Filosofía de (para) la Conquista. Eurocentrismo y colonialismo en la disputa por el Nuevo Mundo

Filosofía de (para) la Conquista. Eurocentrismo y colonialismo en la disputa por el Nuevo Mundo1

José Santos Herceg

1 Este artículo ha sido desarrollado en el marco del proyecto Fondecyt 1080017.
2 Licenciado en Filosofía (Universidad Católica de Chile), Dr. en Filosofía (Universidad de
Konstanz, Alemania). Docente en el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Universidad de Santiago de Chile (USACH). Santiago, Chile. E-mail: jose.santos@usach.cl

Resumen

El objetivo de este escrito es demostrar que tanto la discusión “acerca” de la conquista de América –conocida como “filosofía de la Conquista”– como la reflexión de los más famosos pensadores que participaron en el debate –Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas– se caracteriza por ser eurocéntrica y colonialista.

Esta es la razón por la cual sería preferible en este caso hablar de una filosofía “para” la conquista, en lugar de una filosofía “de” o “acerca” de la Conquista.

Palabras clave: Conquista, América Latina, eurocentrismo, colonialismo.

Abstract

This paper aims to demonstrate that the discussion “about” the Conquest of America –known as the Philosophy of the Conquest– as well as the reflections of the most famous thinkers who participated in the debate –Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco de Vitoria and Bartolomé de las Casas– can be characterized as being eurocentric and colonialist. This is the reason why it would be preferable to speak of a philosophy “for” the conquest instead of a philosophy “of” or “about” the conquest.

Keywords: Conquest, Latin America, eurocentrism, colonialism.

A los pocos años del “descubrimiento” de América comienzan a hacerse evidente –de eso es fiel testimonio el famoso “Sermón de Montecinos” (1511)– que los españoles cometen excesos, que simplemente abusan de los habitantes originarios del continente. “(…) [t]odos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”, sentencia Montecinos, a lo cual agrega dos preguntas: “¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?”.

En estas dos cuestiones se encuentra el germen de los dos grandes problemas filosóficos a que da lugar la conquista de América: un problema de orden moral-antropológico y otro de carácter filosóficopolítico.

La primera cuestión se refiere, como es evidente, al asunto de la esclavitud.
Ésta es la que primero surge dada la impresionante e indesmentible realidad del maltrato, del abuso. Montecinos, de hecho, esboza ya el meollo del asunto discutido, cuando acentúa: “Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen
ánimas racionales?”3.

3 No se conservan los textos autógrafos de los sermones. Sólo se conocen mediante un resumen que consigna fray Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias (1957, caps. 3-5).

La segunda cuestión se relaciona con la licitud de la guerra de conquista y surge, sin duda, de la primera. Aunque la preocupación por el asunto de la esclavitud prima durante la parte inicial del siglo XVI, será la segunda, en tanto que fundamento de una posible respuesta a la primera, la que finalmente ocupará el centro de la reflexión. Son estas inquietudes de Montecinos las que dan lugar a lo que Silvio Zabala llamó “filosofía de la conquista”.

Para Zabala esta “filosofía de la conquista” es “(…) una filosofía política
en contacto con problemas vivos, de penetración y asiento en las nuevas tierras” (1994: 21). Se trataría, por lo tanto, de una reflexión cuyo tema, cuyo
asunto, es una serie de problemas que se desprenden del hecho de la conquista.

Filosofía de la conquista sería, en este sentido, una “filosofía acerca de la conquista”. Un pensamiento que se hace cargo de los problemas que surgen de dicho proceso –puntualmente los de carácter político– e intenta buscarles una solución. Lo hace, hay que tenerlo presente, exclusivamente con elementos teóricos que, como lo hace ver el mismo Zabala, “provenían de Europa” (20). Filosofía política europea que busca hacerse cargo de la
situación americana. Incluso los pensadores que participan de la discusión son todos europeos y, en algunos casos, ni siquiera llegan a pisar América,
como Juan López de Palacios Rubios, Juan Ginés de Sepúlveda y Francisco
de Vitoria4.

4 Existen, sin embargo, otros autores que han sido llamados “indianos”, es decir, europeos con experiencia en ultramar, como Bartolomé de las Casas y José de Acosta. Interesante es anotar en este punto que, según Zavala, “(…) es perceptible cierta diferencia –muy comprensible según él– entre el pensamiento de unos y otros” (20).

No participa en esta discusión, bajo ninguna forma, representante alguno del mundo indígena. Ellos, que evidentemente tenían interés en el asunto y, sin duda, habrían aportado con una postura alternativa a la disputa, no son tomados en cuenta de ninguna forma. Habrá que esperar a que Miguel León-Portilla compile y publique bajo el nombre de La visión de los vencidos algunos escritos indígenas, para que se diera a conocer la postura de los habitantes originarios acerca del tema de la conquista. Este libro se publica, sin embargo, recién en 1959, más de cuatro siglos y medio
después del primer desembarco español.

Por otra parte, la llamada “filosofía de la conquista” no es una reflexión
filosófica realmente pura, sino que en ella se entremezclan argumentos propiamente filosóficos con otros de orden teológico. Esta mezcolanza tiene su origen en la entrada misma del Nuevo Mundo a la cosmovisión española.

Es necesario no perder de vista, tal como hace ver Fernando Mires, que dado el contexto de la Reconquista y la expulsión de los infieles “(…) el
descubrimiento de América no podía sino ser considerado como un acto
milagroso de acuerdo con el cual Dios premiaba a los Reyes de España por
sus servicios a la causa cristiana” (2006: 41).

El Nuevo Mundo es percibido como una “recompensa” de un Dios justo que habría de compensar las pérdidas y dolores sufridos en nombre de la Iglesia. La nueva tierra adquiere caracteres de tierra prometida, tierra santa, paraíso perdido para los clérigos. Para los conquistadores, sin embargo, es un espacio plagado de oro y plata, de riquezas sin límite que explotar y saquear, de hombres que esclavizar. Como ha hecho ver muy acertadamente Mires, aunque la espada y la cruz fueron clavadas al mismo tiempo en la tierra americana, la espada, no obstante, requería de la cruz para justificarse (2006: 40-53).
Dicha justificación tenía que ver con hacer aparecer la conquista en general y cada campaña5 en particular como indispensable para la misión evangelizadora, para la tarea misional.

5 “Afirmamos: para el propio cumplimiento de sus tareas militares los conquistadores no podían prescindir de los cléricos pues, sin ellos a su lado, las guerras a los indios habrían aparecido como lo que eran: vulgares depredaciones” (Mires, 2006: 48).

La necesidad de una justificación misional tiene su origen en el hecho de que la propiedad de España sobre las tierras descubiertas provenía de la autoridad papal. No debe olvidarse que América le fue adjudicada a España por una Bula de Alejandro VI. La “filosofía de la conquista” es, al mismo tiempo, una “filosofía de la evangelización”.

La “filosofía de la conquista” es una reflexión neta y exclusivamente europeo-occidental, hecha por europeos y mezclada –por no decir revuelta–
con asuntos y argumentos de orden teológico-misional. En ella, como es
evidente, es posible encontrar posiciones diferentes, incluso antagónicas6.

6 Fernando de Mires ha hablado de que durante el período de la conquista habrían existido fundamentalmente tres posturas en disputa: una claramente imperialista o esclavista cuyo mayor ideólogo fue Juan Ginés de Sepúlveda, una eminentemente anti-esclavista o indigenista cuya voz más sobresaliente fue la de Bartolomé de las Casas y una intermedia, llamada también “centrista”, caracterizada por la opinión de autores como fray Pedro Mexía y fray Toribio de Montolinia.

Todas ellas comparten, no obstante, una idea de base: que los indígenas
deber ser incorporados –se discute si violenta o pacíficamente– al mundo
europeo, a su cosmovisión, a su religión: que deben ser civilizados; evangelizados.

Ni la corriente más extremamente esclavista e imperialista, como es evidente, pero tampoco la visión indigenista eran, de hecho, anticolonialistas7.

7 “(…) creemos aquí que la corriente indigenista no era necesariamente anticolonialista, sino que se basa en otro tipo de sujeción colonial que no deriva de la esclavitud de la fuerza (…)” (Mires, 2006 138).

Juan Friede señala, por eso mismo, que de haber triunfado la corriente indigenista, “(…) hubiera convertido al indio, siervo de hecho, en un libre vasallo de la Corona (…)” (1974: 27). El destino de vasallaje, de
subordinación de los indígenas al imperio, nunca estuvo realmente en discusión.

La “filosofía de la conquista” se para sobre la base incuestionada de
una cosmovisión dicotómica: centro y periferia, o, como se expresará en
la discusión misma, prudentes-bárbaros y cristianos-infieles. La discusión
en general tendrá de fondo, como bien lo vio Lewis Hanke, un solo gran
tema: la “capacidad o incapacidad de los indios para vivir como los españoles”
(1967: 81), de los bárbaros para ser civilizados, de los infieles para
convertirse en cristianos. Incluso la pregunta por su “humanidad” –¿son
hombres los indios?– debe entenderse, de acuerdo con Enrique Dussel, en
el sentido de “¿son europeos y por ello animales racionales?” (1977: 12).

La sobrevaloración del modo de vida español y la minusvaloración de la de
los habitantes originarios de América salta a la vista: la duda acerca de la
capacidad de los indios es una pregunta por las condiciones de posibilidad
de su ascenso, de su mejoramiento, de su europeización.

La “filosofía de la conquista” no es, por lo tanto, una simple “disputa acerca del nuevo mundo”. Es, en realidad, como se intentará demostrar, un intento por fundamentar la legitimidad del dominio español sobre las Indias, por justificar el gesto radical e indetenible de hacer de América otra España.

Desde esta perspectiva la “filosofía de la conquista” es eminentemente una filosofía hegemónica, una filosofía “para” la conquista. Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas, quizás los más grandes y, sin duda, los más famosos teóricos de la filosofía de la conquista, aunque tienen posturas en muchos sentidos diferentes y en algunos claramente antagónicas, tienen en común, sin embargo, el eurocentrismo y el colonialismo; el convencimiento de la superioridad europeo-cristiana y
de una inferioridad de los indígenas para los cuales el camino de la colonización y la evangelización es un ascenso, un evidente mejoramiento, la ruta hacia la civilización y el reino de Dios.

1. INFERIORIDAD NATURAL

Juan Ginés de Sepúlveda ha pasado a la posteridad por haber sido el gran
defensor de la “servidumbre natural” de los indios (1996 [1567]: 47). Lo
particular de este autor radica fundamentalmente en que no se trata de un teólogo, ni su análisis nace de la teología que dominaba el debate en la época que sigue al descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo. El prestigioso jurista intentó desarrollar una argumentación racional, y en virtud de ella pretendió, según su propia confesión, haber mostrado “(…) con sólidas y evidentísimas razones (…) la justicia de nuestro imperio” (47).

Como se verá, el “nuestro” de esta afirmación debe entenderse como un “de nosotros los españoles”, y el término “imperio” hay que leerlo en el sentido de “tener dominio sobre otras gentes”, que aquí son, evidentemente, los indígenas
del Nuevo Mundo. Lo que pretende haber demostrado Sepúlveda es, por lo tanto, la justicia del dominio de los españoles sobre las tierras y los habitantes de las Indias, y las “razones” tan “sólidas y evidentísimas” a las que el autor hace referencia tienen que ver con el hecho “indesmentible” de que los habitantes de este Mundo Nuevo eran “bárbaros”.

El ser “bárbaros” de los indígenas –nombre con que Sepúlveda se refiere
a ellos siempre8– se pone de manifiesto según el autor en dos cosas: su
“torpeza de entendimiento” y sus “costumbres inhumanas” (82-83).

8 Nótese en este punto que al usar esta denominación Sepúlveda presupone justamente aquello que debería probar, esto es, que los indígenas era “bárbaros”. Lo hace, sin duda, porque lo considera un factum incontrastable, pero, como veremos, toda su argumentación en favor de la “esclavitud” se basa sobre este presupuesto.

Sostendrá que estos “hombrecillos” –nombre que también utiliza para hablar
de los indios–, por una parte, carecen de cultura, de ciencia, de escritura, de
historia, no tienen leyes escritas, lo que demuestra su falta de
racionalidad (105-113) y, por otra parte, son antropófagos, hacen sacrificios humanos, tienen cultos impíos a ídolos, lo que prueba que sus costumbres son inhumanas( 133).

En esta falta de racionalidad, con su consecuente inferioridad natural, y en sus atentados contra la ley natural, testimonios de su evidente barbaridad, encontrará Ginés de Sepúlveda dos de sus principales argumentos para justificar la conquista. Porque son torpes de entendimiento se les considera inferiores y por ello determinados por naturaleza a estar al servicio de otros: los superiores, los racionales9.
9 “El que es necio servirá al sabio. Tales son las gentes bárbaras e inhumanas, (…) Y será siempre justo y conforme al derecho natural que tales gentes se sometan al imperio de príncipes y naciones más cultas y humanas” (85).

Porque sus costumbres son inhumanas y atentan sistemática e impunemente10 contra la ley natural11 es necesario hacerles la guerra y conquistarlos. A estas naciones, dice el autor,
“(…) podrían con pleno derecho los cristianos, si rehúsan someterse a su imperio, destruirlas por sus nefastos delitos y barbarie e inhumanidad”
(125)12.

10 “Pero si hubiese una gente tan bárbara e inhumana que no contase entre las cosas torpes todos o algunos de los crímenes que he enumerado y no los castigase en sus leyes y en sus costumbres o impusiese penas levísimas a los más graves y especialmente a aquellos que la naturaleza más detesta, de esa nación se dirá con toda justicia y propiedad que no observa la ley natural”
(121-125).
11 “No es doctrina temeraria pues, sino muy racional y enseñada por varones erudísimos y por la autoridad del sumo pontífice, el ser lícito a los cristianos perseguir a los paganos y hacerles la guerra si no observan la ley natural, como pasa en lo tocante al culto de los ídolos” (121-123).
12 “Y si rehúsan nuestro imperio, podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra (…) justa por ley de la naturaleza” (135).

Lo “prudente” de los españoles, por su parte, es la razón por la cual son
ellos los llamados a constituirse en los señores de los indígenas. La apología que hace Ginés de Sepúlveda de los españoles, sin que se pretenda desconocer las virtudes de este pueblo, raya definitivamente en el ridículo13.

13 Fernando Mires ha puesto de manifiesto que el nacionalismo de Sepúlveda “(…) no conoce límite y por momentos adquiere un peligroso carácter militarista” y lo califica de “fanático hispanista” (2006: 78).

Según él, ensalza y eleva a los españoles el que posean figuras culturalmente
excelsas, su gran poder bélico, y las virtudes de la templanza, la frugalidad,
la sobriedad, la fortaleza, la prudencia, el ingenio, la mansedumbre y la
religiosidad acompañada de sentimientos humanitarios. La conclusión es,
por lo tanto, “(…) que con perfecto derecho los españoles imperan sobre
estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia,
ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles” (101-102).

Es más, lo mejor que les puede ocurrir a los bárbaros será, a su juicio, el ser conquistados por los españoles14, e insiste, una y otra vez, en el hecho de que los mayores beneficiados con la conquista son los indianos, pues “(…) la virtud, la humanidad y la verdadera religión son más preciosas que el oro y que la plata” (135).

14 “¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquello cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo; de torpes y libidinosos, en probos y honrados; de impíos y siervos de los demonios, en cristianos y adoradores del verdadero Dios?” (Ginés de Sepúlveda, 1996: 133).

Hay dos cuestiones que saltan a la vista en la argumentación de Sepúlveda.
Por una parte, su dependencia evidente y no disimulada de la reflexión
de Aristóteles. Por otra parte, su extremado y tampoco oculto eurocentrismo,
o hispanocentrismo más bien. Ambos asuntos, por supuesto, están claramente vinculados: en la reflexión aristotélica hay rasgos de un helenocentrismo evidente. En efecto, Aristóteles fue un claro partidario de la “esclavitud”; así lo evidencian algunos pasajes de la primera parte de su Política. Allí es donde señala que, “está claro que unos son libres y otros esclavos por naturaleza, y que para éstos el ser esclavos es conveniente y justo” (1254b-27- 1255a-2).

Del mismo modo, Aristóteles era un convencido partidario de la “colonización”, pues, como él mismo señala citando al poeta, “justo es
que los helenos manden sobre los bárbaros” (1252b3-4). El asunto se zanja
rápidamente, pues, “(…) de nacimiento –señala– algunos están destinados
a obedecer y otros a mandar” (1254a2). El fundamento último de sus afirmaciones lo encuentra el filósofo, tal como lo hará siglos después Gines de Sepúlveda siguiendo su ejemplo, en la naturaleza. Es en ella donde está el origen de las diferencias: unos mandan por naturaleza y otros son súbditos por la misma razón15.

15 “En efecto, en todo lo que consta de varios elementos y llega a ser una unidad común, ya de elementos continuos o separados, aparecen siempre el dominante y el dominado, y eso ocurre en cuanto pertenecen al conjunto de la naturaleza” (1254a-4).

Tan natural es la distinción y jerarquización que, de hecho, lo más “conveniente y justo” que le puede pasar al dominado es ser dominado y al dominante, el dominar16.

16 “De éstos, para uno, es conveniente y justo ser esclavo, y para otro, dominar, y uno debe obedecer y otro mandar con la autoridad de que la naturaleza le dotó, y por tanto, también dominar” (1255b-9-10). Esta opinión será matizada más adelante cuando sostenga que hay distintas clases de autoridad y que si bien es cierto la que se ejerce sobre la mujer se haga “(…) esencialmente en interés de los gobernados (…)” (1278b7). En el caso de los esclavos es diferente. “La autoridad del amo, aunque haya en verdad un mismo interés para el esclavo por naturaleza y para el amo por naturaleza, sin embargo no menos se ejerce atendiendo a la conveniencia del amo, y sólo accidentalmente a la del esclavo (…)” (1278b6).

El helenocentrismo de Aristóteles se pone en evidencia en estos pasajes
de su Política, del mismo modo como el eurocentrismo o hispanocentrismo de Ginés de Sepúlveda impregna toda su argumentación. Una España superior, céntrica, depositaria de todo tipo de virtudes, cuasi perfecta en relación con la cual todo pueblo es pobre, vicioso, opaco. El Nuevo Mundo y sus habitantes están en las antípodas de los españoles: pobres, retrasados, idólatras, simplemente insignificantes, despreciables.

Nótese, por ejemplo, los parámetros que utiliza para “demostrar” la irracionalidad de los indígenas: carecen de ciencia, de escritura, de historia, no tienen leyes escritas. Todas estas son marcas propias de la cultura europea, que se considera el paradigma de perfección.

En el contexto de los etnocentrismos la disparidad sería suficiente argumento para justificar una invasión, una conquista, una guerra. Ya lo había dicho el mismo Aristóteles: “Por eso el arte de la guerra será en cierto modo un arte adquisitivo por naturaleza (el arte de la caza es una parte suya) y debe utilizarse contra los animales salvajes y contra aquellos hombres que, habiendo nacido para obedecer, se niegan a ello, en la idea de que esa clase de guerra es justa por naturaleza”17. 17 1256b-12 [67].

El aristotelismo y etnocentrismo que se percibe en la argumentación de
Sepúlveda son también características que están presentes en los textos de
sus más connotados y famosos críticos: Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas. Es más, los propios contra-argumentos de estos autores demuestran que, de hecho, la estructura argumental de Sepúlveda está plenamente justificada.

Dicho de otra forma, tanto Vitoria como Las Casas siguen siendo aristotélicos, eurocéntricos y colonizadores: en sus argumentos en contra de Sepúlveda es posible observar que lo fundamental del pensamiento de Aristóteles sigue estando justificado y permanece incuestionado y que, por lo tanto, ellos son, en sus propios razonamientos, etnocéntricos y dominadores.
A. Irracionalidad e inferioridad

En la postura de Sepúlveda cristaliza una larga tradición de pensadores que
sostuvieron, antes que él, ideas que apuntaban en la misma dirección. La
irracionalidad de los indios había sido utilizada como argumento en favor
de la conquista y esclavitud; por ejemplo, ya en 1524 por fray Tomás Ortiz,
quien, entre otras cosas, dice de los indios que “son como asnos, abobados,
alocados, insensatos” (López, 1941: 242). A raíz de ello es que, aunque
parezca sorprendente, cuando Ginés de Sepúlveda sostenía esta postura, hacía ya años que había sido puesta en cuestión por Francisco de Vitoria, quien en 1538-39 sostuvo la tesis de que pese a que los bárbaros –también
utiliza esta denominación– están en una posición desmedrada y “(…) se
diferencian muy poco de los dementes”, sin embargo, “ (…) no están totalmente faltos de juicio” (1998: 148).

Esta posición la fundaba en el hecho de que “no son dementes sino que a su manera tienen uso de razón” (82). Algo racionales, aunque no prudentes del todo, para Vitoria los habitantes originarios de América siguen siendo “bárbaros”. El origen de dicha barbaridad no radica, sin embargo, en la naturaleza, sino en una “mala y bárbara educación”, lo que lo distancia del argumento de Sepúlveda. Para Vitoria es, por lo tanto, “dudoso” un título de conquista basado en aquel “principio de caridad”, esto es, en la conveniencia –ya no necesidad– de someter a los bárbaros a la tutela de algún “superior”.

Este autor se da cuenta, además, de que este fundamento se sostiene simplemente sobre la base de “la rudeza que les atribuyen los que han estado allí” (149). Recordemos que ni Vitoria ni Sepúlveda pisan nunca las Indias y toda su información es de oídas; pero al menos en el primero, a diferencia del segundo, se percibe un reconocimiento de los límites de su juicio a causa de ello.

Quien no tiene informes indirectos sino de primera fuente es Bartolomé
de las Casas. Para él los indígenas no son sólo racionales, sino que, como
dice en su tratado Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión, “todos ellos están dotados de verdadero ingenio” (1942: 3), o, como destaca en la Brevísima relación de la destrucción de Indias, “son (…) vivos de entendimiento, muy capaces” (1999: 76). Nada de irracionales tienen los indígenas según el juicio de Las Casas. El objetivo esencial de todo el trabajo del fraile será de hecho, como bien ha escrito Todorov, mostrar que ninguna de las costumbres o de las prácticas de los indios prueba que sean inferiores (1992: 177). La historia se vuelve, por lo tanto, para este autor, Apología. Sus escritos pueden ser leídos como una gran defensa de los indígenas y una denuncia de la injusticia de los conquistadores.

Negada la irracionalidad e inferioridad de los indios, ni la conquista ni la consecuente esclavitud están justificadas, al menos en virtud de este título.
Hay que hacer notar, sin embargo, que por loable que sea la intención y los sentidos de estas argumentaciones de Vitoria y de Las Casas, ninguno de
los dos discute el título de conquista y dominio esgrimido por Sepúlveda: lo que tanto Vitoria como Las Casas discuten es el simple hecho de que en el
caso de los indios no se verifica. Para Vitoria “(…) si todos fueran dementes,
no hay duda de que esto sería no solo lícito sino muy conveniente, y hasta
estarían obligados a ello como si se tratara de simples niños” (1998: 148).

La doctrina aristotélica de que lo inferior debe subordinarse a lo superior,
en que se ampara la argumentación de Ginés de Sepúlveda, no es rebatida
ni por Vitoria ni por Las Casas. Para estos autores ocurre simplemente que
en el caso de los indios no puede hablarse propiamente de irracionalidad,
demencia ni, por lo tanto, de una inferioridad tal que haga indispensable una conquista por la fuerza. Junto a Sepúlveda quedan atrapados sus críticos presa de los mismos prejuicios. Vitoria y Las Casas no rozan siquiera el fundamento argumental de Sepúlveda.

La primera premisa, la premisa universal, queda intacta: los racionales –superiores– debe dominar a los faltos de razón –inferiores–. Sólo la segunda premisa, la particular, es puesta en duda: (tal vez) los indios no son irracionales. Aquí puede encontrarse el fundamento de aquella desafortunada y para algunos tan sorprendente defensa que hiciera en algún momento Las Casas de la esclavitud de los negros. El sacerdote no duda en afirmar que si se necesitan esclavos, debería dejarse en paz a los indios y traerlos de África. Como se ve, la esclavitud sigue estando justificada: los negros sí son irracionales, sí son inferiores18.

18 Para ser justos hay que recordar que Las Casas se desdice de esta posición (Cf.: Mires, 2006: 172). Esto no quita, sin embargo, el hecho de que la sostuvo.

Junto a este aristotelismo algo oculto tras la argumentación de Vitoria y
Las Casas, es posible observar también rasgos evidentes de etnocentrismo.
Cuando Vitoria habla de la “inferioridad de los Indios se debe a su falta de
educación, pues (…) no están totalmente faltos de juicio, (…) a su manera
tienen uso de razón”(1998: 148), el parámetro de comparación es el juicio
y la razón europeos. En un sentido diferente, pero con el mismo fundamento,
cuando la apología que hace Las Casas alude a que los indios tienen
“verdadero ingenio” (1942: 3) y que “son (…) vivos de entendimiento, muy
capaces” (1999: 76), el criterio para sostenerlo es una vez más el ingenio y
el entendimiento europeos.

En ambos casos, ya sea para demostrar que no se está tan lejos o para establecer que se tiene el mismo nivel, lo europeo es utilizado como paradigma, como medida de perfección. Dicho de otra forma, para Vitoria no está justificada la conquista por esta vía, pues los indios, con la correcta educación, podrían llegar a tener un juicio y usar la razón tal como lo hiciera un europeo, y que para Las Casas no lo está, pues los indígenas poseen un ingenio y entendimiento del mismo nivel que el de los europeos. La sobrevaloración de lo europeo es evidentemente un rasgo característico del pensamiento de estos autores.

B. In-humanidad e in-fidelidad

Sus costumbres son inhumanas, sus atentados contra la ley natural; en síntesis, los “pecados” de los indígenas deben ser castigados pues sus almas tienen que ser salvadas aunque sea por la fuerza19.

19 Cabe hacer nota que el argumento de los atentados contra el derecho natural proveía en la práctica de un marco extraordinariamente amplio para la conquista, pues, como señala Fernando Mires, “cualquier señal de resistencia, cualquier gesto de rebelión podía ser visto como un pecado. Cualquier actividad que los indios hicieran podía ofender a Dios” (2006: 67).

Al igual que en el caso de la acusación de inferioridad por irracionalidad, el argumento de la necesidad de una conquista que ponga un punto final a los aberrantes pecados de los indios y, por lo tanto, tienda a la salvación de sus almas, precede a Ginés de Sepúlveda. Entre los autores que sostuvieron esta tesis se puede mencionar a Palacios Rubios, al licenciado Gregorio, a Alonso de Loaysa, a Barrios, a Martín de Valencia, a Soto, a Jiménez, a Reginaldo Morales y a Vicente de Santa María20.
20 Cf.: García, 1984: 67-115. El mismo Francisco de Vitoria menciona entre quienes detentan esta tesis al Arzobispo de Florencia, a Agustín de Ancona, a Silvestre y a Inocencio (Cf.: 1998: 119).

Incluso después de Sepúlveda algunos autores seguirán sosteniendo esta misma tesis para fundamentar la entrada por la fuerza contra los indios. Un ejemplo paradigmático lo constituye fray Pedro de Azuaga, obispo de Santiago de Chile, quien en 1596 sostenía que “(…) la ocupación violenta de Nueva España fue justa por la infidelidad y vicios de los naturales; era necesario castigar la injuria que éstos hacían a Dios con su apostasía. Se trataba de árboles infructuosos que habían de cortarse o quemarse” (Mires, 2006: 66). En el mismo sentido había escrito fray Juan Salmerón en 1584 a Felipe II: “Haber sido la guerra justa por razón de los bestiales pecados que estos indios tenían en destrucción de la naturaleza, matando y sacrificando hombres y por la mayor parte inocentes de lo cual siendo aconsejados y aprehendidos no queriendo enmendarse, pudieron con justo título ser conquistados” (Mires, 2006: 66).

Bartolomé de las Casas dirá al respecto, en primer término, y en un
contexto general, que “todas estas universas e infinitas gentes a todo genero
crió Dios las más simples, sin maldades ni dobleses (…) más humildes,
más pacientes, más pacíficas y quietas, sin rencillas ni bollicios, no rijosos,
no querulososo, sin rancores, sin odios, sin desear venganza, que hay en
el mundo” (1999: 75, 76 y 1957). La Historia de las Indias puede, de hecho,
concebirse como un intento por “(…) escribir íntegra la historia de los acontecimientos de las indias y mostrar cómo eran de verdad sus habitantes” (Pérez Tudela, 1957: CIX). El texto está plagado de alusiones a la mansedumbre y placabilidad de los indios, a la facilidad con que son
atraídos a la fe y las buenas costumbres (Cf.: 1957: 158-159, 161, 163, 175,
183-84, 269, 271-272, 275), a su bondad natural y simplicidad (161, 165,
198, 188-89, 195, 258-259, 275, 359), a su docilidad (171), su humanidad
(268, 275), en síntesis, proponiendo que, como habría escrito Colón, “(…)
en el mundo creo que no hay mejor gente” (195).

Alusiones que, las más de las veces, Las Casas refuerza con una nota al pie de página haciendo hincapié en las correspondientes virtudes. Este esfuerzo, por supuesto, cristaliza en la obra que lleva por nombre Apologética, cuya finalidad, de acuerdo con su autor es, justamente, mostrar que estas indianas gentes “son hombres, de naturaleza bien razonables y bien inclinados”.
Las Casas se referirá a cada una de las imputaciones específicas de inhumanidades: antropofagia, sacrificios humanos, cultos impíos a ídolos.
Acerca de la idolatría de los indios refiere el testimonio del mismo Colón,
quien habría sostenido que “(…) no son idólatras” (171); que, al menos los
indios de la Española, “jamás comieron carne humana ni tuvieron otras
abominaciones que les han levantado” (176). Hay en Las Casas, en primer
término, una negación de la existencia de atentados contra la ley natural
entre los indígenas, y para sostener esta posición alude al testimonio de
autoridad y a su propia experiencia, por lo que se fundamenta, en su mayor
parte, una vez más, en la referencia a la realidad.

Los indígenas no atentan contra la humanidad y si lo hacen es por ignorancia, pues su naturaleza es pura, transparente y están inclinados naturalmente hacia la bondad. De esta forma pretende desmantelar la argumentación de Sepúlveda desde su base empírica, pues ella se sostiene fundamentalmente en la obra de Fernández de Oviedo. Toda ella se sustentaba, según él, en información errada.

Por ello dice que “Dios privó al doctor Sepúlveda de la noticia de todo esto”.
Esta referencia a la “realidad” de una condición naturalmente “virtuosa”
de los indígenas revela algunos problemas en la argumentación lascasiana
ya antes aludidos. Por una parte, está el hecho ostensible de que la imagen
de indígenas “virtuosos” que dibuja Las Casas está confeccionada de acuerdo
con sus propios valores. En otras palabras, lo que trata de mostrar el
dominico es que los indígenas americanos eran espontáneamente “buenos
cristianos”. La imagen idealizada de los indios presentada por Las Casas
consiste, como ha señalado Todorov, en “identificar pura y simplemente al
otro con el propio ideal del yo (o con el propio yo)”. De allí se comprenden
las virtudes “cristianas” atribuidas por doquier a los indígenas. El etnocentrismo de este gesto es evidente: no se les castigaría pues los indígenas son más cristianos que los propios cristianos.

Con eso, por supuesto, no se desmantela en lo más mínimo el argumento de que se pueda hacer la guerra a quien atenta contra la ley natural, pues lo que se dice es, simplemente, que en este caso no se aplica. Al aludir a la virtud concreta de los indígenas, una vez más, no se desestabiliza el que a raíz de los atentados contra el derecho natural se pueda conquistar a un pueblo y someterlo por las armas en vistas de su propia salvación.

Las Casas admite, por lo demás, algunas situaciones límites en donde la
referencia a la “realidad” pierde efectividad. En efecto, en algunos casos se
ve en la necesidad de reconocer la existencia de “pecados imperdonables”
por parte de los indígenas. En este contexto, sin embargo, niega nuevamente
que ello otorgue un fundamento para una conquista, pero la razón que
trae a colación, nuevamente, está lejos de atacar al argumento mismo. La
guerra, señala el dominico, siempre es un mal mayor y por lo tanto siempre es más conveniente no llegar hasta ese límite. Con ello, lo que hace Las Casas es considerar que habría una falta de prudencia, una suerte de desproporción en cuanto a la consecuencia: hacer la guerra sería poco conveniente si lo que se pretende es castigar o alejar a los indígenas del pecado, es decir, salvarlos.

Por sus pecados imperdonables habrían de ser castigados; sin embargo, la Guerra no es el medio adecuado para hacerlo, pues ésta sería un mal mayor. Una vez más el argumento de Sepúlveda permanece, pues lo único que se estaría alterando es que a causa de sus pecados los indígenas deben ser castigados –aunque el castigo debería ser otro–, deberían ser alejados del pecado para salvarlos –aunque la manera debería ser pacífica–.

El punto de Las Casas parece ser sólo un asunto de método: niega la
viabilidad de la guerra y la esclavitud como camino para lograr la salvación de las almas de los indígenas. Sin ir más lejos, Las Casas sostendrá la idea de que el Nuevo Mundo es un antiquísimo e inagotable criadero de almas para el infierno (1957: 369). Almas que deben ser salvadas, pero no se consigue nada con la violencia, sino que sólo será posible mediante la evangelización, cristianización.

La conversión debía ser ganada a través de “la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y la suave moción de la voluntad” (1942), pues, como señala, “(…) si tales verdades se propusieran con arrebato y rapidez; con alborotos repentinos y tal vez con el estrépito de las armas que respiran terror; o con amenazas o azotes, o con actitudes imperiosas y ásperas; o con cualquier otros modos rigurosos o perturbadores, cosa manifiesta es que la mente del hombre se consternaría de terror; que con la grita, el miedo y la violencia de las palabras, se conturbaría, se llenaría de aflicción y se rehusaría, de consiguiente, a escuchar (…)” (41).

Nótese que lo que mueve a Las Casas a eliminar el uso de la violencia en la predicación son argumentos de carácter práctico: es poco eficiente. También Vitoria había previsto esta posibilidad: “Puede ocurrir que con estas guerras, matanzas y expolios más que promover y fomentar la conversión de los bárbaros se obstaculice” (1998: 142). Es por esto que, en vista de ciertas sospechas que tiene de lo que estaría ocurriendo de hecho en la práctica con los indios, advierte: “no sea que lo que de suyo es lícito se convierta en una cosa mala por alguna circunstancia” (143).

