de la vida social, proporcionan un buen número de principios y, en algunos aspectos, reglas precisas.

La fe en sí misma es, en la interpretación de los primeros musulmanes de Arabia, probablemente grosera, como ellos mismos lo son en su vida social y cultural. La prueba la proporciona poco más tarde el esfuerzo que hubo que desplegar para adaptarla a los pueblos del Oriente civilizados conforme se iban islamizando.

Ahora bien, el Estado musulmán resulta, de la noche a la mañana, señor de ese Oriente helenizado y cristiano. El desafío es capital en todos los planos. En el plano de los conocimientos científicos y técnicos (y del desarrollo de las fuerzas productivas), sin comparación con el nivel alcanzado por los nómadas árabes. En el plano de la complejidad de las relaciones sociales, administrativas y políticas de las organizaciones estatales milenarias en la región.

En el plano de la cultura helenística-cristiana de la que, como se vio en paginas anteriores, habría elaborado una metafísica y una escolástica globales, inspiradas por un humanismo universalista, una hábil conceptualización de la fe y la moral, una reconciliación con la razón científica. Pero también en el plano de la diversidad aun marcada de las realidades populares, de sus expresiones lingüísticas, literarias, de las practicas y las creencias que transmiten, etc.

En resumen, Persia, que solo había sido superficialmente helenizada (en un grado sin comparación con el de Egipto, Siria y Mesopotamia), se había quedado fuera de la nueva cristiandad oriental, aunque en contacto estrecho con esta por una parte, pero también abierta a la India en un grado mayor por la otra. La escuela de Jundishapur, que también desempeñara un papel importante en la elaboración escolástica islámica, es testimonio de esa situación específica del Irán islamizado.

Quizá hasta se encuentre en esta diferencia una de las claves que explican el misterio de esta oposición sorprendente entre la arabización de Mesopotamia, Siria y Egipto (y más tarde el Mahgreb) y la supervivencia del persa al este del Zagros.

Había que conciliar la nueva fe y sus textos sagrados por una parte, con las exigencias materiales, políticas e intelectuales de esos mundos helenizados (cristiano y persa), por la otra. Eso implicaba una verdadera revolución cultural, que el islam logró.

Señalemos bien aquí que lo que los árabes llamaran la “cultura griega” es en realidad la del helenismo, y este ya cristianizado. De la filosofía griega clásica prehelenistica, todavía lo ignoran todo; y de hecho solo conocerán a Sócrates, Platón y Aristóteles a través de Plotino.

Los árabe-musulmanes comprenderán de inmediato veremos después mediante que caminos que podían conciliar la escolástica helenística y la nueva fe, exactamente como los cristianos de Oriente lo habían hecho, planteando las mismas cuestiones y dándoles las mismas respuestas.

Merece recordarse el camino de la construcción de la escolástica islámica, del Discurso motacilita (el Kalam) del primer siglo de la Hégira a Ibn Rochd, punto culminante y termino de aquella en el sexto siglo de la Hégira.

El discurso de los motacilitas (el Kalam) plantea sus cuestiones precisamente a partir de la crítica de la interpretación grosera de los primeros musulmanes, inaceptable tanto para los recién convertidos como para la nueva clase dirigente y la elite intelectual árabe-persa-islámica. Debemos señalar aquí al menos las cuestiones principales.

Se había partido modestamente del rechazo al formalismo de la sumisión a los ritos como elemento constitutivo suficiente que establecía la convicción religiosa. Se acepta la idea de una justicia divina inmanente (a propósito del debate concerniente “a los musulmanes autores de graves pecados”) que escruta las conciencias. Esto conduce de inmediato a plantear la cuestión del libre albedrio ante la omnipotencia divina.

En este dominio, los partidarios del libre albedrio (al qadaria, la voluntad) se oponen a los del determinismo divino (al jabaria, al tassir, la determinación divina) a golpe de interpretaciones divergentes de los textos sagrados, poniendo el acento ya en estos, ya en aquellos. Cuestión que a su vez contraria la idea que uno se hace del modus operandi de la omnipotencia divina. Los motaziles optan por la solución helenística: Dios opera por medio de las leyes de la naturaleza (namus al sababia), que él ha establecido y, dado que no se ocupa de “detalles” (la jouzjyat), rechaza el recurso al “milagro”.
Esto era tanto como afirmar que, puesto que las leyes de la naturaleza en cuestión pueden ser descubiertas mediante el uso de la razón, no existe conflicto entre esta y la revelación.

Así pues progresivamente se autorizaba la interpretación figurada de los textos sagrados. Ya era necesario para conciliar los conceptos del libre albedrio y de la regulación del mundo por leyes físicas por una parte y el de la omnipotencia divina por la otra. La interpretación del sentido que había que darles a las cualidades del Creador, descritas en términos antropomórficos en los textos, dio así lugar a la oposición entre los partidarios de la letra (al tashbih) y los de una interpretación purificada de esas formas (al tanzih).

Con el mismo espíritu se rechazara la letra del dogma de la resurrección de los cuerpos para sustituirla por el de la reunión de las almas (el problema llamado de “haskr al ajsad”). No obstante la interpretación figurada también permite tomar distancia, de ser necesario, con respecto a la ley (la chana) en sus prescripciones de apariencia precisa, pues el Corán mismo, aunque palabra de Dios, fue “creado”.

Hoy día diríamos que está fechado, y se dirige a los hombres de una época y un lugar. Debemos pues, inspirándonos en sus principios, adaptar sus prescripciones a la evolución de las condiciones. Para muchos eso significaba rayar en el sacrilegio.

El problema de la creación estaba en el centro de los debates que permitieron ir lo más lejos posible en el marco de un pensamiento metafísico. Al afirmar la eternidad del mundo coexistente con la del Creador, se adherían a las tesis de la metafísica helenística, reduciendo la descripción de la creación a un mito destinado a convencer a las muchedumbres. También allí, eso era tanto como rayar en el sacrilegio.

El Kalam abría el camino a la filosofía, concebida como metafísica, es decir la búsqueda de la verdad absoluta. Al Kindi, el primer filosofo de lengua árabe (muerto en el año 873 d. C., 260 de la Hégira), es prudente. Reconoce la existencia de diversas vías de acceso a la verdad: los sentidos, que son suficientes para aprehender la naturaleza mediante la practica empírica de las relaciones que podemos tener con aquella; la razón (deductiva), que alcanza su plenitud en las matemáticas; la inspiración divina, único medio para acceder al conocimiento superior de lo absoluto.
No obstante, el no concebía conflictos entre estas tres vías, sino por el contrario su complementariedad, dado que los sentidos y la razón fueron dados al hombre por Dios. Al Farabi (muerto en el año 950 d. C., 339 de la Hégira), en lucha con la cuestión central de las leyes de la naturaleza (namus al sababia), integra a su vez la cosmogonía caldea a la nueva metafísica islámica.

Ibn Sina (muerto en el año 1037 d. C., 428 de la Hégira), adoptara a su vez esta perspectiva cosmogónica, reforzándola con el concepto de la eternidad del universo coexistente con la de Dios.

Ibn Rochd (muerto en 1198 d. C., 595 de la Hégira), polemizando contra los adversarios de la razón, produce una especie de síntesis de la metafísica islámica, un compendio que será retomado casi tal cual por la escolástica cristiana de Occidente. En todos los dominios, del libre albedrio, de la causalidad, de la interpretación figurada de los textos, él se coloca a la vanguardia del pensamiento árabe-islámico.

¿Ha llegado hasta a pensar que la verdad racional cuya independencia con respecto a la verdad revelada (por su teoría de la “doble verdad”) proclama podrá incluso entrar en conflicto con, si no la fe, al menos el dogma? Fue condenado por este motivo por sus correligionarios y luego por los herederos cristianos de su escolástica.

¿Habrá llegado a poner en duda los desbordamientos cosmogónicos? La cuestión sigue causando controversia. El hecho de que no hable en su polémica de ello puede ser interpretado ya sea como un rechazo (lo cual a mi parecer es poco probable, pues entonces lo habría dicho con toda seguridad) o porque simplemente era admitida por todos, incluso los adversarios a los que respondía (Ghazzali muerto en el 11 d. C., 505 de la Hégira en primer lugar) y porque, en una obra polémica, no era necesario recordar las tesis admitidas por los dos campos.

Lo cierto es que en otro dominio que era objeto de las más violentas controversias porque ponía en tela de juicio intereses sociales más directamente a saber el dominio del margen de interpretación de la ley (la charia) Ibn Rochd llego al extremo de lo posible. Al abogar en favor de una visión “circunstancial” de esta, abrió la vía a una separación posible del Estado (y del derecho) y de la religión. Pero este principio de “revolución protestante” en el islam, por así decirlo, no tuvo consecuencias. Ibn Rochd será condenado y sus libros quemados.

En efecto, la construcción metafísica de esta escolástica islámica, hermana gemela de las construcciones helenística y cristiana, que fue la ideología dominante en los sectores mas ilustrados del mundo árabe-persa-islámico en sus mejores periodos, a veces hasta sostenida por el poder del kalifa (en la época de Al Mamun -813-833 d. C.; 198 hasta 219 de la Hégira) jamás conoció un triunfo sin rival.

Muy pronto las audaces conclusiones de Kalam son rechazadas e Ibn Safuán reafirma la preeminencia del destino, determinado en todos sus detalles por el poder divino, abriendo el camino al fatalismo vulgar pero siempre popular. Desde Al Asari —muerto en 953 d. C., 324 de la Hegira— y sus partidarios, hasta Ghaz- zali, quien finalmente triunfara para ser reconocido durante los ocho siglos siguientes como “la prueba del islam” (Hauja al islam), los partidarios de la letra de los textos harán oír su voz y aun más a partir de la época del kalifa Al Mutawakil (847 d. C., 231 de la Hégira) ganaran el poder para su causa.

El argumento invocado contra la escolástica de la razón era enorme: la razón no es suficiente y no permite llegar a la verdad absoluta que se busca. La intuición, el corazón, la inspiración divina son aquí irremplazables. El descubrimiento de los límites del poder de la razón habría podido conducir a dudar de la propia metafísica y su proyecto imposible de llegar al conocimiento absoluto. No lo hará.

Por el contrario, el poner en duda la escolástica de la razón no se hará para avanzar (y habrá que esperar el Renacimiento europeo para que este rebasamiento se inicie), sino dando un paso atrás, mediante la afirmación de una metafísica apoyada en razonamientos. En estas condiciones, la utilización de las técnicas del ascetismo, de inspiración hinduista, encontró su lugar, inspirando el sufismo, expresión misma del fracaso de la construcción metafísica helenística-islámica.

En efecto, en adelante el sufismo proclamara claramente su duda con respecto a la razón. Conserva empero la preocupación por el conocimiento absoluto e incluso, más que nunca, le concede más importancia que a cualquier otro conocimiento parcial. La organización de cofradías (generalmente secretas) y las practicas que permiten “el viaje” (al safar) cantos rítmicos, a veces droga y hasta alcohol, el principio de la obediencia ciega de los miembros al jeque del grupo, todo eso acabo por inquietar al poder, siempre conservador pero moderado y celoso de que se le escaparan los centros de decisión, sobre todo porque habría que ser ingenuo para no suponer que este tipo de reconstrucción social interviene necesariamente en los múltiples conflictos sociales y políticos, ya sea por cuenta propia, o manipulado. El suplicio que sufrió en 922 d. C., 309 de la Hégira, el más grande pensador del sufismo Al Hallaj es testimonio de esta hostilidad para con él.

El islam se despliega así durante unos cinco siglos en diversas direcciones que podemos reclasificar en tres familias.

La primera es la metafísica moral y racional, de aspiración universalista, de inspiracion helenistica. Hermana gemela de la metafísica escolástica cristiana, produce el mismo tipo de conciliación entre diversas preocupaciones: la de la moral individualizada y universalista, la de la confianza en la razón deductiva, la del respeto por los textos sagrados. Esta conciliación debe también desplegarse a otros dominios para permitir absorber la herencia social, económica, administrativa y política del Oriente civilizado.

Se basa en gran parte en el uso de la lógica formal del lenguaje, pero no evita la paralogica y la analogía. Eso le permite también complementarse con una cosmogonía totalizadora (con sus inevitables deslices astrológicos) por una parte y admitir el recurso al ascetismo, pero en dosis moderadas. En ese marco global, este islam acepta cierta diversidad de opiniones y pragmatismo. Todo ello crea una atmosfera relativamente favorable al progreso, en las ciencias parciales y la vida social, que en algunos aspectos ha sido notable y no igualada en los tiempos medievales. Esta interpretación es también la de los medios ilustrados. Pero el poder no la admite real y totalmente.

El poder debe tener en cuenta lo que es: el poder de las clases dominantes explotadoras. Asimismo prefiere gobernar a una masa ignorante que se conforma -claro que no siempre-con una interpretación simple que, poco preocupada por la filosofía y por la conciliación de la razón y de la fe, se nutre de textos tomados al pie de la letra y del formalismo de los ritos. Ello es igualmente conciliable con el mantenimiento de diversas practicas populares, que van del culto de los santos a la astrología, la videncia, y hasta la brujería, etcétera.
La interpretación oficial del poder sunita, para favorecer al conservadurismo, algunas veces reformador y que el poder necesita, se sitúa a medio camino entre estas dos familias de actitudes, siempre vigilante y utilizando un doble lenguaje, según el destinatario. La Cristiandad de la Edad Media y el poder absoluto del Antiguo régimen pertenecen a la misma edad mental y política y recurren a los mismos procedimientos.

