GRANO DE ORO

GRANO DE ORO
Rafael Arce Zablah
Partido de la Revolución Salvadoreña
Ejército Revolucionario del Pueblo
El Salvador: Renta internacional del café y configuración capitalista
I. Teoría marxista de la renta del suelo y la ley del valor en el comercio internacional
INTRODUCCION A LA TEORIA MARXISTA DE LA RENTA DEL SUELO
En las actividades económicas que entran en intercambio directo con la naturaleza, como es el caso de la agricultura, sucede que las diferencias de productividad subsisten permanente e irrevocablemente como consecuencia de las diferencias del medio natural, incluso en el caso que se aplicaran las técnicas más modernas disponibles. A terrenos agrícolas diferentes corresponderán productividades naturales diferentes. No solamente las diferencias de fertilidad del terreno, sino también la situación geográfica y los costos de transporte determinan las diferencias de los terrenos.
Los buenos terrenos son escasos y es necesario cultivar tan bien los malos terrenos para suplir las necesidades de consumo de la población. Lógica-mente el precio de producción del peor terreno será el que fijará el precio de producción del quintal del producto agrícola, pues nadie cultivará un terreno si esto le va a producir pérdidas o incluso si no va a obtener ningún beneficio. Y como se necesita que se cultiven los malos terrenos, y estos no se van a cultivar si producen pérdidas o si no se obtiene ningún beneficio, el precio de producción será fijado por el peor terreno.
Si un buen terreno “B” de 1 manzana produce 20 qq. de maíz y un mal terreno “A” de la misma extensión produce 10 qq. de maíz, el que determina el precio es el peor terreno.
Suponiendo que el agricultor que ha cultivado el peor terreno “A” ha gastado $160.00 y ha obtenido una ganancia usual o media de $40.00.
Tenemos que:
En el terreno “A” (malo)
Costos $160.00
Ganancia Usual $ 40.00
Precio de Producción. $200.00
Quintales de maíz producidos 10 qq.
Precio de Producción por qq. $200.00
10=$20.00
En el terreno “B” (bueno) Quintales producidos. 20 qq.
Precio de Producción por qq. $ 20.00
Total en dinero
20 × 20 $400.00
Renta diferencial $400.00
Precio de Producción —$200.00
$200.00
Al considerar el caso de estos dos agriculto¬res no especificamos si eran propietarios de los terrenos o si eran simplemente arrendatarios. En caso de ser arrendatarios deberían pagan al dueño por el alquiler del terreno una suma en dinero o en especie, la cual se llama Renta del Suelo.

Esta renta del suelo puede ser absoluta o pue¬de ser diferencial. Es renta diferencial si el dueño del terreno se apropia mediante el contrato de arrendamiento de toda o parte de la sobre ganancia, dejándole al arrendatario el beneficio usual y parte o nada del beneficio extraordinario. Es ren¬ta absoluta si el arrendatario, para pagar el alqui¬ler del terreno, se ve obligado a aumentar el pre¬cio de venta (precio comercial) del quintal de maíz, pues, o bien no ha logrado ninguna renta diferencial, o no puede con ella pagar el alquiler del terreno, no quedándole otra alternativa que aumentar de precio de ventas o precio comercial para obtener su ganancia media y pagar las de¬mandas de rentas al dueño del terreno.

La renta absoluta pace aumentar el precio comercial del quintal del producto agrícola por encima de su precio de producción. Es decir, hace más caro el maíz.

La rentas diferencial es resultado de las diferen¬cias de productividad en los terrenos y es el te¬rreno menos productivo el que fija el precio de producción.

En la agricultura puede suceder, y los agricul¬tores bien le saben, que incluso, cultivando terre¬nos de igual calidad y gastando lo mismo, dos agricultores pueden obtener diferentes cosechas. Esto se debe a las inversiones sucesivas que se han hecho en las siembras anteriores. En este caso será el que obtenga la peor cosecha el que determi¬nara el precio de producción del quintal de maíz y el que ha obtenido mejor cosecha realizara una ganancia extraordinaria diferencial. Para no confundir esta renta diferencial de la anterior, Marx llama a esta Renta Diferencial II; y a la que depende solamente de la diferencial natural de los terrenos: Renta Diferencial I.

Naturalmente que el arrendatario y el dueño del terreno tienen puntos de vista diferentes con respecto a la renta diferencial. El capitalista arrendatario considera la ganancia extraordinaria diferencial como efecto de la productividad excepcional de su capital, de allí, piensa él, nada más justo que su derecho a apropiarse enteramente dicha ganancia extraordinaria.

Por su parte, el dueño del terreno, el terrateniente, considera la ganancia extraordinaria diferencial como resultado de la X productividad excepcional de su tierra, de allí argumentos el te¬rrateniente, nada más justo que el arrendatario le traspase a él enteramente la ganancia extraordina¬ria producida. El terrateniente sostiene en respaldo este criterio, que el capitalista ya logro su justo beneficio con la ganancia media o beneficio usual.

Desafortunadamente para ambos no es ni la tierra, ni el capital el que produce la ganancia ex¬traordinaria, sino el trabajo, y no solamente el trabajo de los que han cultivado la tierra sino, pa¬ra el caso de la renta diferencial, también el tra¬bajo de otros trabajadores que consumirán maíz. Es sobre todo el trabajo de los otros trabajadores que van a consumir maíz el que produce la ganancia extraordinaria diferencial o renta diferen¬cial. Pero de esta realidad los terratenientes y ca¬pitalistas solamente se convencerán cuando sean expropiados y se establezca un régimen socialista. Mientras tanto, ambos se seguirán apoyando en “sólidas bases jurídicas”.

Para el caso que vamos a tratar, el del cultivo del café, por lo general no hay diferencia entre arrendatario y dueño de su tierra, pues el mismo dueño es el que cultiva la tierra. En este caso es el dueño de la tierra el que se apropia de toda la renta diferencial y se consideran dicha renta diferencial como producto de la excepcional fertili¬dad de su tierra.

Cabe recalcar que la renta diferencial proviene de la diferencia de productividades, es por lo tanto en un régimen de competencia, donde la renta diferencial se reafirma, pues si no existie¬ra la competencia, no se manifestaría en el mer¬cado la rentas diferencial y si es la propiedad so¬bre la tierra el factor determinante para la obtención de la ganancia extraordinaria diferencial en el cultivo del café, esto se debe a factores históricos muy especiales, como veremos más adelante y no al carácter “feudal” o “latifundista” de la agricultura en el país, argumento con el que el revisionismo pretende fomentar su análisis de clases.

Además, la renta diferencial subsistirá mientras subsista el carácter capitalista de la agricultura (el régimen de competencia) y no como pretenden los reformistas , que con el reformismo agrario o con reformas agrarias pequeñoburguesas se solucionaran los problemas sociales. Solamente un resumen de cooperación, un régimen socialista podrá encaminar la agricultura y toda la economía hacia el progreso social.

Ahora bien, dado que la tierra es un recurso natural y no un producto del trabajo humano y carece por lo tanto de valor, ¿Cómo es que el propietario puede alquilarla e incluso venderla? O en otras palabras, ¿cómo es que la tierra tiene precio? Cuando alguien compra un terreno, lo que realmente está comprando es un título jurídico que le permite apropiarse de UNA PARTE DE LA PLUSVALIA creada por el pueblo trabajador. Lo que le interesa es cuánto dinero puede percibir por año, es decir, la renta del suelo anual. Entonces, el precio de un terreno lo determina la capitalización de la renta del suelo, o en otras palabras, el precio de la tierra es renta del capitalizada. Expliquemos esto con un ejemplo:

El señor Handal dispone de $100,000.00; dentro de la economía capitalista que es la que impera en el país, tiene tres posibilidades de hacerlos producir:
1. Como prestamista, percibiendo los intereses.
2. Como propietario, comprando una tierra y percibiendo luego una renta del suelo.
3. Como empresario capitalista, obteniendo ganancias.

La posibilidad de comprar un terreno solo habrá de contemplarla, si la renta anual que espera percibir es igual o mayor al interés anual que percibiría como prestamista. Si la tasa de interés vigente es del 10°/o, comprará la finca si le rinde $10,000.00 de renta anual como mínimo.

0 bien el caso contrario, el señor Handal quiere vender su finca que le proporciona S10, 000.00 de renta anual. Lógicamente el precio mínimo al que venderá su finca será de $100.000.00

INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE VALOR EN EL COMERCIO INTERNACIONAL

Los ingresos en LA economía capitalista provienen de tres factores:
El trabajo que se traduce en salarios.
El capital que se traduce en ganancia o interés. Propiedad sobre la tierra y recursos naturales que se traducen en renta del suelo.

Estos tres factores deben ser considerados para determinar el funcionamiento del mercado mundial. Las ventajas o desventajas que se derivan del comercio mundial solamente pueden ser dilucidadas si se analizan según la ley del valor, en otras palabras, hay que determinar si hay transferencia de valor de un país a otro.

El valor de una mercancía está determinado par el trabajo socialmente necesario para producirla. Es decir, por el número de horas de trabajo que se necesitan paras producirla, en condiciones promedio de producción.

Para determinar el valor de una mercancía de un país que se va a intercambiar con otra mercancía producida en otro país, tenernos que partir del trabajo socialmente necesario a nivel nacional, y esto está determinado por la intensidad y la productividad del trabajo en cada país;
Por ejemplo:
En el País A En el País B
Para producir 10 qq. Para producir un radio
de maíz se necesitan trasmisor se necesitan
10 horas de trabajo 5 horas de trabajo

Si la productividad media del trabajo en el país B es 3 veces mayor que en el país A, debido al empleo de maquinaria y a la calificación de la fuerza de trabajo.
Entonces:
10 horas de trabajo en A equivalen a 3 1/3 hrs. de trabajo en B
Por lo tanto:
10 qq. de maíz equivalen a 2/3 de un radio transmisor
0 Bien
30 qq. de maíz equivalen a 2 radios transmisores.

Esta es la realidad según la ley del valor.

En este sentido cabria señalar que los teóricos de la dependencia que basan en el intercambio desigual (terms of trade) la relación entre países dependientes y países imperialistas parten de una interpretación metafísica del fenómeno imperialistas. Solamente en base a la ley del valor se pue¬den dilucidar las ventajas o desventajas en el comercio internacional.

El factor capital en el comercio internacio¬nal y por tanto la existencia de ganancia y sobre ganancias en dicho mercado internacional, hay que considerarlas, en la actual etapa imperialista, dentro del marco de reproducción del capital mo¬nopolista. De tal manera que la “fuga de capital” tan usada por los reformistas burgueses, debe ser sustituida por la transferencia de plusvalía. Concretamente hay que responder a las preguntas: ¿A raíz de las inversiones extranjeras, se da trans¬ferencia de plusvalía de El Salvador hacia otros países? Esto es más importante que las posiciones antiimperialistas meramente declarativas que hacen los reformistas burgueses y los revisionistas en el parque Libertad.

En relación a la trascendencia de la renta del suelo en el comercio internacional, cuestión tan olvidada por los teóricos de la dependencia y por el marxismo revisionista, hay que señalar que las teoría marxista de la renta es la única base científica para esclarecer fenómenos tan actuales como las crisis petrolera; por qué el café ocupa el se¬gundo lugar en el comercio mundial, que significa el cultivo de las llanuras de la Pampa argentina en la actual estructura de clases de ese país; de donde provenían las sobre ganancias en la explotación del guano en el Perú; que significa la demanda de las clases dominantes salvadoreñas de 200 millas marinas como espacio territorial.

LA RENTA DIFERENCIAL EN EL CULTIVO DEL CAFE

En este sentido y siguiendo la teoría marxista de la renta cabe preguntarse: ¿cómo se mani¬fiesta la renta del suelo en el comercio interna¬cional? O más específicamente: ¿Existen rentas diferenciales y absolutas en el comercio interna¬cional? En lo que atañe al café; que ocupa el se¬gundo lugar en el comercio mundial, podemos afirmar:

1. Que el café en el mercado internacional no se vende al precio de producción nacional del país productor, sino al precio de producción del país que determina el precio mun¬dial, en este caso Brasil.

2. Que la “productividad media” del Brasil es bastante baja, lo que permite a todos los demás países productores de café con una pro¬ductividad mayor que la del Brasil obtener una renta diferencial en el comercio interna¬cional.

3. Que la “productividad media” en el Brasil es mantenida artificialmente por el estado brasileño en beneficio de la oligarquía cafe¬talera brasileña, la cual percibe fabulosas so¬bre ganancias en forma de renta diferencial.

4. Que la renta diferencial que se dio en la ca¬ficultura brasileña fue impuesta y mantenida en el mercado mundial, gracias a la posición de monopolio del Brasil.

5. El Salvador tiene una productividad media aproximadamente dos veces mayor que la “productividad media” del Brasil. Esto indi¬ca que la oligarquía cafetalera salvadoreña percibe jugosas sobreganancias en forma de renta diferencial.

6. El Salvador está integrado parasitariamente al sistema capitalista mundial a través de la renta diferencial que se obtiene con la producción y comercio del café.

La renta diferencial en la caficultura se da de igual manera que en otros productos agrícolas, como por ejemplo, el maíz, el trigo, etc., con Ia diferencia que por las características del cultivo es bastante difícil introducir adelantos técnicos como sería el caso de la mecanización en el corte. De tal manera que el café es cultivado y cortado directamente por el trabajador: lo que el cultivo del café necesita es de abundantes brazos. La producción del café necesita sobre todo dinero para salarios, o sea necesita sobre todo de capital va¬riable. De tal manera que si un señor posee un terreno apto para el cultivo del café, necesita de una cantidad relativamente pequeña de dinero para comenzar a producir café. Además, el café es un arbusto que crece perfectamente en terrenos empinados o montañosos. En esto el cultivo del café se diferencia del cultivo del maíz, del tri¬go, de la caña de azúcar, del arroz, etc., que nece¬sitan terrenos más o menos pianos. En términos generales podemos decir que el café no necesa¬riamente tiene que ser cultivado en terrenos en que puede darse el trigo, el arroz, el maíz, los fri¬joles.

Hemos encontrado hasta ahora dos diferencias entre el cultivo del café y otros cultivos: la mecanización es bastante difícil en el café, en comparación incluso, con cultivos como el maíz, la caña de azúcar. El café se puede dar en terrenos que son generalmente no útiles para otros cultivos.
Otro detalle importante sobre el cultivo, es que se empezó a cultivar en países en los que todavía existían tierras sin dueño o bien, tierras que eran fácilmente expropiables. En resumidas cuentas, el café comenzó a cultivarse en países en los que cualquier señor ambicioso y con suficiente poder podía establecer un monopolio (llamado propiedad) sobre uno o varios terrenos aptos para el cultivo.
Resumiendo:
1. El cultivo de café necesita sobre todo dinero para salarios, añadiendo a esto que un cafeto puede pasar produciendo hasta 25 años. Podemos concluir que el cultivo de café necesita de poca inversión.
2. EI café no tiene necesariamente que disputar los terrenos con otros cultivos y además se comenzó a cultivar en países en los que la gente poderosa podía adueñarse por las buenas o por las malas de terrenos aptos para convertirse en cafetales.
Ya que el consumo de café se generalizó entre la población nativa y además la gente de otros países comenzó a consumir café, hubo suficiente demandas para que el café se cultivara no solamente en los terrenos más propicios, sino también en terrenos de inferior calidad.
El cultivo de café se extendió sobre todo en Sao Paulo, estado de Brasil. Veamos lo que aconteció ahí
Debido a la demanda no solamente se cultivaron los mejores terrenos para el cultivo del café sino también terrenos de inferior calidad. Se dio entonces, una renta diferencial para los dueños de los terrenos mejores. Además, como en Brasil había bastantes tierras sin dueño y existía gente poderosa para adueñarse de grandes extensiones del mejor terreno, rápidamente se formaron grandes haciendas cafetaleras con una excelente productividad. Los dueños de estas grandes haciendas percibían una renta diferencial, pues el precio de producción lo determinaban los terrenos de más baja productividad. Veamos un ejemplo:
TERRENO A TERRENO B
(más baja productividad) (alta productividad)
Produce 5 qq. Por mz. Produce 15 qq. Por mz.
Precio de Prod. X Total en
Mz._$300.00 dinero 60 × 15 = 900
Precio de Prod. X Renta Dif. X mz.
qq.=300=60 900-300=600
5 tamaño del terreno:100 mz.
Tamaño del terreno Renta diferencial del
=1 manzana Terreno. = $60,000.00

Los dueños de las haciendas de Sao Paulo percibían ganancias extraordinarias en forma de renta diferencial. Además como ya vimos que el café necesita de poca inversión y además que no tiene necesariamente que desplazar otros cultivos, el requisito para convertirse en caficultor era el de adueñarse de la tierra.
Esto aclarara por la caficultura se desarrolló tan rápidamente en Sao Paulo, que prácticamente producía un 40% de la producción mundial ( y un 70% de la producción del Brasil) a finales del siglo pasado.
Naturalmente que para que se diera esa gigantesca renta diferencial era necesario que cultivaran los terrenos de baja calidad y si esto lo permitió inicialmente las demanda, posteriormente lo reafirmo el monopolio.
Los grandes hacendados paulistas no tardaron en ceñirse a un precio de producción medio para todo Sao Paulo, este precio de producción no era el medio o promedio, sino el precio de producción del terreno menos productivo. Los grandes hacendados daban “generosos” subsidios a los pequeños productores para que continuaran cultivando las malas tierras o se valían de artificios jurídicos para mantener activas esas producciones que le determinaban la jugosa renta diferencial. Dado que la mayor parte del café producido se destinaba a la exportación se implantaron los precios de exportación generales.
De esta manera se internacionalizo la renta diferencial paulista en el cultivo del café pues teniendo un 40% de la producción, seria la caficultura paulista la que determinaría el precio del quintal de maíz en el mercado mundial. Entonces, toda región o país cafetalero que tuviera una productividad mayor que la “media” de Sao Paulo, tendría una renta diferencial en el cultivo del grano. Gracias a la renta diferencial el café recibió el nombre de “grano de oro” su cultivo se extendió rápidamente a otros países, entre ellos El Salvador.
El enorme poder de los grandes caficultores paulistas se hace evidente con la primera medida de carácter monopolista que realiza el estado de Sao Paulo tendiente a determinar el precio del café a nivel mundial. En 1906 el estado de Sao Paulo realiza su primera “valorización”. Esta medida de carácter monopolista consistía en que el estado de Sao Paulo compraba todo el café a “precios generales” a los caficultores paulistas (con esto se oficializaba mediante el poder del estado la renta diferencial) y se encargaba de almacenarlo y colocarlo en el mercado mundial (implantaba un precio de monopolio en el mercado mundial).
La renta diferencial que originalmente significó ganancias extraordinarias para los grandes caficultores paulistas se extendió a nivel mundial con la política de imposición de precios de monopolio por parte de Sao Paulo y años después por el Brasil.
Efectivamente, a medida que el cultivo del café se fue extendiendo a otros estados brasileños, Minas Gerais, Espíritu Santo, Paraná, se fue haciendo necesario que el estado federal se encargara de conducir la política cafetalera en beneficio de los grandes caficultores. En todo lo que va del siglo, Brasil ha controlado la oferta de café en el mercado mundial mediante embodegamiento e incluso destrucción de las cosechas. El mayor exito del Brasil fue la constitución en 1959 de la Organización Internacional del Café (0IC) y la firma del tratado mundial del café. De esta forma Brasil logró oficializar su posición de monopolio. Para nadie es un secreto la política de cuotas para los países cafetaleros, ni que el precio del café “robusta” (que es e1 que se da en Brasil) es el que sirve de base para fijar el precio de las especies de mejor calidad, como son los arábigos, entre ellos el “otros suaves” que es el que se da en El Salvador. Todos los días leemos en la prensa las diversas especulaciones sobre posibles heladas o plagas en el Brasil. En fin, no es difícil observar su posición de monopolio que continua manteniendo el Brasil, con todo y que su participación porcentual en la producción mundial ya no es del 70% como en el primer cuarto de siglo, sino que actualmente oscila alrededor del 35%.
Sobre la pregunta que se podría hacer, si todavía se da en el Brasil la renta diferencial, el sociólogo Theotonio Dos Santos escribe: “los grandes caficultores junto con los exportadores forman un poderoso grupo de presión sobre el Instituto Brasileiro del Café (máximo organismo en política cafetalera) De allí, que se mantengan llama hoy los inflacionarios v dispendiosos subsidios estatales a los excedentes de café, que garantizan la sobrevivencia de pequeños y atrasados productores para alimentar el costo medio del producto”. Como ya vimos anteriormente: costo + beneficio usual =precio de producción. 0 sea que en Brasil el estado se encarga de mantener un precio de producción medio tal, que permite a los grandes caficultores seguir percibiendo su cuantiosa renta diferencial.
Estadísticas recientes dan al Brasil una productividad “media” de 300 Kg/Há; esas mismas estadísticas dan a El Salvador una productividad media de más de 600 Kg/Ha. No es difícil, pues, imaginarse que hay haciendas en Brasil que ofrecen una productividad de 1200 a 1500 Kg/Há (como lo tienen las haciendas de los Álvarez Meza en el Departamento de Santa Ana). Y que la productividad media en Brasil es mantenida artificialmente a niveles bajos para asegurar la renta diferencial a los grandes hacendados brasileños. Ya vimos en los ejemplos que una baja productividad determina un precio de producción alto.
EL PRECIO DEL CAFÉ EN EL MERCADO MUNDIAL
Alguien se preguntara porque es que hay tanta oscilación de los precios del café en el mercado mundial y consecuentes cambios de humor de los grandes caficultores salvadoreños, guatemaltecos, brasileños, etc., cambios de humor que van desde las sonrisas hasta el pánico
Bien, ya vimos que el cultivo del “grano de oro” produce una jugosa renta diferencial, la cual es mantenida por Brasil, gracias a su posición de monopolio. Esta renta diferencial se mantiene, incluso cuando bajan bastante los precios del café, pues ya vimos también que la productividad “media” del Brasil es bastante baja.
Las sonrisas o el pánico de los grandes caficultores dependen de si la sobre ganancia será alta o no muy alta (y no como quieren hacer creer de que pueden llegar hasta tener pérdidas).
Volviendo a las oscilaciones de los precios del café en el mercado mundial, esto puede suceder por dos factores:
1. Sobreproducción de café. Estas crisis se han estado tratando de evitar con la regulación de las cuotas a los países productores. Pero siempre constituyen un peligro latente. La crisis de sobreproducción pace bajar sensiblemente y rápidamente el precio del café.
2. A la relación entre productores y comerciantes. Esta es la causa más común y la que se actualmente tiene tan pendientes a los señores de la Compañía Salvadoreña del Café. Llamamos comerciantes a los tostadores que vender el café en los países consumidores.
Los productores tienen un comportamiento opuesto a los comerciantes: cuando los precios están subiendo o se cree que van a subir, el productor almacena el café para venderlo después a precio más alto. En cambio el comerciante quiere comprar todo el café posible para aumentar sus “stocks” (reservas) y cuando suban los precios, colocar el café (en el mercado de consumidores) a un precio más alto del que lo compró.
Cuando los precios están bajando o se cree que van a bajar, el productor trata de vender todo el café que le es posible. Mientras que el comerciante no comprara ningún café y tratara de vender rápidamente sus reservas u “stocks”.
Tanto los productores como los comerciantes están pendientes de posibles heladas, plagas o inundaciones, y hacen sus planes. Además reaccionan nerviosamente ante el más mínimo movimiento de la bolsas de New York. Esto explica por qué el precio del café oscila tanto.
De cualquier manera, los altibajos en los precio del café no niegan lo que estamos afirmando. La renta diferencia es estructural, permanente en el cultivo del café, en cambio los altibajos en el precio de mercado mundial son algo circunstancial.
ESTADISTICAS
Recientes estadísticas del Ministerio de Trabajo toman 12 quintales (545 Kg) por manzana, como la productividad media en El Salvador. Estas mismas estadísticas hacen el siguiente calculo de ganancia por manzana en colones.
Renta de la Tierra 150.00
Capital en Fertilizantes y otros 94.00
Mano de obra +331.12
575.12
Interés al 9% anual 51.76
Costo total 626.88
Producción por manzana 12 quintales
Precio neto que percibe el agricultor por quintal 75.00
Previo neto que percibe por manzana 900.00

GANANC1A: _900.00
626.88,
273.12
Al principio dijimos que en la caficultura, por lo general, el propietario cultiva su tierra. De acuerdo con esto, no hay razón para incluir la renta de la tierra como costo. Entonces tenemos:
Capital en fertilizantes y otros 94.00
Mano de obra + 331.12
425.12
Intereses al 9% anual +38.26
Costo total 463.38

Ganancia neta 900.00
_463.38
436.62

Como se puede ver, incluso tomando las estadísticas del ministerio de trabajo es evidente la existencia de una ganancia extraordinaria. En las páginas anteriores se puede dilucidar de donde proviene esa ganancia extraordinaria.
Ahora supongamos que hay varios señores en el país que no producen 12 quintales por manzana sino 30 quintales , hagamos la modestia su posición que las haciendas de señores tienen 200 manzanas sembradas de café.
Producción por manzana 30 quintales
Precio neto que percibe
Por quintal. 75.00
Total por manzana 2250.00
Ganancia por manzana 2250.00
(Costos) 463.38
1786.62
GANANCIA EN LAS 200 Mzs. 357,324.00

Si con el ejemplo de las estadísticas del Ministerio de Trabajo alguien ya no quedo convencido de la existencia de la renta diferencial en el café, este último ejemplo basta para despejar las dudas a cualquiera.
Recordemos que en el país las grandes haciendas (producción mayor de 5000 quintales) producen el 54.40/0 de la producción cafetalera nacional.
Los medianos productores, un 30% aproximadamente, y los pequeños productores, un 15% aproximadamente. Esto nos da una idea de la estructura de la caficultura en el país, de la importancia de la hacienda como unidad productiva y la trascendencia a nivel social de esta realidad económica. Es en la hacienda cafetalera donde se enfrentan los polos de la sociedad salvadoreña.
II Capital, propiedad territorial y trabajo asalariado en la economía salvadoreña
En esta parte nos proponemos tratar la cuestión del carácter capitalista de la agricultura salvadoreña, a partir de la introducción del cultivo del café en el pasado siglo.
Ante todo es preciso tener presente los términos del problema que aquí tratamos, la problemática que plantea el revisionismo en este punto es la de determinar la correspondencia de la sociedad salvadoreña con una de las etapas que componen una escala supuestamente marxista de evolución histórica. Más concretamente, se plantea el problema de ubicar el momento del desarrollo de la sociedad salvadoreña en la sucesión lineal del feudalismo al capitalismo y determinar los elementos que obstaculizan el desarrollo de esa natural evolución que, en sí misma, ha de conducir algún día al socialismo.
Partiendo de esta problemática se oscurece todo intento de análisis científico y se cae en versiones deformadas de la historia.
El camino que seguiremos es otro. Analizaremos el proceso de producción y reproducción de determinadas relaciones sociales que se articulan en él siguiendo una tendencia fundamental y que constituyen la base de la formación histórica de la sociedad salvadoreña a partir de la introducción del cultivo del café. Los agentes que históricamente son portadores de estas relaciones conforman una determinada estructura de clases en la cual, sus relaciones contradictorias y antagónicas dan lugar a una lucha de clases cuyo destino violento constituye el punto de partida histórico de la transformación radical de esa formación.
Se trata de analizar en la formación económica salvadoreña los modos de producción que en ella se articulan siguiendo una tendencia que regula el proceso en el cual se reproduce esta formación.
En este análisis partiremos de la caracterización de las relaciones de producción en la caficultura del país según las formas de propiedad sobre los medios de producción y la forma en que la clase que actúa como propietaria se apropia del trabajo excedente.
El carácter capitalista de la agricultura cafetalera en el país es determinado por el hecho de que en ella se producen determinadas relaciones sociales cuyas categorías históricas capital, propiedad territorial v trabajo asalariado constituyen un modo de producción capitalista. Es decir, un proceso social de producción en el cual “el capital arranca… una determinada cantidad de trabajo sobrante a los productores directos, o sea. A los obreros, sin equivalente… Este trabajo sobrante se traduce en una plusvalía, la cual toma cuerpo, a su vez, en un producto sobrante”. (Capital, Tomo III, Cap. XLVIII.) En la distribución que el capital realiza de esta plusvalía, debe ceder al terrateniente exponente social de la relación de propiedad territorial una parte de ella que de esta manera se convierte en renta del suelo.
En la determinación del carácter capitalista de un determinado proceso social de producción es de importancia decisiva no caer en la confusión burguesa de estas relaciones sociales de producción con ciertas formas concretas de desarrollo que estas han adquirido en la historia de procesos sociales de producción correspondientes a otras formaciones económicas.
Más grave aún es la confusión de estas relaciones sociales con objetos o mecanismos técnicos que en cierto momento del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social han desempeñado en determinados procesos sociales de producción de carácter capitalista el papel de exponentes materiales del capital.
Por otra parte, es de tener presente que al considerar el proceso de producción capitalista en su conjunto, nos encontramos con que cada capital individual no absorbe el equivalentes de plusvalía que como tal arranca a los obreros que bajo su dominio despliegan la actividad creadora de valor (y plusvalía). Los capitales se distribuyen la plusvalía social según la relación de tasa media de ganancia que resulta de la compensación que entre ellos se efectúa en el proceso de competencia capitalista. Hay unidades productivas o ramas enteras de producción que como exponentes de una parte proporcional del capital social, absorben del total de la plusvalía social una parte que supera la que les corresponde de acuerdo a la tasa usual de beneficio, en virtud de una mayor productividad del trabajo que en ellas se efectúa en comparación con el resto de unidades productivas o ramas de producción. En la agricultura, las diferencias relativas de fertilidad de la tierra son la base natural y no la fuente de una sobre ganancia que en forma de renta diferencial es impuesta por las relaciones de la competencia capitalista.
Para el estudio del capitalismo en la formación económica salvadoreña es preciso, además, tener en cuenta que el excedente social del cual proviene la parte correspondiente a una determinada sobreganancia en forma de renta diferencial o no no necesariamente está limitado al producto de valor dentro de determinadas fronteras nacionales. En este sentido es fundamental considerar un sistema económico más amplio que, en este caso, corresponde al sistema capitalista internacional.
Analizando el carácter capitalista de las relaciones de producción que se desarrollan en el país a partir de la introducción del cultivo del café pasaremos a determinar la forma concreta en que sr produce y reproduce esta relación capitalista.
Finalmente, haremos una síntesis inicial de la formación económica salvadoreña en base a determinar la tendencia fundamental que regula la articulación del modo de producción capitalista con otras relaciones de producción desarrolladas en el proceso histórico de dicha formación. Esto constituye tan solo el paso directamente anterior a la segunda sección de este trabajo en donde esa síntesis, es confirmada por el análisis del proceso histórico de formación y desarrollo de la sociedad salvadoreña contemporánea.
RELACIONES DE PRODUCCION CAPITALISTAS EN LA CAFICULTURA
Para abordar la cuestión del modo de producción es necesario analizar las formas de propiedad. Es claro que el problemas no se resuelve con afirmar simplemente que los medios de producción en el sector cafetalero son propiedad de unos cuantos que los concentran en sus manos frente a una masa desposeída o semi desposeída de ellos. Esto es fundamental, pero no es suficiente para afirmar su carácter de propiedad capitalista.
La propiedad capitalista es, en lo esencial, propiedad sobre una determinada suma de valor que el capitalista convierte de la forma en dinero a una forma de mercancías medios de producción y fuerza de trabajo, cuyo valor de uso le permite incorporarlas a un proceso de trabajo concreto y obtener como resultado del proceso productivo no solo el valor inicial por él desembolsado, sino un remanente –plusvalía- del cual se apropia sin haber dada por el absolutamente nada. El capitalista aparece coma propietario no solo de las partes constante y variable del capital, sino del producto especifico del proceso de producción capitalista, la plusvalía.
En la caficultura vemos aparecer al cafetalero coma portador de una determinada suma de dinero que este convierte en medios de producción y fuerza de trabajo.
Los medios de producción tienen aquí el carácter de mercancías y su importancia económica reside fundamentalmente en el hecho de que, como tales, son exponentes materiales de una suma de valor. No interesa para el caso, el hecho de que en los inicios del cultivo los cafetaleros no habían invertido dinero en la adquisición de determinados medios de producción (caminos, arbustos, etc.). Con el desarrollo de las relaciones capitalistas todos ellos pasan a representar igualmente la suma de valor que socialmente les corresponde en un determinado momento y esto se encarga de confirmarlo el cafetalero que, indiscriminadamente, los contabiliza con un precio determinado en sus “costos de producción.”
Con respecto a la fuerza de trabajo empleada en la caficultura, es evidente que la masa fundamental de ella es comprada por el cafetalero como otra mercancía y pro lo cual paga su precio, es decir, un salario. Es decisivo el hecho de que la propiedad que los cafetaleros tienen sobre los medios de producción no les da poder para obtener esa fuerza de trabajo par medios extra económicos. El colonato, como reminiscencia precapitalista en la forma de obtener fuerza de trabajo en las haciendas para la realización de algunos trabajos de carácter permanente (y en muchos casos para trabajos no productivos sino domésticos) representa la parte menor del total de la masa de fuerza de trabajo empleada en ellas.
La masa fundamental de la fuerza de trabajo consumida en el proceso productivo del café, concentrada en la época de la cosecha es obtenida por los cafetaleros a través de su compra en el mercado. No se presenta en esta relación ningún indicio de servidumbre feudal. Es un imperativo de carácter económico y no un poder extra-económico., el que lleva a los trabajadores de las haciendas a vender su fuerza de trabajo por un salario.
De hecho nos encontramos con un mercado capitalista de fuerza de trabajo, el cual, sin embargo, presenta particularidades propias del desarrollo de este modo de producción en El Salvador.
En los inicios de la caficultura en el país, nos encontramos con formas de obtención de fuerza de trabajo que no corresponden a este modo de producción. Los reclutamientos forzosos y los pagos por adelantado forma encubierta de coacción extraeconómica fueron recursos necesarios a los hacendados cafetaleros en tanto la estructura económica no les llego a proveer “espontáneamente” dicha fuerza de trabajo.
Aunque la sola presencia de dinero existente aún en la producción simple de mercancía no es el rasgo especifico del modo de producción capitalista, constituye en el caso del proceso de producción desarrollado con la caficultura en el país un claro índice de que en el predominan las categorías propias a dicho modo de producción. Si el cafetalero invierte dinero en la producción del grano es con el primordial objetivo de obtener una suma mayor que la desembolsada inicialmente. Esta inversión de dinero que aquí es un exponente del capital se concentra en la compra de fuerza de trabajo, para la recolección del producto. A esta parte variable del capital desembolsado por el cafetalero corresponde el trabajo asalariado en tanto aquel es el equivalente al valor de la fuerza de trabajo consumida en el proceso productivo o, más concretamente, es la suma de los salarios que expresan el precio de la mercancía fuerza de trabajo. Históricamente es esta necesidad de dinero para la inversión de la producción del café la que impulsa el desarrollo, de operaciones crediticias en la economía salvadoreña desde las formas prácticamente usureras como el “sistema de habilitaciones” hasta las formas bancarias capitalistas.
El elemento fundamental del análisis de las relaciones de producción desarrolladas a partir de la producción cafetalera en el país está, sin embargo, en la propiedad territorial.
Hasta ahora hemos considerado sololos medios de producción que como producto del trabajo humano, adquieren en un régimen capitalista el carácter de mercancías. La tierra fundamental medio de producción en la agricultura estaba fuera de esta consideración en tanto es producto de la naturaleza y que, en virtud de ello, carece de valor y por tanto no puede adquirir el carácter de capital. El absurdo económico que representa el precio de la tierra ha sido analizado en la sección anterior. Aquí nos interesa la tierra en tanto es objeto de una determinada relación social de propiedad que, dentro del régimen de producción imperante, constituye la base de una determinada forma de absorción de trabajo excedente por poner de la clase terrateniente.
Si Marx plantea que la coincidencia en una persona de capitalista y terrateniente es una excepción es porque de hecho se presentan como personajes distintos y si desplazamos el análisis de los representantes de las categorías capital y propiedad territorial hacia el análisis de las categorías mismas se aclaran los términos de esta contradicción.
La tendencia burguesa y la revisionista no menos que ella al identificar la realidad con sus apariencias han conducido, entre otras cosas, a analizar las relaciones económicas a partir de las formas sociales que las invierten y oscurecen. La propiedad privada jurídica sobre la tierra, es tomada, de por sí, como la base del modo feudal de producción, y de la presencia en una misma sociedad determinada de capitalistas y terratenientes se deduce, sin más, una contradicción fundamental entre dos modos de producción por cuyo predominio luchan las clases que los representan.
Históricamente es indiscutible que se presenta la contradicción entre ambos modos de producción con diversas condiciones y grados de agudización en el desarrollo de determinadas formaciones económicas. Asimismo, el curso de la historia ha demostrado que allí donde ha surgido esta contradicción, la tendencia general en su resolución ha sido hacia el predominio del modo de producción capitalista. Los revisionistas conciben esta tendencia histórica como una ley metafísica de supresión lineal que invariablemente se presenta en todas las sociedades, y además, con las mismas características y perspectiva de desarrollo.
Capitalistas y terratenientes aparecen como polos clasistas de una contradicción fundamental cuando en un periodo determinado de desarrollo de una formación económica se enfrentan por el predominio general dos formas de producir y apropiarse del excedente y en las cuales, por tanto, es diferente el carácter mismo de aquel.
Se trata de una contradicción entre dos formas de explotación de clase que se excluyen en cuanto al predominio de una de las dos en una determinada sociedad. Las formas y grado de desarrollo de las relaciones capitalistas, en particular las necesidades de expansión del capital en el proceso de acumulación, determinan en última instancia la radicalidad con la que los capitalistas se enfrenten a los terratenientes feudales para imponer su dominio allí donde estos ejercen la forma de explotación que les corresponde. En torno a esta contradicción se agrupan el resto de clases sociales presentes en dicha formación económico-social y de la forma concreta en que es resuelta depende en mucho su desarrollo posterior. En algunos casos, el triunfo del capitalismo es aplastante y conlleva la desaparición total de las relaciones feudales; pero también se presenta la alternativa histórica en la cual junto al modo de producción capitalista subsisten relaciones feudales que, sin embargo, están sujetas a una determinada forma de predominio de aquel en la formación económica concreta.
Ahora bien, esta contradicción no puede ser identificada en una formación económica a partir de que en ella aparece junto a los capitalistas una clase terrateniente. En una formación económica en la cual predomina el modo de producción capitalista nos encontramos por lo general aunque no necesariamente con una clase terrateniente que lejos de ser portadora de un modo de producción feudal que disputa a aquel el predominio en un determinado espacio económico, es por lo contrario, parasitaria del mismo.
“Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los propietarios de terrenos, cuyas respectivas fuentes de ingresos son el salario, la ganancia y la renta del suelo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, basada en el régimen capitalista de producción.” (C. Marx, El Capital, Libro Tercero, Cap. LII, Ed. F.C.E.).
La contradicción que aquí se desarrolla no es en torno a la forma de producción misma en la cual, de hecho, el proceso de producción en su carácter capitalista es un proceso de producción de plusvalía. La contradicción es en torno a la distribución proporcional entre ambas clases de dicha plusvalía.
En el modo de producción capitalista existen formas determinadas de propiedad territorial que le corresponden y que tan solo tienen en común con la propiedad territorial feudal el hecho de que esta relación de propiedad tiene con objeto material a la tierra “… es tendencia constantes y ley de desarrollo del régimen capitalista de producción al establecer un divorcio cada vez más profundo entre los medios de producción y el trabajo y el ir concentrando los medios de producción desperdigados en grupos cada vez mayores; es decir, convertir el trabajo en trabajo asalariado y los medios de producción en capital. Y a esta tendencia corresponde, de otra parte, el divorcio de la propiedad territorial para formar una potencia aparte frente al capital y al trabajo, o sea la transformación de toda la propiedad del suelo, para adoptar la forma de la propiedad territorial que corresponde al régimen capitalista de producción”. (Marx: El Capital, Libro Tercero, Cap. LII, Ed. F.C.E.).
Capital y propiedad territorial son categorías compatibles en el régimen de producción capitalista cuyas mutuas relaciones son contradictorias pero no antagónicas en cuanto al carácter del modo de producción, dentro del cual ambas se enfrentan al trabajo asalariado en una contradicción mucho más profunda en la medida en que se distribuyen el excedente que el capital se encarga de extraer a los trabajadores en la producción. No interesa el grado de agudización que entre las clases capitalista y terrateniente asuma la contradicción por el reparto de la plusvalía, esta lucha llega incluso a la supresión de la clase terrateniente en muchos casos. Sucede aquí lo que –en otros términos- se presenta en la competencia capitalista que puede llevar a la desaparición de determinados capitales, pero no a la supresión del capital.

