Venezuela: ¿Guerra económica o errores del Gobierno?

Venezuela: ¿Guerra económica o errores del Gobierno? Desafíos que debe enfrentar el proceso revolucionario bolivariano

por Marta Harnecker

Recordando el contexto en que nace
1. Cuando Chávez triunfa en las elecciones presidenciales de 1998 ya el modelo capitalista neoliberal estaba haciendo aguas por todas partes. El dilema no era otro que refundar el modelo capitalista neoliberal, evidentemente con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica de la búsqueda del lucro; o avanzar en la construcción de otro modelo. [i]

2. Chávez optó por esta última alternativa. Para denominarla decidió
rescatar la palabra socialismo a pesar de la carga negativa de la que
había sido históricamente cargada, pero especificando que se trataba
del socialismo del siglo XXI para diferenciarlo del socialismo
soviético implementado durante el siglo XX, advirtiendo que no se
debía “caer en los errores del pasado”, en la “desviación estalinista”
que burocratizó al partido y terminó por eliminar el protagonismo
popular; en el capitalismo de Estado que puso el acento en la
propiedad estatal y no en la participación de los trabajadores en la
conducción de las empresas.

3. Chávez concebía el socialismo como un sistema económico centrado en
el ser humano y no en la ganancia, con una cultura pluralista y
anticonsumista en que el ser tuviese primacía sobre el tener. Un
socialismo provisto de una democracia verdadera y profunda donde el
pueblo asumiese el rol protagónico. Este es un elemento que lo
distancia de otras propuestas de socialismo democrático. Para él, la
participación de la gente en todos los espacios era lo que podía
permitir que las personas ganasen confianza en sí mismas y se
desarrollasen humanamente.

4. Pero esto hubiese quedado en meras palabras si él no hubiera
promovido la creación de espacios adecuados para que los procesos
participativos pudiesen darse plenamente. Por eso fue tan importante
su iniciativa de crear los consejos comunales (pequeños territorios
autogestionados), los consejos de trabajadores, los consejos
estudiantiles, los consejos campesinos. De lo que se trataba era de ir
conformando una genuina construcción colectiva que debía plasmarse en
una nueva forma de Estado descentralizado cuyas células fundamentales
deberían ser las comunas.

5. Construir con la gente significaba para él conquistar su mente y su
corazón para el nuevo proyecto de sociedad. Tenía claro que esta meta
no se alcanzaría mediante de prédicas sino a través de la práctica:
creando oportunidades para que la gente fuese entendiendo el proyecto
en la medida en que iba participando en la construcción del mismo. Por
eso advertía: “cuidado con el sectarismo, si hay gente […] que no
participa en política, que no pertenece a partido alguno, bueno, no
importa, bienvenidos. Digo más, si vive por ahí alguien de la
oposición, llámenlo. Que venga a trabajar y a ser útil. La patria es
de todos, hay que abrirles espacios y ustedes verán que con la praxis
mucha gente se va transformando…” [ii]

6. Uno de los logros históricos del proceso revolucionario bolivariano
fue haber podido convocar a una Asamblea Constituyente y aprobar luego
una nueva Constitución que cambiaba las reglas del juego político y
ponía trabas al neoliberalismo, planteándose contra el latifundio y la
privatización de la empresa venezolana del petróleo; a favor de los
pequeños pescadores en desmedro de las empresas transnacionales de la
pesca; por la propagación de las empresas cooperativas y del
microcrédito; contra la privatización de la educación y a favor de una
enseñanza gratuita; contra la privatización de la seguridad social.
Esta Constitución aboga también por los derechos de los pueblos
indígenas, de los niños y niñas, por el derecho a la libre información
y reivindica un modelo participativo, en el que los ciudadanos jueguen
un papel protagónico.

Pero todos estos planteamientos hubiesen quedado como letra muerta si
el gobierno no hubiera dictado las leyes que permitirían poner en
práctica los principios constitucionales. Fue entonces cuando la
oligarquía venezolana comenzó a sentirse amenazada en sus intereses
económicos y su respuesta no se dejó esperar. Golpe militar, sabotaje
petrolero, referéndum revocatorio. Aunque uno tras otro los intentos
de poner fin al proceso liderado por Chávez fueron derrotados, él no
era un iluso como algunos podrían pensar. Sabía que las fuerzas que se
oponían a la materialización de este proyecto eran enormemente
poderosas.

7. Pero ser realista no significa caer en la visión conservadora de la
política concebida como el arte de lo posible. Para Chávez el arte de
la política era hacer posible lo imposible, no por simple voluntarismo
sino porque, partiendo de la realidad existente, buscaba crear las
condiciones concretas para que ésta cambiase mediante la construcción
de una correlación de fuerzas favorable a los cambios. Él entendía que
para hacer posible en el futuro lo que en ese momento parecía
imposible era necesario alterar la correlación de fuerzas tanto en el
plano interno como internacional y durante todos los años de su
gobierno trabajó de forma magistral para lograrlo, entendiendo que
para construir fuerza política no bastaban los acuerdos de cúpula sino
que lo principal era construir fuerza social.

Sus esfuerzos por crear una nueva correlación de fuerzas internacional
8. No se puede entender el proceso venezolano sin sopesar el contexto
mundial en el que éste tuvo que insertarse. Existía una correlación
mundial de fuerzas muy negativa para las fuerzas progresistas: tras la
derrota del socialismo en los países del Este y, especialmente en la
URSS, había desaparecido el campo socialista con todo su peso
simbólico y práctico, y Estados Unidos se había transformado en la
primera potencia militar mundial sin contrapeso alguno. La situación
era muy diferente cuando triunfó la revolución cubana o durante el
gobierno de la Unidad Popular en Chile.

9. Consciente Chávez de que con esa correlación mundial de fuerzas no
podía llevar adelante una revolución social en forma aislada, se
dedicó a construir una fuerza internacional de apoyo al proceso
bolivariano. Impulsó procesos de integración suramericanos y caribeños
orientados bajo el signo de la solidaridad. Privilegió la relación con
la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y se acercó
a otros polos de poder mundial como India, Rusia y China, estrechando,
al mismo tiempo, los vínculos con los foros de naciones emergentes,
como el Grupo de los 15 de cooperación Sur-Sur y el Grupo de los 77 y
el Movimiento de Países No Alineados. En el Cono Sur, Chávez buscó una
alianza con Brasil para oponerse al ALCA e ingresar como miembro pleno
en el Mercosur.

10. Junto a otros presidentes latinoamericanos logró derrotar el
proyecto estadounidense del ALCA, levantando una propuesta de
integración alternativa: el ALBA [Alianza Bolivariana para las
Américas que hoy se denomina: Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América]. Estrechó sus relaciones con Cuba, suministrando a la
isla hasta petróleo en condiciones especiales de pago, a cambio de sus
servicios: médicos, venta de medicinas genéricas y asistencia técnica
en los sectores agrícola, turístico y deportes. Financió la “Misión
milagro” que devolvió la vista a millares de personas de bajos
recursos en América Latina. Estableció también un compromiso de
suministrar a 11 países centroamericanos y caribeños un trato
preferencial en la venta de petróleo, como un gesto de cooperación.

11. Chávez también entendió que la política debía ir antes que la
economía y por ello jugó un papel fundamental en la creación de
espacios de encuentro de los presidentes de la región aunque éstos
tuviesen diferentes enfoques económicos como la Unión de Naciones
Suramericanas [Unasur] y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños [Celac]. Lo importante era lograr reunirse sin la presencia
de los Estados Unidos. En este mismo sentido se orientan la creación
del Banco del Sur y del Banco del Alba.

12. Y como entendía bien que no se podía construir fuerza política sin
construir fuerza social, junto a estas iniciativas de encuentro de
gobernantes, apoyó iniciativas de encuentro de los movimientos
sociales de la región.

13. Bajo su inspiración fue también creada Telesur, una iniciativa
fundamental para hacer frente a la guerra mediática que necesariamente
tendrían que enfrentar los gobiernos progresistas de América Latina.
Chávez solía repetir una sentencia de Simón Bolívar: “Nos dominan
menos por la fuerza que por la ignorancia y la superstición.” Gracias
a esta señal televisiva estamos correctamente informados de lo que
realmente ocurre en la región.

14. Coincido con Atilio Borón [iii] en que TeleSUR es peligrosa porque
muestra la verdad de lo que ocurre no solo en esta parte del mundo
sino en todo el planeta y, al mostrar los estragos que perpetra el
imperialismo, despierta a los pueblos y alienta su rebeldía en contra
de un orden imperial que a diario acaba con la vida de decenas de
miles de personas en todo el mundo. Por eso se ha vuelto una grave
amenaza y las fuerzas políticas más retrógradas harán todo por
silenciarla.

15. Y aunque hoy haya algunos retrocesos en la región, nadie puede
dudar que existe un abismo entre la América Latina que Hugo Chávez
recibió y la América Latina que nos dejó.

Guerra económica que repite estrategia seguida en Chile
16. Aprovechándose del gran vacío de liderazgo que deja su
desaparición física, han recrudecido los ataques contra el proceso
revolucionario bolivariano, tanto desde dentro como desde fuera del
país. Y como resulta muy difícil intentar otro golpe de estado contra
el presidente Nicolás Maduro —quien ha tratado de ser consecuente con
el legado de Chávez— se ha agudizado la “guerra económica” iniciada ya
durante el período anterior: el gobernante venezolano ha recibido “en
poco más de tres años el equivalente de los ataques que recibió Chávez
en catorce años” y uno de sus objetivos ha sido afectar el sistema de
acceso a alimentos básicos a precios subsidiados que se impulsa desde
2003 a través de la Misión Mercal, con resultados sustantivos en la
garantía del derecho a la alimentación.

17. El tema de la guerra económica ha sido abordado recientemente por
el destacado intelectual venezolano y ex ministro del gobierno de
Maduro, Reinaldo Iturriza [iv] , de quien he tomado muchas de las
ideas que expondré a continuación al referirme a esta estrategia de la
derecha venezolana. Pero quiero empezar por decir que algo muy similar
ocurrió en Chile para desestabilizar el gobierno de Salvador Allende.
[v]

18. Recordemos que en este país las medidas empiezan a ser aplicadas
inmediatamente después del triunfo electoral: corrida bancaria,
contrabando de dólares, paralización de algunas industrias, cese de
importación de materias primas y repuestos necesarios para el
funcionamiento de las industrias, etcétera. Bloqueo de los intentos
del gobierno por modificar la injusta estructura tributaria usando
para ello su mayoría parlamentaria, negativa a aprobar recursos
presupuestarios para llevar adelante sus planes de carácter social,
instigación planificada para crear temor en los inversionistas
extranjeros y empresarios locales, provocando a mediano plazo un
estancamiento productivo.

19. Dicho plan fue plenamente compartido por el gobierno de Nixon y
los consorcios multinacionales, que consumaron una operación de cerco
económico que se tradujo en: reducción de créditos, obstaculización de
la renegociación de la deuda externa, embargo de bienes por parte de
las compañías expropiadas, divulgación internacional de la imagen de
un país en bancarrota para cercarlo más desde el punto de vista
financiero. El gobierno de Allende, que no quería afectar la capacidad
de negociación de los trabajadores, no tuvo otra alternativa que
ampliar la cantidad de dinero circulante, sabiendo que esto acarrearía
fuertes presiones inflacionarias. Al mismo tiempo, la ofensiva del
gobierno norteamericano le impidió mantener un volumen de
importaciones alimenticias acorde con la mayor capacidad adquisitiva
alcanzada por los sectores populares. Los problemas de abastecimiento
se agudizaron día tras día. Sobre esta base objetiva, los esfuerzos de
la reacción se encaminaron a agravar la situación económica mediante
la especulación, el acaparamiento y el fomento del mercado negro;
mientras la prensa por ella controlada desataba una campaña
sistemática destinada a magnificar el desabastecimiento y a
constituirlo en el centro de sus ataques. A este macabro plan sumaron:
cacerolazos, manifestaciones callejeras, paros de transportistas,
huelgas en el cobre, manifestaciones contra los militares que apoyaban
al régimen.

20. En Venezuela se han aplicado principalmente dos estrategias para
afectar el desarrollo económico y crear, con ello, descontento en la
población: la inflación inducida y el desabastecimiento programado.
[vi] Según la economista venezolana, Pasqualina Curcio, esto se logra,
por una parte, mediante la manipulación del tipo de cambio en el
mercado paralelo e ilegal, que sintomáticamente se incrementa
exponencialmente durante en los meses previos a los procesos
electorales [vii] , y, por otra, a través de la manipulación de los
mecanismos de distribución de bienes esenciales para la vida para
crear artificialmente desabastecimiento.

Inflación inducida
21. Según Curcio estas estrategias son viables en razón de
características y determinaciones históricas de la economía
venezolana. Pues, de hecho, existe una “concentración de la
producción, de las importaciones y de la distribución de los bienes y
servicios en pocas manos”: 3% de las unidades económicas registradas
en el país controla las divisas para importaciones, y, por otra,
existe una “alta dependencia de las importaciones”.

22. Estos monopolios importadores y banqueros, que no producen bienes
sino que obtienen ganancias extraordinarias de la diferencia de
precios entre lo que compran afuera y lo que venden dentro del país,
fijan oligopólicamente los precios de los bienes que importan (bienes
de primera necesidad, entre ellos los alimentos, y los requeridos para
la producción y el transporte) asumiendo el tipo de cambio paralelo
que es mucho mayor (14,5 veces) al valor real de los productos
estimado en moneda nacional. Con ello han acumulado un gran poder
económico que se traduce en influencia política y se refleja en el
plano institucional.

23. No sólo se perjudica al pueblo venezolano al elevar los precios de
los productos de primera necesidad, sino que también desfavorece a los
sectores burgueses productores de los restantes bienes de uso en la
vida cotidiana (agricultores capitalistas e industriales
manufactureros). Como éstos se ven obligados a comprar las materias
primas y otros bienes que se incorporan al proceso de producción a los
precios fijados por esos monopolios importadores, para que sus
empresas sean rentables deben vender sus productos a cada vez más
altos precios. Y como el poder adquisitivo de la población se ha visto
severamente mermado por la alta tasa de inflación existente, la gente
se ha visto obligada a priorizar la compra de los artículos de primera
necesidad (alimentos, medicamentos, transporte), restringiendo la
compra de artículos de consumo menos vitales. Y esto sólo ha
favorecido al gran capital importador, reduciendo las ventas de las
empresas que producen esos bienes afectando con ello su rentabilidad.

Desabastecimiento programado
24. Y en cuanto al desabastecimiento programado, Curcio precisa que
esta práctica —que es iniciada en el 2003, afectando a unos contados
productos—se generaliza en el 2013. Se habla de desabastecimiento
programado, ya que la ausencia de determinados productos en el mercado
nacional no guarda relación con los niveles de producción o de
importación de dichos rubros. Los enemigos del proceso crean un
desabastecimiento artificial no colocando de manera regular, oportuna
y en cantidades suficientes esos productos en los estantes de los
establecimientos comerciales.

25. ¿Cómo no denominar guerra económica a estas estrategias de la
derecha para producir en Venezuela un caos económico que conduzca a un
desprestigio del gobierno y siente las bases para su derrocamiento por
la vía electoral?

26. Por desgracia, el gobierno venezolano no ha logrado hacer frente a
la nefasta campaña mediática nacional e internacional con argumentos
contundentes. Tal circunstancia ha generado que importantes sectores
de la población venezolana y una inmensa mayoría de quienes siguen el
proceso bolivariano desde el exterior a través de las cadenas
mediáticas, tiendan a atribuir al gobierno y no a los verdaderos
actores la responsabilidad del desabastecimiento y la inflación.

27. Por supuesto que estos ataques se producen sobre un terreno fértil
producto de las debilidades de la política económica llevada adelante
por el gobierno que fue incapaz de prevenir la baja del precio del
petróleo. A ello se sumó una política de control de cambio y una
política masiva de importaciones que desestimuló la producción
nacional colocando al país en una situación de creciente dependencia
de las importaciones. Pero nadie puede negar que un sector de la
burguesía venezolana y de la burocracia estatal corrupta están
aprovechándose de esta situación objetiva para ahondar la crisis y
sepultar el proyecto emancipador bolivariano, tratando de restaurar la
Cuarta República, paraíso de unos pocos y sufrimiento y marginación de
la mayoría del pueblo.

28. Concuerdo plenamente con Reinaldo Iturriza en que la burguesía ve
al chavismo como algo “maldito”, “no tanto por su capacidad para
aglutinar el descontento, sino por su decidida actuación contra el
statu quo” y el hecho de que haya impuesto límites a los poderes
económicos.

29. Según el investigador venezolano, ese chavismo está vivo pero
“está ausente de muchos de los análisis que se hacen sobre Venezuela.
Omisión que obedece, con frecuencia, a la intención deliberada de
continuar ignorando a los invisibles históricos, hoy sujetos políticos
de un proceso de cambios revolucionarios, y otras veces a la ceguera
de cierta izquierda que, impedida de ver realizada la revolución que
siempre soñó, despacha como pesadilla la revolución que hacen los
hombres y mujeres de carne y hueso.”

Los desafíos que hoy debe enfrentar el proceso revolucionario
bolivariano
30. Coincido con Pasqualina Curcio en que uno de los primeros desafíos
que tiene por delante el gobierno venezolano es lograr una eficiente
intervención del Estado en la regulación de los monopolios. Es difícil
entender —como dice Reinaldo Iturriza— que una parte de la burocracia
siga favoreciendo a los monopolios u oligopolios importadores, o a los
intereses de la banca.

31. Por otra parte, de lo expuesto anteriormente queda claro que
objetivamente existen intereses contrapuestos entre los diferentes
sectores de la burguesía venezolana y que esto se refleja en el
escenario político. La oposición no es una unidad homogénea. Hay
contradicciones enormes en su seno. Hay un sector de la oposición que
en lugar de preocuparse de resolver los problemas del país, juega a
derrocar al gobierno usando todos los medios a su alcance,
especialmente el estrangulamiento económico. Y a ello contribuyen los
sectores corruptos de la burocracia estatal importadora. Con ese
sector es imposible llegar a acuerdos. Pero hay otros sectores con los
se podría llegar a acuerdos si se siguiese una táctica correcta,
aquellos que están dispuestos a poner por encima los intereses del país.

Abandonar ataques verbales y mantener un diálogo constructivo
32. Deberíamos ser suficientemente hábiles como para explotar estas
contradicciones y llevar adelante un proceso de diálogo coherente
llamando a la oposición a buscar soluciones para el país y evitando de
lado y lado los ataques verbales que impiden crear un ambiente de
mínima confianza, que es una de las condiciones fundamentales para
poder mantener un dialogo constructivo. Recientemente se ha anunciado
que ha habido un acuerdo entre el gobierno venezolano y la oposición
para invitar al Sumo Pontífice a ser uno de los mediadores en ese
diálogo. Eso abre un horizonte de esperanza.

33. Y en relación con este tema no puedo dejar de citar extensamente
al Papa Francisco. Veamos algunas de las cosas que dijo en su visita a
Paraguay:

[El diálogo no puede ser un] diálogo-teatro en el que juguemos al
diálogo [y sólo nos escuchemos entre nosotros].

[…] el diálogo presupone y nos exige buscar una cultura del
encuentro [ …] que sabe reconocer que la diversidad no sólo es
buena, es necesaria. […] Por lo que el punto de partida no puede
ser: Voy a dialogar pero aquel está equivocado. No, no, no podemos
presumir que el otro esté equivocado. Yo voy con lo mío y voy a
escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué el otro
me hace caer en la cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le
puedo dar yo al otro. Es una ida y vuelta, ida y vuelta pero con el
corazón abierto. Con presunciones de que el otro está equivocado,
mejor irse a casa y no intentar un diálogo, […]”

[…]. Dialogar no es negociar. Negociar es procurar sacar la propia
tajada. […] Si vas con esa intención no pierdas tiempo. Es buscar el
bien común para todos. Discutir juntos, pensar una mejor solución para
todos.

[…] Al tratar de entender las razones del otro, al tratar de
escuchar su experiencia, sus anhelos, podemos ver que en gran parte
son aspiraciones comunes. [viii]

Elaboración de una amplia plataforma de lucha para enfrentar la crisis
34. Otro de los desafíos que debemos enfrentar es la elaboración de
una amplia plataforma de lucha para enfrentar la crisis que se está
viviendo. Consideramos que esta no puede ser muy radical, porque el
proceso bolivariano hoy no es lo suficientemente fuerte como para
proponerse cambios radicales. La correlación de fuerzas después de las
elecciones ha dado una señal, se perdió una batalla, había que
recomponer las fuerzas para prepararse para futuras batallas
consolidando posiciones. No se puede pretender lanzar una ofensiva
exitosa que revierta la situación en esas condiciones..

Explicar al pueblo las dificultades
35. Otro de los desafíos que tenemos es el de ser capaces de explicar
al pueblo las dificultades que el país está enfrentando: “Hay quienes
piensan que no hay que decirle al pueblo los problemas porque se puede
deprimir. Yo creo todo lo contrario, nuestros pueblos son lo
suficientemente inteligentes como para entender y apretarse el
cinturón cuando es necesario hacerlo si somos capaces de explicarle
con toda claridad el origen de la situación de crisis que existe,
reconociendo con honestidad que la derecha se está aprovechando de las
debilidades y errores que se han cometido. Claro que eso debe ir
acompañado con el ejemplo de la alta dirección del gobierno y del
partido: si se pide austeridad al pueblo hay que partir con el ejemplo
de sus líderes.

Qué no hicimos bien y qué fuimos aprendiendo en el camino
36. Por último, así como nadie le echaría la culpa a la receta de
cocina por el flan que se quemó al poner muy fuerte el horno, de la
misma manera, las dificultades actuales por las que atraviesa
Venezuela no pueden servir de argumento para sostener que la historia
ha demostrado que el proyecto de socialismo del siglo XXI propuesto
por Hugo Chávez es inviable. Lo que tenemos que analizar seriamente es
qué no hicimos bien y qué fuimos aprendiendo en el camino que no
debemos repetir. Muchos de esos errores son comprensibles dado que no
existían modelos pre-hechos que indicaran el camino a seguir y se
hacía necesario “inventar para no errar” —como decía Simón Rodríguez,
tutor de Simón Bolívar. Podríamos hablar de que han sido errores
necesarios.

Formemos un cordón de defensa del proceso revolucionario bolivariano.
37. Venezuela fue el inicio de un ciclo de cambios en América Latina.
Fue el renacimiento de la esperanza, fue gobernar para resolver los
problemas de los más desfavorecidos, entendiendo que no se podía
resolver el problema de la pobreza si no se daba poder a los pobres.
Fue la encarnación de la solidaridad con los pueblos hermanos de la
región que estaban en dificultades económicas. Hoy, que esta nación
está sufriendo más que otros países, los embates de la crisis mundial
del capitalismo y de la guerra económica desplegada contra ella,
concentrando las mayores agresiones de las fuerzas reaccionarias del
mundo, merece toda nuestra solidaridad. Sepamos corresponder a su
noble e increíblemente extendida generosidad con las naciones y
pueblos más pobres de la región y del mundo formando un cordón de
defensa del proceso revolucionario bolivariano.

38. Para terminar, que creo que podemos ser optimistas. Sin duda
alguna la siembra de Chávez ha marcado a su pueblo y lo ha hecho
madurar, como pude constatar en persona durante los años que viví en
ese país. Pienso que toda esa gente, a la que se le otorgó la
oportunidad de estudiar, de pensar, de participar, de construir, de
decidir —y que creció enormemente en autoestima y maduró humanamente—
defenderá el proceso.

40. Yo siempre he dicho que hay que medir al proceso revolucionario
venezolano no tanto por las medidas transformadoras adoptadas —que son
muchas—, sino por el crecimiento del sujeto revolucionario, y esa obra
es obra de Chávez. El proceso podrá haber cometido errores y tener
muchas debilidades —y con mucho dolor yo en su momento las fui
señalando— pero lo que él logró con su pueblo, eso ¡nadie lo podrá
borrar jamás!

[i] . Las ideas que desarrollo en esta parte del artículo proviene de:
Marta Harnecker, El principal legado de Chávez: Construir con la gente
una sociedad alternativa al capitalismo, La Segunda, Stgo. de Chile, 6
marzo 2013. En: http://rebelion.org/docs/164878.pdf

[ii] . Primer Aló Presidente teórico, 11 de junio de 2009.

[iii] . Atilio Borón, Sobre la excepcional importancia de Telesur, 12
septiembre 2016. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216595

[iv] . Reinaldo Iturriza, Chavismo y revolución ¿qué pasa en
Venezuela?, 29 agosto 2016. Ver:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216115 .

[v] . Ver: Marta Harnecker, Reflexiones sobre el gobierno de Allende.
Estudiar el pasado para construir el futuro, en:
http://www.rebelion.org/noticias/2016/9/216627.pdf.

[vi] . Pasqualina Curcio, Mi país, Venezuela, es víctima de una grave
agresión, 11 sep.2016. Ver link:
http://www.15yultimo.com/2016/09/11/mi-pais-venezuela-es-victima-de-un
a-grave-agresion/

[vii] . Las variaciones más altas se han registrado en los meses de
octubre 2012 (elecciones presidenciales en las que vence Hugo Chávez),
diciembre del mismo año (elección de gobernadores), abril 2013
(elecciones presidenciales por fallecimiento de Hugo Chávez),
diciembre 2013 (elecciones municipales). Desde ese momento en adelante
el incremento del dólar paralelo ha sido sostenido y desproporcionado
explicando el resultado desfavorable al gobierno de las elecciones
parlamentarias. Op.cit.

[viii] . Palabras en encuentro con representantes de la sociedad civil
en Paraguay, Estadio León Condou del colegio San José, Asunción,
sábado 11 de julio de 2015. Extraje sólo lo esencial, el Papa aborda
el tema con mayor amplitud.

Balance político del año 2016

Balance político del año 2016
diciembre 26, 2016 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

La palabra balance hace referencia a la balanza, es decir, al instrumento que se utiliza para determinar los pesos de las cosas mediante un fiel con dos brazos, uno de los cuales contiene el peso que funciona como patrón y el objeto cuyo peso se determina. En la realidad política, las cosas no funcionan exactamente así, y mucho menos cuando se trata de sociedades humanas sometidas a los huracanes de la lucha de clases.

Esta última es determinada por una sociedad como la salvadoreña, profundamente dividida y enfrentada entre aquellos sectores dueños absolutos y completos de la riqueza, que son una minoría cada vez menor, y los dueños también absolutos de la pobreza y la existencia precaria. Entre ambos sectores no existe ninguna posibilidad de acuerdos o de negociación alguna, toda vez que la minoría opulenta y poderosa sabe muy bien que su poder omnímodo depende de la forma y profundidad de su control sobre esa mayoría irredenta. Esta realidad incontrastable es la que determina, dentro de su turbulenta relación, los acontecimientos políticos, económicos e ideológicos más encendidos.

Parecen ser dos los hechos fundamentales que caracterizan, en el marco ya explicado, el año político que estamos pensando: 1) el derrumbe del proyecto político levantado hace 25 años en el filo del fin de la guerra civil y 2) el despliegue vigoroso y sangriento de la guerra social. Ambos acontecimientos parecen contener, en su relación íntima, las causas y los efectos que determinarán el desenlace de la crisis histórica que conmueve a nuestro país.

Recordemos que al final de la guerra civil ocurrieron varios hechos: a) el fin de la fuerza armada como clase gobernante, b) la permanencia y consolidación de la oligarquía como clase dominante, c) la incorporación de sectores de la antigua guerrilla como clase gobernante, junto y en coalición con ARENA y sectores tecnócratas, d) la disolución de los antiguos movimientos sociales y e) la constitución de gobiernos aparentemente de izquierdas, pero realmente de derechas, encargados de aplicar con impunidad asegurada, un descarnado y completo modelo neoliberal.

Todo este juego perverso estuvo arropado por la bandera de la paz, que apareció ante los ojos y el corazón de millones de personas, como el logro más importante y valioso del fin de la guerra civil. Con este discurso pacifista se logró la paralización del accionar político del pueblo y con la idea bien instalada en la cabeza política de la gente, se logró hacer pensar que la izquierda, al fin, estaba gobernando, y es más, que había llegado la hora de los cambios y hasta de las transformaciones.

Este fue el escenario construido luego de que la guerra civil concluyera, y con estas candelas encendidas y con los ramos de flores de las esperanzas, los sectores populares pasaron a confiar en que al final de los tiempos, la lucha había dado sus frutos y empezaron a mirar hacia arriba, hacia los gobernantes, y en cierto modo dejaron de mirar hacia abajo, hacia los gobernados, hacia ellos mismos, hacia su realidad, hacia sus condiciones reales. Se trató y se trata de un proceso complejo de enajenación dentro del cual la gente, entendida como los seres humanos que viven, que sufren, que esperan y aspiran, renunciaran a ser pueblo, es decir, sujetos, dueños de su propio destino, y se convirtieran en simples actores políticos, cumpliendo un papel previamente asignado por los poderes establecidos. Los poderes políticos montados lograron establecer el convencimiento de que la única política valiosa era la de acudir a votar el día de la votación, y entre más masivo fuera más saludable resultaba, al fin y al cabo, de la política se encargarían los hombres y mujeres de izquierda que ascenderían, a través del voto, a su condición de gobernantes.

Este diseño es el que durante este año se ha hundido y ha dejado de funcionar. A este hundimiento, con sus oleadas de consecuencias, es a lo que se llama crisis histórica, porque todos los aspectos fundamentales en los terrenos ideológicos, políticos y económicos, han entrado en crisis, casi al mismo tiempo y con consecuencias casi concertadas.

Este derrumbe parece poner el reflector sobre el otro acontecimiento que es, en realidad, concomitante con este derrumbe del que hablamos, porque se trata, precisamente, de la guerra social que se hace cada vez más evidente y al mismo tiempo más iluminador de aquellos senderos llenos de corrupción y engaño por los que el proceso ha transcurrido durante todas estas décadas. Se trata de una guerra que es lógicamente ignorada y negada por los sectores gubernamentales, pero reconocida y tratada como tal por el resto de la sociedad, tanto por los poderosos como por los débiles, tanto por los dueños del capital como por los dueños de la miseria, tanto por las poblaciones que viven en las comunidades como por las minorías opulentas de las que forman parte los sectores gobernantes. Es igualmente reconocida esta guerra, aunque con reticencias, por potencias amigas de los sectores gobernantes y de los dominantes. En todo caso, lo fundamental es que este fenómeno político está pasando a ser entendido como guerra por el pueblo que la sufre, que la vive todos los días, que la trata en su existencia y la experimenta como una especie de condición ineludible, sin que el gobierno haga algo para librarlos del poder que atenaza y controla las vidas. Esto quiere decir que el gobierno aparece como una fuerza incapaz e impotente, y como una fuerza cada vez más interesada en que ese fenómeno de la guerra sea entendido como proceso simplemente delincuencial con el que en determinadas condiciones se puede llegar a entendimientos fuera de la luz pública.

La negación de la calidad de guerra a este fenómeno resulta del hecho de que se trata de la consecuencia inevitable de aquel diseño político y económico que se montó sobre la espalda y la vida de millones de personas que fueron marginadas totalmente de la vida económica, la vida política, la vida social y cultural, de la salud y la educación. En consecuencia, fueron reducidos a simples cosas que se pueden comprar y se pueden vender como mercancías en un mercado inclemente en el que todo se compra y todo se vende.

Recordemos que esta exclusión total fue lo que generó aquella reacción popular de sobrevivencia de los grupos iniciales conocidos como maras, que al negarse a morir y a ser tratados como cosas, decidieron desconocer el orden que también los desconocía, y pasaron a construir en las sombras un nuevo orden que en realidad resulta ser una especie de copia del orden al que repudian. Esto es así porque el mundo que niegan resulta ser el mundo que viven y también el que construyen, porque es el único que conocen y viven todos los días: el mundo construido por las pandillas es dominado por la violencia, que también caracteriza la vida de la sociedad salvadoreña, el mundo de la pandilla desconoce la ley, de la misma manera que ocurre en la sociedad, el mundo de la pandilla desprecia el orden político de los partidos y de los funcionarios, tal como ocurre en la sociedad, el mundo de las pandilla es regido por la lógica del mercado, tal como ocurre en el resto de la sociedad, y finalmente, en el mundo de las pandillas se construyen poderes basados en la ilegalidad y la fuerza, tal como ocurre en la sociedad. Finalmente, podemos afirmar que el modelo de poder construido durante esta guerra a la que nos referimos es tomado de la sociedad misma que es la que ha dado a luz a esta guerra social.

Esta circunstancia no resulta inesperada porque las pandillas no expresan la posibilidad de construir una sociedad diferente ni un orden nuevo, y son por eso, una especie de reflejo y un producto legítimo de esta sociedad que tiene, que puede y debe ser sustituida por una nueva y diferente, por un nuevo orden, por nuevos poderes y nuevos seres humanos que se construirán precisamente durante el proceso de transformación de esta sociedad en otra totalmente diferente, donde ella misma sea dueña de los medios de producción, donde los seres humanos disfruten su trabajo y los frutos del mismo, donde las personas tengan acceso a la educación, a la ciencia, a la salud y a la dignidad. Todo este proceso de transformación revolucionaria es el que está apareciendo construido por las victimas de hoy, pero por todos aquellos y aquellas que dejando de ser objetos y de ser clientes electorales, decidan asumirse como dueños de su historia.

De eso se trata y esa es la luz encendida más fulgurante al final de este año político.

San Salvador, 22 de Diciembre del 2016.

Trump y la quiebra de la globalización neoliberal

Trump y la quiebra de la globalización neoliberal

Ángel Guerra Cabrera

I. La victoria electoral de Donald Trump tiene su causa más importante en la quiebra de la globalización neoliberal, la forma que adoptó el capitalismo para solucionar la crisis de los 70, y en la consecuente crisis de legitimidad de su sistema político.
La desregulación financiera, los tratados de libre comercio y las privatizaciones, la destrucción de países y saqueo de recursos –sea mediante guerras convencionales o de cuarta generación–, no han hecho más que empujar a millones de seres humanos a la exclusión, la pobreza y el desempleo. A la vez, han creado la mayor desigualdad social de la historia humana, mediante la creciente concentración de enormes fortunas en lo que muchos expertos llaman el uno por ciento del uno por ciento.
Estas políticas salieron del Estados Unidos de Ronald Reagan y el Reino Unido de Margaret Thatcher y fueron impuestas mediante sangrientas dictaduras militares en Chile, Argentina y otros países de Sudamérica. Sin embargo, en los dos primeros se implementaron contando con el apoyo de los principales partidos políticos y de una gran campaña de satanización mediática y académica contra el Estado y su intervención en la economía, supuestamente causante de la ineficiencia, la corrupción y la mala administración, que sólo podía solucionar la iniciativa privada.
De modo que en las últimas décadas, el traslado de miles de industrias a países con bajos salarios hizo cundir el desempleo y la precariedad laboral en Estados Unidos, con acento en los antiguos estados industriales de clase obrera blanca y tradición demócrata del Medio Oeste, que ahora se volcaron a favor del magnate. Igualmente, lo favorecieron los conservadores estados y zonas agrícolas, fácilmente receptivos a los cantos de sirena nativistas y xenófobos y probablemente hartos por los estragos que el agronegocio, la minería a cielo abierto y la extracción de hidrocarburos con fractura hidráulica han causado a los granjeros, formas todas neoliberales de superexplotación del ser humano y el medio ambiente.
Hace meses, Michael Moore vaticinó casi al pie de la letra las zonas geográficas que le darían el triunfo a Trump, en un brillante artículo al que casi nadie hizo caso y que está llamado a convertirse en un clásico del análisis de la política estadunidense. Moore subrayaba la decisiva importancia que para la victoria del multimillonario tendría el fervor y militancia de sus seguidores, en contraste con el desánimo de los votantes de Hillary Clinton.
Por todos los informe que tenemos hasta ahora fue el voto masculino de blancos pobres o desempleados con bajo nivel de instrucción, mayor de 45 años, el que fundamentalmente le dio la victoria al magnate, quien curiosamente logró coronarse con menos sufragios que los conseguidos contra Obama por sus antecesores republicanos John McCain y Mitt Romney e incluso, en voto popular, quedó en 150 mil 707 unidades por debajo de Clinton. Una vez más el arcaico sistema electoral estadunidense impide que se cumpla la regla de oro democrática de un hombre, un voto.
El que un multimillonario sin sensibilidad social, nacido en cuna de oro, grosero e ignorante, se haya convertido en el referente de los blancos de clase obrera y pobres triturados por el neoliberalismo evidencia la crisis del sistema político. También es paradójico que Bernie Sanders, quien probablemente podía haber derrotado a Trump y dado un giro positivo a la política del imperio, no logró la candidatura en las primarias pese a haber conquistado el voto popular.
Gran parte del voto latino se movilizó contra el millonario, indignado con sus insultos y calumnias, y, según estimaciones, sobrepasó en participación la más alta cota alcanzada antes, pero asombrosamente casi 30 por ciento lo favoreció. El sufragio femenino, joven y afroestadunidense apoyó bastante menos a la demócrata que a Obama en 2008 y 2012.
El 20 de enero asumirá la presidencia de Estados Unidos un hombre, que si nos guiamos por sus actitudes, es racista, misógino, xenófobo, narcisista al extremo; considerado por muchos observadores, además, como fascista o protofascista. También acusado de abusador sexual por numerosas mujeres. Su más grave problema es que no puede cumplir con las promesas que hizo a quienes lo votaron, como crear millones de empleos o subir los salarios y difícilmente la élite financiera le permita romper con los detestados tratados de libre comercio o gravar fiscalmente a los especuladores.
II. Algunos actos y declaraciones de Trump tras su elección permiten atisbar lo que podría llegar a ser su futuro gobierno. Siempre que se considere el alto grado de incertidumbre e imprevisibilidad que generan este hombre, su conflictivo entorno, los graves trastornos económicos, políticos, sociales y culturales que cruzan a Estados Unidos y la pantanosa y convulsa coyuntura internacional en que le toca actuar.

El magnate parece representar al sector de la élite estadunidense que adversa, por la extrema derecha, la globalización neoliberal porque se da cuenta que conduce a una crisis terminal de la acumulación capitalista. Este sector también está dispuesto a admitir, a diferencia de buena parte del establishment, que Estados Unidos no es ya la única potencia hegemónica en el mundo y debe llegar a acuerdos con Rusia y China en cuanto a un nuevo orden mundial tripolar, o asumir el suicidio de una guerra nuclear.

