Lenguas indìgenas de Chile

LENGUAS INDÍGENAS DE CHILE
Adalberto Salas *
Introducción:
1.1 Las lenguas indoamericanas chilenas. Presente y pasado.
1.2 El Pascuence, un vernáculo chileno no indoamericano.
1.3 La lingüística indígena de Chile.
1.4 Una visión panorámica de las lenguas indígenas chilenas.

1.1 LAS LENGUAS INDOAMERICANAS CHILENAS PRESENTE Y PASADO

Dentro del territorio de Chile continental existen hoy tres grupos indígenas, descendientes directos de los habitantes prehispánicos de América. Son los aymaras, los mapuches o araucanos y los alacalufes o kawésqar. Las otras poblaciones autóctonas que residieron en el suelo americano que hoy es Chile, no pudieron sobrevivir como entidades lingüísticas y socio-culturalmente diferenciadas, ante el absorbente modo de vida europeo-occidental. El proceso de extinción de los grupos aborígenes se prolongó hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando desaparecieron los atacameños del Gran Salar de Atacama, los onas o selk’nam de Tierra del Fuego, y los yámanas o yaganes de los canales australes.
En la zona norte del país, al interior de Antofagasta, vivieron los atacameños, agrupados en pequeños caseríos de barro, madera de quisco y piedra volcánica, situados en los oasis, quebradas y valles regados, donde cultivaban sus huertos y chacras y criaban su ganado. Su lengua es conocida en la literatura especializada con los nombres de atacameña, kunza, likanantai y (u)lipe. A la llegada del conquistador, la población atacameña estaba reducida a las áreas periféricas, a lo largo del borde oriental del Gran Salar de Atacama, adonde había sido empujada por la llegada a su territorio de pueblos invasores. La pequeña y disgregada sociedad atacameña no pudo resistir el impacto e inició su proceso de extinción, el que concluyó a mediados del siglo XX.
En la fecha de su extinción como minoría lingüística, los atacameños estaban concentrados en los pueblos que bordean el Gran Salar de Atacama, entre otros: Caspana, San Pedro de Atacama, Toconao, Peine y Socaire. Los habitantes actuales hablan castellano, pero mantienen la tecnología agraria tradicional
especialmente en lo que respecta a la manipulación del agua-, el estilo de vida agrario-pastoril, y algunas prácticas ceremoniales relevantes. Entre éstas es muy prominente la ceremonia de limpiado de acequias, llamada talátur. Entre los componentes verbales de esta ceremonia figuran canciones en kunza junto a fórmulas de salutación y brindis en castellano. En la década del cincuenta la lengua kunza ya no se usaba en absoluto como lengua de comunicación, de modo que el texto de las canciones de talátur era simplemente “ejecutado” de memoria. En otras palabras, el kunza había pasado a funcionar solamente como una lengua ritual, algo así como el latín en la liturgia católica anterior al Concilio Vaticano II.
El kunza alcanzó a ser descrito en gramáticas y vocabularios preparados por los grandes polígrafos chilenos del siglo pasado: San Román 1890, Echeverría y Reyes 1890, Vaisse et al. 1895 y Schuller 1908.
Al sur del territorio atacameño, en los valles regados del Norte Chico, vivieron los diaguitas. Tal como los atacameños, eran agricultores y pastores, asentados en pequeñas aldeas, aisladas unas de otras, sin una estructuración social superior a los pequeños grupos locales.
Diversos factores históricos desencadenados por la llegada del conquistador español, fueron determinantes de la desaparición total de la etnia diaguita. Hacia 1600 los diaguitas chilenos estaban totalmente extinguidos. De su lengua sólo quedaron rastros en la toponimia del área.
Al otro extremo del país, en las estepas y bosques de la Isla Grande de Tierra del Fuego, vivieron los onas o selk’nam. Estos eran cazadores nómadas. Organizados en pequeños grupos familiares, recorrían a pie grandes extensiones de territorio dedicados a la caza de mamíferos y aves.
Al parecer nunca fueron los onas un grupo numeroso (unos 4.000 individuos a mediados del siglo pasado; V. Clairis 1985: 16, nota), y rápidamente desaparecieron durante el proceso de colonización moderna de las tierras australes. Para todos los efectos prácticos, el ona es hoy una lengua extinguida.
En el confín sur de América, en los archipiélagos que van desde la península de Brecknock hasta el Canal de Beagle, vivió el grupo humano más austral del mundo: los nómadas canoeros conocidos en la literatura antropológica como yámanas o yaganes. De una población, calculada para el siglo pasado, en unos 3.000 individuos (y. Clairis 1985: 16, nota), sobreviven hoy solamente tres mujeres, radicadas en Ukika, una pequeña aldea situada, en las cercanías de Puerto Williams, en Isla Navarino. Por haber pasado ya la edad reproductora, por su matrimonio con colonizadores hispanohablantes, por haber criado a sus hijos y nietos como hispanohablantes, estas mujeres son claramente hablantes terminales de la lengua yámana.
Entre 1919 y 1924, el misionero austriaco Martín Gusinde, de la Congregación del Verbo Divino, realizó cuatro expediciones a Tierra del Fuego. Reunió sus observaciones sobre la lengua y la cultura de los indígenas australes los onas o selk’nam, los yámanas o yaganes y los alacalufes o kawésqar en una monumental obra en tres volúmenes (Gusinde 1931, 1937, 1974), hoy un clásico de la lingüística y antropología fueguinas.

1.2 EL PASCUENSE, UN VERNÁCULO CHILENO NO INDOAMERICANO

A las tres lenguas vernáculas indoamericanas conservadas hasta hoy -aymara, mapuche, alacalufe hay que añadir el pascuense o (vaná a) rapa nui, incorporado al paisaje lingüístico chileno en 1888, cuando Policarpo Toro tomó formalmente posesión de isla de Pascua a nombre del gobierno chileno.

1.3 LA LINGÜÍSTICA INDÍGENA EN CHILE

En Chile el interés académico universitario por el estudio de las lenguas vernáculas autóctonas, es relativamente reciente. De hecho, fue en 1964 que apareció el primer estudio de una lengua indoamericana chilena preparado con la metodología de la lingüística descriptiva moderna. Es la descripción fonológica del mapuche preparada por Max Sergio Echeverría Weasson, 1964. En 1973 apareció la primera descripción fonológica del pascuense (Salas), en 1976 la del aymara chileno (Clair-Vasiliadis) y en 1982 la del alacalufe (Aguilera 1982 y 1983). Desde entonces hasta ahora estas lenguas están siendo objeto de intensivos proyectos de investigación en las diversas universidades chilenas.
Al momento del desarrollo en Chile de la lingüística descriptiva, el kunza del Salar de Atacama y las lenguas fueguinas, con excepción del alacalufe, se encontraban en las etapas finales de su proceso de extinción. La situación fue mejor en Argentina, donde el ona o selk’nam alcanzó a ser descrito por Najlis en 1973, 1975 y el yámana o yagán por Golbert 1977, 1978. La fonología de la variedad chilena del yagán está descrita en Guerra 1989 y 1992; en Salas y Valencia 1990 viene una descripción de la pronunciación yagán, complementada con una lista léxica.

1.4 UNA VISION PANORAMICA DE LAS LENGUAS INDÍGENAS CHILENAS

En las páginas que siguen se presenta un bosquejo de cada una de las lenguas vernáculas habladas hoy en Chile. Cada bosquejo incluye información sobre la situación del bilingüismo vernáculo castellano, clasificación tipológica y filiación genética de la lengua, pronunciación y características morfosintácticas más prominentes. A modo de ilustración se ha incorporado, para cada lengua, una pequeña lista léxica. En el texto y en las notas viene una información bibliográfica destinada a servir de orientación al lector interesado en profundizar alguno de los aspectos presentados.

Información sobre la distribución territorial de las minorías que hablan estas lenguas, estimación de su masa poblacional, características ecológicas de las áreas que ocupan, subdivisión en parcialidades étnicas, etc., se encuentra en Dannemann y Valencia 1989, única obra de conjunto de orientación etnográfica y lingüística sobre los grupos autóctonos de Chile.

El universo religioso de los lencas

EL UNIVERSO RELIGIOSO DE LOS LENCAS

El Universo religioso de los campesinos de tradición lenca es el fruto del traslape-asimilación del catolicismo español colonial y las creencias prehispánicas. Los rasgos básicos del universo religioso mesoamericano, lo que confirma la tesis de la filiación mesoamericana de los lencas, cuyos rasgos básicos característicos son:

a. Visión animista de la realidad.

b. Estructuración jerárquica de las entidades espirituales.

c. Realización de oraciones complejas, de ritos de ofrenda, pago, enmienda, etc.

d. Nahualismo.

e. Shamanismo muy reducido.

Para los lencas, la religión es el cuerpo totalizador de su cultura.

El culto, de las Varas o “Majestades” son el símbolo fundamental de su unidad. Las personas que poseen cargos, constituyen el cuerpo de autoridad que se extiende a todo el municipio. Dicha autoridad es política y cultural, por lo que la vida de la comunidad descansa en estos cargos; los responsables organizan las fiestas religiosas (celebración del Guancasco, la compostura del maíz común, colectas de limosnas), velan por los títulos de tierras y, en general, por la vigencia y el respeto de la tradición. El Guancasco representó una fiesta de encuentro entre dos pueblos dispuestos a realizar un pacto de paz. Ahora es el encuentro de dos pueblos, uno recibe al otro en el marco de la fiestas patronal. Llegado el día de la visita, salen las autoridades religiosas caminando y llevando a cuestas la imagen de su Santo Patrón, acompañados con músicos que tocan el tambos y la flauta, quienes también llevan una bandera. Uno de los músicos marcha disfrazado con una máscara de madera llamada grancejo. Avanzan ejecutando música y el pueblo huésped recibe a los invitados. Al llegar al pueblo. se dirigen a la iglesia, donde saludan a la imagen festejada y luego los invitados ubican su propia imagen que, permanece en el local durante los días de festejo.

ELEMENTOS DEL UNIVERSOTICO DE LOS LENCAS

En los siguientes relatos se pueden apreciar directa o indirectamente. Los elementos constitutivos de su cosmovisión.

Origen de plantas y animales:

El cacalote como descubridor del maíz. Cacalote es un ave parecida al zopilote. Tiene la costumbre de sustraer mazorcas de maíz de los bultos cuando se está cosechando y se las lleva para las cuevas, cuando el maíz escasea, las saca para comer.

El cusuco y el tacuacín. Como descubridores de las nubes. El cusuco y el tacuacín, cuando estaban escarbando, se encontraron por casualidad con las nubes encerradas en unas tinajas de barro y, cuando las quebraron, liberaron a los nubes y se apropiaron de ellas, pero, al darse cuenta los ángeles de este acontecimiento, los capturaron y se las quitaron.

Los ángeles. Los ángeles constituyen un complejo de divinidades, que tienen asignadas diferentes funciones, como son: traer la lluvia, los vientos, la fertilidad de la tierra, los males etc. Manifiestan su presencia a los humanos a través de rayos (ángeles); cuando caen sobre algún árbol, los habientes próximos a propietarios del predio deben practicar una ceremonia de compostura con el fin de reconciliar las relaciones con estos seres sobrenaturales.

Los ritos y los relatos con implicaciones míticas relacionadas con ángeles condicionan la vida concreta y la vida espiritual de los indígenas lencas más tradicionales y conservadores de su cultura, aún participando activamente en los movimientos evangelizadores oficiales, sobre todo, los promovidos por la Iglesia Católica. El sentido y función de estos elementos sobrenaturales son mejor comprendidos por ellos y, además, están estrechamente ligados a su vida cotidiana concreta. Estos seres sobrenaturales son capaces de provocar verdaderas catástrofes personales, familiares y comunitarias, por lo que para aplacar su ira es necesario realizar complejos rituales en su honor.

Las chalchiguas. Estas son unas piedras verdes, talladas (jadeitas), que producían suerte. Los indios las guardaban en unas calabazas, pero cuando vinieron los españoles la gente comenzó a creer en Santiago (se hicieron católicos) y las chalchiguas dejaron de producir suerte. Viendo esto, los indígenas las enterraron bien profundo y van a salir hasta que la gente deje de creer en Santiago (dejen el catolicismo).

Los naguales o espíritus protectores constituyen un complejo de relaciones establecidas entre el hombre y los animales protectores. Cada individuo nace con un nagual predestinado y su vida está íntimamente relacionada con la del animal que es su nagual. Sus ciclos de vida y muerte están concatenados de tal manera que, si sucede algo al nagual, los efectos también se hacen sentir en la persona cuyo nagual ha sido afectado por alguna enfermedad, herido o golpeado. Para el caso, cuando una persona está enferma se dice que su nagual está débil.

El nagual se puede conocer a través de diferentes acontecimientos, como características o síntomas en las personas que identifiquen semejanzas con algún animal.

LA LENGUA

Se extinguió en las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del presente. Pueden encontrarse aún algunos ancianos que recuerdan palabras lencas que oyeron de sus padres o abuelos, pero el idioma vivo ha dejado de hablarse; aunque existe la posibilidad remotísima de que algunos ancianos hablen la lengua, muestran gran celo para revelarlo. La población en general ya no muestra ni evidencias de la posibilidad de rescatar una lengua estructurada. Los lencas de la región hablan el español como lengua materna, aunque su manera de expresarse revela resabios del idioma perdido en la sintaxis, en la entonación y en el léxico. así como muchos mexicanismos, especialmente palabras nahuas. Además, su forma de hablar es rica en arcaísmos castellanos.