Por lo demás la insatisfacción producida por la escolástica refinada de los intelectuales, por una parte, y el formalismo zafio del pueblo por la otra (y el doble juego del poder entre los dos) alimentaron una tercera familia de actitudes. La aspiración al conocimiento absoluto inspira la búsqueda de lo “oculto” (al baten) detrás de la nitidez aparente de los textos.

El chiismo, en particular en sus interpretaciones extremistas (a veces verdaderos sincretismos entre el islam y otras creencias religiosas: mesianismo cristiano, mazdeismo e hinduismo) se prestó más que el sunismo a este ejercicio. Quizá también aquí haya otra de las claves que explican el éxito del chiismo en Irán (abierto hacia la India).

Pero el sufismo, que se generaliza a partir del siglo cuarto de la Hégira, responde a la misma necesidad. Por supuesto, en general el poder no simpatiza mucho con este tipo de actitudes. Salvo el caso en que llegue a controlarlas oficializándolas, como lo hicieron el Estado fatimita o el Irán chiita; pero entonces las vacían de su contenido explosivo. Siempre son posibles los resurgimientos, como el Irán jomeinista (y en general el fundamentalismo) lo ilustra en nuestro tiempo.

Por supuesto el pensamiento árabe-islámico no se ha limitado a la reflexión filosófica. Y esta no se ha desarrollado en un vacio social. El examen de la evolución del pensamiento y de los movimientos sociales aclara sobre el debate escolástico cosas difíciles de sospechar de otra manera.

En diversos escritos publicados en árabe habríamos intentado caracterizar la naturaleza de las luchas sociales y políticas que agitaron al mundo árabe-islámico medieval. Sin insistir en el detalle de la argumentación nos ha parecido posible identificar dos tipos de conflicto. Esta el conflicto latente, permanente, entre el pueblo y el poder, que lleva consigo todas las caracteristicas de la lucha de clases en las sociedades tributarias.

El pueblo (campesinos y pequeño artesanado) sufre la opresión y la explotación permanentes propias de toda sociedad tributaria. Se somete, por la manipulación o la búsqueda de la salvación del alma; de vez en cuando se rebela y entonces utiliza el estandarte de la interpretación revolucionaria de la religión (que no es ni la escolástica racionalizante ni la sumisión llana al formalismo).

Movimientos como el de los carmatas del siglo IX, y otros, hacen una crítica de la ley (la charia) para dar una interpretación justificadora de sus aspiraciones a la igualdad y a la justicia. Es evidente la analogía con las luchas del pueblo contra el poder en otros sistemas tributarios de Europa medieval y del Antiguo régimen en China.

Pero también hay conflictos en el seno de la clase dirigente tributaria, entre sus secciones profesionales o los intereses regionales que sus diversas fracciones pueden representar. Estos conflictos ocupan generalmente el proscenio y dan cuenta de las guerras y de las luchas en las cuales lo que está en juego es el poder.

Los debates en torno de la escolástica islámica se articulan, sobre estos conflictos de naturaleza diferente y encuentran su reflejo en el pensamiento social, que se expresa ya sea directamente como tal o a través de los prismas de la expresión literaria, poética, artística, culta o popular. Algunos ejemplos ilustraran esta afirmación.

En el siglo X los Hermanos de la Pureza (Ijuan Al Sifa) expresan sin duda la insatisfacción del pueblo ante el poder del califa. Proponen la reforma que debiera garantizar simultáneamente la felicidad en el mundo terrenal (la igualdad y la justicia, la solidaridad social) y el acceso a la eternidad del más allá (un poder moral es la condición del triunfo de los principios de la moralidad en el propio pueblo).

La nostalgia de los primeros tiempos alimenta sus aspiraciones de restauración de la teocracia de los califas Rachidin (los cuatro primeros califas), probablemente embellecidas como siempre bajo la forma de una “edad de oro”. La ambigüedad del llamamiento al regreso a las fuentes aparece aquí con toda claridad. Es a la vez la expresión de un proyecto de transformación de la realidad juzgada insoportable y la del estancamiento en el pasado como medio de transformación. Este llamamiento traduce la inexistencia de un pensamiento social científico.
Esta ausencia impide comprender porque la realidad –insoportable- es lo que es. Pero habrá que esperar a los tiempos modernos para que el pensamiento humano llegue a plantearse las cuestiones relativas a la organización de la sociedad de una manera que rebase el simple debate moral.

El pensamiento social árabe-islámico queda entonces confinado a la discusión moral, lo mismo que el pensamiento social de otras sociedades tributarias de la Europa precapitalista a China. Tenemos un buen ejemplo de ello, una vez más, en el proyecto de ciudad ideal (Al Madina Al Fadila) de Farabi. Como su predecesor Hassan Al Basri (muerto en el año 728 d. C., 111 de la Hégira), Farabi considera que el mal no proviene de las imperfecciones de la ley (aqui la charia) sino de los hombres encargados de su aplicación. Es un análisis bastante pobre.

Se podrían multiplicar los ejemplos. El pensamiento social árabe-islámico queda prisionero de las condiciones objetivas de la sociedad tributaria, la cual da vueltas y vueltas, chocando unas veces con el muro de la escolástica racionalizante y otras con el de la sumisión formalista, metiéndose a veces en el callejón sin salida de la aceleración del proceso ascético.

A veces el mismo individuo, como en el caso del poeta Abu Ala Al Maari (muerto en el año 1057 d. C„ 449 de la Hégira) manifiesta su confianza en la razón para caer a continuación en el determinismo fatalista o la retirada ascética.

No hay duda de que los hombres de la época, a pesar de los límites objetivos del tiempo, son tan inteligentes como sus sucesores. También son capaces de experimentar el malestar del estancamiento del pensamiento tributario y de expresar por ello un escepticismo que prefigura un progreso posible más allá de aquel. Pero no irán más allá.

La excepción es por cierto Ibn Jaldup (muerto en 1406 d. C. 808 de la Hégira), cuyos progresos en dirección de un pensamiento social científico son extraordinarios, inigualados e insuperados hasta el siglo xviii o xix. El piensa que la sociedad está sometida a leyes como la naturaleza (na- mus al sababia). Solo falta descubrirlas. Pero su equipo conceptual no se lo permite. Tampoco las vagas determinaciones geográficas y el ciclo de las generaciones (inspiradas por una parapsicología social) pueden conducir más que a una visión del eterno retomo y de la repetición sin fin y sin progreso.

Eso convenía bien al actor-observador de las clases/dirigentes, como lo era él, convertido en escéptico; pero no podía alimentar una fuerza social de transformación real.

Por último, si se desea intentar una síntesis de la naturaleza de los progresos realizados por la sociedad árabe-islámica medieval y de sus límites, quizá sea posible hacerlo en algunas de las propiedades siguientes.

En primer lugar, la arabización y la islamización de esta región crean las condiciones para una vasta sociedad unificada (por la lengua, la cultura y la religión), base objetiva del progreso de las fuerzas productivas y por lo tanto del desarrollo del Estado basado en el modo de producción tributario.

La gran revolución que en su primera época de grandeza realiza el islam es precisamente la de haberse adaptado a las exigencias de esta construcción estatal. Sin esta revolución, el Oriente civilizado no hubiera probablemente podido ser islamizado; y el paso de los árabes solo lo habría marcado por las devastaciones, como sucedió en ocasión del paso de los mongoles.

Los nostálgicos del islam de los primeros tiempos, aquellos del Profeta y de los cuatro primeros califas, se rehusaban a comprender que ese fuera el precio del éxito del islam. En esta vasta reconstrucción estatal, social y cultural de Oriente y del Magreb, la producción de la escolástica helenística islámica racional cumplió funciones esenciales, aun cuando el poder guardaba ciertas distancias a su respecto. Seria fastidioso e inútil enumerar todos los dominios en los que se realizaron progresos importantes en ese marco.

Prácticamente de todas las ciencias, comenzando por las matemáticas (la invención del cero y de la numeración decimal, trigonometría, algebra) y de la astronomía, la medicina y la química (paso de la alquimia a la química científica). Y lo mismo ocurrirá en el dominio de las técnicas de producción y del desarrollo de las fuerzas productivas (sobre todo por la extensión de los métodos de irrigación), así como en los de las letras y las artes.
En todos estos dominios, como en los del pensamiento social (con la percepción excepcional en dirección de una ciencia social) y filosófico, los momentos más brillantes del desarrollo de esta civilización nueva corresponden a aquellos en los que la diversidad, la controversia, la grandeza de espíritu, incluido el escepticismo, son tolerados y aun considerados como naturales y bienvenidos.

En segundo lugar, se trata de un pensamiento medieval, caracterizado, como todo el pensamiento medieval, por el predominio de la producción metafísica (llegar al conocimiento supremo) marcado por una fe religiosa que se trata de reforzar, y hasta de “probar” su veracidad.

En este plano nos hemos separado de los principales analistas árabes contemporáneos (principalmente de Hussen Merue y Tayeb el Tizini). Estos autores han propuesto un análisis en términos del conflicto materialismo/idealismo en el seno de la filosofía árabe-islámica, que reflejaría según ellos el conflicto entre las tendencias progresistas del capitalismo y las fuerzas reaccionarias del feudalismo.

No volveré aquí sobre mis comentarios relativos a esas proposiciones. Conformémonos con hacer observar que el contraste materialismo/idealismo es menos decisivo de lo que quizá se ha creído en la versión popular del marxismo; y que la existencia del “materialismo espontaneo” de las ciencias (la eternidad de la materia) no anula el carácter idealista fundamental de la preocupación que definía a toda la metafísica a fortiori religiosa.

Agreguemos que el análisis en términos de conflicto capitalismo/feudalismo parece carecer de fundamento real. Por el contrario podemos ver en el auge de esta escolástica medieval la expresión de la necesidad de adaptación del islam a la construcción tributaria en un vasto espacio integrado, mientras que las resistencias a este auge han expresado los rechazos de fuerzas sociales diversas, sacrificadas en distintos grados por el auge de la nueva gran sociedad tributaria.

Entre ellas estaban sin duda las fuerzas del pasado en decadencia; alimentando las nostalgias por el pasado, pero también las fuerzas populares victimas permanentes de toda prosperidad fundada en la explotación y la opresión. La clasificación “izquierda’’/“derecha” de las ideas debe tomar en cuenta las ambigüedades en las que se expresa el rechazo popular, el cual no se manifiesta en una metafísica racional sino en su rechazo.
La hipótesis emitida tiene la ventaja de proporcionar una explicación de este hecho aparentemente curioso, a saber, que el brillante auge de la civilización se sitúa en los primeros siglos de la Hégira, en tanto que los siglos siguientes se caracterizan por un estancamiento sin brillo. Es un fenómeno exactamente inverso al que caracteriza la historia del Occidente europeo, el Renacimiento, que se abre al desarrollo capitalista que sucedió a los tiempos medievales.

El pensamiento árabe-islámico se constituyó en la confrontación que la reconstrucción tributaria en una base más amplia imponía en las relaciones entre el poder nuevo y las sociedades del Oriente civilizado. Cuando el Estado tributario nuevo se hallo bien establecido y el proceso de arabización y de islamización estuvo suficientemente avanzado, las incitaciones creadas por la confrontación dejaron de ejercer sus efectos benéficos.

El pensamiento árabe-islámico se adormeció entonces apaciblemente. Hay allí una expresión complementaria del desarrollo desigual. El auge del pensamiento se asocia en las situaciones de confrontación y de desequilibrio. Los tiempos de apariencia fácil construidos sobre un equilibrio estable son pues los del estancamiento del pensamiento. El auge de los primeros siglos del islam no tiene pues ninguna relación con ningún “capitalismo naciente”. Por el contrario, la ausencia de este desarrollo capitalista explica precisamente el ulterior adormecimiento del pensamiento.

En tercer lugar, la escolástica islámica medieval inspiro en gran medida el renacimiento de la escolástica cristiana en Occidente. En este Occidente semibarbaro hasta el siglo XI, incapaz por eso de retomar por su propia cuenta la escolástica helenística y cristiana de Oriente, que por lo demás habían desaparecido sumergidas por la islamización, las condiciones objetivas maduran a partir del siglo XI-XII, imponiendo el paso de las fuerzas primitivas del modo tributario (la disgregación feudal) a sus formas evolucionadas (la monarquía absoluta).

El Occidente cristiano esta entonces maduro para comprender el alcance de la escolástica islámica que adoptara casi tal cual, sin experimentar el menor malestar. Los debates que habían opuesto a los motaziles y filósofos al asarismo y en particular el sueño que Ibn Roch (Averroes) habían producido, en su polémica contra Ghazzali, son leídos con pasión e interés por Tomas de Aquino (1225-1274) y sus sucesores, para irrigar la renovación de la escolástica cristiana que reprodujo con los mismos argumentos tomados tal cual los mismos debates.

