Un breve esbozo de la historia de la LIT-CI

Un breve esbozo de la historia de la LIT-CI

09 May, 2013

INTRODUCCIÓN

Desde la década del 40 venimos desarrollando una larga y difícil batalla para construir partidos revolucionarios con influencia de masas en todos los países y por construir una Internacional. Ubicamos esta lucha como continuidad de la dada por Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Karl Liebnecht, Lenin y Trotsky por construir la I, la II, la III y la IV internacional.

Reivindicamos la I y la II Internacionales como parte de nuestro pasado, pero nuestro modelo de partido mundial es la Tercera, conocida como Internacional Comunista. Ella responde a las necesidades de la época imperialista que estamos viviendo, tanto en las propuestas programáticas de sus cuatro primeros congresos, como en su régimen interno, el centralismo democrático.

La III Internacional fue degenerada y luego disuelta por el estalinismo. La oposición de Izquierda y después la IV Internacional, nuclearon a los revolucionarios que más consecuentemente enfrentaron esa degeneración. Hoy, la mayoría de las corrientes que se reivindicaban cuartistas, han ido abandonando su programa. Pero existen otras corrientes que si se reivindican de la IV, que reivindican su programa, el Programa de Transición, que hacen foros en su nombre, en oportunidades se realizan acciones conjuntas de homenaje a Trotsky. Incluso existen algunas d esas corrientes que se autoproclaman como IV Internacional. Pero, la trágica realidad es que, a 70 años de su fundación, la IV como organización centralizada, como Partido de la Revolución Socialista Mundial, no existe. Los reveses de la lucha de clases y las desviaciones de sus dirigentes, después del asesinato de Trotsky, provocaron su dispersión. Su reconstrucción es el objetivo estratégico que se dio la LIT-CI desde su fundación.

Muchos preguntan: “¿por qué reconstruir la IV, si apenas es sinónimo de trotskismo?”. Hoy con toda justicia el trotskismo existe como corriente diferenciada, ya que es sinónimo de la lucha consecuente contra la burocracia y por la democracia obrera. Eso es así, a pesar de que muchos de los que siguen identificándose como trotskistas, traicionan esas banderas. Pero en su momento, Trotsky siempre estuvo en contra de definir a su corriente como trotskista, porque no consideraba ser un sector diferenciado del leninismo. Por eso, cuando utilizaba el término trotskismo, lo ponía entre comillas. En realidad ese término fue impuesto por el stalinismo, como insulto, para indicar que los que apoyaban a Trotsky durante la batalla contra la degeneración, no eran leninista. En ese momento, la corriente liderada por Trotsky se autodenominaba “bolchevique leninista” Esa es la corriente que dio origen a la Oposición de Izquierda y después a la IV Internacional.

La Cuarta nació para defender los principios del marxismo y del leninismo – el internacionalismo, la democracia obrera y el poder obrero – y para dar una política ofensiva para enfrentar al nazismo y a la Segunda Guerra Mundial, después de la capitulación de Stalin.

La IV Internacional es la continuidad de la III dirigida por Lenin y es sinónimo de la lucha consciente contra la contrarrevolución estalinista. Es necesario reconstruirla y no construir una internacional distinta, porque sus principios y bases teórico programáticas expresados en el “Programa de Transición” y la “Teoría de la Revolución Permanente”, continúan vigentes, independientemente de las obvias actualizaciones que deben hacerse.

El Programa de Transición sistematiza las resoluciones de los cuatro primeros congresos de la III Internacional: la lucha contra sectarismo y el oportunismo, la posición frente al parlamento, frente a las nacionalidades oprimidas, el control obrero, el frente único obrero, las milicias, soviets, gobierno obrero y campesino, dictadura del proletariado. Como elemento nuevo, incorpora la necesidad de hacer una nueva revolución en la URSS, la revolución política contra la burocracia. El Programa de Transición, siguiendo la orientación del IV Congreso de la III Internacional, supera la división entre el programa mínimo y el máximo. Da el método para elevar a las masas al programa de la revolución socialista, a través de la elaboración de un sistema de reivindicaciones transitorias que parten de las necesidades y del nivel de consciencia actual y las lleve a la lucha por la conquista del poder por el proletariado.

La Teoría de la Revolución Permanente, afirma que en el proceso de la revolución se combinan las tareas democráticas y socialistas; resalta la necesidad de que la clase obrera dirija el proceso y que éste se desarrolle a nivel mundial. Esta teoría elaborada por Trotsky, se concretó magistralmente como política con las Tesis de Abril que Lenin elaboradas por Lenin, cuando llegó a Rusia en 1917.

La actualidad de estas premisas hace que hoy sea imposible elaborar un programa revolucionario que no parta del Programa de Transición y de la Teoría de la Revolución Permanente. Por eso, todo revolucionario que quiera luchar por la derrota del imperialismo, de la burocracia y por el triunfo del socialismo a nivel mundial, independientemente de cuál sea su origen, se aproxima, aunque de manera inconsciente, a las posiciones centrales de la IV Internacional.

Frente a los procesos revolucionarios en Latinoamérica, (Ecuador en el 2000, Argentina 2001, Venezuela 2002, Bolivia 2003 y 2005), las multitudinarias movilizaciones de las masas europeas contra la guerra en 2003, la heroica resistencia del pueblo iraquí, sentimos la impotencia de no contar con un partido revolucionario mundial que hubiera podido encaminar esas luchas hacia un enfrentamiento unificado contra el imperialismo y hacia la pelea por el poder en diferentes países. Algo similar podríamos concluir en relación a los procesos revolucionarios del 89,90, 91, que destruyeron los regímenes del partido único de la ex URSS y del Este europeo, pero que por la falta de una dirección revolucionaria no consiguieron revertir el proceso de restauración capitalista.

Todo esto es una confirmación palpable de la necesidad de reconstruir la IV Internacional para poder avanzar hacia triunfos duraderos en la lucha contra el imperialismo.
Esa reconstrucción no es tarea sólo de los llamados “trotskistas”, ni de todos los que se reivindican “trotskistas”, sino de todos aquellos que acuerden con sus bases programáticas. Trotsky encaró la construcción de la IV como una tarea no sólo de la Oposición de Izquierda (los “trotskistas” de la época) sino de todos los que acordaban con los principios, el programa y la política leninistas. El avance del nazismo y del estalinismo, en la década del 30, provocó la capitulación de las organizaciones y dirigentes con los cuales Trotsky estaba trabajando para construir la nueva Internacional. Por eso y por la necesidad urgente de materializar una organización centralizada que conservase los principios marxistas revolucionarios, la IV Internacional fue fundada apenas por quines hacían parte de la Oposición de Izquierda Internacional, y no por todos ellos. A pesar de eso, Trotsky no abandonó su objetivo de luchar por una internacional de masas, donde los “trotskistas” fueran minoría.

Nosotros no nos consideramos los únicos revolucionarios del mundo. Tampoco creemos que la solución de la crisis de dirección revolucionaria pase por el crecimiento vegetativo de nuestra corriente. Por el contrario, tuvimos siempre una obsesión por llegar a acuerdos revolucionarios, tanto a nivel nacional como internacional. Por eso, la nuestra es una historia de fusiones, tentativas de fusión y también de rupturas, que los principales hechos de la lucha de clases provocaron.

En esta larga y difícil batalla por construir la Internacional tuvimos algunos aciertos y muchos errores. En enero de 1982, cuando se fundaba la LIT-CI, Nahuel Moreno decía: “….Los dirigentes del movimiento trotskista se consideraban colosos que no se equivocaban nunca. Mientras tanto, el trotskismo dirigido por ellos era lamentable…” “…Esa experiencia de andar siempre entre “genios” nos llevó a hacer indirectamente propaganda sobre nuestra base para convencerla de que nos equivocamos mucho, que deben pensar por su cuenta, ya que nuestra dirección no es garantía de genialidades. Queremos por todos los medios inculcar un espíritu autocrítico, marxista, y no una fe religiosa en una modesta dirección, provinciana por su formación y bárbara por su cultura. Por eso, creemos en la democracia interna y la vemos como una necesidad imprescindible. … Avanzamos a través de errores y golpes y no tenemos vergüenza de decirlo….”

“… El problema es cómo cometer menos errores, cualitativa y cuantitativamente. A mi modo de ver, la tendencia es a cometer cada vez menos errores si estamos en una organización internacional y sobre la base del centralismo democrático. Eso, para mi, es un hecho. Afirmo categóricamente que todo partido nacional que no esté en una organización internacional bolchevique, con una dirección internacional, comete cada vez más errores y uno cualitativo: por ser trotskista nacional termina, inevitablemente, renegando de la IV Internacional y adoptando posiciones oportunistas o sectarias para, en seguida, desaparecer…”

NUESTRAS ORÍGENES

La corriente que hoy se denomina LIT-CI existe, como corriente internacional, con diferentes nombres, desde 1953. A nivel nacional, surgió en Argentina, en 1943 como un pequeño grupo dirigido por Nahuel Moreno, el GOM (Grupo Obrero Marxista). Los hermanos Boris y Rita Galub, Mauricio Czizik y Daniel Pereyra (jóvenes provenientes de familias obreras) y Moreno y “Abrahancito” que provenían de la clase media, fueron los primeros integrantes del grupo. Estos jóvenes venían realizando reuniones de estudio desde un tiempo atrás, cuando Moreno con la ayuda, según él decisiva, de Fidel Ortiz Saavedra (obrero boliviano, semianalfabeto), los captó para el trotskismo. En 1943 se conforman como grupo, con el objetivo central de ir hacia la clase obrera, tratando de superar el carácter marginal, bohemio e intelectual del movimiento trotskista argentino.

Nuestra corriente en Argentina tuvo diferentes nombres. Grupo Obrero Marxista entre 1943 y 1948. Partido Obrero Revolucionario entre 1948 y 1956 (públicamente: Federación Bonaerense del Partido Socialista – Revolución Nacional, entre 1954 y 1955). Movimiento de Organizaciones Obreras en 1956 y 1957. Entre 1957 y 1965, fuimos conocidos por el nombre de nuestro periódico, Palabra Obrera. Partido Revolucionario de los Trabajadores a partir de 1965 y PRT (La verdad) después de la ruptura con Santucho en 1968. Partido Socialista de los Trabajadores entre 1971 y 1982. Movimiento al Socialismo desde 1982 hasta 1997, cuando lo que quedaba de ese partido rompió con la LIT-CI.

Durante los primeros años tuvimos una desviación obrerista, sectaria y propagandista. No se hacía trabajo entre los estudiantes y el eje de las actividades era dar cursos sobre el Manifiesto Comunista y otros textos clásicos. Entre 1944 y 1948 tuvimos, además, otra desviación, la nacional trotskista. Es decir, creer que había solución para los problemas del movimiento trotskista y de los trabajadores, dentro del propio país. Sólo en 1948 nuestra corriente comenzó a intervenir en la vida de la Internacional, participando de su Segundo Congreso.

La intervención en las luchas obreras y en la Internacional hizo posible la superación de las desviaciones y el fortalecimiento del grupo. La participación en 1945 en la huelga del frigorífico Anglo- Ciabasa (los frigoríficos de la carne eran el principal sector obrero en ese momento en Argentina) fue muy importante y permitió ganar a la casi totalidad de compañeros del Comité de fábrica. Después de la experiencia en la Huelga de la carne, un grupo de compañeros del GOM, incluido Moreno, se fueron a vivir a Villa Pobladora, un barrio obrero de Avellaneda, en ese momento una de las mayores concentraciones obreras de América Latina. Allí comenzaron a trabajar en el Club Social Corazones Unidos. Al poco tiempo Moreno fue su secretario general. Desde ese Club daban cursos y charlas al tiempo que se ligaban estrechamente a la vida de los obreros de la zona. A partir de ese trabajo el pequeño grupo se convirtió en un centenar.

Poco a poco el grupo se fue fortaleciendo en otras fábricas. Llegaron a dirigir fábricas de tubos de cemento, del cuero. A pesar de ser sólo 100 militantes muy jóvenes, el grupo se afirmó en la clase y así se fueron construyendo los grandes cuadros cuadros obreros, el máximo ejemplo fue Elías Rodríguez, que hoy consideramos con orgullo como aspecto central de la tradición de nuestra corriente.

El partido argentino llegó a ser, junto con el SWP construido con la orientación personal de Trotsky, el partido más obrero del movimiento trotskista.

En ese proceso fuimos superando nuestro sectarismo y propagandismo, pero caímos en una desviación sindicalista, que después comenzó a ser superada gracias a nuestra participación en la Internacional.

LA PARTICIPACIÓN EN LA IV INTERNACIONAL

La dirección de la IV Internacional después de la II guerra, integrada por el SWP (EEUU), Pablo (Grecia), Mandel (Bélgica) y Frank (Francia), era muy joven e inexperta y no consiguió superar el debilitamiento cualitativo provocado por el asesinato de Trotsky en 1940. La característica central de la IV Internacional en aquella época era su sectarismo. Un ejemplo de eso fue su II Congreso. Se realizó en 1948 en medio de grandes cambios: en China se desarrollaba la revolución que triunfaría en menos de un año, en Checoslovaquia los ministros burgueses eran apartados del gobierno y se iniciaba la expropiación a la burguesía, proceso que se venía dando en Yugoslavia desde 1947. El Congreso ignoró esos hechos y el centro de la discusión fue el carácter de clase de la URSS y si se la debía o no defenderla de los ataques imperialistas. Polémica que ya había sido resuelta en el partido yanqui en vida de Trotsky, en 1939 -40.

A pesar del carácter sectario y propagandístico de ese congreso, la participación en él fue cualitativa para el GOM. A partir de ese momento se comenzó a trabajar con un marco internacional. Se comenzó a dar mucho peso, en los análisis y caracterizaciones, al imperialismo y a sus relaciones con las burguesías nacionales. También, se dio mucha importancia a las definiciones internacionales, como fue el caso de la posición asumida por el GOM, como parte de la IV Internacional, a favor de Corea del Norte en su enfrentamiento con Corea del Sur. Moreno siempre reivindicó como un hecho cualitativo la entrada del GOM a la IV Internacional., a pesar que nuestro grupo nunca fue reconocido como sección oficial. En ese momento la sección oficial era el grupo dirigido por Posadas.

LA DISCUSIÓN SOBRE LOS NUEVOS ESTADOS DEL ESTE EUROPEO

En 1949 comienza en la IV la discusión sobre el carácter de clase de esos estados. Moreno reivindica la forma como se dio esa discusión, como un gran ejemplo del centralismo democrático. Existían dos posiciones: Para Mandel (Bélgica) y Cannon (EEUU), esos estados eran capitalistas. La posición de Pablo (Grecia), apoyada con algunas objeciones por Hansen (EEUU) y Moreno (Argentina), sostenía que habían surgido nuevos estados obreros. La polémica se resolvió relativamente rápido. Mandel y Cannon reconocieron la existencia de un verdadero proceso revolucionario en el este europeo y que nuevos estados obreros deformados habían surgido. Este éxito político aumentó el prestigio de Pablo en las filas de la Internacional. Así se llegó al III Congreso en 1951.

LA LUCHA CONTRA EL PABLISMO

En 1951, en plena guerra fría, todos los comentaristas internacionales afirmaban que era inevitable el choque armado entre EEUU y la URSS. Pablo y Mandel, impresionados por los análisis de la prensa burguesa, llegaron a una conclusión funesta para la internacional: para ellos, la tercera guerra mundial era inevitable. Y sostenían que, ante el ataque imperialista, los partidos comunistas, en su afán de defender la URSS, adoptarían métodos violentos para enfrentar a EE.UU. y que eso los llevaría a luchar por el poder en diferentes partes del mundo Lo mismo ocurriría con los movimientos nacionalistas burgueses en los países dependientes.

Basados en este análisis, Pablo y Mandel propusieron el “entrismo sui generis” en los partidos comunistas y nacionalistas burgueses, a los cuales había que acompañar sin críticas, hasta después de la toma del poder. La mayoría del trotskismo internacional, encabezados por la sección francesa, se negó a implementar esa política. Nuestro grupo, el POR argentino (nuevo nombre adquirido por el GOM) denunció que esa posición, que abandonaba la definición de la burocracia estalinista como contrarrevolucionaria y abandonaba la lucha contra ella, era una revisión completa de puntos esenciales del programa trotskista. Afirmábamos que esas posiciones surgían por el carácter pequeño burgués, impresionista e intelectual de los dirigentes europeos.

LA REVOLUCIÓN BOLIVIANA. LA DIVISIÓN DE LA IV INTERNACIONAL

Esas definiciones de la dirección de la IV tuvieron importantes manifestaciones políticas. Con esa caracterización, Pablo se opuso a exigir el retiro de los tanques rusos que enfrentaron el levantamiento de los trabajadores de Berlín en 1953, apoyando de hecho a la burocracia soviética. Pero, la consecuencia más trágica de esa política fue la traición a la revolución boliviana.

En 1952, en Bolivia se da una típica revolución obrera; los trabajadores organizan milicias, derrotan militarmente a la policía y al ejército y surge la COB (Central Obrera Boliviana) como organismo de poder dual. Se nacionalizan las minas y estalla la revolución campesina, que invade los latifundios y ocupa las tierras. Hasta 1954, la principal fuerza armada de Bolivia eran las milicias obreras dirigidas por la COB.

Desde la década del 40 la organización trotskista boliviana (POR) venía ganado enorme influencia en el movimiento obrero. Tenía en sus filas importantes dirigentes mineros, fabriles y campesinos. Su principal dirigente, Guillermo Lora, fue el redactor de las tesis de Pulacayo, una adaptación del programa de transición a la realidad boliviana, adoptadas por la Federación de Mineros. Lora fue electo senador por un frente dirigido por la Federación de Mineros en las elecciones de 1946. En la revolución del 52, el POR co-dirigió las milicias y fue co-fundador de la COB. Tenía peso de masas en Bolivia.

Infelizmente, el POR, siguiendo la orientación del Secretariado Internacional de la IV, encabezado por Pablo, no levantó la política de que la COB tomase el poder. Por el contrario, dio su apoyo crítico al gobierno burgués del MNR (movimiento nacionalista burgués). Sin una orientación revolucionaria, el movimiento de masas fue siendo desarmado y desmovilizado y la revolución en pocos años fue desmontada. Como consecuencia de esta traición a la revolución se dio un gran deterioro del trotskismo boliviano, que entró en un proceso de sucesivas divisiones.

Junto a esa política, la dirección internacional dirigida por Pablo, aplicó un método nefasto. Intervino al partido francés, destituyó a su dirección que no coincidía con su política y e intentó formar una fracción secreta en el SWP norteamericano.

Repudiando la línea de “entrismo sui generis” y los métodos burocráticos y desleales de Pablo, la mayoría de los trotskistas franceses (dirigidos por Lambert) e ingleses (dirigidos por Healy), el SWP (EEUU) y los trotskistas sudamericanos (con excepción del POR boliviano y del grupo de Posadas en Argentina), rompieron con el Secretariado Internacional (SI) dirigido por Pablo y crearon, en 1953, el Comité Internacional (CI).

EL SLATO: LA REVOLUCIÓN PERUANA

En América del Sur, a partir del POR argentino, junto con trotskistas de Chile y Perú, se venía dando la polémica contra la política para Bolivia. En abril de 1953, Nahuel Moreno escribió el texto “Dos líneas” afirmando que el apoyo crítico al MNR era una traición y que se debía exigir a la COB que tomase el poder. Al mismo tiempo, exigíamos que el Comité Internacional actuase como una organización centralizada, única forma de derrotar al revisionismo pablista. La negativa de las fuerzas mayoritarias del Comité Internacional a actuar de forma centralizada y con una política ofensiva provocó el avance de las posiciones pablistas, a pesar de que la mayoría de los trotskistas estuviesen contra ellas. Al fracasar los intentos de que el Comité Internacional actuase centralizadamente y a la ofensiva, empezamos a actuar como tendencia a nivel latinoamericano y en 1957 formamos, junto a dirigentes peruanos y chilenos el SLATO (Secretariado Latino Americano del Trotskismo Ortodoxo).

La existencia del SLATO permitió que participásemos de manera centralizada en el proceso de revolución agraria en Perú en 1962. Se envió a Hugo Blanco, estudiante peruano y militante del POR argentino, para participar del proceso de Cuzco. Hugo Blanco, orientado por el SLATO, encabezó el proceso de ocupación de tierras y de organización sindical del campo. El SLATO envió varios cuadros para apoyar ese trabajo. En ese proceso se construyó el FIR (Frente de Izquierda Revolucionaria), orientado por los trotskistas y que dio origen a nuestra actual sección peruana. En 1963, Hugo Blanco fue capturado por el ejército. De 1963 a 1967 quedó incomunicado. En 1967 fue procesado por la justicia militar. Frente al peligro de que fuese condenado a muerte, se realizó una campaña internacional con adhesiones como la de Sartre, Simone de Beaurvoir, Isaac Deustcher, sindicatos de Francia, Inglaterra, India, parlamentarios franceses, ingleses y otros. Esa campaña impidió que fuese condenado a muerte. Lo condenaron a 25 años de prisión. Otra campaña internacional consiguió su libertad en 1970. Durante todo ese período, los campesinos peruanos continuaron eligiendo a Hugo Blanco como su principal dirigente en todos sus congresos.

LA REVOLUCIÓN CUBANA Y LA REUNIFICACIÓN DE 1963

El reconocimiento y apoyo a la revolución cubana fue la base de la reunificación de la IV Internacional en 1963. Así nace el SU (Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional), encabezado por Mandel y por el SWP (Pablo terminó fuera de la IV como asesor del gobierno burgués de Ben Bela en Argelia). En el SU ingresaron todas las fuerzas trotskistas que caracterizaban a Cuba como un nuevo estado obrero. Quedaron afuera, los ingleses y franceses que no reconocieron ese significado de la revolución cubana.

Nosotros tardamos un año en entrar porque pedíamos un balance del proceso anterior, en donde se marcase a fuego el método impresionista que llevó a la traición de la revolución boliviana, para evitar que se volvieran a dar desviaciones parecidas en el futuro. Aunque no se realizó ese balance autocrítico, en 1964, decidimos ingresar, para no quedar aislados y convencidos que, a pesar de las divergencias, una reunificación en torno al apoyo a una revolución era positiva y que eso permitiría participar con más fuerza en el futuro ascenso que preveíamos.

LA LUCHA CONTRA LAS DESVIACIONES GUERRILLERISTAS. EL DESARROLLO DEL PARTIDO ARGENTINO. LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA

La revolución cubana tuvo un fuerte impacto en la vanguardia mundial, en especial la latinoamericana. En Argentina, en la década del 60, eso se combinó con un pronunciado retroceso del movimiento obrero. La influencia castrista tuvo consecuencias muy negativas sobre nuestro grupo.

Desde 1957 a 1964, nuestra organización (conocida como Palabra Obrera, nombre del periódico) aplicó la táctica del entrismo en las 62 Organizaciones Peronistas, como medio de construirnos en contacto con lo mejor de la vanguardia obrera que estaba enfrentado a la dictadura militar. En ese período nuestro grupo construye lazos muy estrechos con el movimiento obrero, como nunca consiguió ninguna otra agrupación de izquierda en Argentina, y que marcaron una característica distintiva de nuestra corriente. Pero se abre una fuerte crisis, en el partido argentino, cuando en 1964, ganado por la dirección cubana rompe Ángel Bengochea (el Vasco),.quien fuera junto con Moreno, principal dirigente de nuestra organización. Unos años después (en 1968), se provoca una ruptura que se llevó a los principales cuadros del partido hacia las posiciones foquistas. El principal dirigente de la ruptura fue Roberto Santucho, con el cual nos habíamos unificado en 1965, y quien después fuera el principal dirigente del ERP.

Pero la presión del foquismo no se dio sólo a nivel del grupo argentino, sino que fue absorbida por la dirección de la IV. El método impresionista de Mandel no estaba superado y vino una nueva capitulación hacia el final de la década del 60. Esta vez hacia el castrismo, al aceptar la concepción guerrillerista del foquismo. En el IX Congreso de la IV, (1969) se votó la adopción de la guerra de guerrilla en Latinoamérica Y consecuente con eso, es la organización de Santucho (PRT-El Combatiente) quien es reconocida como sección oficial de la IV. Nuestra organización, (PRT-La Verdad) queda como sección simpatizante.

El SWP de Estados Unidos, el PST argentino (nombre adquirido por nuestro grupo después de la fusión con el sector de Juan Carlos Coral, ruptura del Partido Socialista) y todos los grupos sudamericanos, lideramos una corriente que trabó una gran batalla contra esas posiciones. Decíamos que la teoría del “foco” era una política elitista, aislada del movimiento de masas y que provocaría grandes desastres. Desgraciadamente, los hechos nos dieron la razón. El trotskismo perdió innumerables valiosos militantes que siguieron esa línea equivocada, principalmente en Argentina, pero también en otros países. A partir de ese momento el SU comenzó a convertirse en una federación de tendencias. Cada una aplicaba su propia política.

El ascenso que se inició en 1968 había abierto nuevas oportunidades, la existencia de una organización mundial unificada (el SU) permite aprovecharlas. En Francia, por ejemplo, donde el trotskismo había prácticamente desaparecido a raíz del “entrismo sui generis”, surge la LSR, que llega a organizar a 5.000 militantes y llega a tener una publicación diaria. En América Latina se da el gran crecimiento del PST argentino y en EE.UU el fortalecimiento del SWP por su participación contra la guerra de Vietnam.
Pero, sin haber terminado de superar la desviación guerrillerista, se tuvo que enfrentar una nueva capitulación de Mandel en la década del 70. Ahora a la numerosa vanguardia surgida en el Mayo francés, influenciada por el maoísmo. Nuestra polémica con Mandel está desarrollada en “El partido y la revolución” de Nahuel Moreno.

En el transcurso de esa pelea contra el guerrillerismo y el vanguardismo, nuestro partido argentino, el PST (surgido de una fusión con un sector que rompió con la social democracia) se desarrolló como un fuerte partido de vanguardia. Ese fortalecimiento se da con una política opuesta a la de Mandel: interviniendo en el ascenso que tuvo su punto más alto en la semiinsurrección conocida como el “cordobazo” y participando del proceso electoral. En este período organizamos el partido en Uruguay y en Venezuela.
Cuando estalla la revolución portuguesa en 1974 el PST envía cuadros para participar del proceso. Levantamos una política que impulsaba la pelea por el poder centrada en el llamado al desarrollo y centralización de los organismos de doble poder que estaban surgiendo. Ganamos un sector de estudiantes secundarios y organizamos el partido portugués, que forjó importantes cuadros para la Internacional.

Esa revolución mostró una capitulación más de Mandel que, siguiendo al maoísmo, dio apoyo al MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) que co- gobernaba el imperio portugués. Ese proceso provocó también la ruptura en 1975 de la FLT (fracción que conformamos con el SWP de EE.UUpara enfrentar al mandelismo), frente a la imposibilidad de compartir una misma política para la revolución. Para el SWP , la tarea central era levantar consignas democráticas y editar obras de Trotsky.

La mayoría de las organizaciones y militantes de Colombia, Brasil, México, Uruguay, Portugal, España, Italia y Perú se retiran de la FLT y junto con el PST argentino construyen una tendencia que enseguida se declara fracción del SU, la FB (Fracción Bolchevique), que más tarde daría origen a la LIT-CI.

La participación en la revolución portuguesa y la polémica con el mandelismo y el SWP nos permitió avanzar en la elaboración teórica sobre la construcción de partidos en procesos revolucionarios, expresada en “Revolución y contrarrevolución en Portugal”.

EL PARTIDO EN BRASIL

Un grupo de jóvenes brasileños exiliados en Chile entra en contacto con nuestra corriente. Después del golpe de Pinochet se dirigen a Argentina y comienzan a militar en el PST. En 1974, vuelven a Brasil para construir el partido. Surge la Liga Obrera y después Convergencia Socialista. El grupo comienza a desarrollarse y, en contacto con la dirección de la FB, elabora la política del llamado a un PT.

La joven organización brasileña se desarrolló durante 12 años sin disolverse ni capitular a la dirección burocrática. Eso fue posible porque pertenecía a una corriente internacional que orientó a hacer entrismo en el PT, a centrar el trabajo en las oposiciones sindicales en la CUT y que dio claridad sobre el carácter burocrático de la dirección lulista.

Con eso, la CS pudo salir del PT, 12 años después, cualitativamente más fuerte a como entró y con una política de Frente Único Revolucionario dirigida a los sectores de vanguardia que rompían con el partido de Lula.

EL PARTIDO COLOMBIANO

En 1976 se da el golpe militar en Argentina, que da origen a la dictadura semi fascista de Videla. El PST tuvo que sacar del país a importantes dirigentes, cuestión que se aprovechó para reforzar el trabajo internacional. En este período construimos nuestras organizaciones en Bolivia, Chile, Ecuador, Costa Rica, Panamá, y reforzamos el trabajo en Portugal y en España. Pero el proceso más importante fue el de Colombia, donde entramos en contacto con un Bloque Socialista, una organización que se venía aproximando a posiciones revolucionarias, con cuadros provenientes del castrismo y la Iglesia. De Allí surge el PST colombiano, que rápidamente se consolida como una organización de vanguardia y pasa a ser uno de los dos pilares de nuestro trabajo internacional.

LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA ARGENTINA

Mientras tanto, en Argentina el PST juega un papel heroico en la resistencia a la dictadura genocida. Tuvo aproximadamente 250 militantes presos y más de 100 muertos y desaparecidos. Actuando en la más absoluta clandestinidad, mantuvo su publicación y desarrolló trabajos en el movimiento obrero, en la juventud y en la intelectualidad.
En el comienzo de la guerra en Malvinas, el odio a la dictadura no impidió que se tuviera una política principista de identificar y atacar al imperialismo invasor como el principal enemigo. Desde el primer momento y sin dejar de denunciar a la dictadura, el PST se colocó en el campo militar argentino y militó por la derrota del imperialismo. El PST salió de la dictadura con un gran prestigio en la vanguardia y con 800 cuadros sólidos, que se volcaron a la construcción del MAS, incorporando a la tarea a un grupo de cuadros que venían de otra corriente socialista.

LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE. LA BRIGADA SIMÓN BOLIVAR

En 1979, cuando estalla la revolución nicaragüense, nuestra corriente, a pesar de las diferencias con el sandinismo, resuelve participar físicamente de la lucha contra Somoza. A través del PST colombiano realiza una gran campaña para construir la Brigada Simón Bolívar. Se forma con militantes de nuestra corriente y revolucionarios independientes, de Colombia, Panamá, Costa rica, EEUU y Argentina. Manteniendo su total independencia política, la Brigada ingresa al ejército sandinista y cumple un heroico papel en la liberación de la región Sur de Nicaragua, que le cuesta muertos y heridos. Con el triunfo de la revolución los brigadistas son recibidos como héroes en Managua. Nosotros veníamos exigiendo que el sandinismo rompiese con la burguesía y tomase el poder conjuntamente con los sindicatos obreros. El sandinismo, siguiendo la política de Castro, estaba en un gobierno de coalición con Violeta Chamorro. La Brigada impulsa la creación de sindicatos y en una semana organiza más de 70. Eso provoca la reacción de la dirección sandinista, que la expulsa de Nicaragua. Varios brigadistas son encarcelados y torturados por la policía panameña, aliada del gobierno sandinista.

El SU envía una delegación a Managua para decir que éramos un grupo ultra izquierdista, con el que no tenían nada que ver y vota una resolución prohibiendo la construcción de partidos por fuera del sandinismo. La negativa a defender a los militantes revolucionarios torturados por la burguesía es la consecuencia de haber votado esa resolución interna que, en la práctica, era un decreto de expulsión de nuestra corriente, obligándonos a romper definitivamente con el SU.

Esos hechos revelan la verdadera polémica dentro del SU. Nosotros defendíamos la necesidad de construir un partido revolucionario en Nicaragua y ellos no. La misma discusión que se dio en relación a Cuba, tanto sobre la construcción del partido como en cuanto a la necesidad de la revolución política. Todo demostraba la creciente capitulación del SU al castrismo y al sandinismo. Y mostraba también el abandono de la moral revolucionaria al haberse negado a defender a militantes trotskistas encarcelados y torturados por la burguesía.

NUESTRA RELACIÓN CON EL LAMBERTISMO

Quien dio su solidaridad a la Brigada fue la corriente dirigida por Pierre Lambert. Así comenzó nuestra relación política con el lambertismo, con quienes no teníamos contacto desde 1963. Se inicia un proceso de discusión, con acuerdos principistas y programáticos expresados en “Tesis para la actualización del programa de transición”, de Nahuel Moreno. En ese trabajo se define al estalinismo y al castrismo como agentes contrarrevolucionarios; se reconocen como revoluciones los procesos de pos guerra (este europeo, China, Cuba) a pesar de no haber sido encabezados por la clase obrera y su partido revolucionario.

Al mismo tiempo, se coloca la necesidad de impulsar la revolución política en los estados obreros degenerados, surgidos en esos procesos; se analiza la guerra de guerrillas y la política oportunista de sus direcciones; se da especial importancia a la defensa del derecho a la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas y a las tareas democráticas; se identifica el inicio del proceso de crisis de los aparatos contrarrevolucionarios, en especial el estalinismo, que abre posibilidades de luchar por partidos trotskistas y una IV Internacional con influencia masas.

Se constituye un Comité Paritario que culmina en 1980 con la formación de una organización conjunta, la Cuarta Internacional- Comité Internacional (CI- CI). Como CI-CI realizamos una campaña de apoyo a “Solidaridad” de Polonia. Todo indicaba que se podía dar un gran paso en el camino de la reconstrucción de la IV.

Pero esa tentativa se frustró. Nuestra poca inserción en Europa nos hizo cometer un grave error. No vimos que el lambertismo tenía fuertes lazos con la burocracia sindical, lo que lo llevó a capitular al gobierno de Frente Popular, cuando se produce la victoria de Miterrand en Francia. Lambert se niega a discutir la política para Francia y comienzan las expulsiones de los militantes que se oponen a esa política, lo que provoca la ruptura de la CI- CI.

La polémica con el lambertismo nos obligó a avanzar en la elaboración sobre el Frente Popular, lo que se vio reflejado en el folleto “La traición de la OCI”, de Nahuel Moreno.