Peregrinaciones y Hierofanías en Mesoamérica Antigua y Contemporánea

En la cosmovisión mesoamericana los elementos naturales como las cuevas, las rocas aisladas, los farallones rocosos, las montañas y las corrientes de agua conforman el paisaje ritual. Estos elementos son vistos como seres animados; son morada de poderosas deidades y espíritus; se identifican con actos de héroes culturales o ancestros y delimitan los dominios territoriales de entidades grupales (Towsend 1992). Los santuarios erigidos en o alrededor de éstos, son lugares de reverencia que han llegado a convertirse en importantes centros de peregrinación.
La peregrinación involucra aspectos económicos, sociales, políticos, artísticos, geográficos y religiosos. En esta exposición se dará mayor peso a la correlación que existe entre los dos últimos aspectos. La peregrinación es un fenómeno universal. Implica separarse de la localidad donde se reside, alejarse de la vida cotidiana, para viajar a un lugar determinado donde se llevarán a cabo actos religiosos. El lugar de destino final es considerado sagrado en virtud de una hierofanía.
Hierofanía es una revelación de lo sagrado (Eliade 1971). Es un evento histórico que muestra la actitud del ser humano ante tal revelación y cómo la elabora en su mundo mental. En algunos casos la manifestación tiene un carácter local, pero en otros su magnitud llega a ser universal. Una hierofanía puede “operar” dentro de un determinado tiempo y lugar, hasta que es reemplazada por otra que resulte más satisfactoria o perfecta. Así, una hierofanía tiene una trayectoria histórica, ya que en el camino se le van quitando o añadiendo elementos. Una hierofanía puede tener múltiples significados “es vivida e interpretada diferencialmente, tanto por la elite religiosa (oficiantes) como por el resto de la comunidad” que la produjo o que participa de ella (Eliade 1971:7).
Un elemento en el paisaje, sea una roca, una cueva o un cerro, al “descubrirse” como una manifestación de lo sagrado, es separado de lo ordinario y transformado en un lugar sagrado, cargado de mitos y símbolos. Como lugar sagrado es el centro del mundo, un axis mundi, donde se une el cielo y la tierra (Eliade 1971: 367 y 375).
El primer estudio sobre peregrinaciones en Mesoamérica antigua fue hecho por Martínez Marín (1972). Posteriormente Kubler (1985) retomó la descripción preliminar de Martínez Marín e incorporó elementos de la teoría turneriana para explicar algunos aspectos de la evidencia etnohistórica y arqueológica. En Centro América contemporánea, Straub (1985 y 1992) y Chapman (1986) han abordado estos temas.
En general, los antiguos santuarios mesoamericanos no eran foco de prácticas religiosas individuales, como lo han sido las peregrinaciones a santuarios cristianos, musulmanes, budistas o greco-romanos, donde los peregrinos acuden a la divinidad en procura de favores personales. Aunque las motivaciones para peregrinar son individuales están insertas en una tradición colectiva. Los santuarios mesoamericanos eran centros de concentración masiva para propiciar intereses colectivos, sobre todo el mantenimiento del orden cósmico (Martínez Marín 1972; Kubler 1985). Fueron mayormente dedicados a las deidades del agua y a los dioses patronales de grupos étnicos (Martínez Marín 1972; Berlo 1984). Algunos santuarios gozaron de un notorio prestigio en el universo mesoamericano y se transformaron en lugares sagrados para muchos pueblos de diversos orígenes étnicos, debido a los atributos especiales de las deidades veneradas en ellos, o debido a su particular localización y al papel que jugaron en el desarrollo histórico de las comunidades. Casos excepcionales son las peregrinaciones a los santuarios de Cozumel e Iztamal, en Yucatán, el primero dedicado a la diosa Ix-Chel y el segundo a Itzamat-ul. Eran oráculos. Un sacerdote, intermediario entre el peregrino y el “dios hablante”, consultaba la voluntad divina y daba respuestas a las peticiones para devolver la salud o la vida a los muertos.
Las sociedades mesoamericanas eran fundamentalmente agrícolas. El agua era el elemento vital para el crecimiento de las plantas, de ahí su enorme importancia y motivo de preocupación constante en la religión mesoamericana. El simbolismo relacionado con las deidades del agua se remonta al periodo Preclásico, con los olmecas. El agua más sagrada era la que fluía de las entrañas de la tierra y emergía en corrientes o en cuevas (Berlo 1984:174). Las aguas originadas en el subsuelo provenían del útero de una deidad femenina. Las ofrendas depositadas en las aguas simbolizaban la fertilización del microcosmos interior y su propósito era mantener la armonía.
Otros dos elementos naturales sobresalientes en la cosmovisión mesoamericana son las cuevas y las montañas; aunque usualmente convergen en la topografía, son morfológicamente diferentes y contenían un simbolismo complementario y entrelazado. Las cuevas eran la entrada al útero de la tierra. El agua de las cuevas era considerada impoluta, propia para los ritos de renovación e iniciación. Las cuevas guardaban en su interior el sustento: plantas, flores y semillas, pero también otros bienes como piedras preciosas (Heyden 1991). Los espíritus de los antepasados habitaban en las cuevas; en ellas se realizaban las peticiones de aguas de lluvia. Se consideraba que las montañas alojaban en su interior las aguas subterráneas. Las montañas se ligaban a la lluvia porque sus picos tocaban las nubes cargadas de agua. Las aguas del cielo se asociaban con una deidad masculina. Así, las pirámides eran “cerros hechizos” que emulaban a las montañas naturales; eran el lugar de origen de los ancestros y la casa donde moraban sus espíritus. Las montañas y cuevas, al igual que los ojos de agua, conectaban entonces el mundo subterráneo con el cielo.
Estos lugares sagrados, espacios de reverencia para las potencias que controlaban el orden cósmico, eran visitados por los peregrinos (de diferentes estratos sociales: masas populares, sacerdotes, comerciantes, guerreros y nobles) en fechas establecidas por el calendario ritual, estrechamente vinculado al ciclo agrícola.
El estudio seminal de Turner y Turner (1978) sobre la peregrinación cristiana, establece una taxonomía aplicable a todas las peregrinaciones de las religiones históricas. Dos de las categorías de peregrinaciones son relevantes para la revisión que aquí presento. La peregrinación “prototípica” que se deriva de un personaje histórico considerado su fundador. Este es el caso del cristianismo con Jesucristo, el islamismo con Mahoma y el budismo con Siddharta Gautama. En Mesoamérica1 es el centro ceremonial de Cholula del periodo Postclásico (900 a 1524 d.C.), donde la hierofanía, la manifestación del hombre-dios Topiltzin-Quetzalcóatl hizo levantar un santuario en la misma localidad de la ciudad arquetípica, conceptualizada como el lugar ideal por excelencia2. Cholula fue durante siglos el santuario universal para muchos pueblos mesoamericanos. De acuerdo al fraile Las Casas, Cholula era la “madre general de la religión de toda la Nueva España (México), el mayor y más devoto santuario.” En la actualidad continúa siendo un importante centro de peregrinación regional, pero hoy se venera a la Virgen de Los Remedios.
La peregrinación “arcaica” es el resultado de un sincretismo religioso. En Mesoamérica un conjunto de creencias, prácticas, signos y otros elementos religiosos de origen prehispánico se amalgamaron con el catolicismo impuesto por la colonización española. Hay muchos ejemplos que encajan en esta categoría. En el cerro del Tepeyac, en la orilla norte del Lago de Texcoco, en la ciudad de México, se rendía culto a Tonantzin (nuestra Madre) o Teteoinan (Madre de los Dioses); culto que fue sustituido por el de la Virgen de Guadalupe3. La basílica de Guadalupe es actualmente el mayor santuario de México; su importancia es supranacional. El dios Oztotéotl residía en la cueva de Ocuilan, en el Valle de Toluca, centro de México, donde hoy es venerado el milagroso Señor Crucificado de Chalma, quien derrotó al dios de la cueva. En varios pueblos del antiguo señorío de Tlaxcala San Miguel arcángel, llamado “príncipe de la milicia celestial”, reemplazó a Camaxtli, el dios tutelar de los tlaxcaltecas, relacionado con la guerra y el sacrificio. En Tlaxcala sobresale el santuario regional de San Miguel del Milagro (Merlo 1976).
La veneración al Cristo Negro de Esquipulas4, en Guatemala, su veneración se originó durante La Colonia y suplantó al dios Ek Chua, deidad guerrera asociada al comercio. La actual devoción al Niño de Atocha, “el Zarquito” en el Lago de Amatitlán, Guatemala (Straub 1985, 1992) tiene antecedentes en el periodo Clásico (alrededor de 200 a 750 d. C.); cuando, bajo la influencia de la metrópoli Teotihuacán5, surgió como un importante centro de peregrinación. En el lago, morada de las deidades del agua, los peregrinos depositaban ofrendas (Berlo 1984); actualmente se arrojan flores. San Gaspar, patrón de Taulabé, en Comayagua, tenía su cofradía durante La Colonia. A mediados del siglo XX aún se observaba que, después de asistir a la misa en la ermita de La Misión los peregrinos lencas, procedentes de Guajiquiro e Intibucá, visitaban una cueva cercana, donde practicaban ritos. Esta cueva fue ocupada en la época prehispánica (Chapman 1986); lo que indica que algunos aspectos del ritual antiguo se fusionaron en la veneración a San Gaspar6.
Muchas de las peregrinaciones sincréticas adquieren el carácter penitencial de las peregrinaciones cristianas “medievales,” otra de las categorías taxonómicas turnerianas. En el mundo cristiano las peregrinaciones comenzaron desde los primeros siglos de la formación de la religión, con visitas a los lugares sacros de Jerusalén relacionados con la vida de Jesucristo, los apóstoles y la Virgen María. Después Roma, sede de la cristiandad, fue foco de peregrinaciones. En la época medieval prevalecieron las peregrinaciones a “Tierra Santa” y emergieron santuarios donde se venera a los santos, entre ellos el de Canterbury y el de Compostela; en época más reciente Lourdes y Fátima. Aunque las peregrinaciones tienen una naturaleza voluntaria a veces se vuelve obligatoria en cuanto a que se establecen compromisos entre el peregrino y la divinidad. Se va en peregrinación para pedir protección y suplicar favores, pero también a “pagar promesas” por favores ya concedidos.
Ciertas prácticas religiosas de las peregrinaciones mesoamericanas contemporáneas corresponden a una religiosidad popular (Shadow y Rodríguez 1990). La convergencia del catolicismo español popular y las creencias y símbolos de origen prehispánico ha dado lugar a un conjunto de creencias y rituales que son “una expresión propia de las clases y grupos subordinados… independiente de las instituciones eclesiásticas oficiales” (Garma 1987:16). La peregrinación es también “una de las expresiones de intercambio cultural que se establece entre tres instancias asimétricas: los grupos populares, las instituciones sociales y lo sobrenatural” (Shadow y Rodríguez 1990: 38); que equivalen a las tres unidades del análisis de Cámara Barbachano (1972: 555): los hombres, los mundos y los dioses.
Cabe señalar que la peregrinación es una experiencia liminal (Turner y Turner 1978). El viaje hacia el santuario implica un sacrificio; entraña riesgos e incertidumbres. De ahí el carácter penitencial de la peregrinación, a través de la cual se busca enmendar los pecados y desagraviar las ofensas cometidas contra la divinidad. La mortificación del viaje es un “pago” por el que se espera obtener protección y consolación cuando se necesite. Lo sagrado es visto como algo secreto y peligroso y por eso se construyen “gestos de acercamiento” que preparan al neófito y aun al experimentado (Eliade 1971) para entrar a esa dimensión. Los rituales a través de los cuales el peregrino novel se aproxima a lo sagrado le son generalmente enseñados por peregrinos veteranos. Sin embargo, en última instancia, el peregrino accede sin mediadores, a las potencias divinas. El se apropia, traspone y reinterpreta los mitos que envuelven al lugar sagrado.
El estar en un espacio sacralizado permite a los participantes un acceso directo a lo sobrenatural, sin importar las fronteras sociales, étnicas, políticas o geográficas, lleva a una convergencia que Sallnow (1987) llama “cosmología ecuménica”. Esto significa que grupos diferenciados se relacionan unos con otros a través de una simetría ritual.
El santuario es un factor temporalmente integrador que atenúa la estructura ordinaria—-los límites impuestos por la estructura social de la que proceden los peregrinos, de la que, aparentemente, se han desarraigado al viajar hacia el santuario—-, o genera una efímera “antiestructura” en favor de una asociación homogénea que Turner (1974) llama communitas. No obstante la peregrinación tiene un carácter dual y contradictorio7 (Shadow y Rodríguez 1990). La conducta ritual de los individuos y grupos participantes no es necesariamente uniforme, las identidades sociales permanecen. Cada grupo o individuo mantiene sus propias creencias y construye su propia realidad acerca del santuario. La peregrinación da lugar a una communitas pero permite a la vez que cada participante interprete las imágenes y símbolos de acuerdo a sus propios esquemas y necesidades.
Otro atributo que encierran los centros de peregrinación es que son concebidos como “arenas neutrales”. Esto es ejemplificado por Cholula, donde los sacerdotes a cargo del culto a Quetzalcóatl servían como árbitros en las disputas entre entidades políticas extranjeras. Los armisticios eran celebrados dentro de los confines de la ciudad sagrada. Aun enemigos del reino de Cholula podían ir en peregrinaje al santuario de Quetzalcoátl. Un ejemplo más cercano en el tiempo y espacio es el santuario de Esquipulas, el lugar de peregrinaje más renombrado en Centro América. Ha sido históricamente sede para resolver los conflictos entre las naciones centroamericanas (Kendall 1992).
Muchos lugares sagrados han evolucionado y se han transformado en importantes centros de actividad comercial. La sacralidad regula o permite las transacciones comerciales. Los santuarios garantizan inviolabilidad y seguridad8. Los procesos económicos llevados a cabo dentro de los límites del santuario son mediatizados por instituciones esencialmente no económicas, que abren espacios sociales, políticos y económicos fluidos. Por encima de todo, el espacio es un lugar sagrado que integra estos aspectos y alterna las funciones del santuario.
Una característica de la peregrinación es su permeabilidad. La peregrinación que es capaz de incorporar diferentes formas de prácticas religiosas, pero que conserva a la vez el subsistema de creencias y símbolos del que históricamente se ha derivado, es decir, el “paradigma nuclear”—-que ejerce presiones selectivas en todos los préstamos subsecuentes—-, tiene mayores posibilidades de sobrevivir (Turner 1978:21). La permanencia de una peregrinación depende de su capacidad para añadir y reunir en el culto, heterodoxia y nuevos contenidos simbólicos, en el que puedan tomar parte audiencias multivocales que respondan a esa pluralidad y no a una uniformidad de discursos y dramas.