Dicha cristianización supone, por supuesto, la anexión al imperio español.
De allí que para Todorov “[h]ay una cosa segura: Las Casas no quiere que cese la anexión de los indios, simplemente quiere que la hagan religiosos en vez de soldados” (1992: 184). “La sumisión, y colonización, se debe mantener, pero hay que llevarlas de otra manera; no sólo ganarán con ello los indios (al no ser torturados y exterminados), sino también el rey y España” (185).

Independientemente de las discusiones acerca de su personalidad y sus posiciones, de la visión contradictoria que se puede encontrar en la literatura acerca de él21, y los problemas que pueden verse en su argumentación, Bartolomé de las Casas ha pasado a la Historia como el gran defensor de los Indios, título que indesmentiblemente le pertenece por derecho: hará de la lucha contra la esclavitud de los indios el objetivo de su vida22.

21 Cf.: O’Gorman, 1993, y Menéndez Pidal, 1963.
22 En este punto habrá que poner de manifiesto que Las Casas no fue el único defensor de los indios, su posición no era una postura aislada sino compartida por otros autores pertenecientes a lo que Fernando Mires ha llamado la “Inteligentzia clerical-indigenista” que parece haber constituido una suerte de “movimiento ideológico” o casi un “partido”, según este autor (Cf.: Mires, 2006, 142ss).

Vitórico Muñoz R. ha escrito con razón que “nunca, ningún otro autor que se ha referido a Nuestra América ha escrito con sangre y tinta, apasionada actitud y serena argumentación, emotiva defensa y horrorosa denuncia, los usos, abusos, estropicios, muerte y desolación que los españoles u otros semejantes realizaron sobre el Nuevo Mundo” (1999: 92). El reconocimiento de esta grandeza, sin embargo, no puede borrar el hecho evidente que la anexión de los indígenas al imperio español nunca fue criticada ni puesta en tela de juicio por el santo.

2. INJURIA Y GUERRA JUSTA

A juicio de Francisco de Vitoria el fundamento general de toda guerra que pueda ser calificada de “justa” y, por lo tanto, también de la guerra de conquista, es el haber recibido una “injuria” (1998: 173-175). Dicha injuria es la que permitiría, pese a reconocer ciertos límites23, lícitamente el dar muerte a los enemigos tanto durante como una vez terminado el combate si se lo estimara necesario para conseguir la paz y la seguridad (200-204), despojarlos de sus bienes (197) y reducirlos a la “cautividad y servidumbre” (199-200).

23 Entre los límites está el dar muerte a inocentes (niños y mujeres) directa e intencionadamente. Sobre este asunto Vitoria hace una serie de distinciones (Cf.: 193-197).

Una vez vencido el enemigo y terminada la guerra justa, el vencedor
puede retener lo conquistado –ya sean bienes muebles o inmuebles–, lo
que no significa, sin embargo, que el saqueo esté necesariamente permitido
(205-209); puede, a su vez, imponer tributo a los enemigos vencidos (209)
e incluso, en algunos casos justificados, llegar a deponer a los príncipes enemigos y reemplazarlos por otros o apoderarse directamente del gobierno
(210). La guerra para Vitoria es siempre claramente una conquista.

En efecto, si se considera la pregunta por las razones por las que se levantan las armas contra alguien, por una parte, la respuesta de Vitoria es, como se dijo, el haber sido injuriado. Al abordar la pregunta acerca de la finalidad que se persigue con ello, por otra parte, la respuesta, de acuerdo con Vitoria, es el afán de castigar y escarmentar a quien nos ha ofendido. Hacerle la guerra a quien nos ha ofendido está considerado, por lo tanto, como un castigo, de allí que el ofensor deba pagar con sus bienes, incluso con su libertad.

Se trata de un castigo que tiene como fundamento principal la revancha,
la venganza. Castigo que puede –incluso tal vez debe– ser impuesto por la fuerza de las armas, mediante una violencia justificada; una violencia como la de la ley. El castigo impuesto será, como se ve, el ser conquistado, saqueado, esclavizado. Esta causa justa de la guerra –ser víctima de injuria– tiene en Vitoria su desarrollo en una serie de “justos títulos de conquista”24.

24 Es importante recordar que Vitoria se encarga de enumerar y desautorizar a un grupo no menor de títulos de conquista a los que llama “Títulos no legítimos de la dominación”. Éstos son: (1) que el emperador sea el señor del mundo y por lo tanto tenga derecho a ocupar y tomar posesión de los territorios de los bárbaros (pp. 87-96), (2) que el Papa sea señor del orbe, incluso temporal, por lo que pueda constituir como príncipes de los bárbaros a los reyes de España e imponerlos por la fuerza de existir oposición (pp. 96-105), (3) que las tierras descubiertas, pese a estar habitadas, sean de quien las encuentra (105-106), (4) que en caso de que los bárbaros se nieguen a recibir la fe, pese a habérseles propuesto y rogado insistente y pacíficamente, se le pueda obligar con violencia, mediante la guerra y el terror, a aceptarla, despojándolos a la vez de sus bienes (106-118), (5) que a causa de los pecados mortales de los bárbaros, que atentan contra la ley natural, deban ser atacados con las armas y sometidos por la fuerza (118-122), (6) que puesto que los bárbaros mismos han aceptado libre y voluntariamente ceder sus derechos a los españoles, éstos se harían dueños y señores (123), (7) que Dios hubiera condenado a los bárbaros por sus abominaciones y los haya entregado en manos de los españoles (123-124).

Se trata de situaciones puntuales en que, a su juicio, se da efectivamente una injuria que justifica o legitima la guerra de conquista: la violación del principio de la sociedad y comunicación natural: libertad de tránsito, de comercio, de participación de los bienes comunes, acceso a la ciudadanía (129-139); la resistencia al derecho de propagación de la fe cristiana, esto es, de predicar anunciar el Evangelio (139-143); la opresión y terror ejercido sobre los conversos para que vuelvan a la idolatría (143); la liberación de los cristianos conversos que se encuentran bajo el yugo de un señor infiel (144-145); la defensa de los inocentes que se encuentran bajo la tiranía y la opresión (145-146); la de proteger a quienes libre y voluntariamente eligen subordinarse al rey de España (146); la de defensa de los amigos y los aliados (147).

A. Defensa y protección de los nuestros

En la dinámica de la defensa, de la protección y de la liberación se mueven
la gran mayoría de los Justos Títulos de Vitoria (4, 5, 6 y 7). No todo ellos
se refieren, sin embargo, a los mismos sujetos que han de ser defendidos,
protegidos o liberados: unos aluden a los conversos, otros a los oprimidos y
otros a los súbditos voluntarios, amigos y aliados. No todas las situaciones,
por lo tanto, son iguales, sin embargo, en principio se podría afirmar que la
dinámica argumental –si se le puede llamar de esa forma– es la misma en
todos los casos.

Estos títulos tienen en común el hecho de que quien ha sido injuriado –el converso, los oprimidos, los súbditos voluntarios, los amigos y los aliados– no es a quien se le otorga el derecho de reaccionar ante dicha injuria. Quien toma venganza no es el ofendido. En todos los casos los injuriados son indígenas, indígenas que se han vuelto cristianos, que están siendo tiranizados por sus reyes, que han aceptado someterse al imperio español o que se declaran amigos o aliados de éstos. No son ellos, sin embargo, los que de acuerdo con estos títulos adquieren el derecho de reaccionar frente a la injuria que se les ha infringido. Son los españoles quienes adquieren un justo título para hacer la guerra y conquistar a aquellos que, sin haberlos injuriado en lo más mínimo, sin embargo, sí lo habrían hecho con los conversos, con los oprimidos, los súbditos voluntarios, los amigos y los aliados. Se puede observar que aquí opera una suerte de traspaso de derecho desde los ofendidos hacia los vengadores.

Se podría sostener, con Vitoria, que aquel que ha sido injuriado tiene un justo título para reaccionar; incluso se podría afirmar que tiene derecho para hacerlo con la fuerza de las armas si la injuria así lo amerita. De eso se trata la “legítima defensa”, pero en estos casos que Vitoria trae a colación no es el injuriado mismo quien adquiere el justo título de reacción, sino los
españoles. Sólo por esta simple razón es que no se puede hablar de estos
títulos como si se tratara de “legítima defensa”, puesto que, como es bien
sabido, ella tiene requisitos taxativos muy estrictos, el primero de los cuales
es que sea el ofendido, el injuriado, quien en justicia se defienda del agresor,
del injuriador, y éste no es el caso en ninguno de los títulos de Vitoria ahora
analizados.

Hay, sin embargo, en casi todos los casos mencionados por el autor un vínculo, una ligazón entre el injuriado y los españoles: el compartir la fe cristiana, el ser súbditos del rey, el ser amigo o aliado. Esta vinculación
podría, en principio, servir para explicar que los españoles tengan el
derecho a intervenir. Un caso que en principio parece algo diferente es el
de los oprimidos, pues allí no hay vínculo evidente –fuera del hecho de ser
humanos–, sin embargo el desamparo de quien no puede defenderse por sí
mismo permitiría operar el traspaso del derecho a la reacción hacia quien
sí tiene el poder de hacerlo.

Este último caso permite constatar que en todas estar situaciones de
defensa lo que ocurre es que el español adquiere el derecho a intervenir
porque el sujeto que es víctima de una injuria no puede defenderse con
sus propias manos. Dicho de otra forma, se trata en todos los casos, en el
fondo, de uno y el mismo título: defensa del abusado, del injuriado, del
oprimido, del violentado, que no puede defenderse por sí mismo. Defensa
que se haría especialmente vinculante porque o bien se trata de cristianos
igual que los españoles, o porque se han declarado libremente súbditos de
la corona, o porque son amigos o aliados del imperio español o, simplemente,
porque son seres humanos que no pueden defenderse de los abusos
de que son objeto.

Como sea, sin embargo, el título de fondo sigue siendo siempre el mismo: “defensa de los débiles”. Dicha menesterosidad estaría en el fundamento del derecho que tendrían los españoles para intervenir en los asuntos de los indígenas. Con esto se estaría respondiendo a la pregunta que planteara Fernando Mires: “¿de dónde provenían los derechos de los españoles para inmiscuirse en los asuntos internos de otras naciones?” (Mires, 2006: 72). Lo que hace Vitoria con estos títulos es establecer excepciones para lo que se conoce hoy en derecho internacional como el principio de “no intervención”.

La soberbia del autodenominado civilizado se pone de manifiesto aquí con toda nitidez. Tzvetan Todorov ha puesto claramente de manifiesto que la reciprocidad en este caso desaparece, pues aquí los españoles son “quienes
decidieron el sentido de la palabra ‘tiranía’, y eso es lo esencial. Los
españoles, a diferencia de los indios, no son solo parte, sino también juez,
puesto que ellos determinan los criterios según los cuales se habrá de emitir
el juicio” (192-161). Los españoles son los que deciden, de hecho, en qué
momento y de qué forma se ha cometido una injuria contra los indígenas
–sean cristianos o no lo sean, sean amigos o no, sean súbditos o no– que
amerita una intervención armada de su parte.

Una vez más nos encontramos frente a un eurocentrismo, un hispanocentrismo flagrante: son los españoles quienes deciden, por los indígenas, cuando han sido ofendidos, y son ellos los llamados a tomar las acciones correspondientes, esto es, la venganza por medio de la guerra de conquista.

B. Sociedad y comunicación natural

El primero de los “Justos Títulos” para la conquista de Vitoria, el llamado
“de la sociedad y comunicación natural”, es, sin duda, de un tremendo alcance. No en vano ha pasado a constituir uno de los pilares del Derecho
Internacional moderno. Este título se refiere a la existencia y eventual violación de cuatro derechos que le deben ser reconocidos a los españoles (nótese que Vitoria se refiere sólo a los españoles como depositarios de estos
derechos): (1) el de “recorrer” los territorios de los bárbaros y permanecer en ellos (129), (2) el de “comerciar” con los bárbaros (132), (3) el de participar de los bienes comunes de los bárbaros (133) y (4) el de ciudadanía
(134-135).

El presupuesto de funcionamiento del título y, por lo tanto, su límite –en esto Vitoria será majadero– es que se dé “sin daño alguno para los bárbaros” (129), “sin injusticia ni daño” (130), “sin perjuicio para su patria” (132), “sin daño para los ciudadanos” (132), “con tal de que no se perjudique a los ciudadanos y naturales del país” (134). Los españoles tendrán que “demostrar por todos los medios que no vienen a hacerles daño, sino que quieren residir allí pacíficamente y recorrer su territorio sin daño alguno para ellos” (136).

Muy bien los derechos de paso, de establecimiento, de comercio, de participación y ciudadanía, pero siempre y cuando ellos no impliquen perjuicio alguno para los indígenas. Los conquistadores deberán demostrar “por todos los medios” con “razones y argumentos”, “no solo con palabras sino con hechos” que es así, de lo contrario los derechos no serían exigibles.

La injuria que daría paso a una guerra justa se basa, de acuerdo con Vitoria, en estos dos supuestos: la existencia de los derechos y la falta absoluta de daño y perjuicio. Allí reside la injuria ejercida contra el extranjero que simplemente pretende transitar, instalarse o participar sin que ello implique ninguna consecuencia negativa para la nación receptora. “(…) los bárbaros, al prohibir a los españoles el ejercicio del derecho de gentes, les hacen injurias; luego si fuera necesario hacer la guerra para obtener su derecho, puede lícitamente hacerla” (136).

Aunque Vitoria sólo se refiere a los derechos de los españoles respecto de los “bárbaros” (sólo a modo de ejemplo menciona el caso de la relación entre España y Francia), los derechos a los que hace alusión podrían eventualmente tener valor universal como normas de derecho internacional. Si este derecho de la sociedad de las comunicaciones esbozado por Vitoria tuviera una validez universal, sería indispensable, sin embargo, una total “reciprocidad”, esto es, que los derechos se los reconocieran mutuamente españoles e indígenas.

Si se tratara de un derecho universalmente válido, de hecho, todo pueblo, cada pueblo tendría el derecho al que Vitoria alude. En su discurso no hay pasaje alguno, sin embargo, en que el autor se refiera a que los españoles les reconozcan a los indios el derecho de paso, de permanencia, de participación y nacionalidad.

La razón que podría esgrimirse para fundamentar esta falta de reconocimiento,
para continuar en la lógica de Vitoria, es el posible daño o perjuicio que ello ocasionaría a España, a los españoles, a su comercio, etc. El bien de España está primero. Con ello se salva la universalización del principio vitoriano, pero se ponen las bases para un nuevo problema: el del titular del derecho. Ahora bien, si España puede justamente expulsar a un extranjero, negarle el derecho a instalarse y participar de sus bienes comunes, si puede limitar el derecho a la nacionalidad amparada en el argumento de que la perjudicaría, entonces es España la que determina si un extranjero atenta o no contra ella, si es un peligro, si debe evitar que traspase siquiera sus límites.

En este mismo esquema, no importa cuantos gestos haga el bárbaro para demostrar que su intervención sería inocua, que tiene intenciones pacíficas,
que su permanencia no afectará en nada la marcha normal del país, podrá echar mano de “razones y argumentos”, de “palabras y de hechos”, pero si los españoles lo juzgan potencialmente dañino le negarán con todo derecho, para usar una terminología más contemporánea, la visa. Quien evalúa la inocencia e inocuidad de un extranjero, por lo tanto, es el país receptor, para nuestro caso, los habitantes de las Indias y no los españoles.

¿Por qué habría de constituir una injuria, por lo tanto, el que los indígenas
limiten el ejercicio de estos derechos a los españoles? Los conquistadores
pueden hacer todos los gestos que quieran para demostrar su “buena fe”;
quienes deben juzgar si ello es ajustado o no a la realidad son los indígenas
y no los españoles, por lo que tienen todo el derecho, todavía en el marco
de la argumentación vitoriana, de negarles el derecho a pisar siquiera su
territorio, sin que ello constituya, ahora en contra de Vitoria, una injuria,
sino simplemente el ejercicio de su derecho de soberanía.

En todo caso, este título de Vitoria –así lo ponen de manifiesto los relatos
de Bartolomé de las Casas y otros– da cuenta de una enorme inocencia
o ceguera, pues de hecho los españoles que llegan al Nuevo Mundo no
tenían para nada la intención de no afectar la situación encontrada, ya sea
por medio de las armas en busca de riquezas o mediante la evangelización
en busca de nuevos feligreses (139).

Su permanencia no pretendía ser, en ningún caso, inocua, y les correspondía a los habitantes originarios evaluar como positivo o negativo ese cambio que venían a provocar los extranjeros. Es perfectamente posible, y ajustado a la argumentación vitoriana, el sostener que los indígenas podían considerar dañina la presencia y el paso de los españoles por sus tierras –tanto de los conquistadores como de los evangelizadores– y por lo tanto, tenían pleno derecho de negarles la entrada a las tierras americanas.

Finalmente, la argumentación de Vitoria, aludiendo a todos sus títulos, se diluye al ser contrastados con la realidad de lo ocurrido en el Nuevo
Mundo. La pregunta que podría plantearse es: ¿dónde está la tremenda
injuria que los indígenas habrían cometido contra los cristianos que justifica la conquista y la esclavitud, la destrucción y el horror de un genocidio?

Antes bien, fueron los indios quienes luego de abrir su tierra, sus casas y
sus corazones a los recién llegados, fueron ofendidos, agraviados, asesinados.
Bartolomé de las Casas escribía que “(…) nunca los indios de todas las
Indias hicieron mal alguno a los cristianos, antes los tuvieron por venidos
del cielo, hasta que primero, muchas veces, hubieran recibido de ellos o sus
vecinos muchos males, robos, muertes, violencias y vejaciones de ellos mismos” (1999: 79). La causa justa se desplaza, por lo tanto, tal como lo viera
Las Casas, hacia los indios. “(…) y sé por cierta e infalible ciencia, que los
indios tuvieron siempre justísima guerra contra los cristianos, y los cristianos,
una ni ninguna nunca tuvieron justa contra los indios” (88 ).

CONCLUSIONES

Son varios los aspectos de la llamada “filosofía de la conquista” que se han
querido destacar en este trabajo. En primer lugar, el hecho que aunque hay
autores que sustentan posiciones diferentes, incluso antagónicas, todas
comparten, sin embargo, la idea de que los indígenas deben ser
incorporados al mundo europeo, a su cosmovisión, a su religión, que deben ser civilizados y evangelizados. Ni la corriente más extremadamente esclavista e imperialista representada tan claramente en el pensamiento de Juan Ginés de Sepúlveda, pero tampoco la visión indigenista encarnada en la
reflexión de Bartolomé de las Casas, eran, de hecho, anticolonialistas.

El destino de vasallaje, de subordinación de los indígenas al imperio nunca estuvo realmente en discusión. La “filosofía de la conquista” se sustenta sobre las dicotomías civilizados-bárbaros, y cristianos-infieles. Dicotomías que se concretizan en una evidente sobrevaloración del modo de vida español y una minusvaloración de la de los habitantes originarios de América. La “filosofía de la conquista” constituye, en realidad, un intento por fundamentar la legitimidad del domino español sobre las Indias, por justificar el gesto radical e indetenible de hacer de América otra España.

Desde esta perspectiva es eminentemente una filosofía hegemónica, una filosofía “para” la conquista. Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas, aunque difieren radicalmente en sus postura, tienen en común el eurocentrismo y el colonialismo; el convencimiento de la superioridad del mundo europeo-cristiano y de una inferioridad de los indígenas, para los cuales el camino de la colonización y la evangelización es un ascenso, un evidente mejoramiento, la ruta hacia la civilización y el reino de Dios.

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De la «parusía» de los dioses a la «invasión «

Tercera parte
De la “invasión “ al “des-cubrimiento” del Otro

En esta Tercera Parte tomamos, decidida y metódicamente, la “otra”
perspectiva en la “interpretación” -es decir, es una hermenéutica desde
“el Otro”- de 1492. Dicha fecha deja de ser ahora un momento histórico y deviene un acontecer “mítico”, por ello profundamente racional pero revestido del doble sentido del símbolo, de la metáfora1.

1 Véase en Paul Ricoeur la rica significación de la “metáfora” en su obra La métaphore vive, Seuil, Paris, 1975.

“1492” deviene el comienzo de un “discurso”, aun de un “texto” (en el
caso de los mayas o aztecas), que queremos describir en su “sentido”.
Esto es lo que no se ha podido entender: el “descubrimiento” como
“invención” de la Europa Occidental acontece en el movimiento hegeliano Oriente-Occidente (Asia, Medio Oriente, Europa, Océano Atlántico hacia América) y como reconocimiento y control de un continente
situado en el Atlántico entre Europa y el Asia.

En nada queremos disminuir la importancia de este hecho, y le hemos dedicado la Primera Parte de estas Conferencias. Pero lo que no se quiere ver es que en el movimiento Occidente-Oriente (Medio Oriente, Asia, Océano Pacífico hacia América), que es el de nuestros indígenas, “1492” deviene un acontecer mítico, metafórico, el de la “Parusía” de dioses desconocidos (primera figura, Gestalt), que descubiertos después como humanos se transforman en bestiales “invasores” (segunda figura, y con ella se suplanta el mito sacrificial azteca, por ejemplo, por el mito sacrificial de la Modernidad).

Desde el “mundo” indígena se comprenderá que se ha consumado el “fin del mundo” (tercera figura). Todo el “sentido” de “1492” desde el mundo indígena (que será diacrónico, porque comenzando en 1492 en las islas caribeñas del Atlántico no se ha cumplido aún en algunas tribus y clanes del Amazonas en 1992; por lo tanto, éstos están hoy antes del 1492 mítico) tiene, es evidente, un “sentido humano”, que puede ser descrito racional y hermenéuticamente.

Esa” otra” interpretación es real y debe ser objeto de estudio. Que no
sea el “descubrimiento” de un continente, globalmente, como para la
mirada moderno-europea: ¡es evidente! Pero que sea una interpretación
humana y de extrema importancia hasta nuestros días, porque nos revela la vigencia sacrificial del “mito de la Modernidad” en la periferia, es lo que se les ha escapado a muchos, desde un eurocentrismo dominante -en Europa, en Estados Unidos, en América Latina y otras partes del Mundo Periférico.

Conferencia 7
De la “parusía” de los dioses a la “invasión “

“In teteu inan in tetu ita, in Huehuetéutl [Madre de los dioses, Padre de los dioses, el Dios viejo]1, yaciendo2 en el ombligo de la Tierra, metido en un encierro3 de turquesas. El que está en las aguas color de pájaro azul4, el que está encerrado en nubes5, el Dios viejo, el que habita en las sombras de la región de los muertos6, el señor del fuego y del año”.
(Canto a Ometéotl, el ser originario de los tlamaltinime aztecas)7.

1 El “Dios viejo” es Omotéotl, principio originario dual: Madre-Padre, como el “Alom-Qaholom” (Madre-Padre originario) de los mayas. Véase Popol-Vuh (FCE, México, 1990, pp. 23 y 164). Es la “divina dualidad” originaria (que nos recuerda los “gemelos” de todas las otras culturas americanas, desde las praderas norteamericanas, hasta el Caribe, el Amazonas y hasta la Tierra del Fuego). El principio dual en Heráclito indicaba lo mismo.
2 Este “estar tendido”, “descansando”, “yaciendo”, da la idea de estar debajo, fundamentar, ser la última referencia, en el sentido del Absoluto como fundamento (als Grund, para el Hegel de la Lógica Mayor y Menor). “Estar yaciendo (ónoc)” como fundamento del universo es darle su “verdad”.
3 Sería el concepto del “en sí (in sich)”.
4 El Océano, los mares del Norte y del Sur del imperio azteca.
5 El cielo “de arriba”, ya que las mismas aguas “de abajo”, de los Océanos, se continúan en el cielo, como las aguas de arriba.
6 “El abajo”, el reino que cierra la trilogía: Cielo-Tierra-Hades, como en los cultos de la Mesopotamia. Ese abajo (topan mictlan) era la “región de los muertos”, que debe distinguirse de Tllocan o el paraíso de los justos.
7 Citado de Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl, UNAM, México, 1979, p.93.

Deseamos exponer el “sentido de 1492” -que no es otro sino “la
primera experiencia de los europeos modernos”- desde el “mundo” de
los aztecas, ya que la conquista propiamente dicha comenzó en México.
Nos referiremos a otras culturas en algunos casos para sugerir otras exposiciones, sabiendo que son sólo pocos ejemplos entre los muchos posibles y sólo valen a manera de mera “indicación” de la problemática. Además, y en vista de continuar un diálogo intercultural iniciado en 1989 en Freiburg8, me referiré en primer lugar a la existencia del pensamiento reflexivo abstracto en nuestro continente.

8 Con Karl-Otto Apel hemos dialogado en México en 1991 sobre la existencia o no de la filosofía en la protohistoria americana anterior a la llegada de los europeos, y sobre la posibilidad o no de una Aufklärung (Ilustración), al menos en el sentido jasperiano de la “Edad eje (Achsenzeit)”.

7.1. El “tlamatini”

Entre las culturas nómadas (primer grado) o de plantadores aldeanos
(como la de los guaraníes) no había diferenciación social suficiente
para que se distinguiera una función tal como la del “filósofo“9.

9 Aquí en el sentido griego originario, de “amante de la sabiduría” y por lo tanto filósofo-teólogo actual, antes de la secularización, producto del cristianismo (que transforma desde el siglo III d. C., al filósofo en un noteólogo cristiano).

Mientras que en las culturas urbanas se perfila claramente esa figura
social. Leemos en los Comentarios reales de los incas de Garcilaso
de la Vega:
“Demás de adorar al Sol por dios visible, a quien ofrecieron sacrificios
e hicieron grandes fiestas […], los Reyes Incas y sus amautas, que
eran como filósofos [comenta Garcilaso de la Vega], rastrearon con
lumbre natural al verdadero sumo Dios y Señor Nuestro, que crió el
cielo y la tierra […] al cual llamaron Pachacámac: es nombre compuesto
de Pacha, que es mundo universo, y de Cámac, participio presente
del verbo cama, que es animar, el cual verbo se deduce del nombre
cama, que es alma. Pachacámac quiere decir el que da ánima al mundo
universo, y en toda su propia y entera significación quiere decir el
que hace con el universo lo que el ánima con el cuerpo […] Tuvieron
al Pachacámac en mayor veneración interior que al Sol, que, como he
dicho, no osaban tomar su nombre en la boca […] y por esto no le
hacían templos ni le ofrecían sacrificios, más que lo adoraban en su
corazón (esto es, mentalmente) y le tenían por Dios no conocido“10.

10 Libro II, cap. 2; Editorial Universo, Lima, t. I, 1967, p. 74. El Inca Garcilaso
agrega poco después: “El cual, en decir que el Dios de los cristianos y el
Pachacámac era todo uno” (Ibíd., p. 75). Critica la interpretación de Pedro
de Cieza, que “por ser español no sabía la lengua tan bien como yo, que soy
indio Inca” (Ibid., p. 74).

Los “amautas” tenían funciones propias en el Imperio, y proponían
a Pachacámac (de la costa del Perú) o Illa-Ticsi Huiracocha Pachayachic
(Esplendor originario, Señor, Maestro del Mundo) como el principio
primero del universo. Entre los aztecas tenemos más testimonios:
el “tlamatini”11 tiene una definición social mucho más
clara.

11 Viene de “mati”: él sabe, él conoce; “tla”: cosa o algo; “ni”, que da carácter
sustantivado: el que sabe. “Tlamatini”: el que sabe algo.

Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de
Nueva España, en el libro X, cuando habla de los oficios, después de
describir al carpintero, cantero, albañil, pintor y cantor, se refiere al
tlamatini12.
12 Cap. VII; Ed. Porrúa, México, 1975, p. 555. Cabe destacarse que el “pintor” es un oficio principal, ya que también pintaba los códices sagrados; lo mismo el cantor, que deberá entonar el “canto” -en el sentido que hemos visto entre los guaraníes, pero ahora ritualizado con un esplendor sin medida mayor que en los sencillos y pobres pueblos de las selvas tropicales.

De manera que había clases, funciones y oficios perfectamente definidos. Los gobernantes, los jueces, los guerreros, los sacerdotes, y, específicamente delimitado, los “sabios” Sahagún escribe al margen del manuscrito: “filósofos”, de los cuales Fernando de Alva Ixtlizóchitl nos dice:

“Los filósofos o sabios que tenían entre ellos (los aztecas) a su cargo pintar todas las ciencias que sabían y alcanzaban y enseñar de memoria todos los cantos que conservaban sus ciencias e historias” (13).

13 Obras históricas, México, t. II, 1892, p. 18. En Colloquios y Doctrina Christiana (Sterbende Götter und Christliche Heilsbotschaft, editada por W. Lehmann, Stuttgart, 1949, pp. 96-97), leemos, después de describir la función de los que gobiernan, de los sacerdotes y los astrónomos, una quinta función social: “Los que están mirando, los que cuentan, los que vuelven ruidosamente las hojas de los códices, los que tienen en su poder la tinta negra
y roja y lo pintado; ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino”. Es el tlamatini.

Del “tlamatini”, que eran educados en el Calmécac (escuela de sabios
escrupulosamente reglamentada)14, tenemos una espléndida
definición.
14 Argumento éste fuerte para mostrar la existencia de una filosofía azteca.

León Portilla va indicando el profundo sentido de cada palabra en náhuatl; nosotros nos referiremos a alguna de ellas solamente:
“El tlamatini, una luz, una tea, una gruesa tea que no ahuma15.
15 Al no ahumar es clara, transparente, lúcida.

Espejo horadado, un espejo agujereado de ambos lados16.
16 Los dioses miraban a través de un agujero a la tierra; pero también miraban los cielos los astrónomos por un objeto horadado. “ Agujereado de ambos lados” significa descubrir el sentido de lo humano desde los dioses y de los dioses desde lo humano.

Suya es la tinta negra y roja […]. El mismo es escritura y sabiduría. Es camino y guía veraz para otros […] El sabio verdadero es cuidadoso y guarda la tradición. Suya es la sabiduría trasmitida, él es quien la enseña, sigue
la verdad17.

17 Verdad: “Neltiliztli”, de la raíz “nelhuáyotl: cimiento, fundamento (como el
“fundamento de la palabra” guaraní); y también de “tla-nél-huatl”: raíz. “Podemos
concluir que la preocupación náhuatl al inquirir si algo era verdad o estaba de pie [como entre los guaraníes], se dirigía a querer saber si había algo fijo, bien cimentado, que escapara al sólo un poco aquí, a la vanidad de las cosas que están sobre la tierra (tlaltícpac), que parecen un sueño” (León Portilla, Op. cit., p. 61). Es toda la cuestión de la “fundamentación”: “¿acaso son verdad los hombres? Por tanto ya no es verdad nuestro canto. ¿Qué por ventura está en pie?” (Ms. Cantares mexicanos, folio 10, v.; León
Portilla, Ibíd., p. 327).

Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Hace sabios los rostros de los otros18, hace a los otros tomar un rostro, los hace desarrollarlo […] Pone un espejo delante de los otros19 […] Hace que aparezca su propio rostro […] Aplica su luz sobre el mundo20 […] Gracias a él la gente humaniza su querer21 y recibe una disciplinada enseñanza” (22, pág. 113).

18 “Teixtlamachtiani”: el que hace rico o comunica algo a otro. “Ix” (de “ixtli”): cara, rostro; “te”: el otro. El “rostro” o “cara” es el ser del otro. La expresión “teixicuitiani” es aún más poderosa en expresión: hace tomar
“rostro” propio a los otros (los personaliza, individualiza). Y, por último:
“teixtomani”, hace desarrollar el rostro del otro. Una persona “sin rostro”
significa que es ignorante, que va a la deriva, que no descubre sentido en
nada ni en sí mismo. “Tiene rostro” el educado, el que puede descubrir un
sentido crítico que trasciende el mero tlalticpac (“sobre la tierra”, lo
efímero, lo “fenoménico”, la “doxa” platónica): “como en sueños”. Toda la
sabiduría consiste en sobrepasar el tlaltipac (lo terrestre) para pasar a “1o
que nos sobrepasa” (topan mictlan), lo trascendente. Existe aquí una “Ilustración (Aufkärung)” explícita. Estamos, al menos, en el nivel de los poemas de Parménides y los oráculos de Heráclito. Es decir, en el “Achsenzeit” jasperiano, como entre los Presocráticos. León Portilla lo prueba abundante y profundamente, y sus argumentos podríamos desarrollarlos ampliamente, pero en razón del corto espacio de estas Conferencias no podemos hacerlo.
19 “Tetezcaviani”: de “tezcatl” y “tezcavia”, poner un espejo a los otros. El
“espejo” es explícitamente la reflexión crítica, lo “especulativo”, el poder
mirarse a sí mismo, el superar el sin-sentido. El “tlamatini “ pone entonces
un espejo ante el rostro del otro, para que se descubra, para que lo reconstruya,
para que lo desarrolle…
20 Mundo es un concepto fundamental: “cemanáhuac”: es el anillo completo
del agua; de “cem”: enteramente, todo; “a(tl)”: agua; “náhuac”: anillo. Es todo el “mundo”, México, desde el Mar del Norte (el Caribe, Atlántico) hasta el Mar del Sur (Pacífico). El Océano (“teóatl”) es el agua divina, que se junta con el cielo (“ilhuicaatl”), también agua divina, porque ambas son idénticas. (Véase Eduard Seler, Gesammelte Abhandlungen zur Amerikanischen Sprach undAltertumskunde, Ascher und Behrend, Berlín, t. IV, 1923, p. 3). “ Aplica su luz sobre el mundo” significa entonces: observa y descubre con su luz, su inteligencia, el misterio o el aspecto del mundo. “Tla-iximantini”: que por su rostro-aspecto conoce a las cosas.
21 “Itech netlacaneco”. De “ne-tlaca-neco”: “-neco” (él es querido), “tlácatl”
(ser humano), “ne-” (prefijo impersonal). Es decir, “es querida humanamente
la gente” gracias a él (“itech”). De otra manera, humaniza, hace civilizada, educada, hace moralmente sostenible el querer, el amor. Se trata de
la delicadeza de la subjetividad, del trato paciente, humilde, profundo, solidario.
22 León Portilla, La filosofía náhuatl, pp. 65-74.