LA FUNDACIÓN DE LA LIT- CI

En enero de 1982 se realizó una reunión internacional con los partidos de la FB y dos importantes dirigentes del lambertismo: Ricardo Napurí de Perú y Alberto Franceschi de Venezuela. Uno de los puntos centrales de la reunión era organizar una campaña en defensa de la moral revolucionaria de Napurí, atacado por Lambert por expresar diferencias políticas con este. Otro punto importante era la discusión sobre cómo avanzar en la construcción de la Internacional.

La reunión, después de aprobar la campaña , resolvió por unanimidad convertirse en Conferencia de Fundación de una nueva organización internacional. Se aprobaron los estatutos de la LIT-CI y las tesis fundacionales, donde se plantea la estrategia de la construcción de la IV Internacional con influencia de masas. Ésta no era solamente la FB con otro nombre, ya que a ella se integró Franceschi con su partido, el MIR obrero, que rompió con el lambertismo. Al tiempo se incorpora Napurí, junto a la mitad del partido peruano, que rompió con Lambert.

En 1985, el partido dominicano se integra a la LIT- CI. Ese grupo no venía del trotskismo, sino de una ruptura con la Iglesia.

En 1985 el Primer Congreso de la LIT-CI vota un manifiesto, donde define a la situación mundial como revolucionaria y hace un llamado a construir un FUR a partir de un programa mínimo revolucionario para enfrentar al frente de la contrarrevolución imperialista mundial, las burguesías nacionales, la iglesia, el estalinismo, el castrismo, el sandinismo y las burocracias sindicales y avanzar en la construcción de partidos revolucionarios nacionales y de una Internacional con influencia de masas .En 1987 se integran el grupo del Bill Hunter de Inglaterra, que no proviene del morenismo y un grupo de jóvenes trotskistas independientes de Paraguay, que dan origen al PT paraguayo, la mayor organización de izquierda en ese país.

LAS PRINCIPALES CAMPAÑAS POLÍTICAS DE LA LIT – CI

La primera es por la victoria de Argentina en la guerra por Malvinas, con la que intervinimos en el proceso antiimperialista que se abrió en América Latina. La campaña por el “no pago de la deuda externa” nos permitió empalmar con las grandes movilizaciones bolivianas que obligaron al gobierno de Frente Popular, encabezado por Siles Suazo, a suspender el pago de la deuda. Tuvo gran importancia la campaña contra los acuerdos de Esquípulas y Contadora, impulsados por el imperialismo y apoyados por el castrismo y el sandinismo para frenar el proceso revolucionario de Centroamérica. En 1991 realizamos una campaña por la derrota del imperialismo en la guerra del Golfo.

LA CONSTRUCCIÓN DEL MAS ARGENTINO

Después de la caída de la dictadura argentina (1982), la dirección de la LIT resuelve priorizar el trabajo en ese país, donde se abrió la posibilidad objetiva y subjetiva de que el MAS se convirtiese en un partido con influencia de masas. En las luchas del movimiento de masas y en la participación electoral, el MAS se transformó en el partido más fuerte de la izquierda argentina. Gana gran inserción en las principales fábricas y barrios obreros, encabeza listas de oposición a la burocracia en los principales sindicatos, realiza actos con 20 a 30 mil personal, obtiene el primer diputado trotskista en la historia argentina, llegando a impulsar y dirigir un acto de oposición al gobierno de 100 mil personas.

En medio de ese proceso, la LIT- CI recibe, en 1987, un terrible golpe con la muerte de su fundador y principal dirigente, Nahuel Moreno. Su ausencia provocó un debilitamiento cualitativo en nuestra dirección internacional y tuvo una incidencia muy grande en el desarrollo y desenlace de la crisis que llevó a la destrucción de nuestra Internacional.

LA CRISIS DEL 90

En los primeros años de la década del 90 de desató una gran crisis en nuestra corriente internacional. Grandes cambios se daban en el mundo a partir de la caída del muro de Berlín, que tuvieron repercusiones mundiales. Grandes procesos revolucionarios destruyeron al aparato central del stalinismo, liberando así al movimiento obrero mundial del chaleco de fuerzas que lo tuvo maniatado durante décadas. Pero la falta de una dirección revolucionaria mundial impidió que ese proceso pudiese revertir la restauración capitalista orquestado por la burocracia. Eso posibilitó la ofensiva política, militar e ideológica del imperialismo. Es en ese período que se da la crisis de la LIT-CI que la llevó prácticamente a su destrucción.

En abril de 1992 se produce la ruptura del MAS argentino con métodos reñidos con la moral revolucionaria: ocupación de locales, ataques físicos por parte de la minoría y campañas de calumnias por parte de la dirección mayoritaria. Poco después, la TMI organiza la ruptura del partido brasilero por medio de una fracción secreta. Así se abre la peor crisis de nuestra historia. En este proceso salieron de la LIT el 40% del partido argentino, el PST de Panamá, la mitad del PST peruano, un sector del POS mexicano, la mitad de la sección ecuatoriana, un sector del partido brasilero y sectores de Colombia, Chile, Alemania, Portugal.

El V Congreso, realizado en 1994, vota la reconstrucción de la LIT-CI. Formalmente la LIT-CI existía, se realizaban las reuniones internacionales, había una dirección, se editaba la revista internacional. Pero eso era cada vez más una apariencia, una formalidad. La mejor prueba era la dirección con la que se llegó al V Congreso: Un secretariado internacional integrado por cuatro personas respondiendo a cuatro tendencias (FI, TBI, Nuevo Curso, TR), la mayoría de las cuales no defendía la continuidad de la LIT-CI. De hecho, la LIT había dejado de tener un programa único y había perdido el régimen centralista democrático. De contenido la LIT-CI había sido destruida. Por eso era totalmente necesaria la resolución del V Congreso. A partir de ese momento se comienza a construir un nuevo equipo de dirección encabezado por los dirigentes de la ex TR, al cual se integra la dirección del partido peruano y del grupo inglés, que toma en sus manos las tareas de la reconstrucción. Esa tarea llevó mucho esfuerzo y muchos años ya que la destrucción había sido muy grande. Un hecho a destacar es que desde que se resuelve que la gran tarea a encarar es la reconstrucción de la LIT-CI, se lo hace no como un objetivo en si mismo, sino para que sea motor de la reconstrucción de la IV Internacional. En consecuencia, al tiempo que se encaraban las tareas de reconstrucción, se iniciaba un trabajo de relaciones con diferentes organizaciones en diferentes países (Inglaterra, Francia, Irán, Japón, Alemania, Turquía, la ex URSS…) con el objetivo de avanzar en ese objetivo estratégico.

Días antes del Congreso, se había retirado la FI, lo que significó la salida de la mayoría del partido español. Ni bien terminado el V Congreso, rompe la TBI lo que implica la pérdida del PST colombiano, del PRT de Costa Rica, de las secciones de Hondura y Nicaragua, de más de 100 militantes argentinos. Nuevo Curso, dirigido por lo que quedaba del MAS argentino, se quedan en la Internacional (y participa de la dirección) pero sin reivindicar sus bases fundacionales. Al poco tiempo comienzan a defender que la LIT-CI debe abandonar el centralismo democrático y dejar de lado la estrategia de reconstruir la IV Internacional. Sus posiciones son derrotadas (por un voto) en el VI Congreso (1997). Se niegan a acatar sus resoluciones y salen de la Internacional, lo que quedaba del MAS argentino, Convergencia Socialista de Uruguay, la LST de Francia, el PST de Venezuela y un sector del partido brasileño.

Tal como dice el Balance de Actividades aprobado por el VIII Congreso “A la hora de contar las bajas y pérdidas podemos constatar que en todo ese proceso la LIT no sólo perdió su programa, su régimen, sus finanzas, sus publicaciones, sino que también perdió el grueso de su patrimonio humano. En total la LIT perdió entre 4 y 5 mil militantes, entre ellos posiblemente el 80% de los cuadros de más experiencia”.

LAS CAUSAS DE LA CRISIS

Una combinación de factores objetivos y subjetivos explica nuestra crisis. En esa combinación los elementos objetivos han sido los determinantes. Esto se hace evidente cuando se ve, que no fue sólo nuestra Internacional la afectada, sino que fue un proceso que se dio sobre la totalidad de las organizaciones izquierda, sin excluir a las revolucionarias.

Después de la derrota militar en Vietnam, a mediados de los 70, el imperialismo yanqui comenzó a enfrentar los procesos revolucionarios apelando preferentemente a las instituciones y mecanismos de la democracia burguesa y a la captación de dirigentes. Moreno denominó a esa política como “reacción democrática”. Esa política, que tuvo grandes éxitos para canalizar importantes procesos revolucionarios, también hizo estragos en la mayoría de la izquierda a nivel mundial: El abandono por parte de la OLP de la lucha por al destrucción del Estado de Israel, la integración al régimen de los Sandinistas en Nicaragua y del Farabundo Martí en El Salvador; la socialdemocratización de los partidos comunistas; la integración al régimen, a través del PT, de la mayoría de la izquierda brasilera… Pero este proceso de capitulación de la vieja izquierda antiimperialista pega un salto después de la restauración en los estados obreros. Esta vez, también son afectadas las organizaciones trotskistas.

El problema central fue que la restauración no se dio como la había pronosticado Trotsky, de la mano de un golpe contrarrevolucionario, sino en nombre de las libertades democráticas y la utilización de las instituciones burguesas. La falta de una dirección revolucionaria hizo que una parte de la población tuviera expectativas en esas instituciones restauradoras. A partir de eso y de la campaña del imperialismo sobre “la superioridad del capitalismo”, la amplia mayoría de la izquierda abandonó la perspectiva del socialismo y de la lucha por el poder. Gran cantidad de partidos se disolvieron, miles y miles abandonaron la militancia y los que se mantuvieron activos, comenzaron a buscar nuevos rumbos… Como no “se podía” o no se quería tomar el poder, comenzaron a buscar como ganar “espacios de poder”. Se fueron imponiendo “nuevas” ideas: la clase obrera está desapareciendo, hay que buscar otros sujetos sociales; stalinismo es continuidad del leninismo, el centralismo democrático lleva a la burocratización, todo pasa por la horizontalidad; todo poder corrompe, los trabajadores pueden resolver sus problemas sin tomar el poder…. Así se fue construyendo un nuevo reformismo, un reformismo sin reformas.

Este “vendaval oportunista” que golpeó sobre el conjunto de la izquierda incluidas las organizaciones trotskistas, también lo hizo sobre la LIT-CI. Esto se reflejó, centralmente, en las políticas equivocadas con que la dirección argentina respondió a los grandes desafíos que planteaba la realidad.

Siguiendo Trotsky, Moreno siempre decía que para enfrentar los grandes cambios y las crisis que estos generaban, había que recurrir más que nunca a la clase obrera, más que nunca a la teoría marxista y más que nunca a la Internacional.

La dirección argentina hizo lo contrario, cayó un una desviación electoralista y fue secundarizando la construcción en la clase obrera; en vez de basar su política en la teoría marxista, elaboró nuevas teorías para justificar su política; a partir de éxitos circunstanciales y de un gran crecimiento, se consideró autosuficiente y cayó en una desviación nacionaltrotskista.

La diferencia con otras organizaciones trotskistas fue que en la LIT-CI había reservas y un sector resistió como pudo las embestidas de ese vendaval. Por eso la LIT, a diferencia del SU, no corrió en el sentido que soplaba el viento y no se pudo adaptar a la “modernidad”. Por el contrario en la LIT-CI el “vendaval oportunistas” provocó crisis, rupturas, desgarramientos, hasta que finalmente se pudo volver a retomar el camino correcto.

LA MUERTE DE NAHUEL MORENO Y LA DESTRUCCIÓN DE LA LIT-CI

Si Moreno hubiese estado vivo, probablemente igual hubiéramos entrado en crisis, ya que las causas objetivas eran muy fuertes. Lenin. Trotsky, Rosa Luxemburgo, enfrentaron las presiones chauvinistas durante la primera Guerra Mundial, pero no consiguieron evitar la bancarrota de la Segunda Internacional. Moreno no consiguió derrotar las presiones guerrilleristas que originaron la ruptura en Argentina con Bengochea y después con Santucho…

Pero sin dudas, si Moreno hubiese estado vivo, el desarrollo de la crisis hubiese sido diferente y las bajas mucho menores. Teniendo en cuenta la trayectoria de Moreno y su prestigio, muy difícilmente, la mayoría de la LIT hubiese caído en semejante desviación, si hubiese contado con su dirección. Con la dirección de Moreno, se hubiera dado la crisis, habría habido rupturas, pérdidas, pero casi con seguridad no habríamos llegado a la destrucción.

Hay corrientes como el Partido Obrero de Argentina que opinan que la crisis y destrucción del MAS y de la LIT es producto de la política de Moreno y que la actual evolución oportunistas del MST argentino, sería la continuidad del morenismo. Esa posición tiene poca consistencia. El MST se construye rompiendo con el morenismo. Nahuel Moreno construyó nuestra corriente enfrentando al oportunismo, a los frentes populares, a la reacción democrática, luchando incansablemente por la construcción de partidos revolucionarios en la clase obrera, por la construcción de la Internacional. Esa lucha de décadas creó raíces, dejó reservas y por eso es que desde el interior de la LIT-CI y del propio viejo MAS, surgió la resistencia que encaró la reconstrucción y consiguió volver a poner en pie a nuestra Internacional.

LA NUEVA REALIDAD DE LA LIT-CI

A partir del V Congreso se comenzó un lento y traumático proceso de reconstrucción. Este proceso fue muy dificultoso por la forma en que se tuvo que dar. No es la primera vez, en la historia de las Internacionales que es necesario enfrentar una ofensiva del revisionismo. Se dio en la Segunda, pero ahí la pelea fue encabezada por una parte de los principales dirigentes: Kautsky, Rosa Luxenburgo, Liebknetch…, en un primer momento; Rosa, Lenin, Trotsky, Liebknetch .., después de 1914. En la Tercera, la batalla fue encabezada por Trotsky. En el SWP yanqui, Trotsky y Cannon, estuvieron a la cabeza del combate contra los antidefensistas.

En la LIT fue muy diferente, los principales dirigentes, los que habían trabajado más estrechamente con Moreno, los que tenían más experiencia y más prestigio, fueron cayendo uno a uno frente al “vendaval oportunista”, fueron adoptando una u otra posición revisionista o se fueron y no dieron la pelea. Ese combate tuvo que ser encarado por dirigentes de segunda o tercera línea, que no tenían ninguna experiencia en la dirección internacional ni en el combate teórico programático. Por eso es que con muchas dificultades, y cometiendo muchos errores en el camino, se fueron reconstruyendo los organismos y a partir de ellos se fue avanzando en la comprensión común del mundo.

Así, poco a poco, se fue recuperando la tradición teórica, política metodológica. Se fue dando respuesta política a nuevos hechos: la guerra de Bosnia, la “globalización” capitalista, la reestructuración productiva. Hemos conseguido dar una interpretación teórica a la restauración capitalista en los ex estados obreros degenerados. Los partidos de la LIT-CI intervinieron en los procesos revolucionarios latinoamericanos y hemos dado una política principista, de enfrentamiento a los nuevos gobiernos (de Frente Popular o populistas) originados por esos procesos.

En torno a la participación en estos procesos, la LIT-CI se fue reconstruyendo, no sólo en términos teóricos, programáticos, metodológicos, morales, sino también en términos organizativos. El mayor avance organizativo se dio en Brasil con la construcción del PSTU que se ha convertido en una referencia indiscutida para las luchas y el activismo brasilero. Pero no fue el único, las secciones profundizaron su inserción en el movimiento de masas, se comenzó la reconstrucción del partido argentino, se constituyeron nuevas secciones en Ecuador, en Costa Rica., el POI de Rusia ingresó a la LIT-CI. El Correo Internacional y la revista Marxismo Vivo han ido mostrando, regularmente, las definiciones políticas ante los principales hecho de la lucha de clase y el avance de las elaboraciones teórico- programáticas.

Estos hechos, sumados a la relaciones establecidas con el CITO con el objetivo de ir a una única organización, hicieron que el VIII Congreso (junio de 2005) constatase que la LIT-CI estaba viviendo una nueva realidad.

Posteriormente nuevos hechos han confirmado esa definición: la unificación con el CITO, que significó la recuperación del PST colombiano y de organizaciones y cuadros en Perú, Costa Rica y Argentina. El continuado desarrollo del PSTU, su correcta ubicación de enfrentamiento al gobierno de Frente Popular de Lula, el éxito de su política de construir la CONLUTAS como central obrera y popular de alternativa; la entrada a la LIT- CI del partido italiano, la fundación de la sección venezolana, el desarrollo del trabajo en Centroamérica, la fundación de la sección belga. También hubo algunos hechos de signo opuesto: la salida del POS mexicano, del MST de Bolivia y de la LST de Dominicana. Pero esos negativos no cambian el nuevo signo de la situación de la LIT, sino que son remesones de la vieja crisis y reacciones al proceso de recuperación y bolchevización que viene avanzando.

NUESTRO PROYECTO ESTRATÉGICO: LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IV INTERNACIONAL

La nueva realidad de la LIT-CI se combina con una nueva realidad de la lucha de clases a nivel latinoamericano y mundial. La situación revolucionaria mundial y latinoamericana que se comenzó a manifestar con fuerza a partir del inicio del siglo XXI, está pasando por un nuevo momento. La resistencia iraquí está colocando la posibilidad de una nueva derrota militar del imperialismo yanqui. Los planes de EE.UU de estabilizar el Medio Oriente se vienen abajo como lo muestra la derrota del ejército israelí en el Líbano. El prestigio de Bush cayó abruptamente. En los países imperialistas los ajustes por la crisis económica provoca la reacción de los trabajadores, a los que se suman las fuertes luchas de los obreros inmigrantes. En el caso de EE.UU, esto significa que se está construyendo un puente con las luchas latinoamericanas. Pero el ataque imperialista continúa. En América Latina, se incrementa la ofensiva colonizadora del imperialismo, el saqueo de los recursos naturales, las exigencias de ajustes para pagar la deuda externa, ahora todo agudizado por la crisis económica mundial. También continúa la respuesta de las masas ante ese permanente saqueo. La diferencia es que ahora este ascenso obrero y popular se comienza a dirigir contra los que aplican los planes, es decir los nuevos gobiernos que surgieron para canalizar o prevenir el ascenso: Lula, Chávez, Evo, Kirchner, Tabaré….

Esta realidad, sin ninguna duda, pone en evidencia la urgente necesidad de avanzar en la solución de la crisis de dirección revolucionaria, construyendo una dirección revolucionaria mundial. Al mismo tiempo este nuevo momento de la situación mundial provoca importantes cambios en la conciencia del movimiento de masas que facilitan esa tarea. Con el surgimiento de estos gobiernos se vio en su máxima expresión los efectos del “vendaval oportunista. La mayoría de las corrientes de izquierda, incluidas, la mayoría de las que se reivindican trotskistas, capitularon a ellos. Pero esta nueva realidad, que tuvo su máxima expresión en la derrota electoral de Chávez en el referéndum, está provocando rupturas por la izquierda de esas organizaciones, que buscan nuevas referencias nacionales e internacionales.

Volviendo a lo planteado en la Introducción, ante esta situación la LIT-CI reafirma su proyecto estratégico: la reconstrucción de la IV Internacional y hace un llamado a la unidad en torno a un programa revolucionario, que contemple no sólo las respuestas políticas a los principales hechos de la lucha de clase, que acerquen a los trabajadores a la lucha por el poder, sino también los aspectos de concepción de partido, de método y de moral revolucionaria.

Proponemos aplicar para la reconstrucción de la IV el mismo método que aplicó Trotsky en su construcción. En primer lugar haciendo el llamado no sólo a los que provienen del trotskismo, sino a todos los revolucionarios con los que coincidamos programáticamente, independientemente de su origen.

En segundo lugar, no dirigiendo el llamado a todos los que se reivindican trotskistas. Por un lado porque hay organizaciones que así se reivindican y que sin embargo han abandonado el programa revolucionario al apoyar o participar en gobierno burgueses. Y por otro lado, porque existen las sectas autoproclamatorias que recitan el programa pero, por sus métodos fraccionalistas y desleales, cumplen un papel absolutamente destructivo.

En tercer lugar, planteando las unificaciones no través de conferencias abiertas y grandes actos, sino a partir de una paciente discusión programática y de una actividad común en la lucha de clases., que permitan avanzar sobre acuerdos sólidos y relaciones de lealtad revolucionaria.

Dado el deterioro producido por el “vendaval oportunista”, es necesario precisar algunos aspectos que actúan como divisoria de aguas:

La defensa de la independencia de clases frente a todos los gobiernos burgueses, incluidos los de Frente Popular o populistas. No los apoyamos ni tampoco a sus medidas y somos oposición de todos ellos.
Apoyamos las luchas de la clase obrera y de sus aliados.
Enfrentamos a toda burocracia y defendemos la democracia obrera en todas las organizaciones de la clase.
Tenemos como centro ordenador la lucha contra el imperialismo en todas sus variantes.
Nuestro objetivo es la destrucción del Estado burgués y sus FFAA, y la construcción de un estado obrero, basado en organismos democráticos de la clase, que impulse la revolución socialista internacional.
Defendemos la moral revolucionaria y rechazamos los métodos del “vale todo”, agresiones físicas, calumnias, trabajo desleal, incumplimientos de acuerdos.
Reafirmamos el rol de la clase obrera como sujeto social de la revolución.
Defendemos la necesidad de construir partidos revolucionarios democráticamente centralizamos y el carácter obrero que deben tener esos partidos.
Defendemos la necesidad imperiosa de construir una Internacional revolucionaria democráticamente centralizada

Este breve esbozo de nuestra historia, tuvo el objetivo de mostrar los aspectos centrales de esta larga marcha de nuestra construcción. Mostrando nuestros aciertos, nuestros puntos fuertes y también nuestras fallas, nuestras desviaciones, nuestras crisis porque, como decía Moreno “avanzamos a través de errores y golpes y no tenemos vergüenza de decirlo”

Hoy, después de muchos años de crisis y desgarramientos, estamos viviendo una nueva realidad. Estamos viviendo un proceso de fortalecimiento que nos pone en mejores condiciones para avanzar en el proyecto estratégico. Tenemos una historia, una experiencia acumulada, un programa que seguimos construyendo, una estructura de secciones, publicaciones, una fuerza militante, que ponemos a disposición para avanzar en la reconstrucción de la IV Internacional.

Buenos Aires, junio 2008

Crisis, volver a las fuentes (2008)

Crisis, volver a las fuentes

Jorge Luis Cerletti
herramienta.com.ar

“La estabilidad mundial está en tela de juicio”(del director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn)
Esta verdad de Perogrullo, dicha en medio de la conmoción económica actual, sólo tiene relevancia en función de quien la dijo: el director de la alicaída institución mundial que patrocina los intereses del gran capital y de las naciones hegemónicas.
La ininterrumpida marea de información da cuenta de los desastrosos efectos de la resonante crisis del sistema capitalista mundial y de los esfuerzos por ponerle freno de parte de los gobiernos implicados. Paralelamente, las “críticas” de los responsables del desmadre financiero expresan un cínico mea culpa para capear la tormenta en defensa de los negocios que ellos representan.
Discursos engañosos del poder dominante que enmascara su verdadero rostro sin poder ocultar los conflictos que se agravan y las sordas luchas por ver quiénes y cómo se pagan los costos. Remembranzas del crack del 29/30 que responde al mismo código genético que portan los sucesos actuales. Muestras superlativas de los recurrentes procesos cíclicos que van del auge a la depresión de distintos grados de intensidad y extensión, consustanciales a la economía capitalista que es el alma de la política vigente hoy en el mundo.
Esta crisis económica y sus proyecciones en el campo político y social tiene alcances tan impredecibles como extraordinaria es su magnitud. Los reacomodamientos a que dé lugar y las perspectivas abiertas inquietan a sus gestores que pretenden adivinar el curso de los acontecimientos soslayando la matriz que los nutre. Matriz que motiva nuestras reflexiones y que se expresa en los fantásticos números en danza que exhiben las agudas contradicciones del capitalismo. Y aunque todavía no se avizoran alternativas reales al mismo, la importancia de la crisis actual estimula el desarrollo de los embriones que anidan en las distintas sociedades y que alimentan nuevas políticas opuestas al deletéreo imperio del capital.
Algunas cuestiones teóricas y los números “indigeribles”.
En épocas de crisis, en que el crédito se reduce o desaparece en absoluto, pronto el dinero se enfrenta de pronto de un modo absoluto a las mercancías como medio único de pago y como la verdadera existencia de valor. De aquí la depreciación general de las mercancías, la dificultad, más aún, la imposibilidad de convertirlas en dinero, es decir, en su propia forma puramente fantástica. (El Capital, Carlos Marx, T.III, p.484)
…la crisis capitalista es una crisis de sobreproducción de valores de cambio. Se explica por la insuficiencia, no de la producción o de la capacidad física de consumo, sino de la capacidad de pago del consumidor. Una abundancia relativa de mercancías no encuentra su equivalente en el mercado, no puede realizar su valor de cambio, resulta invendible y arrastra a sus propietarios a la ruina. (Tratado de economía marxista, Ernest Mandel, T.I, p.320)
El formidable despegue del capital financiero especulativo respecto del capital productivo está en la raíz del estallido de la burbuja que comenzó con el derrumbe de los créditos hipotecarios en los EE.UU. que ilustran la avidez por la ganancia fácil, sin sustento real, propio de los mercados derivados (los que operan sin un valor intrínseco).
El capital financiero nace del ahorro de la parte no consumida del producto social transformada en capital dinero por los Bancos y que también incluye el valor excedente del capital fijo no empleado en su renovación hasta que se completen las amortizaciones que habilitan su reposición. Ésta es la base real en que se asienta el crédito, indispensable para impulsar el proceso de acumulación capitalista.
Condición sistémica al margen de los complejos instrumentos financieros que potencian los recursos disponibles. Pero cuando éstos se independizan de dicho soporte y de la producción de mercancías reales generando una masa de valores ficticios, tarde o temprano emergen las crisis que evidencian las contradicciones internas del sistema y cuya magnitud surge a posteriori según sean los factores que intervienen en cada caso.
Ellen Brown en su artículo“¿Por qué el Banco Federal va al rescate de la más grande compañía de Seguros del Planeta?” del 26/9/08, publicado en el blog de Repro, dice:
…el negocio de los papeles derivados ha crecido en forma exponencial, y en este minuto es mayor que la entera economía global. (…) El producto doméstico bruto de todos los países del mundo es solamente cercano a los 60 trillones de dólares. (…) Ellos (los jugadores) pueden apostar el dinero que no tienen y ahí aparece el riesgo. [Un trillón es igual a un millón de billones, o sea, la unidad seguida de 18 ceros.]
Consideremos ahora sucintamente conceptos teóricos que desnudan la esencia del sistema capitalista y que hacen inteligible la marea informativa con las abismales cifras que nos abruman.
La teoría del valor de Marx ha sido ignorada cuando no vilipendiada por la derecha, algo razonable en función de sus intereses, pero también ha sido cuestionada por izquierda con argumentos nada convincentes como los aportados por Toni Negri. Mas, ésta es una discusión de otra índole que cae fuera del objeto de este artículo.
No pretendemos deificar la ley del valor ni negar los trabajos que la puedan enriquecer. Sencillamente consideramos que sus fundamentos constituyen una base sólida para interpretar el funcionamiento del capitalismo. Fundamentos que, por cierto, se deben adecuar a los análisis de las situaciones concretas y a la dinámica de cambios del sistema. Pero justamente por tratarse de un sistema y en la medida en que no cambie su naturaleza, el eje vertebral de sus conceptos siguen teniendo vigencia. Otra cosa es su transplante al campo político que dio lugar a diversas interpretaciones como las que alentaron un determinismo economicista que fue desmentido por los hechos. Lo cual, en cierta y menor medida, también comprende al mismo Marx.
Los momentos de crisis, indisociables de los ciclos capitalistas, permiten apreciar los aciertos de su edificio teórico. Y como es imposible sintetizar en unas pocas líneas semejante construcción, sólo apuntaremos algunos núcleos que ayudan a visualizar las entrañas del despegue que venimos comentando.
El funcionamiento de la reproducción ampliada del capitalismo se asienta en el capital productivo que es el único que genera valor. El capital mercantil y el capital dinero (base del financiero) son momentos del ciclo del capital en su conjunto y no añaden valor sino que participan de la plusvalía en virtud de la ganancia comercial y del interés.
Ese plus valor nace de una mercancía muy particular, la fuerza de trabajo cuyo precio lo expresa el salario con que el capital paga la potencialidad del trabajo del obrero que se pone en acto a través de la producción. Pero lo que compra no es el equivalente de lo que produce aquél sino la parte que repone los medios de subsistencia del trabajador (variable según las características de cada sociedad y los momentos históricos). En realidad, compra la capacidad de realizar trabajo y no lo que éste rinde efectivamente.
De esa diferencia brota la plusvalía apropiada por el capital y que, en buen romance, expresa la explotación propia de este orden social. Explotación invisibilizada por la transmutación del trabajo que esconde la parte gratis que los obreros ceden involuntariamente a sus patrones. Semejante escamoteo, naturalizado en el imaginario social por obra de los capitalistas, le otorga legitimidad al sistema.
Ahora bien, en la composición de valor del capital productivo intervienen: el capital constante (inversión en medios de producción), más el capital variable (destinado al pago de salarios), más la plusvalía (el valor agregado generado en la producción y que se expropia a los trabajadores).
Así, del proceso de producción salen las mercancías preñadas de nuevo valor que, para realizarse, necesitan ser vendidas. Y como consecuencia de la división del trabajo social, se diferencian el capital mercantil y el financiero, otras formas de expresión del capital que integran el ciclo económico en su conjunto.
Esta somera reseña muestra en qué se funda la creación de valor y a la vez da una idea aproximada de la matriz del sistema que abarca a todas las ramas de la producción. Cuando se genera una sobreproducción que por diversas razones no puede ser absorbida por el consumo y/o crece desproporcionadamente el capital financiero especulativo superando ciertos límites, se engendran las crisis que comportan una enorme destrucción de valor traducidas en quiebras, corridas bancarias, semiparalización del crédito y, finalmente, una plétora de mercancías irrealizables.
Del lado del capital, sobreviene un salto en la concentración económica donde los más fuertes hacen pingües negocios con la falencia de los más débiles. Del lado del trabajo, implica caída de salarios, desocupación, extensión de la pobreza y de la marginalidad.
Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. No sólo difieren en cuanto al tiempo y al lugar, sino también en cuanto al concepto. Unas se hallan limitadas solamente por la capacidad productiva de la sociedad, otras por la proporcionalidad entre las distintas ramas de producción y por la capacidad de consumo de la sociedad. Pero ésta no se halla determinada ni por la capacidad productiva absoluta ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo susceptible sólo de variación dentro de límites muy estrechos. (El Capital, C. Marx; TIII, pág.243)
La fuerte crisis actual, a pesar de sus particularidades, responde a los cánones clásicos que sintéticamente esboza esta cita. Así, el desplazamiento del crack financiero a la “economía real”, el capital industrial productor de mercancías, se manifiesta en que éstas al almacenarse sin poder venderse, se desvalorizan frenando la producción. Pero los afligidos “gurúes” nada hablan de cómo y dónde se crea valor pues, lo que tan bien explica Marx, conduciría a reconocer la explotación inherente al régimen capitalista.
Cuando se precipita la crisis, se produce la estampida de los patrones del sistema que corren presurosamente a refugiarse en valores “reales”, se trate del oro, promesas “fiables” como los bonos del tesoro de los EE.UU., o de activos que suponen amparados por su “solidez” económica, en rigor reblandecida por la crisis. Lo cual se refleja en la caída de las Bolsas de casi todo el mundo que incineran formidables masas de valor con el vertiginoso derrape de las acciones, fenómeno que exhibe el “espanto” que preludia la proliferación de mercancías invendibles inherente a la expansión de la crisis.
Así, en el 2008 la Bolsa de Tokio perdió casi el 40%. Ésta acumulaba en valor de todas sus empresas más de US$ 4 billones y en los últimos tres días de la primer semana y media de octubre perdió US$ 700 mil millones. Mientras que los inversores de Wall Street perdieron 44 billones de dólares por la caída del mercado bursátil entre setiembre de 2007 y el mismo mes de 2008. Estas astronómicas cifras dan idea de la magnitud del despegue financiero así como de la formidable fluidez en curso que los socorros estatales intentan estabilizar.
Es que el valor monetario de los papeles de los activos de las compañías que cotizan en Bolsa, en tiempos de zozobra se “enloquece” al compás del miedo que es su combustible. Fiel testimonio de ese voluble “estado de ánimo” es el notable repunte que registraron las Bolsas al día siguiente en que quince países de la zona del euro concretaran el compromiso de rescate concertado en la reunión de París del 12/10 para caer nuevamente dos días después. Pero los bruscos y enormes saltos que se producen no hacen más que evidenciar la fragilidad que los sostiene, directamente proporcional a los niveles de especulación que crecen desmedidamente en tiempos de bonanza para caer estrepitosamente cuando se desata la crisis.
“La crisis de confianza” (el terror a las pérdidas) es el “mal” que se propaga bajo la amenaza de devastar a todo el sistema bancario. Desde los grandes especuladores hasta los pequeños ahorristas, corren a retirar sus depósitos para salvar lo que puedan desfondando la liquidez del sistema y por tanto arrastrando en la caída a grandes Bancos que a su vez se desconfían mutuamente congelando los préstamos interbancarios.
Lo que tardará en frenarse este proceso, aún con el auxilio de los formidables aportes estatales, no se puede medir a priori pero sin duda la recesión económica en marcha castigará a la mayoría de los países aunque varíe su intensidad según los casos. Ergo, nos hallamos ante la “globalización” de los quebrantos que en lo fundamental se transfieren al conjunto de la sociedad.
Todo esto (y mucho más) es absolutamente coherente de acuerdo a la esencia del sistema y a la racionalidad del mismo. Sólo que mirado desde otro lugar, o sea, con una lógica que considere el bienestar de los seres humanos sin distingo de clases ni de etnias, se transparenta su monstruosa irracionalidad. Porque el capitalismo no se mueve en función de esa lógica sino que responde al móvil de las maximización de las ganancias sin que importen los medios ni el tendal de víctimas que deje a su paso. Su motor es la codicia, no la solidaridad, ni la equidad, ni la justicia.
Los “números” de la economía aplicados a la política y a lo social.
“…es mucho lo que el gobierno federal puede hacer por la economía. Puede otorgar más beneficios a los desocupados. Puede facilitar ayuda de emergencia a los gobiernos locales. Puede recomprar hipotecas y renegociar las condiciones para que las familias puedan quedarse en sus casas. Lo responsable en este momento es darle a la economía la ayuda que necesita. No es momento para preocuparse por el déficit.” (de Paul Krugman, en Clarín del 18/10/08)
Esta opinión de un “gurú” de moda es muy elocuente. La aparente preocupación por las víctimas remite a la reanimación de la economía, o sea, dineros públicos para “ayudar” a los capitalistas mientras que de las personas sólo importa su “propensión a consumir”.
Luego, es menester traducir el imperio de la economía al lenguaje de la política y de lo social. Vale decir, apreciar la cuestión del poder y los efectos depredadores del sistema. Tarea que incluye desnudar a la tecnocracia cuyos “expertos” están al servicio del gran capital pontificando desde la economía como si se tratara de una “ciencia” autónoma, imparcial e inapelable. Desde este ángulo, la cabalgata de los “números” adquiere una dimensión distinta lo mismo que el rol del Estado.
Cinismos aparte, es innegable que los salvatajes del sector financiero son el salvavidas de los conglomerados de capital que hacen agua. Y es tan cierto que se pretende destrabar el funcionamiento del sistema como que el poder político emplea los recursos públicos para rescatar del abismo a las grandes corporaciones financieras en grave riesgo. Para quien quiera verlo, se transparenta la relación entre la política y los intereses económicos, así como que de estos últimos brota el poder que sostiene a la gran mayoría de los gobiernos que vienen a ser sus operadores desde el Estado.
Nunca como ahora se ha internacionalizado el poder de las grandes corporaciones que constituyen una red de intereses mundiales que liga a las más diversas naciones y cuyas jerarquías son directamente proporcionales al peso de aquéllas. También se hace visible que hoy los une más el espanto que la competencia y las disputas hegemónicas. Pero éstas subyacen y también emergen como por ejemplo cuando Alemania, la mayor potencia de Europa, se resistió a integrar fondos comunes en la UE. pues eso la obligaba al pago de una cuota mayor en beneficio de salvatajes ajenos. O al comienzo, cuando se jugó una carrera por ver quien ofrecía mejores garantías a los inversores y al público para frenar la caída de sus propios Bancos absorbiendo las fugas de los otros.
Acudamos nuevamente a la feria “numérica” para ponderar su significación y avanzar un poco más por sobre la superabundante y fluctuante información disponible.
El monto de la quiebra del fondo de inversión Lehman Brothers que ocupaba el 4º lugar en USA, fue de 639 miles de millones de dólares. Algo más que la sumatoria de los PBI. de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú. Al margen de lo inflado o ficticio de semejante capital financiero, ¿cómo subestimar el nivel de influencias y capacidad de presión de tales “cíclopes” sobre los Estados, y en particular sobre los periféricos? ¡El producto íntegro del trabajo humano de todo un año de los países señalados era inferior al equivalente de la masa de capital de aquél gigante caído!