En la misma época, el judaísmo andaluz salía de la edad primitiva para entrar, con Maimonides (muerto en 1204 d. C-, 601 de la Hegira), en una construcción metafísica que no podría distinguirse en nada de aquella del islam. El pensamiento helenístico es entonces descubierto por Occidente a través de su integración en la construcción metafísica islámica. Es solo más tarde, con el exilio romano de los griegos de Constantinopla, tras la caída de la ciudad en 1453, cuando Occidente comenzara a saber que este pensamiento helenístico había sido precedido por el de la Grecia clásica, cuya existencia misma se ignoraba hasta entonces.

La exposición anterior ha puesto voluntariamente el acento en la metafísica islámica. Por una parte porque esta es poco y mal conocida en Occidente, deformada por el prejuicio eurocéntrico de la oposición islam-cristianismo. Por otra parte y sobre todo porque esta exposición muestra como la metafísica islámica acaba la obra del helenismo y del cristianismo oriental y lleva a su apogeo la ideología tributaria de la región. En contraste, se calculara la pobreza de la versión de la metafísica del cristianismo occidental, que no es más que un reflejo pálido, grosero e inacabado (periférico) de esta ideología tributaria.

La historia del pensamiento del cristianismo en Occidente paso por tres etapas: la de los dos primeros siglos (siglos IV y V, es decir el final del Bajo Imperio romano de Occidente), los seis siglos sombríos (del VI al XI), la renovación escolástica de los siglos XII y XIII.

En el transcurso del primero de estos periodos, la metafísica cristiana, que se constituye en Oriente, se difunde en Occidente en una versión simplificada. En el egipcio Orígenes (en Contre Celse), se encuentra la expresión refinada de la preocupación fundamental: conciliar la razón y la revelación, el discurso de la racionalidad griega y de la moral humanista de los Evangelios.

La inmortalidad del alma y el libre albedrio se fundan tanto en la razón como en la revelación. Por lo demás, Orígenes defiende la autonomía de la Iglesia en relación con el Estado, condición esencial según él para la protección del pensamiento contra las vicisitudes de las exigencias del poder (nosotros diríamos hoy, si se nos permite esta extrapolación temeraria, condición para la democracia mediante la separación de la sociedad civil y del Estado).

En forma simultánea Orígenes integra la aportación lejana de las técnicas del ascetismo cuyas practicas, que generalizara el monarquismo egipcio (San Pacome, San Antonio, etc.), preconiza. Paralelamente a esos debates fundamentales, se desarrolla una teología de controversias concernientes a la naturaleza de Cristo , divino y humano, cuyos maestros (Atanasio, Ario, Cirilo, Nestor) son orientales.

Nada de eso ocurrió en Occidente. La aportación de San Jerónimo y de San Ambrosio se limita a las epístolas que recuerdan al Emperador y los Grandes sus deberes, en las cuales la trivialidad del contenido señala la ausencia de interés por la cuestión de la conciliación entre la razón y la fe. El berebere San Agustín (La Ciudad de Dios), considerado con toda razón el espíritu mas sofisticado de Occidente, defiende sin embargo la letra de los textos concernientes a la creación y rechaza la idea filosófica de la eternidad de la materia que está en el centro del problema de la conciliación razón-fe.

Y si San Agustín brilla en el firmamento de la antología occidental, es probable que sea principalmente porque la Reforma encontró que su alegato en defensa de la separación de la Iglesia del Estado era una defensa elocuente de su rebelión contra las pretensiones papales. Queda por decir que el argumento sobre el que fundó San Agustín su alegato a saber que los designios de la Providencia son inescrutables no está por encima de la argumentación del cristianismo de Oriente. El cristianismo de Occidente es al de Oriente lo que Roma es a Grecia.

Nada o casi nada hay que señalar en los seis siglos que siguen. Reyes, señores y aun en gran parte hombres de la Iglesia son, como sus pueblos, casi todos iletrados. Su cristianismo es pues casi simple formalismo y superstición. La excepción que representa Jean Scot, irlandés del siglo IX, quien conoce la tesis de la conciliación Razón-Revelación y admite el libre albedrio, solo demuestra que en su isla, que todavía no ha sido alcanzada por las hordas de invasiones bárbaras, la lectura de los orientales no ha desaparecido.

La escolástica medieval occidental se constituye a partir del siglo XII y, no por casualidad, a partir de las regiones de contacto con el mundo islámico: la Andalucía árabe y la Sicilia de Federico. Caracteres compartidos con los de su fuente de inspiración islámica: su confianza ilimitada en el silogismo y la lógica formal, pasablemente indiferentes ante los hechos y la ciencia en general, su llamado a la razón para reafirmar las conclusiones establecidas de antemano por la revelación (la existencia de Dios).

No obstante, mientras que la metafísica acabada de las vanguardias islámicas depura estas conclusiones de sus escorias textuales, para no retener más que la abstracción de la inmortalidad del alma (rechazando la interpretación literal de la creación como se ha visto más arriba), la escolástica occidental es en este plano inferior. Y Santo Tomas de Aquino (La Suma contra los gentiles), a pesar de ser el espíritu mas avanzado de su época, se queda en este plano por debajo de Ibn Ruch (Averroes), cuyas conclusiones, consideradas demasiado temerarias y amenazadoras para la fe, rechaza.

No obstante, la pobreza de la escolástica occidental debía constituir precisamente la ventaja de Europa. Dejando forzosamente una insatisfacción mayor que la versión refinada del islam, no ofrecía mas que una resistencia menor a los asaltos del empirismo del cual Roger Bacon (quien restaura la importancia de la experiencia frente a la dialéctica del silogismo escolástico) inaugurara el proceso de un desarrollo precisamente autonomizado por esta razón en relación con el discurso metafísico.

Los historiadores de las Cruzadas saben como los árabes se escandalizaron al ver las practicas de los francos. En particular su “justicia” basada en la superstición (las ordalias) no tenia comparación con la sutilidad de la interpretación de la charia. Se olvida con demasiada frecuencia hoy día, cuando se le califica de “medieval”. Pero a la inversa era más fácil desembarazarse de un “derecho” tan primitivo como el de los francos que rebasar la sabia casuística de derecho musulmán.

Así pues, el triunfo de la metafísica escolástica cristiana seria de corta duración en Occidente. Apenas tres siglos después maduraron a su vez las condiciones objetivas de un rebasamiento de los horizontes tributarios de la sociedad.

Con el Renacimiento, desde el siglo XVI, se inician simultáneamente el desarrollo capitalista y el cuestionamiento del sistema de pensamiento medieval. El paralelo se impone: al feudalismo, forma periférica del modo tributario, corresponde una versión periférica de la ideología tributaria cuya expresión acabada en la región fue la metafísica islámica, heredera del helenismo y del cristianismo oriental.

El paradigma sugerido inspira las siguientes conclusiones. En primer lugar, la ruptura edad antigua/edad medieval no se sitúa allí donde la historia convencional eurocentrica la coloca, es decir al final del Imperio romano de Occidente (los primeros siglos de la era cristiana).

Nosotros situamos esta ruptura antes, en la época de Alejandro el Grande, es decir en el momento de la unificación helenística de Oriente (300 años a. C.). La época medieval comprende pues la sucesión (o la coextensión) de los mundos helenístico (incluso romano), bizantino, islámico (incluso otomano) y cristiano occidental (feudal).

La elección de la ruptura convencional situada al final del Imperio romano revela un prejuicio bien anclado que otorga a la era cristiana el valor de una ruptura cualitativa decisiva que en realidad no tiene. Esta ruptura es sin duda importante para el conjunto europeo, dado que corresponde al paso gradual de los años de la barbarie (celtica, germánica y eslava) a la sociedad de clase organizada (aquí bajo la forma feudal), pero en Oriente (bizantino e islámico) no es estable.

Retenerlo aquí revela una proyección eurocentrica abusiva. Mutatis mutandi lo mismo sucede con la ruptura de la Hégira. Evidentemente esta no tiene el mismo significado en el Oriente islamizado (Egipto y Persia) que para la península arábiga.

En segundo lugar, la ruptura propuesta edad antigua/edad medieval no corresponde a una transformación importante del modo de producción dominante, como por ejemplo el paso de la esclavitud al feudalismo.

En tercer término, la ruptura propuesta es entonces propia del dominio de la historia de las ideas y de la formación ideológica. Esta proposición es la consecuencia lógica de la precedente. Por tanto de alguna manera esta ruptura es bastante relativa. La tesis es que la elaboración ideológica propia de los tiempos muy prolongados de las sociedades tributarias se inicia lentamente en el Oriente civilizado (seria más justa la expresión los Orientes civilizados) para tomar forma de una manera más coherente, más consistente y de alguna forma “definitiva” a partir de la época helenística. Su concreción pasa entonces por formas sucesivas o coexistentes, que son las de la edad helenística (incluyendo la cristiandad bizantina), del islam y de la cristiandad occidental.

Cuarto, la ruptura edad medieval/edad moderna corresponde por el contrario, efectivamente, al paso al modo capitalista. La posición de la religión en el sistema de las ideas (como la de la ciencia, la filosofía, la moral social) es entonces objeto de una reinterpretación radical.

Apéndices de 1492. El encubrimiento del otro

Apéndices de 1492. El encubrimiento del otro Enrique Dussel

Apéndice 1

Diversos sentidos de las palabras “Europa”, “Occidente”, “Modernidad”, “Capitalismo tardío”

Debe distinguirse claramente en las siguientes palabras el contenido
Semántico, el significado que van adquiriendo sincrónicamente en
la historia:

1. Europa bárbara versus Grecia, la helenicidad. El “Asia” será una
provincia de Anatolia (actual Turquía), y nada más. Es el sentido
más antiguo y primero. Por lo tanto. Europa es lo incivilizado,
bárbaro, no-político, no-humano.

2. Occidental (imperio romano latino, que ahora contiene al Africa
como las provincias del sur del Mediterráneo) versus Oriental (imperio
romano-helenista, griego). El “Asia” es parte del imperio
oriental (el Egipto ptolomeico es parte oriental, y no propiamente
parte del Africa). No hay concepto relevante de Europa.

3. En Constantinopla (desde el siglo VII), el imperio romano cristiano
versus Mundo árabe-musulmán (desde el sigloVII). “Lo griego”
clásico es de ambos (y de hecho Aristóteles será más estudiado por los árabes en Bagdad o Córdoba, que en Constantinopla). No hay concepto de Europa. Constantinopla nunca es ni lo Occidental ni Europa, por oposición al Asia y África.

4. La Europa latina versus mundo árabe. Nuevamente Aristóteles es
considerado más un filósofo de los árabes que de los latinos cristianos.
Abelardo, Alberto y su discípulo Tomás comienzan el cambio y adaptación, pero todavía Aristóteles no es considerado occidental
ni europeo. Aquí, de manera inicial y lentamente, Europa se distinguirá del África (ahora musulmana y negra) y del Asia (musulmana igualmente). Lo oriental es todavía Constantinopla, el mundo ortodoxo.

5. En el renacimiento italiano (desde la caída de Constantinopla principalmente, 1453) comienza la fusión entre: occidental (latino) y
griego (oriental) versus turcos, los árabes o musulmanes (los turcos
abandonan el mundo helenista, y se olvida el eslabón árabehelenista).
Se inicia la ecuación: Occidental = Helenístico + Romano
+ Cristiano. Desde 1474 al menos (en carta de Toscanelli), el Occidente comienza a enfrentarse al Oriente por el Atlántico, como posibilidad.

6. Europa, desde 1492, que se había usado desde antiguo, pero en un sentido más amplio, se consolida definitivamente en el siglo XVI, para distinguir ese continente de América, y del África y Asia antiguos. Pero ahora Europa es la parte restringida latino-germánica sitiada por el mundo musulmán (de Viena a Granada). Además ahora, por primera vez, habiendo una “Cuarta Parte” del mundo (América), es el “Centro” (Europa como “Centro”). Las otras tres partes (América, África y Asia) comienzan su historia de “Periferia”. El “Oriente” es ahora el continente entre el Asia Menor, el
Mar de los Árabes (Océano Indico) y el “Mar del Sur” (Océano
Pacífico).

7. En el siglo XVIII se consuma la fusión Occidente (desde 2, todo
confusamente), Helenicidad (que era en 1, la anti-Europa) y Europa-
Centro, con sus colonias en la Periferia. Hegel es la expresión
filosófico-teológica más impresionante de esta nueva ideología.
Sólo ahora es, por primera vez, Europa Occidental. Nunca se había hablado de “Europa” con la determinación “Occidental”.

8. Con el colonialismo, los racismos, nacionalismos (como el de Hitler
y con la ideología de la CIA, por ejemplo), la “Cultura (o Civilización)
Occidental” no es sólo Europa. Ahora Europa es una “parte” de dicha cultura, Es la cultura y sistema Centro-europeonorteamericano.
Por otra parte, el concepto ideológico norteamericano de “Hemisferio Occidental” excluye el “Sur”: África y América Latina son parte geográficamente de ese Hemisferio, pero no se los incluye; en realidad sólo se entiende el “Hemisferio Occidental Norte”). En su sentido más amplio la Cultura Occidental puede ser la cultura de América Latina, al menos de sus élites (de los criollos y mestizos, como lo piensa Edmundo O’Gorman).

