Stalin, Historia y critica de una leyenda negra: Un libro de Domenico Losurdo

Stalin, Historia y critica de una leyenda negra: Un libro de Domenico Losurdo

Stalin, Historia y critica de una leyenda negra: Un libro de Domenico Losurdo
Miguel Urbano Rodrigues

Domenico Losurdo aborda en su Stalin aspectos muy polémicos de la intervención en la historia del hombre que en la práctica dirigió la Unión Soviética durante casi tres décadas.

4-9-2009

Hace meses que me siento frente al ordenador para escribir este artículo. Más el proyecto fue aplazado día tras día.

Cuando Domenico Losurdo me ofreció Stalin -Storia e critica de una leggenda nera*, ya había leído críticas sobre la obra. Más no la imaginaba.

Cualquier texto sobre personas que dejaron marcas profundas en la historia, escritas sin suficiente distanciamiento temporal, crean siempre grandes problemas al autor.

Viví esa situación este año al publicar poco ambicioso artículo – Sobre Trotsky –Del mito a la realidad (www.odiario.info). En Portugal, algunos camaradas que admiro me acusaron de trotskista; en Brasil, donde el artículo, más divulgado, generó polémicas, profesores de las Universidades de Campinas y de Rio Grande do Sul me dedicaron trabajos académicos, definiéndome como stalinista ortodoxo.

Domenico Losurdo aborda en su Stalin aspectos muy polémicos de la intervención en la historia del hombre que en la práctica dirigió la Unión Soviética durante casi tres décadas. No conozco obra comparable por la ausencia de pasión y por la densidad y profundidad de la reflexión sobre el tema.

Stalin fue un revolucionario que lideró la lucha épica de la Unión Soviética contra la barbarie nazi. Por si solo ese combate en defensa de su pueblo y la humanidad le garantiza un lugar en el panteón de la Historia.

Siento, con todo, la necesidad de aclararr que nunca sentí atracción por Stalin. No admiro al hombre. Su personalidad me parece inseparable de actos y comportamientos sociales que repruebo y repudio.

La contradicción no me impide escribir este artículo, me estimula a asumir el desafío.

La demonización de Stalin

La demonización de Stalin comenzó en los años 20, adquirió proporciones mundiales con el XX Congreso del PCUS, fue retomada durante la Perestroika y prosiguió después de la desaparición de la Unión Soviética, aunque con características diferentes. Al proclamar “el fin del comunismo”, la intelligentsia burguesa, empeñada en demostrar la inviabilidad del socialismo, diversificó la ofensiva, atribuyendo a Marx, Engels y Lenin grandes responsabilidades por el “fracaso inevitable de la utopía socialista”. Stalin sobre todo fue presentado como creador y ejecutor de una técnica de gobierno dictatorial monstruosa. La palabra stalinismo entró en el léxico político como sinónimo de un sistema de poder absoluto que habría negado el marxismo al imponer “el socialismo real” mediante métodos criminales.

No son solo académicos anticomunistas los que satanizan a Stalin. Dirigentes de partidos comunistas e historiadores marxistas, algunos de prestigio mundial, prestaron credibilidad a la condena absoluta de Stalin.

Eric Hobsbawm, el gran historiador británico que fue, en la juventud, miembro del Partido Comunista Británico, esboza en su libro La Era de los Extremos- Breve Historia del Siglo XX un retrato totalmente negativo del estadista que años antes fuera por él elogiado como revolucionario merecedor de la admiración de la humanidad.

El peso de la anatemización es tan fuerte que la Fundación Rosa Luxemburgo atribuyó en Enero pasado un premio al historiador alemán Cristoph Junke por su libro Der lange Schatten des Stalinismus, una catilinaria despiada sobre un «fenómeno histórico» que es también una «una teoría y una práctica política» que exorciza.

De la Esperanza a la Realidad.

Sobre Stalin y su época fueron escritos cientos de libros. De los que leí ninguno me impresiónó tanto como este. La mayor parte condena al hombre y la obra. Una minoría de incondicionales hace lapología del dirigente comunista y defiende sin restricciones su intervención en la historia. Un abismo separa a los críticos como el polaco Isaac Deutscher (trotskista) de los epígonos como el belga Ludo Martens (maoísta), dos autores cuyos libros fueron publicados en portugués, en Brasil.

Losurdo, filósofo e historiador, al iluminar la época del hombre que fue el timonel de la URSS durante casi 30 años encamina al lector a una reflexión compleja, inesperada y difícil. No asume el papel de juez.

El conocimiento profundo de la historia de la Revolución Rusa y de las luchas que le marcaron el rumbo después de la muerte de Lenin le permitió situar a Stalin en ese vendaval bajo una perspectiva innovadora. Procura, como filosofo, comprender. No absuelve ni condena.

Acompañando la trayectoria de Stalin de la mano de Losurdo, el lector es llevado a conclusiones incompatibles con la leyenda negra creada en torno al personaje. Más Losurdo no reescribe la historia, no intenta interpretarla. Como investigador, fija la atención en periodos decisivos, procede a una selección de hechos y acontecimientos y sitúa a Stalin en los escenarios en los que actuó.

Casi todas las revoluciones devoran a sus hijos. La de Octubre de 1917 no fue la excepción de la regla. Cuando ella triunfó eran inimaginables las crisis y conflictos que desembocaron en la ejecución de la mayoría de los personajes más brillantes de la gran generación de bolcheviques que se proponía construir el socialismo en la Rusia atrasada y famélica.

El tiempo era de esperanza. Al clausurar el I Congreso de la Internacional Comunista, Lenin sintetizó su confianza en el futuro en una frase: “La victoria de la revolución comunista en todo el mundo está asegurada. Se aproxima la fundación de la República Soviética Internacional”.

La previsión fue rápidamente desmentida por la Historia.

La desaparición de las ilusiones y su superación casi coincidieron con la enfermedad y muerte de Lenin. Después de la derrota de la revolución alemana, el autor del Estado y la Revolución tuvo la percepción de que el capitalismo sobreviría por mucho tiempo y que era necesario defender a toda costa a la joven revolución rusa. Trotsky no creía en la viabilidad del “socialismo en un solo país” y, desaparecido Lenin, acuso de cobardía y oportunismo a cuantos habían renunciado a la idea de la revolución mundial.

Losurdo subraya que Stalin fue el primer dirigente soviético en afirmar que por un largo periodo histórico la humanidad continuaría dividida no solamente en diferentes sistemas sociales, sino también en diferentes identidades lingüísticas, culturales y nacionales.

En tanto Trotsky dirigía aún llamamientos a la insurrección al proletariado de Finlandia, de Polonia, de las repúblicas bálticas, y al de las grandes potencias capitalistas, Stalin criticaba las tesis sobre la exportación de la revolución. En su opinión, la correlación de fuerzas en Europa justificaba la defensa del principio de coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas sociales.

En una época en que muchos comunistas continuaban soñando con “el ascetismo universal”, Stalin subrayaba que el marxismo es enemigo del igualitarismo e insistía en un punto central: “sería estúpido pensar que el socialismo puede ser construido con base en la miseria y privaciones, con base en la reducción de las necesidades personales y en la caída del nivel de vida de los hombres al nivel de los pobres.”

En los capítulos en los que estudia las divergencias de fondo que opusieron a Trotsky y Stalin, Domenico Losurdo se abstiene más de una vez de críticas y elogios. Sitúa el choque en el gran cuadro de la URSS post Lenin, y resume las posiciones de ambos, recurriendo a múltiples citas.

Son particularmente interesantes las páginas en las que son confrontadas las posiciones de Trotsky y Stalin sobre los temas de organización jurídica de la sociedad, de la familia, de la propiedad y sobre todo del Estado.

La cuestión central de la extinción del Estado, prevista por Marx, y exhaustivamente analizada por Lenin, le merece una atención especial.

A las críticas de Trotsky –entonces en el exilio- a la Constitución Soviética del 36, Stalin responde que las lecciones de Marx y Engels no deben ser transformadas en dogma y en una nueva escolástica.

El Estado soviético, en lugar de caminar a su extinción, se fortalece cada vez más.

Según Stalin, el papel fundamental del Estado en la URSS “consiste en un trabajo pacifico de organización económica y en el trabajo cultural y educativo”. La antigua función represiva fue “sustituida por la función de la salvaguarda de la propiedad socialista de la acción de los ladrones y expoliadores del patrimonio del pueblo”.

Losurdo señala que, en la práctica, el Estado Soviético se desvío de esa función y recuerda que en 1938 “imperaba el terror y se ampliaba monstruosamente el Gulag”.

Más la permanencia del Estado represivo no responde a la pregunta: ¿hasta qué punto es válida la tesis de Marx sobre el debilitamiento y la extinción del Estado? ¿Debe o no mantenerse el Estado en una sociedad comunista?

Losurdo recuerda que en la posición asumida por Stalin son identificables muchas contradicciones, pero señala que al contradecir una tesis clásica de Marx, el Secretario General del PCUS actuaba en un terreno minado que lo exponía a la acusación de “traidor” lanzada por Trotsky.

A partir del inicio de los años 30, Stalin, en su lucha contra la oposición, acusa a sus miembros globalmente, de ser “agentes del enemigo”.

Exageraba. Más Trotsky, principalmente, le ofrecía argumentos que contribuían a dar credibilidad de las acusaciones que le eran dirigidas. Cuando radios de Prusia Oriental comenzaron a transmitir para la URSS textos trotskistas, Stalin sacó beneficios de esa iniciativa. Y cuando Trotsky, en las vísperas de la II Guerra Mundial, el 22 de Abril de 1939, dio su apoyo a los que pretendían “liberar a la Ucrania Soviética del yugo stalinista”, se intensificó la persecución de cuadros sospechosos de ideas trotskistas.

La otra “Guerra Civil”

Al contrario de lo que se afirma en la Historia oficial de la Revolución Rusa editada por el PCUS, el grupo dirigente que asumió el poder en Octubre del 17 estaba ya dividido en lo tocante a problemas fundamentales de la política interna e internacional.

Los debates sobre los sindicatos, el papel del campesinado, la economía, las relaciones con las potencias capitalistas, la cuestión de las nacionalidades fueron siempre polémicos en el Politburó y en el Comité Central. Solamente el carisma y el inmenso prestigio de Lenin retardaron los conflictos sobre la orientación del Partido que se producirían después de su muerte.

Losurdo concluye que el Informe Secreto de Jruschov al XX Congreso presenta de ese periodo histórico una visión distorsionada y fantasiosa.

La tesis de Jruschov, según la cual corresponde a Stalin la responsabilidad por el asesinato en 1934 de Serguei Kirov, porque el joven dirigente estaría implicado en una vasta conspiración contra él, es rebatida por Losurdo con el apoyo de documentación recientemente divulgada. En la realidad Kirov tenía una gran admiración por Stalin que depositaba en él una confianza total.

Las conspiraciones para separar del poder a Stalin fueron muy reales, más las versiones de ellas presentadas en el Occidente por sovietólogos anticomunistas contribuyen en la opinión del filosofo marxista italiano para falsificar la historia. Y alcanzaron ese objetivo.

Domenico Losurdo es consciente de pisar un terreno peligroso en su tentativa de iluminar un Stalin diferente del dictador cruel, megalómano y vengativo cuyo perfil aparece esbozado en el Informe Secreto al XX Congreso. Esa imagen, con el aval de Jrsuchov, fue exportada por todo el mundo y acabó por ser aceptada en el Occidente como verdadera incluso por muchos dirigentes de Partidos Comunistas.

Los capítulos del libro de Losurdo que suscitaran más polémica en Italia y en otros países son por eso mismo los dedicados a las luchas en el Partido que precedieron a los Procesos de Moscú.

De alguna manera la carta de Lenin al Congreso del PCUS –leída por Krupskaya pero solamente publicada años después- estimuló en dirigentes del Partido la tendencia para luchar contra Stalin. Trotsky comenzó a conspirar con Kamenev y Zinoviev después de la muerte de Lenin.

Losurdo define el conflicto ideológico de la época como una “guerra civil” que fue permanente en el Partido hasta los últimos procesos del año 38. En la primera fase de la lucha por el poder, Stalin consiguió aislar a Trotsky de los viejos bolcheviques, desencadenando contra él una campaña en la que fue recordado su pasado menchevique y las polémicas mantenidas con Lenin.

El escritor italiano Curzio Malaparte, en un libro que fue best seller Técnica del Golpe de Estado publicado en Francia en 1931, fue uno de los primeros intelectuales europeos en escribir en occidente sobre los acontecimientos mal conocidos que, en el año 27, precedieron a la prisión de Trotsky, a su expulsión del Partido y al confinamiento en Alma Ata, en Kazajistán.

Una documentación importante confirma que Kamenev y Zinoviev, que se oponían a la política de Stalin pero sin enfrentarlo en el Politburó, participaron personalmente de esa conspiración. El objetivo era la separación de Stalin, pero el proyecto fracasó y el Secretario General recuperó una vez más a Zinoviev y Kamenev, aislando a Trotsky.

Bujarin, siempre imprevisible, habia sido hasta entonces –según Losurdo- como director de Izvestia, un aliado firme de Stalin, más a partir de la extinción de la NEP y del inicio de la colectivización de las tierras emprendida a ritmo acelerado y con recursos a métodos crueles, llegó a la conclusión de que la estrategia adoptada por el PCUS conduciría el país a un desastre. El dirigente que en Brest-Litovsk había liderado el ala izquierdista se dislocó a la derecha en un brusco viraje, convencido de que la revolución solamente podría sobrevivir si mudase de ritmo, adoptando una orientación democrático-burguesa, lo que significaría una regresión histórica.

Rogovin, un historiador trotskista citado por Losurdo, afirma que Stalin tomó entonces la iniciativa de desencadenar una “guerra civil preventiva” contra aquellos que pretendían derrocarlo. En ese periodo de conspiraciones laberínticas, la participación de destacados dirigentes en maniobras de bastidores fue permanente, y de ellas participaron algunos miembros de la vieja guardia bolchevique.

La apertura de los archivos soviéticos vino a esclarecer que algunos cambiaron con frecuencia de campo.

Rogovin, polemizando mucho más tarde con Solzhenitsin, afirma que, lejos de ser la expresión de “un ataque de violencia irracional e insensata”, el sanguinario terror desencadenado por Stalin fue en la realidad la única manera por la cual él consiguió quebrar la resistencia de aquello a lo que llama “las verdaderas fuerzas comunistas”.

En los procesos de Moscú los ex dirigentes bolcheviques aparecen todos como traidores. Más la palabra es brutal y la generalización deforma la historia. Antonov-Ovsenko, Preobrajenvsky, Karl Radek, Rakovsky, Bujarin, Kamenev, Zinoviev, entre otros dedicaron sus vidas a un proyecto radical de transformación de la sociedad cuya meta era el socialismo, rumbo al comunismo.

Domenico Losurdo, apoyado por fuentes creíbles, procura comprenderlos, descendiendo a las razones de comportamientos contradictorios que expresaban simultáneamente las dudas, las opciones ideológicas y la fidelidad al ideal comunista de esos revolucionarios.

En esas páginas sobre el periodo de las luchas internas de los años 20 y 30, la llamada conspiración de los militares merece atención especial. Losurdo no deja para el lector las conclusiones; en este caso no se limita a colocar los datos sobre la mesa.

En la torrencial bibliografía occidental sobre el asunto, el mariscal Tujachevsky, héroe de la guerra civil, es siempre presentado como víctima inocente del terror stalinista, arquetipo del revolucionario puro, triturado por un engranaje perverso.

Losurdo afirma que ya en 1920, durante la guerra en Polonia, Tujachevsky había evidenciado una ambición militarista preocupante al imponer la marcha sobre Varsovia que tuvo un desenlace desastroso. Pero Stalin confiaba todavia en él y lo promovió a mariscal después de las victorias alcanzadas en 36 contra Japón en Mongolia.

Transcurridos 70 años, continua siendo polémica la cuestión de los contactos secretos que Tujachevsky habría mantenido con potencias extranjeras. Más los historiadores que le atribuyen la aspiración de transformarse en el “Bonaparte de la Revolución Bolchevique” acumularon pruebas que lo comprometen.

El checoslovaco Benés, en 1937, informó a los franceses de esos contactos y Churchill, después de la II Guerra Mundial, admitió que la gran la depuración en el cuerpo de oficiales de la URSS afecto a elementos filo alemanes y, citando el nombre de Tujachevsky, afirmó que Stalin tenía una deuda de gratitud con el presidente Bénes. El embajador de los EEUU en Moscú Joseph Davies, alude también a una “conspiración de los militares”. El propio Trotsky, no obstante su odio a Stalin, afirma evasivamente, en un comentario a la ejecución de Tujachevsky y otros oficiales, que “todo depende de aquello que se entienda por conspiración”.

En su reflexión sobre la prolongada lucha librada en la dirección del PCUS después de la muerte de Lenin, Losurdo emplea repetidamente la expresión “las tres guerras civiles” para caracterizar la amplitud que asumieron las conspiraciones . La última finalizo con la ejecución de Bujarin.

El filósofo italiano subraya en su libro que Bujarin, después de la extinción de la NEP, decisión a la que se opuso, comenzó en reuniones privadas a llamar a Stalin “el representante del neotrotskismo” e “intrigante sin principios”. Fue el comienzo del viraje que paradójicamente, más de una vez lo aproximó a Trotsky que le inspiraba temor y admiración.

Los orígenes del Stalinismo

La deformación de la historia real de Rusia comenzó en Occidente inmediatamente después del derrocamiento de la autocracia zarista. La tesis según la cual la Revolución de Febrero habría sido una revolución casi sin violencia y la de Octubre una sangrienta tragedia es un mito forjado en los países capitalistas. En la realidad murió mucho más gente en la primera que en las jornadas que precedieron al asalto del Palacio de Invierno y en los días posteriores.

Losurdo, en el capitulo en que estudia los “orígenes del stalinismo”, recuerda que Stalin, contrariamente a Trotsky, defendía la compatibilidad de un “nacionalismo sano”, del “sentimiento nacional y de la idea de patria” con la fidelidad al internacionalismo proletario. Cuando el Reich nazi invadió la URSS afirmó insistentemente que el camino para lo universal pasaba a través de la lucha de los pueblos que no aceptaban la condición de esclavos al servicio del pueblo de señores imaginado por Hitler.

Stalin es acusado de defender un concepto de Estado y una política de nacionalidades cuya aplicación reflejó contradicciones antagónicas. Pero se vivía una época en que contradicciones simultáneamente evidentes e incompatibles eran comunes en la formulación de la teoría revolucionaria. Rosa Luxemburgo criticó duramente al partido bolchevique por haber liquidado la democracia tal como la concebía, más simultáneamente le exhortaba a reprimir con puño de hierro cualquier tendencia separatista de “los pueblos sin historia”, incluyendo el de su natal Polonia. Stalin, por el contrario, defendía la necesidad de un respeto enorme por las más de cincuenta nacionalidades de Rusia y consideraba que la preservación de sus lenguas y culturas le aparecía como indisociable del progreso de Rusia revolucionaria.

Esas ideas, condensadas en un libro elogiado por Lenin, no encontraron sin embargo traducción en la praxis, sobre todo a partir de los años que ejerció como Secretario general del PCUS un poder personal casi absoluto.

Más, paradójicamente, en los últimos años de vida, Stalin reasume la defensa de las nacionalidades al combatir como utópica la idea de “una lengua única para la humanidad” “cuando el socialismo triunfe a nivel mundial”. Señalando que la lengua no es una superestructura, afirma que los idiomas no fueron creados por una clase social, sino “por todas las clases de la sociedad gracias a los esfuerzos de cientos de generaciones”.

En su denso ensayo, cuya riqueza conceptual y documental es incompatible con las síntesis breves, Losurdo fija los orígenes de aquello a que se llamó el stalinismo, en una época marcada por tensiones, conspiraciones y el hambre, al inicio de la colectivización de las tierras.

Citando la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, y lo que el filosofo alemán pensaba de la “libertad absoluta” y del “terror”, sustenta que «el “stalinismo” no es el resultado “ni de la sed de poder de un individuo, ni de una ideología, sino del estado de excepción permanente que se implanta en Rusia a partir de 1914”».

La mayoría de los historiadores occidentales serios, recuerda, coinciden en que antes de los años 30, Stalin no era aún un autócrata. Según Werth, no existía en ese tiempo el culto a la personalidad y persistía la tradición de la dictadura del proletariado.

En 1925, en plena NEP, Stalin expresaba opiniones como esta: “hoy no es ya posible dirigir con métodos militares”;”ahora no se ejerce la máxima presión, sino la máxima flexibilidad, sea en la política, sea en la organización…” Entonces consideraba un error “identificar el Partido con el Estado” y repetía que “el socialismo es el trásito (de la fase) en que existe la dictadura del proletariado a la sociedad sin Estado”.

Fue la decisión de industrializar el país rápidamente la que provocó el viraje estratégico que desencadenó la represión sobre los campesinos. Cercada por potencias hostiles, sin acceso al capital internacional, la URSS, para financiar la industrialización recurrió a los excedentes generados por una agricultura atrasada. El proyecto de colectivización de la tierra, por la manera violenta como fue concretizado, produjo desgarros no solo en el tejido social, sino en la dirección del Partido. Se alcanzó el objetivo, pero el precio social y político fue altísimo.

Pero solamente es a partir del 37, con el Gran Terror –expresión utilizada por Losurdo- cuando la dictadura del proletariado cedió lugar a la autocracia.

En las Obras Completas de Stalin son además numerosas las páginas en que el repite que la dictadura del proletariado habría asumido un carácter muy diferente si la Guerra Mundial, anunciada con anticipación, no lo hubiese encaminado para una política de concentración del poder. ¿Sería sincero al escribir que la concibió como transitoria? Nunca lo sabremos.

Lo que está comprobado por una abundante documentación es la convicción que Stalin tenia de que después de la derrota del III Reich hitleriano se abriría a la Alianza con los EEUU e Inglaterra un gran futuro. Creyó en una era de buenas relaciones con el Occidente capitalista.

No preveía entonces para Europa Oriental fuera adecuado el tipo de regímenes que allí instaló con mano de hierro. Entendía que Polonia no debería optar por la vía de la dictadura del proletariado. “No está obligada a ello, no es necesario”. Y, hablando con dirigentes comunistas búlgaros, los sorprendió al afirmar: “es posible realizar el socialismo de un modo nuevo, sin la dictadura del proletariado”. Y cuando mantenía aún una relación cordial con Tito le dijo: “En nuestros días el socialismo es posible inclusive bajo la monarquía inglesa”.

El norteamericano Robert Conquest, el historiador de ultraderecha al que Losurdo atribuye esas palabras, señala que ellas demuestran que “Stalin estaba repensando activamente la validez universal del modelo soviético de revolución y socialismo”.

Lo que no suscita dudas es que la Guerra Fría hizo derruir eventuales planes sobre un cambio de estrategia y puso fin a la meditación ideológica sobre los modelos del socialismo. El deshielo se torno en una imposibilidad.

Sobre la popularidad de Stalin

Y los Gulag

Losurdo dedica muchas páginas al tema de la popularidad de Stalin. Basado en fuentes de múltiples tendencias, llama la atención para una realidad desconocida en Occidente.

Incluso durante el bienio del Gran Terror, 37-38, la base social de apoyo a la política de Stalin se amplió.

Se verifica, escribe Losurdo, “una interacción paradójica y trágica”. En consecuencia se daba, por un lado, un fuerte desarrollo económico y cultural y por otro del miedo suscitado por la represión; “decenas de millares de stajanovistas se volvieron directores de fabricas y una análoga y rapidísima movilidad social se produjo en las fuerzas armadas”.

En las vísperas de la guerra, el jefe de los traductores del Ministerio de Negocios Extranjeros del Reich, de visita a Moscú, al pasar por la Plaza Roja resumió en estas palabras la atmosfera de tranquilidad existente en la capital: “Quien estuvo en Moscú y no vio a Lenin, me dijo un miembro de la Embajada, no vale nada para la población rural rusa”.

En las campañas anticomunistas, los textos sobre los Gulags siberianos creados por Stalin y los relatos sobre el sufrimiento de los deportados funcionan como artillería pesada. Muchos libros han sido dedicados al tema, desde la novela que valió el Nobel a Solzhenitsin.

Losurdo aborda la cuestión de frente, situándola en una perspectiva poco habitual.

Estudio a fondo la documentación soviética existente en los archivos. Como ser humano y revolucionario le inspiran sentimientos de repulsa e indignación los campos de trabajo forzados, en cualquier país y cualquiera que sean los objetivos.

Esa posición no le impide denunciar la falsificación de las estadísticas occidentales que inflaron desmesuradamente la población de los Gulag, multiplicando el número de personas que pasaron por ellos y los que allí murieron.

Simultáneamente, rechaza los paralelismos establecidos entre los campos de exterminio nazi y los campos de trabajo soviéticos. El universo de los campos de concentración siberianos eran un mundo de contradicciones. En la URSS – escribe Losurdo- la ley castigaba con rigor las violaciones rutinarias de los reglamentos. El propio Vishinsky, cuando era Procurador General de la Unión, denunció públicamente las condiciones intolerables de algunos Gulag donde los hombres eran tratados como “animales salvajes”.

Losurdo recuerda que en los campos soviéticos había bibliotecas para los deportados, y la dirección promovía espectáculos, conciertos y conferencias y que los prisioneros en muchos Gulag estaban autorizados a elaborar periódicos murales.

A partir del inicio de la agresión alemana, las condiciones de vida se suavizaron en casi todos los campos de trabajo soviéticos. Millares de prisioneros fueron beneficiados por una serie de amnistías y reintegrados en la sociedad o en las fuerzas armadas.

Losurdo, en una crítica frontal a la hipocresía de los intelectuales anticomunistas que reescriben la historia falsificándola, procede a un breve inventario de los horrores de campos de concentración creados por potencias occidentales cuyos dirigentes se presentan como campeones de los derechos humanos, horrores ocultados por un manto de silencio.

Australia, por ejemplo, a lo largo de casi todo el Siglo XIX, fue la Siberia oficial de la Inglaterra imperial. Los textos que reproduce esbozan un panorama de los campos de concentración australianos sólo comparable con los creados por las SS de Himler. Los aborígenes, además, eran aún cazados como animales en ese país en el inicio del siglo pasado.

¿Y qué pensar de los campos de internamiento instalados por Roosevelt para ciudadanos de origen japonés –incluyendo niños- cuyo único crimen era el origen étnico? Durante la guerra, muchos prisioneros alemanes fueron sometidos en los EEUU a torturas medievales, como la destrucción de los testículos.

Es de dominio público que en la primera mitad del Siglo XX los linchamientos de negros eran aún rutinarios en los Estados del sur del país. Ho Chi Min describe esos espectáculos macabros, tolerados por las autoridades. Asistió, angustiado a uno de ellos.

En las historias de Inglaterra, no hay prácticamente referencias a los campos de trabajo militarizados instalados en la India durante el imperio. Pero existieron y fueron escenario de crímenes repugnantes.

La desaparición de la memoria histórica de los horrores de los campos de concentración creados por Francia en Argelia es igualmente una realidad en la patria de Víctor Hugo.

En Alemania se ignora el genocidio planeado de los Herreros y de los Hotentotes en Namibia cuando aquel país era una colonia del imperio de los Hohenzollern. Fueron hacinados como animales en campos especiales por el ejército colonial del Kaiser Guillermo II.

Del genocidio de los indígenas también poco se habla en Canadá. Pero ese silencio no apaga el hecho de que el objetivo de los campos de la muerte del país fue el exterminio deliberado de tribus enteras de indios en un autentico holocausto.

La evocación de esos crímenes olvidados por los defensores occidentales de los derechos humanos ocupa muchas páginas en el libro de Losurdo.

Podría haber acrecentado una referencia al campo de Tarrafal en Cabo Verde y a los campos de concentración, como el de São Nicolau, que Salazar instaló en Angola.

Stalin y los judíos

La satanización de Stalin en el Occidente no es solamente una constantes de las campañas anticomunistas. Historiadores europeos y estadounidenses de prestigio identificados con la ideología neoliberal cultivaron en las últimas décadas una perversa modalidad de irracionalismo en el esfuerzo de diabolizar a Stalin.

La receta es primitiva: Stalin y Hitler serian “monstruos gemelos”.

Losurdo en el desmontaje del paralelismo y de las imaginarias afinidades entre el dirigente soviético y el Führer nazi analiza los textos de autores como la destacada escritora sionista estadounidense Ana Arendt para ridiculizar la argumentación inspirada por un anticomunismo cavernícola.

Arendt, entre otras mentiras, presenta a Stalin como un anti-semita fanático. Le atribuye una “política canibalística” contra los judíos, basada en un odio racial feroz.

El historiador Robert Conquest, portavoz de la extrema derecha norteamericana, comentando la represión en Ucrania durante la colectivización, afirma que Stalin transformó aquella República soviética en un “inmenso Bergen Belsen” (un campo de exterminio alemán).

Losurdo señala que Conquest, en uno de sus libros, editado en el ámbito de una operación político cultural anticomunista, responsabiliza a la URSS por “infamias iguales en todo a las cometidas por el Tercer Reich”.

Cabe recordar que sucesivos presidentes de los EEUU manifestaron gran aprecio por Conquest como historiador y perfilaron la tesis del Golomodor (el llamado holocausto ucraniano), transformándola en una poderosa arma de la Guerra Fría. Reagan la utiliza como instrumento ideológico en el periodo que precedió al desmembramiento de la URSS.

Losurdo, al refutar las acusaciones del antisemitismo hechas a Stalin, recuerda que después del final de la guerra, antes de la división de Palestina, el dirigente soviético adoptó “una política fundamentalmente filo hebraica”. La URSS fue además el primer país en reconocer al Estado de Israel. En un mensaje dirigido desde Paris a Ben Gurion, su ministro de Asuntos Extranjeros destaca que los delegados soviéticos actuaron como “abogados de Israel” en la Conferencia de la ONU sobre la cuestión palestina.

Los archivos del Foreign Oficce del Departamento de Estado acumulan además una documentación que confirma una realidad hoy incómoda por muchos motivos: “la Unión Soviética contribuyó de manera esencial –como escribe Losurdo- para la creación y fortalecimiento del Estado hebraico”.

Losurdo, recurriendo a citas de diferentes autores, subraya que Stalin fustigaba el antisemitismo con expresiones como “chauvinismo racial” y “canibalismo”.

Muchos de los bolcheviques más destacados de la vieja guardia eran judíos. Zhdanov, un dirigente en el cual Stalin depositó una confianza irrestricta también era judío. Y durante décadas, millares de elementos de origen hebreo ocuparon funciones de la mayor responsabilidad en el Estado Soviético.