Esto explicaría las cordiales y sustantivas pláticas telefónicas del presidente electo con sus homólogos ruso y chino, Vladimir Putin y Xi Jinping. La presencia del general Michael Flinn, ex jefe de la Agencia de Inteligencia de Defensa en uno de los cinco cargos más importantes del equipo de transición de Trump, corroboraría la probable reconciliación con Rusia y un eventual arreglo político sobre Siria, puesto que se conoce su criterio de llegar a acuerdos con Putin, aunque también su tendencia a un trato más duro con Irán y a un enfoque más agresivo no sólo sobre la lucha contra el Estado Islámico sino contra el aviesamente llamado islam radical.
La ruptura con la globalización pretende recrear el sueño americano industrializado y consumista, más proteccionista aún y sólo para blancos no latinos, representado por el lema Hacer a América grande de nuevo. Allí sólo tendrían cabida las minorías en situación de apartheid, incluyendo los negros y los latinos, sin derechos políticos y destinados a los trabajos peor remunerados.
Pero el proyecto trumpista antiglobalización tendrá una fuerte oposición de los poderosos sectores de Wall Street más beneficiados por la especulación financiera desenfrenada, así como de numerosos legisladores republicanos y demócratas seducidos por el libre comercio y resistidos a admitir que Estados Unidos ya no dispone de la influencia política y económica que tuvo durante el breve periodo de la unipolaridad.
De la misma manera, ya se aprecian los lamentos y planes de resistencia sin futuro de los gobernantes neoliberales de América Latina y la Unión Europea, así como de sus voceros mediáticos y académicos que, formados después de Reagan y Thatcher, se horrorizan de que no se acuerden el Tratado Transpacífico (TPP), el similar con Europa o el TISA, pues no conciben ya otro mundo que la estupidez neoliberal, de la cual han vivido a todo trapo.
El trumpismo instaurará una política, animada y exacerbada fervorosamente por sus seguidores, de asegurar la persistencia de la supremacía blanca y un largo reinado en Estados Unidos de las ideas más reaccionarias de los blancos, anglosajones, protestantes, empobrecidos, ignorantes y cargados de prejuicios raciales, odio y resentimiento.
Por lo pronto, ya el presidente electo declaró que deportará a entre 2 y 3 millones de indocumentados –en su mayoría mexicanos– que tengan conductas criminales y que construirá el prometido muro de 3 mil 100 kilómetros de extensión a lo largo de la frontera común con México, aunque en algunos tramos puede estar formado por vallas. Por su parte, alguien de su equipo afirmó que en ciertas zonas puede ser un muro virtual mediante el uso de drones. También ha dicho que renegociará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, de modo que beneficie a Estados Unidos y que no firmará el TPP.
Trump ha hecho dos nombramientos. El de Reince Priebus como secretario general de la Casa Blanca, hasta ahora jefe del Partido Republicano, y el de Stephen Bannon, que fungirá de principal consejero y estratega presidencial. Ambas designaciones buscan contentar, por un lado, a la élite tradicional republicana con la que Priebus tiene buenas relaciones; es muy cercano a Paul Ryan, reconfirmado líder del partido en la Cámara de Representantes, vital para sacar adelante la agenda legislativa. Por el otro, a la corriente conocida como alt-right, o derecha alternativa, donde abundan los nativistas, supremacistas blancos, xenófobos y racistas, soporte fundamental en la batalla de Trump por la presidencia.
III. Trump encabezará una administración ultraderechista, racista, homofóbica, misógina y tendrá como divisa América primero. Tenderá a un proteccionismo comercial mucho mayor que el actual, no se limitará a desligarse del ATP sino que procurará menoscabar y, si el Congreso lo admite, renegociar, los tratados de libre comercio. Su postura es nacionalista de extrema derecha, que busca un beneficio mayor para el capital estadunidense. Incrementará la desigualdad al reducir la irrisoria carga fiscal de los ricos y ya anunció que derogará las regulaciones en materia de extracción de petróleo y gas. Aunque afirme ahora que no abandonará el acuerdo de París y se desdiga en esto y en tantas cosas respecto a sus promesas de campaña, acaba de anunciar que aumentará la quema de combustible fósiles, convencionales y de esquisto.
Impulsará la reindustrialización de Estados Unidos para beneficiar a las corporaciones interesadas en esta marcha atrás y crear puestos de trabajo para su núcleo duro electoral de blancos no latinos trabajadores de bajos salarios o desempleados. Esto, unido a lo anterior, impactará de modo importante la actual estructura de la economía mundial y provocará el aumento del calentamiento global, justo en una coyuntura en que gran parte de la comunidad científica considera que es necesario hacer una política diametralmente opuesta. Muchos científicos alertan que está encima el punto crítico que marca la última oportunidad para revertir el colapso climático y evitar la extinción de la vida sobre la Tierra. En síntesis, Trump acelera el paso hacia el equivalente a una guerra nuclear en cámara lenta.
No me baso solamente en las declaraciones del Trump candidato, muchas de las cuales, aunque no todas, son pura demagogia, pero analizadas junto a las del ya presidente electo, ofrecen una idea aproximada de cómo piensan y actúan realmente este hombre, sus colaboradores inmediatos, los sectores que representa y muchos de los que ahora se le suman para formar gobierno, no importa que anteriormente lo cuestionaran.
En las últimas dos semanas ha habido varios nombramientos de personas claves en su equipo y el anuncio de sus políticas para los primeros cien días de gobierno que corroboran las anteriores afirmaciones. Ya mencioné a Steffen Bannon, estratega y asesor en jefe, pero vale la pena dedicarle unas líneas. Ex oficial naval, ex ejecutivo ¡de Goldman Sachs! y productor de Hollywood, hasta que en agosto pasó a tener un papel principal en la campaña de Trump, dirigía el portal web Breitbart News, referente y amplificador de las ideas de los partidarios de la supremacía blanca, la misoginia, la homofobia, el racismo, el odio a los migrantes, el antijudaísmo y la islamofobia. Lo más parecido a un nazi. Algunas opiniones que ha expresado o que han servido de títulos en la web que dirigía: Abolir la esclavitud fue una mala idea, La píldora anticonceptiva hace que las mujeres dejen de ser atractivas y se vuelvan locas, “Ninguna de las personas involucradas en la estafa del calentamiento global merecen la más mínima pizca de respeto…”, ¿Preferirías que tu hijo fuera afeminado o que tuviera cáncer?
Otro caso esclarecedor es el del senador Jeff Sessions, nuevo secretario de Justicia (procurador general). Rechazado por racista para un puesto de juez federal durante el gobierno de Reagan, su conducta en este tema y en el rechazo a los inmigrantes ha motivado críticas hasta de sus colegas republicanos. Su historia de votaciones en el Senado lo ubica en la extrema derecha en casi todos los asuntos. Siempre se ha opuesto a las iniciativas para flexibilizar el bloqueo y adversa la normalización de relaciones con Cuba, al igual que Mauricio Claver Carone, miembro del equipo de transición.
La administración entrante será, además, muy corrupta, pues Trump posee alrededor de 500 firmas corporativas en el mundo, que según ha explicado Reince Priebius, designado secretario general de la Casa Blanca, quedarán en manos de sus hijos. Algo sin precedente y que conducirá a un nepotismo y tráfico de influencias comparables a los de la monarquía saudita. La política, nada menos que de Estados Unidos, al servicio de un emporio familiar. No defenderé a la Fundación Clinton, pero al lado de esto sus trapicheos se antojan un juego de niños.
No creo que cambie la política seguida por Obama en América Latina y el Caribe contra los gobiernos revolucionarios y progresistas ni en cuanto al uso de la zanahoria y el garrote.

Posmodernos

Posmodernos
15 enero, 2015 · de observatoriodehistoria · en Historiografía, Lenguajes, Opinión. ·

por Octavio Spíndola Zago *

Recientemente, Francis Fukuyama publicó Los orígenes del orden político (2011), donde refrendó sus tesis posmodernas respecto al fin de la historia, la muerte de las ideologías y la fosilización de los monumentos traumáticos, al tiempo que reiteraba su fe en la democracia liberal como única alternativa de proyecto político. Muchas de esas ideas ameritarían sin duda una reflexión con detenimiento, pero por ahora nos detendremos en el posmodernismo, esa palabra tan incómoda para muchos historiadores. Cabe meditar acerca de los autores que abiertamente se han declarado afines a esta línea y el impacto que ha tenido en la historia y las ciencias teóricas.

Resulta provechoso realizar, en un primer momento, un acercamiento genealógico de este pensamiento fundado con La condición postmoderna, de François Lyotard (1979), cuyas raíces se extienden desde el pesimismo de Schopenhauer y Nietzsche, pasando por los neomarxistas de Fráncfort, posestructuralistas como Michel Foucault, Jacques Derrida y Judith Butler, “girolingüistas” como Ludwig Wittgeinstein, John Austin, Gilles Deleuze y Jen Baudrillard y hermenéuticos como Hans-Georg Gadamer y Paul Ricœur, hasta desembocar en los representantes del pensamiento débil: Peter Sloterdijk, Slavoj Žižek, Guy Debord, Gus Scarpetta, Gianni Vattimo y Gilles Lipovetsky.

El resultado de esta mezcla ha sido una compleja filosofía de las realidades humanas que se saben envueltas en sociedad multiculturales francamente en crisis. En general pugna por el fin de los metarrelatos, las verdades absolutas, los discursos legitimadores y el proyecto progresista moderno; a cambio privilegia la dialéctica, el proceso de personalización hedonista, lo virtual, la ética, lo multinacional, el relativismo, los microcosmos, las consignas cosméticas y la ética indolora. En otras palabras, la sensibilidad de la Ilustración se transformó en el cinismo contemporáneo.

En palabras de Daniel Innerarity, el posmodernismo ha configurado un nuevo eclecticismo en la arquitectura y un nuevo realismo-subjetivismo en la pintura y la literatura, así como un nuevo tradicionalismo en la música, impactando a las ciencias, conduciendo a la filosofía a un estado fragmentario y pluralista, amparado en la destrucción de la unidad del lenguaje. En suma, siguiendo a Adolfo Vásquez Rocca, el posmodernismo es el triunfo de la simultaneidad sobre lo unilineal, es la muerte del ser racional, del futuro cual camino esperanzador y del pasado como magister vitae, para dar vida a ese ser perdido, nihilista, corpóreo y digital que hoy habita el mundo, un mundo condenado-rescatado al eterno presentismo.
Obra de Barbara Kruger en el Museo Hirshhorn, Washington, D.C., 2012. (Foto tomada de theconversation.com)

Obra de Barbara Kruger en el Museo Hirshhorn, Washington, D.C., 2012. (Foto tomada de theconversation.com)

Pero, ¿cómo llegó a fraguarse este panorama tan complejo y que hemos intentado resumir (aclarando lo más posible sus matices)? Los autores posmodernos, disímiles y antidoctrinarios por inmanencia, son desde mi punto de vista resultado de 1989; son una generación que vio caer sus esperanzas y quedó desposeída de todo sueño al verse afianzado el neoliberalismo y los gobiernos afines al proyecto de mercado globalizado. No postulo al socialismo como un régimen ideal —nada más alejado de la verdad—, pero sí era otro camino al que las masas habían apostado para construir esa utopía que todo humano sueña con vivir —como bien señala Umberto Eco en Historia de las tierras y los lugares legendarios.

Ésta en cambio es la era de la banalidad, de la búsqueda de alternativas y el rechazo de todo intento de modelo y lección moralizante, como bien lo señala Enzo Traverso en ¿Dónde están los intelectuales? Vivimos tiempos inciertos; la sociedad no genera utopías y los intelectuales han quedado relegados, mientras, impotentes, ven su papel como “autoridades académicas” apropiado toscamente por los medios de comunicación y figuras mediáticas artificialmente construidas. Sin embargo, también es cierto que debemos distinguir a los autores críticos (como Lipovetski y Žižek) de los militantes (como el propio Fukuyama); estos últimos hoy asesores políticos en nómina gubernamental. Mientras los primeros describen con precisión la realidad que viven y observan, los segundos alaban sus beneficios. Mientras los críticos nos desafían a combatir este estado sin esencia sin recurrir a tautologías o falacias disfrazadas de racionalismo, los militantes abiertamente se deslindan de toda postura contraria y, paradójicamente, adoptan actitudes dogmáticas.

¿Por qué deben los historiadores reflexionar en torno al posmodernismo? Fundamentalmente porque es una de las maneras a través de las cuales se escriben las interpretaciones del pasado y se vincula al historiador con su área de trabajo, así como con su contexto sociocultural. Es uno de los medios teóricos a través de los cuales se construyen los esquemas epistemológicos y al público receptor del quehacer del historiador.

Como propone Mauricio Beauchot siguiendo a Heidegger, todo es interpretación; pero una demasiado abierta o demasiado cerrada sencillamente se anula por sí misma. Las posturas radicales no llevan más que a un diálogo de sordos: se ha confundido el desplazamiento teórico del archivo para dar cabida a la diversificación de fuentes, con el destierro del archivo, la banalización de la metodología y el menosprecio de la reflexión teórica.

No cabe duda que todo discurso historiográfico es en esencia ideología, pero eso no significa permitir que el pasado histórico sea altaneramente manipulado para sustentar proyectos políticos, como lo ha propuesto Fukuyama en su libro. No podemos olvidar, mucho menos en nuestro contexto histórico actual, que el historiador es ante todo un ciudadano y debe ser congruente, pero sobre todo, asumir las responsabilidades para con su sociedad.

Baudrillard advierte que el fin del milenio y los principios del nuevo siglo padecen los efectos de la “desrealizazión” producidos por las tecnologías de la comunicación: lo real y lo apócrifo se difuminan y se asimilan por la simulación. En este escenario, el historiador puede perder el camino y dejarse llevar por la corriente. El posmodernismo no es necesariamente ignominioso; es más un reflejo de nuestras sociedades, una oportunidad para reconciliar y mediar, y entablar el diálogo. Quizá sea hora de ver nuestros tiempos como un momento de transición, superar el debate modernidad-posmodernidad y —siguiendo a Rosa María Rodríguez Magda— cambiar la perspectiva por una “transmoderna”.

La producción de la subjetividad en los tiempos del neoliberalismo

La producción de la subjetividad en los tiempos del neoliberalismo: hacia un imaginario con capacidad de transformación social1
José Manuel RODRÍGUEZ VICTORIANO
Universidad de Valencia
Departamento de Sociología y Antropología social.
Jose.M.Rodriguez @uv.es

Cuadernos de Relaciones Laborales 89
2003, 21, núm. 1 89-105
ISSN: 1131-8635

SUMARIO

1. Introducción: Las identidades autistas de la post-modernidad.
2. La reducción liberal de la subjetividad humana.
3. La dimensión instituyente del imaginario social: límites y posibilidades.
4. Referencias bibliográficas.

RESUMEN

La hegemonía neoliberal de las últimas décadas ha traído aparejadas inmensas transformaciones económicas, políticas y sociales. El relativo equilibrio que se estableció en las sociedades occidentales de posguerra en la dialéctica entre ciudadanía, subjetividad y emancipación social comenzó a transformarse drásticamente a partir de los años ochenta (Santos 2000).

La reorganización del sistema capitalista que surge de este periodo se ha
concretado socialmente, en el incremento de la vulnerabilidad social y en el crecimiento de las desigualdades sociales, dando lugar a la emergencia de la llamada ‘nueva cuestión social’ (Robert Castel 1977). El territorio de la globalización, nombre que toma la etapa actual del capitalismo (Etxezarreta 2001), es un espacio de des-regularización y privatización
totalizante.

Un espacio de precarización de la condición laboral, pero también de precarización de otras dimensiones de la condición ciudadana (Alonso 2000): desde la reducción de los mecanismos de la participación política a su simple simulacro formal, hasta la trivivialización autista de las subjetividades e identidades transformadoras (Benjamín 1997). La confluencia de estas dimensiones apuntan hacia un nuevo totalitarismo social, laboral, cultural y político; una deriva hacia lo que Boaventura de Sousa Santos (1999) ha
definido como un ‘nuevo fascismo societal’.

El planteamiento que aquí se sigue sostiene que entender las nuevas formas de desigualdad que comporta esta etapa de globalización exige, necesariamente, analizar la producción neoliberal de la subjetividad humana desde sus contextos socio-históricos. Situándose en una perspectiva crítica, y desde el espacio que abre la intersección entre teoría social y teoría psicoanalítica (Castoriadis, Elliott, Guattari), analiza como la producción de la subjetividad en el neoliberalismo reduce a los actores sociales a individuos, para apuntar, por último, algunas reflexiones sobre las posibilidades de un imaginario con capacidad de transformación social.

PALABRAS CLAVE
Subjetividad. Desregulación. Precariedad. Nueva cuestión social. Conciencia
de los derechos laborales.

1 El presente artículo nace de una aportación al primer Foro Social Mundial. De Porto Alegre (Brasil). Fue presentada en el taller que llevaba por título Subjetividad y Trabajo. La atención y amabilidad de Valter

Abordamos una época en que, al diluirse los antagonismos de la guerra fría, aparecen de manera más neta las amenazas mayores que nuestras sociedades productivistas hacen pesar sobre la especie humana. Nuestra supervivencia en este planeta está amenazada no sólo por las degradaciones ambientales, sino también por la degeneración del tejido de solidaridades sociales y de los
modos de vida psíquicos que conviene, literalmente, reinventar. La refundación de lo político deberá pasar por las dimensiones estéticas y analíticas que se implican en las tres ecologías del ambiente, el socius y la psique. Felix Guattari (1992:34)

1. Introducción: Las identidades autistas de la post-modernidad

Las verdades incontestables tienen la desventaja de oscurecer la verdad embotando los sentidos. Casi nadie se verá alarmado si se le dice que en tiempos de continuidad el futuro equivale al pasado. Sólo algunos se darán cuenta de que de esto se sigue que en tiempos de cambio socio-cultural
el futuro no va a parecerse al pasado. Más aún, frente a un futuro no claramente percibido, no sabemos cómo actuar y sólo nos queda una certeza: si no actuamos nosotros mismos, alguien va a hacerlo por nosotros.

Así es como, si deseamos ser sujetos, más que objetos, lo que vemos
ahora, esto es, nuestra percepción, debe ser más una prevención que una mirada a posteriori. Heinz Von Foerster.(1991:187).

Desde la década de los setenta, la unilateral ruptura del pacto Keynesiano en la sociedades occidentales ha ido erosionando progresivamente las posibilidades del Estado de Bienestar y el proyecto ‘moderno’ sobre el que se sustentaba de una ciudadanía ‘total’.

Una ciudadanía cuyos derechos políticos, económicos y sociales estaban garantizados y reconocidos por el propio Estado (Alonso 1999). La reorganización del sistema capitalista en el posfordismo y la ‘santisima
trinidad’ de su ideario liberal: competitividad, flexibilidad y rentabilidad (Petrella 1997) han dado lugar a un nuevo Estado Mercantilizador que ha propiciado la progresiva des-regulación y precarización laboral, el correlativo aislamiento de las clases trabajadoras y la dualización
social.

El correlato de este ‘nuevo espíritu del capitalismo’ ha sido, en el plano políticocultural, la corrosión de la ciudadanía social por una constelación ideológica de carácter ultra-conservador (Ortí, 1995) en la que el mercado, la revalorización de lo individual y el desprestigio de lo colectivo han devenido los núcleos centrales de la práctica social. La idea de mercado y las de libertad, competencia, mérito, lucro o iniciativa privada, que gravitan en su
órbita, han desempeñado, (Santos 1999: 311), un papel decisivo en el desmantelamiento relativo de la mítica sociedad de clases medias del Estado del Bienestar.

En lo político, la desmovilización de la participación democrática (Rodríguez y Benedito 2000) y la emergencia de un nuevo totalitarismo o ‘fascismo societal2’ son sus rasgos más destacados.

2 El concepto, como señalábamos en el resumen procede de Santos (1999:22). Su novedad tiene dos características. no es un regimen político, a diferencia del de los años treinta y cuarenta, sino un régimen social y de civilización y, en segundo lugar es pluralista esto es, no sacrifica la democracia ante las exigencias del capitalismo sino que: «la fomenta hasta el punto que ya no resulta necesario, ni siquiera conveniente sacrificarla para promover el capitalismo».

Las identidades que produce la hegemonía de esta constelación están deliberadamente separadas de la posición social que ocupan en el espacio de la producción. Las identidades ‘post-modernas’ se construyen en detrimento de la ciudadanía social, son subjetividades sustancialmente autistas y narcisistas, perfectamente compatibles con la des-regulación, fragmentación y precarización de las condiciones laborales y los derechos de ciudadanía social.

Los elementos más emancipadores de la subjetividad construidos en las décadas anteriores, es decir, las aspiraciones hacia la autonomía, creatividad y reivindicación de la igualdad desde la diferencia que conformaron los Movimientos Sociales han sido corroídos por la subjetividad neoliberal.

El desmantelamiento de los vínculos sociales, el narcisismo y la reivindicación de la privacidad son los productos centrales de esta nueva alquimia neoliberal; elementos que acoplados al productivismo proporcionan una integración mucho más efectiva de los individuos en la compulsión consumista3.

3 La publicidad de finales de los noventa de un operador bancario sintetizó magníficamente esta dimensión, su eslogan, anunciado por una gloria de la canción protesta de los sesenta rezaba: «Libertad, igualdad y rentabilidad».

En paralelo, el mayor peligro en términos colectivos que conlleva la producción de las identidades de la subjetividad neoliberal es su concepción de la diferencia como un riesgo para el ‘yo’, su rasgo más inquietante es la tendencia hacia el rechazo radical de la alteridad, su concepción dominante del ‘otro’ como una amenaza.

Visto así, la trivialización o, como lo llama Elliott el ‘anti-pensamiento’ —su expresión en lo individual—, y el ‘pensamiento único’ —su expresión en lo social— serían dos de sus síntomas más significativos:
«Es claro —escribe Elliott— que el rechazo de la alteridad, como Bion lo ha demostrado, a menudo puede conducir a una eliminación de la misma capacidad psíquica de pensamiento. El antipensamiento, el bloqueo y la eliminación de la experiencia y el afecto, abren el camino para una traducción, en términos de acción de los estados psíquicos aterradores y destructivos.

Cuando el espacio simbólico es excluido violentamente, pueden aparecer la proyección excesiva, la paranoia y la disociación psicótica, y bajo condiciones contemporáneas, en las que existe una autorización ideológica para canalizar el odio, esto a menudo conduce a la deshumanización, y al efectivo asesinato de los otros» (1997:63).

En el ámbito de las ciencias sociales, la literatura sobre las fracturas en lo económico, en lo social, en lo político y en lo existencial que produce la actual fase del capitalismo es abundante. Se han analizado con profusión las tres primeras dimensiones y sus relaciones internas, sin embargo, el análisis de la última dimensión y su relación con las otras tres han sido más bien escasos. Profundizar en la investigación teórica en torno a las condiciones de la producción de la subjetividad humana en un contexto socio-histórico atravesado y sugestionado por el mito neoliberal del mercado mundial es una tarea necesaria.

Sostiene Félix Guattari (1996:162) que la subjetividad contemporánea sólo podrá salir del repliegue sobre sí misma, de la infantilización masmediática y del desconocimiento de la alteridad en el dominio humano cuando aparezcan a su alcance objetivos creadores, cuando se consolide, más allá del ethos posmoderno, la aspiración a una reapropiación individual y colectiva de la producción de la subjetividad. Esta reapropiación se vincula necesariamente con el horizonte de un imaginario con posibilidades de transformación social, con sus posibilidades teórica y sus concreciones en la realidad social.

En los siguientes apartados, se enlaza con la propuesta anterior; se introducen algunas consideraciones. En términos teóricos, dichas consideraciones están inscritas dentro de la tradición de la sociología crítica. Una teoría que, siguiendo la concisa definición de Boaventura Sousa Santos (2000:23), no reduce la realidad a lo que existe, va más allá. Cómo se sabe, el análisis
crítico de la realidad social se asienta en el presupuesto de que la forma concreta de existencia social no agota sus posibilidades de existencia real; su tarea consiste precisamente en definir y evaluar las alternativas de lo empíricamente dado.

A su vez, se inscribe en una tradición de saber socialmente comprometido (Bourdieu 2001), que, frente al ‘fin de la historia’ de la Post-modernidad, constata empíricamente las promesas incumplidas de la modernidad y da
cuenta cuantitativa y cualitativamente de sus efectos perversos. En términos teóricos, esta tradición ha incorporado a las fuentes clásicas de las ciencias sociales críticas —marxismo, psicoanálisis y lingüística—, las perspectivas de los desarrollos contemporáneos de la física, la biología.

Este cruce de líneas se ha ubicado, en mayor o menor medida, en el marco epistemológico del llamado paradigma de la complejidad4.

4 Una excelente presentación, en sentido didáctico, del pensamiento sistémico se encuentra en el libro de Fritjof Capra (1998) titulado «La trama de la vida. una perspectiva de los sistemas vivos», publicado en la editorial Anagrama. Una presentación de sus últimos desarrollos en Ciencias Naturales se puede encontrar en la Revista Métode de la Universidad de Valencia en su número de otoño de 2002, titulado precisamente ‘Sinfonía del caos. Un paseo por la complejidad’. Por otra parte, es ya un clásico el suplemento de Anthropos nº. 22, que lleva por título: ‘Nuevos avances en la investigación’, en él se puede encontrar una presentación exhaustiva de la epistemología de la complejidad desde la perspectiva de la investigación social. En cuanto a la
sociología de inspiración ecológica, se puede destacar la presentación que hace Morin (1983) en ‘El Metodo. La vida de la vida’, en ediciones Cátedra, en particular, los capitulos IV,V y VI de la primera parte. Unas fundamentaciones más completas, en el sentido de integrar junto al desarrollo epistemológico las implicaciones políticas—, se pueden encontrar en el texto clásico de Enrique Leff «Ecología y capital. Racionalidad ambiental,
democracia participativa y desarrollo sustentable», publicado por siglo XXI; así como en la obra de Jesús Ibáñez (1985, 1985Ì), en particular, en el artículo: «Hacía una ética de la (eco)responsabilidad»,incluido en la recopilación de textos de Jesús Ibáñez (1997), que con el título de «A contracorriente» ha publicado la editorial fundamentos. Por último, una pequeña observación: el paradigma cibernético no está reñido con el pensamiento simple; uno de los abusos en el uso del paradigma de la complejidad dentro de las ciencias sociales es su doble derivación, por una parte, hacia la simplificación del ‘a-historiscismo’, que concede máxima prioridad a la sintaxis y olvida la semántica; y, por otra, a la trivialidad del ‘individualismo metodológico’. De ambas es un buen ejemplo la introducción que a la obra de Jean-Pierre Dupuy (1997) «El sacrificio y la envidia» realiza desde la mismísima Universidad Europea de Madrid, Juan Gutiérrez. «Una cultura de la imaginación sin ilusiones, un espacio cultural que admite la forma provisional y contingente de las estructuras del imaginario. La posmodernidad es un mundo reflexivo, un mundo en el cual estamos cada vez más sujetos a nuestro propio y múltiple ser.»

Un paradigma que sustentado en la epistemología política ha pasado del presupuesto de la objetividad al de la reflexividad y que, frente a la retórica de la sociedad de la información (Castells 2000), tiende a explicitar los proceso de vinculación entre los intereses de los sujetos y los procesos de conocimiento.

A partir de aquí, el planteamiento que sigue analiza en primer lugar la reivindicación neoliberal de la subjetividad humana, para en segundo término revisar los límites y posibilidades de la dimensión instituyente de lo imaginario basándose en la concepción teórica del imaginario social de Cornelius Castoriadis (1975, 1994, 1998),y en la revisión que de su propuesta realiza Anthony Elliott (1995, 1997), sintetizando las posibilidades de el principio productivo de lo imaginario para la subjetividad humana y para la vida social.

En los tiempos de la post-modernización neoliberal la obra de estos autores contiene, en mi opinión, unas claves conceptuales importantes en la tarea de fundamentar la reivindicación teórica del imaginario social, su dimensión instituyente para la subjetividad humana y sus potencialidades para la transformación social. En suma, como sostiene Elliott (1997:64), en contraste con la ‘muerte de la imaginación’ predominante en la teoría contemporánea, nuestro presente está mejor caracterizado como:

2. La reducción liberal de la subjetividad humana

Ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana. La posibilidad de desplazar sobre el trabajo profesional y sobre los vínculos humanos que con él se enlazan una considerable medida de componentes libidinosos, narcisistas, agresivos y hasta eróticos le confiere un valor que no le va en zaga a su carácter indispensable para afianzar y justificar la vida en sociedad. Sigmund Freud. El malestar en la cultura. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1988, p. 80.

La elaboración de un relato con afán de rigor sobre lo imaginario y de nexos entre psique y cultura, requiere como condición indispensable reconducir la subjetividad humana a los contextos sociales e históricos desde donde emerge. Situándonos en una escala histórica amplia podemos constatar como la índole cada vez más instrumental y mercantilizada de los procesos
capitalistas obliga a los sujetos a declinar su auto-conciencia, perdiendo autonomía y encerrándolos en la virtualidad ilusoria de la autosuficiencia5 narcisista.

5 En términos psicoanalíticos, la represión y la disociación son los mecanismos que permiten esta operación. Según Freud (‘La escisión del Yo en el proceso de defensa’, 1938) La función del YO es integradora, asociativa, busca la síntesis, sin embargo, ante el conflicto, dicha función puede escindirse; aceptando, por un lado, las exigencias de la realidad —mediante la represión pulsional que puede dar lugar al síntoma—, y por otro, permitiendo que la pulsión consiga su satisfacción mediante el repudio y negación de la realidad, la ilusión narcisista. En definitiva, represión y repudio son respuestas contrapuestas y coexistentes. En términos sociales el orden neoliberal impone drásticamente sus exigencias, y trata de reducir las resistencias frente a
dicha normatividad al espacio individual de su negación y repudio narcisista; perfectamente compatible, por otro lado, con dicho orden.

El individualismo metodológico es el necesario correlato teórico dentro de las ciencias sociales de dicha autosuficiencia narcisista. Su supuesto teórico: el sujeto radical y antropológicamente libre actuando en situaciones
artificialmente simplificadas y a-históricas se extiende, a partir de la crisis de los setenta, a los diferentes campos del conocimiento: filosofía, politología, psicología, sociología. Sin menospreciar su hegemonía en todos ordenes sociales y el alto valor de cambio del que ha gozado en los círculos académicos, en términos teóricos, a pesar de sus juegos, no va mucho más
allá. Se trata —como han observado Luis Enrique Alonso y Javier Callejo (1994:38)—, de una reedición del viejo liberalismo mercantilizador asentado en un individualismo posesivo:

Frente a la visión grupalista y convergente de la mesocratización social de la era Keynesiana y social demócrata, la nueva retórica de las ciencias sociales tiende a estar presidida por las cajas negras y las construcciones formalizadas de inspiración micro-económica, precisamente para que los grupos reforzados por la economía financiera de los años ochenta encuentren en su retórica
abstrusa y en su apelación a la cientificidad —y a la tecnología— su dinámica propia de elitización y separación social. Visión que tiende a consagrar una percepción absolutamente micro de la sociedad y de las relaciones de su grupo de referencia con la sociedad y lleva asociada, lógicamente, la desconfianza hacia cualquier tipo de acción colectiva comunitaria6….

De este modo, el orden social queda atrapado en el registro de lo real que instituye la teoría dominante del imperialismo económico —un orden económico cuyo delirio comporta la aspiración totalitaria a un mundo puro y perfecto—, quedan espurgados —etimológicamente esporgar alude a la perdida de los árboles o de las vides su fruto naciente—, y disociados de dicha realidad los componentes imaginarios y simbólicos vinculados a la transformación social.

Desde dicha norma, que imperativamente rige la corrección política contemporánea, se sanciona socialmente tanto el salirse de las soluciones tópicas como la búsqueda especulativa o teórica de otros caminos. La máximización de los rendimientos económicos deviene la única
ley de valor:
No hay más valor —escribe Jesús Ibáñez (1994:250) preguntándose por la responsabilidad de los intelectuales— que la performatividad: el rendimiento, la correlación entre inputs o inducciones y outputs o deducciones… así nos lanzamos por todos los atajos: por el atajo de las violaciones de los derechos humanos (el fin justifica los medios), por el atajo de la industria armamentística (es más rentable), por el atajo del respeto a los poderes fácticos (no comprendo cómo hay gente de izquierdas cuando los de derechas vivimos también), una inmensa tautología amenaza con
deglutirnos. No importa a dónde vamos importa lo deprisa que andemos (el ritmo de la modernización.

6 Luis Enrique Alonso y Javier Callejo: «consumo e individualismo metodológico: una perspectiva crítica» en Politica y Sociedad, nº 16, mayo agosto 1994, pág 118.

2.1. El homo oeconomicus: un Mr. Hyde individualista y mercantilizador

Aunque, no forma parte de los objetivos de artículo profundizar en la crítica al liberalismo económico, resulta necesario mostrar los trazos con los que desde su misma génesis socio-histórica ha tratado de reducir la subjetividad humana y la exploración imaginaria de lo posible en la vida social a la estricta racionalidad económica de la doctrina liberal.

De la mano de Karl. Polanyi y Pierre Bourdieu, seguiremos, desde la génesis socio-histórica del liberalismo, el proceso de reducción de la subjetividad humana y su concreción actual.

En ‘La Gran Transformación’ Karl Polanyi (1989) amplia y fundamenta desde la antropología económica, la noción clave de fenómeno social total de Marcel Mauss (1974), un concepto que, como es sabido implica un análisis cada vez más profundo (completo) de fenómenos sociales concretos, y que, en última instancia, busca acrecentar el número de realidades conocidas en la intersección entre lo individual y lo colectivo.

La perspectiva histórica de la investigación de Polanyi7, le conduce a una conclusión rotunda: el determinismo económico que desde el siglo XIX caracteriza a las sociedades occidentales europeas, es un hecho único y excepcional en la historia de la humanidad: se trata del intento de institución por el estado de un mercado económico autorregulador. ¿Cúales son las consecuencias de este hecho?

En primer lugar, la aparición de una esfera económica autónoma como consecuencia de la transformación conjunta (también por primera vez) en mercancías del trabajo, la tierra y el capital. Significa, en segundo lugar, y como efecto de esa transformación en mercancías del trabajo, la tierra y el
capital la sumisión de la sociedad a las leyes del mercado económico con la consiguiente destrucción de todas las formas pasadas de vida comunitaria. Significa, en tercer lugar, la creencia en el progreso, entendido como crecimiento y acumulación económica ilimitada, medido en el
incremento constante del consumo de energía, como objetivo social último. Supone, finalmente, la preeminencia teórica y práctica del individualismo moderno8.
7 En su repaso histórico de las sociedades y los sistemas económico escribe K. Polanyi: «Se puede afirmar, en general, que todos los sistemas económicos que conocemos, hasta el final del feudalismo en Europa occidental, estaban organizados siguiendo los principios de la reciprocidad, de la redistribución, de la administración doméstica, o de una combinación de los tres. Estos principios se institucionalizaron gracias a la ayuda de una organización social que utilizaba los modelos de simetría, de la centralidad y de la autarquía entre otros.» (1989:100).
8 A este respecto resulta muy instructiva la crítica al individualismo metodológico que desde la ecología política realizó Martinez-Alier (1984) en su obra clásica L’cologisme i L’economia, Barcelona, Edicions 62, 1984.

El individuo —entendido como ser moral, independiente, autónomo y previo a lo social— se convierte en el valor máximo a cuyo servicio debe ponerse la sociedad. Desde esta concepción devienen inseparables el desarrollo social, la realización de la sociedad, y la doctrina económica liberal expresada
en la economía de mercado capitalista. El fascismo será para Polanyi una expresión extrema y dramática de la filosofía económica liberal.

Hacia finales de la década pasada, Pierre Bourdieu (1998:109), al preguntarse sobre la esencia del liberalismo escribía:
Esta teoría tutelar es una pura ficción matemática basada, desde su mismo origen, en una formidable abstracción, que, en nombre de una concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad, identificada con la racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales respecto a las normas racionales y de las estructuras económicas y
sociales que son la condición de su ejercicio.

Sin embargo, esta teoría ‘des-socializada’ y ‘des-historizada’, tiene efectos devastadores posee, siguiendo el análisis de Bourdieu, hoy más que nunca los medios de convertirse en verdad empíricamente verificable, ya que no es un discurso ideológico más, es un discurso fuerte y difícil de combatir porque:
dispone de todas las fuerzas de un mundo de relaciones de fuerzas que él contribuye a hacer tal y como es, sobre todo orientando las opciones económicas de los que dominan las relaciones económicas y sumando así su propia fuerza, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza.

En nombre de ese programa político de conocimiento convertido en programa político de acción, se lleva a cabo un inmenso trabajo político… un programa de destrucción metódica de los colectivos. Un escenario social, en suma, en el que a la auto-explotación (Ibáñez, 1994)9 desbocada del sistema por si mismo se ha añadido la creciente explotación cuantitativa y cualitativa de los seres humanos y la naturaleza. La inseguridad en lo individual, en lo local y en lo global deviene la norma para sectores cada vez más amplios.