Tomemos ahora los rescates prometidos por EE.UU. e Inglaterra. De los iniciales 700 mil millones de dólares aprobados por el primero dos veces el PBI de Argentina, 500 mil millones están destinados a sólo cuatro grandes corporaciones financieras maestras del “apalancamiento”. El de Gran Bretaña, por su magnitud relativa, es más impactante aún. Se trata de $US 850.000 millones, casi el 35% del PBI. de ese país y cuyos principales auxiliados son sus dos mayores Bancos comerciales.

Y si de “astronomía” se trata, rondarían 1,7 billones de euros comprometidos por los Estados en el auxilio del sistema bancario del conjunto de los países de la UE. En todos los casos los dinerillos provendrán del erario público y de la “capacidad productiva” de fabricar moneda, mientras que las promesas de futuro resarcimiento nos recuerdan la teoría del derrame. Sólo una fracción de tamañas sumas alcanzaría para solucionar el problema del hambre y la salud en el mundo en lugar de salvar a los especuladores.

Prosigamos ahora pero centrándonos en términos cultural-políticos. Para sintetizar la cuestión nos valdremos de dos ejemplos, uno exterior y otro interno. Se estima que en EE.UU. el 75% de la población destinó sus ahorros a la compra de acciones (no importa si en parte o totalmente). El famoso “consumismo”, la contratara de la realización del capital, en el plano del ahorro asumió un carácter especulativo notable que se hizo carne en el ciudadano de a pie.

¿Dónde quedó la cultura del trabajo y el ahorro de otras épocas? ¿Qué tipo de personas está pariendo este capitalismo de las grandes corporaciones? Porque además del desenfreno por el consumo superfluo que paga el resto del mundo y el deterioro del planeta, la avidez por la ganancia fácil o la timba financiera si se prefiere, ha ganado el imaginario y la práctica de importantes masas humanas. Éste es un aspecto sustantivo para cualquier cambio social que se precie. Y aunque se trata de la principal potencia capitalista del orbe y no de un país periférico, ¿acaso nuestros vastos sectores medios no padecen de ese virus?
Antes de referirnos a ello, una muestra sustantiva del exacerbado consumo del “primer mundo” y de la especulación que lo acompaña. Hablamos de la caída del precio del petróleo a bastante menos de la mitad del máximo alcanzado. Dos caras del mismo fenómeno: el enorme despilfarro energético implicado en el desquiciante consumo y la formidable ganancia extraordinaria que vinieron embolsando los oligopolios petroleros.
Vayamos ahora a nuestra experiencia reciente. La resolución 125 sacudió al país que durante un mes y medio vivió pendiente de los enfrentamientos que lo acompañaron hasta la “no positiva” derrota del gobierno. Aquí la especulación pivotó sobre otro plano, la del comercio exterior vinculado a los precios de las comodities y en particular, los de la estrella del momento, la soja.
La caída del precio de la soja a casi la mitad de su valor pico puso en evidencia tanto la burbuja económica como la voracidad de la plana mayor del “campo” que “enlazaron” a la sociedad argentina con su “heroica batalla” en defensa de los grandes intereses agropecuarios, y éste es el punto que nos interesa destacar aquí. Sin contar a los trasnochados grupos “izquierdistas” que los apoyaron, lo preocupante apunta a los vastos segmentos de nuestra clase media que se hizo eco del discurso del “sacrificado trabajo” agrario “saqueado” por el gobierno, como si lo retenido al capital privado no integrara parte del erario público.
Si bien entraron en la volteada pequeños productores, hoy más perjudicados que antes del fin de la resolución cuestionada, nadie se conmovió por los peones rurales, los verdaderos explotados del campo, ni por las numerosas familias campesinas despojadas de sus tierras debido a las expropiaciones sojeras. La fuerte ofensiva de las cúpulas dirigentes del agro amplificada por ”los medios” cómplices y asociados (y favorecida por el torpe manejo del gobierno), logró encolumnar a buena parte de los sectores medios de las ciudades.
Y en el teatro de la “batalla”, el campo, la especulación creció al ritmo de los pools de siembra y de los arrendamientos, los que suplían la “transpiración” por los elevados intereses y los jugosos alquileres de las tierras. Es que la seducción por la ganancia fácil pareciera que se ha hecho carne en los sentimientos y el bolsillo real o deseado de buena parte de “la gente.” Periféricos, subdesarrollados o como se nos quiera llamar, portamos el mismo virus que circula en las entrañas del primer mundo, la cultura mercantil del capitalismo.
Los cantos de sirena de “los mercados” han ido generando una subjetividad política y cultural que no se condice con la que prevaleció en las tres décadas anteriores al triunfo de la dictadura genocida. Mas hoy que rebrotan evocaciones de aquel pasado, las grandes expectativas de vastos sectores populares en torno al Estado omite que, bajo el amparo de esa misma institución, actúa gran parte de la dirigencia política que ayer fue cómplice de la devastación económica y social más formidable de nuestra historia.
Lo cual no significa negar los aspectos positivos que introdujo este gobierno sino que pone en primer plano la importancia que tiene la conformación de los sujetos en la gestación de políticas favorables a la emancipación que promuevan el desarrollo de una nueva subjetividad. Por ello confundir los términos y los protagonistas porta la amenaza de que todo lo rescatable del presente vuelva a desembocar en otro “canto del cisne”.
El Estado versus el mercado.
Ahora esbozaremos algunas conclusiones vinculadas a lo que venimos exponiendo.
El entramado de relaciones capitalistas mundiales constituyen una red que transmite sus impulsos a cualquier punto de la misma y en la que predomina netamente el poder de las grandes corporaciones que trascienden los límites territoriales de las naciones. Cuanto más grande es la masa económica de las corporaciones y de las naciones centrales, mayores son los efectos de sus movimientos a escala internacional y al interior de los países. No obstante, el Estado Nación sigue siendo una organización macro insustituible para el capitalismo que lo originó pues liga los intereses económicos con el orden jurídico político que rige las relaciones sociales.
A su vez, el control del Estado refleja las luchas sectoriales por imponer la hegemonía política en tanto que el peso del gran capital establece límites y condiciona a esas pugnas. Estas conclusiones que reflejan nuestra visión, nos conducen hacia la problemática del Estado y a las polémicas que giran alrededor de los márgenes de autonomía de las naciones. Tema candente que remite a las políticas que plantean la domesticación del “capitalismo salvaje” promoviendo una suerte de neo desarrollismo de “rostro humano”.
Y si bien los efectos que produce el capitalismo pueden variar de acuerdo a las luchas políticas y la presión social, su esencia es inmutable: hay un sólo sistema capitalista por más que existan distintas variantes según los países y las diferentes etapas. Es que la legalidad interna de este orden social admite gran diversidad de manifestaciones mientras no se impulse su ruptura, pero su matriz permanece inalterable.
Lo cual no implica ignorar las situaciones favorables a la satisfacción de las necesidades de amplios sectores de la población, algo más que atendible. Ahora, si pensamos en aportar al cambio de este injusto orden social, no debemos pasar por alto que la radicalidad protagonizada por el socialismo en el mundo no evitó su posterior implosión. Vale decir, aprender de la historia para luchar por un futuro mejor hace insoslayable entender las causas de lo acontecido con “el socialismo real”, cuestión que no termina de saldarse.
Retornando a la coyuntura actual, pensamos que la crisis va a ser superada por el capitalismo con todos los ajustes y cambios que recompongan el sistema financiero, algo que ya está en marcha, estableciendo nuevas reglas como en su momento ocurrió con Bretton Woods después del descalabro de la 2ª guerra mundial. Los enormes daños que acarree y los niveles de hegemonía subsiguientes se verán más tarde. Pero mientras no surjan nuevos protagonismos y políticas emancipatorias que asimilen experiencias y superen a este orden social, el mismo no caerá por sí solo. El tema es quiénes y cómo aprovechan las grandes fisuras que presenta.
En función de lo expuesto y referente a los debates actuales, es importante considerar la consigna Estado versus mercado que ha prendido con fuerza pues creemos que tal oposición confunde conceptos.
El Estado no es sinónimo de gobierno. Es la estructura jurídico-política que organiza el funcionamiento de la sociedad y cuyo control posibilita el ejercicio del poder. Sólo que dicha estructura se adecua y es producto del orden social que la determina. En cambio, los gobiernos son la expresión política de las luchas sectoriales que responden a diversos intereses de clases y/o distintos segmentos de las mismas.
En tanto que mercado es el lugar (físico y/o virtual) donde se realizan los intercambios de mercancías incluidas las distintas formas en que se manifiesta el valor (dinero, acciones, bonos, etc.). Así, el uso del término “los mercados” resulta el eufemismo con que los capitalistas se ocultan cosificando a los sujetos reales. Además, el Estado forma parte del mercado toda vez que incluye empresas bajo su control. Luego, se trata de una falsa oposición que induce a errores políticos cuando se confunde Estado con gobiernos.
Esa confusión incide en la valoración política de los Estados nacionales, cuestión polémica dado el proceso de concentración y centralización del capital y la poderosa influencia político-económica de las Corporaciones que operan en todo el planeta. Las controversias remiten a si las políticas de sesgo popular en los países periféricos pueden recrear su independencia relativa respecto de los centros de poder mundial y regenerar en el presente estadios anteriores.
Lo cierto es que ante la ausencia de alternativas emancipatorias gravitantes, se han abierto expectativas favorables a varios gobiernos que intentan despegarse de la hegemonía actual. Pero dichos gobiernos se desenvuelven en medio de una estructura estatal dependiente del gran capital en un período donde su poder económico está más interrelacionado y también más consolidado que antes.
Por lo tanto, la equívoca oposición Estado versus mercado debe encararse en otros términos que es preciso sincerar. Porque distinto es optar por el desarrollo capitalista de los países periféricos a plantear un cambio de sistema. Esto trasciende lo coyuntural y sus tiempos y plantea la orientación política y la forma de construcción de las opciones que se asumen. A su vez, dicha orientación define los lugares de interpretación de las coyunturas y la praxis correspondiente.
El Estado, esta gran estructura de poder, nunca se extinguió. Ni con el “neoliberalismo” ni con el socialismo. Esa creación histórica albergó procesos liberadores como lo fueron la Revolución Francesa, la Comuna de París y las grandes revoluciones socialistas del siglo XX. Pero a la luz de los hechos, constituyó un dispositivo indócil que terminó amparando la explotación y la dominación.
Así, la experiencia socialista, promesa de cambio sustancial, se ancló en otra versión del capitalismo de Estado que, por otra vía, produjo un atípico proceso de acumulación capitalista.
¿En qué sentido el “socialismo real” resultó un capitalismo de Estado? En lo fundamental, porque el excedente económico generado por los productores directos quedó bajo el control y la administración de quienes conducían el aparato estatal, o sea, los que en definitiva eran quienes asignaban los recursos y la distribución del producto social y manejaban el aparato jurídico ideológico que regulaba las relaciones humanas sin llegar a sustituir el carácter mercantil de su economía.
Luego, bajo el control inicial del aparato del Estado por fuerzas opuestas al capitalismo, crecieron las formas invisibilizadas de la dominación enquistadas al interior de las vanguardias y del Estado, antesala del retorno de la explotación que se plasmó con el correr de los años. O sea, la lucha contra le explotación extendió una garantía ilusoria sobre la política llamada a erradicarla.
En la actualidad, después del nefasto período de supremacía absoluta del capitalismo en el mundo con los EEUU como potencia hegemónica, surgieron en Latinoamérica diversas manifestaciones que expresan las resistencias que se fueron incubando en su seno. Y sin entrar al análisis de los distintos gobiernos producto de la presión y las luchas populares, vamos a rescatar lo que nos parece realmente valioso dentro del variable espectro que componen.
En primer lugar, la potencia de los movimientos sociales de signo político que proliferan en el subcontinente, en particular en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Y no es casualidad que en esos países hermanos surgiera la consigna del “Socialismo del siglo XXI”, un modo de convalidar sus grandes objetivos unido al intento de conferirle una nueva identidad. Intento que no consideraremos aquí pero que exhibe un notorio contenido simbólico.
Sólo destacaremos algunos rasgos del fenómeno boliviano que nos parecen originales y dignos de tener en cuenta, más allá de cómo deriven los acontecimientos. A saber: la articulación de los movimientos sociales con la conducción del Estado; las enseñanzas que brinda el nexo y las tensiones entre ambos mediados por la cultura de los pueblos originarios; el efecto simbólico de un presidente indígena; el proceso de nacionalización profunda en contra de las grandes empresas transnacionales y los designios del imperio aliado a las “roscas” oligárquicas; y sobre todo, el grado de participación popular en una democracia en formación que busca salir de las trampas de la democracia representativa que instrumenta el sistema de opresión capitalista.
Tal fenómeno que obviamente no va a modificar el tablero de poder mundial, muestra posibilidades y alternativas que no figuran en la agenda de dicho poder y que se incorpora a otras experiencias alentadoras. La historia continúa y las luchas del campo popular, con sus contradicciones incluidas, instauran oportunidades para el desarrollo de nuevas políticas y nuevos protagonismos que reviertan las nefastas consecuencias de la crisis mundial parida desde el centro del poder capitalista de Occidente. No se trata de transpolar ni de copiar, cada quien construye su propio camino. Y transitando por ellos, deberemos aprender de las enseñanzas del pasado y sumar los aportes del presente para establecer los necesarios lazos entre quienes impulsan la emancipación.
Nadie puede adivinar el futuro pero esta gran crisis, producto de la insaciable voracidad del capital, convoca al desarrollo de nuevos sujetos cuyo horizonte sea la superación de este orden social que la engendró.

La “segunda ola” del marxismo en Costa Rica

La “segunda ola” del marxismo en Costa Rica: los linderos del discurso y la práctica
Leandro Zúñiga, Vilma; Dobles Oropeza, Ignacio
Revista de Ciencias Sociales (Cr), vol. II, núm. 100, 2003, pp. 189-205
Universidad de Costa Rica
San José, Costa Rica

RESUMEN

En este trabajo se abordan los retos y dilemas de la izquierda marxista costarricense en los años 60-80, analizando los textos producidos por quienes han intentado contra o analizar la experiencia. Se establecen algunas comparaciones entre esta coyuntura y la enfrentada por el Partido Vanguardia Popular en los años cuarenta.

Se analiza la problemática de las alianzas, de la concepción acerca de la democracia, acerca de la valoración de la doctrina marxista y la valoración de las coyunturas y las tareas a realizar.

DE LA INTRODUCCIÓN

Se ha dicho hasta la saciedad que Marx está muerto. Pero ya sabemos que es un muerto un tanto complicado, que si el siglo antepasado se dedicaba a perfilar espectros que recorrían el continente europeo, a casi ciento cincuenta
años de su muerte todavía hace temer a algunos que pueda ser una especie de “ave fénix” que eche a perder algún diseño posmoderno.

Después de todo, la obra principal del alemán tenía que ver con analizar a fondo el modo de producción capitalista, y, como nos recuerda Zizek (1998) sigue habiendo capitalismo, incluso más capitalismo, y fenómenos como el “fetichismo de la mercancía” (Marx, 1976) cobran toda su vigencia.

El marxismo, con todos sus altibajos, busca ser una respuesta a problemas derivados de este modo de producción, y que sepamos, muchos de esos problemas siguen vigentes. Al menos podemos contar con que sea elemento
fundamental de algunas de las respuestas que se presenten, por lo que quizás no sea oficio perdido seguir dedicando alguna atención a lo que ha sido su devenir.

Las personas abordadas en esta investigación quisieron ser parte de la
historia escrita y actuada por quienes de una u otra manera se inspiraron en Marx y sus seguidores para intentar incidir en la vida política nacional.

Pretendemos en este escrito trabajar la problemática de un tipo de discurso y práctica, de un poder social, en el contexto específico de nuestro país: nos referimos, precisamente, a los avatares de los proyectos políticos afianzados en el marxismo, que han intentado incidir de manera efectiva en la realidad social costarricense.

Debemos resaltar el hecho bien conocido de que se trata de discursos y prácticas que han tratado de ser “liberadoras” desde una perspectiva de clase, siendo su fundamento teórico-filosófico, sin duda, hijo de la Ilustración y enmarcado en el proyecto de la Modernidad, lo que a la vez, quizás, condiciona los aspectos más “positivistas” de la teoría marxista, como la teleología de la secuencia de modos de producción o incluso algunas “predicciones” venidas a menos.

Sin embargo, también es preciso especificar que lo que sigue no es una discusión filosófica o conceptual, sino una exploración de los textos que han intentado, de una u otra forma, explicar la práctica de organizaciones políticas marxistas en nuestro medio. Evitamos, en esta ocasión referirnos a los debates en torno a los “clásicos” o retomar la discusión actual internacional sobre el marxismo.

Intentamos, entonces, perfilar los alcances, los límites y las contradicciones, en algunos ejes temáticos, de los diversos intentos de articular prácticas políticas con una base marxista (o marxista-leninista) sobre todo en lo que consideramos fue la “segunda ola” del marxismo político en nuestro país, en el contexto de la convulsión centroamericana de los años 60-80, siendo este el período de interés para nuestra investigación.

Volviendo a nuestro “muerto incómodo” quizás un asunto a considerar es que si su obra es producto de la modernidad, como proyecto “ilustrado”, su posible vigencia está condicionada, paradójicamente, por la del modo de producción que pretendía superar.

En lo que nos concierne, muchos de los dilemas, discusiones, y contradicciones enfrentados por el marxismo político costarricense en esta etapa histórica, aunque pertenecen a una coyuntura que difícilmente podrá repetirse de la misma forma, siguen siendo, a nuestro juicio, dilemáticos para
cualquier intento de articulación de proyectos políticos transformadores, por más que el mismo concepto de “política” y también de “proyectos políticos revolucionarios o transformadores” sea actualmente polémico y discutible, o bien que haya cambiado sustancialmente el perfil de los actores sociales “revolucionarios” y que algunos de los protagonistas de estos eventos
hayan terminado poniendo en práctica aquello que escribió José Emilio Pacheco de que “somos aquellos contra lo cual combatíamos hace veinte años”.

Efectivamente, la problemática de lo táctico/estratégico, lo nacional/internacional, el sectarismo/la amplitud, lo violento/pacífico,
la masa/los cuadros, son algunos de los temas y disyuntivas que aparecen cuando las coyunturas políticas y sociales, o las crisis, ponen en juego posibilidades de transformación social, o, para no ser demasiado optimistas,
cuando lo hacen las mismas exigencias de supervivencia.

Por más que los ejes de la discusión (izquierda/derecha, multitud/clase, etc.) se
puedan o no haber corrido, o diluido, la experiencia reciente continental, por ejemplo de Argentina, Venezuela o Brasil sigue demostrando que en el contexto de prácticas políticas reales, los actores individuales o sociales tienen que tomar decisiones sobre la base de valoraciones tácticas o estratégicas en que las disyuntivas que hemos señalado se hacen presentes.

Poco después de la caída del “socialismo real”, el académico Rafael Ángel Herra organizó y publicó, en Costa Rica, una serie de conferencias
acerca de la vigencia del marxismo, en que participaron ponentes tan disímiles como Miguel Ángel Rodríguez y Helio Gallardo.

Llama la atención, no obstante, que en este debate sobre la vigencia del marxismo, realizado en nuestro país, los participantes no se refirieran a
la muy rica, (y en muchos aspectos poca ortodoxa) experiencia de los partidos políticos nacionales que afianzaron su quehacer en el marxismo.

Aún así, el ex-presidente Rodríguez no dejó de ofrecer en esa ocasión consejos a los “comunistas” (el asunto no estaba para sutilezas
partidarias o político-ideológicas): “No quedaría más opción abierta al comunista de buena fe que observa la muerte de su sistema y que desea apoyar una posición sostenible sin recurso a la violencia que escoger el camino de la democracia y la libertad, del estado de derecho y de los mercados, de las sociedades abiertas y evolutivas” ( Rodríguez, en Herra, 1991, 55).

Ya vemos, siguiendo esta lógica, que cualquier opción al “estado actual de cosas” (neoliberalismo) tendría que ser “violento” y que se exime de “violencia” al orden de cosas regido por la lógica del mercado. Aunque las organizaciones marxistas que actuaron en el período desaparecieron del mapa político nacional, o han quedado reducidas a expresiones menores, eso no elimina la riqueza de la experiencia, a la vez que permite discernir los límites y las contradicciones de discursos y prácticas radicales de transformación social en uno de los países que ha demostrado mayor
estabilidad institucional y política en América Latina.

Vérselas con un país con las características de Costa Rica no ha sido fácil para organizaciones políticas marxistas1. Desde una lectura, podríamos postular que es uno de los países más reacios a cambios radicales en su sistema político. Aquí no hay premios de consolación, como el que se imagina José Fabio Araya, quien al hacer un recuento y una interpretación de esta “segunda ola marxista” expresa que: “Hay en todo esto una nota positiva… A pesar del cuadro desolador que se presenta en las expresiones orgánicas de la izquierda, no ocurre lo mismo con la izquierda como corriente de pensamiento… el debilitamiento de los partidos ha tenido como reacción un fortalecimiento de esta corriente de pensamiento” (Araya, 1989, 130).

1 Al referirse a las “particularidades” de Costa Rica, Salom expresa lo siguiente: “No es el nuestro, por ejemplo, el caso de un país sojuzgado por una tiranía de corte militarista, tan característica en cambio en la historia de la mayor parte de los países latinoamericanos. Más bien, por el contrario, en Costa Rica ha prevalecido a través de su historia, en el presente siglo principalmente, un “régimen de derecho” de libertades públicas y de sufragio relativamente estable, que constituye parte del patrimonio histórico de nuestro pueblo y un dato ineludible con el que cualquier perspectiva de transformación social tiene que contar” Salom, R. La crisis de la izquierda en Costa Rica. San José: Editorial Porvenir, 1987, 14.

Escrita en los ochenta, la frase puede sonar “inspiradora” teniendo en cuenta hechos como la lucha contra el “Combo del ICE”. Sin embargo, al no precisar que se entiende por “corriente de pensamiento de izquierda” terminamos con la misma ambigüedad con que se pueden interpretar las secuelas de la misma lucha contra el combo. Tampoco aclaran mucho, a nuestro juicio, apreciaciones un tanto difusas que ubican la discusión sobre la izquierda y sus
expresiones orgánicas en una especie de ubicuidad, como la siguiente apreciación sobre el partido Comunista, de parte de Manuel Mora,
relatada por Addy Salas:
El Partido no ha dejado de existir. Ha dejado de existir una forma de organización de ese partido, pero vendrá otra forma, el partido está vivo en la conciencia del pueblo… Nuestro mensaje está vivo en el pueblo… El Partido que está vivo en el pueblo, en la conciencia del pueblo, ya lo verás levantarse dentro del pueblo… (Salas, 1998, 290).

En lo que sigue, pretendemos pasar revista a los textos (de diverso signo) que se han escrito acerca de la experiencia marxista costarricense de la “segunda ola” intentando, de una u otra manera dar sentido (crítico o no) a la experiencia vivida. Estos textos fueron escritos en su mayoría después del debilitamiento de los partidos de izquierda de la época (consumado en la primera parte de los años ochenta) y en algunos casos después de la caída del “socialismo real”.

Muchos de los que escriben tuvieron cargos de dirección partidaria en estas organizaciones, lo que es un dato nada despreciable. Al procesar este material, variado, queda claro, una vez más, que hay que inscribir lo ocurrido en esta etapa en el marco de una historia de la izquierda política marxista que en su forma orgánica nace con la fundación del partido Comunista
Costarricense el 16 de junio de 1931, y que está marcado por todos sus avatares en una larga, compleja, y a ratos muy dura historia, que no ha sido del todo entendida, como se está encargando de demostrar el historiador
Iván Molina en algunos de sus estudios más recientes (Molina, 2002).

No es casual que la izquierda política marxista nazca como producto, en buena parte, de una crisis económica e histórica mundial, y que se debilite severamente en una crisis regional de profundos alcances. Esto trae a colación
algunos textos que hacen referencia a otros momentos de esta historia, y también a documentos fraguados en el calor de los hechos de los 60-80, tratándose fundamentalmente de documentos políticos de las organizaciones o intervenciones de dirigentes en polémicas.

La historia, sin duda, pesaba en el discurso y la práctica de las organizaciones marxistas, pero no necesariamente en la forma en que lo proclamaban. Esto es más que claro, como veremos, en las contradicciones y eventualmente la división del partido Vanguardia Popular en 1983, en que abiertamente florecieron discrepancias presentes desde los años cuarenta.

Detrás de las reiteradas referencias de Manuel Mora a los hechos del 48, había un manojo de diferencias políticas no resueltas por la propia dirigencia del PVP.

La acepción del discurso de la política ofrecida por Gallardo (1987) que remite al origen mismo de la palabra, ligado a la polis griega, en tanto se dirimen también proyectos de convivencia humana, de identidad colectiva, de
solidaridad posible. Efectuar esta operación permite introducir el tema de la ética, por más que autores como Ruiz más bien otorguen a Maquiavelo una ventaja sobre el marxismo en tanto no apela a ética alguna para fundamentar su tecnología de dominio, mientras el marxismo
impulsa una propuesta utópica que para Ruiz (1993) es perversa.

Lo anterior, aplicado a la discusión sobre el marxismo, permite a algunos autores diferenciar el marxismo como teoría social lo que se asemeja a la dimensión de construcción de identidad de la política y también como tecnología del poder lo que remite al ámbito que asociaríamos con Maquiavelo.

Nos referimos, en todo esto, a autores que han discutido acerca del marxismo en nuestro país. Por ejemplo, al escribir sobre el marxismo como teoría social, Sobrado y Vargas lo ubican, precisamente, en el proyecto ilustrado de la modernidad con algunas de sus características ideológicas más
salientes (1991).

No es este el lugar para profundizar el debate. Cabe hacer la observación, no obstante, de que seguir esta estrategia discursiva para encarar la discusión acerca de la vigencia del marxismo corre el riesgo de llevar a una
dicotomización entre el buen marxismo (el marxismo como teoría social, como construcción de identidad) y el marxismo malo (el marxismo como tecnología o ideología de poder), o como hace Cerdas en el mismo debate,
ubicarlo en un plano ético sin correlatos prácticos (1991).

En realidad, y vale para la discusión que sigue, ambas dimensiones puntualizadas por Gallardo están en juego, porque proyectos de sociabilidad
que no encaren entramados concretos de correlaciones de fuerzas, de posibilidades, faltos de tácticas, etc. son meros ejercicios especulativos, y, por el otro lado, juegos de poder y dominio que carezcan de proyectos identitarios, en el sentido precisado, son empresas que rayan en el cinismo.

Que la historia del marxismo y los esfuerzos terrenales de convertirlo en
prácticas políticas hayan oscilado en uno u otro sentido es de suma importancia, pero hay que tener las dos dimensiones presentes para poder
precisarlo.

DE LOS TEXTOS

Podríamos denominarlo el género de los textos sobre la segunda ola de la izquierda en Costa Rica, y se caracterizan por haber sido escritos por ex dirigentes de las organizaciones de izquierda posterior a 1983.

Encontramos algunos escritos que de una u otra manera se inscriben en el marco de los debates de la época dentro de la izquierda, sobre todo los de dirigentes históricos como Arnoldo Ferreto, Eduardo Mora y Manuel Mora.

Por ejemplo los trazos autobiográficos producidos por Arnoldo Ferreto en Vida militante (1984) tienen como intertexto la polémica abierta por la división del partido Vanguardia Popular, lo que ocurrirá también con lo
producido por Manuel Mora y su hermano, Eduardo.

Incluso, en un planteamiento cuestionable, Roberto Salom, (1987) en lo que sigue siendo, a nuestro juicio, el análisis político más completo sobre las organizaciones de izquierda que constituyeron la Alianza Pueblo Unido, considera que los juicios de Ferreto carecen de legitimidad por haber sido escritos en medio de esa contienda. Esta advertencia es a nuestro criterio
incorrecta, porque la observación se podría aplicar a cualquier escrito de la época, incluyendo el del propio Salom.

El texto de este último pretendía ser, en cuanto a esta izquierda política:
Un estudio crítico de sus concepciones doctrinales y de la evolución de sus análisis estratégicos y tácticos en cada coyuntura de su ya importante evolución histórica (Salom, 1987, 7). [La tesis fundamental sostenida, que compartimos, es que:] La agudización de la crisis de la izquierda estaba estrechamente ligada al desencadenamiento de la crisis económico-social en nuestro país y de la crisis política centroamericana a raíz del triunfo de la Revolución Popular Sandinista y del ascenso del movimiento revolucionario en El Salvador (Salom, 1987, 11).

Con pretensiones de análisis político, pero con un carácter menos académico, José Fabio Araya Monge, quien fuera dirigente del Movimiento
Revolucionario del Pueblo publica el libro, ya citado, titulado Mitos y sinrazones (los “mitos” son de la izquierda, las “sinrazones” de la derecha) en 1989.

Este libro cobra un estatuto un tanto ambiguo, ya que su autor lo califica
expresamente como un texto que no es un “tratado científico”, sino que propone un “conjunto de juicios y reflexiones” sobre la práctica de la
izquierda en el país. Con muy poco de anecdótico, postula propuestas de perspectivas futuras.

No solo escribe un ex dirigente de una de las organizaciones influidas directamente por la Revolución Cubana y que quiso presentarse como
una “nueva izquierda” en el período en cuestión, sino que quien escribe es, además, miembro de una prominente familia política palmareña, de gran influencia en la política nacional, y sus reflexiones, de alguna manera, son las del “ala izquierda” de esta influyente familia.

Hay a nuestro juicio dos ejes fundamentales en la crítica que hace Araya a la acción de los partidos de izquierda marxista en el país en el período en cuestión: uno tiene que ver con la derrota del partido Vanguardia Popular en la Guerra Civil de 1948, que en la concepción del autor es una especie de “huella histórica” que impide, a su juicio, que Vanguardia Popular pueda tener influencia política en el país en los 70-80, y el segundo eje es la “indecisión” de las nuevas fuerzas políticas de izquierda de la época, que no separaban claramente su línea y práctica de las de los comunistas.

Ya retomaremos estos elementos en la discusión posterior aunque cabe hacer la observación de que prácticamente no aparecen en los relatos de nuestros
entrevistados y entrevistadas.

Tres de los textos trabajados, aunque tienen características diferentes, articulan su elaboración en torno a la figura de Manuel Mora.

El texto Con Manuel. Devolverle al pueblo su fuerza, de Addy Salas (1998), es una elaboración interesante, porque la autora, quien fuera la compañera de vida de Mora, utiliza su narración para presentar el pensamiento autobiográfico del líder comunista, logrando hacerlo como, señalan González y Solís, (2001) con mucho afecto y con gran lirismo. Dice la autora:
“Este libro es testimonial y se centra en la actividad y las apreciaciones de Manuel. No es el desarrollo de ninguna tesis. No es un tratado de historia” (Salas, 1998, 21). En otro lado expresa que “este libro no quiere ser una biografía, ni es un manual de historia, sino un testimonio” (Salas, 1998, 13 ).

José Merino y Gerardo Contreras, por su parte2, ofrecen dos textos que tratan, con distinto grado de profundidad, el problema clave de la democracia, relacionando directamente su producción con la figura de Mora Valverde. El texto de Merino, que tiene el curioso subtítulo de Viaje al interior del partido Comunista (viaje que se nos queda debiendo, por cierto) tiene la virtud de tratar la democracia no sólo en su vertiente externa, sino también en relación con las contradicciones internas y eventualmente el rompimiento en Vanguardia Popular.