Hitler en sus catilinarias anti-semitas atribuía a los judíos un papel decisivo en la preparación de la Revolución de Octubre. Utilizando un lenguaje infame, aludía a una “horda terrorista hebraica” de “asiáticos circuncidados” y afirmaba que la sangre judía corría en las venas de Lenin. Y decía que Stalin era un judío, no por la sangre pero si por el espíritu.

La política pró Israel de Stalin solamente dió un giro de 180 grados, asumiendo una orientación antisionista, cuando los diplomáticos de Tel Aviv, después de la visita de Golda Meier a Moscú, iniciaron contactos secretos con la comunidad hebrea de la URSS con el objetivo de estimular la emigración hacia Israel de los judíos soviéticos.

“Cada hebreo –habría dicho entonces Stalin, según Roy Medvedev- es un nacionalista, y es un agente del espionaje norteamericano”.

Losurdo aborda con cautela el tema de la alegada “conspiración” de los médicos judíos de Stalin a la cual escritores y periodistas occidentales dedicaron millares de páginas. Transcurrido más de medio siglo, el fusilamiento de algunos de esos médicos continua sucintando polémicas apasionadas dentro y fuera de Rusia. El filosofo italiano, comentando versiones contradictorias, evita una conclusión, señalando que no fueron solamente dirigentes soviéticos quienes prestaron credibilidad a la teoría del complot. El diplomático británico Sir Joe Gascoigne admitió en la época que los médicos del Kremlin eran “culpables de traición”.

Comunismo antítesis del fascismo

La intensidad, las proporciones y la sofisticación de la campaña anticomunista en la cual uno de los objetivos era la destrucción de la imagen positiva proyectada en el mundo por la Unión Soviética produjeron en Occidente efectos prolongados y complejos que se manifiestan aún, transcurridas casi dos décadas desde la reimplantación del capitalismo en la patria de Lenin.

La ofensiva prosiguió. Los teóricos del capitalismo, creadores de slogans como “el imperio del mal” y otros similares, comprendieron que el esfuerzo para desacreditar a la URSS era insuficiente si no concentraban sus críticas en la ideología del sistema. Marx, Engels y Lenin se tornaron en los blancos preferidos de los intelectuales y de políticos empeñados en presentar al socialismo como un proyecto fracasado, no solamente utópico, sino monstruoso. Cualquier científico político mínimamente estudioso sabe que no existió hasta hoy un único régimen comunista. Pero simulando ignorar la evidencia –el comunismo es una fase superior del socialismo- los ideólogos de la burguesía insisten en llamar comunistas a los países que desarrollaron experiencias socialistas, entre ellos la URSS.

La mayoría de los Partidos Comunistas – el Portugués, el de Grecia, el AKEL chipriota son en Europa las excepciones del revisionismo- no supo reaccionar positivamente a esa ofensiva ideológica. Muchos dirigentes, por ella contaminados, no solamente participaron de las campañas de satanización de la URSS sino que renegaron de los valores de la Revolución de Octubre, llevando la capitulación al extremo de adherirse a las calumnias anticomunistas.

Registro que no faltan militantes de partidos revolucionarios que, por temor, no osan hoy asumirse públicamente como marxistas y comunistas.

Fue en el ámbito de esa ofensiva ideológica en la que académicos de grandes universidades europeas y norteamericanas forjaron la tesis según la cual el fascismo y el comunismo serían, al final, variantes de una misma concepción monstruosa de la política. Entre los muchos libros publicados sobre el tema, algunos como Orígenes del Totalitarismo, de Ana Arendt, fueron best-seller mundiales que diseminaron la mentira y la calumnia con barniz de verdad.

Domenico Losurdo en los capítulos dedicados a la psicopatología y a la moral de la literatura politica occidental de la época de Stalin ,y a la aberración de las comparaciones entre este y Hitler, desciende a los orígenes y motivaciones de la estrategia anticomunista.

Recuerda que ese trabajo tiene raíces antiguas. El Presidente Wilson, por ejemplo, era un fanático anticomunista. En su opinión, la Revolución de Octubre fue fundamentalmente un Complot alemán; Lenin y otros dirigentes bolcheviques habrían estado durante años al servicio de la Alemania imperial.

Losurdo, que emplea la expresión Gran Terror con mayúsculas para designar el bienio 37-38 de los Procesos de Moscú, esboza con frontalidad el cuadro sombrío de la represión en la URSS en diferentes fases de la era de Stalin.

Alerta, además, para la hipocresía de eminentes historiadores occidentales que blanquean y omiten crímenes contra la humanidad practicados por los gobiernos y fuerzas armadas de los países capitalistas en tanto se esforzan para movilizar las conciencias contra los cometidos por los “monstruos comunistas”.

Recuerda –apenas un ejemplo – que el fusilamiento de oficiales polacos por los soviéticos en Katyn fue un crimen sin disculpas. Señala sin embargo que esa masacre abyecta ha sido utilizada exhaustivamente por la propaganda occidental en el cine, la televisión, la prensa, en libros, como prueba del carácter bárbaro del régimen soviético.

En un brevísimo inventario de algunos crímenes occidentales que no figuran o son suavizados en los manuales de Historia, Losurdo cita entre otros:

-La muerte por hambre y maltratos de dos de los tres millones de prisioneros soviéticos capturados por los Alemanes en el Frente del Este.

-La masacre cometida por los británicos de millares de mujeres y niños en el campo de concentración de Kamiti, en Kenia, después de la rebelión de los Mau Mau.

-El bombardeo genocida de Dresde por los ingleses cuando la guerra estaba en el final y el apoyo de Churchill, Roosevelt y Truman a los bombardeos terroristas de ciudades alemanes sin objetivos militares con el objetivo de aterrorizar a la población.

-La ejecución en Sicilia por orden del general Patton de soldados italianos que se habían rendido al ejército norteamericano.

-El genocidio en las Filipinas en el comienzo del Siglo XX durante la revuelta contra la ocupación norteamericana.

-El exterminio total de la población aborigen de Tasmania.

-El rechazo a hacer prisioneros musulmanes durante la campaña de Sudan a finales del del Siglo XIX, campaña en la que Churchill participó como oficial de caballería.

-La ejecución en Taejon, en Julio de 1950, de 1700 coreanos que antes del fusilamiento fueron obligados a excavar la fosa donde fueron sepultados.

-El exterminio por el ejército de los EEUU del total de los habitantes de decenas de aldeas en Vietnam y Laos.

-La orden de Nixon en el inicio de los años 70 para que fuesen lanzadas en las áreas rurales de Camboya más bombas que cuantas habían caído en las ciudades japonesas durante toda la Segunda Guerra Mundial.

-El más trágico y abyecto de todos los crímenes contra la humanidad: el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en Agosto de 1945.

El odio no hace la Historia

Para los ingleses es muy contradictorio hoy reconocer que sus líderes derramaron elogios sobre Mussolini y Hitler antes de la Guerra Mundial.

Churchill declaro en 1933 que veía “el genio romano personalizado en Mussolini, el mayor legislador vivo, que mostró a muchas naciones como se puede resistir a llegar al socialismo…”

Cuatro años después, en 1937, escribió que Hitler era un político “extremadamente competente”, con una sonrisa que “desarmaba” y un “sutil magnetismo personal”.

Lloyd George, el ex Primer Ministro liberal, fue aún más apologético al definir al Führer como “un gran hombre”.

Paradójicamente, los mismos dirigentes de las grandes potencias occidentales cuyos anatemas contra la URSS y Stalin continúan siendo rutinarios en las campañas anticomunistas reconocieron públicamente la decisiva importancia de la contribución soviética para la derrota del Reich Nazi y manifestaron gran aprecio por la persona del Secretario General del PCUS.

Roosevelt, ya muy enfermo, no ocultó la impresión positiva que en la Conferencia de Teherán le causara la personalidad de Stalin, definiéndolo como un estadista de gran talento y cultura.

En la correspondencia de Churchill hoy publicada son numerosas las referencias altamente elogiosas de Stalin. Identificó en él a uno de los más dotados estadistas del Siglo XX. Eso no le impidió dar por lo dicho lo no dicho y ser el orgulloso padre de la Guerra Fría al esbozar en el famoso discurso de Fulton los peligros de aquello que llamó la “Cortina de Hierro”. Obviamente el Informe Secreto de Jruschov supuso un poderoso estimulo a la campaña de demonización de Stalin.

La apertura de los Archivos soviéticos y las memorias de mariscales que desempeñaron un gran papel en la derrota militar del III Reich constituyen el más eficaz de los desmentidos a las afirmaciones grotescas de ese Informe que presenta de Stalin la imagen de un dirigente que cayera en depresión con la invasión alemana y sin influencia directa en la conducción de la guerra patriótica.

La tesis provocadora de los “monstruos gemelos”, difundida por Ana Arendt y otros escritores anticomunistas, no pasa de una grotesca operación de marketing político. Pero continúa siendo el ingrediente utilizado en las campañas de satanización de Stalin.

Losurdo llama la atención hacia el protagonismo que Arendt más de una vez asumió en esa ofensiva, en la tentativa de forzar un paralelo entre Alemania nazi y la URSS Staliniana. La escritora sionista pretende iluminar “el origen del totalitarismo”, pero en la realidad su ensayo agrede a la Historia, configurando aquello que Lukács llama el asalto a la razón.

La obsesión de los ideólogos del neoliberalismo en lanzar puentes entre Stalin y Hitler es tan irracional que asume facetas de paranoia. Losurdo pulveriza la tesis y recuerda con fundamento que por el pensamiento y por su intervención en la Historia ellos fueron precisamente dos personalidades antagónica

En tanto que Hitler hizo del racismo un cimiento del Estado nazi, Stalin lo condeno como forma de canibalismo social y amenaza a la paz. Stalin embistió contra el mito de la superioridad de los arianos puros, sobretodo alemanes, sobre los demás pueblos.

La Unión Soviética asumió un papel decisivo en la descolonización y fue gracias a la solidaridad del Partido bajo su dirección, apoyo ideológico y ayuda material que las luchas de liberación nacional se desarrollaron victoriosamente en África, en Asia y en América Latina.

Hasta Friedrich Hayek, el economista austriaco que es considerado el padre del neoliberalismo ortodoxo, reconoce que sin la Revolución Rusa el llamado estado social no habría sido posible en Europa.

Traducido por Pável Blanco Cabrera

http://www.kaosenlared.net/noticia/stalin-historia-critica-leyenda-negra-libro-domenico-losurdo

Aspectos del legado de Masferrer al pensamiento centroamericano

Aspectos del legado de Masferrer
al pensamiento centroamericano

La versión simplista que conocemos de Alberto Masferrer no hace justicia a la estatura del intelectual salvadoreño. Masferrer era una figura fascinante que se nutría de diversas corrientes de pensamiento y dejó un legado rico y complejo. En el siguiente artículo la conocida historiadora guatemalteca Marta Elena Casaús Arzú investiga las amplias redes intelectuales en las que se movía Masferrer. El influyente heterodoxo salvadoreño mantenía vínculos directos o indirectos con autores tan diversos como Gabriela Mistral, de Chile, José Vasconcelos de México, Joaquín García Monge de Costa Rica, los norteamericanos Waldo Frank, Henry George, los europeos Anatole France, Henry Barbusse, Annie Besant, y los filósofos hindúes Krishnamurti, Vivekanda y Jinarajadasa. El artículo discute además aspectos poco conocidos del legado masferreriano, sus ideas sobre raza y feminismo. La Dra. Casaús Arzú reside en España donde es catedrática de Historia de América en la Universidad Autónoma de Madrid. Es autora del libro Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920) (con Teresa García Giráldez).

Por Marta Elena Casaús Arzú

La red social de intelectuales de Alberto Masferrer

Las redes intelectuales de Masferrer se vincularon a cuatro círculos de sociabilidad muy concretos, que constituyeron los pilares fundamentales de creación de opinión pública y fueron la plataforma intelectual y política a través de la que se generó una gran disputa por la hegemonía cultural e ideológica de la época frente al positivismo y al marxismo.

El círculo de sociedades teosóficas de Centroamérica, constituidas como sociedades centroamericanas y unionistas, fue una de las principales redes de sociabilidad de la época, generó sólidos vínculos entre los intelectuales de la región y nuevos espacios públicos de debate y difusión de la filosofía espiritista y espiritualista. Estas redes estrechamente vinculadas entre sí en toda la región las formaron: el coronel Patrik Brannon Vega, introductor de la teosofía en El Salvador y padre de la poetisa Claudia Lars; Alberto Guerra Trigueros, uno de los principales amigos y discípulos de Masferrer, y otros intelectuales espiritualistas, Geoffroy Rivas, Lars, Gavidia, Rivera y el poeta Salarrué, casi todos ellos vinculados entre sí y con los teósofos guatemaltecos aglutinados en torno a uno de los intelectuales orgánicos más sólidos e influyentes de la época: el poeta, colombiano Porfirio Barba Jacob que fue el núcleo alrededor del que giraron muchos de los intelectuales centroamericanos.

Las redes de intelectuales estaban vinculadas al unionismo, red de inmensa importancia en los años veinte, cuando se firmó el Pacto de Unión, y Masferrer jugó un papel destacado junto con uno de sus amigos y colaboradores unionistas salvadoreños, como Rubén Rivera, con quien mantenía una fluida correspondencia y al que había dirigido una carta en 1898, en la que expresaba su pesimismo sobre aquel intento de unión centroamericana, que fue la República Mayor, que encabezaba como “La nueva Centroamérica”. Integraban estos unionistas aquella red que desarrolló los principios de la Constitución federal de 1921, entre los que figuraban Salvador Mendieta, Alberto Velásquez y Joaquín Rodas. Este círculo estaba dominado por algunas sociedades teosóficas guatemaltecas, hondureñas y nicaragüenses, a las que pertenecían intelectuales como Flavio Guillén, Carlos Wyld Ospina, Tácito Molina Izquierdo y José Miranda y especialmente el grupo de teósofos unionistas quezaltecos que apoyaron a Masferrer durante su estancia en Guatemala. En concreto: Joaquín Rodas, Francisco Ocheita, Manfredo y Carlos Déleon y Efrén Castillo, todos ellos miembros del Comité central teosófico centroamericanista de Quetzaltenango y, por tanto unionistas convencidos.

Las redes de intelectuales y pedagogos espiritualistas que controlaban un buen número de periódicos, revistas y editoriales con cuyos redactores o articulistas Masferrer estaba vinculado personalmente o mantenía correspondencia, como con García Monge y Brenes Mesén – Repertorio Americano de Costa Rica; con Froilán Turcios y Graciela Bográn -Ariel de Honduras; con Máximo Soto Hall, José Arzú, Flavio Guillén, Joaquín Rodas y Alberto Velásquez – La Cuerda, Vértice, Vida, Cultura, Cisterna de Quetzaltenango; y con sus hermanas María y Teresa Masferrer, Alberto Velásquez, Rodríguez de la Cerna en la capital con quienes acabó fundando el semanario Orientación, la Sociedad Vitalista y el Partido Vitalista de Guatemala y posteriormente la Unión Vitalista Hispanoamericana.

Su estrecha relación con la poetisa y pedagoga, Gabriela Mistral de Chile y con Vasconcelos de México y García Monge en Costa Rica, favoreció la reproducción de sus escritos en las revistas y los periódicos que dirigían. También se vinculó directa o indirectamente con otros intelectuales: los norteamericanos Waldo Frank, Henry George; y europeos Anatole France, Henry Barbusse, Annie Besant y con el mismo Krishnamurti, Vivekanda y Jinarajadasa a quienes conocía personalmente y de quienes hablaba constantemente en sus cartas.

Todo ello le permitió una amplia difusión de su obra, la implantación de un nuevo modelo de educación y de ética regeneradora, así como una propuesta agraria, unionista y anti imperialista para toda la región, siendo uno de los autores más leídos en su momento. Por último la red de mujeres, con las que formó la primera Liga feminista salvadoreña, le acompañó en todo momento. Entre éstas había numerosas maestras, poetisas, actrices – Ana Rosa Ochoa y María Solano de Guillén, pioneras del feminismo en El Salvador; Clara Luz Montalvo y Tránsita Córdova de Ramírez; sus hermanas por ambas vías, la paterna María y Teresa Masferrer de Miranda y la materna, Nela Mónico a quien le unió una constante correspondencia epistolar. En Guatemala, Isaura Menéndez, Josefina Saravia, Luz Valle, Rebeca Valdez Corzo, Lina Leiva, Carmen Tamayo, Sara de Arévalo y el núcleo de mujeres que constituía la Sociedad Gabriela Mistral, una de las sociedades feministas de orientación teosófica que más apoyó la constitución de la Sociedad Vitalista y que más contribuyó a difundir su pensamiento en el ámbito de la educación.

El debate entre la Raza y la Cultura

Una aportación novedosa al pensamiento centroamericano, relacionada con las corrientes teosóficas y espiritualistas, especialmente en la línea del socialismo fabiano de Besant, era su concepto de raza y cultura. Este es sin duda uno de los aspectos, como el de la nación y de la identidad, en donde la ruptura con el positivismo y con la vertiente spenceriana y deterministas es más fuerte.

En la línea de Vasconcelos, de Mistral y de Sandino esos ”caballeros andantes”, que luchaban por la justicia, la belleza y la verdad, iba más allá que estos autores al negar la validez del concepto de RAZA para explicar la identidad de América, considerando que para forjar “ una verdadera nacionalidad, “(…) La defensa de la raza no es un buen punto de partida sobre el que debe descansar el andamiaje de nuestro patriotismo indoamericano”, porque, “edificando sobre ella, una palabra sin sentido real, no edificamos nada sólido pues el problema según nosotros lo entendemos no es de raza sino de cultura, porque si la América Latina – usemos ese falso nombre-, se viene desmoronando y cayendo a pedazos grotescamente, en los bolsillos insondables de los norteamericanos….no es porque en ella predomine una u otra raza no porque nadie intente destruir o alterar sus caracteres raciales, sino porque no tiene o no ha sabido crearse una cultura propia, original y elevada, que justifique su existencia como elemento de valía en el concierto de las naciones… porque en vez de crear, ha sido copiar y caricaturizar”.

Consideraba inválidas las argumentaciones acerca del supuesto de la defensa de la raza americana. Masferrer se preguntaba, ¿cuál raza?, ¿defenderla de quién? ¿De Estados Unidos que posee un millón de negros y de otras razas? Disiente del planteamiento vasconceliano o rodoniano y sus seguidores acerca de la existencia de una raza hispanoamericana, considerando que ésta se hallaba todavía en formación, en búsqueda de su propia identidad y de su propio destino como Nación. Consideraba que el imaginario de la raza indohispana con preponderancia del elemento indio sobre el hispano forjado por una mayoría de mestizos era una falacia, porque ningún hispano quería considerarse descendiente de indios o de negros, porque renegaban de esa parte de su identidad. Era una falacia porque cuando se hablaba de raza indohispana o indoamericana para defender y cultivar la raza, opinaba Masferrer, se estaban refiriendo a un núcleo de blancos o casi blancos, al que se designaba con el adjetivo de “latino”.

Por ello proponía cambiar la palabra raza por la de cultura porque ésta reflejaba mejor un proceso de creación, de arraigo, un proceso de “creación nacional”, mientras que la raza se refería más bien a lo físico, a lo puramente biológico. A juicio del autor, era una palabra limitante y excluyente que lo único que hacía era estorbar” como, “nos estorban los millones de indios mexicanos y centroamericanos, nos estorban los rotos chilenos mestizados de araucanos… nos estorba todo lo que no sea blanco o mestizo con más sangre blanca… y como nos estorban, para ser lógicos trataríamos de aniquilarlos o por lo menos seguiríamos tratándolos como hasta el presente, como una raza inferior buena para explotarla (…)”. Masferrer era consciente de la discriminación e incomunicación que se producía entre los diversos grupos que conformaban América Latina y creía que el término raza contribuía a profundizar el racismo, la discriminación y a justificar un sistema de dominación y explotación. Es por ello por lo que apostaba por el concepto de cultura porque abarcaba más expresiones y manifestaciones materiales y espirituales de los pueblos americanos. “Al hablar de cultura, hablamos de espíritu” de instituciones de leyes, de costumbres y de educación”. Proponía cambiar el lema de la Universidad de México, por mi raza hablará mi espíritu, por el lema por mi cultura hablará mi espíritu. Sólo desde estos supuestos pluralistas, se podría forjar, el HOMBRE NUEVO, la AMÉRICA NUEVA.

El feminismo masferriano

Otra de las aportaciones de Masferrer fue su defensa de la emancipación de las mujeres, reivindicación propia de la teosofía, pero no sólo de aquellas de clase alta que convertían en esclavas al resto de sus compañeras, sino al conjunto de la población femenina, abogando por la emancipación de todas las mujeres, “si el feminismo ha de ser algo noble y eficiente no se detendrá en ser una mezquina lucha de grupos sociales…Si la emancipación de la mujer ha de significar algo en la historia, será la emancipación de todas las mujeres”. En este sentido y para su época es uno de los pocos autores que cruza la variable de género con la de clase. Masferrer constituye un importante precursor del feminismo centroamericano, en la medida en que, al amparo de sus ideas, se constituyeron las primeras ligas feministas del país y apoyó a la primera candidata a la presidencia en El Salvador, Prudencia Ayala, en 1928. En el diario Patria escribía una columna fija dedicada a la emancipación de la mujer y generó un fuerte debate en la prensa de la época sobre el tema de la emancipación de las mujeres vinculadas al vitalismo y a la teosofía.

En la correspondencia con Hortensia tiene varios debates sobre lo que es el feminismo en el que llega a definirlo como “ un movimiento para reivindicar a favor de la mujer todo el respeto al que tiene derecho, como ser viviente e integro, como persona responsable ante Dios y ante si misma, de sus pensamientos, palabras y obras; como ser capaz de cumplir su destino….el feminismo, consiste en que la mujer adquiera cabal conciencia de lo que es, de lo que puede ser y de lo que debe de ser, es decir de sus capacidades fisiológicas, psicológicas, mentales y espirituales. De sus responsabilidades ante la sociedad, ante la humanidad y singularmente ante el niño a quien trae a la vida”.

Resulta interesante el apoyo que tuvo de las redes de educadoras, maestras, poetas, artistas y mujeres de la elite centroamericana a lo largo de su vida, especialmente de su hermana y hermanastra, Nela Mónico y Teresa Masferrer. La fundación de las sociedades vitalistas fue en gran parte organizada por la red de mujeres salvadoreñas y guatemaltecas, entre las que colaboró activamente la Sociedad Gabriela Mistral, especialmente Josefina Saravia e Isaura Menéndez. Fue muy relevante su papel como educador en las escuelas de señoritas en Costa Rica, El Salvador y Guatemala.

Reflexiones en torno a su pensamiento:

Finalizamos resaltando la coherencia de este autor como librepensador, que supo combinar su vitalismo filosófico de orientacion más bien hinduista con una veta socialista utópica y anarquista en los temas políticos y sociales, modernista en la literatura y con una búsqueda espiritual de un panteísmo universalista. Es ahí donde Masferrer, como otros muchos autores de su época, encontró en la teosofía, sobre todo en la vertiente de Besant, de Tingley, del primer Krishnamurti y de Jinarajadasa, la unidad de pensamieto y de accion social.

En su obra de madurez, póstuma, El libro de la Vida, volumen I y II y Cartillas Vitalistas, se reafirmó en todas esas líneas de pensamiento, aparentemente contradictorias y ambiguas, que con su gran capacidad didáctica y sintética supo unificar y dar sentido social y político a un pensamiento idealista, fenomenológico con ribetes hinduistas, pero con una enorme fuerza movilizadora que encontró en el socialismo fabiano georgista y en el pensamiento anarquista sus principales fuentes de inspiración social.

El Acta de Independencia sin independencia

Lunes, 07 de Septiembre de 2009 / 08:28 h
El Acta de Independencia sin independencia

Dagoberto Gutiérrez

Este es el documento más secreto que alguien puede conocer. Jamás ha sido pensado públicamente, aunque ha sido y es mencionado de manera grandilocuente, es referido a la Patria, pero no a las condiciones políticas e históricas, no es trabajado con referencia a los intereses de los protagonistas que lo concibieron, redactaron y aprobaron; en fin, el acta ha sido despojado de su valor histórico propio, y en consecuencia, ha sido enterrado y soterrado, hasta ahora.

En el documento se refleja la actuación de dos partes enfrentadas y con diferentes intereses y protagonismos: por un lado, los funcionarios del poder colonial, que maniobran contradictoriamente entre sí, y por otro lado, el pueblo de la ciudad de Guatemala que presiona, realmente, por una real independencia de España.

En el bloque de los funcionarios estaban los que no querían la independencia de España, los que estaban dispuestos a firmar un acta de independencia para anexionarse después al Virreynato de Nueva España (México), y en el caso de los criollos de San Salvador, los que querían, sobre todo, los que querían sacudirse el predominio económico de los criollos de Guatemala sobre la provincia de San Salvador.

Vistas las cosas así, resulta que los hombres reunidos el 15 de septiembre de 1821, en el Palacio Nacional de Guatemala, no eran rigurosamente independentistas frente a la metrópoli española, y que los verdaderamente independentistas eran el pueblo que estaba en la calle exigiéndola a gritos, y metiéndole miedo a los señores perfumados que vacilaban al interior del palacio.

Esta lógica es la que explica el texto del acta, porque como sabemos, para interpretar un texto hay que conocer su contexto, y en este caso su contexto histórico. El acta en referencia puede dividirse en 5 partes, y en sus 18 numerales encontramos una atención al Congreso que, posteriormente, en el mes de marzo de 1822, determinaría la independencia de España.

Esto quiere decir que el 15 de septiembre no es la fecha definitiva de la independencia. Luego viene la parte que va del número 7 al 9, en donde se establece claramente que se trata de una independencia sin independencia, o una especie de cambio pero sin cambio.

La tercera parte, que va del número 10 al 11, establece el poderío de la iglesia católica, en tanto que el número 12 es el texto que garantiza el orden y tranquilidad, y del 13 al 18, se establece el protocolo y los actos oficiales correspondientes.

En el número 1 del documento encontramos la confrontación histórica real de la coyuntura de 1821. El texto dice que la independencia debe ser pública “para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Aquí encontramos el sentido excluyente de este texto y la voluntad política de quienes lo redactaron o firmaron.

Lo cierto es que revela la existencia de la confrontación real entre los sectores populares realmente independentistas y la de los funcionarios y miembros de las elites políticas y económicas que consideraban que era necesario evitar que el pueblo hiciera en realidad la independencia, porque en ese caso, dicen los señores en su texto, que las consecuencias serían temibles.

A continuación, y confirmando que el acta del 15 de septiembre no era el documento definitivo, se pasa a organizar la convocatoria al Congreso que el siguiente año, 1822, debía decidir “el punto de independencia general y absoluta, y fijar en caso de acordarla, la forma de gobierno y ley fundamental que deba regir”.

En los siguientes numerales se desarrolla el procedimiento de convocatoria; mientras tanto, el Brigadier Gavino Gainza, funcionario español, nombrado por España para gobernar la Capitanía General de Guatemala, dice el texto, “continúe con el gobierno superior político y militar”, es decir, que no hubo ninguna independencia, y mas bien fue una maniobra para aplacar las exigencias populares y ganar tiempo para sus intrigas palaciegas.

Pero, además, los señores disponen formar “una Junta Provisional Consultiva” para que el gobierno continuista de Gainza “tenga el carácter que parece propio de las circunstancias”. Por si esto fuera poco, ocurre que esta Junta Provisional Consultiva, que debía ser consultada por Gainza, es la que debía consultar al señor jefe político “en todos los asuntos económicos y gubernativos”. Esto quiere decir, ayer, hoy y siempre, que estos no eran independentistas, y no tenían interés en romper con la metrópoli.

La iglesia católica tenía un papel político muy importante en los acontecimientos y el texto le asegura el monopolio de esta fe, los cargos ocupados y, además, a los ministros eclesiásticos seculares y regulares les garantiza protección “en sus personas y propiedades”, y se les da la tarea política de sofocar la pasión independentista del pueblo para que no se dividan los ánimos y no se produzcan “funestas consecuencias”.

En esta parte, el texto llega a ser perverso y antipopular y nos muestra el miedo profundo que se le tenía al pueblo independentista, al que había que controlar mediante la fuerza y el trabajo ideológico de la iglesia católica. Lo que sigue en el documento hasta el número 18 es el protocolo de la ocasión. Hay que hacer notar que en el número 13, Gabino Gainza debía publicar un manifiesto informativo de lo que se había hecho, pero sin una fecha concreta para hacerlo.

En realidad, el acta de independencia del 15 de septiembre de 1821, debe ser tratado históricamente, y debe ser salvado en esa calidad, pensado, estudiado, discutido, en su contexto histórico, para revelar la lucha política, los intereses enfrentados y el papel del pueblo y las elites, dentro de la coyuntura. Es necesario romper, desde abajo y desde arriba, el silencio sobre este documento, para poner en su sitio, desde las diferentes visiones e intereses actuales, el pasado histórico, de manera de encontrar ahí las pistas que necesitamos para enfrentar y resolver nuestros problemas actuales.

El mayor fracaso histórico que se engendraba en 1821 era que Centroamérica, como realidad política, necesaria, vital e imprescindible, actualmente, no estaba apareciendo en las cabezas, en los bolsillos y en los propósitos de las fuerzas, personas e intereses, reunidos en el Palacio Nacional de Guatemala, y hasta hoy, 5 pequeños, pobres y atrasados países, se debaten entre la miseria de los pueblos y la opulencia ofensiva de los dominadores.

CPUSA Work in Progress

CPUSA Work in Progress

A presentation to the Chautauqua Institution’s Heritage Lecture Series, July 21, 2009

Thanks for the kind introduction. I am happy to be a part of this prestigious conference and want to thank you and others for the invitation to be a participant.

This conference provides an important site to explore a world confronting challenges both near and long term that will tax our analytical and problem solving capacities.

The title of my talk is “American Communism,” which is so expansive that I could turn this presentation into a marathon. But I suspect such an attempt on my part would not be well received.

A far wiser course, I decided, would be to narrow down the scope of my remarks to this theme: “The Communist Party: A Work in Progress in a Changing World.”

I hope you will find it of interest; if any of you are expecting militant rhetoric and passionate appeals to storm the barricades, you will be disappointed so I apologize in advance.

So here goes!

No organization or institution can long exist in a condition of stasis; organizations in general and political parties and social movements in particular have to adjust to new conditions.