9. Además, frecuentemente, se le agrega lo de “Cristiana”: Cultura
(Civilización) Occidental y Cristiana. En realidad e históricamente
el “Cristianismo” nada tiene de occidental, ya que es una religión que nace en el mundo semita (como la religión islámica), del judaismo, y es geográfica y culturalmente completamente “oriental”, asiática, por su situación en el Imperio romano (en la parte más “Oriental” del Imperio en términos absolutos).

El “Cristianismo” proviene de un “mundo” más oriental que el mismo helenismo (que históricamente nunca fue “europeo”). La expresión
Cultura (o Civilización) Occidental y Cristiana es un sincretismo
contradictorio e ideológico, antisemita primero (con Hitler y los integrismos en el Centro y la Periferia), antisocialista después (el “Oriente” será ahora, desde el triunfo de la revolución leninista, el Socialismo real).

Se ha fusionado un nuevo elemento: la “cultura occidental y cristiana”. Oriente-Occidente es la bipolaridad ideológica de la “Guerra Fría” posterior a la Segunda Guerra llamada Mundial (en realidad, guerra intracapitalista del Centro).

10. Por su parte, el concepto de Modernidad, aunque surge al final del
siglo XV o comienzo del XVI, con obras tales como Mundus Novus:
lo “nuevo”, moderno, será sólo desde el siglo XVIII, de hecho,
el nombre de la cultura de “Europa “ (cuyo significado está indicado
en el sentido 6), y de “Occidente” (en el sentido 7); una Europa como Centro (excluyéndose rápidamente a España y Portugal desde el siglo XVIII, que es la Europa del Sur que no es nombrada ya por Hegel).

11. Para encontrar el concepto de cultura o sistema Capitalista, propiamente
industrial, debemos remontamos hasta el siglo XVIII. Por el fenómeno de la burocratización, secularización y otros, propios del capitalismo, es como entiende la “Modernidad” Max Weber. Es una nueva ecuación: Modernidad = Europeo (sentido 6) +Occidental (sentido 7) + Capitalista (sentido 11).

12. El Spät-kapitalismus es un momento avanzado del capitalismo y de
la “Modernidad “ ya en pleno siglo XX (en el sentido de Habermas ).

Estos son 12 posibles sentidos (y hay más) de estas palabras que se usan rápidamente, pero que están contaminadas ideológicamente de eurocentrismo, falacia desarrollista e imprecisiones propias de lo “obvio”
pero nunca clarificado adecuadamente. Tendremos en cuenta estos sentidos de las palabras en todas nuestras conferencias, por ello remitiremos continuamente a este Apéndice 1.

Apéndice 2

Dos paradigmas de Modernidad

Definiciones

Semánticamente la palabra “Modernidad” tiene ambiguamente dos
contenidos:
1) Por su contenido primario y positivo conceptual, la “Modemidad”
es emancipación racional. La emancipación como “saIida“1 de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo histórico del ser humano.
2) Pero, al mismo tiempo, por su contenido secundario y negativo
mítico2, la “Modemidad” es justificación de una praxis irracional
de violencia. El mito podría describirse así:
a) la civilización moderna se autocomprende como más desarrollada, superior (lo que significará sostener sin conciencia una posición ideológicamente eurocéntrica).
b) La superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral.
c) El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido
por Europa (es, de hecho, un desarrollo unilineal y a la europea, lo que determina, nuevamente sin conciencia alguna, la “falacia desarrollista”).
d) Como el bárbaro se opone al proceso civilizador; la praxis moderna debe ejercer en último caso la violencia si fuera necesario, para destruir los obstáculos de la tal modernización (la guerra justa colonial).
e) Esta dominación produce víctimas (de muy variadas maneras), sacrificio que es interpretado como un acto inevitable, y con el sentido cuasi-ritual de
sacrificio; el héroe civilizador inviste a sus mismas víctimas del carácter de ser holocaustos de un sacrificio salvador (del colonizado, esclavo africano, de la mujer, de la destrucción ecológica de la tierra, etcétera).
______________
1 Kant, Was heisst Aufklärung?, A 481.
2 Es sabido que Max Horkheimer- Theodor Adorno, Dialektik der Aufklärung
(1944), Fischer, Frankfurt, 1971 (véase Jürgen Habermans, Der philosophische Diskurs der Moderne, Suhrkamp, Frankfurt, 1988, pp. 130 ss.: “Die Verschlingung von Mythos und Aufklärun”), define un cierto nivel mítico de la Modernidad, que Habermas no puede admitir. Nuestro sentido de “mito” se sitúa, no en un nivel intra-europeo (como en el caso de Horkheimer, Adorno o Habermas), sino en un nivel Centro-Periferia, Norte-Sur, es decir, en un nivel mundial.

f) Para el moderno, el bárbaro tiene una “culpa“3 (el oponerse al proceso civilizador)4 que permite a la “Modernidad” presentarse no sólo como inocente sino como “emancipadora” de esa “culpa” de sus propias víctimas.
g) Por último, y por el carácter “civilizatorio” de la “Modernidad”, se interpretan como inevitables los sufrimientos o sacrificios (los costos) de la “modernización” de los otros pueblos “atrasados” (inmaduros)5,
de las otras razas esclavizables, del otro sexo por débil, etcétera.

3) Para la superación de la “Modernidad” (no como Post-modernidad, que ataca a la razón en cuanto tal, desde el irracionalismo de la inconmensurabilidad, sino como Trans-Modernidad, que ataca como irracional a la violencia de la Modernidad, en la afirmación de la “razón del Otro”), será necesario negar la negación del mito de la Modernidad. Para ello, la “otra-cara” negada y victimada de la “Modernidad” debe primeramente descubrirse como “inocente”: es la “víctima inocente” del sacrificio ritual, que al descubrirse como inocente juzga a la “Modernidad” como culpable
de la violencia sacrificadora, conquistadora originaria, constitutiva, esencial.

Al negar la inocencia de la “Modernidad” y al afirmar la Alteridad de “el Otro”, negado como víctima culpable, permite “des-cubrir” por primera vez la “otra-cara” oculta y esencial a la “Modernidad”: el mundo periférico colonial, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer oprimida, el niño y la cultura popular alienadas, etcétera (las “víctimas” de la “Modernidad”) como víctimas de un acto irracional (como contradicción del ideal racional de la misma Modernidad).

4) Sólo cuando se niega el mito civilizatorio y de la inocencia de la
violencia concomitante, se reconoce la injusticia de la praxis sacrificial
fuera de Europa (y aún en Europa misma), entonces se puede igualmente superar la limitación esencial de la “razón emancipadora”. Se supera la razón emancipadora como “razón liberadora” cuando se descubre el “eurocentrismo” de la razón ilustrada, cuando se define la “falacia desarrollista” del proceso de modernización hegemónico.
____________
3 Kant, Op. cit., nos habla de inmadurez “culpable (verschuldeten)”.
4 El mismo Francisco de Vitoria, profesor de Salamanca, admite como última razón para declarar la guerra, el que los indígenas opongan impedimentos a la predicación de la doctrina cristiana. Sólo para destruir esos obstáculos se puede hacer la guerra.
5 Para Kant “unmundig”: inmaduro, rudo, no-educado.

Esto es posible, aún para la razón de la Ilustración (más allá de una razón comunicativa todavía eurocéntrica y desarrollista, y por supuesto de una razón estratégica o instrumental), cuando éticamente se descubre la dignidad del Otro (de la otra cultura, del otro sexo y género, etcétera); cuando se declara
inocentes a las víctimas desde la afirmación de su Alteridad como Identidad en la Exterioridad como personas que han sido negadas, como su propia contradicción, por la Modernidad.

De esta manera, la razón moderna es trascendida (pero no como negación
de la razón en cuanto tal, sino de la razón violenta eurocéntrica,
desarrollista, hegemónica). Se trata de una “Trans-Modernidad” como proyecto mundial de liberación (y no como proyecto universal unívoco, que no es sino la imposición violenta sobre el Otro de la razón particular de Europa, del machismo unilateral, del racismo blanco, de la cultura occidental como la humana en general) donde la Alteridad, que era co-esencial de la Modernidad, se realice igualmente.

La “realización” de la Modernidad no se efectúa en un pasaje de la potencia (de la Modernidad) al acto de la Misma (la Modernidad europea). La “realización” sería ahora el pasaje trascendente, donde la Modernidad y su Alteridad negada (las víctimas), se co-realizarán por mutua fecundidad creadora.

El proyecto trans-moderno es una co-realización de lo imposible para la sola Modernidad; es decir, es co-realización de solidaridad, que hemos llamado analéctica (o analógica, sincrética, híbrida o “mestiza”) del Centro/Periferia, Mujer/Varón, diversas razas, diversas etnias, diversas clases, Humanidad/tierra, Cultura occidental/culturas del Tercer Mundo, etcétera; no por pura negación, sino por subsunción desde la Alteridad6 (Subsuntion,
que es la trans-conceptualización de Marx, por su etimología latina,
de la Aufhebung hegeliana).

De manera que no se trata de un proyecto pre-moderno, como afirmación
folklórica del pasado; ni un proyecto anti-moderno de grupos
conservadores, de derecha, de grupos nazis o fascistas o populistas; ni
un proyecto post-moderno como negación de la Modernidad como
crítica de toda razón, para caer en un irracionalismo nihilista.

6 Véase mi Philosophie der Befreiung, con respecto al “momento analéctico”
del movimiento dialéctico subsuntivo (5.3).

Debe ser un proyecto “trans-moderno” (y sería entonces una “Trans-Modernidad”) por subsunción real del carácter emancipador racional de la
Modernidad y de su Alteridad negada (“el Otro” que la Modernidad),
por negación de su carácter mítico (que justifica la inocencia de la
Modernidad sobre sus víctimas y por ello se torna contradictoriamente
irracional).

En ciertas ciudades de la Europa medieval, en las renacentistas del “Quatrocento”, creció formalmente la cultura que producirá
la Modernidad. Pero la Modernidad realmente puede nacer cuando se
dieron las condiciones históricas de su origen efectivo. 1492 -su
empírica mundialización, la organización de un mundo colonial, y el
usufructo de la vida de sus víctimas, en un nivel pragmático y económico-.

La Modernidad nace realmente en 1492: esa es nuestra tesis.

Su real superación (como Subsuntion y no meramente como Aufhebung
hegeliana) es subsunción de su carácter emancipador racional
europeo trascendido como proyecto mundial de liberación de su Alteridad
negada: la “Trans-Modernidad” (como nuevo proyecto de liberación
político, económico, ecológico, erótico, pedagógico, religioso,
etcétera).

Proponemos entonces dos paradigmas contradictorios: el de la mera
“Modernidad” eurocéntrica, y el de la Modernidad subsumida en un
horizonte mundial, donde el primero cumplió una función ambigua
(por una parte, como emancipación; y, por otra, como mítica cultura
de la violencia). La realización del segundo paradigma es un proceso
de “Trans-Modernidad”. Sólo el segundo paradigma incluye a la
“Modernidad/Alteridad” mundial.

En la obra de Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros,7 el “nosotros” son los europeos, y “los otros” somos nosotros, los pueblos del mundo periférico. La Modernidad se definió como “emancipación” con respecto al “nosotros”, pero no advirtió su carácter mítico-sacrificial con respecto a “los otros”.
_____________
7 Seuil, Paris 1989.
Montaigne lo vio de alguna manera cuando escribió:
“Así, podemos llamarlos bárbaros con respecto a nuestras reglas de la
razón, pero no con respecto a nosotros, que los rebasamos en toda
especie de barbarie”8.

8 “Des Cannibales”, en Oeuvres Complètes, Gallimard-Pléiade, Paris, 1967, p.
208

I) Determinaciones más relevantes:
A: Europa en el momento del “descubrimiento” (1492)
B: El presente europeo moderno
C: Proyecto de “realización” (habermasiana) de la “Modernidad”
P: Proyecto del nihilismo post-moderno
D: La “invasión” del continente (de Africa y Asia posteriormente)
E: El presente “periférico”
F: Proyecto dentro del “Nuevo Orden Mundial” dependiente
G: Proyecto mundial de liberación (“Trans-modernidad”)
R: Renacimiento y Reforma
K: La “Aufklärung” (el capitalismo industrial)

II) Relaciones con una cierta dirección o flechas:
a: Historia europea medieval (lo pre-moderno)
b: Historia “moderno”- europea
c: Praxis de realización de C
d: Historia amerindia pre-europea (de Africa y Asia igualmente)
e: Historia colonial y dependiente mercantilista
f: Historia del Mundo periférico al capitalismo industrial
g: Praxis de realización de F (desarrollismo)
h: Praxis de liberación o de realización de G
i: Praxis de solidaridad del Centro con la Periferia
1,2,3, n: Tipos históricos de dominación (de A sobre—-> D, etc.)