Notas
1. Mesoamérica abarca aproximadamente el centro y sureste de México y el noroeste de Centro América.
2. Cholula, asentada sobre una fértil planicie provista de lagunas, corrientes permanentes y manantiales, es la manifestación de las deidades del agua, a quienes se erigió un santuario. Sobre una fuente de agua, se levantó un “cerro hecho a mano” siglos antes que el templo de Quetzalcóatl. El paisaje sagrado proveyó todos los elementos para desarrollar una comunidad ideal que prosperó por siglos. Esta localidad se volvió mítica; fue el axis mundi, que conectaba las aguas del cielo con las del subsuelo. El simbolismo del primer templo fue incorporado en el culto posterior a Quetzalcóatl; vigente cuando los españoles llegaron a Cholula.
3. El santuario a la Virgen de Suyapa, en Tegucigalpa, el más importante de Honduras, en su origen y circunstancia presenta paralelos con la aparición de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac.
4. En varios lugares de Centro América y México existen santuarios menores dedicados al Cristo Negro. En Quezailiza, Copán, donde se le venera, es parte de la “ruta sagrada” que lleva al santuario mayor de Esquipulas en Chiquimula, Guatemala.
5. Teotihuacán fue una importante urbe administrativa, política y comercial que durante el periodo Clásico extendió su influencia política y religiosa en gran parte de Mesoamérica. Teotihuacán mismo es interpretado como un centro de peregrinación en el que residía una población de diverso origen étnico. El sitio maya clásico de Copán muestra influencia (o contactos) con esta metrópoli. La naturaleza de esta influencia en Copán está bajo estudio. En Teotihuacán predominaba el culto a Tláloc, dios de la lluvia. El asentamiento actual levantado sobre la antigua ciudad se llama San Juan Teotihuacán. En la iconografía cristiana San Juan se relaciona con el agua.
6. En un próximo trabajo se hablará más extensamente sobre esta festividad.
7. El carácter impugnador y contestatario de la peregrinación es analizado por Shadow y Rodríguez (1990) y Sallnow (1981).
8. La sola existencia del santuario de Guadalupe es motivación suficiente para que los campesinos emigren a la ciudad de México, a buscar la protección y seguridad que la virgen imparte (Cámara Barbachano y Reyes 1972).

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Towsend, R. F. 1992 Introduction: The Landscape and Symbol. In The Ancient Americas: Art from the Sacred Landscapes, pp. 29-47. The Art Institute of Chicago Prestel Verlag, Munich.
Turner, Víctor 1974 Dramas, Fields, and Metaphors: Symbolic Action in Human Society. Cornell University, Ithaca.
Turner, Victor y E. Turner 1978 Image and Pilgrimage in Christian Culture. Columbia University Press, New York.

OMC: lo que realmente pasò en Hong Kong

El Verdadero Significado de Hong Kong

Walden Bello*

Lo que estuvo en juego en Hong Kong fue la supervivencia institucional de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Luego del colapso de dos reuniones ministeriales en Seattle y Cancún, un tercer fracaso habría erosionado de gravedad su utilidad como motor esencial de la liberalización comercial en el planeta. Se requería de un acuerdo, y éste se logró. Cómo, por qué y por quiénes se alcanzó ese acuerdo es la verdadera historia de esa reunión.

Un pacto real, no cosmético

El acuerdo de Hong Kong ha sido caracterizado en algunos informes de “paquete mínimo” que funciona sobre todo como un mecanismo de apoyo vital para la OMC. No es así. El pacto extrajo concesiones sustanciales de las naciones en desarrollo sin darles prácticamente nada a cambio.

La estipulación de una fórmula suiza para gobernar el acceso al mercado no agrícola (NAMA, por sus siglas en inglés), la cual recortaría los aranceles más altos en proporción mayor que los más bajos, penalizaría a muchas naciones en desarrollo, porque para construir sus sectores industriales mediante la sustitución de importaciones por lo regular mantienen aranceles industriales y manufactureros más altos que los países desarrollados.

La especificación de un proceso “plurilateral” de negociaciones en el texto relativo a servicios erosiona el enfoque flexible de pedido-oferta que ha marcado las negociaciones del Acuerdo General de Comercio en Servicios (GATS, por sus siglas en inglés); introduce un elemento de mandato y acorralará a muchas naciones en desarrollo en negociaciones sectoriales encaminadas a abrir a como dé lugar servicios claves.

Lo que el sur obtuvo a cambio fue sobre todo una fecha para la cancelación final de los subsidios a la exportación, que de todas formas deja intacta la estructura de subsidios agrícolas en la Unión Europea (UE) y Estados Unidos. Aun con la cancelación de los subsidios a la exportación formalmente definidos, otras formas de subvención permitirán a la UE, por ejemplo, continuar subsidiando exportaciones al ritmo de 55 mil millones de euros de 2013 en adelante.

En suma, fue un acuerdo con dientes, pero la mordedura será sentida sobre todo por las naciones en desarrollo.

Los contornos del acuerdo ya eran evidentes antes de Hong Kong, y muchos países en desarrollo fueron a la reunión ministerial decididos a oponerse a él. De hecho, hubo ocasiones, como la formación del G-110 por el G-33, el G-90 y los países de Asia Caribe Pacífico (ACP), el 16 de diciembre, que parecían prometer que aún pudiera surgir la unidad de las naciones en desarrollo que descarrilara el acuerdo pendiente. Al final, sin embargo, los gobiernos de esos países cedieron, muchos motivados sólo por el temor de cargar con la culpa del colapso de la organización. Hasta Cuba y Venezuela se limitaron a expresar “reservas” con el texto de los servicios durante la sesión de clausura de la reunión ministerial, la noche del día 16.

Los forjadores del acuerdo

La razón del colapso de los países en desarrollo no fue tanto falta de liderazgo como un liderazgo que las llevó en la dirección opuesta. La clave de la debacle de Hong Kong fue el papel que asumieron Brasil e India, líderes del famoso Grupo de los 20.

Ya desde antes de la reunión, ambos países estaban listos a llegar a un acuerdo. Para Brasil la meta era que la UE especificara una fecha para la cancelación de los subsidios a la exportación agrícola, punto que los negociadores brasileños y muchos otros esperaban que la UE presentara en la reunión, aunque para efectos de negociación los europeos no lo revelaron hasta el último minuto.

Brasil también llegó dispuesto a aceptar la fórmula suiza para el NAMA y el enfoque plurilateral en servicios. India, por su parte, llegó con sus bien conocidas posturas: aceptaría el enfoque plurilateral en servicios y la fórmula suiza, y seguiría a Brasil en agricultura. La única pregunta para muchos era si India presionaría por concesiones de los países desarrollados en el módulo 4 del GATS, es decir, para que Estados Unidos y la UE accedieran a permitir la entrada de más profesionistas de países en desarrollo? Finalmente decidió no presionar a Washington sobre ese punto.

El premio

Está a debate si el acuerdo final representará una ganancia neta para Brasil o India, aunque, si el balance arroja una pérdida neta, probablemente será menor que la de los países en desarrollo menos avanzados. Sin embargo, la principal ganancia para Brasil e India no reside en el impacto del acuerdo sobre sus economías, sino en la afirmación de su nueva función de dispensadores de poder dentro de la OMC.

El surgimiento del G-20 en la ministerial de Cancún, en 2003, puso sobre aviso a la UE y Estados Unidos de que era obsoleta la vieja estructura de poder y toma de decisiones en la OMC. Había que hacer lugar a nuevos jugadores en la elite, expandir el círculo de poder para volver a poner de pie y en marcha a la organización. La invitación estadunidense y europea a Brasil e India a formar parte, junto con Australia, de las “cinco partes interesadas”, fue paso clave en esta dirección, y el acuerdo entre ellas puso fin al estancamiento de las negociaciones agrícolas, lo cual condujo a su vez al acuerdo marco obtenido en la reunión de consejo general, en julio de 2004.

En el tiempo previo a la ministerial de Hong Kong, el nuevo papel de Brasil e India como dispensadores de poder entre naciones desarrolladas y el mundo en desarrollo se afirmó con la creación de una nueva agrupación informal conocida como “el nuevo cuadrángulo”. Esta formación, formada por Estados Unidos, la UE, Brasil e India, desempeñó un papel decisivo en trazar la agenda y el rumbo de las negociaciones.

Su objetivo principal en Hong Kong era salvar a la OMC. Y la función de Brasil e India era extraer el consentimiento de las naciones en desarrollo para un acuerdo desequilibrado que hiciera posible tal resultado, en vista de la renuencia de Estados Unidos y la UE a hacer concesiones sustanciales sobre agricultura. Lograr ese consenso sería la prueba de que ambos países eran actores globales “responsables”. Fue el precio que debieron pagar para ser miembros de pleno derecho en la nueva estructura de poder ampliada.

Fue una tarea que requirió de mucho cabildeo previo a la reunión y durante ella, en el cual ambos gobiernos pusieron en riesgo su fama de líderes del mundo en desarrollo, pero al final lograron que todos, aunque no sin ciertos gruñidos, accedieran a un mal trato. No fue magra proeza, porque implicó:

Hacer que los países menos desarrollados acordaran un “paquete de desarrollo” que consistía sobre todo en una cláusula llena de lagunas para la entrada “libre de gravamen” de sus productos en mercados de países desarrollados, y en un pacto, engañosamente llamado “ayuda para el comercio”, integrado en parte por préstamos para permitirles homologar sus regulaciones económicas con las de la OMC, e incrementar su endeudamiento en el proceso.

Inducir a productores algodoneros de Africa occidental a aceptar un acuerdo cuyo contenido principal era dar a Estados Unidos todo un año adicional para eliminar los subsidios a la exportación que debió suprimir hace año y medio, conforme a una decisión de la OMC contra esos subsidios, y que pasó por alto completamente su demanda de compensación por el enorme daño que esos subsidios han infligido a sus economías.

Persuadir a los remisos en las negociaciones sobre servicios Indonesia, Filipinas, Sudáfrica, Venezuela y Cuba a abandonar su oposición al anexo C del borrador de declaración, el cual estipulaba negociaciones plurilaterales, y neutralizar a los miembros más insatisfechos del llamado NAMA 11 (del cual Brasil e India eran integrantes), quienes deseaban vincular las demandas del norte de acelerada liberalización de los aranceles industriales y pesqueros con concesiones del norte en materia agrícola.

Club de elogios mutuos

La conferencia de prensa final del G-20, la tarde del 18 de diciembre, fue notable por su falta de sustancia y su simbolismo. Como para prevenir preguntas difíciles sobre si el texto ministerial representaba un buen trato para las naciones en desarrollo, el ministro brasileño del Exterior, Celso Amorim, exclamó en reiteradas ocasiones “tenemos una fecha”, en referencia a la cancelación de subsidios a la exportación en 2013.

Luego Amorim y el ministro indio de Comercio e Industria, Kamal Nath, se embarcaron en una ronda de elogios y felicitaciones mutuas por el gran trabajo logrado en salir con un acuerdo que protegía los intereses de las naciones en desarrollo. Luego, como muchos de los presentes se disponían a hacer preguntas, Amorim se apresuró a dar por terminada la conferencia y salió rápidamente del salón con Nath, aduciendo que tenían otra reunión, pero obviamente para no estar en la línea de fuego de reporteros escépticos y representantes de organizaciones no gubernamentales.

En la sesión de clausura de la sexta reunión ministerial, el director general, Pascal Lamy, afirmó que en Hong Kong “la balanza del poder se inclinó en favor de las naciones en desarrollo”.

La declaración no fue del todo cínica y falsa. El grano de verdad en ella fue que India y Brasil, los muchachos mayores del mundo en desarrollo, se habían vuelto parte del club de muchachos grandes que gobierna la OMC.

Paradoja

Resulta paradójico que el G-20, cuya formación capturó la imaginación del mundo en desarrollo durante la ministerial de Cancún, haya acabado por ser la plataforma de lanzamiento de la integración de India y Brasil a la estructura de poder de la OMC. Pero no es un caso poco común en la historia. Vilfredo Pareto, pensador italiano, expresa que la historia es “la tumba de las aristocracias” que adoptaron una línea dura contra el cambio en las relaciones de poder. Para Pareto, las elites más exitosas son las que logran cooptar a los líderes de la insurgencia de masas que surge para despojarlas del poder, y así ensanchan la elite del poder a la vez que preservan la estructura del sistema. Aunque divididos en el tema agrícola, Estados Unidos y la UE tienen una prioridad común desde el colapso de la ministerial de Cancún: la supervivencia de la OMC, y aplicaron con éxito una estrategia de cooptación que arrancó la victoria de las fauces de la derrota en Hong Kong.

Antes de los sucesos en Hong Kong, los casos recientes más impactantes de cooptación se referían al gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, en Brasil, dirigido por el Partido de los Trabajadores, y al gobierno de coalición dirigido por el Parlamento en India. Ambos llegaron al poder con plataformas antineoliberales. Pero, ya en el poder, se han vuelto los más eficaces estabilizadores de los programas neoliberales y gozan del apoyo del FMI, los cabilderos de las corporaciones trasnacionales, y de Washington. No es poco razonable dar por supuesta una conexión entre el desempeño doméstico de esos gobiernos y su actuación en el escenario global de Hong Kong.

  • Director ejecutivo de Focus in the Global South, institución de investigación, análisis y activismo con sede en Bangkok.

Carta abierta al camarada Burnham

Me han informado que, ante mi artículo sobre la oposición pequeñoburguesa, usted ha reaccionado diciendo que no quiere discutir conmigo sobre dialéctica, sino sobre “cuestiones concretas”. “Dejé de elucubrar sobre religión hace mucho tiempo”, añadió usted irónicamente. Oí una vez a Max Eastman hacer la misma afirmación.

¿Es lógico identificar la lógica con la religión?