And the reason is simple: change is constant and organizations and institutions must, if they want to remain relevant, change in the face of changing conditions.

Since the beginning of this decade, the Communist Party has been reconfiguring its theory, politics, structures of organization, and, not least, finances to the turbulent times in which we live. We did so because we had no other choice. Necessity was the mother of invention.

To be sure, not everything turned out as we hoped and many things still have to be attended to.

On the whole, however, we challenged outdated notions and practices, adjusted our policies and style of work to new conditions, and gained experience.

Had we stood still, life would have left us in the rear view mirror. A glance at history, after all, reveals that the political landscape is littered with political and social formations that didn’t adapt to new realities.

But to our credit we chose change. We eagerly searched for new angles of looking at, thinking about, and reshaping the world.

Such an approach is consistent with and an imperative of Marxism. Otherwise, Marxism loses its capacity to assist people in their desire to re-imagine and remake the world – not in some sort of utopian way, but rather in a way that meets the expanding requirements of a good life at the beginning of the 21st century.

Karl Marx and Frederick Engels, who together developed an analytical structure and methodology that enabled the working class to comprehend and change the world, never claimed the “last word” on any subject; they never shoehorned facts to fit a preconceived theory; they never allowed abstract theoretical constructions by themselves to determine political policies or action.

Near the end of his life, Engels, in an effort to counter a dogmatic interpretation of historical materialism that was fashionable in the socialist movement of that time, wrote:

“Our conception of history is above all a guide to study… All history must be studied afresh.”

A decade or so later, Vladimir Lenin, the leader of the Russian revolution asserted,

“A Marxist must take cognizance of real life, of the true facts of reality, and not cling to a theory of yesterday, which, like all theories, at best only outlines the main and the general, only comes near to embracing life in all its complexity.”

In other words, Marxism, if properly understood and practiced, has no affinity for lifeless schemes that squeeze contingency, contradictions, and novelty out of the process of social change. The repetition of timeless and abstract formulas, which the Communist movement has been guilty of at times, is inconsistent with Marxism’s spirit and letter.

Only when Marxism takes into account concrete realities, absorbs new experience, and is open-ended to new insights by Marxists and non-Marxist alike does its analytical and political power reveal its full potential. The truth is concrete.

I belabor this point because it is this method of inquiry that we are employing to the best of our ability to today’s world.

New Realities

The impulse to look at the world afresh springs from the inescapable new realities of the closing decades of the 20th and the first decade of this century that are reframing politics, economics, culture, and modes of thinking.

What were some of these realities?

To begin, the ascendency of the extreme right to political dominance signaled by the election of Ronald Reagan and continuing through the Bush years was a sobering and painful reality for anyone who favored peace, equality, fairness, and democracy.

The aim of this right wing grouping, of which the Bush administration was the last and most dangerous example, was to reestablish by any means necessary the unchallengeable hegemony of U.S. capitalism, to restore profits and wealth of the ruling elite, and to reconfigure the role and functions of the government to the advantage of the richest families and corporations.

While achieving many of their aims over a thirty-year period, their political project is now in shambles and its perpetrators have been discredited.

Of course, in the meantime, a heavy price was paid and working people and their allies were thrown on the defensive for that entire period.

The changing structure and distribution of economic activity and power across global space was something we could not ignore in our calibrations and recalibrations either.

As the Soviet Union was collapsing in 1991, thus removing one of the two states that structured world relations for nearly a half-century, China was emerging as the main rival to the global dominance of U.S. capitalism. It has been joined in recent years by India, Brazil and Russia. And East and South Asia has been the most dynamic region of capital accumulation over the past decade or so.

I would further add that other regional groupings, nations, international bodies, and hundreds of millions of people are resisting U.S. tutelage too.

When combined with the implosion of Wall Street and the Iraq disaster, it signals a terminal crisis of U.S. capitalism’s dominance of the world system of states. Or to say it differently, a unipolar world is giving way to a multipolar world, which presents both opportunities and dangers to the new administration and humanity.

In fact, an urgent question for the American people is the following: Will U.S. capitalism adapt peacefully to new world realities or will it employ massive force to maintain its standing? Bush tried force, but abjectly failed.

On the other hand, the new administration is going in a different direction. How far it will go is another question that can’t be answered yet.

Suffice it to say that the redefinition of the U.S. role in the world is among the most compelling issues in the first part of the 21st century, ranking in importance to combating global warming. Unless both are attended to, they could endanger the survival of our species on Mother Earth.

Where is the sustained boom?

The new dynamics of the U.S. economy that took shape in the late 1970s and structured the economy for the next three decades were another factor that compelled us to reexamine our traditional wisdom.

While the present economic crisis was triggered by the collapse of housing markets, it is located first of all, in the outgrowth of longer-term processes of capitalism that go back to the late 1970s.

Thirty years ago U.S. capitalism was beset by seemingly intractable and contradictory problems – high inflation and unemployment, declining confidence in the dollar as an international currency, new competitive rivals in Europe and Asia, a slowing of economic growth, and a falling profit rate.

All of these problems occurred in the context of progressively growing overproduction in world commodity markets.

Faced with this unraveling, then-chairman of the Federal Reserve Paul Volcker stepped into the breech and pushed up interest rates to record levels. This spike in interest rates sent unemployment rates soaring to double digit levels, forced the closing of scores of manufacturing plants and family farms, left communities of color in depression like conditions, and negatively impacted the global economy, particularly the developing countries in Asia, Africa and Latin America.

At the same time, the spiking of interests rates upward, redirected mobile capital abruptly and massively from hither and yon into U.S. financial channels where returns were now extremely high.

Once in financial channels, banks, investment houses, hedge funds, private equity firms and so on, intent on maximizing their profits in a very competitive and increasingly permissive regulatory environment raced at breakneck speed into a
massive buying and selling and borrowing and spending spree for the next three decades — all of which led to bubble economics, the erosion of the real economy, instability, and ultimately to economic ruin.

If the cause of the ascendency of finance lies in the contractions and decline of U.S. capitalism domestically and internationally, its lubricant was the production and reproduction, seemingly without end, of staggering amounts of debt — corporate, consumer and government.

Debt is as old as capitalism. But what was different in this period of financialization is that the production of debt and accompanying speculative excesses and bubbles were not simply passing moments at the end of a cyclical upswing, but essential to ginning up and sustaining investment and especially consumer demand in every phase of the cycle. Indeed, financialization grew to the point where it became the main determinant shaping the contours, structure, interrelations, evolution and dynamism of the national and world economy.

Without speculative bubbles, generated by the federal government and Federal Reserve over the past 15 years in Internet technology, then in the stock market, and most recently, in housing – the performance of the U.S. and world economy would have been far worse. But, as we are painfully learning, financialization is a two-edged sword.

Not since the Great Depression has the economy been in such bad shape. Forecasts that economic activity will resume at the end of this year or early next year are problematic in the minds of many economists. Don’t be surprised if the economy’s cyclical path is L-shaped — that is, deep and prolonged.

While we don’t know exactly what the contours and trajectory of the economy will be going forward, we do know the notion that capitalism isn’t a self-correcting system and that lifts all boats.

The notion that it is has its roots in the so-called “golden age” of U.S. capitalism from 1945-1973, during which economic growth rates, investment levels and living standards steadily increased for broad sections of the American people.

But there is a problem here. An era of stable and continuous growth is unlikely to occur in the foreseeable future. Indeed, the conditions for U.S. capitalism’s “golden age” no longer exist. They were specific to a historical moment — not universal and timeless features of U.S capitalism.

None of those conditions exist today; indeed just the opposite is the case and the economy is not poised either in the short or medium term to take off as it did in 1945; long-term stagnation is a real possibility unless the economy is radically restructured.

Environment Reeling under stress

Another factor nudging us to reexamine our policies is the potential catastrophe of global warming and environmental degradation. Almost daily we hear of species extinction, global warming, resource depletion, deforestation, and on and on to the point where we are nearly immune to its ominous possibilities.

Our planet cannot indefinitely absorb the impact of profit-driven, growth-without-limits capitalism. Many scientists say that unless we radically change our methods of production and consumption patterns in the near term, we will reach the point where damage to the environment will become irreversible.

Despite this, even the most modest measures of environmental protection are resisted by sections of the transnational corporations and their right wing extremists in Congress and in the media.

Embedded realities

Still another consideration that caused us to think afresh is the deep and persistent racial, gender, and regional inequalities that exist across the planet.

The evidence of these inequalities is obvious: massive hunger and malnutrition, dire poverty, pandemic diseases, daily and institutionalized brutality against peoples of color, systemic abuse and oppression of women, explosion of slums around mega-cities, massive migrations of workers and peasants in search of a better life and the decay of whole communities and regions.

While these conditions exist worldwide and within our own borders, the countries of the southern hemisphere experience the worst forms of deprivation and inequality. And they won’t tolerate this condition for another century.

Another framing element for our reevaluation is the new communications technologies. These technologies are changing the way that we receive our news, work, do business, live, play, interact, and think. They are compressing time and distance. And their penetration into every aspect of life can only grow as time goes by.

The emergence of new social movements of considerable scope and the new vigor of the labor movement also challenged our received wisdom and actions. Over the past three decades old and new oppositional forces, including a revitalizing (it’s a process and thus uneven and developing) labor movement have entered politics to challenge right wing domination, culminating in a many-layered coalition that was instrumental in the victory of Barack Obama.

Finally, we were nudged to change because the Communist Party (and the left generally) was neither big enough nor influential enough. Even before the collapse of the Soviet Union we were small, not much more than 4000 members.

But with the split that occurred in 1991 our membership fell by a third, thus making our growth in size even more imperative.

Fresh look

Now that I mentioned to you some of the framing elements that weighed into our reconfiguration process, let me tell out you about the results of so far.

We are employing a methodology free of rigid and enclosed notions that resist new experience and discourage fresh thinking. Our catch phrase is to get in the mix, to join with others, to give priority to those struggles and issues that are impelling others into action.

We are giving greater coherence and elasticity to our strategic and tactical concepts and accenting the struggle for broad unity, and especially multi-racial and working class unity.

New emphasis is being attached to the popular character of the coalition, while at the same time giving prominence to the special role of the working class and labor movement as an emerging leader of this coalition.

We are taking a fresh look at the labor movement, noting the new positive developments, even asking ourselves whether quantitative changes were reaching a qualitative turning point in terms of labor’s outlook and practical activity.

The Internet is being utilized in a full-blooded way to communicate our message and organize our work. At the end of this year we are phasing out our print paper that goes back nearly 90 years and going over to daily online news.

We are shedding, what I call, a “mentality of marginalization.” Because of McCarthyism, the Cold War, the long economic expansion following WW II, and a resistance to thinking anew, the left, of which we are a part, found itself on the edges of politics for more than a half century. During this time, our ability to impact on broader political processes in the country has been narrowly circumscribed – nothing like the 1930s, nothing like the left in many other countries.

While the left stubbornly fought the good fight and made undeniable contributions over the past half-century, it was not a major player; it didn’t set the agenda or frame the debate; it didn’t determine the political direction of the country; it wasn’t a decider.

But the past doesn’t have to be prelude to the future. Because of the new political landscape, the left has an opportunity to step from the edges into the mainstream of U.S. politics. It has a chance to become a player of consequence; a player whose voice is seriously considered in the debates bearing on the future of the country; a player that is able to mobilize and influence the thinking and actions of millions.

Whether we do depends on many factors, one of which is our ability to shake off this “mentality of marginalization.”

How does this mentality express itself? In a number of ways – in spending too much time agitating each other; in dismissing new political openings; in thinking that moderate reforms are at loggerheads with radical reforms; in seeing the glass as always half empty; in acting as if our outlook is identical with the outlook of millions; in turning the danger of cooptation into a rationale to keep a distance from reform struggles; in enclosing ourselves in narrow Left forms; in damning victories with faint praise; and in having nothing good to say about our country.

In this peculiar mindset, politics has few complexities. Change is driven only from the ground up. Winning broad majorities is not essential. There are no stages of struggle, no social forces that possess strategic social power, and no divisions worth noting. And distinctions between the Democratic and Republican parties are either of little consequence or disdainfully dismissed.

Unless the Left—and I include communists first of all—sheds this mentality, it will miss a golden opportunity at this moment to engage and influence a far bigger audience than it has in the past six decades.

Path to socialism

We are re-envisioning the path to socialism and socialist society, based on present day challenges and a critical examination of the socialist experience in the 20th century. What are some of its main elements?

Our vision is of a society that is peaceful, democratic, economically just and efficient, and ecologically sustainable. Our socialist goal privileges social solidarity, economic security and sustainability, equality, cooperation, respect for difference, and peace.

In our view, socialism is not simply a good idea, but an overriding necessity for humankind to find timely solutions to problems that threatens its very future – massive inequality and poverty, global warming, war and nuclear proliferation, energy and resource depletion, pandemic diseases, and so forth.

There are neither universal paths to nor universal models of socialism. Socialism has to grow out of the soil of a particular country, at a particular time, and in particular set of circumstances. Our country will be no exception. We will follow our own distinct nationally specific path.

Socialism must settle the “property question” (from capitalist to socialist property relations or to put it differently, from a capitalist to a socialist mode of production) to be sure. Every revolution must accomplish this essential task, and ours will be no different.

But how this is done and the pace by which it proceeds largely depends on concrete circumstances. At socialism’s dawn in any country and then long into the transition to socialism I expect that a mixed economy, operating in a regulated socialist market and combining different forms of socialist, cooperative, and private property, will prevail, albeit with tensions, contradictions, and dangers.

Such ownership relations and market mechanisms by no means preclude economic planning and democratic control. It is hard, in fact, to imagine how the transformation of the economy can be successfully tackled without democratic planning.

While political supremacy of the working class and its allies is an imperative, once acquired its task isn’t to smash the state into so many pieces, but rather to transform the class content of state structures; extend democratic rights into the economic, social and cultural spheres; enact new democratic forms of participation; and finish the democratic tasks left unfinished by capitalism – especially the elimination of racial and gender inequality.

I stress this because in the American mind, the idea that socialism and democracy are incompatible has widespread currency. And this perception can’t be ascribed solely to ruling-class propaganda. Socialist societies have had democratic shortcomings, too often major ones.

The path to socialism in our country will be long, laced at every turn with massive struggles on many levels and involve a wide array of class and social forces. It will proceed – not straightforwardly, not smoothly, not without reversals, but through stages and at each stage of struggle the balance of power will hopefully tip to the advantage of the working class and people.

Rather than one final conflict triggered by a generalized economic breakdown, I envision a series of connected political, economic, and social crises compressed in time and large in scale that result in a crises of confidence and legitimacy in capitalism and its institutional forms on the part of millions.

Such a rupture of power won’t settle everything once and for all, but it will constitute a decisive turn in a transitional process toward socialism.

Decades ago socialist revolutions grew out of economic catastrophes and major wars. But communists, going back to the 19th Century, never believed that armed struggle and civil war were the only or the preferred avenue to socialism.

“The worker,” Marx said in a speech in Amsterdam in 1872, “must one day conquer political supremacy in order… But we do not assert that the attainment of this end requires identical means. We know that one has to take into consideration the institutions, mores, and traditions of the different countries, and we do not deny that there are countries like England and America and if I am familiar with your institutions, Holland, where labor may attain its new goal by peaceful means.”

I would add that in recent years radical social transformations in relatively peaceful circumstances have occurred in Latin America.

There the force of an active, organized, and overwhelming majority of the working class and its allies combined with the winning of bridgeheads in state structures, including the military, have isolated elites, dislodged neo-liberal governments from power, and cleared the ground, so far peacefully, for social and socialist transformations.

We believe that such an outcome is possible here too. In fact, it is hard to imagine a non-peaceful path to socialism in our country.

Obviously, socialism isn’t imminent. As I see it, we aren’t living in an era of revolution, but rather an era of reform, including possibly radical reform, marked at its beginning by the election of the first African American president.

Six months into the Obama presidency, I would say without hesitation that the landscape, atmosphere, conversation, and agenda have strikingly changed compared to the previous eight years.

Obama’s role

So far Obama’s presidency has both broken from the right-wing extremist policies of the Bush administration and taken steps domestically and internationally that go in a progressive direction.

At the same time, the administration hasn’t gone as far as we would have liked on a number of issues. He is neither a socialist nor a revolutionary despite the incessant claims of the far right.

All and all, however, the new President in deeds and words – and words do matter – has created new democratic space for peace, equality, and economic justice struggles. Whether this continues and takes on a consistently progressive, pro-people, radical reform direction depends in large measure on whether the movement that elected him fills and expands this space.

The struggle going forward, much like the New Deal, will be the outcome of a contested and fluid process involving broad class and social constituencies, taking multiple forms, and working out over time.

It will pivot on the expansion of social and economic rights, the reconfiguring of the functions of government to the advantage of working people, and the embedding of a new economic architecture and developmental path into the nation’s political economy.

No less importantly, it will also entail the recasting of the role of the U.S. in the global community along egalitarian and non-imperial lines.

“What’s all this talk about reform?” you may be asking. “Aren’t you a communist? Isn’t socialism your objective?”

Yes, socialism is the objective of the Communist Party and—according to recent public opinion polls—it is increasingly attractive to the American people. But clearly it is not on the immediate political agenda. Neither the current balance of forces nor the thinking of millions of Americans—the starting point in any serious discussion of strategy and tactics—has reached that point.

That socialism isn’t on the people’s action agenda, however, doesn’t mean that communists will zip our lips. Quite the contrary! We will talk it up and bring our modern, deeply democratic Twenty-First-Century vision of U.S. socialism to the American people. And with the use of the Internet we can reach an exponentially bigger audience than we could in the past.

As for our radical disposition, we are as radical as reality itself. And reality tells us that our main task is to assist in bringing the weight of the working class and other democratic forces to impress their interests on the struggle for reforms.

Current pase of struggle

The road to socialism is neither direct nor unencumbered. It will be complex, contradictory, roundabout, and go through different phases/stages of struggle.

It will only be reached in the course of struggles for reforms, including radical reforms and then only if tens of millions of American people embrace and fight for socialism.

If it only took the enthusiasm and energy of the left we would have had socialism long ago. Active majorities make history and social change, not militant minorities.

The left can help re-bend the arc of history in the direction of justice, equality, and peace. But only if we, and millions like us, pursue a sound strategy that unifies broad sections of the American people.

President Obama and progressive Congress people can’t be the only change agents and will be change agents only up to a point. Our responsibility is to support them, prod them, and constructively take issue with them when we have differing views.

But more importantly—and this is the heart of the matter—we have to reach, activate, unite, educate, and turn millions of Americans into “change agents” who can make the political difference in upcoming struggles.

Our parents and grandparents were such bottom-up change agents in the Depression years and the sixties. The American people today would do well to follow their example.

Likewise, communists of our generation would do well to follow the example of our Depression-era comrades. Without giving up their longer-term vision of socialism, they were guided by a sound strategy that accented struggles for reforms and broad unity; they employed flexible tactics; and they didn’t conflate their mood and temper with the mood and temper of the American people. As a result, they were a vital part of the political process of the Depression era.

Our nation faces great challenges as we plunge forward into this new century. But I am convinced that the people of this great land—and communists among them—will meet them as earlier generations met challenges on their watch.

Ascenso y derrota de la Revolución Salvadoreña

Ascenso y derrota de la Revolución Salvadoreña

Bajo la sombra de Esquipulas II

Ascenso y derrota de la Revolución Salvadoreña

Por Eugenio Recinos Belloso
Revista 1857, Nº 1, sept/dic de 2007

El triunfo de la revolución contra Somoza, el 18 de Julio de 1979, generalizó la situación revolucionaria al resto de Centroamérica, especialmente a El Salvador. Sin embargo, el imperialismo norteamericano y la oligarquía salvadoreña no se quedaron de brazos cruzados e iniciaron un conjunto de maniobras políticas y ataques militares para evitar la destrucción del Estado burgués y el orden semicolonial en la región centroamericana.

Tres Juntas de Gobierno

El 15 de octubre de 1979, la autodenominada “Juventud Militar” derrocó al dictador general Carlos Humberto Romero (1977-1979), poniendo fin a 17 años de gobierno del Partido de Conciliación Nacional (PCN). Este golpe de estado gozó del apoyo del Foro Popular, en el que participaba el Partido Comunista Salvadoreño (PCS), y el socialdemócrata Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).

La Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG) estuvo conformada por los coroneles Jaime Abdul Gutiérrez y Adolfo Arnoldo Majano, y por Román Mayorga Quiroz, rector de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas, Mario Andino, empresario y Guillermo Manuel Ungo del MNR. El democristiano Rubén Zamora fue nombrado ministro de la Presidencia y el empresario Enrique Álvarez Córdoba como ministro de Agricultura. Héctor Dada Hirezi fue nombrado ministro de relaciones Exteriores, en representación del ala “progresista” del Partido Demócrata Cristiano (PDC) A pesar del “apoyo critico” del PCS y de sectores de la burguesía, el Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), junto con el Bloque Popular Revolucionario (BPR) se lanzaron a las calles, promoviendo la movilización revolucionaria con huelgas, manifestaciones y tomas de edificios públicos.

Entre el 2 y el 5 de enero de 1980, los 3 miembros civiles de la Junta, junto con el gabinete de ministros, renunciaron a sus cargos excepto el ministro de defensa, coronel García. Los sectores “progresistas” abandonaron el proyecto de reforma del régimen militar. La reforma impulsada por los Estados Unidos terminó en un profundo fracaso. Las contradicciones entre el Coronel Majano y el Coronel Gutiérrez, reflejaba la profunda división de las fuerzas armadas en como detener el ascenso revolucionario El 9 de enero de 1980 se anunció la conformación de la segunda Junta Revolucionaria de Gobierno, conocida como Segunda Junta. Se mantuvieron al mando los coroneles Gutiérrez y Majano, se incluyó a José Antonio Morales Erlich, de PDC, continuó participando Héctor Dada Hirezi, quien había ocupado la cartera de Relaciones Exteriores. Esta segunda Junta duró apenas dos meses. El 9 de marzo renunció Dada Hirezi, siendo sustituido por José Napoleón Duarte.

Las bandas paramilitares de ORDEN, antecesoras de ARENA, continuaran asesinado selectivamente a los militantes de izquierda. El asesinato más significativo de ese periodo de terror fascista ocurrió el 24 de marzo, cuando un escuadrón de la muerte asesinó en plena misa a Monseñor Oscar Romero.

En septiembre de 1980, el Coronel Arnoldo Majano renunció a su cargo, dando paso a la tercera y ultima Junta de Gobierno, conformada por el Coronel Jaime Abdul Gutiérrez, José Napoleón Duarte, Antonio Morales Erlich y José Ramón Ávalos Navarrete.

La guerrilla salvadoreña

Cuando triunfo la revolución nicaragüense en julio de 1979, la guerrilla salvadoreña se encontraba fragmentada en varios grupos. Inspirados en la unidad del sandinismo para obtener la victoria militar, las organizaciones guerrilleras desarrollaron un proceso de unidad.

El 19 de diciembre de 1979 se formó la Coordinadora Político Militar, integrada por las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL), la Resistencia Nacional (RN) y el Partido Comunista Salvadoreño (PCS). El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue excluido temporalmente por exigencias de la RN. Posteriormente, el 22 de mayo de 1980 esta coordinación de transformó en la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU).

Entre junio y agosto de 1980 se produjeron huelgas generales con características insurreccionales, en las cuales participaron las organizaciones armadas y de masas dirigidas por la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU). El ascenso de masas era tan poderoso, que para septiembre de ese mismo año, la DRU informó sobre el establecimiento de cuatro frentes de guerra.

En septiembre de 1980 la RN abandonó la DRU, a causa de las pugnas internas con el ERP. Se reintegro a la coordinación unos meses antes de la fundación oficial del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el 10 de octubre de 1980. En diciembre se sumó el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

Todas estas organizaciones guerrilleras tenían su frente de masas. La coordinación militar también produjo una coordinación en los frentes de masas, y fue así que se creó el 11 de enero de 1980 la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), integrada por el Bloque Popular Revolucionario (BPR) dirigido por las FPL; el Frente de Acción Popular Unificado (FAPU) dirigido por la RN; la Unión Democrática Nacionalista (UDN) dirigida por el PCS, y las Ligas Populares 28 de Febrero (LP- 28) dirigidas por el ERP. En mayo de 1980 se incorporó el Movimiento de Liberación Popular (MLP), dirigido por el PRTC.

El Frente Democrático Revolucionario (FDR)

La experiencia nicaragüense, en la que el FSLN desarrolló alianzas con la burguesa opositora para derrocar a Somoza, fue copiada en dos fases.

En la primera se constituyó, a comienzos de marzo de 1980, el Frente Democrático Salvadoreño (FDS), integrado por organizaciones de clase media como el Movimiento Independiente de Profesionales y Técnicos de El Salvador (MIPTES), el Movimiento Popular Social Cristiano (MPSC), escisión del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

En la segunda fase, en abril de 1980, se constituyó el Frente Democrático Revolucionario (FDR) con la participación de la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), y el Frente Democrático Salvadoreño (FDS), pero ninguno de estos frentes amplios logró a atraer a sectores significativos de la burguesía salvadoreña. Esta cerró filas alrededor de las trece familias de la oligarquía, le tuvieron pánico a la revolución que se desarrollaba en Centroamérica.

Propuestas conciliadoras

En diversas oportunidades el FMLN-FDR hizo diversas propuestas de negociación política.

El 25 de noviembre de 1980, el Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno (1979-1982), Ingeniero José Napoleón Duarte, llamó públicamente a un diálogo “de todas las fuerzas políticas”. Sin embargo, dos días después los cinco miembros de la dirección del FDR fueron capturados, torturados y brutalmente asesinados por los cuerpos de seguridad.

Esta masacre selectiva mostró trágicamente que la oligarquía salvadoreña no estaba dispuesta a negociar absolutamente nada en ese momento. Bajo la dirección de Guillermo Manuel Ungo y Rubén Zamora, el FDR se convirtió en la cancillería del FMLN, encargado de explorar y abrir relaciones diplomáticas a nivel internacional.

A pesar de la masacre de su dirigencia, en diciembre de 1980 la alianza FMLN-FDR se declaró disponible a entrar en diálogo con el gobierno de los Estados Unidos, pero al asumir la presidencia Ronald Reagan (1981-1989), en Enero de 1981, este inicio una contraofensiva brutal para detener la revolución en Nicaragua, El Salvador y resto de Centroamérica.

Primera ofensiva general

La primera ofensiva general se produjo el 10 de enero de 1981, días antes que Reagan asumiera la presidencia de Estados Unidos. Se combatió durante una semana en las principales ciudades de El Salvador. Esta ofensiva estaba destinada, más que a tomar el poder, a forzar en la mesa de negociaciones la constitución de un nuevo gobierno. La ofensiva general no logró sus objetivos, pero a pesar del fracaso militar el 28 de febrero de 1981 el FMLN-FDR se mostró dispuesto a negociar y aceptó la mediación propuesta por la Internacional Socialista. No hubo ninguna negociación, el nacimiento de bandas fascistas tenia el objetivo primordial de imponer el terror en las ciudades, restarle base de apoyo a la guerrilla, y recuperar el control del aparato del Estado.

El Ejercito logró imponerse militarmente, y la guerrilla fue forzada a realizar un “repliegue táctico” desde enero hasta junio de 1981.

La ofensiva general representó una derrota militar, pero el FMLN-FDR logró el reconocimiento como fuerza política beligerante por parte de los gobierno de México y Francia, los cuales declararon el 28 de agosto de 1981 que reconocían “que la alianza del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el Frente Democrático Revolucionario constituyen una fuerza política representativa, dispuesta a asumir las obligaciones y ejercer los derechos que de ello se derivan. En consecuencia es legítimo que la alianza participe en la instauración de mecanismos de acercamiento y negociación necesarios para una solución política”.

A pesar de la brutal represión, el ascenso de masas continuó, facilitando a la guerrilla el establecimiento de bases de poto en todo el país. En ese periodo, el FMLN lanzó como consigna: “resistir, desarrollarse y avanzar”. En sus inicios, el FMLN libró una guerra de guerrillas en los centros urbanos.

El Ejército desarrolló la estrategia de imponer el terror contrarrevolucionario en las ciudades, a través de escuadrones de la muerte, bandas fascistas lideradas por Roberto Dabuisson, para restar base social a la guerrilla. Las milicias populares en San Salvador fueron prácticamente aniquiladas. En cierta medida, esta sangrienta estrategia dio los resultados esperados por el imperialismo: mantener el control de los importantes y estratégicos centros urbanos, mientras apuntalaba al ejército títere.

Para las elecciones de 1982, a pesar que se combatía en los principales centros urbanos, el FMLN fue forzado a crear nuevos frentes guerrilleros en las zonas rurales, sobre todo en los departamentos de Morazán y Chalatenango. Mientras se producían estos cambios en los escenarios de la guerra, la tercera Junta de Gobierno convocó a elecciones de Asamblea Nacional Constituyente para el 28 de marzo de 1982.

El 2 de Mayo se instaló la Constituyente, eligiendo como presidente provisional al banquero Álvaro Magaña, (1982-1984) poniendo fin al sangriento experimento de las Juntas de Gobierno. La guerra civil continuó su curso, y el proceso electoral amañado no logro detenerla.

En julio de 1982 la Conferencia Episcopal de El Salvador hizo un llamado al diálogo entre las partes para poner fin a la guerra. Sin embargo, el imperialismo yanqui no deseaba negociar en ese momento, necesitaba primero recomponer su fuerzas y mantener el control de la situación. Magaña se negó sistemáticamente a negociar con la guerrilla. No obstante, Richard Stone, embajador plenipotenciario de Ronald Regan, se reunió en julio y agosto de 1983 en repetidas ocasiones delegados del FMLN-FDR en Bogotá, Colombia, por mediación del Presidente Betancur, y posteriormente en San José de Costa Rica, a finales de agosto de ese mismo año. Estas fueron maniobras exploratorias de Reagan con el objetivo de calmar la oposición de los demócratas, y demostrar que se estaban produciendo cambios democráticos en El Salvador, aunque esto era evidentemente una fachada política para incrementar la ayuda militar al Ejército.

Para 1983 la comandancia del FMLN informó que mantenía el control de la quinta parte del país.

Se produjo, entonces, una dualidad de poderes a nivel territorial: la guerrilla era fuerte en el campo, mientras el ejército lograba mantener el control en los centros urbanos.