Tan importante como la descripción positiva del sabio es la negativa, la del “falso sabio“23, lo que nos confirma en la opinión de que había un pensar no meramente “mítico”, sino estrictamente “conceptual” aunque en base a metáforas (metáforas conceptuales24 y no meramente símbolos míticos).
23 Entre otras facetas: “Hechicero que hace volver el rostro del otro (teixcuepani)”;
es decir, en vez de mostrarle al otro su rostro para que lo pueda realizar,
le muestra la nuca, no puede ver su rostro. Podríamos decir que los
europeos en el “descubrimiento” de América sólo vieron “un rostro vuelto
hacia atrás” (en-cubierto). O “hace perder su rostro a los otros (teixpoloa)”
(León Portilla, Op. cit., p. 73).
24 “Todos los cantares de éstos son compuestos por unas metáforas tan oscuras que apenas hay quien las entienda, si muy de propósito no se estudian y platican para entender el sentido de ellas. Yo me he puesto de propósito a escuchar con mucha atención lo que cantan y entre las palabras y términos de la metáfora, y paréceme disparate y, después, platicando y conferido, son admirables sentencias, así en lo divino que agora componen, como en los cantares humanos que componen” (Diego Durán, Historia de las Indias
de Nueva España e islas de Tierra Firme, Porrúa, México, t. I,1967, p. 21).
Un elemento a tenerse igualmente en cuenta es la existencia de una
institución social: el Calmécac, escuela de momachtique (estudiantes).
Allí los jóvenes, que dejaban sus familias desde los seis a nueve años
para integrarse a la “comunidad” (lcniuhyotl), tenían una vida absolutamente
reglamentada25, cuyo centro consistía en los “diálogos” o las “conversaciones” entre los sabios (Huehuetlatolli)26.
25 “Limpiaban la casa todos a las cuatro de la mañana […] La comida que
hacían la guisaban en la casa de Calmécac […] Cada media noche todos se
levantaban a hacer oración, y al que no se levantaba y despertaba, castigábanle
punzándole las orejas, el pecho, muslos y piernas” (B. de Sahagún,
Historia general de las cosas de Nueva España, México, 1829, t. I,
p. 327).
26 En náhuatl un “tratado filosófico” debería traducirse por “diálogo” o “conversación”
como los Diálogos platónicos, que, esencialmente, eran
“Teutlatolli”: “discursos acerca de la divinidad”. Tenían sus reglas del discurso,
su método argumentativo, su articulación necesaria.

El fruto de la enseñanza era el conocer “la sabiduría ya sabida” (momachtique), para con ella poder articular una “palabra adecuada” (in qualli tlatolli), con disciplina retórica (como en la Academia o el Liceo), que se articulaba en la obra mayor del Calmécac: la “flor y canto” (in xóchitl in
cuícatl)27, que proferida de viva voz o por escrito en los códices(amates), eran recitados o cantados con o sin música, en ritmo y aun en danza; era el “lugar” por excelencia de comunicación de “lo terrestre” (tlaltípac) con lo divino, para lo que también servía el interpretar los sueños28.

27 Era mucho más que una obra poética; era la expresión de la sabiduría, una
pieza donde lo humano se comunica con lo divino y viceversa, la culminación de toda la cultura náhuatl. Como la “palabra” sagrada de los guaraníes, pero mucho más elaborada.
28 “Se les enseñaba el tonalphualli, el libro de los sueños (temicámatl) y el libro
de los años (xiuhámatl)” (Códice florentino, libro III, p. 65; en León Portilla, Op. cit., p. 228). Como entre los guaraníes y en el resto de todos los pueblos amerindios el sueño era el lugar privilegiado de la manifestación verdadera.

Opinamos que entre los aztecas en el siglo XV había una gran tensión
entre lo que pudiéramos llamar el “mito sacrificial “ de Tlacaelel
(que será reemplazado por el “mito de la Modernidad”), de dominación
y militarista, y la “protofilosofía” de los tlamantinime, -que no será tenida en cuenta por el movimiento emancipador de la Ilustración (Aufklärung), en Europa o América Latina-29.
29 Aunque un Clavigero en el siglo XVIII en México, recuperó estas tradiciones
y las juzgó explícitamente como “filosofía”, reaccionando ante la Ilustración española (Véase Bernabé Navarro, La introducción de la filosofía moderna en México, El Colegio de México, México, 1948; lean Sarrailh, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, FCE, México, 1974).

Esto explica el titubeo de Moctezuma que era más un tlamatini que un militar. A la admiración del “descubrimiento” por parte de los navegantes y
científicos cartógrafos europeos, le será correlativa el desconcierto interpretativo de los tlamantinime, que aceptan en un primer momento
una “parusía” de los dioses. A la violencia sacrificial de la “conquista”,
le será correlativa la aceptación inevitable por parte de los vencidos de la experiencia brutal de la “invasión”; a la “colonización” le será correlativa el “Sexto Sol” o la época de la servidumbre; a la “conquista espiritual”, la “muerte de los dioses…”.

7.2. La “parusía” de los dioses

Buena parte de las creencias de los tlamantinime coincidían con las
populares y las de las clases dominantes política, guerrera y comercial
como, por ejemplo, la existencia de los “Cinco Soles“30, pero otras eran producto de una racionalización altamente conceptualizada y abstracta que desarrollaron los tlamantinime en el Calmécac, y que resumiremos apretadamente sólo para poder comprender el “cómo” interpretaron la llegada de los recién venidos por el Oriente, donde nace cada amanecer el Sol (Huitzilopochtli).

Más allá de todo mito, la razón azteca afirmaba, como el origen absoluto
y eterno de todo, no al “Uno“31, sino al “Dos” (Ome). En el origen, en el cielo trece32, estaba el “lugar de la Dualidad” (Omeyocan) donde residía la “Divina-Dualidad” (Ometeótl) o simplemente la “Dualidad” (Oméyotl). No era como para Hegel, primero el Ser y la Nada, y, en segundo lugar, por el devenir o movimiento, el Ente (Dasein).

31 Como en el caso de Platón (en el Parménides) o Plotino (en la Enéada), en
el pensamiento hindú o taoísta chino. En todos ellos el problema era cómo
se determinaba el “Uno” para llegar a la “pluralidad”; es decir, la cuestión
de la “materia”.
32 Para los aztecas (recuérdese que para Aristóteles había hasta 60 cielos o esferas
) había trece cielos. El primero de la luna, el segundo de las estrellas
(para los griegos era la última esfera, la de los “fijos”), el tercero del Sol, etcétera.
Ometeótl habitaba en el último cielo, el trece.

Para los tlamatinime el origen es ya codeterminado (i-námic33 significa “comparte”), a la manera metafórica34 de una “mujervarón” 35, pero recibía determinaciones de un altísimo grado de abstracción conceptual:
“Y también le decían [1] Moyucayatzin [2] ayac oquiyocux, [3] ayac oquipic, que quiere decir que nadie lo creó o formó“36.

33 “Allá vive el dios fundado y su coprincipio” (León Portilla, Op. cit., p.
151). El “Dios viejo” siempre tiene su auto-coprincipio.
34 Pero adviértase que la “metáfora” no es ya mítica simplemente, sino “conceptualmente”
metafórica.
35 Esto se decía de muchas maneras: Omecíhuatl (Señora dual), Ometecuhtli
(Señor dual); Tonacacíhuatl (Señora de nuestra carne); Tonacatecuhtli
(Señor de nuestra carne:); in teteu inan (Madre de los dioses); in teteu ita
(Padre de los dioses).
36 Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, México, 1945, t. I, p. 95.

Mendieta no podía imaginar el grado de precisión ontológica, claramente
habiéndose superado una razón mítica estricta razón filosófica entonces, de estos términos: el primero de ellos [1], significa “Señor que se inventa a sí mismo“37; la segunda determinación [2], indica “nadie lo hizo a él”; la tercera [3], “nadie le dio su forma”. Sólo la “flor y canto” del tlamantini llega a proferir alguna expresión aproximadamente comprensible sobre Ometeótl: “noche-viento” (Yohualli-Ehecátl)38, “el que está próximo y nos rodea” (in Tloque in Nahuaque) 39, “el que nos da la vida” (Ipalnemohuani).

37 Sería el caso de una auto-poiésis absoluta. Pero lo más relevante es que ese
“auto-producirse” es por el “pensamiento” (yucoya es producir por el pensamiento).
38 En la “noche” originaria todo es invisible, misterioso; en el “viento” originario
todo es impalpable, imperceptible, no objeto de los sentidos: trascendencia absoluta.
39 Este es quizá el más extraordinario de los atributos de Ometéotl (Dualidaddivina).
Tloc: cerca; náhuac: circunda, rodea como el anillo; la terminación “-e” indica el abstracto (como “-dad “en castellano o “-heit “en alemán): “cercanía-circundante”. La “divina dualidad” originaria, Ometeótl, es el absoluto en el que vivimos, está cerca, nos rodea, junto al cual el tlamatini tiene la experiencia místico-ontológica de los grandes contemplativos de las grandes civilizaciones en su “Tiempo eje (Achsenzeit)”. Es semejante a la expresión de Agustín: “En él vivimos y somos”.

¿Cómo explicaban los tlamatinime la relación entre la “Divinadualidad”
(principio ontológico absoluto) con la realidad “fenoménica”, “temporal”, “terrestre” (tlaltípac), donde vivimos como “en sueños”? La “Dualidad-divina” auto-poiética se despliega ahora, ejerce una Diremtion40 o Explicatio (a la manera del Pseudo-Dionisio Aeropagita o de Scoto Erígena): “Este dios-diosa engendraron cuatro hijos…“41, cada uno de ellos se llamaba Tezcatlipoca42. Son los principios concretos originarios del universo. Dispuesto en los “cuatro puntos cardinales” como en la ontología china, las tradiciones polinésicas y en las culturas americanas, desde los esquimales hasta los incas o araucanos: el del Oriente, rojo; el del Norte, negro, región de los muertos; el del Occidente, Quetzalcóatl blanco, fecundidad y vida;
el del Sur, Huitzilopochtli de los aztecas, azul. Como entre los presocráticos,
entonces reinan los cuatro principios: tierra, aire, agua y fuego.

40 No se podría con Hegel llamarle “Entzweiung” (el tomarse “dos”) porque
ya originariamente son “Dos”; sería más bien una “Entveirung” (un hacerse
cuatro). Hegel escribía: “El absoluto es la noche (!) y la luz (!) anterior a ella, la diferencia entre ambas” (Differenz des Ficht’schen und Schelling’schen
Systems der Philosophie, ed. Lasson, Hamburg, 1962, p. 65; véase mi Método para una filosofía de la liberación, Sígueme, Salamanca,
1974, pp. 89 ss.). Obsérvese que las metáforas son idénticas (“noche”, “luz”). Esperamos poder profundizar en el futuro todos estos elementos de la reflexión ontológica de la cultura náhuatl, para probar ante los escépticos
más contundentemente un inicio formal explícito de la filosofia en la protohistoria latinoamericana anterior al 1492.
41 Historia de los mexicanos por sus pinturas, en I. García Icazbalceta, Nueva
colección de documentos para la historia de México, México, t. III, 1890, pp. 228 ss.
42 “Espejo ahumado”, que no refleja, que no deja ver por ser de noche. Lo
contrario es Tezcatlanextia: “espejo que hace aparecer las cosas” (determinación del mismo Ometeótl, que produce las cosas como su reflejo). El “espejo” cumple la función de “reflexión”, del “volverse” sobre sí de la divinidad, o de la subjetividad filosófica del tlamatini: “el que está dialogando con su propio corazón” (Mayolnonotzani).

Pero, además, cada uno de ellos dominaba una “época” del mundo. Habían acontecido cinco épocas, “Cinco Soles”; la presente edad era la del “Sol en movimiento”, la edad de Huitzilopochtli, el dios guerrero de los aztecas:
“Este Sol, su nombre 4 movimiento, éste es nuestro Sol, en el que vivimos
ahora […] El quinto Sol […] se llama Sol de movimiento porque se mueve, sigue su camino“43. 43 Cita de León Portilla, Op. cit., pp. 103 y 333.

“Movimiento” (Y-olli) tiene que ver con “corazón” (Y-ollo-tl) y con
“vida” (Yoliliztli)44. Ometeótl es por quien “todos viven” (Ipalnemohuani),
pero mediante el Sol (uno de los rostros de Tezcatlipoca).

44 En realidad “vida” significa “movilidad (Bewegenheit)” como Marcuse probaba en su tesis sobre el sentido del Ser para Hegel. Vida, para los aztecas, era “movilidad”; el corazón era el órgano que “movía”. El Sol se movía en el cielo siguiendo su “camino” (Iohtlatoquiliz), y “moviendo” o vitalizando todos los seres vivos (los que se mueven por sí). Estos debían dar su vida en sacrificio para que el Sol viviera. Era un círculo vital-sacrificial (como en las metáforas con respecto al capital en la interpretación de Marx).

Además estos cuatro “principios” están en continua “lucha”. La vida
de los humanos, los macehuales45, entran en dicha lucha para conservar
lo que más se pueda la existencia del “Quinto Sol” dentro del cual viven; se tornan solidarios y cómplices del Sol reinante. De todas maneras, siempre, la existencia humana está regulada, reglada necesariamente por el ritmo del tiempo, “de los años”. Los aztecas tuvieron una visión “trágica “ de la existencia, ya que ninguna libertad cabía en el acontecer humano y todo estaba predeterminado de antemano, en la “vieja regla de vida” (Huehuetlamanitiliztli).

45 “Los que fueron merecidos”, porque Quetzalcóatl los resucitó al “sangrar su miembro” (Manuscrito de 1558; León Portilla, Op. cit., p. 184). Mazehualtin significa así aquellos que el dios mereció por su autosacrificio sangriento. Toda la humanidad nace así con una deuda de sangre con Quetzalcóatl (que es como un Prometeo, pero divino y no encadenado, como un Cristo ensangrentado).

En efecto, “en la tierra” (tlaltípac) todo está regulado por el querer de Ometéotl:
“Nuestro Señor, el Señor que está cerca y nos rodea (in Tloque in Nahuaque),
determina46 lo que quiere, lo planifica, se divierte. Como él quiere, así querrá. En el centro de la palma de su mano nos tiene colocados, nos está moviendo a su antojo“47. En los cielos, arriba, los astros siguen su necesario “camino“48,
así también los humanos. Por ello la obsesión de encontrar el “fundamento”
49 de las cosas, en el que consistía la “verdad”: “ ¿Acaso son verdad50 los hombres? ¿Por tanto ya no es verdad nuestro canto? ¿Qué está de pie51 por ventura?“52.

46 Moyocoia indica que los “planes” de la divinidad producen lo que ella
quiere; muy análogo al concepto de “providencia”.
47 Códice florentino, libro VI, fol. 43 v; León Portilla, Op. cit., pp. 199-200 y 349.
48 Iohtlatoquiliz significa “el avance por los caminos del cielo”. El “camino”
(ohtli) es necesario, y en cierta manera cada persona sigue igualmente “su
camino”, desde el día de su nacimiento, su “nombre” ha sido elegido astrológicamente
según los “signos” del día, y toda su vida está ya “marcada”
de antemano.
49 El Anáhuac (la tierra rodeada por el Océano: Teoatl), la tierra como el mundo
conocido (Cemanáhuac) estaba “fundado”, puesto sobre el “ombligo de
la tierra (Tlalxicco)” que reposaba sobre Ometeótl que “yacía (ónoc)” debajo.
50 Nelli (verdad) tiene un sentido particular en náhuatl: es la “fundado”, la que
tiene permanencia, para siempre. La pregunta tiene el siguiente sentido:
¿Acaso poseen los hombres en su ser algo firme, bien enraizado? Sería,
para Hegel, la pregunta por la “esencia” (fundamento) en su sentido dialéctico-
ontológico (y no en su sentido óntico o metafísico tradicional).
51 Como entre los guaraníes “estar de pie” es estar “fundado” en Ometeótl, el
Absoluto.
52 Ms. Cantares mexicanos, fol. 10 v; León Portilla, Op. cit., p. 61.

Para el tlamatini, al final, sólo la “flor y canto” (el comunicarse con
la divinidad en la comunidad de los sabios) es “lo único verdadero en
la tierra (nelli in tlaltícpac)“53. Pero si el sabio puede vivir la experiencia
místico-filosófica del fundamentarse en la divinidad, el “mundo
de la vida (Lebenswelt)” habían otras maneras de lograr la ansiada
fundamentación. En primer lugar, por la calendarización divina del ritmo
de la vida. Por ello, los aztecas tenían un conocimiento exacto de
la medición del tiempo sagrado: tiempos del día, días, semanas (de 13
días), años: el año lunar, el año solar54 el año de Venus55.

53 Ibid., fol. 9 v; p. 142.
54 Había un ciclo, de 4 veces 13, 52 años, que era considerado por ellos como
un siglo, tiempo en el que se superponía a todos los templos existentes un nuevo piso, con el encendido del “fuego nuevo”.
55 De 65 años solares, coincidían cada 104 años solares, que era llamado “una
vejez (huehueliztli)”.

Cada día tenía una divinidad protectora: la tenían también cada semana,
cada mes, cada tipo de año y sus muy complejas combinaciones. Toda una “procesión”, una multitud jerarquizada de divinidades se “movía” por el “camino” del cielo cada día, desde el amanecer hasta la noche, y en la noche misma, y había que rendirle culto (cantos, ritos, sacrificios, etcétera), para hacerlos felices y calmar sus posibles maleficios.

De allí las fiestas o celebraciones56. Una vida enteramente “regulada”.
Además, y esto es fundamental, el “eterno retorno de lo Mismo” se complementaba con la astrología57, y con la “interpretación” (era una hermenéutica) de “signos” que daban sentido a los acontecimientos
“aparentemente” no “fundados” en “verdad“58. La “astrología” era una “regla” divina a priori que se aplicaba a todo acontecimiento en el tiempo (in tlatícpac); la hermenéutica de los “agüeros” era en cambio un partir a posteriori de un “signo” concreto, empírico, “aparentemente” nuevo, para aplicarle una regla a priori y poder así descubrir un sentido “contingente”. Los “agüeros” pronosticaban hechos futuros (pasados), pero siempre “necesarios” (“que no pueden ser de otra manera”, diría Aristóteles).

57 “De la astrología judiciaria y del arte de adivinar” (Ibid., libro IV, pp. 221 ss.). La “astrología” determinaba el contenido cada día del año, y los
períodos de años, para nacimientos o para consultas de hechos situados en
el tiempo, y por lo tanto válidos para siempre.
58 “Que trata de los agüeros y pronósticos, que estos naturales tomaban de algunas aves, animales y sabandijas para adivinar las cosas futuras” (Ibid., V; pp. 267 ss.). En cierta manera Sahagún es inexacto, ya que dichos agüeros y pronósticos eran para descubrir hechos presentes “como pasados”, no como “cosas futuras”. Es decir, en el ciclo del eterno retorno de lo Mismo, todo acontecimiento “futuro” era, para ellos, un hecho pasado de un presente futuro, pero “presente-futuro” que será idéntico al “presente-presente” ya todos los “presentes-pasados”). No hay sentido “histórico” de los acontecimientos, y ésta es la diferencia entre la conciencia trágica (prometeica) de Moctezuma, y la conciencia dramática (cristiano-moderna, recuérdese La simbólica del mal de Paul Ricouer, o mi El humanismo semita, ya citado) de Hernán Cortés.

De esta manera, la conciencia trágica azteca, desde el pueblo oprimido a las clases gobernantes o guerreras y los mismos tlamatinime, tenía “asegurada” la “fundamentación” de su existencia en la “verdad” de Ometeótl.

Ahora podemos intentar una cierta comprensión de lo que debió acontecerle a Moctezuma al conocer las “nuevas “ de la aparición de los recién llegados a las costas del Cemanáhuac (“toda la tierra”) desde el infinito Teoatl (Atlántico):
“Y cuando fueron vistos los que vinieron por el mar (teoatl), en barcas van viniendo […] Y cuando estuvieron cerca de los hombres de Castilla59, al momento frente a ellos hicieron ceremonia de tocar la tierra y los labios […] Tuvieron la opinión de que era Nuestro Señor Quetzalcóatl que había venido“60.

59 El Códice florentino (lib VI, cap. 2) pone nombres a los aztecas que subieron a los barcos: Píntol huasteco, Yoatzin de Ñuctlancuauhtla, el de Teuciniyocan, Cuitlapíltoc y Téntitl que eran guías. Una historia vista “del otro lado”: con nombre y personas “reales”.
60 Informantes indígenas de Sahagún, Códice florentino, lib. VI, cap. 2 (cit.
León Portilla, El reverso de la conquista, Joaquín Mortiz, México, 1978,
pp. 32-33).

Moctezuma opina -por una conclusión acertada de razón estratégica
como veremos, si la hermenéutica de los textos nos permite sacar esta
conclusión- que Cortés es Quetzalcóatl61 aún en el momento de recibirlo
en la ciudad de México. Las actitudes del Emperador han sido
consideradas titubeantes, contradictorias y escasamente comprensibles,
las razones dadas por T. Todorov62, N. Wachtel63, M. León
Portilla64, Octavio Paz65, J. Lafaye (66, pág. 121) y otros no explican suficientemente la “racionalidad” del comportamiento de Moctezuma.

61 Todo nuestro análisis que sigue a continuación se apoya sobre la “plausibilidad” de la tradición de que Moctezuma opinó que Cortés era Quetzalcóatl. James Lockhart (véase de este autor: Nahuas and Spaniards. Postconquest Central Mexican History and Philology), Stanford University Press, Stanford, 1991; otras obras del mismo autor en Ibid., pp. 301-302 y Susan Gillespie, The Aztec Kings. The Construction of Rullership in Mexica History, University of Arizona Press, Tucson, 1989), opinan que la creencia de que Cortés fuera Quetzalcóatl es incorporada por los cronistas, decenios después de los hechos. En los textos náhuatl nada aparece sobre el asunto, y
son posteriores a 1540. De todas maneras, con esto, no se prueba que la
identificación Cortés-Quetzalcóatl sea falsa, sino simplemente queda en el
estatuto de plausible y tardíamente narrada.
62 La conquista de América, ya citada, en “Moctezuma y los signos” (pp. 70
ss. ), se acerca a nuestra interpretación, pero lo atribuye a que tenían los aztecas
un tipo de “comunicación” diferente. No saca total provecho a su
hipótesis de que todo estaba reglado desde siempre. Tzvetan Todorov /
Georges Baudot han publicado una colección de Récits aztèques de la Conquête,
Seuil, Paris, 1983 (con excelente edición italiana Racconti aztechi
della Conquista, Einaudi, Torino, 1988) que incluyen el Códice florentino,
Anales históricos de Tlatelolco, Códice Aubín en náhuatl; y en español:
Códice Ramírez, historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, y la Historia
de Diego Durán.
63 La visión des vaincus, edición citada: en p. 45 no sabe por qué Moctezuma
debe recibir a “les Blancs comme des dieux”.
64 El reverso de la conquista, edición ya citada, en p. 20 indica algunas de las
“posibilidades” que Moctezuma considera, pero no logra explicarla “racionalidad”
de sus decisiones.
65 El laberinto de la soledad, FCE, México, 1976, p. 85: “La llegada de los
españoles fue interpretada por Moctezuma al menos al principio no tanto
como un peligro exterior sino como el acosamiento interno de una era
cósmica”. En efecto, el “fin del mundo” era una tercera posibilidad, pero no fue la que enfrentó Moctezuma, “al menos al principio”. (En Posdata Siglo
XXI, México, 1970), trata más el asunto, (pp. 126-143), pero no distinguirá las “posibilidades” que analizaremos a continuación.
66 En Quetzalcóatl y Guadalupe, La formación de la conciencia nacional en
México, (FCE, México, 1977, pp. 219-224), no clarifica para nada la situación.

En efecto, se recibe a Cortés con estas palabras:
“Señor nuestro: te has fatigado, te has dado cansancio: ya a esta tierra
tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México. Aquí has venido a
sentarte en tu solio, en tu trono. Oh, por tiempo breve te lo reservaron,
te lo conservaron, los que ya se fueron, tus sustitutos. Los señores
reyes, Itzcaotzin, Motecuhzomatzin el viejo, Axayácac, Tízoc, Ahuítzotl.
Oh, qué breve tiempo tan sólo guardaron para ti, dominaron la
ciudad de México. […] No, no es que yo sueño, no me levanto del
sueño adormilado: no lo veo en sueños, no estoy soñando. ¡Es que ya
te he visto, es que ya te he puesto mis ojos en tu rostro! Ha cinco, ha
diez días yo estaba angustiado: tenía fija la mirada en la Región de los
Muertos (topan mictlan). Y tú has venido entre nubes, entre nieblas.
Como que esto era lo que nos habían dejado dicho los reyes, los que
rigieron, los que gobernaron tu ciudad: que habrías de instalarte en tu
asiento, en tu sitial […] Ven y descansa; toma posesión de tus casas
reales; da refrigerio a tu cuerpo“67.

67 León Portilla, Op. cit., pp. 38-39. Estos “tu” o “tus” pueden ser interpretados como fórmula retórica de educación náhuatl. Como cuando alguien invita a otro a su casa y le dice: “Esta es su casa”, tan frecuente en México.

¡Moctezuma ofrece al recién llegado su trono, el gobierno, el dominio
sobre los aztecas! ¿No es acaso eso justamente lo que deseaba
Cortés? pues no, Cortés no entiende el ofrecimiento y además no intenta
ocupar dicho trono. Esto producirá un nuevo desconcierto en Moctezuma -pero no es el primero ni el último, y por ello seguirá reaccionando ante cada “novedad”. ¿Son los comportamientos de Moctezuma, “racionales”? Eran racionales y lo más convenientes, si se toma en consideración el “mundo “ de Moctezuma y no se proyecta sobre él la perspectiva eurocéntrica.

Analicemos las diversas “posibilidades“68 que se abren desde los textos considerados; es decir, lo que le era “posible” desde su “mundo”
fácticamente emplazado, el de un emperador azteca, buen guerrero pero mejor tlamatini, de austera educación moral en la mejor tradición
de los sabios toltecas.

Para aquel emperador culto y refinado que era Moctezuma, se le presentaron ante sí, después de informarse con todos los recursos que su civilización le daba69 las siguientes “posibilidades”:

1. Que los recién llegados fueran un grupo de seres humanos, que era lo menos probable 70 desde la perspectiva hermenéutica náhuatl y que debería confirmarse con otros hechos no acontecidos hasta ese momento71, y, por ello, “razonablemente” se descartaba esta “posibilidad” por el momento terminará por ser el comienzo de una “invasión”, pero con nuevos datos que a priori Moctezuma no tenía ante sí en ese momento.

68 En el sentido de Heidegger (“Möglichkeit”; véase nuestra Para una ética de la liberación latinoamericana, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973, t. I, pp. 65 ss.: “Las posibilidades ónticas”), o de N. Luhmann, Systemlehre, Suhrkamp, Frankfurt, 1987, en cuanto referido al sistema autorreferente y autopoiético.
69 Estos recursos, según los textos considerados (y dentro de su plausibilidad,
con respecto a las hipótesis críticas de James Lockhart) eran los siguientes:
1. Escuchar el juicio de los guerreros de la tradición de Tlacaélel (que entrarán
a actuar sólo en la segunda “figura”). 2. Pedir juicio a los tlamatinime,
los filósofos. 3. Escuchar el juicio de los astrólogos, que le indicaban
que Quetzalcóatl vendría por el Occidente un ce-acatl (fecha que coincidía
con la llegada de los españoles). 4. Tomar el parecer de los que descifraban
“agüeros” o presagios (que en número de ocho, incluyendo acontecimientos
referentes al fuego, tierra, aire y agua, los cuatro elementos fundamentales
tanto para los aztecas como para los presocráticos, indicaban funestos “futuros”
necesarios). Véanse los ocho “Presagios funestos” en León Portilla, El
reverso de la conquista, pp. 29 ss.
70 Lo “anormal” (como un defecto de nacimiento en un niño) o era eliminado
(como en el caso de los espartanos) o divinizado (como los defectuosos enfermos
colocados como dioses en Monte Albán, en la cultura zapoteca en
México). Que “aparecieran” humanos en el Gran Océano era lo “menos
probable”.
71 Por otra parte, era lo menos peligroso, porque su reducido número no podía
ser un peligro militar, aun con sus técnicas de guerra. Es necesario además
borrar por el momento la posibilidad, en el análisis de racionalidad estratégica
de Moctezuma, de una “invasión”. Esta no tenía todavía ningún sentido;
es decir, no era una “posibilidad” real dado los datos empíricos
recabados en su “mundo” concreto.

2. Quedaba racionalmente sólo una posibilidad: que fueran dioses. Si es así: ¿cuáles? Todo indicaba –tanto en el parecer de los astrólogos como en el de los tlamatinime- que debía ser Quetzalcóatl. Una posibilidad interna a la segunda consistía en que Quetzalcóatl volvía, después de haber sido expulsado de Tula por los toltecas u otros pueblos72.

72 Hemos dicho que los toltecas eran, respecto a los aztecas, un poco como los griegos respecto a los romanos. El pueblo antiguo culto, ejemplo en todo. La tradición azteca era, en realidad, la toltecayotl (toltequidad, como la romanitas para los romanos, o la christianitas para los cristianos, o el Deutschtum para los alemanes). Quetzalcóatl, como una figura histórica, era el sacerdote y sabio Ce Acatl Topilzin (siglo IX a. C. ?), “aquél que nació en un día 1-Caña, Nuestro Príncipe” (Véase Walter Lehmann, “Geschichte der
Königreiche von Colhuacan und Mexiko”, en Quellenwerke zur alten Geschichte Amerikas, Stuttgart, 1938). Siendo joven solitario cerca de Tulancingo fue buscado como rey de Tula. Fuerte pensador y formulador de la ontología de Ometeótl, se opuso por anticipado a la visión de Tlacaelel: “Se dice que cuando vivió allí Quetzalcóatl, muchas veces los hechiceros quisieron engañarlo, para que hiciera sacrificios humanos, para que sacrificara hombres. Pero él nunca quiso, porque amaba mucho a su pueblo, que eran los toltecas” (Anales de Cuauhtitlán, Códice Chimalpopoca, fol. 5; León Portilla, La filosofía náhuatl, pp. 307-308). Lo cierto es que lo expulsaron injustamente, pero prometió regresar. Tenían los aztecas, y particularmente Moctezuma, muchos motivos de temer: primero, porque los aztecas habían dominado sangrientamente al resto de los pueblos toltecas; segundo, porque el mito sacrificial de Huitzilopochtli era contrario al pensar de Quetzalcóatl; tercero, porque siendo un rey depuesto, podía intentar ocupar el lugar de Moctezuma (y veremos que ésta será la conclusión “racional” del emperador, como se puede considerar “explícitamente” en el texto de la recepción de Cortés en México). Es interesante que Cortés aconsejaba a Moctezuma “que no se sacrificasen hombres. Y otro día llamó (Moctezuma) a su principal sacerdote y le mandó que, por algunos días, disimulase con los castellanos en no sacrificar hombres” (1. de Torquemada, Monarquía indiana, IV, cap. 40; ed. cit., t. II, p. 173). Este era un signo indicativo de la relación entre Cortés y Quetzalcóatl, el sabio de Tula.

3. La tercera “posibilidad”, como otra alternativa de la segunda, que aunque retornaba Quetzalcóatl, el príncipe se confundía ahora con el principio divino, como uno de los rostros de Ometeótl, y esto era lo verdaderamente nefasto73-esto sería el “fin del Quinto Sol“74.

73 En efecto, acerca del “Quinto Sol” se lee: “Igualmente fue este Sol de nuestro príncipe, en Tula, o sea de Quetzalcóatl” (Documento de 1558; León Portilla, La filosofía náhuatl, p. 103). En este caso, los pronósticos de
“movimiento de tierra, habrá hambre y con esto perecemos” (Ibid.) indicarian
el fin del “Quinto Sol”. Esta fue la interpretación más generalizada.
74 Octavio Paz piensa que esta posibilidad fue la primera que enfrentó Moctezuma, op. cit., p. 85, pero no es así.

Ante estas “posibilidades” Moctezuma dudaba, pero iba tomando
resoluciones racionales. En primer lugar, sería bueno homenajearlos
con regalos y proponerles que volvieran a su lugar de origen (sea el que fuere). Por ello Moctezuma no quería enfrentarse a los recién llegados
“rostro-a-rostro”, porque en ese caso era su fin. Esto es lo que no se ha interpretado a veces correctamente:

“ Ahora bien, Moctezuma cavilaba en aquellas cosas, estaba preocupado;
lleno de terror, de miedo: cavilaba qué iba a acontecer con la ciudad“75.
75 Informantes de Sahagún, Ibíd., p. 35.

No era para menos. Para los enemigos del Imperio, los oprimidos (como los de Zempoala o Tlaxcala, y lo mismo le acontecerá a Atahualpa entre los incas), Cortés era un aliado (fuera un hombre, fuera un dios) para emanciparlos del dominio azteca76. Los guerreros fieles a Huitzilopochtli “lucharían” como colaboradores de su dios, pero debían actuar sólo en el caso que los de Cortés verdaderamente fueran seres humanos (posibilidad 1.), o que Quetzalcóatl intentara poner fin al “Quinto Sol” (posibilidad 3.).

76 Es verdad que nunca se jugaban del todo por Cortés, porque si éste era derrotado por los aztecas, tendrían dónde apoyarse para volver a reconocer su dominio.

El pueblo de México-Tenochtitlán nada perdía con que Quetzalcóatl retomara el poder en “su” imperio (posibilidad 2.). Todos entonces, juzgaban las posibilidades de distinta manera. Pero sólo Moctezuma enfrentaba una decisión límite77.
77 En realidad tenía una única posibilidad positiva: que los recién venidos fueran
seres humanos, y, en este caso, en un segundo momento, podría destruirlos con sus guerreros fieles a Huitzilopochtli, ya que eran los de Cortés unas pocas decenas de soldados. Esta posibilidad, por ser la más débil, debía ser dejada para el final, después de “probar” racionalmente el no cumplimiento de las otras que tenían mayor peso.

Para él había muy poco espacio de maniobra: si Quetzalcóatl quería retomar el poder del Imperio, él debía renunciar (posibilidad 2.); en todos los otros casos Moctezuma podía jugar su suerte con los guerreros (pero sólo después de saber que esa posibilidad 2., no era la real). Es por ello que “racionalmente”, con clara razón estratégica, Moctezuma, el gran tlamatini, toma la resolución de renunciar al Imperio78 y dejar en su lugar a Quetzalcóatl-Cortés:
“¡toma posesión de tus casas reales!” (leemos en el texto citado).
78 Moctezuma muestra el ethos del discípulo del Calmécac, temple de héroes
y de sabios. De allí lo que le expresa a Cortés (¡que no tenía ninguna posibilidad de “interpretar” la grandeza inmensa ética del hombre que tenía delante!; el mismo Cortés, siendo sólo un buen soldado y apto político, de ninguna manera tenía la estatura de Moctezuma): “…Ha cinco, ha diez días yo estaba angustiado: tenía fija la mirada en la Región del Misterio […] Pues ahora, se ha realizado: ya tú llegaste” (Texto citado supra). El tlamatini estuvo en contemplación en lo que está más allá que lo meramente “terreno”
(in tlaltícpac), en lo “trascendente” (Topan mictlan). y allí se resolvió, pensando como Quetzalcóatl, que “quería mucho a su pueblo”, y él mismo “cavilaba qué iba a acontecer con la ciudad”. Moctezuma, al renunciar, evitaba al menos en lo que estaba en su poder mayor sufrimiento a su pueblo. El se hacía a un lado, renunciaba… Como Quetzalcóatl lo había hecho en Tula. ¡Este argumento, Quetzalcóatl-Cortés debía entenderlo! Moctezuma era el nuevo Quetzalcóatl de su México y se inmolaba por él.