III) Los dos paradigmas de Modernidad:
[ ]: Paradigma eurocéntrico de “Modernidad”: [R->K->B->C]
{ }: Paradigma mundial de “Modernidad/Alteridad” (hacia una “Trans-
Modernidad”): {A/D->B/E->G}

Apéndice 3

El descubrimiento del Atlántico hasta 1502
1: ruta de los Vikingos. 2: viajes ingleses de Juan Caboto. 3: ruta de ida a Guinea.
5: ruta de ida a la India, según queda establecida a partir de 1500.6: ruta de regreso de la India (a partir del Ecuador coincide con la “volta da Mina”). 7 y 8: ida y regreso del primer viaje de Cristóbal Colón, 1492 (tramos de costa americana conocidos en 1502, fechas de descubrimiento de algunos puntos del litoral en Africa y en el Nuevo Mundo, y las dos primeras feitorias permanentes de los lusitanos en Africa). 9,10 y 11: principales reinos islamizados del Africa subsahariana, de los que partían las rutas de caravanas hacia el Norte.
_______________
Fuente: Guillermo Céspedes del Castillo, América Hispánica (1492-1898), en Historia de España, de Manuel Tuñon de Lara, Labor, Madrid, t. VI, 1983, p. 46.

Apéndice 4
Mapa de la II Cuarta península asiática II de Henricus Martellus (Florencia 1489)
______________
Fuente: Gustavo Vargas Martínez, América en un mapa de 1489, inédito, Bogotá, 1991; Paul Gallez, Crist6bal de Haro: banqueros y pimenteros en busca del estrecho magallánico, Instituto Patagónico, Bahía Blanca, 1991, y del mismo autor, La Cola del Dragón: América del sur en los mapas antiguos. medievales y renacentistas, Instituto Patagónico, Bahía Blanca, 1990.

Mapa de la “Cuarta península asiática” de Henricus Martellus (Florencia 1489) con aclaración de las explicaciones

Cronología

700 Fundación de Tula.
711 Conquista musulmana de la Península Ibérica.
718 Comienza con Covadonga la “Reconquista” (718-1492).
900 Quetzalcóatl, sabio sacerdote tolteca.
1398 Nace Tlacaélel en México- Tenochtitlan.
1415 Conquista de Ceuta en el Norte del Africa.
1441 Primeros esclavos africanos vendidos por Portugal. Se inventa
la carabela.
1460 Muere Enrique El Navegante, príncipe portugués.
1485 Consagración del Templo Mayor de México a Huitzilopochtli.
1487 Matanza de musulmanes en Málaga. Se cruza el Cabo de Buena
Esperanza y se llega al Mare Islamicum.
1489 Heinrich Hammer confecciona el mapa de la “Cuarta península
asiática” en Roma.
1492 Enero 6: Ocupación de Granada por los reyes católicos, derrota
del sultán Boabdil. Nebrija publica la gramática castellana.
La “invención” del ser-asiático de las islas del Mar Océano
1492 Octubre 12: Cristóbal Colón llega a unas islas en el occidente del Mar Océano. Nace el Atlántico (Mar del Norte).
1493 Segundo viaje de Colón.
1497 Tercer viaje de Colón: el Orinoco “río del Paraíso”.
1502 Cuarto viaje de Colón.
1506 Muere Colón sin “descubrir” América. El “descubrimiento” del Nuevo Mundo
1502 Amérigo Vespucci regresa de su viaje a la Antípoda Sur, y poco después escribe Mundus Novus (1503-1504).
1504 Primeros esclavos africanos en Santo Domingo.
1507 Se publica la Cosmographiae lntroductio.
1511 Crítica profética de Antón de Montesinos en la Hispañola, primer grito de crítica contra la violencia de la Modernidad.
1513 Vasco Nuñez de Balboa descubre el Mar del Sur (el Océano
Pacífico).
1520 Sebastián Elcano circunvala la tierra, como sobreviviente de la
expedición de Magallanes (termina la época central de la “Era
de los Descubrimientos”).

La “conquista” de las culturas urbanas. De la “parusía de los
dioses” a la “invasión”
1519 Hernán Cortés comienza la Conquista de México- Tenochtitlan.
1520 22 mayo: matanza de Alvarado de los guerreros aztecas.
24 de junio: vence Cortés a Pánfilo Narváez.
30 de junio: la “Noche Triste”.
1521 Derrota de los Comuneros (la naciente “burguesía” española)
en Valladar (España). El 13 de agosto Cortés consuma la ocupación
del último barrio de la ciudad de México- Tenochtitlan.
1525 Asesinato de Cuauhtémoc por Cortés.
1545 Se descubre la mina de plata de Potosí (en el Alto Perú).
1546 Se descubre la mina de plata de Zacatecas (en México).
1553 Batalla del fuerte Tucapel, en la que Lautaro, jefe de los mapuches
en Chile, detiene a los españoles en el Sur (termina la “Conquista” de las culturas urbanas).
La “conquista espiritual”. Del “fin del mundo” al “Sexto Sol”
1524 Llegan los “Doce apóstoles” franciscanos a México (la “Edad
dorada” de Mendieta: 1524-1564).
1536 Bartolomé de las Casas escribe De único modo en Guatemala.
1550 Comienza la disputa filosófico-teológica sobre la Modernidad
(Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas) en Valladolid.
1552 Bartolomé de las Casas escribe La destrucción de las Indias.
1568 La “Junta Magna” convocada por Felipe II. Termina la constitución originaria de la ontología moderna
1580 Montaigne comienza sus Essais (en especial Des Cannibales).
1636 Descartes expresa el ego cogito en el Discurso del Método

La identidad del progresismo, su agotamiento y los relanzamientos de las izquierdas

La identidad del progresismo, su agotamiento y los relanzamientos de las izquierdas

Eduardo Gudynas

ALAI AMLATINA 07/10/2015.- Las circunstancias que afectan a los gobiernos progresistas en América Latina siguen despertando mucha atención. Algunas reflexiones recientes señalan una crisis, un final o un agotamiento del progresismo, mientras que otros rechazan cualquier debilidad o retroceso (1).

Intentando salir del ruido en este debate, se confirma la divergencia entre izquierdas y progresismos, donde éstos últimos muestran una condición propia de un agotamiento antes que un final. Sorpresivamente, unos cuantos defensores de los progresismos en lugar de repotenciarlo confirman esta situación.

El reconocimiento que los progresismos tienen una identidad política en sí misma es evidente desde los dichos y prácticas de esos gobiernos y sus bases de apoyo. Estos usan ese rótulo, lo defienden, e incluso lo usan en sus coordinaciones continentales (como los Encuentros Latinoamericanos Progresistas, ELAP).

Esta distinción del progresismo como un régimen político distintivo, que resulta de una “gran divergencia” con las izquierdas desde las cuales se originaron, ya fue señalada poco tiempo atrás (2). En efecto, las izquierdas de fines de los años noventa, entre otras cosas criticaban las bases conceptuales del desarrollo, se comprometieron a terminar con la corrupción en el estado y la política, defendían la ampliación de los derechos y la justicia, buscaban una radicalización de la democracia con más participación y consultas, y estaban estrechamente vinculadas a diversos movimientos sociales.

Los progresismos actuales, en cambio, abrazan las ideas del desarrollo aunque disputan la apropiación de sus excedentes, parecen haberse rendido ante la corrupción, recortan algunos derechos ciudadanos, insisten en una mirada economicista de la justicia, detuvieron o retrocedieron en los mecanismos de democracia participativa y deliberativa para volcarse hacia el hiperpresidencialismo, y poco a poco se fueron desconectando de muchos movimientos sociales hasta terminar enfrentados con algunos de ellos.

Los progresismos se reconocen a sí mismos como una familia política y establecen claras distinciones con otras posturas. Se presentan como parte de un mismo agrupamiento progresista gobiernos que van desde Nicolás Maduro en Venezuela hasta Tabaré Vázquez en Uruguay. A la vez se consideran distintos, por un lado de los gobiernos conservadores (otro amplio conjunto que incluye a O. Humala en Perú o J.M. Santos en Colombia), y por otro lado, del resto de las izquierdas, a las que varios califican como infantiles, ultra, radicales o trotskistas. Por todo este tipo de razones, las diferencias entre izquierdas y progresismos se han vuelto fáciles de capturar y las organizaciones ciudadanas las usan cada vez más.

Es comprensible que existan muchos entusiastas del progresismo, pero también hay que aceptar que sus ideas y prácticas merecen ser sopesadas críticamente. Si eso se hace con seriedad, está claro que estos progresismos no se han vuelto neoliberales. Calificarlos de esa manera no sólo me parece exagerado, sino que muestra problemas conceptuales en entender el concepto de neoliberalismo.

Pero los progresismos también son diferentes de las posiciones de las izquierdas plurales, independientes y democráticas de las que partieron a finales de los años noventa. Los progresismos rehúyen de las pluralidades y prefieren los pensamientos únicos, no les gusta mucho la independencia ya que reclaman obediencia, y privilegian la delegación democrática hacia el hiperpresidencialismo antes que radicalizarla localmente.

En cuanto a sus ideas sobre el desarrollo, cuando se analiza lo que dicen y hacen los progresismos, si bien hay matices en sus estrategias, todas ellas buscan el crecimiento económico a partir de la exportación de recursos naturales y la atracción de inversiones, apoyan la ampliación del consumo popular y aplican algunas medidas compensatorias con los sectores más pobres. Sus Estados conceden al capital en varios frentes para conseguir estabilidad económica e inserción comercial, mientras que intenta controlarlo en otros, en especial allí donde puede aumentar la captura estatal de excedentes. Supieron aprovechar una coyuntura de altos precios de las materias primas y crisis en las naciones industrializadas para crecer económicamente.

Fin de ciclo o agotamiento

Esas estrategias están enfrentando variados problemas, y que son especialmente evidentes en Venezuela y Brasil. Bajo ese contexto resurgió el debate sobre si esos progresismos están en una crisis terminal o se están agotando. La distinción entre las dos condiciones no es menor, ya que sería muy arriesgado hablar de un final de ciclo. Aún bajo condiciones muy adversas, los agrupamientos políticos progresistas pueden ganar una elección y retener el poder (como sucedió con la reelección de Dilma Rousseff en 2014 en Brasil). Incluso hay progresismos que por ahora tiene buen respaldo y son estables (como el Frente Amplio en Uruguay).

Pero más allá de si retienen o no los gobiernos, es más claro que se ha debilitado la reflexión teórica que los sostenía, están perdiendo sus capacidades de innovación, de responder a las nuevas circunstancias, y les cuesta mucho mantener alineada a su propia militancia por lo que deben recurrir asiduamente a las adhesiones de sus propios funcionarios o a impresionantes campañas publicitarias. Se le hace más difícil explicar los pactos económicos para sostener sus estrategias de desarrollo (como las concesiones al capital extranjero, las flexibilizaciones sociales y ambientales o los acuerdos con la vieja derecha). Siguen pendientes problemas serios, como la violencia urbana o agudos deterioros ambientales. La conclusión es que no estamos ante una crisis final sino que presenciamos un agotamiento.

Al sumarse los problemas, la conflictividad retoma en varios países, pero ya no se logra apaciguarla fácilmente apelando al encantamiento con ideas y sensibilidades progresistas. A la vez, hay menos opciones para revertirla por medio de compensaciones económicas. El Estado progresista se ve forzado a lidiar con la conflictividad mediante otros instrumentos, como recortando algunos derechos, criminalizando la protesta, e incluso ha llegado a cruzar algunas líneas rojas de la represión (como ha ocurrido recientemente contra movilizaciones indígenas en Ecuador y Bolivia). Son medidas que alejan a esos gobiernos todavía más de la izquierda y los vuelve aún más progresistas.

Las defensas progresistas

Es bajo esta coyuntura que aparecen las recientes defensas a los progresismos. En muchas de ellas los alcances son limitados y se repiten ideas comunes, pero lo que más impacta es que en su propia formulación refuerzan esta percepción de agotamiento. Algunos ejemplos ilustran esta situación.

Como los argumentos escasean, posiblemente las defensas más comunes están en afirmar que cualquier cuestionamiento expresa pensamientos conservadores o sirve a los intereses de la derecha. No se analizan las puntualizaciones de la izquierda, sino que el progresismo inmediatamente la rotula de conservadora. O bien, se afirma que las prédicas de la izquierda son funcionales a las ideas conservadores. Tampoco hay argumentos, sino que se parte de un juicio previo donde cualquier crítica al progresismo siempre serviría a intereses conservadores y por ello debe ser rechazada.

Otras defensas se centran en destacar hechos positivos, como la reducción de la pobreza o el control nacional sobre algunos recursos naturales. Sin duda allí hay avances progresistas, y esas son sus herencias más positivas. Pero parece que no se asume que ese tipo de justificaciones están perdiendo su fuerza, y que las contradicciones actuales de ese tipo de desarrollo son cada vez más claras. La insistencia en reducir la justicia al campo de los instrumentos de compensación económica parece estar chocando con sus límites, y se hace evidente que por ese sendero se vuelve a caer en una mercantilización de la vida social y la Naturaleza, un extremo que las izquierdas rechazan pero los progresismos parecen aceptar bajo ciertas condiciones.

Están los que afirman que los progresismos no pueden ser culpados por los problemas actuales ya que ellos se deben a lo que ocurrió diez o quince años atrás, bajo los gobiernos neoliberales. Por ejemplo, la desindustrialización en Brasil sería culpa de las administraciones Collor o Cardoso, y se evita analizar en detalle las responsabilidades de los dos gobiernos de Lula da Silva o Dilma Rousseff. En la misma línea, otros van todavía mucho más atrás, sosteniendo que contradicciones actuales, como los extractivismos, no se pueden resolver porque venimos haciendo lo mismo durante cinco siglos.