El gobierno de Napoleón Duarte

Esta situación permitió la realización de las elecciones de 1984. Los grandes competidores fueron el fascista Roberto Dabuisson, fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), y el democristiano José Napoleon Duarte, siendo electo en segunda vuelta este último. José Napoleon Duarte gozaba de mucho prestigio político en la clase media.

Duarte había ganado las elecciones en 1972, como candidato de la Unión Nacional Opositora (UNO), pero un fraude electoral colocó en la presidencia al coronel Arturo Armando Molina. También había sido miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno (1979-1982), tras el derrocamiento del general Carlos Humberto Romero.

A pesar de la sangrienta guerra civil, Duarte fue el primer presidente “civil” de El Salvador, electo democráticamente, desde la represión desatada por el General Maximiliano Hernández Martínez en 1931.

Durante más de cincuenta años, las dictaduras militares fueron los gobiernos preferidos del imperialismo y la oligarquía. Con esta careta civilista, el gobierno de Duarte desarrolló una estrategia contra insurgente basada en el asistencialismo social, construcción de escuelas, campañas de salud, combinado con el fortalecimiento de la capacidad militar del Ejército, así como el desarrollo de una política de democratización, pacificación y negociación política con la guerrilla del FMLN.

Dentro de esta política de negociación, el 15 de Octubre de 1984 se produjo la primera negociación directa entre el FMLN y el gobierno salvadoreño, en La Palma, departamento de Chalatenango. Duarte planteo la necesidad del desarme de la guerrilla y su participación en el proceso electoral. Por su parte, el FMLN planteó un programa de 29 puntos necesarios para la democratización. Las negociaciones se estancaron y se reanudaron en Ayagualo, departamento de la Libertad, el 30 de noviembre de 1984. En esa reunión se produjo un solo acuerdo: continuar negociando.

En el periodo 1979-1987 el Ejército pasó de 10.000 a 56.000 soldados. El gobierno de Estados Unidos proporcionó ayuda militar y económica equivalentes a un millón de dólares diarios. El gasto en defensa llegó en estos años a abarcar el 40% del presupuesto nacional.

El statu quo

La contraofensiva política y militar iniciada por la administración Reagan en 1981 ocasionó importantes derrotas parciales y suplementarios sacrificios a las masas en lucha. Sin embargo, a pesar de los golpes y derrotas que el imperialismo yanqui logró asestar al movimiento obrero y popular en El Salvador, y de las constantes ofensivas del Ejército contra los bastiones de la guerrilla, el FMLN continuó ejerciendo el control de la mitad del territorio de ese país.

Se mantuvo la situación de doble poder territorial, estallaron huelgas salvajes con ocupación de fábricas y edificios, resurgieron las manifestaciones obreras y populares en las principales ciudades de El Salvador, colocando nuevamente a la vanguardia de la lucha antiimperialista a la clase obrera industrial, que rápidamente se recuperaba de los estragos del terror fascista.

En todo este período, el imperialismo obtuvo triunfos importantes: convocó a elecciones en El Salvador imponiendo el gobierno de Duarte; logró el “recambio pacífico” en Guatemala con el gobierno de Vinicio Cerezo; en Honduras renovó el juego democrático burgués en donde salió electo Azcona Hoyos; en Costa Rica salio electo Oscar Arias. En esta feroz lucha entre revolución en curso y contrarrevolución imperialista, las masas nicaragüenses y salvadoreñas jugaron un rol de vanguardia, el resistir los embates del ejercito contra y del Ejercito salvadoreño.

Desde el fracaso de la ofensiva guerrillera del FMLN en 1980 hasta finales del año 1985, se estableció en la región centroamericana un encarnizado combate entre revolución en curso y contrarrevolución imperialista, que dio como resultado temporal el establecimiento de un “statu quo”, un período en que la contrarrevolución imperialista no pudo inflingir derrotas históricas a las masas en lucha, ni la Revolución en curso logró repetir triunfos colosales como el ocurrido en Nicaragua el 19 de Julio de 1979.

Este “equilibrio”, obviamente, fue muy dinámico ya que tanto la Revolución como la contrarrevolución imperialista, trataron de romperlo a su favor. No se trató de un “equilibrio” acordado en la mesa de negociaciones, sino que resultó de la correlación de fuerzas que uno y otro bando establecieron en el campo de la lucha de clases.

No debe creerse se que el FMLN abandono completamente las ciudades, sino que fue forzado a replegarse en el campo, disminuyendo su actividad militar en los centros urbanos. La presión militar ejercida por el gobierno de Duarte, obligó al FMLN a revisar sus tácticas militares. A partir de 1984 el FMLN comprendió el valor estratégico de las ciudades como la retaguardia de la política de contra insurgencia, y reinició las labores de hostigamiento.

La Cumbre de “Costa del Sol”

Para 1988 la guerra civil se desarrolla en 10 de los 12 departamentos de El Salvador. Como era de esperarse, en las elecciones legislativas de 1988, ARENA obtuvo la mayoría, y en marzo de 1989 ganó la presidencia a través de la candidatura de Alfredo Cristiani. EL FMLN intento vanamente aplazar el proceso electoral. Bajo la presidencia de Cristina continuó la política de presión militar y negociaciones diplomáticas para acorralar al FMLN.

Parte de estas presiones fue la realización de la cumbre de presidentes centroamericanos, el 8 y 9 de Febrero de 1989, en El Salvador, previa reunión de trabajo los cancilleres en Managua. El principal objetivo de esta Cumbre, que debió realizarse en Enero, era obligar al gobierno sandinista a aplicar totalmente el Plan aprobado en Esquipulas II, abandonado a su propia suerte al FMLN.

Después de salvar muchas contradicciones, en esa reunión se revitalizó el Plan de Esquipulas II.

El FSLN tenía dificultades para obtener el apoyo de sus antiguos aliados. Carlos Andrés Pérez, ejerciendo un segundo mandato presidencial en Venezuela, presionaba “amigablemente” al FSLN a cumplir con Esquipulas II.

Los Acuerdos de “Costa del Sol”, constituyeron la prolongación y superación de los acuerdos de Esquipulas II, Alajuela y Sapoá. En esa reunión, el Presidente Daniel Ortega se comprometió a reformar la Constitución, la Ley Electoral, a integrar el Consejo Supremo Electoral (CSE) con representación “equilibrada” de todos los partidos políticos, a convocar anticipadamente a elecciones generales, municipales y de Parlamento Centroamericano, a más tardar el 25 de Febrero de 1990. El gobierno sandinista aceptó la supervisión del proceso electoral, por parte de una Comisión Especial de la OEA y la ONU.

Los presidentes centroamericanos hicieron un llamado “a todos los sectores y, en especial a los movimientos insurreccionales y fuerzas irregulares que actúan en el área a que se incorporen a los procesos políticos constitucionales de cada país. En este sentido formulan un llamamiento a todos los sectores salvadoreños a participar en las próximas elecciones”, en las que salió electo Alfredo Cristiani por ARENA. Con ello, la suerte del FMLN quedó sellada.

Los resultados de la Cumbre de El Salvador significaron una calendarización o concretización de los acuerdos de Esquipulas II. Lo mas graves fue que el gobierno sandinista, acosado por la guerra y la crisis económica, se comprometió a aplicarlos de manera unilateral. La famosa “simultaneidad” exigida durante tanto tiempo por los diplomáticos nicaragüenses, en el sentido de que la guerra civil en Nicaragua debía resolverse al mismo tiempo que en El Salvador, quedó en el cesto de la basura. En esa reunión, el gobierno sandinista no solo hizo graves concesiones políticas sino que fue más allá al comprometerse a contribuir a la pacificación de El Salvador.

En el transcurso de la guerra civil, el FMLN tuvo su retaguardia en Nicaragua. Los hospitales, el avituallamiento y la logística militar provenía fundamentalmente del ejército nicaragüense, que alimentaba a la guerrilla del FMLN con el objetivo de obligar al imperialismo norteamericano a negociar el desmantelamiento de la contra, a cambio de “forzar” al FMLN a entrar al juego democrático. Los comandantes sandinistas no tuvieron una posición consecuente, sino que el apoyo militar clandestino al FMLN siempre fue en base a un frió calculo político de mantener un peón sacrificable en la mesa regional de negociaciones.

El gobierno sandinista terminó aceptando en los hechos y a regañadientes la teoría de Reagan sobre la “simetría” entre el FMLN y el ejercito contra.

El FSLN acepto canjear a la pujante guerrilla del FMLN por el desarme del ejercito contra. Al perder el poder el FSLN en 1990, se redujo considerablemente la retaguardia del FMLN. El derrumbe de la URSS, le inicio del “periodo especial” en Cuba, redujeron aun mas las fuentes de avituallamiento. Con Esquipulas II no solo se decidió la suerte de Nicaragua, sino que el hundimiento de la revolución sandinista de 1979 arrastró tambien al FMLN.

La “ofensiva final”

En septiembre de 1989, el gobierno de Cristiani llegó a un acuerdo con el FMLN en México para solicitar la mediación de la ONU en el proceso de negociación de la paz. Para reforzar su posición en la mesa de negociaciones, el FMLN realizó una “ofensiva final” en Noviembre de 1989, llegando a librar combates en el centro de San Salvador.

Esta “ofensiva final” se produjo en el marco de un increíble reanimamiento del movimiento obrero, el cual comenzó a realizar huelgas y luchas callejeras, a pesar del terror fascista desatado por las bandas de ARENA. En esa coyuntura fue dinamitada la sede de FENASTRAS, una gran confederación sindical, con el objetivo de atemorizar a la clase obrera. Extrañamente, el FMLN levantó la consigna de sacar del gobierno a los fascistas que no querían la negociación. En realidad, no se podía derrocar a un gobierno por la mitad. Pero la “ofensiva final” no fue impulsada por el FMLN para derrocar al gobierno de Cristiani, sino para negociar con el.

En diciembre de ese mismo año, cada quien por su lado, el gobierno de El Salvador, así como el FMLN, solicitaron al Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar, que les ayude en la búsqueda de la paz. Pérez de Cuellar nombró a Alvaro De Soto para conducir las negociaciones políticas que duraron dos años (Enero de 1990 – Enero de 1992).

Las negociaciones políticas

Después de la firma de varios acuerdos en Ginebra, Suiza, el 4 de abril de 1990, en Caracas, Venezuela, el 21 de mayo de 1990, y en San José de Costa Rica, el 26 de julio de 1990, el Consejo de Seguridad de la ONU, mediante la Resolución 693 del año 1991, creó ONUSAL, con la misión de verificar el cumplimiento de todos los acuerdos políticos pactados entre el gobierno de El Salvador y el FMLN.

Las negociaciones decisivas se realizaron en México, el 27 de abril de 1991. En una carrera contra el tiempo, el gobierno de Cristiani le presentó a la Asamblea Legislativa un proyecto de reforma de 24 artículos de la Constitución y 3 disposiciones transitorias. La materialización de los acuerdo de paz incluía, entre otros aspectos, la creación de la Policía Nacional Civil (PNC), como un cuerpo de “naturaleza civil”, separado del Ejercito, la que fue creada mediante 729 del 14 de enero de 1992. La creación de un organismo de inteligencia del Estado independiente del Ejercito, la reestructuración de las fuerzas armadas, la reorganización del poder judicial, la desaparición de los organismos paramilitares, el fin del reclutamiento forzoso, la creación de la Procuraduría de los Derechos Humanos , la creación del Tribunal Supremo Electoral, con participación de todos los partidos políticos, y al formación de una “Comisión de la Verdad”.

Ante la resistencia de las fuerzas asesinas que permanecían en el gobierno, al final se formo la “Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz” (COPAZ), que incluyó a delegados de ambas partes, de los Partidos y Coaliciones presentes en la Asamblea Legislativa, y a observadores de la Iglesia y de la ONU.

La última ronda de negociaciones entre el gobierno de Cristiani se produjo en la ruta México y New York. Con el asesoramiento de los cancilleres de Estados Unidos y de la Unión Soviética los textos finales quedaron redactados el 31 de diciembre de 1991, y se acordó que la firma se realizaría en el castillo de Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992.

El Ejército se concentró en 100 cuarteles de los 14 departamentos, y el FMLN se concentró en 50 puntos, y la entrega de las armas se produjo.

En condiciones de paz, el Ejército redujo el número de sus efectivos de 60,000 a 30.000 hombres. El Consejo de Seguridad de la ONU amplió el mandato de ONUSAL hasta abril de 1995.

La nueva democracia neoliberal

A diferencia de Nicaragua, donde el FSLN destruyo a la Guardia Nacional y obtuvo una victoria completa, construyendo sus propias fuerzas armadas que le permitieron sobrevivir a la agresión imperialista y la guerra civil, en El Salvador no ocurrió lo mismo.

El Ejército de El Salvador se mantuvo intacto, la oligarquía salvadoreña nunca perdió el control de la situación. La creación de la PNC y la disolución de los cuerpos para militares no fue una gran conquista, sino una garantía mínima del juego político.

Los grandes vencedores de la guerra civil fueron el imperialismo norteamericano y los fascistas de ARENA, que ahora han cambiado el ropaje y de discurso.

ARENA lleva 18 años en el poder y cuatro gobiernos consecutivos: Alfredo Cristiani (1989- 1994), Armando Calderón Sol (1994 – 1999 ), Francisco Flores (1999- 2004) y Antonio Elías Saca (2004-2009).

La transformación del FMLN, de ser una organización guerrillera a convertirse en un partido reformista electoral, así como su evolución política, sus diferentes fraccionamientos, y el control que llegó a ejercer la corriente del PCS liderada por Shafick Handal, por su importancia merece un análisis aparte.

Aunque el FMLN ha venido progresivamente aumentando su caudal electoral, originando un sistema bipartidista, por medio del cual comparte los principales cargos públicos con el partido de gobierno, también ha venido modificando su discurso en aras de conformar una amplia alianza electoral que le permita acceder al gobierno por la vía electoral.

La joven vanguardia revolucionaria salvadoreña debe estudiar y aprender las duras lecciones del periodo anterior.

El FMLN visto desde los acuerdos de paz de 1992 hasta su victoria electoral

El FMLN visto desde los acuerdos de paz de 1992 hasta su victoria electoral

Martes 1ro de septiembre de 2009 por CEPRID

Mauricio R. Alfaro

Argenpress/CEPRID

En un texto muy optimista titulado La Nueva Suramérica, publicado en Rebelión, periódico electrónico español, el Sr. Ignacio Ramonet nos presenta una América Latina en pleno movimiento liberador y ello, gracias a una serie de medidas y de acuerdos que preparan las condiciones para sacar a los países del área de la dependencia y del subdesarrollo.

El mensaje relevante y novedoso de esta nueva situación, explica el Sr. Ramonet, es que América Latina nunca más será el patio trasero de los Estados Unidos y, en cuanto más rápido estos últimos lo entiendan, mejor. Para el autor, la confirmación de estos nuevos tiempos y de su carácter ascendente sería el triunfo electoral del Frente Farabundo Martί para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador.

En general, con respecto a la región, nosotros compartimos el optimismo del Sr. Ramonet. Excepto que nuestro optimismo se vuelve escepticismo, cuando evaluamos el papel del FMLN a la luz de los tratados de paz de 1992 hasta su victoria electoral en marzo del 2009. El caso es que nosotros argumentamos que en El Salvador la dinámica democrática que se implantó con el pacto político de 1992 (firmados entre la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), las Fuerzas Armadas de El Salvador (FAS) y el FMLN) consolidó un proceso en donde los beneficiados más notables de esos acuerdos de paz fueron la oligarquía salvadoreña y la de sus aliados que, en los hechos, aumentan su riqueza y poder. Lo que significa, en una relación de causa-efecto, que en El Salvador los tratados de paz de 1992 lejos de haber creado las condiciones para hacer de el un país más digno, solidario y humano lo que realmente inauguran es una nueva etapa de decadencia profunda. ¿Cómo tales hechos pueden ser explicados?

“En El Salvador escribe el Sr. Ignacio Ramonet la reciente victoria de Mauricio Funes, candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), tiene un triple significado. Por primera vez, la izquierda consigue arrebatarle el mando a la derecha dura que había dominado siempre este país desigual (el 0,3% de los salvadoreños acapara el 44% de la riqueza), con más de un tercio de los habitantes bajo el umbral de pobreza y otro tercio obligado a emigrar a Estados Unidos”. Este éxito electoral demuestra, además, que el FMLN tuvo razón al abandonar, en 1992 y en el contexto del fin de la guerra fría, la opción guerrillera (después de un conflicto de doce años que causó 75.000 muertos), y al adoptar la vía del combate político y de las urnas. A estas alturas, en esta región, un movimiento guerrillero armado está fuera de lugar. Ese es el mensaje subliminal que transmite, en particular a las FARC de Colombia, esta victoria del FMLN”.

Del análisis del Sr. Ignacio Ramonet habría que destacarse el énfasis que él pone en el triple significado de la victoria del FMLN. Y dentro de ellos, nosotros subrayamos el comentario en el cual él plantea que en El Salvador ha habido: una “derecha dura que había dominado siempre este país desigual”. Y a continuación él da estadísticas que indican, sin lugar a dudas, el impacto negativo de esa dominación en El Salvador: un “0,3 de los Salvadoreños acapara el 44% de la riqueza nacional”. Es de notar que esta concentración de la riqueza tiene su consecuencia inmediata: la desigualdad económica y social profunda con sus efectos impactantes para la mayoría de los Salvadoreños.

Para completar el panorama social de El Salvador de hoy, a las estadísticas del Sr. Ramonet agregamos, entre otras, que de ese país salen diariamente hacia los Estados Unidos entre 500 a 700 personas y que, por sus altos niveles de violencia y muerte, según estimaciones de la prensa nacional, un promedio de 12 muertes diarias por causa criminal, El Salvador se sitúa entre los países más violentos del mundo. Para ser más exactos, sería el segundo después de Irak. Para tener una idea más precisa de la actual deriva social salvadoreña notemos que le Courrier International (el Correo Internacional) en una investigación de terreno realizada en el 2003 explica que la policía estima que en San Salvador capital de El Salvador país de 6 millones de habitantes las pandillas cuentan con 25 000 miembros, tal vez el doble, y que en ese país, en un medio donde no hay empleos, circulan sin control alguno ½ millón de armas de fuego. Es de anotar que del 2003 hasta nuestros días, la violencia en El Salvador se ha generalizado hasta alcanzar niveles de complejidad que amenazan con hacerlo caer en el dominó de los países bajo control del crimen organizado.

Son esos indicadores estadísticos altamente negativos para El Salvador los que nos cuestionan sobre las verdaderas intenciones de aquellos que firmaron los acuerdos de paz de 1992; puesto que ellos (los datos estadísticos) serían la prueba que los firmantes de ese pacto político no conducían a esa nación centro-americana hacia la democracia es decir, hacia un sistema político de tolerancia, paz y justicia social sino hacia algo que engendró un modelo de dominación que, en los hechos, repite los errores del pasado. Y esto, en cuanto a la situación concreta de pobreza y exclusión social de la mayoría de los salvadoreños. Es algo así, como si El Salvador a ese nivel se estancó hasta desbordarse en el actual caos social salvadoreño. ¿Cómo explicar entonces que los acuerdos de paz de 1992, que tantas ilusiones habían creado en los Salvadoreños, hayan dado resultados tan adversos para la masa popular salvadoreña?

Según nuestro análisis, la alta concentración de la riqueza en manos de una poderosa minoría y los altos niveles de violencia, pobreza y exclusión social en El Salvador encuentran su origen en el momento mismo de la firma de los acuerdos de paz de 1992. Puesto que fue ahí que el FMLN, en nombre de la viabilidad democrática, cede en dos aspectos esenciales: 1) el FMLN no cuestiona en manera alguna la forma de producción y redistribución de la riqueza (R. Alfaro, 2007) y 2) renuncia, por el hecho mismo, a reivindicar las demandas socio-económicas de los sectores populares (Ramos, Carlos Guillermo, 1998).

De lo antes explicado es necesario destacar que, mientras los responsables del FMLN se adaptaban a la nueva situación negociando programa político y medidas a implementar en el contexto del proceso democrático salvadoreño en la dirección antes señalada, simultáneamente “muchos [comenzarán a preguntarse], como lo observa Marta Harnecker (2001, p. 77), si los resultados obtenidos con los acuerdos de paz, que pusieron fin a muchos años de guerra revolucionaria, están a la altura de los sacrificios realizados.” Observamos que, 17 años después de los acuerdos de paz, esta pregunta sigue obsesionando no sólo a buen número de Salvadoreños sino que también a aquellos que acompañaron a ese pueblo en su lucha por una sociedad más justa. Es el caso del español Luis de Sebastián (2009), ex-vice rector de la Universidad Centro-americana de El Salvador (UCA) que recientemente se cuestionaba en el diario El País de España, en los términos siguientes: ¿Han merecido la pena los 100 000 muertos por la represión y la guerra para lograr lo que se ha logrado?

¿Y qué es lo que se ha logrado? Luis de Sebastián, que nos parece se sitúa en el ámbito de la preguerra, la guerra y la post-guerra, nos lo explica de la siguiente forma: Ahora en El Salvador hay “una democracia formal (lo cual no es un logro despreciable), pero la distribución del poder en El Salvador en 2009 es más injusta de lo que era en 1972. Con una oligarquía más rica y más respaldada por una clase de eficientes servidores, un Ejército mayor bien entrenado y curtido en la guerra, una clase media endeudada hasta el cuello, dos millones y pico de emigrados, y una masa popular acosada por la delincuencia, pobre como siempre y sin más salida que la emigración”.

Notemos que la evaluación del proceso democrático salvadoreño encuentra en el análisis de Luis de Sebastián su gran línea divisoria. La primera, la de las élites (de derecha e izquierda es decir ARENA, las FAS y el FMLN) y la segunda, la de los sectores populares críticos o próximos a ellos. Los primeros van a poner el énfasis en la celebración de la democracia formal dominante. Y los segundos, no niegan la importancia de ese logro (“lo cual no es un logro despreciable” como lo anota Luis de Sebastián) salvo que el es analizado a la luz de la situación concreta de los sectores populares, y luego que ese logro es comparado con esto último se constata que, en los hechos, todo parece indicar que ese tipo de democracia formal lo que realmente consolidó es la dominación oligárquica y la de sus aliados; puesto que hoy, en el 2009, en El Salvador, como lo observa el autor antes mencionado, ellos son más ricos y poderosos que antes de la guerra.

De lo expuesto un hecho se destaca: las causas que provocaron la sangrienta y larga guerra civil en El Salvador siguen vigentes y son ahora más agudas que antes. Es de notar que este último tema es aquel que, hábilmente, se excluye de las evaluaciones y discusiones acerca de los resultados concretos de los tratados de paz de 1992 hasta nuestros días. Es algo así, como si la democracia sería un valor que se basta a sí misma independiente (e insensible) de las condiciones socio-económicas de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Lo que explicaría por un lado, la victoria casi total de la democracia formal en ese país y por el otro lado, la entrada de ese mismo país en un proceso cada más agudo de descomposición social. En donde su estado permanente de violencia criminal incontrolable y los altos niveles de pobreza y exclusión social con sus efectos negativos serían la prueba de esto último. Las estadísticas presentadas aquí arriba son ilustrativas al respecto.

El Salvador conoce así, desde hace17 años, todo tipo de libertades es decir: libertad de elegir libremente a sus representantes políticos, libertad de organización y de expresión, etc. En donde, el único límite a esas libertades es que la forma de producción y redistribución de la riqueza esta fuera de toda discusión. La pregunta lógica que surge de esta dinámica es la siguiente: ¿Cómo se puede explicar que la oligarquía salvadoreña y sus aliados hayan logrado imponer en El Salvador ese modelo de democracia formal que, para situarla contextualmente, podríamos llamarla de contenido elitista y excluyente ?

Y la respuesta más idónea parece ser que: ARENA y las FAS aceptan terminar la guerra y negociar la paz una vez que logran blindar estratégicamente sus intereses a través de las “nuevas reglas” del juego democrático. Es lo que nos hace decir que El Salvador bajo el control de esas fuerzas extremistas (la derecha dura como la llama el Sr. Ramonet) no podía dirigirse hacia una democracia al servicio de la mayoría de los Salvadoreños sino hacia un modelo de dominación elitista y excluyente que, esta vez, no se impondría a través de la violencia militar sino a través de elecciones periódicamente organizadas.

Dos hechos justifican esta respuesta: 1) ARENA -partido de extrema derecha organizado por el ex-mayor Roberto D’Aubuisson señalado en El Salvador de ser el fundador de los escuadrones de la muerte y responsable intelectual directo del asesinato de Monseñor Romero- gracias al control durante los últimos 20 años del Poder Ejecutivo y de la Asamblea Legislativa logra imponer al país de manera total su proyecto oligárquico de capitalismo salvaje llamado neoliberalismo y 2) los militares muchos de ellos acusados de crímenes contra la humanidad se otorgan la amnistía a través de una ley de “olvido y perdón”.

Y es así como en El Salvador, de hecho dominado por fuerzas extremistas de derecha que imponían su voluntad completa al conjunto de la sociedad, las reivindicaciones populares de justicia socio-económica y de juicio a los criminales de guerra son eliminadas de la agenda política nacional. El hecho histórico crucial a retener es el siguiente: ese modelo de democracia formal de esencia elitista e excluyente logra consolidarse, como ya lo anotábamos anteriormente, luego que el FMLN acepta, en nombre de la viabilidad democrática, no cuestionar ni la forma de producción ni la redistribución de la riqueza. Y como correlativo a lo anterior, abandona a su suerte las reivindicaciones populares de justicia socio-económica de los Salvadoreños.

El caso es que pensamos y es aquí que nuestro análisis difiere del que hace el Sr. Ignacio Ramonet que en El Salvador la derecha dura –es decir la antigua alianza oligárquico-militar- sigue, aún después de la victoria electoral del FMLN con un escaso margen de votos, intacta y tan poderosa como antes. Ya que ella conserva el poder real del país, es decir, las finanzas, el comercio, la Asamblea Legislativa, los puestos claves en la estructura militar, el control de los medios de comunicación, etc. Frente a un Estado que, según los cánones del neo-liberalismo, fue reducido a lo mínimo. Y esto al ritmo de las privatizaciones radicales de sus pertenencias, de la descentralización de su poder de decisión, etc. El margen de maniobra del Sr. Mauricio Funes para tratar los ancestrales problemas de pobreza y exclusión social de las grandes mayorías de los salvadoreños, nos parece entonces extremadamente limitado.

Además, hay que decirlo, la paciencia de la oligarquía salvadoreña y la de sus aliados tiene sus limites y soportan de muy mal humor los actuales cambios. Los cuales se aceptan siempre y cuando ellos se mantengan a niveles discursivos y sin impacto real. Tal como ha sido el caso desde los tratados de paz de 1992 hasta nuestros días. Caso contrario, el futuro inmediato de El Salvador podría reflejarse en la situación actual de Honduras. Probablemente en El Salvador no se trataría de un golpe de Estado, porque las condiciones internacionales no son tan favorables, pero sí, desde el poder real, se podría desatar toda una desestabilización permanente hasta volver al gobierno del Sr. Mauricio Funes inviable. Es por ello (por esa amenaza latente) que notamos que el actual presidente de El Salvador (tal como la prensa nacional e internacional lo refleja) actúa con mucha cautela y al menor movimiento o gesto primero ve hacia el poder real para saber si lo que hace está en la línea de lo “políticamente correcto”.

Nuestra actitud de escepticismo en cuanto a la victoria electoral del FMLN en El Salvador encuentra en lo anteriormente anotado su fuente. Pero esta actitud de escepticismo no nos hace perder de vista que una cosa es el FMLN en la oposición en donde de diversas maneras podía justificar una y otra vez, frente a los sectores populares, porque los ansiados cambios socio-económicos no se producían al momento actual que es un partido en el poder. En donde necesariamente tiene, de una forma u de otra, que demostrar que no es: “más de lo mismo”. Es en este punto que creemos que en El Salvador se abre una nueva coyuntura en donde lo político, como siempre ha sido el caso, es y será una zona en disputa. Es de esperarse entonces, que el FMLN sufrirá fuertes presiones tanto del poder oligárquico y la de sus aliados que se alinearán por la conservación del status quo y la de los sectores populares que demandarán cambios a su favor.

Este conflicto de grandes dimensiones definirá necesariamente las líneas estratégicas del FMLN y si acaso la balanza del poder no se incline al menos mínimamente a favor de los sectores populares, el momento habría llegado entonces para que estos comiencen un nuevo camino para la construcción de una nueva y verdadera alternativa política. Es decir, de algo que vaya más lejos que una simple alternancia en el poder.

Bibliografía:

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– Courrier International. 2003. « Les gagnes de rue au Salvador ». Mars p. 48

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– Petras, James. (2000). « Democracia y capitalismo. Transición democrática o neoautoritarismo », Rebelion, la pagina de Petras, pp. 1-9.

– R. Alfaro, Mauricio. 2007. Crise démocratique en Amérique Latine: le cas du Salvador. Montréal: Les Éditions du CIDHICA.

– Ramos, Carlos Guillermo. 1998. « El Salvador : transición y procesos electorales a fines de los 90 ». Nueva Sociedad, no 151, p. 28-39. de Sebastián, Luis. 2009. « La lucha armada en America Latina ». El País (España), Mayo.

– Torres-Rivas, Edelberto. 1996. « El caos democrático ». Nueva Sociedad, no 147, p. 152-168.

Unasur,Alba y los Pueblos

UNASUR, ALBA Y LOS PUEBLOS.

Por Fernando Ramón Bossi.

frb@emancipacion.org

Cualquier análisis de UNASUR, debe realizarse en el marco del cambio de correlación de fuerzas que se dio en Sudamérica a partir del arribo al poder de fuerzas progresistas y revolucionarias. Sin esta condición, UNASUR sencillamente no existiría. UNASUR, ALBA y la revitalización del Grupo Río son consecuencias directas de esta nueva correlación de fuerzas. La sola existencia de UNASUR, debe ser considerada como un avance significativo para los intereses de nuestra región, aunque solo fuera un espacio para el debate.

Pero, seríamos ingenuos, si creyéramos que las fuerzas neoliberales, cipayas, oligárquicas están derrotadas. Siempre es bueno recordar aquella frase del gran revolucionario ruso, Lenin, cuando señalaba: “Si los explotadores son derrotados solamente en un país, y éste es, naturalmente, el caso típico, porque la revolución simultánea en varios países constituye una excepción rara, seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados”. En Sudamérica se ha dado el caso de que los explotadores están siendo derrotados en sólo tres países (Venezuela, Ecuador y Bolivia); en el resto, en mayor o menor medida, siguen ejerciendo su poder hegemónico.