El modo de producción capitalista conlleva pues determinadas formas de propiedad territorial y, fundamentalmente, la forma económica en que esta se realiza: la renta del suelo.
La renta capitalista del suelo debo ser claramente diferenciada de los tributos feudales. Por otra parte, dicha renta capitalista puede ser de dos tipos: absoluta y diferencial; lo cual ya expusimos en la sección anterior.
En los análisis del modo de producción capitalista Marx contempla la existencia de la clase terrateniente como una clase parasitaria del régimen de producción capitalista. A su vez, considera como excepcional la coincidencia del capitalista y el terrateniente en una sola persona, en base, por supuesto, al desarrollo histórico concreto que sirve de base a su análisis. Esta no coincidencia de personajes es la base concreta de un enfrentamiento de clases cuya tendencia es históricamente desfavorable al terrateniente.
La renta diferencial es en esencia una sobreganancia específicamente capitalista imposible de existir sin este régimen de producción. Si es catalogada como renta diferencial distinta de otro tipo de sobreganancia capitalista es porque su base reside en las fertilidades diferentes de tierras limitadas y monopolizables. Y no en las diferencias de calidad.
Es por eso que esta sobreganancia capitalista puede ser apropiada por un personaje (el terrateniente, que en un principio es ajeno al proceso productivo mismo) en virtud de su calidad de propietario del elemento productivo (tierra) que sirve de base natural a esa sobreganancia. Así pues, esta sobreganancia al pasar a manos del terrateniente se convierte en renta diferencial. Ambas categorías de ganancia capitalista y renta diferencial son parte del mismo régimen de producción capitalista y no se excluyen sino más bien, son inherentes a toda estructura capitalista.
Mientras que la renta absoluta tiende incluso a desaparecer en el modo de producción capitalista la renta diferencial desaparece con el mismo modo de producción. La propiedad territorial puede incluso ser nacionalizada, pero si subsisten las condiciones de producción capitalista subsiste la renta diferencial, variando solarmente el destino de esta.
Visto el proceso de producción capitalista en su conjunto, aparece que cada capitalista individual solo excepcionalmente absorbe de la plusvalía socialmente producida una parte equivalente al total de la plusvalía que extrae a los obreros que trabajan subordinados a él.
Los distintos capitales se reparten el total de la plusvalía social en proporción a su participación en el capital social de acuerdo a la cuota media de ganancia. La composición orgánica de cada capital determina si esta ganancia media está por encima o por debajo de la plusvalía que le corresponde. Sucede incluso que las variaciones de precio no siempre son ascendentes. Por ejemplo, es un hecho que dado el desarrollo técnico cuesta cada vez menos obtener un arbusto de igual realidad. De ahí que incluso con la misma cantidad de dinero pueda afrontarse cierta expansión de la producción (del número de arbustos para el caso) en el transcurso de un año a otro. En cuanto al caso de un ascenso en los precios como el que sucede actualmente con los fertilizantes y con el moderado aumento en el salario mínimo, no siempre implican una reducción en las ganancias debido a las necesidades de mayor inversión. Lo determinante aquí es que ese ascenso en los precios, puede estar afectando en forma más o menos similar a la producción brasileña y por tanto elevándose el precio comercial del producto con lo cual se compensa el alza de los precios.
Es claro que lo anterior no opera de manera mecánica e inmediata porque, sobre todo en el caso del café, se da el enfrentamiento entre operaciones comerciales y especulativas de los productores y de las compañías (a nivel internacional) que determinan variaciones momentáneas de precio que pueden desembocar en la necesidad de los cafetaleros de echar mano de su fondo de reserva para enfrentar el alza de los costos o bien, que les permita compensarla y, a veces, hasta sacar una ganancia de más.
Además de estas tendencias en la composición orgánica y sus posibles variaciones tenemos otro elemento importante que considerar: la rotación del capital.
La rotación de un determinado capital es el ciclo que recorre en la producción y la circulación hasta volver a manos del capitalista. Así, el tiempo de rotación está compuesto por el tiempo que permanece el capital en la esfera de la producción más el tiempo que permanece en la esfera de la circulación.
La parte del capital que es usada en varios periodos de producción sucesivos forma el capital fijo y por tanto, el capital recupera en cada venta del producto solo una parte de su valor. En el café (y otras ramas agrícolas) esto sucede con casi todo el capital constante, tanto en lo invertido en condiciones amplias de producción (instalaciones, caminos, etc.) el invertido en maquinaria (vehículos para transporte interno, equipo de rociadores, etc.) y el invertido en materias primas y auxiliares (semillas, almácigos, abonos, fertilizantes. etc.).
Hay, por supuesto, algunas excepciones (sacos de recolección, algún tipo de insecticida) que solo pueden ser utilizados en un periodo y que, por lo tanto, forman parte del capital circulante: es decir, de aquel cuyo valor recupera totalmente los capitalistas al vender el producto. El que una parte del capital constante sea fija o circulante, depende de cada rama de producción y de cada proceso productivo concreto.
Aquí solo trataremos lo que se refiere al capital variable (salarios) puesto que forma la mayor parte del capital total y par tanto el análisis de la rotación de las partes del capital constante no altera en mucho los resultados en cuanto al monto de dinero que debe desembolsar el cafetalero en cada periodo de producción. Además nos vamos a referir a plantaciones ya formadas y no a plantaciones que apenas comienzan, puesto que esto es incluso excepcional en la actualidad.
En cuanto al pago de salarios podemos dividir el año productivo en dos partes básicas: de octubre a enero en que se compra el sesenta por cierto aproximadamente del total de fuerza de trabajo para ser utilizado en la limpia y recolección; y de febrero a septiembre en que se invierte para movilizar la fuerza de trabajo necesaria en el resto de labores.
Así pues en lo que a salario se refiere el cafetalero solo necesita disponer al inicio del periodo de producción del 40% del total del capital variable para ir desembolsando sucesivamente de febrero a septiembre y recuperar su valor al vender la cosecha. El sesenta por ciento restantes constituye la mayor parte del desembolso total anual y tiene una rotación sumamente rápida. Es más en muchos casos no se necesita disponer de la cantidad total de salarios que se pagan en estos cuatro meses, sino de una cantidad menor (cuyo monto es establecido por la práctica) puesto que al ir recolectando el café se va vendiendo casi inmediatamente, y con este dinero se puede seguir operando el resto del periodo de la cosecha.
Lo importante es que de acuerdo con la lógica capitalista es totalmente absurdo que el cafetalero guarde ese dinero necesario para pagar salarios de cosechas durante los ocho meses precedentes a esta. Queda así abierta la posibilidad de dedicar este dinero a otras actividades fuera del sector. Esto es confirmado por la práctica de los “créditos de operaciones” a que recurren los cafetaleros para afrontar sus necesidades de capital durante estos cuatro meses. Es más racional, desde el punto de vista capitalista prestar ese dinero y pagar un interés por él que mantener de su propio capital una parte ociosa durante tanto tiempo (en que utilizan ese capital, es algo que veremos más adelante). En torno a esta operación crediticia se constituye incluso el sistema bancario del país.
Hasta aquí tenemos las siguientes conclusiones sobre la inversión de capital en el café:
1. El sostén económico de la producción cafetalera en el país no es tanto la cuota de ganancia que le corresponde al capital invertido sino la sobreganancia obtenida como renta diferencial. De ello resulta un máximo de beneficio con una escasa inversión relativa.
2. Del capital invertido, una baja proporción corresponde al capital constante. Esta baja proporción del capital constante, que en su mayoría se fija en el proceso productivo por varios años, conlleva a una escasa exigencia de inversión a largo y mediano plazo.
3. La mayor proporción del capital necesario la forma el capital variable. Este está concentrado en el pago de salarios a la fuerza de trabajo utilizada durante una tercera parte del año productivo. Incluso el capital que hay que desembolsar para enfrentar esta inversión es menor que el total de salarios que se deben pagar durante los cuatro meses. Por lo demás la práctica común es recurrir a un crédito para la época de cosecha por lo que se reduce aún más el monto de capital propio del cual debe disponer el cafetalero para sostener la producción.
4. El proceso de acumulación es limitado sin que por eso se afecte la obtención de continuos beneficios elevados. Aun allí donde es necesario reinvertir para expandir la producción y productividad, en torno sobre todo al mantenimiento e incremento de la fertilidad de la tierra, se puede echar mano de un limitado y más o menos constante fondo de reserva que pasa a ser considerado como parte de la inversión necesaria v que incluso puede ser mantenido tanto con eventuales liberaciones de capital logradas a base de las variaciones de precios como recurriendo continuamente a un fondo de acumulación creciente deducido de las ganancias obtenidas.
Así pues, con escasa inversión se obtienen los más altos beneficios y encima de eso quedan a la disposición casi total de los cafetaleros para utilizarlos en cualquier otra actividad. No en vano se le llama al café, “grano de oro”.
LAS RELACIONES DE PRODUCCION EN EL SECTOR CAFETALERO
Todo intento de análisis en torno a la “naturaleza” derrochadora de la oligarquía cafetalera y de su carencia de “espíritu empresarial” es inútil para explicar el estancamiento económico. Por lo que respecta al sector productivo cafetalero ( y con ello a toda una época de la historia económica del país) hay condiciones objetivas que conducen a que en el total de la plusvalía obtenida predomine el fondo individual de consumo sobre el fondo de acumulación. Si en el oligarca cafetalero fue tan acentuada su tendencia al lujo y al derroche fue simplemente porque las condiciones objetivas no le plantearon el conflicto en su “pasión de gastar” y su “pasión de acumular”. Las condiciones objetivas no le obligaron a acumular como al capitalista moderno, y de allí que florecieran en el país gastos tan improductivos coma los costosos viajes a Europa, las exclusivas zonas residenciales y hasta personajes tan “filantrópicos” como un Walter T. Deininger. Incluso, como veremos, el posterior cambio en cuanto al use de las sobreganancias, al reinvertirlas en otros sectores económicos fue resultado de una variación objetiva dentro de la situación de dependencia y no a los esfuerzos de los “ilustrados’ reformistas por convencer a la oligarquía de la conveniencia de esto.
Pero aun más, esa plusvalía va a dar a menor de la oligarquía por ser, a la vez capitalista y terrateniente; y es elevada en razón de mecanismos que brinda el sistema económico mundial (a través de la renta diferencial) y en el cual su principal mérito fue haber olfateado con bastante precisión un producto de “oro”.
Si queremos hacer un análisis marxista no debemos considerar a la clase dominante como individuos con plena y libre voluntad de actuar de la cual se derivaría toda la estructura del país. El oligarca cafetalero no es más que el capital y la propiedad territorial hechos una sola persona dentro de un sistema económico capitalista dependiente y cuyos comportamientos económicos y políticos variaran según la imponga la realidad.
Hemos dado por supuesto que el excedente apropiado por la oligarquía tiene el carácter de plusvalía. Esto debemos analizarlo más detenidamente v establecer el tipo de relaciones de producción imperantes, puesto que solo así podremos afirmar el carácter predominantemente capitalista de la formación económica y que no es, por ejemplo, una sociedad colonial en la que el excedente es producido bajo formas precapitalistas aunque sea canalizado al mercado capitalista.
“Para abordar la cuestión del modo de producción es necesario analizar las formas de propiedad.” Es claro que el problema no se resuelve con afirmar simplemente que los medios de producción en el sector cafetalero son propiedad de unos cuantos que los concentran en sus manos frente a una masa desposeída o semidesposeida de ellos. Esto es fundamental, pero no es suficiente para afirmar su carácter de propiedad capitalista. * El problema reside en establecer si dicho medios de producción funcionan como capital frente al trabajo asalariado o si se trata por ejemplo, de simple propiedad territorial que se apropia del trabajo excedente a bases de mecanismos extraeconómicos. De hecho hemos venido respondiendo en parte a este problema al establecer que en la producción cafetalera se combinan la propiedad capitalista (base de la apropiación de la ganancia capitalista) con la propiedad territorial (base de la apropiación de la renta diferencial) y en dicha combinación predominan las relaciones capitalistas.
“En los análisis del modo de producción capitalistas Marx contempla la existencia de la clase terrateniente como una clase parasitaria. Del régimen de producción capitalista. A su vez, considera como excepcional toda coincidencia del capitalista y el terrateniente en una sola persona, en base, por supuesto, al desarrollo histórico concreto que le sirve de base a su análisis. Esta no coincidencia de personajes es la base concreta de un enfrentamiento. Sin embargo, si desplazarnos el análisis de los representantes de las categorías capital y propiedad territorial hacia el análisis las categorías mismas se aclara más el panorama.
La renta diferencial es en esencia una sobreganancia específicamente capitalista, imposible de existir sin este régimen de producción. Si es catalogada como renta diferencial distinta de otro tipo de sobreganancia capitalista es porque su base reside en las fertilidades diferentes de tierras limitadas y monopolizables, y no en diferencias de calidad. Es por eso que esta sobreganancia capitalista puede ser apropiada por un personaje (el terrateniente) que en principio es ajeno al proceso productivo mismo en virtud de su calidad de propietario del elemento productivo (tierra) que sirve de base natural a esa sobre ganancia; así pues, estas sobreganancia al pasar a manos del terrateniente se convierte en renta diferencial. Ambas categorías de ganancia capitalista y renta diferencial son parte del mismo régimen de producción capitalista y no se excluyen, sino más bien, son inherentes a toda estructura capitalista.
Mientras que la renta absoluta tiende incluso a desaparecer en el periodo de producción capitalista, la renta diferencial solo desaparece con el mismo periodo de producción. La propiedad territorial puede incluso ser nacionalizada pero si subsisten las condiciones de producción capitalistas subsiste la renta diferencial variando solamente el destino de esta.” **
Si Marx plantea que la coincidencia en una persona de capitalista y terrateniente es una excepción, es porque, de hecho, se presentan como personajes distintos y contrarios en la historia económica que toma como base para el estudio del modo de producción capitalista. En Inglaterra, los capitalistas tienen origen y formación desligados de los terratenientes, por lo tanto tuvieron que enfrentarse cuando el capital se introdujo en la producción agrícola, y ante esta realidad, el capitalista tuvo que rendir tributo, en forma de renta, al terrateniente, cuya única función se reducía a tener en sus manos un título de propiedad sobre “una porción del planeta” y con ello acreditarse el derecho de cobrar y apropiarse de una parte del excedente en cuya producción no tenía absolutamente nada que ver.
Si analizamos ahora la historia económica del país, encontramos un proceso totalmente distinto. A partir de la independencia, y con ella, se consolida la producción añilera. La situación aquí es bastante clara: se trata de un capital comercial que mediando entre la producción y el mercado internacional subordina a la producción sin transformar las condiciones que en ella imperan. Es decir, que su ganancia proviene básicamente de la operación comercial, por lo que no necesita transformar las relaciones de producción pre capitalistas en capitalistas. De esto no se deriva el carácter predominantemente capitalista que ha querido atribuirse a dicha sociedad, puesto que aun habiendo ciertas formas de capital, está ausente la relación de producción capitalista. Los colorantes sintéticos desarrollados en Alemania desplazan el añil del mercado mundial y producen la quiebra de la base económica sobre la cual se mantiene y reproduce literalmente la economía del país. Con la declinación del añil se genera en el país una evidente necesidad histórica de subsistencia económica dado el escaso desarrollo de las fuerzas productivas. La respuesta a esta necesidad histórica viene a ser el cultivo del café. Si algún papel tienen los individuos en la historia es precisamente el de responder adecuadamente a necesidades históricas objetivas. Tal es el caso de Gerardo Barrios al promover la implantación de la caficultura en el país. Es claro que lo adecuado o no de dicha respuesta estará en función de su correspondencia a las exigencias históricas, las cuales, por ser transitorias y contradictorias harán que la respuesta misma tenga ese carácter.

En lo que nos interesa específicamente, esta necesidad fue resuelta según las condiciones imperantes y por tanto no podemos esperar que sucedan según esquemas predeterminados. Es de esta manera que la oligarquía naciente emprende un proceso de expropiación de tierras para ser cultivadas con café. La clave del desarrollo ulterior está en que expropiando o bien apropiándose de tierras “sin dueño”, se convierten en terratenientes que, sin embargo asumen a su vez la puesta en producción de dichas tierras, lo cual es excepcional en un terrateniente.

Poner en producción dichas tierras es hacerlo bajo determinadas relaciones de producción: las más consecuentes con las leves que impulsaron este proceso. En este sentido, el único tipo de relaciones productivas que responde a la obtención de los altos beneficios que se esperan (y de los cuales necesita la clase dominante) son las relaciones capitalistas. El desarrollo de dichas relacione fue objetivamente necesario e impuesto por las condiciones materiales. Es por eso, que no son establecidas por “decreto” (aunque hubo medidas jurídico políticas que las implementaron), ni de un día para otro. Se forman y consolidan en un proceso, al principio del cual incluso no se presentan con rasgos definidos. Por ejemplo, “las habilitaciones” y “reclutamientos forzosos” de mano de obra de esa época están lejos de ser relaciones de tipo capitalistas: y sin embargo, pasando por ellas se llega a establecer posteriormente el mecanismo estrictamente económico ( y no extraeconómico como aquellos) de provisión de fuerza de trabajo a la hacienda cafetalera. Es totalmente evidente a través de este proceso histórico que lo decisivo para obtener las altas ganancias que ofrece el café es convertirse en propietario privado de las condiciones productivas. De otra manera, el resultado histórico hubiera sido, por caso, la formación de un capital comercial que funcionara a la manera de la “época añilera”. Y si bien es cierto que se forma ese capital comercial, es claro que tras él está casi siempre un gran cafetalero productor, que como tal obtiene las mayores ganancias, dejando al capital comercial sus necesarias funciones de mediación en el proceso de producción capitalista sacando de esa actividad la normal ganancia media. La implantación de la economía cafetalera respondió pues a una necesidad histórica, pero dentro del marco concreto de los intereses de clase de la oligarquía cafetalera. Y para obtener esos altos beneficios de la caficultura a través de la renta diferencial, era necesario que predominaran en el proceso productivo las categorías capitalistas sin las cuales no se puede formar una tasa media de ganancia ni un precio de producción correspondiente; en fin sin las cuales no se da el mecanismo de la renta diferencial. A su vez, ya funcionaban a nivel del mercado internacional las leyes de este proceso productivo bajo su carácter capitalista al establecerse como precio comercial de los productos agrícolas el del precio de producción de la peor tierra.
Para que se impongan dichas categorías es necesario obviamente, que se dé una inversión de capital. Esto se va produciendo de manera más lenta, pues los medios de producción no han sido adquiridos por los cafetaleros en base a la compra de ellos. Muchos de los trabajos necesarios para la formación de las plantaciones fueron realizados, al menos en una parte considerable, en base a mecanismos no capitalistas. Aun en los casos en que el principal medio de producción (la tierra) hubiera sido comprado, no se trata de una inversión de capital, propiamente dicha, sino de un pago adelantado de las rentas que en base a ella se obtendrán. Sin embargo, la obtención de fuerza de trabajo sí debe ser lograda a través de la compra de ella a cambio de dinero, es decir, de un salario, puesto que los mecanismos extraeconómicos iniciales de obtención forzosa sólo sirven para impulsar la implantación de la caficultura, pero son incompatibles con su posterior desarrollo y consolidación.
Los cafetaleros no pueden mantener la obtención de la fuerza de trabajo temporal a través de mecanismos pre capitalistas, pues supondría dar demasiada tierra a campesinos que sólo serán utilizados en una época del año. Deberán obtenerla a base de un mecanismo económico distinto: comprar fuerza de trabajo a base de un salario. De esta manera, se va desarrollando la conversión de dinero en capital, sobre todo, capital variable. Un índice de esto lo constituye el desarrollo de ciertas formas de capital bancario junto con el proceso de consolidación de caficultura y orientados a proveer a los cafetaleros del dinero necesario para ser invertido en compra de fuerza de trabajo temporal. El carácter capitalista del cafetalero, con esto, establecido; carácter que se irá acentuando en la oligarquía con el desarrollo histórico tanto en lo que se refiere al proceso de producción del café como respecto a otros sectores de la economía. Es por supuesto un carácter capitalista históricamente condicionado y de allí sus características particulares.
TENEMOS PUES, LA COMBINACION EN LA OLIGARQUIA DE LAS CATEGORIAS ECONOMICAS DEL CAPITAL Y LA PROPIEDAD TERRITORIAL. LA OLIGARQUIA CAFETALERA ES CAPITALISTA EN TANTO INVIERTE UNA DETERMINADA CANTIDAD DE VALOR (BAJO LA FORMA DE DINERO) PARA COMPRAR MEDIOS DE PRODUCCION Y SOBRE TODO PARA COMPRAR FUERZA DE TRABAJO; VALOR QUE EN EL CURSO DE LA PRODUCCION ES INCREMENTADO. A SU VEZ, ESTA IMPLANTACION DEL CAPITAL EN LA CAFICULTURA EN UN CONTEXTO DE INTEGRACION AL SISTEMA CAPITALISTA INTERNACIONAL, LLEVA A QUE SE SOBREVALORICE EL CAPITAL INVERTIDO AL OBTENER NO SOLO LA GANANCIA CORRESPONDIENTE A ESTE, SINO, SOBRE TODO, AL OBTENER UNA SOBREGANANCIA, QUE LLEGA A MANOS DE LA OLIGARQUIA EN VIRTUD DE SU CALIDAD DE TERRATENIENTE. Y QUE SE CONVIERTE ASI EN RENTA DIFERENCIAL.
Ahora bien, el carácter capitalista de la producción cafetalera se realiza como hemos dicho, en el marco de condiciones históricas determinadas, lo cual le da un carácter particular y concreto.
Esto se revela con especial fuerza en cuanto al carácter semiproletario de gran parte de los trabajadores en la caficultura v en cuanto al grado de desarrollo capitalista en la misma producción cafetalera.
Sobre lo primero, lo importante es la persistencia de la pequeña producción agrícola (de propietarios o, sobre todo, de arrendatarios). Puesto que la mayor parte de la fuerza de trabajo es utilizada sólo temporalmente (4 meses) y no puede ser totalmente mantenida en relaciones de colonato, se impone socialmente la necesidad de surgimiento y persistencia de formas de producción que permitan a la masa trabajadora lograr los medios de subsistencia necesarios para el resto del año. Aun cuando posteriormente aparecen otras explotaciones capitalistas agrícolas para la exportación (algodón, caña) y el desarrollo de otros sectores económicos (la industria manufacturera por ejemplo), no se desarrolla hasta sus últimas consecuencias el proceso de proletarización del campesinado. Además de la masa de jornaleros proletarizados, persiste una numerosa proporción de campesinos pobres que enfrentan sus necesidades de subsistencia en forma combinada: como pequeño productor y como trabajador asalariado. Para que una clase dominante se sostenga como tal es necesario que haya condiciones sociales que permitan determinado nivel de vida de las clases explotadas, nivel que depende de situaciones históricas concretas entre las cuales es decisivo el nivel concreto de desarrollo de la lucha de clases. De allí, que a pesar del proceso de expropiación de tierras, subsiste lo que la economía burguesa define como “minifundio”. Lo que sucede históricamente es una expropiación total para cierto sector y la conversión de otra parte del campesinado de propietario en arrendatario. Esto es realizado al comienzo a través de mecanismos extra-económicos que incluyen la reubicación geográfica en torno a las zonas cafetaleras. Prosigue una vez consolidado el café y luego, con el desarrollo de otras actividades agrícolas capitalistas y del capitalismo en general para el país, a través de mecanismos económicos ligados a prácticas crediticias y usurarias. Se hace necesario, pues, para la estabilidad de la formación predominantemente capitalista del país la combinación de relaciones capitalistas con relaciones que no sobrepasan el nivel de un régimen de producción mercantil con relaciones precapitalistas (colonato por ejemplo). El papel que juegan las primeras es básico, y la prueba está en que una brusca alteración en ellas durante la crisis del 30 propició condiciones sociales explosivas que fueron el terreno de la insurrección campesina del 32.
El otro aspecto de las particularidades de las relaciones capitalistas en el sector cafetalero puede ser sintetizado en la no implantación dominante de la plusvalía relativa en la producción del café. El predominio de la plusvalía relativa es el rasgo distintivo del capitalismo desarrollado. Esta es lograda a través del incremento constante de la productividad del trabajo, que al aumentar el producto total por jornada reduce el tiempo y aumenta la proporción del tiempo excedente no pagado del cual se apropia el capitalista. En torno a este mecanismo se produce el desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo.
Hemos analizado ya las condiciones del desarrollo de las fuerzas productivas en la caficultura. Las relaciones capitalistas que con ellas se combinan dan como resultado la instauración del salario por obra como dominante. Esta forma de salario, correspondiente a las primeras fases del desarrollo del modo de producción capitalista, responde aquí al hecho de que luego de extender al máximo la jornada de trabajo debe recurrirse al incremento de la intensidad del trabajo (no a su productividad propiamente dicha) y para ello no hay nada más efectivo que el pago de salario por obra, que aquí se traduce en el pago según la cantidad de café recolectada. A la imposibilidad de implantar una elevada cuota de plusvalía (grado de explotación capitalista) por los límites señalados en cuanto a la productividad del trabajo invertido en la plantación: responden también lo común de las prácticas “anormales” en la hacienda cafetalera para aumentar el trabajo excedente apropiado (el robo en la pesada. en las medidas, etc.).
Si no imponen las leves que impulsan al capitalismo a pasar a formas superiores en su mismo desarrollo es porque impera de manera categórica la renta diferencial como base de la economía. El desarrollo de las relaciones capitalistas no va más allá de lo necesario para garantizar el funcionamiento del mecanismo de renta diferencial.
Se produce, por tanto, el predominio de una categoría capitalista marginal (renta diferencial) sobre una categoría fundamental (tasa media de ganancia). Esto se da en condiciones históricas determinadas nacionales e internacionales en las que se conforman los rasgos característicos de un capitalismo dependiente: estancamiento de la productividad del trabajo social y la formación de ciertas clases sociales en las que se combinan categorías económicas que normalmente dan lugar a clases diferentes (capitalistas- terratenientes, jornalero agrícola-campesino pobre), lo cual afecta de diversas maneras, según el desarrollo histórico económico del país, el marco en el que se da la lucha de clases (el carácter de las alianzas, por ejemplo). Se trata de una economía en la que el producto de valor nacional es incrementado artificialmente por la renta diferencial, puesto que, la menor parte de él, corresponde al trabajo social invertido en el país y la mayor parte corresponde a una absorción de plusvalía producida fuera del mismo.
Como para ilustración de lo anterior es interesante el cuadro realizado por CEPAL-FAO sobre el valor de las plantaciones cafetaleras en el país para 1954-1955 en el que hacen una comparación entre el valor declarado por los cafetaleros y en el que incluye “el valor” de la tierra v el que deducen los investigadores sin incluir dicho elemento.
VALOR DE LA PLANTACION
REGION DEL PAIS DECLARADA INVESTIGADA
I 50.3 13.0
II 123.1 31.4
III 34.9 9.1
IV 130.3 35.0
V 13.4 3.8
VI 45.8 11.7
VII 6.0 2.0
TOTAL 403.8 106.0
Las regiones I, II y III son del occidente del país. Las regiones IV y V son de la zona central. La región VI es de la zona oriental. La región VII comprende sobre todo el norte del país y pequeñas porciones de occidente, centro y oriente.
Independientemente del concepto de valor tanto de los cafetaleros como de los investigado¬res (suponer por ejemplo, que la tierra tiene valor), la diferencia de cálculos es claramente atri¬buida a la tierra. Para nosotros, esta diferencia constituye aproximadamente el monto de la ren¬ta diferencial obtenida (o por obtener) por los ca¬fetaleros en ese año.
Esta proporción varía sobre todo según varíe la renta diferencial de una época a otra, pues con ella varía a su vez el precio de la tierra (lo que aquí consideran como valor).
EL PAPEL DE LA RENTA DIFERENCIAL EN LA HISTORIA DEL PAIS.
Nos queda por analizar las variaciones que a tra¬vés de la historia del país sufre el papel de la ren¬ta diferencial en la estructura económico social salvadoreña y su inserción en el sistema económi¬co mundial.
Es claro que solamente destacaremos de mane¬ra esquemática los rasgos esenciales, sin detener¬nos en un análisis detallado. Fundamentalmente dividiremos el proceso histórico en dos períodos, aparte del período de formación de la caficultura a la que ya nos referimos anteriormente. Se trata de los períodos comprendidos entre principios del siglo hasta 1950 y aproximadamente una fase de transición hasta 1962; y el período que va de esta fecha a la actualidad. Esta división en el tiempo es sólo una expresión aproximada de va¬riaciones en el desarrollo económico a nivel global, en el cual consideramos decisiva pero no única, la cuestión del destino económico de la renta diferencial.
1. Primer Período
Los fenómenos que marcan el inicio y fin de este período son, en lo económico, la consolidación definitiva de la caficultura y el inicio del galopan¬te ciclo expansivo de la renta diferencial ocurrido en la década de los años 50.
Los principales rasgos son:
A- Predominio casi absoluto de la producción cafetalera dentro de la economía del país, con implicaciones a nivel social similares a las que hasta aquí hemos analizado cuan¬do veíamos sólo la producción cafetale¬ra.
B- La renta diferencial es orientada en gran parte a satisfacer necesidades individuales de consumo de la oligarquía o bien es de-positada en la banca extranjera o nacional. Incluso no se genera gran actividad económica interna en torno a producir lo necesario para satisfacer esas demandas (como sucedió en otros países), sino que la oligarquía satisface dichas nece¬sidades directamente en el extranjero o a lo sumo; dan lugar a la formación de limita¬das operaciones comerciales –capitalistas- para la importación de dichos productos.
C- Además de la producción cafetalera sólo adquieren cierta importancia las activida¬des económicas que tienen relación directa con ella. Esto es, en la comercialización, cré¬dito, beneficiado y transporte del café. Las cuales son áreas de inversión de la misma oligarquía pero que no alteran en lo funda¬mental a lo establecido en el punto ante¬rior.
D- Aparte de las clases directamente trabaja¬doras y productivas, el resto de sectores y grupos sociales dependen de su posibili¬dad de participar de una u otra forma en dicha renta diferencial. Esto abarca desde los sirvientes “de levita” hasta la servidum¬bre doméstica, pasando por supuesto por los de uniforme militar.
E- El “estado nacional” mantiene su funcionamiento en base a dicha renta diferencial, con lo que desarrolla sus aparatos administrativos y políticos encaminados a sostener el esquema socio-económico imperante.
F- Todo lo cual se desarrolla con la consecuente hegemonía política casi absoluta de la oligarquía cafetalera y dentro de un marco de lucha de clases bastante “apaciguada” hasta 1930-32.
La crisis de 1930 puede ser enfocada como una gran crisis de “realización” para la economía cafetalera que forma parte de la crisis general del sistema capitalista mundial (la cual no es solamente crisis de realización). Esta crisis consiste en la reducción drástica de la exportación y precios a un grado tal en que no es posible hacer “realidad” (convertir en dinero) el valor contenido en el producto y la renta diferencial que con él puede obtenerse. Sin embargo el hecho de estar localizado el origen de la crisis fuera de las fronteras nacionales y de la producción cafetalera mundial incluso hace que aún después de ella se continúe sobre el mismo esquema económico. La oligarquía se aferra por todos los medios a su alcance a su hegemonía amenazada sobre todo por la insurrección. Implanta la tiranía con la que da continuidad y profundidad a la represión contra insurreccional y con la que se lleva a cabo la única política económica de que era capaz: esperar la normalización del mercado mundial afrontando la situación crítica con elevado proteccionismo a los intereses cafetaleros. El régimen martinista responde a una necesidad histórica de clase: contener a través de una férrea dictadura la agudizada contradicción entre los intereses oligárquicos y las necesidades sociales. Una vez vuelve esta contradicción a sus límites “normales”, con la recuperación de la economía capitalista mundial, se agota la tarea para la cual ha sido implantada la dictadura hasta que finalmente se desplaza por otros regímenes que a través de varias fluctuaciones políticas forman parte del proceso de reajuste de la hegemonía bajo condiciones distintas.
2. -“La Transición”
Con la década del 50, y el régimen de Osorio se inicia el galopante y brusco ciclo expansivo de la renta diferencial arrojando en pocos años sobreganancias. Este ciclo es parte de la expansión imperialista norteamericana de la posguerra. Con este proceso, se produce una notable recuperación “pacífica” de la hegemonía oligárquica, pues el café “vuelve a demostrar su capacidad para vitalizar la economía”. Con este auge, se van desarrollando conjuntamente otros elementos del desarrollo económico pues las elevadas rentas son utilizadas en mayor proporción dentro del país.
De esta década datan por ejemplo, el impulso del sistema bancario, del desarrollo urbano de San Salvador y de ciertas obras de “infraestructura” (en 1954 se comenzó la carretera del litoral). Es aquí donde se sitúa históricamente el momento de la irreversible variación de la hegemonía de la oligarquía cafetalera.
Sin embargo, las tendencias generadas por esta notable expansión cafetalera a nivel mundial llevarán pronto a una crisis de sobreproducción ubicada ahora en la misma producción del sector. Esta crisis no podrá ser solventada, como antes, por un “ritmo de espera” y habrá que recurrir a otros mecanismos. Así presenciamos que por primera vez en la historia del país salen de la boca de los representantes de la clase dominante llamados a la racionalización de la “economía cafetalera”.
El presidente Lemus, ese personaje tan indefinido históricamente por estar situado precisamente en el punto crítico de la “transición”, trata de salir al paso con su propuesta del “Plan Lemus” (regularización a la producción. cuotas de exportación y precios del café a nivel internacional) a la manera de los que proponen apagar el incendio con agua cuando es totalmente evidente para todos que no hay otro remedio. Fue este un vano y dudosamente original intento nacionalista de aparecer como promotores de lo que realmente constituyó el éxito de la oligarquía brasileña al implantar definitiva y legalmente sus precios de producción “medios” a nivel internacional (CIC) consolidándose así su monopolio. Si bien este garantizaba la persistencia de la renta diferencial (elevada aun) para la oligarquía significaba también el sello definitivo de la imposibilidad de volver a disfrutar de un ciclo expansivo de dicha renta. Esto confirma una nueva situación histórica en el capitalismo del país: quedan limitadas las posibilidades de expansión puramente rentística y se hace necesario desarrollar otras actividades económicas. Para responder a esta necesidad histórica del desarrollo capitalista en el país se necesita otro tipo de régimen político. Sobre esta base se produce el desplazamiento de Lemus y la implantación de un Directorio que pretende fomentar la industrialización y desarrollar otras tantas medidas desarrollistas. Sin embargo, el temor de la oligarquía a que se profundice la agitación popular que se produjo en el curso de este desplazamiento y la desconfianza hacia la capacidad de los nuevos gobernantes de controlarla, provoca su rápida sustitución por otro régimen militar que garantiza la realización de las nuevas medidas económicas sin los riesgos de la inestabilidad política.
3. El Segundo Período
Los rasgos fundamentales para 1962-1967 son:
a) Nuevo impulso de la orientación imperialista hacia la inversión en el exterior. Esta necesidad, junto con la de neutralizar políticamente los efectos de la revolución cubana, se realizan en América Latina a través de la “Alianza para el Progreso”.
B) Lo anterior y el impulso del Mercado Común Centroamericano permitieron cierto desarrollo industrial manufacturero.
C) Lo decisivo aquí es que la renta diferencial pasa a constituir junto con el capital extranjero un fondo de acumulación social capitalista que sirve de base para el desarrollo del resto de sectores económicos. Con ello, toma nuevo impulso el sistema bancario que venía desarrollándose sobre todo a partir de los años 50, puesto que es el intermediario a nivel social de esta trasferencia. Aparecen ya las primeras compañías financieras, entre ellas, la más fuerte a nivel privado: La Financiera del Desarrollo e Inversión. A su vez se intenta desarrollar un sistema financiero estatal, con capital extranjero básicamente, para impulsar sobre todo el desarrollo industrial (INSAFI).
d) La hegemonía oligárquica sufre variaciones en la medida en que se acentúa su carácter capitalista al desplazarse a la actividad industrial, bancaria y financiera. A su vez, su predominio político está ahora en función de hacer “participar” a otros sectores en el desarrollo económico que necesita. Con esto se implanta la época de “las libertades democráticas que conlleva la consolidación del reformismo burgués” de oposición cuyo eje político es el de exigir al régimen cumplir a cabalidad con las exigencias del nuevo proceso. Pero todo esto, a pesar de sus exigencias de “funcionalidad” está plagado de contradicciones en la medida en que, persistiendo la base del fondo de acumulación social (agricultura cafetalera con la renta diferencial y el capitalismo monopolista internacional que exporta hacia acá sus capitales) es imposible superar los obstáculos que ellos mismos imponen al desarrollo industrial.
De esta manera las expectativas y el optimismo generados por el impulso desarrollista y mantenidos por la demagogia riverista caen estrepitosamente por el golpe dado al régimen por la clase obrera industrial (que se ha desarrollado en este mismo proceso) con la huelga general obrera de 1967. A partir de 1967 tenemos:
a) El fracaso de la Alianza para el Progreso y del Mercado Común Centroamericano que eran bases del desarrollo industrial que se había venido impulsando.
b) A esta crisis responde la acentuada importancia que va adquiriendo el capital financiero como alternativa económica. La renta diferencial del café ante las limitaciones de la expansión del sector industrial es lanzada en buena parte hacia actividades financieras y especulativas. Se produce la transformación del sector oligárquico en financiero manteniendo su base agroexportadora (renta diferencial). Esta transformación no es directa porque hemos visto cómo fue históricamente necesaria la orientación de la renta diferencial hacía otros sectores económicos. Con el fracaso del intento desarrollista industrial persiste aún el problema de dicha orientación, de donde saltan al primer plano las financieras va constituidas y las que florecen rápidamente a partir de 1970. El fondo obtenido con la renta diferencial y el capital extranjero es orientado ahora en mayor parte hacia operaciones financieras que ofrecen altas ganancias.
Tales operaciones financieras giran en torno a la especulación de terrenos.
Esta ganancia especulativa no es realizada entre la simple compra y venta del terreno, sino financiando la construcción en ellos de proyectos urbanos comerciales y de proyectos turísticos. De esta manera se busca una nueva forma de adquirir una sobreganancia (sobre esto, especificamente nos detendremos más adelante).
Ninguna de estas actividades, por supuesto resuelve el problema fundamental del desarrollo económico-social del país; el de seguir siendo economía parasitaria del sistema capitalista internacional con un escaso desarrollo relativo de las fuerzas productivas.
A su vez existe el intento de desarrollar la industria de exportación con capital extranjero total y mixto. La concreción de este intento es la creación de las zonas francas y del Comité de Exportación ambas orientadas a provocar un flujo de capital extranjero al país y asociarse con él para obtener las ventajas que de ahí se derivan y sostener artificialmente la economía del país.
Se forma pues un sector financiero que no es más que el sector de la oligarquía cafetalera que manteniendo sus intereses en la banca y en la industria se orienta en la actualidad con especial preferencia hacia el tipo de inversión financiera mencionada más arriba.
Una revisión de los principales capitalistas de las financieras revela como principal rasgo el hecho de que en ellos se concentran y se combinan diversas categorías económicas capitalistas, a cada una de las cuales corresponde un tipo de ganancia, junto con las categorías económicas que le dan su rasgo oligárquico fundamental y que la hacen beneficiaria de la renta diferencial. El resultado es un sector de clase de un elevado y concentrado poder económico y político.
c) La consolidación de la hegemonía de este sector financiero con base oligárquica agro-exportadora, es realizada dentro de un marco de agudización de las contradicciones de lo estructura económica del país. Es preciso aclarar que no se trata de un nuevo sector de clase que viene a disputar la hegemonía a otro. Es la sustitución de un tipo de hegemonía oligárquica por otro.
A partir del momento en que la oligarquía cafetalera se introdujo en otros sectores económicos en la década del 50, perdió la posibilidad histórica de seguir manteniendo una hegemonía absoluta e indisputada. Históricamente se le va planteando la necesidad de desplazarse a otras actividades económicas para poder subsistir como clase dominante. Pero este proceso, por el rasgo fundamental de depender la economía del país de la renta diferencial, debe realizarlo manteniendo un pie en la caficultura. A medida que va metiendo el otro pie y las manos en otros sectores, se va haciendo más compleja y contradictoria la forma de mantener la hegemonía y ésta por tanto debe variar.
El proceso histórico a través del cual la oligarquía se ha ido convirtiendo en capitalista industrial, bancaria, y financiera es a la vez, el proceso que genera condiciones para la aparición y desarrollo de otros sectores de la clase dominante ligados a alguna de estas categorías, del desarrollo de los “sectores medios”, y, lo que es decisivo, el desarrollo de una clase obrera industrial. Este proceso se ubica históricamente en lo que hemos denominado “transición” y el posterior “impulso desarrollista”.
A partir de que fracasa este “impulso desarrollista” por las razones mencionadas, la lucha de clases en el país se agudiza ante el esfuerzo de cada clase y sector por mantener su situación. El sector hegemónico encuentra la solución y sus intereses en el impulso de sus actividades financieras y especulativas y en aferrarse de manera acentuada al capital extranjero. Para sostenerse como sector hegemónico (con predominio de su carácter financiero sobre el resto de sus características ) debe enfrentar la crisis actual (coyuntural y estructural) descargando sobre el resto de la sociedad los efectos que de ella se derivan. Ya no solamente descarga sobre las masas trabajadoras los efectos de la crisis permanente: sino que impone a todas las clases y sectores sociales su alternativa económica para descargar sobre ellas los efectos combinados de la actual crisis y la crisis estructural (permaneciendo, por supuesto las masas trabajadoras como las más afectadas). Para lograr esto necesita imponer un gobierno que oriente hacía la consolidación del capital financiero la mayor parte de sus recursos políticos, económicos, administrativos y jurídicos; con lo cual afecta al resto de sectores de la clase dominante y de los sectores medios que dependen también de estos recursos para sostener su situación y agudizan las contradicciones respecto a las masas trabajadoras y populares. La respuesta necesaria a esta situación es la implantación del fascismo.
La necesidad del régimen fascista es evidente para el sector hegemónico pero las contradicciones que lo generan como respuesta de dominación hegemónica y las contradicciones que con esta respuesta se agravan o aparecen, impiden su total consolidación. De allí que su implantación sea “en escalada”.
Se trata, más bien, de un fascismo que siendo ya irreversible, está “atascado” aún en una fase crítica en que se desgarran sus necesidades simultáneas de adquirir compromisos que contengan a determinadas contradicciones por un lado, y de implantar unilateralmente sus intereses por el otro. Tanto una como la otra, son necesidades objetivas con las cuales se “resuelven” determinadas contradicciones, pero que, a su vez, agudizan otras. En fin, dichas necesidades varían en su intensidad de acuerdo al grado de consolidación logrado en distintas coyunturas y se expresan en tendencias distintas dentro del régimen sobre un tipo u otro de política concreta. La superación de esta etapa del fascismo para dar lugar a una de estabilidad hegemónica (la cual sería históricamente transitoria pues ni aun esta forma de dominación de clase elimina el sistema de contradicciones del capitalismo, va no digamos. del capitalismo dependiente) o bien su desplazamiento por las fuerzas populares bajo conducción revolucionaria dependería de la coyuntura y la correlación de fuerzas.
En fin, una alternativa económica con predominio financiero sobre bases agroexportadoras y el concurso del capital monopolista extranjero, es obviamente algo que no tiene mayores perspectivas históricas.
Nuevamente, la historia ajusta cuentas con la estructura económica del país por su debilidad estructural básica: el escaso desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social.
Se hace evidente que en la medida en que siga predominando un esquema de reproducción económica capitalista aferrado a la absorción de un valor que no es producido internamente (dependiente de su integración parasitaria en el sistema capitalista internacional), seguirán repitiéndose los fracasos de cualquier intento de desarrollo económico por vías capitalistas.
La formación económica capitalista dependiente del país está agotando sus posibilidades de vida. Lo sucesiva modalidad de aprovechamiento de la renta diferencial y las limitaciones mismas de la expansión de dicha renta han agotado históricamente los “impulsos” exclusivamente rentísticos y los “impulsos” combinados con la banca, la industria y las finanzas capitalistas con el apoyo del capital extranjero. Sólo una alternativa no capitalista puede responder a las actuales exigencias históricas. Para esto, la historia plantea con redoblado fuerza la exigencia de la irrupción violenta de las masas en ella para tomar en sus manos, de manera definitiva, su destino. Esta revolución social sólo puede desembocar en una revolución proletaria que en un proceso de construcción socialista resuelva, a la vez, los fracasos históricos del capitalismo dependiente.