Aquí el agotamiento se expresa como fugas al pasado que desnudan las trabas en asumir un análisis crítico sobre el presente. Siguiendo con el ejemplo de Brasil, hay dificultades para evaluar el papel del progresismo en exacerbar la primarización de las exportaciones, el desmedido apoyo gubernamental a las grandes corporaciones (los llamados “campeones nacionales”, algunos de los cuales ahora se sabe participaban en redes de corrupción con el mundo político), las resistencias a lograr cadenas productivas compartidas con los países vecinos, o las medidas financieras que sobre todo beneficiaron a la banca.

Otras defensas, en cambio, se atrincheran en la dimensión internacional, aunque por momentos se cae en simplificaciones fenomenales. Los progresismos por cierto han tenido momentos estelares, como la derrota del ALCA, y que debemos reconocer. Pero eso no impide analizar problemas actuales, como los roles concedidos a China, las razones que explican la ausencia de políticas regionales comunes en rubros claves como energía o agroalimentos en espacios como UNASUR, o las incapacidades en concretar efectivamente el Banco del Sur o el SUCRE.

Por último, hay defensas progresistas que son bastante sinceras en dejar al desnudo este agotamiento. Como no hay argumentos piden adhesión y obediencia. Esto se puede ver, pongamos por caso, en los cuestionamientos de Emir Sader a los que denomina como mesiánicos escritores de misivas (tal vez en alusión a una carta pública donde varios intelectuales alertábamos sobre el hostigamiento del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, a un puñado de ONGs). Sader dice, con mucha acidez, que los que firman esas cartas públicas son personas sin “ninguna capacidad de influencia en la realidad”, sin “ningún vínculo con la izquierda latinoamericana realmente existente”, y que cuando fueron candidatos partidarios tuvieron “votaciones irrisorias” (3). Su posición es clara: abandona el sitio de un intelectual independiente y crítico, para reclamar disciplina y adhesión partidaria.

Si se apelara a una defensa basada en argumentos y explicaciones, habría que fundamentar qué tiene de izquierda amenazar con cerrar a organizaciones ciudadanas que trabajan en temas de desarrollo o ambiente, o que apoyan a sindicatos o indígenas. O analizar si un gobierno es realmente tan pero tan débil que siente que cuatro pequeñas ONGs lo amenazan. O explicar cuál es la lógica política de entender que una carta pública será cierta o errada según el caudal de votos que pudieron tener algunos de sus firmantes. Uno de los adherentes en defensa de esas ONGs fue Noam Chomsky, de donde habría que preguntarse si lo que ha escrito ese académico debe ser desechado por no haber ganado nunca una elección.

Cuando el único camino que queda para este tipo de defensas es apelar a una incondicional y disciplinada adhesión al gobierno, es evidente que estamos ante un agotamiento conceptual. No se analiza si lo que hace un gobierno está bien o mal, sino que se exige no hacer públicas las críticas.

Relanzando debates en clave de izquierdas

¿Cómo lidiar con esta situación? Las izquierdas que son plurales e independientes no pueden quedar atrapadas bajo estas circunstancias. El debate de ideas sigue siendo fundamental, el entendimiento de las prácticas y urgencias de los movimientos sociales es indispensable, y el antídoto ante los slogans sigue siendo manejos serios y rigurosos de la información y los análisis. Las voces de las izquierdas son necesarias, aunque sin duda deberán navegar bajo condiciones adversas ya que en muchos casos serán hostigadas desde los progresismos como por la derecha.

Las izquierdas plurales, democráticas e independientes siguen teniendo un papel crítico, tanto para evitar retornos a gobiernos y posturas conservadoras, como para alertar sobre consecuencias negativas de los progresismos actuales. Muchas medidas que están tomando estos gobiernos ante la presente crisis tienen efectos casi contrarios a los supuestos beneficios que dicen sus defensores. Por ejemplo, la adicción progresista a los extractivismos, está dejando economías todavía más dependientes de las materias primas, un viejo sueño de las corporaciones transnacionales que manejan el comercio en esos rubros, y a la vez se traban las exploraciones de alternativas postextractivistas, otro sueño de las empresas mineras y petroleras.

Las izquierdas plurales y democráticas también deben estar atentas a no caer en reflejos conservadores, ni ser partícipes de una restauración neoliberal. El antídoto está en permanecer siempre enfocadas en los compromisos con la justicia social y ambiental. Pero tampoco deberían caer en guerrillas intelectuales donde la diferencia es personificada en enemigos a combatir, o en una lucha para ver quién es más de izquierda.

Muy por el contrario, las izquierdas deben relanzar sus propias miradas críticas, que rescaten los aportes positivos de los progresismos, pero que también sean capaces de entender sus contradicciones y retrocesos. Ellas dejan en claro que los progresismos no son el final del camino, sino una etapa en procesos de cambio que necesitar proseguir. No pueden quedarse calladas, y todos tenemos que escuchar sus reflexiones sobre justicia social y ambiental.

Notas

1. Algunas defensas conocidas son: ¿El final del ciclo (que no hubo)?, Emir Sader, ALAI (Quito), 14 setiembre 2015; Diagnosticadores de la capitulación, Aram Ahoronian, Nodal (Buenos Aires), 15 setiembre 2015; Geopolítica de América latina: entre la esperanza y la restauración del desencanto, Alfredo Serrano M., ALAI (Quito), 15 setiembre 2015. Entre las críticas recientes se pueden señalar a: El fin del relato progresista en América Latina, S. Schavelzon, Animal Político, La Razón, La Paz, 21 junio 2015; Hora de hacer balance del progresismo en América Latina, R. Zibechi, Brecha (Montevideo), agosto 2015; Venezuela: ¿crisis terminal del modelo petrolero rentista?, E. Lander, Aporrea (Caracas), Octubre 2014.

2. Esta distinción fue adelantada, por ejemplo, en Izquierda y progresismo: la gran divergencia, E, Gudynas, ALAI, Quito, 24 diciembre 2013, http://alainet.org/active/70074

3. Os missivistas messiânicos, E. Sader, Carta Maior (S. Paulo), 30 agosto 2015.

– Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Este artículo adelanta algunas ideas de un libro en preparación sobre la divergencia entre las izquierdas y los progresismos en América del Sur. Twitter: @EGudynas

La visión del PCS sobre el Programa de la Revolución Democrática (marzo de 1993)

La visión del PCS sobre el Programa de la Revolución Democrática (marzo de 1993)

La discusión y aprobación del documento Programa de la Revolución Democrática en el VIII Congreso del Partido Comunista de El Salvador, realizado en marzo de 1993 en las faldas del cerro de Guazapa, tuvo como contexto el programa histórico de las luchas populares; la nueva situación nacional generada por los Acuerdos de Paz de enero de 1992 así como los rasgos principales del rumbo socialista del proceso revolucionario.

El hilo conductor de este documento es la necesidad de garantizar -bajo una nueva situación de legalidad y una nueva institucionalidad conquistada mediante una guerra-darle continuidad a la lucha por la consumación de la Revolución Democrática; es un documento brújula para orientar la continuidad de la lucha en el marco de nuevos desafíos surgidos por los Acuerdos de Paz.

Este documento es el resultado de una variada y amplia consulta entre las bases partidarias en un esfuerzo por sistematizar la experiencia de décadas de lucha social y popular así como de la contribución realizada por el congreso anterior, el VII Congreso de abril de 1979. Es un documento más político que ideológico y está vertebrado en tres partes: la primera parte trata sobre los objetivos democráticos de más de 60 años de lucha.

La segunda parte trata sobre las tareas a cumplir para garantizar la continuidad de la lucha popular, que incluye la propuesta de “defensa nacional sin ejército permanente” y la última parte, comprende un esbozo sobre el rumbo socialista de la revolución. A continuación realizamos una síntesis de este trascendental documento, en el marco ya de un segundo gobierno de izquierda.

I. PROCESO DE LUCHA POR LA REVOLUCION DEMOCRATICA

Sostiene que “la lucha de nuestro pueblo por la democracia y la justicia social ha vuelto insostenible el viejo modelo político de la dictadura militar que, por más de 60 años, se impuso y se consolidó en contra de las necesidades del desarrollo social, la democratización y la modernización de nuestro país. La Guerra Popular Revolucionaria y el Acuerdo de Paz para El Salvador crearon condiciones para comenzar a poner en marcha un modelo político democrático, fundamentalmente en lo que respecta a la modernización del Estado, a la desmilitarización y al desarrollo socioeconómico, en interés del pueblo trabajador y de toda la Nación.”

Agrega que “el Acuerdo de Paz ha creado, asimismo, condiciones políticas para independizar, sanear, y modernizar el sistema judicial, sobre la base de una profunda reestructuración, a fin de convertirlo en instrumento eficaz para dar seguridad a la ciudadanía contra el abuso de autoridad y la delincuencia. Han propiciado el inicio de un proceso de democratización y saneamiento del sistema electoral, de democratización del sistema político, que abren posibilidades para la expresión del pluralismo político e ideológico, tanto en la Asamblea legislativa como en el resto de los órganos del poder nacional y local.”

Concluye que los acuerdos de paz “abona las condiciones para continuar la lucha por otros cambios estructurales indispensables, para asegurar el desarrollo económico en democracia y con justicia social. La consecución de esta meta, sólo será posible con la consumación de la revolución democrática, tarea histórica pendiente de solución, en tanto no se resuelva, en lo fundamental, el problema del poder político.”

II. PROGRAMA PARA LA CULMINACION DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA

A. INTRODUCCION

Considera que “la culminación de la revolución democrática, presupone que las fuerzas revolucionarias y democráticas alcancen el poder político del estado, y valiéndose de él , completen de modo consecuente, la ejecución del programa contenido en los Acuerdos de Chapultepec y los profundicen, especialmente, en el terreno económico, y social, el cual es insuficiente.”

En este marco el documento propone siete cambios a impulsar ya desde el gobierno, los cuales son los siguientes: “a) supremacía de la sociedad civil y del poder civil democráticamente generado, sobre el poder militar; b) honestidad, imparcialidad e independencia de la administración de justicia; c) total respeto y promoción de los derechos humanos en un marco en que impere la verdad y la justicia; d) pleno estado social de derecho, fundamentando en el reconocimiento de las libertades derechos y garantías democráticas, en principios de justicia social y en la igualdad ante la ley de todas las personas; e) separación clara y definida tanto orgánica como funcional, entre el Estado y el partido en el gobierno; f) un régimen político que asegure: la soberanía del pueblo, la igualdad de derechos y oportunidades de todas las fuerzas políticas para acceder al gobierno, mecanismos de participación del pueblo en la vida del país, sometimiento de las autoridades al control de la población y limpieza y transparencia del sistema electoral; g) un Estado que rompa la marginación de los trabajadores respecto de la propiedad de los medios de producción, distribución, financiamiento y comunicación y que apoye el desarrollo del sector popular de la economía y h) ejercicio real de la autodeterminación nacional.”

Asegura que “un rasgo de esta etapa, es que la democracia política será en el comienzo más avanzada que la social; aquella irá adelante, despejando el camino de ésta, pero serán inseparables, ya que la plena democracia social sólo podrá alcanzarse en el socialismo.”

B. DESMILITARIZACION DE LA SOCIEDAD

Considera que “la primera tarea de la revolución democrática, en una primera fase, es ponerle fina la militarización del estado y su intimidación sobre la sociedad. Nuestra meta histórica, al sociedad socialista, incorporará, entre otros principios democráticos, una concepción de la defensa nacional son ejército permanente, basada en la participación de toda la sociedad civil en las tareas de la defensa cuando la patria lo reclame.”

Enumera seis tareas para “el desmontaje de los pilares básicos del militarismo: a) supeditación incondicional de la Fuerza Armada al gobierno democráticamente generado; b) culminación del proceso de depuración de la FAES transformándola en una institución profesional; c) culminación de proceso de reducción del tamaño de la Fuerza Armada hasta el mínimo indispensable; d) armonizar la legislación militar con los nuevos preceptos constitucionales y la nueva doctrina, atendiendo al objetivo histórico de eliminar el militarismo de la sociedad salvadoreña; e) asegurar la vigencia y divulgación de la nueva doctrina militar , basada en la obediencia incondicional al poder civil y en el respeto irrestricto a los derechos humanos y libertades democráticas; y f) garantizar la total separación institucional de las funciones militares, las de seguridad y orden público, asegurando el despliegue de la nueva Policía Nacional Civil para que asuma el cumplimiento de estas últimas, con total independencia respecto de la Fuerza Armada.”

C. NUEVO ESTADO DE DERECHO Y DEMOCRATIZACION DEL SISTEMA POLITICO

1. Por una profunda Reforma al Derecho y un Poder Judicial Independiente e Imparcial. Sin una sana e imparcial Administración de Justicia no habrá democracia
Considera que “el conjunto de las transformaciones legales e institucionales debe conducir a la instauración de un Estado social de derecho, en el cual deberán quedar plasmadas las conquistas de la revolución democrática, afirmadas las transformaciones sociales y políticas históricamente necesarias en nuestro país…Habrá que proceder a la modernización jurídica. Todo el cuerpo de leyes, entre las cuales hay algunas que datan desde principios de siglo, deberán ser reformadas., actualizadas y armonizadas para facilitar las nuevas relaciones económicas, políticas y sociales que nuestra nación demanda.”