Emergencia, pues, de la ‘sociedad del riesgo’ (Beck 1997) que amenaza ‘transversalmente tanto lo social, lo cultural y lo económico, como lo local y lo global. Amenaza civilizatoria en lo macro, expresada privilegiadamente por la crisis ecológica; y amenaza individual y colectiva en lo micro expresada económica y socialmente en la creciente vulnerabilidad y fragmentación social que salpican y amenazan la inmediata cotidianidad (Montes, 1996, Poveda y Santos, 1998)10: especulación financiera y constante riesgo de quiebra del capitalismo financiero o de ‘casino’, reducción del coste de la mano de obra, flexibilización, precarización y desregulación del mercado de trabajo, unilateral imposición mass-mediatica del llamado pensamiento único, conformismo generalizado.
9 Desde el planteamiento de Ibáñez, la autoexplotación supone la explotación reflexiva del organismo o texto o sistema por si mismo. Trata a los fines de modo que les impide seguir siendo fines. Este tipo de explotación produce un exceso de ligadura de la información por la información y conduce a un cierre del sistema sobre sus límites. Se produce este tipo de explotación cuando el sistema tiende a cerrarse a la búsqueda de nuevos fines y a la transformación de sus estructuras. La teoría psicoanalítica a nivel individual-micro y la teoría
marxista a nivel social-macro dan cuenta de este tipo de explotación. El sistema social es un sistema abierto a la búsqueda de nuevos fines y a la transformación de sus estructuras, los individuos humanos son los operadores
de esa abertura. La abertura del sistema se refleja en los individuos como poder de hacer preguntas que nadie puede responder: la autoexplotación implica el cerramiento del sistema reflejado en los individuos como
sometimiento a las respuestas que obturan el poder de preguntar.(Ibáñez: 1994 a:147-167).
10 Ignacio Ramonet ha contribuido a divulgar la noción de ‘Pensamiento único’, una suerte de terrorismo del pensamiento, cuya singularidad radicaría, de acuerdo con Castoriadis, en que es el primer pensamiento que propone y busca la desaparición integral del pensamiento. Por citar sólo dos análisis de interés, a modo de ejemplos de la dimensión económica y su traducción al estado español vale la pena ver el libro de Pedro Montes El desorden Neoliberal, Trotta, Madrid, 1996, donde desarrolla teóricamente la incapacidad del neoliberalismo para dar una respuesta económica a los problemas de los países y de la economía internacional. También, el artículo de Maria Poveda y Antonio Santos en su artículo: «El mercado de trabajo devastado: procesos de flexibilización a la española», en el segundo número de la revista ‘Arxius de sociologia’ realizan un recorrido sistemático por la cara oculta de la modernización española, describiendo las transformaciones del neoliberalismo en el mercado laboral y sus vínculos con los procesos de exclusión social.

Amenazas todas ellas enmarcadas, como señalábamos más atrás, dentro de programado desmantelamiento de importantes espacios de seguridad pública que garantizaba el Estado de Bienestar.

En el plano del imaginario social instituido y la vida política, el ascenso de la insignificancia, la reducción neoliberal del imaginario social, el aumento, en definitiva, de la heteronomía individual y colectiva, y la correlativa disminución de la la democracia participativa y la libertad son algunas de sus concretas expresiones actuales. La ficción de la autonomía del individuo liberal, arrastra un creencia implícita, la igualdad. Igualdad ante Dios, ante la Ley, ante el Mercado. Esta creencia es fundamental para el funcionamiento de las sociedades occidentales reguladas por luchas de clases; por un lado potencia el funcionamiento de la democracia formal y representativa, pero por otro, bloquea los caminos hacía una autonomía real de los sujetos y las colectividades.

Veamos esta cuestión más en detalle siguiendo la perspectiva de Ibáñez
(1997). En el artículo titulado ‘Nada para el pueblo, pero sin el pueblo’ reflexiona sobre los límites y posibilidades de la democracia formal y representativa. Para Ibáñez, la propuesta que hacen —en las sociedades reguladas por lucha de clases—, los que mandan a los mandados se
condensa en la siguiente frase: «Mañana, cadáveres gozaréis». Un contrato leonino, a través del cual, los que mandan proponen intercambiar el hecho del sufrimiento de los vivos en el presente, por un dicho sobre el goce de los muertos en el futuro. Esta propuesta se formula desde tres lenguajes: religioso, jurídico-político y publicitario.

En los tres lenguajes subyace una creencia implícita: todos somos iguales, ante Dios, ante la Ley, ante el Mercado. Veamos su formulación. En el lenguaje religioso, se asume la propuesta completa: «Mañana, cadáveres, gozaréis», el goce se pospone para después de la muerte. En la propuesta jurídico-político, se afirma el goce pero diferido a un futuro en la vida: «Mañana gozaréis». Por último, en el lenguaje publicitario, propio del capitalismo de consumo, la propuesta acentúa el «Gozaréis»; un gozaréis que, en su radical inmediatez virtual, cambia el presente por el futuro, se apropia de la realidad y deja los sueños.

La interiorización del sentimiento de deuda de los mandados, la secularización del agradecimiento cristiano, con los que mandan es el mecanismo que permite mantener el pacto. En definitiva, aunque formalmente todos somos individuos iguales, en la práctica unos pueden y otro deben, los primeros monopolizan los derechos, los segundos las obligaciones. La profundización en la democracia supone intentar alcanzar una autonomía individual y colectiva real, recuperar nuestro imaginario de transforrmación social.

Hacer real la propuesta de una igual libertad para todos. Teniendo en cuenta que la autonomía efectiva del conjunto social, debe ser una preocupación fundamental de cada uno, la tarea consustancial de los ciudadanos. El olvido de esta evidencia, en palabras de Castoriadis, es una de las innumerables estafas del individualismo contemporáneo.

La ideología neoliberal, en el terreno de la política social, se caracteriza por presentar unas propuestas que buscan resolver con soluciones individuales y culturales, los problemas públicos y socio-económicos. Su propaganda vende soluciones individuales y privadas a problemas sociales y públicos. De este modo, la propaganda neoliberal postula la buena voluntad individual como la respuesta a la precarización y la pérdida de los derechos sociales de los ciudadanos: salud, vivienda, educación o prestaciones sociales.

Sin embargo, estamos lejos de la conclusión de que el imaginario neoliberal se haya impuesto de modo totalitario en el espacio social. Las resistencias son cualitativamente importantes, el nuevo cosmopolitismo de los Movimientos Sociales es, entre otras cosas, una muestra de lo contrario. Expresa una voluntad de ciudadanía constructiva que supone una respuesta concreta a problemas concretos. Así, en palabra de Alonso (1998:55):
Lejos del fin de la historia, o mejor utilizando el fin de la historia para regresar a ella trasformándola…hoy se está difundiendo cada vez más la visión de que realmente ser espacios de seguridad, cooperación y reflexión constructiva en una sociedad cada vez más anómica y productora de riesgos.

En resumen, el conjunto de transformaciones económicas, políticas y culturales que ha acompañado el proceso de reestructuración del sistema capitalista de las tres últimas décadas ha acelerado la descomposición de las fuentes de legitimidad de las identidades de la modernidad.

Los conceptos de ‘postmodernidad’ (Lyotard, Lyon, Jameson, Harvey), sociedad de la Información (Castells), o era ‘Postsocialista’ (Frazer) remiten a la progresiva corrosión de las instituciones y organizaciones que construidas en torno al Estado democrático y al pacto Keynesiano entre capital y trabajo les servían de soporte.

Las identidades ‘sólidas’: trabajo, familia, Estado del Bienestar, juventud, masculinidad y feminidad… han quedado a la intemperie. Su tendencia a desvanecerse en el aire obliga, a cada vez más hombres y mujeres convertidos
en ‘sujetos en proceso’ (Kristeva), a cruzar la frontera de la posidentidad (Jarauta). Un territorio donde los sujetos producen su continuidad identitaria mediante la reflexividad y la negociación intersubjetiva y la radicalización de la democracia participativa (Genro, 2000).

La posidentidad es un territorio fractal, ambivalente, frente al desmoronamiento angustioso de las certezas que proveían las identidades modernas, frente a la muerte del sujeto y de la imaginación en la teoría social contemporánea; emerge un espacio de apertura, un espacio para una
imaginación radical, que huye de las ilusiones narcisistas totalizadoras, capaz de abrir nuevas posibilidades para la intervención y la transformación social.

Desde esta subversión imaginaria emergen las apuestas por la producción de identidades nómadas, híbridas y ambivalentes, identidades capaces de poner en cuestión, mediante su propia práctica, los procesos de dominación
social. En el siguiente apartado se vuelve sobre esta cuestión de subversión imaginario desde las aportaciones de Castoriadis y Elliott.

3. La dimensión instituyente del imaginario social: límites y posibilidades

Imaginario y realidad, en su inestabilidad permanente, constituyen las condiciones de posibilidad de aquello que se acordado en llamar existencia. Ambos soportan el trabajo, están preñados de aquello que los constituye (que ellos constituyen): el devenir… La distancia respecto del principio de realidad, facultad que Freud atribuye a lo imaginario, es también una distancia táctica y subversiva; para expresarlo en términos corrientes: se trata de retroceder para poder saltar mejor. Michel Maffesoli (1977:83).

La intersección entre las teorías sociológicas y las psicoanalíticas es especialmente fecundas cuando ambas perspectivas comparten al menos dos supuestos (Zaretsky, 2001): la radicalidad historicidad de sus formulaciones y el punto de vista de que las categorías y las distinciones
dominantes y socialmente impuestas se disuelven dentro del individuo y son reelaboradas (subjetivadas) como deseos únicos del propio sujeto. Los autores que comento a continuación comparten ambos supuestos. En las primeras páginas de su obra central, La institución imaginaria de la sociedad, Castoriadis sostiene que la operación básica de lo imaginario consiste en la
producción de imágenes y de formas, escribe (1975: 7-8):
Lo imaginario no nace de la imagen especular ni de la mirada del otro. Más bien, el ‘espejo’ mismo y su posibilidad, y el otro como espejo, son obra de lo imaginario, que es creación ex nihilo.

Los que hablan de lo ‘imaginario’y por tal entienden lo ‘especular’, el reflejo de lo ficticio, no hacen sino repetir, por lo general sin saberlo, la afirmación que desde siempre los encadenó al sótano de la famosa caverna: es necesario que este mundo sea una imagen de algo. El imaginario
del que yo hablo no es ‘imagen de’. Es creación incesante y esencialmente indeterminada (histórico- social y psíquica de figuras/formas e imágenes…

En consecuencia, para Castoriadis lo imaginario no significa ilusorio, ficticio o especular, sino producción de nuevas formas, una producción no determinada sino determinante: «Lo que denominamos ‘realidad’ y ‘racionalidad’ son obras suyas». Del mismo modo entenderá que la producción, como obra de lo imaginario social de la sociedad instituyente, es el modo propio de ser del campo histórico-social. La sociedad es auto-producción que se despliega como historia. Una auto-producción semejante a la que preconizan para el mundo biológico Varela y Maturana (1990), pero con una diferencia sustancial, en el mundo social la autonomía no es un cerco, sino una apertura (1994:76-77):
La autonomía del ser vivo es su cerco, su cerco de organización, de información de conocimiento. Ese cerco significa que el funcionamiento del ‘si mismo’ vivo y su correspondencia con las diversas ‘cosas’ que son exteriores a él, están gobernadas por reglas, por principios, por leyes,
por sentidos que son dados por el ser vivo pero que una vez dado lo son de una vez por todas y cuyo cambio cuando sobreviene (parece aleatorio). Pero eso es lo que llamaríamos —que yo llamo— heteronomía en el mundo histórico-social: el estado en que son dados de una vez por todas los principios, los valores y las leyes, las normas y las significaciones y en que la sociedad o el individuo, según los casos, no tiene ninguna posibilidad de obrar sobre ellos.

Por el contrario, la autonomía del mundo social es una creación histórica que tuvo su origen en la antigua Grecia y supone una nueva forma de ser que pone en tela de juicio su propia ley de existencia y su propio orden dado:
La autonomía —concluye Castoriadis— toma aquí el sentido de una auto-institución de la sociedad, auto-institución, en adelante, más o menos explicita: nosotros hacemos las leyes, lo sabemos, y somos responsables de nuestras leyes, de modo que debemos preguntarnos cada vez: ¿Por qué esta ley y no otra? Esto implica evidentemente la aparición de un nuevo tipo de ser histórico en el plano individual, es decir, la aparición de un individuo autónomo que puede preguntarse y también preguntar en voz alta: ‘Es justa esta ley’.

Por su parte, Anthony Elliott, en su contribución a la tarea de reformular las relaciones teóricas entre la teoría social y el psicoanálisis, aborda en profundidad los procesos psicológicos del sujeto y las relaciones sociales humanas, así como, las manifestaciones de la ideología y el poder y sus concreciones sobre la sexualidad y las divisiones de género. En este contexto sostiene que la teoría social, a diferencia de los planteamientos contemporáneos dominantes, debe reconocer que la naturaleza del inconsciente es una fuente constitutiva y creadora de la subjetividad humana.

Desde estas coordenadas, Ellliott indaga sobre el principio productivo
de lo imaginario para la subjetividad humana y su paralelo desempeño en la vida social, delimitando su sentido y sus diferencias con otras corrientes teóricas. Así, frente al pos-estructuralismo de inspiración lacaniana que entiende lo imaginario como una ilusión y al sujeto como un ‘significante’ sometido a la fuerza hegemónica de la ley; presenta la naturaleza imaginaria
del inconsciente como una fuente productiva de la subjetividad, la imaginación y la auto-transformación.
Lo imaginario toma, como en Castoriadis, una doble vertiente, por una parte, constituye una base de innovación y creación; por la otra, es la inscripción del sujeto en la opresión y dominación del orden social:
El inconsciente —escribe Elliott (1995:28)— es más cuestión ‘de actividad’ de representación individual y colectiva que de lenguaje, es más efecto productivo de formas de representación, de impulsos y de afectos que de significación. En tanto es la otra cara del lenguaje, el inconsciente hace un papel de eje organizador en la constitución y reproducción de la subjetividad dentro de las relaciones de poder y de los intereses sociales contemporáneos.
Pero ello no obliga a verlo como un subproducto pasivo del campo social.

En suma, a diferencia del modelo pos-estructuralista de inspiración lacaniana, Elliott propone un modelo afirmativo de la producción psíquica. Esta perspectiva la completa con su visión de conceptos y relaciones claves como inconsciente, imaginario, sujeto y dialéctica autonomía/ heteronomía.
A grandes rasgos, en el planteamiento de Elliott, lo relevante del inconsciente no es su carácter de estructura organizada como un lenguaje, sino su dimensión de sistema psíquico distinto que produce representaciones, impulsos y afectos.

En cuanto a su concepción de lo imaginario, como hemos visto más arriba, se separa de la definición de lo imaginario como ocultaciones alineantes e ilusorias generadas por una falta ontológica más profunda, y lo aproxima
a una definición que entiende lo imaginario inconsciente como un rasgo constitutivo y creador de la vida psíquica.

La naturaleza del inconsciente es una dimensión imaginaria constitutiva de la vida psíquica, y la subjetividad, una dimensión por la cual el sujeto se «abre» a sí mismo, a otros, a la razón, y a la sociedad. En esta misma línea, el sujeto no se percibe como un objeto narcisista de desconocimiento imaginario, descentrado por el poder determinante de lo simbólico; al contrario la identidad del sujeto se caracteriza por el entrelazamiento de una actividad representativa imaginaria y de formas simbólicas lo que supone tanto autonomía como heteronomía.

En otras palabras y, esto es lo importante desde una perspectiva crítica, en el plano individual y colectivo, los sujetos humanos nunca son plasmados pasivamente por las formas simbólicas de la sociedad, sino que ellos reciben esas significaciones activamente y las replasman de manera creadora a través de una actividad de representación.
En consecuencia, la dialéctica entre autonomía y alineación que resulta de este planteamiento está más abierta, menos sobre-determinada internamente y más susceptible a la posibilidad de actuar para transformar las limitaciones exteriores procedentes del campo social. En suma, frente a la consideración
de la alienación del sujeto como un rasgo necesario para la entrada en el orden simbólico del lenguaje, Elliott destaca como las sendas libertaria y represiva de la identidad propia se dan en el interior de específicas relaciones sociales e ideológicas de dominación y poder; la autonomía individual y colectiva es el resultado de la relación trasformada entre intención consciente y representación inconsciente.

En el interior de esta nueva reorganización de la economía del sujeto la capacidad de transformación social de lo imaginario juega un papel decisivo; en otro orden de cosas, en el orden externo de la organización social, su reivindicación deviene necesaria. Sobre todo, en los actuales
contextos socio-históricos dominados por la hegemonía del imaginario neoliberal en la producción de la subjetividad humana.

Cuando dominan los aspectos destructivos y anti-productivos en términos colectivos de este imaginario de ‘segundo orden’11 o neoliberal que caracteriza nuestra actual experiencia contemporánea —y los riesgos reales de aniquilación total de la especie humana que conlleva, vía holocausto nuclear por el totalitarismo del control militar o vía destrucción ecológica por el totalitarismo del control económico del capital—, es necesario insistir, en términos teóricos y prácticos, en el carácter abierto de las posibilidades colectivas; sostener que la realización de un futuro deseable, sólo pueden brotar sobre el cañamazo de la capacidad imaginaria de los seres humanos para la reflexión crítica y la transgresión12.

11 El concepto de imaginario de ‘segundo orden’ proviene de Castoriadis, alude a la restructuración de lo imaginario en la modernidad bajo formas destructivas, señala como las representaciones culturales y simbólicas utilizan lo imaginario y lo replasman de manera corrosiva y destructiva; sin embargo, y este es el hecho decisivo, el grado en que lo imaginario se inscribe en el interior de formas socio-simbólicas no es un proceso totalizante o unilateral.
12 El fundamento último del planteamiento se asienta en la relación entre necesidades humanas y trasformación social. La existencia de ciertas necesidades humanas trans-históricas —alimento, abrigo, separación
e individuación…—, es la que da nacimiento a un nexo vital entre los intereses materiales de los seres humanos y el espacio creador donde se despliega el deseo inconsciente y la simbolización. Dichas necesidades están mediadas, naturalmente, por la sociedad y la historia, y son el punto de partida de la crítica social y el juicio político.

La importancia del planteamiento anterior para la sociología crítica, radica en la conceptualización dinámica de la relación entre lo imaginario y la actividad social con su potencialidad emancipadora individual y colectiva. Desde este lugar podemos sostener que la relación entre lo imaginario y la actividad social está unida por la aptitud de los seres humanos para ejercer una reflexión crítica sobre las fuentes profundas de su actividad de representación, su sexualidad, sus necesidades y sentimientos.

En términos individuales, la dimensión terapéutico individual en la práctica clínica del psicoanálisis ejemplifica esta reflexión crítica que supone, en
ocasiones, una transformación entre el yo consciente y la representación inconsciente; en palabras de Elliott:
… las posibilidades de autonomía individual y colectiva en manera alguna nos están predestinadas, el psicoanálisis nos ofrece una doble lección. Si la teoría del inconsciente demuestra que el sujeto humano no está unido consigo, sino enconado interiormente, también descubre en los rincones de la psique las semillas de la creatividad, la innovación y la renovación (1995:347).

En términos sociales, encontramos que es el aspecto reflexivo de autocrítica el que capacita tanto para interpretar y transformar los nexos entre experiencia humana e instituciones sociales; así como, —y este es un hecho central para una transformación del imaginario neoliberal—, para detectar las modalidades mistificadas que reprimen o desplazan sobre otros, la actividad humana. Un proceso, en resumen, donde existen tareas, riesgos y posibilidades de cambio.

Frente a la dispersión y la fragmentación de la subjetividad posmoderna aparece una reivindicación del carácter instituyente de lo imaginario y una apuesta política (Fraser 1997): La articulación política de esta propuesta va más allá de la lucha por el reconocimiento cultural de las diversas identidades en juego: género, nacionalidad, etnia… se complementa con la denuncia
de la radical desigualdad socio-económica que caracterizan la fase actual del capitalismo y la exigencias de políticas de redistribución igualitarias.

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Retos actuales del marxismo: Una perspectiva desde Cuba

Retos actuales del marxismo: Una perspectiva desde Cuba
Felipe de J. Pérez Cruz 16.11.16

La crítica al marxismo dogmático que se enraizó entre nosotros, aún carece de consenso dentro de las comunidades académicas cubanas. Aferrarse al viejo enfoque no sólo implica una elevada dosis de ineficiente e ineficaz autoritarismo gnoseológico, sino una pérdida efectiva de la fe en la capacidad creadora de la propia teoría revolucionaria.

Se suma que a nivel internacional las demandas de desarrollo constructivo de la teoría social, deben enfrentar las concepciones teórico-metodológicas y de naturaleza ética e ideológica del orden neoliberal, que han logrado impactar significativamente en el pensamiento científico contemporáneo, y generalizar una visión negativista de “crisis irreversible del marxismo”, en un frente que en tanto global, se manifiesta simultáneamente al interior de las naciones –en Cuba en lo que nos corresponde-, y en el más amplio sistema de escenarios mundiales.

Pienso que se hace necesario abrir un debate que llegue e incorpore a todos los trabajadores, a la intelectualidad artístico y literaria, a los cientistas y académicos del sistema de ciencia e innovación tecnológica y a los profesores, en particular a los que llevan la compleja tarea de explicar qué es el marxismo, en nuestras aulas de la enseñanza media y universitaria.

La llamada “crisis” del marxismo

Después del derrumbe de la URSS, se produjo un aluvión triunfalista de propuestas –viejas, nuevas y novísimas—, que con el slogan de “la crisis del marxismo”1, fluyeron a la superficie del movimiento científico, cultural y político mundial, con el propósito de desconocer, sustituir, revisar y anular, la universalidad propositiva de la teoría revolucionaria fundada por Marx y Engels,

La intensa propaganda que se implementó, hizo mella en amplios círculos intelectuales y en las fuerzas populares, y realmente el imperialismo a escala global, logró generalizar una matriz de rechazo –visceral en algunos casos– al marxismo, entendido como marxismo-leninismo.

“Los críticos del marxismo –precisa Atilo A. Borón-, y en general de cualquier propuesta de izquierda, no ahorran energías para señalar que las deformaciones cristalizadas en el “marxismo-leninismo”, no son sino el producto necesario de las semillas fuertemente dogmáticas y autoritarias contenidas en la obra de Marx y potenciadas por el “despotismo asiático” que supuestamente se alojaba en la personalidad de Lenin. Para ellos, el estalinismo con todos sus horrores no es sino el remate natural del totalitarismo inherente al pensamiento de Marx y a la teorización y la obra práctica de Lenin. Nada más alejado de la verdad”2.

Dentro del movimiento marxista y leninista se produjo –y continúa- un proceso de transgresiones disciplinares crecientes, que ocasionaron colisiones, reacomodos abandonos epistemológicos y no pocas deserciones. Es característica de tal situación una inusitada carrera por desligarse de Marx, Engels y Lenin y buscar otras paternidades para la “criatura epistemológica”.

Abundan las subvaloraciones kantianas y hegelianas sobre Marx y Engels, en colosal e interesado ejercicio de desconocimiento de la obra de creación macro teórica de ambos fundadores. Se han hecho “norma” las autoproclamaciones gramscianas –de la llamada filosofía de la praxis- o vigostskianas, en colosal intento de negación de la filiación marxista de Antonio Gramsci y L. S. Vigotsky, menos aún reconocer que tanto uno como otro, forman parte de la etapa leninista del marxismo. Realmente el paradigma cualitativo fue muy atractivo para muchos marxistas, que decidieron reciclarse a través otro epistema.

La confrontación de la ofensiva liquidacionista contra el marxismo transcurre además, en nuevas circunstancias históricas. Hoy estamos en una nueva época de la humanidad. Lo que fue la revolucionaria matematización newtoniana para el capitalismo, que Marx sometió a insuperable crítica histórica; se ha pluridimensionado a la luz de los desarrollos científicos del siglo XX, con la teoría de la relatividad de Einstein -Albert Einstein (1879-1955)-, el psicoanálisis de Freud, el principio de complementariedad de Heisenberg -Werner Karl Heisenberg (1901-1976)-, la ingeniería genética, la nanotecnología y muchos otros avances, en medio de la revoluciones científico-técnicas contemporáneas, y de la informatización de las sociedades.

Asistimos a un momento histórico en que la imagen filosófica de la relación hombre-mundo, concretada con la relación sujeto–objeto, se ve por un prisma más universal y multifacético, aportado por el desarrollo del pensamiento humano en su penetración de la realidad y en primer lugar por el conocimiento científico, que produce con una rapidez cada vez más inusitada, nuevas aristas. También vivimos en un mundo donde la irracionalidad y la anticultura han puesto como nunca antes, en grave peligro a todo el género humano. En tal contexto se han ensanchado los tradicionales y contradictorios enfoques materialistas e idealistas, su interpretación mecanicista o dialéctica, y sus posibles herramientas de lo cognoscible en la eterna búsqueda de la verdad. Asistimos en el pasado Siglo XX y en esta compleja aurora del XXI, a la emergencia y re-emergencia de viejas y nuevas tesis, escuelas, corrientes y paradigmas: positivismo, constructivismo, neopositivismo, pragmatismo, neokantismo, neotomismo, existencialismo, fenomenología, y por supuesto la investigación cualitativa… Una gama de términos y conceptualizaciones cada día más amplia y retadora, con la introducción de formalizaciones procedentes de la Epistemología, la Lógica, la Matemática y la Cibernética. En este punto ha emergido el paradigma de Complejidad 3.

El paradigma de Complejidad

Bajo el liderazgo del ex marxista francés Edgar Morín (1921- )4, la teoría de la complejidad propone entre otros interesantes puntos, el estudio de lo que se denomina salto cualitativo, y como a la luz de esta nueva categoría, se siente la necesidad de cuestionar la conocida frase de que el desarrollo de la sociedad se mueve en zigzag. Sin embargo no está suficientemente clara en la propuesta de la complejidad, cómo incorporar la investigación social. También tendrá que dilucidarse el significado del fractal cuando se trata de la sociedad.

El marxismo no es un contendiente de la teoría de la complejidad, por razones de esencia: El marxismo es por naturaleza pensamiento complejo. De lo que se trata es que la complejidad nos propone un cambio de nomenclatura científica que a no pocos marxistas nada esencialmente nuevo nos dice. Tampoco el método resulta una novedad. El denominado Triple modo de análisis del sistema realidad-conocimiento: a) Socio-psicoanálisis del sujeto investigador sobre sí mismo, b) sobre el objeto/sujeto de la investigación y 3) sobre las condiciones de posibilidad del proceso investigativo, constituye una recreación de la propuesta marxista5.

Abrirse a todo lo progresivo

Frente a quienes han decretado más que la muerte de Carlos Marx, la de la historia, esta nueva hora precisa la evaluación y el análisis sin exclusiones, con una visión amplia, profundamente crítica, que sea, a la vez, tolerante, articuladora y sobre todo, propositiva. Que manifieste en definitiva, la relación orgánica entre la explicación “científica” y la práctica de la transformación revolucionaria. “El marxismo afirmaba Wenceslao Roces, tiene que interesarse por todo, abrirse a todo y con una gran generosidad, con un gran entusiasmo“6.

Si la actividad práctica y transformadora del hombre, es la base del conocimiento y criterio de la verdad, y en tanto sustento de la axiología revolucionaria, tal enfoque debe prevalecer en ciencia, ética y política, para juzgar la práctica investigativa de quienes no parten de los presupuestos marxistas, incluso de los que se declaran contrarios al paradigma fundado por Marx.

Tanto en ciencia como en política, estamos abocados a ratificar las esencias de los clásicos, y desde las praxis del hacer comprometido, sistematizar e incorporar los nuevos conocimientos y enfoques. Precisamos de una teoría que no pretenda tener un único punto de vista, sino unos mismos principios y valores. Y tal como Marx y Engels lo hicieron, buscar las nuevas fuentes del marxismo y el leninismo, del socialismo en el Siglo XXI.

No cabe dudas de que Julio Antonio Mella, Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui tienen su lugar en este esfuerzo, que desde la historia contemporánea del socialismo en el Sur aparecen aportes inobjetables en Mao Zedong, Ho Chi Min, Amílcar Cabral, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. Pero como lo hicieron Marx y Engels en su época, nuestra mirada debe ser mucho más abarcadora: ¿Podrá también ser uno de ellos Max Weber (1864-1920) en su crítica infructuosa, pero incisiva del marxismo? ¿Sigmund Freud? ¿Thomas Samuel Kuhn?….

Hay que sistematizar el presente y a la vez, volver al pasado con una mirada cada vez más descolonizadora. Para los latinoamericanos y caribeños, el reto de búsqueda y reencuentro con lo mejor de la cultura científica Occidental y mundial, no puede, por demás, seguir postergando el estudio de la historia de la ciencia en nuestra tierra, lo que heredamos de las grandes culturas americanas, lo que llegó desde Europa y definitivamente pasó a ser sangre e inteligencia de este nuevo y pluricualitativo ente social del que somos parte. Hay que comprender y sistematizar las creativas formas en que los “ismos” europeos fueron asumidos, repensados, reformulados y definitivamente transculturados. Este metabolismo conceptual7 como lo define Alcira Argumedo y su praxis renovadora, constituye una clave histórica que tiene mucho que decirnos aún.

Pensar o no como marxista, es una opción libérrima de cada persona, y el marxismo si bien es el más certero de los paradigmas cienciológicos contemporáneos, no excluye el avance de la investigación, el conocimiento y el hacer comprometido con la dignificación humana, a partir de otras teorías y concepciones. Lenin siempre criticó como uno de los principales males, el engreimiento de los comunistas, y es que querámoslo o no, siempre habrá una cuota de vanidad y petulancia, cuando nos comunicamos con quien no sabe, quien duda, o tiene otro punto de vista, desde una afirmación rampante sobre la cientificidad y la superioridad del marxismo. Los marxistas si contendemos con el oportunismo y el engaño de utilizar a sabiendas del marxismo, en negación de renuncia, en actos de plagio, vulgarización y/o ocultamiento.

Para los marxistas, la posición que refiero, la asunción creativa y el estímulo de lo universal positivo, debe tener como eje de articulación, el dominio del sistema cienciológico, epistemológico y valorativo de Marx, Engels, Lenin y sus más genuinos seguidores. La defensa de lo que Pablo Guadarrama llama los núcleos duros de nuestra teoría revolucionaria es una condición de partida.

Si del amplio paradigma cualitativo se trata, es tan importante no ceder terreno ante los presupuestos que cuestionan las esencias del marxismo, como buscar qué se aportó de novedoso, que podemos incorporar, y sobre todo qué nos une cada día a las mejores opciones de pensamiento con enfoques renovadores, de búsquedas objetivas de la verdad.

Los retos cubanos

La perplejidad y el caos que creó el desmoronamiento de la URSS en el seno del movimiento revolucionario y progresista mundial, en medio de la violenta ofensiva ideológica del capitalismo que le siguió y de los colosales recursos propagandísticos puestos en función de la campaña antisocialista, incentivaron la renuncia al marxismo, la satanización del leninismo y la aceptación del paradigma demoliberal, motivaron la desorientación ideológica y filosófica junto a toda suerte de eclecticismos estériles, pero también condujo a ratificaciones y nuevas búsquedas creativas. Los marxistas cubanos nos colocamos en esta última posición. Para quienes vivíamos en un país cercado, a punto de ser invadido por la potencia imperialista más poderosa de la historia, el problema del socialismo no sólo solo representaba “opción” de ciencia, era –y hoy lo es también- una opción de vida. La resistencia cubana se explica entre otros factores, por el papel que en Cuba han jugado las ideas, hechas movimiento y conciencia de las masas.

La Revolución Cubana no fue ajena a los impactos y avatares negativos del modelo de marxismo dogmático 8. Repercutió esta situación en el dominio teórico-filosófico y metodológico del marxismo en la formación universitaria y en la investigación social. Debilitó el estudio de la tradición nacional y fracturó el diálogo con los pensadores y especialistas que en América Latina y el mundo, no compartían los posicionamientos soviéticos. Nos salvó a plazo histórico, la fortuna de contar con el acervo extraordinario del pensamiento de José Martí –un extraordinario dialéctico9-, la impronta antidogmática con que nació el marxismo cubano10 y la excepcionalidad del liderazgo teórico-práctico de los dos marxistas y leninistas más sobresalientes de la segunda mitad del Siglo XX y principios del XXI: De Ernesto Che Guevara y Fidel Castro Ruz.

No fue casualidad que en la Tesis del Primer Congreso del PCC “Sobre los estudios del marxismo-leninismo en nuestro país”, señale que

“el fin, el propósito y el contenido de trabajo del investigador marxista-leninista consiste entre otras cosas en “adelantar los resultados de su estudio al criterio oficial para servirle de apoyo y base orientadora o presentarlos a posteriori del establecimiento del criterio oficial para ofrecerle sustentación teórica a éste o para aportar juicios, argumentos y conclusiones que pudieran contribuir a modificaciones o rectificaciones necesarias”. “El único criterio rector que debe guiar la actividad del investigador marxista-leninista subrayaba la Tesis es el de la búsqueda y el encuentro de la verdad objetiva, de la esencia y las leyes del problema objeto de estudio”11.

El contradictorio epistemológico entre la utilización de la categoría consensual marxismo-leninismo, y el contenido teórico y praxiológico-valorativo que a tal concepto le otorgó el Partido Comunista de Cuba y el líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, recuperó por las esencias, el enfoque del partidismo objetivo leninista, y nos abrió la posibilidad de avanzar en relecturas más certeras. No podía ser de otra forma dado que la tendencia prevaleciente, marcada por el liderazgo de Fidel, Che Guevara y Raúl Castro, ha sido la inconformidad, la autocrítica y la búsqueda constante de nuevos espacios de realización revolucionaria 12. Creación heroica, vaticinó José Carlos Mariátegui para el hacer socialista en América 13, y los cubanos y las cubanas, más allá de incorporaciones miméticas, hemos sido consecuentes con este fundamental presupuesto revolucionario.

Tampoco fue casual, que un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, que llevaba en su seno una profunda revolución conceptual, fortaleció en Cuba el camino socialista a partir de 1985-1986, cuando ya se anunciaba el proceso de renuncias y traiciones, en que poco después devino la llamada perestroika soviética. Un momento definitorio, para la recuperación de la tradición más autóctona del socialismo cubano lo fue, ya abocados a la crisis económica y al doble bloqueo del periodo especial, la realización del IV Congreso del PCC en 1991 14. Reverdeció entonces el debate nunca abandonado sobre la temprana articulación del pensamiento nacional revolucionario cubano, del pensamiento martiano, el marxismo y el leninismo15, frente a las incorporaciones acríticas del marxismo-leninismo de matriz estalinista.

Las búsquedas y rectificaciones en las que hemos estado enfrascados en los últimos lustros, para “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, “por nosotros mismos”, “con nuestros propios esfuerzos”; en desafío “a poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional” 16, han sido condición y resultado de debates intensos y profundos al interior de la sociedad y el movimiento revolucionario cubano. El hecho de que los delegados al VII Congreso del PCC (abril del 2016), hayan aprobado ratificar la autoctonía del socialismo cubano, con el abandono del término de marxismo-leninismo, marca un momento importante de madurez del Partido en el liderazgo del proceso de profundización y actualización socialista, que resuelve a nivel teórico el contrasentido histórico de afirmarnos en un concepto que no reflejaba nuestra tradición y praxis revolucionaria17.

El desarrollo epistemológico que encierra el acuerdo de referencia del VII Congreso, no resuelve por su sola proclamación el triunfo del enfoque más progresivo. He podido constatar que existe entre no pocos colegas cubanos, una notable resistencia al cambio epistemológico. Nuestros compañeros no entienden aún, que el debate y la construcción epistemológica como asuntos eminentemente científicos, se resuelven desde el partidismo objetivo leninista, con los métodos de ciencia. Dado que las categorías expresan un conocimiento de lo esencial, de la esencia más profunda del objeto, el problema central de la epistemología ha sido siempre –y hoy no deja de serlo-, el del aumento del conocimiento científico, y en tanto el logro de la más exacta correspondencia del conocimiento con su objeto. Precisamente la epistemología permite pasar de un conocimiento menos verdadero a un conocimiento más verdadero, a través del descubrimiento de la lógica del posible error, para hallar la verdad objetiva y así exponer los resultados y métodos de la ciencia a las correcciones que se precise. Lenin con razón declaraba que hay que hay que considerar “el infinito proceso de profundización del conocimiento de las cosas por el hombre,… que va de la apariencia a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda” 18.

La mejor metódica para entender el cambio epistemológico está el estudio histórico del propio proceso de construcción del conocimiento, en medio de las circunstancias que se configuran en las interconexiones del movimiento científico y el movimiento ideológico y político. Y junto con la investigación se impone un espacio pedagógico de explicación y formación. Sacudirnos del lastre del marxismo dogmático resulta una tarea fundamental, pero no dejan de percibirse otros retos no menos importantes.

Al debilitamiento del dominio teórico-filosófico y metodológico del marxismo, que incubamos –y que la rectificación de los ochenta no tuvo tiempo para resolver19-, se añadió la influencia en el país de la eclosión de propuestas fabricadas en y alrededor de la cienciología burguesa contemporánea. Entre otros males asistimos a nuevos mimetismos acríticos, ahora bajo el signo de la ideología capitalista, el conservadurismo neoliberal y el reformismo impregnado en sectores de izquierda.

Como afirma Miguel Limia, la sociedad cubana es penetrada sistemáticamente por la ideología liberal, no como un panfleto político, sino a partir de la cultura de la imagen, de la cultura del placer, de la recreación; a través de símbolos que empujan a conductas hedonistas, consumistas, centradas en la satisfacción del placer. Esa orientación es una vía para transformarse en persona del mercado, para permanecer prisionero de la red del mercado, para la inactividad social por descomprometimiento con lo público, para el aislamiento individual y la degradación personal20.

El entusiasmo por “las novedades de la modernidad”, encandiló a no pocos estudiosos y tesistas, en un acrítico transvertismo de paradigmas, lo que puede constatarse en no pocas de las menciones que aparecen en las tesis de maestría y doctorado aprobadas en nuestros tribunales, y que citan a los autores y sistemas categoriales de moda en las plataformas de la UNESCO, la Secretaria de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Banco Mundial. Mientras eclecticismo y pretendidos enfoques mixtos, nos dan la medida del punto de desencuentro teórico en que se encuentran un grupo de colegas, que pugnan con honestidad por avanzar desde una insuficiente comprensión del universo teórico metodológico marxista y leninista, también martiano y fidelista.

Precisamente en la cienciología marxista la articulación se debe producir por las esencias, en el proceso interno, por la negación dialéctica que forja lo viejo-nuevo como conquista histórica, que permite profundizar y renovar las principales direcciones cognoscitivas y praxiológico valorativas. Se trata entonces de una obra de creación junto a nuestros padres teóricos, compartiendo sus sueños y compromisos éticos con la ciencia y por lo tanto con las praxis de redención humana.