David Harvey: la conquista del espacio

David Harvey: la conquista del espacio
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Isidro López, del Observatorio Metropolitano, autor junto a Emmanuel Rodríguez de “Competitividad territorial y circuito secundario de acumulación. El paroxismo de un caso: el ciclo español de 1995-2007” (en Paisajes devastados, TdS, 2013) y Fin de Ciclo (TdS, 2010) nos presenta con ocasión de la publicación de Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo de David Harvey los aportes prinicipales de este autor al marxismo y a la geografía crítica y, por ende, a las luchas vivas contra el neoliberalismo.

David Harvey: la conquista del espacio

La obra entera de David Harvey es una de las mayores contribuciones a la revitalización del marxismo de las últimas décadas. Una revitalización que, precisamente, por ser en buena parte de orden análitico ha devuelto al marxismo a su función como herramienta política práctica. Dos dimensiones que en el proyecto original de Marx eran inseparables. En realidad, el movimiento de desplazamiento original que opera Harvey con respecto al marxismo de anteriores décadas es tan sencillo cómo radical: se trata de asumir que la dinámica del capital y la de sus resistencias tienen lugar en el espacio. Los conceptos abstractos con los que los marxistas han analizado el mundo no se sitúan en algún punto intangible de eso que se llama la teoría sino que se despliegan en la geografía realmente existente y tienden a recomponerla a su imagen y semejanza, en la medida en que el conflicto social, la lucha de clases, lo permite. Desde luego, Harvey no ha sido el primer marxista en hablar del espacio y la geografía del capital, más bien ha recuperado y actualizado una tradición que viene desde el propio Marx y que llega hasta los años veinte o treinta del siglo XX, en la que la geografia del capital y de las luchas eran centrales. Una tradición que cerró el estalinismo decretando la renacionalización de las luchas obreras y que las corrientes marxistas de los cincuenta y sesenta enterraron entre toneladas de estructuralismo y de teoría; tan sólo las versiones poscoloniales del marxismo mantenían vivo, por motivos obvios, el estudio de los procesos geográficos desiguales en aquellos años.

El gran concepto marco que Harvey ha desarrollado para el análisis del capital es el de arreglo espacial (en inglés spatial fix), un concepto que enunciado en su forma más sencilla viene a decir que la acumulación de capital construye una geografia a la medida de sus necesidades y que, en los momentos de crisis sistémica, el capital desplaza, nunca resuelve, sus contradicciones mediante este proceso de construcción del espacio. Eso que llamamos la globalización, financiera y neoliberal, sería el último gran arreglo espacial que habría tenido lugar. Ante la agudización de las contradicciones del capital que provocó la fuerza de las luchas de clases durante los años posteriores a 1968, el capital recompuso las cadenas de valor, la organización de la producción, generando una nueva serie de vínculos entre las distintas partes del mundo y, en definitiva, una nueva división internacional del trabajo en la que los distintos territorios se especializan en el control de recursos diferenciales y jerarquizados; obviamente no es la misma posición de poder la de un país o una ciudad que se especialice en el control de los flujos financieros que gobiernan este arreglo espacial que un territorio que queda relegado al papel de proveedor de de recursos naturales y de fuerza de trabajo excedente.

El enfoque territorial, además, permitió a Harvey considerar formas y dimensiones de los procesos de acumulación que tienen lugar en el territorio y que no funcionan exactamente a través de la extracción de plusvalor canónica que describió Marx como central en el capitalismo —en la que capital fijo y variable se mezclan en distintas proporciones, sometidos al cambio tecnológico, para producir una mercancía que llega al mercado, donde se realiza a través de un sistema de precios sometido a distintos grados de monopolización y competencia. Frente al gran entramado manufacturero fordista, Harvey describe otro tipo de estrategias económicas que se superponen a las anteriores y están en relación con ellas, pero funcionan a partir de la creación de entornos territoriales en los que se realiza el arreglo espacial. El sistema de transportes, las grandes obras de ingeniería o la construcción de viviendas o de infraestructuras de consumo colectivo crean una constelación relacional en la que los precios se forman de manera diferente, especulativamente o por descuento de sus valores futuros, porque en ultima instancia son formas transformadas de una figura tan arcaica como la renta del suelo. En este modelo, son las grandes inversiones y la amortización lenta de las estructuras territoriales las que se imponen, mediante la movilización de grandes másas de crédito, frente a la tendencia a la sobreproducción en las líneas capitalistas convencionales. Por eso, según Harvey, cuando aparecen problemas de sobreproducción de realización en las primeras, el capital se concentra en las segundas. Es lo que Harvey denomina el Circuito Secundario del capital. Un concepto sin el que, por poner un ejemplo cercano, simplemente hubiéramos sido incapaces de dar una expresión sistémica a las burbujas inmobiliarias de los últimos años, entre ellas la española, y hubiéramos tenido problemas para analizar en toda su profundidad la hegemonía del capital financiero, el proceso de financiarización del capital.

Las ciudades son las configuraciones sociales más complejas y más decisivas políticamente de la forma de pensar el territorio capitalista de David Harvey. De hecho, fue a partir de los estudios urbanos, en concreto desde los estudios sobre las desigualdades constitutivas de la ciudad capitalista, desde donde Harvey saltó a la reflexión más amplia sobre el territorio. La ciudad de Harvey es, desde luego, el lugar preferencial para la reorganización de los arreglos espaciales capitalistas y para el crecimiento de los circuitos secundarios, pero también el espacio preferencial para las resistencias y la reorganización política en torno al derecho a la ciudad. Especialemente importante en este terreno ha sido el concepto de empresarialidad urbana con el que Harvey esboza la posición de las ciudades en el arreglo espacial de la globalización financiera. Las ciudades a partir de los años setenta abandonan su función política como meras gestoras del modelo fordista-keynesiano que privilegiaba el Estado-nación, y se “independizan” como entidades políticas con capacidad de establecer una interlocución directa con la masa de capitales financieros desterritorializados que emerge del proceso de concentración de capital-dinero de los años setenta y ochenta. Este cambio de posición relativa implica que las ciudades, a la manera de las empresas, compiten por captar flujos financieros transnacionales mediante la reorganización de su espacio físico y su estructura social conforme a los principios de la hegemonia financiera neoliberal como proyecto de clase de los propietarios de dinero. Esto, a su vez, implica que las coaliciones de élites locales se encostren en los aparatos estatales locales y, a través de ellos, lanzen amplios programas de desarrollo de burbujas inmobiliarias, reorganización del espacio público, captación de rentas de todo tipo, privatizaciones de activos públicos y disciplinamiento de la fuerza de trabajo. La llamada ciudad marca Barcelona sería nuestro ejemplo más cercano, una de las estrategias más generalizadas de ciudad-marca que no es más que una proyección simbólica de las especificidades del territorio destinada a posicionar a la ciudad en este esquema.

Toda esta focalización de Harvey en los procesos espaciales de acumulación tiene una consecuencia política especialmente importante. Estas líneas de análisis conducen a lo que Harvey denomina acumulación por desposesión, es decir, a las formas de captar la riqueza social que no pasan tanto por la sustracción del plusvalor como valor nuevo que surge de un proceso de producción, como a la captación de la riqueza ya producida o de la riqueza no producida por medios capitalistas —los activos naturales serían el mejor ejemplo de esta segunda forma. Harvey, siguiendo también una línea de interpretación marxista, que no ha sido mayoritaria en las decadas anteriores pero siempre ha seguido viva, recupera el concepto de acumulación primitiva que Marx situaba como la génesis violenta del capitalismo, en la que la clase capitalista se constituyó mediante el robo y la apropiación de los bienes comunales que sostenían las formas comunitarias precapitalistas, y lo amplía temporalmente para sostener su vigencia permanente en todas las formas de capitalismo posteriores. El crédito inmobiliario, la pérdida de activos públicos por la privatización o la apropiación masiva de recursos naturales, en nuestro caso mediante medios financieros, son estrategias de acumulación centrales para el capitalismo actual. Los programas de austeridad, punta de lanza de la gestión neoliberal de la crisis, que en la actualidad sufre medio mundo y muy en especial España, no serían más que una forma coordinada de este tipo de acumulación. En términos políticos, este análisis de Harvey acaba con un cierto tipo de marxismo que privilegiaba de manera excesiva las luchas en el lugar de trabajo, y más en concreto del obrero industrial, como lugar donde se jugaba la derrota del capitalismo. Un entorno de acumulación por desposesión generalizada nos devuelve a un escenario en el que las luchas por la vivienda como valor de uso, los impagos de la deuda, las luchas por los servicios públicos y por los bienes comunes, por el espacio público o por la titularidad social del concocimiento y la tecnología, tienen tanta importancia como las luchas en el lugar de trabajo y en torno al mercado laboral. De hecho, las complementan y amplifican.

CEM reproduce documento de mayo de 1998: “Sobre el rumbo actual del FMLN”

CEM reproduce documento de mayo de 1998: “Sobre el rumbo actual del FMLN”

SAN SALVADOR, 8 de agosto de 2017 (SIEP) “Es un documento fundamental en términos del rumbo ideológico del FMLN, seguramente escrito en mayo de 1998 por Schafik Handal en el marco de la entonces polémica con los renovadores…” expreso Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

Agrego que “lo divulgamos con el propósito de contribuir al actual fortalecimiento político-ideológico del FMLN para enfrentar los complejos desafíos de un segundo gobierno, en el marco de una brutal ofensiva de la derecha a nivel planetario y latinoamericano.”

“En aquel entonces –indicó Pineda- el FMLN, luego de las elecciones legislativas de 1997 mantuvo su posición, lograda desde 1994 como la segunda fuerza política del país y se preparaba para las elecciones presidenciales de 1999. Y durante la V Convención, en diciembre de 1997, había resultado electo como Coordinador el socialdemócrata Facundo Guardado.

“Guardado respaldaba el proyecto político de “centro” conocido como “Bases para un Plan de nación” que había sido impulsado por la Administración Calderón Sol, mediante la Comisión Nacional de Desarrollo. Era un esfuerzo orientado a promover el “desarrollo” del país mediante criterios neoliberales…y el documento de Schafik era la respuesta desde los sectores revolucionarios” apunta Pineda.

El documento “Sobre el rumbo actual del FMLN” se plantea el objetivo de “a) Interpretar lo que ha sucedido en el FMLN alrededor y después de la V Convención; b) Regenerar el pensamiento marxista en el fmln. Recuperar este pensamiento e incidir con él en el frente mismo; c) Defender el proyecto histórico de izquierda revolucionaria.”

Agrega que “en 1992 se funda el fmln como partido legal; pero además de fundarse diseñó un futuro. Se logró diseñar un partido, una estrategia y una acción. De ahí la esperanza que la gente ha visto en el fmln. Hoy estamos ante un gran reto, gobernar el país. Sí vamos a gobernar el país la pregunta es: ¿hacia dónde, con qué rumbo? Pues a pesar de las resoluciones de la V convención ya no hay una visión, un solo proyecto en el fmln.”
Señala que “actualmente en los organismos de dirección del fmln existe una corriente de centro. Maneja un discurso anti neoliberal pero en los hechos no combate el neoliberalismo. A la base lo que tiene es privilegiar las relaciones y el desarrollo de la empresa privada, modernizar el estado según la necesidad neoliberal; todo esto en detrimento de la economía popular. Es un proyecto que no ve como problema la privatización. Por eso la necesidad para nosotros de reflexionar desde la perspectiva de izquierda revolucionaria, con pensamiento marxista propio.”
Reflexiona que “el pensamiento marxista en el FMLN esta expresado en las resoluciones de la V Convención, que deben respetarse. Estas resoluciones no pueden ser ni tergiversadas ni amañadas ni incumplidas. Son mandato y deben cumplirse. Pues en las tesis estratégicas está el instrumento para profundizar la transición, es decir cambiarle el rumbo a la economía nacional. De no hacerlo nos quedaríamos en una democracia a medio andar, una democracia como la quiere el neoliberalismo, una democracia sin duda modernizada y restringida.”
Explica refiriéndose al proyecto “renovador” que “viene desde antes de la última convención de las fpl, cuando se dio un debate interno en la CP de las FPL. En ese momento Samayoa hizo la propuesta de “renovar” el pensamiento y la cuestión era de qué tipo de renovación estábamos hablando. En ese momento Samayoa perdió en la CP, salió de la FPL, no entró nunca al FMLN y siguió su proyecto desde afuera.”
Sobre la concepción de partido define que “el partido no es una federación de grupos o de personas para tomarse una alcaldía. Somos un partido revolucionario, democrático y socialista que tiene unidad, institucionalidad, que defiende valores y que tiene raigambre popular. Es un partido de izquierda revolucionaria que además tomó las armas…y que hoy no vamos a convertir en un partido electorero… El partido debe estar inmerso en la lucha social.”
Opina que “Estados Unidos, fundamentalmente no es amigo, pero queremos entendernos con ese gran pueblo. Pero estemos claro que mientras en ese país esté el corazón mismo del neoliberalismo los gobiernos de ese país no pueden ser amigos. Mientras los gobiernos de ese país estén bloqueando y conspirando para destruir la Revolución en Cuba, no pueden ser amigos.”
Señala que el proyecto de Facundo Guardado es reformista porque “solo se preocupa por lo institucional, la buena administración del poder estatal (alcaldías, presidencia, asamblea), olvidándose del carácter transformador que el ejercicio del poder debe tener; el partido se distancia del sujeto y de la lucha social; no se preocupa por conducir la sociedad a un momento de ruptura trabajando por las transformaciones.”
Reconoce el documento que “sin fuerza social organizada no habrá cambios realizables; necesidad de recuperar la capacidad organizativa del partido, (capacidad de interpretar lo que dice y piensa la gente) para no depender tanto de los asesores; en la base existe vacío en cuanto a la educación ideológica: esto puede ser peligroso si se gana el gobierno; el movimiento sindical no tiene una conducción política clara; la movilización social debe estar estrechamente ligada a temas movilizadores; para lograr el cambio hay que apostar a la organización”.
Y concluye afirmando la necesidad de “seguir profundizando sobre el proyecto alternativo al neoliberalismo: a) retomar y mejorar el plan del Frente (de abril 1996) con base a nuestros planteamientos y b) profundizar sobre temas como el Estado, lo social, indicadores sobre el proceso de las transformaciones paulatinas hacia el socialismo.”
El documento en su totalidad puede consultarse en www.ecumenico.org

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August 8, 2017

Below are two excerpts from the always interesting summer issue of Monthly Review (personal note: its founding editors introduced me to a non-dogmatic marxism).

The first is from John Bellamy Foster’s article, “Revolution and Counterrevolution:”

“All of this reaffirms the historical truth that there can be no socialist revolution—however it should arise—that is not also forced to confront the reality of counterrevolution. Indeed, in judging revolution and counterrevolution over the last century, particular stress must be put on the strength and virulence of the counterrevolution. The struggles and errors of the revolutionists are only to be seen in the context of this wider historical dialectic.”

And the other is from the Editors:

“Indeed, if there is a single underlying theme to the articles included here, it is that they all indicate that in interpreting revolution and counterrevolution over the last century emphasis must be placed on the strength and virulence of the counterrevolution, and that the errors of the revolutionists can only be assessed in that context.”

My initial reaction anyway is that both suggest a wrong emphasis, i.e. on the forces of counterrevolution, writ large, if we hope to arrive at an understanding what happened in the 20th century and the requirements for a turn to socialism and democracy in this century.

Here is what I wrote on my blog (Angle of Entry, SamWebb.org) more than a year ago, which places “stress” elsewhere:

“Much of I write is exploratory. It is a work in progress; an ongoing conversation with myself as well as with readers.

And there’s an explanation for this: I came to radicalism and the Communist Party in the early 1970s, but I grew up politically in the last two decades of the 20th century and the first decade of this one. During that relatively short stretch of time, two signal events took place that disrupted my safe political space. One was the rise of right wing extremism, neoliberalism, and capitalist globalization at the beginning of the 1980s; the other was the implosion of Soviet socialism a decade later.

The resulting sea change in the direction of world politics caught me – and many others – off guard. After all, I was radicalized at at time when the world seemed nearly infinitely malleable. “Socialism in our time” didn’t seem like wishful thinking. So when the forward march of labor and its allies was abruptly halted and Soviet socialism went belly up with barely a whimper, I felt compelled to reexamine many of the assumptions and core ideas that had framed my thinking and activity.

It was too much of a stretch to think that my old understandings of marxism, marxist methodology, and the world could explain this unexpected and sudden recasting of the world.

Or to put it differently, in the face of a profound and historic defeats, I concluded that the losing side – of which I was a small part – would make a big mistake if it attributes those defeats exclusively to the strength of its opposition or to “class traitors” from within its ranks.

Instead it seemed obvious to me that it was imperative to interrogate my own assumptions, understandings, and practices. To do otherwise seemed profoundly unrealistic, undialectical, and non-marxist. And that continues to be my strongly held opinion.

I learned from playing basketball that if your opponent beats the hell out of you (and that happened to me more than once – the only championship team I ever played on was in 8th grade), then you better make some big adjustments before your next game. To do nothing is to invite another rout.

So I re-read – this time from a different vantage point – Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Dimitrov, Luxemburg, Togliatti, and others of their generations. I also read the work of many contemporary authors who write mainly, but not exclusively, in the Marxist tradition.

In the course of this rethink (and especially over the 14 years that I was the National Chair of the CPUSA before stepping down in 2014 and resigning in 2016), I like to believe that I gained new insights on matters of theory, politics, culture, and marxism as well as jettisoned old notions that had left me so flatfooted in a changing world.

On this blog I will continue, albeit with my obvious limitations, that endeavor. And in doing so I hope that it assists in some small way in the building of a people’s movement and a left that has the vision, reach, unity, power, and common sense to save our fragile planet and make life livable, free, and joyous for all.”

This emphasis, I believe, would serve us better.

Venezuela: ¿por qué no «bajan» de los cerros?

Venezuela: ¿por qué no «bajan» de los cerros?

En entrevista exclusiva, el investigador Alejandro Velasco analiza el papel de los sectores populares en las protestas de Venezuela, que ya llevan más de 70 días, con muertos y heridos, en el marco de una multiplicidad de crisis.
Por Pablo Stefanoni
Junio 2017

Venezuela: ¿por qué no «bajan» de los cerros?

Mucho se habla, y se escribe, sobre la crisis venezolana pero faltan algunos eslabones. Entre ellos está la pregunta por los sectores populares: ¿participan de las protestas?, ¿cuál es su relación con la oposición?, ¿y con el gobierno de Nicolás Maduro?, ¿quiénes son y cómo operan los famosos «colectivos»? Alejandro Velasco, autor de Barrio Rising. Urban Popular Politics and the Making of Modern Venezuela (2015), responde a algunos de estos interrogantes.

Una de las dudas que aparecen al leer sobre la crisis venezolana es qué factores sostienen a Nicolás Maduro en el poder. Siempre parece estar por caer y no cae, mientras la crisis se agrava. ¿Cuál es su interpretación?

Se combinan varios elementos. Por una parte, está el aparato estatal y la elite chavista. En la medida que vienen cerrándose espacios de maniobra en el plano doméstico e internacional, y tiene que recurrir más y más al autoritarismo, las figuras centrales del gobierno van atrincherándose al percibir una amenaza no solo a su permanencia en el poder sino verdaderamente existencial. Para algunos, es cuestión de principios: ante una oposición envalentonada y con amplio apoyo en el país y en particular en el extranjero, lo que está en juego es el legado de Hugo Chávez, en particular el avance hacia el estado comunal. Más allá de la oposición misma, esto siempre iba a significar una batalla contra la propia Constitución de 1999 –redactada en los comienzos de Chávez–, y con sectores internos del chavismo menos dados a la corriente socialista que a la de democracia participativa, base de esta Carta. De modo que, para los sectores más radicales, de cierta manera es un conflicto bienvenido aunque muy demorado, quizás demasiado para ser exitoso, pero darán la batalla de todas formas. Para otros, no obstante, el interés es más prosaico: los lazos de cuadros claves del chavismo con la corrupción desmedida –sea vinculada con el dólar preferencial o en algunos casos, con el narcotráfico– hace que cualquier salida del poder implique la cárcel, en Venezuela o en el exterior. De modo que la crispación del conflicto, vista en términos existenciales, tiende a cerrar filas, aunque por motivos muy diferentes.

Claro, hemos visto fisuras importantes en el chavismo, con gente que se ha desmarcado, como es el caso de la fiscal general Luisa Ortega Díaz. La fiscal ha mantenido una posición muy crítica frente a los dictámenes del Tribunal Supremo que invalidaban a la Asamblea Nacional, así como ante la convocatoria a la Constituyente y la represión de protestas. Pero por ahora no se han visto quiebres sustanciales. De cierta manera, incluso, las críticas de la fiscal, que por más duras que sean tienen poco peso jurídico más allá de palabras, benefician en parte al gobierno en el sentido de que demuestran cierta disposición a darle espacio a voces distintas dentro del aparato estatal. Pero es posible que la presión a la que se ha visto sujeta, especialmente en medios de comunicación del Estado, tenga mayores consecuencias, o bien que su ejemplo inspire más críticas e incluso quiebres claves. Por ahora, no obstante, son pocos esos ejemplos.

Por su parte, la oposición –aunque más unida que en años previos– peca como en otras oportunidades de exceso de confianza y cortoplacismo, en base su certeza de una victoria inminente. En esta oportunidad, esta dinámica ha sido alentada de manera acentuada y –estoy convencido– irresponsable, por voces como la del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, cuyas declaraciones llegan a sonar más fuertes que las de la propia oposición. El acercamiento opositor al gobierno de Donald Trump, la emergencia de gobiernos de derecha en Brasil y Argentina, y los intentos de diálogo carentes de sinceridad por parte del gobierno debilitan cualquier incentivo tendiente a moderar posiciones y buscar espacios para negociar. Ante este escenario, el atrincheramiento por parte del gobierno tiene su espejo en la actitud, también atrincherada, del liderazgo opositor, del cual, de hecho, se nutre.

Por último, está el «factor pueblo». Como en otras oportunidades, las manifestaciones opositoras han sido multitudinarias. Pero a diferencia de otros momentos, estas han logrado mantener día tras día, durante mucho tiempo, niveles de participación importante. También tienden a incorporar sectores sociales más diversos que en el pasado, aunque resultaría exagerado decir que hay un verdadero cruce de clases. De hecho, la brecha entre sectores populares y la oposición se mantiene y se manifiesta en las calles. La oposición lo atribuye a temor o control social de los barrios, sea por el Estado en su función de distribuidor de recursos –los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP)– o por los llamados «colectivos». De eso hay algo, pero está sobredimensionado, y creo que obedece más bien a una falta de capacidad de autocrítica por parte de sectores de oposición para entender por qué, luego de dieciocho años, y a pesar de la crisis severa, aún no han logrado encausar un mensaje que atienda a la enorme desconfianza por parte de sectores que no creen que la oposición reunida en la MUD abogue por sus intereses a futuro. Ante esa enorme falla, resulta mucho más fácil atribuir la falta de participación masiva de los sectores populares a un aparato coactivo.

Esto no solo se remonta a la polarización en la era chavista. La desconfianza por parte de sectores populares se extiende más allá, hacia sectores de clase media y alta cuyo discurso sobre derechos humanos y democracia tiende siempre a enfocarse en los derechos civiles y políticos más que los económicos y sociales. Pero incluso existe una deuda moral de la oposición vinculada a lo que fue la represión no solo durante el golpe de 2002, sino bajo el Caracazo de 1989, además de varias masacres en los años 80 y 90 que ponen en entredicho el apego real de sectores antichavistas hacia los principios democráticos que enarbolan. Todo eso impide una revuelta masiva por parte de sectores populares, lo cual tiende a darle márgenes de maniobra al gobierno.

Vinculada a esta descripción que hace de los sectores populares, ¿por qué finalmente no «bajan» de los cerros, como suele decirse, dadas las privaciones crecientes provocadas por el descontrol económico?

Primero es importante entender que así como la oposición es heterogénea y en el chavismo hay diferencias importantes en su interior, los sectores populares son un actor complejo y a veces contradictorio. Dos ejemplos solo en Caracas: en 2015 la parroquia 23 de Enero, vista como un bastión de la revolución, votó mayoritariamente por la oposición en las elecciones parlamentarias. Y en el municipio Sucre, que abarca el barrio más grande de América Latina – Petare– gobierna la oposición desde 2008, aunque también allí operan consejos comunales muy afines al gobierno. Como esos hay muchos otros ejemplos importantes de zonas populares con representación política mixta, lo cual permite matizar sus repuestas ante la crisis, que de hecho son diversas.

Por ejemplo, si bien es cierto que no hemos visto participación masiva de parte de aquellos sectores más afectados por la severa crisis, sin duda sí hay protestas en los barrios. Tienden a verse más y más saqueos, sea de comercios o de camiones de abastecimiento. Esto ocurre de manera particular en el interior del país, donde el aparato de seguridad del Estado es más tenue que en las grandes ciudades. Además, se reportan disturbios en zonas del oeste de Caracas, de corte más popular, toda vez que el sistema de abastecimiento de comida en los barrios –los CLAP– presenta fallas y retrasos.

Por varios motivos, tales eventos no suelen contabilizarse como protestas. Uno, porque la oposición tiene interés en proyectar una imagen, sobre todo en el exterior, de organización, no-violenta, centrada en reclamos de tipo político: elecciones generales, libertad de los presos políticos, recuperación de poderes para la Asamblea Nacional. Son reclamos fácilmente entendidos como violación de derechos humanos en el ámbito internacional, por tratarse se derechos civiles y políticos más que económicos y sociales. Ante esto, si bien es claro que una rebelión popular masiva y multisectorial sería bienvenida por la oposición, también sería difícil situarla y canalizarla dentro de los marcos discursivos y estratégicos que se han trazado. De modo que esas protestas están latentes, pero aún circunscriptas a los márgenes.

Luego está el hecho que la idea de barrios que «bajan» está muy atada a lo que fue el Caracazo de 1989 y tiende a limitar lo que se imagina como protesta popular en Venezuela. Se piensa en términos de explosiones sociales masivas y repentinas, no como han venido trascurriendo en sectores populares propiamente identificados con los reclamos de la oposición: a cuenta gotas. Hoy, el tipo de protesta popular que se ve en sectores populares suele tener un carácter reivindicativo más que político partidista. Pero las cifras del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social muestran protestas continuas y a escala nacional; protestas barriales contra los efectos de la escasez, la inflación, el colapso de servicios públicos, etc. De modo que los barrios han venido protestando y seguirán haciéndolo.

Pero, y esto es clave, una cosa es la protesta ante el gobierno, y otra la protesta anti-gobierno. En el pasado reciente, cuando la oposición logró una incidencia importante en sectores populares, lo consiguió enfocando su mensaje precisamente en aquellos reclamos que tienen eco en los barrios. Pero tiende a perder terreno cuando se aleja de estos y se enfoca en demandas de corte más político: cambio inmediato del gobierno, cese de la represión y violencia del Estado, ausencia de representación política. No es que estos sean temas que no importen en sectores populares. Todo lo contrario: precisamente estas fueron las bases sobre las cuales Chávez en su discurso y, por un tiempo en la práctica, logró el apoyo de estos sectores otrora marginados por las elites políticas y sociales. Pero hoy, el foco en la condena hacia el Estado por su represión de la oposición –sin duda correcto en principio– luce en los barrios como privilegio de clase, ya que la violencia y el abuso policial es pan de cada día en los sectores populares. Y ante ese escenario vemos el repliegue de las protestas puntuales en estos sectores, ya que, por más grave que sea la crisis, no van a apostar a un cambio de gobierno sin alguna señal más o menos concreta sobre lo que vendría, y encima con gente al mando que por décadas ha demostrado poca voluntad de acercamiento y menos aún de comprensión de las exigencias de los sectores populares; que no se esforzó en entender por qué Chávez logro cautivar los sueños de tantos venezolanos, lo que no ocurrió por meras dádivas, por carecer sofisticación ni por ser «enchufados».

Esto es lo que subyace lo que refería arriba: la desconfianza. Sin duda, en los barrios, el gobierno no solo está debilitado, sino desprestigiado, incluso entre los chavistas más comprometidos, para quienes el gobierno reacciona con timidez e incoherencia ante lo que perciben como una oposición violenta. Pero las encuestas demuestran que la oposición cuenta con una clara mayoría de aproximadamente 55% de apoyo contra un 15-20% del gobierno. Significa que a pesar de la crisis, una parte de la población otrora simpatizante del chavismo y hoy decepcionados con el gobierno, aun no se decide a apoyar a la oposición. Y ciertamente, van a pensarlo muy bien en el marco de protestas que se tornan más y más violentas, de manera particular en momentos como el actual en el que las protestas van dirigidas a cambiar el gobierno sin una idea más clara del futuro.

¿Hasta qué punto funcionan los CLAP y los colectivos como mecanismos de disciplinamiento social?

Sin duda existen esos mecanismos pero su impacto, en particular el de los llamados «colectivos», está sobredimensionado en el discurso y en el imaginario opositor y en sus ecos en el exterior. Unos días atrás, por ejemplo, un dirigente opositor tildó a la Guardia Nacional de «colectivos», mientras que hace unas semanas corría una cifra, en reconocidos medios internacionales, que indicaba que los colectivos «controlan» el 10% del país. Más allá de grandes interrogantes no solo sobre cómo se llega a ese porcentaje, sino lo que se define por «control» –territorial, demográfico, operativo– este tipo de análisis también apunta a un sujeto homogéneo que no se ajusta a la realidad. Aunque comparten características –entre ellas la más destacada, claro está, es el uso de armas de manera para-estatal– lo cierto es que existe gran variedad entre grupos que se autodenominan «colectivos» o así son conocidos. En su mayoría, se identifican con el gobierno, pero difieren tanto en su nivel de apoyo como en los motivos por cuales lo hacen, especialmente en momentos de abierto conflicto como el actual.

En términos muy generales, podemos hablar de tres tipos de colectivos: un grupo es de larga data, con orígenes anteriores al del chavismo. Tanto en ideología revolucionaria como en disciplina táctica están muy bien formados, y se remontan a la experiencia de las guerrillas de los años 60 de la que toman inspiración. También llevan adelante un trabajo social importante, además del de vigilancia contra bandas delictivas en los espacios donde operan, lo que les da legitimidad entre sus vecindarios, con excepciones, claro está. Estos grupos han chocado con el aparato estatal chavista, incluso con Chávez en su momento, toda vez que critican la falta de compromiso ideológico de la elite gubernamental en el marco de la corrupción galopante, porque reivindican su autonomía respecto del orden jerárquico del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y porque sobrepasan el control sobre las armas que Chávez quería canalizar, sin éxito, hacia las fuerzas armadas. De hecho, si bien otros componentes del aparato represivo del Estado tienen vínculos cercanos con colectivos, las fuerzas armadas por lo general los ven negativamente. Esto explica la dinámica que los hace salir y tomar acciones durante momentos de alto conflicto: menos en apoyo a Maduro que en defensa de lo que entienden que es una campaña militar sin cuartel para neutralizarlos en un contexto de transición.

Otro grupo surge entre 2007 y 2012, en pleno auge chavista. Toman como modelo al grupo anterior y desarrollan ciertas funciones similares de defensa en espacios muy reducidos junto a un trabajo social donde operan, pero su posicionamiento ideológico es mucho más comprometido con el «socialismo del siglo XXI»; es decir, mucho más allegados al chavismo y menos autónomos. Muchos están compuestos por gente más joven que los primeros colectivos, con menos trayectoria de lucha social en sus comunidades, pero dispuestos a desarrollarla en el marco de lo que fue la bonanza de recursos de esos años. A medida que esos recursos han escaseado bajo el gobierno de Maduro (e incluso antes), y por carecer de una base ideológica fuerte e independiente, algunos han ido pasando a actividades delictivas, haciendo uso de sus contactos en el gobierno, de su armamento y de su control de espacios reducidos.