UNASUR es un campo de batalla. Es el terreno elegido por nosotros para confrontar, en mejores condiciones, en condiciones de unidad y de cara a los pueblos, contra los enemigos externos e internos. La favorable correlación de fuerzas alcanzada en los últimos años, el tejido de complejas alianzas y la habilidad de los conductores para implementar la estrategia, logró atraer al enemigo a un escenario desventajoso para sus intereses. De esto son concientes, tanto el imperialismo como las oligarquías nativas, y de ahí su accionar para salir de su actual posición adversa, vale decir, provocar el fracaso de UNASUR.

UNASUR es un espacio ganado en la lucha contra el imperialismo para agrupar fuerzas y conformar un bloque de poder sudamericano autónomo. El tema de la independencia y la unidad de Nuestra América, como requisito insoslayable para alcanzar la liberación nacional, es lo que está en juego. Es por ello, que el gobierno estadounidense y sus socios locales buscan anular a UNASUR.

“No olvidemos nunca, que el enemigo principal de la Revolución es el imperialismo yanqui”, ha manifestado en muchas oportunidades el comandante Hugo Chávez; y esta verdad tiene que ser puesta en el foco de nuestro análisis. UNASUR es un escollo para las pretensiones imperialistas, más aún cuando varios de sus principales protagonistas son los mismos gobiernos que enterraron el ALCA, en la recordada cumbre de Mar del Plata.

Sin unidad de los pueblos latinoamericanos caribeños, derrotar al imperialismo es una quimera. Y esa unidad deberá ser construida en una lucha tenaz y constante contra ese enemigo principal y sus fuerzas aliadas. La tarea histórica, la de conformar una verdadera Confederación de Repúblicas Latinoamericana-Caribeñas, sigue vigente hoy más que nunca, y en esa dirección la creación de UNASUR es un paso importante.

Composición de fuerzas en UNASUR

Los gobiernos de Colombia y Perú son los principales voceros de los intereses imperialistas y oligárquicos de la región, sobre este punto no cabe ninguna duda. Los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia son los que representan con decisión las posiciones patrióticas, revolucionarias y antiimperialistas. Entre medio de estos dos polos se ubica el resto. Las poderosas burguesías de Argentina, Brasil y Chile pendulan de acuerdo a sus intereses particulares. Paraguay, Surinam y Uruguay se debaten tomando posición en cada momento, según la correlación de fuerzas existente.

Una vez más, el tema de la cuestión nacional latinoamericana-caribeña está en el centro del debate, como asimismo la identificación de clase e intereses que cada uno de los gobiernos en particular representa.

Podemos afirmar que los gobiernos revolucionarios representan los diferentes intereses de una alianza popular, conformada por la sumatoria de las clases y sectores sociales perjudicados por las políticas neoliberales, de sumisión a la expoliación imperialista. Allí confluyen obreros, campesinos, pequeños productores del campo y la ciudad, desocupados, pequeña burguesía vinculada al mercado interno, un sector de las clases medias profesionales no colonizadas mentalmente (incluye a los militares), clase media en general, empleados comunes, cuentapropistas, etcétera. Los presidentes Chávez, Correa y Morales han mantenido inquebrantablemente el discurso antiimperialista y nuestroamericano, en coherencia absoluta con los intereses de las clases y sectores sociales que ellos representan.

Desde el polo opuesto, los gobiernos de Colombia y Perú, han sido fieles voceros de las políticas imperialistas y de las oligarquías nativas. Las multinacionales, las burguesías trasnacionales con sus gerentes y empleados jerarquizados, los terratenientes, una franja significativa de técnicos y profesionales colonizados (incluye a los militares), la alta jerarquía de la Iglesia, un sector de la burguesía criolla y las clases medias acomodadas, son representados cabalmente por los discursos de Alan García y Álvaro Uribe.

Hasta ahí la cuestión está clara, y lo hemos visto, en “vivo y en directo”, en la Cumbre de Bariloche. Pero, ¿a qué intereses responden los gobiernos de Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner y Michelle Bachelet? Este es el tema clave para entender las posiciones ambivalentes o “moderadas” de los gobiernos de Argentina, Brasil y Chile.

Promediando la década de los ‘50, los gobiernos de Argentina, Brasil y Chile, presididos por el general Juan Domingo Perón, Getulio Vargas y el general Carlos Ibáñez respectivamente, bocetaron la idea de constituir un acuerdo de integración denominado ABC. El proyecto era claro, analizándolo desde la perspectiva de cada uno de estos gobiernos: ampliar los mercados para un capitalismo nacional en pleno crecimiento y fortalecer a una incipiente burguesía local que aprovechaba el período de sustitución de importaciones, bajo el tutelaje de gobiernos nacionalistas con marcado respaldo popular.

Pero ese viejo proyecto de avanzar hacia un capitalismo autónomo, bajo el liderazgo de una conducción que asumía las tareas históricas de la burguesía nacional aún invertebrada, y utilizando el Estado como locomotora de desarrollo, fracasó ante la presión de la alianza oligárquico-imperialista y de la misma claudicante burguesía autóctona. El “Estado Novo” y le “Argentina Potencia”, al no trascender los límites históricos del proyecto nacional burgués, colapsaron ante la arremetida de las clases tradicionales y el imperialismo. El modelo endógeno burgués de la periferia, no podía seguir los mismos pasos que el de las burguesías metropolitanas en su ascenso al poder. La política del desarrollo desigual y combinado impuesta al mundo por el imperialismo, no daba espacio para la liberación de los países coloniales y semicoloniales por la vía del capitalismo autónomo. El ciclo de las revoluciones burguesas había concluido y los movimientos nacionalistas en el Tercer Mundo, si no trascendían los límites del democratismo burgués, sucumbían indefectiblemente.

Tras las infames décadas de neoliberalismo, en toda Nuestra América se incrementó la presencia del capital extranjero, pero también, un sector de la burguesía criolla, aliada a las dictaduras militares que azotaron la región, logró escalar posiciones en detrimento de las empresas estatales. Las privatizaciones no sólo fueron aprovechadas por el capital imperialista, sino también por una franja de capitalistas nacionales que se apoderó del patrimonio de importantes empresas públicas. Es así que llegamos al siglo XXI con la existencia de unas burguesías locales ya asociadas al capital foráneo, mayoritariamente exportadoras, con ciertos niveles de competividad, pero dependientes de las ventajas que pueda otorgarles el Estado a la hora de hacer negocios. De ahí el carácter contradictorio de ese empresariado, ya que se presenta como nacional, en tanto el Estado facilite su expansión económica, y antinacional, en cuanto en nada está interesado en el bienestar de la población, como tampoco en defender la soberanía en otras ramas que no sean aquellas que facilitan la expansión de sus capitales.

El ala nacionalista de las fuerzas políticas de los países en cuestión, por falta de ideas, por desconfianza al pueblo, por negarse a confrontar con el imperialismo y las oligarquías vendepatrias o simplemente por cobarde pragmatismo, han preferido optar por los intereses de sus respectivas burguesías –históricamente capituladoras-, que a comprometerse consecuentemente con los intereses de la Nación. Una suerte de teoría del “derrame de la copa de champagne”, pero endógena, ha caracterizado sus políticas. “Si nuestro empresariado crece y se desarrolla, el resto de las clases sociales del país se verá beneficiado”, observan los nacionalistas socialdemócratas. En esa dirección se ubica tanto el kirchnerismo de Argentina, la Concertación de Chile, como el PT de Brasil.

La caracterización de los gobiernos de Argentina, Brasil y Chile (con diferentes matices, sin duda), responde a los intereses de esas burguesías “nacionales”, díscolas con el imperialismo cuando los negocios se contraponen, o dóciles aliadas cuando el pueblo lucha por la distribución equitativa de las riquezas, las implementación de políticas sociales o la defensa irrestricta de la soberanía.

El frío de Bariloche

Esta caracterización se vio reflejada claramente en la última Cumbre de UNASUR. Había una coincidencia entre los polos enfrentados: que los debates sean televisados en directo. Tanto los representantes de la derecha pro-imperialista como los de la izquierda patriótica, claros y definidos en sus posiciones, no manifestaron inconvenientes en la transmisión en vivo del evento. Sin embargo, el principal representante de los intereses de la burguesía “nacional”, el presidente Lula da Silva, sí señaló su disgusto e inconveniencia en dar discusión a puertas abiertas, argumentando inclusive los beneficios de debatir sin la molesta presencia de las cámaras de TV.

Esta actitud del presidente Lula es un testimonio de la forma en que el empresariado latinoamericano prefiere discutir: de espaldas al pueblo, priorizando sus negocios antes que los intereses de las mayorías. La molestia del primer mandatario brasileño es una expresión de su ambivalente posición: defender los intereses de la región sin confrontar con el agresor imperialista, garantizar el “orden” y el “progreso” para facilitar el campo de negocios del empresariado, poner límites a la voracidad imperialista, pero siempre en el marco del diálogo institucional y de las reglas de juego que impone la diplomacia capitalista internacional.

No obstante, es importante comprender que, a nivel gubernamental, los principales aliados de los países con gobiernos revolucionarios son precisamente Brasil y Argentina, como también Uruguay y Paraguay. Nada peor para nuestros pueblos que no dar la batalla para ganar a estos países, hacia posiciones antiimperialistas cada vez más decididas, como asimismo saber manejar la alianza, entendiendo los límites que la naturaleza de clase impone a cada actor.

¿Ganó Uribe en Bariloche?, ¿ganó el bloque revolucionario?, ¿ganó el sector moderado? Creemos que fue una contienda en la que no hubo ganadores ni perdedores, más bien hubo maniobras y tanteos preparatorios para otros escenarios.

La contraofensiva imperialista.

La contraofensiva imperialista ha martillado en los últimos meses con contundencia. El golpe de Estado en Honduras y la instalación de las bases gringas en Colombia son parte de la estrategia tejida desde el Pentágono para debilitar la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. El imperialismo acusó recibo del poder de fuego del ALBA en la Cumbre de Trinidad.

Allí, en la isla caribeña aliada a los Estados Unidos y ante la presencia del presidente Barak Obama, los gobernantes del ALBA impusieron la agenda. El tema de la ausencia de Cuba, esgrimido por Chávez, Evo, Ortega, Zelaya y Correa, previa reunión del ALBA y acompañados por la mayoría de los países, arrinconó a los representantes del imperialismo como pocas veces se había visto en estos eventos internacionales. En San Pedro Sula el gobierno estadounidense tuvo que dar otro paso atrás. La OEA misma se sentó en el banquillo de los acusados y sus días de sobrevivencia parecían contados. La OELAC (Organización de Estados Latinoamericanos y Caribeños) surgía como una posibilidad real para trascender al Grupo Río, con Cuba como miembro activo y creando un espacio genuinamente nuestramericano, sin la presencia perturbadora de Estados Unidos y Canadá.

Pero el golpe de Estado en Honduras reactivó a la OEA (uno de los principales objetivos del imperialismo), y la instalación de las bases estadounidenses en Colombia se adelantó a la conformación y funcionamiento del Consejo de Defensa Sudamericano de UNASUR.

El ALBA tendría que haberse reunido con antelación al evento de la UNASUR, para mantener una posición unitaria entre sus miembros, no solamente en el repudio a la injerencia estadounidense, sino también en la formulación de propuestas ante el hecho consumado de instalación de las bases que presentaba Colombia.

El Grupo de Río era el espacio para discutir el tema de las bases militares yanquis, ya que la amenaza no es solamente para los países sudamericanos, sino que involucra a toda la región. La provocación no es solo para Venezuela y Ecuador, sino también para Nicaragua y Cuba (hay que recordar que Nicaragua mantiene un conflicto limítrofe con Colombia). A su vez, en el Grupo de Río se hubiera podido desarrollar con mayor precisión la relación directa existente entre el Golpe en Honduras y la instalación de las bases militares estadounidenses en Colombia, como asimismo darle continuidad a la reunión realizada en Santo Domingo, tras el bombardeo colombiano en territorio ecuatoriano.

Esta falta de reflejos “agrandó” al presidente Uribe, que sí realizó una gira sudamericana para llegar a Bariloche con un previo tanteo de la situación. No es casual que el peón del imperio haya aceptado las inspecciones de las bases militares, pero con la presencia de la OEA.

¿Cómo desequilibrar a favor de los pueblos?

En el avance hacia la unidad nuestramericana, las fuerzas revolucionarias cuentan con una herramienta de gran potencialidad: el ALBA. Pero esta herramienta debe ser utilizada con mayor precisión.

Decía León Trotsky que no bastaba con tener una buena espada para combatir; era necesario que ésta estuviera bien afilada. Y que tampoco era suficiente que estuviera bien afilada, sino que también, para que resultara útil, había que saber usarla.

El ALBA es el arma principal con que cuentan los gobiernos revolucionarios para avanzar en la lucha por la unidad de Nuestra América, siendo ésta una verdadera preocupación para los intereses imperialistas. Pero esta herramienta, como la espada de Trotsky, debe estar bien afilada y en poder de manos hábiles.

Un motor está plenamente encendido en la Alianza, el de los gobiernos revolucionarios. Pero falta, con urgencia, encender el otro motor que le dará al ALBA una potencia superlativa: el motor del pueblo.

La constitución del Consejo de Movimientos Sociales del ALBA es un paso trascendental que la Alianza debe dar en lo inmediato. Allí radica la fuerza desequilibrante de este espacio regional y el apoyo insustituible para los presidentes revolucionarios.

Por primera vez en la historia de Nuestra América se ha conformado un espacio de unidad, una verdadera alianza entre países que avanzan hacia el socialismo. Socialismo martiano, bolivariano, alfarista, tupacatarista, sandinista… socialismo latinoamericano caribeño. Sólo por la vía del socialismo, con los pueblos como principales protagonistas, alcanzaremos la unidad y la independencia de América Latina y el Caribe. Las burguesías “nacionales” o sus representantes de turno, ya han demostrado que son incapaces de llevar hasta las últimas consecuencias la lucha antiimperialista. Es entonces que solo una salida anticapitalista, popular y democrática podrá hacer cumplir la obra inconclusa de los Libertadores.

Y ahí radica, con justa razón, la peligrosidad que representa el ALBA para el gobierno estadounidense y sus socios criollos. No es UNASUR, ni el de Grupo Río, ni el MERCOSUR quienes desvelan al Imperio. Sí es el ALBA. Porque los otros espacios se fortalecen y pasan a ser conflictivos en tanto el ALBA esté presente a través de algunos de los países que lo integran. De otra manera, se convierten en cumbres estériles.

Una característica esencial del ALBA es su espíritu constructivo, solidario e irreductible, esto lo ubica necesariamente a la ofensiva. Ante las agresiones contrarrevolucionarias, inmediatamente debe surgir la respuesta adecuada.

Y una respuesta adecuada ante la actual agresión yanqui sugiere el encendido del segundo motor. Hay que retomar la ofensiva impregnando al ALBA de pueblo. Abriendo el ALBA a las organizaciones sociales y políticas revolucionarias de toda nuestra América e invitando a los gobiernos locales que lo deseen a sumarse a la propuesta unionista. El movimiento popular de los países del ALBA deberá de manera urgente constituir el Consejo de Movimientos Sociales, incorporarse a las Mesas Técnicas, como asimismo realizar una masiva campaña de propaganda sobre el ALBA y la unidad latinoamericana caribeña.

Como decía Mariátegui: “Los brindis pacatos de la diplomacia no unirán a estos pueblos. Los unirán en el porvenir, los votos históricos de las muchedumbres”.

Nuestra Línea Política en la Presente Coyuntura

NUESTRA LINEA POLITICA EN LA PRESENTE COYUNTURA

1.- INTRODUCCION

Nuestro Partido se encuentra aplicado a la tarea de desarrollar su línea política, a fin de continuar impulsando el movimiento popular revo1uoionario en la nueva situación surgida con la jornada electoral y, en particular, desde la represión iniciada el 28 de febrero. No se trata de una situación cualquiera, si no, de una coyuntura que constituye un eslabón de tránsito hacia virajes profundos y duraderos en el proceso histórico político nacional y marca el fin de un período de la lucha de clases que llevó a la crisis la forma do dominación de la oligarquía y del imperialismo, pero que tampoco dio todavía el triunfo a las fuerzas populares y democráticas.

Muchas interrogantes esenciales se han abierto y exigen respuestas claras. Para alcanzar esas respuestas es necesario analizar el proceso y la situación, contrastando la línea de nuestro Partido con la experiencia concreta de la lucha de clases. Este análisis nos pondrá sobre terreno firme para descubrir los verdaderos problemas estratégicos y tácticos que tenemos planteados y nos permitirá elaborar las orientaciones y medidas que hemos de aplicar.

II.- ANÁLISIS DE LA COYUNTURA ACTUAL

A) Cara y espalda.

Como lo hemos apuntado atrás, lo primero que surge ante nuestra vista, afinada por los sistemáticos análisis del proceso político nacional y latinoamericano que hemos realizado durante los últimos años, es que la presente coyuntura constituye un eslabón de transito a virajes profundos y duraderos: enlazará con el viraje abierto hacia la dictadura fascista o con el viraje hacia la apertura democrática y, puede ser, hacia la revolución, democrática anti-imperialista.

Esta es la característica principal de la presente coyuntura por lo que se refiere a su cara o nexo con el futuro. En su “espalda”, o límite con el pasado inmediato, hay un formidable auge de la lucha política de masas, tras el objetivo claro y central de establecer el gobierno de las fuerzas democráticas, civiles y militares, reunidas en el frente único popular en cuyo seno tiene destacada participación nuestro Partido.

B) Características del auge político de masas.

La “espalda” de la actual coyuntura se asemeja, por el auge de la lucha política de masas, a la de fines de 1971 y comienzos de 1972, antes y después de las elecciones presidenciales robadas a la UNO; pero es necesario apuntar a este respecto tres diferencias notables:

1- Las dimensiones del auge de masas han sido ahora mayores y ha sido más concentrado y claro su objetivo de poder;
2- Ahora ha sido mucho más organizada la lucha popular y ha tenido en ella un. peso específico mayor la participación de nuestro Partido en su promoción y
dirección; y
3- La lucha popular pasó después de las e1eccione a un nivel cuantitativa y cualitativamente superior, a diferencia del cese brusco habido en 1972. Después del 20 de febrero fueron, esta vez, combinadas diferentes formas de lucha, tanto en las ciudades como en el campo: la huelga política progresiva obrera, estudiantil y de otros sectores (como las señoras de los mercados., y los maestros) con las grandes manifestaciones y concentraciones de masas, las acciones no violentas con las violentas e incluso armadas, la lucha legal e ilegal, etc. Todo ello ha sido determinante para impedir que cundiera el sentimiento de frustración y desmoralización en que desembocó la lucha electoral de 1972. por lo contrario, es una característica actual del estado de ánimo de grandes masas su deseo de proseguir la lucha e incluso imprimirle un carácter más elevado y decisivo.

Esta claro para todos que este ascenso cuantitativo y cualitativo de la lucha de masas pudo lograrse gracias a la correcta orientación y al intenso trabajo práctico del P. y la J.C.
Esta ha sido, sin duda, una gran jornada revolucionaria y, como es propio de todo momento de esta clase en la historia de los pueblos, las masas trabajadoras y en general populares lanzadas a la acción, dieron muestras de una creciente e intrépida iniciativa revolucionaria. Las acciones de masas en Aguilares, Mejicanos, Delgado, Apopa, San Marcos, Santa Ana, en la zona cañera de Aguilares-Suchitoto y en tantos otros lugares, durante el día de la votación y en los días siguientes, en combinación con la huelga política progresiva, con las grandes manifestaciones y mítines, fueron brillantes manifestaciones de la iniciativa revolucionaria de las masas, las que en todos los casos actuaron promovidas y conducidas por los organismos, cuadros y activistas de nuestro Partido y de la J.C., a la cabeza de gran numero de activistas de las organizaciones de masas y de los partidos de la UNO. El 28 de febrero, después del desalojo de la Plaza Libertad, tuvieron lugar en el centro de San Salvador las acciones más intrépidas y heroicas de las masas, bárbaramente reprimidas por el gobierno. Estas acciones fueron la más alta manifestación de la iniciativa revolucionaria popular y, aunque contaron con la participación de un buen numero de miembros del Partido y la J.C., es necesario reconocer que sobrepasaron la capacidad de dirección del Partido y pusieron de manifiesto debilidades suyas, ante todo,
insuficiencia de su Comisión Política para prever el desarrollo de loe acontecimientos y trazar con tiempo las medidas adecuadas para conducir, en cualquier situación, la energía y la iniciativa revolucionaria de las masas, en asestar al enemigo golpes más contundentes y eficaces y desarticular su embestida contra-revolucionaria.
Lo ocurrido puede limitarse a constituir una breve pausa o paréntesis en el proceso de ascenso del Partido y la clase obrera hacia la cabecera del movimiento popular, a condición de que elaboremos y llevemos pronto a la práctica, una nueva orientación para la lucha por el poder en la nueva situación, capaz de incorporar a ella a las grandes masas, desatar su iniciativa revolucionaria ilimitada y conducirlas acertadamente hasta la victoria. De lo contrario, la pausa -podría devenir en ineptitud del Partido para desempeñar el papel de vanguardia,
ello, dejaría al movimiento popular expuesto a los errores de izquierdismo o de oportunismo de derecha, en provecho de la consolidación de los fascistas en el poder para un largo tiempo, que podría significar un nuevo aplazamiento de la revolución hasta fines del presente siglo.

C) Se polarizaron totalmente las fuerzas políticas.

Si por el lado del movimiento popular la campaña electoral fue el centro promotor de un amplio reagrupamiento y de una creciente movilización de las masas en todo el país, en la ciudad y el campo, por el lado de las fuerzas de la. reacción, la campaña electoral fue el punto de su reunificaci6n, un rápido proceso de cierre de las grietas y cancelación de las secuelas del enfrentamiento entre la burguesía y el gobierno, por causa del proyecto de transformación agraria en los meses inmediatamente anteriores.

Así, tanto las fuerzas populares de masas, cómo las fuerzas reaccionarias, tuvieron una dirección única e indiscutible durante la confrontación electoral. Esta es otra diferencia notable con la coyuntura electoral de 1971-72, cuando hubo tres candidaturas presidenciales reaccionarias, frente a las fuerzas democráticas agrupadas en la naciente UNO.

La polarización total en la contienda electoral fue, sin duda, uno de los factores que más promovieron el extraordinario apoyo masivo a la UNO, y ello permitió minimizar la influencia y acción discordante o divisionista de los varios grupos de la ultra-izquierda, a pesar de su crecida fuerza orgánica y capacidad movilizadora actuales, las que eran apenas embrionarias en 1971-72.

D) La UNO, jefe absoluto y único de la lucha del pueblo.

La jefatura formal del movimiento popular durante la campaña electoral y después de las elecciones, hasta el 27 de febrero, la tuvo en sus manos la UNO. Fue muy claro, por otra parte, que logró la UNO incorporar tan extensamente las masas tras de sí, a pesar de las reiteradas frustraciones electorales anteriores (1972, 1974), incluso del retiro de ella misma de las elecciones de 1976, principalmente por dos elementos fundamentales de su línea, aplicada en esta campaña presidencial: el llamamiento, no sólo a votar, sino también, a defender combativamente la victoria en las urnas, respaldada por su promesa de encabezar esta lucha en todas sus instancias; y, la candidatura militar que, junto a la tesis del “reencuentro del pueblo y Fuerza Armada”, sugería la existencia de un entendimiento con grupos militares, capaces de actuar, llegado el caso, en defensa de la voluntad popular.

Aplicando esta línea, la UNO asumió la jefatura absoluta y única del gran ascenso de la lucha política de masas; las masas acataban y cumplían sus directrices casi al pie de la letra:

-Las masas acudieron al llamado de la UNO a votar masivamente, como condición fundamental para derrotar el fraude, y aún, las groseramente adulteradas cifras del Consejo Central do Elecciones, dan a Claramount 400 mil votos. Si se tiene en cuenta que, como parte del operativo del descarado fraude del gobierno, no se permitió votar a cientos de miles de ciudadanos, que sí concurrieron a los lugares de votación y que, además, fueron anulados decenas de miles de votos favorables a la UNO después de ser omitidos, se puede afirmar, sin lugar a equivocaciones, que el objetivo de obtener 600 mil votos fijado por la UNO, fue cumplido, incluso, con exceso.

-Las masas actuaron enérgicamente bajo la dirección de los cuadros y activistas de la UNO en numerosos lugares, en defensa de lo vigilantes rechazados, tal como se les había pedido hacerlo, defendiendo de este modo su derecho a elegir, durante el mismo día de la votación, y se indignaron grandemente ante el fraude ejecutado a vista suya.

-Las masas acudieron luego al llamado de la UNO para defender la voluntad popular y rechazar la imposición del General Romero, haciendo posible los enormes mítines y manifestaciones, la huelga política progresiva y las acciones heroicas del 28 de febrero.

E) La huelga progresiva y el desalojo de la Plaza Libertad.

La huelga política y progresiva se inició el 22 de febrero con muchas vacilaciones, pero logró afirmarse y avanzar.

Las vacilaciones iniciales y la insuficiencia de la huelga política fueron el resultado de factores tales como, la mella del espíritu combativo y la firmeza de las masas obreras sindicalizadas, por años de orientación economista y división; la pequeñez del movimiento sindical, tomado en su conjunto; las vacilaciones y falta de audacia en parte importante de la dirigencia sindical, incluso de algunos que son militantes de nuestro Partido; la falta de una vinculación y coordinación permanente del movimiento sindical con el movimiento campesino y con los demás sectores populares organizados; la división do las fuerzas de izquierda, que bloqueó su necesaria coordinación e, incluso, condujo a la dirigencia del BPR a negarse a llamar a sus bases a apoyar la huelga; y, la acción traidora de las corrompidas camarillas dirigentes de CGS y FESTRAS, que condenaron públicamente la huelga y llamaron a las bases sindicales a volverle la espalda, mientras la camarilla de la FESINCONSTRANS trabajaba en igual dirección taimadamente, sin pronunciarse en público.
A estos factores adversos, vino a unirse la vacilación de una parte de la dirigencia de la UNO para emprender este camino y del propio Claramount, en cuyos discursos de los dos primeros grandes mítines (21 y 22 de febrero) no hizo clara y categóricamente el llamamiento a la huelga.

Las vacilaciones iniciales de la huelga fueron políticamente más perjudiciales porque tuvieron lugar sobre todo en San Salvador, mientras que en Santa Ana la huelga empezó con el vigor y la dimensión previstas y fue más estable; pero la lucha adolecía allí de una falla de otra clase: no se organizó ni se promovió la utilización de formas violentas y armadas de lucha en combinación con la huelga, como sí se hizo amplia y exitosamente en San Salvador. La falta de tal combinaoi6n es la base de los sentimientos de frustraci6n que sufren hoy en Santa Ana destacamentos obreros, que estuvieron firmes en las primeras filas de la huelga y que deseaban ardientemente inflingir golpes más contundentes al enemigo.

No obstante sus primeras vacilaciones, la huelga política progresiva logró remover e incorporar a la acción a una parte considerable de los obreros de la industria, el transporte y la construcci6n. incluso en empresas donde no hay sindicatos o estos se encuentran afiliados a la CGS y a las otras centrales mediatizadas por el gobierno y el imperialismo. Por otra parte, la huelga consiguió la paralización casi total del comercio en San Salvador y arrastró a considerables sectores estudiantiles de la enseñanza media y profesores en la capital y numerosas ciudades del país. En el marco de la huelga política, masas de trabajadores agrícolas y campesinos, especialmente en las zonas cañeras, rea1izaron brillantes acciones de boicot a la zafra que estaba en pleno desarrollo.

Como es sabido, todo indicaba que el lunes 28 de febrero la huelga adquiriría una dimensión muchísimo mayor, lo cual se vio cortado por la embestida represiva de la madrugada de ese día contra la concentración popular permanente en la Plaza Libertad.

Precisamente, las vacilaciones en el inicio de la huelga en San Salvador, fueron las que llevaron a tomar la determinaci6n de que Claramount se situara indefinidamente en la Plaza Libertad, para constituir allí, un centro permanente de aliento, promoción y organización de la huelga y de la movilización de masas. La medida se vio justificada al día siguiente, con el incremento sustancial que la huelga experimentó en la capital, que era el punto más débil; pero al mismo
tiempo, ofreció al gobierno un blanco fijo sobre el cual pudo descargar un golpe, capaz de permitirle salir de la defensiva en que se encontraba.

Habrá que analizar minuciosamente este paso táctico de la toma de la. Plaza Libertad. y deducir sus enseñanzas, cuando hagamos el balance de toda esta jornada. Al hacerlo, hemos de tomar en cuenta todas las facetas de esta experiencia que allí se hizo, en pro de la elevación de la combatividad de las masas, del paso al empleo de formas de lucha más elevadas, del crecimiento que ello imprimió a la huelga, etc.; pero al mismo tiempo, hemos de tomar en cuenta lo que este paso facilitó el golpe del enemigo y las repercusiones negativas ulteriores.

Nosotros pensamos que, tomando en su conjunto los combates de masas durante los días siguientes a las elecciones hasta al lo. de marzo, constituyen ellos un hecho sumamente positivo, una experiencia revolucionaria de las masas, que ha jugado un inapreciable papel en la forja y temple de nuestro Partido y de la J. C., de sus cuadros y militantes, y que han dejado en las masas el deseo de combatir y elevar su lucha a niveles superiores.

El golpe del enemigo, a pesar de su fiereza, no logró un daño profundo en nuestras filas, ni consiguió desarticular la UNO, porque estábamos fundidos con las grandes masas, no solos o aislados, y porque la extraordinaria ola internacional de condena de este gobierno asesino y corrupto, lo obligó a mermar sus ímpetus represivos. El Partido, la J.C. y las organizaciones populares en
general, mantienen en pie su capacidad de acción, y esto contribuye a dar un carácter pasajero al revés sufrido el 28 de febrero.

F) La situación después del desalojo de la Plaza Libertad.

E]. desalojo de la Plaza Libertad, la matanza en el centro de la capital, la expulsión del país de Claramount y el Estado de Sitio, dieron al gobierno la iniciativa e hicieron pasar al movimiento de masas casi al receso. Pero la posición de ofensiva lograda por el gobierno duro poco: el asesinato del sacerdote Rutilio Grande fue el motivo que promovió un rápido reagrupamiento de las masas y su retorno a la calle, esta vez bajo la forma de concentraciones religiosas.