2. Régimen y Sistema político verdaderamente democrático
Estima que “se deben consolidar y desarrollar las facultades legislativas para controlar al ramo Ejecutivo y algunos aspectos del Poder Judicial, sobre todo de aquellos que garantizan el carácter pluralista que debe existir en el seno de este último. Es importante que el sistema político cuente con mecanismos que permitan la influencia y control del electorado sobre los funcionarios de elección popular, de tal manera que efectivamente respondan a los intereses del mandato ciudadano. Para ello, habrá que instituir mecanismos de consulta popular directa.”

3. Protección y garantía de los derechos humanos y ciudadanos
Subraya que “la Procuraduría para la defensa de los Derechos Humanos debe ser fortalecida, dinamizada y desarrollada, buscando que asuma el pleno ejercicio de sus facultades y genere una cultura nacional de r4espeto y promoción de los derechos humanos.”

4. Nuevo sistema electoral
Considera que “el sistema electoral debe asegurar elecciones democráticas, libres y honestas con igualdad de oportunidades para todos de tal manera que reflejen cabalmente el principio de que la soberanía reside en el pueblo y sean fuente real de su poder.”

5. Democratización y fortalecimiento del poder municipal
Plantea que “los Concejos Municipales, deben reflejar también el carácter pluralista del sistema político, estableciendo la representación proporcional de los distintos partidos políticos en al composición del mismo, basado en los resultados electorales.”

6. Ley y medidas para la irrestricta libertad de organización, movilización y protesta
Únicamente apunta la “ratificación y cumplimiento de los convenios internacionales sobre la materia.”
7. Libertad de expresión y medios de difusión para todos los sectores
Sostiene que “el objetivo es lograr la mayor democratización del flujo informativo, basada en la mayor pluralidad de la propiedad de los medios de difusión y en un ejercicio libre y responsable del periodismo.”
8. Medias y legislación para combatir la corrupción, el abuso de poder y la malversación de bienes del Estado
Propone que “será necesario que la Corte de Cuentas de la república cumpla rigurosamente con las atribuciones quela Constitución le otorga al respecto.”
D. NUEVO ORDEN ECONOMICO Y SOCIAL
Considera que “el modelo económico neoliberal está haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y conduciendo, en consecuencia, a una mayor concentración de la riqueza nacional y a la marginación permanente de la economía de grandes masas de la población. Por ello es fundamental establecer un nuevo orden económico que ponga fin a la hegemonía de un reducido grupo social en el país. El nuevo orden económico y social pasa necesariamente por un cambio de hábitos, costumbres y fundamentalmente, del pensamiento de cada salvadoreño y de un proceso de capacitación técnica masiva.”
1. Creación y fortalecimiento del sector Popular de la Economía
Apunta que “la Revolución Democrática debe asegurar que un porcentaje importante de la economía esté en manos de los trabajadores del campo y de la ciudad, mediante el fortalecimiento, extensión, diversificación y desarrollo de las formas de propiedad social e individual de los trabajadores en todas las áreas de la economía.”
2. Nueva orientación de la Economía Nacional
Sostiene que “a diferencia del modelo económico neoliberal, que privilegia la producción de bienes y servicios para los merados internacionales, las actividades económicas principales del modelo alternativo deben orientarse a producir bienes y servicios básicos, agropecuarios e industriales, para satisfacer las necesidades de la mayoría de la población , para sustituir con eficiencia las importaciones de bienes y, al mismo tiempo, para insertarse en condiciones de competitividad en los mercados internacionales.”
3. El modelo alternativo y la necesidad de profundas reformas
Indica que “el modelo alternativo requiere de la aplicación de cambios estructurales profundos que ensanchen el mercado interno y sientan bases para la justicia social. Lo anterior, implica entre otras cosas, profundizarla reforma agraria hasta la solución del fundamental problema agrario sin lo cual no despegara le desarrollo sostenible. Implica también reformar el sistema tributario y financiero, modificar la estructura productiva conforme a la orientación que rija a las actividades económicas en general y productivas en particular.”
4. Solución al problema agrario
Considera que “la revolución debe procurar que a mayoría de los salvadoreños pueda vivir y trabajar en el país. Esto implica reestructurar las bases de la economía nacional, comenzando por la solución del problema agrario para que la estructura agropecuaria del país se transforme en una de las bases fundamentales del desarrollo económico, y en consecuencia, de la justicia social. Deberá profundizarse la reforma agraria hasta liquidar el problema de la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos y sea trasferida a los campesinos sin tierra o que la posean en poca cuantía y a los trabajadores asalariados del campo.”
5. El estado debe ser el principal promotor del Desarrollo nacional y cumplir una función de regulación de la Actividad Económica, en particular de la Inserción Económica en el Mercado Internacional dentro de un marco de razonable protección de la Producción nacional, en beneficio de todos los habitantes.
Subraya que “el Estado debe asegurar que el modelo de desarrollo económico que proponemos de lugar a que la riqueza y el ingreso nacional sean distribuidos equitativamente entre las familias salvadoreñas, como base de la democracia y la justicia social y debe crear condiciones para la incorporación productiva de los sectores marginados a las actividades económicas.”
6. La Salud, la Educación y la Seguridad Social son Derechos Socioeconómicos de todos los salvadoreños, base de la justicia social y de la reunificación nacional
Plantea que “el presupuesto de la nación dará la más alta prioridad a la educación y la cultura, a la salud y seguridad social. La calidad y cobertura de estos servicios debe ser mejorada y extendida a otros sectores de la población y a todo el territorio. La educación debe ser pluralista, abierta a todas las corrientes del pensamiento, y al mismo tiempo, estar en función de las necesidades del desarrollo económico y social.”
7. debe asegurarse la irreversibilidad de las Conquistas Económicas y Sociales de los Sectores Populares, logradas en particular, con la aplicación del Acuerdo de Paz.
Sostiene que “se promoverá la consolidación y desarrollo de una base económica fundamentada en formas de propiedad social, autogestionaria, en la ciudad y el campo. En correspondencia con ello, velará porque cualquier política y medida de privatización, llevada adelante por el estado, reconozca el derecho preferencial de los trabajadores de acceder a la propiedad de los bienes que deban privatizarse.”
8. Reforma Urbana en beneficio de los sectores más pobres
Propone “la descentralización del aparato productivo del país tendiente a frenar el flujo poblacional del campo a la ciudad. Tal proceso, orientará con sentido social, el plan de urbanización, regulado por el Estado, asegurando el acceso de las mayorías al financiamiento y a los recursos técnicos para la adquisición y construcción de viviendas, así como de los servicios de agua potable, salubridad, alquileres injustos y demás servicios públicos.”
9. El papel de la pequeña y mediana propiedad es indispensable para la reactivación y modernización de la economía
Plantea que “se procurará que la política crediticia, fiscal, monetaria, de inversiones, lo mismo que aquellas sobre el uso de los recursos externos, den trato preferencial a esos sectores mayoritarios.”
10. Concertación permanente para solución de problemas económicos
Opina que “promoveremos el empleo de la concertación entre el estado, los trabajadores y los empresarios, como mecanismo permanente de solución a los problemas económicos y sociales y de participación de todos los sectores en la toma de decisiones, tanto en materia de política económica como social.”
11. La defensa de los recursos nacionales y el medio ambiente
Propone que “la recuperación y preservación ambiental deben estar, en primer lugar, en función del bienestar de la sociedad y contribuir de manera significativa a su desarrollo armónico y sostenible, a fin de que las generaciones futuras puedan satisfacer ampliamente sus necesidades.”
12. Por la democratización del Sistema Financiero Nacional
Considera que “debe promoverse a democratización real del crédito, mediante la incorporación de estos sectores actualmente marginados de la dirección y toma de decisiones de las instituciones financiera, así como también estableciendo la igualdad de oportunidades de acceso a los recursos financieros para todas las empresas sin discriminaciones de ningún tipo.”
E. LA REVOLUCION DEMOCRATICA Y LA SOCIEDAD
1. La familia y la comunidad
Plantea que “debe promoverse en la comunidad los valores del humanismo, de la cooperación y de la solidaridad, estimulando la organización de las personas en función de sus intereses y necesidades cotidianas. Al mismo tiempo, debe promoverse a las comunidades a garantizar que los órganos de poder local sean representantes efectivos de sus intereses.”
2. Juventud y niñez
Considera que “los jóvenes constituyen el sector de la población, en el que descansa el futuro del país. El sector más sacrificado en los doce años de guerra. El Estado debe garantizar la educación de todos los jóvenes y su política económica y social debe asegurarles empleo, recreación sana y participación en el quehacer cultural.”
3. La Revolución Democrática y los derechos de la mujer
Sostiene que “la revolución democrática propiciara la participación activa de la mujer en los diferentes órganos de dirección política, económica y social de la nación. Debe promoverse una ética basada en la solidaridad, el respeto, y la lealtad entre los sexos y combatir la doble moral. De esta forma la revolución podrá llegar a la vida cotidiana e influir en la sociedad.”
4. Trabajadores del Campo y la Ciudad
Asegura que “el desarrollo de la Revolución Democrática y su consumación ampliaran y fortalecerán las posibilidades para el desarrollo de las organizaciones sociales y para la defensa de sus conquistas, derechos e intereses, al mismo tiempo que generarán condiciones cada vez más favorables para la concertación como método en la búsqueda de solución a los problemas que afectan a los trabajadores.”
5. Trabajadores por cuenta propia, Artesanos, Pequeños y Medianos Propietarios
Indica que “el sector informal de los trabajadores, representa un elevado porcentaje de la población económicamente activa que está marginado del sistema económico del país particularmente del acceso al crédito y la asistencia técnica. La actividad artesanal, la pequeña industria, y el pequeño comercio son actividades legitimas y dignas, integrantes e indispensables de nuestra estructura económica.”
6. Los profesionales
Subraya que “la revolución democrática promoverá la institucionalización de una Política Nacional de Ciencia y Tecnología y la participación activa de los gremios de profesionales y técnicos en la definición y aplicación de la misma y en las políticas nacionales fundamentales de la nación.”
7. La religión
Propone “el respeto absoluto a las tradiciones y sentimientos religiosos del pueblo. Se fomentara la tolerancia irrestricta de la práctica religiosa y su enseñanza. Ampliación y mejoramiento de las relaciones de cooperación del Estado con todas las iglesias a fin de trabajar por la paz, la solidaridad, el progreso social y el bien común.”
8. La Revolución Democrática en la educación, la Cultura, y el Arte y el Deporte
Enfatiza que “la revolución Democrática propiciará una reforma profunda e integral en el sistema educativo nacional., en todos sus niveles, a fin de transformarlo en un factor clave en la construcción de la nueva sociedad democrática, la cual presupone al democratización del sistema educativo nacional, tanto en sus contenidos como en su cobertura, para garantizar el derecho constitucional de todo salvadoreño de recibir educación primaria y secundaria y cuya obligación corresponda al estado.”
9. La Comunidad Indígena
Considera que “debemos trabajar para asegurar la unidad de estas comunidades; garantizar el respeto a las formas de organización libremente escogidas por ellas; rechazar toda manifestación de racismo y segregacionismo; rescatar y promover sus valores y tradiciones culturales; respetar el derecho que tienen de expresarse de modo directo, individual y colectivamente en la vida nacional; promoviendo la creación de escuelas indígenas y asegurar su protección y promoción legal y económica.”
F. POLITICA INTERNACIONAL DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA
Considera que se deberá “rescatar la soberanía y la independencia políticas de nuestro país asumiendo posiciones dignas ante la comunidad internacional, en el marco del reconocimiento de la creciente interdependencia y globalización que tiene lugar en el mundo de hoy.”
Asimismo que se necesita “contribuir al reforzamiento del latinoamericanismo y el pluralismo sociopolítico e ideológico como base de las relaciones entre los países, de nuestro sub-continente. Punto crítico del latinoamericanismo es hoy el apoyo a Cuba socialista, a su derecho a la autodeterminación y a relaciones económicas y políticas normales con el mundo. El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba atenta contra estos principios y debe terminar incondicionalmente.”

El Eurocentrismo. Crítica de una ideología

INTRODUCCION

1. El eurocentrismo es un culturalismo en el sentido de que supone la existencia de invariantes culturales que dan forma a los trayectos históricos de los diferentes pueblos, irreductibles entre sí. Es entonces antiuniversalista porque no se interesa en descubrir eventuales leyes generales de la evolución humana. Pero se presenta como un universalismo en el sentido de que propone a todos la imitación del modelo occidental como única solución a los desafíos de nuestro tiempo.

El eurocentrismo no es la suma de prejuicios, equivocaciones e ignorancias de los occidentales con respecto a los demás. Después de todo, estos no son más graves que los prejuicios inversos de pueblos no europeos para con los occidentales. No es pues un etnocentrismo banal, testimonio solo de los limitados horizontes que ningún pueblo del planeta ha superado verdaderamente todavía.