Por último están lo que podemos llamar colectivos disfrazados. Surgen con la implementación del llamado Operativo para la Liberación del Pueblo (OLP), bajo el cual fuerzas especiales entran en barrios para desarticular supuestas bandas criminales, y a menudo sus acciones terminan en matanzas. En el marco de estos OLP, sectores de la policía han tenido contacto con colectivos en zonas donde operan, en principio para tratar de evitar enfrentamientos, pero en ese contexto, han ido también apropiándose de tácticas y accionarios de paravigilancia que utilizan los colectivos, pero ya con un fin netamente represivo. Además, con sus acciones ya no solo de intimidación sino de choque e incluso de intimidación de zonas opositoras confirman el imaginario extendido sobre los colectivos: el monstruo latente bajo la cama. A partir del ciclo de protestas de 2014, comenzamos ver a estos grupos, propiamente parte del gobierno pero que se arropan en la nomenclatura y accionar de grupos civiles armados, vestidos de civil y rodando en grupos de motorizados.

En este momento de crispación, los tres grupos están activos, pero su función es más bien de choque. De hecho, si las elites chavistas se aferran aún más al poder en la medida que el conflicto se torna más crítico, para aquellos percibidos como «colectivos» la dinámica de vida o muerte es aún más férrea, aunque difieran en sus motivos para actuar. La confusión sobre quién o qué son verdaderamente colectivos deja entrever que, en un contexto de transición, las fuerzas armadas –cuya relación con los ellos de por sí es tumultuosa ya que los ven como usurpadores de sus funciones– tendrían amplio espacio de maniobra para neutralizar cualquier cosa considerada bajo ese nombre. Esto, claro, tiende a profundizar aún más la sensación de defensa existencial por partes de colectivos que no obstante tienen numerosas críticas a Maduro y la cúpula chavista, sea por corrupción o por falta de compromiso revolucionario.

Más allá de esto, pensar que miles o millones de personas en los barrios no protestan aun cuando quieren hacerlo por estar atemorizados resulta más bien una manera de postergar, de nuevo, la pregunta acerca de por qué, a pesar de la crisis, y luego de más de tres lustros, la oposición no logra motivar a sectores populares decepcionados con el chavismo para que se arriesguen en las calles, así como lo han hecho en muchas oportunidades. Y así, resulta más fácil imaginar que debe ser o por estupidez o por miedo que no salen de manera masiva. El miedo, en particular, no ha sido un factor limitante en otras protestas previas. Para entender esto basta, de nuevo, ver los niveles de protesta reivindicativa, por lo demás altísimos, así como el día a día de violencia y represión policial en los barrios, las cuales no concitan ni una mínima parte de las críticas que Almagro, Human Rights Watch, Amnesty International o un sin fin de otras organizaciones le reserva a la oposición movilizada en las calles.

¿Y los CLAP?

Los CLAP ejercen esa función de control social de manera más clara y con mayor impacto, ya que cubren mucho más territorio y, además, implican ayuda que se torna más crítica y necesaria en la medida que la crisis empeora. No por nada hubo un repunte importante en la aprobación de Maduro a principios de año, que coincidió con un operativo masivo y exitoso de distribución de los CLAP. Pero también es un mecanismo de doble filo. Mientras más se crea en los CLAP una expectativa de ayuda crítica y puntual, más precisa el gobierno darle un seguimiento oportuno. En la medida en que no lo hace, se vuelve no solo posible sino probable que este vínculo con el gobierno se deshaga y la gente salga a protestar. De hecho, ya hay reportes de sectores populares que protestan por las fallas en la distribución de los CLAP que se van entrelazando con las protestas de corte más cívico y político. Si persisten las fallas, y se derrumba la expectativa de ayuda, ese control que vienen ejerciendo los CLAP se esfumará.

¿Qué perspectivas imagina para la coyuntura venezolana actual?

Todo apunta a un escenario de más confrontación, lo cual, de hecho, marca un hito en la trama reciente de Venezuela. Lo que se comenta poco es que, dada la intensidad de la polarización, protesta y conflicto que ha vivido el país en las últimas dos décadas (e incluso antes), a lo cual se le suma el número descomunal de armas en la calle y los altísimos índices de violencia delictiva, resulta insólito que la tensión social y política no haya pasado a mayores, incluso a una guerra civil. Lo cierto es que en momentos en los que también se hablaba en términos del todo o nada, del fin del mundo, de un desenlace final ante un tablero cerrado –como en 2002, 2007 o 2014 – Venezuela y su gente, a pesar de todo, encontraron cómo frenar en el barranco.

Hoy estamos ante una coyuntura muy diferente de instancias previas de crispación, protesta y violencia. El gobierno no solamente está débil en cuanto a apoyo popular sino ante un panorama geopolítico completamente adverso, y con muchos de sus cuadros inmersos en la corrupción, lo cual reduce la posibilidad de inmunidad ante un contexto de transición. El gobierno se muestra arrinconado y sin ningún interés en negociar de buena fe, ya que lo que está en juego es el todo. Por eso hace uso de todas las piezas que controla en el aparato institucional para intentar frenar esa debacle total, aceptando los costos de legitimidad que esto conlleva en el ámbito doméstico e internacional. Claro, de parte de la oposición, con más apoyo que nunca dentro y fuera de Venezuela, tampoco hay voluntad alguna de negociar. Primero por cuestiones de principios –del tipo «la democracia no se negocia», aunque qué entienden por democracia está en entredicho– pero más que todo, por sentirse próximos a la victoria final.

No obstante, también es cierto, aunque resulte difícil aceptarlo, que, como mencionamos, ni la oposición ni el gobierno cuentan con el poder abrumador para salir victorioso. Por eso se estancan en una brutal lucha de trincheras sin un desenlace claro. El gobierno juega al desgaste opositor. La oposición a un quiebre decisivo dentro del gobierno –por ejemplo de fichas claves, especialmente en las fuerzas armadas– y al aumento de las protestas en sectores populares que obliguen a reprimirlas tal como se ha venido haciendo con las protestas más convencionalmente asociadas con la oposición. Eso le restaría muchísima credibilidad entre sectores que si bien mantienen serias críticas y desilusión, aun no se deciden del todo a apostar por una alternativa de gobierno opositora.

El comodín es la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Más y más resulta evidente y conocido, no solo a escala internacional sino en la propia Venezuela, sobre todo entre aquellos que simpatizan o simpatizaron con el gobierno, que sus cúpulas están metidas de pleno en actos de corrupción, especialmente en el tráfico de alimentos y de divisas que afecta de manera más directa a sectores populares. Pero al contrario de las elites civiles chavistas, los militares saben que son una ficha de negociación precisamente por controlar las armas del Estado y estar en la posición, en un momento dado, de dirigir esas armas en función de una «pacificación» de sectores, por ejemplo los colectivos, que se opongan de manera violenta a una transición. De hecho, la oposición mantiene lazos con la jerarquía militar y pide públicamente que se manifieste abiertamente contra el gobierno. Y puede que lo haga, pero más allá de la paradoja de una oposición que por años ha criticado al componente militar por sobreponerse al civil, quienes sufrirán las consecuencias son esos mismos sectores populares de los que tanto se habla. Vale recordar las palabras que el entonces flamante presidente Carlos Andrés Pérez, en vísperas de lo que sería el Caracazo de 1989, le apuntó a un dirigente de Acción Democrática: «Cuando el ejército sale a la calle, es a matar gente». De modo que no sirve hablar de ángeles y demonios en Venezuela. Quienes ayer enarbolaban los derechos humanos hoy los violan, y viceversa. Y el precio siempre lo pagan de manera marcada esos barrios de los que tanto se habla, y a los que tan poco se escucha, y menos aún, se entiende. Esto es, en resumidas cuentas, el nudo y tamaño de nuestra crisis.

Alejandro Velasco es historiador y profesor en la Universidad de Nueva York (NYU). Es editor ejecutivo de NACLA Report on the Americas.

Hegemonía y religión: el tiempo del fundamentalismo

HEGEMONIA Y RELIGION: EL TIEMPO DEL FUNDAMENTALISMO (2004) 1
Dr. Aurelio Alonso Tejada2

El fenómeno que conocemos como globalización neoliberal, al cual se ha dedicado tanta reflexión, tinta y papel, no es solamente un estado de las relaciones económicas sino que implica un “movimiento englobante integral”, que toca a todas las esferas de las relaciones sociales.

Un movimiento de “bloque histórico”, si adoptamos el concepto gramsciano, en este caso a escala mundial. Indica ante todo un momento en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, un tiempo de revolución tecnológica, en especial en el extraordinario desarrollo de las comunicaciones, que le da cuerpo a la escala global, generada y consolidada en el ámbito del capital.

Es en este sentido en el cual reconocemos su irreversibilidad, salvo que la capacidad autodestructiva de la especie humana alcance a producir niveles de devastación que hasta hoy evitamos aceptar fuera de las fronteras de la literatura y el cine de ficción.

La expansión de esta revolución tecnológica a escala global –mundialización, globalización– sabemos que no es uniforme ni simétrica, sino que tiene lugar contextualizada en el orden económico vigente: el orden del capital transnacionalizado. Es un lugar común que sus beneficios no llegan por igual a toda la humanidad sino que conforman, acrecientan y consolidan escalones elitarios en la estructura social.

No me voy a detener en otras precisiones, ya que la intención del presente trabajo es concentrarme en el problema de la hegemonía, pero me interesa que no olvidemos que en estas condiciones —las de este contexto socioeconómico— la relación mercantil tiende a normar toda la actividad humana en función de los mecanismos de producción de ganancias. De manera tal que toda otra normación sea sometida a ésta dentro del sistema. Dicho en otras palabras, a imponer un esquema global.

1 Publicado en Temas, No. 39-40 de octubre-diciembre de 2004
2 Aurelio Alonso es Investigador Titular en Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, de Cuba.

De esto es de lo que hablamos cuando nos referimos al “mercado total”. Es la
tendencia estructural prevaleciente, y a la vez la filosofía que informa la expansión del imperativo privatizador: en América Latina hemos visto privatizar en progresión incontrolada la atención de salud, todos los niveles de la educación, los servicios públicos, la seguridad social, los sistemas de pensiones, los cementerios, las prisiones, los medios masivos de comunicación, es decir, todo lo susceptible de traducirse de algún modo en ganancia, sin reparar en otros móviles y necesidades de orden social. Y hemos visto también erigirse los instrumentos globales del poder del estado en la mutación del GATT en OMC, y en el diseño del ALCA.

Los efectos de manipulación mediática también han sido ya abundantemente
estudiados1 para demostrar la deformación que se le impone a la cultura popular. A la prensa escrita, la radio y el cine se superpuso el formidable alcance de la imagen televisiva desde finales de los años cuarenta, e Internet en los noventa culminó la base tecnológica del acortamiento del tiempo y las distancias entre emisores y receptores.

La meta de la manipulación mediática, en el sentido más amplio, es hacer que nuevos patrones de vida y de empobrecimiento material y espiritual sean bienvenidos por los que los sufren masivamente, y no solamente por los que los imponen. Formar lo que Ignacio Ramonet ha llamado el “pensamiento único”. Deviene así el substrato del consentimiento del dominado.

La espiritualidad humana, todas sus esferas, incluidas las religiones, y
consecuentemente la institucionalidad en que se expresan, están sometidas a la presión del esquema global, con balances de costos para su identidad cuya magnitud parecería a veces ponderable en función inversa de sus grados de cohesión institucional. Me aventuro a sugerir con esto que las religiones con mayor intensidad de vínculos y densidad institucional se muestran más aptas para encarar, desde su propia vocación hegemónica, los imperativos espirituales del esquema global.

Los centros de poder, que ejercen la violencia a su arbitrio, han logrado implantar la creencia de que la violencia viene del oprimido. Las consignas a favor de la tolerancia, la reconciliación, la concordia y la paz no dan espacio alguno de controversia. Y, sin embargo, levanta una vez más, ante las generaciones de hoy y de mañana, la opción más antigua y reiterada de la historia: acomodarse o rebelarse, optar por la inercia o por el cambio, por el conformismo o la subversión, si lo queremos poner en términos de antípodas.

Una opción que cruza históricamente todos los modos de producción. La
necesidad de una cultura de resistencia se ha comenzado a hacer también universal, global por definición, tan global como el esquema de dominación, en todo el abanico de sus diversidades posibles.

Al exaltar la “resistencia”, que considera vital en el análisis de la realidad cubana, pasada y presente, Cintio Vitier valoriza el “hábito de resistir al Imperio, que tiende a mantenernos firmes, pero inmóviles, como hipnotizados por la resistencia”, y concluye que “convertir la resistencia en madre de una nueva libertad es el desafío que se nos viene encima”.

Cintio nos ha colocado ante una reflexión que trasciende la geografía nacional y que nos devuelve una dimensión más auténtica del concepto de “libertad” que la habitual: “mientras mayores son nuestras dificultades mayor tiene que ser nuestra libertad para sufrirlas y resolverlas”2.

El hombre no está condenado a la libertad, como afirmara Sartre, al menos no de manera automática; está condenado a encararla como desafío, frente a la tranquila opción del acomodo. Hablar de resistencia como cultura ni siquiera haría sentido fuera de estos términos.

1. La hegemonía en el esquema global

El uso del concepto de “hegemonía” se ha generalizado considerablemente en la literatura política, y el discernimiento sobre sus significados ha cobrado fuerza en los estudios y el debate académico. Pero la connotación que se le atribuye suele ser ambigua, a menudo como sinónimo, o al menos mal diferenciada del concepto de “dominación”. O al contrario, en otras ocasiones, demasiado independiente, como si su significado fuese disyuntivo.

Esta vaguedad conduce también a perder de vista que, en el plano histórico, no podemos hablar de “globalización” sin hablar de “hegemonía”. Que cuando lo hacemos corremos el riesgo de quedar atrapados entre el deslumbramiento de la revolución tecnológica, en un extremo, y la angustia del neoliberalismo en la conducción del ordenamiento económico mundial, en el otro. Y de perder la perspectiva histórica integral, que no es posible sin la explicación rigurosa de la relación de poder.

La contribución gramsciana, verdadero inicio de una revitalización teórica del marxismo (revitalización que siguió un curso azaroso y está muy lejos aún de haber cobrado forma articulada), me parece decisiva para la vindicación del concepto y para la investigación contemporánea.

Confieso, antes de continuar, que los efectos nefastos de la ortodoxización de Marx y de Lenin me motivan inquietud ante ortodoxizaciones de Gramsci que creo percibir a veces en el entusiasmo que provoca la lucidez de su reflexión.

Rafael Díaz-Salazar, que ha estudiado su obra con rigor y creatividad, aduce
que por su naturaleza el pensamiento de Gramsci está exento de estos peligros3.

Pero me mantengo escéptico al respecto, porque los resortes de la dogmatización no los proporciona el dogmatizado sino el que dogmatiza.

El elemento de la teoría de Gramsci que me interesa manejar aquí es el que diferencia y relaciona a la vez los conceptos de hegemonía y dominación; muestra que no tienen la misma connotación, y a la vez que no expresan exclusión, o una disyuntiva lógica, sino cómo se vinculan entre sí. “La supremacía de un grupo social se manifiesta en dos modos: como ‘dominio’ y como dirección ‘intelectual y moral’. Un grupo social es dominante sobre los antagónicos que quiere liquidar o someter…”

La dominación caracteriza el ejercicio de coerción, incluido el uso de la fuerza armada para el sometimiento de la sociedad en su conjunto a la voluntad de poder de un grupo. La hegemonía supone para él un efecto “intelectual y moral”, el cual, en el orden sociopolítico, hace que el Estado exprese la síntesis de una “combinación de fuerza y consenso que se equilibran en varias proporciones sin que la fuerza prevalezca demasiado sobre el consenso”4.

Cuando Martínez Heredia señala que “la hegemonía no significa dominio ilimitado, sino un equilibrio en que las clases dominante y dominada aceptan/disputan en numerosos territorios culturales las formas en que la reproducción de la vida social resulta ser la reproducción de la dominación“5, logra sintetizar toda la complejidad del alcance de este tipo de determinación social.

La teorización gramsciana parte de las relaciones de poder en el seno del Estadonación, pero Gramsci vio también, ya desde su tiempo, que se plantea el problema más vasto de “si es posible pensar la historia como mera ‘historia nacional’ en cualquier momento del desarrollo histórico…”. Giuseppe Vacca, al analizar al respecto el Cuaderno 14, nos recuerda “que la identidad de las ‘relaciones de fuerza’ no pueden proceder solamente del Estado-nación… La constitución de los sujetos políticos, que en la época actual tiene en la nación un terreno decisivo, está condicionada empero, en último extremo, por el desarrollo del mercado mundial. Este es el terreno de las distintas combinaciones entre el elemento nacional y el internacional en las relaciones
de fuerza“6

Afirma Gramsci: “Realmente la situación ‘nacional’ es el resultado de una combinación ‘original’ y ‘única’ (en cierto sentido) cuya originalidad y unicidad deben ser entendidas y concebidas si se quiere dominarla y dirigirla”. “Pero la perspectiva es internacional y no puede ser sino así. Es preciso por lo tanto estudiar exactamente la combinación de fuerzas nacionales que la clase internacional deberá dirigir y desarrollar conforme a la perspectiva y las directrices internacionales. La clase dirigente sólo será tal si interpreta exactamente esta combinación, de la cual ella misma es un componente…“7

Una aplicación conceptual clara del concepto de hegemonía en la escala del sistemamundo la encontramos en la siguiente cita de R.W. Cox:
Históricamente, para convertirse en hegemónico, un Estado tendría que construir y defender un orden mundial que fuese universal en concepción, esto es, no un orden en que un Estado directamente explota a otros, sino un orden que la mayoría de los Estados (por lo menos aquellos próximos a su hegemonía) puede encontrar compatible con sus intereses. Tal orden difícilmente sería concebido en términos solamente interestatales, debido a que, probablemente, eso traería a primer plano los intereses opuestos de los Estados… El concepto hegemónico de orden mundial está fundado no sólo en la regulación del conflicto interestatal, sino también como una sociedad civil
concebida globalmente, esto es, un modo de producción de dimensiones globales que pone en funcionamiento conexiones entre las clases sociales de los países abarcados por él8.

Es así que podemos explicarnos por qué la centralización del poder de decisión del capital transnacionalizado “ejerce controles casi totalitarios sobre la información y la formación de la opinión pública; pretende imponer en suma, un sistema de homogeneización cultural omnipresente, que provea todos los consumos espirituales y desmonte todo potencial de protesta.

‘Neoliberalismo’ o ‘globalización’ son palabras de un lenguaje que limita el pensamiento a debates secundarios o confusionistas respecto a lo esencial del sistema” llega a considerar Fernando Martínez9

He querido detenerme en estas referencias de orden conceptual porque el presente trabajo persigue precisamente un análisis de dinámicas de poder que se desenvuelven en el plano internacional. Y más específicamente, dentro de estas dinámicas, de la hegemonía de los Estados Unidos a través de la esfera de la espiritualidad religiosa después de la II Guerra Mundial.

Creí necesario, por lo tanto, comenzar por despejar el hecho de que nos hallamos ante un tipo de relación que rebasa los esquemas bilaterales, la coherencia ideológica o política del polo hegemónico, la confrontación de
intereses, las coyunturas económicas, y los compromisos fijados por alianzas formales. Aunque todo ello aparezca en el contexto, la relación es irreductible a cualquiera de los aspectos parciales.

El balance del peso específico de la dominación y de la hegemonía puede ser observado en la sucesión de las doctrinas proclamadas y puestas en práctica desde las presidencias sucesivas de los Estados Unidos. El mensaje al Congreso del quinto presidente, James Monroe, el 2 de diciembre de 1823, que rechazaba la revitalización de nuevos propósitos coloniales europeos (“América para los americanos”), justo cuando el joven Estado comenzaba a expandirse hacia el Oeste con el despojo más implacable que hayan sufrido los habitantes autóctonos de América, devino el dogma de la política exterior norteamericana.

En una segunda parte el documento se arrogaba igualmente la misión “protectora” de las viejas colonias ibéricas del Sur, recién independizadas. Era una señal temprana de la vocación de poder de una nación que apenas aventajaba todavía en potencia a algunas de las recién liberadas repúblicas vecinas, de las cuales se reclamaba protectora.

En el texto y proyección del mensaje de Monroe tuvieron una influencia decisiva las ideas de su Secretario de Estado, John Quincy Adams, que desde la Presidencia, unos años después, se referiría a Cuba con la conocida metáfora de “la fruta madura”.

Este estilo en el cual prevalece la expresión de dominación, a veces en el estado más puro, y que se materializó muy temprano en la usurpación a México de los territorios actuales de Texas, Nuevo México y Arizona, se prolonga hasta la doctrina del “gran garrote” de Theodore Roosevelt a principios del siglo XX.

Considero que es con William H. Taft (la doctrina de la “diplomacia del dólar”, signo de la preponderancia del rol inversionista del Estado imperialista, en el sentido que dio Lenin al concepto), y T. Woodrow Wilson (la exportación del “modelo americano” y la “americanización del
mundo”), que podemos afirmar que dominación y hegemonía se presentan
visiblemente combinados —empaquetada la una en la otra— en la ideología política exterior norteamericana. Otros hitos posteriores podríamos identificarlos en las doctrinas subyacentes en la “política del buen vecino” de Franklin D Roosevelt, la de las “esferas de influencia” de Harry Truman, la “alianza para el progreso” de J.F. Kennedy, y la de “derechos humanos” de James Carter.

“El reformismo preventivo de la Administración Carter —estima Ana María Ezcurra— implicaba un modelo de hegemonía, una búsqueda de legitimación estatal“10.

Todas estas doctrinas adoptan términos donde la hegemonía aporta los tintes identitarios de la relación de poder, y ofrece a la dominación una cobertura consensual efectiva. La combinación de dominación y hegemonía en la política exterior norteamericana varía poco a lo largo de la Guerra Fría. Cuando el consentimiento latinoamericano fallaba, la relación de poder mostró siempre su disposición a la aplicación de la fuerza, como en Guatemala en 1954, Playa Girón en 1961, Santo Domingo en 1965, Santiago de Chile en 1973, Granada en 1983, Nicaragua en 1985 y Panamá en 1989.

Preservándose el ejercicio de influencias para allegar el consenso o neutralizar a los Estados bajo su esfera de hegemonía. El orden creado en Yalta, después de concluida la Guerra Mundial, llevó a una polarización de los proyectos hegemónicos que venían fraguándose a partir de los viejos esquemas de dominación colonial y neocolonial, y de una Unión Soviética que
emergía pujante de la guerra con su propuesta de cambio para el orden mundial. Los restos de la clásica dominación colonial directa se resquebrajaron rápidamente después del conflicto mundial.

La Guerra Fría constituyó precisamente una confrontación de hegemonías y no sólo una confrontación por la hegemonía, como ha sólido afirmarse, puesto que además de que cada polo aspiraba a imponerse al otro, se trataba de dos bloques con hegemonías diferentes sobre la esfera de influencia de cada cual. Incluso es posible observar una declinación relativa de la hegemonía de Estados Unidos dentro de la correlación mundial de fuerzas a raíz de la crisis económica capitalista de los setenta11.

Pero la radicalización introducida por el monetarismo apuntaló al sistema capitalista mundial, y al cabo fue el sistema soviético el que no pudo sostenerse. El final de la Guerra Fría implicó la derrota del Bloque del Este y la implantación de un modelo único de dominación y hegemonía en el sistema-mundo encabezado por Los Estados Unidos como centro indiscutido del poder. Se inició en realidad una nueva era, la del capitalismo globalizado bajo la configuración de una pirámide única de poder.

2. La religión en el escenario actual

Se ha constatado suficientemente que en las últimas tres décadas ha predominado en el mundo, frente a la tendencia de secularización de la segunda mitad del siglo XIX a la primera del XX, vinculada al auge liberal, un espectro de revitalización de la espiritualidad religiosa. Para comprender este espectro sería impropio mirarlo como una reversión; no podemos desentendernos de los efectos mismos de la secularización ni asumir que las dinámicas secularizadoras desaparecieron simplemente ante la nueva marea de revitalización espiritual.

Después de reconocer que “la situación religiosa no puede aislarse de la situación sociocultural e incluso histórico-política”, el filósofo católico español Juan Martín Velasco nos propone el resumen siguiente de los efectos de la secularización:
A) La pérdida de vigencia cultural del factor religioso, que puede llegar hasta su represión o su exclusión en la cultura moderna y su “desplausibilización” para las personas influidas por ella.
B) El estrechamiento social del campo religioso, que ha llevado de una situación en la que la religión ocupaba el conjunto de la vida social a otra en la que se reduce a la esfera sumamente restringida del culto y las agrupaciones
religiosas específicas.
C) El paso de una situación en la que el factor religioso enmarcaba el conjunto
de las actividades sociales y las diferentes esferas de la vida personal,
ejerciendo el monopolio del sentido y el valor para la vida, a otra en la que
coexiste junto a otros factores y se reduce a opción personal y al ámbito de la
conciencia12.

De manera directa o indirecta, en diversas medidas, estos efectos abonan el terreno de la subjetividad en el cual la segunda mitad del siglo verá germinar una revitalización de la religiosidad, condicionada por el cambio social en su integridad. No obstante, la naturaleza de las pérdidas que se revelan en estas apreciaciones muestran que sería erróneo identificar un simple retroceso de las tendencias secularizadoras en la marea de reanimación religiosa que hoy constatamos.

Se evidenciaron desde el comienzo de los años sesenta los signos de un intenso proceso de crisis del pensamiento que tocó a lo religioso desde muy diversos costados13.

Quiero recordar una polémica, ya casi olvidada, que tuvo lugar en Francia
entre la revista Planète y la Unión Racionalista, en torno a los anuncios visibles de la crisis de la razón, cuyas consecuencias se traducen hoy tanto en los desarrollos de la revolución informática como en el postmodernismo, la crisis de los paradigmas sociales, o la nueva explosión de la espiritualidad religiosa. Se le llamó entonces la polémica sobre los brujos.

Bruscamente van a volar en pedazos las puertas cerradas por el siglo XIX. Las ciencias y la técnica darán un salto formidable. Todo nos invita a pensar que las cosas cambiarán rápidamente, que el crecimiento de las grandes masas, la enorme presión de los descubrimientos y de la técnica, el movimiento de las ideas… barrerán con los antiguos principios que paralizan la vida de la sociedad… Las ciencias de hoy, cuando son abordadas sin conformismo, dialogan con los antiguos magos, alquimistas, taumaturgos… A veces el examen de los hechos dudosos lleva a los verdaderos a su mayor expresión. Y no es por la práctica de la omisión como se llega a la totalidad….14

Eran algunos de los contradictorios vaticinios de hace cuatro décadas, que se nos revelan a la vez visionarios y cargados de incertidumbre. Pero que anunciaron el auge de un realismo fantástico que también ha tenido lugar en la práctica, aunque no responda con exactitud al estilo que ellos auguraban.

En lo que concierne a las tendencias mundiales de nuestro tiempo, se observa,
primero, la coincidencia en el tiempo de la reanimación de la espiritualidad religiosa (a partir de los años sesenta-setenta) con la conformación de un nuevo escalón de concentración del capital, el de la transnacionalización, al cual ya hice referencia en las líneas precedentes.

Segundo, que no puede desvincularse este proceso de la pauperización de las condiciones de vida, ni de la crisis de los paradigmas de cambio social del siglo XX (la búsqueda de soluciones fuera del ámbito de las relaciones
terrenales cuando las fórmulas terrenales fracasan o dejan de ser aparentes).

Tercero, que en el plano global la revitalización no tiene lugar desde las religiones tradicionales, sino en configuraciones de nueva generación (salvo en casos de traspolación geográfica –religiones y formas de religiosidad tradicionales en otras latitudes, sincretizadas, como las orientales que hoy crecen América, donde constituyen novedad transcultural), a menudo con cargas apreciables de fundamentalismo, dentro de una impronta de descentralización.

Con marcados elementos de simetría con los rasgos dominantes del esquema global (privatización económica– descentralización institucional, política y civil), y con identidades tributarias, incluso desde la diversidad,
a la noción de un “pensamiento único”, una concepción del liberalismo sin fronteras.

Estos rasgos se muestran orgánicos a una ideología de indefensión dentro de la etapa del capitalismo que nos ha tocado vivir. Se constata a simple vista la naturaleza de su interconexión como en una tupida red, y no en forma de causas que converjan desde procedencias distintas y ajenas entre sí. Velasco acude a los conceptos de “mutación religosa“15 y de “transición religiosa“16
utilizados para designar la presente reanimación espiritual, para termimar aportando él mismo el de “metamorfosis de lo sagrado” con el cual prefiere asociar el término “que parece imponerse en la bibliografía especializada, el de ‘nuevos movimientos religiosos’ (NMR)”.

NMR surgidos por separación de alguna de las Iglesias cristianas
tradicionales o de otras tradiciones religiosas, como el hinduismo, el budismo, el islamismo, etc.”. “NMR sincretistas, que adoptan rasgos tomados de diferentes tradiciones religiosas y representan formas peculiares de respuesta al pluralismo actual y a las condiciones de vida impuestas por la cultura científico-técnica dominante.” También los NMR que forman “los grupos que componen la llamada constelación esotérico-ocultista y la nueva espiritualidad, más o menos teñida de religiosidad , designada con el nombre de new age, nueva era”.

Los que coinciden en un doble denominador: “constituyen una reacción frente a la situación sociocultural, por una parte, y frente a determinadas carencias de las religiones tradicionales por otra“17.

En el marco del último medio siglo sería difícil abordar con seriedad un análisis del cambio religioso a nivel mundial al margen de la evolución del sistema hegemónico norteamericano; desde el esquema bipolar y con posterioridad al bipolarismo. El derrumbe del Bloque del Este ha desembocado en la subalternación de los Estados que lo integraban, como una nueva región periférica, al entramado de la hegemonía occidental.

A partir del comienzo del siglo XXI la hegemonía en el sistema-mundo se ha concentrado, y no gravita solamente sobre las regiones periféricas con las que terminó el siglo XX. Su alcance se ha hecho global.

Se puede afirmar que por primera vez en Kosovo en 1999 Estados Unidos se comportó con sus aliados europeos, con la ayuda de la OTAN, de la forma en que desde hace un siglo lo hace con las “repúblicas bananeras” de Centroamérica. Sólo que ahora no lo hizo partiendo de una relación de fuerza, sino con la consiguiente racionalización de la manipulación por parte de los Estados manipulados. Este fue un signo que en Europa muy pocos lograron o quisieron advertir con claridad, agobiados por arbitrariedades y horrores de la coyuntura, ciertos unos, exagerados otros, manejados todos por el instrumental de la publicidad, por las técnicas de la construcción de la opinión.

El andamiaje sistémico de las religiones fuertemente establecidas se resiente, y la mentalidad religiosa tiende a asumir dispositivos de reacción. Velasco distingue cuatro tendencias, de las cuales la primera consistiría, según su estudio, en el “atrincheramiento cognitivo”, en el “aislamiento del medio considerado peligroso, la búsqueda obsesiva de la propia identidad”, cuya expresión extrema “conduce a las posturas fundamentalistas ejemplificadas en casi todas las religiones…”

La segunda variante, menos radical, se caracterizaría por un repliegue conservador dentro de las comunidades o las iglesias, preocupadas por la protección de su identidad. La tercera por una especie de retorno a programas identificados como “tradicionalistas”, dirigidos a la “restauración a destiempo de modelos institucionales históricamente superados” y de algún modo comprometidos en provocar las mismas crisis a las cuales se pretende reaccionar. Finalmente, una última variante se localiza en lo que llama “negociación cognitiva” de la propia identidad, por la vía de asimilaciones sincréticas o de renovaciones de signo diverso.18

Renovaciones que incluyen en su extenso arco a los movimientos religiosos progresistas, de cuya legitimidad disiente, por supuesto, Velasco desde sus posiciones católicas institucionales.

He recurrido a esta tipología porque, más allá de desacuerdos puntuales, me parece racional y matizada, ya que no limita las reacciones a la clásica confrontación entre conservadores y reformistas. Y como es habitual en las dicotomías, dejar una visión sesgada e incompleta. La respuesta históricamente descontextualizada, que olvida, por ejemplo, que la concertación y confrontación de hegemonías en el mundo globalizado
no permite repetir el discurso válido para el mundo bipolar, la cual representaría a la connotación que Velasco asigna al “mal llamado tradicionalismo”.

La asignación de un rango diferenciado al “fundamentalismo” coincide con estudios efectuados sobre el tema en el marco académico norteamericano. En tanto se proclama defensor de una fe ya establecida o de la correcta adecuación de sus prácticas, frente a la erosión de tradiciones y modo de vida, el fundamentalista tiende a elaborar métodos nuevos o nuevas ideologías — afirma R. Scott Appleby. No basta ser conservador o tradicionalista para combatir la erosión de la autoridad de un pasado sagrado, representado por un texto, una tradición, la conducción de un líder carismático, o todo ello junto19.

Quisiera pasar ahora a un examen más situacional. Para lo cual debo recordar, en consecuencia con todo lo expuesto en torno a las dinámicas históricas recientes de los dispositivos hegemónicos a escala mundial, que lo que cambia en Estados Unidos, también en el cuadro de las religiones y de la configuración institucional de las iglesias y organizaciones religiosas, y de las relaciones entre la institucionalidad política y la civil implicadas en la vida eclesiástica, va a aportar elementos modélicos, en algunos casos, y en otros por lo menos claves indispensables para diseccionar el dispositivo hegemonizador. Por este motivo merece nuestra mayor atención.

3. Una mirada al panorama religioso en los Estados Unidos de América

Hacia mediados de los años noventa numerosas publicaciones daban cuenta en
Estados Unidos de las tendencias dominantes de un proceso de reanimación de la vida religiosa en términos de descentralización y de creatividad expresiva. Se efectuaron encuestas por Gallup, Barna Research Group y otras agencias, para diversas universidades y publicaciones. Aparecieron ensayos abordando el tema desde múltiples perspectivas en libros y revistas. Voy a limitarme a citar, para ilustrar esta evolución, algunos datos de los resultados de los numerosos estudios efectuados entre 1996 y 1998.

La primera constatación de que estas tendencias se compensan entre sí la
encontramos en que el 96% de la población afirma creer en Dios, contra el 95% cincuenta años atrás. Y similares rasgos de estabilidad muestran los porcientos de personas que oran (90%), la asistencia semanal al culto (41%), y las gracias por los alimentos (63%)20.

Sin embargo, de las 1600 denominaciones religiosas existentes en Estados Unidos al momento de la encuesta, alrededor de 800 aparecen fundadas después de 1965. Y estas cifras no reflejan que en Estados Unidos son creadas y desmanteladas continuamente denominaciones; muchas no sobreviven institucionalmente sino solamente como ideas, dejan algún rastro, se reconforman, o simplemente se desvanecen. Las encuestas arrojaron entre 1967 y 1997 las siguientes variaciones porcentuales en cuanto a las iglesias o denominaciones más significativas21:
Iglesia Episcopal -44
Iglesia Metodista -38
Iglesia Católica Romana – 3
Convención Bautista del Sur + 8
Mormones +96
Testigos de Jehová +119
Asambleas de Dios +211
Iglesias de Dios en Cristo +863

Las dos últimas son las principales agrupaciones pentecostales. Lo verdaderamente importante a observar es el desbalance entre las dinámicas de las religiones tradicionales y las nacidas en los propios Estados Unidos, que en este caso se refieren a mormones, pentecostales y testigos. Con más de un siglo de existencia, éstas difícilmente clasifican como NMR.

Téngase en cuenta que aquí se incluyen algunas de las agrupaciones religiosas más importantes, pero son innumerables las pequeñas denominaciones independientes que se congregan alrededor de un pastor con dotes carismáticas; y las que aparecen y desaparecen todos los años. Estos porcientos expresan dinámicas de crecimiento, no siempre suponen cambios importantes en términos absolutos. Estimo que indican que la nueva explosión de religiosidad en los Estados Unidos se vincula menos con la restauración de tradiciones, con factores de identidad cultural, que con la expansión del mercado, los avances en las técnicas de comunicación de masas y la lógica de la propaganda.

Lo dicho no es motivo, sin embargo, para un cuestionamiento de legitimidad, de lo que tendremos que volver a hablar con más detalle, porque constituye uno de los problemas medulares de los estudios sociorreligiosos de hoy.

Otro dato que caracteriza esta tendencia es el de las llamadas “megaiglesias”
(denominaciones que aglutinan a más de 2000 asistentes en un servicio eclesiástico), que eran 10 en 1970, un fenómeno novedoso para la época, y ascendieron a unas 400 en 1997. Se corresponde con el incremento del peso específico del sermón y el atractivo de las calidades carismáticas del predicador como líder religioso22.

El predicador deviene una especie de agente de marketing espiritual: es portador de un anuncio que conecta a la denominación con su profeta. El impacto mediático masivo del nuevo cuadro de la institucionalidad religiosa nos lo revela la constatación de que, en los Estados Unidos, de 9 canales de TV religiosos en 1974, aumentaron a 257 en 1997, y los programas religiosos pasaron del 1% al 16%23.

En los últimos cinco años estas cifras se han multiplicado. La televisión dio a la influencia del predicador un efecto multiplicador de movilización y
atracción. No se trata solamente de un asunto de alcance, sino que cambia su mismo sentido. Se establece una verdadera diferencia pastoral: no es comparable el predicador en la pantalla que el predicador en el culto directo con sus feligreses.

Aparece una devoción de pantalla, en la cual el pastor no se retroalimenta con la participación de su auditorio, y el auditorio escucha y sigue a su pastor sin la alternativa de la consulta espiritual cotidiana o relación tutelar alguna. Es un tema para otro debate.

Otro aspecto importante de esta reanimación en Norteamérica lo aporta el crecimiento de las religiones de procedencia oriental. El número de musulmanes aumentó hasta igualar el de presbiterianos, en el orden de los cuatro millones de fieles, y algunos pronostican que el Islam podría llegar a convertirse en una de las religiones más numerosas en Estados Unidos24.

Apreciaciones divididas indican, de una parte, que la composición de origen queda balanceada entre las migraciones surasiáticas y árabes, y el elemento afroamericano. Otros ponen el énfasis en la población afroamericana y las corrientes de conversión desde denominaciones protestantes en busca de una religiosidad más afín a los orígenes. Esta segunda lectura conduce probablemente a pronósticos de dinámicas más intensas de crecimiento que la primera.

Dos nuevos ejemplos de la influencia religiosa oriental en aumento se observan en el budismo y el hinduísmo. El budismo, que las investigaciones de mediados de los noventa calculaban en 750,000 adherentes, exhibe en el momento de la encuesta, las tasas más altas de crecimiento, en especial el budismo tibetano. El hinduismo habría crecido de 70,000 seguidores en 1977 a 800,000 en 199725.

La religiosidad oriental, que arriba al mundo occidental vinculada a movimientos migratorios y refuerza su presencia con el incremento impetuoso de las comunicaciones, ha logrado empezar a transferir valores a la cultura occidental.

Pero más significativo, dentro de este espectro de reanimación, que la incorporación de religiones orientales, es lo que hallamos en las religiones nacidas en propio suelo americano, desde el Mormonismo, cuyos inicios se remontan al primer cuarto del siglo XIX, hasta el movimiento conocido como New Age, nacido en California en los años sesenta del siglo XX.
Los Mormones son considerados hoy como la más exitosa de las religiones nacidas en Norteamérica, no sólo por la membrecía sino también por el
sentido de eficiencia económica incorporado a la organización y el prestigio de su institución dentro del sistema social.