En esta época fue publicado también por la UNED el interesante texto de Jaime Cerdas La otra vanguardia, en que este fundador del partido
Comunista de Costa Rica ofrece una autobiografía muy bien elaborada, con gran sentido crítico. Este texto, aunque toca muy poco lo relativo a esta segunda ola de la izquierda es bastante útil para ofrecer la perspectiva de alguien que vivió intensamente la militancia comunista, aunque eventualmente rompiera con Vanguardia Popular, y apoyara la creación por parte de su hijo, Rodolfo Cerdas, del Frente Popular Costarricense, organización que no está incluida en nuestra investigación.

2 Merino Del Río, J. Manuel Mora y la democracia costarricense. Viaje al interior del partido Comunista. Heredia: Fundación UNA, 1996; Contreras, G.
Manuel Mora y los logros de la democracia costarricense, San José: Imprenta Nacional, 1995. El trabajo de Merino es su tesis de graduación de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR. El tratamiento del significado del tema de la democracia para la izquierda no es nuevo para este autor, véase: Merino, J. “La lucha por la democracia como parte integrante de la lucha por el socialismo”. Trabajo, 2,3,46-50.

Un libro que evidentemente tiene pretensiones diferentes es Como fue que no hicimos la revolución, escrito por Francisco Gamboa y publicado en 1991 por la Universidad Nacional Estatal a Distancia. Gamboa, ex miembro de la Comisión Política del partido Vanguardia Popular y uno de sus protagonistas
más conspicuos en la división de dicho partido, dedica pocas páginas de su texto a la historia nacional y regional de que fue parte, y presenta poca reflexión política, histórica o filosófica.

Pasando cuenta, con una autocrítica ligera, a algunas de las prácticas y acontecimientos de los países del socialismo real, Gamboa ofrece muy poco en sus cortos relatos que pueda rescatarse para esta discusión. Su escrito parece tener el propósito claro de demostrar que escribe como un insider. Esto se evidencia en el epílogo de la obra, en que cuenta de su “regreso” a la
URSS, que fenecía como tal, en 1990, en compañía de funcionarios del gobierno costarricense de entonces y de Elliot Abrahams, personero del
gobierno de George Bush, para participar, dado su conocimiento de la forma en que se “operaba” en esas tierras, en un evento que analizaba la necesidad de cambios drásticos en las relaciones entre lo que quedaba de la URSS y Cuba. La autocrítica de Gamboa es tímida, superficial, y muchas interrogantes quedan al descubierto.

También encontramos el libro de Ángel Ruiz, ex-dirigente trotskista y del Comité Patriótico Nacional (COPAN) Ocaso de una utopía. En las entrañas del marxismo, que es más bien una especie de tratado político-filosófico, centrado en la obra de Marx, que busca demostrar porque el marxismo, desde sus fuentes, es contrario a la libertad humana. Ruiz y su organización,
el COPAN, rompen con el marxismo y el trotskismo a mediados de los años ochenta. No hay en este libro referencias a la práctica política
concreta de que fue parte el autor en el período que nos ocupa, ya que no es su propósito hacerlo.

Estos son los textos que hemos encontrado y trabajado, con las características que señaláramos al inicio. Hacemos uso en lo que sigue, también, de otros documentos y textos complementarios.

DE LA HISTORIA

El príncipe, para ejercitar su espíritu, debe leer las historias; y, al contemplar las acciones de los varones insignes, debe notar
particularmente cómo se condujeron ellos en las guerras, examinar las causas de sus victorias, a fin de conseguirlas él mismo; las de sus pérdidas, a fin de no experimentarlas
(Maquiavelo, 1975, 75).

La historia, como señalaba Benjamin en sus Tesis sobre la Historia (1994) no es un continuum homogéneo, uniforme, sino que parece condensarse en sus momentos mesiánicos. Para quienes escriben acerca de las particularidades de
la izquierda marxista costarricense la historia tiene que ver con los hechos de los años cuarenta del siglo pasado, y sobre todo, con las actuaciones del partido Vanguardia Popular en esa época.

Para Maquiavelo, la historia se presenta como recurso, para calibrar mejor las tareas del presente.

El problema es que para que esta historia concentrada sirva en esta capacidad, hay que procesarla, lo que implica la discusión abierta acerca de las interpretaciones de los acontecimientos, y eso, evidentemente, ha sido problemático para la izquierda marxista costarricense.

Para Araya, como ya he señalado, la derrota histórica del partido Vanguardia Popular en ese decenio de los cuarenta condiciona la actuación posible de toda la izquierda en el período en cuestión (el de la segunda ola), y esto es un eje articulador de su discurso. Es la historia como lastre. En otros escritos, como el de Salom, surge como condicionante de una
especie de añoranza en la dirigencia del PVP, y especialmente en Manuel Mora, de querer reeditar la alianza política de la época en otra coyuntura.

González y Solís identifican en esta añoranza unos supuestos sobre la realidad costarricense que interpretan en términos de la socialización familiar de Manuel Mora3.

3 Véase González, A. y Solís, M. Del desarraigo al despojo, San José: Editorial Universidad de Costa Rica, 2001.

En la dinámica de la Centroamérica de los años 80, en lo que se refiere al debate interno en Vanguardia Popular, estos hechos del 48 cobran renovado interés polémico: es la historia como tarea inconclusa, es la historia sin clausura.

En Costa Rica se pueden evidenciar dos momentos de auge de la izquierda marxista, que nace de manera orgánica el 16 de junio de 1931 con la fundación del partido Comunista4.

4 La fundación del partido Comunista encuentra antecedentes en numerosos intentos de aglutinar a fuerza populares en el país a inicios de siglo. Botey
y Cisneros ofrecen una periodización de estos esfuerzos: primero a finales del siglo XIX con las primeras organizaciones de trabajadores, esfuerzos que culminan con la fundación de la Confederación General de Trabajadores en 1913, año en que se celebra por primera vez el Primero de Mayo en las calles de la capital. Un segundo período tiene que ver con la fundación del partido Reformista al disolverse la Confederación General de Trabajadores
y un tercer período que se inicia en 1923, con la búsqueda de una organización política de nuevo tipo, con un acentuado antiimperialismo. Aquí encontramos el esfuerzo del grupo Germinal, la Liga Cívica, ARCO (Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera), etc. Botey, A.M., Cisneros, R. La crisis de 1929 y la fundación del partido Comunista de
Costa Rica, San José: Editorial Costa Rica, 1984.

Se puede plantear, además, que los tres momentos políticos más importantes de esta izquierda coinciden con situaciones de crisis de modelos: 1929, con el derrumbe del sistema financiero internacional, los años cuarenta con el agotamiento del modelo cafetalero-patriarcal, y los años 70, con el agotamiento del modelo de estado interventor y la crisis centroamericana, aunque de ninguna manera se puede establecer una relación mecanicista entre estos eventos y lo que ocurrió en la izquierda.

Al respecto, escriben Botey y Cisneros acerca de la fundación del partido Comunista:
La crisis no fue decisiva para la fundación del partido Comunista, pero si logró generar una situación que permitió al arraigo de sus planteamientos. Aceleró la acción de un “sujeto social” que asumió y tomó a su cargo el proyecto de transformación social. Evidentemente, para que este proyecto de transformación social, fuera comprendido debieron existir condiciones objetivas en la base material y social que lo posibilitaran y las condiciones subjetivas del desarrollo de la lucha de clases, en el ánimo social e individual que lo realizaran (Botey y Cisneros, 1984,138).

El primero de estos momentos abarca los años treinta y cuarenta, con el surgimiento y desarrollo del partido Comunista hasta los hechos de la guerra civil del 48, que marcaron una derrota y un declive. Esta etapa, a la vez,
puede subdividirse en dos: una primera de un partido Comunista radicalizado, si se quiere ultraizquierdista, contrario a alianzas con otros
sectores políticos, y una segunda etapa que se inserta en el cuento mayor de los frentes únicos o frentes amplios, lo que da lugar al famoso (y polémico) cambio de nombre del partido Comunista en entendimiento con Monseñor Sanabria5 y a la alianza con Calderón Guardia que por un lado promueve las garantías sociales y por otro lado amarra al partido Vanguardia Popular en una coalición a ratos extraña, que terminará conduciéndolo a una participación en la guerra civil con graves consecuencias para los comunistas.
5 Hecho insólito en la historia de los comunistas (me refiero a los partidos comunistas en general) que por lo demás siempre fue criticado por un sector más doctrinario del PVP, encabezado por Ferreto. Se puede argumentar, a mi juicio, que el PVP se anticipaba, históricamente, mutis mutandis, a lo que luego ocurriría a mayor escala en Centroamérica en los años setenta.

Hay graves implicaciones de la decisión del PVP de apoyar la anulación de las elecciones de 1948, aunque hay distintas versiones de los hechos. Cabe destacar que con el resultado de esas elecciones, Vanguardia Popular llegaba a tener nueve diputados en el Congreso. Ya volveremos sobre este punto, que marca el evento clave para la visualización de la huella de la derrota que tanto pesa en el texto de Araya, a la vez que demuestra como la construcción de la historia se vuelve nebulosa, podríamos decir que hasta se vuelve síntoma, con consecuencias en la práctica política.

El segundo momento de auge relativo está marcado por la aparición de nuevas fuerzas de izquierda, influenciadas por la Revolución Cubana, y por corrientes maoístas y europeas, en los años setenta, con una intensificación de la lucha popular en Centroamérica y un clima
político y cultural, sobre todo en la juventud, conducente a la participación política.

En este contexto la lucha contra ALCOA es un acontecimiento nacional sumamente significativo, así como lo es el auge de la izquierda estudiantil en la Universidad de Costa Rica. El protagonista del primer momento, el PVP se fortalecía también en este nuevo salto. Contreras escribe:

De modo que cuando el partido Vanguardia Popular arribó a su XIII Congreso Nacional, era un partido revolucionario en perspectiva de constituirse en un gran partido de masas. Era un partido que, en ese momento, tenía a su haber una experiencia de casi medio siglo. Su dirección nacional estaba integrada por connotados revolucionarios de distintos períodos
históricos (Contreras, 111).

Para Araya, como ya he señalado, lo que ocurre en el período que nos interesa se articula directamente con los hechos del 48, lo que de antemano significaba que parte de la batalla de sus colegionarios por establecer una nueva izquierda en la época estaba perdida de antemano.

Por otro lado, la agudización de las diferencias y contradicciones en el más grande de los partidos, Vanguardia Popular, evidenciaron que el 48 era un capítulo inconcluso para los dirigentes de dicho partido, y de alguna manera una “nebulosa”.

Basta revisar el prólogo escrito por Humberto Vargas al texto de Vida militante de Ferreto, cuando escribe: “Después de la Guerra Civil de
1948, momento en que, por decirlo así, hicieron explosión los errores políticos y deficiencias acumulados durante años” (destacado nuestro).
(Vargas Carbonell, en Ferreto, 1985, 15).

El punto clave de la derrota histórica de los comunistas en los cuarenta está definido por el apoyo a la anulación de las elecciones que le daban la victoria a Otilio Ulate. Mientras que autores como Rojas Bolaños, basándose en Aguilar Bulgarelli6 manejan la versión de que Manuel Mora se había opuesto a dicha medida, en la histórica reunión de la Comisión Política del PVP que se llevó a cabo en San Pedro, Jaime Cerdas refiere en La otra vanguardia, que aunque se manifestaron dudas, todos los miembros de la dirección del PVP votaron a favor de esta anulación.

La versión de Cerdas contradice a Rojas Bolaños también en que este último refiere que el PVP no tenía pruebas del fraude, mientras que Cerdas explica en detalle como él mismo era el portador de dicha prueba. Manuel Mora, por su parte, relata que había decidido mantener en secreto su oposición en la Comisión Política a la anulación de las elecciones “… Hasta que Ferreto, en forma totalmente sorpresiva para mí, lo publicó en una serie de reportajes del periodista Guillermo Villegas Hoffmaister en el periódico Excelsior del 29 setiembre de 1977” (Salas, 1998, 224).

Por último, Ferreto en su libro Vida militante puntualiza que:
El C. Mora expresó, en ese sentido, sus vacilaciones. Estaba convencido de que la nulidad de las elecciones era la guerra civil, y manifestó dudas de que en tal emergencia nuestro campo saliera triunfante, en vista de las debilidades de Teodoro Picado, de la presión a que el imperialismo le hacía objeto y de algunos otros factores de menor importancia (1984, 125).

Esto viene incluido en su libro como parte de un informe partidario elaborado en 1950, pero en 1984 le añade, mediante un asterisco, que a pesar de que hiciera estas consideraciones Mora vota afirmativamente por la anulación de
las elecciones, en lo que coincide con la versión de Jaime Cerdas. Parece que lo que pretende Ferreto, haciendo este agregado en medio de la polémica de la división del PVP es no eximir a Mora de los errores políticos cometidos.

6 Rojas Bolaños, M. Lucha social y guerra civil en Costa Rica 1940-1948. San José: Editorial Porvenir. S.f.

Hacer este recuento detallado de versiones no busca privilegiar a alguna o fundamentar veracidades. Lo que queremos demostrar es como una decisión tomada veinte o veinticinco años antes, y la forma en que se hizo, pesaba sobre la actuación de organizaciones en los 60-80.

La operación de Ferreto, de combinar publicidad de informes partidarios con sus notas al margen, treinta y cinco años después, demuestra la importancia que tenía establecer la superioridad de las versiones sobre los acontecimientos. Quizás todo esto nos diga algo, en esos a ratos extraños giros que parecen tomar los acontecimientos, que podría cobrar importancia
también para el futuro dirimir lo que ocurrió en la segunda ola que venimos comentando.

SOBRE LAS ALIANZAS

Lo que a nuestro juicio emerge en esta discusión es uno de los puntos de mayor tensión que condicionan los discursos sobre la práctica de la izquierda en el país y a la vez pone en tensión al discurso liberador como tal, y es lo que tiene que ver con las alianzas, con la amplitud. Si como se esmeraban en discutir los partidos, se trataba de ser el partido marxista leninista de la clase obrera ¿De qué manera se podía proponer compartir con otros sectores
sociales tareas de transformación social? ¿A quién apoyar? ¿En quién apoyarse?

De nuevo la historia, en los momentos claves de la vida política nacional, se asoma, y podríamos remitirnos a la mítica foto en la que encima de un jeep (que conduce Ferreto, por cierto) se ubican Manuel Mora, Rafael Ángel
Calderón y Monseñor Sanabria, simbolizando la inédita alianza que se dio en los años cuarenta.

Para Araya se trata de un esfuerzo en que, a fin de cuentas: “El PVP puso las masas, el sacrificio de sus militantes y dirigentes, y hasta los muertos en la guerra civil y sus aliados cargaron con las glorias. Esos son los costos de una
alianza en la que no se resguardó la soberanía política e ideológica” (Araya, 1989, 138).

Esto es parte de la “derrota histórica” que se ubica como “lastre” para Araya, y que lo lleva a plantear, en lo que concierne al llamado Pacto de Ochomogo y su presunto incumplimiento por parte de Figueres Ferrer: “Es por esto que
resulta un tanto ridículo ese reclamo reiterado que han hecho los dirigentes comunistas a José Figueres por el incumplimiento del llamado Pacto de Ochomogo, independientemente de que se hubiera firmado o no un pacto” (Araya, 1989, 139). Los hechos imprimen su propia lógica (y ética) parece insinuar Araya, emulando a Maquiavelo en cuanto a su consideración de
que “los fines justifican los medios” (Maquiavelo, 1975, 41, 47).

Los vencidos son los vencidos, y no tienen derecho a reclamos, debido a sus
propios errores. Jaime Cerdas, quien en esa época era dirigente vanguardista, y por lo tanto actor de primera línea, valora así la famosa alianza:
La dialéctica política de ser aliados, manteniendo la independencia, naufragó
cuando deliberadamente impulsamos un caudillismo útil en el corto plazo, que
producía dividendos electorales, pero fatal en el largo plazo por su costo en el
plano político y el histórico. Las masas terminaron por creer que las reformas les venían de arriba, y que no eran fruto de su propia siembra y cosecha (Cerdas, 1993, 154).

Lo que en el discurso de Araya, cobra contornos de “marca de derrota” para el PVP, es, según Salom, una experiencia que se quiere reeditar en los setenta, en el afán de Manuel Mora y a ratos del PVP de buscar alianzas con
partidos de la burguesía, aunque fuera en defensa de las libertades democráticas y contra el fascismo. Así, la historia se vuelve añoranza.

Al agudizarse la situación centroamericana, y la situación económica nacional,
parece perfilarse un curioso paralelo entre la situación del 48 y la situación coyuntural nacional, y, al agudizarse las diferencias dentro del propio PVP, la valoración de los hechos de los cuarenta cobra renovada importancia. Es
así como Ferreto, en Vida militante publica su informe al congreso partidario en 1950, en que critica la política de alianzas del PVP e incluso reafirma su convicción de que el abandono del nombre de partido Comunista en el famoso entendimiento con Monseñor Sanabria, fue una concepción política inadmisible, seguidora del llamado Browderismo 7.

7 Se refiere a la tesis proclamada en los años 40 por Earl Browder, del partido Comunista de los EEUU, de que los partidos comunistas deberían disolverse dada la alianza contra los nazis en la guerra. Ferreto expresa en Vida militante que: “Nuestro principal pecado con ese pacto consistió en fomentar ilusiones entre los trabajadores costarricenses, en el sentido de que la jerarquía católica como tal, podía observar una línea “progresista” respecto al problema social, dificultando así la comprensión del papel de la iglesia como uno de los baluartes del capitalismo hoy en día” (Vida militante), 119.

¿Hasta qué punto un partido que se proclama obrero o vanguardia de la clase obrera puede, coherente con su discurso, emprender tareas conjuntas con otros sectores sociales? Y ¿Cómo hacerlo sin perder su fisonomía propia?

Esto parece ser lo que está en juego. La propensión de Manuel Mora a querer reeditar una política de alianzas alabada por unos y criticada por otros sería atribuida por González y Solís, rayando en el psicologismo, a una presunción del dirigente comunista, afianzada por su propia socialización, de que en Costa Rica prevalecen (o pueden hacerlo) relaciones “amables”, en que hay: “… un mundo de “conocidos”, en el cual los puntos de contradicción y conflicto son móviles y relativos, y solo con dificultad se pueden identificar sucesos que llevan a rupturas definitivas e irreconciliables” (González y Solís,
2002, 25 ).

En Salom, quien considera la política de alianzas del PVP en los cuarenta (salvo por la incapacidad para trabajar con las capas medias) adecuada pero en los setenta “excesiva”, encontramos más bien una interesante discusión política, en que contrasta los planteamientos de la época de los partidos comunistas y obreros sobre la revolución democrático-burguesa con los de Manuel Mora. Para los primeros se trataba de una tarea a cumplir, que definía una política de alianzas, para el segundo se trataba de
una tarea ya cumplida en Costa Rica (Salom,1987, 58), y la política de alianzas la definía la necesidad de preservar conquistas.

En Salom (y organizaciones como el MRP o el PSC de la época) está muy presente el peligro de un partido de la clase obrera yendo a la zaga de fuerzas más poderosas, aparte de las consideraciones de planteamientos políticos específicos, parecieran estar dando cierta interpretación a preocupaciones de Maquiavelo:
Es necesario notar aquí que un príncipe, cuando quiere atacar a otros, debe cuidar siempre de no asociarse con un príncipe más poderoso que él, a no ser que la necesidad le obligue a ello… porque si este triunfa, queda esclavo en algún modo. Ahora bien, los príncipes deben evitar, cuanto les sea posible, el quedar a la disposición de los otros (Maquiavelo, 1975, 112).

Los hechos del 48 son muy aleccionadores al respecto. Maquiavelo insiste en la necesidad de que el príncipe, hasta donde sea posible, base sus acciones en sus propias fuerzas. ¿Qué quiere decir esto para el problema que nos ocupa?

Entre otras cosas remite a una de las características problemáticas del discurso marxista: de la de quién es sujeto de la revolución, y, en las franjas más extremas del discurso, sobre todo en medios donde no hay una clase obrera fuerte, con tradiciones de lucha, la exaltación de la categoría obrero o proletario (Muchas veces confundiendo, al contrario de lo que hacía Lenin, al partido marxista-leninista con la clase como un todo)8.

8 Lenin, V. Qué hacer. Problemas candentes de nuestro movimiento, Moscú: Editorial Progreso, s.f.

Este es un núcleo problemático importante en el discurso marxista, que ha sido señalado irónicamente por Rodolfo Cerdas: “La otra actitud fue la ingenuidad candorosa de atribuir un imaginario angelismo, de intención y conducta, a un obrero tan inexistente como abstracto, ubicado más allá de toda determinación psicológica, e inmune a cualquier condicionamiento inconsciente” (Cerdas, R. 1991, 32).

Su padre, Jaime Cerdas, escribe en sus memorias como el Obrerismo ocupó un lugar tal en los primeros años del partido Comunista que para las elecciones de 1934 hasta el propio Manuel Mora, que llegaría a destacarse como congresista, consideraba que solo obreros podían integrar papeletas. Para Cerdas el ideal de ese obrero combatiente se hacía realidad en la persona de Adolfo Braña, quien tuvo una memorable gestión como munícipe en San José en los años treinta, como parte de una vida que lo llevó entre otras cosas a los campos de concentración nazi y la resistencia francesa (Braña, 1979). Cerdas escribe:

Para mí, Braña encarnaba al obrero que yo adivinaba en las obras de Marx: digno, valiente y orgulloso. Su forma de hablar, y sus gestos espectaculares, eran una especie de símbolo de la llegada de los obreros a los organismos del estado, donde hasta entonces habían estado ausentes. Años después, en la campaña electoral de 1986, la consigna de la izquierda, que decía “pura vida” me recordó a Braña y su lenguaje.

Ya no se trataba de conquistar al obrero que, como Braña, irrumpía con su lenguaje y su cultura en los puestos de mando, sino de llegarle más bien a un sector de pachucos y de lo que para Marx era el “lumpen” (1993, 65).
La cita es interesante, en el contraste efectuado por Cerdas entre épocas históricas, en un primer momento se le llega al “ideal”, encarnado en la figura de Braña, en el segundo lo que tenemos es una degradación, que para el
desencantado Cerdas denota, claramente, la degradación de la izquierda. Sin quitarle mérito alguno a Braña, o a tantos otros militantes proletarios
como el mismo Carlos Luis Fallas, el problema es que el relato de Cerdas recuerda aquellas estatuas soviéticas del proletario firme, recio, con la mirada puesta al futuro, conformando un ideal de pureza que solo se
encontraba en casos excepcionales, y por supuesto, como consecuencia lógica del mismo discurso, cualquier falla, debilidad o incluso error, se podía siempre atribuir a que se carecía de suficiente temple proletario o a la influencia pequeño burguesa.

El discurso, en sus extremos, sobre todo aplicado a países con las características de Costa Rica crea su propia imposibilidad. El otro
problema político que se deriva de todo esto es al que apunta por su parte Araya: el de menospreciar el potencial revolucionario de otros sectores
sociales.

En partidos que se disputaban ser los representantes de la clase obrera, la dimensión de clase cobraba matices muy interesantes, en lo que a fin de cuentas era una experiencia socializadora multiclasista, desde procesos de desclasamiento, hasta la idealización ya señalada, o el reclamo a la procedencia pequeño burguesa de direcciones.

DE LAS OPORTUNIDADES

El discurso de las organizaciones marxistas de la segunda ola enfatizaba la importancia del poder político centralizado, lo que es fácil contrastar con otras apuestas de hoy, más fragmentarias o dirigidas a la microfísica del poder (a lo Foucault) como discute Jameson (1998). En juego estaría, como se insistió tantas veces, el espinoso tema del poder, y en la convulsionada Centroamérica de los setenta, las apreciaciones sobre el asunto en la izquierda
eran muy variadas.

Si el discurso enfatiza, tarde o temprano (dependiendo de la concepción de etapas de la revolución) la toma del poder, el límite de ese discurso es entonces la puesta en práctica de la propuesta, pasar de las palabras a los hechos, el asalto al cielo, la situación revolucionaria, etc.

Examinando los textos en lo que se refiere a esto, vuelve a actualizarse la discusión sobre el 48, y por otro lado tenemos situaciones paradójicas, como que las organizaciones surgidas en los sesenta (MRP, PSC) que a veces tendían a ser estrategistas9 y que surgen precisamente enfatizando la necesidad de una práctica más explícita en relación con el tema del poder,
acusando al PVP de tímido, terminan más bien girando en sentido contrario10, mientras que el PVP, ese partido de “veteranos”, termina planteando a través de sus órganos directivos la existencia de una situación “prerrevolucionaria” en el país.

9 Véase Salom, 78.
10 Ya para el año 1982, el MRP, considerada la más “radical” de las tres organizaciones que integraron la Coalición Pueblo Unido establece en su Congreso

Por otro lado, y como caso aparte (y fuertemente reprimido) tenemos la experiencia del grupo denominado por la prensa “La familia” que intentó llevar a la práctica una estrategia de lucha armada en el país.

Así, mientras a los “ultraizquierdistas” del MRP, por ejemplo, les “pasaba la fiebre”, a una parte importante del PVP apenas le empezaba
a arder la frente. Para Araya, perteneciente a los primeros, los cuadros dirigentes del PVP:
“Actuaron como unos bisoños imberbes, sin percatarse, que mientras ellos viraban a la izquierda, el país como un todo gravitaba hacia la derecha” (Araya, 1989, 169). Para Salas, eran años de “peligrosos entusiasmos” ( 1998, 258).

Y de nuevo surge el 48. En medio de las discrepancias en el PVP, Ferreto, como ya hemos señalado, publica sus memorias en que incluye su informe al congreso partidario del año 1950 en que se hace un balance del 48 y sus consecuencias.

En esa ocasión afirma que el PVP “perdió la perspectiva del poder” en esos años, y por lo tanto no actuó consecuentemente como un buen partido marxista-leninista. La apreciación de Salom, sin embargo, apunta en sentido
totalmente contrario.

Para este, apoyándose en afirmaciones de Manuel Mora de que nunca tuvo el PVP tanta influencia política como en esos tiempos, y en la consideración de que el PVP sobrevaloraba sus posibilidades de triunfo, incluso en el plano militar, el error fue más bien considerar que se estaba en condiciones de afirmar un poderío, cuando el problema fundamental era que el PVP no era, de manera alguna, hegemónico en el proceso. Las contradicciones, las tensiones, la coyuntura, más bien crearon un cierto estado de ánimo beligerante que el mismo Ferreto reconoce en sus memorias: “Un cierto espíritu aventurista se apoderó de los dirigentes de nuestro partido. Todos querían ser militares”, escribía (1985, 129).

Hay un cierto paralelismo, de nuevo, con una situación centroamericana en los setenta en que organizaciones revolucionarias de América Central habían pasado a la ofensiva, y el Frente Sandinista lograba derrocar a Somoza en Nicaragua. Mientras que el Movimiento Revolucionario del Pueblo y el partido Socialista Costarricense, sufriendo varias divisiones, redefinían sus líneas políticas, en Vanguardia se desarrollaban contradicciones que darían lugar al resquebrajamiento del más monolítico de los partidos de izquierda en el país11.

11 La Comisión Política del partido Socialista Costarricense, en un “Análisis político del proceso electoral 1982” expresaba que “todos los partidos de la izquierda hemos cometido errores en esa dirección. El partido Vanguardia Popular ha confundido la crisis económica con una crisis de carácter político. Algunos dirigentes vanguardistas cayeron en el error de plantear que nos estamos acercando a una situación revolucionaria, extrapolando así las
experiencias de otros países del área” p. 11.

En el fondo parecía estar la valoración de las tareas del momento de los revolucionarios en Costa Rica. El resultado final parece ser una amalgama de
contradicciones irresueltas de los años cuarenta, de divorcio de la teoría y la práctica, de diferentes apreciaciones y prácticas en relación con la situación centroamericana, y en lo orgánicopartidario (no necesariamente en la influencia política) ineficacia.

En lo que se refiere a la explicación de la división del partido Vanguardia Popular, mientras que Manuel Mora, José Merino y Arnoldo
Ferreto la explican en términos de divergencias políticas, Eduardo Mora en sus memorias recurre a un argumento anecdótico al señalar el marcado peso juvenil de una dirección del PVP como el detonante de la crisis (Mora, E., 2000)12.

12 Lo que no explica el peso de una figura veterana como Ferreto en el otro bando. Mora recurre a la estadística, puntualizando que el 42% de esa dirección ultraizquierdista (Mora, M., 1984) y en la línea de la purificación Arnoldo Ferreto (1985,15) escribirá
que con la escisión de Manuel Mora y su grupo del PVP se facilitarían las acciones consecuentemente revolucionarias.

Manuel Mora se referiría a una conspiración que: “En las condiciones políticas del país donde priva la acción política abierta, construir una organización clandestina, no es ni más ni menos que liquidarse como proyecto político alternativo, frente a la crisis, dejando pendiente para el futuro las reivindicaciones históricas que claman por salir a la superficie para que sean materializados por nuestro pueblo… en estos momentos en vez de escondernos hay que dar la cara, hay que convencer…” (Salom, 102).

En el libro de Merino Manuel Mora y la democracia costarricense
encontramos un tratamiento más detenido del asunto, destacando las consecuencias de las diferentes visiones:
La discusión trascendía el interés puramente teórico, pues sus consecuencias
prácticas eran evidentes. Si en Costa Rica maduraba la situación revolucionaria, lo que se imponía era una acción política orientada en el corto plazo a la lucha por la toma del poder, por el contrario, si esas condiciones objetivas de la situación revolucionaria no estaban presentes, la línea del partido sería otra, más en clave de acumulación de fuerzas en el terreno de la democracia que en la toma del poder (Merino, 1999, 199).

Con Gramsci podríamos preguntarnos: ¿Asalto al poder o guerra de posiciones? Lo cierto es que los textos analizados revelan claramente
que en situaciones de alta tensión, de “crisis” si se quiere, un discurso que apunta a la “toma del poder” o al “salto revolucionario” (sea revolución socialista, democrático-popular, antimperialista, etc.) es llevado a su límite,
y las tensiones y fracturas generadas develan cuan cerca estaba la ilusión del “asalto al cielo”.

Es curioso, para finalizar nuestro tratamiento de este aspecto, que en el texto de Araya, representante de quienes primero plantearon una línea más agresiva en este campo en la época de la segunda ola se refiera que las propuestas
más beligerantes no fueran llevadas a cabo porque prevalecía lo que denomina, enigmáticamente, una “inercia instintiva” (Araya, 1989, 151).

Es interesante, por otro lado, que estas discusiones de las “alturas” no necesariamente reflejan la forma en que las divisiones fueron vividas por las militancias. De esto hay abundante evidencia en las entrevistas.

La clave estaba, entonces, en la valoración de la situación. Hay que decir que en estos casos, volviendo a las consideraciones de Maquiavelo, este no recomienda la prudencia, sino el impulso decidido. Esto podemos evidenciarlo en lo que sigue, un párrafo que sin duda, por lo demás, evidencia la misoginia presente en el pensamiento del florentino:
Concluyo, pues, que, si la fortuna varía y los príncipes permanecen obstinados en su modo natural de obrar, serán felices, a la verdad, mientras que semejante conducta vaya acorde con la fortuna; pero serán
desgraciados desde que sus habituales procederes se hallen discordantes con
ella. Pesándolo todo bien, sin embargo, creo juzgar sanamente diciendo que vale más ser impetuoso que circunspecto, porque la fortuna es mujer, y es necesario, por esto mismo, cuando queremos tenerla sumisa, zurrarla y zaherirla (destacado nuestro). (Maquiavelo, 1975, 185).

DE LA DOCTRINA

Como destacan Sobrado y Vargas (1991) el marxismo conlleva un metarrelato de progreso, que debe entenderse dialécticamente, pero no
siempre lo es. Pero no queremos referirnos aquí a la discusión acerca de las leyes de la dialéctica, sino examinar de qué manera se discute la apropiación
de la teoría marxista para la práctica política en los textos de interés. Están en juego, entonces, asuntos como doctrinarismo/realismo, aplicación de la teoría a realidades concretas, cientificidad de la teoría, etc.

Lo primero a comentar tiene que ver con el llamado método del marxismo. En esto se contraponen doctrina/realidad, utopía/realidad concreta. En un informe de Álvaro Montero a la dirección del PSC, citado por Salom en su libro, se atisbaba la problemática: “Los revolucionarios solemos hablarle a nuestro pueblo del futuro, sin explotación capitalista y libre de la dominación imperialista. Pero no hemos sido capaces de brindarle un conjunto importante de propuestas de lucha para el presente” (Salom, 1987, 133).

era nueva, lo que agravaría los problemas. Pero la
discusión que he venido desarrollando en este trabajo
demuestra claramente que estos no son problemas
generacionales. Véase Mora Valverde, E. 70
años de militancia comunista, San José: Editorial
Juricentro, 2000.

Lo que aparece como tema de discusión es el llamado realismo de Manuel Mora, que se evidencia en afirmaciones como la siguiente:
No se puede fundamentar la actividad, la vida, en abstracciones, ilusiones, deseos, ni incluso en ideales, hablamos de ideales, y hablemos también del saber, si esos ideales y ese saber no se confrontan permanentemente, porque la realidad está en constante cambio, y un cambio por aquí repercute en otro por allá, aparecen factores nuevos en situaciones viejas que es necesario tomar en cuenta para que ese saber no se convierta en una tapadera como las que ponen a caballos de carretón… para mí el marxismo es una ciencia en el sentido en que es un método de estudio de la realidad (Salas, 1998, 58-59).

[O]: Es necesario construir la imagen de una vida superior desde las comprensibles aspiraciones del pueblo, y es más posible levantar la lucha contra el imperialismo, contra la oligarquía, partiendo no de las posiciones librescas sino de la confrontación misma de las aspiraciones y la lucha por mejores niveles de vida (Mora, M., 1984, 25).

Esta visión, del marxismo como método científico, es compartida también por Salom, al hacer el señalamiento crítico de que: “Con frecuencia también el marxismo no ha sido utilizado como un método y un instrumento al servicio de la comprensión de la realidad, sino como una “camisa de fuerza” que se ha querido imponer a esa realidad” (Salom, 1987, 139).

En el marco de las discrepancias inter e intrapartidarias surgidas en el período de la segunda ola estas consideraciones sobre realismo/doctrinarismo salpicaron discusiones sobre temas como la democracia y, por supuesto, sobre
la estrategia y la práctica. También tienen que ver con la forma de asimilar la influencia de lo internacional, especialmente —en el caso del PVP— de lo que suponía la URSS y el llamado socialismo real.