Por supuesto, una vez más, los recién llegados lo desconciertan.
Cuando los aztecas les ofrecieron comidas con sangre, estos dioses extraños
las desdeñaron. Más extraños eran aún cuando se alegraban del oro, que irracionalmente transformaban preciosas joyas en lingotes, destruyendo el inmenso trabajo de refinados orfebres que serían la admiración de Durero en Holanda; que absurdamente matan a los enemigos en las batallas en vez de tomarlos prisioneros para inmolarlos a los dioses. ¡Una vez más, Cortés no toma el poder en México!

Pero, al menos, Moctezuma saca una primera conclusión: no es el príncipe Quetzalcóatl que quiere recuperar el poder temporal (in tlaltícpac). Quedan las otras posibilidades, pero es necesario estudiar la situación con cuidado, porque Cortés podría actuar en nombre del dios y significar el fin del Quinto Sol -que era el peligro supremo, y por ello Moctezuma soportaba humillaciones sabiendo que, si eran humanos, en último caso su vida corría peligro, pero sólo sería su fin como monarca, y nada sufriría su ciudad de México79.

79 Todo esto podría ser desarrollado de otra manera, si las propuestas críticas
de James Lockhart llegaran a probar que nunca los náhuatl pensaron que
Cortés fuera Quetzalcóatl pero le será muy difícil probarlo. Lo que puede
probarse es lo extrañamente tardío de la descripción de los hechos en las
narraciones (de los cronistas), y la ignorancia del hecho en los textos
náhuatl más cercanos a la conquista de 1520.

7.3. La “invasión” del Imperio

Un nuevo hecho, a posteriori y por ello nunca Moctezuma pudo
considerarlo antes (y a causa de esto no podía antes ser una “posibilidad”
histórica o real)80, comenzó a inclinar la situación hacia un desarrollo
posterior de la “posibilidad 1” aunque la “posibilidad 3” quedaba flotando en el aire como un peligro supremo:

“No fue bien llegado con el armada [de Pánfilo Narváez contra Cortés
procedente de Cuba], cuando Motecuhzuma fue dello avisado a tiempo”.
Y el emperador llamando a Cortés le dijo: “Señor capitán, sabed
que son venidos navíos de vuestra tierra, en que podréis [part]ir, por
tanto aderezaos con brevedad que así conviene“81.
Ahora Moctezuma, sabiendo que son seres humanos82, tiene conciencia
por primera vez que hay otros iguales a Cortés, con numerosos
y nuevos soldados detrás de ellos. Si se vuelven a donde vinieron todo
terminaría bien (y quedarían a salvo el Imperio, las tradiciones, y los
dioses, el Quinto Sol y el mismo Moctezuma). Pero dos hechos nuevos
(y van tres), le hacen comprender un desarrollo inesperado de la “posibilidad
1” (y por ello se trata de una nueva “posibilidad 4 “ nunca antes
considerada): el primero, que Cortés no sólo no volvió hacia su lugar
de origen, sino que, venciendo a Narváez, reforzó su ejército (con el
que retornaba triunfante a México); el segundo, no menos importante,
la matanza que realizó Pedro de Alvarado contra la élite azteca. Estos dos hechos ”probaban” el error de Moctezuma83, e inclinaban la balanza
en favor de los guerreros inspirados por el mito sacrificial de Tlacaélel, que considerando a los españoles meramente como seres humanos, habían pensado desde el comienzo que era necesario luchar contra ellos. Moctezuma estaba terminado. Cortés, que nada había entendido del “mundo argumentativo” del Otro84, del mundo sumamente desarrollado de Moctezuma, intenta usarlo como antes, y pierde un tiempo vital para su propia causa85.

80 Aquí, usando la hipótesis tan fecunda de E. O’Gorman de que Colón “no
pudo descubrir América”, ahora podemos decir que Moctezuma “no pudo
descubrir una invasión” antes de la llegada de Pánfilo Narváez.
81 J. de Torquemada, Ibid., cap. 59, p. 184.
82 Han visto morir caballos y soldados españoles, han convivido largas semanas juntos en México, no han visto otras “señales” extraordinarias, etcétera.
83 Error, claro, a posteriori, y no a priori.
84 El hombre “moderno” nunca comprende las “razones del Otro” (véase mi
ponencia en el diálogo con Karl-Otto Apel en México, titulada: “La razón
del Otro. La Interpelación como acto-de-habla”).
85 Cortés debió haber salido de la ciudad de México de inmediato a su regreso
de la costa con los refuerzos que logró ganarse de las derrotadas fuerzas de
P. Narváez. En cambio, como no había comprendido las “razones” de Moctezuma,
creyó que podía seguir “usándolo” (mientras que en realidad Moctezuma
se había dejado aparentemente “usar” ya que debía ir “probando”
hasta el final cada una de las “posibilidades”, que no eran “posibilidades”
para Cortés). Lo mismo le aconteció a Alvarado, que creyó que podía fortalecerse
mostrando mucha agresividad, no comprendiendo que lo que los
había protegido en México no era su valentía sino la “visión del mundo
(Weltanschauung)” de los tlamatinime, desaparecida la cual debía comenzar
la lógica de la guerra y con su acción inclinaba la balanza en su contra.

Ahora es tarde, todos los aztecas han descubierto, claramente y por primera vez, que Cortés y los suyos sólo son un grupo de humanos guerreros; son la avanzada de una “invasión”: la “invasión del Cemanáhuac”, de todo el “mundo conocido” por los aztecas.

La sabiduría de los tlamatinime había sido negada, destruida; toda su “visión del mundo (Weltanschauung)”, ahora se había probado, era inadecuada y no daba cuenta de la realidad. Moctezuma, como tlamatini que era, había muerto. Su muerte física era cuestión de horas. Así terminaba la “Parusía de los dioses”, Pánfilo Narváez y no Cortés (como había sido Amerigo Vespucci y no Colón el que descubre América) probaba que los acontecimientos eran parte de una “invasión” y no antes.

Tlacaélel, el Rómulo y Remo86 de los aztecas, que venciera a los
tepanecas de Azcapotzalco, la Albalonga de México- Tenochtitlan, en
el año 1-Pedemal (1428), había nacido en el año 10-Conejo (1398), y
fue llamado “el Conquistador del Mundo” (in Cemanáhuac Tepehuan)87, a él se deben las “reformas” que dieron al Imperio su gran visión cosmopolita, la interpretación desde un paradigma sacrificial del poder dominador de México:
“Este es el oficio de Huitzilopochtli, nuestro dios, a esto fue venido a reunir y trae así a su servicio a todas las naciones, con la fortaleza de su pecho y de su cabeza“88.

86 Teóricamente era un poco Hegel, el de la Filosofía del derecho, más un
teórico de la guerra como Clausewitz y un político como Bismarck del imperio alemán. Nunca quiso ser el rey del imperio azteca, aunque cuatro reyes fueron sus protegidos.
87 Fernando Alvarado Tezozómoc, Crónica Mexicáyotl, UNAM, México,
1949, p. 121. Sobre Tlacáelel véase Miguel León Portilla, La filosofía
náhuatl, pp. 249 ss.; y del mismo autor Los antiguos mexicanos, FCE, México, 1990, pp. 46 ss.; pp. 92 ss.
88 D. Durán, Historia de las Indias de Nueva España, México, t. I, 1867, p. 95.

Ometeótl se manifiesta por los Tezcatlipocas, el del “Quinto Sol”, el de Quetzalcóatl, fue reinterpretado por los aztecas en un paradigma sacrificial:
“Y aquí está su señal, cómo cayó en el fuego el Sol, en el fogón divino,
allá en Teotihuacán” 89.

89 Documento de 1558, ya citado (León Portilla, La filosofía náhuatl, pp. 103-
109). 90 Ms. Cantares mexicanos, fol. 20 v (León Portilla, La filosofía náhuatl, p.

En efecto, el pequeño dios colibrí, Nanahuatzin, ofreció su vida en sacrificio, se inmoló por todos, y quemado en el fogón divino apareció, después de larga noche, como el Sol naciente, que los aztecas interpretaron
como su dios tribal: Huitzilopochtli. Ese dios secundario guerrero, será, por la “Reforma de Tlacaélel”, el dios principal de todo el Anáhuac. Tlacaélel quemará todos los códices sagrados de los pueblos dominados, y los escribirá de nuevo. Una verdadera dominación de las teogonías. El Imperio quedaba ahora “fundado” como el servidor de la existencia y la vida del Sol.

Por ello el “movimiento” (del Sol y de toda la realidad), la “vida” y el “corazón” tienen relación con la “sangre” (chalchihuitl): la vida del Sol-Huitzilopochtli depende de los sacrificios humanos. Las víctimas son conseguidas en las “guerras floridas” y ello justifica la existencia del Imperio:
“Allí donde se tiñen los dardos, donde se tiñen los escudos, están las blancas flores perfumadas, las flores del corazón: abren sus corolas las flores del que da la vida, cuyo perfume aspiran en el mundo los príncipes:
es Tenochtitlan” 90.
90 Ms. Cantares mexicanos, fol. 20 v (León Portilla, La filosofía náhuatl, p. 128-257). Sólo Karl Marx, en sus “metáforas teológicas” (véase mi obra Las metáforas teológicas de Marx), inspiradas en el pensamiento semita-bíblico judeo-cristiano, mostrará cómo el “capital”, el nuevo Moloch, vive de la vida de los oprimidos y chupa su sangre: la circulación del valor es Blutzirkulation (circulación de sangre).

Tlacaélel logra así, por el mito de la necesidad de los sacrificios humanos
del Templo Mayor de Huitzilopochtli, hacer del Imperio un colaborador de la subsistencia del universo y de prolongar la vida del “Quinto Sol”. Era, con la llegada de Cortés ahora descubierto como no-Quetzalcóatl, el momento en que los guerreros intentarán prolongar el “Quinto Sol” venciendo a los intrusos:
“En consecuencia luego salieron de noche. En la fiesta de Techílhuitl
salieron; fue cuando murieron en el Canal de los Toltecas. Allí furiosamente
los atacamos“91.

91 Ms. Anónimo de Tlatelolco (1528) (véase León Portilla, El reverso de la conquista, p. 43).

De poco les valió a los guerreros aztecas expulsar de la ciudad a Cortés en la “Noche Triste” (triste para los españoles, es evidente)92.

92 Los españoles atribuirán a la Virgen de los Remedios el haberlos salvado. Por ello, en 1810, Hidalgo enarbolará, como veremos, la Virgen de Guadalupe como bandera de los americanos, y los españoles (“gachupines”) la de los Remedios: ¡Lucha de vírgenes, lucha de dioses, lucha de clases! Véase mi artículo “Christliche Kunst des Unterdrückten in Lateinamerika. Eine Hypothese zur Kennzeichung einer Aesthetik”, en Concilium 152 (1980), pp. 106-114.

Para males de México se desata la peste, que es interpretada como un augurio nefasto contra el Imperio. Desde Tlaxcala los invasores reorganizaron sus fuerzas; como los reyes católicos Cortés comenzó a “debilitar” a México, así como aquellos habíanlo hecho con Granada. El asedio de Tenochtitlan se extiende durante meses. Al final expulsan a los aztecas de la ciudad, los acorralan en Tlatelolco. Son vencidos:
“En los caminos yacen dardos rotos; los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos
pululan por calles y plazas y están las paredes manchadas de sesos. Rojas están las aguas, cual si las hubieran teñido, y si las bebíamos, eran agua de salitre“93.

93 Ms. Anónimo de Tlatelolco, cit., p. 53.

“El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco. Por agua se fueron ya los mexicanos; semejan mujeres; la huida es general. ¿Adónde vamos? ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad? 94. Ya abandonan la ciudad de México: el humo se está levando, la niebla se está extendiendo […] Esto es lo que ha hecho el Dador-de-la- Vida en Tlatelolco“95.

94 Esta pregunta es esencial: ¿fue verdad que los dioses nos abandonaron, que el Imperio sería destruido? Extraña y profunda pregunta que muestra lo
trágico del momento. El “Quinto Sol” ha terminado.
95 Cantares mexicanos (León Portilla, op. cit., p. 62).

La “invasión” ha terminado. Los guerreros han sido derrotados. Lo mismo acontecerá con los mayas, con los incas de Atahualpa… hasta
los confines de Tierra del Fuego por el Sur, o hasta Alaska por el
Norte, en el correr de los años96.

96 No se piense que la resistencia a la invasión fue poca, por el contrario fue
heroica e ininterrumpida.
La Modernidad se ha hecho presente… ha emancipado a los oprimidos de los aztecas de ser víctimas de sus dioses sanguinarios… y como un “Sexto Sol” que amanece en el horizonte de la humanidad, un nuevo dios (el capital) inaugura un nuevo “mito sacrificial”, el “mito” de Tlacaélel deja lugar al “mito” no menos sacrificial de la “mano de Dios” providente que regula armónicamente el mercado de Adam Smith, y de competencia perfecta (que hay que garantizar destruyendo el “monopolio” del trabajo de los sindicatos obreros) de F. Hayek.

Nuestro cuerpo, nuestro territorio en lucha

Nuestro cuerpo, nuestro territorio en lucha
Colaboración/11 marzo, 2014/1 comentario

Por Sofía Blanco Sixtos y Diana A. Manrique Ascencio
Fotografías: Juan José Estrada Serafín

¿Cómo construir la idea del cuerpo de las mujeres a partir de la cosmovisión comunitaria?

Deconstruir el cuerpo femenino ha sido uno de los puntos centrales del feminismo para visibilizar las desigualdades sociales entre mujeres y hombres basadas en la “naturalización” de las identidades femeninas y masculinas. Una naturalización que como tal, tiene una historia donde aquello que es indicativo como esencia femenina se ha mantenido gracias a diversos dispositivos sociales como la Iglesia y el Estado.

El despojo del conocimiento a las mujeres ha sido uno de los mecanismos de control que comenzó en la Edad Media a través de la Santa Inquisición con la persecución de la brujas, que se extiende hasta mediados del siglo pasado por la ciencia; un despojo que es palpable al revisar y cuestionar quiénes han sido las voces autorizadas para hablar del cuerpo femenino, para nombrar los sentires y pensares de nosotras las mujeres.

Con la propuesta del feminismo comunitario (ver Cabnal y Paredes) hacemos una analogía entre el cuerpo y el territorio. El cuerpo de las mujeres, al igual que los territorios de nuestros pueblos originarios, ha sido expropiado y colonizado por los saberes occidentales, desde la Iglesia y la medicina.

«Con los cuerpos marcados por el colonialismo, las mujeres hemos recorrido la historia, relacionándonos unas con otras y relacionándonos como mujeres con los varones, también. Estas relaciones, que se han dado en el contexto de un colonialismo interno, tienen por resultado un comportamiento colonial en el erotismo, el deseo, la sexualidad, el placer y el amor, por supuesto» (ver Paredes, 2008)

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Nosotras reconocemos cómo nuestro cuerpo ha sido expropiado por la medicina y el Estado? Esta interrogante la hacemos desde los diferentes contextos en los que nos ubicamos, pues innegablemente tanto en la ciudad como en los pueblos, la medicina ha permeado las prácticas de cuidado y de atención de nuestros cuerpos, ajenos a nosotras. Antiguamente, la medicina –al ser más un saber empírico que teórico– otorgaba legitimidad a los saberes femeninos, pues ellas estaban más cercanas a la naturaleza, al ‘dar vida’, por su capacidad reproductiva.

Como lo indica Viveros (1995), «Los saberes sobre el cuerpo y sobre las enfermedades infantiles les ha conferido en diversos momentos históricos y lugares geográficos un poder y un reconocimiento social. Esta posición difícilmente podía obtenerse de otra manera, si tenemos en cuenta la situación de la subordinación que han vivido las mujeres en la mayor parte de las sociedades».

Partiendo de esta idea, si hablamos de la menarca, de la primera menstruación, es adentrarnos a un territorio colonizado por las prácticas médicas desde la higiene, la normalización de los periodos menstruales, de la separación del cuerpo con la subjetividad, los sentires, pensares y el alma de cada mujer. Hace algunos meses, abordamos estas temáticas y conversamos con algunas mujeres en comunidades rurales michoacanas, donde uno de los temas fue la menstruación. En la charla preguntamos ¿qué sucedió durante su menarca?

—Mi primera vez de menstruación fue en la noche cuando me acosté a dormir y me desperté, eran por ahí a las cuatro de la mañana, estaba bien mojada de sangre y me asusté, me cambié y me quedé pensando por qué me había pasado eso, entonces me dio mucha pena y vergüenza y así le dije a mi mamá, entonces ella me dijo que así pasa eso —Ana, 32 años.

Se lee en este testimonio cómo persiste el silencio sobre nuestro cuerpo. Aun cuando actualmente se habla desde la medicina sobre los procesos biológicos de hombres y mujeres durante la adolescencia, no se contextualiza ese conocimiento ni se le relaciona con los simbolismos comunitarios sobre la feminidad y la masculinidad. Por lo tanto, se abre la distancia entre ese saber pragmático, científico y la enunciación del cuerpo desde los discursos religiosos, tradicionales, en donde la virginidad y el pudor han sido durante mucho tiempo los estandartes para mirar, pensar y construir nuestro cuerpo.
Comunitaria de Apatzingán

Comunitaria de Apatzingán

¿Qué pensamos y sentimos sobre nuestro cuerpo? ¿Cómo lo vemos? Es necesario identificar cómo nuestro cuerpo ha sido nombrado y explicado desde su tecnificación y moralización, desvalorizando los saberes de las mujeres como madres, parteras, cocineras, curanderas. Así, cuando leemos nuestro cuerpo que sangra, que se mueve, que expresa nuevas fusiones y fluidos podemos vivenciar sentimientos como: miedo, vergüenza, amenaza, dolor.

La menarca es un momento crucial en la vida de las mujeres pues marca el inicio de otra etapa. Como dicen «Le sale sangre cuando una es muchacha», y sin embargo, una gran parte de las mujeres que participaron en los talleres expresaban incomodidad y molestia de tener cada determinado tiempo –pues no todas menstrúan cada 28 días–, un sangrado que puede llegar a impedirles realizar su actividades como cotidianamente las llevan a cabo.

Se reconoce entonces que en la memoria corporal de nuestras abuelas, de nuestras ancestras, está presente la colonización de los cuerpos femeninos que subyuga la identidad de las mujeres; por lo que, como mujeres, es necesario reconocer en nuestro cuerpo un sistema patriarcal que desea invisibilizar en él la potencia política, la liberación y el placer de las mujeres. Entonces, los saberes locales de las mujeres sobre sus cuerpos son expresiones de la pluridimensionalidad de ser y estar en el cosmos, de sentir y pensar el cuerpo como una energía fundamental de la amalgama cuerpo-vida-territorio-comunidad. Donde la potencialidad se va creando y recreando en un continuum en nuestras vidas y territorios.
Ceremonia del amanecer en el año nuevo p’urhépecha
Mujer p’urhépecha con flores
Mujeres nahuas en la costa michoacana
Niña p’urhépecha de Cherán K’eri
Niñas de Ocumicho

La percepción del cuerpo como una fuente de placer ha estado constreñida a la identidad femenina de la maternidad y la virginidad, que son las plataformas primarias para constituirse como mujer dentro de la sociedad patriarcal. Como lo indica Basaglia (ver Lagarde, 2005), «El ser considerada cuerpo-para-otros, para entregarse al hombre o procrear, ha impedido a la mujer ser considerada como sujeto histórico-social, ya que su subjetividad ha sido reducida y aprisionada dentro de una sexualidad esencialmente para otros, con la función específica de la reproducción».

Percibir nuestro cuerpo erótico ha estado presente en las comunidades rurales desde el silencio pues es «algo de lo que sólo se habla con el esposo» pues «no vaya siendo que luego digan que una anda de loca». Y es que expresar en grupo el gozo que puede derivarse de sentir el placer podría llegar a ser un elemento para pensarla desde la deshonra “de no darse a respetar”, desde lo prohibido, como sucede al respecto de aquellas mujeres que no tienen marido y son vistas con hombres son nombradas como las “locas”, “prostis”, “putas”.

Vivir y expresar el erotismo es romper con estereotipos abrigados en la dicotomía santa/puta, donde la santa alberga la identidad opresora de la mujer obediente, maternal e infantil; asumir el erotismo desde la autonomía, la diversidad, es pensarnos como creadoras de mundos, visibilizando la pluralidad de las mujeres y las potencialidades al entretejer nuestros saberes locales con los saberes médicos.

De esta reflexión, nos planteamos ¿cómo construir la idea del cuerpo de las mujeres a partir de la cosmovisión comunitaria? Pensar en descolonizar nuestros cuerpos implica que se reconozca y se recupere el cuerpo como un espacio de lucha.

Identificamos, en el diálogo con algunas mujeres jóvenes de comunidades, su voluntad de abordar y reconocer lo que sucede con sus cuerpos y las implicaciones sociales. «Es necesario que se hable más con nuestras mamás, con nuestras abuelas, nosotras entendemos que es importante pero aquí casi no se habla de eso». Entonces, ¿qué sucede con las mayores, con las nanas, las madres, las abuelas? ¿Cuáles serán los arraigos y colonialismos atravesados en sus vidas y en sus cuerpos? ¿Es posible que su lucha y resistencia tenga una configuración diferente?

Los procesos que actualmente viven las mujeres indígenas y la lucha por su territorio han configurado una identidad. El reconocerse como parte de este movimiento interno en sus comunidades ha posibilitado para las mujeres que su hablar sea escuchado, accionado y se perciban a sí mismas como mujeres que tienen la oportunidad de moverse, salir y decir lo no dicho.

Descolonizar y desneoliberalizar es ubicar geográfica y culturalmente las relaciones de poder internacionales planteadas entre el norte rico y el sur empobrecido. Cuestionar profundamente a las mujeres del norte y su complicidad con el patriarcado transnacional (ver Paredes).

En tal caso, para descolonizar es necesario abandonar esa concepción escindida del cuerpo, por un lado, y el alma, por el otro. Partir del cuerpo como una integralidad que comprende desde la genética y la energética hasta la afectividad, pasando por la sensibilidad, los sentimientos, el erotismo, la espiritualidad y la sexualidad.

A partir de la experiencia sería necesario recuperar y resignificar las enseñanzas de nuestras ancestras; privilegiar el diálogo y el intercambio de saberes; reconocer lo propio y lo ajeno asumiendo la dinamización de las culturas. La emancipación de nuestros pueblos está implicada con la de las mujeres, pues la descolonización de nuestros cuerpos se basará en sus expresiones de resistencia y cambio comunitario en los distintos territorios.

Referencias:

Cabnal, Lorena. 2010. Feminismos diversos: el feminismo comunitario. ACSUR-Las segovias, España. En línea. [Recuperado el 2 de Febrero]
Lagarde, Marcela. 2005. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. CEIIH-UNAM, México.
Paredes, Julieta. 2008. Hilando fino, desde el feminismo comunitario. Lifs, Perú. En línea. [Recuperado el 5 de febrero]
Viveros, María. 1995. Mujeres y dolores secretos. Mujeres, salud e identidad. En Aragon L., León M. y Viveros M .(comp.). “Género e Identidad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino”. TM editores, Colombia.

Maya Architecture

Maya Architecture
Definition
by Mark Cartwright
published on 20 September 2015
Temple I, Tikal (Dave Jimison)

Maya architecture is best characterized by the soaring pyramid temples and ornate palaces which were built in all Maya centres across Mesoamerica from El Tajin in the north to Copan in the south. The Maya civilization was formed of independent city-states and, consequently, there are regional variations in architecture but almost all buildings were constructed with a precise attention to position and layout and a general style prevails. Multi-level elevated platforms, massive step-pyramids, corbelled roofing, monumental stairways, and exteriors decorated with sculpture and mouldings of Maya glyphs, geometric shapes, and iconography from religion such as serpent masks are all typical features of Maya architecture. Interestingly, unlike many other cultures, Maya architecture makes no particular distinction between religious and non-religious buildings.

Influences & Materials

The Maya were certainly aware of, and were often admirers of, the Mesoamerican cultures which had gone before them, especially the Olmec and at Teotihuacan, and so they took inspiration from this Mesoamerican heritage when developing their own unique architecture.

Maya architects used readily available local materials, such as limestone at Palenque and Tikal, sandstone at Quiriguá, and volcanic tuff at Copan. Blocks were cut using stone tools only. Burnt-lime cement was used to create a form of concrete and was occasionally used as mortar, as was simple mud. Exterior surfaces were faced with stucco and decorated with high relief carvings or three-dimensional sculpture. Walls might also have fine veneers of ashlar slabs placed over a rubble core, a feature of buildings in the Puuc region. Walls in Maya buildings are usually straight and produce sharp angles but a notable idiosyncrasy is seen at Uxmal’s House of the Governor (10th century CE) which has outer walls which lean outwards as they rise (called negative batter). The whole exterior was then covered in stucco and painted in bright colours, especially red, yellow, green, and blue. Interior walls were often decorated with murals depicting battles, rulers, and religious scenes. Mansard roofs were typical and made in imitation of the sloped thatch roofing of the more modest wooden and wattle dwellings of the majority of the population.
Maya buildings were positioned to take advantage of solar and other celestial events or sight lines.

The earliest monumental Maya structures are from the Petén region, such as the 1st century CE pyramid at Uaxactun known as E-VII-sub, and are low pyramids with steps on all four sides rising to a top platform. Postholes in the platforms indicate superstructures of perishable material once stood there. The pyramids also carry sculptural decoration, masks in the case of E-VII-sub. Even at this early stage buildings were constructed on precise plans according to such events as the winter and summer solstices and equinoxes. In addition, the outline of structures when seen from above was also deliberate and could form or resemble Maya glyphs for, for example, completion and time. Indeed, many structures were built to specifically commemorate the completion of important time periods such as the 20 year katun.

Copan Site Plan
Copan Site Plan

Town Planning

Maya sites display evidence of deliberate urban planning and monuments are often laid out on a radial pattern incorporating wide plazas. Topography usually determined where larger buildings were constructed – see, for example, Palenque where use was made of natural rock rises – but they could also be connected via elevated and stuccoed roadways (bajos) within a single sacred complex. Buildings themselves were oriented along, for example, a north-south axis, and were so positioned to take advantage of solar and other celestial events or sight lines. Buildings might also be sited to take advantage of natural panoramas or even mimic the view itself such as in the ballcourt at Copan.

Pyramids

Maya pyramids soaring above the surrounding jungle, such as the 65-metre high Temple IV at Tikal (8th century CE), are amongst the most famous images from the ancient Americas. Pyramids were used not only as temples and focal points for Maya religious practices where offerings were made to the gods but also as gigantic tombs for deceased rulers, their partners, sacrificial victims, and precious goods. Pyramids were also periodically enlarged so that their interiors, when excavated, sometimes reveal a series of complete but diminishing pyramids, often still with their original coloured stucco decoration. In addition, individual shrines could be amalgamated into a single giant complex over time as Maya rulers attempted to impress their subjects and leave a lasting mark of their reign. A good example of this development can be seen at the North Acropolis of Tikal.

Temple of the Inscriptions, Palenque
Temple of the Inscriptions, Palenque

Palenque’s Temple of the Inscriptions, built c. 700 CE, is a model example of a Maya temple structure. A single steep staircase climbs several levels to reach a top platform topped by a single structure with several chambers. The pyramid is rich in symbolic meaning with nine exterior levels representing the nine levels of Xibalba, the Maya underworld, and a 13-level secret passageway descending to the tomb of King Pakal in the interior representing the 13 levels of the Maya heavens. In contrast to this standard approach, the Pyramid of the Magician at Uxmal (after 600 CE) is distinctive for its rounded corners which make it almost oval in shape when seen from above, making the pyramid unique in Maya architecture. Another two common Maya features of pyramids are a chamfer or deep horizontal groove running around each platform and rounded inset corners. The overall effect of these huge monuments is of a mountain, a feature of the landscape which the Maya held as sacred.

Palaces

The larger Maya buildings used as palaces and administrative centres, like the temples, very often have sections with corbelled roofing – that is flat stones were piled one upon another, slightly over-lapping so that they formed a narrow enough gap that it could be spanned with a single capstone. Further support to these unstable vaults was given by the addition of wooden crossties. This technique was further refined at Palenque where the central wall of parallel corbelled passageways could support exterior roof comb structures which presented a lattice-work effect in stone. The use of corbel roofs can also be seen in the inner burial chambers of some pyramids, notably the tomb of Kink Pakal deep within Temple of the Inscriptions at Palenque. A further innovation for increasing the structural integrity of roofing is found at Uxmal and especially in the Nunnery Quadrangle building (pre-1000 CE), which has boot-shaped stones in its vaults.

Nunnery Quadrangle, Uxmal
Nunnery Quadrangle, Uxmal

The Nunnery complex at Uxmal is also a good reminder that Maya royal residences too had religious functions and were designed, like the temple pyramids, to visually represent the Maya view of the cosmos. The north building of the Nunnery has 13 doorways – the levels of the heavens, the south building has 9 – the levels of Xibalba, and the west building has 7 – the Maya mystic number of the earth.

Larger Maya buildings could have colonnades (or more commonly piers) and towers. The best surviving example is the palace at Palenque with its unique three-storey tower. Doorways are often multiple and of the post and lintel type in wood (usually sapodilla) or stone. They can also present relief carvings of rulers; especially fine examples are found at Yaxchilan. Alternatively, doorways could be carved to represent, for example, the mouth of a fierce monster, as in Structure 22 at Copan and the Pyramid of the Magician at Uxmal. These portals represented the mouths of sacred caves, traditionally considered portals to another world. Finally, besides halls, sleeping quarters, cooking areas, and workshops, some palaces, as at Palenque, also had luxury features such as lavatories and steam rooms.

Ball Court, Copan
Ball Court, Copan

Ballcourts

Used to play the ballgame of Mesoamerica which involved two teams of players trying to bounce a rubber ball through a single ring without the use of hands or feet, the most splendid Classic Maya ballcourt is to be found at Copan. Built in c. 800 CE its elegant sloping sides perfectly frame the distant view of the hills. The ballcourt at Uxmal is unusual in that its sides are vertical and one example at Tikal has a unique triple-court. The ballgame could have a religious significance with losers being sacrificed to the gods, and the orientation of the court is, therefore, typically positioned between the north and south – the celestial and underworlds respectively – and an integral part of the city’s sacred complex.

Legacy

Maya architecture would, then, pass on the architectural baton from older Mesoamerica to subsequent cultures such as the Toltec civilization and Aztecs, especially at the noted centres of Xochicalco, Chichen Itza, Mitla, and Tenochtitlan. Maya influence even stretched into the 20th century CE when such noted architects as Frank Lloyd Wright and Robert Stacy-Judd incorporated elements of Maya architecture into their buildings.
About the Author
Mark Cartwright
Mark Cartwright
Mark holds an M.A. in Greek philosophy and his special interests include the Minoans, the ancient Americas, and world mythology. He loves visiting and reading about historic sites and transforming that experience into free articles accessible to all.

Jazz y Política Contracultura

JAZZ Y POLITICA CONTRACULTURA

Publicado por: Administraador 18 septiembre, 2015 en Suplemento Amigos

Oscar A. Fernández O.

Improvisación, multiplicidad y espontaneidad son algunas de las cosas que definen la forma de experimentar e interpretar el mundo desde el jazz: marcando el ritmo, sintiendo su tránsito por la piel, la sangre y el corazón. Ya decía Charlie Parker, que quería que su jazz “bailara en las cabezas y congelara la sangre”, para que su música no se redujera a lo ornamental.

En Storyville un distrito de la ciudad de Nueva Orleans, en Luisiana, existían los Barrelhouse, unos bares de baja categoría muy comunes en los barrios de afroamericanos en los Estados Unidos. En este lugar habitaban las prostitutas, los maleantes, y los vagabundos, pero además, fue allí donde innumerables músicos encontraron trabajo como Buddy Bolden, Jelly Roll Morton, entre otros artistas del jazz originario. Los sonidos blues y el boogie woogie generarían tal experiencia, que daría lugar a que estos Jazzman propiciaran a través de su arte un encuentro con la vida para poder vivirla, expresando los problemas sin resolver, las verdades que no se querían enfrentar, cosas alegres, placenteras, pero también dolorosas.

El Jazz ha sido la música de un pueblo que soportó el esclavismo y la discriminación, equilibrando con el sonido el regocijo y el sufrimiento, ya fuera en las actuaciones de vaudeville, en las presentaciones de las Big Bands en la época del Swing ó con los contestatarios Boppers de los años 40. El Jazz le permitió a muchos seres humanos descubrir lo que debían hacer con la libertad, ya fuera escuchando la música, interpretándola o cantando, para decirse algo sobre ellos mismos que apenas empezaban a conocer.

La impronta unicultural del hombre blanco, hizo que los afroamericanos en esa primera mitad del siglo veinte, no fueran reconocidos, por las secuelas del racismo y del sistema esclavista que les negaba sus derechos civiles. Sin embargo, más allá de las tragedias personales y colectivas, de la percepción del Jazz como música marginal, de burdel, de terraza de baile, de gangsters en Chicago y Kansas City de pasacalles y negra; esta música alcanzó en los años dorados el calificativo de música popular con sus enormes Big Bands, que luego contestarían los Boppers con ese aire intimista, individual y extravagante, lleno de sentimiento e indignidad.

Con el jazz primigenio y luego con el moderno se llevó a cabo una movida contracultural, que a partir de los blues expresaría un sentimiento doloroso, amargo y bello. Con “Strange Fruit“, Billie Holiday habló “sin pelos en la lengua”, sobre los atropellos en los Estados del Sur estadounidenses a la gente afroamericana. Esta canción se convertiría más tarde en un himno para el movimiento por los derechos civiles en EEUU. La irreverente y pasional

Nina Simone por su parte, se involucró en los años sesenta al movimiento y grabó algunas canciones políticas como “To Be Young, Gifted and Black”, “Blacklash Blues,” “Mississippi Goddam” (en respuesta al asesinato de Medgar Evers y al ataque terrorista a la iglesia de Birmingham, Alabama, en 1963, por parte de supremacistas blancos y que se saldó con la muerte de cuatro niñas negras), En 1966, otro de sus temas, “Four Women” fue prohibido en Filadelfia y en las emisoras de Nueva York por las cosas allí dichas. Simone se fue de los Estados Unidos en 1969 tras la muerte de Martin Luther King, los desacuerdos con sus agentes, las compañías discográficas y la agencia de impuestos. (C. Viera: 2010) El Jazz como propuesta estética, sirvió como medio para denunciar, demandar y hacer visibles las contradicciones de la democracia norteamericana. Así como otras músicas, desde el sonido creó espacios de deliberación y contrapoder, formas de resistencia y ante todo un proceso de experimentación moral y estético que les permitió a sus músicos reinventar el mundo para sí mismos. El Jazz como movimiento de afirmación, individuación y liberación, demostró que la política es ante todo lenguaje, y que lo cotidiano se politiza con cada decisión tomada, para llevar a cabo una existencia más coherente.