Llama la atención la curva de crecimiento de esta religión que, en 1844, a unas dos décadas de fundada, contaba con algo más de 26,000 adherentes; que en el siglo que corre desde esa fecha hasta 1950 creció hasta poco más de un millón, y existía exclusivamente en territorio norteamericano; y que en 1996 reportaba, de repente, 9.7 millones de fieles, cinco de ellos en Estados
Unidos, y cerca de tres y medio en América Latina y el Caribe.

Su proyecto misionero se ha expandido –y se sigue expandiendo– por todo el mundo. Hoy se le considera la septima religión en Estados unidos y se le vaticina un destino de religión universal en el esquema global.

Carecemos aquí del espacio necesario para detenernos en esta formación religiosa — que dentro de dos décadas será bicentenaria— ni de otras, con la extensión requerida, pero no puedo pasar por alto algunos rasgos significativos.

Esta religión no cuenta con un clero profesional, con pastores ordenados, sino que los hombres que dirigen el culto son figuras que han logrado éxito y prestigio y se mantienen activos como hombres de negocios o como profesionales. La ejemplaridad —una expresión de excelencia— ante la comunidad mormona es determinante26.

A la vez se trata, como iglesia, de una institución muy disciplinada, cuyo presidente es considerado a la vez profeta, en comunicación directa con Dios, facultado incluso para adoptar modificaciones doctrinales mayores a partir de la revelación. Es decir, que combinan dosis muy altas de pragmatismo con un principio muy severo de autoridad doctrinal. Fue así como en 1880 suprimieron la poligamia –supuestamente aprobada por revelación divina al fundador, Joseph Smith Jr., en 1831 – que tantos trastornos de inserción social les ocasionó en su primer medio siglo de existencia.

Otra revelación similar acabó en 1978 con la discriminación del negro para asumir las más elementales responsabilidades eclesiásticas, “abriendo el camino para una enorme actividad misionera en Brasil”, y franqueando igualmente las barreras que limitaban su acción misionera en el Caribe y en el continente africano.

Como cualquier iglesia, la de los Mormones se sustentan económicamente a partir de las donaciones de sus creyentes. La diferencia con otras es que para los Santos del Ultimo Día no se trata de contribuciones voluntarias sino de un impuesto sobre los ingresos, y que este dinero se dedica principalmente a inversiones directas de la institución, que a tal efecto opera con riguroso sentido empresarial. El historiador Juan Chips afirma que “si fuera una corporación estaría hacia el medio en la lista de las 500 mayores de la revista Fortune”27.

Posiblemente se quede corto. Para poner fin a esta referencia, debemos tomar en cuenta que la conversión a principios del siglo XIX de los discípulos de Joseph Smith y su exitoso sucesor Brigham Young da comienzo a una tradición norteamericana de mesianismo que se va a ver reproducida o reactivada en múltiples formaciones religiosas desde el propio siglo,
como son el Adventismo del Séptimo Día y los Testigos de Jehová (Watchtower Bible and Track Society).

Tampoco podemos pasar por alto que el surgimiento del Mormonismo coincide en tiempo con la doctrina Monroe28, y que esta iglesia participa como protagonista en el éxodo colonizador del Oeste —en su caso por inspiración divina— al término del cual fundan Salt Lake City, capital del Estado de Utah, de cierto modo una nación mormona dentro de la Unión.

Los Testigos de Jehová, nacidos medio siglo después que los mormones –de corte más literalista y menos dados a flexibilidad que otras organizaciones religiosas– se identifican por su firme proyección apocalíptica. Mantienen la referencia del año 1914 como punto de partida del fin del mundo, pero modificaron, desde 1995, la predicción que fijaba la batalla del Armagedón y el comienzo del Reino de Dios para el año 2000 29.

Una aclaración es imprescindible. La movilización en torno a la promesa de la llegada (o el regreso) del Mesías, al igual que las energías en función de la preparación del Milenio (apocalíptica o no), no sólo han dado inspiración a fundamentalismos cerrados, sino que en muchas ocasiones, en sentido inverso, los hemos visto animar, desde el siglo XIX, a movimientos de liberación frente al poder colonial en países de América Latina, África, Asia y Oceanía30.

Es decir que atribuir un signo político o ideológico común a estas tendencias nos conduciría una apreciación sesgada de su lugar en la historia, que requiere siempre de contextualizaciones puntuales.

El curso del siglo XX vio nacer temprano, también en territorio norteamericano, el formidable movimiento pentecostal, tan extendido hoy a lo largo y ancho del continente americano. Y también muchos milenarismos y variantes mesiánicas inspiradas en la fe cristiana. Pero ha sido la última mitad del siglo que acaba de concluir que ha comenzado vivir una oleada de proliferación denominacional prácticamente ilimitada a la cual volveré más adelante.

Es común, al explicarse algunas de ellas, que se vislumbren los puntos de contacto con raíces mormónicas –como hace Vance Muse cuando describe a la Iglesia Luz de Cristo, pequeña comunidad de la New Age fundada en Oklahoma por su pastora, la Rev. Carol Parrish-Harra: “en escala, Luz de Cristo no es comparable por supuesto con la iglesia mormona, pero es, como en esta fe, la creación de una persona carismática singular cuyas enseñanzas han llevado a la construcción de algo significativo y tangible”31

No persigo en este epigrafe hacer siquiera un recorrido por todos los movimientos y denominaciones relevantes nacidas y asentadas en suelo norteamericano, sino subrayar los orígenes y el perfil de esta dinámica denominacionalista tan propia de la identidad nacional forjada a partir de la independencia de las trece colonias.

En un salto inevitable a nuestros tiempos, debo consignar que Nueva Era (“New Age”) es un término que da nombre a un movimiento que cuesta encasillar en caracterizaciones precisas: de “realidad social más bien amorfa” lo apostrofa Hildegard Van Hove32, puesto que no encuadra en la tipología de un sistema de creencias.

Alude a variables que pueden dar forma a un denominador común doctrinal y conductual que permite adscribir nuevas denominaciones, aggiornamientos de iglesias o en el seno de ellas, sectas con agudas distorsiones de orientación, sistemas terapéuticos de tradición ancestral, asimilación de valores de la espiritualidad oriental, patrones de conducta menos convencionales que los vigentes, o estilos de vida diferentes. O muchas de estas cosas a la vez, o algo distinto.

“Parece mezclar lo sagrado con lo profano, la religión con la economía de mercado, lo local con lo internacional, aspectos de un amplio movimiento social con un individualismo extremo”33.

La denominación alude a la idea del advenimiento de una era, “marcada por el pasaje del sol de la constelación de Piscis a la de Acuario”, lo que hace que al menos los seguidores que sienten la necesidad de un anclaje identitario para el movimiento se reconozcan también como “acuarianos”. La duración del recorrido del sol por los signos zodiacales es de unos 25,900 años, por lo que corresponden unos 2,158 años a cada signo. Según este teorema nos aproximamos al final del ciclo correspondiente a la era
cristiana teñido por “el dolor, el fanatismo, el escepticismo, el conformismo”34.

Tocaría a Acuario amparar un vuelco, instaurar un “nuevo nivel de conciencia”, una nueva espiritualidad que brinde al mundo sabiduría y amor en unidad interior y cósmica. Una recuperación del sentimiento de lo sagrado, de lo cultural y lo simbólico cuya relegación se atribuye al predominio del pensamiento racionalista35.

A pesar de que el peso de la astrología contextualiza la doctrina acuariana es obvio que este movimiento no puede ser reducido a una expresión del cálculo y las influencias astrales. Pese a que supone una valorización de la fiabilidad de las predicciones astrológicas, enmarcada en todo lo que legitima la “búsqueda del misterio”, que había sido relegada por el imperio de la razón.

Sonia Jiménez y Ana Celia Perera, en un ensayo muy reciente sobre el tema36, destacan tres rasgos generales de este movimiento religioso: 1)indeterminación revelacional, en tanto admite la apropiación de cualquier tradición religiosa, de cualquier panteón, de profecías, con o sin Dios; 2)individualismo epistemológico, en tanto el individuo debe ser el constructor legítimo de su propia creencia, sin la obligación de atenerse a credos institucionalizados; y 3)eclecticismo acrítico, en tanto admite la absorción doctrinal íntegra de cuanto conecte el propósito de salvación
personal con la salvación a escala macrosocial.

Dentro de este movimiento se puede encontrar una perspectiva del milenarismo enfocado a través del cambio evolutivo, de la transformación de la conciencia y de la persona humana, y no a través de un Apocalipsis impuesto. La aceptación de Cristo no presupone la Trinidad, sino que admite ser compartida con la de otras figuras mesiánicas, más bien como un “instructor espiritual”37.

En este orden guarda semejanza con la comprensión crítica de la Teosofía, y antes aun, con el mesianismo mormón, tan criticado desde las iglesias cristianas tradicionales. Por otra parte se valoriza la figura angelical, las visiones transmitidas por ángeles, la presencia de ángeles, la protección del ángel, se vuelven recurrentes. Algunas sectas hablan de ángeles cibernéticos, extraterrestres arribados en OVNIS (llamadas por tal motivo
“platillistas” por algunos estudiosos), que tendrían como misión revelar a los humanos conocimientos tecnoespirituales. Paralelamente al movimiento Nueva Era se desarrolla en Japón una corriente de espiritualidad religiosa llamada “Mundo Espiritual”38, dato que nos inclina a la necesidad de no subestimar su significado como una espiritualidad en plena capacidad expansiva.

Extendernos más en Nueva Era rebasaría el propósito de esta exposición. Pero es imposible olvidar que bajo este concepto se identifican muchas de las comunidades religiosas independientes de nueva creación y, una espiritualidad en el sentido más general, una corriente cultural.

4. El problema de la legitimidad y algunos conceptos en discusión

En primer lugar, quisiera que estas anotaciones sean tomadas como una estricta verificación de dinámicas y de ningún modo como un cuestionamiento de legitimidad.

No intento poner en tela de juicio, por razón de connotaciones políticas,
socioeconómicas, o de otro género a religiones aludidas en las encuestas y estudios citados ni a ninguna otra. Nos hallamos ante un fenómeno muy complejo, un mapa religioso atravesado por la heterogeneidad en un mundo donde prevalece la incertidumbre, y muchos conceptos tradicionales son puestos en tela de juicio. En todo caso, no sería riguroso cuestionar legitimidad desde patrones generales; éstos no serían válidos aquí.

Aun cuando en el extremo irracional de esta heterogeneidad se inscriban
deformaciones verdaderamente patológicas del fundamentalismo. En 1977 la secta del Templo Solar, liderada por su pastor, el Rev. Jim Jones, protagonizó un suicidio colectivo de casi 1000 miembros con cianuro de potasio en un campamento en la selva guyanesa. Se abría así una nueva corriente dentro de los movimientos contemporáneos de conversión: la que podemos calificar como “sectas destructivas“39.

Lo más característico en ellas ha sido el suicidio ritual, que va acompañado
habitualmente de homicidio ritual, aplicado a los vacilantes, los claudicantes y los infidentes, el sexo ritual y también el terrorismo ritual.

Se ha recogido incluso en versiones cinematográficas el trágico episodio de Waco, Texas. Los seguidores de David Koresh, la “secta davidiana” de origen adventista cuyo profeta hacía que sus adherentes le entregaran, en gesto de devoción, a sus hijas adolescentes para prácticas sexuales de carácter ritual. Este profeta se autoinmoló con más de 80 seguidores, días después de un choque armado con el FBI, en su sede del Rancho Monte Carmelo en Waco. El escándalo dio lugar a imputaciones de los familiares de las víctimas al FBI, ya que el incendio tuvo lugar en medio del cerco tendido por los agentes federales para efectuar la detención de los líderes. Pero
investigaciones posteriores evidenciaron que se trató de un acto de suicidio-homicidio al interior de la comunidad, al verse sitiada.

En el propio año 1993 las autoridades ukranianas detuvieron en Kiev a 779 seguidores de La Fraternidad Blanca, entre ellos su líder Marina Tsvigun, para impedir un suicidio ritual anunciado. La Fraternidad presume de contar un unos 150 000 seguidores dispersos por países de la antigua Unión Soviética.
En 1994 y 1995 se recuerdan los suicidios colectivos organizados por la Orden del Templo Solar, en Suiza y en Canadá. Y el asalto al metro de Tokio con gas sarin por la secta Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) en 1995. Y otro suicidio colectivo de la secta platillista Heaven’s Gate, en Los Ángeles en 1999.

Por recordar solamente algunos ejemplos relevantes recientes. No es posible asegurar que no estemos expuestos a ver más episodios de este género en los años venideros. o creo necesario detenerme en otras variantes, como las sectas satánicas, que también dan signos de multiplicación.

Jorge Erdely atribuye, en estas formaciones religiosas, un peso esencial a lo que él llama el “binomio líder mesiánico – colectividad sumisa total”. Cuando la comunidad acepta la condición de Mesías en su conductor, para ella “su poder y autoridad trasciende por mucho al de cualquier institución social, llámese estado, familia o aun religión“40.

Por decirlo en otros términos, nos hallamos ante modalidades fanáticas del
mesianismo y no ante el mesianismo común. Al margen del enjuiciamiento de este fenómeno desde otras perspectivas (ética, legal, política), debemos considerar la existencia de un dilema espiritual, que radicaría, a mi
juicio, en el discernimiento entre religiosidad auténtica y religiosidad
instrumentalizada. Creo válido afirmar que la instrumentalización procede
indistintamente del fanatismo, de la mercantilización o de los propósitos de
hegemonización, que se cruzan las causas, y que normalmente generan perdidas de autenticidad y a veces también efectos de corrupción.

Entre los conceptos que han entrado hoy en crisis –entendida como crisis conceptual, esencialmente, la perdida de consenso para su utilización– figuran, por motivos distintos, pero no ajenos, entre otros, los de “sincretismo”, “secta”, y “ateísmo”. En estos casos nos enfrentamos a una descalificación a partir de criterios de no discriminación, de libertad religiosa y de igualdad de derechos de las religiones en el seno del sistema social.

La desestimación en medios académicos del concepto de “ateísmo” reacciona frente al estereotipo de su validación como corriente de pensamiento. Y, en consecuencia, también con la utilización de la irreligiosidad con propósitos hegemónicos.

Estrictamente a esto, pues el rechazo, en sentido contrario, del espacio de la
incredulidad, y del derecho a la misma en iguales condiciones que a la libertad de creer nos llevaría a una deformación por inversión. No lo considero un debate cerrado, aunque no me toca aquí seguir esta especulación.

Las tendencias de secularización, manifiestas en la caída de las vocaciones pastorales, el envejecimiento del clero y, con la mayor amplitud, por las muestras de indiferencia ante lo santo, más que por un claro cuadro de ateización, han producido el efecto de “atenuar la memoria religiosa” dentro de las religiones tradicionales en los procesos normales de transmisión de generación en generación41 que aseguran la reproducción del sistema de creencias en la sociedad. Esto no sólo explica el incremento de los que
se declaran “sin religión” (que en la mayoría de los casos significa sin filiación a iglesia u organización religiosa) en las encuestas, sino también la disponibilidad de la sensibilidad religiosa para asimilar sincretizaciones o, en otro sentido, desde otras motivaciones y aptitudes, la receptividad ante acciones de conversión.

La expresión más común de la sincretización la identificamos hoy en el incremento de “creencias paralelas” adosadas principalmente a la formación cristiana, tales como los sueños premonitorios, la telepatía, las predicciones, la astrología, e incluso el manejo de la quiroinformación y la cartomancia, entre otras42.

La afinidad a la adopción de creencias paralelas, y en general a la sincretización, se muestra, en unos casos, compatible con la filiación a sectas, en otros no. Estoy usando a conciencia dos conceptos que ya definí como polémicos –“sincretismo” y “sectas”– también para dejar desde ahora en pie la pregunta: ¿desechar o recontextualizar?.

En cuanto al sincretismo, hay que tomar en cuenta que todo sistema de creencias, cuando es analizado desde una perspectiva histórica, revela
momentos sincréticos en su formación. Pero una vez estructurados el cuerpo doctrinal y la institucionalidad, definidos sus dogmas, formalizado el culto, esclarecidas sus articulaciones en el sistema social, la posibilidad de que se asimilen nuevas sincretizaciones dentro de una religión dada se minimiza. La densidad de la institucionalización de la fe se traduce en reducción de la apertura formal a espacios sincréticos.

Los procesos de sincretización se localizan fundamentalmente, en consecuencia, en el ámbito de la religiosidad popular, donde la espontaneidad en la comunicación con lo sobrenatural es esencial, más que la rigurosidad de los rituales y el dogma. La búsqueda de “creencias paralelas” suele ser indicativa entonces de un mecanismo de defensa motivado por la insatisfacción dentro de una religión establecida. En conclusión, lo que quiero subrayar es que, a mi juicio, no se puede considerar del todo rigurosa la clasificación de sincretismo a partir de orígenes, pero esto tampoco es
motivo suficiente para dar por caduco o infuncional el concepto.

Me interesa más detenerme ahora, por motivos obvios, en el debate sobre el concepto de “secta” religiosa, cuya utilidad no se puede desestimar cuando queremos abordar el problema de la hegemonía.

Sin remitirnos a la antigüedad griega, donde ya era utilizado el término de secta para caracterizar posturas filosóficas radicales, vamos a comenzar por reconocer que este concepto es aplicado usualmente asociado al fanatismo y la intolerancia. Esto introduce una connotación peyorativa, ya que lo que se caracterice como intolerante o fanático va cargado de un juicio de valor preestablecido. De modo que hoy comienza a prevalecer entre nosotros una justificada tendencia a rechazar el término de “secta” en el ámbito de lo religioso. Pero el argumento siempre parte de la desestimación que inspira la carga discriminatoria que ha acumulado históricamente el concepto; no se fundamenta en motivos de falta de cientificidad.

No he visto a nadie afirmar que el concepto no contribuya a explicar lo que denota, sin que se limite al sentido de la censura o se disponga siquiera una valoración balanceada.

Desde principios del siglo XX Ernst Troeltch y Max Weber usaron en sus respectivos estudios la tipología “iglesia/secta” para distinguir dos niveles de complejidad en la organización religiosa, y este enfoque resultó enriquecido en la segunda mitad del siglo con la introducción formal por Bryan Wilson del concepto de “denominación” como categoría intermedia en la tipología, y con la clasificación de subtipos de sectas (conversionistas, adventistas, pietistas y gnósticas)43.

Creo que en todo caso, si sentimos la necesidad de desestimar el concepto, se haría necesaria una descalificación de sus méritos tipológicos, y de su alcance explicativo, y no limitarse a la simple vocación de no discriminar al objeto denotado.

Y si queremos acercarnos aun a otra dimensión problemática, como la de las
dinámicas de cambio de status institucional, propias del movimiento de la historia, preguntaría si no hay un punto en el tiempo en el cual lo que nació como secta pueda devenir denominación, y en qué punto la denominación puede ser reconocida como iglesia.

¿De qué hablamos, por ejemplo, cuando nos referimos hoy a los Mormones?
Por ello vuelvo a poner sobre la mesa la disyuntiva: ¿tenemos que desechar o
tenemos que recontextualizar el uso de estos conceptos?. Cuando hablamos de hegemonía y dirigimos la mirada a la instrumentalización del hecho religioso, es posible (es seguro) que nos encontremos que los conceptos de “secta”, “denominación” e “iglesia” no encajan de la misma manera en los diseños.

5. La instrumentalización del hecho religioso con propósitos hegemónicos

En la historia reciente de la hegemonía norteamericana, la manipulación política de la espiritualidad religiosa tuvo su primera expresión institucional importante en el Instituto de Religión y Democracia, creado en abril de 1981 por un grupo de religiosos evangélicos y activistas políticos, en coincidencia con la implantación del modelo neoliberal, y el auge en los medios políticos de la nueva derecha cristiana en Estados Unidos44.

Justamente cuando comenzaba también la revitalización relativista y
descentralizada de la espiritualidad religiosa. Esta institución ha propiciado la formación de miles de misiones fundamentalistas en el mundo. El alcance de sus influencias no se limita ya al mundo periférico. Su presidenta actual, Diane L. Knippers, afirmó recientemente – esto nos da una idea de la incorporación del teatro europeo a sus horizontes actuales– que “Francia debe abandonar absolutamente su política antirreligiosa y garantizar una nueva libertad confesional”45.

Deja ver así que Europa se ha convertido también en nuestros días en una “zona de misión” para los nuevos movimientos religiosos, procedentes principalmente de Estados Unidos.

En América Latina el efecto hegemónico recorre al propio tiempo otra vertiente. En 1980 el primer Documento de Santa Fe, elaborado por asesores de la Presidencia de Ronald Reagan, afirmaba:
La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (no simplemente a reaccionar en contra) la teología de la liberación tal como es utilizada en América Latina por el clero a ella vinculado. El papel de la iglesia en América Latina es vital para el concepto de libertad política. Desafortunadamente las fuerzas marxistas -leninistas han utilizado a la iglesia como un arma política en contra de la propiedad privada y del capitalismo productivo, infiltrando la comunidad religiosa con ideas que son menos cristianas que comunistas46.

En el Documento de Santa Fe II, de 1988, se reiteraba que “se debe entender la teología de la liberación como doctrina política disfrazada de creencia religiosa con un significado anti-papal y anti-libre empresa…“47

No podríamos asegurar que esta ofensiva no haya tenido una incidencia importante (junto a factores más vinculados a intereses de la Iglesia) en la descalificación expresa de la teología de la liberación por parte del Vaticano. Estos documentos de Santa Fe (de los cuales ya se han redactado cuatro) introdujeron formalmente la confrontación del cristianismo popular como
objetivo en la política latinoamericana de los Estados Unidos, y lo hacían a partir de la censura, y no desde el reclamo de libertad religiosa.

Aquella lectura liberacionista del Evangelio que nace con el brasileño Rubem Alves (desde el protestantismo) y el peruano Gustavo Gutiérrez (desde el catolicismo) en el paso de los sesenta a los setenta en América Latina se convirtió posiblemente en la mayor fuerza de concientización social del continente de las dos décadas que siguieron.

“Muchos latinoamericanos —estima Michael Löwy— consideran la ‘invasión de las sectas protestantes’ como una conspiración de Estados Unidos en contra de la teología de la liberación, y más genéricamente en contra de todos los movimientos sociales en pro de la emancipación de los pobres“48.

Aquí se nos vuelve a plantear el dilema de la legitimidad de la fe al margen de la instrumentalización, el cual Löwy deja muy bien expuesto en un testimonio salvadoreño recogido por David Stoll, y cuya validez puede ser generalizada:
La mayor parte de los evangelistas salvadoreños son campesinos pobres que habitan en las ciudades, y la mayoría diría que son apolíticos… La principal razón política por la que los pobres se vuelven evangelistas no es por anticomunismo, sino por seguridad. El evangelismo (añade Stoll al testimonio) también seduce a las clases altas de estos países, a la élite económica y a las familias de militares, que se sienten atraídas por una espiritualidad que no critica a la estructura social de la que obtienen
beneficios y las absuelve de responsabilidad49.

Retornemos a las constataciones de comienzos del nuevo siglo (del umbral del
milenio), según las cuales los nuevos movimientos religiosos (NMR) junto a los consorcios de la comunicación parecen enfrentar, con su estrategia más actual, a un enemigo común: la ideología de la laicidad, que es atacada de manera directa e indirecta. Algunos analistas europeos han considerado como un dato indicativo reciente de esa nueva modalidad de asociación que algunos de los colaboradores más cercanos de Bill Gates aparezcan vinculados a la Cientología50, una de las organizaciones religiosos de nuevo tipo (que no sabemos si al fin llamaremos sectas) con incidencia en Europa.

Incidencia que parecería mínima (unos 5000 adherentes en este caso, por el momento), pero se trata de una organización focalizada hacia zonas
de influencia. Greg Jensen, uno de los colaboradores más cercanos de Gates, es cientólogo, también lo es su biógrafo David Ichbia, y hasta la firma Executive Software, miembro importante del imperio Microsoft, se reivindica cientóloga como institución. La Cientología recibió en 1993 en Estados Unidos el estatuto pleno de religión con exoneración de impuestos51.

También Erdely reporta que este estatuto lo han recibido igualmente los sanyasines y otras sectas destructivas52, bajo la sombrilla de la defensa de la libertad religiosa.

A la Cientología le aporta popularidad (y dinero) la presencia, entre sus miembros, de conocidas figuras del cine53.

No se trata de que a las estrellas no les asista la libertad de cualquier hijo de buen vecino para practicar la religión de su preferencia, sino de que los enrolamientos del star system adquieren un significado público –y publicitario– que la condición de católico, judío, bautista, o de adherencia a otras religiones históricas pasa con mayor discreción.

Se ha afirmado que Cientología, Moon y Greater Grace han contribuido fuertemente, con fondos y con influencias, en el sostén de campañas electorales y con iniciativas gubernamentales, y gozan de una relación conocida y de privilegios de las esferas políticas de Estados Unidos54.

Lo cual crea lazos puntuales en las dinámicas de hegemonización puestas en funcionamiento. Hoy los niveles de institucionalización muestran que nos encontramos en un escalón cualitativamente superior del ejercicio hegemónico norteamericano a través del campo religioso. Que se han desarrollado y refinado los mecanismos y se han hecho más complicados y poderosos los engranajes de la hegemonía.

En el año 1993 el Congreso de Estados Unidos votó la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa (RIFRA), que define como ilegal cualquier medida gubernamental que interfiera con la religión, a menos que pruebe su acción como justificable. Pero la culminación de esta escalada hegemónica tiene lugar en 1998, cuando votó la Ley de Apoyo de la Libertad Religiosa
Internacional (The International Religious Freedom Act), concebida en letra y espíritu para transgredir la soberanía nacional de los otros estados arrogándose funciones en la determinación del cumplimiento de libertades religiosas y la facultad de ponderar y castigar violaciones.

En la sección 402, esta Ley estipula que “A más tardar el 1 de septiembre de cada año, el Presidente [de los Estados Unidos] revisará el status de la libertad religiosa en cada país extranjero para determinar si el gobierno de ese país se ha involucrado o ha tolerado violaciones particularmente severas de la libertad religiosa en ese país durante los 12 meses precedentes, o desde la fecha de la última revisión de ese país bajo este subepígrafe, cualquiera sea la extensión del período. El presidente designará cada país cuyo gobierno se haya involucrado en, o tolerado, violaciones descritas en este subepígrafe, como un país de preocupación [“concern”] particular en cuanto a la libertad religiosa”55

Junto con la Ley el Congreso creó la Oficina para la Libertad Religiosa Internacional, que opera bajo la conducción de un Embajador itinerante y cinco funcionarios de la Secretaría de Estado, y cuenta con agentes en todas las embajadas de Estados Unidos. Al amparo de la sección 102 de esta Ley se constituye igualmente la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF), adscrita directamente a la Casa Blanca. La integran 9 miembros, 6 designados por el Congreso y 3 por el Presidente de Estados Unidos, que también designa al director56.

La USCIRF se vale, como fuentes de información, de las audiencias, de reportes de grupos de víctimas, de ONGs, de los medios masivos, de agencias gubernamentales, y de las visitas efectuadas por sus miembros a los países que se consideran sujetos a vigilancia – “En octubre de 1999, el Secretario de Estado (actuando bajo la autoridad del Presidente) designó cinco países como ‘países de particular preocupación’ bajo la Ley por estar involucrados o tolerar violaciones particularmente severas. Son Birmania, China, Irán, Iraq y Sudán.

En adición el Secretario identificó a Serbia y al régimen Talibán de Afganistán (no sujetos aun a la acción de la Ley) como comisores de violaciones particularmente severas”57. La USCIRF rinde un informe anual al Congreso y al Presidente sobre los países bajo tutela con propuestas concretas de acciones, además de un diagnóstico general sobre el estado de las libertades religiosas en el mundo.

El arco de los temas de la libertad religiosa es sumamente variado, y no desprovisto de ángulos polémicos: las libertades individuales de creer y practicar vinculadas a la opción por cualquier doctrina de fe, las libertades institucionales, los reclamos sobre la educación religiosa, las limitaciones sobre determinadas prácticas religiosas lesivas a la dignidad humana, la represión a las violaciones de la legalidad por motivaciones de fe, el respeto a la incredulidad en igualdad de condiciones, la cuestión de las normas de convivencia, o las de la inhibición de asistencia médica por motivos
religiosos, etc. Y la existencia de severas violaciones de derechos, con la aplicación incluso de interdicciones, represión, discriminación y castigos, amerita la preocupación de la comunidad internacional.

Por eso he utilizado el término de “refinamiento” para no pasar por alto un doble carácter de este instrumental hegemónico. No voy a abordar en detalle esta vertiente del problema. Lo que me interesa ahora es llamar la atención sobre dos aspectos: 1)la promoción que ampara la Ley de la máxima apertura a la diversidad religiosa dominante, a las misiones, a las subvenciones y a la presencia de estas variantes de la religiosidad, bajo el reclamo de igualdad de tratamiento para todas las expresiones religiosas, con el pretexto de que no sean privilegiadas unas sobre las otras; 2)la evidente vinculación del tema religioso a intereses de influencia política, con la orientación consecuente de la censura, en la actualidad, y previsiblemente del castigo.

En la sesión introductoria inicial al reporte correspondiente al año 2000 (el diagnóstico elaborado por la USCIRF), que abarca un extenso listado de países del mundo (incluye 192 países) podemos seguir algunos pasajes que sustentan mis observaciones.

Algunos gobiernos, señala, “han adoptado una legislación discriminatoria o políticas que dan preferencia a religiones favorecidas, en tanto desventajan a otras… Algunos estados democráticos han puesto en marcha políticas que resultan en la estigmatización de religiones minoritarias – identificándolas indiscriminadamente e inapropiadamente como ‘sectas’ o ‘cultos’”.

“La tradición y la cultura no debe ser usada como pretexto para una legislación o para políticas que restrinjan genuinas creencias religiosas o sus manifestaciones legítimas. Las restricciones de la práctica religiosa – permitida bajo convenios internacionales para la protección de la seguridad
pública, el orden, la salud, la moral o los derechos y libertades fundamentales de otros – debe ser aplicada escrupulosamente, en forma tan limitada como sea posible, sin discriminación entre las religiones”58.

Podría calificarse de inobjetable desde el punto de vista ético, si perdemos de vista que se trata de la normativa que la potencia hegemónica mundial nos impone al resto.

A continuación me detengo en pasajes del diagnóstico que muestran el alcance de la instrumentalización. En un epígrafe dedicado al tema de la “estigmatización” el documento formula críticas a Francia y a Alemania, países aparentemente libres de sospecha de ser indizables por violaciones severas. La USCIRF censura que informes de 1996 y 1999 de la Asamblea Nacional Francesa codificaron a 173 grupos como “sectas”, “acción que ha contribuido a una atmósfera de intolerancia hacia las minorías religiosas”, y admite que la mayoría son impopulares pero “sólo unos pocos de los grupos en la lista son claramente peligrosos”.

En Alemania se crítica que “muchas autoridades del gobierno piensan que la Cientología es un esquema de hacer dinero más que una religión. La ‘observación’ oficial continuada de esta Iglesia por el gobierno, sin acción legal alguna, crea un ambiente que promueve la discriminación”59.

Sin embargo, algunos estudios que han efectuado el estimado de las subvenciones norteamericanas a algunas de estas agrupaciones en América Latina, calculan la media en 20 millones de dólares anuales por secta, principalmente para costear emisiones radiales y televisivas. Aseguran que “nunca hubo tanto dinero para una causa religiosa en los últimos tiempos”. Y afirman al propio tiempo que “con el proyecto que hay detrás de las sectas, invertir en ellas es económicamente rentable“60, pues constituye
un puntal importante para asegurar el conformismo ante el esquema global.

Tenemos que reconocer que el informe de la USCIRF no sólo censura, sino que también elogia avances en el campo de la libertad religiosa, en tanto conviene, sobre todo, al proyecto hegemónico. Cito aquí como ejemplos el caso de Chile, cuya nueva Ley de Cultos, puesta en vigor desde marzo del 2000, elimina el tratamiento preferencial para el catolicismo y lo iguala a todas las demás creencias. Y el de República Dominicana, donde se toma nota del incremento de la libertad para las religiones minoritarias. En particular alude a la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Ultimo Días y a los Testigos de Jehová61.

Se puede observar como constante del reconocimiento a la diversidad, en los epígrafes correspondientes a la “demografía religiosa” en los países de América Latina, un destaque especial de avances en cuanto a la presencia de Mormones, Testigos de Jehová, Adventistas, y la religión Bahai. Lo cual evidencia tácitamente el peso otorgado a los movimientos de conversión en la interpretación de la libertad religiosa internacional.

Llama la atención, en sentido inverso, cómo desestima la relevancia de
las religiones de raíz africana en Brasil (Candomblé, Xango, Macumba y Umbanda), calculándola en no más del 4% de la población frente a un 75% que se autoidentifican como católicos y un 20% como protestantes (principalmente pentecostales).

En el caso de Cuba no ofrece estimados sino que se limita a apuntar que “un número significativo de ciudadanos comparte o ha participado en creencias sincréticas afrocaribeñas, como la santería”. Y a añadir que “no se reportan presiones del gobierno contra la práctica de la santería y de otras religiones sincréticas afro-caribeñas”, por oposición a la existencia de “vigilancia, infiltración y acoso (por parte del Ministerio del Interior) contra otros grupos religiosos”.

Es difícil pasar por alto que los diagnósticos de la USCIRF se arman desde lecturas que revelan una orientación precisa. Tampoco hay que ignorar que, en el caso de Cuba, el diagnóstico no puede dejar de reconocer “una mayor aceptación de la religión en los años recientes”, aunque objeta enseguida que el gobierno mantiene “activos esfuerzos para monitorear y controlar las
instituciones religiosas… Y que se ha negado a inscribir nuevas denominaciones, haciéndolas así vulnerables a cargos de asociación ilegal”.

Admite a la vez que “la Sección de Intereses de Estados Unidos apoyó a varios líderes y comunidades religiosas en el país y a iniciativas de ONGs que ayudan a grupos religiosos” 62.

En el diagnóstico de la situación mexicana merece atención el epígrafe dedicado a las “Restricciones gubernamentales a la libertad religiosa”. Según la legislación mexicana las edificaciones religiosas construidas al amparo de “permisos emitidos después de 1992 son propiedad de las respectivas iglesias, en tanto con anterioridad los edificios religiosos se declaraban ‘patrimonio nacional’, y el Estado se reclamó propietario de 85,000 estructuras religiosas”. El informe se extiende en el curso de este diferendo entre 1999 y 2000, y saluda las privatizaciones.

También anota, en el plano crítico, que “las asociaciones religiosas tienen que notificar al Gobierno sus solicitudes para sostener reuniones de carácter religioso fuera de los lugares de culto”, que las visitas de extranjeros al país por motivos religiosos de trabajo requieren un permiso especial, que “trabajadores religiosos extranjeros han sido expulsados” por las autoridades gubernamentales con el argumento de sostener una “conducta política inapropiada“63, y otros datos indicativos de restricciones a los patrones de libertades religiosas que de manera general se proclaman como los deseables.

Otra incidencia a señalar se refiere a la Iglesia de la Unificación64 (conocida
mundialmente como “Secta Moon”), a cuyos misioneros se les ha denegado en Panamá el visado y el permiso de trabajo, y en Bolivia les fue revocada la autorización para la creación de tres ONGs afiliadas a la institución. En Uruguay, por el contrario, se reporta como una iglesia “activa”, con “grandes propiedades”, bienes de capital.

Allí se logró establecer desde hace años lo que pudiera llamarse el cuartel general de esta institución religiosa que ha dado lugar a tanta crítica. En uno de los más recientes informes de la Comisión sobre los países sometidos a
tutela por los Estados Unidos (correspondiente al 1º de mayo de 2001), la USCIRF ha recomendado al Presidente que “hasta que la libertad religiosa mejore significativamente en China, el gobierno de Estados Unidos, liderado por los esfuerzos personales del Presidente de los Estados Unidos, debe iniciar una resolución para censurar a China en la reunión anual de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, y sostener (“support”) una campaña continuada para convencer a otros gobiernos al más alto nivel para apoyarla (sic)” 65

Entre otras recomendaciones podemos leer incluso que “el gobierno de Estados Unidos debiera usar su influencia diplomática con otros gobiernos para asegurar que no se seleccione a China como sede para los Juegos Olímpicos Internacionales hasta que haya realizado avances significativos y sostenidos en la libertad religiosa y los derechos humanos”66

Creo innecesario extenderme en mayor detalle para demostrar que esta estructura ha contribuido y contribuye a la configuración de un efecto dual: De una parte el fortalecimiento de la presencia fundamentalista, tanto por la vía de las nuevas tendencias que dominan el campo religioso. De otra, la conformación de un sistema de diagnóstico y manipulación del tema de las libertades religiosas en el mundo dentro de los esquemas de condicionalidad, la cual se ha convertido en un instrumento de hegemonía sin precedente. El debate sobre la libertad religiosa queda extrapolado,
según esta lógica, del contexto nacional, y sujeto a una relación de poder
internacional, a una elaboradísima relación de dominación y hegemonía.

6. Aclaración final

El problema que he intentado someter a análisis en las líneas precedentes no requiere un epígrafe de conclusiones. Es una conclusión a la que arribé cuando intentaba redactarlas. El hecho es que no pude encontrar la forma de hacerlo sin correr el riesgo de simplificar una complejidad que el texto busca transmitir con la mayor fidelidad.

Otro obstáculo es que la enumeración formal de conclusiones suele convertirse en el peor enemigo de una lectura abierta, de la motivación a lo que Martínez Heredia llamara, hace ya más de tres décadas, “el ejercicio de pensar”. Por tal motivo he optado por desoír las sugerencias de algunos de mis colegas que me aconsejaron incorporar el consabido epígrafe conclusivo, y no excluyo que me pueda equivocar al hacerlo. Y que al final el lector me lo reproche.

Sin embargo, no puedo pasar por alto una aclaración. La ausencia de un tratamiento específico del catolicismo, el sistema de creencias de mayor presencia institucional en el continente, es intencional. Lo he concebido como un tema que debe formar parte de un segundo trabajo por varias razones. Ninguna de ellas implica que su existencia transite ajena al esquema de dominación y hegemonía que he tratado de exponer.

Muy por el contrario, se trata de que, por diversos motivos, su articulación al mismo tiene lugar con otras complejidades: las que yo caracterizaría de inicio en una solución histórica que se mueve de un monopolio de la espiritualidad hacia una confrontación de hegemonías. Creo que es una aclaración que no podía faltar.