Notas

1 Hago referencia al ámbito de la propaganda anticomunista. El debate sobre la crisis del marxismo es una propuesta de interés académico.
2 Atilio A. Boron: Actualidad del ¿Qué hacer? Estudio Introductorio a la edición argentina del ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento de Lenin. Ver: “Estudio introductorio: ‘La actualidad del ¿Qué hacer?” En: ¿Qué hacer?, Editorial Luxemburg, Buenos Aires, 2004, http://juventud.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2009/05/actualidad-que-hacer-atilio-boron.pdf
3 Ver: Edgar Morín: Introducción al pensamiento complejo”, Editorial Gedisa, Madrid, 2001; Repensar la reforma, reformar el pensamiento, Cuadernos de Pedagogía. No. 342 enero, 2005.
4 Morín militó en el Partido Comunista Francés hasta que por sus discrepancias con la línea estalinista fue expulsado en 1951, lo que no le impidió continuar con una activa militancia de izquierda. Ver: “Biografía autorizada de Edgar Morín y su obra, pensamiento complejo”, http://www.edgarmorin.org/biografia-edgar-morin.html
5 El marxismo no es un contendiente de la teoría de la complejidad, por razones de esencia: El marxismo es por naturaleza pensamiento complejo.
6 Gabriel Vargas Lozano: ¿Qué hacer con la filosofía en América Latina?, México, DF, Casa abierta al tiempo, UAM, Traxcala, 1990, p. 219-220.
7 Ver: Alcira Argumedo, Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1992.
8 Ver: Thalía Fung Riverón: “Problemas de la apropiación del marxismo después del ’59. El marxismo en Cuba. Una búsqueda”. En: Filosofía, teología, literatura: Aportes cubanos en los últimos 50 años .Edición de Raúl Fornet Betancourt. Aachen: Wissenschaftsverlag Mainz (Concordia Serie Monografías, tomo 25), 1999, http://www.ensayistas.org/filosofos/; Miguel Limia David: Hacia un nuevo episteme de la transición socialista en Cuba, Instituto de Filosofía, La Habana, Junio de 2006 (inédito).
9 En su concepción, el hombre, como sujeto socio-cultural, reproduce de forma compendiada la totalidad del Universo. El hombre en Martí es por sobre todas las cosas, un ser activo, hacedor de historia y cultura y condicionado socio-históricamente, pues “nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo”. Ver: José Martí: “Henry Ward Beecher”. En: Obras Completas (Tomo13), Editora Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 34
10 Del autor: Julio Antonio Mella y los fundamentos del marxismo en Cuba. Contracorriente. La Habana, enero – febrero – marzo 1997, Año 3, número 7, p 27- 55.
11 Partido Comunista de Cuba: Tesis y resoluciones. En Memorias. Primer Congreso del PCC, Editado por el DOR-CC del PCC, La Habana, 1976, t. 2, p. 283
12 Ver del autor: “Cuba: Utopías, realidades y posibilidades”. En: Jiménez M., Carolina y Aaron Tauss (Eds.): ¿Pensar el fin del capitalismo?, Universidad Nacional de Bogotá, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá, 2015
13 José Carlos Mariátegui: “Aniversario y Balance”. En Ideología política, Editora Amauta. Lima, p. 287-268.
14 Ver: IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Discurso y documentos, Editora Política, la Habana, 1991.
15 Ver: Olivia Miranda, Tradiciones nacionales revolucionarias, marxismo y leninismo en el pensamiento revolucionario cubano. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2005; Caridad Massón Sena (Comp.): Comunismo, socialismo y nacionalismo en Cuba (1920-1958); Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2015.
16 Fidel Castro Ruz: “Concepto de Revolución”. En: Discurso pronunciado el 1º. de mayo del 2001. Granma, 2 de mayo de 2001, p.4.
17 A partir del VII Congreso el Partido asume como componentes teóricos: “el legado martiano, el marxismo y el leninismo, el pensamiento y la acción de nuestro líder histórico, la obra del Partido Comunista de Cuba y la Revolución. Ver: Partido Comunista de Cuba: Conceptualización del modelo económico social cubano de desarrollo socialista, Congreso PCC Plegable, Talleres Poligráficos Granma, La Habana, 2016, p 6
18 En: V. I: Lenin: Cuadernos filosóficos, Editora Política. La Habana. 1979, p 251-252, 311, 213-214.
19 Gilberto Valdés Gutiérrez: “Ideología y ciencias. Nota para un debate actual”. Cuba Socialista La Habana. Año IX No.3 (39). Mayo-junio 1989.
20 De Miguel Limia David: “Fidel Castro y la irreversibilidad del socialismo” (inédito).

Las FPL y la lucha contra el alto costo de la vida (mediados de 1974)

Las FPL y la lucha contra el alto costo de la vida (mediados de 1974)

En el periódico El Rebelde con fecha enero de 1974, pero que circuló a mediados de ese año, las Fuerzas Populares de Liberación, FPL “Farabundo Martí” expresan su visión sobre la lucha reivindicativa de los sectores populares en esa época y su lectura nos permite comprender su pensamiento, en aguda polémica con otras expresiones de izquierda, en particular con el Partido Comunista, PCS. A continuación hacemos una reseña de este valioso texto histórico.

Evalúa el articulista de las FPL que “sectores populares se incorporan cada vez más de lleno a la lucha contra el alto costo de la vida. Y es que los monopolios imperialistas y oligarcas se han lanzado a una ofensiva irrefrenada contra la vida de grandes mayorías de la población. No hay artículo que no haya subido de precio entre el 200 y 300% en los últimos meses.”
Indica que “las FPL se encuentran empeñadas en impulsar y estimular la acción de las masas populares en defensa de sus intereses vitales y apoyan la lucha de los sectores avanzados de las masas contra el alto costo de la vida. Las FPL consideran que la lucha contra la rapaz explotación de los capitalistas en el terreno de los precios de las mercaderías de primera necesidad son parte de la lucha popular por las reivindicaciones económico-sociales inmediatas y por consiguiente se esforzaran en enmarcarla dentro de los requerimientos de la lucha reivindicativa inmediata para convertirse en un movimiento que ayude al proceso revolucionario del pueblo.”
Añade que “para lo cual consideramos que no debe encajonarse en el estrecho marco puramente economista, legalista, reformista o pacifista; ni debe caer en el burocratismo que sustituya la participación de las masas, sino que debe convertirse en un poderoso medio de elevación de la conciencia y disposición revolucionaria de las masas para incorporarlas al proceso general revolucionario.”
Subraya que “para ello, la lucha contra el alto costo de la vida debe ser ampliamente MASIVA, que participe el propio pueblo en las jornadas contra los capitalistas y el gobierno. Y debe imprimírsele un carácter COMBATIVO que eleve la disposición de las masas populares a la lucha activa contra sus explotadores.”
Evalúa que “sería grave que, dejándose llevar por el concepto dogmatico y tradicionalista de unidad con los oportunistas en la lucha popular contra el alto costo de la vida, se facilitara a éstos una plataforma orgánica que les permitiera su perniciosa labor encaminada a enfriar la lucha combativa de las masas y de entregar el movimiento a los intereses de los sectores de la burguesía a quienes ellos sirven.”

Considera que “el movimiento de masas no debe de tomar un carácter reformista-burgués que tenga como pivote un proyecto de ley que haga caer a las masas en suspenso respecto de la Asamblea Legislativa, haciéndola que se convierta en el centro de la movilización de las masas. Esta debe tener no solo un carácter nacional, en torno a las reivindicaciones generales de diversos sectores en este terreno, sino también una dinámica expresión local y regional, sobre las concretas manifestaciones de la carestía de la vida que se producen en cada lugar (por la tierra, contra el alto costo de los abonos, por salarios más altos, sueldos, contra los acaparadores y almacenadores de víveres, por el control popular de los precios, etc.)

Define que “en cada lugar concreto debe hacerse actuar a las masas en forma concreta y no con los ojos vueltos hacia una Asamblea en donde actúan los perros de la tiranía o los representes de una “oposición” electorera inconsecuentes.”

Insiste que “no debe crearse en la masa la ilusión hacia una intervención positiva de actual gobierno títere de los imperialistas y la oligarquía, sino que el gobierno de los capitalistas debe ser un objetivo de indignación y de protestas del pueblo. No debe ponerse como “arbitro” de la situación a este gobierno reaccionario no considerarlo como algo que está por encima de las clases.”

Analiza que “la creciente intervención estatal por parte de un gobierno como el presente, de creciente tendencia a la fascistización, se convierte en una política estatal favorable al gran capital, que a través de los aparatos de estado concentra enormes medios y recursos y termina por arruinar a grandes capas de pequeños y medianos productores y comerciantes, y a agravar aún más las condiciones de vida de las grandes masas.”

Advierte que “la creciente “representación obrera o popular” en los organismos de un Estado (autónomos y semiautónomos) con incrementados rasgos fascistoides, crea un espejismo favorable a la burguesía, fomenta la burocracia obrera estatal, y permite, a través de esa burocracia ampliar la influencia burguesa dentro de la clase obrera y de otros sectores populares ( o crear organismos con estructura corporativa-estatal que sirven de base al estado fascistoide para su intervención en los movimientos populares.”

Concluye que “la lucha de masas, a estas alturas, tiene que ser renovada con enfoques acordes con el desarrollo concreto del proceso revolucionario en el país. Los viejos esquemas y dogmas tienen que ser barridos, los puntos de vista inertes, perezosos o oportunistas, han de ser derrotados para abrirle paso a un movimiento de masas combativo, que vaya realmente en dirección de la Guerra Revolucionaria del Pueblo, único camino para la liberación definitiva.”

En otro artículo en este mismo número de El Rebelde, que lleva el número 19 (sic), trata sobre la muerte de un funcionario del gobierno Romero a manos de las FPL y su interpretación por parte del periódico OPINION ESTUDIANTIL de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños, AGEUS, conducida por el Frente de Acción Universitaria, FAU, vinculado al PCS.
Informa que “en la edición de OPINION ESTUDIANTIL de fecha 29 de mayo, se comenta la muerte del Secretario Particular ( de la Presidencia) de la República, vale decir, de uno de los más elevados asesores de la criminal tiranía militar que sufre el país.”
Añade que “en el fono del artículo de OPINION ESTUDIANTIL se lamenta la muerte de este elemento fascistoide, artífice de muchas de las disposiciones antipopulares del régimen, lesivas a la clase obrera y al campesinado, maestros, estudiantes y resto del pueblo. Porque no se va a decir que los principales asesores del régimen no son responsables junto con éste, de la sangre, la muerte, las torturas, los atropellos, las persecuciones, contra el pueblo trabajador.”
Opina que “en este artículo y otros de la misma edición OPINION ESTUDIANTIL adopta la muy conocida posición de la corriente política de la izquierda “oportunista” en el país” la cual según El Rebelde se esfuerza por “1. Disminuir el impacto que las acciones revolucionarias armada producen en la mente del pueblo y, de tal manera, alejar a los sectores avanzados de su creciente disposición a incorporarse organizadamente a la Guerra Revolucionaria Prolongada.”
En segundo lugar, “al disuadir a las masas avanzadas a que tomen en sus propias manos con todos los medios a su alcance la lucha por su liberación: tratan de ilusionar al pueblo acerca del “ala de izquierda” en el seno del gobierno. Tales hombres “de izquierda” (a quienes también califican de “desarrollistas”) disque, encabezados por el gorila Molina que se apoya en Enrique Silva, Rogelio Sánchez y otros de la misma calaña, desarrollan, según los oportunistas, una denodada lucha contra el ala reaccionaria del gobierno, en la cual se mueve Mayorga Rivas, Sánchez Hernández, y otros.”
En tercer lugar “se trata de crear ilusiones en el pueblo acerca del ejército reaccionario (cuyo “sector progresista” según los oportunistas, abarca al “grueso de la oficialidad”) que va a realizar la liberación del pueblo sustituyendo a este en la histórica tarea de llevar a cabo su revolución.”
Considera que estos son “esfuerzos por desmovilizar la decisión combativa del pueblo, por crearle ilusiones en Molina y en un sector de su gobierno fascistoide, ilusiones en la criminal gorilada, y por uncirlo a sectores de la burguesía “reformista” tal es la línea oportunista de “izquierda.”
Por otra parte, en este mismo número 19 de El Rebelde se informa que “Grupos de Apoyo de las FPL han llevado a cabo algunas acciones armadas de quema de autobuses urbanos en San Salvador, concretamente al incendio de 2 buses en la terminal de la ruta # 5 en Monserrat en la mañana del 30 de mayo, y la quema de 4 buses de la ruta 8 en la terminal de la colonia Dina, el 18 de junio.

Pedagogía crítica: diálogo y acción en la crisis de la modernidad

PEDAGOGÍA CRÍTICA: DIÁLOGO Y ACCIÓN EN LA CRISIS DE LA MODERNIDAD
“Eu sustento que a única finalidade da ciéncia está en aliviar a miséria da existencia humana”
(Berthold Brecht)
Resumen
Si bien el mundo intelectual no se pone de acuerdo sobre el origen de la modernidad, lo cierto es que ésta ha establecido la supremacía de la ciencia racional y universal como único camino para llegar a la “verdad”. En su recorrido histórico, la modernidad no ha cumplido las expectativas de lograr el mundo más justo imaginado tras la ruptura del antiguo régimen; por el contrario el desarrollo industrial ha revelado su poder destructivo y una tendencia a establecer grupos humanos privilegiados, en mayor o menor grado, exclusivamente por su bienestar material.
Estas circunstancias han generado un malestar creciente contra la modernidad, cuyos efectos son evidentes en la educación, institución paradigmática del proyecto ilustrado. Como camino alterno surge la pedagogía crítica, esta nueva utopía ha sido capaz de plantear importantes contradicciones al discurso positivista, ahistórico y despolitizado de la educación moderna y a la vez de recuperar la confianza en la acción humana para transformar la realidad. La pedagogía crítica propone una educación sustentada en el diálogo para profundizar en los principios democráticos y generar una verdadera igualdad de oportunidades.
Modernidad: una historia imprecisa un concepto complejo
Los orígenes históricos de la modernidad no son precisos y las interpretaciones conceptuales del término dependen más del imaginario sustantivo de lo “moderno” y de cuáles son los acontecimientos que han provocado su aparición. Sí de los orígenes de la modernidad se trata, las afirmaciones son diversas: de esta manera se asocia a la modernidad con la invención de la imprenta, con la reforma protestante, con el fin de la Guerra de los 30 años, con las revoluciones francesa y norteamericana y hasta con Freud y el modernismo en las bellas artes y la literatura.
Para la sociedad de consumo ser moderno es simplemente ser nuevo, agotar las novedades tornando obsoleto todo en el mundo de lo inmediato y lo desechable, a lo que Toulmin (200: 60) llama “la inagotable cornucopia de la novedad”. En este sentido la edad moderna ha alcanzado su máximo esplendor, pero como definición no basta para describir un fenómeno de dimensiones tan complejas como la modernidad.
Más allá de los conceptos, las características del período histórico actual muestran que estamos más cerca del final que del comienzo de la modernidad, Toulmin (2001) cita por ejemplo la crítica social, política y económica en el trabajo de Peter Drucker, quien afirma que es una falacia aplicar el término modernidad a “la manera como vivimos en la actualidad”. Drucker introduce en su obra el termino “postmodernidad” y afirma que esta nueva situación es evidente en el cambio de la soberanía sin reservas de las tradicionales naciones- estado iniciadas en el siglo XVII y XVIII a instituciones que van más allá de los límites nacionales y buscan satisfacer necesidades transnacionales de naturaleza política y económica.
Hay también quienes asocian a la modernidad con el desarrollo de la primera revolución industrial del siglo XVIII, impulsada por la ”inhumanidad mecanicista” de la ciencia newtoniana (Toulmin 200:62). Cierto es que la irrupción de la energía hidráulica y de vapor dibujan un paisaje económico y social nuevo, matizado por la pauperización de los grandes segmentos de la población rural emigrada convertida en una nueva clase trabajadora urbana, estigmatizada socialmente por la burguesía y según el tono marxista explotada por el capital. Escritores románticos del siglo XIX como el francés Victor Hugo en su novela “Los Miserables” describen de manera magistral los signos inconfundibles de aquella “nueva pobreza”.
El filósofo alemán Jürgen Habermas sugiere una dimensión ético-política en favor de la modernidad al afirmar que la era moderna comenzó, cuando Kant inspirado en la revolución francesa mostró que se podían aplicar categorías morales, imparciales y universales para juzgar el ámbito político.
El pensamiento ilustrado francés por lo tanto es un hito importante de la modernidad, la destrucción del ancien régime abrió el camino a la democracia y a la participación política. Este ideario sostiene que el “mundo moderno se opone al antiguo” y se abre hacia el futuro, aquí la modernidad se entiende como antagonismo de la tradición autoritaria y busca legitimarse a través de la única autoridad que respeta “la razón”; por lo tanto sí el concepto de modernidad fuese atribuido exclusivamente a este hecho, entonces abría surgido en el en el último cuarto del siglo XVIII y su legado moral sería tan valido en la actualidad como entonces.
Pese a las ambigüedades, parece existir un consenso de fondo que se apoya en el imperativo categórico de la racionalidad. Los filósofos del siglo XVII desarrollaron nuevos esquemas de pensamiento sobre la naturaleza y la sociedad y obligaron a la humanidad a concebir la naturaleza de una manera nueva y científica partiendo de esquemas racionales, mismos que llegaron a convertirse en el camino único para llegar a la verdad y en fórmula aplicable a los problemas de la vida humana y la sociedad. El derrotero histórico decisivo en la evolución de la humanidad que marca esta nueva concepción del mundo bien puede considerarse como el origen de la modernidad.
Joan Carles Mélich (2004: 120) sintetiza este pensamiento en las siguientes líneas:
“Des del Discurs del métode de René Descartes, publicat l´any 1637, se està imposant una forma de concebre el coneixement que avui ha esdevingut habitual en el nostre món quotidià. A grans trets podríem dir que des d´aquesta perspectiva l´objectiu del coneixement (concretament del coneixement científic, que és considerat l´unic coneixement legítim) és a l´atenció a principis atemporals. A diferència dels seus predecesors, els humanistes del siglo XVI, com ara Michel de Montaigne (1533-1592), l´obra de Descartes deixa en un segon pla els detalls particulars, temporals y locals dels afers humans, quotidians, i privilegiarà un pla superior en el qual la naturalesa i l´ètica es conformen en teories abstractes, atemporals, generals i universals”
La célebre expresión descartiana pienso luego existo, implica una separación entre mente y materia. Esta afirmación deviene en una concepción del mundo como sistema mecánico dividido en dos partes distintas: un mundo interno de sensaciones y un mundo objetivo compuesto de fenómenos naturales. El dualismo cartesiano ha sentado las bases de la ciencia positivista, misma que sustenta que las leyes de los sistemas físicos y sociales pueden ser desveladas objetivamente por investigadores que trabajen al margen de la percepción humana (Kincheloe 2001). Desde entonces y como afirma Joan Carles Mélich (2004: 121), en tono crítico, “ninguno que piense coherentemente (o lógicamente) puede escaparse de este círculo. Los que se atreven a hacerlo serán acusados de “especulativos”, en el mejor de los casos o de “metafísicos” en el peor”.
Newton amplio las teorías de Descartes concibiendo espacio y tiempo como absolutos inmutables, independientes del contexto. A través del concepto causa -efecto estableció el principio fundamental para la modernidad, de que el futuro de cualquier aspecto de todo sistema, podía ser predicho con certeza absoluta siempre que su condición pudiera ser comprendida con todo detalle y se utilizaran para ello los instrumentos adecuados de medición (Kincheloe, 2001). Se establece entonces la supremacía absoluta de la ciencia racional y “neutra”, el ser humano científico, que vive al margen de la historia ya podría someter a la naturaleza y ponerla a su servicio.
La modernidad sentó las bases para que la ciencia y la tecnología cambiaran el mundo. El comercio creció, creció el nacionalismo, el trabajo humano comenzó a medirse en términos de productividad, la naturaleza fue dominada, y la civilización europea desarrolló el poder de conquista hasta extremos nunca antes imaginados. Tal visión de las cosas tendría como consecuencia la pérdida de la espiritualidad y la deshumanización. La obsesión por el progreso proporcionaba nuevos valores y objetivos, que venían a ocupar el vacío dejado por la fe religiosa. Incluso los vínculos familiares se diluían a medida que el nuevo orden apostaba a cuestiones impersonales tales como el comercio, la industria y la burocracia (Aronowitz y Giroux, 1991). De esta manera se instaura de forma definitiva el credo de la modernidad, el mundo es racional y todas las versiones de la verdad quedan presas dentro de esta dictadura racionalista.
La educación en la crisis de la modernidad
Al analizar la modernidad Anthony Giddens (1990) considera que ésta es un fenómeno de doble filo. Por un lado el desarrollo de las instituciones sociales modernas y su expansión mundial han creado oportunidades enormes para que los seres humanos disfruten de una existencia más segura y recompensada que en cualquier tipo de sistema premoderno, no obstante la modernidad tiene también una cara oscura, cuyos caracteres son el blanco de enconadas críticas
En general los padres fundadores de la sociología vieron a la modernidad, como una era agitada; pese a ello coincidieron en afirmar que la humanidad se beneficiaría de sus efectos (Giddens 1990). Marx por ejemplo, visualizó el problema de la lucha de clases en el sistema capitalista pero vislumbraba a partir de este cisma el surgimiento de un sistema social más humano. Durkheim afirmaba que la expansión del industrialismo establecería una vida social armoniosa formada a través de la combinación de la división del trabajo y del individualismo moral. Pero ni siquiera de Max Weber, el más pesimista de los tres, cuando afirmó que el progreso material sólo se lograba a costo de la pérdida de la creatividad y la autonomía individual por la expansión de la burocracia, fue capaz de dimensionar las consecuencias grises de la modernidad.
Al hablar de estas consecuencias funestas, mencionaré tres a que a mi criterio son fundamentales, para explicar el malestar que priva en los círculos intelectuales y en los grupos de presión de la sociedad contemporánea, y que bien podrían señalarse como indicios de una modernidad en crisis e incluso vacía de sentido desde el punto de vista social y ético.
En primer lugar, sí bien los clásicos de la sociología fueron capaces de ver las condiciones inhumanas y degradantes del trabajo industrial moderno, no llegaron a prever su potencial destructivo del equilibrio natural de la tierra. La conciencia ecológica iniciada en los años 60, contrario a lo que se esperaría, no surge desde las ciencias sociales, antes bien retoma el pensamiento sensible de William Blake en Inglaterra y de Friedrich Schiller en Alemania, el primero en forma visionaria había advertido “que la industría terminaría destruyendo al país y lo convertiría en una tierra baldía de fábricas satánicas” (Toulmin 2001). De esta premisa parte el movimiento ecologista al defender el mundo natural de la voracidad humana.
El pensamiento ilustrado al consagrar la razón como eje vertebrador de la vida política y ciudadana imaginó que los usos arbitrarios del poder político habían finalizado con la destrucción del antiguo régimen. El despotismo parecía ser un vicio de los estados premodernos, pero la instalación de estados fascistas y las dos grandes guerras mundiales del siglo XX mostraron lo contrario; emergía una nueva forma de arbitrariedad igualmente nefasta que la anterior pero acrecentada por el uso de alta tecnología de destrucción. La combinación abusiva de poder político, poder militar e ideológico, la guerra preventiva y el “espíritu pirata” de las grandes potencias industriales continúan amenazando a la humanidad.
De igual manera fue una ilusión imaginar que el industrialismo promovería de manera natural, un orden industrial, integrado y pacífico; contrario a ello, el fenómeno de “industrialización de la guerra” se generó a partir del desarrollo científico tecnológico moderno. Fue vana la esperanza de que el orden emergente de la modernidad sería pacífico en contraste con el militarismo que había caracterizado a la época precedente. Giddens (1990) afirma que el siglo XX es el siglo de la Guerra, es un período histórico en el que el número de pérdidas humanas en conflictos militares ha alcanzado cifras notablemente mayores que en cualquier otro, agrega, que en lo que va del siglo XX más de cien millones de seres humanos han perdido la vida en guerras.
Los tres argumentos antes expuestos obligan a suavizar las expectativas con respecto a que la modernidad conduciría a la humanidad a la formación de un mundo más feliz y más seguro. Más allá Duch (1997: 129) identifica en la crisis de la modernidad una pérdida de la esperanza cuando afirma:
“Se ha señalado que en la modernidad, la esperanza ha alcanzado una de las cuotas más bajas en toda la historia humana, porque la esperanza era el fruto de la imaginación, pero en ningún caso de la razón”.
Duch arguye que este cambio significativo de la historia de nuestra cultura es ocasión propicia para que muchos hagan profesión de cinismo, además sustenta que aseveraciones tales como el “final de la historia“(Fukuyama) son discursos situados, que ponen de manifiesto los puntos de vista de los intereses de los países del primer mundo y por encima de todo los de su clase dirigente en contra del pensamiento utópico.
La pérdida de la utopía conduce a la convicción infecunda de que nada más es posible, somos prisioneros de las redes de la modernidad, simples marionetas de un teatro inevitable, no cabe la esperanza como impronta de la humanidad en este mundo. Ello empuja a adoptar comportamientos considerados por el sistema como máximamente adaptados, según Duch (1997) estos comportamientos en las clases populares se manifiestan en la resignación, mientras que en las clases altas e intelectuales adquieren el matiz del cinismo, “el cinismo moderno” una práctica conciente de la “moral del camaleón” (Cortina citada por Duch: 128), que no es otra cosa que el mantenimiento sin resistencia del status en todos los campos sociales, religiosos y culturales.
En este proceso de modernización la escuela ha sido una de las instituciones más paradigmáticas. La confianza en la razón y en la capacidad de las personas para conocer el mundo que les rodea hace de la educación una de las ideas centrales del proyecto ilustrado.
Desde esta perspectiva, la educación ha de contribuir ha superar el oscurantismo de la época anterior, transmitiendo las ideas del progreso y del método científico que se van consolidando a medida que avanza la modernidad. Una sociedad nueva demanda la formación de una persona nueva. En este sentido la educación debe romper los dogmas y tradiciones del antiguo régimen y ceder paso a una pedagogía inspirada en las libertades del pensamiento ilustrado (Aubert et al. 2004) y según Durkheim a una transmisión de valores que sustenten a la sociedad (moderna). La escuela debía practicar una suerte de rito exorcista llamado a expulsar los antiguos prejuicios.
Para sustentar sus ideales de democracia consagrados en la proclama de los derechos universales, la modernidad apeló a la creación de instituciones garantes de tal principio. La escuela, por ejemplo, se convirtió en una herramienta fundamental de la igualdad social pretendida por el proyecto ilustrado. La educación moderna, por una parte ha permitido el acceso universal a la educación a todas las personas y grupos sociales, por otra, se la ha considerado como pilar del desarrollo del conocimiento científico que permitiría alcanzar el progreso social y la igualdad como la base ineludible de la dignidad humana.
Sin embargo, la búsqueda del progreso material basada en la lógica subyacente de la racionalidad instrumental se ha extraviado del camino de la dignidad humana, más bien, el logro del éxito y la autorrealización hedonista han convertido a las personas en simples objetos (Aubert et al. 2004). El progreso tecnológico en manos de segmentos privilegiados trata a los seres humanos como objetos de intercambio en un mundo regido por las leyes del mercado. Una muestra de ello es la teoría del capital humano, que surge en los años 60 del siglo XX creando una nueva disciplina denominada economía de la educación. Autores como Schultz sostienen que la educación es una inversión que genera rentabilidad, y asumen que el orden de oportunidades laborales se basa en la meritocracia según la cual cada quien recibe lo que merece conforme a capacidad, por lo tanto no existe la injusticia social sino las limitaciones que cada persona se impone a si misma.
Las críticas al modelo educativo “moderno” parten también de investigadores como los sociólogos franceses Bordieu y Passeron (1970), quienes sostienen que la escuela se encarga de reproducir los valores culturales de la clase dominante, mediante una fuerza de dominación violenta, pero no en el sentido bélico, a la que han llamado violencia simbólica.
“Toute action pédagogique (AP) est objectivement une violence symbolique en tant qu´imposition, par un pouvoir arbitraire, d´un arbitraire culturel ».
Según Bordieu y Passeron (1970), el sistema educativo legitima tales valores y patrones culturales y no cuestiona las fuentes del poder que constituyen su verdadero fundamento. El sociólogo británico Basil Bernstein cierra este círculo, argumentando que la escuela impone los códigos socio-lingüisticos de las clases privilegiadas, por tal razón no es casual que el fracaso escolar sea mayor entre las clases postergadas, para quienes el lenguaje de la instrucción no aporta significados pertinentes a su realidad sociocultural. El método de alfabetización de Freire podría ser un ejemplo de respuesta exitosa a las teorías de la reproducción.
La epistemología de verdad única de la modernidad, como sostiene Kincheloe (2001) se ha impuesto también en la educación, por cuanto el conocimiento se define como categorías a priori en las cuales la interpretación y la especulación no encuentran espacio, y más aún como afirma Giroux (1990: 54) “está divorciado del significado humano y de la comunicación inter-subjetiva”
Es por ello que las escuelas de la era de las luces no enfatizan la producción del conocimiento, sino el aprendizaje de lo que ya ha sido previamente definido como tal dentro de una mecánica pedagógica que utiliza la repetición memorística de verdades certificadas. La búsqueda de la verdad impoluta ha convertido a científicos y educadores en profesionales asépticos, que buscan posiciones resguardadas de toda crítica en un sistema cada vez más injusto, pero avalado por el método científico.
La era neo-conservadora iniciada por Reagan y Thatcher en los años 80 del siglo XX le sumó nuevos bríos a la epistemología de la verdad única. A partir de entonces muchos estados han adoptado reformas educativas de corte tecnocrático que hacen énfasis en lo medible, así como en una curricula funcional y estandarizada (Laval 2004).
Esta perspectiva de “manual de instrucciones”, asume tácitamente que el aprendizaje y el pensamiento son genéricos y que existen fórmulas predeterminadas para solucionar los azares del rompecabezas educativo. Tal parece que el sistema pretende ponernos en las manos una caja de herramientas para rellenar los huecos del camino de la vida, sin haber preparado a nuestro intelecto y sensibilidad para poder identificar el camino correcto.
Parece evidente que el modelo de persona ilustrada se ha sesgado hacia parámetros y categorías funcionales que corresponden a grupos privilegiados de las sociedades occidentales. Esta es la razón por la cual ha sido criticado el concepto de igualdad homogeneizadora del proyecto educativo y cultural de la modernidad (Aubert et al. 2004) que además ha subestimado el valor de las culturas, lenguas y tradiciones de las sociedades que no pertenecen al eje económico dominante del mundo super-industrializado.
Ello muestra que la pretendida neutralidad del modelo educativo oculta una versión autoritaria de la verdad, justificada en una racionalidad ahistórica que de todas maneras es políticamente conservadora (Giroux 1990). Como versión de la verdad interpretada, la supuesta neutralidad bien podría nadar en “las aguas contaminadas” de la tan vituperada hermenéutica fenomenológica, pero de hecho este no es un juego de reglas claras.
La pedagogía crítica como respuesta a la crisis
Las críticas al proyecto educativo de la modernidad suceden en diferentes fases del desarrollo de la educación como sistema y de la escuela como institución. Los planteamientos rousseunianos, por ejemplo, son evidencia de una primera etapa de malestar, que manifestaba su inconformidad en la falta de conexión entre los intereses de los niños y niñas con las actividades y contenidos que se realizan en la escuela, en la disciplina rígida y el autoritarismo del educador y en el uso de los castigos tanto morales como físicos propios de la pedagogía tradicional.
Como es evidente esta tesis se limita a cuestionar el funcionamiento de la institución escolar y sus prácticas sin llegar a una reflexión crítica sobre la función social de la educación (Ayuste et al.1994), pese a ello se la considera un pilar fundamental de la innovación pedagógica en el siglo XX y la piedra angular de la pedagogía crítica de la modernidad tradicional (Aubert et al. 2004)
Una de las corrientes más importantes de la teoría crítica ha sido la Escuela Nueva y la Escuela Activa, basada en gran parte en las ideas de John Dewey, según las cuales, los valores democráticos tienen una importancia sustantiva (Young 1993). Los teorías de esta línea de pensamiento enfatizan el cambio de la relación educativa entre docentes y alumnos y además tienen muy claras las opciones que deben llevar a sus escuelas. Precisamente la defensa de una educación renovadora frente a la enseñanza tradicional es una de sus aportaciones más destacadas. El fundamento teórico de la escuela nueva fomentó las prácticas innovadoras de Tolstoi, Ferriere, Decroly y Montessori entre otros.
Otro hito importante de la pedagogía crítica son las teorías de la reproducción. El estructuralismo marxista de Althusser proporciona el primer fundamento teórico del modelo de la reproducción, desarrollado también entre otros por Baudelot- Establet y Bordieu y Passeron. Esta corriente argumenta que la escuela crea habitus transferibles a otros campos sociales, en este sentido desmitifica el postulado impuesto por la modernidad en relación a una escuela garante de oportunidades sociales y económicas para todas las personas y la reducción de la desigualdad en su distribución.

Si bien las teorías de la reproducción han servido para poner de relieve el carácter político de la educación y la falta de neutralidad de las prácticas educativas, su perspectiva estructuralista les ha puesto una camisa de fuerza, en el sentido que perciben la realidad como producto de las estructuras sociales y subestiman la capacidad de las personas para actuar críticamente y transformar su medio.

Giroux (1990) sostiene que la teoría educativa radical adolece de importantes lagunas: la más seria de ellas es su fracaso a la hora de proponer algo que vaya más allá del lenguaje de la crítica y de la dominación. Esta postura ha sido un impedimento para que los educadores de izquierda puedan desarrollar un lenguaje programático para la reforma pedagógica o de la escuela. En adelante Giroux (1990) sostiene que estas debilidades han sido aprovechadas por los conservadores, quienes no solamente han dominado el debate acerca de la naturaleza y cometido de la educación pública, sino que además han sido ellos los que de manera creciente han señalado las condiciones concretas en torno a las cuales se han desarrollado y llevado a la práctica las políticas educativas.

La teoría crítica propiamente dicha, desarrollada en Alemania después de la segunda Guerra Mundial en la llamada Escuela de Frankfurt es de todas formas un pilar fundamental para el desarrollo del pensamiento pedagógico crítico. La Escuela de Frankfurt, adscrita inicialmente al marxismo superó el análisis característico de este fondo ideológico y se dedicó principalmente a construir y fundamentar un discurso crítico de la sociedad industrial, y en su última etapa (Habermas 1987) sobre la sociedad postindustrial. Se cuestiona el valor de la tecnología en relación al progreso, se analiza la razón instrumental como medio para alcanzar intereses particulares y el papel de la técnica al servicio de la clase dominante (Ayuste et. al.1994).

Pero más allá de las posiciones antes apuntadas, el trabajo de la Escuela de Frankfurt ha soltado las ataduras estructuralistas, tratando de mostrar como la escolaridad puede ser educativa en el sentido más pleno: fomentando la capacidad de resolver problemas de los discentes en forma evolutiva. Han explicado mejor los actos educativos y la comunicación entre docentes y discentes. De la misma manera los teóricos críticos creen que los métodos democráticos de resolución de problemas son los más eficaces para las comunidades, en este sentido guardan un paralelismo teórico con John Dewey. La teoría crítica en particular la creada por Habermas y los pedagogos que se han basado en su obra, ofrece una base para analizar ejemplos reales de interacción en el aula, mismos que pueden identificar limitaciones comunicativas y poner una base para la lingüística educativa crítica (Young 1993).

Es importante analizar la obra de Habermas en relación con una perspectiva epistemológica educativa, pese a que algunos creen que ésta se decanta por la sociología y la historia. Habermas (1987) critica la idea predominante del conocimiento científico por ser no sólo una concepción mezquina de la ciencia, sino también por su tendencia a suponer que el científico es la única forma de conocimiento, despreciando la lingüística, el conocimiento cultural y semejantes, censura la idea que aísla a la ciencia de la vida cotidiana y de su estimación efectiva por la vida democrática.

Este posicionamiento supone un punto de inflexión importante en el quehacer pedagógico, ocupado tradicionalmente en trasmitir de formal vertical el discurso científico de verdad única; la educación según las ideas habermasianas al utilizar un lenguaje franco y sin trabas puede ayudar a pensar críticamente sobre la comunicación en la escuela. En este sentido, la pedagogía crítica sería el detonante del desarrollo de la capacidad para resolver problemas, y para descubrir por uno mismo pero formando parte de una comunidad de pensadores que se ayudan mutuamente.

La pedagogía crítica es un pensamiento latinoamericano por excelencia, y Paulo Freire es su más connotado exponente. En su libro Pedagogía del Oprimido (1970) Freire elaboró la Teoría de la Acción Dialógica, antes de que Habermas escribiera la Teoría de la Acción Comunicativa (1981).