El eurocentrismo es un fenómeno específicamente moderno cuyas raíces no van más allá del Renacimiento y que se ha difundido en el siglo XIX. En ese sentido constituye una dimensión de la cultura y de la ideología del mundo capitalista moderno.

El eurocentrismo no es una teoría social, que por su coherencia global y su aspiración totalizadora pretenda dar la clave de la interpretación del conjunto de problemas que la teoría social se propone dilucidar. El eurocentrismo no es más que una deformación, pero sistemática e importante, que la mayoría de las ideologías y teorías sociales dominantes padecen. Dicho de otra manera, el eurocentrismo es un paradigma que, como todos los paradigmas, funciona de manera espontanea, con frecuencia en la vaguedad de las evidencias aparentes y del sentido común. Por esto se manifiesta de maneras diversas, tanto en la expresión de los prejuicios trivializados por los medios de comunicación como en las frases eruditas de los especialistas de diversos dominios de la ciencia social.

2. Hay varias maneras de tratar el tema: la primera consistiría en captar el eurocentrismo en sus múltiples manifestaciones y en revelar cada vez los errores particulares. Entonces se deberían definir los diversos campos de expresión de esas manifestaciones.

Uno de ellos podría ser la crítica de la versión propuesta por los medios masivos sobre problemas del mundo contemporáneo y la política. Un proyecto de este género implicaría el trabajo de un equipo consagrado a examinar sistemáticamente algunos diarios importantes y programas de televisión. Que yo sepa, este trabajo no ha sido realizado, aunque sin duda alguna merecería serlo. Pero no es este nuestro proyecto.

Podrían analizarse otros dominios del edificio cultural moderno de esta misma manera. Por suerte existen algunos trabajos valiosos que se han propuesto este objetivo. Por ejemplo, Edward Said ha escrito un excelente análisis de la deformación eurocentrica producida por el orientalismo. Asimismo existe un análisis profundo de la “helenomanía” y de la construcción del mito de Grecia-ancestro-de-Occidente, que ha propuesto Martin Bernal. Hay cantidad de buenas críticas de las diferentes versiones del racismo, etc. Como es evidente nos inspiraremos en las conclusiones de todas estas contribuciones importantes.

La segunda manera de tratar el tema, que será la nuestra, se propone ir desde el principio más allá de estas contribuciones sectoriales a la crítica del eurocentrismo, para situarlo en la construcción ideológica del conjunto del capitalismo. Se tratara pues de precisar las funciones de legitimación particulares a las cuales responde la dimensión eurocentrica así como habrá que mostrar como esas funciones contribuyen a ocultar la naturaleza del capitalismo realmente existente, a deformar la conciencia que uno se puede hacer de sus contradicciones y de las respuestas que se les dan.

Esta opción entraña tres consecuencias.

La primera es que no es eficaz entrar en el meollo del tema desde la primera página del libro. Se le pide al lector, entontes, que tenga un poco de paciencia, a lo cual desgraciadamente no siempre predispone la deformación de las lecturas rápidas de nuestra época. Pero si el eurocentrismo, como lo pretendemos nosotros, es una reconstrucción mitológica reciente de la historia de Europa y del mundo en su dimensión cultural entre otras, es más eficaz comenzar por ofrecer otra visión de esta historia, al menos en lo que respecta a la región a la cual pertenece desde la antigüedad griega y pasando por la Edad media, la Europa real y mítica.
Cuando del texto surja el eurocentrismo —en el capítulo 2 de la primera parte— se verá entonces en respuesta a que problemas nuevos y en contraste con que realidades se construye. Habíamos pensado por un momento invertir esta presentación precisamente para satisfacer la curiosidad del lector impaciente. Pero el “retrato hablado” del eurocentrismo que aparecerá a su debido tiempo en el texto para resumir los caracteres de la deformación en cuestión colocado de entrada al comienzo, hubiera parecido extremadamente trivial, y por añadidura poco convincente puesto que retoma el conjunto de opiniones dominantes que a la gran mayoría parecen evidencias de un supuesto sentido común.

La segunda es que el análisis del eurocentrismo que aquí se propone suscita los problemas más difíciles de la teoría social. Ahora bien, pensamos que desde este punto de vista, los instrumentos conceptuales de que disponemos siguen siendo completamente insuficientes. La teoría está dividida, no solo por la oposición –útil- de las escuelas del pensamiento, sino todavía más por su desarrollo extremadamente desigual de una disciplina de la ciencia social a otra.

Quizá existan teorías económicas del capitalismo que responden aproximadamente a los criterios contenidos en la definición de !a ciencia. Pero en los dominios de lo político (el poder) y de lo cultural casi no hay más que reflexiones. Sin embargo, este juicio severo está lejos de ser ampliamente compartido. La reflexión social esta todavía atestada de dogmatismos de toda naturaleza, cuya preocupación exclusiva sigue siendo la de revocar los viejos edificios y, mediante acrobacias dudosas, reproducir las antiguas respuestas a las nuevas preguntas.

Mas grave aun es el hecho de que, al responder a las desilusiones y a la crisis de nuestra época, los best-sellers se nutren de la teología llamada neoliberal cuya respuesta a todo respuesta fácil tiene sin embargo la ventaja de reafirmar y legitimar los prejuicios, lo cual explica sin duda su éxito.

La tercera es que el paradigma del eurocentrismo como todo paradigma no puede ser echado abajo solo por la crítica interna de sus debilidades. Este paradigma responde a cuestiones reales, aun cuando podamos pensar que lo hace de manera errónea. Hace falta entonces sustituirlo por respuestas positivas correctas. Pero esto deberá hacerse sabiendo que el equipo conceptual del cual disponemos sigue siendo frágil.
Se trata pues de un complejo trabajo de reconstrucción de larga duración, y no tenemos la ambición de proponer aquí la teoría global de la que aun se carece. Sin embargo expondremos algunos de los elementos de esta reconstrucción, que nos parecen indispensables,

3. El plan de la obra se deriva de las observaciones precedentes. En la primera parte nos proponemos hacer la crítica del eurocentrismo a partir de una hipótesis que concierne a la teoría de la cultura, puesto que el eurocentrismo es un culturalismo. Sobre la base de esta hipótesis, en el capítulo 1 desarrollaremos la idea de que la construcción cultural de la Europa precapitalista pertenece a la familia de las construcciones ideológicas ‘tributarias periféricas”.

En el capítulo 2 demostraremos que la nueva cultura capitalista que se forja en Europa a partir del Renacimiento es ambigua: por una parte rompe totalmente con su pasado tributario (lo cual le da su dimensión progresista y alimenta su ambición universalista), pero por la otra se reconstruye sobre cimientos míticos cuya función es la de borrar el alcance de esta ruptura mediante la afirmación de una continuidad histórica inexistente (lo cual constituye el contenido mismo de la dimensión eurocentrica de la cultura del capitalismo, que anula el alcance universalista de su proyecto).

En la segunda parte nos proponemos desarrollar positivamente dos tesis que nos parecen esenciales en la reconstrucción de una teoría social no eurocentrica. La primera es que la hipótesis del desarrollo desigual explica el “milagro europeo” (el salto precoz al capitalismo) sin tener que recurrir necesariamente a los subterfugios del eurocentrismo. La segunda es que la hipótesis del valor mundializado explica la verdadera dinámica del capitalismo como sistema mundial realmente existente y su contradicción principal, una dinámica que al proyecto eurocentrico le interesa oscurecer a cualquier precio.

4. Este proyecto de una crítica de eurocentrismo no tiene sentido a menos que se convenga en que el capitalismo ha creado una necesidad objetiva real de universalismo, en el doble plano de explicación científica de la evolución de todas las sociedades humanas (y de la explicación de los diferentes caminos por medio del mismo sistema conceptual) y de la elaboración de un proyecto para el porvenir que se dirija a toda la humanidad.
Esto no es evidente para todos porque, ante este desafío, identificamos tres familias de actitudes.

Para algunos -más numerosos de lo que con frecuencia se cree-el universalismo carece de importancia. El “derecho a la diferencia” (el apartheid?) y el elogio culturalista a los provincialismos suprimen el problema. Esta posición hace que también se acepte como natural e insuperable la fragmentación de la teoría en campos múltiples distintos y el triunfo del pragmatismo en cada uno de ellos.

Para otros que representan la corriente eurocentrica dominante la respuesta a la cuestión existe y Europa ya la ha descubierto. Su lema será pues: “imitad al Occidente, que es el mejor de los mundos” La utopía liberal y su receta milagrosa (mercado + democracia) no son más que la versión pobre en boga de esta visión dominante permanente en Occidente.

Su éxito ante los medios masivos no le confiere por si mismo ningún valor científico; solo es testimonio de la profundidad de la crisis del pensamiento occidental. Porque esta respuesta, fundada sobre un rechazo pertinaz a comprender que es el capitalismo realmente existente, quizá no sea ni deseable ni siquiera deseada por las víctimas de este sistema ¡Quizá simplemente sea imposible sin una reconsideración de los fundamentos del sistema que defiende!

Nosotros nos alinearemos en el tercer campo, el de quienes piensan que estamos en un estancamiento grave y que entonces vale la pena discutir su naturaleza.

5. La elección misma del término “eurocentrismo” puede prestarse a debate. Si bien se trata de una dimensión esencial de la ideología del capitalismo, sus manifestaciones caracterizan ante todo las actitudes dominantes comunes en el conjunto de las sociedades del mundo capitalista desarrollado, centro del sistema capitalista mundial. Ahora bien, este centro es hoy día Europa Occidental, América del Norte, Japón y algunos otros estados (Australia, Nueva Zelandia, Israel), por oposición a las periferias (América Latina y las Antillas, África y Asia no comunista, exceptuando a Japón).

El mismo centro de los centros es norteamericano; Japón no es ni occidental ni cristiano, pero América Latina es en gran medida producto de la expansión de Europa. El mismo mundo socialista tiene una historia que no podría borrar integralmente (a pesar del lema “hagamos tabla rasa del pasado”): es europeo en Europa y asiático en Asia.

Por otra parte al menos hasta el fin de la guerra mundial, el enemigo hereditario en Europa era el europeo vecino, y los nacionalistas chovinistas podían ocultar el sentimiento de una europeidad común. Hitler llego a extender a los europeos no alemanes el racismo general de los europeos con respecto a los demás. Solo después de 1945 la conciencia europea común logra triunfar en sus manifestaciones, sobre las conciencias nacionales o provinciales locales.

No obstante, suponiendo que sustituyéramos el término de eurocentrismo por el de occidentalocentrismo (aceptando la definición común del término Occidente), uno no se podría dar cuenta de casos como los de América Latina o Japón, negando la importancia que debemos otorgar al origen europeo de la cultura capitalista. Pensándolo bien, “eurocentrismo” expresa bien lo que quiere decir.

El tema no es nuevo para mí. Desde hace treinta años, he consagrado todos mis esfuerzos a tratar de fortalecer la dimensión universalista en el materialismo histórico y la tesis del desarrollo desigual es la expresión de los resultados de esos esfuerzos. También el lector que haya leído ya algunas de mis obras se encontrara en un terreno familiar. Sin embargo, he concebido este libro con el afán de que se baste a si mismo.

Convocan en Cuba a 1er. Seminario Internacional sobre Participación Popular y Cambio Social

SERVICIO INFORMATIVO ECUMENICO Y POPULAR
Convocan en Cuba a 1er. Seminario Internacional sobre Participación Popular y Cambio Social

LA HABANA, Cuba, 6 de octubre de 2015 (SIEP) “Trataremos temas de mucha actualidad para los pueblos latinoamericanos y caribeños…” expresó hoy el Dr. Roberto Lima, docente del Instituto de Filosofía de Cuba, al referirse a la convocatoria para noviembre de 2016 del 1er. Seminario Internacional “Participación popular y hegemonía en los procesos de cambios sociales.”

Agregó que “esta es una iniciativa derivada del proyecto de investigación “la recomposición de la hegemonía popular en el proceso de actualización y transición socialista en Cuba” y tiene como objetivo estimular el intercambio de propuestas teóricas, metodológicas y epistémicas para la construcción de la lucha anticapitalista en las actuales condiciones regionales y mundiales.”

Enfatizó que este evento “contará con la presencia de fuerzas sociales y organizaciones de izquierda y progresistas, académicos e intelectuales orgánicos que debatirán sobre los desafíos de la participación popular en los procesos hegemónicos y de cambios sociales en curso, por la línea de los fundamentos y fortalecimiento de las alternativas contra el capital en todas sus expresiones, locales, nacionales, regionales y mundiales.”

Subrayo el académico cubano que en las sesiones se tratara sobre “la determinación del escenario geopolítico actual para visualizar el enclave constructivo de la noción de hegemonía en términos del proceso histórico, sus nuevos componentes materiales y espirituales como encadenamiento consuetudinario y causal de los hechos producidos en la sociedad local y mundial del capital.

Finalmente indicó el Dr. Lima que “además de la determinación del escenario geopolítico, trataremos también los temas de la democracia como experiencia y reflexión, la hegemonía popular como concepto metodológico y la responsabilidad y compromiso de la filosofía en la conformación de una nueva concepción revolucionaria integral para la transformación.”