La Habana, mayo del 2002

NOTAS

1 Véanse al respecto los trabajos de Noam Chomsky y de Ignacio Ramonet, por citar sólo a quienes estimo que con mayor profundidad y acierto han incursionado en estos temas. De Ramonet ha circulado profusamente en Cuba una edición popular de Propagandas Silenciosas, editada por el Instituto del Libro en febrero del 2002; ver también La tiranía de la comunicación, Debate, Madrid, 1998.
2 Véase Cintio Vitier, Resistencia y libertad, Ediciones UNION, La Habana, 1999, Pág. 101-109.
3 “El carácter historicista y dialéctico del pensamiento de Gramsci (Paggi, 1981) impide cualquier tentativa de convertirlo en principio perenne de adaptación de la realidad a su esquema conceptual y político”, afirma Rafael Díaz-Salazar, “Gramsci, el internacionalismo y la izquierda europea”, en Juan Trias Vejerano (compilador), Gramsci y la izquierda europea, Fundación de Investigaciones Marxistas, Madrid, 1992. Esta apreciación es común entre los estudiosos gramscianos.
4 Cita de los Cuadernos de la Carcel tomada de Benedetto Fontana, “El problema del sujeto histórico: Hegemonía y Política en Gramsci”, en Dora Kanoussi, Los estudios gramscianos hoy, Plaza y Valdés, México1998.
5 Véase Fernando Martínez Heredia, “Nacionalizando la Nación. Reformulación de la hegemonía en la segunda república cubana”, en Pensamiento y tradiciones populares: estudios de identidad cultural cubana y latinoamericana, compilación de Ana Vera Estrada, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2000.
6 Véase Giuseppe Vacca, “Gramsci en nuestro tiempo: hegemonía y democracia”, en Juan Trias Vejerano, Op. Cit.
7 Quaderni del carcere, 14, pp. 1728-1729.
8 Esta cita de R.W. Cox, Gramsci, hegemony and international relations: an essay in method, Gill, 1993, fue tomada del libro de Luis Fernando Ayerbe, Los Estados Unidos y la América Latina. La construcción de la hegemonía, Premio Casa de las Américas, 2001, La Habana.
9 Véase Fernando Martínez Heredia, El corrimiento hacia el rojo, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2001.
10 Véase Ana María Ezcurra, La Ofensiva Neoconservadora. Las iglesias de U.S.A. y la lucha ideológica hacia América Latina, IEPALA, Madrid, 1982.
11 Este análisis se puede apreciar en Luis Fernando Ayerbe, Op. Cit
12 Véase Juan Martín Velasco, Metamorfosis de lo sagrado y futuro del cristianismo, Editorial Sal-Terrae, Santander, 1998.
13 No habría que olvidar, desde la perspectiva católica, que el Concilio Vaticano II y todo lo que se vincula al aggiornamiento eclesiástico también quedan localizados en este momento histórico.
14 Estas glosas de Louis Pawles, de El retorno de los brujos, las cita con fines críticos Robert Imbert-Negal en uno de los textos polémicos de la compilación publicada por la Unión Racionalista bajo el título de El fracaso de los brujos, el realismo fantástico contra la cultura, edición en español de Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1966, de donde la he tomado. El propio Imbert-Negal reconoce más adelante que “Pawles y Berger parten de un hecho exacto al cual no se le da la suficiente importancia: el fin, para nosotros, de una era histórica y el advenimiento de una nueva era… Tienen razón al subrayar y denunciar un cierto inmovilismo intelectual y moral, representado por filosofías y políticas extraídas de normas ampliamente superadas hoy en día. Es terriblemente exacto que nuestras maneras de pensar nacen a menudo de una visión perimida de las cosas… Las mejores instituciones declinarán rápidamente si no cumplen con las exigencias de su siglo… Las cosas van a cambiar rápidamente y estamos comprometidos en una revolución de repercusiones absolutamente
imprevisibles”.
15 J.C. Eslin, “Indepassable religion”, Esprit, No. 7, junio de 1997, Paris.
16 Rafael Díaz Salazar, “La religión vacía. Un análisis de la transición religiosa en Occidente”, en R. Díaz Salazar, S. Giner, F. Velasco (eds.), Formas modernas de religión, Alianza, Madrid 1994.
17 Juan Martín Velasco, Op. Cit.
18 Véase Juan Martín Velasco, Op. Cit. Adopta aquí elementos de una tipología de P. L. Berger, Una gloria lejana, Herder, Barcelona, 1993.
19 Véase R. Scott Appleby, Religious Fundamentalism and Global Conflict, Headline Series, Foreign Policy Association, No. 301, Ithaca, 1994.
20 La mayor parte de los datos que utilizo sobre las encuestas los he tomado de un número especial del New York Times Magazine publicado el 7 de diciembre de 1997 bajo el título monográfico de God Decentralized.
21 Ibidem.
22 Kenneth L. Woodward reporta en “Heard any good sermons lately?” la vitalidad de las estrellas del púlpito, en Newsweek, 4 de marzo de 1996.
23 God Decentraliced, Loc. Cit.
24 Véase Carla Power y Allison Samuels, “Battling for Souls”, Newsweek, 30 de octubre
de 1995.
25 God Decentraliced, Loc.Cit.
36
26 La ejemplaridad como una variante de lo que hoy llamamos “criterio de excelencia” y que la Iglesia Católica parece haber tratado de buscar con la preponderancia otorgada al Opus Dei bajo el presente Pontificado.
27 Los datos puntuales sobre el despliegue de la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Ultimo Día (mormones) han sido tomados del artículo de David Van Biedma publicado en Time, 4 de agosto de 1997.
28 Las primeras apariciones del Señor a Joseph Smith se reportan en la noche del 21 de septiembre de 1823 según The Book of Mormon. An Account written by the Hand of Mormon upon Plates, The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Salt Lake City, tomado de la edición de 1920.
29 Véase Kenneth Woodward, “Apocalypse Later”, Newsweek, diciembre 18 de 1995.
30 La naturaleza de este trabajo no me permite detenerme en el punto del mesianismo y del milenarismo con la atención que merecen, pero al lector que se interese puedo recomendarle dos títulos que se han convertido en clásicos sobre el tema, y que han sido traducidos al español: Victorio Lanternari, Movimientos religiosos de liberación y de salvación de los pueblos oprimidos, Seix Barral, Barcelona, 1965; María Isaura Pereira de Queiroz, Historia y etnología de los movimientos mesiánicos, Siglo XXI, México, 1969.
31 Véase God Decentralized, loc.cit.
32 Introducción al número de Social Compass de junio de 1999, dedicado al tema.
33 Ibidem.
34 Véase Antonio Baggio, “La conspiración de Acuario”, en el libro de Roberto Bosca, New Age: la utopía religiosa de fin de siglo, Editorial Atlántida, Buenos Aire, 1973.
35 Dentro de una literatura que se ha hecho ya copiosa, es diferenciado como obra fundacional el libro de Marilyn Ferguson, La conspiración de acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo, versión en español de Editorial Kairos, Barcelona, 1988.
36 Véase Sonia Jiménez Berrios y Ana Celia Perera, El movimiento de la Nueva Era: primeras aproximaciones, en proceso de edición.
37 Antonio Baggio, loc. cit..
38 Véase Susumo Shimazono, “’New Age movement’ or “New Spirituality Movement and Culture’?”, Social Compass, Vol. 46, no. 2, Bélgica, 1999.
39 Los datos que cito los he tomado básicamente de Jorge Erdely, “De Guyana a Uganda: suicidios colectivos locales”, en la Revista Académica para el Estudio de las Religiones, No. III, 1999-2000, México, D.F.
40 Véase Jorge Erdely, Suicidios colectivos. Rituales del Nuevo Milenio, Publicaciones para el Estudio Científico de las Religiones, México, 2000.
41 Aludo a las investigaciones del sociólogo francés Jacques Maitre citadas por Florence Beaugé en “Vers une religiosite sans Dieu”, Le Monde Diplomatique, septiembre de 1997.
42 Ibidem.
43 Véase el contexto en Gordon Marshall, A Dictionary of Sociology, Oxford University Press, Oxford, 1994.
44 Véase Ana María Ezcurra, Op. Cit.
45 Véase Bruno Fouchereau, “Les sectes, cheval de Troie des Etats–Unis en Europe”, Le Monde Diplomatique No. 566, mayo del 2001.
46 Citado por Ana María Ezcurra, Op. Cit.
47 Citado por José Ma. Rojo García, ieme, en “¿Las sectas al servicio del imperio?”, publicado por CICOL, México, 1992.
48 Véase Michael Löwy, Guerra de Dioses. Religión y política en América Latina, Siglo XXI, México, D.F., 1999.
49 Ibídem.
50 La Iglesia de la Cientología, fundada por Lafayette Ron Hubbard en Estados Unidos, se sostiene en una doctrina de la transformación y el mejoramiento del medio a partir del desarrollo de la comunicación, asociada a la idea de la reencarnación.
51 Véase Bruno Fouchereau, Loc. Cit.
52 Véase Jorge Erdely, Op. Cit.
53 Véase Bruno Foucherau, Loc. Cit.
54 Ibídem.
55 Tomado de los extractos de la Ley publicados como anexo en el Report of the United States Commission on International Religious Freedom, May 1, 2001, U.S. Government Printing Office, Washington, D.C., mayo 2001.
56 De una conversación sostenida en las oficinas de la USCIRF en Washington, el 15 de mayo del 2001.
57 Véase Annual Report on International Religious Freedom 2000. Report submitted to the Committe on Foreign Relations, U.S. Senate, and the Committe on International Relations, U.S. House of Representatives, by the Department of State, in accordance with Section 102 of the International Religious Freedom Act of 1998,, noviembre del 2000.
58 Ibídem.
59 Ibídem.
60 Véase José María Rojo García, i.e.m.a., “¿Las sectas, al servicio del imperio?”, CICOL No. 61, México, marzo de 1992.
61 Annual Report on International Religious Freedom 2000. Op. Cit.
62 Ibídem.
63 Ibídem.
64 Su nombre oficial es Asociación para la Unificación del Cristianismo Mundial, y fue fundada por el predicador coreano Sun Myung Moon, que se autotituló Señor del Segundo Advenimiento, y fijó los objetivos de su doctrina en la reunificación de Corea como tierra prometida, y centro de irradiación para el derrocamiento del comunismo dentro del extinto orden bipolar.
65 Report of the United States Commission on International Religious Freedom, May 1, 2001, op. cit.
66 Ibídem.

Heard Any Good Sermons Lately?

Heard Any Good Sermons Lately?
By Kenneth L. Woodward On 3/3/96 at 7:00 PM

FROM THE JEREMIADS OF THE Puritan divines to the mountain-striding rhetoric of Martin Luther King Jr., Americans have been a people awash in a sea of sermons. Every Sunday more than 400,000 Christian preachers mount the pulpit to interpret the ways of God to man. Hundreds more are heard on radio and television. Among preachers themselves, good sermons are prized like good poems, collected like baseball cards, critiqued like the latest films and novels. For many Protestants — Baptists in particular—preaching isn’t everything: it’s the only thing.

So who is the best preacher of them all? This week Baylor University unveils its list of the 12 “most effective” preachers in the English-speaking world (page 51). The list, drawn mainly from a survey of 341 seminary professors and editors of religious periodicals, includes some obvious choices.

Evangelist Billy Graham is there, along with James Forbes, senior minister of Riverside Church in New York City, and the granddaddy of current African-American preachers, Gardner C. Taylor, pastor emeritus of Concord Baptist Church of Christ in Brooklyn, N.Y. But there are surprises, too. Roman Catholics, seldom noted for their preaching, are represented by Jesuit Walter Burghardt of the Woodstock Center in Washington, D.C. And one woman made the list: Barbara Brown Taylor, the rector of Grace-Calvary Episcopal Church in Clarkesville, Ga.

Like all lists, Baylor’s round apostolic 12 reflects those who did the choosing. Most of the chosen are also academics themselves, and their reputations are based as much on what they have published about homiletics—the study of preaching—as on the evidence of their oral performances. Publicity helps, too. “Each one has a pretty slick publishing arm—pamphlets, videotapes, articles in journals and popular magazines,” says Baylor sociologist Larry Lyon, who designed the survey and analyzed the results. But at least half are closer to the end of their careers than to the beginning. In short, Baylor’s dozen is more like a preachers’ hall of fame than a team of active all-stars.

Is the golden age of preaching coming to a close? Or merely changing? Can sermons get heard over the cynical, multimedia din of modern life? One of Baylor’s 12, Thomas Long of Princeton Theological Seminary, addresses such issues in articles like “Beavis and Butthead Get Saved.” He says that television has reduced some preaching to “sound-bytes, imagistic bursts and episodic narratives,” but this may only whet the appetite for live speech.

“The most powerful form of communication,” Long insists, “is still one human being standing up and speaking courageous truth.” Similarly, mall-like superchurches often feature musical entertainment rather than hard-wrought sermons to attract the random church-shopper.

But the good preaching today can be still heard, often unadvertised, in local congregations. “You can find it round the corner and down the street by pastors who articulate the church’s mission to these people in this place,” says Long. “In the past there were pulpits where preaching was showcased. Today it’s local, so it doesn’t travel, doesn’t get in print.”

American preaching has evolved somewhat like pop music—it has been heavily influenced by African-American traditions and rhythms. White clergy are no longer shy about looking to their black brethren for guidance. The current leading crossover figure is James Forbes, who became the first African-American to serve New York’s prominent Riverside Church in 1989.

Before that, he served at Union Theological Seminary, where one of his early sermons became legendary in the trade. Forbes mounted the pulpit and silently held out two tuning forks. After an excruciating long pause—“we could hear our hearts beating,” recalls one witness—he set one humming, then slowly brought the two together. “Would that we had this kind of relationship with God,” he thundered. And the congregation gasped for breath.

Good preaching, Forbes believes, “has got to make contact. You talk about eye contact. That’s fine. But it’s got to make heart contact.” In most African-American congregations, preaching is a highly relational folk art that simply can’t be duplicated in a white church, even by blacks. Besides repetition of key phrases and other literary devices, black sermons often rely on “the call and response,” a delicate duet in which the congregation may finish the preacher’s sentence, shout encouragement or warn the preacher that he’s wandered off the point. A cry from the pews like “Help him, Jesus” or a simple “Amen” lets a preacher know whether he is misfiring or connecting from the pulpit.

“In preaching, context is everything, which makes it very hard to rank preachers from different traditions,” says Duke University professor James Lischer, author of a superb new study of the sermons of Martin Luther King Jr. In Roman Catholic, Eastern Orthodox and other highly liturgical churches that emphasize the eucharist, the sermon is more instruction than performance. “If [my sermon] turns out to be junk food,” says Brown Taylor, “I know they’ll still get fed because there’s communion coming.” But Jesuit Walter Burghardt believes that Catholic priests too often use the eucharist as “an excuse for giving bad sermons—one reason why some Catholics are leaving the church for Pentecostal congregations.”

For Baptists and other nonliturgical Protestants, the sermon itself is a verbal sacrament in which Christ is made present through the medium of language, rather than in blessed bread and wine. “The best preaching is the flesh made word,” says Duke’s Lischer, a Lutheran, but this view also puts enormous emphasis on the figure in the pulpit.

In Pentecostal churches, gifted preachers take on a God-intoxicated power by re-experiencing for the congregation—Sunday after Sunday — the spiritual travails of sin and salvation. The effect can be electrifying. But it is also risky whenever the burden of the worship service lies solely with the preacher. “It sets the minister up for big ego trips,” says Fred Craddock, 67, a retired Methodist professor on the Baylor list. And, as Proverbs teaches, “Pride goeth before destruction, and an haughty spirit before a fall.”

Free-standing, nondenominational churches are the fastest-growing sector in American religion—and usually the creation of a single, charismatic preacher. Many of them are led by women, like Barbara King, founder-minister of Hillside Chapel and Truth Center, Inc., in Atlanta. At 6 feet 5 inches, King cuts a regal presence in the pulpit.

Because her Baptist brethren do not allow women to preach, King never studied at a seminary and founded her own church. Today she preaches three sermons a week to a congregation of 5,000. Like other woman preachers, King, 65, has had no female models for preaching and draws primarily on her “personal life experiences” for her sermons. Women, she believes, are more likely than male preachers to appeal to “the feeling nature.”

Says King: “I’ve heard many women who to me preach just like a man, and I go, why should they do that?” Indeed, Duke’s Lischer finds that women are gradually “feminizing” the way that many men now preach: more personal stories, greater identification with the congregation and—like President Clinton, who loves good preaching—an effort to feel their listeners’ “pain.” (For a list of Clinton’s favorites, see the box on this page.)

The old traditions of preaching are far from dead. Those traditions value the close study of Scripture, clear organization, the conviction that what is said must be true. Modesty helps, too. “A good preacher is self-forgetting,” insists Anglican John R. W. Stott, former chaplain to the Queen of England and the only non-American on the Baylor list.

“I abominate all this talk about great preaching—I call it pulpiteering.” When preachers are praised for their sermons, they should think of how Jesus “was mostly rejected for what he said and did,” says Methodist William H. Willomon, dean of the Chapel at Duke University. “If there’s one thing worse than being rejected,” Willomon believes, “it’s being accepted.” Amen, brother.
A Baylor University survey names the 12 “most effective preachers” in the English-speaking world.
senior fellow, Woodstock Theological Center, Wash., D.C.
professor emeritus, Candler School of Theology, Emory Univ., Atlanta
senior minister, Riverside Church, New York City
Billy Graham Evangelistic Ass’n
chaplain of the United States Senate and former pastor of the First Presbyterian Church, Hollywood, Calif.
professor, Gordon-Conwell Theological Seminary, South Hamilton, Mass.
rector emeritus, All Souls Church, London, and president, London Institute for Contemporary Christianity
president, Dallas Theological Seminary
rector, Grace-Calvary Episcopal Church, Clarkesville, Ga.
pastor emeritus, The Concord Baptist Church of Christ, Brooklyn, N.Y.
dean of the Chapel, Duke Univ., Durham, N.C.
President Clinton loves good preaching. In response to a Newsweek request, he listed some of his favorites.
senior pastor at the Emmanuel Baptist Church, Little Rock, with whom Clinton talks weekly on the phone
of Brooklyn, N.Y., whom he heard preach at Howard Univ., (also on Baylor list)
pastor at the Willow Creek Community Church, a megachurch in South Berrington, Ill.
Hillary Clinton’s pastor at Foundry United Methodist Church, Washington, D.C., where the Clinton family regularly worships
(also on Baylor list)
evangelist and sociology professor, Eastern College, St. Davids, Pa.; leads a coalition of liberal Christians

La participación del Partido Comunista de Costa Rica en la década de 1930: el caso de los comicios de 1934

La participación del Partido Comunista de Costa Rica en la década de 1930: el caso de los comicios de 1934*

IVÁN MOLINA JIMÉNEZ HISTORIA Y POLÍTICA, núm. 13, págs. 175-200

LA expansión de los partidos comunistas en Centroamérica fue posterior a 1920. El primer partido que se fundó fue el guatemalteco (1923), al que le siguieron el hondureño (1927), el salvadoreño (1930), el costarricense (1931) y el nicaragüense (1931-1934). La fundación de tales organizaciones se adelantó al inicio de la crisis económica de 1930, o coincidió con tal crisis, en cuyo contexto los militares iniciaron largas dictaduras en todo el istmo, con excepción de Costa Rica: Jorge Ubico en Guatemala (1931-1944), Maximiliano Hernández Martínez en El Salvador (1931-1944), Tiburcio Carias en Honduras (1933-1949) y Anastasio Somoza García en Nicaragua (1936-1956). El descontento social asociado con la crisis condujo a una represión fulminante y brutal de los comunistas guatemaltecos y salvadoreños, y más moderada y paulatina de los hondurenos y nicaragüenses1.

La izquierda costarricense, después de una breve exclusión electoral que estuvo en vigor entre junio de 1931 y septiembre de 1932, fue la única que logró permanecer como una organización legal: tras cambiar su nombre a Bloque de Obreros y Campesinos (BOC), pudo insertarse en el sistema político y competir de manera sistemática en los comicios del período 1932-19482.

  • La investigación de base para este artículo fue realizada en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA) y financiada por la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica.

1 Arturo Taracena, «El primer Partido Comunista de Guatemala (1922-1932). Diez años de una historia olvidada», Anuario de Estudios Centroamericanos, San José, 15: 1 (1989), págs. 49-63; Erik Ching, «In Search of the Party: The Communist Party, the Comintern, and the Peasant Rebellion of 1932 in El Salvador», The Americas, 55: 2 (October, 1998), págs. 204-239; Darío A. Euraque, Reinterpreting the Banana Republic: Región and State in Honduras, 1870-1872, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1996, págs. 37-38; Gustavo Gutiérrez, «Historia del movimiento obrero en Nicaragua», Cuadernos Centroamericanos de Historia, Managua, núm. 2 (mayo-agosto, 1988), págs. 87-88.
2 El Poder Ejecutivo, en julio de 1931, denegó la solicitud de inscripción electo- ral presentada por los comunistas, por lo cual estos últimos apelaron al Congreso, el cual confirmó el rechazo el 7 de octubre; casi un año después, sin embargo, y con el apoyo tácito de Ricardo Jiménez, la izquierda logró inscribirse, al cambiar el nombre del partido. Iván Molina Jiménez, «De la ilegalización a la inserción política. El Partido Comunista de Costa Rica y la elección municipal de 1932», Revista del Colegio de San Luis, San Luis Potosí (en prensa).

La exitosa inserción de este partido fue facilitada porque, a diferencia de los otros países de Centroamérica, en Costa Rica prevaleció, desde el siglo xix, una tendencia a enfrentar los conflictos sociales por vías que privilegiaban la búsqueda de acuerdos institucionales.

Los propios comunistas, una vez que empezaron a ocupar puestos en las municipalidades y en el Congreso, contribuyeron a reforzar esta línea reformista, al convertirse en los principales promotores del cambio social mediante la modificación de la legislación vigente.

La primera experiencia electoral del BOC fue en la votación municipal de diciembre de 19323, en la cual capturó dos puestos en el concejo de San José, principal ciudad y capital de Costa Rica. La estrategia de la izquierda de atraerse el apoyo de los desocupados, cuyas filas se expandían a medida que se profundizaba el impacto de la crisis económica mundial4, la condujo a un conflicto creciente con las autoridades, que culminó en un choque entre trabajadores y policías el 22 de mayo de 1933. La represión posterior, sin embargo, fue moderada y el BOC sobrevivió como un partido legal y, según Manuel Caballero, el principal de su tipo en Centroamérica y uno de los más exitosos del continente5.

3 La ley electoral de 1927 establecía que los comicios municipales (a efectuarse en diciembre) no coincidirían con los presidenciales ni legislativos (a verificarse en febrero), disposición que se modificó a partir de 1934, cuando la escogencia de los regidores empezó a realizarse conjuntamente con las otras votaciones. Costa Rica, «Ley de elecciones». Colección de leyes y decretos, 2.Q semestre. Año de 1927 (San José, Imprenta Nacional, 1928), pág. 183.
4 Victor Bulmer Thomas, La economía política de Centroamérica desde 1920, San José, Banco Interamericano de Integración Económica, 1989, págs. 62-72; Ana María Botey y Rodolfo Cisneros, La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1984, págs. 75-132.
5 Manuel Caballero, Latín America and the Comintern 1919-1943, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pág. 53.
6 José Merino del Río, Manuel Mora y la democracia costarricense, Heredia, EFUNA, 1996; Marielos Aguilar, Carlos Luis Fallas: su época y sus luchas, San José, Editorial Porvenir, 1983; Alejandro Gómez, Rómulo Betancourt y el Partido Comunista de Costa Rica (1931-1935), San José, Editorial Costa Rica, 1994; Francisco Zúñiga, Carlos Luis Sáenz: el escritor, el educador y el revolucionario, San José, Ediciones Zúñiga y Cabal, 1991; Iván Molina Jiménez, «Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930», en Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas, Ensayos políticos, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000, págs. 9-66.

Las investigaciones sobre el Partido Comunista de Costa Rica, en el período anterior a 1950, pueden dividirse en cuatro grupos: las que versan sobre intelectuales y líderes, como Manuel Mora, Carlos Luis Fallas, Rómulo Betancourt, Carlos Luis Sáenz y Carmen Lyra6; las que examinan el papel jugado por la izquierda en las lu- chas sociales de las décadas de 1930 y 19407; las que analizan la alianza entre los comunistas, el Republicano Nacional y la Iglesia católica en 1943, y el conflicto político posterior que culminó en la guerra civil de 1948, luego de la cual el Partido Comunista fue ilegalizado8; y las que tratan específicamente sobre el origen intelectual del Partido, sus primeras actividades, su discurso público y la participación femenina9.

7 Vladimir de la Cruz, Las luchas sociales en Costa Rica 1870-1930, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica y Editorial Costa Rica, 1980, págs. 211-253; Emel Sibaja, «Ideología y protesta popular: la huelga bananera de 1934 en Costa Rica», Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional, 1983; Marielos Aguilar, Clase trabajadora y organización sindical en Costa Rica, 1943-1971, San José, Editorial Porvenir, 1989, págs. 15-40; Aviva Chomsky, West Indian Workers and the United Fruit Company in Costa Rica, 1870-1940, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1996, págs. 235-258.
8 Osear Aguilar Bulgarelli, Costa Rica y sus hechos políticos de 1948, San José, Editorial Costa Rica, 1969; John Patrick Bell, Guerra civil en Costa Rica. Los sucesos políticos de 1948, San José, EDUCA, 1976; Jacobo Schifter, La fase oculta de la guerra civil en Costa Rica, San José, EDUCA, 1979; Manuel Rojas Bolaños, Lucha social y guerra civil en Costa Rica 1940-1948, San José, Editorial Porvenir, 1980; Gustavo Soto Valverde, La Iglesia costarricense y la cuestión social: antecedentes, análisis y proyecciones de la reforma social costarricense de 1940-43, San José, EUNED, 1985; Gerardo Contreras y José Manuel Cerdas, Los años 40: historia de una política de alianzas, San José, Editorial Porvenir, 1988; Víctor Hugo Acuña, Conflicto y reforma en Costa Rica: 1940-1949, San José, EUNED, 1992; Fabrice Lehoucq, «The Origins of Democracy in Costa Rica in Comparative Perspective», Ph. D., Duke University, 1992; Eugene D. Miller, A Holy Alliance? The Church and the Left in Costa Rica, 1932-1948, Armonk, M. E. Sharpe, 1996.
9 Vladimir de la Cruz, «El primer congreso del Partido Comunista de Costa Rica», Estudios Sociales Centroamericanos, San José, núm. 27 (setiembre-diciembre, 1980), págs. 25-63; Víctor Hugo Acuña, «Nación y política en el comunismo costarricense (1930-1948)», Ponencia, Tercer Congreso Centroamericano de Historia, San José-Costa Rica, 15-18 de julio de 1996, págs. 1-19; Rosalila Herrera, «Maestras y militan-cia comunista en la Costa Rica de los años 30», en Eugenia Rodríguez Sáenz (ed.), Un siglo de luchas femeninas en América Latina, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2002, págs. 131-146.

El estudio del Partido, en la mayoría de los trabajos existentes, ha sido emprendido en función de contextualizar a figuras como las ya indicadas o de comprender mejor eventos (por ejemplo, la huelga bananera de 1934) o procesos específicos (como la polarización política ocurrida en la década de 1940). El énfasis en tales temas ha supuesto que el examen de la dinámica electoral del Partido fuera prácticamente descartado.

El análisis de sus resultados en las urnas evidencia, sin embargo, que lo electoral, lejos de ser una dimensión secundaria o marginal, se constituyó en el eje fundamental del BOC, en torno del cual se articularon las actividades sindicales y editoriales.

El propósito de este artículo es precisamente investigar a fondo esa dimensión electoral a partir de una experiencia específica: la elección legislativa y municipal de febrero de 1934 (comicios de medio período)10, en la cual el BOC logró, en términos del número de puestos que ganó, su mejor desempeño durante la década de 1930, por lo cual dicho resultado contribuyó a consolidar su inserción política.

La clave del éxito logrado en 1934 fueron tres factores institucionales no considerados en los estudios existentes: primero, un presidente de la república, Ricardo Jiménez, que durante su tercera administración (1932-1936) fue un decidido defensor de la inclusión política de la izquierda; segundo, una dinámica electoral caracterizada por la baja asistencia a las urnas en los comicios de medio período; y tercero, un sistema de adjudicación de puestos legislativos y municipales que, cuando se basaba en el método proporcional, era decisivamente afectado por el porcentaje de abstencionismo.

1. UN PARTIDO CAUTELOSO
Los dos puestos que el BOC alcanzó en el municipio de San José, en diciembre de 1932, fueron la base de una ambiciosa estrategia que combinaba su quehacer sindical, electoral y editorial. La lucha de los regidores comunistas a favor de los sectores populares y en contra de la corrupción empezó a ser ampliamente destacada en el periódico del Partido, Trabajo, con el fin de resaltar el compromiso de la izquierda con los trabajadores11. La propaganda fue facilitada porque ese medio pasó de una circulación mensual a una semanal, variación de la que se apresuró a informar, en mayo de 1933, el ministro de Estados Unidos en San José, Charles C. Eberhardt:

10 La ley electoral de 1927 establecía comicios de medio período para renovar la mitad del Congreso dos años después de las votaciones generales. Costa Rica, «Ley de elecciones», págs. 181-182.
11 Véase, por ejemplo, Trabajo, 7 de enero de 1933, págs. 1-3.

TRABAJO, el periódico semanal del Partido Comunista, está siendo publicado de manera regular y ahora circula más libremente. El periódico es más abierto que antes sobre cuestiones de política local puesto que el Partido fue capaz de elegir a dos de sus miembros al concejo de San José en las elecciones de diciembre último, y a las variadas actividades de sus regidores en nombre de las clases trabajadoras les es dada mucha publicidad12.

La promoción sistemática del desempeño de los regidores Adolfo Braña (de origen español) y Guillermo Fernández fue combinada con la crítica al gobierno de Ricardo Jiménez y la apertura de Trabajo a variadas denuncias sobre las condiciones laborales y de vida de los trabajadores urbanos y rurales. El Partido, a la vez, se esforzó por informar sobre su crecimiento y el quehacer de sus células, en tanto mantenía una práctica moderada, al extremo que, entre enero y abril de 1933, no organizó ninguna manifestación.

La cautela fue evidente durante el conflicto por derogar una ley de diciembre de 1928 que prohibía la jornada nocturna en las panaderías, tema que entonces se discutía en el Congreso. La dirigencia comunista, aunque se identificó con la lucha por defender tal disposición y aplicarla plenamente, se limitó a expresar el 19 de marzo:
… los trabajadores de San José, de todos los ramos, en un solo gesto de viril solidaridad clasista, deben ir a las barras del Congreso. Deben ir a impedir, a todo trance y con todos los medios, que ese monstruoso dictamen cristalice en ley. Al ayudar a los compañeros panaderos en la lucha por la defensa de su salud, y por la mejora de sus salarios; al ayudar a combatir por la ley de trabajo diurno, libran una batalla contra los patrones y contra la clase capitalista13.

Los líderes de izquierda, lejos de llamar a la huelga o a la movilización callejera, se esforzaron por encauzar legalmente la lucha de los trabajadores y centrarla en el logro de un objetivo institucional. El enfoque dado al conflicto de los panaderos no fue una excepción: la manifestación con que se conmemoró el primero de mayo de 1933 tenía por fin «luchar por la implantación de la Ley de Salario Mínimo y por la de Ayuda a los Desocupados, elaboradas por el Partido Comunista y archivadas por el Congreso…»14.

12 United States National Archives. Decimal Files (en adelante USNA.D.K). «Com-munist activities Costa Rica». 818.00B/48 (Marzo, 29, 1933), págs. 1-2.
13 Trabajo, 19 de marzo de 1933, pág. 1.
14 Trabajo, 23 de abril de 1933, pág. 1.

El afán por evitar cualquier desorden, controlar a eventuales agentes provocadores y disciplinar a los militantes y simpatizantes, condujo al comité organizador a advertir:
… no se consentirá a ningún individuo en estado de ebriedad; y que un Comité de Vigilancia cuidará de que no se altere la disciplina de la manifestación. Ese comité tiene plenos poderes e instrucciones para proceder sin contemplaciones15.

La presencia comunista en el desfile del primero de mayo fue debidamente captada por Eberhardt, quien informó que su participación fue posible gracias a que el presidente Jiménez la autorizó. El ministro destacó, además, que la manifestación del Partido atrajo a unas 1.200 personas, entre las cuales figuraban mujeres y niños; según él, varios comentaristas calcularon que el total de trabajadores capitalinos fue inferior a 800, al tiempo que afirmaban que el orden y la falta de beligerancia con que se comportaron indicaban que la mayoría ignoraba qué era la ideología comunista o no sentía entusiasmo por ella. El diplomático estadounidense compartía, en parte, esta última opinión, ya que señaló:
… me inclino a creer que la demostración del Primero de Mayo fue más una protesta de los desempleados que una manifestación comunista; que el orden mantenido por los participantes fue debido a la disciplina requerida por los líderes; y que a menos que los políticos locales presten más atención a los desempleados y a aquellos de la clase de los peones que son peor pagados, las filas de los comunistas se verán incrementadas en gran medida en los meses siguientes, con el resultado de que el Partido será capaz de elegir diputados al Congreso en las elecciones de 1934 y ganar fuerza16.

La descripción comunista del evento fue muy distinta: en Trabajo, calificaron su manifestación de «gigantesca» y enfatizaron en que, por vez primera, «…la clase trabajadora de Costa Rica cumple la consigna internacional de luchar el Primero de Mayo contra la opresión capitalista y por la sociedad sin clases»17.

15 Trabajo, 1 de mayo de 1933, pág. 1.
16 USNA.D.F., «Communist activities Costa Rica». 818.00B/53 (May 5, 1933), páginas 2-3.
17 Trabajo, 7 de mayo de 1933, pág. 1.

La conveniencia de concentrar el esfuerzo de propaganda en las personas sin empleo coincidía con los planteamientos del Comintern (Buró del Caribe): en una carta del 9 de mayo, tal organización indicaba que la ayuda a los desempleados «…debe ser uno de los puntos centrales en las luchas… del Partido»18. El fértil terreno que la desocupación suponía para la expansión de la ideología comunista también inquietaba a Eberhardt; en un informe del 29 de marzo de 1933, el ministro estadounidense advertía:
… no es difícil entender el aparente avance logrado por el Partido Comunista en Costa Rica durante los meses recientes; los líderes han tomado ventaja de cada oportunidad para apoyar a los desempleados cuando la [solicitud] ayuda fue rechazada por otros partidos políticos y aun por la Iglesia católica y las distintas misiones protestantes. Cuando individuos con quejas acerca de sus empleadores procuran la intervención de funcionarios del gobierno o de otros de quienes esperan apoyo, se les dice que nada se puede hacer al respecto, mientras que líderes comunistas como los regidores Braña y Fernández, y Manuel Mora Valverde, se ofrecen para ayudar a los trabajadores a lograr justicia. A juzgar por las recientes actividades del Partido y el aparente éxito de sus esfuerzos por fundar clubes, parece que un número de candidatos del Bloque de Obreros y Campesinos entrarán en la campaña para las elecciones legislativas de febrero de 1934, y no es del todo improbable que varios de esos candidatos sean exitosos en obtener asientos en la cámara legislativa19.

2. EL ENFRENTAMIENTO DEL 22 DE MAYO DE 1933

El interés de la izquierda por ampliar su influencia entre los desocupados fue el contexto en que ocurrió el enfrentamiento del 22 de mayo de 1933. El responsable de la actividad, según la versión oficial de Trabajo, fue un «comité de frente único». El papel jugado por el Partido se habría limitado, simplemente, a prestar el salón de su local para que desempleados de diversas afiliaciones políticas (y quienes no deseaban ser calificados de comunistas) organizaran una manifestación: «…el choque comenzó cuando a quemarropa el teniente Castillo hirió gravemente en la ingle al compañero Quesada. Ya provocada por la policía la lucha, los trabajadores se batieron heroicamente»20.

18 Erik Ching, «El Partido Comunista de Costa Rica, 1931-1935: los documentos del Archivo Ruso del Comintern», Revista de Historia. San José, núm. 37 (enero-junio, 1998), pág. 43.
19 USNA.D.F., «Communist activities Costa Rica», 818.00B/48 (March 29, 1933), págs. 3-4.

La versión que Eberhardt presentó a sus superiores difería, sin embargo, de la que publicó la izquierda. El despido de unos empleados del municipio josefino que laboraban en obras públicas condujo, según el diplomático, a que en la prensa circulara un aviso en el que se invitaba a todos los desocupados a reunirse en la sede del Partido en la tarde del lunes 22 de mayo. Las autoridades, al tanto de la actividad, enviaron un oficial y cuatro policías (dos de los cuales iban a caballo) a las cercanías del local con el fin de mantener el orden y evitar una manifestación por las calles de San José. Los trabajadores, aunque tenían una cita con el Secretario de Gobernación y varios funcionarios edilicios, carecían del permiso para desfilar, por lo que la lucha comenzó cuando
… un Fallas, un líder comunista de Alajuela… urgió a los reunidos a no prestar atención a la policía y a marchar a la oficina del Secretario de Gobernación. Los desempleados habían sido aprovisionados de palas y machetes por los líderes comunistas y fueron capaces de poner al manojo de policías fuera de combate antes que otro contingente de policía llegara a la escena. Uno de los policías heridos murió el 23 de mayo y no se espera que otro sobreviva. Durante la lucha, más de cuarenta de los supuestos comunistas fueron capturados por la policía; sin embargo, todos los líderes, algunos de los cuales se cree fueron heridos, escaparon… Se presume por tanto que la mayoría de los participantes en la confrontación no eran comunistas, sino simples trabajadores desempleados; los líderes comunistas… dejaron a los participantes sufrir las consecuencias de los actos de violencia a los cuales habían sido incitados21.

La comparación de las versiones de Trabajo y de Eberhardt evidencia que, aunque el Partido no fue el organizador de la actividad, la apoyó, con el presumible fin de aumentar su influencia entre los desocupados; pero una vez ocurrido el enfrentamiento, la dirigencia se apresuró a distanciarse de los disturbios.

20 Trabajo, 30 de mayo de 1933, pág. 1. Véase también: Cruz, «El primer congreso», pág. 50. Gómez, Rómulo Betancourt, pág. 94.
21 USNA.D.F. «Communist activities Costa Rica». LS. 818.00/1416 (May 26, 1933), págs. 2-3. Ching, «El Partido Comunista de Costa Rica», págs. 53 y 56. La Tribuna, 24 de mayo de 1933, pág.

Esto último era, sin duda, difícil de sostener, dado que el que incitó a los trabajadores a desafiar a las autoridades y a marchar, a sabiendas de que no se
contaba con el permiso correspondiente, fue un joven comunista altamente apreciado por los líderes de San José: el secretario general de la filial del BOC en la ciudad de Alajuela, Carlos Luis Fallas.

El propósito de la reunión efectuada en la sede del Partido tenía el propósito explícito de organizar una manifestación de desocupados (no de emprender, en lo inmediato, una protesta callejera), por lo que no se solicitó autorización alguna para marchar, como sí lo había hecho la dirigencia del BOC para desfilar el primero de mayo. La convocatoria de la actividad, en tales términos, explica por qué tan pocos policías fueron enviados inicialmente para vigilarla; las autoridades, además, quizá supusieron que los comunistas, al igual que había ocurrido durante el desfile del primero de mayo, se encargarían de velar por el orden.