Las injusticias del ámbito humano en América Latina, dan a la obra de Freire un carácter de crítica social y una dimensión profundamente humanista, por esta razón pone en primer plano a la persona oprimida y su interés en crear las condiciones subjetivas para su liberación. Freire también salta las barreras del estructuralismo y piensa que la educación para la autoliberación convierte al oprimido en protagonista conciente y activo de su emancipación.
El pensamiento crítico en Freire parte de la idea que la educación nunca puede ser neutral e independientemente de su forma concreta siempre tiene una dimensión política. Freire diferencia básicamente dos prácticas de la educación: La educación para la domesticación y la educación para la liberación del ser humano. La educación para la domesticación funciona como acto de mera transmisión de conocimientos, al que denomina “concepto del banquero”. El carácter antidialógico de este tipo de instrucción es adecuar al ser humano a su entorno, desactivar su propio pensamiento y matar su creatividad y capacidad crítica a efectos de asegurar en última instancia la continuidad del orden opresor y salvaguardar la posición de las elites dominantes
Al “concepto del banquero” Freire contrapone la educación problematizadora que se cuestiona a si misma y a su entorno de manera constante. Su propuesta es que los seres humanos desarrollen la capacidad de comprender críticamente como existen en el mundo, que aprendan a ver el mundo no como realidad estática, sino como procesos de cambios. El concepto clave de esta concepción es la concientización, vista como el proceso de aprendizaje necesario para comprender contradicciones sociales y tomar medidas contra las relaciones opresoras. Para Freire, la educación debe ser un aporte inmediato al desarrollo social en un sentido emancipatorio de quienes están marginados socialmente.
Muy interesante resulta el concepto de McLaren (1995), quien enmarca a la pedagogía crítica en un movimiento emergente llamado teoría radical de la educación. Los conceptos de McLaren definen claramente que la pretensión de la pedagogía crítica es examinar a las escuelas en su contexto histórico y como parte de las relaciones sociales y políticas que caracterizan a la sociedad dominante. A su criterio esta corriente a pesar de no constituir un discurso unificado ha conseguido plantear importantes contradicciones al discurso positivista, ahistórico y despolitizado que suelen utilizar como herramientas de análisis los críticos de la educación liberales y conservadores, mismas que son evidentes en los programas de las facultades de educación.
McLaren sostiene que pese a no ubicarse físicamente en ninguna escuela ni en ningún departamento universitario, la pedagogía crítica constituye un conjunto homogéneo de ideas catalizado por el interés de los teóricos críticos de fortalecer a los débiles y de transformar las desigualdades y las injusticias sociales. Uno de los principios fundamentales que integran la pedagogía crítica es la convicción de que la enseñanza para el fortalecimiento personal y social es éticamente previa a cuestiones epistemológicas o al dominio de las competencias técnicas o sociales que son priorizadas por el mercado.
Pedagogía del diálogo y la acción
Sin lugar a dudas el diálogo es el elemento central de la pedagogía crítica, en resistencia a la violencia de cualquier tipo y en especial al autoritarismo presente en las relaciones de poder en las instituciones y procesos educativos. Valga subrayar que en la corriente conceptual crítica, el diálogo es la fuerza integradora del lenguaje de la crítica con el lenguaje de la posibilidad (Giroux 1990). Este enfoque supera la dicotomía tradicional entre el discurso y la acción, y concibe entre ambos diversas relaciones y fuerzas transformadoras en contextos democráticos y participativos.
Pero es en la obra de Freire, donde el diálogo alcanza su máximo significado educativo y humano. La perspectiva dialógica de Freire, entendida a veces de forma restringida a las relaciones de los profesores y alumnos, es una sugerencia de acción más universal que no se queda presa en las cuatro paredes de la escuela, sino que por el contrario abarca al conjunto de la comunidad de aprendizaje incluyendo padres y madres de familia, profesorado, alumnado, bajo el supuesto que todos influyen en el aprendizaje y todos deben planificarlo conjuntamente. Es para destacar que el método de alfabetización desarrollado por Freire, convirtió esta reflexión epistemológica en una realidad vigente aún en la actualidad.
El diálogo en Freire es también el lenguaje de la esperanza, de sueños posibles y de caminos realistas para conseguirlos (Aubert et al. 2004). Esta concepción tiene como punto de partida que “somos seres capaces de transformación y no de adaptación” (Freire citado por Auber et al. 2004: 41) pese a que Freire considera que la escuela es un aparato ideológico del Estado y de las clases dominantes, cuya función principal es la reproducción social, también cree que los sujetos pueden intervenir para cambiar esa realidad. La persona y su entorno se relacionan de forma dialéctica, cuando la persona piensa y actúa sobre lo que le rodea lo modifica, al mismo tiempo que el entorno (objeto) influye y actúa sobre el sujeto.
Al analizar la obra de Paulo Freire, Giroux (1990) valora su visión como algo más que la formulación de un pesimismo crítico, y agrega que este enfoque ha aportado una dimensión nueva a la teoría y práctica educativas, enfatizando que es nueva porque conecta el proceso de lucha con las particularidades de las vidas de la gente, abogando por una fe en el poder de los oprimidos para luchar a favor de su propia liberación. Según la visión de Freire la educación se convierte al mismo tiempo en un ideal y un referente de cambio al servicio de un nuevo tipo de sociedad, conectando la teoría y las prácticas sociales con los aspectos más profundos de la liberación.
La teoría de la acción comunicativa (Habermas) que como antes se anotaba es fundamental en la construcción del planteamiento crítico de la educación ha dado la razón a Freire en situar al diálogo como elemento sustantivo en todo proceso educativo. Ambas posiciones son propicias a que la educación llegue a crear las situaciones óptimas para generar un diálogo intersubjetivo en condiciones de creciente democracia e igualdad (Ayuste et. al.1994). Ello implica desde luego el desarrollo de un modelo educativo que entiende el aprendizaje como un proceso de interacción entre los participantes, un proceso que ayude a las personas a reflexionar sobre sus ideas y prejuicios para así poderlos modificar si lo considera preciso; tomando en consideración que estos responden a una experiencia y una historia personal condicionadas por la educación, la familia, el Estado, la cultura y la religión.
Una educación dialógica profundiza en los principios democráticos y da la oportunidad de participar a todas las personas y grupos sociales. Las decisiones se toman por consenso, el argumento mejor es el que prevalece y se va construyendo, ampliando o enriqueciendo con la contribución de todos los participantes. Desde esta perspectiva no se piensan en términos de sujeto profesor que transforma a los objetos alumnos “sacándolos de su ignorancia sino en comunidades educativas que aprenden colectivamente a través de un diálogo en el que cada una de las personas participantes contribuyen en términos de igualdad desde la diversidad de su cultura.
La diferencia esencial de la pedagogía crítica con las teorías de la reproducción está en su consideración de que la realidad no es simple producto de las estructuras o sistemas sino también de la acción humana o del mundo de la vida. Marx (citado por Carr y Kemmis 1986: 169) lo ha señalado claramente en su Eleventh thesis on Feuerbach “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferente maneras; (…) la cuestión estriba en cambiarlo”, Carr y Kemmis (1986) enfatizan que una ciencia educativa crítica tiene el propósito de transformar la educación va encaminada al cambio educacional. Objetivos como el de explicar (característico del planteamiento positivista de la investigación educativa) o el de entender (característico del planteamiento interpretativo) son meros momentos del proceso de transformación antes que finalidades suficientes en sí mismas.
Apple (1986) sigue también la línea del pensamiento dialógico y de acción en sus estudios sobre el currículo, y es también uno de los críticos de teoría de la reproducción, al afirmar, que ésta llega a hacer suponer que no existe y quizás no puede existir una resistencia significativa al poder de la imposición económica y cultural. Apple interpreta que al asumir esta posición se fomenta una actitud acrítica de la educación, que dicho sea de paso se conforma con suponer que existen leyes inmutables de desarrollo económico y político, y que tales leyes no son reformadas por la práctica humana real de los grupos conscientes de actores humanos. Apple cree en la acción y el cambio y defiende que los estudiantes y los docentes son capaces de reinterpretar los mensajes sociales generando situaciones de cambio en las que se producen nuevas relaciones que desembocan en procesos de transformación.
McLaren (1997) desde una perspectiva un tanto más radical, considera que la teoría social crítica tiene un alto potencial de acción, mientras ésta se conjugue con un lenguaje de crítica y posibilidad. Ello hará posible que los docentes sean capaces de desvirtuar y cuestionar las discusiones educativas sancionadas oficialmente. La pedagogía crítica, tiene por lo tanto la misión no sólo de desarrollar un lenguaje de crítica y desmitificación, sino de crear creación un lenguaje de posibilidad que pueda generar prácticas de enseñanza alternativas, capaces de confrontar los esquemas dominantes, tanto dentro como fuera de la escuela. McLaren (1997: 57) entiende que este supuesto demanda la necesidad de recuperar “la idea de una democracia crítica y construir alianzas con los movimientos sociales progresivos”.
Giroux (1990) enfatiza también el carácter simbiótico de la crítica y la acción, en este sentido arremete contra las reformas educativas, que muestran escasa confianza en la capacidad de los profesores para ejercer el liderazgo intelectual y moral a favor de la formación de las generaciones jóvenes. Giroux (1990: 176) da un voto de confianza al trabajo docente, y sostiene que una manera de repensarlo es la de contemplar a los profesores como intelectuales transformativos, como profesionales reflexivos de la enseñanza o lo que llamaría el docente neo-renacentista, este pensamiento se resume en las siguientes líneas
“Dentro de este discurso, puede verse más a los profesores como algo más que ejecutores profesionalmente equipados para hacer efectiva cualquiera de las metas que se les señale; más bien deberían contemplarse como y mujeres libres con una especial dedicación a los valores de la inteligencia y el encarecimiento de la capacidad crítica de los jóvenes”.
En síntesis la pedagogía crítica salta las barreras del absolutismo positivista y el conformismo reduccionista de la fenomenología. Su propuesta teórica emerge como alternativa para describir la realidad, y más allá de eso para abordarla de manera cercana y directa con el fin de transformarla. Pero no lo hace de una forma ingenua, por eso desarrolla un cuerpo crítico que se dirige a la censura de las injusticias provocadas por todo tipo de abusos de poder, violencia, racismo, sexismo. En su práctica la pedagogía crítica es capaz de reconocer y potenciar espacios educativos de conflicto, resistencia y creación cultural con lo cual reafirma su confianza en el poder emancipador de la voluntad humana. Si bien se fundamenta en una base teórica- científica y en unas prácticas educativas que funcionan no hay pedagogía crítica sin utopía posible. Ésa que permite hacer frente al fatalismo postmoderno y que es como lo afirmó Freire “una pedagogía de la esperanza”.
Barcelona 24 de enero de 2004
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Citado por Torres C.A. en: Grandezas y miserias de la educación latinoamericana del siglo veinte. University of California, Los Ángeles, 2000
“Desde el Discurso del Método de René Descartes, publicado en el año 1637, se está imponiendo una forma de concebir el conocimiento que se ha vuelto habitual en nuestro mundo cotidiano. A grandes rasgos podría decirse que desde esta perspectiva el objetivo del conocimiento (del conocimiento científico que es considerado el único conocimiento legítimo) es la atención a principios atemporales. A diferencia de sus predecesores, los humanistas del siglo XVI, como Michel de Montaigne (1533-1592), la obra de Descartes deja en un segundo plano los detalles particulares, temporales y locales del quehacer humano cotidiano, y privilegia un plano superior en el cual la naturaleza y la ética se conforman en teorías abstractas, atemporales generales y universales”. Traducción libre por el autor del artículo original en lengua catalana
Esta perspectiva científica radical ha pretendido arrinconar a las ciencias del espíritu calificándolas a veces de especulativas y superfluas, Marquard (2001: 34-35) por ejemplo, señala que “las ciencias naturales para ser exactas tienen que transformarlo todo en un laboratorio y convertir en intercambiables sus científicos. Las ciencias exactas son fundamentalmente ahistóricas con ello surge inevitable una pregunta ¿quién se preocupa de aquello que los científicos de laboratorio dejan de fuera, es decir de las historias del mundo? las ciencias del espíritu de manera compensatoria se ocupan de las historias del mundo de la vida para saldar la ahistoricidad de las ciencias exactas, por ello mientras más moderno se vuelve el mundo moderno más necesarias son las ciencias del espíritu”.
“Toda acción pedagógica es objetivamente una violencia simbólica en tanto que imposición, por un poder arbitrario de una arbitrariedad cultural”. Traducido por el autor del original en francés.
Laval (2004: 390) afirma “la nueva escuela ya no pretende juzgar según un modelo de excelencia o según un ideal de liberación, sino que evalúa según un código de rendimiento. En adelante ya no juzga el mérito o la insuficiencia ontológica de una persona cuyo nivel de conocimientos y los trabajos le permiten ser, o no, investida con un título entregado por una institución, sino que evalúa más bien las actividades, las capacidades para alcanzar objetivos y las competencias aplicadas para realizar un proyecto según la lógica de la producción”.
Hay quienes consideran las tesis de la novela pedagógica Emilio, de Rousseau, como el primer tratado de psicología evolutiva por introducir la necesidad de adaptar los contenidos y el tipo de metodología a las etapas evolutivas del niño.
Giroux (1990) llama a esta corriente pedagogía radical y menciona en esta línea los trabajos de Bowles y Gintis en Estados Unidos “Schooling in Capitalist America” y de Bernstein en Gran Bretaña “Class, Codes and Control”.
Se conoce con el nombre de Escuela de Frankfurt al grupo de pensadores alemanes Adorno, Marcuse, Horkheimer y Habermas entre otros, agrupados en el Institut für Sozialforschung de Frankfurt creado en 1922. Durante el período nazi- fascista alemán, algunos de ellos se exiliaron en Estados Unidos.
Young (1993: 16) Dice que la teoría crítica de la educación desarrollada sobre todo en Alemania después de la segunda guerra mundial tiene ciertas relaciones con el marxismo, pero como han dicho muchos marxistas, ha prescindido de tanto de lo que ellos suelen considerar esencial que no es razonable llamarla marxista.
Apple (1986) desarrolla de manera extensa sus tesis sobre el currículo oculto como mecanismo de reproducción de los valores y de la ideología hegemónica.

El espacio sagrado y la sacralización del mundo

CAPITULO I – EL ESPACIO SAGRADO Y LA SACRALIZACION DEL MUNDO

HOMOGENEIDAD ESPACIAL E HIEROFANIA

Para el hombre religioso el espacio no es homogéneo; presenta roturas, escisiones: hay porciones de espacio cualitativamente diferentes de las otras: «No te acerques aquí —dice el Señor a Moisés—, quítate el calzado de tus pies; pues el lugar donde te encuentras es una tierra santa» (Éxodo, III, 5).

Hay, pues, un espacio sagrado y, por consiguiente, «fuerte», significativo, y hay otros espacios no consagrados y, por consiguiente, sin estructura ni consistencia; en una palabra: amorfos. Más aún: para el hombre religioso esta ausencia de homogeneidad espacial se traduce en la experiencia de una oposición entre el espacio sagrado, el único que es real, que existe realmente, y todo el resto, la extensión informe que le rodea.

Digamos acto seguido que la experiencia religiosa de la no-homogeneidad del espacio constituye una experiencia primordial, equiparable a una «fundación del mundo». No se trata de especulación teológica, sino de una experiencia religiosa primaria, anterior a toda reflexión sobre el mundo. Es la ruptura operada en el espacio lo que permite la constitución del mundo, pues es dicha ruptura lo que descubre el «punto fijo», el eje central de toda orientación futura.

Desde el momento en que lo sagrado se manifiesta en una hierofanía cualquiera no sólo se da una ruptura en la homogeneidad del espacio, sino también la revelación de una realidad absoluta, que se opone a la no-realidad de la inmensa extensión circundante. La manifestación de lo sagrado fundamenta ontológicamente el Mundo. En la extensión homogénea e infinita, donde no hay posibilidad de hallar demarcación alguna, en la que no se puede efectuar ninguna orientación, la hierofanía revela un «punto fijo» absoluto, un «Centro».

Se ve, pues, en qué medida el descubrimiento, es decir, la revelación del espacio sagrado, tiene un valor existencial para el hombre religioso: nada puede comenzar, hacerse, sin una orientación previa, y toda orientación implica la adquisición de un punto fijo. Por esta razón el hombre religioso se ha esforzado por establecerse en el «Centro del Mundo».

Para vivir en el Mundo hay que fundarlo, y ningún mundo puede nacer en el «caos» de la homogeneidad y de la relatividad del espacio profano. El descubrimiento o la proyección de un punto fijo —el Centro— equivale a la Creación del Mundo; en seguida unos ejemplos vendrán a mostrar con la mayor claridad el valor cósmico de la orientación ritual y de la construcción del espacio sagrado.

Por el contrario, para la experiencia profana, el espacio es homogéneo y neutro: ninguna ruptura diferencia cualitativamente las diversas partes de su masa. El espacio geométrico puede ser señalado y delimitado en cualquier dirección posible, mas ninguna diferenciación cualitativa, ninguna orientación es dada por su propia estructura. Evidentemente, es preciso no confundir el concepto del espacio geométrico, homogéneo y neutro, con la experiencia del espacio «profano», que se opone a la experiencia del espacio sagrado y que es la única que interesa a nuestro propósito.

El concepto del espacio homogéneo y la historia de este concepto (pues ya lo había adquirido el pensamiento filosófico y científico desde la antigüedad) constituye un problema muy distinto, que no abordamos. Lo que interesa a nuestra investigación es la experiencia del espacio tal como la vive el hombre no-religioso, el hombre que rechaza la sacralidad del Mundo, que asume
únicamente una existencia «profana», depurada de todo presupuesto religioso.

Inmediatamente se impone añadir que una existencia profana de semejante índole jamás se encuentra en estado puro. Cualquiera que sea el grado de desacralización del Mundo al que haya llegado, el hombre que opta por una vida profana no logra abolir del todo el comportamiento religioso. Habremos de ver que incluso la existencia más desacralizada sigue conservando vestigios de una valoración religiosa del Mundo.

De momento dejemos de lado este aspecto del problema y ciñámonos a comparar las dos experiencias en cuestión: la del espacio sagrado y la del espacio profano. Recuérdense las implicaciones de la primera: la revelación de un espacio sagrado permite obtener «un punto fijo», orientarse en la homogeneidad caótica, «fundar el Mundo» y vivir realmente.

Por el contrario, la experiencia profana mantiene la homogeneidad y, por consiguiente, la relatividad del espacio. Toda orientación verdadera desaparece, pues el «punto fijo» no goza ya de un estatuto ontológico único: aparece y desaparece según las necesidades cotidianas. A decir verdad, ya no hay «Mundo», sino tan sólo fragmentos de un universo roto, la masa amorfa de una infinidad de «lugares» más o menos neutros en los que se mueve el hombre bajo el imperio de las obligaciones de toda existencia integrada en una sociedad industrial.

Y, sin embargo, en esta experiencia del espacio profano siguen interviniendo valores que recuerdan más o menos la no-homogeneidad que caracteriza la experiencia religiosa del espacio. Subsisten lugares privilegiados, cualitativamente diferentes de los otros: el paisaje natal, el paraje de los primeros amores, una calle o un rincón de la primera ciudad extranjera visitada en la juventud. Todos estos lugares conservan, incluso para el hombre más declaradamente no-religioso, una cualidad excepcional, «única»: son los
«lugares santos» de su Universo privado, tal como si este ser no-religioso hubiera tenido la revelación de otra realidad distinta de la que participa en su existencia cotidiana.

No perdamos de vista este ejemplo de comportamiento «cripto-religioso» del hombre profano. Habremos de tener ocasión de volvernos a encontrar con otras ilustraciones de esta especie de degradación y de desacralización de valores y comportamientos religiosos. Más adelante nos daremos cuenta de su
significación profunda.

TEOFANIA Y SIGNOS

Para poner en evidencia la no-homogeneidad del espacio, tal como la vive el hombre religioso, se puede recurrir a un ejemplo trivial: una iglesia en una ciudad moderna. Para un creyente esta iglesia participa de otro espacio diferente al de la calle donde se encuentra. La puerta que se abre hacia el interior de la iglesia señala una solución de continuidad. El umbral que separa los dos espacios indica al propio tiempo la distancia entre los dos modos de ser: profano y religioso. El umbral es a la vez el hito, la frontera, que distingue y opone dos mundos y el lugar paradójico donde dichos mundos se comunican, donde se puede efectuar el tránsito del mundo profano al mundo sagrado.

Una función ritual análoga corresponde por derecho propio al umbral de las habitaciones humanas, y por ello goza de tanta consideración. Son muchos los ritos que acompañan al franqueamiento del umbral doméstico. Se le hacen reverencias o prosternaciones, se le toca piadosamente con la mano, etc. El umbral tiene sus «guardianes»: dioses y espíritus que defienden la entrada, tanto de la malevolencia de los hombres, cuanto de las potencias demoníacas y pestilenciales. Es en el umbral donde se ofrecen sacrificios a las divinidades tutelares.

Asimismo es ahí donde ciertas culturas paleo-orientales (Babilonia, Egipto,
Israel) situaban el juicio. El umbral, la puerta, muestran de un modo inmediato y concreto la solución de continuidad del espacio; de ahí su gran importancia religiosa, pues son a la vez símbolos y vehículos del tránsito.

Desde este momento se comprende por qué la iglesia participa de un espacio radicalmente distinto al de las aglomeraciones humanas que la circundan. En el interior del recinto sagrado queda trascendido el mundo profano. En los niveles más arcaicos de cultura esta posibilidad de trascendencia se expresa por las diferentes imágenes de una abertura: allí, en el recinto sagrado, se hace posible la comunicación con los dioses; por consiguiente, debe existir una «puerta» hacia lo alto por la que puedan los dioses descender a la Tierra y subir el hombre simbólicamente al Cielo.

Hemos de ver en seguida que tal ha sido el caso de múltiples religiones. El templo constituye, propiamente hablando, una «abertura» hacia lo alto y asegura la comunicación con el mundo de los dioses. Todo espacio sagrado implica una hierofanía, una irrupción de lo sagrado que tiene por efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y el de hacerlo cualitativamente diferente.
Cuando, en Jarán, Jacob vio en sueños la escala que alcanzaba el Cielo y por la cual los ángeles subían y bajaban, y escuchó en lo alto al Señor, que decía: «Yo soy el Eterno, el Dios de Abraham», se despertó sobrecogido de temor y exclamó: «¡Qué terrible es este lugar! Es aquí donde está la casa de Dios. Es aquí donde está la puerta de los Cielos.» Y cogió la piedra que le servía de almohada y la erigió en monumento y derramó aceite
sobre su extremo. Llamó a este lugar Bethel, es decir, «Casa de Dios» (Génesis, XXVIII, 12-19).

El simbolismo contenido en la expresión «Puerta de los Cielos» es rico y complejo: la teofanía consagra un lugar por el hecho mismo de hacerlo «abierto» hacia lo alto, es decir, comunicante con el Cielo, punto
paradójico de tránsito de un modo de ser a otro. Pronto encontraremos ejemplos todavía más precisos: santuarios que son «Puertas de los Cielos», lugares de tránsito entre el Cielo y la Tierra.

A menudo ni siquiera se precisa una teofanía o una hierofanía propiamente dichas: un signo cualquiera basta para indicar la sacralidad del lugar. «Según la leyenda, el morabito que fundó El-Hemel se detuvo, a finales del siglo xvi, para pasar la noche cerca de la fuente y clavó un bastón en el suelo. A la mañana siguiente, al querer cogerlo de nuevo para proseguir su camino, encontró que había echado raíces y que de él habían brotado retoños. En ello vio el indicio de la voluntad de Dios y estableció su morada en aquel lugar» 1.

Y es que el signo portador de significación religiosa introduce un elemento absoluto y pone fin a la relatividad y a la confusión. Algo que no pertenece a este mundo se manifiesta de manera apodíctica y, al hacerlo así, señala una orientación o decide una conducta.

Cuando no se manifiesta ningún signo en los alrededores, se provoca su aparición. Se practica, por ejemplo, una especie de evocatio sirviéndose de animales: son ellos los que muestran qué lugar es susceptible de acoger al santuario o al pueblo. Se trata, en suma, de una evocación de fuerzas o figuras sagradas, que tiene como fin inmediato la orientación en la homogeneidad del espacio. Se pide un signo para poner fin a la tensión provocada por la relatividad y a la ansiedad que alimenta la desorientación; en una palabra: para encontrar un punto de apoyo absoluto.

Un ejemplo: se persigue a un animal salvaje, y en el lugar donde se le abate se erige el santuario, o bien se da suelta a un animal doméstico —un toro, por ejemplo—, pasados unos días se va en su búsqueda y se le sacrifica en el lugar donde se le encuentra. A continuación se erigirá un altar y alrededor de este altar se construirá el pueblo. En todos estos casos son los animales los que revelan la sacralidad del lugar: los hombres, según eso, no tienen libertad para elegir el emplazamiento sagrado. No hacen sino buscarlo y descubrirlo mediante la ayuda de signos misteriosos.

Este puñado de ejemplos nos ha mostrado los diferentes medios por los cuales recibe el hombre religioso la revelación de un lugar sagrado. En cada uno de estos casos, las hierofanías anulan la homogeneidad del espacio y revelan un «punto fijo». Pero, habida cuenta de que el hombre religioso no puede vivir sino en una atmósfera impregnada de lo sagrado, es de esperar la existencia de multitud de técnicas para consagrar el espacio. Según hemos visto, lo sagrado es lo real por excelencia, y a la vez potencia, eficiencia, fuente de vida y de fecundidad.

El deseo del hombre religioso de vivir en lo sagrado equivale, de hecho, a su afán de situarse en la realidad objetiva, de no dejarse paralizar por la realidad sin fin de las experiencias puramente subjetivas, de vivir en un mundo real y eficiente y no en una ilusión. Tal comportamiento se verifica en todos los planos de su existencia, pero se evidencia sobre todo en el deseo del hombre religioso de moverse en un mundo santificado, es decir, en un espacio sagrado.

Esta es la razón que ha conducido a elaborar técnicas de orientación, las cuales, propiamente hablando, son técnicas de construcción del espacio
sagrado. Mas no se debe creer que se trata de un trabajo humano, que es su propio esfuerzo lo que permite al hombre consagrar un espacio. En realidad, el ritual por el cual construye un espacio sagrado es eficiente en la medida que reproduce la obra de los dioses. Pero para comprender mejor la necesidad de construir ritualmente el espacio sagrado hay que hacer cierto hincapié en la concepción tradicional del «Mundo». Inmediatamente se adquirirá conciencia de que todo «mundo» es para el hombre religioso un «mundo sagrado».

CAOS Y COSMOS

Lo que caracteriza a las sociedades tradicionales es la oposición que tácitamente establecen entre su territorio habitado y el espacio desconocido e indeterminado que les circunda: el primero es el «Mundo» (con mayor precisión: «nuestro mundo»), el Cosmos; el resto ya no es un Cosmos, sino una especie de «otro mundo», un espacio extraño, caótico, poblado de larvas, de demonios, de «extranjeros» (asimilados, por lo demás, a demonios o a los fantasmas).

A primera vista, esta ruptura en el espacio parece debida a la oposición entre un territorio habitado y organizado; por tanto, «cosmizado», y el espacio desconocido que se extiende allende sus fronteras: de un lado se tiene un «Cosmos», del otro, un «Caos». Pero se verá que, si todo territorio habitado es un Cosmos, lo es precisamente por haber sido consagrado previamente, por ser, de un modo u otro, obra de los dioses, o por comunicar con el mundo de éstos. El «Mundo» (es decir, «nuestro mundo») es un universo en cuyo interior se ha manifestado ya lo sagrado y en el que, por consiguiente, se ha hecho posible y repetible la ruptura de niveles.

1 1 Rene Basset, Revue des traditions populaires, XXII, 1907, p. 287.

Todo esto se desprende con meridiana claridad del ritual védico de toma de posesión de un territorio: la posesión adquiere validez legal por la erección de un altar del fuego consagrado a Agni: «Se dice que está instalado cuando se ha construido un altar de fuego (garha-patya), y todos los que construyen el altar de fuego quedan legalmente establecidos» (çatapatha Bráhamana, VI, i, I, 1-4).

Por la erección del altar del fuego, Agni se hace presente y la comunicación con el mundo de los dioses queda asegurada: el espacio del altar se convierte en un espacio sagrado. Con todo, la significación del ritual es mucho más
compleja, y si se tienen en cuenta todas sus articulaciones, se comprende el porqué la consagración de un territorio equivale a su cosmización. En efecto, la erección de un altar a Agni no es sino la reproducción, a escala microcósmica, de la Creación.

El agua en la que se amasa la arcilla se asimila al Agua primordial; la
arcilla que sirve de base al altar simboliza la Tierra; las paredes laterales representan la Atmósfera, etc. Y la construcción se acompaña de cánticos que proclaman explícitamente qué región cósmica se acaba de crear (çatapatha Bráhamana, I, ix, 2, 29, etc.). En una palabra: la erección de un altar del fuego, lo único que da validez a la toma de posesión de un territorio, equivale a una cosmogonía.

Un territorio desconocido, extranjero, sin ocupar (lo que quiere decir con frecuencia: sin ocupar por «los nuestros»), continúa participando de la modalidad fluida y larvaria del «Caos». Al ocuparlo y, sobre todo, al
instalarse en él, el hombre lo transforma simbólicamente en Cosmos por una repetición ritual de la cosmogonía. Lo que ha de convertirse en «nuestro mundo» tiene que haber sido «creado» previamente, y toda creación tiene un modelo ejemplar: la Creación del Universo por los dioses.

Los colonos escandinavos, cuando tomaron posesión de Islandia (land-náma) y la roturaron, no consideraban esta empresa ni como una obra original, ni como un trabajo humano y profano. Para ellos, su labor no era más que la repetición de un acto primordial: la transformación del Caos en Cosmos por el acto divino de la Creación. Al trabajar la tierra desértica, repetían simplemente el acto de los dioses que habían organizado el Caos dándole una estructura, formas y normas2.

Trátese de roturar una tierra inculta o de conquistar y de ocupar un territorio ya habitado por «otros» seres humanos: la toma de posesión ritual debe en uno u otro caso repetir la cosmogonía. En la perspectiva de las sociedades arcaicas, todo lo que no es «nuestro mundo» no es todavía «mundo». No puede hacer uno «suyo» un territorio si no le crea de nuevo, es decir, si no le consagra. Este comportamiento religioso con respecto a las tierras desconocidas se prolongó, incluso en Occidente, hasta la aurora misma de los tiempos modernos.

Los «conquistadores» españoles y portugueses tomaban posesión, en nombre de Jesucristo, de los territorios que habían descubierto y conquistado. La erección de la Cruz consagraba la comarca, equivalía, en cierto modo, a un «nuevo nacimiento»: por Cristo, «las cosas viejas han pasado ; he aquí que todas las cosas se han hecho nuevas» (II Corintios, 17). El país recién descubierto quedaba «renovado», «recreado» por la Cruz.

CONSAGRACIÓN DE UN LUGAR: REPETICIÓN DE LA COSMOGONÍA

Importa comprender bien que la cosmización de territorios desconocidos es siempre una consagración: al organizar un espacio, se reitera la obra ejemplar de los dioses. La íntima relación entre cosmización y consagración está ya atestiguada en los niveles elementales de cultura (por ejemplo, entre los nómadas australianos, cuya economía sigue estando en el estadio de la colección y de la caza menor). Según las tradiciones de una tribu arunta, los achilpa, el ser divino Numbakula «cosmizó», en los tiempos míticos, su
futuro territorio, creó a su Antepasado y estableció sus instituciones. Con el tronco de un árbol gomífero Numbakula hizo el poste sagrado (Kauwa-auwa) y, después de haberlo untado de sangre, trepó por él y desapareció en el Cielo.

Este poste representa un eje cósmico, pues es en torno suyo donde el territorio se hace habitable, se transforma en «mundo». De ahí el considerable papel ritual del poste sagrado: durante sus peregrinaciones, los achilpa lo trasportan con ellos y eligen la dirección a seguir según su inclinación. Esto les permite desplazarse continuamente sin dejar de «estar» en su «mundo» y, al propio tiempo, en comunicación con el Cielo donde desapareció Numbakula.

Si se rompe el poste, sobreviene la catástrofe; se asiste en cierto modo al «fin del mundo», a la regresión, al Caos. Spencer y Guien refieren que, según un mito, habiéndose roto una vez el poste sagrado, la tribu entera quedó presa de la angustia; sus miembros anduvieron errantes por algún tiempo y finalmente se sentaron en el suelo y se dejaron morir3.

Este ejemplo ilustra admirablemente tanto la función cosmológica del poste ritual como su papel soteriológico. Por una parte, el Kauwa-auwa reproduce el poste utilizado por Numbakula para cosmizar el mundo, y por otra, gracias a él creen los achilpa poder comunicar con el dominio celeste. Ahora bien, la existencia humana sólo es posible gracias a esa comunicación permanente con el Cielo. El «mundo» de los achilpa no se convierte realmente en su mundo sino en la medida en que reproduce el Cosmos organizado y santificado por Numbakula. No se puede vivir sin una «abertura» hacia lo trascendente, la existencia del mundo ya no es posible y los achilpa se dejan morir.

2 2 Mircea Eliade, Le Mythe de l’Éternel Retour, Gallimard, 1949, p. 27.
3 3 B. Spencer y P. J. Gillen, The Arunta, Londres, 1926, I, p. 388.

Instalarse en un territorio viene a ser, en última instancia, el consagrarlo. Cuando la instalación ya no es provisional, como entre los nómadas, sino permanente, como entre los sedentarios, implica una decisión vital que compromete la existencia de la comunidad por entero. «Situarse» en un lugar, organizarlo, habitarlo son acciones que presuponen una elección existencial: la elección del Universo que se está dispuesto a asumir al «crearlo». Ahora bien: este «Universo» es siempre una réplica del universo ejemplar, creado y habitado por los dioses: comparte, según eso, la santidad de la obra de los dioses.

El poste sagrado de los achilpa «sostiene» su mundo y asegura la comunicación con el cielo. Tenemos aquí el prototipo de una imagen cosmológica que ha conocido una gran difusión: la de los pilares cósmicos que sostienen el Cielo a la vez que abren el camino hacia el mundo de los dioses. Hasta su cristianización, los celtas y los germanos conservaban todavía el culto a tales pilares sagrados. El Chronicon Laurissense
breve, escrito hacia el 800, refiere que Carlomagno, con motivo de una de sus guerras contra los sajones (772), hizo demoler en la villa de Eresburgo el templo y el bosque sagrado de su «famoso Irmensul».

Rodolfo de Fulda (ca. 860) precisa que esta famosa columna es la «columna del Universo que sostiene casi todas las cosas» (universalis columna quasi sustinens omnia). La misma imagen cosmológica reaparece en Roma (Horacio, Odas, III, 3), en la India antigua con el Skambha, Pilar cósmico (Rig Veda, I, 105; X, 89, 4; etc.). Y también entre los habitantes de las islas Canarias y en culturas tan remotas como las de los kwakiutl (Colombia británica) y los nad’a de Flores (Indonesia).

Los kwakiutl creen que un poste de cobre atraviesa los tres niveles cósmicos (el Mundo subterráneo, la Tierra y el Cielo): allí donde penetra en el Cielo se
encuentra la «Puerta del Mundo de arriba». La imagen visible de este Pilar cósmico es, en el Cielo, la Vía Láctea. Pero esta obra de los dioses que es el Universo la recogen e imitan los hombres a su escala. El Axis mundi que se ve en el Cielo, bajo la forma de la Vía Láctea, se hace presente en la casa cultual bajo la forma de un poste sagrado.

Es éste un tronco de cedro de diez a doce metros de longitud, más de cuya
mitad sobresale de la casa cultual. El papel que desempeña en las ceremonias es capital: el de conferir una estructura cósmica a la casa. En los cánticos rituales se la llama «nuestro mundo» y los candidatos a la iniciación que habitan en ella, proclaman: «Estoy en el Centro del Mundo…, estoy junto al Pilar del Mundo4, etc.». La misma asimilación del Pilar cósmico al poste sagrado y de la casa cultual al Universo se da entre los nad’a de Flores. El poste de sacrificio se llama «Poste del Cielo», y se estima que sostiene el Cielo5.

EL «CENTRO DEL MUNDO»

La exclamación del neófito kwakiutl: «Estoy en el Centro del Mundo», nos revela de golpe una de las significaciones más profundas del espacio sagrado. Allí en donde por medio de una hiero-fanía se efectúa la ruptura de niveles se opera al mismo tiempo una «abertura» por lo alto (el mundo divino) o por lo bajo (las regiones infernales, el mundo de los muertos). Los tres niveles cósmicos —Tierra, Cielo, regiones infernales— se ponen en comunicación. Como acabamos de ver, la comunicación se expresa a veces con la imagen de una columna universal, Axis mundi, que une, a la vez que lo sostiene, el Cielo con la Tierra, y cuya base está hundida en el mundo de abajo (el llamado «Infierno»).

Columna cósmica de semejante índole tan sólo puede situarse en el centro mismo del Universo, ya que la totalidad del mundo habitable se extiende
alrededor suyo. Nos hallamos, pues, frente a un encadenamiento de concepciones religiosas y de imágenes cosmológicas que son solidarias y se articulan en un «sistema», al que se puede calificar de «sistema del
mundo» de las sociedades tradicionales:
a) un lugar sagrado constituye una ruptura en la homogeneidad del
espacio; b) simboliza esta ruptura una «abertura», merced a la cual se posibilita el tránsito de una región cósmica a otra (del Cielo a la Tierra, y viceversa: de la Tierra al mundo inferior); c) la comunicación con el
Cielo se expresa indiferentemente por cierto número de imágenes relativas en su totalidad al Axis mundi: pilar (cf. la universalis columna), escala (cf. la escala de Jacob), montaña, árbol, liana, etc.; d) alrededor de este eje cósmico se extiende el «Mundo» (= «nuestro mundo»); por consiguiente, el eje se encuentra en el «medio», en el «ombligo de la Tierra», es el Centro del Mundo.

Un número considerable de creencias, de mitos y de ritos diversos derivan de este «sistema del Mundo» tradicional. No es cuestión de mencionarlos aquí. Vale más limitarse a un puñado de ejemplos sacados de civilizaciones diferentes y susceptibles de hacernos comprender el papel del espacio sagrado en la vida de las sociedades tradicionales, cualquiera que sea, por lo demás, el aspecto particular bajo el cual se presenta este espacio sagrado: lugar santo, casa cultual, ciudad, «Mundo».

Por todas partes reencontramos el simbolismo del Centro del Mundo, y es dicho simbolismo lo que, en la mayoría de casos, nos hace inteligible el comportamiento tradicional con respecto al «espacio en que se vive».
Comencemos por un ejemplo que tiene el mérito de revelarnos de golpe la coherencia y la complejidad de semejante simbolismo: la Montaña cósmica.

4 4 Werner Müller, Weltbild und Kult der Kwakiutl-Indianer, Wiesbaden, 1955, pp. 17-20.
5 5 P. Arndt, “Die Megalithenkultur des Nad’a”: Anthropos, 27. 1932.

Acabamos de ver que la montaña figura entre las imágenes que expresan el vínculo entre el Cielo y la Tierra; se cree, por tanto, que se halla en el Centro del Mundo. En efecto, en múltiples culturas se nos habla de montañas semejantes, míticas o reales, situadas en el Centro del Mundo: Meru en la India, Haraberezaiti en el Irán, la montaña mítica «Monte de los Países» en Mesopotamia, Gerizim en Palestina, denominada por otra parte «Ombligo de la Tierra»6.

Habida cuenta de que la Montaña sagrada es un Axis mundi que une la Tierra al Cielo, toca al Cielo de algún modo y señala el punto más alto del Mundo, resulta que el territorio que la rodea, y que constituye «nuestro
mundo», es tenido por el país más alto. Tal es lo que proclama la tradición israelita: Palestina, como era el país más elevado, no quedó sumergido en el Diluvio7. Según la tradición islámica, el lugar más elevado de la tierra es la Ká’aba, puesto que «la estrella polar testimonia que se encuentra frente al centro del cielo»8.