Históricamente, está el llamado hecho a finales de los años 30 para promover un comunismo a la tica13 y el intento de Rodolfo Cerdas de liderar una izquierda con sello14 y están, inscritos en la historia acontecimientos como las alianzas de los años 40. Desde el otro lado de la polémica, el llamado al realismo se asociaba con la aceptación del dominio
de clase:
Nuestro Partido tiene que mantener la guardia en alto para impedir que, sobre
la base de falsas imputaciones de ultraizquierdismo, se le aparte de la línea consecuentemente revolucionaria, se le pretenda confundir con el argumento de que la cuestión de la perspectiva de poder debe ser desechada, para caer en las posiciones de quienes consideran que en Costa Rica no se puede ni se debe ir más lejos de la democracia burguesa que tenemos, exagerando sus virtudes y negando sus tremendos vicios e inconsecuencias (Ferreto, 1985, 84).

13 Véase Salom, 30.
14 Nos referimos al Frente Popular Costarricense, y su organización estudiantil, FAENA.

González y Solís, en su recientemente publicado análisis del libro de Addy Salas, consideran que Manuel Mora (con la colaboración de la autora) quería presentarse a sí mismo como líder en una línea de continuidad con lo que han sido los momentos más positivos de la historia nacional. Esta supuesta “continuidad” aparece también, de alguna manera, en el libro de Salom cuando este polemiza con la manera en que Mora visualizaba la revolución democrático-burguesa que consideraba ya estaba en marcha. González y Solís refieren que Mora entendía el marxismo como una “reflexión científica sobre las determinaciones contextuales” (2002, 270), contrastando la posición de este con la de Ferreto (una vez más: la contraposición
entre estos dos): “Ferreto sería un marxista identificado con los valores que se desprenderían del mismo marxismo. Para él el marxismo no sería un método sino una ciencia y una filosofía de vida” (González y Solís, 2002, 270).

Esta resulta una frase poco precisa ya que no se especifican cuales serían esos valores “que se desprenden del mismo marxismo” ni mucho menos queda claro cual sería esa “filosofía de vida”.

Para Ferreto el marxismo era también un método a aplicar, que sin duda
consideraba científico. La historia que hemos contado es de quienes querían cambiar la vida, el mundo social, y las discrepancias están en la forma de aplicar la doctrina de la cual se nutrieron.

La diferencia puede estar, entonces, no en que se aprecie el marxismo como método o no, sino en la forma en que se hace. En efecto ha estado en juego la concepción de lo que se consideraba eran las tareas verdaderamente
revolucionarias para contribuir a completar o profundizar una serie de tareas del desarrollo del país visto como una continuidad con el pasado (sobre esto escriben Solís y González).

En 1971, en un texto clave, Manuel Mora específica cuales tareas considera que ya han sido cumplidas en Costa Rica (Mora, M. 1984,
24-25). La contraposición a esta visión considerada evolucionista por Salom en 1987, tiene que ver con la idea de un salto cualitativo revolucionario, que en algunas versiones que operan hasta el día de hoy, es un salto directo al
socialismo15.
15 Nos referimos, por ejemplo, al partido Revolucionario de los Trabajadores.

Alguna voz cínica podría decir que actualmente esta discusión de a donde se
va y cómo carece de sentido, porque no se puede asumir que se vaya a alguna parte, pero esto, por supuesto, es difícil traducirlo a una propuesta política que busque trastocar el orden de las cosas, el statu quo.

En esta línea de discusión, ¿sería el marxismo, en lo político, un instrumento para completar tareas del capitalismo (de la modernización, en este caso) en una línea de continuidad, para impulsar saltos hacia otras formas de organización social, o alguna combinación dialéctica entre ambos tipos de tareas?

Eso parece haber estado en diferentes momentos, y a veces cambiando de lugar los protagonistas, en un debate, que creemos no será el último
de este tipo en nuestro país. En el período que nos concierne, una
parte de las discrepancias en los partidos tenía que ver con esta aproximación a la doctrina.

Mientras que unos se quejaban de que los partidos se volvían más doctrinarios y alejados de la realidad nacional, otros insistían, casi con un
afán tecnocrático, en que había que aceitar un engranaje que ya estaba casi preestablecido en cuanto a sus regulaciones y mecanismos. Por ejemplo, refiriéndose a la problemática orgánica de su partido a principios de los ochenta, Vargas Carbonell escribe:
En nuestro partido se producen fenómenos negativos en el comportamiento de
los cuadros, en su trabajo, en sus métodos de dirección, por falta de disciplina
de trabajo se pierde mucho tiempo en reuniones mal organizadas o que se desorganizan en el curso de la discusión por intervenciones extemporáneas o
simplemente por la tendencia a superponer temas, todo lo cual dificulta llegar a conclusiones claras sobre los temas sometidos a conocimiento del organismo
(1988, 18).

¿Se ubican los problemas de eficacia política de partidos revolucionarios en el funcionamiento de su dinámica interna o en su relación e incidencia con el acontecer político nacional? ¿si estos dos aspectos no se contraponen, de qué manera interactúan? Este parece ser otro aspecto del debate de los ochenta. Tiene que ver también con la clásica discusión de la disyuntiva partido de masas/partido de cuadros.

Por otro lado, de la mano del asunto del doctrinarismo parece ir aquel otro del sectarismo que tanto va a aparecer en los relatos de las entrevistas, en clave autocrítica.

DE LA DEMOCRACIA

Por último, retomamos la discusión en torno a las particularidades que presentaba Costa Rica para la actividad política de izquierda en el período en cuestión, subrayando la discusión sobre la democracia. Para Araya, es aquí
donde está el quid de las dificultades políticas de la izquierda en Costa Rica:
Darle connotación burguesa a las banderas democráticas ha sido el principal
crimen político de la izquierda costarricense, que educaba a sus militantes para
repudiar sus contenidos y sus formas de expresión. Jamás se entendió que la
clase dominante incorporó muchas reivindicaciones democráticas a su proyecto político, no porque con ellas representen sus intereses de clase, sino porque con ellas articulaba a la mayoría del pueblo a respetar y acomodar a su hegemonía de clase (Araya, 1989, 190).

Sin embargo el estilo hiperbólico de Araya (“un crimen…”) soslaya el hecho de que esta era parte importante de las controversias que se dirimían en Vanguardia Popular, por ejemplo, con las apreciaciones ya mencionadas de
Manuel Mora sobre las características de la revolución
democrática-burguesa en Costa Rica.

Para una parte de la izquierda el tema de la democracia cobraba más bien una enorme importancia. ¿Logro popular o trampa? La pregunta
política clave, en lo que concierne a lo electoral la formula Salom:
¿Constituye la democracia vigente en Costa Rica, o más concretamente, el sistema de sufragio, una especie de trampa, que hace prácticamente inexpugnable el acceso al poder político para aquellas organizaciones
que manifiestan su intención de impulsar grandes transformaciones en la estructura económico-social y política de nuestros países? (Salom, 1987, 25).

En un país con las características históricas y políticas de Costa Rica, esto generaba grandes dilemas para la izquierda, con mucho margen de ambigüedad, como el de participar en un proceso electoral y a la vez utilizar la
consigna “no basta votar”.

El análisis que hemos efectuado busca resaltar algunos de los retos y los dilemas que enfrentó la izquierda política marxista en esta segunda ola. Entre esos retos ha estado el de cómo lidiar con su propia historia, y hemos visto en el camino como se vuelven a presentar problemáticas ligadas con intentos de
transformación radical de la sociedad, que a la vez tocan las fibras mismas de la conformación histórica y cultural. Casi podríamos decir que en este campo hay, a lo Freud, se dan (1997) retornos de lo reprimido pero esto nos llevaría por un camino que no podemos de momento emprender.

Lo que sí esperamos es que nuestro trabajo, intenta la identificación
de propuestas políticas que lidiaron con lo que pueden ser los límites de sus propios discursos y acciones y, contribuya a una discusión necesaria, para esbozar de mejor manera alternativas más justas de construcción de lo político.

BIBLIOGRAFÍA

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Vilma Leandro Zúñiga
vilmaleandro@latinmail.com
Ignacio Dobles Oropeza
idobles@cariari.ucr.ac.cr

“Elogio de la historia: Fernando Martínez Heredia y los pensamiento(s) crítico(s) en Cuba”

“Elogio de la historia: Fernando Martínez Heredia y los pensamiento(s) crítico(s) en Cuba”: Jaime Ortega Reyna
23/06/2017 Deja un comentario Go to comments

Existen personajes o figuras para quienes una estrecha noción de obra siempre quedará corta [1]. Me refiero a la “obra”, entendida como un corpus delimitable, una escritura que puede ser amplia o limitada, lo que normalmente llamamos una “obra completa” agrupada por fechas o temas. Existe, sin embargo, otra noción de obra, efectivamente, la de un corpus que rebasa lo escrito y se fija también en otros ámbitos. Podemos decir que esa segunda noción de obra trabaja sobre el conjunto de intervenciones que se efectúan en determinadas condiciones de producción, que incluye por supuesto debates, discusiones, diálogos y una gama más amplia de lo estrictamente escrito. Y estas pueden ser diversas (trabajo editorial, de traducción, por ejemplificar lo más común) y permiten acceder ampliar la mirada con respecto a lo escrito. Es el elogio de ese tipo de obra el que quiero hacer aquí, la del historiador cubano Fernando Martínez Heredia, que sin duda nos interpela a ampliar la estrechez de la mirada con respecto al vínculo entre teoría, historia, ideología y política.

Fernando Martínez Heredia es una pieza clave para la construcción y la reconstrucción del pensamiento crítico en Cuba: es clave para su continua re-invención. Anclado en el torrente que supuso el cambio cultural de la revolución cubana, asumió, desde su juventud, la tarea de renovar y “poner a la altura” de aquella grandiosa revolución al pensamiento crítico, que no se limitaba, aunque encontraba su fuente de inspiración más certera, en el marxismo. El día de hoy la tarea de seguir el conjunto de sus intervenciones es relativamente más sencillo. Debe considerarse que el pensamiento crítico en Cuba no tiene una salida tan fácil como la que se pudiera pensar: actualizar, dialogar y hacer el cruce de tradiciones políticas y culturales ha sido complejo, particularmente tras la adhesión férrea de la revolución cubana a la órbita soviética, aquello que se conoció como el conjunto de quinquenios negros de la cultura. Aquella loza terminó de caer a finales de los años ochenta, despedazada como una facilidad inimaginable hasta entonces, signo de que los gigantes tienen también piernas de barro. Sin embargo los tiempos que siguieron a aquel acontecimiento y liberación de amarras no fueron tampoco sencillo, pues inmediantament Cuba vivió su nuevo desafío: superar el “horno” de los noventa en medio de una de las peores crisis que tanto la isla vivió, como también el pensamiento crítico.

Es en esta dirección en donde las intervenciones, es decir, el conjunto de su obra y sus distintas ramificaciones, ganan gran relevancia y son documentos excelsos para mostrar los debates y combates que se emplazaron en distintas coyunturas, así como para la reconstrucción de archivo del marxismo producido en América Latina. Estamos pues ante un conjunto disgregado por casi cuatro décadas, pero cuya coherencia se encuentra dada a partir de un sentido: la recuperación de tradiciones críticas que anclen la perspectiva radical del anti capitalismo, es decir del marxismo, en un horizonte de confrontación específico, vivo, candente, concreto, el de Cuba. Es decir, que vincule la teoría con pretensión de universalidad (el marxismo) con el componente que permite efectivamente que sea algo más que una pretensión y es aquí donde un cierto pensamiento anticolonial se asoma con franqueza y vigorosidad.

Comencemos por establecer el hilo de nuestra argumentación. En primer lugar queremos señalar el espacio teórico en el que se mueve la intervención de FMH: la historia. Junto a ese espacio teórico se vislumbra en el recorrido de su construcción el espacio político en el que pretende actuar: el de pensar la unidad indisoluble entre socialismo y construcción popular de la nación. Debemos recordar la importancia de este concepto, el de la nación, para el área caribeña, sometida históricamente por cuatro imperialismos, como dice el estudio clásicos de Daniel Guerin y que de manera casi necesaria nos lleva por el camino del anticolonialismo, pero en una versión también anticapitalista. Esta dualidad no siempre vinculada de manera estrecha, acompañará el conjunto de nuestra exposición y es desde nuestro punto de vista la clave interpretativa necesaria. Es entonces en la unidad de esos dos elementos en donde se juega, el mayor aporte de FMH: tramar de manera firme la unidad entre esos dos momentos, no a partir de a-prioris abstractos, sino de la historia, entendida esta como el ejercicio de reconstrucción de proyectos, esperanzas, utopías, intervenciones personales en coyunturas y en general de la totalización con un conjunto de sentidos identificables en el tiempo (es decir, pasados) pero también recuperables como herencia del presente. De alguna manera la historia de la que hablamos es la que permite reconocer nuestras herencias intelectuales, pero también las políticas y las ideológicas, al discernir la enseñanza de las derrotas acumuladas por décadas. Todo ello se inscribe, como decíamos, en asediar de manera conjunta el socialismo y la liberación nacional no en el terreno de una teoría universal sin más, sino en el espacio teórico del cual nuestro autor echa mano, conjuga elementos, articula una gramática en la que los conceptos permiten distinguir unidad y diferencia de los procesos, pero también articula una aritmética, en donde los números (en historia los datos) no siempre tienen el mismo valor cuando se suman o se restan.

Para todo ello sugerimos la revisión de algunos de los momentos más brillantes de la producción de nuestro autor, que muestran justamente el vínculo entre la dimensión teórica y la dimensión política, su unidad, sus tensiones, sus fragmentaciones, sus posibilidades y también sus terribles dificultades. A manera de ejemplo es de señalarse la insistencia por recuperar la experiencia de la revista Pensamiento Crítico que FMH siempre ha hecho. En ella se reprodujeron por primera vez en español varias tendencias que configuraron las condiciones mas idóneas para la producción de un pensamiento complejo y alternativo, que buscaba nutrirse de experiencias distintas y disímiles, pero que que encontrara en el diálogo su identificación y su diversidad, que no asumió universalidad previa antes de la valoración específica. En aquella experiencia que se finiquitó en el lejano 1971 y que contó con 51 números en alrededor de 5 años de trabajo, convivieron por igual el marxismo occidental (con Sartre, Lukács, Althusser o Korsch por mencionar algunos), la tradición anticolonial (con el pensamiento asiático y africano que era producto de la descolonización) y la revisión de la historia cubana en clave revolucionaria. Todo este coctel no era el producto de una superposición de autores, tendencias y procesos, sino un verdadero proyecto totalizador. Con esto quiero decir que se imponía un horizonte de sentido al proceso de producción del pensamiento crítico, buscaba en la labor teórica referentes, diálogos y procesos que pudieran ser subsumidos a una experiencia histórica novedosa, propia y en el tiempo presente.

Sobre éste último aspecto, el de la historia cubana en clave alternativa, vale la pena detenerse para señalar la publicación de La revolución pospuesta de Ramón de Armas. Aquel texto, que después aparecerá nuevamente prologada por FMH, es una muestra de los intentos por establecer claves interpretativas de la historia de Cuba a fines a la idea de la revolución. No sólo es la valoración del libro de Ramón de Armas hecha por nuestro autor, sino también el conjunto de senderos que se abren a partir de ese momento: leer la historia de Cuba como el transcurrir de tres revoluciones que encuentran su diversidad no sólo en contextos distintos (de 1895 a 1959 el mundo ha cambiado) sino en el aprendizaje de los personajes y de los discursos; pero también su unidad a partir de elementos políticos que configuran una nueva racionalidad política, un nuevo lenguaje y por supuesto, una nueva práctica. Es ese entonces el lugar donde el trabajo teórico de FMH se vuelve productivo: en señalar la unidad y el conjunto de puentes que se trazan a lo largo de la historia de estas revoluciones caribeñas, particularmente en la que queda en medio de la que funda la nación y la que transforma anti capitalistamente a la sociedad. Pero para trazar ello se necesita una hipótesis: la nación se ha construido a través de la guerra revolucionaria del pueblo y las dificultades para poderla establecer de manera cabal, es decir, conquistar finalmente la liberación nacional han sido impedidas por los poderes imperiales. El periodo que se abre en 1895 es concluido en 1959 y a pesar de la diversidad y singularidad de los procesos, un halo problemático cubre su historia: la necesidad imperiosa y radical de establecer el elemento popular y el nacional como correspondientes, como simultáneos, como necesarios. FMH elige, sin embargo, otra fecha para posibilitar la reconstrucción de los vínculos de las tradiciones políticas en juego: la revolución de 1930 que parte en dos la cronología de la república neocolonial establecida en 1902 tras la enmienda Platt.

Es en el número 39 de la revista Pensamiento Crítico donde por primera vez se expone claramente ese proyecto con la publicación de testimonios y documentos de aquella revolución. Ahí el trabajo de FMH tomo un matiz distinto: el del constructor del archivo de aquel suceso. Porque ninguna revolución puede estudiarse desde la nada, ni desde la voluntad o máxima la simpatía. Requiere construir su archivo, sus documentos, sus discursos, sus figuras: requiere los elementos para poder ser leída. Y el número 39 de aquella ya legendaria publicación es el más acabado esfuerzo tras la revolución de 1959 por darle memoria a su propia historia. Si ninguna memoria es inocente, la que construye FMH en aquel número tampoco, claramente se encuentra tensionada por la necesidad de nacionalizar la experiencia revolucionaria y su ideología marxista, por darle un carácter específico, que responda a lo más profundo de las aspiraciones populares. No se trata entonces de entender el marxismo como una teoría ajena que se impone, desde la nada, a una sociedad, tal como por ejemplo parece sugerir en más de una ocasión un profesional de la historia como Rafael Rojas en su última breve semblanza de la revolución cubana. No; no es algo ajeno que coloniza la subjetividad, ni a la sociedad, ni a la academia; es la apropiación y traducción del movimiento popular y sus cabezas más lúcidas las que permiten la aspiración marxista de proyectar la construcción de otra sociedad.

El lugar de Pensamiento Crítico deja ver claramente el sentido, la proyección y la intencionalidad de un proyecto: la revolución cubana no es sólo hija del marxismo-leninismo, sino que comparte con él, con el anti imperialismo popular y con la radicalidad del socialismo de los años 20 aquella maternidad. Todas y todos conocemos las contradicciones que José Martí expresaba sobre Karl Marx, particularmente en torno al problema de la violencia, tema que ha sido analizado recientemente con brillantez por Bruno Bosteels. También podemos acceder a las lecturas marxistas o descolonizadoras que sobre Martí se hicieron en el siglo XX. Sin embargo hacía falta la intervención de nuestro historiador, que sienta las bases para poder reconstruir el vínculo más allá de la ideologización mal entendida, permite darle cuerpo y carne, cerebro y pasión a aquel vínculo.

La publicación de La revolución cubana de 1930: ensayos de FMH justamente viene a continuar el proyecto del número 39 de Pensamiento Crítico, sistematizando los datos, jugando con el álgebra de la política y formulando a partir de ella la gramática necesaria. Muestra todas las cartas sobre la mesa: es esa revolución en su proceso de gestación, en su clímax, pero también en su derrota la clave para el entendimiento de las victorias posteriores, así como las creaciones que le acompañaron. Es por eso que el libro que ahora señalamos expone las vicisitudes, contradicciones, dilemas y aprendizajes de quienes por fin lograrán anudar de manera práctica y firme el vínculo entre lo nacional-popular (aquí entiéndase como equivalente lo que hemos denominado la liberación nacional o el anti imperialismo popular) con la tradición comunista y socialista de los años 20 y 30. En otras palabras, sólo este anudamiento que acontece en estado práctico, permite llevar hasta sus últimas consecuencias el proyecto martiano, la consolidación de la nación y la victoria del antiimperialismo popular, bajo la matriz que la coyuntura demandaba: el socialismo.

El trabajo teórico de FMH permite justamente no leer este proceso histórico en clave teleológica, sino darle contenido material al proceso en el que socialismo y liberación nacional se anudaron en un proyecto histórico que tuvo su primer triunfo en 1959. No hay destino, sino construcción contradictoria de sentido. La revolución cubana de 1930 reúne justamente a los personajes y los momentos en los que hicieron partícipes de dicha gesta. No se trato de un plan preconcebido, sino de una necesidad de la lucha política. No es tampoco una necesidad universal, una camisa de fuerza, pues otros proyectos avanzaron independientes el uno del otro, ensayando otras respuestas. La revolución también es un sendero que se bifurca continuamente.

En nuestro propósito señalamos la productividad de la historia que adquiere en la pluma de FMH: la política, esa que acontece en como práctica, más allá de las intencionalidades y proyectos individuales, adquiere sentido en las batallas concretas. Con FMH se arma el rompecabezas de las distintas rebeliones de los años treinta, con respecto al horizonte de 1959. Así, desfilan con sus contradicciones y dilemas contextuales un Julio Antonio Mella, Antonio (Tony) Guiteras, Raúl Roa, Pablo de la Torriente y de manera disimulada el comunista-poeta por excelencia, Rubén Martínez Villena: el espacio histórico de la revolución del 30 (a la que Mella no llega y de la que Guiteras no sale vivo) adquiere un sentido distinto. Aunque algunos harán aportaciones escritas relevantes (sobre todo Roa), lo cierto es que el interés de FMH no es tanto analizar sus intervenciones discursivas puntuales, en estado práctico esa pléyade de revolucionarios han logrado, sin saberlo quizá y con muchas tensiones, armar la principal arma de la revolución cubana: anudar definitivamente la dimensión popular de la nación (el anti imperialismo martiano) e incorporar de manera no artificial la radicalidad de la transformación socialista. Repetimos ello: no artificialmente, que es justamente lo que tratará de hacer el marxismo-leninismo.

La intervención de FMH permite trazar las suficientes líneas de demarcación para superar al marxismo-leninismo: el socialismo, es decir, la transformación y superación de las relaciones mercantil-capitalistas no es posible sin el elemento popular de la nación. Han sido las condiciones históricas de la región caribeña, la presencia norteamericana que modificó la relación de fuerzas al expulsar a España, invadir Haití y Nicaragua, pero también la existencia de la unidad cultural y política como posibilidad de fuerza, las que han permitido este anudamiento. Cuba después de la revolución demostró ello a partir del trabajo caribeñista que se ha realizado, por ejemplo, en Casa de las Américas.

El conjunto de la obra de FMH está prendido a esta necesidad de entender la construcción nacional en un sentido popular. Es por ello que las referencias a la revolución haitiana son imprescindibles en tanto que primer momento revolucionario y popular de construcción de la nación. Sin embargo enclavados en el siglo XX el trabajo histórico reconstruye de manera productiva un arco que si bien parte de 1895, tiene sus vínculos y momentos de similitud en la revolución mexicana, en la resistencia sandinista y por supuesto en esa rebelión de los pueblos del este contra el imperio iluminista del capital que es la revolución rusa. Son estos los episodios fundamentales para entender el resultado teórico de una batalla política: la posibilidad de llevar a su radicalidad la idea revolucionaria en consonancia con la coyuntura específica, es decir, la de la construcción popular de la nación en la mayor de las islas del Caribe. La nación no es entonces una construcción de élites, sino de los pueblos movilizados. En el caso de Cuba como de México o de Nicaragua (más tarde también en Bolivia) de manera revolucionaria, es decir, destruyendo por completo el orden social anterior y ensayando uno nuevo.

Ese poderoso río que significó la revolución cubana y que arrasó el orden geopolítico anterior no proviene entonces de una sola fuente. Su potencialidad radica justamente en su diversidad, en sus distintas experiencias de aprendizaje y en su capacidad de responder a nuevos retos. El propio FMH, apelando a la figura de “El Ché” encontrará las principales enseñanzas para pensar ese mundo no capitalista que la revolución cubana trató de construir, tema del que ahora no nos ocuparemos.

El itinerario de FMH tiene distintas estaciones. Hemos avanzado en la que nos parecía más importante y quizá incluso articulador del resto: la vinculación entre socialismo y liberación nacional. La obra o mejor dicho el conjunto de intervenciones va de lo escrito al trabajo editorial, de la investigación al homenaje, del rescate de figuras a la problematización de las más conocidas. Sólo para anunciar una de esas estaciones relevantes, pienso en el trabajo juvenil “El ejercicio del pensar”, en las compilaciones de Lecturas de Filosofía, pasando por los números de Pensamiento Crítico, su conceptualización del concepto de “transición socialista”, los aportes de FMH, han buscado salir del “horno” capitalista y acceder a una comprensión comprometida del tiempo histórico.

FMH ha plantado frondosos árboles en el deforestado bosque del pensamiento crítico. Supero los quinquenios negros de la cultura, se mantuvo fiel al ideal socialista, resistió con entereza el “horno” de los noventa. Su obra es un buen recurso para pasar de “el cólera a la cólera” de los pueblos y para generar una rebelión al seno de las ideas establecidas. Finalmente apuntar uno de los gestos teóricos y políticos que más me han impactado, pensando justamente ¿cómo no elogiar a quién en sus libros incluye una dedicatoria a las y los trabajadores que los producen? Más que una impostura, insisto, este es un gesto teórico y político encomiable.

[1] Ponencia para el Primer Encuentro Internacional sobre Pensamiento Crítico en el Caribe Insular, realizado en el CIALC-UNAM.

The political center, the Democratic Party, and taking racism out of the shadows

The political center, the Democratic Party, and taking racism out of the shadows

June 17, 2017

1. The notion that Democrats are clinging to the political center strikes me as problematic. Things are clearly changing in the Democratic Party and across the country, and have been for a while now. The party’s election platform reflected these changes as did Hillary’s campaign. Free trade, unregulated banks, and austerity aren’t the toast of the party as they had been. Instead, the conversation is trending in a progressive direction, even if what is doable legislatively is very limited for the moment. And without question, Bernie Sanders and his campaign had a considerable hand in this process.

Furthermore, at the local level, new faces and energy are filling the rooms at Democratic Party meetings. And perhaps to the surprise of some, the party’s leadership in Congress has conducted themselves quite well in difficult circumstances.

That said, much still needs to be done. And the immediate challenge is to unite its various currents against the Trump-right-wing-authoritarian juggernaut — and especially in next year’s elections, while, at the same time, contesting in a cooperative spirit over program, policies, and priorities and rebuilding the Democratic Party in urban and rural America alike.

What isn’t of any value is over-zealous efforts to call out the “center” or to isolate the “left. The unity of one with the other, notwithstanding political tensions, is especially imperative in present circumstances.

2. It is said by some on the left that the political center in U.S. politics has disappeared. Some say it is “imaginary.” I find that to be a harmful notion if taken seriously. The country is polarized in many ways, but it doesn’t follow that tens of millions comfortably fit on the progressive-left end of the political spectrum. I wish that were the case, but I don’t see the evidence for it. In my own interactions, which I realize can’t be generalized, people hold very contradictory — some disturbing — positions on a range of issues. Few possess a consistent and articulated progressive-left worldview. Many are of mixed, even warring, minds. Most don’t like Trump, but more than a few are suspicious of “big government,” worried about taxes and terrorism, and on issues of race, gender, and immigration the conversation can become problematic.

To say otherwise in my view comes from a radicalism that is in too much of a hurry and too anxious to reach its final destination as well as isolated from everyday working class life. It fails to understand that the maxim”haste makes waste” can ring true in politics.

Now don’t get me wrong. Progressive messaging and candidates are a indispensable piece of the puzzle, but only a piece. It will also take millions of conversations on people’s doorsteps and elsewhere and involvement in seemingly mundane day to day struggles — not to mention a left that has majoritarian politics on its mind.

3. Bernie Sanders’ speech at the recent People’s Summit in Chicago sounded a lot of right notes, but I couldn’t help noticing that he largely reduced racism to simply a tool of division and disunity in the working class movement. I have heard others on the left, usually advocating a progressive populism, do much the same.

What goes unmentioned in this narrative is that racism is also a material reality that leaves people of color in subordinate positions and discriminated against in every sphere of life. What also is missing is any mention that racist ideas are pervasive, crude as well as subtle, reach people in both direct and roundabout ways, and rest, in the last analysis, on the systematic reproduction of the conditions and substance of racial inequality. Without the latter, the popularization of racist thinking would have an infinitely harder time finding a receptive audience.

It also dodges the relative, but real, advantages conferred on white workers due to their whiteness, even in this period where broad decline in living standards across large sections of the population, including white workers, has been a defining feature. This isn’t to suggest that racism doesn’t confer by far its greatest on the 1 per cent nor that white workers aren’t disadvantaged in innumerable ways due to racism, but to understand its durability any analysis can’t stop here. It has to take into account as well the relative advantages received by white workers and people for no other reason than the color of their skin.

Finally, an appreciation — let alone a deep one — of the unmatchable political experience, political/strategic clarity, and dynamic role of people of color — and especially African American people — in the working class and broader people’s movement over time is nowhere to be found in this narrative.

How do we explain this blind spot? If it is simply an oversight, it is easily correctable. But if it expresses a political-class strategy that considers issues of equality other than divisions along income lines a hindrance to the formation of common class interests and a broad popular coalition against Trump in the near term and corporate capitalism in the longer term, it’s a much more serious problem that should be squarely faced.

For unless it is, it becomes virtually impossible not only to grasp the present moment and how we arrived here, but also how to extricate the country from the current mess and onto a new political trajectory.

4. In his review of the production of Shakespeare’s “Julius Caesar,” now staging in Central Park. New York Times op-ed writer, Ross Douthat writes that Trump’s presidency is but the latest expression of “a creeping Caesarism in the executive [that] has been a feature of our politics for many years.” I find this highly misleading and disingenuous. Trump and Trumpism constitute a break from past politics – a rupture. Trump constitutes a danger to democratic governance that we haven’t faced ever before. He’s not typical, but atypical. Trump may be a symptom of the larger crisis and longer term trends, but his combination of megalomania, authoritarianism, and plunder with no governor of labor and the earth’s natural systems, is his unique staple and our worst nightmare. If he is a creature of anything, it is, first of all, the rise of the right and its racist, nativist, misogynist, anti-democratic, homophobic, and anti-working class posture and politics. But, at the same time, he is a unique and unprecedented threat to the fundamentals of democracy and life itself.

5. Speaking again of Douthat, in another oped in the NYT he argues that both sides of our polarized political climate are to blame for the violent rhetoric and violence. He mentions Kathy Griffin in the same breadth with Sean Hannity. On its face it may sound sensible to many readers, but if set against the actual record of the past 40 years, its intellectual dishonesty and political opportunism is unmistakable. No one — and Douthat has to know this — comes remotely close to approaching what the extreme right has done to poison the atmosphere and politics of the country. Its stock and trade has been racism, misogyny and sexism, nativism and anti-immigrant incitement, homophobia, anti-unionism, hyper nationalism, and violence.

El “mapa de posicionamiento”: posicionarse para diferenciarse

El “mapa de posicionamiento”: posicionarse para diferenciarse

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Cuando afirmo que un mapa de posicionamiento es algo que todos hacemos cada día, veo cejas que se arquean. Entonces me explico. ¿Qué es un mapa de posicionamiento? Algo que todos hacemos, inconscientemente, al valorar la posible compra de un producto, cuando lo comparamos con otros productos de su misma categoría, en base a (normalmente dos) referencias, como la calidad y el precio.

Por ejemplo, si vamos a un gran almacén a comprar un equipo de sonido de alta fidelidad, podemos encontrar una amplia variedad de productos de la misma categoría, y de diferentes precios. Seguramente encontraremos productos de Sony, Pioneer, Yamaha, Sanyo, Samsung, LG… En función del precio de cada uno de los productos, y la percepción que cada uno de nosotros tengamos de la calidad de una marca, situaremos a las marcas en las diferentes posiciones y haremos, consciente o inconscientemente, el “mapa de posicionamiento” de estas marcas, ordenadas según nuestra percepción (subjetiva) de la relación calidad-precio de cada una.
La subjetividad del posicionamiento

PosicionamientoAntes de seguir adelante vale la pena subrayar éste aspecto: todo mapa de posicionamiento es subjetivo. Si pidiéramos a diez clientes diferentes del gran almacén que nos hicieran el mapa de posicionamiento de los equipos de sonido de alta fidelidad, probablemente obtendríamos diez mapas de posicionamiento diferentes. Porque, el precio, aún siendo objetivo e incontestable, puede ser visto como asequible por unos consumidores, pero inaccesible para otros. Y el otro factor, la calidad, es la suma de muchos factores, y muchos subjetivos: la experiencia previa que hemos tenido con una marca, factores psicológicos…Por ello, el “posicionamiento” de un producto o marca (no la posición de mercado), es decir, el lugar que ocupa en nuestra mente en relación al resto de productos o marcas de la misma categoría, es subjetivo y cambiante de una persona a otra, tal y como explicamos en éste artículo.
¿Cómo es el mapa?

Un mapa de posicionamiento tiene dos ejes, cada uno de los cuáles reflejará las dos referencias escogidas para hacer la comparativa de marcas. Pongamos que, como es habitual, escogemos las referencias “calidad” y “precio”.

En el mapa de posicionamiento clásico:

el eje horizontal (eje X o eje de abscisas) lo dedicamos a la referencia “calidad”: cuanto más a la izquierda, menor calidad; cuanto más a la derecha, mayor calidad.
el eje vertical (eje Y o eje de ordenadas) lo dedicamos a la referencia “precio”: cuanto más arriba, mayor precio; cuanto más abajo, menor precio.

MapaPosicionament01

Podemos, también, hacer mapas de posicionamiento que no se refieran exclusivamente a dos conceptos fijos de los que valoramos la intensidad (más o menos calidad), aunque sí relacionados (más clásico o más deportivo). Por ejemplo, si hacemos un mapa de posicionamiento de marcas de automóviles poniendo en el eje horizontal si son más clásicos o más deportivos, y en el eje vertical si son económicamente más exclusivos o más accesibles.

Cabe decir que aunque lo habitual es valorar a los productos o marcas en función de dos ejes, también podemos hacerlos utilizando más de dos referencias. Por ejemplo, a la hora de comparar una pieza de ropa, además de la calidad y el precio, podemos ponderar también si es moderna o clásica. Así, podríamos hacer mapas de posicionamiento de tres ejes, utilizando las tres referencias: calidad, precio, y modernidad. En este artículo, sin embargo, nos centraremos en los mapas de dos ejes.
La diagonal es la lógica, pero es poco habitual

MapaPosicionament02

Siguiendo con el ejemplo de la relación calidad-precio, todos entendemos que la lógica es que haya una correcta correlación entre la calidad y el precio de los productos. A mayor calidad, mayor precio; a menor calidad menor precio. Por ello, lo normal en un mapa de posicionamiento sería que todos los productos estuvieran colocados en forma diagonal, manteniendo siempre el equilibrio entre calidad y precio. De esta manera, si hiciésemos el mapa de posicionamiento de marcas de tablets, podría quedar como en la primera imagen adjunta.