Sin embargo, tales actividades de las masas no encontraron, ni podían encontrar, en la Iglesia una orientación clara para proseguir la lucha contra los
fascistas. Una vez pasada la primera impresión, que llevó al Arzobispo Romero a pronunciamientos progresistas y combativos, su posición se tornó vacilante y conciliadora. El énfasis de sus sermones pasó de la condena del régimen, a la proclamación de su determinación de desligar a la Iglesia de cualquiera mezcla con el movimiento revolucionario, haciendo ataques a su ideología. Estas declaraciones encierran evidentes planteos conciliatorios hacia las clases dominantes y su gobierno, una promesa implícita de intentar el frenaje de la actividad de los sacerdotes progresistas, sobre los cuales ha recaído mucho odio y represión de parte de FARO-ANEP y de los jefes fascistas.

Para las masas, esto subrayó la falta de jefatura efectiva, en un momento en que deseaban, vehementemente, encontrar un camino claro para combatir al régimen asesino.

Desde luego, este enjuiciamiento de la conducta del Arzobispo Romero no debe nublar nuestros ojos, como para no ver que la Iglesia ha demostrado poseer
gran influencia de masas, o no mirar que en el clero católico predominan las tendencias progresistas y democráticas, y que esta, precisamente, es la causa de la embestida represiva que hoy sufre la Iglesia. El clero, tomado en conjunto. y las masas católicas son sin duda una importante fuerza antifascista, y este es el rasgo principal que debe tenerse, en cuenta hoy, para trazar nuestra política hacia la Iglesia Católica. La definición del Arzobispo Romero aún está pendiente y, a pesar de sus recientes bandazos, no es posible descartar que pueda da asumir en el futuro una actitud más comprometida con la lucha anti-fascista.

Durante la campaña electoral y después de las elecciones, hasta el 27 de febrero, la jefatura del movimiento popular la tuvo en sus manos la UNO. Desde entonces se ha producido un vacío de jefatura. ¿Podrá y querrá la UNO asumir de nuevo la jefatura?; y, si ello no fuera así, ¿qué organización y cómo ha de llenar este vacío?; ¿Cual será en el futuro el papel de la UNO? Tal es uno de los principales problemas a resolver, que tiene que ver con el carácter, la amplitud y las formas de organización y acción del frente único en la situación actual y en el período que se avecina.

G) La coyuntura económica es de bonanza.

Al examinar la situación actual y sus perspectivas, debe tenerse presente la coyuntura económica.

El espectacular crecimiento de los precios internacionales del café, a partir de las heladas que destruyeron los cafetales brasileños, ha producido una verdadera avalancha de divisas para nuestro país, permitiéndole cubrir el grave déficit de la Balanza de Pagos, que se ensanchaba con rapidez hasta 1974-75, y aún contar con un apreciable saldo favorable. Como la Compañía Nacional de Café controla gran parte de las exportaciones del grano y el Estado es su principal accionista y quien controla su dirección, el gobierno tiene a su disposición ahora recursos monetarios excedentes que montan varios cientos de millones de colones.

Los precios internacionales del algodón mejoraron también notablemente y han contribuido a la actual situación de liquidez de la economía nacional.

Apoyándose en estos factores favorables extraordinarios, el gobierno decretó durante el último semestre del año pasado, contando con el acuerdo de los señores de la gran burguesía, aumentos sustanciales en los salarios mínimos de temporada para la recolección de café y algodón, lo mismo que aumentos en los salarios mínimos permanentes para los trabajadores de la industria, el comercio. los servicios y la actividad agropecuaria y en los sueldos y aguinaldos de los empleados del Estado, incluidos los maestros.

Asimismo, el gobierno hizo aprobar un presupuesto nacional para 1977 muy superior al del año pasado, que le permite, además de aumentar sueldos a sus empleados, incrementar las inversiones en obras publicas y ponerse en situación de absorber una parte del extenso desempleo, especialmente en actividades de la construcción.

A consecuencia del incremento de los ingresos por la exportación de café y algodón, así como el incremento del gasto y la inversión públicas, se nota una fuerte tendencia a la reanimación de las inversiones privadas y un ensanchamiento de las ya infladas actividades especulativas financieras.

Este caudaloso crecimiento del ingreso nacional no resuelve por sí mismo fundamentales problemas de la crisis estructural, que es la base material del proceso revolucionario y de la crisis política en los últimos 20 años, más bien algunos de esos problemas resultan subrayados y hasta agravados Pero en este análisis sólo abarcamos la relación inmediata entre la coyuntura económica bonancible y la crítica coyuntura política; su relación con la crisis estructural merece estudiarse aparte.

Los aumentos de salarios y sueldos tuvieron, sin duda, una intención política inmediata: compensar los efectos frustrantes e indignantes de la claudicación vergonzosa del proyecto de “transformación agraria”; por otro lado, los aumentos traían la intención de neutralizar el espíritu opositor de las masas y favorecer así la candidatura oficialista presidencial. Es precisamente por estos propósitos políticos inmediatos que el gobierno pudo conseguir el apoyo de la gran burguesía, rebosante de ganancias millonarias, para decretar dichos aumentos.
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Los hechos ya consumados del proceso político electoral muestran, sin embargo, de un modo indiscutible, que los aumentos de sueldos y salarios no lograron en absoluto la neutralización y mucho menos el apoyo de las masas para el gobierno. ¡Las migajas no lograron sobornar a lo trabajadores!

No debemos subestimar los efectos que en el futuro pudiera tener la persistencia. del gobierno y la gran burguesía en una política. de este tipo, la cual seguirá siendo posible en la medida que se alargue la duración de la coyuntura económica favorable, pero es necesario también descubrir y valorar los factores que llevaron al fracaso esa maniobra en lo meses recientes. Creemos que entre tales factores el principal y determinante ha sido el extenso e intenso trabajo político de masas alrededor de una orientación estratégica y táctica correcta, realizado por la UNO durante la campaña electoral y, especialmente, por nuestro partido y la J.C.

Con todo, la coyuntura económica de bonanza constituye un factor favorable para el gobierno y para los planes de instauración inmediata de la dictadura fascista, puesto que le ayudan a paliar o sortear muchas dificultades cuyo libre desenvolvimiento contribuiría a agravar y complicar la crisis política aún presente e irresoluta.

Esta es otra. diferencia de la actual coyuntura política de la de 1971-72, cuando la coyuntura económica era sumamente adversa.

H) La línea hacia la Fuerza Armada y sus secuelas.
Una característica muy destacada de la reciente jornada electoral consistió en la nueva orientación respecto a la Fuerza Armada, buscando atraer al menos una. parte de la misma al lado del movimiento popular en su lucha por el gobierno democrático y de cambios.

Sin duda, la orientación hacia la Fuerza Armada fue uno de los dos elementos componentes fundamentales de la línea de la UNO que le permitieron conseguir tan grande apoyo a pesar de las experiencias reiteradas de fraude electoral. Esa línea sugería que las masas no estarían solas ni desarmadas frente al gobierno asesino y fraudulento; la victoria de las fuerzas democráticas surgía, en consecuencia, como una posibilidad real.

Al lanzarse a realizar tan grande movilización y al emprender acciones colindantes con la insurrección, las masas tenían en cuenta, sin duda, que sectores militares democráticos, de seguro actuarían al lado suyo; por eso, el que la acción de los militares no haya ocurrido todavía, ha suscitado, entre las masas, contradictorios sentimientos de espera y desilusión, de expectación impaciente ante la conducta de los militares y vuelta a los viejos anatemas contra ellos, a la antigua opinión prejuiciosa de que “todos los militares son igualmente malos y verdugos”. Estas opiniones opondrán cierta resistencia, que habrá que superar para proseguir el desarrollo y la aplicaci6n de la justa línea hacia el ejército, sin cuyo éxito se vuelve en extremo difícil 1a victoria revolucionaria en nuestro país.

No obstante las opiniones diversas, que sobre este punto tienen hoy relativa difusión, la jornada electoral hizo una contribución de una importancia incalculable a la lucha por el ejército, y significó un gran adelanto en la educación política de las masas al respecto. Por lo demás, es necesario decir que la conducta de los militares retirados que se incorporaron a la UNO durante esta jornada, fue principista, leal y combativa, constituye un positivo ejemplo precursor de lo que ha de ser la futura unidad y cooperación entre las fuerzas democráticas civiles y militares.

El hecho de que aun no se haya producido la acción militar deseada, no significa que haya cohesión en las filas militares de los fascistas y tampoco significa que ha fracasado y debe ser abandonada la línea de lucha por el ejército, que apenas ha empezado. Se hizo un buen comienzo, pero se necesita proseguir este trabajo, hacerlo sistemáticamente con todos los niveles militares y bajo todas las condiciones, poniendo en práctica métodos que no se limiten a los planteamientos de la propaganda.

Por otra parte, la posibilidad de pronunciamientos militares no esta agotada en la actual situación. Existe mucho descontento y también actividad conspirativa en las filas de la oficialidad; incluso entre los altos jefes allegados al General Romero. Entre los grandes señores de la oligarquía que están detrás de estos últimos, se considera la conveniencia de hacerlo a un lado, como una maniobra. que reduzca la disposición beligerante de la mayoría del pueblo contra el régimen, haga bajar la guardia de las fuerzas democráticas y facilite la realización ulterior del proyecto fascista.

Es necesario tener en cuenta, la existencia de dificultades que se oponen a un pronunciamiento militar progresista, tales como las siguientes: las grandes sumas de dinero que la coyuntura económica favorable ha puesto a disposición del gobierno le han permitido, según parece, poner en marcha una campana interna de soborno en la Fuerza Armada, lo cual siembra vacilaciones y desconfianzas mutuas, dificultando el rápido reagrupamiento de las fuerzas necesarias para actuar contra el régimen. A esto se agrega que muchos elementos de ORDEN han sido dados de alta en el nivel de cabos y sargentos en los últimos meses.

Su análisis de este aspecto de la situación, condujo a la C.P. a formular la hipótesis siguiente:

Los fascistas, comprometidos en tantos crímenes y corrupción y contando, como cuentan, con el apoyo y la instigación del Pentágono, de poderosos sectores de la gran burguesía local, de los regímenes fascistas de Sur América, de Somoza y Laugerud García en Centro América, de seguro combatirían con determinación. Así, resulta bastante difícil que pueda ocurrir un “cuartelazo de teléfono”, y un eventual alzamiento de militares progresistas podría ser, en las actuales condiciones, el inicio de una guerra civil (aunque su duración no puede extenderse mucho). Esta posibilidad se ve reforzada, por el hecho de que ahora las unidades militares situadas en San Salvador no son del todo decisivas, como todavía lo eran en 1972, y tampoco las hay concentradas en ningún otro punto del país. Ello obligaría a desplazamientos y combates en varios lugares del territorio. Tal perspectiva, de seguro, también inyecta cierta vacilación a las filas de los oficiales opuestos al régimen.

El único “golpe de teléfono” que pudiera hoy ocurrir con alguna facilidad ,sería el de los mismos altos jefes del grupo de Romero, si tomaran la decisión de deshacerse de este.

Existen, pues, dificultados no despreciables para la acción de los militares opuestos al régimen; ellas de por sí no anulan sus posibilidades, pero pueden imponerle postergaciones que, en definitiva, ayuden a los fascistas a consolidarse y a “limpiar” la Fuerza Armada de elementos opositores, como señala la experiencia suramericana. Por otra parte, el examen de esas dificultades y los intereses esenciales de la revolución, señalan la necesidad de que en el desarrollo de un eventual enfrentamiento entre los militares tome una participación multifacética, incluso directa, el movimiento popular y ello exige mantenerse alertas, prepararse y estar dispuestos a actuar.

I) El agotamiento de la vía electora1.

Quizá no hay en este continente otro país donde se haya utilizado, de modo tan multiforme y agotante, las posibilidades de la lucha electoral, como lo hemos hecho en nuestro país.
Hemos utilizado la participación en las elecciones como medio de concientización y organización de las masas trabajadoras, como instrumento de protesta y condena política contra el régimen; hemos utilizado la participación en las elecciones para construir el frente único de las fuerzas democráticas y para unificar el pensamiento político de las masas alrededor del programa y transformaciones democráticas; la hemos utilizado para disputar el ejército a la reacción y para alertar al pueblo sobre el peligro del fascismo y su naturaleza, profundamente hostil a todos sus intereses; unas veces hemos llevado a las masas a votar
positivamente, otras veces las llevamos a anular el voto, hicimos un retiro general de las elecciones, utilizándolo para elevar la movilización popular y luego hemos llevado de nuevo a las masas a la lucha electoral, como parte directa de una batalla mayor por instalar un gobierno democrático e impedir la entronización de la dictadura fascista abierta.

Todo esto lo hemos hecho en el corto período de once años, durante los cuales hemos participado en tres elecciones presidenciales y en seis parlamentarias y municipales (nueve en total, casi una por año).

Utilizando la participación en las elecciones hemos conseguido gran éxito en acorralar, desenmascarar y aislar políticamente al gobierno y, en particular, a los fascistas; hemos logrado desenmascarar la farsa que las elecciones son en nuestro país; asimismo, hemos ganado a la gran mayoría del pueblo a favor del programa de cambios democráticos y para la lucha por un gobierno que lo realice; hemos avanzado decisivamente en la construcci6n del frente único de las fuerzas democráticas, en la construcción y forjamiento de nuestro Partido y de la J.C., en la elevación de su prestigio y la promoción de su vanguardialidad; hemos provocado el desenmascaramiento y descrédito internacional del gobierno; hemos progresado en la lucha por el ejército. Pero no hemos conseguido que las elecciones abran a las fuerzas democráticas el acceso al poder.

Antes que permitir semejante función de las elecciones, la dictadura militar oligárquica corrompió, progresivamente, el procedimiento electoral durante estos once años hasta destruirlo. En la medida que avanzaba la educación política del pueblo salvadoreño y este se unía para alcanzar el poder, el régimen incrementaba el uso de viejos y nuevos procedimientos de fraude electoral, hasta volverlos totalmente descarados, y llegar al punto a que se llegó el 20 de febrero de 1977, cuando ya ni siquiera se permitió votar a cientos de miles de ciudadanos, porque las urnas habían sido rellenadas desde antes de abrirse la votación, aparte de los demás procedimientos e instancias del fraude, hoy conocidas nacional e internacionalmente, para destruir nuestros votos e incrementar, casi sin límite, las cifras favorables al candidato oficial.

Esta vez no podía ser de otro modo para el gobierno, ya que la UNO consiguió llevar a las urnas a más de 600 mil ciudadanos a votar en su favor, es decir, el número suficiente para asegurar su victoria, incluso si el gobierno se atribuía todos los votos restantes por los procedimientos anteriormente usuales de fraude.

En el curso de esta reiterada experiencia, las masas comprendieron, ya en l972-74, lo fraudulento de las elecciones en nuestro país, la falsedad o hipocresía de la “democracia” que defienden aquí las clases dominantes y su gobierno. Si concurrieron a las últimas elecciones fue porque aceptaron concientemente el llamamiento de la UNO a votar y defender el voto, a derrotar el fraude y hacer respetar la voluntad popular mediante su propia lucha, esperando que el evento electoral y la lucha contra el fraude dieran base a otras acciones decisivas
posteriores. Las elecciones del 20 de febrero último y las batallas siguientes fueron el punto culminante de esa táctica, apoyada concientemente por las masas.

Tras de esta última experiencia, es necesario preguntarnos: ¿Qué valor puede tener en adelante la participación en elecciones de esta manera corrompidas y destruidas en nuestro país? Dicho de otro modo, conscientes del enorme servicio que prestó la participación electoral durante once años, es necesario determinar si en adelante puede o no aportar provecho para el avance de la causa democrática y revolucionaria.

A este respecto nos parece muy claro, hoy día, que las elecciones han agotado sus posibilidades como componente central de la vía de acceso al poder para las fuerzas democráticas, no sólo ante las capas avanzadas y organizadas, sino también, ante la grandes masas del país, que lo han aprendido de su propia experiencia. Ha quedado así planteada la necesidad de reemplazar esa vía hacia el poder por otra. Las elecciones podrán en el futuro asumir algún valor táctico ocasional comprensible para la masas, pero, a menos que este gobierno sea sustituido por un régimen de apertura, las elecciones no recuperaran su valor estratégico en relación con la vía hacia el poder para las fuerzas democráticas.

¿Cual y cómo será en adelante la vía hacia el poder? Esta es la interrogante clave sin cuya respuesta acertada no puede elaborarse hoy una línea política aceptable para las masas, de esto depende la suerte misma de todo el procero hacia la revolución democrática antiimperialista frente al fascismo que avanza.

Así, pues, la presente coyuntura también se diferencia de la de 1971-72 en que conduce necesariamente a un viraje estratégico y abre el paso a nuevas formas de lucha.

J) Nuestra línea hacia los ultra-izquierdistas y la conducta de estos en la jornada electoral.

Nuestra línea ante la ultra-izquierda ha sido, en general, de lucha ideológica contra su línea y concepción equivocada, pero al mismo tiempo, llamando a concertar la unidad.

Al acercarse el inicio de la campaña electoral, comprendiendo la gran importancia que asumiría la coyuntura política, comprendiendo la vecindad y necesidad de grandes batallas de masas para impedir el entronizamiento de los fascistas, tras los cuales cerraba filas la burguesía., después de derrotar la tentativa reformista de la “transformaci6n agraria”, nuestro Partido planteo públicamente, con particular énfasis, su llamamiento a la unidad de las fuerzas de izquierda y, al mismo tiempo, silenció casi por completo sus críticas
hacia los grupos ultra-izquierdistas, mientras esperaba sus respuestas

Tratábamos así, de desarrollar el frente único de las fuerzas democráticas, fortaleciendo en él las posiciones avanzadas; buscábamos unificar las huestes populares y aumentar su capacidad combativa, en el momento que la reacción cerraba sus filas; intentábamos poner en marcha un proceso de reunificación del movimiento revolucionario, cuyos alcances históricos decisivos no pueden pasar inadvertidos para ningún revolucionario medianamente reflexivo. Teníamos y tenemos en cuenta, al trazar esta política, no sólo las consecuencias positivas que la unidad de la izquierda puede traer, sino también, las consecuencias destructivas que la división y la lucha dentro de la izquierda acarrean para el proceso revolucionario, como ha podido verse en nuestro continente en la experiencia de Brasil, Guatemala, Bolivia, Chile y Argentina, o en el caso de Portugal, en Europa.

Mientras hicimos los llamamientos públicos a la unidad de la izquierda, buscamos contactos directos con las organizaciones representativas en este campo. Con la “Liga para la liberación” (a la par que, por cierto, no es adecuado calificar como “ultraizquierdista”) pudimos alcanzar, hasta cierto punto, un enfoque básicamente común acerca de la jornada electoral que empezaba; pero sólo muy al final se registró una relativa incorporaci6n de esta organización a las tareas prácticas, sin que hayamos logrado alcanzar con ellos un mínimo aceptable de coordinación, a pesar de que se los propusimos reiteradamente.

Las principales organizaciones de ultra-izquierda rechazaron siquiera dialogar con nosotros; aunque faltando pocos días para las elecciones, el BPR nombró
dos delegados con la indicación de limitarse a escuchar nuestro planteamiento, pero al mismo tiempo recrudeció sus ataques en contra del Partido, y d la UNO y rechazó nuestras propuestas, sin darnos siquiera alguna explicación. Esta misma organización, la más importante de todas la organizaciones ultra-izquierdistas de masas por sus bases en el campo, había intentado sin éxito, durante meses, poner en marcha una línea propia frente a la coyuntura política. La dirección del FAPU llegó, hasta el mismo 23 de febrero, discutiendo la línea a seguir y, mientras tanto, no dejó de atacarnos.

No obstante el rechazo de la dirigencia, durante la jornada electoral y en los combates posteriores a las elecciones, realizamos unidad de acción con algunas bases campesinos y de asalariados agropecuarios del BPR, del FAPU y de otros grupos. En el seno de estas organizaciones irrumpió un debate en el que se perfilaron tendencias unitarias, aún latentes hoy día, que abren perspectivas favorables para la unificación de la izquierda, aunque habrá que vencer muchas dificultades.
Es conveniente tener en cuenta, que la unidad de acción por la base y el aparecimiento de tendencias unitarias a niveles intermedios y superiores de dirección en las organizaciones de ultra-izquierda, se configuraron sólo cuando la vigorosa aplicación practica de nuestra línea por la militancia del Partido y la J.C. mostró su acierto, su gran atractivo para las amplias masas. A diferencia de la jornada conmemorativa de la matanza del 30 de julio en 1976, durante la cual dimos muestras de insuficiente combatividad, en la jornada electoral nuestra militancia dio ejemplo de abnegación, iniciativa y combatividad. Hemos de convenir, pues, que para avanzar en el terreno do la unidad de la izquierda, no basta tener la razón, poseer una línea justa, sino que además, debemos aplicarla sacrificada, enérgica, firme y combativamente.

Examinemos ahora los aspectos más sobresalientes de la línea y conducta de los ultra-izquierdistas durante esta jornada y sus resultados:

1) Oficialmente, las organizaciones ultra-izquierdistas sostienen hoy que la experiencia de las últimas elecciones presidenciales les ha dado a ellos la razón, puesto que han venido insistiendo en condenar las elecciones como un engaño, y la participación en ellas como una política “electorera”; pero se equivocan una vez más: cegados por su concepciones dogmáticas, los ultra-izquierdistas son incapaces de ver todo lo que la participación electoral ha dado a favor de la causa popular, sacando del atraso político a las amplias masas, incluso a muchos de aquellos que ahora militan en sus filas, en su base y hasta en su dirección; ellos creen que bastaba con que las organizaciones avanzadas comprendieran la falsedad de las elecciones para que fuera obligatorio negarse a participar en ellas, y no comprenden que era absolutamente indispensable llevar a las masas a convencerse de esa verdad por su propia experiencia, como una condición ineludible para elevarlas a la comprensión y ejecución de formas de lucha y organización superiores. Por eso mismo, los ultra-izquierdistas tampoco logran entender hoy porque las masas, a pesar de haberse convencido por propia experiencia de la falsedad de las elecciones en 1972 y 1974, concurrieron, aún más voluminosamente, a las elecciones de 1977, incluyendo a fuertes contingentes de base del BPR y de otras organizaciones dirigidas por ellos, y le dieron a la UNO el doble respaldo que en 1972. Cegados por su desprecio a la lucha por la democracia, no son capaces de ver que las masas en nuestro país se encuentran “impregnadas de un espíritu democrático” (según expresión usada por Lenin); y de ahí que, frente a este fenómeno únicamente atinan a decir los dirigentes del BPR que: “el pueblo salvadoreño todavía cree sinceramente en las elecciones”, y al enjuiciar los combates posteriores al 20 de febrero y la sangrienta represión iniciada con el desalojo de la Plaza Libertad, se preguntan lastimera e ingenuamente, como cualquier ama de casa recién llegada a la política: “¿Para que permiten eventos electorales?”… (ver el periódico de ANDES, correspondiente a marzo de 1977).

Lo que en realidad ocurrió es que las masas fueron a las elecciones de 1977 para utilizarlas conscientemente, como parte de sus esfuerzos por alcanzar el poder, y no porque “creyeran sinceramente en ellas”, disponiéndose, al mismo tiempo, a combinar con sus votos la defensa de la voluntad popular mediante acciones resueltas en las calles, la huelga política y la acción insurreccional. Ante esta situación política excepcional, ante esta disposición de las masas, los ultra-izquierdistas prefirieron volverle la espalda, declarar que todo aquello no valía la pena, pues era “puro electorerismo”, proclamar su muy “revolucionaria” tesis de la “guerra prolongada” y dictar hoy sermones moralistas a las masas, propios de “bedeles” (según expresión de Lenin), con las consabidas frases de “se los habíamos advertido, la elecciones son un engaño y esto les pasa por no hacernos caso…”

Así, quienes hace cinco años hicieron de la lucha ideológica contra “la acumulación de fuerzas” el principal tema de sus ataques contra nuestro Partido, ahora, que llegaban a grandes batallas políticas de masas, les dieron la espalda y las condenaron en nombre del “largo plazo”; es decir, alegando, en el fondo, que se necesita primero “acumular fuerzas” y de este modo faltaron al deber revolucionario elemental de marchar con las masas contra sus enemigos ,porque es esta la única forma de educarlas y elevarlas, la única manera de no dejarlas a merced de la reacción y no contribuir, ni siquiera indirectamente con ella a confundirlas o aplastarlas.

Los fascistas entienden bien estas contradicciones en el campo de las fuerzas de izquierda, y hacen lo posible por aprovecharlas en su beneficio. Eso explica, por ejemplo, porque consideraron un error haber asaltado la Casa del Maestro el 28 de febrero y lo corrigieron rápido dejando en libertad a la Secretaria General y a otro directivo de ANDES, lideres del BPR. Los fascistas temieron que estas capturas y allanamientos abonaran las condiciones para el entendimiento contra la represión entre las izquierdas.

2) El BPR fracasó en sus intentos de enfrentarse a los aumentos salariales acordados por el gobierno, con una táctica basada en la promoción de demandas de aumentos mayores del salario mínimo de temporada, una vez que habían sido decretados los aumentos oficiales. Con esta línea, el BPR pretendía conseguir el triple objetivo de frustrar la maniobra demagógica del gobierno y la gran burguesía; distraer a las masas de la confrontación política electoral, debilitando así a la UNO, a nuestro Partido y a su línea política, y, por último, agrupar el grueso de la lucha popular alrededor de su bandera.

A tiempo señalamos el carácter economista, profundamente erróneo, de esta táctica del BPR, y dijimos que estaba condenada al fracaso, Los hechos nos confirmaron en forma absoluta y, a la vez, confirmaron la verdad elemental de que la forma principal, más influyente y decisiva de lucha de la lucha de clases es la lucha política.

No queremos, en modo alguno, rebajar la importancia de la lucha económica reivindicativa, como instrumento de movilización y educación de las masas trabajadoras, y es bueno recordar ahora, que es indispensable también esta forma de lucha, si deseamos extender el trabajo por la construcción do poderosas fuerzas populares revolucionarias, pero es de importancia capital comprender al mismo tiempo, que la lucha económica, reivindicativa en general, únicamente puede desempeñar esta función si se la promueve constantemente a elevarse hacia la lucha política y, sobre todo, si no se la realiza como un sustituto de la lucha política o como un obligatorio escalón previo a la lucha política, ni se le utiliza para apartar de ella a las masas, menos aún cuando el proceso histórico objetivo ha colocado a la lucha política por el poder en el centro del acontecer diario.

3) De hecho, las masas rebasaron y hasta marginaron a los dirigentes ultra-izquierdistas, que no lograron, en ningún momento, elaborar una táctica aplicable durante meses, y se vieron aun sorprendidos por la multifacética lucha de masas durante los días posteriores a la elección y el desalojo de la Plaza libertad, lucha que ellos prefirieron calificar de “acciones espontáneas y desorganizadas” antes que admitir el papel organizador y dirigente del Partido y la J.C.

Ahora ellos proclaman en contra nuestra, la acusación de que fuimos rebasados por las masas. Nosotros, delimitando objetivamente este fenómeno al 28 de febrero, hemos aceptado nuestro rezago como una necesidad del. análisis riguroso que precede a la elaboración de nuevas orientaciones, porque tenemos confianza total en el método robado de la crítica y la autocrítica; pero si hemos de respetar la verdad objetiva, no puede ocultarse a nadie que las organizaciones ultra-izquierdistas, acostumbradas a autonombrarse “vanguardias”, han estado, y aun están marginadas del proceso central y mayoritario de la lucha política de masas por el poder, y corriendo hoy a la cola de este formidable movimiento, se esfuerzan por arrancarle jirones a base de propaganda en contra del Partido, según la cual, nosotros hemos cometido el supuesto delito de haber llevado a las masas al combate, esperando un apoyo militar que no llegó, cuando había mucho riesgo y la victoria no estaba del todo asegurada.

Frente a esta acusación, digamos, ante todo, que los ultra-izquierdistas (nos referimos en esto particularmente al BPR), sobreestiman el daño causado por el desalojo de la Plaza Libertad, cometen el error de dar por concluido un capítulo que en verdad no ha terminado y, aferrados a su dogma de la “guerra prolongada”, siguen sin percatarse, que estamos en una coyuntura de tránsito a grandes virajes histórico-políticos, y es en relación con tales virajes, y únicamente en relación con ellos, que podrá enjuiciarse el acierto o el error de haber promovido este inmenso auge de la lucha popular y lanzado los combates de masas posteriores a las elecciones.

Resultan oportunas y aleccionadoras las siguientes palabras escritas por Carlos Marx en marzo de 1852, en uno de sus artículos dedicados al análisis de la revolución y la contra-revolución en Alemania de los años 1848-49:

“Una derrota honrosa después de una obstinada defensa, es un hecho de una importancia revolucionaria mayor que una victoria fácilmente ganada”.
Y también estas otras escritas por él en su carta a Kugelman del 17 de abril de 1871, referidas a la Comuna de París, cuyo drama estaba en ese momento en desarrollo:

“Naturalmente sería sumamente cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo con infalibles probabilidades de éxito”.

4) El error fundamental de todos los ultra-izquierdistas, madre de estos otros errores o falsos enfoques, durante la jornada electoral y post-electoral, reside en su equivocada determinación del carácter de la revolución qué está madurando en nuestro país. Comenzaron, hace cinco años, por decidir que esta revolución tiene un carácter socialista, después se vinieron deslizando, poco a poco y a hurtadillas, a formular fases previas, como: “el gobierno provisional,” la “revolución popular y el gobierno revolucionario popular”, etc.; pero declaran que esos gobiernos serán únicamente de obreros y campesinos y les fijan, prácticamente, los mismos atributos de la dictadura del proletariado a su “gobierno revolucionario popular”; rechazan todo trabajo por unir a las fuerzas democráticas como una traición al proletariado, y no sólo rechazan el carácter democrático de la actual revolución, sino que además, alegan que “es preferible un gobierno fascista porque según ellos su represión agudizará la lucha de clases, a un gobierno democrático, cuyas concesiones políticas de libertad para las masas y sus posibles reformas sociales, de seguro según ellos “disminuirían la lucha de clases y alejarían la revolución”. Tal fue, en efecto, la tesis que divulgo el BPR entre sus bases para justificar su conducta de lucha contra la UNO y su consigna de que “Romero o Claramount no nos darán la liberación”.

“¡El fascismo es preferible para la revolución: ojala que se instalen los fascistas en el gobierno!”. Tal es la conclusión que se desprende de esa “muy revolucionaria tesis.”