A mi modo de ver, esto significa simplemente que usted incluye la dialéctica de Marx, Engels y Lenin en la esfera de la religión. ¿Qué significa esto? La dialéctica, permítame recalcarlo una vez más, es la lógica de la evolución. La lógica indispensable para todas las esferas del conocimiento humano, lo mismo que el almacén de una fábrica proporciona instrumentos para todos los departamentos. Si no considera la lógica en general es un prejuicio religioso (aunque sea feo el decirlo, los contradictorios escritos de la oposición le inclinan a uno cada vez más a esa lamentable idea), ¿qué lógica acepta usted? Conozco sólo dos sistemas lógicos dignos de atención: la lógica de Aristóteles (lógica formal) y la lógica de Hegel (la dialéctica). La lógica aristotélica parte la inmutabilidad de los objetos y los fenómenos. El pensamiento científico de nuestra época estudia los fenómenos en origen, cambio y desintegración. ¿Afirma usted que el progreso de las ciencias, incluyendo el darwinismo, el marxismo, la física y la química modernas, no tiene nada que ver con un cambio en la estructura de nuestro pensamiento, nuestra forma de pensar? En otras palabras, ¿mantiene usted que, en un mundo donde todo cambia, sólo el silogismo permanece, eterno e inmutable? El Evangelio según San Juan comienza con estas palabras: “En el principio, era el Verbo”, es decir, en el principio era la Razón del Verbo (razón expresada en palabras, es decir, el silogismo). Para San Juan, el silogismo es uno de los pseudónimos literarios de Dios. Si usted considera que el silogismo es inmutable, no tiene origen ni desarrollo, el silogismo es para usted producto de la revelación divina. Pero si reconoce usted que las formas del pensamiento lógico se desarrollan en nuestro proceso de adaptación a la naturaleza, haga el favor de decirnos quién, siguiendo a Aristóteles, ha analizado y sistematizado el progreso consiguiente de la lógica. Hasta que no clarifique usted este punto me tomaré la libertad de afirmar que identificar la lógica (dialéctica) con la religión indica superficialidad y un profundo desconocimiento de los problemas básicos del pensamiento humano.

¿Está el revolucionario obligado a luchar contra la religión?

Imaginemos, sin embargo, que su insinuación más que presuntuosa es correcta. Esto no le da ninguna ventaja. La religión, espero que esté de acuerdo conmigo, distrae la atención del conocimiento correcto a la ficción, y de la lucha por una vida mejor a falsas esperanzas en el Más Allá. La religión es el opio del pueblo. Quien no lucha contra la religión no merece el nombre de revolucionario. ¿Cómo justifica usted su renuncia a luchar contra la dialéctica, si es una variedad de la religión?

Hace mucho tiempo que dejó usted de preocuparse por el tema de la religión, dice usted. Pero dejó de hacerlo por usted mismo solamente; y, además de usted, hay otros seres en el mundo. Unos pocos más. Nosotros, los revolucionarios; nunca dejamos de preocuparnos del problema de la religión, ya que nuestra tarea consiste en emancipar de la influencia de la religión no sólo a nosotros mismos, sino también a las masas. Si la dialéctica es una religión, ¿cómo no lucha usted contra la difusión de ese opio dentro de su propio partido?

¿O pretende usted insinuar que la religión no tiene importancia política? ¿Es posible ser religioso y a la vez un comunista coherente y un luchador revolucionario? Naturalmente mantenemos la actitud más considerada del mundo los principios religiosos de un trabajador, de la retaguardia no consciente. Si desea luchar por nuestro programa, le admitimos como miembro del partido; pero, al mismo tiempo, el partido tratará persistentemente de educarle en los principios del materialismo y el ateísmo. Si está de acuerdo con esto, ¿cómo se niega usted a luchar contra la “religión” que profesan los miembros de su partido que, a mi entender, más se interesan en cuestiones teóricas? Obviamente ha olvidado usted el aspecto más importante de la cuestión.

Entre la burguesía educada hay mucha gente que ha roto con la religión, pero cuyo ateísmo es sólo para su consumo privado: guardan sus pensamientos para sí mismos, pero en público suelen mantener que es bueno que el pueblo sea religioso. ¿Es posible que usted mantenga este punto de vista hacia su propio partido? ¿Es posible que esto explique su negación a discutir con nosotros los fundamentos filosóficos del marxismo? Si es así, bajo su desdén por la dialéctica se esconde un tono de desprecio hacia el partido.

Por favor, ahórrese decir que he basado mis argumentos en una frase dicha en una conversación privada y que no ha rechazado públicamente el materialismo dialéctico. No es verdad. Su desafortunada frase me ha servido sólo de ejemplo. Por lo menos en una ocasión usted se ha negado a aceptar, por varias razones, la doctrina que constituye la base teórica de nuestro programa. Esto lo sabe todo el mundo en el partido. En el artículo “Intelectuales en retirada”, escrito por usted en colaboración con Schatman y publicado en el teórico del partido, afirma usted categóricamente que rechaza el materialismo dialéctico. ¿No tiene el partido derecho a saber por qué? Usted asume de hecho que en la IV Internacional un editor de un órgano teórico puede confinarse a sí mismo a decir: “Rechazo definitivamente el materialismo dialéctico”, como si se tratase de preferir una determinada marca de cigarrillos. Una doctrina filosófica correcta, esto es, un método de pensamiento adecuado, es de importancia tan significativa para un partido revolucionario como un buen almacén es importante para la producción. Es todavía posible defender la vieja sociedad con los métodos materiales e intelectuales heredados del pasado. Pero es absolutamente imposible pensar que podamos destruir esta sociedad levantar una nueva sin analizar críticamente los métodos se utilizaban antes. Si el partido ha establecido erróneamente las bases de su pensamiento, es deber elemental de da militante señalar el camino correcto. De otro modo, conducta podría ser interpretada como la actitud de un caballero académico hacia una organización proletaria que, después de todo, es incapaz de crear una doctrina realmente “científica”. ¿Y qué puede ser peor que esto?

Los Olmecas (6)

Los Olmecas (6)

Solo en 1955 pudieron recogerse en La Venta especímenes de madera carbonizada. Sometidos al tratamiento del carbono 14 en los laboratorios de la Universidad de Michigan, esas muestras revelaron fechas escalonadas entre 1154 y 604 antes de nuestra era. Los primeros Olmeca se instalaron en la isla de La Venta hace más de tres mil años.

San Lorenzo, una centena de kilómetros al sudoeste de La Venta, fue descubierto y excavado por Stirling y Drucker en 1945 y 1946. Primera revelación sorprendente: San Lorenzo fue un centro de civilización antes de La Venta. El carbono 14 atribuye a los primeros vestigios Olmecas de este sitio la fecha de 1200 a.C. Antes de esa fecha, la zona ya estaba habitada, la tierra cultivada, la cerámica en uso. Y fue hacia 1200 a.C. cuando un pueblo sumamente civilizado tomó posesión de la meseta de San Lorenzo y esculpió la piedra: no se cuentan menos de setenta y cinco monumentos, entre ellos admirables estatuas y siete cabezas colosales, todos del más puro estilo Olmeca. Aún debemos añadir que una rápida exploración por medio del magnetómetro, en 1968, llevó a Michael Coe a calcular que otros monumentos igualmente valiosos, al menos treinta y cinco, tal vez muchos más, aún permanecen enterrados.

Segunda verificación imprevista: la meseta de San Lorenzo, que se eleva aproximadamente 50 metros por encima de la sabana periódicamente inundada, es artificial. Fue construida por la mano del hombre, a costa de inmensos esfuerzos. Las profundas cañadas que la atraviesan al norte, al sur y al oeste, las veinte lagunas que tachonan su superficie, las largas terrazas que allí se encuentran, todo fue voluntariamente construido en tierra y en piedra volcánica, todo fue modelado. Resulta difícil saber por que. De las mesetas, una de norte a sur, de cerca de 1,200 metros, tiene varias centenas de túmulos que se encuentra repartidos a lo largo de un eje norte-sur, de manera tal que se agrupan en patios rectangulares rodeados de estructuras piramidales. Por último en 1967-1968 se descubrió un sistema de canales subterráneos, hechos de piedras en forma de U minuciosamente ajustadas. La parte descubierta mide cerca de 200 metros de longitud, y se utilizaron al menos 30 toneladas de basalto para construirla. ¿Se trata de canales de riego? Esos conductos, ¿daban a las lagunas o solamente a una de ellas? y, por otra parte, ¿de que servían esas lagunas? Preguntas a las que no podemos responder, dice Soustelle. Lo evidente es que una suma inaudita de ingenio y de trabajo humano entró en acción para fabricar, en todas sus piezas, ese sitio de San Lorenzo.

Por último, tercera sorpresa: después de florecer durante trescientos años, ese centro de civilización fue abandonado. Numerosos monumentos descubiertos por los arqueólogos fueron brutalmente destrozados, las estatuas decapitadas y enterradas, los altares fragmentados; los vándalos también atacaron las cabezas colosales, haciéndoles, con gran trabajo, muescas y agujeros circulares. Uno de los vestigios más asombrosos de lo que debió ser una revolución extraordinariamente violenta, es el monumento 34, muy bella estatua privada de cabeza y de brazos (que debían ser articulados y móviles), que representa a un hombre arrodillado y es testimonio de un excepcional virtuosismo escultural. Coe explica estas destrucciones como “una explosión ‘de odio y de furor contenidos’ contra los dirigentes Olmecas: los monumentos y las estatuas simbolizaban sin duda, a los ojos de un pueblo en rebelión, los amos que les habían impuesto inmensos esfuerzos”.

La crisis del desarrollo

Primer contexto: la crisis del desarrollo

Los últimos veinticinco años han visto cambios importantes en la conceptualización de lo que tradicional y eurocéntricamente ha venido denominándose el estilo de vida occidental. Desde el fin de la segunda guerra mundial, los modos de vida, de conocimiento y de actuación predominantes en Europa, los Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón venían siendo considerados, tanto en estas regiones como en las llamadas del Tercer Mundo, no sólo como viables y en proceso de perfeccionamiento, sino incluso como representación del modelo social, económico y científico que tarde o temprano habrían de adoptar todas las sociedades del planeta, en tanto en cuanto se le atribuía a esta cultura la posesión del conjunto de soluciones más eficaces contra la injusticia, el hambre y las enfermedades. Desde esta perspectiva, las formas de vida desarrolladas por las culturas orgánicas, periféricas con respecto al modelo hegemónico, presentaban un aspecto “primitivo”, “atrasado” o “subdesarrollado” y, en la medida en que ofrecían resistencia a desaparecer, constituían un obstáculo para la consecución del ideal de una Humanidad occidentalizada, solidaria y feliz, capaz de controlar las catástrofes y de solucionar los males endémicos, un ideal al que se entendía que las regiones más ricas del planeta estaban contribuyendo con la promoción de políticas de desarrollo en las más pobres.

En los dos últimos decenios, sin embargo, se han producido acontecimientos y se han hecho visibles aspectos de procesos iniciados con anterioridad que han revelado la ingenuidad (o la hipocresía interesada) de esta visión. En primer lugar, la noción del desarrollo económico como el medio óptimo para eliminar la pobreza en el mundo ha terminado en el más estrepitoso fracaso. Hoy resulta evidente que en el Tercer Mundo los proyectos de supuesta ayuda no han conseguido mejorar las condiciones de vida de las sociedades periféricas; al contrario, en su mayor parte, dichos proyectos han provocado o intensificado en tales sociedades la crisis o la desaparición de medios de subsistencia que habían demostrado su sostenibilidad durante siglos o aun milenios sin garantizar alternativas solventes para la mayoría de la población implicada.

Pero también ha fracasado la noción de desarrollo en los propios países “desarrollados”, donde, desaparecidas las instituciones tradicionales que daban cobijo al individuo, el Estado tuvo que crear las nuevas y costosas redes asistenciales del llamado Estado del Bienestar, cuyo mantenimiento se presenta, desde la perspectiva actual, cada vez más reñido con el equilibrio presupuestario.

La inviabilidad de un modelo económico productivista fundamentado en el crecimiento constante había sido apuntada repetidamente con anterioridad a 1972, pero la publicación en dicho año del Primer Informe del Club de Roma sobre Los límites del crecimiento hizo evidente que la “occidentalización” del planeta, además de injusta y destructiva con respecto a la diversidad tecnológica y cultural de la especie humana, constituía una imposibilidad. Si el capitalismo occidental exigía para sobrevivir un incremento constante de los mercados y, por lo tanto, la generación de necesidades inducidas entre los miembros de las sociedades periféricas, esta misma generación de necesidades estaba abocada a encontrar un tope en el agotamiento de los recursos planetarios (recordemos, por ejemplo, que si llegara a generalizarse la dieta y la tecnología estadounidense al conjunto de la población mundial y el petróleo se destinara solamente a este fin, se estima que las reservas planetarias de este recurso se agotarían en un período de entre 11 y 14 años).

Finalmente, la crisis disolutiva de los regímenes político-económicos de los llamados países socialistas del Este europeo ha hecho patente, por otra parte, que la idea de sistema económico que el marxismo ofrecía como alternativa, si bien fundada en una noción muy diferente de la justicia, era esencialmente la misma que la de la economía política capitalista en tanto en cuanto perseguía los mismos objetivos productivistas, con medios que se revelaron menos eficaces.

Todo lo dicho anteriormente apunta a una profunda relativización del valor intrínseco del modo de vida “occidental”, que se revela hoy, en comparación con las formas de vida y de organización de las sociedades “periféricas”, “orgánicas” o “primitivas”, además de intolerablemente intolerante y soberbio con respecto a la sola existencia de éstas, inaceptablemente exigente en recursos, irracionalmente pródigo en residuos (considérese solamente, por ejemplo, la inversión en tiempo y dinero planificada para el desmantelamiento de la primera central nuclear española, Vandellós I), y netamente insostenible en relación con cualquier proyecto de supervivencia de las próximas generaciones sobre el planeta.

En este contexto, el valor de las culturas orgánicas o periféricas deja de limitarse a un conjunto de manifestaciones vivas de un pasado arcaico estimado vaga y tibiamente por motivos sentimentales, para cambiar radicalmente de signo y ofrecerse como conjunto de soluciones genuinamente reales (en el sentido de haber demostrado su eficacia y sostenibilidad a lo largo de siglos) a los problemas planetarios que el modo de vida occidental no ha hecho sino crear y para los que no tiene solución alguna. Desde esta perspectiva, y aparte criterios de justicia, la resistencia de las sociedades periféricas a desaparecer tal vez constituya hoy la única esperanza de supervivencia para la especie humana. Esta resistencia es limitada y precaria, dada la escala del proceso mundial de creación de los mercados que el capitalismo occidental exige para sobrevivir y la correspondiente potencia de la deriva ideológica generada por este proceso en el interior y en el exterior de su sistema; pero en los últimos decenios esta resistencia ha impulsado foros e iniciativas regionales que apuntan tanto a una mayor convicción sobre su propio valor inestimable como a una multiplicada capacidad de acción y de organización en movimientos coordinados.