Los “hipster” de los años 40 del siglo XX cuando identificaba a los aficionados al jazz moderno, género musical muy popular a principios de esa década. El “hipster”, por aquellos años, adoptó la manera de vestir, la jerga, la actitud relajada, el humor sarcástico, la pobreza auto-impuesta, y los relajados códigos sexuales, en un intento de copiar el estilo de vida y aspecto del músico de jazz. Por su parte, en la Europa de la contracultura en los 50´s, el jazz (llamado en Inglaterra Trad Jazz) asociado a una causa progresista, de marcada impronta antiamericana, conservaba la tradición negra sureña de Estados Unidos. En rigor de verdad, la música podía ser americana pero el trad jazz era un fenómeno peculiarmente británico, ligado a esa profunda vena nostálgica de la cultura popular de entonces, enamorada tanto del provincialismo de las antiguas tradiciones rurales. Más que de un Mardi Grass a la inglesa, se trataba de un culto antimodernista a la autenticidad que se apropiaba de los orígenes de un género ligado a la opresión de los afroamericanos para reconvertirlo al primitivismo romántico y a la veneración de la gente común de la vieja Inglaterra: el carnaval de New Orleans transformado en el ómnibus rojo de dos pisos, símbolo indeleble de una britishness encarnada por una Omega Brass Band cuyos músicos desfilaban en las marchas antinucleares vestidos justamente con uniformes de choferes. (Tomado de esculpiendo.blogspot.com)

Alba y militancia anticapitalista ante un nuevo ciclo histórico

Alba y militancia anticapitalista ante un nuevo ciclo histórico

Luis Bilbao
Rebelión

El ciclo iniciado con la victoria electoral de Hugo Chávez en 1998 ha culminado. La dinámica de convergencia de gobiernos latinoamericanos de diferente naturaleza está en un punto de parálisis e indefinición. A no pocas tendencias y cuadros de izquierdas les cuesta admitirlo. Pero hacerlo es una condición para continuar la marcha; para definir qué signo y sentido tendrá la nueva etapa que se inicia.

Entre una y otra fase el punto de giro no resulta de una victoria de la contrarrevolución. Aunque está a la vista el terreno recuperado en el último período por el imperialismo y los núcleos del gran capital en cada país, con excepción de los componentes del Alba, el saldo no es neto en modo alguno, como se verá enseguida. Hay un combate en curso.

Sobre la base de un sostenido agravamiento de la crisis estructural y agudización acelerada de las contradicciones en el hemisferio, el ordenamiento actual ya no calza en el cuadro anterior. Dado que Venezuela y los restantes países del Alba han resistido los embates de todo tipo tras la muerte de Chávez, el capital está compelido a articular urgente una respuesta para evitar que se transponga el punto de no retorno en el área del Alba y se generalice el conflicto en toda la región.

En relación a la situación dada a comienzos de siglo se ha producido un cambio fundamental en las relaciones de fuerzas entre clases y naciones. Ese cambio favorece circunstancialmente a Estados Unidos. Omitirlo induce a valoraciones, propuestas y demandas abstractas, lo cual a menudo lleva por caminos desviados a corrientes y cuadros revolucionarios. A la vez, avala tendencias que consideran suficiente desplegar su actividad en estructuras que rechazan la noción de Partido, postergan o directamente desechan la lucha por la conquista del poder político.

Para abrir un debate al respecto habrá que trazar una minuciosa cartografía de la nueva coyuntura histórica. Falta todavía un estudio detallado desde el análisis científico de la lucha de clases, pero hay suficiente experiencia acumulada como para afirmar un balance destinado a armar a la vanguardia revolucionaria, obligada hoy a multiplicar capacidades para frenar la contraofensiva capitalista y dar continuidad a las grandes conquistas alcanzadas.

Es preciso seguir la evolución país por país, evaluar el papel político de cada quien y valorar el desplazamiento de fuerzas al Sur del Río Bravo, con especial atención al Alba-Tcp (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos) y los 11 países que la componen: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, la Mancomunidad de Dominica, Santa Lucía, Granada, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda, San Cristóbal y Nieves.

Tal labor queda a cargo de la militancia que ha intervenido de manera directa en los acontecimientos (*). La justa comprensión y evaluación del fenómeno hemisférico requiere –y esto es ya la definición de un objetivo impostergable- una instancia organizativa internacional de cuadros y militantes revolucionarios. Vale repetir que fue también Chávez quien comprendió esa necesidad y convocó, a fines de 2009, a la creación de una V Internacional. Intento vano en su primer pujo, pero cargado de potencialidad.

El Alba fue un paso dictado por esa comprensión internacionalista de la lucha revolucionaria. Su sola constitución significó una ruptura neta con la dinámica del siglo XX. A excepción de esfuerzos realizados por Cuba para crear organismos internacionales que unificaran fuerzas de países del entonces llamado Tercer Mundo, desde los años 1930 en adelante prevaleció la corrupción primero y la disolución luego de las estructuras internacionales de la clase trabajadora. La Segunda Internacional había torcido el rumbo al punto de pasar del reformismo a la sociedad con el gran capital alemán y europeo; la Tercera se transformó en una maquinaria vuelta contra los comunistas revolucionarios en todo el mundo, comenzando por la Unión Soviética y España; la Cuarta no llegó a existir como tal; se limitó a un esfuerzo simbólico cuya fuerza se extinguiría a poco andar, coronado por el asesinato de Trotsky.

Mantuvo un prolongado esfuerzo por preservar la memoria histórica y la continuidad del pensamiento revolucionario hasta que sucumbió en la deriva sectaria de la mayoría de sus epígonos. La irrupción de la Revolución Bolivariana primero y luego del Alba rompieron la inercia reformista o diletante. A esa altura el Foro de São Paulo ya estaba dominado por la noción reformista y organizaciones empeñadas en insertarse en el sistema. Pese a eso, el FSP era una organización de Partidos. El Alba, en cambio, es una unión de gobiernos. Como tal, tiene limitaciones y ritmos ajenos a las urgencias de un combate político como el que América Latina afronta en los últimos años y en el cual se decide la victoria o derrota de sus pueblos y vanguardias.

Washington recupera terreno

En la nueva situación el signo dominante es que después de un período de sistemático retroceso y de fallidas respuestas parciales, el estado mayor del imperialismo logró articular una estrategia contrarrevolucionaria en todo el hemisferio. A partir de ella viene sumando sectores de las burguesías locales que en la fase anterior salieron de su órbita.

Aquí está por tanto el principal aspecto en la coyuntura: franjas de la burguesía que agobiadas por la voracidad descontrolada del imperialismo se sumaron a una dinámica convergente, políticamente encabezada por la Revolución Bolivariana y el comandante Chávez, vuelven a encarnar una fuerza centrífuga o, como se decía en el siglo pasado, balcanizadora. América Latina está otra vez ante la amenaza cierta de retomar el camino de la fragmentación y, como consecuencia, de sucumbir una vez más ante el poder del imperio.

Washington sufrió un golpe durísimo en 2005 cuando con el Alca fracasó su intento de levantar un alambrado en la región y quedarse para sí con todo el mercado. Lamió sus heridas durante 2006 y lanzó los primeros pasos de la contraofensiva en 2007. Paradojalmente, la crisis contribuyó para que el capital recompusiera sus filas. Con el estallido financiero de 2008 los bloques gran burgueses en América Latina comprendieron que por sí solos no podrían remontar la situación provocada por el colapso en los países centrales. Con la reactivación de un G-20 reformulado Washington dio un golpe maestro a la dinámica de convergencia suramericana y encolumnó a las burguesías tras su respuesta estratégica al colapso financiero.

Además de neutralizar mediante el G-20 la disgregación entonces en curso de su poder ante las burguesías de la región, el imperialismo logró sortear el riesgo que amenazó durante meses con transformar la recesión en depresión. Y esa capacidad conllevó la recuperación de dominio y control sobre sus socios subordinados y esquilmados del Sur.

A la vuelta de siete años el sentido de la marcha de las burguesías de la región es exactamente el inverso al impuesto a comienzos de siglo, con Brasil a la cabeza, cuando el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, acompañado por Chávez, convocó a la primera reunión de Presidentes suramericanos. Ese vuelco en la orientación se traduce en un cambio en las relaciones entre cada nación y el imperialismo, pero también en las relaciones de fuerza entre las clases al interior de cada país.

Desde luego la inconsistencia en la línea de acción adoptada por el gran capital era previsible. Y fue prevista. Chávez no albergaba la más mínima confianza en los grupos burgueses ávidos de negocios suculentos, capaces de tolerar la Revolución Bolivariana en Venezuela y admitir la creación de organismos nuevos, tales como Unasur y Celac, a condición de garantizarse el control y usufructo –aquí en frontal disputa con el gran capital estadounidense y europeo- de grandes obras de infraestructura e intercambio comercial en función de una “Comunidad” (así la llamaban, hasta que Chávez impuso la sigla Unasur) que imaginaron bajo su férula y fuera del alcance de la avidez imperial.

¿Por qué emprender ese camino con socios tan endebles y estructuralmente destinados a tomar el camino inverso? Tal pregunta cabe sólo cuando quien la formula no se propone la conquista del poder y la transformación revolucionaria de la sociedad.

Debilitar al imperialismo, sustraerle al máximo posible sus fuentes de alimentación –y paralelamente encarar la tarea de educación práctica de las masas respecto de quiénes son sus verdaderos aliados y enemigos- es una obligación para cualquier estrategia revolucionaria seria. Si no es por la guerra, ha de ser por la política. La conformación de bloques político-económico-militares (denominada por Chávez “mundo pluripolar”) era una estrategia acorde con las relaciones de fuerza a escala planetaria a comienzos de siglo. A una década de distancia ya no se trata de una teoría: está probado. Bloques de diferente envergadura y posicionamiento estratégico han dado en los últimos años un diseño nuevo al planeta. Estados Unidos no es más la potencia inapelable, con todos los demás grandes poderes del mundo girando a su alrededor. Desestimar esta reconfiguración geopolítica implica desconocer por completo la realidad mundial.

No es preciso decir que tal reconfiguración no resulta de la estrategia del algún partido o gobierno, sino del desenvolvimiento de la crisis sistémica: es el resultado inevitable de la pugna intercapitalista y la disputa por los mercados (tal vez sea necesario recordar que fueron esas las causas de la Primera y la Segunda guerras mundiales durante el siglo XX). En cambio, la comprensión por adelantado de esa lógica intrínseca era la clave para tomar la delantera y afirmar una perspectiva anticapitalista que obrara como faro para pueblos y vanguardias de todo el mundo.

La estrategia incluía, como condición sine qua non, dos pasos fundamentales: una unión de gobiernos revolucionarios al interior de los bloques mayores que estaban formándose, y una organización internacional basada en partidos revolucionarios y movimientos de masas antimperialistas y anticapitalistas. Eso es lo que hicieron Chávez y otros partidos, organizaciones y cuadros revolucionarios en diferentes países del mundo. Eso es el Alba y el inconcluso intento de crear la V Internacional.

En ese mismo período organizaciones que gustan presentarse a sí mismas como flanco más lúcido y arrojado de las filas revolucionarias, optaron por emprender el camino de la acumulación electoral y se muestran ahora felices por contar con un puñado de concejales y algún diputado. Basta la comparación para comprobar por dónde pasó la vanguardia revolucionaria en lo que va del siglo. No hay debate posible entre una vanguardia internacionalista a la cabeza de pueblos enteros y una reedición pálida y tardía del reformismo electoralista, precisamente en el momento histórico en que la socialdemocracia agoniza sin gloria.

Reconfiguración geopolítica

El caso es que la combinación de resultados de la contraofensiva imperial y debilidades de diferente orden de esa nueva vanguardia latinoamericana –que tiene significativas aunque débiles extensiones en los demás continentes- da lugar a una coyuntura de equilibrio inestable con base en la contraofensiva imperialista. La resolución de ese cuadro transitorio está en juego ahora mismo; a América Latina le corresponde un papel acaso decisivo en el desenlace.

Por un lado, la lucha interimperialista se ha agravado entre Estados Unidos, Unión Europea y Japón, aunque la expresión de ese combate sin solución sea predominantemente en el terreno financiero y de disputa por mercados (en el plano militar la abrumadora hegemonía estadounidense se impone y Europa queda limitada a maniobras que ponen trabas y postergan la furiosa escalada militar estadounidense contra Rusia y sus aliados del Este europeo).

A su vez, el bloque encabezado por China y Rusia se ha desplegado en un conjunto de instrumentos económicos y legislativos que consolidan una nueva potencia de alcance planetario en términos geográficos, poblacionales, económico y, en primer lugar, militar. Esto último constituye un vuelco trascendental de la realidad mundial que caracterizará por lo menos el próximo medio siglo.

Este bloque no calza en la sigla Brics, creada por periodistas europeos para denominarlo en sus inicios, hace más de una década. En primer lugar porque está por verse si el primer país de la sigla, Brasil, guardará el lugar que hasta ahora tuvo en ese conjunto nuevo (volveré inmediatamente sobre esto). En segundo lugar, porque tampoco es estable la continuidad de India en un curso de política internacional hegemonizado por acuerdos de fondo entre Beijing y Moscú. Un caso análogo vale para Suráfrica. Y, finalmente, porque hay un conjunto de otros países sobre los cuales gravitan de manera decisiva China y Rusia, los cuales suman a ese bloque todavía sin nombre una fuerza singular que, sin romper con los límites del sistema capitalista, se planta hoy y sobre todo adopta una dinámica de choque frontal con Estados Unidos.

Prueba para los gobiernos del Alba

Como se ha señalado, el Alba es la herramienta creada por Chávez y Fidel para intervenir desde una estrategia anticapitalista en la reconfiguración geopolítica global. Sin esa alianza definida por el socialismo la flamante pluripolaridad quedaría enteramente en un marco políticamente capitalista, aunque estructuralmente indeterminado. Y las grandes conquistas de la época: Unasur y Celac, cambiarían sin más de signo y naturaleza.

De allí que hoy los gobiernos del Alba afrontan dos tareas inseparables: fortalecimiento y consolidación de este conjunto de 11 países; esfuerzo por impedir que la dinámica de disgregación paralice, desnaturalice o incluso destruya Unasur y Celac. Mercosur es otro fenómeno; quizá el más candente en lo inmediato, donde también se dirimirá el combate por la inestable convergencia o la victoria de fuerzas centrífugas.

Por lo pronto Estados Unidos ha articulado una Alianza del Pacífico a través de los gobiernos de México, Colombia, Perú y Chile. Junto con la OEA, a la cual Washington intenta revivir mediante el ex canciller uruguayo, actual secretario general empeñado en la tarea, son sus puntos de apoyo contra Unasur y Celac.

Ante las incógnitas que plantea este desarrollo la pregunta decisiva es si existe, y en tal caso cuál sería, la fuerza capaz de impedir el realineamiento de las burguesías con el imperialismo para marchar contra sus propias clases trabajadoras y el conjunto de sus pueblos.

Sobre la base de la creciente pugna intercapitalista de las burguesías de la región (siempre con el telón de fondo de la crisis mundial, que no hará sino agudizarse), dos factores principales caracterizan el cuadro: las contradictorias necesidades de la burguesía brasileña, visiblemente fracturada, y la presión estadounidense sobre varios gobiernos del área, en primer lugar el de Colombia.

Está fuera de duda que el Departamento de Estado considera la detonación de una guerra entre Colombia y Venezuela como llave final de sus planes. Sólo no avanza abiertamente por ese camino porque la todavía indefinida correlación de fuerzas significa para la Casa Blanca el riesgo de que un hecho semejante obre en sentido inverso al procurado, provocando un incontrolable incendio en la región.

Esta misma razón guía los pasos de las principales cancillerías y sobre todo la brasileña, como pudo verse en el primer tramo del choque fronterizo entre Colombia y Venezuela, azuzado por el imperialismo y hasta el momento neutralizado por la mayoría de los países de la región. He aquí un principio de respuesta a la pregunta arriba formulada: la única fuerza capaz de postergar y darle un sentido diferente al vuelco definitivo de las burguesías a los brazos del imperialismo es el constante fortalecimiento de la perspectiva revolucionaria.

Con la salvedad de un eventual estallido de violencia en la frontera colombo-venezolana, el manejo de las aludidas necesidades contradictorias de la burguesía brasileña se presenta en lo inmediato como el desafío mayor para el Alba.

El debilitamiento del gobierno de Dilma Rousseff es el prólogo del irresuelto giro del gran capital brasileño. Están encarcelados propietarios y principales ejecutivos de empresas de la construcción directamente involucradas en proyectos económicos aprobados por Unasur. Fue designado como ministro de Hacienda un vástago proestadounidense de los bancos mayores.

In extremis, cuando Dilma tambaleaba peligrosamente en agosto, las principales cámaras industriales salieron en su defensa y frenaron los preparativos para destituirla. El precio de semejante respaldo no requiere detalles: implementar el saneamiento que el capital exige a partir de los efectos de la crisis internacional y de los desequilibrios internos. Para observar esta coyuntura cabe tener en cuenta que el principal abanderado del impeachment (así llaman en Brasil al juicio político contra un Presidente) fue Fernando Henrique Cardoso. El mismo que en 1989 y en sucesivas elecciones acompañó la candidatura de Lula y en 2000 convocó a lo que sería el primer eslabón de una cadena que luego daría lugar a Unasur y Celac. Pocos como Cardoso reflejan el giro en 180 grados del capital brasileño.

El Alba se ve ante una dificultad análoga también en Argentina, aunque en un cuadro diferentes y con otro ritmo. En este caso no se trata de una burguesía con peso en el escenario internacional que replantea su rumbo, aunque por cierto el gran capital clama por el realineamiento con Washington. El hecho es que la marcha en zigzag de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández concluye con saldo inequívoco: en 2015 el PIB industrial per cápita es idéntico al de hace 40 años; el endeudamiento de 200 mil millones de dólares con el que asumió Kirchner en 2003 se elevó a más de 240 mil millones, con un detalle: desde 2007 a la fecha se pagó a los acreedores 240 mil millones; Argentina se negó a ingresar al Alba, pero en los hechos tampoco está hoy en el Mercosur, paralizado y agónico por la disputa de las burguesías de sus dos principales socios, mientras Brasil alineó tras de sí a los gobiernos de Uruguay y Paraguay y a partir de esto, si no ocurre algo extraordinario, en diciembre Mercosur firmará un tratado de libre comercio con la Unión Europea; el país lleva más de tres años de estancamiento y recesión, con una media inflacionaria del 30% anual; la desocupación crece al compás de la caída económica y la pobreza supera el 30% de la población; como colofón, el gobierno de Fernández no logró articular una candidatura propia para las elecciones del 25 de octubre y la Presidente debió designar como delfín a quien fuera su permanente enemigo personal y político: Daniel Scioli, discípulo de Carlos Menem, hoy respaldado por la derecha del Partido Justicialista y aliado explícito de Washington. Los dos restantes candidatos con chance de hacerse del poder son Sergio Massa y Mauricio Macri, ambos provenientes del más crudo derechismo liberal y amarrados a los designios de la Casa Blanca. Los tres, además, enemigos jurados de la Revolución Bolivariana de Venezuela y, por supuesto, del Alba.

Está por verse si Dilma Roussef logra finalmente sostener la estabilidad y continuidad de un gobierno legítimamente constituido según la Constitución vigente, pero dispuesto a encarar una política económica contra los intereses de las clases trabajadoras y a la vez mantener la línea de acción política suramericana llevada hasta ahora. En el caso argentino, en cambio, es inexorable que a partir del 10 de diciembre el país dé un brusco giro diplomático y comience a actuar abierta o solapadamente contra el Alba, sus gobiernos y sus fuerzas revolucionarias.

Brasil tiene un alto involucramiento económico con Venezuela, Bolivia y ahora también Cuba. En menor escala lo mismo vale para Argentina. Ambos países han obrado –a veces con enérgicos y decisivos pasos, otras de manera aviesa y con doble intención- contra las agresiones abiertas provocadas en diferentes circunstancias contra gobiernos del Alba.

No hace falta decir que la caída de Rousseff significaría una victoria para Estados Unidos; cambiaría drásticamente la relación de fuerzas entre Washington y las capitales del Sur, tanto más si se suma el reemplazo de Fernández por cualquiera de los candidatos en danza.

No menos claro resulta que el respaldo, siquiera por omisión, del Alba a políticas antiobreras y de realineamiento de Brasil con Estados Unidos (por ejemplo: el acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea y algún tipo de participación brasileña en la Alianza del Pacífico) implicaría un correlativo distanciamiento con las masas que en ese país buscan reorientarse sindical y políticamente. Otro tanto vale respecto de Argentina en cuanto al tipo de relación y valoración respecto del partido gobernante, en caso de que ganare las presidenciales.

Está claro que cada gobierno del Alba tiene no sólo el derecho sino la obligación de buscar alianzas en el más amplio arco posible para restarle margen de maniobra a la Casa Blanca. Y es igualmente evidente que si el Alba no obra como faro orientador para obreros, campesinos, jóvenes y capas medias golpeadas por la crisis, el costo a pagar sería igualmente gravoso para las dos partes.

Movimientos obreros, campesinos y populares debilitados redundarían necesariamente en un Alba debilitado, a su vez incapaz de detener la centrifugación del continente, lo cual a su turno minaría las bases de sustentación de la propia Alba.

No hay un vademécum para orientarse ante tales dificultades. Se trata de afirmar o no la certeza de que, con prescindencia de los altibajos que trace la curva, la crisis del capitalismo global se acentuará y, en consecuencia, las burguesías verán estrechado su margen de maniobra no sólo frente al imperialismo, sino también ante las masas trabajadoras, a las que deberán sobreexplotar para sostener el sistema.

A partir de una definición en ese sentido, se trata de optar estratégicamente por acelerar en el camino de la revolución. No hay tercera vía: la otra opción sería retroceder –con los recursos retóricos que fueren- para acompasar al Alba con el grado de definiciones de otros bloques y mantener la sintonía con poderosos vecinos como Brasil y Argentina, vueltos ahora hacia el sentido inverso al mantenido en la última década.

En todo caso, la clave está en la propia marcha del Alba. En el esfuerzo por implementar efectivamente el Sucre. Téngase en cuenta que desde fines de 2008, en el pináculo de la crisis, es el único bloque que tuvo la lucidez y el coraje de crear una unidad monetaria para el intercambio propio, sentando un principio que si finalmente fuera asumido por otros bloque geopolíticos y geoeconómicos decuplicaría el golpe dado al imperialismo estadounidense con la irrupción de la pluripolaridad.

Los gobiernos del Alba ya han afirmado un curso de acción en este sentido. En el encuentro de cancilleres del 11 de agosto pasado, la declaración final registra el compromiso de “relanzar decididamente los proyectos socio-económicos productivos (…) que superen la lógica del modelo capitalista”, a la vez que anuncia el esfuerzo por ampliar su radio de acción y se propone “Construir y desarrollar la Zona Económica Complementaria Alba-Tcp/Petrocaribe/Caricom, como espacio privilegiado de complementariedad económica, comercial y productiva, y cooperación solidaria entre nuestros pueblos”.

A prueba también cuadros y organizaciones anticapitalistas

Sin el concurso de los obreros, campesinos y juventudes de los países hasta el momento no incorporados al Alba, a ésta le resultará imposible contrarrestar la presión combinada de imperialismo y burguesías locales. A la vez, el cuadro a la vista indica que no es previsible en lo inmediato el fortalecimiento de este bloque con la incorporación de otros países suramericanos. Por el contrario, el ejemplo de ese conjunto de naciones guiadas por una perspectiva y una práctica diferente es un peligroso ejemplo para los restantes gobiernos, incluso cuando no son abiertamente enemigos del Alba.

Una vía para contrarrestar el rechazo de gobiernos capitalistas es la adhesión al Alba de sindicatos de trabajadores, movimientos campesinos o estudiantiles. No han faltado esfuerzos por crear una red que permita enraizar esa idea en las masas. Todos valiosos, necesarios, merecedores de apoyo pleno.

De hecho, una condición para que partidos y organizaciones de izquierda estén a la altura de las circunstancias es que asuman sin retaceos esa tarea. A un lado el reformismo, por definición opuesto a la perspectiva enarbolada por el Alba, la renuencia de otras corrientes proviene, como se afirma en las primeras líneas de este texto, de soslayar la trascendencia de la escalada belicista estadounidense y de la batalla en curso entre las clases dominantes y los pueblos explotados y oprimidos desde el Río Bravo a Tierra del Fuego. Se desconoce o desestima el hecho de que han cambiado las relaciones de fuerza, con lo cual se abona el riesgo de un cambio mayor.

El vuelco de la situación no debería asombrar, puesto que expresa precisamente la extraordinaria magnitud del camino recorrido. Si la Revolución Bolivariana hubiera sido doblegada; si la dinámica de convergencia no hubiese llegado al punto de crear una organización hemisférica que excluye a Estados Unidos y Canadá, el imperialismo no tendría necesidad de contraatacar. Lo mismo refleja la conducta de las burguesías, inicialmente movidas por la necesidad de protegerse de la voracidad imperial, ahora asustadas de sus propios avances, aterradas –y divididas- al comprobar hasta dónde fueron arrastradas por una propuesta revolucionaria. Es posible verlos en sus discusiones: “Creímos que podríamos comprar o finalmente neutralizar a Chávez. Pero eso no ocurrió y estamos lanzados a un abismo: ¿Una Celac sin Estados Unidos? ¿Destruir la OEA? ¡No! ¡Es necesario detenerse ya!”.

A ritmos diferentes, por caminos cruzados, todas se han detenido o están a punto de hacerlo. El Departamento de Estado y el Pentágono esperan ese momento para lanzar su ofensiva final contra los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Cuba, Nicaragua y el resto de los componentes del Alba. No sería más que el prólogo de una repetición, corregida y aumentada, de la aplicación de políticas extremas de saneamiento capitalista en todos y cada uno de los países, incluido y acaso en primer lugar, Estados Unidos. El insolente desembarco de marines en Perú, la proliferación de puntos de apoyo estadounidense en ese país para eventuales acciones de guerra desde mar, aire y tierra, son datos insoslayables.

Consciente de su incapacidad para vencer una guerra de ocupación, temeroso de los efectos internos de otro Vietnam, Estados Unidos emprendió hace ya mucho una estrategia de destrucción humana y material masivas. Espera que la degradación por la guerra, la división y los enfrentamientos internos, frene el curso de la revolución, de otro modo inexorable. Washington se vale para ello de ataques aéreos –cohetes, aviones y ahora también y principalmente drones- y ejércitos mercenarios infiltrados y sostenidos con cientos de millones de dólares en más y más lugares del planeta. Ha exigido y obtenido el apoyo del imperialismo europeo para estos crímenes. Allí están Afganistán, Irak, Libia y ahora Siria para ejemplificar la nueva estrategia bélica estadounidense: criminal como nunca; cobarde como nunca; como nunca degradante de la condición humana y amenazante del futuro de la especie.

Es a ese poder al que se debe neutralizar y vencer. Quienes proponen construir el socialismo en una sola provincia (entendiendo a Venezuela como la provincia de avanzada de la nación latinoamericana), son un remedo patético de quienes se propusieron hacerlo en un solo país. Lejos de contribuir al avance anticapitalista, se convierten en obstáculos para la conciencia, la unión y la acción de las grandes mayorías y sus vanguardias. Son la contracara del reformismo que cree en un futuro diferente al de la crisis y la violencia crecientes para el capitalismo y propone humanizarlo. Éstos desconocen –o pretenden desconocer- la crisis intrínseca y la dinámica devastadora del sistema. Aquéllos hacen de la crisis una abstracción y le dan una respuesta metafísica. Basta que unos u otros tomen el gobierno de un país, o la conducción de un sindicato, o la comisión interna de una fábrica, para que a la vuelta de muy poco revelen su insanable incapacidad para conducir a las mayorías y enfrentar con éxito la reacción de la clase enemiga. Las pruebas de estas afirmaciones están a la vista de Norte a Sur en América Latina.

La necesidad de combinar desigualdades en el desarrollo político a lo largo del continente nada tiene que ver con el gradualismo reformista. Todo por el contrario. Se trata de avanzar en el reemplazo de la democracia burguesa por la democracia de las masas, en la cual la participación plena y libre ponga en marcha la más poderosa fuerza imaginable: el ansia de transformación que acucia a 9 de cada diez ciudadanos. Participación del ciudadano en el poder efectivo implica organización colectiva, en órganos de poder real, en todo ámbito de relacionamiento social.

Es lo que intentan realizar los gobiernos del Alba, también en este caso con logros desiguales. Sin embargo es claro que, como tal, este bloque no puede promover su propia propuesta en cada país. Eso significaría acelerar el curso de disgregación de Unasur y Celac. Ese rumbo, no obstante, es el obligado programa de acción inmediata, tanto más en aquellos países donde la farsa del electoralismo manipulado por burgueses y reformistas ha sobrepasado el límite de aceptación para las grandes mayorías y el saldo se ve ya en manipulación de masas por la derecha y el fascismo. Sólo la inercia y la falta de alternativas confiables han permitido en los últimos años que las clases dominantes ejerzan su poder bajo un manto institucional. El próximo paso será el retorno a la represión.

Frente a la magnitud de la batalla, si se le exige al Alba –o a cada uno de los gobiernos que lo integran- lo que el mismo demandante no es capaz de hacer en su país, se desemboca en el choque con esta gran conquista de la revolución latinoamericana, en una mayor incapacidad para cumplir las indelegables responsabilidades propias y en un debilitamiento de todos. Algo así como trabajar para el enemigo.

Por el camino que sea se llega a las dos exigencias impostergables de la hora: frente único antimperialista con la mayor amplitud que cada circunstancia lo haga posible; organización revolucionaria de los trabajadores y las juventudes en cada país en paralelo con la creación de un punto de organización y referencia internacional.

Al Alba le cabe la primera responsabilidad. La segunda es de la militancia dispuesta a la revolución. Pero una militancia disgregada o carente de programa, estrategia y disciplinada organización, no puede afrontar el desafío que tiene enfrente. Allí es donde aparecen con renovada vigencia las nociones de Partido e Internacional.

Nuestro Masferrer: entre el reformismo y la denuncia social

Nuestro Masferrer: entre el reformismo y la denuncia social
Roberto Pineda 14 de septiembre de 2015

Alberto Masferrer (1868-1932) es un personaje controversial de nuestra historia. Se mueve entre el reformismo liberal y la denuncia social. Puede considerársele como la cumbre del pensamiento liberal en El Salvador, corriente de pensamiento que inicia en 1811 con el levantamiento independentista del 5 de noviembre, que asume las ideas de la Ilustración europea.

El liberalismo como escuela de pensamiento originada en la Revolución Francesa atraviesa en nuestro país por diversas etapas. La primera es la anti-colonial antiimperialista representada por José Matías Delgado (1767-1832), luego sigue la etapa de lucha federalista encabezada por Francisco Morazán (1792-1842), la etapa modernizadora (educación, salud, economía) de Gerardo Barrios (1813-1865); la etapa reformista de Alberto Masferrer; y posteriormente los esfuerzos de democratización en 1944 del Dr. Arturo Romero (+1965) ; el militarismo represivo-reformista de Oscar Osorio (1948-1956) y de Julio Adalberto Rivera (1962-1967) y que se expresa en la actualidad en el ideario político de partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA.

La producción teórica de Masferrer el Pensador Liberal es profusa e incluye el ensayo filosófico, la nota periodística (periódico Patria 1928-1930), la arenga política, la propuesta programática. El pensamiento político de Masferrer surge en disputa con la visión tradicionalista y Conservadora de la oligarquía así como en contienda con el pensamiento marxista.

En 1929 Masferrer publica El Minimum Vital, su propuesta política en la que propone la idea que las clases dominantes proporcionen un “mínimum vital” para el sostenimiento de los sectores populares. Plantea que a cada persona les fueran garantizadas las condiciones mínimas (agua, techo, comida) para tener una vida digna. O sea favorecer a los oprimidos pero sin afectar a los opresores. Un socialista utópico.

Explica Masferrer que él quería “luchar contra todas las injusticias; declarar la guerra a la miseria y la ignorancia; meter el hombro a las clases desheredadas sin humillar a las favorecidas; consagrar nuestro esfuerzo al triunfo de la verdad y de la virtud (…). Considerado de esta manera, el socialismo es la más santa de las doctrinas: es el cristianismo en sus más avanzadas consecuencias. En este sentido, nuestra literatura debe ser socialista.”

Y aunque Roque fotografía a Masferrer de cuerpo entero en su famoso poema, es preciso rescatar algunos elementos de su pensamiento, de un humanismo radical avanzado para la comarca en que le correspondió vivir, que el mismo Roque llamaba nostálgicamente el paisito.

En el caso de Agustín Farabundo Martí(1893-1932), el Revolucionario Marxista, la producción teórica es exigua, reducida a unas cuantas cartas. Y si existe más que eso se desconoce. Es motivo de preocupación que los que nos llamamos marxistas en 85 años no hayamos podido recopilar de El Negro ni tan siquiera una bibliografía mínima; es tarea inconclusa, pendiente y necesaria. Y no se vale culpar a la dictadura militar de nuestra negligencia. Sus vidas y sus muertes son simbólicas: Masferrer en el exilio en Honduras, Martí en el paredón de fusilamiento.

El marxismo surge en la segunda década del siglo pasado precisamente en disputa ideológica con el liberalismo, con las ideas de Masferrer. En el caso del marxismo, su antecedente de continuidad histórica como movimiento progresista emancipatorio no se encuentra en Masferrer sino en Gerardo Barrios, ya que Masferrer representa un esfuerzo desde el reformismo político por asegurar la dominación oligárquica cafetalera. En el caso de Barrios representa la última batalla política de los sectores liberales anti-oligárquicos, así como las tradiciones nacionales de luchas progresistas y anti-oligárquicas.