He aquí un ejemplo de las monstruosas aberraciones, de un contenido contrarrevolucionario inequívoco, a que pueden conducir las erróneas concepciones ultra-izquierdistas acerca del carácter de la revolución que, objetivamente, esta madurando en El Salvador.

De esa conclusión, a la que literalmente llegó la dirigencia del BPR, no cuesta pasar a esta otra: “¡Ayudemos a los fascistas!”, pero ella resultaba, demasiada repulsiva; aunque esta en rigurosa lógica con las premisas elaboradas por ellos, resultaba digamos nosotros una demostración de la falsedad de dichas premisas y una sonora campanada de alerta que obligaba a reanalizar, reflexionar, estudiar y corregir. Los dirigentes del BPR optaron, en vez de corregir, por otra formulación mas “potable”, más “revolucionaria”, más “radical”: “¡Luchemos contra la UNO, o al menos neguémosle apoyo, porque el gobierno democrático que quiere establecer puede postergar la revolución!”.

Pero en las condiciones de la lucha de clases concreta en ese momento, en el que las fuerzas políticas estaban total y absolutamente polarizadas, debilitar a la UNO significaba, ni más ni menos, fortalecer a la contra parte, que inequívocamente son los fascistas, encabezados por el General Romero.

He aquí, en ultimo término, las “profundas razones” de por qué el BPR, las FPL y las demás agrupaciones ultra-izquierdistas (las cuales no se atrevieron a “teorizar” y llegar expresamente a estas aberraciones) dieron la espalda a las grandes batallas políticas de masas que han tenido lugar a propósito de las elecciones presidenciales; he aquí por qué nos acusan de “aventureros” y de “engañar a las masas”. He aquí por qué no son pocos aquellos que en el movimiento popular acusan a los ultra-izquierdistas de “contubernio con el gobierno”, aunque en realidad, se trata de una ayuda inconsciente que dan a este, por causa de sus graves errores teórico-políticos e ideológicos. Nosotros debemos luchar contra esos errores, despojarlos del ropaje de la fraseología revolucionaria y mostrar su carácter reaccionario, llamar a sus autores a rectificar, pero no podemos hacer nuestra la acusación contra los ultra-izquierdistas de que están en “contubernio con el gobierno”, porque ello no es así y entorpecería nuestro trabajo hacia la unidad de la izquierda.

La convicción de la justeza de nuestra línea y este enjuiciamiento de la línea y la conducta de los ultra-izquierdistas durante la jornada electoral reciente, no deben hacernos perder de vista que ellos se sienten alentados por lo que consideran un fracaso nuestro, y se han lanzado a un esfuerzo por reclutar para sus organizaciones a todos aquellos elementos que, después de haber hecho esta experiencia junto a nosotros, se sienten confundido y no están por si solos en condiciones de extraer todas las enseñanzas y encontrar el rumbo para la lucha futura. Su cálculo, de que pueden ellos aprovechar la oportunidad para crecer a costa nuestra, dificulta sin duda el avance hacia la unidad; sin embargo, nosotros no hemos de cesar la lucha por ella.. El logro de la unificación de la izquierda es ahora una necesidad más urgente; hemos creado condiciones y hecho la experiencia que nos permite avanzar con más seguridad por este camino y debemos persistir en recorrerlo.

Al mismo tiempo, tenemos que estar alertas contra la penetración en nuestras filas de erróneas concepciones, propias de la ultra-izquierda, ahora que debemos organizar el paso a una fase superior de la lucha de nuestro Partido al frente do las masas, porque ello nos conduciría a graves errores y al aislamiento.

Al criticar los errores de la ultra-izquierda, hemos de tener presente, asimismo, el peligro de la desviación oportunista de derecha que también acecha sobre nosotros. Curiosamente, las tendencias a la desviación derechista viene ligada, igualmente, al argumento de que “llevamos inútilmente a las masas a un combate desigual, del que sólo han derivado sufrimiento y perjuicios: muerte, cárcel, torturas, despidos masivos en las empresas, estado de sitio, acción destructiva contra los sindicatos, etc., etc.” A partir de esta argumentación. similar a la de los ultra-izquierdistas, los desviacionistas de derecha trataran de impedir que avancemos a una fase superior de la lucha, trataran de que retornemos a 1os “dorados tiempos” del economismo,” “tranquilo” y “seguro”, se opondrán a la politización de la lucha de los trabajadores, abjuraran de la lucha política como “impaciencia pequeño-burguesa”,etc.,etc. y con todo ello, pueden empantanarnos en una repetición indefinida del transitar por los mismos espacios y niveles de la lucha de clases, sin perspectiva alguna de poder, o
admitiéndola como algo tan distante que no conviene olvidar, pero tampoco ocuparse de ello “prematuramente”, en detrimento de las “concretas y tangibles” reivindicaciones de hoy.

Ahí, como es natural y lógico, la elevación de la lucha de clases lograda en la jornada reciente, y la obligación revolucionaria indeclinable de proseguir impulsándola hacia una fase superior, nos ha planteado de manera consustancial, deberes mayores y más complejos en el terreno de la lucha ideológica. Para estar en condiciones de librar con éxito esta lucha y asegurar el avance hacia la revolución triunfante, hemos de estudiar más el marxismo-leninismo, conocer mejor la experiencia internacional y conocer más n fondo nuestra propia realidad y reflexionar más sobre nuestra experiencia. Así estaremos capacitados para continuar aplicando acertadamente la probada teoría científica del marxismo-leninismo a nuestra realidad nacional y sobre esta base elaborar una correcta línea.

En particular debemos ahora estudiar con seriedad, problemas relativos a la vía de la revolución, a la insurrección y la preparación de la misma; los problemas que nos oponen resistencia para elevar a la clase obrera al papel revolucionario de vanguardia y a nuestro Partido a la dirección del movimiento popular revolucionario, en particular las manifestaciones concretas, “salvadoreñas” del economismo; debemos estudiar más a fondo el problema campesino y el problema agrario de nuestro país y descubrir el camino para penetrar hondamente en el campo y ganar a las masas rurales para la revolución; debemos profundizar nuestro estudio sobre el carácter de la revolución que está en marcha en nuestro país. Es justo decir, que esta es la revolución democrática, pero nuestras formulaciones son aún imprecisas y encierran errores en potencia. “Revolución nacional liberadora, agraria, democrática y popular”, ¿es exacta esta formulación de nuestro Programa?; “Gobierno democrático de transición o simplemente democrático”, “gobierno de apertura democrática”, ¿qué significación y función histórica concreta corresponde a estas formulaciones que hemos venido empleando?, ¿qué relación tienen con la revolución democrática en nuestro país y cuál sería nuestra actitud ante tal tipo de gobierno?, ¿tienen acaso en alguna medida razón los ultra-izquierdistas cuando alegan que un gobierno democrático retardaría la marcha ascendente de la revolución?

Estos son, únicamente, los problemas teóricos más sobresalientes que urgen de nuestra parte un esmerado estudio, alrededor de los cuales se procesará la lucha ideológica.

K) El marco internacional y su influencia en nuestra lucha.

Para completar el examen de la actual coyuntura política nacional, es indispensable echar una mirada a la situación internacional dentro de la cual se desenvuelve. Nos limitaremos a presentar sus rasgos y aspectos más destacados e influyentes.

1) A escala mundial continúa avanzando el profundo viraje histórico universal de nuestro tiempo, el proceso de tránsito del capitalismo al socialismo: los consistentes logros de la Unión Soviética en su política de distensión; la derrota del imperialismo yanqui en Viet Nam, Laos y Camboya, la consiguiente reunificación de Viet Nam y su proclamación como República socialista; el desarrollo de la crisis económica del mundo capitalista; los grandes logros económicos, científico-técnicos y culturales de los países socialistas, en particular, respecto de América Latina, la consolidación y progreso económico, los grandes logros en todos los ordenes, el poderío militar y la elevación aún mayor de su prestigio internacional alcanzados por Cuba; el derrocamiento del régimen fascista en Portugal y Grecia, la liberación de las colonias portuguesas en África y la derrota de los agentes del imperialismo en Angola; los decisivos avances de los Partidos Comunistas de Italia y Francia, los rápidos adelantos de la democratización en España y la legalización del Partido Comunista Español; el ascenso general de la lucha por la liberación nacional, contra la discriminación racial y los regímenes racistas en África; el extraordinario desarrollo de la crisis política en los Estados Unidos, que condujo a la destitución de Nixon y, por ultimo, a la derrota del Partido Republicano en la elección presidencial del año pasado; estos y otros muchos acontecimientos debilitan las posiciones del imperialismo, son manifestaciones de una nueva profundización de la crisis general del sistema capitalista y jalonan el proceso revolucionario mundial, reforzando las posiciones del socialismo a escala universal.

2) Dentro de esta situación mundial favorable a las fuerzas de la paz, la liberación nacional y el socialismo, el momento latinoamericano esta signado, desde 1973, por la ofensiva, hasta ahora triunfal, del fascismo, forma actual de la contrarrevolución en nuestro continente. A excepción de la región caribeña donde se yergue consolidada y victoriosa Cuba Socialista, y tiene un notable progreso la revolución en los países que fueron colonias inglesas, donde sigue en pie la lucha antiimperialista de Panamá por recobrar su soberanía sobre la zona del Canal, y donde se mantiene el gobierno recuperador de las riquezas naturales en Venezuela, aunque estos dos procesos no lograron profundidad ni afectaron. en lo fundamental, el rumbo del desarrollo capitalista dependiente, en el resto del continente se vive bajo una fuerte tendencia general a la derechización y al establecimiento de regímenes fascistas. Incluso el proceso antiimperialista y anti-oligárquico peruano sufrió un brusco frenaje e inició la reversa, aunque con muchas dificultades, después de la expulsión del grupo de militares de Izquierda del gobierno en julio del año pasado; en México, la llegada a la presidencia de López Portillo en medio de una enconada ofensiva reaccionaria de la gran burguesía norteña y de los terratenientes, puso sordina a la activa política tercermundista y de calida amistad con Cuba aplicada por Luís Echeverría y ha abierto interrogantes acerca de cual rumbo seguirá su gobierno; en Honduras, el proceso reformista iniciado por el gobierno militar pasó del estancamiento a una creciente derechización, mientras la escalada represiva se incrementó en Nicaragua, Guatemala y El Salvador.

3) La llegada de Carter a la presidencia de los Estados Unidos significa el ascenso al poder de sectores no fascistas de la gran burguesía imperialista y la activación de contradicciones con los regímenes latinoamericanos fascistas o en vías de serlo, apoyados o impulsados en los mismos Estados Unidos por el Pentágono y los grandes consorcios trans-nacionales, vinculados al complejo industrial-militar.

Los primeros resultados de las presiones de Carter sobre esos regímenes apuntan hacia la formación de un bloque en cuya cabecera es fácil notar al gobierno brasileño, cuyo poderío militar es grande y aumenta. El Pentágono actúa desde atrás promoviendo y bendiciendo esta “santa alianza” de gorilas fascistas.

En este sentido fueron muy claras las declaraciones del General chileno Gustavo Leight, prominente miembro de la Junta fascista, emitidas el 20 de marzo en Montevideo, en ocasión de la decimoséptima reunión anual de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Aéreas del continente; dijo Leight. refiriéndose a las presiones del gobierno de Carter con la bandera de los derechos humanos:

“… existen buenas relaciones entre las fuerzas armadas chilenas y los altos mandos norteamericanos. Existe una buena disposición por parte de ellos”; y agregó, “la política del Pentágono es diferente a la del Departamento de Estado y difiere también de la política que sigue el. Congreso Norteamericano”. (Cable de la AP).

Por si hacía falta, he aquí un testimonio de un prominente jefe fascista acerca de cual es en EE.UU. la fuente principal de estímulo y de apoyo real para los fascistas latinoamericanos.

La activación de estas contradicciones del gobierno de Carter con los regímenes autoritarios de derecha latinoamericanos, constituye una condición favorable para la lucha anti-fascista en nuestro continente. Sin embargo, es preciso no olvidar en ningún momento que la política de Carter es también política del imperialismo, y que su objetivo final es frenar y derrotar el impulso hacia 1a revolución, salvar el capitalismo dependiente latinoamericano y la hegemonía imperialista sobre el continente. Para realizar estos objetivos, es muy probable que el gobierno de Carter aplique una línea de compromisos con los partidos reformistas burgueses y pequeño-burgueses de nuestros países, apoyándolos a acceder a los gobiernos, para que efectúen una cierta democratización formal y realicen algunas reformas. Sabemos que han sido encaminadas negociaciones concreta con este propósito entre Washington y representativos latinoamericanos de esta clase de partidos, y es probable que también hayan ocurrido contactos con militares reformistas de nuestros países. Esta política del gobierno de Carter y estos compromisos con los sectores reformistas 1atinoamericanos, buscan romper los amplios frentes unidos de las fuerzas democráticas, aislar a los Partidos Comunistas y demás organizaciones revolucionarias. A pesar de todo ello, nosotros debemos estimular y aprovechar las contradicciones del gobierno de Carter con los fascistas, pero debemos adoptar medidas que permitan frustrar los objetivos reaccionarios de su política dentro de nuestro país. Al mismo tiempo, debemos desarrollar amplios contactos con las fuerzas populares y democráticas de los EE.UU., empezando por el P. C, y promover su solidaridad hacia nosotros.

4) Enmedio de este panorama continental adverso, el gran auge de la lucha política de masas, el amplio frente unido de las fuerzas democráticas y las expectativas de una victoria popular en El Salvador constituían y, podía decirse que aún constituyen, uno de los posibles puntos de arranque para el logro de la sucesión de derrotas que es necesario inflingir a los fascistas, hasta ahora invictos y ensoberbecidos, para hacer posible la formación de una nueva ola revolucionaria en nuestro continente.

Así, pues, nuestra lucha no sólo se encuentra bajo la influencia de la situación latinoamericana, sino que también puede ejercer una positiva influencia sobre ella si logra alcanzar un desenlace victorioso. En esto consiste hoy la significación concreta internacional de nuestros deberes revolucionarios nacionales.

Por eso mismo, como un reflejo en el campo internacional de la unidad de las fuerzas democráticas salvadoreñas, y también porque ocurre cuando inicia el gobierno de Carter y emprende éste los primeros pasos encaminados a realizar la política aludida atrás, nuestra actual lucha ha encontrado una favorable acogida y apoyo internacional, no sólo en América Latina, sino también en Europa y en lo mismos Estados Unidos y, no sólo de parte de fuerzas revolucionarias, sino también, de parte de sectores democráticos diversos en o fuera de los gobiernos, en un amplio sector de la prensa 1atinoamericana, norteamericana y europea occidental, en fracciones parlamentarias latinoamericanas (en Venezuela el Senado unánimemente) y en comisiones del Congreso de los EEUU., etc. Desde luego, nuestra lucha ha contado, cuenta y contará aún más con el apoyo solidario del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética.

Hemos de prestar, por consiguiente, una atención esmerada. promover la solidaridad internacional rnultifacética hacia nuestra lucha, y hemos de dar a este trabajo una amplitud y una metodología propia del frente único anti-fascista. Se trata de la promoción de una fuerza real en favor de la revolución salvadoreña; se trata también de que el triunfo popular en El Salvador, en las actuales condiciones de ofensiva fascista generalizada, pueda hacer un aporte notable a la configuración de la contraofensiva anti-fascista y revolucionaria latinoamericana.

III.- PROYECClON DE LA COYUNTURA HACIA EL FUTURO, NUESTRA ORIENTACION Y TAREAS ACTUALES.

En el calendario político oficial está programado inaugurar el gobierno del General Romero el l de julio próximo y, si ello no fuera impedido, nuestro país entraría de lleno bajo el dominio de un régimen fascista, calcado en lo fundamental del modelo brasileño-uruguayo-chi1eno.

Si la inauguración y consolidación del gobierno de Romero fuera impedida, se abriría una situación histórica nueva, favorable a las fuerzas populares y democráticas, cuya profundidad y alcances estarían determinados por el grado de participación combativa de las masas trabajadoras y populares en general, en las batallas decisivas por el derrumbe del actual régimen y la instalación de un gobierno democrático y en la lucha por su consolidación y avance.

La instalación del gobierno de Romero, o su frustración y consiguiente apertura democrática, aunque opuestas, son ambas posibilidades reales, objetivamente existentes, en la situación actual, ya que se fundan en fuerzas y condiciones materiales actuantes dentro de ella. Debe subrayarse empero, que la posibilidad más fuerte es la de que Romero se encargue del gobierno el 1º. de julio, puesto que las fuerzas que lo apoyan mantienen en sus manos la jefatura del Estado y, en particular, la jefatura de la Fuerza Armada.

La realización de una u otra posibilidad depende de como actúen las fuerzas sociales y políticas en conflicto, de si saben aprovechar debidamente las condiciones que le son favorables, superar las dificultades y coordinar la acción de todos los que le son adictos.

La actividad de nuestro Partido ha sido determinante en la configuración de la actual situación, y la táctica que él aplique puede ejercer no poca influencia en su desenlace. Asimismo, nuestra táctica y actividad han de ejercer mucha influencia a favor del reagrupamiento de las fuerzas populares y democráticas para luchar en las condiciones del régimen fascista y acortar su existencia si Romero se instala y logra consolidar su gobierno. Nuestro Partido esta llamado también a desempeñar un papel de mucha importancia para la consolidación y avance sucesivo del proceso democrático revolucionario que puede abrirse si el actual gobierno fuera derrocado.

De esto se deduce que, ante todo, debemos elaborar y aplicar una táctica valedera para ayudar a la realización de las posibilidades democráticas anteriores al l de julio o a la consolidación del gobierno de Romero, y para guiar nuestra actuación en el caso de una apertura democrática eventual; pero al mismo tiempo debemos elaborar orientaciones fundamentales para. prepararnos a actuar frente al régimen fascista probable, de manera de elevar sucesivamente la lucha popular hasta derrocarlo.
La Comisión Política, en su reunión del 7 de marzo determinó como el objetivo principal hasta el l de julio, el de impedir la instalación del gobierno de Romero y realizar con ese fin todas aquellas actividades y tareas que favorezcan la acción coordinada de las diversas fuerzas democráticas encaminadas hacia esta meta. Al analizar la situación y posibilidad de les distintas fuerzas opuestas al régimen actual, la C. P. señaló que las acciones decisivas para el derrocamiento del gobierno, al menos en sus inicios, únicamente pueden prevenir hoy por hoy, de los sectores militares democráticos o simplemente desafectos a él, y que, por tanto, se ha puesto a la orden del día la necesidad de estimularlos y prepararse para realizar oportuna y eficaz coordinación de la acción popular de masas con la acción militar directa.

En sucesivas reuniones posteriores, la C. P. emprendió la elaboración de la orientación para la lucha del Partido en la nueva situación y, finalmente quedó formulada así:

La camarilla de jefes militares fascistas, el sector fascista de la gran burguesía local y sus sirvientes, el sector fascista de los imperialistas yanquis, sus aliados y sirvientes en los gobiernos latinoamericanos constituyen el enemigo principal más peligroso de la clase obrera y el pueblo salvadoreño en la actualidad. Contra este enemigo debemos concentrar la punta de la lucha en nuestro país y la solidaridad internacional, para aislarlo,. dificultar lo más posible la aplicación de sus planes de destrucción de las organizaciones populares, debilitarlo y derrocarlo antes de que se consolide en el poder y, en todo caso, antes de que hunda sus raíces profundas en la organización del Estado y en la economía.

Para llevar a la práctica esta orientación, debemos promover un trabajo amplio por la construcción y desarrollo del frente único de las fuerzas antifascistas, civiles y militares, ahondar y aprovechar las contradicciones en el campo de las fuerzas enemigas principales y secundarias; poner especial atención al trabajo por unir a las fuerzas de izquierda y por la alianza obrero-campesina; esforzarnos por atraer al menos una parte de la Fuerza Armada al lado de las fuerzas anti-fascistas y revolucionarias; avanzar hacia la conquista de la dirección del movimiento revolucionario por la clase obrera y su Partido; asegurar el avance, paso a paso, pero firmemente, hacia la combinación y coordinación de la lucha política y la lucha armada, sobre la base del sucesivo ensanche de las fuerzas políticas organizadas de masas en la ciudad y el campo y sobre la base de la construcción, paso a paso, de las fuerzas armadas revolucionarias a partir de la auto-defensa y marchar así hacia la insurrección a un plazo no muy largo. A lo largo
de este proceso, hemos de combinar la lucha legal e ilegal; la lucha en las ciudades y en el campo; el movimiento obrero y el movimiento campesino; las formas abiertas y secretas de organización y acción; la lucha reivindicativa y las organizaciones amplias de masas, con la lucha política y las organizaciones avanzadas, particularmente con la construcción sistemática de nuestro Partido y la J.C., en especial entre los obreros industriales, el proletariado agropecuario, los campesinos y las capas medias urbanas, en este orden de prioridad.

Todo nuestro trabajo debe avanzar sorteando el peligro del aventurerismo izquierdista, y el degradante inmovilismo del oportunismo de derecha, para lo cual debe impulsarse una lucha ideológica sistemática contra las diversas manifestaciones de estas tendencias pequeño-burguesas y burguesas.

Si se produjera a corto plazo una apertura democrática, la realización de muchas de esta tareas sufriría modificación o posposición, pero no cancelación. Tal es el caso de la combinación de la lucha política y armada o de la insurrección. La determinación del enemigo principal más peligroso, el carácter del frente único, etc., sufrirían también modificaciones.

En esas mismas reuniones la C. P. elaboró medidas políticas, organizativas y de propaganda, llamadas a constituirse en el eslabón capaz de asegurar el cumplimiento de nuestra táctica. en el momento actual y también de sentar premisas para el sucesivo avance hacía la aplicación de nuestra línea frente al fascismo
o n las condiciones de una apertura democrática. La pauta acordada apunta a la organización de grupos de acción popular (GAP) alrededor de las células del Partido y la J.C., dirigidos en las instancias inmediatas por ellas y al trabajo por su consolidación y desarrollo como organismos revolucionarios. En los GAP deben incorporarse los mejores elementos provenientes de las masas sin partido, que se destacaron junto a nosotros durante la jornada electoral, durante la huelga política y demás combates posteriores a las elecciones. La organización de los GAP nos permitirá recoger la gran cosecha de elementos conscientes y combativos, espigados y seleccionados por la lucha entre los obreros, los trabajadores agrícolas, los campesinos, los estudiantes y jóvenes en general, los maestros, las mujeres, etc. Debemos recoger con esmero esta cosecha resultado de nuestra siembra por años, apoyarnos en ella para extender la fuerza organizada de la revolución y elevar su calidad, desarrollar al. Partido y la J.C., promover su papel de vanguardia, asegurar la aplicación de su correcta línea.

Los GAP podrán consolidarse si escogemos bien a quienes serán sus miembros y los dirigimos a realizar sistemáticamente tareas que permitan estabilizarlos, educarlos y desarrollarlos. La C. P. ha determinado que debemos reclutar para integrar los GAP a los elementos más concientes, más valientes y firmes, con mayor capacidad de iniciativa, sacrificio y disciplina, demostradas en la práctica. La primera promoción de los GAP debe ser de la mejor calidad, para asegurar que ellos puedan asimilar rápidamente su formación como militantes de vanguardia y ayudarnos a educar bien a las promociones siguientes. La C. P. determinó asimismo, las tres tareas principales en torno de las cuales debemos consolidar y desarrollar a los GAP:

a) su formación teórica y adiestramiento práctico como organismos de auto-defensa, y como organismo de apoyo para preparar la insurrección y promoverla, llegado el caso;
b) la realización con ellos de las tareas de agitación, propaganda y construcción de las fuerzas políticas de masas; y
c) La educación política de sus miembros en la línea de nuestro Partido y sucesivamente en el conocimiento de los fundamentos del marxismo-leninismo.

Entre las tareas de propaganda, la C. P. acordó publicar un periódico ilegal e impulsar a los organismos intermedios del Partido, a la J.C. y a todas la
organizaciones de masas a realizar su propia propaganda. Es necesario comprender que durante los meses pasados tuvimos canales de comunicación y vínculos muy variados y efectivos con las masas: utilizábamos la radio y la T. V., los campos pagados en los diarios burgueses, publicábamos nuestro propio periódico legal, usábamos intensamente la tribuna pública, realizábamos miles de visitas de nuestros activistas casa a casa, hacíamos “perifoneos” y distribuíamos hojas volantes, organizábamos presentaciones artísticas, charlas políticas, “mesas redondas”, etc., etc. Bruscamente se cortó casi todo esto por la represión iniciada el 28 de febrero y apenas hemos mantenido la comunicación con las masas por medio de volantes y pintas, en número aún insuficiente, en momentos que ellas demandan orientación e información, respuestas a innumerables preguntas y dudas, pautas para continuar luchando.

Aunque son muy pocos, hay quienes alegan que “ya no se necesita repartir papelitos, pues eso quedó atrás y está superado”, etc. Los que así opinan simplemente no saben lo que dicen; llevados por su deseo de combatir creen que les estorban las tareas de agitación y propaganda y, con buena intención, abogan por cometer el grave error de silenciarlas. Debemos ser pacientes con ellos y persuadirlos de que están equivocados, a pesar de sus magnificas intenciones, pero al mismo tiempo, hemos de ser firmes en impulsar sin contratiempos una grande y multifacetíca acción propagandística, capaz de abrirnos el mayor número y variedad de canales de comunicación con las masas que la condiciones permitan; debemos escuchar las inquietudes, interrogantes y opiniones de las masas y realizar una esmerada labor orientadora entre ellas, con el fin de unificar de nuevo su pensamiento político momentáneamente disperso, lo más pronto que sea posible, porque esta es condición indispensable para organizar una acción política realmente de masas, es decir, realmente eficaz.

Para cumplir bien estas tareas organizativas y de propaganda, los organismos intermedios del Partido y la J.C., deben recibir atención esmerada de los organismos nacionales, a fin de que ellos a su vez se esmeren en atender y ayudar a las células; debemos incorporar a todo el Partido y la J.C. a la elaboración de la línea, ganarlos para su total comprensión y aplicación y, sobre esta base, elevar su disciplina conciente a grados superiores, lo más pronto posible. A este último respecto, será necesario proceder por las mismas células, organismos intermedios y de dirección nacional a depurar las filas del Partido y la J.C., de elementos inestables, vacilantes, indisciplinados, haraganes y cobardes, teniendo en cuenta su conducta durante toda la jornada de la lucha reciente, pero en especial durante los combates posteriores a las elecciones.

La C. P. llamó la atención hacia la necesidad de hacer penetrar el trabajo y la organización de nuestro Partido y la J.C. profundamente en la clase obrera industrial y en las masas trabajadoras del campo, como condición indispensable para asegurar la dirección del movimiento revolucionario por la clase obrera y su Partido, es decir, su vanguardialidad. En este sentido, la C. P. recomendó
prestar atención especial a los destacamentos obreros y de trabajadores en general, que tuvieron participación en la huelga progresiva y demás combates de esos días, así como también a los destacamentos del proletariado agrícola y los campesinos que se incorporaron a la lucha en defensa de la voluntad popular burlada por el fraude electoral. Apoyándonos en el trabajo con tales sectores de
las masas trabajadoras de la ciudad y el campo, habremos de concebir y aplicar planes extensos y audaces para penetrar profundamente en el campo y la clase
obrera urbana; desarrollar a nuestro Partido y J.C., construir la alianza revolucionaria obrero-campesina, conquistar la unidad del movimiento obrero.

La C. P. puso de relieve que contra el fascismo podemos y debemos unir a las amplias fuerzas. La tarea de la construcción del frente anti—fascieta tiene ini portancia estratégica y es urgente.
La C.P. destacó la importancia que hoy tiene la lucha en defensa de loe de— rschos humanos, de las libertades y derechos sindicales y sociales en general, d, todas las libertados y ¿çarantías democráticas. Esta orientación debe empren d;ree partiendo do la lucha por la libertad de los presos políticos, el cese — d, las masacres, de lo “desaparecimientos”, de la tortura, el cese de los de 1ídos masivo3 y de las maniobras anti—sindicalee de patronos y gobierno, la re c:)nquif3ta de la autonomía universitaria, etc.
Esta lucha no sólo tiene, importancia para la defensa de lo cuadros,de los- activistas y de las organizaciones populares, sino también, tiene importanciapara promover la solidaridad internacional, facilitar la construcción del fren te anti—faocista, favorecer la unidad de acción de las fuerzas de izquierda,la unidad de acción del movimiento sindical y del movimiento de las masas del caen po, promover la unificación del pensamiento político dol pueblo y el odio contra los fascistas.
Aprobado por la Comisión Política del
Partido Comunista de E]. Salvador
1 de abril de 1977.

Sobre los Comentarios de Joaquín Villalobos.

Sobre los Comentarios de Joaquín Villalobos. (Primera parte)

Hay que reconocer que Joaquín Villalobos es uno de los comentaristas más inteligentes, formados e ingeniosos con que cuenta la derecha salvadoreña. Hasta hoy no he leído en ningún medio de comunicación alternativo un comentario o análisis que refute seriamente sus argumentos. Todo lo leído son ataques personales, acusándolo que es vendido a la derecha, se le acusa de traidor, de acomodado, etc. Es decir, se recurre a combatir la persona ante la incapacidad de combatir sus ideas.

Nos dicen que como Villalobos es traidor, vendido y asesino de Roque Dalton, entonces, todo lo que dice es mentira, sin refutar las ideas. La calidad moral o intelectual, así como la hoja de vida del que hace un comentario tiene incidencia en el lector, pero también es importante sopesar los argumentos que expone y no solo ver el lado personal.

Joaquín Villalobos ha comenzado a escribir una serie de comentarios en El Diario de Hoy donde intenta demostrar que si votamos por Funes en realidad votaremos por el FMLN. Que el FMLN es el partido de izquierda más radical de América Latina, incluso a la izquierda de Hugo Chávez. Por tanto, el país corre un grave riesgo si llegara al gobierno. Para Joaquín votar por el FMLN es tirar al país al despeñadero. Especialmente en estos momentos de crisis económica mundial. Además un gobierno del FMLN podría ser un grave riesgo para la seguridad de los EUA.

Para comenzar un pequeño detallito. En El Salvador se vota por partidos y no por personas (desgraciadamente). Por ello técnicamente la premisa que “el que vota por Funes vota por el FMLN” es falsa. La cosa es al revés “el que vota en la presidencial por el FMLN, vota por Funes”. Si Joaquín tiene alguna duda de lo anterior le puedo proporcionar un ejemplar de la Constitución de La República y un Código Electoral.