Para los cristianos, es el Gólgota el que se encuentra en la cima de la Montaña cósmica. Todas estas creencias expresan un mismo sentimiento, profundamente religioso: «nuestro mundo» es una tierra santa porque es el lugar más próximo al Cielo, porque desde aquí, desde nuestro país, se puede alcanzar el cielo; nuestro mundo, según eso, es un «lugar alto». En lenguaje cosmológico, esta concepción religiosa se traduce en la proyección de ese territorio privilegiado que es el nuestro a la cima de la Montaña cósmica. Las especulaciones ulteriores han cristalizado posteriormente en toda clase de conclusiones; por ejemplo, la que acabamos de ver: que la Tierra santa no fue inundada por el Diluvio.

El mismo simbolismo del Centro explica otras series de imágenes cosmológicas y de creencias religiosas, de las que no mencionaremos sino las más importantes:
a) las ciudades santas y los santuarios se encuentran en el Centro del Mundo; b) los templos son réplicas de la Montaña cósmica y constituyen, por consiguiente, el «vínculo» por excelencia entre la Tierra y el Cielo; c) los cimientos de los templos se hunden profundamente en las regiones inferiores. Algunos ejemplos nos serán suficientes. A continuación trataremos de integrar todos esos aspectos diversos de un mismo simbolismo; así se verá con mayor nitidez cuan coherentes son esas concepciones tradicionales del mundo.

La capital del Soberano chino se encuentra en el Centro del Mundo: el día del solsticio de verano, a mediodía, la varilla del reloj de sol no debe proyectar sombra9. Asombra reencontrar el mismo simbolismo aplicado al Templo de Jerusalén: la roca sobre la que se había edificado era el «ombligo de la Tierra». El peregrino islandés Nicolás de Therva, que visitó Jerusalén el siglo xii, escribe del Santo Sepulcro: «Es allí donde se encuentra el centro del mundo; el día del solsticio de verano cae allí la luz del Sol perpendicularmente desde el Cielo» 10.

La misma concepción reaparece en el Irán: el país iranio (Airyanam Vaejah) es el Centro y el corazón del Mundo. De la misma manera que el corazón se encuentra en medio del cuerpo, «el país del Irán vale más que los restantes países porque está situado en medio del Mundo» 11. Por ello Shiz, la «Jerusalén» de los iranios (pues se encontraba en el Centro del Mundo), era tenida por el lugar originario del poderío real y también por la ciudad natal de Zaratustra 12.

En cuanto a la asimilación de los templos a las Montañas cósmicas y a su función de «vinculo» entre la Tierra y el Cielo, los propios nombres de las torres y de los santuarios babilonios dan testimonio: se llaman «Monte de la Casa», «Casa del Monte de todas las Tierras», «Monte de las Tempestades», «Vinculo entre el Cielo y la Tierra», etc. El zigurat, propiamente hablando, era una Montaña cósmica: sus siete pisos representaban los siete cielos planetarios; al escalarlos, el sacerdote llegaba a la cima del Universo.

Un simbolismo análogo explica la enorme construcción del templo de Barabudur en Java, que está edificado como una montaña artificial. Su ascensión equivale a un viaje extático al Centro del Mundo; al alcanzar la
terraza superior, el peregrino realiza una ruptura de nivel; penetra en una «región pura», que trasciende el mundo profano. Dur-an-ki, «vínculo entre el Cielo y la Tierra»; así se denominaba un buen número de santuarios babilonios (en Nippur, en Larsa, en Sippar, etc.). Babilonia contaba con multitud de nombres, tales como «Casa de la base del Cielo y de la Tierra», «Vínculo entre el Cielo y la Tierra». Pero siempre era en Babilonia donde se
efectuaba la unión entre la Tierra y las regiones inferiores, pues la ciudad se había edificado sobre bápapsú, la «Puerta de Apsü», siendo apsú la denominación de las Aguas del Caos antes de la creación.

6 6 Véanse las referencias bibliográficas en Le Mythe de l’Éternel Retour, pp. 31 ss.
7 7 A. E. Wensinck y E. Burrows, citados en Le Mythe de l’Éternel Retour, p. 33.
8 8 Wensinck, citado ibíd., p. 35.
9 9 Marcel Granet, citado en nuestro Traite d’histoire des religións, París, 1949, p. 322.
10 10 L. Ii. Ringbom, Graltempel und Paradles, Estocolmo, 1951, p. 255.
11 11 Sad-dar, LXXXIV, 4-5 citado per Ringbom, p. 327.
12 12 Véanse los documentos agrupados y discutidos por Ringbom, pp. 294 ES. y passim.
11

La misma tradición reaparece entre los hebreos: la roca del Templo de Jerusalén se hundió profundamente en el tehóm, el equivalente hebraico de apsú. Lo mismo que en Babilonia existía la «Puerta de Apsü», la roca del Templo de Jerusalén encerraba la «boca de te-hóm» 13. El apsü, el tehóm simbolizan tanto el «Caos» acuático, la modalidad preformal de la materia cósmica, como el mundo de la Muerte, todo lo que precede a la vida y la sigue.

La «Puerta de Apsü» y la roca que encierra la «boca de tehóm» designan no sólo el punto de intersección, y, por tanto, de comunicación, entre el mundo inferior y la Tierra, sino también la diferencia de régimen ontológico entre ambos planos cósmicos.

Entre el tehóm y la roca del Templo que le cierra la «boca» se da una ruptura de nivel, un tránsito de lo virtual a lo formal, de la muerte a la vida. El Caos acuático que ha precedido a la creación simboliza al propio tiempo la regresión a lo amorfo efectuada en la muerte, el retorno a la modalidad larvaria de la existencia. Desde cierto punto de vista, las regiones inferiores son equiparables a las regiones desérticas y desconocidas que rodean el territorio habitado; el mundo de abajo, por encima del cual se asienta
firmemente nuestro «Cosmos», corresponde al «Caos» que se extiende a lo largo de sus fronteras.

«NUESTRO MUNDO» SE SITÚA SIEMPRE EN EL CENTRO

De todo cuanto precede resulta que el «verdadero Mundo» se encuentra siempre en el «medio», en el «Centro», pues allí se da una ruptura de nivel, una comunicación entre las dos zonas cósmicas. Siempre se trata de un Cosmos perfecto, cualquiera que sea su extensión. Un país entero (Palestina), una ciudad (Jerusalén), un santuario (el Templo de Jerusalén) representan indiferentemente una imago mundi. Flavio Josefo escribía, a propósito del simbolismo del Templo, que el patio representaba el «Mar» (es decir, las
regiones inferiores); el santuario, la Tierra, y el Santo de los Santos, el Cielo (Ant. Iud., III, vii, 7).

Se comprueba, pues, que tanto la imago mundi como el «Centro» se repiten en el interior del mundo habitado. Palestina, Jerusalén y el Templo de Jerusalén representan cada uno de ellos de por sí y simultáneamente la imagen del universo y el Centro del Mundo. Esta multiplicidad de «centros» y esta reiteración de la imagen del mundo a escalas cada vez más modestas constituyen una de las notas específicas de las sociedades tradicionales.

Una conclusión nos parece que se impone: el hombre de las sociedades premodernas aspira a vivir lo más cerca posible del Centro del Mundo. Sabe que su país se encuentra efectivamente en medio de la tierra; que su ciudad constituye el ombligo del universo, y, sobre todo, que el Templo o el Palacio son verdaderos Centros del mundo; pero quiere también que su propia casa se sitúe en el Centro y sea una imago mundi.

Y, como vamos a ver, se piensa que las habitaciones se encuentran en el Centro del Mundo y reproducen, a escala microcósmica, el Universo. Dicho de otro modo, el hombre de las sociedades tradicionales no podía vivir más que en un espacio «abierto» hacia lo alto, en que la ruptura de nivel se aseguraba simbólicamente y en el que la comunicación con el otro mundo, el mundo «trascendente», era posible ritualmente. Bien entendido, el santuario, el «Centro» por excelencia, estaba ahí, al alcance de su mano, en su ciudad, y para comunicar con el mundo de los dioses le bastaba con penetrar en el Templo.

Pero el homo religiosus sentía la necesidad de vivir siempre en el Centro, al igual que los achilpa, los cuales, como hemos visto, llevaban siempre con ellos el poste sagrado, el Axis mundi, para no alejarse del Centro y permanecer en comunicación con el mundo supraterrestre. En una palabra: cualesquiera que sean las dimensiones de su espacio familiar —su país, su ciudad, su pueblo, su casa—, el hombre de las sociedades tradicionales experimenta la necesidad de existir constantemente en un mundo total y organizado, en un Cosmos.

Un Universo toma origen de su Centro, se extiende desde un punto central que le es como el «ombligo». Así es, según el Rig Veda (X, 149), como nace y se desarrolla el Universo: a partir de un núcleo, de un punto central. La tradición judia es todavía más explícita: «El Santísimo ha creado el mundo como un embrión. Así como el embrión crece a partir del ombligo, Dios ha empezado a crear el mundo por el ombligo, y de ahí se ha extendido en todas las direcciones.» Y, habida cuenta de que «el ombligo de la tierra», el Centro del Mundo, es la Tierra santa, Yoma afirma: «El mundo ha sido creado, comenzando por Sión» 14. Rabbi ben-Gorion decía a propósito de la roca de Jerusalén que «se llama la Piedra de la base de la Tierra, es decir, el ombligo de la Tierra, porque a partir de ella se ha desplegado la tierra entera» 15. Por otra parte, puesto que la creación del hombre es una réplica de la cosmogonía, el primer hombre fue formado en el «ombligo de la Tierra» (tradición mesopotamia), en el Centro del Mundo (tradición irania), en el Paraíso situado en el «ombligo de la Tierra» o en Jerusalén (tradiciones judeo-cristianas).

13 13 cf. las referencias en Le Mythe de l’Éternel Retour, p. 35.
14 14 Véanse las referencias ibíd., p. 36.
15 15 W. H. Roscher, Neue Omphalosstudien (Abh. d. Kónigl. Sáchs. Ges. d. Wiss., Phil. Klasse), XXXI, i, 1915, p. 16.

Y no podía ser de otro modo, puesto que el Centro es precisamente el lugar en el que se efectúa una ruptura de nivel, donde el espacio se hace sagrado, real, por excelencia. Una creación implica superabundancia de realidad; dicho de otro modo: la irrupción de lo sagrado en el mundo.

Síguese de ello que toda construcción o fabricación tiene como modelo ejemplar la cosmología. La creación del mundo se convierte en el arquetipo de todo gesto humano creador cualquiera que sea su plano de referencia. Hemos visto que la instalación en un territorio reitera la cosmogonía. Después de haber colegido el valor cosmogónico del Centro, se comprende mejor ahora por qué todo establecimiento humano repite la Creación del Mundo a partir de un punto central (el «ombligo»).

A imagen del Universo que se desarrolla a partir de un Centro y se extiende hacia los cuatro puntos cardinales, la ciudad se constituye a partir de una
encrucijada. En Bali, al igual que en ciertas regiones de Asia, cuando se preparan las gentes a construir un nuevo pueblo, buscan una encrucijada natural en la que se corten perpendicularmente dos caminos. El cuadrado construido a partir del punto central es una imago mundi. La división del pueblo en cuatro sectores, que implica por lo demás una partición paralela de la comunidad, corresponde a la división del Universo en cuatro horizontes.

En medio del pueblo se deja con frecuencia un espacio vacío: allí se elevará
más tarde la casa cultual, cuyo techo representa simbólicamente el Cielo (a veces indicado por la cima de un árbol o por la imagen de una montaña).

Sobre el mismo eje perpendicular se encuentra, en la otra extremidad, el mundo de los muertos, simbolizado por ciertos animales (serpiente, cocodrilo, etc.) o por los ideogramas de las tinieblas 16.

El simbolismo cósmico del pueblo lo recoge la estructura del santuario o de la casa cultual. En Waropen, en Guinea, la «casa de los hombres» se encuentra en medio del pueblo: su techo representa la bóveda celeste, las cuatro paredes corresponden a las cuatro direcciones del espacio. En Ceram, la piedra sagrada del pueblo simboliza el Cielo, y las cuatro columnas de piedra que la sostienen encarnan los cuatro pilares que sostienen el Cielo 17.

Reencuéntranse concepciones análogas entre las tribus algonkinas y sioux: la
cabaña sagrada donde tienen lugar las iniciaciones representa el Universo. Su techo simboliza la bóveda celeste, el suelo representa la Tierra, las cuatro paredes las cuatro direcciones del espacio cósmico. La
construcción ritual del espacio queda subrayada por un triple simbolismo: las cuatro puertas, las cuatro ventanas y los cuatro colores significan los cuatro puntos cardinales. La construcción de la cabaña sagrada repite, pues, la cosmogonía 18.

No causa asombro reencontrar una concepción semejante en la Italia antigua y entre los antiguos germanos. Se trata, en suma, de una idea arcaica y muy difundida: a partir de un Centro se proyectan los cuatro horizontes en las cuatro direcciones cardinales. El mundus romano era una fosa circular dividida en cuatro: era a la vez imagen del Cosmos y el modelo ejemplar del habitat humano. Se ha sugerido con razón que la Roma cuadrata debe ser entendida no en el sentido de que tuviera la forma de un cuadrado, sino en
el de que estaba dividida en cuatro partes 19.

El mundus se asimila evidentemente al omphalos, al ombligo de la tierra: la Ciudad (urbs) se situaba en medio del orbis terrarum. Se ha podido mostrar que ideas similares explican la estructura de los pueblos y las ciudades germánicas20. En contextos culturales muy diversos volvemos a encontrar siempre el mismo esquema cosmológico y el mismo escenario ritual: la
instalación en un territorio equivale a la fundación de un mundo.

CIUDAD-COSMOS

Si es verdad que «nuestro mundo» es un Cosmos, todo ataque exterior amenaza con transformarlo en «Caos». Y puesto que «nuestro mundo» se ha fundado a imitación de la obra ejemplar de los dioses, la cosmogonía, los adversarios que lo atacan se asimilan a los enemigos de los dioses, a los demonios y sobre todo al archi-demonio, al Dragón primordial vencido por los dioses al comienzo de los tiempos.

El ataque contra «nuestro mundo» es la revancha del Dragón mítico que se rebela contra la obra de los dioses, el Cosmos, y trata de reducirla a la nada. Los enemigos se alinean entre las potencias del Caos. Toda destrucción de una ciudad equivale a una regresión al Caos. Toda victoria contra el atacante reitera la victoria ejemplar del dios contra el Dragón (contra el «Caos»).

16 16 Cf. C. T. Bertling, Vierzahl, Kreuz und Mándala in Asien, Amsterdam, 1954, pp. 8 ss.
17 17 Véanse las referencias en Bertling, op. cit., pp. 4-5.
18 18 Véanse los materiales agrupados e interpretados por Werner Müller, Die blaue Hütte, Wiesbaden, 1954, pp. 60 ss.
19 19 P. Altheim, en Werner Müller, Kreis und Kreuz, Berlín, 1938, pp. 60 ss.
20 20 Ibid., pp. 65 ss. Cf. también W. Müller, Die heilige Stadt, Stuttgart, 1961. Volveremos sobre este problema en una obra en preparación: Cosmos, templo, casa.

Por esta razón el faraón era asimilado al dios Rá, vencedor del dragón Apofis, en tanto que sus enemigos se identificaban con ese dragón mítico. Darío se tenía por un nuevo Thraetaona, héroe mítico iranio que había matado un dragón de tres cabezas. En la tradición judaica, los reyes paganos eran presentados bajo los rasgos del Dragón: así, Nabucodonosor descrito por Jeremías (XLI, 34) o Pompeyo en los Salmos de Salomón (IX, 29).

Como tendremos ocasión de volver a decir, el Dragón es la figura ejemplar del Monstruo marino, de la serpiente primordial, símbolo de las Aguas cósmicas, de las Tinieblas, de la Noche y de la Muerte; en una palabra: de lo amorfo y de lo virtual, de todo lo que no tiene aún una «forma». El Dragón ha tenido que ser vencido y despedazado por el dios para que el Cosmos pudiera crearse.

Así, del cuerpo del monstruo marino, Tiamat, Marduk creó el mundo. Yahvé creó el universo después de su victoria contra el monstruo primordial Rahab. Pero, como se ha de ver, esta victoria del dios sobre el Dragón
debe repetirse simbólicamente cada año, pues cada año el mundo ha de ser creado de nuevo. Igualmente, la victoria de los dioses contra las fuerzas de las Tinieblas, de la Muerte y del Caos se repite en cada victoria de la ciudad contra sus invasores.

Es muy probable que las defensas de los lugares habitados y de las ciudades fueran en su origen defensas mágicas; estas defensas —fosos, laberintos, murallas, etc.— estaban destinadas más bien para impedir la invasión de los demonios y de las almas de los muertos que para rechazar el ataque de los humanos. En el norte de la India, en tiempos de epidemia, se describe alrededor del pueblo un círculo para impedir a los demonios de la enfermedad penetrar en el recinto21.

En el Occidente medieval, los muros de las ciudades se consagraban ritualmente como una defensa contra el Demonio, la Enfermedad y la Muerte. Por otra parte, el pensamiento simbólico no halla dificultad alguna en asimilar al enemigo humano al Demonio y a la Muerte. A fin de cuentas, el resultado de sus ataques, sean éstos demoníacos o militares, es siempre el mismo: la ruina, la desintegración, la muerte.

Las mismas imágenes se siguen utilizando en nuestros días cuando se trata de formular los peligros que amenazan a un cierto tipo de civilización: se habla especialmente de «caos», de «desorden», de «tinieblas», en las que se hundirá «nuestro mundo». Todas estas expresiones significan la abolición de un Orden, de un Cosmos, de una estructura orgánica y la reinmersión en un estado fluido, amorfo ; en una palabra: caótico. Prueba esto, a nuestro parecer, que las imágenes ejemplares perviven todavía en el lenguaje y en los clisés
del hombre moderno. Algo de la concepción tradicional del Mundo perdura aún en su comportamiento, aunque no siempre se tenga conciencia de esta herencia inmemorial.

ASUMIR LA CREACIÓN DEL MUNDO
De momento, subrayemos la diferencia radical que se percibe entre los dos comportamientos —«tradicional» y «moderno»— con respecto a la morada humana. Superfluo es insistir en el valor y en la función de la habitación, en las sociedades industriales; son de sobra conocidos. Según la fórmula de un
célebre arquitecto contemporáneo, Le Corbusier, la casa es una «máquina de residir». Se alinea, pues, entre las innumerables máquinas producidas en serie en las sociedades industriales. La casa ideal del mundo moderno debe ser, ante todo, funcional, es decir, debe permitir a los hombres trabajar y descansar para asegurar su trabajo. Se puede cambiar de «máquina de residir» con tanta frecuencia como se cambia de bicicleta, de nevera o de automóvil. Asimismo, se puede abandonar el pueblo o la provincia natal sin otro inconveniente que el derivado del cambio de clima.

No entra en nuestro tema escribir la historia de la lenta desacralización de la morada humana. Este proceso forma parte integrante de la gigantesca transformación del Mundo que se ha verificado en las sociedades industriales y que ha sido posible gracias a la desacralización del Cosmos bajo la acción del pensamiento científico y, sobre todo, de los sensacionales descubrimientos de la física y de la química. Tendremos ocasión más adelante de preguntarnos si esta secularización de la naturaleza es realmente definitiva y si el hombre moderno no tiene posibilidad ninguna de reencontrar la dimensión sagrada de la existencia en el Mundo.

Como acabamos de ver, y como habremos de ver mejor aún en lo que sigue, ciertas imágenes tradicionales, ciertos vestigios de la conducta del hombre perduran aún en estado de «supervivencias» incluso en las sociedades más industrializadas. Pero lo que nos interesa de momento es mostrar en su
estado puro el comportamiento tradicional con respecto a la morada e inferir la Weltanschauung que implica.

21 21 M. Eliade, Traite d’histoire des religions, p. 318.

Instalarse en un territorio, edificar una morada exige, lo hemos visto, una decisión vital, tanto para la comunidad entera como para el individuo. Pues se trata de asumir la creación del «mundo» que se ha escogido para habitar. Es preciso, pues, imitar la obra de los dioses, la cosmogonía. No es esto siempre fácil, pues existen también cosmogonías trágicas, sangrientas: imitador de los actos divinos, el hombre debe reiterarlos. Si los dioses han tenido que abatir y despedazar un Monstruo marino o un Ser primordial para
poder sacar de él el mundo, el hombre, a su vez, ha de imitarles cuando se construye su mundo, su ciudad o su casa.

De ahí la necesidad de sacrificios sangrientos o simbólicos con motivo de las construcciones, sobre los cuales habremos de decir algunas palabras. Cualquiera que sea la estructura de una sociedad tradicional —ya sea una sociedad de cazadores, pastores o de agricultores o una que esté ya en el estadio de la civilización urbana—, la morada se santifica siempre por el hecho de constituir una imago mundi y de ser el mundo una creación divina.

Pero existen varias formas de equiparar la morada al Cosmos, precisamente porque existen varios tipos de cosmogonías. Para nuestro propósito nos basta con distinguir dos medios de transformar ritualmente la morada (tanto el
territorio como la casa) en Cosmos, de conferirle el valor de imago mundi:
a) asimilándola al Cosmos por la proyección de los cuatro horizontes a partir de un punto central, cuando se trata de un pueblo, o por la instalación simbólica del Axis mundi, cuando se trata de la habitación familiar;
b) repitiendo por un ritual de construcción el acto ejemplar de los dioses, gracias al cual el mundo ha nacido del cuerpo de un Dragón marino o del de un Gigante primordial. No tenemos que insistir aquí sobre la radical diferencia de Weltanschauung implícita en esos dos medios de santificar la morada ni sobre sus presupuestos históricoculturales.

Digamos tan sólo que el primer medio —«cosmizar» un espacio por la proyección de los horizontes o por la instalación del Axis mundi— está atestiguado ya en los estadios más arcaicos de cultura (cf. el poste kauwa-auwa de los achílpa australianos), en tanto que el segundo medio parece haberse instaurado con la cultura de los cultivadores arcaicos. Lo que interesa a nuestra investigación es el hecho de que, en todas las culturas tradicionales, la habitación comporta un aspecto sagrado y que por esto mismo refleja el mundo.

En efecto, la morada de los pueblos primitivos árticos, norteamericanos y norteasiáticos, presenta un poste central que se asimila al Axis mundi, al Pilar cósmico o al Árbol del Mundo, que, como hemos visto, unen la tierra al cielo. En otros términos: se percibe en la estructura misma de la habitación el simbolismo cósmico.

El cielo se concibe como una inmensa tienda sostenida por un pilar central; la estaca de la tienda o el poste central de la casa se asimilan a los Pilares del Mundo y se designan por este nombre. Al pie del poste central tienen lugar los sacrificios en honor del Ser supremo celeste; esto da una idea de la importancia de su función ritual. El mismo simbolismo se conserva entre los pastores ganaderos del Asia Central, pero la habitación de techo cónico de pilar central está sustituida aquí por la yurta, la función mitico-ritual del pilar se ha transferido a la abertura superior de evacuación del humo.

Lo mismo que el poste (= Axis mundi), el árbol desramado cuya punta sale por la abertura superior de la yurta (y que simboliza el Árbol cósmico) se concibe como una escalera que lleva al cielo: los chamanes trepan por él en su viaje celestial, y es por la abertura superior por donde salen volando22: Encuéntrase también el Pilar sagrado erigido en medio de la habitación, en África, entre los pueblos pastores hamitas y hamitoides 23.

En resumen, toda morada se sitúa cerca del Axis mundi, pues el hombre religioso desea vivir en el «centro del mundo»; dicho de otro modo: en lo real.

COSMOGONÍA Y SACRIFICIO DE CONSTRUCCIÓN

Una concepción similar reaparece en una cultura tan altamente desarrollada como la de la India, pero aquí se manifiesta también el otro modo de equiparar la casa al Cosmos, del que hemos dicho algunas palabras anteriormente. Antes que los albañiles coloquen la primera piedra, el astrólogo les indica el punto de los cimientos, que se encuentra encima de la serpiente que sostiene el mundo. El maestro albañil talla una estaca y la clava en el suelo, exactamente en el punto designado, al objeto de fijar bien la cabeza de la serpiente. Acto seguido, se coloca una piedra de base encima del pivote. La piedra angular se encuentra asi exactamente en el «Centro del Mundo» 24.

Pero, por otra parte, el acto de la fundación repite el acto cosmogónico: clavar la estaca en la cabeza de la serpiente y «fijarla» es imitar el gesto primordial de Soma o de Indra, que, de acuerdo con el Rig Veda, «golpeó a la serpiente en su guarida» (VI, xvii, 9) y le «cortó la cabeza» con su relámpago (I, LII, 10). Como hemos dicho ya, la Serpiente simboliza el Caos, lo amorfo, lo no-manifiesto. Decapitarla equivale a un acto de creación, al tránsito de lo virtual y lo amorfo a lo formal.

22 22 M. Eliade, Le chamanisme et les techniques archaiques de l’extase, París, 1951, pp. 238 ss.
23 23 Wilhelm Schmidt, «Der heilige Mittelpfah des Hauses”: Anthropos, XXXV-XXXVI, 1940-1941, p. 967.
24 24 S. Stevenson, The Rites of the Twice-Born, Oxford, 1920, p. 354.

Recuérdese que fue el cuerpo de un monstruo marino primordial, Tiamat, de lo que el dios Marduk formó el mundo. Esta victoria se reiteraba simbólicamente cada año, ya que cada año se renovaba el Mundo. Pero el acto ejemplar de la victoria divina se repetía igualmente con motivo de toda construcción, pues toda nueva construcción reproducía la Creación del Mundo.

Este segundo tipo de cosmogonía es mucho más complejo, y no haremos sino describirlo someramente aquí. Pero no se podría pasar sin mencionarlo, puesto que, en última instancia, de una cosmogonía semejante son solidarias las innumerables formas del sacrificio de construcción, que en suma, no es sino
una imitación, a menudo simbólica, del sacrificio primordial, que ha dado origen al mundo. En efecto, a partir de un cierto tipo de cultura, el mito cosmogónico explica la Creación por la muerte de un Gigante (Ymir en la
mitología germánica, Purusha en la mitología india, P’an-ku en China): sus órganos dan origen a las diferentes regiones cósmicas.

Según otros grupos de mitos, no sólo es el Cosmos el que nace a continuación de la inmolación de un Ser primordial y de su propia sustancia, sino también las plantas alimenticias, las razas humanas o las diferentes clases sociales. Es de este tipo de mitos cosmogónicos de los que dependen los sacrificios de construcción. Para que dure una construcción (casa, templo, obra técnica, etc.) ha de estar animada, debe recibir a la vez una vida y un alma. La transferencia del alma sólo es posible por medio de un sacrificio sangriento. La historia de las religiones, la etnología, el folklore, conocen innumerables formas de sacrificios de construcción, de sacrificios sangrientos o simbólicos en beneficio de una construcción25.

En el sudeste de Europa, estos ritos y creencias han dado origen a admirables baladas populares que escenifican el sacrificio de la esposa del maestro alba-ñil, a fin de que una construcción pueda terminarse (cf. las baladas del puente de Arta en Grecia, del monasterio de Argesh en Rumania, de la ciudad de Scutari en Yugoslavia, etc.).

Hemos dicho ya lo suficiente sobre la significación religiosa de la morada humana para que ciertas conclusiones se impongan por sí mismas. Como la ciudad o el santuario, la casa está santificada, en parte o en su totalidad, por un simbolismo o un ritual cosmogónico. Por esta razón, instalarse en cualquier parte, construir un pueblo o simplemente una casa, representa una grave decisión, pues la existencia misma del hombre se compromete con ello: se trata, en suma, de crearse su propio «mundo» y de asumir la responsabilidad de mantenerlo y renovarlo. No se cambia de morada con ligereza, porque no es fácil abandonar el propio «mundo». La habitación no es un objeto, una «máquina de residir»: es el universo que el hombre se construye imitando la Creación ejemplar de los dioses, la cosmogonía.

Toda construcción y toda inauguración de una nueva morada equivale en cierto modo a un nuevo comienzo, a una nueva vida. Y todo comienzo repite ese comienzo primordial—en que el Universo vio la luz por primera vez. Incluso en las sociedades modernas tan grandemente desacralizadas, las fiestas y regocijos que acompañan la instalación de una nueva morada conservan todavía la reminiscencia de las ruidosas festividades que señalaban antaño el incipit vita nova.

Puesto que la morada constituye una imago mundi, se sitúa simbólicamente en el «Centro del Mundo».

La multiplicidad, o infinidad de Centros del Mundo, no causa ninguna dificultad al pensamiento religioso. Pues no se trata del espacio geométrico, sino de un espacio existencial y sagrado que presenta una estructura radicalmente distinta, que es susceptible de una infinidad de rupturas y, por tanto, de comunicaciones con lo trascendente. Se ha visto la significación cosmológica y el papel ritual de la abertura superior de las diferentes formas de habitación. En otras culturas estas significaciones cosmológicas y estas
funciones rituales se han transferido a la chimenea (orificio de salida del humo) y a la parte del techo que se encuentra encima del «ángulo sagrado» y que se arranca o incluso se rompe en caso de agonía prolongada.

A propósito de la equiparación Cosmos-Casa-Cuerpo humano, tendremos ocasión de señalar la profunda significación de esta «ruptura de techo». De momento recordemos que los santuarios más antiguos eran
• hipetros o presentaban una abertura en el techo: se trataba del «ojo de la cúpula» que simbolizaba la ruptura de niveles, la comunicación con lo trascendente.

La arquitectura sagrada no ha hecho sino recoger y desarrollar el simbolismo cosmológico presente ya en la estructura de las habitaciones primitivas. A su vez, la habitación humana había sido precedida
cronológicamente por el «lugar santo» provisional, por el espacio consagrado y cosmizado provisionalmente (cf. los achilpa australianos). Dicho de otro modo, todos los símbolos y los rituales concernientes a los templos, las ciudades y las casas derivan, en última instancia, de la experiencia primaria del espacio sagrado.

TEMPLO, BASÍLICA, CATEDRAL

25 25 cf. Paúl Sartori, «Uber das Bauopfer”: Zeitschrift für Ethnologie, XXX, 1898, pp. 1-54; M. Eliade, «Manole et le
Monastére d’Argesh»; Revue des Etudes roumaines, III-IV, París, 1955-1956, pp. 7-28.

En las grandes civilizaciones orientales desde Mesopotamia y Egipto a la China y a la India, el Templo ha conocido una nueva e importante valoración: no es sólo una imago mundi, es asimismo la reproducción terrestre de un modelo trascendente. El judaismo ha heredado esta concepción paleo-oriental del Templo como copia de un arquetipo celeste. Esta idea es probablemente una de las últimas interpretaciones que el hombre religioso ha dado a la experiencia primaria del espacio sagrado por oposición al espacio profano. Hemos de insistir algo sobre las perspectivas abiertas por esta nueva concepción religiosa.

Recordemos lo esencial del problema: si el Templo constituye una imago mundi es porque el Mundo, en tanto que es obra de los dioses, es sagrado. Pero la estructura cosmológica del templo trae consigo una nueva valoración religiosa: lugar santo por excelencia, casa de los dioses, el Templo resantifica
continuamente el Mundo porque lo representa y al propio tiempo lo contiene. En definitiva, gracias al Templo, el Mundo se resantifica en su totalidad.

Cualquiera que sea su grado de impureza, el Mundo está siendo continuamente purificado por la santidad de los santuarios. Otra idea se deja ver a partir de esta diferencia ontológica que se impone cada vez más en el Cosmos y su imagen santificada, el Templo: la de que la santidad del templo está al socaire de toda corrupción terrestre, y esto por el hecho de que el plano arquitectónico del templo es obra de los dioses y, por consiguiente, se
encuentra muy próximo a los dioses, al Cielo.

Los modelos trascendentes de los Templos gozan de una existencia espiritual, incorruptible, celeste. Por la gracia de los dioses, el hombre accede a la visión
fulgurante de esos modelos y se esfuerza, acto seguido, por reproducirlos en la tierra. El rey babilonio Gudea vio en sueños a la diosa Nidaba mostrándole una tabla en la que se mencionaban las estrellas benéficas y un dios le reveló el plano del templo. Senaquerib construyó Nínive según «el proyecto
establecido desde tiempos muy antiguos en la configuración del cielo» 26.

Esto no quiere decir tan sólo que la «geometría celeste» haya hecho posible las primeras construcciones, sino ante todo que los modelos arquitectónicos, por encontrarse en el Cielo, participan de la sacralidad urania. Para el pueblo de Israel, los modelos del tabernáculo, de todos los utensilios sagrados y del Templo fueron creados por Yahvé desde la eternidad, y fue Yahvé quien los reveló a sus elegidos para que fueran reproducidos en la tierra. Se dirige a Moisés en estos términos: «Construiréis el tabernáculo con todos los
utensilios, exactamente según el modelo que te voy a enseñar» (Éxodo, XXV, 8-9); «Mira y fabrica todos estos objetos según el modelo que se te ha enseñado en la montaña» (Ibid., XXV, 40).

Cuando David dio a su hijo Salomón el plano de las edificaciones del templo, del tabernáculo y de todos los utensilios, le asegura que «todo esto… se encuentra expuesto en un escrito de mano del Eterno que me ha dado la
inteligencia» (I Crónicas, XXVIII, 19). Ha visto, pues, el modelo celeste creado por Yahvé al comienzo de los tiempos. Es esto lo que proclama Salomón: «Tú me has ordenado construir el Templo en tu santísimo
Nombre, así como un altar en la ciudad donde Tú habitas, según el modelo de la muy santa tienda que habías preparado desde el principio» (Sabiduría, IX, 8).

La Jerusalén celestial ha sido creada por Dios al propio tiempo que el Paraíso; por tanto, in aeternum. La ciudad de Jerusalén no era sino la reproducción aproximada del modelo trascendente: podía ser mancillada
por el hombre, pero su modelo era incorruptible, no estaba implicado en el tiempo. «La construcción que se encuentra actualmente en medio de vosotros no es la que ha sido revelada en mí, la que estaba dispuesta desde el tiempo en que me decidí a crear el Paraíso y que he mostrado a Adán antes de su pecado» (Apocalipsis de Baruck, II, iv, 3-7). La basílica cristiana y después la catedral recogen y continúan todos estos simbolismos.

Por una parte, la iglesia es concebida como imitación de la Jerusalén celeste, y esto ya desde la antigüedad cristiana; por otra, reproduce el Paraíso o el mundo celestial. Pero la estructura cosmológica del edificio sagrado perdura todavía en la conciencia de la cristiandad: es evidente, por ejemplo, en la Iglesia bizantina. «Las cuatro partes del interior de la iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales. El interior de la iglesia es el Universo. El altar es el Paraíso, que se encuentra al Este. La puerta imperial del santuario propiamente dicho se llamaba también la “Puerta del Paraíso”.

Durante la semana pascual, esta puerta permanece abierta durante todo el servicio; el sentido de esta costumbre se explica claramente en el Canon pascual: Cristo ha resucitado de la tumba y nos ha abierto las puertas del Paraíso.

El Oeste, al contrario, es la región de las tinieblas, de la aflicción, de la muerte, de las moradas eternas de los muertos que esperan la resurrección de los muertos y el juicio final. La parte de en medio del edificio es la Tierra. Según las concepciones de Kosmas Indicopleustes, la Tierra es rectangular y está limitada por cuatro paredes que están recubiertas por una cúpula. Las cuatro partes del interior de una iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales» 27. En cuanto que es imagen del Cosmos, la iglesia bizantina encarna y a la vez santifica el Mundo.

26 26 Cf. Le Mythe de l’Éternel Retour. p. 23.
27 27 Hans Sedlmayr, Die Entstehung der Kathedrale, Zurich, 1950, p. 119; W. Wolska, La topographie chrétienne de
Cosmos Indicopleustes, París, 1962, p. 131 y passim.

ALGUNAS CONCLUSIONES

De los millares de ejemplos que están a la disposición del historiador de las religiones no hemos citado sino un número harto pequeño, pero, con todo, suficiente para hacer ver las variedades de la experiencia religiosa del espacio. Hemos elegido estos ejemplos en culturas y épocas diferentes para presentar al menos las más importantes expresiones mitológicas y escenarios rituales que dependen de la experiencia del espacio sagrado. En el curso de la historia, el hombre religioso ha valorado de un modo diferente esta experiencia fundamental.

Basta con comparar la concepción del espacio sagrado y, por consiguiente, del
Cosmos, tal como se puede captar entre los australianos achilpa con las concepciones similares de los kwakiutl, de los altaicos o de los mesopotamios, para darse cuenta de sus diferencias. Inútil es insistir sobre esta perogrullada: la vida religiosa de la humanidad, por efectuarse en la Historia, tiene fatalmente condicionadas sus expresiones por los múltiples momentos históricos y estilos culturales. Sin embargo, no es la infinita variedad de las experiencias religiosas del espacio lo que aquí nos interesa, sino, por el
contrario, sus elementos de unidad.

Pues basta confrontar el comportamiento de un hombre no-religioso con respecto al espacio en que vive con el comportamiento del hombre religioso con respecto al espacio sagrado para captar inmediatamente la diferencia de estructura que los separa.

Si tuviéramos que resumir el resultado de las descripciones precedentes, diríamos que la experiencia del espacio sagrado hace posible la «fundación del mundo»: allí donde lo sagrado se manifiesta en el espacio, lo real se desvela, el mundo viene a la existencia. Pero la irrupción de lo sagrado no se limita a proyectar un punto fijo en medio de la fluidez amorfa del espacio profano, un «Centro» en el «Caos»; efectúa también una ruptura de nivel, abre una comunicación entre los niveles cósmicos (la Tierra y el Cielo) y hace posible
el tránsito, de orden ontológico, de un modo de ser a otro.

Y es una ruptura semejante en la heterogeneidad del espacio profano lo que crea el «Centro» por donde se puede entrar en comunicación con lo
«trascendente»; lo que, por consiguiente, funda el «Mundo», al hacer posible el centro, la orientatio. La manifestación de lo sagrado en el espacio tiene, a consecuencia de ello, una valencia cosmológica: toda hierofanía espacial o toda consagración de un espacio equivale a una «cosmogonía».

Una primera conclusión seria la siguiente: El Mundo se deja captar en tanto que mundo, en tanto que Cosmos, en la medida en que se revela como mundo sagrado.