Y aunque Barrios es derrotado e incluso fusilado, su huella política modernizadora, anticlerical y progresista, le sobrevive en la memoria popular y le proyecta hacia futuro como el Gran Reformador del estado y la sociedad salvadoreña del siglo XIX. El antecedente de Barrios el Reformador es Morazán el Federalista. Y el antecedente de Morazán es el cura Delgado, que enfrenta el colonialismo español y el intento neocolonial mexicano de Iturbide, por lo que es justo reconocerle como prócer antiimperialista.

Barrios el Reformador liberal, en el marco de la disputa ideológica entre proyecto popular y proyecto neocolonial, y de la evolución del mundo de las ideas, o de los sitios epistemológicos, es continuado por Martí el Revolucionario marxista, no obstante la brecha histórica (Barrios es fusilado en 1864 y Martí es secretario de Sandino, en 1928 y fusilado en 1932)

Barrios encarnó el tránsito de una sociedad añilera a una sociedad cafetalera y la visión popular por encima de la visión oligárquica. Su enfrentamiento contra Francisco Dueñas, apadrinado por el clero y la oligarquía guatemalteca, refleja a la vez la lucha entre dos proyectos regionales, el modernizador burgués y el tradicionalista.

En el caso del Negro Martí, en 1972 el dirigente comunista Jorge Arias Gómez se ve en la necesidad de construir una biografía básica para llenar el vacío informativo del nombre que a partir de ese mismo año representara el accionar de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y que a partir de octubre de 1980 el de la vanguardia unificada, FMLN, que será partido de gobierno a partir de 2009.

Un aspecto interesante es que tanto el Liberal Masferrer, como el Conservador General Martínez (1882-1966) e incluso el Antiimperialista Sandino profesaban doctrinas teosóficas muy propias de la época. Pero en el caso de Farabundo Martí hay una ruptura epistemológica, era comunista. Este elemento ideológico explica como el General Martínez luego de la muerte de Masferrer pudo atraer y articular a su alrededor al núcleo básico de la intelectualidad salvadoreña masferreriana de la época: Lars, Salarrué, Ambrogi, etc, ya que los unía la teosofía y el anticomunismo.

Esta situación en el campo de las ideas, de la visión filosófica, significaba que existían muchas más coincidencias entre Masferrer y el General Martínez, que entre Masferrer y Martí. Cada uno representaba diversas y diferentes fuerzas sociales que pugnaban por definir el rumbo del país. Marti se posiciona como representante del marxismo revolucionario, de la ideología del proletariado, de las ideas de Marx y de Lenin. Martínez ya en el poder asumió –al menos formalmente- el ideario de Masferrer, junto con el respaldo de su núcleo intelectual.

Pero tanto el liberal reformista Masferrer (como ideólogo principal del presidente derrocado Arturo Araujo) como el revolucionario marxista Martí (como ideólogo principal del PCS) son derrotados en 1932 por el General Martínez y el emergente y triunfante Autoritarismo Militar conservador. Esta derrota de la revolución posterga por casi cincuenta años el surgimiento de una nueva ofensiva revolucionaria, esta vez incluso con la construcción de un ejército revolucionario, territorios bajo control, y larga duración, doce años (1980-1992).

No obstante esto, debe reconocerse que Alberto Masferrer dentro de su visión reformista logra sintetizar, conceptualizar y articular intereses de sectores excluidos como los jóvenes, comunidades indígenas y solidarizarse con movimientos como el de los obreros ( Congreso Obrero en Armenia en 1918) las mujeres (respalda en 1930 a Prudencia Ayala) y vendedoras de los mercados. Es preciso rescatar desde una visión crítica los aportes realizados por el pensamiento de Masferrer.

Barrios encarnó el tránsito de una sociedad añilera a una sociedad cafetalera y la visión popular por encima de la visión oligárquica. Su enfrentamiento contra Francisco Dueñas apadrinado por el clero y la oligarquía guatemalteca, refleja a la vez la lucha entre dos proyectos regionales, el modernizador burgués y el tradicionalista. En el caso de Masferrer representa los intereses de sectores industrializantes burgueses locales así como del imperialismo inglés en disputa con otros imperialismos (en particular con el estadounidense), con sectores oligárquicos y principalmente con los incipientes movimientos revolucionarios de orientación marxista y leninista. En el caso de Martí su continuación es Schafik Handal (1930-2006).

La Revolución Cubana y los retos del presente

La Revolución Cubana y los retos del presente

Olga Fernández Ríos
Rebelión

Instituto de Filosofía

La transición socialista en Cuba [1] se encuentra en una importante etapa en la que se analiza y rectifica lo realizado hasta ahora. Existe la convicción generalizada de que resulta imprescindible echar a un lado las influencias de estructuras y prácticas del modelo estadocentrista y burocrático del mal llamado “socialismo real” que, a pesar de algunos cambios introducidos a partir del IV y V Congresos del PCC y de la reforma a la Constitución de la República en 1992, se mantienen en lo fundamental.

El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba celebrado en abril del presente año ratificó los objetivos socialistas y diseñó un proceso de rectificación, más profundo que otros realizados en el país. El núcleo de ese proceso es la decisión de renovar el modelo económico hasta ahora imperante y transformar estructuras y métodos de dirección permeados de burocratismo. El propio desarrollo logrado, la obsolescencia de estructuras o mecanismos institucionales que sirvieron en su momento y la conciencia crítica de caminos que resultaron errados, así lo exigen.

Ello en nada desdice los incuestionables logros de la Revolución Cubana y se constata, y no debe pasarse por alto, que a pesar de las influencias ya mencionadas, se han generado estructuras y mecanismos sociopolíticos autóctonos y capacidades de autocrítica que posibilitan rectificaciones con vista a eliminar las deformaciones burocráticas y el voluntarismo que tan negativamente han marcado las experiencias socialistas del siglo XX y a cuya influencia, en alguna u otra medida, no hemos sido ajenos [2] .

Se trata de un proceso sociopolítico que requiere, simultáneamente, de soluciones coyunturales y de precisiones estratégicas. El proceso involucra y pone en tensión todo el sistema político cubano bajo la dirección del Partido Comunista de Cuba y con multifacéticas responsabilidades que atañen al Estado. A ello se une la necesaria utilización de métodos más democráticos, especialmente la participación popular en la toma de decisiones que requiere de una revitalización permanente y un mayor engarce con los mecanismos de control y gestión.

Sin pretender agotar tan complejo tema, nos referiremos a algunos de los aspectos analizados o derivados de los acuerdos del VI Congreso del PCC, que consideramos de gran importancia para el ulterior desarrollo de la transición socialista en Cuba. Ordenaremos las ideas en tres direcciones:

1.- Estado y propiedad en la transición socialista: premisas para el análisis

2.- El VI Congreso del PCC: contextos y urgencias

3.- Desafíos del presente: lo estructural y lo subjetivo

1.- Estado y propiedad social en la transición socialista: premisas para el análisis

En varios aspectos la renovación del modelo económico cubano y las transformaciones sociopolíticas que de ello se derivan ratifican la lógica y la racionalidad del marxismo [3] , concepción que continúa siendo la más completa teoría anticapitalista hasta hoy existente. Acentuamos “la lógica y la racionalidad del marxismo”, conscientes de que no se trata de trasladar a la actualidad preceptos pensados y expuestos en el siglo XIX o principios del XX obviando los condicionamientos nacionales e internacionales que marcan su desarrollo y caracterizan nuestro tiempo.

Entre los temas más complejos que amerita un reexamen en las condiciones de la Cuba actual, se encuentra la concepción marxista clásica sobre el Estado en la transición socialista, tema relacionado directamente con el establecimiento de nuevas relaciones de producción no basadas en la propiedad privada.

El punto de partida es la toma y consolidación del poder político por la clase obrera y la consiguiente ampliación de la democracia. Sobre este tema en la obra de los clásicos abundan referencias en la dirección planteada en el Manifiesto Comunista: “…el primer paso de la revolución obrera lo constituye la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia”. [4]

Esa breve pero profunda tesis, reiterada y desarrollada posteriormente por Marx y Engels y retomada por Lenin, es núcleo de la teoría revolucionaria que concibe la toma del poder político por la clase obrera [5] como punto de partida del proceso de transformación hacia el socialismo. Define, a la vez, la esencia clasista proletaria del Estado y la democracia en ese proceso, más allá de las formas concretas que puedan adoptarse para hacer valer los intereses de los trabajadores.

A partir de ese primer paso la construcción del socialismo requiere consolidar permanentemente el poder político de los trabajadores a través de transformaciones simultáneas que se derivan de la eliminación de la estructura económica del capitalismo y sus vestigios y de la compleja puesta en marcha de una estructura económica bajo control de la nueva clase dominante. Esa estructura está basada en la propiedad social sobre los principales medios de producción. Ello requiere de un proceso de transformación del sistema político, incluyendo el Estado, con vista a propiciar las vías y formas del involucramiento popular lo que es absolutamente necesario. [6]

Sin pretender agotar tan amplio tema, esbozaremos algunas premisas para el análisis:

Primero, Marx y Engels siempre asumieron los datos o los imperativos de la realidad por lo que en sus obras se evidencia una evolución en el tratamiento del tema de las nuevas relaciones de producción y, por ende, de la propiedad social. Lenin en El Estado y la Revolución hace un profundo análisis de esa evolución a la vez que introduce importantes conclusiones teóricas y políticas.

Segundo, en el marxismo fundacional la propiedad se concibe y analiza como un sistema de relaciones sociales [7] lo que es más amplio que la apropiación y la administración de recursos.

Tercero, en todo momento se reconoce el dominio político de los obreros y trabajadores como el núcleo del nuevo Estado, incluyendo la administración social y el control de los recursos y de la gestión de la burocracia. Desde distintos ángulos se refuerza el nuevo carácter que asume el Estado a partir del poder y la dominación política del proletariado.

En términos de la propiedad en la construcción socialista, Marx y Engels reiteran: 1) el imperativo de eliminar la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción y las inhumanas condiciones económicas y sociales que enajenan al hombre en la sociedad capitalista; 2) el control estatal sobre la gran propiedad, fundamentalmente, tierras, fábricas, ferrocarriles, correos y bancos, entre otros, acorde a las condiciones del siglo XIX. No sostienen conceptos que conciban la propiedad estatal como absoluta o como sumun de la propiedad social

Como se conoce, en la experiencia socialista del siglo XX se implementó un modelo de gestión económica con predominio de la propiedad y el control estatal sobre los medios de producción. La propiedad estatal se consideró sinónimo casi absoluto de propiedad social.

En esa concepción se distorsionó la lógica marxista sobre la propiedad social como antítesis de la propiedad privada al obviar la importante precisión referida a que uno de los primeros pasos de la revolución triunfante es la expropiación de los principales o fundamentales medios de producción. Ignorar esa precisión centrada en factores cualitativos y no cuantitativos en la definición de la propiedad en el socialismo, desvirtuó el papel del Estado y desató una cadena de alteraciones que afectan las diferentes esferas de la sociedad y obstruyen la construcción del socialismo.

La experiencia histórica ha demostrado que no se trata de que el Estado asuma directamente la administración de toda propiedad; sí debe ser capaz de decidir entre lo que es fundamental e insoslayable para los objetivos socialistas y lo que no lo es. Lo primero conlleva garantizar el proceso emancipatorio que entraña el socialismo en los planos social, individual y nacional, con decisiones derivadas de las coyunturas sin arriesgar los objetivos estratégicos. Lo segundo, se refiere a todo aquello que no es esencial al socialismo, incluidas ciertas formas productivas, pero que contribuye y complementa un escenario socio económico que posibilita que el Estado se concentre en garantizar los objetivos socialistas.

2.- El VI Congreso del PCC: contextos y urgencias

En una carta fechada el 5 de mayo de 1875 Carlos Marx expresó una idea que muestra su comprensión acerca de la dialéctica entre teoría y práctica y entre proyección y acción revolucionaria: “Cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas”. [8] El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba debe significar un paso real en el proceso de construcción del socialismo, entre otras razones, porque ha definido las decisiones iníciales encaminadas a modificar el modelo económico imperante como condición para la preservación del objetivo socialista. Asimismo, por generar un profundo debate popular con influencia en la dirección de la sociedad y con impactos en las decisiones económicas, sociopolíticas y éticas, derivadas de un reconocimiento de las insuficiencias y deformaciones que han estado afectando el desarrollo del país. [9]

Este Congreso se realizó en una coyuntura compleja y crítica tanto desde el punto de vista internacional como nacional.

Con relación al ámbito internacional sobresale el negativo impacto de la crisis del capitalismo, cuya solución es aún incierta y que afecta sensiblemente las economías de los países menos desarrollados. En el caso de Cuba, además, se suma el hecho de no existir cambios significativos en la agresiva política de bloqueo económico y comercial que Estados Unidos impuso al país desde hace más de 50 años [10] .

En el plano nacional la crisis del modelo económico, basado fundamentalmente en la propiedad estatal y en el sobredimensionamiento de fuentes de empleo derivadas del Estado, agotó las potencialidades de avance hacia el socialismo poniendo en riesgo los objetivos de la Revolución Cubana. Circunstancias históricas y coyunturales no ajenas a los desafíos externos, la obligatoriedad de un uso racional de los escasos recursos, así como la referencia del modelo soviético, entre otras, llevaron a una desproporcionada centralización y control estatal de prácticamente toda la esfera económico-productiva y de servicios, lo que distorsionó el concepto “propiedad social”, extendió la burocracia y desalentó la iniciativa local.

A la vez – junto con los logros en políticas de justicia social – se desplegaron patrones de corte paternalista e igualitarista, con negativas consecuencias en el desenvolvimiento económico, en las actitudes y motivaciones laborales, en la productividad y en diversas esferas de la sociedad, con muy significativa influencia en las subjetividades. A ello se sumaron alteraciones en el funcionamiento institucional.

La ratificación de la estrategia de desarrollo socialista planteada en el VI Congreso va acompañada de precisiones sobre los métodos económicos y sociopolíticos para alcanzarla y de un sentido de continuidad que no excluye nuevos ajustes que deberán enfocar dialécticamente lo coyuntural y lo estratégico, manteniendo la permanente consulta y participación popular. A diferencia de otras etapas, la actualización del modelo de desarrollo económico y social que hoy se emprende trae consigo transformaciones en algunos de los roles que debe cumplimentar el Estado.

Los principales documentos vinculados al Congreso, como son los Lineamientos para el desarrollo económico y social y el Informe Central, sintetizan debates anteriores [11] y propician avanzar en un análisis integral de la situación del país con vista a la implementación de cambios estructurales. Junto con el análisis de las distorsiones que deben ser erradicadas se precisan medidas como son la extensión de las formas de propiedad y gestión, recortes a entidades administrativas del Estado, reordenamiento de la fuerza laboral, mayor autonomía y responsabilidad empresarial, descentralización de facultades hacia los municipios, perfeccionamiento de mecanismos de disciplina económica y contractual, entre otras.

El modelo de gestión económica aprobado en el VI Congreso del PCC reconoce, además de la empresa estatal socialista que es la forma principal en la economía nacional, las modalidades de inversión extranjera previstas en la ley (empresas mixtas, contratos de asociación económica internacional, entre otras), las cooperativas, los agricultores pequeños, los usufructuarios, los arrendatarios, los trabajadores por cuenta propia y otras formas que, en conjunto, deben contribuir a elevar la eficiencia. [12]

La diversidad de formas de gestión deberá ser articulada por la planificación socialista actualizada, por lo que se plantea un proceso de transformaciones metodológicas, organizativas y de control imprescindibles, a la vez que deberá tener en cuenta el mercado, influyendo sobre él y considerando sus características, para no reproducir las anteriores deformaciones de centralización burocrática.

Con las medidas adoptadas se pretende fortalecer una economía que sustente el socialismo reconociendo que no puede haber espacio para terapias de choque, ni decisiones que pongan en peligro el control socialista de la economía y de la soberanía sobre los recursos. [13]

Si bien se mantienen los obstáculos derivados del bloqueo que afecta sensiblemente el desarrollo económico, el VI Congreso abordó las urgencias que el país debe enfrentar ratificando el concepto de que los destinos de la Revolución Cubana y, muy especialmente, el desarrollo del socialismo, dependen en gran medida de factores endógenos, de lo que internamente ocurra en el país, de lo que seamos capaces de lograr.

A ello se suma una importante conclusión valorativa que se desprende de los acuerdos adoptados: no concebir los beneficios que el socialismo propicia solo con visión de futuro, sino concebirlos con visión de presente. Esto significa que el tránsito socialista que se va consolidando a través de un largo proceso debe acumular logros que beneficien a las generaciones del presente y que a la vez sean condiciones y estímulos para la continuidad, para garantizar el futuro.

Dadas nuestras condiciones históricas –materiales y subjetivas- esa tarea entraña considerables retos. Se trata de que los pasos y métodos para el tránsito no erosionen o condenen la meta estratégica del socialismo y el comunismo, la superación de la enajenación humana, pero que a la vez estimulen en cada momento a las generaciones involucradas, sin obviar la significación de la vida cotidiana de las personas.

Las valoraciones y las decisiones adoptadas abren una nueva etapa en el desarrollo de la Revolución Cubana en la que conceptos y complejidades sobre el socialismo, la propiedad, el trabajo, el Estado, la democracia, la política, la individualidad y la subjetividad, entre otros, son puestos sobre el tapete con una valoración más integral de la transición socialista y con una visión sistémica de la sociedad para decidir la continuidad de las medidas a implementar y para seguir de cerca las concepciones socioeconómicas, políticas y ético-axiológicas que de ellas se desprenden.

Un elemento nada secundario, pero quizás poco analizado o por algunos subestimado, es que en el actual proceso es oportuno profundizar en las concepciones teóricas que contribuyan al avance de la transición socialista en Cuba. En mi criterio ese también es uno de los aportes que desde Cuba se hace al debate internacional sobre el futuro del socialismo y a las luchas revolucionarias y antiimperialistas retomando la lógica del marxismo originario en el sentido confirmado por Engels, Lenin y otros de entender el marxismo como “guía para la acción”.

Se trata también de concebirlo – como lo ha hecho Fidel Castro– en su articulación con las más avanzadas tradiciones cubanas de pensamiento y lucha por la independencia y la soberanía nacional [14] y como lo entendió Rosa Luxemburgo cuando resaltó que la obra de Marx, al igual que su ideología, no es ningún evangelio en que se brinden verdades de última instancia, acabadas, perennes, sino manantial inagotable de sugestiones para seguir trabajando con la inteligencia, para seguir investigando y luchando por la verdad.

3.- Desafíos del presente: lo estructural y lo subjetivo

En esta etapa, descarnadamente, quizás como en los inicios de la Revolución Cubana , se identifican los problemas estructurales y subjetivos que afectan a la sociedad y los ajustes y cambios a realizar a corto y mediano plazo para lograr un modelo de desarrollo económico y social mucho más eficiente y coherente con el ideal socialista.

Un gran reto es rescatar la concepción del socialismo no limitada a su carácter de modo de producción al concebirlo como una profunda transformación cultural en la sociedad y en la individualidad y un proceso civilizatorio de nuevo tipo. Ese concepto amplio entraña complejidades de diversa índole y pone de manifiesto que el desmontaje definitivo de las relaciones de dominación capitalista, o los intentos para reinstalarlas, conlleva la construcción continua de nuevas relaciones de dominación a favor de los sectores populares.

Los problemas ya señalados sobre el modelo económico a desmontar, devienen desafíos que al igual que las causas que los generan, tienen un doble carácter: estructural-funcional y de corte axiológico e ideológico por adentrarse en factores subjetivos, en las conductas de las personas, en valores individuales y sociales, en sentimientos y actitudes y por supuesto en la ideología dominante. Los acuerdos del Congreso evidencian el carácter sistémico de los cambios a implementar por lo que el enfrentamiento exitoso a los retos que hoy tiene la sociedad cubana debe tener en cuenta la relación dialéctica que entre ellos existe.

Los cambios en la estructura económica y productiva, lejos de debilitar al Estado, requieren de instituciones estatales más fuertes y más eficientes, [15] capaces de cumplimentar las importantes responsabilidades que se asumen para transitar hacia una estructura de propiedad más abierta y multilateral, que amplíe variantes de propiedad social y de otras formas de propiedad y de organización productiva y de servicios que no pongan en riesgo los objetivos socialistas.

El camino está abierto para profundizar en los nuevos tipos de propiedad social que puedan implementarse con una administración colectiva y con participación de los trabajadores, más allá de las que ya existen en las diferentes modalidades de cooperativas agrícolas y de las incipientes que se forman en áreas del sector no productivo.

Se aplican medidas para ampliar y organizar el sector de “trabajadores por cuenta propia”, las cuales se hacían necesarias, con impacto en la generación de empleos, la ampliación de los servicios a la población y, eventualmente, de producciones a pequeña escala. Algunos de los pasos dados son significativos, no deberían tener vuelta atrás, pero ameritan valorar sus límites y equilibrios, no tanto por sus implicaciones ideológicas como en lo referido al carácter del trabajo de los contratados o asalariados de este sector, y a la apropiación privada de los excedentes. Ello es así en particulares que ya de hecho gestionan pequeñas empresas. Las medidas que se aplican no descartan, más bien debieran estimular, la conformación y extensión de formas socialistas cooperativas en esferas donde ahora se expande el “cuentapropismo”.

No menos importante son las medidas para superar y echar a un lado políticas públicas paternalistas y asistencialistas que no han sido ajenas a la hipertrofia burocrática, la mentalidad de inercia, y a dañinos reflejos ideológicos y éticos, con derivaciones sobre el tejido social, la productividad y la civilidad que desvirtúan la concepción socialista. Este es un campo muy sensible que requiere de permanente análisis y contrapunteo con todos los sectores de la población por su vínculo con pilares fundacionales de la Revolución Cubana como son la justicia social y el humanismo.

Ratificar la justicia social hoy pasa por reconocer las diferencias sociales e incluso clasistas que aún subsisten en la construcción del socialismo y por reivindicar el trabajo como vía fundamental de realización personal y de desarrollo social. A ello se une la recuperación del principio de distribución según el aporte del trabajo.

Se trata de un terreno muy complejo por la necesidad de modificar patrones éticos, ideológicos y de conductas que deforman los principios de igualdad, equidad y justicia social hasta recientemente bastante confundidos con medidas que, además de recargar al Estado, propician distorsiones que obstaculizan el avance al socialismo.

La Revolución Cubana acumula importantes logros en materia de justicia social manteniendo el principio de avanzar en el crecimiento y desarrollo económico sin afectar las políticas públicas y la justicia social en beneficio de toda la sociedad. Pero a la vez es necesario eliminar las distorsiones en este campo, por lo que el Congreso adelantó decisiones encaminadas en esa dirección. Realizar subvenciones estatales diferenciadas según las necesidades de personas y familias en lugar de subvenciones al consumo de todos los ciudadanos se vincula con el rescate del principio de distribución socialista según el trabajo y se abre a formas superiores que tienen en cuenta las necesidades.

Capacidades, trabajo y necesidades hoy deben ser puestos con mayor claridad en la estrategia de orden socialista y, en mi criterio, es otro de los factores que contribuye a eliminar la versión dogmática del marxismo en que se apoyó el llamado socialismo real.

La racional correlación entre capacidades, trabajo y necesidades debe influir en el reconocimiento del importante rol de la individualidad en el socialismo, tema en el que debe profundizarse por su valor intrínseco y para desmitificar una de las más dañinas interpretaciones dogmáticas acerca del socialismo, la referida a que en esa sociedad se anula lo individual al subordinarse a lo social de forma absoluta. Urge revertir ese distorsionado concepto.

El Congreso no fue ajeno a la necesidad de enfrentar los factores que conspiran contra la plena realización de la individualidad y su correlación con lo social, tema que requiere de mayor análisis y atención. Algunos datos que respaldan las decisiones muestran el número elevado y la calidad de las propuestas sobre cuestiones de gran sensibilidad para las personas y para las familias. [16]

Tanto la justicia social como el lugar de la individualidad son reconocidos por la matriz marxista del socialismo y por el humanismo defendido por la Revolución Cubana , que se diferencia sustancialmente del slogan generalizado por el neoliberalismo referido a la igualdad de oportunidades que supuestamente éste propicia y que en realidad es una falacia levantada sobre la base de un individualismo exacerbado y de una restricción interesada hacia la privatización de las responsabilidades estatales.

Temas que por su complejidad y amplitud los analizaremos en otro trabajo, son los referidos al fortalecimiento de la institucionalidad y de la participación popular. Son sin dudas factores que actúan como antídotos del burocratismo y el voluntarismo y a la vez condicionantes de la calidad de la democracia. Al respecto el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, ha expresado la convicción de eliminar las confusiones de roles institucionales que se han mantenido durante años como otra de las negativas influencias del “socialismo real” sazonadas con improvisaciones criollas que nada aportan al desarrollo socialista y que se alejan de la concepción marxista.

El Congreso puso sobre el tapete estos temas con la urgencia de precisar y respetar los correspondientes roles institucionales, principalmente del Partido Comunista de Cuba y del Estado, y a la vez garantizar la multiplicación de métodos de dirección acorde con la autoridad que corresponde a cada institución, tal y como se refrenda en la Constitución de la República. [17] De igual forma ratificó la necesidad de diversificar y fortalecer la participación popular que garantice el involucramiento ciudadano en la toma de decisiones.

Todo parece indicar que en la agenda de la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, que se celebrará en enero del 2012, como continuidad del VI Congreso, se incluirá el análisis relacionado con al perfeccionamiento de la participación popular y de las instituciones que integran el sistema político cubano. Los acuerdos que se adopten deben influir en el empeño de lograr nuevos avances en la calidad de la democracia.

Junio de 2011

[1] En el trabajo se usarán indistintamente los conceptos “construcción del socialismo”, “proceso de transformación revolucionaria hacia el socialismo”, “transición socialista” para referirnos a las transformaciones que buscan acercarse cada vez más a la consolidación de relaciones de producción de carácter socialista, proceso que va más allá de la eliminación de la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción al incluir también las rectificaciones que sea necesario introducir en lo concerniente a las nuevas relaciones de producción que si bien sustituyen a las capitalistas aún están lejos de ser las que requiere el socialismo.

[2] Deben recordarse al menos dos importantes procesos de rectificación y ajustes del desarrollo hacia el socialismo en Cuba: en los años 80 y a principios de los 90. A partir de 1984 se inició el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas con vistas a desechar mecanismos burocráticos y centralizadores que ya se mostraban como obsoletos y no autóctonos y a la vez perfeccionar las instituciones y los mecanismos de desarrollo económico e institucional de la sociedad cubana. Fue un proceso iniciado antes de la Perestroika soviética y se vio interrumpido por las negativas consecuencias que provocó el derrumbe del socialismo en la URSS y en Europa del Este. En 1992 se celebró el IV Congreso del PCC en el que se acordaron transformaciones y ajustes económicos teniendo en cuenta la crisis económica posterior al derrumbe del socialismo de matriz soviética. A ello se unió el recrudecimiento del bloqueo norteamericano a través de la Ley Torricelli. El proceso incluyó, entre otras medidas, una reforma a la constitución para ampliar formas de desarrollo de la economía y una reforma al sistema electoral con positivo impacto en la ampliación de los mecanismos de democracia directa. Ambas rectificaciones ratificaron la estrategia de orden socialista

[3] En este trabajo nos referiremos fundamentalmente a las concepciones de Marx y Engels, o sea al marxismo fundacional o marxismo originario. No pasamos por alto los importantes aportes teóricos de Lenin y las concepciones políticas y económicas derivadas de las responsabilidades que tuvo que asumir al frente de la revolución socialista en Rusia y su atención a problemas coyunturales dados por condiciones históricas específicas. Tampoco es posible detenernos en los aportes de otros importantes pensadores marxistas europeos y latinoamericanos.

[4] Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista. Obras Escogidas en dos tomos, Tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1971, Página 38

[5] El tema del sujeto de la revolución socialista es sin dudas uno de los más tergiversados cuando se interpreta el análisis realizado por Marx sobre el papel de la clase obrera en las condiciones del siglo XIX extrapolándolo mecánicamente a las condiciones del siglo XX sin tener en cuenta la ampliación del sujeto popular que se produce a lo largo del siglo XX en el que surgen nuevos sectores populares y actores sociales con intereses anticapitalistas y prosocialistas lo que no deslegitima los postulados marxistas . La Revolución Cubana es un ejemplo de desarrollo de un sujeto plural sin negar la vigencia del protagonismo de la clase obrera.

[6] Es interesante el análisis del marxista francés Jacques Texier en su ensayo “Revolución y democracia en el pensamiento político de Marx y Engels. Los aspectos problemáticos de la teoría” en el que habla de tres conceptos de revolución en Marx: revolución como transformación del sistema político, revolución como cambio profundo del sistema económico capitalista y revolución permanente en el sentido de proceso de transformación continua. Ponencia en Congreso Marx Internacional organizado por Actuel Marx, París, 1966.Con relación al concepto “revolución permanente” debo recordar que fue utilizado por Marx y Engels en su “Circular a la Liga de los Comunistas” en marzo de 1850 con el significado de que la revolución obrera una vez iniciada era un proceso continuo hasta alcanzar sus objetivos. El concepto fue retomado y ampliado por Lenin y Trotsky. Es un concepto que requiere ser analizado en nuestros días.

[7] Al respecto ver el exhaustivo Informe de Investigación “La propiedad socialista en los fundamentos del proceso de dirección social” de los Doctores Jesús García Brigos, Rafael Alhama, Daniel Rafuls y Roberto Lima. Fondo de la biblioteca del Instituto de Filosofía.

[8] Carlos Marx. “Carta a W. Bracke”, 5 de mayo de 1875. En Obras Escogidas en dos tomos, pág. 7 Tomo I

[9] La discusión y análisis popular del “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución ” se desarrolló durante tres meses, desde el primero de diciembre de 2010 hasta el 28 de febrero del 2011. Participaron 8 millones 913 mil 838 personas en más de 163 mil reuniones efectuadas en núcleos del PCC, colectivos laborales, organizaciones sociales y en la Asamblea Nacional del Poder Popular, registrándose con una cifra superior a tres millones de intervenciones. Ver Informe Central al VI Congreso del PCC.

[10] En el Informe Central al VI Congreso del PCC presentado por Raúl Castro se plantea:
“El gobierno norteamericano no ha cambiado su política tradicional dirigida a desacreditar y derrocar a la Revolución ; por el contrario ha continuado el financiamiento de proyectos para promover directamente la subversión, provocar la desestabilización e interferir en nuestros asuntos internos, La actual administración ha decidido algunas medidas positivas pero sumamente limitadas. El bloqueo… persiste e incluso se intensifica bajo la actual presidencia… […] no ha cesado de amparar y proteger a connotados terroristas… Su política hacia Cuba no tiene credibilidad ni sustento moral alguno..”

[11] Son muy importantes la intervención de Fidel Castro en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005 y los discursos de Raúl Castro el 26 de julio de 2007 en Camagüey y los pronunciados entre los años 2008 y 2010 ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Congreso de la UJC y otros que pueden encontrarse en el sitio web CUBADEBATE.

[12] VI Congreso del Partido Comunista de Cuba: Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución , Aprobado el 18 de abril de 2011, pag. 10.

[13] Al respecto Raúl Castro en su informe al congreso precisaba: “… el incremento del sector no estatal de la economía, lejos de significar una supuesta privatización de la propiedad social, como afirman algunos teóricos, está llamado a convertirse en un factor facilitador para la construcción del socialismo, ya que permitirá al estado concentrarse en la elevación de la eficiencia de los medios fundamentales de producción, propiedad de todo el pueblo, y desprenderse de la administración de actividades no estratégicas para el país”.

[14] Sobre el concepto de articulación entre el marxismo y las tradiciones revolucionarias cubanas ver Olivia Miranda “Tradiciones Nacionales Revolucionarias, Marxismo y Leninismo en el Pensamiento Cubano”, Editorial Pueblo y Educación, 2005

[15] El fortalecimiento del Estado en el proceso de desarrollo hacia el socialismo resulta una necesidad para consolidar el poder político que representa intereses populares en una etapa en la que aún existen contradicciones de clase de diferentes matices y en nada contradice el ideal marxista acerca de la extinción del Estado en etapas más avanzadas de la sociedad socialista cuando dichas contradicciones ya no existan ni sean amenazas para el avance de la nueva sociedad. Esta idea clave del marxismo, fue distorsionada durante el estalinismo y en la experiencia posterior en la URSS , al punto de llegar a la estatalización extrema de la vida social.

[16] Resulta interesante constatar la receptividad que el Congreso tuvo con relación a las opiniones de la población, en particular sobre temas de gran sensibilidad para personas y familias como por ejemplo el referido a la necesidad de ir creando las condiciones para la paulatina desaparición de la libreta de abastecimientos que como se plantea en el Informe Central al VI Congreso … “ fue sin dudas, el asunto que provocó más intervenciones de los participantes en el debate y es lógico que así fuese” junto a otros lineamientos que se refieren a temas que afectan directamente a las personas como son la política de precios, la transportación de pasajeros, la educación, calidad de los servicios de salud pública y la unificación monetaria y que fueron los que motivaron mayor cantidad de propuestas.

[17] Ver artículos 5, 6, 7, 8 y 9 de la Constitución de la República de Cuba en los que se precisan las funciones y deberes del Partido Comunista de Cuba, la Unión de Jóvenes Comunistas y el Estado. político cubano

  • La autora pertenece al Instituto de Filosofía

Amerindia en una visión no-eurocéntrica de la Historia Mundial

Conferencia 6 Amerindia en una visión
no-eurocéntrica de la Historia Mundial

“Habiendo ya hecho abrirse-en-flor 1
el fundamento-de-la-palabra 2 que había de ser,
habiendo ya hecho abrirse-en-flor un único amor
de la sabiduría contenida en su ser-de-cielo 3
en virtud de su saber que se abre-en-flor,
hizo que se abriera-en-flor
un canto 4 sagrado en soledad.
Antes que la tierra existiera,
en medio de la noche antigua
cuando nada se conocía,
hizo que se abriera-en-flor
para sí mismo en su soledad un canto sagrado”
(Ayvu Rapyta de los guaraníes).