Pero la realidad es casi siempre diferente. MapaPosicionament03En un mapa de posicionamiento, el precio de los productos o marcas, y la percepción de calidad que tenemos de ellos, hace que casi nunca alineemos a los productos o marcas en forma diagonal. A menudo consideramos que el precio de un producto no se corresponde a su calidad, para bien o para mal. Porque es más caro de lo que merece su calidad (lo consideramos caro), o al revés (lo consideramos barato). Por ello, lo habitual es que, en los mapas de posicionamiento, las marcas no queden alineadas en una perfecta diagonal, si no que queden repartidas de diferente manera entre los cuatro cuadrantes resultantes de la matriz, como podemos ver en el ejemplo de las tablets de la segunda imagen adjunta.

Las zonas buenas y las zonas malas de un mapa de posicionamiento

MapaPosicionament06
Estar en los extremos de la diagonal no es malo, a pesar de lo que a priori pueda parecer.

No es malo ser considerado tener producto muy caro, si en paralelo el producto es considerado de alta calidad. Estar en el cuadrante superior derecho (3), alto precio-alta calidad, es bueno, y es donde quieren posicionarse todas las marcas de alto standing que lanzan productos exclusivos de alto precio. Lo importante, en este caso, es que los consumidores consideren que la calidad del producto es lo suficientemente buena como para justificar el alto precio. Estar posicionado en este cuadrante, además, conlleva una ventaja psicológica: las ahí situadas son consideradas marcas o productos aspiracionales, que los consumidores desean tener, y el resto de marcas desea imitar. Se aspira a tenerlas pues se considera que conseguirlas (o exhibirlas) es sinónimo de éxito social. Y recordemos que una de las necesidades básicas de los humanos, según Maslow, es el reconocimiento social.

Por otra parte, estar en el otro extremo de la diagonal, en cuadrante inferior izquierdo (1) no es necesariamente malo, a pesar de lo que a priori pueda parecer. Evidentemente no encontraremos ahí marcas aspiracionales, pero sí marcas que resisten bien las crisis económicas. Es donde colocamos a los productos de peor calidad…pero también de más bajo precio. Si entramos a un bazar chino, por ejemplo, a comprar un paraguas por tres euros, sabemos que corremos un gran riesgo de que no nos dure mucho tiempo. Pero lo aceptamos: adquirimos un producto que sabemos que es de baja calidad, pero pagando un precio muy bajo. Una buena relación calidad-precio. Y lo hacemos porque, en ese momento, lo que queremos es que nos salve del chaparrón que está cayendo. Y, de modo asequible, cumple su papel. No pedimos más?, pues perfecto.

Lo peor, evidentemente, es estar en el cuadrante superior izquierdo (2). Es donde colocamos aquellos productos o marcas de alto precio y que, en cambio, consideramos de baja calidad. ¿Y las hay? Por supuesto. Demasiadas. A menudo, hay marcas que acaban en ese cuadrante sin querer, simplemente porque no han estado al tanto de la evolución del mercado. O bien porque no han sabido mejorar el propio producto, o porque no se han dado cuenta de la aparición de competidores más baratos.

Estar en el centro del mapa, a pesar de lo que pueda parecer, no es nada bueno. Pese a que significa un perfecto equilibrio entre calidad y precio, no deja de ser un lugar gris. Es donde mentalmente colocamos a marcas o productos que no percibimos ni caros ni baratos, ni buenos ni malos. No destacan por nada. Son mediocres. El objetivo de las marcas que son ubicadas en una situación central debe ser re-posicionarse para diferenciarse y ser visibles a ojos de los consumidores.

Lo mejor de todo es estar en el cuadrante inferior derecho (4). Son aquellos productos de bajo precio que consideramos, en cambio, que para lo que cuestan, tiene una más que aceptable calidad, o incluso mucha calidad. En ese cuadrante es donde situaríamos los chollos. Es donde posicionaríamos a marcas como Decathlon, Ikea…empresas que ofrecen productos de precio medio-bajo, pero calidad medio-alta.
Objetivo: posicionarse para diferenciarse

Desde un punto de vista empresarial (o incluso personal, si queremos construir nuestra Marca Personal y diferenciarnos), lo importante, casi podríamos decir que lo más importante desde un punto de vista de marketing, es que una empresa encuentre donde ubicarse dentro de un mapa de posicionamiento. Dicho con otras palabras, que encuentre su lugar en el mercado. Que sepa donde está ella, donde está la competencia, y dónde debería estar para diferenciarse a ojos de los demás. Si queremos diferenciarnos:

primero, hemos de ubicarnos en el mapa, a nosotros y a toda nuestra competencia.
segundo, hemos de comprobar que no estamos en un un cuadrante malo, un lugar incoherente o mediocre.
tercero, debemos huir de los espacios que ya están muy saturados de competencia.
cuarto, hemos de detectar los espacios desocupados y analizar si podrían ser un buen lugar donde ubicarnos, ya que un espacio desocupado es un “nicho de mercado” donde no hay competencia.
y quinto, hemos de decidir donde queremos estar en el futuro para diferenciarnos de la competencia y para, a partir de ahí, desarrollar coherentes políticas de marketing mix (producto, precio, comunicación y distribución).

MapaPosicionament07El mapa de posicionamiento es dinámico

Una cosa hemos de tener clara: un mapa de posicionamiento no es estático ni impermeable al paso del tiempo. Puede cambiar cada año, y en según qué sectores incluso cada trimestre. Puede cambiar, de hecho, cada vez que se produce un cambio en uno de los dos valores que tomamos como referencia, la calidad o el precio en el caso del ejemplo.

Así, una marca variará su situación en el mapa de posicionamiento (es decir, variará su relación respecto a otras marcas competidoras) tanto si la propia marca varía su precio al alza o a la baja, como si varía sus atributos de calidad. También variará su posición si quien varía sus valores es alguna de las marcas de la competencia, o si aparecen nuevos actores, nuevos competidores con propuestas de calidad o precio diferentes. Por ejemplo, si somos los propietarios de un restaurante que ofrece el menú de menor precio del pueblo, pero se inaugura otro que lo ofrece mucho más barato que nosotros, nuestro situación en el mapa de posicionamiento variará pese a que nosotros no hayamos cambiado nada.

El comportamiento del mercado es dinámico, la competencia se mueve, aparecen nuevos productos y varían constantemente los precios. Por ello nuestro posicionamiento nunca será estático. Y por ello, debemos estar permanentemente atentos a lo que ocurre en nuestro entorno. Porque como dijo el filósofo griego Heráclito ya en el siglo VI aC, “Todo cambia, nada permanece: lo único constante es el cambio”.

Algunos estereotipos sobre cristianos y marxistas

EL SEMINARIO EN BREVE: CONTRA LOS ESTEREOTIPOS

En América Latina ‘cristianismo’ y ‘marxismo’ son referencias muy cargadas de estereotipos. Sobre el cristianismo, en especial el católico, probablemente porque se lo considera por una parte importante de la población como culturalmente ‘natural’. Sobre el marxismo, por lo contrario: muchas personas y sectores lo resienten como ‘antinatural’ y hasta perverso o diabólico.
También estas apreciaciones tienen fundamentos complejos: una economía/cultura señorial y la Guerra Fría que nutrió por un tiempo extendido el siglo XX son dos de sus factores. El texto que sigue, breve y esquemático para su propósito, busca ayudar en la superación de esos estereotipos apoyándose en un sentimiento: resulta más útil para todos y cada uno comprender que desconocer. Investigar para informarse y no solo repetir.

1.- El seminario versa sobre encuentros o desencuentros entre cristianos y marxistas, gente viviente, o de Cristianismos y Marxismos, visiones de mundo, ideologías, en América Latina especialmente después de 1959 (Rev. Cubana) y hasta la década de los 90 (levantamiento zapatista o neozapatismo, 1994).
Como los término ‘marxismo’ y ‘marxistas’ comprenden posicionamientos diversos se escogió la propuesta analítica y política original de Marx-Engels en el siglo XIX como determinación para el primero y los marxismos militantes latinoamericanos más significativos durante el período para el segundo.
Para cristianos y cristianismos se prefirió una vivencia religiosa no necesariamente adherida a iglesias institucionales y, como referencia eclesial, al catolicismo por constituir la opción que más latinoamericanos consideran la suya, entiendan o no en qué consiste esa opción. El catolicismo hace también parte de la cultura difusa de los latinoamericanos, vía la tradición familiar, debido a su peso durante el período colonial ibérico.
El anticomunismo, que puede transformarse en sinónimo de repulsión a un muy desconocido ‘marxismo’, también hace parte de esta cultura difusa de una mayoría de latinoamericanos. En América Latina muchas personas se declaran todavía ‘naturalmente’ católicas con lo que básicamente quieren decir que asisten a sus templos, participan de sus liturgias y han internalizado creencias que estiman católicas (los “milagros” son una de ellas, la vida eterna tras una resurrección es otra. Tienen distinto carácter).
Hasta hace poco ‘católico’ quería decir asimismo que se leía poco la Biblia, a diferencia de los creyentes protestantes que suelen estudiarla o al menos deletrearla mucho. Tampoco muchos católicos experimentan la necesidad de testimoniar permanentemente (y fuera del templo) su opción. Se diferencian en esto de los cristianos carismáticos o neo-pentecostales que también existen en América Latina.
La autoridad católica, que ha creado su propio movimiento pentecostal, suele llamar despectivamente “sectas” a algunos de estos grupos neopentecostales. Básicamente los grupos cristianos carismáticos sostienen que si el individuo cambia la sociedad también podrá cambiar. Existen neopentecostales de la ‘prosperidad’ y neopentecostales de sectores empobrecidos. Aquí cuando se habla de ‘cristianos’ básicamente remitimos al catolicismo institucional y su jerarquía. Este cristianismo es, a la vez, permisivo y autoritario. No importa tanto lo que se haga sino la adscripción del fiel a una iglesia de masas.

2.- Siempre manteniéndonos dentro de los cristianismos y cristianos latinoamericanos el período a que nos referimos abunda en ‘novedades’. En 1969 aparecen los primeros textos de una Teología latinoamericana de la liberación, nombre específico de un tipo de reflexión teológica, pero que también comprende movimientos y personalidades en un amplio espectro social que podría cubrir a Comunidades Eclesiales de Base separadas de la autoridad del obispo, y que se deseó por algunos embrión de una Iglesia del Pueblo, a Cristianos por el socialismo, a grupos de teólogos profesionales (Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, entre los más publicitados), a la insurrección popular nicaragüense contra Somoza, o el muy polémico discurso ético del arzobispo Óscar Arnulfo Romero en El Salvador, por mencionar distintos frentes.
Contra varios de estos aspectos, aunque hablando de una indeterminada Teología de la liberación, se pronunció tardíamente la autoridad vaticana en 1984 (Instrucciones sobre Algunos Aspectos de la Teología de Liberación [Libertatis Nuntius]) condenándola sin demasiada argumentación como “marxista”. La alarma política vaticana se había encendido por la situación centroamericana (Nicaragua, El Salvador principalmente) y la participación masiva de creyentes probablemente católicos en ambos bandos en los sucesos político-militares.
El punto es que muchos no se alzaban como ‘católicos’ sino como sectores populares antidictaduras familiares y señorial-militares que condenaban a mayorías a la miseria. Tampoco los militares ‘católicos’ torturaban (Guatemala) o masacraban por ser creyentes religiosos, sino como parte o sección del bloque de poder dominante.
En este mismo período largo (1959-1994) aparecen los trabajos iniciales de Paulo Freire (1921-1997), un católico de toda la vida, que exponen una antropología/pedagogía que no es exactamente la de la Iglesia católica institucional: los seres humanos pueden crecer humanamente desde sí mismos.
A su manera, se trata de una opción por los empobrecidos. También se genera la propuesta de una Teoría de la marginalidad cuyo autor es un jesuita, Roger Vekemans (1921-2007), que no participa de la antropología de Freire ni tampoco de los criterios de una Teoría de la Dependencia cuyos primeros escritos son de 1965.
Son muchos y encontrados sucesos en el mundo cristiano-católico. Un autor, Hugo Latorre Cabal, publicó en 1969 su libro “La revolución de la Iglesia latinoamericana”, señal de la agitación en el campo de las ideas y sentimientos religiosos. Al mismo período pertenecen los oficiales Documentos de Medellín (1968) el documento episcopal regional más progresivo del catolicismo, texto que bebe, sin duda, del Concilio Vaticano II (1959-1965) y de la realidad latinoamericana.
Costa Rica puede considerarse como relativa (o conservadoramente) al margen de esta agitación. No resulta extraño, por ello, que ustedes estén poco enterados de este contexto o lo ignoren. Sin embargo, antes del período que nos ocupa, en la primera parte de la década de los 40, la cabeza de la Iglesia católica (Arzobispo Víctor Manuel Sanabria), un sector de la también católica oligarquía tradicional en el Gobierno y el Partido Comunista local se articularon constructivamente para avanzar las Garantías Sociales, un Código del Trabajo y la Universidad de Costa Rica.
Todavía a finales del siglo XX algunos católicos polemizaban respecto a la existencia de esta articulación. Retornando a los creyentes religiosos cristianos, distintos sectores y personalidades de iglesias protestantes que participan en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y en el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) adhirieron, de acuerdo con su espiritualidad, a los variados frentes propuestos por los movimientos de reivindicación popular en el período.

3.- En el frente marxista la fase que nos ocupa muestra la novedad de la coexistencia de un tradicional marxismo-leninismo (con baja presencia material en América Latina, exceptuando Chile y Costa Rica, pero que monopolizaba la representación ‘oficial’ de la revolución social) con un castro-guevarismo inédito ya que proponía una estrategia político-militar para la revolución popular y posicionaba esta revolución como parte de las necesidades de un Tercer Mundo (Guerra Popular Prolongada).
Para América Latina la línea oficial del marxismo-leninismo (con centro en la Unión Soviética) era la de una revolución por etapas: una primera, democrático-burguesa encabezada por una burguesía nacional (Figueres Ferrer, para la situación costarricense), y una posterior, socialista o comunista, con un eje obrero gestado por el desarrollo capitalista previo.
Marxismo-leninismo y castro-guevarismo coinciden en un discurso antiimperialista y anticapitalista pero difieren respecto a cómo enfrentar a estos enemigos. No se han considerado en este seminario los posicionamientos militantes trotskistas ni maoístas (o coreanos) que también existieron en el período porque las líneas marxistas enfrentadas más fuertes fueron las generadas desde el proceso revolucionario cubano y el marxismo-leninismo propuesto el último a inicios del siglo XX por la Internacional Comunista (1919, Lenin, Trotsky, Stalin, bolchevismo), inmediatamente después de la Revolución Rusa (1917).
Sobre el marxismo-leninismo hemos advertido varias veces que su nombre es engañoso porque básicamente fue constituido por Stalin y se trató más de una ideología funcional para la defensa del Estado Soviético que de una línea socio-histórica de acción revolucionaria aunque también pretendiese jugar el papel de guía de una Revolución Mundial. En el período compitió un tiempo corto con China (maoísmo) en este último frente. La Unión Soviética y China se distanciaron, tras muchos desencuentros políticos, en 1962.

4.- En relación con peculiaridades en los frentes del marxismo militante durante el período mencionado han de mencionarse, además del proceso revolucionario cubano, la constitución de un Ejército de Liberación Nacional (ELN, 1964)) en Colombia que tuvo entre sus comandantes a un sacerdote de origen español (Manuel Pérez Martínez, 1943-1998)) y como referencia icónica a Camilo Torres Restrepo (1929-1966), un religioso, sociólogo y político que se unió a la lucha armada y murió en ella. Los dos religiosos vinculaban sus posiciones populares y socialistas con su interpretación de una Teología latinoamericana de la liberación y del carácter emancipador de la Revolución Cubana.

En su frente parlamentario, partidos marxista-leninistas (el Comunista de Chile y el Socialista de Chile) fueron los más importantes en la coalición electoral (Unidad Popular) que llevó en 1970 a la Presidencia constitucional en Chile a Salvador Allende (1908-1973). Chile fue el único país que avanzó en una mal llamada ‘vía pacífica al socialismo’ (debió llamarse vía parlamentaria o institucional) abierta como propuesta por el Partido Comunista de la Unión Soviética en su XX Congreso (1956).

De acuerdo a esta línea si una clase obrera era estratégica para la economía de una sociedad, y era además portadora de una unidad ideológica y por ello podía ser eje de un movimiento social y ciudadano amplio, este movimiento podía llegar electoralmente al Gobierno (o participar decisivamente en él) y desde allí avanzar hacia el socialismo.

La cuarta exigencia era que el país en cuestión contase con un Estado de derecho consolidado o sólido. La propuesta tenía en mente la realidad política de entonces en Francia e Italia. De los cuatro condicionantes Chile solo contaba con uno (el primero), pero aun así se intentó el despliegue de esta vía. La experiencia fue cortada tras tres años de Gobierno de Allende por un golpe de Estado empresarial-militar que estableció una dictadura de Seguridad Nacional y gobernó hasta 1990. El gobierno de Estados Unidos creó condiciones para el golpe. La institucionalidad católica fue crítica con el gobierno de Allende y pasiva con la brutalidad de la dictadura. Algunos grupos protestantes dieron públicamente ‘gracias a Dios’ por el golpe de 1973.

En el frente insurreccional y político-militar destacan asimismo en el período la movilización popular amplia nicaragüense con dirección sandinista que derrocó a Anastasio Somoza en 1979. La población nicaragüense mayoritaria se declara católica y su fervor religioso es generoso y constante, pero esto no le impidió tomar todo tipo de armas contra la dictadura somocista. Para el imaginario popular y de otras capas sociales, también católicas, sus creencias religiosas no resultaban incompatibles con participar en una insurrección contra el dictador ni en una guerra de matar o morir contra su Guardia Nacional.

La epopeya cristiano-popular y ciudadana se dio hasta una Misa Campesina Nicaragüense (Carlos Mejía Godoy) que la autoridad católica prohibió tocar y cantar en los templos. Igual se hizo mundialmente famosa. La dirección sandinista tampoco se componía solamente de marxistas de un mismo tipo. Tampoco todos se reconocían marxistas. Existía un grupo ‘guevarista’, marxista antiimperialista, partidario del alzamiento de todo el pueblo, catalizado por la lucha en las montañas, un sector ‘proletario’, más cercano a una lucha en la que se constituyera un ‘partido de vanguardia’ (en la línea marxista-leninista) que dirigiría la lucha antisomocista, y un sector ‘tercerista’ en el que compartían fervores revolucionarios socialcristianos, marxianos, socialdemócratas, profesionales y empresarios antisomocistas partidarios de crear, mediante acciones militares, un amplio movimiento nacional con apoyo internacional que liquidara la dictadura.
De este grupo hacía parte el actual Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. De modo que ni entonces ni ahora los sandinistas podían ni pueden ser llamados sin más “comunistas”. En el inicial gobierno sandinista revolucionario hubo Ministros de Estado que eran religiosos ordenados (Ernesto Cardenal y Edgar Parrales, diocesanos, Miguel d’Escoto, jesuita). Ninguno de ellos encontraba dificultades entre su fe religiosa y un proyecto político centrado en el antiimperialismo y la reivindicación de las necesidades populares.

En El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional tampoco puede ser considerado “comunista” o “marxista” en bloque. En su formación (1970-1980) influyeron comunistas tradicionales (marxista-leninistas) pero críticos, socialdemócratas y socialcristianos. También trotskistas o considerados como tales. En lo que coincidían era en la lucha político-militar contra el régimen dictatorial. En cómo llevarla a cabo y cuál era su finalidad no existía coincidencia. Cuando se constituye como Partido (1992), tras las negociaciones de paz, su declaratoria de identidad reza: “El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional es un Partido Político democrático, revolucionario y socialista; de lucha permanente, que busca aglutinar y defender los intereses de las grandes mayoría s populares y de las fuerzas democráticas y progresistas”.
Ni una palabra sobre vanguardia obrera, clases, dictadura del proletariado ni socialismo marxista. Por supuesto en su seno existen sectores marxistas o que se proclaman tales. Pero su propuesta es amplia. Y si un ‘cristiano’ se inclina por un régimen democrático, o sea antidictatorial, de gobierno, la transformación social para que los intereses sociales mayoritarios primen sobre los individuales y para que todos tengan o puedan darse un nivel de existencia humana, pues nada en su conciencia le impide militar en el FMLN o sufragar por sus candidatos. Esto, por supuesto, en el concepto. En la práctica las cosas pueden resultar distintas.
Todavía conviene mencionar dentro de este cuadro de las expresiones del marxismo en el período que nos ocupa el levantamiento zapatista o neozapatista de 1994 en Chiapas, México. Este alzamiento quiso constituirse como catalizador de una movilización de todos los discriminados, explotados y violentados del país. La acción deseaba al mismo tiempo desnudar el carácter antipopular, antiplaneta y antihumano de la mundialización en curso y el acceso oficial de México a las economías que la dirigen.
El referente de este deseo de reconocerse como minoría hoy pero con la potencialidad para generar un movimiento amplio de ciudadanos y sectores sociales proviene del pensamiento de Ernesto Guevara. Y el lugar epistémico específico lo constituyen sectores rurales deprimidos y comunidades de los pueblos profundos (indígenas) en la zona de mayor pobreza económica y social de México.
Pero la zona es también una región vital desde el punto de vista de las culturas de los pueblos profundos. ¿Será esto marxismo? Si Guevara inspira, pues lo es. Y cuando el alzamiento fracasa, ayuda a impedir su aplastamiento la dirección de una pastoral católica (obispo Samuel Ruiz García) no coincidente, más bien paralela, con su ideario político. Hablamos entonces, en América Latina, de una realidad ‘marxista’ compleja. Tan compleja como puede llegar a serlo una experiencia cristiana. Y como lo es la existencia humana.
5.- Mi opinión es que el mejor enfoque respecto de los vínculos entre cristianismos y marxismos en América Latina en el período señalado pasa por determinar primero los lugares epistémico-político-culturales de las revoluciones (intentadas o juzgadas necesarias) que estimaríamos radicales o antisistémicas e investigar luego qué papel han jugado y podrían jugar en ellas tanto quienes se estiman cristianos como quienes se han estimado marxistas.

El marxismo militante: la Escuela Internacional Leninista

El marxismo militante: la Escuela Internacional Leninista y los cuadros de la Internacional Comunista en América Latina, Izquierdas, 28:226-247, Julio 2016 (voy por pagina 10)
Andrey Schelchkov**

  • Investigador del Instituto de la Historia Universal de la Academia de los Ciencias de Rusia,

sch2000@mail.ru Investigator of the Institute of World History of the Russian Academy of Science.
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La Escuela de los cuadros de la IC (la Escuela Internacional Leninista – EIL) ocupa un lugar importante en la historia del movimiento comunista de los años 20-30, aunque por no ser un órgano dirigente de la Internacional, su historia quedó un poco marginada en los estudios cominternianos1.

Sin embargo se trató de una experiencia importante del movimiento comunista, que formó parte de la vida política de miles de militantes y dirigentes de los partidos en diferentes rincones del mundo. Este artículo se centra en la parte de la historia de la Escuela relacionada con el movimiento comunista latinoamericano.

Para Eric Hobsbawm, el siglo XX fue esencialmente un siglo de contraposición entre comunismo y capitalismo. El comunismo, en su versión soviética, era una tendencia que selló las peculiaridades de toda la época del siglo XX. El historiador británico subrayó que la relación entre el ‘partido de vanguardia’ y las grandes revoluciones para las cuales había sido creado y que ocasionalmente conseguía realizar, no estaba ni mucho menos clara, aunque era patente que el modelo se había impuesto después de haberse producido una revolución triunfante o durante las guerras. En efecto, los partidos leninistas consistían esencialmente en élites (vanguardias) de líderes o, más bien, antes de que triunfaran las revoluciones, en “contra-élites”2.

Aceptando esta tesis de Hobsbawm, debemos destacar la importancia del control sobre la formación de dichas élites o contra-élites, que pretendió realizar el partido rector del comunismo, el Partido Bolchevique ruso,
mediante instituciones formales capaces de crear esas elites, uno de cuyos ejemplos más claros fue la ELI moscovita de los años 20-30.

Metodológicamente, para el análisis del movimiento comunista de la primera mitad del siglo XX, es aceptable la idea de la “comunidad imaginada”, propuesta en la obra ya clásica de Benedict Anderson. Los comunistas de diferentes países, con todas las diferencias existentes entre ellos, se identificaban con una “hermandad horizontal” como una “comunidad imaginada”.

La consciencia de pertenecer a esta comunidad, a esta hermandad, justificaba, para miles de personas, enormes sacrificios personales, su fe en su razón y rectitud, la ausencia de dudas acerca de la lucha inquebrantable contra el enemigo hasta su exterminio, y la determinación del sacrificio de su propia vida en nombre de la verdad y del triunfo de “los productos limitados de su imaginario”3.

La formación de la “burocracia racional” weberiana al mismo tiempo que carismática fue el objetivo del sistema creado por los bolcheviques para transmitir su influencia al mundo entero, formando mecanismos de formación de sus satélites y aliados ideológicos.

1 Entre los pocos artículos dedicados a este tema, se destacan los siguientes: Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros// Latinskaya Amerika. No. 11. 2013. pp. 84–96; Gidon Cohen, “Propensity-Score Methods and the Lenin School,” The Journal of Interdisciplinary History, 36, 2 (2005), P. 209-232; Kocho-Williams A. Stalin’s Students: the International Lenin School, 1926-1938 (non publ.) – www.academia.edu/5615677/ (05 de diciembre de 2015)
2 Hobsbawm E. Historia del siglo XX. 1914–1991. Barcelona: Crítica, 1995. P. 83.
3 Anderson B. Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism Мoscow: Kanonpress, 2001. P. 32. (en ruso)
228
La creación de la Escuela, fue el resultado del propósito de bolchevización de los partidos comunistas declarado en el V Congreso de la Internacional Comunista (1924). La bolchevización (léase “estalinización”), fue entendida como unificación disciplinaria y ideológica. La Escuela debía servir a la unificación del pensamiento: primero en la URSS, pero también en los partidos hermanos. Como indica Isaiah Berlin, la intransigencia de la Comintern hacia las posiciones ideológicas de los comunistas extranjeros, y la lucha sin reparos “contra las herejías” en sus filas, estuvo condicionada por el miedo de que estos pudieran buscar un entendimiento con socialistas y
anarco-sindicalistas, poniendo en peligro las ideas trazadas y “confirmadas” por la experiencia y la historia imaginada del bolchevismo4.

Es decir, fue más que una lucha por la limpieza del ideario en las filas de los partidos hermanos: se trató de la reconfirmación de la propia razón y rectitud de los bolcheviques.

La línea del CEIC (Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista) de formar cuadros nacionales en un único centro, requería del funcionamiento de la Escuela de cuadros en Moscú, evitándose así las posibles desviaciones que podían surgir al interior de los partidos nacionales.
Todos los partidos, desde el punto de vista de Moscú, carecían de los cuadros dirigentes adecuados e instruidos en el marxismo bolchevique.
Para este fin, en 1926 fue creada la ELI que, comenzando en su primer año con 50 estudiantes, en 1935 registró unos 500, distribuidos en 21 sectores (por idioma), de más de 40 países5.

Los antecesores de la Escuela eran la Universidad Comunista de los
Trabajadores del Oriente (1921) y la Universidad Comunista de las Minorías Nacionales del Occidente (1922). En el IV Congreso de la IC (1922), se tomó la decisión de crear cursos internacionales, además de impulsar una red de escuelas nacionales para militantes y cuadros dirigentes. Este esfuerzo, empero, no resultó suficiente.

El V Congreso (1924), decidió poner en marcha cursos de dos años de duración en Moscú. Ahí estuvo el origen de la Escuela Leninista que,
como tal, comenzó a funcionar después de la decisión formal del VI Pleno del CEIC, en febreromarzo de 19266.

La EIL debía cumplir una de las tareas de Stalin, quien, según Berlin, al perder la esperanza en la revolución mundial, buscó “canonizar el régimen estalinista” creando una red de adeptos que debían estar a la base de su influencia internacional como destacamento de vanguardia para resistir el “cerco de los enemigos”7.

El primer rector de la escuela fue Nikolái Bujarin, quien en 1930 fue sustituido por Claudia Kirsanova, esposa del jefe de Control del partido bolchevique, Emelian Yaroslavsky, y después de ella, asumió el cargo Vylko Chervenkov, familiar de Georgui Dimitrov8.

Luego de dos años de funcionamiento, la dirección de la Escuela reconoció, en carta al CEIC, que no había sido capaz de resolver todos los problemas de cuadros en la IC9. Entre tanto, en 1930 también había surgido el proyecto de crear una nueva Universidad Internacional Comunista, cuyo propulsor fue Agitprop10.

Sin embargo, la multiplicidad de universidades y escuelas para la preparación de cuadros internacionales, dispersaba los esfuerzos y los recursos, agudizándose el problema de la falta de profesores y de los medios destinados a transportar a Moscú a los estudiantes extranjeros.

4 Berlin I. Historia de la Libertad. Rusia. Moscow: Novoye literaturnoye obozrenie, 2001. P. 345. (en ruso)
5 Rossiyskiy gosudarsyvenniy arkhiv sozialno-politicheskoy istorii (RGASPI). Moscow, Russia. 531 – 1 – 71. P. 30.
6 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 85-86.
7 Berlin I. Historia de la Libertad. P. 348.
8 Georgui Dimitrov (1882 – 1949) comunista búlgaro, eminente dirigente del movimiento comunista internacional, Secretario general de la Internacional Comunista entre 1935 y 1943.
9 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 1.
10 Departamento de la agitación y propaganda del CC del Partido Comunista ruso (soviético), también funcionó semejante departamento en el CEIC.
229
La EIL consideró inoportuna tal iniciativa de Agitprop 11 , que se nutría de lógicas burocráticas que promovían que cada institución creara su propio aparato, escuela, prensa etc. El presupuesto de la Escuela en 1927-1928 alcanzó los 568.895 rublos, de los cuales 102.000 se utilizaron para becas estudiantiles y 66.500 como ayuda a las familias de los estudiantes.

Cada estudiante costaba 2.034 rublos por año, de los cuales 600 se destinaban a becas, 432 a comida, 900 a ayudas a las familias de los estudiantes, 12,5 a asistencia médica y 30 rublos para el descanso y ocio. Finalmente, se entregaban 100 rublos como subsidio de instalación12.

Las distancias y gastos de los viajes fueron las causas decisivas para promover crear en Sudamérica escuelas regionales de partido como alternativa local a la de Moscú. Este fue el tema discutido en la Primera Conferencia de los partidos comunistas de la región realizada en Buenos Aires, en 1929. En agosto de 1929 el SLA13 decidió crear cursos de tres meses para los militantes14.

Por su parte, para ayudar al SSA15 a formar la escuela regional en Buenos Aires, viajó a esta ciudad el comunista austriaco Fritz Glaubauf16. Luego, Victorio Codovilla propuso crear una escuela en Uruguay, otra en Brasil y una tercera en EEUU (para Norteamérica y el Caribe)17, apoyándose la
decisión con financiamiento. En septiembre de 1931 fueron enviados 8.611 dólares para el SSA, de los que dos tercios (6.836, suma enorme para entonces) debían ser destinados a la escuela local18.

En febrero de 1932, en un llamado del SLA a los partidos de la región, les indicó que la tarea principal respecto a la política de cuadros debía consistir en la formación de cursos y escuelas de partido en cada país19. Esta recomendación se repitió en 1936, agregándose que algunos egresados de las escuelas nacionales podían ser enviados a la EIL20.

Además, existió un proyecto de cursos masivos y más cortos de solo de diez meses en la Universidad de los Trabajadores del Oriente, para los cuales se planificó la asistencia de 100 estudiantes latinoamericanos. Esta iniciativa nunca se hizo realdad21.

La importancia de la EIL creció para los años 1932-1933, cuando la cuestión de la formación de cuadros se hizo urgente y se replanteó el problema del control militante, lo que hizo parte de las resoluciones del XIII Pleno del CEIC. Esta preocupación de la dirección de la IC fue subrayada por Bela Kun22 al intervenir ante los profesores de la EIL, el 23 de diciembre de 193323.

11 RGASPI 531 – 1 – 19. P. 1 – 11.
12 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 29 – 32. Con tipo de cambio 1 dólar por 5 rublos. Antes de la crisis del 1929 el tipo de cambio de la moneda soviética con extranjera fue más o menos correcto&
13 Secretariado Latinoamericano de la CEIC en Moscú.
14 RGASPI. 495 – 79 – 66. P. 39.
15 Secretariado Sudamericano en Buenos Aires.
16. El golpe de estado del 1930 encabezado por el general Uriburu en Argentina forzó al SSA a transladarse a Montevideo donde funcionó la escuela regional de los cuadros.
17 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 91.
18 RGASPI. 495 – 19 – 428. P. 39.
19 Komintern y Latinskaya Amerika. Sbornik dokumentov. Moscow: Nauka, 1998. P. 204.
20 Komintern y Latinskaya Amerika. P. 316.
21 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87-88.
22 Bela Kun (1886 – 1938) – comunista húngaro, dirigente de la república soviética en Hungría en 1919, luego fue dirigente comunista soviético, jefe del Agitprop del CEIC, fue fusilado durante las purgas en 1938.
23 RGASPI. 531 – 1 – 61. P. 1,,

230 Programas de estudios y el profesorado

El curso normal en la EIL duraba dos años pero, en el trascurso de sus actividades, se introdujeron unos cursos más cortos, de un año y tres meses. Las clases ocupaban casi todo el día: al principio los estudiantes estaban en la EIL 8 horas diarias, luego la jornada se redujo a 7, para dar más tiempo a la lectura y al descanso. Además de las clases magistrales, funcionaba un sistema de círculos según la asignatura.