Todo mundo es la obra de los dioses, pues, o ha sido creado directamente por los dioses, o consagrado y, por tanto, «cosmizado» por los hombres que reactualizan de un modo ritual el acto de la creación. En otros términos: el hombre religioso no puede vivir sino en un mundo sagrado, porque sólo un mundo así participa del ser, existe realmente. Esta necesidad religiosa expresa una inextinguible sed ontológica.
El hombre religioso está sediento de ser, el terror ante el «Caos» que rodea su mundo habitado corresponde a su terror ante la nada. El espacio desconocido que se extiende más allá de su «mundo», espacio nocosmizado, puesto que no está consagrado, simple extensión amorfa donde todavía no se ha proyectado
orientación alguna ni se ha deducido estructura alguna, este espacio profano representa para el hombre religioso el no-ser absoluto. Si, por desgracia, se pierde en él, se siente vaciado de su sustancia «óntica», como si se disolviera en el Caos, y termina por extinguirse.

Esta sed ontológica se manifiesta de múltiples maneras. La más chocante, en el caso especial del espacio sagrado, es la voluntad del hombre religioso de situarse en el meollo de lo real, en el Centro del Mundo: allí donde el Cosmos ha comenzado a venir a la existencia y a extenderse hacia los cuatro horizontes; allí donde existe la posibilidad de entrar en comunicación con los dioses; en una palabra: allí donde se está lo más cerca posible de los dioses.

Hemos visto que el simbolismo del Centro del Mundo no sólo «informa» a
los países, las ciudades, los templos y los palacios, sino también a la más modesta habitación humana, a la tienda del cazador nómada, a la yurta de los pastores, a la casa de los cultivadores sedentarios. En una palabra: todo hombre religioso se sitúa a la vez en el Centro del Mundo y en la fuente misma de la realidad absoluta, en la misma «abertura» que le asegura la comunicación con los dioses.

Pero, puesto que instalarse en un lugar, habitar en un espacio, es reiterar la cosmogonía y, por tanto, imitar la obra de los dioses, para el hombre religioso toda decisión existencial de «situarse» en el espacio constituye una decisión «religiosa». Al asumir la responsabilidad de «crear» el Mundo que ha elegido para habitar en él no sólo «cosmiza» el Caos, sino también santifica su pequeño Universo, haciéndolo semejante al mundo de los dioses. La profunda nostalgia del hombre religioso es la de habitar en un «mundo divino», la de tener una casa semejante a la «casa de los dioses», tal como se ha configurado más tarde en los templos y santuarios. En suma, esta nostalgia religiosa expresa el deseo de vivir en un Cosmos puro y santo, tal como era al principio, cuando estaba saliendo de las manos del Creador. Es la experiencia del tiempo sagrado la que permitirá al hombre religioso el reencontrar periódicamente el Cosmos tal como era in principio, en el instante mítico de la Creación.

El elusivo sujeto: de las tecnologías del yo a la transformación biopolítica de la subjetividad

El elusivo sujeto: de las tecnologías del yo a la transformación biopolítica de la subjetividad.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Universidad Andrés Bello – Universidad Complutense de Madrid
77 DICIEMBRE 2015

1.- El acoso de la noción de sujeto, desfondamiento y psicopatologías del yo.

Como señala Morin1 “Durante el siglo XX, se asiste a la invasión de la cientificidad clásica en las ciencias humanas y sociales. Se ha expulsado al sujeto de la psicología y se lo ha reemplazado por estímulos y respuestas, por una ciencia del comportamiento. Se ha expulsado al sujeto de la historia, se han eliminado las decisiones, las personalidades, para sólo ver determinismos sociales. Se ha expulsado al sujeto de la antropología, para ver sólo
estructuras, y también se lo ha expulsado de la sociología.

Se puede incluso decir que, en determinado momento y cada uno a su manera, Lévi-Strauss, Althusser, Lacan liquidaron a la vez la noción de hombre y la noción de sujeto, adoptando la inversa de la famosa máxima de Freud según la cual: “Ahí donde está el ello debe advenir el yo”. Por el contrario, según la visión estructuralista y cientificista, ahí donde está el yo, hay que liquidarlo, debe advenir el ello2.

1 MORIN, Edgar, (1994) La Complexité humaine, p. 68, Textes choisis, Paris, Champs Flammarion, coll. l’Essentiel
2 SCHNITMAN, D. F., Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 68.

Un examen de la noción de sujeto no puede dejar de considerar figuras conceptuales (abordajes) como la del sujeto trascendentalizado en Descartes, el sujeto histórico en Zemelman, el sujeto empírico en Morin, el sujeto de la acción en Touraine, el sujeto de la individuación y de la autonomía en Fromm, el sujeto contingente (el ironista liberal) de Rorty, a partir de estas construcciones podemos recrear el emerger del sujeto, ese momento memorable en que un animal mudo levanta la vista.3

Se ha dicho que “sobre la filosofía del sujeto pesa la amenaza de su desaparición”4, es posible, sin embargo, esta filosofía nunca ha dejado de ser cuestionada. Jamás existió la filosofía del sujeto, sino más bien una serie de estilos reflexivos procedentes de un trabajo de redefinición impuesta por la discusión misma. ¿Qué es el sujeto? o ¿qué se puede decir de él? ¿Dónde se encuentra ese sujeto? Quedan resignificadas y problematizadas bajo el prisma de estas controversias. Se mostrará cómo una vez desubstancializada la subjetividad, la categoría de sujeto se torna una ficción regulativa, una categoría útil y acorde con la necesidad de logicización del mundo, un
esquema operativo.

Asimismo para Hegel, la unidad del sujeto está dada en su movimiento dialéctico desde una identidad incompleta hacia otra plenamente desarrollada (autoconciencia); el sujeto se hace idéntico a sí mismo en tanto despliega su “negatividad” inherente.5 Ello se encuentra en la base de la comprensión marxista de la historia en tanto movimiento de autorrealización del sujeto a través del trabajo.

Para Marx6, las condiciones de explotación en el modo de producción capitalista impiden el reconocimiento del sujeto con su propia identidad (su
condición de clase “para sí”). Dicho de otro modo, detrás de la “falsa conciencia” ideológica se esconde una identidad que busca desplegarse como sujeto no alienado. Precisamente aquello constituirá uno de los principales mitos modernos: suponer la existencia de una identidad más allá de las relaciones sociales. Así, de Hegel a Marx, la idea de “reconciliación” constituyó la utopía de un sujeto que descubriría su identidad en el fin de la
historia…

3 MARIN, Germán,. Un animal mudo levanta la vista. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2002
4 RICOEUR, Paul, (1969) El Conflicto de las Interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, México, FCE, 20
5 HEGEL, G.W.F., Fenomenología del espíritu. Buenos Aires: FCE., 2007.
6 MARX, Karl, Manuscritos económico-filosóficos. México D.F. FCE. Marx (1970)

Este sujeto –elusivo– no ha podido pues ser descrito ni resuelto ni desde la hermenéutica, la fenomenología, o la antropología cultural, ni desde la persecución de fines, ni desde su condición deficitaria, ni tampoco desde la superación de sus déficits (cuando a causa de su infradotación orgánica el ser humano pareciera que despliega su potencial técnico)7. El avance científico y la emergencia de nuevas concepciones neuroquímicas han desencadenado un proceso de reconfiguración de la subjetividad, un rediseño de lo humano.8
Las neurociencias describen la transformación biopolítica de los individuos, a través de los procesos de subjetivación encarnada que experimentan, procesos de reinvención de las identidades en la complejidad ambiental. La hermenéutica del yo y la intersubjetividad se fundan en un diálogo de saberes, en una ética de la otredad y una política de la diferencia.9

“La modernidad, que es la época de la constitución del sujeto, es al mismo tiempo el proceso de su destrucción, de su división, escisión. Como tesis general podríamos decir que a medida que el sujeto quiere ser fundamento del todo y al mismo tiempo fundamento de sí mismo, y por tanto fundamento único y último, se experimenta como desfondado, sin fundamento, y en consecuencia se experimenta como remitido a otro, sea Dios (Kierkegaard), la sociedad (Marx), la historia (Marx, historicismo), la evolución de las especies (Darwin), la voluntad de poder (Nietzsche), el inconsciente (Freud), el ser (Heidegger), el lenguaje (estructuralismo, etc.).

Por eso la modernidad misma inicia un proceso de descentramiento o desfondamiento, que comienza inmediatamente después de haber empezado su centramiento”.10

7 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk: El animal acrobático, prácticas antropotécnicas y diseño de lo humano”, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas – Universidad Complutense de Madrid, NÓMADAS. Nº 39 – 2014. Ver: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/39/adolfovrocca_es.pdf
8 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “En torno al diseño de lo humano en Sloterdijk: De la ontotecnología a las fuentes filosóficas del posthumanismo”, En La lámpara de Diógenes, Revista de Filosofía, BUAP, Año 13, Números 24 y 25, Vol. 13 – enero-junio – julio-diciembre 2012-2013, pp. 127 – 140
9 LEFF, Enrique, “El desvanecimiento del sujeto y la reinvención de las identidades colectivas en la era de la complejidad ambiental”, Polis [En línea], 27 | 2010; http://polis.revues.org/862
10 AMENGUAL. Gabriel, Modernidad y crisis del sujeto: hacia la construcción del sujeto solidario, Caparrós, Madrid, 1998, p. 163

No se nos da a la experiencia la intuición de un ser sujeto, aunque se haya construido como obvia, en su vinculación a la capacidad agencial del ser humano y a los rasgos específicos en los que se hace consistir la humanidad de cada ser singular. De allí que cabe preguntar si ¿es pensable que no exista en absoluto el sujeto tal como nos hemos habituado a representárnoslo, a saber, el sujeto como una realidad sustancial, es decir, como el lugar de procesos de experiencia y formación? ¿Es pensable que ya no se dé (más) dicho lugar?

De la ruptura de la identidad metafísica del sujeto, se extraen consecuencias como que no existe una “naturaleza humana”, un hombre genéricamente considerado, una “humanitas”, sino más bien individuos en los cuales se recrea constantemente “lo humano” como devenir y contingencia, como diseño plástico de sí mismo en una multiplicidad de subjetividades.

La humanidad que nos constituye no ha podido ser objeto incondicional de ninguna experiencia ni de intuición alguna, sino que se ha constituido, bien como una forma de identidad social, a través de los medios tradicionales que han amalgamado rasgos de identidad y valores, o bien filosóficamente, como fruto de una abstracción de lo específico que emerge –como lo evidencia Aristóteles en la noción de sustancia.

La sensibilidad postmoderna comporta un intento de desmontar la imagen moderna de una identidad autotransparente e indisoluble. El primer impulso en este sentido es el esfuerzo de Nietzsche11 por demostrar que la interioridad atribuida al ser humano no es sino el resultado de una perversión de los instintos: al no poder desahogar sus instintos hacia fuera, el ser humano los descarga hacia dentro, creando así esa instancia que denominamos “yo”. Aquel instinto reprimido del cual habla Nietzsche sin duda es un antecedente del descubrimiento freudiano del inconsciente, acontecimiento decisivo para descentrar la concepción de la identidad y del sujeto forjada desde Descartes hasta la fenomenología.

Ahora bien, será Derrida12 quien con su proyecto de “deconstrucción” de las categorías de la metafísica occidental, denunciará todo intento por fijar una identidad. Sometida al juego de suplencia de toda estructura, la identidad ya no quedará fijada como centro, sino como un mero lugar vacío. Así, por ejemplo, la noción derridiana de diferencia (“différance”), busca mostrar cómo
es que no hay sino diferencia entre entidades dadas. En tal sentido, toda identidad difiere, retarda su cumplimiento: lo idéntico está siempre más allá de sí mismo, o podríamos decir también, implica un recurso infinito de identificación.

11 NIETZSCHE, Friedrich, Genealogía de la moral. Alianza editorial, Madrid, 1997
12 DERRIDA, Jacques, Márgenes de la Filosofía. Editorial Cátedra. Madrid, 1998

2.- Un “yo” asediado: De las tecnologías del yo a las filosofías de la muerte del sujeto.

Por otra parte, si bien Foucault, en sus últimos escritos, sobre las tecnologías del yo, hecho mano de la noción de sujeto, cabe precisar que en todo momento se negó (y se opuso) a aceptar la obligación de concebir la subjetividad a partir de la idea del sujeto absoluto, del sujeto fundador (fundamento), del sujeto entendido como substancia invariable y ahistórica.

Y cuando el sujeto cae de su antiguo pedestal, cuando se agrieta su privilegio de representar el papel de fundamento originario, lo que queda, no es la eliminación del sujeto, sino que, más bien, se abre la posibilidad de entenderlo como forma variable, y estudiar, por lo tanto, los diferentes procesos de subjetivación propios de nuestra cultura.13

A la luz de los resultados de las así llamadas “filosofías de la muerte del sujeto” preguntas tales como: ¿Qué es el sujeto? o ¿qué se puede decir de él? ¿dónde se encuentra ese sujeto? ¿en qué se basa? ¿es un epifenómeno, una ilusión, o bien, una realidad fundamental? Quedan resignificadas y problematizadas bajo el prisma de estas controversias. El diagnóstico inicial
acerca del actual estatus de la cuestión es, entonces, que la noción de sujeto se ha vuelto extremadamente controvertida como producto de una filosofía que ha criticado una noción de cuño cientificista para remplazarla por otros cientificismos.14

Es así como a mediados del siglo XIX aparece (tanto en el campo de la literatura como en el de las artes plásticas) un yo amenazado, asediado, inasible. Se inicia una revolución en la idea del sujeto que pone en duda la soberanía del yo. Se vislumbra el estado del alma como un paisaje vacío, un mundo desierto e ilimitado, sin fronteras. El avance científico y la
emergencia de nuevas concepciones psicológicas desencadenarán un proceso que fragmentará gravemente la unidad del yo.15

13QUINTANAS, Anna, M. Foucault: el cuerpo-vida y el cuerpo-cosa, Revista Debats Nº 119, Institució Alfons el Magnànim, 2013/02, p. 48
14 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La crisis de la noción de sujeto; desubjetivación y psicopatologías del yo”, PSIKEBA: Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires, ISSN 1850-339X, Nº. 2, 2006
15 CORTEZ, Orden y caos, “La amenaza Esquizoide o la desposesión de la identidad”, pp. .93 – 95.

De este modo se producen una serie de rupturas: la crisis del concepto clásico de verdad, la imposibilidad de una conciencia trascendental de la existencia, la disolución de la noción de totalidad y el cuestionamiento de la identidad del ser humano hacían necesarias nuevas formas de comunicación, dado que las palabras por sí solas se mostraban incapaces de nombrar todas las formas de experiencia. Se abrieron enormes zonas de precariedad y abismos de inseguridad donde los individuos veían fragmentados en metafóricos espacios,
tiempos caducos y experiencias disgregadoras.

Si las teorías de Copérnico (planteando que el hombre no es el centro del universo) y las de Darwin (inscribiendo al hombre en un continuum de las generaciones animales, donde ya no es el centro de la creación) habían
tenido un carácter vejatorio para el antropocentrismo del ser humano, los avances en psicología van a plantear (y ello tendrá repercusiones más graves y profundas) que el ser humano no es ni siquiera el centro de sí mismo.16

Se evidencia que el aparato psíquico no está constituido de una, sino de dos partes, que nuestra vida psíquica es esencialmente inconsciente y que tan sólo ciertas partes se hacen temporalmente conscientes. Según Freud los sueños no son tan sólo la manifestación psíquica de un proceso corporal, son un acto
enteramente psíquico, es decir, “el yo ya no es dueño de su propia casa”.17

En cuanto a la discusión filosófica sobre el sujeto metafísico, la reacción antiespeculativa del materialismo decimonónico y el reconocimiento de la naturaleza animal del hombre por parte del darwinismo traen como consecuencia, sino el abandono de toda idea de sujeto, sí al menos el rechazo de su versión idealista que lo entronizó como soberano y fundamento de
todo valor. El sujeto se nos presenta ahora no sólo marcado por la contingencia y la finitud – en lo que ya había insistido Kierkegaard- , sino determinado además por la naturaleza y la vida social.

En cuanto no reconoce en sí la base de su propio ser, la unidad de su yo
consciente se le presenta como una ilusión acaso demasiado humana, o como un producto derivado de su propia mismidad. Esa falta de transparencia consigo mismo, que La Rochefoucauld describió antes que Freud18, es también un signo de la finitud del sujeto.

16 Una exposición detenida, de gran alcance y rigor, sobre este punto es posible encontrarla en el Capítulo “La Humillación por las Máquinas; Sobre la significación de la novísima tecnología médica para la época”, pp. 221 –
240 de SLOTERDIJK, Peter, (2001) Sin Salvación: Tras las huellas de Heidegger , Ediciones Akal, Madrid, 2011, – Nicht gerettet: Versuche nach Heidegger, Frankfurt am Main 2001.
17 FREUD, Sigmund, “Una dificultad del psicoanálisis”, en Obras completas, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. II, p. 1112.
18 La Cuestión del sujeto, p. 12

El psicoanálisis debe ser invocado en primer lugar pues lleva la discusión al punto preciso donde Descartes había creído encontrar la tierra firme de la certeza. Freud socava los efectos de sentido que constituyen el campo de la conciencia y pone al desnudo el juego de fantasías e ilusiones en el que se enmascara nuestro deseo. En la metafísica de Descartes19, el ente es
definido por primera vez como la objetividad de una representación y la verdad, como certeza de dicha representación.

Ahora bien, con la objetividad sobreviene la subjetividad, en el sentido de que este ser que tiene certeza del objeto es la contrapartida del planteo de un
sujeto. Ahora bien, la idea de un sujeto autónomo, emplazado en un supuesto lugar neutral, desde el cual juzga la corrección de las afirmaciones epistemológicas o éticas aparece destruida por aquello que esta idealización se proponía precisamente superar: la naturalidad o, en términos más concretos, la ambivalencia del cuerpo. Y es a formas diversas de esa naturalidad a las que el yo –siempre a punto de zozobrar- finalmente ha de acabar sirviendo.20

Por esa razón, Freud habla, en el capítulo final de El yo y el ello, de las tres servidumbres del yo:
“Mas, por otra parte, se nos muestra el yo como una pobre cosa sometida a tres distintas servidumbres y amenazada por tres diversos peligros, emanados,
respectivamente, del mundo exterior, de la libido del yo y del rigor del superyó. […] En calidad de instancia fronteriza quiere el yo constituirse en mediador entre el mundo exterior y el ello, intentando adoptar el ello al mundo exterior y alcanzar en éste los deseos del ello por medio de su actividad muscular.”21

3.- El elusivo sujeto: nuevos paradigmas, narratividades y reconfiguración de la subjetividad.

El sujeto aparece, pues, como un efecto móvil y cambiante, de determinadas relaciones entre el saber y el poder. Y el cuerpo representará, precisamente, uno de los puntos de anclaje a través del cual se podrán construir determinados tipos de subjetividad.

19 RICOEUR, Paul, (Op. Citada) plantea la discusión de Heidegger y la cuestión del sujeto, donde cuestiona la primacía del cogito, cuestión que conduce a superar el concepto de la metafísica del sujeto; asumir que el sujeto
es susceptible de ser conocido por introspección. Dado que el sujeto se hace en la medida que experimenta el mundo, el sujeto cambia y el mundo también, es una tarea hermenéutica, pues mientras el sujeto construye el mundo se construye así mismo, descartando la escisión entre sujeto y mundo.
20 PLA VARGAS, Lluís, La redescripción de la idea clásica de subjetividad en Freud y su influencia en Rorty, en Revista Observaciones Filosóficas – Nº 5 / 2007
21 FREUD, Sigmund, El yo y el ello, Alianza, Madrid, 1977, p. 47

Con la irrupción de nuevos movimientos sociales (feministas, étnicos, homosexuales, etc.), reaparece en las ciencias sociales –con la emergencia de los estudios culturales– el problema de la identidad (y la diferencia). El problema de los estudios culturales es que, a pesar de promover nociones como identidades descentradas, flexibles o subalternas, se mantienen
dentro de la lógica moderna de la identidad, la diferencia y la individualidad.22 Para superar esta lógica podría sostenerse que las identidades son puntos de identificación temporal a las posiciones subjetivas que nos construyen las prácticas discursivas.

El individuo parece cada vez más móvil; pero esta fluidez, en vez de afirmar al sujeto como dueño de sí mismo, hace cada vez más volátil su vivencia subjetiva, provocando cierta desestabilización emocional e imposibilitando desarrollar un relato de identidad que organice su conducta. Y es que el proceso de “individualización” en el contexto neoliberal significa algo muy diferente de lo que significaba a inicios de la modernidad. Dicho en los términos de Bauman23, a diferencia de la “modernidad sólida”, donde existían las clases que dotaban de identidad en un sistema de producción fordista que aseguraba un espacio definido y localizado en el mundo del trabajo, en la “modernidad líquida” no existen lugares previstos para re-arraigarnos como individuos, salvo los recursos para construir una identidad ofrecidos por la vía de los objetos en el mercado del consumo.

Así, la erosión de las identidades colectivas haría cada vez más difícil la construcción de la identidad individual. Si bien existe una contribución de la teoría Narrativa de la Mente en la constitución de la subjetividad como efecto de un relato manifiesto, autobiográfico, no puede sostenerse que el sujeto esté construido sólo por “un relato biográfico” (explícito o implícito), sino que más
bien está determinado por escenas en torno a las que se constituye la articulación del relato a través del que producimos las múltiples versiones de nosotros mismos, las que obran como condiciones de posibilidad de nuestro actuar o padecer, tanto en serie como en paralelo, sin que el “yo” resulte ser necesariamente el centro de gravedad de la narración:

22 GROSSBERG, Lawrence (2003) “Identidad y estudios culturales”, en Stuart Hall y Paul du Gay (comps.) Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires – Madrid: Amorrortu., 1996.
23 BAUMAN, Z., (2007)

“Nuestras historias se urden, pero en gran parte no somos nosotros quienes las urdimos; ellas nos urden a nosotros. Nuestra conciencia humana, nuestra egoticidad narrativa, es su producto, no su origen. Estas secuencias o flujos narrativos surgen como si fueran emitidos por una misma fuente, no en el claro sentido físico de surgir de una boca, de un lápiz o de una pluma, sino en un sentido más sutil: su efecto sobre una audiencia es el de animarla a (intentar) postular un agente unificado a quien pertenecen esas palabras y
sobre quien son esas palabras: es decir, la animan a postular un centro de gravedad narrativo.”24

Sin embargo tal como lo muestra el Psicoanálisis25 en la investigación de los sueños, la relación entre la narración explícita y el sujeto es menos transparente. El sujeto ha de ser “localizado”, “inferido” en la superficie de la narración, donde puede estar representado tanto por el personaje del propio yo como por cualquiera de los personajes del relato onírico; es posible que varios de los rasgos de los personajes representen al sujeto.26

Ahora bien, se han construido narraciones para dar cuenta de la cuestión antropológica de las configuraciones humanas, buscando lo que nos constituye, esto en el entendido que somos un curioso animal que precisa hacer de si mismo un problema por desentrañar.

Héroes, centauros, cíclopes, titanes, cyborg, etc., conforman una procesión de héroes y tiranos, de Caligarí a Hitler – como ha señalado Kracauer27, en su legendaria Historia psicológica del cine alemán. El Golem o Frankenstein han sido cauce de nuestra vinculación con la magia, con la técnica o con nuestra simbiosis con la cyborg-artificialidad.28 Con Blade Runner29 hemos contemplado como campo de proyección de la experiencia los componentes
emocionales y los condicionantes artificiales –como la caducidad– que entreveran lo humano. Si bien se puede prescindir de la idea de sujeto, esto es posible sólo cuando se trata del modelo del sujeto trascendental. Aunque se trate de un sujeto entendido como producto derivado, ¿no es acaso esta noción de sujeto –que ya no sería lógico-trascendental– una condición –ella sí– trascendental del sentido que damos a la experiencia de nosotros mismos?

24 DENNETT, Daniel (1995). La conciencia explicada. Una teoría interdisciplinar, Paidós, Barcelona, 1995
25 Freud, 1900
26 CANTEROS, Jorge, “La Subjetividad Encarnada”, En Subjetividad y Procesos Cognitivos, 2002, pp. 34-70
27 KRACAUER, Siegfried, De Caligari a Hitler. Una historia psicológica del cine alemán, Paidós, Barcelona,1995
28 . 250
29 Blade Runner es una película estadounidense de Ciencia Ficción del año 1982 dirigida por Ridley Scott y basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, un clásico de la ciencia ficción y precursora del género cyberpunk. La historia transcurre en una versión distópica de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU., durante el mes de noviembre de 2019. El título de la película viene de la novela The Bladerunner, de Alan E. Nourse, cuyo protagonista contrabandea instrumentos quirúrgicos en el mercado negro y de Bladerunner, A Movie (en algunas ediciones Blade Runner), un tratado de cine escrito por William S. Burroughs. Blade Runner debe mucho a Metrópolis de Fritz Lang.2 Scott da crédito al cuadro Nighthawks, de Edward Hopper, y a la historieta breve The Long Tomorrow, escrita por Dan O’Bannon y dibujada por Moebius (alias de Jean Giraud), como fuentes estilísticas para la ambientación. Scott contrató a Syd Mead como artista conceptual, y ambos recibieron gran influencia de la revista francesa de ciencia ficción Métal hurlant (Heavy Metal), en la que Moebius contribuía.

Por otro lado ¿qué derivaciones tiene el proclamado final del sujeto metafísico por lo que hace al sujeto estético, moral o político? Con todo, hemos hecho concurrir al sujeto como la idea unificadora de todo un conjunto de variados procesos que se han ido tratando e investigando a lo largo de nuestra tradición
occidental y que, sobre la búsqueda de una especificidad de género, han ido configurando los contenidos de una realidad intelectiva, volitiva o emocional.30 En Blade Runner31 los replicantes experimentan un desdoblamiento esquizofrénico entre lo ‘humano’ y lo técnico. Los replicantes han sido programados para preguntar desde el punto de vista humano sobre su constitución ontogénica, en su diseño se implantó una memoria32 –y con ello- un ansia de conciencia, inquietud por la trascendencia y la caducidad programada.33

¿Cuánto tiempo viviré? Esta sola pregunta hace de Roy Batty, un replicante singular –un mediador (un tránsito)– furiosamente empeñado en quebrantar sus fronteras y rebasar sus límites y no permanecer recluido en el estatuto de último cyborg; y es que ya se ha asomado a lo humano y piensa como hombre, sueña más allá de las fronteras cuando percibe que ha llegado “el tiempo de la muerte”.34 Roy se está deteriorando muy rápidamente (sus cuatro
años de vida se acaban), se sienta y relata con elocuencia los grandes momentos de su vida.

Desde su naturaleza fuerte e inocente ha visto cosas portentosas. Ha intuido la salvaje belleza del mundo. Asimismo el peor dolor, desvanecerse como las lágrimas que se pierden en la lluvia. En su último acto, cuando puede destruir a su cazador, valora la vida como no es imaginable y en una curiosa economía de la venganza: la piedad humana contra la frialdad de las corporaciones, en un parlamento de culto pronuncia sus últimas palabras.

30 ADLER, Alfred, Conocimiento del hombre, Madrid, Espasa-Calpe, 1925
31 “Blade Runner,” Film: Dirección: Ridley Scott; Estados Unidos, Hong Kong , 1982, 117 min.
32 Los recuerdos y la memoria es el gran tema de Philip K. Dick el maestro norteamericano de la ciencia ficción y la literatura de anticipación, antiutopias futuristas; digno heredero de Asimow y Bradbury
33 Los replicantes fueron declarados ilegales en el planeta Tierra tras un sangriento motín ocurrido en el planeta Marte, donde trabajaban como esclavos. Un cuerpo especial de la policía, Blade Runners, se encarga de
identificar, rastrear y matar —o “retirar”, en términos de la propia policía— a los replicantes fugitivos que se encuentran en la Tierra. Con un grupo de replicantes suelto en Los Ángeles; Rick Deckard, el mejor agente que ha existido en lo que a detección y retiro de replicantes se refiere, es sacado de su semi-retiro para que use algo de “la vieja magia Blade Runner”.
34 AA.VV., Blade Runner, Barcelona, Tusquets Editores, 1996

““Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.“35

No menos memorable es la reflexión del agente Deckard (recuperado tras su
desvinculación) el mejor en lo que a detección y retiro de replicantes se refiere, pero “No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos él amó la vida con más intensidad que nunca, no sólo su vida, la de cualquiera, mi vida. Y lo único que quería eran las mismas respuestas que el resto de nosotros: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que podía hacer era quedarme allí y verlo morir”.36

4.- La subjetividad en el capitalismo clásico o el Psicoanálisis como transformación de la desgracia histérica en desdicha trivial.

En medio de tales controversias y problematizaciones filosóficas en torno a la noción de sujeto, Jameson introduce una nota discordante respecto de aquellas posiciones que apuestan por una nueva subjetividad. Desde una perspectiva sociológica, Jameson limita el alcance de la supuesta muerte del sujeto. No se trataría tanto de la muerte del sujeto en general como de “el fin de la mónada, del ego o del individuo autónomo burgués”, que se caracterizó por “una
subjetividad fuertemente centrada, en el período del capitalismo clásico y la familia nuclear“37, y que se ha disuelto en una multiplicidad de funciones complejas y variables, arrastrando consigo en esta disolución “las psicopatologías de este yo” y esa “soledad sin ventanas de la mónada encerrada en vida y sentenciada en la celda de una prisión sin salida”, la de su propia autosuficiencia38.

35 Blade Runner, Op. Cit.
36 Ibid.
37 JAMESON, F., El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Barcelona-Buenos Aires, Paidós, 1991, pp. 37 y 38.
38 Ibid

En unos y otros la muerte o la crisis de disolución del sujeto apunta al sujeto individuado que protagoniza el proceso de la Modernidad. Es el sujeto dueño de la razón y centro del universo que comenzara a elaborar el Renacimiento, que llegó a su madurez teórica con la Ilustración y que desplegó su hegemonía histórica tras las revoluciones burguesas, en las sociedades capitalistas y liberales del siglo XIX, en la poesía romántica y en
la novela realista, en la filosofía idealista y en el positivismo europeo, en las modernas ciencias de la naturaleza, en los procesos de racionalización del Estado, del derecho, o de la economía, en las utopías del progreso y de la historia.

La Modernidad encuentra, según Habermas, uno de sus principios determinantes en la razón centrada en el sujeto39, en una razón objetivante, homogeneizadora, totalizadora, controladora y disciplinadora, como la analizaría su maestro T. W. Adorno en los años cincuenta. Los síntomas de la crisis de este modelo de hombre que fue el sujeto de la filosofía occidental entre el Renacimiento y las Vanguardias se acumularon decisivamente en el fin de siglo, y la crisis misma fue elaborada
teóricamente a través de, al menos, tres vías decisivas: el vitalismo e irracionalismo nietzscheano, de un lado, el marxismo, de otro, y el psicoanálisis de un tercero.

La concepción que Nietzsche tiene del sujeto no se limita a la supeditación de su razón a su voluntad de poder, ni a su condición de lisiado por la educación y la cultura. En su estado actual “el hombre es algo que debe ser superado“40, superado en dirección al hombre superior, y desde éste superado hasta alcanzar la condición de superhombre. Nietzsche propone por
consiguiente un nuevo egocentrismo, una nueva subjetividad, la del superhombre, pero éste sólo podrá nacer de los escombros del lisiado sujeto de la civilización occidental.
“Lo que Nietzsche tenía ante los ojos, en su visión de los últimos hombres era la elevación maníaca de la mediocridad autosatisfecha y semidepresiva. Los últimos hombres habrían de celebran el abaratamiento del hombre mediante los hombres como su realización. ¿Quién podría negar que la época de los medios de comunicación ha conducido a un triunfo de la vitalidad atontada? Pero en toda civilización superior, coexisten ejemplares de excepción,
hombres de rango aristocrático, que se auto-exigen -como animales de lujo, que se elevan mientras el espíritu de la época decae.

Para Nietzsche, el aserto “Dios está muerto” anuncia el desafío de que los hombres pueden aprender, según Ecce homo, a producir sus entusiasmos en
régimen de propia administración. La palabra superhombre es una cifra para el tránsito de la manía a la época de su reproducción artificial.”41

39 HABERMAS, J.,Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1987, 2 vols.
40 NIETZSCHE, Friedrich, Así habló Zaratustra, Prólogo, 4. Alianza Editorial, 2004.
41 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Nietzsche y Sloterdijk; Depauperación del Nihilismo, Posthumanismo y Complejidad Extrahumana”, En Konvergencias, Filosofía y Culturas en Diálogo ©, Nº 18, 2008, ADEFYC Asociación de Estudios Filosóficos y Culturales, Buenos Aires. p. 95
http://www.konvergencias.net/vasquezrocca188.pdf

Freud, por su parte, concibe la historia del individuo como la historia de su deseo, y la neurosis como la enfermedad del ser gregario, es decir, el producto de que el hombre, al vivir en sociedad, debe reprimir sus instintos primarios para no romper el pacto que hace posible la convivencia. En El Malestar en la Cultura42 Freud refiere cómo la humanidad ha debido
pagar por el progreso el elevado precio de sacrificar la dimensión pulsional, su vida instintiva y reprimir su espontaneidad.

Sin embargo la actual forma que ha adoptado en nuestro tiempo el psicoanálisis como forma burguesa de costosa orientación “espiritual” basada en técnicas de adecuación y reconciliación con la cultura, muestra de los límites del propio pensamiento de Freud y evidencia su incapacidad de transformar el psicoanálisis en crítica social, esto es en un proyecto emancipador de lo instintivo; más bien, en forma decepcionante, devuelve el deseo humano a la represión.

Freud, como señala Susan Sontag43, pese a su aparente mentalidad revolucionaria, apoyó las perennes (perpetuas) aspiraciones de la cultura represiva y conservadora. Es así como Freud aceptó la aparente inevitabilidad de la cultura, con las dos características que se le suscriben como propias, a saber: “Un reforzamiento del intelecto que comienza a
gobernar la vida instintiva, y una internalización de los impulsos agresivos, con todas sus consiguientes ventajas y desventajas”.44

Quizá quienes ven en Freud el gran defensor de la expresividad instintiva y la espontaneidad se sorprendan de lo que él denomina “el ideal psicológico”, puesto que no es otra cosa que “la primacía del intelecto”. Eros y civilización, procura la reconciliación del marxismo con el pensamiento freudiano,
demuestra ya un elemento esencial de la concepción marcusiana de la “sociedad industrial”.

42 FREUD, S, El malestar en la Cultura, 1930.
43 FREUD, Sigmund, El Malestar de la Cultura, Alianza Editorial, Madrid ,1998
44 FREUD, Sigmund, El Malestar de la Cultura, Alianza Editorial, Madrid ,1998

El psicoanálisis nace en plena época “liberal”, en la cual el “desarrollo del individuo libre” aparece como el motor del desarrollo económico y social. Freud demuestra que “la compulsión, el rechazo y la renunciación son el material que forma a la personalidad libre”. De allí que el psicoanálisis deviniera en una práctica sofisticada y lujosa –asociada a la intelectualidad neoyorquina y la intelligentsia francesa45–.

Como Marcuse comprueba a su llegada a los Estados Unidos el psicoanálisis, originariamente una práctica terapéutica y liberadora orientada a enfrentar el malestar propio de la cultura, se ha convertido en factor de integración: “Mientras el psicoanálisis reconocía que la enfermedad del individuo es, en última instancia, ocasionada y mantenida por la civilización, la terapéutica psicoanalítica intenta curar al individuo de manera que pueda continuar actuando como parte de una civilización enferma, sin capitular completamente ante ella”46.

La terapéutica es un curso de resignación que transforma –decía Freud- la desgracia histérica en desdicha trivial. Debemos pues en este contexto dar cuenta de la crisis del sujeto como una crisis del deseo, respecto al cual hasta ahora el sujeto parecía tener un privilegio absoluto, puesto que era él
quien deseaba. Pero con la crítica cultural –al modo de Debord y Baudrillard– asentada en el pensamiento de la seducción todo se invierte y ya no es el sujeto el que desea, sino más bien es el objeto quien seduce.

Todo parte del objeto y todo vuelve a él, de la misma manera que todo parte de la seducción y no del deseo. El privilegio inmemorial del sujeto se invierte.
Pues éste es frágil, no puede hacer otra cosa que desear, mientras que el objeto, por su parte, juega perfectamente con la ausencia de deseo, seduce por esta ausencia de deseo, representa en el otro el efecto de deseo, lo provoca o lo anula, lo exalta o lo decepciona –hemos querido o preferido olvidar esa fuerza.

45 La filosofía francesa de los dos últimos tercios del siglo pasado ha ido progresivamente afinando su gusto por una solemne frivolidad. Asumió el tono declamatorio de quien describe el Apocalipsis y el hábito singular de los
virajes intelectuales hacia cualquier rumbo en el mejor estilo de la moda y sus pasarelas femeninas.
46 MARCUSE, Herberet, Eros y Civilización., Ariel, Barcelona, 1989

5.- Foucault, Barthes y Juan Luis Martínez: la tacha de la autoría y fragmentación esquizoide en la escritura.

En el ámbito puramente estético la asunción de la muerte del sujeto lleva a la del autor, sujeto desautorizado en tanto principio creador y unificador del sentido de la obra artística. La noción de “autor” como creador individual de una obra artística o literaria se puede situar histórica y culturalmente en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad, la noción de creador individual empieza a problematizarse; desde fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, cuando la noción se hace insostenible47.

Un planteamiento interesante en torno a las relaciones conflictuadas sobre sujeto y autor es la de Juan Luis Martínez48. La propuesta del poeta es la de una autoría transindividual, que quiere superar desde oriente la noción de intertextualidad según se ha entendido en occidente, donde los textos de base están presentes en las transformaciones del texto que los procesa; pero en J. L. Martínez ella parece resolverse en la negación de la existencia de las
individualidades en la literatura, al hacer fluir bajo nombres distintos una misma corriente, que es y no es él49 . “No sólo ser otro, sino escribir la obra de otro”50 ese es el programa de J. L. Martínez.

Ahora bien, tal como lo refiere Michel Foucault51, el autor que desde el siglo XIX venía jugando el papel de regulador de la ficción, papel característico de la era industrial y burguesa, del individualismo y de la propiedad privada, habida cuenta de las modificaciones históricas posteriores, no tuvo ya ninguna necesidad de que su función permaneciera constante en su forma y complejidad. Para Foucault recusar las nociones modernas asociadas
a la función “autor” (originalidad de la obra, singularidad del discurso, subjetividad del autor) permitía desplegar un enfoque crítico y genealógico de los discursos. El rostro del autor implicaba una manera de entender los textos biográficamente. Aquella experiencia del lenguaje que se aleja de la interioridad del yo, Foucault la denomina como ‘pensamiento del afuera’52; esto es, la práctica caracterizada como una constante referencia a sí misma desde una exterioridad desplegada. Pues, el sujeto que escribe no cesa de desaparecer, indicando la ausencia del autor que se instituye como un emplazamiento vacío.