El euskara, idioma de los vascos

El euskara es una lengua declinada cuyo origen resulta aún un tanto misterioso. El hecho de no pertenecer a la familia de las lenguas indoeuropeas, y de carecer de similitudes con otras lenguas cercanas geográficamente, ha inspirado las más variadas hipótesis para explicar su existencia. Algunos lingüistas piensan que podría estar relacionada con las lenguas caucásicas, debido a algunas similitudes con el georgiano. Otros la relacionan con lenguas no árabes del norte de Africa. Una de las hipótesis más verosímiles argumenta que el euskara se desarrolló “in situ” en el territorio de los antiguos vascones. Apoya está teoría el hecho de que se hayan encontrado cráneos del tipo vasco en yacimientos neolíticos, lo que descartaría la tesis de la inmigración desde otras zonas. En opinión de muchos, da testimonio de su antigüedad el hecho de que palabras como hacha (aizkora o haizkora) se formen a partir de la palabra roca (aitz o haitz).
El euskara, unido al mundo artesanal guipuzcoano

A lo largo de la historia ha recibido influencia de las lenguas más próximas, principalmente del latín, castellano y francés, pero también del celta (Deba, zilar…) y del árabe (azoka, gutuna…). También ha dejado su huella en otros idiomas: izquierda, chatarra… (en castellano), bizarre (en francés e inglés), etc.

El mundo rural ha sabido conservar el idioma. Caserío Donartegi.

Parece ser que en la época prerromana el euskara se extendía por una zona mucho más amplia que la que ocupa actualmente. Esta incluiría, por el norte Aquitania, y limitaría al sur con el Ebro. En la actualidad se calcula que hablan euskara más de 600.000 personas, en todo el territorio de las siete provincias históricas vascas Lapurdi, Zuberoa y Behenafarroa (en el estado francés) y Gipuzkoa, Bizkaia, Araba y Nafarroa (en el estado español). Los más de 520.000 vascoparlantes (o euskaldunak) de las provincias peninsulares suponen algo más del 25% del total de sus habitantes.

El euskara no comenzó a ser imprimido hasta muy tarde (siglo XVI), lo que no le impidió disponer de una rica tradición de literaratura oral, que aún se conserva a través del “bertsolarismo” y las pastorales. Curiosamente los primeros textos escritos en euskara (las frases “izioqui dugu” y “guec ajutu ez dugu”) se encuentran en las Glosas Emilianenses del siglo X, que recogen los comienzos del romance castellano. En el siglo XII el Códice Calixtino menciona algún vocabulario vasco de los pueblos del Camino de Santiago. Pero el primer libro publicado en euskara, Linguae Vasconum Primitiae de Bernard Dechepare, no apareció hasta 1545. A partir de entonces se ha ido desarrollando, no sin dificultades, lo que hoy en día es una floreciente literatura. Respecto a la literatura oral, se conserva la tradición del “bertsolarismo”. Los bertsolaris improvisan rimas (bertsoak) de una métrica determinada (zortziko, hamarreko…) para lo cual se apoyan en tonadillas populares. El contenido de los bertsoak varía desde la sátira y el humor, a la más fina lírica. Periódicamente se celebran campeonatos (txapelketak) de bertsolaris, que difunden la afición a este tipo de literatura popular.

“Kilometroak”, movimiento popular a favor del euskara

El camino del euskara no ha sido fácil. Además de sufrir durante siglos la competencia de las poderosas lenguas vecinas, castellano y francés, ha pasado por epocas difíciles, como la prohibición de su uso público durante la dictadura que siguió a la Guerra Civil. Durante décadas los niños tuvieron que estudiar en una lengua que desconocían, y sufrir severos castigos cuando empleaban la suya, incluso durante los juegos. En esta época surgió un importante movimiento para crear escuelas en euskara que se denominaron ikastolas. Un esfuerzo metódico de muchas personas y durante muchos años permitió construir una red paralela, que permitio satisfacer la necesidad de enseñanza en euskara. Hoy en día las ikastolas están en vías de ser integradas en la escuela pública vasca, pero en el País Vasco Francés (Iparralde) y en parte de Navarra las ikastolas siguen siendo el único medio de recibir enseñanza en euskara.

En el proceso de recuperación del euskara hay que destacar también el esfuerzo realizado para la euskaldunización de adultos. De este modo, todos los años un gran número de personas con otra lengua materna consiguen expresarse y entender en euskara. Con ello han acabado con el viejo mito del euskara como lengua imposible de aprender.

La religión, elemento clave en el desarrollo del euskara escrito

A partir de los estudios del Príncipe Luis Luciano Bonaparte, autor de la Carta Lingüística (1883), se considera al euskara dividido en siete dialectos principales (el octavo, Roncalés, ha desaparecido) y varios subdialectos. Esta variedad se explica por el carácter primordialmente rural de la sociedad vascoparlante hasta hace muy poco tiempo y por su geografía. De cara a la modernización de la lengua para que sirviera como vehículo cultural, a partir de 1964 se dan los primeros pasos para la definición de una lengua unificada. Desde 1968 se encarga de esta labor Euskaltzaindia (Academia de la Lengua Vasca), creada en Oñati (Oñate) en 1918. Al idioma resultante de estos esfuerzos normalizadores se le denominó Euskara Batua (unificado) y está fundamentalmente basado en las variedades dialectales labortana (con una mayor tradición literaria) y guipuzcoana. A pesar de las lógicas críticas y polémicas, el euskara batua es hoy en día la modalidad más extendida, utilizada en los medios de comunicación, en la literatura, en la enseñanza, etc.

Aquellos que deseen conocer más detalles sobre la lengua y la literatura vascas pueden acercarse a dos interesantes libros de bolsillo: “Mitología e ideología sobre la lengua vasca”, de A. Tovar, Alianza Editorial n. 771; e “Historia social de la literatura vasca”, de Ibon Sarasola, Akal 74, n. 59. Para un estudio más detallado de la literatura: “Historia de la literatura vasca”, de Fr. L. Villasante, Ed. Aranzazu, 1979.

Información de utilidad sobre el euskara
Mencionamos aquí algunas palabras que pueden ser útiles al visitante en su estancia en Gipuzkoa. El propósito no es, evidentemente, enseñar “euskara en 10 lecciones”.
El euskara, presente en las actividades cotidianas

Respecto a la pronunciación de la palabras, el euskara no ofrece muchas dificultades. Mencionaremos algunas de las diferencias más importantes con el castellano.

g: ge y gi como las castellanas gue y gui respectivamente. Por ejemplo, en Gipuzkoa.
tx: como la ch castellana, por ejemplo, en coche.
ts: parecido a la tx, pero más suave.
tz: semejante a la zz italiana en “pizza”.
x: parecida a la sh inglesa en “show”.
z: s silbante.
También conviene recordar que, al ser un idioma declinado, a las palabras que mencionamos se les añaden diferentes sufijos dependiendo del caso en que se empleen, por ejemplo:

etxe …………..casa
etxearen ……….de casa (pertenencia)
etxea ………….la casa
etxeko …………de casa (lugar)
etxean …………en casa
etxetik ………..de casa (procedencia)
etxera …………a casa
etxerantz ………hacia casa

Vocabulario de cortesía
Adiós, saludo, hola,……..Agur
Hola………………..Kaixo
Qué tal?……………..Zer moduz?
Buenos días…………..Egun on
Buenas tardes…………Arratsalde on
Buenas noches………..Gabon
Hasta mañana…………Bihar arte
Hasta luego…………..Gero arte
Por favor……………..Mesedez
Perdón
Gracias………………Mila esker, eskerrik asko
De nada……………..Ez horregatik
Sí…………………Bai
No…………………Ez

Para entender carteles (orden alfabético)

Afaria………………….Cena
Albergea………………..Albergue
Alokatzen da…………….Se alquila
Aparkalekua…………….. Aparcamiento
Autobus geltokia…………Estación de autobuses
Badabil…………………Funciona
Bazkaria………………..Comida
Botika………………….Farmacia
Bulegoa…………………Oficina
Eliza…………………..Iglesia
Emakumeak, Andreak……….Señoras
Etorbidea……………….Avenida
Ez dabil………………..No funciona
Ez erre…………………No fumar
Gizonak…………………Hombres
Gosaria…………………Desayuno
Har eta Jan……………..Restaurante autoservicio
Hondartza……………….Playa
Hotela………………….Hotel
Irekita…………………Abierto
Irteera…………………Salida
Itxita………………….Cerrado
Jatetxea………………..Restaurante
Kaia……………………Puerto
Kalea…………………..Calle
Kontuz
Komuna………………….WC
Liburudenda……………..Librería
Liburutegia……………..Biblioteca
Ospitalea……………….Hospital
Posta bulegoa……………Correos
Sarrera…………………Entrada
Salgai (dago)……………Se vende
Tren geltokia……………Estación de tren
Turismo bulegoa………….Oficina de turismo
Udaletxea……………….Ayuntamiento
Udaltzaingoa…………….Policía Municipal
Zabalik…………………Abierto
Zinema………………….Cine

De bares (para pedir):

Ardoa…………………..Vino
Ardo beltza……………..Vino tinto
Ardo beltz bat…………..Un vino tinto
Beltz bat……………….Un tinto
Bi ardo gorri……………Dos claros
Hiru ardo txuri………….Tres blancos
Lau garagardo……………Cuatro cervezas
Bost kafesne…………….Cinco cafés con leche
Esnea…………………..Leche
Kafe utza……………….Café solo
Kafe ebakia……………..Café cortado
Patxarana……………….Pacharán
Sagardoa………………..Sidra
Tea…………………….Té
Txakolina……………….Txakoli
Ura…………………….Agua
Ur minerala……………..Agua mineral
Zuritoa…………………Vasito de cerveza

Vocabulario vasco en los toponímicos
Muchos de los nombres de lugar que se mencionan están relacionados con sus características físicas, por lo que puede resultar de utilidad conocer algunas de las palabras que más frecuentemente aparecen en ellos

-aga……………………lugar de
Aitz o haitz…………….Peña
Aran……………………Valle
Aritz…………………..Roble
Baserri…………………Caserío
Berri…………………..Nuevo
Borda…………………..Cabaña
Ereñotz…………………Laurel
Erreka………………….Arroyo
-eta……………………lugar deI
Etxe……………………Casa
-gain…………………..sobre, encima
Gorri…………………..Rojo, pelado
Herri…………………..Pueblo
Ibai……………………Río
Iturri………………….Fuente
Korta…………………..Pasto
Langa…………………..Puerta rústica, portilla
Lizar…………………..Fresno
Mendi…………………..Monte
Pago……………………Haya
-pe(an)…………………debajo
Zabal…………………..Amplio, abierto
Zarra, Zaharra…………..Viejo
Zubi……………………Puente
Por ejemplo, Aizkorri: peña pelada; Etxeberria: casa nueva.

La Revolución Bolivariana de Hugo Chavez

RESUMEN

El 4 de febrero de 1992 emergió la figura del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Curiosamente luego del fallido levantamiento el pueblo venezolano comienza una identificación sentimental con el personaje que asumió la responsabilidad. El “por ahora” enunciado ante las cámaras de la TV venezolana se convirtió en el llamado subliminal para retomar el poder. Pasaron seis años, entre la cárcel de Yare, donde fue recluido, y las elecciones de diciembre de 1998. El proceso constituyente de 1999 fraguó una Constitución para la rebautizada República Bolivariana de Venezuela. Y desde entonces comenzó un proceso político revolucionario que ha sido conocido como la Revolución Bolivariana modela sobre la interpretación particular que se hace de Carta Magna. Simultáneamente se inicia la construcción de un neonacionalismo que retoma las prácticas inventadas de la tradición (Hobsbawn, 2002) caracterizada por un proceso de ritualización de la figura de Bolívar y los símbolos de la nación con el fin de legitimar el nuevo proceso. El proceso revolucionario bolivariano, de la misma manera que se hiciera en el siglo XIX, hace referencia al pasado heroico del pueblo venezolano para refundar el neonacionalismo bolivariano, y que ahora deviene en democracia socialista o socialismo del siglo XXI. En nuestro trabajo buscamos presentar la paradoja sobre la que descansa el neonacionalismo venezolano. El neonacionalismo venezolano apela al mito de los orígenes y reviste su novedad con el sofisma de que está enraizada en el discurso heroico: “somos, porque hemos sido.” Las misiones, que son los programas sociales emblemáticos, llevan el epónimo de sus héroes: Robinson (en alusión a Simón Rodríguez), Ribas, Sucre, “Vuelvan caras”, y Barrio Adentro. Y, por tanto, el neonacionalismo se legitima de nuevo sobre la base de la invención de la tradición.

Palabras claves: Nación, Nacionalismo, Neonacionalismo y Tradición,

Introducción. Cada generación construye mentalmente su representación del pasado histórico. Su Bolívar y su Páez, su etapa de Independencia y su República. ¿Cómo? Con los materiales de que dispone, y entre ellos se puede introducir un elemento de progreso. Construye y reconstruye sus propios imaginarios sociales. En nuestro caso queremos analizar el imaginario más potente de nuestra nacionalidad, cual es: el imaginario social bolivariano. La nación venezolana se construye a partir del “imaginario colectivo, es decir, con la construcción simbólica mediante la cual se define e interpreta a sí misma.” (Dávila, 2005:276) Históricamente se ha reconocido la fortaleza de la historia patria en la unidad nacional, pero no así al papel que jugó la poesía, la religiosidad popular y la filosofía vulgarizada en la vida social., que al decir de Gramsci es la propia ideología. Aclaro de entrada, que no comparto la segmentación en la cual se pretende esquematizar a los venezolanos: “oficialistas u opositores.” Todo esquematismo es simplista, por eso es necesario repensarnos a nosotros mismos más allá del celestinaje ideológico (Mariategui), de derechas o izquierdas. Recordemos que tal estandarización está minada, el discurso postmoderno nos recuerda que hasta el propio Marx o “Che” Guevara pueden ser objetos de consumo sin menoscabo ideológico. Es necesario implorar la pluralidad ideológica para no repetir la dialéctica de la negación que en el pasado sirvió para mancillar a nuestros pueblos.