El Poder Ejecutivo, tras los sucesos del 22 de mayo de 1933, procedió fuertemente contra el Partido (como se verá más adelante), cuyo papel fue, además, implacablemente criticado por el Buró del Caribe en una carta fechada en octubre de ese año:
… los desocupados, organizados y dirigidos por el Partido, se lanzaron a la calle en manifestación por sus demandas… fueron atropellados y abaleados por la policía… Y ¿cuál fue la actitud de los dirigentes del Partido ante los acontecimientos? Se dejaron abrumar por el pánico y negaron, desde las columnas de “Trabajo”, la “fisonomía política” de la manifestación… Los compañeros ocultaron el Partido y negaron la responsabilidad de éste por la manifestación de los desocupados, atribuyéndolo a “razones tácticas”. Pero tal actitud nada tiene que ver con la táctica de un Partido Comunista, sino que constituye un abandono oportunista de las masas22.

El principal impacto que el enfrentamiento del 22 de mayo tuvo en el país fue evidenciar el costo social de la crisis económica y el riesgo que el descontento correspondiente suponía para el sistema político en caso de no ser apropiadamente tratado. La Tribuna, en su editorial del 24 de mayo de 1933, indicó: «el problema de los desocupados se agrava lentamente sin que hasta el momento presente nadie se haya preocupado por darle una solución total ni siquiera parcial»23. El Eco Católico, semanario de la Iglesia que se vendía en la puerta de los templos todos los domingos en la mañaña, coincidió con lo expuesto por el periódico precedente: tras solicitar la ilegalización del Partido Comunista, agregó:
… el Gobierno y el Congreso han de trabajar por resolver el problema de los sin trabajo, buscando la manera de abrir nuevas regiones a la agricultura y movilizar el capital, hacerlo que emprenda; y en nuestro concepto sin necesidad de emisiones ruinosas de puro papel. Los ricos se vuelven más temerosos cada día; pero si no se resuelven a ayudar ahora, al pueblo y al Gobierno, aún perdiendo un poco de sus bienes, pueden después perderlo todo o en su mayor parte. Porque se engañan quienes piensan que ya se acabó el comunismo24.
El mismo ministro Eberhardt compartía el enfoque anterior: en un informe del 31 de mayo de 1933, advertía que, además de la condescendencia del presidente Ricardo Jiménez por no ilegalizar a los comunistas,
… los bajos salarios pagados por los grandes productores de café son, de manera manifiesta, igualmente responsables por la expansión de la “doctrina roja” fuera de la capital, mientras que el corrupto gobierno municipal de San José ha hecho mucho para que los trabajadores desempleados de la capital estén deseosos de escuchar las palabras de agitadores tales como Manuel Mora Valverde, Adolfo Braña y Carmen Lyra25.

El sangriento choque del 22 de mayo de 1933, en vez de socavar la tendencia a enfrentar la llamada cuestión social con medidas legales e institucionales, más bien la reforzó. Esto favoreció a los comunistas porque contribuyó a legitimar su opción de lograr el cambio social vía reforma; pero tal resultado era un arma de doble filo: al apropiarse otras organizaciones de reivindicaciones de la izquierda, podían dejarla sin programa y obligarla a radicalizar sus demandas e, incluso, a oponerse a las iniciativas progresistas de sus rivales. El peligro de que algo así ocurriera fue evidente ya cuando una propuesta de salario mínimo empezó a ser discutida en el Congreso. La respuesta de Trabajo, en su editorial del 22 de octubre de 1933, fue: «la clase gobernante ha desnaturalizado la fórmula del Partido Comunista»26.

24 Eco Católico, 28 de mayo de 1933, pág. Las cursivas son del original.
25 USNA.D.R, «Communist activities Costa Rica», 818.00/1418 (May 31, 1933), página 4.
26 Trabajo, 22 de octubre de 1933, pág. 1.

3. EL COSTO POLÍTICO DE LOS SUCESOS DEL 22 DE MAYO DE 1933

El impacto que, a corto plazo, tuvo el enfrentamiento del 22 de mayo tuvo sobre el BOC fue en extremo perjudicial: varios foráneos vinculados con dicha organización fueron expulsados del país, entre ellos el munícipe Adolfo Braña27, en tanto que el estudiante venezolano Rómulo Betancourt, importante colaborador de Trabajo, evitó su deportación gracias a que logró eludir a la policía el tiempo suficiente para que cesara la persecución en su contra28. La escritora y maestra Carmen Lyra, en tal contexto, criticó fuertemente al gobierno de Ricardo Jiménez, lo cual la condujo a una confrontación con Teodoro Picado, Secretario de Educación, a raíz de la cual fue despedida de su puesto como directora de la Escuela Maternal de San José29.

La represión descrita llevó a los comunistas a denunciar que el enfrentamiento del 22 de mayo fue producto de una conspiración del Poder Ejecutivo, cuyo fin era impedir que la izquierda participara en los comicios de medio período de 1934 y pudiera lograr asientos en el Congreso; además, el plan implicaba asesinar a Manuel Mora30.

La evidencia disponible, sin embargo, no avala esta teoría: el gobierno de Jiménez simplemente aprovechó prácticas imprudentes del Partido para reafirmar las condiciones bajo las cuales podía operar y, en particular, para desarticular sus esfuerzos por configurar, con base en la crisis económica, un fuerte apoyo entre los desocupados.

Las autoridades, tras el choque de mayo de 1933, empezaron a aplicar sistemáticamente una estrategia de desgaste, basada en la simple utilización de recursos legales: denuncias por injurias y calumnias, acusaciones por faltas menores y otros medios similares. El periódico Trabajo no tardó en quejarse por la presión de esta índole. El 30 de julio de 1933, expuso que:

27 Jaime Cerdas, La otra vanguardia, San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1993, pág. 64.
28 Gómez, Rómulo Betancourt, págs. 92-110.
29 Molina Jiménez, «Un pasado comunista», pág. 3.
30 Trabajo, 30 de mayo de 1933, pág. 3.

… la burguesía continúa su campaña de persecución contra el Partido Comunista. Naturalmente, la persecución se lleva a cabo en formas solapadas, encubiertas con farsas jurídicas… La última táctica ha sido la de los encarcelamientos periódicos de elementos del Partido. Hoy cogen dos. Nos movemos, buscamos fianza, los sacamos. Dos días después cogen otros dos. De nuevo nos ponemos en acción y conseguimos también sacarlos. Pues se prende a otro o a otros. Y en esa forma nos llevan… Nos enteramos en este momento de que el compañero Gilberto Alvarez de Alajuela ha sido condenado a 360 colones de multa o seis meses de arresto, por el Agente de Policía de aquella provincia. El único delito de Alvarez consistió en asistir a una reunión de esos desocupados…31.
La inversión de tiempo en los trámites legales para liberar a los detenidos se complicaba por la presión financiera, ya que además de cancelar multas y fianzas, el Partido debía asistir a las familias de los afectados. La represión posterior al choque del 22 de mayo supuso la primera experiencia, a escala considerable, de esta índole, a partir de la cual se constituyó el Socorro Rojo, con la maestra Luisa González como tesorera32. El 23 de julio de 1933, Trabajo informó que tal comité tenía como objetivo
… ayudar en toda forma, económica y moralmente, a las víctimas de la represión capitalista y a sus familiares… En el período de tiempo que lleva constituido ha recogido entre los simpatizantes de la organización (por suscripciones privadas y en las veladas dominicales) $315.75 céntimos de los cuales $299.00 han sido distribuidos entre los heridos y presos, entre sus familiares y para ayudar a los hijos de nuestro valiente y recordado Adolfo Braña…33.

La principal ventaja de la estrategia del desgaste era que podía ser aplicada, a pequeña escala, de manera permanente y sin provocar escándalos, ya que se basaba en utilizar ampliamente el sistema legal para sancionar cualquier error o exceso —práctico o discursivo— en que incurrieran los comunistas. La opción de combatir a la izquierda por esta vía fue estimulada porque la represión posterior a la confrontación del 22 de mayo fue rechazada a la larga por la opinión pública (lo que explica por qué a Betancourt se le facilitó permanecer en el país, pese al decreto de expulsión). El ministro Eberhardt, en un informe del 15 de junio de 1933, se lamentaba:

31 Trabajo, 30 de julio de 1933, pág. 1.
32 Trabajo, 30 de mayo de 1933, pág. 1.
33 Trabajo, 23 de julio de 1933, pág. 1.

… todos los comunistas arrestados como participantes en el disturbio del 22 de mayo último han sido liberados. Ninguno de ellos fue incluso llevado a los tribunales por sus actos. Ninguno permanecio más que unos pocos días bajo arresto en la cárcel local, donde estuvieron bajo el cuidado de la organización comunista… Mientras las actividades de la organización comunista se han incrementado aparentemente, los pasos tomados por el gobierno para enfrentarlas han disminuido en semanas recientes. Las deportaciones… son severamente criticadas aun por aquellos no afiliados con el comunismo. El sentimiento del público general se ha manifestado tan fuertemente contra el gobierno que no se han hecho esfuerzos ulteriores para aprender y deportar a los agitadores extranjeros34.

El saldo final del ciclo de enfrentamiento con las autoridades que se inició tras el 22 de mayo fue, sin duda, desfavorable para los comunistas: aunque la opinión pública se manifestó contra la represión y Braña fue convertido prácticamente en un mártir, la izquierda se quedó sin su principal munícipe y debió asumir las exigencias legales y financieras que comportaba la estrategia del desgaste, al tiempo que Carmen Lyra perdía el importante puesto que tenía el aparato educativo; además, unos meses después, la dirigencia costarricense sería acusada de irresponsable y oportunista por el mismo Buró del Caribe35.

El elevado costo que tuvo una actividad que, según Trabajo, ni siquiera fue organizada por el Partido, condujo a que éste, a medida que se aproximaban las elecciones de febrero, extremara su cautela y jugara un papel limitado en la huelga de los panaderos de Alajuela, de diciembre de 1933, y en la de los zapateros de San José, de enero de 193436.

La cautela se impuso en especial durante las huelgas ya indicadas de panaderos y zapateros, que coincidieron con la fase final de la campaña electoral. Las luchas de esos obreros constituían un espacio fundamental para la propaganda del Partido, pero suponían, a la vez, un riesgo considerable, ya que cualquier error de tal organización podía conducir a que se intensificara la estrategia del desgaste e, incluso, a que se intentara evitar la participación comunista en los comicios. La prudencia fue, en tales circunstancias, la consigna de la izquierda, lo que no le impidió celebrar como propio el triunfo de los obreros de zapatería37.

34 USNA.D.R, «Communist activities Costa Rica», E/TFV818.00B/58 (June 15, 1933), págs. 1 y 3-4.
35 Supra nota 22.
36 Trabajo, 17 de diciembre de 1933, pág. 4; 28 de enero de 1934, págs. 1 y 3; 4 de febrero de 1934, pág. 3.
37 Trabajo, 4 de febrero de 1934, pág. 3.

4. LOS COMICIOS DE FEBRERO DE 1934

Los comunistas decidieron competir por puestos legislativos en tres de las siete provincias en que se divide Costa Rica: San José (9 asientos en juego), Alajuela (5 asientos en disputa) y Limón (1 asiento por renovar)38. El Partido, sin embargo, optó a último minuto por no participar en la contienda alajuelense, debido a lo ocurrido con el líder local, Carlos Luis Fallas: a raíz de unas declaraciones suyas dadas el 11 de julio de 1932, fue acusado por injurias, por lo que el 23 de junio de 1933 fue condenado a descontar un año, un mes y un día de destierro39. La resolución fue apelada ante distintas instancias, pero sin éxito, como informó Trabajo el 31 de diciembre del último año indicado40.

La decisión del Partido de no competir en Alajuela, anunciada el 14 de enero de 193441, fue motivada también por la persecución de que fueron víctimas otros líderes locales42, un proceso del que no se exceptuó Jaime Cerdas, quien sustituyó a Fallas como Secretario General de la filial alajuelense del BOC. La Prensa Libre del 26 de enero informó que este último
… fue detenido por gestiones del diputado don Marcial Rodríguez quien consideró que en un discurso pronunciado por el líder comunista lo atacó con palabras difamadoras y por ello solicitó su detención43.

El inicio de la campaña electoral de los comunistas incorporó una importante y original declaración, que patentiza cómo capturar puestos legislativos, además de incrementar el peso político de la izquierda, podía convertirse en una decisiva fuente de ingresos. El periódico Trabajo, en su edición del 19 de noviembre de 1933, comunicó que el Comité Central Ejecutivo del Partido, había acordado que

38 Iván Molina Jiménez, Demoperfectocracia, La democracia pre-reformada en Costa Rica (1885-1948), Heredia, Editorial Universidad Nacional, en prensa, Cuadro 6.3. Las provincias en Costa Rica se dividen en cantones y estos, a su vez, en distritos.
39 Aguilar, Carlos Luis Fallas, pág. 52. Fallas escogió Limón como lugar de destierro, lo que aprovechó para organizar la huelga bananera de agosto-septiembre de 1934.
40 Trabajo, 31 de diciembre de 1933, pág. 1.
41 Trabajo, 14 de enero de 1934, pág. 1.
42 Trabajo, 31 de diciembre de 1933, pág. 1.
43 La Prensa Libre, 26 de enero de 1934, pág. 1.

… los sueldos que devenguen los diputados que el Partido Comunista logre llevar al Congreso sean cobrados por la Secretaría de Finanzas del Partido, la cual entregará a cada uno de los diputados una suma equivalente a la tercera parte del sueldo devengado. El resto, lo mismo que las dietas por sesiones extraordinarias pasarán a la caja del Partido para gastos del mismo44.

El análisis de lo publicado por Trabajo en las semanas anteriores a los comicios revela que el Partido se limitó a simples llamamientos a votar por el BOC, sin hacer hincapié en temas específicos, hasta el 4 de febrero de 1934; a partir de tal fecha, la campaña a favor de los diputados comunistas se basó en la lucha
… por una ley de salario y sueldo mínimo; por una ley de ayuda a los desocupados; por el no pago a los usureros de Londres y Nueva York de la deuda exterior; por tierra, semilla y herramientas por cuenta del Estado para los campesinos pobres… contra el imperialismo extranjero; contra el capitalismo nacional; por la defensa del pueblo trabajador y explotado…45.

El aviso precedente fue complementado por otro en el que se convocaba a los «trabajadores y elementos pobres de la clase media de San José, Heredia, Alajuela y Limón», a sufragar por los candidatos comunistas, con lo cual se abofetearía «…a las “maffias” burguesas que han venido explotando los bienes comunales…»46. La edición de Trabajo del 10 de febrero le solicitó el voto a los
… trabajadores de la ciudad y el campo, los empleados públicos y de comercio, los pequeños comerciantes y los pequeños propietarios, y todos los componentes sociales que son víctimas de la opresión capitalistas… [para apoyar al] único partido que no tiene cafetaleros, ni banqueros, ni parientes de cafetaleros, ni abogados de cafetaleros en sus papeletas47.

El intento por construir una plataforma electoral más amplia, visible en el texto precedente, suponía una variación decisiva con la campaña del Partido en 1932, esencialmente dirigida a los trabajadores.
44 Trabajo, 19 de noviembre de 1933, pág. 4.
45 Trabajo, 4 de febrero de 1934, pág. 1.
46 Trabajo, 4 de febrero de 1934, pág. 2.
47 Trabajo, 10 de febrero de 1934, pág. 1.

El punto de vista de la izquierda en ese año, que hacía hincapié en lo que separaba a los asalariados de los pequeños propietarios y no en sus eventuales intereses comunes, fue sustituido en 1934 por una perspectiva dominada por el cálculo electoral, orientada a capturar los sufragios de votantes insatisfechos cuyo trasfondo laboral u ocupacional podía ser muy diverso. La clave de esta táctica era contrastar al BOC con otros partidos en los cuales era evidente la presencia de grandes productores, beneficiadores y exportadores de café, el grupo económicamente dominante en Costa Rica.

Derrota y marginación de Vanguardia Popular 1948

Derrota y marginación de Vanguardia Popular
1948 Tras la guerra civil, durante años, los comunistas fueron excluidos de la legalidad
Gerardo Contreras Álvarez | gcontre25@gmail.com
En mayo de 1948, la Penitenciaría de San José podía confundirse con un local del Partido Vanguardia Popular (VP): apenas terminada la guerra civil, muchos de sus dirigentes y militantes fueron apresados por los triunfadores de esa contienda.
Ya antes de la guerra, el ambiente era muy tenso. Seguidores y opositores del gobierno de Teodoro Picado habían apelado a la violencia. Vanguardia denunció entonces el asesinato de militantes como Rubén Cabezas (en Turrialba) y Herminio Alfaro (en Barva). Una bomba había destrozado el auto de Manuel Mora Valverde (jefe de VP) y otra fue colocada en su casa.
Antes del conflicto, los partidos Republicano Nacional y Vanguardia Popular (VP, comunistas) formaban la mayoría del Congreso, y, el 8 de marzo, habían anulado las elecciones de febrero. Por esto, el país entró en una profunda crisis política, que llevó, el 12 de marzo, a una guerra civil para la que se habían preparado los seguidores de José Figueres Ferrer.
La contienda duró cuatro semanas y finalizó gracias a la mediación de legaciones diplomáticas, y también debido a un acuerdo verbal de José Figueres con Manuel Mora, el 18 de abril, conocido como el “Pacto de Ochomogo”.
Entonces, ante Mora, Carlos Luis Fallas y Benjamín Núñez, Figueres se comprometió a mantener las reformas sociales logradas durante las administraciones de Rafael Ángel Calderón Guardia y Teodoro Picado. Asimismo, Figueres prometió respetar la existencia de VP y de la Confederación de Trabajadores de Costa Rica.
Sin embargo, luego de la renuncia de Picado y tras la rendición de las fuerzas oficialistas, el nuevo gobierno, de Figueres (la Junta Fundadora de la Segunda República), comenzó a reprimir a sus antiguos adversarios, especialmente a los de Vanguardia Popular.
Cárcel y exilio. La acción contra VP empezó de manera inmediata, una vez que las fuerzas del Ejército de Liberación Nacional entraron en la ciudad de San José. Algunos hechos confirman este aserto.
La guerra había concluido el 19 de abril de 1948, y, el 1° de mayo, más de mil comunistas y algunos calderonistas ya estaban presos en la Penitenciaria Central.
El 17 de julio de 1948, la Junta emitió el decreto-ley 105, que puso fuera de ley a VP y a la Confederación de Trabajadores.
El 19 de abril de 1983, en entrevista que Figueres concedió al autor de este artículo, manifestó: “El Partido Vanguardia Popular, el partido de los comunistas de aquel tiempo, se proscribió complaciendo a una fuerte corriente de la opinión pública”.
Luego añadió: “La opinión pública estaba enfurecida contra el Partido Comunista, que fue el que se puso fuera de ley”. “En cambio, poner fuera de ley al Partido Republicano Nacional hubiera sonado a venganza pues este era un partido democrático”, agregó.

Varios dirigentes y militantes debieron acogerse al exilio, entre ellos Manuel Mora, Carmen Lyra, Fernando Chaves Molina, Fernando Cerdas, Alicia Albertazzi y Eduardo Mora.
Asimismo, gracias a la intervención del arzobispo Víctor Manuel Sanabria y Martínez, algunos dirigentes de VP se salvaron de ser asesinados en la Penitenciaría.
A la vez, no se permitió a los comunistas inscribirse, esta vez como Partido Nacional Democrático, para las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, celebradas en diciembre de 1948.

Se crearon los Tribunales de Sanciones Especiales contra personajes del anterior gobierno y sus aliados. Estos tribunales se extralimitaron y suscitaron críticas. Por ejemplo, un juez, Celso Gamboa Rodríguez, renunció a su cargo e intervino en las elecciones constituyentes con el Partido Constitucionalista, que obtuvo seis diputados a la Asamblea Constituyente.

En ese ambiente de rechazo y marginación, se produjeron atentados, como el asesinato cometido en diciembre de 1948 en el Codo del Diablo (Siquirres, Limón) contra los dirigentes vanguardistas Federico Picado, Tobías Vaglio, Lucio Ibarra y Octavio Sáenz.
Presiones. ¿Por qué incumplió Figueres su promesa de respetar a VP y a la Confederación de Trabajadores? Nunca hubo una explicación detallada y formal de Figueres sobre su cambio de actitud; sin embargo, pueden formularse algunas hipótesis.

La primera es que Figueres expresó promesas como una forma de acelerar su triunfo en la guerra y sin intención de cumplirlas. De ser así, habría influido una cuestión ideológica: la idea de que VP no era un partido democrático.

Otra hipótesis es que Figueres quiso cumplirlas, pero sin convicción, y que, ante presiones, se consideró autorizado a faltar a su palabra. En tal caso, esas presiones pudieron ser de dos orígenes: interno y externo.
Internamente, estaba fresca la acritud de la lucha política previa a la guerra. Los comunistas habían protagonizado choques violentos con los opositores, y estos guardaron una especial inquina contra los militantes de VP. Luego de la guerra, las represalias fueron fáciles.
Dentro del Ejército de Liberación Nacional había personas profundamente anticomunistas. Algunas, de origen alemán, no perdonaban a VP que hubiesen sido deportadas a campos de concentración en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Externamente, había comenzado la Guerra Fría entre los Estados Unidos y sus aliados, y la Unión Soviética. Los sucesivos gobiernos de Washington procuraron entonces eliminar la influencia de los partidos comunistas en todo el mundo.
Así, hacia el fin de la guerra civil, el embajador de los EE. UU., Nathaniel Davies, dialogó con el presidente Picado y le pidió que renunciara pues (opinó) el triunfo de José Figueres era inevitable. Luego, en su carta de renuncia, Picado expresó: “Fuerzas incontrastables me han hecho saber que tengo la guerra civil perdida”.
En un sentido similar escribió el historiador Ricardo Fernández Guardia: “Se disponía el Gobierno a resistir en sus cuarteles de San José, cuando fue informado que, en la zona del Canal de Panamá, se aprestaba una fuerza del ejército americano a ser transportada al aeropuerto La Sabana para poner fin a las hostilidades ya que se tildaba de comunistas al numeroso grupo de combatientes militantes del Vanguardia Popular” ( Cartilla histórica de Costa Rica . San José, Editorial Lehmann, 1976. Pág. 163).
La derrota militar de los comunistas ofreció una oportunidad ideal para que –de ser posible– fuesen además ilegalizados.
Rechazos. Durante años, las condiciones legales fueron adversas a los comunistas. Así, para las elecciones nacionales de 1953, no se permitió su inscripción, pedida bajo el nombre de Partido Progresista Independiente.
De igual forma sucedió con el proyecto comunista de 1957, el Partido Socialista, encabezado por el escritor Fabián Dobles.
También fue proscrito el Partido Acción Popular Socialista en 1965. Similar fue el caso, en 1969, del Bloque de Obreros, Campesinos e Intelectuales.
A todos esos proyectos se les aplicó el decreto-ley 105, de 1948. Asimismo, se les impuso una parte del artículo 98 de la Constitución, que atañe a los partidos: “Su creación y el ejercicio de su actividad serán libres dentro del respeto a la Constitución y la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
Solamente a mediados de los años 70 se normalizó la situación legal del Vanguardia Popular (y de otros grupos de izquierda), pero nunca logró recuperar la influencia política que había conseguido antes de la guerra civil de 1948.
EL AUTOR ES HISTORIADOR, PROFESOR DE LA UCR EN LA ESCUELA DE ESTUDIOS GENERALES Y EN LA SEDE DEL ATLÁNTICO.

Argentina: la izquierda no armada en los años 70’

La izquierda no armada en los años 70’
Daniel Campione

15/05/2007
Es propósito de este artículo el presentar la actuación de tres partidos políticos pertenecientes a lo que puede genéricamente denominarse “izquierda no armada” en Argentina, ocupándonos centralmente del lapso transcurrido entre las elecciones de 1973 y los primeros años de la dictadura militar establecida en marzo de 1976.
El desenvolvimiento de las tres organizaciones será ubicado en el contexto de una nueva conformación de la izquierda socialista y marxista en Argentina. Esa evolución estuvo vinculada a la crisis que en el plano mundial sufría el predicamento de la URSS, y sobre todo a la existencia de experiencias revolucionarias de nuevo signo, que abarcaban la nueva orientación china, perceptible en el país desde comienzos de los 60’ y el creciente influjo de la visión de origen “guevarista”, orientada a un proceso revolucionario latinoamericano impulsado a partir de la lucha guerrillera. El propio proceso local de resistencia obrera posterior al derrocamiento de Perón en 1955, alentaba enfoques renovadores.
¿Qué significaba izquierda “no armada” en el contexto de la época? Estos partidos poseían armas, impartían algún tipo de instrucción militar al menos a algunos de sus militantes y no excluían la perspectiva de una confrontación armada en el corto o mediano plazo.[1] Lo que los definía como “no armados” es que no incluían acciones militares en su práctica política, ni actuaban a través de algún tipo de “ejército revolucionario”.
Con diversos argumentos, todos renegaban de la acción guerrillera que desenvolvían organizaciones como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, a partir de fines de los 60 y principios de los setenta. Tendían a considerarla alejada de las necesidades y prácticas reales del movimiento obrero y popular, o más aún, de servir objetivamente a los intereses de la derecha en cuánto a desencadenar represión o políticas reaccionarias.
Los aquí escogidos; el Partido Comunista (PC), el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), pueden ser considerados los más importantes entre los partidos claramente orientados a la izquierda marxista en la Argentina de los años 70’ que no desarrollaban actividad guerrillera, por lo que hemos centrado la atención en ellos, dejando de lado otras organizaciones menores.
Examinaremos brevemente las posiciones y actuación de estas organizaciones, tomando ciertos campos fundamentales de análisis: El proceso electoral de 1973 y el subsiguiente acceso al poder del peronismo; las organizaciones guerrilleras y su accionar, el movimiento obrero y su radicalización en la etapa, el viraje conservador y progresivo deterioro de ese gobierno, y finalmente el golpe de Estado y la entronización de la dictadura militar iniciada en 1976.
Los antecedentes [2] en las que la izquierda política y las organizaciones sociales de orientación radical tendían a jugar un rol centralmente protagónico. Un tiempo después comienza a haber fuertes evidencias de que una vertiente creciente del proceso de radicalización podía desenvolverse en el interior del peronismo, y va quedando impregnado por las ambigüedades sociales, ideológicas y organizativas de esta fuerza.
El desarrollo de una izquierda peronista puede rastrearse desde fines de los 50 y comienzos de los 60, a través de las luchas obreras posteriores al derrocamiento de Perón, la prédica de dirigentes como John William Cooke, y experiencias guerrilleras, como Uturuncos. Lo novedoso en los primeros 70 era que esas corrientes, al comienzo minoritarias, se tornaran organizaciones de masas, y acentuaran su radicalización.[3]
Durante mucho tiempo la izquierda marxista había previsto la radicalización de las masas peronistas, pero pensándola como la afluencia de los trabajadores de esa procedencia a sus organizaciones. El proceso había sido más complejo, ya que junto con los peronistas que se “izquierdizaban” sin dejar de serlo, también había agrupaciones marxistas que se “peronizaban”, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que terminó fusionándose con la peronista Montoneros.
Al mismo tiempo, se producía otro fenómeno que estas fuerzas no compartían. Nos referimos a la formación de la guerrilla urbana, con manifestaciones de alta repercusión desde fines de los años 60’, luego de un período de “incubación” de varios años, en el que fracasaron rápidamente tentativas de organizar “focos” tanto rurales como urbanos.
A lo largo de los años sesenta, a los que ingresó como “la principal fuerza en el campo de la izquierda argentina”[4] el Partido Comunista sufrió sucesivas escisiones, al mismo tiempo que afrontaba crecientes cuestionamientos externos desde el campo denominado “nueva izquierda”.
En 1963 se alejaría el grupo de intelectuales nucleado en torno a la revista Pasado y Presente, del que formaban parte Oscar del Barco, Héctor Schmucler y José Aricó, entre otros. Ese núcleo se distinguía por su incorporación del pensamiento de Antonio Gramsci, en la búsqueda de un paradigma político-intelectual que permitiera pensar las nuevas complejidades de un mundo en profundo cambio. Junto con Gramsci tomaban cuenta de lo más reciente del marxismo italiano y francés, y a pensadores relegados por el comunismo oficial, como Mariátegui o Rosa Luxemburgo.[5]
En 1967 se desencadena la ruptura, más numerosa, de la corriente que dará origen al Partido Comunista Revolucionario. Las diferentes disidencias tenían en común el propósito de escapar de los rígidos límites del marxismo de tipo soviético, y de la estrecha tutela de una dirección partidaria inamovible6. También buscaban acercamientos con las nuevas corrientes de izquierda, incluyendo las que se desarrollaban dentro del peronismo.[7]
El Partido Socialista de los Trabajadores era de nueva data en su creación formal, pero entroncaba con una corriente trotskista fundada en los años cuarenta, la encabezada por Nahuel Moreno,[8] que había hecho de las fusiones, refundaciones y cambios de denominaciones una verdadera línea de conducta a lo largo de décadas, buscando fusionarse con corrientes del viejo Partido Socialista, mimetizarse en el peronismo, o abrir sus horizontes dentro de la izquierda radical.[9]
En esa línea las más recientes habían sido la fusión con el FRIP Frente Revolucionario Indoamericano Popular (Frip), en 1965, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)[10], del que se escinden tres años después como PRT “La Verdad”, hasta 1972. En ese último año se funda el PST, a partir de un pacto del PRT “La Verdad” con una de las múltiples agrupaciones a las que había dado lugar la diáspora del otrora poderoso socialismo, para unificarse con una fracción del Partido Socialista Argentino.[11] La apertura electoral en desarrollo era un objetivo del nuevo partido, que además apuntaba a producir cierta identificación con el tradicional Partido Socialista, corriente que pese a su dispersión conservaba simpatías en los centros urbanos.
El PST criticaba frecuentemente las políticas y las prácticas concretas del PC, pero no definía su identidad en relación con este. La diferenciación y el ataque frente a las acciones guerrilleras parecían ocupar un lugar mayor entre sus preocupaciones de la época. Y en el movimiento obrero, la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) o el PRT le suscitaban atención. Además, las críticas se alternaban con llamados a la unidad, y al entendimiento entre ambas organizaciones. “Compañeros comunistas: Hagamos la unidad clasista, antiburocrática y socialista”[12]
El PCR había nacido en 1967-1968, bajo el signo de los movimientos de liberación nacional, la revolución cubana, el enfrentamiento sino-soviético y la guerra de Vietnam. Se fundó a partir de una corriente disidente del PC, inicialmente influida por el “guevarismo”, que en 1968 se constituye en Partido Comunista Revolucionario. La perspectiva maoísta la adopta en 1972, tras un viaje a China de algunos dirigentes.
El PCR encuentra en el maoísmo una base teórica para fundamentar la discrepancia con el rumbo soviético y con las políticas derivadas de la “coexistencia pacífica” kruscheviana que desarrollaba el PC de Argentina. A partir de allí pasa a analizar la realidad local como un escenario de confrontación entre el imperialismo norteamericano y el “socialimperialismo” soviético.[13]
El PCR se autoproclamaba el comunismo “verdadero”, en reemplazo del reformismo revisionista de un PC al que se pensaba como brazo político e incluso económico del “imperialismo soviético”. Por lo demás, las diferencias teóricas y doctrinarias con el viejo partido eran menos profundas que con la tradición trotskista.
Por ejemplo, el PCR postulaba una revolución similar a la imaginada por el PC, “democrática, agraria y antiimperialista”. Eran los posicionamientos internacionales, pero sobre todo los efectuados frente a la coyuntura nacional, los que colaboraban en que los comunistas revolucionarios se diferenciaran. El PCR aunó ambos aspectos, al lanzarse a una interpretación de la realidad nacional en la que el “socialimperialismo” soviético jugaba un rol preponderante.[14]
La coyuntura electoral de 1973
A partir de 1971, los partidos que nos ocupan se vieron frente a un proceso de elecciones nacionales. Ante el riesgo de que los alzamientos locales terminaran en rebelión generalizada, el nuevo presidente dictatorial, general Alejandro Lanusse, convocó a elecciones.
Buena parte de las fuerzas de izquierda no llegaron a evaluar el potencial de este proceso electoral, su capacidad de despertar entusiasmo en el grueso de la población, y en especial las masas obreras, en tanto posibilidad cierta de concretar la ansiada “vuelta de Perón”.[15] Oscilaron entonces entre el rechazo en bloque a lo que consideraban una apertura política amañada, y la participación electoral.
Los sectores más radicalizados, en especial desde el “clasismo” sindical, enarbolaron una consigna rotunda: “Ni golpe ni elección, revolución”. Ese lema constituía al comienzo una apuesta a que el calendario electoral fuera abortado por una insurrección triunfante, pero luego repercutió en actitudes abstencionistas frente a los comicios de 1973, cuando ya era evidente que la ansiada rebelión generalizada no tendría lugar.
El PCR hizo campaña a favor del voto en blanco, con la expectativa de que los ámbitos más radicalizados se hicieran eco, y alcanzar un porcentaje significativo, como en las últimas elecciones presidenciales de Argentina, justo una década antes.[16] El resultado fue muy decepcionante, ya que los sufragios en blanco no fueron mucho más allá del 1%.
Tanto los comunistas como el PST, en cambio, procuraron organizar o tomar parte en propuestas electorales y levantar candidaturas.
El Partido Comunista no tomó en cuenta las convocatorias a formar un frente de izquierda o en torno a “candidatos obreros” que hacían el PST, y algunos núcleos del sindicalismo radicalizado. Cuando los comicios eran inminentes, resolvió buscar una opción “frentista, no junto al peronismo, sino en una alianza con partidos definibles como de “centroizquierda”. Logró así integrarse en una entente en la que no tenía cuestionadores a su izquierda, ni debía disputar con nadie la pretensión de representar a la clase obrera o a la visión marxista.
La coalición tomó la denominación de Alianza Popular Revolucionaria (APR) y obtuvo más de ochocientos mil votos, equivalentes a poco menos del 8% del total de los sufragios a presidente. En ocasión de la segunda votación a presidente, en el mes de septiembre, los comunistas acordaron con sus socios de la APR la no presentación de candidatos, y convocaron a votar la fórmula encabezada por el general Perón, acompañado de su esposa.
El PST optó con firmeza por participar en las elecciones, levantando la bandera de la independencia de la clase obrera. El partido actuó movilizado por la preocupación de definir una fórmula presidencial de izquierda con algunas posibilidades de representar eficazmente el grado de desarrollo y combatividad de lo que visualizaban como lo más avanzado de la clase. Un “polo obrero y socialista” que llevara al plano político “…la experiencia de Sitrac-Sitram”.[17]
Se dirige al líder sindical AgustínTosco18 ya en marzo de 1972: “Usted debe ser el futuro gobernador de Córdoba en nombre del polo obrero y socialista” y se lo exhorta a tomar parte “…en la formación de un gran movimiento político, el frente obrero y socialista.”
Esas convocatorias no cuajaron, y el PST se presentó a las elecciones de marzo de 1973 con candidatos propios, a presidente y vice, Juan Carlos Coral y Nora Sciappone.[19]
Ya con miras a los comicios de septiembre de 1973, suscitados por la renuncia del presidente Cámpora y el vicepresidente Lima, el partido convergió con las inquietudes del PRT y un frente por él auspiciado, el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS)[20] para promover nuevamente la candidatura de dirigentes obreros.
Fue un momento de particular pugna entre PST y PC, en torno a la perspectiva de definir un frente “clasista”, con Tosco como candidato a presidente.[21] En parte influido por los comunistas, con los que mantenía estrechos lazos, terminó por rechazar la postulación. El PST atacó fuertemente la decisión de no presentar candidaturas y apoyar la fórmula Perón-Perón por parte del PC: “El XIV° Congreso hará época. Los diarios burgueses le dieron un gran espacio periodístico, tal vez porque allí se votó la trágica línea de no levantar candidatos propios y apoyar a la fórmula de la derecha peronista.”[22]
En septiembre, fue candidato el mismo Coral, acompañado ahora por José Francisco Páez, dirigente del Sitrac-Sitram sumado recientemente al partido.[23].
En un momento de singular radicalización del conflicto social y la lucha política, que en principio debería serle propicio, el socialismo marxista había eludido la presencia electoral ostensible, o se había presentado con ofertas precarias, consiguiendo un caudal de votos por demás exiguo.
Frente al gobierno peronista [24]

Se valoraba la derrota infligida a la dictadura, por encima del carácter burgués en programa y candidaturas del peronismo.
El cuadro se complejizó porque el liderazgo de Perón, y la tendencia a obedecer de modo incondicional sus dictados por parte de amplias masas, hacía que su vuelta al gobierno produjera expectativas de cambio que no estaban destinadas a diluirse con rapidez.
El 20 de junio de 1973, la masacre de Ezeiza25 resultó una primera advertencia del ominoso potencial del enfrentamiento entre izquierda y derecha peronista. Ésta última dejaba demostrado que también estaba armada y dispuesta a la lucha, con apoyos más sólidos y persistentes en el aparato estatal que los que podía acreditar la izquierda.
El PST define en parte el carácter de clase del gobierno peronista por la presencia de funcionarios como José Ber Gelbard, un destacado dirigente empresario.[26] También critica tempranamente al Pacto Social, y a la represión clandestina.[27]
Curiosamente, el ministro Gelbard estaba vinculado al Partido Comunista, que en los años 50 y 60 había desarrollado militancia en sectores medios y altos, incluyendo empresarios de envergadura.
El nombramiento del dirigente empresario28 como ministro de Economía, fue el logro más notable de los comunistas en el período en términos de influencia sobre el gobierno, pero el vínculo se mantenía en secreto.[29] En sus declaraciones públicas, sostuvieron cierto apoyo a la política económica, siempre acompañado por exhortaciones a impulsar más decididamente “el programa de liberación nacional y social”[30] y críticas frente a rasgos regresivos del gobierno.
Contaban además con dos diputados nacionales, los únicos parlamentarios identificados con la izquierda marxista, que impulsaban iniciativas como la nacionalización de hidrocarburos o la reforma agraria, y se oponían a la imposición de legislación represiva.[31]
El PCR, por su parte, desarrolló una política frente al gobierno peronista que empieza por señalarle sus límites “no se propone liquidar la dependencia ni el latifundio” y manifiesta no coincidir con la denominación de “gobierno popular” que parte de la izquierda le asigna”, y avanza en reclamos radicales, como “formación de milicias, control obrero, nacionalizaciones”.[32]
El partido maoísta se centra a menudo en la crítica a la política económica del gobierno, y a los manejos empresariales del ministro Gelbard. Lo acusa de vínculos con las multinacionales argumentando que
“…aprovechando sus posiciones empresarias y en el aparato estatal y con la ayuda de centenares de cuadros destinados por el PC a este frente, se ha asociado y/o subordinado a importantes sectores de la burguesía media antiyanqui…”[33]
La política hacia el movimiento obrero
Las tres organizaciones tenían actuación en el movimiento sindical, en minoría frente al sindicalismo oficial peronista, que mantenía en sus manos la totalidad de las grandes organizaciones, pese a sufrir momentos de aguda crisis. Mientras el PST y el PCR hacían centro en la “independencia obrera” y formaban agrupaciones “clasistas”, el PC seguía también en este campo una política de alianzas más amplias.
Con todo, los tres coincidían en ubicar como enemigo a la “burocracia sindical”, denominación aplicada a las dirigencias sindicales tradicionales, de militancia peronista contraria a la radicalización en curso, prácticas ligadas a amplias negociaciones con las patronales y el Estado, e ideología de coexistencia con el capitalismo.
La formación de una amplia corriente de orientación combativa y aún clasista puede considerarse el principal sustrato social del ascenso de las luchas que se fue poniendo de manifiesto en Argentina de 1969 en adelante.[34]
Todas la izquierda estaba activa en el movimiento obrero, buscando la constitución de comisiones internas y agrupaciones sindicales de esa orientación, e intentando la “recuperación” de sindicatos, en general de actuación local y no nacional, de manos de la dirigencia caracterizada como burocracia.
A partir de 1973 entra en juego otro factor en la lucha sindical. La rama gremial de la izquierda peronista, que actuaba a través de la recién fundada JTP, abría un canal que ahorraba a los obreros más críticos y militantes, el desgarro implicado por el abandono de una prolongada identificación con el peronismo. Al mismo tiempo el “Pacto Social”, un acuerdo entre federaciones patronales, dirigencia sindical y estado, le devolvía protagonismo a la “burocracia sindical”. La expectativa de un rápido vuelco de los trabajadores peronistas al sindicalismo “clasista” quedaba postergada.
El PC organizó por esos años el Movimiento Nacional Intersindical, agrupación creada a fines de 1970, con Agustín Tosco como la figura más destacada. Lo integraban delegados que habían conducido huelgas importantes, como la de El Chocón (una gran central hidroeléctrica) en 1970,[35], algunos secretarios generales de gremios pequeños, dirigentes de importancia histórica pero que ya no tenían gravitación en sus gremios, etc. Tosco siguió siendo una figura descollante, cuyo apoyo era buscado por todas las corrientes de izquierda, hasta su muerte, en noviembre de 1975.
El PCR contaba en sus filas con René Salamanca, sin duda la figura más relevante del contestatario sindicalismo cordobés, después de Tosco. Salamanca lideraba el sindicato industrial más importante de la provincia, el de mecánicos de automóviles (SMATA). En numerosos gremios el partido actuaba mediante las “Agrupaciones Primero de Mayo”, de tinte clasista.
El PST tuvo también influencia en Córdoba, a través de José F. Páez que se convirtió en un importante dirigente del partido, y mantenía inserción en el Gran Buenos Aires.
Ya desde fines de 1973 el gobierno emprende una contraofensiva contra los sectores más autónomos del movimiento sindical, intentando desplazar o acallar a todo el activismo de izquierda. Unos meses después, se emprende el desplazamiento de la dirigencia sindical de izquierda. Entre agosto y octubre de 1974 las conducciones nacionales de Luz y Fuerza y del SMATA desafiliaron a Tosco y Salamanca de sus sindicatos respectivos e intervinieron esos gremios. [36].
Las corrientes clasistas y combativas, y con ellas los partidos de izquierda no abandonaron la lucha, e incluso lograron algunos nuevos éxitos en términos de democratización sindical, como en 1974 el polo metalúrgico de Villa Constitución, a trescientos kilómetros de Buenos Aires. Allí predominaban organizaciones armadas como el PRT. El PST tuvo allí influencia no desdeñable, mientras que el PC acompañó el proceso desde sindicatos locales que dirigía, como el de ferroviarios, además de tener representantes en la comisión directiva de Villa Constitución.[37]

El activismo obrero de la última etapa del gobierno peronista, creciente hasta llevar al paro general de mediados de 1975, fue una especie de lanzamiento a destiempo de la activación del principal núcleo urbano y de concentración obrera del país, la Capital y el Gran Buenos Aires, que no había cumplido un rol descollante en el lapso 1969-1973. Es a esa altura que se forman las Coordinadoras Interfabriles en las diversas zonas del Gran Buenos Aires, de orientación antiburocrática, y lideradas por organizaciones de la izquierda.