47 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La reconfiguración del concepto de autor; Alteridad e Identidad en la poesía de Juan Luis Martínez”, En Cyber Humanitatis Nº 33 (Verano 2005) Revista de la Facultad de Filosofía y
Humanidades, Universidad de Chile ISSN 0717-2869.
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/5786/5654
48 Juan Luís Martínez, poeta que a fines de los 70 y principios de los 80 irrumpió en la escena literaria chilena con una poesía rupturista, escéptica e iconoclasta, incomprendida por buena parte de la crítica y rechazada por
más de un editor. Los versos de Martínez han circulado por más de 20 años como fotocopias, aunque ahora la situación empieza a cambiar. La Nueva Novela –curiosamente a pesar del nombre– obra paradigmática de la
vanguardia poética chilena se ha convertido en un objeto de un nuevo culto, el de la tacha de la autoría y la disolución del autor.
49 LIHN, Enrique, El Circo en Llamas, Ed. LOM, 1997, Santiago, 1997, p.200; cap. “Señales de Ruta de Juan Luis Martínez” Santiago. Archivo, 1987, escrito en colaboración con Pedro Lastra.
50 MARTINEZ, J. L., Poemas del otro, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2004, p. 51.
51 FOUCAULT, Michel, “¿Qué es un autor?”, conferencia de 1979 publicada en 1984.
52 Ibid.

En la concepción clásica, el autor no era un eje articulador de sentido, una subjetividad cerrada sobre sí misma, sino el referente de un universo de significados que actuaba como sustrato de una multiplicidad de subjetividades –que penetraba la densidad de las cosas y las dotaba de significado a partir de un discurso interior– no como aparece hoy, como fuente individual, sino como un punto de fuga o un desplazamiento de lo personal hacia lo impersonal.

Ahora, al ver las modificaciones históricas que ha sufrido el concepto de autor, no parece indispensable que la función “autor” permanezca constante en su forma, en su complejidad e incluso en su existencia. Puede imaginarse, sugiere Foucault, “una cultura en que los discursos circulasen y fuesen recibidos sin que la función-autor apareciese nunca”53.

El mismo Foucault señala en la lección inaugural en el Collège de France, que “hubiera querido poder deslizarse subrepticiamente. Que más que tomar la palabra, hubiese querido ser envuelto por ella, llevado mucho más allá de todo comienzo posible”54. Le hubiese gustado percatarse de que en el momento de hablar una voz sin nombre le precedía desde hacía mucho: le hubiese bastado entonces concatenar, proseguir la frase, alojarse, sin que se percibiese demasiado, en sus intersticios, como si ella le hubiese dado una señal
manteniéndose un instante en suspenso. “No habría pues comienzo, y en lugar de ser aquel del que surge el discurso, estaría más bien en el azar de su despliegue, como una delgada laguna, el punto de su posible desaparición”55.

El autor, o lo que se ha llamado “autor-función”, es indudablemente sólo una de las posibles especificaciones del sujeto y, considerando sus transformaciones históricas, parece ser que la forma, la complejidad, e incluso la existencia de esta función, se encuentran muy lejos de ser inmutables. Podemos imaginar fácilmente una cultura donde el discurso circulase sin
necesidad alguna de su autor. Los discursos, cualquiera sea su status, forma o valor, e independientemente de nuestra manera de manejarlos, se desarrollarían en un generalizado anonimato.

53 “Qu`est-ce qu’un auteur”, Dits et écrits, t. I. 1964-1969, págs. 789-821 (cita, pág. 811).
54 Ibid.
55 FOUCAULT, M., L’ordre du discours. Lechón inaugurale au Collège de France prononcée le 2 décembre 1970, Paris Gallimard, 1970, págs. 7-8. [Trad. Cast. El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1987.]

Foucault y Barthes proclamaron la muerte del autor, ellos sostenían que el sujeto de la escritura es un sujeto vacío. Para Barthes, la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es un lugar neutro, un fundido a negro, “donde se pierde toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe”.56 Como sucesor del autor, el escritor ya no tiene pasiones, humores, sentimientos, impresiones, sino un rol bifurcador de discursos propios y ajenos, en una intertextualidad57 que prolifera hasta perder los lindes del yo, hasta la escisión de la identidad o su fragmentación esquizoide en la escritura.

La muerte del autor responde, de este modo, al proyecto de desubjetivación, que intenta eliminar la referencia a un sujeto originario sustentador de la verdad y el sentido del texto. En efecto, el sujeto que comienza a pensarse en la escritura, es un sujeto deudor de las citas de la cultura que tejen su obra. El entramado que constituye al texto posee una referencialidad infinita, que multiplica desde distintas vertientes elementos refractarios de otras58. Aquello que preexiste de trasfondo es la muerte de un referente máximo que establezca los linderos –los alcances– de las miradas; es la proliferación de las
perspectivas.59

El lugar que sustenta actualmente el autor sigue siendo problemático y confuso. Eliminarlo, como lo hizo Foucault y Barthes, sería una trasposición facilista. A más de veinticinco años de proclamarse su muerte, es necesario repensar de nuevo estas perspectivas, en vistas de la explosión de algunos epifenómenos que ponen en duda su muerte total.
56 BARTHES, R. “La muerte del autor” en El susurro del lenguaje, Paidós, Barcelona, 1994. p.65.
57 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “El Hipertexto y las nuevas retóricas de la postmodernidad; textualidad, redes y discurso excéntrico“ en Philoshophica N º 27 – 2004, Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso. pp. pp.331 – 350.
58 Según Barthes, “El escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de mezclar las escrituras, llevar las contrarias unas con otras, de manera que uno nunca se pueda apoyar en una de ellas” Cfr: op.cit.6.p.69. Pese a esta afirmación, Barthes no profundiza en este escrito el sujeto que aquí podría asomarse.
59 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Ensayo “Mundos posibles y ficciones narrativas” A Parte Rei 37, Enero de 2005 Revista de Filosofía de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid.
60 Francisco Varela es un neurobiólogo chileno nacido en 1946, doctor de la Universidad de Hardvard con su tesis “Insect Retinas: Information processing in the compound eye”, dirigida por el Premio Nobel de Medicina

6.- Mentes sin yo, cuerpo, encarnación e intersubjetividad: buscando el mundo.

Ahora bien, como señala el neurobiólogo Francisco Varela60 las experiencias humanas son siempre encarnadas.61 Varela considera que las ciencias cognitivas se han mantenido hasta hace poco tiempo, en una tradición “abstracta”, que no sólo las caracteriza a ellas sino también al “mundo occidental”.

Sin embargo, estas ciencias “lentamente han ido cobrando conciencia de que las cosas han sido planteadas al revés y han comenzado un radical viraje paradigmático o epistémico(…), la convicción de que las verdaderas unidades de conocimiento son de naturaleza eminentemente concreta, incorporadas, encarnadas, vividas; que el conocimiento se refiere a una situacionalidad (…) Lo concreto no es un paso hacia otra cosa –concluye–, es cómo llegamos y dónde permanecemos”.62

Uno de los más importante avances en la ciencia en los últimos años es la convicción de que no podemos tener nada que se asemeje a una mente o a una capacidad mental sin que esté totalmente encarnada o inscrita corporalmente, envuelta en el mundo. Surge como una evidencia inmediata, inextricablemente ligada a un cuerpo que es activo, que se mueve y que interactúa con el mundo. “El mundo no es algo que nos haya sido entregado: es algo que emerge a partir de cómo nos movemos, tocamos, respiramos y comemos. Esto es lo que
denomino nos dice la cognición como enacción, ya que la acción connota el producir por medio de una manipulación concreta”.63
Examinemos la cuestión – siguiendo a Varela–, que desde la neurobiología, vuelve a nuestra pregunta original ¿Qué significa “yo”? O ¿qué es el “yo”? La vivencia, cuál sea ella, se da en una situacionalidad(…) En cada momento de nuestra vida algo acontece, vivimos alguna experiencia. Vemos, oímos, olemos, saboreamos, tocamos, pensamos. Podemos estar complacidos, coléricos, atemorizados, cansados, perplejos, interesados, sufrir una agobiante
timidez o estar absortos en una búsqueda. Siento que yo soy abrumado por mis propias emociones, que tengo mayor valía cuando otro me elogia, que una pérdida me destruye. ¿Qué es este yo, este centro que va y viene, tan constante pero tan frágil, tan familiar pero tan elusivo?

Torsten Wiesel. Fue Director de Investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia y Director del Laboratorio de Neurociencias Cognitivas en el Hospital de La Salpêtrière, en Paris. En sus primeros años, Varela trabajó con Humberto Maturana, otro biólogo chileno, de cuya alianza nacieron los libros “De Máquinas y Seres Vivos: Una teoría sobre la organización biológica” (1973) y “El Árbol del Conocimiento: Las bases biológicas del entendimiento humano” (1985).

En sus investigaciones, los científicos avanzaron en la teoría de la autopoiesis, que se ha extendido a la sociología a través del pensamiento
de Niklas Luhmann y la teoría de sistemas complejos.

61 VARELA, F., THOMPSON E, ROSCH E., De cuerpo presente. Barcelona, Ed. Gedisa, 1992
62 Ibid.
63 VARELA Francisco, Ética y Acción. Santiago, Dolmen, 1996

Estamos atrapados en una contradicción. Por una parte, aun el más somero vistazo a la experiencia nos indica que ella está en cambio constante, más aun, que siempre depende de una situación particular. Ser humano, estar vivo, es estar siempre en una situación, un contexto, un mundo. No hay en nosotros nada que sea objeto de la experiencia y permanezca constante o independiente de las situaciones. Pero la mayoría de nosotros estamos convencidos de nuestra identidad: tenemos una personalidad, recuerdos y remembranzas,
planes y expectativas, que parecen confluir en un punto de vista coherente, un centro desde el cual oteamos el mundo, el terreno donde estamos plantados.

¿Cómo sería posible semejante punto de vista si no estuviera arraigado en un yo o ego singular e independiente, dotado de existencia real?
La creencia en un yo substancial se vio fuertemente influida por la tradición cartesiana. El método de la duda sistemática condujo a Descartes a afirmar su ya conocido aforismo pienso, luego existo. Sin embargo, aun cuando al parecer es lícito transcurrir desde la experiencia consciente a la afirmación de existencia contingente, el error de Descartes habría consistido en apresurarse a postular la existencia de una res cogitans, siendo que de buenas a primeras solo tenía evidencia para afirmar la existencia de los pensamientos.

Es sabido que en Occidente fue David Hume quien inauguró en los tiempos modernos el pensamiento escéptico en torno a la existencia de un Yo substancial y permanente. Esta postura empirista de herencia humeana, perteneciente a lo que se conocerá (en las ciencias cognitivas) como modelo conexionista rechaza la existencia de una entidad cognitiva central coordinadora de los estados mentales, esta posición anticipaba más de 100
años la incipiente teoría de Varela acerca de las Redes autoorganizativas.64

64 Estrechamente ligada a las líneas propuestas por Paul Smolensky, y por otro, a la teoría de las Ideas Cognoscentes de William James y los neorrealistas de comienzos del siglo XX, al interior de lo que posteriormente se conoció como la Teoría del Monismo Neutral.

“La mente no está en la cabeza”: La cognición está enactivamente encarnada. “Enactiva” es una etiqueta que utilizo aquí en su sentido literal ya que la cognición es algo que producimos por el acto de manipular, por medio de una manipulación activa: es el principio fundacional de lo que es la mente. Esto implica una profunda co-implicación, una co-determinación entre lo que parece estar afuera y lo que parece estar adentro. En otras palabras, el mundo ahí afuera y lo que hago para estar en ese mundo son inseparables.65

Esta perspectiva de la mente como enactivamente encarnada tiene dos consecuencias ya que, si la mente no está en la cabeza, ¿dónde está? Este es precisamente el punto: es en este lugar de la co-determinación entre lo interno y lo externo, luego no podemos decir que está afuera o adentro. La otra consecuencia que se deriva de esto y que ha sido menos enfatizada, es que
la mente es inseparable del organismo como un todo. Tendemos a creer que la mente está en el cerebro, en la cabeza, pero el hecho es que el ambiente también incluye al resto del organismo: incluye el hecho de que el cerebro está íntimamente conectado con todos los músculos, con el esqueleto, los intestinos y el sistema inmunitario, los flujos hormonales y así sucesivamente.

Es precisamente, la naturaleza del organismo como una red de elementos co- determinados la que estatuye que nuestra mente sea, literalmente, inseparable, no sólo del ambiente externo, sino también de aquello que Claude Bernard denominó el milieu intérieur66, el hecho de que no sólo estamos dotados de un cerebro sino de todo un cuerpo. Cuando tratamos con un ser vivo, la individualidad aporta un elemento de inquietante complejidad: más allá de las condiciones externas, es necesario considerar también las reacciones
orgánicas intrínsecas, a las que Bernard llama ‘medio interior’ (milieu intérieur).

El pensamiento abstracto y su soporte simbólico han sido los pilares del paradigma cognitivista, base de la inteligencia artificial tradicional. Sin embargo, los resultados provenientes de finales de la década de los 90 del siglo pasado sobre corporización y situacionalidad de la cognición, complementados por la puesta al día en los últimos años del trabajo de autores como el neurofisiólogo Francisco Varela, están permitiendo definir un
constructo teórico alternativo al computacionalismo.

65 VARELA, Francisco, El Fenómeno de la Vida, Santiago, Dolmen, 2000
66 BERNARD, Claude, The “Milieu Intérieur”, and Regulatory Physiology Frederic L. Holmes History and
Philosophy of the Vol. 8, No. 1 (1986), pp. 3-25 Published by: Stazione Zoologica Anton Dohrn – Napoli

El cerebro transforma información en estados funcionales bioquímicos y celulares. Allí toman parte las propiedades del agua, las propiedades de los canales, etc. Es decir, no hay simplemente “información que pasa”. Esa información cambia el sistema profundamente, lo cambia hasta su estructura molecular: construye nuevas proteínas. El sistema nervioso no es simplemente un sistema de comunicación. El cerebro establece estados funcionales internos que ya tiene cuando nació.

7.- Ética, acción y sabiduría: Del saber-qué al saber-cómo. (Saber–hacer ético)

Varela invita a poner atención a cómo opera la lógica y se aplican sus principios de identidad y calculan los valores de verdad o consistencia –los procesos categoriales, etc., pero luego nos invita a que nos demos cuenta que en la vivencia –que la vida humana en su operar o transcurrir operacional– no es así, que la vida humana tiene esa curiosa capacidad de ser completamente descentrada, esto es la mente (y los pensamientos) no está localizada como
una especie de proceso que existe en algún lugar que típicamente se ubica en la cabeza, sino que está descentrada, es una concurrencia de muchos flujos, de lo emocional, de lo postural, de lo relacional, que van cada uno en una especie de flujos cambiantes constantemente, por lo tanto, la primera cosa es que el know how (saber-cómo), es simplemente y completamente la manifestación de ese flujo permanente.

Hay que ser capaz de recuperar el “saber cómo” (el saber hacer), hay que incorporar en la reflexión y el análisis todo ese dominio de fenómenos, desde el punto de vista de la educación, por ejemplo, hay un entrenamiento dirigido a esa área, el área de lo emocional, de lo que es la instancia del saber hacer
corporal, del dominio de lo que son las intuiciones y de los flujos y de lo que uno podría llamar también los procesos pre-conceptuales o pregnoéticos, precategoriales. La mente no está en la cabeza, está distribuida en el cuerpo, porque también pensamos con y en el cuerpo, no pensamos compartimentadamente, con abstracciones conceptuales, representaciones
mentales separadas.

El saber-qué corresponde a la importante tradición de la ética de corte racionalista que ha marcado buena parte de la modernidad en filosofía. Es más, subrayando su impronta, las tendencias y corrientes contractualistas actuales la suscriben y hasta la subrayan, procurando encontrar sólidos argumentos en el juicio moral, para lo que es fundamental el discurso
racional basado en cadenas de argumentaciones.

El saber-cómo, en cambio, refiere al movernos en el mundo y al comprender, que no es distinto de nuestra actividad sensorio-motriz. Asimismo tiene en cuenta el mundo, que se integra a una con el sujeto de la acción: El mundo no es algo que nos haya sido entregado; es algo que emerge a partir de cómo nos movemos, tocamos, respiramos y comemos. Está plenamente comprometido con lo que somos. Emerge en un círculo autopoiético con
nosotros. De manera que no sucede que el yo y el mundo se encuentren separados. Emergen en una dependencia mutua, en una co-dependencia.

Varela, al igual que Rafael Echeverría67, toma la idea de “transparencia” y “quiebres” de Fernando Flores. Se refiere con ellas a la trama que constituye nuestras vidas, a la manera inmediata en que operamos en una situación dada, al mundo en tanto vivido y no “construido” mediante abstracciones. A esto designa know-how (saber-cómo), que diferencia del know-what (saber-qué), es decir, entre la habilidad espontánea y el conocimiento o juicio racional.

Así Varela hace notar ésta inmediatez que tenemos con el mundo, y cómo desarrollamos una serie de habilidades para relacionarnos con él. No es posible separar los procesos sensoriales y motores, la percepción y la acción, de la cognición –enfoque enactivo de la cognición–. La percepción no es una simple recuperación de un mundo predefinido, sino que es la acción
guiada perceptualmente en un mundo que es inseparable de nuestras capacidades sensomotoras, así la cognición “no está constituida por representaciones, sino por acciones corporeizadas” –micromundos y microidentidades–.

En síntesis, para responder la primera cuestión: “¿Cuál es el mejor modo de comprender el saber–hacer ético?”, Varela parte de una determinada concepción de ética como objeto de reflexión, la de que “la ética está más próxima a la sabiduría que a la razón”. Argumenta que “es en la percepción inmediata donde está la clave para una comprensión más amplia del
comportamiento ético y no en la percepción mediada, aquella derivada de la reflexión o de los varios razonamientos lógicos”, y concluye que la mayor parte del saber–hacer ético emerge de la confrontación directa con la realidad, por lo tanto, a lo largo de la reflexión que produce mediación.

67 ECHEVERRÍA, Rafael, Ontología del lenguaje. Santiago, Dolmen, 1994

A partir de esta innovadora reflexión Varela nos introduce –desde una perspectiva pragmática– en la problemática ética, “¿Cómo se puede aplicar al estudio de la ética y a la noción de habilidad ética la distinción entre comportamientos espontáneos y enjuiciamientos abstractos, entre las filosofías morales del hacer y las del ser?”. Varela encuentra que en el pensamiento oriental no hay un olvido de la confrontación ética inmediata como eje central,
es posible entender que adquirimos un comportamiento ético de la misma manera que cualquier otro tipo de comportamiento.68

El comportamiento ético se mira desde un punto de vista pragmático y progresivo. Se considera que existen unas capacidades básicas, las cuales fomentadas sin obstáculos generan las cualidades que se persiguen.69 El comportamiento ético no surge de hábitos, o la obediencia a reglas establecidas, los individuos expertos actúan a partir de inclinaciones
extendidas, lo que trasciende las limitaciones del repertorio de respuestas cotidianas.70

Así como las tradiciones orientales y aun el psicoanálisis consideran un ser cognitivo no unitario, a diferencia un yo estable o transcendental tan arraigado en toda la tradición occidental. El yo se define pues, a partir de propiedades emergentes, el resultado de una actividad lingüística recursiva y su capacidad para la autodescripción y la narración.71 De esta manera, para Varela la habilidad ética “es el conocimiento progresivo y directo de la
virtualidad del ser”.72

68 VARELA, Francisco, La habilidad ética, Barcelona, Debate, 2002,
69 NOVOA., Edgar A., Reseña de “La habilidad ética” de VARELA, Francisco, En Revista Colombiana de Bioética, vol. 1, núm. 2, julio-diciembre, 2006, pp. 169-171.
http://www.redalyc.org/pdf/1892/189217259008.pdf
70 VARELA, Francisco, La habilidad ética, Barcelona, Debate, 2002, p. 170
71 Ver RORTY, R., Contingencia, ironía y solidaridad,
72 VARELA, Francisco, La habilidad ética, Barcelona, Debate, 2002, p. 109

Tenemos pues que entre las múltiples tendencias en la ética contemporánea Varela postula que la ética es una habilidad, y con esto quiere decir que se trata de una conducta espontánea, no regida por reglas: una persona sabe cuál es la acción adecuada en circunstancias determinadas y actúa en consonancia.
Según la teoría de la enacción, el conocimiento es conocimiento de lo concreto, de la manera en que funciona el sentido común, que es el trasfondo cognitivo de donde emergen nuestras acciones en la resolución de problemas cotidianos. El conocimiento es acción, más precisamente, es la emergencia de acciones adecuadas en contextos concretos y específicos.

¿Cuál es nuestro interés? Fundamentar a la ética con argumentaciones distintas a las habituales en el panorama actual, dominado por concepciones demasiado constreñidas a una racionalidad de fuente iluminista. No se trata solo de argumentar teóricamente sino de resituar a la ética como práctica, como práctica del bien. Varela desarrolló estas vinculaciones en varios lugares pero especialmente en el texto que recoge una serie de conferencias dictadas en la universidad de Bolonia en 1991 bajo el título
Ética y acción.73

El planteo inicial de esta obra es que la ética se aproxima más a la sabiduría que a la razón.
Sabiduría es comprendida aquí en el sentido en que la utilizan las Tradiciones de Sabiduría oriental (Hinduismo, Taoísmo, Confucionismo y Budismo) y no como se le entiende habitualmente. Si bien existen múltiples diferencias entre estas Tradiciones, una de sus convergencias es la que el autor aprovecha y que puede ser presentada de la siguiente manera: la consideración de la ética como práctica y no solo como asunto de clarificación conceptual sobre las
prácticas De este modo, la ética se aproxima más al conocimiento de lo que es ser bueno que a un juicio concreto en una situación dada.

73 Ética y acción: conferencias italianas dictadas en la Universidad de Bolonia 16-18 de diciembre, 1991 / Por Varela G., Francisco, 1946-2001, Conferencias italianas / Santiago de Chile, Dolmen Ediciones, 1996. [Primera
conferencia: Know-how y know-what. Segunda conferencia: La maestría ética. Tercera conferencia: La vacuidad encarnada].

8.- De un yo psicológico a un yo neuroquímico: Experimentos con uno mismo y nuevo estatuto ontológico-epistémico del cuerpo.

“Cuando uno se percibe existir, se experimenta la sensación de un demente
maravillado que sorprende su propia locura y se empecina en vano en darle un
nombre. La costumbre embota nuestro asombro de existir: somos, y ya no le damos mas vueltas, simplemente ocupamos nuestra plaza en el asilo de los existentes.”74

Como se ha señalado, la mente no está en la cabeza, tampoco el saber, lo que nos aparece (comparece) es el mundo, con sus tonalidades y matices, las preferencias y los rechazos preracionales, es lo constitutivamente dado desde ese flujo pulsional y neuroquímico que yo no escojo, sino que más bien me constituye; lo emocional (el querer), el deseo tras del cual estamos direccionados, y que no es más que el abrazo del organismo, del cuerpo entero, instancia originaria y principial que nos aparece como el mundo.

Así –es posible– una radical reconfiguración de la propia identidad. El reconocimiento de un yo neuroquímico (que con el lenguaje del romanticismo Schopenhauer denominaría ‘magnetismo’ y que según Sloterdijk sería la herencia del “mesmerismo”75 a la teoría del psicoanálisis, constituyéndose en uno de los secretos bizarros de Freud76; y que para Varela77 y Jean – Luc Nancy obedece a un proceso de “encarnación” de nuestra identidad
donde devenimos sujetos “somáticos”.78

74 CIORAN, E. M., Breviario de Podredumbre, Madrid , Ed. Santillana, 1997, p. 214
75 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Sloterdijk; Secretos bizarros de Freud, discretas obsesiones telecomunicativas y primeras formaciones de psicología profunda europea”, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y
Jurídicas – Universidad Complutense de Madrid, NÓMADAS. 31 | Julio-Diciembre.2011 (I), pp. 339 – 368 http://www.ucm.es/info/nomadas/31/adolfovasquezrocca_2.pdf
76 Ibid.
77 VARELA Francisco, Ética y Acción. Santiago, Dolmen, 1996
78 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Ontología del cuerpo y estética de la enfermedad en Jean–Luc Nancy; de la téchne de los cuerpos a la apostasía de los órganos”, En EIKASIA, Revista de Filosofía, Nº 44 – Mayo 2012- ISSN 1885-5679 – Oviedo, España, pp. 59-84.
http://www.revistadefilosofia.com/44-04.pdf
79 GUATTARI, Felix, Producción de subjetividades, Caosmosis. Buenos Aires,. Manantial. 1992
80 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Ontología del cuerpo y estética de la enfermedad en Jean–Luc Nancy; de la téchne de los cuerpos a la apostasía de los órganos”, En EIKASIA, Revista de Filosofía, Nº 44 – Mayo
2012- ISSN 1885-5679 – SAF, Sociedad Asturiana de Filosofía, Oviedo, España, pp. 59-84.

Autores como J. L. Nancy han desarrollado una filosofía del cuerpo en la cual se trastoca la interpretación generalmente aceptada en torno al lugar (subordinado) del cuerpo en la constitución del sujeto moderno, para emplazar una nueva antropología, según la cual “no es que tengamos un cuerpo, sino que somos un cuerpo”. De este modo, con el nuevo estatuto ontológico y epistémico del cuerpo, no sólo se conforman nuevas formas de subjetividad79, sino también una “nueva carne”.80

Así en las fronteras entre lo natural y lo artificial surge la posibilidad de pensar en un cuerpo cuyos órganos se hayan emancipado, en lo que Deleuze y
Guattari llamarían el Cuerpo sin órganos.81

El sujeto no es más que esa intimidad dislocada respecto de sí que es alteridad radical, Novum Organum, espectral e ilocalizable. Los cambios en el cuerpo, como se demuestra en fenómenos clínicos de miembro fantasma, pueden asimismo alterar la experiencia de lo que consideramos como nuestra mente, y de los límites que contienen nuestro yo.

Generalmente se ha dado por hecho que nuestro “Self”82 está anclado a un cuerpo único que permanece estable y permanente hasta la muerte. La preocupación por el cuerpo es así una clave hermenéutica para leer el momento posthumano. El tema del cuerpo nos traslada a posiciones filosóficas, artísticas, científicas y tecnológicas halladas donde intentan predominar intereses coligados a la nueva industria de la ingeniería genética y las prácticas biotecnológicas a ella asociadas. El uso y abuso de la
imagen del cuerpo en la publicidad, el arte, la prensa y el cine, aumenta el desvelo ante un cuerpo humano que sabe su constante reestructuración y rehechura, escindido entre lo natural y lo artificial.83

81 DELEUZE, Gilles y GUATTARI. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia: Lo liso y lo estriado. Valencia: Pretextos, 2008.
82 BLUM, Harold, dice que los conceptos referentes al Self varían tremendamente, comprendiendo diferentes marcos de referencia y distintos niveles de discurso. Varían desde un modo de expresión coloquial-fenoménico
(como cuando uno habla de ‘la conciencia de uno mismo’) hasta construcciones metapsicológicas muy abstractas.
83 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “En torno al diseño de lo humano en Sloterdijk: De la ontotecnología a las fuentes filosóficas del posthumanismo”, En La lámpara de Diógenes, Revista de Filosofía, BUAP, Año 13,
Números 24 y 25, Vol. 13 – enero-junio – julio-diciembre 2012-2013, pp. 127 – 140 http://www.ldiogenes.buap.mx/revistas/24/127.pdf
84 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk: Experimentos con uno mismo, ensayos de intoxicación
voluntaria y constitución psico-inmunitaria de la naturaleza humana”, En EIKASIA, Revista de la Sociedad Asturiana de Filosofía SAF, Nº 49 – Mayo 2013 – ISSN 1885-5679 – Oviedo, España, pp. 47-76
http://www.revistadefilosofia.com/49-02.pdf

El cuerpo pierde así sus dimensiones, su capacidad representativa para acoplarse indiferenciadamente con nuevas máquinas y nuevas sustancias (psicotrópicas) transformándose en un híbrido biológico-químico. Este proceso de “encarnación” de nuestra identidad ha de determinar que cualquier
exploración psico-biológica que queramos llevar a cabo debe estar orientada en una dirección similar a los Experimentos con uno mismo84, una suerte de tratado de intoxicación voluntaria dentro de un programa general encaminado a la experimentación con el propio cuerpo, método inspirado en la medicina romántica, y aquí donde se origina una ambiciosa semiótica de la medicación farmacológica, no sólo del endomorfinismo de la especulación, sino también de mecanismos endocrinos o quimioéticos, donde Sloterdijk da cuenta de una
micropolítica de la subjetividad. El cuerpo, como se ve, está deviniendo el lugar privilegiado para experimentar con uno mismo.

El dominio sobre el genoma humano, la codificación de la conducta, la asociación de ciertas secuencias con dominios funcionales ya identificados, el desarrollo de las máquinas inteligentes; las biotecnologías y la puesta en operación de las fuerzas de la vida, trazan una nueva cartografía de los biopoderes. Estas estrategias ponen en discusión las formas mismas de la vida dando lugar, a su vez, a una nueva ética del cuerpo, que pone un énfasis especial en administrar los impulsos, sobre todo cuando estaban relacionados con la fecundación y la descendencia. He aquí “el nacimiento del biopoder moderno como condición de posibilidad de los racismos tardo modernos”.85

Sloterdijk, por su parte, entiende al hombre como una deriva biotecnológica asubjetiva que vive hoy –con el desarrollo de la inteligencia artificial y el descubrimiento del genoma humano- un momento decisivo en términos de política de la especie. De un yo psicológico a un yo neuroquímico, a una radical reconfiguración de la propia identidad. La construcción de estos nuevos yos neuroquímicos obedece a un proceso de “encarnación” de nuestra identidad donde devenimos sujetos “somáticos”.

¿ Qué ocurre cuando es el yo es el que se encuentra sujeto a transformaciones por parte de la tecnología médica, cuando la cognición, la emoción, la volición, el estado de ánimo se abren a la intervención?86 Los seres humanos siempre se han trabajado a sí mismos, para mejorarse. Esto no es nuevo,
en cada época aparece de manera específica. Este trabajo tiene que ver, evidentemente, en la manera como los humanos nos vemos a nosotros mismos y cómo nos queremos ver.

85 DÍAZ, Esther, “Filosofía de los saberes. Ciencia, amor, y muerte”, Revista Argentina de Sociología (Argentina) Num.15-16 Vol.8-9, 2011
86 ROCA JUSME, Luis, “El Yo neuroquímico”, entrada del 20 de enero de 2015, en “Biopolítica y Filosofía” / y “Materiales para pensar” Blogspot En referencia a: ROSE, Nikolas. (2012). Políticas de la vida …,

En la primera mitad del siglo XX y en las sociedades liberales avanzadas, los ciudadanos se veían a sí mismos desde una creencia psicologista: con un espacio interior profundo sobre el que trabajar. Manifestación de ello fueron la proliferación de terapias, de test psicológicos, de literatura psicológica. Lo que se ha llamado el desarrollo progresivo de las técnicas “Psi”. Pero a partir de los años 60 va apareciendo otra tendencia, que es la de pasar de ciudadanos
psicológicos a ciudadanos somáticos, es decir, biológicos. O dicho de otra manera, de un yo mental a un yo cerebral.87
Durante la segunda mitad del siglo XX los psiquiatras han trazado las bases neurológicas y neuroquímicas de la vida mental y sobre este mapa se ha constituido el nuevo yo, que no es un yo mental sino un yo cerebral y un yo cerebral quiere decir un yo neuroquímico. Los cerebros son órganos físicos con sustancias químicas y unas determinadas funciones.

Existen drogas, como los psicofármacos, que pueden sustituir funciones cerebrales, estimularlas o inhibirlas. Hay sistemas modélicos experimentales para investigar : cerebros humanos, cultivos de células in vitro similares a las neuronas, cerebros animales… hay también técnicas de investigación: ensayos químicos de fluidos corporales, electroencefalogramas, técnicas de imágenes cerebrales.

Hay diagnósticos sobre trastornos de estados de ánimo, emociones, cognición o voluntad que pueden ser tratadas farmacológicamente. El régimen de verdad es la experimentación. El espacio mental no es ahora una caja negra de la que no podemos saber nada, como decían los conductistas, es que sencillamente la mente es el cerebro. Mejor dicho: lo que llamamos mente es el conjunto de actividades y procesos que realiza el cerebro. Los trastornos funcionales son, finalmente, trastornos orgánicos.88

Pero todo este razonamiento científico y comercial debe conjugarse con el pensamiento neoliberal, que entiende que el sujeto debe y puede decidir lo que quiere, no está sometido a un destino biológico. Las investigaciones en epigenética plantean que ni tan solo la genética es determinista.
87 ROSE, Nikolas. (2012). Políticas de la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI. La Plata: UNIPE, Editorial Universitaria.
88 Ibid

Ya no se trata solamente de decidir que tratamiento recibir para un trastorno
sino también de identificar susceptibilidades genéticas en individuos asintomáticos. Pero los psicofármacos juegan un papel ambivalente.89 Sirvieron en su momento para que los considerados enfermos mentales abandonasen los hospitales psiquiátricos y puedan vivir en comunidad. También se plantean cada vez más no en un sentido disciplinario
normalizante sino como una manera de ajustar la propia conducta. Las consideraciones anteriores dan cuenta de los efectos que tiene la nueva “política de la vida” o bio-política sobre los procesos de subjetivación; una “biopolítica de la población”, más centrada en el cuerpo-especie, donde han predominado más las tecnologías reguladoras y aseguradoras.
Por primera vez, subraya Foucault, la vida, lo biológico, pasa a reflejarse en lo político. Si durante siglos se pensó, con Aristóteles, que el hombre era un animal viviente que, además, como característica propia, era capaz de llevar a cabo una existencia política, “el hombre moderno –declara Foucault– es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente”.90

Hechos como la aparición de la neuroética nos estarían mostrando hasta qué punto se están modificando las tecnologías de subjetivación, unas tecnologías que nos están convirtiendo en “individuos somáticos”. Nuestros juicios y actuaciones están cada vez más mediatizados por el lenguaje de la biomedicina. Es posible hablar de la transición de un “yo psicológico” a un
“yo neuroquímico”, de una nueva forma de comprensión de la propia identidad –que evidentemente influye, no sólo en lo que pensamos de nosotros mismos, sino también en nuestra práctica cotidiana–, en la cual se destaca que somos un cuerpo y un cerebro.

89 A mediados de los años 90 se da un cambio importante en el pensamiento y la práctica psiquiátrica. Se trata de un estilo de razonar que considera que todos los trastornos mentales pasan por el cerebro y su funcionamiento molecular, neuroquímico. Los elementos biográficos se tienen en cuenta pero entendiendo que sus efectos dependen de las características de cada cerebro. Se da un cambio en la consideración económica de los que
padecen trastornos mentales. Si antes se les consideraba una carga social hoy se ve como una oportunidad para la inversión y el beneficio. Se teje aquí una gran alianza entre el gran capital farmacéutico, la salud pública y el
reclamo para los accionistas privados.
90 FOUCAULT, M., Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, 17 a edición, México, Siglo XXI, p. 173.

Este proceso de “encarnación” de nuestra identidad provoca que cualquier reconstrucción personal que queramos llevar a cabo, se supone que debe realizarse a través de nuestro propio cuerpo. El cuerpo está deviniendo el lugar privilegiado para experimentar con uno mismo. Pensemos, por ejemplo, en los discursos sobre la dieta o el ejercicio físico, en los piercings, los tatuajes o la cirugía estética.

A inicios de la década del ’70, la idea de un espacio psicológico interior, que había sido el centro de nuestra forma e autocomprensión, se estaría desdibujando. Hoy ya no se habla tanto de traumas y neurosis asociados a la biografía peculiar de cada cual, sino más bien de problemas relacionados con algún desequilibrio bioquímico existente en el cerebro, o de ciertas predisposiciones genéticas. Multitud de fenómenos de la vida humana –desde la ansiedad y la depresión, pasando por los cambios de humos relacionados con el ciclo menstrual, hasta los déficits de atención de ciertos niños–, son interpretados como desequilibrios bioquímicos tratables a través de drogas capaces de reajustarlos.

Esta recodificación del yo no sólo está influyendo en la psiquiatría, sino que está teniendo incidencia también en ámbitos tan diversos como el mundo laboral, el deporte, la escuela o la prisión. Se puede hablar de “sociedades psicofarmacológicas” porque se está convirtiendo en rutinario el hecho de pretender transformar nuestra capacidades subjetivas a través de drogas.

La aparición de nuevos “expertos somáticos”. El gobierno de estos nuevos yos
neuroquímicos no proviene principalmente de los políticos o de tipo de profesionales que predominaron en la sociedad del bienestar (trabajadores sociales, educadores, terapeutas), sino que la biopolítica, en la actualidad, depende, en buena parte, del trabajo constante y minucioso de los laboratorios; del complejo poder informático necesario para llevar a cabo
digitalizaciones de las funciones cerebrales o para establecer relaciones entre historia clínicas y genealogías familiares, con determinadas secuencias genéticas; y, evidentemente, de la búsqueda de ganancias que estas nuevas formas de conocimiento prometen.

Es en este tipo de prácticas donde debemos buscar la emergencia de nuevas formar de autoridad. Agenciamientos de poder clínico, con una nueva generación de profesionales médicos: los genetistas, los neurobiólogos, los neurocientíficos, los gerontólogos, los expertos en bioética (y biopolítica), los dietistas, los expertos en reproducción, sexualidad, y control de la
natalidad, y en aquel, difuso y amplio ámbito, que denominamos “salud mental”, y que presenta rasgos similares al “poder pastoral”91 (de un claro eco heideggeriano).

91 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Sloterdijk y Heidegger: Normas para el Parque Zoológico-Temático Humano,
Culturas Post-Humanísticas y Capitalismo Cárnico Contemporáneo”, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas – Universidad Complutense de Madrid UCM,, NÓMADAS. 32 – Julio-Diciembre.
2011 (II), pp. [102-125]