Actualmente el imaginario social bolivariano ha sido especialmente interiorizado en las masas desde el ascenso de Hugo Chávez al poder, y alimenta el sueño en las clases menos favorecidas históricamente. Es como si se hubiese despertado una fuerza telúrica silenciada en el inconsciente colectivo del pueblo venezolano. Sin embargo, el trabajo que aquí presentamos no tiene la pretensión de analizar la historia inmediata que vivimos, entramos en ella en el entendido que alertaba Rojas (2004): “La historia inmediata, tal como la hemos descrito y concebido, no sólo debe responder a las demandas de un público ansioso de respuestas acerca de las causas de múltiples acontecimientos históricos que vive en el presente, sino que debe ser también una oferta del historiador consciente de su papel como intelectual comprometido en la necesaria comprensión del tiempo presente en su diálogo permanente con el pasado y con el futuro, no olvidando que la construcción de una imagen del pasado o del futuro no es monopolio exclusivo del historiador. Máxime cuando vivimos una especie de aceleración del tiempo histórico en el contexto de una revolución científico-técnica de la información y en un mundo más globalizado por los efectos de las comunicaciones que “en directo, vía satélite”, nos desbordan de sucesos y accidentes de la vida cotidiana que se le presentan al espectador como acontecimientos históricos, tal vez, sin serlo. Estamos, pues, frente a una responsabilidad social difícil de renunciar y de compleja actuación. ¿Cuál es nuestra experiencia, al respecto, en nuestro quehacer cotidiano? ¿Cómo ha sido nuestro acercamiento a la historia inmediata como historia del tiempo presente?” Con esta orientación intentamos entrecruzar los tiempos históricos de los que hablaba Fernand Braudel (1991), pero ahora aplicados al estudio del imaginario social bolivariano.

Desde el punto de vista metodológico nos apoyamos en la historia de las mentalidades y de las representaciones, que tienen sus antecedentes al interno de la tradición historiográfica de la Escuela de Annales (1929). Escuela de historiadores que trajo el Dr. Federico Brito Figueroa a Venezuela y que ha sido profundizada por el Dr. Reinaldo Rojas. Hoy como herederos de esa vertiente historiográfica entramos en el nivel de la superestructura jurídico-política e ideológica venezolana para analizar el imaginario bolivariano.

Por otra parte, también abordamos el estudio de los imaginarios desde la óptica de la antropología, especialmente en la interpretación de Gilbert Durand (2000). La obra de Durand se remonta a los años sesenta cuando publicó Estructuras Antropológicas de lo Imaginario. Heredero de la tradición de Mircea Eliade, Gaston Bachelard, Claude Levi Strauss, y Paul Ricoeur ha sabido conciliar el estructuralismo figurativo y las corrientes hermenéuticas.

Para poder comprender la Revolución Bolivariana es necesario adentrarnos en lo que significa Bolívar para los venezolanos. El Bolívar imaginario social de alguna manera ha sido alimentado por la extensa bibliografía que se teje alrededor del culto bolivariano; por eso ingresa a la memoria del niño casi al nacer y se perpetúa durante toda su existencia. En ese sentido decimos que Bolívar está sembrado en el zócalo de memoria venezolana; por eso “no quedó enterrado en su tumba, sino sembrado en toda la tierra.” (Briceño-Guerrero, 1983:10) Lo que los dioses del Olimpo para los griegos, Bolívar lo es para los venezolanos: “ser bolivariano es igual a ser venezolano.” (Castro Leiva, 1991: 10)

La historiografía ha construido diversas vertientes del Bolívar imaginario político: en Fermín Toro (1960) encontramos la vertiente oficial del culto a Bolívar; en Juan Vicente González (1961) la tendencia conservadora y literaria; en Antonio Leocadio Guzmán (1961) la tendencia liberal radical; obras que siendo del siglo XIX fueron publicadas en la década del sesenta del siglo XX por las ediciones del Congreso de la República.

Hace algunos años algunos historiadores se avergonzaban de los trabajos de estos padres fundadores del imaginario político bolivariano, hoy tenemos que reconocer que fue un error; que potenciar a Bolívar como el símbolo de la venezolaneidad es lo mejor que nos ha podido pasar. Las grandes civilizaciones lograron trascender en el tiempo gracias a sus mitos fundacionales: símbolos, dioses, ritos, representaciones; en una palabra gracias a su imaginería.

Es claro que Bolívar ya no es que el existió sino un producto social que ha dado origen a un mito fundacional: la nacionalidad venezolana, así “la patria germinal habita en ese nivel del psiquismo colectivo donde anida la presencia innominada de Bolívar.” (Briceño-Guerrero, 1983: 15) Es un mito fundacional que explica el mundo de cada venezolano, es el caudillo milagroso, pero al mismo tiempo es el compañero de viaje, el héroe y el santo. Bolívar hace presencia “cuando nuestra existencia se torna angustiosa, cuando nuestros sueños se sienten amenazados por el adverso destino (…) entonces la figura de Bolívar, magnificada por su vida inaccesible y por su muerte sin paralelo, se ilumina en el horizonte para venir a comunicarnos la fuerza que nos falta.”(Gabaldón Márquez, 1960:189-190)

La historiografía nos habla de El culto a Bolívar (Carrera Damas, 1973), De la Patria Boba a la Teología Bolivariana (Castro Leiva, 1991), hasta el Bolívar Santo de Vestir (Pino Iturrieta, 1999). Todos alimentan ya sea con su crítica o con su defensa la imaginería bolivariana. La tradición iconoclasta ha criticado con sorna la imagen del Bolívar imaginario, ridiculizando a Bolívar como figura central del “Olimpo criollo.”

¡Ojala! Que tuviéramos un Olimpo criollo, seríamos más pueblo, tendríamos más conciencia de pertenencia a nuestras raíces históricas. ¿Por qué combatir un imaginario colectivo? Los imaginarios son creados por el pueblo, y Bolívar ya forma parte del cuerpo y del alma de cada venezolano. Bolívar es el cemento fundacional de la patria, aspecto que podemos encontrar en numerosos escritos en los que se plantea la figura de Bolívar como el mito fundacional de nuestra nacionalidad; Bolívar en ese sentido es el “verbo encarnado de nuestra redención nacional.” (Villavicencio, 1900. Citado por Carrera Damas, 1973:)

La concepción de la historia de raigambre positivista se encargó de establecer prejuicios sobre las interpretaciones del Bolívar imaginario social, incluso se creyó que trabajos como el Catecismo de Historia de Venezuela de Antonia Esteller (1885), había servido para entorpecer las mentes, porque magnificaban la figura de Bolívar. En momentos en que la cultura globalizante busca desintegrar nuestras raíces fundadoras de la venezolaneidad es necesario apelar a nuestros imaginarios, y mitos fundacionales, so pena de quedarnos en una entelequia que nos aglutine en una masa amorfa que bien pudiéramos calificar como los “sin patria.” (Mora-García, 1997) Debemos estar atentos para evitar el descentramiento del centro sagrado que une nuestro pueblo.

La advertencia permanente a combatir el culto a Bolívar hay que analizarla por lo menos en una doble perspectiva. En primer lugar, debería revisarse si el culto es negativo (Durkheim, 1982), es decir, si se busca establecer una conexión enfermiza con el héroe; en la que el héroe sustituya al objeto social real. Si fuera así, entonces habría que combatirlo. Debemos tener cuidado de no convertir las masas en tránsfugas, so pena de caer en un cuadro esquizoide que en el pasado condujeron a pueblos al fascismo, al nacional socialismo, y a doctrinas que segregaron la diferencia y atacaron el principio vital de toda cultura: el respeto a la diversidad.

Apoyamos sí, el culto positivo (Durkheim, 1982) a Bolívar, aquel que conecta el símbolo con el pueblo; aquel que deviene en imaginario social. Por eso hacer una apologética o una desacralización del culto a Bolívar a secas sería irresponsable. Todos los pueblos desde la antigüedad entraron en decadencia cuando sus símbolos fueron destruidos. Pero también existe el mismo riesgo cuando el símbolo es banalizado. Poner a Bolívar al alcance de la mano en el sentido light puede ser un riesgo, pues cuando el encanto se pierde también puede despacharse la identificación con el símbolo. Necesitamos al Bolívar imaginario social no solo para Venezuela sino para América Latina: “gana, entonces, en sentido, el culto al Libertador, al caudillo de los movimientos independentistas. En este contexto, Simón Bolívar y San Martín representan el gran pasado nacional y asumen, al mismo tiempo, una función orientadora.” (Werz, 1995:13)

Debemos potenciar al Bolívar devenido en imaginario social, pero al mismo tiempo debemos deslastrarnos del complejo de Edipo cultural, de aquellos que apelan a la figura de Bolívar para invocar al padre represor. Necesitamos al Bolívar que quiere que nos realicemos en el mundo, y que conquistemos la revolución más grande que nos falta, la revolución cultural. Es la diferencia entre: “un Bolívar para el pueblo y un Bolívar del pueblo”. (Castro Leiva, 1991:128)

I Parte. El Imaginario Social Bolivariano y la Revolución Bolivariana.

La noción del Bolívar imaginario social ha macerado en el venezolano un tiempo antropológico, que podríamos definir como el tiempo antropológico bolivariano; si los griegos tienen el tiempo antropológico signado por Homero; si los judíos tienen el tiempo antropológico signado por Abraham; los venezolanos tenemos el tiempo antropológico signado por Bolívar.

Más allá del enfoque sincrónico y diacrónico en el venezolano el tiempo está orientado hacia un tiempo etnológico (Clarac de Briceño, 1996:13) determinado por el imaginario bolivariano. Por eso integra orgánicamente y dinámicamente el pasado, el presente y el futuro. Esa es la razón por la que Bolívar experimenta una performatividad permanente. No es el que fue, ni el que está sino el que vendrá. Cada día reinventa el venezolano su tiempo bolivariano, cada día se conecta con el imaginario para arrancarle los secretos.

Bolívar en su poema, Mi delirio sobre el Chimborazo, interpeló a Cronos, para que le dejara ser como él:

“¿Cómo, oh Tiempo! respondí, no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia y en tu rostro leo la historia de lo pasado y los pensamientos del Destino”.

Bolívar marca la dirección en la cual debe caminar el venezolano; su imagen es invocada en las dificultades, para defender al débil, para alimentar al hambriento, para implorar la justicia; y para encomendar las labores de cada día.

La cotidianidad está repintada de anécdotas que nos recuerdan ese tiempo antropológico, desde los murales que piden a gritos el retorno del héroe hasta el hombre de barrio de Caracas que exclamó: “yo, no me voy de esta propiedad, porque yo soy hijo de Bolívar.” Se sintió con derecho también. En el fondo reclamaba injusticias acumuladas generacionalmente. Tres generaciones de sus familiares habían trabajado sin poder adquirir una vivienda, ahora la fuerza del imaginario bolivariano le invitaba a reclamar la justicia histórica.

El tiempo antropológico bolivariano funciona como una apercepción trascendental, en el sentido kantiano, pues acompaña todas nuestras representaciones sin estar consciente. El imaginario al igual que la mentalidad colectiva, no se impone ni se decreta sino que se instaura en el tiempo de larga duración. Pero los imaginarios tienen una debilidad, son frágiles. Recordemos que no son precisamente productos de La Razón. Por eso tenemos que reconocer que Bolívar en tanto que imaginario colectivo también ha sido utilizado perversamente para manipular al pueblo; “si el amo del momento era un déspota, se insistía sobre la dictadura de Bolívar; si era una bestia cruel, se le parangonaba tácitamente la energía del Libertador; si era intransigente y testarudo, se sacaba a la luz el autoritarismo del héroe (…) el supuesto carácter bolivariano fue deformándose de esa manera, casi hasta llegar a ser una monstruosa mezcolanza de los desordenes morales que iban surgiendo en la grotesca procesión de caudillos, líderes pseudo intelectuales, Jefes Civiles, Comisarios y gendarmes.” (Mijares, 1970:22)

Es el juego de la relación saber/poder. El que tiene el poder define cuál es y cuál debe ser la verdad; “la verdad afirma Foucault no está fuera del poder, o careciendo de poder (…) la verdad es de este mundo (…) cada sociedad tiene su propio régimen de verdad, su política general de verdad: es decir, los tipos de discursos que acepta y los hace funcionar como verdaderos; los mecanismos e instancias que capacitan a uno para afirmar la verdad o falsedad de determinadas expresiones.” (Foucault, 1980:131.) De lo cual podemos inferir que cada sociedad tiene su propia economía política de la verdad. Bolívar evidentemente ha sido utilizado para legitimar los discursos históricos en torno a la verdad.

La dependencia arquetipal de Bolívar no siempre ha conducido a caminos ciertos, a veces, ha sido deformada por quienes han manipulado al pueblo políticamente. Por ejemplo, se ha aprovechado la dependencia arquetipal mesiánica para desarrollar una cultura de la dependencia en el pueblo venezolano, una cultura de la pobreza que nos presenta en el contexto de las naciones como un “pueblo joven”, a la manera de Ortega y Gasset. Así se ha convertido a Bolívar (inconscientemente) en el Papa Noel de los venezolanos; podríamos decir con López-Pedraza (2000), que la “cultura de piñata” que caracteriza a la cultura venezolana en parte descansa en una histeria hebefrénica, en donde se exagera la histeria de lo infantil. Queremos que el país funcione cual sueño Disneyland, o lo que la psicología junguiana llama la psicología de cuento de hadas; por eso nos emociona las soluciones temporales.

El líder político busca conectarse sentimentalmente con la masa a través de sus imaginarios. En Venezuela esa ha sido una constante, en el siglo XIX y el siglo XXI, en regímenes de facto o en democracia, en las izquierdas y en las derechas, en todos los sectores de la sociedad; Bolívar ha sido el comodín: lo fue para Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez; Carlos Andrés Pérez, y estelarmente ha sido encarnado por Hugo Chávez Frías.