En el sector L (hispano hablante) funcionaron 17 círculos de manera
simultánea, lo que a veces era problemático por la falta de profesores24. Las clases se dictaban en los 5 días laborales con un día de descanso (el mes se dividía en 6 períodos de 5 días laborales seguidos de un día de descanso), sistema utilizado en ese momento en la URSS, prescindiendo de la
tradicional división por semanas25. Los estudios comenzaban en enero y no en septiembre, como era habitual en la URSS, lo que resultó incómodo para los profesores y la dirección.26

Todo estaba reglamentado y no se permitía ninguna actividad personal fuera de la colectividad. Así, uno de los líderes de la IC, el comunista chino Van Min27, criticó este aspecto de la disciplina. En una reunión en la escuela declaró: “si en el plan hay una visita al cine, todos deben ir al cine, y si alguien, en vez de ver una película, prefiere leer a Lenin, no se lo permiten”28.

Además de los cursos en el EIL, los estudiantes debían pasar otros dos meses en la “producción” (en las fábricas soviéticas)29 y en los campos de preparación militar. Al estudio de la economía soviética se destinaban 236 horas al año, casi lo mismo que a la historia del movimiento comunista30. Algunos pasaron a cursos militares más profesionales en la Academia militar.

Lazar y Víctor Jeifets indican que sólo hay datos fidedignos de tales estudios del cubano Justo Ríos (Ramón Nicolau González)31 quien estudió en la EIL entre 1931 y 1934. En esos años, en la Escuela se discutió cuántas horas del programa de estudios debían dedicarse a la experiencia de las insurrecciones obreras de Hamburgo, Cracovia, al asedio de Shanghái, o al trabajo en el ejército, etc., a fin de responder a la tarea expuesta por el XIII pleno de la IC, de pasar a la preparación de la toma del poder por la vía de la insurrección armada32.

En los primeros años de existencia de la EIL en Moscú, no hubo profesores de habla hispana ni especialistas en América Latina. Todas las clases se realizaban con la ayuda de traductores, lo cual reducía la claridad de las exposiciones y el contacto con los profesores33. Pero con la llegada de Skalov (Sinani) a la dirección del sector latinoamericano en el CEIC, se produjo
un cambio en esta situación. Él mismo dictó clases en la EIL, y también comenzaron hacerlo los emisarios de la IC en América Latina que regresaban a Moscú34.

Poco a poco, en los años 30, el sector L (hispano-americano) se fue poblando de profesores que hablaban español y conocían la problemática latinoamericana. El sector estaba encabezado por el búlgaro de Besarabia (Moldavia) Liubomir Mijailov. Entre los profesores, vale la pena mencionar a Alfredo Stirner (E. Woog), Mark Khaskin (Moris), Nadezhda Tulchinskaya (Inessa), Yury Rosovsky (Julio Gómez), Froim Weiner y Vladimir Miroshevsky, uno de los primeros historiadores soviéticos en temas latinoamericanos.

24 La EIL reclamaba más maestros para el sector L, ya que de 17 círculos solo 12 tenían los profesores. – RGASPI. 531 – 1 – 61. P.61.
25 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 79.
26 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 11.
27 Van Min (1904–1974). Entre 1935 y 1937 fue secretario del CEIC, encargado de los asuntos latinoamericanos.
28 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 10.
29 Como en la IC en Moscú sentían falta del personal para atender asuntos latinoamericanos, algunos estudiantes pasaban la práctica de la producción trabajando en el Profintern (la Internacional de los Sindicatos Rojos) o en otros órganos de la IC, lo que les contaban como práctica en “producción”. RGASPI. 531 – 1 –
39. P. 6.
30 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 18.
31 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 89.
32 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 38 – 39.
33 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 24.
34 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 88-89.

231
El curso de historia del Partido Bolchevique y del leninismo, lo dictaba Inessa; el de formación sindical y “la lucha contra el enemigo interno”, Augusto Guralsky; el de economía política, I. Markov, del Instituto Internacional Agrario35.

Uno de los problemas de los estudios en la EIL, fue la falta de material didáctico y de manuales. Los materiales que sirvieron de base a los estudios fueron recortes de diferentes libros, poco relacionados entre sí, sin explicaciones ni comentarios adecuados. A estos defectos referían tanto los estudiantes como los profesores y funcionarios de la IC. Transcurridos 10 años de vida de la escuela, este problema no había sido resuelto36.

Los programas de la EIL se decidían en discusión con altos funcionarios de la IC (secretariados del CEIC37). Hasta finales de 1933, en la EIL tuvo lugar una amplia reunión de los directores, profesores y funcionarios de la IC con el propósito de discutir estos programas. En la retórica cominterniana siempre se trató de promover la idea de la bolchevización pero no como la implantación de algo cerrado, formulado como una Biblia roja, una idea inmutable.

A inicios de los años 30, el pretendido bolchevismo tuvo gran margen de interpretación, a la par con la vigencia de una versión oficial que, de vez en cuando, cambiaba de tono. En realidad, en todas las esferas ideológicas de la URSS de entonces, inclusive en las Universidades, cursos y escuelas políticas,
recién se estaban formando las bases del marxismo soviético que luego se impuso como sistema ideológico al interior de la URSS, consagrando el régimen impuesto por Stalin y el Partido desde fines de los 20. En consecuencia, las discusiones sobre los programas de estudios en la EIL en
vistas a una pretendida bolchevización, pronto fue parte de un contexto de homogeneización y monopolización ideológica de la construcción del socialismo en un solo país.

En la memorable reunión de 1933, además de los directores y profesores de la Escuela, participaron altos funcionarios del CEIC como Bela Kun, Osip Piatnitsky, Vasil Kolarov, Van Min, André Marty38 y Solomón Lozovski. La reunión constató la crisis por la que atravesaba la escuela y abrió la discusión sobre la “nacionalización” de los estudios para poder contar con perspectivas más adecuadas a las realidades y prácticas de los partidos nacionales. En su ponencia, Marty, en línea con la opinión del CEIC, constató que la EIL no había dado el resultado esperado en el momento de su fundación 39 .

La nacionalización del programa de estudios, es decir, su adecuación a la
problemática nacional, era el punto clave de las críticas de Marty 40 . En respuesta a esos cuestionamientos, los estudiantes latinos organizados en círculos del partido, según la tradición política soviética, se juntaron en una reunión en la que pidieron más profesores con conocimiento de sus respectivos países y manuales adecuados que les permitieran cumplir sus tareas de estudios41.

A pesar de que el equipo de profesores parecía sólido, los directivos de la escuela y del CEIC criticaron justamente al profesorado, considerándolo el problema principal de la EIL. El vicerrector de la EIL, Yakov Serebriansky, subrayó en 1933 que los profesores desconocían los países de donde venían los estudiantes; gran parte del profesorado eran funcionarios del secretariado de la IC, que no disponían de tiempo para preparar las clases ni tenían base teórica para ser profesores.

35 RGASPI. 531 – 1 – 61. P. 1, 2, 16, 31
36 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 50.
37 Estas discusiones tuvieron lugar casi cada año de estudio.
38 Andre Marty (1886 – 1956) – comunista francés, secretario y comisario político de la IC.
39 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 45.
40 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 46.
41 RGASPI. 531 – 2 – 73. P. 11.

232
La solución fue preparar profesores a través de cursos superiores, de manera de crear un equipo profesional, y no esperar que los maestros de las filas de los funcionarios del partido –improvisados- cumplieran con los altos requerimientos de la enseñanza42. En la EIL reconocían que los mayores defectos residían en los programas y formas de estudios. Serebriansky subrayó que el defecto principal eran los conocimientos abstractos y esquemáticos, sin ligazón ninguna con la práctica de los partidos, lo que llevaba al academismo y a la falta de conocimientos prácticos.

“Los estudiantes, sañalaba Serebryansky, no aplican la teoría revolucionaria en la vida práctica, solo repiten las fórmulas comunes, no saben orientarse en las circunstancias diversas, cometen los errores oportunistas y resultan ser incapaces para el trabajo práctico autónomo”43. Como elemento de autocrítica, el profesor de la EIL, Yablonsky, dijo: “Hemos aprendido muy bien a deslomar a nuestros estudiantes, para luego hacerlos muy buenos camaradas, pero muy frecuentemente los convertimos en unos formalistas. No desarrollamos suficientemente su independencia política”44.

Osip Piatnitsky45, analizando los programas de estudio de historia de la IC, de los partidos comunistas, de la teoría y táctica leninistas, apuntó a que en la EIL todo se estudiaba de manera abstracta, sin vinculación con las circunstancias y condiciones de cada país y región, lo que hacía que los egresados fueran incapaces de salirse de los marcos rígidos de los modelos ideales y abstractos. Sobre todo esto afectaba a los países poco estudiados y poco conocidos por los profesores. La participación de los compañeros de los secretariados regionales del CEIC no había ayudado a corregir este defecto al ocuparse con un tiempo muy limitado en los estudios: un par de horas en tres días por mes46.

Criticando los programas de la EIL, unos de los líderes de la IC, el ya citado Marty, insistió en la participación de los dirigentes de cada sector en las discusiones y en el trabajo cotidiano de los secretariados regionales del CEIC, de forma permanente, sin perder clases 47 , lo que era casi imposible, al haber horarios de 8 horas por día en la escuela. En 1933, analizando los resultados de la enseñanza de los cuadros en la EIL, Van Min insistió en que cada secretariado regional asignara un responsable para dar clases en la Escuela, aproximando los estudios a las cuestiones prácticas con las que se enfrenaban los partidos48.

También Piatnitsky consideró que las mejoras en el programa de la EIL con relación a la nacionalización los estudios, era posible solamente apoyándose en los secretariados regionales de la IC: en Moscú, para muchas regiones del mundo, no había profesores adecuados49. Lo mismo subrayó jefe del Profintern Losovsky: de 1400 horas del curso de 10 meses, 120 horas fueron dedicadas a la historia del partido ruso, 116 a la construcción de la economía socialista, y 169 al leninismo.

Losovsky criticó con toda razón tal plan de estudios: tal vez esas horas eran muchas para comprender la experiencia soviética, pero los conocimientos que recibían los estudiantes eran poco útiles para su trabajo cotidiano en sus países, y que la EIL, en vez de preparar revolucionarios profesionales, organizadores del movimiento, parecía que preparaba historiadores del PC ruso y de la teoría del leninismo. Analizando el curso del PC ruso, Losovsky
subrayó que este no ayudaba a entender cómo conquistar a la mayoría de la clase obrera, tema al que debía destinarse al menos tres cuartos del tiempo en la EIL50.

42 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 5 – 7.
43 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 2 – 3.
44 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 35.
45 Osip Piatnitsky (1882 – 1838) – bolchevique de vieja guardia, desde 1921 trabajó en el CEIC, en 1923-
1935 fue secretario del CEIC, fusilado en purgas del 1938.
46 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 15 – 17.
47 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 50.
48 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 11.
49 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 19.
50 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 22 – 23.

233
Como indica el investigador Kocho-Williams, en la EIL se abordaban no solamente los principios de educación clasista en base al marxismo, sino también los nuevos parámetros de la educación soviética, o sea los modos de creación del “hombre nuevo” y de la nueva intelectualidad socialista, lo cual, en cierto sentido, estaba más vinculado con las tendencias culturales de la sociedad soviética que con la tareas de la IC51. En este marco, el resultado de los estudios de la escuela debía ser no solamente la preparación de revolucionarios profesionales, sino de agentes y propagandistas de las nuevas formas de vida social en la URSS.

Y esa tendencia del curso de estudios fue una de las causas de la crisis en la EIL, que demostraba una creciente desunión del contenido de la enseñanza con las realidades nacionales, repitiéndose las críticas y la insistencia en
la “nacionalización” de los estudios, para salir de esa crisis. La aplicación a los alumnos de la EIL de los principios de formación de la nueva intelectualidad soviética, fue criticada por muchos funcionarios de la IC, como Piatnitsky, quien vio en ello una falla y una pérdida de tiempo, ya que el conocimiento detallado de las relaciones sindical-empresarial en la fábricas soviéticas que los estudiantes de la escuela aprendían en sus “prácticas en la producción”, eran poco útiles en las condiciones de las economías capitalistas en sus países52.

Losovsky apoyó este análisis señalando que el estudio de los éxitos de la construcción del socialismo eran importantes, pero que no estaba claro cómo ayudaban a organizar al partido revolucionario en Japón o en Brasil53.

Losovsky manifestó decepción por los programas de la EIL y declaró que el tema de los sindicatos era poco abordado, por eso el Profintern pensó en organizar su propia escuela internacional, pidiendo a la EIL comenzar a preparar profesores para ella, mediante una modalidad de postgrado54. En respuesta a las críticas a los programas de estudio, se introdujo un
cursillo sobre la actualidad del movimiento sindical internacional, que formaba parte del curso general “Marxismo-leninismo sobre los sindicatos”55.

Resumiendo las discusiones, Vasil Kolarov56 propuso crear un programa para cada sector regional ya que tener un curso común era una utopía. Un plan único resultaba imposible y erróneo, ya que “hay países agrarios, industriales, colonias y semi-colonias”. Kolarov propuso seguir la lógica del programa oficial de la IC en el que para cada región del mundo, para cada tipo de país, se preveía una táctica y estrategia especial dado al “carácter” de su futura revolución. La EIL, según él, debía construir su trabajo como si cada sector se encontrara en su propio país57.

Pero estas ideas de Kolarov no fueron apoyadas por la mayoría, que abogó por trasmitir las bases comunes del leninismo y bolchevismo.

Después de la reunión ampliada en la EIL con la participación de los dirigentes de la IC a finales del 1933, y tras la crítica por la falta de ligazón con los secretariados de la IC, los dirigentes máximos de la Comintern comenzaron a visitar la Escuela y dar conferencias. Así, el 25 de marzo
de 1934, uno de los máximos líderes de la IC, Dmitry Manuilski, tuvo una reunión durante cuatro horas con los estudiantes del sector L. Los temas y preguntas fueron con anticipación y por escrito. Manuilski propuso a los estudiantes una discusión donde él mismo representaba a los anarquistas,
mientras los estudiantes debían defender las posiciones de la IC. Como indica el informe sobre esta reunión, los estudiantes eran poco convincentes. Otro asunto era la posibilidad de repetir la experiencia China en América Latina, y si era posible crear “regiones soviéticas” en América.

51 Kocho-Williams A. Stalin’s Students: the International Lenin School, 1926-1938 (non publ.) – www.academia.edu/5615677/ (05 de diciembre de 2015)
52 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 19.
53 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 23.
54 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 26 – 27.
55 RGASPI 531 – 1 – 49. P. 1 – 2.
56 Vasil Kolarov ( 1877 – 1950) – comunista búlgaro, de 1922 – 1924 era el secretario general de la IC,
después de la muerte de Dimitrov en 1949 encabezó el gobierno de Bulgaria.
57 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 30 – 31.
234
Manuilski, en general, quedó muy contento con la preparación de los estudiantes latinoamericanos, e insatisfecho con los españoles. Esta experiencia iniciada por Manuilski fue recomendada a otros líderes de la IC para hacerla constante58. En los años 30, Osip Piatnitsky, criticando el estilo de trabajo de la Escuela, insistió en que este tipo de discusiones debían ser organizadas entre los estudiantes para que aprendieran a defender sus opiniones pues hacía falta enseñarles a pensar independientemente, y no solo a limitarse a leer el Pravda (órgano del CC del Partido Bolchevique)59.

Los estudiantes latinoamericanos

Durante sus doce años de existencia, pasaron por las aulas de la Escuela leninista más de 3.500 estudiantes, de los cuales los latinoamericanos apenas fueron 85 alumnos60, un poco más de 2%. Los estudiantes no debían informar, ni siquiera a sus parientes, sobre el destino del viaje, y en
la escuela vivían bajo seudónimos. Algunos estudiantes recibieron apoyo financiero para sus familias durante su ausencia61. Los estudiantes de la EIL viajaron con un mandato de los partidos nacionales; antes de ser incorporados debían pasar por una comisión de admisión con amplios poderes de decisión sobre si tal candidato cumplía con los requisitos, tanto políticos como
educacionales, de la Escuela. Los requerimientos de admisión eran muy altos: solo se aceptaba a comunistas con un mínimo de un año de antigüedad en la organización y en los cargos superiores dentro del partido, preferentemente obreros; sólo un 15% podía ser de origen campesino o intelectual. Solo en 1931-1932 la administración de la Escuela informó al CEIC que el sector
latinoamericano había mejorado su composición social, aunque, en general, siguió siendo insuficiente: los estudiantes provenientes de la clase obrera había aumentado del 69,5%, en 1926, al 84,5%, en 1931-193262.

Los candidatos debían demostrar cierto nivel de instrucción y preparación política. Pero estos requerimientos no se aplicaban a los latinoamericanos, que fueron siempre aceptados por tratarse de un grupo muy pequeño y proveniente de países muy distantes. En cambio los más numerosos enviados de países europeos (España, Alemania o Polonia) fueron examinados con mayor rigor y muchos fueron rechazados en razón a su nivel de estudios, despachándolos “a la producción”, es decir, a las fábricas soviéticas, para aprender en la práctica “métodos de la dirección del proletariado y de la construcción del socialismo”63.

También hubo casos en que los estudiantes fueron expulsados después de pasar los estudios del primer año: tal fue el caso del mexicano Manuel Ornelas, quien se fue “a la producción”64.

58 RGASPI 531 – 2 – 73. P. 14 – 16.
59 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 19 – 20
60 Contamos 85 estudiantes que figuran en las listas del archivo, pero no contamos con los que fueron enviados a Moscú en el ultimo año del funcionamiento de la escuela. No sabemos si llegaron a pasar por las
aulas de la EIL. Ver Anexo al artículo.
61 Por ejemplo, en 1935 Evelio Vadillo Gutiérrez (Arapos) quien luego pasó largos once años en el Gulag, al entrar en la escuela obtuvo 19 rublos mensuales que fueron enviados a su familia a México ya que esta no tenía otras fuentes de ingresos. – RGASPI. 531 – 1 – 242. P. 97; y a la familia de Pedro Resendiz (Alejandro Hernández) de México enviaban 60 rublos mensuales – RGASPI. 531 – 1 – 247. P. 249 – 250.
62 RGASPI 531 – 1 – 62. P. 7.
63 En cambio al pasar dos años de estudios algunos ex-alumnos en vez de marcharse a su países fueron enviados a la “producción”, a las fábricas soviéticas como obreros con fines de educación proletaria. –
RGASPI. 531 – 1 – 39. P. 6
64 RGASPI 531 – 1 – 39. P. 34

En los protocolos de esta comisión no encontramos ningún caso de aspirante de América Latina que fuese rechazado; a los latinos no les aplicaron las severas reglas de la admisión, parece que estos fueron admitidos casi automáticamente ya que no encontramos ninguna discusión sobre ellos. La dirección de la Escuela a menudo lamentó que, “en vez de enviar camaradas que ya se destacaran en la lucha de clases en sus países”, mandan
a los más problemáticos o inútiles, a quienes se quería premiar o a gente demasiado simple65.

A pesar de que todos los latinoamericanos enviados a la EIL fueron recibidos, el dirigente de la IC, André Marty, remarcó que los latinos se dividían en dos grupos: los que habían leído algo de Marx, Lenin, Stalin, muy superficialmente y con poca preparación, aunque con lazos fuertes con las masas, y otros que frecuentemente conocían muy bien las obras de los clásicos, pero que carecían de las relaciones con masas obreras. La tarea de la Escuela consistía en fusionar ambos grupos en un solo cuerpo de revolucionarios66.

Los estudiantes aceptados en la EIL fueron formalmente incorporados a las filas del partido soviético por el período de estudios a fin de realizar así la llamada “bolchevización” de los cuadros con mayor empeño67. Por tanto, compartían prácticas del partido soviético, sin perder los lazos con sus secciones nacionales representadas en el secretariado regional del CEIC en Moscú. En 1932, el CEIC decide tomar el control del pasado y presente políticos de los estudiantes de la Escuela, sus relaciones con las secciones (partidos) nacionales y los secretariados regionales. Este control debía
realizarlo la administración de la Escuela, en contacto con el CEIC.

Una de las consecuencias de esta decisión fue la orden dirigida a la administración de la Escuela (decisión de la Comisión del Secretariado de la CEIC del 13 de mayo de 1932) de elaborar expedientes personales de cada
estudiante68.

El primer estudiante latinoamericano fue el argentino Antonio Kantor (Juan Kantor) quien, a pesar de no tener un grupo hispanohablante en el primer año de la Escuela, fue aceptado con la condición que dominara el alemán69. Desde 1928, después del VI Congreso de la IC, se produce un
giro en el interés de Moscú por América Latina. En 1927, en el marco de los festejos de décimo aniversario de la Revolución de Octubre, se decidió invitar a Moscú a un mayor número de representantes latinoamericanos. En 1928 fue creado el Secretariado Latinoamericano (SLA) como
oordinador de la política comunista en la región (con sede en Moscú). Se trató de un órgano efectivo para introducir el control de la “Casa” en los partidos nacionales y en sus políticas locales.

También se decidió realizar un congreso de sindicatos rojos de la región. En 1927-1928 llegaron a la Escuela varios comunistas latinoamericanos formando un sector separado. Fueron representantes de Argentina, Brasil, México, Uruguay, Venezuela y Colombia70.

Después del VI Congreso de la IC, el Secretariado Latinoamericano en Moscú llamó a los partidos locales a prestar mayor atención a la preparación de los cuadros y propuso aumentar el número de estudiantes en la EIL, hasta 20 elementos71. Según la carta de Américo Ledo72, de mayo de 1929, en el Secretariado Sudamericano de Buenos Aires hubo confusión para entender qué quería Moscú. Fueron preparados candidaturas para la Universidad Comunista de los trabajadores del Oriente, mencionando que no entendieron bien los cables de Moscú.
65 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 4.
66 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 46.
67 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 25.
68 Vatlin A. Comintern: ideas, decisiones, destinos. Moscow: ROSSPEN, 2009. P. 338. (en ruso)
69 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87.
70 Véase lista de los estudiantes en el anexo al articulo.
71 Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87.
72 Américo Ledo según L. y V. Jeifets era dirigente comunista brasileño Astrogildo Pereria – Jefets L., Jefets
V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico. Santiago de Chile:
Ariadna, 2015. P. 15.
236
El SSA propuso enviar 2argentinos, 1 uruguayo, 3 cubanos, 1 paraguayo, 2 chilenos, 1 boliviano y 1 peruano. Sin embargo, no tenían dinero para el viaje73. También Ledo indicó que estaban preparando los candidatos para la
EIL, pero siempre esperando el dinero para su viaje 74 . Tenemos los datos del pedido, de Montevideo vía Berlín, de 95 dólares para el viaje de estudiantes, en agosto de 1930 (el mismo cable pidió 260 dólares para los gastos de viaje de la esposa de Codovilla)75.

A partir de 1928, en la EIL, había siempre un grupo de latinoamericanos incorporados al sector L (con españoles, pero en grupos diferentes). En febrero de 1932, en su carta a los Comités Centrales de los partidos latinoamericanos sobre la formación de cuadros, el SLA reconoció que, ese año, el grupo de estudiantes latinoamericanos en la EIL era mucho mejor en su composición y preparación, comparado con los años anteriores. Sobre todo, les llamó la atención la composición social de los estudiantes que “antes era absolutamente poco satisfactoria por su bajo porcentaje de obreros, por su mayoría de procedencia pequeño burguesa e intelectual” y por su poca antigüedad en el partido. El SLA notó que ese año había mejoras en materia de selección de los estudiantes, prometiendo conseguir más lugares para los latinoamericanos76.

La nacionalización fue uno de los puntos clave para fortalecer el nivel de estudios de alumnos y su provecho en sus respectivos países. Sin embrago, esta panacea, que pareció ser la solución a los defectos de los cursos de la EIL, se desvaneció frente a la falta de personal suficiente en la SLA dispuesto al servicio de la Escuela. A finales de 1934 la EIL indicó que la “nacionalización” había comenzado bien, pero reconoció que los representantes del SLA se habían hecho presentes en las dos primeras reuniones, dejando luego de asistir. Los menos atendidos por el secretariado de la IC de toda la escuela, fueron los estudiantes latinoamericanos77.

Por un lado, la IC insistía en la nacionalización de los estudios, que debían ser más aproximados a las realidades nacionales, pues se daba el caso de que Latinoamérica era a menudo abordada como un ente único, entregándose fórmulas generales que, a en muchas ocasiones, contradecían las realidades y
peculiaridades de cada país. Mientras que, por otro, también se criticó la cerrada relación que se daba entre los estudiantes y los respectivos secretariados del CEIC, por lo que la experiencia de los “partidos hermanos” no se intercambiaba y las visiones predominantes quedaban restringidas a los
marcos de los partidos nacionales78.

Como manera de contrarrestar este último hecho, en la Escuela se practicaba el análisis de la prensa obrera latinoamericana, de las publicaciones de los egresados y también de otros publicistas comunistas. En particular la reunión de los artículos de la prensa comunista se utilizaba para su estudio y análisis, a fin de averiguar si correspondían o no a la línea de la IC79.

73 Los Jeifets indican que en este cursillo en la Universidad hubo un grupo de 60 estudiantes latinoamericanos (Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros. P. 87), que en la luz de esta carta nos parece poco probable.
74 RGASPI. 503 – 1 – 25. P. 146.
75 Cable firmado por Rustico (Augusto Guralsky, nombre verdadero Abram Jeifets) – RGASPI. 495 – 19 –
428. P. 5.
76 Komintern y Latinskaya Amerika. P. 207.
77 RGASPI 531 – 2 – 73. P. 17.
78 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 3 – 4.
79 RGASPI 531 – 7 – 3.

237
La EIL en las discusiones internas del SLA

Los dirigentes de Secretariado Latinoamericano en Moscú (como Humbert-Droz, Sinani, G. Skalov y otros), intervenían regularmente ante los estudiantes y profesores de la EIL sobre los problemas de la revolución, o sobre táctica y estrategia del movimiento en la región, siendo muchas veces sus intervenciones, parte de la discusión interna en el SLA. Por ejemplo, Sinani a finales del 1933, después del XIII pleno del CEIC, propuso debatir la tendencia existente en los partidos de la región y de la SLA de calificar cada dictadura como fascista80.

En cierto sentido, la Escuela fue un lugar donde las discusiones podían ser más amplias, por lo menos mientras no alterara la línea de la opinión única admisible. El VI Congreso de la IC, en 1928, fue un momento crucial en la política latinoamericana de la IC. A partir de entonces, América Latina dejó de ser una parte periférica en la suma de sus intereses, decidiendo dedicar más esfuerzos al desarrollo del movimiento comunista en el continente. El nuevo programa de la Comintern incluyó la propuesta de los delegados latinoamericanos de denominar a sus países como “dependientes” y no semi-coloniales, como hasta entonces había sucedido, lo que se supuso una estrategia y una táctica diferentes a las que la IC aplicaba en Asia y África81.

Pero, en realidad, la estrategia no cambió: según el modelo leninista ruso, lo que acontecía, en general, era la transición de la revolución democrática burguesa con la hegemonía política proletaria a la revolución socialista. En América Latina, esta estrategia fue formulada como “revolución agraria y antiimperialista”. La única cuestión que cambió en el transcurso de la vida de la IC, fue la estrategia y táctica respecto de los aliados: campesinos, pequeña burguesía, intelectuales, estudiantes, y burguesía nacional.

En estas discusiones, la EIL sirvió de base para promover o descartar las tesis de diferentes grupos de opinión dentro de la SLA. Uno de los episodios más destacados en la historia del sector latinoamericano de la EIL, fue la discusión (12 de marzo de 1930) sobre las resoluciones de la Primera Conferencia de los partidos de la región, en Buenos Aires. Como se percibe del debate, la discusión habría sido provocada por “las fuerzas” del SLA opuestas a Humbert-Droz, quien encabezó la presentación del CEIC en la conferencia en Buenos Aires, siendo responsable de la mayor parte de las tesis aprobadas ahí.

La discusión en el EIL fue el primer paso en el ataque a Humbert-Droz, que lo llevó al “proceso de autocrítica” (noviembre de 1930) que tuvo como resultado su alejamiento de los asuntos latinoamericanos y del CEIC.

La reunión del grupo latinoamericano fue convocada para discutir los resultados de la conferencia en Buenos Aires y escuchar a Humbert-Droz quien, sabiendo los propósitos de esta cita y a pesar de su promesa de estar en la reunión, se negó a participar y discutir con los estudiantes, sobretodo después de que llegara a Moscú la opinión del partido mexicano, contraria a la expuesta por Humbert-Droz en la Conferencia.

El promotor de la discusión en el sector latinoamericano de la EIL sobre los resultados de la primera conferencia de los partidos en Buenos Aires, fue Stepanov (Minev)82 quien, luego, ocupó el lugar del suizo en el SLA83. A pesar de la invitación de la EIL a Humbert-Droz para que interviniera en ella, él no acudió a la reunión con los estudiantes, sabiendo los propósitos de Stepanov.

Una vez reunidos, al principio los estudiantes no se atrevieron a discutir los problemas del movimiento comunista en la región, sin la autorización de los órganos superiores.
80 Komintern y Latinskaya Amerika. P. 268.
81 McKenzi K. Comintern and World Revolution. 1919–1943. Moscow, Centrpoligraf, 2008. P. 100 (en ruso).
82 Stoian Minev (1890 – 1959) – comunista búlgaro, alto funcionario de la IC, encargado desde 1927 en
asunto latinoamericanos.
83 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 1
238
La mayoría (el uruguayo Carlos Imaz, el colombiano Diego Mejía, el brasileño Eitor Fereira Lima) no quiso discutir el tema del carácter de la revolución en América Latina sin saber la posición de la IC. Solo
el argentino Solomon Elguer y el mexicano Javier Guerrero insistieron en realizar los fines de la reunión convocada por Stepanov, quien fue responsable de los posibles errores de los estudiantes al ser el promotor de la reunión y de la crítica contra Humbert-Droz.

La segunda reunión tuvo lugar al 6 de abril de 1930, la que culminó con la resolución formal de poner bajo el “fuego de la crítica” a Humbert-Droz. La discusión comenzó por la cuestión agraria y los defectos de su interpretación en la Conferencia, destacando sus fórmulas erróneas
respecto de los medieros, más próximos a los campesinos y pequeños propietarios, que a los proletarios del campo. Con eso llegaron a conclusiones críticas sobre el carácter de la revolución latinoamericana y su fuerza motriz, el campesinado. También criticaron la falta de fórmulas adecuadas de la cuestión indígena, mencionando que, a la base del análisis, debían estar las ideas de Mariategui, mostrando así un alto nivel de conocimiento teórico de los marxistas latinoamericanos heterodoxos84.

Además de la crítica a la visión de la cuestión agraria, Ferreira Lima atacó el informe de Codovilla, acusándolo de ignorar las posturas de la IC sobre el “Tercer periodo”. Otros de sus compañeros trasladaron la crítica de Codovilla a Humbert-Droz, a quien se presentó como el primer culpable de fomentar “la desviación de derecha”, olvidándose de las posturas del “Tercer periodo”, en tanto etapa de crisis y de radicalización de las masas85.

La crítica se concentró en las ideas de Humbert-Droz sobre el carácter parasitario de las ciudades o sociedades urbanas en Latinoamérica, pasando luego a la crítica personal de este alto funcionario del CEIC quien, según los jóvenes estudiantes, calificó los postulados del Tercer periodo como de “detalles, o no más que pormenores”86.

Elguer fue el principal crítico de la teoría “parasitaria” de Humbert-Droz, cuyas ideas, en la Conferencia, fueron apoyadas por González Alberdi y, luego, por el partido argentino. La calificación de las ciudades latinoamericanas como parasitarias daba el mismo carácter al proletariado urbano. Partiendo de esta tesis, sus partidarios llegaron, consecuentemente, a la noción del carácter de la revolución, cuya fuerza motriz tenía que ser el campesinado, lo que contradecía los postulados del leninismo.

Elguer fue apoyado por Ferreira Lima y Carlos Imaz, pero a Humbert-Droz lo apoyaron el argentino Jorge Paz y el colombiano Diego Mejía. Al crearse la comisión para redactar la resolución, los anti-Droz fueron mayoría87.

La resolución fue aprobada el 6 de abril y contuvo fórmulas muy severas contra Humbert-Droz, subrayando que sus ideas carecían de cualquier contenido marxista. Se indicó que dividían equivocadamente a la clase obrera en dos grupos: los de las empresas imperialistas, y otros obreros urbanos, haciendo de los primeros, parte del sistema parasitario y corrupto. Los estudiantes destacaron que las ideas de Humbert-Droz llevaban a la conclusión de que la fuerza motriz de la revolución latinoamericana sería el proletariado del campo y no el de la ciudad.

Y concluyeron con una sentencia macabra para la IC: la teoría sobre el parasitismo de las grandes ciudades, es antileninista88. “Droz, con la fachada de seguir la línea de la IC, impone sus teorías particulares que son revisionistas. Como resultado de la influencia de las ideas de Droz, apareció la teoría de la ligazón orgánica entre proletariado y pequeña burguesía…

84 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 2-3.
85 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 1,3.
86 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 1.
87 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 2 – 4.
88 RGASPI 531 – 1 – 182. P. 9 -11.
239
Declaramos nuestra adversidad a las ideas antileninistas de Droz, que son una desviación de la línea de la IC”89. Aunque esta discusión en la EIL no fue decisiva, “la reacción de las bases” contribuyó a la destitución de Humbert-Droz del SLA. Como se puede advertir, la Escuela a menudo fue utilizada en las luchas internas de la IC, en la lucha contra los “grupos opositores y revisionistas” como, por ejemplo, ocurrió en la remoción de los dirigentes del partido español, en 193390.

Una de las características de estas discusiones fue la demostración del alto nivel de preparación y profundos conocimientos de la teoría y práctica
marxistas de los estudiantes.

El control político en la EIL

Aunque a principios de los años 30 fue declarada la “nacionalización” de los estudios, esto es, la máxima aproximación a la realidad nacional, toda la información proveniente de los países de origen de los estudiantes debía ser filtrada. Estaba prohibido tener los periódicos “burgueses”: todos los diarios “burgueses” debían ser recogidos y guardados en una caja especial en el buró del partido de la escuela y entregados a los profesores y estudiantes en sus clases, bajo la custodia de los encargados de este asunto. En 1934 hubo un proceso contra los encargados que olvidaron guardar los periódicos, quedando toda la noche en las aulas. Aún más “criminal” era tener estos periódicos
en la residencia estudiantil91.