Ahora es necesario cambiarse de “piel”, tener nuevos “ojos”. No son
ya la piel y los ojos del ego conquiro que culminará en el ego cogito o en la “Voluntad-de-Poder”. No son ya manos que empuñan armas de hierro, y ojos que ven desde las carabelas de los “intrusos europeos” 5 y gritan: “¡Tierra!” con Colón. Ahora tenemos que tener la suave piel bronceada de los caribeños, de los andinos, de los amazónicos… Los ojos admirados de aquellos indios que desde las playas, con pies desnudos sobre las suaves y cálidas arenas de las
____________
1 “ Abrir en flor” significa crear.
2 Ya veremos, también entre los aztecas y mayas, que el “fundamento” es
donde se apoya, reposa, se asienta y las cosas “se ponen de pie”. De la misma
manera la humanidad es “palabra”, pero su “palabra” se asienta en el Gran
Padre Originario antes de la creación (“abrirse-en-flor”) del universo.
3 “Ser-de-cielo” es lo divino.
4 Entre los Avá-Katú el oporaíva es el “cantor”. El “canto” es la expresión humana suprema, es el lugar donde lo divino originario y lo humano se unen,
donde se une el individuo y la comunidad, la historia y el futuro (la “tierrasin-
mal”), la tierra, la selva, el cielo. Es la “realización” plena del “ser” de los tupi-guaraníes.
5 Túpac Amaru usaba esta expresión para referirse a los españoles: “europeos”. Véase Boleslao Lewin, La rebelión de Túpac Amaru, SELA, Buenos Aires, 1967, p. 421. Hace años pensamos denominar “intrusión” el acto violento de los europeos, pero fueron las asambleas indígenas a fines de la década del 80 que nos impusieron el concepto de “invasión” de un continente.
islas “vieron” 6 acercarse, flotando sobre el mar, dioses nunca vistos. Tenemos que tener la piel que sufrirá tantas penurias en las encomiendas y el repartimiento, que se pudrirá en las pestes de los extraños, que será lastimada
hasta los huesos en la columna donde se azotaba a los esclavos -pacíficos
campesinos de la sabana africana vendidos como animales en Cartagena de Indias, Bahía, La Habana o Nueva Inglaterra Tenemos que tener los ojos del Otro, de otro ego, de un ego del que debemos reconstruir el proceso de su formación (como la “otra-cara” de la Modernidad), y, por ello, debemos ahora partir desde el Océano Pacífico7.

Cambiar de piel como la serpiente, pero no la perversa serpiente traicionera que tentaba a Adán en Mesopotamia, sino la “serpiente emplumada”,
la Divina Dualidad (Quetzalcóatl) 8, que “cambia su piel” para crecer. ¡Cambiemos la piel! Adoptemos ahora “metódica-mente” la del indio, del africano esclavo, del mestizo humillado, del campesino empobrecido, del obrero explotado, del marginal apiñado por millones miserables de las ciudades latinoamericanas contemporáneas.

Tomemos como propios los “ojos” del pueblo oprimido, desde “los de
abajo” como expresaba Azuela en su conocida novela. No es el ego
cogito sino el cogitatum (pero un “pensado” que también “pensaba”…

______________
6 E. O’Gorman, en una entrevista televisada, expresó hace años que los indios
no habían descubierto América, porque ni noticias tenían del continente como tal. En efecto, nunca descubrieron el continente como una totalidad. Simplemente “vivían” sobre un espacio propio, experiencia telúrica regional,
nunca global. Pero lo que muchos parecieran ignorar es que, de todas maneras,
los indios, desde su subjetividad humana, fueron las primeras personas que ocuparon culturalmente estas tierras americanas y, por ello, la experiencia europea del “descubrimiento” es “segunda”. Se sobrepone sobre la “primera” experiencia indígena, y esto hay que expresarlo filosóficamente. Heidegger nos permite también describir el “mundo” indígena dentro del cual aparecen los europeos “descubridores”, Pero ésta no es adoptada de hecho como perspectiva metodológica por Edmundo O’Gorman.
7 Al escribir estas líneas, aquí en Zihuatanejo, Estado de Guerrero (México),
escucho las olas cadenciosas del Gran Mar de los griegos, del “Sinus Magnus”
de Martellus y Colón, del Mar del Sur de Balboa, del Océano Pacífico. Junto a este Océano creo que es exactamente el lugar para empezar esta Segunda
Parte de estas Conferencias.
8 “Quetzal” es un pájaro de maravillosa hermosura de Centroamérica; sus plumas
eran signo de divinidad. “Coatl” es la dualidad, los dos principios del universo. Quetzal Coatl en realidad, representado como serpiente por los aztecas, era la suprema divinidad, el principio dual del universo, como veremos.

aunque Descartes o Husserl lo ignoraran): era un cogitatum, pero antes
aún era el Otro como subjetividad “distinta” (no meramente “diferente”
como para los Post-modernos). Reconstruyamos entonces las
“figuras” de su proceso.

6.1. Del Oeste hacia el Este: Amerindia en la Historia Mundial

Con razón se ha afirmado que América Latina quedaba excluida,
como fuera de la historia 9. La cuestión es proponer una “reconstrucción”
que sea históricamente y arqueológicamente aceptable y que al mismo tiempo corrija la desviación eurocentrista. Para ello echaremos mano, simplemente, de las historias de las civilizaciones que produce la misma Europa Occidental. En ellas se descubre que la visión hegeliana es una auténtica “inversión” -además de una invención ideológica con sentido eurocéntrico.

Los pueblos y etnias indígenas americanas no entran en la historia mundial como contexto del descubrimiento de América que es el momento en el que los programas vigentes de historia en bachilleratos y universidades hablan por primera vez del indio (junto a las islas, palmeras, animales exóticos… habían igualmente indios en las playas que Colón descubre). Debe encontrarse racional e históricamente su lugar en la historia.
____________
9 Véase Leopoldo Zea, América en la historia, FCE, México, 1957. En esa
época, para Zea, la “cultura occidental” termina por ser Estados Unidos (ya que la misma Europa queda “al margen del Occidente”; pp. 155 ss.). Es la
“cultura occidental” la que se ha hecho mundial (pp. 88 ss.). Lo mismo que
en sus obras anteriores (p. e. en América como conciencia, Cuadernos Americanos, México, 1953, o en La esencia de lo americano, Pleamar, Buenos Aires, 1971) la “cultura occidental” es para Zea la clave de su interpretación. Posteriormente a nuestro encuentro de San Miguel (con Salazar Bondy y en torno al tema de “La filosofía de la liberación”), Zea adopta la clave de la “dependencia” (véase p. e. Filosofía de la historia americana, FCE, México, 1978). Ahora hay un proyecto colonizador mero (pp. 103 ss.), y occidental, norteamericano (pp. 133 ss.). Ante ellos, y contra la dependencia, hay un proyecto libertario (pp. 188 ss.), otro conservador (pp. 211 ss.), y por último civilizador liberal (pp. 244 ss.), que quedan subsumidos en un “proyecto asuntivo” (pp. 269 ss.) como síntesis de todos, de todo el pasado, y con visión de futuro Simón Bolívar y Martí son figuras centrales. En toda esta interpretación, sin embargo, no existe algo así como un “proyecto indígena” o amerindio; tampoco lo hay de las clases, grupos o etnias subalternas; es decir, pareciera no haberse descubierto un “proyecto de liberación” del bloque social de los oprimidos, del pueblo latinoamericano explotado, empobrecido.

Para ello deberemos remontamos a la “revolución neolítica”, desde la invención de la agricultura y la organización de confederación de ciudades (la “revolución urbana”). Si este momento se estudia en el tiempo y en el espacio, concluiremos al contrario de lo que proponía Hegel que dicha revolución se situó primeramente en el Oeste (en la Mesopotamia y algo después en el Egipto) y que fue surgiendo sucesivamente, sin necesarios contactos directos, hacia el Este: en el valle del Indo, en el valle del río Amarillo o China, y más allá de las culturas del Pacífico en el espacio mesoamericano (para culminar con mayas y aztecas) y en los Andes del Sur (en las regiones del imperio inca) 10.

Grandes culturas neolíticas y áreas de contacto del Oeste hacia el Este 11

Todos los autores reconocen que en ciertos lugares propicios, y en
momentos adecuados, surgieron sistemas civilizatorios de confederaciones
urbanas que podemos llamar grandes civilizaciones.
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10 Este tema lo he tratado largamente en algunas de mis obras. En mis lecciones tituladas: Hipótesis para el estudio de Latinoamérica en la Historia Universal, Universidad del Nordeste, Resistencia (Argentina), t. I, 1966, 268 p., puede verse una extensa bibliografía. También en la Introducción, t. 1/2 de la Historia general de la iglesia en América Latina. Sígueme, Salamanca, 1983, pp. 108 ss.; El humanismo helénico, EUDEBA, Buenos Aires, 1975; El humanismo semita, EUDEBA, Buenos Aires, 1969. En especial mi artículo “Iberoamérica en la Historia Universal”, en Revista de Occidente (Madrid), 25 (1965), pp. 85-95. Allí propuse ya la hipótesis que ahora resumiré nuevamente.
11 Darcy Ribeiro, en su obra El proceso civilizatorio, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1970, escribe: “En la fijación del paradigma de Estados rurales artesanales tuvimos en mente […] las ciudades estados que inauguran la vida plenamente urbana, basadas en la agricultura de regadío y en sistemas socioeconómicos colectivistas, antes del 4000 a.C., en la Mesopotamia (Halaf); entre 4000 a 3000 a.C., en Egipto (Menfis, Tebas); en la India (Mohnejo-Daro) hacia el 2800 a.C.; antes del 2000 a.C., en la China (Yang-Shao, Hsia); y mucho más tarde […] en el Altiplano Andino (Salinar y Galinazo, 700 a.C., y Mochica, 200 d.C.); en Colombia (Chibcha, 1000 d.C.)” (p. 61). Olvida aquí Ribeiro el mundo mesoamericano. Por ejemplo, el conjunto Zacatenco-Copilco, junto al lago Tezcoco (suburbio de la ciudad de México) florece 2000 a.C.; pero sus épocas clásicas deben situarse del 300 al 900 d.C., para el área yucatana-azteca (Teotihuacan III florece en e1700 d.C.), y para el Tiahuanaco del Titicaca boliviano del 400 al 800 d.C.

Para nosotros esas civilizaciones fueron al menos seis 13, y hubo dos zonas de contacto (I y II en el esquema anterior) que deseamos prestar atención.
Esta propuesta, por ingenua y sabida que pueda parecer, tiene el
propósito explícito de incluir América Latina, desde su origen, en la
Historia Mundial (lo mismo que el Africa bantú y el Asia), y no ya como antecedentes de la cultura posterior europea (como “Edad Antigua”), sino como los pilares para hablar como Alfred Weber de la Historia Mundial. Evidentemente hay dos áreas latinoamericanas de gran cultura: la región mesoamericana que culmina con mayas y aztecas, y la andina del Sur, posteriormente inca. Tiene esto la mayor importancia en el debate actual. La “Ilustración (Aufklärung)” de los americanos tiene que ser incluida en el “Tiempo eje” de Jaspers, como veremos.

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13 Para Oswald Spengler fueron: la egipcia, babilónica, índica, china, grecorromana, árabe, mexicana y occidental (La decadencia de Occidente, Ed. Calpe, Madrid, t. I-IV, 1923-27), claro que interpreta eurocéntricamente toda la historia mundial con tan reducido número de culturas. Nosotros nos estamos refiriendo sólo a las primeras y más fundamentales culturas neolíticas en cada macrorregión. Para Arnold Toynbee (A Study of History, Oxford University Press, London, t. I-XII, 1934-59), había seis civilizaciones primarias: egipcia, sumeria, minoica, sínica, maya y andina. Excluye la índica e incluye la minoica. Alfred Weber nos habla de “la historia de las grandes culturas egipcia, sumero-acadia-babilónica, chipa e indostánica, los cuatro pilares de la historia” (Kulturgeschichte als Kultursoziologie, Piper, München, 1963; trad. española, FCE, México, 1960, p. 12). La eliminación de Latinoamérica es evidente, y se continuará en toda interpretación eurocéntrica de Weber. Tomaré de él, sin embargo, la idea de las Primären Hochkulturen (grandes culturas primarias). Un Karl Jaspers (en Vom Ursprung und Ziel der Geschichte, Piper, München, 1963) da importancia a la “Achsenzeit (Tiempo eje)”, que él sitúa en los tiempos de Confucio y Lao- Tse China, en los Upanishad de la India, de Buda en Nepal y el norte de la India, de Zarathustra en Irán, de los primeros grandes profetas de Israel (Elías, Isaías), y de los primeros filósofos presocráticos en Grecia: “La época mística había terminado y con ella su tranquila placidez y su ingenuidad” (p. 21). Este “Tiempo eje”, evidentemente, no se sitúa al comienzo de la revolución neolítica-urbana, sino como su culminación. Además, y una vez más, queda fuera Latinoamérica. Nada sabía Jaspers de la sabiduría crítica de los Tlamatinime o de un Nezahualcoyotl en México ni de los amautas del imperio inca (a los que Toynbee les atribuye, sin embargo, el haber comenzado una etapa crítica y universal del pensamiento: “the viracochinism”, de la visión teológica de Viracocha, el “Hacedor originario del universo”). Para Jaspers las culturas superiores fueron: la mesopotámica, la egipcia, la índica y la Huang-Ho, a las que después se agregarían: la civilización mediterránea, india y china. Es sobre ellas que sobrevendría el “Tiempo eje”. La Saeculum Weltgeschichte (ed. H. de Franke-H. Hoffmann- H. Jedin, Ed. Herder, Freiburg, iniciada en 1965, t. I) propone ya “zonas de contactos”, idea que tomaremos nosotros en los casos de las estepas euroasiáticas y las culturas del Pacífico.

En la región mesopotámica (sumero, acadia, babilónica, etc.) florecerá
un centro de alta cultura neolítica de regadío 14. Un conjunto de ciudades existían ya en el IV milenio a. C., tales como Ur, Eridu, Erech, Larsa, etc. “Hacia el 4000 a. C., la enorme comarca de tierra semiárida que bordea el Mediterráneo Oriental y se extiende hasta la India (cuyo corazón era la Mesopotamia), se encontraba poblado por un gran número de comunidades” 15. La cultura de Tel-el’Obeid llegó a extenderse a “toda el Asia occidental antigua, desde el Mediterráneo hasta las mesetas del Irán” 16.

Sobre ese caldo de cultivo nació Sumer. Con motivo de las luchas entre Lagasch y Umma, el rey Eannadu nos dejó estelas de gloriosas campañas. Poco después el rey Mesilim de Kisch extiende su poderío en 2700 a. C., y así se sucederán unos tras otros los reinos, reyes, pequeños imperios. El templo
más espléndido de Sumer era un jardín en forma de pirámide escalonada
(el Ziggurat de Ur) edificado en honor de Nannar, la Luna –como en la inmensa Calzada de los Muertos de Teotihuacán en México-; mientras que era adorado Enlil en Nippur o An en Uruk. El universo tenía un “centro”, donde se reunía el Cielo- Tierra-Hades (Dur-An-Ki) 17, y cuya conexión era la “montaña mítica”: el Ziggurat.

Esta visión mitológica-ritual suponía un altísimo grado de racionalización. Los mitos suponen una racionalidad de alto grado de criticidad, supone ya
una cierta “ilustración (Aujklärung)”. La sola lengua humana y su discurso
simbólico sistematizado en “relatos” con sentido es una obra de la razón de enorme desarrollo. Tomando en cuenta sólo a los indígenas bororos, y otros contiguos del Brasil tropical cuyas mitologías no son tan elaboradas como los de la Mesopotamia, las del México antiguo o del Perú de los Incas, Claude Levi-Strauss describirá mitos con estructuras, momentos de sistemas de una enorme complejidad codificada racionalmente:
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14 Véase D.-O. Edzard, “Im Zweistromland”, en Saeculum Weltgeschichte, I,
pp. 239-281, y en otros muchos lugares de esta obra; C. L. Wolley, Ur, la ciudad de los caldeos, trad. española, FCE, México, 1953; Idem, The Sumerians, Oxford University Press, London, 1928; André Parrot, Archeologie Mesopotamienne, Paris, 1946; y todo lo referente a la Mesopotamia en el Cambrigde Ancient History, Cambridge University Press, diversas ediciones.
15 Gordon Childe, Los orígenes de la civilización, FCE, México, 1959, p. 174.
16 Jouget-Dhorme, Les Premiers Civilisations, PUF, Paris, 1950, p. 115.
17 Cfr. E. Burrows, “Some cosmological pattems in babilonian religion”, en The Labyrinth, London, 1950, pp. 45- 70.
“Los mitos reposan sobre códigos de segundo orden (pues los de primer
orden son aquellos en que consiste el lenguaje)” 18.

Desde la Mesopotamia hasta el imperio inca tendremos, entonces, el
mundo racional del mito en civilizaciones urbanas. Cortés se enfrentará,
en cierta manera, con una conciencia racional situada en el mismo nivel del neolítico de las culturas que indicaremos a continuación.

Siglos después, en el famoso Códice de Hammurabi (1728-1686 a.
C.), se expresarán principios éticos de universalidad racional definitiva:
“Los he gobernado en paz, los he defendido con sabiduría, de modo
que el fuerte no oprimiese al débil y se hiciera justicia al huérfano y a
la viuda” 19.

El Egipto 20, por la configuración de los desiertos que rodean al
río Nilo, procede del corazón mismo de las culturas bantúes, y de donde se originan los mitos originarios 21.
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18 Mitologías. Lo crudo y lo cocido I, trad. española, FCE, México 1986, t. I.,
p. 21. Para Levi-Strauss, su propio lenguaje entnográfico, que es una interpretación de mitos, constituye un tercer código, significa un metalenguaje, pero “a diferencia de la reflexión filosófica, que pretende remontarse hasta su fuente, las reflexiones que aquí tratamos se refieren a rayos carentes de todo foco […] postulan, sin embargo, un origen común: punto ideal donde convergerían los rayos desviados por la estructura del mito” (Ibíd., p. 15). El metalenguaje interpretativo de la etnología no es el metalenguaje filosófico, está claro. Pero, de todas maneras, el mito está lejos de ser un lenguaje ingenuo, no-crítico. Significa un proceso de racionalización que ocupó a la humanidad durante cientos de miles de años (si consideramos que el homo habilis apareció hace tres o cuatro millones de años), y decenas de miles de años en el desarrollo del homo sapiens.
19 El principio ético de la “Exterioridad” o Alteridad (el huérfano, la viuda, el extranjero, el pobre…) supera el nivel 5 y 6 de los niveles éticos de Kohlberg, porque pone en cuestión aún la “universalidad” de un “mundo de la vida” -en el que permanecen de todas maneras los niveles nombrados de Kohlberg o los dos principios de John Rawls, “liberales” y por ello limitados a la experiencia de la Lebenswelt moderna.
20 Véase E. Otto, “Im Niltal. Aegypten”, en Saeculum Weltgeschichte, I, pp. 282 ss.; E. Drioton-J. Vandier, L’Egypte, Clio, PUF, Paris, 1952; John Wilson, La cultura egipcia, FCE, México, 1958; Jouget-Dhorme-Vandier, Les Premières Civilisations, en Peuples et Civilisations, I, pp. 21-300; etc.
21 Se ha probado recientemente que Osiris, el dios de la resurrección de la
carne, y sobre cuyo pedestal se construyó toda la cultura del Nilo (siendo
las pirámides tumbas dé muertos que esperan dicha resurrección, tal como lo describe El libro de los muertos), procede de las culturas bantúes, del Africa negra -que de esta manera “entran” en la Historia Mundial, que Hegel había dejado “fuera”.
Al fin del IV milenio a. C., (en torno al 3000 a. C.), el “Reino del Sur” (bantú, africano negro) vence al “Servidor de Horus” del norte 22. El fundador de la primera dinastía “tinita” (por la ciudad de This o Tinis no lejos de Abydos) inicia la historia institucional de la “nación egipcia”. El nivel ético de esta cultura fue inmenso. Leemos en el Libro de los muertos:
“He dado el pan al hambriento, agua al que tenía sed, vestido al desnudo,
y una barca al náufrago, a los dioses ofrendas y libaciones […] ¡Espíritus divinos, libradme, protegedme, no me acuséis ante la gran divinidad (Osiris)!” 23.

La “carne” no el cuerpo o el alma 24 muere y resucita. Esto manifiesta, en un nivel de racionalización “mítica”, que dicha carne tiene una dignidad absoluta, y por ello el dar pan, agua o vestido y si falta la “casa” es porque en el clima cálido del Egipto era más importante una “barca” que actuaba como casa y medio de subsistencia, de transporte es el principio
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22 Por ello, siempre, el faraón egipcio llevará dos coronas, pero la primera que colocaba-en su cabeza, y mirando hacia el Sur, era la corona “negra” bantú.
23 Papiro Ñu; trad. española de Juan Bergua, Madrid, 1962, pp. 181-182.
24 Este es el argumento de mis obras primeras, desde El humanismo semita, ya citado, hasta El dualismo en la antropología de la Cristiandad. La antropología desde el origen del cristianismo hasta el descubrimiento de
América, Guadalupe, Buenos Aires, 1974. Una Filosofía de la Liberación
había que situarla desde sus más lejanos antecedentes en la Historia Mundial, y lo he hecho. Por ello, el reproche de Arturo Roig o de Leopoldo Zea, de haber pretendido ignorar la historia, me parece parcial. En efecto, Zea
me criticaba (véase “Dependencia y liberación en la Filosofía latinoamericana”, en Filosofía y cultura latinoamericana, Centro Rómulo Gallegos, Caracas, 1976, pp. 211 ss ): “Es interesante destacar la reacción que frente a la Filosofía de la Liberación, de la generación de Alberdi, tiene otro argentino […] Enrique Dussel (… pretende) borrar el nefasto pasado; de borrarlo, no de asimilarlo, para partir nuevamente a cero”; (p. 214), sin advertir que se partía de una definición restringida de filosofía por mi parte; (es decir, para mí en ese momento era filosofía sólo la filosofía académica enseñada en universidades, en la época colonial la escolástica o la actual desde los “fundadores”, aproximadamente desde 1920 en adelante, por la “normalización”, como enseñaba F. Romero). Repito, Zea me criticaba que yo niego todo el “pensamiento” latinoamericano anterior (Bolívar, Alberdi, Sarmiento, Barreda, etc.). De ninguna manera he negado –y a ello he dedicado varias obras- la “historia” latinoamericana anterior. Más, he procurado fundar la “Filosofía de la Liberación” latinoamericana a partir de los griegos y semitas, medievales y modernos, de la historia latinoamericana, para mostrar lo que les debemos y en lo que nos separamos. Pero la filosofía “universitaria” que se practica en América Latina, todavía hoy, en gran parte es imitativa y no creativa. He propuesto explícitamente un “proyecto” semejante al de Zea, pero “asuntivo” también de lo popular, de los oprimidos, y por ello es un “proyecto de liberación”.

ético concreto absoluto 25.

Hacia el Este, en el valle del Indo (hoy Pakistán) hasta el Penjab,
florecieron culturas tales como las de Mohenjo-Daro y Harappa-cuyas
murallas pueden fecharse en el 2500 a. C.-. Junto a ellas, ciudades
como Amri, Chanhu-Daro, Jhangar, Jhukar, Nal, estaban organizadas
en cuadras con calles hasta de ocho metros de ancho. Hoy se descarta
la “invasión” indoeuropea de los arios, pero ciertamente el sánscrito
fue la lengua comercial y sagrada que se fue imponiendo lentamente
en toda el área. Es el tiempo del Rig-Veda, cuando la experiencia primitiva
recibirá la superposición de grupos dominantes (las “castas”)26.

En el “Tiempo eje” Buda comenzará su crítica a la religión de castas e iniciará el camino estrecho de la “comunidad” de monjes contemplativos.
Siempre hacia el Este, en la región china del río Amarillo 27 si
dejamos de lado la mítica dinastía Hsia, debemos remontamos hasta 1523 a 1027 a. C., para ver reinar la dinastía Shang, que conquistaron el Yangtsé, el Chansí y Chen-si, cuya capital era Anyang. En el “Tiempo eje” (propuesto por Jaspers) expresó su sabiduría Confucio. En el Tao-Té King de Lao-Tsé leemos:

“Calma significa inacción, y cuando prevalece el principio de la inacción,
cada hombre cumple con su deber. Inacción significa estar consigo
mismo, y cuando se está en paz consigo mismo, las penas y los temores
no pueden preocuparle y entonces goza de larga vida” 28.

El Tao es el absoluto. Una moral del “orden” del Tao, la Totalidad,
imperará por siglos. Los chinos ciertamente llegaron con su experimentada
navegación hasta las costas orientales del Africa, pero parece que igualmente a las costas occidentales de América.
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25 En este punto coinciden el fundador del cristianismo (Mateo cap. 25) con F. Engels en su obra El origen de la familia. Es el estatuto económico de la ética.
26 Véase en la Historias Mundiales ya nombradas el capítulo de India; y E.
Mackay, The Indus Civilization, London, 1935; M. Wheeler, The Indus civilization, en Cambridge History of India, Cambridge University Press, 1953.
27 Además del capítulo correspondiente en las Historias Mundiales, véase Marcel Granet, La civilización china, en La evolución de la Humanidad, t. 29; Idem, El pensamiento chino, en la misma colección, t. 30,1959. 28 Tao-Té, XXXVII, 1; edición de Lin-Yutang, trad. española de F. Mazía, Sudamericana, Buenos Aires, 1959, pp. 167-168.

¿No será la antigua “Catigara” del mapa de Martellus del 1487 que navegantes árabes y chinos habían comunicado a portugueses la ciudad Chan
Chan pre-inca de la costa del Perú? 29. De todas maneras, la historia
del neolítico nos ha llevado en su ruta hacia el Oriente, hasta las costas
del Océano Pacífico. ¡Pero nuestro camino no ha terminado… sólo lo hemos iniciado!

6.2. El Océano Pacífico y el “Cemanáhuac”, “ Abia Yala”,
“Tahuantisuyo”… 30

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29 Véase la obra de Gustavo Vargas ya citada (América en un mapa de 1489):
“Por su ubicación entre los 8.3 grados de latitud sur, y según los croquis de
Colón y el mapa de Münster, corresponde a la costa norperuana. Acaso sea
Chan Chan. No tendría nada de raro y así lo creen algunos, como Jacques Mahieu (El imperio vikingo de Tiahuanacu. América antes de Colón, El Laberinto 15, Barcelona, 1985, p. 36)”; (inédito p. 67).
30 En lengua náhuatl del imperio azteca, “anáhuac” significa el anillo de agua que circunda la “tierra” (para los aztecas los Océanos Atlántico y Pacífico que rodeaban México por el Este y Oeste era un solo Gran Mar: teoatl, o agua divina; ilhuica-atl); la totalidad del “mundo” se decía “Cemanáhuac” (véase la magnífica obra de Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl, UNAM, México, 1979, pp. 113, 150, etc.). Por su parte, en lengua kuna (del Panamá) la totalidad de la “tierra” conocida por ellos recibe el nombre de “Abia Yala”; entre los incas era el “Tahuantinsuyo”. En cada lengua indígena la “tierra” (el continente americano) recibe otro nombre. Hemos querido, simplemente, ponerle el “nombre” en tres lenguas indígenas, tres de tantos “nombres” autóctonos. Véase Aiban Wagua, “¡Medio Milenio!” Algunas consecuencias actuales de la invasión europea a Abia Yala. Visión
indígena”, inédito, Ustupu, Kuna Yala (Panamá), 1990, donde escribe: “Los
kunas desde antes de la llegada de los europeos, conocían a esta tierra como
Abia Yala, que significa: tierra madura, tierra madre grande, tierra de sangre.
Y hoy se nos impuso el nombre del italiano: América” (p. 14). Felipe
Poma de Ayala (Waman Puma), en su Primer nueva crónica y buen gobierno, Siglo XXI, México, 1980, t. III, pp. 913-916, coloca un hermoso y dibujado “Mapa Mundi del Reino de las Indias, un reino llamado Anti-suio hacia el derecho del Mar del Norte [el Caribe], otro reino llamado Colla-suio
[donde] sale el sol, otro reino llamado Conde-suio hacia la Mar del Sur [el
Océano Pacífico], otro reino llamado Chincai-suio poniente del sol”. El todo era el “Tahuantinsuyo”. Era la visión del “mundo-tierra” para un inca.
Las cuatro partes formaban siempre una “cruz”, en las teogonías de la China, las culturas del Pacífico (polinésicas especialmente), desde la de los aztecas y mayas, hasta la de los chibchas e incas.

La nueva visión de la Historia Mundial, que debe incluir no sólo al
Africa y al Asia, no como momento “inmaduro” (la Unmündigkeit de
Kant), sino como consistente progreso de la humanidad, incluye igualmente
a los pueblos amerindios del Oriente del Pacífico. En realidad fueron las poblaciones orientales del Oriente, el Extremo oriente del Oriente. Eran asiáticos por razas, lenguas, culturas. Colón murió afirmando haber llegado al Asia; gracias a Amerigo Vespucci se supo que era un “Mundus Novus”.

Lo que hasta ahora no se ha tomado conciencia (al menos al nivel de la conciencia cotidiana y de la enseñanza de la historia en colegios secundarios y universidades) es que en realidad Amerindia era el Extremo oriente del Asia: el “ser-asiático” de América era su ser auténtico, contra la conclusión de O’Gorman. Veamos esto por partes, y para no afirmar ya nunca más que el “descubrimiento” de América da el “lugar” a los amerindios en la Historia Mundial (como contexto de dicho descubrimiento). Su “lugar” es otro y el “descubrimiento” se interpreta ahora no sólo como “en-cubrimiento” sino
como genocida “invasión”. Para ello, sigamos tal como aconteció, la
historia de la Humanidad “hacia el Este”, hacia el Oriente.

Hay diversas áreas de contacto entre las culturas “pilares” (Mesopotamia,
Egipto, del valle del Indo, del río Amarillo, de la Mesoamérica y la zona Inca). Una de ellas es la del Mediterráneo Oriental 31. Más importante, en cuanto a la relación de las culturas de todo el continente euroasiático, es el área migratoria del Asia central con (I) en el esquema anterior 32. Desde Mongolia región donde se domestica el caballo en el V milenio a. C., y en su corazón, el desierto de Gobi, 33
31 En torno a la cultura cretense, y con contactos costeros en todo el Egeo, el Delta del Nilo y las ciudades de Gaza, Gezer, Megiddo, Tiro, Biblos, Alepo, Karkemisch, al sur de Anatolia, Chipre. Zona de conexión posterior de hititas, egipcios, acadios, babilónicos, fenicios, etc. Véase G. Glotz, La civilización egea, en La evolución de la humanidad, t. 10, 1956, pp. 211 ss.; Wolfgang Helck, “Der Ostmittelmerraum”, en Saeculum Weltgeschichte, t. I, pp. 451-550.
32 Véase el tema en las Historias Mundiales ya citadas; en especial Karl Narr, “Exkurs über die frühe Pferdehaltung”, en Saeculum Weltgeschichte, t. I, pp. 578-581; W. M. McGovern, The Early Empire of Central Asia, London, 1939.
33 En esta región los líderes político-militares tenían título de “Kan”. En el
mapa de Martellus de 1489 había una región denominada “tartaria per totum”
(adecuadamente situada al noroeste de la China), y por ello Colón buscaba
poder tomar contacto con el “Gran Kan “, en su primer viaje de 1492, como
hemos visto en la Conferencia 1.

atravesando el Turquestán oriental o chino (Sinkiang, de Dzungaria al valle del Turfán, el Tarim) y el Turquestán Occidental o ruso (el Turán), para abrirse hacia el Sur por el Irán y por el Oeste las estepas que se abren al norte del Mar Negro a Europa.

Esta inmensa región de caravanas y caminos, el “Camino de la seda”, es la clave de toda la historia del continente euroasiático hasta el siglo XVI. Desde esta área se “empujarán”, entre otras, a las invasiones de los jinetes de
caballo con armas de hierro, desde los hititas o hyksos, de los aqueos, dorios hasta los jónicos, o, posteriormente, de los persas o de los germanos.

Y es, justamente, en el momento en que los turcos dominen estas regiones (donde habían estado presente desde el 760 a.C., en el Turfán), cuando los europeos deberán lanzarse, a finales del siglo XV d. C., hacia el Atlántico, para retomar el contacto con el Océano Indico separados por el “cerco” o el “sitio” musulmán -como veremos en el Excurso de esta Conferencia 6.

Por su parte, el Océano Pacífico (tanto para los españoles como para los aztecas e incas es el “Mar del Sur”, y en el mapa de Martellus el “Sinus Magnus” mítico) es el área de contacto con (II) en el esquema anterior que nos interesa. El “Gran Mar” de los griegos era un horizonte recorrido por expertos navegantes neolíticos: el Centro de la Primera-historia americana (la Protohistoria americana en sentido estricto, fuerte).

Muchos milenios antes, en una época interglacial, unos 50 mil años a. C., según las últimas mediciones, caminando a través del estrecho de Behring, por el valle de Anadir y el río Yukon, pasaron numerosas migraciones asiáticas, “descubriendo” 34 estas tierras, y comenzando así nuestra Proto-

34 Tiene razón O’Gorman al decir que nunca tuvieron “conciencia” del continente como totalidad. Pero lo que aquí deseamos indicar es que, existencial u objetivamente, la Humanidad iba descubriendo región por región, valle y montaña una tras otras, durante generaciones, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. No es el “descubrimiento de América”, es algo mucho más importante: es la “humanización” efectiva del Continente sin anterior ocupación humana. La “conquista” contará ya con dicha “humanización”, y esto éticamente es fundamental. La primera “ocupación” fue “humanización de la naturaleza”, la segunda fue “dominación de culturas” ya establecidas.

historia (de ninguna manera la “pre”-historia americana) 35. Huían del Asia, presionados por la expansión demográfica del Gobi o Siberia los últimos venidos, que han quedado entre los dos continentes, son los esquimales, de raza australoide, tasmanoide, melanesoide, protoindonesio, mongoloide y aun malayopolinésicos.

El amerindio, entonces, es asiático, pero habitante originario de las costas occidentales del Pacífico específicamente. Sólo a manera de ejemplo, deseamos indicar algunos hechos, para “situar” a América Latina en la Historia Mundial. En efecto, unos 1700 años a. C., expulsados de Birmania, lava, o de otras islas de Indonesia o del sur de la China, los proto-polinésicos se lanzaron al gran Océano. Pasaron por Melanesia (Nueva Guinea), de allí a Samoa –donde hay restos fósiles desde 800 a. C.-. Unos partieron hacia el Noroeste (Micronesia), hasta Hawai (donde llegaron en 124 d. C.); otros hacia el Este (Islas Marquesas) y al Sureste (Islas Sociedad y Tuamatu, Tahití, Pitcairn, etc.). Dos invasiones llegaron hasta la isla de Pascua, la última de cultura Ariki, a cientos de kilómetros de Chile.

Por el Pacífico Sur la corriente de Humboldt permitía que, en julio y agosto,
las grandes balsas (con hasta 150 personas, y durante 4 ó 5 semanas)
pudieran navegar de Tahití a la isla de Pascua y hasta las costas de los
araucanos de Chile o de los incas del Perú. Desde las islas Christmas
podía navegarse gracias a la corriente ecuatorial y se llegaba a las regiones mayas y aztecas. Por el Norte, costeando el continente (ésta era la manera de la navegación china), se unía aun más fácilmente el Asia Noreste con Alaska, hasta el territorio californiano.