El imaginario colectivo también opera con dispositivos catárticos, el Bolívar imaginario social le permite al pueblo sublimar cargas inconscientes, a veces llenas de manifestaciones tanáticas (destructoras), que de otra manera terminarían desbocando al pueblo por el estado de frustración ante la carga de promesas incumplidas. Aunque no siempre ocurre ese estado de sublimación, a veces esas manifestaciones tanáticas pueden desbordarse y ocasionar destrucción real. Cuando se pierde la conexión con el símbolo termina el encanto aparece en el escenario el Duende y la tragedia. (López-Pedraza, 2000) El Duende en la vida política venezolana se ha manifestado de muchas maneras, desde el 18 de octubre de 1945 el pueblo está en la calle. (Dávila, 1992) Pero, la presencia más aparatosa del Duende en la Venezuela contemporánea fue el 27 de febrero de 1989, cuando los cerros de Caracas bajaron. También estuvo presente el 4 de febrero de 1992, en donde por cierto emergió la famosa expresión del “por ahora”, que terminó conectando al pueblo con un espíritu mesiánico: Hugo Rafael Chávez Frías. Se repitió el 27 de noviembre de 1992. Y, la más reciente el 11 de abril de 2002, una marcha invocó de nuevo el imaginario bolivariano para tumbar el gobierno, como había acontecido en el pasado. El mesianismo psico-social e ideológico encarnado en Chávez fue más fuerte; había sido capitalizado para nutrir al mesianismo político, con altas cargas de utopía y, a veces, de alucinaciones; “en nuestros países cuando ciertas generosas utopías se vuelcan sobre los agudos problemas sociales, adquieren pronto un tono mesiánico.” (Neira Fernández, 1997:88) Ese mesianismo pudo captar la geografía del hambre en un sector de la población venezolana que históricamente había sido marginada. Chávez alimenta la esperanza en quienes habían sido infravalorizados; pero lamentablemente los medios para alcanzar el fin no han sido los mejores. No se puede negar al Otro por ser diferente, ni se pueden alimentar cargas tanáticas que buscan la destrucción de la diferencia; tampoco se puede invocar la virtud armada sobre la virtud civil. No debe existir una clase privilegiada en un sistema de gobierno democrático, y menos una clase militar. La virtud civil debe estar en manos de ciudadanos civiles, porque el título de ciudadano emana de las leyes y no de la fuerza; en el Discurso ante el Congreso de Colombia, en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 3 de octubre de 1821, Bolívar expresó: “Yo ruego ardientemente, no os mostréis sordos al clamor de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la Republica, al que el pueblo señale como jefe de su corazón.” (Bolívar, III: 720) La sociedad democrática requiere de una correlación de fuerzas para haya gobernabilidad.

Pero hay que reconocer que las cargas tanáticas han sido alimentadas por los dos sectores en pugna: el “oficialismo” y la oposición. Entre diciembre (2002) y febrero (2003) el Paro de PDVSA (la principal industria venezolana generadora de divisas) convocado por la oposición no escatimó los daños que podrían ocasionarse a la nación; se utilizó la misma estrategia para presionar, la fuerza. Y la fuerza no es gobierno en la democracia. Se echó mano hasta de los símbolos de la nacionalidad para enfrentar a Chávez. Y no se logró lo esperado. Si algo pudiéramos decir que fue positivo de toda esa experiencia fue el reencuentro con el símbolo. Las marchas se extinguían sin que se presentaran enfrentamientos entre los bandos: chavistas y “golpistas”; todos terminaban abrazándose. Y hasta una “caimanera” de futbolito recorrió el mundo en imágenes, para recordarnos que el pueblo es más sabio en sus entrañas arquetipales que sus dirigentes.

Aquí una vez más se evidenció que la FRATRIA es más potente que la PATRIA. La Patria los inducía al enfrentamiento irreconciliable; la FRATRIA los invitaba a reconocernos entre hermanos. Generaciones enteras que históricamente se habían desconectado del símbolo ahora invocaban su presencia. Sectores medios y altos de la población cuyo símbolo no era precisamente Bolívar, se reencontraban con el imaginario fundacional. Los jóvenes que antes se autodenominaban “sifrinos” y que no querían saber nada de la patria ni de sus símbolos, ahora iniciáticamente se conectaban con la memoria nacional.

Bolívar dejó de ser una metáfora para convertirse en metonimia; ya no es el héroe lejano sino el amigo que acompaña a cada venezolano en su cotidianidad. Ya no es el ser que enuncia paradigmáticamente el símbolo del ser venezolano; sino el ser devenido en sintagma de nuestra vida. Ya no es el ser que invocamos para que un buen día regrese, sino el ser que acompaña permanentemente todas nuestras representaciones.

II Parte.

La identificación Bolívar y Chávez.

Recientemente acaba de editarse en Venezuela un libro que aborda la personificación del héroe en Hugo Chávez. Se trata del trabajo de Cristina Marcano y Alberto Barrera (2005) Hugo Chávez sin uniforme, una historia personal. El capítulo Bolívar y yo, describe justamente ese tránsito experimentado por Hugo Chávez que lo lleva de líder fracasado (4 de febrero de 1992) a líder resurrecto con las elecciones de 1998.

Sin embargo, el trabajo de Reinaldo Rojas (2000) EL RETORNO DE LOS HÉROES: EL DISCURSO POLÍTICO DE HUGO CHÁVEZ Y EL PROCESO CONSTITUYENTE EN VENEZUELA DE 1999, presentado en el XI Congreso Colombiano de Historia en la ciudad de Santafé de Bogotá fue el primer antecedente que hizo una identificación entre el símbolo de la nacionalidad y Hugo Chávez. Veámoslo en sus propias palabras:

“El levantamiento del 92 pone en escena el factor militar, uno de los pilares fundamentales del sistema político. Pero el golpe no es a favor del FMI y sus reformas neoliberales. La acción militar es contra la clase política que ha perdido legitimidad y total sentido de lo nacional. El movimiento fracasa y su líder – un anónimo Comandante del Regimiento de Paracaidistas acantonado en el Estado Aragua – asume la responsabilidad y rindiéndose llama a preparar nuevas acciones. Un rostro aindiado, una conducta (“asumo la responsabilidad” ) y una frase (“por ahora”) dejan un profundo mensaje de reivindicación en el pueblo venezolano. Este es el texto de su mensaje expuesto antes las cámaras de televisión el 4 de febrero de 1992 en horas del mediodía: “Buenos días a todo el pueblo de Venezuela. Este mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados del Regimiento de Paracaidistas del estado Aragua y Brigada de Blindados de Valencia. Compañeros, lamentablemente, por ahora nuestros objetivos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar mayor derramamiento de sangre y de reflexionar. Vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor. Así que oigan mis palabras, el mensaje que les lanza el Comandante Chávez, para que por favor reflexionen y depongan las armas, porque ya es imposible lograr los objetivos que nos propusimos a nivel nacional. Compañeros, oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, valentía y desprendimiento. Yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano.” (Rojas, 2000)

Esta frase se convirtió en iniciática, y desde entonces nació un nuevo actor para sembrarse en las masas y personificar un nuevo liderazgo político. Y ese proceso iniciático incorpora la figura de Bolívar como el símbolo de ese despertar. Bolívar fue arrancado de las estatuas para ser incorporado en el pueblo vivo. El culto bolivariano sufrió una revisión en sus raíces primigenias, ya no es el Bolívar pregonado para alienar al pueblo sino el líder inspira transformaciones; “Bolívar deja de ser el emblema acartonado del sistema político tradicional, para transformarse en símbolo de rebeldía política. Como Padre de la Patria, retorna al pueblo en su condición de mito fundacional de la nación, pero esta vez, confundida su imagen entre los fusiles y tanques de los militares rebeldes.” (Rojas, 2000)

La inmanencia del mito bolivariano personificado en Hugo Chávez Frías ha sido una de las fortalezas de la revolución bolivariana actual. El pueblo se reviste de Bolívar, y en esta ocasión, se viste de paracaidista; Chávez hizo esa conexión simbólica con el Padre e inspira una refundación de la patria. Una refundación que ha dado origen a un neonacionalismo de izquierda que tiene como pivote las Misiones: Robinson, Rivas, Sucre, Barrio Adentro, y Vuelvan Caras. El neonacionalismo se expresa en la construcción de un sentimiento patriótico desde abajo, desde adentro, y desde los más desposeídos. Un desprendimiento e interés por los demás, a diferencia del nacionalismo del pasado impuesto por las elites criollas que llegó a tener su máxima expresión en el neoliberalismo; aspecto que denunció Chávez (1997) siendo candidato: “no ha existido democracia, sino dictaduras de cogollos que deciden por el pueblo y contra el pueblo”.

El neonacionalismo venezolano permite al pueblo abandonar falsas creencias y prejuicios de raza, de castas, y de negación del más débil. En Venezuela pasamos del neoliberalismo al neonacionalismo, que plantea pasar del nacionalismo tradicional a un nacionalismo regional. Y nuestra región es Sudamérica. La propuesta de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) frente al ALCA es su expresión en materia de economía internacional. El desarrollo endógeno, llamado también crecimiento hacia adentro, busca incrementar la demanda efectiva de los mercados internos. Esta situación a llevado a las alianzas con Lula, en Brasil; Kirchner, en Argentina; y con otros países de la región. El neonacionalismo también se manifiesta en múltiples rebeliones y movimientos populares que abarcan desde el Zapatismo en México, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, el levantamiento indígena-popular- militar en Ecuador y el “argentinazo” del 20 de diciembre, hasta las protestas de Seattle y Génova.

El neonacionalismo bolivariano tiene su expresión en la imaginería venezolana, al potenciar la reivindicación de la herencia ancestral macerada en la cultura de resistencia venezolana y latinoamericana. El culto no está reservado exclusivamente a la presencia de la Iglesia católica sino que permite la expresión de otros cultos, e incluso emerge una gran variedad de imágenes arquetipales. La dependencia del monoteísmo judeo-cristiano se entrecruza con el politeísmo sincrético producto de la fusión de culturas. Ese sincretismo se alimenta de mitos variados, de los griegos a los rituales de santería. La Santísima Trinidad católica tiene su expresión en una “Trinidad criolla” integrada por: María Lionza, El negro Felipe, y Guaicaipuro.

En fin, el neonacionalismo venezolano se construye con un imaginario que incorpora el espiritismo cruzado y la santería; Changó y el negro Miguel. Esta visión que ha sido cuestionada por la ortodoxia religiosa es manejada magistralmente en la práctica por el ciudadano común para reencontrarse con su propia manifestación protorreligiosa. Ningún pueblo ha realizado cambios en su historia sin interiorizar la esfera de lo sagrado; lo sagrado funda la sociedad, y Bolívar es el símbolo de lo sagrado.

Las marchas se han convertido en una expresión atávica que le recuerdan al pueblo la tierra prometida; por eso la marcha está presente cada vez que invoca su visión arquetípica. Los héroes caídos le rememoran la pasión y muerte de Jesucristo, que por supuesto generan necesariamente una resurrección.

En Chávez se realiza una especie de nueva redención, de líder fracasado el 4 de febrero de 1992 a héroe resucitado en las elecciones de diciembre de 1998. A continuación retomamos el análisis de Rojas (2000) para recordar el trance del héroe:

“Es en el escenario de la cárcel de Yare que los venezolanos vuelven a ver al Comandante Chávez por medio de entrevistas televisadas, a escuchar su voz y leer sus proclamas revolucionarias. Chávez se transforma en producto y productor de representaciones colectivas que en el fondo no son más que el rescate y puesta en escena de las representaciones colectivas de la nación. Nace el “chavismo” – connotación popular del chavecismo – como reivindicación social de los pobres y reafirmación, sin dudas y temores, de la idea de Nación, de sentimiento patriótico en un momento de crisis, baja autoestima nacional e incertidumbre política (…) Figuras e imágenes entran en escena: La silueta del paracaidista, la boina roja, los colores de la bandera, el rostro del comandante. El discurso político toma el camino de la historia, se hace épico, heroico en la acción presente que impulsa y movilizador a través de un mensaje que difunde, convocando al “pueblo llano” venezolano a transformarse en sujeto de los cambios necesarios y urgentes que el país reclama. El Himno Nacional se canta en actos públicos y manifestaciones como himno de combate, rescatando su condición de discurso de exaltación del “bravo pueblo”. Bolívar aparece en el fondo como el verdadero conductor del nuevo Ejército de refundación nacional, y el pueblo ya no es tratado en la dimensión abstracta de soberanía sino en la proyección actuante de “soberano”, de “pueblo soberano” como lo llamó Ezequiel Zamora, líder de la rebelión social de 1859 y otro de los arquetipos movilizadores del inconsciente colectivo venezolano que junto a Bolívar apuntalan “en el tiempo” el discurso político de Chávez.” (Rojas, 2000)

Pero esta evocación del retorno de lo heroico también rememora la herencia mesiánica. El mesianismo es una categoría asimilada culturalmente por nuestros pueblos. Somos mesiánicos, y ese arquetipo ya forma parte de nuestro inconsciente colectivo. Pero quisiera agregar que ese mesianismo nos ha hecho soñadores, y al mismo tiempo, dependientes. Ha generado en nosotros una subcultura de las soluciones milagrosas y espontáneas, y lo más lamentable ha reforzado un sentido de cultura piñata, que devino en “complejo de Edipo en lo cultural.” De manera que esa seducción hacia la búsqueda de un líder mesiánico, se reproduce en la oscuridad del inconsciente colectivo generando la permanente actitud salvacionista presente en el pueblo latinoamericano, y que especialmente está presente en el venezolano de hoy. Con esto quiero decir, que el mesianismo como estructura mental, no está personificada exclusivamente en Hugo Chávez Frías sino que está presente en el “utillaje mental” de cada venezolano. Por eso pudiéramos decir, que ese mismo “mesianismo” puesto en manos de la oposición también ha servido también para despertar procesos de resistencia que han sido manipulados por la postura massmediática. Desde el punto de vista educativo el neonacionalismo venezolano retoma el concepto de Estado-docente. No es nada nuevo, diríamos como historiadores de la educación, sobre todo si pensamos que fue Carlos III (1767) quien asumió la responsabilidad de la educación. Pero en el caso actual, el concepto de Estado-docente retoma la visión propuesta, por el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa (1946), en una conferencia dictada en la Escuela Normal Miguel Antonio Caro para anunciar que el Estado debe ser el responsable supremo de la orientación general de la educación de la república. Ese modelo desarrolló una filosofía educativa para conformar la conciencia de los ciudadanos, y fue denominada Humanismo Democrático.