Allí las diferentes fuerzas dieron apoyo, pero con alternativas cambiantes. Se enfrentan a la existencia de una fortísima presencia de la JTP, y también de militantes y activistas ligados al PRT-ERP. El PST intentará rescatar la posibilidad de que la dirección de la CGT llegue a encabezar el combate obrero, y critica que otros sectores ubiquen a la dirección sindical como “enemigo principal” ya que ellos aspiran a profundizar la ruptura entre gobierno y CGT:

“Nuestra diferencia con los compañeros de la ultraizquierda son también, claras: (…) no deben ni pueden sustituir ahora a los sindicatos y a sus direcciones, (…) no deben hacer centro de su combate a la burocracia sindical, sino al Gobierno y la patronal…”[38]

El PC muestra entusiasmo con la movilización obrera, pero no valora a las Coordinadoras, dirigidas por la “ultraizquierda”. El PCR por su parte, desdeña por “golpista” el paro general producido a mediados de 1975, y se despega claramente de esa ofensiva contra el gobierno de Isabel Perón, cuya estabilidad no deja de apoyar.
Crítica a la acción guerrillera39

Ante la última dictadura militar, tras una primera etapa de oposición dura que incluía algunas formas de “acción directa”; el inicio de la apertura bajo el signo de Lanusse lo había vuelto a la opción por la “institucionalización” y la participación electoral.[40]

Los comunistas tuvieron cierto acercamiento con Montoneros durante la etapa en que esta organización dejó de volcarse a la lucha armada, a partir de mayo de 1973, y hasta tuvieron duras observaciones hacia el presidente Perón cuando rompió con ellos, en mayo de 1974. Calificaron esa actitud de “error evidente”, con una argumentación que incluso parece justificar retrospectivamente la lucha armada en el período dictatorial:

“Nadie puede ignorar- y nosotros tampoco- que la juventud peronista y sus aguerridos montoneros constituyen el sector más combativo y más avanzado del peronismo, los más fieles a las pautas programáticas de liberación, y los que han dado, desde sus filas, la mayor cuota de sangre y de sacrificio en la lucha contra la dictadura…”.[41]

A medida que avanzaba el deterioro de la situación política y el aislamiento social de la guerrilla, el PC profundizó posiciones abiertamente condenatorias. Así en diciembre de 1975, ante el asalto a un cuartel militar por el Ejército Revolucionario del Pueblo, en una localidad llamada Monte Chingolo, una declaración de su Comité Ejecutivo manifiesta:

“… el Partido Comunista hace público su enérgico repudio a estos hechos y a las organizaciones responsables, por el baño de sangre provocado por el centenar de víctimas ocasionadas y por el crimen de llevar a la masacre a tantos jóvenes argentinos, civiles y militares (…) objetivamente facilita las condiciones para un nuevo y sangriento golpe de la CIA y de sus agentes…”[42]
El PST, ya en 1972, señalaba la amenaza de que el proceso social y político se desviara, por dos cauces que podían converger, al menos parcialmente, en uno solo, guerrilla y peronismo. Se colocan en una posición que destaca la autonomía y la posición crítica tanto frente al “foquismo” como respecto al peronismo,[43] desde una línea fuertemente “obrerista”.
Ya después de la muerte de Perón, y con la represión parapolicial y paramilitar en plena marcha, insisten en plantear el enfrentamiento con el gobierno, junto con el rechazo a las acciones armadas: “Ni guerrilla, ni Pacto Social. Movilización y Partido Obrero”.[44]
Se reprocha a la guerrilla un análisis inadecuado de todo el proceso, que termina dando por efectuadas tareas políticas que, a juicio del PST, están por hacerse, en primer lugar, la superación por los trabajadores de la identidad e ideología peronistas.
“Para cualquiera de estas variantes, la fórmula es esencialmente la misma: la lucha armada no es una tarea del movimiento de masas (…) tampoco hay que tomarse el trabajo previo de conquistar políticamente a las masas, dado que la ‘organización ilegal’ está firmemente convencida no sólo de que los trabajadores ya están ganados para el socialismo, sino de que, además, simpatizan y apoyan masivamente a la guerrilla.”[45]
Y el tomar decisiones que los trabajadores no compartían
“El primer efecto negativo que produce la guerrilla es el de la confusión. En momentos en que los trabajadores, en pleno proceso de experimentación política con el gobierno, discuten a todos los niveles si deben enfrentarlo o no, el surgimiento de estos grupos, que inician la lucha armada en nombre de las masas, dividen sus fuerzas. El grueso de la clase trabajadora empezó a barajar si era correcto o no librar la guerra contra el gobierno y la amplia mayoría opinó que no.”[46]
Avanzado 1975, el PST percibe un retraimiento popular frente a lo que entiende se visualiza cada vez más como una masacre indiscriminada, cuyo sentido último no se distinguiría del “matar por matar”. Se encuentra ante los resultados de la matanza la percepción de cierto “anestesiamiento” de la opinión pública, un rechazo difuso a la violencia de cualquier tipo, que rápidamente va a derivar en un consenso apenas implícito en relación con el golpe militar.[47]Nótese que ya no se da una discusión política sino que se sospecha de los verdaderos objetivos de la guerrilla.
Algo distinta era la relación del PCR con el proceso guerrillero. Pese a su origen de identificación con la revolución cubana y crítica al reformismo “pacifista” del viejo partido, el PCR nunca efectuó el paso a la acción guerrillera, sufrió la escisión de grupos volcados a la lucha armada, como las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), y mantuvo posiciones críticas a las acciones armadas.
Ya en épocas del gobierno Cámpora manifiesta “…es incorrecto que el proletariado se aísle del proceso de masas utilizando formas terroristas pequeño-burguesas como las que propone el ERP.”[48] Luego de esta crítica expresa a la guerrilla marxista del ERP, se dirige contra las formaciones guerrilleras adherentes al peronismo
“…es incorrecta la línea de las organizaciones revolucionarias que llaman a la clase obrera a transformarse en ala izquierda del llamado “movimiento nacional”a la izquierda de la burguesía frejulista para empujarla hacia delante.”[49]
Luego desarrolla una lectura en consonancia con la “puja interimperialista” que el PCR tomaba como eje central de interpretación. Desde ese prisma, las acciones armadas estaban instrumentadas por el imperialismo soviético, al mismo tiempo que el terrorismo de derecha estaba auspiciado por el imperialismo norteamericano.
“…así como los yanquis estimulan el terrorismo de derecha, los soviéticos instrumentan el terrorismo de “izquierda” aprovechando para sus planes expansionistas el heroísmo de miles de combatientes revolucionarios, y se montan en los sentimientos antiyanquis de sectores de la oficialidad y la suboficialidad…”[50]
Hacia 1975 se había generado un clima, del que participa la izquierda no armada, que condenaba abiertamente como “terrorismo” criminal lo que al principio se veía como expresión, equivocada o no, de la lucha popular liberadora. Esa visión se acentuará después del golpe militar.[51] como legal, mediante la ampliación de atribuciones “antisubversivas” a las fuerzas armadas52
El carácter “popular” atribuido inicialmente al gobierno peronista se había ido desvaneciendo, a favor de políticas económicas cada vez más favorables al deterioro del salario y el nivel de vida popular. El gobierno aparecía debilitado y dividido internamente, y con su popularidad en franco descenso. A la luz de la experiencia histórica argentina, todo el cuadro indicaba condiciones favorables a un golpe militar.
Más temprana y rotundamente el PST, sólo tiempo después de la salida de Gelbard del gobierno el PC,[53] ambos terminaron identificando a la Presidente con una perspectiva reaccionaria en todos los terrenos, y a ofrecer sus propias recetas para evitar el golpe, y al mismo tiempo alejar a la viuda de Perón de su cargo. Las fuerzas de izquierda se encontraban al mismo tiempo con un clima de miedo y confusión en los ámbitos no militantes, y experimentaban las consecuencias de un giro conservador en la opinión pública.
El PST desarrolla una prédica radical, a favor de una salida “obrera” al peligro de golpe, incluyendo a la dirigencia sindical: “Del Parlamento debe salir un presidente gremialista y la convocatoria a Asamblea Constituyente.”[54]Nada que no fuera un “gobierno obrero y popular” le parecía una solución aceptable.
El PC, en cambio, sigue su tradicional línea moderada, de convocatoria a un gobierno de unidad con todos los partidos democráticos, pero en este caso incorpora una novedad importante, la idea de conformar un gabinete cívico-militar, propuesta que se fundamenta en la incorporación de militares “antiimperialistas” y defensores del “régimen constitucional y las libertades democráticas”.[55]
Hacia fines de 1974, cuando ya se ha alejado el ministro Gelbard, y por tanto el espectro del “imperialismo soviético” en el gobierno; el PCR vira a una posición más benévola hacia el gobierno, a contramano del resto de la izquierda. Se definen como antigolpistas, partiendo de la idea de que aquél era un gobierno“tercermundista”, defensor de cierta autonomía nacional.[56]
Apoyaba los gestos nacionalistas del gobierno, rechazaba cualquier propuesta “transicional”, y si bien condenaba los actos de represión ilegal de las tres A y demás formaciones paramilitares, no las atribuía al gobierno. Según ellos grupos prosoviéticos y pronorteamericanos se disputaban el control de las FF.AA, y terminarían convergiendo en un futuro golpe.[57]
Frente al golpe y la dictadura
Ninguna de las tres fuerzas que nos ocupan llegó a dimensionar de entrada el alcance que iba a tener la dictadura, lo sanguinario y artero de sus políticas represivas, y la dimensión estratégica de su ataque contra las posibilidades de organización, movilización y politización de las clases explotadas.
En un primer momento, muchas caracterizaciones apostaron a una dictadura no particularmente dura, y con una extensión limitada en el tiempo. Para situar esto en el contexto de época, cabe recordar que la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” dedicó no pocos de sus esfuerzos iniciales a sostener una falsa imagen de sí mismo.
Las Fuerzas Armadas esperaron para dar el golpe a que el gobierno precedente estuviera totalmente desgastado, y la población harta de incertidumbre y confrontación. Cuando finalmente asaltaron el poder, se presentaron como prenda de paz y orden, y postularon la restauración de formas políticas republicanas. A eso se sumó el modo de represión adoptada, inspirada en la francesa en Argelia, en la que el Estado oculta responsabilidades. Además, mientras ilegalizaban al grueso de los partidos de izquierda y a las organizaciones vinculadas a ellos, mediante la Ley 21.322, en otra norma promulgada al mismo tiempo sólo suspendían la actividad del resto de los partidos, incluyendo al Comunista, alentando así expectativas y complicidades.[58]
El PC desarrolló una posición, compartida por la dirigencia de los partidos tradicionales, pero no por el resto de la izquierda no armada, que denunciaba puntualmente los secuestros y asesinatos, pero presentándolos como obra de bandas de ultraderecha supuestamente “descontroladas”, a las que en cierto modo equiparaba al “terrorismo de ultraizquierda” convergiendo así con los propósitos exculpatorios de la cúpula dictatorial.[59]
En esa línea, dirigentes partidarios convocarían a “pueblo y gobierno” a terminar con el terrorismo:
“…el problema vital diríamos, es el del terrorismo de ambos signos, todos los argentinos-pueblo y gobierno-debemos abocarnos a darle una solución inmediata, si queremos salvar a la República de caer en los desbordes de una sangrienta dictadura pinochetista o en la catástrofe de una guerra civil que dividiría a los argentinos por muchos años.”. [60]
Percibiendo las reales pugnas internas de la dictadura, el PC las tomó como disputa entre una tendencia democrática y otra abiertamente fascista (llamada “pinochetismo”), y erigió en eje de su política la defensa de la primera contra la segunda. Se habían convencido que sin participación militar no había estabilidad política posible en Argentina, y en esa convicción propiciaron una amplia “convergencia cívico-militar”.
Ya las primeras declaraciones posteriores al golpe, lo aceptan como hecho consumado y “rescatan” algunas de las manifestaciones “democráticas” del nuevo régimen:
“El Partido Comunista está convencido de que no ha sido el golpe del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. Pero estamos ante una nueva realidad. Estamos ante el caso de juzgar los hechos como ellos son. Nos atendremos a los hechos y a nuestra forma de juzgarlos: su confrontación con las palabras y promesas.”.[61]
Unos dos meses después, otro documento emitido desde la dirección partidaria, ratifica este análisis, valora favorablemente la suspensión “provisional” de la actividad partidaria, y hace hincapié en la amenaza del “pinochetismo”:
“… es justo comprobar que el movimiento del 24 de marzo tiene algunos rasgos que lo diferencian de los anteriores. Las fuerzas armadas, llegadas al poder de facto, en vez de disolver los partidos políticos suspenden sus actividades provisionalmente. Aunque no se puede ocultar que quienes consideran –a pesar de la trágica experiencia chilena- que la solución debe levantarse sobre una montaña de cadáveres, presionaron para precipitar el golpe, aunque no prevalecieron en él, y ahora presionan y actúan para provocar un viraje a la derecha.” [62]
El golpe del 76 fue un hecho reaccionario de un nivel de sistematización y crueldad desconocidas. Los dirigentes del PC no lo percibieron así e intentaron influir en las diferencias internas del gobierno pretoriano. Luego se negaron tozudamente a abandonar esa política, que era día a día más insostenible frente a la realidad del genocidio. Todavía en 1979, un folleto escrito por un dirigente de primera línea exponía cuidadosamente los alcances de la propiciada convergencia cívico-militar.[63]
El PST, en sus primeras publicaciones en la clandestinidad, refleja un trato prudente con el flamante régimen. Se formulan denuncias de las acciones represivas, pero diferenciando a la cúpula del gobierno de esos crímenes. Buscaba tal vez preservar algún espacio de legalidad, utilizando un lenguaje mesurado en sus órganos de prensa.
Veamos dos ejemplos en ese sentido. Comentando un atentado contra un local de otro partido se afirma que ha provocado “Una repulsión que ha alcanzado al presidente de la República, quien habló telefónicamente (…) para expresarle su consternación y asegurarle que el hecho se investigaba aceleradamente.[64]
Apenas unos días después, se menciona al “terrorismo de derecha” como no identificado, sin vincularlo al gobierno:
“…Es cierto que en líneas generales, se ha respetado a los delegados obreros. Pero algunas detenciones, algunos despidos (…) y la persistencia de un terrorismo de ultraderecha, cuya autoría sigue sin establecerse, deja en pie la posibilidad de una persecución generalizada del movimiento obrero…” [65]
Pero a diferencia del PC no convoca a mantener expectativas en el régimen militar, y poco más de un año después, ya propicia el rápido final de la dictadura:
“…por sobre todas las cosas, el comienzo de la salida de la grave crisis se logrará por el alejamiento del gobierno militar cuya permanencia es una traba para la recuperación de los derechos obreros y democráticos…”[66]
El PCR prosiguió leyendo la situación en su clave conspirativa, construida con anterioridad. Videla resultaría así encarnación de la corriente golpista “prorrusa”, y la dictadura pasó a ser denunciada como una entronización de ese imperialismo, en disputa con corrientes internas pronorteamericanas.[67] De todas maneras, el resultado era una amplia condena del régimen como tal, y de sus acciones en particular.
Durante buena parte de la dictadura las organizaciones de la izquierda marxista afrontaron la represión inmediata de cualquier intento de manifestación o actividad pública, y fuertes persecuciones. Sus militantes siguieron actuando, en condiciones muy difíciles. En el movimiento obrero, en las recién creadas o revitalizadas organizaciones de derechos humanos y de familiares de presos y desaparecidos, los partidos de izquierda tuvieron presencia y actuación. Su militancia sufrió prisión, torturas y desapariciones, incluyendo la del Partido Comunista, tan benévolo hacia la dictadura en el discurso de su dirigencia.[68]
A modo de cierre
Los que nos ocupan fueron años de intensificación y radicalización de la vida social y política, que pusieron a los partidos de la izquierda marxista de la Argentina frente a desafíos inusitados. La radicalización en curso se canalizaba, en gran proporción, en cauces que ellos no compartían: El peronismo de izquierda, y la opción por la vía armada hacia la revolución social. Sus expectativas de que un “giro a la izquierda” de las masas significara el ingreso masivo de trabajadores y otros sectores populares en sus filas, se vieron así en gran parte desmentidas.
Es indudable que el PC, el PST y el PCR no lograron construir y expandir un paradigma alternativo de acción revolucionaria, más allá de insistir en un arsenal de críticas al “aventurerismo” y al “populismo” de otras corrientes. No ofrecieron un análisis cualificado de lo que las complejidades de la sociedad argentina y el potencial defensivo de las clases dominantes podían señalar como límite a un planteo de “guerra de movimientos” y “ataque frontal” como el que desenvolvían las organizaciones armadas. Más tarde, cuando las fuerzas reaccionarias comenzaron a inclinar la batalla a su favor, se dejaron arrastrar a una equiparación entre “terrorismos”, y hasta alentaron esperanzas en el accionar de fuerzas de derecha, como el PCR durante la presidencia de Isabel Perón y el PC con la propuesta de “convergencia cívico-militar” con la dictadura.
Un factor a tener en cuenta es que si bien estos partidos habían tenido un crecimiento importante en cuánto a número de militantes, inserción social e influencia política, seguían siendo organizaciones relativamente reducidas. No tenían potencial electoral apreciable y salvo el PC, carecían de toda presencia tanto en el gobierno como en el Parlamento.
No dirigían grandes sindicatos, ni otras organizaciones sectoriales de primera magnitud. Sólo fueron actores importantes, sin llegar a ser mayoritarios, en el movimiento estudiantil; y en algunos ámbitos circunscriptos territorialmente, como el movimiento obrero de la ciudad de Córdoba, las “ligas agrarias”[69] y otras organizaciones rurales del norte del país, y en las Coordinadoras obreras del Gran Buenos Aires surgidas en 1975. Eso los condenaba a cierta impotencia para expandir sus propuestas y acciones al conjunto social, por más que una militancia dedicada y sólidamente organizada les permitiera multiplicar esfuerzos y expandir su influencia más allá de su base organizativa.
Cuando con la dictadura se entronizó plenamente el terrorismo de Estado, puesto al servicio de un proyecto de reestructuración de la sociedad argentina en sentido reaccionario, los límites en la comprensión de la dirección y alcances de ese proceso volvieron a manifestarse. Con todo, estas organizaciones lograron preservar a sus militantes, desarrollar acciones de resistencia, sobre todo en el movimiento obrero, y en definitiva sobrevivir a la derrota, favorecidas en parte por no estar en el centro de la política de exterminio, que tenía como prioridad las organizaciones armadas.
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Nueva Era, Revista Teórico-Política del Partido Comunista, 1973-1976.
Nueva Hora, Órgano del Partido Comunista Revolucionario, 1972-1977.

Notas
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[1] Incluso el PC, el más reticente a la lucha armada en esta etapa, desarrollaba instrucción guerrillera en los años 60. Cf. Rot (2006, pp. 15 y ss.)
[2]. Las principales ciudades argentinas, con la paradójica excepción de Buenos Aires y su entorno, fueron escenario de levantamientos populares, que se reprodujeron en centros urbanos medianos y aun pequeños, durante el lapso 1969-1972. Se los llamó “azos”, y así hubo, además del famoso “cordobazo”; “rosariazo”, “mendozazo”, “tucumanazo”, “rocazo”, “riojanazo”, “choconazo”, y un largo etcétera
[3]. Puede verse, entre otros títulos, Mazzeo (1999) y Salas (2004)
[4] Tortti (1999, p. 223)
[5] Un relato y análisis circunstanciado de parte de este proceso se encuentra en Burgos (2004)
[6] Si tomamos a seis de los principales dirigentes del PC en esos años, tres ocupaban cargos de conducción desde los primeros años veinte: Victorio Codovilla y los hermanos Rodolfo y Orestes Ghioldi. El secretario general, Gerónimo Arnedo Alvarez, lo era desde 1938. Rubens Iscaro y Fernando Nadra habían alcanzado altos niveles de dirección ya en la década de los cuarenta.
[7] Cf. Tortti (1999, p. 231).
[8] Ese era el seudónimo de Hugo Bressano (1924-1987), dirigente del trotskismo argentino una de cuyas corrientes condujo desde 1943 hasta su muerte. Se encuentra vasta información sobre su trayectoria en González (1999).
[9] Poco después de 1950, el original Grupo Obrero Marxista (GOM), primera formación liderada por Moreno, transformado luego en Partido Obrero de la Revolución Socialista, se fusiona con un sector del tradicional Partido Socialista, encabezado por Enrique Dickmann, para fundar el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Caído Perón, los partidarios de Moreno se reagrupan como Palabra Obrera, que a mediados de los 60 se fusiona con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), encabezado por Roberto Santucho, para formar el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Unos años después se rompe ese partido, y la fracción de Moreno integra el PRT La Verdad(por el nombre de su periódico). En 1972 se funden con un sector del Partido Socialista Argentino, para pasar a denominarse al poco tiempo Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
[10] El Frip fue creado en la provincia de Tucumán, centro de la producción azucarera, con inspiración en Mariátegui y un contenido indigenista (algunas de sus publicaciones aparecían en quichua y en español). Un relato y análisis del proceso que llevó a la unificación y después a la ruptura del PRT, se encuentra en Weisz (2006, p. 37 y ss)
[11] Después de 1955 el socialismo se había dividido en dos agrupaciones: Partido Socialista Democrático y Partido Socialista Argentino. De este último se separó el Partido Socialista de Vanguardia, una parte del cual pasó a ser Vanguardia Comunista, de orientación maoísta. A la altura de 1972, lo que quedaba del socialismo argentino se había separado en dos secretarías, una de las cuales ejercía Juan Carlos Coral.
[12] Avanzada Socialista, Año II, N° 78, 3/10/73, p. 6.
[13] En un relato de la inserción en el maoísmo, el principal dirigente del PCR, Otto Vargas, comienza por afirmar “Nosotros éramos guevaristas…”, para luego narrar la decepción con Cuba por su apoyo a la URSS a partir de 1968 y la adopción del maoísmo: “Nosotros vinimos de China con la teoría del socialimperialismo de Mao: la URSS se había transformado en una potencia social imperialista (…) y estábamos en claro de que en la Argentina este imperialismo tenía mucha fuerza. Cuando nosotros rompimos con el PC se sabía que su aparato económico era el 5° grupo financiero de la Argentina.” Mariano Andrade (2005, pp.45- 46)
[14] Cabe señalar que esta obsesión con la influencia soviética no era un resultado automático de la orientación maoísta: La otra fuerza de esa filiación, Vanguardia Comunista, no proveniente del PC por otra parte, hacía mucho menos hincapié que el PCR en el “socialimperialismo” y la necesidad de combatirla
[15] Desalojado de la presidencia después de una década por un golpe militar en 1955, el retorno de Perón al país (y al poder político) se había convertido en un mito agigantado por el tiempo y la distancia. Buena parte de los trabajadores argentinos vivieron las casi dos décadas posteriores como una suerte de calvario político que sólo el regreso de Perón podía remediar. Entre los varios tratamientos del tema puede recomendarse el libro de Daniel James (2006).
[16] En 1963 el voto en blanco había captado a un veinte por ciento de los sufragantes. El golpe militar de 1966 motivó que no hubiera más elecciones de presidente hasta 1973. Una diferencia fundamental es que en esa ocasión el propio Perón había auspiciado esa actitud frente al proceso electoral.
[17] AS, Año I. N° 2-Marzo de 1972, p. 1-2. Sitrac era el sindicato de trabajadores de Fiat Concord (rama automotriz), y Sitram el de trabajadores de Fiat Materfer (rama ferroviaria). Ambos sindicatos habían tenido una conducción radicalizada, con militantes del PRT, trotskistas y maoístas, y habían protagonizado luchas de gran repercusión.
[18] Era secretario general del sindicato de electricistas de la ciudad de Córdoba. De formación marxista y respetado por todos los sectores políticos, lideraba el “sindicalismo de liberación”, combativo y antiburocrático, inclinado a alianzas más amplias que los “clasistas” como Sitrac-Sitram. Tosco no pertenecía a ningún partido, pero por su prestigio también fue invitado a ser candidato a gobernador de Córdoba por la UCR; el Partido Comunista le ofertó postularse a vicepresidente por la Alianza Popular Revolucionaria. Declinó todas las ofertas. Cf. Iñigo Carrera, Grau y Martí (2006, pp. 237-238 y ss.)
[19] Obtuvo 73.796 votos, bastante menos del 1% de los sufragios emitidos.
[20] Lo impulsaba el PRT y adherían otras organizaciones de la izquierda marxista, y del que tomaba parte activa Tosco, junto con Silvio Frondizi, Rodolfo Ortega Peña, Alicia Eguren, intelectuales militantes de la izquierda. Realizó una serie de congresos con presencia multitudinaria de militantes políticos y sociales.
[21] .
[22] AS ,Año II, Nº 74, 30/8/73. Se refiere al decimocuarto congreso de los comunistas, celebrado por esos días.
[23] Esa vez obtuvo 181.874 votos, equivalentes al 1,6% del total.
[24] “Los trabajadores derrotaron a Lanusse”, titula el periódico del PST. Luego de haberse opuesto férreamente al voto por la fórmula peronista, el PST valoriza la derrota del GAN “…los millones de votos del FREJULI significaron una seria derrota de los planes electorales de las Fuerzas Armadas…” (A.S. Año II-N° 52, 15/3/73, p. 2. p. 2). El PCR tiene también una reacción benévola, de elevadas expectativas, frente al ascenso del peronismo al gobierno. Señala la existencia de un momento social y político nuevo, e interpreta como un factor importante del mismo la propia existencia y fortalecimiento del PCR en tanto que reemplaza al “falso comunismo”: “…la clase obrera y el pueblo argentino han pasado por distintas experiencias revolucionarias y por eso van comprendiendo rápidamente que a la oligarquía, el gran capital y el imperialismo hay que liquidarlos y no sólo limarles algunas aristas.” “La emergencia del clasismo, del comunismo revolucionario, de las ligas agrarias y la propia izquierdización en el peronismo son las expresiones principales de este fenómeno político.” (Nueva Hora, A. VI. N° 120, 1ª quincena julio 1973, p. 2). El PC, a través de una reunión de su Comité Central declara: “El 11 de marzo ha sido derrotada en las urnas la dictadura y su política antipopular y antinacional. La gran trampa (GAN) urdida por la reacción y las derechas de los partidos burgueses..ha recibido en las urnas un golpe demoledor…”, Nueva Era, Abril de 1973. Año XXIV. Nº 3, p. 202.
[25] Hombres armados organizados por José López Rega y otros representantes de la derecha peronista, agredieron a balazos a los manifestantes en el acto de recepción de Perón, de vuelta en el país, provocando varios muertos y el fracaso de todo el acto, en lo que constituyó una grave derrota política de la izquierda peronista.
[26] Pozzi-Schneider (2000, p. 170.)
[27]AS, Año II. N° 91. 7 al 14/2/74.
[28] Comerciante y después empresario del caucho y metalúrgico, Gelbard fue secretario general de la central industrial y luego de la Confederación General Económica (CGE) en los primeros años 50. Se mantuvo ligado desde sus comienzos al Partido Comunista. Tras vasta trayectoria como dirigente gremial empresario, Perón decidió nombrarlo ministro de Economía en el gabinete que asume en mayo de 1973. Permaneció en el cargo hasta octubre de 1974, ya bajo la presidencia de Isabel Perón. Para su biografía ver Seoane (2003)
[29]Si bien lo hizo en forma silenciosa y extraoficial, el PC había apostado al proyecto económico de la gestión Gelbard, y aportado numerosos “cuadros” a los equipos ministeriales. Recientemente, una dirigente de primera línea del PC ha reconocido públicamente la vinculación con Gelbard: “En el último periodo y tercer gobierno de Perón (1973-1974) antes de su muerte, todo había cambiado tanto que tuvo un ministro comunista, José Bel Gelbard, quien rompió el bloqueo a Cuba y envió automóviles y créditos.” Edelman, Fanny, Reportaje por Stella Calloni en La Jornada. México D.F. 28/9/2004.
[30] NE, Año XXIV, N° 8, Septiembre 1973, p. 240.
[31] En una denominada “rendición de cuentas al pueblo” los diputados comentan además iniciativas de salud infantil financiadas con impuestos a latifundios y grandes empresas y la formación de una comisión bicameral para investigar actos de terrorismo. Nuestra Palabra, Año II. Nº 100. 18/6/75, p. 16.
[32] NH, Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio, 1973, p. 2.
[33] NH, Año VII. 134. 1° febrero 1974, p. 2.
[34] Puede compartirse lo afirmado en un reciente estudio sobre el sindicalismo clasista: “Contra lo que suele señalarse, apelando a una lectura a menudo superficial, el ciclo abierto por el “Cordobazo” en 1969, dio origen a un fenómeno más importante que el comienzo de la lucha armada generalizada. Ese fenómeno, que impregnará por varios años las luchas obreras en la Argentina, fue la emergencia de un vigoroso movimiento “clasista” que, con foco en Córdoba, se fue difundiendo progresivamente a la ribera del Paraná y más tarde, al cordón del Gran Buenos Aires.” Lobbe (2006, p. 39)

[35] Cf. Iscaro (1973, p. 396)
[36] Lobbe, (2006, p. 59).
[37] En 1974 una lista de izquierda ganó el sindicato metalúrgico local, y el gremio nacional se negó a reconocer el triunfo, desatando un conflicto de vasta repercusión. Sobre la participación de los comunistas en las luchas de Villa Constitución puede verse Schulman (2004).
[38] AS, Año IV, Nº 154, 19/7/75:4

[39] En ese mismo Congreso se afirma: “(Nuestro Partido)..Siempre consideró que había que desarrollar el movimiento de masas (…) crear las condiciones favorables para la toma del poder por vía pacífica, sin excluir la acción parlamentaria; o por vía no pacífica, si los círculos dirigentes del país cierran todas las posibilidades democráticas para la conquista del poder.” Codovilla (1963, p. 59)
[40] Un enfoque crítico de ese giro, desde el punto de vista de un dirigente comunista en disidencia, se encuentra en Giúdici (1973, pp. 94 y ss.)
[41] NP Año I. Nª 45. 8/5/74, p. 3.
[42] Declaración del CE del PC del 24/12/75, reproducida en NE, Año XXVI, Nº 1, Febrero 1976, p. 2.
[43]AS, Año I, N° 5, 29/3/72, p. 2.
[44]AS, Año III, 117, 20/8/74, p. 1.
[45] AS, Año III, 122, 24/9/74, p. 11.
[46] AS, Año III, Nº 125, 15/10/74.
[47] Se señala la situación política desfavorable que ha hecho que la “masacre de La Plata” (asesinato de ocho militantes del PST) sea acogida con indiferencia “….la abundancia de cadáveres produce un acostumbramiento…una confusa orgía de sangre, más parecida a las ‘vendettas’ sicilianas que a una lucha política”. AS, ,AñoIV,N° 162, 13/9/75, p. 2. Se llamó “masacre de La Plata” al asesinato de ocho militantes del PST, en septiembre de 1975.
[48] NH, Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio 1973, p. 3.
[49] Año VI. N° 119. 2ª quincena de Junio 1973, p. 2 .
[50] PCR (1975, p. 3).
[51] Organización parapolicial creada desde el propio Ministerio de Bienestar Social, ocupado por López Rega.
[52] Durante 1975 se firmaron disposiciones que confirieron a las Fuerzas Armadas la misión de “aniquilar” a la “subversión”.
[53] En los primeros meses de 1975, el PC leía la situación como signada por la confrontación tradicional entre democracia y fascismo, que a su vez era re-leída como la opción “liberación o dependencia”, la consigna del peronismo, a cuyos partidarios convocaba a encabezar la lucha: La alternativa es clara: el fascismo, con sus peculiaridades nacionales o la democracia en desarrollo y perfeccionamiento; el crimen en masa (…) o el enfrentamiento masivo de nuestro pueblo peronistas al frente con las bandas mercenarias de los asesinos de la Triple A (…), entrega de nuestro país y de sus riquezas al imperialismo, o defensa del patrimonio nacional, de pan y del trabajo de nuestra gente; en síntesis: liberación o dependencia.” NP,. Segunda Epoca Año II-Nº 95, 14/5/1975, p. 3.

[54]A.S, Año IV, 155, 24/7/75, p. 1.
[55] NP, Año II. Nº 90. 9/4/75, p. 3.
[56] En el análisis de Otto Vargas, fundador y secretario general: “…el gobierno de Isabel Perón tuvo muchos elementos tercermundista (…) .ellos se planteaban como tercermundistas en todos lados, en las Naciones Unidas, en los No Alineados, etc” (…) El golpe podía venir de cualquiera de los dos imperialismos, o del consenso entre ambos:“…nosotros decíamos: contra el golpe pro yanqui y pro ruso unirse y armar al pueblo. Y esto lo planteamos siempre…Nosotros frente al golpe de estado defendemos el gobierno constitucional de Isabel.” Andrade (2005, p. 57).
[57] “…en noviembre del 74 definimos la posición antigolpista: entendemos que se va hacia una definición y la línea fundamental pasa por quienes están a favor y quienes están en contra del golpe; …en el golpe hay dos corrientes: una corriente proyanqui y otra corriente pro soviética.” M. Andrade (2005, p. 56).
[58] Para un tratamiento de la relación inicial de los partidos con la dictadura, incuyendo al comunista, Yannuzzi (1996, pp. 66 y ss.) y Quiroga (1994, pp. 62 y ss.)
[59] Cf. Gorini (2006, p. 33 y ss.). El mismo autor resalta la posición similar, durante 1976, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, en la que actuaban dirigentes como Raúl Alfonsín y Oscar Allende.
[60]
[61] El documento seguía expresando: “El Partido Comunista, aunque no comparte todos los puntos de expresados en los documentos oficiales, no podría estar en desacuerdo con tales enunciados, pues coinciden con puntos de su Programa, que se propone el desarrollo con independencia económica, la seguridad con capacidad nacional de decisión, soberanía y justicia social.”Partido Comunista (1976, p. 4)
[62] Ghioldi (1976, p. 4).
[63] Bergstein (1979, p. 28 y ss. El autor, Jorge Bergstein, fue secretario general de la Juventud Comunista, secretario de la provincia de Córdoba, y durante la dictadura fue Secretario de Propaganda nacional.
[64] La Yesca, Año 1. N° 1. Segunda quincena de mayo 1976, p. 12
[65] Cambio, Año 1. Primera quincena de mayo 1976, p. 2.
[66] Unidad Socialista, N° 6. Noviembre 1977, p. 1.
[67] El propio Vargas explica el golpe de Estado en un reciente discurso: “Al mismo tiempo estaba la disputa interimperialista entre yanquis y rusos. Los prosoviéticos trabajaron para el golpe institucional; lo hicieron porque tenían mucha fuerza en el movimiento popular, producto de un trabajo de muchos años; mientras que los yanquis eran muy débiles en el movimiento popular. Trabajaron para el golpe institucional, pero los yanquis los fueron apretando. Es cuando Capellini da el golpe en diciembre de 1975. Los soviéticos tuvieron que aceptar también que no tenían otro camino que el del golpe militar abierto, para dirimir la disputa con los yanquis. Y por esa razón se fue al golpe.” (Vargas, 2006, s/n).
[68] El PC sufrió más de cien desapariciones cf. Apoderados del Partido Comunista, 1982, p. 9-10, El PST perdió de esa manera cincuenta y cinco militantes. Cf. Coggiola (1986, vol 2:125). No hemos hallado cifras del PCR.
[69] Era la denominación de organizaciones de pequeños productores rurales. El PCR tenía influencia en ellas.
http://www.alainet.org/es/active/17449