El océano era un “mundo” cultural. Por ejemplo, el concepto de hacha
( arma de guerra o instrumento de trabajo) se expresaba con la palabra
toki en las islas Tonga, Samoa, Tahití, Nueva Zelandia, Mangereva,

35 Todos esos “pre-” indican diferentes grados de eurocentrismo. Como el hacer comenzar la historia con la “escritura” como si la lengua no fuera el momento racional esencial y no su expresión escrita. Véase J. Beaglehole, The exploration of the Pacific, London, 1947; F. Keesing, Native Peoples of the Pacific, New York, 1946; Paul Rivet, Los orígenes del hombre americano, FCE, México, 1960; Heins Kelm, “Frühe Beziehungen Amerikas zu Asien und Polynesien”, en Saeculum Weltgeschichte, t. I, pp. 610-637 y 663-668; Hans Nevemann, “Die polynesische Hochkultur”, en Op. cit., pp.
355-378; Canals Frau, Prehistoria de América, Sudamericana, Buenos Aires, 1950.

Hawai, Pascua y entre los araucanos de Chile 36.

Los verbos tokin y thokin significan mandar, gobernar, juzgar. “Al disponer por categorías nuestros datos objetivos, podemos deducir que la cadena
isoglosemática del toki se extiende desde el límite oriental de Melanesia,
a través de las islas del Pacífico, hasta el territorio americano, donde penetra en calidad de vocablo de cultura, y en toda esta trayectoria, los significados de este vocablo han sufrido idéntica transformación semántica” 37.

De la misma manera en lenguas polinésicas y en quechua (una de las lenguas del imperio inca) son semejantes el verbo llevar (auki, awki), médium (waka, huaca), comer (kamu, kamuy), viejo (auki, awki), guerrero (inca, inga), fuerte (puhara, pucara) 38.

Pero si pasamos a otros niveles culturales, el del “círculo de la cultura”
como diría W. Schmidt o Graebner las semejanzas entre polinésicos
y amerindios son asombrosas. Friederici ha mostrado que la taclla o pala de la agricultura peruana es idéntica hasta en los detalles secundarios a la taclla maoría de Nueva Zelandia. En el sur de Chile se bebe la kava, bebida nacional polinésica, denominada del mismo modo y fermentada mascando la raíz de ciertas plantas.

36 En agosto de 1990, asistiendo a un seminario sobre el tema del 1492, pregunté a los caciques mapuches (araucanos) qué significa toki en su lengua. Me explicaron que los clanes matrilineales, pero polígamos, de los mapuches, elegían en tiempo de guerra un líder que era escogido entre los más valientes, fuertes e inteligentes. Era como la función de la “dictadura” entre los romanos. Función guerrera para una acción concertada única. Posteriormente el toki (jefe militar) volvía a sus funciones anteriores, y los caciques retomaban el poder político de la etnia interclánica. Es entonces una institución militar de los polinésicos, lo que impidió durante toda la época colonial, a los españoles, conquistar el sur de Chile, en manos de mapuches (araucanos) con “instituciones polinésicas”, del Pacífico.
37 I. Imbelloni, La segunda esfinge indiana, Buenos Aires, 1942, p. 391. Del
mismo autor “La première chaîne isoglosématique océano-américaine, le
nom des haches lithiques”, en Festschrift W. Schmidt, Mödling, Wien,
1928, pp. 324-335.
38 S. Canals Frau, Prehistoria de América, p. 425. El mismo autor da otros
ejemplos: hombre (tama) en polinésico es la misma palabra que en el grupo
americano Hoka; nariz: ihu, en ambos; cabeza: upoko y epoko; sol: laa y
ala; canoa: matoi y mato, etc.

El sacar la lengua como gesto sagrado tiene el mismo sentido religioso en todo el Pacífico, hasta en la India, en las estatuas ciclópeas de la isla de Pascua y hasta entre los aztecas (“saca la lengua” el Huitzilopochtli de la
quinta Edad del Mundo de la “Piedra del Sol”, hoy expuesta en el Museo
de Antropología de México). A todo esto podrían agregarse millares de elementos tales como la identidad o semejanza en cerbatanas, propulsores, macanas, anulares, arcos, hondas, lazos, anzuelos, puentes de bejucos, remos, balsas, canoas dobles, decoración de la proa, tipos de habitación, morteros, asientos y almohadas de madera, hamacas, mosquiteros, cepillos para cabellos, abrigos de fibras contra la lluvia, procedimientos textiles, ornamentos nasales, tambores de madera que se tocan con el mismo ritmo, arcos musicales, flautas de pan, juegos los más diversos, bebidas alcohólicas, cultivos por terrazas, tipos de irrigación, pesca con venenos, ofrendas religiosas de conchas, danzas con máscaras, mutilaciones, etc.

A estos detalles externos, debe agregarse el “sentido” de los instrumentos dentro de su función ritual, las palabras que las expresan, las músicas, etc.
Todo esto nos permite afirmar que el Pacífico fue el centro cultural
de la protohistoria amerindia, ya que sus costas irradiaron su influencia,
en numerosos aspectos culturales, sobre las mesetas de México, Guatemala, Perú: la” América Nuclear” urbana. Por su origen y por su protohistoria, Amerindia es parte del Asia en torno al núcleo generador de las culturas del Océano Pacífico.

Esto no quiere afirmar, y sería un grave error, ya que en México se han encontrado en el lago de Tezcoco fósiles de agricultura del VII milenio a. C., que las culturas urbanas u otras se originaron por influencia polinésica. Ni mucho menos.

Hemos querido sugerir sólo que, procedentes del Asia (“origen del hombre americano”, atravesando Behring), el Pacífico siguió siendo un espacio de intercambio cultural. En su costa oriental, entonces, había una inmensa masa continental, con diversos nombres, según los pueblos que la habitaban; el “Cemanáhuac” de los aztecas, el” Abia Yala” de los kunas de Panamá, el “Tahuantinsuyo” de los incas… diversos nombres autóctonos para un continente ya humanizado en su totalidad cuando llegó Colón.

6.3. El “tekoha” 39 o “mundo” de un pueblo autóctono americano
39 Expresión guaraní que se explicará más adelante.

Desde el Asia, desde el Pacífico, los pueblos amerindios fueron descendiendo durante 50 mil años, desde Alaska, por los valles (desde los Grandes Lagos, por el Mississippi-Missouri hasta Florida y el Caribe, por las islas Antillas y otras hasta el Orinoco, el Amazonas, el Río de la Plata; hoy diríamos: de Chicago a Buenos Aires) o por las montañas (por las Rocallosas a la Sierra Madre Oriental u Occidental en México, que como un inmenso embudo produjo una enorme concentración demográfica, hacia los Andes colombianos, peruanos, y hasta Tierra del Fuego).

Asiáticos por razas, lenguas, religiones, fueron “originando” en su largo caminar migratorio nuevas culturas, con centros semiautónomos, con escasos contactos entre sí. Todos ellos, desde los simples pescadores y recolectores del extremo sur (como los alakaluf o yahagan) o del extremo norte (como los esquimales) reconocen a una Gran Divinidad uránica mítica que inmediatamente se toma “dual” (la Gran Madre-el Gran Padre, los hermanos o hermanas gemelas o los principios abstractos de la dualidad).

Parentesco mítico asombroso de todo un continente 40. No es nuestro propósito aquí describir la vida, ni el “mundo” de los amerindios, sino sólo sugerir su lugar en la Historia Mundial. Hubo tres grados, en nuestra interpretación, de desarrollo cultural de los pueblos americanos en la protohistoria del continente. En un primer grado, en el caso de los clanes y tribus de pescadores, cazadores y recolectores nómades del Sur 41 y del Norte 42.
40 Véase W. Krickeberg-H. Trimborn-W. Müller-O. Zerries, Die Religionen
des alten Amerika, Kohlhammer, Stuttgart, 1961; W. Schmidt, Der Ursprung
der Gottesidee, Münster, t. I-X, 1926-1955, que aunque se propone mostrar que el monoteísmo es la creencia originaria de la humanidad, sólo logra indicar que lo es el “enoteísmo”, sin integrar la idea de lo “dual” en el mismo ser originario; Idem., Ursprung und Werden der Religion, Münster, 1930; J. Comas, Ensayos sobre indigenismo, México, 1953; S. Canals Frau, Las civilizaciones preshispánicas, ya citada.
41 Son los indios magallánicos, pampas, del Gran Chaco y los del Brasil
Oriental. Véase mi obra Hipótesis para el estudio de Latinoamérica en la
Historia Universal, ya citada. pp. 130 ss.; o mi otra obra Historia general
de la iglesia en América Latina, Introducción, t. I/1, pp. 129 ss., con descripción y mapa detallado. También Otto Zerries, “Die Religionen der Naturvölker Südamerikas und Westindiens”, en W. Krickeberg y otros, Op.
cit., pp. 269 ss.
42 Los californianos, shoshonis y los canadienses Algonkinos y Athapasken,
más los esquimales. Véase Werner Müller, “Die Religionen der Indianervölker
Nordamerikas”, en W. Krickeberg y otros, Op. cit., pp. 171 ss.
En un segundo grado, los plantadores con aldeas de clanes, tribus y confederación de tribus (pre-urbanos), de las culturas de las cordilleras al sur y sureste del imperio inca, hasta los amazónicos (tupi-guaraní y arawaks),
caribes, y las culturas del Sureste, de las praderas y del Suroeste
del actual Estados Unidos.

En un tercer grado, la “América Nuclear” o urbana, desde Mesoamérica (de los mayas y aztecas de México y Guatemala), hasta los Chibchas de Colombia y el área del imperio inca de Ecuador a Chile y Argentina.

Inmenso “mundo” cultural que ocupaba todo el continente, que había “descubierto” ríos, montañas, valles, praderas; que le había puesto “nombres”; que los había incorporado a su “mundo de la vida (Lebenswelt)” con un sentido humano pleno. No era esto un “vacío” incivilizado y bárbaro: era un
“pleno” de humanización, historia, sentido.

Tomemos un ejemplo entre las culturas de segundo grado. Uno de esos pueblos que habitan las selvas del Amazonas hasta el Paraguay, los tupi-guaraní, y que en sus manifestaciones culturales externas pudieran
parecer totalmente desprovistos de todo desarrollo 43, y que por ello podrían aparecer como verdaderos “bárbaros” en su sentido más primitivo, en el tercer sentido de José de Acosta 44, son ese “Otro” totalmente “en-cubierto” en el fenómeno del “des-cubrimiento” (que como un “1492” diacrónico y metafórico se va haciendo presente en todo el continente al pasar de los años, desde el siglo XV hasta el presente).

Pero el “mundo” de aquellos pueblos, en su sentido heideggeriano
existencial, no difiere por su desarrollo humano mucho del moderno, si “entramos” en el núcleo de su experiencia cultural.

43 “El guaraní pertenece a la selva […] Vida rápida, fugaz, desesperada. Lucha
constante por la luz y por la materia nutricia en un mundo anegado” (León
Cadogan, La literatura de los guaraníes, Joaquín Mortiz, México, 1970, pp.
11-12). Los guaraníes dejan en los museos o para los arqueólogos muy pocos objetos. Son extremadamente pobres en sus expresiones técnicas, edilicias, textiles, de alfarería, etc.
44 “A la tercera clase […] En ella entran los salvajes semejantes a fieras, que
apenas tienen sentimiento humano, sin ley, sin rey, sin pactos, sin magistrados
ni república, que mudan la habitación o si la tienen fija, más se asemeja a cuevas de fieras o cercado de animales […] así también la mayor parte de los del Brasil […] andan también desnudos, son tímidos y están entregados a los más vergonzosos delitos de lujuria y sodomía…” (De procuranda Indorum salute, Proemio; BAE, Madrid, 1954, p. 393). Esta definición cabría exactamente a los guaraníes a los que nos estamos refiriendo.

En efecto, expresa el “gran canto” 45 Ayvu Rapyta, como núcleo generador
de su “mundo”, de su “mundo de la vida (Lebenswelt)”, lo siguiente:
“El verdadero Padre Ñamandú, el Primero
de una parte de su propio ser-de-cielo 46,
de la sabiduría contenida en su ser-de-cielo
con su saber que se va abriendo-como-flor 47,
hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.
Habiéndose incorporado y erguido como hombre,
de la sabiduría contenida en su ser-de-cielo,
con Su saber que se abre-cual-flor
conoció para sí mismo la fundamental palabra futura […]
e hizo que formara parte de su propio ser-de-cielo […]
Esto hizo Ñamandú, el padre verdadero, el primero” 48.

Toda la existencia guaraní era un culto místico, profundamente racional,
a la “palabra”: palabra como divinidad, palabra como “núcleo inicial de la persona (ayvu o ñe’ê), como porción divina por participación” 49; “palabra-alma” como la esencia del ser humano; palabra que se descubre en el sueño 50, que se interpreta, que se expresa en el “canto ritual” que se festeja. La vida de un guaraní comienza cuando se le impone el “nombre” momento originario de la vida, y en realidad su biografía no es sino el “desarrollo” de su palabra: “aquello que mantiene-en-pie 51

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45 “Canto” es poema, canción cantada y rito con danza y ritmo de la “comunidad”
en la “fiesta”. Es un acto central de la existencia guaraní.
46 “Ser-de-cielo”, hemos dicho, es lo divino, lo eterno.
47 “ Abrirse-en- flor”, hemos ya dicho, es el acto productor, sacar fuera de sí, es la acción creadora.
48 Bartolomeu Meliá, El guaraní, experiencia religiosa, Biblioteca paraguaya
de Antropología, Asunción, 1991, pp. 29-30; León Codogan, Op. cit., pp. 53-57.
49 B. Meliá, Op. cit., p. 34.
50 Sentido de lo onírico que Freud supo comenzar a racionalizar.
51 “Mantenerse-en-pie” es estar fundado, apoyado, ser verdadero, como entre
los aztecas, ya lo veremos.

el fluir del decir” 52. La existencia humana se “funda”, se “pone-en-pie” desde la palabra eterna del “Nuestro Padre Ñamandú”, expresada cuando se nace (cuando se “abre-en-flor”, cuando es creado), y que guía el “modo-de-ser” de cada guaraní: el teko 53:

“¡Oh, nuestro Primer Padre!
Fuiste tú quien por primero conociste las normas de nuestro modo-deser
(teko).
Fuiste tú quien por primero conociste en tí mismo lo que había de ser
la palabra fundamental,
antes de abrir y manifestar la morada terrenal (tekkoha)” 54.
La morada terrenal es el “lugar” que el guaraní “abre” 55 en la selva
para hacer su aldea, para efectuar la agricultura, para “vivir” humanamente.
Es allí donde desarrollará su “palabra”, desde la “palabra fundamental” (como el destino) misteriosamente oculta desde el origen en el Primer Padre que se “abre-en-flor”, creador.

La palabra es siempre comunitaria y económica, en un sistema de
total “reciprocidad”:

“La fiesta guaraní no es sólo un ceremonial, sino la metáfora concreta
de una economía de reciprocidad vivida […]

52 León Codogan, Ayvu Rapyta. Textos míticos de los mbya-guaraní del Guairá, Universidad de Sao Paulo, 1959, p. 40. Véase el mismo autor Ywyra
ñe’ery; fluye del árbol la palabra, Centro de Estudios Antropológicos,
Asunción, 1971; B. Meliá, Die schönen Ur-Worte: die Kunst des Wortes bei
den Guaraní, Museum für Völkerkunde, Frankfurt, 1988. “La palabra, el
nombre, la oración, el canto, la invocación medicinal, la profecía, la exhortación político-religiosa, todas estas formas del decirse: ñembo’e, son la forma privilegiada de la religión Guaraní. El guaraní es religioso porque se hace palabra, y en haciéndose palabra participa del ser de los Primeros Padres, Padres de las palabras-almas” (B. Meliá, El guaraní, experiencia religiosa, pp. 41-42).
53 Teko significa algo así como el “ethos” griego: modo de ser y el lugar
donde se mora. Tekoha significa: el “lugar” donde se puede establecer el
modo-de-ser-guaraní: “El tekoha significa y produce al mismo tiempo relaciones económicas, relaciones sociales y organización político-religiosa,
esenciales para la vida guaraní. Aunque parezca redundancia, hay que admitir,
con los mismos dirigentes guaranaí, que sin tekoha no hay teko” (B. Meliá, Op. cit., p. 64).
54 Ibid., pp. 44-45.
55 Es el “abrir” que ilumina en Heidegger (que piensa en la Selva Negra alemana; aquí estamos en la Selva Amazónico-paraguaya).
El intercambio de bienes, sean de consumo o de uso, se rige por principios de distribución igualitaria, según los cuales la obligación de dar supone la obligación de recibir, y recibir se toma a su vez obligación de dar. Por eso el intercambio es de hecho un diálogo social, mediante el cual lo que más circula es el prestigio de quien sabe dar y la alegría de quien sabe recibir, según el modelo de los Primeros Padres y Primeras Madres que ya en
los orígenes convidaban y eran convidados” 56.

La “fiesta” es el lugar de la “palabra” (inspirada en sueños, cantada en largos relatos míticos e improvisados, danzados ritual y comunitariamente
con ritmo y música de gran belleza durante días) y de la reciprocidad económica: el que comparte el banquete se obliga a invitar y participar en su producción 57.

Pero todo esto, por ser pueblos que migraban por la selva que en pocos años agotan los terrenos que no sirven ya para nueva producción agrícola, toda la existencia de celebración de la “palabra” estaba tendida a llegar a la “tierra-sinmal”: “La expresión: yvy marane’y, que los modernos etnólogos traducen como tierra-sin-mal, significa simplemente ‘suelo intacto, que no ha
sido edificado’, o ka’a marane’y ‘monte donde no han sacado troncos, ni se ha traqueado”’ 58.

56 B. Meliá, Op. cit., pp. 45-46. Esta “reciprocidad” originaria de la comunidad en el horizonte de la “palabra” y en la “economía de la reciprocidad”, fue lo que de manera intuitiva conservaron los jesuitas en las Reducciones socialistas del Paraguay. En realidad no eran socialistas, sino un modo económico donde los productos eran sólo “valores de uso” (sin valor de cambio alguno), anterior a la formación de clases, ya que eran clanes aldeanos, y que pueden elevarse al nivel de la utopía. Marx, ciertamente, descubrió en este tipo de sociedades un tipo de relación humana comunitaria anterior a la “individualidad” moderna (capitalista), que de poder sumarse a aquella “comunitaridad” podía ser proyectada como un horizonte utópico: la plena individualidad en la plena comunidad (de los Grundrisse, que hemos estudiado en detalle en nuestras obras La producción teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1985; Hacia el Marx desconocido, Siglo XXI, México, 1988;
El último Marx, Siglo XXI, México, 1990); un Marx de plena actualidad después de la desaparición formal de la Unión Soviética, el 26 de diciembre de 1991.
57 Por ello, los guaraníes invitaron a los españoles a sus “fiestas” y creyeron
que con ello habían firmado con ellos un “contrato” de dar-recibir eterno.
¡Cuál no sería su sorpresa al ver que habiendo festejado y comido con ellos, ni colaboraron en los trabajos de la producción de las próximas fiestas, nilos invitaron a las suyas! Esos europeos eran traicioneros, habían cometido un mal imperdonable contra el Primer Padre, eran demoníacos, perversos…
58 Ibíd., p. 77.

Es una “tierra” donde no habrá enemigos que expulsar, ni animales
dañinos que matar, ni se deberá trabajar para comer… tierra donde en
reciprocidad perfecta se deberá cantar, danzar, proferir la “palabra fundamental” eternamente. “La palabra en el alma del guaraní. Ayvy: palabra-
alma; alma-palabra. La vida y la muerte del guaraní, son la vida de su palabra y la medida de sus realizaciones y de sus crisis está dada por las formas que toma su palabra. La historia del guaraní es la historia de su palabra, la palabra que se le impone con el nombre, la palabra que se escucha, la palabra que él mismo dirá, cantará, rezará, la palabra que en su muerte todavía es la palabra que fue: ayvukue” 59.

Extraño sería intentar expresar todo esto al conquistador del Río de la Plata, y a los mismos generosos y profundos jesuitas que realizaron las magníficas Reducciones del Paraguay. Aquellos “indígenas”, bárbaros… eran cultores insignes de la “Palabra” eterna, sagrada, histórica, en medio de las selvas tropicales. Para conocer su “mundo” hubiera sido necesario conocer su “lengua” (su “palabra”), haberla “vivido”… Para “dialogar” con ellos hubiera sido necesario vivir su propio “mundo”, desde su tekoha tan bella, tan profunda, tan racional, tan ecológica, tan “desarrollada” 60, tan humana.

Para establecer una “conversación” a lo Richard Rorty hubiera sido necesario “descubrir” el “mundo” del Otro, establecer antes las condiciones de posibilidad de ella. En ese caso la “comprensión”, el “acuerdo” no sería inconmensurable, aunque siempre difícil. Pero, al mismo tiempo, sin dichas
condiciones, en el eurocentrismo de los conquistadores (posición también del moderno Ginés de Sepúlveda y compartida hoy por racionalistas que pareciera que creen que es fácil el diálogo o que al menos no han desarrollado una teoría de sus condiciones de posibilidad, como J. Habermas), ni la “conversación” es posible (mucho menos una argumentación en la “comunidad real de comunicación”).

Históricamente, por desgracia, todo esto quedó “en-cubierto” desde los
tiempos del “des-cubrimiento” de América por los europeos. Aquel mítico 1492 se fue proyectando diacrónicamente sobre todo el continente con un manto de olvido, de barbarización, de “modernización”.

59 Ibíd., p. 84.
60 Desde el homo habilis, hace unos cuatro millones de años, hasta los guaraníes se había realizado lo esencial del “desarrollo” humano; la diferencia
con el hombre “moderno” es realmente insignificante (en cuanto a la lengua,
el sentido ético, el aprecio a la dignidad y el sentido de la vida, etcétera).
Podríamos dar cientos de ejemplos, de pueblos menos desarrollados (como los nómadas del Sur o del Norte), o los mucho más desarrollados (de la América Nuclear). Con el de los guaraníes, sin embargo, basta para indicar la cuestión. De las culturas de la” América Nuclear” nos ocuparemos preferentemente de los náhuatl, como ejemplo nuevamente, en el desarrollo de las próximas conferencias.

Excurso sobre Europa como “Periférica” del mundo musulmán

En el siglo XV, hasta 1492, la que hoy llamamos “Europa Occidental”
era un mundo periférico y secundario del mundo musulmán. Nunca
había sido “centro” de la historia. Europa Occidental no se extendía
más allá de Viena por el Este, ya que hasta 16811os turcos estuvieron
junto a sus muros, y de Sevilla en su otro extremo. La totalidad de sus
habitantes, de la Europa latino-germana, no superaba los cien millones
(inferior a la población del solo imperio chino en su momento).

Era una cultura aislada, que había fracasado con las Cruzadas al no poder
recuperar cierta presencia en un polo neurálgico del comercio del continente
Euro-asiático: la conquista del lugar donde se situaba el Santo Sepulcro era, en realidad, el lugar donde el comercio de las caravanas que llegaban a Antioquía desde la China (atravesando el Turán y el Turquestán chino) y se juntaban con las vías de navegación del Mar Rojo y el Pérsico en la actual Palestina. Las ciudades italianas de Génova (la ciudad de Colón y de tantos descubrimientos clandestinos desde 1474 en costas atlánticas), Venecia, Nápoles, Amalfi, necesitaban estas vías de comunicación para llegar al Asia tropical, a la India de las especias. Rechazados los europeos en sus intentos por controlar el Mediterráneo Oriental, tuvieron que permanecer aislados, periféricos del mundo musulmán.

Los reinos musulmanes iban desde el norte del Africa con los Almorávides 61 y sus florecientes ciudades de Marruecos, el Maghreb o desde Trípoli, que se conectaban con las caravanas hacia el sur del Sahara, y de allí con los reinos de la sabana: Malí, Ghana, etcétera, con la actual Libia y Egipto (posteriormente ocupado por el imperio otomano), con el califato de Bagdad, hasta el Irán (después conquistado por el imperio safawi), llegando a los reinos mongoles que ocuparán el norte de la India con la capital Angra, y después Delhi, y con obras de espléndida belleza tales como el Taj Mahal,
61 Véase, entre otras obras, la de R. y M. Cornevin, Histoire de l’Afrique,
PUF, Paris, 1964, pp. 145 ss.
Prolongándose hasta el control sobre Malaca llevado a cabo por comerciantes
musulmanes, para alcanzar el sur de Filipinas, ya que la isla de Mindanao será musulmana desde fines del siglo XIV.

De manera que el Dar-el-Islam (la casa de la fe) llegaba del Océano Atlántico al Pacífico. Es verdad, que los invasores turcos habían roto la espina dorsal del mundo comercial árabe-musulmán, aunque ellos mismos eran musulmanes. Los turcos, que ocuparon la península balcánica, Grecia
y Turquía, habían aislado la parte occidental de la parte oriental del
mundo musulmán pre-turco. La China había caído por ello mismo en
una profunda crisis económica. Por su parte, la Horda Dorada de los mongoles había dominado Rusia (1240-1480).

La ocupación de Constantinopla por los turcos en 1453 significaba para Europa, entonces, el quedar sitiada y reducida a la mínima expresión.
Hablar en esta situación de una Europa comienzo, centro y fin de la Historia Mundial como opinaba Hegel es haber caído en una miopía eurocéntrica 62. Europa Occidental 63 no era el “centro”, ni su historia
había sido nunca el “centro” de la historia.

Habrá que esperar a 1492 para que su centralidad empírica constituya a las otras civilizaciones en su “periferia”. Este hecho de la “salida” de Europa Occidental de los estrechos límites dentro de los cuales el mundo musulmán la había apresado constituye, en nuestra opinión, el nacimiento
de la Modernidad.

1492 es la fecha de su nacimiento, del origen de la “experiencia” del ego europeo de constituir a los Otros sujetos y pueblos como objetos, instrumentos, que se los puede usar y controlar para sus propios fines europeizadores, civilizatorios, modernizadores. Es esa Europa Occidental, por primera vez, la que se lanza a la conquista del mundo. Rusia, con Ivan II, el Grande, comenzará la expansión por la taiga del norte. En 1485 Ivan III comienza el Kremlin y a comienzos del siglo XVII llegarán los rusos al Pacífico. Será en cambio por Portugal (que en 1415 toma Ceuta en Africa) y España, que Europa se expandirá por el Occidente y desenclaustrará a esa Europa del sitio musulmán que había comenzado en el siglo VII d. C., desde

62 Véase Samir Amin, Eurocentrism, Monthly Review Press, New York, 1989.
63 Véase Apéndice 1.
la muerte del Profeta Mahoma 64.

Esa España, que después Europa Occidental olvidará y despreciará y que Hegel ya no considera Europa, es la que comienza la Modernidad. La conquista de México, por su parte, será la primera experiencia “fuerte” del ego europeo de control a otro imperio, al Otro como siervo, como colonizado, como dominado, como explotado y humillado. Todo esto podremos verlo ahora “desde abajo”, desde el Otro, desde el indio, desde el horizonte que hemos abierto en esta Conferencia 6, desde el Océano Pacífico, desde el Asia. Veamos entonces ahora, sólo ahora, cómo vivió el indio la experiencia de la llegada de esos europeos marginales del mundo musulmán
que iniciaban su triunfal curso hacia la “centralidad” de la Historia Mundial.
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64 Es desde una Europa “marginal” (Rusia. España y después Inglaterra) que
Europa se expande (Véase Leopoldo Zea. Discurso desde la marginación y
la barbarie, Anthropos. Madrid. 1988).

Mes de la patria, mes del imperio

Mes de la patria, mes del imperio
septiembre 10, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

Una vez más, septiembre saca del cofre a una Patria escondida y llena de sombras. En los centros educativos suenan tambores y resuenan trompetas, se ensayan desfiles y se preparan discursos; mientras, ciertas calles parecen temblar pensando en el día en que los desfiles culebrearán marchando hacia las plazas.

Todo este aparato ideológico comprende los discursos oficiales que se repiten en cada pueblo exaltando a una Patria huidiza, temerosa y clandestina, que cada año cambia de antifaz y se vuelve más desconocida para aquellos y aquellas que, abandonados a su suerte, son cualquier cosa en el mundo. Por ejemplo, son emigrantes, miembros de una banda, desempleados y desocupados, campesinos sin campo, vendedoras ambulantes, estudiantes sin escuela, en fin, cualquier cosa, menos seres humanos con Patria. Pero, ignorando toda esta abrumadora realidad, en este mes, los representantes gubernamentales le hablan a la gente de una Patria que parece estar en algún lugar, a lo mejor en algún rincón, y ha sido desempolvada de manera apresurada para que después de los desfiles regrese a su caverna llena de telarañas.

La Patria, para nosotros, resulta ser algo enfrentado a fuerzas e intereses amenazantes. El nosotros hace referencia a un grupo de pueblos que, conflictuados entre sí, ocupábamos un pequeño territorio llamado Cuscatlán. Era un terreno fértil, lleno de agua, pequeños lagos, ríos caudalosos y abundantes, éramos chortis de origen maya, pipiles de origen azteca, mam de origen maya, lencas, ulúas y chorotegas, más alla del río Lempa. Más los pueblos nonualcos y los tepezontes. En fin, un puñado de pueblos con sus propios idiomas, que no éramos ni mayas ni aztecas, pero comerciábamos y hacíamos la guerra contra otros pueblos y entre sí.

A esta Patria le cayó como rayo la invasión maldita de los invasores, ladrones y asesinos, que entraron por el río Paz, en 1524. Y de esta primera guerra perdida por nosotros, aparece en algún momento el epónimo de Atlacatl, como jefe guerrillero que guió a su pueblo en la guerra, resistió y no se rindió.

Siguieron los levantamientos, aparecieron los llamados criollos, españoles nacidos en nuestras tierras, dueños de ellas y también de la inteligencia. Y llegamos, apresurados, a las décadas trágicas de 1821.

Los acontecimientos de estos años construyeron una humanidad que estando situada fuera de la riqueza, fuera del poder, de la propiedad, de la inteligencia, del bienestar y la dignidad, tenía, sin embargo, una especie de identidad que la nutría y la convertía en pueblo, es decir, en un grupo humano con sueños propios, de libertad e independencia, sueños de justicia y de derechos. Y todo esto, enfrentado y en guerra con los criollos, que eran los cuchillos reales y cotidianos que los desangraban todos los días.

Esa mayoría desposeída quería la independencia y luchaba por ella, pero esta independencia no era solo de la corona española, que era un poder lejano, ausente y desconocido, sino, sobre todo, independencia de los agrupamientos criollos, que ya eran los dueños de esta Patria local, pequeña e irredenta. Estos criollos, al mismo tiempo, luchaban por una independencia que tampoco estaba referida a la corona española sino a los otros criollos, a los de Guatemala, a los de la Capitanía General de Centroamérica, que eran sus rivales en el mercado, que controlaban los mejores negocios, que los ponían en segundos planos y no los dejaban respirar.

La conspiración de estos criollos era diferente a la conspiración popular, pero al final, el 15 de septiembre de 1821, se firmó un documento en la Ciudad de Guatemala, que es conocido como el Acta de Independencia, convertido, sin embargo, en el documento más clandestino, secreto y desconocido. El más prohibido de todos los documentos de este país.

En este papel está contenida la confrontación de dos agrupamientos criollos, los de Guatemala y los de la Provincia de San Salvador. Los primeros buscaban la anexión al recién establecido imperio de Agustín Iturbide, del Virreinato de Nueva España (México). Y los segundos, los de San Salvador, buscaban la separación respecto a Guatemala, España, México y cualquier otro imperio, porque ellos eran los dueños de estas tierras y de estos pueblos. Así lo dicen en los considerandos de su primera Constitución.

La independencia conquistada abrió el camino a la guerra, la verdadera lucha por Centroamérica, aquella donde brilla Francisco Morazán, el hondureño más salvadoreño y el salvadoreño más hondureño, que pierde y es fusilado por las conspiraciones de la Iglesia Católica. Hay que decir que el grueso del ejército morazánico estaba integrado por campesinos salvadoreños que luchaban por constituir Centroamérica y se enfrentaban a las oligarquías de cada uno de los pequeños y empobrecidos países de la región.

En estos momentos de la historia, la Patria por la que se luchaba era Centroamérica y el enemigo de esa Patria eran las oligarquías locales de cada país. Esas oligarquías fueron las vencedoras y mataron a Morazán. Este patriota heredó todo lo suyo al pueblo salvadoreño, mientras que Manuel José Arce, patriota criollo salvadoreño, dejó todo lo suyo al pueblo de Costa Rica.

En pleno 2015, la Patria se despedaza, se diluye como un pedazo de hielo en el desierto, y sus hijos e hijas son asesinados en el desierto de Arizona y alimentan los prostíbulos de Tijuana y de la frontera estadounidense.

Los tambores sonaran una vez más y las banderas ondearán al viento, los discursos oficiales despertarán a las piedras de los caminos, mientras la guerra social sigue llenando de sangre las casas, las calles, las ciudades y los campos. La Patria parece acribillada pero siempre hay algo que celebrar: la lucha constante, invencible e imperecedera.

Los de abajo construyen su propia economía, su propio Estado, su propio pueblo y su propia Patria, y los de arriba entregan todo al nuevo imperio, y toman vino, y se toman fotos, pero nada detiene el ruido de los tambores que siguen anunciando lucha y dignidad.

El imperio estadounidense tiene una nueva colonia con un pueblo que tiene un pie en los Estados Unidos y otro en El Salvador. Este país cruza por un momento oscuro y amargo, desarrolla la guerra más sangrienta que hayamos conocido y no hay nada más extraño en estos momentos que la palabra Patria e Independencia, y mucho más extraño cuando estas son pronunciadas por aquellos que están entregando esta Patria al imperio del norte.

El 15 de septiembre es una fecha que sirve para recordar lo que no tenemos y lo que necesitamos, todo lo que falta por construir y alcanzar, pero no es una fecha de sueños, es una fiesta artificial, llena de comercio y de comerciantes, de ruidos y de luces, pasajera y vacía.

En medio de estos sonidos sigue caminando con paso de gigante, la vida cruda y real de un pueblo que lucha por sobrevivir y que sigue necesitando una Patria verdadera que le de dignidad, tierra, educación, libertad y salud. Esa es la Patria por la que se lucha y a la que no se renuncia, aun en medio de las entregas más totales. Nada detiene las luchas históricas de los pueblos.