Es necesario rememorar algunos de los postulados de la filosofía educativa prietofiguereana para el contexto actual, ya que nos ilumina el camino a seguir como docentes: en primer lugar, destacamos el principio de neutralidad ideológica de la educación, que se expresa de la siguiente manera: “ la educación tiene que ser, sin duda, neutral frente a las luchas de los partidos que se disputan la adhesión de la ciudadanía dentro de las regulaciones constitucionales, pero no puede serlo en relación con los fundamentos mismos de la democracia.” (Proyecto de Ley Orgánica de Educación, 1948:4-5)

Podemos inferir que los fines de la educación per se no deben estar al servicio de enfoques parcelarios, que conduzcan a la eliminación del pensamiento abierto y la diversidad. Los fines de la educación en el Sistema Democrático no deben responder a manifestaciones fundamentalistas, ya que todo fundamentalismo nos lleva a la unanimidad de opinión, y en ese sentido, no estaríamos formando ciudadanos para una sociedad democrática sino una secta. En segundo lugar, resaltamos el fin prospectivo de la educación. La educación tiene la responsabilidad de acercar el futuro al presente. Todo docente tiene que convertirse en un líder prospectivo para que pueda anticipar los problemas y asuma el cambio como una necesidad perentoria del sistema educativo. El mejor docente, en ese sentido, no es el que resuelve los problemas sino el que los anticipa. En su momento el maestro Prieto nos advertía la vocación prospectiva de la educación de la siguiente manera: “El Estado educa, en primer lugar, para que adquieran armónico desenvolvimiento las virtualidades positivas del hombre (…) la educación pública en todos los grados y formas de sus tres ciclos tiene que preparar el espíritu de las nuevas generaciones para que sean capaces de integrarse a la cultura de su época.” (Proyecto de Ley Orgánica de Educación, 1948:4-5) Los fines de humanismo democrático apuntan hacia una educación prospectiva, en donde propiciemos una formación para la comprensión del mundo actual; el desarrollo de una conciencia crítica es vital en la formación docente. Y, en tercer lugar, el principio de integralidad. Este quizá sea uno de los postulados más importantes de la filosofía educativa prietofiguereana, no sólo porque apuntaba hacia una función administrativa que unificaba los diferentes subsistemas de educación, sino porque establecía una antropología filosófica centrada en la formación integral. Por eso manifestaba que “la preocupación dominante en los enunciados de los principios del humanismo democrático se aplicaba a lo largo de todo el proceso educativo. Formar hombres íntegramente capacitados para el desempeño útil dentro de las colectividades era un objetivo no descuidado en ningún momento. No era el propósito que los campesinos aprendieran a discurrir como Erasmo o como Bembo, sino que junto con la capacitación para sus tareas específicas de sembrador o de criador, adquirieran también las nociones indispensables para conservar la salud, mejorar su medio y contribuir con sus vecinos a las obras exigidas por una vida solidaria y libre (…,) más que el aprendizaje de lectura y escritura, tiende a hacer del hombre una persona humana, consciente de sus deberes y derechos y capacitada para ejercerlos, capaz de integrarse conscientemente con su medios para transformarlo o para mejorarlo.” (Prieto Figueroa, 1957)

El principio de formación integral en el mandamiento prietofiguereano sigue siendo actuante. Hoy la educación apuesta a la integración del hombre con el cosmos, a la biodiversidad biológica, al cultivo de los postulados de una paideia que va de la física a la poesía; desde poetas como Octavio Paz hasta santones como Santha Sai Baba, todos tienen un espacio en la galaxia pedagógica. El camino no se cierra al final, y los cercados están minados, cada vez más se impone una integración del pensamiento científico con el alternativo; una epistemología de la tolerancia cobija el espectro intelectual. En su momento, el maestro Prieto nos demostró que tuvo capacidad de tolerancia epistemológica, pues integró el concepto de persona humana propio de la filosofía neotomista de Jacques Maritain.

El nuevo Estado-docente bolivariano busca la integralidad de la educación, concepto prietofigueriano que conectaba la antigua Educación Primaria con la Universidad; y que hoy implicaría conectar la Escuela Bolivariana con el Liceo Bolivariano, y éste con la Universidad Bolivariana.

El nuevo Proyecto Educativo emana de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). A partir de la Resolución Nº 179, del 15 de septiembre de 1999, se crearon las Escuelas Bolivarianas que representan el inicio de un nuevo proyecto del sistema escolar. Desde el punto de vista de la fundamentación filosófica se basa en las ideas de Simón Rodríguez, el proyecto del Humanismo Democrático de Luis Beltrán Prieto Figueroa, el concepto de Estado Docente, el pensamiento de Paulo Freire, la pedagogía crítica de H. Giroux, y la teoría curricular socio-crítica apoyada en el pensamiento de J. Habermas. Ideológicamente apuesta por una educación de masas sin exclusión de la calidad, aspecto que representa el reto mayor de cualquier proyecto educativo.

Los resultados de este proyecto se comienzan a sentir, y es necesario reconocer el éxito del mismo. Aspecto que se traduce en el crecimiento de la matrícula escolar desde 1998, la cual se mantuvo sostenidamente hasta el 2002, cuando emergieron las misiones:

CRECIMIENTO DE LA MATRICULA ESCOLAR Años Matrícula Total Variación % Población total 1994 6. 621168 -1,3 21377426 1995 6. 613553 -0,1 21844496 1996 6. 855137 3,7 22311094 1997 6. 794091 -0,9 22777151 1998 7. 008692 3,2 23242435 1999 7. 029477 0,3 23706711 2000 7. 303155 3,9 24169744 2001 7. 814371 7,0 24631900 2002 8. 253735 5,6 25093337 2003 8. 175115 -1,0 25553504

Fuente: Luis Bravo Jáuregui (2004)

El neonacionalismo bolivariano retoma otra alianza que se remonta a la Revolución de Octubre de 1945, cuando imbricaba Partido, Ejército y Pueblo. No había cesado el tableteo de las armas automáticas de la Revolución del 18 de octubre de 1945 cuando ya se anunciaba el triunfo alcanzado por el ejército y el pueblo. Esta dupla fue determinante para comprender el desarrollo de dos identidades en la conformación del imaginario político venezolano: “la pasividad del pueblo, su desintegración, el pesimismo sobre su capacidad para ser autor de su propia historia se acabarían con el advenimiento de la Revolución de Octubre. De allí en adelante: no más actitudes contemplativas ante el pasado, quemando incienso ante los retratos de los libertadores y comportándonos como nietos indignos de ellos. Este optimismo será reforzado por otras dos entidades: Pueblo-Partido (AD) y Pueblo-Ejército.” (Dávila, 1992:53)

La historia pareciera repetirse en los albores del siglo XXI, cambiemos los términos y nos encontramos con el neonacionalismo bolivariano. La propuesta del Presidente Hugo Chávez Frías es el llamado permanente a integrar Pueblo y Ejército. Poco a poco, todo deberá transformarse en organizaciones cívico-militares, desde las escuelas hasta los cuarteles. Tesis que ha sido criticada por los sectores de la oposición, pues pone en tela de juicio uno de los principios fundamentales de la profesionalización militar, cual es, la distancia entre el ejército y el pueblo, y a su vez, entre el militar y el Estado democrático; y que Samuel Huntington (1995) criticara al afirmar que: “la profesión militar es experta y limitada. Sus miembros tienen competencia especializada dentro de su campo y carecen de dicha competencia fuera de su campo.” (Huntington, 1995:63)

En los actuales momentos el neonacionalismo bolivariano vive otra performatividad que está en proceso de ejecución, cual es, la propuesta del socialismo del siglo XXI. La tesis ha resultado no menos polémica, pues hasta el mismo Heinz Dieterich (padre de la criatura) ha manifestado: “Se observa en la Revolución Venezolana una especie de indigestión teórica que se debe a la multitud de conceptos y paradigmas (modelos) que la población tuvo que asimilar en apenas seis años, entre ellos: Revolución Bolivariana, antiimperialismo, desarrollo endógeno, escuálidos y Socialismo del Siglo XXI. Considerando, que un estudiante tiene casi seis 6 años para aprender un solo paradigma científico (p.e., economía) queda evidente la magnitud de la tarea de aprendizaje. Por la misma génesis de la Revolución no existe una vanguardia colectiva ni cuadros medios adecuados en el país que pudieran ayudar a la población en el debate de estos conceptos. La obra que aquí presentamos, “Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI”, de la Escuela de Bremen, al igual que la obra de la Escuela de Escocia, “Hacia un nuevo socialismo”, que presentaremos en noviembre de este año, pretende facilitar la discusión sobre estándares científicos de conocimiento y debate.” (Heinz Dieterich, 2005) En nuestro análisis hemos pasado de la conformación histórica del imaginario social bolivariano a la performatividad que vive con la emergencia de Hugo Chávez y la revolución bolivariana. Como hemos podido observar se requiere de un enjundiosa revisión epistemológica de los postulados sobre los que se funda el neonacionalismo para determinar el desideratum del proyecto bolivariano actual. No pretendemos ofrecer soluciones definitivas sino generar ideas que permitan profundizar la discusión.

COROLARIO.

Iniciamos esta parte conclusiva con una cita realizada por Reinaldo Rojas (2000), sobre todo, porque nos permitirá decantar lo que él, en su momento, proyectaba que debiera ser la Revolución Bolivariana. Veamos: “Los venezolanos de la V República, sin negar el mito como proyección simbólica de la idea de nación que forma parte de nuestro inconsciente colectivo, sin negar nuestra historia y dejar de cultivar el reconocimiento eterno a nuestros héroes, y sin movernos frente a la figura de Chávez, entre los extremos de la apología semidivina o la negación de sus cualidades de líder carismático del actual proceso de reconstrucción y afianzamiento nacional, podemos y debemos buscar como salida, el camino del crecimiento y de la madurez social como comunidad política, matando simbólicamente al héroe, si es que ello es totalmente posible, a través de la construcción de una democracia política y social fundada en la participación y la corresponsabilidad. Hoy, a dicho el propio Chávez, en Venezuela el binomio Pueblo y Revolución se ha hecho presente. En estas condiciones, así como el Bolívar guerrero de 1813 dio paso al Bolívar estadista de 1819, la figura heroica del Comandante Chávez de 1992 debe dar paso al estadista del 2000, para que por primera vez en nuestra historia el ciclo se cumpla y de la adolescencia pasemos a transitar esa madurez de pueblo que con conciencia de pasado y voluntad política de presente sea capaz de construir su propio futuro. Estaríamos hablando entonces, de esta década constituyente como el antecedente o primera fase de una verdadera revolución.” (Rojas, 2000)

Sin duda que podemos hablar de un nuevo tiempo histórico nacional con el proceso vivido en Venezuela los últimos cinco. Venezuela ya no será la misma. Pero tenemos que reconocer que la Revolución Bolivariana sigue presa del mito de los orígenes, de la invención de la tradición, traducida en prácticas simbólicas que buscan reforzar los valores del heroísmo decimonónico. La Revolución Bolivariana buscó, en este sentido, conectarse en forma deliberada con un pasado histórico que presentar sus transformaciones como válidas naturalmente.

La invención de la tradición en la formación de la nación venezolana en el siglo XIX fue instrumentalizada por la historia patria; así pues “la historia patria impuso simbólicamente la imagen de una cierta unidad nacional que informaría los inicios de la nación venezolana: éramos nacionales sin saberlo (…)” (Dávila, 2005: 280) La historia paso a formar un rol servil para “justificar la estructura de poder y la estructura social criolla y el papel preeminente ocupado allí por los independentistas.” (Idem)

El neonacionalismo venezolano del siglo XXI sigue anclado en el paradigma del nacionalismo metodológico, por eso sus aciertos entran en contradicción permanente. Veamos algunos ejemplos: 1. La crítica al imperialismo. Los problemas de la desigualdad son supranacionales. Sin embargo, internamente se controlan los poderes.

2. La crítica a la concentración de poder en los países hegemónicos económicamente. Pero la organización estatal profundiza al Estado mega-actor.

3. La búsqueda del igualitarismo social. Sin embargo, se proyecta una formación de conciencia de clase que desentierra problemas superados desde el siglo XIX.

De manera que, por lo pronto, la proyección de los logros de la Revolución Bolivariana, más allá de los logros experimentados, que los tiene, parece que seguirá esperando el momento: “para que por primera vez en nuestra historia el ciclo se cumpla y de la adolescencia pasemos a transitar esa madurez de pueblo que con conciencia de pasado y voluntad política de presente sea capaz de construir su propio futuro.” (Rojas, 2000)

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Ancient Apocalypse: The Fall of the Mayan Civilisation

Mayan ruins
The Mayan ruins of Tikal are hidden deep in the rainforests of Guatemala. From the air only a handful of temples and palaces peek through the canopy. The stone carvings are weather-beaten. Huge plazas are covered in moss and giant reservoirs are engulfed by jungle. The only inhabitants are wild animals and birds.

But 1,200 years ago, Tikal was one of the major cities of the vast and magnificent Maya civilisation that stretched across much of what is now southern Mexico, Belize and Guatemala. Tikal was home to perhaps 100,000 people. Thatched farmsteads and fields would have stretched as far as the eye could see.

‘Their civilisation was so stable and established, they even had a word for a 400-year time period.’
The Maya thrived for nearly 2,000 years. Without the use of the cartwheel or metal tools, they built massive stone structures. They were accomplished scientists. They tracked a solar year of 365 days and one of the few surviving ancient Maya books contains tables of eclipses. From observatories, like the one at Chichen Itza, they tracked the progress of the war star, Venus.

They developed their own mathematics, using a base number of 20, and had a concept of zero. They also had their own system of writing. Their civilisation was so stable and established, they even had a word for a 400-year time period.

Mayan society was vibrant, but it could also be brutal. It was strictly hierarchical and deeply spiritual. Humans were sacrificed to appease the gods. The elite also tortured themselves – male Maya rulers perforated the foreskins of their penises and the women their tongues, apparently in the hope of providing nourishment for the gods who required human blood.

In the ninth century, the Maya world was turned upside down. Many of the great centres like Tikal were deserted. The sacred temples and palaces briefly became home to a few squatters, who left household rubbish in the once pristine buildings. When they too left, Tikal was abandoned forever, and the Mayan civilisation never recovered. Only a fraction of the Maya people survived to face the Spanish conquistadors in the 16th century.

For decades, archaeologists have been searching for an explanation of the Maya collapse. Many theories have been put forward, ranging from warfare and invasion to migration, disease and over-farming. Many think the truth may lie with a combination of these and other factors.

But none of the conventional theories were good enough for Dick Gill. He believed that what had devastated the Maya was drought. However, drought as the only explanation of the Maya collapse was highly controversial.
Published: 01-04-2001