De una u otra manera, los estudiantes recibían publicaciones heterodoxas de los grupos de oposición de sus partidos. Pero para evitar las acusaciones de actitud anti-partido, debían entregar estos materiales, y también las cartas personales, al SLA, o a la administración de la EIL para su tratamiento. Así, por ejemplo, como hasta principios de los años 30 existió una cierta libertad de expresión, al entregar al SLA las publicaciones del grupo de oposición de izquierda del PC de México, los estudiantes pidieron estudiarlos para, luego, condenar las posiciones equivocadas92.

Los españoles ejercieron gran influencia sobre los latinos que pasaron por la Escuela. Como entre ellos hubo muchos que simpatizaban con ideas del anarquismo, los funcionarios de la IC llamaron la atención de los profesores de la EIL sobre eso y el modo que tenían de expresarlas abiertamente, llamando a la dictadura del proletariado “dictadura sobre el proletariado”, expresión de claras resonancias libertarias93.

A la luz de lo anterior, podemos decir que la Escuela tuvo importantes problemas para su funcionamiento en la influencia de las ideas contrarias al bolchevismo con que estaban “contagiados” muchos estudiantes: “Parte considerable del colectivo de los estudiantes –se indicaba- representa una masa humana dividida por contradicciones internas, ideológicas, preñadas
de perjuicios anticomunistas, como anarco-sindicalistas, trade-unionistas, anarco-liberales y socialdemócratas”94.

Formal e informalmente, la EIL mantuvo reglas de confidencialidad y conspiración, no usándose, ni siquiera en papeles confidenciales, los nombres verdaderos de los estudiantes, como tampoco se permitió un contacto no controlado fuera de la Escuela. Por ejemplo, estar en una piscina pública junto con, por ejemplo, diplomáticos franceses, era un asunto serio, sujeto a sanciones de parte de la dirección de la EIL por violación de las normas del trabajo secreto95.

89 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 12.
90 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 30.
91 RGASPI. 531 – 1 – 53. P. 38 – 41
92 RGASPI 531 – 1 – 182a. P. 4.
93 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 33.
94 RGASPI 531 – 1 – 15. P. 27.
240
Las mismas reglas servían para excursiones y visitas culturales fuera de la Escuela. La expulsión de Bujarin del partido, en 1930, fue pretexto para una nueva purga dentro de la IC, tanto de cuadros superiores, como de nivel medio. El 15 de mayo de 1930, el CEIC aceptó una resolución bajo el sugestivo nombre de “La crisis de los viejos cuadros”, donde la cuestión
principal giraba en torno al control de los cuadros medios, asunto que fuera encomendado a la EIL, en su calidad de fábrica de cuadros profesionales. Sin embargo, la EIL no había podido cumplir esta tarea, inclusive en su propio territorio96.

Uno de los medios para el control de “estudiantes contagiados” con hábitos democráticos de sus países de origen, fue la aplicación de purgas, las mismas que venían poniéndose en práctica en el Partido Bolchevique desde principios de los años 20. Habiendo sido, en sus inicios, un instrumento democrático eficaz para librarse de los elementos burocráticos y oportunistas que, inevitablemente, engrosaban las filas del único partido de gobierno, muy luego, este tipo de actuaciones afectarían la propia legitimidad del poder soviético: con una clase obrera casi aniquilada por los años de la guerra civil, ella ya no sería más la fuente del poder y la justificación de la dictadura del proletariado, devenida en la pura dictadura del partido.

A finales de la década de 1920 las purgas ya eran una especie de mecanismo de control político y policial. Entre 1929-1930 tuvo lugar en la EIL una de grandes dimensiones. En efecto, tras un llamado de Stalin en favor de la
autocrítica, los miembros del sindicato de estudiantes se confrontaron con la administración de la Escuela, argumentando defender los intereses de los alumnos. Obviamente, los resultados de la purga implicó la expulsión de varios estudiantes: unos, por estar “contagiados de demagogia trotskista”, y otros, por inclinaciones socialdemócratas97.
En el sector latinoamericano no hubo grandes conflictos ni acciones represivas, salvo el incidente del 9 de enero de 1936 cuando, en un baño, se hallaron escritos y palabrotas (claramente mexicanas) contra Stalin y el estalinismo. La investigación respectiva reveló que, además de este suceso, se habían realizado charlas entre estudiantes con críticas antisoviéticas y pro-trotskistas, contra Stalin, incrementándose la desconfianza de algunos respecto de lo que enseñaban los profesores sobre Trotsky98.

Se tardó un poco en encontrar al “culpable”, y el mexicano Evelio Vadillo Gutiérrez (Pedro Arapos) fue, finalmente, arrestado en el mes de abril99.
Vadillo había formado parte de la delegación mexicana al VII Congreso de la IC pero, como él mismo reconoció 20 años mas tarde en sus memorias, era simpatizante de Trotsky, lo que no consiguió ocultar en Moscú. Como narró Vadillo: “Llega a mi cuarto de habitación el director de la escuela; conversa amablemente conmigo; adviérteme que prepare mis cosas, porque pronto
marcharía a México. Cumplí cinco años de prisión. Ni tribunal legal, ni pruebas, ni careos. Excepto sufrimiento, mis ojos no vieron nada”.
95 RGASPI 531 – 1 – 51. P. 41
96 Vatlin A. Comintern: ideas, decisiones, destinos. P. 336.
97 Vatlin A. Comintern: ideas, decisiones, destinos. P. 338.
98 RGASPI 531 – 1 – 94. P. 10
99 Evelio Vadillo pasó 11 años en el Gulag, cinco en la prisión, una temporada de exilio en Kazajstán, en 1947 pidió su traslado a un sitio más saludable y lo trasladaron a Ucrania, pero el tren lo llevaba paró en Moscú y
logró bajar y pedir asilo en la embajada mexicana. A pesar de los trámites de la embajada, Vadillo fue nuevamente encarcelado y la embajada mexicana perdió su ruta, hasta que en 1955 un ex prisionero de guerra austriaco dejó un recado en la embajada mexicana en Viena señalando que Vadillo estaba en la cárcel de Vladimir. Ya Stalin había muerto, los hábitos soviéticos habían cambiado y Vadillo consiguió regresar a México en 1955. A su regresó contó que la causa de su arresto en la escuela fueron sus conversaciones con camaradas en las cuales les decía que a su regreso iba a contar la verdad sobre la realidad soviética. Vadillo murió tres años después de su regreso, en 1958. – El Universal. México, D.F. 16 de noviembre, 2013.
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Su camarada de estudios, Ambrosio González (José Treviño) reveló en 1990 que detrás de las desgracias de Vadillo estuvo el dirigente comunista mexicano Hernán Laborde, quien quiso deshacerse de un militante incómodo100. Eso nos parece exagerado ya que el propio Vadillo, a su regreso, confirma que escribió “Chingue a su madre Stalin”, lo que
también está en el reporte de la dirección de la escuela en el archivo RGASPI.

Después del arresto de Vadillo, en la Escuela -como era habitual en la URSS de entonces tuvieron lugar purgas internas y reuniones de crítica de las células del partido. La reunión del grupo del sector L, apoyó las expulsiones de Bujarin y Rykov. También analizó el caso Vadillo, cargando
toda la responsabilidad del caso al tutor político del grupo del sector L, profesor Mijailov, quien fue acusado de haber confiado demasiado en Vadillo (que había llegado al puesto secretario del partido del sector) y por suprimir “la crítica y autocrítica”. También lamentaron que el comité de la escuela no se interesara por cosas que pasaron dentro del sector101.

En respuesta a esta declaración, la directora de la Escuela, Klavdia Kirsanova102, creó una comisión para analizar la “crisis política” en el sector L. Las conclusiones de la comisión fueron amplias y englobó diversos aspectos del curso. Una de las conclusiones fue lapidaria: “Una parte
considerable de los estudiantes del sector L no aprecia adecuadamente el rol de Stalin como líder y teórico del proletariado internacional; los estudiantes no disponen de armas ideológicas contra el trotskismo; tienen un mal conocimiento de la política del PC bolchevique, y muestran falta de
vigilancia contra el enemigo de clase”103.

Además del caso de Vadillo, en 1936 otro asunto conflictivo estuvo asociado a la expulsión del partido de los venezolanos Juan Ribas y Fernando Key Sánchez. Ambos eran delegados al VII Congreso de la IC, y también ingresaron a la EIL. Su delito consistió en haber sido arrestados en 1932 en Venezuela por la policía y, según algún camarada, haber revelado varios datos sobre el partido, lo que ocultaron tras ser puestos en libertad incluso ante los funcionarios de Moscú. Ambos fueron expulsados del partido con plazo de un año para poder ser readmitidos104.

El cierre de la escuela

Uno de los puntos más críticos de los informes de la EIL y la IC, era la poca incidencia de los cuadros egresados de la Escuela en los partidos nacionales. Yakov Serebriansky los llamó, a la manera soviética de los años 20, como “desechos” de la producción de la EIL, en referencia al mal uso, en los partidos, de los egresados de la escuela: el 25% de los ex alumnos de la escuela no se desempeñaban como dirigentes u organizadores.

Además, Serebryansky indicó que los partidos mandaban a la EIL sólo a aquellos que el partido no necesitaba en el trabajo cotidiano105. Cada año
los profesores de la Escuela pedían a los partidos, o al SLA, indicar qué perfiles querían para los futuros egresados de la EIL: cuántos redactores o periodistas para los diarios obreros, cuántos dirigentes sindicales u organizadores de la lucha conspirativa. Según este pedido, la Escuela iba a
organizar cursillos especializados106.
100 El Universal. 20 de noviembre, 2013.
101 RGASPI 531 – 2 – 75. P. 1 – 5.
102 Klavdia Kirsanova (1888 – 1947) perteneció a la “vieja guardia” del Bolchevismo, militante desde 1904, mujer de alto funcionario soviético y promotor de la campaña antirreligioso Yemelian Yaroslavsky. Fue
expulsada del partido y del puesto del director de la escuela en 1932, pero gracias a la amistades evitó las represiones y en 1933 fue condecorada con la Orden de Lenin, restituida en el partido y volvió al puesto de la directora de la EIL, en su puesto protagonizó las purgas internas y represiones en la escuela.
103 RGASPI 531 – 2 – 75. P. 6.
104 RGASPI 531 – 2 – 75. P. 13. Key Sánchez Regresó a Venezuela y en 1937 fue readmitido en el PC.
105 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 2.
106 RGASPI. 531 – 1 – 43. P. 36

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Para el VII congreso de la IC, las delegaciones de algunos países incluyeron a estudiantes de EIL, como fue el ejemplo de Ambrosio González, del PC mexicano, que se juntó con Hernán Laborde, José Revueltas y Miguel Ángel Velasco107. Entre los delegados al VII Congreso de la IC, había más de 100 egresados de la EIL108.

Después del VII Congreso, la dirección de la EIL, defendiendo las razones de su existencia y subrayando su importancia, escribió a la IC que, mientras, en sus inicios (1926) la cantidad de estudiantes había sido de 50 personas, dictándose cursos en 4 idiomas, en 1935 había 500, distribuidos en 21 sectores, dictándose en 21 idiomas109. Sin embargo, los cambios sustantivos de la estrategia y táctica después del VII Congreso, también implicaron cambios en los programas de estudios. A pesar de los reportes optimistas, los documentos denotan perplejidad y confusión en la administración de la Escuela, en lo relativo a los cambios en los programas de estudios. Uno de los
puntos clave, era el abandono de los programas comunes para pasar al estudio especializado por regiones y países110.

Esto implicaba el abandono de los estudios uniformes y un paso a la creación
de las escuelas regionales… es decir, al cierre de la EIL. La existencia de la Escuela creó la sensación de la existencia de un saber y una experiencia,
una verdad y un conocimiento científico ubicado en el centro del movimiento, quien mantenía el monopolio a la razón: la idea de la Escuela en Moscú, fue un reconocimiento de la imposibilidad de aprender la teoría y la práctica marxistas sin la supervisión de los camaradas soviéticos, portadores
de la razón última y la sabiduría mayor. Pero lo concreto es que ella no había podido resolver los problemas para los que había sido destinada.

La escuela, mas bien los profesores y creadores de la metodología en vano trataron superar en los programas de los estudios una evidente contradicción entre la línea de la bolchevización de los estudios y de formas, métodos y tácticas los partidos comunistas de la región, de un lado, y de la nacionalización de la materia de los cursos y de la política de los PC. Eran dos tendencias opuestas: una destinada a la homogeneización y dogmatización de lo estratégico y táctico, a la aplicación mecánico-formal de la experiencia única del Partido ruso a las realidades tan diversas como representaban los países de la región; y otra correspondía al lógico deseo práctico de acercarse a las realidades nacionales sin perder la orientación de los principios teóricos hacia los objetivos declarados por la Internacional. La imposibilidad de agilizar y de juntar ambos principios sin deteriorar la línea de la IC bajo el timón de la dirección estaliniana se encubría con la fraseología
doctrinaria sobre la dialéctica que fue la cosa más complicada de comprender y aplicar en la vida real del marxismo militante de la IC.

Como anotó Hannah Arendt: “Nada puede hacer tanto daño a la comprensión de los problemas políticos y su discusión seria, como las reacciones maquinistas del pensamiento, condicionadas por las ideologías penetradas por todos los poros, que aparecen seguir las revoluciones, siendo su resultado”111.

El contenido y la forma del control político dentro de la EIL, repitió las pautas y cambios en la doctrina y en la táctica de la IC y del Partido ruso. Siendo una estructura importante dentro de la política de los cuadros leales a Moscú, la EIL sirvió de base y a veces de campo de pruebas para luchas y purgas internas dentro del aparato del CEIC. Fue un instrumento muy ágil y cómodo para preparar el campo político de cambios personales y purgas en la cúspide burocrática de la IC.
107 Revueltas J. Las evocaciones requeridas. Tomo I. México: Era, 1987. P.105
108 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 31.
109 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 30.
110 RGASPI 531 – 1 – 71. P. 37 – 46.
111 Arendt H. On revolution. Moscow: Evropa, 2011. P. 309. (en ruso)
Andrey Schelchkov, El marxismo militante: la Escuela Internacional Leninista y los cuadros de la Internacional
Comunista en América Latina, Izquierdas, 28:226-247, Julio 2016
243
En su vida interna y en la formación del curso de la preparación de “revolucionarios profesionales” la EIL estaba mas pendiente de las tareas de la construcción de nueva enseñanza socialista, de la reforma educacional de la enseñanza superior en la URSS siendo parte importante de la “construcción del socialismo en un solo país” y de la formación del “nuevo hombre” de la sociedad soviética socialista lo que estuvo irrelevante hacia las tareas de la preparación de los revolucionarios para los países capitalistas, y sobre todo de la región tan especifica y heterogénea como Latinoamérica. A pesar de todo esfuerzo de la escuela, relacionado con las lógicas burocráticas de
sobrevivencia dentro del sistema de la IC, la EIL se mostró poco hábil y capaz de reaccionar de inmediato con el cambio radical de la política de la IC después de su VII Congreso y con el viraje hacia el Frente popular y la alianza con las fuerzas democráticas no-comunistas.

A eso se juntaba la creciente decepción de la dirección del PC soviético y de la IC sobre los resultados de la escuela concebida desde principio como una fábrica segura de los cuadros leales a Moscú, a pesar de los informes muy triunfantes de la dirección de la propia escuela, que estaban muy lejos de lo esperado.

El sector latinoamericano, siendo un área periférica del interés de la IC, igual demostraba mismos problemas y dificultades que toda la escuela. Eso mas los constantes escándalos relacionados con el “descubrimiento” del enemigo, sobretodo trotskista, llevó a la clausura de la Escuela.

Anexo

Estudiantes latinoamericanos de la EIL según los documentos internos de la escuela112 (no están incluidos los enviados a Moscú en su último año del funcionamiento, 1937-1938) 113 . Entre paréntesis están los nombres bajo los cuales estaban en la escuela.

México
1928 – 1932
Javier Guerrero (José Pérez)
Gastón Lafarga – Manuel Antonio Romero (Vila, Fernando Romero)
Sandalio Junco114 (Sarnino Hernández) – enviado a Profintern
1931 – 1932 (34)
Nicolás Terreros López (Nicolás López)115
Álvaro Díaz (Rubén Soria, Cervantes Rubén)
Vicente Guerra (Manuel Ornelas)
Alberto Lumbreras Narváez (José La Torre, Dionisio Narváez)
León Torres (José Flores)
(Apolinario Jiménez)
1934 – 1935
Manuel Aguilar (Alberto Zaragoza)
(José Tejeda)
112 RGASPI. 531 – 1 – 31, 39, 40, 106, 107, 186.
113 No sabemos si los enviados en este año pasaron o no algún tiempo en la EIL ya que no figuran en ningún documento interno de la escuela. Jeifets indica que el último curso de los latinoamericanos fue formado en
1936 y era un grupo mas grande de todos los años. – Jeifets L., Jeifets V. La escuela de cuadros sin cuadros.
P. 96.
114 Era cubano. Jefets L., Jefets V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario
Biográfico. P. 30.
115 Era peruano. Jefets L., Jefets V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico. P. 598.
244
(Alfonso Mora)
(Chaca Fulini)
Mario David Serrano Andonegui (Antonio Moreno)
Jorge Fernández Anaya (Eduardo Ramos)
1935 – 1937 (38)
Evelio Vadillo Gutiérrez (Pedro Arapos) arrestado en abril de 1936
Ambrosio Gonzáles (José Treviño)
Fernando Granados Cortes (Bruno Aragón)
Doroteo Fernández Flores (Jorge Maycot)
Pedro Resendiz Martínez (Alejandro Hernández)
Argentina
1926 – 1928 (29)
Antonio Kantor (Juan Blanco)
Solomon Elguer (Jorge Vidal)
Jorge Paz (Arlando Ruiz) – enviado a la “producción”
Alfredo Quevedo (Roberto Juárez) – enviado al Profintern 1931
1931 – 1932 (33)
Julio Gada (Antonio Ramírez)
Octavio Encinas (Marco Gutiérrez)
Amadeo Rossi (Teodoro Pacheco)
Miguel Pérez Morales (Ricardo Medina)
1934 – 1935
Antonio Rufino Gómez (Juan Carrasco)
Adolfo Voronovitsky (Francisco Osorio)
Gerónimo Arnedo Álvarez (Juan Ceballos)
Bartolo Maroni (Pascual Tuñoz)
Brasil
1927 – 1930 (31)
Eitor Fereira Lima (Mario Silva)
José Lago (Antonio Gonzales) – oyente libre
Grigorio Berezin (Grigory Grishin) – en Profintern desde mayo de 1931
Gary Schechter (Arturo Rocha)
1931 – 1932 (33)
Alan Tellez da Cunha (Herculano Odim)
Alfredo Prudencio dos Santos (Marcos Vidas)
Sebastiao Ferrera (Caramuro Rossi)
Carlos Augusto da Silva (Nicrinton Lunin)
1932 – 1933
Valduvino Loureiro (Marques)
1933 – 1935
245
(José Mendoza)
José María de Souza (Felicio)
Jaime Ferreira (Arnoldo Suarez)
1936
(Marques)
Venezuela
1927 – 1930
Carmen Fortoul Briseño (Luisa Cáceres)
1931 – 1932
Eduardo Machado Morales (Roberto Peralta)
1936
Manuel Simosa (José Ramírez)
Fernando Key Sánchez (Santiago Hernández)
Escobar Felipe (Juan Ribas, Miguel Buria)
Colombia
1927 – 1930 (31)
Guillermo Hernández Rodríguez (Alberto Guillen)
Diego Mejía (Roberto Rodríguez) – acusado de traidor
1929 – 1933 (34)
Ignacio Torres Giraldo (Paul Cano)
Melquisidek Galindo (Rafael Melco)
1933 – 1934
Víctor Julio Merchan (Enrique Andrade)
Absalón Mazuera Peña (Jesús Chato)
José Gonzalo Sánchez (Antonio Masías)
1936
Ernesto Camargo Martín (Pedro García)
Jorge Aragón (Cipriano Hernández)
Sixto Ospina (Rodolfo Sáenz)
Costa Rica
1936
Rodolfo Guzmán Rodríguez (Jorge Jiménez)
Cuba
1931 – 1933 (34)
Ramón González Nicolau (Justo Ríos)
Felix Bezzoni Mondoza (Antonio Leira)
Jaime Novomodne (Alberto Herrera)
Aggeo Suarez Pérez (Simón Alvarez)
246
Sandalio Junco116 (Sarnino Hernández) – enviado a Profintern en abril de 1931 г.117
1933 – 1936
Pinjos Meshkop (Ramón Cristóbal)
1936
Manuel Luzardo García (Luis Roy)
José Celestino Fernández Suarez (Ignacio Agramonte)
Remigio Ruben Calderio Antuñez (Juan Acosta)
Antolín Dickinson Abreu (Pedro Martín)
Felipe Azcuy Miranda (Severo Soto)
Marcelino Hernández (Sebastián Martínez)
Perú
1931 – 1933
Bernardo Salas (Bernardo Valencio)
Adalberto Cuadros (Carlos Oviedo)
El Salvador
1932 – 1933
Aquilino Salinas Martínez (Román Cortes)
Centeno José (Carlos Gamarra, Jacinto Ramírez)
Panamá
1932 – 1934
Vicente Castillo Sánchez (Justo Vinzetti)
1936
Pedro Quintero
Puerto Rico
1936
Juan Santos Rivera (Emilio Cuervo)
Uruguay
1927 – 1930 (31)
Carlos Imaz (Kolor Loris)
Gilberto Chiappapetra (Luis Aguilar) – murió en la escuela
1931 – 1933
Antonio Pereira (Pedro Leonardi)
(Iván Soto)
Octavio Héctor (Pedro Correa)
1937
Lirio Rodríguez
Recibido: 9 marzo 2016 Aceptado: 23 mayo 2016

116 Era cubano. Jefets L., Jefets V. América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario
Biográfico. P. 30.
117 También figura en la lista de los mexicanos.
247
Bibliografia
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Authoritarian rule, the implosion of class understanding, and other loose ends

Authoritarian rule, the implosion of class understanding, and other loose ends

June 13, 2017

1. I have come to realize that the rule of law should never be taken in a cavalier way. It isn’t simply a superstructural phenomenon that obediently dances to the tune of the economic base and assiduously follows the dictates of the dominant class in a social structure. Nor by the same token does it enjoy full autonomy from the economic and class relations that shape society.

The rule of law is, instead, a contested terrain. On the one hand, it can, and usually does, sanction awful practices. Evidence of this reality abounds in our country’s history as well as the histories of other countries, capitalist and socialist alike. But, on the other hand, it can protect individuals and people from arbitrary power from above as well as expand and deepen the formal and real boundaries of freedom. Both sides of this phenomenon should figure into our thinking and practice.

2. The testimony last week by former FBI Director James Comey was a dramatic and chilling piece of evidence that Trump and gang are a clear and present danger to the rule of law and the institutional structures of our democracy. It is easy at such moments of high drama to either become an onlooker parsing every twist and turn in Washington politics or to consider all of it a distraction from current battles on the streets — over income inequality and wage stagnation, immigrant roundups and deportations, health care legislation, racist police brutality, and the like.

But we have to resist this temptation. The battle to defend democracy and its institutional structures against an authoritarian president is of overarching importance. It doesn’t eclipse other democratic and class struggles, but, by the same token, how it is settled will either expand or narrow down the parameters that will frame them. Imagine, for example, if Trump were able at his whim to replace sitting judges. Or delay elections. Or declare Washington a protest free zone. Or revoke voting rights for whole sections of people. Or suspend investigations of White House wrongdoing, as he attempted to do in his meeting with Comey.

Thus, Trump’s attack on democratic governance isn’t an issue for Washington insiders alone. It bites us all. And it requires no less than an aroused and massive movement to resist any efforts – even the smallest — to hollow out our democracy and its institutional structures.

3. Movements in an authoritarian direction are far easier to resist and reverse in their early stages than later on when they gather steam and momentum, sometimes as a result of an invented crisis or sudden shock. Our job, therefore, is to keep Trump and his motley crew on the defensive, while being prepared at the same time to respond quickly and demonstrably to any power grab by them. And, hopefully, the support of people in high places, the corridors of power, and the mass media will do likewise.

4. Comey is against Trump, and I’m happy about that. While Comey is a member of the “deep state,” as I’m frequently reminded by commentators of the right as well as the left, he is also a patriot, as he understands that term, and a defender of bourgeois democratic governance and institutions. Both put him at loggerheads with Trump and his authoritarian brand of politics. Sometimes we forget that politics is messy and full of contradictions – a place of peculiar and impermanent bedfellows who find common cause, even if they don’t share the same motivations and aims. An opponent one day can become a friend the next.

In fact, during periods of progressive advance in the 20th century, social movements utilized such contradictions and temporary alliances to good effect. If we are smart, we will do much the same in these perilous times.

4. A recent article in the Washington Post returned to the much discussed subject of the makeup of Trump’s voters. The authors in their analysis stitch together statistical evidence to make the case that the majority of Trump supporters in last year’s primary and general election were other than working class.

“In short,” they write, “the narrative that attributes Trump’s victory to a ‘coalition of mostly blue-collar white and working-class voters’ just doesn’t square with the 2016 election data. According to the election study, white non-Hispanic voters without college degrees making below the median household income made up only 25 percent of Trump voters. That’s a far cry from the working-class-fueled victory many journalists have imagined.”

What I found interesting here is that even if their analysis is spot on, (and one could quarrel with their methodology), what goes unaddressed is the qualitative dimension of white workers’ voting decisions, that is, what accounts for the fact that a substantial section of white workers across income and education lines cast their ballot for Trump?

Not since the arch-segregationist George Wallace ran in the Democratic presidential primary in 1968 has a presidential candidate – now president – been so outspokenly, brazenly, and defiantly racist, misogynist, and anti-immigrant. So much so that to suggest that Trump’s message of in your face, unfiltered hate didn’t figure into the voting calculus of white workers who supported Trump bends credulity.

Some of these voters, I’m sure, agreed with every word that Trump uttered; others only with some of the hateful notes that he struck in his speeches; and still others, while not signing on to Trump’s vile message of hate, liked what he said on other matters. What stands out here isn’t a class in revolt, but an implosion of class understanding and retreat into white, nativist, masculinist identity and thinking. Even among the group who were motivated to vote for Trump for reasons other than his rhetoric of hate and division, they were still objectively throwing significant numbers of their class brothers and sisters under the bus.

In doing so, they, along with the other white workers who hitched themselves to Trump, violated an elementary maxim of the labor movement: An Injury to One is an Injury to All.

Or to put it a little differently, if we understand that class consciousness isn’t some ill defined anger at “elites” in high places, but rather is a mode of thinking that at its center includes, among other things, a keen awareness of the organic interlocking of class and democratic struggles (against racism, sexism, nativism, homophobia, and more), one thing seems obvious: the class understanding of this group of white workers was nowhere to be found in their political and voting calculus. No supporter of labor should attempt to sugar coat this in the name of a specious partisanship.

Moreover, it is wrongheaded to argue that Hillary and the Democratic Party are singularly responsible for this turn of events. Such a posture is of little help, eliding as it does such things as the rise of the right and its reshaping of public discourse in a backward direction, the atomizing and disaggregating role at the mass level of neoliberal financialization and globalization, and the decline of working class collectivities — robust democratically driven unions in the first place.

Nor does such an analysis factor in the impact of relative advantage of white, male, and U.S. born workers in the workplace and society over workers of color, women workers, and immigrants, the intractability of segregation — especially in housing and education, the backlash to the breaking of long standing racial, gender, and sexual barriers, and the migration of workers and their families from the Global South in search of a livelihood to the core countries of capitalism.

Finally, consideration has to be given to the long term marginalization — partly self-imposed — of the left since the 1970s.

I would add that any hope of escaping the nightmare of Trump’s presidency and resuming the forward march of the working class and progressive movement will turn in no small measure on squarely facing the reality of the rise of retrogressive thinking among too many white workers and the confluence of factors that explain it.

5. The latest terrorist attack in London should be a reminder that the broad democratic and progressive movement (from Democrats to the radical left) can’t yield the issue of terrorism and its interpretation to Trump and the right in general. It must offer its own analysis and practical solutions. To cede this ground to the far right, who have turned the exploitation of senseless human tragedy and people’s understandable fears into an art form to promote their backward, inhumane agenda, would be a huge mistake. Terrorism isn’t likely to go away soon.

6. Left-center unity is a key strategic concept of STRUGGLE. It isn’t a final destination or a resting point. To the contrary, it is a dynamic vehicle to turn broad popular and working class unity from a wish into reality.

7. I have said before that fascism isn’t around the corner. In fact, the journey down that path isn’t easy, smooth, or inevitable. A lot of ducks have to be in a row at the level of the state and society. And it carries great risks and consequences. But this hasn’t stopped loose talk about the fascist (or neo-fascist) danger being imminent. This wouldn’t bother me too much were it not for the fact that it removes from the public conversation what is a more likely, that is, a push toward some intermediate position between where we are now and full-blown fascist government. It is this danger and the ways to prevent it that should preoccupy us.

Megafusiones agrícolas: quién decidirá lo que comemos

Megafusiones agrícolas: quién decidirá lo que comemos
Silvia Ribeiro

ALAI AMLATINA, 13/06/2017.- Definitivamente, el futuro de la alimentación no es lo que era. Al menos en lo que agricultura industrial se refiere. Monsanto, el villano más conocido de la agricultura transgénica, podría pronto desaparecer del escenario con ese nombre, si se autoriza su compra por parte de Bayer –aunque sus intenciones serán las mismas.

Las fusiones Syngenta-ChemChina y DuPont-Dow siguen también bajo escrutinio de las autoridades anti-monopolio en muchos países. Si se concretan, las tres empresas resultantes controlarán 60 por ciento del mercado mundial de semillas comerciales (incluyendo casi 100 por ciento de semillas transgénicas) y 71 por ciento de los agrotóxicos a nivel global, niveles de concentración que superan ampliamente las reglas antimonopolio de cualquier país.
Estas megafusiones tendrán muchas repercusiones negativas a corto plazo: aumento notable de precios de insumos agrícolas, más disminución de innovación y de variedades a disposición del mercado, mayores limitaciones al fitomejoramiento público y aumento de agrotóxicos en los campos –y por tanto en alimentos- para poder seguir vendiendo semillas transgénicas, aunque hayan provocado resistencia en decenas de plantas invasoras y haya que subir dosis y agregar mezclas con agroquímicos aún más tóxicos. Para esas empresas, su mayor negocio es vender veneno, o sea que si no se lo impiden, este será el curso de acción.

Las fusiones tendrán también fuertes impactos sobre las economías campesinas y de agricultores familiares, aunque estos en su mayoría usan sus propias semillas y pocos o ningún insumo químico, porque el poder de presión de estas megaempresas frente a gobiernos e instancias internacionales aumentará con su tamaño y por monopolizar los primeros eslabones de la cadena agroalimentaria. Aumentarán la presión para obtener leyes de propiedad intelectual más restrictivas; para restringir o ilegalizar los intercambios de semillas entre campesinos –por ejemplo con normas “fitosanitarias” y obligación de usar semillas registradas–; para que los programas para el campo y los créditos agrícolas sean condicionados al uso de sus insumos y semillas patentadas; para que los gastos en infraestructura y otras políticas agrícolas beneficien a la agricultura industrial y desplacen a los campesinos.
Como si no fuera suficiente, hay otros factores muy preocupantes. La ronda de fusiones no finalizará con esos movimientos, sino que apenas empieza. Lo que está en juego a mediano plazo es quién controlará los 400,000 millones de dólares (mdd) de todos los insumos agrícolas. Actualmente, el valor conjunto del mercado comercial global de semillas y agrotóxicos es de 97,000 mdd. El resto, tres veces mayor, está controlado por empresas de maquinaria y fertilizantes, que también se están consolidando. Las cuatro empresas de maquinaria más grandes (John Deere, CNH, AGCO, Kubota) ya controlan el 54 por ciento de ese sector.
El sector maquinaria ya no son simples tractores: han adquirido un alto grado de automatización, integrando GPS y sensores agrícolas a sus máquinas, drones para riego y fumigación, tractores no tripulados, así como un acúmulo masivo de datos satelitales sobre suelos y clima. A su vez, Monsanto y compañía, las seis grandes “gigantes genéticas”, también se han digitalizado y controlan una enorme base de datos genómicos de cultivos, microorganismos y plantas de agro-ecosistemas, además de otras bases de datos relacionados.
Ya existen entre ambos sectores contratos de colaboración y hasta empresas compartidas para la venta de datos climáticos y seguros agrícolas. Monsanto, por ejemplo, adquirió en 2012 la empresa Precision Planting, de instrumentos y sistemas de monitoreo para “agricultura de precisión”, desde siembra a riego y administración de agroquímicos.
En 2013, compró The Climate Corporation, para registro y venta de datos climáticos. John Deere acordó posteriormente comprar Precision Planting a Monsanto, pero las oficinas antimonopolio de Estados Unidos y luego Brasil, objetaron la compra, por considerar que John Deere pasaría a controlar un porcentaje monopólico del sector. Aunque finalmente la venta se canceló en 2017, es una muestra de la tendencia. Existen varias otras empresas de base digital-instrumental (Precision Hawk, Raven, Sentera, Agribotix) compartidas o en colaboración entre las transnacionales de maquinaria agrícola con las de semillas-agrotóxicos. Ver al respecto el documento “Software contra Hardware” del grupo ETC (http://tinyurl.com/y9dnpano).

Todo indica que las grandes empresas de maquinaria se moverán para comprar a los gigantes genéticos, luego de finalizada la primera ronda de fusiones. Esta segunda ronda tiene el objetivo de imponer una agricultura altamente automatizada, con muy pocos trabajadores, que ofrecerá a los agricultores un paquete que no podrán rechazar: desde qué semillas, insumos, maquinaria, datos genómicos y climáticos hasta qué seguros tendrá que comprar, además de que buscarán que se condicionen los créditos agrícolas a la adquisición de este nuevo paquete, así como ahora ya se hace con semillas y agroquímicos.
Es fundamental entender y denunciar los impactos de las megafusiones desde ya. Muchas organizaciones se han movilizado para protestar en Estados Unidos, Europa, China, y varios países de África y América Latina, incluso ante las oficinas anti-monopolio, lo que al menos ha retrasado su aprobación. De fondo se trata de impedir que los agronegocios se apropien de todo el campo y la alimentación, también una forma de proteger la producción campesina y agroecológica, la única forma para poder comer sano y para la soberanía alimentaria.