Pero entrando al fondo de su argumentación:

Considero que un problema del FMLN es que el sector moderado, representado por los principales dirigentes del ERP y RN, que estaban destinados a buscar la moderación de ese partido y su modernización simplemente lo abandonaron y dejaron el partido en manos de los que Joaquín califica como ortodoxos. Ese fue el primer error que han cometido los que en diferentes momentos se han salido del FMLN, simplemente se fueron para evitar dar la pelea interna y dejaron el partido en manos de sus adversarios.

Además cometieron un segundo error. Por diversas razones estos grupos que se salieron del FMLN y que conformaron diferentes expresiones políticas, no fueron capaces de construir opciones de izquierda democrática, pues con rapidez se plegaron a los intereses de la derecha y se volvieron funcionales a esta. Por tanto el FMLN nunca tuvo que enfrentar una verdadera competencia de expresiones políticas organizadas de izquierda democrática provenientes de estos sectores que abandonaban sus filas.

Es decir, que de ser cierto el argumento de que el FMLN es el partido político más radical de América Latina, también es necesario señalar la responsabilidad histórica de los que lo abandonaron para no dar la pelea por su moderación. En este listado debe incluirse a Joaquín Villalobos.

Pero es necesario señalar que en El Salvador tenemos uno de los sectores oligárquicos más retrógrados de América latina. Por ello somos uno de los países más atrasados políticamente en la sub región. Esta derecha con visión social y económica cavernaria ortodoxa, con pensamiento anterior a las reformas liberales del siglo XIX, es la que nos ha gobernado a lo largo de nuestra historia. En los últimos veinte años lo ha hecho a través del instrumento político llamado ARENA, pero los orígenes de su control sobre el Estado salvadoreño datan de muchos años atrás. Este sector derechista dominante no tiene cultura de negociación. Esto lo reconoce el mismo Joaquín cuando comenta como les fue de mal cuando firmaron el pacto de San Andrés, que según su tesis, fracasó pues el gobierno no cumplió lo pactado, como consecuencia el Partido Demócrata pagó los platos rotos por esa firma en las siguientes elecciones.

Por ello no se puede acusar tan fácilmente al FMLN de ser un partido radical que no negocia, pues en realidad hay una contraparte que no tiene cultura de negociación. En todo caso habría que señalar que los dos partidos no tienen historial reciente de acuerdos, que ambos son incapaces de llegar a acuerdos. No podemos cargar la responsabilidad únicamente del lado del FMLN. Si somos objetivos tenemos que acusar a ambos. Incluso deberíamos de cargar mayor responsabilidad en el gobierno pues es quien tiene, a través del Estado, instrumentos para la solución de conflictos utilizando procesos de negociación.

La polarización de la política salvadoreña, ha llevado los partidos que se encuentran en los extremos del espectro, a posiciones que son mutuamente excluyentes. Esto es negativo para el conjunto de la sociedad, por ello no podemos cargar la responsabilidad en uno solo de los polos.

Los argumentos del temor ante una victoria electoral de la izquierda comunista han sido esgrimidos por la derecha a lo largo de la historia electoral moderna. En los años setenta, del milenio pasado, cuándo surgió la Unión Nacional Opositora (UNO) se esgrimió este mismo argumento contra el entonces candidato presidencial José Napoleón Duarte, que fue acusado de comunista. Durante la guerra que sufrimos en los años ochenta todas las organizaciones del FMLN y sus dirigentes fueron acusados de comunistas y terroristas, incluyendo a Joaquín Villalobos. En las elecciones presidenciales de 1994, cuando el FMLN participó por primera vez, el mismo argumento fue utilizado a pesar de que Joaquín Villalobos y otros que luego abandonaron esa institución eran dirigentes del partido FMLN.

Es por ello, que este argumento tiene escasa credibilidad, pues se ha convertido en un recurso psicológico que al volverse recurrente, ha perdido su efectividad para ganar elecciones a base del miedo. Basta recordar la famosa frase de la fábula “Hay Viene el Lobo”. Además en estos momentos de recesión económica mundial, el debate político serio y de fondo es entre un capitalismo voraz que nos ha llevado al abismo como consecuencia de la mal entendida libertad económica, por una parte, y por otra, la necesidad de regular los mercados fortaleciendo el papel del Estado para intervenir en la economía. No tiene sentido el debate entre comunismo y capitalismo.

Por otra parte, es necesario preguntarnos ¿Qué tan radical es en realidad el FMLN? Para empezar quiero señalar que la palabra radical es usada en un sentido diferente en el debate político. Ser radical es llegar a la raíz de los problemas, los hechos y en general los fenómenos sociales. Por tanto la radicalidad en el plano teórico debería ser una característica fundamental del pensamiento científico, que busca encontrar el origen y la explicación de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad. Pero en el léxico político la palabra radical es sinónimo de extremismo. Por ello vale la pena reformular la pregunta ¿Qué tan extremista es en realidad el FMLN?

Por otra parte, es necesario preguntarnos ¿Qué tan radical es en realidad el FMLN? Para empezar quiero señalar que la palabra radical es usada en un sentido diferente en el debate político. Ser radical es llegar a la raíz de los problemas, los hechos y en general los fenómenos sociales. Por tanto la radicalidad en el plano teórico debería ser una característica fundamental del pensamiento científico, que busca encontrar el origen y la explicación de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad. Pero en el léxico político la palabra radical es sinónimo de extremismo. Por ello vale la pena reformular la pregunta ¿Qué tan extremista es en realidad el FMLN?

Contestar esta pregunta con objetividad no es fácil, pues si bien en el FMLN hay claras expresiones de posiciones extremistas (En el plano teórico se pueden encontrar en sus estatutos y varios documentos oficiales), es necesario tomar en cuenta los siguientes factores. En primer lugar, las posiciones similares de extremismo político de su contraparte de derecha. Por lo cual ambos partidos terminan auto alimentándose en posiciones extremas.

Por otra parte hay muchas posiciones políticas del FMLN que no pueden ser consideradas de extremas. Por el contrario en algunos casos refuerzan posiciones reformistas. Pero estas son deformadas por los medios de comunicación y por un debate estéril y polarizado con una derecha cavernaria. El extremismo con que la derecha aborda el tema del aborto es un claro ejemplo y la actitud de los diputados del FMLN de firmar el documento antiaborto de la Iglesia Católica Hondureña, es un ejemplo de posición moderada.

El problema real del FMLN no es el extremismo político, mas bien pareciera ser la incoherencia política que expresa en muchos temas importantes de la vida nacional. Incoherencia que la derecha explota al máximo cuando se expresa en las contradicciones entre las posiciones del partido y las declaraciones del candidato Mauricio Funes.

Incoherencia que se manifiesta cuando contrastamos los documentos del FMLN con su praxis política. Incoherencia ante diversos temas de la coyuntura nacional, como el caso de las reformas al sector salud, que su actitud de oposición total los llevó a posiciones que pueden considerarse a la derecha de la misma ARENA.

El otro argumento de Villalobos está vinculado a la relación con los EUA.

Las elecciones presidenciales en EUA han provocado un importante viraje en la política norteamericana. El triunfo de Barack Obama ha generado muchas expectativas. Hay en la población norteamericana un deseo de cambio como consecuencia que han comenzado a sufrir los impactos económicos de la crisis mundial, que su mismo sistema de vida ha ocasionado.

Esta situación rompe los esquemas tradicionales con los que la derecha salvadoreña y su partido habían venido operando.

La derecha salvadoreña se queda sin argumentos ante la derrota de su aliado, el Partido Republicano; mientras que para la izquierda, se crea la ilusión de que Obama y los Demócratas les serán más favorables. Ambos elementos no son realmente ciertos, pero por la forma en que habían venido manejando la propaganda de medios, especialmente la derecha, esto es lo que queda grabado en el imaginario popular. Con la Derrota de Mc. Cain, ARENA cae en su propia trampa.

Pero tampoco las cosas son tan fáciles o sencillas para el FMLN. Creer que Obama hará un gobierno favorable al FMLN es un grave error. Los demócratas son tan anticomunistas como los republicanos. Hay demócratas de derecha que son más conservadores que ciertos republicanos más liberales.

Para el Presidente electo de los EUA el tema central y casi único es la crisis económica, la perdida de millones de empleos, el gran hoyo financiero que todavía no logran tapar, la caída del consumo que es la base que ha mantenido la economía norteamericana. Enfrentar esto es una tarea gigantesca que amerita que le dedique todo su tiempo y el de su futuro gabinete.

En el campo internacional lo más importante para Obama es la relación con Europa, con las potencias de oriente y Asia, con los países productores de petróleo. Allí esta parte de la clave para resolver la grave crisis económica mundial. Me atrevería a decir que hasta las guerras de Irak y Afganistán pasarán momentáneamente a segundo plano.

Para el nuevo gobierno norteamericano lo fundamental es salir de atolladero económico. Estas serán las grandes prioridades donde centrarán su atención, al menos, en los primeros dos años de su mandato. Si Obama, no saca a los EUA de la crisis, no tiene ninguna posibilidad de reelección dentro de cuatro años. Y de esta crisis no salen solos, tienen que salir junto con todos los países desarrollados y los de desarrollo medio.

En este contexto, el tema del terrorismo como factor central de la política estadounidense pierde peso. No significa que lo harán de lado, siempre será un elemento importante, Estados Unidos no puede dejar de lado el punto de su seguridad. Las relaciones con Irán se complican, ataques terroristas en distintos lugares del mundo les recuerdan que el tema está allí latente y presente. Pero ya no será el eje central de la política como lo fue con el actual Presidente Bush.

Lo mejor que podemos hacer es reconocer con humildad nuestra mísera posición como país. No tenemos ninguna importancia para los Estados Unidos, ni como aliados, ni como potencial enemigo por anidar terroristas. No somos importantes como aliados por nuestra insignificancia como país. Por otra parte, nadie se cree la historia de que por la relación del FMLN con las FARC, vendrán terroristas islámicos a poner bases para atacar los EUA. Los gringos tienen monitoreado cada kilómetro cuadrado de El Salvador, no nos olvidemos que tienen una base aérea para el control del narcotráfico que opera en nuestro país.

El nuevo gobierno salvadoreño que tomará posesión de junio, sea de ARENA o del FMLN, tiene la oportunidad de replantearse las relaciones con los EUA. El primer paso debería de ser es establecimiento de una política basada en el reconocimiento del bipartidismo en EUA. De reconocer que las relaciones con esta gran potencia no pueden estar basadas en la amistad con un partido político. Este fue un gran error de Napoleón Duarte (¿se recuerdan del beso a la bandera?) en sus relaciones con los EUA, que lo siguieron cometiendo los gobiernos areneros.

El otro gran norte de nuestra relación con los EUA debe ser la defensa de nuestros emigrantes. Obtener condiciones de dignidad para que puedan trabajar es fundamental. Nuestros hermanos lejanos pueden contribuir con su trabajo y su esfuerzo al desarrollo de ambos países. Estos beneficios deben ser parte de acuerdos institucionales y serios entre ambas naciones. Debe abandonarse la idea que se consiguen porque el Presidente salvadoreño (sea del signo que sea) es amigo del Presidente gringo.

Los salvadoreños deberíamos exigir a ambos candidatos que nos expliquen esto. No estar hablando de terrorismos trasnochados o de que por la llegada de un negrito demócrata, entonces será chero del otro candidato.

Ayutuxtepeque, lunes, 08 de diciembre de 2008

Discurso pronunciado por Joaquín Villalobos en 1er. Congreso del ERP ( junio de 1993)

DISCURSO PRONUNCIADO POR JOAQUIN VILLALOBOS EN ACTO DE CIERRE DEL PRIMER CONGRESO DEL PRS-ERP (20 DE JUNIO DE 1993)

Por más de 60 años existió en nuestro país una clara dictadura militar bajo la trilogía Ejército, Partido y Estado. Esta constituía el instrumento de poder político de una economía monopolizada por un pequeño grupo de familias.

Estábamos frente a un esquema totalitario, sólo que en vez de ser estatal como el de Europa del Este, era de empresa privada. Este sistema, al amparo de la guerra fría era apoyado por los Estados Unidos y presentado como democracia y libre competencia. Así, a nombre de la democracia se cometieron horrendos crímenes, fraudes electorales, y golpes de Estado. A nombre de la libre competencia se concentró la riqueza a tal punto que el crecimiento económico en lugar de traer estabilidad engendró una larga y cruenta guerra civil.

Los jóvenes cristianos, campesinos y estudiantes encabezados por Lil Milagro Ramírez, Rafael Antonio Arce Zablah y Felipe Peña Mendoza, que hace 23 años tomamos las armas, no lo hicimos porque leímos unas páginas de marxismo, lo hicimos, porque nos indignó la miseria de los campesinos, que se matara a los opositores y que las elecciones sólo sirvieran para volver presidentes a coroneles y generales. Quisimos dejar registro de nuestra rebeldía, nos sentimos retados por la prepotencia de un sistema que nos quería poner de rodillas, dijimos basta y optamos por librar una lucha que más que darnos perspectiva de victoria nos daba la posibilidad de morir con honor.
Recuerdo a un Coronel, que siendo presidente de la República, en ocasión de un desfile estudiantil dijo la siguiente frase:
“y para que la gallarda expresión de estos jóvenes no se convierta en justificado reproche y rebeldía, ni un sólo paso atrás en la transformación agraria” días después por las presiones del gran capital esa transformación agraria era llevada atrás. Recuerdo también cuando Monseñor Romero meses antes de ser asesinado dijo: “es el momento de entregar los anillos para que no les corten los dedos.”

Quienes en la paranoia ideológica quieren explicar esta guerra echándole la culpa al marxismo y a la guerra fría no han aprendido la lección. Esta guerra pudo evitarse si hubieran hecho cambios en la tenencia de la tierra en los años 60, si los resultados electorales se hubieran respetado en 1972 y 1977, si en 1979 se hubiera cumplido plenamente la Proclama de la Juventud Militar de la Fuerza Armada, que fue la última oportunidad para evitar la guerra.

La democracia que ahora comenzamos a vivir no es patrimonio ideológico de nadie. Hay quienes preguntan si el FMLN de verdad cree en la democracia y en una economía de mercado y lo hacen para decidir si debe o no aceptarse al FMLN. Pues bien, el FMLN nunca ha sido gobierno y no se le puede juzgar y condenar por sus buenos o malos pensamientos, todos los cambios democráticos que hoy comenzarnos a vivir los propuso y defendió el FMLN. Aquí quienes tienen que probar que en verdad son demócratas, son la Fuerza Armada y el gran capital, porque ellos han tenido el poder.

Independientemente de que reconocemos y señalamos como una grave falta el arsenal encontrado en Nicaragua, no es correcto que ahora se le convierta en un escándalo que esta pasando de los limites tolerables y buscando arrinconar y afectar la legalidad del FMLN. No estamos para nada de acuerdo con cualquiera que pretenda regresar a la guerra, pero nos indigna ver a quienes encubrieron matanzas, avalaron y ejecutaron fraudes, asesinaron sacerdotes y vivieron de la corrupción, presentarse ofendidos porque todavía hay quienes en el FMLN desconfían de la irreversibilidad de los Acuerdos, y a esa desconfianza responden pidiendo la cabeza del FMLN.

Respondan con verdad estas preguntas: ¿Ya no van a intentar matar a opositores?, ¿ya no habrá más impunidad?, ¿de verdad dejarán funcionar a la Policía Nacional Civil y se quedará el Ejército en los cuarteles?, ¿ya no van a reprimir a balazos las manifestaciones? ¿De verdad no van a perseguir e intimidar a nuestros simpatizantes?. ¿Le dejarán la tierra a los campesinos?
Esta bien cobrarle políticamente al FMLN sus errores, pero no se debe convertir esto en revancha y provocación.

Si resultaba imposible creer que el arsenal de Managua estaba desvinculado de responsabilidades a nivel de dirección de una de las organizaciones del FMLN, resulta igualmente imposible creer que el hallazgo de dos mil millones de colones en cocaína en la ciudad capital está desvinculado de personajes con poder en el Gobierno, la seguridad pública o las Fuerzas Armadas. Los escandalosos desembarcos aéreos en el Tamarindo con muchas decenas de hombres armados y numerosos vehículos son tan graves como los supuestos grupos de realzados.

La lucha armada no tiene ya ningún sentido. La guerra es un capítulo cerrado para siempre. Nuestra opción ahora es la lucha pacífica y el respeto al estado de derecho. Pero para que nuestros hijos disfruten de una paz firme, los Acuerdos de Chapultepec deben cumplirse plenamente.

Hemos comenzado a caminar en la democracia y el ERP le apuesta resueltamente a la paz, a la reconciliación y a la renovación del pensamiento y daremos pasos serios para fortalecer la confianza en el proceso. Por eso también cambiamos nuestro nombre y nuestra consigna, ya no somos Ejército Revolucionario del Pueblo, ahora somos Expresión Renovadora del Pueblo.

Pero, hablando de desconfianzas queremos preguntarle al Partido Arena si piensan cambiar su himno o seguirán cantando que El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán. Nosotros no queremos que El Salvador sea la tumba de nadie por sus ideas políticas. Eso no debe volver a ocurrir jamás.

Ha comenzado la tarea de hacer la patria donde podamos vivir todos. Donde gobierne quien gobierne todos nos sintamos tranquilos.

Por ello creemos que en las elecciones del 94 deben ser derrotados los que no quieren los Acuerdos de Chapultepec, los que no quieren la concertación. Eso es victoria, eso es continuar avanzando.

El Acuerdo de Chapultepec es el programa histórico de la nación y debe ser consolidado. Por décadas nuestro país ha estado polarizado. Está perfectamente claro que los esquemas excluyentes, autoritarios civiles o militares, de izquierda o de derecha han fracasado. Deben entonces sentarse las bases de un sistema político nacional donde puedan hacer sus ofertas las distintas corrientes políticas.

En esta etapa debe consolidarse la cultura democrática y lograr que los distintos sectores sociales y políticos aprendan a disentir, a pactar y a concertar. A manejarse como mayorías o minorías sin salirse de las reglas de juego, aprendiendo a gobernar y a ser oposición en democracia.

Todavía estamos en peligro de caer en la tentación del uso de la represión o la confrontación para supuestamente mejorar posiciones. Por ello es necesario un periodo de transición en el que aprendamos a usar el estado de derecho, la presión en el marco legal y en el que se gobierne con y no contra los adversarios. Sobre esta base se crearán las condiciones para la gobernabilidad del país por parte de cualquier tendencia.
Desde el punto de vista de los que estamos claramente por los intereses de los sectores populares y lo que podríamos llamar la nueva izquierda, el programa de Concertación Nacional es el fundamento necesario para volver posible un programa de opción preferencial por los pobres que es nuestro objetivo. Las reformas militar, policial, electoral, judicial y la plena vigencia de los derechos humanos son determinantes para que se respete el interés popular en el plano económico- social.

Debe respetarse la propiedad privada sea esta individual o asociativa de los trabajadores, asegurar el desarrollo de ambas y combatir el monopolio en cualquier campo económico. Igual debe respetarse el derecho de organización de los trabajadores y debe asumir el Estado la responsabilidad sobre lo social. Son estas las bases generales de un acuerdo para establecer un sistema económico nacional.

El problema principal en el Foro de Concertación Económico Social no es constitucional, sino la creencia en el sector empresarial de que liberar plenamente el derecho de organización de los trabajadores crearía anarquía y desestabilización. Lo que crea desestabilización es negar esos derechos.

A los campesinos se les prohibió organizar sindicatos y no hicieron sindicatos, pero hicieron un ejército guerrillero que disolvió la Guardia Nacional y tomó la tierra.

Liberar el derecho de organización es comprometer a los trabajadores en las decisiones, es darles responsabilidad y abrirnos a un funcionamiento ordenado de la sociedad. El uso paciente de la tolerancia y la negociación terminarán volviendo inofensivas las posiciones extremistas.

Estamos por el socialismo democrático. No somos un partido marxista leninista y rechazamos toda idea dogmática que pretenda enmarcar nuestra revolución en esquemas que fueron derrotados por la historia. El interés popular y nuestra realidad nacional está por encima de cualquier doctrina, las teorías son sólo instrumentos de análisis y no bandera política.

Creemos en la revolución basada en la preeminencia de la sociedad civil, en la democratización efectiva del Estado y en el fortalecimiento económico de la propiedad social, dentro de un esquema que acepte el mercado como principio de funcionamiento de la economía.

Luchamos por la justicia social, la equidad y el fin de la pobreza, pero no por el igualitarismo, que niega al individuo como objetivo principal de la revolución y el cambio. Aceptamos la existencia de diferencias sociales pero no aceptamos la injusticia ni la indiferencia frente a la miseria.

Tenemos ahora el enorme reto de pasar de guerreros a productores, porque en ello descansa nuestro futuro como fuerza y proyecto político de opción preferencial por los pobres.
Así como en los años 70 la tarea más revolucionaria y de más alta consecuencia fue tomar las armas. Ahora la tarea más revolucionaria es liderar la producción, alcanzar eficiencia y competitividad. Toda la lucha serían años perdidos si no logramos fortaleza económica siendo eficientes productores.

De la política no se vive, la política es para servir y no para servirse de ella. La fuerza política depende del poder económico. Ser guerreros era más duro, más cruento, pero ser productores será más difícil. Alguien dijo en una ocasión que para los revolucionarios a veces era más fácil derramar sangre que derramar sudor.

Nos toca probar que podemos hacer producir las tierras mejor que los antiguos propietarios. Las metas son tener el Banco de los pobres, sistemas de comercialización y elevar nuestra capacidad productiva. Somos la energía que hará posible las nuevas utopías del poder económico popular. Vamos a probar que las relaciones de solidaridad, asociación, cooperación de los trabajadores, son capaces en el contexto del mercado, de crear riqueza para este país y resolver la pobreza.

Instamos a nuestros ex-combatientes a luchar por su real inserción económica y contribuir a contrarrestar toda actividad delincuencial El PRS-ERP no aceptará en sus filas a los que justificándose en problemas políticos o de reinserción usen las armas y realicen actividades delictivas.

Debemos felicitar a los compañeros que no están entre nosotros, porque asumieron el duro compromiso de integrarse a la Policía Nacional Civil y son ellos la garantía para lograr la neutralidad y profesionalización de ésta. La PNC no debe ser controlada ni por la izquierda, ni por la derecha, ni por nadie. Compañeros: Ustedes, junto a los ex-policías nacionales y los nuevos incorporados, son los guardianes de la democracia y los futuros protectores de la felicidad de este pueblo.

Los retos que tenemos planteados son enormes, se impone superar lo tradicional, pasar de la protesta a la propuesta, pasar de ser grupo de presión a ser grupo de poder que participa en las decisiones. Esto implica superar el más grande mal que tenemos como izquierda y es nuestra tendencia a caer en lo contestatario, a perder la objetividad y ser opositores por principio.

Debemos decir que hay entre nosotros casos casi patológicos que piensan que luchar es estar en contra de los que están en contra, en contra de los que están a favor y en contra de cualquier otra posición posible. Esa cultura contestataria debe terminar, somos un sector con responsabilidades serias de cara al futuro de este país y debemos aprender a pactar, a proponer, a definir prioridades y a correr riesgos. Debemos capacitamos y prepararnos para gobernar.

La energía de presión debe ser ahora energía propositiva. Debemos ser pragmáticos, el pragmatismo hace avanzar y constituye la defensa inteligente de los principios. El principismo tranquiliza la conciencia de minorías radicales, pero sacrifica los intereses de mayorías que lo que quieren son resultados concretos. Las batallas por el todo o nada son batallas perdidas y nosotros no hemos sido ni queremos ser perdedores.

Algunos en el debate ideológico dentro de la izquierda pretendiendo ofendernos han dicho que el ERP es la derecha del FMLN. Queremos darles las gracias por ese elogio, porque esto implica que somos la fuerza de la moderación, la flexibilidad y el criterio amplio y no el sectarismo ni el radicalismo de la extrema. Seguiremos en ese camino, preferimos correr el riesgo de equivocarnos probando nuevas ideas que seguir por los caminos que ya está claro que son equivocados.

No nos ha dado pena reconocer los errores, decir la verdad, ni plantear ideas nuevas. Corno dijo el Che: Ser aventureros de los que exponen el pellejo para probar sus verdades y si antes para probar verdades le pusimos el pellejo a los balazos, ahora le ponemos el pellejo a la crítica contestataria, al radicalismo sin sentido y a las campañas de difamación nacionales e internacionales.

Nos sentimos orgullosos de ser EXPRESION RENOVADORA DEL PUEBLO. El ERP ha establecido que se está refundando para abrirse a la nueva militancia.

No queremos ser grupo cerrado basado en méritos históricos, reconocemos con humildad que necesitamos otras capacidades para los nuevos retos. Hemos electo
toda nuestra Dirección mediante voto directo y secreto, hemos establecido el derecho de constituir tendencias y medidas que eviten los cargos vitalicios y la conformación de argollas. Esperamos contribuir con esto a desarrollar el proceso de democratización en el movimiento gremial, social y en todas las fuerzas políticas.

El Partido de la Revolución Salvadoreña- Expresión Renovadora del Pueblo PRS-ERP, miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional – FMLN llama a trabajadores, campesinos profesionales, empresarios grandes y pequeños, miembros en las Fuerzas Armadas a ser parte de la corriente renovadora y del cambio.

Necesitamos nueva mentalidad y nuevos militantes, nuestras puertas están abiertas, queremos ser un partido de amplia composición social.

La Dirección histórica del ERP fiel a nuestra línea de reconocer los errores quiere aprovechar este momento para asumir la responsabilidad por los graves sucesos que en Mayo de 1975 terminaron en la injusta y dolorosa pérdida de los revolucionarios Roque Dalton y Pancho.

Anunciarnos que estamos trabajando por la localización de los restos y que presentaremos un informe del caso en el que daremos a conocer los hechos de ese momento y recogeremos el aporte de Roque, fundador de la corriente renovadora y revolucionado consecuente, que siendo fiel a la frase de Farabundo Martí cuando no pudo seguir escribiendo la historia con la pluma no vaciló en escribirla con el fusil.
Estamos consientes de ese error, fruto del dogmatismo, del radicalismo infantil de los primeros años, pero querernos decir que Roque nos dejó una dura lección y nunca más volvimos a equivocarnos en ese terreno. Por eso no caímos en el camino de la guerra sucia, aprendimos a reconocer errores, a decir la verdad y a no combatir como enemigos a los que sustentaban diferentes posiciones políticas dentro de nuestras filas.

Queremos pedir disculpas públicas a nuestros hermanos de la Resistencia Nacional y darles la razón en el irracional debate en que entramos en 1975. La culpa fue nuestra. Esperamos este paso sirva para acercar más a nuestras organizaciones y fortalecer mucho más la unidad del FMLN.

Estamos empezando a construir un nuevo país, falta mucho por hacer, hay enemigos del proceso que lo quieren revertir. Hay que cuidar este proceso, hay que seguir luchando, pero no podemos negar que hemos avanzado y para que esto sea posible, ha sido necesaria presión y lucha, pero debemos reconocer que también hay sectores dentro del Gobierno, la Fuerza Armada y la empresa privada que están porque continúen los cambios.

Les reconocemos el esfuerzo y los instamos a continuar en ese camino, vamos a seguir poniendo nuestra parte para evitar el retroceso y hacer un nuevo El Salvador.
Hay quienes piensan que el FMLN se va a dividir porque nos oyen hablar distinto y tener contradicciones, la contradicción es la madre del desarrollo y las ideas nuevas, y la unidad es la base de la fuerza y del poder. En el FMLN está en discusión la línea, la fórmula electoral, el programa, pero la unidad no está en discusión.

El PRS-ERP aceptará y apoyará resueltamente la fórmula electoral que unidos aceptemos llevar adelante. El Salvador no estaría cambiando sin el amplio concurso de
la comunidad internacional encabezado por Naciones Unidas.

A todos los pueblos que nos apoyaron les damos las gracias. Gracias México, gracias Europa, gracias América Latina, gracias Nicaragua y gracias a los pueblos de Cuba y Estados Unidos.

Sobre estos dos últimos pueblos y gobiernos amigos deseamos que con el fin de la guerra fría se alcance la reconciliación y el restablecimiento normal de sus relaciones.

La Dirección Histórica del ERP está consciente de que todo lo que ahora somos, descansa sobre la sangre de los caídos y en el heroico y generoso esfuerzo de los ex-jefes, ex-oficiales, ex-combatientes de nuestro glorioso ejército que incluye a nuestros hermanos lisiados.

Por ello hemos dado una batalla cerrada por sus intereses para una inserción digna como primera meta, pero asumimos el compromiso como comandancia General que fuimos del Ejército Revolucionario del Pueblo de reconocer sus grados históricos y sus méritos de combate en las más importantes batallas, para que sus generaciones venideras se sientan orgullosas de contar en sus familias con un valiente ex-combatiente luchador por la democracia.

Trabajaremos para formar la Asociación de Ex-Combatientes del ERP, que tendrá como propósito asegurar se cumplan las reivindicaciones que la ley establece para las madres y huérfanos de los caídos, garantizar que no se pierda la memoria histórica y construir junto a todos los hermanos del FMLN el memorial de los caídos. Esta asociación debe tener su espacio permanente en nuestro partido.

El ERP agradece a la Cooperativa El Espino que nos prestó sus instalaciones para realizar la etapa final de nuestro Congreso y deseamos una resolución a su conflicto en la que se tenga en cuenta con igual prioridad el problema ecológico y los intereses de los campesinos cooperativistas que tan generosamente han sido el soporte principal de los intereses de todos, en este conflicto durante más de diez años.

La Dirección Histórica del ERP se propuso al terminar la guerra: Contribuir a garantizar los Acuerdos de Paz para impulsar la democracia en el país, asegurar los planes de reinserción de los ex-combatientes y democratizar a nuestro partido. En las tres cosas hemos avanzado sustancialmente. Los días duros terminaron, fundamos esta organización revolucionaria con un puñado de gentes que cabrían en un pequeño cuarto de una casa.

Hoy entregamos una fuerte organización política para que luche pacíficamente en un nuevo país, sin tener que decir vencer o morir. Lo que viene es menos duro, pero más difícil y complejo. Igual que hace algunos años en las montañas de Morazán los combatientes de la Brigada Rafael Arce Zablah rendían sus partes militares victoriosos, nosotros como Dirección Histórica damos ahora nuestro parte de la paz y decimos con orgullo: ¡Misión Cumplida!
Muchas gracias
San Salvador. 20 de junio de 1903
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